a) La normalidad como juicio inevitablemente subjetivo: El acto de determinar lo normal o anormal es siempre un juicio, fundado sobre una diferencia cualitativa y no cuantitativa. No sólo clasificamos en relación a los demás, sino que también emitimos un juicio valorativo al atribuirle un valor negativo o positivo a determinada condición b) La anormalidad, juicio que no es subjetivo ni objetivo, sino ético: Todo juicio valorativo es ético, y la ética se preocupa del fundamento epistemológico y metafísico de los valores. No enjuiciamos el cómo se considera anormal: como un santo o un demonio (en la historia), o si lo ponemos al margen del proceso productivo, o restringido en sus posibilidades de ser. Sino que lo importante es qué hacemos con él: si lo “abandonamos” para que se despliegue en toda su libertad, si por llevarlo a ser libre lo sometemos a diversos procedimientos que resulten finalmente más opresores que su condición o si lo acompañamos respetuosamente en la búsqueda de su propia existencia. Esta es la elaboración ética que debe asumir el profesional de la salud mental, como una responsabilidad ineludible. c) La anormalidad como pérdida de libertad: La anormalidad sería una patología de la libertad que impide la expansión de la existencia, del existir, del ser. Enfermedad: Anormalidad: Falla o deficiencia en aspectos estructurales del ser humano, habitualmente mantenidos y persistentes a través del tiempo. Enfermedad: Algunas son definidas en base a la causa, otras en base a la lesión, otras en relación a los síntomas. De cada periodo histórico se ha extraído algún criterio: 1. Inicio de la medicina hasta el siglo XVIII: Se consideraban enfermedades distintas a la mayor parte de los síntomas. 2. Siglo XVIII: La mayor parte de las enfermedades mentales son síndromes, o sea, una constelación de síntomas relacionados entre sí, y con un pronóstico determinado. 3. Siglo XIX: la práctica de la autopsia permite definir la enfermedad en términos de una anatomía patológica que la definía, observable en el cadáver, además de los signos y síntomas registrados. La técnica continúa influyendo en el modo de concebir la enfermedad. El análisis y la microscopia han llevado a definir enfermedades en términos de genes y moléculas. 4. Definición en base a la bacteriología y en relación al concepto de agente etiológico externo. Noción que nace con el descubrimiento de las bacterias (Koch y Pasteur, siglo XIX). El concepto de enfermedad coincide con la historia de la medicina. En nuestra clasificación actual sobreviven y coexisten enfermedad – síntoma, enfermedad – síndrome, enfermedad – lesión, enfermedad – agente etiológico.
En la psiquiatría el ordenamiento de esta denominación, debe estar estructurado al acto de la curación. El objetivo de una clasificación se define en relación a aquello que se quiere clasificar. Los objetivos de una clasificación de los desórdenes mentales siempre deben apuntar en un sentido amplio a la comunicación, el control y a la comprensión. Una clasificación de las enfermedades mentales debe permitir que aquellos que la usan se puedan comunicar en forma expedita acerca de dichos trastornos (usar nombres de categorías de manera standard, refiriendo a rasgos y características sobre los que existe común acuerdo y que de otra manera requerirían el uso de innumerables términos). El control de una enfermedad mental en términos ideales apunta a la capacidad, para prevenir su presentación o para modificar su curso de un determinado tratamiento. Por esta razón, el control es el objetivo más importante de una clasificación de las enfermedades psiquiátricas. Una clasificación es comprensiva cuando permite entender las causas de las enfermedades mentales y el proceso que se desarrolla en su persistencia y evolución en el tiempo. La comprensión no es un fin en sí misma, pero conviene que una clasificación la tenga muy presente, ya que a menudo lleva a un mejor control de la enfermedad. El DSM IV sirve como marco de referencia para elaborar una clasificación que cada vez se acerque más a ser comunicativa, comprensiva y controladora. Concepto de enfermedad: La anormalidad y enfermedad son un concepto, una abstracción creada por el ser humano, útil para clasificar los fenómenos en base a sus semejanzas y a sus diferencias, con el fin de controlarlas según sus propio deseos. Con el progreso del conocimiento se modifican unos, se abandonan otros y surgen algunos nuevos. Las reflexiones sobre normalidad – anormalidad, salud – enfermedad, ocupan a todo el quehacer médico pero cobran especial interés en el quehacer psiquiátrico. El psiquiatra y el psicólogo (a diferencia del médico), a menudo se ve enfrentado al dilema de dirimir si un sujeto está normal o anormal, o si está enfermo o sano. Si aceptamos que esta decisión implica un juicio ético, debiera preocuparnos nuestra formación ética y apreciar su importancia en nuestro quehacer. Al no hacerlo, corremos el riesgo de ser nosotros los anormales. El afinamiento del juicio ético es un proceso que no concluye. Lo más importante es la formación técnica lo más completa y enriquecida, junto con cultivar la relación del terapeuta consigo mismo y con los otros. El aprendizaje intelectual de la filosofía y ética debe ser integrado a la experiencia emocional. La capacidad de discernir se cultiva y perfecciona.