El tema central en la obra “El Malestar de la cultura” es, justamente, el malestar que genera la cultura en el hombre al restringir sus pulsiones sexuales y agresivas, transformando las pulsiones de agresividad en culpa. Mientras más crece la cultura, más crece el malestar del hombre en ella. En esta obra tambin reali!a un extenso análisis de las pulsiones de destrucci"n o de muerte
Capitulo I #reud empie!a a relacionar la discusi"n sobre la religi"n como ilusi"n, pues un amigo le ha indicado indicado que la religi"n es un sentimiento sentimiento que prefer$a prefer$a llamar sensaci"n sensaci"n de “eternidad” “eternidad”,, sin l$mit l$mites es y sin barrer barreras as que prefer prefer$a $a llama llamarr oceáni oceánico, co, el cual es purame puramente nte subjet subjetivo ivo.. #reud #reud considera que no puede descubrir en s$ mismo ese sentimiento oceánico, que no puede medirse fisiol fisiol"gi "gica ca o cient$ cient$fic ficame amente nte y que más bien bien por asocia asociaci ci"n "n puede puede consi consider derars arse e como como un sentimiento de atadura indisoluble, de la copertencia con el todo del mundo exterior. %e&ala que la idea de que el ser humano recibir$a una noci"n de su nexo con el mundo circundante a travs de un sentimiento inmediato dirigido ah$ desde el comien!o mismo suena extra&a y se entrama mal en el tejido de nuestra psicolog$a que parece justificada una derivaci"n psicoanal$tica. 'ormalmente no tenemos más certe!a que el sentimiento de nuestro s$(mismo, de nuestro propio yo. Este yo aparece aut"nomo, unitario y deslindado de todo lo otro. )ue esta apariencia es un enga&o que el yo más bien se contin*a hacia adentro, sin frontera tajante, en un ser an$mico inconsciente que designamos “ello” y al que sirve como fachada. +ero hacia fuera el yo pare parece ce afir afirma marr unas unas fron fronte tera ras s clar claras as las las cual cuales es pare parece cen n desv desvan anec ecer erse se en el enam enamor oram amie ient nto, o, porq porque ue el enam enamor orad ado o asev asever era a que que yo y tu son son uno uno y está está disp dispue uest sto o a comportarse como si as$ fuera. %e&ala entonces #reud que lo que puede ser cancelado por una funci" funci"n n fisiol fisiol"gi "gica, ca, natura naturalme lmente nte tiene tiene que poder poder ser pertur perturbad bado o tambi tambin n por proces procesos os patol"gico patol"gicos. s. -a patolog$a patolog$a dice #reud( nos da a conocer conocer gran n*mero de estados estados en que el deslinde del yo respecto del mundo exterior se vuelve incierto o en que los l$mites se tra!an de manera manera efecti efectivam vament ente e incorr incorrect ecta a casos casos en que partes partes de nuestr nuestro o cuerpo cuerpo propio propio y aun fragmentos fragmentos de nuestra nuestra propia propia vida an$mica percepcio percepciones, nes, pensamientos pensamientos y sentimient sentimientos( os( nos aparecen como ajenos y no pertenecientes al yo, y otros aun en que se atribuye al mundo exterior lo que manifiestamente se ha generado dentro del yo y debiera ser reconocido por l. +or eso el sentimiento yoico está expuesto a perturbaciones y los l$mites del yo no son fijos.
Capitulo II. #reud inicia retomando la idea de la religi"n como la protecci"n de la +rovidencia que vela por su vida y resarcirá todas las frustraciones padecidas en el más acá, que no es otra cosa que un +adre de gran envergadura. /uestionando sobre esa relaci"n, entre hombre y religi"n cita a 0oethe y anali!a la ubicaci"n de la religi"n. religi"n. %e&ala que la vida como nos es impuesta impuesta resulta resulta gravosa1 gravosa1 nos trae hartos dolores, dolores, desenga&os y tareas insolubles. +ara soportarla no prescindir de calmantes, que son de 2 clases1 poderosas distracciones que nos hagan valuar un poco nuestra miseria satisfacciones sustitutivas que la redu!can y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas. 'o es sencillo ubicar a la religi"n dentro de esta serie.
%e dirá que el prop"sito de que el hombre sea dichoso 3dicha 4 intensos sentimientos de placer5 no está contemplad contemplado o en el plan de la /reaci"n /reaci"n y lo que repentinam repentinamente ente se llama llama “felicida “felicidad” d”
corresponde a la satisfacci"n más bien repentina de las necesidades retenidas con alto grado de xtasis y por su propia naturale!a solo es posible como un fen"meno epis"dico. %i una situaci"n anhelada por el principio de placer perdura en ning*n caso se obtiene más que un sentimiento de ligero bienestar estamos organi!ados de tal modo que solo podemos go!ar con intensidad el contraste y muy poco el estado.
6s$ como satisfacci"n pulsional equivale a dicha, as$ tambin es causa de grave sufrimiento cuando el mundo exterior nos reh*sa la saciedad de nuestras necesidades. +or tanto, interviniendo sobre estas mociones pulsionales uno puede esperar liberarse de una parte del sufrimiento, este modo de defensa frente al padecer ya no injiere en el aparato de la sensaci"n -as que entonces gobiernan son las instancias ps$quicas más elevadas que se han sometido al principio de realidad. El +rograma que nos impone el principio de placer, el de ser felices, es irreali!able empero no es l$cito o posible, resignarlos empe&os por acercarse de alg*n modo a su cumplimiento, para esto pueden emprenderse muy diversos caminos, anteponer el contenido positivo de la meta, la ganancia de placer o su contenido negativo, la evitaci"n de displacer. +or ninguno de ellos podemos alcan!ar todo lo que anhelamos. -os más diversos factores intervendrán para indicarle el camino de su opci"n, lo que importa es cuanta satisfacci"n real pueda esperar del mundo exterior y la medida en que sea movido a independi!arse de l y en esto además de las circunstancias externas, es decisiva la constituci"n ps$quica del individuo. )uien na!ca con una constituci"n pulsional particularmente desfavorable y no haya pasado de manera regular por la transformaci"n y reordenamiento de sus componentes libinales, indispensables para su posterior productividad encontrará arduo obtener felicidad de su situaci"n exterior.
Capitulo III. #reud cuestiona 7por qu es tan dif$cil para los seres humanos conseguir la dicha8. %e&ala que se dio la respuesta cuando se&alamos las 2 fuentes de que proviene nuestro penar1 la hiperpotencia de la naturale!a, la fragilidad de nuestro cuerpo y la insuficiencia de las normas que regulan los v$nculos rec$procos entre los hombres en la familia, el Estado y la sociedad. En el caso de las dos primeras considera que nos vemos constre&idos a reconocer estas fuentes de sufrimiento y a declararlas inevitables. +ero diversa es nuestra conducta frente a la tercera1 la social nos negamos a admitirla en la medida que no podemos entender la ra!"n por la cual las normas que nosotros mismos hemos creado no habr$an más bien de protegernos y beneficiarnos a todos. /onsiderando estas situaciones, se puede enunciar que gran parte de la culpa por nuestra miseria la tiene lo que se llama nuestra cultura ser$amos mucho más felices si la resignáramos y volviramos a encontrarnos en condiciones primitivas. %e&ala que cultura designa toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de las de nuestros antepasados animales, y que sirven a dos fines1 la protecci"n del ser humano frente a la naturale!a y la regulaci"n de los v$nculos rec$procos entre los hombres. +ara comprender más buscará los rasgos de la cultura tal y como se presentan en las comunidades humanas. +ara ello reconoce como “culturales” todas las actividades y valores que son *tiles para el ser humano en tanto ponen la tierra a su servicio, lo protegen contra la violencia de las fuer!as naturales, etc. ej1 domesticaci"n del fuego, las gafas para corregir los defectos de los ojos, microscopios para vencer los l$mites de lo visible, con la cámara fotográfica retiene las impresiones visuales fugitivas.
/omo *ltimo rasgo, aprecia el modo en que se reglan los vínculos recíprocos entre los
seres humanos1 los v$nculos sociales que ellos entablan como vecinos, como dispensadores de ayuda, como objeto sexual de la otra persona, como miembro de una familia o de un Estado. -a convivencia humana solo es posible cuando se aglutina una mayor$a más fuerte que los individuos aislados y cohesionada frente a estos. El poder de la comunidad se contrapone como “derecho” al poder del individuo que es condenado como violencia bruta. Esta sustituci"n del poder del individuo por el de la comunidad es el paso cultural decisivo. El siguiente requisito cultural es la justicia, osea la seguridad de que el orden jur$dico no se quebrantará para favorecer a un individuo, entindase que ello no decide sobre el valor tico de un derecho semejante. -a libertad individual no es un patrimonio de la cultura, fue máxima antes de toda cultura, pero en estos
Capitulo IV. %e hab$a indicado que la experiencia de que el amor sexual 3genital5 asegura al ser humano las más intensas vivencias de satisfacci"n, y en verdad le proporciona el modelo de toda dicha y se dijo tambin que por esa v$a se volv$a dependiente de forma más riesgosa de un fragmento del mundo exterior. +ara algunos le permite hallar la dicha pero supone vastas modificaciones an$micas de la funci"n del amor, de forma que estas personas se independi!an de la aquiescencia del objeto despla!ando el valor principal del ser amado al amar ellas mismas, se protegen de la prdida no dirigiendo su amor a objetos singulares, sino a todos los hombres en igual medida y evitan desenga&os del amor genital apartándose de su meta sexual mudando la pulsi"n en una moci"n de meta inhibida. 6quel amor que fund" la familia sigue activo en la cultura tanto en su sesgo originario, sin renuncia a la satisfacci"n sexual directa, como en su modificaci"n, la ternura de meta inhibida. En ambas formas prosigue su funci"n de ligar entre s$ un n*mero mayor de seres humanos y más intensamente cuando responde al inters de la comunidad de trabajo. El reclamo de una vida sexual uniforme para todos, que se traduce en esas prohibiciones, prescinde de las desigualdades en la constituci"n sexual innata y adquirida de lo seres humanos, segrega a un buen n*mero de ellos del goce sexual y de tal modo se convierte en fuente de grave injusticia. El resultado de tales medidas limitativas podr$a ser que los individuos normales 3no impedidos por su constituci"n5 volcaran sin merma todos sus intereses sexuales por los canales que se dejaron abiertos empero lo *nico no proscrito es el amor genital heterosexual que es estorbado tambin las limitaciones de la legitimidad y la monogamia. -a sociedad culta entonces, se ha visto precisada a aceptar calladamente muchas transgresiones que seg*n sus estatutos habr$a debido perseguir.
Capitulo V. El trabajo psicoanal$tico ha ense&ado que son justamente estas frustraciones 3denegaciones5 de la vida sexual lo que los individuos llamados neur"ticos no toleran. Ellos se crean en sus s$ntomas satisfacciones sustitutivas, que empero los hacen padecer por s$ mismas o devienen en fuente de sufrimiento por depararles dificultades con el medio circundante y la sociedad. 9e esa forma la cultura exige otros sacrificios además del de la satisfacci"n sexual. -a realidad efectiva nos muestra que la cultura nunca se conforma con las liga!ones que se le han concedido hasta un momento dado, que pretende ligar entre s$ a los miembros de la comunidad tambin libidinalmente, que se vale de todos los medios para establecer fuertes identificaciones entre ellos, movili!a en la máxima proporci"n una libido de meta inhibida a fin de fortalecer la!os comunitarios mediante v$nculos de amistad, por lo que es inevitable limitar la vida sexual, pero no se intelige la necesidad objetiva que esfuer!a a la cultura por este camino y funda su oposici"n a la sexualidad, ser$a un factor perturbador no descubierto.
:ras todo esto, es un f ragmento de realidad efectiva lo que se pretende desmentir, el ser humano no es un ser manso y amable, a lo sumo capa! de defenderse si lo atacan sino que es l$cito atribuir a su dotaci"n pulsional una buena cuota de agresividad. -a existencia de esta inclinaci"n agresiva que podemos registrar en nosotros mismos y con derecho de presuponemos en los demás es el factor que perturba nuestros v$nculos con el pr"jimo y que compele a la cultura a reali!ar su gasto de energ$a. 6 ra$! de esta hostilidad primaria y rec$proca la sociedad culta se encuentra bajo una permanente amena!a de disoluci"n. +or ello la cultura tiene que movili!arlo todo para ponerle l$mite a las pulsiones agresivas de los seres humanos para sofrenar mediante formaciones ps$quicas reactivas sus exteriori!aciones. 9e ah$ el recurso a mtodos destinados a impulsarlos hacia identificaciones y v$nculos amorosos de meta inhibida , de ah$ la limitaci"n de la vida sexual y el mandamiento ideal de amar al pr"jimo 'o es fácil para los seres humanos, renunciar a satisfacer esta inclinaci"n agresiva, no se sienten bien en esta renuncia. 'o debe menospreciarse la ventaja que brinda un c$rculo cultural más peque&o1 ofrecer un escape a la pulsi"n en la hostili!aci"n a los extra&os. %iempre es posible ligar en el amor a una multitud mayor de seres humanos con tal de que otros queden fuera para manifestarles la agresi"n. Esto #reud lo denomin" narcisismo de las pequeñas diferencias, ah$ se discierne una satisfacci"n relativamente c"moda e inofensiva de la inclinaci"n agresiva, por cuyo intermedio se facilita la cohesi"n de los miembros de la comunidad.
Capitulo VI. 6demás de la pulsi"n de conservar la sustancia viva y reunirla en unidades cada ve! mayores, deb$a de haber otra pulsi"n opuesta a ella que pugnara por disolver esas unidades y reconducirlas al estado inorgánico inicial. ;ale decir1 junto al Eros, una pulsi"n de muerte y la acci"n efica! conjugada y contrapuesta de ambas permit$a explicar los fen"menos de la vida. Mientras que el Eros se exteriori!aba en formas llamativas, la pulsi"n de muerte trabajaba muda. -a idea de que una parte de la pulsi"n se dirig$a al mundo exterior y entonces sal$a a la lu! co mo pulsi"n a agredir y destruir, llev" más lejos a #reud. 9e forma que la pulsi"n ser$a compelida a ponerse al servicio del Eros, en la medida en que el ser vivo aniquilaba a otro, animado o inanimado y no a su s$(mismo propio. 6 la inversa, si esta agresi"n hacia fuera era limitada, ello no pod$a menos que traer por consecuencia un incremento de la autodestrucci"n, por lo demás siempre presente. Estas pulsiones rara ve! aparec$an aisladas, sino ligadas en proporciones muy variables volvindose irreconocibles para nuestro juicio por ejemplo en el sadismo. Este supuesto de pulsi"n de muerte o de destrucci"n trope!" con resitencia en la medida que se prefiere atribuir todo lo es se encuentre de amena!ador y hostil en el amor a una bipolaridad originaria de su naturale!a misma. 6s$ entonces, en relaci"n con lo que se ha venido diciendo sobre el tema de cultura, #reud dice que la inclinaci"n agresiva es una disposici"n pulsional aut"noma, originaria, del ser humano /onsidera que el sentido del desarrollo cultural es la lucha entre Eros y Muerte, pulsi"n de vida y pulsi"n de destrucci"n, tal y como se consuma en la especie humana. Esta lucha es el contenido esencial de la vida en general. +or lo que el desarrollo cultural puede caracteri!arse por la lucha por la vida de la especie humana.
Capitulo VII. #reud se cuestiona porque en nuestros parientes los animales no hay una lucha cultural semejante, sobre lo cual no tiene una respuesta. +or lo que entonces se pregunta 79e qu medios se vale la cultura para inhibir, para volver inofensiva y erradicar la agresi"n contrariante8. -a agresi"n es introyectada, interiori!ada, pero en verdad reenviada a su punto de partida, vale
decir, vuela hacia el yo propio. 6h$ es recogida por una parte del yo, que se contrapone al resto como supery" y entonces, como “conciencia moral” está pronta a ejercer contra el yo la misma severidad agresiva que el yo habr$a satisfecho de buena gana en otros individuos, ajenos a l. 6s$ entonces, llama “conciencia de culpa” a la tensi"n entre el supery" que se ha vuelto severo y el yo que le está sometido. %e exteriori!a como necesidad de castigo.
%obreviene un cambio importante cuando la autoridad es interiori!ada por la instauraci"n de un supery". /on ello los fen"menos de la conciencia moral son elevados a nuevo grado 3estadio5 en el fondo, *nicamente entonces corresponde hablar de conciencia moral y sentimiento de culpa. En este momento desparece la angustia frente a la posibilidad de ser descubierto y tambin por completo el distingo entre hacer el mal y quererlo. En efecto, ante el supery" nada puede ocultarse, ni siquiera los pensamientos. El supery" pena al yo pecador con los mismo sentimientos de angustia y acecha oportunidades de hacerlo castigar por el mundo exterior. En este segundo grado de su desarrollo, la conciencia moral presenta una peculiaridad que era ajena al primero1 se comporta con severidad y desconfian!a tanto mayores cuanto más virtuoso es el individuo. %e&ala #reud que una conciencia moral más severa y vigilante es el rasgo caracter$sticos del hombre virtuoso y que si los santos se proclaman pecadores no lo harán sin ra!"n considerando las tentaciones de satisfacci"n pulsional, puesto que la denegaci"n continuada aumenta las tentaciones, por lo que se exponen en forma más elevada. Entonces el sentimiento de culpa tiene < or$genes diversos1 a5 la angustia frente a la autoridad eterna1 compele a renunciar a satisfacciones pulsionales. Esto para no perder su amor. =na ve! operada no deber$a haber sentimiento de culpa alguno. b5 la angustia frente al supery!" esfuer!a además a la punici"n puesto que no se puede ocultar ante el supery" la persistencia de los deseos prohibidos. Es continuaci"n de la severidad de la autoridad externa. -a renuncia a lo pulsional no es suficiente porque el deseo persiste y no se puede ocultar del supery", por lo que esa renuncia no tiene acá efecto satisfactorio, porque la abstenci"n virtuosa no es recompensada con la seguridad del amor. -a desdicha externa se ha trocado en una desdicha interior permanente1 la tensión de la conciencia de culpa. #reud armoni!a la secuencia temporal de una y otra, diciendo que al comien!o la conciencia moral 3primero angustia y luego conciencia moral5, es por cierto causa de la renuncia de lo pulsional, pero esta relaci"n se invierte despus. /ada renuncia de lo pulsional deviene ahora una fuente dinámica de la conciencia moral. 9e esa forma, la conciencia moral es la consecuencia de la renuncia de lo pulsional de otro modo1 la renuncia de lo pulsional #impuesta a nosotros desde afuera$% crea la conciencia moral que despu&s reclama m's y m's renuncias.
Conclusi!n El sentimiento de culpa no es el fondo sino una variedad t"pica de la angustia y que en sus fases más tard$as coincide enteramente con la angustia frente al supery". -a angustia muestra las mismas extraordinarias variaciones en su nexo con la conciencia. -as religiones no han ignorado el papel del sentimiento de culpa en la cultura y en efecto sustentan tal pretensi"n de redimir a la humanidad de este sentimiento de culpa que ellos llaman pecado. -a lucha entre individuo y comunidad no es un reto&o de la oposici"n inconciliable entre Eros y Muerte, implica una querella domstica del libido, comparable a la disputa en torno de su distribuci"n entre el yo y los objetos y admite un arreglo definitivo en el individuo como esperamos lo admita tambin en el futuro de la cultura, por más que en el presente dificulte tant$simo la vida de aqul.