Miller Oswaldo Díaz Valderrama. 0448753. Fundamentos de las Ciencias Sociales.
SUJETO Y CULTURA: EL PROBLEMA DE LA FELICIDAD EN LA INCESABLE LUCHA ENTRE EROS Y THÁNATOS . “Muy bien dicho, Schlosser: se ama lo propio; y si no se tiene se apetece. El alma rica ama, la pobre apetece.” (Friederich Schiller – Amor y Apetito) Uno de los asuntos mas significativos en las historia del pensamiento humano es, tal vez aquel que se pregunta por el hombre; por su finalidad, mas que por su ontología. ¿Puede el hombre ser feliz?. ¿Es la felicidad aquella aspiración fundamental que dirige el comportamiento humano?. Son estas las preguntas que Sigmund Freud, plantea al inicio de su obra “El malestar en la cultura”. La solución de las mismas no es cosas simple. Si bien existe una rama del pensamiento que hace de los interrogantes anteriores el foco de su investigación, a saber la Antropología filosófica. No escapa de los límites del sentido común, la intromisión del análisis psíquico para resolver el problema de la felicidad. Razón por la cual Freud, diserta sobre el hombre y la civilización. Sujeto y cultura, ahora puestos en la escena de la discusión; se nos presentan como constructos de la psique humana. Una Psique que se mueve en los principios de la vida y de la muerte. Al parecer aquel dualísmo representante de la cosmología occidental (Dios y el Diablo, el cielo y el infierno, el bien y el mal), es el mismo que ha formado nuestra psiquis y nuestra cultura. Pero ¿como conocer la existencia de estos principios de el Eros y el Thánatos?, ¿Como identificar su incidencia en la formación del sujeto y la evolución de la cultura?. Es preciso resolver el problema, a través del marco teórico propuesto por Freud en su obra. La cuestión del sujeto, sería la primera en aclarar. Tendremos pues, que realizar una diferenciación entre sujeto e individuo. El sujeto en su significado mas abstracto, es el constructo psiquico determinado por tres instancias, en las cuales el hombre se relaciona con sigo mismo y con los otros. Estas instancias son las del Yo, el Ello y el Super Yo. Ahora para hacer la diferenciación en curso, es necesario situarnos en el Yo como agente separador entre Sujeto e individuo. Es en el Yo en el que según Freud, el hombre empieza a disociarse del mundo, o en términos precisos: el niño, separa el Yo de los objetos, descubre las diferencias entre su mismisidad y la otredad 1. El sujeto visibilizado en el Yo, encuentra ahora una de sus características primordiales: la de ser individuo, diferente del mundo objetual. Pero el Yo, no podría realizar dichas diferencias si no fuera por la intervención del Ello, lugar en el cual se inscriben las pulsiones y deseos. Pulsiones y deseos que nos llevan a la satisfacción de los tales, es decir a la búsqueda de la felicidad y que nos construyen como sujetos; colocándonos entre los principios del Eros y el Thánatos, pulsiones de vida y de muerte. Para seguir indagango acerca del sujeto, podemos sacar de Freud dos importantes hallazgos en la construcción subjetiva. El sujeto se construye en los principios de la vida y de la muerte. Es su principio de vida, un principio esencialmente instintual, es un Eros sexual, que no admite mas que dos personas “donde un tercero puede resultar superfluo o perturbador” 2. El principio de la muerte en el sujeto, es primordialmente una pulsión de destrucción. Tal dicotomía de pulsiones entre la líbido y el destrudo; provenientes del Eros y Thánatos, hallan relación en ejemplificaciones como el
1 SIGMUND Freud. (1988) “El Malestar en la Cultura”, en: Sigmund Freud: El malestar en la cultura y otros ensayos. P 11. Colombia. 2 Íbid. P 49.
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sadismo y el masoquismo3. Apreciaciones que nos permiten deducir que el sujeto mediante el ello, desea llevar a cabo la satisfacción de sus deseos mas fuertes, que pueden cumplirse a lo sumo en la sexualidad. El tema de la cultura es ahora otro problema por resolver. Es la cultura un agente de modificación de los principios nombrados en relación al sujeto. La cultura es también un producto de la lucha incesante del Eros y el Thánatos, pero se presenta de manera tan contraria a los deseos del Sujeto, que la tensión procedente de tal conflicto, no resulta insignificante. El principio de la cultura es el Eros, mas no el Eros del Sujeto, sino un principio allende el sujeto que le reprime y le controla, mediante la “sublimación de los instintos”. El Eros cultural es expresado según Freud en el mandamiento que procede del Judeo-cristianismo: “amar al prójimo como a uno mismo” 4. Es un Eros que intenta unir en amor a la mayoría de individuos posible, cosa contraria al sujeto, el cual anhela de manera edípica el Eros sexual. La cultura pretende reprimir el Thánatos subjetivo, mediante el Eros colectivo. Por lo cual podemos decir que el principio de la vida en la cultura resulta en muerte para el sujeto y viceversa. La felicidad aquí se nos presenta como imposible de resolver en la cultura, dado que la misma ha emprendido su actividad represora contra las pulsiones del sujeto. Pero ha decidido hacerlo desde su principio de muerte, creando la culpabilidad como medio de represión. El sujeto se ve aquí de nuevo influenciado y construido por una nueva instancia psíquica (la cual comparte con la cultura): El Supero Yo. Esta consciencia de culpabilidad es la base relacional entre sujeto y cultura, entre las bases del Eros y el Thánatos, entre la líbido y el destrudo. Las implicaciones de la teoría freudiana sobre el sujeto y la cultura, nos permiten observar aquellas relaciones duales que nuestra realidad posee. Como el mismo Freud traería a discusión: ¿quien puede dudar de aquel postulado Hobbesiano: “Homo Homini Lupus Est” 5?, pero al mismo tiempo, ¿quien podría dudar de que el hombre es el único ser moral en toda la “creación”?, ¿Quien dudaría de los intereses humanos por la benevolencia y el bien común.? . El hecho de que en nuestra sociedad los intereses individuales se encuentren en la cultura reprimidos por los intereses colectivos (o sería mejor decir dominantes), crea la noción de sociedad y de nación que tenemos (cuestión heredada de los contractualismos inglés y francés). Esta sociedad que resulta no ser un lugar apetecible por las “pulsiones de vida y de muerte”, tiende a ser mas permisiva en cuanto los sujetos que la componen, se hallan cada vez mas excluidos por el “contrato social del bién común”. Las reformas culturales, procedentes de la civilización, son el producto de aquella lucha descrita por Freud. Reformas que pretenden un adecuado equilibrio entre amor y destrucción, entre la libertad y el orden. Ahora que somos capaces de observar los adelantos de nuestra cultura en los permisos concedidos a la libertad individual, dentro del margen del orden social; debemos plantearnos la posibilidad de hallar en la cultura el suficiente equilibrio para la felicidad humana. Tal vez no sea posible un pleno desarrollo de las pulsiones del sujeto en el orden social, pero los adelantos presentes nos demuestran nuestro anhelo colectivo por hallar una armonía de los deseos particulares. Más nos resulta necesario detallas hasta que punto la sostenibilidad de nuestra cultura resulta infalible, como método de control de “lo nocivo” en el individuo. De nuevo nos hallamos entre la Escila del Eros y la Caribdis del Thánatos. En medio de la contradicción entre sujeto y cultura. Una incesable lucha que ni el libre mercado ni el cumplimiento de la utopía del capital común pueden acabar. Un conflicto que nos permite construirnos como sujetos inmersos en una cultura. Cultura que se prefiere menos represiva e incluyente, no para cesar el conflicto, sino para alcanzar el grado máximo de felicidad individual en el mundo del colectivo. 3 Íbid. Págs 60-61. 4 Íbid. Págs 84-85. 5 “El Hombre es un lobo para el hombre” Tomas Hobbes.
