Julio Ramos
Notas
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Son excepcionales, en este sentido, sentido, las lecturas de David Viñas de los viajeros argentinos en los siglos XIX y XX en De Sarmiento a Cortázar (Buenos (Buenos Aires: Ed itorial Siglo Veinte, 1977). 1977). E. W. Said, Orientalism (Nueva Orientalism (Nueva York: Vintage Books, 1979), p. 73. J. Franco, “Un “Un viaje poco romántico: romántico: viajeros británicos británicos hacia Sudamérica (1818-28)”, (1818-28)”, Escritura Escritura 7, 7, 1979, pp. 129-142. Por otro lado, es cierto que también hubo, entre entre los mismos latinoamericanos, viajes a la “barbarie”. Según sugerimos antes, ese es el caso del Facundo del Facundo.. Véase también nuestra lectura de Lucio V. V. Mansilla en “Entre otros: Una excursión a los indios ranqueles”, ranqueles ”, Filología, Filología, año XXI, 1, 1986, pp. 145-171. 145-171. D. F. Sarmiento, Sarm iento, Viajes por Europa, África y América América (1849), Obras completas, completas, V (Buenos Aires: Imprenta Mariano Moreno, 1886), p. 11. F. de Miranda, Diario de viajes y e scritos p olíticos, olíticos, edición de M. H. Sánchez-Barba (Madrid: Editora Nacional, 1977). Véase particularmente su descripción de la ciudad de Filadelfia: “finalmente el aseo, igualdad, y extensión de las calles, su iluminación por las noches, y la vigilancia de guardias establecidas en cada esquina para la seg uridad buen orden, y policía de la Ciudad constituyen a Filadelfia una de las más ag radables, y bien ordenadas poblaciones del mundo” (p. 79). Sarmiento, “Nueva York: York: Rápidas impresiones” (1865) (1865) , , Obras com pletas, pletas, XXIX (Buenos Aires, Luz del día, 1952), 1952), p. 30 Sarmiento, Conflicto y armonía de las razas en América Latina (Buenos Aires, 1915), p. 456. J. A. Saco, Ideas Saco, Ideas sobre la incorporación de Cuba a los Estados Unidos (París: dos (París: I mprenta de Panckoucke, Panckoucke, 1848), p. 2. F. Bilbao, Bilbao , El evangelio americano y otras páginas sele ctas, ctas, edición de A. Donoso (Barcelona: Casa E ditorial Maucci, s.f.), pp. 95-96.
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se viaja por esa frágil armazón, sacudida incesantemente por un estremecimiento que afloja los resortes del cuerpo, como los del ferrocarril” (OC (OC , XI, 433); “¡Y malhaya los ferrocarriles, si se lle van la casa” (OC , X, 25). La periodización es funcional: se trata de la revolución científico-tecnológica, uno de los núcleos productores del capitalismo norteamericano. El lugar no es inconsecuente: “en Nueva York York (la vida v ida es) una locomotora de penacho humeante y entrañas entrañas encendidas” (OC , IX, 443). Edison se pasea por París ironizando a los novelistas: las mejores ficciones del momento –declara– son sus inventos. Roebling, diseñador del puente de Brooklyn y hegeliano, consolida el prestigio de la ingeniería –profesión prototípica de la era industrial– reclamando un lugar en las esferas intelectuales. Edison le parece a Martí una figura dantesca, un personaje tomado de Zola. Roebling es poeta de la nueva era: “Como crece un poema en la mente del bardo genioso, así creció este puente en la mente de Roebling” (OC, XIII, 256). La in fatuación –siempre ambigua– es evidente. No obstante entre los gigantes de la modernidad, nuevos “poetas”, “poetas”, ¿cuál podía ser el lugar de la gente de letras? Martí pla ntea el problema y propone propone una respuesta: “Ahoga “Ahoga el ruido r uido de los carros las voces de la lira. Se e spera la lira nueva, que hará cuerdas con los ejes de los carros” (OC (O C , IX, 338). La presencia de la máquina en Martí no es sólo temática. ampoco es simplemente un objeto de representación. La escritura martiana mar tiana no sólo representa máquinas; lucha, más bien, por coexistir entre ellas, legitimando su práctica, enfatizando su utilidad . La escritura, particularmente en la crónica, se representa en competencia con los discursos de discursos de la tecnología; establece límites, a veces conexiones: puentes. Martí frecuentemente asume un lenguaje técnico, desestilizado, al describir la maquinaria. En esos momentos la descripción es escueta y elide las señas del sujeto literario. El discurso disimula
VI. Maquinaciones: literatura y tecnología [ 275 ]
El manco manco no tenía más material mecánico que cinco o seis herramientas esenciale s, fuera de su soldador. Las piezas todas de sus máquinas salían de la casa del uno, del galón del otro, como las palas de su rueda Pelton, para cuya confección utilizó todos los cucharones viejos de la localidad. Tenía que trocar sin descanso tras un metro de caño o una chapa oxidada de cinc, que él, con un sólo brazo y ayudado de su muñón, muñón, cortaba, torcí a, retorcía y soldaba con su enérgica fe de optimist a.
H. Quiroga, “Los destiladores de naranja”
Las máquinas abundan en el paisaje martiano. Hay algunas útiles y manejables: “¡Qué séquito de inventos [en la imprenta]! ¡Qué lujo de máquinas, estos obreros de hierro!” (OC (OC , XIII, 419420). Otras son aparatosas, portadoras de una violencia iconoclasta: “El cuerpo entero vibra, ansioso y desasosegado, cuando
Desencuentros de la modernidad en América Latina
Segunda parte
Nada más que acero se usa en estas máquinas para los rodillos, ejes y clavos. Las tuercas y clavos son de metal endurecido; las cajas de conexión son de metal de arma de f uego; las cajas de eje se construyen separadas del marco, y están sólo atornilladas a él, de modo que si se rompen, pueden ser repuestas a muy poco costo, lo que no sucede con las máquinas que tienen la caja del eje fundida con el mismo marco, pues cuando aquella se rompe, el marco entero tiene que ser repuesto. Los portantes ( bearings) se engrasan por sí m ismos [...] [...] (OC , XXVIII, XXVI II, 541).
Martí traduce el lenguaje otro (portantes: otro (portantes: bearings). bearings). El destinatario de algunas de estas descripciones es precisable: “por su sencillez y fácil uso se recomienda a los países donde no abundan gentes hábiles en mecá nica [...]” [...]” (OC (OC , XXVIII, XXVII I, 531). 531). Según hemos visto, el corresponsal es mediador entre un espacio moderno y otro carente de modernidad. Aquí la metáfora del corresponsal/vitrina sal/vitrina o o exposición se literaliza. En efecto, se trata muchas veces de textos publicitarios publicitarios escritos para La para La América, América, periódico comercial de Nueva York; anuncios de inventos y maquinaria exportable a América Latina1. Esto, entre otras cosas, confirma la aparición del escritor del escritor de oficio y oficio y el deslizamiento consecuente: escribir, tras el auge del periodismo en la segunda mitad del XIX, no era ya únicamente una actividad prestigiosa, exclusiva, inscrita en el interior de la cu ltura alta. Sujeto a las leyes del mercado, el espacio de la escritura se abría a las nuevas clases medias. Sin embargo, incluso en esos territorios neutros, llanos, donde la escritura es instrumento de oficio, encontramos pequeñas aberturas, turas , desniveles, focos de intensidad: signos de lucha. Por ejemplo, ejemplo, en otro de esos anuncios, la oficina de la Compañía Herring, de cajas de seguridad, es un “museo curioso, con sus cajas de todos tamaños e invenciones, desde la que parece gracioso costurero hasta las que semejan colosales dados tallados en una roca de colores” (OC (OC , XXVIII, 539). Frecuentemente la estilización dramatiza
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