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Manfred Bierwisch
EL ESTRUCTURALISMO: Historia, problemas y métodos.
Traducción Traducción de Gabriel Ferrater Fe rrater
El presente estudio apareció en la revista Kursbuch en mayo de 1966
1.a edición edic ión:: Diciem Dic iembre bre 1971 2.a edición: Noviembre 1972
© Manfred Bierwisch © de la edición y de la traducción en lengua española, Tusquets Editor. Barcelona, 1971
T nsqu ns qu ets Editor. Ed itor.
A venida H ospita os pitall M ilitar, 52, 3.° 3.° 1.° 1.°
D epós ep ósito ito Legal: B. 46 4685 8599-19 1972 72
Barcelona-6 Barcelona-6
P rinte rin tedd in Spain
G rafos. rafo s. S. A. A rte sobr so bree papel. pap el. Paseo de Carlo Ca rloss I, 157. BarceIona BarceIona-13 -13
Indice
P.
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A d v e r t e n c i a d e l tra tr a d u c to r
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Epígrafe
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E l estructuralismo: estructuralismo: historia, problema prob lemas, s, métodos
Advertencia Advertencia del traductor tradu ctor
Ni que decir tiene que he traducido el texto con la mayor fidelidad posible. En cuanto a los ejemplos gra maticales, sin embargo, he procedido deliberadamente con algo de inconsecuencia. He conservado en general los ejemplos fonológicos alemanes, comprensibles con un mínimo de explicación que puede darse discretamen te en un paréntesis. En cambio, he reemplazado los ejemplos sintácticos alemanes por ejemplos castellanos más o menos equivalentes, ya que el aclarar los ejem plos originales hubiera acarreado una molesta sobrecar ga de notas. En los ejemplos semánticos he sido ecléc tico, pero el lector entenderá que todos los ejemplos castellanos reemplazan otros (el autor no se refiere nun ca al castellano). En la sección sobre poética, he tradu cido el poema de Brecht, ya que las explicaciones del autor se aplican sin más a una traducción literal, pero he reemplazado sus ejemplos de desviaciones por ejem plos castellanos más o menos equivalentes, aunque las equivalencias están lejos de ser satisfactorias, ya que el castellano no ha experimentado, en el mismo grado que el alemán, las violencias hechas a la lengua por el expresionismo, el dadaísmo, etc. En resumen: he obra do casuísticamente, siguiendo el principio del mal me nor. El presente estudio no se destina a especialistas, y obrar ob rar de otro modo hubiera sido sido pedantería. pedantería. Gabriel Ferrater
No es verdad ni mucho menos que, por ejemplo, yo me convierta en “hablante” a partir “de la nada”. La nada de que aquí se trata es un “algo” muy complejo: el individuo real, sus órganos del habla, un determinado estadio de la evolución física, lenguas y dialectos que están a disposición, oídos que oyen y un medio ambiente humano que les da que oír, etc., etc. De modo que en el desarrollo de una capacidad existe algo que crea algo a partir de algo, y de ningún modo, como en la lógica de Hegel, una nada que crea nada a partir de nada. Karl Marx, Friedrich Engels: L La a ideolo ide ología gía alem ale m ana. an a.
1. La reflexión sobre el lenguaje natural es algo que nos resulta resulta a la vez muy próximo y muy remoto: todos todos lo dominamos y lo usamos, pero al usarlo miramos siem pre más allá, a los objetos de que hablamos, a lo que significamos. Hacia el lenguaje en sí mismo, la atención se dirige primariamente bajo puntos de vista que le son extraños: extraños: al filósofo filóso fo le interesa interesa el papel del lenguaje en el proceso cognoscitivo y su relación con la lógica, al psicólogo la relación entre el lenguaje y el pensamiento y el proceso del aprendizaje del habla, al teorizante de la estética su función en la literatura. Y cuando, en el siglo pasado, la investigación lingüística se constituyó como disciplina científica, no estudió los lenguajes, sino el parentesco entre ellos y su evolución histórica. El hecho de que el lenguaje en sí mismo, o sea cada lengua particular y la totalidad de las lenguas, puede ser objeto de una teoría sistemática y empíricamente verificable, no es ni siquiera hoy una noción familiar y difundida. Y sin embargo, una tal teoría tendría que ser el primer fun damento seguro de todas las demás inquisiciones. Ten dría que describir exactamente, según la intuición apun tada por Marx, qué es ese algo que se crea en el desarro llo del hablante, y a partir de qué y mediante qué ocurre eso, dando una explicación precisa del fenómeno. Es cierto que las lenguas y dialectos naturales, con sus irre gularidades, sus significados ricos en matices y adaptados a toda situación, y su gran flexibilidad, parecen escapar por su propia naturaleza a toda descripción y explica ción sistemáticas. No pocos lingüistas y filósofos con sideran que semejante empresa no es sólo desesperada, sino también perversa, inadecuada a su objeto. A pesar de tales recelos, en los últimos seis decenios se ha for jado el armazón de una teoría del lenguaje lengua je exacta exac ta y empírica. En ella no se ha escamoteado la ilimitada productividad y posibilidad de variación del lenguaje humano: por el contrario, la explicación de tal ausencia de límites ha pasado a ser la tarea central de la lingüís tica. Su desarrollo hacia una ciencia empírica teórica-
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mente fundamentada lo debe la lingüística, ante todo, a una corriente que, bajo el muy ambiguo término de estructuralismo, ha transformado de modo decisivo la mi»tnHnlngfa lingüística. El proceso tiene paralelos en numerosos dominios distintos, y lo han influido de mo dos variados los resultados y puntos de vista de la lógica formal, de la teoría general de los signos y de la ma temática, de la psicología, del estudio de la conducta, de la fonética. Recíprocamente, el estilo de pensamiento es tructural, desarrollado en la lingüística, ha penetrado muy pronto en otras disciplinas, sobre todo en la an tropología por una parte, y por otra en la poética y en la estética en general. Hay que reconocer que el con cepto de estructuralismo, que ya dentro de la lingüística recubre concepciones muy distintas, se ha vuelto muy frágil de resultas de tal expansión. Lo único común a todas las divergentes direcciones es la concepción de que los modos de expresarse y comportarse del hombre no deben mirarse como fenómenos particulares aislados, sino sobre el fondo de una conexión sistemática que de termina su estructura. Pero basta adoptar con conciencia y consecuencia esta óptica para que un asombroso con junto junt o d e fenóm fen ómen enos os,, desde el folk fo lklo lore re hasta las concep con cep ciones religiosas y complicados hechos estéticos, se ha gan racionalmente explicables y asequibles para una descripción descripción precisa. precisa. Y esto es naturalmente naturalmente la condición necesaria para construir una teoría empíricamente verificable, no sólo especulativa, que explique los fenómenos observados a partir partir de regularidades regularidades generales. En todos los dominios en los que el estructuralismo ha ganado terreno, el desarrollo de una teoría en este sentido estricto se encuentra todavía muy en sus comien zos. Lo que más ha progresado es la lingüística. Pero esta misma ciencia se encuentra todavía muy lejos de poseer una teoría completa, que no sólo describa la es tructura de las lenguas naturales, sino que pueda deri varla de premisas más hondas. En todo caso, es posible ya formular exactamente los problemas que la teoría tendrá que resolver en último término. Este estado de la teoría del lenguaje, con sus problemas y el sistema de
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sus conceptos, es lo que aquí queremos exponer y ex plicar, de modo tal que a la vez se manifieste a grandes rasgos cómo se ha llegado a la situación actual, reco rriendo la historia de la más reciente lingüística. Los contrastes entre las distintas escuelas y concepciones se expondrán sólo en la medida en que contribuyan a esclarecer esclarecer los probl problemas emas fundamentale fundamentales. s. N o nos propo nemos, pues, trazar una exacta historia del estructuralismo. Es de suponer que una recapitulación de la problemática, examinando desde el punto de vista más avanzado las distintas etapas de la evolución y las es cuelas que las han representado, será más expresiva que una exposición puramente cronológica.
2. A lo largo de casi un siglo, la lingüística estuvo do minada por la investigación de las relaciones de paren tesco histórico entre las lenguas, y sus éxitos en este terreno fueron tan sugestivos que ningún otro punto de vista podía reivindicar su derecho al interés científico. Se logró entonces demostrar que están emparentadas len guas entre las que en apariencia no hay ninguna relación (tales como el sánscrito, el griego, el latín, el inglés, el lituano, el ruso y muchas otras), y se fijó exactamente su relación genealógica. Partiendo de la premisa de que se dan ciertos cambios en la fonética de las lenguas y en el significado de las palabras, forma y sentido de las pa labras de una lengua reciente derivaban de los de otra más antigua. Lo que se logró fijar más sistemáticamente fueron los cambios fonéticos ocurridos en determinada época y transformadores de la totalidad de una lengua, de modo que, por ejemplo, del germánico común sur gieron las lenguas escandinavas, el inglés y los dialectos alemanes. Pudieron reconstruirse estadios intermedios en tales evoluciones, y la forma fónica de lenguas no ates tiguadas por ningún documento. En ciertos aspectos, se logró descubrir cómo era el proto-germánico, e incluso el proto-indoeuropeo, hasta establecer por fin toda la
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genealogía de las lenguas indoeuropeas. Los cultivadores de la disciplina daban un fenómeno por explicado cuan do lo habían situado en el proceso histórico, cuando habían determinado su relación con los correspondientes fenómenos de la lengua madre y de las lenguas hijas, o sea, por ejemplo, cuando las palabras inglesa y latina y rusa que designan el número 100, hundred y centum y sto, podían derivarse de una forma primitiva común. Rasmus Rask, Jacob Grimm y Franz Bopp iniciaron la gran era de las gramáticas históricas y de los dicciona rios etimológicos. Sobre las causas y las maneras de los procesos históricos, al principio sólo se podía especular. En el fondo se los concebía como un crecimiento o un envejecimiento orgánicos, o sea que se miraba a las len guas como organismos dotados de una enigmática vida peculiar. Para aquella concepción del lenguaje, en estre cha conexión con el romanticismo, las excepciones e irre gularidades en el cambio no parecían ningún contra sentido. En el decenio que siguió a 1870, se reunió un grupo de jóvenes investigadores que atacaron con vigor aque llas concepciones. En vez de concebir el cambio lingüís tico como un proceso orgánico, adoptaron como premisa la existencia de leyes fonéticas cuyos efectos no se per dían en las tinieblas de la prehistoria, sino que se podían observar directamente en toda lengua viva, y significa ban simplemente que el uso de una lengua la transforma. J u n g g ram ra m m a tike tik e r Las leyes fonéticas postuladas por los Ju o “jóvenes gramáticos” (Karl Verner, Karl Brugmann, Hermann Osthoff, August Leskien y otros) no podían tener excepcione excep ciones: s: debajo de toda irregularidad irregularidad aparente tenía que encontrarse una ley todavía no descubierta. Gracias a tal postulado se logró colmar huecos críticos en la validez de las transformaciones fonéticas y com pletar el árbol genealógico de las lenguas. Entonces se estudiaron las lenguas muertas y recons truidas en estricta analogía con las lenguas vivas, par tiendo del presupuesto de que lo real y observable en éstas son los enunciados individuales del hablante indi vidual, o sea el uso actual. Con ello quedaba excluida
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la idea de una vida “orgánica” peculiar. Bajo la influen cia del positivismo temprano, los Jun Ju n g g ram ra m m a tik ti k e r se atenían estrictamente a lo perceptible sensorialmente, y sólo construían hipótesis basadas en hechos que pudie ran darse como objetivos en este sentido. Sin embargo, no se modificó la orientación exclusiva hacia la investi gación histórica. Pero el hecho es que las ideas básicas del positivis mo obligaban a replantear la cuestión de la esencia mis ma de la lingüística: lingüística: si la historia historia de una lengua no puede estudiarse más que mediante los enunciados indi viduales, directamente perceptibles o por lo menos su puestos, ¿qué es entonces una lengua en su totalidad? ¿Acaso una lengua no es más que el conjunto de las frases producidas fortuitamente por un determinado gru po de seres humanos?
3. Esta pregunta es, histórica y metodológicamente, la raíz del estructuralismo. El ginebrino Ferdinand de Saussure, en su juventud uno de los más geniales entre los Ju J u n ggra gg ram m m atik at iker er,, la asumió como thema probandum en tres cursos de lingüística general que dio entre 1906 y 1911. El libro compuesto tras su muerte sobre la base de aquellos cursos y titulado Cours de linguistique générale cambió la dirección de la lingüística. Saussure acabó con el predominio del estudio lingüístico puramen te histórico, que recomponía la historia de una lengua siguiendo las líneas de evolución de unos fenómenos (palabras, formas fónicas, etc.) considerados aisladamen te. Saussure concebía la historia de una lengua como una sucesión de estados de un sistema cuyas partes interaccionan unas sobre otras. Con ello se introducía en el centro del interés práctico y teórico una cuestión has ta entonces considerada trivial: ¿cómo está construida una lengua particular, cómo hay que describirla? Del rico complejo de ideas de Saussure entresacaremos aquí
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cuatro puntos que han influido particularmente sobre la evolución subsiguiente. 3.1. Como Com o consideración consideración previa previa a todo tod o paso ulte rior, Saussure asignó los fenómenos de que se ocupa la lingüística a tres dominios claramente distinguidos, introduciendo los conceptos de langue, parole y (faculté de) langage, designados en español por los términos de “lengua”, “habla” y “facultad de lenguaje” (o simple mente “lenguaje”). Los actos de habla individuales y J u n g g ram ra m m a tike tik e r veían lo au concretos, en los que los Ju pa ro ténticamente objetivo, los clasificó Saussure como paro le, como uso de la lengua, contraponiéndolos a la lengua misma, la langue, que no es menos objetiva, aunque lo sea en otro sentido. La lengua no se descompone ya en una fortuita acumulación de enunciados aislados, sino que se compone de un sistema de elementos y de rela ciones que están en la base de los enunciados posibles. La lengua es, pues, la totalidad de los procedimientos que determinan la estructura de los individuales actos de habla. La relación entre la lengua y el habla es en cierto modo análoga a la que se da entre la partitura de una sinfonía y sus muchas posibles ejecuciones, de terminadas por la estructura musical fija, pero no idén ticas con ella: cada ejecución tiene su propia forma de existencia acústica, puede desviarse más o menos de la partitura, contiene variaciones y errores, y representa una especial interpretación de la partitura. Para distin pa role, le, Saussure adopta varios pun guir la langue de la paro tos de vista, no siempre compatibles unos con otros. Se ha demostrado errónea su identificación del habla con el aspecto individual del lenguaje, y de la lengua como su aspecto social. Más importante es que el concepto de langue se refiere a la capacidad que los hablantes y oyentes de una lengua han adquirido para construir y entender frases, y la opone al uso que hacen de dicha capacidad. Por esto en los últimos tiempos, en vez de langue y paro pa role, le, se habla mucho de “competencia” (en inglés competence) y “actuación” (performance). De ello se sigue que por langue no hay que entender automáti
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camente el aspecto social del lenguaje, ya que dentro de una comunidad lingüística los individuos pueden distin guirse entre sí no sólo por su utilización de la lengua aprendida, sino, dentro de ciertos límites, también por las reglas lingüísticas que han adquirido. Más adelante veremos que el tradicional concepto de “gramática”, adecuadamente precisado, describe exactamente la com petencia pete ncia lin lingüís güístic tica. a. En la secuela de Saussure, la distinción entre langue pa role le se ha discutido con mucho más calor e insis y paro tencia que la distinción entre la langue y el langage. Hasta hace muy poco, la concepción que se tenía de la general predisposición humana a aprender cualquier lengua natural era muy imprecisa. Parece que ni el pro pio Saussure entrevio el vasto alcance del problema. Sin embargo, no es de ningún modo cuestión psicológica trivial la de las condiciones que se enlazan con la ca pacidad de aprendizaje del lenguaje: son precisamente condiciones que determinan, en múltiples aspectos, la estructura específica de toda lengua. Insistiremos varias veces sobre este aspecto de la teoría del lenguaje. 3.2. 3.2. Si un unaa lengua no consis consiste te en los los enunciados efectivos, sino en las estructuras que les sirven de base, entonces sus elementos no pueden describirse físicamen te. Son más bien relaciones y unidades abstractas, que pueden realizarse con un considerable margen de varia ción en la sustancia del sonido y del sentido. Saussure lo ejemplifica mediante el ajedrez. Los elementos parti culares del juego, el tablero y las piezas, no vienen de terminados por su forma concreta y su material, sino exclusivamente por la función, el valor, que adquieren gracias a las reglas del juego. Si hay necesidad, un alfil puede reemplazarse por un pedazo de madera de forma cualquiera. El juego no varía mientras aquel pedazo de madera auxiliar tome el valor de un alfil, o sea se use siguiendo las reglas convenidas. Saussure formula el he cho en la tesis de que el lenguaje es un sistema de va lores, no una agrupación de elementos definidos sustan 17
cialmente, y que estos valores se caracterizan por su delimitación, o sea por sus propiedades negativas, no positivas. Así, para las palabras castellanas río rí o y lío no es lo decisivo el modo concreto como se articulen, sino el hecho de que / y r poseen valores distintos en el sistema fonético. Pero este hecho no resulta de la fo nética física, como demuestra por ejemplo el japonés, donde / y r no tienen valores distintos y, por consiguien te, no pueden servir para distinguir entre palabras.
3.3. 3.3 . El lenguaje se distingue de otros sistemas sistemas y otras otras estructuras, del ajedrez por ejemplo, por el carácter de sus elementos. Una lengua es un sistema de signos, o sea de inseparables uniones de dos componentes, que Saussure llama signifiant “significante” y signifié “signi ficado”. Esta doble cara del signo, ya señalada por los escolásticos mediante los términos de signans y signa tum, se enlaza con la idea de los valores de la lengua a través de la premisa de que ambas caras se organizan recíprocamente. Así, en castellano son p y b elementos distintos del sistema fónico, ya que sirven para distin guir entre variados significados en pala pa la y bala, ropa y roba, etc., mientras que los dos sonidos representados por b en la palabra baba, fonéticamente muy distintos (tanto como puedan serlo p y b), b) , no lo son, ya que no tienen capacidad distintiva. Por otra parte, los sentidos de las palabras francesas garder y ranger son significa dos distintos, ya que cada uno tiene su expresión pro pia, lo que no ocurre en castellano: si prescindimos de las perífrasis y de otros procedimientos indirectos, ambos significados se expresan normalmente por la palabra guardar. Así como el japonés ignora la oposición entre / y r, e l castellan caste llano o carece, care ce, pues, pue s, en su vocabular vocab ulario io de la distinción entre garder y ranger. Significante y signi ficado se constituyen recíprocamente como estructuras, dependen uno de otro, siguiendo una imagen del propio Saussure, como las dos caras de una hoja de papel. Ya que hemos caracterizado una lengua como una compe tencia adquirida y como un sistema de relaciones, se si
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gue, pues, que ambas caras del signo son de naturaleza psíquica: una representación fónica se enlaza con una representación de significado, y ni la realización articu latoria ni los objetos o relaciones designados son partes constitutivas de la lengua. La relación entre el signans y el signatum es constitutiva del signo lingüístico, y es, además, convencional, o sea no dada por la naturaleza, sino admitida por la tradición. También esta idea se re monta lejos, a la disputa de los griegos sobre si los signos eran ph p h y sei se i o thesei, o sea derivados de la natu raleza rale za de d e las cosas, o inventados libremente. librem ente. Sólo en la medida en que los signos son convencionales pueden modificarse históricamente y formar distintas lenguas na turales. Ahora bien, en tanto que sistemas de signos, las lenguas naturales comparten rasgos esenciales con otros sistemas de signos, con las señales del tráfico y con el lenguaje de los gestos, con el código de señales de las marinas y con los lenguajes de fórmulas de la matemá tica o de la química. Saussure situaba, pues, a la lingüís tica como dominio especial dentro de una teoría general de los signos, que él llamaba sémiologie. Por otra parte, hacia la misma época, se hicieron aproximaciones hacia una teoría general de los signos desde otros terrenos, por ejemplo por Charles S. Peirce en filosofía, y por Gottlob Frege y otros en el estudio de los fundamentos de la matemática. Sin embargo, hasta 1930 o 1940 no empe zaron las ideas de lógicos y filósofos a influir sobre la lingüística. Saussure se ceñía todavía a una experiencia puramente lingüística. 3.4. Los rasgos fundam fund amentales entales que determ de terminan inan el sis sis tema de una lengua fueron reducidos por Saussure a dos tipos de relaciones, que bajo los términos de rela ciones sintagmáticas y para pa radig digm m ática áti cass han pasado a ser bien común de los lingüistas. Las relaciones sintagmáti cas determinan la composición de los elementos para constituir formas y frases complejas, mientras que las paradigmáticas determinan las asociaciones y contrastes de los elementos en el interior del sistema de la lengua. 19
En la frase Pedro viene, la relación entre el significado d e Pedro y el de viene es el enlace sintagmático de su je j e to y p red re d ic icaa d o , y la rela re lacc ió iónn e n tre tr e los signif sig nifica icante ntess de ambos signos es la sucesión sintagmática. Al propio tiem po, cada palabra está en relación paradigmática con otras unidades del sistema que no aparecen en la frase dada, por ejemplo Pedro con él, alguien, mi amigo, un fora fo rast ster ero o , etc., y viene con vino, se va, se fue, esca pa, pa , etc. Sólo sobre la base de tales relaciones podemos determinar y comprender el valor, y, por consiguiente, trmbién el sentido, de la frase Pedro viene. La división tr Jicional de la descripción de una lengua en sintaxis, n : ortología, fonética foné tica y diccionario, debe, pues, según la concepción de Saussure, reemplazarse por las dos dis ciplinas de sintagmática y par p arad adig igm m ática át ica.. El sistema de la lengua consiste en un sistema de paradigmas, en el interior del cual se delimitan y determinan recíproca mente las caras fónicas y de significado de los signos. Si un elemento pertenece a determinado paradigma, o sea a una clase dada, este hecho determina los enlaces sin tagmáticos en los que puede entrar. La construcción de estructuras complejas, de grupos de palabras o de frases enteras, era, pues, para Saussure, en esencia, un fenó m eno del uso de la lengu lengua. a. Esta reducción de todas las estructuras lingüísticas a relaciones sintagmáticas y paradigmáticas, que domi nan tanto el contenido como la expresión de los signos, no sólo fundamenta los medios conceptuales y técnicos para una teoría general de la descripción de las lenguas, sino que encierra una fuerte hipótesis sobre la estructura de la facultad de lenguaje humana. La adquisición de un sistema de signos organizados sintagmática y para digmáticamente presupone la capacidad para dos opera ciones fundamentales. En primer lugar hay que des componer en sus elementos fundamentales determinados objetos, o sea lös enunciados de una lengua: hay que segmentarlos, y hay que hacerlo en distintos niveles, por ejemplo en sonidos, sílabas, palabras y grupos de pala bras. En segundo lugar, hay que clasificar los segmen tos, y hay que hacerlo según las combinaciones sintag 20
máticas en que pueden entrar, y según la distinción de los elementos en el interior de una clase sintagmática. Sin embargo, el fundamentar toda la teoría del lenguaje sobre las dos operaciones básicas de segmentación y clasificación no resulta adecuado a la compleja estruc tura de la lenguas naturales. De todos modos, resultó muy sugestiva, y ha encerrado en sus limitaciones a la mayoría de lingüistas a lo largo de cuatro decenios. De ahora en adelante designaremos esta concepción con el término, que se ha hecho usual, de teoría taxonómica. Muchas de las ideas aquí esbozadas las formularon simultáneamente otros lingüistas, ya que se deducían ne cesariamente del estado de la investigación, y en parte no eran más que la clarificación consciente de principios seguidos desde hacía tiempo. Pero Saussure fue el pri mero que las unificó en una construcción teórica de gran estilo. Aquel primer esbozo teórico presenta huecos en dos aspectos. Por una parte, había que concretar las ideas fundamentales sobre la constitución del sistema lingüístico mediante el análisis de lenguas particulares. Por otra parte, varios conceptos resultaron ser demasia do imprecisos, susceptibles de diversas interpretaciones, o inadecuados. Esto dio lugar a la formación de varias escuelas estructuralistas, entre las que alcanzaron impor tancia particular la de Praga, la de Copenhague y la norteamericana. 4. El período más fértil del Círculo Lingüístico de Pra g a fue el decenio que precedió a 1938, cuando la agre sión a Checoslovaquia puso brutalmente fin a sus acti vidades. Las ideas más importantes surgidas en el círculo son las relativas al análisis preciso de las estructuras fo n o log lo g ía, ía , y aquí prescindiremos fonéticas, o sea a la fon de sus resultados en otros terrenos. Dos ideas, en par ticular, han resultado ricas de consecuencias: la intro ducción de los conceptos de rasgo distintivo fonológico y de estructura morfofonológica. 21
4.1. Los elementos elementos del del sistema lingüístico lingüístico a los que corresponden segmentos mínimos de la corriente fónica de un enunciado se llaman fon fo n e m a s . Su número va ría de una lengua a otra, quedando generalmente com prendido entre 20 y 40. El sistema de letras de la escritura alfabética se basa en los fonemas, pero no es idéntico a ellos. Según la concepción de Saussure, los fonemas no se caracterizan por su sustancia acústica, sino por su posición en el sistema. Para designar la re lación sistemática entre los fonemas, la escuela de Praga introdujo el término de oposición. Así, se da en alemán una oposición entre l y r, mientras que los sonidos del tipo de Zy del tipo de r en japonés no están en oposi ción, sino que son variantes en la realización de un mis mo fonema. A la gramática sánscrita de Panini (alrede dor de 400 a. C.) se remonta la idea de que los fonemas se agrupan en clases según sus relaciones de oposición. Consideremos una parte del sistema de las consonantes alemanas: ( 1)
d b g
t p k
n s m f T) x
(íj, un sonido del tipo del de la n castellana en sangre, se representa en la ortografía alemana normal por ng; y x, un sonido que oscila entre el tipo del de la j cas tellana y el de la ch francesa, se representa por ch.) Aquí no se opone simplemente cada fonema a cual quier otro, sino que se da un sistema de oposiciones: las oclusivas sonoras d b g se oponen a las sordas t p k, y estos seis fonemas juntos se oponen a las nasales n m r¡ y a las fricativas s f x. Por otra parte, se dan oposiciones entre las clases de los fonemas labiales b p m f, de los fonemas dentales d t n s y de los fonemas, velarás g k 7) x. Esta división en clases de consonantes puede adap tarse fácilmente al sistema (1), y además puede añadirse 22
el principio de la división binaria de cada clase en dos clases parciales:
(2) (2)
Oclusivas Sonoras
Continuantes
Sordas Sonoras
Sordas
Dentales
d
t
n
s
No-dentales frontales
b
P
m
f
No-dentales dorsales
8
k
V
X
Nikolay Trubetskoy investigó el sistema fónico de numerosas lenguas según su estructura de oposiciones, y con ello descubrió ciertos tipos generales de estructura, a partir de lo cual fue posible comparar los fonemas no por su realización acústica, sino por su posición en el sistema. Un fonema se caracteriza, pues, por su perte nencia a distintas clases de oposiciones, por ejemplo la d alemana mediante las clases de oclusiva, sonora, den tal. Ahora bien, la pertenencia a una clase puede consi derarse como un rasgo distintivo fonológico, de modo que un fonema se compone totalmente de sus rasgos distintivos, y mediante los mismos ocupa su lugar en el sistema. Un paso pequeño, pero preñado de conse cuencias, es el de considerar que lo primario en un sis tema fónico no son los fonemas, sino las oposiciones, o sea los rasgos distintivos, e introducir secundariamente a los fonemas como haces de rasgos distintivos tales como la sonoridad, la nasalidad, la oclusión, etc. Con ello puede reducirse drásticamente el número de ele mentos fundamentales necesarios para constituir un sis tema fónico: en teoría, n rasgos distintivos podrían siem pre determinar determinar unívocam unívoc amente ente 2” 2 ” fonemas. fonem as. En la siguiente sección veremos las razones por las que en la práctica la simplificación no puede llegar tan lejos.
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A partir aproximadamente de 1940, Roman Jakob son ha desarrollado sistemáticamente la teoría de los rasgos distintivos fonológicos. Al investigar lenguas muy distintas, lo primero que encontró fue que unos mismos rasgos distintivos servían para describirlas. Alrededor de una docena de rasgos resultaron necesarios, pero no todos aparecían en todas las lenguas. Por ejemplo, en ruso las consonantes se subdividen en palatalizadas y no-palatalizadas, mientras que el rasgo de la palataliza ción no desempeña ningún papel en alemán o en inglés. Además, Jakobson consiguió demostrar que la selección que hace cada lengua entre el inventario universal de rasgos no es arbitraria. Ciertos rasgos, por ejemplo los de vocal, consonante, dental, labial, aparecen en todas las lenguas, mientras que otros son de naturaleza más especial y sólo se manifiestan ocasionalmente. Estos úl timos rasgos presuponen, pues, la presencia de otros, y las distinciones basadas en ellos se pierden, en la evo lución histórica de las lenguas, más fácilmente que los rasgos básicos. Por ejemplo, el rasgo del redondeamien to de las vocales, que en alemán distingue a o y a de las redondeadas ö y ü, no se da en muchas lenguas. En alemán las vocales redondeadas frontales aparecieron todo lo más temprano en el siglo vm, y muchos dialectos las han perdido ya. En ellos se dice por ejemplo, werde, winschen y L Lee w e en vez de würde “fue”, wünschen “de sear” y L Lö ö w e “león”. Dentro del inventario universal se da, pues, una jerarquía, y Jakobson logró demostrar que coincide con el orden cronológico en que el niño ad quiere la capacidad de distinguir sonidos, y que en la afasia esta capacidad se pierde en el orden inverso. Así, un niño no aprende a decir ö y « hasta que domina la más fundamental distinción entre consonantes y vocales y entre vocales abiertas y cerradas. Los elementos fun damentales de la estructura fónica se enlazan, pues, con hechos profundos de la psicología del lenguaje, y la je rarquía de los rasgos distintivos guía hacia una importan te hipótesis sobre la facultad de lenguaje humana. Dice, en efecto, que las estructuras fónicas cuyo aprendizaje está al alcance de una persona normal se construyen con 24
un inventario fundamental muy limitado y jerárquica mente ordenado. Los elementos de dicho inventario no son de naturaleza acústica o articulatoria, sino que son en principio valores en el sentido de Saussure. Los nom bres que hemos empleado para designar a los rasgos no deben engañar sobre este punto. Hay que concebirlos como representaciones abstractas de estructuras neurológicas que dirigen tanto el proceso de análisis auditivo como la actividad del aparato articulatorio. Estos corre latos extralingüísticos han sido muy estudiados en los últimos últ imos años. años. Con .ell .elloo se ha logrado com co m prender pren der mejor m ejor el sistema de relaciones abstractas que es base de la es tructura fónica, y sobre todo sus relaciones con los he chos fisiológicos y acústicos. La correspondencia entre las estructuras sistemáticas y los valores fonéticos es la razón por la que el número de los rasgos necesarios para la descripción de un sistema fónico no puede redu cirse simplemente al mínimo teórico arriba consignado. Si una lengua tiene 32 fonemas, en el terreno de la pura lógica bastarán 5 elementos para identificarlos. Pero a tales rasgos no se les podría asignar ningún correlato acústico coherente, y, por lo tanto, se necesita un nú mero mayor de rasgos distintivos, que hay que tomar del inventario universal. Aquí chocamos por primera vez con el hecho de que la estructura de las lenguas naturales es más complicada de lo que daría a esperar la más sencilla forma lógica, y a la vez se muestra que tal redundancia puede explicarse mediante premisas pro fundas y generales. También el lado puramente formal de la teoría del lenguaje puede precisarse gracias a los rasgos distintivos fonológicos. Ya que cada segmento queda determinado por los que posee y los que no, un fonema, o sea un haz de rasgos distintivos, puede definirse más precisamente como una sucesión de decisiones binarias: para cada rasgo presente en la lengua, contiene un plu p luss o u n m i nus. En alemán, p t k tienen el valor minus para el rasgo de sonoridad, y b d g el valor plu pl u s. La estructura fónica de las sílabas, palabras y frases de una lengua puede pues transcribirse mediante una matriz en la que 25
las filas horizontales representan los rasgos distintivos, y las columnas verticales los segmentos de una expre sión. Los lugares de la matriz son ocupados por los sig nos + y — . M uy simpli simplifi fica cada da e incompleta incompleta,, la la matriz de las palabras das Bad “el baño” tendría este aspecto: (3) Voc Voc á lic o Cons Consoo nán nán tic o Labial S on oro Espirante
d a s
b a d
— + — + — +
— + — + — +
-------------- + ------------
+ + — + + — --------- + ---------------
Ya que las filas se designan mediante rasgos extraí dos del inventario fundamental universal, la estructura fónica de todas las frases de todas las lenguas puede re presentarse en forma de matriz normalizada. Tales ma trices indican en forma abstracta los impulsos, los es quemas de inervación, según los cuales trabajr.n los órganos del habla, y la estructura que recíprocamente tiene que filtrar el oyente para comprender la corriente fónica. 4.2. P ara explica explicarr la estructura mo morfofonol rfofonológica ógica hay que empezar comentando algunos hechos en apariencia insignificantes. En alemán las palabras R a d “rueda” y R a t “consejo” se pronuncian idénticamente, y por lo tanto hay que representarlas por la misma matriz de rasgos distintivos. La ortografía conserva la distinción entre d y t. que en la forma fónica concreta no se ma nifiesta. Pero que esta distinción desempeña un papel en la estructura de la lengua, y por lo tanto la ortogra fía no es de ningún modo absurda, se muestra en las R ä d e r y Rä R ä te, te , donde la d y la t formas de los plurales Rä se distinguen también fonéticamente. De la misma es pecie, pero más complicada, es la alternancia entre K ö nig ni g “rey” y el plural Könige, donde en la estructura 26
fonética no alternan una oclusiva sonora y la correspon diente sorda, sino una oclusiva y una fricativa sonoras. Más fuerte todavía es la alternancia en palabras inglesas como logic y logician, music y musician. L a k final de logic se convierte en logician en una ¿, mientras que la i de la terminación ian ia n desaparece. En ninguna de estas alternancias se trata de excepciones fortuitas, y en otras lenguas les corresponden fenómenos semejantes, a me nudo todavía más complicados. El dominar el uso de tales alternancias regulares forma parte de la competen cia lingüística. Trubetskoy introdujo para explicarlas el concepto de morfofonema. Hay que entender por este término una unidad abstracta que está en la base de los fonemas alternantes, y que bajo condiciones muy defini das aparece en una u otra forma más concreta. Esto sig nifica que detrás de la estructura fonética, según la he mos expuesto en la sección precedente, se encuentra una estructura de sonido más abstracta, cuyos segmentos son los morfofonemas. En este plano, el último segmento de König, por ejemplo, es un morfofonema G , que aparece en forma de x x,, como en ich, cuando se encuentra en fin de palabra, pero en forma de g cuando le sigue una vocal como en Könige o en Königin “reina”. También Edward Sapir, en América, desarrolló aproximadamente al mismo tiempo la idea de una tal estructura fónica abstracta. Sin embargo, durante mucho tiempo esta con cepción no tuvo consecuencias para la evolución de la fonología: las importantes implicaciones que encierra hubieran hecho estallar la concepción taxonómica, gene ralmente aceptada. Los morfofonemas, en efecto, no re sultan de ningún modo de una mera clasificación de los segmentos fónicos primarios. El ejemplo de logic/logic ian basta para mostrar que la relación entre ambos ni veles puede ser muy complicada. A partir de 1955 aproximadamente, Morris Halle (discípulo de Roman Jakobson) y Noam Chomsky han desarrollado sistemáticamente la idea de la estructura morfofonológica. En primer lugar, también los morfo fonemas se han representado como haces de elementos simultáneos, los rasgos distintivos clasificatorios, que se 27
relacionan con los rasgos fonológicos sin ser idénticos. Con ello, también la estructura morfofonológica puede ser captada mediante una matriz de rasgos. La estructura fónica de una frase posee dos niveles, ambos represen tares en forma de matriz, y el más concreto plano fo nético resulta, mediante reglas fonológicas, del más abs tracto plano morfofonológico. Para la alternancia de K ön ig/K ön ige, willig/ willig/ will willig igee “dispuesto(s)”, etc., en que resultan de un m orfofonema común G, un hablante x y g resultan del alemán tiene que dominar por ejemplo una regla que puede formularse aproximadamente así: (4)
G aparece
como x cuando está en final de pa labra precedido de una i, y como g cuando lo sigue una vocal.
La formulación (4) representa una gran simplifica ción, destinada sólo a mostrar el principio de tales re glas. En realidad la regla tiene que referirse a rasgos distintivos, no a segmentos, ya que formulada de este modo explica a la vez otras relaciones, no sólo la que x . se da entre G, g y x. Si aceptamos que la teoría del lenguaje debe incluir reglas del tipo de (4), se sigue que en el diccionario no deben figurar las palabras en su forma fónica concreta, sino sólo en su representación morfofonológica, que con tiene sensiblemente menos rasgos distintivos. Más ade lante hay que simplificar todavía aquella estructura. De ello resultan dos significativas consecuencias psicológicas. En primer lugar, el hablante no tiene que guardar en la memoria más que la forma morfofonológica de las pa labras y las reglas para completarlas hasta su concreción, con lo cual disminuye considerablemente la requerida capacidad de almacenaje. La estructura fónica de las concretas palabras habladas es mucho más precisa, com prende muchos más rasgos distintivos, que su forma abs tracta, almacenada en la memoria Iingüístic;.. Nos encon tramos con otro aspecto de la redundancia de las lenguas naturales: la estructura fónica concreta encierra numr 28
rosos rasgos “superfluos”, pero gracias a los cuales las frases se hacen más resistentes a la mala comprensión acústica, sin que tenga que sobrecargarse la capacidad de la memoria. En segundo lugar, la introducción de las reglas fonológicas implica que el uso de la palabra, in cluso considerando tan sólo su estructura fónica, es un proceso complicado. No se trata de extraer de la me moria simplemente una sucesión de fonemas, como si fuera una moneda acuñada. La forma básica, compuesta sólo de un mínimo abstracto, tiene primeramente que completarse según, las reglas, y hasta realizado este pro ceso no disponemos del concreto esquema de inervación para los órganos del habla. Naturalmente, todos los pro cesos que intervienen en tales operaciones quedan sin aflorar al nivel de la conciencia. Las reglas fonológicas y sus consecuencias llevan a la teoría de la estructura fónica mucho más allá del estadio alcanzado por la escuela de Praga, pero mani fiestan su sentido auténtico.
5. E l Círculo Lingüístico de Copenhague, fundado en 1934, concentró desde el primer momento su interés so bre una teoría que aspiraba a abarcar igualmente el con tenido y la expresión del sistema de los signos, y a describir ambos aspectos mediante conceptos paralelos, definidos con precisión. Allí, por vez primera, se con cibió el lenguaje expresamente como una estructura al gebraica, cuyos elementos y relaciones podían ser objeto de una teoría matemática. En 1943, Louis Hjelmslev, en Omkring sprogteoriens grundlceggelse (“Sobre los fun damentos de la teoría del lenguaje”), expresó aquella concepción en un sistema riguroso de definiciones. Me diante una serie de dicotomías lógicas, se construye de modo estrictamente formal la teoría taxonómica esbo zada por Saussure. También en este caso nos limitare mos aquí a esclarecer los puntos de vista centrales. 29
5.1. 5.1. Hjelmslev empieza generalizando generalizand o la ya conocida contraposición entre el significante y el significado de los signos mediante los conceptos de pla p lan n o d e la ex expr pres esió ión n y pla p lan n o d el co n ten te n ido id o d e l lengu len guaj aje. e. Con ello se hace po sible descomponer en ambos planos no sólo los signos fundamentales aislados, sino complejos de cualquier ex tensión, o sea grupos de palabras, frases, párrafos y textos enteros. A cada sección del plano de la expresión se le coordina, mediante la función de signo, un corres pondiente complejo del plano del contenido. Para am bos planos distingue Hjelmslev entre la fo r m a y la sus tancia. La forma constituye la auténtica estructura lin güística, y se compone de relaciones entre puros valores en el sentido de Saussure; la sustancia es el correlato extralingüístico en que se manifiesta la forma. De ahí resultan cuatro estratos, coordinados en pares: sustan cia del contenido y forma del contenido, sustancia de la expresión y forma de la expresión. La forma del con tenido y la forma de la expresión se enlazan por la función de signo y constituyen el objeto del análisis lin güístico. La relación entre la forma y la sustancia de la ex presión la hemos ya descrito más precisamente como la correspondencia entre los rasgos distintivos fonológicos y sus realizaciones acústicas o articulatorias. Para el plano del contenido, la correspondiente relación ha sido largo tiempo objeto de especulaciones. Para obtener en este dominio conocimientos auténticos, se requiere una formulación exacta de la relación entre lenguaje y pen samiento. En cuanto a la estructura fónica, para Hjelms lev coinciden el plano fonológico y el morfofonológico, y en el marco de una teoría taxonómica no era posible separarlos. En la sección 7.2 veremos que la premisa de que la estructura del contenido tiene un solo plano es igualmente insuficiente. 5.2. 5.2. A la la estructura formal form al de una palabra, de un gru po de palabras, de una frase o de una sucesión de frases la llama Hjelmslev una cadena. Una cadena de signos se compone de una cadena en el plano del contenido 30
y una cadena en el plano de la expresión. Detrás de la cadena está el sistema lingüístico, con cuyos elementos se forman las cadenas. La relación entre el sistema y la cadena corresponde aproximadamente a la que se da entre la gramática de una lengua y sus frases. Entre los componentes en que pueden dividirse las frases, y las clases, subclases y elementos que forman el sistema, se dan relaciones susceptibles de una caracterización muy general. Un ejemplo lo ilustrará para las relaciones en la cadena, o sea las relaciones sintagmáticas. (5)
A B D
La La La H
vieja vieja casa se hundió sola vieja vieja casa C se hundió sola E viej vieja a casa casa F se hundió hundió G sola vieja I casa J se K hundió
La frase entera A se compone de las partes B y C. B se compone compone de D y E, y E de H e I. C se compon componee de F y G, y F de J y K. A pertenece a la clase de todas las frases, B a la clase de todos los sujetos, C a la clase de todos los predicados, D a la clase de los artículos, H a la de los adjetivos, etc. Estas relaciones se pueden representar mediante un árbol de derivación:
vieja
casa
se
hundió
sola 31
Hjelmslev presupone además que todo complejo X debe dividirse en precisamente dos componentes Y y Z. ti v o s , y entre ellos se da una A Y y a Z se les llama fu n tiv de tres relaciones posibles. O bien Y y Z son a la vez necesarios para X, o bien uno de ellos es facultativo, de modo que X puede componerse sólo de Y o de Z, o bien son ambos facultativos. El primer caso se da para La a y vieja casa: para que con tales D y E, o sea para L elementos se forme un elemento de la clase B, tienen que La a como vieja casa (o casa vieja). estar presentes tanto L La segunda relación .se da entre H e I, donde H es fa cultativo, ya que casa solo puede, al igual que vieja casa, La a . Hjelmslev reduce a los mismos formar un sujeto con L tres tipos las relaciones entre las clases, subclases y ele mentos del sistema de la lengua, o sea las relaciones paradigmáticas. Una relación del primer tipo se da por ejemplo entre sustantivos y verbos: todo sistema lingüís tico, o sea toda gramática, que posee verbos, posee tam bién sustantivos, y recíprocamente. La segunda relación se da entre verbos y adjetivos: en una gramática en que aparezcan adjetivos aparecen también siempre verbos, pero hay lenguas con verbos que no tienen una clase de adjetivos. Análogamente, toda lengua que tiene un sin gular tiene un plural y recíprocamente. Pero una len gua que tiene un plural no necesita tener un dual, de modo que la categoría de pluralidad puede contener una sola o varias subcategorías. Todos los conceptos necesarios para la teoría lingüís tica taxonómica se reducen así a tres relaciones elemen tales entre elementos cualesquiera, que valen tanto para el eje sintagmático como para el paradigmático. Cada lengua individual resulta ser una estructura combinato ria, en la que los elementos fundamentales indescompo nibles se enlazan mediante tres relaciones para formar complejos cualesquiera, y esta combinatoria puede for mularse como una pura teoría algebraica. Lo importante en esta concepción no son los tres tipos de relaciones, ya que para la compleja estructura de las lenguas naturales son por una parte demasiado generales y por otra de masiado estrechos. Ya al tratar de la estructura fónica 32
fof fof
fof fof • hemos hem os
visto visto que combinando com binando elementos en un sol soloo plano no es posible dar razón satisfactoria de los enredados he chos. En cambio, para la ulterior evolución de la teoría del lenguaje ha tenido gran importancia la noción de que hay que descubrir una serie de propiedades formales muy abstractas, de las que resulten las gramáticas y las frases de todas las lenguas. Entonces será posible expli car todas las lenguas naturales como representantes de una clase de estructuras a las que se puede caracterizar : formalm form almente ente con exactitud. exactitud. Esto conduce cond uce a la cuesti cuestión, ón, importante tanto empírica como teóricamente, de qué propiedades formales caracterizan precisamente el con ju j u n to d e las le leng nguu as n a tu tura rale les. s. C o n ceb ce b id idaa c o m o h ip ipót ótes esis is psicológica, la respuesta a dicha cuestión es que precisa mente los sistemas de signos de tal especie constituyen la capacidad de la facultad facultad de lenguaje lenguaje hum humana. ana. Las p ro piedades que en este sentido caracterizan formalmente todas las lenguas y todas las gramáticas son los univer sales formales. Podemos contraponerles las presuposi ciones sobre las posibles distinciones fonológicas, a las que llamaremos universales sustantivos. Los universales formales son propiedades que deben encontrarse nece sariamente en todas las lenguas, mientras que los uni versales sustantivos describen factores entre los que las distintas lenguas eligen variadamente. Ambos tipos de universales caracterizan aspectos distintos de la facultad • hu hum m ana an a de lenguaje. lenguaje. 5.3. L a descomposici descomposición ón de un unaa frase fras e en sus sus el elementos ementos no debe cesar en el punto a que hemos llegado en el ejemplo (5). Que las formas de las palabras se compo nen de fonemas, y éstos de rasgos distintivos, ya lo hemos discutido a propósito de la escuela de Praga. Hjelmslev extendió este principio al plano del contenido. Examine mos sus consecuencias mediante un ejemplo. Si conside p a d r e /m a d r e , h e r m a n o / ramos las parejas de palabras pa hermana, ho m bre/ br e/ mujer, él/ ella, vemos que las palabras de cada pareja se distinguen por la oposición “varón/ hembra”. Si retiramos este rasgo de la pareja pa p a d r e /m a dre, queda sólo un significado, que el castellano sólo 33
pa dres es (o sea el plural puede expresar mediante el plural padr de uno de los miembros de la pareja, mientras que por ejemplo el alemán tiene el plural Elt E lter ern, n, independiente de ambos miembros). También este significado puede seguir descomponiéndose en elementos. Padre/ madre (padres) y herm ano/ ano / hermana (hermanos: también aquí el alemán dispone del plural Geschwister, que no deriva del miembro masculino de la pareja) presentan, en con traposición a hombre/mujer, el rasgo del parentesco. La tía muestra que este rasgo debe a comparación con tío / tía su vez descomponerse en parentesco de primer grado y de segundo. Tales divisiones, por otra parte, son conce bidas de modos muy variables en las distintas lenguas. La oposición de pa p a d re/ re / m adre ad re frente a hermano / herma herma na tiene que caracterizarse también como la de “gene ración anterior” frente a “la misma generación”. De modo que para padr pa dree llegamos por fin, más o menos, a los rasgos “ser animado”, “humano”, “varón”, “parien te”, “primer grado”, “generación anterior”. Este análisis es tosco e incompleto, pero muestra que el contenido de los signos se compone de rasgos distintivos semánti cos, tal como su estructura fónica se compone de rasgos fonológicos. En general, a tales rasgos semánticos no les corresponde ningún elemento fónico propio: el compo nente de “pariente” en la palabra padr pa dree no está ni en la a ni en la d, sino que con todos los otros rasgos jun tos compone el contenido de la palabra entera. Para tales componentes del significado usa Hjelmslev el tér fig uras del de l cont co nten enid ido, o, y correlativamente, para mino de figuras los elementos de la expresión sin significado propio —fo fig uras as nemas y rasgos distintivos— usa el término de figur de la expresión. Esto lleva inmediatamente a modificar la tesis de Saussure, según la cual el lenguaje es un sis tema de signos. Resulta ser un sistema de figuras, y sólo determinadas combinaciones de figuras alcanzan el rango de signos. Con ello, las lenguas naturales se distinguen en un punto esencial de otros sistemas de signos. El tri vial sistema de las señales del tráfico, por ejemplo, no es un sistema de figuras: la expresión luz roja tiene el sig nificado de “alto”, y por principio no puede descom
34
ponerse en figuras, ya que también luz verde y luz ama rilla son indescomponibles. Los elementos fundamentales no analizables lingüísticamente, o sea los rasgos fonoló gicos y semánticos, los agrupa Hjelmslev bajo el término de glosemas, y por ello designa a su teoría como glosemática: combinatoria de los glosemas. No fue sólo Hjelmslev quien observó que los signi ficados de las palabras se pueden descomponer en com ponentes menores: también se encuentran barruntos de la concepción en la escuela de Praga y en la lingüística americana. Pero fue la glosemática la que más lejos la llevó. En este punto se plantea la cuestión si también los rasgos semánticos admiten una caracterización uni versal, como ha intentado establecerla Jakobson para los rasgos fonológicos. El propio Hjelmslev no plantea la cuestión, ya que él excluye por completo de la lingüística estricta la relación entre la forma y la sustancia. Pero el problema tiene gran importancia, no sólo para la teoría del lenguaje, sino para todo el dominio de la formación de los conceptos y la relación entre lenguaje y pensa miento. Según los conciben muchos lingüistas, los rasgos semánticos son correlatos de propiedades, relaciones y objetos de la realidad que nos rodea. Así, por ejemplo, al rasgo “animado” correspondería el conjunto de todos los seres vivos. Según tal concepción, los rasgos de que se compone el significado de una palabra usada en de terminada situación se refieren a características de dicha situación, a colores, objetos, relaciones, etc. En este sen tido, Leonard Bloomfield hizo notar que no es posible examinar científicamente el significado hasta poseer cono cimientos exactos sobre todos los aspectos del universo. Pero tal concepción suscita dificultades profundas, que derivan todas de un error de principio. Así como los rasgos distintivos fonológicos no representan propieda des acústicas, tampoco los rasgos semánticos representan inmediatamente propiedades del mundo exterior. El in ventario fonológico universal es una hipótesis sobre las distinciones que el hombre puede utilizar lingüísticamen te, de resultas de la estructura de su organismo, o sea del oído, de los órganos del habla y de las redes nervio 35
sas que los controlan. Análogamente, un inventario uni versal de rasgos semánticos sería una hipótesis sobre las distinciones que el hombre es capaz de percibir en su medio ambiente, gracias a sus órganos sensoriales, a su sistema nervioso, y en general a su constitución percep tiva. Dicho de otro modo: el inventario completo de los rasgos semánticos entre los que cada lengua particular realiza su selección específica tendría en definitiva que caracterizar, exactamente y en un aspecto esencial, el aparato perceptivo mediante el cual el hombre se en frenta práctica e intelectualmente con su medio ambien te. En esquema, estas dos concepciones sobre el estatuto de los componentes fundamentales del lenguaje pueden contraponerse así: (7)
constitución perceptiva < rasgos semánticos
mundo exterior
rasgos semánticos estructura lingüística
estructura lingüística rasgos fonológicos "
mundo exterior
propiedades acústicas
rasgos fonológicos t constitución articulatoria y auditiva
propiedades acústicas
Gracias al modelo B encuentra una explicación sim ple y consecuente la discrepancia, de otro modo enig mática, entre la estructura del significado y la realidad de la situación en que se produce el habla, discrepancia observable a cada momento. Si resulta adecuada la pre misa esbozada en el modelo B, entonces, dando un rodeo 36
por el análisis lingüístico, pueden obtenerse perspectivas sobre problemas centrales de la filosofía y de la psico logía, y recíprocamente la lingüística tiene que orientarse según los resultados de la psicología. Por ahora estamos todavía muy lejos de esta meta. Pero no se trata de mera especulación, según muestran prometedores inicios en dominios parciales relativamente sencillos, por ejemplo los de las estructuras fundamentales espacio-temporales, o de las relaciones de parentesco. Podría objetarse que un inventario cerrado de los rasgos semánticos resulta imposible por el simple hecho de que el proceso del conocimiento lleva constantemente a la formación de nuevos conceptos, de modo que lo menos que puede decirse de una hipótesis sobre el círculo de “todo lo pensable” es que siempre será inmotivada. Pero la objeción no da en el centro dd sentido del in ventario fundamental semántico. Nuevos conceptos no son a la vez nuevos rasgos distintivos semánticos, sino nuevas combinaciones de rasgos distintivos previamente dados. Partiendo de un número limitado de elementos fundamentales podemos formar cuantas combinaciones queramos: el conjunto infinito de los números naturales puede generarse en teoría a partir de un solo elemento primario. Y la estructura combinatoria de las lenguas naturales es precisamente el núcleo del concepto del sis tema de las figuras de Hjelmslev. El inventario funda mental finito no limita pues las posibles formaciones de conceptos, sino las tendencias o disposiciones humanas sobre cuya base se construyen aquéllas. Y tales dispo siciones pueden, por lo menos en una medida histórica mente dotada de sentido, darse como fijadas. De todos modos, es obvio que en este terreno las relaciones son esencialmente más complicadas que en el de la estruc tura fónica. Por ahora no es ni siquiera posible una evaluación aproximada del volumen que debería tener el inventario fundamental semántico. Tampoco se han explorado los tipos de combinaciones de los rasgos dis tintivos semánticos. Es seguro que aquí no bastaría sim plemente con diagramas de matrices. Es de sospechar, empero, que también para el inventario fundamental 37
semántico se da una estructura jerárquica: determinados rasgos aparecen en todas las lenguas, mientras que otros sólo se dan en condiciones más especiales. Podemos con cebir también que será necesario establecer varias clases fundamentales de rasgos. Pero al discutir los universales semánticos no sólo hemos salido del marco de la escuela de Copenhague, sino incluso del dominio de certidumbres de la lingüís tica actual.
6.
L a lingüística norteamericana, cuyos principios teó ricos se formularon también en el decenio que precedió a la Guerra Mundial, no ha sido influida por Saussure tan fuertemente como las escuelas europeas. Dos co rrientes le han dado un carácter peculiar: el estudio de las culturas y lenguas, no investigadas anteriormente, de las tribus indias norteamericanas, y la psicología “behaviorista”. Ambas influencias confluyeron en un punto: en el rechazar toda introspección, toda concepción mentalista, todo recurso al sentimiento del hablante como criterio lingüístico. Los enunciados científicos deben re ferirse sólo a hechos objetivos, lo que en este contexto significa: sensorialmente perceptibles. En el análisis de lenguas desconocidas este proceder es una necesidad práctica. Si el lingüista no habla él mismo la lengua que estudia, no dispone de sentimiento propio que analizar, y sólo puede atenerse a los propiedades de la señal acús tica y a sus regularidades. Para los “behavioristas”, una actitud análoga era principio metodológico: todos los enunciados mentalistas, o sea todas las formulaciones que no pueden verificarse inmediatamente contrastándo las con conductas observables, son para ellos ficticias y científicamente no merecedoras de confianza. La exigen cia de una gran exactitud se combina aquí con una ra dical limitación del terreno de estudio: hay que proscri bir todo enunciado no directamente verificable. Para el 38
lingüista tal actitud tiene consecuencias decisivas. Sobre esta base, el estudio de los significados quedó práctica mente excluido de la lingüística. Sólo podía basarse en el modelo A en (7), y además tenía que limitarse a la relación directa entre fenómenos acústicos y rasgos “ob jeti je tivo vos” s” de la situ si tuac ació ión, n, lo cual cu al no es sola so lam m ente en te deses des es perado en la práctica, sino también, según hemos visto, teóricamente erróneo. Para la lingüística americana, por consiguiente, fue dogma durante largo tiempo la máxima de que hay que analizar el lenguaje sin considerar los significados. Pero también en cuanto a la estructura fó nica había que aceptar limitaciones, ya que el nivel morfofonoíógico, cuya importancia hemos destacado, es capa igualmente a la observación inmediata. El estructuralismo antimentalista recibió su formu lación clásica gracias a Leonard Bloomfield, en el libro Lang La ngua uage ge,, aparecido en 1933. Durante más de dos de cenios, los seguidores de Bloomfield desconocieron o desdeñaron la importante concepción mentalista de Sapir. Los hondos atisbos de Sapir se enlazaban con la noción de que la estructura del lenguaje refleja los es quemas psíquicos a que obedecemos al formar y com prender las frases. La consciente limitación de los conceptos permitidos, con el fin de obedecer al ideal “behaviorista” de preci sión, resultó en cierto aspecto útil para el desarrollo del estructuralismo: muchas concepciones hasta entonces se guidas ingenuamente revelaron, al delimitarlas de modo preciso, la inseguridad de sus cimientos. Dos problemas, estrechamente interrelacionados, pasaron al centro del interés teórico: había que definir exactamente los térmi nos y relaciones usados, y había que hacerlo de modo empírico, no casi apriorístico como en la glosemática; y había que trazar un esquema fijo para controlar y justi ficar las decisiones que el lingüista toma al describir una lengua. 6.1. 6.1. L a clasific clasificación ación de los segmentos fónicos fónico s en un unii dades de valor estructural se regía, para Saussure y la 39
escuela de Praga, por su capacidad para distinguir sig nificados. En alemán son s y x fonemas diferentes, ya que distinguen los significados de Kirsche “cereza” y Kirche “iglesia”, de welsche “franceses” y welche “cuá les”, mientras que en francés no se dan tales parejas, y ambos sonidos son sólo variantes de un mismo fonema. Pero si excluimos el recurso al significado, hay que en contrar una base formal para la clasificación. La lin güística americana recurre a la co-ocurrencia, a la posible distribución de los segmentos fónicos en la lengua. Como en alemán no puede aparecer x en todos los entornos fónicos en que aparece s —existe una multitud de pa labras que empiezan con ¿p y st, por ejemplo, spielen “jugar”, stehlen “robar”, Stand “posición”, mientras x p o x t son completamente imposi que las sucesiones xp bles en principio de palabra—, s y x pertenecen a fo nemas distintos. Otro es el caso de los llamados sonidos ac h (el primero cercano al de ch francesa, d e ich y de ach el segundo al de j española): donde es posible el uno no aparece el otro, e inversamente. A este hecho se le llama distribución complementaria, y los dos sonidos se asignan al mismo fonema, como variantes o alófonos. Tales criterios de distribución han sido combinados en un sistema exacto de axiomas, y han dado al estructu ralismo norteamericano el nombre de distribucionalismo. Con los mismos criterios se agrupan en clases no sólo segmentos fónicos mínimos, sino sucesiones de los mis mos, lo cual lleva a una caracterización, independiente del significado, de los signos mínimos, a los que se llama morfemas. Los morfemas no son necesariamente palabras, sino a menudo sólo trozos de palabras. Así puede, por ejemplo, dividirse electricidad en los morfe mas electr - ic - i - dad, caracterizados por su distribu ción. Y así como un fonema puede tener distintos alófonos, un morfema comprende a menudo distintos alomorfos, como muestran algunas formas de las conju gaciones de hablar y pensar: habí - 0 - o piens - 0 - o 40
habí - a - s piens - a - s
habí - a - ba pens - a - ba
Mientras que el radical de hablar tiene siempre la forma habí-, en pen p ensa sar r alternan pie pi e nsns - y pens pe ns-,, condicio nados por la combinación con otros morfemas. Y la llamada “vocal temática” de ambos verbos tiene a ve ces la forma -a-, mientras que a veces es un “cero” fo nético nético,, representado por p or 0 . Es el el caso mismo del m or fema -ic-, que tiene realizaciones fónicas completamente distintas en electricidad y eléctrico, y del primer mor fema de dichas palabras, que no lleva el acento en la primera y sí en la segunda. Para los distribucionalistas se trata en todos estos casos de unidades distintas, ya que en su sistema no caben reglas morfofonémicas del tipo (4), que permitirían por ejemplo establecer un morfo fonema C y unificar las dos realizaciones del morfema -ic-. Aquí se muestra una grave insuficiencia de la con cepción antimentalista: lleva en principio a la conclu sión de que cada hablante almacena en la memoria una multitud de alomorfos, cada cual con su realización com pleta, abundante en redundancias. También la estructura de los complejos de morfe mas, o sea de las clases y construcciones sintácticas, se describe de modo distributivo. No entraremos aquí en detalles, ya que el análisis, aunque por otros caminos que en la glosemática, llega precisamente a las estructu ras que hemos expuesto en el ejemplo (6). Lo decisivo es el hecho de que también el distribucionalismo des cansa en la segmentación y la clasificación como sus dos operaciones fundamentales, o sea que no representa más que una teoría taxonómica con motivaciones “behavioristas”, y comparte pues las debilidades de tales teorías. La exclusión de los conceptos mentalistas, no convertida en principio metodológico por las escuelas europeas, sólo limita algo más el alcance de la teoría taxonómica. 6.2. 6.2. Junt Ju ntoo con la definición de de los conceptos, conc eptos, el dis tribucionalismo exige que puedan relacionarse con los hechos físicos a través de procedimientos expresamente indicados. Ello lleva al siguiente esquema fundamental: el lingüista elige un conjunto representativo de concretos enunciados hablados, a los que sea posible transcribir 41
fonéticamente con la máxima precisión. Aquel corpus es su material objetivo, en el que descubre la distribu ción de los elementos estructurales con el fin de llegar hasta el sistema lingüístico, la gramática, que está en la base del corpus. La relación entre corpus y gramática es análoga a la que traza Hjelmslev entre cadena y sistema, con una diferencia importante: el corpus es un conjunto de hechos empíricos, mientras que las cadenas de Hjelm slev son unidades teóricas que representan sólo la es tructura de las frases efectivas, no su substancia con creta. Por lo tanto, el conjunto de las cadenas no es finito como el corpus. Los puntos de vista empírico y teórico se distinguen aquí claramente. Con cada ele mento, empezando por los fonemas y llegando hasta las clases y construcciones sintácticas, tiene que enlazarse una serie de procedimientos explícitos, que determinen de modo puramente formal cómo hay que descubrir pre cisamente el elemento. La teoría lingüística se convierte así en un estricto programa de análisis que, aplicado a u n corpus cualquiera, proporciona la gramática corres pondiente. Una serie de procedimientos de este tipo des cribió explícitamente Zellig S. Harris en M e th o d s in Structural Linguisíics Linguisíics (1951). Las operaciones son de to dos modos tan complicadas, que se permiten abreviacio nes intuitivas, siempre que haya la seguridad de que sus resultados pueden verificarse mediante procedimientos de la especie descrita. Sobre la cuestión del sentido que tienen los resulta dos de un análisis lingüístico se planteó una controversia dentro del distribucionalismo. Parte de sus cultivadores sostenía que las estructuras descubiertas no eran más que una convención cómoda para resumir de modo compacto los datos de la observación, pero que 110 des cribían propiamente ningún hecho objetivo. Esta actitud corresponde exactamente a la filosofía neopositivista de la ciencia, y da nueva vida, dentro del estructuralismo, a ideas de los Jun J ung g gram gr am m atik at iker er.. Otros distribucionalistas adoptaban una actitud más realista y consideraban que la gramática resultante reflejaba propiedades objetivas de la lengua analizada. De ello, sin embargo, resultaba 42
un nuevo dilema: ¿qué modo de objetividad podían tener los hallazgos, ya que la proscripción de los conceptos mentalistas cerraba la única salida racional, o sea que la gramática es una descripción de la competencia lingüís tica del hablante? Permitiendo esta interpretación psico lógica, los procedimientos de descubrimiento adquirían un nuevo e interesante sentido. Un lingüista que analiza una lengua para descubrir su gramática realiza, de un modo teóricamente controlado, lo mismo que realiza un niño, de modo inconsciente y espontáneo, cuando aprende su lengua: sobre la base de determinadas ob servaciones se reconstruyen las regularidades en que des cansan aquellas observaciones y experiencias. Los pro cedimientos de descubrimiento, por consiguiente, tienen que describir a la vez cómo están constituidos los me canismos que posibilitan a los seres humanos el apren dizaje del lenguaje. Esta tarea, sin embargo, no la puede realizar la teoría taxonómica, y mucho menos su versión antimentalista. Por mencionar sólo una razón: con los medios que en principio prevé la teoría distribucionalista, un niño no llegaría nunca, ni tras años de ininte rrumpidos procesos de análisis y aprendizaje, a dominar una lengua natural.
7. Alrededor de 1955, un joven discípulo de Harris ex trajo consecuencias radicales de los resultados, tanto po sitivos como negativos, de los dos decenios precedentes. Cuando en 1957 Noam Chomsky publicó bajo el título Syntactic Structures un breve extracto de sus vastas in vestigaciones teóricas sobre los fundamentos y el sistema de la lingüística, se abrió un nuevo estadio en la refle xión estructural sobre el lenguaje. Aunque surgida en América y fuertemente marcada por la confrontación crítica con las ideas de Harris, dicha teoría recoge los atisbos más importantes de Saussure, Sapir, Trubetzkoy y Jakobson, y los enlaza con puntos de vista proceden 43
tes de los más recientes desarrollos de la lógica mate mática y de la psicología. El núcleo de la teoría se encuentra en una afirma ción tan simple como decisiva: la persoga que domina una lengua natural no tiene meramente almacenada en la cabeza una larga lista de palabras o de frases, sino que es capaz de construir un número ilimitado de frases nuevas, y de comprender enunciados nunca oídos. El dominio de una lengua es pues una capacidad productiva activa, no meramente el conocimiento de una nomen clatura. El primero que señaló explícitamente el carácter generador de la facultad de lenguaje fue Wilhelm von Humboldt. L La a pregunta central de la teoría del lenguaje tiene que ser pues: ¿en qué Se funda la capacidad de construir y de comprender frases? Coincidiendo satisfac toriamente con el sentido tradicional del término, pode mos llamar gramática a los conocimientos (desde luego inconscientes) sobre los que se apoya tal capacidad, y admitir que, de un modo u otro, cada hablante ha al macenado una gramática en su cerebro. El concepto in cluye naturalmente también todo el vocabulario de una lengua. Bajo tal premisa, el problema lingüístico básico es: ¿cómo está construida, exacta y completamente, la gramática de una lengua? Una solución satisfactoria del problema tiene que ofrecer también una respuesta a varias otras preguntas: ¿cómo se usa la gramática, o sea, cómo se forman y utilizan las frases efectivas? ¿Cómo se adquiere el dominio del lenguaje, o sea la gramática de la lengua? ¿Cómo cambian las lenguas y las gramáticas que les son subyacentes? Junto con la teoría de la gra mática en sentido estricto, tiene que enlazarse pues una teoría del uso, el aprendizaje y el cambio de las lenguas. En orden a aproximarse a la resolución de tal tarea, a todas las concepciones hasta ahora discutidas les faltaba una comprensión suficiente de los mecanismos sintácti cos. Ya los problemas de la estructura fónica, gracias a la idea del nivel morfofonológico y de los rasgos distin tivos, se enlazan estrechamente con la competencia lin güística y con el aprendizaje y el funcionamiento de la gramática. A la teoría que Chomsky, Halle y algunos 44
otros jóvenes lingüistas han desarrollado y siguen des arrollando, se la llama gramática generativa, precisa mente porque su problema central es la capacidad de generar frases. Para esbozar el sentido y las consecuen cias de la teoría, tenemos que empezar examinando con alguna mayor precisión ciertos conceptos de uso común. 7.1. 7.1. El término térm ino de lengua se usa en muchos sentidos, pero de ahora en adelante designará para nosotros un conjunto de frases. Cada frase ?e compone de un nú mero finito de elementos básicos y está estructurada de un modo determinado. La lengua inglesa se define pues como el conjunto de todas las frases inglesas. Esto no significa, como pensaban los Jung Ju nggr gra a m m a tike ti ker, r, que una lengua se compone de concretos actos de habla. Cada frase individual es un elemento de la langue en el sen tido de Saussure, lo cual significa que de cada frase puede darse un número ilimitado de realizaciones bajo condiciones concretas. Una lengua se compone de con figuraciones de frases, no de actos de habla. El conjunto de las frases de una lengua natural es ilimitado en un sentido teóricamente riguroso, según muestra la consi deración siguiente: aunque cada frase se compone de un número finito de elementos, no existe ninguna de la que tenga sentido decir que es la más larga de la lengua. Una frase con 10.000 palabras puede convertirse en se guida en una frase de 10.001 palabras mediante la adi ción de un adjetivo. Tal procedimiento podría proseguir se sin fin, y sin seguir otras reglas que las que producen frases de 3 o de 12 palabras. Por consiguiente una len gua encierra un número ilimitado de frases. Con lo cual deja de ser un hecho empírico inmediatamente dado, y por lo pronto es un objeto de realidad potencial. En dos aspectos se distingue la lengua del conjunto de los enun ciados actuales, o sea de cualquier corpus concreto. Por una parte, en la comunicación se emplean multitud de enunciados que no corresponden a ninguna frase regular, por ejemplo, de la lengua castellana. Los enunciados concretos pueden ser aberrantes de múltiples maneras: por una elección errónea de las palabras, por una de 45
fectuosa construcción sintáctica, por una pronunciación descuidada, por muchas otras razones. Tales defectos pueden surgir involuntariamente, por distracción, excita ción, influjo alcohólico, etc., o pueden ser intencionados, en la parodia, en ¡os chistes, o por licencia poética, como en el conocido verso de Quevedo: ...polvo serán, mas po p o lvo lv o enam en amor orad ado. o. Los enunciados aberrantes son com prensibles en Ja medida en que presentan analogías con frases regulares, y su diferencia respecto a éstas produce el efecto cómico, poético, o simplemente equivocado. Por otra parte, una lengua comprende un número ilimi tado de frases que nunca se usarán como enunciados, porque son demasiado largas, porque su estructura es demasiado complicada (lo cual no es lo mismo, ya que una frase puede ser muy larga y muy sencilla), o por E n la que su sentido no da lugar a emplearlas: la frase En era terciaria no había en la luna censura de prensa per tenece sin duda a la lengua castellana, pero seguramente nadie la hubiera usado si no fuera para ilustrar precisa mente este hecho. Podemos incluso decir que casi todas las frases castellanas, a saber: un número infinito de ellas, no serán nunca usadas, y que sólo un número fi nito, aunque muy grande, aparece en forma de enuncia dos. Sin embargo, todas las frases castellanas potenciales son elementos de la lengua castellana. Si se las actuali za, son reconocidas como frases bien formadas, y son comprendidas. De ello se sigue entre otras cosas que la “grarnaticalidad”, la buena conformación gramatical, no es ninguna propiedad estadística, que pueda identificarse con el uso frecuente de una cierta sucesión de palabras. Que un enunciado sea una correcta frase inglesa o china depende únicamente de si su estructura corresponde a la gramática inglesa o china. El conjunto infinito de las frases potenciales tiene que venir determinado por un sistema finito de elemen tos fundamentales y de reglas de combinación, ya que un cerebro humano no puede almacenar más que una gramática finita. Entre estos elementos de base se cuen tan los rasgos distintivos fonológicos y semánticos, ya comentados. El problema que las reglas de combinación 46
tienen por misión explicar, a saber, cómo caracterizar con medios finitos un conjunto infinito de objetos de constitución complicada (en este caso, las frases de una lengua), se ha estudiado detalladamente, en el último medio siglo, en el terreno de la fundamentación de la matemática y de la lógica formal. Los conocimientos allí adquiridos sirven para la edificación formal de la gramá tica. Una gramática se convierte entonces en un sistema de reglas, formulables con precisión, que, aplicadas re petidamente, generan (o, con un término matemático: enumeran) todas las frases de la lengua. Si imaginamos que todas las frases de una lengua han sido numeradas en un orden cualquiera (por ejemplo, según la longitud y el orden alfabético), y las representamos por flt f2, f3, etc., entonces la gramática es un mecanismo cuya salida arroja precisamente este conjunto de frases: ( 8)
Gramática
fl, f‘ f‘ 2> Í3> 3>
Un procedimiento tal se llama definición recursiva de un concepto o definición por enumeración recursiva. Una gramática caracteriza pues todas las reglas que de ella se derivan, y las caracteriza con simultaneidad ló gica, ya que las reglas de un tal sistema no describen un proceso que transcurre en el tiempo. Son meramente un esquema lógico, que determina qué combinaciones de elementos pueden formarse. En este sentido, la gramá tica castellana es una definición recursiva del concepto fra fr a se d e la leng le ngua ua caste ca stella llana na.. Podemos también concebir una gramática por analogía con el programa de un au tómata calculador, programa que determina relaciones abstractas susceptibles de muy distintas relaciones físicas según el autómata que lo ejecute. 7.2. D e la estruc est ructur turaa de un sistema generativo, de la forma de sus reglas y de la interacción entre ellas, de penden el conjunto y la especie de los elementos que 47
podrá enumerar. El esquema general para las gramáti cas de lenguas naturales debe por consiguiente tener en cuenta todos los aspectos de las posibles estructuras de frases. En primer lugar, el carácter de sistema de signos in herente al lenguaje significa que cada frase enlaza una estructura fónica con un significado. Podemos pues con siderar las frases como parejas de estructuras, formadas por una matriz fonológica y una combinación de rasgos semánticos. En consecuencia, la gramática tiene que ge nerar para cada frase a la vez una estructura fónica y una estructura de significado. Partiendo de tal premi sa, una gramática puede concebirse también como un mecanismo que coordina un conjunto infinito de estruc turas semánticas con un conjunto infinito de estructuras fónicas. Por ejemplo, establece que la sucesión fónica Beb Be b e se enlaza con un significado que puede parafra E l habl ha blan ante te invi in vita ta al o y ente en te a ingerir ing erir u n lí searse así: El quido.
Pero con esto no precisamos todavía bastante la ta rea de la gramática. En las lenguas naturales, la coordi nación entre la estructura lógica y la semántica no es biunívoca. Una sucesión fónica puede tener varios sig nificados, y un significado puede expresarse por varias sucesiones fónicas. Así, la palabra alemana Ab A b s a tz, tz , ex cepcionalmente rica en polisemia, puede significar entre otras muchas cosas “tacón”, “volumen de ventas”, “pá rrafo”, “pausa”, “rellano”. La sucesión fónica que es la D er A b s a tz ist z u niedr nie drig ig “El X es demasiado frase Der bajo” tiene pues por lo menos tres significados, y cada uno de ellos puede expresarse igualmente mediante la frase Der D er A b s a tz ist n icht ic ht hoch ho ch g enug en ug “El X no es bas tante alto”. En casos dados, pues, la gramática tiene que hacer corresponder varias estructuras de significado a una estructura fónica, y la misma estructura de signifi cado tiene que reaparecer en las frases sinónimas. Si una frase tiene varios significados es cosa que de pende de variados factores. En el ejemplo que acabamos de dar la ambigüedad procede de la polisemia de la pa A b s a tz. tz . Pero la frase castellana Teníamos a la labra Ab 48
niña encima del televisor posee
dos significados que re sultan de distintas agrupaciones sintácticas de sus ele mentos. Utilizando la representación mediante árboles de derivación, explicada en los ejemplos (5) y (6), podemos expresar el hecho así:
adverbio prep. Teníamo s
a
la
(b)
niña
art . sustantivo sustantivo
i i i i
encim a
de
el
televisor tel evisor
frase
verbo prep.
nominal
/ \
art. Teníam os
a
lla
preposicional
/ \
sustant. sustant. adverbio
prep.
iniña encima l i de l
nominal
/ \
art. sustantivo
í el televisor televisor 49
(En ambos casos, una regla morfofonológica realiza d e l . ) Con la la “contracción”, o sea el paso de d e e l a de estructura (a), la frase significa Teníamos a la niña puesta encima del televisor, mientras que con la estructura (b)
puede corresponder a P o r si n o b a s ta r a c o n e l r u i d o d e l tel te l e v iso is o r , te n í a m o s a la niña ni ña.. De ahí se sigue que, si la gramática tiene que dar completa cuenta del modo como una frase es comprendida, está obligada a señalar la es tructura sintáctica, además de la estructura fónica y de las combinaciones de rasgos semánticos. Ello puede ha cerse formalmente mediante un árbol de derivación de la forma indicada, donde en los puntos de ramificación se consignan las categorías sintácticas y las ramas seña lan la pertenencia de los elementos sintácticos de base, los morfemas y las palabras. Esta concepción, precisa mente, era base común de la glosemática, del distribucionalismo, y en general de la teoría taxonómica. Pero ahora nos incumbe explicar por qué es insuficiente para las lenguas naturales. Las sencillas frases de las figuras (10 a) y (10 b) lo muestran ya.
(También en este caso una regla morfofonológica da al soldado.) La estructura sintáctica de ambas frases e s distinta, si sólo consideramos la segmentación taxonó mica. Pero tienen el mismo significado, y ello se debe a que en un nivel más abstracto presentan las mismas relaciones sintácticas entre los elementos componentes. La diferencia es, en un sentido que puede especificarse con precisión, superficial. Para expresar este hecho, la gramática tiene que construir, además de las estructuras (10 a) y (10 b) para las sendas frases, una estructura p r o f u n d a abstracta, común a ambas. Tal estructura pro funda se halla también en la base de la versión, en frase subordinada, L a c o m e d ia te r m in a c o n q u e el dia di a b lo s e lleva al soldado. Y otras numerosas versiones, por ejem plo El E l diab di ablo lo es q u ien ie n se llev ll eva a al sold so ld a d o , o S e ve c o m o el diablo se lleva al soldado, o Vemos al diablo llevarse al soldado, de estructuras superficiales muy distintas, de
rivan de la misma estructura profunda de las frases (\0 a) y (10 b). Para comprender por ejemplo la última frase, hay que saber, en efecto, que la combinación el 50
( 10)
(a)
frase
predicado
sujeto
art.
sustantivo
pron.
El
diab lo
objeto
verbal
verbo
se
prep.
lleva
a
nominal
art.
sustantivo
el
sold ado
frase
prep.
A
nom inal
art.
sustantivo
el
sold ado
pro n.
pron .
verbo
se
lo
lleva lleva
art. sustanti sustantivo vo
el
diablo
51
diablo tiene a la vez dos funciones sintácticas: es objeto en la frase Vem os al a l diabl diablo, o, y es sujeto latente del grupo de infinitivo llevarse al soldado, lo cual resulta visible en la frase casi sinónima Vemos al diablo que se lleva al soldado, donde el relativo que, según el análisis tra dicional, representa a el diablo y es sujeto de la subor
dinada. También la estructura profunda puede represen tarse mediante un árbol de derivación, que sin embargo no puede referirse ya directamente a las palabras con cretas, a su forma y a su orden de sucesión. Prescin diendo de detalles, las frases que comentamos tienen la siguiente estructura profunda común:
( 11 )
frase
definido
diablo
definido
sold ado
verbo
tiempo
llevars llevarsee
presente presente
El elemento definido es en este esquema la forma abstracta del artículo, que en ciertas construcciones pue de contraerse con la preposición que indica el objeto de la estructura de superficie. A su vez, toda la estructu ra (11) puede incrustarse en una estructura supraordinada, y entonces, según hemos visto, aparece en la su 52
perficie como una frase subordinada o un grupo de infinitivo. Así como para la estructura fónica hacían falta una representación más abstracta y otra más concreta, tam bién para la sintaxis tenemos que postular dos niveles: la estructura profunda y la estructura de superficie. Am bos pueden representarse mediante árboles de derivación, y hay que referirlos el uno al otro mediante reglas des tinadas a garantizar que a una estructura profunda se le subordinarán todas las estructuras de superficie lícitas, y sólo éstas. Así, como en castellano un verbo prono minal no admite el pasivo, de (11) no puede derivarse la frase E l sold so ldad ado o es llev ll evad ado o p o r e l diab di ablo, lo, cuyo verbo E l sold so ldad ado o es distinto del que figura en (11), ni tampoco El se fue llevado por el diablo, que corresponde a su vez a otra estructura profunda, ni mucho menos El E l sold so ldad ado o fu f u e llevá lle vádo dose se p o r el diablo dia blo,, frase defectuosamente for mada. En cambio, sí puede derivarse la interrogativa ¿Se lleva el diablo al soldado?
La noción de que la concreta estructura sintáctica de las lenguas naturales tiene en su fondo una forma abs tracta, más cercana a las relaciones lógicas, es vieja de siglos y fue formulada explícitamente en la Grammaire générale et raisonnée de Port-Royal. Posteriormente, rea in tern rna a de las lenguas, parece en el concepto de fo r m a inte en Wilhelm von Humboldt. Sólo esta estructura abstracta determina el significado de las frases: las variaciones de forma en la estructura de superficie no ejercen ningún influjo sobre la semántica. En cambio, determinan cier tas propiedades de la estructura fónica, tales como las formas de flexión, la acentuación y la entonación de la frase. 7.3. Si resumimos resum imos los los aspectos de la estru es tructu ctura ra de la lass frases que un oyente o hablante tiene que dominar, y las informaciones que una gramática tiene que dar como mínimo sobre las frases, resulta un sistema de cinco niveles: cada frase tiene que caracterizarse mediante una representación concreta y otra abstracta tanto de la es53
tructura sintáctica como de la fónica, y además por la estructura de su significado: (12)
significado
sintaxis
estructura fónica
estructura profunda
= complejos complejos de de rasgos semánticos = árbol de derivación abstracto
estructura de superficie superficie
= árbol de derivación concreto
estructura = matriz ma triz clasi clasific ficator atoria ia morfofonológica estructura fonética
= matriz fonoló fonológi gica ca
Al conjunto de las cinco representaciones de una fra se lo llamaremos su descripción estructural. Con ello po demos definir una gramática, más precisamente, como un mecanismo que produce un conjunto infinito de descrip ciones estructurales. Toda descripción estructural coor dina árboles de derivación, matrices y complejos de ras gos semánticos, del modo pertinente para una lengua dada. Esto implica una modificación del concepto len gua gu a según lo hemos definido en la sección 7.1. Por una lengua hay que entender ahora un conjunto infinito de estructuras a las que es posible representar mediante des cripciones estructurales del tipo (12). Las frases de las lenguas naturales han resultado ser conformaciones complicadas, y además cuyas estructuras se correlacionan de múltiples maneras. Pero sus carac teres obedecen a condiciones exactamente formulables y universales. Aunque hemos ilustrado los detalles con formas particulares de unas pocas lenguas, el esquema general constituye una hipótesis sobre las posibilidades estructurales de todas las lenguas naturales. Los cinco niveles y sus elementos y relaciones característicos son universales formales, de la especie indicada a propósito 54
de la glosemática. Con lo cual el sistema de los niveles se convierte también en una hipótesis sobre un aspecto de la facultad de lenguaje humana: el sistema nervioso central del hombre tiene que estar organizado de tal modo que en él puedan generarse y representarse estruc turas complejas del tipo (12). Entendido así, como pos tulado de la psicología del lenguaje, el sistema puede verificarse y corregirse contrastándolo con hechos tanto lingüísticos como psicológicos. 7.4. 7.4. D e la multipl multiplicidad icidad de estratos estratos en la estructura estructu ra de las frases resulta una correspondiente complejidad en la edificación de la gramática. Su investigación ha hecho grandes progresos en los últimos años, y los conocimien tos hasta ahora adquiridos han sido expuestos por Chomsky, Halle, Postal, Katz y otros. Según ellos, las reglas que una gramática contiene se articulan en tres componentes: sintaxis, semántica y fonología. En primer lugar, las reglas sintácticas generan un conjunto infinito de estructuras sintácticas, coordinadas por una parte con su significado mediante las reglas semánticas, y por otra parte con su estructura fónica mediante las reglas fono lógicas. La sintaxis encierra dos tipos de reglas, cuyas fun ciones son enteramente distintas. Como fundamento para todas las ulteriores propiedades de una frase, las reglas de formación generan una jerarquía de categorías y re laciones sintácticas. El resultado es un árbol de deriva ción abstracto, en cuyos puntos terminales las reglas léxicas introducen los morfemas o las palabras parti culares, resultando una estructura profunda como la mostrada en el ejemplo (11). Para pasar de estas estruc turas profundas a las estructuras superficiales de cada frase, hay que emplear una segunda clase de reglas. Las reglas de transformación alteran el orden de los ele mentos del árbol de derivación, añaden marcas de flexión (la preposición a para ciertos objetos directos en caste llano, la desinencia personal adecuada para el verbo, et cétera), y eliminan elementos que en cada frase se so breentienden, ya que figuran en su estructura abstracta
pero no en la realización efectiva, por ejemplo el sujeto tú en la frase ¡Bebe! Las reglas de transformación, pues, se aplican a árboles de derivación para modificarlos. Las dos clases de reglas corresponden a dos distintos carac teres básicos de todas las lenguas naturales: las reglas de formación asignan a las frases su estructura jerárquica y determinan las funciones de los morfemas y complejos de morfemas, en tanto que las reglas de transformación precisan las diversas modificaciones posibles o necesa rias para una estructura profunda dada, siempre con referencia a su conformación jerárquica, y de modo tal que aparecen siempre nuevos complejos jerárquicos. Im piden, entre otras cosas, que de (11) surja una forma ción como E l sold so ldad ado o f u e llevá lle vádo dose se p o r el diab di ablo lo.. Esta concepción imposibilita el concebir una frase como un encadenamiento puramente lineal de palabras o de mor femas, para el que la gramática no puede indicar más que la probabilidad de que una palabra siga a otra. Tal interpretación lineal y estadística de la sintaxis desem peñó un papel considerable en los primeros intentos de encontrar una formulación matemática de la sintaxis de las lenguas naturales. Su plausibilidad es falaz, ya que disimula la articulación jerárquica de todas las fra ses naturales. Requieren también explicación particular las reglas léxicas, cuyo conjunto determina el voluminoso compo nente de la gramática que es el vocabulario. Para cada morfema particular, tales reglas precisan bajo qué con diciones puede ser introducido en un árbol de deriva E l diab di ablo lo se lleva llev a al solda so ldado do,, sería ción. En el ejemplo El sintácticamente correcto poner agarra en el lugar de lleva, y también lo sería poner agarra, así como mata o sigue, en vez de se lleva, pero no lo sería poner mata en vez de lleva: El diablo se mata al soldado es abe rrante. Podríamos reemplazar diablo por rey, pero no por tenedor, obteniendo E l tene te ned d or se lleva llev a a l sold so ldad ado. o. Los morfemas, pues, deben clasificarse desde variados pun tos de vista, no sólo según las tradicionales clases de palabras: verbo, sustantivo, adjetivo, etc., sino diferen ciando verbo con objeto directo obligatorio, sustantivo 56
personal, perso nal, adje ad jeti tivo vo gradu gr aduab able, le,
etc. Esto puede hacerse mediante rasgos clasificatorios sintácticos, de modo que a cada morfema le corresponda un complejo de rasgos sintácticos: normalmente, un morfema puede usarse sólo cuando dicho complejo concuerda con las condiciones que se especifican en un árbol de derivación. El mor fema en sí mismo viene caracterizado por su forma fóni ca y se se representa mediante med iante una un a matriz m atriz clasifica clasificatori toria. a. Esta matriz tiene que distinguir el morfema en cuestión de todos los demás, por ejemplo en de un, por de par, par , etc. y para tal fin no necesita indicar todos los rasgos dis tintivos que componen los morfofonemas. Arriba hemos indicado que el morfema alemán köniG termina en un elemento abstracto G del que pueden salir tanto g como x. Pero de acuerdo con la estructura fónica de la lengua alemana, un morfema que empieza por köniy le falta sólo un segmento para terminar, sólo puede terminar en consonante. Por lo tanto, es innecesario es pecificar los rasgos -vocálico, + consonantico, en el vo cabulario, para el segmento final G. Tales rasgos se deducen de reglas de redundancia generales. En vez de la representación morfofonológica completa, el vocabu lario contiene, pues, tan sólo una caracterización mínima de los morfemas singulares. Las reglas de redundancia, que ulteriormente garantizan la posibilidad de completar las matrices morfofonológicas, explican el principio de conformación de los posibles morfemas, y con ello otro hecho de gran importancia. En castellano, por ejemplo, la inexistencia de los morfemas pla p lavo vo y tlavo resulta de dos razones enteramente heterogéneas: tlavo es imposi ble como forma fónica castellana, mientras que pla p lavo vo es una forma fortuitamente no usada (compárese pla p lato to y clavo), que podemos introducir inmediatamente en el vocabulario como un neologismo. Las reglas de redun dancia, que distinguen entre tales morfemas imposibles y permisibles, tienen que formularse independientemente para cada lengua, y explican el que Tbilissi sea una for ma existente en georgiano, mientras que ni en alemán ni en castellano es una sucesión normal de sonidos. Ade más de los rasgos sintácticos y morfofonológicos, el
vocabulario da para cada unidad los rasgos semánticos, que caracterizan su significado. También en este punto hay que evitar la redundancia. Del sustantivo hermano, pa dre, e, rey, rey , sol so l por ejemplo, sabemos que comparte con padr dado y muchos otros los rasgos animado y humano. Pero estos rasgos se deducen ambos automáticamente del rasgo más especial grado de parentesco, y pueden, pues, introducirse mediante reglas de redundancia, exac tamente como los rasgos fónicos. En resumen, cada unidad del vocabulario se com pone de una matriz morfofonológica, de un complejo de rasgos sintácticos y de otro complejo de rasgos se mánticos. Para que un morfema (representado por sus rasgos morfofonológicos) pueda'introducirse con sus ras gos semánticos en un árbol de derivación, la condición necesaria y suficiente es que sus rasgos sintácticos lo permitan. La representación reducida de todos estos complejos de rasgos, que las reglas de redundancia ha brán de completar, descarga de una multitud de infor maciones predecibles la parte de la gramática en la que deben acumularse la mayor parte de las formaciones individuales. Ello corresponde psicológicamente al hecho de que un hablante, al aprender una palabra nueva, ya “sabe” muchas de sus propiedades fónicas y semánticas, porque aquella palabra no se añade simplemente a una lista amorfa, sino que se integra en un sistema altamente estructurado de conexiones, el vocabulario con sus re glas de redundancia. La estructura del vocabulario, pues, se correlaciona estrechamente con el hecho de que no cuesta ningún esfuerzo aprender un gran número de vocablos suplementarios cuando se conocen los princi pios estructurales del léxico, mientras que es difícil re cordar unas pocas palabras en una lengua extranjera. Las reglas de formación sintáctica forman, junta mente con el vocabulario, la base de la sintaxis y de la entera gramática. Las reglas de la base fijan para cada frase su estructura fundamental: los morfemas compo nentes, las funciones sintácticas de los mismos, y el sig nificado. Pero los significados de los morfemas singulares no son sin más el significado de la frase entera. Por 58
ello tienen que operar, sobre la estructura profunda, las reglas semánticas, que, a partir de las conexiones sintác ticas, amalgaman los significados de los morfemas en significados de complejos mayores, y finalmente en el de toda la frase. Sobre la misma estructura profunda ope ran también las reglas de transformación, pero sin con siderar el significado ni influir sobre él. La concreta su cesión de morfemas que entonces resulta viene comple tada, mediante las reglas de redundancia, hasta dar la representación morfofonológica, de la cual las reglas fonológicas derivan la matriz fonológica, de! modo ya conocido. Los cinco niveles del esquema (12) se aplican, pues, gradualmente en la generación de una frase, correlacio nados unos con otros por las reglas de la gramática. Los tipos de reglas y sus interconexiones, aquí sólo delinea dos aproximadamente, pueden formularse de modo exac to y general con medios matemáticos, y se puede estudiar con precisión el efecto de las diversas premisas. Inves tigaciones formales de este tipo han sentado los cimien tos de una exacta teoría matemática de la competencia lingüística, que no consiste en una matematización me ramente externa de la lingüística, sino que ha surgido de su evolución autónoma, como la formulación matemáti ca de problemas astronómicos o físicos surgió del des arrollo de la física y de la astronomía. 7.5. 7.5. Tenemos Tenemo s que considerar consid erar al algo go más de cerca la con formación del significado de la frase y la función de las reglas semánticas. Si el significado de una frase resulta del de sus particulares morfemas y de las relaciones sin tácticas entre ellos, entonces unos mismos morfemas enlazados por distintas estructuras profundas deben pro ducir distintos significados de frase. En (9) hemos con siderado ejemplos de este hecho. Por otra parte, la mul tiplicidad de sentidos de una frase puede resultar de la polisemia de una palabra, como la palabra alemana Ab A b satz sa tz,, considerada en la sección 7.2. Por consiguiente, las palabras con más de un sentido deben registrarse en el léxico con más de un complejo de rasgos semánticos. 59
A b s a tz debe contener como mínimo La regla léxica para Ab complejos de rasgos para los significados “parte del za pato”, “venta de mercancías”, “interrupción en un con tinuo”, y este último complejo tiene que subdividirse a su vez en “interrupción en un texto”, “interrupción en un proceso temporal”, “interrupción en ciertos objetos espaciales”. En principio los cinco significados están dis ponibles, cuando una estructura profunda contiene la palabra A b s a tz Pero como la frase De D e r A b s a tz steig ste igt t sólo tiene un sentido, “El volumen de ventas sube”, re sulta que dada la combinación de Ab A b s a tz con steig- (el radical de “subir”) las reglas semánticas tienen que ex cluir todos los sentidos de Ab A b s a tz excepto el segundo. En la frase De D e r A b s a tz ist zu nied ni edrig rig tienen que conservarse los significados primero, segundo y quinto, excluyendo en cambio las posibilidades “párrafo” y “pausa”. Estas posibilidades podrían ligarse con kurz “corto”, pero no con niedrig “bajo”. Esto ilustra la primera función de las reglas semánticas. Por otra parte, todo hablante del alemán sabe que las frases De D e r A b s a tz ist zu niedr nie drig ig y De D e r A b s a tz ist n icht ic ht h och oc h g enug en ug significan aproximada mente lo mismo, incluyendo la triple polisemia, a pesar de que se componen de morfemas diferentes. Aquí en tra la segunda función de las reglas semánticas. Los complejos de rasgos semánticos deben disponerse de tal modo que para expresiones sinónimas resulten finalmen te las mismas estructuras de significado, aunque en la base tengan palabras distintas. Ahora hay que distinguir dos modos esencialmente distintos de combinación de los elementos básicos del significado. Por una parte, los ras gos semánticos tienen que agruparse en el léxico for mando significados de palabras. Estas combinaciones hay que aprenderlas, son parte de la competencia del ha blante, y forman entre los elementos dados de la con formación de la lengua. A partir de ellas, y de acuerdo con las reglas de formación, pueden componerse nuevas y mayores combinaciones, con una variabilidad ilimita da. Este sistema de combinación opera dentro del marco de las reglas aprendidas, que constituyen la competencia lingüística. Pero, además, todo hablante o toda comuni-
60
dad lingüística puede formar también nuevas combina ciones de rasgos e introducirlas en el léxico, sea que a un morfema se le atribuya un nuevo significado —por ejemplo cuando se dota a la palabra cáncer de los rasgos de tumor maligno — , sea que se introduzca un morfema enteramente nuevo, como sputnik con el sentido de saté lite artificial. En ambos casos aparecen nuevas combina ciones de rasgos, no mediante la aplicación de la gra mática aprendida, sino mediante su alteración, o sea mediante una modificación del léxico. Es evidente que éste es uno de los procedimientos por los que una lengua cambia, y que en toda lengua viviente se utiliza sin cesar esta posibilidad. Sin embargo, hay que distinguir riguro samente entre la generación de nuevos significados por aplicación de las reglas adquiridas, y su generación por modificación de las reglas. El término generar tiene significados distintos en uno u otro caso. En el primer caso significa la utilización de reglas dadas, mientras que en el segundo incluye una intervención en el sistema de reglas. 7.6. 7.6. Los variados variad os tipos de reglas gramaticales y su in teracción en los componentes de la gramática vienen motivados empíricamente por propiedades que reapare cen en todas las lenguas. Junto con las premisas sobre las propiedades formales básicas de la estructura de las frases, constituyen el sistema de universales formales, que caracteriza el conjunto de todas las lenguas natu rales. Formulado exhaustivamente, este sistema es la armazón formal de la teoría del lenguaje humano, y la descripción de cada lengua particular es un caso espe cial de tal teoría. Lógicamente, los universales formales pueden concebirse como una metateoría que estudia las propiedades de toda gramática, mientras que cada gra mática es la teoría de una lengua determinada. Esta ar mazón de la teoría del lenguaje puede formularse como una teoría matemática, y ocupa un puesto dentro del álgebra y de la teoría de los autómatas abstractos. Psi cológicamente, los universales formales son una hipótesis sobre la disposición del organismo humano que lo capa 61
cita para dominar las lenguas naturales. Ya que el do minio del lenguaje es uno de los más específicos logros del hombre, el estudio matemático de los universales lin güísticos aporta significativas conclusiones sobre la capa cidad de la inteligencia humana y los procesos neurofisiolcgicos de que resulta. Hay que dar por supuesto que existen dos cotos: por arriba, no se puede salir del dominio de los autómatas con memoria finita, y por abajo hay que garantizar como mínimo la complejidad necesaria para la generación de las lenguas naturales. La delimitación estricta de este dominio todavía muy vasto es uno de los problemas más interesantes de la lingüís tica matemática. ' También falta completar el sistema de los universa les sustantivos: los particulares elementos con que se construyen las gramáticas. Entre otras consideraciones, lo demuestra lo siguiente. Para comprender el sentido de una frase hay que saber por lo pronto su estructura sintáctica profunda y los significados de cada morfema. Ahora bien, el análisis de distintas lenguas ha mostrado que, a pesar de todas las divergencias de los tipos es tructurales, las estructuras profundas presentan caracte res esenciales comunes. Sin saber el chino o el mohawk, comprendemos la estructura semántica de sus frases si se nos dice el sentido de sus morfemas y la estructura profunda. Esto lleva a la conclusión de que las unidades sintácticas básicas, tales como sujeto, predicado, objeto, verbo, adverbio, nombre, etc., son universales sustanti vos. Paralelamente al inventario fundamental de los rasgos distintivos fonológicos y semánticos se da, pues, un conjunto de categorías sintácticas entre las que cada lengua hace su elección. Es precisamente ésta la con cepción que se hallaba en la base de la tradicional gra mática universal. Sin embargo, su demostración convin cente fracasaba por la insuficiencia del instrumental teó rico. Podemos incluso dar un paso más por este camino. No sólo las categorías sintácticas, sino también las re glas de formación esenciales que las combinan en los árboles de derivación de las estructuras profundas, son 62
posiblemente universales, y no hay que aprenderlas de nuevo para cada lengua. Pero esto significa que, ade más de los elementos con que operan las gramáticas de las lenguas singulares, también una parte de sus reglas sale de un depósito general y, en tanto que universales sustantivos, determinan las capacidades humanas que hemos designado como fa c u lté lt é de langag lan gage. e. Y esto no vale sólo para el terreno de la sintaxis. Con gran pro babilidad, también las reglas semánticas son en gran parte independientes de las gramáticas particulares: la agrupación de los significados de los varios constituyen tes, 1a. resolución de ambigüedades, se realizan del mis mo modo en todas las lenguas. Incluso las reglas que determinan la estructura fónica no son todas peculiares a cada lengua. Un problema abierto, y muy importante para la investigación venidera, es el de determinar en qué medida ciertas reglas generales restringen las im previsibles posibilidades de variación en la estructura de las lenguas naturales y en sus gramáticas, o sea, en qué medida todas las lenguas' naturales se caracterizan por propiedades invariantes, cuya base hay que buscar en las capacidades innatas del organismo humano. 8.
El reconocimiento del carácter productivo de la ca pacidad lingüística arroja nueva luz sobre la relación en tre lengua y habla, entre el conocimiento y el uso de la lengua. La analogía, que antes hemos mencionado, en tre una sonata y sus ejecuciones, no es ya suficiente. Desde nuestro punto de vista actual, la competencia del hablante se parece menos a la partitura de una sonata que a sus reglas de composición. En cierto modo, el hablante une en un solo acto los papeles del compositor y del intérprete. El uso del lenguaje se parece, pues, más bien a una improvisación musical siguiendo las reglas de un determinado sistema tonal. Pero de las reglas de la gramática y de su conexión sistemática no se siguen de ningún modo directamente los procesos psíquicos o
neurológicos que operan en un concreto acto de habla. Para captar este aspecto, hay que enlazar la gramática con diversas estrategias que determinan su aplicación ajustada a las condiciones psicológicas. Se necesita una estrategia para el papel del hablante y otra para el del oyente, que interfieren de manera complicada. No es fácil formular hipótesis con fundamento sobre la edifi cación de dichas estrategias, y en este terreno la inves tigación apenas ha empezado. La teoría del uso del len guaje investiga los mecanismos psíquicos que regulan la aplicación de la competencia lingüística. De todos mo dos, tales estrategias no pueden depender de las diver sidades de las lenguas particulares: forman parte de la constitución general del hombre, que le posibilita el uso de una lengua cualquiera. 8.1. 8.1. Lo que hace el hablante al form ular y pronunciar pronu nciar una frase puede sugerirse más o menos del modo si guiente. Un pensamiento, un deseo, una imagen —o, con toda generalidad: una intención comunicativa— son acomodados a las estructuras de significado que la gra mática hace posibles; se elige la forma sintáctica y fo nológica adecuada a aquella estructura de significado; y finalmente los órganos del habla se innervan según el patrón fonológico de la frase, y se produce una corriente fónica. De modo que la estrategia del hablante puede considerarse como un mecanismo en el que se introduce el pensamiento y del que se extrae una señal acústica: (13) Estructura del pensamiento
Estrategia del hablante
Ondas sonoras
Este proceso general, que encierra una comunicación dentro de una sucesión de señales físicas, se compone de varias estrategias parciales, entrelazadas de modos complicados. Un componente relativamente autónomo introduce la estructura sintáctica superficial, de acuerdo con las reglas fonológicas, en los patrones de inerva64
ción para los órganos del habla. Para el uso escrito de
ción para los órganos del habla. Para el uso escrito de la lengua, a este componente periférico tiene que subor dinársele una estrategia especial, que organiza los im pulsos para la actividad de escribir según la estructura sintáctica de superficie. Esta estrategia parcial tiene que apoyarse también en un componente modificado de la gramática, ya que las estructuras fónica y escrita de una lengua no se corresponden. Ambos componentes vienen controlados por estrategias centrak;, que encierran la comunicación intentada dentro de la estructura sintác tica requerida. Según la hipótesis que hemos fundamentado en la sección 5.3, la estructura del pensamiento viene deter minada por inclinaciones o disposiciones generales hu manas que son base de los rasgos semánticos. Si esto es cierto, entonces las ideas que el hablante intenta co municar tienen una estructura discreta, enlazada, de un modo todavía desconocido, con la estructura de la len gua. Lo seguro es que no todo pensamiento puede ex presarse en toda lengua de manera análoga: donde en chino será adecuada una breve frase, el alemán nece sitará una secuencia larga y complicada, y viceversa. La causa son las diferencias léxicas y sintácticas en las gra máticas de las distintas lenguas. Por consiguiente, un proceso parcial esencial en la estrategia del hablante tiene que acomodar la estructura del pensamiento a la construcción del significado de una frase o parte de fra se posible en la lengua, que pueda ser representada me diante una estructura sintáctica profunda. La estructura pl an sintácticamente estruc del pensamiento organiza un plan turado, que pone en movimiento los detalles concretos del acto de habla. No sabemos por ahora describir con mayor precisión el modo como se elabora este plan sin táctico. Una simple coordinación entre conceptos y pa labras o entre juicios y planes de frase queda excluida ya por el hecho de que primero hay que generar las propias estructuras lingüísticas, que sólo están dadas en forma de reglas de formación. No se puede, pues, pos tular que el pensamiento tiene una existencia autónoma anterior a su estructuración lingüística, aunque ciertas
investigaciones psicológicas muestran que tampoco cabe excluir esto, como una posibilidad entre otras. Por con siguiente, se puede entrever que hay grados distintos en cuanto a la dependencia en que los pensamientos que hay que codificar se encuentran respecto al lenguaje. Otro complejo parcial de la estrategia traslada los elementos y relaciones sintácticos que son base de la es tructura del significado al plan más concreto de ia estructura sintáctica de superficie. Esto se realiza sobre la base de las reglas sintácticas transformacionales, se gún la capacidad de la memoria operacional: estructuras complicadas, que desbordan de la capacidad de realiza ción de la estrategia, son bloqueadas, alteradas estructu ralmente, despedazadas, reconstruidas. Sólo entonces pueden las estrategias periféricas producir la efectiva forma fónica o escrita. Este esbozo, necesariamente indeterminado, muestra claramente que la gramática es una de las condiciones previas decisivas para la estrategia del hablante: la gra mática ofrece las estructuras requeridas para la codifi p rodu ducc cció ión n d e una frase. Sin embargo, no cación, para la pro hay que confundir la generación de una frase según las reglas de la gramática con el habla efectiva. Una com paración con la aritmética aclarará esta importante dis tinción. Las reglas de la multiplicación o de la adición determinan formalmente cómo hay que construir el pro ducto o la suma de cualesquiera números. El conoci miento, por lo menos inconsciente, de dichas reglas es condición necesaria para toda operación de cálculo, o sea que las reglas tienen que estar, como la gramática, presentes en el cerebro. Pero el modo como se ejecuta una operación determinada de cálculo mental depende de una estrategia calculatoria que no es parte de la aritmética. La condicionan, entre otras cosas, las limi taciones de la memoria. Una multiplicación que ya re sulta imposible mentalmente se hace fácil cuando un lápiz y papel extienden el alcance de la memoria. Y no por ello cambian las reglas almacenadas en el cerebro. Análogamente, un enunciado concreto no se produce aplicando las reglas según la constitución lógica de la 66
gramática. Esta prescribe sólo que el resultado de todas las operaciones de la estrategia del hablante tiene que presentar determinada estructura. No es, pues, de rigor que se genere primero una estructura profunda com pleta, que luego se la traslade a la estructura de super ficie y finalmente se la recubra fonológicamente. Puede ser también que se produzca en seguida una parte de una frase y se la pronuncie con todas sus propiedades fono lógicas, y que luego se complete la estructura profunda. Los distintos procedimientos parciales tienen, pues, que poder recorrer múltiples ciclos y contener muchas re troacciones. Como en el cálculo mental, al producir fra ses puede suprimirse la limitación resultante de las es trecheces de la memoria. Una frase que supera la capacidad de alcance de la memoria operacional y, por consiguiente, cae en el anacoluto, puede fácilmente rec tificarse de acuerdo con co n las reglas de la gramática me diante lápiz y papel. De ahí resulta que no sólo las partes periféricas de la estrategia, sino también partes centrales, operan de modos muy variables tanto en el habla como en la escritura, lo.cual podemos percibir con toda facilidad reflexionando sobre el proceso del es cribir. 8.2. 8.2. Dicho Dic ho con alguna tosquedad, tosquedad , el oyente tiene que invertir el acto del habla: a partir de una sucesión de ondas sonoras o de trazos en un papel, tiene que des cubrir la estructura de la frase con todas sus propiedades esenciales. La estrategia del oyente es, pues, un meca nismo de entrada y salida que recibe las ondas sonoras y entrega la descripción estructural de la frase, según está presente en el cerebro: (14) Ondas sonoras
Estrategia del oyente
Descripción ^ estructural
También la estrategia del oyente se compone de va rias estrategias parciales imbricadas. Una vez más, sólo 67
podemos esbozar la edificación. Por lo pronto, hay que disipar un error en el que es fácil caer. Muchos tienden a pensar que el comprender una frase en una lengua conocida es un proceso en gran parte pasivo, que regis tra, como una cinta magnetofónica, los ruidos oídos y sus propiedades lingüísticas. Las investigaciones de los últimos decenios han demostrado que tal concepción es inadecuada incluso para el aspecto meramente acústico. El oído separa ya, según un proceso activamente dirigi do —aunque inconsciente—, determinados fenómenos sonoros, modifica las impresiones ajustándolas a ciertos esquemas, y éstos no están de ningún modo presentes en la señal acústica. El hecho se puede observar direc tamente escuchando a dos personas que hablan a la vez: podemos concentrarnos sobre lo que dice una, y apenas percibimos lo que dice la otra, aunque objetiva mente hable más alto. Por otra parte, registramos a menudo sonidos que acústicamente no se han presenta do, pero que el oído ha “completado”. Este proceso de selección se produce a varios niveles, y la estructura sintáctica y semántica de la frase —que el oyente tiene que reconstruir por su parte— interviene en casi todos estos niveles. Los procesos fundamentales de la estrategia del oyente operan más o menos como sigue. El oído toma de la corriente fónica ciertas informaciones básicas, y no sólo las que determinan la estructura lingüística. Por la señal fónica, el oyente se entera de la edad, el sexo, el estado de ánimo y otras características del ha blante. Estas informaciones básicas se almacenan en una memoria de corto alcance y se someten a una descom posición fonológica provisional. El resultado de este análisis previo es comparado con una estructura fónica producida en un subcomponente de la estrategia del ha blante. Si hay coincidencia, la estructura fónica queda identificada y puede ser transmitida al siguiente paso del análisis. Si no hay coincidencia, hay que producir una fó nica ca y com co m para pa rarla rla a su vez. Esta nueva estructura fóni alternancia de producción y comparación se prolonga hasta que el sonido oído puede ser subordinado a una 68
estructura fónica ajustada a la gramática. De modo pa recido, la estructura fónica sirve de disparadero de los componentes sintáctico y semántico de la estrategia del oyente, hasta que se identifican todos los niveles estruc turales de la frase y se reconstruye su sentido. También la estrategia del oyente puede recorrer varios ciclos o estrategias parciales repetidamente, y las decisiones sobre la estructura sintáctica o semántica pueden influir sobre el análisis fónico. Muchas veces nos damos cuenta de las correcciones retroactivas, por ejemplo si identificamos una señal como Tenía una rara actitud, y a consecuen cia de otras conexiones posteriores lo entendemos como Tenía una rara aptitud. Que ya el mero oír depende de la estructura semántica, se muestra claramente en la in seguridad con que entendemos los nombres propios, se mánticamente indeterminados, o en la dificultad de iden tificación acústica de las frases de una lengua extranjera. 8.3. 8.3. Los procesos en el hablante habl ante y en el oyente se se co rresponden como los de codificación y “descodificación” o desciframiento de una comunicación. Sin embargo, ambos procesos no se desarrollan según estrategias se paradas y en cierto modo opuestas. Como cada hablante es oyente potencial y viceversa, las estrategias para am bos papeles se entrelazan estrechamente. Para muchas partes esenciales cabe asumir que los mismos mecanis mos entran en juego, con fines distintos. Ambas estra tegias se apoyan en la misma gramática, que genera las estructuras necesarias tanto para la codificación como para el desciframiento, de modo que carece de sentido la noción, defendida por ciertos lingüistas, de que hay una gramática para el hablante y otra distinta para el oyente. No es posible siquiera separar las estrategias ne cesarias para la aplicación de la gramática. Es muy verosímil que los procesos que hemos reuni do bajo el concepto de estrategia del hablante-oyente reaparezcan de modo parecido en otras tareas y con ductas: también en el cálculo se aplica una estrategia psicológicamente determinada, para poner en acción re glas o leyes formales aprendidas. Lo mismo vale para
el juego de ajedrez, para la obediencia a las leyes del tráfico —o su violación—, para el tocar el piano o para el pensamiento lógico. Y de la combinación de la estra tegia del hablante-oyente para dos distintas gramáticas resulta inmediatamente el esquema básico de la traduc ción. En todos estos casos la conexión de sentido, el plan de la conducta y los procesos mentales se forman según reglas aprendidas y se desarrollan y realizan en pasos estratégicos numerosos y estrechamente entrelaza dos. El ptogreso reciente de la psicología ha precisado, en un grado muy superior a lo aquí esbozado, las con cepciones sobre la conformación y el funcionamiento de tales operaciones. Hay que admitir que las estrategias de pensamiento y de conducta en el uso del lenguaje no se distinguen fundamentalmente de las aplicadas en actividades complejas semejantes. Los conocimientos so bre la estructura lingüística y sobre las condiciones ne cesarias para su uso pueden ser, pues, un hilo guiador para el análisis de otras estructuras psicológicas.
9. En el horizonte más amplio donde hay que situar la teoría de la estructura de las lenguas humanas se en cuentra finalment finalmentee el el problema de la capacidad de apren dizaje del lenguaje. Como en el caso del uso del len guaje, se trata de un problema psicológico general, cuyo aspecto lingüístico es especialmente importante. En una evolución normal, un niño se apropia en pocos años to dos ios aspectos esenciales de su lengua materna y domi na entonces un conjunto indefinidamente ampliable de frases, incluyendo las que nunca ha oído ni dicho. Esta apropiación se produce espontánea y activamente, o sea que un niño aprende una lengua aunque nadie se preocu pe de enseñársela. La única condición necesaria es que viva dentro de una comunidad lingüística: que se hable a su alrededor y que le hablen a él. En el desarrollo del niño, el aprendizaje del lenguaje está tan fijado como la 70
fase en que aprenderá a tenerse de pie, a correr o a usar las manos con fines instrumentales. Toda persona que haya observado este proceso sabe que un niño no aprende una lista de palabras o de frases, sino que, pa sando por distintas etapas, la primera de las cuales es ]a de la frase de una sola palabra, comprende estructu ras progresivamente complejas, luego las produce, y así, paso a paso, asimila toda la gramática de la lengua aprendida. O mejor: la construye. Porque en tal proceso es necesaria una reelaboración activa de las experiencias concretas: un niño oye frases, pero lo que tiene que extraer son sus regularidades. Para caracterizar este pro ceso con alguna mayor precisión, necesitamos aclarar algunos conceptos previos. 9.1. Por análisis lingüístico pueden entenderse dos pro cesos muy distintos. Por una parte, la expresión designa la determinación de los elementos y de sus conexiones en frases concretas, según reglas previamente dadas. Esta forma de análisis la ejecuta inconscientemente el oyente o el lector en el proceso de la comunicación, se hace conscientemente en el análisis de las frases en las clases de gramática, y tendría que ejecutarlo mecánica mente una máquina destinada a la traducción automá tica, lo que implica un correspondiente programa de análisis para las frases que le fueran sometidas. Por otra parte, designamos con aquella expresión el descubrimien to de las reglas que están en la base de un conjunto de frases dadas, o sea las reglas que hacen posible un aná lisis en el primer sentido. Este proceso determina el trabajo del lingüista que intenta descubrir las reglas de una lengua, su gramática, y se lleva a cabo inconscien temente en el proceso de aprendizaje del niño, que se construye su gramática a partir de frases oídas, repeti das y corregidas. En ambos sentidos, el análisis es un procedimiento que se aplica a frases dadas, pero el re sultado y las presuposiciones son distintos. En el primer caso, a cada frase singular se le asigna su descripción estructural, y la presuposición es el conocimiento de las 71
reglas que están en la base de las frases. En el segundo caso se asigna una gramática a un corpus. La gramática tiene que poder luego generar todas las frases de la lengua de que el corpus es un ejemplo representativo. La presuposición es una correspondiente estrategia de aná lisis y una concepción de la forma del resultado que hay que alcanzar, o sea de la forma de la gramática. La relación entre los dos distintos procedimientos se repite a un nivel superior: podemos analizar una lengua adoptando como premisa una cierta teoría de la gramá tica, o podemos analizar varias lenguas con el fin de descubrir aquella teoría, o sea los universales del len guaje. En el segundo caso se presuponen única y exclu sivamente los principios generales de la metodología. Por lo demás, ambos sentidos del término “análisis” no se limitan de ningún modo al problema lingüístico. Se puede analizar un orden social sobre la base de una teoría económica dada, lo cual significa, en el primer sentido del término, aplicar a un caso singular reglas o leyes aceptadas. O se puede intentar hallar precisamente tales leyes mediante el análisis de diversas transformacio nes sociales. Del mismo modo, una sonata puede anali zarse dando por supuesto la forma de la sonata. O pue den analizarse varias composiciones musicales buscando sus principios de composición. Es evidente que el análi sis en el primer sentido no es posible sin el resultado del análisis en el segundo sentido, pero que, inversamente, el análisis en el segundo sentido se hace posible mediante una serie de análisis provisionales en el primer sentido, cuyo resultado debe juzgarse según su utilidad para un análisis general. El análisis provisional de frases aisladas, según lo ejecuta un lingüista, tiene por consiguiente que controlarse siempre con miras a la gramática que de él resulta. Y el niño que aprende a hablar verifica cons tantemente su tentativa estructuración de frases aisladas contrastándola con casos análogos construidos como prueba. De la relación entre ambos procesos de análisis de riva finalmente la aporía metodológica de la llamada in terpretación hermenéutica. Su principio consiste en que 72
dado un objeto —un poema, una novela, una melodía, etcétera— hay que aplicarle a la vez ambos procedi mientos de análisis. No se presupone ningún sistema de análisis, con lo cual cada análisis es necesariamente pro visional, pero cuando este análisis provisional es con trastado con otras pruebas de análisis, tampoco se hace el contraste mirando a reglas generales. La contamina ción de ambos procedimientos lleva al conocido dilema de que cualquier resultado singular es tan justificado como cualquier otro, y, en definitiva, es inverificable. El hecho de que para el análisis que lleva al descu brimiento de la gramática hayamos aducido a la vez el trabajo de investigación del lingüista y el proceso de aprendizaje del niño no tiene un valor meramente ilus trativo. Se puede concebir una misma situación lógica como un problema teórico o como un problema psico lógico. Ya hemos adoptado esta doble interpretación para la mayoría de los conceptos introducidos hasta aho ra: gramática, lengua, estructura, rasgos semánticos, sin tácticos, fonológicos, son concebidos a la vez como con ceptos de la teoría y como designaciones de hechos psíquicos. La relación entre ambas interpretaciones es parecida a la que se da entre una fórmula estructural química y la disposición de los átomos en una molécula, o el esquema de enlaces de un aparato de radio y los cables y piezas en el aparato mismo. Por consiguiente, las reglas formalizadas de la gramática representan a la vez, de modo más abstracto, ciertas conexiones psicoló gicas o, más precisamente, neurofisiológicas, sin que has ta ahora dispongamos ni siquiera de un barrunto de cómo se realizan. Para la teoría del aprendizaje del len guaje, resulta de ahí la hipótesis fundamental de que los medios auxiliares y los criterios con cuya ayuda el lin güista construye una gramática tienen que tener una co rrespondencia en las condiciones que capacitan a un niño para el aprendizaje del lenguaje. Sin embargo, para el descubrimiento de la teoría de la gramática, o sea de los universales, esta doble interpretación no tendría ni sentido ni justificación: este proceso no se corresponde con ningún proceso psicológico.
9.2. 9.2. Para Pa ra descubrir la gramática de de una lengua lengua se re quiere que, a partir de un conjunto limitado de enun ciados, se construyan las reglas para todas las frases de la lengua. Aquí tenemos que señalar una asimetría, has ta ahora no observada, entre lenguaje y gramática. El conjunto de frases generado por un sistema de reglas está unívocamente determinado. Una gramática no pue de enumerar dos lenguas distintas. Inversamente, en cambio, un conjunto de frases, una lengua cualquiera, puede ser generada por más de un sistema de reglas, si concebimos las frases como cadenas de palabras o de fonemas subyacentes a la sucesión fónica. Así, una gra mática del castellano podría contener entre otras las dos reglas de formación una frase se compone de sujeto y pred pr edic icad ado o y un predicado se compone de verbo transi tivo y objeto, mientras que otra gramática podría conte ner en vez de aquellas dos la regla única una frase se compone de sujeto, verbo transitivo y objeto. Este trozo de gramática podría formalizarse del modo siguiente: (15)
Gramática I: F r a s e —>- Sujeto Predicado Predicado -->■ Verbo Objeto Gramática II: Frase —>■ Sujeto Verbo Objeto
Si todas las demás reglas de las gramáticas I y II son iguales, ambas generan la misma lengua. Pero a las fra ses se Ies adscriben estructuras distintas: en la estructura profunda la gramática I reúne verbo y objeto en un constituyente único, “predicado”, que no se da en la gramática II. Ambas gramáticas generan ciertamente el mismo conjunto de frases, pero con diferentes descrip ciones estructurales. De modo que el resultado del pro cedimiento de análisis no viene unívocamente determi nado por las frases del corpus dado. Pero si se dan 74
varias gramáticas para una misma lengua, ¿cómo cons truye, pues, el niño “su” gramática, cómo escoge el lin güista entre distintos análisis? El primer hecho decisivo es que el resultado del pro ceso de análisis tiene una forma predeterminada en mu chos puntos. Los elementos de base de que se dispone para la estructuración de la forma fónica y del signifi cado vienen dados previamente con el inventario uni versal de los rasgos semánticos y fonológicos, y las po sibles relaciones sintácticas con el repertorio de las categorías y reglas universales. La totalidad de las pro piedades universales, según las hemos enumerado pro gresivamente, forman, pues, algo así como un tamiz innato, por el que tienen que pasar todas las experien cias lingüísticas. Esto significa que una persona no pue de extraer de su experiencia conceptos, categorías y relaciones de un modo completamente amorfo, sino que sólo llega a obtener los que pueden edificarse con los elementos v esquemas de combinación preformados. Sin embargo, los conceptos y las estructuras no se forman de ningún modo independientemente de la experiencia: en la competencia lingüística y en la estructura de pen samiento enlazada con ella, sólo entran como elementos las disposiciones que han sido estimuladas o activadas por la experiencia y el trato con el mundo exterior. Pero las experiencias concretas en el proceso de aprendizaje no se registran en una tabula rasa, sino que producen una conformación característica de las predisposiciones. Los posibles resultados de la estrategia de análisis, las gramáticas que un niño puede alcanzar, quedan con ello circunscritas en gran medida: los universales formales y sustantivos excluyen, de entre el conjunto infinito de las gramáticas posibles para una lengua dada, la mayoría. Sin embargo, es verosímil que queden todavía varias gramáticas, incluso tal vez en número infinito, que pue dan generar una lengua dada, en aquellas condiciones restringidas. Si es así, se escoge de entre ellas el sistema de reglas más sencillo, o sea la gramática que contiene menos y más breves reglas, y, por lo tanto, requiere la menor capacidad de memoria. La estrategia del análi 75
sis, por consiguiente, tiene que disponer, además del in ventario de universales potenciales, de un procedimiento para la selección de la gramática más sencilla. Esta pre suposición es muy plausible, pero de ninguna manera trivial. De estas consideraciones sobre el doble aspecto del proceso de análisis se sigue que el aprendizaje del len guaje presupone también el desarrollo de la estrategia del hablante-oyente. Es seguro que antes del aprendizaje de la lengua materna un niño no posee ninguna estrate gia desarrollada que le permita analizar frases según una gramática que todavía tiene que aprender. Esta capa cidad se adquiere a través de las experiencias lingüísticas del período de aprendizaje. Pero, como las propiedades universales de la gramática, está contenida en estado la tente en la predisposición innata, como posibilidad nor mal de desarrollo. La transición desde el estado pre-lingüístico al dominio de la lengua incluye, pues, además de la apropiación de una determinada gramática, el des arrollo de la estrategia del hablante-oyente. Una vez fijado este mecanismo, disponemos de él también para el análisis y la producción de frases de otras lenguas, habiendo aprendido su gramática. El aprendizaje de una segunda o una tercera lengua es, pues, un proceso dis tinto del del aprendizaje de la primera lengua o del habla en general: lo simplifica la ya desarrollada compleja ca pacidad para analizar experiencias lingüísticas. Ahora podemos esbozar la interacción de los tres componentes que parecen necesarios para el aprendizaje del lenguaje: universales, evaluación de simplicidad, y mecanismo del uso de la lengua. Un niño es sometido a una cantidad grande, pero limitada, de experiencias lin güísticas: oye frases, intenta repetirlas y formar otras, es comprendido o se le comprende mal y se le corrige, y pone en conexión enunciados lingüísticos con otros fe nómenos. Las experiencias de este tipo son los datos de entrada para la estrategia del análisis. Se los somete a una determinación estructural provisional, cuyo alcance depende del estado de desarrollo de la estrategia del oyente, y de los conocimientos lingüísticos ya almacena 76
dos. Por esto se presenta al principio la identificación y la imitación de las “palabras-frases”, totalidades apenas analizables todavía lingüísticamente. El mejor modo de concebir la progresiva conformación y ampliación del conocimiento de la lengua es como un no-reflexivo tra bajo de investigación: basándose en los universales in natos, el niño construye reglas, “hipótesis”, que explican las experiencias tenidas hasta entonces. Tales hipótesis se ordenan según !a simplicidad, en el sentido de que las más sencillas son las que primero se someten a prue ba. Por esto el niño produce generalizaciones falsas tales como decir ando en vez de anduvo, volve en vez de vuelve, porque la flexión de los verbos regulares se ge nera mediante reglas más sencillas que las de los irre gulares. Las hipótesis quedan incorporadas al conoci miento lingüístico, hasta que nuevas experiencias las desmienten. Entonces se forman reglas suplementarias, se modifican viejas reglas, y la gramática mejora. Si se producen nuevas discordancias entre el conocimiento y la experiencia, la gramática es reconstruida de nuevo. Las reglas desarrolladas se someten a prueba en seguida, activa y espontáneamente. De ahí resultan muchas de las combinaciones de palabras aparentemente sin senti do, los juegos venales y el hablar para sí mismo. Por tales procedimientos se completa y comprueba el cono cimiento lingüístico, y se desarrolla la estrategia del ha blante-oyente. La gramática desarrollada en cada estadio del proceso de aprendizaje queda, pues, en seguida a disposición para el uso del lenguaje. Así resulta el si guiente ciclo de trabajo para la total estrategia de aná lisis:
E s tr a te g i a hablanteo yente
E v a lu a c ió n - > de simpli —> Gramática c id a d
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Repetidas veces hemos insistido en que todas estas operaciones se realizan en gran medida de modo incons ciente. Pero el esquema (16) representa a la vez estra tegia y medios auxiliares del análisis lingüístico cons ciente. En este caso, hay que reemplazar el primer componente por las reflexiones heurísticas y la verifica ción de las reglas admitidas, y el segundo y el tercero constituyen la teoría lingüística presupuesta. 9.3. 9.3. Si concebimos el aprendizaje espontáneo espo ntáneo de una lengua como una investigación lingüística no-reflexiva, que dispone de todos los medios incluidos en la teoría del lenguaje, entonces la capacidad de aprender una len gua se caracteriza por una multitud de condiciones es peciales, basadas en predisposiciones biológicas. Para fundamentar más precisamente esta hipótesis rica en consecuencias, es útil compararla con la teoría “behaviorista” del aprendizaje, que es la única concepción alternativa, explícitamente formulada, sobre el aprendi zaje del lenguaje. Según esta teoría, un organismo aprende sus esque pro cesos sos que se intermas de conducta mediante dos proce condicionan: en primer lugar se generalizan inductiva mente ciertas impresiones sensoriales características, y en segundo lugar ciertas señales de excitación o estímu los se enlazan asociativamente con una reacción, con un significado. B. F. Skinner, uno de los principales defen sores de esta teoría del aprendizaje, logró demostrar experímentalmente que una rata es evidentemente capaz de aprender por este procedimiento a introducir una ficha en una máquina automática para obtener comida. La rata se apropia el “significado”, la finalidad, de la ficha. De modo semejante, los animales logran distinguir ruidos, colores y formas geométricas, y relacionarlos con significados experimentalmente determinados. Los expe rimentos de Pavlov con perros fueron la primera de mostración, además fisiológicamente fundada, de esta capacidad. El motor para la abstracción y ¡a asociación de significado y señal, para la aparición de un arco de reflejos, es la confirmación, por el éxito repetido, de la 78
reacción que al principio era fortuita. De igual modo, s e g ú n esta concepción, diferencia un niño que aprende a hablar las señales fónicas y los fenómenos del mundo exterior, y los asocia formando un signo lingüístico. Se gún esto, las propiedades de las señales que sirven para la constitución de las formas lingüísticas estarían tan poco predeterminadas como la estructura de las condi ciones del medio ambiente que son base del significado, en el caso de que ambos fenómenos pertenezcan al do minio de la percepción sensorial. El mecanismo de aprendizaje del lenguaje podría, pues, tener una estruc tura mucho menos complicada que la postulada en (16). Sólo tendría que realizar dos operaciones: generalizar inductivamente, o sea formar clases de percepciones, y asociar tales clases en signos o complejos de signos. Son precisamente los dos principios de la teoría taxonómica del lenguaje, que ya Saussure aceptó y que en el distribucionalismo se enlazó consecuentemente con la psico logía “behaviorista”. Sobre la base de este esbozo, tos camente simplificado, de la teoría del aprendizaje basada sobre el concepto de reflejo, tenemos que demostrar que es insuficiente para explicar el aprendizaje del lenguaje. Sólo marginalmente mencionaremos que ya no es capaz de explicar la adquisición de los modos de conducta na turales y espontáneos, no manipulables experimentalmen te, de los animales, por ejemplo la capacidad de cons truir nidos. Discutiremos dos entre las numerosas razones que afectan a las condiciones especiales del aprendizaje del lenguaje. Primero. Hemos mostrado que un hablante, al en tender o formar una frase, se refiere entre otras cosas a la estructura profunda de la misma, y con ello a mu chos elementos que no aparecen de ningún modo en la estructura de superficie. Un ejemplo sencillo lo presentan las frases imperativas castellanas. ¡Venid! contiene un sujeto latente vosotros, que no aparece en la estructura de superficie, pero sí pertenece a la estructura profunda. La prueba la proporciona la imposibilidad, en los im perativos de los verbos esencialmente intransitivos, de tener otros pronombres reflexivos que os o te (prescin 79
diendo del “tratamiento de respeto” usted)- Como, según una regla general, el pronombre reflexivo tiene que con cordar con el sujeto, incluso cuando éste es latente, que dan excluidas frases como ¡Caedme! o ¡Caedse! Pero los elementos latentes no pueden nunca figurar como señal en el proceso del aprendizaje. Para aprender reglas de las que resultan frases con elementos latentes, el orga nismo tiene que estar dotado desde el principio con me dios para dirigir, de manera muy sistemática, la opera ción de completar la estructura de superficie, o más precisamente la estructura de la señal, hasta la descrip ción estructural entera. Argumentos semejantes, aunque menos directos, valen para la comprensión de los signi ficados complejos de elementos singulares. También aquí, en general, las percepciones sensoriales no ofrecen una base suficiente para el proceso de aprendizaje. La dis posición para completar y combinar componentes ele mentales, o sea los rasgos semánticos, tiene que aportar la consigo el sujeto que aprende. Segundo. El número de las frases que un niño de pocos años usa correctamente, y sabe distinguir de las frases mal formadas o sin sentido, supera con mucho lo que en aquellos años podría aprender enlazando asocia ciones. Un niño, en particular, comprende también frases con las que no se ha encontrado nunca, que, por lo tan to, no ha podido nunca adquirir por el camino de la asociación, y de las que dispone sólo gracias a su facul tad innata de construir y extrapolar. Además, el niño se apropia la gramática completa y correcta basándose en un material de experiencia extraordinariamente defec tuoso, que incluye una multitud de frases corruptas. El hecho de que no aprenda aquellos defectos, sino las re glas de que constituyen una desviación, no puede tam poco explicarse mediante la teoría de la asociación. Fi nalmente, la asombrosa convergencia de los resultados del aprendizaje de numerosos niños, que han pasado por experiencias individuales muy distintas, sólo se explica si aquellas experiencias han sido filtradas por un sistema muy especial de iguales predisposiciones. Estas consideraciones no demuestran que sea impo 80
sible la formación de asociaciones y modos de conducta por el camino que concibe la teoría “behaviorista”. Mu chos experimentos han demostrado de modo convincente la acción de tales procesos. Pero se trata de que los resultados de tales experimentos no permiten sacar con clusiones arbitrariamente para hechos más complejos, para los que la asociación y la inducción no ofrecen ya explicación alguna. Los conocimientos más complicados, como el dominio del lenguaje, tienen que apoyarse en inclinaciones heredadas del sujeto, las cuales, disparadas por el enfrentamiento con el medio ambiente objetivo, se convierten en efectivas capacidades. De la experiencia concreta resulta el que ciertas de aquellas inclinaciones se activen y desplieguen. De la comunidad lingüística que lo rodea depende, pues, el que un niño aprenda tal lengua, pero no el que aprenda una lengua. Poseemos claros indicios de que el aprendizaje del lenguaje viene condicionado por disposiciones biológicas que no se limitan de ningún modo a los órganos exter nos, sino que abarcan estructuras neurofisiológicas muy hondas. En primer lugar, la capacidad ’de aprender una lengua es una propiedad de la especie de los homínidos. Ningún otro ser viviente es capaz de aprender ni si quiera un trozo de una lengua natural. La capacidad de lenguaje está, pues, ligada, con una muy determinada especificidad, a las disposiciones hereditarias humanas. Otro indicio del condicionamiento biológico del aprendizaje del lenguaje es la gran transformación que sufre esta capacidad durante el desarrollo del organismo en general. Se presenta espontáneamente en una edad determinada, antes de la cual fracasa todo intento de que un bebé aprenda ni una sola palabra, alcanza pronto una cumbre y disminuye rápidamente después de la pu bertad. Un adulto sólo puede ya ampliar su gramática mediante reglas aisladas, y en particular puede introdu cir sin cesar nuevas combinaciones en su léxico. Pero apenas es capaz de asimilar gramáticas globalmente, como hace un niño. El hecho se muestra claramente en las diferentes maneras como los niños y los adultos aprenden lenguas extranjeras: en gran medida, el adulto 81
tiene que recurrir a la traducción, o sea a la analogía con una lengua ya conocida, como medio auxiliar, y su conocimiento lingüístico se extiende de modo puramen te aditivo. El niño se apropia una segunda o una tercera lengua con autonomía y con un gasto de energía en el aprendizaje mucho menor, con tanta espontaneiddad como su lengua materna. Por ahora desconocemos qué procesos fisiológicos están en la base de este cambio. Salta a la vista el paralelismo con el retroceso de otras capacidades fisiológicamente determinadas. Así, un adul to aprende a esquiar, a nadar o a ir en bicicleta de modo muy distinto al de un niño o un adolescente. Desde este punto de vista la teoría del aprendizaje del lenguaje se emparenta con resultados de las recientes investigaciones europeas sobre la conducta, obtenidos so bre todo por Lorenz y Tinbergen. El aprendizaje del lenguaje aparece ahora, en contraste con la concepción “behaviorista”, como un complejo entrelazamiento de disposiciones instintivas y de experiencias sociales in citadoras. 9.4. 9.4. U n componente compo nente necesario de la teoría del del apren apre n dizaje del lenguaje es el sistema de los universales lin güísticos, de la que resulta una universal predisposición de la estructura del pensamiento. Si rechazamos esta premisa, no podemos mantener la teoría del aprendizaje en la forma expuesta. Se hace, por consiguiente, necesa rio discutir una tesis de Benjamin Lee Whorf, un dis cípulo de Sapir, que encierra implícitamente una nega ción de la hipótesis sobre los universales. Alrededor de 1935, Whorf elaboró la idea de que la estructura del pensamiento, y con ella toda la relación con el mundo, viene determinada por la estructura específica de cada lengua. Cada comunidad lingüística quedaría, pues, mar cada por su lengua en cuanto a su relación con el uni verso, y se distinguiría de toda otra comunidad. Entre otros argumentos, Whorf ilustró su hipótesis mediante el análisis de las relaciones espacio-temporales según se expresan en ciertas lenguas indígenas americanas, con cluyendo que dichas lenguas manifiestan una concepción del espacio y del tiempo impenetrable para el europeo: 82
según Whorf, la comprensión que las tribus indias ame ricanas tienen del espacio y del tiempo no se ajusta a la geometría euclídea ni a la lógica aristotélica, ligadas específicamente a las lenguas indoeuropeas. Por otros caminos, también Leo Weisgerber ha desarrollado la idea de este “relativismo lingüístico”, convirtiéndola en la noción de la “visión lingüística del mundo”, punto de apoyo de la “gramática del contenido”, escuela que desde la última guerra ha influido mucho en la lingüís tica alemana. A pesar de las numerosas ilustraciones de la hipótesis de Whorf, han fracasado todos los intentos de precisarla en grado suficiente para que de ella resul taran proposiciones empíricamente verificables y suscep tibles de refutar la hipótesis de los universales semánti cos. Tales intentos se han hecho, por ejemplo, señalando las muy distintas subdivisiones que los términos de co lor en diversas lenguas introducen en el espectro cromá tico. Para justificar estrictamente la hipótesis, debería resultar de ahí que la percepción de los colores difiere de una comunidad lingüística a otra. Pero los experi mentos sólo han demostrado que la estructura de la lengua determina la dificultad de dar un nombre a cier tas distinciones cromáticas. No difieren las percepciones, sino la posibilidad de expresarlas. La designación es tan to más fácil cuanto más sencilla es la expresión que una lengua ofrece para la distinción percibida. Pero esto no refuta de ningún modo la universalidad de los elementos semánticos básicos. Es cierto que el esquimal dispone de más de una docena de palabras para otros tantos tipos de agua helada, y que el alemán tiene que distinguirlos mediante perífrasis complicadas y, por lo tanto, difíciles de hallar. Pero su estructura semántica puede aproxi marse a la de las palabras sencillas del esquimal con toda la precisión deseable. Si ni la teoría de Whorf ni la de los universales son susceptibles de verificación inmediata, tienen que decidir las consideraciones indirectas y las implicaciones teóri cas. Y aquí la hipótesis de Whorf lleva a una aporía. Puesto que la teoría “behaviorista” se ha mostrado insu ficiente, y que hay que presuponer una disposición más 83
complicada e innata del mecanismo de aprendizaje, de la tesis del relativismo lingüístico en sentido estricto se seguiría que cada niño está predispuesto para aprender una determinada lengua y un determinado sistema de pensamiento. Pero la experiencia lo desmiente. Un niño aprende, sin limitación alguna, la lengua de la comuni dad en que crece, con entera independencia de la raza o la cultura a que pertenecían sus padres. La tesis del relativismo lingüístico debe tenerse pues por refutada en todos los puntos en que choca con la hipótesis de los universales. De otro modo, no comprenderíamos cómo un niño aprende cualquier lengua materna, dependiendo sólo de su medio ambiente.
10. La lingüística estructural ha aportado una compren sión más precisa de la relación entre lenguaje y gramá tica, de su estructura formal, de sus elementos básicos, y de los mecanismos psicológicos que posibilitan el apren dizaje y el uso de la lengua. Con todo ello, cobran un nuevo sentido los resultados de la lingüística histórica del siglo xix. Todas las propiedades de una lengua que vie nen determinadas por universales lingüísticos tienen que darse por históricamente constantes. Pero en el interior de este marco todo es mudable, resultado de la historia, y susceptible de nuevos cambios. Partiendo de las evo luciones observadas y de ios presupuestos de la teoría del lenguaje, una teoría del cambio lingüístico tiene que mos trar los caminos y los mecanismos que permiten o pro vocan tales cambios. Ju n g g ram ra m m a tiker tik er,, que 10.1. 10.1. Las La s leyes leyes fonética fon éticass de los Jun caracterizan el cambio fonético de una lengua, resultan ser ahora reglas fonológicas que en un determinado mo mento se añaden a la gramática de la lengua. En el siglo vi, por ejemplo, el alemán reemplazó, en ciertos contextos fonéticos, las oclusivas p, t, k por las corres pondientes espirantes /, s, x. Así, el antiguo dorp se da s “esto”, y maken transformó en dorf “aldea”, d a t en das
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en maxen “hacer”. La regla que corresponde a esta lla mada “mutación consonántica alto-alemana” dice, con cierta simplificación: (17)
Una oclusiva se convierte en espirante en fin de palabra y entre vocales
La regla cambia un solo rasgo distintivo fonológico. El proceso histórico consiste pues en que los miembros de la comunidad lingüística pre-alto-alemana introduje ron en su gramática la regla (17). Las reglas de este tipo no se establecen forzosamente de un modo unitario en la totalidad de una comunidad lingüística. Si sólo determi nados grupos adoptan nuevas reglas, se producen dife renciaciones geográficas o sociales. Así, la regla (17) se ha impuesto en el alto-alemán, pero no en el bajo-alemán. En las regiones del medio-alemán han actuado diferentes reglas parciales, dando como resultado una dispersión de matices en los dialectos alemanes. Una transformación más reciente, expresable por la regla (18) (18)
__ _ • au y ai se convierten en o y e,
no ha entrado en la gramática de la lengua común o standard: sólo coloquialmente o en dialectos se dice ~bx kene por auch keine “tampoco ninguno”. Reglas como (17) o (18) pueden haber sido aceptadas desde hace tiem po en la gramática de una lengua, sin que cambie la forma abstracta, morfofonológica, de sus palabras. Lo único que se somete al cambio son los fenómenos foné ticos de superficie. La estructura morfofonológica, al principio inalterada, permite una fácil comprensión en tre los hablantes de distintos dialectos: sus gramáticas difieren sólo en un número relativamente pequeño de reglas. Pero en el curso del tiempo pueden introducirse tantas reglas nuevas que el sistema resultante no es ya la más favorable gramática de la lengua que ha surgido. Un niño que aprende una lengua en esta situación, obe 85
deciendo a la evaluación de simplicidad que dirige el proceso de aprendizaje, construirá una gramática fuer temente alterada, reduciendo las reglas, pero a la vez cambiando las estructuras fónicas abstractas. Tal muta ción de la gramática sólo puede darse en la transmisión de la lengua de una generación a la siguiente, ya que los adultos, según hemos visto, sólo pueden modificar aditivamente su conocimiento del lenguaje. En la super ficie de la lengua, la mutación no será visible, ya que la nueva gramática sigue generando la misma lengua. Si concebimos de este modo el cambio fonético como ampliación y mutación de la gramática, o sea como cam bio en la competencia lingüística, se esfuman numerosas dificultades y especulaciones que antes eran necesarias para explicar las causas del cambio fonético. Los Jung Ju ng grammatiker explicaban explicaban cambios como el que describe la regla (17) en términos de un desplazamiento progresivo de la articulación, por ejemplo mediante un aumento de la aspiración y una disminución de la energía en la oclu sión. Prescindiendo de que con ello había que presupo ner a su vez una desconocida causa fisiológica, existen numerosos cambios fonéticos que quedan completamente inexplicables. Un ejemplo craso es la metátesis, o sea el trueque de posición de dos fonemas, por ejemplo en el paso del castellano antiguo miraglo (del latín miraculu) al moderno milagro. Un cambio progresivo de la ar ticulación es aquí imposible, en tanto que el proceso se hace comprensible admitiendo que en determinado mo mento el hablante castellano introdujo una especie de regla de “preferencia” de los grupos de oclusiva más r más vocal respecto a los grupos con l, resolviendo esta preferencia mediante el trueque con una r vecina (pa labra por parab par abla, la, etc.). El cambio fonético no tiene pues ninguna causa fisiológica, y resulta más bien de la va riabilidad de la competencia lingüística como norma so cial, tan cambiable como las normas del vestir o del trato entre personas. Necesidades sociales, el deseo de distinguir mejor o de mudar, pueden expresarse en el cambio e incluso provocarlo. En la propagación de inno vaciones lingüísticas el prestigio social ha resultado tan 86
actuante como en otros dominios de la convivencia. La sociología lingüística ha descubierto en este punto regu laridades precisas, por muy lejos que estemos de poder dar explicaciones generales. Igual que el cambio fonético cabe explicar las varia ciones históricas de la estructura sintáctica: la gramática es ampliada primero por reglas de transformación, que a una estructura profunda le subordinan una estructura de superficie alterada. Luego las mutaciones alteran también la estructura profunda, en la medida que es posible den tro de las condiciones universales. En este punto, las in vestigaciones detalladas se encuentran en sus inicios. 10.2.. N o es verosímil que los significados 10.2 significados cam ca m bien bie n po porr una variación de las reglas semánticas que asignan a una expresión su sentido general sobre la base de sus mor femas y de la estructura sintáctica: tales reglas tienen que considerarse en gran medida universales. El cambio de significado descansa sólo en una reestructuración de los complejos semánticos en el léxico. En este punto son concebibles dos procesos, el primero de los cuales, la desaparición de ciertos significados, no presenta ningún problema teórico. Ciertos complejos de rasgos dejan de usarse y finalmente no son ya aprendidos. Más intere sante es la aparición de nuevos significados. A menudo, una palabra extranjera o una abreviación se introducen en el vocabulario como nuevos portadores de significado. Pero es más frecuente que morfemas ya existentes sean dotados de nuevas combinaciones de rasgos semánticos, por ejemplo cuando la palabra grupo adquiere un sen tido muy especial en sociología, y otro en matemática. Todavía más a menudo, nuevos significados se coordinan no con morfemas aislados, sino con uniones sintácticas de morfemas, compuestos o giros como autopista o ter cer mundo, que a veces dan en nuevas abreviaturas, como en la liga por el Campeonato de la Liga de Clubs de Fútbol. Tales combinaciones se lexicalizan y adquie ren un significado más rico en rasgos semánticos, o con los rasgos diferentemente organizados, de lo que les co rrespondía en principio. 87
La formación de nuevos significados está sometida a varias condiciones. En primer lugar, un nuevo complejo de rasgos no se introduce en el vocabulario por mera adición, sino que tiene que incorporarse a la estructura general. Cuando un concepto hasta entonces no existente se introduce en el léxico, por ejemplo mediante el mor fema extraño auto o mediante un sentido secundario de coche, entra en una red de complejos de rasgos, que determina en seguida sus relaciones sistemáticas: tiene antónimos y términos más generales bajo los cuales se subsume, el nuevo significado comparte estructuras con complejos ya existentes, etc. Así se explica que muchas veces puedan introducirse nuevos significados sin ningu na definición explícita. Se comprenden por el uso y por la estructura previa del léxico, y entonces se adoptan. Pero, recíprocamente, cada nuevo significado modifica la estructura por lo menos de ciertos sistemas parciales del léxico total. Lo que indicamos vagamente mediante estos ejem plos requiere una explicación teórica precisa, en la que los procesos queden formulados sistemáticamente con ayuda de los rasgos semánticos. Pero para una tal teoría de los cambios semánticos nos faltan todavía la mayo ría de las premisas. En la lingüística precedente, las ob servaciones empíricas eran fortuitas y se mezclaban con especulaciones indeterminadas. La enumeración de los elementos semánticos de base no ha pasado de los prin cipios, de modo que incluso la estructura sincrónica del léxico está en gran parte en la oscuridad, y a fortiori las leyes de su cambio. Pero son ya posibles dos afirmacio nes. En primer lugar, mientras que la estructura fonoló gica de las unidades léxicas se altera en casos relativa mente raros, o sea cuando se da una mutación de la estructura fónica, pero entonces se altera igualmente para todos los morfemas, la estructura semántica está sujeta a constantes posibilidades de variación. Y lo que se altera son sistemas parciales más o menos vastos, con dicionados por nuevos contenidos de pensamiento, inten ciones comunicativas y variaciones del medio ambiente. Éste es el principal proceso mediante el cual se acumula 88
lingüísticamente el conocimiento adquirido por la socie dad. Las estructuras fónica y significativa del léxico va rían pues con completa independencia una de otra y de modos muy distintos. En segundo lugar, la varia bilidad del significado viene influida por reglas de moti vación que tienen que formar parte de la propia estruc tura del léxico. Es decir, que en cada momento pueden ser formadas y comprendidas metáforas y traslaciones o desplazamientos de sentido que no afectan de modo permanente a la estructura del léxico, sino que desapa recen del inventario una vez usadas. Las reglas que ope ran en este punto operan también en la formación de nuevos significados lexicalizados. Tales reglas metafóri cas tienen evidentemente un carácter en gran medida universal. Los detalles del cambio semántico son difíciles de en tender, porque en ellos se interfieren dos procesos que antes hemos tenido que distinguir expresamente: la uti lización de reglas y la generación de nuevas reglas, en este caso de nuevas unidades léxicas. Dicho de otro modo: la productividad por aplicación de la gramática, y la productividad por su transformación. Muchas es peculaciones etimológicas o filológicas caen en el engaño porque no distinguen al primer proceso del segundo: toman una antigua conexión de motivaciones por toda vía activa, o sea por un elemento intencional de la frase analizada, cuando en realidad hace mucho tiempo que ha desaparecido detrás del nuevo significado.
11. Las adquisiciones de la lingüística estructural arrojan también nueva luz sobre problemas que no pertenecen inmediatamente al dominio de la lingüística. Desde este punto de vista, rozaremos por un instante dos proble mas: el lenguaje de la literatura y la relación entre len guaje y lógica. 11.1. Num Nu m erosas ero sas propiedade propie dadess que, en combinacione combin acioness variables, caracterizan el lenguaje poético frente al ordi 89
nario, pueden hacerse remontar a dos principios: recu brimiento de la lengua por estructuras secundarias, y desviación consciente de la estructura normal. La métrica y la rima manifiestan el primer principio: ciertas propiedades de la estructura fónica —sucesión si lábica y acentuación, ciertos complejos de rasgos fono lógicos— se convierten en elementos de un esquema en cierto modo parasitario, al que tienen que acomodarse las estructuras primarias de la frase. Esta reorganización secundaria de la estructura lingüística no se limita al ni vel fónico. La sintaxis y la semántica pueden sometér seles también. El epigrama en cinco versos de Brecht A u n leó le ó n d e raíz ra íz d e té c h ino in o está construido esencial mente sobre la organización paralelística de elementos sintácticos y semánticos: Los malos temen tus garras Los buenos se complacen en tu gracia Lo mismo Quisiera yo oír De mi verso. Las dos primeras frases están estructuradas en estre cho paralelismo sintáctico, pero tres pares de categorías correspondien correspondientes tes están ocupadas p o r antónimos: L Lo os ma los lo s / L Lo o s buen bu enos os,, tem te m e n ! se com co m plac pl acen en,, tus tu s garras garr as / tu gracia. Este principio del paralelismo se encuentra en innumerables variantes por toda la literatura, desde la poesía popular ingenua hasta el más artístico refinamien to. Se nos ofrece pues la hipótesis de que la formación y la comprensión de las estructuras poéticas obedece a reglas semejantes a las de las estructuras lingüísticas pri marias. Una “gramática de la poesía”, por consiguiente, describiría la competencia poética, tal como la gramá tica ordinaria describe la competencia lingüística. Pero su arquitectura general tendría que tener en cuenta nu merosos fenómenos extralingüísticos. Análogos principios de orden —paralelismo, repetición, semejanza, oposi ción, etc.— rigen con parecidos efectos la música y la gesticulación, los juegos de niños y la publicidad. La gra 90
mática de la poesía resulta ser pues un caso especial de una teoría general de la competencia estética. También en ella hay que distinguir entre los universales y las re laciones convencionales. El segundo principio se opone, en cierto sentido, al primero. No consiste en la obediencia a reglas suple mentarias, sino en la desviación respecto a reglas dadas. Los ejemplos siguientes presentan una escala de tales anomalías: El General Quiroga va en coche al muere. Bor B orge gess
Estoy cansado de estar vivo, Aunque más cansado sería el estar muerto; Estoy cansado del estar cansado Entre plumas ligeras sagazmente, Plumas del del loro aquel tan familiar o triste triste,, El loro aquel del siempre estar cansado. CernuJa.
Quiere su rojo el mal, el bien su rojo enrojecido por el hacha suspensa, por el trote del ala a pie volando, y no quiere y sensiblemente no quiere aquesto el hombre; no quiere estar en su alma acostado, en la sien latidos de asta, el bimano, el muy bruto, el muy filósofo. Vallejo.
Las desviaciones van desde una semántica inusitada hasta la descomposición de la estructura sintáctica, y se echa de ver que no sólo pueden violarse reglas lingüís ticas, sino también poéticas, cuando se apuntan parale lismos pero no se realizan, cuando intencionadamente se deforman la rima y el metro. Ahora bien, no todo de fecto de la estructura regular, voluntario o involuntario, puede producir un efecto estético, de sorpresa o de in novación. También las desviaciones poéticas tienen que someterse a determinadas regularidades. Un ejemplo sen91
cilio es el último verso de Vallejo, que sugiere una terna de constituyentes idénticos, pero no la realiza (o un ver so de Hans Arp que dice Z Zw w e im a l e n tzw tz w e i drei dr eim m al entent drei “dos veces dividir tres veces trividir”), o sea que el paralelismo y la desviación se constituyen recíprocamen te. La formulación de tales condiciones tendría que en trar en una teoría de los efectos estéticos, al par de las regularidades de paralelismo, ritmo y métrica. Tales consideraciones permiten caracterizar con algu na mayor precisión la impresión vaga de que el lenguaje literario es “más denso” que el discurso cotidiano. Las estructuras secundarias poéticas, así como las desviacio nes intencionadas, introducen en la lengua, en todos los niveles de su estructura, relaciones y constelaciones que la gramática regular no permite. Esto encierra un ele mento, pero no es el esencial, de añadido ornamental. Las estructuras de la lengua literaria —enriquecidas o abreviadas, disueltas, extrañamente compuestas— llenan un depósito de todavía no ensayados modelos de pen samiento y de intuición, al cual recurre incesantemente el proceso cognoscitivo general. Sobre el trasfondo de las nociones lingüísticas, las condiciones de tales estruc turas pueden esclarecerse en buena medida. Con ello apuntamos a problemas de una poética estructural que explicaría de modo general y empírico la especificidad de los textos literarios, y no mediante evaluaciones esta dísticas, que siempre tienen que prescindir precisamente del caso único interesante. Una tal poética no sería una teoría de la literatura, pero sí una parte esencial de la misma. 11.2.. D urante 11.2 ura nte m ucho uc ho tiempo, lingüistas lingüistas y lóg lógico icoss estu vieron de acuerdo en que las lenguas naturales no están construidas lógicamente. Por consiguiente, unos rechaza ban las cuestiones planteadas por la lógica en el análisis de las lenguas naturales, en tanto que los otros edificaban sus cálculos independientemente de las lenguas natura les, para evitar las insuficiencias de éstas. Hace tiempo que tal aislamiento se ha roto, gracias a lógicos como Carnap y Quine por una parte, y al estructuralismo por 92
otra parte. Sin embargo, hasta ahora se ha prestado muy poca atención a un hecho notable. Toda persona que do mina un cálculo lógico es capaz de decir en seguida si y cómo una frase de su lengua materna puede expre sarse en dicho cálculo. Mediante el llamado cálculo de predicados se puede por ejemplo expresar la frase Perro que ladra no muerde en la fórmula (22), pasando por los estadios (20) y (21): (19) Perro que ladra no muerde. (20)
Para Pa ra todo perro pe rro vale: vale: si ladra, no muerde. (2 1)
Para todo objeto x vale: si x es un perro, vale: si x ladra, x no muerde. (22)
V x A x D (Bx (B x D ~ C x ), donde los predicados de un lugar A, B, C re presentan respectivamente ser perro, ladrar y signo de la negación, O el de morder, ~ es el signo la implicación, y V es el cuantificador todos. Todo lógico es capaz de ejecutar tales traducciones con una total generalidad, y Carnap ha mostrado que de este modo se descubren, en relación a un cálculo dado, ambigüedades, incorrecciones y faltas de sentido de las lenguas naturales. Si una lengua natural fuera realmente alógica, o si los cálculos fueran independientes de la len gua, este hecho resultaría inexplicable. Las fórmulas de un cálculo, en efecto, están ciertamente formadas según reglas rigurosas, pero no se da ninguna regla que las enlace con el lenguaje cotidiano. La relación entre ambos 93
sistemas tiene que descansar pues en la estructura in manente de las lenguas naturales. El hecho queda ve lado en tanto que sólo consideramos la estructura de superficie, que desde el punto de vista de la lógica parece en gran medida irregular y fortuita. Pero el descubri miento sistemático de la estructura profunda ha hecho patente la estructura lógica de las frases naturales, y ha mostrado que se hallan en una relación enteramente re gular con correspondientes expresiones lógicas. Esto in duce a la siguiente concepción de las relaciones entre lenguas naturales y cálculos lógicos: la estructura pro funda de una frase, por la cual queda enteramente de terminad term inadoo su significa significado do — o sus signi significa ficados dos— — , adquiere mediante las reglas de transformación y el componente fonológico de la gramática una forma fónica concreta. Pero a la misma estructura profunda se le puede coordi nar, mediante otra serie de “transformaciones secunda rias”, una expresión en un cálculo especial, siempre y cuando a la frase le corresponda una fórmula del cálculo. A la estructura profunda de la frase (19), por ejemplo, le corresponde según tales reglas la fórmula (22) del cálculo de predicados. La estructura profunda de las lenguas na turales aparece pues como el más general de los cálculos lógicos, del que derivan todos los lenguajes artificiales, orientados hacia fines especiales. Esto no excluye natu ralmente el que los cálculos formales se desarrollen y enriquezcan según las leyes que les son inmanentes, hasta contener elementos no dotados ya de ninguna corres pondencia simple con las lenguas naturales. Pero incluso las extensiones más audaces sólo son posibles y com prensibles cuando parten de cálculos apoyados directa mente en la estructura profunda de las lenguas natura les. A no ser que concibamos tales cálculos como juegos arbitrarios, se comprende que junto con su conocimiento dominemos también su traducción en la lengua natural. Los análisis lingüísticos han aportado numerosas confir maciones de esta suposición. Así, por ejemplo, las frases interrogativas e imperativas se distinguen por morfemas especiales de las frases declarativas, de las cuales la ló gica se ocupa en principio exclusivamente, ya que sólo 94
ellas pueden ser verdaderas o falsas. Una estructura pro funda que encierra un morfema interrogativo o impera tivo, no puede luego trasladarse por transformaciones se cundarias a una expresión del cálculo lógico. De modo que la estructura profunda sintáctica y la semántica lin güística resultan ser, en un sentido riguroso, una lógica de la lengua cotidiana. De todo ello resulta otra consecuencia. La crisis de fundamentos de la matemática, y la necesidad de dotar a los lenguajes formales científicos de un fundamento teórico seguro, fueron la incitación para el rápido des arrollo de la lógica formal. Entonces resultó que ciertos conceptos, ante todo el de la sinonimia, requerían una clarificación exacta. Carnap introdujo con este fin los llamados postulados de significado, para establecer sim plemente qué elementos de un cálculo tienen el mismo significado. Ahora bien, tales postulados podían estable cerse de manera arbitraria, con tal de que no condujeran a ninguna contradicción. Prescindiendo de que tal arbi trariedad no corresponde a la situación efectiva de la ciencia, los postulados dejaban sin explicación el con cepto de sinonimia. Ciertamente, era posible establecer que los términos mayor, más largo y más alto tenían que ser sinónimos en determinado cálculo, pero por tal ca mino no se llegaba nunca a explicar la comprensión, su puesta como previa, de la sinonimia, comprensión que forma parte también del hecho lógico y que arraiga en la general capacidad de lenguaje. Y de hecho Jerrold Katz ha mostrado que los conceptos de sinonimia y anan tonimia, d e pro p rop p osic os ició ión n analít an alítica ica,, cont co ntra radi dict ctor oria ia y sin tética, pueden definirse exactamente con los medios de la teoría de las lenguas naturales. Con lo cual la lingüís tica se convierte en disciplina fundamentadora de la ló gica, como ésta es a su vez la disciplina fundamentadora de la matemática. Lógica y lingüística empiezan apenas a entrever las consecuencias de esta idea. Pero en el curso del tiempo arrojarán luz sobre los complicados encadenamientos por los que todos nuestros conocimien tos y teorías se basan en el fundamento de las lenguas naturales. 95
12.
Las perspectivas de la sección precedente permiten entrever cómo los métodos, las orientaciones y los con ceptos de la lingüística estructural pueden resultar fe cundos para el análisis de otras capacidades y conductas humanas, para el folklore y la sociología, la teoría del arte y la antropología. Tales posibilidades tienen que partir en cada caso de los problemas concretos de las distintas disciplinas, y no es posible desarrollarlas aquí. Cerraremos con algunas conclusiones generales esta ojea da sobre la evolución y el estado presente de la lin güística. 12.1. U n a serie 12.1. serie de principios metodológicos, estableci dos en las ciencias naturales, se han hecho también im prescindibles para la lingüística. Ante todo, resulta ma nifiesto que los conceptos y nociones ingenuos, en su mayoría fundados en la intuición inmediata, que a me nudo imperan en las ciencias “humanísticas”, son insu ficientes, o peor, engañadores. Estr Es tru u ctu ct u ra p rofu ro fun n da, da , regla de transformación, rasgo semántico, son conceptos tan abstractos y ligados a Ja teoría como por ejemplo el pu p u n to de masa, ma sa, el electrón o el campo gravitatorio de la física, como el gene, la mutación o la sinapsis de la bio logía. Esto requiere, respecto al modo de pensar tradi cional, dos modificaciones decisivas. En primer lugar, los conceptos y las proposiciones de la lingüística no pueden ya formularse ni siquiera definirse directamente con los medios del lenguaje cotidiano. No alcanzan su sentido preciso hasta que se introducen dentro de la teoría en tera que, como un todo, tiene que abarcar el campo de estudio en su integridad. Sólo en el marco de la teoría gramatical es posible entender con suficiente precisión términos como morfema, regla sintáctica, significado, palab pa labra ra o frase fra se.. En la lengua cotidiana, tales términos poseen ciertamente un sentido determinable con preci sión, cuya descripción es tarea de la semántica, pero para construir la teoría del lenguaje es imposible usarlos tal cual. Un ejemplo drástico lo proporciona la infinita lista 96
de las definiciones preteóricas que se han dado de la frase. La investigación lingüística no puede pues empe zar por un mejoramiento de conceptos aislados, sino por la construcción de una teoría suficientemente general. Por lo demás, esto no contradice nuestras afirmaciones sobre la relación entre la lógica y el lenguaje cotidiano. Significa simplemente que los conceptos científicos no tienen sentido más que dentro de una teoría. Luego, esta teoría puede exponerse mediante un formalismo o me diante el lenguaje cotidiano. En segundo lugar, los conceptos teóricos no pueden ya aplicarse simple e inmediatamente a observaciones concretas. Lo que les corresponde son relaciones abstrac tas y unidades teóricas, inasequibles a toda observación directa. Su legitimidad resulta simplemente de que sólo con su ayuda es posible edificar una teoría que explica complejas conexiones y fenómenos de la realidad. Con ello se altera radicalmente el papel, para la teoría, de los hechos concretos, de los fenómenos observables, y se derrumba la concepción del positivismo, que sólo per mitía conceptos referibles directa o indirectamente a da tos sensoriales. El más reciente desarrollo de la teoría de la ciencia vale sin limitaciones para la lingüística: las proposiciones científicas no resultan de meras generali zaciones sobre datos de la observación, sino que se cons truyen como hipótesis, utilizando incluso unidades inob servares, y luego se contrastan con la realidad. Los hechos desempeñan el papel decisivo cuando —y sólo cuando— mediante ellos es posible refutar una premisa hasta entonces tenida por válida. Las observaciones a las que no se logra incorporar en el marco de la teoría admitida son el estímulo para el progreso científico. El que la estructura superficial de las frases no puede por sí sola explicar la formación y la comprensión de las mismas, es un —muy complicado— hecho de este orden, que ha llevado a la hipótesis de una estructura profunda, completamente inasequible a la observación inmediata. Los constructos de tipo semejante no se encuentran tan sólo en las ciencias naturales. Valía y plu p lusv sval alía ía son ejem plos tradicionales de la economía. 97
Otro principio que ha alterado hondamente el modo de trabajo de la lingüística es la necesidad de una idea lización motivada. Las lenguas naturales son tan com plicadas que es imposible abarcar en un solo intento la multiplicidad de los hechos que se interaccionan. Hay que excluir al principio determinados fenómenos, aislar aspectos parciales, para avanzar, mediante la explicación de los mismos, hacia la comprensión de conexiones más complejas. Por ejemplo, el estudio de una lengua tiene que apoyarse al principio en frases normales y comple tas. Sólo sobre esta base se puede pasar a la explicación de desviaciones, frases elípticas, metáforas, que en el diálogo normal o en poesía, por razones muy distintas, parecen inevitables. De ahí resulta que cada frase dicha no es ni mucho menos un dato que se puede o se debe incluir en el análisis. En conjunto, por consiguiente, el proceso científico viene determinado por una acción recíproca, siempre guiada por la teoría y controlada en los hechos, entre la construcción hipotética y la comprobación o la obser vación. En el fondo, esto no es más que una muy an tigua sabiduría, e incluso nuestro comportamiento coti diano procede exactamente según este principio. En el caso del aprendizaje y el uso del lenguaje lo hemos ya expuesto y fundamentado hasta cierto punto. Sin em bargo, es frecuente que quede deformado en la formu lación de principios metodológicos, y que lo reemplace una artificial e ingenua concepción de los datos de la observación. 12.2. Com o consecuencia decisiva 12.2. decisiva del m odo de pensar pens ar estructuralista resulta aparente que se ha derrumbado el tradicional muro de separación entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales, y ello no por una trans posición externa y arbitraria de conceptos y métodos de las ciencias naturales al dominio de las ciencias huma nísticas y sociales —aunque también se encuentran tales violencias, por ejemplo en ciertos intentos de manipu lar estadísticamente fenómenos lingüísticos o estéticos—, 98
sino gracias a un análisis más hondo de los fenómenos en el propio dominio de las ciencias sociales. En el campo de las ciencias hasta ahora tenidas por exactas se desarrollan, en concomitancia con dicho pro ceso, nuevos conceptos y problemas en el marco de la cibernética: se trazan modelos teóricos de ciertos pro cesos fundamentales en las influencias recíprocas de los elementos de un sistema, prescindiendo en absoluto de si se trata de sistemas técnicos, de organismos o de grupos de organismos. La cibernética y el estructuralismo han surgido con completa independencia uno de otro, y pre cisamente el estructuralismo considerablemente antes que la cibernética. La tendencia —legítima en sí, pero exa gerada por la moda— a explicar mediante términos téc nicos de la cibernética todos los imaginables aspectos del arte, de la literatura, del lenguaje y de los procesos inte lectuales, hace que parezca que el modo de pensamiento estructural en las ciencias humanas sea un subproducto del desarrollo de los computadores electrónicos y de la cibernética. Sin embargo, según hemos visto, tiene sus raíces propias e inmanentes, y en particular la lingüística estructural no ha nacido de los intentos de obtener me dios de traducción mecánica, intentos que por un tiempo la convirtieron en objeto de interés espurio y errado. Precisamente la relativa independencia de los varios enfoques muestra que el estructuralismo y la cibernética son dos importantes componentes en la formación de una unidad de la ciencia, que nos permite incluso con cebir hechos históricos concretos, no como casos singu lares a los que meramente hay que registrar, sino como explicables en el marco de una teoría general, convir tiéndolos inversamente en piedra de toque de la teoría. Y la lingüística no traza solamente una teoría de la es tructura de los actos de habla singulares, sino también de la variación histórica de esta estructura. Por lo de más, la primera orientación de gran estilo hacia esta unificación de las ciencias empíricas se remonta por lo menos al siglo xix: la teoría de Marx sobre las relacio nes de producción precapitalistas y capitalistas no ex presa sólo, en principio, una interpretación teórica de 99
procesos históricos y sociales en sentido estricto. Es a la vez un caso modélico de una teoría concreta y empírica mente verificable, que formula reglas generales y explica complicados fenómenos a partir de estructuras subya centes. 12.3. 12.3. A la unificación de la ciencia, la lingüística lingüística es tructural no contribuye sólo con su metodología, sino con ideas sustanciales. En diversos pasajes hemos seña lado la imbricación entre problemas lingüísticos y otros de la psicología, de la epistemología, de la lógica, de la matemática y de la acústica. En este aspecto, la lingüís tica es por una parte independiente de la solución de problemas psicológicos, matemáticos y acústicos, pero por otra parte propone respuestas a cuestiones de la psi cología y la teoría del aprendizaje, de la epistemología, de la lógica y de la filosofía del lenguaje, o bien plantea cuestiones que no son formulables sin ideas específica mente lingüísticas. Con lo cual encontramos de nuevo, en la relación entre la lingüística y otras disciplinas, una notable complicación del conjunto del conocimiento. Por una parte, la lingüística demuestra que ciertas condicio nes esenciales de la formación de conceptos y de la ló gica descansan en disposiciones innatas del organismo humano, o sea, en último término, en su estructura bio lógica y en las leyes físicas del universo. Pero por otra parte, necesita, para la formulación de sus premisas teó ricas, las leyes de la lógica y de la matemática, que ella misma ayuda a fundamentar. En esta aparente paradoja se expresa una característica del saber humano, que no edifica sobre cimientos dados, sino que tiene que funda mentarse a sí mismo como un todo, en un enredado proceso dialéctico. La relación entre la lingüística y la filosofía lo refleja una vez más: por una parte la lingüís tica prepara la teoría, empíricamente motivada, del me dio de todo conocimiento, pero por otra parte es uno de los dominios temáticos a que se aplica, integrándolos, la explicación filosófica. La unidad de las ciencias, a que apunta de este modo el estructuralismo, se distingue pues fundamentalmente de la idea del Círculo de Viena, en 100
los años de preguerra, según la cual la unidad de la ciencia tenía que resultar de un análisis de las ciencias particulares y de su unificación en un todo para el cual el lenguaje de la física era el modelo. En definitiva, pues, la filosofía tenía que ser absorbida por el análisis del lenguaje. Es la propia lingüística moderna la que ha revelado la aporía encerrada en dicha concepción, al ponerse a investigar las regularidades de las lenguas na turales, los universales lingüísticos, refiriéndolos a sus raíces en la realidad. Si, pues, la lingüística desempeña un papel esencial para la filosofía, es porque constituye la teoría de aquella esfera inteligible del individuo con creto, en la que se realiza ante todo la liberación del hombre por sí mismo, según la concibieron Hegel y Marx.
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Apéndice Breve lista de autores y de libros. (1857-1913), estudió indoeuropeísmo, entre otras universidades, en Leipzig, el centro de la J u n g g r a m m a tik ti k e r , y dio su primera obra maes escuela de los Ju tra en 1878, con su M é m o ir e s u r le s y s te m e p r im i ti f d es v o ye y e l le s d a n s les le s lang la ng ue s ind in d o -e u ro p é e n n e s. Enseñó en París, y a partir de 1891 en Ginebra. Sus ideas básicas sobre los fun damentos de la teoría lingüística, expuestas en tres cursos de sus últimos años, fueron compiladas, a base de los apuntes de los alumnos, en el Cours de linguistique générale, publi cado en 1916 por Charles Bally, Albert Séchehaye y Albert Riedlinger. F
e r d in a n d
d e
Sa
u s s u r e
(1884-1939) fue discípulo del antropólogo y lingüista Franz Boas, y fundó con él el estudio de las len guas indias americanas. A partir de 1931, profesor de An La a n g u a g e (1921) sigue siendo la tropología en Yale. Su libro L mejor introducción a la lingüística general, y encierra el más refinado ensayo de tipología de las lenguas. Sus artículos Sound Patterns in Language (1925) y L a réa ré a lité li té p sych sy ch o log lo g ique des phonemes (1933) trazan el primer programa de un análisis sistemático de la estructura fónica. Selected Writings publicados en 1949. E
d w a r d
Sa
pir
(1887-1948) estudió indoeuropeística, en particular indoiogía, eslavística y germanística. Profe sor en varias universidades, sobre todo Chicago y Yale. Con Sapir, el primero que obtuvo resultados notables aplicando el método comparatista a las lenguas indias americanas. Su Lan an g u a g e (1933) es la primera exposición vasta de manual L los problemas y los métodos de la lingüística estructural, y durante más de dos decenios fue la base de la labor estructuralista norteamericana. Le
o n a r d
Bl
o o m f ie l d
(1890-1938) estudió eslavística y las lenguas ugro-finesas y caucásicas. Profesor en Viena. Su obra maestra, Grundzüge der Phonologie (1939), no terminada y aparecida póstumamente, expresa la concep ción de la estructura fónica característica de la escuela de Praga. R o m a n O s s i p o v i c h J a k o b s o n (n. 1896) estudió en Moscú eslavística y lingüística general. Profesor en Bratislava, y fi nalmente en Harvard University y en el Massachusetts Insti tute of Technology. Junto a Trubetskoy, el principal fonólogo de la escuela de Praga. En Kindersprache, Aphasie und allgemeine Lautgesetze (1942) expuso una teoría, psicológica N
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ik o l a y
Se
r g e y e v ic h
Tr
u b e t s k o y
mente fundamentada, de las propiedades universales de la estructura fónica. En Preliminaries to Speech Analysis (1951), con Morris Halle y Gunnar Fant, dio la base para el estudio de la estructura acústica del sonido lingüístico. Selected Writings, en varios volúmenes, en curso de publicación. Louis H j e l m s l e v (1899-1965) estudió lingüística compa rada. Desde 1937 profesor en Copenhague. Fundador y princi pal representante del Círculo Lingüístico de Copenhague. Otto Jespersen y Saussure influyeron en su primera exposición general de la teoría del lenguaje, Príncipes de Grammaire générale (1929), teoría desarrollada en trabajos posteriores, at égor orie ie d es cas sobre todo en los dos tomos sobre L a c atég (1935-1937), y resumida en Omkring sprogteoriens grundlaggelse (1943), la formulación clásica de la glosemática. (n. 1909), discípulo de Sapir y Bloomfield, profesor de lingüística en Filadelfia. M e t h o d s in Structural Linguistics (1951) condensa en un sistema rigu roso los planteamientos del estructuralismo americano a par tir de Bloomfield. Alrededor de 1955 empezó a desarrollar una teoría de las transformaciones gramaticales, distinta de la de Chomsky. Papers in Structural Linguistics (1970). Z
Sa
e l l ig
b b a t t h e i
H
a r r is
(n. 1923). Discípulo de Roman Jakobson, profesor de lingüística y de lenguas modernas en el Massa chusetts Institute of Technology. Combinando la teoría de los rasgos distintivos de Jakobson y la gramática generativa, es el fundador de la teoría fonológica en áu forma más re ciente, expresada en The Sound Pattern of Russian (1959), y sobre todo, en colaboración con Chomsky, en The Sound Pattern of English (1968). M
o r r is
H
a l l e
(n. 1928). Discípulo de Zellig Harris, profesor en el Massachusetts Institute of Technology. Fundó la teoría de la gramática transformacional, formulada primero en Syntactic Structures (1957) y rectificada y am pliada en As A s p e c t s o f th e T h e o r y o f S y n t a x (1965). Ha publi cado muchos otros trabajos más técnicos en que, con un rico instrumental matemático, fundamenta con generalidad una teoría algebraica de las lenguas naturales. N
o a m
A
v r a m
Ch
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