UN SÍ HECHO OFRENDA Beatas Mártires Aurelia, Aurora, Daría y Agustina SIERVAS DE MARÍA
Sor Julia Castillo Ibáñez Sierva de María Postuladora General ROMA
2
ÍNDICE
I – PRESENTACIÓN...................................................................................4 II – UN SÍ HECHO OFRENDA HASTA DAE LA VIDA.........................6 III – PERFIL HUMANO Y ESPIRITUAL................................................11 1. – MADRE AURELIA ARAMBARRI FUENTE (Clementina Francisca).............11 2. – SOR AURORA LÓPEZ GONZÁLEZ (Justa)...................... (Justa)................................... ...............................15 ..................15 3. – SOR DARÍA ANDIARENA SAGASETA (Josefa Engracia)............................. Engracia).............................17 17 4. – SOR AGUSTINA PEÑA RODRÍGUEZ (María Anunciación)...........................20 Anunciación)...........................20
IV – UNIDAS HACIA EL MARTIRIO....................................................23 V – CAMINANDO CON MARÍA............................................................26 VI – ¡GRACIAS SEÑOR POR ESTAS HERMANAS! ...........................27 VII – PROCESO DE BEATIFICACIÓN..................................................28 VIII – FRAGUA DE MÁRTIRES.............................................................29 IX – ORACIÓN.... ORACIÓN............. .................. .................. .................. .................. .................................................30 ........................................30 X – LOGOTIPO.........................................................................................31
3
I – PRESENTACIÓN
En el marco del Año de la Fe Con la carta carta apo apostó stóli lica ca “Porta “Porta Fidei” Fidei” Su Santid Santidad ad Benedi Benedicto cto XVI convocaba a la Iglesia universal a celebrar el Año de la Fe. Al iniciar este tiempo de gracia, el 11 de octubre de 2012, el Pontífice afirmaba que “por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón a sus perseguidores”. La Conferencia Epis Episco copa pall espa españo ñola la ha haci cién éndo dose se eco eco de esta estass pa pala labr bras as de dell Papa Papa en la apertura, decidió que este año cargado de gracia, se clausurara en España con la Beatificación de un nutrido grupo de Mártires, testigos de la Fe, de entr en tree los muc uchhos qu quee dier dieron on sus sus vidas idas po porr co connfesa fesarl rla, a, duran urante te la persecución religiosa comprendida comprendida entre los años 1930 - 1936. Está fijado como lugar para la Beatificación la ciudad de Tarragona, reconociendo que esta sede, cuenta con una gran historia de fe cristiana y martirial, ya que los protomártires hispanos son el obispo de Tarragona, Fruc Fructu tuos oso, o, y sus sus do doss diác diácon onos os Au Augu guri rioo y Eulo Eulogi gio. o. Ad Adem emás ás,, en esta esta ocasión, 147 mártires de los que serán beatificados son de Tarragona, encabezados por el que fue Obispo Auxiliar de la diócesis, Manuel Borras y 66 sacerdotes del clero diocesano. Está enmarcada esta celebración por una serie de acontecimientos de singular relieve en la Iglesia universal. Parte de los Decretos pontificios de los diferentes grupos de Mártires, han sido firmados por Su Santidad Benedicto XVI, quien tras ocho años de desempeñar el ministerio petrino, renuncia al Pontificado el 28 de febrero de 2013, por lo que el resto de los Decretos, a partir de esa fecha, llevan la firma de Su Santidad Francisco, a quien .el Espíritu Santo acompaña desde el 19 de marzo de 2013, para regir a su Iglesia como sucesor de Pedro. Como de todos los Mártires del tiempo moderno, nos gustaría contar con más documentos y escritos, más detalles para conocer mejor como 4
ocurrieron los hechos en torno al martirio, pero no olvidemos que lo más importante es que, estos testigos de la Fe han sido reconocidos por la Iglesia como creyentes que proclamaron su fidelidad a Cristo en su Iglesia hasta derramar su sangre. Sus vidas son y serán siempre, una referencia para vivir nuestro día a día en el gozo ser cristianos y dar razón de nuestra esperanza, nuestro mundo, entre nuestros hermanos los hombres. Madre Aurelia, Sor Aurora, Sor Daría y Sor Agustina, supieron ser con sus vidas, signos sacramentales vivos de la ternura de Dios hacia los homb ho mbre res. s. Supi Supier eron on ser ser acei aceite te,, vino vino,, pa pann y ag agua ua,, pa para ra los los he herm rman anos os enfermos y para su entorno herido por la violencia, el odio, la guerra y la persecución. Ha dicho muy bien Su Santidad Francisco, “Si nuestro corazón es de piedra haremos uso de esas piedras para defendernos de los demás hombres, si nuestro corazón es pacífico, esas piedras nos ayudarán a construir un templo vivo”. Unidas a Cristo en cada momento de su vida, el corazón de nuestras hermanas Mártires se fue moldeando como el de Cristo y llegado el momento pudieron responder: “En efecto, somos religiosas, pueden hacer lo que quieran con nosotras, pero yo les suplico que a esta familia no le hagan nada, pues al vernos sin casa, y autorizada por el comité de Pozuelo de Alarcón, nos recibieron recibieron en la suya por caridad”. Hacer memoria de estas Hermanas nuestras, testigos de la fe, es una llamada a ser constructores de paz, a bendecir a Dios que nunca se cansa de ser Padre y de invitarnos a sentarnos a esa mesa en la que, Cristo se nos ofrece como Pan de vida y precio de nuestro rescate. Hermano que refuerza nuestra unión y sufre con los perseguidos para hacer fuerte su debilidad y coronar su fidelidad para siempre. Hacer memoria de ellas es recordar las palabras de Santa María Soledad “Estos muros están amasados con sangre de vuestras venas” que nos invitan a continuar siendo piedras vivas de una historia que, tiene siempre a Cristo como piedra angular y con Él, estar dispuestas a dar el testimonio de nuestra Fe, viviendo nuestro sí, como ofrenda a los que sufren, hasta dar la vida, por ellos y por confesar nuestra fidelidad al Señor. Sor Alfonsa Alfonsa Bellido, S. de M. Superiora General
5
II – UN SÍ HECHO OFRENDA HASTA DAE LA VIDA Beatas Aurelia Arambarri Fuente, Aurora López González, Daría Andiarena Sagaseta, y Agustina Peña Rodríguez. Siervas de María Mártires en Pozuelo de Alarcón 1936 1. – Las Siervas de María Ministras de los Enfermos
Fue sin duda alguna el siglo XIX, un siglo fecundo para la Iglesia en un surgir de mujeres santas e intrépidas que hicieron brotar en la misma, ríos de santidad y laboriosidad. Vírgenes consagradas al único y sumo amor de Cristo, y mirando todas ellas al servicio incansable y desi de sint nter eres esad adoo al prój prójim imo. o. Cabe Cabe de dest stac acar ar en nu nuest estro ro caso caso,, en entr tree esta estass mujeres, a Santa María Soledad Torres Acosta, quien en Madrid, en el barrio de Chamberí, el 15 de agosto de 1851, dio origen a la familia religiosa de las Siervas de María Ministras de los Enfermos, cuya misión en la Iglesia es el cuidado esmerado y gratuito a los enfermos, allí donde ellos soliciten su atención, pero, prodigan esta asistencia preferentemente en sus domicilios. A esta Familia religiosa , como uno de mejores frutos, pertenecen las Beat Beatas as:: Au Aure reli liaa Aram Aramba barr rrii Fuen Fuente te,, Au Auro rora ra Lópe Lópezz Go Gonz nzál ález ez,, Da Darí ríaa Andi An diar aren enaa Saga Sagase seta ta y Ag Agus usti tina na Peña Peña Ro Rodr dríg ígue uez, z, cu cuya yass vida vidass fuer fueron on coro co rona nada dass co conn el Mart Martir irio io en Pozu Pozuel eloo de Alar Alarcó cónn (Mad (Madri rid) d) el 7 de diciembre de 1936, en la persecución religiosa española al confesar su condición de consagradas a Cristo. 2.- Situándonos en el tiempo. Las Siervas de María en Pozuelo de Alarcón.
Se habían establecido las Siervas de María, en Pozuelo de Alarcón en 1911. La Congregación había adquirido allí una casa con espaciosa huerta que en principio, se pensó para trasladar allí el Noviciado de Madrid, pero 6
finalmente, se habilitó como residencia para acoger hermanas ancianas o convalecientes, dedicándose el personal activo de dicha comunidad, al ejercicio del cuidado de los enfermos de la población en sus propios domicilios. Ministerio que acercaba a las religiosas a las familias más necesitadas y les había granjeado el respeto y la estima de la gente del lugar. Al paisaje recio y hermoso de la Sierra del Guadarrama, su aire límpido con aroma a retama, hacían parte y se armonizaban, con la vida sencilla y afanosa de los habitantes de Pozuelo, brindando a las religiosas que allí se acogían, una vida serena. En aquella casa, en efecto, se juntaban las hermanas que tras largos años de entrega incondicional a los enfermos, veían su vida colmada de años y méritos, al mismo tiempo que constataban que sus fuerzas se habían debilitado para continuar en tan delicado trabajo. Junto a las ancianas tampoco faltaban las hermanas jóvenes que, en la intensidad del servicio a los enfermos, se veían afectadas ellas mismas, de los males que trataban de erradicar. La tuberculosis era un asiduo enemigo del que, difícilmente, conseguían escapar. El aire de la sierra, en cada caso, era el mejor aliado para recuperar la salud perdida. Las Las reli religi gios osas as que co cons nsttituí ituíaan aq aque uellla Co Com mun unid idad ad,, siem siempr pree acogedoras y atentas, velaban por las que llegaban y las atendían según las necesidades de su condición. Así mismo, dedicaban parte de su tiempo al cultivo de la amplia huerta que circundaba la casa, compartiendo el abundante suministro de la tierra con la numerosa Comunidad de Chamberí y con quienes en el pueblo, carecían de lo necesario para el sustento de la familia, siempre numerosa en aquel entonces. Silencio, oración, trabajo sencillo, asistencia a los enfermos. Era Pozuelo un taller, era una fragua avivada por el amor de quienes se sentían convocadas por Cristo, para servirlo en la entrega comunitaria y en la asistencia a los enfermos y a los necesitados. En santa paz y armonía vivía la pequeña comunidad de Pozuelo de Alarcón con hasta que, en mayo de 1931, los incendios de los templos de Madrid y provincias contaminaron la transparencia del limpio aire de antaño; siguieron las revueltas de octubre de 1934, especialmente en Cataluña y Asturias, donde reinó la más completa anarquía durante dos semanas; se dejó sentir el periodo turbulento que comprende del mes de febrero a julio de 1936, creando inseguridad en todos los lugares. Llegó a su colmo esta incertidumbre al estallar la guerra, pues no solamente turbó dicha paz, sino que la conmovió hasta los cimientos, pudiéndose decir con 7
verdad que no quedó, piedra sobre piedra, en aquel hermoso y acogedor pueblo.
Casa donde se instalaron las Siervas de María situada en la Calle Ramón Jiménez y que más tarde pasó a ser propiedad de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, quienes en la huerta adyacente edificaron la casa de ejercicios espirituales para hombres.
En aquel entonces, 1936, la población de Pozuelo de Alarcón la constituían 2.500 habitantes, repartidos en dos muy diferentes núcleos: el barrio antiguo que era donde residían las Siervas de María y que estaba formado por labradores y pequeños empresarios y, el barrio nuevo que había surgido con la llegada del ferrocarril a la localidad, por lo que se le deno de nomi mina naba ba “el “el ba barr rrio io de la Esta Estaci ción ón”. ”. Allí Allí resi residí dían an ad adem emás ás de los los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, dos comunidades femeninas: las religiosas de San José de Cluny, dedicadas a la enseñanza y las Franciscanas Misioneras del Buen Consejo que regentaban un centro de niñas huérfanas. Situ Situad adoo Pozu Pozuel eloo a esca escaso soss kiló kilóme metr tros os de Madr Madrid id era era co como mo un unaa atalaya desde donde se podía divisar el humo de la quema de conventos e iglesias de la capital y donde las consignas revolucionarias y antirreligiosas pronto encontraban, eco y respuesta, en los componentes del comité del pueblo. Desde primeros de julio de 1936, se notaba en el pueblo mucha inquietud lo que obligó a las Siervas de María a tomar sus precauciones, poniendo a salvo los objetos del culto. El día 19 de dicho mes, se 8
confesaron las religiosas con el padre superior de los Misioneros Oblatos, Padre Vicente Blanco, confesor ordinario de la comunidad, y al que desde ento en tonc ncees ya no volve olverí rían an a ve verr pu pues es al atar atarde dece cerr de aq aquuel día, día, los los milicianos asaltaron el convento de estos religiosos en la Estación y de allí salieron unos para Madrid y otros hacia el martirio, en número de 22 vidas en oblación. El 19 de agosto, se presentó en el convento de las Siervas de María el comité del pueblo prohibiendo todo acto de culto y poniendo en el edificio la ba band nder eraa roja roja,, ob obli liga gand ndoo a las las reli religi gios osas as a de desp spoj ojar arse se de dell há hábi bito to,, permitiéndoles tan solo vivir juntas. A los 10 días, se presentaron de nuevo para requisar el edificio, aconsejando a la superiora que buscasen otra casa. Las hermanas seguían, en la nueva residencia, la vida de comunidad en lo posi osible, ble, aun unqque cada cada día día les resu resulltaba taba más difí difíci cill, por esta star constantemente vigiladas, haciendo los milicianos averiguaciones entre los veci ve cino nos, s, po porr ve verr si las las oían oían reza rezarr o tene tenerr algu alguna na reun reunió iónn espe especi cial al.. Sometidas a continuos registros, cada vez se hacía más insostenible la situación; con todo, la Comunidad se mantuvo en este edificio hasta el día 21 de noviembre, fecha en la que previendo un bombardeo se decidió evacuar Pozuelo. Los milicianos entraron precipitadamente en la casa, anunciando la orden de sacar a las religiosas con destino a Madrid, Barcelona o Valencia, a lo que enérgicamente las hermanas respondieron: “Nosotras no iremos jamás con ustedes a ninguna parte, si nos quieren fusilar por los montes o carreteras, carreteras, pueden hacerlo aquí ahora mismo...” La Madre Superiora les expuso su deseo de que las dejasen en el pueblo, ya que algunas hermanas eran muy ancianas y una de ellas estaba imposibilitada, pero que si a pesar de todo era preciso salir, obedecerían. Tras consultar con sus jefes, los milicianos volvieron para insistir que tenían que dejar la casa y fueron tomando nota de las familias que acogían a las religiosas y los nombres de éstas. En los primeros días la Madre, a pesar del peligro a que se exponía, visitó las diferentes casas donde se alojaban las hermanas, hasta el día 30 de noviembre que comenzaron los bombardeos, quedando todas completamente completamente incomunicadas y con la orden de evacuar el pueblo inmediatamente. inmediatamente. Hay que reconocer que a pesar de la tensión que, hasta el 1 de diciembre, sufren las Siervas de María en Pozuelo de Alarcón y el peligro que en la ciudad se corre, con todo, se les ha respetado la vida, lo que se puede comprender si se tiene en cuenta el aprecio y respeto que las 9
religiosas gozan entre la gente sencilla del pueblo ya que, en muchas ocasiones, sus enfermos han sido asistidos y cuidados por las Siervas de María; al mismo tiempo se trata de una comunidad en la que se encuentran personas ancianas e imposibilitadas imposibilitadas y además, no dejaba de ser para ellas una garantía de seguridad, el tener la misma Sor Aurora, parte de su familia en Pozuelo de Alarcón, siendo incluso su sobrino, miembro del comité del pueblo. Se encontraban las Siervas de María dispersas y, ante la orden de evacuar el pueblo sometido a un duro bombardeo, las más jóvenes y las que a duras penas se podían desplazar, optaron por huir hacia los montes buscando un refugio donde guarecerse guarecerse y ponerse a salvo. La situación era sumamente difícil para Madre Aurelia de 70 años, completamente imposibilitada para cualquier movimiento así como para Sor Aurora López de 86 años de edad. Fue entonces cuando doña Beatriz Martín y su hija doña Mercedes Llorente, sin desconocer el peligro que ello entrañaba, movidas por su fe de cristianas y su disponibilidad hacia las hermanas, acogieron en su casa a estas dos religiosas, a las que se unieron Sor Daría Andiarena y Sor Agustina Peña, con el fin de ayudar y atender a las dos enfermas. Si toda la comunidad de Pozuelo de Alarcón sufrió persecución y profunda incertidumbre, sólo cuatro de aquellas Siervas de María, coronaron sus vidas con el martirio. Su corona se había ido labrando día a día, en fidelidad a Dios y gozosa entrega a los hermanos; sin medias tintas, sin regateos, conscientes de la grandeza que encierra en la monotonía de cada jornada, el más sencillo gesto, silencioso y oculto, cuando se hace por amor.
10
III – PERFIL HUMANO Y ESPIRITUAL Nos detenemos para conocer a cada una de estas cuatro mártires testigos de la fe, trazando su perfil humano y espiritual.
1. – MADRE AURELIA ARAMBARRI FUENTE (Clementina Francisca)
Nace Madre Aurelia en Vitoria, provincia de Álava (España), el día 23 de octubre de 1866 y en ese mismo día, fue bautizada en la parroquia de Sant Santaa Marí Maríaa de Vito Vitori riaa (ant (antig igua ua cate catedr dral al), ), recib recibie iend ndoo el no nomb mbre re de Clementina, siendo confirmada el 28 de junio de 1868 en la parroquia de San Vicente Mártir. Sus padres, don José y doña Juana, ambos de probada honradez y fervientes católicos, educaron cristianamente a su hija. Contaba 20 años cuando, el 23 de agosto de 1886 ingresó en el Instituto de las Siervas de María, siendo admitida por su Fundadora, Santa María Soledad Torres Acosta, de cuyas manos recibió el hábito religioso, el 14 de noviembre de 1886. Efectuada su profesión temporal el 18 de diciembre de 1887, fue destinada a Puerto Rico, siendo la más joven de las cuatro Hermanas que con Madre Magdalena Blas, forma el grupo de las fundadoras, que el 15 de noviembre de 1891, toma posesión del edificio 11
del Hospital de Montserrate en Arecibo. Allí, las hermanas trabajan con ahín ah ínco co pa para ra eq equi uipa parr al ho hosp spit ital al de las las inst instal alac acio ione ness y los los mueb mueble less necesarios para que los enfermos puedan ser dignamente atendidos. En Montserrate Sor Aurelia es testigo de la muerte de Madre Magdalena quien, a sus 37 años, sucumbe víctima de la fiebre amarilla el 24 de noviembre de 1892. En Montserrate, la Sierva de Dios, emite los votos perpetuos el 18 de diciembre de 1894 y allí continúa dedicada enteramente a la atención de los enfermos hasta que, el 12 de octubre de 1898, las religiosas reciben la orden de desalojar, en dos horas, aquel centro sanitario que con tanto sacrificio habían equipado, asistido y sostenido, pues pasaba a ser Hospital Militar para las tropas americanas. En 18 1899 99,, Sor Sor Au Aure reli liaa es de dest stin inad adaa a Ag Agua uasc scal alie ient ntes es (Méx (Méxic ico) o) pasando en 1907 a Guanajuato (México) como superiora de dicha comunidad. Desempeña el mismo cargo en 1909 en Durango, y en Puebla en 1914. En esta ciudad tiene que afrontar como superiora, los difíciles momentos de la persecución religiosa desencadenada en México. En agosto de 1914, al tener que salir todas las Siervas de María de México, México, Madre Aurelia, Aurelia, tras una corta estancia en La Habana (Cuba), fue trasladada en noviembre de 1915 a Zaragoza (España) donde se le confía el cargo de superiora, desempeñándolo sucesivamente en las comunidades de: Mataró, 1916; Alcoy, 1921; Sarriá, 1924; Barbastro, 1925 y de nuevo Mataró, 1929, poniendo siempre por llevar a cabo esta misión, el mismo celo e interés hacia todas las hermanas. En oc octu tubr bree de 19 1929 29,, al ser ser erig erigid idaa la Prov Provin inci ciaa de Madr Madrid id,, es trasladada a la misma como Consejera Provincial y superiora de Pozuelo de Alarcón, hasta que en 1934, ya enferma, fue trasladada a la enfermería de la Casa Madre de Chamberí (Madrid), siendo un modelo de virtudes para quienes la cuidaban y visitaban. visitaban. Al día siguiente de las elecciones de febrero de 1936, viendo que la tensión política y social, así como el rechazo de todo signo religioso' se intensificaba en Madrid, las Madres del Gobierno Provincial dispusieron trasladar a Pozuelo de Alarcón a varias hermanas mayores de la enfermería enfer mería de Madrid, buscando una mayor seguridad para las mismas; entre ellas se encontraba Madre Aurelia, completamente imposibilitada, incorporándose de nuevo a aquella comunidad, en la que, hasta hacía muy pocos meses, 12
había estado como superiora siendo respetada y querida por la gente del pueblo. Perfil humano y espiritual espiritual de Madre Aurelia:
Estuvo su vida guiada siempre por una profunda Fe. Adornada de grandes cualidades, inteligente y tenaz, Madre Aurelia buscó ante todo hacer de la voluntad de Dios la referencia de su vida. “En Dios vivimos”, se le oía con frecuencia decir, haciendo suya la norma de San Pablo. Quienes la trataron de cerca durante las diferentes etapas de su vida nos trazan su perfil espiritual y profundo, en el que encontramos la clave para interpretar toda su existencia Poseía esta madre, nos dicen, el espíritu de fe en tan alto grado que todo lo veía como venido de la mano de Dios; en Él confiaba siempre y se ponía en sus manos, así solía repetir: “De Dios somos, no permitirá que nos pase nada malo”. Oraba siempre con gran fervor, constancia y perseverancia, y de Dios sacaba la fortaleza para sufrir con valor todo cuanto Él quisiera enviarle. Esta gran Fe se traducía en una caridad sin límites. Durante el tiempo que permaneció de superiora, se pudo observar en ella, una gran caridad: con cada hermana en particular era atentísima, prudente y amable. A las enfe en ferm rmas as las las atend atendía ía y serv servía ía co conn ge gene nero rosi sida dad, d, pa paci cien enci ciaa y resp respet eto, o, haciéndose cargo de sus dolencias y proporcionándoles alivio aún antes de que se la hubiera manifestado el padecimiento. “Mire hija — solía solía decir— cuando estamos enfermas todo se nos debe hacer poco para recobrar la salud y poder trabajar en la casa del Señor; y cuando estamos bien, cuidemos de mortificarnos que es el tiempo propicio”. Tenía mucho cuidado de ver qué hermana estaba más cargada de trabajo para acudir en su ayuda. Resaltaba en ella esa bondad y dulzura que de alguna manera, era reflejo del Corazón de Cristo; de gran prudencia e igualdad de carácter, lo mismo en lo próspero como que en lo adverso, su caridad para con todas le hacía estar dispuesta para servir a quien la necesitase, tanto de noche como de día, siempre con la sonrisa en los labios. Unida a esta virtud poseía la de la humildad, la cual resplandecía más por ser la madre superiora. En la comunidad era una súbdita entre todas atendiendo y tomando parte en todos los trabajos, los que hacía siempre con el mayor agrado y aplicación. 13
Hasta en su enfermedad supo conservar esa bondad y delicadeza tan suyas, pues llegó el momento en que no podía valerse por sí misma y con la misma gratitud aceptaba el servicio de las hermanas profesas, novicias o postulantes; incluso, cuando veía a las jóvenes un tanto apuradas, les decía: “Vengan hijas mías, vengan, que en mí tienen que aprender cómo han de tratar a los enfermos” y les enseñaba con esa delicadeza y finura tan propias de ella. Disposición para el martirio: martirio:
Su vida estaba sazonada para ser una ofrenda por Cristo. Así lo demuestran las últimas palabras escritas que de Madre Aurelia conservan y que van dirigidas a la Madre General, en fecha en la que la enfermedad quee la de qu deja jara ra impo imposi sibi bili lita tada da,, ya se empe empeza zaba ba a mani manife fest star ar;; llen llenaa de fortaleza se expresa así: “Les doy las gracias del nombramiento, pues no valgo para nada y cada día menos, pero con la ayuda del Señor haré lo que pueda”. De nuevo en Pozuelo de Alarcón, ya en 1936, Madre Aurelia sigue siendo un modelo de fortaleza y una referencia continua para todas las hermanas. Siempre se la veía tranquila y serena, tenía alientos para animar a las demás, solamente una vez se la vio apurada, señala Sor Begoña Lazcano, pues creyó haberse quedado sola en tiempo que se oía un gran alboroto en la calle, y en verdad no era para menos pues se encontraba en un sillón, sin poderse mover para nada, y era tal el ruido que metían las máquinas de guerra, sobre todo los tanques, que el ánimo más forzado temblaba. Se mantuvo siempre serena ante los terribles acontecimientos que se avecinaban, dejando traslucir su ilimitada confianza en Dios con esta bellísima expresión: “Estamos en las manos de Dios... Él sabe que nos tiene aquí”.
14
2. – SOR AURORA LÓPEZ GONZÁLEZ (Justa)
Nace Sor Aurora en San Lorenzo, provincia de Madrid (España) el 28 de mayo de 1850. Le administra el sacramento del bautismo don Cesáreo Mercedes Millán, el 31 de mayo del mismo año en la parroquia de San Lorenzo imponiéndole el nombre de Justa. Dos años más tarde, el 13 de agosto de 1852, recibe el sacramento de la confirmación de manos del excelentísimo don Tomás Iglesias Barcones, obispo de Mondoñedo. Son sus pad padres res don José, José, natura naturall de Madrid Madrid y doñ doñaa Eusebi Eusebia, a, oriunda de San Lorenzo y residentes en esta misma ciudad, si bien con el correr del tiempo tiempo y probablemente por motivos motivos de trabajo, la familia familia se instalará en Pozuelo de Alarcón. El 20 de marzo de 1874, ingresa como postulante en la casa de El Escorial. Su etapa de noviciado trascurre en Madrid, donde recibe el hábito de manos de la Madre Fundadora, Santa María Soledad el 14 de mayo del mismo año. Emite los votos temporales el 24 de junio de 1875 Madrid; pasa sucesivamente por varias casas del Instituto: Arévalo; Madrid, 1893, en donde emite los votos perpetuos el 2 de julio de 1895; El Escorial, 1901 19 01;; Sala Salama manc nca, a, 19 1904 04;; Alca Alcalá lá de He Hena nare res, s, 19 1911 11;; El Esco Escori rial al,, 19 1912 12;; Cabeza del Buey, 1914; Jaén. 1919; Ciudad Real, 1925 y Pozuelo de Alarcón, 1934. Tras un breve espacio de tiempo como superiora en Arévalo y habiendo suplicado a la Madre General no le volviese a dar cargo alguno, se consagra por entero a la asistencia a los enfermos mientras sus fuerzas 15
se lo permiten. Dedicando después su vida a un servicio atento y delicado a las hermanas de comunidad y a la oración. Perfil humano y espiritual espiritual de Sor Aurora:
Era notable en ella su humildad y su caridad hacia las hermanas, quienes la definen como: muy trabajadora, fervorosa y mortificada. Se apreciaba en ella el espíritu de sacrificio y abnegación en el ejercicio de los ministerios con los enfermos. Centrada en su vida y orgullosa de su vocación, gustaba de compartir su experiencia de Sierva de María con las jóvenes que iban entrando, para animarlas a trabajar por la gloria de Dios y la extensión de su reino; así contaba que en cierta ocasión asistiendo a un militar alejado de las prácticas religiosas, al servirle un día, una taza de caldo, se la tiró a la cara. Ella con mucha paciencia le trajo otra, diciendo que “la primera había sido para ella y que esta otra era para él”. Esta acción ganó aquella alma para Dios, pues entró dentro de sí y se reconcilió con el Señor. Aman Amante te de la vida vida co comu muni nita tari riaa amen ameniz izab abaa los los recr recreo eoss co cont ntan ando do curiosas anécdotas, que le habían sucedido y chistes para hacer reír y pasar de este modo un rato agradable y distendido. En su avanzada edad suplicó a la Madre Superiora le diera el oficio de campanera y lo desempeñaba con gran exactitud, desde el primer acto del día al despertar a la comunidad, siendo la primera en el coro lo mismo en pleno invierno que en lo restante del año. Era asidua en los ejercidos de piedad, y como por su edad mucho no podía hacer, la Madre Superiora le daba permiso para que estuviese en la capilla todo el tiempo que quisiera y efectivamente, se la veía pasar largos ratos en el coro haciendo compañía a Jesús Sacramentado. A pesar de que Sor Aurora contaba con 86 años de edad al iniciarse la gu guer erra ra civi civill de 19 1936 36,, se man ante tení níaa ob obse serv rvan ante te en todo todo,, nu nunc ncaa se dispensaba de los actos de comunidad, reflejando su carácter enérgico y trabajador.
16
Disposición ante el martirio: martirio:
Sor Begoña Lazcano que vivió con Sor Aurora en Pozuelo de Alarcón los días de la persecución religiosa, nos manifiesta así la actitud de la Sierva de Dios ante las duras circunstancias que tuvieron que afrontar: “al acercarse los momentos difíciles que acabarían con su vida, Sor Aurora se amoldó a todo con docilidad de niña, aunque al quitarle el hábito las lágrimas rodaron por sus mejillas. Fuera de nuestro convento en Pozuelo de Alarcón se mantuvo tranquila y conforme con las disposiciones que iban surgiendo, aunque carecíamos de muchas cosas, siendo muy consciente de la situación. Solía decir que deberíamos estar todas juntas siempre, hasta la muerte”.
3. – SOR DARÍA ANDIARENA SAGASETA (Josefa Engracia)
17
Nace el 5 de abril de 1879 en Donamaría, provincia de Navarra (España) a las dos de la tarde. Al día siguiente, don Francisco Vertiz, le administr administraa el bautismo bautismo en la parroquia parroquia la Asunción Asunción de Nuestra Nuestra Señora, imponiéndole los nombres de Josefa Engracia. El día día 30 de agosto agosto de 1881, recibe el sacramento de la confirmación administrada por el señor obispo de Pamplona, don José Oliver y Hurtado, en la parroquia de San Pedro del vecino pueblo de Santesteban. Son sus padres don Nicolás y doña Francisca, ambos naturales y vecinos de Donamaría. Cuenta 23 años cuando ingresa en la Congregación de las Siervas de María, el día 9 de noviembre de 1902 en la casa de San Sebastián, integrándose a los pocos días en el noviciado de Madrid, vistiendo el hábito el 19 de abril de 1903. Hace su profesión temporal el 4 de mayo de 1905, siendo destinada a la casa de Zaragoza donde permaneció hasta marzo de 1910, pasando a la casa de Ciudad Real y un año más tarde es trasladada a la Casa Madre, haciendo sus votos perpetuos el 5 de mayo de 1913. En el año 1922, se le confió el cargo de auxiliar de la madre maestra en el noviciado de Madrid, lo que llevó a cabo siendo un modelo de virtudes para las novicias durante los ocho años que lo desempeñó. En septiembre de 1930 fue enviada a la casa de Pozuelo de Alarcón, desempeñando los cargos de secretaria y consiliaria de dicha comunidad a partir de 1932. Perfil humano y espiritual espiritual de Sor Daría Andiarena: Andiarena:
Podemos afirmar que su vida estaba enraizada en Dios. Quienes la trataron nos la describen era una hermana grave en su porte, a la vez que amab amable le,, risu risueñ eñaa y co cond ndes esce cend ndie ient nte. e. Se la ve veía ía an anda darr co conn ha habi bitu tual al recogimiento; hacía el efecto de siempre estaba en la presencia de Dios, verdaderamente en Él y para Él vivió. Su gran caridad, se hizo notoria en el desempeño de cada uno de los cargos que en su vida se le confiaron: En su labor junto a los enfermos dejaba la huella de su amor a Cristo y a los hermanos y cuantas hermanas la relevaban en las asistencias, escuchaban de la familia, la delicadeza con la que Sor Daría desempeñaba su trabajo, dejando siempre un recuerdo muy positivo, siendo apreciada 18
por todos; asegurando una testigo: sus palabras y sus obras eran un gran estímulo y hacían mucho bien a cuantos la trataban. Enferma ella misma de una úlcera de estómago, las novicias que la velaban en la enfermería, le debían administrar alimento por las noches; con su habitual sonrisa y sumisión lo tomaba, pero les rogaba reiteradamente que no se molestaran por ella. Todo su afán era que atendiesen a las demás enfermas antes que a ella, queriendo ser siempre la última en todo. Casi toda la noche la pasaba sentada en la cama tosiendo y no se la oía quejarse ni una sola vez, lo llevaba todo con una paciencia admirable. Caridad que aún era más delicada en el desempeño de su labor como auxi au xili liar ar de la mad adre re maest aestra ra,, haci acién éndo dose se cerc cercan anaa a las las jóv óveene ness y ayudándoles con sencillez a descubrir los valores fundamentales de la vida religiosa, como lo reflejan los siguientes testimonios: se podía admirar en Sor Daría la igualdad con que trataba a todas las novicias, sin notarle jamás preferencia por ninguna. Refieren las entonces novicias: “Nos inculcaba mucho la pureza de intención diciéndonos que aquel trabajo era para la Santísima Virgen o para las esposas de Jesús y que obrásemos bajo estas miras”; animándoles a que ofrecieran a Dios el trabajo que se les en enco com men enddab abaa, po porr la co conv nver ersi sióón de los los pecad ecador ores es y a qu quee con frecuencia hicieran actos de amor de Dios y fervientes jaculatorias para agradar así a nuestro Señor. Su cari carida dadd se mani manife fest stab abaa de mod odoo espe especi cial al co conn las las no novi vici cias as enfermas. “En el lavadero, ella nos ponía los delantales y nos subía las mangas para que no nos mojáramos”. mojáramos” . Si oía toser a alguna le decía: “Sor , váyase arriba porque hay poca ropa y usted está muy resfriada”. Tanto se confundía con las novicias en los quehaceres que nadie diría era la hermana mayor y, si tenía que avisar de alguna cosa, lo hacía con tal caridad y delicadeza que nunca molestaba con su aviso. Disposición ante el martirio: martirio:
Un día en el recreo, recordarán las que fueron sus novicias, hablaba de la gloria de derramar la sangre por nuestro Señor y de la envidia que sentía de los misioneros porque tenían probabilidad de ser mártires. La entrega de la vida de Sor Daría, hasta derramar su sangre, no fue vista por las hermanas como algo casual, sino como la coronación de toda 19
una vivencia. Sin duda Dios recompensó sus virtudes, concediéndole como premio, la palma del martirio, según su deseo expresado con estas pala bras: “Yo quiero el martirio del sacrificio diario y si Dios quiere, también morir, morir mártir por Él”.
4. – SOR AGUSTINA PEÑA RODRÍGUEZ (María Anunciación)
Nace en Ruanales, pueblo de la provincia de Cantabria (España) el día 23 de marzo de 1900, a las cuatro de la mañana. Dos días más tarde, don Anselmo Menéndez le administra el sacramento del bautismo en la parroquia de la Santa Cruz de Ruanales, arzobispado de Burgos, imponiéndole el nombre de María Anunciación. Es confirmada el día 24 de junio de 1904 por el excelentísimo señor don Gregorio María Aguirre, arzobispo de Burgos. 20
Son sus padres don Melitón y doña Agustina, naturales y vecinos de Ruanales. A los 24 años de edad ingresa como postulante en el Instituto de las Siervas de María Ministras de los Enfermos, el día 14 de diciembre de 1924, en la comunidad de Tudela a la que pertenecía como religiosa, una hermana de su madre. Viste el hábito en la Casa Madre (Madrid) el 4 de julio de 1925, destacándose ya en esta etapa del noviciado, como persona de virtud nada común, sentimientos muy nobles y muy inteligente. Emite los votos temporales en Madrid, el 5 de julio de 1927 y cuatro días más tarde es trasladada a la casa de Pozuelo de Alarcón, para ocuparse en los oficios domésticos y especialmente en el cultivo de la huerta. Es en esta casa donde hace su profesión perpetua, el 5 de julio de 1933. Perfil humano y espiritual espiritual de Sor Agustina: Agustina:
Sin duda la clave que guiaba la existencia de Sor Agustina, la encontramos en la profunda vida de oración que ya alimentaba su alma en ese hogar cristiano en el que, tanto en tiempo de bonanza como en plena guerra, el rezo diario del rosario en familia era un deber sagrado; fidelidad a la oración que la acompaña y va templando todas las etapas de su existencia. Pudiendo sus contemporáneas decir de ella que: era de pocas palabras, pero al mismo tiempo dulce y humilde; dando la impresión de que con consta stante ntemen mente te estaba estaba tratan tratando do con Dios, Dios, distin distingui guiénd éndose ose por su piedad, que le llevaba a aprovechar las horas libres para estar ante el Señor. Con frecuencia, dice otro testimonio, nos renovaba la presencia de Dios y así nos ayudaba a estar en unión con Él. Para ella todo se convertía en capilla, así que en todas partes se la veía recogida y unida a su Dios a quien tanto amaba. Era un alma grande en la que resplandecía la humildad, el candor y la sencillez. Su vida se ve muy pronto marcada con la impronta del dolor, al verse privada desde muy niña de su madre. Casado su padre en segundas nupcias, la Sierva de Dios se constituye en un valioso apoyo para doña Jacinta, su nueva madre, ocupándose en atender a los doce hermanos que constituirían aquel cristiano hogar y de los que cuidaba con especial dedicación. 21
Mucho se podría decir de su caridad sin límites que se había hecho proverbial ya en su tierra y entre los suyos, quienes la recuerdan como persona muy buena, querida y apreciada apreciada por su entrega. Los que la trataron afirman: No daba nunca muestras de impaciencia ante el trabajo o cualquier cosa contraria a nuestra naturaleza y se diría buscaba las ocasiones para ejercitarse en la virtud, para así, con más alegría y generosidad ofrecer sus trabajos al Señor. En la obediencia estaba siempre pronta para todo, no solamente a lo que se le mandaba sino a la meno menorr indi indica caci ción ón.. Se co comp mpla lací cíaa en po pode derr ay ayud udar ar a cu cuan anta tass pe pers rson onas as necesitaban de sus servicios. Ya en el convento su caridad era manifiesta entre las hermanas, pues siempre se la veía deseosa de hacer algún servicio. Cargaba sobre sí todos los trabajos, con tal de que el resto de las hermanas no faltaran a ningún acto de comunidad. Cuando se le encomendó el cuidado de Madre Aurelia Arambarri, que ya estaba imposibilitada, Sor Agustina se esmeró en tan sagrado deber más allá de lo que podían sus fuerzas pues, después de llevar el duro trabajo de la huerta, la atendía con suma solicitud y esmero, levantándose por la noche todas las veces que la enferma la llamaba, sin dar la menor señal de contrariedad, haciendo con ella derroches de caridad, siendo incansable en prodigarle en prodigarle algún alivio. alivio. Disposición ante el martirio: martirio:
Sor Begoña Lazcano que estuvo con ella los últimos días de estancia en Pozuelo nos dice: “Sufrió las consecuencias de aquellos rudos días con admirable conformidad a la voluntad de Dios. Al quitarse el hábito, dijo que pronto se lo volvería a poner y, si nos mataban, lo tendríamos en el cielo para siempre. Así pasó esta hermana los nueve años que vivió en la casa de Pozuelo de Alarcón, como preparándose día tras día para recibir tan dichosa gracia”.
22
IV – UNIDAS HACIA EL MARTIRIO Conforme avanzaban los días, la situación se hacía menos sostenible para la población en Pozuelo de Alarcón ya que, a finales del mes de noviembre de 1936, el lugar se había convertido en un verdadero campo de combate, por lo que sus habitantes eran obligados a retirarse a zonas más alejadas, haciéndose la evacuación en medio de un caos en el que, las personas sólo buscaban poner a salvo sus vidas, incluso la población civil se veía sometida a un continuo bombardeo. Ante nte est esta real realiida dadd los los mili ilician cianos os impu pusi sieeron ron la ev evaacu cuac ació iónn incondicional de toda la vecindad, recorriendo las casas una tras de otra, obligando a las personas a salir del pueblo. En uno de estos registros en el domicilio de la familia Llorente, el 1 de diciembre, fue obligada a salir de allí, con otras ocho personas, Sor Agustina. A los demás refugiad los respetaron, en atención a lo avanzado de su edad. El peligro era tremendo, pues a causa de los bombardeos aéreos, de cañón y fusilería, Pozuelo de Alarcón se venía al suelo. La familia Llorente se resistía a dejar la localidad, en parte porque en la morada de doña Beatriz habían encontrado cobijo, además de las cuatro Siervas de María, varias personas que no podían resistir el esfuerzo de una fuga precipitada y en parte, porque se esperaba que en breve, sería tomada la ciudad y por fin se verían libres, aunque la situación se agravaba por momentos pues los bombardeos no daban tregua. Llegó el 6 de diciembre y debió mediar alguna denuncia de que varias personas permanecían allí, pues ese día, a las once de la mañana, los milicianos se presentaron ante la casa de doña Beatriz con una camioneta obligando a todos, familia Llorente y hermanas, a subir en la misma, sien siendo do co cond nduc ucid idos os en cali calida dadd de de dete teni nido doss al pu pueb eblo lo de Arav Aravac aca, a, permaneciendo en el hotel Villa María Carmen, situado en la carretera que va hacia Madrid. Al llegar a dicho hotel, a Madre Aurelia, dado su estado, tuvieron que bajarla; lo hizo un miliciano, el cual al cogerla, palpó el rosario que ésta llevaba escondido debajo del vestido; esto le bastó para sospechar que se trataba de monjas. Fue entonces cuando Sor Daría Andiarena, con entereza les dijo: “En efecto, somos religiosas, pueden hacer lo que quieran con nosotras, pero yo les suplico que a esta familia no le hagan 23
nada, pues al vernos sin casa, y autorizada por el comité de Pozuelo de Alarcón, nos recibieron en la suya por caridad”. caridad”. Al confesar su condición de religiosas, los milicianos separaron a las hermanas de la familia Llorente, quedando incomunicadas en una habitación aparte. A las seis de la tarde, los miembros de la familia Llorente, fueron puestos en libertad, alejándose de aquel lugar, pero con la seguridad de que esa misma noche o al amanecer del día siguiente, “habrían sido sacrificadas aquellas venerables hermanas”. Al día siguiente, 7 de diciembre, don Luis Llorente, nieto de doña Beatriz, volvió a Pozuelo de Alarcón, con el fin de hacer alguna gestión. Estando allí, se le acercó uno del pueblo y le dijo: “Acabo de ver tres cadáveres en la Estación” y al preguntarle don Luis si eran mujeres, contestó: “Sí, son las tres monjas que acababan de despachar”. En cuanto a Sor Agustina Peña, al ser obligada a separarse de las otras hermanas, fue huyendo sin rumbo fijo; al llegar a la Estación de Pozuelo de Alarcón, el fuego de aviación y fusilería era tan fuerte, que se refugió bajo el puente del Arroyo, junto a otras personas. Cuando pasó el peligro, rogó a una familia que se encontraba allí allí le permitiera seguir unida a ellos, ya que se encontraba sola. El mismo día 1 de diciembre, llegaron a Las Rozas, instalándose en una de tantas casas que tenía habitaciones libres. El día 5 de diciembre, se presentó en la casa, el “comité del pueblo” de Las Rozas en pleno, preguntando por la “monja”, pues alguien debió ver a Sor Agustina Peña rezar y la delató. En aquellos momentos entraba Sor Agustina en la casa. Nada más verla, dieron por seguro que era la monja. Entonces los milicianos, le indicaron que debía ir con ellos y la condujeron al Centro del Comité. Pasa Pasada dass do doss ho hora ras, s, sali salióó la he herm rman anaa rode rodead adaa de mili milici cian anos os,, y metiéndola en un coche, partieron por la carretera hacia Majadahonda. No debieron ir muy lejos, para sacrificarla, pues enseguida volvieron los mismos que la llevaron pero ya si ella. Las personas que convivieron con Sor Agustina en Las Rozas, no tardaron en marcharse a Majadahonda. La impresión que guardaron de ella quienes la conocieron, es que, esta Sierva de María fue sacrificada por el solo hecho de ser religiosa y por el delito de haberle encontrado el rosario, que tanto usaba aquellos días, presintiendo ella, tal vez, su final. 24
Era adviento, un Adviento muy especial para estas cuatro Siervas de María que a lo largo de toda su vida religiosa, habían sabido vigilar durante largas noches de vela junto a los enfermos y, presintiendo la llegada de la muerte de sus pacientes, sintiéndola cerca, habían orado, con ellos y por ellos: “¡ven Señor Jesús!”. Era un Adviento el de 1936, regado con la sangre de la Iglesia perseguida en España. Las Siervas de Dios seguían en vela, en ellas y por ellas, la Iglesia oraba “ven Señor Jesús” y en ellas y por ellas, Cristo coronaba a su Iglesia “ven esposa, recibe la corona preparada para ti desde la eternidad”. No tardó en extenderse la noticia del martirio de estas cuatro hermanas por la Congregación de las Siervas de María. Tras la entrevista de Madre Provincial Nieves Aizcorbe con don Luis Llorente, dicha Madre, comunicando la información que tenía hasta entonces sobre el particular afirmaba: “Podemos amadas hermanas, contar a cuatro miembros de nuestra amada Congregación, formando parte en el innumerable coro de mártires de todos los estados, clases y edad, que en estos tres terribles años de persecución, han dado su sangre y su vida vida por Dios”. “Dichosas hermanas nuestras que fuisteis halladas dignas de la palma del martirio, rogad por nosotras y que vuestro ejemplo, nos sirva de estímulo para seguir generosas a Jesús en el cumplimiento cumplimiento de su divina y adorable voluntad”. La fama de martirio se extendió rápidamente por todo el Instituto de las Siervas de María. La Madre General Fernanda Iribarren, invitó a las religiosas que conocieron o convivieron con Madre Aurelia, Sor Aurora, Sor Da Darí ríaa y Sor Sor Ag Agus usttina, ina, a qu quee man aniifest festar aran an por escr escrit itoo cu cuan antto recordaban acerca de la vida y virtudes de dichas hermanas. Los 171 testimonios recibidos, reflejan que sus vidas habían sido una preparación para recibir la gracia del martirio. Se expresan así: así: “El cielo habrá sido la recompensa final a todas sus virtudes, viniendo a coronar todas ellas, la palma del martirio”. “El Señor les ha concedido el favor tan grande con la corona del martirio. ¡Gloria a Dios!” “Su muerte de mártir, creo fue premio y corona de su vida santa”.
25
V – CAMINANDO CON MARÍA Un Rosario delata la condición de estas cuatro Siervas de María. Sor Agustina no podía prescindir de desgranar las cuentas del Rosario, cuando se vio en Las Rozas, separada del resto de las hermanas. Madre Aurelia lo llevaba escondido cual inseparable tesoro y escudo, en los momentos de dolor y desconcierto. Todas ellas, con María, Madre los Mártires, se sintieron fuertes en su debilidad, dando testimonio de su fe hasta derramar su sangre. Cada Sierva de María recibe, al incorporarse a la Congregación, un Rosa Ro sari rioo co como mo sign signoo y co comp mpen endi dioo de la espi espirit ritua uali lida dadd cris cristo toló lógi gica ca y mariana que debe iluminar su camino. Con esta entrega se le viene a decir que, sólo ahondando con María en el misterio de Cristo, puede acercarse efi eficaz cazmen entte al mister steriio del ho hom mbre qu quee sufr sufree. Que ue,, gu guard ardan ando do y contemplando en el corazón como María el misterio de Cristo, encontrará la palabra y el gesto eficaz para aliviar e iluminar la noche del dolor.
En much muchas as oc ocas asio ione nes, s, cu cuan ando do la fuer fuerza za de la en enfe ferm rmed edad ad y la cercanía de la muerte, rebasan las expectativas de la ciencia y hacen palpable la impotencia de la técnica ante el sufrimiento humano, la recitación del Rosario brota del corazón ungiendo el dolor, dándonos la 26
certeza de que ni el sufrimiento ni la misma muerte, tienen la última palabra, porque Cristo, asumiendo nuestras debilidades, ya nos pasó de la muerte a la vida. “Que “Q ue el recu recuer erdo do de esta estass he herm rman anas as nu nuest estra ras, s, pe perm rman anez ezca ca y se transmita de generación en generación, para que de él brote una profunda renovación cristiana. Que se custodie como un tesoro de gran valor para los cristianos de nuevo Milenio y sea la levadura para alcanzar la profunda comunión de todos los discípulos de Cristo. Con el espíritu lleno de íntima emoción, expreso este deseo. Elevo mi oración al Señor, para que la nube de testigos que nos rodea, nos ayude a todos nosotros, creyentes, a expresar con el mismo valor, nuestro amor por Cristo, por Él que está vivo siempre en su Iglesia: Como ayer, así hoy, mañana y siempre” (Beato Juan Pablo II – 7.V.2000)
VI – ¡GRACIAS SEÑOR POR ESTAS HERMANAS! ¡Gracias Madre Aurelia, Sor Aurora, Sor Daría, Sor Agustina!
Porque, con vuestras vidas, Dios ha escrito páginas de sangre en la historia del Instituto. Vosotras nos decís con vuestro gesto, que el espíritu de Madre Soledad, sigue siendo capaz de levantar testigos veraces, en medio de los pueblos. ¡Bendito sea Dios que escoge a seres tan débiles para confundir a los fuertes! ¡Dichosas vosotras, que merecisteis la Palma del Martirio! Fue Pozuelo una fragua de mártires, meta de un camino de entrega en amor y perdón que culminó en el martirio, caer de la tarde en plegaria y oración. Fue en nuestras hermanas “Sí” incondicional a Cristo tras una vida entregada sin reservas, instante a instante en sencillez y caridad. Pozu Pozuel eloo de Alar Alarcó cónn co cont ntin inúa úa sien siendo do ho hoyy refer referen enci ciaa de nu nues estr traa historia que se rubrica junto a Cristo con el derramamiento de la sangre.
27
VII – PROCESO DE BEATIFICACIÓN Dada la fama de martirio, que de estas hermanas se conserva a través del tiempo, se decide introducir la Causa de Madre Aurelia Arambarri y tres compañeras Mártires de la persecución religiosa en España. Solicitada la apertura del proceso al Cardenal Carde nal de Madrid don Antonio María Rouco Rouco Varela con fecha del 20 de mayo de 2000, el señor Cardenal solicita a su vez, a la Congregación para las Causas de los Santos el “Nihil obstat” de la Santa Sede, el que le es comunicado con fecha del 15 de septiembre de 2000.
El 28 de octubre tiene lugar en la capilla de la Casa Madre de las Siervas de María la sesión de apertura del proceso. El 21 de abril de 2001, tendrá lugar la sesión de clausura, precedida de 29 sesiones. La Beatificación de estas cuatro Siervas de María Ministras de los Enfermos ha tenido lugar en Tarragona junto con otros 500 Confesores de la Fe, el 13 de octubre del 2013, clausurando con esta celebración en la Igl Iglesi esia que pereg eregri rina na en Espa España ña el Añ Añoo de la Fe, que Su San anttida dadd 28
Bene Benedi dict ctoo XV XVII inic inició ió el 11 de oc octu tubr bree de 20 2012 12 y el qu quee clau clausu sura rará rá en Roma Su Santidad Francisco en la solemnidad de Cristo Rey de 2013.
VIII – FRAGUA DE MÁRTIRES
Pozuelo de Alarcón Fragua de Mártires Fragua de Mártires, Pozuelo, bodega de vino de solera, lagar cargado de racimos, profesión de Fe profunda y recia. Ofrenda generosa que se entrega en un SÍ, hecho en años de adoración y de servicio, contemplación contemplación activa, a la caída de la tarde, rubricada a fuego de martirio. Pozuelo: eres testigo mudo del calvario, de Sores Aurelia, Aurora, Daría y Agustina, ara de Altar, de esa porción de Siervas de María, puestas a prueba, en la fragua a lo divino. divino. Eres grito vivo y actual de profecía, en lento y silenciado martirio, que anuncia y prepara tiempos nuevos, ricos en Paz, vibrantes en Espíritu.
29
Pozuelo: eres ofrenda de azucenas y de rosas, aroma de violetas, trigo molido, racimo de uva cargado de sazón, vino escanciado en Esponsal Divino. Surco abierto, tallado en dura roca , arado en sacrificio , hecho vida, respuesta fecunda en tiempos recios, Pozuelo, eres vocación y profecía. El campo figuraba una patena, cuatro vírgenes –se diría– la oblación. Su defensa, la plegaria confiada, la victoria del perdón. Cual trofeo de mártires, el cielo cuatro palmas entregó, era el siete de diciembre en Pozuelo de Alcorcón.
IX – ORACIÓN
Oración para pedir su intercesión 30
Te bendecimos Padre, porque en cada etapa de la historia, no dejas de suscitar en tu Iglesia testigos de la fe, que hacen presente tu fidelidad y tu pacto de amor con los hombres. Tú elegiste a las Beatas Aurelia, Aurora, Daría y Agustina para que con sus vidas de servicio a los enfermos y a las familias que sufren, fueran un reflejo de tu amor que nunca abandona a los hombre. Tú hiciste fuerte su debilidad y por Ti, dieron testimonio de su fe hasta derramar su sangre. Concédenos el ser, como ellas, testigos auténticos de la fe que profesamos y la gracia que hoy te pedimos por su intercesión, para tu mayor gloria. Amén.
X – LOGOTIPO El elemento central lo constituye la cruz, expresión del “amor más grande” con el que los mártires afrontaron la obra suprema, uniendo el destino final de sus vidas a Jesucristo; de ahí también el color rojo de la 31
cruz, que simboliza el amor llevado hasta el extremo de la sangre derramada por Cristo. La palma es el símbolo del martirio de los primeros cristianos y expresión de la victoria final alcanzada por la “fe que vence al mundo”. Representa también: a) El fuego del Espíritu Santo. b) La zarza que arde y no se consume. El amor que se da y no termina. c) La luz que alumbra al mundo. Círculo alrededor de la cruz y de la palma, como expresión de la vida a la que Dios nos llama, se dispone la leyenda de este acontecimiento acontecimiento a) Mártires del siglo XX en España. b) Beatificación Año de la Fe c) Tarragona 2013: lugar y año de la Beatificación.
32
33