Todas estas virtudes están presididas por la prudencia, que es la virtud de elegir los fines correctos, y de aplicar adecuadamente el “justo medio”. Otro concepto importante en la ética aristotélica es el hábito. Para nuestro autor, el comportamiento y el temperamento humanos se conforman por el hábito, es decir, por la repetición de una conducta de manera reiterada. Por este motivo, Aristóteles quiso corregir el intelectualismo moral de Sócrates afirmando que para practicar el bien es necesario conocer qué es el bien, pero no es suficiente: hay que llevarlo a cabo, tener el hábito del bien. (Del mismo modo con la justicia, la templanza, etc.) h) La política. política. Al igual que Platón, aunque no con la misma intensidad, Aristóteles reflexionó sobre la política. Para Aristóteles, el hombre y la mujer son seres esencialmente sociales, por ello afirmó que el hombre es un “animal político”. El hombre y la mujer no pueden vivir solos, necesitan a los otros para su desarrollo como tales (de ahí la importancia de la amistad para nuestro filósofo). Así, la pólis es una comunidad de la que es miembro natural el ser humano. A la manera platónica, Aristóteles considera la monarquía el mejor de los regímenes políticos, seguido de la aristocracia y de la república. Las degeneraciones de estos regímenes son la tiranía, la oligarquía y la democracia. Sin embargo, a diferencia de Platón, Aristóteles es más indulgente con la validez de los regímenes políticos. Considera que el régimen más correcto para una pólis depende de las circunstancias, siempre que se respete el fin de toda pólis, que es el bien común, la felicidad de la comunidad de individuos.