PROBLEMA FUNDAMENTAL DE LA FILOSOFÍA El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser. Desde los tiempos remotísimos en que el hombre, sumido en la mayor ignorancia acerca de su organismo e incitado por las imágenes de los sueños, dio en creer que sus pensamientos y sus sensaciones no eran funciones de su cuerpo sino de un alma especial que moraba en ese cuerpo y lo abandonaba al morir; desde aquellos tiempos, el hombre tuvo forzosamente que reflexionar acerca de las relaciones de esta alma con el mundo exterior. Si el alma se separaba del cuerpo al morir, si sobrevivía, no había razón para asignarle a ella una muerte propia; así surgió la idea de la inmortalidad del alma, idea que en aquella fase de desarrollo no se concebía, ni mucho menos, como un consuelo, sino como una fatalidad ineluctable, y no pocas veces, cual entre los griegos, como un verdadero infortunio. No fue la necesidad religiosa de consuelo, sino la perplejidad, basada en una ignorancia generalizada, de no saber qué hacer con el alma ya que se había admitido su existencia- después de morir el cuerpo, lo que condujo por doquier a la absurda fábula de la inmortalidad del hombre. Por caminos muy semejantes, mediante la personificación de los poderes naturales, surgieron también, los primeros dioses, que luego, al ir desarrollándose la religión, fueron tomando un aspecto cada vez más ultramundano, hasta que, por último, por un proceso natural de abstracción, casi diríamos de destilación que se produce en el transcurso del desarrollo espiritual, de los muchos dioses más o menos circunscritos y con campos de acción que se limitaban mutuamente los unos a los otros, brotó en las cabezas de los hombres la idea de un Dios único y exclusivo, propio de las religiones monoteístas. El problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza, problema supremo de toda filosofía, tiene pues, sus raíces al igual que toda religión, en las ideas limitadas e ignorantes del estado de salvajismo. Pero no pudo plantearse con toda nitidez, ni pudo adquirir su plena significación hasta que la humanidad europea no despertó del prolongado letargo de la Edad Media cristiana. El problema de la relación entre el pensar y el ser, problema que, por lo demás, tuvo también gran importancia entre los escolásticos de la Edad Media: la cuestión de saber qué es lo primario, si el espíritu y la naturaleza revertía frente a la Iglesia la forma agudizada siguiente: el mundo fue creado por Dios, o existe desde toda una eternidad.
LA MATERIA Desde el comienzo de la filosofía, y en casi todas las culturas, se encuentra este concepto vagamente formulado como lo que permanece por debajo de las apariencias cambiantes de las cosas de la naturaleza. Según esa idea, todo lo observable está dado en sus diversas y cambiantes apariencias en un soporte o entidad en la que radica el movimiento y cambio de las cosas: la materia. Materia es la multiplicidad infinita de todos los fenómenos, objetos y sistemas existentes, es el substrato de todas las diversas propiedades, relaciones, interacciones y formas del movimiento. La materia no existe más que en la infinita multiplicidad de formas concretas de organización estructural, cada una de las cuales posee diferentes propiedades e interacciones, una estructura compleja, y constituye un elemento de un sistema más general. Sería, por tanto, erróneo buscar «la materia como tal», una substancia primaria invariable, fuera de sus formas concretas. La esencia interna de la materia se revela a través de sus diversas propiedades e interacciones, cuyo conocimiento significa, precisamente, el conocimiento de la materia misma. Cuanto más compleja es la materia, tanto más distintas y diferenciadas son sus interconexiones y propiedades. En el nivel más alto de la complejidad -al que corresponde la aparición de los seres racionales- algunas de las propiedades de la materia, como por ejemplo la conciencia, parecen tan insólitas, tan distintas de la materia, que a primera vista se nos ofrecen como algo totalmente desligado de ella. El elevar esta idea a la condición de algo absoluto, la incapacidad de descubrir el nexo entre la conciencia y la materia siempre ha dado lugar a que surgieran diversas teorías idealistas y dualistas. La concepción filosófica de la materia como realidad objetiva se concreta y completa mediante las ideas científicas sobre la estructura y propiedades de la materia misma. Mas sería erróneo identificar la materia como categoría filosófica con tales o cuales concepciones sobre su estructura, dado que éstas cambian en dependencia de los nuevos descubrimientos de la ciencia, mientras que la definición filosófica de la materia permanece invariable. También sería erróneo identificar la materia como categoría filosófica con alguno de sus aspectos concretos, por ejemplo con la substancia, con el campo o con alguna de sus propiedades.