El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Tes Tesis de Lice Licenciat iatura Carrera de Filosofía Facul cultad tad de de Fil Filosof osofíía y Le Letras tras Unive niversi rsida dad d de Bueno uenos s Ai Aires res
Alumno: Milton B. Laufer L U: 27.71 27.711.6 1.684 84 Director: Federico Penelas 2008
I n memori oriamP.B. .B.
A grade gradeci cim mientos Muchas son las personas a las las cuales debo agradece agradecerr el que este traba trabajo haya sido sido concretado. concretado. Si Sin preten pretensi sión ón de agotar agotar a todos los los invol involucrados, ucrados, tanto di directa como indirectamente, debo mencionar, en primer lugar, a aquellos que han leído y discutido Tractatus algunos trabajos previos en el marco de mi proyecto de investigación sobre el Tra Logico-Philosophicus de Wittgenstein como adscripto a la Cátedra de Filosofía del L engua nguaje de la Facultad de Fil Fi losof osofía y Le L etras tras de de la UBA : el Mg. M g. Hora Horaci cio o Bane Banega, Ra Ramiro Caso, Caso, Luc L uca as Bucci Bucci, Pa Patrici tricia a Marech recha al, Ign I gna acio Ma M astrol strole eo, el el L ic. Fe Federico rico Pailos Pail os,, Rocío Rocío Picho Pi chon n Rivi Riviè ère, Fl Florencia orencia Rim Ri moldi oldi y la la L ic. Gl Glenda Satne Satne. En E n se segund gundo o lug luga ar, no pue puedo dejar de seña señalar el aporte aporte realizado zado por el Grupo de de A cción cción Filosóf osófica (GA (GAF), sin cuyo estímulo constante nada de lo aquí realizado hubiera sido posible; en particular, a sus miembros coordina coordinadore dores: la la Dra. Dra. El E leonora onora Orla Orl ando, ndo, el Dr. Edua duardo Barrio Barrio y el el L ic. Federico Penelas. A Rafael Ga Galante anterni rnik, k, por su confi confia anza y apoyo apoyo este este últi últim mo año. año. Asimismo, simismo, quiero agrade gradecer cer a la Li L ic. Ga Gabrie briela Balcarce carce.. Su af afecto y di diálogo ogo fi filosóf osófico han han sido sido im imprescindi prescindibl bles es en los los mes meses es de de elaboraci aboración ón de este este trabajo. Por últi últim mo, doble mención nción merece el L ic. Fe Federico ri co Pene Penelas, no sól sólo por su su di dirección, rección, sino sino también bién por por su amistad.
I n memori oriamP.B. .B.
A grade gradeci cim mientos Muchas son las personas a las las cuales debo agradece agradecerr el que este traba trabajo haya sido sido concretado. concretado. Si Sin preten pretensi sión ón de agotar agotar a todos los los invol involucrados, ucrados, tanto di directa como indirectamente, debo mencionar, en primer lugar, a aquellos que han leído y discutido Tractatus algunos trabajos previos en el marco de mi proyecto de investigación sobre el Tra Logico-Philosophicus de Wittgenstein como adscripto a la Cátedra de Filosofía del L engua nguaje de la Facultad de Fil Fi losof osofía y Le L etras tras de de la UBA : el Mg. M g. Hora Horaci cio o Bane Banega, Ra Ramiro Caso, Caso, Luc L uca as Bucci Bucci, Pa Patrici tricia a Marech recha al, Ign I gna acio Ma M astrol strole eo, el el L ic. Fe Federico rico Pailos Pail os,, Rocío Rocío Picho Pi chon n Rivi Riviè ère, Fl Florencia orencia Rim Ri moldi oldi y la la L ic. Gl Glenda Satne Satne. En E n se segund gundo o lug luga ar, no pue puedo dejar de seña señalar el aporte aporte realizado zado por el Grupo de de A cción cción Filosóf osófica (GA (GAF), sin cuyo estímulo constante nada de lo aquí realizado hubiera sido posible; en particular, a sus miembros coordina coordinadore dores: la la Dra. Dra. El E leonora onora Orla Orl ando, ndo, el Dr. Edua duardo Barrio Barrio y el el L ic. Federico Penelas. A Rafael Ga Galante anterni rnik, k, por su confi confia anza y apoyo apoyo este este últi últim mo año. año. Asimismo, simismo, quiero agrade gradecer cer a la Li L ic. Ga Gabrie briela Balcarce carce.. Su af afecto y di diálogo ogo fi filosóf osófico han han sido sido im imprescindi prescindibl bles es en los los mes meses es de de elaboraci aboración ón de este este trabajo. Por últi últim mo, doble mención nción merece el L ic. Fe Federico ri co Pene Penelas, no sól sólo por su su di dirección, rección, sino sino también bién por por su amistad.
Índice I ntroducción ntroducción ……………………………………………............…………............………… Tractatus Capítulo 1: Aspectos generales del Trac 1 La La estructur estructura a dela obra obra ……………………………………………............ 1.1 El sistema de numeración ………………………………………………... Tractatus …………... 1.2 El contenido de las proposiciones principales del Trac 1.2.1 1.2.1 Ontología Ontología ................................................................................................... 1.2.2 Epistemología …………………………………………………………... 1.2.2.1 1.2.2.1 L a teor teoría ía figurati fi gurativa va …………………………………………………... 1.2.2.2 1.2.2.2 Pe P ensami nsamiento y proposiciones pr oposiciones ………………………………………... 1.2.3 Filosofía del lenguaje …………………………………………………... 1.2.3.1 1.2.3.1 Funcione Funcioness lingüí l ingüísticas sticas………………………………………………... 1.2.3.2 Verdad, falsedad y absurdos ………………………………………… 1.2.3.3 Símbolo y signo ……………………………………………………….. 1.2.3.4 1.2.3.4 La La doctr doctriina del del mostr ostrar ar …………………………………………….... 1.2.3.5 1.2.3.5 La L a form for ma ge gene nerral de la propo pr oposición sición …………………………………. 1.2.3.6 1.2.3.6 La La lógica ………………………………………………………………. 1.3 1.3 La L a labor labor de la filos fi losofía ofía ……………………………………………………
Capítulo 2: El problema de lo inexpresable 2 La L a esc escalera alera tracta tr actarr iana …………………………………………………….. 2.1 L ecturas ctur as terapéuticas terapéuticas …………………………………………………….. 2.1.1 Arrojando la escalera ………………………………………………….. 2.1.1.1 2.1.1.1 La L a concepción concepción austera austera del absurdo absur do y la concepci concepción ón sustanci sustancial al …… 2.1.1.2 Frege y el absurdo sustancial . ………… ………… …………………. ……… …………. 2.1.1.3 Wittgenstein y la concepción austera del absurdo …………………. 2.1.2 El ascenso tractariano ………………………………………………….. 2.2 ¿Es posible ascender una escalera cuyos escalones son ilusorios? ……. 2.2.1 Críticas externas a las lecturas terapéuticas …………………………. 2.2.2 2.2.2 Cr ítica íti cass internas a las lectur lecturas as ter terapéuti apéutica cass ………………………….. 2.2.2.1 2.2.2.1 Evide Evidencia ncia textual textual trac tr actar tariana iana ………………………………………... 2.2.2.2 2.2.2.2 Inconsiste I nconsistencias ncias de la le lectura ctur a ter terapéuti apéutica ca …………………………… 2.3 M cGinn cGi nn y una extr extraña aña posici posición ón intermedi intermedia a ……………………………. Capítulo 3: El método del Trac Tractatus 3 El estatus de las proposiciones tractarianas ……………………………… 3.1 Absurdo sustancial y símil ………………………………………………. 3.2 L o antepr antepre edica dicati tivo vo ……………………………………………………….. 3.3 El uso del lenguaje ………………………………………………………..
2
15 16 20 23 27 27 31 36 36 38 39 42 45 49 51
55 59 61 62 63 67 70 75 75 78 79 80 84
89 90 95 99
Conclusión …………………………………………………………………………………...
105
Bibliografía …………………………………………………………………………………..
109
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Y todavía existe otro defecto en los discursos de algunas personas, que puede ser enumerado entre las especies de locura: nos referimos al abuso de palabras de que anteriormente he hablado […] bajo la denominación de absurdas. Tal ocurre cuando los hombres expresan palabras que reunidas unas con otras carecen de significación, no obstante lo cual las gentes, sin comprender sus términos, las repiten de modo rutinario, y son usadas por otros con la intención de engañar mediante la oscuridad que hay en ellas. Ocurre esto solamente a aquellos que conversan sobre temas incomprensibles, como los escolásticos, o sobre cuestiones de abstrusa filosofía. El común de las gentes raramente dice palabras sin sentido, y esta es la razón de que esas otras egregias personas las tengan por idiotas. Thomas Hobbes, Leviatán, Cap. VIII
He decidido, en lo referente a las notas, usar la siguiente convención: aquellas relativas a comentarios o aclaraciones sobre lo dicho en el cuerpo principal del texto, se encuentran en números arábigos y aparecen al pie de cada página. Las notas que únicamente tratan acerca de referencias bibliográficas, se indican en números romanos y se encuentran al final de cada sección; esta convención pretende aliviar al lector de distracciones respecto del texto principal, excepto en aquellos lugares donde cierta intervención me pareció pertinente. L as referencias al Tractatus Logico-Philosophicus (preeminentemente, la traducción de Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera), se realizan en el cuerpo del texto, entreparéntesis o corchetes, señalando el número deproposición. Asimismo, eventualmente se abrevia adicha obra con la sigla TLP. Observación.
1
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Introducción
Corría el mes de marzo del año 1919 cuando el ya por entonces reconocido filósofo Bertrand Russell recibió una carta de su viejo alumno Ludwig Wittgenstein, en la cual éste le informaba lo siguiente: [h]e escrito un libro titulado Logisch-Philosophische Abhandlung [ Tractatus LogicoPhilosophicus], que contiene todo mi trabajo de los últimos seis años. Creo que he solucionado definitivamente nuestros problemas. Puede que esto suene arrogante, pero me resulta imposible no creerlo… De hecho, no lo entenderás sin una explicación previa, ya que está escrito en forma de observaciones harto cortas. (Esto significa, por supuesto, quenadie lo comprenderá; a pesar de que creo que todo él es claro como el cristal. […]) Lo publicaré tan pronto como regrese a casai.
Así, Russell tomaba noticia del surgimiento de una obra que, desde su primera publicación en 1921, habría de convertirse, dentro el ámbito filosófico, en un tópico constante de admiración y rechazo en iguales proporciones. Meses más tarde, escribe nuevamente a Russell: [e]l punto fundamental es la teoría de lo que puede ser expresado mediante proposiciones –esto es, mediante el lenguaje- (y, lo que es lo mismo, lo que puede ser pensado) y lo que no puede ser expresado mediante proposiciones, sino sólo mostrado; creo que esto es el problema cardinal de la filosofíaii.
Ambas citas, como intentaré mostrar en el desarrollo de este trabajo, proporcionan el marco fundamental para entender la problemática que presenta el Tractatus LogicoPhilosophicus (como se lo conoció desde su publicación en inglés). En la primera de ellas,
vemos la conciencia que tenía su autor de lo difícil que resultaría su comprensión; allí, como en el Prefacio que escribió luego a la obra, parece conceder un alto porcentaje de responsabilidad respecto de esta dificultad: su estilo, intencionalmente o no, de ningún modo alivia la tarea de interpretarlo. Por otra parte, la segunda de las citas nos lleva directamente al problema que el presente trabajo busca desarrollar: qué es, según el Tractatus, aquello que puede ser expresado en el lenguaje y qué cae fuera de este límite.
Como indica en su carta a Russell, éste parece ser el punto fundamental de su “teoría”, la
2
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
cual da lugar a numerosas perplejidades sobre las que intentaré ahondar en las siguientes páginas. Para poder abocarme a dicha tarea, es imprescindible remitir antes, por lo menos de un modo muy superficial, a las obras de Russell y de Gottlob Frege, a los cuales, según las propias palabras de Wittgenstein, éste debía “buena parte de la incitación” a sus pensamientos.
Contexto histórico Si bien la publicación del artículo de Frege “Sobre sentido y referencia” iii en el año 1892 no tuvo una repercusión inmediata en el medio filosófico, en un hecho constatado que la distinción que allí instituye entre ambos conceptos ha sido de cardinal importancia para toda la filosofía analítica del lenguaje que se desarrolló a lo largo de siglo XX, aunque incluso ha sido retomada y discutida por autores pertenecientes a otras tradiciones como Edmund Husserl, con quien mantenía intercambios epistolares, así como también Paul Ricoeur en La metáfora vivaiv o Gilles Deleuze en la Lógica del sentidov. Como es sabido, la distinción surge de sus reflexiones respecto del signo de igualdad. Si la igualdad fuera una relación entre objetos, entonces proposiciones distintas como i) a=b y ii) a=a no diferirían en absoluto. Sin embargo, una apreciación superficial nos indica que la segunda es trivial y la primera no lo es. Por supuesto, podemos identificar la diferencia entre ambas señalando que en la primera se nos informa de cierta estipulación arbitraria, 3
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
según la cual usamos el signo ‘a’ para referir (bedeuten) al mismo objeto al que referimos cuando usamos el signo ‘b’. Pero en este caso, en palabras de Frege, “no expresaríamos con ella un conocimiento genuino” vi. Sólo surge una distinción interesante si la diferencia entre ambos signos supone unaheterogeneidad en los “modos de presentación” de los objetos. Es justamente este “modo de presentación” aquello que Frege denominó sentido (Sinn), estableciendo la división del significado de los términos del lenguaje en este componente, por un lado, y la referencia (Bedeutung), el objeto presentado, por el otro. Así, a un mismo referente podrán corresponder diversos modos de presentárselo, señalando de esta manera dos características fundamentales en esta doble funcionalidad de los signos lingüísticos: 1) Múltiples sentidos pueden corresponder a una única referencia. 2) La referencia, por su parte, es determinada por el sentido. Sin embargo, Frege negó que estos “modos de presentación” de los objetos que representan los sentido fueran entidades psicológicas, tales como las imágenes mentales que cada hablante asocia a los términos en cuestión. El sentido, a diferencia de estas últimas, puede ser “propiedad común de muchos” y, de este modo, ser asociada con una esfera conceptual, objetiva, esencialmente distinta del universo subjetivo y psicológico de las “imágenes”. La distinción entre sentido y referencia no se agota en los términos individuales, sino que se aplica tanto a los términos generales del lenguaje como a las proposiciones enteras (a las cuales Frege denominó “nombres compuestos”). Tanto el sentido como la referencia de estas últimas son funciones de sus partes constituyentes. Así, el sentido de una proposición es el “pensamiento” que ésta expresa; la referencia de la proposición, por su parte, es asociada por este autor con dos entidades lógicas, a las cuales llamó “L o Verdadero” y “Lo Falso”. 4
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Por otra parte, especial mención merece, en el contexto de presente trabajo, la división fregeana entre dos categorías lógicas que él encuentra en las proposiciones significativas: aquella entre lo que denominó objeto y lo que denominó conceptovii. Sin que lo que siga pretenda ser una definición, objeto es la referencia de un sujeto gramatical –en voz activa- y concepto es la referencia de su correspondiente predicado gramatical (por supuesto, esto no se cumple en varios casos, entre los que cabe destacar aquel en el cual el predicado en cuestión sucede al verbo ser en función de identidad, como “Darth Vader es tu padre”, caso en el cual ambos componentes son objetos). L o que definiría a los objetos, según Frege, es su carácter saturado, completo, en contraposición al carácter insaturado propio de los conceptos, gracias a lo cual pueden cumplir su función predicativa. Sin entrar en mayor detalle, pues dicha división se desarrollará más ampliamente en el apartado 2.1.1.2, podemos ilustrar el carácter insaturado a partir del siguiente ejemplo. Si tomamos la oración o) La filosofía es agotadora y en ella separamos sus componentes en “la filosofía” y “es agotadora”, veremos que a esta segunda forma le corresponde un “hueco”: “…es agotadora”, mientras que la primera parece ser en sí misma una entidad completa, aunque –por supuesto- no puede ella sola conformar una proposición. Esta oquedad propia de los conceptos es, precisamente, el carácter de insaturación indicado anteriormente. Asimismo, Frege fue uno de los pioneros respecto del programa de investigación que se conoce con el nombre de logicismo. El rasgo fundamental de esta corriente es la de haber pretendido reducir toda la matemática a la lógica. En este sentido, tanto su Conceptografía (Begriffsschrift), obra en la cual desarrolló lo que hoy en día se conoce con
5
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
el nombre de lógica de predicados, como sus Fundamentos de la Aritmética (Die Grundgesetze der Arithmetik) y los dos tomos de sus Leyes fundamentales de la Aritmética (Die Grundlagen der Arithmetik) pertenecen a los hitos fundamentales de dicho movimiento. Russell viii, quien fue el primero en retomar, elaborar y discutir seriamente las doctrinas fregeanas tanto respecto del sentido y la referencia como del logicismo, aparece en escena como aquel que hirió seriamente el proyecto fregeano logicista, por lo menos en los términos en que éste lo había desarrollado. La definición de número, según Frege, consistía en la clase1 de todas las clases que tuvieran igual cardinalidad –esto, para no ser circular, requiere que se entienda a la igualdad de cardinalidad como un concepto primitivo respecto del contar. Así, Frege definía el cero como la clase con tantos miembros como la clase de los objetos que no son idénticos a sí mismos. Asimismo, el uno se definía como la clase cuyo único miembro era la clase anterior, y así sucesivamente, recorriendo de este modo toda la serie de los números naturales sin usar nociones que no fueran lógicas –o, más exactamente, nociones que en aquel momento eran consideradas lógicas- como la igualdad, la pertenencia a una clase y la equivalencia entre clases. El problema de esta definición es que la misma se basa en cierta liberalidad respecto de la formación de clases, recogida en el así llamado “axioma de comprensión” (L ey V de Frege); según este último, dada cualquier propiedad, existe el conjunto de objetos que caen bajo dicha propiedad. Como hemos visto, la definición de número fregeana permitía que se formaran clases cuyos miembros eran clases. Existe, entonces, la posibilidad de que ciertas clases se tengan por miembros a sí mismas: la clase de todas las clases es un caso de este tipo. Ahora bien, a partir de esta 1
Hoy en día se tiende a usar el término clase restringido a ciertas colecciones particulares: las que no son miembros de otras colecciones; también se las denomina “clases propias”. Estas se diferencian de los conjuntos, que sí pueden ser miembros de otras colecciones. Usaré el término en un sentido laxo.
6
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
posibilidad Russell propuso pensar en otra clase, la clase de todas las clases que no son miembros de sí mismas. Esta clase, es sabido, resulta paradójica, pues si es miembro de sí misma entonces no puede ser miembro de sí misma, pero si no lo es, entonces debe ser miembro de sí misma. La postulación de esta clase, una vez aceptado el mencionado axioma de comprensión que garantiza su existencia, da lugar a una contradicción del sistema fregeano, conocida con el nombre de Paradoja de Russell. En la edición del segundo tomo de sus Leyes fundamentales de la Aritmética, Frege publicó la carta de Russell donde éste le informaba de la paradoja, indicando también que ignoraba de qué modo la misma podía ser solucionada. La propuesta de Russell, en coautoría con Whitehead, fue la de restringir la creación de clases mediante una estratificación categorial según lo que denominó “tipos lógicos”. Así, las clases sólo pueden tener miembros de un tipo lógico inmediatamente “inferior”, impidiendo de esta manera la circularidad que daba lugar a la paradoja. Esto fue denominado la Teoría de Tipos. A diferencia de lo que sucedía en el sistema fregeano, para poder probar la existencia de infinitos números naturales fue necesaria la introducción del llamado “axioma de infinitud” que postula que en el universo existen infinitos objetos. Esta hipótesis, que Russell consideraba altamente probable, maculaba la pureza lógica que se pretendía del logicismo y fue duramente criticada por Wittgenstein. Asimismo, como veremos, la propia Teoría de Tipos fue blanco de numerosas críticas por parte deeste autor. En lo relativo a las nociones de sentido y referencia anteriormente mencionadas, Russell abandonó la distinción y tomó como significado únicamente la referencia. En su caso esto estuvo fuertemente ligado a sus concepciones epistemológicas, según las cuales existen determinados objetos de “conocimiento directo” (acquaintance), entre los que se encuentran los universales, los datos de los sentidos y las formas lógicas, los cuales 7
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
representan así las referencias de los términos involucrados en las proposiciones. Sin embargo, no todo constituyente de una proposición representa un caso de conocimiento de este tipo. Así, por ejemplo, las descripciones definidas –sintagmas del tipo “el hombre de la esquina rosada”- no tienen referencia, como indicaba Frege, sino que son “símbolos incompletos”. Mediante el uso del aparato cuantificacional fregeano, Russell analizó estas descripciones descubriendo lo que él denominó su “forma lógica real”, en la cual la descripción desaparecía y dejaban su lugar a variables ligadas y términos universales –los cuales sí estaban en relación de conocimiento directo con el sujeto. De este modo, “El jugador numero 10 de Boca sufrió una lesión” es interpretado como “existe un x tal que x es el jugador numero 10 de Boca y para todo y si y es el jugador número 10 de Boca entonces y es igual a x y x sufrió una lesión”. Como se ve, no quedan rastros de un término singular,
como postulaba Frege, y en su lugar la descripción cumple la función de un predicado; la segunda cláusula indica unicidad y, la tercera, la predicación en cuestión. Esta clase de análisis surge, entre otros motivos, como una respuesta a la posición fregeana según la cual las proposiciones en las cuales alguno de sus términos no tienen referencia, carecían de valor de verdad; su significatividad, de cualquier manera, estaba resguardada en el expediente del sentido, que –siempre según Frege- toda proposición correctamente construida poseería. En este contexto histórico, el joven Wittgenstein, llevado por un creciente interés por la filosofía de la lógica y la fundamentación de la matemática, partió en 1911 – aconsejado por Frege- hacia Cambridge para estudiar con Russell. La anécdota de este encuentro ha sido ampliamente relatada: Russell se encontró de inmediato fascinado por su joven alumno, con el cual trabaron una intensa amistad. En un hecho rara vez acontecido en la historia de la filosofía, el alumno ejerció una inmensa influencia hacia su maestro, al 8
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
punto tal que éste suspendió la publicación de un libro sobre teoría del conocimiento, luego de las críticas que Wittgenstein le realizó, e incluso modifico aspectos relevantes de sus doctrinas. El Tractatus, un libro mayormente redactado durante la participación de Wittgenstein en la Primera Guerra Mundial, fue el resultado de las reflexiones de este autor sobre los temas que preocupaban a la incipiente tradición filosófica de Frege y Russell, algunos de los cuales se han tratado de bosquejar en esta introducción. El libro fue terminado en 1918 y, luego de varios intentos frustrados, fue publicado por primera vez en alemán en 1921 y en inglés, con traducción de Charles Odgen, en 1922, en ambos casos con una introducción de Russell.
Acerca de este trabajo
El presente trabajo se inscribe en el marco de una discusión actual respecto del estatuto de las la obra wittgensteiniana. De este modo, como primera indicación, el propósito aquí buscado es puramente exegético. El problema que es objeto de la mencionada discusión responde a cierta complejidad respecto del modo en el cual debe entenderse que el texto tractariano logra su objetivo de comunicar las doctrinas sobre el lenguaje que pretende comunicar. La dificultad, a grandes rasgos, es la siguiente: el libro busca, como lo indica en el Prefacio su propio autor, determinar qué es lo que estamos habilitados a denominar discurso significativo; o, puesto en otros términos, busca trazar cuáles son los límites del sentido. Sin embargo, a partir de los propios estándares para el discurso significativo que la misma obra va señalando en su desarrollo, al final de la misma advertimos que todos los pronunciamentos del Tractatus caen fuera de los límites que ella misma ha trazado. 9
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Tradicionalmente, se resolvió el problema apelando a una distinción que la obra misma traza entre lo que el lenguaje muestra y lo que el lenguaje dice (distinción en la cual no podré ahondar ahora), indicando luego que si bien la obra no era capaz de decir algo significativo, lo mostraba. Esta solución padece de ciertas dificultades, que se señalarán en el capítulo 2, no obstante ha sido –y todavía sigue siendo- sostenida por varios de los más reconocidos expertos sobre el texto wittgensteiniano. En este contexto, un grupo de filósofos ha propuesto una lectura distinta a la que siempre sehabía sostenido, lectura según la cual el propósito de la obra no sería en realidad comunicarnos en absoluto ninguna indicación respecto del lenguaje, sino que su fin consiste en última instancia en algo del orden de lo que podríamos denominar “terapéutico”: la obra buscaría, de este modo, aliviarnos de ciertas pretensiones inconducentes a las que somos propensos, en particular en el ámbito de la filosofía. Adelantándome al desarrollo del trabajo, señalaré que en el mismo me muestro en desacuerdo con tales interpretaciones. Sostendré, por mi parte, que el Tractatus sí pretende comunicarnos –el término no es del todo exacto, como se verá- ciertas propiedades del lenguaje. La razones que presentaré a favor de esta posición, algunas de las cuales desarrollaré a partir de las respuestas de otros críticos a esta nueva corriente interpretativa, se centrarán en dos aspectos: los primeros, de orden histórico-exegético y que se presentan aquí como “externos”, según los cuales –considerando elementos epistolares, conferencias y otras manifestaciones de la opinión del autor de Tractatus- no parece ser posible adscribir al primer Wittgenstein la posición que estos nuevos intérpretes buscan adjudicarle. Los otros aspectos estarán relacionados con la estructura interna tanto del Tractatus como de las lecturas que esta nueva corriente sostiene. La pretensión allí será indicar que, incluso ignorando todo el material externo a esta obra wittgensteiniana, en la misma aparecen 10
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
pronunciamientos difíciles de conciliar con lo que los defensores de la posición terapéutica sostienen. Asimismo, sostendré que existen inconsistencias, tanto metodológicas como sistemáticas, en la propuesta misma dela nueva lectura que se busca para la obra. Sin embargo, considero que la discusión nos habrá permitido, en primera instancia, centrar el foco en un problema exegético que no había recibido la suficiente atención por parte de la tradición interpretativa. Además, por otra parte, en el curso de esta sucesión de argumentos y contraargumentos a favor y en contra de las nuevas lecturas, encontraremos elementos de análisis que podrían brindarnos la posibilidad de articular una nueva solución al problema en cuestión, tarea a la cual intentaré abocarme en el final de este texto.
La estructura de este trabajo
El estudio que aquí se propone se articulará de la siguiente manera. En primera instancia, a lo largo del capítulo 1, buscaré proporcionar las herramientas básicas para la comprensión y desarrollo del problema que aquí nos ocupa. Allí me centraré en determinados aspectos ontológicos del sistema postulado en la obra y luego indicaré la vinculación entre éstos y la teoría de la representación que en ella se desarrolla, para finalmente señalar el impacto que estas consideraciones tienen en la filosofía del lenguaje tractariana. Los contenidos que se expresan en este capítulo, así como su desarrollo, son compartidos por la amplia mayoría de las interpretaciones del texto tractariano. L as diferencias surgen, como se señalará, en la valoración respecto de estatus que estos contenidos tienen y, por ende, también su función. Es importante destacar aquí algunos de los problemas, vinculados con los temas expuestos en la primera parte de esta introducción, a los cuales el Tractatus pretende dar una respuesta; a modo de mera indicación, los problemas son: ¿cómo puede una oración ser 11
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
falsa y ser significativa? Lo cual es pasible de ser planteado como un problema aun más general, esto es, ¿cómo puede una oración ser significativa? ¿Cuáles son las distintas funciones lingüísticas? Además, si una oración es asignificativa, ¿podemos juzgarla? ¿Podemos, siquiera, pensarla? ¿Es lo mismo el absurdo –la asignificatividad- que la falsedad? Por último, pero –como se verá- en íntima relación con lo anterior, ¿cómo se soluciona la Paradoja de Russell? ¿Es lícita la Teoría de Tipos como respuesta a la misma? Considero que es necesario tener estos interrogantes en mente a la hora de juzgar las doctrinas tractarianas como respuestas a los mismos. En el capítulo 2, por otra parte, me centraré en el desarrollo del problema ya mencionado anteriormente. Presentaré allí las razones que los defensores de la nueva lectura sobre la obra wittgensteiniana aducen a su favor, presentación en la cual, además, se dará algún desarrollo más detallado de lo ya expuesto en el capítulo 1 respecto de las posiciones sostenidas en el Tractatus. L uego, expondré las críticas que ya he mencionado a las mismas, en el intento de señalar las causas por las cuales considero que estas nuevas lecturas no pueden ser plausiblemente mantenidas. En el capítulo 3, finalmente, intentaré desarrollar una línea de lectura que solucione los atendibles problemas que las nuevas corrientes interpretativas han señalado respecto de las lecturas tradicionales. Como mero adelanto, indico que esta lectura se valdrá de tres elementos. En primer lugar, una noción que es posible extraer de la “Conferencia sobre ética” que Wittgenstein dictó a fines de 1929, la de “símil”, a partir de la cual considero que es posible indicar el modo en el cual las proposiciones tractarianas operarían. Luego, expondré un concepto no wittgensteiniano, el de lo antepredicativo –que tomo de la Metafísica de Aristóteles-, el cual, a pesar de su carácter extraño para el autor que nos ocupa, parece ser útil para explicar ciertas dificultades que aparecen ligadas a la noción de 12
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
“verdades inefables”, que los críticos de la interpretación tradicional señalaban – correctamente en mi opinión- como problemático. En último término, haré ciertas indicaciones respecto del papel que el uso del lenguaje juega en el Tractatus y, a partir de ellas, intentaré precisar de qué modo se podrían combinar los otros dos elementos recién mencionados para brindar una posible lectura de la obra wittgensteiniana que se vea aliviada de la problemática que se desarrolló en el curso del presente trabajo. i
TLP, p. 8, estudio preliminar. TLP, p. 15, estudio preliminar. iii Frege (1892), con el nombre “Sobre el sentido y la denotación”. He preferido “referencia”, con el cual también se lo conoce, para homogeneizar la terminología de este trabajo. iv Ricoeur (2001). v Deleuze (2005). vi Frege (1892: 4). vii Desarrolladas tanto en Frege (1998a) como en Frege (1998b) viii Para un resumen de las posiciones filosóficas de Russell, ver Russell (1918). ii
13
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Mil ton Laufer
CAPÍ TUL O I : Aspectos generales del Tractatus
14
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
1 L a estructura dela obra
En lo que sigue, intentaré dar un bosquejo de las líneas teóricas fundamentales del Tractatus. Como es sabido, ésta no es una tarea fácil, más aun considerando la existencia de numerosas secciones de dicha obra respecto de la cual no hay siquiera un mínimo consenso; a modo de mero señalamiento, podríamos ejemplificar esto último haciendo referencia a las afirmaciones según las cuales lo que el solipsismo “entiendees plenamente correcto” (5.62) y que, por lo tanto, “el solipsismo [aquí algunos intérpretes señalan que la palabra correcta sería ‘idealismo’] coincide con el puro realismo” (5.64) 2. El estilo lacónico y epigramático de esta breve obra, de apenas algo más que 80 páginas en su versión castellana, la falta de una división en capítulos temáticos, la ausencia de referencias explícitas a los autores con los cuales se muestra en desacuerdo respecto de numerosas cuestiones, la inexistencia de argumentos en la mayoría de los casos y la oscuridad misma de ciertos temas abordados, son apenas algunas de las causas de la problemática exegética. Además, como ha sido señalado por diversos autores, es probable que la estructura superficial de la obra sea ella misma engañosa, razón por la cual se afirma que cualquier vía de acceso al texto podría ser considerado igualmente válido. Tuve, por lo tanto, que realizar alguna determinación arbitraria a este respecto. De este modo, para comenzar la exposición, me pareció relevante analizar alguna de las muchas problemáticas exegéticas que la obra presenta; me detuve, así, en el sistema de numeración de las proposiciones. Este análisis tiene por objeto tanto explicitar cuál es el sentido de los números que constantemente acompañarán a las referencias al texto tractariano –sentido que no se reduce, como en la Investigaciones Filosóficas, a una coordenada para ubicar el pasaje-, como ilustrar a la vez de qué modo este método de 2
Para una interpretación de este pasaje, ver Hintikka (1958).
15
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
ordenación temático no debe ser tomado en un sentido riguroso, como indicaré en lo que sigue.
1.1 El sistema de numeración
Dejando de lado lo anecdótico respecto de la creación del Tractatus, una obra construida en fragmentos que luego fueron ordenándose paulatinamente3, el primer elemento estructurante que se indica es el conocido sistema de numeración. Según éste, cada proposición está ordenada por su “peso lógico”; así, las proposiciones “n.1, n.2, n.3, etc., son observaciones a la proposición número n; las proposiciones n.m1, n.m2, n.m3, etc., son observaciones a la proposición número n.m; y así sucesivamente”ix. Sin embargo, como indica Erik Steniusx, este sistema –si bien de gran ayuda considerando la dificultad que supondría su carencia- no es respetado en varios aspectos. En primer lugar, en la lectura de la obra uno se encuentra con proposiciones del tipo 2.01 (o incluso 3.001); si la indicación citada debiera ser entendida en forma rigurosa, esto supondría la existencia de la proposición 2.0. Sin embargo, como ya se adivina, tal proposición no existe. Así, debemos reponer que esta clase de numeraciones son comentarios a la proposición 2 y que su “peso lógico” es inferior al de proposiciones como 2.1. Pero no hay ninguna indicación explícita sobre esta suposición exegética. Asimismo, tomando seriamente la metáfora del “peso lógico”, debería entenderse que la importancia de las proposiciones es inversamente proporcional al número de dígitos que la numeran. Nuevamente, esto no parece cumplirse: por ejemplo, si tomamos la proposición
1 El mundo es todo lo que es el caso 3
Incluso, existe una ordenación del Tractatus que difiere de la pública, editada con el nombre de Prototractatus: Wittgenstein (1971).
16
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
en relación con la proposición que la comenta 1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.
resulta
por
lo
menos
discutible
que
debamos
entender
que
el
“peso lógico” de la segunda sea inferior al de la primera, pues es claro que la información brindada por la segunda parece ser más relevante que el que se expresa en la anterior. Puede suponerse, como sugiere Stenius, que las proposiciones con menor cantidad de dígitos son en realidad indicaciones más generales que luego serán precisadas en sus respectivas observaciones. Pero éste tampoco es el caso, pues la generalidad de las proposiciones aparece distribuida sin mayor orden entre las de escasos dígitos y las de muchos. Para ejemplificar, si tomamos la proposición
2.03 En el estado de cosas los objetos se comportan unos con otros de un modo y manera determinados.
no es claro entonces que dicha proposición seamás general que ésta que la comenta
2.033 La forma es la posibilidad de la estructura
proposición en la cual se establece una definición, la de la noción de forma, de radical importancia para toda la obra y no sólo para lo afirmado en 2.03. Asimismo, otra dificultad surge relacionada con este sistema numérico: no siempre parece respetarse la indicación de que los números n.1, por ejemplo, sean comentarios a la proposición de número n. Esto se manifiesta en un doble aspecto. En primer lugar, tenemos proposiciones como
17
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.025 Es forma y contenido.
la cual, según el sistema, debería ser un comentario a la proposición 2.02 El objeto es simple.
sin embargo, la interpretación más plausible de 2.025 es que en realidad continúa lo afirmado en 2.024
2.024 La sustancia del mundo es lo que persiste independientemente de lo que es el caso.
indicando de este modo que “la sustancia del mundo” es “forma y contenido” (ignoraremos en este apartado la interpretación de los textos citados). Por otra partexi, la otra manifestación de trasgresiones al sistema numérico viene dada en un modo más estructural: si bien proposiciones de la clase 2.0n, 20nm, etc., pueden ser consideradas como “observaciones” a la proposición 2 (aunque no, como se indico anteriormente, a la inexistente proposición 2.0), las proposiciones de la clase 2.n, 2.m y siguientes parecen en realidad más vinculadas con la proposición 3 que con la proposición 2 en sí misma. Para ejemplificar,
2 Lo que es el caso, el hecho, es el darse efectivo de estados de cosas.
sí encuentra relación con las proposiciones 2.0n: 2.01 El estado de cosas es una conexión de objetos (cosas). 2.02 El objeto es simple. 2.03 En el estado de cosas los objetos están unidos entre sí como los eslabones de unacadena.
Pero, en cambio, las proposiciones 2.1 Nos hacemos figuras delos hechos.
ó
18
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.2 La figura tiene en común con lo figurado la formalógica de la figuración.
encuentran sin embargo menor hermandad con la citada proposición 2 que con la proposición
3 La figura lógica de los hechos es el pensamiento.
siendo así que es posible considerar a aquéllas como comentarios preparatorios para esta última. Observaciones análogas pueden realizarse para las proposiciones 3.00n y 3.0n respecto de las proposiciones 3.n; aquéllas resultan más cercanas temáticamente a la proposición 4 que a la proposición 3. Ahora, como indica Stenius, podría esperarse que esta regla continuara luego entre 4.0n hacia la proposición 4 y en 4.m respecto de 5. Sin embargo, esto no sucede. Así, la proposición
4 El pensamiento es la proposición con sentido.
es sucedida por las proposiciones 4.00n y 4.0m que pueden considerarse observaciones a 4, pero además por
4.1 La proposición representa el darse y no darse efectivo de estados de cosas.
la cual, cito a Stenius, “aparentemente pertenece a la misma esfera que 4”xii. De cualquier modo, a partir las imprecisiones o faltas de rigurosidad mencionadas no debe interpretarse que el sistema estructural en cuestión no sea de ninguna utilidad para el acercamiento a la exégesis del texto wittgensteiniano. Como se indicó al comienzo de este apartado, su ausencia supondría una enormedificultad para la comprensión de un texto
19
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
que ya de por sí es extremadamente complejo y oscuro, cuando no inconsistente. Lo que antecedió fue, por un lado, cierto desarrollo de la estructura explícita que la obra predica de sí misma pero, por el otro, una indicación de que dicha estructura no debe ser tomada al pie de la letra. Podemos, nuevamente con Stenius, considerar a este sistema como un intento de vertebrar la exposición a partir del señalamiento de determinados lugares fortes, rodeados por crecendos y decrecendos, al modo de una pieza musical.
1.2 El contenido de las proposiciones principales del Tractatus
Como es sabido, la obra consta de siete proposiciones “principales”. Estas son: 1 El mundo es todo lo que es el caso. 2 Lo que es el caso, el hecho, es el darse efectivo de estados de cosas. 3 La figura lógica de los hechos es el pensamiento. 4 El pensamiento es la proposición con sentido. 5 La proposición es unafunción veritativa de las proposiciones elementales. (La proposición elemental es una función veritativa de sí misma.) 6 La forma general de la función veritativa es: [p, , N()] Esta es la forma general de la proposición. 7 De lo que no sepuedehablar hay que call ar.
A modo de acercamiento a estas proposiciones, considero útil establecer ciertas apreciaciones intuitivas. Un primer vistazo a las mismas parece indicar lo siguiente: las primeras dos tratan sobre ontología, las dos siguientes (tercera y cuarta) sobre lo que –por usar algún término medianamente adecuado- llamaré “epistemología”4 y las siguientes dos (quinta y sexta) sobre la naturaleza de la proposición. (Ignoraré la proposición séptima.) Así, la primera aproximación a la estructura general de la obra nos sugiere queel libro parte de la explicitación de ciertos rasgos característicos del mundo, establece de algún modo un
4
No se tratará a lo largo deeste trabajo la posición del primer Wittgenstein respecto de la epistemología, pero puedo sin embargo destacar aquí que en este período de su producción él no creía que la epistemología fuera realmente una disciplina filosófica –de hecho, no existiría, según su posición, ninguna disciplina estrictamente filosófica (con excepción, quizás, de la lógica). Puedeleerse en TL P 4.1121 “La teoría del conocimiento es la filosofía de la psicología”; para entender este pasaje hay que tener en cuenta, como se indicará más adelante, que aquí “filosofía” debe interpretarse como “clarificación lógica de los pensamientos” y no como un cuerpo teórico sistemático.
20
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
vínculo entre tales rasgos ontológicos y los pensamientos, para concluir de ahí determinadas clase de tesis respecto de la lógica y la filosofía del lenguaje. Las nociones que concatenan y articulan las proposiciones entre sí parecen ser las siguientes: a) De 1 a 2: acaecimiento. b) De 2 a 3: hecho. c) De 3 a 4: pensamiento. d) De 4 a 5: proposición. e) De 5 a 6: función veritativa (junto con, nuevamente, proposición). Asimismo, vemos surgir elementos nuevos entre proposiciones, los cuales –es de suponerse- deben de encontrar su desarrollo justamente en el intervalo entre las mismas: éste es el caso, por ejemplo, de las denominadas proposiciones “preparatorias” que indiqué en el apartado anterior. Dichas nociones nuevas son: a) Entre 1 y 2: cosa5 (uobjeto); estados de cosas. b) Entre 2 y 3: figura lógica (y, por lo tanto, también figura a secas). c) Entre 3 y 4: proposición con sentido. d) Entre 4 y 5: función veritativa y proposición elemental. e) Entre 5 y 6: forma general (noción que entenderemos asociado al de “variable”). Como es previsible, todas estas nociones son de radical importancia para la comprensión del tratado y cada una de ellas encuentra una específica significación técnica
5
Puede suponerse que la noción de “cosa” u “objeto” no apareceentre 1 y 2, pues la expresión “estado de cosas” traduce el término alemán Sachverhalt, y que, por lo tanto, en realidad la concatenación entre estas expresiones no surge hasta la proposición 2.01, que afirma “El estado de cosas es una conexión de objetos (cosas)”. Sin embargo, como indica Anscombe (1971: 29), a pesar de que “[l]iterally this word simply means ‘situation’”, “[e]timologically it suggests ‘hold of things’-i.e. a way things stand in relation to one another”. Así, creo que no es incorrecto permitirme esta licencia terminológica.
21
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
en el mismo. Recapitulando lo indicado hasta ahora, podemos distribuirlas entre los grupos temáticos sugeridos anteriormente: 1) Ontología: acaecimiento, hecho, objeto, estados de cosas. 2) Epistemología: figura lógica, pensamiento, proposición con sentido. 3) Filosofía del lenguaje: proposición elemental, función veritativa, forma general de la proposición (o, como se indicó, “variable” proposicional 6). En lo que sigue, utilizaré estos conceptos y las mencionadas divisiones temáticas para desarrollar el contenido del Tractatus. Como ya se prevé, esta modalidad expositiva es discutible: por ejemplo, David Pearsxiii afirma que las conclusiones ontológicas del Tractatus son todas producto de sus tesis sobre el lenguaje; en la misma línea se pronuncia
Anthony Kenny, “[l]as tesis acerca del mundo siguen –tanto histórica como lógicamente- a las tesis acerca del lenguaje; pero su dependencia está enmascarada por la aparición de aquéllas al comienzo del libro” xiv. En ambos autores, como en Elizabeth Anscombexv y en James Griffinxvi, esto repercute en que expongan las tesis relativas al lenguaje en primera instancia, para luego indicar de qué modo éstas impactan en la concepción ontológica. Sin embargo, tanto Steniusxvii como H.O. Mouncexviii respetan el orden de presentación propio del libro –sin que esto en sí mismo suponga una negación de la tesis respecto de la dependencia lógica; con estos autores, considero que, para los fines presentes, esta modalidad es más adecuada y útil.
6
No debe entenderse esto del mismo modo en el cual las letras que inician el alfabeto, en mayúscula, son usadas como variables proposicionales en metalógica. El significado preciso de esta expresión, así como lo que la motiva, serán explicados oportunamente.
22
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
1.2.1 Ontología La primera afirmación tractariana, ya citada, indica que el mundo es todo lo que es el caso. Inmediatamente, se observa que el mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas (1.1). Algo más adelante, se define esta noción de hecho: un hecho es el darse efectivo de estados de cosas (TLP 2); un estado de cosas, por su parte, es una concatenación de objetos, de cosas (2.01)7. En este punto, vale hacer cierta digresión terminológica. El término alemán Sachverhalt (que hasta aquí he tomado por “estado de cosas”) es traducido de diversas maneras. Anscombe, al igual que Enrique Tierno Galván en su versión castellana, reivindica la primera traducción del Tractatus al inglés, realizada por Ogden, en la cual esta palabra se reemplaza por “atomic fact" (“hecho atómico” en Tierno Galván). Stenius, por su parte, elige “estado de cosas atómico” (“atomic state of affairs”), para distinguirlo tanto de “hecho” ( Tatsache) como de la noción de “estado de cosas” -atómico o no- correspondiente, en su opinión, a Sachlage; la versión castellana de Muñoz y Reguera conserva algo de esta posición, pero usa indistintamente “estado de cosas” para Sachverhalt y para Sachlage8. Las razones expuestas por Stenius son atendibles: si un hecho ( Tatsache) es el “darse [Bestehende] de Sachverhalt” ( TLP 2), es realmente extraño preferir la traducción según la cual un hecho es “el darse de hechos atómicos”. A sí, se establece la siguiente terminología:
7
Las interpretaciones respecto de qué sean los “objetos” tractarianos es todavía controversial. Wittgenstein da ejemplos que hacen pensar en datos de los sentidos y también ejemplos en los cuales pareciera que se trata de objetos físicos. Carpintero (1996) apoya la primera interpretación, Griffin (1964) la segunda y K eyt (1963 y 1965) indica que la intención de Wittgenstein era que su posición fuera lo suficientemente amplia como para recoger cualquiera deambas posibilidades. 8 Aunque indican que éste último posee “cierto matiz de generalidad y composición […]: como si un Sachlagese compusiera, a su vez, deSachverhalten” (nota al pie, p. 24).
23
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Sachverhalt: “estado de cosas atómico”9; esto es, la posibilidad de cierta
configuración de objetos, independiente de si ésta se actualiza o no. Sachlage: “estado de cosas” (en general). Tatsache: “hecho” (esto es, el darse –existir- de “estados de cosas”).
Por su parte, la reivindicación de Anscombexix para traducir Sachverhalt por “hecho atómico” no me resulta convincente: argumenta, por un lado, que si bien puede parecer raro que se hable de hechos no existentes, el propio Wittgenstein –en su opinión- lo hace en 2.06: “el darse y no darse efectivo de [ Sachverhalten] es la realidad. (Llamamos [ Tatsache] positivo al darse efectivo de [Sachverhalt]; al no darse efectivo, [ Tatsache] negativo)”; sin embargo, en este caso él habla de hechos ( Tatsachen) positivos y negativos, y justamente llama de ese modo a la existencia y no existencia, respectivamente, de Sachverhalten: esto es, no usa la expresión “hechos no existentes”10. Asimismo, Anscombe indica quela noción de posibilidad que Stenius encuentra en Sachverhalten está en realidad recogida en la noción de Sachlage: así, Stenius se equivocaría al afirmar que un Sachverhalt es un hecho posible, pues “[i]n German, a ‘possible fact’ ( mögliche Tatsache) would be something that is perhaps a fact –i.e. for all we know to the contrary” y, para cualquier intérprete del Tractatus, es evidente que no es esto lo que se pretende recoger mediante el término Sachverhalt. Pero este modo de entender la propuesta de Stenius parece ser equivocada. Si
bien es cierto que en todo el Tractatus no se usa la expresión “mögliche Tatsache”, es claro que 1) se ha indicado que un hecho ( Tatsache) es el darse de Sachverhalten y 2) que no todo Sachverhalt es un Tatsache. De 1) y 2) se sigue que los Sachverhalten son Tatsachen 9
Sin embargo, como señalé, Muñoz y Reguera no hacen esta aclaración respecto de la atomicidad. En la sucesivas citas de este trabajo usaré, a pesar de todo, dicha traducción, e indicaré –si es relevante- que se habla de estados de cosas atómicos. 10 Este error de Anscombe es realmente llamativo. Quizás se valió de la traducción inglesa de Odgen sin revisar el original alemán, en la cual –como se señaló- se traduceSachverhalt por “atomic fact". Como fuere, no deja de ser sorprendente.
24
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
en potencia. Esto es todo lo que se quiere decir al afirmar que los Sachverhalten son posibles hechos11. Aceptada esta terminología, podemos volver al texto tractariano. Hasta aquí, es posible creer que todo lo que se ha establecido es una mera sucesión de definiciones; así, “mundo” se entenderá como “la totalidad de los hechos”, “hecho” como “estados de cosas existente”, etc. Sin embargo, la propuesta wittgensteiniana no es ésta. Lo que se pretende con estas proposiciones es, en cambio, presentar tesis sustantivas12 respecto de la estructura del mundo. En particular, se afirma que la unidad de individuación ontológica es la de hecho y no, como es más usual interpretar, la de cosa u objeto13. Stenius, para explicar esta propuesta, se vale de analogías con la psicología de la Gestalt: así como, según ésta, lo primero es el campo de percepción en el cual luego se reconocen objetos en determinadas relaciones, en el mundo la noción fundamental es la de hecho; será en el análisis donde surgirán sus elementos componentes. Para esta posición, hablar de objetos aislados carece de sentido: los objetos se tornan reconocibles sólo en la situación concreta de encontrarse en estados de cosas, esto es, en determinadas configuraciones con otros objetos (esto es “esencial a la cosa”, 2.011). Es más, luego se afirmará que conocer un objeto es sólo conocer su posibilidad de ocurrencia en estados de cosas (2.0123): los objetos, de este modo, se definen por el rango de combinabilidad con otros objetos de manera tal que se conformen estados de cosas:
11
La tercera razón que aduce Anscombe a favor de su interpretación es que el propio Wittgenstein aceptó la traducción de “atomic fact". No parece ser relevante, pero incluso si lo fuera, podría replicársele que también existen indicaciones referidas a que este autor jamás se sintió satisfecho con la versión inglesa de su libro. 12 Como se verá, la mera presentación de tesis sustantivas no garantizaría que el autor secomprometiera con ellas. Parte de esto corresponde a la discusión central de este trabajo. 13 Por supuesto, existen otras propuestas respecto de la individuación ontológica, en particular la de la noción deevento. Por ejemplo, Davidson (1994).
25
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.0121 […] Al igual que no podemos en absoluto representarnos objetos espaciales fuera del espacio, ni temporales fuera del tiempo, tampoco podemos representarnos objeto alguno fuera de la posibilidad de conexión con otros […].
De este modo, se observa que la noción de estado de cosas es primaria respecto de la de objeto: el concepto objeto es definido en función del de estado de cosas; esta combinación de los objetos, por otra parte, se realiza sin la ayuda de ninguna relación extra: “[e]n el estado de cosas los objetos están unidos entre sí como los eslabones de una cadena” (2.03)14. La posibilidad de ocurrencia de los objetos en estados de cosas se denomina su “forma” (2.0141); en 2.02331 se la llama también “forma lógica”. Asimismo, dado que los objetos se caracterizan por dicha “forma”, que determina todos los posibles estados de cosas en los cuales puede entrar, puede concluirse que los objetos “contienen la posibilidad de todos los estados de cosas” (2.014). De un modo más general, en 2.033, se afirma que “la forma es la posibilidad de la estructura” (de objetos, de estados de cosas). Dicha indicación es de radical importancia para el texto, como se verá en apartados posteriores. Además, es importante recalcar aquí que de esto se sigue la existencia de dos clases de propiedades, que Wittgenstein llama internas y externas (2.01231; 2.0233): las internas son
justamente aquellas que son esenciales a la cosa, i.e.: su forma, y las externas son la contingencia de, de facto, encontrarse en tal o cual relación con otros objetos. Puede observarse que el primer tipo de propiedades supone un conjunto de posibilidades (las de combinación) mientras que el segundo tipo de propiedades se asocia con el conjunto actual de relaciones de un objeto. Asimismo, con este material podemos ya indicar qué es un estado de cosas “atómico” (Sachverhalt): tal estado de cosas es aquel en el cual sólo hay objetos. Se 14
Este es el modo mediante el cual Wittgenstein intenta resolver el problema de la regresión de Bradley en su argumento contra las relaciones; ver (Simpson: 41).
26
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
distingue de la noción más general de “estado de cosas” ( Sachlage) en que esta última puede referir a la combinación de múltiples estados de cosas atómicos. En lo relativo al concepto de estados de cosas, caben dos aclaraciones más: se afirma, en primer lugar, que los estados de cosas atómicos son todos independientes entre sí (1.21, 2.06, 2.061, 2.062), esto es, que del darse o no darse de un estado de cosas atómico no puede deducirse el darse o no darse de ningún otro estado de cosas atómico; en segundo lugar, se nos dice que el objeto es simplexx (2.02): no pueden distinguirse partes en él; por esto es que el único modo de individuarlo es advertir su “forma” (i.e.: sus posibilidades de ocurrencia en estados de cosas): en los objetos así concebidos no existen las propiedades que usualmente predicamos de las cosas mundanas (“los objetos son incoloros”, 2.0232, afirmación que Copi xxi interpreta del modo recién indicado). Asociado a este carácter de simpleza, se indica también que los mismos son inalterables. De estas afirmaciones, podemos concluir que lo mutable en la estructura del mundo es lo relativo al modo de configuración de los objetos (determinando de esta manera diversos estados de cosas atómicos) y lo fijo son los objetos (2.0272), cuyo conjunto –dicho sea de paso- se denomina sustancia (2.021).
1.2.2 Epistemología 1.2.2.1 La teoría figurativa Como he indicado anteriormente, puede considerarse que las proposiciones 2.1 y 2.2, así como sus observaciones, obedecen a la temática correspondiente (en el esquema expuesto en el apartado 1.2 de este trabajo) a la proposición 3. Así, de las afirmaciones ontológicas revisadas en lo precedente, la proposición 2.1 pareciera suponer un salto de la ontología a la epistemología: 27
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.1 Nos hacemos figuras delos hechos.
En efecto, a partir de esta observación, cabe preguntarse qué relación hay entre lo anterior y esto que aquí se afirma. La clave para responder a esta pregunta está en la proposición 2.141, según la cual “la figura es un hecho”. Veamos cuál es la interpretación de esto último: como anteriormente se indicó, un hecho es un estado de cosas existente. A su vez, un estado de cosas es una concatenación de objetos en determinadas relaciones. La pretensión de las proposiciones 2.1 y 2.2 es bosquejar una teoría general de la representación, conocida como la “teoría figurativa (o pictórica) del significado”; en la misma, lo primero que se afirma es que unafigura –esto es, un elemento representativo- es, justamente, un estado de cosas. Ahora bien, dada la ontología del Tractatus, el mundo se conforma de estados de cosas; así, aquello que será representado -dada la teoría de la representación en cuestión- será necesariamente un estado de cosas (pues no existe nada más en el mundo). Pero, por otra parte, que la figura tambiénsea un estado de cosas supone que la misma posea una estructura en la cual sus componentes se relacionen de un modo y manera determinados, y esto permite lo siguiente:
2.15 Que los elementos de la figura se comporten unos con otros de un modo y manera determinados, representa que las cosas [del estado de cosas a representar] se comportan así unas con otras.
Esto es, dado que “[a] los objetos [del estado de cosas a representar] corresponden en la figura los elementos de la misma” (2.13), la estructura de la figura –es decir, la estructura del particular estado de cosas que estamos llamando figura- representa que los elementos del estado de cosas representado también se comportan de este modo.
28
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
El caso más simple de esta teoría de la representación es el de un isomorfismo absoluto: por ejemplo, tenemos un estado de cosas C1 y un estado de cosas C2. Ambos están constituidos por 3 elementos, tal que: C1={a, b, c} C2={d, e, f} Esto todavía no permite hablar de la posibilidad de figuración, pues no hemos dicho nada sobre la estructura. Ahora bien, si C1 estuviera inscrito en espacio unidimensional y C 2 en uno tridimensional, no sería posible usar al primero para representar correctamente al segundo (aunque sí a la inversa); esto es así, dado que las combinaciones posibles de los objetos de C1 no podrían recoger las posibilidades de articulación de C 2. Ahora bien, si en cambio tomáramos como única noción relevante la de orden y lo que sigue fuera el caso: C1=
C2= es evidente entonces que podemos utilizar a C1 para representar a C2 (o viceversa, pero no nos detendremos en esto ahora). Nótese que al usar esta representación, asociamos cada elemento del primer conjunto a uno y sólo uno de los elementos del segundo conjunto. Una vez fijada esta convención (según la cual ‘a’ representa a d, ‘b’ a e y ‘c’ a f ), podemos también reordenar los elementos de C1, de modo que C3= cuyo resultado, según la convención fijada, es una figura incorrecta del estado de cosas C2. Lo importante aquí es sabemos qué sería el caso si C3 fuera una figura correcta de C2, esto es C2”=
29
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
De estas simples observaciones, podemos extraer algunas indicaciones respecto del Tractatus:
a)
La relación de figuración se da entre entidades ontológicamente homogéneas: estados de cosas.
b)
La estructura del estado de cosas figurativo (la combinación de sus elementos) es lo que en Tractatus se denomina “forma de figuración” que indica “la posibilidad de que las cosas [del estado de cosas a representar] se interrelacionen entre sí como los elementos de la figura” (2.151). Nótese que esto se diferencia de la estructura propia del elemento figurativo -en tanto estado de cosas-, pues incluye un elemento extra: aquello que en Tractatus se denomina “la relación figurativa”, consistente en “la coordinación entre los elementos de la figura y los de las cosas15” (2.1514), coordinación que, precisamente, convierte al primer estado de cosas en figura (2.1513)16.
c)
Asimismo, algo debe haber en común entre la figura y lo figurado para que una pueda ser figura de la otra. Recuérdese los dos casos dados anteriormente en los cuales la relación figurativa era imposible: aquel en el cual los estados de cosas carecían de estructura17 y aquel en el cual la estructura de uno difería de tal modo respecto del otro que era imposible establecer una coordinación. Por supuesto, en el caso positivo aquello
15
Aquí pareciera haber un error (idéntico en el texto alemán), pues es claro –por lo dicho respecto de la simpleza de los objetos en 2.02- que “las cosas” no tienen elementos a ser coordinados. No parece ser problemático e intuitivamente es lo más sensato entender que aquí se refiere a los elementos de los “estados de cosas” a representar. 16 Stenius (1960: 93 y ss) denomina a esta correlación “key of isomorphism” y “key of interpretation”, indicando unadiferencia entre “keys” adecuadas e inadecuadas. No medetendré en estas dificultades. 17 En rigor, esto no es algo que seaposible según la posición sostenida en el Tractatus.
30
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
común entre los elementos figurativo y figurado era una estructura idéntica (como se verá más adelante, esto no es lo usual). En el Tractatus, se denomina a este mínimo común denominador entre el elemento figurativo y el figurado con la expresión “forma lógica”. d)
Una vez establecidas las correlaciones, una figura no depende más –para ser representativa- del estado de cosas representado. La figura –una vez determinada una relación figurativa- representa entonces un estado de cosas posible(2.201, 2.202, 2.203): a tal estado de cosas se lo denominará el “sentido” de la figura (2.221). Sin embargo, la figura sigue dependiendo de la existencia de los elementos del estado de cosas. Estas dos relaciones de dependencia e independencia, como veremos más adelante, determinarán dos funciones lingüísticas heterogéneas.
e)
La corrección o incorrección de la representación jamás puede determinarse por la mera figura: “[n]o existe una figura verdadera a priori” (2.225), sino sólo en la comparación entre la figura y el estado de cosas representado.
1.2.2.2 Pensamiento y proposiciones
Luego de estas observaciones generales sobre la representación, Wittgenstein realiza otra afirmación que, por lo menos en primera instancia, puede sonar algo vertiginosa: 3 La figura lógica18 de los hechos es el pensamiento.
18
Sobre el concepto de figura lógica, simplemente indicaré que según el texto tractariano “[c]ualquier figura es también una figura lógica”. Stenius (1960: 102-108) discute críticamente esta afirmación del Tractatus, pero no me detendré en esta dificultad.
31
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
De lo dicho anteriormente, en conjunción con esta última proposición, debemos concluir que, para el Tractatus, el pensamiento consiste en estados de cosas figurativos. Esta afirmación sorprendió a Russell, como puede verse en el siguiente parágrafo de Kenny que transcribo: Puesto que una pintura [figura, en nuestra terminología] es una combinación de elementos, se plantea la siguiente cuestión: ¿cuáles son los elementos de una pintura lógica, de un pensamiento? Este problema se lo planteó Russell a Wittgenstein y recibió una respuesta más bien brusca. Puesto que un pensamiento es un hecho, Russell preguntó: ‘¿Cuáles son sus constituyentes y componentes y cuál es su relación con los del hecho pintado?’ ‘No sécuáles son los constituyentes de un pensamiento’, replicó Wittgenstein, ‘pero séque debe haber tales constituyentes que corresponden a las palabras del lenguaje. El tipo de relación que haya entre los constituyentes del pensamiento y los del hecho pintado también es irrelevante. Averiguarlo sería asunto de la psicología’ ‘¿Consta un pensamiento de palabras?’, insistió Russell. ‘No, sino de constituyentes psíquicos que tienen con la realidad el mismo tipo de relación que las xxii palabras. Qué son esos constituyentes es algo que ignoro’.
El intercambio epistolar no parece dejar lugar a dudas: el pensamiento, para el Wittgenstein del Tractatus, consiste en la combinación de elementos psíquicos (¿neuronales?) de modo tal que los mismos conformen estados de cosas que mantienen con el hecho representado relaciones figurativas como las descriptas en los párrafos precedentes, aunque presumiblemente de una complejidad mucho mayor. Para ilustrar esta cuestión, veamos lo siguiente. La teoría tractariana respecto de la estructura del pensamiento tiene un impacto interesante en el análisis de las oraciones subordinadas luego de verbos de actitudes proposicionales (como “cree”, “dice”, etc.). En el marco de su argumentación a favor de que las oraciones son todas funciones de verdad de otras oraciones más simples (lo cual se explicará más adelante), Wittgenstein afirma que existen casos –ya analizados por Frege y Russell- donde esto no parece cumplirse: tal parece ser la situación de las oraciones con verbos de actitud proposicional mencionadas. Al respecto, afirma: 5.541 A primera vista parece como si una proposición pudiera ocurrir en otra también de otro modo. Especialmente en ciertas formas proposicionales de la psicología como “A cree que p es el caso”, o “A piensap”, etc.
32
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Aquí, a una mirada superficial puede parecer, ciertamente, como si la proposición p estuviera con un objeto A en una clase de relación. (Y en la moderna teoría del conocimiento (Russell, Moore, etc.), dichas proposiciones han sido concebidas así.) 5.542 Pero está claro que “A cree que p”, “A piensa que p”, “A dice p” son de la forma “‘p’ dice p”, y aquí no se trata de la coordinación de un hecho y un objeto, sino de la coordinación de hechos mediante la coordinación de sus objetos.
Según la interpretación de estos pasajes realizada por Anscombexxiii, hay que descartar dos tipos de lecturas que han sido sostenidas –si bien esta autora no nos indica quiénes ni dónde las sostuvieron-: la primera, aquella que supone imposible tener un pensamiento sin decir una oración correspondiente y, la segunda, aquellas que postula que debe analizarse a la persona como un complejo (que entraría en determinada relación con la oración). En realidad, según Anscombe, lo que se señala en estos pasajes es que tener un pensamiento es poseer determinados elementos (“psíquicos”) en cierta relación unos con otros y que estos elementos estén en relación figurativa (esto es “coordinados”) con los elementos del hecho pensado. Así, en el análisis de “A piensa que p”, ‘A’ desaparece19 y sólo queda la coordinación de ciertos elementos –los constituyentes psíquicos que componen una estructura similar a la correspondiente a la oración-hecho ‘p’- que se enlazan con el hecho de que p, esto es, con el estado de cosas correspondiente a tal
oración.xxiv Retomando el análisis, inmediatamente luego de la proposición que establece que el pensamiento es una figura lógica de los hechos, se llega a la noción de proposición: 3.1 En la proposición se expresa sensoperceptivamente el pensamiento. 3.11 Usamos el signo sensoperceptible (signo sonoro o escrito, etc.) de la proposición como proyección del estado de cosas posible. El método de proyección es el pensar el sentido de la proposición. 3.12 Al signo mediante el que expresamos el pensamiento le llamo el signo proposicional. Y la proposición es el signo proposicional en su relación proyectiva con el mundo. 19
De esta desaparición en el análisis de dichas oraciones, Wittgenstein extrae consecuencias metafísicas: “[e]sto muestra también que el alma –el sujeto, etc.-, tal como es concebida en la actual psicología superficial, es una quimera” (5.5421).
33
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
En las proposiciones citadas aparecen varias nociones vitales para la comprensión del Tractatus, la cuales son: a) Signo: entidad del lenguaje perceptiblepor los sentidos. b) Proyección: “método” consistente en pensar el sentido de la proposición. Como hemos visto, el sentido de una proposición es el estado de cosas que representa, el hecho que le correspondería en caso de ser verdadera. Proyectar una proposición es, entonces, pensar qué sería el caso si ésta fuera verdadera. c) Signo proposicional: signo mediante el cual se expresa una proposición (en una terminología más actual, podríamos llamar a esto oración). Más adelante agregará dos notas de gran relevancia respecto del signo proposicional: “El signo proposicional consiste en que sus elementos, las palabras, se comportan en él unos con otros de un modo y manera determinados El signo proposicional es un hecho” (3.14). Esto es, todo lo que anteriormente se predicó de la relación figurativa se aplica, de algún modo que todavía resta indicar, a las oraciones del lenguaje. Por otra parte, los elementos del signo proposicional –las cosas del estado de cosas que este signo es- son las palabras. d) Proposición: consistente en la “relación proyectiva” del signo proposicional con el mundo. Esto, por lo visto hasta ahora, parece significar lo siguiente: es el uso del signo proposicional a partir del cual el sujeto piensa el estado de cosas que sería el caso según lo afirmado por dicho signo. Por supuesto, esta asociación de las proposiciones con la figuración tal como se la describió anteriormente es una de las grandes apuestas del Tractatus (sino la gran apuesta). 34
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Es por eso que inmediatamente se adelanta a la obvia objeción de que, prima facie, las oraciones no parecen figuras de los hechos del mundo: 3.143 Que el signo proposicional es un hecho es algo que viene velado por la forma expresiva corrientede la escritura o de la imprenta.
Sin embargo, afirma -en observación a esta proposición: 3.1431 Muy clara resulta la esencia del signo proposicional cuando, en lugar de imaginárnoslo compuesto de signos escritos, nos lo imaginamos compuesto de objetos espaciales (como, por ejemplo, mesas, sillas, libros). La recíproca relación espacial de estas cosas expresa entonces el sentido de la proposición.
Dejando de lado lo “clara” que pueda resultar esta “esencia”, es evidente que su posición postula el símil entre las figuras y las proposiciones en un sentido fuerte: la imagen que el texto nos invita a realizar es directamente la de una pintura en forma literal. Ahora bien, en defensa de esta posición, se vale de las siguientes afirmaciones a)
Primero hace uso de algunas analogías: así, aunque la proposición escrita no parece una “figura”, “tampoco la notación musical parece ser a primera vista figura alguna de la música, ni nuestra escritura fonética (el alfabeto), figura algunade nuestro lenguaje hablado. Y , sin embargo, estos lenguajes se revelan también en el sentido corriente como figuras de lo que representan” (4.011). Además, tanto una partitura como “[e]l disco gramofónico, el pensamiento musical [recuérdese la definición de pensamiento dada], las ondas sonoras, están todos entre sí en esa relación interna figurativa que se da entre lenguaje y mundo” (4.014).
b)
Ahora bien, el pensamiento es disfrazado en el lenguaje (4.002); esto significa que lo que parece tener cierta forma lógica en una proposición no necesariamente debe ser de ese modo. Es mérito de Russell (en su
35
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
teoría de las descripciones) haber mostrado que la forma aparente de una proposición no tiene porque ser su forma real (4.0031). c)
La “forma de figuración” –tal como se la definió anteriormente- de las proposiciones (“las convenciones tácitas para la comprensión del lenguaje ordinario”) son “enormemente complicadas” (4.002). Esto es, la relación figurativa entre los elementos de la proposición y los elementos del estado de cosas no es aprehensible deforma inmediata.
d)
Sin embargo, puede “analizarse” esta proposición de modo tal que “a los objetos del pensamiento correspondan elementos del signo proposicional” (3.2). Estos elementos del signo proposicional serán llamados “signos simples” (“nombres”) y a la proposición resultante “completamente analizada” (3.201, 3.202).
e)
La proposición resultante de tal análisis se la denominará “proposición elemental” y su correlato es un estado de cosas atómico (un Sachverhalt).
1.2.3 Filosofía del lenguaje 1.2.3.1 Funciones lingüísticas Hemos mencionado anteriormente que en la figura, una vez determinadas las correlaciones entre los objetos de éstas y los objetos del estado de cosas, aparecen dos funciones lingüísticas heterogéneas: una en la cual existía independencia respecto del mundo para la significación y otra en la cual esto no era así. Con los elementos indicados recientemente en el punto d), podemos ahora dar cuenta de dichas funciones: a)
Nombrar: el nombre –signo simple- significa (bedeutet) el objeto –éste es su referencia (3.203). “A los objetos sólo puedo nombrarlos” (3.221). Esta 36
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
relación es dependiente de la permanencia del objeto nombrado (permanencia que vendría garantizada por su simpleza, que posibilita –en opinión de este autor- que los objetos sean inalterables [2.026]). b)
Describir:
la combinación de los elementos de la figura –una vez
establecidas las correlaciones- describe el estado de cosas. Éste es, como se indicó, su sentido (Sinn). Así, si bien la proposición describe el estado de cosas, no necesita para hacerlo que el estado de cosas se dé: en este aspecto, la función lingüística de describir es independiente del estado de cosas descrito. Nótese que se conserva la distinción fregeana entre sentido (Sinn) y referencia (Bedeutung), pero con la diferencia de que en este caso cada uno de estos términos señala una función lingüística distinta privativa de dos clases de signos distintos (el signo simple y el signo proposicional); así, donde Frege afirmaba que todo elemento lingüístico tiene sentido y referencia, siendo el primero el “modo de acceso” al segundo, Wittgenstein afirma que sólo los nombres tienen referencia y sólo las oraciones sentido. El estado de cosas descrito por una oración es su sentido, pero no su referencia: a los complejos no puede nombrárselos, únicamente describírselos (3.144). La supuesta “confusión” fregeana surgiría del hecho de que “en la proposición impresa, por ejemplo, el signo proposicional no aparece como esencialmente distinto de la palabra. (Así fue posible que Frege llamara a la proposición un nombre compuesto.)” (3.143). Si el signo proposicional fuera un nombre compuesto, según Wittgenstein, entonces tendría referencia. Pero esto no es el caso: la función propia de la proposición está dada por la articulación de sus elementos (3.142), por lo cual, si bien tanto Frege como Russell entienden a la proposición como una “función de las expresiones contenidas en ella” (3.318), Wittgenstein se diferencia de ellos al afirmar 37
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
que este carácter de “ser una función” respecto de las expresiones contenidas en la proposición consiste en la mostración que es propia de la estructuración de sus elementos componentes.
1.2.3.2 Verdad, falsedad y absurdos
Lo señalado en el apartado precedente nos permite introducir los conceptos centrales en semántica de verdad y falsedad. Una proposición es verdadera si en el estado de cosas sus elementos están estructurados del modo en el cual la proposición articula sus signos. Complementariamente, si éste no fuera el caso, la oración sería falsa (4.25)20. Asimismo, allí donde Frege determinaba que una oración en la cual uno de sus componentes no poseyera referencia carecería de valor de verdad, en el Tractatus esto se desglosa en dos posibles situaciones: 1) Si el componente designa un complejo, cosa que es posible realizando una definición del signo21 (3.24) y éste complejo no existe (lo cual significa: sus elementos no se comportan del modo indicado), entonces la proposición no será absurda, si no tan sólo falsa (3.24). Como puede observarse, esto está con consonancia con la Teoría de las Descripciones de Russell, en la cual –cuando una descripción definida no se cumple de ningún objeto o se cumple de más de uno- la oración es también falsa.
20
Por supuesto, esta posición determina una teoría correspondentista de la verdad. Para un análisis de las problemáticas de estas teorías, así como la presentación de una teoría distinta del tipo denominado deflacionista, véase Barrio (1998). 21 Esto es, indicando que determinado signo –palabra- es en realidad una abreviación de otro signo cuya estructura es la propia de un signo proposicional. Por ejemplo, si se afirma: aRb.q, podría creerse que q designa un simple (sabemos que esto no es así, pues nuestra convención es que esas letras designan proposiciones). A hora bien, si anteriormente se ha estipulado queq=def. Pa., entonces podemos afirmar que si es el caso queaRb pero no es el caso dePa, la oración seráfalsa.
38
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2) Si el componente refiere, en cambio, a un elemento simple y éste no existe, la oración será –en cambio- absurda (o un sinsentido, “unsinnig”22).
1.2.3.3 Símbolo y signo A partir de lo expuesto, podemos ahora introducir otra distinción cardinal para el Tractatus: la que se estipula entre signo y símbolo23. Símbolo es una parte de la proposición esencial para que la misma pueda expresar su sentido –esto es, recordemos, dar cuenta de un estado de cosas posible (3.31); en el caso límite, si dos signos proposicionales comunican un mismo sentido, comparten el símbolo (por ejemplo, en Rab y aRb). El signo, por su parte, es lo que puede percibirse sensorialmente del símbolo (3.32); el signo es el objeto integrante del estado de cosas figurativo (en el caso límite, nuevamente, es el signo proposicional entero). Nótese que, por lo expuesto, el símbolo es una entidad más abstracta que el signo. Además, un símbolo determina una clase de signos: todos aquellos que pueden ser usados para comunicar el mismo sentido. Así, si a=def.b, entonces a y b son distintos signos que comparten el símbolo. De este modo, podemos retomar la noción de absurdo (o sinsentido) que se usó recientemente: un signo proposicional es un absurdo a partir de fallas en la simbolización, las cuales pueden ser: a) No se ha simbolizado un signo: no se ha indicado su correlación con un objeto del mundo (6.53).
22
A lo largo de este trabajo, preferiré la traducción de “absurdo” para unsinnig y “carente de sentido” para Sinnlos, pues la usual distinción entre “sinsentidos” y “carecer de sentido” produce confusión. 23 La palabra alemana esSymbol y es homologada con Ausdruck (“expresión”). L o cierto es que Wittgenstein no es extremadamente cuidadoso con esta terminología y existen casos donde usa el término símbolo en contextos donde claramente se refiere asignos. Stenius (1960: 188) discute esta terminología y adopta, en su explicación del texto, una propia de Carnap.
39
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
b) No se ha simbolizado un signo para un uso particular: así, la proposición “Sócrates es idéntico” es absurda no porque “idéntico” no haya sido simbolizada, sino porque no ha sido simbolizada como adjetivo (5.473). c) Dos símbolos comparten el mismo signo: paradigmáticamente, esto es ejemplificado con el caso del signo “es”, que cumple función de cópula, de signo de igualdad y expresión de existencia (3.323). Todas estas funciones corresponden a símbolos distintos y su confusión puede dar lugar a absurdos. Wittgenstein afirma que la “filosofía entera” está plagada de errores de este tipo (3.324). d) Dos signos comparten el mismo símbolo: si bien no es claro qué problema podría representar esto, Wittgenstein afirma que la igualdad de símbolo debe ser representada –en una conceptografía correcta- mediante la igualdad de signo (5.53). Más adelante discutiremos si estas diferentes causas pueden ser unificadas o no. Retomemos por ahora la noción de símbolo: hemos dicho que un símbolo determina una clase de signos. Es claro que los signos deben tener algo en común si es que han de poder expresar el mismo sentido. Esto común es, como puede preverse, la forma lógica; lo cual significa que las combinaciones posibles de los signos –según la convención prefijadadeben ser similares a las del hecho a representar. Tomemos por caso una partitura y un rollo de pianola. Una corchea en la partitura comparte el símbolo con un agujero en el rollo de pianola. Esto significa que ambos deben poseer la misma capacidad de: 1) determinar una única nota en el piano, 2) determinar la duración de esa nota (ignoraré otras variables como el volumen, etc.). Estos son los rasgos característicos que determinan la forma lógica de estos objetos (el objeto dibujo-corchea en la partitura y el objeto agujero en el rollo de 40
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
pianola). Nótese también que ni el dibujo propio de la corchea ni un mero agujero son signos –aunquesí son posibles signos-; sólo lo son en el marco de un sistema convencional. Ahora bien, dentro de determinado sistema convencional, el símbolo común tanto al agujero en el rollo de pianola como a la corchea en la partitura caracteriza una forma lógica (determinada por ciertos rasgos como el de indicar una única nota, precisar un momento temporal en una sucesión, el largo de este momento, etc.). Estos rasgos pueden ser expresados, según Wittgenstein, mediante una variable. Así, por ejemplo, si lo quese busca es expresar el símbolo propio de un nombre a, esto puede realizarse afirmando a, esto es, la clase de todas la proposiciones significativas que toman a a como valor (Pa, Rab, Rba, etc., lo cual define que el significado de a se agota en “Px y Rxb y Rbx y ….”; esto es, a es el objeto que puede ocupar todos esos lugares argumentales de modo tal que la proposición tenga sentido). Este es precisamente el modo en el cual –según el Tractatus- puede explicarse el significado de los nombres: a este procedimiento –que, como se verá, es de radical importancia para el sistema- se lo denomina Erläuterungen (traducido como “aclaraciones” o “elucidaciones”). Para entender correctamente esto es necesario recordar, en primer lugar, que la “forma” es definida como las posibilidades combinatorias de un objeto y, en segundo, que un objeto se define totalmente por su forma. Así, la forma explicitada de un signo a partir de la variable proposicional que recorre el rango de todas sus apariciones significativas (esto es: todas sus posibilidades combinatorias) define completamente el símbolo correspondiente a dicho signo. A esta forma también se la denomina “figura primitiva” (Urbild). Veamos, para ejemplificar, el análisis que Wittgenstein, con estos elementos, hace de la Paradoja de Russell:
41
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable
Milton Laufer
3.333 Una función no puede ser su propio argumento debido a que el signo funcional contiene ya la figura primitiva de su argumento y no puede contenerse a sí mismo. Supongamos, por ejemplo, que la función F(x)24 pudiera ser su propio argumento; habría, entonces, una proposición: “F(F(x))” y en ella la función externa F y la función interna F debería tener significados diferentes, dado que la interna tiene la forma (x), la externa ((x)). Común a ambas funciones es sólo la letra “F”, que, sin embargo, sola nada designa.
Lo que se afirma en este pasaje es que ambas “F” no pueden obedecer al mismo símbolo, pues su forma es diferente y un símbolo implica –como hemos visto- identidad de forma. Así, la mera circunstancia poco feliz de usar un mismo signo (la “F”) para designar
ambos símbolos no produce una paradoja: en una notación correcta se usarían dos signos diferentes y la paradoja –cualquier paradoja que implique autopredicación- desaparecería. De este modo, la primera crítica que Wittgenstein realiza a Russell es que la Teoría de Tipos es superflua: un correcto lenguaje sígnico excluye la circularidad que la Teoría russelliana prohíbe –prohibición en la cual, según Wittgenstein, “consiste toda la ‘Theory of Types’” (3.332).
1.2.3.4 L a doctrina del mostrar
xxv
Íntimamente vinculada con la crítica que acaba de exponerse, se encuentra la –así llamada por Griffin- doctrina del mostrar. Como se ha visto, en la Teoría de Tipos se prohíbe la circularidad que –en el sistema de Frege- permitía la introducción de la Paradoja de Russell. Esta restricción se determina estableciendo una estructura jerárquica en la cual cada función de un estrato n de la jerarquía sólo puede tomar como argumentos objetos del estrato n-1 de la jerarquía y, a la vez, sólo ser argumento de funciones de estrato n+1. El segundo componente que Wittgenstein nunca aceptó de la Teoría de Tipos russelliana es que para poder establecer la jerarquía –postularla-, Russell tuvo que usar nociones como 24
En el original la fórmula es F(fx). La reemplazo porque considero a estanotación algo propicia aconfundir.
42
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
“propiedad”, “relación”, “tipo”, etc. Todas ellas, sin embargo, pueden tomar como argumentos valores de cualquier estrato de la jerarquía, violando de este modo la prohibición original de la teoría misma25. Cada uno de estos conceptos es típicamente ambiguo respecto de la jerarquía. Esto a Wittgenstein le parecía inaceptable y su conclusión –como indica Griffin- es radical: la Teoría de Tipos es errónea desde su propia fundación, dado que es imposible –para este autor- siquiera postularla. La solución de Wittgenstein a este problema parte del concepto de símbolo que hemos definido anteriormente. Un símbolo, como vimos, determina una clase: la de todos los signos que pueden usarse para expresar el sentido que dicho símbolo (si es un componente de una proposición) contribuye a expresar. El modo en el cual se representaba dicha clase era mediante una variable que recogiera todas las posibilidades de ocurrencia del símbolo en cuestión dentro de proposiciones con sentido. Pues bien, si a los conceptos propios podía expresárselos con una función –como proponía Frege-, los conceptos que Wittgenstein denomina formales (como objeto, propiedad, proposición, etc.) no corren esta misma suerte una vez que se ha renegado de la Teoría de Tipos, pues –sin las restricciones propias de la teoría russelliana- surge la posibilidad de las paradojas. Para dar un ejemplo, si “proposición” fuera un concepto propio al que le correspondiera una función, ésta podría –dada la liberalidad consecuente de rechazar la Teoría de Tipos- tenerse a sí misma como argumento y de este modo permitir oraciones como la llamada “El Mentiroso”: L) Esta oración es falsa.
25
Esta crítica fue luego popularizada por Putnam como “el punto de vista del ojo de Dios”: si en una jerarquía de algún concepto dado –por ejemplo, una cierta clasede jerarquía conjuntística- sólo tiene sentido hablar del mismo relativizado a un estrato de la misma, ¿desde qué estrato se hacen las afirmaciones generales indispensables parala construcciónde la jerarquía?
43
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
La cual, como es sabido, es paradójica. La solución de Wittgenstein es, entonces, rechazar la idea de que los conceptos formales (a los cuales también llama “pseudoconceptos”) se definan como funciones. El modo en el cual los mismos pueden ser representados, sin embargo, es mediante –justamente- variables (4.127), esto es, signos que muestren su “forma general”. Así, para tomar un ejemplo que el mismo Wittgenstein usa, el “nombre variable ‘x’ es el signo genuino del pseudo-concepto objeto” (4.1272). Del mismo modo, el signo ‘ ’ –entendido como una variable de segundo orden- es el signo genuino del pseudo-concepto propiedad, etc. En esto, precisamente, consiste la doctrina del mostrar: nada puede decirse sobre los conceptos formales –tan relevantes para la semántica- sino que sus propiedades se muestran en las proposiciones mismas. L o que las variables rescatan son las características formales –posibilidades de aparición y combinación- de cada uno de estos pseudo-conceptos. En concordancia con esto, Wittgenstein afirma que el sentido de la proposición es mostrado por la configuración de los elementos de la misma. Recordemos que una figura
representa a través de su forma de figuración en conjunción con la relación figurativa, que establece las correlaciones entre los elementos de la figura y los elementos del estado de cosas representado. Ahora bien, por lo indicado en los párrafos recientes, las propiedades formales –la estructura de la proposición, en este caso- no pueden ser expresadas mediante funciones, como las propiedades propias. Así, lo que la oración muestra –la estructura del estado de cosas que representa su sentido- no puede ser a su vez predicado en el lenguaje. Este es el significado de la famosa afirmación wittgensteiniana “[l]o que puede ser mostrado, no puede ser dicho” (4.1212). Una proposición “muestra cómo se comportan las cosas si es verdadera. Y dice que se comportan así” (2.022).
44
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
1.2.3.5 La forma general de la proposición El siguiente paso en el desarrollo del Tractatus es el de determinar la forma general de la proposición. Como hemos visto, determinar la forma general de un elemento figurativo es determinar su rango de aplicación con sentido. El propósito de Wittgenstein al buscar la forma general de la proposición es, justamente, el de determinar el dominio de las proposiciones significativas –el rango de aplicación del pseudoconcepto ‘proposición’y, con ello también, el dominio de lo expresable en el lenguaje. Esto es, “dar la esencia de la proposición” (5.471). Así, como indica en el prólogo a dicha obra, podrá cumplirse el objetivo del libro: “trazar un límite al pensar o, más bien, a la expresión de los pensamientos” (p. 47). Resumidamente, los pasos para llegar a este objetivo son los siguientes: 1) Demostrar que toda proposición es una función de verdad de proposiciones elementales (TLP 5), esto es, que una proposición sólo puede aparecer en otra como función de verdad. 2) Demostrar que todas las funciones de verdad puede reducirse a una única operación veritativa26 (5.5). 3) Dar con una notación que exprese que toda proposición se reduce a esta única operación; esto es, dar una forma variable (4.53) que pueda ser aplicada a cualquier proposición significativa (TLP 6). Para poder dar cuenta de 1), la estrategia wittgensteiniana consiste en recordarnos que las proposiciones son o bien son elementales o bien compuestas. Si fueran del segundo 26
La diferencia fundamental entre función y operación es que una operación puede tener como base su propio resultado. Así, “[l]as funciones veritativas de las proposiciones elementales son resultados de operaciones que tienen como bases las proposiciones elementales. (Llamo a estas operaciones, operaciones veritativas)” (5.234). Respecto de la incapacidad de una función para tenerse como argumento a sí misma, recuérdese lo mencionado sobre la Paradoja de Russell.
45
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
tipo, siempre debería existir un análisis posible que la redujera a una o más proposiciones elementales y de aquí podemos deducir que en este sistema toda proposición es reductible a una elemental. Luego, dada una proposición elemental con sentido –esto es, recordemos una vez más, una tal que dé cuenta de un estado de cosas posible-, la misma es o bien es verdadera o bien es falsa; o bien los objetos a nombrados por sus elementos se interrelacionan como los objetos de la figura, o bien no lo hacen (4.21). Luego, como se ha afirmado que los estados de cosas atómicos son todos independientes entre sí 27, podemos establecer que –dadas dos proposiciones elementales- nunca podemos, a partir de la verdad o falsedad de una, concluir la verdad o falsedad de la otra (4.211). Así, es posible establecer lo siguiente: dada una proposición elemental, las posibilidades veritativas son dos; dadas dos proposiciones elementales, cuatro; tres proposiciones elementales, ocho; y de forma general, dadas n proposiciones elementales las posibilidades veritativas serán 2n. Como sólo han quedado –luego del análisis lógico- proposiciones elementales, toda otra proposición se reduce a la selección de valores de verdad 2n para cada una de las
relaciones entre proposiciones elementales, como ejemplifica el siguiente diagrama para el caso de dos proposiciones: p
q
1
2
3
V
V
V
V
V
V
F
F
V
V
F
V
F
V
F
F
F
F
F
F
27
He ignorado en este trabajo las dificultades relativas a esta afirmación tractariana. L a misma ha sido rechazada luego por el propio Wittgenstein (1929a), cuando todavía sostenía las doctrinas del Tractatus. Stenius (1960: 33 y 38-60) dedica gran parte de su trabajo a demostrar que, en lo esencial, las tesis tractarianas fundamentales pueden sostenerse con independencia de esta afirmación.
46
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
La idea aquí es que una proposición compleja se reduce28 a determinar alguna columna “extra” (4.442), como 1, 2 ó 3, que indica en cuáles combinaciones de posibilidades veritativas de sus componentes es verdadera y en cuáles falsa. Así, 1 es el caso de “p y q”, 2 de “p o q” y 3 es, justamente, “p”. (L as combinaciones posibles, para el caso de dos proposiciones, es de 16, aunque aquí hayamos solamente ejemplificado tres.) Para lograr el siguiente paso hacia su objetivo de determinar la “forma general de la proposición”, que indiqué como ítem 2), lo primero es determinar qué sucede con las conectivas lógicas. Según Wittgenstein, éstas son un expediente prescindible de nuestra notación. L as mismas no refieren a nada en el mundo; afirma, incluso, que esto último es su “idea fundamental” (4.0312). De los muchos argumentos de los que se vale, indicaré únicamente (5.42) que esto se encuentra en conexión con los trabajos de Sheffer (como es referido por Russell en la Introducción), que demostró que todas las conectivas proposicionales pueden definirse mediante cualesquiera de estas dos: “no p o no q” y “no p y no q” (también leída como “ni p ni q”). Wittgenstein opta por la última, la cual usualmente es simbolizada mediante una flecha descendente (“”) entre ambas proposiciones29. Así, si toda conectiva lógica puede definirse mediante únicamente ésta, toda combinación posible de proposiciones podrá definirse mediante dicha función. Por ejemplo: “p o q” puede definirse como “((pq) (pq))” (es una sencilla operación constatar que ambas tienen la misma tabla deverdad). 28
Por supuesto, esto no es tan simple. Existen dos objeciones concretas a la posibilidad de esta reducción de cualquier proposición a funciones veritativas: la primera, que ya se ha expuesto en relación con la noción de pensamiento, referida a las proposiciones que incluyen verbos de actitudes proposicionales. La segunda, cuya complejidad hace imposible exponerla aquí, es la de las proposiciones cuantificadas. Solamente a modo de indicación, una de las soluciones posibles, es la interpretaciones de este texto, es que las proposiciones cuantificadas deben ser entendidas como largas disyunciones (para la cuantificación existencial) o como largas conjunciones (para la cuantificación universal). 29 Si bien esta es la notación usual, en el Tractatus Wittgenstein usa la barra “|” (5.1311).
47
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Por último, 3), la notación elegida por Wittgenstein para expresar esta variable que determina la forma general de la proposición es la siguiente: [p, , N()] Como bien indica Russell en su Introducción, Wittgenstein no explica suficientemente este simbolismo. La única observación que tenemos es la siguiente: “N()”30 significa la negación conjunta (à la Sheffer) de todos los elementos de , los cuales son proposiciones (5.5, 5.501, 5.502). Sin embargo, a pesar de la mala prensa de la cual goza la Introducción russelliana, en este punto particular no hay motivos para sospechar que se tergiversara el significado de este simbolismo. Esta es su explicación: p: son todas las proposiciones elementales : cualquier conjunto de proposiciones
N(): la negación conjunta de todos los elementos de Así, “el [signo] completo (p, , N()) [refiere a] todo aquello que puede obtenerse formando una selección cualquiera de proposiciones [elementales], negándolas todas, seleccionando algunas del grupo de proposiciones nuevamente obtenido unidas con otras del grupo primitivo –y así indefinidamente” xxvi. L o cual significa: este signo permite la construcción de cualquier función veritativa a partir de las proposiciones elementales dado que cualquier conectiva proposicional puede definirse (como se señaló a partir de los trabajos de Sheffer) por la sucesiva aplicación de esta operación N(…)31. Por esto, el signo
30
Asimismo, N() es la abreviatura de (----V)( ,…), expresión de la cual se vale Wittgenstein para indicar que esta operación es únicamente verdadera cuando sólo la última fila de la tabla de verdad es V (según la convención usual de las tablas de verdad, que comienzan por V y culminan en F): tal es el caso en el cual todas las proposiciones de la clase son F y sólo en esta situación la “negación conjunta” (conectiva de Sheffer) es V. 31 Sólo a modo de ejemplo, si es{p, q}, entonces N(N()) es igual a “p o q” (dado que es el resultado de negar N(), como muestra: pvq=def.((pq) (pq)).
48
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
completo denota justamente aquello que puede ser reemplazado significativamente por cualquier proposición y es esto, precisamente, la forma variable que se buscaba. De este modo, puesto que las proposiciones elementales únicamente afirman que tal y cual configuración de los elementos de los estados de cosas es el caso y puesto que las proposiciones compuestas se reducen a funciones veritativas de proposiciones elementales (las cuales, de este modo, no agregan nada al contenido de las proposiciones elementales – pues las constantes lógicas no refieren a nada), Wittgenstein puede afirmar “[l]a forma general de la proposición es: las cosas se comportan de tal y tal modo” (4.5). Éste pues, será el ámbito de las proposiciones con sentido: la descripción de estados de cosas posibles.
1.2.3.6 La lógica
Especial mención merece, en cualquier texto que intente esbozar las líneas fundamentales del Tractatus, el lugar que en dicha obra se le otorga a las proposiciones de la lógica. Wittgenstein (que fue uno de los dos inventores de las tablas de verdad) encontró que en las mismas existían dos casos límite: cuando todas las columnas de la función arrojan el valor V y cuando todas las columnas arrojan el valor F. Al primer caso se lo denomina tautología, al segundo caso contradicción. L o primero que observa a partir de esto es que toda proposición cuyo valor de verdad es alguno de estos dos no representa ningún hecho posible: los estados de cosas atómicos, en el Tractatus, nunca son ni necesarios ni imposibles. Esto es: estado de cosas atómico (Sachverhalt) se definió – precisamente- como una combinación posible de objetos. Así, por definición, sólo se denominará estado de cosas a una estructura que –dada la forma de los objetos componentes- puede llegar a darse. Algo imposible, por esta misma estipulación, nunca es un estado de cosas. Ahora bien, una proposición elemental es un estado de cosas. Si la 49
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
misma llegara a combinar sus elementos de modo tal que estos determinaran una configuración imposible de los objetos referentes, entonces habríamos fallado al establecer las correlaciones de la relación figurativa: la forma de los signos –según la convención establecida- permite articulaciones imposibles de los objetos referidos. Esto es una falla al simbolizar. Pero si la simbolización es adecuada, todas las combinaciones sígnicas determinan estados de cosas (por definición, posibles). Luego, dado que la combinación de los objetos del estado de cosas puede darse o no darse, la proposición –elemental- que la represente siempre podrá ser verdadera o falsa: a esta característica Anscombe la denomina bipolaridad32. De esto se sigue que tanto las tautologías como las contradicciones son proposiciones compuestas. Pues bien, a las primeras pertenecen todas las proposiciones de la lógica: son, precisamente, proposiciones cuyo valor de verdad siempre es V: “pv p”, ¬
“(p.(p q) ) q”, etc. Que sólo las proposiciones de la lógica sean tautológicas se sigue de
la afirmación de la independencia de las proposiciones elementales: dado que de la verdad o falsedad de una nunca es posible deducir la verdad o falsedad de otra, entonces ninguna función veritativa que tome por argumentos a proposiciones elementales diferentes puede dar como resultado ni una tautología ni una contradicción. Por su parte, que estas proposiciones de la lógica no posean sentido (Sinnlos) no implica que las mismas sean absurdas (unsinnig), pues –como se señaló- los absurdos carecen de valor de verdad. La carencia de sentido debe entenderse, en primera instancia, en un modo meramente definicional: si sentido es el estado de cosas correspondiente a una proposición, una proposición que carece de un estado de cosas correlativo será, por esto, una proposición carente de sentido. Sin embargo, Wittgenstein afirma que estas
32
Adviértase que la bipolaridad se distingue de la bivalencia: esta última afirma que los valores veritativos son dos, aquélla, que ambos valores siempre deben poder darse respecto deuna proposición elemental.
50
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
proposiciones muestran algo: “la armazón lógica del mundo” (6.124). Esto, quizás algo sorprendente, cobra sentido si recordamos que una variable recoge justamente todos los usos con sentido de un signo. Ahora bien, dado que todo signo significativo puede ser puesto en conjunción con una tautología y conservar su sentido (el producto lógico tiene por resultado la misma tabla de verdad que el signo solo), Wittgenstein afirma que “[l]a tautología es lo común de todas las proposiciones que nada tienen en común entre sí” (5.143); como las proposiciones que “nada tienen en común entre sí” son las proposiciones elementales (las cuales, como se dijo, son todas mutuamente independientes), se sigue de aquí que las tautologías –que corresponden a las proposiciones de la lógica- son lo común de todas las proposiciones elementales. Y , como se ha indicado, las proposiciones elementales son todas las proposiciones que afirman algo sobre el mundo –el resto se forma a partir de ellas, mediante la operación “N(…)”. Luego, las tautologías son lo común a la clase de proposiciones que habla sobre el mundo. Y , como se ha visto en el caso de los símbolos, una clase común a una serie de signos determina los rasgos formales de estos signos: así es que las proposiciones de la lógica muestran los rasgos formales del mundo. Éste es, resumidamente, el argumento que está detrás de la afirmación tractariana que afirma que la lógica muestra la armazón lógica del mundo.
1.3 La labor de la filosofía
Luego de delimitado del rango de las proposiciones significativas, se ha concluido que las mismas siempre son de la forma “tal o cual estado de cosas es el caso”: esto es, “[l]a proposición representa el dar o no darse efectivo los estados de cosas [atómicos]” (4.1). De aquí que Wittgenstein infiera que “[l]a totalidad de las proposiciones verdaderas es la ciencia natural entera” (4.11), esto es, disciplinas cuyos objetos de estudio son – 51
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
precisamente- los estados de cosas posibles. Pero la filosofía no tiene por objeto esto, ella no es una “ciencia natural” (4.111). Así, la única labor que le resta a la filosofía es la de la “clarificación lógica de los pensamientos”, siendo de este modo una “actividad” y no una “doctrina” (4.112): “toda filosofía es ‘crítica lingüística’”, cuya ocupación es la de mostrar la “forma real” de las proposiciones, del mismo modo que propuso Russell en su Teoría de Descripciones (4.0031). Sin embargo, esto no es algo que sea necesario en el lenguaje corriente, donde todas las proposiciones “están perfectamente ordenadas desde un punto de vista lógico” (5.5563): el ámbito problemático es únicamente el de la filosofía. De este modo: 6.53 El método correcto de la filosofía sería propiamente éste: no decir nada más que lo que se puede decir, o sea, proposiciones de la ciencia natural –o sea, algo que nada tiene que ver con la filosofía- y entonces, cuantas veces alguien quisiera decir algo metafísico, probarle que en sus proposiciones no había dado significado a ciertos signos. Este método le resultaría insatisfactorio –no tendría el sentimiento de que le enseñábamos filosofía-, pero sería el único estrictamente correcto.
Adviértase, para terminar, que si en nuestro lenguaje corriente todo está perfectamente ordenado desde un punto de vista lógico y sólo la filosofía (en su sentido tradicional) produce los desvaríos que la filosofía misma (en el sentido tractariano) debe corregir, la labor de la filosofía (tractariana) es de este modo una labor esencialmente antifilosófica (en el sentido tradicional). ix
TLP, p. 49. Stenius (1960: 4). xi Esta dificultad es indicada por Stenius (1960: 7-12). xii Stenius (1960: 11). xiii Pears (1973: 70). xiv Kenny (1995: 73). L a bastardilla me pertenece. xv Anscombe (1971). xvi Griffin (1964). xvii Stenius (1960). xviii Mounce (1981). xix Anscombe (1971: nota al pie en 30). xx Para una discusión del argumento que probaría la existencia detales objetos, pueden consultarse Weinberg (1935), Griffin (1964: 156), L udwig (1976), Tejedor (2003) y Laufer (2005a y 2005b). xxi Copi (1958: 163). x
52
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
xxii
Kenny (1995: 62). Anscombe (1971: 87-88). xxiv Para otros análisis de estos pasajes, ver Mounce(1981: 82-86), Griffin (1964: 113-115), Kenny (1995: 9596). xxv Para mayor detalle respecto de lo expuesto aquí, puede consultarse Griffin (1964: 18-25), capítulo cuyo título es, justamente, “The Doctrine of Showing”. xxvi TLP, p. 144. L o que figura entre corchetes son ciertos cambios quemepermito pues considero que clarifican la interpretación. En particular, señalo que he cambiado “proposición atómica” (en el original) por “proposición elemental”, pues éstaes la terminología quehe usado a lo largo de este trabajo. xxiii
53
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Mill ton La Mi L aufer
CAPÍ T UL O II I I : El E l pro pr oblem blema de lo inexp inexprr esable
54
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable M ililto ton n La L aufe uferr
2. L a escal calera trac tractari tariana
El Tra Tractatus, luego de ciertas apreciaciones finales respecto del carácter de la ética, la estética y las ciencias naturales, concluye de un modo que cualquier lectura atenta atenta no no hubiera hubiera podido podido dejar de prever: 6.54 Mi Mis proposici proposiciones ones esclare sclarecen cen porque porque qui quien en me entiend ntiende e las reconoce al fi final com como absurdas [unsinnig [unsinnig], ], cuando cuando a través de ellas ell as -sobre ellas- ha sali salido do fuera de de ell ellas. (T (Tiene, ene, por así deci decirl rlo, o, que arroj rrojar ar la la escalera despué después de habe haber subido subido por ella.) ell a.) Tien Tiene que superar estas prop roposicio icion nes; entonces ve corre rrectamente el mundo.
L a razón razón por la l a cual cual las proposi proposici cione ones s tractarian tractarianas as son son tomadas adas como absurdas absurdas es es que las mismas smas han usado constantemente constantemente aquellos conceptos for f orm males ales (palabra (palabra,, proposición, proposición, objeto, objeto, etc.) cuyo empleo pleo había bía sido sido seña señallado ado como productor de absurdos. Recordemos ecordemos que el el modo adecuado de designa signar un concepto for form mal era mediante ediante una variab variablle; sin sin em embargo, bargo, en el Tra Tractatus las mismas han sido sido usadas como conceptos conceptos propios, propios, afirmando que ciertas cosas caían bajo ellos (al indi ndicar car que cie ciertas cosas cosas son son proposiciones y ciertas no lo son, se afirma que algo cae o no no cae bajo el concepto proposición) o que los mismos estaban subordinados a otros conceptos conceptos (por ejem ejemplo, plo, al señalarnos en 4.022 “[l]a proposición muestra su sentido”, podríamos interpretar a esta oración como estableciendo una relación entre dos conceptos, el de “proposición” y de “mostrar su sentido”, estando el primero subordinado -éste éste es es el término que usa Freg Frege e para para esta relaci relación ón entre conceptosconceptos- al segun segundo do33). Esto es más alarmante si recordamos la crítica a la Teoría de Tipos de Russell: la misma misma era imposible pues ya en su misma fundaci undación ón se viol violab aban an las prohibi prohibici cione ones s que ella de determ termiinaba. Así A sí,, al final del Tra Tractatus, descubrim descubrimos que esta obra que pretendía pretendía ser ser
33
Esto es, “para todo x, si x es una proposición entoncesx entonces x muestra su sentido”.
55
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable M ililto ton n La L aufe uferr
una superación de la Teoría de Tipos, en última instancia no ha logrado ir más allá que aquélla. Esta dificultad generó inmediatamente suspicacias. El mismo Russell, en su I ntroducc ntroducciión, afirmó: rmó: L o que ocasiona ocasiona dudaes el hecho de que después spués de todo, Wi Wittgenstei ttgenstein encuentra el modo de decir una buena canti cantidad dad de cosas sobre aquello de lo que nada se puede decir, decir, sugir sugiriendo al lector escéptico escéptico la l a posi posibl ble e existe xi stencia ncia de de una una salida, da, bien bi en a través de una una jerarquía de lenguajes o bien de cualquier otro modo. Toda la ética, por ejemplo, la coloca Wittgenstein en la región región mí mística stica ine inexpresa xpresabl ble. e. A pesar de eso es capaz capaz de comuni comunicar car sus opiniones opini ones éti éticas. cas. Su defensa ensa consi consisti stirí ría a en deci decirr que lo él llama ‘místi ‘místico’ co’ puede mostrarse, ostrarse, pero pero no decirse. decirse. Puede Puede que esta defensa sea satisfactori satisf actoria, a, pero por mi parte confieso confi eso que me produce una cierta cierta sensación sensación de di disconform sconformidad dad intelectua intelectuallxxvii.
Nótese que aquí Russell, entre otra cosas, sugiere la posibilidad de reintroducir su Teo Teoría de Tipo Tipos (cit (cito o: “la posible ible exist istencia de una salida lida, bien ien a través de una jer jerarquía de lengua enguajes”), es”), lo cual parece parece dar cuen cuenta ta de de la la concien concienci cia a que que él tení tenía de de que que este este problem problema dejaba, aba, por lo menos, en pie de igualdad al Tra Tractatus respecto de la Teoría eoría de Tipo Tipos en lo refer ferente a la crític ítica a witt ittgensteinia inian na. Ambas teorías son imposibles, pues no pueden siquiera formularse. L o cierto cierto es es que que las dos sugere sugerenci ncias as de Russell fueron ueron adoptad adoptadas as.. L a idea dea de reintrodu reintroduci cirr cie ci ertas jerarquí jerarquías es es tomada ada por por Rud Rudol olff Carnap con su disti distinci nción ón entre entre modo material del discurso y modo formal del discurso, donde éste éste úl últim timo era un un tipo tipo de
discurso discurso que podí podía a usa usarse rse para para dar dar cue cuenta nta de de los los rasgos forma formales propi propios os del del lengua enguaje, constituyénd constituyéndose ose así así como como metal metalen engua guaje34. Sin embargo, como hemos visto, la posición tractari tractariana anano parece ser capaz de adaptarse a esta soluci solución. ón.
34
L a posición posici ón de Carnap, expuesta en Carna Carnap (1934) es al algo más más compleja. pleja. En dicho dicho trabaj trabajo, que aparece parece como como una explí xplícita cita respue respuesta a la negati gativa va wittge wittgenstei nsteinia niana respe respecto de la posibi posibillidad dad del del discurso discurso metalingüísti tali ngüístico co (con cita ci ta a la proposi proposici ción ón 6.54 en cuesti cuestión) ón) se afirma que en ambos modos del discurso discurso puede hablarse sobre el lenguaje, pero sin embargo el uso metalingüístico material (o connotativo) produce confusiones –y así pseudoproposiciones- de las cuales nos liberamos al usar el modo formal del discurso. De este modo, Carnap introduce una posibilidad metalingüística que exhibe los rasgos formales del
56
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
La siguiente posibilidad, que dejaba a Russell con una “cierta sensación de disconformidad intelectual”, según la cual las doctrinas tractarianas eran mostradas pero no dichas, fue ampliamente aceptada por otros autores. Por ejemplo, Max Blackxxviii, autor de la única obra que analiza las doctrinas del Tractatus proposición por proposición, sugiere exactamente esta solución. Concede que si por comunicación entendemos únicamente “decir”, entonces las proposiciones del Tractatus no comunican nada. Pero, dado que el libro mismo insiste en que hay muchas cosas que no pueden ser dichas, sino sólo mostradas, puede entenderse que en esta categorías caen las proposiciones de la obra misma, las cuales exhiben las propiedades del lenguaje y del mundo y, en este sentido, no son peores que las proposiciones de la lógica, las cuales tampoco dicen nada. Pero esto es un error, pues las proposiciones de la lógica son carentes de sentido [Sinnlos], no absurdas [unsinnig]. La carencia de sentido, como
hemos visto, privaba a una proposición de decir algo sobre el mundo, pero no de mostrar; además, las proposiciones carentes de sentido poseen valor de verdad. Nada de esto sucede con los absurdos: éstos no muestran nada, no dicen nada y, por último, carecen de valor de verdad. A pesar de esto, otros autores sostienen posiciones similares. Mounce, por ejemplo, indica la siguiente metodología interpretativa: [e]sta es la visión de algo que puede ser mostrado incluso cuando nada ha sido afirmado. De este modo Wittgenstein ya había dicho que no todo lo que carezca de sentido es una insensatez [gibberish]. Las tautologías, por ejemplo, no son insensateces –ellas muestran la forma lógica- pero tampoco poseen sentido. Ahora bien, las proposiciones del Tractatus no son tautologías pero ellas perteneces más o menos a la misma categoríaxxix.
También, más recientemente, Jaakko Hintikka se incluyó a sí mismo en esta línea de lectura, al afirmar que discurso que el Tractatus niega. Es claro que esto no es una jerarquía en el sentido de la Teoría de Tipos, pero sí en tanto y en cuanto postula un metalenguaje.
57
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
[e]l Tractatus es una ejercicio en lógica semántica, pero hace su trabajo por medio del mostrar en lugar del decirxxx.
Por otra parte, es de recalcar que incluso existen autores que señalan el carácter paradójico de la proposición 6.54, pero no indican una solución ni se detienen demasiado en el asunto, por lo menos en el marco de sus obras principales, como Kenny, Anscombe, Griffin y Stenius (todos ellos, autores de los más reconocidos libros sobre esta obra wittgensteiniana). Hay un detalle que vale la pena mencionar respecto de esta situación paradójica del Tractatus. Históricamente, tres son los problemas fundamentales que llevaron al abandono de las doctrinas del Tractatus. En primer lugarxxxi, a partir de los trabajos de Alonzo Church de los años treinta, quedó establecido que existen regiones importantes de la lógica que son indecidibles: esto es, no existe ningún procedimiento algorítmico según el cual pueda establecerse, para cualquier fórmula bien formada, que la misma sea o no un tautología (recordemos que para el Wittgenstein del Tractatus todas las proposiciones de la lógica lo eran, no estableciendo una distinción entre “verdades lógicas” y “tautologías”). Así, el proyecto de reducir a todas las proposiciones de la lógica a funciones de verdad de proposiciones elementales se ve gravemente mellado. Asimismo, las propias consideraciones wittgensteinianas, algunos años más tarde, respecto de la independencia de las proposiciones elementalesxxxii, comienzan a dar cuenta de ciertos aspectos fundantes de su teoría que ya no pueden sostenersexxxiii. Por último, las críticas que el mismo autor llevó a cabo, en las Investigaciones Filosóficas, a la idea misma de objeto simple y de determinación de sentido (IF §§ 22, 23 y 24), terminaron por restar interés en la obra como proyecto de investigación. Sin embargo, es un hecho realmente llamativo el que no haya sido nunca el foco de las críticas ni del abandono de la teoría 58
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
misma los problemas referidos a la proposición 6.54 y la inexpresabilidad de la obra. En vistas de lo sugerido hasta el momento, hubiera sido esperable que así fuera. Sin embargo, el expediente del “mostrar” pareció calmar las ansiedades respecto de este tema, pacela incomodidad filosófica que le producía a Russell.
2.1 Lecturas terapéuticas En este marco, recientemente ha surgido una nueva línea de lectura de la obra. La misma (que se autodenomina “decidida” o “resuelta” -resolute reading- aunque yo prefiero la nominación de “terapéutica” que propone Marie McGinnxxxiv) ha sido sostenida en primera instancia por Cora Diamond -y luego elaborada por principalmente James Conant, Thomas Ricketts y Warren Goldfarb35- y establece en principio una asociación directa entre la obra del primer Wittgenstein y la del segundo; en particular, respecto del estatuto de la filosofía como cierta propensión padecer determinadas ilusiones de sentido, propensión que debía resolverse a partir de cierta “terapéutica” lingüística36. De este modo, la clave de la asociación postulada está en sugerir que no existen propiamente doctrinas o posiciones filosóficas en el Tractatus, sino más bien cierta utilidad terapéutica gracias a la cual nos vemos curados de la ilusión de sentido que produce el discurso filosófico en general. La autodenominación de “decidida”, a esta corriente de los así llamados “nuevos wittgensteinianos”, se realiza sobre la base de entender que toman en forma literal lo afirmado en 6.54, esto es, sostienen que la “escalera” debe ser arrojada en su totalidad, restando luego de esto tan sólo una 35
Aunque, sin negar la preeminencia de la posición de Diamond, Goldfarb (inédito: 1-3) propone otra historia de esta línea de lectura. 36 Las asociaciones entre la posición de Wittgenstein en uno y otro período son mayores. Por ejemplo, Diamond sugiere que puede encontrarse un argumento contra el lenguaje privado en el Tractatus (Diamond: 2000b).
59
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable M ililto ton n La L aufe uferr
“perspectiva” diferente respecto del discurso filosófico y la metafísica, pero no una doctrina o un conjunto de afirmaciones cuya verdad sea inefable. Esto último, la existencia de verdades iine nefabl fable es acerca de la realidad, dad, es precisa precisam mente ente el el compone componente inqu inquiietante de las lectura lecturas s no terapéuticas, uticas, a las las cuales también se llama “metafísicas”. En esta línea, McGinn señala que existe una obvi obvia a tensión en la la idea de de af afirmar rmar que Wittgenste ttgenstein está está exponi exponien endo do doctrina doctri nas s metafísica sicas s acerca de de la la real realidad dad mientras que tambié bién afirma afi rma que las proposici proposiciones filosóficas osófi cas son son absurda absurdas, s, y que cualquiera cualquiera que que lo entien entienda da reconocerá reconocerá que las proposici proposicione ones s del TLP caen baj bajo esta esta clase. La L a distinci distinción ón entre entre mostrar y decir, decir, es reconocido, no puede total totalmente aliviar vi ar esta tensi tensión. ón. L a idea de de que que las las verdad verdade es metafísi tafí sicas cas acerca de la realidad dad que el TLP intenta comuni comunicar car son verdade verdades que no pueden pueden ser dichas, dichas, pero que se hacen a sí mismas manifiestas, requiere que aceptemos que las proposiciones de Wittgenstein son de hecho absurdas, pero un tipo especial, iluminador de absurdo. El hecho de que la idea de absurdos iluminadores sea una difícil de digerir, sugieren, no significa que Wittgenstein no se haya sentido atraído por ellaxxxv.
De este modo, podemos indicar con claridad los puntos contra los cuales se erige la interpretación “terapéutica”: Tractatus ofrece una teoría o doctrina metafísica. 1. L a idea según según la cual el Tra
Esto se apoya apoya fue fuertem rtemente ente en en la la afirmación ción men menci ciona onada da a fines nes del del capítulo anterior, según la cual la filosofía no es una Doctrina o Teoría (Lehre), sino una actividad. 2. L a “ind “i nde ecisi cisión” ón” respe respecto cto de la lectura de la proposición proposici ón 6.54, 6.54, en la cual se Tractatus mismo indica ndica que que sedebe debe “arr “arroj ojar ar la la esca escallera” era” que el Tra smo representa. representa.
3. L a posibi posibillidad dad de de que exista existan n “verdades “verdades inef nefabl ables”, o como también bién se las denomina, “pensamientos no proposicionales”. 4. L a posi posibi billidad, corre correlativa, tiva, de que exista xistan “absurdo “absurdos s il iluminadores”, dores”, pues, ¿cómo algo, que no dice nada, puede proveer una “iluminación”?
60
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable M ililto ton n La L aufe uferr
2.1.1 A rrojando ojando la escalera scalera
L a inte interpretación ción de Dia Di amondxxxvi puede ser reconstruida de la siguiente manera. En primer lugar, se centra en el Prefacio y la afirmación anteúltima del Tra Tractatus (6.54). L lama a estas estas secci seccione ones s “el marco” de la la obra, obra, en el cual cual se nos indi indica ca el modo de lectura que la misma. Así A sí,, el prefa prefacio cio afirma: Posi Posibl blem emente sólo sólo entienda entienda este libro quien qui en ya haya pensado alguna vez los los pensam pensamientos en él contenidos, o pensa pensamientos mientos parecidos. recidos. No No es, pues, pues, un manua manuall. [… […]
De aquí, aquí, Dia Di amond infi nfiere un un det deta alle importante portante para para la le lectura del del libro: éste éste “no dirige hacia nuestra ignorancia”
xxxvii
, no intenta intenta enseñarnos algo algo que no no supiéram supiéramos.
El prólogo citado continúa: El libro quiere, pues, trazar un lím lí mite al pensa pensamiento miento o, más bien bien,, no al pensa pensar, r, sino si no a la expresión expresión de los pensam pensamientos: porque para para trazar un lí límite al pensar tend tendrí ríam amos que poder pensar pensar ambos lados lados de este límite mite (tendríam (tendríamos, en suma, que poder poder pensar lo lo que no resulta resulta pensable) pensable).. A sí pues, el el límite sólo podrá ser trazado en el len lengua guajje, y lo lo que reside más allá all á del del límite xxxviii será sim simplem plemente absurdo absurdo .
Según Diam Di amond, esto no debe debe ser ser interpr interpreta etado com como que existan xi stan pensamientos no expresables, expresables, pensam pensamientos que si el lenguaje fuera diferente podríamos transmitir con él. En la la lectura lectura de esta esta autora, el pasa pasajje no deberí bería a dejar luga lugar a duda dudas: s: lo que resi reside de más allá de del límite de de las proposi proposici cione ones con sentido ntido es es “sim “simple plemente ente absurdo”. bsurdo”. El hinca hincapi pié é de de Diamond en en esta esta últi últim ma af afirmación ción debe debe ser ser enten entendido dido en referencia referencia a la pretensión nsión de las las lecturas metafísicas de que exista algo así como una subdivisión en los absurdos: los meros absurdos absurdos y los l os absurdos absurdos il iluminadores. nadores. Este E ste será, precisa precisam mente, ente, el tema que intentaré desarrollar en el del siguiente apartado.
61
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable M ililto ton n La L aufe uferr
2.1.1.1 2.1.1.1 La L a concepción pción austera austera del del absur absurdo do y la l a conce concepción pción sustanci sustancial al Fue Conant, en diversos artículosxxxix, quien brindó con detalle el desarrollo para la problem problemática ática que que Diam Di amond sugi sugiri rió ó relati relativa va a la noción noción de absurdo absurdo en en el Tractatus. ractatus. Según este autor, Wittgenstein vio una tensión entre dos posiciones acerca del absurdo en la obra obra de Freg Frege, e, a las las cual cuales es Conant denom denomina “concepci “concepción ón austera austera del del absurdo” absurdo” y “concepción “concepción sustanci sustancial al”. ”. L as mismas pueden den ser ser caracterizada caracterizadas como como sigue sigue: a) Concepción sustancial del absurdo: absurdo: propone que que existe xisten n dos clase cl ases de absurdo: a. Mero absurdo: absurdo: pura incohe incoherenci rencia, a, no expresa ningú ningún n pensa pensam miento ento b. Absurdo susta sustancial ncial:: se compone compone de elem elementos entos inteli inteligi gibl bles es combi combina nados dos de una forma orma ilegí egítim tima. Supone Supone así así una una “viol “violación ación de la si sintaxis xis lógica”. b) Concepción austera austera:: según ésta, sólo existe –desde el punto de vista lógicouna clase clase de absurdo, el mero absurdo. absurdo. El sigu siguiiente concepto centra centrall, para Conant, Conant, es de “el “elucida ucidación” ción” [Erläuterung], el cual cual, como hem hemos visto, visto, es el térmi término que que usa Wittgenste ttgensteiin en la la controv controverti ertida da proposición 6.5437. Este concepto se ve dividido, a su vez, según cuál sea la concepción del del absurdo absurdo que se sostenga sostenga, como como se indi indica ca a conti continuación. ción. a)
“Elucidación” para la concepción sustancial del absurdo: absurdo: la elucidación, en este caso, tiene la función de mostrar algo algo que no puede ser dicho.
37
“Mis proposiciones elucidan porque…” (6.54, mi bastardilla).
62
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
b)
“Elucidación” para la concepción austera: para esta concepción, el papel de la elucidación es el de indicarnos que somos propensos a la ilusión de sentido allí donde nada ha sido dicho.
Así, para las lecturas “metafísicas”38 del Tractatus, esta obra anima la asunción de una concepción sustancial del absurdo y, consecuentemente, su correlativa visión respecto de la elucidación. Ahora bien, según Conant, las lecturas metafísicas son la consecuencia interpretar al Tractatus como sostenedor de una doctrina que Wittgenstein había advertido en la obra de Frege; dicha doctrina es la recién indicada “concepción sustancial del absurdo”; Peter Geach, en un artículo citado por Conant, explícitamente apoyaría esta línea de continuidad entre ambos autoresxl. En este punto, Conant se aparta de Geach pues –si bien cree lícito que se enfatice la importancia que el pensamiento fregeano sobre esta cuestión tuvo en el Tractatus- considera que, como ya se indicó, lo que hace Wittgenstein es justamente resolver una tensión que ve en el pensamiento de su predecesor.
2.1.1.2 Frege y el absurdo sustancial En el famoso artículo “Sobre concepto y objeto”xli, Frege se propone responder una objeción de Benno Kerry según la cual la afirmación fregeana de que “concepto” y “objeto” no son conceptos relativos –esto es, funciones que un mismo elemento cumple
38
Para ser preciso, Conant no usa la expresión “lecturas metafísicas”. Refiere a las “lecturas tradicionales” y las subdivide en “positivistas” e “inefabilistas”. Sin embargo, la división no es muy atendible, pues – como él mismo concede más tarde- la interpretación “positivista” finalmente o bien coincide con la que él, Diamond y compañía sostienen, o bien coincide con la variante “inefabilista”. La interpretación “positivista” sería la sostenida por el Círculo de Viena, pero esto es confuso: no existe ninguna obra reconocida e influyente de los miembros de este Círculo que pretenda dar cuenta de una interpretación del Tractatus; existe, sí, influencia de las ideas que ellos creyeron leer en este libro y que fueron desarrolladas por sus miembros según sus propios pareceres, pero no puede entenderse a esto como una interpretación en el sentido exegético en el cual nos movemos aquí.
63
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
según el contexto- se vería refutada. Para Kerry, un concepto puede cumplir el papel de objeto y ejemplifica esta posición con la oración: K) El concepto caballo es un concepto fácilmente alcanzable [attained]. Los dos cuernos del dilema que presenta Kerry son los siguientes. Por un lado, según la definición fregeana acerca de algo que caiga bajo un concepto de primer nivel, las primeras tres palabras de esa oración (“el concepto caballo”) refieren a un objeto. Sin embargo, dada la (aparente) verdad de lo que esa oración afirma, ellas deben referir a un concepto. Así, esta oración parece mostrar algo que es, a la vez, tanto objeto como concepto39. La réplica de Frege, en el artículo mencionado, es que él utiliza las palabras en su “estricto sentido lógico” y que las confusiones surgen a partir de que Kerry mezcle su uso con el fregeano. Para entender cuál es el uso fregeano de estas palabras, Conant nos invita a recordar los tres principios que Frege postula en su Die Grundlagen der Arithmetik: En la investigación que sigue, he mantenido los siguientes tres principios: a. siempre mantener separado lo psicológico de lo lógico, lo subjetivo de los objetivo; b. nunca preguntar por el significado de una palabra en forma aislada, sino únicamente en el contexto de una proposición; c. nunca perder de vista la distinción entre concepto y objeto.
Conant, luego de mostrar la íntima conexión entre estos tres principios (según la cual, negar uno es negar a los otros), nos indica que a los mismos subyace una doctrina de la primacía del juicio: no se empieza con los conceptos y los objetos para combinarlos y luego llegar a los juicios, sino que se llega a ellos a través del proceso de análisis del 39
Esta problemática también fue discutida por Raúl Orayen (1971a) y (1971b) en el marco de un ensayo respecto de la ontología de Frege. Allí, argumentó –con razones de similar espíritu, pero no idénticas, a las presentadas por K erry- que la ontología de Frege es inconsistente. Sus argumentos son discutidos por Moretti (2007).
64
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
pensamiento. Así, para entender el significado de cada palabra, debemos ver la contribución que ésta hace al pensamiento total contenido en la proposición. Volviendo al ejemplo de Kerry, las primeras tres palabras (“el concepto caballo”) no refieren, en el contexto de esa oración, a un concepto. Frege concede la afirmación de Kerry de que éstas refieren a un objeto, pero justamente al hacerlo, pierden el carácter predicativo o de insaturación propio de los conceptos. Así, este ejemplo –en la óptica de Frege- no muestra lo que Kerry pretende probar: que allí el referente sea un concepto (justamente, el concepto caballo). El punto relevante en este contexto es que no existen símbolos, en la Conceptografía de Frege, para los términos “concepto” y “objeto”. Sin embargo, éstos juegan un papel ineliminable en la explicación de su simbolismo. Es aquí que Frege introduce su distinción entre “definición” y “elucidación” [ Erläuterung]. En el texto que sigue, indica primeramente las dificultades a la hora de realizar ciertas definiciones: Kerry impugna lo que llama mi definición de concepto. Ante todo, me gustaría hacer la observación de que mi explicación no pretendía ser una definición propiamente dicha. Tampoco se puede exigir que se defina todo, del mismo modo que no se puede exigir al químico que descomponga todas las substancias. Lo que es simple no puede descomponerse, y lo que es lógicamente simple no puede definirse genuinamente. […] No queda otra que guiar al lector o al oyente por medio de indicaciones indirectas, hacia la comprensión de lo que quiere decir con la palabraxlii.
En esta misma línea respecto de los componentes primitivos se expresa en otro texto, e introduce la noción de “elucidación”: Dado que las definiciones no son posibles para los signos primitivos, debemos utilizar otro método. Lo llamo elucidaciones [Erläuterungen]… Alguien que persiga la investigación sólo por sí mismo no las necesitaría. El propósito de las elucidaciones es puramente pragmático; y una vez que es alcanzado, debemos sentirnos satisfechos. Y aquí debemos contar con cierta buena voluntad y entendimiento cooperativo, incluso cierta adivinación; porque xliii frecuentemente no podemos hacerlo sin un modo figurativo de expresión .
Teniendo esto en mente, la respuesta de Frege, según Conant, puede ser resumida en los siguientes cinco pasos:
65
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
1)
Hacer explícita una distinción lógica implícita en nuestra práctica lingüística diaria.
2)
Demostrar que el empleo de Kerry de los términos “concepto” y “objeto” no rastrea correctamente esta distinción.
3)
Suministrar proposiciones –empleando los términos “concepto” y “objeto”- cuyo propósito es rastrear de modo adecuado dicha distinción; éstas son, precisamente, elucidaciones.
4)
Obtener una apreciación de lo que es defectuoso en tales proposiciones.
5)
Indicar cómo el reconocimiento de este carácter defectuoso nos permite alcanzar una comprensión (respecto de, por ejemplo, lo que un concepto es) que no puede ser comunicado de otra maneraxliv.
Aquí Conant señala lo siguiente: si se observa con atención estos pasos, se notará que los mismos parecen obedecer (con excepción de 2, por supuesto) a la interpretación que las lecturas metafísicas hacen del Tractatus. Ahora bien, Frege, en su respuesta a Kerry, continúa el texto concediendo que todo esto se encuentra en el marco de una importante dificultad lingüística, pues sus razonamientos nos llevan a la afirmación paradójica de que “el concepto caballo no es un concepto”xlv. Algo más adelante, nos indica que: “lo que se enuncia sobre un concepto, no puede enunciarse jamás de un objeto […]. No quiero decir que sea falso enunciar de un objeto lo que se enuncia aquí de un concepto; más bien quiero decir que es imposible, que carece de sentido”xlvi. De este modo, Fregeno sólo afirmaque la oración de Kerry es
un absurdo, sino que también sus propias oraciones respecto de los conceptos lo son.
66
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Conant multiplica en su trabajo las referencias a textos fregeanos, todas con similar carácter, de las cuales vale transcribir la que sigue: “[s]i quiero hablar de un concepto, el lenguaje, con una fuerza casi irresistible, me compele a usar expresiones inapropiadas que oscurecen –diría casi falsifican- el pensamiento”. Puestas así las cosas, esto permitiría atribuir a Frege una concepción sustancial del absurdo pues (i) Frege se encuentra a sí mismo en esos casos tratando de decir algo que, propiamente hablando, no puede ser dicho y (ii) afirma que en tales casos existe un pensamiento contra el cual las palabras luchan pero fallan en expresar adecuadamente.
2.1.1.3 Wittgenstein y la concepción austera del absurdo La pregunta que Wittgenstein -según Conant- se habría realizado, interroga por la validez de identificar a una expresión con una categoría lógica particular si aquélla ocurre en el lugar equivocado (dado que el principio de contexto fregeano es retomado explícitamente en TLP 3.3). Por ejemplo, si se afirmara el siguiente absurdo: a) Esta mesa es un color Podría identificarse esta oración como conteniendo dos expresiones, cuyo uso con sentido sería visible en: b) Esta mesa es roja c) El rojo es un color ¿Cuál es el problema aquí? Que “es un color” es un predicado de segundo orden, que no puede aplicarse a objetos. A sí, parecería que la causa del absurdo aquí deriva de la violación de cierta sintaxis lógica que impide atribuir a un objeto un predicado de segundo orden.
67
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Esto indica que aquí tenemos un caso particular de sinsentido, cuyas características son: i)
Cada una de las partes de la proposición a) tiene un sentido totalmente determinado.
ii)
Aunque el sentido del todo es defectuoso, lo es un sentido determinado y especificable. Así, difiere del mero absurdo como “Sirusuza es sarazasa” en que el absurdo de la proposición a) deviene del intento de hacer algo lógicamente imposible (atribuir a un objeto un predicado de segundo nivel).
Sin embargo, si recordamos las máximas fregeanas ya citadas de su Die Grundlagen Der Arithmetik, advertimos que no deberíamos, al analizar una oración, sólo pensar en los usos previos de las palabra integrantes de la misma: lo correcto es observar qué función cumple cada una de ellas en esa oración, qué es lo que aportan al pensamiento. Frege, en esta línea, también nos ha advertido que la misma palabra puede funcionar a veces como palabra de objeto y otras veces como palabra de concepto. Esto puede suceder en ciertos usos creativos del lenguaje, como ilustra el siguiente ejemplo del propio Frege: a) Trieste no es Viena. Es claro que esta oración no pretende simplemente negar la identidad de referencia de dos nombre propios. En realidad, aquí “Viena” cumple la función de una palabra de concepto, cuyo significado podría entenderse como “metrópolis”, “bella y elegante ciudad”, etc. Ahora bien, ¿cómo se llega a esta interpretación? J ustamente,
68
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
tratando de imaginar una situación en la cual esta proposición pueda ser enunciada con sentido. Así, Frege respeta su principio: primero, trata de encontrar el pensamiento correspondiente a la proposición y luego la segmenta en sus componentes lógicos. En este punto, Conant nos remite a las siguientes proposiciones tractarianas: 5.473 […] Un signo posible debe también poder designar. Todo lo que es posible en lógica está también permitido. (“Sócrates es idéntico” no quiere decir nada porque no hay ninguna propiedad que se llame “idéntico”. La proposición es absurda porque no hemos establecido una determinación arbitraria [la de llamar a una propiedad “idéntico”], pero no porque el símbolo no estuviera permitido en y por sí mismo.) […] 5.4732 No podemos dar a un signo el sentido incorrecto. 5.4733 Frege dice: cualquier proposición formada correctamente debe tener un sentido; y yo digo: cualquier proposición posible está correctamente formada y si carece de sentido ello sólo puede deberse a que no hemos dotado designificado a alguna de sus partes integrantes. (Aunquecreamos haberlo hecho.) Así, “Sócrates es idéntico” no dice nada porque no hemos dado a la palabra “idéntico” ningún significado en cuanto adjetivo. Porque si aparece como signo de igualdad, entonces simboliza de un modo y manera totalmente distinto –la relación designante es otra diferente-, o sea, el símbolo es también en ambos casos de todo punto diferente; ambos símbolos sólo tienen casualmente uno con otro en común el signo.
El punto de estas citas es el siguiente: el símbolo, como ya hemos visto, es aquello que contribuye a expresar el sentido de una proposición. El lenguaje natural permite que el mismo signo corresponda a símbolos distintos. Así, la oración “la mesa es un color” carece de sentido pues no hemos dado a “es un color” ningún significado como predicado de primer orden. Pero bien podríamos hacerlo, quizás bajo algún argot particular, y designar con el predicado “ser un color” a las cosas que nos parecen, por ejemplo, agradables (lo cual sería un típico uso creativo del lenguaje, de los que se suelen instaurar en ciertas comunidades); de este modo, la oración simplemente significaría que el hablante cree que la mesa es agradable. Y esto, en el contexto de esta discusión, significa: la oración siempreestá correctamente formada (contra Frege), y también lo está en el caso del mero absurdo “Sirusuza es sarazasa”. El problema en ambos casos reside en que no se ha realizado “una determinación arbitraria”, convencional, para los signos en cuestión. Por supuesto, cuando vemos una oración como “esta mesa es un color”,
69
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
tendemos a interpretar primeramente a estas palabras –estos signos- con su significado usual. Y allí aparece el absurdo. Pero éste sólo es producto de partir de los signos hacia la oración, contrariamente al principio fregeano. Resta entonces ver, según Conant, si es posible adscribir al Tractatus una concepción sustancial del sinsentido, dadas las apreciaciones precedentes. Como ya se adivina, su respuesta es que no: no existen, para el primer Wittgenstein, dos tipos de absurdo; uno en el cual las palabras simplemente no signifiquen nada (sean una mera concatenación de signos posibles) y otro en el cual las palabras designen pero estén combinadas de un modo imposible, según esa misma designación. Sólo habría casos del primer tipo de absurdo, mero absurdo, en oraciones donde no se ha asignado un “símbolo” a alguno de sus signos. De este modo, en la opinión de Conant, la posición respecto del absurdo y la correlativa noción de elucidación del Tractatus es sustancialmente diferente respecto de la sostenida por Frege, y es apartir del intento de ver la posición de uno en el otro que ha surgido la incomprensión del texto tractariano.
2.1.2 El ascenso tractariano
Para terminar de apreciar a las lecturas llamadas terapéuticas, debemos ahora ver cómo es que se supone que la obra misma funciona. Hasta aquí, como hemos visto, parece haber quedado demostrado que en el Tractatus sólo existe un tipo de absurdo. Así, la idea misma de “absurdo iluminador” –sostenida por los adherentes a las lecturas “metafísicas”- es ella misma otro caso de absurdo. Pues bien, resta indicar entonces cómo es que la obra nos lleva al “ascenso” luego del cual debemos “arrojar la escalera”.
70
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Según Conant, esto es llevado a cabo del siguiente modo: [e]l Tractatus se propone mostrar que (como Wittgenstein luego lo formuló) “no puedo usar el lenguaje para salir del lenguaje” […]. Realiza este propósito primeramente alentándome a suponer que puedo usar el lenguaje de tal modo, y luego permitiéndome trabajar a través de las (aparentes) consecuencias de estas (pseudo)proposiciones, hasta que llego al punto en el cual mi impresión de que haya habido una determinada suposición (a través de cuyas consecuencias he estado explorando) se disuelve. Así, en lectura del Tractatus aquí sugerida, lo que sucede, si el libro logra su objetivo, no es que (1) yo alcance a concebir una posibilidad tan extraordinaria (un pensamiento ilógico), (2) juzgue a “eso” como imposible, (3) concluya que la verdad de este juicio no puede ser acomodada dentro de (la estructura lógica de) el lenguaje porque la misma trata acerca de (la estructura lógica de) el lenguaje, y (4) proceda a comunicar (bajo la apariencia desólo “mostrar” y no decir “eso”) qué es lo que no puede ser dicho. En cambio, lo que debe suceder es que yo pierda el interés en dichos escalones y entonces: (5) arroje la escaleraentera (los otros cuatro escalones previos).
Esta cita da cuenta de la estructura general que la lectura terapéutica propone: el libro constituiría una experiencia, un “viaje” –como lo denomina McGinn- luego del cual hemos adquirido una “perspectiva” respecto del discurso filosófico en general. Cualquier intento de retener las doctrinas tractarianas, luego dela apreciación final, es caracterizado por Diamond como “acobardarse” (chickening out), esto es, fingir que arrojamos la escalera tratando al mismo tiempo de mantener lo máximo posible de la misma. Más en detalle, este “viaje” consta de las siguientes transiciones: 1) Primero, se realiza una transición desde un acercamiento metafísico (las afirmaciones ontológicas inaugurales) a una visión más formal, mediante la focalización en los siguientes dos elementos respecto del uso del lenguaje: a. No podemos siquiera concebir qué sería hablar sobre algo que sea independiente de las propiedades lógicas del lenguaje (ver, por ejemplo, los argumentos en 2.0s que prueban la existencia de objetos simples a partir de ciertas propiedades del lenguaje).
71
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
b. Advertimos también que el sentido de las proposiciones es independiente de su valor de verdad, de cómo sea el mundo: la verdad o falsedad es una propiedadintrínseca a la naturaleza de la proposición. Mediante a) y b), inferimos que nuestro inicial hablar de mundo, hechos, objetos y demás, se muestra ahora vacío y debemos por tanto abandonarlo: no podemos acercarnos a los constituyentes ontológicos de la realidad en el modo que este hablar asume. 2) Más adelante, nos damos cuenta de que este tipo de discurso recién utilizado tampoco es coherente: el mismo supone la posibilidad de hablar de nuestro lenguaje desde un punto de vista exterior al mismo. Lo que necesitamos entonces es una proposición que no haga uso de los conceptos formales problemáticos, los conceptos que intentan estar a la vez dentro y fuera del lenguaje. Esto toma la forma de una variable, aquella expresada en TLP 6, gracias a la cual podemos ahora abandonar nuestro anterior hablar acerca de las propiedades formales del lenguaje. La importancia de esta variable es que, sin ir más allá de los límites del lenguaje, nos muestra las proposiciones que pueden ser usadas para expresar un sentido. 3) De este modo, al final del Tractatus hemos advertido que creíamos entender aquellas proposiciones, pero las mismas eran –en realidad- meros absurdos. El único resultado, entonces, luego de arrojar la escalera en su totalidad, es el alivio frente a la tentación de pronunciar absurdos filosóficosxlvii.
Así, la “perspectiva” resultante luego de realizado el “viaje” es la de visualizar al discurso filosófico como carente de sentido, vacío en lo relativo a su capacidad de
72
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
transmitir información. El proceso tractariano es, así, “dialéctico”; pero, a diferencia de la hegeliana, en esta dialéctica no hay una síntesis final de las tesis y antítesis precedentesxlviii. El fin último es la autoaniquilación de una pretensión que se reconocería como inconducente. En esta línea, Conant ha trazado paralelos entre el autor del Tractatus y el pseudónimo humorístico de Soren Kierkegaard, Johannes Climacus, quien
escribió un libro para poder refutarloxlix. De este modo, según Conant, el Tractatus sería un ejercicio de ironía kierkegaariana. Por supuesto, resta la pregunta de cómo es que esto sucede. Si los absurdos tractarianos no comunican nada, ¿cómo logran siquiera producir este movimiento dialéctico? L a respuesta deestos autores está expresada por Conant en el texto que sigue: Para entender cómo se supone que los propios Unsinnen del Tractatus logran elucidar (cuando los de los otros filósofos mayormente desorientan), alguna distinción entre sinsentido desorientador y sinsentido iluminador es evidente requerida; pero, en la lectura austera, los sinsentidos iluminadores no son más un vehículo para una clase especial de pensamiento. Si el propósito de la elucidación, según la interpretación [metafísica]40, es el de revelar (a través del empleo de absurdos sustanciales) aquello que no puede ser dicho, entonces, según la lectura austera, el propósito de las elucidaciones tractarianas es el de revelar (a través del empleo de meros absurdos) que lo que parece ser absurdo sustancial es mero absurdo.l
A esta clase de absurdos –meros absurdos-, que sin embargo poseen la propiedad de “llevarnos” desde una perspectiva a otra, Diamond los denomina transicionales. Para explicar cómo los mismos logran su propósito, Diamond se vale de dos elementos. En primer lugar, señala una particularidad de la formulación wittgensteiniana de 6.54: en la misma se afirma que las proposiciones tractarianas elucidan por “quien me comprende las reconoce al final como absurdas” (mi bastardilla). Esta particularidad, ya advertida por Mounceli, según la cual lo que deberíamos comprender luego de leído el Tractatus no son las proposiciones –pues son meros absurdos- sino en cambio a Wittgenstein, nos lleva al 40
En el original “interpretación inefabilista” [ineffability interpretation]. Como indiqué, esto reposa en una división de las lecturas “metafísicas” en “positivistas” e “inefabilistas”. A l no haber prestado atención a estadivisión, prefiero traducir “metafísica”, para ser consistente con la exposición.
73
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
segundo elemento: la diferencia entre entender a alguien y entender lo que alguien dice. Esto, según Diamond, se realiza mediante cierta “actitud imaginativa”. Lo que quiere indicar aquí no es muy diferente de lo que Frege mismo señalaba respecto de sus elucidaciones: éstas también requerían de “cierta adivinación” por parte de quien lee o escucha. En la óptica Diamond, para poder entender a alguien que afirma absurdos es necesario primero, entender qué es lo que hacemos al entender a alguien que afirma proposiciones con sentido. Según Diamond, en este caso lo que hacemos es practicar “una comprensión que es la misma cosa que tu propia capacidad de usar una oración inteligible de tu propio lenguaje para dar el contenido de lo que esa persona está diciendo o pensando” lii. Sin embargo, no es posible adscribir a una persona el pensamiento de un absurdo: como hemos visto, la teoría wittgensteiniana no da lugar a una región del pensamiento donde habiten los absurdos. L uego, adscribir a un sujeto –digamos, a un tal Ludwig- pensamientos absurdos, es en sí mismo un absurdo. Lo que hacemos cuando intentamos comprender a una persona que afirma un absurdo, esto es, una proposición que no resulta pensable, es de cualquier modo intentar “ir lo más lejos que podamos con la idea de que sí lo es”liii; de este modo, la comprensión consiste en realizar un cierto tipo de actividad imaginativa, que es exterior a la proposición –puesto que todos los absurdos son, internamente, de la misma categoría. El Tractatus mismo intenta, en un primer momento, imaginar lo que los sostenedores de ciertos absurdos filosóficos tienen en mente. Asimismo, nos invita a realizar esta actividad imaginativa, para finalmente advertir que la misma carece completamente de sentido, que sólo hemos padecido una ilusión de sentido. Así, al final del camino, nos limitamos meramente al discurso ordinario, a las oraciones con sentido de todos los días.
74
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.2 ¿Es posible ascender una escalera cuyos escalones son ilusorios? Por supuesto, esta línea de lectura ha despertado numerosas críticas, particularmente a causa de su radicalidad. Entre las voces disidentes, cabe destacar a Hintikka y a P.M.S. Hacker, autor de quizás la más minuciosa crítica que se le haya realizado a las lecturas terapéuticas. Los argumentos, usualmente, se dividen en dos: los externos y los internos. Estos últimos, por su parte, incluyen tanto indicaciones concretas de que el Tractatus, dada su misma estructura, no puede ser leído de la manera que las lecturas terapéuticas proponen, como ciertas indicaciones de inconsistencia metodológica que aparecería en los textos de los sostenedores de estas nuevas interpretaciones. Comenzaré, pues, con las críticas externas.
2.2.1 Críticas externas a las lecturas terapéuticas Hackerliv, en su artículo “Was He Trying to Whistle It?”41, afirma que las lecturas terapéuticas representan –en su opinión- un modo realmente curioso de vaciar de contenido a una gran obra, en el intento de salvarla. Hintikka, en su artículo “What Does the Wittgensteian Inexpressible Express?”lv, la llama “una nueva (mala)interpretación del Tractatus”. Este último indica, en primera instancia, que es posible ver al joven Wittgenstein como un partidario de la concepción universalista e inefabilista de la semántica. Así, según este autor, “era virtualmente predecible que un pensador como Wittgenstein, en su situación histórica, hubiera pensado que la semántica era
41
El título del texto obedece a una expresión de Ramsey: “lo que no podemos decir, no lo podemos decir, y tampoco podemos silbarlo”, la cual implicaría que si las proposiciones del Tractatus suponen algo indecible, ningún expediente –siquiera el de la mostración- puede ser usado para comunicar este sentido. Habitualmente se toma a esta frase de Ramsey como aludiendo al Tractatus, aunque Goldfarb (inédito: nota primera) indica que en realidad esta afirmación no fue realizada en un contexto de mención al texto wittgensteiniano.
75
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
inexpresable”lvi. En este sentido, lo único hecho por Wittgenstein fue radicalizar una posición que ya podía verse tanto en los trabajos de Frege como en los de Russell, ambos predecesores inmediatos (tanto histórica como tradicionalmente). En el caso de Frege, esto se manifiesta en casos que Hintikka presenta y que son esencialmente los que ya hemos discutido en este trabajo. En el de Russell, su adherencia a la corriente inefabilista se observa en ejemplos de “pequeña escala”, como cuando en su Teoría del Conocimiento mantuvo la indefinibilidad de los objetos de conocimiento directo, los cuales incluían las formas lógicas, y la inexpresabilidad de la existencia de los mismos lvii. Claramente, ninguno de estos predecesores había sido tan “temerario” como Wittgenstein para postular la inexpresabilidad de toda la semántica. En este aspecto, es innegable que el filósofo austriaco representa un caso sui generis de la tradición en cuestión. Pero lo importante, para Hintikka, es que la inexpresabilidad del Tractatus, en consideración de estas cuestiones históricas, no puede ser alegado como premisa para afirmar que no se trate en absoluto de un tratado de lógica semántica. Es justamente porque es un tratado de lógica semántica, que el mismo es tomado como inexpresable, por lo menos una vez que uno tiene en mente este “clima de época” que Hintikka indica. Hacker, por su parte, centrado en refutar la interpretación según la cual Wittgenstein no sostendría lo afirmado en el Tractatus como tesis sustantivas que puedan ser mantenidas luego de la proposición 6.54 –en particular, que no existiría nada que sólo pueda ser mostrado (dado que, según los sostenedores de la lectura terapéutica, la idea misma de una oposición mostrar/decir debe ser arrojada junto con la escalera)- provee abundante material externo al Tractatus para cancelar dicha propuesta. Recordemos que para los sostenedores de la lectura terapéutica, una afirmación como “A es un objeto” (el
76
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
ejemplo es de Diamond) es simplemente absurda y no hay nada que ésta pretenda mostrar pero que –en una representación correcta- podría ser dicho. Tal afirmación es un absurdo, como hemos visto, dado que no se ha dotado a “objeto” de un significado como concepto propio. El material que Hacker proporciona en contra de esta lectura se divide en (i) escritos pre-tractarianos, en los cuales –reflexionando sobre la Teoría de Tiposexpone la distinción mostrar/decir como de fundamental importancia42; (ii) cartas de la época de desarrollo de Tractatus –de las cuales la más importante (también mencionada por McGinn y citada en la introducción de este trabajo) es aquella en la que le indica a Russell que el objetivo principal del libro es “la teoría de aquello que puede ser expresado por las proposiciones […] y aquello que no puede ser expresado por las proposiciones, sino sólo mostrado”; (iii) discusiones con amigos: en particular, con Russell y Ramsey, con los cuales pasó, en diferentes períodos, semanas enteras repasando críticamente proposición por proposición el Tractatus y, sin embargo, ninguno jamás llegó a entender que Wittgenstein renegara de la distinción así como tampoco tuvieron noticia del carácter “ilusorio” y “terapéutico” de dichas doctrinas; (iv) el paper de la Sociedad Aristotélica: en este artículo del ’29 Wittgenstein reafirma muchas de las doctrinas expresadas en el Tractatus, así como también reniega de algunas de ellas afirmando “solía creer que…”; pero si las posiciones de los nuevos 42
Hacker (2000: 371-372) indica también que esto puede verse como una prueba de que la distinción mostrar/decir tuvo por antecedente determinadas críticas a la Teoría de Tipos y no, como los nuevos wittgensteinianos afirman, reflexiones sobre la problemática de la distinción entre concepto y objeto –así como sus definiciones- en Frege. Creo que esto no es muy atendible. Si bien puede ser cierto que el objetivo principal, en ese momento, fuera una crítica a la posición russelliana, considero que la influencia de Frege en este aspecto es clara. Por otra parte, es de mencionar que los nuevos wittgensteinianos, por lo menos en lo referido a los escritos pre-tractarianos, siempre pueden alegar que si bien Wittgensteincreyó en esa distinción, para la época del Tractatusya había “advertido” que la misma era ilusoria.
77
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
wittgensteinianos fueran correctas, ¿cómo es posible que diez años más tarde Wittgenstein afirmara todavía estas doctrinas que, supuestamente, eran meras “ilusiones” terapéuticas?43
2.2.2 Críticas internas a las lecturas terapéuticas Por supuesto, siempre se podría afirmar que no es relevante lo que el propio Wittgenstein creyera sobre su obra y, de esta manera, todas las críticas externas mencionadas fueran de escaso valor44. Incluso si este autor hubiera creído que existía algo así como verdades inefables que eran comunicadas a través de cierto tipo particular de absurdo, nuestro ejercicio exegético podría abocarse a intentar ver de qué modo es posible leer el Tractatus para que éste resulte los más provechoso posible al evitar el compromiso con nociones tan discutibles como “absurdos iluminadores” o “verdades inefables”. Es de señalar que si esta fuera la intención, dicho ejercicio socavaría el proyecto de unir a los dos períodos del pensamientos wittgensteiniano. De cualquier modo, en lo sucesivo, indicaré las críticas que buscan demostrar que esto tampoco parece viable. Estas críticas se dividen en dos, como indiqué anteriormente: primero, aquellas que muestran que la obra misma no puede ser leída desde la óptica que la lectura terapéutica propone (dejando, claro, abierta la puerta a la posibilidad de alguna otra interpretación) y, por otra parte, las críticas que refieren a ciertas inconsistencias internas yaa la propia lectura terapéutica. Comenzaré por las primeras. 43
El artículo de Hacker agrega además material extraído de clases y discusiones, así como de otras diversas fuentes del pensamiento wittgensteiniano. Si bien constatan lo ya aquí afirmado, creo que es suficiente –en lo referente a críticas externas- para demostrar el punto de este autor. Para estas referencias omitidas, Hacker (2000: 376-382); las referencias de lo expuesto se encuentran en Hacker (2000: 371-375). 44 En realidad, no es esto lo que sostienen los nuevos wittgensteinianos: frecuentemente apoyan su interpretación tanto en cartas u otros materiales más o menos contemporáneos al Tractatus así como también en lacontinuidad que su lectura establece entre el primer y segundo período de este autor.
78
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.2.2.1 Evidencia textual tractariana
En primer lugar, los defensores de la lectura terapéutica no poseen evidencia que puedan brindar respecto de que el Tractatus deba ser leído de esa manera, con excepción de la interpretación que ellos mismos hacen del “marco”, esto es, el Prefacio y la proposición 6.54. Sin embargo, en el Prefacio también se afirma: La verdad de los pensamientos aquí comunicados meparece, en cambio, intocable y definitivalviii.
Si esto es así, pareciera que, pace nuevos wittgensteinianos, hubiera algo así como pensamientos en el libro, de los cuales se predica su verdad (me detendré particularmente en este tema en el capítulo siguiente). Lo menos que se podría esperar, dado el papel fundamental que estos autores le otorgan al “marco”, es que efectuaran alguna clase de análisis respecto de esta afirmación. Sin embargo, como señala Hackerlix, tal análisis está ausente en los artículos en cuestión y esto es más grave si se recuerda que estos pasajes –el Prefacio y la proposición 6.54- deben ser tomados literalmente –y no transicionalmente. Por otra parte, si bien en sus lecturas hacen uso de elementos que no pertenecen al “marco” de la obra (esto también se discutirá más adelante), no prestan ninguna atención a los numerosos pasajes dela misma donde se afirma la existencia deciertas cosas que no puede ser dichas, y sólo mostradas –por ejemplo, mediante las características del simbolismo. Pero sería esperable que se diera alguna interpretación de estos pasajes y no que se los barra a un costado por “transicionales”; o, como mínimo, debe explicarse claramente de qué modo los mismos podrían ser considerados “transicionales”. Tales explicaciones, también, están ausentes en las interpretaciones terapéuticas.
79
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable
Milton Laufer
2.2.2.2 Inconsistencias de la lectura terapéutica
Veamos ahora las críticasinternas a la propia lectura terapéutica. En primer lugar, los sostenedores de esta interpretación indican que no hay en el Tractatus una pretensión de que las elucidaciones –al intentar decir lo que sólo puede ser mostrado- nos indiquen un lista de verdades inefables sobre la estructura lógica del mundo y de las posibles formas de representación. Las elucidaciones, para estos autores, pretenden mostrarnos que es una ilusión pensar que existe un tipo tal de verdades que no puedan ser expresadas en el lenguaje; así, las elucidaciones tiene por objeto hacernos ver que más allá del límite de lenguaje no yacen verdades inefables, sino únicamente meros absurdos. Pero, como indica Hacker, “esto es curioso, porque ningún filósofo más que Wittgenstein había nunca estado tentado a afirmar que las verdades necesarias, o las verdades sintéticas a priori, fueran inefables45. Ésta no es una enfermedad de la cual nadie haya nunca
necesitado una cura. A través de la eras, los filósofos habían pensado que tales verdades podían fácilmente ser establecidas en el lenguaje […]”lx. Asimismo, vale recalcar también que la misma dicotomía que estos autores pretenden eliminar en lo referente a los absurdos –la dicotomía entre absurdo sustancial y mero absurdo- se ve reintroducida por ellos mismos, cuando establecen divisiones entre absurdos transicionales y meros absurdos (hemos citado a Conant concediendo esto). Por supuesto que los absurdos transicionales no intentan comunicar verdades inefables sobre la estructura de la realidad, como sí los absurdos sustanciales. Pero, ¿cómo es que hacen lo hacen? La propuesta de Diamond de la “actitud imaginativa” que hemos revisado
45
Esto podría pensarse como entrando en tensión con lo afirmado por Hintikka sobre la tradición inefabilista de la semántica. Pero recuérdese que 1) Wittgenstein radicalizó lo que para estos autores era una inefabilidad meramente local y superable, y 2) ninguno de ellos había establecido que las verdades necesarias fueran inefables.
80
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
anteriormente parece ser un intento de responder a esto. Pero si no hay nada que realmente tales absurdos comuniquen –siquiera ficcionalmente- o señalen, en este punto puede decirse que los sostenedores de una visión sustancial del absurdo están en pie de igualdad con los sostenedores de una visión transicional de los mismos. Por otra parte, estos filósofos –además del marco- “eximen” implícitamente a gran parte de las proposiciones del Tractatus de la condena de ser arrojadas. (En particular, 4.126-4.1272, 5.473, 5.4733.) Esto parece negar lo “decidida” de su lectura, y es ilustrado en forma irónica por Hacker, cuando nos indica respecto de tales proposiciones que “ellas son también absurdas. Wittgenstein no dijo, en TLP 6.54, ‘Mis proposiciones elucidan porque quien me entiende las reconoce al final como absurdas ¡excepto por 4.126, 4.1272, 5.473 y 5.4733!’.” Es justamente en esto que radica la más importante crítica que puede realizársele a las lecturas terapéuticas del Tractatus (crítica explicitada tanto por McGinnlxi, como por Hintikka y Hacker): ¿en virtud de qué semántica, si el texto no postula ninguna, es que las oraciones son consideradas “absurdas”? Como indica Hintikka, la “respuesta es embarazosamente obvia”: a partir de los “propios criterios de Wittgenstein”lxii. Esto es más claro si recordamos la “trayectoria” del viaje que nos propone Diamond: el punto más alto es aquel en cual se expresa la forma general de la proposición, a partir de la cual se delimita el ámbito del sentido. Pues bien, si esta proposición es arrojada también, ¿por qué quedamos “limitados al discurso diario”, dado que el mismo criterio a partir del cual habíamos establecido cuál era el discurso significativo ahora ha sido arrojado en virtud de su carácter de absurdo? Para dar cuenta de lo profundamente problemático de esta crítica, considérese la siguiente forma argumental:
81
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
1) p
* supuesto
…… n) q . ¬q (de pasos anteriores) n+1) ¬p (de 1 a n). Forma válida que conocemos con el nombre de “reducción al absurdo”. Pues bien, los sostenedores de la lectura terapéutica no pueden dar ningún elemento que diferencie a su lectura del Tractatus de cualquier argumento con la forma ejemplificada. En efecto, si a partir de la asunción de ciertos supuestos hemos llegado a la conclusión de que los mismos no pueden sostenerse, pues caen en contradicción, ¿por qué debemos –según los sostenedores de esta lectura- “abandonar la pretensión del discurso metafísico”? Todo lo que parece haber sido probado es que este discurso metafísico en particular no puede sostenerse; a menos, claro, que algo del Tractatus no deba ser “arrojado” luego de su lectura. Goldfarb ha advertido lo problemático de esta crítica. Cita el trabajo de McGinn, cuando en éste se expresa que –según la lectura terapéutica- “se sostiene que la obra provee los elementos de comprensión necesarios para su propia destrucción y, a la vez, que no provee ninguna comprensión genuina que no sea en última instancia cancelada en el acto final de auto-aniquilación”lxiii. A este respecto, Goldfarb replica: La crítica según la cual una lectura decidida no deja espacio para elementos de comprensión está basado en la mala interpretación de que Diamond (y sus colaboradores, incluyendo a James Conant y a mí) haya presentado una interpretación del Tractatus. No lo ha hecho. Ella ha argumentado que la interpretación dominante subyace en una incorrecta y antiwittgensteiniana noción del absurdo […]. Ella, por lo tanto, ha articulado un programa para interpretar el texto. Esto no es todavía interpretarlo. […] En breve, la idea de una lectura decidida es programática y nuestra comprensión depende enteramente en la ejecución de este programalxiv.
Agrega que, sin embargo, “algo de esto” ha sido realizado, en alusión a ciertos trabajos de Ricketts acerca de la noción de posibilidad desarrolladas en las proposiciones 82
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.0s. Ambas respuestas tienen algo de decepcionante: en primer lugar, el refugio en el carácter programático no parece ser más que eso, un refugio; además, no es claro que estas propuestas no se hayan presentado a sí mismas como interpretaciones del Tractatus. Por otra parte, si aceptáramos la narración según la cual esta tradición no se inicia con el trabajo de Diamond del ’88 sino que se remonta a ciertos trabajos pioneros del ’69lxv, es un hecho notable que en estos 40 años no se haya podido desarrollar del programa, por obra de Ricketts, nada más que el análisis de las cerca de 40 proposiciones de 2.0s –unas cuatro carillas-, respecto de un libro de apenas 85 páginas; es claro que esto último no es una crítica sustancial, pero da cuenta de que, para decirlo con una expresión hoy en día habitual, la carga de la prueba la tienen los sostenedores de este “programa”46. Esto es todavía más visible en la réplica que Goldfarb hace de las críticas externas de Hacker respecto de las afirmaciones post-tractarianas del propio Wittgenstein, del tipo “solía creer que p”, donde “p” es, por ejemplo, “existe una conexión entre el lenguaje y el mundo”. La respuesta es, en mi opinión, extremadamente pobre: “[m]i sospecha (y mi esperanza) es que el desarrollo del actual análisis disolutivo [terapéutico] nos revelará
que expresiones de conexiones de mundo-cosa [world-thing connections], objetos simples, y demás, son esenciales para llevar el proceso analítico adelante (el cual es de hecho un proceso dialéctico)” lxvi. Como puede observarse, el recurso al carácter programático vuelve a ser utilizado frente a críticas cuya respuesta no parece tener lugar en este, concedámoslo, “programa de lectura”.
46
Penelas me ha invitado a bautizar a esta falacia, cuya recurrencia cada vez mayor en el ámbito de la filosofía permite ya identificarla como tal. Mi amiga Pola Oloixarac, escritora y ensayista, me ha sugerido el nombre de falacia ad agendum in potentia.
83
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
2.3 McGinn y una extraña posición intermedia Cabe otorgar cierto espacio a la propuesta de McGinn, quien postula una posición –literalmente- intermedia. Esto parte de sopesar las virtudes y desventajas de las lecturas “terapéuticas” y de las lecturas “metafísicas”. Así, afirma que la lectura terapéutica nos exime de la idea problemática de postular la existencia de ciertas “verdades inefables” que son transmitidas –de algún modo- mediante oraciones absurdas. Además, esta posición se toma en serio la afirmación wittgensteiniana de que los absurdos del libro deben ser “arrojados”. E incluso permitiría explicar el impacto profundo que todo esto tuvo en la concepción de Wittgenstein respecto de los métodos y los propósitos de la filosofía. Sin embargo, McGinn comparte con los críticos de esta lectura el problema mencionado respecto de cómo es posible que el trabajo realice este propósito sin dejarnos, por lo menos, algún elemento de comprensión final 47. La lectura metafísica, por su parte, al basarse primariamente en la distinción mostrar/decir (y no en la de absurdo/sentido), provee una posición más estable y menos paradójica –aunque sí problemática, como se indicó- y, a la vez, parece hacer más justicia a las repetidas afirmaciones del propio autor (tanto en el libro como en registros epistolares) respecto de que esta distinción es el tema dominante dela obra. Con esto en mente, afirma: Una respuesta más sensata es la de buscar una tercera vía de interpretación, una que combine las ventajas de ambos y que no tenga las desventajas de ninguno. Es un asunto fácil ver aquello que tal interpretación debería lograr: simplemente tenemos que listar las fortalezas de cada una de estas interpretaciones y buscar una que las incorpore a todas. Lo que nosotros queremos, entonces, es una interpretación que evite la sugerencia de que existen verdades inefables sobre la realidad, pero que permita que haya algo detrás de los comentarios de Wittgenstein; que permita que esos comentarios desaparezcan completamente, pero que habilite a los mismos llevar a cabo algo importante; que evite que Wittgenstein se vea 47
Ver cita de McGinn, mencionada por Goldfarb, en el apartado anterior.
84
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
comprometido con alguna doctrina metafísica, pero que no caiga en la paradoja de la autodestrucciónlxvii.
A esta posición, que ciertamente parece más “sensata”, la llamará “elucidatoria”, en honor a la importancia que esta palabra tiene para el libro. Sin embargo, existe un característica algo confusa en el desarrollo de su posición. Al definir sus rasgos esenciales, indica que [u]na característica distintiva de estalectura es que realiza una división dentro de las mayores líneas vertebrales del TLP. Por un lado, están aquellas líneas que, como mostraré, caben en el concepto de elucidación. Esas líneas, quiero argumentar, representan las verdaderas penetraciones de Wittgenstein en la naturaleza del lenguaje; aunque éstas experimenten un desarrollo, son centrales para el todo de la filosofía de Wittgenstein, temprana y tardía. Por otro lado, están esas líneas que penden de presuposiciones no garantizadas e ideas equivocadas, las cuales tienen sus raíces en la idea primitiva de lenguaje que gobernaba el pensamiento de Wittgenstein por esas épocas. Estas ideas equivocadas estaban fundadas, por lo menos en parte, en la idea, primero, de que el sentido debe ser determinado y, segundo, que la forma lógica de las oraciones de nuestro lenguaje puede ser totalmente exhibida a través de variables en un simbolismo lógicamente perspicuo. Son estas ideas las que son gradualmente abandonadas mientras Wittgenstein se hacía más y más abierto a lo que se revelaba como el ‘fenómeno espacial y temporal del lenguaje’ (PI 108)lxviii
Como se ve, el procedimiento exegético es algo inusual. Su división entre líneas que “caben en el concepto de elucidación” y líneas que no lo hacen no se basa, en primer lugar, en ninguna indicación explícita del texto tractariano; esto es claro, dado que la autora misma señala que las líneas que no “caben en el concepto de elucidación” son líneas que el autor del Tractatus de hecho sostenía por los tiempos en los cuales escribió la obra, por lo cual no es sorprendente que nada en esta última indique que las mismas no deben ser tomadas en cuenta porque en el futuro su autor las abandonará. Confieso que encuentro la posición de esta autora –ampliamente citada en la bibliografía sobre el tema y la cual, entiendo, está a punto de editar un libro al respecto- algo desconcertante. Pareciera que divide las doctrinas de la obra en virtud de la posibilidad de que estas sean o no sostenibles –así, por ejemplo, deja del lado de lo que, según ella, “no pertenece al concepto de elucidación” a doctrinas enfáticamente sostenidas en el Tractatus como la
85
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
naturaleza simple de los objetoslxix, la independencia de los estados de cosaslxx o la afirmación de que todas las verdades lógicas son tautologíaslxxi. Sin embargo, no veo de qué modo esto sea un procedimiento exegético lícito y provechoso, si lo que se pretende es comprender el sistema tractariano, en el cual tales doctrinas –erróneas o no- son sostenidas y articuladas, presentando de este modo cierta unidad. Por supuesto, puede especularse que las intenciones de McGinn son más vastas: quizás lo que se propone es indicar de qué modo leer el Tractatus para entender su continuidad con el segundo período de la obra de este autor; esta presuposición parece verse avalada en la afirmación de McGinn de que las líneas que sí “caben en el concepto de elucidación” pertenecen a un conjunto de afirmaciones que Wittgenstein sostuvo a lo largo de toda su filosofía, y no únicamente en el Tractatus. Sin embargo, es llamativo que la autora, en todo su trabajo, no haga ninguna referencia explícita a que éste es su propósito. El título de su trabajo es “Between Metaphysics and Nonsense: Elucidation in Wittgenstein’s Tractatus”, por lo cual, también, cabría esperar que el mismo se presentara a sí mismo como una interpretación respecto de únicamente esta obra; de hecho, éste es el caso, pues así como no se indica ninguna pretensión de que el trabajo tenga por objetivo explicitar estos puntos de contacto entre ambas etapas, tampoco existen más que tres o cuatro referencias a obras posteriores deeste autor. La lectura, a pesar de todo, posee ciertos atractivos a los cuales haré mención en el capítulo siguiente; pero, por lo antedicho, no desarrollaré su posición con mayor detalle. Sin embargo, dada la autoridad de esta autora en el tema que nos ocupa, era necesario tanto mencionar su posición como indicar los motivos que me separan de la misma.
86
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
xxvii
TLP, 152. Black (1964: 378 y ss.). xxix Mounce (1981: 102). xxx Hintikka (2003: 11). xxxi Anscombe (1971: 137). xxxii Wittgenstein (1929a). xxxiii Stenius (1960: 29-60) propone sin embargo la posibilidad de rescatar aspectos fundamentales de la teoría wittgensteiniana a partir del concepto de “espacio lógico multivaluado”. xxxiv McGinn (1999). xxxv McGinn (1999: 492). xxxvi Diamond (1991) y Diamond (2000a). La estructura general de su interpretación está en [1991], pero comparte con [2000a] estas referencias primeras. ([2000] será analizado más adelante, en relación con la noción de “imaginación”.) xxxvii Diamond (2000a: 149). xxxviii Dos comentarios respecto deesta cita. Primero, la traducción que utilicé es directamente la de la versión castellana de Muñoz y Reguera. Segundo, este último párrafo citado (“Así pues … simplemente absurdo”) no es citado por Diamond, sino glosado por la autora. xxxix Conant (2000) y Conant (2002). xl Conant (2002: 380-383). xli Frege (1998b: 123-139). xlii Frege (1998b: 124). Si bien los textos están citado en inglés en el texto de Conant, me valgo de la traducción castellana de Muñoz y Reguera. xliii Conant (2002: 387). Lamentablemente, Conant sólo refiere la página de la compilación de artículos fregeanos de la cual toma la cita, y no el artículo. xliv Conant (2002: 388). xlv Frege (1998b: 132). xlvi Frege (1998b: 133). xlvii He seguido en esta reconstrucción de la posición de Diamond a McGinn (1999: 494-495), pues es la más fácil de seguir de todas las exposiciones de la algo oscura posición de Diamond. Este trabajo de McGinn, por otra parte, es mencionado en varios artículos de los defensores dela lectura terapéutica y en ninguno se critica a su reconstrucción. xlviii Hacker (2000: 359). xlix Hacker (2000: 359). l Conant (2002: 421). li Mounce (1981: 101). lii Diamond (2000a: 156). liii Diamond (2000a: 157). liv Hacker (2000). lv Hintikka (2003). lvi Hintikka (2003: 12). lvii Hintikka (2003:13). lviii TLP, p. 48. lix Hacker (2000: 360). lx Hacker (2000: 370). lxi McGinn (1999: 496). lxii Hintikka (2003: 10). lxiii Goldfarb (inédito: 14). lxiv Goldfarb (inédito: 15). lxv Para el detalle respecto de esta tradición, ver Goldfarb (inédito: 1-10). lxvi Goldfarb (inédito: 19). lxvii McGinn (1999: 496). lxviii McGinn (1999: 499). lxix McGinn (1999: 500). lxx McGinn (1999: 498). lxxi McGinn (1999: 498). xxviii
87
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
CAPÍ TUL O II I: El método del Tractatus
88
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
3 El estatus de las proposiciones tractarianas48
Llegado este punto del presente trabajo, uno podría preguntarse qué valor han tenido –si alguno- los pronunciamientos de los “nuevos wittgensteinianos”. Si, como se trató de probar al final del capítulo anterior, su lectura es aparentemente insostenible, ¿qué nos ha dejado esta discusión? Mi opinión es que el valor de esta discusión, más allá de la creciente claridad que toda relectura crítica de un texto pueda brindar sobre el mismo, es doble: en primer lugar, nos ha indicado un problema cuya dimensión no había sido apropiadamente considerada en la literatura referente al Tractatus. Por otra parte, nos ha brindado un nuevo conjunto de herramientas y distinciones teóricas para abordar dicho problema. Trataré de precisar estos puntos. La situación, hasta aquí, es la siguiente: por lo dicho en los capítulos anteriores, no parece posible –tanto desde una perspectiva histórica como desde una sistemáticainterpretar que el Tractatus no pretenda brindar alguna clase de comprensión respecto de la realidad y del lenguaje. Sin embargo, como se ha indicado, dicha comprensión necesaria para el sostenimiento de la obra habita, en apariencia, una zona confusa en lo relativo a su estatus: pareciera que la misma sólo puede ser interpretada como bordeando la zona del sentido, bajo el estatuto de “verdades inefables”. Asimismo, la otra cara de esta moneda es que tales verdades inefables son referidas únicamente mediante otras entidades no menos sospechosas: los ya discutidos “absurdos sustanciales”, construcciones lingüísticas que, sin poseer ni capacidad
48
Las ideas que desarrollo en este capítulo fueron presentadas en las IV Jornadas Wittgenstein, realizadas el año 2006 en Buenos Aires, y en el XIV Congreso Nacional de Filosofía AFRA , Tucumán, en el año 2007.
89
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
representativa ni valor de verdad, orientan al receptor hacia las comprensiones indicadas en el párrafo anterior. En lo que sigue, trataré de proporcionar algunos elementos que podrían ser de utilidad para la empresa de subsanar estos problemas. El lector advertirá que, al hacerlo, me veré comprometido con las lecturas denominadas “metafísicas”, motivo por el cual intentaré, en el apartado 3.2, resolver la tensión presente en la idea de “verdades inefables”.
3.1 Absurdo sustancial y símil
En esta sección, a modo de propuesta personal, pretendo hacer uso de un texto wittgensteiniano que no ha recibido mucha atención en las discusiones precedentes49: la “Conferencia sobre ética”lxxii; considero que de ésta pueden extraerse algunas nociones que ayudarían a clarificar el análisis respecto de la operatoria de las proposiciones tractarianas. En dicho texto, Wittgenstein se propone hablar sobre justamente aquello que en Tractatus había sido desterrado del campo del sentido: la ética. Hay que tener presente que esta conferencia –realizada en 1929- no se aleja, en lo esencial, de las doctrinas que había sostenido en su obra temprana. El ejemplo eminente en este texto, “me asombro ante la existencia del mundo” no difiere de su afirmación en TLP 6.44: “No cómo sea el
mundo es lo místico50, sino que sea”. Ahora bien, a la hora de interpretar tal afirmación, Wittgenstein nos señala que he aquí lo primero que tengo decir: la expresión verbal que damos a estas experiencias carece de sentido. Si afirmo: “Me asombro ante la existencia del mundo”, estoy usando mal el 49
Con excepción de Diamond (2000a), la cual, sin embargo, no le otorga el papel que aquí le adjudico. Lo místico, como se indicó al citar al prólogo de Russell, es identificado por Wittgenstein con la región de aquello que sólo puede mostrarse: “[l]o inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico” (6.522). Es un detalle interesante notar que en la etimología indoeuropeade esta palabra la raíz es “mu_”, la cual comparte con “mudo”, en ambos casos relacionado con cerrar los labios y callar. 50
90
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
lenguaje. Me explicaré: tiene perfecto y claro sentido decir que me asombra que algo sea como es. Todos entendemos lo que significa que me asombre del tamaño de un perro que sea mayor a cualquiera de los vistos antes, o de cualquier cosa que, en el sentido ordinario del término, sea extraordinaria. En todos los casos de este tipo me asombro de que algo sea como es, cuando yo podría concebir queno fuera como es. […] Pero carece se sentido decir que me asombro de la existencia del mundo porque no puedo representármelo como no siendolxxiii.
Unos párrafos más adelante, añade que veo ahora que estas expresiones carentes de sentido no carecían de sentido por no haber hallado aún las expresiones correctas, sino que era su falta de sentido lo que constituía su mismísima esencia. Porque lo único que yo pretendía con ellas era, precisamente, ir más allá del mundo, lo cual es lo mismo que ir más allá del lenguaje significativo. Mi único propósito […] es arremeter contra los límites del lenguaje. […] Lo que dice la ética no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar profundamente y que por nada del mundo ridiculizaríalxxiv.
Antes de proceder al análisis de estos textos, no está de más mencionar el valor que los mismos representan como pruebas contra las lecturas terapéuticas. Dos son los elementos que se destacan aquí: en primer lugar, la afirmación wittgensteiniana de que existen afirmaciones absurdas que, sin embargo, se dirigen hacia algo (“más allá de los límites del lenguaje”). En segundo, que la lectura “irónica” que Conant propone no parece condecirse con las intenciones del autor del Tractatus, pues afirmaque el discurso ético –discurso absurdo por excelencia en términos tractarianos- merece su respeto y que “por nada del mundo ridiculizaría”. Ahora bien, queda claro en estos pasajes que Wittgenstein está tratando con absurdos idénticos a los que utilizaba en el Tractatus –de hecho, la expresión “me asombro ante la existencia del mundo” es casi un calco de la proposición del Tractatus ya citada, pues justamente lo que ésta quiere expresar es que lo que pertenece al terreno de lo indecible no es cómo sea el mundo, sino que ésteexista (“no cómo sea […] sino que sea”). Aquí vale una aclaración: si bien puede parecer que lo que en este caso se está haciendo es cierta explicitación del funcionamiento del “asombro”, según el cual tiene sentido asombrarse de que algo sea de tal o cual modo, pero no de que algo sea, en
91
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
realidad esto debe ser entendido en conexión con la ya mencionada interpretación que Wittgenstein realizó respecto de los verbos de actitudes proposicionales, a los cuales denominó “psicológicos”. Según dicho análisis, oraciones de “ciertas formas proposicionales de la psicología”, no deben ser entendidas como la relación de un sujeto con una proposición, sino en cambio como la coordinación de ciertos elementos (psíquicos, sonoros) de un modo representativo respecto de un determinado estado de cosas; en este sentido, el análisis final de una proposición con dichos verbos es ‘p’ dice p: esto es, determinada configuración de objetos sígnicos significa quep. Ahora bien, si p es un absurdo –y afirmar ‘el mundo existe’ lo es- entonces también es un absurdo afirmar que alguien cree –quiere, seasombra, siente- que p. Así, podría decirse –figuradamenteque las oraciones con verbos de actitudes proposicionales heredan el carácter de absurdo de sus oraciones subordinadas. Retomando el ejemplo en cuestión, afirmar que “me asombro de que el mundo exista” es idéntico a afirmar “el mundo existe dice que el mundo existe”, donde las palabras en bastardilla están mencionadas y las segundas usadas. Pues bien, ¿cómo es que se construyen estos absurdos que van más allá del mundo, del lenguaje? La respuesta parece darla Wittgenstein en el pasaje que sigue: [q]uiero convencerlos ahora de que un característico mal uso de nuestro lenguaje subyace en todas las expresiones éticas y religiosas. Todas ellas parecen, prima facie, ser sólo símiles. Así, parece que cuando usamos, en un sentido ético, la palabra correcto, si bien lo que queremos decir no escorrecto en un sentido trivial [como la carretera correcta para llegar a un lugar], es algo parecido. Cuando decimos: “Es una buena persona”, aunque la palabra “buena” aquí no significa lo mismo que en la frase: “Este es un buen jugador de fútbol”, parece haber alguna similitud. […] Pero un símil debe ser símil de algo. Y si puedo describir los hechos mediante un símil, debo ser también capaz de abandonarlo y describir los hechos sin su ayuda. En nuestro caso, tan pronto como intentamos dejar a un lado el símil y enunciar directamente los hechos que están detrás de él, nos encontramos que no hay tales hechoslxxv.
En este pasaje, se señala que en determinados absurdos se hace uso de cierta asociación o semejanza, en el intento de apuntar a hacia algo que, propiamente, no es un
92
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
hecho. Así, en el ejemplo dado, cuando usamos el término “correcto” en un sentido ético, este uso guarda cierta semejanza con su empleo habitual, en frases como “ésa es la respuesta correcta”. Sin embargo, a diferencia de otros símiles, cuando queremos abandonar este modo de hablar indirecto, descubrimos que no es posible describir lo que queremos decir, pues no existe un hecho tras estas palabras. En este sentido, creo que las proposiciones tractarianas podrían ser –contra Conant- puestas completamente en paralelismo con las elucidaciones fregeanas. Recordemos que éstas, como hemos citado, buscan “guiar al lector o al oyente por medio de indicaciones indirectas, hacia la comprensión de lo que quiere decir con la palabra” y que “frecuentemente no podemos hacerlo sin un modo figurativo de expresión”. Al respecto, cabe otra aclaración. Los defensores de las lecturas terapéuticas, y Conant en particular, hacen mucho hincapié en que para el Tractatus sólo existe una clase de absurdos. Considero que es correcta su apreciación de que en Tractatus sólo existe esta única clase y que sus interpretaciones respecto de los pasajes referidos a por qué “Sócrates es idéntico” es un absurdo son las que mejor recogen las pretensiones wittgensteinianas. Esto fue claro en nuestro ejemplo de “Esta mesa es un color”. Así también, indican que “A es un objeto” es una expresión carente de sentido, del mismo tipo que la expresión anterior. Y , dada la única categoría de absurdos existente en el Tractatus, ambas, en cierto sentido, pertenecen a la misma categoría: meros absurdos. Sin
embargo, como hemos visto, estos autores finalmente se ven obligados a dividir a los absurdos en “transicionales” y “no transicionales”, en el caso de Diamond, o, en el de Conant, en “iluminadores” y no “iluminadores” (si bien en su lectura los iluminadores no apuntan hacia verdades inefables). Diamond, conciente de esta dificultad, indica que
93
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
existen propiedades “externas” a los sinsentidos: “internamente” todos son idénticos. Las propiedades externas, precisamente, son aquellas ligadas a su función elucidatoria. De este modo, si su movimiento es lícito, debería también serlo introducir algo con análoga función en nuestra lectura. Propongo que esto sea la noción de “símil”, la cual, como hemos visto, es además propiamente wittgensteiniana. Pero recordemos que existen dos clases de símiles: los normales y los absurdos. Estos últimos son el objeto de la tematización wittgensteiniana en la conferencia. Para diferenciarlos de los otros, y en honor a una palabra cara a la discusión presente, los denominaré “símiles elucidatorios”. ¿Cómo funcionan lo símiles elucidatorios? Por la citas que hemos visto, presentan tres propiedades: la primera, es que a primera vista hacen uso de palabras que parecen funcionar de un modo análogo a ciertos empleos con sentido de las mismas; la segunda, es que cuando intentamos deshacernos del símil no encontramos un hecho que corresponda a lo que queríamos decir; la tercera, por último, es algo más laxa, aunque puede presentársela según los siguientes rasgos: en esta clase de símiles, parece que se predica de un objeto o de alguien algo que está operando con una suerte de necesidad, asociada a la incapacidad de representarse como posible la negación de lo que se atribuye al objeto. Esto tiene su caso paradigmático en el ejemplo de “me asombro de la existencia del mundo”, pues parece resultar inconcebible una representación del mundo no siendo. Asimismo, si en lugar de “la carretera correcta para ir hacia tal o cual lado”, dijéramos “la carretera absolutamente correcta”, ésta sería aquella que -cito a Wittgenstein- “al verla, todo el mundo debería tomar por necesidad lógica”lxxvi. En esta misma línea, respecto del uso como símil del término “bueno”, Wittgenstein nos invita a apreciar el siguiente caso: si viéramos a alguien practicando un deporte y le advirtiéramos “disculpe, pero usted no
94
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
está jugando bien”, él podría respondernos “ah, tiene usted razón, pero no quiero jugar mejor”. En esta situación, diríamos “bueno, de acuerdo”. Pero, según Wittgenstein, si alguien realizara una acción que juzgamos mala y se lo reprocháramos, no podríamos aceptar como una respuesta válida “sí, tiene usted razón, pero no quiero ser buena persona”. En los tres casos ejemplificados (la existencia del mundo, la carretera
absolutamente correcta y la bondad ética), este autor parece sugerir como rasgo distintivo cierta incapacidad de concebir que se pretenda negar un predicado que se atribuye al objeto y es este rasgo, concedo que algo difuso, al que he mencionado como característica (iii) de los símiles elucidatorios.
3.2 Lo antepredicativo
Como hemos visto, una de las grandes problemáticas respecto de las afirmaciones wittgensteinianas es que las mismas apuntarían hacia “verdades inefables” o “pensamientos no proposicionales”. Sin embargo, creo que esto es un error. Para explicar por qué, me valdré una analogía. Pensemos en el juego llamado mecano. Los mecanos consisten en piezas que se ensamblan entre sí, permitiendo figurar determinadas estructuras (un auto, un avión, una casa). Esto es posible sólo mediante el machihembrado de sus partes51 -la forma tractariana. Si entendemos, con el Tractatus, que el jugar el juego del lenguaje consiste únicamente en esta actividad de combinación, que el acto de la predicación es tan sólo la unión de estos componentes, ¿cómo es posible decir lo que un pieza es? ¿cómo es posible afirmar la forma de combinación de las
51
Esto le permitió a Coffa establecer una comparación entre los conceptos fregeanos y los objetos tractarianos: si los conceptos fregeanos tenían “agujeros”, todos los objetos tractarianos los poseen. Así, aquí habría implícita una crítica a Frege, respecto de la pretensión de este último de postular, a priori, cuántas “categorías lógicas” existen. Coffa (1991: 144).
95
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
piezas? Tan sólo, como hemos visto, podemos unir las piezas en cuestión. Sin embargo, el reconocimiento de estos elementos es parte esencial de jugar dicho juego. En este sentido, se trata más bien de cierta conciencia de la existencia de determinada combinación o de cierta pieza. Pero forma parte esencial de este modo de entender el acto de la predicación el que no sea posible predicar el acto mismo. Aristóteles, en suMetafísica, realizó algunas distinciones de las cuales he tomado un elemento que considero que será de ayuda para comprender esta cuestión. En dicha obra, indicó que lo “verdadero” es la proposición en que dos cosas, un sujeto y un atributo, se encuentran enlazadas de modo correlativo a la realidad. Así, indicó que la verdad consiste en la afirmación [katáphasis] de una composición [synthesis] que se da en la realidad o en la negación [apóphasis] de la separación [diaíresis] de dicha composición; esto, obviamente, se aplica a los dos casos restantes (Metafísica: 1027b, 2022). Sin embargo, en el caso de lo simple no es posible realizar este acto, dado que nada es predicable de lo simple. Por ello, Aristóteles afirma que en este caso particular “lo verdadero es tocar y decir [phasis], e ignorar es no tocar” (Metafísica: 1051b, 23-25). Nótese, aquí, que se hace un distinción entre afirmar [katáphasis] o negar [apóphasis] y decir [phasis]: esto último no establece una predicación y, por ello, lo denominó lo antepredicativo. Recordemos ahora un caso de proposición absurda típicamente tractariana: “A es un objeto”. Esto es algo que se muestra en una proposición totalmente analizada –cuya única diferencia con cualquier otra proposición es que en ella reconocemos directamente el símbolo en el signo (6.122). Así, por ejemplo, sabemos que a es un objeto en las proposiciones Pa y aRb. Pero ‘a’ no es una fórmula bien formada y por tanto no podemos
96
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
predicar su característica de objeto de este modo, así como tampoco mediante “A es un objeto”, pues el pseudo-concepto objeto, como ya hemos visto, sólo puede ser indicado por una variable (‘x’): el único modo de afirmar “A es un objeto” sería mediante una proposición del tipo: b) x x=a Pero, por lo dicho anteriormente, esto no agrega nada a lo que ya sabíamos de ‘a’: si ‘a’ no remitiera a un objeto, entonces la proposición b) no sería sintácticamente adecuada. Por esto dice en 3.221: A los objetos sólo puedo nombrarlos. Los signos hacen las veces de ellos. Sólo puedo hablar de ellos, no puedo expresarlos. Una proposición sólo puede decir cómo es una cosa, no lo que es.
A esta conciencia respecto de lo simple Wittgenstein parece nombrarla con el verbo “conocer” (kennen) y al acto en el cual se nos muestra lo simple su “reconocimiento” (erkennen), algo respecto de lo cual hablaré en el siguiente apartado. Lo que intento sugerir aquí es que este es un caso donde nos encontramos frente a lo antepredicativo.
Quiero agregar que, en términos tractarianos, lo que aquí he denominado antepredicativo no puede –como en el caso de Aristóteles- ser asociado con ninguna
noción de verdad. Ésta es definida explícitamente en el Tractatus como la correspondencia respecto de la afirmación o negación de cierta configuración de objetos. En este aspecto, el “decir” (phasis) de Aristóteles es recogido en la noción wittgensteiniana de la “mostración”, así como la “afirmación” de aquél (katáphasis) en el “decir” tractariano. Por otra parte, la noción de lo antepredicativo ilumina una característica importante del estatuto de las proposiciones wittgensteinianas. El problema de las 97
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
“verdades inefables” era precisamente que, según sus sostenedores, éstas consistían en pensamientos que no podían expresarse. Esto entra en obvia tensión con la definición de pensamiento tractariano, pues según esta obra el pensamiento es precisamente la correlación de ciertos objetos –“psíquicos”, como señala Wittgenstein en la citada carta a Russell- que, de este modo, figuran determinados estados de cosas. Así, la idea misma de un pensamiento que no pudiera ser a su vez expresado en una proposición carecía completamente de validez: todo estado de cosas –y el pensamiento es un estado de cosases expresable. Pero si ahora entendemos que las proposiciones tractarianas, con su uso de pseudo-conceptos, todo lo que hacen es apuntar hacia estos elementos de los cuales tenemos únicamente conciencia de existencia -lo antepredicativo-, la idea misma de “verdades inefables” pierde su problematicidad. Personalmente, prefiero simplemente llamarlo “lo inefable” pues, como se indicó, no se está aquí en un ámbito donde pueda hablarse deverdad. Por otra parte, en este sentido parece pronunciarse el mismo Wittgenstein cuando afirma: 5.552 La “experiencia” que necesitamos para comprender la lógica [palabra que, en este caso, abarcatodo el texto tractariano] no es la de que algo se comporta de tal y tal modo, sino la de que algo es; pero esto, justamente, no esninguna experiencia. La lógica está antes de toda experiencia –de que algo esasí . Está antes del cómo, no antes del qué.
Para articular las nociones hasta ahora presentadas, quisiera hacer notar dos cosas respecto de estos elementos antepredicativos y la noción de “símil elucidatorio” que mencioné en el apartado anterior. En primer lugar, dichos símiles tenían la propiedad de que –cuando intentábamos abandonarlos- no encontrábamos un hecho que les correspondiera. Asimismo, estos símiles parecían dirigirse hacia características de cosas que resultaba inconcebible que las mismas no tuvieran. En virtud de esto, puede
98
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
advertirse que el uso del símil parece adecuarse bastante bien a esta noción de lo antepredicativo que he desarrollado dado que (i) la conciencia de determinados objetos no es un hecho, en términos tractarianos, no es una configuración de objetos -un objeto aislado no es un hecho (“A es un objeto” no es un estado de cosas); (ii) en el marco de estas representaciones simples, parece ser inconcebible que los objetos no posean la propiedad que muestran (si “A es un objeto” no fuera un absurdo, le estaría predicando una propiedad a A que es inconcebible que A no posea –sin dejar de ser A). Esto está recogido en la afirmación “[u]na propiedad es interna si resulta impensable que su objeto no la posea” (4.123). En el siguiente apartado, me detendré en el modo en el cual considero que las proposiciones tractarianas lograrían su objetivo elucidatorio, según la concepción de este autor.
3.3 El uso del lenguaje
Para completar la articulación de mi propuesta respecto del texto wittgensteiniano, en lo que sigue buscaré indicar dónde y cómo es posible este reconocimiento de lo antepredicativo mediante “símiles elucidatorios”. Lo que intentaré probar en este apartado es que este reconocimiento [erkennen] aparece cuando advertimos que, de hecho, usamos el lenguaje del modo en el cual Wittgenstein afirma que lo hacemos52. El objetivo de este movimiento es indicar que, en realidad, la proposiciones wittgensteinianas no comunican nada, sino que dirigen nuestra atención hacia ciertas distinciones presentes en una práctica que realizamos, la del uso del lenguaje. 52
Como espero que se entienda, todo esto suponiendo que la teoría tractariana fuera correcta.
99
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
A tal fin, quisiera recordar algunos elementos que ya hemos analizado y agregar otros nuevos. En primer lugar, es importante volver a citar este fragmento que inicia el libro: Posiblemente sólo entienda este libro quien ya haya pensado alguna vez los pensamientos en él contenidos, o pensamientos parecidos. No es, pues, un manual. […]
Diamond afirma –correctamente en mi opinión- que esto debe entenderse en el siguiente sentido: el libro no está dirigido hacia nuestra ignorancia. No pretende decirnos algo que no sepamos. Esto, como indica en la proposición penúltima -6.54- lo hará a través de elucidaciones. Luego, en la proposición 3.263, Wittgenstein señala que: Los significados de los signos primitivos [los nombres] pueden ser explicados mediante aclaraciones [elucidaciones: Erläuterungen]. A claraciones son proposiciones que contienen signos primitivos. Sólo pueden ser, pues, comprendidas si los significados de estos signos son ya conocidos [bekannt].
Esta proposición, que Griffin llama “la paradoja de los nombres” lxxvii, indica una situación algo curiosa: para que el significado de un signo simple me sea comunicado, debo verlo usado en proposiciones con sentido; pero para poder comprender a dichas proposiciones, debo ya antes conocer el significado de estos términos. En ambos casos, como vemos, existe una paradoja similar: para poder comprender lo que se nos intenta comunicar, debemos previamente haberlo comprendido. Asimismo, quiero destacar un elemento no siempre atendido en las lecturas del Tractatus: el papel preponderante que se afirma, una y otra vez, respecto del uso del
lenguaje (algo que quizás ha sido eclipsado por la importancia que esto tiene en el segundo período de la obra wittgensteiniana). Las siguientes proposiciones ilustran esta cuestión:
100
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
3.262 Lo que no alcanza a expresarse en los signos es cosa que muestra su uso. Lo que los signos [ocultan]53 es cosa que expresa su uso. […] 3.326 Para reconocer [erkennen] al símbolo en el signo hay que atender a su uso con sentido. 3.327 Sólo unido a su uso lógico-sintáctico determina el signo una forma lógica. 3.328 Si un signo no se usa, carece de significado. [Bastardilla en el original.]
En estos casos, se indica que es en el uso donde advertimos el carácter significativo-simbólico de los signos del lenguaje. De igual manera, la proposición era definida como “el signo proposicional en su relación proyectiva con el mundo” y la proyección como un método consistente en “pensar el sentido del signo proposicional”. Así, la proposición es definida como el uso proyectivo de ciertos objetos sígnicos. Lo que pretendo recalcar con estos casos, reitero, es el énfasis que el texto wittgensteiniano pone una y otra vez en la noción deuso del lenguaje. Quisiera recordar ahora el punto 1) de la reconstrucción que Conant realizó respecto de la respuesta de Frege a Kerry. Allí se indicaba, como primer paso: 1) Hacer explícita una distinción lógica implícita en nuestra práctica lingüística diaria. Esto puede ser puesto en relación con el aspecto de la lectura de McGinn que –en el capítulo anterior- indiqué que me parecía en extremo valioso. Según ella la obra wittgensteiniana no es una teoría de la representación, sino una forma de actividad crítica en la cual se nos lleva a enfocarnos en el fenómeno de la figuración y a discernir su complejidad intrínseca de un modo más perspicuo. L os aspectos de la figura que los comentarios de Wittgenstein nos revelan no son, claramente, en un sentido estricto, partes de la figura. Tampoco son elementos de un mecanismo invisible, o un proceso de producción, a través del cual una figura llega a representar un estado de cosas posible. Las distinciones que él hace, en este sentido, no nos informan de algún hecho concerniente a las figuras, ni nos exige que observemos a las figuras más detalladamente. Las distinciones nos llevan, en cambio, a ver cierto orden que yace en la superficie y a simple vista. El efecto de esos comentarios no es que ahora nosotros sepamos algo sobre las figuras que no supiéramos antes y lo cual Wittgenstein encontró excavando a través de una investigación empírica, si no que miremos a las figuras con una nueva claridad de visiónlxxviii. 53
Muñoz y Reguera traducen “tragan”; Tierno Galván “ocultan”, lo cual, considero, es más entendible.
101
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Con excepción de los pasajes en los cuales McGinn niega que las afirmaciones tractarianas pretendan dar cuenta de algo verdadero respecto del mundo y el lenguaje –de lo que se aparta, como se indicó, por el temor a las problemáticas “verdades inefables”considero que esta interpretación aporta un elemento de gran utilidad a la hora de entender el modo el cual el Tractatus podría comunicar su sentido. Como se ha indicado, tanto en el prefacio como en la situación de explicar el significado de un nombre, parece postularse una paradoja consistente en que, para comprender lo que se nos quiere informar, debemos ya antes tener la comprensión que se nos intenta transmitir. Considerando el énfasis que el texto pone en la cuestión del uso del lenguaje y esta última afirmación –adscribible tanto a Frege como a Wittgenstein- de que lo buscado en las “elucidaciones” es que el receptor advierta ciertas distinciones que yacen (como afirma McGinn) “en la superficie, a simple vista” en nuestro uso del lenguaje, podemos decir – con Diamond- que el libro no se dirige a nuestra ignorancia; en cambio, lo que busca es hacernos ver ciertos aspectos de cómo usamos el lenguaje, algo que reconocemos [erkennen] en nuestra práctica cotidiana. Es en este sentido que las proposiciones tractarianas –como afirma en 4.112- no conforman una Doctrina [Lehre] sino que buscan el esclarecimiento de las proposiciones y del pensamiento mediante la actividad de la elucidación. La propuesta de McGinn que yo retomo, además, hace justicia a ciertas indicaciones que explícitamente aparecen en el texto tractariano. Recordemos que los conceptos problemáticos, los pseudo-conceptos propios de un metalenguaje inaccesible, incluyen nociones como forma lógica, proposición, objeto. Como hemos visto para el
102
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
caso de este último pseudo-concepto, que algo “caiga” bajo él se muestra en el uso que hacemos de los objetos sígnicos. Lo mismo sucede con la forma lógica: 4.12 […] La proposición no puede representar la forma lógica, deberíamos situarnos con la proposición fuera de la lógica, es decir, fuera del mundo. 4.121 La proposición no puede representar la forma lógica; ésta se refleja en ella. En el lenguaje no puede representar lo que en él se refleja. Lo que se expresa en el lenguaje no podemos expresarlo nosotros a través de él. La proposición muestra la forma lógica de la realidad. La ostenta.
Nótese la expresión “fuera del mundo”, que ya habíamos visto en su “Conferencia sobre ética”. Allí se afirmaba que las proposiciones absurdas en cuestión buscaban ir fuera del mundo y luego indicaba que esto era lo mismo que ir más allá de los límites del lenguaje. Éste es el modo en el cual, parece, Wittgenstein hace referencia a la idea de
“salir del lenguaje para hablar sobre el lenguaje”; esto es, la posibilidad del metalenguaje. Pero, por otra parte, es claro que en estas proposiciones citadas se hace alusión a lo que traté de señalar anteriormente: los conceptos de los cuales trata el Tractatus se expresarían ellos mismos en nuestra práctica lingüística. Es por ello que puede
entenderse a la obra, no como comunicándonos una doctrina, sino como invitándonos a observar de otro modo, desde otra perspectiva, la manera en la cual usamos el lenguaje. Respecto de esta inefabilidad propia de la reflexión sobre el lenguaje, la cual sin embargo aparece exhibida en el acto de su mismísima práctica, es ilustrativo el siguiente extracto
de una carta de Wittgenstein a su amigo Paul Engelmann: Nada se pierde por no esforzarse en expresar lo inexpresable. ¡Lo inexpresable, más bien, está contenido –inexpresablemente- en lo expresado!lxxix
Nuevamente, entiendo este pasaje como indicando que existe cierto elemento expresado en nuestro uso del lenguaje, el cual no puede –sin embargo- ser comunicado a través de éste. Así, si mi interpretación es correcta, la posición wittgensteiniana respecto
de la semántica es que determinadas características de ésta se exhiben en el acto mismo 103
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
de expresar un sentido mediante ciertos signos. De esta manera, el modo de operación del Tractatus buscaría –mediante símiles elucidatorios que apelan a nociones como, por
ejemplo, la de pintura o figura- invitarnos a ver estas propiedades subyacentes a la actividad comunicativa, apoyadas en la comprensión antepredicativa que poseemos de las mismas. lxxii
Wittgenstein (1929b). Wittgenstein (1929b: 6). lxxiv Wittgenstein (1929b: 8). lxxv Wittgenstein (1929b: 7). lxxvi Wittgenstein (1929b: 5). lxxvii Griffin (1964: 132). lxxviii McGinn (1999: 502). lxxix TLP, p. 15 (estudio preliminar). lxxiii
104
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Conclusión
Para terminar, recapitularé brevemente lo aquí expuesto respecto de la problemática de lo inexpresable dentro del Tractatus. Como hemos visto, en la búsqueda de encontrar una interpretación sostenible, las lecturas terapéuticas se apoyan en tres puntos débiles de las lecturas tradicionales: 1) La distinción entre dos clases de Absurdo. 2) La existencia de ciertos ámbitos del conocimiento, cuyo carácter es sumamente sospechoso, que corresponderían a ciertas “verdades inefables”. 3) La insistencia tractariana respecto que la filosofía no conforma una Doctrina o Cuerpo Teórico sino una actividad, la de elucidación. Como traté de demostrar, en lo referente al punto 1), parece ser correcta la apreciación que estas nuevas lecturas realizan sobre la obra wittgensteiniana: en la misma, existe sólo una razón a causa de la cual una proposición resulta un absurdo. Sin embargo, esto en sí no implica que todos los absurdos sean iguales en el uso que hacemos de ellos. L a distinción, trazada por Diamond, entre aspectos internos y externos de los absurdos, recoge justamente esta heterogeneidad pragmática. Así, los nuevos wittgensteinianos aciertan al afirmar que internamente “Sirusuza es sarazasa” es de la misma categoría que “A es un objeto”. Y erran, en mi opinión, al insistir en que externamente el último tiene un uso “transicional” mientras que el otro no, donde “transicional” es el modo de negar que exista algún contenido que la segunda proposición pretenda decir que pueda mostrarsede algún otro modo. Como hemos visto, que algo sea un objeto se muestra en el simbolismo, razón por la cual externamente las proposiciones ejemplificadas difieren en lo que pretenden decir. Como indica Alberto Moretti, para el
105
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
caso fregeano, las complicaciones que surgen a partir de estas elucidaciones o “indicaciones indirectas” son, “por así decir, el resultado indeseado de gesto exitoso”lxxx. Afirmé, por mi parte, que este mismo gesto podía ser asociado con una noción wittgensteiniana –la de símil elucidatorio- que es posible ver sugerida en su “Conferencia sobre ética”. Las coincidencias entre el caso wittgensteiniano y el fregeano, creo, no se reducen tan sólo a dicho gesto que pretende decir algo frente a lo cual “el lenguaje, con una fuerza casi irresistible, me compele a usar expresiones inadecuadas”. La noción de objeto tractariana debe mucho a la distinción fregeana entre concepto y objeto, con la salvedad de que la insaturación que frege predicaba de los conceptos en el caso del Tractatus se aplica a todos los objetos. Pero la situación es análoga; y análogos los problemas que esto genera. Aquí podemos referir al punto 2) que las lecturas terapéuticas le impugnan a las metafísicas. Conant cree posible atribuir a Frege una concepción sustancial del absurdo y se vale para esto de citas en las cuales el autor de la Conceptografía refiere al “pensamiento” que estas expresiones inadecuadas pretenden comunicar (“expresiones que oscurecen, casi diría falsifican, el pensamiento”); de este modo, Frege estaría animando la creencia en alguna clase de “verdades inefables”. Considero que esto es tomar en forma excesivamente literal los textos fregeanos, homologando este uso informal de la palabra “pensamiento” a aquel con el cual Frege indicaba el sentido de las proposiciones (esto es, el sentido de ciertas funciones cuyo resultado es un valor de verdad). En este uso técnico del término, no creo que Frege sostuviera que en sus elucidaciones realmente hubiera allí contenido un “pensamiento”. Lo mismo, en mi opinión, sucede con el Tractatus. No hay, en los señalamientos wittgensteinianos, un
106
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
“pensamiento” –a pesar de lo que él mismo afirma en el Prefacio- al cual estos apunten. Para tratar de echar algo de luz sobre esta cuestión, me he valido de la noción aristotélica de lo antepredicativo, como la conciencia –el kennen, el conocimiento- de ciertos aspectos que son anteriores lógicamente al acto de expresar un sentido. De esta manera, intenté señalar, ya que no existen en los casos mencionados una combinación de elementos, algo que sea propiamente un estado de cosas, la noción de verdad no debería aplicarse y, entonces, la acusación de sostener “verdades inefables” debería disolverse también. En lo referente al último punto, aquél según el cual las lecturas metafísicas ignoraban la negativa de Wittgenstein a considerar que lo que en su tratado se desarrolló conformara una Doctrina o Cuerpo Teórico, sugerí que quizás un modo de aliviar esta acusación –como propone McGinn- sea el de interpretar que lo que las elucidaciones pretenden es invitarnos a advertir ciertas distinciones que operan en el acto mismo del uso del lenguaje, distinciones que utilizamos –implícitamente- en nuestras prácticas lingüísticas. Por supuesto, que se llame a esto o no “Doctrina” puede ser una cuestión meramente nominal. Podría replicárseme, incluso, que la distinción que establezco parece suponer que los señalamientos wittgensteinianos no conforman un Cuerpo Teórico simplemente por el hecho de que, al advertir que usamos el lenguaje de este modo, advertimos ipso facto que son verdaderos; así, estos no conformarían una Doctrina puesto que no son especulativos. Pero creo que esto es errar el punto de Wittgenstein. En mi opinión, el foco aquí hay que ponerlo en la idea según la cual una Doctrina es algo que debe ser enseñado –comunicado- a alguien. Es en estesentido en el cual considero que el Tractatus no pretende conformar una Doctrina y por ello he puesto el énfasis en que lo
107
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
que se busca en el libro es elucidar –aclarar- la manera en la cual nosotros hacemos uso de ciertos objetos, las palabras. Lo cual, dirá años más tarde el mismo autor, es también un intento de aclararnos a nosotros mismos el modo en el quevivimos. lxxx
Moretti (2007: 169). Mi bastardilla.
108
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Mil ton Laufer
Bibliografía (citada y consultada)
Anscombe, G.E.M . (1959), “Mr Copi on Objects, Properties and Relations on the Tractatus” en Mind, New Series, vol. 68, Nº 271. -------- (1971), An Introduction to Wittgenstein’s Tractatus, Indiana, St. Augustine’s Press.
Ard, D.J . (1983), “K nowing a Name” en Philosophy and Phenomenological Research, vol. 43, Nº3.
Aristóteles (1997), Metafísica, Madrid, Gredos. Barrio, E. (1998), La verdad desestructurada, Buenos Aires, Eudeba. Black, M. (1964), A Companion to Wittgenstein’s Tractatus, Cambridge, Cambridge University Press.
Bogen, J . (1969), “Professor Black’s Companion to The Tractatus” en The Philosophical Review, vol. 78, Nº3. Carnap, R. (1934), “On the Character of Philosophic Problems” en Philosophy of Science, I. Coffa, A. (1991), The Semantic Tradition: FromKant to Carnap: To the Vienna Station, Cambridge, Cambridge University Press.
Conant, J . (2000), “Elucidation and Nonsense in Frege and Early Wittgenstein” en Crary, A. & Read R. (2000). -------- (2002), “The method of the Tractatus” en Reck (2002).
Copi, I. M. (1958), “Objects, Properties and Relations in the Tractatus” en Mind, New Series, vol. 67, Nº 266.
109
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Crary, A. & Read R. [comps] (2000), The New Wittgenstein, New Y ork, Routledge. Davidson, D. (1994), Ensayos sobre acciones y sucesos, Barcelona. UNAM/Crítica. Diamond, C. (1991) “Throwing Away the Ladder” en The Realistic Spirit: Wittgenstein,
Philosophy and the Mind, Cambridge, MIT Press.
-------- (2000a), “Ethics, Imagination and the Method of Wittgenstein’s Tractatus” en Crary, A. & Read R. (2000). -------- (2000b), “Does Bismarck have a Beetle in His Box? The Private Language Argument in the Tractatus” en Crary, A. & Read R. (2000). Deleuze, G. (2005), Lógica del Sentido, Buenos Aires, Paidós. Evans, E. (1959), “About aRb” en Mind, New Series, vol. 68, Nº 272. Ezcurdia, M. [comp] (2007), Orayen: de la forma lógica al significado, México,
UNAM. Frege, G. (1892) “Sobre el sentido y la denotación” en Simpson (1973).
-------- (1998), Ensayos de semántica y filosofía de la lógica, Madrid, Tecnos. -------- (1998a), “Función y concepto” en Frege (1998). -------- (1998b), “Sobre concepto y objeto” en Frege (1998). Garcia Carpintero, M. (1996), Las palabras, las ideas y las cosas, Barcelona, Ariel. Goldfarb, W. (inédito), “Das Überwinden: Anti-Metaphysical Readings of the
Tractatus”. Griffin, J . (1964), Wittgenstein’s Logical Atomism, Oxford, Oxford University Press. Hacker, P.M.S. (2000), “Was He Trying to Whistle It?” en Crary, A. & Read R. (2000). Hart, W.D. (1971), “The Whole Sense of the Tractatus” en The J ournal of Philosophy,
vol. 68, Nº9.
110
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
Hintikka, J . (1958), “On Wittgenstein's ‘Solipsism’” en Mind, New Series, vol. 67,
Nº265. -------- (2000), On Wittgenstein, Belmont, Wadsworth. -------- (2003), “What Does the Wittgensteinian Inexpressible Express?” en The Harvard Review of Philosophy, Vol. XI. J arvis, J . (1961), “Professor Stenius on the Tractatus” en The J ournal of Philosophy, vol.
58, Nº 20. K enny, A. (1995), Wittgenstein, Madrid, Alianza. K eyt, D. (1963), “Wittgenstein's Notion of an Object” en The Philosophical Quarterly,
vol. 13, Nº50. -------- (1964), “Wittgenstein's Picture Theory of Language” en The Philosophical Review, vol. 73.
-------- (1965), “A new Interpretation of theTractatus Examined” en The philosophical Review, vol. 74, Nº2. L aufer, M. (2005a), “La demostración de la existencia de simples (o el supuesto gran
error del primer Wittgenstein” en www.accionfilosofica.com. -------- (2005b), “Sobre los simples y lo necesariamente posible en el Tractatus de Wittgenstein” en www.accionfilosofica.com. L udwig, J . (1976), “‘Substance’ and ‘Simple Objects’ in Tractatus 2.02ff” en Philosophical Studies, Minneapolis. McDonough, R. (1994), “Wittgenstein's Reversal on the `Language of Thought'
Doctrine” en The Philosophical Quarterly, vol. 44, Nº 177.
111
El primer Wittgenstein y el problema de lo inexpresable Milton Laufer
McGinn, M. (1999), “Between Metaphysics and Nonsense: Elucidation in Wittgenstein’s
Tractatus” en The Philosophical Quarterly, Vol. 49, No 197. Moretti, A. (2007), “Dos problemas en la ontología de Frege” en Ezcurdia (2007). Mounce, H.O. (1981), Wittgenstein’s Tractatus: an Introduction, Chicago, The
University of Chicago Press. Orayen, R. (1971a) y (1971b), “La ontología de Frege” en Cuadernos del Instituto de
Lógica y Filosofía de las Ciencias, Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, Nº3 y Nº4. Orlando, E. (1999), Concepciones de la referencia, Buenos Aires, Eudeba. Pears, D. (1973), Wittgenstein, Barcelona, Grijalbo. Reck, E. [comp] (2002), From Frege to Wittgenstein, New York, Oxford University
Press. Ricoeur, P. (2001), La metáfora viva, Madrid, Trotta. Russell, B. (1918), “La filosofía del atomismo lógico” en Russell (1956).
-------- (1924), “Atomismo lógico” en Russell (1956). -------- (1956), Lógica y conocimiento, Madrid, Taurus. Simpson, T.M. [comp] (1973), Semántica filosófica: problemas y discusiones, Buenos
Aires, Siglo XXI. -------- (1975), Formas lógicas, realidad y significado, Buenos Aires, Eudeba. Stenius, E. (1960), Wittgenstein’s Tractatus: a Critical Exposition of Its Main Lines of
Thought, Oxford, Basil Blackwell. Tejedor, C. (2003), “Sense and Simplicity: Wittgenstein’s Argument for Simple
Objects” en Ratio: new series XVI.
112