PARA EL CURSO DE DEMONOLOGIA BÁSICA TEMA 12
EL DEMONIO ¿Qué hay de verdad sobre El?
RE- EDITADO POR MARCO ANTONIO GUZMAN NEYRA CURSO SOBRE ANGELES REGNUM ANGELORUM
1
EL DEMONIO ¿Qué hay de verdad sobre El?
Jesús Moliné Labarta
2
1era Edición 6,000 ejemplares
Con licencia eclesiástica Editorial Antonio Lulli S.A – Jurón Cuzco 440 – Lima – Perú
3
INDICE ¿EL DIABLO EN CADA ESQUINA? ¿Son fantasías? EL PAPA HABLA DEL DEMONIO EL DEMONIO EN LA VIDA DE LOS SANTOS ESTA ESCRITO EN LA BIBLIA a) Realidad del demonio b) El demonio existirá siempre c) Actividades del demonio LA IGLESIA PRIMITIVA LA FE DE LA IGLESIA LA POSESION DIABOLICA a) Posesos y Psicópatas b) Los endemoniados del Evangelio c) Causas de la posesión diabólica EL EXORCISMO La Iglesia usa el exorcismo ¿Y QUE HACEN LOS ÁNGELES BUENOS? El Ángel de la Guarda Para qué un Ángel de la Guarda Ángeles de las comunidades sociales SEAMOS CONSECUENTES ALGUNAS RECOMENDACIONES 1. Ser prudente; ser sensatos 2. Vigilar y orar 3. Confesión y Eucaristía 4. Devoción a la Virgen Nuestra Señora 5. La Santa Cruz 6. Devoción a los Ángeles Custodios 7. El agua bendita 4
¿EL DIABLO EN CADA ESQUINA? De vez en cuando el diablo hace noticia. Se comentan casos de la presencia del diablo en nuestro mundo, en los tonos más diversos: desde la broma insulsa y pasajera, hasta los más “fidedignos” y horripilantes. ¿Diabluras que divierten a la gente, pero nada más? ¿Zonzeras de vieja asustada? ¿O se trata de una realidad? Me hablaron de un muchacho que asistía a reuniones en las cuales se llamaba al mismo diablo. Menudo susto se llevó él, que no se lo creía, el día que de repente se lo encontró delante. ¿Y qué hizo? Huir corriendo. El susto fue tan grande, que se pasó cuatro noches sin poder dormir. Hay quienes asisten a reuniones en las cuales se llama al demonio y se le pide ayuda para saber cosas que les interesan mucho. Se habla de personas – con nombres y apellidos -, que se “han entregado al diablo” o han “vendido su alma al demonio” a cambio de obtener bienes de fortuna, etc. Hay, en cambio, quienes a pie juntillas creen que el demonio en persona se ha interpuesto en su vida de trabajo o negocios y, por esto, van de mal en peor. En los pueblos son frecuentes los relatos sobre la intervención del demonio que estorba, perturba o malogra y, a veces, produce gravísimos daños en los bienes y en las personas.
5
Unos dicen que lo han visto. Otros, no lo han visto, pero aseguran que por allí debía rondar por los ruidos, el susto, la pestilencia, el humo o el olor a azufre que dejó. ¿Y sobre los casos de posesión diabólica? Todos hemos escuchado casos concretos, que se nos han descrito con pelos y señales. No faltan quienes se presentan como testigos oculares de las cosas más horrendas que hacía un poseso del demonio, y no hubo nada que hacer, hasta que, con exorcismos, un sacerdote le botó el demonio que llevaba dentro. Y todo esto no se comenta como cuentos de antaño, sino como hechos concretos de nuestra época y aún de nuestros días; lo que se dice cosas de hoy día. ¿Son fantasías? Sería ingenio negar, sin más, todo lo que se dice sobre la presencia del diablo entre nosotros. Más adelante hablaremos de la existencia verdader4a o fantasiosa del demonio, de su ubicación en la creación y otros problemas que nos afectan. Pero sería también ingenuo dar crédito, sin analizar, a todos los hechos que se nos narran como patentes intervenciones diabólicas. Hay quienes todo esto lo toman a risa, sin preocupación alguna, porque no creen en el diablo. Si no existe, no les tiene que preocupar. Me atrevería a decir que estos son los menos. Es frecuente la postura de aquellos que se interesan en el tema del demonio, pero prefieren tomarlo a broma. Creer, creer, lo que se dice creer, no creen en el demonio, ¡qué va!... En el fondo prefieren decir que no creen, pero mucho se temen que es verdad que existe y que les puede causar algún 6
daño. En resumen, dicen que no creen en el demonio, pero le temen como agente del mal. Es una de aquellas posturas absurdas, en las cuales caemos los humanos, por ignorancia o por intereses creados. Podríamos hablar también de los que por mente enfermiza ven el diablo en cada esquina y, por temporadas, viven en aplastante zozobra y susto. Hay también una posición de fe: se cree en la existencia del demonio. Se saben sus intenciones. Se toman las debidas precauciones para no caer en sus garras. Y se vive tranquilo, pero en constante lucha teniendo en cuenta el aviso de San Pedro: “Sean sobrios y estén alerta. Su adversario el diablo como león rugiente, anda en torno buscando a quién devorar; resístanle firmes en la fe”. (I Pe 5, 8-9).
EL PAPA HABLA DEL DEMONIO 29 de junio de 1972. Durante la Misa Solemne celebrada en la Basílica Vaticana para conmemorar la festividad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Papa habla del demonio en su homilía. “Quizás” –dice el Santo Padre”- el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios a través de alguna grieta”. 15 de noviembre de 1972. Audiencia General del Papa en la Sala Vaticana. Pablo VI dedica la casi totalidad de su discurso al tema de la realidad del demonio y a su actuación en la historia pasada y presente de la humanidad. “La realidad evidente de esta nefasta presencia –dice el Papa- aparece señala en muchos pasajes de Nuevo Testamento. San Pablo de llama dios de este mundo (I Cor. 4, 4)… Y que no se trata de un solo demonio, sino de multitud, nos lo indican muchos pasajes evangélicos (Lc. 11,21; Mc. 5, 7
9)… El demonio está en el origen de la primera desgracia de la humidad; él fue el tentador falaz y fatal del primer pecado, el pecado original (Gén. 3; Sab. 1, 24). Desde aquella caída de Adán, adquirió un cierto dominio sobre el hombre, del que sólo la Redención de Cristo nos puede liberar… Es el homicida desde el principio… y padre de la mentira, como lo define Cristo (Jn. 8, 44-45)”. En ambas ocasiones, el Papa recuerda a los cristianos algunos principios del dogma católico sobre la existencia del demonio, tal como la Iglesia los ha enseñado desde el principio.
EL DEMONIO EN LA VIDA DE LOS SANTOS San Jerónimo en su carta a Eustoquio cuenta lo siguiente: “Mi querido amigo, voy a comunicarte cuál es mi aflicción y el estado a que el demonio quiere reducirme. ¡Cuántas veces, en esta vasta soledad de los ardores del sol hace insoportable, cuántas veces han venido a asaltarme los placeres de Roma! El dolor y la amargura de que está llena mi alma, me hacen derramar noche y día torrentes de lágrimas. Voy a ocultarme en los lugares más reservados para combatir mis tentaciones y llorar mis pecados… En este desierto, al cual yo me eh condenado para evitar el infierno, entre estas grutas sombrías donde sólo me acompañan escorpiones y bestias feroces, a pesar de todos los horrores de que estoy rodeado y atemorizado, mi espíritu abrasa en impuro fuego a mi cuerpo muerto ya antes que yo; aun el demonio se atreve a ofrecerme placeres para deleitarse… ¡Ayúdame, amigo querido, con el auxilio de tus oraciones a fin de que sea yo más fuerte para rechazar al demonio, que ha jurado mi eterna perdición!” (Ad. Eustoquium, Epist. 22)
8
La vida de los santos nos pone de manifiesto la necesidad de la perseverancia en la lucha contra el demonio, porque quien persevere, como nos dice Jesús, vencerá (Mt. 10, 22). Así lo vemos en San Agustín: “Mientras San Agustín vivió en el desorden, ni se dio cuenta de lo que era ser tentado. Nos cuenta él mismo de que se creía en paz; pero desde el momento que quiso volver la espalda al demonio, fue preciso luchar con el maligno espíritu hasta rendirse de fatiga: lo cual duró nada menos que cinco años… „Batíame con él, dice, en medio de las ligaduras que me sujetaban. Hoy salía victorioso, y mañana estaba otra vez vencido. Aquella lucha dura y porfiada duró cinco años. Sin embargo, nos dice, hízome Dios la gracia de que saliese vencedor de mi enemigo”(San Juan María Vianney, Sermones escogidos, Primer domingo de Cuaresma, pág. 113). La tentación del demonio desaparece progresivamente en aquéllos que viven en pecado y no hacen nada por salir de él: ya están bajo su influjo. Pueden llegar a perder el sentido del pecado; es la peor de las situaciones. En este sentido, traemos aquí el siguiente relato, que San Juan María Vianney atribuye a San Francisco de Asís: “Cuéntase en la historia de San Francisco de Asís que estaba reunido con sus religiosos en un gran campo donde habían construido unas casitas de junco. Viendo San Francisco que hacían tan extraordinarias penitencias, ordenóles que trajeran todos sus instrumentos de mortificación… Había allí, en dicha ocasión, un joven a quien Dios concedió se le hiciese visible su ángel de la guarda: por un lado veía a aquellos buenos religiosos que no podrían saciarse en su afán de penitencias; por otro lado, su ángel de la guarda hízole ver una reunión de muchos demonios que estaban deliberando acerca de cómo podrían vencer a 9
aquellos religiosos con tentaciones. Hubo uno de ellos que dijo: “Vosotros no lo comprendéis, esos religiosos son tan humildes, ¡ah! ¡Hermosa virtud!, tan desprendidos de sí mismos, tan unidos a Dios; tienen un superior que les guía tan bien que resulta imposible poderlos vencer; esperemos a que muera el superior y entonces procuraremos la entrada de jóvenes sin vocación que introducirán el relajamiento, y, por este medio, serán nuestros”. Un poco más lejos, al entrar en la ciudad, vio a un demonio solo sentado sobre las puertas de la misma para tentar a los que estaban dentro. Aquél santo preguntó a su ángel de la guarda: “¿Por qué motivo para tentar a los religiosos había tantos demonios, mientras que para tentar a una ciudad entera había tan sólo uno y aún estaba sentado?”. Contestóle el ángel bueno que aquellas gentes no necesitaban ser tentadas, pues ya se portaban mal por su propia iniciativa e impulso; mientras que los religiosos obraban el bien a pesar de todos los lazos y de los combates a que el demonio los provocase” (Sermones escogidos Primer Domingo de Cuaresma, Neblí Madrid 1957 pág. 110-111). San Juan de la Cruz analiza con las siguientes palabras la actitud del demonio respecto de quienes caminan por la empinada senda de la perfección: “El demonio y la propia fantasía muy ordinariamente hacen trampantojos al alma, y como con tanto gusto suele imprimir y sugerir el demonio al alma las aprehensiones dichas y sentimientos, con grande facilidad la embelesa y engaña, no teniendo ella cautela para resignarse y defenderse fuertemente en la fe de estas visiones y sentimientos. Porque aquí hace el demonio a muchos creer visiones vanas y profecías falsas; aquí en este puesto les procura hacer presumir que habla Dios y los santos con ellos…; aquí les suele llenar el demonio de presunción y soberbia y, atraídos de la vanidad y arrogancia, se dejan ser vistos en actos exteriores que parezcan de santidad, como 10
son arrobamientos y otras apariencias. Hácense así atrevidos a Dios, perdiendo el santo temor, que es llave y custodia de todas las virtudes. Y tantas falsedades y engaños suelen multiplicarse en algunos de éstos, y tanto se envejece en ellos, que es muy dudosa la vuelta de ellos al camino puro de la virtud y verdadero espíritu” (Noche obscura II, 2, 3). Uno de los santos que más ha experimentado en su vida la actividad del demonio ha sido el Cura de Ars. En una de sus biografías leemos lo siguiente: “Para Mosén Vianney, el demonio se manifestaba como una presencia que lo importunaba, que intentaba cansarlo en su pesca de las almas y hacer la vida imposible por un exceso de fatiga y de angustia. El demonio acudía, sobre todo, en la víspera de los días en que el Cura de Ars había de recibir en su confesionario un alma particularmente cargada de pecados… Aquello sucedía por la noche; Mosén Vianney se había acostado después de una breve lectura de la „Vida de los Santos‟. El sueño tardaba: Mosén Vianney nunca había dormido mucho. Aquella era la hora de sus sangrientas penitencias, de sus disciplinas expiatorias. Y entonces sobrevenían los ruidos extraños: caían las sillas, se agitaban los muebles, retumbaban martillazos sobre el entarimado, se oían choques repetidos sobre la chimenea, sobre la jarra de agua, sobre la mesa. Una noche sobrevino el zumbido de un enjambre de abejas. Bajo el techo rumoreaba el vuelo de los murciélagos, y otras veces se oían pisadas en el granero durante horas enteras. En ocasiones, era como si una mano rozase el rostro del Santo, „Como si unas ratas le hubiesen corrido por el cuerpo‟. Una vez, el Gavilán (este era el nombre que Mosén Vianney daba al demonio) intentó arrojarlo de la cama tirando de su jergón. Otra vez, el colchón volvióse 11
extremadamente suave, y Mosén Vianney se hundió en él como en un plumón. Mosén Vianney plantaba cara orando: „Yo me vuelvo hacia Dios, me santiguo y dirijo algunas palabras despectivas al demonio‟. (Jean de Fabregues, el Santo Cura de Ars, Rialp Madrid 1957, págs. 225-226). En cuanto a los casos de posesión diabólica, encontramos los siguientes en la obra mencionada anteriormente: “No hemos de referir aquí todos los casos en que Mosén Vianney fue puesto en presencia de casos de posesión demoníaca. Los documentos y los testimonios que nos lo refieren no permiten distinguir en ellos lo que fue verdaderamente presencia del demonio, de lo que el profesor Lhermitte llama „las pseudo-posesiones‟. Y, en todo caso, no nos corresponde hacer esa distinción. Sin embargo, es cierto que quienes le eran llevados en estado de delirio de posesión partían sosegados: tal fue el caso de una maestrita de Aviñón, una mujer que cuando llegó mordía los muros de la Iglesia, y a quien calmó la simple bendición de Mosén Vianney” (pág. 234).
ESTA ESCRITO EN LA BIBLIA Desde los primeros capítulos, la Biblia va presentando diversas acciones del dominio o alude a él. Aparece como aquél que se opone a los hombres de la relación con Dios. Pero no se le presenta propiamente como un principio del mal opuesto a Dios principio del bien; la Biblia no presenta una lucha entre el bien y el mal, sino, más bien, el demonio que trata de opornerse a los planes de Dios y apartar al hombre de El. Pero Dios siempre lleva adelante sus planes, y el hombre triunfa también siempre que se apoya en Dios;
12
más aún, el demonio, vencido ya en la muerte de Cristo, será vencido totalmente al final del mundo. a) Realidad del demonio Los demonios son los ángeles que, no aceptando el plan de Dios creador, fueron destinados “para el juicio del gran día al abismo tenebroso, con cadenas eternas” (Ju. 6). Los ángeles son seres inmateriales, personales, dotados de entendimiento y voluntad perfectísimos, puestos al servicio de Dios (Tob. 5, 5ss; Dan. 10, 4-9; Lc 1, 26ss; etc.). Nada dice la Biblia sobre la acción concreta que determinó el castigo divino a una parte de los ángeles. Santo Tomás dice que la naturaleza de tal acción o pecado fue de soberbia, porque “la naturaleza espiritual no se inclina a los bienes propios del cuerpo, sino a los que pueden hallarse en las cosas espirituales, cuando alguien se aficiona a ellos, no puede haber pecado a menos que en tal afecto no se observe la regla de la subordinación. Pero no someterse a esa regla en lo debido, es precisamente lo que constituye el pecado de soberbia. Por eso el primer pecado del ángel no pudo ser más que el de soberbia” (Summa Theologica I, q. 63 a. 1 ad 4). No sin razón se dice, en el libro de Job, que el demonio “es el rey de todos los hijos de la soberbia” (41, 25). Por tal motivo, el castigo con que Dios afligió a Satanás y a los ángeles rebeldes fue el mayor que podían recibir: arrojados del cielo (Apoc. 12, 7-9), alejados eternamente de Dios. “¿Cómo caíste del cielo, lucero brillante, hijo de la aurora? ¿Echado por tierra el dominador de las naciones? Tú, que decías en tu corazón: Subiré a los cielos; en lo alto sobre las estrellas de Dios, elevaré mi trono; me instalaré en el monte santo, en las profundidades del Aquilón. Subiré sobre la cumbre de las nubes y seré igual al Altísimo. ¡Al sepulcro 13
has bajado, a las profundidades del abismo!” (Is. 14, 12-15). Este abismo es el “fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25, 41), a donde irán también los hombres que no quisieron seguir a Cristo. Es el infierno que, para evitarlo, merece la pena sacrificar cualquier cosa (Mt. 5, 29; 7, 13-14). La realidad del fuego eterno para los condenados se halla afirmada y descrita en diversos lugares del Nuevo Testamento (Lc. 3, 17; Heb. 6, 6-8; Ju. 13; Ap. 14, 9-11; 21, 8; etc.). b) El demonio existirá siempre Como acabamos de ver, el infierno o lugar de los demonios durará siempre. El fuego y su duración, “eterno”, han sido preparados por Dios como castigo para los demonios. Es decir, fuego eterno y demonios son ahora dos realidades íntimamente unidas, de tal forma que la una provoca la otra. En tal sentido abundan diversas expresiones de Jesús en el Evangelio de San Mateo al decir que ese mismo castigo recibirán también los siervos malos que no cumplieron la voluntad de su señor (24, 51), las vírgenes necias que fueron halladas sin el aceite de las buenas obras cuando llegó el Esposo (25, 1ss), los que se presentaron sin el traje de bodas al banquete nupcial (22, 1-14), los que ofendieron gravemente a sus hermanos (5, 22) o no quisieron ayudarles en sus necesidades espirituales y materiales (25, 41ss)… El Evangelio compara el mundo a una era en la que se encuentra el trigo juntamente con la paja hasta el momento en que Dios “tomará en su mano el bieldo y limpiará su era, metiendo después el trigo en su granero y quemando la paja en un fuego inextinguible” (Lc. 3, 17). 14
c) Actividades del demonio Su actividad comenzó a ejercerse desde el primer momento de la humanidad, en el paraíso (Gén. 3, 1-5). Desde entonces, Satanás y sus ángeles luchan contra el hombre justo y tratan de impedir su salvación, le incita a revelarse, como a David, contra los planes divinos (1 Par. 21, 1); le aflige con tentaciones y enfermedades (Job. 1, 6ss); le cubre de la muchedumbre de sus propios pecados acusándole ante Dios (Zac. 3, 1). Su envidia y su maldad crecen conforme se acerca la instauración del Reino de Dios sobre la tierra. Y cuando Cristo se encarnó “para destruir por su muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar aquellos que por el temor de la muerte estaban toda la vida sujetos a servidumbre” (Heb. 2, 14- 15), Satán concentró sus ataques sobre Jesús tratando vanamente de destruir ese dominio divino que sentía inminente (Lc. 11, 20). En primer lugar, le cercó con la triple tentación en el comienzo de su vida pública (Mt. 4, 1-11), luego, viendo que nada podía directamente contra El, inspiró a las autoridades judías el odio a Cristo y el deseo de matarle (Jn. 8, 44). Jesús se enfrenta en su vida con la acción del demonio. La lucha se centra en el encuentro personal de Jesús con los endemoniados (más adelante se habla de la posesión diabólica). Jesús, al curar a los endemoniados, vence a Satán. En su actuación Jesús demuestra tener un poder extraordinario que maravilla a las gentes (Mt. 12, 23) y escandaliza a sus enemigos, que le creen poseso y con poderes del jefe de los demonios (Mc. 3, 22- 30). Jesús manifiesta que su poder es el del “Espíritu de Dios” que vence a los demonios (Mt. 12, 25-28). La lucha de Cristo Jesús con Satán y los demonios se termina con la pasión y muerte del Señor. En este momento la victoria de Cristo se consuma: “El 15
príncipe de este mundo es echado fuera” (Jn. 12, 31). Y la última realización de la Victoria de Cristo está en su Resurrección (I Cor. 15, 20-27) y Ascensión (Mt. 28, 18). Resucitado Jesús, Satán dirige sus acechanzas contra la Iglesia, su Cuerpo Místico. Esta continuidad en la lucha había sido predicha por el Señor (Lc. 22, 31), sobre todo al exponer las parábolas del Reino (Mc. 4, 15; Lc. 8, 12; etc.), y es atestiguada por los escritos apostólicos y la vida de los primeros cristianos (Act. 5, 3; I Cor. 7, 5; II Cor. 2, 11; I Tes. 2, 18; etc.). Particularmente el Apocalipsis describe la vida de la Iglesia con esta visión de lucha. Satanás se ha metido en medio del grupo de las iglesias de Asia (2,9-13) Actúa de diversas formas y siempre para seducir a los cristianos e impedir el Reino de Dios (8, 11; 9, 3-19); se oculta bajo los signos del poder temporal, de la ambición, de la riqueza, de la falsa religión (13, 1-17). Este tiempo de lucha es una concesión de Dios (13, 7); los cristianos salen triunfantes de la lucha, más purificados. Satán es impotente ante el poder de Dios y será derrotado por la Victoria del Cordero y de su esposa La Iglesia (18-22). Mientras llega esta victoria, el cristiano debe vigilar (I Pet. 5,8), combatir vestido con la armadura de Dios (Ef. 6,10), confiado en que Dios no permitirá que sea tentado sobre las propias fuerzas, sino que con la tentación le dará el modo de poderla resistir con éxito (I Cor. 10, 13) (Cfr. García Rodríguez, “Demonio” I, n, 4 en gran Enciclopedia Rialp, tomo 7, pág. 387).
LA IGLESIA PRIMITIVA Los Padres de la Iglesia pusieron de relieve la soberbia como algo propio del demonio, por eso “un gran remedio para la salud del alma es la humildad, ya que Satanás no fue arrojado del cielo por libertinaje o adulterio o robo, sino que 16
fue la soberbia lo que le precipitó a las partes inferiores del abismo” (San Atanasio, De Virginitate 5). San Agustín, al hablar del estado de los ángeles buenos y de los ángeles caídos, dice: “los unos permanecen inquebrantablemente fieles en el bien común a todos, que es Dios mismo, y en su eternidad, verdad y amor; los otros, al contrario, orgullosos de su poder, como si fueran para sí mismos el propio bien, se han apartado del Bien supremo común y beatificante, y se han vuelto hacia sí mismos; y hechos soberbios, engañosos y envidiosos, han tomado su impertinente soberbia por sublime eternidad, su artificioso engaño por segurísima verdad y sus deseos particularmente por amor puro. La bienaventuranzas de los unos se funda, pues, en el amor abnegado de Dios; y la causa de la desgracia de los otros en lo contrario, el haberse apartado de Dios. Con razón, pues, se dice de los uno que son bienaventurados, pues están unidos con Dios, y de los otros, que son desventurados pues están apartados de Dios” (De Civitate Dei, 12, 1). La Soberbia lleva al demonio a envidiar la situación del hombre redimido por Cristo y a tratar de seducirlo. “Habiendo perdido completamente su grandiosa situación a causa de su orgullo, se enfurece al ver que el hombre ha sido redimido por la misericordia de Dios, y que se le han atribuido dones y gracias por él perdidos” (San León Magno, Sermón 48, Sec. 2). “El diablo convertido en recipientes de toda maldad, adquirió también la enfermedad de la envidia y envidiaba nuestro honor. No pudo tolerar nuestra vida dichosa en el paraíso” (San Basilio, Sermón 15, Sec. 8). “Siendo un ángel apóstata, no alcanzar su poder más que a seducir y apartar el espíritu humano para que viole los preceptos de Dios, oscureciendo poco a poco el corazón de aquéllos que tratarían de servirle, con el propósito de que olviden al 17
verdadero Dios, sirviéndole a él como si fuera Dios. Esto es lo que descubre su obra desde el principio” (San Ireneo, Adversus haereses, 5, 24, 3). Tan presentes tenía la primitiva Iglesia estas ideas, que ya en el siglo II se escribía: “Cuando te sobrevenga un arrebato de ira o un sentimiento de amargura, entiende que él está contigo. Y lo mismo hay que decir de un deseo de derramarte en muchas acciones, de la preciosidad y abundancia de comidas y bebidas…, y del mucho boato de soberbia y altanería y, en fin, de todo en cuanto a estas cosas se acerca y asemeja. Siempre, pues, que cualquiera de estas cosas subiere a tu corazón, entiende que el ángel de la maldad está contigo” (Pastor de Hermas, Mandato 6, 2,5). El demonio nada puede por sí mismo; si tienta a los hombres, es por permisión divina. “Tienta Satanás, dicen San Agustín, no por su poder sino con permiso del Señor, bien para castigar a los hombres por sus pecado, bien para probarlos y ejercitarlos según su misericordia” (De Sermone Domini in monte, 2, 9, 34).
LA FE DE LA IGLESIA El I Concilio de Braga (a. 561), en Portugal, frente a la idea de maniqueos y priscilianistas de que el demonio era sustancialmente malo, existiendo junto a Dios en lucha de igualdad, que había hecho en el mundo algunas criaturas y que por su propia autoridad sigue produciendo los truenos, los rayos, las tormentas y las sequías, pronunció esta sentencia: “Si alguno dice que el diablo no fue primero un ángel bueno hecho por Dios, sino que dice que emergió de las tinieblas y que no tiene autor alguno de sí, sino que él mismo es el principio y sustancia del mal, como dijeron Maniqueo y Prisciliano, sea anatema” (Denz. 457, 458).
18
Como perviviesen estos errores en la Edad Media, Inocencio III Propuso una profesión de fe (18 dic. 1208) a Durando de Huesca y compañeros valdenses en la que se dice: “Creemos que el diablo se hizo malo no por naturaleza, sino por voluntad libre” (Denz. 797). Poco después el Concilio IV de Letrán (a. 1215) enseña que “el diablo y demás demonios por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismos, se hicieron malos” (Denz. 800). En la intención del Concilio se destaca la afirmación de que Dios es “un solo principio de todas las cosas”; por tanto, El creó todos los espíritus y los creó buenos. LA POSESIÓN DIABÓLICA La conciencia de la intervención diabólica en la vida de las personas se ha expresado muchas veces, en el sentir popular, con la consabida frase “parece que tienes el demonio en el cuerpo”. Y es que, efectivamente, la posesión diabólica, distinta de la obsesión y de la tentación, se caracteriza por la presencia del demonio en el cuerpo del poseso y los consiguientes actos, en el poseso, de inhibición síquica y de agitación física. El demonio tiene un poder enorme de tentar y reducir a los hombres dentro de límites vienen impuestos por el mismo Dios a quien el demonio está sometido, porque Dios no permite intervenciones del diablo sin mirar el bien de las personas, aunque se dan casos de obstinación en el mal que determinan libremente la posesión, permitiéndola Dios en acto de respeto a la libertad obstinada. a) Posesos o Psicópatas La mayor dificultad es el diagnóstico. La civilización cristiana de los siglos pasados arrancando de remota raíces, ha estado invadida en ciertos momentos por el “problema de 19
Satán”. Una selva de literatura de procesos a “endemoniados” da testimonio fehaciente de la vivencia del problema que, además, es común a todas las religiones antiguas. Las perturbaciones del espíritu, antes de tomarlas como expresión de una influencia demoníaca, deben someterse a un delicado estudio. El desequilibrio de las funciones psíquicas puede descifrarse ordinariamente sin necesidad de recurrir a causas de orden superior. La misma actitud de la Iglesia, según dice el Ritual de los Exorcismos, se inclina por unos criterios sumamente prudentes: “No se tome a nadie con facilidad por poseso, examínense con diligencia los síntomas”. Referente a los datos del Evangelio, no permiten a un católico, ni a un historiador atento, el pensar que Jesús, ante los endemoniados, se acomodara a la ignorancia y a los prejuicios de sus contemporáneos; se trata de una doctrina a transmitir y una misión a cumplir, la del Hombre-Dios, que vino a “quitar el pecado del mundo” y a “destruir la obra del diablo”. Pero veamos qué nos dice el Evangelio sobre el tema. b) Los endemoniados del Evangelio Aparecen, por un lado, descripciones de casos de endemoniados y, por otro, la acción de Jesús sobre los mismos, librándolos del poder de Satán- A sus discípulos les concede el poder de expulsar el demonio de los posesos, diferente al de curar enfermedades: “Volvieron los setentidós llenos de alegría diciendo: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. El les dijo: veía yo a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc. 10, 17-18).
20
“Los posesos de los demonios son hombres (una sola vez hablan los Evangelios de posesión de animales en Mc. 5, 12), en los que se producen unos efectos externos manifestadores de la posesión diabólica: mudez, sordera, ceguera, locura, apoplejía o enfermedades en general (cfr. p. ej., Mt. 9, 32; 12, 22; Lc. 7, Lc.; 13, 11; etc.). En Act. 16, 16, se produce en el poseso el don de adivinación. Los posesos pueden volverse contra otros hombres acometerles, etc. (Mc. 5,5). A veces son muchos demonios los que poseen a un hombre (Mc. 5,9). La posesión diabólica se traduce ordinariamente en una enfermedad. De aquí que la posesión y la enfermedad aparezcan confundidas y que se hable de “curar” a endemoniados (cfr. Mt. 17, 15. 18; Lc. 6,18). Hay que tener en cuenta que en la mentalidad de entonces la enfermedad era algo originado por el pecado y por el demonio. Y un poder superior al del diablo. Jesús, al curar a los endemoniados y a los enfermos, vence a Satanás” (García Rodríguez, ibid.). c) Causas de la posesión diabólica De ordinario, la posesión diabólica no se verifica más que en los pecadores, y, precisamente, en castigo de sus pecados; pero caben excepciones en las que la posesión diabólica desempeña un papel de prueba purificadora; tal ocurrió con el piadoso P. Surín, que, mientras exorcizaba a las Ursulinas de Loudun, quedó poseso él mismo, permaneciendo en esa situación durante doce años (cfr. Royo Marín, Teología de la Perfección Cristiana, Pág. 322). La posesión está siempre regulada por la permisión del mismo Dios, porque si los demonios anduviesen sueltos, posiblemente, todo el mundo estaría endemoniado; pero Dios los contiene y actúan en la medida y ocasiones en que su 21
providencia se lo permite. Es difícil, en la práctica, señalar la razón y los fines de una determinada posesión diabólica. En muchos casos, es un secreto que Dios se reserva como parte del misterio de su infinita misericordia y justicia. Señalamos a continuación las principales causas a que suele obedecer: La petición voluntaria. Por extraño que pueda resultar, se han dado casos de esta insólita petición con finalidades muy diversas. Cuenta Sulpicio Severo que un hombre virtuoso, que ejercía sobre los demonios un maravilloso poder, tentado por un sentimiento de vanagloria, pidió a Dios que le entregará por cinco meses al poder del demonio para sentirse solidario con los que él había curado otras veces. Al instante, el diablo se apoderó de él y se hizo padecer durante cinco meses consecutivos todas las torturas de la posesión. Al final de los cuales, fue liberado no solamente de la posesión diabólica sino de lo que valía aún más. De todo sentimiento de vanagloria. Escarmentó de una vez por todas. Otras veces, esta petición se le puede formular ingenuamente a Dios con una buena intención, el pretexto de padecer por Cristo. Cualquiera reconoce lo insensato de esta petición y no puede alegarse el ejemplo de algunos santos, que, en estos y semejantes casos, son inspirados a seguir por caminos no comunes. Es más frecuente la petición que se dirige al demonio mismo, con el que se establece una especie de pacto a cambio de alguna ventaja material, con frecuencia de índole pecaminosa. Ya se entiende lo arriesgado de esta determinación por las consecuencias que tiene en esta vida y de cara a la salvación eterna. El castigo del pecado. Dios quiere que todos los hombres se salve y por caminos que podríamos llamar ordinarios: el 22
cumplimiento de los mandamientos, de los deberes de estado, la realización llena de entrega del propio deber, llevar con alegría las contrariedades de la vida, el arrepentimiento constante de los pecados personales. Pero, a veces, somos tan obstinados que nos empeñamos en ir por la senda ancha que lleva a la perdición: soberbia, orgullo, sensualidad, placeres, etc. Dios llama una y mil veces al corazón del pecador esperando, como en la parábola, el retorno del hijo pródigo a la casa paterna. Y algunos, hasta que no se encuentran totalmente esclavizados, no caen en la cuenta del encadenamiento de los pecados. Un gran especialista en la materia, Thyrée, señala el rechazo de la fe, la soberbia, los excesos de la lujuria y, en general, todos los pecados capitales como causa de la posesión; añade, además, la persecución de los siervos de Dios, las violencias de la cólera, el desprecio de Dios. La providencia de Dios para purificar a una persona buena. Aunque raras veces, se han dado casos en que Dios ha permitido la posesión para santificar y purificar más a alguna persona que quiere servirle y amarle con todas las fuerzas. No es de temer la posesión por permisión divina, porque justo es Dios que sabe muy bien de las fuerzas de cada uno y de las gracias con que acompaña a sus hijos en cualquiera de las pruebas. Recuerdo, hace muchos años, a aquellos recios pescadores que, sin una aparente compasión, lanzaban al mar, desde las bolicheras, a sus hijos apenas cumplidos los tres años. Aquellos padres los que pretendían era sacar, como se dice, unos verdaderos “lobos de mar”, aunque fuese a costa del 23
susto y de la agonía momentánea del pequeño, que no entendía el por qué del remojón intempestivo. Los caminos de Dios son muchas veces ininteligibles para nosotros a causa de nuestra limitación. Nos ha revelado que existe el infierno, que el demonio es el mayor enemigo del hombre, y permite, para el bien de todos, algunas pruebas irrefutables, entre ellas, la posesión, inclusive, de sus elegidos, para que su sacrificio temporal y pasajero sea como una vacuna preventiva de los males eternos a que estamos expuestos, si no nos arrepentimos a tiempo de nuestros desvaríos.
EL EXORCISMO Suele llamarse exorcismo al conjuro, efectuado en nombre de Dios, para alejar el demonio de cualquier lugar, objeto o persona. Jesucristo ha venido para destruir las obras del diablo (I Jn. 3, 8). Y en la polémica con los fariseos ofrece como una de las pruebas de su mesianidad los exorcismos que El realiza (Lc. 11, 14- 23). “Entre los exorcismos más relevantes efectuados por Jesucristo se hallan los siguientes: la liberación de un poseso ciego y mudo, que dio ocasión a los fariseos a atribuir el poder de Jesús a Beelcebú; postura que Jesús calificó como blasfemia contra el Espíritu Santo, aprovechando la ocasión para demostrar que los exorcismos eran signo de la llegada del Reino de Dios (Mt. 12, 22-32); los endemoniados de Gerasa, que aparecen furiosos viviendo en los sepulcros, a cuyos demonios permitió Jesús entrar en una piara de cerdos (Mt. 8, 28-32); la expulsión de un demonio de un poseso mudo, ante cuyo efecto, admiradas las multitudes le alabaron, mientras los fariseos decían que por arte del príncipe de los demonios los 24
arrojaba (Mt. 9, 32-34); la liberación de la posesión demoniaca de la hija de la cananea, gracia que el Señor otorgó a esta mujer por su profunda fe (Mt. 15, 21-28); la del joven lunático poseso, cuyo demonio no habían podido expeler sus discípulos a causa de la falta de fe viva, de oración y de ayuno (Mt. 17, 1421); la curación del poseso de Cafarnaúm cuyo demonio reconoce que Cristo es el Santo de Dios (Mc. 1, 23-27). El Señor concedió este mismo poder a los Apóstoles (Mt. 1, 8), a los setenta y dos discípulos (Lc. 10, 17-20), y lo otorgó como carisma permanente a su Iglesia, y signo, junto con los milagros, de la realidad sobrenatural de la misma (Mc. 16, 17). Desde entonces utilizarán casi siempre los discípulos el nombre de Jesús para arrojar los demonios (Mt. 7, 22; Mc. 9, 38ss). Los hechos de los Apóstoles narran varios exorcismos efectuados por San Pablo. En la ciudad de Filipos arrojó de una joven posesa al nefasto demonio con estas palabras: “Yo te mando, en nombre de Jesucristo, salir de ella” (Act. 16, 18) (Massó, “Exorcismo” en Gran Enciclopedia Rialp, T. 9, pág. 654).
La Iglesia usa el exorcismo. La Iglesia ha instituido para los exorcismos unos ritos litúrgicos que, realizados por persona legítimamente facultada, tienen una eficacia especial para alejar de hombres, animales y cosas los efectos demoníacos. Constan de una invocación a Dios por medio de Cristo y del gesto de la imposición de las manos, insuflación o asignación con la cruz. Existen dos clases de exorcismos: los que forman parte de los ritos preliminares del bautismo, que son realizados por el ministro ordinario, sacerdote o diácono; y los referentes a los casas de posesión u obsesión diabólica, exorcismo en sentido estricto, que están reservados únicamente a sacerdotes
25
experimentados, que han de seguir las nomas del Ritual Romano y siempre con la autorización expresa del obispo. Tratándose de exorcismos sobre los bautizados hay que decir que son plenamente justificados, aunque no se trate de posesiones diabólicas propiamente dichas. El exorcismo en este caso tiene el sentido de una oración de la Iglesia para obtener de Dios, a favor del bautizado, gracias actuales de varios géneros; para el catecúmeno tiene la misión de impetrar gracias que lo disponga a recibir con mayor fruto posible el bautismo, que tiene también como efecto librar al hombre de la esclavitud de santanas; además, ahí puede tenerse en cuenta el valor de catequesis que lleva consigo el exorcismo. También son justificados los exorcismos sobre cosas infrahumanos, incluso inorgánicas, porque el influjo diabólico sobre ellas, con vista a dañar al hombre, puede ser significado de una oración de Dios a fin de que impida que el influjo diabólico se sirva de tales cosas para conducir o tener al hombre en pecado, para que los proteja del influjo diabólico y los disponga siempre mejor a la acción divina de la gracia santificante.
Y QUE HACEN LOS ANGELES BUENOS De cuanto llevamos a dicho hasta ahora pudiera pensarse, tal vez, que, frente a la intensa actividad de los demonios, los Ángeles (así suele reconocerse sin más a los Ángeles buenos) Se batieron en retirada. Y no es así. Los Ángeles realizan también una intensa actividad. Ellos están en la presencia de Dios alabándole y participando de su eterna felicidad (Cfr.Is. 6,2-3; Dan 7,10; Lc. 12, 8; Apoc. 5,11); Son los enviados (este es el significado de la palabra “ángel”) de Dios para cumplir diversas misiones junto a los hombres. 26
En este último sentido vemos a Rafael que acompaña a Tobías hasta su matrimonio con Sara, y cura luego la ceguera del padre anciano (cfr. T ob. 6 y 11); Pedro, libre de la cárcel, encaminado por un Ángel a la casa de la madre de Marcos ( Act. 12, 7ss); Moisés recibe este aviso del Seños: “Yo mandare un Ángel delante de ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto” (Ex. 23 20); y, asi en numerosos pasajes de la Biblia. Los ángeles buenos y malos, fieles e infieles fueron creados por Dios (Cfr. Col. 1, 16; Pablo VI, El credo del Pueblo de Dios, n. 2), adornados con la gracia santificante y elevada al orden sobrenatural. Los que se rebelaron contra Dios, los demonios, en castigo de su pecado, fueron condenados al infierno, pidieron la gracia y perdieron a Dios y el cielo. Los Ángeles permanecieron fieles y poseen los dones naturales y sobrenaturales con que fueron creados.
EL ANGEL DE LA GUARDA Junto a la intervención de los Ángeles en acontecimientos singulares de la historia humana, se da siempre otra continua asistencia, sin aparato sensible, en la vida personal de los hombres. La existencia del Ángel de la guarda o de los Ángeles Custodios es una verdad, continuamente profesada por la Iglesia, que forma parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina del pueblo cristiano. Estos Ángeles, explica el catecismo del concilio de Trento, “no han sido enviados solamente en algún caso particular, sino que han sido designados desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y constituidos para defensa de la salvación de cada uno de los hombres” (parte IV, cap. IX, n. 6). 27
Jesucristo mismo dijo a sus discípulos: “Mirad que no despreciéis a alguno de estos de estos de pequeñuelos, porque os hago saber que sus Ángeles en los cielos están siempre viendo el rostro de mi padre celestial” (Mt. 18, 10). Y comenta San Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas, cuando cada unos de ellas, desde el momento de nacer, tiene un Ángel destinado para su custodia”. En el Pastor de Hermas, uno de los más antiguos documentos de la Iglesia, se afirma: “Dos ángeles hay en cada hombre: uno de la justicia y otro de la maldad…El Ángel de la justicia es delicado y vergonzoso, manso y tranquilo. Asi, pues, cuando subiera a tu corazón este Ángel, al punto se podrá a hablar contigo sobre la justicia, la castidad, la santidad, la mortificación, y sobre toda obra justa y toda virtud gloriosa. Cuando todas estas cosas subieren a tu corazón, entiende que el Ángel de la justicia está contigo” (1. C.).
PARA QUE UN ANGEL DE LA GUARDIA Dios puede prescindir ciertamente de los ángeles en el gobierno amoroso y paternal de los hombres, pero ha querido dar a los Ángeles de la Guardia la misión de cooperar en el plan de su Providencia sobre nosotros. “Porque asi como los padres, cuando los hijos precisan viajar por caminos malos y peligrosos, hacen que les acompañen personas que les cuiden y defiendan de los peligros, de igual manera nuestro Padre celestial, en este viaje que emprendemos para la celeste Patria, a cada uno de nosotros nos da Ángeles para que, fortificados con su poder y auxilio, nos libremos de los lazos furtivamente preparados de nuestros enemigos, y rechacemos las terribles acometidas que nos hacen; y para que con tales guías sigamos por el recto camino, sin que ningún error interpuesto del camino que 28
conduce al Cielo” (Catecismo del Concilio Trento, parte IV, cap. IX, n. 4). También prestan los Ángeles Custodios servicios materiales, cuando esto es conveniente para la salvación de las almas. “Te pasmas porque tu Ángel Custodia te ha hecho servicios potentes. _ Y no debías pasmarte: para eso es lo coloco el Señor junto a ti” (Camino, n. 565). A pesar de la gran perfección de su naturaleza espiritual, elevada perfectísimamente al orden de la gracia, Los Ángeles no tienen el poder de Dios ni su sabiduría infinita. Como explica Santo Tomas, no puedes leer en el interior de las conciencias (o. c., I, 57, 4 ad 3). Es preciso, por tanto, que les demos a conocer de algún modo nuestras necesidades. “Ten confianza con tu Ángel Custodio. _Trátalo como un extrañable amigo _lo es_ y el sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios de cada día” (Camino, n. 562).
ANGELES DE LAS COMUNIDADES SOCIALES “Es opinión de común de los teólogos, sólidamente fundada en la Sagrada Escritura, en los escritos de los Santos Padres y en la liturgia de la iglesia, la creencia de que los Ángeles Custodios no solo cuidan de cada alma en particular, sino que extiende su patrocino a los cuerpos sociales _ países, corporaciones, ciudades, personas morales, etc._,velando para que los lazos que unen a sus miembros no los aparten de la felicidad eterna, y para los fines corporativos de las distintas comunidades eclesiales, aun de aquellas nacidas para la consecución de un bien natural, se encaminen a ultimo termino al fin sobrenatural común a todos que es Dios” (Cuestiones y respuestas, pág. 115.) 29
SEAMOS CONSECUENTES De cuanto se ha dicho queden claras varias conclusiones a tener en cuenta: 1. Dios creó a los ángeles; unos permanecieron fieles (Ángeles), otros se rebelaron contra Dios y fueron castigados eternamente (demonio). 2. La existencia del demonio es una verdad de fe que los católicos tenemos obligación de creer. 3. Es doctrina admitida comúnmente en la Iglesia que todo hombre posee en ángel de la guarda que ayuda al hombre tanto en lo espiritual como en lo material. 4. El demonio, lleno de soberbia y envidia, es enemigo de Dios y trata de conseguir la perdición eterna de los hombres. 5. De diversas maneras tienta el demonio a los hombres para hacerlos perder la gracia de Dios y permanecer en el pecado y la maldad. 6. Es posible la posesión diabólica, motivada por diversas causas. 7. Los cristianos tenemos a mano auxilios sobrenaturales para vencer en la lucha contra el demonio.
ALGUNAS RECOMENDACIONES 30
No quisiera terminar sin hacer algunas recomendaciones que pudieran servir al lector en relación con todo este tema del demonio. 1. Ser prudentes: Ser sensatos Sabemos que el demonio es malo y que busca nuestra perdición porque odia a Dios. Entonces, no queremos ningún trato con él. ¿Acaso aceptaríamos la compañía de un perro rabioso o de una víbora? Es San Agustín quien comenta que el demonio, desde la muerte de Jesús en la Cruz, es como un perro rabioso, pero atado con cadena corta; puede ladrar, puede intentar morder, pero solo morderá a quienes imprudentemente se pongan a su alcance. Debemos huir de el y de sus tentaciones. 2. Vigilar y Ordenar Este es el consejo de un Cristo Jesús, de los Apóstoles, de los Santos y de toda persona que es eficaz en la lucha contra el demonio. 3. Confesión y Eucaristía Vivir en pecado mortal es como estar atado con una cadena cuyo extremo está en el infierno, porque el que muere en pecado mortal ciertamente se condena. Pero la confesión sacramental no solo sirve para romper esa cadena y devolvernos la gracia de Dios, sino que además es un sacramento que ayuda eficazmente para vencer al demonio y sus tentaciones. Todos los santos han practicado la confesión frecuente. Es cuando a la Sagrada Eucaristía, es evidente que si recibimos debidamente a Cristo Jesús, si estamos con Dios, tendremos la mejor ayuda para luchar diaria contra el mal, por 31
que El es la misma santidad y nos quiere para el cielo. La comunión frecuente nos fortalece para la lucha diaria contra el maligno. 4. Devoción a la Virgen Nuestro Señora
Un niño se siente seguro en brazos de su madre. Vive tu filialmente en el regazo de tu Madre del cielo y estarás seguro. Ella es nuestro Refugio y Fortaleza; es nuestra Madre de Misericordia. Rézale, invócale, suplícale, Te escuchara y te protegerá amorosamente. El Santo Cura de Ars, tan combatido por el demonio, nos cuenta que un día el demonio, señalando una imagen de la Santísima Virgen, le dijo: “si no fuera Ella, ya serias mío”. 5. La Santa Cruz No olvides que el demonio huye de la Santa Cruz, Lleva un crucifijo contigo, pero llévalo dignamente y con devoción, y bésalo en ciertas ocasiones. Haz la señal de la cruz cada día y repítela durante tu jornada. Recuerda que con la Santa Cruz Cristo Jesús no ha redimido de la esclavitud del demonio y con la Santa Cruz te marcaron el día de tu bautismo al hacerte libre del demonio e hijo de Dios. 6. Devoción a los Ángeles Custodios Los cristianos hemos de practicar y difundir la devoción a los Santos Ángeles Custodios, de tanta raigambre en la Iglesia; para que el Ángel Custodio, que nos acompaña siempre, contribuya a mantener en todas nuestras acciones la unidad de vida, nos proteja, interceda por nosotros, y sea siempre el mas poderoso aliado en la tarea de nuestras santificación personal y 32
en el apostolado. Invócale todos los días con las oraciones que, tal vez, sepas; encomiéndale todas tus preocupaciones., 7. El agua bendita Ha sido tradicional entre los cristianos el uso del agua bendita como medio para protegerse del demonio; asi, el santiguarse con agua bendita antes de acostarse o en momentos de tentación.
Consultas sobre el tema:
[email protected]
33