n
sente obra de Jaime Huenún profundiza poéticamente en la hi s on* La ^^ h e y mestiza del país, configurando un despliegue despliegue de voces voces y Ve nt ura s en las que se cruzan lo s cantos y rela tos ancestrales, la crónica, d eSstimonio y el relevamiento de fuentes documentales y de archivo referidas a las sociedades indígenas de Chile. De este modo, las temáticas abordadas en el libro (el viaje, el regreso a los orígenes, la nomadía, los trabajos de conquista y resistencia, el amor, la muerte, la naturaleza como nrnrr.n fícirfícir-O Oy rr.prafícirn ríe lac nerinpri as hu manas v pl
Reducciones
cultural) cultural) fluyen como ríos oscuros, pero iluminados por el lenguaje que estaciona en los sueños, las narraciones familiares, los documentos de archivo y un despliegue de imágenes en que tanto el realismo poético cosno el delirio visionario se imbrican para unir canto y relato, relato, letra y voz. memoria e historia, visión y documento.
Jaime Jai me Luis Lui s Huen Hu enún ún
Bpj
"El resultado -como señal a Sergio Mansilla - es una polifonía polifonía y una heterogeneidad cultural (y psíquica) siempre en proceso, proceso, plástica ame la mutabilidad constante de las r e l a c i o n e s de.poder y de la eficacia de los modelos inter e intraculturales; (...) poesía que viaja a contracorriente por el río turbio de la historia, hurgando en los residuos y sedimentos que yacen inmovilizados en su lecho”.
C c
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789560 003942
Jaim e Luis L uis Hue nún Val div ia, 196 7
Realizó estudios de Pedagogía en Castellano y es actualmente. profesor en la carrera de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales. Entre las distinciones más importantes que ha recibido están el Premio de poesía "El joven Neruda” , otorgado por la Ilustre Municipalidad de Temuco en 1999; el. Premio de Honor entregado por la Ilustre Municipalidad de Santiago al libro Ceremonias (2000); en 2003 , el Premio de poesía “Pablo Neruda” , otorgado por la Fundación Neruda, y la Beca Guggenheim, asignada por la Fundación homónima en 2005.
Jai me Luis Hu enú n
Reducciones
Lom PALABRA DE LA LENGUA YÁMANAQUE SIGNIFICA
Sol
Huenún, Jaime Luis 1967Reducciones [texto impreso]/Ja ime Luis Huenún. - I aed .- Santiago: LOM ediciones; 2012.19 0 p.: 16x21 cm. (Colección Entre Mares) i s b n : 978-956-00-0394-2 1. Poesías Chilenas I. Título. II. Serie Dewey: Ch86i - cdd 21 Cutter: H887r fuente:
Age ncia Cat alcg ráfi ca Chilena
A Els a M ar ib el (el a mo r, el t iem po , la pa tr ia nó ma da ). A M ari el , G ui lle rm o y Se ba st iá n (los hi jos qu e s os tie ne n m i p ala bra ). A Ma til de Hu en ún (n ut ric ia r aíz no na ge na ria ). A Ren é y Ma ría Lu isa (los pa dre s a tiz an do la me mo ria ). A Ma uri ci o, Eu ge ni a y Ma rg ar ita (fr at ern os en la Ci ud ad de la s Sir en as) . A Da nie l, Fr an ci sca , Cr ist in a, M ari na , Lu isa , J ua ni ta y M ón ica (se m br an do en la Gran T ierra del Sur). A Ro be rt a Ba ci c ( ind ele ble en la am ist ad sag rad a).
© LOM EDICIONES Primera edición, 2012 i s b n : 978-956-00-0394-2 r pi
:
224.981
Motivo de portada: Longho Williche. Fotografía atribuida a Hugo Rasmussen, 1908. Archivo fotográfico. Sección Antropológica. Museo Nacional de Historia Natural, Santiago de Chile. Tomado del libro En los confines de Trengtreng y Kaihai, LOM ediciones, 1994. DISEÑO, EDICIÓN Y COMPOSICIÓN
LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago : (56-2) 688 52 73 I f a x : (56-2) 696 63 88 | www.lom.cl
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Tipografía: Karmina IMPRESO EN LOS TALLERES DE LOM
Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiag o de Chile
Reducciones
¿Cheú kam ta tuquimn pú peñi? ¿Cheu kam ta tuquimn pú peñi? Mari, mari ulmn ulmn ema, Tiva Senañ Saweñ kawiñ Tiva Senañ tami llahuiñ. Tivu naqeai tamn koSaq em. Dladkiaimi tivu tañ i mapu.
¿Dónde habéis estado, hermanos? ¿Dónde habéis estado, hermanos? Buenos días., señores ricos este es mi lugar floreciente, estos son mis frutos. Aq uí cae rán vu es tro s c an tos . Te entristecerás aquí en mi tierra. (Collag de Elias Necul, 1887)
Los archivo s de la niebla (notas para leer Reducciones de Jaime Luis Huenún )1
qué me dices, Salazar, cómo te explico sus aluricius
(Jaime Huenún )
Quien suba hasta lo alto de la colina en la que se emplazan las instalaciones de la Misión de Quilacahuin, en la provincia de Osorno, sur de Chile, y dirija su mirada en dirección suroeste, verá el imponente río Rahue allá abajo hasta donde se pierde la mirada. En días tranquilos, cual lenta serp iente de azog ue, el río se desplaza hacia el Pacífico partiendo en dos mitades las fértiles vegas del va lle de Qu ila cah ui n. Per o el Ra hu e no sie m pr e es m an so . La s co pi os as llu vi as invernales del sur chileno lo vuelven un animal feroz, turbio, enrabiado, tanto que a menudo no cabe en su cauce e inunda los terrenos aledaños reiterando un vie jo g est o n at ur al q ue, a pr im er a vi sta , p ar ec e c at as tr óf ic o, p er o q ue no es sin o el trabajo entrelazado -un a "ceremon ia de amor”- de la tierra acogedora unid a a las "aguas-potras”, como diría nuestro poeta Huenún. Los vivientes de esos lugares, conocedores de los cambios de humor de las estaciones, construyen casas -m uy modestas en la mayoría- cuyo primer piso es una especie de bodega o corra! inundable, al tiempo que la vida familiar acontece en lo que sería el segundo piso al que se accede por escaleras exte riores. Quilacahuin. cuya fama por los territorios de Osorno se debe a que produce legumbres singularmen te tiernas y sabrosas (las lentejas de Quilacahuin son un a delicia completa), es una tierra bella, pero de contrastes brutales: la imponente misión de Quilacahuin, con su templo católico, su colegio, su consulto rio médico, sus dependencias para visitantes y turistas, construidas en lo alto de una colina i
Trabajo que forma parte de la ejecución del Proyecto Fondecyt 1110026.
desde la que se domina el amplio valle así como una no meno r extensión de la cordillera de la costa osornin a, recuerda de masiad o de cerca el viejo castillo feudal europeo, vigilante, omnipresente, esa especie de lugar temible en el que moraba el Señor, quien, desde una suerte de panóptico poderoso, controlaba y vigilaba a los siervos de allá abajo.
para que los indígenas de antaño no pasen de ser héroes ficcionalizados de u na historia más o menos remota. Y para que los de hoy no sean vistos más que como agitadores resentidos, en poten cia o en acto, a los qu e hay que reprimir, dividir o eventualmente comprar con prebendas, dinero o promesas de algún deslumbrante desarrollo cuya plusvalía no va a parar precisamente a las comun idades originarias. Sin embargo, y contra la laminación forzada de la cultura aborigen, ia m emoria
Huenún Villa proviene de la clase de los “siervos ”. Me refiero a quienes viven de lo poco que (les) va quedando después de largos y crue les despojos de tierra,
radical mapuche y mapuche-huilliche, cual porfiada corriente en el subsuelo de la
de memoria y lengua; despojos que vienen desde el siglo XVI pero que, para
nación chilena, ha sobrevivido contra viento y m area. Y aún más: en los últimos
el caso mapuche-huilliche, como Huenún lo consigna en su libro, adquirieron
años se ha fortalecido, dando paso a un proceso de reetnización cuyos alcances
características de genocidio cultural a partir de mediados del siglo XIX.
están todavía por verse. Como fuere, el reclamo por reconocimiento cultural viene,
Migraciones forzadas del campo a la ciudad (a los baldíos de la ciudad, habría que
de un tiempo a esta parte, brotando incontenible por las fisuras de una socieda d
decir); asesinatos y aun m asacres (v. g., la de Forrahue en 1912 documentada en
olvidadiza pero que, por emergencia incontrarrestable de nuevas realidades
Reducciones); niñas y niños temp ranamente obligados a trabajar como sirvientes
socioculturales, poco a poco h a ido aceptando su naturaleza pluriculturai e
en las casas y haciendas de las élites económicas de la República, o arrancados
historizando m ás y mejor su pasado, proceso en el que la poesía de las memo rias
del seno fam iliar e internados en escuelas católicas donde los d isciplinaban para
culturales ha venido cumpliendo, dicho sea de p aso, un rol nad a despreciable.
la desmem oria (como le ocurrió a Matilde Huenún Huenún); tristes orfandades comunitarias de dioses y padres reducidos a hilachas; exilios en la propia tierra de pronto ocupada por extraños; ruka reducida a rancha o a barracón municipal o a callampa urb ana en barrios q ue no son barrios :2 de esto habla el libro Reducciones. Y h abl a de e sto p orq ue e l libro es , por s obr e tod o, un doc um ent o de ba rba rie e scri to con los materiales que conform an la obliterada historia del sistemático exterminio de la cultura indígena en los territorios Su r Patagonia del continente; alegato sostenido contra la vergüenza colonial y rep ublicana que las agencias oficiales del Estado chileno que tratan con la mem oria nacional velan lo suficiente como En las riberas del Río Damas, afluente del Rahue y que bordea la parte noreste de la ciudad de Osorno, existieron por años los "barracones municipales”. Se trataba de largo galpones dispuesto de modo paralelo, divididos longitudinalmente y con unas 10 habitaciones por lado que hacían las veces de "departamentos", separados los galpones por callejuelas estrechas sin pavimenta;. Con grifos comunes, sin más instalaciones sanitarias que pozos negres de uso compartido, eran paupérrimos en materia de servicios básicos. Se construyeron en los años de 1950 y los últimos fueron erradicados recién en la década de 1980. La mayoría de sus habitantes, de origen indígena-mestizo, provenían de áreas rurales, campesinos sin tierras, inquilinos expulsados de los fundos agrícolas. Huenún mismo se cría en la población “Nueva Esperanza" (sector Francke de Osorno, noroeste), originalmente un campamento resultado de una toma de terreno a inicios de la década de 1970 por gente sin casa y sin tierra. Agradezco al constructor de casas José H uisca Molina, el Maestro Pepe, haberme informado sobre los barracones m unicipales de Osorno en los que vivió de niño.
Pero si Reducciones se redujera (valga la aliteración) a un recuento de tropelías y es tro pic ios co me tid os co ntr a lo s ma pu ch e y m ap uc he -h ui llic he a lo lar go de cinco siglos, sí que sería una po esía reducida: reducida a lamento, a victimización invasora y paralizante de la subjetividad. Y la consecuencia sería un peligroso adelgazamiento del espesor semiótico de una historia de colonialismo que ha devenido daño identitario ¡qué duda cabe! para los pueb los indígenas. Perc, tal como Huenún certeramente lo tematiza en su libro, esta misma historia ha d ado paso a !a emergencia de nuevas identidades que toman la forma de mestizajes múltiples, dinámicos, subversivos, dolorosos a veces. Nuevas identidades surgidas, en última instancia, de la necesidad de sobrevivir y que, por lo mismo, se tornan estratégicamente funcion ales a la d iversidad cultural-política que entra en juego a la hora de negociar con (y ser parte de) la m odernidad nacional-global. Huenún, atento al romanceo de m uertos y vivos, registra la porfiada persis tencia de voces que parecían apagadas hace tiempo, pero que, en ílgo i, subsisicu y c rec en e n ca da h ue so m on do en los cem en ter ios de l tie mp o y los lug are s -t an to en cementerios que tienen tumbas como en aquellos hechos solo de tierra y a ire -, voc es que est án ah í mu rm ur an do en las ra íce s i nv isi ble s d e l os ca ne lo s t al ad os y en los pocos que aún quedan en las cordilleras de Chile, que hablan a través de las
letras tristes de las rancheras mexican as cantadas a tono de alcohol pendenciero y
necesidades de representación discursiva, entrar y salir (digámoslo así) de las
lluvia; en fin, voces que se hacen notar en viejos arc hivos de bib liotecas v museos
estéticas que circulan en localías “pre mo dem as”, populares, periféricas, bárbaras
que describen a los indios como raras excrecencias del género humano (a veces
diría Faustino Sarmiento, así como de la sofisticada modern idad estética de cuño
ni siquiera alcanzan a entrar en el rango de los humanos), descripciones que,
urbano y primermundista, modernidad esta en la que el componente étnico y
por su misma incapacidad de salir del excluyeme etnocentrismo del “civilizado”, documentan la barbarie blanca que se manifiesta en un sofisticado y perverso uso de la razón cognoscente disfr azada no o bstante de cien cia objetiva; algo que vi en e a r em ac ha r u na in ca pa cid ad de ba se de la as í ll am ad a cu ltu ra “o cc ide nt alcristiana” para emp atizar con la otrédad radical.
territorial periférico no instituye (o lo hace muy excepcionalmente) poéticas de la memoria recuperativa. Si bien Reducciones se inaugura con la sección "Entrada a Chauracahuin” (topónimo indígena que designa lo que hoy es la ciudad de Osorno y sus alrededores), visto el libro desde la perspectiva que el propio título del volum en
Tal polifonía torna a Reducciones en un vasto y persistente relato de resistencia
sugiere, tal "entrada” denota la imposibilidad de entrar a un Ch auracahu in pleno,
Mas también lo es de capitulaciones, de derrotas, de n oma días a la tierra hollada
no reducido a residuos de un pasado que sobrevive a pedazos.’ Chauracahuin
de la que crecen palabras igualmente holladas, llenas de remiendos. El libro se
dejó de ser pl de antes a partir del momento en que los españoles, en el siglo
nos propone, pues, como un mosaico de voces y sujetos, subalternos los más,
XV III , l o pu sie ro n al fin ba jo la ég id a de la Co ro na y m ás tar de , en el sig lo XI X,
que hablan un español salpicado con los retazos de un idioma originario ya
los chilenos y los colonos alemanes y sus descendientes, con las respectivas
perdido; un hablar entonces en una especie de lengua entre -lengu a escorada, la
franquicias del Estado-nación de entonces, lo hicieron suyo y lo transformaron
llamará Rodrigo Rojas -3, lengua c h a m p u r r i a , la llamará el propio Huenún, que
en unidad productiva a expensas, claro, del desalojo de los habitantes origina rios
se arma con pedazos, que no siempre calzan, de este mundo y del otro: léase
y d el co ns ec ue nt e em po br ec im ien to de es to s5. El C ha ur ac ah ui n qu e la po es ía de
lengua de Castilla y lengua de la Futahuillimapu -grandes tierras del sur-, pero
Huenún puede rememorar es una mezcla mestizada de memoria, imaginación
asimismo mezcla de cosas de la tierra de abajo y de arriba, de la mirada y de la
y de se o de su tu ra de las he ri da s hi st ór ica s qu e en su m om en to pr ov oc ó, y aú n
vis ión : len gu a, pu es, tr ab ad a po r los cr uc es y as im et ría s cu ltu ra le s. To do est o
provoca, la violencia colonial; heridas que si no se las visibiliza y recon oce com o
configura una texiuaudad que registra pulsiones que se encaminan tanto a lo que podríamos llamar la desetnización como a ia reetnización de los sujetos,
constitutivas de 1a sociedad chilena, identificando a ios agentes que ¡ a s u a u infringido y a sus víctimas, pero igualmente evidenciando los discursos que las
movimientos que a la vez se oponen y se complementan de maneras asimétricas
revelan, las encubren, las naturalizan desde diversas orillas etnoculturales, se
en tanto responden a cambiantes estrategias de sobrevivencia subalterna que
vu elv en dr am áti ca m en te da ñi na s pa ra los tr án si to s di al óg ic os en tre cu ltu ra s.
implica tanto capitulaciones como insubordinaciones identitarias según m omento
Reducciones, podríamos decir, es un libro escrito contra aquellas perv ersas form as
y lug ar. El res ult ad o es un a h et er og en ei da d cu lt ur al (y ps íq ui ca ) si em p re en
de relaciones interculturales que, con la excusa del respeto a la diferencia o a la
proceso, plástica ante la mutabilidad constan te de las relacione s de pod er y de la
diversidad cultural, estimulan subrepticiam ente la exclusión o la discrimin ación
eficacia de los modelos inter e intraculturales. No por nada la cultura mapuchehuilliche, muy mestizada a estas alturas de la historia por cierto, ha pr oducido y está produciendo poetas modernos, como Huenún m ismo,4que pueden, según 3
La lengua escorada. La traducción como estrategia de resistencia en cuatro poetas mapuches.
Santiago: Pehuén, 2009. 4
De la territorialidad sur huilliche, en años recientes han surgido, por filiación o afiliación, poetas como Graciela Huinao, Faumelisa Manquepillán, César M illahueique, Paulo Huirimiila, Bernardo Colipán, Adriana Paredes Pinda, Roxana Miranda Rupailaf, entre otros.
Recordemos que Osorno ha tenido tres fundaciones. La primera en 1553 por Pedro de Valdivia; se lla mó e ntonces Santa Marin a de Gaete. La se gund a en 1558 por el gob erna dor García Hurtado de Mendoza; se llamó San Mateo de Osorno. En esa oportunidad acompañ ó al gobernador el poeta Alonso de Ercilla y Zúñiga con quien Huenún dialoga en Reducciones. Tras su destrucción en 1602, es refundada nuevamente en 1792 durante el mandato de Ambros io O'Hi ggins, padre de quien sería más tarde el fu ndad or de la R epúblic a de Chile, Bernardo O’Higgins.
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perpetuando vergon zosas injusticias como si estas fuesen parte de la “norm alidad” social. La ficción poética, llevada a la tarea de tener que lidiar con la realidad "fu erte” de las materialidades históricas efectivamente acontecidas, pareciera ser una pa labra “débil” que se refugia en el tranquilo remanso de las metáforas y que no hace sino evocar som bras (“cantos de sombra”, diríamos en palabras de Léopold Sédar Senghor, poeta que cantó su África en un francés expropiado a los amos blancos).6 La poesía, si se la mide con la vara de la acción efectivamen te transformado ra de la realidad, parece "una historia de locos”, como bien dice Cisneros -e l poeta, que no el carde nal-; pero, como el propio poeta peruan o acota, es con la poesía que se formulan las "inm ensas preguntas celestes”.7Así, al evocar esas somb ras-voces de ayer y hoy, la poesía de Huenú n recupera huellas de lo vivido, denuncia acciones injustas que han quedado silenciadas en los recodos de la historia, construye discursivamente propuestas de sujetos que nos interpelan a que nos sacudamos de las asfixiantes categorizaciones con que la ciencia blanca (léase historia, an tropología, fisiología humana incluso; cf. sección "Cuatro cantos funer arios", los que, paradójicamente, no son cantos sino informes que “cantan”/denotan m ás la muer te de la cultura blanca europ ea incapaz de tratar con su otredad) clasifica y califica las sociedades e individuos segú n presuntos grados de civilización, escala en la que los sujetos indígenas llevan siem pre la peor parte. La palabra "débil" se hace entonces “fuerte” y desafiante. Nos hallamos, pues, ante una poesía que viaja a contracorriente por el río turbio de la historia hurgando en los residuos y sedimentos que yacen ir.visibilizados en su lecho. Río que en Reducciones se corporiza en el Rahue, que divide Osorno en dos mitades étnicas socialmente desiguales y que fluye, aguas abajo, por la ve ga s de Qu ila cah ui n. Río Ra hu e qu e Hu en ún , m ed ian te el po de r ev oc ad or y constructor de m undos que detenta la palabra poética, pondrá patas arriba para que se v uelvan a oír los gritos de los antiguos boteros: los M anquilef, los Rauque, los H uenteo.'los Huisca, los HUeíiúti... y los cantos de las bandurrias contribuyan a la poesía trayendo de vuelta la sombra benefactora de los ancestros del poeta cuando estos, llamados por las nubes de la vida y la muerte, subían los repechos 6
Cantos de sombra. Madrid: Visor, 1980 (1945, primera edición).
Cf. Antonio Cisneros. Poesía, una historia de locos (1962-1980). Madrid: Hiperión, 1990, y Las inmensas preguntas celestes. Lima: Jaime Campodónico, 1992.
de su tiempo. La fuerza de una poesía como la de Reducciones no pasa por la defensa de una determinada doctrina que modele una cierta acción política de “intervención rápida” cuyos efectos podrían ser inmediatos y mensurables; su eficacia, si se puede así decir, viene del hecho de ser un discurso que trabaja a favor del fortalecimiento de subjetividades arrojadas a la intemperie de un mestizaje que se vive como experien cia de deterioro o pérdida de una identidad pasada de alcances colectivos. Y tal fortalecimiento del sí mismo8-o arropamiento de la subjetividad, sería mejor decir-, acontece en la medida en que la poesía dota a los sujetos de una memo ria de liberación que transm uta la tragedia en ceremo nia de amor y vida al otorgar carta de ciudadan ía a todos los cantos: los fúneb res; los que transmiten la serena contemplación de una muchacha que baila y se pierde tras el polvo que levantan los pies de los danzantes; los que recrean/rememoran los lugares sagrados que la naturaleza cobija en los bosques, el mar, los ríos; los que denuncian o atestiguan la colonización de la mente y las palabras; los que relatan experiencias autobiográficas del p oeta y que son cruciales para que su palabra cobre su cuota de realidad cotidiana tanto como su cuota de visión metafísica: el pewma (sueño visionario) que pone al poeta vidente indígena en concomitancia con el poeta vidente moderno -Rimbau d, por ejem plo- a la hora de leer los signos nu minos os de las cosas; en fin, los cantos que interpelan a los agentes constructores profesionales de n arrativas históricas (al historiador Gabriel Salazar, por ejemplo). . • • En este libro, como ya sugerí, el concepto de "reducción" aparece vaciado de su acepción de empequeñecim iento en el sentido negativo del término. Y a la inversa: se llena de una significación afirmativa que conn ota la ampliación del cronotopos Chauracahuin a la condición de metonimia del mestizaje latinoamericano y, en rigor, de cualquier mestizaje acontecido como resultado de violencia colonial institucionalizada y sostenida en el tiempo. Entrar a Chauracahuin no es simplemente revisitar y dar cuenta de un lugar o de un paisaje realmente existente, Osorno en este caso; es, por sobre todo, asomarse s la tragedia de !¿ h istoria y hacer de ella y con ella una poesía que atestigüe la trashum ancia, las traducciones y m ut aci on es id en tit ar ias de qu ien es ha st a ah or a ha n sid o los pe rd ed or es de la 8
Tomo la expresión de Harold Bloom: "Se lee para fortalecer el sí mismo (el self) y averiguar cuáles son sus intereses auténticos”. Cómo lee ry por qué. Bogotá: Norma, 2000. Tomo la cita de una versión digital sin paginar.
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modernidad latinoamericana. Huenún hace de las "reducciones” históricas puntos
que se han venido haciendo con los restos de ya fenecidos modos de ser y vivir
de encuentro y confluen cias de mem orias y lenguajes vario s que, en su conjunto
rurales o pueblerinos, pero que ahora, en los inicios del siglo XXI, cobran sentido
y sie m pr e en pe rm an en te re co nfi gu rac ió n, co ns tit uy en e ins titu yen los lug are s
restituyeme de una memoria cultural insurgente. Son los materiales formantes
poéticos de la vida que son, al mismo tiempo y por complemento, los de la muerte;
de identidades mestizas abocadas a la acumulación de fue rzas sim bólicas que les
los lugares de los sueños vision arios y de la m irada cotidiana de lo que está ahí;
permitan operar con alguna ventaja en el escenario de una mod ernidad nacio nal
lugares que hacen las palabras con las que s e sostiene el interminable nütram de
y g lob al que ha sta ha ce m uy po co no ha sid o na da re co no ce do ra del in dí ge na o
la poesía y de la vida: la c h a m p u r r i a de los condenad os de la tierra.
indígena-mestizo subalterno. La poesía de Huenún -y no solo la que hallamos en
No se vea, pues, como un mero recurso retórico hab er optado por la multipli
Reducciones- es parte sustancia l de este proceso que, siendo literario, y dadas las
cidad de voces a la hora de conformar la textura discursiva de Reducciones. La (re) construcción de una "narrativa” mestiza que h aga justicia a los ancestros literarios
circunstancias, es, y no podría sino ser, radicalmente cu ltural y político. "Seguiremos escribiendo sobre abu elas”, nos notifica el poeta. Y cómo no, si d¿
de Huenún, a las genealogías de su lengua poética, toma la forma de una trama
lo que se trata es justamente de escribir sobre abue las y abuelo s, porque de ellos,
textual de varia lección: el texto docu mental, cronístico; el relato autobiográfico y testimonial; el poema en verso libre que asum e con frecuen cia un tono versicular;
del recuerdo de su palabra, em ana la fuerza ilum inadora de la poesía, y de la p oesía la potencia sanadora de una historia de oprobio y daño. De la remembranza de
el epigrama que evoca una escena lírica particular que recuerda el haiku japonés
sus cotidianidades oscurecidas tanto tiempo por la niebla espesa de las injusticias
y q ue ret rat a u na ac ota da int era cci ón en tre el yo ha bl an te y la n atu ral eza (ve r la
mañosamente olvidadas, viene la raíz vital de una palabra poética cuyo sentido último es construir puentes de m emoria que visibilicen a tantos y tantos qu e han
sección “E nvíos”); fotografías de archivos fam iliares e históricos; fragmentos de cantos indígenas tradicionales; textos “científicos” de antropólogos, fisiólogos y anatomistas europeos decimonónicos; reescrituras de crónicas hispánicas colo niales que conserva n su español arcaico así como textos que evocan la lengua de Castilla hablada en clave de un mapudungun triturado por la maquinaria de la colonización; todo ei'io, y más, con forma una polifonía que perm ite un constante y pr od uc tiv o de sp laz am ien to po r l os te rr ito ri os de la m em or ia y l a i m agi na ció n insubordinadas. La polifonía no obedece tampoco al archirrep etido tópico de la fragmentación o la muerte del sujeto, o a un juego citacional sustentado en la tesis de que todo es lenguaje y/o que el simulacro ha copado todo el espacio de lo real. Nada de esc. Si hay algo determinante en Reducciones, es su poderoso realismo poético que se expresa precisamente en la diversidad textual que viene a evidenciar la diversidad instituyente de! sujeto lírico, al que, por otra parte, no h ay que ver como un sujeto, un yo particular, sino como una instancia plural de dialogicidad y rom anceo. Y
no podría se r de otro modo si el propósito es, como en efecto lo es, atestiguar, documentar con la poesía y en ella, la construcción de un m undo poético que no pretende sino ser la expresión de identidades culturales (y políticas) entrecruzadas,
sido arrojados a los territorios baldíos y desecha bles del “p rogreso” de la nación. Cotidianidades que por la poesía justamente dejan de ser olvido y se vuelven presencia constructora de un tiempo venidero en que la muerte no tendrá otro señorío que el que le otorga el orden natural de las cosas. Visión inag otable de una tierra reducida a población callampa en las ciudade s de la República, a p equeñas parcelas pobres en los faldeos cordilleranos de San Juan de la Costa, a p lantaciones de pino y eucalipto en tierras que cobijaron antiguos bos ques en los que floreció el copihue aferrado con todos sus zarcillos a! oloroso melí, redu cida a poesía de los vencidos. Vencidos tal vez, mas no rendidos. “Ya vendrán tiempos m ejores / hermanito/ para izar los sangrados estandartes/ en llanuras y montañas/ liberad as por los pewm a/ de la Banca y la Escritu ra” (“En la ruka de David”). Nótese que el poeta escribe “-sangrados” y no "des angrados ". Nótese el valor liberador de los pewma mapuche. Nótese el reclamo por un nuevo orden que no sea el de la Banca y la E scritura, nuevo orden que no pase por encima de los cuerpos, las aguas, el cielo, el viento que m ueve el árbol de la poesía. Reducciones "es un libro en crecimiento arbóreo”, sentencia Huenún. Habrá entonces que plantar este árbol en lo alto de las colinas de Quilacahuin
para que desde sus ramajes en m ovimiento podamos otear el amplio horizonte de las cosas visibles, pero sobre todo el de las invisibles. No para arrasar con la iglesia o el colegio o el hospital básico de la Misión de Qu ilacahuin, como en su mom ento, y para inmensa desgrac ia de la hum anidad , sí lo hicieron los españoles conquistadores en México, en Perú; como los estados nacionales, a su turno, igualmente hicieron y au n peor (recordemos el genocidio de la así llamada “Guerra del Desierto” en Argentina y su homologa, la “Pacificación de la Araucanía” en Chile, o el extermin io de los ind ígenas de la Patagonia chilena en pleno siglo -XX). Para que el árbol de la mem oria y el conocimiento florezca para todos en todas las estaciones de todos los años. Y que no quede solo la imagen de un canelo polvoriento y moribundo que el poeta conociera en su infancia y que resultó ser uno que plantara Gabriela Mistral en la plaza de Osorno en 1938 en un gesto de homenaje a la gente morena que habitaba y aún h abita un Chauracahuin de miserias. Para que la memoria iluminada de María Matilde Huenún Huenún, niñamujer-madre-abuela octogenaria, quede fulgurando en los bellos am aneceres de Quilacahuin. S e r g i o M a
'
n s il l a
T o
rres
Universidad Austral de Chile Instituto de Lingüística y Literatura Valdivia , Chile.
Entrada a Chauracahuin
Entrada a Chauracahuin
Cuando recobremos el pasado, la tierra abrirá sus secretos (M a n u e l R a u q u e H u e n t e o ,
Compu, Chiloé)
Una noche de mi niñez, a ñnes de la década del 70, supe por bo ca de mi abu ela que un árbol ya entonces polvoriento y moribundo, desflorado para siempre en la raíz y el agua, era el canelo que Lucila Godoy había p lantado en la seño rial Plaza de Armas de 1a ciudad de Osorno. Mediaba el mes de mayo de 1938 cuando la sociedad osomina rindió tributo blanco a aquella mujer morena. Poetisa prestigiada por el laurel de unos lejanos jue go s flo ra les ca pi tal in os , be at a de Pe nta teu co y m ae str a ej em pl ar , co ns eg uí a en ese entonces acceder a los primeros plano s sociales y literarios a pesar del color diaguita de su piel y del cielo aymara prendido en sus verd es pupilas de vicuña. Y
da do el ca so -co mo tam bi én oc ur rió co n Ru bé n Dar ío, qu ie n te ní a sa ng re
chorotega en su palabra bruñ ida- 110 importaba que dicha mujer grandota llevara, en su aura y en su tuétano, la sombra y la luz aborígenes de sus valles transversales. Menos importaba, por supuesto, que el gesto de transterrar el retoño indio a suelo citadino significara cumplir un velado encuentro con sus diezmados y ocultos hermanos huilliche, pues no sem e antoja pura casualidad que diera tierra al brote sagrado en el centro de una de las ciudades del país donde más m arca la diferencia de raza. Desde la llegada del colono europeo, la ciudad de Osorno se levantó de las cenizas a que los roces a fuego redujeron los bosques y los sueños de Chauracahuin, el nombre originario de estos territorios. Abrir a incendio y h acha la hú meda e impenetrable selva del pellín y del laurel, chamuscar el pelaje pardo del pudú, derretir los pequeños cuernos del huemul con las brasas del coigüe derribado, fueron algunos de los afanes que permitieron convertir los campos de los huilliche en haciendas y llanuras productivas. Ahora en las grandes praderas de los fundos osom inos pastan las vacas H olstein y los rojos toros Hereford.
An tes , los alt os h om br es ru bi os un ci do s al a rad o, la vi ol en ci a y la le y, c er ca ro n
el levantamiento general mapuche de 1598, no fue sino hasta 18 40 q ue comenzó
con fiereza los terrenos que el gobierno h abía estamp ado a favor de sus nombres.
la escalada de desalojos y usurpacione s legales. Después de terminad o el proceso
As í, la ald ea pr on to se hi zo pu eb lo. Su rg ie ro n los m ol in os , la s cu rti em br es , las
de otorgamiento de propiedades a través de los títulos de Comisario (así llamados
fábricas de cerveza y de alcohol industrial, las prósp eras barracas y las peq ueñas
porque era el Comisario de Naciones -cargo instaurado por la Corona Españ ola-
y m ed ia na s em pr es as na vi er as . So br e lo s rí os Ra hu e y Da ma s se co ns tru ye ro n
quien debía relacionarse con los mapuche y atender sus problem as y demand as)
rústicos puentes para agilizar el transporte de troncos nativos, cosechas de cereales y carbón vegetal.
la población huilliche fue progresivamente sometida al tinterillaje, al matonaje
Las misiones religiosas, por su parte, tuvieron paso expedito para entrañar con
migrantes alemanes a Chauracahuin, gracias a la Ley de Colonización de 1851,
mayor dedicación en el indiaje bárbaro, la luz y el rigor del catecismo católico.
terminó por acorralar definitivamente a gran parte de la pob lación huilliche. en
Pero ni los avemarias ni los pa dr en ue st ro s con que la congregación de capuchinos
pequeñas reducciones situadas en la pre-cordillera de Los Andes y en la Cordillera
bávaros pacificaba a los indígenas, pudo imp edir un sinnúmero de refriegas y desalojos sanguinarios. Uno de ellos -conocido com o la Matanza de Forrahu e de
de la Costa Osomina. Las sucesivas maniobras ilícitas empleadas por colonos alemanes y chilenos
octubre de 1912- dejó 15 comu neros muertos, hom bres, mujeres y niños. Forrahue
para apoderarse de terrenos indios, no cesaron con la llegada del siglo XX. Y si
(“lugar de huesos” , del che sungún, la lengua de los hom bres del sur) es todavía
bien la ciudad crecía en lo económico gracias a la industriosidad germana y a la
una cicatriz en la mem oria de los viejos huilliche de San Juan de la Costa. Cuentan ■
tierra transformada en vastos fundos ganaderos y cerealeros, las comunidades
ellos -cacique Paillamanque, abuelo Gamín- que en las noches de cerrazón se
mapuche-huilliche padecían el rápido declinamiento de su cultura y forma de
arrastra la carreta de Juan Acum Acum, uno de los primeros en caer. Dicen que
vid a. M uc ha s fam ili as hu ill ic he co nv er tid as al ca to lic ism o, en tr eg ab an su s h ijo s
en la carreta van los muertos de Forrahu e sin morir aún del todo, y que los bueyes'
a las Misiones Religiosas apostadas en lugares estratégicos del otrora territorio
fantasmas avanzan y retroceden haciendo un círculo en la noche, confundidos por el clamor de los m oribundos.
indígena. Allí los niños recibían comida, techo e instrucción en un régimen de
Les periódicos de la época (El Progreso de Osorno, L a A u r o r a de Valdivia) consignan el pavoroso saldo que dejó la orden judicial en contra de los comuneros y a f av or del pa rt ic ul ar A ta na si o Bu rgo s: Como aún quedaba n por despoj ar trece casas, el mayo r Frías or denó que quedasen veinte carabineros, al mando del oficial señor Espinoza, para acompañar al receptor don Guillermo Soriano, quien debía seguir efectuando el lanzamiento al día siguiente. Serían las 5 y media de la tarde, más o menos, cuando regresaba a Osorno el resto de la tropa. La carav ana no podía ser más fúnebre ... dos carretas repletas-de muertos, cuatro con heridos y dos con los reos. (El Progreso de Osorno, 21 de octubre de 1912)
Au nq ue ya e n 1 7 9 3 , con el Tratado de P az o Parlamento del río Rahue o de las Canoas, los españoles delimitaron las posesione s territoriales huilliche, iniciando a la vez la refundación y repoblamiento d e la ciudad de Osorno des truida durante
a sueldo y a la política implícita del Estado de “ mejorar la raza” . La llegada de los
internado con reglas monacales. En este proceso civilizaicrio y cristianizante, se Cortaba de raíz d cordón umbilical de la lengua che sungú n, y se adiestrab a a los alumnos en labores domésticas y agrarias co n el objetivo de integrarlos al sistema económico vigente: Tendría yo unos o años cuando mi mamita me llevó a la misión de Quilacahuin. Nosotros éramos de Río Bueno, del campo. All í ten ía mi ma má una ranch ita. Ella hacía de todo, tejía en su telar, hacía quesitos, tejía mantas y choapinos, me acuerdo. De todos partes venían a comprarle mantas, le manda ban a hacer fra za das . Después todo eso se terminó. El pedacito de tie rra donde vivíamos era una sucesión. Parece aue llegaron parientes a reclamar ese pedazo de tierra y se perdió todo. Y qué le iba a hacer mi mamita, ella era sola, se tuvo que ir a trabajar al pueblo y a mí me dejó interna en la misión, ella no me podía ir a ver. Allí en la misión nos enseñaba n a leer, las mujeres aparte y los hombres aparte. También nos enseñaban a coser, a tejer, a cocinar. Había una monjita viejita que era muy buena. Cuando me veía llorando me decía: no llores, hijita, ayúdam e mejor aquí. Y yo le ayudab a a ha cer pan o a coser. Después, como al a ño serí a, mi ma mita se puso de a cuer do con una
grin ga de Can cura y me puso a trabaj ar. Yo era niña de mano y tenía q ue a yud ar a las otras empleadas.
(María Matilde Huenún Huenún, 90 años)
rogativas donde los comuneros bailan wuchaleftu y vierten sangre de chivos y corderos a la tierra. En estas ceremonias, la oración comunitaria va enlazad a a la música de banjos y aco rde one s, ku ltr un es , gu ita rr as y t rut ruc as, i ns tr um en tos que m ez cla n el r itm o
La incorporación creciente y sostenida de mano de obra indígena en las empresas urbanas, arrastró a familias enteras a los márgenes de la ciudad. Otras tantas fueron integradas al trabajo agrario bajo el sistem a del inquilinaje y de em pl eo te m po ra l. Lo s "c h o lo s” -c om o so n d en om in ad os lo s hu il li ch e emparentándoselos, por una cuestión de piel, a los afroperuanos- arribaron a un sector específico: el barrio Rahue de Osorno. Allí, en los conventillos de las calles República y Victoria, o en la ribera oeste del río Rahue (río de la greda), asentaban sus modestas pertenencias, mirando las luces de una ciudad que aún hoy continúa negándolos. Sin embargo, la memoria de otros tiempos todavía alumbra a los más de 5 0.00 0 huilliche que habitan las reducciones de S an Juan de la Costa, Lago Raneo, Chiloé, y los se ct or es co ste ro s y pr eco rd ill era no s de la pr ov in ci a de Va ldi via . Y au nq ue la lengua originaria solo sobreviva en un puñado de ancianos, quedan todavía ceremonias a que convocan comuneros de diverso s credos y linajes. Este año con la gran sequía que tuvimos, hasta los pajaritos se estaban muriendo (lar.baná'¿ rrins m tpnínn de dónde sacar semillas de ¡a tierra). Era una ham bruna grande qu e venía. Entonces, con gran interés y respeto dijimos: bueno, vamos a hacer una rogativa chica, vamos a ir a p edir permiso allá este año, a pedir consentimiento al abuelito Huenteyao. Fuimos a Pucatrihue a ped ir el agua. P artimos el día viernes y llegamos acá el d ía sá bado en la mañan a. Ya estaba todo listo p ara empe zar la rogativa. Regamos todo por aquí con el agua de mar que trajimos. En la noche empezó a tronar; el día domingo era un a guacero inmenso, en la ma ñana bailando, adorando, tocando el kultrún, tocando la trutru ca de la aleg ría del agu a que cayó. Fue la respuesta grande que nos dieron. Es una creencia enorme qu eha yy un respeto enorme que hubo. Hay gente incrédula que a veces lo protestaba. Ahora sí saben que hay un gran pod er en esta rogativa.
(Leonardo Cuante -Q.E.P.D.-, cacique de Pitriuco, Río Bueno) Punotro, Costa Río Blanco, Pualhue, Pucatrihue, Lafqu enmapu , son algunas de las localidades que realizan el lepún y el nguillatún, pequeñ as y grandes
del wuchaleftu (danza huilliche) con los sones de la cueca costina y la ranchera mexicana. Insomnes y solemnes, alegres y contritos durante los tres días que celebran nguillatún, los huilliche alzan sus ruegos rodando hacia los viejos arcos de la sangre y la memoria. Huenteyao viene a ellos en un soplo de aire frío, en una nube. Invisible se aposenta en el laurel rodeado de pájaros marinos. Contem pla el trabajo espiritual de los mortales y escucha sus cantos y plegarias. Vuelve luego al obscuro roquerío que es su casa y, envuelto por la bruma y el oleaje, duerme y s ue ña b ajo el s ol. Los fieles, mientras tanto, desarman la rueda del ritual y reparten ¡os ram os de laurel que pondrán en las puertas de sus casas. Contra toda brujería servirán esas hojitas, confra todo mal agüero que les dañe los días por venir. Mañana vo lve rá n a lo s tra ba jos m ate ria les , a d ar un añ o m ás de so m br a y de su do r a las rojas sementeras. Y a las playas de Maicolpi y Pucatrihue, tras las m atas de collofe y lo s b an co s d e m ari sc os , n ue vam en te m ar ch ar án . Y de sp ué s, ha cin ad os en los bu se s ca m pe sin os , co m pa rti en do el l arg o via je con gallinas y corderos, llegarán a la ciudad. Por un día dejarán la Tierra del Latúe (planta amarga del delirio y de los brujos). En la Feria de Rah ue venderán animales y ver du ras , y lo s fr uto s r eco gid os en el mo nte. Co m er án y be be rán en la s c an tin as aledañas, donde bandas mexicana s cantan cantos de violencia y de dolor. Y en la noche del regreso dormirán frente a los campos, en huilliche borrachera dormirán.
No somos extranjeros en la patria de la arena,
Los viajes, las vigilias
no somos extranjeros en las costas de la luz. 3
i
Entonces fundamos un pueblo. Las barcas iban y venían
Izamos la bandera de la nieve
cargadas con peces sin nombre.
en nuestros huesos,
Olvidamos para siempre la nieve,
-las estrellas de la muerte río arriba
las monturas,
je caí mo s al b arr an co.
el afilado viento de las serranías.
Fuego hicimos,
Ab rim os ve nt an as en las pi ed ra s p ar a r es pi ra r
blanco fuego
el cielo desnudo de la medianoche.
en la noche aullante de las piedras.
Cuál es tu nomb re, estrella sin luz.
Cómo te llamas, río.
Dónde te ocultas, pájaro sin trino.
Cuál es tu nombre, árbol.
Las fogatas ondulaban encima de las rocas
Dónde te mueres, viento. Escuchan los caballos ahora el rumor de nuestra sangre
para recibimos. I
en el sueño. Mañana u no de ellos caerá bajo el hacha de nuestra hambre. En la roca lucirá su cráneo como un sol diminuto en el limpio am anecer de las montañas. 2
Detengamos por fin nuestros pasos frente al mar que es la sombra extend ida de las verdes montañas. Partamos con calma el pan de la mañana, bebamos sin apuro la sidra avinagrada por el sol y los caminos.
El jardín estaba lleno de almas cortadas, de pájaros que buscaban en la hierba un poco de aire. Esta aldea se llama Clemencia. Aq uí las mu jer es se h un den en los ojos de los p erros silvestres. Miremos a los niños trepar los árboles parlantes, contemplemos sus sombras que iluminan nuestras sombras al atardecer. 4
Me dieron la tierra roja y os cu ros ba ile s y can tos para despertar. Mi tierra,
la cuenca vacía d e los dioses, las playas de greda ante el furor del sol
Malocas
y m on tes qu em ad os e n la raí z y el aire . Aq uí las pi ed ras lab rad as des de el s ue ño . Aq uí pa lab ras oc ult as ba jo e l vi ent o. Mi tierra, andándome con cardos y p astores, hundiendo su luna en m i mirada. Nada más allá de mi mirada, nada sino la ceniza que el oieaje deja a las rocas y a los bo sq ue s f ren te al m ar. Mi tierra, el salto de culebras de espesura abriendo la neblina en los juncales. Mi tierra, los muertos en el arco del conjuro bailando y delirando bajo el sol. Mi tierra, la danza, el lento apareo después de la embriaguez.
A sí vi ni er on ello s, con ha ch as y c uc hi lla s, derribando solares, pulpitos y alcobas. ¿Habrá visto, Usía, las púb eres mancebas aullando sobre el lomo de los indianos lóbregos? Sus nombres: Huichapán, el puma come perros, Pafián, el venenoso, Troquián, el matancero. Cómo olvidar sus rostros aquí en ¡as chichería s si aún vienen huyendo, huyendo por los ríos. Bramando en los degüellos, azotando los llanc s, cortando con sus lanzas la gris zarza mojada. Heridos balbuce an la idioma de la muerte, nomb rando sus linajes bajo el cielo del sud. Tú eres Paichil, el lobo, sobrino de los brujos, hermano de Naipil, la culebra de monte. Tú eres Nahuel, el tigre, y hueles a cautiva, a pecho de cristiana llorando junto al fuego. Cómo olvidarlos, oye, si en cada boca muerta escucho las injurias de aquellos pendencieros. Robáronme el azúcar, un chal, tabaco negro, alforjas, candelabros y un rosario español. Por eso aquí les traigo las hijas de la noche para que al ñn entibien sus catres de ciprés. Nos dicen animales: yo soy lobo toruno y m is ca ch os rel um br an cad a v ez que ap are zco . Sobre el agua verdosa estoy hecho un ¡encanto y te tom o m i n iñ a h as ta ha cer te r eír. Estoy hecho u n encanto y doy miedo al tramp ero que camin a bordeando los ríos de la luz. ¡Aléjate! -le grito- que m i ojo tuerto arde y q ue m a m i m ira da tu tor vo co raz ón .
Navego, sí, navego, por tu triste cabeza,
Che Sungún
cuando llueve en los montes sin pausa y sin amor. Aq ues tos son los hi jos de su pr op ia ig no ran cia , idólatras del aire donde vive la nada;
E fablan lingiia bárbara,
nos dicen ver a diario lo que nunca verem os,
vu es a m erc ed ,
por eso, antes del alba, alzados m orirán.
como cogida del rayo,
¿Contemplaste tu cráneo, Zorro Azul, en el río,
torcida reciamente
la cabeza del Cóndor en mi estaca de luma?
al modo de las frondas
¿Me soñaste, acaso, ayuntar tus herm anas,
en tierras de espesuras.
las feroces infieles de esta tierra final?
Non caigo en el sentido
No fue, hijo, que viéramos sus m uertes miserables,
desta idioma de árboles,
ya sec os y a var ien tos en la su ex tre m au nc ió n,
áspera como pellejo
contando sus doblones, leyendo la vulgata,
de merino soleado.
amarillos de oro, de humedad y dolor.
¿Será de faz montuna o
Solo vimos despiertos lo que en sueños veían
dirá piedad e amor?
y o lvi da ba n te mp ran o p ar a n o e nl oq ue ce r:
Non creo sea fácil
hambrientas alimañas mordisqueando en los bosques
darlos al catecismo sin convertirlos antes
pellejos castellanos hediendo bajo el sol. bailando entre las nubes la sajuria del mal.
al acento espaniol. Ver bi gra cia , e xce len cia :
Traduce, comisario, ese veneno alado
los niños parturientos
que emana de los sueños de esta gente falaz.
ploran como entre nos,
Traduce a su merced los niños del demonio
mas los cuncos mayiores al tiempo de penar gimen, claman sus dioses con voces de graznar. Quitar habré de cuajo el cordón desta idioma y e ntr añ aré en su s te sta s el Alma y la Verdad.
Che Sungún: lengua de los hombres del sur, hablada m asivamente por la población huilliche Maloca: incursión bélica, asalto militar sorpresivo. Sajuria: danza que mezcla aires hispanos y huilliche.
hasta comienzos del siglo XX.
Puente de las piedras tigres
¿Quién fabla, quién susurra sobre el puente anublado por las aguas? ¿Quién gime entre las piedras como un crío
Alonso de Ercilla parlamenta y fuma frente al levo alzado de Chauracahuin
¿Qué zapato en la locura pisa y llora? ¿Por qué caminos las estrellas se quedan
reñido y azotado por el padre?
en los ojos que las vieron m orir?
Piedras que del tigre tenéis sangre
¿En qué tiniebla se cierran los párpados
¿por qué vienen a mí las feas almas
de los que aún no nacen,
de los ynuios atronados
germinados de muerte
por mi roto arcabuz?
y cr ue l v elo cid ad ? Este es el cuchillo, el animal yerto y salado,
Sin estrellas queda aquí mi lengua picoteada por los traros
la noche que hu medece el sexo y el rosal,
¿Dónde el capitán al que seguía
el canto de las piedras, el río que pasa y en silencio te moja,
sobre el barro y en la lluvia
y est e e s e l ci elo en tu ter rib le ens oña ció n.
deste infame bosque interminable?
Come entonces y procrea y caza
y l as ág ui las de l m ont e.
Corona de torrente mi Dios queda, mirando aquesta daga mellada por la sangre de los cuncos en el Sud.
y qu ém ate en l a ll am a q ue alu mb ra la cara de rus muertos y dib uja en l a r oca el c or azó n d el tiem po como el niño que escribe su ancho nombre en la tibia arena del atardecer.
Levo o lof: a n t i g u o
esp acio territorial ocup ado Dor un
del cual se funda su identidad y su cultura
Chauracahuin: nombre huilliche del territorio dmp
sur de Chile.
Cuneos: grupo huilliche que habitó la Cordillera de la Costa, entre Valdivia y
q
t
. ..
,Um° de fam" 'as huilliche a P « ir
y corresP°" de a la provincia de Osorno,
Sermón en lengua de Chile (Luis de Valdivia, 1621)
puede dar vida a los hombres enteramente? El sol no vive ni si tuviera hijo viviera su hijo. Y s i el M are up ua nte no tie ne vi da
No penséis ni digáis
¿cómo os avía de dar la vid a a vosotros? Mentira muy grande es dezir q el sol tiene hijo.
q ay un Dios en el cielo y otro en la tierra y en el mar.
Y c om o n o h ay Ma reu pu ant e,
No digáis q ay un Dios del mayz y otro del trigo,
assi es m entira dezir que ay Pillán.
uno que truena y otro q hace llover, y otro q qu ita en fer me da de s y d a s alu d a lo s h om br es. No ay un Dios de Españoles y otro de Indios. Vu est ros vi ejo s no sa bí an nad a; para conocer a Dios eran como niños sin razón. Haveys de hazer burla de lo q sin fundamento dezían, cosa de burla es quanto referían y contavan. F.1 diablo engañó a vuestros viejos diciendo q se iiamaua Pillán y Huecuvoe. Ni el Pillán ni el Mareupuante ni el Huecuvoe pueden quitar los pecados, ni pueden salir con la sangre q se hazen vuestros herm anos los pecados de los hombres. No hay Mareup uante ni Huecovoe ni cosa alguna q sea Pillán. El sol no tiene vida, pues lo q no tiene vida ¿cómo puede tene r hijo? Y lo q no vi ve en sí: ¿cómo puede da r vida a otros? Tú lo que no tienes no lo das a otro. Pues ¿cómo el sol q no vive ni tiene vida
Pillán: poderoso espíritu que habita las montañas y los volcanes. Mareupuante: antigua divinidad solar. Huecuvoe: también llamado huecufe. Es el espíritu del mal y la destrucción.
Preguntas del misionero
a comer o beber? ¿As desenterrado y h ur tad o
El sol,
de la Iglesia
la luna,
algún difunto
las estrellas, el lucero,
para enterrallo junto a tu casa como tus antepasados lo hazían?
el rayo
Quando viste
¿son Dios?
al pájaro Loyca
¿As nombrado
o Mero
para reverenciarle al Pillán,
o otros que te passan
al Sol,
¿creyste que te avia de venir
a los Ríos
algún mal?
o cerros pidiéndoles vida? ¿As te sacado sangre de tu cuerpo en las borracheras nombrando al Pillán? ¿As hecho otra cosa destas? Cuando no llueve ¿as creydo q ay Indio hechicero, señor de las aguas q haze llover? ¿Embiástele a buscar y o fre ce rl e p aga para que te hiziese llover para coger tu comida? ¿As ofrecido a los muertos algún mayz o chicha pensando que se vienen
por la mano yzquierda
Plática sobre la Muerte y el Infierno (Fray Antonio Hernán dez Calzada, 1843)
Por eso te aconsejo, ¡oh, christiano! Ahora mientras tienes salud, con fi és a te bi en : de cu an do en cu an do co ns ide ra el d ía de cu mu er te , d ici én do te así: si muriera en este instante, ¿qué cosa es la que me d aría mayor p esar y sentimiento?¿Acaso está en mal estado mi alma?¿Tengo, acaso, algún pe cado? ¿Habré, acaso, ofendido a Dios? Así pondrá s en buen estado las cosas
Esto, pues, has de saber: llegará un día, ¡Oh, christiano! en que has de morir: entonces tu cuerpo quedará como una piedra, sin pode r moverse, sin po de r ve r, s in po de r oír, sin po de r ol er, ni g us tar , s in po de r c om er ni to m ar chicha y sin poder hablar. Así quedará vuestro cuerpo ¡Oh, hermanos y herm anas m ías! ¿Para qué le dais a vuestro cuerpo tanta comida y tanta
de tu alma. Buscarás a Dios solamente y no tend rás tanto am or a las cosas de la tierra que has de dejar botadas algún día. Así, pues, escarmentarás, si te acuerdas de la m uerte. Por esto que os he dicho puede la muerte ser temible: pues la temen hasta los que no son christianosy no conocen a Dios. Mas nosotros, que
bebida, ofend iendo a sí a Dios? No cuidéis tanto de vuestro cuerpo, ni le deis
somos christianos, la tememos más por otra cosa que se sigue después de
tanta chicha: pues se ha de convertir en gusan os, que le comerán, después
la muerte, que es el infierno, a dond e van to áoslos qu e mueren mal, los que
de podrido. Pero todavía es más tem ible la muerte por lo que os diré. Escucha ¡oh, christiano! Sin falta morirás algún día, pero ¿cuándo m orirás? ¡Ay! Nadie sabe eso. Solo Dios N.S. lo sabe. No sabes de aqu í a cuánto tiempo morirás, qué año, qué mes, ni qué día. Pues, ¿para qué nos ocultó Dios N.S. el día de nuestra muerte? Nos lo ha ocultado para que estemos prevenidos para morir, para que no pequemos, temamos a Dios, le tengamos respeto y le obedezcamos, pa ra que en él creamos, en él esperem osy le amemos, porque nos puede enviar la muerte en cualquier día. Por ese motivo no sabemos en dónde ni cómo moriremos. Uno muere de repente, otro por atravesársele una espina en la garganta; uno muere a puñaladas, otro ahogado en el agua, uno en el río, otro en la mar; uno muere en su pro pia tierra, otro en tierra extrañ a; mueren los antiguos, los viejos y las viejas, los de m ediana edad, los mozos, los niños, todos mueren. ¿Q ué sig ni fic a o q ué qu er rá de ci r es to? Esto no más . Que te p re pa re s, ¡oh, christiano! pa ra m orir; que estés dispuesto todos los días y en todo luga r; po rq ue pu ed es m or ir cu al qu ie r d ía y en cu a lq u ie r p ar te. Pues te hará temb lar de miedo la muerte cuando ven ga cerca: te darán sentimiento la mujer, los hijos, la poquita ha cienda, y los trastecitos de casa que has de deja r quieras o no quieras: estarás triste por tu enfermeda d, pues apena s podrás tom ar un poquito de caldo: te harán eno jar los diablos, para engaña rte y poderte llevar al infierno.
mueren con un solo pecado mortal. No hay otra cosa que 1 anto nos pueda atemorizar, como el infierno. Pero, ¿cómo podré yo explicaros, qué tal es aque lla tierra del fue go, o el infierno, cuánto haya de durar, y cuánto padecen todas las almas que a llí están presas? Si me escucháis bien, sin fa lta habéis de tem blar de m iedo y se os er iz ar á el ca be llo . ¿D ón de est á es a tie rr a á e fu e g o ? di rá vu es tr o pe ns am ien to. El i nf ier no , p ue s, o esa ti er ra es tá en el ce ntr o, en lo m ás ba jo, muy adentro, en el medio de la tierra, donde no alcanza el reflejo del sol ni claridad de ¡un a: por. eso no hay más que tinieblas y noche en aqu ella. mala habitación. Está llena de fueg o a quella horrible tierra, pero fu e g o qu e n o tie ne lu z; es, pues, como llama de azufre. ¿Cómo están en aquel fu e g o los de sd ich ad os ? ¡Ay ! ¡Ge nt e de sv en tu ra da ! ¿A ca so no sa bé is c óm o e stá n lo s pece s en la m ar , o en un río?¿No habéis visto cómo están las alverjas cu ando están hirviendo en una olla?Por todas partes.están rodeadas d e agua, ahora están arrib a, ahora abajo, ya suben, ya bajan o se hunden; pero siempre se quedan en la olla, por más qu e rebose. Así , pu es, est án los co nd en ad os al fu e g o de l in fie rn o. Po r t od as pa rt es están llenos de fu e g o y se ab ra sa n : su ca be za , s us ojo s, su len gu a, su ros tro , sus manos, sus pies, su corazón, todo su cuerpo y su alma, todo se está queman do. Por eso todos los días se lo llevan lloran do y quejándose. A sí es
lo que les sucede en aquel fue go , tierra d e los diablos. ¿Quién podrá tener
Dictado en sombras
metida la mano dentro del fueg o po r un poquito no más? o ¿Quién podrá dejar una brasa en su seno por un solo instante? Pues ¿cómo, Hermanos y H er m an as mío s, es ta ré is m eti do s en aq ue l fu e g o pa ra sie m pr e s in fi n ? Ca, pues ¡oh, Christianas! Esto habéis de entender, que a sí permanecer án
sepan quantos vieren este testamento que yo ynés y ndia natural desta tierra,
en aquel fue go los deshonestos, los que se tocan deshonestamente, los que
hija de encomienda del pueblo de ligüeymo,
tienen polución, y qu e hacen tenerla a otros; los que buscan m ujer para
estando enferma en cama y aún en my bue n seso,
pe ca r, los ca sa do s qu e tie ne n có pu la co n ot ra mu jer , las casadas que la
temyendo de la muerte que es cosa natura!,
tienen con otro hombre, los sodomíticos, los que cometen otro pecado
poniendo ia my ányma en pos de salvación,
semejante. También estarán en aqu el fue go los que roban mujer, y los que
tomando com o tomo por justa abogada
tienen dos, tres, y m ás mujeres. Allí estarán también los que matan a otra
a quien es siempre birjen gloriosa madre nuestra
pe rso na , los qu e a sí mi sm os se ah or ca n, y los bo rra ch os , los qu e ro ba n y
para que por my ruegu e a su presioso hijo
los que mienten. Estarán en aq uel fu e g o lo s Ad iv in os hec hic ero s, la s M ac hi s
y qu ier a p er do na r m y á ny m a y lle va rla
a la usanza d e esta tierra, los que da n venen o, los que sacan el corazón al
al dulse paraíso en donde ffue criada
animal, y los que acumulan a otro de brujo.
otorgó y conosco que hago y que hordeno este mi testamento de la manera siguiente: primero que encomyendo my ányma al señor
Mariposa de sus rayos,
pues fuera redimida por su pasión y sangre,
ronda el alma fervo rosa
yt én m an do se pu lte n m i c ue rp o e n l a y gl ec ia
esa esfera prodigiosa,
allí en el arco justo do entierran a los pobres,
con las alas de la fe.
yt én m an do qu e e l d ía de mi en te rra m ye nt o
Y aun que si en ta lo s d es m ay os
acompañen m i cuerpo el cura y sacristán
que el dolor causarle pueda,
y l lev en la cru z al ta y s e d ob le n ca np an as
del fervor no retroceda
pagándose limosna sacada de mys bienes,
cuando más doliente esté.
yt én m an do qu e e l pa dre m ar ti ne s se nt en o
(José de Orejón y Aparicio)
celebre por mi ányma dos misas rresadas. también aquí declaro que xriptobal beas my amo por la cláusula de su codicilo dejó a un hijo myo y del dicho my amo herensia de ganado cabruno y ovejuno, ffrancisco era el nombre de my hijo fallecido por quien tengo poder y derecho a sus bienes el qual dicho ganado lo tiene juan ortiz
rregidor de aconcagua tamb ién
curimón.
Halconero
hordeno y mando entonces qu^> mys albaceas revisen dicha cláusula y cobren el ganado, pues ciertamente es myo y me pertenesce
Si cada forastero se detiene
lo qual aquí declaro y dejo por m ys bienes,
en la sombra del árbol sobre el agua,
igualmente declaro en cumplida memoria
yo me de ten go en la lám pa ra de ace ite ,
que dejo por mys bienes un bestido de lana,
en el pan mojado por la niebla
dos fressadas, dos chumbes y un jubón de rrazo
y en l a a lta ve nt an a d e l a n iña
y do s m an til las bl an ca s de lie ns o de lo s j ur ies ,
que juega con su anillo en las alcobas.
yt én mys dos tije ras y un bu en top o de pl ata
Yo s oy el h om br e d el b os qu e, el h alc on er o
y un a a guj a d el C uzc o de co se r c ol ch on es ,
nocturno, embozado, cabizbajo
una caxa pequeña donde guardo la cera
que olfatea al venado y a la luna
y un a cam a d e c am po de la na co lo ra da ,
y se em br iag a e n lo s m ue lle s d e m ad era .
para darlo a cumplir y pagar my testamento
Veo el s alt o d e lo s p ec es en la s i sl as
nombro en este trance por mys albaceas
que nan nacido desde los ahogados,
al padre alderete,.clérigo presbítero
y es u n f ul go r de mu er te qu e m e ale gra ,
y a d on jua n de ba rr ios , my am o en es ta tie rra ,
un cruel destello de oro en el silencio.
a cada uno de ellos les doy poder e insólydum
Los rapaces han comido de m i oreja,
para que ambos tomen de mis bienes terrestres
de mis manos y de mi memoria;
y lo s den a a lm on ed a c um pl ie nd o lo qu e d igo,
hamb rientos d.e sí mismos, ya no vuelan
y cu m pl id o y pa ga do lo qu e y a h e di sp ue sto
si no sacian su apetito en-mi-carne.
le dejo el remanyente a la niña Catalina
Los boteros que ya pasan p or el río
hija de my amo y de M aría Ortiz
me cancelan el peaje entre las somb ras:
por ser de buen talante y devota en maneras,
sal marina, alcohol, tabaco de hojas,
otorgo la presente carta al escribano
mujeres de ordinaria contextura.
en zibdad de santiago del reyno de chile
Aq uí v eo am an ec er la luz del río
a seis días del mes de septiembre llovido
y a la s a ves que ca nt an do se m arc hi tan .
del año myll quinientos y noben ta y siete,
Aq uí v en go a n av eg ar po r la lo cu ra
a ruego de ynés india quien dice no sabe r
donde todos los demonios se reúnen.
como testigo firma álbarez de toledo.
Veo lej os la ca ra de mi pad re
pasó ante my scribano gerónimo benegas
escuchando al sacerdote envuelto en pieles
la susodicha yndia a quien doy ffe conosco.
y l os l ib ro s do nd e esc rib e el p olv o el destino de los cuerpos lum inosos.
Ebrio palpo el pelaje de tigrillos
Fabla de Castilla
que me acechan la sangre y la simiente, animales que extraviados me padecen y oli sq ue an mi m ira da en los re fle jos .
Esta es la lengua que
Yo so y e l ho m br e de l m on te, el p aja rer o
fuego y maldición tejen sus palabras.
que desgarra con su s águilas el campo, el que habla sólo con las uñas
La lengua arrebata a los lüjos su pureza,
y l es pi co s d e su s a ve s a se si na s.
bosques,
la lengua los despoja de su intacta desnudez. He allí la que nació en triste y cruel locura, hilando seductora sonidos del infierno. La lengua que te miente te dice la verdad, la lengua amorosa destila igual veneno. La lengua es el azote de todas las naciones y d e to dos los am an tes ya cie nd o b ajo el sol. La lengua como tumba cebada p or los rayos, perversidad desnuda d e vocal en vocal. Mirad al niño índigo salir de su inocen cia nombrando criaturas que habitan en la luz. Nacer, vivir, morir no son sólo palabras, aullidos son de un alma convulsa y demen cial. La lengua es la comida del hambre de absoluto. La lengua es ia soberb ia rftovediza y oscura; acalla lo sagrado, consuel 3 a los insomnes, desangra en los jardines las rosas del amor. La lengua sólo habla de huesos y de cuencas, de fúnebres coronas s obre Ia tierra fría. La lengua ya anochece er> Ia flor del limonero, asqueada y agotada bajo v 111 c'elo febril. La lengua limpia el cutis de los muertos antiguos ' y a rru lla al c laro cis ne que ag on iza en el a gu a. La lengua es fiero viento sobre las pesadillas, el susurro de un árbol sin aire y sin raíz.
Estos son los trabajos que apenas ya sopo rtas,
Fundaciones I
oh, lengua del cascajo y el quieto manantial. Oh, útil decadencia, oh cínicos cantos para hab itar en vano esta tierra mortal.
No sabe aún morir la ciudad de los insomnes, no sabe ya viajar en los ojos de un h alcón; la piedra la levanta, el agua ia atribula, el sueño de los niños la detiene en el mar. Tenemos un país que ilumina tormentas y rom pe la s v en ta na s fre nte al a ire dor mi do. La carne, lo sabemos, trabaja maleficios para aquellos que march an hacia el polvo y la luz. Mirad la enredadera cubriendo los umb rales de viejos caserones donde ladran los perros, mirad las blancas sombras en las puertas vencidas dé una larga ciudad enfrentada a los astros. Dirán que no tuvimos suficientes delirios, dirán que no cubrimos la paz de nuestros m uertos; qué será de nosotros buscan do en las basílicas el último m endrugo s alvado de las ratas. Los barcos ya han partido hacia el cielo y el fuego llevándose el deseo del oro y de la carne, los libros que escribimos, las cartas a un imperio' que levanta castillos donde no muere el sol. Nosotros arrastramos las arm as de la noche. Con ellas defendemos las fronteras del alma, los frutos cosechados con lágrimas y coitos, la sangre que enterramos para no regresar.
Fundaciones II
La ciudad viene hasta ti con sus ácidas cadenas y e sas grú as que le va nta n los ci m ien to s de l a h ist ori a. Son nublados palacetes donde anidan pardos búhos y la opa ca llu via an din a de la t en ue Cr uz del Sur. Las ciudades son ahora el final de tu memoria, la escritura humedecida de tus sueñ os siempre nómad as. Es por ello que no olvidas una plaza, una explanada donde el pueblo erige a tumbos una gris catedral. Tras m urallas ves un barco de antimon io sobre el aire, y car rua jes de ca ba llo s e mp lu m ad os en los m uel les , traficantes de palomas, pavorreales, guacamayos, mil esclavos que te venden sus cabezas y sus sexos. ¿Y qué puedes dar a cambio por la urb e que te ofrecen? Ni semillas ya, ni lenguas, ni tratados, ni armam ento: tu destino entre nosotros es falaz como la arena, un gobierno de cuchillos en el agua nocturnal.
Coro de guerra Nosotros llevaremos el amor colgando como un cráneo reducido, y e n é l c rec erá n l as ca sta s f lor es de los países conquistados.
Ceremonias
Huachihue
En los bosques nublados de la Gran Tierra del Sur graznan los choroyes. El paso sobrevuelan del viajero humilde que busca el árbol sagrado, el árbol de la luz. A m ar hu ele es e v ien to de mo nte s y es pe su ra s, a silencio hundido en los arroyos altos. (Silencio ha de tener el paso, cam inante, silencio ha de entregar el corazón cansado). La mañana an uncia pájaros adivinos ocultos en ¡as sombras húm edas del monte. Por eso tú caminas al filo de los aires, por eso botarás un poco de comida. Solo asi se llega al laurel despierto, solo así podrás cortar una ramita. Con ella harás el arco del tiempo y del destino, el arco de tu and anza bajo la luz del sol.
Ceremonia del amor
amáronse, amontañados como aguas potras e como anchimallén encendidos, al alba oloroso amáronse, endulzándose el germen lo mesmo
Los árboles anoche am áronse indios: mañío e ulmo, pellín y hu alle , t in eo y li ng ue nud o a nu do am áro ns e amantísimos, peumos bronceáronse cortezas, coigües mucho besáronse raíces e barbas y renuevos, hasta el am or despertar de las aves ya arrulladas por las plumas de sus propios mesmos am ores trinantes. Mesmamente, los mugrones huincas entierráronse amantes, e las aguas cholas abrieron sus vertientes alumbrando, a sorbos nombrándose, a solas e diciéndose: aguas buenas, aguas lindas, ay pero violadas somos aguas Rahue, plcrosas Pilmaiquén, floridas e parteras e aún felices los arroyos que atraviesan como liebres los montes e los cerros. E torcazos el mesmo am or pronto ayuntáronse los Inallao manantiales ve rde s, las H uai qu ip án b rav ias mieles, los Llanq uilef veloces ojos, las Relequeo pechos zorzales, las Huilitraro quillay pelos tordos, los P aillamanque raulíes nuevos. Huilliche amor, anoche amaron más a plena chola arboladura, a granado cielo indio perpetuo
que vasijas repletas de muday.
Fogón
Respiras ahora el polvo de los ngu illatunes, la machi degollando al carnero elegido;
Menos que el silencio p esa el fuego, papay, tu gruesa sombra que arde entre leños mojados; menos que el silencio a la noche y a l su eñ o, la luz que se desprende de pájaros y ríos. “Hermano sea el fuego”, habla, alumbra
respiras ahora el humo ante el rehue, la hoguera donde arden los huesos del largo sacrificio. “Hermano sea el fuego”, dices retornando, el sol ancho del día reúna a los hermanos; herman o sea el fuego, papay, la memoria que abraza en silencio la sombra y l a lu z.
tu boca, la historia de praderas y montañas caídas; la guerra entre dioses, serpientes de plata, el paso de los hombres a relámpago y sangre. Escuchas el galope de las generaciones, los nombres enterrados con cántaros y frutos; la lágrima, el clamor de lentas caravanas escapando a los montes de la muerte y la vida. Escuchas el zarpazo del puma al venado, el salto de la trucha en los ríos azules; escuchas el canto de aves adivinas ocultas tras helechos y c hi lc os flo rec id os .
Papay es el nombre afectuoso que se da a las ancianas.
Marera
Hortelana
Detén el mar, hermana oh,
El cerezo madura al amparo de tus ojos
detén el mar entre tus piernas.
(y graznan las bandurrias)
Detén el sol, hermana ya,
El maíz le da sombra al sol y al rocío
Detén el sol fijo en tus ojos.
(tus manos tienden la tierra mojada)
El sol y el mar harán rulamas
Quedan treiles nuevos ocultos tras el viento
que sacaremos de la roca.
(el vuelo de tus sueños en el aire sembrado)
Y jai ba s g ra nd es y r oji zas y lun fo y l uc he y coc ha yu yo. No mires mal, herman a, no, no mires mal hacia la Isla. Huenteao habla en cada ola, y con su s nu be s t ap a e l so i. Báilale bueno un cielito, tócale banjo y mandolina. Se reirá el Viejo en la Piedra, y h ar á q ue el s ol vu el va a sa lir.
Los viejos huilliche de la provincia de Osorno aún realizan el viaje ritual y alimenticio hasta las playas de Pucatrihue. Allí, después de hacer rogativas a Huenteao -espíritu benefactor que media entre los hombres y deidades-, se convierten en mareros, pescadores y recolectores de orilla que trabajan el mar para vivir.
Hermana
Purrún
A qu el los ojos de l c ol or de l colo r,
Yo l a m iro
a una altura gris, miran
danza
copihues, hilos de agua.
canelo florecido lleva en sus manos danza
¿Es por el viento de esta hora su silencio o
sus pequeños pies llenos de tierra
son abejas borrachas trayendo miel y sangre
danza flores de ulmo y miel en su cabello
ai panal de sus sienes?
danza ríe y danza
Porque el agua es hermosa,
bebe su muday.
y el cie lo es h er mo so
Yo la mi ro
y am bo s so n bu en os a m ig o s - dice.
yo no da nzo y el p olv o q ue le va nt a e l ba ile
Porque la luz es mi alma en la estrella,
me oculta
y mi s pe ch os so n fu en tes de l uz.
ante sus ojos.
Porque callados sabemos lo que somos: el águila y el cisne, el venado y el puma, montañas, m anantial y viento, sementeras de la eternidad.
Los versos en cursiva pertenecen al poeta Pablo de Rokha.
Purrún: danza colectiva bailada en el "nguillatún” y otros ceremoniales.
Envío a Anahí
Sudario
A M ar ib el Mo ra Cu rr iao
Era madrugada y yo cortaba flores para ti en mis libros de poesía. Llovió largo sobre el mundo y en m i sueño se abrieron los primeros rojos b rotes de poroto.
No es a la m uerte a quien haremos fre nte sino a una gota pequeña de lluvia otoñal Od y s s e u s El y t i s
Hacia el bosque volaron los güairaos, y el tu e-t ue ca nt ó tre s v ec es
Como un canto que no cesa tu respiración,
sólo para confundirme.
la luna que en tinieb las te posee, yerta de ti,
Am an ec í d es pu és : m ar ip os a era el c ielo ,
las rosas que se ex tinguen a la altura de tu sangre
liebre era la tierra corriendo tras el sol.
y gr az ni do s de av es ne gr as ro zá nd ot e las sie ne s.
Te vi luego zumb ando en las orillas de la miel, haciendo olas en la blanca
Tú te ofreces a la luz como el sol que ahora mu ere,
placenta de tu madre.
desnudos los p ezones tatuándose en el viento.
La muerte es lo que escribe
Tú te ofreces a la luz, a los primer os brotes
el agua sobre el agua, me dije contemplando
del durazno ceñido por la escarcha y la niebla.
el rocío de las hojas. Lloré, entonces lloré, sólo por el delirio de respirar tu aire.
La memoria es un antiguo promontorio, dices, en donde ia mirada encarna sal, viento y arena, barcas dando tumbos al oleaje bravio, estrellas que se imprimen en ventanas y sueños. Emb rujada de mí, dices, yo no vue lo ni caigo, de tu beso a mi beso falta vía láctea, el fruto de una lágrima es la muerte florida y el s ile nc io un a g ot a de sa ng re en el c ielo . Yo te e xt ie nd o m i c ue rp o, un su da ri o a t u cu erp o, mi voz donde se abrigan tus grandes ojos grandes, mi piel, sombra de otoño, un prado con maleza, frescura de cicutas para un sol que delira.
Yo t e ex tie nd o la luz , u n in se cto qu e du er me el sueño donde abrevan hierbas y peregrinos. Yo te ex tie nd o el so ni do de un a ca m pa na en ru in as golpeando el corazón de un corazón vacío. La noche cae al río como el pez cae al aire, el dolor a la espina com o el pétalo al polvo. Tú no vuelas ni caes, te detiene el aroma de una estrella que ha muerto entre humus y agua. Emb rujada de ti, digo, amapólate el pelo, hazte al arduo trabajo de la miel en las flores. El durazno a la luna le da luz y en mi sangre se respira tu canto, tú respiras, tú vives.
Cuatro cantos funerarios
Cuatro cantos funerarios
Los Blancos, lo que carac teriza a los eternos Blancos es que ahora viven examinándonos, a nosotros, los muy viejos, a nosotros, los ya muertos.
(Canción aché-guayakí)
Canto II/Catriel
Canto I/Damiana
La edad de la india en 1907, al morir, era de catorce a quince añ os; en enero de 1897, el señor C. de la Hitte le daba más o menos dos años, el señor Ten Kate tres a cuatro años (anales, I. c., p. 17 y 3 5 ) y la fotografía bien parece represen tar una niña de la edad indicada por nosotros. En el mes de mayo de 1907, gracias a la galantería del doctor Korn, pude tomar la fotografía que acompaña estas líneas, y ha ce r la s ob se rv ac io ne s an tr op oló gic as ; é hice bien en apurarme. Dos meses y medio después murió la desdichada de una tisis galopante cuyos principios no se manifestaban todavía cuando hice mis estudios. La cabez a de ja indiecita, con su cerebro, fue mandada al profesor Juan Virchow, de Berlín, para el estudio de la musculatura facial, del cerebro, etc. El cráneo ha sido abierto en m i ausencia y el corte del serru cho llegó dem asiado bajo. Aunque po r este motivo la preparación de la musculatura de la órbita no será posible, que era lo que que ría hacer el profesor Virchow, el cerebro se ha conservad o de una m anera admirable. La cabeza ya fue presentada a la Sociedad A nt ro po ló gi ca de Be rlín . (Robert Lehmann-Nitsche, 1908)
Creo que no pasará mucho tiempo sin que consiga los huesos de toda la familia de Catriel. Ya tengo el cráneo del célebre Cipriano, y el esqueleto de su mujer, Margarita; y ahora parece que el hermano menor M arcelino no vivirá mucho tiempo, pues ha s ido el jefe de la actual subleva ción y se h a re n d id o a n te a ye r en el ar ro yo Nievas ante los Remingtons de Levalle. La cabeza de Catriel sigue aquí conmigo; hace rato que la revisé, pero aunque la he limpiado un poco, sigue siempre con bastante mal olor. Me acompaña al Tandil porque no quiero separarme de esta joya, la que me es bastante envidiada. (Francisco Pascasio Moreno, 1875)
Canto IV /E1867
Canto III/Maish Kenzis Este indio yámana, conocido con el
HE DISECADO MUCHOS CADÁVERES
sobrenombre de M aish Kenzis, tenía
Y NU NC A HE EN CO NT RA DO UN AL M A
buen carácter. Tímido, o bediente, fiel, poco sociable, salvaje; se habituó poco a poco al entorno y en los últimos tiempos se convirtió en un auxiliar útil para el Museo de La Plata, donde se ocupaba de diversas labores y no mostraba repugnancia por trabajar con restos indígenas. Igualmente el miedo se traducía rápida y expresivam ente en su rostro. Hablaba fácilmente el español, algo de inglés y pronunciaba bien el francés. En su estadía en el museo, a donde llegó en 1886, fue obligado a preparar esqueletos humanos para su exhibición y para ello se lo vestía con un traje de funebrero. Habiendo dejado a este indio vivo, luego de una larga ausencia mía encontré su cerebro y su esqueleto en las vitrinas de nuestras galerías a ntropológicas. Murió en septiembre de 1894 de una afección tísica pulmonar, sobrevenida a continuación de una afección tuberculosa. Tenía entre 22 y 23 años. (Herman Ten Kate, 1906)
Hans Virchow
Inche ta piupiukíirüpel
Cisne de mí
Cisne de mí, negrura de mi cuello que oculto bajo el cielo de las aguas turbias, hundido el corazón, perdido el canto, canto, lejana la bandada, de mi sangre sangro.
Inche ta piupiukürüpel, tañi kurü topel ta llumümnien ta chi trufken nge chi ko mew, pu nw ile y ñ i p ew kem ew , tr ip al ay ñi ü lk an tu n, kamapuley ñi kiñel trokin, tañi mollfünmew mollfüken.
Solitario soy la herida de la noche, la luna me congela el corazón y el sueño, las estrellas estrellas caen y queman mi plumaje,
Kizulen pun allfeñ ta inche, inche,
sobre el lago lago pardo respiro y
chi alefishkülmakeey mew tañi piwke ka tañi umag,
amanezco.
chi pu wangülen nagkey arelmakeeneu tañi pichun tachi kolü lafkenmew, neyütun fe y tra fen.
Escuchad, Escuchad, herm anos, al m ar entre los árboles, la inmensa soledad de las oscuras olas, escuchad el trino del sol bajo las piedras, la voz de los yacentes viajeros de la tierra.
Al lk ut ua fim ün , pu peñ i, chi la fke n ra ng i p u m aw iza , ta chifütra kishulen tachi trumin Aunanko, allküfimün ñi triliw ta chi antü minchekuramew müley,
El día que co mienza en los castos castos nidales,
ñi zugun chi pu nam pulkafe mapu mew.
el día de totora, totora, de barro y transparencia, será para doblar mi cuello en herbazales,
Chi antü tuwkey chi zañemew, zañemew,
será para rendirme a la mortal belleza
tachi tromen ñi antümew, chi chapadke, ayongfey tañi ponoram ñi topel,
que me trae el viento de las altas mo ntañas,
ta ütünentumewfeype tañi nagam tañi laan azgelumew
la neblina verde que crece y se dispersa, el silencio silencio de oro de la tarde en la arena , el vuelo de los míos sobre aguas eternas.
ta küpalelenew küpalelenew chi kür uftafü trake mawiza mew, chi karütremkey fey tremkey ka nankey, chi milla ñiküfküle nagün antu kuyümmew, ñi müpun ñi inchengen ta chi wenteko. wenteko.
Kiñe nütro pu liwen feymew mülekey pu kiirew.
Un notro es la mañana donde habitan los tordos.
Perimontu aliwen tami fiizkenmew müley.
Ár bo les fan ta sm as en tu sombra hay.
Kurii pillamaykeñ, tripaymi tañi pewma mew ka konimi ta mapumew müpülay.
Negra golondrina, sales de mi sueño y en tra s en la tie rr a sin voltear.
Llampüzkeñ
Mawid a kiitral,
troltromew
antü ñi trufken.
kom ta konkelay.
Rangiantüy ñi mapu mew.
Mariposas en el cardo que todos evitan.
Fuegos de montaña, cenizas d el sol. Mediodía en mi provincia.
Lawal reke trantu n
Küyen tañi urr.üy,
llegkey lakey tapu warria.
eymi mew ta elüwk enkañptile chi rayen mew.
Taladas como alerces ya ce n
Sombra de la luua, en ti yo me ap os en to,
las ciudades.
lejos del jardín.
Mañiwruka. Pu mawiza ñi ruka re moilfüngey
Rucamañío. Casa de los Bosques ensangrentados.
Rag ñi lewfü, Pillmakeñ lewfü, pu wangülen ñi lewfü füta willi mapu mew.
Río de la Greda, Río Golondrina, Río de los astros en la Gran Tierra del Sur.
Püchürelmu, An tü m aw ün , ñi mollfün ñi umüy la?Ken ñi wenuntuel.
Inche, Mawiza ñi Pelom, Wi tru nko ñi Ra yen , ñien kiñe ül pewmatun ñi kewün mew eymingealu.
Débil arco iris, llovizna del sol,
Yo, Lu z d e l os Bo squ es,
sombra de mi sangre
Flor de Manantial,
alzada poi el mar.
tengo un canto en la lengua de los sueños para ti.
Wi rilk an kiñ e n aw el kiñe witrunkomew tachi amuie c hi ko ñi ingkañpewam.
Eluwayiñ tachi laíken, Paynekura, püchüche, eluwaiñ ta chi iafken. Mayelafimi ta chi ko, Paynekura, püchüche, mayelafimi ta chi ko. Punwikonay tami piwke, Paynekura, püchüche,
Un tigre he dibujado en el arroyo
ñi küfke chi punwinagay.
para que el agua libre se defienda.
Te daremos al mar, Piedra Celeste, niño, te daremos al mar. El agua calmarás, Piedra Celeste, niño, el agua calmarás. Se hundirá tu corazón, Piedra Celeste, niño, silencioso se hundirá.
Ñielay mawiza tañi poyen
W iri n ta ñi ra ki zu am
ale rume nielay, lewfu rume.
mawizamew cheu tañi ñükutupeyüm.
Triltragküley tañi küwümeu
Pu üñüm müpükeyngün
pirre mew nentungey.
ñi ülkantunmewengün liftukeyngün inche tañi wiriel.
Mi amor no tiene montaña ni luna tiene, ni río. Está desnuda en mis manos, desterrada de la nieve.
Escribo mi poema en las hospederías del bosque. Los pájaros vuelan y b or ra n co n su s ca nt os lo que escribo.
Ñi küfkülen chi piremew: müley ¿Pu reñma pefimi chi rakizuam? ¿Wente kavvell ta müy wimi
küla lig pillan konmekey tami ngemew.
ta chi antü wezazuam eleym ew ta ñiküfkülen? Pepimuy chi kü rüf kiñe kiize kamapun gen chi zugun. Ulkantu futake mam üll ül kiñe tromülen ka llumü poyen.
¿Has mirado la mem oria frente a frente? ¿Has viajado a lomo de un caballo con el sol agobiando tu silencio? Sopla el viento e n la luz de unas voces ya lejanas. Cantan árboles canciones de un nublado y cie go am or.
Silencio en la nieve: hay tres volcanes blancos hundiéndose en tus ojos.
Puruy ta tromü tachi kallfü kürufmew. Chi pichiche wenun tuy ñi ange. Müley trufken ñi angemew.
Danza la nube en el viento azul. El niño alza la cara. Polvo en sus m ejillas.
96
Reducciones
r~ Reducciones
Provengo, por sangre paterna, de un tronco huilliche que aún m antie ne un mermado asentamiento en los reductos de Quilacahuin, localidad ubicada a 35 kilómetros al noroeste de la ciudad de Osorno. En aquel vasto territorio, mi antigua parentela ab origen remon taba sus trabajos y sus días con ocasionales fiestas comunitarias. Entonces -como todavía ocurre hoy- una de las fechas más celebradas era el 24 de junio: We Tr ipa nt u, añ o nu ev o pa ra las co m un id ad es m ap uc he de La r'ro nte ra; día de San Juan para mis paisanos huilliche de la Cordillera de la Costa osornina. Mis parientes (que se llamaban José, Albino, Luis; pocos Juanes se contaban entre ellos) no eran ajenos a la prodigalidad de este onomá stico. Después de adivinar el porvenir en los espejos y en las p apas, y de az otar cerezos y manzanos para obligarlos a dar abund ancia de frutos, destapaban barriles de chicha y degollaban un c erdo a la luz de las fogatas. El más laborioso de mis mayores, Enrique Aguas Huenún, se hacía acompañar por su mujer hasta una misteriosa bodega de la que v olvía con botellas y una cesta repleta de manza nas. “ Era que él tenía sus entierritos por ahí”, cuenta mi abuela. "Los antiguos eran gente muy pensada”, recuerda. A sí pu es , mi tío ab ue lo co n se rv ab a ho rt al iz as , lic or es y fr ut os en profundos hoyos acolchonados con viruta, aserrín y paja. De este modo ofrecía a los visitantes productos que en invierno ya n o estaban al alcance del común. Pero la rueda de los tiempos, los soles y las lun as girando sob re vivos y di fu nt os , ha ec ha do so m br a a es as vi ej as sa bi du rí as . Mi úl tim o vi aje , recuerdo, a los campos de Q uilacahuin fue hace diez años. En el intertanto han ido cayendo a sus respectivas fosas de eternidad , Carlos Huaiquipán, Ab rah am Hu aiq ui pá n y A lbi no Ag ua s. Qu ed an en la tie rra , co ra zó n de boqui y memoria resistente, las pobrísimas mujeres: Matilde Huenún y Zulema y Catalina Huaiquipán. Y los ríos: el Rahue, el Pilmaiauén, el Bueno,
buscándose por valles y declives, destellando con los peces que brincan los remansos del atardecer.
Ü 1de Tripayan
Trumao.
Salíamos de noche y llegábamos de noche.
Cofalmo.
La luz era mi sueño arriba de los u lmos.
Cantiamo. Trinidad.
An dá ba m os sin rum bo en la lu na de l a gua , huyendo de los pumas y los zorros rabiosos.
Recuerdo en voz alta los nombres de los sitios que hab itaron mis abuelos:
Quitábamos los troncos a la tierra quemad a
el Molino de Oro camino a H ueyusca,
para que germinara el trigo de Castilla.
el Salto de las Tres Tazas donde la piedra hace florecer
Mi padre era un hombre con el sol a la espalda
un d elgado estero silencioso.
y un a p ren da de pla ta gu ard ad a en el bo lsil lo.
He de ir, me digo, he de oler las hierbas de ¡os puertos del Rahue.
Cazaba a los conejos con un palo de quila
Veré saltar las ca rpas en el río Bueno
y en ter rab a s us tri pa s r og an do a l as alt ur as.
y esc uc har é, a me dia no che , la mú sic a del barco de luz que vuela hacia el mar.
Marchó después de viejo a los montes oscuros
Llevaré flores a las tum bas de esos hombres.
haciéndose silencio y helecho con rocío.
M añ an a, me dig o, m añ an a cuando amanezc a en el sol.
La casa de los pobres se llama cordillera, se llama acantilado que termina en un río. La casa de los pobres es viento que se lleva bandadas de choroyes a los camp os floridos.
Tripayan : "Salida del sol” . Linaje huilliche.
Ceremonia de la muerte
balazo en el abdomen y heridas de mu cha gravedad en la cabeza (informe médico, fjs. 144). La especie consignada en dos o tres declaraciones de indígenas, de que
(...) En la mañana del día 19, se dirigió a Forrahue el mayor don Julio Frías al mando de cuarenta y cinco hom bres entre carabin eros y guardianes, para dar cumplimiento a la orden recibida (...) Como a doscientos pas os de la casa de Juan Acum, se d esmon tó la tropa,
los carabineros estaban bebidos es comp letamente falsa, como afirman los testimonios de fjs. 126 ,120 y 122, entre otras. (...) Cumplió el mayor Frías un doloro so deber, en res guardo de su h onor y d el p res tig io y m aje sta d d e la l ey.
porque varios cercos impedían continuar a caballo. Desde este pun to, Frías
(...) Quedan a disposición de US. en el cuartel del batallón Zapadores,
llamó repetidas veces al jefe de los indígenas, diciéndoles: "ven ga el jefe
las armas y demás efectos quitados a los indígenas y que son: 4 escopetas,
de Uds. o cualquiera de Uds., tengo que hab larle; vengo m andado por el Presidente de la República” (...)
1 rifle, 7 cuchillos, 2 revolvers, 1 lanza, 3 machetes, 2 h achon as, 1 hacha, 2 azadones, 1 m artillo y 43 garrotes.
Los indígenas contestaron con insultos y amenazas. En seguida se dio lectura, por el receptor Soriano, a la orden de lanzamiento, la que fue recibida por los indios con mayores insultos, declarando que
Osorno, 22 de noviembre de 1912
preferían morir todos antes que retirarse, y que mata rían al primero que
Mayor Galvarino Andrade
se atreviera a acercarse. (...) Como el tiempo tran scurriera inútilmente, ordenó el Sargento Io Pascual Segundo Arias, avanzar con parte de la tropa para que tom aran a los indígenas que estaban fuera de la casa y los desarmaran de sus garrotes. Con este motivo se trabó una lucha violenta, cuerpo a cuerpo, y en un momento, Arias se vio envuelto por tres o cuatro indios, recibiendo de uno de ellos un tremendo garrotazo en la cabeza que lo dejó exá nime, y a sus compañeros diversas heridas de menor gravedad. Simultáneamente, salían de la casa los primeros disparos de los indios, yend o uno de ellos a herir el abdomen del sargento Arias. An te es ta sit ua ció n, Frí as or de nó a su tro pa ha ce r un a de sc ar ga . Eje cutada esta, llamó nuevamente a los indios a la tranquilidad, pero estos contestaron con nuevos d isparos. Entonces, ordenó hacer fuego, habiendo disparado de veinte a veinte y cinco proyectiles en total. No h a sido posible establecer cuántos dispararon los indígenas. (...) Quedaron muertos once indígenas (5 hombres y 6 mu jeres), ocho heridos, de los cuales han fallecido cuatro en el hospital. De los carabineros y po lic ía qu eda ro n he rid os sie te, en tre ell os el sa rg en to i ° Ar ia s, co n un
Fiscal Militar
¡Brujo diablo, anda vete! decíamos escupiendo,
Uno (Forrahue)
y el b os qu e m ás es pe so escondía a la lechuza. Malo era, malo era. ...alzaban sus manos ensangrentada s al cielo... (Diario El Progreso de Osorno, 21 de octubre de 1912)
No sabía vivir el natura! antes amigo, no sabía. Las mujeres se preñaban en lo oscuro y en lo claro, y l os hi jos se cr iab an a la bu en a de los bosques y los ríos. A sí era , m am ita , a sí fu e: las estrellas dejaron de alumbramos
No hablábamos chileno, mi paisano,
la sangre de repente,
castellano que lo dicen.
y t uv im os qu e o cu lta rn os com o zo rr os
Copihue sí, blanco y rojo,
en montañas y barrancos.
flor de michay, chilco nuevo. No sabíamos de Virgen ni de Cristo, padrecito, ni del Dios en las Alturas. Ju gáb am os tir án do no s es tié rc ol de ca ba llo en los po tr er os ; robábamos panales a los ulmos y a los moscos, y p in atr as a lo s h ua lle s de l a p am pa ; mirábamos desnudas bañarse a las hermanas con manojos de qu illay en el arroyo. Malo era. Sí. Por eso vino envidia y litigio y carabin a; por eso se volvieron lobos los venados y los peces. Malo era, paisanito, malo era. Comíamos caliente el crudo corazón de un cordero en el lepún; rezábamos huilliche al ramo de laurel jun to a la ma ch i; matábamos con fuego al que mete huecuve contra el cuerpo y contra el alma.
"Grítenme montes y valles,
Dos (Misión de ia Costa)
háblenme piedras del campo”, cantaba
Él traía un cargamento de abarrote en la montura,
mucho antes que dejara de cantar
y un a ca lfin ita de ag ua rd ien te en el m orr al.
esa ranchera.
de costado en la cuneta. Rematado dicen que fue, aunque ya había muerto
“Grítenme montes y valles, háblenme piedras del campo”, cantaba ya bo rra ch o, con los ojos todavía encandilados por las luces y los bares de la calle República. Las estrellas se caían a pedazos esa noche, p aisanito, meteoros que les dicen los del pueblo, pero el mar las detenía entre sus rocas y p ud im os do rm ir sin so bre sa lto s. Buenas noches, nos dijimos, buenas noches. Un chonch ón rozó la ruca. Fue de encanto. Mi abuelita hizo una cruz en la ceniza, y qu em ó u n p ar de tri nt rar os que me an da ba n en la nuca y en la frente. Desperté bajo unos notros florecidos, con los labios amargados por el vino y la intemperie. Mi caballo descansaba junto a un álamo; escuchó antes que yo a la trutruca y sol tó un rel in ch o f ue rte corcoveando. Ah í m ism o lo co rrí y le di alc an ce , y lo mo nté y lo ga lop é h as ta el r an ch er ío. Le gritamos ¡párate, Juan, arráncate!, pero él venía del pueblo y tra ía el c ue rpo ma lo.
Tres (Cementerio de San Juan)
Solito caí, dicen que dice, ay sí, solito; mojado de mi sangre v iviente todavía. No iré a Maicolpué ni a Pucatrihue iré,
Cuatro (Loma de la Piedra)
De lejos lo vi, hija, de lejos lo sabía. Grande fue m i sueño, mi revelación: blanquito am anecía el cielo de Forrahue
donde el mar revien ta su luz
con dos caballos negros garañones
sobre las rocas y la arena.
pateándose allá arriba. Buena sangre los soñé, hubieras visto, lindos eran, y b ril lab an ca si az ule s en la alt ur a. Recordé cuando venían hacia mí cerrándom e las vistas y el resuello. Eso dijo la viejita, amigo, eso dijo. Fue la única que tuvo mal dormir aquella noche.
Cinco (Punotro)
Tránsito Quintul tiene visiones donde arden las hojas del latué. Candelaria Panguinao busca nalcas
Pero nada se ocu lta en este cielo, hija, nada y e l d ifu nt o c ora zó n, po dri do y t odo , no olvida bajo tierra: Francisco Acum, recuérdate - lloraba-, limpiaplata le llevo a tus heridas. An je la Ra uqu e e s u na loi ca enc int a que da luz entre peumos y úneos. Ya pu es , M ari na o, no llor es mu erto , y v am os a na da r a l río Con tac o. María Santos es buena tejedora, sus mantas valen oro cuando rompe el agua. Candelaria Colil, huelen tus pechos a poleo quem ado y a chilco con rocío. Carolina Guimay aporca, alza porotos como lanzas florecidas hacia el cielo. Carmen Llaitul, escarba, coge berros y e l es te ro se l le na de s alm on es. An to ni o N ili án h ier ve , e nd ul za ch ic ha con la miel y con los pétalos del ulmo.
y v ar ill as de v oq ui en las qu eb rad as. Jua n A cu m sa ng ra, mo ja ju nco s que se doblan sobre el agua del Maicolpi. (Todos sangran, son sus sangres las que caen al oleaje de la tarde en Pucatrihue. Todos sueñan en el monte y la llanura, y en un hil o d el alm a d e s us hijo s).
Seis (Campamento de Pampa Shilling)
Cisnes de Rauquemó
Buscábamos hierbas m edicinales en la pampa Aq uí, he no s aqu í, ya vi ud os de nu es tro s dio ses , viu do s de l so l, de agu a y d e l a l un a llen a. Ad en tro , frente a brasero, quemamos lengua y memoria. Af ue ra florece el ulmo, la lluvia m oja al laurel que brilla en mitad del monte. ¿Para quién brilla el laurel? ¿Para quién moja sus ramas? De lejos se escucha el mar, y e l gr az ni do de l gü air ao. Dormimos, viudos del sueño soñamos cosas que arden: cometas entre las rocas, aguas donde quema el oro. ¡Es arte de brujos! - grito ¡Escupan esas visiones! Nadie me respon de, nadie. Solo estoy ante la noche. A fu er a br ill a e l la ure l a relámpagos y a sangre. El monte es una neblina y el a gu a d el m ar se ard e.
(limpiaplata y poleo, yerbabuena y llantén). El sel era violeta, se escarchaban los pastos. Bajaba el Rahue oscuro, ya sin lumbre de peces. Oímos mugir vacas perdidas en ¡a Vega, y e l r uid o d e u n tr ac to r c am in o a C an ch a Lar ga. Llegamos hasta el río y pedimos balseo, un bote se acercó silencioso a nosotros. Nos hablaron bajito y nos dieron garrotes, y un os tra go s d e p isc o p ar a a gu an ta r el frío . Nadamos muy ligero para no acalambram os. La neblina cerrab a la vista de la orilla. En medio del junquillo dos cuerpos de agua dulce, blancos como dos lunas en la noche del agua, doblaron sus dos cuellos de liriipia plata rotos, esquivando sin fuerza los golpes y el torrente. Cada uno tomó un ave de la cola o las patas y rem on tó ha cia el b ote oc ult o en tre los ár bo les . Los hombres encendieron sus linternas de caza y a rr oja ro n en sac o las pr es as m al he rid as . Nos marchamos borrachos, emplumados de m uerte, cantando unas rancheras y orinando en el viento. En mitad de la pampa nos quedamo s dormidos, cubriéndonos de escarcha, de hierba y maleficios.
.........”
.
En el cementerio de San Juan
Parlamento de Huenteao en la Isla Pucatrihue
El tiempo de las cruces, de las largas ofren das, cuando escapa la rata al nido del zarzal,
Si debo decir algo diré el peso de la piedra en que me h an conv ertido
deja ver unas sombras ocultas tras las puertas
mis paisanos. Mojado por la espuma, lejos de las sementeras y los cam inos,
de casas sos tenidas por la muerte y la cal.
nido soy de las gaviotas, el duro territorio de los caracoles y otr os anim alitos
Son grandes soledades comiéndose las piedras,
del mar. Los hombres que ahora veo se hincan en la arena, agotados por
llenando sus vasijas con el rum or del mar;
el viaje y la memoria. Me ruegan y hablan con hilachas de un idioma ya
sus miradas son pasto crecido sobre tejas
intratable, el que un día compartimos. La fuerza de sus sangres ha quedado
que enfrentan campos secos y rotos por la sal.
en el camino. Viejos y temerosos, se entregan a un poder que nunca tuve.
Los parientes se vienen de lejanas hijuelas,
de sus afanes. El pan y el tabaco que dejan en m is rocas serán para las olas;
trayendo en sus morrales hogazas de buen pan.
los ramos de trigo y de flores caerán en las oscuras almas de la profundidad.
Pronto partirán con sus cosechas de algas y pescado, la pobre ración
Jun to al m ue rto lo m ira n, lo co m en y lo pi en sa n hasta cuando no queda nada más que pensar.
El turbio remolino de los tiempos nos aparta nuevamente. De piedra e invisible, eterno en la vejez a la que estoy condenado, hab lo solo bajo el cielo del amanecer.
Después de desvestir las tumbas de malezas, beben cántaros llenos de chicha montaraz y rec or ren el l arg o ca mi no que los de ja de espaldas al cam ino que llega a este lugar. El tiempo de las cruces, de las largas ofrend as, levanta tierra roja sobre el sol de San Juan; aquí donde el cielo reseca a hombres y bestias y el v ien to se lle va gr az ni do s h ac ia el ma r.
H u e n t e a o o H u e n t e y a o : espíritu h u i l l i c h e q u e h a b i t a u n islote de rocas en Pacatrihue. Hasta él suelen llegar viajeros y lugareños a pedir permiso para pescar y recolectar lo que deja el oleaje sobre la arena.
Tres
Nütrara
Ar de al vie nto el sa hu m er io en los co rra les a Ricardo Caifa! y a su madre, Manuela Piutrín.
Un o Blanca es la luna que asoma hasta la transparencia en el oeste. Si soplaras hacia ella desaparecería ai punto de tu aliento. Tal el cirio que los deudos apagan para la paz del que marcha sin consigo al otro mundo.
(ruda fresca contra el brujo y el h uec uv e): vu el a en sueños un pájaro de agüeros, solitario y mortal para los campos. Su graznido detiene la mem oria, ocultándonos la llama de la luna. A s us ur ro s c orr e el a gu a d el Hu ilqu ilc o como un cisne desangrándose en silencio. Ag ua y n iev e a rra str a e l vi en to en Ca tri pu lli: los vo lca ne s nos contemplan en tinieblas. Vi ejo abu elo , A zu l C ó nd o r- h ab la n las cu m br es pule tu hueso, tu mirada oscura y fría:
Do s Tomo el mate en un jarro de aluminio. Los ancianos de la casa hablan de un hombre que enloqueció buscan do plata en ias montaña s. Volvió con una calavera en el morral y un par de falanges carcom idas por la nieve. A qu ien lo oí a, in vi ta ba a su bir cr ue le s ca m in os pa ra se gu ir bu sc an do huesos, su riqueza, la corruptible plata de los mu ertos. Pobre loco - dice Juan-, murió allá arriba, perdido de camino, a plastado por la nevazón. De Lonquimay, un tren cargó sus restos hasta Quepe. Envuelto en arpilleras lo entregaron a la policía. An to nio Ca lfu m án no m br ab an - d ic e -.
flores caen para el barro y las pisadas entre potros y becerros montaraces. Vie jo ab ue lo Az ul Cón do r, oye a los viejos manantiales de la nieve y los pehuen es: huele tu sangre emplumada, cóndor ciego, ■hecha nieve y negra plata entre los muertos. Los olores del sahumerio se han p erdido; ya la l lam a del po de r rozó los surcos. En el huerto se aposentan los espíritus, y a let ea ha cia las ra ma s l a le ch uz a.
Me tocó vivir la última mitad del año 1992 en la pequeña parcela de la familia
Dibujo de monte (Cuneo Chico)
Caifal - Piutrin, situada a 18 kms. al sudoeste de Temuco. Al lí, al c alo r de la c oc in a a leñ a, co m pa rt í el nü tra m, la co nv er sa ció n m ap uc he que entrelaza retazos de m itos, recetas medicinales e historias de parientes y
Pelehue nombran este lugar. Desde el cerro Mariaguín
ve ci no s vi vo s y di fu nt os .
contemplo los volcanes: el Llaima, con su corona de humo
Fue en uno de esos nütram cuando mis amables hosped eros relataron la locura de Antonio Calfumán, y sus últimas andanzas por territorios cordilleranos. Por aquellos días, el estero Huilquilco se salía de cauce, y mis amigos que maban hojas de ruda y de canelo para descargar su casa de maldades y brujos. El frío paralizaba el vuelo de abejas, torcazas y loicas, pero el sol despertaba
y un a ci ca tri z en la ni ev e; el Vi lla rr ic a, m ar ip os a bl an ca entre las hojas de maqui: el Lonquimay y su cumbre pulida por el cielo del atardecer. “El sol se va al mar", dice la machi, mientras echa en u n saco los remedios de monte.
a veces aclarando las alturas de los volcanes Villarrica y Llaima. Y después de contumaces lluvias, como un rem anso en el riñón del invierno, la noche abría paso a un cielo diáfano, iluminado por la creciente luna nueva. Pronto, sin embargo, volvían los granizos y los vientos, y en los sembrados
“Este, melahuén, tiene flor bonita, parece menta. Este otro,
flameaban las alas de la lechuza, espía de los brujos o brujo disfrazado. El humo
afülkón. Este, mtiluí, zarzaparrilla llaman en huinca. Este
del conjuro se hacía más intenso entonces y, entre ruegos y maldiciones, escuch aba
de aquí, filulahuén, remedio de la culebra. Estt, palosanto,
yo el ás pe ro ul ul ar de l a ve ag or era .
canchelahuén en mapuche. Este, palqui, quita la fiebre. Este, huacachu, pastom aíz. Florece. Bonito. Y este, canelo, nehuenlahuén, remedio de la fuerza”.
La machi Isabel Fariñe Caniuqueo y su joven ayudante A br ah am Mo nt ero Hu en te mi l, li mp ian las hie rb as to m ad as en el cerro. Las apartan y las en vuelven con hojas de diarios y c on re ta zo s d e p lás tic o. Lu ego am ar ra n l os p aq ue te s y los cuelgan frente al fogón.
La ruka, ya a fines del invierno, mantiene a raya vientos, aguaceros y heladas. El nütram, la balbuceante conversación, espanta los espectros del espíritu. “Mi corazón te conoce, hermana, /mi corazón te conoce: / tú eres la que teje /
mi corazón en el telar”, dice un canto que oí, efímero y monótono, en Playa La Mina, a orillas del río Quepe. Y es así: bajo las extrañas sombras de nuestros cuerpos proyectadas por el fuego y por la lámpara, nos miramos y no s rec on oc em os . Af ue ra los tre ile s gra zn an vo la nd o la bulliciosa danza del apareo. Adentro escucho verter las palabras, el mapudungú n que se desliza por entre mallines y ped reg ale s. No en tie nd o, per o sí, en los ojo s, en el fue go, en esa rama de sombra que de golpe cae a la boca de la machi Isabel.
“Mi caballo es blanco y y o soy el v ien to qu e l o m ont a. Mi ca ba llo es b la nc o y co rre po de ros o ba jo el c ielo azu l. Na die po dr ía qu ita rm e e ste ca ba llo . N ad ie po dr ía qu ita rm e este ca ba llo . Firme llevo yo las riendas. Firme llevo yo las riendas. Solo tú, linda hennanita, po dr ía s ha ce rm e baj ar. Solo tú, linda torcaza, me podrías derribar. Mi ca ba llo es b lan co
La luz de la lámpara a parañna ha atraído un gran zancudo. Una de la hijas de la m achi lo toma y lo arroja a las brasas, escupiendo.
y y o s oy el vie nt o qu e lo m ont a. -Mi caballo es blanco y co rre po de ro so ba jo el cie lo azu l. En mi caballo te llevaré, a otra tierra te llevaré. Te alegrarás, después, herma nita,
Salgo de la ruka. Noche cerrada. Sin embargo, es posible
sí, te alegrará s.”
distinguir la silueta de los pewm a bajo el cielo nublado.
Gris es la mañana. Vuelan los urcos sobre el quilantal. An un cia n e l sa lto de l a c ul eb ra d e a gua . * Remigio Hueche canta. Dicen que está loco, que cuando le vi en e la lo cu ra de sv ar ía du ran te un m es o d os. A ho ra est á sano. Un poco borracho, eso sí, pero canta. Es el único que todavía canta el “ü l” en Cuneo Chico.
Mallín: terreno húmedo, pantanoso, cercano a los ríos y los arroyos. Pewma: el sueño que no es pesadilla y que alumbra los días porvenir. El pewma se relata en I; mañana como un acto de purificación. Así, el pewma qu e presente pr esagios dañinos, perder: su poder; por el contrario, aquel que contenga símbolos y anuncios de bienestar, se cumplirá Ül: el canto o poema cantado, improvisado en celebraciones comunitarias, situaciones amorosa: o como homenaje a parientes, amigos o vecinos.
Entierros
Por eso me hago cruces de fuego y de ceniza y s an tig uo mi fre nt e con ag ua y s al b en di ta . Au ra de las Ag ua s, Eli as Hu en ún ,
Au ra de las Ag ua s, Eli as Hu en ún , Ezequiel enterrado en los llanos de Osorno. Todos mis parientes aferrados a las llamas, bruñidos por el oro de las hechicerías. Te diré, hijo mío, que soñé con Herminda. Ve nía el la a bu sc ar m e ve st id a co m o n ov ia. Va mo s, me de cía , a llá do nd e yo viv o, todo es tan bonito y no me falta nada. Después se me allegaron unos niños oscu ros, la cara me escupieron entre sueño y vigilia. Un tiuque hizo su nido en el techo de alerce, i ai nieta lo espantó con agua y sal batida. Au ra de l as A gu as , E lia s Hu en ún , acérquense a la tierra que arde por las noches, al pozo, al gallinero, a los blancos m anzano s, al ruido de cadenas chocando en los cimientos. Mi casa levantada sobre el oro y la plata, mi casa construida sobre fuego y m iseria, mi casa iluminada por caballos fantasmas, mi casa abrió su puerta a la mu erte y al alba. Ah or a e s F ran cis ca Hu en ún la qu e ya ce mirándome entre flores y cirios encendidos. Af ue ra los pa rie nt es ca m in an y se pa sa n de mano en m ano el vino, la carne, las palabras. !.a madre de mi huerto se va con la mañ ana. La siguen los cerezos, los sauces, las camp anas. La madre de mis sueños, pequeña y enterrada, me deja como herencia su sombra fatigada. Te diré, hijo mío, que he visto sabandijas bajando de mi cam a apenas raya el día.
Catalina, Zulema, Carlos, Ma rgarita, todos mis hermanos nombrados noche a noche en la tierra y el eco de mon tañas perdidas.
DOS
Huechantii Huenchantii, Huechantü gritaron los ancianos. Se acabó la comida, Carlos Huaiquipán. Ya se han ido los salmones, Albino A guas. La tía UN O Las estrellas giraban en el cielo quemando como el oro nuestro corazón. Los bosques se aferraban a la noche y el so l v en ía al m ar desde las blancas montañas de los sueños. Pasamos por árboles que nos adormecían con sus pétalos de moribund a luz. El agua respiraba bajo tierra. La luna descend ía a los dominios de los anímales secretos, enmascarados por la niebla y el f río re sp lan do r d e l as ve rti en te s.
Catalina hornea un pan oscuro en la cocina de hierro. Es aún una niña en 1930. El presidente sólo vende harina gris, papas con tizón. En todos los caminos vemos cueros de va cas faenadas por la gente, laceadas en los potreros délos gringos. Huenchantii, huech antü, el día de la crisis, el sol de la escasez. Vendrá la guerra, tío Pedro, tío Jos é, tí a Ro sa. No ha y m anz ana s e n la s qu int as, el a gua su be y pu dre los últimos maíces. La gente se embo rracha y se acrimina y nadie le hace cruces a los muertos en los montes. Huenchantü, huech antü. Ya no co m ere m os la mu rtill a en Qu itra Qu itra y Tr in id ad ni los dulces chupones de Quilmahue. Escucha el silencio de los cam pos, Ab ra ha m , n ing ún anim alit o y a n cs ha bl a. Lo s bo sq ue s e n si len cio , como piedras, los pájaros sin voz. Huech antü, huechan tü. Debajo de la tierra el sol se pierde, debajo del frío remolino de las almas en pena.
Nuestros caballos se hicieron aire y n ue st ro s c an to s va na s r aíc es en la escarcha del amanecer. La tierra nuevam ente ardía y n ue str os mu er to s, boca abajo, cubrían con sus sombras la e xtensa sombra de su corazón.
TRES Contaco río, cascada de choroyes, sangre de las piedra s tigres, herida del sol. Llévanos. l u t iM u j M u w i í i* . 'v u »
jt. v j í
i ; j i n * t i i t “ i i • - * 1 1 i t .f M
Esta es la barca transparente que solo podemos navegar en lo oscuro. Estos los remos de avellano que se consumen en tus aguas
k. »
hasta desaparecer.
Umautulí
Jus tic ia de la corriente que nos arroja al mar, arena el pensamiento, espuma el amor que moja nuestras manos borradas p or la luz del roquerío. Que vengan las gaviotas a comernos los ojos, los brazos y las piernas. Ju sti cia de ios pá jar os , ju st ic ia de las ag ua s qu e s e in cl in an ha cia el sol por el peso de nuestras almas.
Evaristo Huaique yace en la cuneta del ca mino. Borrach o desde Osorno, dormita largo y ancho entre los pastos y la fría neblina de noviembre. La manta de castilla de su padre lo protege de los vientos ve lei do so s; el cu ch illo de m on te en la cin tu ra , ale ja a l os br uj os y a los duend es del su eño y del camino. Duerme Huaique bajo el cielo de la noche de San Juan. Duerm e y h ab la en pe nd en cie ro ca st ell an o a l os v iej os an im al es de l a s an gr e y de l e sp íri tu . No hubo muerte, padre nuestro, no hubo sangre, no hubo peuco picoteándome los ojos, ni un cuchillo brillándose en la noche, ni una piedra m arcándome la frente. Un caballo hun diéndose en el agua me nadaba los sueños hasta el alba y u n ce rn íc al o de air e y de or o anidaba en mi cabeza y en mi luz . No hubo herida, no hubo hambre, sí silencio en mi mano y en mi oreja izquierda, sí mariposa roja de la tierra negra y roja de los campos de San Juan. Otros muertos vi en las ramas de los árboles y e n el v ue lo de los peces de laguna y e n la flo r de to pa to pa
las abejas
Ranchera para el silencio
se comían a una muerta dando a luz. Esto vide, padre nuestro, no mi muerte, pues los sueños no son para m orir. Esto vide en los montes de otra tierra donde nace y muere el sol que alumbra al sol.
A qu í en R uc am añ ío -la c as a de lo s b o sq u es - es cu ch am o s rancheras y mordem os el charqui. “La bala que a mí me mate/será una bala con alma".
Imagina aquella bala entre los pastos quemad os y los helechos que crecen sobre las almas sin sueños. Imagina que eres tú quien toma por fin el hacha y pule con tierra oscura el cañón de la escopeta. Y pones agua en el acero del hacha. Y sales a los campos. Y eres una luz que alumb ra apenas hacia adentro. Y luego no ves nada, no oyes nada. PU PEÑ I, PU LAM UEN aquí no hay árbol sagrado, solo estacas. PU PEÑ I, PU LAM UEN deb ajo de la tierra solo hay tierra y encima de este cielo los ancestros se embriagan con la sidra de la luz. Detrás de la luna cabalgan mis muertos, pa sa n po r los bo squ es silenciando al viento, amargan las aguas que bebo y qu e siento brotar de sus almas apenas despierto. Cuando los escucho se posa en el huerto, un pájaro de oro que arde en el centro de los sembradíos húmedos y yertos. Detrás de la tierra se pierden mis viejos pa rie nt es di sp ar ad os
Umautulí: él está en el centro de su sueño.
a ríos y repechos.
En la Casa de Zulema Huaiquipán
M ar ch an con sus ma les , sus hijos y sus lentos animales, y untas fl ac os , en pel lej os. Los alumbra apenas el fulg or del cielo
Ju nto al río de es to s c iel os ve rd ine gro ha cia la co sta , levantamos la casa de Zulema Huaiquipán. Hace ya tantas muertes los cimientos,
que enardece piedras,
hace ya tantos hijos para el polvo
boca y pensamientos.
colorado del camino. Frente al llano y el lomaje del oeste,
Seca caravana sin paz y sin aliento,
levantamos la mirada de mañío
manchas en la luna,
de Zulema Huaiquipán.
po lv o so br e h ueso s.
Embrujados en sus ojos ya sin luz construimos las paredes de su sueño. Cada tabla de pellín huele a la niebla que levantan los campos de la noche. Cada umbral que m ira al río y los lancheros guarda el vuelo de peces y de pájaros. Bajo el ojo de agua en el d eclive donde duermen animales de otro mundo terminamos las ventanas. Y e n la are na he m os hi nc ad o nu es tro s n om bre s como estacas que sostienen la techumbre de la casa de Zulema Huaiquipán.
Toda la luz bajo las aguas
de mis huesos, sí tierra de mi nombre,
No hablaré de mí sino de las inundaciones de mil novecientos cuarenta y dos. Bramaban sin parar bueyes perdido s en las lomas. Ab ajo el trig o se an ega ba , los cu er os de to ru no , l as he rr am ien ta s de José. Pasaban botes tras los corderos ahogados. Era de noche, el candil a parafina y los gritos de los boteros pidiendo socorro. Toda la luz bajo las aguas, mi Dios. Nosotras llorando, los hijos en las camas, el viento en las copas de los álamos. Zulema, Zulema, Víc tor , V íct or. El ag ua cim bró los cim ien to s to da la no ch e -S an ta María-, Más abajo sentíamos los rugidos de la bestia, el culebrón que se cebaba con los cerdos y las vacas moribundas. Todos los malos caminaban sobre el río. Sus voces escu cham os, sus risas en mitad del temporal. Madre que ya floreciste, sangrante de mí, estas son las aguas desbordadas de tu amor Contémplalas desde tu nuevo nacimiento en la nieve, en las playas y e n to do luga r. Mira. Caballos flotan muertos e n el cielo, •cálices de oro y de ru bí entrechocan y se hunden en los bordes de la isla Trinidad. Oh, santa
sálvanos. Que ardiente es todavía la placenta que te como, ahora y en la h ora de los ahogados, amén.
Trumao
Emilio Maldonado, huesero y peregrino
Ve ng an za de l a t ier ra, ve ng an za de l as ag ua s s ol as en los pálidos días de Trumao. El tren
Am an ec e en l a ca rre ta d e pa lo nu ev am en te , am an ec e c on lu na tra s
que marcha h asta Osorno
el vaho de su orina resbalando a las raíces del manzano. Frío queda
ve nc ie nd o las em ba rca cio ne s,
luego el gallinero que es mi ca sa, esta casa que me da la ca ridad.
los cerros escarchado s. Mi mujer, la Juana Loca, se amar ra la cabeza y s e q uita la s p lu ma s d e la tie rra y de la no ch e. Yo m e en tib io con
los vaporcitos de Quilmahue y B ellavista que ahora navegan en la tierra guiados por las ratas
Para mí el día del fémur,
y las frí as lá gri m as de la C ruz ae l S ur.
la noche del omóplato.
Botellas de plástico en la vía férrea, durmientes
A m i sa co la c ost illa , la quijada atropellada
como corchos podridos donde zumban
del barranco.
y an id an sin de sc an so
Yo rec ojo
las avispas asesinas. Caen, pues, ahora, los grandes caserones
el rastrojo del hambre en los caminos.
al cauce de los cielos,
Esqueletos de perros
las man siones de los blancos taladas po r la luna,
y d e pá jaro s,
los rojos castillos de maderos
comerá.
que aún aúllan
Ven ga a mí la y un ta
en los invisibles bosques de la profanación.
descarnada,
Trumao, Trumao, crepitan
el caballo desollado y ya
los aserraderos quemándose en las serranías.
reseco. A m i ho mb ro el c rán eo
Trumao, Trumao, y la s h ua las ale tea n v se o cu lta n en las anchas aguas de la tarde carmesí.
nuesería que ya nadie
de la vaca, a mi espalda las tibias del eral. Ya m on da ste el o so bu co de tu alm ue rzo , ya ma tas te a tu ene mi go en los eriazos. Yo re coj o e l sa cro roto,
el cóccix seco, las astillas ambarinas de esternón.
Manuela Colipe Benavente
En mi saco cargo el peso de la mu erte que en la tarde inclina
Manuela Colipe Benavente
mi espinazo.
respira el sol para dormir.
En mi saco cargo huesos,
Nueve hijos a sus pies sollozan
mi alimento, mi moned a, mi silencio,
en la luz de su soñar. Vu ela el á gu ila en el aire de sus ojo s,
mi sudor.
todo el oro de los ríos va en la testa. Vu ele en ton ce s el M etr en co , e l Al lip én , el Huilío, el verde Quepe, el Huilquilco a su boca madre de las aguas, a sus manos que n os dieron de comer. ¿Quién hará oraciones a la tierra, al ciruelo, a la higuera, al boldo tibio, quién dará primavera a las raíces y d esc an so al c iel o y a lo s á rbo les ? Va Ma nu ela po r lo s c am po s d e W aw an co endulzándose e ntre flores de pradera, una niña mapuche que posee en secreto la lengua de los sueños. Una niña invisible en las vertientes y e n e l fu ego de los mo nt es y los va lle s, una niña de oscuro que ahora tiene sólo espectros per país y por nación. Vu elv a e nt on ce s a la nie ve , a la de sc al za cordillera de los altos alerzales, su fulgor de mariposa roja, su memoria de silencio y luz.
.......
Sueños del kalku
Llamekan
Me llamas brujo
Sangre de golondrina, sangre
y te ap ar ta s,
de mariposa
me llamas brujo
tenemos.
y te es co nd es
Los muchachos saben, los
de mí,
hombres saben
pero aún no toco
y n os. m ira n.
tu corazón,
Escondidas en los bosques nos quedam os,
hermana,
mojando la tierra,
aún no cambio
mojando los arrayanes
tu
y l os he le ch os .
pensamiento.
Sangre de golondrina, sangre de cisne hembra en los juncos y los arroyos. Mujeres, niñas del sol,
Te cantan las aguas
escóndanse de los muchachos.
del Maicolpi,
Mujeres, niñas del sol,
hermana,
escóndanse de los muchachos.
te llaman. Te miran las loicas de La Cumbre, amiga, te miran. Las flores de la vida y la s f lor es de la m ue rte , h er m an a, te buscan. Descansan en el aire, se ocultan en tu luz.
Kalku: brujo mapuche. Hombre o mujer que conoce y maneja energías y poderes oscuros.
Llamekan: antiguo canto de mujeres improvisado en las labores domésticas.
Conversación en la casa del águila
Rucañanco es ahora Freire, un pueblo de cinco mil habitantes con una plaza de árboles extranjeros en su corazón. El que fuera un pequeño fu erte militar, fundado por el coronel Gregorio Urrutia el 7 de diciembre de 1882 durante la Pacificación de la Araucanía, dio origen dos años d espués a un caserío levantado frente al aserradero del alemán Juan Schlayer, uno de los primeros colonos que explotó la cerrada y f ría se lv a ind ia de La F ron tera . Los dos millones de hectáreas de bosques nativos existentes en aquel entonces, hicieron que se conociera esta zona como la “California de la madera”. Pero aquella fortuna vegetal pronto desapareció transformada en viga s, tab las , mu eb les d e lujo o sim plem ent e en ce niz as. El fu ego a lzad o que los hombres del progreso usaban para allana r terrenos, vaporizó vertientes y q ue mó to rca za s y coi po s en las tie rra s d e R uc añ an co. Sólo el ríe Toltén, fragante y correntoso, detenía el avance de las llamas. Pequeñas comunidades sobreviven todavía en las estrechas hijuelas gredosas que sus actuales habitantes nombran Huilío, Pelleco, Lolén, Traitraico, Ineicúe, Pindaco, El Lliuco, Calfuco, Guiñimo. Los nombres mapuche se pierden bajo tierra, pero respiran de pronto en mitad de los delgados y turbios esteros escondidos. Traducidos del mapud ungun al español significan, quizás oscuramente, “agua de cascada” , "agua de picaflor”, “agua azul”. Al lí, en las a co rra lad as re du cc ion es, la niñ a mo ren a su eñ a con l a ab ue la difunta y mira culebras aparearse a orillas del arroyo. Guairaos, treiles y le ch uz as cr uz an el cie lo de l ata rde cer . Ch oro yes , gar za s y ba nd ur ria s buscan su comida en los potreros y en el quilantal. Los mayores recuerdan la lengua de los perdidos pájaros bebiendo chicha de m anzan a y cajas de pulco, el vino que aletarga y entristece. Para mantener la fecundidad de las semillas, cada año celebran nguillatún, el ceremonial donde bailan la danza de las nubes y com en un caballo faenado frente al rehue.
La sangre animal enrojece al sol que cae tras el árbol del mundo y alarga las raíces de los bosques hacia las aguas profundas. La ofrenda hu mana - el cansancio, la vigilia y el baile-busca en el cielo su destino: los ojos y los oídos de Nguenechén, la divinidad mapuche que después de 120 años de derrota aún pervive confundida entre el credo católico y el protestante. Los niños, en tanto, acuden a la escuela a escrib ir el sol en castellan o. En medio del camino escuch an el canto del chucao y contemplan, silenciosos, el vuelo del cernícalo de monte. M añana, sin embargo, viajarán a la ciudad. Hablarán allá de los abuelos que contaban, sin apuro, sus visiones y sus sueños frente al fuego y la neblina del amanecer.
Pewunhuentue
José M aría Hua iquipán caba lga en círculos sobre el río de los cielos
Como sombras de lluvia hemos pasado por la amarga tierra de los brujos.
Me han llorado mis mujeres y mis padres en el mes de las cosechas.
La luna se enlutó sobre la nieve como sangre de Dios en las alturas. Y no so tr os ve ne ra m os las alt ur as , es por eso que su bimos a este, monte. A m ata r u n an im al he m os ve ni do con cuchillo afilado por las piedras. Silenciosa es la sangre del cordero que apacigua a los espíritus del sol. Que respire el Padre en esta herida y qu e n az ca n las flo re s de m on tañ a. Que amanezca por fin sobre la muerte de este pobre animalito desangrado.
Que me he muerto gritan ellos en las lomas mientras cortan los trigales sembrados por mi mano. Vi m i v id a r ev en ta da po r las ba la s y cu bi er ta po r l as flo re s de feb rer o. Vi m i s an gr e co nf un di rs e co n la sa ng re del caballo que ahora monto sobre el agua. Ya n o sa ng ro y so y m ás jo ve n en el vie nt o que levanta mi cab allo sobre el río. No recuerdo va mí casa ni los bosques que de noche atravesé borracho. Sólo escucho el canto de los árboles donde duermen los pájaros del sol. Y las vo ces de los ho m br es en las la nc ha s atestadas de vacunos y corderos, Miran ellos mi cara transparente donde brillan las estre llas de la tarde. Miran ellos mi rastro en la espesura de las aguas que bajan h acia el mar.
Pewunhu entue: oráculo, lugar para los sacrificios.
Crónica de fin de invierno
We Tripa ntu
a Diego Sebastián Amaru
Ay er es tu vo en ca sa un pa ri en te de l ca mp o. Lle gó bo rr ac ho y su do ros o. Coj o co m o es, ha br á an da do dif íci l po r las ca lle s de
Regresa el sol a la tierra,
Osorno, con el alcohol acumulado en el tobillo del pie derecho, su
a los ríos y a los árboles
hueso malformado.
y a la s se m ill as se m br ad as en los cerros y en los valles.
Trajo ¡a noticia de la brutal caída de caballo de su padre, tío abuelo mío por huilliche y por marido de una de las hermanastras de mi abuela. Jo sé Ll an qu ile f, 89 añ os , ca rp in te ro , ca m pe sin o, co n st ru ct or
Las estrellas brillan hoy en los sueños y en el aire
de lanchas y botes, mueblista y exdueño de un almacén y de un
abre un camino la luz
microbús de recorrido rural, vive por estos días sus últimos días.
nacida de nuestra sangre.
Ha perdido la mem oria y de sus ojos se ha borrado el mundo.
¡We Tripantu, We Tripantu!
el peso de la joroba de vejez por los p asillos del hospital de Quila-
dicen los ancianos padres,
cahuín.
Su mujer, Zulema Huaiquipán H uenún, trajinará diminuta bajo
cantándole al nuevo sol
Pronto graznará el chonch ón desde el lado siniestro de la vida.
que en sus corazones arde. ¿Quién pide aplausos Y ya cu an do el día mu era
por vivir o
y r oja se a la tar de
por morir?
los hijos escucharán la voz de aquellos que parten
Este, que recibió las arrugas y las ca na s
hacia las viejas palabras de montes, cerros y valles, ocultos en los recuerdos que frente al fuego renacen.
como los árboles de m onte, no murió: quedó encantado. Su catafalco va cubierto de crisantemos y de lirios. Nadie lo llora en el cortejo que avanza en tre el río y l os se m br ad os de papa y remolacha
We Tripantu: Nueva Salida del Sol; inicio de Año Nuevo mapuche celebrado cada 21 de junio.
Silencio de agua, polvo de murmullo.
Feria Libre de Rahue
Del Trum ao de los trenes al Cantiamo de las arvejas enormes; del Trinidad de las manzanas a la Barra del río Bueno:
Nosotros distantes luna abajo
que refloten los antiguos vapores varados
abajo
(el “Margarita”, el "Tres Pa los", el "Rah ue”)
abajo
y q ue se em ba rq ue n t od os los que ya murieron. Mañana florecerán los arrayanes,
traemos lentejas latúe en la mirada -latúe en los hijos -latúe florecida
y los ca m po s se rá n d e l as ab eja s, y e l m ue rto de sp er ta rá la p rim er a m ari po sa bajo la lluvia de la eternidad.
Y t rae mo s e l m ar en las pe nc as de pi ure s, y l un fo sa nc oc ha do en g ra nd e oll a d e h ier ro. “Abuelito Huenteao / de piedra en Pucatrihue escuch a a tus hijos / templo del costeño .” Los bares mexicanos de Avenida República ha tiempo nos parieron: el "Richm ond ”, el “Niza” , la concha del alcohol -que divide los cielos -que divide la pesca -que divide las sombras en la calle mojada GLORIA A (y) ABUELITO HUENTEAO DIOS LEVANTA A TU PUEBLO UNIDO (O)
TRÁIGANLE SANGRE DE SU GUSTO PARA QUE LLUEVA
Cayeron árboles al mar. Los peces yacían en el viento. A caballo sudado olía el agua. Helechos en el aire. Ni un pájaro en el Arco de las Interrogaciones.
GLORIA
Víctor Llanquilef empuja el bote ebrio al Río De Las Canoas
Un coipo nada en el sol O
y t ú t e rec og es en el ag ua , s ile nc ios o.
SANGRE
Son tus orillas el berro y el junco, y la an ch a so m br a de lo s sa uc es
La banda ya tocaba “Me caí de la nube”,
el destino de tu sombra bajo el agua.
cuando nos arrojaron bajo el puente San Pedro.
Un pez alza la luz sobre el remanso.
El río en sus botes se llevó nuestras almas,
El destello es tu espíritu
y vo lv im os a! c am po eb rio s y p en de nc ie ro s,
que se hunde en lo profundo
“Abuelito H uenteao / entréganos tus aguas
nuevamente.
danos el alimento / ocúltanos del mal. Ab ue lit o Hu en tea o / co nt em pl a n ue st ro tri go NOSOTRO S, COMO EL SOL, NO TENEMOS AMANECER.”
Lunfo: el ulte o tallo del alga llamada collofe o cochayuyo. Latúe: latúa pubiflora, planta alucinógena que crece en San )uan la Costa, provincia de Osorno.
Vicente Treuquil contempla la p rimera luz en Isla Huapi
Cuando yo era niño me soñé con una viejecita. Me dio de comer una sopa de legum bres en un platito de palo. Y lo comí. Le conté a mi padre lo que había soñado y él me dijo: “Oh, vas a tener larga vida, hombre, vas a morir viejo”. Los antiguos tenían su cierto a nuncio y su cierta sabiduría. Y eso es verdad porque yo voy para los oc henta años y mi padre murió a los ochenta y uno. A m is pa dr es los he soñ ad o y es tá n c om o s iem pr e e ran no má s. Los he visto, pero no he conversado con ellos. Me han llamado. Me ve nd rá c erc a la re co gid a, y a pro nt o m e he de i r ha cia arr iba , ta l ve z. El muerto persigue a los hijos, dicen, para llevárselo s. Cuando u n muerto pide de comer y se le da, es malo, anuncia la muerte de un hijo o de alguna familia. Me he soñado con mi madre, la muerte me viene cerca. No le tengo miedo, es solo mi destino. Nadie muere antes de la hora. Cuando muera sufrirán mis hijos chicos, porque el padre, como sea, es ei puntal de su casa. Mi padre me dejó la pura tierra, todo lo que hoy aquí se ve fue hecho por mis manos. Todo el mundo le prende velas a los muertos. Como dice la palabra de Dios, el muerto le prende velas a los muertos, porque Él nos comparó a todos con los muertos. Los muertos sepultan a los muertos, así dice la palabra de Dios, y les encien den velas pa ra que ellos no anden a oscuras en el más allá. Ah or a es to y en la pa rte de l día cu an do la is la de sa pa rec e. La lluvia del amanecer trae nubes de mariposas blancas y rojizas. Flores de manzano parecen, pero son los muertos an tiguos que buscan su lugar en este mundo.
Lucho Llanquilef envía su última carta desde el Río de la Greda
Sobrino: tú sabes que me llamo y no me llamo Luis Llanquilef. ¿Cuál es mi nombre ahora sobre el agua brusca del invierno? Aún no muero, sobrino, aunque me lleven en un bote hasta el suelo de Dios, al campo santo de la Misión de Quilacahuin. Me h an puesto una sábana de Verónica, mi hija, en la cara y así voy, tapado y tieso, remontando el río en un ataúd de pino. “Molino Aubel/ Molino Osorno” dice la escritura en la mortaja de sacos h arineros, blanqueada y endurecida con alm idón y viento. Mis nietos fueron los únicos que no me lloraron: cantaron junto a Cristián las canciones m ás alegres de Los Reales del Valle en mi pobre velorio. Te digo, sobrino, que si quieres te puedes lle var esa foto do nde salgo ve sti do de m ari ne ro en un a pl az a de Pu nt a A re na s. A lo me jo r la puede s poner en tu libro, ese que escribes en el norte, a llá en el Gran Santiago. Poco queda de mí en esa foto. Tiene más de cincuenta años y con ella en el bolsillo corrí y crecí por estos arenosos cam pos. Fui pescador y lobero, sobrino, en aquellos añ os mo zos, fui aquel que enamoraba a ias niñas en los tupidos qu ilantales. Saltaba los cercados con mi pierna coja, mi "pata de cumbia”, buscando el amor de las muchachas y las señoras, alumbradas como estaban por la luna en los sembrados de arvejas y maíz. Caminé por las ciudades, sobrino, como tú caminas ahora, el sombrero al ojo, ios zapatos con hebillas y un temo de casimir azul comprado en la tienda Embajadores. Y sí, gasté la tierra de mis padres en bares y burdeles
y p ag ué co n g all ina s y co rde ros la en tra da ai c in e m uc ha s v ec es . Y así vi Los 7m agníficos, La muerte tenía un precio y Por un puñado de dólares. Yo fui el jovencito de la película, sobrino, a pe sar de mi
cojera, a pesar del brillo oscuro de mi piel. Bailé durante años en las boites y en las quintas de recreo de Osorno, de La Unión y Río Bueno. Hasta que se me acabó la cuerda, hasta que los animales
y las ave s de sa pa re cie ro n y me lle gó de go lpe la ve jez . En to nc es vo lv í a t om ar el a za dó n y a co nt em pl ar el r ío az ot ad o po r la llu via .
Gladys Anca laf entrega cuerpo y alma al turbio mar de las totoras
Vo lví a b us ca r c all am pa s en la v eg a, a p es ca r ca rp as y tr uc ha s y a sembrar papas en la huerta abandonada. Pero seguí escuchando música a todo volumen y bebiendo vino a media tarde bajo los
¿Cómo caminarás, Cuerpo del Mar,
maquis y los álamos . El agua verde del río temblaba con los cantos
así de frágil
de mi juventud, así como ahora tiembla mi mem oria camino al
hacia el sol tantas veces prometido?
cementerio. Pero aún no muero, sobrino, aún bailan mis palabras
¿Quién te pedirá cantando
en las anchas copa s de los aromos, mientras el cortejo avanza bajo
que te vayas por fin en m edio de la niebla
el cielo que se abre y se ilum ina para mí.
y l os ala do s fu eg os de la n oc he ? Temuco crece hac ia el oeste; tus hijos, ¿hacia dónde crecerán? La piedra que te sostuvo se torna negra tierra ahora. La lluvia moja la espaldade tu madre que aún vive. Su cabello hubiera dado tu madre, su rostro de pequeñ o pájaro, el canto del chucao, su sueño, el fuego del invierno hubiera dado por verte acariciar sus tibias manos en el momento sagrado de su muerte. Gritan ahora los guerreros Ancalaf en el frío Wenuleufu. El viento de los ríos sentimos,
...............................
pe que ña he rm an a,
la respiración de los árboles viejos. Vet e a ho ra, pe qu eñ a h er m an a, ve te en tu luz , descansa de nosotros.
La vida aquí sin prisa seguirá;
Jaime Mendoza Collío se pierde y canta en los bosques invisibles de Requém Pillán
leeremos tus palabras, tus gestos, el atormentado mapuzugun de tu linaje.
¿De dónde viene el hilo de una larga mirada?
En la luna creciente quedará
¿Y el color de la muerte en las flores del mar?
tu débil hálito, la blanca llama de tu espíritu que no cesa todavía
Sí, he nacido oscuro como el escarabajo y o scu ro mo riré bajo la l uz del sol.
de alumbrar. Las máquinas terrestres me salud an apenas cuando busco en el barro afiebrado de mi padre. (Villa Tromenlafquén, Temuco, junio del año 2008)
Huesos que resuenan, lunas que circulan sobre niños huyendo de tábanos a zules. Ya pro nt o o rde na ré a la s i sla s ex isti r, ya pro nto pa rtir é a la Ti er ra de Ar rib a. Y d iré al b rav o r ío sea su eñ o en to rre nte , y a los roj os ale rce s q ue ilu m ine n e l a ire. Yo vo y p or u n c am ino que su be ha cia la cu mb re, a bosques escondidos donde revivo y canto. La muerte casi al alba arde en las cordilleras, la luz, como una herida, rompe el ventanal.
Jaime Mend oza C ollío fu e u ltima do p or la p olicía chilen a el 1 2 de a go sto del a ño 2 00 9, cu tenía 24 años de edad. Requém Pillán es la comunidad de origen de Mendoza Collío, ub a 84 kms. al noroeste de la ciudad de Temuco.
Ül de Catrileo No entregaremos el cuerpo, no: esta es la muerte que nos dejan, las balas que cortaron al amanecer el río de Matías Catrileo
No entregaremos el cuerpo, dicen los pumas emboscados de Vilcún, nosotros somos la tumba de Matías Catrileo, el pasto somos de sus manos sangradas, el río de justicia de sus padres, las hondas raíces de su luz en las tierras ama rillas de Yeupeco.
en Vilcún. Pero el volcán Llaima arde p or ti y la c en iza de tus ojo s oc ult os escribe en la nieve la idbia y el m isterio de un pueblo ya sin bosques y sin armas, cercado por tanquetas y bombas lacrimógenas, sentado en el banqu illo del juzgado de Indios de la modernidad. Que vengan los barqueros de la noche vo lan do sob re el a gua y la s m uc ha ch as az ule s que alivian con sus voces las heridas d el guerrero. No entregaremos el cuerpo a la pericia del Juez, ni a las cámaras que nunca se sacian de muertos.
Matías Catrileo Quezada, fue asesinado a quemarropa el 3 de enero del año 2008 en la localií de Yeupeco, comuna de Vilcún, región de la Araucanía. El activista, de 22 años, particip; de una toma pacífica de terreno cuando fue baleado por el carabinero Walter Ramírez, qu portaba una subametralladora UZI de 9 milímetros.
Eso / Eso
Carta de los suelos
./triple doble ve punto ch inchorro punto ce ele/ onda corta / onda larga
Ab an do né mi ca sa /a ba nd on é mi luz esa carcacha matutina que indicaba un camino a la belleza Oye tú /díjome la anciana / chupa mi teta huilliche sorbe su sabor a piedra negra lame su fuego de huesos y pelambre Y
yo lam í/ b eb í/ s or bí / m ord í
y lue go me ret iré a m is ap os en to s de la Gran Avenida Me tendí después sobre la bandera de Chile dejé caer mi nuca sobre la estrella iluminada y s oñ é de sp ier to : Esto debo esto no debo comer esto es del Fondo Monetario Internacional: un camino a la belleza, hermanitos 14.500 dólares per cápita y las ca be za s ro da ba n c om o d am as co s y las he m br as m ov ían su s cu ar to s tra se ro s en los bares y pubs de los aeropuertos sudamericanos sucuchos llenos de moscas y v ir us an im is ta s tugurios de m estizos perfumados /asco tras asco/ Lamí/ bebí/ sorbí/ mordí mientras pasaban momias climatizadas provenientes de la Bóveda Azul
satélites pastoreando el cosmos piedras talladas en Momostenango Vi no m ás al in dí ge na buscar la fama / el orgullo buscar el bajo y velludo vientre de la gringa al poeta bilingüe persiguiendo a su exegeta a la cabra brichera filmada por el ojo de C íclope de un hispano-danés-británico-francófono Las lenguas se tocan h ermanitos y se re vu el ve si n ce sa r el gallinero altiplánico el gallinero amazónico la sangrienta pirámide mesoamericana EL SUCIO CORRAL DE LOS PROM AUCAES EN EL LONGO VALLE DEL MAPOCHO
inútil diáspora, hermanito,
En la ruka de David
mi eterno tour suicida por el ancho y sucio valle del Mapocho.
Largos años esperé p or mi subsidio, hermanito, y e l go bie rn o/p adr e nu es tro /al ñn me ha dad o la casita que tanto soñé. Duro el piso es de tierra y de es co m br os , larga y verde ratonera en la techumbre /impermeable/ hondo el fuego en el centro de mi gris ancianidad . Los posters de mis bandas favoritas RAMONES/THE CLASH/FISKALES AD HOK cuelgan ya tiznados de la tibia paja seca y m i h on da or ig in ar ia /el witruwe ancestral/ aún me sirve para darles franc a caza a vacas y avestruces en los fundos colindantes. En mi ruka el tiempo m ira hacia el oriente -mis canciones al sol de la montaña van -. Aq uí coc ino / c an to / h ab lo y m e e m bo rr ac ho , aquí aprendo /recitando / viejos trucos de los wingkas literatis y e scr ib o / po r e nc ar go de la CAM / soñadas lyrics para el coro de las machis del futuro Nguillatún cordillerano. Ya e ra ho ra de fr en ar m i le nt a,
/Ya era hora/ El "Byron Araucano” me llamaron los apóstatas, el Sid Vicius de la poesía mapuche -me dijeron-, el aedo de las junglas de cem ento, otro fiel representante de la más grosera de las tribus catastradas por el INE. Al fin al, de mis versos siempre hicieron /sin pudor ni parsimonia/ una estrecha cueva de ladrones; mil lingüistas / reporteros / antropólogos me carnearon como jíbaros ei cráneo. Conocí el estrellato de los p erros, hermanito, las groupies de Ñu ñoa / Plaza Italia / de La Chimba, inyectándose heroína y metafísica y e sn ifa nd o en ca m er in os m alo lie nt es el polvillo adulterado del cham án. Es por eso que no estoy para tocatas ni tomas de terreno, her ma nito 1,'» » ya no má s e nf re nt am ie nt os ni ca re os con soplones y testigos alquilados por la turbia y secreta PDI. Guardo entonces mis banderas
/FOYEWENU/COLO COLO/
Testimonio
en arcanos barretines de Lumaco y L a P int ana ; guardo en tierra las clavas de los toquis
seguiremos escribiendo sobre ab uelas, Salazar,
y l os Co mb lai n o xi da do s
la mía por ejemplo trabajó 70 años
de la última batalla general en La Frontera.
en las fraguas alemanas
Ya v en dr án tie mp os me jor es,
y l eyó los Him no s a la No ch e
hermanito,
en los kuchen de frambu esas y de nata
para izar los sangrados estandartes
y e n l a h irie nt e so da cá us tic a
en llanuras y montañas
que blanqueaba los retretes hacendales.
liberadas por los pexv ma
fue ma nceba de un navarro, carnicero y vagabundo
de la Ban ca y la Escritura.
y p arl ó en ch e su ng ún sus len ta s y au gu ra les pe sa di lla s;
Por ahora,
tuvo un hijo y fueron mil
ya sin bro nc as ni le ye nd as
las descendencias de sus manos
./ni tardíos ed itores/
en las rocas, en las aguas cerriles
vu el vo a c asa .
de una torva vecindad,
Traduciendo mis poemas al spanglish, /al patois/
qué me dices, Salazar, cómo te explico sus albricias,
y al sud ad o c réo le de las An til las ,
la carne que ha comido, el bacín debajo de su cama.
viv o ho lga do de m is ren tas
las abuelas, Salazar, son cosa seria,
/mis derechos/
son cuch illos de hoja ancha que cortan nuestros días,
MI LEGÍTIMO KIMU N/MIRAKIZUAM .
mi abuela, por ejemplo, tuvo ollas y sartenes de fierro y de latón y un relo j q ue co ba rde s m ala nd rin es le r ob ar on sin pie da d una mañana, era de oro el relojito, Salazar, andaba a cuerda, con minutos b rillantes y precisos, minutos de oro. hay que ser muy desalmado, m uy carajo para ir y quitarle a una señora
CAM: Coordinadora Arauco-M alleco, organización política mapuche clandestina. Colo Colo: nombre d e un lonko mapuche del período de la Conquista. Foyewenu : la bandera nacional mapuche. Kimun: el conocimiento, los saberes tradicionales. Rakizuam: el pensamiento y las creencias ancestrales.
su única alegría; mas mi abue la abonó invernal las raíces de su huerto y qu em ó sin tit ub ea r u n n ido de qu ere sas que colgaba cual racimo
de las vigas de su casa; y mi ab ue la tuv o cá nce r, Sa laz ar, tu vo di ab et es
Oh, abuelas del jardín y la cocina esperando en la m esa del pellejo
como todas las ancianas de este mund o y del otro,
un destello de ternura y de respeto
tuvo sueños, mil visiones donde ardían sapos y culebras
en los ojos de sus hijos impo stados,
y c iu da de s t ira da s p or c ab all os sob re el agu a,
seguiremos escribiendo sobre abue las, Salazar,
sigue viva mi abuela, ya lo ves, y se mira cada noche en el espejo,
sobre el tiempo detenido y pegoteado a sus en aguas, seguiremos sacudiendo sus memorias en alzheimer,
sigue joven en la foto dei cuarenta
sus orales epopeyas y canciones
colgada en la pared de su ranchita,
de locas jubiladas y pueriles,
es ella y no es ella, claro está,
eso es todo lo que queda en el tintero, Salazar,
con sus rulos de actriz hollywoodense,
y el r ela to de un p aís de ca pe lla ne s y de h ua ch os ,
con sus labios pintados pOi el rouge
de patrañas coronadas p or la muerte en las páginas sociales,
de los blancos salones de belleza provincianos, qué hermosu ra perseguían las abuelas, dime tú, qué canciones cantaba n para hinchar el corazón de sus amantes, las abuelas tienen carne agazapada, Salazar,
de poetas y soldados que se dan de tarascones por p iltrafas, mientras marcha hacia la tierra reducida -¡oh, visión inagotable!-
epitelios ocultos nunc a dados al placer,
en silente fila india,
una len gua en el fondo de la lengua
LA CALLAMPA POBLACIÓN DE LOS VENCIDOS.
que ahora todo s les quieren afanar, el amor por los d ialectos, dime tú, ¿no se transa hoy por hoy cual divisa intangible en la bolsa de va lores? las abuelas como momias de altiplano ante las cámaras parloteando en plano abierto los idiomas desterrados por la iglesia y la república; la parodia del canto en sus gargantas, el bolero ancestral acompañado por el son de un turístico kultrung. Nadie ve la cicatriz occidental en sus palabras, ni el apero de las siervas medievales que cargan como bueyes taciturno s a la tumba.
Notas sobre algunos poemas y sus fuentes CORRECCIONES.
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Dic e. Leasé. en los ríos entre los rios tabardos italicinos ta ba rr o s ita lia no s armada exército Uíhampu B u ta lm a pu ( y así en las demás partes dond e se halle esta vo z.) poético patético M aú len M eu len clavar lavar ca ri -l em n ca ri -l em u Azaya A r a y a asalte? con poca a sa lt ó con ta n poca , af ec to s efectos Quipeo Quipoe Quipeo Quipoe A c hi a,tial¿i A rc h ig u a ld P ai lla m a cf m P a il la m a c u (y así en las demas partes donde se halle esta voz.) La uq ue m ap u La nqu enm ajp u re sp et ab le s respectables a r ra s tr a atrastra H a in h ause n F la in ha us en 6 mortífera u mortífera co n s e r tá , qu a confería, qua lumlhmen Ihm itlm en E li tq tie lu El nc he lu lo hace lo hacen ci vc n viven tr an sp on er transponerse b ur la r burla tvo nVego
Los collags son expresiones estéticas orales veliches de la isla de Chiloé recopiladas por Elias Necul, nativo de la isla de Caguach, en 18S7. Dichos collags fueron publicados en 1911 por el investigador y militar Alejandro Cañas Pinochet en dialecto veliche y en castellano. El collag aquí incorporado fue facilitado por la poeta Maribel Mora Curriao, quien lo transcribió desde los manuscritos del lingüista Rodolfo Lenz que se con servan en la Biblioteca Nacional de Chile. Tanto la fotografía que acompaña el collag de Elias Necul como los textos y las fotos que componen los "Cuatro Cantos Funerarios” fueron extraídos de una serie de publicaciones del Grupo Universitario en Investigación en Antrop ología Social (GUIAS), de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Los libros son los siguientes: Identificación y restitución: “Colecciones” de restos humanos en el Museo de La Plata (2008); Fueguinos en el Museo de La Plata: 112 años de ignominia (2009); e "Iconog rafía”: Los prisioneros de la Cam paña del Desierto, de la isla Martín Ga rcía al Museo de La Plata, 1886 (2009).
Los versos que compo nen los poemas “Serm ón en lengua de Chile” y "Preguntas del misionero” constituy en la recreación lírica de frases que ap arecen e n el libro Sermón en lengua de Chile, de los misterios de nuestra Santa Fe Cathólica, para pr ed ic ar la a los in di os inf iel es de l Rey no de Chi le, di vi di do en nu ev e pe qu eñ as pa rte s, ac om od ad os a su ca pa ci da d (Valladolid, 1621), y cuyo au tor es el sacerdote
jes uí ta Lu is de Va ldi via . La prosa que compone el texto ‘‘Plática sobre la muerte y el infierno” pertenece al volumen titulado C o n f e s io n a r i o p o r p r e g u n t a s y p l á t i c a s d o c t r i n a l e s e n castellano y arau cano. Según el m anuscrito inédito del misionero fr an ci sc an o fr a y An to nio H er ná nd ez Ca lz ad a (184 3), con no tas bio gr áf ica s p or el R .P fr ay An to nio Pavez. Publicado por R odolfo R. Schulle r (Santiago, 1907).
El texto “Mariposa de sus rayos...” es un aria compuesta por José Orejón y Ap ari cio , c om po sit or b arr oc o n ac ido en Per ú a pr in ci pi os de l s iglo XV III. El poema “Dictado en som bras” es la recreación versificada del testam ento de una indígena llamad a Inés, incluido en el libro Testamento de “indios" en Chile
Las lenguas abu elas: eso es tod lo que queda en el tinter (Sobre Reducciones de Jaime Huenúr
colonial, del historiador Julio Retamal Ávila, volumen publicado por Ediciones
Universidad Andrés Bello el año 2000. El texto "Correcciones” fue tomado del libro Compend io de la historia civil del Reyno de Chile (Madrid, 1788-1795), del abate Juan Ignacio Molina.
Las traducciones al mapuzugun de los poemas que conforman la sección
1. La historia por boca de mi abuela
"Envíos” fueron realizadas por el profesor mapuc he Rosendo Huisca Melinao. Este libro, al que Jaime Huenún otorga el justísimo nombre de Reducciones, abre y se cierra con la figura emblemática de la abuela. Las primeras líneas “Entrada a Chauracahuin” informan de lo siguiente: “Una noche de mi niñez, fines de la década de los 70, supe por boca de mi abuela...” y las últimas del libr que pertenecen al poema “Testimonio”, una de las composiciones m ás intensas la poesía latinoamericana de las últimas décadas, tienen com o objeto a esa m isn abuela, solo que ahora, por un mec anismo retórico propio de la lírica que sue saltar de lo particular a lo general, la abuela se multiplica para de venir tod as 1 abuelas de la cultura. Ellas representan lo ancestral de la comunidad , sediment su saber con verdades longevas que la alegoría construye y la expe riencia acredi pero lo hacen de uu modo material, sin otra mediación que 1a lengua; habl -toman la palabra- con su presencia, pues todavía están vivas cuando hablan dicen y atestiguan, como leemos en el texto inicial, “por boca de mi ab uela” . M que apelar al saber acumulado e irrefutable de la anciana -es cierto que se tra de una voz en la que, necesariamente, el poeta se autoriza a lo largo del libroabuela arrastra todo el pasado hasta el presente, hasta esa efímera pero indeleb ahoridad de la que hablaba Walter Benjamín. Y trae todo el pasado para coloc ar
allí, en el habla, en el acto de proferir la palabra, en la locución que da pie testimonio. La abuela es ei lugar donde se cruzairterritorio y tiempo, espac e historia; cada abuela es una encrucijada; cada u na es, etimológicam ente, es un cruce de caminos, el cuerpo mismo donde la historia se vuelve un accident Escuchemos lo que esta abuela, con nombre y apellido, dice. Lisa y llanamen t dice la historia. Profiere la historia dolorosa de la co mun idad huilliche a la qi
pertenece, y nos cuenta las peripecias de su vida, el sojuzgamiento que su etnia
que arraiga imaginariamente en la posibilidad de una conversación entre vivos
ha sufrido desde la Colonia española hasta la actualidad. Lo que dice la abuela
y dif un to s l lam ad a nütram, da un paso más en ese más allá de la ultravida desde
es el testimonio histórico, vivido en carne propia, del modo como el poder
donde los muertos suelen tomar la palabra para contar sus historias: ahora esos
reduce a los individuos con sus estrategias de sujeción: Tendría yo unos 9 años
testimonios de ultratumb a no son más que la inscripción en la letra (la escritura)
cuando mi mamita me llevó a la misión de Quilacahuin. Nosotros éramos de Río
de una memoria cultural comunitaria llevada a las salvajes reducciones por el
Bueno, del campo. Allí tenía mi mamá una ranchita. Ella hacía üe todo, tejía en
poder colonia! primero y estatal después. Memorias reducidas a y por: reducidas
su telar, hacía quesitos, tejía mantas y choapinos, me acuerdo. De todas partes
a restos y reducidas por la represión política. La poesía de Huenún n o cae en los
venían a comprarle mantas, le man daban a hacer frazad as. Después todo eso
falsos reduccionismos y se opone a ellos no reproduciéndolos sino socav ándolos,
terminó. El pedacito de tierra donde vivíamos era una sucesión. En este breve
con el firme propósito de aniquilarlos. Esta poesía no opera por reducción, más
fragmento de su testimonio, que abre el libro Reducciones, se halla condensada
bien apela a acrecentar y aumentar los poderes desde siempre cercenados. De
la historia indígena del Continente a partir de las reducciones surgidas con las
este modo, la de Huenún es una poesía que no le da las espaldas a la Historia y
encom iendas y los repartimien tos del poder colonial. La abuela da
trabaja con ella y contra ella y en este tire y afloje, el rol del poeta en la sociedad
testimonio
al comienzo del libro con su propia voz, con su propia lengua, en estilo directo
contemporánea es una cuestión crucial que no puede soslayarse.
como hace todo sujeto cuand o cuenta su vida, cuand o apela a la confesión y hace
Cada vez que un poeta se enfrenta a determinados poderes, lo sabemos,
públicos determ inados acontecim ientos de su propia historia. Todo el libro puede
adviene ipso fact o su expulsión de la República. Desde Platón a la actualidad, se
considerarse u na estructura discu rsiva sostenida en el testimoniar la propia vida,
trata de erradicar todo aquello que atenta contra la tranquilidad de la pol is, eso
como un recurso poético que, sin dejar de ser corrosivam ente crítico, muestra la
que en términos de discurso neoliberal se llama inseguridad (habría que pensar
Historia de Chile, primero, y su propia Alegórosis, después, como si la potencia
qué sujetos emiten estos discursos). El riesgo de ser poeta no consiste tanto en
del testimonio consistiera en objetivar menos las causas que los efectos que la
el hecho de poner en peligro las buenas costumbres como la de ser capaz de
Barbarie suscitó en los individuos hasta volverlos seres “red ucidos”, “divididos” o,
liberar a los individuos de toda reducción, de toda prisión, de todo gheno. En
como lo expresa en algu nas oc asiones el libro, “acorralados”, atributo este último
ve rd ad , e ilo s in st an al m ov im ien to co nt ra rio al del po de r, qu e ba sa su fu er za en
que aparece como una de las traducciones más certeras del término en cuestión.
la sujeción y la obediencia a la ley. ¿Cómo es posible que la condición indígena
A sí se ab re el l ibr o: en fre nt an do la H ist or ia del Es ta do y lo ha ce de sd e la vo z
no haya terminado con el advenimiento del Estado moderno? ¿Cómo es posible
de la abuela y de otros abuelos o ancianos o sabios de la comunidad huilliche o,
que la reducción continúe vigente hoy día como una política del Estado? En un
simplemente, de aquellos parientes que van camino de la muerte y pueden ver,
momento en que los pueblos originarios han comenzado a afirmarse políticamente
en persp ectiva, la vida vivida. Pero, además, gracias a los recursos retóricos de la
tras una larga y ardua lucha por alcan zar la diversidad cultural, ¿cómo es posible
poesía occidental como la pr os op op ey a o de la poesía tradicional map uche como
que se siga aplicando el dispositivo de las reducciones y los indígenas no puedan
los nütram. también hablan y testimonian su vida los muertos, los difuntos,
alcanzar la condición de sujetos activos de la ciudadan ía y sean al mism o tiempo
quienes todavía tienen fuerzas para acceder a la locución (lo pneumático) que
objeto de inéditas reducciones surgidas del capitalismo? Este libro no deja de
los sustrae de la región del silencio absoluto. La poesía es uno de los pocos
responder, no deja de ser responsable: responder, respon sabilidad, responso. No
espacios simbólicos de nuestra cultura, desde la antigüedad hasta el presente,
responder solo a los vivos, sino también a los m uertos y por los m uertos, para
que nos hace e scuch ar la lengua de los muertos, es decir, que permite hab lar a los
no reducirlos una segunda vez. Muchas veces, el poema se vuelve el epitafio que
muertos. Pero la poesía de Huenún, respetuosa de esta tradición oral mapuche
escribe el nombre propio y registra una historia humana digna de ser narrada.
El poeta extrae de esos “relatos de vida” algunos momentos, como si fueran
vi en e a re co rd ar la s le ngu as ab ue las que tal ad ran con su d ob le l en gu a la m em or ia
fotografías, cuya instantaneidad sobrevuela lo singular de la toma: sus puntos irreductibles son, precisamente, incanjeables, en absoluto p uestos sobre la me sa
de la comunidad. Es un libro sobre el sufrimiento, pero también sobre la fiesta, cuyas manifestaciones no quedan del lado de afuera de la historia, sostenidas
de la negociación. El poeta se enfrenta al Estado al reparar -en los dos sentidos
por la falsa creencia de la atempo ralidad, como si se tratara en el fondo, de sde
del término "volver visible” v “restaurar”- en lo menor y en este sentido se vuelve
la ratio moderna, de inaceptables supercherías entre el atavismo primitivo y la
político tal como lo plantearon Deleuze y Guattari en Para una literatura menor.
alienación contemporánea. El espíritu de la fiesta reanuda sus poderes en las
De hecho los indios fueron considerados, por mucho tiempo, como menores de
ceremonias ancestrales, donde el mito primigenio no perdió su aura. Y no la ha
edad, como sujetos que nunca adqu irían la mayoría de edad y, en consecuen cia,
perdido por varias razones, pero la principal está a la vista: el capitalismo no
ve da do s d el d ere ch o d e la ci ud ad an ía. Me no res vi ta lic io s, q ue da ba n a fu er a d e la
ha podido todavía hacerlas polvo. Por eso Reducciones no es un libro nihilista,
nación y de la civilización.
no llora sobre la barbarie derramada, no arenga con pancartas concien zudas ni
Ciertamente, Huenún escribe uno de los libros más políticos de estas últimas
con vagos comprom isos, más bien exhibe la herida abierta para dejar ver, en la
décadas. Pero ¿dónde se asient a el carácter político de Reducciones, en qué resid°
vis lum bre , c om o un fo go na zo , la im age n a us en te de la c ica tri z en el ord en de lo
la voluntad no negociable que este libro instaura para responder a las repetidas
real: lo restañable sí aparece imaginaria y simbólicamen te en un lirismo inédito
injusticias seculares de que han sido víctimas los mapuche de su país desde la
que Huenún puede extraer de los despojos, un lirismo absolutamente em bebido en
época colonial al presente? ¿Es posible romper esa cadena de sometimiento e
la rostreidad dolorosa de su pueblo que habla las lenguas abuelas. No es un poeta
inequidad de la historia de Chile? Y más, de la historia del continente: llámese
de la etnicidad, es un poeta que debió escribir Puerto Trakl para convencerse a sí
Campaña al Desierto (1833-1881) o Pacificación de la Araucanía (1862-1883), el
mismo que es, como Vallejo, el cholo universal en cualquier parte del planeta y que
despojo no ha terminado, el despojo continúa y la poesía ahora, p o r bo ca de
solo necesita un dom ingo para sentirse cholo “en todas las orejas de (su) burro”.
las abuelas, se vue lve testimonio para m ostrar la verdad de la historia, es decir,
Huenún escribe, y es una confesión de poeta (y como toda confesión de poeta un
darle a la historia una rostreidad fidedigna (y digna), no omitiendo las seculares
lugar de la verdad de la poesía), que él escucha, bajo las palabras de Vallejo, "la
secuenc ias del sufrimiento humano . Para decirlo de una vez: la historia tiene el
honda letanía chimú” que, como sabem os, es la lengua de.las abuelas del poeta
rostro de los despojos y el indígena es el sujeto en cuyo cuerpo esos despojos se
peruano. El testimonio de Reducciones habla de la Historia con las lenguas abuelas:
actualizan. Que las reducciones no sean d espojos del pasado sino del presente*
un lenguaje filoso de doble punta: ni barbarie ni civilización, las lenguas abuelas
es la prueba irrefutable de que el genocidio indígena no ha finalizado aún. ¿Pero
no se casan con nadie (tienen "epitelios ocultos nunca dados al placer”) y son,
de qué le sirve a la poesía constatar que la historia está abierta como una herida?
como dice el poema "Testimonio”, "los idiomas desterrados/ por la iglesia y la república”. Las lenguas abue las no se creyeron nu nca el cuehtito de la civilización.
A tra vé s de l t est im on io, la po es ía se ha ce ca rgo de lo qu e r ep res en ta un a de ud a de la Historia; cada país tiene la suya, y en cad a uno parece haber llegado la hora de la reafirmación de lo que, eufemísticamente, se llama la diversidad cultural, como si no supiéramos que todo núcleo de comunidad es, necesariamente, un
2. Las imágenes de la poesía en busca del alma perdida
almácigo híbrido, un haz heterogéneo de seres en relación, un ámbito cohabitable de multiculturalidad. Ahora, cuand o el movimiento de los colectivos indígenas no solo se ha vuelto visible sino también percatado de que sin concienc ia ni lucha
fotografías, fotocopias de una cédula de identidad, retratos familiares, estampillas
nada es posible en relación con los derechos humanos, Hu enún con este libro nos
En Reducciones J aime H uenún incorpora material iconográfico, concretamente de correo, fotografía de ind ígenas como botín de guerra y de ciencia, un crán eo mapuche llevado a Berlín, como tantos otros, para ser analizados, es decir, el
libro reúne un archivo con siderable de material iconográfico dispuesto en lugares
llegó demasiado bajo. Aunque por este motivo la preparación de la musculatura
relevantes del poemario. Así, las imágenes pertenecientes a la sección ‘‘Cuatro
de la órbita no será posible, que era lo que quería hacer el Profesor Virchow, el
cantos funerarios” refieren a los indios mapuche de la Patagonia argentina que
cerebro se ha conservado de un m odo adm irable. La cabeza ya fue presentada a
Perito Moreno trajo, como botín y como objeto de estudio de laboratorio, del
la Sociedad Antropológica de Berlín”. El lector va de la lectura de este texto a la
genocidio perpetrado en las últimas décadas del siglo XIX durante la Campañ a al
fotografía tomada por Lehm ann-Nitsche y se pregunta d ónde, en qué parte de
Desierto. Huenún trab aja con los cráneos de estos indios que fueron expuestos en
la página se encuentra la poesía, ya que toda la sección lleva por título “Cuatro
la vitrina del Museo de La Plata. En el "Canto I / Damiana”, vemos la fotografía de
cantos funerarios”; una sección que tiene como epígrafe un fragmento del mito
una india adolescente d esnuda y el poema, obligado a perder el verso y olvidarse
aché-guayakí que dice: "Los Blancos, lo que caracteriza/' a los eternos blancos/
de sí mismo, deja paso a la prosa de transcripción como cita literal de los escritos
es que ahora viven examinándon os/ a nosotros, los muy viejos/ a nosotros, los
referidos por quienes llevaron adelante la masacre política con el aval de la
ya m ue rt os ”. Est e pe qu eñ o fra gm en to de se st ab ili za la ratic eurccéntrica desde
autoridad de la ciencia decimonónica. Esta brutal sustitución no es solamente
la experiencia vivida por esa comunidad enfrentada y cercada desde la represión
una cuestión de género, sino sobre todo la invasión de la barbarie que, disfrazada
colonial. Esta tetralogía funeraria des plaza en la imagen la poesía de lo human o y
de ciencia, ocupa el lugar del poema. ¿D ónde está la poesía? ¿Dónde fue a parar
deshumaniza, en contrapartida, la presunta verdad c ivilizatoria: el cuei po desnudo
la poesía, ante estos testimonios del horror, donde los cuerpos vueltos fósiles,
de Damiana o el cuerpo vestido de Catriel, el icono d el cráneo, en el que se no ta
se exhiben en vidrieras y se clasifican desde la negación de su humanidad?
nítidamente la línea transversal serruchada com o leemos en el texto, y el yáman a
Estos cantos funerarios es una de las secciones más intensas del libro, porque
con taparrabo llamado Maish Kenzis, a quien se lo obligaba “a preparar esqueletos
allí se concentra el rostro palpable del Genocidio. Desde esta perspectiva de la
humanos para su exhibición”, son imágenes de archivo que ocup an el lugar vacante
sustracción, por medio de la cu al el poema se ausenta para d ejar paso al testimonio
de la poesía. Es, por tanto, la iconografía el lugar del canto funera rio, como si de la
de la ciencia, este reaparece como com posición poé tica en el lugar de la fotografía,
fotografía emanara un halo, un espíritu capaz de reparar tanta barbarie. El valor
investida ahora con la fuerza del documento. El poema es esa imagen y el lector
de la poesía reaparece como imagen pero ya no poética sino iconográfica: esta
encuentra en esos cuerpos la fría objetividad de la ciencia que se vuelve, por
restituye a los ojos del lector lo que pertenece al orden del sujeto de la historia,
obra y gracia de la confrontación, una falacia, un discurso de la negación de lo
pues el dato testimonial de la fotografía no suple, pero repone la imagen del
humano. Transc ribim os el texto que acompañ a el “Canto I / Damiana” firmado
viv ien te. Re cu rs o o bli cu o, el po em a h ab la d es de su de sa pa ri ci ón , p er o s e m ue st ra
por Lehmann-Nitsche: “La edad de la india en 1907 al morir era de 14 a 15 años;
como imagen documental que recupera la presencia (su aparición) con vida de
en enero de 1897 el señor de la Hitte, le daba más o menos 2 años, el señor Ten
una persona ya muerta. La fotografía les otorga a estos sujetos la credencial de
Kate 3 a 4 años y la fotografía bien parece indicar una niña de la edad indicada
“vivientes” mientras devienen, en el m omento en que son fotografiados, sujetos
por no sotros.// En el mes de mayo de 1907, gracias a la galantería del doctor Korn,
reducidos al museo: reducidos al museo con vida es la instancia a la que estos
pude tomar la fotografía que acompaña estas líneas y hacer las observaciones
sujetos fueren obligados a reducirse. “Cuatro cantos funer arios” de Jaime Huenún
antropológicas; e hice bien en apurarme. Dos meses y medio después murió la
está afirmando precisamente eso: el museo como reducción y no solamente la
desdichada de una tisis galopante cuyos principios no se manifestaban todavía
misión bajo el control de la Iglesia o los reductos concentracionarios, después,
cuando hice mis estudios.// La cabeza de la indiecita, con su cerebro, fue mandado
bajo el control del Estado. Los indígenas fotografiados como vivientes y como
al profesor Juan Virchow, de Berlín, para el estudio de la m usculatura facial, del
cadáveres recorren el camino que va desde el hálito a lo fósil, puesto que todos
cerebro, etc. El cráneo ha sido abierto en mi ausencia y el corte del serrucho
sabemos que las reducciones no se detuvieron y siguieron practicándose en el
corazón de las tinieblas de la civilización. Las otras fotografías, las que m uestran
“Cisne de mí” es como denomina Huenún a ese poem a-clausura de la tetralogía
las reducciones hechas a los cuerpos para volverlos cadáveres o bien esqueletos o
o, mejor, a ese poema que transforma el curso de la historia: escrito en cursiva,
cráneos para el docum ento, son las fotografías del más allá de la vida: algunas de
es un poema lírico que otorga la voz a una primer a person a que hab la de sí como
ellas imágenes serru chadas, lo cual es posible porque, como plantea Virchow, no
cisne. También Huenún apostrofa y politiza la experiencia del arte cara a cara
hay vida es piritual en su interior. Al menos , la autoridad de su voz así lo explícita en
con la historia, como si los cisnes restañaran la catástrofe de los documentos de
primera persona: “He disecado mucho cadáveres y nunca he encontrado un alma”.
barbarie: "el día que comienza en los castos nidales,/ el día de totora, de barro y
El museo como reducción es una de las verdades desnudas de la civilización:
transparencia/será para doblar mi cuello en herbazales,/será para rendirme a
abierta a la impunidad del sentido y al escándalo más abom inable de la ciencia.
la mortal belleza/ que me trae el viento de las altas mo ntañ as,/la neb lina verde
La poesía de Huenún no anda con vueltas: a la barbarie hay que seguirla hasta
que crece y se dispe rsa,/ el silencio de oro de la t arde en la aren a,/ el vuelo de los
el salón dorado de la academia, hasta los paraninfos del saber, hasta la mesa de
míos sobre aguas eternas".
¿Por qué la poesía tiene necesidad de ap elar al carácter icónico de la imagen?
disección de Hans Virchow. A ho ra bie n, la po es ía rea pa rec e en el po em a “C isn e de m í” y re ap ar ece con
Lo que denominamos en nuestra cultura contemporánea bajo el término de
toda la potente intensidad de la lengua sublime del modernismo, ese idiolecto
catástrofe o de desastre, reside justamente en una relación indefectible con
sensu al y lujoso reconocible en el fulgor verbal rubendarian o que, con un lirismo
la otredad ya que en el centro está la gran cuestión del sufrimiento humano
eufórico y eurítmico, restituye la dimensión simbólica de la palabra poética,
ajeno. Gomo plantea Griselda Pollock, ya no vivimos el tiempo del poema de
pródiga de un imaginario que construye un reaseguro estético, un interior, una
Au de n en el qu e: Sobre el sufrimiento no se equivocaba n / los viejos maestros:
casa que h abitar y en la cual guarecerse de las inclem encias de la intemp erie del
qué bien comprendían su posición humana; no se equivocaban cómo sucedía
mundo. Este locus amoenus del poema que cierra la tetralogía funeraria no es
(el acontecimiento histórico) mientras alguien come o abre una ventana o solo
una bucó lica de lo banal (la bucólica huye del lugar enrarecido de la civilización
pa se a po r a hí . La poesía de Huenún apela a la imagen visual, no tanto como un
y e s e l an tec ed en te, m ás l eja no en cu an to a l gén er o, del r eti ro eco lóg ico ) s in o u na
suplemento (la imagen poética no se debilita ni necesita corro borar lo que afirma)
interiorización lírica que busca en la poesía curar las heridas de la historia. Los
sino más bien como una correspondencia que gravita con efectos de archivo: la
cisnes han sido desd e siempre los amigos del poeta y Huenún lo sabe. Sabe que a
poesía podría documentar sin apelar al texto iconográfico, pero esa imagen, que
los cisnes puede ped irles hasta el compromiso político como efectivamen te hizo
regresa, como describe Roland Barthes, de la muerte, entabla con el poema un
Rubén Darío, quien logró convertirlos, para la poesía mode rna latinoamericana,
diálogo, un etern o nütram, en la m edida en que co-rresponde al acontecimiento
en eso: en los seres más fieles en la desilusión, los que acompañ an al poeta hasta
de la barbarie de la h istoria.
las últimas consecu encias y no solam ente en los cantos del arte sino, justamente, hasta el canto del cisne, es decir, hasta la muerte. Huen ún escribió un poemario político y esa politicidad no depende exclusivamente del modo como denuncia la masacre de lá alianza fu n e ra ri a entré la pólíticay la
ciencia,'sirio
también
3 . Testimonio de las abu elas: seguiremos escribiendo poesía
depende del testimonio del cisne: con Rubén Darío, los cisnes se han afiliado a
El poema “Testimonio”, que cierra el poemario, se inscribe en la larga tra
las causas políticas, dejaron los estanques versallescos y se hundieron, con toda
dición de los cantos testimoniales indígenas como la de los poetas nahuas que
su blancura inmaculada, en los barriales más hediondos, como escribió el poeta
estamparon su visión en un alfabeto extraño a su un iverso o los manifiestos de
argentino N éstor Perlongher, otro que politizó su poesía leyendo a Rubén Darío.
protesta ante el rey, como el M an ifi es to de ag ra vi os , be xa cio ne s y m ole st ia s qu e
pa de ce n los ind io s d el Rey no de l Per ú del cacique Vicente Mora Chimu Cápac en
autonomía de lo poético respecto del mundo referencial, si no fuera porqu e lo que
17329. Ahora, en el siglo XXI, el testimonio de H uenú n habla de otras ruina s de
fábula Puerto Trakl confabula al mismo tiempo contra él mismo: la presencia del
la historia, porque lo que hace el poema es sobreim primir la figura de las abuelas
mar, el alcohol en el que se refugian sus habitan tes, los bares, burdeles y callejas
mapuches a la de la historia americana com o trauma de la conquista. La bivalencia
de las ciudades pegadas al puerto, y todo eso junto, aunque no tenga lugar en el
singular/plural es el andarivel gramatical que le permite al sujeto del poema salir
mapa, tiene demasiado en comú n con el ámbito marítimo del sur chileno, abierto
de su historia personal y entrar en la historia de la comunidad , expand ida a su vez
a las grandes travesías por mar y a las imaginacion es enloqu ecidas po r la soledad
a la nación, pues el esfuerzo de la composición reside en que la experiencia no se
del confín del mundo. Puerto Trakl es el barco ebrio dé la poesía de Huenún : es el
consum a en la esfera meramen te individual. Es un esfuerz o que revela el núcleo
abandono de la poesía para que merodee y se pierda em briagada por el alcohol de
de la poética que se está gestando en Reducciones: enfren tar la historia personal
la(s) lengua(s). Un don lenguaraz permite que la poe sía se pierda para encontrarse
con la comun itaria, en el contexto de la H istoria instituciona l chilena y (latino)
después. Puerto Trakl escribe a su modo ceremonias que no son las del primer libro homónimo sino otras ceremonias, que pasan por el alcohol y la literatura
americana, donde cabe tanto la dimensión cerem onial del primer libro, enraciné en el territorio map uche-huilliche, el territorio más austral de Chile y del planeta, como la dimensión tabulada y fabu losa de Puerto Trakl que es el descubrimiento de un territorio imaginario, cuya irrealidad con figura el territorio de lo poético por antonomasia. Fabular un territorio portuario, dedicado al poeta expresionista alemán llamado Georg Trakl que muere loco, p odría cond ucirnos a una suerte de Este texto es estudiado por Elena Altur.a en su ensayo La voz y su letra. Conflictos de representatividad g rupal en el Perú del siglo XVII. Transcribimos un párrafo de este artículo: "El texto (del cacique Vicente Mora Chimu Cápac), aunque dedicado a los miembros del Consejo de Indias, apela directamente al soberano. Contribuye a reducir la lejanía del destinatario -por la circularidad que supone- la cita textual de cédulas y ordenanzas reales, que obra como un poner ante los ojos y los oídos del rey sus propios dictámenes para recordarle, en el contrapunto producido por el relato de casos concretos, que su ley era continuamente transgredida por las autoridades coloniales. Mora Chimu Cápac convierte en !eit motiv de su alegato el acabamiento de los indígenas -con la consiguiente pérdida de valores materiales y espirituales para la monarquía- ocasionado por la corrupción de los funcionarios aliados a los corregidores”. En esta dirección cabría mencionar otro texto denuncialista: Representación verdadera y exclamación rendida y lamentable que toda la nación indiana hace a (...) Fernando VI, de Fray Calixto Túpak Inka. En este escrito, fray Calixto "extrema los recurso para amplifica r el tono de denuncia y meng uar la distancia ante el rey”. Se imprimió en 1749 y fue entregado al rey en 1750 . Fray Calixto era un mestizo donado franciscano quien fue ayudado por el latinista Antonio Gar ro. “El texto materializa la noción de representación c aracterizada como un juego de presencia y ausencia. Así-contin úa Elena Alt un a-s i de un lado lo ausent e es la figura del rey, lo prese nte es la voz de la Escritura Sagr ada. Esa dimensión transtemp oral del reclamo habilita los par alelismo s entre el Rey y Yavé, entre el pueblo hebreo y el indiano, exiliados ambos de la heredad”. Comparados ambos textos se podrían establecer las siguientes analogías basadas en el sentido de territorialidad: a) en Mora Chimu Cápac el territorio perdido aparece como “despojos sufrido s” y b) en fray Calixto Túpak Inka, el reclamo se funda en la noción de extranjería entendida como segregación del espacio propio.
que, en un punto, son lo mismo: una droga necesaria si se buscan los paraísos artificiales de la poesía. Ahora sí Reducciones podrá reunir a la lengua m aterna y la vernacular y la che sungún y todas las que aparezcan como un modo de decir el mundo doloroso de las reducciones. "Testimonio” es un poema que se apropia de una forma discursiva de la cultura mapuche-huilliche, el nütram, que es una conversación, una charla, una forma que, en esta.ocasión, aparece como una estruc tura dialógica no consum ada, pero sí efectivamente a ludida por el sujeto del poema. Esa estruc tura dialógica se juega entre quien habla y Salazar, el sujeto apostrofado, el tú presente pero mudo en el acto de locución a cargo de la voz del poema. Esa polaridad d e sujetos queda establecida de todos modos aun cuando Salazar no hable en discurso directo (ni tampoco indirecto): es el destinatario-escucha, a quien la c omp osición no le otorga el derecho de hablar sino solo el de escuchar. C onmina do a la presencia del y de la escucha -las dos funciones no so n la misma: la primera lo constituye como destinatario del coloquio y la segunda garantiza la palabra del otro, el
que habla, para que su discurso no caiga en saco roto-, el apellido español d el sujeto apostrofado lo define como un destinatario demasiado elocuente, pues ia voz mestiza mapuche-huilliche hace referencia en ou "¡.«.oiimonio” a formic de injusticias acuñadas durante la Colonia; incluso los ejemplos de latrocinios y ra piñ as vu el ve n a e sta bl ec er es a v in cu la ci ón co n e l p as ad o, pe ro ya no se tra ta de una referencia cuya eficacia llegue a agotarse allí, más bien recoge el hilo de la memo ria para mostrar su pervivencia en el presente. El "Testimon io” de Huenún
Konumpa/Memoria
leja bastante en claro -como podem os leer en las y los poetas amerind ios- que ;1 núcleo testimonial parte del y vuelve al presente, munidos de una conciencia ;umamente crítica, pero también actual (al margen, basta leer las declaraciones le Huenún y de muchos otros y descubrir que uno de los verbos más usados es >recisamente actualizar o reactualizar). Cantos ocultos llama Jaime Huenún a os cantos quechuas, guaraníes, nahuas, aimaras o mapuche velados o tarjados >or una modernidad o posmodernidad engañosas en la medida en que para los >oetas amerindios del presente no están perdido s, todo lo contrario, puesto que e vuelven fuentes donde abrevar ante el asedio el neoliberalismo económico y
Este es un libro en crecimiento arbóreo. Las hojas que hoy salen de las prensas
:1 colonialismo cultural.
esconden otras voces y visiones; buscan un camino en la escritura y su reverso:
"Testimonio” de Jaime Huenún ficcionaliza un relato que fluctúa entre la
el coro oral de las lenguas y los ritos invisibles. Ningún poema termina en su
onfesión y la denuncia, entre el tono en inflexión singula r de la historia propia y
última palabra; más bien con ella recién empieza a urdir la tupida trama de los
1 tono
en inflexión plural de la historia colectiva de la comunidad a la nación, en
eternos y a la vez cambiantes símbolos íntimos y colectivos. Y ese trabajo no
ina diacronía que marca el curso de la historia instituc ional de Chile. La mem oria le un país la construyen las abu elas: aseguro de la identidad del sujeto y, al mismo
tiene descanso ni final. Un libro, sobre todo un libro mestizo -y este, por cierto, lo es - le debe a cada
iempo, espejo de la historia: el futuro de la poesía amerindia reside allí, en la
santo una vela, a cada tótem un culto, a cada antepasado una costumbre, una
'ersistencia del pasado: “seguiremos escribiendo sobre abuelas” parece querer igniñcar que tenemos el antídoto contra las globalizaciones que cercena n y que
opaca pero persistente moral. Aquí el lenguaje y la mem oria son tributarios, com o
stán apoyadas por los medios de comunicación masivos. El antídoto reside en
me acom pañaron en este tramo del viaje:
siempre, de congéneres vivos y congén eres muertos. Paso, por eso, lista a quienes
ds legados artísticos de los pueblos o riginarios, cuya resisten cia hace posible su
Sergio Mansilla Torres, Roberta Eacic, Elvira Hernández, Verónica Zóndek,
erduración. En este contexto, escribir en "las lenguas de las abuelas”, desterradas
Cecilia Neira, Sergio Parra, Naín Nómez, Paulo Slachevsky, Gilberto Martínez
into de la iglesia como de la república, es un principio de subversión porque, como
Huala, Sarita Kramm, C onstantino Co ntreras, Enrique F offani, Leonardo
señala, las abuelas tienen “una lengua en el fondo de la lengua”. Hay
Sanhueza, Raúl Zurita, G onzalo Rojas (Q.E.P.D.), Jaime Quezada, Cecilia Vicuña,
na lengua y hay otra en el fondo: es esta a la que los poe tas acud en porque con
Al ic ia S al in as , Pe dro A ray a, B ern ard o C oli pá n, L uis Er ne sto Cá rc am o H ue ch an te ,
1 poema
lia se puede hablar desde adentro, bien d esde el fondo. En síntesis, es por estas
Gustavo Guerrero, Rodrigo Rojas Bollo, Andrés Braithwaite, Daniel Borzutzky,
izones que los aspectos coloniales del poder no han sido cancelados en absoluto, n el cruce entre neoliberalismo econ ómico y la vu elta a una política neocolonial.
An ton io M elis, Dave O liph ant, J arne s Park , Cle m M cCa rtn ey, C on ch a Ga rcí a, C arlo s
a lengua del poema de Jaime Huenún lo dice con suma claridad: seguiremos
Meléndez, Francisco Véjar, Yanko González, Paulo Huirimilla, María Eugenia Góngora, AíieiaSatomone.Grínor Rojo,-Marisa Negri/Susan Foote, José Osorio,
ablando sobré abúéTas porqúé 'Nadié've la cicatriz occidental en sus palabras.
Trujillo, Elisa Loncón, César Millahueique , Marcial Colin, Eduardo Rap imán, Mario
Soledad Fariña, Damaris Calderón, Julio Carrasco, Hugo Carrasco, Juan Manuel E n r i q u e F o f f a n i
Fierro, Elizabeth Neira, Raúl Ma nsilla, Sergio Di Matteo, Óscar Saavedra, Roxana
Doctor en Letras Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Universidad Nacional de La Plata
Miranda Rupailaf, Miguel Ángel López-Hernández, Miguel Cocom Pech, José Luis Ayala, Ángel Valdebenito, Mab el García, Verónica Contreras H auser, Vicente
18
naschina, Ad riana Razquin, Felipe Aranda, M artin Quintana, Javier Alejandro o Cárdenas, Amalia Andau r Huechante, Sergio Muñoz, Waldo Llanquilef, Eva lau r Huechante, Egor Mardones, M anuela Co lipe (Q.E.P.D.), Elsa Curriao Colipe, ita Curriao Colipe, Manuel Curriao. A ellas y a ellos y a quienes la mem oria oculta en su semilla: chaltu may. Gracias la amistad y las palabras trenzadas en el niitram iluminado.
índi ín dice ce
Los archivos de la niebla (notas para leer Reducciones de Jaime Luis Huenún) Entrada a Chauracahuin
11 21
Entrada a Chauracahuin
23
Los viajes, las vigilias
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Malocas
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Che Sungún
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Puente de las piedras tigres
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A lon so de E rci lla pa rla m en ta y f um a frente al levo levo alzado de Chau racahuin
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Sermón en lengua de Chile (Luis de Valdivia, 1621)
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Preguntas del misionero
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Plática sobre la Muerte y el Infierno (Fray (Fray Antonio Hernández Calzada, 1843)
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Dictado en sombras
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Halconero
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Fabla de Castilla
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Fundaciones I
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Fundaciones II
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Coro de guerra
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Ceremonias
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Huachihue
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Ceremonia del amor
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Fogón
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Marera
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Hortelana
61
Hermana
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Purrún
63
Envío a Anahí
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Sudario
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Cuatro cantos funerarios
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Dibujo de monte (Cuneo Chico) Chico)
11 9
Entierros
12 2
Huechantü
12 4
Umautulí
12 7
Ranchera para el silencio
12 9
En la Casa de Zulem a H uaiquipán uaiquipán
13 1
Toda la luz bajo las aguas
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Trumao
13 4
Emilio Maldonado, huesero y peregrino
13 5
Manuela Colipe Benavente
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Sueños del kalku
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Llamekan
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Conversación en la casa del águila
140
Pewunhuentue
14 2
Canto I/Damiana
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Canto 1¡/Catriel
71
Canto III/Maish Kenzis
72
Jo sé M ar ía H ua iqu ip án ca ba lga en círculos sobre el río de los los cielos
14 3
Canto IV/E1867
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We Tr ip an tu
14 4
Cisne de mí
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Crónica de fin de invierno
14 5
Inche ta piupiukürüpel
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Feria Libre de Rahue
14 7
Envíos Reducciones Reducciones
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Ví ct or Ll an qu ile f em pu ja el b ot e e br io al Río De La s Ca no as
14 9
Vi ce nt e Tr eu qu il co nt em pl a l a p rim er a l uz en Is la Hu ap i
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Lucho Llanquilef envía su última carta desde el Río de la Greda
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Gladys Ancalaf entrega cuerpo y alma al turbio mar de las totoras
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Ü 1 de Tripayan
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Ceremon ia de la muerte
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Jai me M en do za Co llío se pie rde y ca nt a en los bo sq ue s invisibles de Requém Pillán
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Cisnes de Rauquemó
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Ü 1 de Catrileo
En el cementerio de San Juan
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Carta de los suelos
íj
En la ruka de David
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S
Parlamento de Huenteao en la Isla Pucatrihue
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Testimonio
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Nütram
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Notas sobre algunos poemas y sus fuentes
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Las lenguas abuelas: eso es todo lo que queda en el tintero (Sobre Reducciones de Jaime Huenún)
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po r E nr iqu e F off ani
Konumpa/Memoria
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