PREOCUPACIÓN MATERNAL PRIMARIA (1956) Winnicott busca desarrollar el tema de la primitiva relación madre- hijo, que es de máxima importancia al principio y que solo gradualmente es desplazado al segundo plano por el tema del pequeño en tanto ser independiente. Echemos un ojo a la posición de la madre. Se habla de un medio no suficiente o insatisfactorio, y que deforma el desarrollo del pequeño, o un medio suficiente o bueno que permite que el niño en cada fase, alcance las apropiadas satisfacciones innatas así como las angustias y conflictos. Existe una identificación consciente pero también profundamente inconsciente entre la madre y el pequeño. Utilizar el término simbiosis solo nos sirve para equiparar la relación de la madre y el niño con otros ejemplos de interdependencia en zoología y botánica. Lo que interesa, son las grandes diferencias psicológicas que hay entre, por un lado, la identificación materna con el niño, y por el otro, la dependencia del niño con respecto a la madre que no implica identificación. Estamos ahora ocupados del self precoz que si hay un buen sostén, las experiencias del ello pueden reforzarlo. La conexión del niño con la madre, el estado de locura, es esa conexión que no pasa por la palabra, sino por las sensaciones con el ello del bebé… conocimiento de sus pulsiones. Las necesidades o se satisfacen o no, que no es lo mismo que la satisfacción o frustración de las pulsiones del ello.
Estudio de la función materna en una fase precoz: LA PREOCUPACION MATERNAL En esta primera fase, hay una preocupación maternal primaria. Se va desarrollando un estado de sensibilidad exaltada durante el embarazo, sobre todo al final del mismo y dura unas cuantas semanas después del nacimiento del pequeño. La madre raramente recuerda esto cuando ha superado esta etapa, más bien se reprime. r eprime. Es como un estado de replegamiento o disociación, como un episodio esquizoide. La cosa es que la madre debe alcanzar ese estado de sensibilidad exaltada, casi de enfermedad, y recuperarse luego del mismo. Una mujer ha de estar sana tanto para alcanzar esta sensibilidad como para salir de ella. Puede haber muchas mujeres que son buenas madres, pero no alcanzan este estado de sensibilidad. Estas madres tienen que compensar lo perdido en las primeras semanas de vida del bebé y no es seguro que consigan reparar la deformación precoz. Un adolescente pide también esta conexión, si no hay una conexión emocional, el niño puede quedarse en fases del autismo.
Ahora bien, ¿en qué estado se encuentra el pequeño? El pequeño tiene: una constitución, tendencias innatas al desarrollo (zona libre de conflictos en el yo), movilidad y sensibilidad, instintos, involucrados en la tendencia al desarrollo con cambios en la dominancia zonal. Si la madre aporta una adaptación suficiente a la necesidad, la vida del pequeño se ve muy poco t urbada por las reacciones ante los ataques (naturalmente, lo que cuenta son las reacciones ante los ataques y
no los ataques mismos). Los fracasos maternos, producen fases de reacción ante los ataques y estas reacciones interrumpen la continuidad existencial del pequeño. Cualquier exceso, produce una amenaza de aniquilamiento. Esta es una angustia primitiva muy real, muy anterior a cualquier angustia de muerte. O sea que la base para la instauración del yo la constituye la suficiencia de la continuidad existencial, no interrumpida por las reacciones ante los ataques. Esto solo se logra con el estado de sensibilidad exaltada en la madre. Porque entonces podrá ponerse en el lugar del pequeño para satisfacer así las necesidades de éste. Al principio, estas necesidades son corporales para luego pasar a ser necesidades del yo a medida que el psiquismo va naciendo de la elaboración imaginativa de la experiencia física. Comienza a existir una relación yoica entre la madre y el pequeño, relación de la que la madre se recupera, y a la larga el niño puede edificar en la madre la idea de una persona. O sea el reconocimiento de la madre en tanto que persona y no surge de la madre en tanto símbolo de la frustración. “El fracaso de adaptación materna en la fase más precoz no produce otra cosa que la aniquilación del self del pequeño.” (pág. 402)
Los fracasos maternos son vividos como amenazas a la autoexistencia personal. Por eso, podemos decir que la construcción del yo es silenciosa. “La primera organización del yo procede de la experiencia de amenazas de aniquilación que no conducen a la aniquilación y con respecto a las cuales hay recuperación repetidas veces”. Así, la confianza en la recuperación comienza a ser algo que lleva a un yo y a una
capacidad del yo para enfrentarse con la frustración. El fallo general de reconocimiento de dependencia absoluta al principio contribuye al temor a la mujer que es propio tanto de hombres como de mujeres. Puede ser una madre biológica o madre adoptiva, pero lo importante es que pueda alcanzar el estado de preocupación primaria. O sea que un medio suficiente en la primera fase permite que el pequeño comience a existir, a tener experiencia, a construirse un yo personal, a dominar los instintos y a enfrentarse con la dificultades inherentes a la vida.
Si no existe una inicial provision ambiental satisfactoria, este self capaz de morir jamás se desarrolla. La sensación de realidad se halla ausente y si no hay demasiado caos la sensación definitiva es de futilidad. Las dificultades inherentes a la vida son inalcanzables y no digamos las satisfacciones. Si no hay caos, aparece un falso self que oculta al verdadero. Esto nos habla de que es más probable que los factores constitucionales se manifiesten en la normalidad cuando el medio ha sido adecuado. Cuando hay fracaso, surge un sistema de defensas que atrapa al pequeño, defensas primitivas que corresponden al temor a la aniquilación y los elementos constitucionales tienden a sojuzgarse.
La construcción precoz del yo es silenciosa. Cuando hay madurez del yo, las experiencias instintivas lo refuerzan, cuando no hay madurez del yo, las experiencias instintivas interrumpen el yo. Podemos decir que el yo implica una suma de experiencias. La dificultad del analista para conectarse con el paciente, puede tener que ver con una huída a la cordura por parte del terapeuta. El self que puede morir, es contrapuesto a ese sentimiento de futilidad, qué importante que el niño pueda ir sintiendo ese ser verdadero, sabiendo que está ahí la muerte, y que no tenga que crear ese self falso que tape todo. Como en esos primeros momentos se gestiona todo: el desarrollo, la maternidad, las relaciones, la muerte. Reconocer el límite. La construcción del yo es silenciosa. Está lo precoz y lo primario en donde está la madre de sensibilidad extrema, temporal… lo fijo es el fracaso… esa sensibilidad adquirida, que aparezca en otro momento es patológico… este yo para Winnicott es la suma de las experiencias, este yo está fortalecido por las experiencias instintuales del ello. Si el yo fracasa, aparece el falso self… que es la futilidad, ese dejar pasar el tiempo, irrealidad, aniquilamiento. Al self verdadero, da la capacidad de sentirse real, vivo, espontaneidad. Cuando el yo fracasa, no se hace responsable del ello, y no puede hacer experiencia de las pulsiones del ello. Ser una madre capaz, se aprende de la propia madre, aunque también de las experiencias que proporciona el medio. La base de inicio para devenir analista, es el análisis, y luego ir aprendiendo de los pacientes… Elaboración imaginativa de la experiencia física, es que se elabora lo puramente físico en psíquico, se hace una representación. La sensibilidad exaltada, ahí queda lo físico, cómo la madre le va dando el sostén. Una conversación con Winnicott… acerca de un tema para el trabajo final.
Con el niño Winnicott (yo) Para la próxima: 3 de junio de 2010.