La metapsicologí a ha sido defi nida como aun serie de conceptos stractos ab ue q se encuen tra entre la teoría clínica constru ida nductii vamente y los supuestos filosóficos en que descan sa todala ciencia.Más que su verdad o vali dez, importa sutiluidad y su coher encia interna. Sis lo nue vos hallazgos píri emcos no encuentran cabida dentro de la meta psicología gente, vi debe revisársela. En el cur so de us vida, Freud desarrolló una serie de conceptu alizaci ones del funcionamiento psíquico y creó diversos «modelos de la mente»,pasando denou a otro cada vez que los esque mas previ os no lograba n explicar los nuevos datos observ ados enel análisis. La primi tiva con cepcióndel «arco reflejo» que privaba su ens escritos iniciales y ( que a plicó luego en su álisis an del «H ombre de los Lobos») fue suce dida — pero nosuplantada—por el m odelo tópico La interde pretación de los sueñ os y po r el modelo estructur al o triparti to El de yo y el ello. Al proponer estos nuevos modelos, no era su intención dejar de lado los antiguos; más bien presumía correct amente que para cada conjunto de datos hay un particular marco de referen cia que los plica ex con mayor claridad. A medida que aumentaba u comprens sión dela activi dad aním ica, F reud revisó sus teorías,aban donan do algu nas (y ol v viendo a otras), pero unca n anunc ió exp resamente unamodifi cación radical en sus odelos m o especificó sus uevas n ipótesi h s. El resultado fue el desorden; en sus obra s, «lo antiguo y abandonado se mezcla con lo nuevo, que en ciertos lugares está sólo implí cito», dice Grinker. Esto hizo que en los últimos empos ti arreciaran las críticas de los estudiosos entro y d fuera del cam po del psicoanálisis. En especial, el empe ño de los científi cos de la conducta por enten derlo se veía frustrado debido a esa incoherencia: a estructura l nterna i de la totalidad era cil difí de ca ptar, no se veía el motivo de la falta de hipótesis espe cíficas o de datospíricos em (que F reud dejó de ofrecer a partir de 1920). Cuan do el o h ( Contin úa en la segunda solapa.)
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Modelos de la mente John Gedo y Arnold Goldberg Amorrortu editores Unenos A ires
Director dela bib liotec a de psicología,orge J Colapinto Models of the Mind. A Psycboana lytic Theory,John E. Gedo y Arnold Goldberg © The University of Chicag o, 1973 Traducción, ea L ndro Wolfson Unica edi ción en castell ano utoriz a ada porThe University of Chicag Chi cag o, nte pr otegida en odos tla ley os l n° países. Qo, ueda he choy debidame el depósi to qu e previ ene 11.723.© T odos los er decho s de la edici ón castell ana reservados po r Amorr ortu edi tores S.A., Icalm a 2001 , Buenos Aires.
La reproducciónotal t o par cial de este li bro enforma idéntica o modificada por cualqui er m edio m ecánico oelectró nico, incl uyendo fo tocopi a, grabación o cualquier sistem a de alm acenam iento y recupera ción de inf orm ación, no au torizada por los e ditores, iola v der echos rese rvados.Cualquier utilización de be se r previamente solici tada . Indust ria ar gentina. ade M in Argenti na. ISBN 84 61040589
Impreso enlos Taller es Gráficos Didot S . A., Icalma 2001 , Buenos Aires, en octub re de 1980. Tiradade esta edición: 3.000 jeemplares.
Indice gener al
1 Advertencia del traductor 3 Palabraspreli minares, Roy R . Grinke r 7 Reconoc imientos 9
Primera parte. Introducción y revisión histórica
11 lisis 1. El probl ema: la actualteoría clínica en psicoan á28 2. La teorí a clínica de Freud en 1 900: el modelo tópico 38 3. La teorí a clínicade Freud en 1923: le modelotripartito 51 4. Conceptua lizació n freudi ana de la psiqueno estru cturada: el mode lo delarco re flejo 58 5. Sobre el fragm ento no formulad o de la teoría psi coan alíti ca: la incipi entepsicología del self 75
Segunda parte. El modelo jerárquico
77 6. Líneas de desarroll o en inter acci ón 103 7. Jerarquí a de la s modali dade s de funcio nam iento psíquico 112 8. Demostra ción del usoclínico delmodelo erárj quico 125 9. Apl icaci ones del modelojerár quico 135
10. Otras aplicaci one s del modelojerár quico
151
T ercera parte. Conclusiones y consecue ncias
153
11. Una nosol ogía psicoanalí tica y sus cons ecu encias terapéuticas 168 12. Co nclusi ones y conse cue nciaspara la teorí a psicoanalítica 176
Bibliografía
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Advertencia del traductor
La tra ducciónde estelibro de Ged o y Goldberg fue si multánea a la prepara ción, por parte de morrortu A editores, de u na nueva ersi v ón castel lana de O las bras com pletas de Sigmund Freud, en la que m e tocó arti p cipar com o tradu ctor de las notas ycomenta rios de Jame s Strachey. En esa nueva ersi v ón de las obras de reudF se adoptaron algu nas modifi caciones m ter inológi cas res pecto delvocabulario psi coana lítico enuso enlos paí ses de abla h hispan a. Aquí he querid o atener me a esas m odificaci ones.Algunosde los cam bios más importantes son los siguiente s: Traducción anterior recusaci ón, gación
Traducción actual
rene-desmentida
conden a, repu dio prueba de eal r idad car ga, catexi a escen a pri maria disolución lde com plej o de Edipo
desestimación examen de real idad investidura escen a primordi al sepultamiento complej o de Edipo
Término inglés disavowal repudiation reality-testing cathexis primal scene dissolution (resodel lutio n) of the Oedipus com -
plex Consi deraci ón especi al m ere ce el término alem ánTrieb « », anter iormente tr aducido al castellano moco«instinto» y para el cual ah ora se propo ne «pulsión» (siguiendo enesto la term inologí a franc esa). También eninglés, com o señ ala Grinker en las « Palabra s preliminar es» (pág. )4, en la actua lidad se tiende em a plaz r ar instinct» « por «drive»; empero,en el present e libro ambas fo rmas apare cen usada s
indis tintam ente. H em traduci do «puls ión» en los ca sos enque seha cíaosclara efrerenci a al concep totodos freudi ano expresado por «Trieb».
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Palabras prel iminares Roy R. Grinker
Consi dero unhonor que se me haya inv itado a escribi r unas pa labra s preli minare s para esta obra rudi e ta y definitiva, sobre todo rque po ace h mucho tiempo que se preci saba una conceptuali zación si stem ática de la teo ría psi co analítica. Sigmu nd Freud cre ó, por sí sol o, las teor ías y m étodos bás icos del psicoanálisi s durantenuperío do de cua tro décadas. A lo largo de su vida, a medida que m au entabasu compren sión dela acti vidad mental, abandonó much as detosuex s presó teorías, revi sóente y volvsu iórechazo a otras; pero e ningú n momen públ icam de nceptos co n previos, anunció un cambio en las teorías o modelos, o especificó su s hipótesi s. «Lo antiguo y abandon ado e s mezcla con lo nuevo , que en ciertoslugar es está sólo implí cito» (Grinker, 1968). El resulta do de esto fue le caos. Se escrib ieron incontables tículo ars sobreteorías parcialesu y s apli caci ón, con perm anente confusi ón sem ántica. Los seg uidore s de Freud en los nsti i tutosde form ación ps i coana lítica por logeneral en señ aron el desarroll o his tóric o de las eorí t as, no la mane ra e n qu e estas se integra ban entre sí . De tal modo, en m oscaba ron su utilidad y p erpetuaron el ll amado psicoaná lisis cl ásico,cuya fragm entación no podí a ocultarse con citas ded Freu ni el uso deun vocabulario um s amenteespeciali zado. Como consecue ncia,en las dos tiúl mas décad as arre ciaron las cr íticas delos estudiosos de dentro y fuera del cam po del psicoan álisi s. Estas crític as fuer on rep udiadas, atrib uyendo «resistencia» y falta de comprensión a los científicos de la conducta, cuyos erios s em peños por entender el - psi coan álisi s eran frustrados debidoa la propi a incoh erencia que ellos critic aban. Estos científi cos no podían capt ar la estructu ra int erna deesa tot alidad o surelaci ón con par ámetros externos, ni enten dían laalta f de hipótesis es pecíficas y de datos em píricos,que Freud dejó ofrec de er a partir de 1920. A la acu sación de«resis tenci a» contestaron refiriéndose ala autode signación del coan psiálisis com o un «mov imiento » o com o «nuest ra cienci a», con lo cual queda ban excl uidos del élos científi cos de la condu cta, que d eseaban honestame nte comprenderloem yplearlo. Llegan hora a los autores de esta monogra fía tratando de
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sinteti zar la s par tes compon entes dela teo ría psicoana lítica mediantela teo ría gener al delos sistema s. Sin emplear esta última xepresión,Anna Freud procuró integr ar entr e sí las teorías el d des arrollo desdela niñez ha sta al adolesce ncia. Que esta se una dif ícil empresa, o l admití ya enmi propia tentativ a de 1 969, que com enzaba así: «Aquí nos centr arem os esp ecíficam ente en na u comparación ntre e al meta psicologí a fre udiana yla teoría gener al de los ste simas, en cuanto asu maner a de conceptual izar el simbolismo. Sin embargo, om c o am bas sonabstracc iones teó ricas generales que abar canuna ga ma de subteorí as ubicadas avariable distancia de los datos em píricos, es preciso hacer ciertas eleccion es. A tal fin yo he legido, e yno en form a arbitra ria, la relaci ón qu e mantiene n la teorí a tópi ca psicoana lítica y la teoría tra nsaccional conl e simbolismo. No es, por cierto, la ún ica compar ación posi ble,pero la es más senci lla»(Grin ker, 1969). Esta dif icultad,que los autores acom eten vali entem ente , se com plica por el hech o de qu e las teorí as ori ginales dereu Fd constituí an un sistem a abierto — ya que el conce pto de ar co reflejo implicaba transaccionespsíquicas y ambienta les—, que repentinam ente secerró al surgi r la teo ría de la pul sión de muerte.Sólo mucho despué s, con le desarroll o de la teor ía estr uctur al (la denominada «teoría p tri artita»), la teoría de la onom aut ía y la incl usión del punto de stavi adaptativ o, la metapsicologí a psicoan alíti ca se convirtió en un sistem a abierto. Esto tu vo inmensa m i portan cia par a lo que yo hellamado «psi quiatrí a de sistem a abierto»(Grin ker, 1966). Entreotrosproblem as quelos autor es hanresuelto en parte seencue ntra le deri vado del uso de dos térm inos poco felices. Un o de ellos se «ins tinto»«instincí» [ ], que debería serremplaz ado por el eno m s reducci onist a «puls ión» [«drive »]. Otro e s «metapsicol ogía». sta E « palabracomodín», que ba a rca sin integrar las las teoríasnádi mica, económica, genética,estructur al y adaptativ a, presen ta un falso desafío que los autores psi coan alíti cos se sintieron obligados aenfrentar,y un fal so sentimiento de certidumbre cuando loaordi enfrenta. Com i un los autores,co ni la más se supr nada teorí a ohabien incluindican do proceso de ntrol o regulaci ón, que no se un a vaga m etapsi cología sino e l siste ma del self (Grinker, 1957). En cua lqui er int ento de usarnau teorí a sistémica gen eral hay qu e def inir su s compon ente s. Diez de ello s se enumeran en la ntroducc i ión a la ob ra Towar d a Unifi ed Theory of Human Be havi or,dela que fui com pilador 1(967). En el epíl ogo deesaobra, urgen J Rue sch advi erte lo guiente si : «El product o de cua lquier m odelo debe ser codif icado m e-
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diante térm inos que pue dan veri ficarse co n los sucesos origina les encuestión o conotros modelos cientí ficos. Si los resultadoscoinci den, la pre dicción o reconstr ucción de -su cesos e s torna posi ble. Si no co inciden , hay que epet r ir todo el procedim iento m odificándolo». nE su análisis, Gedo y Goldberg se ha cen co e de esta s palabras. En los capí tulos 2 a6, los autores ecapi r tulan le desarr ollo de lao,teorí psicoana tica desde los tos pun deelvi sta del co ar reflej el atópico, el lítri partit o o estr uctu ral y adap tativo, y señalan que la teoría del self es todavía un borroso horizonte hacia elcual avanzam os. Evidentem ente, no todos los detalles de la orí tea psi coanalí tica s e acom odana su reseñ a, pero util izan los elem entos ese ncialesy dejande lado los restantes. E stos capí tulo s pri meros son intere santes po rqueconsideran la propi a evolución de F reud partiendo de un abordaje sistém ico. Se torna noto rio que, om c o suce de en toda la natura leza, las continui dadesno son eales r no si que con stituyen el ntento i ed los seres humanos por imponer al ni-u verso una certidumbre que no existe en nuestro mundo real de disconti nuidades. Esto im plica que on hay un solo odelo m de la m ente: son much os losque ti enencabida.Pero para cad a uno de ello s es m enester que se especi fique cuá l es la posici ón del observad or, cuáles los instr umentos que tili uza, y qué es lo que observ a. ¿De qué m anera, entonces, se conectan estos modelo s? Hemos oí do hablar mu cho de con ceptos yenl guajes «pue ntes », y esper amos pasi vamen te su llegada como la del M esías. Los autor es adoptaron unodel mo evolutivo de cin co fas es en transición, cuyo alo v r heurístico deberádemostrar se. Esto os l fuerz a ca si autom átic amente a postul ar un sistem a jerárquic o, acerca del cua l ofrecenier ctas argumentacione s científicas (capítulo 7) . En los capí tulos8 a 10, los autores esc oge n los hi stori ales clínicos del ombr «H e de las Ratas», el «Hombre de los Lobos» y el cas o Schr eber, presen tados po r Freud, para reinterpretarlo s de acue rdo co n el mode lo por ellospropuesto; y mi jeuicuin o lcapítulo o hacen sobre con éxitosología o Lea sigu n. conc y lusione s refe ridas la tratamiento . Nuestranosologí a actual on espe cifica el tipo de pr oblema terapéutic o, sino que indic a en qué punto de la ie serevolutiva ha quedado dete nido el pacien te o adóndeha regresa do al enf rentar confl ictos insolubl es o erior. Aquí los autor es sebasan en un criteriode stressext conti nuidad e ntrela salud ya lenferm edad que, según creo, es necesario, dado queen la ma dura ción no existen sal tos bruscos . Las conse cue nciasextraíd as re spectodel ratam t ien-
to depender án de la hay fase un de tratam desarroll o y ún del onjunto comportam ientos. No iento ico c paratodosde
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los enferm os mentales, y much as afecci one s exigen métodos no analíticos. Muchos an alistas tendrán que admiti r finalmente la nece sidad de utilizar «el apaciguamiento, al unificación, la sil de usión ópt ima y la interpre tación» all í dond e resultan apropiados al — menos como guía par a el com ienzo de la terapia—. El último capí tulo ti ene implicacione s teór icas,por cua nto n e él os l model os se apli can según un esquem a de m aduraci ón vertical. Esto reviste importancia para el científico de la conducta , que pu ede inco rporar us investigaci ón extrapsi coana lítica enun punto cualqui era (model o o etapa de am durez) utili zando su s propios conce ptos,hipótesis,nstrui mentos y criterio s de validez. Se internará así en un ám bito de problem as bien defi nido, no en una jungla am orfa, y podrá h acer observaci ones si stem áticas defenómen os bien deter minados.Su posici ón podrá defi nirse y su s observacione s estar focali zadas. De esta m anera, el psicoan álisi s como sistem a abierto pasa a formarparte,al fin, del si stem a científi co total. En 1957 scribí e ol siguiente : «Es imper ioso queel ps icoaná lisis se convierta en nu sistem a abi erto, que tenga mayor comercio a través de ssufronteras. La evol ución progre siva no se pr oduce en el aisl amiento,sino sólo me diante la separación pa rcial (especiali zació n) tendi entea concentra r el patrimoni o genético (formación de conceptos) y, mediante tran sacci ones con otros grupos,a agr egarnuevossímbolos genes (comunic ación) para ponerlos a pruebaen la selección nat ural todo lisi ci entíf o)rink . Este rá, .espe ro, el cu rsohafuturo del(mé psicoaná s» ic (G er, se 1958) Los a utor es n hecho unnotab le aporte n e esta di recci ón. Y hay algo más en lo que debemos estarles agradecidos. No sólo indican con cl aridadas l partes que com ponen su s modelos sistem as, sino a demás cóm o están control ados, regu lados y gan or izadosen torno deciertos «princ ipios», seg ún se los denom ina. Esta idea, absolutam ente impr escindi ble, está a m enu do ausente en laría teo de lossistem as. Por últ imo, acon sejo al ec ltor que antes de sum ergirse ne el ilbro dé unápi r do vistaz o a ca da uno desus capítulosy exam ine las figuras 1 a 10. Ello le perm itirá comprender mejor lo que consider o una exposici ón bri llante, erudita y necesar ia de un tem a suma mentedifícil.
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Reconocimientos
Hace algun os añ os, en una reunió n informal,uno de los autorespidió al ex tinto Robert W aelder qu e hablarasobr e los avan ces m ás importantes del coaná psi lisis en los ú ltimos ei trnta añ os y pi co. Su respu esta pod ría ha ber servi do com o titular deun periódico: «¿Es quehubo acaso algún avance?». Este li brocl s undel intento des presar ex la convi cción qu-e la teo ría íe nica psi coan álisi ha exp erim entado unde avan ce signif icati vo desdela mu erte de Freud, com o lo tuvo en vida de él. Para que esta convicción, después de muchos ensa yos y errores,pudi era ser exp uestade esta an mera a los lectores, recibimos un a inestim able ayuda, prov eniente de m uchos ámbi tos. El doctorRoy R. Grinker , direct or del Institut o Psiquiá tricoy Psicosom ático delHospital Michael Reese y profesor de psiqui atría enla Facultad Pri tzker de M edicina de U laniversidad de Chicago, así como el doctor Melvin Sabshin, profesor y presidente del depar tamento de psiqui atría de la Facultad de Medici na Abraham Lincoln dela Uni versidad de Illinois, nos permiti eron atal fin hacer uso del ti empo qu e dedicam os a sa e s insti tuci ones. No sólo de n pavive el hom bre, nisiquierael hom bre de ciencia. Encontra mos un poy a o indisp ensable par a nuestra iniciativaen nuest ro ex profesor de teor ía psicoa nalítica n e el Instituto de Ps icoan álisi s de Chica go, el doctor Hein z Kohut, quien a dem ás de alentarnos poner a n e prá ctica n uestro proyect o nos sugiri ó cuál debía ser el ej e en torno del cual convenía que girase nuestro estudio . Cadauno de es tos hom bres ley ó vari os borradores delbro, li ofreciéndonos sus valiosas,esenciales ícr ticas. Y com o una ayud a similar n os brindaron ama blemente un gra n nú mero de colegas y amigos, al ifn nos alarm amos, puesto que í as habíamos agotadon uimportante sect or denuestr o públi co potenci al. Es a todas luce s imposi ble nombrar a cada u no de los que er m ecennuestroapr ecio or p la inv alorabl e tarea
de servi rnos o audi tori o de estr eno. N o obstante, aL ge las ner os idad de com algunos nos gaobli auna menció n espe cial. «Palabras preli minares» delocto d r Grinker dar án a nuestros lectores una idea del v asto aliento queecibi r mos de
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él. El doctor .MRobert Gardner , de Cam bridge, no s ofreció el m ás vigorosotestim onio acerca de la uti lidad clí nica de nuestro enfo que. Finalm ente , debe mos expresar uestra n parti cular deu da conla últi ma de n uestra s lecto ras, al doctora E stel le Sh ane, de Los Angeles , cuyas cu antiosas su geren cias co ntri eron engrado notabl e a que nuestra com plicada m ater ibu a yse hici era m ás legi ble. Nunca seponenmás de manif iesto las fi di cult ades de un trabaj o en colabo raci ón que en la co yuntura a que ahora hemos ll egado:cuando ca da uno de oso n tros tendría que - ex presar su s senti mientos ndi i viduales ha cia aqu ellas person as que le proveyeron del sustentooci em onal paraintentar esta obracread ora. T al vezpoda mos el udir el dil ema confi ando, una vezmás, en la capa cidad de estasueridas q personas para compr enderlo que signifi caronpara noso tros, sin qu e lo digamos.
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Prim era parte. Introducc ión y revisión histórica
1. El probl ema: la actual teorí a clínica en psicoan álisis
Las teor ías científ icas secrean con el objeto de reunir lo apre ndido, de dar coh erencia alos descubri mientos ci entí ficos. Como tales, nunca puede con siderárselas er vsiones definitivas dela verdad:su validez es alo sumo apr oximada. Ciertas teorías clasifi can losdato s proce dent es de la observación o los ordenan en categorías a fin de hacer predicciones o deexplicar las lagu nas existentes en la inform ación. En contr aste con ellas,las teo rías «hipotéti codeducti vas» dan u n salt o en la imaginació n más all á de los datos bsero vables, para postular cuál es su causa. En este libro no nos ocuparem os de laseorí t as concernientes a las cau sas de los fenómenos, sino quenos dedicarem os ente ram ente a aque llas quesirven par acategorizar los datos clíni cos rec ogidos medianteel método psi coana lítico. Una teorí a es útil sólo en lamedida enque brinda al más fructí fera expl icación de slaobser vaciones, y debe des echársela o m odificársela cuan do cesa decumpli r dicha fun ción. Si bien la teoría psi coana lítica se formuló com o marco explicati vo del mater ial clínico reu nido duranteel pr oceso analítico, su prontaadecua ción anuevos descubrimientos ha originado di ficultades. Un notorioejem plo de este sfa de saje se la conceptu alizaci ón del funci onam iento m ental en su total idad, com o observ ó Rapapo rt en 1951, al afirmar que n inguno de losmodelos psi coanalí ticos de al mente describe en forma sati sfactori a todoslos aspe ctos fun cionales repr esen tados or p los datos psicoana líticos. Uno de los métodos corri entesparacomu nicar unconcepto es laad construcci ón de fac m odel modelo es una ción hocdestinada a ilios. tar Un la com prensión deconst oposi pr rucciones teóricas abstracta s y com plej as me diante el uso de ana logí as figurati vas y verbal es m ás fáci lmente com prehen sibles.Suzann e Lange r ha dicho de los mod elos ol siguiente : «Un modelo lustra i em si pre un princi pio de constr ucción o de operació n; es una proyecci ón si mbóli ca desu objeto, que no necesari amente debe asem ejarseen su aparienci a a este , pero quedebe permiti r equiparar los facto res presentes en el modelo con los respect ivos factores del objeto
de ac uerdo con cierta con venci ón. Esta conven ción rige la
selectiv idad de l modelo;el mode lo es gu i almente válido para todoslos tem í s perteneci entes ala cl ase selecci ona da, hasta el límite de u s exacti tud, osea, hastael límite de la sim plificación rm fo al m i puestapor la tr aducción m si bóli ca» (1962, pág. 59). Los m odel os de lade m ente son una forma especial tru cci ón teórica radic t ional m i portan cia en la teorí a de psiconscoana lítica. Ellos ha n sido utili zados com o esqu emas explicativos de los datos ana líticos. Los más frecuentem ente m epleados son los que logran repres entar unapreciaci a ón a ctual del un f cionam iento psí quico,tal com o se lo obse rva en el encuadre del psicoanáli sis, en una gama relativamente amplia de estad os cl ínicos.Y pese a suimportan cia, com o señ alaba Rapap ort, no ex iste aún ningún m odelo ed la m ente totalmen te satisf actor io. En el curso deuss escr itos, Freud desarroll ó una se rie de concep tualizaci ones delfuncio nam iento psíquico y creó, por ende, di versos modelos de la mente. O sea , pasó de u na teorí a y el em pleo del correspondi entemodelo,a otra teoría y su modelo cada vez que los conceptos previos no lograban explicar los nuevos datos obser vados . Sin em bargo, el pasa je de un conjunto de concept os a otro no significa nec esar iasuplantóal primero. Cree mos que mente que el segundo cuando Freud proponí a nuevos conce ptos no tenía la int ención dedejar delado os l an tiguos;más bien,presum ía correctam ente que es posible comprender con ma yor claridad cierto conj unto dedatos util izandoun parti cular marco de referencia o m odelode la m ente, mientr as que otro conj unto de datosdem andauna nuev a seri e de concep tos para su elucidación. A esteprinci pio, seg ún el cu al hay vari os cam inos concurr entes yválidos para la or ganización de los datos lade observaci ón, lo llamamos elprinci pio dela «complem enta rie dad teóri ca». Este princi pio opera ne tanto y en cuan to no surjan con tradicciones inter nas entre las ersas div parte s de la teoría.Exige, empero, definir rigurosam ente el ám bito apropiado para el uso ca de da unade e sas partes. Un ej emplotomado de ot ro cam po puede aclararapli lacacióngene ral de esteprincipio: ni una teoría que con ceptu alice la luz com o ondas,ni una qu e la conceptuali ce com o una sucesión de - pe queñas par tículas en movi miento,hará justic ia a todos os l fe nóm enos observabl es. Por el mom ento, una teoría completa de la luz debe recurri r a ambas hipó tesi s. Con elprogr eso del saber ta l vez se llegue a una hipótesi s uni tari a bajola cu al puedansubsumirse, com o ca sos especiales, todas as l teorías anteriores sobreluz la . Hace ya uch m o tiempo quelos psicoan alistas están fami liari-
zado s con le concepto de las v ariabl es múlti plesen los en f ó 12
meno s psí quicos,aun queno siem pre sehaya puesto ici suf ente énfasi s en él. El principi o de la sobre deter minaci ón, enparticular al t com o selo apli ca ala interpretaci ón delos sueños y a los síntomas neuróticos, es un excelente ejemplo de la insisten cia analít ica enqueno exi ste sta fre nuna sol a respue te a un interr ogante psi cológico. Desde qu e Waeld er expusieraen 1936 e l princi pio del funcionam iento múlti ple del apar ato psí quic o, se admite queel «cam ino fi nal» que adopta la onducta c es una solución de co mprom iso que está al servi cio de m uch os am os o nsta i ncias psíqui cas. No es posible aislar u n único moti vo o un facto r de máxima importancia. Trabajando dentro del m arco del mo delo tri parti to de la me nte qu e preval ecía entonces, Wae lder demostró equ todos os l fenóm enos psí quico s están m siultáneam ente la servicio del yo, el ello, el superyó y la adaptación a la realidad, así com o al serv icio de la s com plej as interrelaci ones ques-e tas insta ncias m antienen entre .síIntro dujo así la de i a de lasÍnterrelaci onesm últi ples.Estas últimas debe n distinguirse, no o bstante, de las últiples, tal com o las im variables m plicabael me ncionado princi pio de sobredeterm inación.Una variable es un agregado o cambio singular introducido en un conj unto de facto res qu e consti tuye n un sistem a, mientr as que las interrelaci ones describen los efectos rocos recípde las variables. Si no se tom a en cuen ta este concept o de las vari ables múlti ples, caer n e un a uen otra deeducci r com cni sm teóric o.seApuede unque enel ex am deforma fenóm enos plej oso puede ser conveniente entrarse c en unidades ás m si mplespara facilitar la com prensión oa lcom unicación,es err óneo supon er qu e el con cepto simp lificado se idéntico o equiv alente laconcepto complejo . En otra s palabras, jam ás pod remos «red ucir» lo indom eñable a aque llo que sedeja ma nipular. no U de los infortunados resultados de estos esfue rzos por lograr clarid ad e s la tenden cia a desest imar las su tilezas de la org anizaci ón ps íquica. Además de esta necesidad de examinar los fenómenos psicológicos ne tér minos devari ables mú ltiples en inter acci ón, hay ot ro probl ema quedebe tenerse cuenta, en y es qu e si los d atos sonobservados de desdisti ntos puntos de vista, se recoger án tam bién datos id ferentes. Esto es lgo a bien conocido par a los psicoana listas. E n el en cuadre clínico,los di versos aspectos simultáneos de la trasferencia muestran que la situación ana lítica actual,así com o la actitud del ana listaobservador, influyen enla índole del ma terial que rge su en la sesi ón o en la fo rma en que el analis ta o l experimenta.
Para subr ayar elaspec to exp erienci al, se convendráneque com unicacione s idénticas son perim ex enta das de dis tinta mane ra por el anali sta enlas primera s fasesdefensi vas de
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la trasf eren cia y en el puntoulminante c de una neu rosis de tr asfer encia.Podría sostene rse q ue el mater ial difiere, en verdad, en elementos afectivos apenas perceptibles, pero esto no e s sino reconocer quemos he ogrado l omprender c ejm or de qué m ane ra la cam biante perspecti va del ob serv ador modifica al objeto deestu dio. Existen, pues, dos cuestionesdeben que consi dera rse en cuanto ala form ación de la teoría: la de la s variabl es múlti ples enacción y al delas perspectiv as múlti ples.En la p ráctica clí nica,el analist a habit ualme nte m aneja estas cue stiones mediantesutiles ovi m mientos int uitivos quelo llevan a concentrar se ora en no, u ora en ot ro aspe cto delmaterial quele ofrec e el paci ente , a medida que exam ina di versascategorías o con figur aciones dela inf orm ación y recorre la gama de las ex perienci as delself. Pero estas ism mas cue stiones no ha n sidomane jadascon igual soltura en el des arrollo de a. las íni clpue delser psi coan ális iisdad o un en u s meta psicologí Enteorías estecas ocas de de util «enfoque sistémico». La teo ría general de lossistem as e s el estudi o de unaorga nización y ssupar tes eninteracc ión; su tesis básic a es quelas interr elaci ones com plej as, seacua l fuere suconteni do, se rigenpor reglasy proce sos similar es (cf. Von Bertalanff y, 1968). Ya se a que estudiemos las a plantas, los anim aleso los sere s hum anos,reglas ypautas com une s gob iern an el estudi o de estos com plej os fenóme nos. El examen de tales reglas y proces os perm ite captar la orga nización de los subsistem as en totali dadesmayores,que aveces se sponen di de acuerdo conun orde n jerár quico.1 El partic ular val or deeste enfoq ue consi steen que se «ab ierto »: aspectos antes dejados de lado puede n inc orporarse a la erar jquía en u n momento post erio r, encontrando su ulaci artic ón adecu ada en los subsistem as existentes. Dijimos que la teoría los de sistem as consisten e la cod ificaci ón delas reglas y pautasune com s caracterí sticas d e las interr elaci ones de cualqui er ser ie de fenóm enos com plej os. Un ejem plo de un a regla tal es el princi pio de equifi nalidad: en cier toresultado conjunto decon accio inter ne s, pue de obtener se un inal fcomplejo a part ir de dici ones inic iales m uy diferentes y recorriendo cam inos m uy dis tintos.En la pr ácticaanalíti ca, esteprinci pio opera ne lo tocant e al pr oblem a de la int erpre taci ón co rrecta.Sabe mos qu e diferentesnte i rpreta ciones puede n ser todas igualme nte «co rrectas », en el senti do deque conducen result a ados similares. La aplicación ás m eficaz de los rinci p pios dela teorí a de los sistem as al psi coanáli sis está dada por el uso que ha hecho Anna Freud del concepto de líneas de desarrollo (1965). Este conce pto or gan iza los datos psi coanalíti cos de una am
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ucra singular,quedifiere de las moda lidades previ as de con ceptualizaciónpsicoan alítica(cf. Lustman, 1967). Las líneas de desarrol lo representan secu encias coex istentes de condu cta m ás que cortes trasversal es delfunci onam iento psí quic o en un m omento dado. La obra de Annareud F no s sirve de base para demostrar que distintas co nductas pueden ser observadas desde diferentes perspecti vas, que puede compren dérse las uti lizando un a vari edad deteorí as clí nicas o modelos edla m ente,y que estos conceptos pueden organi zarsede acuer do con un ordenamient o jerárqui co gener al. Anna Freud demostró que es posible rastrear en la historia de una persona uch m as á reas de funci onami entoo líneas de creci miento; algun as delas m ás importantes íneas l de desarrollo trazada s, com o la de s larelaciones obj étales,incluyen lasfase s libidinales,los mecanism os dedefensa yasl div ersas pautas adaptati vas. Con este ov nedosométodo puede examinarse cualqui er zona de la pe rsonali dad delindividuo en la qu e sedé un a interacci ón entre al maduració n, la adapt ación y la estructur ación. Anna Freud observ a queen el estado norm al hayuna correspondenc ia en cuanto al progreso global a loargo l de las versas di ne lías dedesarroll o, mientras queun deseq uilibrio en tal sentidondica i nu problema evolutivo o psicopat ológico.La evalua ción corr ecta dela person alidad ex ige to mar n e cue nta todasasl lí neas de des arrol lo perti nentesy sus com plicada s inter acci ones enuna configur ación tot al. Es, pue s, indispensa ble e stablecer criterios acer ca de cu áles son lasnelí as de d esarroll o relevantes para la identi ficació n de las div ersas entidades copa psito lógicas. En psicología, la obra de Jeaniaget P n e el área de los estudios cogniti vos representa la plicación a ás m eficaz dela teo ría delos si stem as. P iaget bosq uejó y exam inó en detal le las etapa s de desarrol lo cognitivo que puede n ser asu vez divididas ensube tapa s y qu e, en su organización tot al, constituyen un sistem epigenético. Piaget a autorre quegulaci tal secue cia de desarroll oa conduce si astem as clara de ón ny los implica. Suempleo del con cepto de«asimil ació n» — la integración de uevas n estructuras entro d de lasxistentes e sin qu e se quiebrea lconti nuidad delfuncionam iento— es importan te par a el psi coan álisis. La form ación denuevas estruct uras es puesta en archa m por la ne cesi dad de adaptarse a nuevas tua si ciones. Conf iamos en demostrar equel conceptode esque mas epigené ticos (vale deci r, a l inter acción del o rgan ismo con elmedio en u na secu encia de fases espe-
cíficas) es la m ás útil concepción teóricacaacer del desarr ollo del funci onam iento m ental hum ano. Pase mos ahoral asegun do requi sito de una teorí a no reduccionista, al capa cidad de dar cue nta de las variaci ones de
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perspecti va. Los m étod os de re colección detos da utili zados para la constru cción de teor ías enpsicoaná lisis son, undaf mentalme nte, bservacio o nes fectuadas e dentro del rata-t miento psi coan alíti co y, en m enor gr ado, al obser vaci ón directa de iños. n Estos datos segan or izan luego me diante diversa s constr ucciones o mo delos,cuyo ni vel de ab stra cción es prog resi vamente ay mor y que recorren atod la gam a que va desde los límites con la biología a los enunciados filosóficos de la epistem ología.Estavari edadde herramientasteóricas es perfectamen te adecua da, y a que dentro de un stesi ma total p uede haberdiversosniveles de funci onam iento, regidos por sti dintas leyes.Es, asim ismo , perfectam ente apropiado uti lizar vario s modelos de funcionam iento psíqui co, ordena dos mediante un esquem a jacksoniano de erarj quías (c f. Rapaport , 1950, 1951). El dic cionar io defi ne una jerar quía com o un sistem a de n iveles según el cual se organiza algo. Piaget afirma que en toda dif erenciaci ón de un a organ izaci ón se pr oduceun or den jerárquico. La «forma» más general que aparece en una jerarquía es la inclusión de una parte o subestructura dentro de una total idad o estructura tal.toSegú n la descripci ón del orga nismo queace h Bertal anffy, hay d entro de este much as clase s de jerarquía . Para uestros n nes, fi designar emos con la pa labra «jerarquí a» las cone xionesde diversossubsistemas en una organizaci ón globalon c dis tintos niveles de regulación.Que haya niveles dentro de la er j arquía no implica qu e uno de ellos teng a mayor m i portancia que ;otro lo queintere sa es lacapta ción,por parte delbservador, o de las relaci ones entre los s ubsistem as. La ser ie «cél ula gás tricaes tómagoaparato digesti vo» co nsti tuye unorde n jerár quico; aunqueel estóm ago no se sino un subsi stemadel aparatoi-d gestivo, no puededeci rse que nga te más o menos mpori tancia que la célula gástrica. De este concepto erar de quí j a se despren de que on todo s los modelos util izados parana u corre cta o rgan ización y rdena o miento de los datos ienen t ne cesari amente la im sma importancia. Los m odelos puede n representar conceptos de distinto niv el de abstr acción,pero o n debe interpre t*rse err ónea mente este he cho em itiendo uici j os de al v or ace rca de las conductaslas a quepueden apli carse los modelo s. Un model o es una he rram ienta,y ningun a he rram ienta es «mejor» que ninguna otra, aunque para llevar a cabo una tarea en especi al ci ertas herr amientas so n más útiles que otras. Por ej emplo, si se orde nan los datos nicos clí enun nivel próx imo a la obser vación (en unenu nciado tal com o «lo s neuróticosobsesiv oscompulsivosse deba ten conel co ntrol del af ecto») se obtendrálgo a distinto que si se los con cep tualiza sob re una base más a bstracta(«los neuróti cos o b-
ló
scsi voscompulsiv os sedebate n conun supe ryó ri guroso»). Ambas formulaciones son igualmente útiles; ninguna de ellas es mejor que la otra , y cadauna de be util izarse n e dist intas circunstan cias, seg ún las necesidade s de la organ ización de los da tos cl ínicos. Análogamente, todos los modelos de la mente tienen igual importan cia, pero com o se apli can a distintos ni veles dentro de la je rarquía, no ti enen todos ellos la misma util idad en la compren sión deun problema determ inado.Por consigui ente, los verso di s modelosanalíticos deben tam bién orden arse en una jerar quía, y establecer la unci f ón qu e le corr esponde a cada cu al enla explicaci ón de los di versossubsistem as o modalidades de la vida psíquica. Un talorde nam iento jerárquico demodelo s paralel o a la jerar quía de m odali dadesde fun mient psí quico nsti tuiría unerm supraord i o nadci oona de la om ente, que co pu ede luego sodelo empleado ot t al parcialmente, de manera flexible, según lo exija la situación. Por desg racia, no esfácil tener presen te dichacom plejidad y existe siempre la fuerte tentación de abandonar la rica multi plicidad depuntos de sta vi en fav or de algú n modelo unitari o más simple. Por supue sto, no es ilegíti mo ordena r los fenóm enos en su total idad mediante n u model o det erminado, pero conello quizá serestri nja indebidam ente la apr eciación de las múlti ples perspect ivas desdelas cu ales pueden contemplarse s dato lo s. Waelder (1962) ha establecido un orden jerárquico de las proposici ones de la teoríapsicoana lítica dif erenciando, en el nivel superi or de abstra cción, las pr oposi ciones metapsico lógicas , y en los niveles inferiores,las nte i rpretaciones, generalizacionesy teorí as cl ínicas n e que e s orga nizan las observa ciones. La metapsic ologí a con siste n e conce ptos ex plicativos ad hoc no inducti vos, que , a su vez, tam bién difieren en cuan to a su nivel de abstra cción. Los demás alto vni el dentro de la erar j Rapaport quía sonylos untos vi metapsicológicos. Gill líam (ados 1959) «p en umerarde on sta» lo s cincopuntos de vista siguientes: dinám ico, econ ómico, genético, estructural adaptati y vo. Muchos con sideran que estos son los supuestos ásicos b de la teo ría psic oanalítica. De acue rdo contal concepción, todas las dem ás proposi ciones pue den y deben ser vistas simultáneame nte d esde stas e múlti ples per specti vas. Por con siguiente, todateoría psicoana lítica del funci onam iento m ental deberíancorp i orar cada uno de stos e puntos de sta. vi
Los m odel os de la mente son convenci ones sum arias ue q representan la teoríanica clí del psicoan álisis y sus princi pios de or ganiz ación pueden atenerse algunos a de los puntos de vista metapsicológicos o a todos ellos. Así, un modelo puede mostrar la nter i acci ón de fue rzas di námicas, o representar
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las estructuras, o am bas cosa s, etc.A fin de representar na u teoríaparti cular pu eden crea rse vario s modelos di ferentes. Paraciertos lectores, las epr r esen taciones áficas gr (las «traducci one s simbólicas» de uzanne S Langer)no son ás m claras quelos enunciados erbal ves de la teorí a qu e apun tan a describir; estareacci ón no hace sino most rar quelos modelos de la me nte sonmeros ex pedi entes,útiles paraalgun os pero no pa ra todos.Lo fundamen tal es la teorí a a cuyo servic io están . Con el obj eto de m anten er esta diferenci ación entre odelos m yteorí as, d istinguirem os siempre el «modelo tri parti to», por e jemplo, de la «teoría estru ctural» a la quecorr esponde. En los últi mos tiem pos seha inten tado concil iar los di versos modelos de so u corr iente n e la teoríapsicoan alíti ca (cf. Gilí, 1963; A rlow y Brenner, 1964; Sandlery Joffe, 1969). En nuestr a opini ón, tale s intent os deri van delsupu estode que en la actua lidad es posi ble const ruir un nico ú modelo que represe nte dad de de las la funci da vi ones psí quica. per o, debe adv erti rse la q ue totali ninguna queEmse desarroll an de m ane ra autónom a o que adqui eren autonom ía con posteri oridad haencontrado representaci ón en ningún modelo basa do enlas teorí as clí nicas del psi coan álisis, toda s las cu ales fueronea cr das con el obj eto de ex plicar losconflictos men tales.Sostenerque ciertas funci ones autónom as, com o la per cepci ón o la cognici ón, están implí citas en los modelos ca rece de todo usti j ficativo; no sería á m s legíti mo sostener equtales esque mas m i plican un a parato gest di ivo intacto.Si se introduj era n e la teo ría cl ínic a el problem a de la digesti ón, o de la per cepción, o de la cogn ición, debe rían revi sarse los odelos m aefectos ed mostrarexplícitamente tales funciones. Hay algo que es quiz á más deci sivo aún quela desesti mación de las funciones autón omas en todos los modelos i-v gentes:nos re feri mos ala om isión enellos delpunto de vista gené tico, pesea la m i portanci a que esteene ti n e las teorí as clínicas qu e estándesti nados a representar . Tal vez no sea posi ble crearun ú nico model o que describa en forma adecuada todosos l asp ectos cr uciales de ladavipsíquica,y sea más facti ble construi r modelos basa dos enel princi pio de que, para le est udio de ada c una de las d iversas fases de la histori a del ndi i viduo, puede haber un modelo dif eren te, más útil y teóricamen te vál ido que los dem ás. Cada no u de estos m odelos representar ía sól o aque llos aspecto s de la da vi mental que enen ti m áxima importanci a para es a fase del desarroll o. Si estos m odelos ncom i pletos yaún imperfectos se ordenasen en una se cuen cia que refl ejara al sucesi ón d e fase s evolutivas que ellosdescr iben n e su s atributos funcionales primordial es, dicho sque e ma cronológi co perm itiría
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c \ poner del modo más co nveni enteel desarrol lo gradua l de hi vida men tal. Desde luego que sería enorm una e fal acia ai poner que son los modelossucesi vos del esque ma los que . desarroll an o cam bian,desd e los pri meros hastalos últimos, o que la últ ima fase ay estaba presente, com Ao nlagen, rn todaslas otras. Nosotr os postulam os el concepto desarroll de o epi genético por oposici a l concepto alternativ pr eform n. a epigén esis ón conci be la orm f ación deoalde estruct uraació com o L re ilitado e d suce sivas transacciones entre elorganismo y su ambiente . Se enti ende que el resul tadode cad a fase depende de lo s resu ltados de las anteri ores.Cadanueva fasentegra i entre sí las a anteri ores yposeeun nuevo in vel de or ganiza cion y regu laci ón. P or ende, un modelo que quiera describi r esta nu eva organ ización tendrá que basar se en princi pios entera mente di stintos de presenta re ción que losque resultaban óptimos par a los ni veles de or ganizaci ón inf erio res. Ilartm ann y Loewen stein (1962) han señaladoque la biolog ía actualdesc artó la noci ón deque la fo rma adul ta del organis mo está ya pref ormada esde d sus más tem pranoscomienzos, yhan mostrado cuán ten azmente seaferró al teo ría psic oan alítica al concepto deeforma pr ción. Sin embargo, I rikso n (1958) ha propuesto un esquema epigen ético xeplícito,trat ando de sal var con l éla brecha entre la psi cología indi vidual y la psicol ogía so cial. or P contr aste, nue stro traba jo se centra rá exclusivamen te en la psi cologí a del m undo intr apsíqui co, derivada de da tos ps icoan alíti cos. Ouisiéra mos subray ar la m i portanci a dela concepci ón epige nética m edianteun ejemplo conc reto,el de la forma ción de l superyó. El modelo trip arti to, propue sto por Fre ud en El yo y el ello (1923 b) para ilustrar la teoría estructural, es el quecon ma yor frecuencia se presenta com o el model o de la menteque deberí a rem plazar a todososl demás. Este m odelo sirve para xeplicar unaamplia gama de observaci ones si p coana líticas n e tér minos de confli ctos entre las insta ncias queél postula. Una deestas instan cias, la de laoralidad m interioriz ada, se el superyó.Dado qu e el modelo tri parti to presume la ex istencia del superyócom o unidad funci onalde la mente,es una herram ienta óp tima para estudi ar ciertos tipos de psicopatologí a, a saber , los trastornos resultantes de diversas soluciones re lifal das de lafaseedípic a, ya que el superyóse fo rma como consecu encia del sepul tamiento del a complejo deEdipo.El modelo trip artito resu lta n i adecuado paraexaminar el funci onamiento mental deper sonas en las queestaexper iencia ev olutiva aún no ha ten ido lugar (niños muy peq ueños o ciertos indi viduos dedesarr ollo atípico). El superyó ena pl mente forma do no deri va de un pre decesor
más elemental, sino quees una instancia síquica p entera
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mentenuev a. Por ci erto,sus funci ones eguladoras r son -cum plidas de otra manera antes de su form ación. Tanto las -bi cicletas com o los automóvi les y los aviPne s son m edios de traspo rte, pero lasbicicletas noe sconviertenen autosni a estos les cre cen alas par a volar. Por el co ntra rio, los precursores de los moder nos aeropl anos no eron fu me dios de trasporte terrest res, sino jugue tes com o las com etas y globos de los niños. Hartm anny Loewenstei n (1962) han expresa do esta misma idea con respecto alsuperyó: «Con frecue ncia se ha dic ho quelos determ inantes gené ticos del superyó sonus s precur sores, o estadios previ os, o primor dios. Nada tiene n de objetablessta es distinci ones terminológi cas si empre y cuando teng se an encuenta lasifed rencias entre funci ón y génesis [. . . ] y se vean tal es factores los determinantes si stem a su per yoicosólo y com noocom o una partede él.gen [.étic . .os ] Edel s m uy probable que haya unlazo genético quelleve de loque Ferenczi denom ina “moralidad ldeesfínter”al supe ryó posteri or; pero en este contex to la palabr a “morali dad”es equívoc a, porq ue soslaya la diferencia a la que estamos refiri éndonos ...» (pág. 146).2 Pensamos qu e incl uso la ex presió n «precurso r del superyó » puede acer h re caer n e la errónea noci ón de questa e es tructura segene ra a partir de instan cias autorregulad oras previas, inferiores y menos eficientes. La propiedad esencial del funci onam iento del superyó, la dela autor regulaci ón interna (en espe cial conrespecto las a cuesti onesmoral es) simplemente está ausen te antes de rm foarse esta nueva nstan i cia psíqui ca, en el ome m nto delsepultam iento del om c plej o de Edipo. La adquisici ón de la genuina m oralidad vi ene precedi da po r un a conduc ta adaptad a quese basaen el temor a las cons ecuencias ex terio res, com o el c astigoo la pérdida de am or. En estadi os más tem pranos aún, a conducta l puede ser regulad a a través de las identifi cacio nes primiti vas. Las estructuras mentalessobrelas q ue sebasaeste po ti de conductas (p. ej., los recuerdos dela figura externa del padr e, con sus adm onici ones y prohib iciones,para el niñode dos años)deben ser represen tadasmediante n u model o algo di ferente al de lass tre insta ncias ps íquicas. En todo modelo la de mente, las etapas sucesi vas de des arrol lo se repr esentanartificialmentecom o disconti nuidades. En la vida rea l, no existe discon tinu idad n e la fun ción, y los
esta di osón ev ol utivnuevas os se suce den dePor m odo r yla asim ilaci de estructuras. ej emtal plo, de siempermiti pre ha en acciónfunci ones egulado r ras; esto stá e implí cito en el
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•t«inep to de línea s de des arroll o. Dentrode una nea lí de !■i minada, en id stintasfases,la funci ón regulado ra de la con •Imla es cum plida po r unidades estruct urales de la que psi que , en fase s posteri ores,puede n asum ir funciones com pletam ent e dis tintas,y a su vez seránsuce didas n e su tarea de autor regulación por un uevo n co njunto de estructur as. Aunquea los fi nes dela compr ensión psi coana lítica el punto de iu isla es tructural es siem esen cial, elum o tri pa rtito es < verda d apli cable só lopre dentro dena liodel mitada extensión de la línea de desarroll o. Ial def inición dela ga ma de pli a caci ón ópti ma deun m odelo o dela teorí a defunci onamiento mental que él representa no constit uye u na críti ca a su utilidad. Sin em bar go, los inten los ll evados acab o par a utilizar la teorí a estructu ral afin de aclararfenó menos queuedan q uera f de esamga a ópti ma Imn dem andado ar duos e nsatis i facto riosesfuer zos. Tales ni tentoshacen confiar exc esivamenteen la ausen cia totalo par cial deestruct uras más ma duras, com o el di agnósti co de •dagunas delsuperyó». En lugar de ello, sería m ás pr ovec ho •o centrarse enfunci el onamiento de las est ructuras realm en u existentes. Para se guir con el m ismo ejemplo,ello implicaría aclarar orma la f enque seregu la en al prá ctica a l condu cta de l delincuen te. Por cierto,este con cepto se hace extensi vo a toda pli a cación err ónea dela teo ría a los datos; véanse las dificultades que nos trae explicar ciertos problemas, com o la rea cción tera péuti ca negati va, en térm inos de la teoría y del mode lo tópicos,que sólo ut ilizan los conceptos deiste smas inconciente y preconciente, no ncluyen i y al su peryó . Par a ilustraros l pr incipi os de unesquema epigené tico (que exam inaremos m ás detenidame nte n e el capí tulo 6 ), quisi éramos ofrec er un di agr ama de un a de lasmportantes i líneas de desarroll o de la per sonali dad, al de las clá sicas«situaci ones de peligro» (cf. Strachey, 195374, vol. 20, pág. 81). Estas on s las situaci ones pi tícas quegener an a ngu stia o temor e n las fases cesivas su delesarroll d o. El hech o de qu e una sit uació n de peli gro seatípica deuna fase determ inada no implica que se a la ú nica perti nente en ella ; tam poco desapa rece n las si tuacio nes de peli gro cua ndo dejan de sertípicas, n si o quepersisten lo a largode todo el cicl o vital. El peli gro tí pico m ás tempran o es la sobrestimu laci ón traumática. ueg L o, a partir del des arrollo de la ca pacidad de discernir un a objeto c onfi able,pasa a ser la posib ilidad d e la pérdi da de este obj eto grati ficador de slanece sidade s. Poco a poco, este temor efina se ry se convierte en el tem or a la pérdi da del amor del objeto. Sigue luegonauépocafun-
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cional en la qu e el pel igro tí pico es la castr ación.Tras el esta blecimiento del super yó, viene el peli gro del confli cto inters istém ico entreel yo y el superyó, vale decir, la an gustia moral.La últi ma etapa, ost p erio r a la conso lidación de la barrer a de la epresi r ón, es aquella en la que el pel igro típico está dado rpo las am enazas externasalire stas. Esta lí nea de desarroll o puede repre sentarse me diante un gráfic o de barra s. Figur a 1. Líneade desar rollo de las situa ciones de peligro típicas.
Pulsiones
Pérdida de objeto
Pérdida de amor
Castración
Superyó
Realidad externa
Fases sucesivas en la línea de desarrollo
De izquierda a derecha , el gráfic o mue stra, a lolargo del eje de abscisas, el idespl egue o progr esión gra dual de funcione s psi cológicas da cavez más complej as. Así pues, este eje delas abs cisas tiene dos significados simultáneo s: por un lado epresenta r el paso del empo, ti por el otro muestr a las div ersas posibi lidade s conque cuenta el individuo, respectode una funci ón en especi al, en un m omentodeterminado.En el eje de orden adas se grafi can los cam bios delas confi gur aciones psi cológicas específi cas qu e se incorporan en períod os suce sivos a lavida men tal, mientr as seva produci endo su madu ración.' 5 Utilizamos el tér mino «m aduración» p ara desi gnar la creci ente au tonomía que adquiere cada fu nción psíquica con el correr del tiempo, o sea , su relativa libert ad para no caeren una regre sión e n momentos destress. En este sentido, el conceptoe dmaduración concuerda con la dea i habi tual de que el crecimi ento está determ inado por lemen e tos con stituci onales dados.l m Aismo tiempo, restri ngimos suuso alos casosn eque este crecimientolleva a la auton omía secun dar ia. Hartm ann (1939)
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ha llamado aeste proceso «cambio de ión». func Podem os citar com o ejemplo la atenu ación gr adual del temora la castr ación, que tal vez permita al individuo adquiri r una sensibilidad esp ecial en cuan to a los efecto s de u s agre sividad n e los dem ás. La ca pacidad de usar tal sensi bilidad con fines adaptati vos o incl uso creat ivos puede llegara ser «autóno ma», com o un elemento po sitivo per manentedel carácter. En est e sentido, la maduración y laautonom ía no implican un apar tamiento de la per sonali dad prof unda si no sólola pre eminen cia del dominio acti vo (cf. Kohut,1972). En sí ntesis,el ej e de orde nadas de nuestro diagram a pue de tam bién admiti r dos lecturas: indi ca el paso delem tipo y el grado en que di se spone de una funci ón para usarla de manera aut ónoma. Los diagr amas así confecci onad os permit en representar, a lo ar l go deleje de abs cisas, cualqui er desarroll o que es escoja (etapas libidinales, relaciones objétales, etc.),4 y, en el eje de orde nada s, las vi cisitudes que sufre cuan en to a maduración elaspe cto undam f ental caracter ístico de la ne lí a de desarroll o en ca da una delas fasesgra ficadas.Aunque ciertas cue stiones son ás m decisi vas en un a determ inada etapa de la ivda, nunca desapar ecenpor entero de la vida me ntal; consi derarlas en etap as posterio res com o si hubieran meram entepersi stido sin ca mbios m adurati vos sería sacri ficar la verdad enaras de la si mplicidad. En cuan to al p roblema fundamental, el de la elecci ón delas ílnea s de desa rrol lo que eha n arse es preci so determ inar qu é cuestiones dlade v idadiagram psíqui ca ,tienen ayor m relevanci a pa ra diferenci ar los di versos tip os de funci onam iento menta l, normal y patol ógic o. El enfo que pi e gené tico no se en modo al gun o nuevo en -psi coanálisis. Fre ud (1905d) construy ó una teorí a epige nética de la libido, sin du da inf luido por el én fasis quehabía puesto Hugh lings Jacksonen la pr ogre sión evolutiva gradual de las estructuras rológicas neu en y la persistencia de organizacione s anteriores dentro de las eriores. post Freu d destacó que ade eta pa delalada. ibi l do su cedida por otra,persistí a aaunque lo argo lcad toda vi Noera pensa ba qu e los retoños depulsi ones parciales nfanti i les indic aran ne cesa riamente fij aciones a los di versos niv eles pri mitivos de de sarr ollo, ni tam poco qu e la reg resión a puntos de jfi ación fuera una seña l autom ática de patolo gía. La experienci a clí nica sugier e que tam bién los di versosestadios de labido li deben conce ptua lizarse considera ndo su maduración.Cadacompone nte d e la libido (la ora lidad, la analidad,etc.) sigu e a lo lar go de lavida undecur so pr opio.
Es menes terdiferenci ar el desarr ollo apropiado a lo largo de un eje específ ico de ma duración de las aciones fij patológicas.
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Hay que aclara r quela orali dad deun de primido conjaci fión gourmet. oral es m uy distinta que lae dun No basta a ludir a la maduración gene ral del yo para dis tinguir al orali dad primitiva de la madur a; con esa referen cia, lo único que e s está di ciendo se que la persona talto es más m adur a. Se preci san expl icaci ones detalladas de aque llos cam bios que, enu s conjunto, componen el «desarroll o yoico». Podem os definir a la orali dad com o una mociónpulsi onalb que xp e erime nta cam bios apart ir de u s estado pri mitivo, adoptando formas ás madur as, «neutral izadas »; pasan do de las m etas y obj etos arcaicosa los que resul tan m ás a decua dos n e la vida po sterior, y de un a etapa de de scar ga n o integrada anau de sí ntesiscadavez más complej a dentro de la totali dad de la rsona pe lidad. Estas consideraciones apli can se a cualq uier secu encia evolutiva de funciones que exam inemos: las re laci onesobjétales, las si tua ciones de peli gro, la regu laci ón dela conducta, rpo mencio nar sólo algun as. E n el ordenami ento delos datos psico analítico s por parte de Freu d y sus suce sore s, la epigén esis fue un mte a recurrente ; el pri mer o que lo tornó explícito es Fere nczi, quien cu a ñó la expresióníneas «l de desarroll o» (1911 , 1913) paradesignar las etap as sucesivas en la ontogeni a de las funci ones m entales.ue F Anna F reud (1965) quien hizo el uso ás m amplio de este con cepto, que ahor a debe se r apli cado alos probl emas de la psi copatol ogía y a la teoría de la terapia. Como ya em h os di cho, al epigén esis pone demanif iesto la creci ente com plejidad de la da vi men tal amedid a que el organ ismo crece . La secu encia de niv eles cadavez más altos de or gan ización, quedan por result ado nu evas m odali dades de autorr egulaci ón, no tiene solucióncontinui de dad.Si bien el desarr ollo es dividido enetapas, esta divi sión es arbitraria y responde a propósi tos di dácti cos; algu nas de sa e s etapas son m ás defi nidas queotra s. El em pleo de un a teorí a clínica, esqu ema o m odel o apl icable a na u sola de llas e sug eriría una disconti nuidad car ente debasereal. Tratare mos de demostrar que la s diferentesteorías ysus modelos escl arecen los datos respondientes cor dia versas fase s evol utivas. El enfoque topo gráficode Freu d de 1900 pare ce apropiado para elucidar los ño sue s «exitosos», los chistes, los os act fall iartito dos y ciertos as(1923 neurót aislados. E mod elo trip de El yo y síntom el llo e b)icos expli ca mejor llos fenómenos provocados por confli ctos oicos y ysupervoicos ni conciente s, siendo po r lo tanto más útil para la com prensión de los trastornos de car ácter , los sue ñosdisfórico s y algu nos problem as superyoic os. Si se preten de expl icar las psi cosis, los trastornos cis nar istasde la per sonali dad y otras perturbaciones de la psiq ue primitiva me dianteel uso delgun a os
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de estos odelos, m debe ponerse el acento las en all f as de la estructura o en su ausencia, refi riéndos e, por ejemplo, a la «debilidad del o» y o a la «car encia dela barrera de eprer sión». La fal ta de una estructur ación adecu ada a la edad constituy e un hallazgo importante, peroexpli noca el funcionam iento real de a lmente.Valga como alogí an a par a el empleo err óneo deesta s teoríaso l sigui ente : ¿Pued e deci rse que unbebé que gatea padecela falta de al capa cidad de cam inar ? Esta descri pción no le cuadra l niño a que gate a, .um cuan do sea cierto que este no alcanzó el aún nivel de desarroll o mu scul ar que x eige la m arch a. Si bien la ma rcha es un pr oceso subsi guiente al eo, gat se trata en verdadde activi dades distintas. Hastaahorano seha prop uest o ningún conj unto sati sfac torio de conce ptos para el estudi o de la psi que anteri or a la diferenciaci ón yoello super yó. Acerca de esta laguna en la teoría nalíti a ca ha dicho M odell: «Si hay un ám bito de la ex perienci a clínica queaguarda una mejor conceptuali zación e s el delas perturbaci ones en las relaci ones obj étal es hum ana s. Necesi tam os un m odelo que conceptu alice m ejor la relación delo y[del self] con el ambientey que a barque las alteraci ones progresiv as y regr esivas en las relaciones objétales»(1968, pág. 125). Los numerosos hallaz gos psicoanalí ticos acer ca de la diferen ciacióndel sel f conrespecto a los obj etos p odrí an serv ir de ba se a model os deesta índ ole. Sin em bargo, est os datos evolutivos suelen resultar poco claros andocuse los presenta en la forma y en la term inolo gía de la teo ría es tructural y del modelotripartito. Una de las tare as queaborda remos enel presente tudi eso es prop oner un método la ternativ o de orga nización ed tales da tos (véase especialme nte el capítu lo 5). El plan de esta obra podrí a trazarsesí:a 1. Describi r las princi pale s teor ías y modelos psicoana líticos signi ficati vos dela m ente co n el fin dedefinir sus rangos de em pleo óptimos. 2. Delinearotrosconc eptos implícitos enla teoría psicoa na lítica acepta da y esenciales ra pael estudi o de la psi que primitiva. 3. Escogery descri bir laslíneas de desarroll o nece sar ias para formular las disti ncionesnosológicas claves un en sen tido psicoanalíti cam ente váli do.
4 .odelo Corre laci esta s línea s dedescriba desarr ollom dentro de nse u m erárqui j onar co general, que el odo enque inter relaci onan tod os os l subsis tem as ha sta ahor a descrito s.
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5. Someter elstem si a en suconjunto a ciertas rue p bas de aplicabili dad clínica . 6. Esboz ar ciertas ons c ecuencias teóricas clí ynicas que se siguen del estableci miento deeste m odelode funci onam iento mental. A lo largo de esta monografía presentaremos datos clínicos con el fin de ilustrar le aná lisis teóri co. No noses posible mostrarl erazonam iento induc tivo quecondujoa la fo rmulación de deter minadas teorías psicoanalít icas sobre lase bade tales observaci oneso deotrassimilares.Tendr emos quecontentarno s con al tarea ás m modesta ed tratar de demos trar ne qué m edida se esclar ece el mater ial de un cierto histori al clínico al organ izarlode acu erdocon la teo ría en cuestión, y en qué medida no puede ser conceptualizado significativamentemediantedicha teoría. Esto equi valdrá a probar ha sta qué aci f liy tan ca da teorí a yde su los corre spondi ente odelo al punto redu cción ordena miento datos nicos. clí m El pri ncipal problemaetodol m ógico qu e plantea esta ea tar radica e n la confi abilidad delas observaci ones clí nicas aque habr á de recurr irse par a esta prue ba.5 Este pr oblem a revi ste máxima importan cia respecto de losatos d reun idos p or el investi gador en su propia práctica ícl nica. No está dentro de nuestras posi bilidades stabl e ecer los im nuciosos eca r udos que debentomarse par a eliminar los efectos sto dirsio nantes de n uestrasincli naciones incon ciente s. Procurare mos elud ir este problema pándon ocu posi bl u nia ser ie de observaci ones muy onoc c ios, daseny loque on s e, dede dom nio públ ico: los datos nicos clí pu blicados porigm S und Freud.Unicamente complementar emos est e conjunto de datos con otros materi alesde cas os publi cados uand c o no encontrem os en la obra deFreu d los ej emplos necesar ios. Huelga decir que no pretendem os haceruna exp osición completa des lo dato s clínicos deFreud,sino que nos limitarem os a aque llos ni formes quesum inistran sufi cientes porme nore s para nu estros fines. 6 A unquse elecciona el probndo lemahisto de lrial a ces onfia bnicos ilidad nde o seau elimina del restodo clí toridades petadas,al menos selo redu ce a la tarea de lref ejar datos bien con ocidos de una manera conf iable.Nuestraexposi ción parte del supuesto de e el qulec tor con oce ya los his tori ales srcinales, quedebe rá volver a consultar par a com pren der lo mejor posibl e nue stro ex amen, así com o par a eval uar la ex actitud y repr esentativ idad denuestrasversiones. Al utilizar para esta prueba los historiales clínicos «clásicos»,estam os si guiendo un a acreditada tradi ción psicoan alí
tica. lpar propi o Freu d eba volvióelalm c aso del «pequ s» en 1926 E a poner apru odelo tri part ito eñ (1o 92 dH ,6an págs.
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10104, 12426), y lo mismo hiz o Anna Freud a par ejem pli licar sutrabaj o sobre los can meismos de defensa(1936, pií^ s. 7388). En otras palabras, sean cua les fueren lasas fall de los his torial es clí nicos de reu F d en cuanto a su confiabi lidad, estas las fal per manecenconstante s cualqui era quesea el instrum ento conceptua l que seutilice. En con secu encia, u los fi nes d e poner aprueba estos ins trum entos,puedepasarse por alto el prob lemade la confi abilidad.
Notas I Suslick ha señalado (en G edo y Goldberg, 1970) que en sus primitivos intentos por describir las funciones psíquicas en el «Proyecto de psico logía» de 1895 (1950), Freud utilizó de hecho se denomina «enfoque ■ lo Véaque se lahabitualmente «A dvertencia del traductor», supra, pág.sistémico». 1. [N.del T .] I Como ha dicho Langer (1962): «Una muy difundida falacia, a la que se conoce como la “falacia genética”, tiene su fuente en el método histórico de la filosofía y la crítica: el error consistente en confundir el srcen de algo con su significación, de reconducir esa cosa a su forma más primitiva y luego darle “meramente” el nombre de ese fenómeno a rcaico» (pág. 201). \ Nos apartamos aquí de la definición psicoanalítica corriente de maduración, que designa con esta palabra los procesos biológicos del crecimiento constitucionalmente determinados (cf. Hartmann v K ris, 1945). •I Un diagrama de esta índole no es un «modelo de la mente» sino que representa sólo un aspecto particular de la vida psíquica. Se nos objetará que un cuadro tal de un fragmento de la mente no puede compararse con otros más elaborados, como el modelo tripartito. Nos anticipamos a esta objeción solicitando al lector que tenga paciencia, ya que es nuestra intención exponer en un capítulo posterior un modelo del funcionamiento mental basado en los principios que ilustra este diagrama. h «Instinctual drive»; véase la «A dvertencia del traductor», supra, pág. 1. [N. del T .] T Se hallará unareseña de la literatura pertinente en G edo y Pollock (1967) y en Schlessinger et al. (1966). 6 En los datos que se dan a publicidad, el material en bruto observado aquellos aspectos queAsí, parecen significativossiempre a la luzes de reducido la teoría a vigente n e ese momento. los primeros historiales clínicos de Freud no incluyen en grado suficiente todo lo que hoy se estima decisivo para una evaluación psicoanalítica del funcionamiento psíquico como para que nos resulten de utilidad. Pero, por otro lado, si se demuestra que un material publicado muchos años atrás incluye datos de observación que todavía no eran convenientemente manejados mediante los instrumentos teóricos disponibles, este hallazgo es tanto más interesante como prueba de la necesidad de nuevos conceptos.
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2. La teorí a clínica de Freud e n 1900: el modelo tópi co
Como dijimos enel capí tulo anteri or, es pre ciso hace r una rese ña de las princi pales herram ientas teóricas aborada el s por Freud y que a ún hoy sigu en util izándose . Emprendem os esta reseñ a históri ca no olamente s para inc orpo rar una descrip ción sumaria confi ablede ca da m odel o de la m entey de su signifi caci ón, sino tam bién par a demostrar que adacuno de ellos corre sponde a una teoría clí nica di ferente. icho D d e ot ro modo, Frede ud fen seóm ocupó nenicos dis tintos momen tosunde ferentes tem as, enos clí di stintos, cada o di de los cua les exi gía una expli caciónteór ica separ ada. En cada ocasión, creóorías te apropiadas y, con fines didácticos, las encarn ó en di versosmodelos.Por ende , cada uno de stos e modelos fundame ntales ntenta i repres entar un a faceta fdi erente delfunci onam iento m ental,de modo talque e stos esquemas no sonintercam biables.Dado quehan sido elegidos sobre unabase ad hoca fi n de ha cer frente a diversas necesidades didácticas, no hay un princi pio recto r único que recorra vari ados tampoco unam ra simple deestos organ izar lasconceptos, re laci ones ni entre ello s. Nuestr oane propósi to es sugeri r un a forma e d or ganiz ar tales relaci ones.
El modelo tópico
Freud construy ó por primer a vez n u modelo expl ícito del apar ato psí quico enLa inter pretació n de lossueños (1900tf ); sus esfue rzos teóricos ante riores pa ra expl icar el funci onam iento psí quic o no incluyero n modelos ag dirama ticos. Así pues, el p rimer m odelo fue propuestoelen contexto de la de scripción y la explicación de la psicología e d los pr ocesos on íricos (1900 íz, ca p. 7). El punto de par tida deFreud fue el fundi di do fenóm eno del olvido de lossueños, el cua l le sugirió que ne el momento del desp ertar se producí a un fortal ecimient o de una cens ura endopsíqui ca. Si la form ación delsueño era posibl e, ello se debí a a qu e durante el rmir do sereducía el poder dela cen-
sura , y aun en el conteni do manifiesto delsueñ o, Freud detectaba la acti vidad de la ensu c ra bajo la forma de despla
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.unientos, conden saciones, etc. Estos spe a ctos de l trabajo *le í sueñ o torna ban ini nteli gible su con tenidoatente, l perm itiendo íasla ent rada delcontenido manif iesto ala concien cia. F reu d post uló que similares soluci onesde compr omiso actu aba n en la form ación de los ntom sí as ps iconeur óticos. I labi tualme nte, el trabaj o del sueño trasfo rma los pens amientos oníri cos lat entes ne perceptos vi suales o udi a tivos, i trav és de os l cuales se representa un deseo inaceptable com o cum plido. Para ex plicar este fenómeno, reud F sebasó en un a afi rmación de echner F neel senti do de que «la escena de la acción de los sue ños di fiere de la que s propi e a delos pensamient os de la vida de vigilia». Escribió a Fliess: «A mí me ha sidodadala tarea de esboz ar el primer m apa deella» ( 1950 [18921899], Carta 3) 8 . La metáfora de l mapa indica quel epri mer m odelode la me nte conce bido por Freu d estaba de stinado a ilustrar la ción no de lo «calidad psí quica». I s por esta zra ón que ha dado n e llamárse lo modelo tó«pico»0 (véase la figura 2). Figura 2. El modelo tópico (tomado ed Kohut y Se itz,
Freud puso ucho m cuidado en ferenci di ar su m odel o de la realidad quepretend ía aclarar: «Tales ana logías no persiguen otro p ropós ito queservi rnos de a poyo en el intent o de h acer nos com prensi ble la com plejidad de la operación psíquica. [. . . ] Tenemos derecho, creo, adar li bre curso a nuestras conj eturas con tal que n e el empeño m antengam os nuestrouic jio frío y no confundamos lo s andamios conel edi ficio» (1900a, pág. 536 ). Consec uentem ente,Freud traz ó una na a logí a entre elapar a-
to me ntal y un instrumento co ópti complej o a cuyos compo29
nentes den ominó «si stema s» o «ins tanci as».1En una versi ón preli minar del odel m o, la secue ncia tem poral deosl procesos psíquicosse re presentabaedi mante n u ordenam iento espacial entre eltrem ex o sen sorial yel extrem o motor de l aparato.Esta s e una gur fi ación de la conce pción segú n la cu al la acti vidad motora esposteri or a la per cepción ya cierto tipo de pro cesam iento intrapsí quicode los perceptos. El sistem a per ceptua l ya había si do disti nguido de otros procesos intr apsí quicos po r Breuer (B reuery Freud,1895), quien habíaseñalado que debí a estar organ izado de ane m ra tal de ermit p ir de la m anera más rápida posible el ret orno al estado de epo rso; en cam bio, os l si stem as de la m emoria debí an sercap aces de sufrir una modificaci ón per manente. Por consi guiente, en su model o espa cial Freud ubi có los sistem as de la mem oria entre elerceptual p el y motor.2 Se introduj eron enel diagr ama diversossistem as m né micos, seg ún las mú ltiples formas en que podí an asociarse los recuer dos (como la si multaneidad temporal o las el r acion es de simi litud). A continuación Freud intentó organizar mediante este esque ma los datos obteni dos d el estudi o de los sueños: «. . . nos resultaba im posible expli car la fo rmación de l sueño si no osába mos supo ner la ex istenci a de dos nsta i ncias psíquicas,una de las cu ales som etía la acti vidad de la otra a una crí tica cu ya consecuencia era la cl ex usión de su deve nirconci ente. La instan cia c riti cadora,según inferi mos, mantiene conla conci encia relaci ones m ás estrechas que la cri ticada . Se sitúa entre esta última y la concien cia com o una pantalla.Además, encontr amos asider os par a identif icar la instan cia c riti cadoracon lo que guía nuestr a vida de vigi lia y decide sobre nuestro obrar conciente, voluntario. Ahora, confo rme a nue stras hipót esis, susti tuyamosestas insta ncias por si stem as; si tal hac emos, en virtud del con ocimient o adquiri do por nosotros quecaba a mos de citar, el sistem a crit icadorse situará en el extrem o motor» ( 1900a, pág. 540). Form ulado enestos térm inos el modelosti di ngue un sistema «inconc iente» ed un sistem a «preconci ente» (véas e la figura 2). Freud simbo lizó estos sistem as con las a brevi aturasIce y Prcc.á Por esta época , Freud conceptua lizaba la con ciencia com o un «órgano sensor ial parala apreh ensión ed las cualidades- psí quicas».Supon ía queella podí a recibir excitaciones del s- si tem a perceptua l, por unlado,y de dentro del propi o aparato psíquico,por el otro. Sin em bargo, pensaba qu e los
únicos procesos que pose ían inici alm entecualidadessíquip cas eran los orre c spondi entesa las tras posi ciones de en cr
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I'.íu , que se xperi e mentaban com o placer o di splacer.Con el desarrollo psíquico,a la capa cidad inicial dela concien cia de i castrar sól o perce pciones de placer di y splacer se le eagr gaba otra, y aquellase convert ía en u n órganosensorialue q
insistí an en la li mitaci ón de la ga ma de apli cabil idad del 31
modelo tópi co, esto sepasó por alt o. Al abordaren unos agr ega dos de1919 al cuesti ón delos sueños de gustia an y de castigo, demostró equlos deseo s cum plidos en aque llos sueñ os que pueden llama rse «f racas ados» no pertenecenloa reprimi do sino al «y o», nombr e con que designaba en esta época a la instan cia crít ica que deter mina la conducta volunt aria . Trasgredi endoel modelo tópi co, se aban dona ba a sí el cri teriodel acceso a la con ciencia com o princi pio explicativo cardinal de lossueños deangustia y de ca stigo.De hecho, Freud estab a definiendo otroímite l deaplicabi lidad del m odelo ópi t co: este m odelo nosólo erainúti l en el caso de los ni ños y de ertos ci tip os de per sonali dad de adultos quese especif icará n en capí tulos osteri p ores, sino que resultaba poco satisf actoriopara explicar los su eños fracasado s. Sostení a Freud que los problem as quesrci naba n los sueños de ngu a stia y de castigo no podían darse eluci in s ir m allácepci deone la spsi cologí a del Ltuó a necesa sión en de suás s con teóric as no sueñ seo. efec isnoria en revi 1 923, El yo y elello.4 También en 1900 Freud había se vi sto obli gado aaduc ir datos prov enientes delestudi o de la ne urosis paracompletar u s cuadr o de la teorí a tópi ca: «Esta [la psi cología de las neur osis] nos enseña que la repr esentación nconciente i com o tal es del to do inca paz d e ingre sar n e el preconciente , y que sólo pu ede exteriori zar ahí un ef ecto si entra en conexi ón con na u representa ción inofensiva que ya rtpe enezca al pr econ ciente, trasfi riéndol e su intensidad dejándose y encu brir p or ella. Este es el hecho de la [que] puede dejar intacta esa retrasferencia, presentación unda ori del preconci ente, al cua l alca nza así una inten sidad inmerecidam ente gr ande, o imponerle na u modificaci ón por obr a del co nten ido de la pre re sentación que se le trasf iere» ( 1900¿z, págs. 562 63). En la form ación delsueño, os l conten idos preconcientes í as util izados sonlos estos r di urnos:recuer dos deperceptos indiferentes que n «so los que eno m s tienen que temer a la censu ra». En la vida de vigilia, «debe con siderarse reconocidamen te a la censur a entreel o el cusIce y elPrcc com todio de nu estra saludental m ». En esta poca é Freud pensab a que ne casode fallar esa censu ra el resul tado sería una psicosi s. De ellopode mos inferir que Freu d no con sider aba aplicable el odelo m tópi co a los fenóme nos psicóti cos. Su utilidad termina all í donde la ne lía dem arcator ia entre los dos si stem as centrales se qui ebra de algún modo p ara dar lugar adichos fenóm enos.No quer emos decir con sto e que
las limitaci ones de la teorí a tópi ca la tornan errónea, no si 32
quea pesarde s u utilidad deja inexplicadas gra nde s zona s de la vida mental;la psi cosi s es sól o una deesas om isiones.5 Los proce sos pri mario s operan de acue rdo conel «principio de di splacer».6 Cuando al condu cta estáober g nada por ellos,la per sona no perci be nad a displacente ro. Esta evitaón ción a proceso ática se del spl dio ace r es el proto tipo se de la en represi . Elutom cundari de pensam iento basa la adquisición de la capacidad de investir e incluso ecuer r dos displacent eros; este logro se vuelve posibl e por el de sarr ollo dela cap acidad e d inhibir el di splacerprovocado por un recue rdo dis placentero.Eventualmente, el afecto generado por la acti vidad de pensam iento debe reduci rse ala mínima intensi dad reque rida para actuar o com seña l. La repr esión propi ame nte di cha se pr oduce cadavez que e s «dejan libradossí amismos» os l conten idos Prccalos que se trasfi rieron intensi dades Ice, lo cual significa quela concien cia seha apartado ed ell os baj o el m i perio del pri ncipio de isdplacer . Por consiguiente , la exi sten cia derepr esión propiamen te di cha presupone una etandi fere nciaci ón entrelos dos sistem as psí quic os. Además, el modelo tópico permitió explicar a Freud las perturbacione s del funci onam iento mental so bre una base «di námica», o sea , mediante el concepto fortal de ecimientoy debili tamiento de los versos di elem entos que inter vienen en el juego recíp roco de fuer zas (cf. 1900 a, pá g. 208). Amén de los sueños exitosos y de los síntomas psiconeu róticos,exam inó m ediante estemodelo los actos dos falli v los chistes; los primeros fueron analizados en detalle en Psicopa tologíade la vi da coti diana 1 (901 b), y los seg undos en El chiste y suelaci r ón conlo incon ciente (1905c). No obstante , Freud puso cu idado enadvertir, al final de 1.a interpr etaci ón de los sueños , ace rca de las fal las que el modelo presentaba; en la últi ma sección de ese libro hizo hincapié en el puntode vista económ ico, que no había encontrado ión diagram ática en él. En tópi ese amen final, las representac metáforas espaciales modelo del co ex fueron rem plaz adas por el conc epto de inv estiduras de er en gía.
Ejemplo clínico d el uso de los con cep tos tópicos Entre los principalestoriales his clínicos de Freud, el que m ejor permite ejemplificar los conceptos tópicos sin dejar mu-
llios cabos su eltos es elnfo irme de 1 909 sobre «U n caso de neurosis obsesiva», conoci do habitualm ente com o el cas o del «Hom bre de las Rat as» (cf. Zetzel, 1966).7 El paciente er a un abog ado de ve intinuev e años que sufría de
síntom as obsesivos desde us prime ra infancia. Durante cuatro añ os ha bía ex perimentado intenso temorde provo car un daño si fíco a su padre oa una m ujer adm iradapor él; tam bién te nía impu lsos de degollarse. La batall a que libraba contra sus obsesi ones em pobrecía cada vez más su vida personal y profesional; estas dificultades llegaron a su punto m inante unque m aniobras itares, en el verano cul an teri or al durante mom entoasen acudiómil a consulta, en 1 907. Lo obsesionabaa un fantasí a segú n la cualsu padre y su biena mada ser ían sometidos a una tort ura de la cual había oído hablar, introduci éndoles ratas por el an o. Para conj urar estadea i recurrí a a ensalm os m ágicos con gestos y alabras p que desem bocaban en ritos cerem oniales repetitivos de hacer y desha cer cosa s. Los ecuerdos r ás ma ntiguos del paci entese vincul aban con la muer te de una herm ana m ayor muy legada al a él y con un ataquede ra i contra su padre,aconteci mientos que habían tenidougar l cua ndo él tení a cuatro o nco ci añ os de edad.Más o me nos po r la mis ma época record aba haber tenido una intensa cu riosi dad sexual ; a los seis años había dado en eer cr qu e sus de seosvoyeurísticos matarían a su padre;para impedir esta uerte m debía ev ll ar a ca bo ri tuales co mpulsi vos, que deshici eran los efectos de os es deseos escopto fílicos. Obsesiones similares e prod s ujeron cu ando, a la edadde veinte años,se enamor ó de su pr ima. Lo notabl e es queestos em t ores persi stieron pese al hechode quesu padre urió m realmente cua ndo el paci ente teníaeinv tiún a ños. L a exacerbaci ón de us s obsesio nes queprecedió al an álisi s tuvo lugar luego de que fuera rech azado por su prima y com enzara a abri gar el roy p ecto de c asa rse on c otra mujer. Como apuntóones, J el análisi s duró sól o once m eses per o sus resultados fueron bri llantes.Sobre la ba se de los datos, se hicieron un núm ero mportante i dereag gados si gnif icativos a la teoría clínica (cf. Jones, 1955, págs. 26268). En esta oportunid ad, empero, nosmitare li mos ala relación entre quella a yosl datos.Es interesante epasar r cuán tos fe nóm enos com os ex pl icar FreF ud la dem bas e osde los concept osplej tópi cospudo ex clusiv am ente. ue sobre capaz de trar de qu é mane ra seabrí a cam ino lo repri mido hastaas l fórmulas m ágicas cre adas para conjurarlo.En otras palabras, demostró que la batall a def ensiv a en torno de la deai sintom ática ene ti lugar en la barrerade la repre sión. Un breve ejem plo puede ilustrarlo: «Durante su etapareligiosa sehabía insti tuido unas plegarias que cada vez le insu mían m ás tiem po [ . . . ] por la
razón de que si empre e s interp onía algo en las fórmulas 34
simples tra stornándol as h acia lo contrario . Por ejemplo: “Que Diosnolopr oteja”. [ . . . ] Repentinamente, die ciocho meses atr ás, había cortado todo eso, inventándose aun palabr a con las iniciales de algu nas de su s plegar ias (190 d,9 pág. 260). ». . . [Esta palabra] era “Glejisamen”: gl = glücklich e, osea, “colm a de dich a a L. [Lorenz ]” ; y también “a todos” , e = (significa do olvidado) j = Jetzt und itnrner [ahora y em si pre] i — (apenas bozada es unto j a la j) s = (significa do olvi dado) Es fácil ver que esta palabracom sepone ed g
Í sS"e
l a
A ME N
y que él une su “Samen ” [semen] con el cue rpo de la amada. [ . . . ] A vece s la fórm ula le cu a día secundariamente en la form a “Giselamen”» ibid ( ., pág. 280).8 l;reud explicó esta neu rosis en su conjuntosobrela base de la represió n del odi o edí pico hacia el padre ayla mu jer que lo había rechazado, seguida de una doble regresión: la de la bi li do de me tas fáli cas a m etas sádico anales, y al de la acci ón a la esfera eld pensa miento roti e zado. Estas expli cacione s no dejaron a Freu d totalment e satisfecho, y al término del hi stori al del imitó lo que le abía h qu edado aún sin ex plorar: «Lo car acter ístico deesta neurosis [ . . . ] no ha de buscarse I . . . ] en la vi da pulsi onal, sino n e las con stelaci ones psicológicas . No puedo dej ar a m i paci ente sin ex presar ne palabra s mi impresi ón de que l éestaba fragmentado , por así decir,en tres pe rson alidades;yo diría, en una inconciente y dos pr econci ente s, entre las ales cu su co ncien cia podía osci lar. Su inconci ente bar a caba las mocione s tem pranam ente sof ocad as, que cabe desi gnar com o apasionadas v malas. En su estado normal era bueno, jovial, reflexivo, prudente y escl arecid o, mientras que en su tercera organi zaciónpsíquica rendí a tri buto a la superstic ión y el asce tismo. [ . . . ] Esta persona preconcien te contenía pr incipa lmente las form aciones rea ctivas frente a sus dese os rep ri-
midos...» (1909J, págs. 24849). I ste notabl e pasaje m de uestr a que ya en 1909 reu F d se había per catado de las nsu ificiencias del odelo m tópi co par a
aclar ar los co nflictos intrapsí quic os que determ inan la se tructura de carácter de las person alidades neu róti cas. Por primera vez, esta ba concibi endo la conductasde de elpunto de vista de tres conj untos de car acter ísticas funcionales establesneconf licto entresí. Sus form ulaci ones selimitaban ageneralizacione s clínicas, 9 elem entos bá sicos sob re los cuales tendrí an que er igirse susconstrucci ones m etapsico lógicas futur as (cf. Gedoet al., 1964) . Si se exceptúael hecho deque no describi ó los aspectosnconcientes i del y o y del superyó, Freud ya había dividido la personalidad del Hombr e de las ata R s en la forman eque ha bría de descri birlo con el modelo itr parti to. Entre 909, 1 épocaen que e s redactó elinforme sobre el Hpal ombre lasde Rata y 1923, cua ndoógica, Freudhu rea lizóun la nico nci evi r de sión uss,teoría eta m psicol bo úpri intentomport i ante de actu alizarla. En los «Trabajos sobr e metapsicol ogía» quehan sobrev ivido pod emos observ ar varias adici ones y enmiendas de signifi cación.La funda mental esel énfasis en que si bi en todoslos proce sos psí quicos tienen us origen n e elIce, algun os no sonepri r midos o devueltos por la cen sura, sino que cced a en libreme nte ala conciencia. Aunque en 91 15 Freud no reelaboró específ icam ente el model o tóp ico, la corr ecci ón queentonce s introd ujo en suteorí a impli ca que n e este m odel o ya no se posi ble m ostrar la psique com o consti tuid a por dos sistemas tot almente par seados, id vididos entre sí po r la barrer a de la represi ón.10 Otro corolario (Freud, 1915e) fue lanecesidadde suponer una segun da censura entre ely laconciencia.Si Prcc se quiere reflejar conel modelo este con cepto, al conciencia debe establecerseocom sistem a separa do y desi gná rse la medianteel sí mboloCe.
N ota s
c «Topographic »; aquí nos atenemos a la fo rma empleada por el propio Freud y habitual en castellano. [N. del T .] 1 Freud empleó la palabra alemana «Instanzen», referida a los diversos niveles de un sistema judicial; en lenguaje coloquial, la metáfora podría traducirse «pasar a través de distintos canales». [En inglés, el término con que se vierte I«nstanzen » es «ageney»,
«agencia a través la cual se tramita algo» y también «medie, instrumento». (N.deldeT.)] 2 Una temprana formulación de estas relaciones se halla en la Carta 52 a Fliess (Freud, 1950 [189299]). No obstante, en 1896 el problema aún era abordado en términos neurológicos.
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d Empleamos las abreviaturas adoptadas en la nueva versión de las obras de Freud, donde podrá hallarse la justificación en una nota al pie (Amorrortu editores, vol. 5, pág. 533».). del [N. T .] 3 Por lo general no se ha apreciado el hecho de que el capítulo V II de La interpretación de los sueños contiene también un modelo de funcionamiento de la psique inmadura, todavía no estructurada (véase el capítulo 4 del presente libro). 4 Cf. supra, la nota 2. 5 plicando Arlow y psicoanalíticamente Brenner (1964) han las tratado de llenar estalalaguna psicosis mediante teoría exestructural de 1923. 6 Para un examen de los «principios reguladores» del funcionamiento mental con especial referencia al distingo entre los conceptos de «principio de displacer» y «principio de placer», cf. Schur (1966). Freud completó su exposición de la teoría tópica procediendo a definir la naturaleza de los sistemas Ice y Prcc. Denominó «priIce: son móviles, atemporales e indesmarios» a los procesos del tructibles[ j /'c ], y tienden sin cesar a la descarga. Los procesos del Prcc sen s«ecundarios»: son ligados, quiescentes y su descar ga está inhibida. En otras palabras, los procesos preconcientes de pensamiento son racionales y, en lo tocante a la energía psíquica, operan en un bajo intensidad.laPueden «arrastrados inconciente» si nivel se lesde«trasfiere» energíaserque pertenece aa lo un deseo inconciente. Esto da srcen a la formación de una estructura psicopatológica caracterizada por condensaciones que poseen bastante intensidad para abrirse paso hasta los sistemas percep tuales concientes. Las estructuras resultantes presentan los caracteres del proceso primario: asociaciones laxas, tolerancia de contradicciones, desplazamientos de investiduras, etc. Éstos caracteres son observables en el trabajo del sueño así como en los síntomas psiconeuróticos de las histerias y las neurosis obsesivas. En estas neurosis, cuando los contenidos inconcientes actúan sobre la conciencia a través de las trasferencias se produce invariablemente angustia. del T .] la «A dvertencia del en traducto r», supra, pág. 1. [N. 7r Véase La muerte del paciente combate pocos años después de concluir su análisis impidió, desafortunadamente, continuar con el estudio del curso que siguió el caso; pero, por otro lado, se cuenta con las anotaciones originales de Fre ud durante las sesiones (cf. Strachey,SE, vol. 10). 8 Más adelante, Freud com enta el desar rollo ulterior de estas luchas defensivas ibid ( ., págs. 29495). 9 En Waelder (1962) se encontrará un esquema completo de clasificación epistemológica de las proposiciones psicoanalíticas. 10 El primer modelo psicoanalítico que reconoció un área de acceso ininterrumpido a los estratos más profundos de la personalidad fue el expuesto por Kohut y Seitz (1963).
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3. La teoría clínica de Freud en 1 923: el modelo tripartito
Pese ala acum ulaci ón de datos íni cl cos que dem ostraban que su s modelos e d1900 no pod ían dar cuenta todos de los aspecto s de la vida me ntal,Freud dejó de ladoura dnte un tiempo la constr ucci ón de m odel os; pero no po r eso su obra teór ica dejó de evolucionar. om C o señ aló Str achey, en 1 920 v olvió nuev ame nte suatenció n a una de sus primeras observac iones: el hech o de que los propi os me canismos de defensa son inconci entes 1896 ( b). En Más all á del princi pio de placer , Freud de cía: «Es posi ble qu e gr an parte delyo sea en sí mismo inconciente ; probabl emente, el término preconci “ ente” abar ca sólo unaparte de él» (1920* , pág. 19). En la edici ón deeste trabajo del año 921,1Freud eliminó el «probablement e», convirtiendo aste e aser to enuna afirmación absoluta. a Y había enunciado opini ones si milares en 1915: « . . .no sólo lo repr imido psíquicam ente pe rmanece ajeno la a conci encia,sino ade más algun os de os l mi pulsos qu e dom inan a nuestro » yo(1915e, pág. 192). Comenzó aquí la gradu al evol ución del uso del térm ino «yo»,psí designa conson él algo m ás aqu los aspe ctos del aparato quicondo que cce asibles lae concien cia. Freu d advirtió que una definición significativa del término exigía una reform ulación. 1 El nue vo modelo teór ico fue forjado en 1923 en El yo y el ello(véasela figu ra 3). Este trabajo se inici a enum erando los def ectos delmodelo tópi co e intentan do una edefini r ción delyo: «Nos hem os fo rmado al representaci ón deuna organ izació n coherente de los procesos ímico an s en una per sona, y la llamamos suyo. D e este yo depende la co nciencia;él gobiern a los accesos en alaelmoti lidad,ext veri aleor; deci a la arga de las exci taciones m undo esr, aque lla desc instancia an ímica que ejerce un cont rol sobre tod os susprocesos parciales,y que por la noch e se va adormir,a pesar delo cual apli ca la cens ura onírica. De este yoparten tam bién las repr esiones,a raíz de las cuales ciertas aspiraciones anímicas deben xe cluirse nosólo de la con cienciasino de la s otras modali dades devigencia y de quehacer»( 1923¿\ pág. 1 7).
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Poc os a ños más tard e, en 1932, Freud habrí a de destac ar ipie la funci ón m ás impor tante delyo es la adaptación del individuo a la realid ad (cf. 1933rf, págs. 7580). Figura 3. El modelo triparti to(tomadode Nuevas conferencias de introducci ón al psicoanáli sis). percepciónconciencia
Fin 1923, Freud sigui ó descr ibiendolas resis tencias con que se topab an los pacientes en el curso de asoci susaciones libres. Estas resisten cias sonincon cientes, osea, lossujetos no se percat an de su operaci ón: «Y puesto quesaeresistenci a segur amentepartede suyo y es de su resorte, nos enfrentamos con una situación imprev ista. Hemos hallado en le yo mismo algo que setambi énimid inco ente, que exactame nte com o elo repr o,nci vale deci r, exse tericomporta oriza efectos inte nso s sin dev nir a us vez conciente, y se necesita de un trabajoarp ticular para hacer lo co nciente» (1923&, pág . 17). Sobre sta e ba se, concluy ó que «eIlce n o coi ncide con lo reprimido»; en con secue ncia, hay unaparte del oy que o n pertenece Prcc al si no que se inconciente. A continuación, pasó a demostrar que debía introducirse un
nu oncepto para da de la ental v inevo culadc o a la perce pción entender de los proceel sosaspecto de pensaim ienm to , v lista dea i era que los pensam ientos sevuelven Prcc sólo cuan do un a represen taci óncosa ha do si conectada con una representa ciónpalabra. Sin em barg o, también sepuedepensar sin pala bras,com o se hace enla may oría de los sueños; en este cas o, los residuos ópti cos de las opi pras represen-
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tacionescos a quehan quedado en la memoria sum inistran la cualidad perceptual requerida.Ese pen sam iento n e imágenes estámás próx imo al proceso pri mar io que lo s pensamientos v erbales.También las sen sacione s interna s de pl acer y idsplacer de ben trasm itirse a se e sis tem a per ceptual para tornarse conci entes. A cau sa de que los cam bios enla inv duraenpsíquic aism que e ales, se nsa ci one s interna sesti tienen sí m os producen cua lidades stas sensori no necesitan pasara travésdelPrccpara alc anzar la conciencia. Mediante estos argum entos,Freud había acl arado que la Ce es simpleme nte una parte del apar ato perceptual. Estaba ya en condiciones de redefinir al yo de manera tal que incluyera a ste e apar ato perceptual: «Lo vemos parti r del si stem aP [percepci ón], com o de su núcleo,y abrazar primero al Prcc,que se apuntala en los restos m némicos. E mpero, com o lo tenemos averi guado,el yo es, ade más, ncon i ciente» (1923 b, p ág. 23). Como el núcleo perceptual de los recuer dos c onsiste, en particular,en huellas mnémicas del cuer po y sus exp eriencias, «el yo es ante todo n u yo corpo ral» (192 b,3 pá g. 26). A esa «otra porción de la mente a la que se extiende [el yo] y que se comporta como si fuera el Ice» F reud de cidió den ominar la el ello. 2 El disti ngo con ceptual entre el yo y el ello fue expuesto en un nuevo modelo diagramático de la m ente. n E la fi gura 3 reproduci mos, no el di agr ama original de1923, sino u s elabora ción def initiva en las Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis publi cada s una déca da m ás tarde. nEeste m odelo elyo no env uelve totalment e al ell o; no está «se para do tajantem entedel ei lo; confl uye ha cia aba jo con le ello». Tambiénlo repr imido se sum ergeen el ello pero es «drás ticamente segr ega do del oy por la s resisten cias dela re presió n» (192b3, p ág. 24). El yo es la porció n del aparato psíqui co queha sido m odificada por lanflue i ncia del mu ndo exterior sobrel ello, e de m aner a tal que en ese m á bito el pri ncipio de placer a h sido su stiF tui do por el ipr ncipi o tos de re alidad. En añ osevosigu iente s, reud m odific ó su s pun de vi sta sobre la luci ón del y o. En 1937 establ eció que tanto el yo com o el ello sedesarroll an a partir de una matriz rigi o nalme nte ni diferenci ada, opinión que ás m tar de habr ía de serelaborada por Hartm ann (1939). En cuan to a los mecanism os de desar rollo del o, y Freud dijo que «el yo se forma, en gran medida,a parti r de identif icaci ones quetoman el lugarde las investidur as de l ello,resign adas» (1923 b, pá g. 48). Para lust i rar la elaci r ón que stos e nuevosistem s as gua rdabanentre ,síFreud creó na u an alogía que se hizo justa-
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mente célebr e, la del ijnete y su cabalga dura. El yojinete extrae su fuer za del ellocabalgadura; en con secu encia, amenudo seve obli gado ahacerla voluntad del lo elcom o si uef ra la suya opi pr a. En otra s palabras, si el nete ji m ontaun caballodesbocado, ape nas puede hacer otra cosaque is mularque lo control a. Ciertos hallazgos analíticos de esa época, que ostraba m n que las facult ades de autocríti ca y de concien cia mora l son tam bién a menu do inc onci entes,obligabana un perfecci onamiento del nuevo modelo. Freud ya ha bía hech o obs ervaciones deeste po ti en 894 1 inculadas con v los autorrepro ches obsesi vos. En 1916, describi ó unos ti pos decarácter en los que un «senti mientoinconciente de culpa» desem peñaba un pape l decisi vo. En el m odelo tópic o, el sentido moral noperteneceIcal e si no al Prcc.Evidenciasposteriores de que s e tam bién en parte inconc iente m i pulsarona Freud a las innov aciones teóri cas de 923. 1 En realidad, la concep tualiz ación de un a instan cia psíquica sepa rada corre spondiente alas funci ones de autocríti ca ya se había iniciadoen «Introducci ón del ar ncisismo» ( 1914c), dondeFreud había postulado la istenci exa de un «gr ado» dentro de l yo, utilizando la pa labr a en el sentido de un nivel o escalón.ensa P ba que el desarroll o de este núcleo unf ciona l separa do era conse cuen cia de la trasfo rmación del narcisism o infanti l en un «ideal delo»y. Los es tudios cl ín reali z mha- a yicos la parque anoen ia ala trajdécada eron msi ásguiente insistentem eó ntesobre su atenla cióelancolí n cia e sta «instanciatica» crí de la psique,com y enzó el examen deteni do del probl ema en Psicología de las asa ms y análisis delo (y1921c). Sin embargo, el tér mino «superyó» no fue ntrod i ucido hasta 923. 1 Se consi deró que sta e tercera nstan i cia tení a su origen en la identif icaci ón con los p rogenito res pr oduci da po r el aban dono de los nculos ví ib lidinales on c ellosen la épo ca de l sepultam iento de l complej o de Edipo. Varios año s despué s, Freu d mejoró estateoría: «El superyó del niñoconstruse ye, en verdad, no sobre el modelo de sus progenitores sino sobr e el mode lo delsuperyó de sus progeni tores»(193 a,3 pág. 67). El supe ryó, «hereder o del com plejo de di Epo», contr asta con el yo, que es el «representante del undo m exterior». El superyó es el «representante del mundo inter ior [ . . . ] , de lo psíquico» (1923b, pág.36). En suesquem a dela m ente incl uido en El yo y el ello ,Freud no introduj o el super yó;
e n la realidad, noóntra zó verdadero odelo m tri «(basándonos partito» ha s ta publ icaci deun su sH ueva s conferencias en estas últi mas confecci onam os el diagra ma de a l figura 1). No obs tante,ya ha bía he cho una descr ipción verbalde
esta s confi gur aciones en923, 1 cuan do afirmó que , en vista de susrcen,el superyó «cal a bienprof undo dentro del el lo y por esa razón está ás m lejos de la concienci a qu e el yo» (1923 b, pá g. 49). Esta conc lusión esveía reforzada por la nterpretació i n de las «re acciones tera péuticasnegativas» como fundada s en nece sidades incon cientes de ufri s r para exp iar una posible culpa. El model o de estructu ra mental prop uesto en1923 y denom inad o «modelotriparti to» ha sido el prevaleci ente es dde enton ces enlos m edios psic oanalíticos. Freud lo re formuló envari as ocasiones . En 1933, destacóla dif erencia entre os l princi pios en qu e se basaba n el nuev o modelo y el m odelo tópic o. El modelo tri parti to repr esenta gr aupa mientos de junciones m enta les; el topográ fico, distingue contenidos m ental es de ac uerdo con su cceso a ala conci encia. F reud insi stía en que esta ist d inción de bía refle jarse n e un a diferen ci ació n cong ru ente el o nyy m elássistem P-Cc aficial (percepci ón conci encia), que es entre «la porció super del apar ato psí quico [. . . ] el órga no sensor ial del apara to en su conjunt o» (1933a,p ág. 75) . En lasNuevas conferen cias F reud hiz o hinca pié enla doble fun ción del yo : por un lado,a lde observar yecorda r r el mu ndo exterior; por el otro, la de interponer elns pe amiento entre el ell o y la acti vidad motriz . Segú n esta con cepción,el el lo es una instancia que controlamocione las s pulsi onales,aun que nun ca en forma absol uta. D icho control debe em si pre tener en cuen ta las posibi lidades que ofrece la rea lidad ex terna, así com o las normas del super yó. Freud agr ega ba esta advertenci a: «No ha rem os jus ticia a los c ara cteres de la que psi m ediante esqu emas li neales, com o los de un bujo di o una pintura primitiva, sino más bien m ediante zona s de c olor que es mezcla n una con la otr a. [ . . . ] Luego de haber efectuado la separ ación, debem os permi tir que aquello que h emos separado se mezcl e una vez más» (1933 a, p ág. 74) . Esto no se sino reformular en minos tér del mode lo tripartito las enm ienda s introduci das en 915 1 ala pr imer a tóp ica, al sustentar la stencia exi de una región de laida v psí quica ne la que exi stía un contactoninterrum i pido entre la con ciencia y los estratos rofundos. p El Esquema del psi coan álisis(1940d) repre sentala última exposi ción he cha por Freud sobre odelos m dea lmen te. Retení a en ella las disti nciones entre los proce sos co n ciente s, preconcientes ncon e i cientes com o «cua lidades psí quicas»,y continua ba con siderandolas re laci ones entre dichos proce sos «desdeel puntode vista tópi co» (pág.161).
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La cuali dad dela pre conci encia era atrib uida ú nicam ente 1 al yo; el el lo, se decí a, perm ane cía siempre inconciente, aunque tam bién el yo y el superyó odí p an tene r esta cu alidad. En este sentido muy limitado,puede sosten erse qu e el pto tópi co sobrevivió hasta el fin en el pen sam iento de conce Freud.
Ejemplo cl ínico del agre gado de co ncep tos estru ctura les a la teo ría tópica Para ilustrar elempleo de lateoría est ructural y del modelo trip artit o recur riremos a uno de los historiales clínicos más com plicados yfasc inantes dela literat ura ps ico b). .malítica:el delHombre de los Lobos (Freud,191 8 En nue strasrevi stas especi alizadas gue si n apare ciendo ún a hoy los re cuerdos de este iente pac sobre lasetesi dé cada s de su vida que estuv ieron som etidas l a escrutini o ana lítico, y una serie de observadores describieron su evolución a parti r del momento n e queinterrum pió su tratami ento con Freud.3 Iones consideraba que el rel ato de estaeur nosis infanti l er mej or. de los e his torial clí nicos Freud (1955, páags.el273 78) Fue scrito ales final del de pr imer per íodo d e análisis, en el verano de1914, pararefutar los argumentos de los disidentes que ne gaban la si gnificaci ón dela pri mera infan cia en las neur osis de losadultos. Como conse cue ncia, la exposi ción está cen tradaen los acon teci mientos nf i anti les; hay, empero, sufic ientes descr ipciones del compor tamiento adultodel p aciente , tanto en el hi storial cuan to en los relatos posteri ores, com o para per mitirnos uti lizar los datos par a nuestrosines. f En 1 937, Freu d hizo la si guientesinopsis del caso: «Emprendí el tratami ento deun joven r uso, quien, m al »i iado porla riquez a, había llegado aViena enun estado de totaldesv alimiento, acom pañ ado por su médico per sonal y un valet. En el curso dealgu nos ño a s se logró de volverle gran parte de sutonom au ía, desp ertar su interés por la vi da, poner ne orden su s vínculo s con las personas ás m importante s paraél. Pero ahíse ata scó el progreso; no
ava ba d el esclare cimientolade la neu rosis infant sobr ecer lani alnza sin uda se fundaba afección posteri or, yil se dis nía con toda niti dez que el paci ente sentía as az cóm odo el estadoen que seencontraba no y queríaard paso algun o que lo acercase a la terminac ión del trat amiento. [ . . . ] En esta situación, recurrí al m edio er h oico de fijarle un
plazo.[ . . . ] Primer o no me dio cré dito algu no, per o lue go de que sehubo conv encid o de laseriedad abs oluta de m i propó sito, le sob revi no el ca mbio dese ado. Su s resisten cias se quebraron en y esos últi mos m ese s pudo reprod ucir todos los recuer dos y hal lar todos osl nexosque pare cían necesa rios para entende r su neurosi s tempr ana y ominar d su neurosis presente. Cuando se despi dió de mí, en pleno verano de 1914, [. . . ] yo lo consideré curado radical y duraderamente. ». . . Informé ya que esta ba en un error. Hacia elfinal de la gue rra egr r esó aViena com o fugi tivo sin recursos; debí prestarl e entonce s aux ilio para dom inar una pieza no tra mitada de la trasf erencia ; se lo consiguió en algu nos m eses [ . . . ] . El paciente ha permanecido en Viena, conservando cierta posición social, aunque modesta. Pero en ese lapso subienestar fue interrumpi do varias vece s por un os episodi os patológi cos que sólo podían ser ehendidos apr como unos vastagos depere sunne neurosis.La habilidad de una de mis disc ípulas,la docto ra Ruth M ack Br unswi ck, puso térm ino a esos estados,uno por uno, trasbreve tratamiento.[ . . . ] Algunosde esos ataques estab an referido s todav ía a restos trasferenciales; mostrar on connitidez, a pesa r de u s fugacidad, un cter cará par anoico.En otros, sin embargo, elmaterialpatógen o consistí a en fragm entos de su historia nfant i il que en su análisi s con migo no hab ían salido ala luz . . .» (1937c, págs. 21718). En suúltima a notaci ón sobre el paciente, quedata de1945, la doct ora Br unswi ck info rmaba que, luego del tratamiento de la par anoia del ombr H e de los Lobos en 926 1 27, este se enco ntrab a en buen esta do de sal ud y se desem peñaba con bastante efici encia: «Alrededor de do s añ os de spués volvió pararetom ar un análisis que fue tan grati ficante paral écomo para mí. No había trazas de psicosi s ni de ten dencias par anoides. Sobrevi niero n trastornos de la potencia sexual, de ca rácter curso de súbita ón v iolenneuróti ta y rco, epeten itivael . En esta op orna tuunid ad el anrelaci ális is [.am .orosa, .] revel ó un m aterial nuev o e impo rtante, recuer dos hasta entonces olv idados,relacionados ncoel com plicado ví nculo que m anteníaeste paci entecon lamuch ach a preesqui zofrénica [suhermana mayor]. [ . . . ] Los resultados terapéuticosfueronexcelentes» (en Fli ess, 1962, pág . 65). En sus últimos vei nte añ os devida, el Hombre de los Lobos m antuvo contacto n co la doctorauriel M Gardi ner,quien informó acerca de uss importantes episodi os depresi vos,
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lue go de su jubilación forzosa alos 63 años y de la mu erte de suanci anamadre oco p s años después. Kstos brev es fragmentos bastan para mostrarno s una psi . opatología de caleidoscópi ca com plej idad.El cuadr o se com plica ún a más si consi der amos a l vida anteri or delpaci ente, lie aquí el relatode Jones (195357, vo l. 2): «Cuan do por primera vez visitó a Freud, a com ienzos de lebre ro de 91 1 0, era un jo ven desvali do de vei ntitrés años que vení a en compañía de un édico m privado y de un va Ict, yse se ntía nicapaz hasta de vestirse o ha cer frent e a cualqui er aspe cto de la ida. v Poco sabem os acer ca de uss numerosos síntom as ne uróti cos en esa época,4 pero su ish toria rev eló quea la edad de cuatr o año s hab ía sufri do una lobia tem poraria a losbos, lo segu ida pront o por una neuro is obse siva que duró hasta los di ez. Desde los seis años mfría de un a ne cesidad obsesi va de pr onunci ar blasf emias contrael Todopo deroso,e inic ió su primer a hor a de tratam iento ofre ciéndose¡a r eali zar un coito anal con Freu d y luego defecar sobre su cabeza! A partir de los diez años estuvorelati vamentelibre depade cimientos, si bien usconducta er a muy nhibi i da y excéntr ica, hasta que contraj o un a gono rrea a los dieci séis,época n e la cualse inició la enf ermedad que motivó la consu lta» (pág s. 27475). ( lom nuest ro ogí interés primor dicon alresumir no radic aen en lagé nesis de lao psi copatol a, bastará pocas pa labras los an tecede ntes del caso. El paciente era el hi jo menorde una famil ia de ri cos hacendados que con sum a frecuenci a lo aband onab an durantearg l os perí odos, confi ando sucrian '.i a una serie de pl em eada s dom ésti cas. Su padre suf ría depresi ones y su madre erauna m ujer enferma, aparentemente hipocondrí aca. Cuando el paci ente te nía cuatro os añ de edad , su «ñaña»/la afectuosamca pesina qu e lo c uidaba, fue re mplaz ada por una severa gobern anta inglesa. El comportam iento delpaci ente se tornó tonces en dís colo y violento. Ya con anterioridad su hermana lo había iniciado en juegos sex uales,y la ñaña lo amena zó conla castración. Estos cti a vos intere ses sexuales fueron pronto sustituidos p or fantasí as de ser golpeado ne el peney tem ore s de castració n. La fobia a los lobos fue precedida or e p l famoso su eño de loslobos, que Freud habríade int erpretar com o expresió n del traum a produci do por la esce na primordial.5 Esta pesadilla tuv o lugarcuando el niño sta e ba por cum plir cuatro añ os e instaur ó su n eur osis infanti l.
A los cuatro años y medio, luego de que le relataran la histo ria dela pasión de sto Cri , com enzó a obsesi onar lo el problem a de la relación entre to Cris y Dios. Se identifi có
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con Cristo com o víctima sexual deu spropiopadr e, identificaci ón faci litada por el hec ho de queel paci ente había nacido eldía deNavidad.Se conv irtió en un niño m uy beato,entr egándose compulsi vamente a cerem onialesobsesivos desti nados a expiar idea s blasfem as. La tiern a relación qu e había ma ntenido con el padre, objeto desu adm raciónde en a pasado, poco apoco deteri oró, parte a icausa lelaparente pre ferenc ia de se aquel po r la en herm arna del paci ente. La neu rosis obsesiv a pareció mitigarse , empero, en el co ntex to de un a nueva relaci ón con u n tuto r de sexo asculi m no; el paci ente se identi ficó en toncescon este.En la pubertad hizo nuevas propuestass de se-juego xuales asu her mana y, recha zado por ella, se volvió hacia una seri e de em pleadas domésti cas d e las que se enam oró en forma epeti r tiva. Al declara rse la afección emocionaldel paci enteen s u adolesc encia,su h erm ana se suic idó. En 191 4, Freud expresó gran des reservas enanto cu ala suficienciadel mo delo tópic o, el princi pal instrum ento teórico enton ces di sponi ble, para el estudi o de una neurosis infantil: «En la psicol ogía he mos logra do separ ar co n éxito los procesos aním icos en con cientes enconciente i s y descri bir am bos co n palabras clara s. En el niño esadiferen ciación nos deja ca si por compl eto en la estacada. menu A do un o se en cuentra perpl ejo para seña lar lo que debi era designarse com o conc ierneo com o inconci ente» (1918 b, págs. 10405). No obstante, muchos detalles clínicosfueron expli cados on c gran econom ía mediantela teo ría tópi ca. Un ejemplo es el del «sueño ingenio so», que presum iblementedata de l último añ o del aná lisis. Freud abía h echo h na u interpret ación en la que vincul aba con am enazasde castraci ón un antiguo recuerdo del ente, paci una escen a en la cua l la niñera, llamada Grusha,estab a fregan do el piso. En respuesta, el Hombre de los obos L inf ormó: Espe”. «“ Hspe?” e soñado que unté.hombre ar las alas una “ ¿E , le p reg “ ¿Qué rancaba qu iere decir usted?” . a“Pues el insecto de entre vi eteado v de am arill o, capaz de picar. Debe de ser unaalusi ón a grusha la , la p era ve teada de amarillo”.“Wespe[avispa], dirá usted”, pude corregirle. “ ¿Se llamaWespe? Realmente creí ueq s e decí aEspe”. (C omo tantos otro s, se valía del hecho de ha blar una lengu a extranjera para encubr ir sus accion es sintomá ticas. ) [ . . . ] La Espe es,natura lmente, una Wespe m util ada. El sue ño lo dice cl aram ente:él se venga de Grusha opr su am enaza de castr ación»(1918 h, pá g. 94).
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I'iüvez la inter pretació n no se capte con facilidad por que el sue ño sebasaen unretruécano prop io del idioma ruso: las asociaciones con las av ispas ha bían ll evado a las peras de vetas am aril las, y la palabra sa ru parapera«grusha». es I a expli cación qu e ofrece re Fud es en extrem o sucinta, de modopue tal su correspondenci ex acta ó- t pico de que pa sarse po r alto. Aa mpli ém oslacon de el la modelo gu si iente manera : el deseo sádi co de vengarse la enperson a que ha bía am enazado la niño con la castració n persi stió com o luiell a mnémica de gra n intensidad. Esta intensi dad Ice reprimida se tras firió a una repr esenta ciónpalabranePrcc; el de a hí que se«arranc aran»de la pal abra s letras avispasu iniciales pararmar fo na u «ispa»,así como en el sueño el hom bre rra a ncaba las alas del insecto.Este sueño fue com pletam ente exitoso , en el senti do deque suingeniosa ofrmaciónpermit ió el c umplimiento encubi erto de un dese o prohibidosin produci r angustia. A sí ampliada, la interpretación de Freud revel a que er a posi ble captar la dinám ica de este sue ño m ediante el m siple contraste de losdos si stemas psíquicos op uestos del modelotópi co. Pero la fam osa pesadil la de los obos l nopudo exp licarse sobr e la b ase de los princi pios tópicos;para interpretar la, l’reud debió nv i ocar el concepto de dese stimación de un deseo. Esta n ueva gen eraliz ación clí nica ha bría de ll evar a una inferencia deásmaltonivel: la de que ertos ci aspe ctos de la con ciencia son m tabién incon cientes (cf. 1918 b, pág. 42«.). En la teoríatópica,las fuer zas quegobier nan las pulsi ones no per tenecen al sistem aIce;por consiguiente, estenuev o concepto desbordaba odel el o m de 1900. F1 sueño de Grusha fue relatado en una etapadel análisi s en que la resistenciaera m ínima, y el paci ente logró descifrarpor sí m ismo su significado. ua C ndo seenfrentan resisten cias m ayores, como en el cas o del sueñode los lobos, al interpret ación siempre debe tener en cuentalos com plejos factores defensi vos, e los exigen recurri aucrado la teor íal e de confli ctos ntr i apsíqui cosqu en que stá e rinv ol yo incon ciente. Este enfoque de los datos psicoan alíti cos e s propio del odelo m trip artito . Antes de abordar aquellos aspectos del caso que exigen para su elucidaci ón el empleo de la teorí a est ructural del y modelo tripartito, demostra rem os quelos conce ptos tópi cos sirvieron para explicar otrosdatos ad emás de los sueños exitosos.A este fi n, exam inar emos el recienteinfo rme del Hombre de los Lobos (1968) conce rniente a las inter-
pretacio nes deFreud sobre a hi l storia de u s enam oram iento con la muj er qu e más adelante a serí su esposa. lEhecho había ocurri do un año antes de que acudiera co a nsult a con Freud,en un m omento en que estaba ernado int en el Sa-
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natori o Kraepeli n de Munich. La muchacha era div orci ada y trabajaba como enfermera en dicho sanatorio; era, pues, una figura propiada a par a queél letrasf iriera los senti mientos que había enido t de niño h acia todas lasplem eadasencargadas de cuidarlo.El Hombr e de los Lobos se nam e oró de ella a prime ra vista, en el sentido ilteralde la pa labr a. También ad virtió de inmediato su nd asce encia hispana . Freud pudo reconduci r cada fac tor det erminante de ste e incidentea fuentes inf antil es repr imidas. La fascina ción que el H ombr e de los Lobos ha bía sentido durante toda la vida po r lo españ ol tuvo su srcen en una eprese r ntaci ón de Carmenala que asi stiera enSan Peters burgo uand c o niño; el papel de Car men había sido otagoniz pr ado porla quer ida de sutío, cuyo pri mer nombre coinci día conel de la madre del ombr H e de los obos. L Un enam oram iento repenti no con na u mujer españ ola enla vida adult a representaba la trasferenciaam del or incestuoso reprimi do haciaus m adre. ra esta exitosa cisón omiso de en-la tre fuer zEas del lee un ya del Prcc aforma travé dede la compr barrera represión. Cuandose prod ujeron er upci ones o n tannotori amente gali das, de las pr ofundi dades del paci ente, as l explicaci ones tópica s dejaron a Freud en definitiva insatisfecho.En Inhibición, sí ntom a y an gustiaeexaminó r las fobias a los animales de los ni ños desde la per spec tiva del modelo triparti to, gan ando mucho en clar idad. Al examina r la fobia del Hombr e de los L obos, reu F d repi tió su interpretación previ a del lo bo com o susti tuto del padre : «La idea deser devorado por el padre expresa , en una forma que a h experi mentado una degra dación regresi va, una moción erna, ti pasi va, a ser m a ado por él, com o obj eto,en el sentido del rotism e o gen ital» (1926 d, pág. 105). Sobre esta base , Freud concluí a: «Como podem os ve r, la represi ón no se el ú nico medio del que sepuedevaler el yo para defenderse ntra co un a moción puls ional desagr adable.Si logra ha cer egresar r ala pulsi ón, el habr á ocasionado n verdad e más per juicio que repr imiéndol a. De hecho, a veces,lueg o de orz f ar a una pulsión aregresa r, la reprime» (192d 6, pág. 105) . En el ca so del H ombr e de los obos, L por este m edio se tram itabanprincipalmenteimpulsos óti ercos pasi vos ha cia el pad re; en otro s cas os, el núcleoinci prpal de lo que - ne cesita ser repr imido estáconstitui do por impulsos ostil h es. El moto r de la represió n er a
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el temor ala nminente i castraci ón. [ . . . ] El pequeñoiño n uncióal deseo de ser am ado p or su padre com o obmiso ren leto sexual, pue s ha comprendi do que un a rel ación de esa Indole presu ponía quel ésacrif icarasus genital es» (192 d6 , piíg. 108). Fue este temor a la castraci ón lo queev lló al ntento i de desesti mar el deseo en sueñ el o de loslobos. Como esa dese stimación no pudo cum plirse a l instante,el resultad o fue un desp ertar ng a ustiado.Puede conclui rse, pues, que la angustia decastra ción ori ginó a l represi ón: •En las fobi as alos anima les, entonces, el yo debe oponerse i una investi dura libidinal deobjeto proveni ente del ell o una inv estidura quepuede pertenecer al complej o de I dipo posit ivo o al neg ativo—, pues comprende que ceder i ell traer jado le peli gro dela castració n» ( 1926d, pá g.a 1 24 ). ía apare I’reu d exp licó luegoque la form ación de na u fobia sirve il pr opósito adaptati vo de disminuir la an siedad , porqu e una situación de peli gro ex terno puedeevitarse con ám s facili dad que una de pe ligro nterno: i «El yo pued e escapar .» la angustia mediant e la evitación»(1926¿, pág. 126). Tambiénseña ló que as l fobias de lo s adultos son m ás com plejas que las delos niños que se hallan en edi mo del período edíp ico, porque al cedertentaciones a erótic as u hostiles enla vida adulta se corre el pelig ro de suf rir el castig o impa rtido po r el superyó: «Pero si nos preg unta mos qué e s lo que el oy tem e del Huperyó, no podemosino s pensar que el asti go c de este es un ecodel casti go de la castració n» (192 6d, pág. 128). La diferencia entre estos estados nicos, clí separ ados en tre sí por la interioriz ación del super yó, es ilustradaen la historia del ombre H de los Lobos , de un lado p or su ne urosis infanti l, o sea su zoofob ia, y del otropor la nfer e medad neurótica queufri s ó en u n períod o más avan zado de su niñez, y cuya pr incip al ex presi ón clí nica erauna neurosis obsesi va. Freud demost ró la ne cesidad de scender tra la primera tópi ca para exp licar losfenóm enos: «Al ceremonial beato con que l fina expiaba u ss blasfem ias pertene cía, asimismo, el man dam iento dees rpirar enciertas condici ones de una manera irtual . Cada vezque se per sig-
naba debía nspi i rar profundam enteo soltar el aire con fuerza. En su idioma, “aliento” equivale a “espíritu”. Ese era
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entonces el pa pel del Espíritu Sa nto. Debía ‘‘inspirar” el Espíri tu Santo, o “ espirar” los malosespíri tus deque tenía noticia por haber escuchado y leí do. A esos malos espí ritus atribuí a tam bién los pensa mientos blasf emos que lo forzaron aimponer se tan tas penitenci as» (1918 b, p ág. 66). Téngase pre sente que estas son erpretaci int ones a las que se ll egó m ediante el áli an sila s, yépoca no lade com pre nsión que olo el ni ño de loshechos en su enferm edad. En tuv que atañe al enferm o de n eur osis obsesi va, no existe ni ngún lazo afec tivo entresu hosti lidad y sus con duct as notoriam ente autopuni tivas. Tales fenóm enos sólo eden pu explicarsepostuland o un a instanci a de autocasti go quepue da operarinconcientem ente.Recorde mos que lateorí a tópi ca no prev é la ex istencia de erzas fu autor regu ladorasinconcientes. Por lo tanto,Freud hiz o uso en diversos mo mentos de conce ptos expli car ciertas condu ctasdelexp Hom bre de lostópi obos Lcos para y de conce ptos estructurales para licar otras.En cada caso, selecci onó con propied ad su s herramient as teóricas: apli có el m odel o que resultab a más conveniente según la fase de desarrollo y el tipo de estado clínico.
N ota s
1 En su «Introducción» a El yo y el ello, Strachey hace la historia de la expresión«das Ich». En el «Proyecto de psicología» de 1895, Freud ya había designado con ella un conjunto de fundones mentales, pero más tarde la empleó también para referirse al self como totalidad. En el período siguiente la usó como sinónimo de las fuerzas de la represión. La aparición del concepto de «narcisismo» (1914c) lo llevó a considerar con más detenimiento estas cue stiones. Desde nuestra perspectiva actual, beca añadir que inadvertidamente se le asignaron a «el yo» otros significados, a saber, la representación psíquica del self, y la organización psíquica en su totalidad. 2 Hartmann 1 ( 956) ha mostrado que el«Proyecto» de 1895 ya incluía un concepto operativo del «yo» en este sentido. 3 Las referencias esenciales han sido reunidas en el libro compilado por Muriel G ardiner (1970). 4 Podemos inferir, empero, que padecía una perversión masoquis ta, pues es uno de los dos pacientes de sexo masculino en cuyos análisis basó Freud las conclusiones que respecto de esta afección extrajo en «“Pegan a un niño”» (1919e). f La palabra rusa también ( empleada, por lo demás, en algunos países hispanoamericanos) para niñera o «chacha».del[Ñ.T .] 5 En el capítulo 4 ejemplificaremos mediante este sueño otro enfoque teórico de los datos psicoanalíticos.
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4. Conceptu alizació n freudiana de la psi que noestructurada: el model o del arco refl ejo
l\ n La interpretaci ón delos sue ños, Freud destacó la nece sidad de conceptuali zar las funcio nes de al mente en térm inos de una ser ie defases de des arroll o; en r eali dad y a había estableci do esto en elProyectode psicología e d 1895. En 1900, delineó le modelotópi co para aclarar las condici one s de la últi ma fase de dich a serie, ale v deci r, la de los adultos qu e ya tenían estableci da una barrera dea lrepresi ón cua l se producían os lfenóm enos de trasfe a travésde la rcncia. n E esa época, el ún ico otro estadio de la serie qu e Freud intentó describ ir es el nici i al, o sea , lo que podr ía denom inarse la s condic iones hipot étic as postuladasorp él para el rec ién nacido , destaca ndo qu e tal estado «primario» del funci onam iento m ental era sóloa un fic ción teórica. El supu esto del cual parti ó fue que la funci ón pr imaria del aparato psíquico es evitar la sobre stimulación. Al esbozar el «p rinci pio de constan cia» en 1892 y a había expresa do este supuesto: «El sistem a ner vioso procura antene m r constan te algo ni here nte asus relaci ones funci onales ue q podemosdesc ribir com o “la sum a de excitaci ón’'. Pone en práctica estaprecond ición dela salud am tritando por aví asociativ a todo aumento sensib le dela excitaci ón o descar gándola mediante una reacciónmotrizapropiada» (194041, págs. 15354). Si el apar ato psíquico debeitar ev la sobr estimu lación, la forma más si mple de hacerl o es medi ante una descarga om triz inmedi ata. con secu enci a,esen la m enque la m ente funci oneEn deesta m ane ra pos ibl eedida conceptuali zarla sobr e la base del modelo delarco reflejo neurológi co (véase la figura 4). El hecho deque el di agr ama utilizado p or Freud pa ra represe ntar esta etapa deorgan la ización mental uera f em pleado ás m ta rde po r él con nu segu ndo fin — com o primer paso en el desarroll o del modelo tópi co— ha originado cierta confusi ón. Dada la confi guración gene ral de l diagram a, a vecesse lo ha denom inado el modelodel «va-
llado de stacas e era ».tópica, Se ha y erróneame que cribe la pri m asupuesto sí el modelo delnte co ar refl ejo desno
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ha que dado claram ente di fere nciado deltópi co. Otros autores hanintentadomostrarque le diagrama del val lado de es taca s puede aspo tr nersea la forma tópi ca introd uciendo enél as l zona s del Ice y delPrcc.N osotros nsa pe mos que esta trasposi ción pasapor alto el hech o de que estos instrum entos teóricos, desvi nculados entre, sí se basaba n en princip ios conceptu ales compl etam ente diferentes. Figura 4. El modelo del ar co reflej o(tomado el d ca pítulo VII de La inter pretació n de los sueños) .
Volviendo a las condiciones de la vida mental que Freud postul aba para el reci én nacid o, la desca rga motri z más ni mediata que está u a alcance s en esas ci rcunstanci as es un intento directo de establec r er el cesede estímu los. Esto mismo puedeconsegu irse m ediante la rei nvestidura e d la image n mnémica de un a experi encia revi p a de satisf acci ón. Tal atajohacia la satisfacción del deseo través a dela reapar ición de n u perceptoes den ominado «cumpli miento aluci natorio del deseo». Sin em bargo, este étodo m para proc urar la de scar ga está desti nado al fracaso: las exci taciones pr oduci das p or las ontinuas c ece nsidade s intern as sólo ueden p esca d rgarse m edianteexperiencias efecti vas de satisf acci ón. Por consi guiente,una de las tareas sen e ciales del desarroll o es establec er un segun do si stem a psíq uico que puedaegul r ar la conducta e d modo d e obtener enl e mundo de la reali dad sati sfacci ones efecti vas mer ced a la actividad mot riz voluntar ia.1 Experiencias repetidas de displ acer , bajo al forma de estados de tensi ón creciente sad cau os por al ineficacia del cum plimiento aluci natorio deleseo, d exi gen tomarmedidas para evi tar estos am argos e pisodi os de frustració n. Aún no se ha com prendi do con arid cl ad cóm o se desarrol la el proceso secundar io del ensam p iento, que perm ite regular la conducta para obt ener na u gr atificaci ón gen uina.Sea como fuere,una vez produci do di cho desarrol lo, los sue ños
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v psicosis pueden describirse como retornos regresivos a modalidades «de la da vi psíquica nfanti i l [. . . ] que habían ■ido sobres eídas». l'rcud mencionó porprime ra vezel «desval imie nto srcina iio de los sere s hum anos»en el Proyectode 895. 1 Concluía ah í que la desca rga de la exci taci ón pr ovocada or p los estí mulos endóge nos sól o podí a lograrse edi m ante lte a i acionesneel m undoexterior, pero que enuna etapatemprana de la ida v cj organ ismo humano s e inca paz de pro ducir la acción
Ejemplos c línicos del agreg ado del modelo del arco reflejo a los conceptos anteriores Aunque Freud no fue muy explícito sobre esto, recurrió al
modelo del arco refl ejo en la histo ria del H ombr e de lo s I.obos , y lo hizo en la ún ica situación en que dicho odelo m satisf acía los cri teri os de m áxima claridad y econom ía explicativ a: al exam inarla pe sadilla inf antil del pacien te.2
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Freud informó qu e en una época van a zada de l análisi s, el paci entevolvió sob re este su eño y seña ló queel árbolsobr e el cual estaban los lobos, cer ca dela ventana de su to, cuar había sido un árbol de Navidad: «Ahora sabía qu e el sueño había sobreveni do poco ant es de la Navidad, durante ssuvísperas [. . . ] ape nas antes de cumplir los cuatr o años. Se había do i a dormi r, pues , en la tensa esper a deldía siguiente , que debía ap ortarle un doble obsequi o. Sabem os queen tales ic rcunstan cias e s fác il que el niñoantic ipe enel sueño el cumpli miento de s sudese os. Por tanto,en el sueño era ya la noch e de Nav idad; el contenidodel sue ño le m ostra ba su s agu inaldos,del árbolcolgaban los regalosueqle estaban desti nados.Pero en vez de regalos sehabían convertid o en .. . lobos,y el sue ño culminó en que le sobrev ino ang ustia de ser dev orado or p el lobo (probabl ementeel padre)y buscórefugi o en su aya» (1918¿, pág. 35). En nuestro ex amen dela fobia a los ani males ya en mcionamos la interpr etaci ón quehizo Freud de la índol e del dese o repre sentado po r los lob os vo races. Supuso que leniño estaba colmado deuna excitaci ón sexual depoti hom osex ual pasi vo, deri vada de suexposi ción prev ia a la escena primordial.Por lo tanto,sin explicitarlo ne 1914, Freud estaba describiendo na u situación de trastornoa de econ om l ía psí quic a, a l «a cum ulac ión de m ontos de estí mulo quesepreci so tram itar» 1 (926d, pá g. 137). Esta situa ción es la d el peligro de sobre stimulaci ón: «. . . el yose ve reducido aun estado deimpote ncia frente a una tensión excesiv a debido ala ne cesidad [ . . . ] se genera entonce s angustia» (19 26d, p ág. 141).3 En este sen tido, la pe sadil la de los obos l cr eó el «núcleo de ne urosis actual » de al psi cone urosis del H ombr e de los Lobos:4 «La activación eld cu adro [de la escena primordial ] [. .. ] no sólooperaba m co o un nuevo aco nteci miento,sino com o un nuev o traum a, com o una int erferenci a externa aná loga a la sedu cción» 1918 ( b, pág. 109). Otro ejempl o en que un estado traum ático es compre ndid o de la mejor man eraposi ble en térm inos d el model o del arco refl ejo nos lo frece o elexam en qu e hizo Freud del caso de
Daniel PaulSchreber (1911c), y en partic ularde los co an 54
leci mientos querodearon su brot e psi cóti co. Paraello nada mejor que aten ernos al breve resu men del hi storial sum inistrado por ones: J «El paci ente, doc tor S chreber , sufri ó un gu a do trastorno ner vioso en1885, y estuv o inter nado duranteince qu m eses en una clí nica al cuidado de n dis u tinguido psi quiatra de l^eipzig , el profes or Flechsig.Al cabo de ese tiem po fue dado dealta,lleno de gr atitud y afecto,completam entecurado. Esta si tuación semantuvodurante diez años. La afección que h abía pade cido en le ataque fue considera da “hipocondría”. »De p ronto, tres sem anas después de haber asum ido un cargo de responsabil idad, el de Senatsprasident, cay ó enferm o, esta vezcon unaafecci ón m uch o más grave. En esta segunda oportuni dad es tuvo baj o cuidado édic m o durante un un perí od o de se iscoaños, tras lo s cua les fue de ltaa en e stado psíqui perfectamente normal, si sedado exceptúan ciertos deli rios. Hubo do s fases en sta e gr ave enferm edad. En la primerade ell as, que duró rededo al r de u n añ o, Schreber sufri ó de del irios de per secución enxtrem e o penosos. Se imaginabavíctima de horri bles atentados hom osex uales a mano s de u s pri mer médic o, el doctor Fl echsig,que al poco tiempo com enzó aser ayudado iensti gado po r Dios mismo. En la segu nda faseabí ha aceptado uptuo vol samentese e desti no, pero amanosde Dios. Esto estaba acom paña do de diversasideas re ligiosas ymega lom aníacas, seg ún las cua les él habría de nverti co rse enun salv ador fem enino del mundo y co nsti tuir el punto de tid par a de un nuevo ysupe rior género humano» (Jones, 1955, pág. 269) . El brotede psicosi s había si do pr ecedid o por una ser ie de sueños qu e llevaronal paci ente al orga smo. A este esta do le sigu ió prontam ente un estado del irante,«mientras que simultáne amente seobservab a un al to gra do dehiperestesi a, gran sensibilidad ala luz yal ruido» (Freud, 1911c, pág. 13). Creem os que esta s observaci ones ndican i que había sido desbor dada la capacidad l paciente de par a ligar la ex citación— o seaque lo mejo r pa ra entenderstos e enóm f enos es acu dir al modelo del co ar refl ejo— . El esta do de obr s esti mulaciónfue v ividamente descri to por Schr eber: «Estaba mentalmen te agobi ado. Comencé a dormir mal I .. . ] dura nte varias noch es seg uidasescuché, separado por inter valosmayores o enor m es, un repeti do ruid o en la par ed
deda nuestro ori com si ise iera ruid rom algo; ca vez quedormit esta bao, p or odo rm rmestuv e, este opiendo me desp ertaba. [. . . ] Sufría tal es palpi taci ones qu e el solo ech h o de
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ascender por aun pendient e apen as ncli i nada m e producí a ataqu es de an gustia. [. . . ] Pasa ba la oche n ca si en vel a y en u na oportuni dad dejé ellecho pr esa de la gu anstia y com encé a hacer lospreparati vos para unintentode su icidio. [. . . ] A la mañana siguienteismnervi os estaba n hechos tri zas; la sangr e se había agolpado m en i cora zón y había abandonado is m m iembros,mi talante era en tremo ex taciturn o. [. . . ] En los dí as que siguier on no pude ocuparm e en nada [. . . ] mi mente estaba casi exclusivamente ocupa da conideasde muerte.[. . . ] Ya habíalegado l a un estado ed alta xci e tación,a una fiebre de deliri o, por a sí decir» (Schr eber, 909 1 , págs. 3839). Aunque Schreber intentó ofrecer ciertas explicaciones retrospectivas de todo sto, e el signifi cado psicológico los de estí mulos ue q habían sobrecarg ado su parato a psí quic o no pare ce tan mportant i e com o el ac f tor económ ico de la so brestimu lación en ís mismo. La fase siguiente de su historial clínico fueuna «insania aluci natori a» (comola de nom inó el psiquiatraquelo atendi ó) sem ejantea lo que an tes denominamos cumpli miento aluci natoriodel dese o.
Resumen de los tres modelos de la mente empleados por Freud Hemos pa sadorevi sta alos tres m odelos rm fo uladosexplícitamente por Freud para ilustrar su s div ersa s conceptu ali zacione s del funci onam iento m ental. Puedeclasi ficárselosn e dos ti pos: uno deello s es pli a cable al stado e dela psique en el princi pio hi potéti co de u s funcionam iento;los otros dos loson al funcionam iento psí quico en la etapa de naple diferen ciación estructural. El pri mero es el m odelo del co ar reflej o; los otr os, os l modelos tópico y triparti to. En esta ese r ña históri ca se an h puesto deeli reve ciertos probl emas gene rales dela const rucci ón de model os; creemos haber demostrado que estos puedenruido sers const de múlti ples forma s. El princi pio de u s organ izacióndebe lee girse sob re un a base ad hoc,si empre y cuan do el modelo sea fiel a los conceptos que intenta descri bir. En otras palabras,puedey debeconcebí rselode m odo talque secentre en aquell os aspectos funci onales ue, q en un so cadetermi nado, se considera n los m ás importantes. n 1 E900, Freud resolvió construir el mod elo tópi co par a destaca r el diferente acc eso de diversos conteni dos mentales la a conciencia. Fue una elecci ón ló gica, pues losenóm f enos que tonces en tra
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taba de com prender tení an com o pr opiedad com ún su incapa cidad de acceder en forma direc ta a la conci encia.En contraste, el modelo tri partito de 1923 sebasa en la de i a cardinal de la ex istenci a de u nidades funci onales desi guales, queconforma n un parat a o; y su elecci ón obede ció a la necesidadde Freud de eluci dar obser vaciones clí nicas ncu vi ladas con divers as ser ies de confli ctos ntr i apsíqui cos tí picos. Nuestra reseña ha revel ado, asim ismo, una importante laguna en la teo ría psicoanalí tica: no sehan llevado a cabo inten tos dedelinear con ceptos ymodelos úti les para aqu ellos estadios delesarroll d o mental que se hallan entre os l puntosextrem os de los que ocupó se reud. F Para acla rarlos esta dos funci onales queene tin lugar entre los que co rresponden a la psi que del recién nacido ylos que corresponden a la psique plenam ente di feren ciada se pr ecisan n uevos instrumentos con cept uales.6En los próximos capítulos trataremos de sboz e ar algunos conceptos odelos y m prov isionales pli a cables astos e estados funci onales.
Notas
1 Traducido al lenguaje de la teoría tópica, esto quiere decir que la regresión de los aspectos formales del pensamiento no debe llegar hasta el registro de los perceptos sino detenerse en la huella mnómica. Este enunciado revela hasta qué punto son inadecuados los conceptos tópicos para describir y explicar la situación del recién nacido. Como en esta etapa aún no se ha establecido el proceso secundario del pensamiento, es erróneo hablar de una «regresión formal» a partir de él. En esta fase la imagen alucinada es la norma en cuanto al pensamiento. H asta ahora no existe sino una comprensión deficiente de la manera como se adquieren posteriormente las funciones psíquicas más diferenciadas que permiten el uso simultáneo de ambos principios reguladores (cf. Freud, 1911 b ). 2 En el capítulo 3 hicimos una sinopsis del historial clínico. 3 G reenacre (1967) nos ha brindado un excelente e r sumen de tales estados: «. . . las más graves situaciones traumá ticas, que llegan a ser avasalladoras, tienden a tener un efecto desorganizador sobre las demás actividades del individuo. Pueden srcinar estados de frenética hiperactividad carente de objetivos, que culminan a veces en estallidos de ira, o bien, si la estimulación es aguda, focalizada y repentina, puede producir una reacción de atontamiento de tiposhock, con diversos grados de falta de respuesta, inactividad o apatía» (pág. 288). 4 Para una definición del concepto de «neurosis actual», véase Freud (1930 [189299]). 5 En la actualid ad ni siquiera se comprende si la plena diferenciación psíquica se alcanza en el período de latencia, mediante
las identificaciones que sientan las bases del carácter posterior, o sólo al llegar a la adultez, con la reelaboración de la estructura psíquica que tiene lugar durante la adolescencia. Acerca de esto, véase una opinión en Wolf, G edo y Terman (1972).
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5. Sobre el fragm ento no formulado de la teor ía psi coan alítica: la incipi ente psi cología del self
El principio de la función últipl me form ulado por aeld W er (1936) fue el primer conce pto m etapsicológi co qu e exigió adoptar un a nueva perspect iva en la teorí a psi coana lítica: el estudi o del aparato quico psí com o mediador dela adap tación. El conceptode la psi que com o dotada de funciones super iores de ant icipación ysíntesistrasciende slafronteras de la teoría estr uctur al (cf. Hartmann, 1939). En esto s y otros aspect os, la psicologí a psicoana lítica se ha convertid o cad a vez más enuna psicología del o y que ha roto los marcos de las conce ptualizaciones freudianasnasrci les c ontenidas en El yo y el ello.Empero,hasta ah ora no sehabía reconoc ido la ne cesidad de evas nu herram ientas conceptuales para bordar a estavoleución, con xc e epció n dela ya mencionada dem anda de un a nuev a teo ría efectuada po r Model l (véas e el capítulo1). La progresi va am pliación deloncepto c delo yha sido som etida, obstante, en épocascuesti eci r ones entesque aun exan amen críti co . Se hano n planteado vedi rsas arroj du das sobre la iabi v lidad deesta s extrapolaciones parti a r de la teo ría estr uctural. Klei n (1968) conclu ye diciendo que el psic oanálisis enfrenta una opci ón entre numodelo del y o como sistem a regulador supraordinado, por u n lado, ypor el otro la definic ión del o y com o instancia subor dinad a den tro de lapsique, que e s ocup a únicam entedel co nflicto psicológico, comouna de las pa lanca s que m ueven las múl tiples funci ones propi as de la acción . Quere mos destacar que en este studi e o el térm ino «yo» sólose utilizará en e l segundo sent ido, vale decir,com o unidad funci onal de la psique qu e está ne confl icto o enequilibrio con la s pulsi ones. n E otras palabras,s no ajustar emos al uso de Freud en 1 923. Creem os que podrían itarse ev mu chas confu siones si no seutilizara el «yo», una con strucción que pertene ce a la teoríaestructural ayl modelo tri partito, para ref erirse a fun ciones que pu eden con ceptua lizarse de manera más fruct ífera fuera de la esfera de los confl ictos
inte sistém icosrecordar (los que libran yo, el ello y l esup ervó ). Es ropo rtuno que cadael vez que e s invoca el concepto de autonom ía secun dar ia hay implí cito un modelo que no involucra confli cto. Como el modelo trip artito no
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se refiere a tale s situaciones, es equívoc o, en la teoría,incluir dentro de la psicol ogía del oy los com porta mientos libres deconfli cto. El punto deista v que aqu í adoptam os consi ste me ramente en traduci r a una termino logía teóri ca m ás preci sa el concepto ref erido a un área de la personali dad que está en conta cto ninterrum i pido con los estra tos profundos se y parada del área de la s trasferenci as, tal com o lo propusi eron Kohu t y S eitz (1963) y com o fuera ya bosqu ejado por Freu d en 1915. 1 Una m etáfo ra a náloga ala em pleadapor Freud para el yo y el el lo —la del nete ji y su ca balga dura— pue de servi rnos para descri bir esta s esf eras del comportamiento: la de n u centa uro. Cuando lacti avidad men tal es del ti po del centau ro, compren de tanto las motiv aciones pulsi onales om c o los proces os de re gulaci ón delas puls iones. Tal elestado ne que es halla la orga nización m ental ni fantilantes de la dif erenciaci ón defi nitiva del yo respecto del el lo, que tiene lugarcon el sepult amiento del com plej o de Edipo. 2 Cuan do enla vida menta l adulta evalece pr a l ausencia deconfl icto, el em pleo de la palabr a «yo» para designa r el sistem a regulador de la personalid ad ntroduce i confusi ón, pue s asign a al término un signifi cadoque difiere del que e s le daen la teorí a est ructural. Pref erimos buscar otra solución term inológica para dar cuen ta de fenóm enos com o la pe rcepción, la memoria, el pensa miento,la afecti vidad, etc.Estas sonalgomás qu e «funci ones delo» y si el térm ino «yo» ha de conser var el sentido de la teoría estructural, o sea , el de un stem si a de organiz ación de defensas ra cont las pulsi ones. En) siundica exame la que auton om secun dar iel a, H art mann (1939 cln arade mente él íaext iende alca nce del psi coan álisis más all á de las área s de funci onam iento menta l que aba rcael modelo part tri ito. Ciertam ente, elasignar al sistem a del o y funciones supraordinadas o la com ni tegra ción y la ntesis sí trasgredeconce la pción srci nal de Freud de 1 923 —la del jinete — ; por lo tanto, insisti r en una clara diferenci ación entre estos usosergentes div lde concepto del yo no essterí sofi a sem ántica. Cuando la organ izaci ón psíqui ca aún no se h a diferenciado en la estructur a triparti ta que dopta, a en el c , con aso típ ico el sepultam iento del com plej o de Edipo, o cua ndo dich a diferenciaci ón seha perdi do por un a reg resió n, os l conceptos subsidiarios de la teoríatructur es al resu ltan poco aplicables.Designar fun ciones com o la m emoria o laperce pción con la expresiónunciones «f yoi cas» se impreciso. Tal vez ni siquiera los me canism os de defensa de estos modos arcaicos de orga nizaciónpsíquica deberían concebirse fundamentalmente com o funci ones deegulaci r ón de las puls iones, dado que la mayor parte de las veces leserne conci el ma nejo
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de los peli gros ex ternos,o se a que sondefensas contra percepcionesás m que contra mociones pulsi onales. En síntesis,nos incli nam os po r una estrategi a qu e torne más circunscrito al concepto el yo, d basán donos enque otras const rucci ones resul tan m ás pert inentes en much as de las ituac s ione s en que se lo apli có. G. Klein (1968) también llega la a conclusión dee qu la psicologí a psicoana lítica puedebenefi ciarse m ás si sigue esta direcci ón de construcción te órica que la otra ternativa, al la de«continuar expli citando unmodelo delyo com o mecan ismo egulad r or, incorpo rándol e supue stos m ás detall ados sobrelos proce sos con el fin de ins trumentar las cosi ficacio nes que asta h ah ora había m iplícitas en lépero nun ca habían sido aradas». acl La insatisf acci ón conuna teorí a arr aigada es estéril a menos que seofrez ca ensu lugar algo ás mútil. En consecuencia, hem os contraí do a l obli gaci ón de encontrar conceptos analíticosapropiados paraem rplazar los de la psicologí a del y o en aquerdaderamente evllas áreas de laconv vidaincente. mental ennE qunuestra e esta últeseñ im resulta raanode la obra eóric t a de Freud ya hem os encontrado un so ca (el model o del ar co reflejo de 895 1 y 1900) en que un instrumento conce ptua l resul tó aplic able a la orga nización psí quica indi ferenci ada. También hemos vi sto quehay u n se gmento de la da vi psí quica,el com prendidoentrelos orí genes primiti vos y el estado de diferen ciació n plen a represen tado por el m odelo tri parti to, para el cual la oría te psicoan alíti ca todavía no ha formulado ningúnmodel o. Tratarem os ahor a de prop oner na u conceptua lizaci ón apropiada de estos s- e tadiosnte i rmedios. En dicho int ento tendrem os que guiarnos por nu estra apreciaciónde los pr oblemas fundam entales del funci onam iento psíquic o en esta s etapas interm edias y por las m ejores on c ceptu alizacione s psicoan alíticas existente s de talesprob lemas.3La tare a de di señar un modeloque esclar ezca dela mejo r maneraposible estas etapas mes uy complej a, a cau sa de la gran variedad de modali dade s de oper ació n, resultante de la ma duraci ón si multánea demuchos spectos a func ionales decisi vos. En su obra m ás extensa sobr e psicol ogía ev olutiva,Norm alidad y patolo gía en la niñe z1 (965), Anna Freud es coge com o línea evol utiva principal yprototípi ca la que va «d e la dep enden cia a la autonomía oci em onal ya las ela r cione s objétales adu ltas» (pág. 64). Esta elecc ión refl eja la enor me impor tancia de las tran saccione s efecti vas entre elbebé y su edio m parala organ izaci ón dela personalidad. Comodijera Anna F reud, estaes «una se cuencia con respecto la a cual las sucesivas etapas desarroll de o de la libido (oral, anal, fál ica) constit uyen m eramente la base madurativa con génita» (págs. 64 65).
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La psicologí a psicoan alítica alcan zó este punto de vista en un momento compara tivamente tar dío de su desarroll o. El estudio pl exícito de al relaci ón del sel f conel mundo desus objetos no com enzó ha sta 1914, cuando Freud publi có «Introdu cción de l narcisismo»,trabajo en el lcua resum ió sus conclu siones ex traí das de lanvesti i gación de las neurosis nar cisistas.Según él, estasera n las en tidades psi copatológi cas más próx imas, en cuanto a su modo d e organ ización, a las fase s más a rcaicas de lavida psí quica inf anti l. Por supuesto, una hipótesi s gene ral de la ps icología psicoana lítica ha sido que laluci e daci ón dela psi copatologí a adu lta puede reve lar ciertos rasg os que,si bien m odificados en cierto m odo enel curso de la duraci ma ón, aún reflejan enotrosaspectos ese ncialeslos modos inf anti les de funcio nam iento qu e cara cter izaron suinicio. Así pues, el exam en de las n eurosis narcisistas prom etía ofrecer nfer i enciasque luego, con cautela,podrían ser aplicadas al desarroll o de la m ente en la tem pran a infanci a. El hech o de que al abo rdar por pr imera vezmediante el psic oan álisis las neur osis narcisistasse las consi derara no analizables se convirtió entonc es en un facto r históric o que dem oró talvez la apr eciaci ón de la importan cia de las relaciones objétales.La observaci ón psicoana lítica sobr e neuróticos adultos roporci p onó datos eferentes r los a confl ictos intrapsíqui alm ente der ivados el d co m plejo de Edipo.cos, En epr soisncip estad os, laslos re laci on es ob jétales efectiv as (las que per miten satisf acer las ece n sidades, en el sentido de Anna Freud) no de sem peñan un papel gnifi si cati vo. Aún no se había iniciado el psicoanálisis de niños, que podía haber ll amado laaten ción de F reud sob re la m i per iosa necesidad que tienen los niños de qu e otrosrealicen por ellos as l funci ones para las cuales n no aúestá capa citado su inmaduro aparato p síquico(cf. Kohut, 1966). El único niño tratado p ud, pequ eño ta. Hans, fue d irectam enteporor él Fre en na u elsol a consul 4 Graci as bser aolavado gra dual expansi ón del tratami ento psi coana lítico y al avan ce del an álisis de niños, hemos reu nido un vasto conjunto de datos referen tes a la s fas es iniciales de la psicol ogía evol utiva, los cua les h an sido com plementados edi mante la observaci ón di recta de ni ños que no pueden someti ser dos a tratami entos psicoa nalíticos(cf. Hartmann, 1950). Sin embargo, en «Introduc ción del na rcisismo», Freud ya había estableci do el problem a de las relaci ones obj étales
com o un probl ema centralpara le estudi o de la psi que en un esta dio aún o n totalmente er dif enciado. 5 Por lo ge neral no se ha reconoci do que estompli i ca uti lizar un modelo de funci onam iento men tal basado nela descri pción de ca mbios en las relaci ones objétales,aunque Freud no tra zó dicho
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esqu ema ni hiz o parti cular hincapié en la mportan i cia teórica que ten ía examinar lo. En reali dad, estaimportan cia er a muy difícil de captar cau a sa dela am bigua y conf usa te rminología em pleada por Freud, en partic ular la expresión «el yo»{«das Ich»). Hartm ann fue el pri mero en resol ver esta confu sión al d emostrar qu e par a el perío do anteri or a 1923 este término adebí traduci rse enlos escrito s de Freu d com o «el self», o se a, la pe rson a propi a.6 Consecuen tem ente, el narcisismo ebía d ntende e rse com o «la investidura libi di nal de la per sona pr opia, por oposic ión ala de los obj etos» (Hartman n, 1956, pá g. 288) . La diferencia establecida or Freu p d entre sla neur osis nar cisistas y as l neur osis de trasferenci a se basa ba enque la frustraci ón libidinal srci na en ambos tipos de ipac entes respuesta s diversas.Los indi viduos que dece pa n una ne urosi s de trasferencia responden ella colocando a li su bido e n objetos an f tasea dos, o sea , en represe ntacionesntr iapsí qui cas deobjetos.En circunstan cias sem ejante s, los ndiv i iduos con ne urFreu osis dnar cisistasmuestr an unestid retiro de la ilbido con ha cia el self. postulaba ueq es a inv ura de l self libido co nstit uye una tra sformación de la pulsi ón m isma, que de «libido de objeto» seconvierte ne «libido na rcisista». Consi deraba qu e uncam bio en sta e direcci ón er a regresi vo y de ordinario reversible. En lo tocan te al desar rollonormal, su co nclusión aerque is la di fere nciación delself respecto de los ob jetosestá bien estableci da seproduce unasaje p pa ralelo del «na rcisism o primar io», o investiduraexclusi vame nte na rcisi sta dela li bido, a un progresiv o pre dominiode la libido de objeto, y que estecam bio esrelati vamentestable. e Sin em barg o, Freud descri bió este pr oceso om c o si se lo cum pliera en etapas tentati vas, util izando par a ello una de sus más elocuentes metáforas, la de los eudópodos s deaun ameba que esextienden para apresar un obj eto y luego es retraen del. éEsta an alogía erbal v puede considerar se un model o de funci onam iento menta l queincluy e la de scripc ión de las elaciones r obj étales,y adm ite serrepr esenta do en fo rma gráfica(véase lafigura 5, en pág. 70).7 Estos sonlos modestos com ienzos apart ir de los cua les se desarroll ó la teorí a psicoana lítica delas elaciones r objétales. Tal vez fue Lichten stein(1964) el pr imero en entrever e qu la teorí a de Freud sobre el nar cisismo, o sea, su psicología del self , «contienena u r evolución tan radical» com o su introducción de la teoría ructural est en923. 1 Quizás ha ya si do justamente este segundo avance revolucionario en la teoría en m enos deuna déca da lo que rnó to tan ifdícil saca r partido de labrecha a biertaen 191 4: la teoríaestructural es relev ante para quellos a aspe ctos de la da vi psíquica equ ocupan el osceni pr o en le tratamiento de la s neurosis des-tra
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lerend a, y por ello su importan cia fue com prendida ám s rápidam ente qu e la del nar cisismo — aun cua ndo incluso a aquella le lev l ó varias dé cadas impone rse—. En el ínteri n, la teoría de las relaciones objétales fue adan av do lenta mente, carente deconsen so y de lanece sar ia precisión metapsicol ó gica. N o es este elugar l par a hacer la hi storia de dicho proceso. Baste con reco rdar que quienes ás m si ntieron la necesidadde una teorí a de las elaci r ones obj étalesfuero n los analistas con xperienci e a clí nica co n personas cuya orga nizaci ón psíquicaera relati vamenteinmadur a (niños y psi cóticos)8. La falta deprecis ión a qu e aludi mos pu ede h aber sido gi ori nada por al necesidad de establ ecer dos seri es ese ncial es de distinci ones en cuanto a l sentido del conce pto de «ob jeto». La primer a deellas e s la di ferenciaci ón ent re u n obj eto com o persona re al del mundo externoy la represe ntaci ón de sa e personaen la psique. l Esignificado inicial del conce pto d e relaciones obj étales,tal com o lo empleó A nna Freudal hablarde la nea lí evo lutiva que va desde la de pendencia a las re « laciones objétales adult as», ti ene que ver con antr saccione s hum ana s verdad eras en el mundo de la reali dad efectiva. Puedeser oportunoresum ir brev emente slaetapa s numerada s por Ann a Freud alo largo de esta nea lí d e desarrollo: 1. Unidad biol ógica de m adre y bebé n e un medio nar cisista. 2. Relaci ón por apunta lamiento, de ti sa sfacci ón de necesidades. 3. Logro dela constan cia de objeto, aun en caso de frustración. 4. Controlambivalentey sád ico sobr e el objeto. 5. Fasede posesiv idad y rivalidad centrad a en el objeto. 6. Desplazam iento dela li bido, de las figura s par enta les a los grupos. 7. Reto rno prea dolescente aelaciones r obj étales de po ti arcaico. 8. Lucha adolescente por desprender se delas ligazones objétales nfant i iles. Se adv erti rá quecadauna de las p osicionesde esta ser ie se refiere a com portam ientosque puede n serobservado s con un marco de referenci a externo.Esta des cripci ón fenom eno lógi ca e s insufi ciente po r sí sola par a unaapr eciaci ón m eta
psicológica. Elelaci nálisis necesitastas para lelo va de fases delas rpsicoa ones obj étales viunconjunto con na u perspecti intrapsíquica. Desde este seg undo punto de sta vi, las relaci ones objétales
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estánvinculadas la a significación delos ob jetos intrapsí quicos, tal como ah quedadompresa i ne el sistem a de la memoria.La más claraexposi ción de estespecto a delunf cionam iento m ental es el ncepto co de «m undo de representaciones»de Sandlery Rosenblatt (1962). Estos autore s, junto con Jacobson (1964), destacan que la construcción de un conj unto derepr esentaci ones me ntales del propi o self del niñoy de las di versas persona s que pue blan su univ erso es un larg o procesoevolutivo.0 Los modelos defuncionamiento psí quico que de seamos construi r parala época de la vida mental intermedia entre los modos de organización propios de l arco reflejo y del m odelo trip artit o se refer irán a este m undo de re prese ntacio nes de obj etos intrapsí quicos y de repre senta ciones delself. Antes de abordar un examen metapsicológico minucioso de las relaciones objétales eciso es pr diferenci ar, además, las relaciones objétales en ene g ral del amor de objeto. Este avance teóri co se debea la obra reciente deHeinz Kohut sobr elos el obj na rcisi smonece (1sar 966 , 1968, 1pli ). rKohut haseñalado que etos ios para197 cum funciones de las que aú n no dispo ne la ps ique inmadura ser án experimentados en el mundo int rapsíquico com o par tes delself. En términos de las form ulaci ones deFreud sobrela libido, estos objetos satisf acientes de necesidade s está n invest idos con -li bido nar cisista. En consecu encia, Kohut propuso designar los «objetosself»self-objects [ ]. Las relaciones que mantiene el niño conestos obj etos arcaicos no pue den incl uirse con propiedad en la línea evolutiva de las vici situde s del am or de objet o, sino qu e per tene cen m ás bien a la delnarcisi smo.10 El desar rollodel am or deobjeto propiame nte dich o sólo puede come nzar una vez que está aram cl ente mplani tada la difer enciaci ón de l self res pecto del obj eto. En la serie de etap as descritas por nna A Freud, este pun to se alca nza con el logro de la consta ncia deobjeto. Antes de ello, com o manifestó Kohut (1971), los objetos no e asman por sus atri butos; en el mejo r de los ca sos ape nas se reconoce n borrosame nte. Debe destaca rse qu e la diferenciación cogniti va entreel sel f y un objeto del m undo extern o se logra mucho ntes, a por lo gener al antesde finalizar el pri mer añadre o de vi da,a ylacorre sponde al saje pa sfaci deente la simbiosi s si srci nal m bebé etapa de objeto sati de ece n dade s en el esque ma de ÁnnaFreud.Mucho despu és de alcanzar esta disti nción cogniti va, el niño aú n sigu e utilizando el ob jeto como parte de su mundo narcisista. Modell (1968) formula esto enminos tér de la nece sidad conti nua qu e tiene el niño de crear susti tutosilusori os que pu edacontrola r para que ocupen el lugar de la drema real,dotada de una voluntad independientelade suya. teniéndos A e a las convíncen
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tes obser vaciones línica c s deWinnic ott (1951), Mode ll prefiere denominar «ob jeto tran sicional» al corr espondiente a i*ste tipo de relación de ob jeto. Mediantesae s fantasías de omnip otenci a, el bebé puede preservar unen aspe cto desu mente su ilusión de simbiosis. Según la co nceptua lización de Model l, en esta etapade la vidciones a psíquicen asu el orga niñoniz toación lera hab iqu tua lmeE ntstá e grosimu sera s con trent a- e dic psí ica. ltánea m separ ado d el objeto y fundi do conél enla medida ne quelo necesita pa ra funci onar com o una parte lde self, o sea , com o un objetoself. Otro aspecto de esta modalidad de organizaciónha at raído más la aten ción en la literatu ra psicoan alí tica: me refiero a la fa lta de integr ación delos recue rdos de experienci as gra tificant es y frustr antes con el objeto, que condu cen a al perdur ación, una junto ala otra, de im agos «buen as» y «malas» refere ntes al ism m o objeto (cf. Segal, 1969). A causa dela incapacidaddel niño par a ver al objeto en su to talidad, a menudo es denom ina a estas m iagosarcaicas «objetos par ciales». Tal vez sea m era cuestión de prefere ncia persona l ref erirse a estosobjetosself arcaicos com o «tr ansici onales»(ampli ando laconceptua lización deWinnicott apli cable alos objetos preferid os de los niños equ p eños y ha ciénd ola e xtensiv a a sus relac iones humanas designificado nálogo) a o com o «objetos parciales». Sea como fuere, Modell (1968) ha mostrado queselecc po co a pocode sta e ane smra diversas obj étales van siendo ionadas eali r stamiag y , os al alcanzars e un exam en de reali dad establ e,11 se consolidan en objetos otat les concaracter ísticas perm anentes.Apunt a Model l que este paso ab re el cam ino para am ar y odiar ala m isma persona. El examen que h ace Modell de la s relaciones étales obj se centr a en el mundo intrapsíqui co, y consigu e evitar la confusi ón de esta fase pra tem na deldesarroll o conlas pos terio res, ue q se pu eden descri bir apr opiadam ente en térm inos de la teoría estructur al. El no hacer esta distinción con spiró contra los ntent i os de M elan ie Klein y su escuela por crear una teorí a váli da de la s relacione s objétales (cf. Segal, 1969); la fal ta de clar idad teórican e los esc ritos deFair bairn(1954) tal vezobedezca a la misma confu sión. Tampoco Mo dell es su ficientem ente claro cuando su scribe el punto de ista v deque la diferenciación cogn itiva del self respectodel objeto marca la em erg encia de aquel o com entidad cohesiva. El aporte ed Kohut,al difer enciar slo objetosselfde los nvestidos i con utén a tica li bido objetal, permi-
te po r pri vez elucidar, no ás sólo de los bj omer etosa infantil es sino, adem , el mentar io, el del esarr d ollo delself en el El hallazgo cl ínico car dinal del estu dio
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la en secu ciaa evol uti va problem com pleniño .12 de los trastor nos
narcisistas de per sona lidad queempren dió Kohut (1971) fue comprobar la enorm e importanci a que ene ti log rar u n sentido decohesióndel self . A este stado e de cons olidación se refirieron otrosutore a s (Jacobson,1964; Lichten stein, 1961) com o el «Sentido estable la de identid ad». La imposibilidad de lcanzar a lo car acter iza di versas psicopatologías graves. En los ti pos analiz ablesde trastornosrci na sistas delimitados por Kohut, estaunidad si gue sien do vulnerabl e a stress. la fragm entaci ón en situaciones de La fragm entación regr esiva delsentidode integr idad de la persona lidad co rresponde alos estados nicos clí que Freud denom inó «e scisiones del yo» ( 1927e) . Aquí Freud retom ó, a toda s luce s, un uso de la palabra o» «y que no condice co n la defi nición de esteúltimo enla teoríaestructural. Por ende, propone mos que sedesi gne a ese conc epto,con m ás propi edad , con la frase «e scisi ón de l self». Como ya dijimos, fue H artm ann quienseña ló que en um chas d e las referen cias de reu F d al das Ich este debí a entenderse com o «l«se a lf» per propi a».sólo Hartm n li mitóde su uso del térm ino , sona apli cán dolo la a an totali dad la persona , vale decir,en un sentidono psicológico. También Jacobson (1964) rechazó el empleo de este término para una const rucción psicológica. Kohut,en cam bio, mostró lamiportancia ná di mica y gené tica delsistem a org aniz ado de recuerdos que comú nmente se denom inan representaci onesdel self.En nuestraopinión,las om c plicada s controversias habidas recientemen te enla te oría psi coanalí tica en torno del concepto de identi dad sugieren que n e esta cue stión a l teoría presentaba por erto ci un a ca rencia.El sistem a de recuer dos que consti tuyen al re presentaci ón delself es una constelaci ón psicol ógica organ izada y duradera que ejerce nu a influen cia continua , dinám ica yacti va sobre la condu cta. N o basta conceptuali zar estos recuerdoso com meros contenidos psíquic os; son algo más que los p erceptos pasi vamen te registrados de las acti vidades de la sona per pr opia en el pasado. En virtud de su s efectos dinám icos cont inuos, debeentendérselos, ade más, com o una reali dad efec tiva: la personalidad orga nizada en s u conj unto.Y la designación ás msim ple par a estoes el térm ino «self». Muchos aut ores prefi eren el térm ino «i denti dad» para designar la or ganización perdurabl e de la per sonali dad alc anzada en el cu rso del desarroll o (cf. Lichten stein, 1961, 1964; Jacobson,1964). Coincidi mos con Kohut en el re chazo de este térm ino, basa do en qu e consti tuye unntento i de sentar se a horca jadas dedos di sciplinas, al psicología social y la psicología individual, sin comprometerse realmente con ningu na de am bas . Erickson(1959) com plicó aú n más este embroll o ter minológic o al introduci r la variante «identidad
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ilcl yo» para desi gnar la m aduración últi ma del senti do del self en la adolesce ncia.Huelga deci r que deploram os este injerto delleng uaje de la ps icologí a del yo en cuestiones que no corr esponden a estama. últiCreemos, por añadidura , que el térm ino «identi dad» no denota con sufi ciente clar idad que lo ue q está en juego o n es si mplemente un conj unto de tra recorda das pasado. l descr tE érm iino dentidad i del self talnsaccione vezseasúti l si se lo del restr inge ala pción en su ámbito so cial, pero su empleo e n el cam po psi coan a lítico pu ede acar rear peligros; llamar «problema s de denti i dad» alos correspondi entes ala fo rmación delself nuclear arcaico (Kohut, 1971) es volcarlos en el contex to soc ial de la vida adulta de l paciente, esto y puede dar ori gen a confusiones. El empleo dela constr ucción«self» se ha visto obstaculi zado por la ntrínseca i dificultad de captarla hu idiza idea de que la org anizaci ón de la per sonali dad en s u conjunto puede consti tuir un importante logr o evolutivo de los comienzos de la niñez , pero tam bién por los probl emas semánticos que ior gina superpo ner este concept o al modelo tripartit o. Tal vez no aseposibl e encontrar le un lugaral self dentro del esqu ema del o, y dado qu e el concepto del yo corr espondea un nivel distinto de bstr a acción,se refiere a un segm ento m ás estrec ho de la co nducta y es livá do par a comportam ientosque no om c ienzan no si m ucho despu és de la unificación de l self . En este sen tido, puede rse oportuno recorda r la recomendaciónde Grinker (1957): «Precisam os un término apli cable al proceso supraordinado que actú a en la ntegr i ación delos subsistem as, ncluyendo i las numerosasidentif icaci ones que consti tuyen elyo, el dea i l del yoy el superyó, y en la or ganización del com porta miento en roles sociale s disponi bles» (pág. 38 9). S le ncepto del yostene amplim ados o aque quí sa tico sfa ce tambié nsel laf ddesarroll emanda ado de Rpor apapoKohut rt (1960) de una teor ía «con cernien te a la re lación de l “self” o de la “identidad” con la teo ría psi coana lítica de las un f ciones ps icológicasn e general y delas fun cionesyoicas en parti cular» (pág.136).13 Si apli cam os los descubrimientos ínico scl efectuados por Kohut en le ámbito delos trasto rnos nar cisistas de la per-
sonalidad, con vistas aampliar la ps icología evo lutiva, conclui remos que la fase de si cohe ón del sel f debe ri pre cedida porotra fase en la cual los aspectos elf del aún s no han is do unif icados.Pensam os queFreud aludí a a este estado de
orga nización cu ando postul ó unafase e d «acti vidad pulsio nal aislada» ode au toeroti smo (1911¿r). Dentro desu esquema del desarroll o de la li bido, estafase eraegu s ida por la del «nar cisismo», en la cual el niño toma suapropi o self com o objetode amor. Esto bien puede corre sponder a la eta pa del sel f cohesiv o en la ter minolo gía de Kohut. Estas con sideraciones subrayan la conveniencia de concebir núcleos oi ycos s eparados enla pri mera fase de la da vi psí quica, com o hace Glover (1932, 1943). En armonía con nuestros com entariosanteriores bre so la ter minolo gía, creemos preferi ble modificar la desig nación deGlover y hablar de «nú cleos del self». A parti r de ta les nú cleos an tece dentes se constru ye gradualmente el self íntegro y cohe sivo, en forma paralela al orden amiento eali r sta delos di versos obj etos parciales entotalidades cohe sivas. En esta diosposteriores de la organ izaci ón psíquica,cuando la pérdid a de cohe sión del self ya no m a enaza sufragm entación actual, el yo diferenciado pu ede em plear este cam ino regresiv o de escisi ón del self comomecan ismo de defensa; tal el proceso al que Freud denominó « desme ntida»(1923).g Cuando a ctúa este mecanismo, los aspe ctos o n adm itido s de la acti vidad me ntal no se encue ntra n detr ás de la barrera derepresió la n, sino qu e están sepa rados de las partes iti adm das del elf s por un a falla enel proceso dente sí sis e integr ació n. Los pr oblemas tocantes la a gra dual diferenciaci ón de obj etos totales la y unifi cación del self cohe sivo predom inan en la vida psí quica del niño a parti r de su capa cidad deestablecerdisti nciones cogn itivas entre el self y el mundo exteri or, y man tienen su elevanci r a hasta el abandononal fi de los obj etoss elf. Es la for mación de l superyó, com o consecu encia delcomplej o de ca stración, lo que perm ite la ni teriorización de las ciones fun de gula re ción del elf s, y así posibilita al niñoincular v se conlos obj etos únicam ente en términos de am or y de odio, sin fusión narcisista. A parti r de entonce s, los problem as del elf s y de la s relaciones éobj tales sól o adquieren impor tancia parti cular e n aquell os estado s regr esivos que eproducen r la si mbiosi s infantil conlos objetos .14 Luego de la forma ción del superyó yde la di feren ciación del yo , es desd e lueg o el m odelo tri parti to el que ejor m ilustra la da vi ps íquica. o N obsta nte, enel otro ex trem o de la escalade la m aduración, en aquell a esf era n e la que no es aplicabl e el concepto de confl ictos intrapsí quic os enca rnados en la teoría tructural, es quizá sea útil tam bién consi derarde primordial mporta i ncia la orga nización del fsel o de la erp sonalidad enu sconjunto.Desde esta pe rspectiv a, incluso puede ser legí timo concebir la estructura ripart ita t regular h de la psi que n e conflicto com o un a de lasorm f as de orga ni
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ación del self . Quer emos deci r con esto que na u línea evoluti va delself pue de dividirse e n tres fa ses princi pales:la del self en formación, corona da por nu estado de cohes ivi dad; la del sel f en conf licto entre s supulsi ones,sus norm as interioriz adas y su sentido de re alidad, y la del sel f quese encuen tra m ás a llá delconflicto, la exp ansiónde capa cidades perm anen tes rque uy en aende lal condu cta trav és de armonía interio — lanfilm etáfor cen tau ro—a . O tros es tula dios deber án porme noriz ar esta vi sión epigenética del elf.16s Tal vezya estem os en condici one s de esboz ar un modelo que describa las ci vi situde s delself ylos obj etos durant e las fase s de la da vi psíquica e n qu e estas const ituyen os l m ás importan tes pr oblemas psi cológi cos. Hemos resuel to construi r este odel m o basándonos la enm etáf ora reudi f ana delas relacione s objétal es, la de al am eba con su s seudópodos. Los diagra mas quesugeri mos deben entenders e com o desc ripciones del mu ndo delas epresentaci r ones:no derea lidades efecti vas del ám bito inter personal o soc ial, sino de condiciones intrapsí quic as. El model o se basaen u nidades qu e descri ben la relac ión del self conuno de sus obj etos.La figura 5 ilustra los div ersos tipos d e relaci ones objétales posi bles. La relaci ón de am or madu ra de un sel f total c on un obj eto total está re presentada por dos círculos próxi mos entre sí. Las leyen das identifican asujeto y bj oeto; tam bién pu eden diferen ciar a los obj etos elegi dosrefl sobre a lbase del los de elegidos por ejar dealgu na m aneraapuntalamiento al sel f (los «obj etos narcisistas» ne la ter minología de Freud). A los prim eros los hemos denom inado si mpleme nte «objeto»; a los segundos, «self'(objeto)». El em pleo de objetos self es muestra gráfic amentepor la fusi ón de lo s círculos queepresen r tan a cadapersona.Finalmente, el empleo deun objeto tra n siciona l está dado por la apertur a parcialde los círcu los que simboli zan a l self y al otro,abarcando un tercer círculo aue se superpo ne a m a bos y los une. En el modelo de la ente m basado ne las vi cisitudes actua les del self ylos obj etos,el mundo de la s repr esentaciones se describe escogiend o entre esta s descripci one s simbóli cas de diversostipos de re laci ones objétales las qu e mejor corresponda n a la si tuación nica clí del om m ento.En la figur a 6 ofrecem os do s de esas posi bilidades;la gra n vari edad de conf igur aciones qu e se encuentran en la pr ácti ca seráilustrada m ás a mpliamente cua ndo apl iquem os el modelodel objeto self a la casuística (cf. los capítulos 8 a 10). La
)m figur 6{aobj uestra ns, u sel f no cohesi vo los relaci onado un a ga maa de etos totale algu s de cua les ueron f con elegidos por apuntalam iento yotro s sobre na u base narcisista. De hecho, est e es le cuadro que presentanasl relaci ones
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Figura 5. Ilustració n de los di versos pos ti de relaciones objétales.
O bjeto anaclítico
O bjeto narcisista
objétalesuelgo decesar el uso de objetosself, vale decir, cuando elmodelode obj etoself ya no es el ás m ade cua do paraesclarece r el funcio nam iento psíqui co. En el estadoe d transi ción, relaci ones com o las que apar ecen en la fi gura
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I’igura 6.Modelosde repr esen taciones intra psíquicas el d self v los objetos.
(a) Self Integro relacionado con una serie de objetos íntegros.
Núcleos dispares
(b ) Núcleos dispares del self relac ionados con los objetos.
6{a) coex isten conotras ue q sigu en la pauta delos objetos-self de la figura .5 Además, es probableque en esta
etapa apa rezcan también objetos tran sicionalesen el mu ndo de as l repr esenta ciones.
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En contras te conlas condi ciones m adur as qu e descri be este modelo,en la figura6{b) se pinta el m undode las representaciones anterio r a la form ación de l self cohesi vo. Hay varios objetosself, dotados cada uno de distintas cualidades (lo cual se indica enel di agrama mediante el uso de etral redonda ybastardi lla, marcando sí a a l falta deinteg ración entr e los di versos aspe ctos de estos objetos). Análogam ente, coex isten is n integr arsediversos aspe ctosdel self(y tam bién esto sedesigna mediante diferen cias ti pográfi cas). Para señalar que da ca aspecto del self o núcleo es am sol ente parcial , en lugar de utilizar un cí rculo com pletose emplea un segm ento ci rcul ar. La fr agm entaci ón de un self hesi covo en sus nú cleos ntea cede ntes puede afi grcarse di bujando al self com o un círculo completo y luego su bdividiéndoloen un cierto úm n ero de segmentos, cad a cual conun rótul o diferente.De ordinario , tal re gresi iel funci acom paña da defuera un conj unto de cam bi os las adici ona lesónenrá onam iento, de la esfera de relaciones objétal es. Conceptu alizaremos tal es fen ómenos dentro e d un m arco m ás am plio, que seráexpues to en le próxi mo capítulo.
N ota s
1 ra En e lzacapí o 7 ina con s tdet lacleo vida á ental cteri da tul por al sfe altaexam de defe nsa smáfren e all ale nú m sm íntimoca del ser hum ano. 2 En al se cción so brelos m ecanism os de de fensa ípi t cos del capí tulo 6 seexpondráen detal le el desarrol lo yoi co. 3 Entre los rtaba jos teóricos más cohere ntes en torno aestas escu tiones se cue ntan los de G lover, queculminann ela conce ptua lizac ión de un «nivel func ional»como fase del desarrol lo psíquico (1950) . Pronto sepondráde manifiesto quenue stra obra tiene con él unagran de uda intelectual . 4 Cf. Fre ud (1909A), esp. págs. 4143. 5 Podría de cirse que ya ol habí a he cho ne el «Proyect o» de 1 895, ai dest cas, r de la la de pinterven end encia l de bebé , para laVésa isfael cció n tul deo 4 su s. necesi da ade ciónde los ult ados. atse capí 6 Rem itimos a páginaspost erio res deeste ca pítulo para nu estradefinici ón de l self y su conc eptua lización com o línea e d desarrol lo. 7 Más adelante, Fre ud 1 ( 93 1a) introdujo una nue va ra mificación, al distinguir entre dos ti pos deelección deobjeto ilbidinal n e la vida adulta. En elprimer tipo, el objeto de amor seelige de acuerdo conl emode lo sum inistrado por al pe rsonaqueoriginalmente u c idó del niño; a esta elec ción de objeto Fre ud al denom inó p «or apuntal amiento » [«anacl ítica» , en la term inología inglesa T .)], pues su poní a que en talescasos la libido (N. del se apuntala en al pulsi ón de autoco nse rvació n. El segundo itpo
desel ele ión en d e obj eto ae s presente el «narci sista» eún n aél,as el etosu reflpa eja al f,ccsea suform o; lg en pe ctoobj de sado o de su n ahe lado futuro.
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K El prim ero de setos nvesti i gadores ue f proba blemente Fe dern (192 652), cuyos innov adore s aportes ni clí cos nu nca obtuvieron el reconoci miento que merec en debido a lasfallas desu exposici ón e tórica. La minucio sa intro ducció n qu e escri bió We iss pa ra la re copi lación de us s secrit os m itigó sólo en parte el probl ema. Federn m e pleó os l ét rm inos «yo» o «yoico» de m ane ra descri ptiva paraunaconf usa gama de fenóm enos:sentimiento yoi co, ronf teradel yo,nviesti dura de l yo, estadoyoico, etc. Consos e términos pa rece haber aludido , en dif ere ntes o mmentos,al sel f (tal c om oalPrcc de fini mla os),pri al yo tó sté siicm laren teorí aente, estructural , oalaquí sistem de mera p a,ico etc.de Apa tem la psico logía int erpe rsonalde S ulivan pro cura b a arca r el mismo ámbito, pero se im l ita a als condu cta s obse rvablesxterio e rmente, sin form ular na u teoría de la psiqueen sí. La secu ela kleiniana ha librado una lucha n gran e medidanfiructuo sa por nt i egrar al conj unto de conocim ientosanalí ticos las obse rvac iones roce p dentes edl tratam iento de u s jetos con una orga nización psíquica relativam ente pri mitiva, y su fracaso sedebe a la impropia iliut zación de las cons trucc iones ed la teo ría estructuralparaexaminar los problem as queplantea la psique primitiva. En Grin berg 1 ( 968 ) se hall ará un ejem plo de las insostenibl es cosif ica ciones aque sto e puededar ug l ar. 9 de Sandl yríaRose nblatt incl suconce ptua lizac iónesba el pc ró tul o laerteo estruct ural . uye Quinsiéram os señal ar que ajoconce ión sólo es sost enible pa ra las condici one s preva leciente s luego de la diferen ciación del yo , vale dec ir, en línea s ge nerales despu és del sepult amiento del com plej o de Edipo. El mund o de las represe ntaciones seva eri giendopoco a oco p en una poca é ne que los recu erdos están rganiz o ados en rgan me dida seg ún su gsi nificación re spe cto delas pu lsiones. or P consi guiente,as l re pre sentac iones tan to delself cua nto de los obj etos continúa n ejerciend o su nf i luenci a dinám ica deuna m aneraque on tiene se ntido clas ificar en tér minos dela distinció n entre leyo y le ello. 10 Se hal lará una scri depción más co mpleta deest a línea de sade rrol lo en la se cción sobre el narcisi smo del capít ulo 6. 11 Est evol n rea selidad exam ina conul moás 6.detal le en al secció n sobre el a exam enució de de l capít 12 Estudiaremos más minuc iosam ente lo s des cub rimientos clínicos de Kohut ne los ca pítulos de stinados ailustrar elempleo de l mode lo jerárqu ico parael orde namiento de materialclínico rea l. Véanse esp. los capítulos 8 y 10. 13 Otra de clara ción de Rapa port ace rcade al nece sidadde un concepto delself en la teoría psicoana lítica p a areceen (1967¿>, pág. 688,n. 2). * Véa se la «Advert encia ldetraducto r» supra, , pá g. 1. [N. del T.] 14 Desta quemos quesi bien los rtastorno s ne uróti cos del cará cter presentanuchos m deosl denom inad os «rasgospregenitales» en la esfera dela libido, su m odo ed org anizació no n co rresponde al dela fase de los obj etosself arca icos. sEtructuralme nte,están org anizad os según e l modo cara cterí stico del perí odo de latencia. Discu tirem os con ám s am plitud es te importante probl ema en le capítulo 8, al dar un ejem plo cl ínico de tra storno ur ne ótico de carác ter. Además de la obra de ohut K so bre los trastornos na r cisistas dela personali dad, se han he cho import antes cont ribuciones psi coana líticas ue q utilizaroncom o marco de referen cia, implícitamente, eldel self y los ob jetos. Entre lla es res alta la obra de Mahler (1963,1965, 1966, 1967) , bas ada en la obse rvación directa de las relaciones objétales de niños pequeños. Jacobson (1964) se las ingenia para examinar el mismo tema emplea ndo elvocabulari o de la psicol ogía de l yo.
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11«Expectable»; it lera lmente,previ « sibl e», o se a, la qu e previsibl emente ha de rse da en sos ca normales. autores Los liuti zan con frecue ncia ste e térm ino, evi tandoa l palabra «normal »; por jem e plo, en la expr esión «expectable adult functioning», que hemos traducido funcionam « iento adulto regular» . [N. del T.] 15 Goldberg(1971) haplicaado estaconce ptua lización ldeselfal exam en deun signi ficati vo fenóm eno psicol ógico que no s pee culi ar dela sit uación psi coanalít ica: el de la spera» «e .
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Segun da parte.El modelojerár quico
6. Líneas de desarr ollo en inter acci ón
Hasta ahor a hemos pasado revista a las teorí as clínicas de uso corrientedesde suintroducci ón por parte de Freud, y a algu nas otras que , a nuestrouic j io, estaban implícitas ensu obra.Todas esta s teorí as ti enen co mo car acterís tica com ún que incluyen los puntos de vi sta metapsicol ógicos ná dimico y estruct ural;mediantemodificacio nes y agr ega dos oportunos podrí a añadírseles el económ ico. En ningun o de los modelos em ej plificadores que esbozó Freud para stase teorías, se presenta ara clmente la orga nización de los datos desdeel punto de st via gen ético, pese a que los actores f gen éticos son sencial e es parala compren sión delmateri al clínico. Es evi dente,entonces, la conven iencia de bosquej ar un modelo de la vida psí quica qu e tom e como eje el p ropi o desa rrol lo psicol ógico ysea capaz de d escrib ir de manera exp líci lasy posi biliesiv dades multán easnsión de u n táci funcionam iende to ppre rogrta esivo regr o. Lasi com pre ta, quepue supone rse en toda teo ría psi coanalí tica, de los anteceden tes gen éticosde los estados quic psíos actuales no basta a par formarsena u im age n clara de su evol ución o de su s potenciales uctu fl aciones. Al escoger un principio organizador de nuestra exposición que recurr a pri mordi almente la a cronolog ía del des arroll o, esta mos apli cando la estudi o del funci onam iento psíqui co totalunprincipi o corrienteya ut ilizado por el psicoa nálisi s par a estudi ar diversas fun ciones m entales separ adas. 1 Freud empleó po r pri mera vezeste en foque en Tres ensa yos de teoría sex ual (190 5d). Allí presentó el desar rollo dela libido com o una serie epigené tica. Este pr incipio fue adoptado por Ferenczi y denom inado «l íneas dedesarrol lo» en 91 1 3, cuando presentó su obra sobre la vole ución delsentido de rea lidad. Su def ensora ás m congruentea h sido Anna reu Fd (1965), y en cuanto ala importa ncia teórica de lacepcon ción epigené tica, ya a l hem os exam inado en el capí tulo 1.
füva; desarr psíquico onsiste c un a estru ctur aci ónroll progresi si oll nten i o tam os co nstruir nuen modelo de l d esar o debemos bo squej ar de quémane ra seadqui ere al estruct ura mental, en l esentido m ás lato.En este se ntido , «estruc tura» signif ica fu nción duradera; sin embargo, com o desta có
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Rapaport 196 ( 0), «los factor es estru ctura les qu e deter minan el comportam iento [. . . ] son relativamente permanentes» (las basta rdillas sonnuestras ). El estudio ám s congrue nte sobr e la relati va estabili dad de div ersas funcione s mentale s y «su ever r sibilidad o irr eversibi lidad [. . . ] frente alstressinteri or o ext erior» ue f el emprendido po r Har t mann (1952). Este nos advirtió que las funcione s recientemente dqui a ridas «muestran un alto grad o de reversi bilidad en el niño»(pág. 177) y difere nció los «apa ratos deautonom ía primar ia» de los de «autonom ía secunda ria».Los pri meros son estructur as rel ativamente estables desdeel comienz o, en tanto qu e los otro s adqui eren sólopoco apoco esa estabil idad. Esta s e un a manera novedosa de diferenci ar las estructuras congé nitas de las dquiri a das.Todo modelo de desarrol lo debe ocuparse, al m enos enlo que atañ e a las funci ones m ás importantes de laique, ps dela cuestió n de la autonom ía, planteada porartm H ann ya en1939. Como dijim el capí ntroducto i ia pue rio, ndi maduraci ón en pos deoslaenautonomí a tulo secundar de ila carse en un esqu ema evo lutivo mediante el eejde orden adas de nu gráfic o de barr as (véas e la fi gura 1). Presen tándolo desta e manera, seguimos la recom endaciónde Glover (1950 ): «Lo que llam amos, en el sentido estructural, organ ización de la mente no deb e concebi rse com o una mera seri e de niveles dedesar rollo superpuestos. Hay, para utili zar una imagen espacial, un desa rrollo tanto erti v cal cuanto hori zonta l del aparato» (pág . 374). Glover destacó mta bién que todos los stem si as funcionales sigue n operan do co njuntame nte a lo argo l de la da vi una vez que han sido formados. Sostuvo que debía procederse al examen si multáneode u n cierto núm ero defunci ones sepa radas par a tra zar un m apa evo lutivo del funci onam iento mental.En verda d, este program a se hace eco de la declaración deFreud enuna cartade 1933: «El próximo “mapa” psi cológi co tendrá quer se más de tall ado que el quehoy pose emos» (Weiss , 1970). El ma pa que hora a habr emos de traz ar noso trosno será tan minucioso com o idealm ente ne cesitaría ser; paraconserv ar la claridad posi ex tiva, debe mos contentar nos conesbozar las líneas de desarroll o que estim amos esen ciales.Aun con esta limitació n, el di agrama result aría algo com plejo si quisi éramos mostrar,simultáneam ente , todas las modalidades alternati vas que existen par a el cumpli miento dedeter minada tare a psíquica. A fin de a clararesto, ol vvamos al jem e plo que emplea mos en el capí tulo 1 para explicar e l conce pto de epigén esis:la línea de desarr ollo de lalibido.
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Es bien sabidoe qu ciertos m ontos delibido no par ticipan en la progr esión ge neral del desarr ollo (cf. Hartmann y Kris, 1945). En personas que ya hanalca nzado el prima do de losgenitalesse encontrará n de seos orales,anales y fá licos. Unmodeloapr opiado del esarr d ollo debe poder osm trar todasstas e div ersas corrientes de laón pulsi sexualn e su operaci ón conj unta.Además, algu nas de estas fun ciones tem pranas, «primitivas», persist en inaltera das ensu form a srci nal, mientr as que otras perime ex ntan cam « bios de función»; estos cam bios será n indicados en el ej e de orden adas del diagra ma. A medida que avanza el desarrollo, las posibilidades potenciales de nci fuonar tanto eniveles n rimi p tivos com o más maduros, con onsi«cam bio de función», se tornan crecientem ente com plej as. En nuestro odelo m , esta com plej idad puede indicarse m ediante el arti ficio grá fico de la super posición ed estr atos;vale decir,en cada faseevolutiva, debajo del casi llero q ue indica los modosde fun cionam iento tí picos de esa fase ncl i uirem os todo s los modos util izados con anterio ridad, cada uno de los ale cus puedetodav ía ser cti a vado. Esta acti vación puedetenerlugarcom o result ado de una regresi ón en estad o de stress o de alteración de la concien cia, y en vari as otrascircunstancias, y puede estar l a servi cio de la adapta ción o d e la cr eatividad. El despli egue de la persona lidad hu mana se un proceso intrinca do que im plica variosogr los, posibi litados por el prog madur ativo,independi específi co de nE ca da fase , de erto nú meroreso de funci ones entes. conse cuen cia,ci la elección de as l ílneas de desarrol lo que h an de nclui i rse en . un modelo erárquic j o no seapoya n e criteri os rí gidos o absolutos. Las suge ren cias qu e ahor a expondremos deben considerarse tentati vas y lex f ibles. Nuestra s opcionese shan guiado por la noso logí a de los comporta mientos que, medianteel modelo,se esper a diferenciar un o de ot ro.2 En la elecci ón delas funcionesinclui a r en el modelo, la orientació n clínica de los fundam entos racionales de este hace que nos concentrem os en las ea ár s sensi bles a la interacción con elmedio, y nospreocupe mos m enos de aquell as secu encias m adurati vas cuyas pauta s de desarrol lo son m ás o menos nvariabl i es. Por ejemplo, no incluirem os el desa rrol lo de las pulsi ones agr esiv as o de los aparatos autode nom ía pri maria, parti endo deal base de questas e pauta s de desarroll o com parativ amente invariables, o bien co ntribuyen poco, en gener al, a la evaluaci ón diagnó stica, o bi en deben guardar a la eluci daci ón futura de us importanci a por part e de as l investigaciones psicoan alíti cas.
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La in teracción de dos líneas de desarrol lo: situacion es de pelig ro típica s y relaciones objé tales Come nzarem os nuestra xposi e ción de la ntera i cción entre las líneas de desar rollo volviendo alas si tuacione s de peligro típ icas ya pre sentadas en el ca pítulo 1. En su resumen de las teorías de d Freu sobr e la angu stia,Strache y ha definidobien en qué consisten las tua si ciones de peli gro: «La esen cia [de un a situación tra umátic a] es una experi encia de desvali miento [. . . ] frentea una acu mulación de la excitación,ya sea de o rigen externo nterno, o i queno pue de tram itarse.La “señal de ngus a tia” es la espuesta r ldeyo frent e a la amenaza de que sobrev enga un a situaci ón tra umática.Dicha m a enaza const ituye una situaci ón de peli gro. Los peli gros inter nos se m odifican en ad c a períod o de la vida» (SE,vol. 20, pág. 81). Como dijimos en el cap ítulo 4 al examinarl emodelo del arco reflejo, ya en 18 95 Freud ha bía postulado que la organización psí quica debe desarrollarse a parti r de un se tado funcio nal inicial, «primario », en el cu al se produce la de scar ga directa edi mante le cumplimiento aluci natorio del deseo, pasa ndo aun estado «s ecundari o» en el que es posi ble nhib i ir esa descarga directa. Debe adquiri rse gr adualmente el exam en de rea lidad, y esto se producee- m diante la experiencia repetid a del displacerconse cuente a la desca rg aFreu a través dela «el vía aluci natoria. D e do ahí el la único afirmación de d de que displ acer sigue sien medio de educación». 3 Sólotres éca d das después de Proyecto su de 895 1 compl etó Freud su trabaj o sobre la secu encia de desarroll o de los peligros típicos. nEInhibición, síntom a y angustia(1926 d) señaló la gén esis delproceso secunda rio con especto r , en espe cial, al paulatinoesar d rollo del ap ego del niño or p la madreo sus susti tutos.Esta «li gazón» conla persona que ha sum inistrado las «acciones espe cíficas» cf ( . 1950 [1895], pág. 318) necesarias para evitar la sobre stimulación ysupe rar e l desvali mientohace que el pel igro srci nal de la acumulaci ón tr aum ática de excitaci ones se a, en los casos pití cos, remplaz ado por el peligro de perder lagazón li con la madre, por el pel igro de la sepa ración: «El contenido del peligro[. . . ] se despla za de lasituación económ ica ala condi ción que determ inó di cha situaci ón, o sea, ala pér dida del obj eto. [. . . ] Esta mudanza signifi ca un primer gran progreso [ . . . ] , el pasaje del surgimiento
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autom átic o e involuntari o de la angu stia a su repr oducc ión deli bera da co mo señ al de peligro» (192d 6, p ág. 138).4 Como he mos mostrado en laigura f 1, la fase dela angustia de se par aciónpuede a su vez subdi vidirse; Freud seña ló que en estadi os pos teri ores «ya no se trata de us laen acia o la pé rdida real del bjeto o , sino de lapérdida del or amdel objeto» (1926J,pág. Por entonces reud F no 143). llamó la atención sobre el hech o de que la separaci ón de la madre puede ser traum ática aun cuando se evite a l sobresti mulaci ón sum inistrán dole al niño una perso na adecuada que se haga carg o de él . Un cam bio tan drásti co en el m undo del ni ño puedeconsti tuir un trauma narcis ista; por el lo, para su elucidación apr opiada es preciso seg uir la línea de desa rrollo del nar cisismo.5 De hecho, Freud vinculó las for mas posteriores de gr peli o típico con slaanteri ores a trav és del denominador com ún del nar cisismo infantil. En la fasefálica, es elpene el que posee mayor al v or narcisi sta, y en consecue ncia la si tuación de peligro tí pica eneste estadi o es la am enaza de pér dida del pene, val e deci r, a l angu stia de castr ación. La secu encia quehem os descri to puedeformulars e tam bién en térm inos de los correspo ndientes procesos que tienen lugaren el ámbito de las relaciones objétal es. Luego de l establecimiento e una d diferenciaci ón cogniti va estable entre el sel f del niño y su objeto primar io, al peli gro de sobr esti mdida ulaci óndel le ob desigu lae an gustia separ ación. de El te m or í\ de pér jsuce eto siend o lade si tuación lipe gro t picaen tanto yen cuanto el job eto sea fundame ntalmente una porci ón del mu ndo nar cisista del ño ni que esteecen sita, o sea , un «obj etoself» arcaico. Este e stad o de os c as llega a su fin conla consoli dación denusel f cohesiv o, tras lo cual ya nos enecesar io man tenerun cont rol o mnipotente sobre el obj eto d uran te gr an parte del em tipo. La angustia desepar ació n ce sa en tonces de ser la itua s ción peli grosa cr ucial; ahora, la au sen cia delobjeto prov oca m ás bien celos angusti a de sepa ra cicastigo ón, y la ohosti dadsali result ante es la que fuente del temor la a lirepre la a (el temor a la castració n). Ferenczi (1926) ha dicho que el sepultam iento del com plej o de E dipo es la ex periencia desepa ración de cisiva en el desar rollo psíquico del niño.Al dar origen la superyó, este pr oceso m odifica en fo rma cardinal el funcionam iento psíquic o. Convierte al niño en una entidadautorre gulada y autónoma; a partir de entonces, él ya no siente fundamental mente emor t de ser casti gado po r los dem ás o de qu e
estos tom en re presa lias contra él. La situación de peli gro 1 típico pa sa a ser lade la an gustia moral.En estepunto , la
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importanci a suprem a de las relaci ones obj étal es en el sentido nterpersonal i com ienza a dis minuir ya ser remplazada por la delos conflictos intr apsíquicos.A su vez, luego de la consoli daci ón de la barrerae dla represió n, a l angustia moral es susti tuid a por lasamenazas eali r stas. La formación de esta nu eva estructura term ina dediferenci ar defi nitivamente al yo del ell o. Al mismo tiem po, la ang ustia es típicamente puesta al ser vicio del yo com oseñalde peligro. La secue ncia de peli gros esbozad a — sobrestimu lación, p érdida el d obj eto, cast ración, confl icto intraps íquico y am enazas eali r stas— puede dividirse e n tres per íodos tem porales sucesi vos, cad a uno de los cuales requi ere, ara p su mejor compren sión, el uso de nu modelo di stinto de la mente. La época de posibl e sobrestim ulaci ón trau mática requiereel em pleo del odelo m del co ar reflejo. A parti r del punto nodal desarroll o eenelque ael firm e difere nciaci ón del cogn itiva entr self se yesta elblece obj eto,un modelo m ás conv eniente es el basado en las vi cisitudes dela form ación del self y de los obj etos enel mundo de las represe ntaciones. Cuando, una vez estableci do el superyó,ya no se hace indispensablea lpar ticipaci ón de una persona externa pa ra la au torr egulaci ón delniño, el modelo delos objetos selfdeja de ser el m ás perti nente par a la luci e dación de la con duct a. En la fase ne que los confl ictos ntrapsíi quicossucede n a la angustia de separaci ón o de castració n com o peligros tí picos, los más apli cables son los modelos tripartito ytópico. Freud puso uch mo cui dado en aclarar que da ca si tua ción de peli gro persi ste aúndespué s de haber sido sucedi da com o típica por una nueva amenaza: «No he tenid o intenci ón al gun a de asev erar qu e cad a determ inante su cesiv o de la angu stia nval i ida po r com pleto al pre cedente.Cierto es que, a medida que avanza el desarrollo del o, y las situacion es de peli gro ante riores tiende n a perd er su fuerza ay sersosl ayadas.[. . . ] Sin em bargo, todas sta e s situaciones de peli gro y estos deter minantes de la angu stia pueden persi stir uno juntoal otro,y hace r que el yo reacci one frente a ellos con an gustiaen un perío do posteri or a l que les corresponde; o bien vari os de ellos pueden pasar a operara la vez» (192 d6 , págs. 14142). Para indi car que cualqui er situación depeligro pue de volver a presentarse aun cuando haya dejado de ser la típica, hem os deado i un diagram a en que se indican sucesi vamente
los di versos estadios el ddes arroll o y, en cada uno, hem os repetidotoda s las situacion es de pe ligro pre vias (véase la
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íigura 7).6 Este a rtificio gráfico apun ta a mostr ar que los peli gro s nun ca se dejan a trás po r compl eto; más bien se agregan otros nuevos a los que yaxie stían. El mism o pri ncipio se apli cará a las otras funci ones que intentarem os eluci dar con este odel m o, todas s Ja cua les se representarán con u na ser ie similar de supe rposici ón de estratos. Figura 7. Jerarquía de las situaciones de peligro típicas en diversa s fases delesar d rollo. Peligro de amenazas realistas Peligro de angustia moral
Peligro de angustia moral
M .,JtJi
Peligro Peligro de de castración castración
Irreversible
Peligro de Peligro perdida delperdi da objeto (o objeto de su am or) de su
Reversible Peligro de sobrestimulación traumática Tiempo .
Peligro de sobrestimulación traumática
Peligro de Peligro de perdida del perdida del objeto (o objeto (o de su amor)de su am or)
Peligro Peligro de sobres- de sobrestimulación timulación traumática traumática
Diferenciación cognitiva del self y el objeto
------v/---------- v----' N ------
Modelos Del arco aplicables reflejo
de d el (o am or)
Del se lf y los objetos
Peligro de castración
Peligro de sobrestimulación traumática
Formación del superyó - V -----------------
Tripartito
Tópico
El diagra ma que m uestra laerarquí j a de las tua si ciones de peligro tí picas endiversas fases del desarroll o es en todo sentido característi co del modelo que expondrem os en esta m onografía, y que co nsisti rá en la super posi ción de diagram as similares paraoda t una gam a de líneas de desarrol lo paralelas queben deestudiarse para com prenderen profundi dad el comportam iento hum ano. Los gráfic os resultantes mue stran tapa e s del d esarrol lo dentro de las -cua les secum ple de m aner a especí fica unaciertafunci ón. En algúnpunto nodal, com o el de la formaci ón del superyó , ciertas alter acione s en otras fun ciones posibi litan (o incluso exigen) un cam bio deci sivo, de modo tal que la función corre spondi ente es a parti r de entonces cum plida d e
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una nuev a mane ra. Sin em barg o, en ciertasondici c ones, aspe ctos que aca ban de dejarse atrá s pueden volver ot ra vez a la pal estra. Para qu e sea posible suponer diversas íne l as de desar rollo, cada una de ell as debe est ar subdi vidida en segm entos que com ienc en y term inen en idénti cos puntos nodales. Estos puntosde viraje evo lutivos representa n el logro de auton omía secunda ria po r partede algún«aparato » de nusu i al impor tancia — una inter iorización estructur al que , en circun stan cias co rrientes,ya no estará jeta su a una desdi ferenciaci ón regresiva— . En los diagr amas seindicará n tales cam bios me diante la nv i ersi ón de la direcci ón de na u de las dos flechas que originalmente corrían senti en do contrari o; cuan do am bas flecha s apuntan en el sentid o de la maduración, la estructur ación seha vuelto irreversi ble.
Consideración de otras líneas de desarroll o: el narcisismo, el sentido de realidad, los mecan ismos de de fensa típico s Ahora pasaremos a examinar más detalladamente el modelo de as l líneas de desar rollo en intera cción aña diéndole tres erar j quías defunci ones m ás. A dos deellas ya as l h emos identi ficado com o prerr equi sito par a la com prensión del desarroll o de ngu a stia yde la s relaciones objétal es: son las del na rcisismo y el sentido de realidad. D e hecho, tuvimos que hacer ciertas afirmaciones preli minares acer ca de ellas en nuestra pre sentaci ón de las dos jerarquías de las cua les he mos hablado. La última funció n que incl uirem os en esta versi ón esquem átic a del model o será lade las operaciones defensiv as tí picas de da ca fase deldesarr ollo. Narcisismo
Freud ntroduj i o el concepto teóric o del nar cisismo ne 1914. E n con sona conl de epredomi nio, en su s teorí deelsa e niño, época , de la ncia psicol ogía las pulsi ones, postul óasque luego delca anzar la cap acidadde dif erenci ar cogniti vamente entr e su propio elf s y el obj eto, da un paso cr ucial:distribuye u s libido en dos tipos, ilbido narcisistay libido de objeto. Mediante lalección e de estos térm inos, F reud intentaba seña lar qu e, seg ún dónde se invistieran la s pulsi ones parciales, apar ecían ne ellas dif erencias cua litati vas.7 Freud exam inó ue l go el desti no que sufre en la vida posterior del in ño su «nar cisismo primario»:
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«La observaci ón del adultonorm al muestraamortiguado el delirio de gr andeza que una vez tuvo, y borrados loscaracteres psíquicos d esde losua cles he mos di scerni do su nar cisism o infantil»(1914c, pág. 93). El individuo «h a erigido en el interior deí suideal n por el cu al mide u s yo [self] actua l». Sobreeste i«deal del yo » recae «el amor de símismo de que gozó en infanci la a el yo [self] real», en el caso de los individuos que alcanzan un niv el regular de desarroll o adulto.Comoocurrió conu s expo sición del funci onam iento psíqui co engene ral, tampoco en esta m ateri a se preocupóFreud po r establ ecer los pasos inter medios entre el estadi o inicial de esta línea de desarroll o y los estadi os car acter ísticos de sumadurez. Fueron m uchos lospsic oanalistas que , a lo largo deosl años, contri buyeron ala compr ensión clínica deestos problem as (c f. Nage ra, 1964 b; Federn926 152; A. Reich, 1960). No obstan te, la indispen sable elu cidaciónmetapsi cológi ca sólo se logró enlos últi mos ti empos conlos trabajos de Kohut (1966, 1968, 1971). Kohut hiz o tre s aportes pri ncipalespar a una reform ulaci ón de la teoría psi coan alíti ca de l nar cisi smo. El primer o y fundam ental es que le nar cisismo tiene u na línea dedesarroll o propia, distinta dela qu e corr esponde la a libido de obj eto. Ello implica qu e la an alogía freudiana sobre la nve i stidura libidinal —su extensiónacia h los objetos su y retiro de ellos com o los seudópodos de aunameba — car ece devalidez. Kohutcontr adice el concep to de que la investi dura de libido enun objeto di sminuye la cant idad d e libido disponible para el self, o vic ever sa (cf. 1966). La segu nda de las innovaci ones teóric as de Kohut ha sido la formu lación de dos estaci onesde paso ne el camino indepe ndiente que sigueel desar rollo narcisista. A estos avances respecto del nar cisismo pri mario se los designó com o el dioso» y al «imago parental dea i lizada».El self «self gran grandioso es el estado presen que ta a l psi que infanti l en la eta paelden om por Freu d del placer puri fi cuando sel f inada se atrib uy e todas sla«yo per fecci ones. s, Ecado», pues, la fuente dinám ica de las am bicione s personales, «estrec hamente entretej ida con sla pulsi ones y sus inex orables ent sion es [. . . ] [el self] quier e ser mirad o y adm irado» . En estaetapa, a«l investidura na rcisista [. . . ] se mantiene dentro de los ne xos delself». En contra ste, al imago parenta l idealizada es refiere aun «otro» arcaico y es deposit aría de investidura narci sista «a malgam ada con rasgosdel autén tico amor de ob jeto». Consecuentem ente,su aparici ón m arca un
paso adurativ o apr opi adobajo a la el fase en el des arroll oda dedela libido m na rcisista. Lue go, efecto de la di pér
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objeto, la frustraci ón o ladesilusi ón, tendr á lugarla identificación con el progenito r idea lizado. La mayor de sta es pérdidas esla correspondiente la a desil usión edípi ca, la cual da por result ado la interi orización que asu vez dese mboca en la formación del superyó : «El ideal del y o es aquel aspe cto delsuperyóque corresponde laa ntroyecc i ión m asiva, espe cífica de la fase,de las cua lidadesidealizadasdel obj eto» (Ko hut,suf 196 pá g. 249) . ón Análoga mal, ente, el se lf gr and ioso debe rir6,una modif icaci gr adu «fundi rse con la estruc tura de las eta ms yoi cas y alcan zar la autonomía. [. . . ] El exhibi cioni smo del niño debe poco a po co desexuali zarse y quedar subordinado stasa acti e vidades que apuntan a una meta» (1966, pág. 253). El conte nido idea tivo de la s imágenes exhibicionistasnar cisistas primit ivas de l self gran dioso es la fantasí a grandiosa. La tercerá contri buci ón de Kohut respecto del cisismo nar consi stió en tomarn ecue nta las trasform aciones del narci sism o pri mitivo en atrib utos funci onales qu e posee n autonom ía secun daria, com o la sabi duría,la em pati a, el hum or, la cr eativ idad y la ace ptación dela tran sítoriedad. oda T s estas trasform aciones son posterio res a l establ ecimientorm fie de idea les ectores r ables. vi En el diagr ama jerárquic o que proponemos, se epresenta r rán p or un avance ascendente lo a largo el d eje de ordena das. En su examen del co mplejo de ca stración, en 1914, Freud examinó po r primera vez a corr l esponden cia entre el desarrollo del nar cisismo y del amor de obj eto, aclar ando qu e el predom inio de esa con stelaci ón enuna de las fases qu —e posterio rmente 1 (923e) habríade denom inar la «fa se á f lica»— se basa en la maduración de la libido de objeto y la simu ltáne a investidura ar n cisista del falo. Dentro dela psicologí a evol utiva de Freu d, es bienconocido el pape l primordial que cu mple el co mplejo de castr ación en la resolución de los confli ctos edípi cos libidinales y agr esivos (cf. 1924d); quizá on sea tan vastame nte com prendido el hecho de que Freud consi deraba el temor de la ci castra ón especí ficam ente com o un peligro de daño (cf. narcisista 1923e, 1925/ ). Expresadode otro modo: la gradual re ducción de la gran diosidad del ño ni alcan za a sufalo en úl timo término,de m ane ra ta l que el exhi bicionismo fáli co — así com o su equiv alente ne las mujeres— continúa som etido a la excesi va vulnerabi lidad q ue cara cter iza a cada aspecto el d self ran g dioso.Como señaló Freu d (1919e), cuando el complej o de Edipo no ha sido bienresueltose produce un sentim iento subj etivo de inferio ridad cuya ejor m descripci ón ser ía la deuna «heri da nar cisista».Desde este partic ular pun to devista, se orna t veidente que es requisito para el sepultamiento del complejo dediE po un a madur a-
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ción sufic ientedel nar cisismo a lo largo desus vías de trasform ación, que perm ita al ni ño tolerar lamortifi cación cau sada por elcolapso deu sgrandiosi dad fáli ca. Por supue sto, no debeinterpretarsee qu este se el ú nico requi sito; para mencio nar sólo los requeri mientos esenci ales en rm téinos de am or objetal, el obj eto edípi co debehaber sido investido sa ci ente com y todacon la trintensi íadadad edípicufi de be hab eropuna asadopersona a ser el csepara om-da, ponente ideativ o dom inante de la da vi mental. 8 Tal vez este sea el lugar ropi ap ado para cer ha un com entario acerca de las di fere ncias, en cuan to a esto,entre el desa rrollo de l hombre y el d e la mujer.9Freud (1925;) llegó a afi rmar que la per cataci ón por parte de la ñanide su falta de penes eunaherid a nar cisista queorigina u n sentimiento de inferio ridady un «com plejo de m ascu linidad». El desarrol lo favorabl e en la m ujer de pende deque a cepte est aorhum illaci ónpadre nar cisista, , bajo juntos de le am por el ay rilyval idad los conefectos la adre, m con trasfo rm este deseoedun peneen el anhelo de ner te un bebé. Como en la s niñas el sepultamiento del complejo de Edipo de pende de la fru stració n libidinal (y no del peli gro de castración, su princi pal agen te causal en los v arones), el superyó de las mujeres ende ti afunci onar de ane m ra distinta queel de los h ombres (cf. Freud, 1931 b). Sin embargo, estas diferen cias en el desarroll o no impiden apli car ahom bres y mujeres elmismo model o de la me nte. Quizás estem os ahor a en con diciones de nco i rporar lanea lí de desarr ollo del nar cisismo al m odelo trazado para ilustrar la delas relaci ones obj étales ylas situaciones peli degro tí picas.Se recordará e quen el diagra ma (figura 7) no intentam os dar cuen ta del perí odo de tr ansic ión que vadesde aq uel en que el peli gro tí pico es la par se ación de l objeto hasta aque l en qu e lo es la castr ación. Nos p erm ite ex plicar esta tra nsic ión la gr adual reducción del self grandioso, ya bosquejada: la etapa de transición se produce toda vez que gr andiosi dad ent qu eda irreversi blementedem li itada lanitofalo del la niño. Análogam e, la idea lización los proge res pa sa acentrarse en sus atri buto s fál icos. Podem os ahora superponer, en gura la fi7,a l línea dedesa rroll o del nar cisismo. Al hacerlo, se advierte ue q antes de la diferenciación cogni tiva del self respectodel obj eto pr evalece un estado de narcisismo primario, y luego de ella, hay correspondenci a entreal etap a de la angu stia de se paración y la del sel f grandioso y las m i agos pare ntalesdeali i zada s. Cuan do la grandiosi dad nar cisista qu eda li mitada la
falo, la ang usti a de castraci ón des plaz a gradualme nte, com o peligro típico, a la amenaza de pé rdida del bjoetoself arcaico.La form ación del su peryó entr aña la inter ioriz ación
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del deal i delyo así como el pasaje la a preponder anciade los co nflictos inters istém icos, o sea, el surg imiento ed la angustia m oral com o peli gro tí pico. Tras la consolidación de la barrer a de la repre sión, estosconfl ictos ya no son di rectam ente discernibl es; la angustia queda confi nada asu funci ón de señ al depeligro, yel na rcisism o sufrede ordi nario sus trasform aciones m adur as en empatia, creati vidad, sagacida d y hum or (véase la gur fi a 8). Figura8. jerarquías del narcisismo y las situaciones de peligro típicas endiversas fases de las relaciones objétales .
Áa
na
Trasformaciones del narcisismo Angustiaseñal y amenazas realistas Ideal del yo Angustia moral
Irreversible
1 1Ideal del yo Angustia moral
Narcisismo l Narcisismo Narcisismo fálico fálico fálico Angustia de Angustia de Angustia de castración castración castración
Maduración
Self Self &« . i Self grandioso grandioso grandioso grandioso e imagen e m e imagen c imagen i ag en parcntal parcntal parcntal parental Reversible idealizada idealizada idealizada idealizada Angustia de Angustia de Angustia de Angustia de separación separación separación separación Narcisi smo , Narcisismo NarcisismoNarcisismo Narcisismo primario primario primario primario primario Sobresti Sobresti Sobresti Sobresti Sobresd mutación mulación . mutac ión mutación | mutació n traumática traumática traumática traumática traumática Tiempo
Grandiosidad limitada al falo
Consolidación de al barrera de la repre sión
El sentido deeali rdad
En su trabajo Form ulaciones sobr e los dos princi pios del acae cer psíquico( 1911¿>), Freud dej ó abierta s dos cuestiones conex as: el modo dedesarr ollo del proceso de pensamiento secun dario y la acept ación del incipi pr o de reali dad, apartir de los estados prima rios precede ntes (el proceso de pe nsamiento primario y el ncipi pri o de pla cer). La tentat iva de com pletar las esta cione s inter mediasentre la «etapa psí quicaprimaria» la y «etapasecundar ia», ca-
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racter ística del pen sam iento devigilia del adulto norm al, fue llevadaa cabo por Fer enczi (1913). Al hace rlo, cons truyó la prime ra línea de desar rollo psicoan alíti ca,1 0 que puede correlaci onar se conla descrip ción posteri or de Pi aget, m ás detallada, sobr e el desar rollo cogn itivo del iño n (cf. Piage t e Inhelder, 1969). Ferenczi com enzó su exposición parti endo del hallaz go d e Freu d en el caso del «H ombre de las Ratas»(1909J); en la ne urosis obsesi va el paci enteestáconvenci do de la om nipotenci a de sus pen sam ientos. er Fenczi descri bió cuidadosamen te lo que m ás tarde habrí a de denominarse «esci sión del oy» en estos paci entes. Una parte de us or gan ización psí quica queda tenida de en la etapa del pensam iento mágico, mientr as que otra, habiendo aceptado el pri ncip io de realidad, puede ve r ese pensam iento primit ivo del otro fragm ento de la personali dad com o algo ri dículo . Ferenczi interp retó ell pensam iento mit ivo o una regresió n de al los esta dio infanti car acte rizadopri por na u com falta de control impulsos.Freu d había relaci onadola fantasía omn de ipotencia con la m ega lomanía nf i antil; en nuestros agr diamas, corresponde ala era delelfs gra ndioso. De acuer do con Feren czi, «el remplaz o de la mega lom anía infanti l por el reconocimiento del poderde las fue rzas an turales onsti c tuye elconte nido esencial del desarr ollo del yo» (1913, pág. 218). Suponemos que aquí Ferenczi se refi ere al estableci miento deuna represe ntaci ón estable del self (en es e contexto,nosot ros pr efer imos utili zar la expresión «sistem a del self»).11 Ferenczi concebía lamegalomanía infant il como la persistenci a de unestadiode «omnipoten cia incondic ional» inmediatam ente pos terio r a la existen cia intrau terina.Aunque la expresión ar «n cisismo primario» fue introduci da por re Fud al añ o siguiente, Ferenczi debe de haber supue sto y a queuna etapasíano podía perd urar m uch o tiempo, pese a los me jores esfuer zos en tal senti do dela m adr e o su s susti tutos.Inevi tabl emente,nilas ru fstra ci ones debían eri r go, contoda la lusi i vez ón ue de la om potencia ncon i dicional. Siinterf n em bar q la crianza lograr a sati sfacerlos dese os del bebé, «este debía senti rse en posesi ón de unacapa cidad m ágica m ediante la cual podía efecti vamente re alizar todos ssudeseos. er Fenczi llamó a esta tapa e la de la «om nipotenci a aluci natoria ám gica». A rgum entó que los adultosnor males reto rnan aeste estadi o de orga nización en el sueñ o, y que las ips cosis co nstituyen «l a contrapartid a pat ológica de estaregresi ón».12 Para co nsegu ir qu e las per sonas que lorían c sati sfagan ssu
dese os conmayor frecue ncia, el niño debe aprender emia tir señales m ediante activ idades m otrices. Al princi pio, cada vez que estas son seguidas de una satisfacción, experimenta
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sus descarg as m otri ces no oordi c nadas com o si ueran f señales m ágicas; más adelante, desarroll a con este n fi un lengua je gestu al parti cular. Por el lo, Ferenczi llamó ala eta pa siguienteel «p eríodo de la om nipotenci a medianteel aux ilio de gestos m ágicos» . En la vi da adulta, su equival ente es el uso de los div ersos tuales ri mágicos. El fracaso de estas edidas m ág micas para prov ocar un a satisfacción real sa caua la postre e l col apsode la ilusión de omnipotenci a. A travésde este en frentam iento consu incapacidad de ntro colar mágic amente el mundo ext erno, el niño aprende poco a poco a establ ecer la sti dinción cog ni tiva entr e el ex terior ysu propio self. Esto po ne fin a la era del narci sismo pri marioe inaugur a la de las m iagos p a rentalesidealizadas.Ferenczi supon ía que a continua ción el niño atravi esa u n períod o anim ista, en el cua l «cadaobjeto le par ece dotado de vida»; ello implica que los obj etos so n vistos únicamente como representaciones proyectadas o espejadasdel self, aunque cogniti vame nte ya selos reconoce com o externosa él.13 Las pe rson as en car gadas de la crianza, a las q ue a horase les atri buyen poderes ág m icos, pueden incl uso enesta etapa sati sfacer losese dos del niño, siempre y cuando este apr enda a«rep resen tar si mbólicamente un objeto». En con secu encia, Ferenczi afirma que «si el niño está deado ro decuidados cariñosos, no pr ecisa [ . . . ] renunciar a la ilusión de su omnipotencia» (1913, págs. 22829). Natur almen te, entrelos m edios decomunicaci ón simbóli ca reviste supr ema importan cia el len guaje; su m ayor eficacia promu eve el remplaz o gradua l del simbolismo gestual rpoun «perí odo de pen sam ientos y palabr as mágic os». Esta se la etapaque se re produc e en la adultez en las eur n osis obsesi vas, así com o en ciertascreencias y prácticas religiosa s (cf. Freud, 191213). De acu erdo con Fere nczi , «para re Fud el imperio delprincipio de placer sólo concluye el con total despr endimiento psíquicoesp r ecto de los progenitores» (1913, pág. 232) . Aunque no hemos podido encontrar ningún escrito publicado de reu F d que rati fique est o, creemos quees una buena síntesis deu sposi ción teóri ca.14 La etapaen que el omportami c ento es regul ado de ma ner a habitualpor el pri ncipio de eali r dad noqueda firmemente esta bleci da hasta el sepul tamiento del com plej o de E dipo. Feren czi demostró que el senti mientode omnipotenci a persiste por ás m ti empo en el ám bito de la sex uali dad que ne otras ár eas, y lo expl icó sobrela ba se de que la posibi lidad de gratificación«autoerótic a» prolon ga el imperio del pri ncipio de placer n este e sector de la condu cta. (En estecontexto, habría si do prefer ible hablarde «autosatisfacci ón li
bidinal» par a desi gnar los resultado s de la m asturbación.
dado queFreud ha bía ampliado lapalab ra «autoeroti smo» paradesignar el primer estadio del desarrollo ibidinal, l anteri or alnarcisismo. Nosotros hic imos estamisma disti nción al trazar la línea de desarroll o del nar cisismo, cuan do observamos quela gra ndiosidad fál ica es el últ imo aspe cto que se resigna de la megaloma nía nf i antil.) Luegode deom la cep atencia tacióndel del princi de puede reali dad,encontrar la ne cesi- exdad nipo hom brepio sólo presión (en suvida devigilia) en sus creacione s artísticas, que ti enen el carácter de lusi ones i conci ente mente com partidas. D ebe volver a destacar se aquí quela resignación de la om nipoten cia infanti l por efecto de las frustr aciones de la realidad, com o las queimpone la derrota díp e ica, contribuye a la consoli daci ón del self com o sistem a psíqui co, definiendo enforma ca da vez más precisa su s límites y capacidades ea r les y oncluy c endo sí a con la posi bilidad de qu e se an en él vez esci si ones e anen (en ilusi ci rcunstanciasproduzc regul ares) una que sperm ren unci ates a las ones de omnipotencia de a lesfera sex ual. Los m ecan ismos dedefensaípi tcos La última lí nea de desarrol lo que xepondrem os en este capítulo es la de al jerarquíade los m ecanism os de defensa típicos, cuya epresen r taci ón gráfica, así com o la deldesarr olFlo del reali dad, aparece la sas fi gura .9 as a reu d ysentido a había de conceptu alizado lasen defen psíquic com ienzos de al décadade 1890, sobre la ase b de suobservaci ón clí nica de div ersas ne urosis en las cua les lasde ias o afectosdisplacente ros h abían sido acti vame nte apar tados.16 Describ ió una ser ie de métodos de defensa en esto s diferentes síndr omes neurótic os (1894d , 1896 b), destacando el hech o de quelas d efensas operan nconci i entem ente, y especificó en detalle los mecanismos de la represión, el aislam iento de afecto, a form l ación reactiv a y la pr oyecci ón. Como señaló Anna Freud (1965), duran te el períodon e que Freud se de dicó a explorar el inconci ente dejó temporariamente lado de estas importantes stinciones di tra zadas po r él en sus pri mer os trabaj os. Desde 1900 hasta 1926, aproxi madam ente, el término «represi ón» fue u sado casi com o sinónimo de «d efensa».16 EnInhibición, sínto ma y angustia, Freud volvió a establece r que el concepto ed defensase emplearía«como designación al gener para todas las técn icas de las queace h uso el oy en los conflictos que pueden conducir la a neur osis» (192 6d, pág. 163). (Aquí se designa ba al «y o», conform e a la teoría est ructur al, co-
mo un conj unto de funcionesntales me duraderas. )
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Como método s de defen sa típicos, Freud diferenció el uso de la repr esión enla histeria deluso dela re gresión libi dinal,la form ación eactiv r a, el aislam ientode afecto yla anulaci ón retroac tiva en la neur osis obsesiva. Adoptandoun punto devista evo lutivo, afirmó asimismo: i «Bien pu ede ocurri r qu e an tes desu tajante div isión en un yo y un ell o, y antes de la form ación delsuper yó, el apar ato psíquico uti lice dif erentes mé todos de defen sa de los que em plea luego de haber zalcan ado estosestadios de organización » (1926d, pág. 164). Figura 9. Modelo erár j quic o de las líneasde desarrollo del sentidode reali dad y de los meca nism os dedefensa picos. tí
Irreversible
Maduración
Renuncia Principio de rea lidad Represión Represión propiamen- propiamente dicha te dicha Principio Principio de re alidad de rea lidad DesmentidaDesmentida Desmentida (aislamien- (aislamien- (aisla miento de afec- to de afec- to de afecto, etc.) to, etc.) to, etc.) Omnipoten-Omnipoten- Omnipotencia delau cia de l au cia de l au tocrotismo tocrotismo toerotismo (arte, 1eSoñación)
Proyección, Proyección, Proyección, introyecciónintroyecciónintroyección Palabras y Palabras y Palabras y Palabras y ademanes ademanes ademanes ademanes mágicos mágicos mágicos mágicos (neurosi >bsesiva) Reversible Represión Represión Represión Represión Represión primordial primordial primordial primordial primordial Omnipoten-Omnipoten- Omnipoten-Omnipoten- Omnipotencia lau cia alu cia lau cia alu cia lau cinatoria cinatoria cinatoria cinatoria cinatoria (sueños psicosi s) 1 Tiempo nciación Cohesiv idad ------Difere cogniti va del del self self y el objet*
v Superyó y función sintética
Barre ra de la represión
En su monografí a de 1 936, Anna F reud num e eró las di versas defensas tempranas descritas por Freud en el curso de su obra:intro yecci ón y proyecci ón, nversi i ón enlo contrar io, vuelt a contrala per sona pr opia y desplazam iento de las m etas pulsi onales.Luego trat ó de ordenar stas e defen-
sas en una ecu s encia evolutiva:
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«La proyecci ón e introyecci ón era n métod os que depen díande la difere nciaci ón de l yo [self] respe cto del un m do exteri or. La expulsi ón de representa ciones oafectos del yo [self] y su elega r ción al un mdo externo o sólser ían u n alivio para el yo [self] cuando este hubiera aprendido a distinguir entre sí es ye mundo. [. . . ] Proce sos com o la regresión, al inversi ón y la vuel ta sobrela per sona pr opia, son probabl eme nte [. . . ] tan ant iguos com o las pulsi ones mismas, o al m enos como el conflicto entrelas mocione s pulsi onales y cualqui er obstáculo que ellas pudie ran encon trar en s u cam ino hacia la gratif icaci ón» (1936, págs. 55 56 [las nte i rpolaciones nso nuestras]). En otra s palabr as, estos destinos de las lsiones pu se de sarrollan gradua lmente ne la época en qu e el aparato sípquic o aú n fun ciona de acuerdo con el model o del arco reflej o. Los m eca nismos dela proyección ay introyecci l ón sólo pu eden añadirse l a repertori o defensi vo, en cam bio, después del esta bleci miento irreversi ble de la di fere nciaci ón cogniti va entr e el self y el ob jeto.17 Anna Freud examinó también las fases más maduras de estalínea de desarroll o, apun tando que los d esplaz amientos de m eta se xual qu e con stituyen la posibi lidad de la subli mación se basa n en el co noci miento yla acepta ción previ os de «valores sociales superi ores».O sea, la sublimación sólo puedeemplearse despué s de la fo rmación del supery ó: «Los mecan ismos dedefensa dela represi ón y al subli mación no podrí an ser em pleados ino s en n u momento relati vamente tardío del pro ceso de desarr ollo» (1936, pág. 56). Sin em bargo, ella no dio una fundam enta ción ra cional específ ica paraesta tar día adqu isición de ta les capa cidades. La elabo ración de un model o jerár quico puedeexplicar y apuntab, lar estasconclusiones (cf. tam bién Hartm ann, 195 0 págs. 12426). Sea com o fuere,la subli mación y la represi ón per tenecen, a todas uces l , a una épocaposterior al sepult amiento del Edipo. En nuestr os di agr amas, hem os ndicado i que bala rrer a de la represió n sól o puede esta blecerse una vez completada esta disoluci ón. Aquí queremos poner de eli reve que tam bién Anna F reud nsi i ste n e que «es fú til hablar de represión cua ndo el yoaún est á fundido con el ello». Ya hem os ci tado aFreud, quien en 191 6 sostenía que a la form ación delsuper yó se asocia una «tajante ivd isión en un yo y unello» (condic ión que, pre supon emos, implica una relati va irreversi bilidad en este aspec to).18 Más reci enteme nte, se han emiti do opi niones concern iente s a la diferenciaci ón del yo respecto de la ma trizcom ún qu e comparte
con le ello en un mome nto m uy anterio r. Para es r olver es 93
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tos di vergentes puntos de vista se hace ne cesar io un an álisis más detallado del desarroll o del yo. En el capí tulo 1 reseñamos laevoluci ón del con ceptofreu diano del yo y concluimos que Freud no eshabía ocupa do en grado apreciabl e de este problem a. El primer exam en amplio de la cuestión s el e de Hartm ann, Kris y Loewe n stein (1946): «Durante la fase ide ndiferen ciación madur an apar atos que más adelante que darán ba jo el controldel yo, y que sirv en a la moti lidad, a la percepción ay ciertos procesos pende sam iento.En estas esferas, la m aduración prosi gue con la organizacióntotal a la qu e denom inam os “yo”; sólo después de la forma ción del oy quedar án plenam ente ntegrai das esta s funciones» (pág. 36). El concebir aunfasede indif erenciaci ón y aparatos de au tonom íaaci pr imaria ev llcum ó aple e stos aadqui stul ar que la fo rm ón del ono y se tan autores pronto sepo ere la capa cidad dedistinguir entr e el sel f y el noself. Compre nder esto esesencial. ll Eos subrayaron que obtener dicha capa cidad es sólo elprimero (aunque el fundamental) de los pasos e qullevan ala form ación delyo. A ella le g si ue el desarroll o gradual de la capa cidad de pospo ner la gratificaci ón, que pr obabl emente es producegracias a la identificaci ón con la adre m nutric ia y gracias ala ma duració n de otrosapar atos.Así, en su debido mom ento seace ptan las limitaciones de la re alidad. La form ación deloyes ópti ma en situacio nes de ópti ma frus traci ón: «Para cons ervar el am or del me dio quelo rodea , el niño apre nde a control ar su s mocione s pulsi onales;esto mpli i ca que la dif erenciac ión entre el loely el y o se hace ca da vez más completa a medida que crece [ . . . ] . »Con al exis tencia de la repre sión, la línea de marcator ia entre el el lo y el y o que da tra zada m ás níti dame nte y mantenida m edian te contrainvestid uras» (1946, págs. 4546). Estos autor es opinan, tonces, en que la diferen ciación def initiva entre l eyo y el ello sól o pue de pr oduci rse cuando, bajo el m i pacto de la angu stia de castración, el niño aprende a control ar su libi do fálic a y su agr esión . Por consiguiente,no hade espe rarse le esta bleci miento irreversi ble del yo hastaque quede sepultado com el plejo de Edi po. La misma inferenci a se extrae de una observaci ón sobre la cual nfo i rmara F reud en muchos de su s pri meros escritos (1899¿, 1901 b, 1905d), a saber , que la amnesia nfanti i l por lo gene ral se extiende hasta el sext o u octav o añode
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vida. De esta generalización clínica cabe deducir que la represión, com o modali dad pri mordi al de defe nsa, no comienza h asta sa e edad. (Estam os definiendo la dem arcación en tre el yo yel el lo en tér minos deladvenimiento de la represi ón com o mecan ismo de defen sa típico, aun que nunca exclusivo.) Hecho este exam en dela formaci ón delyo, podem os ahora volver al tem a de la ne lí a de des arrollo de las de fensas. Repitam os una vez más que cadaecan m ismo cumple el papel de m odo de defen sa predominante ípi ocot sól o en un períod o parti cular del des arroll o, aunque el he cho d e que predomine unerto ci m ecanismo no implica queen e sa fase no se utilicen ot ros. Una vezque seadqui ere un meca nism o de defensa com o capaci dad funci onal, siempre se puederecurri r a él en casode ne cesidad.Además, el concepto de defen sa típica no m i plica queel meca nism o en cuesti ón surj a de lanada al com ienzo de la fase en que pasa a cumplir la función defensiv a típi ca. Por el con trari o, cada meca nism o debe tener una historia prev ia, un perí odo de gé nesis en cuyo trascurso aún no cu mple la función defensi va.10 Y una vez instau rado com o modo d e defen sa caracter ístico, puede ex perimentarn ucam bio de función ycom enzar aoperar alservicio de fi nes ada ptat i vos, no defensivos. Concomitantemente en caso de un stress mayor que el reg ular, puede ha ber unaregresi ón a u n modo anterio r de o rganización,reinstaur ando la función defensiva del mecanism o.20 Por úl timo, digamos que laerar j quía de defensasueqhabrem os de rop p oner a h sido ordenada de acuer do con al secue ncia en qu e estosmecan ismos son ut ilizados com o típicos; no de be confun dírsela con lacu se encia de sugén esis com o proc esos mentales, que puede ser muy distinta. Como hemos visto, Anna Freu d (1936) ordenó las defen sas en una línea ev olutiva, colocan do com o eta pa inici al los destinosde las pulsiones. Glover (1950) expresósu coincidencia coneste punto deista, v agr ega ndo qu e la fase siguientepodí a entenderse com o la del establ ecimiento e d un sistem a de contrai nvest iduras; subr ayaba Glover qu e stress este si stem a es, paraempezar, de respuesta al traumático m ás que al confl icto inter no. El princi pal proce so de contrai nvest idura se el de la epr r esión pri mordi al. Hablando en térm inos st e rictos, este o n es propi amente n u mecanis mo de def ensa,sino m ás bi en una con secuen cia de la nca i pacidad ra pa erigir acti vame nte defensas;la repre-
sión primordi al es vi venci ada por el sujeto de an mera pasiva como algo inev itabl e. 5d), F En su trabajo sobre la re presión (191 reud había estableci do a l hipótesi s de que, antes de ins taur arse la «re
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presi ón propi amente dicha» hay una fase de«represión primordial [ . . . ] , que consiste en que a la agencia representan te psíquica age ( nciarepre sentante repre sentaci ón) de la pulsi ón sele den iegaJa adm isión en lo co nciente»(pág. 148). Frank y Musli n (1967) han reseñado muy bien la his tori a del repre sión pri mor dial. Señalan esto autores queconcepto Freud (de en1915e) había supuesto que a spar mante ner la repr esión primordi al debí a instalarse auncon trainv estidura; con la re presión propiame nte dicha,«hay Prcc».En 1926,Freud planademás un reti ro de inv esti dura teó laposi bilidad deque la repre sión propiamente dicha remplace a la repr esión pri mordial ue l go de la form ación del superyó. Esto imp lica que, tras el logro dela autorregulación tónom au a, los retoños de mpulsos i peli grosos deben serexcluidos perm anentem ente dela conci encia;ant es de alcanzar ha dic autonom ía, basta con ultar oc esa s idea s a los dem ás; sólo los estados que provo can re al di splacer, vale decir, los traumas, deben ser evitados, para lo cual alcanza con laepresi r ón primordi al. Sin duda , cabe suponer que sa e tra nsición de una ot a ra etap a tiene ugar l de ane mra gradual. ¡ ' Como apun tam os en nuestroam ex en de la teorí a tópica, la re presión pri mordiales la evi taci ón au tomática del sdi placer que acter car iza a los procesosenta mles p rimar ios. Por consi guiente, aunque tal ez vno se cue nte conella enuna etapa tan tem pran a de la ida v com o la quecorre sponde a los desti nos de sla pulsi ones, puede con siderá rsela elmecanismo de defensa «tí pico» en laetapa ne qu e el funci onam iento m ental se cumple segú n el m odelo d el arc o reflejo: es el pri mer m ecanism o psí quico que see po un propósitoadaptativ o. La repre sión pr imordialsigu e oper ando com o defensaefec tiva en caso de sobrestimu laci ón traumática a lolargo de toda la ida, v pero esen la tem prana infancia en equtales continge ncias ien t en m ás probabi lidade s de pr oduci rse. Si la maduración y el d esarroll o psí quico sigue n un curso regul ar, esa ép oca se pro nto suce dida por otra en la cual,ade más de las m edidas para evitar la sobrestimulaci ón, debenerigi rse de fensa s contra los conflictos intra psíquicos.Esta progre sión es par alela la logro de la capa cidad de diferenci ar cogniti vame nte el sel f del mundo ex terno. Ya hemos dicho que para Anna Freud el logro de la diferenciaci ón per mite com enzara utilizar con fines defensi vos los mecanism os de pr oyecc ión e introyecci ón. Quisiéramos subray ar unavez más que tales procesos mentales no se
inici an all í, sino qu e ya exi sten enuna etapa anterior de la nfancia, i en la queno cum plen propósi tos defensi vos. típicosduTiene n el carácter de mecan ismos de defensa
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rante unperíodo ilmitado del desarr ollo, que va desd e la adqu isición de la capa cidad de ferenci di ar cogniti vame nte al sel f del no self hasta la consolidaci ón del exam en de realidad. Modell (1968) describi ó ya la indispensa ble correlaci ón entre el logro del exam en derealidad y la agluti nación fsel com o si stem a estab le;no esta coa lescen cia im- de pli ca qu e del a parti r de en tonces ya áser posibl e dejar reconocer i nsiquieraaque llos aspe ctos del sel f que es eviden cian com o nar cisistamen te disp lacenteros peli o grosos desde e l punto ed vista de la bid li o o de la agr esión;así, la reali dad desus propi as cualid ades es le hacemás establ emente percepti ble al suj eto, y, concom itante mente, me jora su captació n de las reali dades del mu ndo ex teri or. La proy ecci ón com o modo de defensa pico tí secorresponde con las fobi as pr eedípi cas de losniños peque ños, con su temor a los objetos ex terio res o a los ruidos que pu eden serv ir com o represe ntacio nes de su s propi as exci taciones interna s peli grosas.Los m eca nism os proy ectivos que apa recen en las ps icosis en tien si milar si gnificación.Estos ca sos deben dif erenci arse delas proy ecci ones m ás madur as, p ropias delas neurosi s, que acon tecenuna vez estableci da la barre ra de la represió n. En las zoofo bias ca racterísti cas de la «n eurosis infant il» posteri or a la for mación delsupe ryó, así com o en las obi f as de losadult os, hay presenteseca m nism os proy ectivos; pero su signifi cación se much o menor que lasproy ecci ones m asiv as del ni ño pequeño; ade más, en estos últ imos estados, la proy ecci ón noes el m eca nism o de defe nsa típi co. En cierto sentido, la pr oyecci ón, com o mecanismo, co ntinúa adur m ando. Al mejorar la apti tud par a perci bir la reali dad, pasa a sustentar la vole ucionadacapacidad deempati a del adul to. Rapaport(1967¿z) ha descritolos di versos usose d la proyección en una secuencia evolutiva semejante. Debe tenerse en cuen ta qu e la p osibilidad de recurri r a este m eca nism o depe nde dela capac idad de distinguir elself del obj eto. Con frecuen cia, lo que sedenomina «proy ecciones» de los psicóti cosdeli so nmitaci provocadas la adjudic imposibi lidad de deun manpe tener esta ón del or self ;p la ación nsam iento o sen timiento ropi p o a otro individuo obede ce a la fal ta dediferenciación entreel self yel obj eto. De manera análoga , incluso er citas «proyecci ones»preedípi cas posterio res se describ irían conmás propi edad com o «ex terio rizaciones», en los ca sos n e que ciertompulso i nsoportabl i e es me ram ente arroj ado fuera del self sin qu e necesar iamente selo atrib uya a un objeto enpartic ular.Comoobservara Jacobson (1964), los términos «proyección» e «introyec ción» ha n sidoutili zadoscon poca pr ecisi ón en la ilteratu-
ra. Estas confusi ones pue den evi tarse sise eval úa ca da com -
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portam iento en tér minos de al jerar quía de posibi lidade s de desa rrollo. Una vezque el self queda definido com o unidad psíquica de acuer do conlas re alidadesefec tivas, se torna imposi ble atri buir los m i pulsos peli grosos a los dem ás com o modo típico de defen sa. A parti r de esemomento y hasta la interiori zación de las rea norm as sm orales, la defensa típi caació e s nla desm entida delas lidade peli grosas. La inter ioriz de la moral pone térm ino a este esta do de co sas al ex igir la apli cación de contrai nvest iduras perm anen tes para an mtener eprimidos r osl conten idos psíquicos nacepta i bles.Para una correcta eluci daci ón delmecanism o de la desmen tida, debem os pasar revi sta alas ideas de Freud sobre el prob lema de la percepci ón de la reali dad ex terna. Basch (1968) ha mostrado que la tentati va m ás exitosa e d Freud paraconceptuali zar el probl ema de la pe rcepción -ex tern a fue la qu e llevó a cabo en el «Proyecto de psicolo gía», especi almente con las m odificaci ones que intro dujo en la Carta 39 a Wilhelm Flies s (Freud, 1950 [1895]). Aquí Freud post uló por primera vez apar un ato psí quico connu sistem a percepti vo y de m emoria separ ados. ormuló F un a hipótesi s decisi va, que ha sido ratifi cada po r gr an par te de las nvesti i gaciones sobre la percepción liz rea adas de sde aquel entonces cf ( . G. Klein, 1959), a saber: el sist ema percept ual (>) invariablemente asmit tr e los estí mulos que recibe a la con cien cia (to), defi nida esta última com o una insta ncia nterm i edia qu e imparte cua lidades sensor iales a los perceptos . Estas cua lidadespuede n enton ces ser notadas por el sistem a de la m emor ia ('tp); paraque secum pla este pa so del pr oceso debe aplic arse inv esti dura de atención. E n los com ienzos de la vi da m ental on es posibl e selec cionar las percepci ones quehan de regi strarse en la memoria: aun aquellas quesrcinará n displacer on s inv estidas. 21 Consecuen temente, Freud postul ó que es preciso desarro llar algún mecanism o de defensa que perm ita al ni ño desinvesti r rápidam entelas perc epcione s displacente ras. La desi nvest idura delos estí mulos endó genos que pr oducen di spl acer se es el me de epresió r superyó n pri al.aSin em barg o, ant decan laismo forma ciónladel lamordi ma yorí de los trau mas provienen de contecimientos a realesám del bito interpersonal, de ta l modo qu e la re presión pri mordial es en sí m isma ins uficiente comodefensa.Basch señ ala que Freud reci én habría de res olver el problema de la defensa con tra p ercepcione s extern as inevi tablesal descr ibir el mecanism o de al desmentid a, en la década de 1920. Freud com enzó autilizar el co ncepto de ren egació n en 1923, en una serie de artículo s sobre la fase fáli ca del esarroll d o psicosexual. Informó ace rca del ech h o observadoorp él
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de qu e los ni ños desm ienten superce pción correcta de la ausen cia de pene en la mujer (cf. tam bién Freud, 1924 c, 1925;). En su trabajo sobr e el fetichism o (1927c), destacó quene el sistem a mném ico pe rdura la percepci ón correcta,pese alo cual se per siste enla cree ncia de que la mujer posee falo . Apuntó que ste e m ecan ismo se observ aba tam bién e n caso s en que habí a que def enders e de algun a otra percepción terna ex di splacenter a.2 2 Segú n Freud,com o consecu encia de la desm enti da, se producíauna «escisión del yo ». Cuan do volvió a este te ma, en e l Esquema del psi coan álisis (1940 a), so stuvo que los niños deben optar con fre cuenci a entrela ren uncia pulsi o nal y la desm entida de la reali dad; esta últi ma implica la presen cia de una «fi sura» enel yo, un aban dono deus función si ntétic a. Para uno delos fragm entos de la personalidad al condu cta sebasa en el reconoci miento delerda v dero estado de s, cosa mientra s que elotro fragme nto no lo tomaen cuenta. nE elEsquema , Fre ud explí cito qu e la desmen tida de las percepciones ene ti lugar durante elism mo perí odo de al niñe z en quese evitan as l e xigen cias pu l sionales desagradables cedmer ala repres ión.23 Destaquem os una vezmás qu e la desme ntid a, defensa -tí pica e d estebrev e perí odo del desarroll o, tiene una pre histori a no defensi va que da ta de la ép oca en qu e exi sten núcleos del sel f dispar es — la época anterio r a la consoli dación deun self uni tario y cohe sivo— . La fa se de ladesmentid a com o defensa pití ca concluy e una vez que la fu nción si ntéti ca h a madura do o l sufi ciente co mo par a tornar imposi ble, en circun stancias regulares,qui cual er fragm entación egr r esiva del sel f cohesiv o. Este logro ncr i ementa la angustia de castraci ón, tornandomenos efi cac es las def ensas, y promu eve así el eventual sepultam iento del com plej o de Edipo. La form ación concom itante del superyó ce ha que yano bastemeramente co n alej ar de ís las de i as peligrosa s: a part ir de all í, esta s deben ser proscritas de la concienciaedi mante la represi ón prop iamente id cha . La repr esión e s la defensapica tí correspo ndiente ala época de la eur n osis inf antil, o sea , la de losconfl ictos intra psíquicos entreel yo, por un lado,y el super yó y las pulsiones, por el otro . La repre sión pr opiamente dicha implica el estableci miento decontrainv esti duras perm anentes, lo cual es otramanera de deci r que seha er igido o estructurado aun barrera de la represión. A este pa so evolutivo se lo suele de nominar la consolidaci ón del oy com o sistem a. Una vezque la barrer a de la represi ón seha vuelto nm i une a la desacti vaci ón regresi va encircu nsta nciasregular es o u na vezque le niño ya no pue de vivenciar com o
tales su s impulsos nce i stuosos, can ibáli cos o primiti vos de 99
algú n otro tipo, los nuevos peli gros proceden tes de las pulsi ones ser án enfrentados mediante la ren uncia,sin recurrir aesfue rzos defensi vos. Hasta ahora nos he mos oc upado sól o de una fracc ión del repertorio de m ecan ismos de defensa que se descri ben n e la actual teorí a clínica, aque llos que he mos con sidera do típicosdediversas fas es del d esar rollo psíquico. Un punto de vista si milar está implí cito en la obr a de Rapaport(cf. 1961). No podem os abordar aqu í la tarea de si tuar dentr o de este squem e a las defensas restant es; apuntem os si mplemente, a tí tulo ilustrati vo, la pr obabil idad de que el aislamiento de afectose funde en procesos msi ilares alos que estánen la base de la desm entid a, y enton ces perten ezca, característi came nte, al im smo estadi o de orga nización psíquica (cf . tam bién Gedo, 1971).24 Mediante la supe rposici ón de diversas íne l as de desarr ollo se obti ene un m odelo erá j rquicode la evoluci ón de laestructura de laente. m Reservam os parael próx imo capí tulo el aná lisis de este odelo m complej o y su com para ción con otro s modelos.
N ota s
1 Zetzel (1965)ha propu esto n u mode lo evolutivo organizado n e to rnoamos de l ejen e delnu tiem pero, en lo dem ás, di fere nte del que a dopt estr o po trabaj o. 2 En e l capít ulo 11 se hallará un examen de tallado de una nos ologíapsico analítica. 3 La ne cesidad de intro duc ir el desa rrol lo del sentido de a re lidad a fin deeluci dar la líneade desarrol lo delas sit uaciones depeli gro ítpicas m uestra que , en unaconsi deració n ca bal de cual quier cu estión psíquica, no pue de dejarse de lado ninguna de las de más cu estiones.Más ade lante,en este ism mo capí tulo (pág s. 8891),se retomará la línea ed desarrol lo del senti do de a re lidad. 4 Freu d ya habí a de scri to el uso del displace r com o seña l en el «Proyec to» de 1895: «...tras su ulterior re petición [la descarga de displacer] , se amortigua hasta tener la intensidad de una señal ace ptablepara el yo » (195018[95], pág. 359). En 1900 y 1915 elabo ró más est e conce pto. 5 Para un a ulterior elaboració n de st eas cues tiones,véaseFreu d (192 6d, pá gs. 16972). 6 Cuando as l lfechas verti cales del diagram a apunta n en di rec ción opuesta,loelsignifica q ue la función querepre sen tan ú an pu ede perde r su autonomía,ale v decir que sta eúlt ima es «reversi ble»; cua ndo apuntan aenmism l a direcci ón, se ha alcanzado a au l tonom ía secu nda ria. En st ea última, as l un f ciones sía esque matizada s son la capa cidad de dif ere nciar' cog nitivamenteel self del objeto, y al interio rizació n de la autorre gulació n. Com o se verá luego, las se ries deflechas que on tienen leyenda en la parte
inf resentan el log ro de sivo y al consol idaci óer niorderep la barrera la de re pre sióun n. self cohe
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7 A la ve z, Freud e sta blecióla distinción entre ibidlo na rcisi sta e «interés eld yo»: «... en cuanto ala diferenciación de las energ ías psí quicas, nos ve mos leva l dos a la conclusió n de qu e al comien zo, en el esta do del narcisismo, coe xiste n [...y ]sólo cuando ha y unainvesti dura de objeto se posi ble discri minar una ene rgía se xua l —la libido— de unaenerg ía delas pulsi onesyoi cas»(191 4c, pá g. 76). 8 Kohut haam llado nuest ra taenc ión (en unacom unicac ión personal) sob eños el vínculo enp tre fantasí asas ded vue locpre sentes ne todos os l rni y as l tem ra naa sls exp erienci e ere ción; en am bos ca sos secom bina la grandi osidad on c elplacer se nsua l. La afición a la velocidad que con frec uencia manifiesta n las pe rsona s de acrácter álico f pue de se r un re toño, en la vida d aulta, de estas xper e iencias nfianti les. A la inversa , el tem or a acer quizá represe nte tem pra nos ra tumas que interfirieron prem atura mente al grandiosidad «voladora»del niño —ca si con se guridad por al pé rdida del apoyo que le bri nda ba el objeto m onipotente idealizado— . Tales te moresserí an a sí los pre cursoresinmediatos de al angu stia de cas tración. 9 Para al evolució n dela teo ría deFreud cer aca de la se xual idad (SE,
10 fem Enenri ina gor, , cf la. línea Strache de y desa vo rrol l. lo19,depá la gs. lib245 ido 46).yaestab a implícita en los T res ensayos de teo ría sexu al deFre ud 1 ( 905¿), pero sólo más tardeespecificó als diversa s fases deesta evol ución. 11 En el apí c tulo 5 ha blamos ya del logro dela capacidad dedistinguir de manera rea lista entre el self y el mundo e xtern o, al referirnos alas re laciones obj étal es; en la próxi ma sección de este ca pítulo volvere mos a ha cerlo en cone xión cona l se cuencia de ope raciones ed de fensa tí picas. 12 Sobre al ficció n teóri ca que consti tuye el conce pto de cum « plimiento alucinatorio del dese o», véase el capí tulo 4. Su empleo no m i plica establ ece r na da acerc a del funci onam iento rea l del cerebro dura nte la infancia. 13 rencia Tal vez especu sea l etapa ada en sciertas orm f aná alisi s sde «tra e laesta r» o a«en espej o»,recre producida en el detrasf stornosnarcisi stasde la persona lidad (cf. Kohu t, 1968, 1971). El concepto es congrue nte, adem ás, con el uso ade expresi l ón de Winni cott, «objeto ra t nsicional», com o pe ríodo interm edio en la línea evol utiva de las relacionesobjétales. 14 En una No «ta introduct oria» a «Complem ento meta psicológico a la doct rina de los sueños» (SE, vol. 1, pá gs. 219 21), Stra chey traza a l historia de los rtabajos de reu F d en relació n conel exa men de rea lidad. Este artí culo de Fre ud g ira en torno del probl ema de la alucinaci ón y dela facultad ed distingu ir en tre fantasía y rea lidad en la vi da de vigilia. C omo seña la Strache y, Freud ya habí a post ulado enel «Proyect o» de 18 95 la nece sidad dequeexista un sistem a psíqui co establ e; la denom inó entonce s «el yo», afirmando quese caracteri zaba porlos p «rocesos psí quicos secundari os» capaces deest abl eceruna dem ora que perm ite a l sistem a perce ptualsum inistrar«indicaciones dea lrea lidad» , con ol cu al es posibl e dist inguir los pe rce ptos delas re prese ntaci ones e mntal es. La No «ta introduct oria» de Strachey incluye na u n ómina de los rtabajos po steri ores ne qu e Fre ud volvió a ocuparse de este problema. 15 En 1894, Fre ud a tribuyó estactitud a def ens iva a «el yo» —expre sión quea la sazón si gnificaba la org anización delself per cibida por la conc iencia—. 16 Véanse os l co mentari os de S trachey (SE, vo l. 20 , pá gs. 17374).
17 us Ra t a(1967 a,cci 196 1) da otra form ulación sobre los di versos opa s por de l proye ón.
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18 El hecho de que la di ferenciación entrel eyo y elello no itene lugar sino ue l go de al form ación delsupe ryó co nsti tuyeunaobjeción irrefutable de la alternativa teórica consistente en utilizar un mode lo «biparti to» —esto es,ne el cua l la psique qued aría’ dividida n e yo y ello— ante s del un f cionamiento delsuperyó, para los ca sos ne qu e el triparti to result a inaplicable. 19 Véase también Rapa port (1961) . 20 Com o más adelante dem ostraremos con m ateri al clínico, talesregres iones pu eden d aopt ar dos orm f as. El retorno de a to ltalidad de al vida psí ca a est unruc modo or deen org aca niz aci puede denom inarse «qui reg resi ón tural »;anteri cua ndo, mbi oó,n entran augar j ci erto s mecanismos de u n tipo co mparativamente más pri mitivo, pero se mantieneel modo ene g ral de orga nización, es mejor ha blar de «reg resi ón funci onal» . 21 La cuestión planteadapor le reg istro subl iminal de p erce ptos externos aún no hasido re suelt a. S i existe dicho reg istro, únicamente pu ede da r cue nta de él un m odelocom o el del «Proyecto». En otras palabras, es preciso postular dos sistemas separados paral reg e istro y la conci encia, en ve z deuno (el sistem a P-Cc delos e scr itos post eriores de Freud) . 22 Al respe cto, Fre ud of rece un bel lo ejem plo de a utoanálisis en a ). (1936 23 ron En expuest al mono Anna uos d (1936) es cu estioque nes fasgra n efía fode rma algo Fre men c lara,, po r tas ra zones Baue sch (1967)exam ina lúcidamente. 24 La x eistenci a de lo s fenóm enos dela form ación e r activa an tes de in staura rse al barrera de la re presi ón es exp licadamás económ icamente mediant e la hipótesis de que am tbién sebasan en una escisi ón verti cal de la rsona pe lidad (Kohut,1971), que mediante l econce pto de«represi ón parci al».
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7. Jerar quía de las modal idades de funci onam iento psí quico
Con elfin de ordenar en n u esqu ema jerárquico obal gl as l diversas modalidades o as sistem defunci onam iento psí quicos considerados en el coaná psi lisis, hem os procuradosere ñar lo que anues tro jui cio es el alca nce expl icati vo ópti mo de ca da m odeloanalítico de al mente.Abordamos estarea ta mediante un a síntesis de los datosobservaci de ón especí ficos que llevaron a reud F ala constru cción de cad a modelo; para ilustrar el uso deestosen la organ izaci ón de los datos clí nicos, recurri mos a algunosde los casos más cono cidos entre los que fueron publicados r él. po Cada un o de losmodelos de teoría psicoanalíti ca de los que nos hem os oc upado par ece desc ribir subsi stem as se parados de funci onam iento m ental,cada uno de ell os en una fase di ferent e de m aduración a lo largo de la escala de diferenciaci ón progr esiva de la psique total. Los su bsistemas pueden acom odarse dentro de u n modelojerárquic o supraordi nado m ediante el exam en minucioso de cierta s líneas relev antes de desar rollo. Ningú n exam en de las conceptu alizaci ones jerárquicaso su praor dinadas del esarroll d o hum ano puede gnorar i la obra de Erik Erikson(1959). No es preciso que reseñemos aqu í su cu idadosay deta llada des cripci ón de l ciclo de vi da humano; destacar emos, empero, que Erikso n centra su atención en el ser hum ano in serto en el undo m soci al. Como dijera e n Young Man Luther (1958): «No podem os si quiera comen zar a abar car al er s hu mano sin ndi i car, para cada uno delos estadi os de suciclo vi tal, el mar co de referenci a de infl uen cias sociales y de insti tuciones ionales que lass que adopta entradic su sado pa m ás ideterm nfantilinan y en u perspecti fut uro vas más adulto» (pág. 20). En nuestra tentati va de establecer un modelo erár j quico no intentar emos sati sfacerdicho equi r sito. Creem os queel mé todo psi coana lítico es n u instrum ento de obs ervaciónque genera un conj unto muy especial de datos entrodde un universo dediscurso par ticular. Cuan do salim os de al situación psicoana lítica entr amos en otro universo de dis-
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curso; de ah í las dificultades de corr elaci onar las proposi ciones psi coana líticas c on las re cogi das dentro del cam po social o conlas d e la fisiología cerebra l. Tal vez os l intentos de tenderentes pu que perm itan unir al psi coan álisis con alguno s de esos cam pos veci nos estén desti nados al fracaso, e incl uso puede n ser oci n vos si confun den os l problem as (cf. Rosenblueth, 1971). La mejor m anera de aborda r el problem a científi co delos di ferente s nivel es deobser vación es hacer lo a tr avés del enfo que si stém ico, com o ya ndicai mos en el capí tulo 1. Aunque nosotros nos limitamos a estudi ar lossistem as interactuantes de que la psi talcom o es posible ob servarlos en el tratamiento psic oanalítico, no vemos incongruencia alguna entre nuestros conceptos y los de Erikso n, que se ocup an de un orden di stinto de stesi mas nteractuantes i . Un breve resum en de la argum entaci ón conteni da en los capí tulos preceden tes puede ayudarnosaclarar a nuestra conce ptualiz ación odelo m to jerá rquico. Freud postuló modelo tópico con del el propósi de xp e licar la psicol ogíaelde los sueños (1900d) . Encontr ó que era posibl e hacer lo postulandoa l existencia de dos sistemas psíquic os, Prcc el y el nidos del rimero p soncce asibles ala conIce.Los conte ciencia con u n aum ento de la nv i esti dura de at enció n, en tanto que los del segu ndo sólopuedenhacer se conci ente s mediante trasferenci as a elementos có esta Prcc.Freud apli concept ualización únic amente al estado funci onal de los adult os; en el cas o de los sueños deniños,no ex istía se gún Prcc y elIce. L él división o censu ra ent re el os síntom as psiconeurótico s, com o los sueñ os, d emostraron ser formaciones decomprom iso que trasfe rían a los pr ocesos Prcc las car acter ísticas del proceso primar io propias Ice. del Más tarde, re Fud seencontró con otrosenóm f enos clí nicos, com o la eacci r ón terapéutic a negati va, que no se adecu aba n al modelo tópi co. En 1923 agr upó ser ies defunci ones psí quicas de cuer a do connuevos criteri os que no esta ban vi nculadoscon el acc eso a la co ncienci a, y creó as í un se gun do modelo psicoanalíti co de la en mte. Definió como el «yo» a aque lla organizaci ón de los proces os psí quicos que controla la moti lidad, genera las resistencias se yocupade la adaptación al edio. m El «ello» era la parte de la mente que consistía en rzas fue pulsio nales. Los ideales y el sentido moral, que la igua l que las defen sas sonprimor dialmente incon cientes, fueronsituados en nua insta ncia separ ada, el super yó. El modelo que const a de estos es tr conjuntos de funciones es el tripartito. Freud tr azó la an alog ía entre el yo y el ello comparándolos con un jinete y su cabalgadura:
el o co ntrol las pulsi ones pero debe nca nu dedete m ra bso luta el y equi libri o aentre sta es fuerzas rm iane nar se a si em pre;
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I
en conson anc ia con las dem andas del supery ó así c omo las de la rea lidad externa. En otras palabr as, el modelo tri partito describe los compor tamientos queesult r an delos conflictos intr apsíquicos. Hemos puesto de ev reli e la convenienci a de crearnuevas her ram ientas teóricas para el estudi o del funcionam iento mental en las etapa s previ as a la form ación del super yó. En su s estudiossobre las im preras fase s de lavida psíquica, tam bién Freud se refirió a los p roblem as del self y sus objetos en el exam en del na rcisismo (1914c). Distinguió un gr upo de «ne urosis narci sistas» de las «neur osis de tras ferenci a» que abía h eluci dado m ediante el odelo m tópic o. En las neu rosis nar cisistas,presum iblemente or gan izadas siguien do la modalid ad delas pri meras fases delesarroll d o, la frustraci ón conducía an uaum ento de lanves i tidura e d libido en el sel f; en contraste ncoello, en las n eurosis de trasferencia evab lla a la inv estidura derepresen taci ones o fanta sías de objeto. Nuestro par eceres que las vi cisitude s de la relación entr e el sel f y los obj etos anter iores a la fo rmación delsupery ó son tanimportantes para laprencom sión del uncionam f iento m ental,que es forzo so construir modelos especí ficos paraeluci dar esta s modali dades deorganización psíqui ca.1 Pero aun esta m odali dad d e organ izaci ón e s result ado de logr os evol utivos anteriores.En los niicios de la vida psíquica,el self aún no seha distinguido o separa do del bj oeto. El proceso equtiene lugaren esta fase niicial ha sido descri to sólo recienteme nte por la investi gación psicoan alí tica . Sin em barg o, Fareu ya había ropuesto p según él, unre odelo m di ferente apli cable lasd condici ones que, gían en ese punto nic i ial; me refiero al m odelo delarco r eflejo de 1900. Freud entendía que la funci ón decisi va delapa rato psíqui co en la etapa previ a a la di feren ciación entre el self y los obj etos er a la evi tación de la sobr estimu laci ón. Estas co nsidera ciones psi coeconómicas resultaro n apropi adas para expl icar los fenóm enos aluci nator ios y otros esta dos de de scarg a inme diata de la tensi ón. En los últi mos treinta años, la ps icología psi coan alítica se ha expandi do m ás all á desus subsi stem as y hainclui do dentro de sumábito el estudi o de las fun ciones de la personali dad no pato lógica, bre li d e conflictos (cf. Hartmann, 1939). Kohuty Seitz (1963) introdujeronn ela construcciónde modelos de laen m te e stos nuevos enfoques teóri cos. Escribieronlo siguiente : «En el m odelo est ructur al de la psiq ue, la barrer a de la s defen sas s epar a sól o una pe que ña parte del estratopsicológicoprof undo infanti l con especto r las a z onas de funciona-
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miento maduro, en tantoque n e el res to deldiagra ma las acti vidades nconcientes i profundas están n un am e plio e ininterr umpid o contacto con los estrat os preconcientes supe rficiales.Kohut ha nom de inado alsectordicotomiz ado dela psique el ea ár de las trasfere ncias, y al sectorninterr i umpido, el área de la neutralización progr esiva» (pág.136). Esente» interesante r ud yaen ste e sentido que en o nción incon ci (1915e) ecordar Fre ha bía stablecido e sta e«L disti entrecontenid os inconcientes que den pue pasar la a concien cia y otro s que so n reprimidos. Kohut ySeitz se explayaron más sobre esta importante modificación de las teorías implí citas e n el modelo tópi co: «Los impu lsosinfantil es quese han topa do con frustr acio nes de intensid ad trau mátic a ejercen suinfluenci a tra sferencial a travésde la barrera de las efensas d gene y ran formaciones de comprom iso (entre losproce sos primar io y secunda rio) con los con tenidos pr econ ciente s del yo. [ . . . ] Los imp ulsos infanti les que an h ten ido unafrustrac ión ópti ma se trasforman poco a poco n e acti vidades psí quicas eutra n lizadas» (1963, pág. 137). En otraspalabras, este m odeloda por sentado equ la vida mentalhum ana seasem eja,no ya al ijnete so bre su cabalgadura de lanalogía a freudi ana de 1923, sino tam bién e n otra serie de circun stancias (o sea, enausen cia de confl icto intr a psíquico), a un centaur o, vale decir, un ser que om c bina en u na enti dad ún ica lascuali dades pr opias del inete j ysu cabalgadura. El modelo propuesto por Kohut y Seitz sól o es aplic able a la psi que total mente dif erenci ada, o se a al e stadi o de estruc turació n quese logra luego del sepult amiento del complej o de Edipo . Pero au n en este li mitado fragm ento de vida mental,los autores enco ntraron ecesa n rio fu ndir los modelos tópico ytriparti to para hacer justi cia a oda t la ga ma de fenóm enos observabl es. Por consi guiente, fi an de compre nder n e todo s susalcances las po tenci alidades hum anas, ni cluidas lasmodal idades ás m a rca icas de func ionamient o, es esen cial co nstrui r un modelo que abar que todoo l consi derado po r Kohut ySeitz, así cóm o las con dici ones descr itas por el modelo de l arco reflej o y el modelo de los je ob tosself. Con este opó pr sito hem os recurr ido al expediente desboe zar una se rie de nea lí s de desarrol lo con unaperspecti va genética congru ente, esta bleci endo loshitos principales en la form ación de la estructura psíquica. sí podre Amos supera r la dificultad de corr elaci onar los disti ntos modelos
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de teoría psi coan alítica que hemos bosque jado. Estos m odelos ueron f rea c dos par a acl ararmodali dades defunci onamiento específ icas que on par ecen tener nexosmanif iestos entre í,s aunquepuede demostrars e que forman subsi stem as dentrode la jerarquía global ademen l te. Las líneas de desarroll o descr iben la evol ución de las div ersa s funciones representadas enlas cada uno de los subsi stem y destos este m.odo de muestran conexi ones subyacen tes as entre e (cf Suslick, enGedo y G oldberg,1970). Figur a 10. El mode lo jerár quico de los subsistem as del fun cionam ientopsíqui co.
Modo III
Modo II
II
Modo V
Usese el modelo tópico
Modo IV
IV
Usese el modelo tripartito
III
II I
II
II
Usese el modelo del sclf y los objetos íntegros Usese el modelo de los núcleos dispares del self y los objetos
ModoI
I
Fase I
Fase II
I
Fase III
I
I
Fase IV
Fase V
Tiem po —►D ifer en cia ció n Cohcsividad Superyó cognitiva del self y función de! sclf sintética
Usese el modelo del arfo reflejo
Barrera de la represión
y el objeto
El esqu ema evolutivo por nosotros diseña do corta en form a trasver sal os l límites esta blecidos por osl modelos de funcionamiento psí quico anterio rmente pr opuestos.Si se lo dibuja sobre ungráfi co de coor denadas si milar al de las figuras 1, 7, 8 y 9, seobtiene una figura co mo la 10. En el ej e de bscisas a puederepresentarse cualqui er conjunto de lí neas de d esarrol lo que se esti men necesa rias para la compren sión delos datos ínicos cl enestudio.Dado qu e las
funci ones que se van adq uiriendo sucesi vame nte no se m re plazan unas aotrassino quese a grega n acumulati vamente
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al repertorio de con ductaspotenciales, la vida psí quica y su descripci ón en ste e ti po de modelose hace n, con lamaduración, cad a vez m ás complicadas. n E ciertas situaciones, pueden prod ucirse egresio r nes a m odal idades ás m ar caicas, pero as l funci ones que ya nhalogradoautonom ía respecto del conflic to tal ve z no participen en ellas. E sta irre versi bilidad funci onal con la adur m ación puede indic arse enel ej e de del odel o. Las ordenadas lí neas dedesarrol lom que escogim os para su am exen m ás detenid o fueronlas que consi deramos esen ciales par a establec er un esqu ema mínimode nosología coanalí psi tica. Esto serátratad o con m ás detal le enel capí tulo 11. Dichaslíneas se dividen en u na ser ie de fases par alel as, congru entem ente sepa radas entre sí por los mismos puntosnodales de transiciónen el desar roll o (véasela figura0)1: Fase I: Desde el nacimiento asta h la adquisici ón dela ca pacidad de disti nguir cogni tivame nte e l self respecto de l objeto. FaseI I : Desde dicho punto asta h la sepa ración fu ncional del self respecto del objeto, o sea, la unifi cación esen cialme nte irreversibl e del self com o ent idad psíquica. Esto pon e término a la ex istenciade zona s separ adas, nointegra das, de funci onamiento ntal. me Fase III: Desdela con solidación lde self cohesivosta hala form ación del superyó . FaseI V : Desdela form ación del superyó al com pletam iento de la dif erenciaci ón del yocon el estableci miento de la barrer a Vde la arepresió Fase : Epoc del n. apa rato psí quico plena mente diferen ciado. Esta uce s sión de ses fa consti tuye un egi r stro temporal que nos m uestra unsquem e a epigenéti co de desarro llo regular de la per sonali dad, y, simu ltánea mente , nos ofrecen ebosquej o unaserie de odos m de ganiz or ación dela personali dad ordenados seg ún su complej idad c reci ente. n E un mome nto dado,una pe rsona pu ede funci onar de acue rdo con cualqui era de estos modos de niz orga ación.Para establecer, mediant e un corte trasv ersal , cóm o funcionasee indi viduo en se e momento, es ecis pr o determinar u posi s ción relati va re specto de cadauna de las unci f ones queabar can las ílneas dedesarrol lo incluidas en el esqu ema. En una eval uaci ón a largo plaz o de toda la m ga a de ca paci dade s funci onales , el modelo perm ite describ ir las altera ciones progr esiv as y regresivas en el modo deorganizaci ón de la per sonali dad a lo largo del tiempo. Dada la estrecha interdepen denci a de las di versasfunciones invol ucradas,por lo com ún cada indi viduo estarán euna
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misma faseparacadauno de stas e línea s de desa rroll o. Ello implica que de ordinari o todos estos aspe ctos cardinales de la m enteformarán confi gur acionescohesi vas. Cuando en tie lugar un ovi mmientoregr esivo en la or gan izaci ón psíquica, habi tualmente quedar án exceptuadas este de aque llas funciones que han logrado autonom ía respecto de los li conf ctos; las funciones autónom as consti tuirán x ecepci ones ante la organización prevaleci ente dela vida psí quica en tér minos de algu na faseo confi gur ación específi ca del desarroll o. Los cinco modos deorga nización funci onal correspondi entes a las di versas ases f de desa rroll o que describe el mode lo pue den si nteti zarse com o sigue : Modo I: El selfy el objeto no están diferenciados; el pe ligro típico e s la sobre stimulaci ón; privan el nar cisismoprimario y la om nipotenciancon i dicional, y son caract erís ticos losmecanismos proto defensi vos de la represió n pri mordial o la gen vi cia de los de stinos delas pulsiones. Modo II: El self gr andioso esdisti nguido cong ruentem ente de las im ago parentales idealizadas; el peli gro típi co es la sep aración con especto r estos a objetos; se perpetúan, a través de laag m ia, las ilusi ones de om nipotencia,y los mecanismos de pr oyecc ión e intr oyecci ón son sla defensa s típicas . Este m odo de orga nización selcanza a al ingre sar n e la Fase II, y puede ser reacti vado regresivamen te en fase s posteriores. Modo I I: El narcisism o infantil y las ione ilus s de omnipoten cia han quedado confi nados ala esf era de la sexual idad; el peli gro típi co es la am enaza d e castra ción, la defensaí- t pica,la desm entida, y tanto el self com o el ob jeto han lcan a zado integrali dad. Este m odo seobti ene la com enzarla Fase III y en delan a te pe rmanece p otencial mentedisponi ble. Modo IV: La vida psíquicamien coza a regirsepor e l principio derealidad y aser orientada por l ideal e delyo; el peli gro típi co es la an gustia m oral,y la defen sa típi ca, la represión prop iamente dicha. E ste m odo sólorige enlas Fases IV y V. Modo V : La an gustia está educida r su a funci ón deseña l; las m ocione s pulsi onales que eden pu originar peli gro se am nejan a trav és dela renun cia; el nar cisismo se trasf orma ne sabidur ía, em patia, hum or y cre atividad, y los peligros- tí picos son los inherenteslas a eali r dades ext ernas.Estascondici ones sólo prevalecen en la e V Fas . Como seindica enla figura10, el modeloás m adecua do para eluc idar la conducta gan or izada de acuer do con le ModoI
es ie l os delpar arco refl ejio; delos etos so ópt m a es tud ar los los mo M odo s Idel I y self IIIy , yloslosobj m odelo sn
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tripartito y tópi co (por sepa rado o com binados dela manera sugerida por KohutSei y tz), los más conven ientes par a clarificar los odos m posteri ores de com portam iento. Con an teriorid ad a la unificación del self yel obj eto al término dela Fase II, la función mental consta de as pectos -se parados de acti vidad entre ciertas partes delelf s y icertas ,
partes delos obj etos. La naturan leza nú cleo de l self del obj eto parcial involucrados eunadel acti vi dad cualqu ieray depende rá de la pulsi ón específi ca que procurala descar ga a travésde esa activ idad. En la vida adulta, las eg r resione s a estenivel de organización(o sea, al Modo II) se producenen losestadoseli drantes en equha habido fragm entación del self. Los as pecto s caóticos del fselque dicho pr oceso saca a luz pueden ás m tard e, durant e la fase de recup eración, rea gruparse en torno de unasgo r psíquico dominante. Como seña ló Freud en su exam en de la en ferme dad de Schreber (1911c), en el cur so del desarr ollo pue den esta blecer se var ios puntos de jaci fi ón, y cua lquierade ellos puede o no adqui rir si gnificación pato lógi ca en la vi da del individuo. En otr as palabra s, el usodel m odelo de los núcleos de l self y los objetos puede convenir no sólo ar pa el perí odo de al niñe z que h emos desi gna do aquí com o FaseII y para las fragmentaciones psicóticas del self, sino también parael estud io de ciertasconductas sladas ai de adulto s no psicóticos. Corre spondi ente mente , el modelo del selflos y objetos integrales se tornapropi a ado tan pronto tiene luga r la cons olidación en entidades unitari as cohesiv as; o sea , cuand o el niño ingr esa en la Fas e III. Sin em bargo, el M odo II no sólo es caracterí stico de esta etapa de laiñe nz, sino a dem ás de ci ertos estados copatológi psi cos y condu ctas quear cece n de importa ncia patológic a en la vi da adulta. Distinciones m siilares alas establecidas para el uso de los dos ti pos de m odelos del self y los obj etos p ueden hacer se en cuan to al so u óptimo de los modelos tri partito v tópi co, respecti vame nte. E n la etapa dela neur osis inf antil (o sea, la FaseIV ), así com o en los esta dos psicopa tológicos de adult os que consisten un en a regre sión a condi cionessimilares (las de l Modo IV ), el modelo tr iparti to per mite esclarecersintéticame nte le funci onam ientopsíqui co. Las condicione s cara cteriz adas por el Modo Vse presentan con pocafrecuen cia, de m ane ra que ste e m odo y el model o tópico (que se el quemejor d a cuentade él ) son perti nentes sólo par a condu ctas iasladas , com o los actos fallidos, los chistes,osl sue ños exitoso s, etc.En la práctica, para comprenderel funci onamiento regular l de adul to lo m ás indicadoes, pue s, comb inar los m odelos tópico y triparti to tal
com o lo hici era n Kohut ySeitz en 1 963.
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El modelo er j árquico descritoes un esquema sobresimpli ficadoy arb itrari o; no debenextraer se de ducciones legíti mas de suscorrelato s de una aner m a rígi da, y no esde m aner a alguna completo.2 En con textos clínicos ecíficos, esp debe n tener se encuen ta otras ínea l s de desarrol lo adic ionales;su uso pue de m uy bi en exigir al subdivisión de la jerar quía en un conj unto dis tinto de fas es, ll evando así deli a mitar nu evas configuraciones o modos de funcionamiento. Sin embargo, as l con secue ntes modificaci ones notienen por qu é originar un cuesti onam iento de los nci pri pios sobrelos cu ales se basa el modelo.Es por ell o que no har emos aquíuna elabora ción m ás dete nida deél.3 En los capítulos que igue n s demostrare mos suutilidad al ser aplicadolas a m últi ples acti vidades hu manas que los entíf ci icos de la conducta stán e llamadosa com prender.
N ota s
1 Lo cua l no m i plica ne gar la pe rmanente relevanc ia de la psicología de l self y de as l re laciones obj éta les en etap as poster iores del desarrol lo, sobretodo al estudi ar las la re cionesinterpe rsonales y xam e inar la int eracció n de l individuo conu smedio social. En e ste m ábito pue de ser útil el conc epto deidentidad. 2 Algunas deasl cosa s que en él se om iten seexam inará n cuando nos ocu pemos delprobl ema de una noso logía psicoanalí tica. Aquí bastará mencionar como ejemplo que para ser más completo debe ría incluir al línea e d desarrol lo de la gre a sión. 3 Modell (1968, pág s. 12143) pare ce habe r tenido n e menteun esqu ema elaborad se mejaonte, oido por por sati sfecho sbozo e aún menos que yse elofdi rec nosot ros.con un
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8. Demostraci ón deluso clínico del modelo jerárquic o
Con el in f de demostrarla uti lidad del odelo m er járquic o parala orga nización de los datos ínicos, cl es menester com para r su capa cidad potenci al en tal sentido con la de diversos m odelos á m s simples uti lizados enel pasa do. Por consiguien te, debe mos volver al conj unto dedatos clíni cos ya conceptu alizadosde acu erdo conlos m odelos tópi co, tripartito y del arco refl ejo. Debe ecordar r se queestademostración tiene com o único p ropós ito prob ar hasta qué punto puedefacilitar ca da modelola redu cción y ordena miento de las observaci ones.En este capí tulo ya no os n deten drem os en los fundamentos que os n ll evaron a crear le modelo jerárquico.
Primer ejemplo: el «Hombre de las Ratas» En el capí tulo 2 em plea mos el clásico tori hisal cl ínico del d) par H e de las Ratas dencial Freuddel (1909 a tópico. ilustrar caombr pacidad expli cativ a pote odelo m Indla icamos que ya en909 1 Freud abía h sost enido ue q e sta herramienta conceptual no era todo delade cua da para aclarar algunos de los rasg os observados en este paci ente , y que terminó suexposi ción del cas o con un a descr ipción supe rficial de aquellos. Por el cuadro que tr azó entonces, reu Fd est uvo próxi mo a formul ar el probl ema en los térm inos que lue go habr ían de en carnar se e n el m odelo ri tpart ito. Freud m ostró que el modo usu al de orga nización psíqui ca de us paci ente abarcabala confi gur ación: represión angustia oral m ideal del yoprincipio de realidad (vale decir, el Modo IV de nuestro esquema). En este punto nos centrar emos en otro s aspectos de los datos del sto hi rial clínico que queda n fuera desta e confi guración car acterísti ca. Al hacer lo, debe mos destaca r que el Hombre de las Ra tas, unindividuo «i lustrado y superi or», siempre consi deró sus obsesiones la ybase ág mica de esta s comoirraci onal es, co mo intrusi ones aj ena s a su vida m ental. Su examen de re alidad per manecióintacto.Su principal modo de or gan ización de la persona lidad en la da vi adulta a er
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el de una per sona que ha alcanzado la etapa deepultam s ien to delEdipo. Aunquemodos m ás regresi vos siguieroncum pliendo n u papel enusvida psí quic a, su organización global nunca suf rió una regresi ón desde los ogros l de esta eta pa evolutiva. En tér minos del m odelo jerár quico, el Hombre de la s Rata squi seco mantu pre herram den la Fase l IV .1 E modelo jerár es vo la siem única itro entadeconceptua ca pa zl de di stinguir el uso de modos regre sivos dentro de una organización esta ble defase,com o la que jem e plifica el Hombre de las Ratas,reg yresiones estructurales de ti po m ás global, en las qu e toda la orga nización retornalas a condi ciones propias de una fase anterio r.2 Los ra sgos regresiv os más notabl es enel caso del om Hbre de las Rat as eranel pensam iento m ágico y al manif estaci ón de asp ectosdel selfgrandioso.Debeconcluirse, pues, que n u núcleo susta ncial delself había escapa do al imperiode la funci ón si ntética, o, dicho de otro m odo, que persistía en la vida adulta una escisión crónica dentro de la psique. Escisiones deesta índ ole corresponden al concepto freudi ano de desm entida;Kohut(1971) las ha llamado «escisiones verticales».Debe distinguírselas de las es cisione s de la per sonalidad cau sadas por la represi ón, que habi tualmen te está represen tada en los modelosde la me nte por laarrera b de la represión(cf. Basch, 1967; Modell , 1968, pág s. 10002). Los datos ícl nicos qu e abon an esta interpretació n de la persona lidad del ombr H e delas Rata s fueron tado ci s por Zetzel en sureconsi deraci ón del caso en el Congre so deAmsterdam de 1965 (cf. Zetzel , 1966). El uso de la de smentida además de la represi ón fue probado por el hecho de qu e en un secto r de su psi que el paci ente m ostraba «una ncapa i cidad para ad mitir auté nticamente a l muerte de su padre,condolers e por ll ea o aceptar u s irreversib ilidad».Zetzel citaba para ello los apu ntes ori ginalesde Freu d: «Le dem uestro qu e su intento de recha zar la reali dad de al muerte deu spadr e era la pr emisa de toda us neurosi s» (1909d, pág. 300). Zetzel hiz o tam bién la adm isible conj etura de e qula desm entida si guió op erando a cau sa deque n e su n iñez el Hombre de lasRatas habíadosi nca i paz de m aneja r el traum a de la mue rte de suherm ana; presumib lemente,esta incapacidad fue elresu ltad o de haber vivenci ado su s propi os impulsos sexuales y hos tiles com o age nte s ca usales dela tragedi a. En conse cuencia,una por ción dela personali dad no partic ipó en su desar rollo psí quico general, y conti nuó fun cionan do al
nivel de la or ganizaciónde la neu rosis inf antil (en n uestro esquema, el ModoIII). Estemodo d e funciona miento fueel que sali ó a reluc ir, aun que con iaslamientode afecto, en el curso de la neurosisadulta com o la per sonali dad ncon i ciente «maligna y apasi onada » quedescri bió Freud.
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Dado queestos ras gos egresiv r os de la personali dad uer f on confi nados ne la vi da adulta mediante diverso s meca nism os de defensaeld yo, la maner a más e conóm ica de conceptu a lizarlos es edi manteel m arco teóri co delos confl ictos intr a psíquicos,com o hiz o Freud en la últi ma parte de la exp osición or iginal el d ca so. Paraste e fi n espe cífico resulta ópti mo el modelotriparti to. En la tem prana infancia l de paciente , esos mism os problem as habían cob rado relev anci a, en lo ni terpe rsonal,en su m edio famil iar. Zetzel,así como el comentari sta de su monografí a en el Congreso Ade msterdam, Myerson (1966), intentar on reconstrui r imagina riam ente esas circunstan cias de la niñez del Hombr e de las Ratas. Figura11. El cas o del Hombr e de las Ratas estudi ado medianteel modelo jerár quico. Funcionamiento adulto /^ p o sa n a líti co
/
Neu rosis obsesiva;/ conflictos estructurales
¡i
Neu rosis infantil
Problemas d e econ omía psíqu ica
Self grandioso, etc.
Self grandioso; pa labr as y ademanes mágicos
Problemas de e cono mía psíqu ica
Problemas de e cono mía ps íqu ica
Fase I Fase II De 1878 a 1880 Curso del análisis ---------^
Fase I II 18811884
Conflictos estructurales
«Personalidad inconciente* desmentida / i
«Personalidad inconciente» desmentida
Grandiosidad defensiva y recursos mágicos
Grandiosidad defensiva y recursos mágicos
Problemas de econ om ía psíqu ica
( ! Fa se IV 18841908
Problemas de econo mía psíqu ica Fa se V 19081915
Función sinté tica
Puede resumírselas diciendo que suerm hana m urió en u n momento en qu e la funci ón sintétic a aú n no había alcan zado una auton omía irreversi ble frente a los confl ictos. Es probable que elño ni re acci onas e frenteal traum a mediante la desm entida,produciéndos e una escisi ón crónica en el self com o result ado de este stressngobe i rnable. E stos m ovimientos regresi vos del yo, empleados com o mecanism os de defensa contra la angustia de castraci ón que gener an las agresio-
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nes y contragr esiones edípi cas fantaseada s, son un excelente ejemplo de lo ndic i ado n e el modelo erár j quico mediantelas dobl es fl echas verti cales quecorrenen dirección opuesta, simboli zando asíque una cierta funci ón puede aba ndon arse mediante regresi ón. En su exam en de las n eurosis obsesiv as, Sandlery Joffe (1965) tam bién subrayaron equ en estos estados la e structura del oy perm ane ce ntacta i ; los cam bios en le modo de funcio nam iento quese producen con el estal lido de los síntom as no son ás m quedistorsiones yexager aciones delas activi dade s nor males del yo. Así, los m ecanismos obse sivos caracter ísticos de aislam iento delafecto,orm f ación re acti va, anulaciónretroacti va, intelectu alización y aciona r lizaci ón, así com o el recurso al pensam iento m ágico,son exageraci ones de losproce sos cognit ivos y perceptiv os corrientes. Elera hecho ne el encaso delombre H ón de pue as l deRatas no hubi h abide do que regre si ón la estructuraci indi carse claramente inco rporando los detal les del his tori al al esqu ema jerárquico, como se hace en la figura 11.
Segundo ejemplo: el «Hombre de los Lobos» «De la historia de una neurosis nfanti i l» (191 b) 8 conten ía una serie denterpretaci i ones en apar iencia tan convi ncen tes ace rca del caráct er y al sintom atol ogía que abía h presentado el Hombre de los obos L alo largo de tod a su vida, que el «Suplemento» Ruth de Mack Brunswic k (1928) produce shockn sin duda un e el lec tor novel . Vistas lascosas en retr ospecti va, en su primer análisi s y ex posici ón del ca so Freud debi ó de ha ber pa sadopor altociertos aspectos del funci onam iento m enta l que, ent retanto , llegaron a ocupar un lugar cent ral enla vida del H ombre de losLobos. Para ar, paci volver aem cpez ons ultarel a sí Frntom eud a en que 1919presentaba fue la «constipael ciónen hte is- al téri ca» que evi pramente F reud había int erpretad o com o deposi taría en la vi da adulta dessu fijacionesom h osexua les ni fanti les. Se recordará equ en 1 910, al ini ciarse el análisis, el Hombr e de lo s Lobos debí a hacer se ad ministrar en emas por un criado para pod er evacuarsus intesti nos en forma regular.Parti endo el d supu esto deque la consti paci ón era un síntom a de conversi ón, F reud prometi ó al paci ente qu e gracias al análisi s recobraría total mente u na actividad ntesi
tinalnormal.3A parti r de entonces, el movimiento intest inal del Hombr e de losLobos pasó a ser el barómetro con el que s e medía su confianz a en Freud,y en poco tiempo recobró ecti ef vamente us fun cionam iento re gular.
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En 1914 se puso térm ino al tratam iento a soli citud de Freud. Luego deesta sep aración forzosa, el Hombre de los Lobos «f ue presa del anhelo de despr ende rse desu inf luencia [la de Freud] » (1918 g. 122). Por consiguiente, e l b, pá retorno alíntom s a intest inal deberíanterpretarse i apa enrien cia com o resultado de la itécn ca activ a no int erpretati va introducida por reud, F que obst aculizó lo que había sido hasta nton e ces un a silenciosa sferenci tra a de fusión (cf. Kohut,1971). A la lu z de los cont a ecim ientosposter iores, no puede enos m que sostenerse que la ríamejo lograda en 191920, duranteel brev e perío do en qu e se etomó r el análisis, debió basar se, una vez más, en el resta bleci miento de u n víncul o narcis ista ar caico con reud, F más que enel insight. En tal sentido,convi ene ecordar r las palabr as co n que el Hombre de los Lobosdescr ibió (1958) su encu entro in icial con Freud: «Luego detrascurr idas las ipr meras hora s co n Freud sentíque la fin había encontr ado aquello que durante tantoem tipo ha bía estado buscando». Nos v emos aqu í con fenóm enos relaci onados con la ideali zación dea l im ago parental , la ang ustia de separ ación y el uso ed ade manes y palabras ág m icos. En otras palabras, esto s aspectos de la personali dad delpaci ente estaba n or gan izados de cuer a do con el Modo II. Freud de ningu na m anera había pasa do poralto la ifjación nar cisista deeste paci ente; ya ha bía señ alado que el estallido de su neur osis en la dolescencia a ue f resultad o de una her ida na rcisi sta,po el descalabr su usión il gran dios aAde de invul nerabi lidad r ca usa de o unade infección gonor reica. más, apuntó que el Hombre de losobos L «se veí a a sí mismo com o un hijo dilecto de la fortuna, al cua l no pod ía sobrevenirl e ningú n mal» (1918 ág. 99), debido aque b, p había nac ido en vuelto en la cofi a fetal. Lo queFreudomitió men cionaren 1 914, sin embargo,ue f el otro aspectodel narcisi smo ar caico,la n ecesidad que tenía el pa cientede objetosdea i lizado s — y que pod ía exp licar la re misión de us sinto matol ogía en la ni ñez, cua ndo esa fue satisf rascu ellino— ví ncul con adminece radosidad instructor eecha dsexopo m .oEentablado l reciente info r-n u me del H ombre de los Lobos (1970) sobrelos com ienzos de su ná a lisis rev ela que re Fud sati sfizo espontán eamente esa nece sidad mediantegun alas de su s maniobras te rapéuticas, om c o el deci dir en qué m ome nto debí a el paci ente visitar Munich para encontrarse con su amante. En años posterio res, el he cho de qu e el Hombr e de los Lobos seconvirtiera en el paciente célebre del prof esor Freu d satisf izo encu biertam entelos requ erimientos espe cíficos del self gra ndio so. Su afánnar cisista deacreditaci ón sevio más
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gratifi cado todav ía por las colectas nuales a de dinero que hacía reud F n e su benefi cio, a cau sa de haber se co nverti do en un r efugi ado carentede r ecursos.Este m ismo afánde acre ditaciónse expresó en su ocultamiento de enví uno de joyas procedente de sus familiares rusos, por temor de que Freud suspen diera el subsidi o. E l osegu ndo pe ríodo relati va esta lidad esta do clí nic del paci en te llegódea u s térm inobicuan do en seel enteró de que Freud abí h a sido operado den utumor ali mgno n e 1923. Este acont ecimiento apar ente mente dest ruyó la ilusión de omnipo tencia de un a imago parentaldea i lizada. Reapareció la constip ación, com o par a señalarl e colapso de su confi anza enFreud, y surgieronuna serie de eocupa pr ciones hipo condríac as, p rincipalmente centra das en us s dientesy en su nar iz. Esto puede enten dersecomo una ult erior regresión nar cisista tendi aimpedi r de la la cohe sivi dad dela inci ex periencia del self. Talente inter pretación frag m entación piente viene apoyadapor el hecho deque el H ombre de los obos L se tornó muy suspicaz respecto de denti su sta, así com o tam bién de su derm atól ogo, a quien consult ó por problema s nasales obli gándolo a apli carle diversa s terapéu ticas. En octub re de 926, 1 cuan do sudese sper ación y uri f a paran oide llegaban asu puntoculminante, retornóa Freud obsedido con su idée fixe, y ape nas percatado de queestado su psí quico era anorm al. El último inform e de Br unswic k, quedescribe la nt siomato logí a par anoide del ombr H e de los Lobos n e los perí odos iniciales de su vida, perm ite inferi r que esta drástica evo luci ón podía haberido s previ sta. En apariencia, las idea s y afectos a que hicimos referenci a pudi eron serexitosamen te encapsu ladosy desm entidos. Apunta Brunswi ck: «El profes or Freud emha dicho que la acti tud del paciente hacia lossastre s era preci sam enteunarépli ca de suposteri or insatisfacci ón y desconfianza hacia los dent istas . Así tam bién, en su primer aná lisis, iba de sastr e en sastre, han c tajeándolos, rogándoles, montando en cólera y haciendo grandes esce nas ante ell os; siempre encont raba algo m al pero siempre perm anecí a durant e un tiempo con elsast re que n o lo confor maba» (1928, pág. 72). A todas luces, Freud se había percatado muy bien de este aspe cto d el carácter del paci ente pero noo lhabí a juzgad o sufi cientem ente signi ficati vo com o para incluirlo ensu in-
fo e del , que ía com o propósi to específi coSiaclar ar larm neur osis caso infant il y ten su s der ivaci ones posteri ores. n em bargo, Brunswi ck quedóprof undamente impr esionadacon
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el enorm e cambio que xeperi mentó elcarácter delombr H e de los obos L aparti r del lti ú mo informe de Freud. Señaló hasta qué puntohabía se some tido al co ntrolde suesposa, que lo mane jaba de todas las maneras posi bles . Claram ente, había tenidolugar na u importa nte regresión estructural. Este proceso evolutivo ha sido ha ce poco aclar ado por Frosch(1967), quien , coinciden temente con Harnik, opina que representaba una repeti ción, en la trasf erenci a con Freud, de una psico sis nfanti i l. Harnik ha bía indicado equ ese p odía serel sentido de la condu cta frenétic a evidenciada por el H ombr e delos Lobos de peque ño, cuan do, en un m omento en que us s progeni tores lohabían abandona do, fue sometidoa un duro ré gimen por suinstitutri z. Si bien esta hipótesi s resulta per suasiva sise atiende los a datoslínicos, c preferirí amos formularla n térm e inos a lgo dif eren tes. El estado clínico infantilpuede o no haber constitui do una «psi cosis» seg ún la definición que sedé a este término en el casode unniño pequeñ o. Sea com o fue re, la repeti ción de ese estado ne la vi da adulta lde Hombr e de los Lobos si n lugar a dud as dio como esultado r unndrom sí e psicóti co con gran m enoscabo del exame n de real idad. Una vez sobrevenida laicosis, ps la re lación enta blada co n Freud y con las diversasper sonas que actuaron com o figuras susti tuti vas o de de splazam iento ya no podría llamarse «trasferencia». Desde el punt o de vi sta metapsicológico, la trasferenci a tiene lugar cu ando ex iste unabarrera de la represi ón efect iva; es una form ación decomprom iso que permite eludir par cialme nte sta e barrer a. Como mostró Nun berg (1951), en los e stados deliran tes com o el del H ombre de os l Lobos la laci re ón del paciente con el terapeuta es a un reali dad actual no y una trasferenci a procedente de deseos infanti les repr imidos.Freeman (1959, 1962) ha llam ado la aten ciónrepetidas veces sobr e estaimporta nte distinció n. Pese ala pérdida regr esiva del exam en dereali dad, la psi cosis del H ombre de los obos L ara r vez srcinó un retorno a las co ndiciones del Modo I(falta de defen sas, nar cisismo prima rio, etc.). Por el contr ario, su esta do secaracterizaba por inten yiefuriosa con fos pa , y porun ea lm antesa nim nto de la irelación dealizaciónel de obj laseto imagrustrante renta les. Cabeinferir que el desarr ollo de hipoc ondr iasis no implicaba que la libido obj etal sehubiera trasformado en libido na rcisi sta. D eben haber sido invest iduras ar ncisistas de tipo más maduro las que , una vez más, se tornaro n más primitivas y fueron investi re das n e partes aislada s del self corporal . Paradefenderse contra la angu stia de sepa ración, concom itante de la desilusi ón tra umátic a, el paciente logró pres ervar s u vital relació n conFreu d mediante el uso am plio
de la proyección. Atribuía toda s las imperfecci onesy male118
volencias a otros no significativos, tales como su dentista. Lo que síse perdi ó, por la am enaza ala fusi ón perm anente conFreud com o un otroomnipotente , fue al cohe sividaddel self com o sistem a psíquico. 4 Model l (1968) ha sostenid o con razón que la capacidad para xeaminar la realidad se desarroll a en forma simultán ea a la cap acidadparatolerar la separ ación delbjoeto. En los térm inosquiere em pleados noso tros, sigu ilen do laa Kohut , esto últ imo deci r lapor ca pacidad de to erar herida rc na i sista pr ovocada por las desil usionantes imper fecci ones e d las imagos paren tales.El curso segu ido por el cuadro clínico del Hombre de los obos L ofrece notabl e asidero aestos puntos de vista. Con a nteriorid ad a la desil usión que sufri era respecto de Freu d, los sentimientos persecut oriosdel pacient e — o, dichoen términos deKohut(1972), su «inquina maligna»— se habían m li itado a la re ducida esfera de su s contactos con los sastre s. Era fáci l desmen tir la m i portan cia de este nú cleo psicóti co. El resto de la per sona lidad h abía conservado su cohesi vidad y se caracter izaba por un adecuado examen de realidad. Así, el usode ritual es m ágicos duranteasl obsesiones fue orre cctame nte uzga j do por elpacienteuna com pulsi ón irraci onal.Con el colapso esta de organizaciónhabitual del self , sobrevi no la incohe rencia; a part ir de ent once s, Freud pudoser experim enta do simu ltáneamente com o ideali zado protec tor y como obj eto que había perdid o su omnipotencia. El Hombr e de los obos L podía versea sí mismo com o un hombre ínt egro yproboy, a la vez , ocult ar suverdadera tu si ación na fi nciera afin de ser n arcisi stam ente aba stecido or p Freud. Su per sonali dad se h abía fragmentado en na userie deúcleos n no coordi nados entre sí caren y tes de un nexo nterno. i Para loesencial de nuestro estudi o no es ne cesar io que sometam os los atos d cl ínico s a una m ayor elabo raci ón. Hemos tratado de demost rar que la reca ída del H ombr e de los Lobos, tal com o fuera nform i ada por Brun swick, puedeentendersensihacerningunaeferenci r a a los modelo s tóp ico o tri parti to. En expl loicati que tec ede sólo h util izado en objetos. nuestro intento vo an los m ode los em de losself y los Hemos discer nidodos e stad os cl ínicos di stintos en ste e fragmento dela evoluci ón del pacien te: el pr epsicóti co y el dela desi nteg ración psic ótica. Estos estados rgua dan estrech a correspon dencia c on los Modos III y II, respe ctivamente, d e nuestro esque ma jerár quico: el esta do pr epsi cóti co puede conc eptuali zarseadecua dam ente m edianteel model o del self íntegro ylos ob jeto s íntegros,en tanto que para com prender la psicosis se debe recurri r al modelo deosl núcleos
del f y de losobj tra nsici ona lescuidadoso o pa rciales. Esta opi nión sel encuentra apoy oetos en un exam en la de exi tos a-
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intervenci ón terapé utica de Brun swick, cuyo inf orme hasido algo soslay ado n e lostrabajo s sobrela técn ica aemplear con pacientes regr esivos.6 La técn ica em pleada po r Brunswi ck consi stió en tomar com o foco eldelirio megalom aníaco del om H bre de los obos, L su ilusión de qu e era el pacien te fav orito de Freud y de qu e tenía con él unadesacostum brada nti i midad. Brun swick «l e recalcó cuál aersu verd adera posi ción respecto de Freud, y la tot al ausencia [. . . ] de todarelación social o persona l entreambos» (1928, pág. 83). Tambiénle hizo er v qu e el hecho de quereu F d publi cara elnfo i rme de la en ferm edad y el tratamiento no era en modo alguno inusual. Echó por tierra sufalsa cr een cia de qu e Freud supervi saba el ratat miento que ellae lesta ba administran do. Este e nfoque ob ligó al paciente enfrentarse a con la cólera equ le provocaba el habe r sido aba ndon ado por reu F d —en el dobl e sen tido dedetras riola tratam y desferi ilus narlrespon o consabil su pid road pia del enferm edaiento d— . a Brunswick Como resultado de esto, el Hombr e de los Lobos re conoció su necesidad real de la ayuda apéutica ter de Brunswi ck.6 Volvió a experimentar entonces su necesidad infantil de ser protegi do por las per sonas que, a la vez que cu idaba n de él, eran sus persegu idores. La cólera ortal m que sen tía hacia Freud y Brunswic k fue desa pare ciendo a m edida que com enzó adarse cuenta de que, en reali dad, esta últi ma le ofrecía la otección pr que él pr ecisaba.7 Pudo sí a adm itir la pasi vm idad co ntra la cual es habí a defendi m los ecanism os paran oides.ant En se un m ome nto do po ste riediante or del tratamiento su ligazón conBrunswi ck adqui rió un tono á m s libidinal y una meta heterosexual. La lúcida posi ex ción deBrunswic k ha llamado nu estra aten ción sobre datos que, vez una más, pueden ser perfect amente orde nados sinrecurrir los a m odelos tóp ico o triparti to: los modelos del self y os l ob jetos nos han bastado en nuestro exam en. Empero, hay queacer h una salv edad: Brunswi ck informó obre s un a seri e de su eñosde este tratami ento para cuya interpreta ción se requ erían con ceptos tópicos. A nuestro entender, este allazgo h implica quedurante el sueño la psic osis de este aciente p que daba som etid a a una considerable rei ntegr ación psí quica.De estemodo, en el estado lde dormir el ombre H de los obos L se situarí a en el mismo estadi o de orga nización que cualqui er otro soñan te e n su vida adulta, o sea , en el Modo II y la Fas e V, mientra s que n e la vigilia lo estaría en el Modo II y la Fase II. Freud hizo una observaci ón si milar, ex presadaen térm inos algodiferentes, al descri bir los sueños «normale s» de n u paciente ra pa noide
(1922b). Hemos men cionado jem e plos de con ductas tomados di de -
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versos períodos de la historia del Hombre de los Lobos y los he mos orga nizado de acuer do con los model os del unf cionam iento m ental apli cables acada fase parti cular de organización que los caracter izaba. Para acl arar las di versas conducta s de este paci ente debim os rec urri r a los cinco m odelos subsi diarios que incluy e el squ e ema jerár quico; por el co ntrari o, solamente no u de eso s modelos emostró d ser verdaderamente esclarecedor con respecto a cada serie de tales ondu c ctas. Si ahor a pasa mos de estos ejemplos aislados de ondu c cta a la con sidera ción de toda la his toria ivtal del paciente , se torna evi dente que ningu no de losmodelos subordinados puede po r sí solo hacer justici a a la com plej idad delos datos. Desde elnacimi ento hasta la muerte, todas las per sonas recorren en su totalidad al se cue ncia epigenéti ca sobre la cual se basa el modelo erár j quico.8 Además, en el cas o del Hombre delos Lobos fue mene ster apel ar a la ga ma com pleta de fases deganiz oración psí quica pa ra explicar su s variados comportamientos adultos, pero esto no se repite si, con las mism as herram ientas conc eptuales, exam inam os a persona s con otros tipos de or gan ización de la personali dad. De hecho, no se hizo sentir esanece sidad n e el caso del Hombr e de las Ratas, cuya vida adulta pudo ra ca cterizarseexclusi vame nte en términos delas Fase s IV y V (cf. figura 11). Los datos nicos clí del ombr H e de los obos L a los que hemos pasado ev rista se exponen gráfi cam ente n e la figura 2. 1 D ebe en cada fragmento del erío pdo en estudi o (entenderse 1910 a 1 927)que hubo com portam ientos per tenecientes a todos os l m odos resentes p en el esquem a; en ar as dela clarid ad, únic amente es ha indi cado n e dicha gura fi el modo más importante cara y cterísti co quese utilizó en u n momento dado. 0 Dentro del perío do mencionad o, el Hombr e de los Lobos alca nzó un funci onam iento adulto regular ne dos lapsos: luego de la term inaci ón desu aná lisis con Freud en 4, 191 y nuevamente l ta erminar el análi sis en 1 920. Con esta s cur as apar se reprimieron s lo problem inf anti les no re sueltos.ente Ens el di agra ma, esta secu enciaasestá indi cada por l e punto nodal, A de tránsito de la org anización de lase Fa IV a la Fase .VLa conducta del paci entefue tí picamente«neuróti ca» (un trasto rno decará cterde estructuramsi ilar a la neurosis obsesiv a de su infanci a) en los dos per íodos de análisi s conFreud y en la breve recaída de1923. En tales circun stanci as, su personali dad seorga nizó segú n nuestr a Fase V I , indicada por la super ficie entr e los punt os nodales A y B. Este modo de funcionamiento se caracterizaba por
graves confli ctos ntr i apsíquico s; por añ adidur a, cierta s con 121
ductas delata ban que por debaj o de la super ficie esta ban acti vas m odali dades m ás regresiv as. Figur a 12. El cas o del H ombr e de los obos L estudiado e- m diante el odelo m erá j rquico.
Esporádicamente,1923, Curso de l análisis y
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Con la re gresión a un niv el más pri mitivo de or ganización en 1 923, se tornó m anif iesta (s i bien fue desm entid a) la depen dencia eal r respecto de otra persona . El paciente ya no pu do cumpli r ciertas ones psíquic as concentrado por sím ism o. Su nar cisism o ar caico quedófunci francamente en u n sustit uto fál ico: la nariz. Un estadopsíquico similar había tenido lugar dur ante la ne urosis infantil, entre la eda d de 4 años — cuando seprodujo la pesadilla de los lobos— hasta los 4años y medio, en que quedó organiz ada la neur osis obsesi va. Ambosperíod os puedenbiu carse enel di agr ama dent ro dela Fas e III, entr e los pun tos n odales By C. La
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reg resión m ás a llá de este punto nodal C implica una pérdida de la coh esiv idad de l self, con toleran cia de contradicci ones psíquicasosera gr s, grandiosidad anifi m esta,pérdi da del ex amen derealidad y empleo de la proyecc ión com o defen sa típi ca. Esta organizaci ón corresponde a la Fase I,I indicadapor elespacio om c pren dido entre slopuntos C y D. Una egr r esión asíocurrió cuando el ombr de los Lobo s suf rió su desil usión re specto dere FudH com oe progen itor omnipotente— lo cual probabl emente epetí r a el aba ndono eal r po r parte de sus padr es sufri do en suniñe z— . En caso de quela psicosi s del paci enteno hubie ra si do tratada adecu adam ente, podría haberseepeti r do la organ ización existente ne la ép oca de su pesadil la inf antil, y la s atur ación de la ca pacidad de gar li la ex citación habr ía srci nado un traum a. Una regr esión tal m ás allá del punto nod al D consti tuye un etorno r a las condici ones dela Fase I. Ya hemos demostrado que el modelo jerárquico puede ser apli cable en otro caso e qu clasif icam os com o tras torno na r cisista dela persona lidad. Habráquien es prefi eranconsiderar la Hombr e de los Lobos un a per sonali dad fronteriz a o fran camente ps icótic a. No obst ante,es un h echo históri co que encadauna de las etapas e su d enfermedad fue tratad o medianteel método psi coanalíti co, por lo cua l es lógico incluir su ca so, unto j conl edel H ombr e de las Ratas, en un único gru po funcional. En el próx imo capí tulo ampliaremos la con cepción jerárquica de estudi o de ca sos a m aterial es clí nicosque n o suelen ser tratados psi coana líticamente. Es una tentati va de desarr ollar una nosología coana psi lítica amplia, que incluyatoda lagama de la psi copatol ogía con ndepen i dencia de las consi dera cione s tera péutic as.
N ota s
1 Otros utores a ya h an he cho anterio rmente al dist inció n entre os l aspe ctosregresivos de los trastornosneuróti cos del cará ctery la «reg resi ón est ruct ural » queprese ntan los síndro mes d e mayor pri mitivismo; véa se, por je emplo, Modell(1968). 2 En nue stros diagram as, las reg resio nes a ra ot afse de orga nizació n se indi can en el eje de bsci a sas, y las reg resio nes en elmodo de func ionam iento en el eje de orden adas. 3 En térm inos de las modalidades de atam tr iento que bosquej aremos enel capí tulo 11, este pa rámetro equi valdría al sum inistro de una re lación unif icadora o cn un objeto omnipotente y, por ende, idealizad o. Como la interve nció n de l tera peu ta no u f e ll e-
va da a cabo rce a lade inte rpre ción,técnica desde elpsi punto decvista actual nome podrí a dconsi rárse la tauna coana líti a.
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4 Parauna amplia discu sión de talescisvi itudes ne el tratam iento de los ratstornos na rcisistas de la persona lidad, véa se Kohut (1971) . Aborda remos al cu estión con lgaún de talle en el próximo capí tulo, al ocuparnos de l caso S chre ber, dondeene tiimport ancia ca rdinal. 5 Serota (en M cLau ghlin, 195 9), qui en e studióel traba jo deBrun swick, ha x epres ado u na opinión algo distinta al respe cto. 6 Winni cott (1954)ha insistido e n que el aná lisis de be provee rle al paci ente psi cótico un encuadre en elqueseacapaz de re nunciar asu f«also self» y rec onocer su s«elf autént ico» menesteroso de tablece unatem naupra ne n taa di de sti pend nció enc n iaent . re Por los otra probl pa e rm tea,s Kohut narc isis(1971) tas ana e li-szables ys loque exigen otrosipos t deintervencio nes tera péu ticas. 7 Según nuestra xperi eencia,si en seas crí ticas ci rcunstancias no se proporci ona lapaciente un encua dre propi a ado, se ori gina u n estado ra tumático, unaulterior reg res ión al M odo ,I cara cteri zada por de svali miento, sobre stimulación na y rcisi smo prima rio. 8 Es pre ciso hace r ciertas lveda sa des aesta firm a ación: en la rea lidad, hay indiv iduos cuy o desarrol lo no discurre por ste eca mino de prog reso previ sible; en el pró ximo capí tulo exa minaremos tales tenc de iones ne el desarrol lo. En u na futuranosol ogía si p coana lítica, probablem entedeba ubicarsen eca tegorí as p sicopa to lógicas speci e ales alas pe rsonas que no ogra l n complet ar la sucesión defases evo lutivas y aaque llas u c yaconducta adult a exige, para ser compre ndida, recur rir a oda t al gama de afses dela jerarquía. 9 Debe tenersesent pre e qu e los diagram as com o las ifguras 11 y 12 no son «modelos» del funcionamiento mental. Cierto es que tiene n los m ismos u f nd amentos que el odelo m erá j rquic o, y que cada uno de sus casilleros corresponde a una etapa particular alo larg o delas ínea l s de de sarrol lo queel modelo aba rca (la etapaque ocupaen el modelo una posi ción análo ga); pero esta s figura s son súm re enes de interpretaci ones íni clcas ref eridas a un sol o individuo,y en conse cue ncia no pue de g ene rali zárselas paracons trui r unateorí a. Con da tos organizados de ane mra similar, pro cedentesde una m aplia gama decasos nv i esti gados en el aná lisis, po drían ha cerse generalizacio nes inducti vas que , ellas sí, permiten constru ir teorí as clínicas.
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9. Aplicaciones del modelojerárquico
Un trastorno psicótico: Daniel Paul Schreber El hi storial de DanielPaul Schr eber ocu pa unlugar spe e cial dentro de los inci prpales stud e ios cl ínicos deFreud, por cuanto la natur alez a deldiagnóstico nunca fue cuesti onada .1 En la vas ta literat ura an alítica referi da a este caso fuer on discuti dos much os probl emas concernientes al papel el me-d dio infanti l del pacien te y los di versos fen ómenos psicopa to lógi cos, p ero hubo coincidencia n cuanto e la diagnósticode psicosis. Si bien la cate goría exacta de esqu izofre nia o paranoia apli cable aSchreber sus citó controversi as, en lo que respectal ama nejo clí nico de tales probl emas las opi niones fueron unán imes: no existe posib ilidad algun a de n aaliza bilidad.2 Con este studi e o Freud com enzó aaplicar seriamen te os l instrum entos el d psi coanáli sis a lo que hastaenton ces se había consideradol do e minio de lapsiquiatría.En 191 1, aún no había fo rmulado el concepto de arcisi n smo; de hecho , según Seles nick (1966), Freud sólo lograría este avance teóri co com o respu estaa la crí tica quehizo Jung asu ensa yo sobre chreber. S Sea com o fuere,Freud to davía no había rotul ado al enferm edad de Schr eber de neurosi « s na rcisi s ta», com o ha bría de hacerlo pocoss año más tar de. Puesto que la expli caci ón qu e dio de an gr parte de la psicopatologí a de Schreb er sebasaba en los concepto s de que or p entonces disponía — en esencia, la neu rosis de tra sfere ncia y el retorno de lo pri remido—, no fue posib le abordar de manera cabal ci ertos specto a s del ua c dro clí nico. Pese a sta e desv entaj a y al he cho deque losdatosno fuer an obteni dos me diante el mé todo psi coan alítico de la aso ciación libre, hemos resuelto emplear este aterial m teniendo en cuen ta que se bien cono cido po r un vast o públ ico y q ue se disponede sufic ientes detall es pa ra nuestros nes fi (particularm ente desde que sepubli caron ne versi ón ingles a las deSchreber). Una breve revis ión previ a de la s Memorias teorías psi coana líticas de la psicosis, con espe cial én fasisen las pro puestas porreud, F puede facilitar n uestr a consideración de los datos. En las m uchas tentati vas de Freu d por def inir al psicosis,
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su criteri o deci sivo fue si empre el deuna relaci ón trastro cadacon la reali dad; seg ún él, lo que abre el cam ino a una psicosis es «el predomini o de la realidad psí quica interna por sobr e la ealidad r de l mundo externo»(1939 a, pág. 76). Aún en 932 1 Freudegsuía expl icandoeste trastorno en términos tópicos: «lo reprimidoncon i ciente [seuelv v e] excesi vame nte fuerte, de m odo tal que avasalla o conci l erne, que estáadscri to ala reali dad» ( 1933¿z, pág. 16). Al tla radpsi uccosi ir esstoela tbalance érminos esfuerzas tructuralse es, esuel rmdesme ó quedro en de rFreud veafien del yo, de m odo talque sobre vienen altera ciones ouna escisión en el yo (cf. 1940e, págs. 201 02), en tantoque se resignala inv estid ura de ciertos objetos (1915c). En época más eci r ente, H artm ann destacó las defic ienci as enlas funcione s autón omas pr imarias enla esquiz ofrenia(1953). Como sug iere esta sí ntesis,las m ás important es fo rmulaci ones analí ticas sobre la psicosi s tendi eron a destacar las defi ciencias, ausencias o fallas de tal o cual funció n mental: no hay repre sión, el yo es débil o falt a la capa cidad de eu ntralización. Este h incapiéne la fal ta dedesarr ollo de ciertos aspe ctos delfuncio nam iento m ental, notori o en los mod elos comúnmente uti lizados,tiene es casa utilidad para aclararl e modo real de opera ción mental en la psicosi s; la teorí a deb e espe cificar no sólo loque falta sino lo queprevi sibleme nte debe haber. Freud ini ció esa espe cificación al conce ptuali zar los enóm f enos re stitutivos de la esq uizofren ia en u s «Introducci ón del narcisi smo» (1914c). Conce ptos n aálog os para las depr esiones psicóti cas fuer on postulados en Duelo « y melancolí a» (1917c). En esos dos tra bajos,Freud secentr ó en las elar cione s entre los obj etos intra psíquic os y las epr r esen taciones del elf. s Hartm ann h a suge rido, asim ismo, que la nves i tidura del self, y en espe cial al investi dura co n agr esión pura , puede consti tuir un a car acte rística efi d nitoria de la squiz e ofren ia (cf. Bak, 1971). A continuación examinaremos los datos clínicos del caso Schreberdesdedistintos puntos de vista, a fin de de mostrar elpote ncial explicativo de cada uno delos modelos tradici onales,com o hicimos en capítul os previ os para los casos delHombr e de las Ratas y delombr H e de los obos. L Más adelante apli car emos el modelo erár j quico al his torial del paciente . Se recordará que los datosrimi p tivos provení an de na u autobiografí a escrita por el paci ente dur ante na u fasede re misión parci al de supsicosi s. En suexam en deesa autobi ografía, Freud em pleó pri ncipalme nte, com o ya dij imos, elpunto de vista tópi co. Este e nfoque im plica dar por tad sen a la
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preservac ión de amplias ár eas d e funci onam iento regular aunen lasfases dexacerbaci e ón de la enferm edad,y tomar com o fenóme no queexige serexplicado al intrusi ón de m entación pat ológi ca en la con ciencia de vigilia. En otras ap labras, re Fud se centró ne el «retorno de lo repri mido», la emerg encia de na u hom osex uali dad previ amente epri r mida durante la psicosi s.poSrupuso que elde amor hom osex rep ri mido de chreber S el padre u isnfancia fueual trasferi do al doc tor F lechs ig en el momento de la primer a inter naci ón. Cuando se quebraron las uerzas f de la epresi r ón dando lugar a la segu nda fase de la enferm edad,el amor porlechsi F g se había v uelto franco yse manif estabaen una variedad de formas. Freudenu nció un a fórmula que com pendiaba todas esas variedade s de posiblesistorsi d ones defensiv as del tema: «Yo [un h ombre] lo am o». Esta fórm ula e s convi rtió en un clásico de la psi quiatría psi coanalíti ca y es la parte que ej1 or recuer tudi Ya enm 897seF reud da habdel ía dees scuboierde to Fqreud. ue ni aun en las psic osis m ás profundas irrumpe el recuerdo ncon i ciente (1950 [189299], pág. 260). Esto sign ifica u qe las ideas patológic as que, en la psic osis,penetr an en le pensa miento de vi gilia sonen r eali dad un a expresión deform ada del inconci ente. Precisame nte stos e eli d rios prov een las en cesarias dis torsi ones defensi vas enlas div ersas form as de paranoi a queFreud describ ió en 1911 . Los int entos posteri ores tendi entes aestablecer si la hom osexualidadreprimida cum ple un pape l eti ológico en lagénesis de laparan oia gener aron gr an confusi ón. Por o l ge nera l, en esta s controv ersi as se pasa por alt o que Freud en ningún ome m nto sos tuvo haber aclarado este em probl a. De he cho, con las ram herientas conceptuales el m dodelo tópico a er imposibl e estudi arlo; sólo podía am exinar se la índol e del m aterialque retorna de la repre sión, pero nolos datos ref erentes las a ca usas del debi litamiento des la fuerzas represiv as. Freud afi rmó con toda claridad que ra pa comprender las ca usa s del es tallido de u na psicosi s se precisaba un m arco conceptualstidi nto: «. . . una perturbaciónsecundaria o nd i ucida de l proceso li bidinal puede serel result ado de m odificaci ones anor males en el o. y De hecho, es posi ble que proce sos de estalas ce sean lo car acter ístic o de la ps icosis»(1911 c, pág. 75 ). Si citam os este pa saje no se sól o porque el probl ema eti ológico importa a nuestrosines, f sino a dem ás para dem ostrar que Freud sabí a que dicho probl ema abar ca cue stiones
no cons ider adas en la teo ría tópi ca.3 Creem os posi ble, incluso,señalar en el estado clíni co de
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Schr eber el unto p de transic ión ent re aque l estado en que la fenome nologí a dom inante to davía era compr ensibl e en térm inos de conceptos cos tópiy aquel en queesto a y no rea válido. Como mencionamos en el capítulo 4, la serie de sueñ os traum áticos q ue inauguraron la psicosi s es conce ptu a lizable mejo r en tér minos económ icos queen térm inos tópicos.Freud observ ó queel resultado esen cial del desequ ilibrio psicoecon ómico de chreber S ra e la form ación del delirio del «f in del m undo», interpreta do por Freu d como proyección dena u catástr ofe intern a. «El mundo subjeti vo ha llegadoa su fin a cau sa de que se le ha reti rado el amor» ( 1911c, pág. 70). Las expl icaci ones m ás coher entes deeste estado de y los fenóm enos resti tutivos que le si guieron so n las expre sadas en términos del odelo m del obj etos elf (véase le capítulo 5). En verdad,este drástico colaps o de la or ganización habitual de la per sona lidad —del self com o sistem a psíquico do tado decohe sión— es precisam ente el ti po de fenóm eno clí nico que ar m ca el desplaz amiento regresi vo de un e stado cara cteriz ado po r un sel f íntegro quee srelaci ona con obj etos ntegros, í a otro en el que un conglome rado de núcleos desi ntegra dos delself intera ctúan conna u ser ie de objetostransiciona les (cf. Koh ut, 1971; Glover, 1968). No hay m ejor ma ner a de ilustrar estepo ti de fragm enta ción que ci tarla signifi cati va descr ipción de est e proceso que hizo Schreb er en su sMemorias : «. . . el número de pu ntos enlos cua les te nía su origen le contacto conism nervi os aum enta ba conel correr del tiempo; apar te del prof esor Flechs ig, el único de quiensupedurante un em tipo al m enos que se contaba aram cl ente entre los vivos, en su m ayoría se trataba alm de as de persona s fall ecidas, que cada vez se inter esaban ám s por m í» (1909, pág. 49) . Schreber encio m na centena res de nombresciendo di que estos agen tes prov ocaban en sumente una trem enda turb ulenci a; poco apoco , sin em bargo, come nzó aemergercierto ordenen estecaos. Los div ersos ob jetosdel delirio uef ron clasif icados porSchreber gú sen su acti tud benévo la o malévol a hacia él ; Flech sig cond ucía lashueste s hosti les, en tanto qu e el propio ios D con ducía a sus aliados .4 No obstante, m co o se recordará, tantolechsig F com o Dios tendían siem pre a subdi vidirse en m últi ples representaciones de muy div ersa s cualidades. Por ejemplo,el «a lmaFlechsig» que perseguía chreber a S no debí a ser co nfundi da conel prof esor Flechsigal.re
Emper o, el agru pam ientode las fuer zas e n los bandos de l
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bien y del m al er a un int ento de integración, de reunión de un a multi tud de ex citacionesen una ca ntid ad m uch o menor deunidades. Niederland, en una serie de bajos tra basa dos en m aplios datosbiográfic os sobre los com ienzos de la vida de Schreber, reci entem ente dado s a conocer , mostró de ma ner a conv incenteque cad a uno de esos fenómenos delirantes o luci a natoriostenía susrcen enuna par ticular interacción infanti l con figuras fam iliares signifi cativas. Muchaspruebas abonan tam bién la onclusi c ón de que ciertos aspe ctos dela personali dad de este paciente(ciertos núcleos deus sel f) continuaban oper ando enniveles com parati vamente ám s maduros.Un ej emplo de o elles que , invitado acome r a la ca sa del di recto r del hospi tal, no sólo mostraba íallun desem peño soci al aceptablenosi la conducta propia de n h uombreculto y bi en informado. Gran parte de ssurelaci ones hum ana s se m antuv ieron casi ni cólum es, enparticul ar el ví nculocon su esposa.5 Es com ún sin duda reali zar observaci ones similares en la ayorí m a de los as c os depsicosi s. Como indicara Freud, un obse rvado r interno dotado ra de cionali dad pare ce segu ir el traye cto de la enferm edad desde algú n recoveco de la psi que del psi cótico. Natur almente , en una evo lución norm al a l secu encia habría sido la nversa i dea l regresión puest a de m anifi esto en este caso; ya pasa mos rev ista a ese proceso en el capítulo 5.El caso de Schrebernos perm itió ilustrar el tránsito, en la or ganización de l self, de un estadio dente i gridad cohesi va a otro de fragmentaci ón en úcleos n co mponentes, pero no nos perm ite mostrar el pasaje deragm la entación f a la cohesi vidad, ya que chreber, S por loque sa bem os, nunca alcanzó un estado de rem isión de supsicosi s en el que desa pareciera n los delirios. Par a demostr ar la relevancia m del odelo delself íntegr o y los objetos íntegr os y su aplic abili dad a l caso chre S ber, por oposici ón almodelo del sel f fragm enta do y los obj etos tran sici onales utili zado p ara explicar la ps icosis, tenemos qu e atender al período anteri or al esta llido del epi sodio patológi co princi pal. Las observaci ones concer nientes esta a etapa de la per vida de Schreber ásmesca lo que de qui si éram os, o pue den bastarson para ustrar ilsas de la uti li dad conceptualiz ar el desarroll o mental com o una progr esión a parti r de núcleos di spersos hasta la cohesión, com o propuso por prime ra vez Glover (1950). Este señaló que la eventual fue rza o debil idad del o «y » (en nue strostérm inos, esto corresponde la a or ganización del lf secom o sistem a cohesi vo) dependedel gradon eque los núcleos pri mitivos retienen er en gía y, de este mo do, al capa cidad potencialpara unacci aón au tónoma:
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«De acuerdo con la fuerza de su dota ción pulsi onal,la gr a vedad de la frustración, el grado de fijación y la riqueza de los productos de sufantasí a, un núcleopuede intentar, por así decir, apoder arsedel apar ato psí quic o y ocuparlas vías que llevan a la conciencia perceptual» (págs. 31718). La organización delself de Schr eber ya habíaostrado m su grave inestabil idad en oc asión decótico. suhipoc ondría, diez añ os antes del inequívoco estalli do psi Freud nodar ía u n a expl icación psicoana lítica dela hipoc ondría ha sta 1914, en su «Introducció n del ar n cisismo»;allí daría cuenta de ella en térm inos de una e stasis debili do nar cisista n e el c uerpo o alguno de ssuórg anos. La hipocondrí a fue consider ada, pues,una «form »‘ de ps icosi s en la que se mantiee frustre ne, si bi en ten uem ente, al coh esiv idad del self. Puede abe h r o no egresió r n más a llá de la hipoco ndría hastanau fragmenta ción efecti va y el po steri or desarroll o de un síndrom e psicóti co. En la m edida enque e s preservaa lcohe sividad del sel f, también m antiene en ayo m o con menor m edi da la la investi dura libidinalse de los obj etos yr su comitan te, capacidad para el am exen de reali dad. Este esta do de interconexi ón pre supon e la estructur a descr ita por G lover como «multinuclear» o «m ultilocal izada» : «Muchas de las puls iones con las q ue ti ene que abér h selas la psiqu e primiti va son ulsion p es pa rciales[. .. ] que surgen de dis tintas on z as del cuerpo centros y gán or icos, cada uno de los cuales pos ee máximaimpor tancia y [. .. ] una inte nsidad spe e cífica.[ . . . ] Estos núcleo s psíqu icos eprer sen n los precipi tado de desuslas acciones re la indepe psique rin- p mittan iva yu objetos pulsiones [. entre . . ] con den cia de queel ob jeto realsea reconocid o o no com o tal » (1950, págs. 315 16). Las nvestigaci i ones de Nieder land ha n puesto de anifi m esto las jaci fi ones nar cisistas que car acteriz aron a S chreber a lo largo detoda suvida, en par ticular sunecesidad de conserv ar u n concepto gran dioso delself y unaima go par ental idea lizada. Kohut (1968, 1971) mostróque la necesidadde aferra rse al objet o narcisi sta idealizado indi ca que los p roceso s de nterio i rización aún no han desem bocado en una s- e truct ura psí quic a ca paz de func ionarde m anera totalmente autónom a. Esto m i plica que le ind ividuo precisa recurri r en forma conti nua auna persona real del medio que lo rodea paraprov eerse de las funci ones autorreguladoras. En armonía con estos conceptos, es lógic o que chreber S perdi era u s equi librio en las dos ocasiones que ás pusi meron aprue ba la re gulación de su utoestima a : primer o al sufrir una de-
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rrota electoral, y luego al ser promovi do a un alto car go judicial. Estos dos aconte cimientos losome tieron auna cre ciente tensiónarn cisista, a tra vés de la esti mulación y posterior frustració n de su s impulsos exhi bicionistas ran g diosos. A l mism o tiempo, puedenhaberpuesto en peli gro su confi anza enun proge nitor deali i zado, a y que este noera capaz de asegu rar su éxito político. Otro aspe cto de la gan or ización psí quica de chreber S que puedecompr ender se me jor util izando los modelos del self y los objetos es la desmentida como mecanismo de defensa característ ico quedebi ó emplear se para salv agua rdarlos rasgos daptati a vos predominantes de la cta condu anteri or al estall ido psi cótic o. Freud pudo demostr ar qu e lue go de la aparici ón dela psi cosisla defensapica tí pasó ser a la proyección, y explicó las diversas permutaciones delirantes del impulso hom osex ual inconci entesobre la base de la pr oyección devari os atributos del s elf a la s repr esent acionesni trapsíquicase d los ob jeto s.6 Debe tam bién tenerse present e que la regresi ón a un estado de fragm entació n del sel f va acom pañ ada inevi tabl emente de una egre r sión concomit ante de la capa cidad para el ex amen de realidad (cf. Modell, 1968). Como consecue ncia, vuelve a oscurecerse la diferenciación entre el self y el objeto, y estos cambios intrapsíquicos pueden también concebi rsecom o nuevas usi f ones delas repr esentacio nes delself y los objetos.7 Ilustrar el so u ade cuado del mode lo tri partito para el ca so del hi storial de Schr eber es muy difícil. Como ocurr e con la ma yoría de su s histo rialesclínicos,en su descr ipci ón Freud desta ca lo patológi co, soslayando com parativamente el rest o de la personali dad, que pu ede haber ten ido un funcionam iento más apropiado (cf. Katan,1953). No obstante,la nsistenci i a en las altas dotesmorales dechre S ber nos lleva a suponer que en la fase epsi pr cóti ca debende haber bun a dado os l ejem plos de confl ictos entre el oy y el superyo . Sin embarg o, sólo podem os citar un ejempl o de dicho confl icto corre spondiente ala fase psicóti ca: es el b) en su adm propor cionado por Ni ederland (1959 isible recon strucci ón de al dinám ica de laeacción r psi cóti ca en sí. Niederland ex plicó este colap so en la orga nizaci ón de la personali dad de chre S ber sobr e la ba se del pi tíco confl icto intrapsí quico que seencuentr a en «losque fra casan cu ando triunfan»(cf. Freud, 1916 d). Por supue sto, se tratade un confl icto entre el yo yel super yó incon ciente. Nieder land basó su reconstru cción en el deli rio de Schr eber seg ún el cual en su fami lia había ma rque ses de la oscana T y de Tas mania; en este m ater ial, vio el deseo de un triunfo edípi co,
así com o la necesidad contrapuesta de punición.8
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La figura 3 1 sintetiz a la his tori a de S chreber , en spe e cial la histo ria de su nferm e edad. Su infancia siguió apar entem ente la progr esión prev isible de fases,culminan do en la form ación de una gida rí est ructura de carácterlaen Fase IV. A partir de los se is añ os aproximadamente, al inici arse el per íodo de latencia, fueron reprimido s o de smentidos los graves probl emas na rcis istas que quedab an pe ndientes de fases anteriores. Pese ala ri gidez el d carácter pudo alcan zarse, nterm i itenteme nte, un funci onam iento adulto regular. Figura 3. 1 El cas o de DanielPaul Schreber studiado e mediante el modelo erá j rquico.
Funcionamiento adulto regular Estructura rígida e d carácter Neurosis Problemas infantil; narcisistas desmentidos idealización narcisista Psico sis de la pri mera infancia Estados traumáticos infantiles FaseI
Fase II
FaseIII
Fase IV
Fase V
En 48 18 85 46 18 48 18 18 44 184 6 18 184 2184 4 Estados distintas Episodios Delirios Hipocondría premórbidos épocas de exci ta18 93 191 1 18 85 189 3 ción ag uda 1893 , 19 07 El primer episodi o de nferm e edad uv t o lugar cu ando el paciente contaba 43 años dad, de con e u n reto rno a la organizaciónde la per sona lidad caracter ístic a de la Fa se III. El modo de fun cionam ientopreval eciente seestabi lizó en torno a una idea lizaciónnarcisi sta del profeso r Flech sig (Modo III ), pero losproblem as m ás arcaicos qu e giran en torno de la grandiosi dad inf antil siguieron sien do de smentidos. Estascondici ones perduraron ante dur och o años. A la edad de31 añ os tuv o lugar otra regresi ón, con fragm en-
tación delizstem si a del self,inante. o sea ,Dun retorno a la Fase II com o organ ación predom urante l eresto de su
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vida, Schreber continuó padeciendo, en forma caótica, delirios asistem áticos car acte rizados por la oyecci pr ón pri mitiva y una fran ca megalomanía. En disti ntas oportun idades — en particul ar al com ienzo del episodio psicótico en y un perí odo de ex acerbación de a enferm l edad cuan do el paciente per dió a su espo sa—, hubo reg resione s al estado trau mátic o del Modo, Icon episodi os de xecitación ag uda.
N ota s
1 Como ya dijimos conrespecto a los hi stori ales clí nico s citad os antes, elecltor podrá seg uir mejor nue stra x eposi ción sirefresca su memoria del caso consul tando lasuentes f ri oginales.Véase, asimismo, el resu men quehicimos delcaso S chrebe r enel capí tulo 4. 2 De esta am plia bibliogra fía sól o pode mos ci tar u nas muestras: Baumeyer (1956) , Katan 194 ( 9, 1950, 1953, 195 9), K ohu t (1960) , Niederland195 ( 1, 195 9*,1959b, 19 60, 1963) y White (196 1, 3 1963). Se advertirá, asimismo, que en seta cita de un rtabaj o de 1911 el significado deltérm ino « yo» no e s un absol uto evidente.Muy posi blemente Fr eud lo utilizaraen e l sentido deun conj unto coherente de funcio nes dela perso nal idad, enconsonancia con la acepció n que se le dio ue l go enla teo ría estruct ural ; pero atmbién puede berl hao empleado si mplemente com o sinóni mo de «self». 4 Entende mos estocom o un em ej plo de as l operacio nes m ental es queen los escrit os de Mclanie Klein y su escu elase incluye n ba jo el térm ino « esci sión». Para nu exa men de las conce pcione s klei niana s de las re laciones obj éta les, consúlt ese el capít ulo 5. 5 Est a es una not abl e prueba de que no es nco i ngru ente ha cer un di agnóst de obj psi prese nciaque de una decu a ad ca pacidad para elico amor ecosi tal . sLaenre gresi ón de sem boca nae si gnos manifiestosde na rcisismo arca ico no esuna reg resió n de la investidura ibi J dinal de objeto si no deform as más madura s de na rcisi smo. Es e sencialdistinguir el amor obj etal de laslacio renes objétales ra papode r de term inar si una intera cción parti cular entre unapersona ytras o de sumedio interpersonal pertene ce primordi almente la ámbito del narcisi smo o al de la libido de objeto. Para más detalles, véase Kohut (1971). 1Expre sión rf ance sa que significa «forma desdi bujada » o «poco clara» . [N.del T.] 6 Sin em bargo, Freud so pu m ucho cui dado en ndi i car quea lproyección es un mecanismo muy generalizado, que se encuentra incl nt eresu lass a pe rsona sntes norm ae les.las Com opra señ cobson , elu lasotiene ntece de n tem n asló faJantasí as nf i(1964) anti les de incorporac ión y de y eecció n. Unavez que la estruct ura ción ha lacanza do al eta pa de la diferenciació n total del yo(o sea, una vez que el mode lo triparti to pasa a ser el más rel evant e), la proye cción ocupasu ug l ar entr e el reperto rio de m ecanismos de defens a de l yo. Ya he mos subraya do quelos m ecanismos psíquicos prosi guen su de sarrol lo más allá del áre a de conf lictos; cua ndo al proye cció n alcanza al etapa de orga nizació n libre de conf lictos, pasa a se rvir debase a func ione s tales com o la empati a. 7 En S «obre al gunos mecanismos neurót icos enosl cel os, la pa -
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ranoi a y la hom osexua lidad» (1922 b), Freu d de scri bió el caso de un hom bre ov j en cuyapsicopato logía para noide sólo se pus o de manifiesto en el curso de su análi sis: «Sus relaci ones ales re on c hom bre s estaba n presi didas a to das luce s por la de sconf ianza; con su potenteintel ecto supo ra cionali zar sta e cti a tud y disponer as l cosa s para que conoci dos yamigos ol eng aña sen y expl otase n. Lo nue vo que prendí a en él fue que pe nsa mientos clásicos de rsecu pe ción pue den estarrese pntes si n que seesl d é cré dsito del ni se les erio atrib uy a svalor. ] tal ve z nue juzg uemcua osnla idea irantes ext riz ada como[... producc iones vas, -s do n e verdad pudiero n existir desdemucho antes»pág 228 (. ). En e ste pas aje,Fre ud setuvomuy próxi mo a o f rm ular xpl e ícitamente elconcepto de n núcl u eo delself quepuede rm peanec er sum ergido o aislado dura nte todo eltiempo en que prevalece una síntesi s total. A conti nuación pa só a discuti r el «problema económ ico»—lo que oy h la l maríamos el problem a de la ca pacida d relativa de da aptació n dela pe rsonalidad pa ra ha cer frente a una motivació n queel yo di sciernecorrectam ente com o pa tológica— . El mejor abordaje conce ptua l de estosprobl emas es el delpunto de vista da a ptati vo y al psicol ogía el d se lf. 8 El delirio sobrelos m argraves de la Tosca na indica unavictoria cdípica, por elantag onismo político entre chre S ber y el amo de Alemania, Bismarck. La marquesa Matilde de Toscana había humillado a un perador em alemán n e Canossa, en u no d e o ls m ás célebre s episodio s de la hist oria medieva l. Análoga mente, al re ferencia a Tasm ania tiene significación de culpa yxpi eación, ya que esta sl ia fue originalmenteutilizadacomo colonia penal.
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10. Otras aplicaciones de l model o jerárquico
Un caso de trastorno del desarrollo
Ya en 1913 Ferenczi había hablado de «interrupciones en el desarr ollo», pero fue Glover (1943) quien concibió «la fijación del oy total a un per íodo cualquiera del desar rollo» , form que oincide on c el un pun to de vi sta ifequ ex pondr emulación os aquí,au nqu ec utilizando vo cabulario de rente. Nage ra (1964a) ha expresado opini ones similare s, definiendo la interru pción com o «la fijación a una fase determ inada.[ . . . ] Parecería haber un tip o más e xtendi do de trasto rno elaci r onado conla faseen su conjunto » (pág. 2231.1 Anna Freud consideró que las interrupciones del desarrollo eran una cate goría clínica fundamental (1965). Aunque cua lqui era de la s líneas de desarroll o pued e interrum pirse en form a aisladade la s dem ás, eldiagnósti co de trastorno ev olutivo debe reservarsea par aqu elloscasos en que la patologí a primordial consisten ela nte i rrupción de va riaslíneas de desarroll o decisi vas. En la mayoría de las person as, es probabl e que un exam en trasv ersalcompleto de la person alidad total rev ele la interr upción de só lo un a de esas lí neas. No es esto lo ue q n osotros enten demos por «desarr ollo interr umpido». A nuestr o juici o, este diagn óstico sól o cab e cuando todaslas lí neas evo lutivas principales están interrum en ismalas fase. Como jdi imos e n el capítulo 6,pidas estima moslam que línea s más yaimportantes para valorar el progr eso o laregresión en eldesarr ollo psíquico son la s situac iones depeli gro y meca nism os de defen sa típ icos, el am or de objeto y el na rcisi smo, y el exam en de r eali dad. El modelo erár j quico es de áxi m ma utilidad p ara compr enderlos problem as clí nicos de esta- na turalez a, en parti cular, cua ndo la nter i venci ón terapéutica logr a contrar resta r la nte i rrupción evolutiva y reinstau rar el proceso de avance (cf. A. Freud, 1965, pág. 226). Nin-
gún model o anteri or nosperm itió discerni r los avances evolutivos de un a a otra fase di y ferenci ar esta pr ogresió n de la ma duración de las fun ciones que ya nhaadqui rido autonomía respecto de los co nflictos. Aun si n terapia puede
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habercreci miento psi cológic o en las áre as de funci onam iento libres de confl icto, de modo talque la interr upción en el desarroll o nunca debeconsi dera rse tot al. La literatura sobr e inter rupció n del desarr ollo ofrece es caso mater ial ilustrati vo, a causa de que la conceptu alización de esta entidad agn di óstic a es relati vamente nueva. Además, ning uno de los hi storialesclínicos pub licados aptos a par ser repro ducidosaquí recibi eron el rótul o diagn óstico de «inter rupci ón del desarroll o». A continu ación xeaminare mos uno de los estudi os dadosa conocer reci entemente que se ajusta a esta categor ía, aun que no fue iv sto bajo la m isma luz por suautor. 2 De hech o, aquellos datos clínicos publicados con el fin de demostrar que la ntervenci i ón ana lítica pu ede serbenefici osa e n ciertos ndr sí omes de ti po primitivo, síndromes en los que(a nuestr o entender) la na turaleza de la copatologí psi a no fuedeli nea da conprecisión, son par alos nue stros pr opósi tos.deEnter jem ficar todos ycaóptimo da unos de niv eles posi bles i pli rupción del desar roll o ser ía repet itivo. Hemos eleg ido nuestro ejem plo a fin de demostrar dicha interru pción en un esta dio compar ativamente primitivo, en la esper anza de poder a sí diferenci ar de lamanera más clara posi ble esta enti dad no sológicaespec r to de otras. El ca so se lecci onado por nosotros fue descri to srci nalm ente por Z avitzianos, qui en pr esen tó as í el cuadr o clíni co inicial y sus ntecedentes: a «Lillian, un a atr activa morocha oriundadel M edio O este, tenía 20 añ os cuan do com enzó su nálisi a s. Soli citó tratamiento par a ver si podí a ser adm itida nuevam ente en la facul tad, de la cua l había si do expulsada porque las auto ridades del estableci miento sospechar on qu e robaba , ycon una gran ca rga de ngu a stia, ella confesó que era verdad. Había robad o desde que tenía 7s año pero nu nca la sorprendieron aci h éndolo (ni tam poco enningunade su s otras activi dade s delictivas), excepto us madre, en dos oc asiones, cua ndo tenía 9 año s. En tales oportun idades sólo sufrió una leve reprimenda. »Lillian no robabamotiv ada p or nece sidadesecon ómicas. Su madre la había al m ac ostumbra do, ofreci éndol e perm anentem ente regalos sum y as de di nero para mantener la dependi ente deella. Más adel ante sedesc ubrió qu e, adem ás de dinero , Lillian ta mbién oba r ba vestidos ryopa interior de mujeres,medias,joyas y todo lo que pudieraejorar m su apar iencia física. También le procura ba gr an plac er ir de com pras para dq a uiri r talesartícul os y gastardinero n e
ello s. Ocasi onalm enterobaba otros job etos que no eran de indum entaria, com o libros. Aveces fa lsificaba firm as.
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l\
»Ademá s de su s hurtosy sus recorr idas p or las tienda s, Lillian tenía elábit h o de mentir. Había ma nten ido una promiscuavida sex ual desde los 13 añ os y, en años reci entes, se habíadado a la bebi da en los bares, llegan do algu nas veces a la ebriedad. Otro rasgo característico de su personali dad er a la m i itación de los gestos, esti men v ta y manera de habla r de las mujeres a quiene s admiraba; y adm iraba y envidiaba, en especial, a mujeres casadas y embarazadas, cuya s ropas trataba de robar, o bien decompr ar otra s similares.Esto la ha cía senti rse com o si fueraca “si com pletamente”la mujer adm irada . »Lillian an helaba intens amente tene r hijos, p ero con frecuen cia maltrataba y descuidaba los ani ños, inclusoa aquellos quequedaba n a su cuidado.Le gustaba herirl os físicam ente hasta el punto decerlos ha lora l r. Se dedicaba a masturbar alos p equeñ os varo nes y a estrechar las a niña s entresus bra zos con tanta uerza f que que daban goniz a antes. Elegí a para stos e fines a niños queún a n o ha bían apre ndido a hablar y,por ende, no podí an que jarse nte a sus madres.También m altrataba alos animales; por ejemplo, solía arra ncarle las uñas a su gato. Con frecuen cia, ya en su primera cita con un muchacho le hacía atrevidas prop uestas ; acostumbra ba elegi r chicos enore m s que ll ea. Su deseo eramasturb arlo s manu almente o practi car con ellos el fellatio. En cualquier po ti de elación r sexuala er completam ente frí gida. El coito no de sperta ba en ella goce sexual ni ningún tipo de sentimiento, lo cual era r acionali zado dic iendo que , puesto que era ella la que provocaba l e orgasm o del arón, v a ella le pertene cía en verdadal potencia y as l se nsa cione s de placer de e ste. Sentí a que absorbía “ la experienci a del mucha cho” y la hacía suya opi pra. »La capacida d intelect ual de Lillian estab a intacta . Aunque er a unamujer inmadur a e nfa i ntil, su comportam iento gene ral er a ade cuado y equil ibrado.Le gustabadar la m ipresi ón de ser na u persona bienntrol coada y dueñ a de sí, ajena acualqui er perturbació n emocio nal. Trata ba de m ostrar buenos modalesdey ser seductora para encantar a la gente . Seimp mostraba om c placi tabauniv ex teri ormente las normas uesta s por lasente toridades au y aca ersi tari as, realizandosus actuaci ones sól o a sus espaldas. »Sus hurto s, a menudo plane ados conantic ipaci ón y cui dadosame nte ejec utados,le procuraban placer. staba Eorgu llosa de uss realiz aciones delic tivas y no ex perim entaba ningún sentimi ento de vergüenza o de culpa r acting su po out. Mediante lagaci ne ón y la racionalización fáci lmente engañaba a su deficiente, nontegra i do y en parte del incuentesupery ó: Se las nge i niabaparaeludir los senti mientos de culpa sobre robos sus ysu conducta prom iscua, ay
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sea negando por enteroosl acto s correspondi entes o en bi ignoran do una parte de su self y negá ndose así misma que fuera ell a la queperpetrara h dic os actos o partic ipara en ellos. A veces,cuando roba ba enlos neg ocios, tenía luga r un estado de lev e disoci ación, on c escisi ón de lamiagen del self, que la ha cía sen tirse com o si fuera dos sonas: per la rica yagradable m uchacha adinerada, yla pobre e nf i ortunada ch ica que debía rob ar. La ch ica agradable,de la qu e a su juicio nadie sosp echaría qu e podí a dedic arse arobar, era en verdad cómplice de la adrona l ala que encubría. Lillian de cía que esta disociación er a un jueg o. »De niña, Lillian no abía h si do am amantada; su madre le prestó un a atención insufi cientee irregul ar, caren te de cali dez emocional. Abundante ater m ial analítico y algu nos vagos recuerdosndican i que la paci ente fue sometid a muy tem pranam ente amasturbac ión por part e de u s madre.También asisti ó repeti das veces la a escena primordial. Durante su primer año devida sufrió un grave ataque de tos convulsa. Fue sonámbula hasta la pubertad, y también se succionó el pulg ar hastaesa etapa.Entre os l anteceden tes de la vía matern a se contaba n esqui zofrenia ypsicopatí a. »Lillian había ideali zado asu m adre , qui en era alcohólica y confesó haber robado en el pasado, y casi con certeza había mantenid o una conducta prom iscua en us juv entud . La madre tení a una acti tud desp reci ativa hacia us marid o y era incapaz de ofrecer auténticos cuidados maternos o una cálida m sipatía. N o obstante , se las inge niaba— mediante su s constantes egalos r , sus falsedades yengaños, su excesiv a ind ulge nciay perm isividad— para mantener a Lillian li gada a ella y apartarla de su padre. ece N sitaba a Lillian a fin de sati sfacer su s propias ne cesidades simbióticas y de gratif icar vi cariamen te su incli nación por el delito. Su actitud era hipócri ta: ensalzaba la virtud, pero lena tabatáci tamenteel del ito. »E1 padre , un empleado de nco, ba era un hom bre hon esto pero débil ; su vida giraba en torno de sí mismo y revelab a una pasiva agre sividad. Se mostraba hosti l y con frecuencia despr eciativo hacia los niños.La fam ilia le ten ía poco respeto cau a sa de su falta de autori dad. Durante nu tiempo, desde que L illian tuv o dos o tres os añ hastaque llegó al per íodo de latenci a, mantuvocon ella un a relación bastante cor dial. En una oportunid ad, cuando la niña ten ía
doceaños, él la azotó viciosam ente por n u motivo trivial; a partir de e nton ces loodió siempre y ortó c prácti camente todo ví nculo conél, salvo, ya cr ecida, el usode su automóvil, que le ca usaba a Lillian gr an satisfacción.El hermano de L illian, tres añ os m enor qu e ella, era un joven muy inmaduro, de acti tudesa menu do rreali i stas y escaso s
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valores morales. Cuando él nació, Lillian sufrió una depresión y per dió el apetito. »Ella no se que jaba de ningún síntoma y su conducta nti-a sociable le resultabauym gratifi cante. n E reali dad, pese a su consenti miento,no teníantenci i ón algun a de continuar realmente con el tratami ento. Confiada en su inteligencia y en su capacidad para manipular a la gente, había planeado relatarme n caso u cti fi cio. Su intenci ón eracausa rme una buena impr esión para que, en brev e lapso , yo aclarara r su pr oblemaque con las autor idades ersitari as.cier Ahi nte un equerimiento le deca no de univ la facultad a a Lillian, redactéun cer tificado para dich as autor idades en el que sostenía que conducta su aerimpulsi va y que ha bía iniciado tratam iento.Este certif icado n o sólo dece pcionó a Lillian en cu anto a la posib ilidad de er s reincorporada en la fac ultadsino que, com o se reveló más tarde dur ante el análisi s, a l morti ficó porque indicaba su patologí a. »Para il Llian el aná lisis fue un a experienci a humillante, que desafi ó su autoestima y su omnipotencia ágica» m (Zavit zianos, 1967, pá gs. 44041). En un artíc ulo de 1971, Zavitz ianos agr egó unos poc os pero signi ficativ os detalles a la histo ria relatada n su e trabajo de 967; 1 son los si guiente s: al pr incipi o Lillian comenzó tom ando din ero y golosi nas de la cartera de sua-m dre; más adelante, sus hurtos em sipre se dirigieron aartículosque le gu staba n o le era n útil es. Análogame nte, sus mentiras tenían iel n yfa sea de ocultar ssu acto s deli ctivos o de increm entarsu pr esti gio frente a los dem ás. Lillian había exhib ido un talento traordinari ex o par a apr ender a leer antesde entrar en la escuela; desde entonces, on-c tinuó siendo siempr e una ávi da lectora. No recor daba ah berse mastur bado nun Como ya se h a destacado, laarma dre había desarrol ladoca.pautas de conducta uy m simil esa las de su hija. Zavitzianos decían ees e artíc ulo de1971: «La impr esión ge neral fue,al princip io, que u s com portamiento no aer más queuna gr atif icaci ón desi nhibi da de empeño s libidinales yagr esiv os antisoci ales, locual har ía de ella m siplem ente un típi co car ácter ntisoci a al; pero luego de iniciada la investi gaciónanalíti ca com enzó a su rgir una seria patologí a» (pág. 29 9). En su descripci ón del curso uido seg po r el aná lisis en 196 7, el autor había subrayado ue, para q empezar, esta paciente había m ostrado una rebel de me nda cidad. Su «codi cia oral, posesi vidad anal ysu envi dia del pene eran, en an gr medida, egosintónic as». N o obstante, la perse vera ncia an alíti ca
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prod ujo a la pos tre cam bios mportantes. i Comenzó aace ptar que el analista consid erara patológi ca su con ducta yue l go a tem er separar se de él.La quieb ra de su s ilusi ones na rci sistas de fusi ón con el ana lista, perfect o para lla e seg ún lo vivenci aba ensu fantasí a, dio lugar areacci ones depresivas. durante gra n parte del em podí a con serv ar E lampero, estabi lidad, mientr as exp erimentar atipo al an alista ora comouna ima gen espec ular de lel a, ora comona u parte de sí misma.3 Su acostumbrado com o resp uesta a las heri das acting out nar cisistas fue rem plazado poco poco a po r las en soña ciones . «Comen zó enton ces a elaci r onar se con nu objeto psi cológic o parcial,el penepecho del a nalista» (1967, pág. 443 ). A la vez, comenzó a masturbarse. La significación de estos hechos fueexpli citada m ejor por avit Z zianos enel trabajo de 1971; mostró all í que represen taba al inv ersió n de una secuencia de aco ntecimientos cruciales de nfancia su i inculav dos con el naci miento de su ma her no cuan do la ni ña tenía tres años. Su depresió n de esaépoca on sól o fue el resul tado de haber perdi do granparte de los dados cui yatencione s de su madre, ino s tam bién de su abrupto enf renta miento con el cam bio produci do en la im age n corpo ral de esta última. Aparentem ente,esto implic ó par a ella que o n podí a fund irse con sumadreen la fantasí a, puesto quen e ciertos m i porta ntes spe a ctos ra e n disti ntas.A la sa zón Li l lian había v uelto a utilizar a manera de feti ches infanti les los li bros queya le ha bía leído su m adre, y se sentía ndei pendiente etendiendo pr que los apodí leer por sí sola. En los años qu e siguieron, Lillian tratóde lograr una fantase ada fusión consu padre,pero tam bién esto le fue fídi cil a cau sa delas manif iestas di ferenci as ana tóm icas ent re su s genitales los y de él. La niña se había ingen iado par a salvar esta diferencia construyendo una creencia casi delirante en quepose ía un falo ropio p . Durante le análisi s, esto salió a reluc ir en sus actua ciones, propi as de n u exhi bicionismo fálico, com o si lela fueraun hombre. E n su niñez, al ilusi ón fue apun talada po r una rigurosa ev itaci ón de su s genital es, que Zavitzianos atri buyó a la an gustia decastra ción. Sea como fuere,lo cierto se que le hiz o ren unciar ala masturbaci ón. Pero ningunade estas edid m as consegu ían ha cer perdurar la fusión conl padre; e el aná lisis rev eló sus fuertes m i pulsos castrador es hacia él,reexperimen tadoscon relaci ón al penedel analista. Para defenderse contra -la des tructiv idad de su s fanta sías, debió recurrir un aa ulterior regresión, que amenazó fragm entar us self ohesivo. c Subj etivamente, experimentó esto como una sensación de que su
cuerpose desi nteg raba. Sus actividades deli ctivas cum plían la funci ón de ali viar esta a ngustia m ediante fan tasí as de
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refusión conel obj eto per dido: «Así, la an gustia decastración y de separ ación desapa recían, y se r estaur aban la omnipote ncia y la autoe stima» (1971, pág. 301). El progresoabid h o en el anális is seevidenció or p el rem plazo delen pe por el ros tro d el ana lista com o motivo central delas fanta sías de il Llian. Al mismo tiem po, la relación entre m abos adqui rió «un no to m ás hum ano»; Zavitzianos int erpret a este ca mbio como result ado de haber alcan zado L illian la capa cidad de m anten er la nv i estidura de objeto pese la a sepa ración, capacidad qu e implica el estableci miento deuna representa ción nterna i estable delb-o jeto íntegro. Siguió ue l go en el análisis un prolongado períod o que es caracter izó por loscrecientes esfuer zos de al paci ente par a funci onar de aner m a autónom a. Esta fase representaba un nuevo av ance , magníf icame nte sinteti zado enun su eño de Lill ian ha en iantes». naba sola ugar l ej n eoría el n qu na die bía el ca mcual inado cam Zavitzpor ianos«un notó m ee Lillian «encuanto a los ílmites del sel f, así com o en el exam en de reali dad, el senti do deidentid ad y as l re laci ones objétal es». La paci ente com enzó a discri minar m uch o mejor las car acter ísticas dediversa s person as, y sus investi duras libidinales sedespl azaroncreci entem entehacia la heter ose xuali dad. Luego de ci erta elabor ación de slaangustias vi nculada s con los mipulsosincestuosos, el análisis se interrumpió or p m otivos vinculados con la re alidad x etern a. En síntesi s, Zavitzianos os n presen tó el caso de una muchach a con conducta delictiva man ifiesta, cuy o análisis, de seis años deduración, c ulminó co n éxito. No nos referi remos aquíal ex amen que h ace le auto r de losprobl emas técnicos con que se enfrentó en el aná lisis (1967) ni a la re lación entre las perversi ones que sali eron a la luzduran te su trascur so y los sí ntomas de sicopatía p ese prntados (1971). Nuestro obj etivo es centra rnosen la importan cia del cre cimiento pr omovi do por la intervenci ón analí tica en una person a extrem adam enteinfantil.4 Siguiendo slalíneas de desarroll o del mode lo jerá rquico, podría bosquejarse este m creci iento des de una fase ás m pri mitiva de orga nización acia h na u fase ás m dif erenciada.Como indicó Zavitzianos, Lillian había experime ntado una regresión de su nivel óp timo de funci onam iento durante la fase áli f ca de la niñezacia h n u niv el de ada ptación ám s frági l: «En un nivel, la pacien te esta ba relaciona da con la reali dad y aceptaba las nor mas soci ales (aunque mu y superf icialmente) , mientr as queen otro era una deli ncue nte y virtualmente una delirante. También la relación con el objeto se presenta ba endos niv eles:en uno era fál ica, mien-
tras que en el otro era oral y se efectua ba con nu obj eto 141
pardal que n o estaba clara mente diferenciado del f»sel (1971, pá g. 303) . Es evi dente quela reg resión de Lillian n o implicó un repliegue respecto de laga or nización pr opia de la fase(véase la figura 10), sino sólo unrecur so frecuente m a odos más primi tivos accesibles ne ella. La utili zación destos e modos fue posi ble m ediant e una escisi ón del self — el uso de lasibl desmentid aces, com oL ecanism o de defensa— . Com oene ra previ e, enton illim an había que dado dete nida la Fase III, caracte rística dela fa se fálicade la niñez y en la cua l la defensapic tía es la desm entida.Hubo un as pecto de su personali dad queno suf rió la nterrupci i ón gen eral de s u desarrol lo: a cau sa de laespec ial signif icación que tenía pa ra ell a leer o que ley le eran , estafunci ón intelectual y otras conexas continuaron evolucionando y alcanzaron suficiente autonom ía com o para permit irle desem peña rse sa tisfac tori amente co mo estudi ante. Curiosame nte, el nivel ido dentro fue el de ám s altoor deizalos dos niveles alca nzad os desm por ent iLllian esta gan ción global; el m odo depersona lidad queella prese ntaba era el m ás arcaico.Zavitzianos in terpret a correctam ente la fragm entació n de u s sel f, así com o su u so de obj etos tra n sicionaies, etiches f y obj etos parciales. El recurso a las a ctividades delictivas consti tuía un a afirmación deomnipotencia. A la vez, ella podía preservar la ilusión de que sus progenit ores er an poseedor es de cu alidades ideales; esto se tornabaparti cularmente cl aro en la trasferenci a cuan do ella re cobrab ibri o S fundiéndose con la gr fantase ada perfecci ón adeel suequil anali sta. u utilización de oseros eca m nismos de defensa pr oyecti vos e introy ectivos puedeilustrarse por su pretensi ón de que al prod ucir un or gasm o en un much ach o se apropi aba de su der po y de su s senti mientos de placer . En este modo deorganización(Modo II), sus angu stias se vi ncul aban con la en am aza de separa ción del objeto self idealizado. Cuan do estaamenaza ealm r ente fue cosa del pasado, su indefensi ón la ev ll ó a fenóm enos e d descar ga más a rca icos (del Modo I), com o sus robos. L a descripci qu e hizm o ov Ziavi ianosde delavance tratamiento s no sugiere queón el pri mer mitz ento estuv o dado por al cur a de la escisi ón del s elf y el gradua l ret orno al más alt o modo deorga nización funci onal disponi ble en la Fase III. En este pun to la paci ente cesó en sus actua ciones deli ctivas, retom ó la m astu rbación, experime ntó la angustia de castra ción y com enzó aperci bir al ana lista com o una person a total. En la esferade la se xualidad persisti ó la om nipoten cia, bajo al form a del exhibi cionism o vinculado al fal o ficticio; en este aspecto continuó ctua ando el
mecanism o de la desme ntida de las real idades nar cisista 142
mente dolorosa s. Con el ulte rior tra bajo ana lítico, la interioriz ación de ideales re pa ce haberavan zado losufic iente como para permiti r a Lillian prescindi r del re curso al aan lista com o com plem ento exterior de su de ficiente funcionamiento psíqui co. La mejor pr ueba de quee sdio este paso se la apar ición de al culpa com o rea cción frent e a las fantasí as agr esivas desu trasferenci a incestuosa. Simultáneamente,sus relaciones étales obj madur aron permiti éndol e hacer m ás fi nas di scri minaciones en cuanto a las cuali dades del anali sta. Al mejorar sucapa cidad de juz gar con eali r smo el objeto, pudo tam bién dis tinguir m ejor la fanta sía de la acción e n la esfera terna, ex y su conducta com enzó aestar gobe rnada por el princi pio de ea r lidad. Este ca mbio ni dicó, asim ismo, la coa lescen cia delself com o sistem a psíquico cohesiv o y estable, vale deci r, un sistem a ca paz de mantener su integridad funci onal aun en au sen cia del objeto. En esta etapa del análisis, el papel de mecanismo de defensa pi tíco par ece haber sido asum ido po r la repr esión, según se infiere del nforme i de Zavitzianos referi do al aná lisis de su s de seos incestuosos,cuel al enf rentó nten i sa resistencia y gener ó gr an angu stia. Los ca mbios produ cidos en la paci enteen las lti úmas etapas del análisis indic an la m adur ació n de la orga nización gene ral de supersonali dad.Pasó dela Fase II a la Fa se IV com o míni mo; la conclusi ón del an álisi s puede incluso a- h ber epresentado r la un ren cia a ciertos dese os, y ser indicativa dela capacidad de funci onar por mom entos en leModo V. Así pues, Lillian llegó quizás a funcionar en niveles adultos regular es (Fase V ). La exper iencia ter apéutica ecisiv d a fue, aparen temente, el rem plaz o de la gran diosidad rc a aica por laidealiz ación del ana lista, quellevó a la inter iorización de deales i ás m r azonables, en tant o seiban dejandoe dlado poco a po co las lusi i ones en torno de la perfección del self y del objet o. Afirmar que las cinco líneas de desarrollo examinadas en las pá ginas anterio res e inclui das enel modeloerár j quico aba rca n todoslos probl emas esenciales para evaluar este historial no ser ía legítimo: puedehaber otras ne lí as de desarrol lo más importantes que ll aque as paranuestra com prensi ón. Sin em bargo, no hem os querid o ampliar este se tudi o de caso porque m parti os de la base de quela mayoría de sa es líneas de desar rollo se interr umpirí an enla Fase III, regresarían al Modo II, etc. Las únicas xcep e cion es se rían aquellas funci ones mentales que no estuv ieran envuel tas en confl ictos ,y por ende, hubierannzalca ado auton omía secundaria, com o la capacidad de ectura. l Nuestra hipótesis de que la inter rupciónevolutiva abarca por igual a todas las neas lí dedesarroll o debeser pr obada
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empíricam ente mediantemaplias investigaci ones clínicas. I n térm inos más ge nerales, tam bién la correlaci ón de di ver• líneas de desarroll o conlas entidades psicopatológicas xi||.c estudi o empí rico. Por el momento de bem os conte nta rnon con un ex amenincompleto de es te tema;todo o l que n<»> cabehacer es demost rar de qué anera m el model o jerár quic o nos permite iferenciar d osl casos de desar rollo interrumpí do deotras enti dades diagnóstic as. Para esta expo sición n o serv irán deayudalas fi gura s 14 y 15. Figura 14. El cas o de Lillian estudiado medianteel e squema jerár quico. Fase V Renuncia
li l
Fase IV
Angustia señal
Represión./ Funciones n,telectuales la lectura) (en especia 1 Fase III
Fase II
Desmentida,/ Angustia de castración/ Objeto / idealizado. Grandiosidad fálica /
Angustia' moral./ Ideal del yo. Principio ,de realidad
Modo IV
Modo III
Modo I II
Modo II
Modo II
Proyección.
Fase I
Angustia separación.de Self grandioso y objetos parciales. Omnipotencia
Indefensión y fenómenos de descarga
Modo I
Mol
II
V Mo do I
i
Modo I
------ f
Estado clínico al comenzar el análisis Curso del análisis
Modo I
Esta do clínico al term inar el análisis
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El diagrama interpretati vo de los datos nicos clí vi nculados con el ca so de Zavitzianos fi (gura 14) es casi idéntico al modelo deriv ado de las teorías de la psicol ogía sicoan p alí tica d el desarrol lo que pue den en contrar se en el capí tulo 6 (cf. figur as 7, 8,9). Esto parecería indicar uq e el trata miento tu vo sobre esta pa ciente efecto s an álogos al curso regularde desar rollo psicológiconfanti i l. Se observaráueq el esta do cl ínico enel mom ento del exam en inicial (figura
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15) es marcadam entediferent e de los que ust il ran os l ca sos ya ex aminados en capí tulos anter iores, incl uidos el de trastorno ar ncisista dela personali dad (figura 12) y el de psico sis (figura 13). En estos ejem plos (los delHomb re de los Lobos y Schr eber , respec tivamente)no hubo interrupci ón enel des arroll o: cadauna de las líneas de desarr ollo consi deradas avanz ó en algún omento m hasta fase su más madur a, y fue sól o en la vi da adult a, bajo elimpacto de diversassituacione s destress , que tuv o lugarla reg resión a organizaciones psíqui cas c aracter ísticas de fases anter iores. Figur a 15. Cuadro clí nico que presen taba L illian enel m omento de ini ciar el tratam iento.
Funciones electuales int (en e spe cial,la lectura )
Fase II
Modo II Fase I Modo I
Nacimiento
Fase III Desmentida. Angustia de castración. Grandiosidad fálica. Objeto d i ealizado, fundido con e l self. Principi o de placer Introyección y proye cción. Ang ustia de separación. Omnipotencia. Self grandio so y fetiches infantiles
Modo I
t—
Alrededor de 2 años
Fenómenos de desc arga (robo)
f
20 años
La pacientede Zavitzianos había quedado deten ida en la Fase III; su m odo defuncionam iento pr evaleciente había sido elModo II. Este cua dro pue de enten derseópti mamen-
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te mediantelos modelos delself y los obj etos. E n un primer m ome nto su comportamiento uctuófl e ntre relaci one s que implicaban úcleos n del sel f y ob jetos par ciales (como los fetich es inf antiles), por un lado, ypor el otro la cohesión del s elf mediantela fusi ón co n un obj eto ntegr í o idealizado. La mejoría po steri or pu ede medirse por la m enor frecuencia de conductas a las s apl que icabl ee esemodel o y su rem plazo por conductasásm m aduras,que pueden - en tenderse mejor m edianteel modelo tri parti to. El uso de este modelo ante s de la nter i iorización del superyó entrañaría las fi di cultad es queya hem os mencionado: excesiva preocupación rpolos efectos, d ausencias y car encias.5 En resum en, elcas o de Lillian puedecaracteriz arsecom o un caso de desarrol lo interr umpid o debi do a que ingun n a de las lí neas dedesarrol lo que estim amos esen ciales par a la eval uaci ón de la personal idad avanz ó en mome nto algun o más allá de un parti cular pun to nodal.Por el contrar io, ha bía teni do lugar erta ci de egr r esión respecto deo ese vel m ni áxim o de funci onam iento, m odo tal que le cuadr que presentabala pac iente la iniciar el tratami ento era ún a m ás primitivo que su func ionamiento en le más altonivel, salvo en el ám bito intelectual. A causa del ni vel relativame nte arcaico en que h abía quedado deteni da esta paci ente, su caso exhibe un notabl e contra ste conotrostipos de ps ico patol ogía cuandoe slo com para m ediante le esquem a jerárquico.Si las interr upci oneshubieran ten ido lugar en niveles algo m enos ar caicos,el contraste habr ía sido m enor , pero se hubiera pli a cado le mismo principio: esas interr upci ones no sesuperarían medi antela secu encia usual de faseso- ev lutivas de la infa ncia. Otros ti pos depsicopa tología ue mstran un a regresi ón enla vida adul ta a confi gura ciones or ga nizaci onales anter iores despu és de n u desar rollo infanti l regular. En el trabajo de Adatto(1958) sobr e análisis xeitosos ed «adolescente s tardí os» sehallan ejem plos d e inter rupci ón del desarrol lo en fases ás m ava nzada s:® «El curso del análisis puso n e evidencia que go lue de na u intensa ree labora ción de m ater ial confl ictivo sobre venía un perí odo de hom eostasis au y sencia de motiv ación ana lítica. Postul amos que esto representaa un reintegraci ón del oy que s e norm al en esta tapa e de l desarrol lo, y un último período de laten cia prev io al lo gro dela m aduración plena» (pág. 177). El materialpresen tado po r Adatto puedeconsid erarse com o casos de desarrol lo interr umpido en n u punto compara tivamente tardío , quizá pocodespués de la Fase II, pero an-
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tes del sepu ltam iento nal fi delos confli ctos edípicos. La exposici ón del autoro nperm ite decidir si la nter i rupción ya era clínicamente evidente durante la latencia o si se desarroll ó en la adolesce ncia. La adapta ción gene ral había sido en algun os aspe ctos ape nas sati sfacto ria y enotro s excelente connteriori a dad a las di ficultades que dieron lugar a la intervenci ón tera péutica.Es posi ble que los cientes pa de Ad atto no consti tuyeran un gru po hom ogén eo en este sentido.De todos mod os, el autor afi rma que «la tran sición de los ob jeto s edípi cos y narcisi stam ente colorea dos a los madur os no había eni t do lugar antes del com ienzo delaná lisis» (pá g. 175). Adatto es muy explícito en cuanto a la cuestión de las relaciones objét ales,sugiriendoueqdurante el tratamiento él actuó si multánea mente com o objeto trasferen cial y com o nuevo bj oeto real paraestos pac ientes.Sin embargo, «aunque la trasferenci a se resuelv a en grado su ficiente com o para crear elaci r ncon no sigu incestuosas ob de jeto , desde el punto devista iones ciente e resueltasólo en par te. No es com o la li bertad que se obse rva en los análi sis completos de los ultos, ad que n o tienen nec esidad de huir repentiname nte» (pág. 175) . Adatto piensa que un nuevo objeto de amor hallado fuera del tratamie nto puede catali zar el proceso deadur mación, aunqu e no hubo opo rtunidadde confi rmar esta ip h ótesi s con datos ana líticos. En su trabaj o se hace breve referenci a a otras ínea l s pertinent es de desa rrollo: Adatto apun ta que las «identi ficacionesnarci sistas» se tornaron ás m estables las y relaci ones más realis tas; las defen sas pasar on de la mpu i lsividad ala esta bilidad. L a angustia típi ca, nterpr i eta Ad atto, es e l temor de la castr ación.Hay pocos indici os de per turbació n en el sentido de li rea dad. Como Ad dato concibe la problemá tica de estos paciente s dent ro deuna estructura psí quica plenam entediferenci ada, compuesta por yo, superyó y lo el , se ve en el di lema de sugeri r que elana lista es la mismo tiempo una gura fi trasferencial y un nuevo oobjet real;que su utilidad tra sciende el tratam iento,al salv ar la br echaque x eiste entre los objetos de amor parentales y los maduros no incestuosos; e incluso, que un nuevo «eq uilibrio yoi co» perm ite concluir con éxi to un tratam iento a los ci nco m eses de inici ado. Si realmente est la ructura ental m de estos entes paci permit iera la autor regu laci ón interna,asl diversas anifestaciones m regresiv as obser vadas por Addatoserían de índole pri mordialmente libidinal y podr ía conce birse qu e hubiera n tenidoi-f nes defensi vos. Nosotros cons ideramos pr obabl e, sin embargo , que a m enudo est os adol escentesno seancapa ces
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de una autorr egulaci ón plenamente interiori zada. Por con siguiente, es ás m útil concebi r su fun cionam iento com o un sistem a abierto, al ve decir,com o si hubi era ocurrido a unin terr upción en su desar rollo. Este último volvió a poner m en march a gr acias a la laci reón real de obj eto propor cin nada por el analista durantela terapia; el tratamiento pn mitió, de talmaner a, quela evolución alcanzar a a u n sul» sistem a cara cteriz ado por la re gulaci ón interna cf (. Gitel son, 1948). El modelo del bjoetoself p roporci ona el m edio más eco nóm ico de conceptuali zar el estadode estos paci entes an tes de entrarnetratamiento. Al alcan zar en la terapi a la re gu laci ón interna propi a de la psi que plena mente difere nciada, dicho m odelo perderíarelevanci a y pasar ía a ocuparsu lugarel modelo triparti to. Si pudi éramos estudi ar a tales paciente s en térm inos de las mú ltiples ílneas de desar roll o del m odel o jerárquic o, podrí amos respond er concretam ente al int errogante rca acede qu é signifi ca su«rei ntegraci ón yo i ca» (cf. Gedo, 1966).
Aplicación de los conceptos jerárquicos a casos que trascienden la gama del análisis clásico: resumen Hemos tratad o de mostrar quees posi ble comprender a satisfacci ón el ma teri al clínico procedente de ca sos de psicosis y deinterrupci ón del des arroll o en diversas tap e as mediante nu enfoq ue qu e em plea elmodelo erár j quico. Es probable que la compren sión de otras entidades nicas clí qu e no hem os ex aminado aquí mej oraratambién gra cias a este instrum ento teór ico. El modelo erár j quico am plía nuestr a percepci ón de m odo al t que es posible exam inar simultáneamente múlti ples esferas de funci onam iento separ ado, lo cual contra sta con otros enfoques coana psi líticos que iran g en torno de ám bitos específi cos de la per sonali dad, com o el modelo tripartito, centrado enlos confl ictos neu róticos co n exclusión de otrasum nerosas odali m dades deconducta a las que mbién ta ene ti cce a so el ndi i viduo. Esta per cepci ón dela condu cta po dría am pliar nuestra apreciación dela personali dad, perm itiéndonos establecer una nosología coana psi lítica con comitante equrefl eje más exactamen te toda lagama de potenci alidades hum anas. as L nosologías tra dicionales, por el ontrar c io, enfocanciertos rasgos singulare s de la patol ogía y tiendena limitar nuestr a
evaluación de sa egama de posi bilidades.En la próxi ma 148
parte de estebro li bosquej arem os esa osol n ogía a que h emos he cho ref erenci a y algun as de lasconsecu enc ias que se deri van de este enfoquepliam o.
Notas
1 Otros qu e parec en sostene r convi ccio nes similares pe ro no ah n sido xpl tosseen sbi uéform ugla ción on s .Winni (196 )67y, Kha n (tan 1966) .eíci Véa tam n Na era (1966) Gedocot(t196 6, 5 19 1968) intentó yacon nteri a oridad aclara r el concep to dentro de la consider ación delas posibilidades tera péuticas. 2 Seríanigualmente útiles lo s inform es deLudow ykGyom roi (196 3) y Tolpin (1970). En uno de sus trabajos, Gedo (1967) ha considera do al posi bilidad de ue q el paciente de Lud owykGyom roi fuera un caso dedes arrol lo interrum pido. 3 Kohut 1968 ( , 1971) ha descri to en detal le la propen sión delos pacientescon trastornos narcisistas dela persona lidad a establ ecer trasfere ncias en las que l anali e sta, com o imago pare ntal dea i lizaday om nipo tente , es utilizado (por lo ge neral de manera a cllada y encu bierta)para conf undirsecon él (la «trasfere ncia de fusi »de ) so idpara ar de la ste pe cción del j)a.ndo e cua lón ida énticasconf airm las erfe (la «trasfere nciapaciente gemespe lar» 4 Eneste punto no ti ene n gran import ancia los nterro i gantes que quiz á se plantee el ector l ace rcadel diagnóst ico o el tratamiento de esta ap ciente, pues nue stropropósit o es de mostrara lutilidad del est udio de los datos analí ticos mediantenauconce pcióne-j rárquica. 5 Aquí podría ser útil recorda r la admonición deHartmann y Loe wenst ein (1962)en cua nto a quenuestraeorí ta nuncadebepasar por a lto la distinció n entre la función actua l y su én g esis. 6 Los inform es de os l cas os son dem asiado suci ntos com o para hacer un xa emen d eten ido de al pa tología ndi i vidua l, pero en conj unto puede decirseueqlos a náli sis fueron rel ativamente bre ve s (diez m s,rám cinco me se s,ervi varios meses); quelaeladre ana em pleó eci rto sese pa etros (« int niendo con m lista de l pa ci-ente en bien de este»), y que los trata mientos habit ualmenteconcl uían con la orm f ación delguna a nueva relación ext raa nalí tica « (volvió con su novia», «continuó su vida matrimonial», «se comprometió consu nov ia»).
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Tercera par te.Conclusiones y consecuencias
11. Una nosol ogía psicoan alítica y sus consecuencias terapéuticas
Hasta hora a hemos revi sado y ampliado la teorí a psi coan alítica a fin de m i ponerun mayor orden c onceptua l a los conceptos clí nicos del psi coan álisi s, median te el em pleo del marco me tapsicol ógico más amplio posi ble. La elecci ón de las var iables significativ as estuvo deter minada por le objetivo que nos propusimos: aclarar lo que Rapaport (1960) llam ó la «teorí a espec ífica» del psi coanálisis, vale decir, las proposi ciones que se basan en los datos procedentes de la observaci ón, ob tenid os en el en cuadr e analítico mediante la re gla básica de la asociaci ón libre. En contra ste, una «teo ría gene ral» del psicoan álisi s, que inten tase ntegr i ar estas obser vaci ones con otras gener adas fuerade los límites esta bleci dos por la gla re bá sica, deber ía incluir variabl es adici onales. En esta obra on hem os consi derado lo s modelos de a l mente que repres enta n a esa s teorías más ge nerales.1 La teoría clínica stá e destinadaabordar a la psi copatologí a. Una car acterísti ca constanten ela m etodol ogía de Freud fue la de ha cer inf erenci as acer ca de toda s las clases de -fun cionam iento m ental basándose n ele est udio de sus perturbacione s. Por ende , un su puestotáci to permanente delas expos iciones psi coana líticas de la ente m a h sido que que a llas fun ciones qu e tienen ám s pr obabi lidades de suf rir pertur baci ones son las ásm relev antes para elstudi e o. Las líneas de desarroll o que em h os ex aminado al co nstrui r el modelo erár j m qui fueron das, o, sobre ba se de un e sque aco nosol ógico m ielegi pl ícitoasim enism cuanto laala psi copatología. Si enlos capí tulo s anteriores osól hemos procurado mostrar la uti lidad de este odelo m ara p estudi ar una gama limitada de cua dros si pcopatoló gicos, ahora de bem os tornar xe plícitos os l fundam entos quesusten tan ladistinción ent re los di versostiposde condu ctas. Las cua tro categor ías princi pales del esque ma nosológi co prov isional quevamos a bosquejar yaanhsido ejempli ficad as con casos clínicos enlas pá ginas precedentes: los tras -
tornos de car ácter ne uróti cos, con el caso del Ho mbre de las Ratas; los trastornos rci na sistas dela pers onali dad, con el del Hombre de los Lobos; las p sicosis con elsocade Schreber, y las per turbaci ones del des arroll o, con el ca so
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de Lillian. El estudio de ta es ca suísti ca con la ayuda de los diverso s modelos nosa hperm itido encada oportunid ad consi derar tam bién dos categor ías adici onales de conductas dentro de la nosologí a: el funci onam iento regular de la psique dulta, a y los estados traum átic os. Rangell(1965) ha pasa do revi sta alos problemas que deben superar se paraobtene r un a auténti ca noso logía psico analítica, basa da e n las regu laridades que ofrec en as l observaciones analíticas y la generalización clínica de ellas derivada, y no en una descripción fenomenológica. Pide Rangell que para la com pren sión de la persona lidad to tal se emplee un ar mco de referen cia único.A su aguda críti ca de las categor ías diagnós ticas tradi cionales el sigue un esquema que él propo ne, undado f en la teoría truct es ural y que enun cia los num erososfactores ue q caracteriz an las funciones yoica y supe ryoica.A nuestro juicio, su propuesta e s a la vez dem asiado li mitada y dem asiado com pleja. Lo primer porqu en elun ex oedad más de pri miti vo de la escala de o, desarroll o eagru pa atrem vari estados clínicos, creando con ellos unaclase general de trasto rnos a los que les corresponde una estructura psíqui ca incompleta; lo segun do, porque en el otro extremo de la cala es stablece e una abun dancia de discri minaci ones nas fi que se torna ni mane jable alos fines di agn ósti cos. Nuestros supuestos un para ordenamient o más equi librado de lapsicopatologí a sonlos s iguiente s: 1. La posi ción alcanzada a lo largo de a unúnica nea lí de desarroll o por las ca pacidade s funci onales no puede,por sí sola, emplearse om c o indi cador dela psi copatologí a. Las cons telaciones psicopat ológicassigni ficativasconsisten, más bien, en com bina cione s típicas del esar d rollo de las funciones primordi ales. 2. Debenexam inar se los logros ca deda fase del desarroll o, a lo ar l go de lalínea dela madu ración, hastalas posici one s de au tonom ía secun dar ia respectoeld confli cto. A la vez, debe determinarse de qué ane rams e re alizan las funci ones que han dej ado decumpl ir esas estructuras(las que han «cambiado defunción»). 3. En un esqu ema de líneas de desarroll o múlti ples es preciso superponer ellas aqu unciones f que n o recorrena lgr adación que va de la depende ncia respecto del onfl iccto a la autonomía secundaria, sino que estánen todo el tray ecto «libres de conf licto», o sea, qu e son «pr imariamen te autónomas». Estos supuestos mpli ican que m siultáneam ente con la definición de la s ár eas de psicopatol ogía es menester evaluar
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la personali dad gl obal. Como he mos mostrado en los capítulo s anter iores con nuestro étodo m deestudiode casos, las áreas separ adas de funci onam iento patol ógico pueden identi ficarse y estudi arse m ediante el m odelo apropiado l a modo de or ganización del subsi stem a psíqui co pertin ente; al m ismo tiempo, el esquem a jerárquicogeneral clarif ica la total condu cur so de v ida.idad Por ede jempla lo , en cta el casdel o dndi ei uvi nduo sujetoen loel s su eñ os d e su cumplimientode deseo, los actosidos, fall los sí ntom as ne urótic os aisl ados y ciertas condu ctas cr eativ as puede n ubicarse dentro de m un arco co herente edi mante le modelo tópi co. Para cl aarar aspectos delrastorno t del carácter de ese mismo suj eto deb emos rec urrir al odelo m triparti to. Si sufre unaregr esión en si tuacionesstress de o establece una neurosis de tra sferencia en un tra tamiento psi coana lítico, ciertas facetas de s u comportamient o será n conveni entem ente ustra ilSi das m ediante elaodelo m sel f ydalosde objetos íntegros. la re gresi ón avanz hastadel la pérdi coh e sividad del sel f, habrá deinvocarse el mode lo de los núcleos ispar d es del sel f y los objetostransicionales. En casos extremos,si se producen traum as, será preci so acudi r al modelo delarco reflejo. Sin em bargo, ha de te nersebien presente que, en cualqui er m omen to dado,para darcoherencia ala m ultiplicidad decomportam ientos dese e sujeto serápreci so apoy arse enmás deuno delos modelosmencionados. C omo ya he mos visto, aun los psi cóticos con un self fragm entado queluci anan acti vamente eden pu tener sue ños «ex itosos» en los quepar aezcan fenóm enos trasfe renciales.En contr aste conello, puederecurrirse alo-m delo je rárquicopara evaluar la con figuración otal t de las posi bilidades de cond ucta simu ltánea s, integr ando así os es subsi stem as en n u cuadr o glob al de al personali dad. Este en foque con cuerda con la pr opuesta de Glover (1968, pág. 75) en favor del estab lecimiento de una serie evo lutiva de los astor tr nos m entales. A dvirtió Glover que una serie tal debe dar cu enta de la co ntinui dad del uncio f namiento psí quico , habitualmente soslayada en los enfoques diagnósticos trasversales. La mayorí a de los esquemas no sológicostradicionales de scuidanel princi pio de la epigénesis en aras deuna teorí a del desarrol lo caracteriz ada por estratossuper puestos.Consi deramos que tal enfoque s ine sosteni ble, en mucho s aspectos. Quisiéram os destacar una vez más que las capacidades funcionales tempranas persisten siempr e, tanto en sus form as «p rimitivas» srci nales como ne las fo rma s cada vez más «maduras » que pueden alcan zar. E l desarroll o procede m ediante ladici aón progresiva de nuevas estruct uras queoperan en forma paralela
a las anteri ores ypermit en la ma dura ción deestas,madu155
ración a la que Hartm ann 1 (939) denom inó «cam bio de función». La corr elaci ón de la s principales categ orías psicopatológicas con las ci nco fasesde or ganización funci onal ylas div ersas modali dades posibl es de funci onam iento especí fico encada un a de esa sen fase s (cf. fi gura 16) ofrece ente squ ema nosológico, orden decr eciente de madurel ez sigui relati va:e A. E stado s cuyo desarroll o no ha sufrid o interru pciones:
1. 2. 3. 4. 5.
Funcionam iento psíquico adultoregular . Trastornos ne uróticos d el cará cter . Trastorn os na rcisistas dela per sonali dad. Desintegr aciones ips cóticas. Estadostrau mátic os.
B. nter I rupciones n e el desarroll o:2
1. 2. 3. 4.
En En En En
la la la la
FaseIV. FaseIII. Fase II. Fase I.
Se ha procurado crear un bosquej o de nosol ogía que sea congruen te con el gran énfasispuestopor Freud enque entre al salud y al enferm edad no hay soluci ón de continuidad. us tér pr ime ras fi ade rm aciones e tal muladasSen minos la teorían de la sentid li bidoo (fu cferon . 1 590 d,ofrpágs. 14849). Más tar de lo ex presó así: «las ne urosis y las psi cosi s no están separ adas po r una ne ta lí nea dem ar catoria,com o tam poco loestán la saludy la neur osis» (1924/ ). El modelo rár jequico muestraque toda corr elac ión n eta de la salud con ladur ma ez y de la gravedad de la psico patol ogía conla falta de m adurez adolecede u n simpli smo exager ado. Un indi viduo puede aber h atravesadotoda la gavm a odel des arroll y seguir util conducta sentos de ca da ni el modo deo or gan ización unci fizando onal en mom determinados.Es lícito presumir equtodas las rsona pe s tienen cierto gra do de fi jación oral,de an gustia desepa ración, que recurren alguna en medida a la proy ección o ala desmentida, etc.Un individuo pue de, endiversos mom entos, funci onar de acuer do con na u cua lquiera delas entid ades diagn ósticasprincipales caracte rizadas por un desarroll o ininterrum pido, y aun es posi ble que lo haga de acu erdo con m ás de unade ell as simultáneam ente.
La nosol ogíadepropuesta orp noso tros n eocuenta la posibi lidad qu e, en ciertos sujetos, eltoma desarr oll no avance más allá de erto ci punto nod al a lolargoninguna ed de
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las lí neas que aba rca el modelo. Estosson los caso s de des arroll o interrum pido, en los que sólo tiene n vigen cia os l subsis tem as me nos m adur os y los modelo s que les son aplic ables. dem A ás, en ta les casos slafunciones adquiri ridas po r lo gene ral no logran al auton omía secu ndaria (Gedo, 1968). Figura 6. 1 Esquemas rto sológicos m y odali dades de tratamiento super puestos al modelojerárqu ico. Modo V Funciona- Usese miento el mode lo adulto tópico regular. Introspección Modo V I Modo V I T rastorno neurótico del cará cter, o interrupción
Usese el modelo tripartito
cu M odo IV . Interpretación Modo III Modo III Trastorno narcisista de la personalidad, o interru pción en Modo III. Desilusión óptima Modo 11 Modo I Desintegración psicótica, o interrupc ión en Modo I. Unificación Modo I Modo I Estado traumático, o interru pción en Modo .I Apaciguamiento Fase I
FaseII
Modo I
Modo 111 Usese el mode lo del se lf y los objetos íntegros
Modo II
Modo 11
Modo I
Modo 1
Usese el modelode los núcleos dispares del self y los objetos Usese el modelo del arco reflejo
Fase III
l ase IV
Fase V
Empleando nuestro esquem a com o corresponde,la ev aluación dela personali dad global se funda en los cam bios habi dos alo largo del tiempo en el nivel de desarroll o de las diversas funci ones studiadas, e así com o en el gra do rel ativo en que persi sten di versas funci ones en s suform as m ás primiti vas o bien sufren trasform aciones ha cia la mad urez. Consecuente mente, es posi ble descri bir un a am plia varied ad de tipos funcionales o patológicos n de y diversos trasto rnos pa tológi cos de una ser ie de fun ciones, en vari as fase s de una secuencia ev olutiva. El esquem a nosológi co ha sido superpuesto al m odelo erárqui j co enla fi gura 6. 1
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Se requi eren m uch os trabajos ulteriores paralegar l aposen una nosologí a útil basada en princi pios psicoanalíti cos; lo que hem os hecho essbo ezar ape nas un éto m do posible en tal direcci ón. L a corre lación de los desti nos quesufren e.h diversas nea lí s de desarroll o de cate gorías ás m circu nscritas incluidas enel esquem a, así com o su relaci ón consíndrom e, espec íficos, es una enorm e tareaempírica que esper a sei abor dada por losnvestig i adores clí nicos.Por ahor a nos il mitaremos a am exinar las co nse cuen cias delesquem a nosoló gico presentado para na teo uría de la terapi a.
Je ra rq uía de modali dades de trata m ie nto La progresi va ampliación de los alcan ces del psicoan álisi s com o terapi a más all á de suuso par a el trata miento de la s psi ha srci nado co ntrov ersi as cuan to a lose lí mconeu ites rosis co nveniente s de u s ap li cación. Aunenlos an alistas qu segu irían m liitando di cha apli caci ón a las n eur osis prop ia mente dichaso npue den el udir por entero esta cuesti ón, en vista de las complicaciones diagnósticas que hemos considerado.Por ot ro lado,quienes abo gan por qu e el tratam iento analí tico sea aplicable acualq uiera que busque asiste ncia psicológi ca, con indepen dencia de la ndole í de la organ ización de supersonali dad, sólo pueden actuar sí a ariesgo ed oscurecer las caracter ísticas tera péuti cas que dis tinguen al proceso analí tico de otras as. Para supera r esta acti-totudes deconservad oris mo o terapi radic alism o extrem os ens lo cante ala anali zabilidad, precisam os un esqu ema or ientador de m odali dades terapéu ticas adecu ada s a diversos probl emas clí nicos. K. R. Eissler (1953) ha defini do la té cnica básica del psicoan álisis com o aquell a bas ada n e el uso excl usivo de la interpr etaci ón, y denominó «p arám etro» acualquier des viación respecto de esta técnica paradigmática. Los parámetros deben introd ucirse toda vezque la cnica té bá sica n o se a sufi ci ej em plo eidecirl ste o un a defic estructur aente de,lapor person ali dadcua o ndo (para x con lasiente palabras de iE ssler) cua ndo e s produceuna modificaci ón en el yo que lo aparta del ideal teórico, fundado en las neurosis hist éric as. Eissler sosten ía que los pa rám etros nu nca deben emplearse ás m allá de un gr ado míni mo indispensabl e y que su efect o sobre la trasferen cia debe eutra n lizarse m ediante la interpretaci ón posterio r delos un f damentos paraus introducci ón. S i no sesati sfacenesta s condic iones, la intro ducción deparám etros onv c ierte ala técn ica de tratamiento en algo dis tinto del psi coanálisi s,
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Hasta ahora los parámetros an sidoh descri tos en su mayoría sólo en térm inos conducí ales, enum era ndo las versas di accione s del ana lista qu e van m ás a llá de la int erpretaci ón. No se ha intentado asifi cl car la nfi i nita variedadde esta s conductas posi bles de ntro de unordenam iento raci onal de modalidades tera péuticas no interpretati vas. Sin em bar go, debería poder defini rse la car acter ística princi pal de sla técn icas tera péuti cas necesarias para las fundamental clases es de psicopatolog ía. A este fi n pued e servirnos deíagu la defi nición de Eissler: la her ram ienta bá sica dela técnica psico ana lítica e s lainterpretación. Esta h erramienta se eficazo-t da vezque seapli que la técnic a básica del aná lisis al cam po en que se idónea, a saber , al tratami ento de las «neur osis de trasferenci a». En nuestro esquem a nosológico, estos estado s corresponde n a los«trasto rnos neuróticosdel cará cter» . Cualq uierotro grupo denuestra clasifi cación de be tener u s modali dad terapéu tica caracterís tica, y cuan do esté en an álisis un pa cientecuyos probl emas pr incipales orresc pondan a una de sa e s categorí as, talesmodali dades terapéuticas const ituirán los p arámetros específi cos n ecesar ios par a complemen tar la técn ica psi coanalít ica bá sica. Si bi en enla prácti ca el ana lista debe proced er, en enera g l, sin planear de an tem ano n e forma exp lícita su estrategi a, debe est ar prepar ado para util izar un a varied ad de par ámetros entodo aná lisis, ya queel «yo inmodificado» al que e s acom oda la técnicasica báno es sinonuideal teó rico, con cuya exi sten cia efecti va no ha de conta rse jamás. En todos los pacientes reales urgirán s pr oblemas procedentes de ám bitos del psi quism o anter iores ala di fere nciaci ón estructural, y estos problemas o pueden n ser tratadossolamen te mediante lanterpr i etaci ón. A menudo se ha afirmado, por cierto, que el funcionamiento de los aspec tos primit ivos regr esivos de la psiqu e es modificado por la ola s inter preta ción (Boyer y Giovacchi ni, 1967; Rosenfeld,1969). No obstante,ee cr mos qu e esta s afirmacione s tienden aignorarlos efecto s de aque llos parám etros involuntar iamente introduci dos en la tra nsacción. Pensamos, con Gitelso n (1962), que en la fase inicial ldeanálisis, antes de podernfl iuir mediante interpre taci ones si stem áticas en la re laci ón an alista paciente , se introducen inev itablemente au n écn en a quel los casos permi el em pleo parámetros, del odelo m de t ica básica. etzel Z (que 1965) hten a sosteni do que el estableci miento deuna alianza terapéutic a en la fase inic ial delaná lisis es na u forma de g ratifi caci ón o bje tal, basa da en cuali dades del anali sta ná a logas alas que presenta un a madreempáti ca respec to de us hij o. A estas cua lidadesGitelson las esign d ó com o la «funció n diatróf ica» del analista. Establecer y preservar a ali un anza tera péutica
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es parti cularmente di fícil con pacientes cuyasorga nizaciones psíquic as seencuen tran n e una fase pri mitiva o cuya patología principal se presenta en un m odo ar caico. Según nuestra xeperienci a, el ratam t iento exitoso detales pa cientes exi ge utilizar e n buen a medid a té cnicas par amétric as. Discrepa mos con el punto de stavide que le enfoqueterapéuti co m ás r acional ar p a el trat amiento e d paci entes regresi vos la si int erpretaci ón de su s mecan de defen sa. Pensam oses que es as intervenc iones erbal v ism es os a veces resul tan fi ecaces, esoo nes más qu e un epifenóm eno. Las explicacion es fun dadas ne la nfluencia i de los confli ctos intr a psíquicos,aunque sean váli das en sí,fallan en cuan to a los procesos qu e tienenlugar enesto s cas os (Arlow esenciales y Brenner, 1964, 1969). A nuestro modo de ver, la psique arcaica opera de ech h o com o un ar co ref lejo, siendo suprincipal come tido la descarga de la excitació n. Para bordar a las re gresiones a estemodo de organización(Modo I; véanse las ticos fi guras 10apacigüen y 16) ser ánpacien a decu aquell oslas mé todos terapéu que al teados utilizando as ví de de scarga disponi bles o controlando las fuentes de excitación.Es probable que la regular idad de las sione se s y las posi bilidades catár ticas inhere ntes a cualqui er «cura em diante la palab ra» sum inist ren este po ti de apacigua miento. Si así fuera,ello implicaría quecualquier tratam iento psicológi co (y el psi coan álisis más que ning ún otro, quizá) proporci onar ía autom átic amente , hasta ci erto p unto,esa modalidad terapéuti ca; pero enmuch os cas os hay queadop tar m edidas m ás cales ón par ni strar undeapaci guam apropiado. La radi medicaci , aelsumi sum inistro am bien tesiento protect ores yaun el em pleo sensato de estrategias de ais lamiento relati vo pueden contri buir a pacifi car a l pacien te sobr esti mulado (Goldberg y Rubin, 1964, 1971). Difícilmente sea atinado ri at buir la fi ecacia del tratam iento enun m edio hospi talari o a la interpretaci ón, al m enos en lo tocante la a supe ración delos problem as propi os del segm ento pri mitivo de la psique. Se da por sobrentendido que los mismos paci entes querequi eren apaciguam iento pue den tener pro bl emas deri va do s de sectores maduros de laEnpersonal idad y q ue exi gen otra clasedeásm ayuda terapéutica. tales casos pue de ser necesar io apl icar u na com binación demodalidades de atamiento tr . Sin embargo, para los estados rede lativo desequil ibrio de la con e omía psíquica, elagente terapéuti co efi caz es siempre que a l que propend e a la reducción de la tensi ón y al domini o a travésde la descar ga parcial. Talesperíod os de desequi librio se presentanen todo análisis. En esos as c os cobra prim acía,compara tivamen te, el procesode reelaboraci ón [working-through], y disminuye
la importancia de inter laspretaci ones. 160
Las regr esiones rofundas p en lagan or ización psíq uica pueden llegar sicaa la trau matizació n. En tales casos , así com o en los períodos de recupe raciónde los traum as, puede predominar la organiz ación se gún el ModoII. Se trata de fragmentaciones psi cóticasdel self, para com prender las ales cu el mejor m odelo esl ede los núcleos ados. aisl En estas condicione s las ter apias efi cace s suelen dependerlade habili dad del terapeuta paraactuar com o foco en torno del cual puedan agluti nar se losnúcleos nontegr i ados, para formar nu self integr ado y cohesi vo. No es este le lugar par a ofrecer las am plias evidenci as ndispensables i para corroborar esta hipótesis. Bastar á citar, com o breve ejemplo, la frecuent e afirma ción deque en los ratam t ientos ex itosos de psi cosis agudas la reintegración se pr oducepor identi ficaci ón conel tera peuta.Desdeestaperspec tiva, pare cería que la princi pal necesi dad terapéuti ca de la si pque fragm entada se la de Y es pos ible brindar esta última mediante la unificación. presencia continua un de objeto confi able (o sea, deuna personareal) o incluso de un medio confiable. En otros ért minos: paraeste m odo de orga nización ya no es mene ster suministrar las gratificaci ones quelleven al apaciguam iento; bastarácon establecer aun relaci ón ni i nterrum pida.3 Los con ocidos fectos e id srupti vos de la se paración del terapeuta en el curso de estospeños em terapéuti cos con paci entes regre sivos demu estran lacardinalimpor tancia de una relación confiable. Por ello, resulta alg o par adóji co qu e tantas pr esuntasexpl icaci onesde laeficaci a de diversostipos de tratam iento de psicót icos se centr en en el contenido verbal de la transacción. Más bien, la aparente eficacia de los lama l supue dos stos enfoques nterpretat i ll ivos basados losla m ám s di versos teóri cos evaría a suger ir quen esi anerade obrar de esos div ersosterapeutas correcta, es poco importalo queles digan a sus pacientes. 4 Más irr azonable aún, y creadore dmayores confusi ones, es inv ocar el concepto de la trasferenci a y suinterpretaci ón par a explicar los cam bios cl ínicos de paci entes que ecen car deun sis tem a del self cohesi vo y no están en con diciones deconcebir a los dem ás com o obj etos ínteg ros. Sería más lógi co conceptuali zar estos fenómenos com o efec tos delingresodel terapeuta en el mun do na rcisi sta del aciente, p en lidad ca de objeto transici su inter venci a a lid gar e int egrar la de per sonali dadonal; fragm entada a ón avés tr llev del om inio gra dual las her idas n arcisistas. or P lo com ún, em pero, esta exp eriencia no consis te enrevivir un a relaci ón del pas ado, si no qu e es unaexperi enci a real del presente, que al vez t car ezca e d anteceden tes. De ahí que ser ía un error concebi rla com o la trasferenci a de un pasa do repri mido al presente. Más coherente se consi dera rla la reparación de una «falta básica»
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mediante un «nuev o comienzo », parausarlas palabrase d Balint(Khan,1969). Si se lograla unificacióndel self, puede avanzarseciha a una ult erior mejoría mediantea m l aduración de vdi ersas funci onesen pos dela autonomía secu ndaria.Esto asu vez puede llevar progresiv amente atodala organización psíqu ica h acia el M odo III, caracterizado por la relacióndel selfíntegr o conobjetosíntegr os.5 Este em t a h a sido ampl iamente examinado en. Antes la monogra fíade de sobr e los trastorn os nar cisistas 1 (971) eso,Kohut Kohut (1968, pág. 99) había da do a conoce r un convincente ejem plo clínico de e es progreso adurativ m o. Los empeños ter apéuti cos q ue utilizan com o técnicas principales el apa ciguam iento y la nif u icación deberían fi clasi carse co mo terapias no psicoana líticas. 6 No obstante, en l e caso de ciertosndi ividuos el núcleo dela tare a terapé utica es el apa ciguam ientoy la unif icaci ón, pero o n puedeobrarse sobre ello s sin antes poner m en arc ha una disolución regresiva de su s defensas edi manteun proceso analí tico. Son estos los pacien tes fronter izos y psicóticos descr itos por Win nicott (1954), que han desmentido su s «selfsauténticos» infanti les y han adopt adc n su vida un «fal so se lf», seu doma duro. Sólo al exposi ción de la dolorosa experiencia infanti l del elf s en u n prolongado mpeño e an alítico lograr á modificar el self auténtico. Como ha mostra do Winni cott, una vezquelos paci ente s de esta clase recon ocen em ocionalmente sudesval imiento nfanti i l y todossus concom itantes psicológicos,por lo gener al setornannc iapa ces de tol erar las frustracio nes p ropias de lacn té ica básica del psi coan álisis. En cons ecue ncia,en esta s fases posteri ores del aná lisis pued e ser necesario ntroduc i ir par ámetros.A esta m odif icaci ón de la técn ica Winnicott a l denom inó el sumini stro de nu «am bientesustentador» [holdingenvironm ent ]. En nue straterminologí a, debe ofrecer se un apa ciguamiento y unif icación apropiados. Model l (1968) se ha hechoeco dela opini ón de Winnicott en el sentido de permitir que esos individuos utilicen el tratam iento com o fenóm eno tra nsici onal (cf. también Goldberg , 1967). Al pasar de la relación con objetos transicionales a la inter acción con objetos nteg í ros tras lanif uicaciónde un self cohesiv o, se produce na u concom itante estricci r ón de la grandiosi dad nfantil i . Como resu ltado deello la person alidad ngr i esa n e la er a de la renu ncia a las lusi i ones. Este modo de organización ps íquica Modo ( II) exige, com o princi pal herr amienta ter apéut ica frente a s ladif icultades de la desil usión,el enfren tamiento con laeali rdad (cf. Bib ring, 1954). Más concr etam ente, as l reali dades que deben enfrentars e sonlas quefuero n des mentidasmediante usi il ones de motivaci ón nar cisista. Por ende , prefer imos pensa r
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en ladesil usión óptim acomo m eta terapéut ica de tales enfrentam ientos.Esta modali dad d e tr atamiento es parti cularmenteútil paratrat ar losprobl emas dela adolescen cia. Como alternativ a, los ndiv i iduos queaspira n a modif icar sus trastornos ci nar sistas cr ónic os dela personali dad, deri vados de la fijación a este modo de organización, pueden, una vez m ás, sertratados mediante psic oan ális is. Los aportes de Kohut(1966, 1968, 1971, 1972) y otros(v. gr., Ker n berg, 1970) han hecho posi ble u n enfoque ana lítico si stemático y racionalestos de problem as. Si bien los indi viduos con trastornos narcisi stas de la rsona pe lidad ex perimen tan en el cursodel análisi s repe ticiones trasfer encial es de relacione s objétal es del pasa do, al princi pal batall a tera péutica se libra n e la li za delnar cisismo, siendo la problemá tica cen tral al del sel f gran dioso y la dea i lizaci ón de las im agos paren tales.El sel f gran dioso, aunqu e es por lo gene ral desmentido y esci ndido,ejerce us influencia encubierta jo ba la formade am bicione s inalc anzables y una consecuen te te ndencia a la ver güenza y ala mor tificaci ón fáci l. La idealiz ación suele presentarse el en aná lisis como un a necesidad de queel ana lista se a perfecto , o un a ilusi ón dequelo es. A fin de tras formar el nar cisismo ar caic o o hacer e qumadur e hacia laauton omía secu ndaria (en nuestra term inología), Kohut hall ó indispensable introd ucir una vari ante ensu técnica nalíti a ca. Propo ne que dur ante unlargo per íodo se acept e sin nterpre i taci ones al idea lización quel epaciente hace del anal ista, quien en tal caso le se bri nda com o un objeto nuevo, real, par a perm itir el dominio de un defecto ev oluti D ebe notarse que uch deaestos tesIIh an sufrid ovo. det en ciones del desarr oll omos en est etapa paci (Fen ase ), en tanto ue q muchos otro s han pasa do a tapas e post erio res mediantela desmen tida y represió n de estos probl emas cen trales de suvida. En uno y otro caso , la de silusión sólo puedeinstituirse m uy gradu alme nte, me diante la nterprei taci ón dela auténti ca nece sidad deima gos paren tales idea lizadas . Si con ta les interpr etaci ones puede anularse el parámetro técnico , se originaráuna nueva form ación est ructural y el narcisismo cederá dando paso al humor, el ingenio, la empatia yalcreati vidad engra dos variab les. Sólo las per sonas que han adqui rido este domini o sob re s u nar cisismo inf anti l, sea en el curso de us evol ución norm al en la niñ ez o m ediante na u posteri or intervenci ón terapéutica, soncapa ces deorganiz ar s u vida mental de acuer do con el Modo IV. A este tipo de organización psíquicas leproe piam ente ap licableel m odelo triparti to. A parti r de allí la técn ica de i al deaná lisis esla básica, lanterpretaci i ón. Esto implica queel des arrollo yoico se haya produci do de un a manera favorable, co nstituy endo lo qu e Eissl er (1953) de-
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finió com o el «yo intac to». Tambiénhay que haber atravesado este pun to nodaldel des arrollo para pod er formar la clase ed alian za tera péutica conce bida por etzel Z .7 El Mod o IV, corr espondiente a la ne urosis infantil y sus equi valentesen la vi da adulta,osl tra stornosneuróticosdel cará cter, secaracter iza por el confl icto inter sistémico ; así pues, la meta pr incipal del tratamiento es soluci la reón de este confl ic me diante la York e (1965) aerinterpretación. traducido ato tér m inos m eta psicol ógicos los efectos de h la int pretación:fortalece el yo, mitiga la sever idad del supe ryó, permi te la descarg a de pequeñ as canti dadesde en ergía del ello hasta en tonce s bloquea das. Estas conc eptu alizacione s muestran que quí a adqui ere verdade ro signifi cado el lengua jeconstrucción de la teoría estructural. Para el ám bito del funcio namiento adulto regular Modo ( V) indicamos que el tratamiento como tal es innecesario, seña lando que introspección la basta para comprender la psi a deidad la vi da coti diana, los ño y os l ar toscopatologí dela cr eativ (com o los chistes , sue obra ss de te,producetc.). En estas con diciones es posibl e el autoaná lisis.8 Estam os ahor a en condic iones deofrecerun esqu ema sintético delas posi bilidades ra cionales de tratam iento par a toda la gam a de condi ciones diagnósti cas conteni das ennuestra propuesta noso lógi ca. Uno de nosotros ya intentó prev iamente di ferenciar las coter psiapias apli cables a crisi s evo lutivas propias de determ inada dad, e de las psico terapiasque tratan las secu elasde crisi s delpasa do m al, resu eltas (Gedo, 196 4). el Puede a ca dacom una fase en sa e ínse di vide esque mconsi a derar del se desarroll o o de unalas crisi ss de equ dole,en cuyo ca so las inter venci ones psi cotera péuticas apropiada s para ca da fase o crisi s serí an las isguientes: Fase I Apaci guam iento Fase II Unificación Fase III Desilusión óptim a Fase IV Interpretación En izcación ada fase, apersonali intervenci exitosa p rom overámla gan de laun dadón en la fase si guiente, ás reorco mpleja y madur a. Por supuesto, dichoprogresoo nimplic a qu e se hayanresueltototalo defi nitivamen te los problem as de todas sla fases previ as. Un cr ecimiento de estepoti pue de tener lugar en el contex to psicoanalí tico o, más r aram ente, incluso neuna terapia no alí an tica, si a l dete nción del desarroll o fue cau sada en formaexclusiv a por fall as del am bien te (Gedo , 1966). La mayoría de los casos de egresión r aguda a partir de un
estado de adaptaci ón premórbi do m ás o menos establ e pue164
den tratarse ediante m psico terapia no ana lítica. Por lo común, tales regresiones mplican i func ionar enun m odo más arca ico, pero no entr añan n u repli egue de toda la estruc tura psíquic a a una organ izaci ón gene ral m ás si mple, correspondi ente auna fase anterio r del desarr ollo. En el mode lo jerárquico estas regresiones funcionales pueden indicarse com o un descen so en la di mensió n verti cal, seña lando así que loscompo rtamient os que pa san apredo minar permanecev niduo dentro la organ iás zació n de fase alcan zada i di ensude etapa m avanzada de des arrol lo,por peroel ncorre sponden auno de losmás ar caicosmodos osi p bles de esa fase . La modali dad psi cotera péutica apropiada en tales casos dependerá, una vez más, d el modo l acual haya regresado el sujeto : apaciguamiento par a el Modo ,I unif icación para el Modo I , desilusión óptim a para el Modo II e interpr etación par a el Modo VI. El éxito tera péutico estar á dado enton ces po r el avance lmodo a inme diato superior, más que por la organ re ización en una fase uperi s or. Es estala princi pal di stinció n entrelas crisi s regr esivas ag udas y lase cel risitratamiento s del desarro llo,uno en téyrm de los fines que persigu en tro oinoscaso. Un ejemplo de pi tera a exitosa parana u regresiónsería el apaciguamiento deun psicóti co sobresti mulado : organizada la persona de acu erdo con la Fase II, el progre so estaría dado porel pasaje del Modo I al Modo I . Un indi viduo que h abit ualme nte ti ene u n funcio nam iento adulto regular (Modo V) pero ha recaíd o, en forma tem poraria,en conductas explicablespor confli ctos inte rsistém icos (Modo V I) puedevolver al m odo superio r medianteinterpr etaci ones ade cua das. T al vez sea este elmecan ismo que actúa n lo e que F. Deutsch 1 (949) llam ó «análisi s sectorial », as í como en lo que es den omina, conmenos ri gor, «ps icoterapi as de orienta ción ana lítica». Hemos dedi cado am plio espacio la a teo ría de la cci a ón terapéutica en las terapias no ticas analí par a destacar, com o conclusi ón, que se en verdad posi ble un a interv enci ón terapéutica exitosa en paci entes co n una orga nizació n psí quica relativamente rca a ica. Se ñalam os queel éx ito de tales peem ños depende fundamentalmente de del m uso odali dades de tratam iento distintas del psicoan ális is propiamente dicho, vale decir, de técnicas diferentes de la interpretación. Si la meta del ratami t ento se alcanzarl enivel de funci onam iento regularen los adu ltos (caracter ístico del Mod o V), antes es pre ciso dominar las tarea s evo lutivas de fase s anteriores de or ganizaci ón psíquica. Como estas dif icultadesson en la mayorí a de los casos desm entidas y/o reprimidas durante la posteri or madur ación, con frecuencia esos problema s tempran os sólo setornan accesibles la anfl i uenci a terapéutic a
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mediante la sol diución de tales defensas y la a de tom conciencia de los aspe ctos arca icos. Estos cam bios únicamente pueden produci rse m ediante los todos mé psi coana líticos. Sin em bargo, el análi sis de dichos pacientes casi empre si exige el uso de par ámetros.Hemos definido os l pará metros necesa rios pa ra los problem as propio s de losModos ,I II y III: son ellos el apaciguamiento, la unificación y la desilusiónópti ma, respe ctivamente. (Véase tam bién Eissl er, 1958. )u
N ota s
1 Es inst ruc tivo com parar los mode los defunciona miento menta l entresa cados dea l a l bor clínica deFreud,tal com o hemos he cho en esta m onografía, con el conj unto de m ode los es cog idos por Ra pa (1960 , l pág s. aná 20 24 su ntat iva de si atizm arlola teo ríaport genera l de psico lisis) . en Otro s inettentos de cre arstem un ode de alcances un iversa les sehallarán enGilí (1963 ) y en Arl ow y Brenn er (1964) . En al pre senteobra on he mos to mado posi ción alguna en cu anto a la cuestión, todavía cont roverti da, de si la teoría psicoanalí tica pu ede o de be tratar de establecer unateorí a psicológicagene ral. Queda en pie el interro gante sobre si un esfuerzo tal exigiría una ntercone i xión de los mca posde lasiec ncias soci ales y de la biología, o si pue de darseunasolución si gnificativa a ste e di lema mediante un nfeoquesistém ico o cmo el utilizado por osotros n con l obj eetivo, más limitado, de pone r orde n dentro de la teorí a psicoana lítica sin sa lir desus front eras. 2 en Est atércategorí minos ade coanst lm ituye adurez unael rexce ativa, pci ón y por n e el elloesq se uem laa ha nosol . sepa óg ra ico do como una se rie aparte.A veces es muy difícil distinguir entre sla interru pciones de l desarrol lo y otras nti edades patológicas que present an m uchos rasg os deri vadosdel mismo modo arcaico en que tuvoug lar la interrupció n. Parala diferenc ia entreinterru pción y reg resió n, véase Modell (1968 , pág . 126» .) y nue stroexamen del pro blema en el capí tulo 10. 3 La o cpiosabibliografía sobre terapi a grupal , queno pode mos reseña r aquí , y sus rec lamos deeficacia terapéuti ca con pa cientes psicó ticos pued e adqui rir unanue va d imens ión, en cu anto a la manera de com pre nde rla, a pa rtir de l principio de unificación y el de descarga de la tensión. 4 eEn ols ati nent e lítica al straba nntaeste ábi to, la s lam imSport antes scu ela psi coana dejodiseti orienm tac ión son sás de ullivan y Melanie Klein. Ambos grupos desarrollaron teorías reduccionistas ba sadas en suexperi enci a terapé utica conpaci entes dot ados de una orga nizació n psí quica primitiva; ambos ahn sido nca i paces de correlacionar significativam ente sos e ha llazgos condatos procedentes de l análisis de ne urosi s de trasf ere ncia, a causa de la falta de un mode lo evo lutivo que mostrara la nterre i lación de esos os d conj untos de obse rvac iones de ntro de un a jerarquí a. En vez de esas necesarias correlaciones, tales escuelas incurrieron en el erro r deexponer estosfenóm enos di símiles m ediantedénti i cas expl icaciones.Sería más apropi ado consi derar sus nfiorm es o cmo
de scri pciones detratamiento s exi tosos quecom o contri bucio nes teóricas.
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5 Según d ijimos enel capí tulo 5, enesta etapa el self y el objeto aún no están unci fonal ment e sepa rados,auncua ndo cada uno de ellos esté unif icado en un a sol a entidad. Este estado de cosa s pu ede repre sentarse recu rriend o al expe diente ipogr t áfico de l guión: «objetoself» (cf. Kohu t, 1971). 6 Se hallará na u clasificació n más com pleta delas terapiascopsi lógicas en Ged o (1964) . 7 La definición de Ze tzel (1965)sobrelos a csos ne queestá ni dicado elaná lisis pare ce m uy estrecha, hasta que uno ecu r erda ue q lo que estautoa ra exa mina se el empleo dela técn ica básica. N osotros fe pre riríamdicho os incluiuna rtécn de n tropara de los ím l ites ldef psicoa lisi s propi ame nte ica m étri ca biende ini da,ná 'ocua l exige a al vez tene r unavisión más am plia de los ca sos ne que está ndica i do el análisis. 8 Afirmar que no se ne cesa rio tratam ientono implica fairmar que el individuo ne cuestión nose bene ficiaría con el psi coa nálisis, que se capa z de corregirblepro mas latent es perteneci entes a cua lquier m odo dela jerarquí a. De m anera similar, as l conclusi ones cientí ficas el d psi coaná lisis aplicado c aercade los produ ctos crea tivos de l hom bredeben serconf irmadas por l eestudi o delos art ífices de sa es cre aciones mediante el propi o método psi coana lítico. 9 En al re señaanteri or hem os om itido del ibera dam ente consi dera r las num erosa s form as de tr atam ientoen que l etera peuta evi ta con ac ierto ordar emase s exa nuc lea res de psi logí guna s deab estaslosesti cuprobl ones m inan ne la Ged o copato (1964) . a. Al-
12. Concl usiones y conse cuencias para la te oría psicoan alítica
Aunque Freud se refirió a la metapsicología, en tono de bro ma, com o la «bruja» del psicoaná lisis, insistió en q ue era indispensable com o cimiento teó rico perm anente ed sus hallazgos empíri cos. En su examen de las base s esencialesl de psicoa nálisis, Waeld er (1962) definióla metapsicolog ía como aquel iv nel de conceptos abstract os que e s encuen tra entr e la teoría nica clí constr uida nducti i vame nte y los supuestos lo fisóficos en los quedescan sa toda laciencia. Para a teoría clí nica,par laa pru científ ica de cisi va dad es lay de suun verdad o vali dez; laeba metaps icología, su utili su cohe rencia nterna. i Si los nu evos descubrimientospí-em ricosno se acom odan dentro de la etapsicol m ogía ex istente, debe evi r sársela;pero este cam bio debe acer h se sin pert urbar lacoher encia internadel si stem a tot al. El conj unto de teor ías no de be cons idera rse un sistem a rígido y ifjo; por otro lado, es igualme nte estéril que u na ciencia trate sus teorí as de m ane ra inf ormal o amorfa. Otra mane ra de expresar esto deci es r que la m etapsico logí a co nsti e iun a colección conceptos a enci util izados com o tuy princ pios orientado resde o puntosbstractos de refer a par a organizarlos datos mepíricos.Queremos insistir en lo afirmado en el capí tulo 1: la m etapsicol ogía psi coana lítica actual no s e una teoría exp licativa cau sal. Algunosteór icos pueden discre par co n estepunto de sta, vi y atrib uir a los supuestos etapsi m cológicos el carácter de u na teorí a hipo té ticodeductiv a. Nuestraopinión sebasaen que la metapsicología psic oanalíti ca — a diferencia dela teorí a atóm ica d e la física, por ejem plo— aún se halla enel nivel de la ca te goriz ación delos d atos. Cuando conce ptos deesta índol e explicarpr son qui e vocadame nte em pleadospara ocesos,se incurreen la falaci a del ra zonam iento n e círculo .1 Todo concepto metapsic ológi co debe ser sometid o de continuo anuevos tests,para verif icar tanto su com patibil idad con los otro s conceptos del sistem a teóric o com o su rele vancia específica. En esta monografía hemos tratado de someter arigurosos ests t deelev r anci a unaserie de construccione s metapsicológicas — los mode los dela mente—. Tal vez nuestro examen de estas construcciones haya revelado que ninguno de esos model os agrega nada aunadescri pción
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pura mente verbalde las ge neralizaci onesclínicas que ellos representan. Por ende, estas ram herientas eór t icas no pueden considerar se «correctas» o «inc orrectas». Una teoría explicativa, en cam bio, tendría que ser som etida pr ecisamente atales test s de verdad . Creem os haber dem ostrado quene este ám bito de al teorí a el problem a deriv la elevanci r deun a conj ha si do dif ícicul l yarapr em iante. Conclusiones de adas unto parti de observaciones, formuladas como teorías clínicas, condujeron a abstracci ones metapsicol ógic as que ciertos autores eapli rcaron aun conj unto dis tinto de da tos de obser vación, sin detener se a examinar la perti nencia de ta les c onstr ucci ones en ese nuevo ámbito. Esta falacia se denomina, en lógi ca, ge ner alización— el tratam iento deuniv ersos sep aradosde da tos, que comparte n ciertas cara cterísti cas, com o si c onsti tuyeran un mismo universo— 2 Siempre x eiste la tenta ción de conf erir a los conce ptos y princ ipios un carácter ásm universal el d quepuedeno deben tene r. Esto pri va al con cepto ne cuestión de su significado, a menudo elevándol o a un plan o filosófico en qu e el estudi o científi co ya no tiene cabida. Por contr aste , nuestro pri ncipal em peño enesteestudi o hasido del imitar fases y modos distintos de funcio namiento men tal, par a los cua les determinados m odelosde la mente pue den serv ir com o los instrum entosconceptualesásm idóneos. uestr N a suposi ción d e quecad a model o fue úti l paraordenarnuconj unto di ferent e de datos nicos clí pero era napli i cable aotrosse som etió a pruebaapli cando ala m isma casu ística los diversos modelos. Creem os que la suposic ión pa só la pru eba. A nuestro entender, el hecho deque un m odel o teng a poco va lor paraestudiar fe nóm enos di ferentes deque allos cuya investi gación dio ori gen a se e model o no q uiere deci r que de ba pre scin dirse deél. Si bien resolvimos estudi ar ciertos m odelos xe plícitamente propuesto s por Freudo sug eridos de ane mra indirecta or p sus ha llazgos, tenem os conci encia de queotros model os ha n sido construidos o puede n serlo enl efuturo.Uno de esto s es el pri mero qu e postuló reu F d, el conten ido enel «Proyecto de psicología» de 1895. Tenemos la convicción, empero,de que también estos los mode demostrar án poseer nu grado li mitado de elevanci r a. Por ell o, propone mos qu e se otorgue igua l estatutoa todos los mo delos psi coan alíticos de la mente qu e son váli dos. De igual manera, los «puntosde vista» metapsicológicos, como mostrara Rapaport (1960), represen tan di ferentes perspecti vas en el estudi o del m ismo fenóme no. N os desplazam os deuno aotro punto de sta vi en lo quepodría con sidera rse un «plano hori zontal », sin
tener encuentauna jerarquí a de m i portancia.
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En otros co ntexto s se presen ta dicha jerarquía;lo ilustra el hech o de que los modelo s de al mente seencuentran, en gener al, en un plano nf i erior de abstra cción quelos puntos de vista m etapsicológicos.am Tbién Gilí (1963) ha situa do estos puntos de vista en la cúspi de del sistem a conce ptua l del psicoaná lisis. De ellose infiere qu e cada modelo dela mente de be ser subsum ido en todos osl puntos de vi sta metapsicológi cos. Será útil ver endetal le cóm o cum ple elmodelo jerár quicocon este equisi r to. Dado qu e el modelo erár j quico pone le acen to enla adquisici ón delas di versa s estructura s psí quicas n e el curso de la epigéne sis, es fundamentalmente n modelo u estru ctural ge nético.El punto de sta vi económ ico estáepresen r tado enél por laindicaci ón de las posi bilidades de sobr estimu laci ón continu a. Los puntos ed vista diná mico y adaptativ o, por el pasaje de ca da fu nció n de la esfera de confl ictos a la de la autonom ía secun dar ia. Análo gamente pue de indicarse la adquisi ción delas funci ones au tónom as pr imarias. Tal vezcon un ejemplo pueda clara a rse la di stinciónentr e un punto de vista me tapsic ológi co y un m odel o dela m ente. Elijamos atal fi n el concep to de«tópi ca». Hemos visto que el m odelo tó pico esbozado por Freud 900 en 1 conserva su utilidad par a ordenarnau ciertaclaselimitada de obser vaciones clí nicas;la «te oría tópi ca», com o marco de refere ncia univ ersalpara clasif icar el comportam iento hum ano, ha m ostrado serinadecuada reud (F , 1923¿>; Arlow y Brenner, 1964). En su intento de sistem atiz ación de los conce ptos tópicos, iG lí (1963) llegó ala conclu siónde que, com o punto de vista m etapsicológi co, el tópicono es imprescindibl e, no obstante lo cual los conce ptos tópicos son signifi cativos en un nivel inferior de la jerar quía conceptu al. Nuestra defensa el d modelo tópi co armoniza con la posiciónde Gilí: aunquelo hem os empleado para acl arar una gama limitada de fenóm enos,no he mos esti mado nec esario utilizar los conceptos tópicos otras en ci rcunstan cias. Así pues, en nuestro trabajo no selo incluye entre los punt os de ivsta metapsicológicos. Por lo tanto,nuestra princi pal conclusión atañ e a la ne cesidadde contarcon distintas teorías para distintos conj untos de datos empíricos. Como complem ento,agregamos que ningun a teorí a basta por sí olaspara or denar niiqui s era un único co njunto de obser vaci ones clí nicas. Schr oedi nger (1943) ha llama do la tención a sobreerro el r, común a todas las ci encias, de nten i tar mponer i a la natura leza, quees amenudo disconti nua, una conti nuidad conceptu al. Aplicada a los datos psi coan alíticos,su posici ón exige suponer que a cda personali dad hu mana pr esenta una vari edadde condu ctas,y
que la mejor m ane ra de compren derlas es li uti zar u na varie170
dad deperspecti vas o modelos.Aunque en uestro n odelo m jerárquico tratamos de trazar un mapa global del funcionamiento psíqui co siguien do laslíneas del desarroll o, repetidamente insi stimos en que esto debe ser teóri camente concebido en términos d e un conjuntonfi inito de variabl es potenc iales. a L necesidad de roduc int ir com binaciones siem pre novedosas de abl vari es en elmodelo cuan do se abor dan nuevosdatos m antienefiel nuestra propuesta la aconce pción deSchroedi nger. Mostrar que cada model o existente de la psique tiene el r evancia para un conjunto diferente de situaciones clínicas ha sido a l más sen cilla de las tarease qu nos he mos pro puest o en esta monogra fía. Mucho m ás di fícil es pr obar quela disconti nuidad queem hos demostra do ref leja un a seriede transici ones signi ficati vas en la ma nera de orga nización del funci onam iento m ental.En tal sentido hem os caracter izado dentro de un a se cue ncia de desarro llo cinco fases, cad a una de ellasmás compleja que anteri la or. Tratam os de m ostrar la depende ncia mutua de ri va as de esas líneas de desa rrol lo para suavanceregular ci ha a la ma dur ez. En un número si gnif icati vo de casos, señalam os qu e el progr eso ha cia una posi ción funci onal m ás m adur a en una línea evo lutiva depende del ogro l de erto ci gra do de m adur ación en na u o más de lasrestantesnea lís evolutivas incluidas en el esque ma. Por o l com ún, esa ma duració n debe desem bocar en la autonom ía secundar ia, de modo tal quelas si tuaci onesde stressprevi sibles de la próx ima faseno la ag h an retornar a niveles más arcaicos.Las líneas e d desarrol lo estudiadas en esta monografí a experi mentan ás m o m eno s concom itan temente sutransici ón deposi ciones funci onales anterio res a las posterio res; a estos m omentos de avan ce evolutivo concomitanteosl hem os denom inado «punto s nodal es» de la diferen ciación psíquic a. Resta dem ostrarque otras funcio nes tienen tam bién s u transi ción m adurat iva en esos m ismos puntos nodales. Nuestraexposición no pr ocuró demostrar la m i portan cia de los punto s noda les específ icos quehem os marcado;esto sólo podrí a lograrse dem ostrando que las incoc fases descritas son significativ as, respectode la difere nciaci ón funciona l, para subdiv idir cualquier otra línea ol ev utiva quese consi dere.Dicha tarea sobrepa sa los alc ances de la presente obra y ex ige amplios esfuer zos de investi gación.Por el momento, sólo podem os reclamar adm isibilidad para uestr n a concepci ón de unaseri e de dis conti nuidades regu lares enel desarroll o psíquico.En otra s palabr as, conce bimos la cr ecientecomplej idad de la vi da men tal,consus tran siciones de una aotra fase,com o una secue ncia de cam bios de na tural e-
za cuali tati va, en la cua l la psiqueva adquiriendoogr pr esi-
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vamente la capacidad de funcionar en un número creciente de modos,ordenados deane mra jerárqui ca. Entre la am plia ga ma de lí neas dedesarrol lo conce bibl e» hem os res uelto examinar elnúm ero m ínimo necesario apar sum inist rarnos crite rios dif erenciadores, constas vi aun es quem a nosol ógico si mple pero comprehe nsivo. Hemos e sta bl esta ogí de odo talficati que lasdiferenci as entu* sueci s do categ oríasnosol pose aa m áximm a signi vidad psi coana lítica Los se is conj untosde comportam ientos que escog imos pa ra esta clasifi cación so n los trastor nos del desarr ollo, los estados traum átic os, las psicosi s, los trasto rnos na rcisistasde la persona lidad, los tras tornos neu róticos el d cará ctery el fun cionam iento regulardult a o. Una clasi ficaci ón m ás r efinada exigiría aña dir ul terio res línea s de desar rollo par a diferenciar entre sí versas di categ orías. Como ejem plo de ulteri ores disti nciones no sológ icas si gnifi cativ as podem os citar la necesidad de erenci dif ar, p or un lado,las ps icosis depr esiv as delas pa ranoides, , ypor el otr o, los trastornos car deácterobse sivos de los istér h icos. A fin de lograr sto, e un requisi to míni mo sería ncl i uir en el esque ma la lí nea de desarroll o de la agr esión.Así pues, cad a refi namiento nosológi co dar á srcen aun m apa evolutivo general de mayor com plej idad. Es muy probable que con l ta propó sito se a pre ciso subdi vidir en unidades enor m es los modos yfases del esque ma jerár quico. Empero, quisi éramos recalc ar qu e tal perfecci onam iento delmodelono alteraría los pri ncipios en los quescan desa su constr ucci ón. Son esto s principi os los qu e, a nuestro juic io, consti tuyen le aporte importante de stae m onografí a: entendem os que los rm poenores quedisc ernimosno so n defi nitivos ni inmutables. Como última conse cue ncia gener al deeste trabaj o, desearíamos ll amar la atención sobre lamiporta ncia de descri bir la maduración dentro de m odelos,y en espe cial ndicar i al persistencia de spe actos primi tivos del un f cionam iento m ental o las vi cisitude s que pueden estos sufri r. Tratamos de satisfac v erer ticaesta l», el condic cual iaón barem ca pl laeando posibilidel ad concepto de que ciertode saduraci as«m pec-ón tos pri mitivos de la psi que persistan ncólum i es en la adu ltez com o parte delfunci onam iento egul r ar, manifestándose n e condu ctas si ntom átic as ocas ionales o en acti vidades crea doras. Con él puede categori zarse, asi mismo, el tipo de m aduración que en traña ca mbios en la pulsi ón parci al o en la meta uobjeto de la pul sión, así com o diversosgrados de predom inio o nh i ibición delos aspectos primit ivos de d icha línea dedesar rollo. Esteprinci pio se aplica al aná lisis de un a
amplia variedad de funci ones, desde las pulsi ones m ismas pasando por las fensas, de lastua siciones de pelig ro, elexamen de reali dad, y otras.Los ca mbios de funci ón ogra l dos
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mediante la adur m ación ve rtical requieren concepcione s más elaboradas de laudsalo la normali dad, en ar monía con la propuesta de Hartm ann (1939) de añadir la adapt ación ala nóm ina depuntos de sta vi m etapsicoló gicos. Concl uiremos uestra n expo sición formuland o un a con secuencia delenfoque jerárquic o que pose e, en poten cia, la capacidad de ordenar un a vast a exte nsió n de datos em píricos.Esta infere ncia implica corre lacionar co n el es quema evolutivo los pr incipiosregulador es del fun cionam iento psí quico.No repasar emos aquí os l en unciados de reud F acer ca de estos últimos, puesya han sido bien examinados en- reci tementeen la m agnífica m onografí a de S chur (1966) . En el capítulo 6 indicam os que la con ducta egida r pri mordialmen te por lepri ncip io de rea lidad setorna pic tí a cuando el desarrollo alcanza el ni vel design ado com o Fas e IV. En conson ancia con lo dicho sobre otrasfunci ones,repitamos una vez más quelas funci ones pi tícas de fases más ar caicas persi sten,com o modos po tencial es, aun despu és de lograda esta posici ón m ás m adura co mo pos ición «tí pica». Antes de que es esta blezca el predominioprinci del pio de rea lidad com o regulador típi co de la con ducta, enla FaseIII, el princi pio de placer se el típico. Ya en 1920 Freud había demostrado que la división de la vida psíquica según esta dicotomía simple de principios reguladoress iensufi ciente pa ra caracteriz ar todos los com portam ientos.A su definició n de los pr incipios de placer y de reali dad dadaen 191 1 le agr egó otraesfera de lada vimental queesta ba «m ás allá del nci pripio de placer»,afirmando que la pulsión uerza f organi zadora de estas ar fea er la «com deepetici r ón». T rató conductas deexplicarcaicas estos nóm enos malonoci c dos,que a menu do parecen am ena zar la adaptación hasta y la vida m isma, so bre base s pulsi onales, concibi endo par a ell o su n ueva teorí a de las pulsi ones de vida y de muerte. En el presente estadio de la evolución psicoan alítica, quiz á sea posibl e ofrecer teg caorizaci ones de estos co mportam ientos en un nivel de abstr acci ón m ás próximo a la relevancia íncl ica. Los m odos de funci onam iento qu e Freud conceptuali zó en térm inos de la com pulsi ón de epetici r ón reflej an las condicione s de la orga nización psí quica pi tícas de lasFases I y II. Concordam os con el fundado argu mento de chur S en cuanto aque las conductas ás m pri mitivas se basan en la necesidad de evi tar el di splacer.Es lógi co ent once s pensa r quelas conductas de la Fase están I egu r ladas or p un«principio de dis placer», com o propon e Schur. Este principi o consti tuye el regu lador del equi librio dela econ omía psí quica durante toda la vida, y es cara cterísti co del Modo eIn todas lasase fs.
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En la Fase I,I en cam bio, a l compulsi ón de repetic ión de be entenderse de otra ma ner a. Los probl emas decisi vos que son típicos del ModoI Ientr añan la ne cesidad m adur ativa de unif icar los nú cleos dis pares del elf s en un todo ohe c sivo. En cualqui er fase,cua ndo pri van estos obl premas del M odo II, se producen condu ctasrepeti tivas que pun a tan a restaurarun senti do de cohe sión del sel f, por costosos que ean s talesintentos en otrossentidos. Figura 17. Principios regulador es del funci onamiento m ental com o sistem a jerárqui co. Modo V Principio de creación Modo IV
Modo IV
Principio de realidad
Principio de realidad
Modo III
Modo III
Modo III
Principio de placer
Principio de placer
Principio de placer
Modo II
Modo II
Modo II
Modo II
Principio de definición
Principio de definición
Principio de definición
Principio de definición
del self
del self
del self
del self
Modo I
Modo I
Modo I
Modo I
Modo I
Principio de displacer
Principio de displacer
Principio de displacer
Principio de displacer
Principio de displacer
Fase III
Fase IV
Fase I
Fase II
Fase V
Ciertas em presascreadoras también pueden ordar desb el ámbito m ental quebar acan los pri ncipios reguladores esbozados por reu F d en 1911 , pero de una manera distinta que las condu ctas qu e están«más allá del nci pripio de placer». En su estu dio de la psicología del io, gen Eissler (1963) postulóun ár ea potenci al si tuada «m ás all á del pri ncipio de realidad» para descri bir el desarroll o de un a posici ón m ás madur a qu e la mplí i cita enla ad aptaci ón adecua da alas realidade s vigent es. Piensa Eissler que esa evoluci ón m ás allá del pri ncipi o de eali r dad pue de se r la condici ón previ a para el descubrimiento de evas nu faceta s de la eali r dad efec tiva. Esta suger encia arece p ser cong ruentecon nuest ro esquem a,
corr espondi erar j quí astra las propuesta condici one s cu de la Fase V.;{Laendo, figuraen 17la recapitul a a, nue n e anto a la jerar quía de pr incipi os reg uladores lde funcionam iento mental. En el ModoI, Ja condu cta s e regulada por elnci pri -
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V pió de displ acer; a estele suc eden el principi o de de finición del self enl eModo II, el pr incipi o deplaceren el Modo I I, el pr incipi o de realidad e n el Modo V I y el pr incipi o de creación en el odo M V. Estudio s fut urosintentarán perfecci onar ún a m ás la on c cep tualización deluncionamiento f psíquic o com o sistem a jerárquico.
N ota s
1 Paraunateoría explicativa sup raordi nada d el funcionamiento m ental propue sta ne form a prov isional , véase Lang er 1 ( 967) . 2 Un ejemplo grosero y rri co ente de este error a es apl licación de los postul ados m eta psicol ógicos sobre los efnóm enos int rapsíqui cos a la psicol ogía socia l o viceversa . Verbig racia, la confusión gene ral acerca de l significado de la palabra «ident idad» roba p blemente deri va de al extrapol ación degene rali zaciones aunaesfera ue q n o les corres ponde cf(. nue stro exam en d e la obrade Eri kson capít ulo el7) trata mos iento ca baFre lud desi esta c sti ón nos levarí l ena el de ma siado jo.s;El recorde m que em preue cu idó de sepa rar es tos dos ám bitos de estudi o, aun cua ndo em pleara als concl usionesextraídas de la psicología di invidua l paraahonda r en la psic ología de las m asas. 3 Debeseña larse ue q la psi cología del odo M V fue descrit a por Freud en 00 19fundam ental mente sobr e la basede da tos nt i rospecti vos concerni entes asus propi os sue ños. Puedesuponerse queestos productos adecrea lción hum ana sati sfacíanasl condi ciones que tenía pres ente s Eissler al descri bir un ámbito situad o más allá del pri ncipio de rea lidad.
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analí tico sobr e el funciona miento mental Isabel Al. Calvo, Trida Riterman y colaboradores, CuerpoVinculo Trasíerencia Isabel M. Calvo, Trida Riterman de Dimant y Tessie Calvo de Spolansky, Pareja y familia. V íncu loDiálog oIdeología Piera Castoriadis-Aulagnier , Laviolencia de a l inter pre tación.Del
pictogram a al enu nciado Morag Coate, M ás allá dela razón.Cróni ca de una xperi e encia persona l de locura Robert Desoille, El ca so María Clotilde. Psi cotera pia del ensueño dirigido Robert Desoille, Leccio nes sobreensue ño di rigidoen psi cotera pia Nicole Tabre, El tri ángulo roto. Psicotera pia de niños por su en eño dirigido a y técnica de la psiJoen Fagan e Irma L. Shepherd, comps., Teorí coterapia guestál tica jean-Baptiste Fages, Para co mprender a Laca n John E. Gedo y Arnold Goldberg, Model os de al mente Harry Guntrip, El self en la teorí a y la tera pia psicoan alíticas Jayilto Haley, M n H. Erick Tera p son ia no conven cional. Las téc nica s psi quiátri cas de Jay Haley, Tera pia para sol rever probl emas pia familiar Jay Haley y Lynn Hoffman, Técnicasde tera emas actuales de la curapsicoanalí tica René-R. Held, Probl Jacques Hochmann, Hacia una psiqui atría com unit aria Don D. Jackson, comp., Etiología de la esquizofrenia Heinz Kohut, Análisis del self. El tratamiento psicoanalítico de loi tras tornos nar cisistas dela pe rsonali dad cue rpo.EsLéon Kreisler, Michel Fain y Michel Soulé, El niño y su tudiossobr e la clínica p sicosom ática de al infancia Ronald D. Laing, Herbert Phillipson y A. Russell Lee, Percepción interpersonal Jean ueni rteño. enEnsay psicoa lisis Serge Laplanche, Leclaire, MVida atan ya m un onáso breel narcisismo
primario y la pulsión de muerte ina rio Claude Le Guen, El Edipo src Jean Lemaire, Tera pias depare ja Alfred Lorenzer, Ba ses parauna teorí a dela socializació n Alfred Lorenzer, Crí tica del con cepto psicoan alítico de sím bolo aje de strui do y la re constru cciónpsicoa naAlfred Lorenzer, El lengu lítica Alfred Lorenzer, Sobreel obj eto del psi coaná lisis: leng uaje e interacción se el de sarrol lo de l niño:Erikson, Henry W. Maier, Tres teoríasobr Piaget y Sears
Fierre Male, infancia
AJice Doumic-Girard y otros,
Psicoterapi a de la pri mera
Octave Mannoni, La otra s ece na. Claves de lo imaginario Gérard Mendel, Soci opsicoan álisis, 2 vols. George A. Miller, Leng uaj e y comunicació n Roger Mises, El niño def iciente em nta l Pacho O'Dcnnell, Teorí a y técn ica de la ps icoterapia grupa l Gisela Pankow, El hom bre y su si pcosi s Irving rí. Paul, Cartas a u n joven tera peuta(Sobre al cond ucción
de la psicotera pia)
Jean íPiaget, Paul René Zazzo y otros, Debates re sobp« i colog a, filosof íayRicoeur, marxismo Erving y Miriam Polster, Tera pia guestál tica Ginette Raimbault, Pedi atría y psicoan álisis Cari R. Rogers, Gruposde encue ntro Cari R. Rogers, Barry Stevens y colaboradores, Per sona a persono rato matrimonial y terapia de areja p Clifford J. Sager, Cont Isca Salzberger-Wittenberg, La re lación asist encial.Aportesdel p»i coa nálisis klei niano pacio imaginario Sami-Ali, El es lrwin G. Sarason, comp., Ciencia y teorí a en psicoa nálisis Tbomas J. Scheff, El rol de n e fermo menta l William Scbutz, Marí a E.C.Sirlin, Una Todos experi encia som os tera uno. péuti Laca.cul tura Historia dedelos uncu en entro* rupo g
de ni ños de 5ños a Leonard Small, Psi cotera pia y neu rología. Problemas de diagnóati
Obras ne prepa ración Aída Aisenson Kogan, El yo y le sí-mism o Willy Baranger y colaboradores, Aportaciones al concepto de ob|ri.i en psicoa nálisis Peter Blos, La tra nsición a dolescente Ivatt Boszormenyi-Nagy y Geraldine M. Spark, Lea ltade s invisibl e* Eugénie Lemoine-Luccioni, La parti ción de las mujere s David Maldavsky, El com plej o deEdipo posi tivo y su s tra sform neionr. Augustas Y. Napier y Cari A. Whitaker, El crisol de la fam ilia Vamik D. Volkan, Re laciones de objeto primitivas nter i iorizada»
Obra s completas de Sigmu nd Freud
Nueva traducción directa del alemán, cotejada con la edición inglesa a cargo de James Strachey —Standa rd Edit ion of the Com plete Psychologi cal Worksof Sigm und Freud (24 tomos)— , cuyo ordenamiento, prólogos y notas se reproducen en la presente versión.
Volúmenes publicados
Presentación: Sobre
la versión castellana
2. Estudios sobre la histeria (18931895) 4. La interpretación de los sueños (I) (1900) 5. La interpretación de los sueños (II) y Sobre el sueño
1901)
(1900
6. Psicopatología de la vida cotidiana (1901) 7. « Fra gmento de aná lisis de n u ca so dehisteria» (caso «Dora» ), Tres ensayos de teoría sexual, y otras obras (19011905) 8. El chiste y su relación con lo inconciente (1905) 9. El delirio y los sueños en la «Gradiva » de W. Jensen, y otras obras(190 6190 8) 10. «Análisis dela fobia de un niño de cinco ño a s» (casodel pequeño Hans)y «A propósi to deun a cso de en urosisbsesiv o a» (caso lde «Hombre de las Rat as» ) (1909) 11. Cinco conferencias sobre psicoanálisis. Un recuerdo infantil de
Leonardo da Vinci, y otras obras (1910) 12. «Sobre n u caso de para noia desc rito autobiográ ficamente»(caso Schreber) , Trabajos sobretécn ica psicoana lítica, y otras ob ras (19111913) 13 Tótem y tabú, y otras obras (19131914) 14. «Contri buc ión a al hist oria del movimiento psi coana lítico» , Trabajos sobre metapsico logía, y otras obra s (19141916) 15.Conferencias de introducción al psicoanálisis (partes I y I) (191 51916) 16.Conferencias de introducción al psicoanálisis (parte III) (1916 1917)
17. los «De Lobo la s» hi sto ne s719 in1fanti de ), ri ya otde rasuna obra s urosi (191 9) l» (caso del«Hombre 18.Más allá del principio de placer, Psicología de las masas y análisis del yo, y otras obras (19201922) 19.El yo y el ello, y otras obras (19231925) 20.Presentación autobiográfica, Inhib ición, s íntom a y angustia, ¿P ue den los legos ejercer el análisis?, y otras obras (19251926) 21.El porvenir de una ilusión, El malestar en la cultura, y otras obras 19 (271931) 22.Lluevas conferencias de introducción al psicoanálisis, y otras obras (19321936) 23.Moisés y la religión monoteísta, Esquema del psicoanálisis, y otras obra s (193 71939)
Volúmenes en prensa
1. Pub licaciones pre psicoana líticas y m anuscr itos inéditos en vida de Freud1886 ( -189 9) 3. Primeras publicaciones psi coana líticas (1893-1899) 24. Indices y bibliogra fías
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(Vlena de la pr imera sol apa,)
nesto em peño de sto» e científ ico* ñor com prender y apl icar el psic oan álisis Imcasaha, eran a cusa dos de «resi stenc ia». Rapapo rt señaló yan e1991 que n o existía ningú n model o de la ente m to talmente satis factori o; esto se cierto aú n hoy. F.n la etapa actu al, es forzosoacudir a distintas teorías par a otrostantos conjuntosdatos: de habría varios caminos concurrentes, válidos todos ellos, par a organizarlos. edo G y Goldberg llaman aesto el «p rincipio de lacom plem en tariedadteórica». Demuestr an qu e ca da u no de los m odelos ex istentes ene ti relevancia para diferentes tu si acione s clínicas,y postulan u n model o jerárqui co de ci nco fases de desarroll o, de complej idad cr eciente. Elrop greso ha cia una posi ción funci onal más m adura depen de dellogro de al auton omía secundaria en un a o m ás de las resta nteslínea s evolutivas, de m odo qu e las situacione s de stresspropi as deuna fase no ga ha n ret ornar al individuo a nivel es más arcaicos.