LOS MODELOS DE LA COMUNICACIÓN COMUNICACIÓN Las teorías comunicativas han ido variando a lo largo de la historia de los medios de comunicación. Así observamos como diversos paradigmas o modelos responden a las cuestiones mas importantes dentro del campo comunicativo. Modelo totalitario totalitario
La tendencia de toda propaganda es el totalitarismo porque es un medio para conquistar el estado. Por eso, la radio, los libros, las leyes,... etc. deben estar sometidas a los fines del partido, que son los fines del estado y, por tanto, los de la sociedad. Propaganda totalitaria significa control del pensamiento a través del sometimiento de la línea del partido único por medio de un lenguaje propio capaz de conseguir una imagen agresiva y atractiva científicamente “programadas”. Los ejemplos ejemplos más rotundos son la Italia fascista, la Rusia soviética y la Alemania nazi. Son idénticos en cuanto a medios utilizados, organización institucional, tácticas empleadas,... aunque difieren en cuanto a perfección y desarrolla. El modelo propagandista italiano se asienta en dos fases: - Como instrumento para la conquista del poder. - Como instrumento para consolidar este poder. Modelo liberal liberal
Los estados democráticos, bajo la presión popular, se vieron obligados a desmantelar las organizaciones oficiales de propaganda que habían montado durante la guerra, aunque siguieron desarrollando tácticas “científicas”. Esta organización en los países no totalitarios de occidente tiene una estructura: - Alrededor de 1930, los diferentes estados ponen en funcionamien to redes de “expansión cultural” y propaganda en el exterior, por lo que suecos, franceses,... y otros crean colegios, oficinas informativas,... transmitiendo así su ideología. En 1932, Gallup crea el Instituto de Opinión Pública en los EE.UU. para elaborar sondeos de opinión científicos y así conocer la evolución constante de la opinión pública para obrar en consecuencia. Este tipo de instrumentos puede que beneficien a la opinión pública pero voces como Habermas avisaban que estos elementos pueden ser utilizados para tantear y dirigir la opinión pública. - En 1937, la orientación de la propaganda exterior va a cambiar de sentido. Abandona el eufemismo cultural para proclamarse oficialmente como política e intentar crearse como “contrapropaganda “. Así, en enero de 1938, la BBC inicia los servicios exteriores con
programas en árabe, español,... para competir, entre otros, con los italianos. Inmediatamente, cada ministerio crea departamentos de información. La gran diferencia entre el modelo totalitario y el liberal es que en el liberal la propaganda se lleva a cabo en un sistema liberal donde los medios no son del estado y que, además, obliga a los estados a mantener una imagen liberal. En cambio, las fórmulas, técnicas y trucos de la persuasión fueron similares en ambos modelos y es esa similitud de contenido lo que define la 4ª Generación de medios de masas. Esta 4ª Generación de medios de masas la situamos en el periodo de entreguerras y aparecen una gran cantidad de medios. Aparecen también el cine y la radio, lo que hace una clara competencia a la prensa, aunque también se lo hacen el cartel (vistoso) y el cómic. De esta forma, vemos que iniciando los 30, la población occidental es capaz de recibir información por un medio diferente a los periódicos: la radio. Se van asentando los magazines y aparece un nuevo periódico diario llamado “tabloide”, porque su tamaño es ½ del tamaño de la hoja corriente de entonces. Los tabloides traen consigo un nuevo tipo de Periodismo: páginas totalmente ilustradas, sensacionalismo con aportaciones interesantes, generaliza el uso de la foto (el fotoperiodismo cobra importancia),... etc. Esta 4ª Generación aportó la fuerte competitividad que se establece entre los nuevos medios y los ya establecidos, y esta competencia resulta ser una agresividad en su comportamiento y en el lenguaje, que influyen en el desarrollo y la evolución del viejo lenguaje escrito.
BIBLIOGRAFIA: Modelos de la comunicaion, Documento onlin disponible en: http://html.rincondelvago.com/modelos-historicos-de-medios-de-comunicacion.html FLUJO COMUNICACIONAL EN TIEMPOS PRE-REVOLUCIONARIOS En los inicios de la era liberal, uno de los ejes sobre los cuales se aspiraba a cimentar la relación ciudadanos-poderes públicos en las democracias representativas era la prensa, "el verdadero equivalente del Ágora", sostenía John Stuart Mill. Los medios fueron percibidos como instancias fiscalizadoras de la gestión pública, como mediadores entre los poderes y los ciudadanos, en el sentido de articular demandas, descontentos y aspiraciones de los últimos ante las autoridades electas. Al mismo tiempo, se les asignaba el deber de ofrecer una información oportuna e imparcial, como una mediación indispensable para proporcionar a los receptores los conocimientos que posibilitaran su formación democrática y ciudadana. Todas las teorías políticas liberales, desde las clásicas hasta las contemporáneas, reivindican la importancia de la información en la constitución del espacio público. Para que tal mediación fuera posible, sin interferencias de otros intereses, fue fundamental la consolidación, a mediados del siglo diecinueve, de grupos de medios independientes, debido a que la publicidad pasó a ser la fuente de su sustentación financiera. La llamada doctrina de la objetividad había precisado los términos de esa
relación: la publicidad, se estimaba entonces, estaba al margen de los intereses políticos y, en consecuencia, los medios podrían cumplir, sin presiones ni condicionamientos, su función social de informar "objetivamente". Aunque tal independencia nunca fue total ni completa, en cierta medida y durante algún tiempo, la fórmula parecía funcionar. Por su parte, el Estado, como poder político, debía garantizar la libertad de expresión y de información. La redistribución de los conocimientos, que siempre son un poder, debía aminorar el desequilibrio existente entre los sectores hegemónicos y los estratos menos favorecidos. Se buscaba lograr el equilibrio entre libertad e igualdad. Ésta era la ecuación que estaban llamados a cumplir los medios independientes y los periodistas. Desde comienzos del siglo XX, el espectro mediático se percibe dividido en dos grandes grupos. Por un lado, los medios voceros de gobiernos, partidos políticos, sectores religiosos o posiciones ideológicas. Por el otro, las empresas con fines de lucro, no adscritas a ninguna instancia política, social o religiosa. Estos medios independientes proclaman su adhesión a los valores democráticos y se comprometen a cumplir un importante papel en la formación ciudadana. Pero las denuncias de diversas procedencias coinciden en señalar que esos medios, a nivel mundial, tienden a abandonar esa función para transformarse en voceros de sectores políticos y financieros, al mismo tiempo que asumen estructuras monopólicas y oligopólicas. Por otra parte, se afirma que los medios se han transformado, o aspiran a transformarse, en actores políticos, reemplazando a los partidos políticos tradicionales. Sin embargo, los medios independientes siguen proclamando, de forma explícita, su primigenio compromiso social y su autonomía. Por eso, y hasta que no renuncien a ellos, es procedente reclamarles su cumplimiento. Pero algo debe haber cambiado en su rol social para que ese reclamo se haga cada vez más necesario. En un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Harvard en 2003, se señala la gravedad de esa desviación y se confirma "una creciente desconfianza del ciudadano en la profesión periodística, desconfianza que a veces se convertía en odio" (Kovach y Rosenstiel, 2004, 15). Este cambio en la tradición democrática de los medios en los países desarrollados se debe principalmente a las nuevas estructuras empresariales, a la concentración de capitales y tecnologías en poder de grandes oligopolios, donde los medios son apenas una parte de su engranaje financiero y son utilizados como vehículos a nivel global para difundir los mensajes cuya orientación concuerda con los interés de los grandes capitales. Son, además, empresas sin fronteras que extienden su dominio a nivel global. El gobierno de Estados Unidos, por su parte, utiliza ese poder mediático para manipular tanto a la opinión pública de su país como a nivel mundial, sobre todo en relación con sus políticas internacionales, y en la difusión e imposición de la doctrina neoliberal. La distorsión de los tradicionales preceptos que deberían normar la función social de los medios es de tal magnitud que indujo al profesor de filosofía estadounidense Michel Sandel a preguntarse: "¿Es que acaso van acabar con la existencia de la democracia?" (Kovach y Rosenstiel, 2004, 52). La constatación de los cambios intrínsecos de los medios en una democracia formal hace suponer que el abandono de aquella función que se les había otorgado no es casual ni responde a una decisión arbitraria. Habría que preguntarse si ese cambio no obedece a modificaciones surgidas en el seno de las mismas democracias liberales.
De allí que la reflexión sobre los medios debe orientarse en el mismo sentido que tiene hoy la revisión de las teorías sobre la democracia y su inserción social. Gran parte de las reflexiones actuales en torno a los valores conceptuales y la praxis de la democracia representativa se orientan a indagar la vigencia de un sistema que pareciera haber llegado a su punto de agotamiento. La definición principal de la democracia se basa en el concepto de "un gobierno del pueblo" que se concretiza a través de las elecciones. Para que el acto de votar tenga sentido democrático, las elecciones deben ser libres. Pero, como señala Giovanni Sartori, la opinión también tiene que ser, en algún aspecto fundamental, libre, porque "las elecciones libres –afirma– con una opinión que no es libre no significan nada. Sostenemos que el pueblo debe ser soberano. Pero un soberano vacío que no tiene nada que decir; sin opiniones propias, es un mero sancionador, alguien que se limita a ratificar algo, un soberano de nada" (Sartori, 1988, 117). ¿Cómo se forma una opinión libre? En períodos electorales prolifera el uso de las técnicas de manipulación propagandística comenzando por los candidatos, partidos políticos y grupos de electores, pasando por los sofisticados recursos de las viejas y nuevas tecnologías mediáticas hasta culminar con encuestas fraudulentas y los mensajes subliminales. Con esos recursos se puede lograr adhesión y ganar votos. Pero ni ese voto es libre ni tiene la esencia de una decisión soberana y consciente. Para la conformación de una opinión libre el camino es más largo que el tiempo de las campañas electorales y se requiere de condiciones propicias para que el raciocinio, y no los estímulos epidérmicos, determine su sentido. Eso implica que, de algún modo, el votante, tanto en tiempos de elecciones como en todo momento en su condición de ciudadano, debe obtener suficientes referencias no manipuladas sobre la res publica para poder, libremente y acorde con su escala de valores, conformar una opinión sustentada en el conocimiento y en la reflexión. Por lo general, al hacer referencia a los valores éticos en los contextos como la democracia y la comunicación social, o en la relación entre ambas, se tiende a percibir su vigencia en sentido restringido: lo que está permitido y lo que está prohibido. Pocas veces se hace derivar y desarrollar esos señalamientos desde su carácter teleológico, basado en determinados objetivos que se aspira a alcanzar con fines altruistas, sintetizados ya en Rousseau como "el bien común". Los compromisos éticos de los medios y de los comunicadores se basan en la constatación de su responsabilidad social, debido a los efectos que su desempeño produce al interior de una sociedad dada. La responsabilidad, como concepto filosófico, existe cuando el sujeto activo es consciente de las consecuencias que su acción puede generar. El adjetivo "social" extiende ese principio a una actividad de dimensiones extra personales. Al mismo tiempo, y derivado del concepto anterior, a los medios y a los comunicadores se les otorga, y ellos lo asumen explícitamente, una importante función social, de la cual, en una medida considerable, depende la articulación del sistema y el logro de los ideales democráticos. Esta función y sus consecuencias no se limitan a la esfera de lo político, pues también abarca dimensiones tan importantes y diversas como la cultura, la salud mental o la convivencia pacífica de un pueblo. (BIBLIOGRAFIA: DRAGNIC, Olga. Los medios de comunicación social en el socialismo del siglo XXI. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. [online]. ago. 2007,
vol.13, no.2 [citado 28 Octubre 2011], p.195-204. Disponible en la World Wide Web: . ISSN 1315-6411.)
INFORMACION, CULTURA Y CRECIMIENTO La comunicación no es una variable independiente o aislada del desarrollo como lo proponen algunas visiones instrumentalistas de la modernidad (la comunicación por la comunicación misma), sino que por lo contrario es un elemento central de éste, sin el cual no se puede alcanzar el crecimiento. En éste sentido, reflexionando sobre la relación que existe entre comunicación y desarrollo, podemos decir que el crecimiento entendido como el mejoramiento general de los niveles económicos, políticos, culturales, psíquicos y espirituales de la vida de los individuos o de la población, a través de la satisfacción de sus necesidades básicas1, es producto de un conjunto de factores y procesos sociales complejos, dentro de los cuales, el detonador de todos esos elementos es la adquisición de conciencia sobre las realidades o problemas que se tienen que resolver. Esto significa, que para que se produzca un desarrollo material de la sociedad antes se requiere generar un previo crecimiento mental de la misma. De lo contrario, no existen condiciones apropiadas para la gestación del desarrollo: el desenvolvimiento de los individuos, comunidades o de un país, parte de la evolución de su intelecto y no de la multiplicación acumulada de simples acciones materiales. Por ello, pensamos que la revolución más radical de una sociedad se da a partir del momento en que los individuos que la conforman modifican su concepción del hombre, del mundo y de la vida y la llevan a la práctica. La evolución de una nación empieza con su cambio cerebral y no con la simple mutación materia de su entorno.
La conciencia se forma por la sedimentación de las sensaciones, datos, signos, símbolos, informaciones y sentidos que se reciben y asimilan en el cuerpo y cerebro (hemisferio derecho e izquierdo) y que posteriormente se convierten en emociones, afectividades. Estas a su vez se convierten en directrices, concepciones, principios, valores y visiones de la vida,, que a su vez, se transforman en reacciones, conductas, hábitos, costumbres, tradiciones, historias, inconscientes grupales y bases civilizatorias de la sociedad. De ésta forma, el progreso del pensamiento parte del conocimiento (cognitivo y afectivo) que nuestros sentidos adquieren de la realidad y esto depende del grado de información veraz y oportuna que se recibe de ésta y de la manera como se procesa y asimila. En éste sentido, el hombre y la sociedad son lo que piensan; y al principio del siglo XXI el pensamiento personal y social, cada vez más, se forma y depende del funcionamiento de los medios de información colectivos. De aquí, la importancia vertebral que ocupa actualmente el papel de la producción, difusión, almacenamiento y procesamiento de la información para la superación de los conflictos de nuestra sociedad. Tenemos que recordar que la distribución de información y de cargas emotivas de nuestra sociedad es un insumo central que acelera o retarda nuestro crecimiento colectivo: a mayor difusión, organicidad y objetividad en la circulación de la comunicación, mayor crecimiento de nuestra conciencia nacional y, por lo tanto, avance de la sociedad y viceversa. No debemos olvidar que la distribución de nueva información orgánica en el país, produce nuevas formas de conciencia, que a su vez, generan frescos cambios conductuales que transforman la nación. Hay que tener presente que a principios del siglo XXI los medios de información, particularmente los electrónicos, son grandes alimentadores y excitadores de nuestros
cerebros y emotividades, y por lo tanto, de nuestras conciencias. Por ello, la difusión sistemática de realidades y afectividades sobre nuestros principales problemas nacionales a través de los medios de información colectivos, puede provocar un avance cualitativo en el proceso de desarrollo de nuestra sociedad. Sin embargo, hay que tener presente que no es la simple cantidad desbocada de difusión de información la que propicia el desarrollo, como lo han señalado las tesis desarrollistas o las ideologías modernizantes de la Libre Circulación de la Comunicación, sino la calidad y organicidad que guarda ésta con respecto a realidad y las prioridades de crecimiento que se requieren resolver. La distribución irracional y saturante de información colectiva, puede generar una sociedad enajenada en su conocimiento, produciendo un estancamiento de la misma2. Por lo tanto, hay que crear y transmitir aquellas informaciones que permitan relacionar nuestra toma de conciencia con aquellos programas de acción concreta que tiene instrumentados el aparato de gobierno y la sociedad civil para crecer. De lo contrario, de muy poco servirá la generación de conciencia social sobre nuestra problemática nacional, a través de los medios de difusión, si éstos no encuentra una canalización específica mediante los proyectos de trabajo de la sociedad y del Estado: la información puede obrar como abono del cambio social, sólo si se coloca en el campo cultural y social propicio para germinar. De aquí, que para lograr el desarrollo de nuestro país, más que producir y distribuir gigantescos torrentes indiscriminados de información masiva sobre nu estros sentidos que lo que ocasionan es el embrutecimiento y la enajenación de los mismos, se debe elaborar una jerarquía de necesidades informativas acordes con las prioridades de crecimiento estratégico que encara nuestra sociedad en cada fase de evolución por la que ésta atraviesa. Esto significa, que las necesidades de comunicación para la
expansión de la sociedad mexicana en los últimos 80 años han sido muy distintas, en el período post-revolucionario; que en la fase de industrialización; que en la etapa del "desarrollo estabilizador"; que en el momento del "boom petrolero"; que en la actual época de dependencia alimentaría; que en la era de la destrucción ecológica; que en el tránsito de la nueva tercera revolución industrial que experimentamos; que en los tiempos de la más alta concentración urbana que sufrimos; que en la fase de transición democrática que hoy enfrentamos; que las de la nueva reorganización del mundo por bloques comerciales a principios del siglo XXI, etc. Es dentro de este contexto que los medios de información colectivos y en especial la televisión, como las principales infraestructuras educativas de nuestra civilización, ocupan un papel central en el desarrollo de las mentalidades y sensibilidades, y por lo tanto, en el desarrollo del país: Hoy día la televisión se ha convertido en el sistema nervioso fundamental del avance o retroceso de nuestra cotidiana cultura nacional3. BIBLIOGRAFIA: ESTEINOU M. Javier. Los medios de comunicación como instrumento de desarrollo. Revista en América Latina especializada en comunicación^[online] agosto. 2002, num. 29, disponible en worl wide web: http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n29/jesteinou.html