Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla
Departamento de Ciencias Sociales
Facultad de Economía
Desarrollo Económico
Dr. Luis Mariano Rojas Herrera
E N S A Y O
Grandes Teorías del Desarrollo Económico
Mónica del Carmen Quevedo Berrelleza
600239
Otoño 2012
26 de septiembre del 2012
El concepto de desarrollo económico se ha generalizado y hecho un poco más del dominio popular en la época moderna, sin embargo, sus raíces y el debate sobre qué es y que lo genera se puede rastrear hasta tiempos remotos. Para muchos autores, como Sunkel y Paz (citados por García, 1990), el fenómeno que detonó que se fuera generando una brecha social, cultural, política y económica entre países fue la Revolución Industrial, en el siglo XVIII. Este acontecimiento histórico generó que en algunos países (que después serán conocidos como centrales y desarrollados) se diera una revolución en la capacidad productiva, aprovechando los recursos naturales y la mano de obra de las llamadas zonas periféricas (países subdesarrollados). Estás, desde esos tiempos, fueron adaptadas estructural e institucionalmente a las necesidades de las zonas "revolucionarias" del centro.
La preocupación por incentivar el desarrollo es posterior a la Segunda Guerra Mundial, como consecuencia del desajuste económico que acarreo dicho episodio bélico. La creación de organizaciones como la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) en 1948, la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) en 1961, y la misma ONU (Organización de las Naciones Unidas) y sus subdivisiones como el PNUD (Plan de las Naciones Unidas para el Desarrollo), así como el hecho de que hoy en día cada país cuenta con un área especial para dicho tema, es prueba del interés mundial por los temas de desarrollo económico y social.
Pero en sí, ¿Qué es el desarrollo económico? Se tiene una idea de donde empezó a generarse, pero el concepto como tal es uno de los más comentados en el ámbito. El economista ganador del Premio Nobel en 1998, Amartya Sen (1999) en su libro Desarrollo y Libertad, nos dice que el desarrollo es "un proceso de expansión de las capacidades de que disfrutan los individuos", entendiéndose como la mejora de oportunidades para las personas, permitiéndoles mejorar y expandir sus capacidades. John Taylor (2004) lo define como el "proceso de crecimiento mediante el cual los países incrementan los ingresos per cápita y se convierten en industrializados".
Se han establecido una serie de teorías que tratan de explicar cómo y por qué se da el desarrollo económico en los países, hipótesis que incluyen desde cambiar las formas de pensar de los individuos, el papel que juegan las instituciones en él, hasta ver el desarrollo como una cuestión de poder. Estas tres grandes teorías son: la teoría de la modernización, el institucionalismo y la teoría del sistema mundial. En el presente documento analizaré desde sus planteamientos hasta sus críticas más notorias.
En la década de los 50, la teoría que dominaba los temas de desarrollo económico era la Teoría de la Modernización, cuya primicia era la de "modernizar" social y políticamente las sociedades de los países subdesarrollados, con el fin de alcanzar la fase final de eficientes democracias, sociedades abiertas y mercados abiertos, todo ello representado en los países occidentales ya desarrollados. (Escribano)
Esta teoría hace una distinción entre sociedades modernas y sociedades tradicionales, haciendo énfasis en la mentalidad de las personas que conforman cada una. El hombre tradicional se caracteriza por ser "ansioso, supersticioso, falto de ambición, conservador, centrado en las necesidades inmediatas, fatalista y aferrado a sus tradiciones", mientras que el hombre moderno tiene una "gran capacidad de adaptación a los cambios en su entorno, es independiente e individualista, eficiente, centrado en la previsión a largo plazo de sus necesidades, convencido de su capacidad para cambiar el mundo y confía en la posibilidad de cambio mediante un proceso político". (Escribano)
Parsons (citado por Escribano) formula unas pautas para diferenciar a las sociedades modernas de las tradicionales. En primer lugar, las sociedades tradicionales establecen sus relaciones más de forma afectiva y familiar, no pasando más allá del propio círculo social. Las sociedades modernas están marcadas por el individualismo, donde las personas son valoradas por sus propios meritos. Por último, las sociedades modernas marcan los roles sociales y económicos de forma más específica y especializada.
Una persona de mentalidad tradicional es adversa al cambio, teme que se le sea sacado de su zona de confort, que es lo que ha conocido toda su vida, y prefiere hacer las cosas como se han hecho por generaciones. Mientras que el hombre moderno está dispuesto a experimentar y buscar la forma en que él tenga el control, ávido de conocimiento y hacer de su entorno un lugar mejor, a través de la ciencia y la tecnología. Un hombre tradicional se enfoca mas en un bienestar momentáneo en el presente, mientras que el moderno busca asegurar su bienestar a futuro. Políticamente, en una sociedad moderna, los políticos son servidores públicos que están al servicio de la ciudadanía, que es el jefe, a diferencia de las sociedades tradicionales donde el político es una figura de poder autoritaria.
Para muchos, la modernización es más un proceso de "occidentalización", incluso más "americanizado", dado que la literatura modernista es mas complaciente hacia los Estados Unidos, ya que se tiene la percepción que este es el país con prosperidad económica y estabilidad política y social por excelencia. Esta asociación de que los países occidentales son los desarrollados se contradice al ver el caso de países orientales como Taiwán, Corea del Sur, Japón y China, que cuentan con altos niveles de desarrollo y un fuerte impacto en la economía mundial. (Reyes, 2001)
El planteamiento de eliminar los valores tradicionales de la sociedad como un camino hacia el desarrollo no es precisamente fundamentado empíricamente. Un ejemplo bastante claro de esto es China y Japón, países con un considerable avance en desarrollo económico que siguen funcionando bajo un sistema de valores bastante tradicionales. Los valores tradicionales no son precisamente homogéneos, y se dividen en valores de las elites y los valores de las masas. (Redfield, citado por Reyes, 2001)
En la última década hemos visto como se ha generado una crisis de valores mundial, en la que los valores tradicionales si se han visto minimizados, pero no para el bien que plantea esta teoría. Específicamente en México, esta crisis de valores ha generado que la sociedad mexicana se convierta en una sociedad todavía más pobre, y no me refiero a lo económico, si no a lo humano y a lo cultural; una sociedad victima de la violencia, que nace de la falta de fuerza en la ética y moral humana en nuestro país; una sociedad con una muy escaza inteligencia emocional, que se deja llevar por un sentido individualista negativo, que acarrea un atraso social en lugar de progreso, cayendo en un egoísmo que no da ningún beneficio a la sociedad. Al ver esta situación en nuestro país, podemos ponernos a pensar si realmente eliminar los valores tradicionales es la solución hacia un desarrollo, en lugar de tomar aquellos valores tradicionales de peso, y que combinados con valores modernistas, ayuden a construir una sociedad fuerte y capaz de alcanzar la prosperidad.
Dentro de una sociedad, uno de sus componentes más importantes son las instituciones, y es la Teoría Institucionalista la que postula que el camino al desarrollo se da a través de ellas. El antecedente de esta teoría lo podemos ver en la Escuela Histórica Alemana de Economía, a finales del siglo XIX, cuya figura representativa fue Gustav Von Schmoller. Para ellos, el foco de interés histórico de una sociedad recaía en el concepto de "nación", que es una "representación abstracta de los intereses colectivos de la humanidad". Su pensamiento era que la economía se explica en función a los intereses colectivos que representa la "nación". En esa corriente, el Estado era visto como "la institución intermediaria indispensable entre los individuos y la nación". (Instituto Internacional de Gobernabilidad de Barcelona, 1998)
La definición de una institución de Schutter (citado por Vargas, 2005) es "una regularidad en conducta social que es acordada por todos los miembros de la sociedad, especifica las conductas en situaciones recurrentes concretas como políticas autoformuladas o formuladas por una autoridad externa". North (citado por Vargas, 2005), las define como "las reglas de juego que moldean la interacción humana en una sociedad". Para Vargas (2005), las instituciones son "un conjunto de reglas formales e informales que afectan el desempeño económico debido a que su razón de ser es la creación del orden y reducción de incertidumbre de los intercambios, reducen los costos de transacción e inducen a comportamientos cooperativos".
La calidad de las instituciones de una sociedad es determinante en el proceso de desarrollo, considerando que la ejecución de las transacciones tiene un costo, tanto económico como social (Vargas, 2005). Debido a esto, aquellas deficiencias que tengan las instituciones tanto económicas, como políticas y jurídicas, afectan directamente el proceso de desarrollo de un país subdesarrollado. Vargas (2005) nos dice que la Nueva Economía Institucional establece la relación que existe entre las instituciones jurídicas y el desarrollo económico, la cual construye el Estado de Derecho necesario en la sociedad para promover el progreso.
El derecho es el instrumento del que hace uso el Estado para constituir un sistema de incentivos y obstáculos que buscan encaminar determinadas acciones por parte de la sociedad, con el fin de cumplir con los objetivos económicos y sociales establecidos para generar el progreso. En pocas palabras, el derecho establece los límites de intervención del poder gubernamental en el ámbito económico. Cuanto debe intervenir ese poder en la economía nacional, ya es otro tema de discusión. (Vargas, 2005)
Los sistemas institucionales deficientes limitan el desarrollo económico, social y cultural, es por ello, que la primicia de la Teoría Institucional le da énfasis al cambio y la búsqueda de la eficiencia de las instituciones sobre las que está construida la sociedad, donde las acciones que buscan un beneficio propio también generan un beneficio social. A diferencia de la modernización, aquí se asume que todos los individuos piensan igual y racionalmente, siendo el marco institucional el responsable de generar las condiciones necesarias para el desarrollo. Considerando al Estado como la institución máxima en una sociedad, el desempeño de este puede marcar el atraso o el progreso del sistema institucional de una sociedad. Cuando las instituciones gubernamentales no son eficientes, pueden surgir sistemas informales en las interacciones económicas (Vargas, 2005).
Sin embargo, políticamente hablando, el mejorar ciertas instituciones queda solo en el pensamiento, ya que no representa una inversión política de peso; tal es el caso de las instituciones de seguridad en México, que hace una década no representaban la necesidad e importancia que tienen hoy en día, y no se les dio el mantenimiento ni las reformas necesarias para que fueran eficientes, por lo que actualmente se encuentran en un estado deplorable e ineficiente para la necesidades sociales.
John Stuart Mill afirmaba que si el gobierno proporcionaba "inteligencia pública y la introducción de mejoras extranjeras en la sociedad", se propiciaría el desarrollo económico. Cuando se reforman o se crean instituciones basadas en modelos de países desarrollados, es importante que estas se adapten a las necesidades y cultura del país. Claro está, que se asume estas evolucionaran para adaptarse a las exigencias de la nación e impulsarlas por un camino de progreso y prosperidad. Sin embargo, muchas instituciones en los países subdesarrollados están fuertemente arraigas a la cultura, por lo que es difícil cambiarlas o modificarlas, siendo aplicable más allá de la organización familiar y la práctica religiosa, alcanzando los procesos de producción, distribución y consumo.
Es claro que reformar el Estado de Derecho de una nación para buscar su desarrollo es una tarea ardua y difícil, la cual necesita una estrategia contundente de cambio por parte de las instituciones sociales en sí; es una tarea que requiere una gran convicción de cambio, la que lamentablemente es difícil de apreciar en los estados subdesarrollados. El incentivar la cultura del cambio es una pieza clave para lograr el progreso. Además, es necesario que una figura representativa sea la detonante de este cambio, desafortunadamente, es difícil que alguien quiera convertirse en "mártir" y asumir los costos por el beneficio de todos.
Por otro lado, la institución nuclear de la sociedad es sin duda la familia, que ha ido perdiendo su fuerza dominante en muchas sociedades del mundo. Regresando a lo que he mencionado anteriormente, el sentido de desarrollo se puede dar fortaleciendo estos valores tradicionales que impulsan la calidad humana, porque al final del día, las instituciones sociales deben su existencia y funcionamiento a cada uno de nosotros.
Hasta ahorita, las teorías planteadas hablan en un contexto individualista, donde cada nación es la encargada de buscar su desarrollo, sin considerar el impacto que puede tener en el progreso las acciones de otros países, lo cual es muy común de ver en la realidad. La teoría de Sistemas Mundiales considera como la relación entre países tiene un efecto importante en el desarrollo de las naciones. Wallertstein (citado por Reyes, 2001) reconoce que existen condiciones mundiales que son determinantes para el desarrollo de países pequeños y subdesarrollados, especialmente el sistema de comunicaciones internacional, el comercio exterior, el sistema financiero internacional, la transferencia de conocimientos y los vínculos militares.
Wallertstein (citado por Spicker et.al, 2009) analizó al sistema capitalista como "un sistema basado en una relación económica, social, política y cultural que surgió a finales de la Edad Media, y que dio lugar a un sistema mundial y a una economía mundial". Dado el contexto histórico, esta teoría diferencia las naciones entre aquellas centrales y las de la periferia, siendo estas últimas los países considerados subdesarrollados. De acuerdo con Capo (2007), el enfoque centro-periferia supone una "estructura jerarquizada de los espacios económicos". La distribución de poder tiende a ser desigual, reflejando una pauta dominante sobre las relaciones de intercambio entre las regiones, donde unos cuantos son los que tiene el poder de decidir. Son las regiones centrales las que tienen esta función de control sobre sus propios destinos, y al mismo tiempo, de las zonas periféricas subdesarrolladas. (Friedman, citado por Capo 2007)
Los recursos económicos, las actividades más avanzadas, el ambiente cultural, la demanda de exportaciones y todo aquello que se reconoce como generador de progreso, con el tiempo, se vuelve patrimonio de las regiones centrales; mientras que las regiones periféricas ni siquiera perciben estas fuentes de beneficio. Friedman considera la relación centro-periferia como una parte del proceso, donde mejoras como la expansión de mercados, el descubrimiento de nuevos recursos, innovaciones tecnológicas y la implementación de políticas de desarrollo, van haciendo más atractivas y productivas a las zonas periféricas. (Capo, 2007)
El auge de esta teoría se dio en América Latina en los años 60 y 70, donde los diversos autores latinoamericanos postularon que el subdesarrollo está altamente correlacionado a la expansión de los países industrializados, donde este no es una etapa de un proceso ni un estado natural, sino una consecuencia del desarrollo mismo; ambos son aspectos de un mismo proceso. (Spicker, et.al 2009)
Los dependentistas afirman que las zonas periféricas han experimentado un auge cuando sus relaciones con las zonas centrales son débiles. Tal fue el caso de los países latinoamericanos en los años 30 y 40, que vivieron un proceso importante de industrialización, mientras los países desarrollados se preocupaban por fenómenos como la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Se ha demostrado que cuando los países centrales se recuperan de una crisis o guerra, variables macroeconómicas de los países subdesarrollados como la balanza de pagos, la inflación y la estabilidad política se ve afectada negativamente. (Frank, citado por Reyes 2001)
Sin embargo, empíricamente podemos observar que las relaciones internacionales no son del todo negativas, ya que a través del comercio internacional se da un intercambio mas allá de bienes y servicios, dado que se transfieren conocimientos, nuevas tecnologías, nuevas técnicas y procesos entre países, que incentivan el progreso tanto económico, como social y cultural. Investigadores como Cardoso y Falleto (citados por Reyes 2001) examinan como las relaciones de los países en términos sistémicos pueden transformarse positivamente en incentivos para el desarrollo.
La cuestión del desarrollo no es un proceso que se pueda seguir al pie de la letra, a modo de receta, ni existe un método universal que sea válido y genere los mismos resultados para todos. Cada país tiene determinadas características que, dependiendo del enfoque que les dé, le generaran un impulso o un atraso en el camino hacia el desarrollo y el bienestar. No es asunto de utilizar en especifico alguna de las grandes teorías, si no de rescatar los principales elementos de cada una de ellas.
En primer lugar, si es necesario cambiar la mentalidad de las personas, hacerles ver que el cambio y la búsqueda de bienestar empiezan con uno mismo, manteniendo aquellos valores universales como el respeto, la responsabilidad, la tolerancia, la lealtad, el compromiso, que hacen que seamos humanos y que facilitan la convivencia entre nosotros. Buscar educarnos y educar a las siguientes generaciones con una mentalidad de progreso y cambio; no seguir con la mentalidad de países "subordinados" y conformista, entender que tenemos un gran poder como sociedad.
Se necesita un cambio radical en nuestras instituciones. Específicamente en México, es necesario reformarlas y recuperar la confianza en ellas, que demuestren que realmente su interés es el bienestar de la sociedad, y no el de ciertos grupos. Es verdad que el gobierno no puede hacerlo todo, pero tiene que demostrar que es capaz de mantener el liderazgo en una sociedad, recuperando el sentido estricto de un "servidor público". De igual manera debemos analizar qué relaciones con el exterior son sanas para nuestro desarrollo, fortalecerlas y buscar otras. El chiste no es buscar culpables, internos o externos, si no empezar a ocuparnos todos de lo que nos toca a cada quien. Como diría Wayne Dyer: "El progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre las ha hecho".
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