Pensar sin Estado La subjetividad en la era de la fluidez Ignacio Lewkowicz
1. Del ciudadano al consumidor La migración del soberano Algo esencial esencial está cambian cambiando do esencialmen esencialmente. te. Eso es claro. claro. Sin embarg embargo, o, no es tan tan claro qué está cambian cambiando. do. Y en qué planos planos transcurr transcurree el cambio. cambio. Y con qué qué estrategias estrategias de pensamiento podemos situar los cambios, aunque más no uera para ormular los problemas. Segura Seguramen mente te no estamos estamos le!os le!os de los n"cleos n"cleos proble problemát mático icoss si nos nos abocam abocamos os a dos transormaciones paralelas, # $asta consustanciales% la con&ersi'n de los Estados(naci'n en técnico(administrati&os) la con&ersi'n simultánea de los ciudadanos en consumidores. consumidores. * tal tal &ez no la conversión sino sino la la emergencia emergencia de la igura del consumidor como nue&o término undante de nuestro oscuro contrato social, si queremos conser&ar la agradable 'rmula. En nues nuestra trass circu circuns nstan tanci cias as &ar+a &ar+a esenci esencial alme ment ntee el estat estatut uto o de la le#. le#. no no de los los mo&imi mo&imiento entoss de esa &ariac &ariaci'n i'n en curso curso se llama llama La ley, entre la verdad y la ficción. ficción. Intentamos sondear el ondo $ist'rico social de esta igura inestable. -ara -ara anclar anclar la con!et con!etura ura en una situaci'n situaci'n concreta, concreta, &ol&am &ol&amos os la mirada mirada a la recient recientee / Asamblea onstitu#ente , que que nos $a entregado entregado un lamante lamante te0to constituci constitucional. onal. -ero antes de adentrarnos en el te0to, detengámonos unos minutos en el conte0to que rode' el magno e&ento.
I Alg" Alg"n n obse obser& r&ad ador or podr podráá recor recorda darr que que $ace $ace relat relati& i&am amen ente te poco poco tiem tiempo po $ubo $ubo una una on&enci'n onstitu#ente. onstitu#ente. Se la puede deinir como eso que transcurri' entre el 1undial de los los Esta Estado doss nid nidos os # el aten atenta tado do a la A1IA 1IA2. Eso Eso que que pas' pas' por por detrá detráss es el establecimiento de una nue&a onstituci'n. onstituci'n. Y si realmente es eso que ocurri' a$+ atrás no es porque ocultos poderes intentaron ocultar el $ec$o) más bien se &e+a que los poderes en danza danza se esorzab esorzaban an en darle darle entidad entidad p"blica p"blica a su encuent encuentro. ro. -ero -ero no lo lograro lograron% n% su onstitu#ente tu#o mu# poca repercusi'n, un eco mu# tibio) s'lo ue un le!ano rumor. rumor. Al 3
* Inter&enci'n en la 4undaci'n atalina, San 1art+n de los Andes, el 5 de septiembre de /556, durante el Encuentro Interdisciplinario 7El padre, el silencio, la le#7, en el panel 7La le# entre la &erdad # la icci'n7. / En /585, un golpe de mercado desencaden' en la Argentina un proceso $iperinlacionario que a su &ez deri&' en un gigantes gigantesco co estallido estallido social. omo consecuen consecuencia cia de este doble en'meno, en'meno, 9a"l Alons+n Alons+n deleg' anticipadamen anticipadamente te la presidencia en su sucesor electo, arlos 1enem. En /55: conclu+a conclu+a el per+odo per+odo presidencial. presidencial. -ero una oportuna oportuna 9eorma 9eorma onstituc onstituciona ionall pro&eer pro&eer+a +a la posibili posibilidad dad ;$asta entonces entonces &edada( &edada( de una reelecci'n. reelecci'n. -or ese moti&o moti&o se reuni' reuni' una on&enci'n on&enci'n onstitu#ente onstitu#ente.. -ero no era cuesti'n cuesti'n de agregar agregar solamente solamente la cláusula cláusula de la reelecci'n reelecci'n.. -ara lograrla, lograrla, el menemismo menemismo debi' coordinar con distintas uerzas partidarias la aparici'n de nue&as nue&as cláusulas cláusulas constituciona constitucionales. les. As+, As+, el te0to recibi' recibi' una serie amplia de reormas reormas ;aparenteme ;aparentemente nte menemistas unas) aparentemente aparentemente progresistas otras( que iban todas en la misma direcci'n general% constituci'n de una igura de Estado adecuado adecuado a los tiempos neocapitalistas. 2 La Asamblea onstitu#ente onstitu#ente ue inaugurada inaugurada el 2: de ma#o de /556 por el presidente arlos 1enem) el te0to resultante se promulg' promulg' el /5 de agosto. Entre tanto, mediáticamente, dos noticias de mu# distinto tenor coparon la pantalla. pantalla. El 2: de !unio se iniciaba la debacle de la promisoria Selecci'n Argentina en el 1undial de 4"tbol de los Estados nidos% el control antidoping antidoping de A1IA?, con el saldo de 8: muertos # 2@@ $eridos.
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pueblo, cu#os destinos aparentemente estaban en !uego, no parec+a !ugársele realmente nada. La onstitu#ente no arm' re&uelo que se podr+a esperar. Eso puede indicar tanto un deecto de la onstitu#ente como un deecto de la esperanza que esperaba re&uelo. Bué es lo que se esperabaC Y por qué se esperaba esoC Y por qué no ocurri' lo esperadoC Se esperaba el acontecimiento más decisi&o, encendido # polémico de la &ida de un pueblo. Eso es la onstituci'n. * eso es lo que la onstituci'n supone de s+ misma. -orque eso es lo esperable s'lo en una co#untura, en una situaci'n $ist'rica. Y en una situaci'n $ist'rica estructurada por la serie de supuestos que transorman en natural una instituci'n, una signiicaci'n o una icci'n ;como ustedes preieran( que llamamos Estado-nación. En esta l+nea de los supuestos del Estado(naci'n, la Asamblea onstitu#ente s'lo puede ser el acontecimiento undamental de constituci'n, consumaci'n # coronaci'n de un pueblo(naci'n en un Estado que lo represente. Diene que ser el episodio más glorioso, o más neasto, o más algo ;pero nunca el más intrascendente(, el momento absoluto de consumaci'n de la realidad $ist'rica de un pueblo, que pasa de su ser en potencia a su ser en acto. En rigor, parec+a que más que la consumaci'n de un pueblo en un Estado que lo representa, era el acto de auto(in&estidura de un Estado por uera de un pueblo al que representar. El silencio colecti&o que rodeaba la ruidosa on&enci'n as+ lo sugiere. o asistimos entonces a la consumaci'n sino a la desrealizaci'n, la &olatilizaci'n de la sustancia pueblo en el undamento supuesto del Estado representati&o. Inmediatamente apareci' una serie de interpretaciones que intentaron postular la naturaleza ocasional, patol'gica, co#unturalmente des&iada respect' de la buena norma, de este desasa!e atestiguable por cualquier par de o!os. -ara estas coartadas, el desacople era un error, que no $allaba undamento alguno en la $istoricidad actual de los lazos sociales. Aparecieron por e!emplo interpretaciones que sosten+an que la gente no sab+a que se &otaba en las elecciones de constitu#entes. Buisiera $acer dos obser&aciones al respecto. La primera es que en esta coartada aparece sintomáticamente algo de lo que se quiere no &er con ella. En la 'rmula seg"n la cual la gente no supo lo que se &otaba, desapareci' el pueblo # ue sustituido por la gente. Se podrá alegar que son ormas de decir. -ero en tal caso, todo son ormas de decir. La sustancia de la decisi'n no es el pueblo sino la gente. Fabrá que irse anoticiando de esta e&idencia que $ace #a tiempo que no &emos. El segundo detalle es más serio. 'mo que la gente no sab+a qué se &otabaC El desconocimiento no $ace raz'n suiciente. 1etodol'gicamente, $abrá que suponer que se trataba de otro saber que el esperado, pero eso no es ignorancia. Asumamos que la gente ; digamos, nosotros( sab+a perectamente. -ero lo que sab+a perectamente no era lo que supuestamente se &otaba, sino que sab+a ;con un saber donde los argumentos $uelgan( lo que eecti&amente se estaba &otando. Lo que no sab+a era precisamente lo que #a no es saber pertinente sino ret'rica de coleccionista. o sab+a que ese $ec$o era el acontecimiento undamental en su $istoria. Y si despreciaba de $ec$o ese acontecimiento, su supuesto acontecimiento undamental, entonces #a no era su acontecimiento undamental sino el ocurrir de otra cosa. En deiniti&a, sab+a perectamente qué se &otaba, # lo sab+a al desconocer radicalmente el sistema de coartadas en unci'n de las cuales $ab+a que &otar. Sab+a el sentido del &oto eecti&o al ignorar acti&amente el signiicado !ur+dico) el signiicado !ur+dico no es el sentido situacional de aquel acto, sino lo contrario. Dambién $ubo una interpretaci'n más progresista. El pueblo no prestaba su atenci'n a la onstitu#ente porque de $ec$o la clase pol+tica #a no representa a nadie. o se trataba de una onstitu#ente en regla sino de un acuerdo espurio de c"pulas. As+, la onstitu#ente
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perd+a toda su realidad. -ero esta interpretaci'n pasa por alto el $ec$o de que un acuerdo de c"pulas es cualquier cosa menos una entidad carente de realidad. Fo#, un acuerdo de c"pulas tiene &alor de onstitu#ente. Eso es lo que &ale la pena pensar, prescindiendo de los &alores con que el progresismo se apresura a !uzgar. o estarnos ante una inadecuaci'n respecto de la norma, sino ante la instituci'n de su propia norma. La propia norma de esa c"pula, la propia norma de ese estado sin pueblo al que representar. -ara esta interpretaci'n, la deinici'n ideal es la &erdad, # el acuerdo de c"pulas es una icci'n. uando empezamos a percibir este desacople, la onstitu#ente toda&+a era una propuesta # una elecci'n. Lo que entonces nos sorprend+a era una declaraci'n unánime% la parte dogmática de la onstituci'n no iba a ser tocada) s'lo se iba a modiicar la parte instrumental. Esto $ab+a que entenderlo de alg"n modo sensato. na interpretaci'n tradicional sostiene que la parte dogmática es la esencial, # que la instrumental es puramente instrumental% no tiene otra positi&idad que realizar lo que la esencia dogmática establece. As+, la modiicaci'n era supericial en la medida en que lo "nico que &ariaba era la regla operatoria. A no ser que ;# ésta era nuestra interpretaci'n( no se tocara nada de la parte dogmática porque no se puede borrar el &ac+o. Si se insiste tanto en la parte instrumental es porque #a de!' de serlo para in&estirse como eecti&amente dogmática. Y ésta es la mutaci'n uerte e imperceptible a la &ez de nuestro estado de cosas. La sustancia del Estado #a no es el dogma en unci'n del cual se establecen las declaraciones, los derec$os # las garant+as de los $abitantes # ciudadanos de la naci'n. La regla undamental del Estado es, a$ora, su auto(reproducci'n, su regla operatoria, su práctica de reno&aci'n codiicada, su puro uncionar. La legitimaci'n #a no procede de los arcanos de la representaci'n, sino del propio e!ercicio de la periodicidad práctica de su reno&aci'n. Si ésta es la actual parte dogmática, #a tenemos bastante. Sin embargo, result' que también en lo que se llamaba la parte dogmática $ubo modiicaciones. Buisiera llamar la atenci'n sobre un art+culo de la onstituci'n actual que no caus' el menor re&uelo. El art+culo 62, que aparece en la secci'n de nue&os derec$os # garant+as. Los consumidores # usuarios de bienes # ser&icios tienen derec$o, en la relaci'n de consumo, a la protecci'n de su salud, seguridad e intereses econ'micos) a una inormaci'n adecuada # &eraz) a la libertad de elecci'n # a condiciones de .trato equitati&o # digno. Las autoridades pro&eerán a la protecci'n de esos derec$os, a la educaci'n para el consumo, a la deensa de la competencia contra toda orma de distorsi'n de los mercados, al control de los monopolios naturales # legales, al de la calidad # eiciencia de los ser&icios p"blicos, # a la constituci'n de asociaciones de consumidores # de usuarios. La legislaci'n establecerá procedimientos eicaces para la pre&enci'n # soluci'n de conlictos, # los marcos reg"latenos de los ser&icios p"blicos de competencia nacional, pre&iendo la necesaria participaci'n de las asociaciones de consumidores # usuarios # de las pro&incias interesadas en los organismos de control.
La primera gran sorpresa. Ya $a# una igura de rango constitucional ;antes ine0istente( que es la del consumidor. En el undamento de nuestro contrato no $a# s'lo ciudadanos) también $a# consumidores. El consumidor es también una sustancia primera, de rango constitucional. o se dice que todos los $abitantes gozan de estos derec$os # garant+as. Dampoco se dice que los $abitantes o ciudadanos son consumidores. Escuetamente se enuncia que estos derec$os son de los consumidores. Se trata de un estatuto de pri&ilegioC Se trata de un subcon!unto del con!unto de los ciudadanos de la naci'nC n subcon!unto del con!unto de los $abitantesC ada se aclara al respecto. Buizá se trate de la G
nue&a deinici'n del ciudadano, o del $abitante, o del soporte sub!eti&o pertinente para el uncionamiento del Estado que #a prescinde de la naci'n para legitimarse en su propia regla operatoria. Lo cierto es que el consumidor está a$+, sin lugar claro, demasiado presente. Si bien en la onstituci'n esta aparici'n es una nimiedad ;s'lo un art+culo, aparentemente nada malé&olo(, cualitati&amente re&ela una mutaci'n decisi&a. Es una aparici'n% pasa!e repentino del no ser constitucional al ser constitucional. Y la aparici'n de un soporte sub!eti&o para el Estado, que aparece en competencia con el &ie!o pueblo compuesto de ciudadanos. La mirada $istoriadora está condicionada para percibir en estos pequeHos detalles ol&idados la condici'n para grandes mutaciones, largo tiempo imperceptibles. El ciudadano #a no dispone del monopolio de los derec$os, #a no es el undamento $omogéneo de nuestro ser en com"n. En un pequeHo ensa#o, El pudor de la $istoriaJ, =orges compara los acontecimientos period+sticos con los acontecimientos $ist'ricos. Han abundado las jornadas históricas y una de las tareas de los gobiernos [...] ha sido fabricarlas o simularlas, con acopio de previa propaganda y de persistente publicidad. ales jornadas [...] tienen menos relación con la historia !ue con el periodismo" yo he sospechado !ue la historia, la verdadera historia, es m#s pudorosa y !ue sus fechas esenciales pueden ser, asimismo, atirante largo tiempo, secretas.
1e atre&er+a a postular que la reelecci'n del presidente es period+sticamente decisi&a, pero que la sigilosa bien&enida del consumidor tiene los rasgos de pudor # de e&idencia imperceptible propios de estas ec$as esenciales # secretas de la $istoria. El unicornio, en ra$ón misma de lo anómalo !ue es, ha de pasar inadvertido. Los ojos ven lo !ue est#n habituados a ver. El "nico soporte sub!eti&o del Estado #a no es el ciudadano. Aparece el consumidor, # lleg' para quedarse ;quizá porque #a estaba, aunque sin rango constitucional(. Lo más notable es que no es notable. Es un buen art+culo. 1e pone contento como consumidor. A las interpretaciones a($ist'ricas que sostienen que la gente no sabe lo que se &ota, o que la clase pol+tica no representa ;perdiendo as+ la onstitu#ente su realidad en ambos casos(, quisiéramos oponerle una interpretaci'n $ist'rica seg"n la cual la onstitu#ente tiene realidad. Y tiene más que realidad% es real respecto de una icci'n que se nos está agotando. Esta %onstituyente indica el trastocamiento general de la figura del soberano, del legislador. Estamos ante el agotamiento pr#ctico de un modelo de la$o social . El consumidor aparece en un momento en la onstituci'n, pero no tiene lugar en el sistema l'gico de la onstituci'n. Es un cuerpo e0traHoC n suplementoC n sustitutoC Será preciso insistir en la indeterminaci'n abierta por esta ambigKedad. El consumidor es también un integrante del puebloC Es el átomo de la genteC La gente igura en la onstituci'nC oe0isten en armon+a o en tensi'n la gente # el puebloC Fa# dos pa+ses $eter'logos en el mismo territorio te0tualC -arece que no importa la onstituci'n l'gica. Importa que uncione. El de&enir producirá las ormas eecti&as.
II Buién legisla en los sistemas socialesC El soberano. El soberano es el leg+timo legislador, es la uente de toda le# # de la legitimidad de toda le#. A$ora, quién es el soberanoC
Entonces, el medio en que transcurre la e0periencia está $ec$o de icciones. -ero no todo es lo mismo. omo conundimos proesionalmente lo real con lo simb'lico # lo imaginario, preerimos llamar verdaderas en situaci'n a las icciones acti&as y ficticias en situaci'n a las icciones agotadas. Dodo se !uega en la temporalizaci'n interna de estas icciones ;# no en su supuesta adecuaci'n o desacople con una realidad &erdadera # considerada en s+(. Es lo que podr+amos llamar carácter trágico de las icciones # sus lazos sociales. o son ni &erdaderas ni alsas, sino que funcionan como &erdaderas o alsas. Y lo "nico que se sabe de lo acti&o es que en alg"n punto se agota. Lo "nico que se sabe de las icciones &erdaderas es que alguna &ez se llamarán alsas de toda alsedad ;sin saber c'mo ni cuándo(. 4ernando lloa dec+a que una icci'n es buena cuando opera en el régimen de la con!etura. La con!etura es la nobleza de la icci'n cuando no es icticia, cuando sin desconocer los $ec$os &a más allá de ellos para llegar al punto en que es posible resigniicarlos ;o resingularizarlos(. En cambio, una icci'n agotada #a es la &ileza de la mentira, del desconocimiento deliberado% construcci'n etic$ista sobre $ec$os cercenados que oculta a sabiendas su carácter icticio. Entonces, todo se !uega en la &ictoria precaria de una icci'n. Esto puede ser pura distinci'n conceptual, # $asta doctrinaria. Y lo ser+a si no se inscribiera en ning"n campo práctico. -reiero creer que arraiga en un campo operati&o, # que el arraigo es uerte. 1ás que uerte, quiere ser el coraz'n del argumento. -orque en ausencia de sustancia capaz de $acer un pueblo de un pueblo, la "nica consistencia es discursi&a. Y precisamente las icciones son esta consistencia discursi&a de un lazo precario, instituido, que sin embargo se $abita como &erdadero # $asta espontáneamente como sustancial cuando toda&+a no $a mostrado su $ilac$a ;o si preieren, su real o su imposible(. En este marco, la onstitu#ente es el acto de instituci'n de una le# en el cual se desin&iste una icci'n. La icci'n del Estado(naci'n queda desin&estida en tanto que &erdadera ;o acti&a(, # se presenta como icci'n agotada o alsa. Ese carácter agotado de la icci'n nacional alora en los enunciados que #a consideramos% la gente no sabe lo que se &ota) la clase pol+tica nada representa. -ero a$+ .está presentado como pura negati&idad. Y la positi&idad cuál esC Bué es lo que sustitu#e al Estado(naci'nC Aqu+ es donde más quisiera cuidarme de la tentaci'n de $ablar de más. Si #a es una e0tralimitaci'n de la posici'n tradicional del $istoriador andar $aciendo diagn'sticos del presente, lo ser+a a"n más andar $aciendo con!eturas alrededor del uturo. Se lo puede anticipar, pero #a no como $istoriador) uno tendr+a que situarse en el l+mite de la tendencia # leer desde all+, como si desde el uturo narrara $ist'ricamente algo que $o# está por ocurrir # a"n es incertidumbre. Lo de!o a$+ porque me resulta más producti&o seHalar el punto que $o# causa malestar. Y esta causa me parece que es la desin&estidura práctica del carácter &erdadero de una icci'n # la in&estidura de otra cosa que a"n no es discernible # que entonces nos $ace percibir el &aciamiento del carácter nacional del Estado como pura pérdida (# no como mutaci'n en acto(.
III El Estado representa el lazo social.
bien pero no arma lazo social. -or guerra o autosatisacci'n, el lazo &endr+a en un segundo momento. Si en principio no suponemos ning"n lazo sustancial que genere consistencia, entonces qué es lo que $ace que un con!unto de $ombres sea un pueblo, sobre todo si no $a# $ombres uera de sociedadC o podemos poner ni los miembros antes que la sociedad, ni la sociedad antes que sus miembros. El discurso institu#e a la &ez el con!unto # sus elementos. El con!unto es el lazo social. Los elementos son los indi&iduos, pero no tal como son en general sino tal como son instituidos por ese lazo # para ese lazo. Son los soportes sub!eti&os de # para ese lazo que a la &ez se representa en el Estado. 9etomemos sin ma#or precisi'n $istoriográica la secuencia escolar rancesa% Ilustraci'n, 9e&oluci'n, Imperio, Santa Alianza. o importa que sea imprecisa, importa que as+ $a uncionado en nuestra comprensi'n. En el Antiguo 9égimen ;la tradici'n llama as+ al modo estatal pre&io a la 9e&oluci'n 4rancesa(, qué es lo que $ac+a que un pueblo uera un pueblo # ese puebloC La igura del monarca. El reino era su propiedad # los indi&iduos estaban relacionados entre s+ por la mediaci'n del re#. El soberano (el monarca( es el lazo. El con!unto de los &inculados por el lazo no tienen ning"n &+nculo aut'nomo entre s+, sino mediado por la igura del monarca. El pueblo está deinido como con!unto de los s"bditos de ese monarca. El monarca unda su pueblo) el pueblo no le pree0iste% es pueblo de tal re# . La 9e&oluci'n 4rancesa interrumpe este régimen. Instaura un principio totalmente distinto. Ya la soberan+a no reside en el monarca sino que procede de la 9e&oluci'n, que se legitima prácticamente a s+ misma en unci'n del postulado de los il'soos seg"n el cual la soberan&a emana del pueblo. El eecto de esta lectura práctica re&olucionaria es la $ip'tesis más bella% el a'ioma de la soberan&a popular . n a0ioma, una consigna que origin' en estos dos siglos una multitud de eectos dislocadores de la consistencia estática del mundo, una multitud de creaciones pol+ticas populares ;# que me gustar+a que siguiera &igente, &ale decir, dando &ida, engendrando nuevos actos(. Sin embargo, esta $ip'tesis, por $ermosa que sea, no de!a de ser una icci'n. El problema estalla casi inmediatamente. na &ez suprimido el monarca > el ciudadano Luis %apeta, de profesión (ltimo rey de )rancia, como e0plic' Enrique 1ari?, qué es lo que $ace que un pueblo sea un puebloC -ues la 9e&oluci'n se $ab+a desarrollado en nombre de un pueblo uni&ersal, un pueblo que borrosamente coincid+a con la $umanidad en su con!unto. Ese discurso establece un lazo basado en la soberan+a del pueblo, # un soporte sub!eti&o para ese lazo que es el $ombre concebido como ciudadano. Sin embargo, deine ;o asume( este lazo # su soporte sub!eti&o como uni&ersal. o $a# un pueblo, sino una $umanidad. Se puede comprender la tentati&a napole'nica de conquista general de Europa ;por uera de sus aspectos caricaturizados por psiquiatras # cineastas( como intento de uni&ersalizaci'n del lazo re&olucionario, uni&ersalizaci'n eecti&a del pueblo universal que en -ar+s $ab+a derogado la di&isi'n instituida por la usurpaci'n monárquica. Es la uni&ersalizaci'n europea de la $ip'tesis o consigna de la soberan+a popular. El intento napole'nico se interrumpe por la reacci'n, la Santa Alianza% el pro#ecto de uni&ersalizaci'n queda a$+ coartado en sus ines. Airmada #a la $ip'tesis de que la 3
* Esta caracter+stica del lazo se re&el' clara # dramáticamente en el 9+o de la -lata a los re&olucionarios de /8/@.
En su comprensi'n de la situaci'n, supon+an que $ab+a &+nculos entre las distintas regiones sometidas a 4ernando. a+do el re#, el gobierno re&olucionario podr+a $eredar la consistencia de los territorios del Mirreinato del 9+o de la -lata. omo =uenos Aires era la capital del &irreinato, ca+do el &irre#, =uenos Aires ten+a que ser la capital del territorio liberado. -ero inmediatamente se re&el' el carácter irreal de esta suposici'n. a+do el re#, las distintas intendencias no ten+an ning"n &+nculo entre s+, precisamente por $aber ca+do la igura que las &inculaba. Du&ieron que $acer la e0periencia dolorosa de la ausencia de un lazo sustancial en estos t erritorios, pasible de ser $eredado # gobernado con otros ines # seg"n una nue&a legitimidad. N
soberan+a emana del pueblo, el pueblo no es uni&ersal. Entonces estalla el problema. Bué es lo que $ace que un pueblo sea un pueblo ;un pueblo rancés, uno italiano, etcétera(C Bué es lo que $ace que distintos elementos constitu#an una naci'nC Ya no puede ser el uni&ersal ser hombre ni el particular eecti&o estar sometido a tal monarca. Irrumpen los problemas básicos que aque!aron sistemáticamente a la sociolog+a, # no a la $istoria% cuál es la naturaleza del lazo socialC Bué es lo que $ace &+nculo para que se constitu#a una sociedadC o puede ser la comunidad de lengua, ni de religi'n, ni de raza, porque siempre nos encontramos con el mismo problema% dos pueblos nacionales distintos que comparten un rasgo) un pueblo naci'n que alberga dos de estos rasgos. La respuesta es ob&ia # sorprendente. Lo que desde las prácticas de los Estados nacionales se institu#e como soporte del lazo social que $abr+a de dar undamento a esos Estados, lo que $ace que un pueblo sea un pueblo(naci'n constituido es un intangible% su $istoria. A partir de a$+, la $egemon+a secular de la $istoria como aparato ideol'gico de Estado.
IV El proceso práctico $o# está liquidando el arraigo del Estado en la naci'n. El Estado actual #a no se deine prácticamente como nacional sino como técnico(administrati&o, o técnico(burocrático. La legitimaci'n $o# no pro&iene de su ancla!e en la $istoria nacional sino de su eicacia en el momento en que eecti&amente opera. Los Estados nacionales #a no pueden uncionar como marco natural o apropiado para el desen&ol&imiento del capitalismo. -orque una naci'n era en principio la coincidencia de una identidad social más o menos la0a con una realidad de mercado interno, nacional. El mercado #a desbord' totalmente las ronteras nacionales. Se constitu#en macro(estados >1ercosur, A4DA, EE? en los que las decisiones econ'micas &an muc$o más allá de las naciones. La interioridad nacional #a no es el marco propio de la operaci'n del capital. Su Estado(naci'n #a tiende a ser, ba!o la supuesta sustancialidad de las ronteras nacionales, un obstáculo para la reproducci'n ampliada del capital. na prueba indirecta de este proceso es la actualidad del discurso $ist'rico. La $istoria estu&o secularmente orientada a producir la sustancia nacional. Sin embargo, desde $ace unos quince o &einte aHos, enuncia sistemáticamente que los Estados nacionales son P
in&enciones # no sustancias. Y no s'lo en estas comarcas. otoriamente, el abandono del carácter sustancial de las naciones ocurre más o menos simultáneamente en todas las naciones. Las $istorias nacionales, que $ab+an producido la sustancia nacional, $o# operan acti&amente en la liquidaci'n del supuesto carácter sustancial. uando se puede percibir el carácter in&entado o instituido de lo que se &i&+a como natural, es que eso se está agotando, es que el proceso práctico mismo $ace aparecer las condiciones que lo &uel&en retroacti&amente inteligible co mo instituido.
El largo proceso inlacionario coronado por el brote $iperinlacionario de /585 e0puls' &iolentamente a amplias ran!as de poblaci'n del mercado de consumo # traba!o. En el paro0ismo de la crisis, la carest+a tocaba los l+mites de super&i&encia para los e0pulsados. na serie de saqueos a supermercados, e0tendidos en los principales centros urbanos # suburbanos del pa+s, mostr' los l+mites de la gobernabilidad ;# la necesidad de nue&os instrumentos de pol+tica estatal(. El proceso de estabilizaci'n ulterior ol&id' el estallido social a a&or de un e0acerbado recuerdo oicial de la $iperinlaci'n. 8
ciudadanos. La estabilidad es consigna absoluta del Estado técnico, que no gestiona las demandas de todos los $ombres sino los encargos de su soporte sub!eti&o% los consumidores. Asistimos a una mutaci'n del estatuto práctico del concepto de $ombre ;a$ora determinado como consumidor(, una mutaci'n del estatuto práctico del lazo social # del Estado. Fabitamos también un trastocamiento general del concepto práctico de representaci'n. A qué llamamos concepto prácticoC En nuestra perspecti&a, una idea no es lo que signiica en los libros sino en la red de prácticas en que se inscribe. Bué es el $ombreC no no podr+a dar una deinici'n como $istoriador. 1ás pertinente es &er qué institu#e una sociedad como su concepto de $ombre. uáles son las prácticas a partir de las cuales se constitu#en # signiican los que para tales prácticas &alen como $ombres. Dodo se !uega en el registro de las prácticas. o todos los biol'gicamente homo sapiens son socialmente $ombres. El ma#or grado de coincidencia con!untista entre la especie biol'gica # la deinici'n cultural del concepto de $ombre es la deinici'n moderna ;que sin embargo e0clu+a, por e!emplo, a niHos # locos(. Fo#, todo parece conducir a una decisi'n práctica del $ombre como consumidor. El resto de la especie biol'gica no queda albergado en la deinici'n de $ombre, queda uera de las murallas, uera de la $umanidad. Mar+a el concepto práctico del lazo. La relaci'n social #a no se establece entre ciudadanos que comparten una $istoria, sino entre consumidores que intercambian productos. Lo que 1ar0 denunciaba que operaba en la proundidad secreta de la sociedad burguesa, se coniesa $o# &isiblemente en la supericie. Y parece no $aber otra dimensi'n que la supericie. La representaci'n estatal #a no es la representaci'n sustancial sino la de una coniguraci'n instantánea del mapa de los encargos de los consumidores. La encuesta es el discurso, el discurso es el lazo social) # la encuesta es el reino de lo instantáneo. Incluso, seg"n Adelina
V La mutaci'n general ;social # sub!eti&a( no podr+a de!ar de ocasionar un trastorno mu# grande en la coniguraci'n del mapa discursi&o de la situaci'n. El mentado ajuste no es s'lo econ'mico, sino también discursi&o. El desplazamiento de la determinaci'n econ'mica, desde la secreta "ltima instancia $acia la conesa # $asta obscena primera instancia, es correlati&o de la ca+da del discurso $ist'rico como $egem'nico en el tratamiento de las realidades # de la emergencia &ictoriosa de una sociolog+a degradada ; $o# #a sociometr+a o encuesto(logiaJ( como discurso dominante. >Ese es un buen sentido para el mac$ac'n in de la $istoria% in de la $egemon+a de la categor+a historia como undaci'n de la racionalidad de los procesos.? Las consecuencias no son lo que se dice un para+so. -ero eso no las in&alida como consecuencias &islumbrables, o posibles. Los pobres son e0tran!eros en este mundo de cosmopolitas. Y ser e0tran!ero del mundo es caer uera de la $umanidad. Los no( consumidores pierden la condici'n $umana. Estamos aprendiendo a surirlo # percibirlo. Buizá sea prudente leer en esta l+nea las diicultades con que tropieza el psicoanálisis en estas patolog+as del consumidor% anore0ias, bulimias, adicciones. *tra consecuencia. La ca+da de los Estados(naci'n, la uni&ersalizaci'n abstracta de los mercados, induce un repliegue de las identidades sociales en guetos deinidos por un rasgo% l'gica de guerra entre guetos. Los poseedores del rasgo están en guerra &irtual o eecti&a con los que no lo poseen, sin un tercero que arbitre o componga el traba!o de las uerzas antag'nicas. La descripci'n de las consecuencias puede aterrarnos con su inierno con!etural. La presencia del mal, desde el punto de &ista $istoriográico, e0plica bastante poco, # acarrea 5
consecuencias negati&as. La &ersi'n conspirati&a, por un lado, ol&ida que todas las épocas son duras ;# que éste es un dato de nuestra condici'n(. -ero también bloquea la percepci'n # la lectura acti&a de lo emergente. En ciertas cosas, el diablo siempre es neutral . Sin embargo, la orma espontánea de percibir esta transormaci'n tiene la manera de la pérdida. La distancia $istoriográica permite pensar que estamos &i&iendo el agotamiento de una icci'n # la presentaci'n sin claridad discursi&a de otro orden de icciones% el Estado técnico(administrati&o # su soporte sub!eti&o consumidor. En este sentido se entiende la p*rdida de resonancia popular ;o me!or, la ausencia de la supuesta resonancia(de la reorma de la onstituci'n. Esa onstitu#ente es el acta de deunci'n del Estado(naci'n # la partida de nacimiento del Estado técnico(administrati&o propio de nuestra modernidad tard+a ;o de nuestra post($iperinlaci'n, post(estallido social, "ltimo a&atar de la capacidad del Estado argentino de incluir a todos los $abitantes como ciudadanos de nuestra naci'n(. El agotamiento de una icci'n &iene con su corte!o de desencantados # c+nicos, en el sentido menos griego de la palabra. Fabitamos esas consecuencias sub!eti&as. El agotamiento desalo!a las certezas colecti&as en las que $asta a$ora, mal que mal, $ab+amos podido descansar. Los consultorios de analistas # demás asesores del alma están llenos de las consecuencias de estos procesos. La igura del consumidor sustitu#e a la del ciudadano. La le# undamentada en un pueblo de ciudadanos soberanos #a es icticia. Emerge una le# undada en otra, icci'n naciente pero oscura, que retroacti&amente &uel&e icticia la legitimidad nacional de la legalidad constitucional. En el agotamiento icticio de la &erdad del ciudadano, el consumidor aparece como nue&a uente de raz'n # !usticia. Adonde conduce estoC uál es la tendenciaC La pregunta es pertinente) lo que no es pertinente es el discurso que se dispone a responder. -orque #a no se podr+a conser&ar la posici'n de $istoriador # &aticinar un destino para los procesos.
nuestra suposici'n de que $a# l+mites naturales.
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El reugio(obstáculo $umanista obstaculiza el pensamiento de la situaci'n actual. ietzsc$e dec+a que el amo que se representa el escla&o es s'lo la imagen del escla&o &ictorioso. La igura del resentimiento determina que, como en la dialéctica del seHor # el sier&o, el seHor resulte sier&o de su sier&o. -ero esta dialéctica poco sabe de los escla&os reales, de los escla&os antiguos. Arist'teles, en un soplo, suprime todas las dudas% el seor es seor de su esclavo, pero no depende de *l. El esclavo no sólo es esclavo de su seor, sino !ue enteramente depende de *l >-ol, /2:6a?. El imaginario del siglo IM a.. no requer+a igualdad alguna ni mutuo reconocimiento. La e0clusi'n del escla&o era radical. A comienzos del siglo OIO, nadie quedaba uera, aunque los lugares ueran distintos. Buedamos mal acostumbrados% queremos suponer que en adelante para todos $abrá lugar. 'mo será la situaci'n a comienzos del siglo OOIC La tendencia sugiere que se interrumpe la dialéctica del mutuo reconocimiento. 1ás no puedo imaginar. -or suerte. //