J b e r to L. M erani
l'e la Praxis ¡, la Razón
Alberto Alb erto L. Meranl, direc tor del Insi Insi,, tuto de Psicología de la Facultad il> Humanidades y Educación de la th> versidnd Central de Venezuela, os v, suficientemente conocido dd lector d habla castellana por su contríbud" al estudio de la psicología desde el tul ma del racionalismo antropológico. I solu solució ción n aport aportada ada po r Merani Merani - d in ulo y exégeta de H. Wallon, una de I guras de la psicología contcmpm nea— es una solució solu ción n dialé di aléctic ctica, a, pirltualistas y pscudopsicológicas mm de la psicología experimentar y metan cista. Además de la presente, entre m obras destacan: Introducción a la f» cologla Infantil, Psicología de la ed evolutiva, I j i dialéctica en psicolugt Naturaleza humana y educación, Pslc« biología, Psicología genética, La gcnéal del pensamiento, Freud y el Tulimn Psicología y pedagogía, Psicología alienación, Historia crítica de la Pulí Psico logía, ía, todas oublirwdas |i logia v Crítica de los fundamentos de la Psicolog Grijalbo
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El criter crit erio io fundamcntiil fundamcn tiil de este libro lib ro es que ul ul tratar trat ar al homb ho mbre re pn pnlco lcolu gicamentc no se le puede conside con siderar rar un un simple dato, sino s ino un fenómeno fenómen o qm qm* está en un continuo cont inuo hacerse. hacerse. Sólo con esta perspectiv perspe ctiva a la psicolo psic ología gía ue uecrd* rd* al nivel de ciencia e Integra su quehacer en una cosmovlslón, al cxpllna a través de una cualidad del fenómeno vida —expresada en el hombro— I* unidad sustancial del Universo. El título del libro es consecuencia lágM de la línea conceptual que lo vertebra, y sintetiza la intención pslcogrm (leu que lo Informa.
Alberto L. Merani
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DE LA PRAXIS A LA RAZÓN Mano, cerebro y lenguaje Definición del hombre
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Biología y Psicología de Hoy Serie menor
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Segunda edición en Biología y Psicología de Hoy ' Reservados todos los derechos: ©
1965, 1975, Ediciones Grijalb o, S.A., Déu i Mata, 98 - Barcelona, 29
IS B N 84 253 0453 9 Depósito legal: TO. 188 • 1980
Printed in Spain
Impreso y encuadernado en Artes Gráficas Toledo, S. A. Polígono Industrial de Toledo.
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M iU O IM A • TUNJA
Indice
Prefacio a la tercera edición Prefacio
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Primera parte MANO, CEREBRO Y LENGUAJE
1 2 3 4
Introducción Del acto motor a la praxis De la praxis a la gnosis Lenguaje, pensamiento y sociedad Conclusión
13 25 37 55 79
Segunda parte DEFINICIÓN DEL HOMBRE
1 2 3 4 5 6
Advertencia Unidad de la materia El devenir biológico La hominización El fenómeno humano La conquista de la razón Conclusiones
Bibliografía
85 87 101 115 131 143 157 165
Prefacio a la tercera edición Agotada la segunda edición de este libro, nos pro- pusimos una revisión completa del mismo que alcan- zara tanto al fondo como a la forma del texto. El es- fuerzo resultó in útil porque finalmente fondo y form a se nos impusieron; nada ha variado para las ideas ex- puestas porque hasta ahora ningún adelanto en la bio- logía o en la psicología las ha resquebrajado o apenas sacudido. El concepto genético y dialéctico que nos guió cuando redactamos los dos ensayos que contiene esta obra continúa válido. En cuanto a la forma, tam- bién se nos reveló una vez más adecuada; no creemos que un cambio de la misma mejoraría la expresión y, por el contrario, sospechamos que de alterarla perde- ríamos en claridad y concisión. La única reforma que introducimos está en las Conclusiones», que amplia- mos. Pero lo agregado no innova pues está implícito rm el texto y nada agrega fuera de puntualizar concep- tos con mayor precisión. A los lectores por su favor y al Editor por su dedi- cación y esmero para la nueva edición, que aparece notablemente mejorada en relación con las anteriores, muchas gracias. Alberto L. Merañi «
Prefacio
« En su estructura corporal— escribe Le Gros Clark — , muestra el Hombre parecidos tan notables con los animales inferiores, que nos parece ahora sorprenden- te que alguna vez se haya controvertido en serio su parentesco con ellos.» En las funciones que están en la. base del psiquismo humano encontramos idéntica unidad fundamental, y es tan sorprendente como en el terreno de la biología, que la psicología contemporá- nea lo ignore en muchas de sus premisas, e incluso haya tendencias que establezcan en tales situaciones un divorcio absoluto o casi absoluto. Mano, cerebro y len- guaje constituyen los elementos de diferenciación sus- tancial entre hombre y animal, y su acción interactiva engendra el pensamiento y su forma superior la razón, como cualidades intrínsecas del Homo sapiens actualis. E l estudio de su génesis a partir de los animales, del proceso evolutivo que les dio origen, del proceso
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dialéctico que a la vez crearan sus funciones interactivas y que desembocara en la hominización, del proceso evolutivo y dialéctico que todavía sustentan, es tema del prim ero de los dos ensayos que reúne este volumen. Si la psicología se conformara con estas compro- baciones como hechos acaecidos y considerara al hom- bre como dado: un dato, a pesar de la mayor o menor sutileza de sus elaboraciones, de los asertos prácticos que hoy despiertan tanto interés general por ella, ten- dría meramente carácter de arte, sin alcanzar la estruc- tura de ciencia definida y definitoria. Para salvar este hiato, que muchos denominan crisis de la psicología, es necesario comprender la unidad fundamental del fe- nómeno vida en cualesquiera de sus etapas y formas, y su unidad con la totalidad del Universo: Del átomo al pensamiento, es el presupuesto heurístico del camino que deberá llevarnos a una comprensión del fenómeno hombre. Pero paso previo a cualquier comprensión es la definición, y la psicología no podrá comprender si no define el proceso de hominización que desembocó en el hombre actual, su objeto de estudio, y no considera las perspectivas que ese mismo proceso muestra en su devenir. Al análisis dinámico de esta definición está consagrado el segundo ensayo. El criterio fundamental de este libro, como lo fuera de todos nuestros trabajos anteriores, es que en tra- tando ál hombre psicológicamente no se le puede con- siderar, como asentamos, un dato, sino un fenómeno que está haciéndose. Unicamente con esta perspectiva la psicología accede al nivel de ciencia, e integra su quehacer en una cosmovisión, al explicar a través de una cualidad del fenómeno vida, expresada en el hom- bre, la unidad sustancial del Universo.
«PUSUCA BÜUOTVGA * TUNJA El título De la praxis a la razón, con que reunimos los trabajos que ofrecemos al lector: «Mano, cerebro y lenguaje» y «Definición del hombre», es consecuencia lógica de la línea conceptual que vertmbra a los mismos y sintetiza la intención psicogenética que los informa. Además, cada uno de ellos procura explicar, desde un ángulo diverso, precisamente ese proceso que presenta al hombre como fenómeno que está continuamente ha- ciéndose, yendo de la praxis a la razón. «Mano, cerebro y lenguaje», fue originariamente editado por la Universidad de Los Andes, Venezuela, en 1960, y se agotó apenas publicado. Hemos corregido y aumentado su texto suprimiendo la Advertencia cir- cunstancial que entonces tenía, y agregando una Intro- ducción. «Definición del hombre», es un ensayo inédito en su totalidad, que en el año de 1963 obtuvo el «P re - mio Sesquicentenario» al mejor trabajo de un profe- sor de la Facultad de Humanidades de la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela. Alberto L. Merani
Apenas es un modelo grotesco, no es el hombre de hoy. Compañero de destino del
a a a s
mono Driopiteco, es capaz de trepar con ra pidez sobre árboles gigantescos y de lanzar se de rama en rama con audaces saltos. El hombre primitivo es un peludo sátiro, como los simios, sus afines; pero cuando camina ' lo hace ya en posición erecta; su respiración ; es más ligera y más libre que la de los anima- , les con los que vive. Ve a mayor distancia por- . que sus ojos ya se elevan del suelo. Sus miem bros anteriores no son, como en los simios,
;
órganos para trepar; son manos, y con esas manos fabricará instrumentos, cosa que nin- ‘ guna otra criatura logró hacer. D e s i d e r o P a p p : ¿A dónde
va el género humano?
Introducción
El fenómeno vida se revela como la capacidad de establecer un equilibrio continuo entre medio interno y medio externo, y de mantenerlo con constancia di versa, según los seres, dentro de límites compatibles con un nivel de interacción biológicamente dado. En los peldaños sucesivos de la escala zoológica aumenta gradualmente la complejidad de las acciones y reac ciones que determinan ese equilibrio, y las diferencias que median entre neuroplasma y sistema nervioso es tablecen los tipos reactivos que van del tropismo al acto motor, del acto motor a la praxis, de la praxis a la gnosis, para desembocar en las simbolias, estructura compleja de lenguaje, pensamiento y sociedad. El nivel de la simbolia depende de la relación actoefecto, que representa el aspecto práxico y gnósico de la acción y reacción. Culmina con el desarrollo de los lóbulos frontales, que en la práctica son adquisición
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humana: el hombre es el único animal con frente des pejada. Tanto en la filogenia como en la ontogenia este proceso, derivado del grado de cerebración alcanzado, se traduce en su cualidad por la inmediatez o la mediatez de la relación acto efecto. Los escalones que llevan del reflejo a lo psíquico están estructurados por la duración que se intercala entre estímulo y respues ta, o sea, que cuando ésta es inmediata corresponde a estructuras neurofuncionales estratificadas, primitivas en su origen y primarias en sus funciones, y en siendo mediata indica la actividad reguladora del análisis y síntesis cerebral: la posibilidad de dar a la respuesta direcciones y sentidos diversos, en una palabra, de elegir la más adecuada en relación con circunstancias anteriores, con las circunstancias actuales y las futu ras. Es la manera de resolver problemas que caracteriza a la conducta inteligente. Este esquema es válido para los animales supe riores y el hombre, pero en este último aparece un nuevo aspecto de la inteligencia: en tanto comparte con antepasados y congéneres zoológicos actuales la inteligencia práctica, cuyo dinamismo acabamos de ex poner, se aleja de los mismos por la inteligencia re flexiva, que introduce en la actividad gnosicopráxica la duración, bajo la forma de proceso histórico que invo lucra en el camino evolutivo tanto lo biológico como lo social. El género Homo ha desarrollado mano, cere bro y lenguaje; sobre esta tríada asienta la caracterís tica sapiens, y ella incluye lo biológico y lo social en interacción que se resuelve en lo psíquico. De cómo nuestros antepasados más remotos alcanzaron ese nivel interactivo, y cuáles son los resultados que en el plano psíquico se convierten en marcha hacia la racionalidad, únicamente se explica y comprende en función de la
INTRODUCCIÓN
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evolución hominizante, de las transformaciones sinérgicas e interactivas de mano, cerebro y lenguaje. *
*
*
La mano humana carece de finalidad biológica. Ha dejado de ser apéndice locomotriz primero, de prehen sión después, para asumir dos funciones distintas que ni siquiera tiene en el antropoide: instrumento de ac ción sobre el mundo exterior y de expresión de las in tenciones o sentimientos de la persona. La primera de esas funciones está unida a una extrema movilidad de los dedos, en especial de los tres primeros. El pul gar y el índice tienen forma y función propias en el hombre, lo cual distingue netamente su mano con el movimiento de pinzas. El hecho de que esos dos dedos se hayan separado del resto de la mano, tanto en pro porciones como en función, significa que sus activida des son distintas a las del patrón animal de mano, la del mono, por ejemplo. En relación con los dedos, la palma está más desa rrollada en el mono que en el hombre, en tanto que en éste el índice tiende a igualar al anular o a superarlo. El pulgar, por su parte, se distingue netamente de la palma en el hombre, mientras que en el mono todavía representa su prolongación. Eso le permite oponerse al resto de la mano y hace que su musculatura, repre sentada por la eminencia tenar, posea volumen y con sistencia mayores. Considerada desde el punto de vista de la anatomía comparada y evolucionista, la mano es un órgano intermedio entre la aleta y el ala; la palma resulta así la porción elemental y es a partir de ella que los dedos se han desarrollado. La importancia de
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y mínimo en las áreas frontal y occipital. Está formada por 12 o 15 mil millones de neuronas o células nerviosas independientes, amén de la glía, constituida por células cuya proporción es de 10 por cada neurona, y con papel importante en la función nerviosa, como se está empezando a comprender. Este conjunto de neuronas se une en una inextricable red por innumerables puntos de contacto funcional llamados sinapsis. La anatomía y la histología distinguen zonas y capas características, pero desde el punto de vista neurodinámico la corteza actúa como un todo funcional. Para comprender la función de cada neurona, o grupo de neuronas, como elemento particular, y a la actividad neurodinámica de la corteza como todo funcional, es necesario considerar la sinapsis, esto es, que la transmisión de la actividad de una neurona a otra no es una transmisión intracelular, como en el nervio, sino intercelular, como en el punto donde un nervio aferente se pone en contacto con un órgano periférico. Así, la función nerviosa esencial ocurre en el punto en que las neuronas se enfrentan j no en la célula nerviosa misma. Esta conjunción interneurónica, la sinapsis, representa una barrera de separación constituida por una discontinuidad fisicoquímica entre elementos contiguos. Si consideramos que la acumulación y la transmisión de energía neurodinámica en cada neurona varía con el nivel de la sinapsis, y que según el cálculo de probabilidades diez elementos pueden dar sin repetición más de un millón de combinaciones, comprendemos cómo los billones de neuronas corticales, con infinitas posibilidades de niveles sinápticos propios, tienen abiertos caminos innumerables de acción, lo que explica la realidad del cortex cerehri como base física de la mente.
INTRODUCCIÓN
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Con esto, precisamente, entramos en el significado de la corteza para la evolución hominizante, o mejor dicho, cómo dicha evolución surge de la corticalización
srru». — R, cisura de Rolando; S, cisura de Silvio; pfr, polo frontal; Fr2, fr2, fr\ primera, segunda y tercera circunvolución frontal; ca y cp, circunvoluciones centrales anterior y posterior; pt, polo temporal; sm, circunvolución supramarginal; t1, t2, t3, primera, segunda y tercera circunvolución temporal. (Foto Chr. Jakob.)
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creciente, propia del género humano. En los animales que filogenéticamente nos son más próximos, los si mios, el número de neuronas corticales va, según el orden jerárquico de los géneros y de acuerdo con Jakob, de 250 a 1.000 millones. El índice de Dubois-Lapicque,
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DE LA PRAXIS A LA RAZÓN
antes citado, concreta y define la situación: 2,8 paral el hombre, 0,80 para los antropoides. No obstante, la' actividad cortical humana motivaría casi exclusivamente la conducta vegetativa y afectiva si no fuera por la región prefrontal, porción anterior del área frontal, por delante de la zona motriz. Es la formación cortical característica del ser humano, pues representa la última adquisición filogenética en el proceso de cerebra ción, y constituye el órgano de integración de los neu rodinamismos y de la unidad mental. Es la zona más rica en neuronas, y su desarrollo comparado en diversas especies señala la superioridad que posee en el hombre, y con la cual lo distingue; está poco marcada en los mamíferos en general, representa un 8 % de la corteza de monos inferiores como los lemúridos, 12 % en el mono común, 17 % en los antropoides como el chimpancé, y 29 % en los humanos. El aumento de la 'corteza prefrontal señala el camino de la hominización a través del desarrollo de la frente, que en el hombre de Neanderthal, a pesar de que poseyó una capacidad craneana similar a la del Homo sapiens, se revela todavía insuficiente para dar al cerebro prefrontal, desplazado por una frente huidiza, la proporción de corteza que nos caracteriza. Las funciones de la corteza prefrontal sintetizan lo racional y lo afectivo y permiten, combinando experiencia concreta y temporalidad — presente, pasado y futuro— , configurar el porvenir, valor distintivo de la actividad gnosico práxica humana. *
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La palabra como símbolo abstracto es característica del lenguaje humano. Los animales poseen lenguaje;
INTRODUCCION
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más aún los monos superiores, por ejemplo, tienen como parte de ese lenguaje un cierto número de sonidos con significación específica que podemos asimilar a palabras. Los hominidae que nos precedieron, los distintos tipos de Homo cuyas líneas se extinguieron durante el proceso evolutivo que desembocó en nuestro género, también debieron poseer un lenguaje fónico, esto es, el manejo de sonidos con significación más o menos concreta: fonemas. De este fondo primitivo y primario surgió nuestro lenguaje, pero entre los orígenes y el estado actual del mismo media un abismo infranqueable si no se considera el valor psicobiológico de la palabra, y si con esfuerzo no nos desprendemos de la asimilación, producto de los pasos de la historia, entre lenguaje e idioma, entre idioma y cultura. El lenguaje de los animales: sensorial, mímico o fónico, expresa estados organoafectivos. Directa o indirectamente traduce una situación de agrado o desagrado, lo útil o lo nocivo, para el individuo o conjunto de individuos. Es innecesario discutir si corresponde o no a una convención, puesto que revela una situación psicobiológica propia de una estructura orgánica común, y sintetiza la respuesta a una circunstancia también común. Un «acuerdo» presupone la representación abstracta de una circunstancia, y la afectividad asienta sobre manifestaciones bien concretas y definidas del equilibrio individuomedio. Un lenguaje con tales características se resuelve a través de modalidades restringidas por la capacidad de derivar y abstraer del símbolo concreto, ligado directamente a la sensibilidad, significados y formas de expresión abstractas que no solamente dejan constancia de los hechos sensomo trices sino que también sintetizan y generalizan. De esta manera del sonido con representación concreta, del
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sustantivo, han derivado las partes del discurso, y de su unión en base de una praxis y de una gnosis libera das parcialmente del fenómeno en sí se estructuró la lógica del pensamiento. El hombre comenzó a pensar en la medida que poseyó lenguaje, y hoy los hombres piensan también en la medida que se apropian del len guaje de la sociedad a que pertenecen. La categoría de símbolo abstracto alcanzada por la palabra, la presenta hoy aparentemente desvinculada de sus raíces sensomotrices y constituyendo un siste ma de estímulos específicos, propios del hombre. Es imposible, en el nivel evolutivo actual de la humani dad, separar lenguaje y cultura, que resultan inextrica blemente interaccionados, pero en la perspectiva psicobiológica tampoco podemos desligarlo de las funcio nes nerviosas superiores ni de su origen práxico. La unidad de praxis y gnosis en el acto de conocer se ex presa objetivamente a' través de la palabra: «Señal de señales», como la llamara Pávlov. *
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El fenómeno humano se define por una complejísi ma interacción producto de millones de años de evolu ción del fenómeno vida, y está caracterizado por el Homo sapiens, resultado de una brevísima fase evoluti va comparada con la duración del proceso que llevó del protoplasma primario al cerebro. La característica sa- piens indica que poseemos inteligencia, esto es, capaci dad de transformar circunstancias en función de nues tras propias circunstancias, y que el perfil mental huma no todavía no agotó sus posibilidades, marchando como lo hace del nivel de la inteligencia al de la razón. Sería
INTRODUCCIÓN
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absurdo caer en el terreno de las utopías, pero es legí timo brindar las pruebas de hechos capitales que lle varon del hominoide al hombre. El proceso de homini zación puede y debe explicarnos la razón existencial del hombre pensante, y en el mismo se destaca como fenómeno de base la evolución interactiva de mano, cerebro y lenguaje. En nuestro nivel aparecen coacer vados, la psico y neuropatología atestiguan de ello, y la psicología no puede prescindir de este aspecto si quiere definir al hombre, ser ciencia, y concluir con los límites de una descripción que la relega al plano de arte aplicada. En el curso de la evolución la sinergia funcional de mano, cerebro y lenguaje desembocó en un tipo adaptativo nuevo y distinto de los demás seres organizados; necesariamente representó un cambio en la dirección de la evolución para nuestra especie: su eje se tras ladó del plano biológico al social, y las transforma ciones consiguientes crearon la cultura, a través de la cual se comprende a los hombres como seres pensantes. En cuanto a la definición del hombre, la explicación del pensamiento como fenómeno humano, es tarea de la psicología, que sólo podrá llevarla a cabo si consi dera —ab Jobe principium — la unidad sustancial de praxis y gnosis como producto de la interacción evo lutiva de mano, cerebro y lenguaje.
1.
Del acto motor a la praxis
En el Evangelio de San Juan se afirma que «en el principio ya era el verbo»; la filosofía, así como la fisiología y la psicología, repitieron hasta entrado nuestro siglo y unánimemente idéntico concepto. El conocimiento fue considerado adquisición anterior a la acción y en plena era victoriana John Stuart Mili reaccionó violentamente contra quienes sostenían que para ver son necesarios los ojos, en tanto que con no menor ímpetu el profesor Tyndall aseveraba en tajante oposición que como la bilis es una secretación del hígado, la mente es una secretación del cerebro. Hoy, con menos apasionamiento pero con mayor certeza, afirmamos que primero fue la acción. La historia del hombre, en la marcha triunfal que jalona las diversas etapas porque pasó la humanidad, nos dice bien a las claras que la praxis precedió a la teoría. Sin duda el aserto tiene un límite, y este límite está precisamente trazado por el
DE LA PRAXIS A LA RAZÓN
DEL ACTO MOTOR A LA PRAXIS
momento cuando el hombre superó a las fuerzas de la naturaleza, y con la filosofía y la ciencia señoreó el camino de la adaptación al medio. En el estado actual de nuestra evolución no podemos anteponer la práctica a la teoría, puesto que el orden se ha invertido por la lógica concurrencia de ciencia y filosofía al esclarecimiento de los fenómenos naturales y problemas humanos, nos, pero — y este pero es muy importante— sea sea en el momento cuando la praxis abrió la primera senda, fue única, sea en éste, cuando fundida con la teoría señala rumbos, la unidad de ambas faculta la ascensión del hombre en el largo proceso que va de los hominoides hasta nosotros. Cuando nuestro remoto antepasado utilizó por primera vez el puño como masa, y el pulgar y el índice en movimiento de pinzas, fue creada la técnica. No sabemos en qué momento preciso ocurrió, como tampoco cuándo ese ser se separó de sus hermanos arborícolas y em prendió prend ió la con quista del suelo erguido en dos pierpier nas, mas es cierto que desde ese instante mano y cerebro, influyéndose recíprocamente, dieron paso al ser que calificamos como Homo faber, hombre de acción, y, posteriorm poster iormente, ente, con la creación de un instrumen to todavía más sutil, muchísimo más eficaz, la palabra, al tronco de nuestro propio linaje, al Homo sapiens , hombre de pensamiento. Sin duda circunstancias especiales imprimieron a los primitivos primates, esto es, a los antepasados comunes de los monos antropoides y de nuestra propia especie, nuevas condiciones de vida. Tal vez cambios en la corteza terrestre dificultaron la posibilidad de vida arbórea y con ello disminuyó la importancia del olfato, filogenéticamente el más antiguo de los sentidos, acentuándose la del oído y de la vista que aún entonces
debieron ser rudimentarios. Por otra parte el pulgar y el índice adquirier on la capacidad de oposición , de formar pinza. Mas, aquí no paró la aventura, pues de los primates en tren de transformarse, algunos perdieron por entero la capacidad de marchar en cuatro patas, adquiriendo definitivamente la posición erecta que modificó su esqueleto. El cambio representó una desventaja para subsistir en el medio de sus iguales, ya Ínt er pares, y.el primate imperfect o debió que no fue par Ínter lanzarse a la conquista de nuevos horizontes. Aquí comienza nuestra verdadera historia, la historia de la hominización. Innecesarios para la marcha los miembros anteriores se transformaron, y mientras los dedos del pie perdían parte de sus movimientos para adaptarse al suelo plano, los de las manos se agilizaron extraordinariamente. Las garras, inútiles para sustentar al hombre en ciernes, se acortaron; las yemas de los dedos y la palma de la mano, adquirieron sorprendente sensibilidad táctil. No obstante, con esto no se completó la transformación. La mano es solamente un instrumento, un medio de acción y de ninguna manera una finalidad biológica en sí. Cada transformación orgánica repercute sobre las correlaciones biológicas y es tan íntima la unidad funcional o sinergia de las mismas que el desarrollo o atrofia de una se refleja sobre' las otras. La liberación de la mano trajo aparejado el desarrollo del cerebro. Un profesor del Museum de París, Anthony, demostró a principios de siglo y con un experimento espectacular algo que debió naturalmente ocurrir a nuestra especie en sus albores. Seccionó el músculo crotáfito (temporal) de un lado en un cachorro de perro de pocos días, V después después le fue dado c omprobar ompr obar que que el corr espondiente espond iente hemisferio craneal se había desarrollado más que el
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DE LA PRAXIS A LA RAZÓN
DEL ACTO MOTOR A LA PRAXIS
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otro. Por un mecanismo similar y al asumir las manos funciones antes reservadas a las mandíbulas, desgarrar, arrastrar, etc., se dio lugar al debilitamiento, por falta de uso activo, de los músculos temporales, posibilitan do un mayor desarrollo de la cavidad craneana. El ros tro todavía bestial de nuestro remoto antecesor se afinó y gradualmente debió adquirir cierta nobleza, reflejo de nuevas funciones intelectivas que iba ad quiriendo. *
*
*
Que las cosas debieron transcurrir así nos lo de muestra el estudio de la estructura de nuestro cere bro. Cuanto más importante es la función de un órga no, mayor es el área de su representación en la corteza cerebral. Las yemas de los dedos, con ser muchísimo menos extensas que la piel de la espalda poseen, por ejemplo, una localización cerebral mayor, precisamen te por la riqueza de sus receptores sensoriales. Los músculos de los dedos de la mano, pese a su relativa debilidad, están están representados en un un área cortical m ayor que los muy potentes del tronco, área que equivale a la de todos los músculos de una pierna. La focalización ce rebral está, pues, en relación eon la importancia psicobiológica de la función. El área cortical de la mano está situada en torno de la cisura de Rolando, siendo par ticularmente extensa y ubicada a continuación del área facial. Esta situación es de por sí significativa, puesto que señala por su cuasi frontalidad el carácter filogenéticamente reciente de la adquisición, demostrado además por la consecuencia fisiológica de la importan cia de la mano como guía de orientación del hombre
Cu a d r o de L a p i c q u e . — Si se colocan en un gráfico todos los vert ebrados en función del logaritmo de P y del logaritmo de E, se puede reunir todos los puntos por rectas paralelas, las isoneurales de caída 0,56 y cuyo nivel depende de K. Más cerebralizado está un grupo situado situado sobre una recta más al ta: los carnívoros ( K = 0,37 ,37) están por encima de los roedore s (cone jo = 0,18 ,18, rat a = 0,06 0,06 a 0,0 0,09) 9),, más arr iba están los monos (0,3 a 0,4), después los antropoides (0,7 a 0,8), y el hombre por encima de todos (2,37).
en lo que concierne a sus relaciones con el mundo exterior y su propio cuerpo. El anatomista inglés Wood Jones ha podido afirmar que «la mano no solamente ocupa una parte extraordinariamente extensa de la región cortical, sino que también posee una influencia directriz sobre la representación cortical de otras partes del cuerpo». La observación del área cortical en torno de la cisura de Rolando permite trazar el esquema de lá marcha filo*
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DE LA PRAXIS A LA RAZÓN
genética del hombre. La representación del espacio j bucal, que se inserta en el área facial, es la más antigua. Nuestro antepasado animal recibía sus impresiones del mundo exterior a través del olfato; la nariz alojaba al sentido guía, y es así como las representaciones corti cales del mismo pueden ser consideradas las más primitivas. Tanto la filogénesis.como la ontogénesis reve lan con el orden de aparición del área funcional su origen arcaico. Del animal primitivo microsmático de rivó el hominida macrosmático; pero el arborícola no puede orientarse en el espacio abierto con la nariz: las manos y los ojos deben ocupar su lugar. Los sentidos de la vista y el tacto, este último específicamente represen tado por la mano, se convirtieron en pautas para la orientación. Si de la hipótesis pasamos a los hechos encontra mos en la filogénesis citoarquitectónica, como ya desta cáramos, que el área de representación manual sigue a la bucal,vy en la ontogénesis o historia individual del hombre, descubrimos el mismo orden de precedencia. i Olfato y gusto son las formas más primitivas de la sensibilidad exteroceptiva, como prueba el hecho de que dejan indivisa, psicológicamente hablando, la se- i paración entre sujeto y objeto. Algunas horas después del nacimiento se puede observar la acción de sabores y a veces de olores, aunque nada permite separar esas reacciones del comportamiento organoafectivo que ca- j racteriza a la acción de la sensibilidad protopática. Por el contrario, sólo después del tercer mes la mano ¡ se convierte en el principal instrumento de exploración ¡ táctil y comienza la fase del reconocimiento, esto es, la separación entre sujeto y objeto, que exige un acabado desarrollo de las vías de conducción así como la acción conjunta de la sensibilidad y la motricidad, únicamen- ¡
DEL
ACTO
MOTOR A
LA
PRAXIS
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te posible después de la «soldadura» de von Monakow, que reúne con significación espacial y corporal las sen sibilidades intero, propio y exteroceptivas. Aparece en tonces la sensibilidad epicrítica — para que sea tal des ligada de contenidos organoafectivos— como función activa, capaz de desencadenar las interacciones propias de la acción del medio sobre el individuo, y de éste sobre aquél. El niño conquista el mundo exterior to cando cada objeto con su mano, y es por ella que la mente se abre un camino hacia la función del real. La mano es la guía de nuestras experiencias, que cons tituyen por una parte reacciones en relación con sen saciones físicas y del mundo exterior, y por otra la facultad; imaginativa, puesto que todas nuestras imá genes están tomadas de la realidad. A través de la mano y por millares de años se ha elaborado el conocimiento del mundo objetivo; llevó al cerebro estimulaciones que a diferencia de las de otros sentidos no eran pasi vas, recibidas tal cual se producían, sino provocadas, modificadas, y el órgano nervioso central respondió a esas excitaciones localizándolas en el área misma don de se producían. La ubicación frontal del proceso gnósico deriva de la posición frontal del área de represen tación cortical de las manos. La fisiología de los músculos revela que cada emoción se expresa sobre el sistema motor de las manos, como prueban los mo vimientos involuntarios de la palma y de los dedos que traicionan, a pesar nuestro, los estados emotivos, esto es, respuestas organoafectivas a estados emocionales y mentales que en su repetición han terminado por cons tituir el carácter. Como contraprueba experimental te nemos la leucotomía prefrontal, que en estricto sentido neuroquirúrgico designa, como la lobotomía, la sección de porciones de materia blanca entre el lóbulo prefron
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tal y el tálamo, con el objeto de obtener cambios de la conducta en determinadas formas graves de psicosis. Por lo demás, las enfermédades del acto motor reve lan con meridiana claridad la relación entre acción manual y conocimiento del mundo exterior, cuya gé nesis acabamos de establecer. El estudio del desarrollo progresivo del sistema nervioso nos demuestra la su perposición de diferentes dispositivos a lo largo del neuroeje, siendo los más recientes, desde el punto de vista de la ontogénesis como de la filogénesis, los situa dos en las regiones anteriores del eje cerebroespinal, estructuras que pueden ser consideradas como expre sión morfológica de funciones motrices o, más especí ficamente, de la acción manual. Que esta ordenación no se produce al azar y responde a las etapas sucesivas del perfeccionamiento motriz lo puso en claro Hughlings Jackson, y lo corroboró en la filo y ontogénesis Gurevish. En 1873, Jackson encontró que lesiones cere brales en foco no dañan el conjunto de las funciones motrices, sino éstas o aquéllas según los planos o ni veles fisiológicos que alcanzan. Así, por ejemplo, en la hemiplejía piramidal las partes que sufren al máximo son las que revisten mayor valor psíquico por estar directamente sometidas al control de la voluntad, o como se expresan los fisiólogos las que realizan los movimientos más diversos en el menor lapso. Posterior mente, C. y O. Vogt demostraron que el sistema pira midal está bajo la dependencia de centros situados más oralmente en el cerebro, centros cuya excitación determina la suspensión de la contracción muscular, la llamada denervación, cuya característica especial es la perseveración tónica o clónica. El paciente toma u n objeto pero es incapaz de dejarlo. En tales casos las lesiones asientan en las circunvoluciones prefrontales,
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representan una lesión funcional de los centros suprapiramidales. A estos trastornos de denervación, a los que se puede asimilar el fenómeno de la prehensión de Janichewsky, el grasping and groping reflex de Adié y Critchley, debe agregarse la apraxia, descubierta por Liepmann en 1910, y que se caracteriza por la imposi bilidad de ejecutar bajo una orden movimientos adapta dos a un fin, en tanto que las funciones intelectuales, motrices elementales, sensitivosensoriales, están intaci tas. La adquisición filogenética tardía del proceso gnósico a través de la mano se revela una vez más, y de acuerdo con el proceso de integraciones a través de la disolución patológica: en la hemiplejía piramidal, como en la denervación y la apraxia, es evidente una modifi cación de los datos del pensamiento espacial en su aplicación a los órganos que dirigen directamente la motilidad consciente y voluntaria.
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Hasta aquí hemos dibujado a grandes trazos la his toria filogenética de la mano en relación con la adqui sición del conocimiento, la historia de sus cambios a través de la evolución de la especie, pero no para en esto la comprobación de tan trascendental acontecimien to. Existe una ley biogenética debida al evolucionista alemán Haeckel, la cual afirma que en su desarrollo el individuo repite la etapa evolutiva porque pasó la especie a que pertenece. La ontogenia repite abreviada la filogenia. Aunque discutible en algunos aspectos la ley de Haeckel se revela acertada en los lineamientos generales; claro está, aquello que en la evolución de la especie exigió indecibles esfuerzos e innumerables prue-
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bas fallidas, en el individuo que crece se repite con la segura certeza de un organismo que se desarrolla sobre carriles hereditariamente prefijados. Sea como fuere el mecanismo de la prehensión — que aquí nos interesa— es para los humanos, y entre muchos otros, la etapa final de una serie de reacciones jerarquizadas que en todos los niños se repiten de manera siempre análoga. Los psicólogos de la infancia distinguen en la prehensión diversas etapas que conservan en todos los casos un riguroso orden. Si se filman las variadas reacciones que provoca en niños la aproximación de una esferilla de ocho milímetros de diámetro, tal como lo hiciera Gesell, se verifica siempre una jerarquización de respuestas que se pueden ordenar así: en las primeras semanas el niño no mira la esferilla y solamente la nota de pasada. A las dieciséis semanas la observa prolongadamente, cuatro semanas después le aproxima ambas manos, a las vein ticuatro acerca una sola, en pronación, y realiza un gesto vago como si quisiera arañarla. Sólo a las veintiocho semanas consigue atraparla pero sin justeza en el mo vimiento, con toda la m ano; recién después de un largo lapso, a las cuarenta semanas, hace girar el puño al extender la mano y coge la esferilla entre el pulgar y el índice, con un movimiento de pinzas. La indepen dencia de la mano coincide con la época cuando el niño permanece sentado sin ayuda, alrededor de los siete meses. Entonces la mano adquiere máxima liber tad y desplaza completamente a la boca como instru mento táctil. Para ese momento la filogénesis repite la de los mamíferos, pero con acusadísima acción del cuer po estriado, que regulariza los movimientos y, gradualmente, tales mecanismos se someten a una acción cor-, tical cada vez más marcada, reflejando la estructura-, ción nerviosa propia de los animales superiores y, ent(
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especial, del hombre. Desde ese instante la filogénesis cede en todos los campos a la ontogénesis. Ya no se trata de la integración de sistemas, sino de una jerar quización de niveles estructurales, que en el mismo grado que se integran funcionalmente establecen con su predominio las jerarquías respectivas. La integra ción deja abierto el camino de la maduración, base innegable de la actividad psíquica superior, y que desde el punto de vista funcional traza el final de la actividad filogenética. La ontogénesis pone en primer plano los procesos individuales y señala los comienzos de la madurez cortical. La actividad práxica está hasta ese período ligada a la actividad y su acción carece de ex presión individual voluntaria, que corresponde a la etapa posterior, denominada por Wallon estadio afec tivo ligado a la actividad de relación. Aparecen las pri meras relaciones entre los deseos del niño y el medio exterior: es posible establecer reflejos condicionados y la mano alcanza definitivamente el carácter de órgano humano por excelencia. La actividad práxica revela el carácter de exploración del mundo circundante y den tro del esquema filogenético pasa por la etapa de la hominización definitiva. El homínida cede definitiva mente al Homo faber, y toda acción manual tiene en tonces valor cognoscitivo. Por último adviene el estadio sensomotor, que se instaura aproximadamente a los nueve meses, y hace posible para el niño la exploración y asimilación del mundo exterior más cercano. Des pués, con la eclosión del lenguaje y la relación entre la percepción y la mano, logra la objetivación de deseos que configura el estadio humano por excelencia, la etapa perceptiva y proyectiva. Estos tres estadios patentizan la relación entre motricidad y evolución psíquica. Señalan en cada caso un
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paso adelante én la integración y maduración del sis tema nervioso, e indican el camino por el cual del acto reactivo — movimientos ligados a la actividad vegeta tiva— se marcha al acto proyectivo —movimientos con finalidad— que, al integrarse con la sensibilidad, abre i las puertas del psiquismo.
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2.
De la praxis a la gnosis
El pasaje del acto al pensamiento no deja lugar a dudas; en el homínida como en el infante, representa el salto de la actividad vegetativa a la cognoscitiva y, contemporáneamente, una pérdida de la estricta adaptación biológica a las circunstancias ambientales, que pasa a producirse en niveles más plásticos, menos rígidos y estables. En efecto, cuanto menos inteligente es la conducta del animal,, más estabilizados son los patrones de la misma y, correlativamente, está menos desarrollado el sistema nervioso superior. Los insectos, por ejemplo, parecen ser los organismos más afortunados en la lucha por la existencia, ya que más de las dos quintas partes de las 2.500.000 especies animales conocidas lo son. Solamente las hormigas involucran 3.500 de esas líneas y las cucarachas son los representantes actuales más antiguos que se conocen del género animal. El estudio de las hormigas revela que constituyen i
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un grupo plástico: cada especie se adapta a circunstancias muy diversas, pero dentro de la especie existen castas con una bien definida división del trabajo, con capacidad únicamente para tareas específicas rígidamente circunscritas. Las adaptaciones de la especie están determinadas por factores estables — genéticos, de nutrición, temperatura, humedad, etc.— , pero dentro de ellas los individuos carecen de toda posibilidad de variación, de modo que la actividad queda prescrita por la estandardización de la colonia y nunca por los intereses o capacidades de los individuos, genéticamente prefijadas. El examen del sistema nervioso de los insectos muestra que los reflejos determinantes de la conducta con tan exacto determinismo están controlados por una disposición rígida de células y fibras que es, sustancialmente, la misma en todos los individuos de la casta, y cierra el paso a cualquier intento de adaptación diversificada. Son líneas filogenéticamente terminadas, cuya sobrevivencia está asegurada únicamente por una enorme fecundidad, que compensa dentro del equilibrio ecológico las enormes pérdidas de individuos a que da lugar la conducta estereotipada que les es propia. Si de los invertebrados pasamos a los vertebrados, y en éstos vamos del pez al hombre, encontramos una diferencia fundamental. En los primeros los cambios implican una especialización del cuerpo individual con órganos o sistemas que los dividen en casta y cuya eficacia es nula fuera de la acción conjunta de la comunidad: abejas y hormigas recolectoras, constructoras, ponedoras, etc. Los cambios individuales vedan toda posibilidad de sobrevivencia individual y solamente aseguran la subsistencia del grupo. El individuo es un engranaje y nada más en la complicada actividad
HEMISFERIO CEREBRAL
Vista lateral izquierda del cerebro de un pez (A), de un anfibio (B ), de un reptil (C ), de un ave (D ) y de un mamífero (E ) (Esquemas
según
Edinger).
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comunal. Sobrevive y se adapta sólo en función de ésta. En cuanto al plan del sistema nervioso, descubrimos que es similar en invertebrados y vertebrados, pero con modificaciones cuantitativas y cualitativas que se reve lan sorprendentes en la adaptación de los diversos mo dos de vida, culminando con la estructuración y fun ciones de la corteza cerebral. La paleontología revela que de reptiles primitivos desaparecidos partieron dos líneas evolutivas divergentes: una condujo a las aves y la otra a los mamíferos actuales. Ambas líneas se caracterizan porque la porción peduncular de los hemis ferios cerebrales aparece extraordinariamente desarro llada, con la diferencia de que la corteza cerebral que la cubre es apenas notable en algunas especies, más conspicua en otras; inferior en las aves, superior en los mamíferos y agrandándose, diversificándose en éstos a medida que pasamos de los inferiores a los superiores. El desarrollo y diversificación de la corteza cere bral en los vertebrados está en directa relación con la estructura corpórea y el grado de adaptación a las circunstancias biofóricas. La fábrica corpórea de los pájaros ofrece un grado de especialización más acusa do que en los mamíferos, y en conexión con ello la porción peduncular de los hemisferios y las estructu ras del tálamo están mucho más diferenciadas. Por lo demás, sabemos que estas estructuras se encuentran en directa relación con el control de los reflejos innatos y las reacciones organo afectivas, componentes que en las aves son más patentes que en otros animales. Esta cerebración progresiva, que abre un abismo entre in vertebrados y vertebrados, pone de manifiesto un nuevo tipo de adaptación al medio ambiente. Como en los in sectos, las especies de aves son numerosísimas y se adaptan a una muy amplia gama de condiciones am
bientales; tal adaptación procede en sus lincamientos generales de la misma manera para ambas líneas, rea lizándose a través de la especie, pero el pájaro como individuo revela una capacidad para resolver nuevas dificultades, esto es, de inteligencia práctica, superior a la del insecto. Sus experiencias personales, o dicho sin presupuestos antropomórficos sus reacciones como unidad organopsíquica y no como unidad comunitaria, son más ricas, más variadas y menos uniformes. Los mamíferos señalan un grado acusado de cere bración; la etapa cortical de los hemisferios cerebra les aumenta en relación geométrica con el nivel evolu tivo y se encuentra organizada según un plan diverso al de los otros animales que los preceden filogenéticamente. En los reptiles y en las aves, las reacciones a los estímulos ambientales están bajo control peduncu lar y talámico, pero en los mamíferos ya está asentada la acción reguladora del cuerpo estriado y es paten te, en la gradación ascendente de su escala, la función regular creciente de la corteza cerebral, que asume pau latinamente el control de todas las actividades del pedúnculo cerebral subyacente. Concordes con este co n cepto evolutivo del sistema nervioso cuyos basamentos debemos a Jackson, y según el cual el sistema nervioso se integra en una evolución que va de los elementos y sistemas primitivos a las más recientes y complejas, co mo es la corteza cerebral o neopallium, son las compro baciones de Gurevish. Encuentra que en los peces la motricidad es rítmica y automática, de tipo netamente pallidal; en los reptiles, en los cuales la acción del cuerpo estriado se manifiesta ya funcionalmente, apa recen inconstantes, interrumpidos por momentos de reposo que se alternan a veces con reacciones atetósicas de tipo pallidal como en los peces, y que indican más
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bien un equilibrio que un predominio de la acción de uno y otro sistema. En las aves el control estriado y cerebeloSo es más patente y termina con el predomi nio neto de la corteza motriz y del haz piramidal en los mamíferos. Por último, en el hombre, estos sistemas están controlados por mecanismos frontales íntima mente ligados con la actividad psíquica, que acuerda a los movimientos unidad y orientación^íacia un fin pre fijado. En el hombre, además, tiene lugar una recons titución estructural de los diferentes centros, en par ticular del sistema estriado. Si a este esquema agrega mos, como hace Miécislas Minkowski, el concepto de localización cronógena que asentara von Monakow, esto es, que cada función aparece en el mismo momento en que coinciden las evoluciones filo y ontogenéticas del sistema nervioso, o sea, cuando el desarrollo individual alcanza cada una de las etapas por las que atravesó la evolución de la especie, tenemos completado el cuadro de la integración y maduración del sistema nervioso a través del proceso de elaboración que lleva desde los primitivos cordados al hombre, y en éste, del niño al adulto. *
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Por su parte la paleontología y la paleoneurología han corroborado la sucesión de las etapas neurofuncionales que acabamos de detallar, en lo que se refiere a la estructura de la fábrica corpórea y del cráneo. Las formas intermedias hasta ahora halladas entre las especies extinguidas de antropoides y los fósiles del hombre primitivo, ofrecen con meridiana claridad los principales pasos que llevaron del cuadrumano ál
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homínida y de éste al hombre.1 No obstante, queda un problema que hasta no hace mucho fue piedra de escándalo: el cerebro de las razas más primitivas que todavía viven es aproximadamente el doble de grande que el de un antropoide de tamaño comparable, y el mayor aumento está en la corteza cerebral y en sus dependencias inmediatas. El hiato, aunque notable, no queda sin explicación biológica y, más aún, plantea aparte de los cambios estructurales la cuestión de la mente y de las relaciones entre sus procesos fisiológicos y el acto cognoscitivo para el cual la corteza cerebral es órgano específico. Resulta de diaria observación que la integración del animal al medio que le es propio se logra en breve lapso. La del hombre, por el contrario, exige una serie de años suplementarios que señalan morfológicamente una extrema lentitud del período de crecimiento, muchísimo mayor que el de los mamíferos de talla equivalente, amén, de como veremos después, el desarrollo psicosocial. En todos los estadios de la evolución embrionaria y postembrionaria el crecimiento humano está caracterizado por su lentitud y débil rendimiento energético. Estudios comparativos entre el hombre 1. A b o r i g i n e estos pasos fueron considerados como la evolución de una única especie (monogenismo), una filiación más o menos lineal entre el africántropo de Tanganica, los paleohominidas de Java, de Pekín, de Piltdown, los neanderthalensis y el H o m o s a pie n s de la Edad del reno o de la civilización solutrense. En la actualidad no tenemos ninguna consideración bastante firme para sostener la idea de un encadenamiento real en este sentido, pues los más re cientes descubrimientos (Fontchevade, por ejemplo) aportan la prueba contraria, esto es, la existencia de un H o m o s a p ie n s contem poráneo del antiquísimo y muy primitivo tipo de Neanderthal (poligenismo), lo que obliga a plantear con sentido opuesto el problema de los orígenes de la humanidad, según los caminos de diversas hominizaciones cuyos representantes llegaron, en algunos casos, a ser contemporáneos entre ellos. V i d . Grégoire, F.: L a n a t u r e d u P s y c h i q u e , París, 1957; Teilhard de Chardin, P.: L e g r o u p e z o o l o g i q u e h u m a i n , Paris, 1956; Le Gros Clark, Wilfrid E.: H is t o r y o f th e P r i - m a t es . A n J n t r o d u c t i o n t o t h e S tu d y o f f o s s il M a n , London, 1960.
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y los monos antropoides muestran cuán grande es la diferencia que separa a la infancia de ambas especies. Los antropoides alcanzan la pubertad a los seis años y la talla máxim a a los diez. El gorila posee todos los dientes de leche al año, el chimpancé a los diez meses; el hombre solamente a los dos años y medio. La osifi cación, tanto del cráneo como de los miembros, en el mono de cuatro años alcanza la etapa que el hombre cumple a los veinte. La misma aceleración aparece en relación con el desarrollo psíquico; las experiencias de los esposos Kellog, que criaron con su propio hijo un chimpancé de la misma edad, revelan que todas las funciones mentales básicas son adquiridas por el antropoide con gran antelación sobre el niño, con la única diferencia que aquél, llegado a un nivel crítico, no las supera mientras el humano continúa su progresiva as censión hacia niveles más elevados. Empero, lo que ahora más nos interesa atañe a la vida fetal. El antropoide se separa mucho más de las proporciones de su propio feto que el hombre del suyo y del de los monos, lo cual indica que con razón auxológica el crecimiento no está más restringido en los antropoides sino en los humanos. La diferencia específica entre los dos géneros está en relación con la duración de las etapas de crecimien to, puesto que no cabe duda que a ellas corresponde el alargamiento relativo de los miembros posteriores que hace posible la estación bípeda, y la reducción de la laringe, base orgánica del lenguaje articulado. Ademas, la lentitud de osificación del cráneo permite un mayor desarrollo de la masa encefálica. Por otra parte no resulta extraño al desarrollo psíquico el largo proceso de maduración e integración humanas que imprimen al sistema nervioso la plasticidad que le permite su
perar al animal en la formación de reflejos condiciona dos y de estereotipos. Las múltiples experiencias de la boratorio de las escuelas pavloviana y behaviorista, así
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NERVIO OLFACTIVO NEURONA PIRAMIDAL PSICOMOTORA
NERVIO OPTICO s
NEURONA DE LA SENSIBILIDAD CONSCIENTE
CUERPO ESTRIADO ..
...
CAPA OPTICA
PEDUNCULO CEREBRAL
_____
NUCLEO RO JO ------
.-
_______
HEMISFERIO CEREBRAL NERVIO TRIJEMINO
____PROTUBERANCIA CEREBELO nervios
!
facial
l AUDITIVO
RAIZ ANTERIOR (CON NEURONA MOTRIZ (PERIFERICA
BULBO NERVIO PHEUMO GASTRICO
NEURONA PREGANGLIONAR SIMPATICA RAMA COMUNICANTE
NERVIO SIMPATICO RAIZ POSTERIOR GANGL|C>SIMPATICO (CON NEURONA GANGLIONAR) GANGLIO ESPINAL ICON NEURONA] ( s e n s i t iv a
]
E s t r u c t u r a de l o s c e n t r o s n e r v i o s o s . —
En céfal o y medul a del hombre vistos por sus caras inferior y ventral. La medula está cortada transversalmente para mostrar su estructura y la de un nervio raquídeo. El origen de algunos nervios y el lugar de las principales neuronas están representados de un solo lado y con agrandamiento desproporcionado. Un nervio encierra, en realidad, varios centenares de fibras. (Esquemas de Paul Chauchard.)
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como la prueba empírica de la enseñanza en el hombre y el amaestramiento en los animales, demuestran el papel fundamental que tal plasticidad desempeña en el desarrollo del psiquismo. Ahora bien, y yendo al meollo de la cuestión, si con sideramos que el antepasado animal del hombre poseía los caracteres generales de un mono antropoide y nos atenemos a lo antes señalado acerca de la reacción en tre estado adulto y embrionario, estamos obligados a admitir que el proceso evolutivo que ha creado al hom v bre es, como afirma Devaux, un proceso de pedomorfosis, de infantilización, o según la denominación de Bolk de «fetalización». En su esencia este proceso consiste en que ciertas disposiciones anatómicas fetales propias de los antropoides y de los antepasados proba- • bles del hombre, perduran en éste mientras desaparecen en el mono adulto. Nos enfrentamos, pues, con una variante de las leyes de filogénesis y ontogénesis, encon trando que la evolución humana se produjo por suce sivas digresiones y no por regresiones o remodelamientos de líneas acabadas. En este sentido aportan sorprendente apoyo los más recientes estudios acerca de la etiología del mogolismo. En 1951 Sergio Levi, basado en una advertencia de Ble yer, afirmó que el problem a del mog olism o era de la com petencia del citólogo antes que del clínico, y que la modalidad de aparición y las características somatoclínicas de los niños mogólicos eran de origen cromosómico, formulando la hipótesis de que fuera de las leyes conocidas de transmisión hereditaria se producía un proceso accidental de desequilibrio cromosómico del que resultaba un tipo digresivo. Los perfeccionamientos técnicos de investigación citológica derivados principalmente del estudio de las
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*AHOO Dfi M
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BÍPUBUCíT I . f
consecuencias de las radiaciones atómicas y basados so bre cultivos in vitro de tejidos humanos, han permitido establecer con exactitud, en el laboratorio atómico de Harwell, que el número de cromosomas humanos es tanto de 46 como de 48. Por su parte en el Instituto de Genética Médica de París, se pudo comprobar en las células cutáneas de nueve sujetos mogoloides la pre sencia de un cuadragésimo séptimo cromosoma anóma lo, pequeño y sutil, descubrimiento que fue confirmado por Book, en el Instituto de Genética de Upsala, con el agregado de que el recuento se hizo simultáneamente en células cutáneas y de la medula ósea, excluyendo la presunción de que el fenómeno se presentara en un solo tipo de tejido. Este singular proceso digresivo — recordemos que el mogolismo comporta una reestructuración anómala de la morfología corporal, de la sinergia hormónica y del desarrollo nervioso. La mano del imbécil mogólico es el signo más característico de la enfermedad: la palma es corta, ancha y cuadrada, los dedos anormal mente cortos en relación con ella, el pulgar y el quinto dedo a menudo muy pequeños. El quinto dedo ha sido asimilado por Penrose a un segundo pulgar brindado por la presencia de un cromosoma supernumerario, asienta, pues, en una embriogénesis distinta. Podemos ahora agregar a la hipótesis de Devaux la razón de este «er ro r citológico», hasta hace poco solamente conocido en el reino vegetal y en algunos animales inferiores, y explicar su tesis de la degeneración física del hombre, su largo período de gestación y de amamantamiento durante el cual el cerebro por no desempeñar ningún papel en la vida de i-elación multiplica sus células ner viosas hasta un número no alcanzado por ninguna otra especie animal. El homínida habría sido así un antro-
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poide que bajo la acción de un clima desfavorable, de subalimentación, de radiaciones o de cualquier otra causa análoga, habría resultado afectado por alteracio nes protoplasmáticas que a través de cambios cromosómicos dieron lugar a la pedomorfosis por el fenó meno que Ed. Pérrier definió como taquigénesis, y según el cual el desarrollo embriogenético de las es pecies superiores tiende a efectuarse en el más corto tiempo posible. Así, el sistema nervioso central de los vertebrados, en lugar de aparecer por emigración in dividual, simultánea, en las profundidades de elemen tos procedentes del exodermo, se forma en su totalidad por un canal longitudinal mediano o por el hundi miento de una placa exodérmica que se transforma de inmediato en un tubo más o menos cerrado: el eje cerebroespinal. Análogo sería el fenómeno por el cual el feto humano posee ya a los cinco meses de vida intrauterina los quince mil millones de células ner viosas que constituyen el equipo cortical del hombre, y que subsistirán después sin dividirse aunque el indi viduo continúa su crecimiento. Son las únicas células del organismo que permanecen incambiables desde el nacimiento hasta la muerte.
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Estas comprobaciones no bastan para explicam os en todos sus aspectos el pasaje de los primates primi tivos a los hominidae, puesto que poseyendo algunos cualidades que podrían haber evolucionado con sentido de superación no han sacado provecho de ellas. La ca racterística neuropsicológica primordial que separa al hombre — en cualquiera de las etapas por que pasa-
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ron sus especies— de los animales más próximos a él, reside en el perfeccionamiento del neopallium y que se revela: a) Por un crecimiento de las áreas corticales especializadas que reciben las impresiones exteroceptivas transformadas en superiores (audición, visión, tacto) con detrimento del olfato y su concomitante el gusto, b ) Desarrollo cada vez más acentuado de las áreas corticales motrices, lo cual asegura una regula ción más precisa de los movimientos que, correlativa mente, aumentan en complejidad, c) Amplísimo desa rrollo de la región anterior del cerebro, del área pre frontal, zona particularmente rica en fibras asociativas. Este progreso en la citoarquitectura del cerebro hu mano está íntimamente vinculado con las modificacio nes estructurales que antes detalláramos, especialmen te con dos características esenciales de los hominidae: la estación erecta y la adecuación de la mano al uso instrumental con la oposición del pulgar y el índice, y los delicados movimientos de ajuste que de ello derivan. Si bien es cierto que los antropoides pueden sostenerse de pie, erguidos sobre los miembros posteriores, ningu no posee la estación erecta como base primordial y única de la deambulación. El hombre goza de una adap tación específica a la marcha bípeda, facilitada por ca racteres estructurales que alcanzan a todas las porcio nes del esqueleto, en especial la columna vertebral, insertada debajo y no en la parte posterior del cráneo, como en los cuadrúpedos. El hombre posee el agujero occipital y el eje de la cabeza casi horizontal y perpen dicular al raquis, cuyo eje presenta cuatro curvaturas alternativamente cóncavas y convexas. De este modo la cabeza cae en equilibrio más o menos estable sobre la extremidad superior de la columna vertebral, y solamente se requieren acciones musculares relativa^
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mente débiles para mantenerla en posición. Los múscu-' los cervicales y el gran ligamento cervical se encuen tran muy desarrollados en los cuadrúpedos, cuya cabe za está permanentemente arrastrada por su peso, que gravita sin apoyo en la horizontal. En el hombre, en cambio, la musculatura cervical se reduce notablemen te y deja de comprimir la cara superior y laterales del cráneo, y puede éste crecer en todo sentido. La expe riencia de sorprendente sencillez y notable valor de mostrativo realizada por Anthony, y que antes expli cáramos, avala estas conclusiones acerca de la verosi militud de un mecanismo evolutivo de tal tipo. A este fenómeno resultante de la posición erecta se agrega otro que también deriva de ella y cuyo valor para la hominización destacamos al comienzo : la mano. En el hombre ocurre que los miembros posteriores pierden el carácter de mano rudimentaria que poseen en los simios, al desaparecer la oposición del dedo gor do ; al mismo tiempo los ligamentos y las articulaciones 1 están dispuestos de modo tal que se sustituye la flexi bilidad que presentan en los antecesores arborícolas ; por la solidez y la estabilidad necesarias para el mante nimiento en tierra firme. A consecuencia de la especialización de los miembros posteriores para la marcha, las manos quedan liberadas de toda función de sostén , y convertidas exclusivamente en instrumentos de pre hensión : adquieren una libertad y precisión de movi mientos mayor que en los antropoides y se convierten en el maravilloso instrumento que conjuntamente con el desarrollo del cerebro y el lenguaje estructuró el per- i fil psicológico del Homo sapiens. i En esta nueva función los miembros anteriores no ■ solamente permitieron en los comienzos de la evolu ción humana una rudimentaria acción instrumental so-
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bre el mundo circundante, sino que coadyuvaron en la disminución de las tracciones que los músculos elevadores de las mandíbulas ejercen sobre el cráneo. Como el equilibrio de la cabeza sobre la columna vertebral verticalizada redujo la acción de los músculos cervicales y del gran ligamento cervical, el debilitamiento de los elevadores de las mandíbulas disminuyó las tracciones sobre la región anterior del cráneo, donde se insertan, facilitando el crecimiento en altura del mismo y, naturalmente, del cerebro, sobre todo de los lóbulos frontales, que representan la última adquisición filogenética del género H o m o en su sistema nervioso, asiento del neurodinamismo de las simbolias. El proceso de expansión de la corteza cerebral durante la evolución no sólo tuvo por consecuencia la creación de áreas nerviosas adaptables a nuevas funciones, sino que implicó la transferencia hacia la corteza de aquellas que en el proceso adaptativo se revelaron más adecuadas para el nuevo género animal que se perfilaba. La transferencia de los niveles inferiores a los superiores resulta clara si se comparan los centros visivos del cerebro del ratón con los del hombre; un ratón cuya área visiva cortical ha sido destruida se encuentra, sin embargo, en óptimas condiciones para hacer buen uso de la vista: puede calcular la distancia y dirección de un salto que lo 'lle va de una plataforma a otra y distinguir diversas intensidades de luz. En el hombre, por el contrario, una destrucción similar lo vuelve completamente ciego. De esta simple experiencia resulta claro el camino que llevó a la cerebración humana, y por qué la misma brinda inmensas posibilidades adaptativas que están rígidamente vedadas a los animales. En el ratón la marcha hacia la cerebración apenas está iniciada y las principales funciones visivas
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jamás alcanza rá: el arte pictórico, por ejemplo. ¡ Ventapertenecen a centros primitivos ubicados en el rom- S jas y desventajas de la corticalización! boencéfalo o arquiencéfalo, mientras que en el hombre | Todo s los cambios que acabamos de enumerar y que son prerrogativa de la corteza cerebral. Desde el punto encontramos definitivamente estabilizados en el último de vista mecanicista este progreso evolutivo podría ser eslabón de una larga serie de hominidae, el Homo sa- considerado una desventaja, pero analizado en sus con piens, se produjeron con una lentitud imposible de secuencias dialécticas nos revela el abismo que este calcular aun con mediana aproximación. Tanto es así solo ejemplo abre en la escala zoológica cuando al con que el estudio de los fósiles parece indicar que el cere siderar los mamíferos se pasa al hombre. bro humano no ha sufrido cambios estructurales nota Si bien la destrucción de la corteza visiva apenas bles desde hace doscientos mil años. No obstante, pese afecta la actividad del ratón y deja por el contrario al i al proceso de decantación y fijación a través de tan hombre ciego, los modos en que un ratón puede actuar extenso lapso, los procesos integrativos no llegan siem frente a estímulos visuales son restringidos, estereoti pre al mismo desarrollo máximo en todas las líneas pados dentro de patrones de adaptación rígida, mecá humanas, lo cual demuestra que de acuerdo con las nica diríamos, a los variados estímulos del medio. En leyes generales de la evolución se produjeron por eta tanto el hombre es señor de la prerrogativa que hace pas sucesivas, lentas unas, más o menos bruscas otras, de la corteza visiva asiento único de esas funciones y y se continúan todavía com o prueba el escaso desarro si bien sus reacciones de adaptación no funcionan con llo de la pantorrilla de los negros y la independencia la misma y automática velocidad que en el ratón, es del hallux o dedo medio del pie, similar a la del antrobien sabido que éste huye de una sombra, anuncio de poide, en tipos humanos primitivos como los indígenas peligro o no, mientras el hombre analiza los riesgos y de Australia. Por su parte en el desarrollo ontogenéti luego adopta la actitud conveniente. En el ratón la re co se reflejan algunas de estas modificaciones. El pulgar lación acto-efecto es inmediata, en el hombre media y el índice de los niños negros a punto de nacer son ta, y este fenómeno aparentemente tan simple estable considerablemente más cortos que en los niños euro ce la compleja diferencia entre el automatismo y la peos en la misma situación; además, los adultos negros inteligencia práctica por una parte, entre ésta y la inte tienen los pulgares más pequeños que los hombres blan ligencia reflexiva, por otra. La vida de las cuevas hizo cos. La curvatura del raquis no aparece en el feto hu innecesaria la emigración cortical completa de los cen mano y ni siquiera en el infante tiene la misma propor tros visivos del ratón, por lo que puede conservar reac ción que en el adulto, al mismo tiempo que es bien co ciones vitales con pérdida de la corteza, pero le queda nocida la extrema movilidad de los dedos del pie en impedida la posibilidad de reacciones prácticamente el lactante y la serie de movimientos espontáneos y uni ilimitadas a un estímulo, que posee el hombre. Con o sin laterales que caracterizan su motricidad y denuncian, corteza visiva el ratón percibe y actúa en consonancia con sus cambios, las sucesivas fases de integración y dentro de reacciones estereotipadas; sin corteza visiva maduración neurológicas, reproductoras de etapas del el hombre enceguece, pero con ella crea lo que el ratón
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desarrollo filogenético de los centros nerviosos, y que señalan con su persistencia, después de lapsos pruden tes, detenciones en el camino hacia la cerebración pro gresiva, esto es, hacia el tipo actual y aparentemente definitivo del Homo sapiens.
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Lenguaje, pensamiento y sociedad
Del crecimiento y del desarrollo psíquico sólo adquirimos verdadera comprensión si relacionamos al individuo con la especie a que pertenece. Las etapas de ambos tienden a la formación del adulto, pero este individuo en plena madurez ofrece características muy diversas en cuanto al tipo logrado en uno y otro aspecto. La dirección progresiva del crecimiento está determinada de antemano en la constitución originaria. Se trate de.un invertebrado o de un vertebrado, de no importa cuál linaje de la especie animal, el biotipo se realiza con débiles variantes en torno del individuo que prescribe el grado de evolución a que ha llegado la especie de que es representante. Por el contrario, desde el punto de vista del desarrollo psíquico el camino hacia el nivel del adulto promedio está sometido a las influencias de toda clase que el medio ejerce sobre el individuo como tal y no como especie.
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Las condiciones que dentro del género humano pue den hacer variar las características del crecimiento son propias de todo un grupo, cubren un linaje y pueden manifestarse dentro de una línea pura, para el hombre; claro está, dentro de los límites restringidos en que la variabilidad1de uniones permite hablar de línea pura humana. En cambio las transformaciones del desarro llo atañen particularmente al individuo; los cambios actúan, es verdad, sobre una colectividad, pero de ma nera acentuada y particular se dejan sentir sobre el in dividuo. Existe entre ambos aspectos la diferencia fun damental del tiempo. El crecimiento señala el tipo adul to a que tiende la culminación estructural de la especie, organizada sobre un tiempo prácticamente infinito. La sucesión de individuos representa etapas hacia un pro totipo biológico qué transporta de manera hereditaria las adquisiciones positivas. Lo psíquico también está sostenido por somaciones hereditarias, pero de posi- \ bilidades estructurales y no de estructuras ni funcio nes desarrolladas individualmente. Cada generación parte en el crecimiento de una piedra angular asentada por las anteriores; en el desarrollo arranca de un nú cleo de posibilidades heredadas que los cambios del medio pueden anular, dejar como virtuales o realizar. Además, si la vida con sus caracteres específicos es hereditaria, la función del real no lo es. Cada indivi duo que se desarrolla debe adquirir nuevamente lo que sus padres adquirieron antes que él, aunque la herencia psicológica facilite la tarea, lo cual señala la diferencia fundamental entre tiempo del individuo, subjetivo, psi cológico, y tiempo de la especie, objetivo, biológico. El desarrollo implica un tiempo personal, que a \ diferencia del crecimiento con su tiempo objetivo y común a todos los miembros de la especie, puede ser
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E s q u e m a de St e l l a r . — El esquema de Stellar indica las zonas prefrontales de las funciones simbólicas en el ratón. (Dibujo, según Morgan.)
abreviado o alargado según el patrimonio cultural de la sociedad que sobre él se proyecta. Nacimiento y plenitud de la razón están condicionados por el cúmulo de observaciones de otras mentes que nos precedieron y que es transmitido por la palabra oral o escrita. Sobre el plano mental la cultura llega a desempeñar el papel de la herencia sobre el biológico; pero mientras que ésta se realiza directamente, bajo la forma de es-
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tructuras viables o no, la razón, como expresión máxi ma del desarrollo, únicamente se logra en base de tres condiciones sine qua non : La realización normal del crecimiento, un mínimo de capacidades psicobiológicas heredadas, y la acción favorable del medio sociocultural. La psiquis alcanza sus etapas neurológicas en el primer plano ,1a capacidad funcional en el segundo, y l la función individualizada, la función del real, en la ■ interacción con el tercero. f
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i El hominida prim itivo se humanizó en la misma medida que con la acción fue capaz de cambiar gradual mente las condiciones del medio que lo acogía, y este paso representa la transformación del esfuerzo individual en colectivo. Solamente un esfuerzo nos permite en la actualidad comprender cómo, desde el punto de vista psicológico y social, trabajo y conocimiento estuvieron en un principio tan íntimamete unidos que no se los podía diferenciar. Nacemos en un medio altamente culturizado y nuestros primeros contactos con el mun do se realizan a través de lo gnósico; en los tiempos que corren incluso al niño más humilde la radio, la televi sión y la escuela lo ponen en relación directa con la teoría antes que con la praxis. Toda la enseñanza co mienza por ser teórica y termina —en el mejor de los casos— en la práctica. Sin ninguna duda ocurre algo similar a lo que podemos observar entre lenguaje y escritura; dependemos para nuestro saber en tan alto grado de ésta, que apenas podemos concebir que en una etapa dada de la humanidad únicamente existiera la palabra hablada, y que incluso se desarrollaran cul-
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turas tan asentadas en la especulación abstracta como la védica, y en América la civilización incásica, que desconocieron los signos gráficos del lenguaje. La evolución mental del hombre refleja la historia del esfuerzo mancomunado de trabajo y conocimiento que permitió la supervivencia de nuestra especie. El hecho de que casi la cuarta parte o más de la vida hu mana promedio transcurra — del nacimiento a la adoles cencia terminada— como período del aprendizaje y de formación física e intelectual, y que de este lapso más del primer decenio sea de incapacidad absoluta para subsistir sin apoyo familiar o social, destacan la debili dad que, como viéramos, está en la base de nuestra ascensión por encima de las especies animales. El análisis del desarrollo psíquico del niño y por extensión de la humanidad, nos demuestra que los pro gresos resultan de la interdependencia de mano y ce rebro. En la medida que ésta adquirió capacidad insfrumental el desarrollo de la mente ganó en jerarquía. Las matemáticas, ciencia que está en los cimientos mismos del saber, no surgió de ninguna filosofía; antes que nuestros antepasados descubrieran la relación abs tracta que existe entre dos lagunas y dos patos: el nú mero, en la práctica la necesidad de realizar medicio nes aparece como primera consecuencia en la simplí sima tarea de levantar la tienda del nómada, al com parar los palos que la sostendrán y el tamaño de las corambres con el espacio a cubrir. La astrofísica, que hoy nos permite proyectar el pensamiento a las regio nes más infinitas, que junto con la física nos habilita para lanzar satélites artificiales, nació de las necesida des prácticas del agricultor egipcio que sembraba en el limo del Nilo, y debía coordinar épocas de creciente y de germinación de las semillas, del pastor caldeo v
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volución copernicana. No tenemos ninguna evidencia del navegante fenicio, que buscaban en la noche un pun directa de cómo fue la estructura cerebral de los hominito de referencia para no extraviarse en la uniformidad dae, pero de cualquier manera su desarrollo debe haber del desierto y en la inmensidad del mar. sido un proceso extremadamente lento si consideramos El trabajo es el que pone al hombre y a su cerebro, que casi no progresó la del Homo sapiens en los tiempos a través de la mano, en contacto directo con el mundo históricos. En cuanto a la evolución de la inteligencia que lo rodea. Trabajar significa establecer una interac ción con objetos concretos, modificar y ser modificado | como acto, poseemos el testimonio no siempre apro vechado en psicología del origen y evolución de las len por las nuevas circunstancias creadas que exigen, a su^ vez, adaptación. Ad aptaciones repetidas llevan al esta- ¿ * guas. Con la semántica nos adentramos en el problema de si las palabras nuevas expresan cosas nuevas, hechos, blecimiento de una ley de constancia: para tales accio nes tales resultados. La acción de ja de ser entonces | ideas, sentimientos, o son modos nuevos de volver tan gibles cosas viejas. El desarrollo de palabras nuevas, pura y exclusivamente práxica para adquirir la catego los cambios de significado, la evolución misma de las ría de proceso intelectual: el trabajo tiende a realizar lenguas, su diferenciación, ¿responden a cambios que fines predeterminados. La sistematización y generali afectan al pensamiento de un pueblo, su manera de sen zación de esos fines constituyen el basamento del saber, tir, de actuar, a las etapas históricas de su praxis y en el más primario y amplio concepto de conocer. Por gnosis? su misma definición el fundamento del lenguaje consti Tod o cambio, lingüísti co, de cualquier or den que sea, tuye un intercambio de información en el curso de un fonético, morfológico, sintáctico, lexicográfico, tiene por proceso de comunicación. Tal es el procede r del niño en origen una acción personal o colectiva que revela un la primera infancia, antes que la adquisición completa cambio en los individuos, porque para que tenga por del lenguaje le permita recibir teóricamente y sinteti venir requiere que la acción, el pensamiento de la socie zadas las experiencias prácticas del grupo social. En dad, se hayan también transformado. No es otro el ori la filogenia como en la ontogenia, primero es la acción gen y destino del neologismo. Origen de las palabras y y después el verbo. evolución de su significado ejemplifican el pasaje de la praxis a la gno,sis. Desde el punto de vista que nos ocupa la marcha del pensamiento es más fácil de asir en el sustantivo, por ser la parte del discurso más fecunda en No cabe duda que el pasaje de la acción al conoci-™ cambios y la más importante para estudiar. Además, miento, y la transformación consecutiva de la praxis^ todo lo que de él podemos decir se aplica con ligeros inicial en actitud gnosicopráxica debió entrañar pro cambios a las otras partes de la oración. fundas modificaciones en la todavía casi desconocida En su origen el sustantivo designa un objeto por bioquímica del cerebro, y aunque aparentemente la figu una cualidad particular que lo determina llamada en ra de los hominoideos se reproduzca en nosotros, la condición cualitativa de la personalidad sufrió una re- f filología determinante, porque hace conocer un carác*
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ter especial del mismo. En una capital, capital es el determinante que caracteriza a un determinado suben tendido (ciudad, letra capital). En el latín fluvius, na- vis (de donde derivan fluvial, navio), las cualidades de correr, de flotar, son los determinantes. En nuestra expresión río, lo mismo que en inglés «river», que de rivan de rivus (desviar agua de una corriente, un arro yuelo en latín), las características de correr, fluir, si guen' Siendo los determinantes como en francés «fleuve»,:en italiano «fiume», que proviene directamente de fluvius. Para la formación de un sustantivo, tanto en los orígenes del lenguaje como en la actualidad, la elección de un determinante y el olvido de la significación etimo lógica es el paso decisivo que sirve para denominar un objeto. Por lo demás, no es necesario que esa cualidad sea esencial, verdaderamente denominativa, basta que tenga capacidad para impresionar los sentidos. Cua derno, por ejemplo, es etimológicamente un grupo de cuatro cosas («cahier» en francés y «quaderno» en ita liano, que derivan como el nombre castellano del latín quaternum, grupo de cuatro); lo mismo para carrillón («canillón» en francés, «cariglione» en italiano) que significa ún grupo de cuatro (campanas), y que pro viene del latín vulgar quatrilionem, reunión de cuatro. Así, soldado es un hombre pagado, a sueldo (proviene del italiano soldato, de soldo, moneda). En ninguno de estos nombres y en la larguísima serie que podría mos enumerar nada indica etimológicamente las ideas que hoy nos parecen esenciales en los ríos, los navios, los cuadernos, las campanas y los militares. La lista de ejemplos no tiene fin a causa de que el determinante no expresa necesariamente la naturaleza íntima del objeto; el sustantivo no defíne la cosa sino
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que evoca la imagen de la misma. De aquí que el menor signo sensible, el menos importante casi siempre en lo que respecta a la esencia del objetivo, pero el más acce sible a la sensibilidad del observador, sirva como deter minante y determine el nombre. Este fenómeno asienta en el hecho de que el lenguaje como parte de la praxis —antes de alcanzar el nivel del conocimiento abstrac to— no tiene necesidad de decir todo, tampoco puede decirlo, y que como señal sirve para caracterizar las cosas, y en plano más evolucionado las ideas, por me dio de rasgos y conceptos que más fácilmente hieren los sentidos del grupo humano que debe manejarlos. *
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Este proceso que asienta sobre un fenómeno psicobiológico común al hombre y al animal: la sensibili dad, y específico del hombre, la comunicación oral del símbolo, aclara perfectamente el camino de la sociali zación de nuestra especie a través de la acción manco munada de mano y cerebro, y demuestra cómo la pra xis, la acción, estuvo antepuesta en la filogenia — y lo está en la ontogenia— a la gnosis, al conocimiento. El hombre primitivo comenzó por manipular objetos que de manera espontánea por su forma o tamaños náturales se ofrecían para un uso adecuado a sus necesida des; las etapas de la edad de piedra lo ilustran perfec tamente: terminó por transformar esos mismos objetos en instrumentos, como ejemplifica el uso de la piedra pulida, precedido por el de. la tajada. El instrumento presupone la praxis intencionada, esto es, el trabajo, que significa acción dirigida hacia algún fin: produc ción de objetos de consumo — alimentos, pieles, cons trucción de defensas contra las bestias y otros hom-
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agudiza la función mental del hombre. Aquí está pre bres— , aúna las necesidades de los individuos y crea sente, una vez más, la diferencia entre trabajo humano el grupo productor que fue contemporáneamente con-* y animal. El hornero , por ejemplo, construye su nido, sumidor en la comunidad primitiva , para adquirir ? pero de ninguna manera transforma al medio natu posteriormente — en largo transcurrir de milenios— la ral, ni adapta a él forma y materiales; estos últimos característica de productor de bienes de consumo y los encuentra al azar pero no provoca su producción, de intercambio con la división del trabajo. No es difí las dificultades que debe resolver son incambiables, se cil comprender en partiendo de este fenómeno cómo resuelven con el instinto, es decir, desencadenan un cualidades de objetos que más herían la sensibilidad, reflejo innato. El hombre, al poder expresar de manera designadas con un vocablo que tuvo auge, terminaron abstracta cualidades de objetos y la acción de producir por convertirse en determinantes y determinar el sím crea un nuevo plano de la praxis, el mental. La acción bolo, la señal que sirvió para denominar el objeto de se sintetiza en el símbolo, la ejemplificación que el ani manera abstrac ta, sin que su presencia fuera necesaria. . mal debe transmitir a sus descendientes de manera ins Creado el sustantivo, es fácil comprender el camino ± trumental, haciendo: la gallina, por ejemplo, incita los hacia la formación de expresiones que representan la ¿ polluelos a picotear picoteando, en el hombre se logra acción, el verbo. por una «señal de señales», la palabra, que designa al Sea como fuere, el hecho básico para el desarrollo \ objeto y a la acción instrumental que es susceptible de psíquico de la especie' H o m o está en la capacidad ins brindar o a la que puede ser sometido. trumental adquirida por la mano, que hizo posible la j acción sobre el medio circundante y dio lugar de esa J manera a transformaciones que obligaron al individuo [ a transformarse a su vez. Nosotros definimos la inteli- t gencia como el fenómeno de mediatez entre acto y efec to, esto es, la p osib ilidad de una duración que se ¡ intercala en la relación directa de ambos y que trans- ’ forma a la respuesta automática o refleja, por obra de los procesos de análisis y síntesis de la corteza cere bral, en respuesta selectiva. El individuo puede elegir \ Co r t e z a c e r e b r a l . Car a e x t e r n a e in t e r n a . — SY , cisura de Silvio; Ro, cisura de Rolando; Pe, cisura perpendicular externa; Cal, cisura entre varias respuestas posibles, o crear una respuesta calcarina; F, lóbulo frontal con zona prefrontal; Pf y S. O., segmenorig inal; en el prim er caso está presente la inteligencia | to orbital; Fa, frontal ascendente; Pa, lóbulo parietal con Pa a parietal ascendente; P.C., pliegue curvo; LPC, lóbulo paracentral; práctica, común a los animales superiores y al hom- i 0, lóbulo occipital con Cu cuña; T, lóbulo temporal con CH círculo bre, en el segundo la inteligencia reflexiva, propia úni del Hipocampo que con CIN, cingulum, forma la circunvolución límbica del rinencéfalo; CC, cuerpos callosos; Tr. trígono. Los núcamente del hombre. Precisamente la continua interac meros indican las áreas cerebrales más señaladas. (Esquema se ción individuo medio, con la proliferación de circuns gún Paul Cha uc har d.) tancias nuevas y cada vez más complejas acelera y
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En el plano de las relaciones mentales la acción instrumental es todavía la que está en la base del deter minante de las expresiones abstractas, en su empleo desligadas de significación de cosa y acción de, o sobre la misma. En lps idiomas romances la idea de pensar, por ejemplo, está dada por la de pesar («pensare» de pensum, peso), por la de sacudir, de mover de aquí para allá algo como en el «cogitare» latino (de cuider cum-agitare). Las metáforas ilustran del mismo modo el origen práxico del pensamiento y señalan en el fon do, con bastante precisión y seguridad, los orígenes historicosociales del grupo humano que las emplea. Algunas tomadas al azar del latín bastan para demos trar cómo el modo de pensar de la Urbs nació de la praxis de un pueblo de agricultores: caliere (tener ca llos en las manos) ser hábil j cohors (cerco de granja, corral), que ha dado nuestra cohorte, división de la legión; manipulus (gavilla de trigo) división de la co horte ; lacerías (lagarto) brazo; musculus (laucha) músculo, etc. Por ultimo, tenemos un ejemplo que se encuentra sin dificultad en todas las lenguas : los nombres de los colores, que en su aplicación son dudosos, imprecisos, que pasan fácilmente de la designación de uno a otro. Nada más difícil que definir la significación exacta de palabras como gris, azul, verde, rubio, que han designado colores diferentes a los que designan actualmente en épocas históricas relativamente cercanas como la alta Edad Media. Platón, en el «T im eo», reconstituye los co lores a partir de cuatro: negro, blanco, oleoso y rojo; en el siglo vi a. C., el arco iris solamente comprendía cuatro colores: rojo, verde, amarillo y violeta. Los griegos no distinguían el azul del verde; glaukón, kua- nón, determinan cada uno el verde y el azul indistin-
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tamente: o'inos (el vino) designa al mismo tiempo el color de bueyes y el de la yedra. Entre los romanos /errugineus (color del oxido de hierro) denomina a la vez el rojo, el verde y el negro. Todavía nuestro «glau co», derivado a través del latín glaucus, de glaukón, identifica una colaboración verde clara y denomina al mismo tiempo a un molusco gasteropodo marino de co lor «azul». ¿A qué atribuir esta confusión en idiomas que hacen gala de denominaciones precisas en hechos menos comunes? ¿Acaso la indistinción solamente fue en la lengua y estuvo neta la diferencia en el pensa miento, o bien la evolución mental de los pueblos mo dernos ha permitido adquirir la idea de matices y sen saciones desconocidas a los antiguos? Esta última hipó tesis es la viable, en base del desarrollo de la praxis con la química de los colorantes que permite fijar y unifor mar colores, tonos y matices. En la naturaleza los tonos nunca son netos: ¿azul o verde?, y tampoco lo fueron las tinturas obtenidas de productos orgánicos por los pueblos de la antigüedad. Razón de más ésta para que los griegos, los romanos y los pueblos que los sucedie ron no realizaran el diátingo neto hasta muy entrado el siglo x ix : en 1826 Unverdorben descubre la anilina en los productos de la destilación seca del añil, en 1834 Runge en el alquitrán de hulla, y la industria química contemporánea llega a la síntesis de los colorantes. Tan to es así que a partir de la invención de los colorantes sintéticos se han registrado 25.000 marcas que represen tan a otros tantos tonos y matices diferentes, y que co rresponden a 5.000 especies químicas distintas. Ray enu mera 500 nombres de colores entre los hindúes, y estima que el vocabulario inglés comprende unos 50.000. La fijeza de los colores nace con las anilinas y también la precisión de los términos que a ellos se refieren.
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El diccionario histórico de una lengua es la cripta donde yacen, como las generaciones de hombres que actuaron y pensaron, las sucesiones de voces y signifi cados que en cada etapa representaron la abstracción del pensamiento en función directa con el grado de praxis alcanzado. Si la psicología clásica pudo estudiar el acto de pensar como facultad, prescindiendo de lo pensado, la actual psicología genética no puede dejar de lado la palabra y su significación: como problema psicogenético revela los extremos que delimitan el pa saje del acto al pensamiento; como fenómeno psicosocial establece los alcances de la memoria colectiva, que recibe y moldea en sus cuadros la función mental de cada generación. *
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Origen práxico del lenguaje y evolución gnósica del í A mismo, tal como hemos presentado ambos aspectos, responden a una postura precisa frente a las preguntas ■l i de si los animales poseen lenguaje y de si la sociedad i es atributo de sus agrupamientos. Como fuera tradi ción no pocos biólogos admiten que muchos animales t poseen lenguaje, aunque necesariamente no sea sonoro y se presente como mímica o signos vibratorios, tác tiles, gustativos, olfativos, etc. Para Forel lo sería la palpación de las antenas; el intercambio de alimentos lo representa según Wheeler; en las danzas de las abe jas recolectoras que regresan con botín y que varían según sea de néctar o de polen, von Frisch cree descu brir una perfecta estructura simbólica. Por el contrario, con Rabaud, y sus discípulos a la cabeza, no son menos los que Otorgan lenguaje sola mente al hombre. Cuando un perro: ladra o aúlla-no
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indicaría nada a nadie: simplemente reaccionaría a una excitante exterior lanzando una voz, y si ésta provoca el ladrido o aullido de sus congéneres, no se trata de una respuesta sino de una excitación afectiva desenca denada por un reflejo condicionado, engendrado sin que el condicionante contenga algún significado particular. Claro está que los reflejos condicionados están también en la base del lenguaje humano y, evidentemente, sería establecer una definición muy estrecha para el fenóme no del lenguaje y darle un origen demasiado peculiar. Según Rabaud, el lenguaje es un código convencional de signos que permite a dos individuos intercambiar informaciones; tomada al pie de la letra esta defini ción nos lleva, a poco que la analicemos, al planteo de una convención inicial efecto de una revelación; esto es, resulta una tesis finalista. No obstante, si am pliamos el concepto se llega a una síntesis satisfacto ria. Como viéramos antes el lenguaje no nace de una convención que exigiría el previo desarrollo mental por obra de creación: es producto de la praxis que engen dra lo mental y se expresa de manera simbólica y abstracta con la palabra. Ahora bien, es un hecho que, por ejemplo, los monos antropomorfos, si bien no em plean voces con significado abstracto lo hacen por me dio de gritos o aullidos con valor de determinante, y procuran atraer la atención de sus congéneres; las aves, por medio de cantos, graznidos, crotoramientos, gor jeos, silbidos, arrullos, cloqueos, reclamos, etc., consiguen reacciones características en los individuos de su especie. Estas manifestaciones están lejos del pensamiento y del lenguaje humano; la palabra articulada ofrece posibilidades que ningún otro sonido animal atesora, y esta manera de expresión fue posible gracias al desarrollo del cerebro, en especial de los lóbulos fron
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tales, asiento de las simbolias, y a la liberación de los miembros anteriores por la posición erecta, que permi^ tió el desarrollo instrumental de la mano y también la capacidad craneana, liberada como está nuestra cabeza pivotante sobre el eje vertical del cuerpo, de la presión de poderosas inserciones musculares. Conjuguemos ésto con lo dicho acerca de la teoría de la fetalización y tendremos el esquema psicogenético que lleva de los pocos fonemas animales con significación transmisible al lenguaje abstracto, racional del hombre. En la ontogenia, como demostraran Gurevish y Minkowski, se pasa en el desarrollo neurológico por los niveles de integración que señalan las etapas de la filogenia, y es evidente que en los primeros vagidos del recién nacido, que en los balbuceos y gritos del lactante y de la primera infancia, no se puede descubrir las bases del lenguaje humano, salvo la similitud de órganos productores de sonidos, ni tampoco una «pre paración» para hablar en un futuro próximo. El grito y el balbuceo son respuestas afectivas, con tono pero sin articulación, idénticas en su base biológica y signi*), ficación psicológica al «lenguaje» de los animales. No f] representan una etapa previa de la palabra, sino una forma espécial de comunicación psicoafectiva. Hablar es haber llegado a un grado determinado de madura ción neurológica y de integración social capaz de per mitir la praxis y la comunicación abstracta de la misma. El niño no habla espontáneamente como camina por imperio de la sinergia neuromuscular; aprende a ha blar, y este aprendizaje está biológica y psíquicamente 1 facilitado en la ontogenia, con respecto al esfuerzo que demandó al phylum llegar a él, por la herencia tanto *| biológica — por ejemplo, movilidad suficiente del cartí lago aritenoide, que ni siquiera los primates presen-
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ESCRITURA / /
ÁREA MOTRIZ / AREA LDE /C SENSIBILIDAD y ^ AKCA ' x n e n e r a l GN OSIAD E SENSIBILIDAD GENERAL •■(IMAGEN DEL CUERPO, ESQUEMA CORPORAL VOCAL)
VOZ ARTICULADA"
GN OSIA VISUAL LECTURA f ----- f ó y e a CÓCLEA '
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GN OSIA AUDITIVA (LENGUAJE ESCUCHADO)
L o c a l i z a c i o n e s pr á x i c a s y g n ó s i c a s . — Cara externa del hemisferio izquierdo. Parte rayada, centros práxicos; parte punteada, centros gnósicos. (Esquema según Paul Chauchard.)
tan— , como psíquica, transmisora de funciones posibles adquiridas que se desarrollan al encontrar un medio con estímulos adecuados. Los sordomudos no hablan porque no oyen, y los «hijos de lobos» sólo demostraron poseer el lenguaje afectivo que hemos visto es propio del animal, y del hombre en su primera etapa del desarrollo extrauterino. Si en una isla solitaria hubiese una comunidad de sordomudos no reeducados para la palabra, y un naufragio propio de los viajes de Gulliver dejase allí recién nacidos normales, ninguno de éstos, al volverse hombres, llegarían a crear un lenguaje abstracto y simbólico; sus expresiones seguirían siendo afectivas, similares a las del animal. Solamente la vida social a través de millares de años puede llevar a la síntesis abstracta de la praxis que significa hablar. En idénticos términos que para el lenguaje se plantea el problema de las sociedades animales y humanas. A partir de los trabajos clásicos de Espinas y Girod, se hace entrar en la categoría de sociedades las colonias
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de animales de las que son ejemplo los corales y otros seres acuáticos. Ed. Pérrier agrega que los cuerpos de los metazoa rios son una colonia y una sociedad de célu las, y no faltan aquellos que con Degener extienden el concepto de sociedad al conjunto de insectos arras trados por una inundación o las mariposas que revolo tean en torno de una luz. Con toda evidencia en estas definiciones se confunde o asimila el concepto de mul titud y de sociedad. Rabaud estableció netamente la distinción desde el punto de vista psicobiológico; para él, hay sociedad cuando se ejerce una atracción recí- pro ca, más o menos marcada, entre los individuos que componen el agrupamiento. En la multitud esta atrac ción falta, los individuos únicamente están reunidos por él azar o por la presión de circunstancias exterio res. Los insectos llevados por la inundación o las ma riposas en torno de la lámpara, son multitudes reu nidas por la acción de las aguas y el fototropismo posi tivo. Por el contrario, una manada de caballos es una sociedad, porque su existencia depende menos de las circunstancias que de una atracción mutua de los caballos. La atracción recíproca no pasó desapercibida a los observadores de antaño, pero en mayor o menor grado todos creyeron ver en ella el resultado de una «volun tad», consciente o no, de agrupamiento, de ayuda mu tua, la superposición de una conciencia colectiva abs tracta a la conciencia individual de los componentes. El «espíritu» de la colmena, que cantara Maeterlinck, fue precisado por Réaumur; «La naturaleza se preocu pa más de la colectividad que de los individuos», asentó Bergson, y Espinas señala «inclinaciones» sociales o asociativas. Sin embargo, cuando explicamos con Ra baud el hecho social por una atracción recíproca o in-
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teratTacción, excluimos toda interpretación de fuerzas inconscientes, místicas, finalistas, y el agrupamiento social resulta considerado bajo la realidad psicobiológica que reúne individuos con capacidades similares para reaccionar a factores externos, y también de in teracción psicobiológica. La comunidad aparece así libre de finalidades extrasociales. Experiencias clásicas de Forel. con las hormigas, y las modernas de Rabaud y Wheeler, muestran cómo la interatracción que reúne a insectos, aves y mamífe ros, asienta sobre la sensibilidad que les es propia, o con otros términos, que poseen desarrollada en mayor grado: tacto y olfato (se rompe la «sociabilidad» del hormiguero cortando las antenas a miembros del mis mo o rociándolos con sustancias odorantes), la vista (rechazan sociedades de aves a los congéneres teñidos), el gusto, que se manifiesta en los agrupamientos de avis pas, de hormigas y de termitas por el intercambio de alimentos entre los miembros de los mismos: la papilla dada a las larvas y también a los adultos, la absorción de productos regurgitados o expulsados por el ano, la lamida por los adultos de las secreciones de las larvas, etc. Se concibe que las sustancias gustativas concomi tantes agradables contribuyen a fortalecer los lazos sociales. Concluimos de este modo que la interatracción o «atracción mutua» es de naturaleza material y senso rial ; la encontramos en los animales con un desarrollo ya avanzado del sistema nervioso y no puede hablarse por consiguiente de tropismos, máxime si incluso la idea de tropismo puro es dudosa y, además, tales inter acciones demuestran un grado de complejidad que su pera el simple fenómeno fisicoquímico a que se reduce el tropismo.
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Esta interpretación permite enfocar la evolución de la sociabilidad del animal al hombre; concuerda, ademas, con los resultados del análisis psicobiológico que hemos asentado en nuestras obras como base de la evolución psíquica y mental de la especie humana. *
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Ahora bien, ¿qué proceso psicológico preside en la esfera del humano la interacción con el medio, con sus iguales, y la interacción con éstos? En el hombre los reflejos condicionados constituyen elementos psíquicos elementales, y debemos agregar que su continuo e incesante perfeccionamiento entraña en la especie, como en el individuo, la característica fundamental del hombre. el pensamiento. Pensar significa elaborar racionalmente las características del mundo exterior e interior como factor fisiológico y biológico— reflejadas en la conciencia. Para que dicha elaboración se produzca diferencia básica con el animal en cuya mente también se refleja el mundo interior y exterior— es menester un proceso psicológico asentado en tres etapas: 1. La sensación, o transformación de la energía exterior en función del real. 2. a La generalización, o elaboración del conce que refleja las leyes del mundo objetivo. 3. a La actividad práxica, o comprobación activa la veracidad de las leyes reflejadas. La sensación es un estado de reacción cortical provocado por la percepción de un estímulo a través de los receptores sensitivos externos o internos. En términos psicobiológicos significa que una estimulación cualquiera del receptor alcanza un punto de la corteza
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cerebral anteriormente excitado por estímulos seme jantes, o bien en el caso de una sensación totalmente nueva, crea un centro de excitación, cuya acción in mediata o mediata se refleja en la conducta, reacciones del individuo. En resumen, la sensación nos ofrece un hermoso ejemplo dialéctico concretado en la transfor mación de un estímulo — cantidad — en función del real — cualidad. La generalización, por su parte, representa la aso ciación de dos puntos de excitación corticales cuya unión constituye la más elevada categoría de reflejo condicionado. En efecto, el reflejo condicionado más simple, por ejemplo salivación al oír un determinado sonido, puede, según el esquema de Meignant, espacializarse de la siguiente manera: el reflejo incondi cionado de base (la secretación de saliva a la vista de la carne) no es un reflejo cuyo arco se encuentre en la corteza cerebral, mas posee en la corteza un centro de control que podemos representar por A. Todas las veces que el reflejo sea puesto en marcha el punto de excitación cortical será activado. Además, la audición de un sonido dado excita otro punto de la corteza, B. Cada excitación de cualquiera de esos dos puntos se traduce por una irradiación de los mismos, de tal ma nera que cuando son excitados casi simultáneamente se establece una unión entre ambos, se abre un camino, un bahnung, según la expresión de la fisiología clásica adoptada por Pávlov. En primer término ocasional, y a medida que se repite más constante, esa unión presen ta siempre gran fragilidad comprobada por la rápida extinción del reflejo si se deja de condicionarlo cierto tiempo. No obstante, toda vez que una excitación alcan ce el centro B, encontrará un camino trazado y se di fundirá hasta alcanzar el centro de excitación A, cuya
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el medio circundante y el órgano por intermedio de los sentidos, y de origen interno, que patentizan los pro pios cambios del organismo. Para la terminología habi tual las primeras señales son las sensaciones exteroceptivas, las segundas las intero y propioceptivas. Así la función dinámica de la corteza parte del análisis de los estímulos, que es su primera tarea, para crear uniones entre ellos y elaborar conexiones temporales. Éstas se hallan sometidas a infinitas variaciones: pueden de saparecer por acción de la inducción negativa o persis tir y organizarse, entrelazándose hasta constituir com plejas asociaciones denominadas «estereotipos funcio nales» o «dinámicos». Un estereotipo representa una conducta organizada. De la combinación del genotipo y sus reflejos absolutos, instintos, con las conexiones temporales, producto del ambiente — por ejem plo, la
reactivación desencadenará inmediatamente la acción del reflejo de base, incondicionado, la salivación en este caso. Empero, la unión no sólo se produce por irradiación de un punto de excitación sensorial que alcanza un punto de excitación referido a un reflejo incondiciona do, sino que también se extiende a cualquier punto de excitación creado por estímulos sensoriales externos o internos. De esta manera diversas sensaciones se ligan y crean una compleja representación sensorial del m edio externo e interno. La generalización se basa, pues, en la experiencia previa del sujeto, representada por pun tos de excitación latentes que se unen por irradiación con un nuevo punto de excitación, o la reactivación de uno existente, que al irradiarse alcanza los otros puntos y crea la representación del mundo interno o externo, o conjuntamente de ambos. Mas, todo estado mental para ser tal debe traducirse como actividad práctica, o sea, la comprobación por la acción. Esta actividad representa la respuesta, la ac ción del sujeto sobre el objeto que, como vimos y vol veremos a ver, implica una transformación de este últi mo, que al ser percibido en sus variantes crea un nuevo y complejo estado mental, exige úna nueva praxis, y así indefinidamente, de tal modo que la corteza cerebral se
SOBREVIVIENTES
MONOS DEL
MONOS DEL
PROSIMIOS
NUEVO MUNDO
VIEJO MUNDO
HOMBRE
convierte en el vínculo fisiológico que asocia experien- cias previamente vividas y determina la conducta — re- acción — del sujeto.
Por otra parte, el papel que asume la corteza en la actividad nerviosa superior se puede resumir bajo dos formas esenciales: funciones de análisis y fun cio - nes de síntesis. El análisis tiene por base excitaciones o «señales», como las llama Pávlov, que son a su vez de dos órdenes distintos: de origen externo , nexo entre
de l o s pr i ma t e s y o r i g e n de l h o m b r e . — Los monos, los antropoides y el hombre representados en su historia como una serie de radiaciones adaptativas en el espacio y en el tiempo.
H is t o r ia
(Esquema de George Gaylord Simpson.)
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educación , se constituye el fenotipo o personalidad, de reacciones propias e indivisas frente al ambiente. Este esquema, por breve, no deja de indicarnos la verdadera posición del animal y del hombre en el mundo real circundante. Frente al cúmulo de excitaciones reacciona aparentemente de manera mecánica, pero su verdadera conducta está diferenciada: depende del «estilo» personal, de la manera peculiar e inalienable de establecer reflejos, estereotipos, de las reacciones imprevisibles nacidas de lo que con una expresión clásica se denomina conciencia, y que nosotros consideramos función del real. El hombre es, pues, un sistema que se perfecciona, que ha logrado superar a las otras formas animales gracias al pensamiento. Y ¿cómo llegó a esta adquisición? A través del lenguaje. Primero fue la acción ría actitud del animal evolucionado, del Homo faber , después el verbo — el animal humanizado, el Homo sapiens — . Entre ambos, como entre el animal y el hombre, se alza la muralla de un estímulo externo, de una señal propia, peculiar, que es la palabra.
4.
Conclusión
La biología ha demostrado definitivamente el origen animal del hombre, y, sin duda, la sociedad humana, por compleja que hoy se nos presente, lejos de ser una creación voluntaria, un «contrato», representa la transformación concomitante con la hominización de las formas de interacción e interatracción que rigen entre los animales superiores. Dentro de las afinidades zoológicas el prototipo de la sociedad humana primitiva, cuando todavía el lenguaje era una creación futura y la acción instrumental comenzaba a tener un mañana, debe buscarse en las sociedades de antropoides. Carecen de la rigidez de las comunidades de insectos, y si bien no son las más organizadas entre las sociedades de mamíferos, sus componentes presentan superioridades psicológicas que los destacan desde todo punto de vista. sentido geométrico más preciso, cerebro más complejo v manos aptas para manejar instrumentos. Koehler
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probó que son capaces de encarar la solución de pro blemas prácticos y que sus relaciones se complican por una atención recíproca más caracterizada e intelectual: luchan en común contra los enemigos, los más fuertes protegen a los más débiles (cachorros y viejos), papel claro y de ninguna manera ocasional de los vigías, que dan la alarma en caso de peligro, etc. No obstante, para evolucionar como lo ha hecho la sociedad humana, a las sociedades de simios les falta la conservación social del instrumento, una represen tación más amplia de la duración y por, sobre todo, la conformación de la laringe que permite el lenguaje articulado. Los monos con que trabajó Koehler, una vez que lograban ensamblar dos cañas y construir un bastón de suficiente longitud para acercar la fruta colocada fuera del alcance de sus manos, abandonaban indefectiblemente el instrumento y debían reconstruir lo con idénticas vacilaciones y pruebas cada vez que el mismo problema les era planteado. Pero imaginemos al gunos antropoides que terminaron por adoptar la es tación bípeda como definitiva, que desarrollaron el mo vimiento de oposición del índice y el pulgar, y fueron capaces de conservar el recuerdo del instrumento que una vez crearon, y de atraer la atención de sus congé neres sobre su empleo con gruñidos particularizados, y tendremos al hominoide, cuyo primer paso de la inteli- j gencia práctica a la abstracta está dado por esos gruñidos, plenos de matices afectivos y con significado más o j menos preciso que fueron la base del lenguaje árticulado. Este esquema nos permite comprender cómo en los orígenes de la sociedad humana están las «interacciones recíprocas» que caracterizan las sociedades animales, y al mismo tiempo el papel especialísimo que mano, cere- ,
CONCLUSIÓN
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bro y lenguaje, tal como los hemos estudiado, desempeñan en la socialización e individuación del hombre. El niño, cuya socialización comienza precisamente con el desarrollo práxico y lingüístico, ilustra bien a las claras lo que afirmamos; la experiencia antes citada de los esposos Kellog, en la cual se comparó el desarrollo psíquico de un cachorro de chimpancé y de un niño, señala la diversificación de la evolución de ambos y la consecuente superioridad humana, precisamente en el momento cuando el lenguaje es capaz de convertir la praxis en símbolo abstracto. Todos los modos de interacción recíproca, comunes a hombre y animales, resultan unificados y superados por la palabra, instrumento intelectual que los arranca del plano afectivo y los eleva al nivel TÍacional. En efecto, la ascensión mental del niño en la ontogenia arranca de la sensibilidad protopática y desemboca en al función del real que refleja, racionalmente, el mundo interno y externo, para crear el perfil psíquico peculiar del adulto. Si bien es cierto que la interatracción está en los orígenes de la sociabilidad, no es menos que desde épocas remotas los hombres ven la luz en una sociedad cristalizada, que con sus exigencias culturales, técnicas, jurídicas y de tradición, acoge al recién nacido con una superestructura que éste no modifica. En sus orígenes el hombre, como los antropoides actuales, conformó el grupo social de acuerdo con su capacidad de acción y reacción; en la sociedad estructurada es ésta, por su coacción a través del grupo familiar, clase, cultura, necesidades y posibilidades técnicas, la que encauza los modos de acción y reacción. En los orígenes de la comunidad el papel del individuo fue decisivo; el nivel intelectual de los seres en interatracción determinó el tipo de sociedad, pero con
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vertida ésta en superestructura que se orienta hacia finalidades socioeconómicas su presión conforma la individualidad. Las interacciones y la misma maduración nerviosa resultan de este, modo transformadas por presión de las circunstancias. El vivir en sociedad superpone a las reacciones afectivas primarias —hambre, defensa, sexualidad, etc.— filosofía, moral, religión, clase, etc.— que el individuo recibe transformadas en cada época histórica. La función psíquica lleva el sello de las circunstancias, y como su desarrollo actúa sobre el grado de maduración del órgano, encontramos al hombre alienado, por sus creaciones, del propio crecimiento biológico. Éste determina el tipo de individualidad animal y humana, pero la personalidad — entend ida como equilibrio biopsicosocial— es propia de seres cuya vida en sociedad representa una creación histórica, esto es, que se transmite como superestructura de generación eñ generación. La palabra lo permite al hombre; cada generación de antropoides debe reconstruir la bandada, su sociedad; cada generación humana únicamente modifica la sociedad que recibió y prepara, a través de la técnica, gnosis y praxis .que proyecta hacia el futuro, la sociedad que plasmará a su descendencia. Al hombre lo hacen las, circunstancias y éstas son siempre socia les ; el individuo sólo las cambia mancomunado con otros individuos. Tínicamente así deviene persona, principio y fin de toda sociedad.
Segunda parte Definición del hombre
Al reflexionar sobre los resultados obteni- dos trabajando sobre este campo del saber, he sentido la gran satisfacción de haber con ■; seguido, en parte, dos anhelos del intelecto humano: el esfuerzo por descubrir nuevas verdades y la protesta contra la pretensión ! de haberlas descubierto por entero. En el dominio que estudiamos existe todavía un in- menso océano por explorar. I v An
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Advertencia
Quienes esperen encontrar en este trabajo conside raciones generales sobre el destino del hombre, sobre antropología filosófica, sobre metafísica, serán decep cionados. Hemos escrito un opúsculo de ciencia, no de filosofía especulativa. Nos contentamos con exponer hechos y determinar sus alcances, sin la pretensión de llegar a una teoría del hombre, sin mencionar teorías porque las ofrecidas hasta hoy nos resultan de fragi lidad sorprendente cuando no ingenuas. Que una verdadera teoría del hombre será un día elaborada no cabe duda. Pero paso previo es determinar los hechos sobre los cuales habrá de asentarse, estable cerlos, presentarlos en su conjunto, en su síntesis, pro fundizar las condiciones y determinar la unidad de los mismos. Definir es etapa previa a comprender, es fijar con claridad, exactitud y precisión la significación o na turaleza de alguna cosa. En definiendo psicobiológicamente al hombre, hemos adoptado un criterio genético y dialéctico, el único que puede ofrecer una perspecti va completa. La tarea no es fácil. Como se trata de un enfoque poco habitual, el público, algunos científicos, filósofos, pueden adoptar simplemente el partido de negar sin examen. Omnia jam fient fieri quae posse negabant.
1.
Unidad de la m ateria
Desde el punto de vista químico la materia viva — la biosfera— está constituida por compuestos de carbono. Agua y sustancias orgánicas que provienen de la hidrosfera y de la atmósfera, son elementos fundamentales. La mayoría de los minerales —litosfera— está constituida por silicio. El carbono, componente característico de los seres vivos, es un homólogo inferior del silicio. Los minerales resultan de reacciones exotérmicas ; la materia viva procede de reacciones endotérmicas cuyo origen asienta en una fuente cósmica: la luz del sol. La energía que mantiene la vida es producida por la oxidación regulada del oxígeno libre de la atmósfera, y ofrece las formas más diversas: química, mecánica, térmica, eléctrica o luminosa. La vida se revela como fenómeno químico en escala microscópica y molecular (Dauvillier). La materia que la mantiene está constituida principalmente por a»ua
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(80 % en los seres marinos, 64,7 % en el hombre), por elementos biógenos esenciales: carbono, azufre, nitrógeno, fósforo, además de otros más pesados y presentes en pequeña cantidad: calcio, silicio, magnesio, hierro. En la actualidad conocemos cuarenta y ocho elementos químicos que entran en la constitución de la materia viva, y de los cuales doce (del oxígeno al cloro) representan el 99,98 % de su peso. Por lo demás, la biosfera revela una constitución casi idéntica a la de la hidrosfera.
CONSTITUCIÓN QUÍMICA DE LA BIOSFERA Y LA HIDROSFERA, SEGÚN DAUVILLIER Biosfera 0 .............................. c
........... .........................
H .................................. N ............................ S P Si K ................................. Mg Fe na C1 Al Z n .................... Cu Br I M n ................................ As B F Pb Ti V ........................... Ni Co Sn Mo Cs Rg Li La Sr Ba Ce ( A ) ....................... .
n
IfM
Hidrosfera O ........................................................................ H ......................................................................... C1........................................................ N a ..................................................
85,79 10,67 2,07 1,14
UNIDAD
DE
LA
M g ............................................. 0,14 O 1,4 Sea. K ........................................................ n C Br N Rb .................................................. Si P Fe ....................................................... Ni F I B Cu ( A ) ........................................ ... Li Cs Sr Ba Co Ti A s .................................. Mn Al Pb Zn Ag A n ....................................... Th .................................................................. U .................................................................. Ro .................................................................. I ;
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MATERIA
10-3 10-4 10-5 10-6
10-7 10-8
10-9 10-10 2 10-10 .
2.10-15
La vida cesa por desecamiento pero no se destruye; éste es un proceso de conservación por interrup ción que aclara perfectamente la función del agua para la misma. La solubilidad del anhídrido carbónico, del nitrógeno y del oxígeno en el agua, tiene importancia decisiva para la conservación, nutrición y respiración de los seres vivos, en especial los acuáticos. Compuesto casi exclusivo de agua, la materia viviente no se disuel¡. ve en ella, no la tiene como soluto gracias a su estado * físico: es una membrana semihumectable, un gel. Ade más, ofrece otra condición, la de estar formada casi enteramente por gases: agua, anhídrido carbónico, amo níaco. De aquí que retorne al estado gaseoso cuando se descompone. El carbono está en la base de todas las combinacio nes químicas que caracterizan la vida, en especial el carbono asimétrico, que da lugar a la mayoría de los compuestos ópticamente activos, característicos, por lo demás, de la materia viviente como demostrara Pasteur. Desde Lémery los compuestos provenientes del reino animal y vegetal fueron ubicados en la química orgánica; con Berzelius se supuso que la diferencia con É* los otros compuestos era que se formaban por imperio
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de una fuerza misteriosa: la «fuerza vital». En 1828, Whóler realiza la síntesis de la urea y demuestra que ■j . no existe ninguna difererícia de este tipo entre com ¡y. puestos orgánicos e inorgánicos. Pero el distingo apa rece sobre otro aspecto cuando en 1861 Th. Graham des cubre un nuevo estado de la materia, intermedio entre las moléculas inorgánicas y la materia viva: el estado coloidal. Por último, en 1920, Staudinger denomina macromoléculas a los edificios orgánicos que forman los gel y los sol, y se observa que no existe solución de continuidad entre los precipitados visibles a simple vista y los polímeros. La materia vivien te está constitui da, afirma definitivamente la experimentación, por los mismos átomos que la inerte, pero éstos en lugar de estar unidos en moléculas relativamente simples cons tituyen moléculas gigantes con millares de átomos. La célula puede prácticamente ser considerada como una molécula única gigantesca.
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Mantener las condiciones de existencia de una es tructura comp leja como la célula, exige — aparte de las condiciones biofóricas del medio — una actividad per manente de sus átomos y moléculas simples, que se traduce por. un intercambio constante con los equiva lentes del medio y asegura la integridad celular contra, la usura de agentes disolventes y destructores. Toda actividad atómica y molecular necesita un gasto ener gético al cual la célula hace frente descomponiendo sustancias presentes en el medio. Esta energía química liberada sirve para el mantenimiento de la estructura celular a través de su transformación en energía eléc*
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trica. La célula adquiere una carga eléctrica, que se manifiesta positiva en la superficie y traduce una di ferencia de concentración iónica con el medio externo. El interior, por el contrario, se revela eléctricamente neutro o de carga negativa, lo cual crea una barrera protectora que bloquea los constituyentes y selecciona los que penetran. La desaparición de las cargas eléc tricas implica la desagregación de la materia celular. Este fenómeno eléctrico, denominado potenc ial de reposo o de demarcación, es general para todas las células y su papel está presente en las etapas evolutivas de la vida, cualquiera sea su nivel. Caracteriza la ma teria viva, que para mantenerse necesita en la inactivi dad un gasto de energía, un potencial de reposo. La materia inerte no realiza intercambios energéticos y ma teriales con el medio cuando se encuentra en estado de reposo. Tiene en escala subatómica una actividad intensa pero exclusivamente intrínseca. Este dinamismo químico es el metabolismo, que exige para la célula sustancias venidas del medio exte rior porque de lo contrario ésta agota para mantenerlo su propia sustancia y muere. Según sea el carácter del metabolismo se puede dividir a los seres vivientes, como hiciera Pfeffer en 1880, en dos grandes categorías: au- totrofos, que únicamente consumen sustancias inor gánicas, y heterotrofos, que parasitan a los autotrofos y poseen, por consiguiente, una capacidad de síntesis mínima. El reino vegetal, con excepción de un centenar de especies de bacterias, pertenece a los primeros; hon gos y animales, representan los segundos. De los últi mos se conocen unos cuatro millones de especies, de las cuales las tres cuartas partes están representadas por insectos. La célula vegetal es la de mayor autonomía meta-
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bólica; su autotrofismo exige sólo agua, sustancias minerales y gas carbónico, y puede sintetizar con ellas su materia orgánica gracias a la energía solar que capta con la clorofila. Su quimismo produce desprendimiento de oxígeno en el aire y elabora materias orgánicas que le sirven en parte de fuente energética. La célula animal, heterotrofa, para iniciar su quimismo debe recibir del medio glucosa, sustancia orgánica que es fuente de energía y que le brinda la planta verde. A partir de la materia orgánica elaborada por la célula o recibida por ésta del exterior, se desarrolla una serie de reacciones químicas muy complejas denominadas ciclo respiratorio, que libera energía con destrucción de glucosa, absorción de oxígeno y expulsión de gas carbónico. En organismos inferiores este ciclo puede realizarse sin la presencia de oxígeno, y la energía se obtiene de fermentaciones. Algunos de estos seres son autotrofos sin clorofila. Dejando a un lado el metabolismo respiratorio la materia viva se puede caracterizar por su organización y, en los seres superiores, por el psiquismo, consecuencias todas de su complejidad. Otra diferencia ■con la materia inorgánica es la presencia de un cuerpo central en la célula, que contiene la «cromatina hereditaria» de Osbom, constituida por cromosomas formados por genes e inmersa en el citoplasma. Los genes presentan la misma naturaleza química que los virus animales y los bacteriófagos, razón por la cual si se agrega ácido desoxirribonucleico extraído de una determinada cepa bacteriana a otra similar se le puede inducir caracteres propios de la primera cepa. J. Benoit logró idénticos resultados en animales superiores. Estas proteínas «universales» testimonian la unidad de la materia viviente y su origen común. Es gra-
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cias al carácter molecular del protoplasma como se pue de explicar que especies primitivas existan aún y se havan mantenido sin alteraciones a través de 500 millones de años y de un incalculable número de generaciones. Tal perpetuidad, propia de moléculas y de cristales, se 1 debe a la invariabilidad de su estructura y al hecho de que los microorganismos vivan en un mundo comple tamente distinto al nuestro. Para ellos las fuerzas moleculares tienen una importancia mucho mayor que la de las fuerzas hidrodinámicas para nosotros.
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El potencial de reposo, que mantiene la cohesión de los elementos constituyentes de la célula viva, posee una reactividad particular para los cambios del medio am biente, que pueden provocar su descarga eléctrica. Apor te de cargas negativas, acciones mecánicas, térmicas, despolarizantes de ciertas sustancias químicas e incluso luminosas, hacen variar el equilibrio eléctrico de la célula y pueden acarrear desde la pérdida de componen tes hasta la destrucción de su estructura. La situación pone en acción el metabolismo celular creador de la carga que restablece el potencial originario y restaura la situación entre medio interno (celular) y medio ex terno (condiciones biofóricas). El agente despolarizador se denomina excitante, porque activa el quimismo celular; la respuesta de la célula, su propiedad de excitarse, es la excitabilidad. El grado de excitabilidad, el nivel en que peligra la inte gridad celular y se pone en marcha el quimismo restau rador del potencial alterado, es la sensibilidad. Toda célula viva es sensible, excitable, y revela su sensibili
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dad por una reacción. La reacción indica el momento cuando el metabolismo de actividad reemplaza al de reposo. Si la célula es parte de un organismo y forma órganos diferenciados en vista de una función, la excitación los hace entrar en acción: la célula glandular secreta, la fibrilla muscular se contracta, el nervio conduce una onda de influjo nervioso. La diferencia de las reacciones químicas de la célula, en relación con la actividad de reposo y la reactividad, es, en lo fundamental, cualitativa y no cuantitativa. La actividad celular no depende únicamente del excitante despolarizador sino también de modificaciones de la excitabilidad que se producen prescindiendo de que la célula esté activa o en reposo. Se trata de modificaciones de la materia, de origen químico, que hacen que una célula en reposo presente diversos estados eléctricos. Puede poseer una carga disminuida y entonces es fácil de excitar; reacciona rápidamente y, además, existe un límite en el cual entra por sí misma en actividad, la reacción se vuelve espontánea y al estado de reposo o de actividad sucede el de excitación. La carga eléctrica puede estar aumentada a tal grado que resulte difícil o imposible de excitar; este estado de frenamiento funcional es la inhibición. La activación de la célula aislada en reposo depende de su grado relativo de excitación o de inhibición, debidos al estado del protoplasma que responde a los factores del medio. Cuando la célula se encuentra en las condiciones de un organismo, el medio celular está en relación con el orgánico, y éste con el externo. En tal caso la célula se encuentra en estado de reposo o de excitación según la estructura funcional a que pertenece; las de los músculos estriados, neuronas ordinarias, etc., se activan por una excitación; las de las fibras
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musculares cardíacas, fibras musculares lisas, neuronas del centro respiratorio, etc., se ción automática incesante.
El metabolismo liberador de energía, denominado catabolismo, es sólo un aspecto del quimismo de la materia viva. La célula requiere también una actividad de síntesis, reparadora: el anabolismo. De aquí que materiales absorbidos tengan también, aparte del papel energético, una función plástica. Moléculas tomadas del exterior sirven para formar materia viviente; la célula sufre usura al funcionar y se repara: asimila. La asimilación consiste en capturar moléculas extrañas y transformarlas volviéndolas semejantes a las de la materia viviente que las incorpora. Esta actividad es constante porque en la materia viviente lo único estable es la arquitectura, la forma y la función. Las moléculas que la integran son renovadas constantemente gracias al intercambio molecular con el medio. La asimilación supera siempre las necesidades reparadoras de la materia viviente, que con este exceso crece. Pero la talla celular está limitada y llega el momento en que alcanza el máximo posible; entonces la célula se divide: mitosis, no sin antes haberse dividido el núcleo, que provee de este modo un doble equipo de ácidos nucleicos específicos: los cromosomas. En los unicelulares la mitosis solamente está limitada por las condiciones nutritivas del medio, y en los organismos superiores por. las leyes de la construcción orgánica que adjudican tasas de división diversas a los distintos tipos celulares.
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La mitosis es una reproducción asexuada que no transforma al mecanismo celular y que responde únicamente al fenómeno del crecimiento. Existe otro proceso de reproducción: la fusión en una célula de dos células diversas, la reproducción sexual, que brinda un individuo completamente nuevo por las características de los cromosomas que se han fusionado. Este tipo de reproducción es ocasional en los unicelulares y les sirve para rejuvenecer la materia viviente cuando las condiciones internas se vuelven desfavorables. La reproducción sexual es específica de los organismos superiores, pero en ellos no compete a todas las células, sino a un grupo, denominados gametos : espermatozoides y óvulos, cuya fusión da origen a la fecundación. Todas las células del organismo superior provienen * del huevo, óvulo fecundado que lleva gametos de la misma especie, con lo cual a través de las generaciones y a pesar de las fluctuaciones individuales el quimismo celular específico se conserva intacto aunque el nuevo individuo es totalmente distinto a sus padres. Este proceder de renovación es válido para las especies ya esta- f blecidas, pero en su origen la materia viviente ha salido de la materia viviente por mitosis, y las nuevas especies han sido producidas por cambios químicos en la materia viviente: mutaciones. De esto resulta que todos los seres vivos que existen y han existido derivan por evolución complej izante de los primeros seres vivos í; simples aparecidos sobre la Tierra hace unos dos mil millones de años. *
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A pesar de su evolución com plej izante la materia viva conserva, incluso en sus formas superiores, rasgos
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de la unidad primitiva. En algunos aspectos se puede confrontar al ser viviente con el cristal; si las condicio nes físicas le son favorables éste puede continuar cre ciendo en tanto encuentre en el medio externo sus átomos o sus iones. Sacado del agua madre, un cristal conserva para siempre su estructura, pero una porción pequeñísima puede dar origen a un número infinito de descendientes. Propiedad análoga posee el ser vivo, como demuestran los cultivos de tejidos in vitro. Un fragmento de corazón de pollo, que Carrel cultivó en 1911, siguió creciendo y latiendo muchísimo más allá del límite mayor de vida de los animales a cuya espe cie pertenecía, y creció de tal manera que duplicaba su volumen cada tres días. Si hubiese sido posible nutrir al fragmento inicial, al cabo de un año su masa hubiera sido mayor que la del Sol. Existen bacterios que mecánicamente se reproducen duplicándose cada veintitrés minutos. En 1897, F. Cohn demostró que un bacterio con peso de 19-12 g. podría dar origen — si las condiciones del medio lo permitieran— , en algunos días a 10io individuos, con un peso equivalente al del agua de todos los océanos. En las Diatomeas se suele todavía hoy observar «explosiones de vida¿>, que atestiguan este carácter fundamental de expansibilidad de la materia viva y explican cómo la vida pudo extenderse, a poco de su aparición, sobre la superficie de los océanos y luego de la tierra. Construida de materia frágil la célula sólo puede vivir y reproducirse como el cristal, en condiciones de medio muy estrictas. Para todos los seres vivientes es incluso fatal un ligero aumento de temperatura. Appert demostró, en 1810, que a 120° C los choques moleculares son tan fuertes que destruyen la estructura macromolecular. Presiones elevadas, aplastamientos, ultrasoni-
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dos, producen el mismo efecto. Ruska encontró que los ultrasonidos rompen la molécula del mosaico del ta baco y lo fragmentan en trozos que carecen de virulen cia. Agentes químicos que modifican el pH del medio en que viven los seres vivos los destruyen en gran cantidad. También las radiaciones luminosas con una lo ngitud de onda de 3.200 a — de la porción ultraviole ta del espec tro— son mortales. Los rayos beta, los rayos de Lenard, los protones, los rayos alfa, los mesones de los rayos cósmicos, etc., tienen acción análoga pero no lo gran destruir toda la materia viviente como el calor, por ejemplo, a causa de su escasa distribución en el es pacio. Como probaran Holweck y Lacassagne, detienen la motilidad , la reproducción y producen también muer te instantánea o diferida aparte de otros efectos. ¿Si la materia viva estuviese libre de todos estos riesgos, cuál sería su destino? La célula se subdividiría sin límites y sin que jamás hubiese un «cadáver»; para ella la muerte no es fatal, representa un accidente. En cuanto al organismo superior, a excepción de los ga metos fecundados y que se continúan en individuos nuevos, debe desagregarse obligatoriamente fuera de todo accidente.
ce una autorregulación en una estructura compleja. Filosofías hay que se complacen procurando descubrir en los seres vivos la extrinsecación de un libre albedrío integral. Los hechos se oponen a tal opinión; el com portamiento de la materia viva está regulado rígidamen te por leyes físicas y químicas. La célula, por su parte, únicamente subsiste porque sus propiedades de autorre gulación le permiten mantenerse, a pesar de su comple jidad, dentro de los límites de las leyes generales de la física y de la química. La unidad de la materia inor gánica u orgánica no deja lugar a dudas. La diferencia no está en los componentes ni en las leyes que rigen sus transformaciones sino en la estructura, en la disposi ción de átomos y moléculas similares que constituyen por su distribución edificios moleculares distintos. La vida surge de úna estructura, se mantiene por autorregulación determinada por una evolución comple jizante, y crea con esta evolución los equilibrios bioenergéticos que permiten la existencia de estructuras para sí, de seres superiores. La flecha evolutiva está trazada por etapas de la materia con estructura gra dualmente más compleja, más unificada, más integrada y m ejor armonizada tanto en lá interdependencia com o en la interacción de sus componentes y en las de éstos con el medio. La vida progresa, se estanca o desaparece según sea el grado de equilibrio entre medio interno y externo. Al nivel micro y macromolecular la vida se define como una estructura en sí, en equilibrio.
Lo privativo de la vida, en relación con la estructu ra compleja de la materia, únicamente podemos juzgar lo a través del quimismo y de la energética del metabo lismo, del encadenamiento sinérgico de reacciones que surgen unas de otras. Este encadenamiento no sigue la línea recta de causas y efectos irreversibles; por el contrario, demuestra una reversibilidad que exige un continuo equilibrio de la relación causa-efecto y estable
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2.
El devenir biológico
Por ser la vida en el nivel molecular una estructura en sí, en equilibrio, forma, tipo de equilibrio, tipo de estructura, función real o probable de las mismas, de finen el status vital y señalan cambios a través de las etapas del crecimiento y la reproducción. Este equili brio presenta dos fases: un circuito interno, referido a las interdependencias e interacciones de los elemen tos del protoplasma; otro circuito externo, apuntalado por las interdependencias e interacciones del circuito in terno con las constantes del medio. Las funciones del circuito interno representan la organización estructural del individuo y señalan la je rarquía del mismo dentro de la materia viva. De la macromolécula al pluricelular asienta sobre las mismas bases fisicoquímicas, y en relación con el medio posee mayor autonomía cuanto menor es la diferenciación orgánica. Ejemplos de circuito interno son la forma-
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ción del ojo en el embrión, la digestión, la asimilación, la secretación y utilización de hormonas. En cuanto al circuito externo, sus funciones no tie nen relación con la subsistencia del protoplasma pero* sí con su evolución. Son más generales, más complica das, y representan una dependencia mayor o menor de la materia viva con respecto del medio. Su complejidad está determinada por el grado evolutivo del organismo. La relación entre seres autotrofos y heterotrofos es un caso preciso de circuito externo. Se puede presentar un sinfín de ejemplos de ambos tipos de circuitos y en todos resalta un hecho distinti-J vo: la intervención creciente del sistema nervioso cen«l| tral en el circuito externo, en la misma medida que se* eleva el grado zool ógico de la especie. El sistema nervio- i so superior interviene también en el circuito interno; í lo demuestra las estrechas relaciones entre hipófisis e hipotálamo, pero no constituye una regla general. No es imprescindible en la función interna al nivel de uni-7 celulares y protozoariós. En los mamíferos superiores ; la función interna se modifica cualitativamente cuando ; falta o se altera la función nerviosa central como siste ma de unificación e integración. La función del sistema nervioso central en el cir- i cuito externo explica la ampliación del dominio de la i actividad orgánica más allá de los límites del circuito ■ interno. «Una vez reflej ado el mundo exterior en la '■ estructura misma del córtex — escribe Ruyer— , el cere- \ bro, como todo órgano, puede volverse punto de aplica- § ción de la misma normatividad que, en el curso de la evolución de la especie como en el curso de la ontogéne sis, ha hecho emerger progresivamente las estructuras orgánicas». Este papel lo representa y explica la acti I vidad psíquica que es praxis transformada en simbolia. 1 A
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gjg iyWwwiK rr-r.rB S A N C O
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CEZ ° n ^ LA^ O TE C A
tumm
n e ir o n a . — A, célula piramidal de la corteza cerebral; B, célula de Purkinje del cerebelo. Diámetro del centro celular: 0,05 mm; longitud de las dendritas: 1 mm; longitud de los axon es: 1 cm para B, 50 cm a 1 m para A.
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(Esquem a
de
Paul
C h a u c h a r d .)
La praxis tiene por eje una estructura a la que transfor m a progresivamente. La disposición estructural de la pata del mamífero terrestre se cambia, según las rela ciones del circuito externo, en aleta natatoria, garra o mano. Como fenómeno biológico representa el mismo proceso por el cual el arco branquial se convierte en Pr cu. rpo tiroides o la hoja en órgano floral. Sin embargo, cue .
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la transformación asentada en la praxis traslada su eje al circuito externo; exige una reestructuración del campo perceptivo bajo presión de una necesidad en el curso de un comportamiento yuxtapuesto a un circuito interno, la reestructuración de un órgano en el curso de la filogénesis o de la ontogénesis. La «actividad» orgánica no consiste simplemente en una organización especial o específica del medio que cambia el campo perceptivo; lleva intercalada la porción más maleable del sistema nervioso superior, la corteza cerebral, que con sus funciones crea un «órgano provisorio» que puede variar sin riesgo para la especie y el individuo. Las transformaciones orgánicas entrañan siempre un grave riesgo de crisis porque el individuo debe asegurar en cada momento su subsistencia, cambiar al mismo tiempo la modalidad de vida, y afectar órganos a nuevas funciones posibles. Por la paleontología podemos saber cuántas especies son las que han rendido tributo a la «actividad» orgánica desapareciendo. Los cambios que afectan el conocimiento del mundo exterior a través de su reflejo en la corteza no ofrecen peligro biológico inmediato, una adecuación falsa equivoca la actividad pero no pone en peligro directo al individuo —y por su intermedio a la especie— como el desarrollo de un órgano hipertélico. Se la abandona, se ensaya otra solución, en tanto que no se puede borrar y recomenzar con otro sentido el camino filogenético que dio origen al descomunal y frágil cuerpo de los saurios antediluvianos. Los circuitos externos son característicos de la actividad nerviosa superior. Su importancia creciente inaugura el reinado de la praxis, de la intervención del individuo en el proceso de transformación del medio.
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Los fenómenos del universo, la vida incluida, tienen una fo r m a que les es propia y señala la determinación exterior de la materia. Poseen, también, una estructura, que representa la disposición visible o ideal de las partes y la articulación funcional de las mismas resul tando una abstracción espacial heurísticamente heurísticamente cómoda para la descripción de un fenómeno. Se puede hablar tanto de la estructura de una roca, de una máquina, como de una molécula o del sistema nervioso. Por pro pia definición la estructura se vincula a un estadio de la materia, nunca señala una etapa de su evolución; cada vez que interviene el factor tiempo se disgrega. La roca es desarticulada por los cambios atmosféricos, a la máquina la deteriora el uso, la molécula se combi na, el sistema nervioso se desarrolla, muere y se desagrega. La estructura señala en el espacio un sistema de uniones y de fuerzas que configuran los momentos está ticos de un proceso dinámico. El hombre, por ejemplo, está en la misma línea estructural que un infusorio, pero es absurdo explicarlo por el infusorio, deducir de identidades estructurales similitudes funcionales. Cada estructura posee un grado determinado de complejidad que que corresponde a un sistema sistema dinámico — evolu ev olutiv tivo— o— determinado; una estructura nunca coincide con un sistema dinámico simple. Siempre es compleja y la complejidad está dada por cierto número de subes tructuras subordinadas. Tal es el caso del cerebro en relación con los niveles de constitución anatómica y funcional que determinan el proceso de cerebración ero-
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nógena. A una estructura únicamente se la puede definir por niveles y no por elementos o disposiciones particulares que la compongan. La adición de elementos no configura una estructura que, por definición, exige coordinación y subordinación. En el ser vivo la conducta —búsqueda de equilibrio entre medio m edio interno y extern ex terno— o— representa representa una una estr estrucuctura y por lo mismo no puede ser explicada por la acción de estímulos y reacciones simples. Entre el excitante y la reacción se interponen procesos físicos, químicos, fisiológicos, psíquicos y sociales que desembocan en una interacción dialéctica. El sentido unidireccional del excitante o la reacción se convierte en multidireccional por la complejidad de las interacciones cuya cantidad y cualidad excluye toda relación causal en línea recta. Una estructura representa un equilibrio circunstancial de fuerzas que se expresa por una fig fi g u ra ra de carácter espacial que, como toda figura, carece de duración. Es contingente, estática y subsiste en tanto perdura el equilibrio dinámico que le dio origen. El ejemplo más simple y común lo constituye la pompa de jabón. La figura de un organismo, por el contrario, conserva su complejidad a través del tiempo y es capaz de subsistir por sí misma aunque varíe dentro de ciertos límites el equilibrio de fuerzas, tal como ocurre en el crecimiento. La dinámica de la forma es el resultado de un equilibrio continuamente renovado que se traduce por variaciones siempre proporcionadas en torno de una figura cuyos cambios tiene por eje el factor duración. La razón de la estructura está dada por un equilibrio estático, atemporal y únicamente espacial. En la forma las coordenadas espacio y tiempo aparecen con jugad jug adas as y actuantes, actuantes, resulta res ultando ndo de un equilibr equ ilibrio io cuya cuya
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característica es la duración. Si adoptamos un ejemplo zoológico tenemos que un cuadrúpedo, que no debe soportar en el período de vida embrionaria el propio peso, desarrolla grandes apófisis en las que vienen a insertarse músculos que en el futuro permitirán su equilibrio. La forma del adulto aparece preinscrita prescindiendo de las características de espacio y tiempo individuales. Cada etapa de la figura del cuadrúpedo constituye una estructura, y la proyección dinámica que asegura la autosubsistencia de dicha figura en la duración la form fo rma. a. Una forma es, pues, la resultante de un proceso dialéctico en el cual las acciones y reacciones tienen una dirección temporal que asegura la continuidad de un equilibrio en torno de variaciones más o menos amplias. De aquí que una estructura exista en sí, como tal, y que en el mom mo m ento en to cuando existe exi ste para sí, sí, adquiere persistencia como en el caso de la figura del cuadrúpedo, o es capaz de autoconservarse como en el proceso psicológico de la formación de la noción de cuerpo propio en el hombre, se convierte en form fo rm a . Los procesos biológicos, como los psicológicos, no se pueden concebir sin la noción de temporalidad, sin un eje de coordenadas en torno del cual se ordenan las estructuras. Un pez adulto posee forma hidrodinámica, estructura que ha sido preparada en el curso de la ontogénesis sin que las corrientes de agua la modelaran en el individuo concreto, como es el caso de los copos de nieve batidos por el viento. La forma hidrodinámica del pez fue fue modelad mod elada a por po r la las corrientes corriente s de ag agua ua en la filogénesis y transmitida por herencia: está presente el factor tiempo que podemos llamar historia. El copo de nieve, en cambio, carece de historia, no es, es, está, representa la acción de una fuerza accidental (viento)
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y únicamente alcanza la fase de estructura a pesar de tener figura como el pez.
El análisis de forma, estructura y figura demuestra que al contrario de la corriente de ideas que predomina ra a principios de siglo, no existe ninguna finalidad de terminada por la cual la materia viviente se distingue del resto de la naturaleza. Por el momento el enigma de la vida no deja de ser grande, incluso subsisten oscuridades en el problema de la evolución y, sobre todo, en lo referente al origen de la vida. La materia viviente parece haberse realizado en un período infinitamente lejano, en condiciones que por el momento nos son en muchos aspectos desconocidas (Dauvillier), o se rea w : liza todavía sin que logremos percatarnos de ello (Oparin). Sea como fuere, desde entonces y ahora la vida se continúa bajo nuestros ojos y las dificultades propias del desconocimiento preciso del origen, de los aspectos oscuros de la evolución, se disipan en muchos puntos. Comprendemos el proceso en su devenir general si tras ladamos el problema al plano de la relación de formas, de la interacción entre circuito interno y circuito exter no, lo cual es algo totalmente diferente como demuestra el hecho decisivo, simple, del comportamiento de los protozoarios. Tomemos por caso la ameba. Aunque no representa la forma más primitiva de protozoario existe una enor me diferencia de complejidad estructural entre la ame-, ba y los metazoarios superiores, constituidos por órga nos diferenciados y millares de células. No obstante, el comportamiento de la ameba, aunque muy simple, pre
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senta todos los caracteres esenciales del comportamien to de los animales superiores. Es capaz de una conducta unificada, de autoconducción, para algunos investiga dores de reflejos condicionados (experiencias de Metalnikov, Braunstedt, Mast y Pusch), de nivelar su cir cuito interno con el externo. En la ameba no se observa el comportamiento que en los metazoarios resulta del funcionamiento de órganos de estructura compleja, pero presenta las funciones básicas a que se puede redu cir una conducta cualquiera. Carece de sistema nervioso pero su conducta no es una simple yuxtaposición de fenómenos fisicoquímicos. El comportamiento de los unicelulares es paradó jico para la crítica que puede concluir — con Bergson, por ejemplo— que las relaciones entre psiquismo y vida son más directas de lo creído y sin que sea imprescin dible la existencia de una estructura nerviosa. Por evi dente que resulte esta crítica no excluye al sistema ner vioso que es una estructura funcional, en tanto que la conducta de la ameba es una forma, expresión temporal de una actividad que se revela específica en los orígenes mismos de los seres vivientes más simples. Neurodinamismos esenciales se manifiestan en los unicelulares, que poseen un plasma derivado del trofoplasma, sensi bilizado por los cambios de la constelación energéticoambiental — circuito externo— y que podemos llamar neuroplasma. Como parte del trofoplasma, el neuroplasma está presente en los animales unicelulares y en los vegeta les. Sin poseer una estructura nerviosa tales organis mos disponen de regulaciones neurodinámicas inter nas y externas, porque el neuroplasma desempeña fun ciones reguladoras primarias: tropismos, taxismos, rit mos pulsantes, etc., las mismas que se manifiestan en
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los tejidos de todos los animales, incluido el hombre. Cada célula viva posee neurodinamismos — cargas eléc tricas— que mantienen la tensión y regulación del protoplasma, tanto en relación con cambios intra como extracelulares, y es en base de dichas regulaciones pro-' toplasmáticas que actúan los neurodinamismos supe riores, vegetativos y somáticos, cuya complejidad au menta en razón del proceso evolutivo, de la amplitud de las relaciones entre medio interno y externo a través del tiempo — historia filogenética, que desemboca en ór ganos y aparatos nerviosos— . Ésta es la función biológi ca esencial de los dinamismos del neuroplasma, sintetiza da en la capacidad cronotrópica, esto es, de evolucio nar,. de adelantar sobre la constante temporal pasando del estado de estructura al de forma.
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Los dinamismos del neuroplasma son la expresión misma de la forma. Buscar en ellos una subjetividad es desconocer que ésta no es una propiedad, sino el hecho mismo de una forma en s í: La unidad inmediata de una multiplicidad de elementos coordinados, que son obje tivos porque representan un sistema de uniones espaciotemporales que aseguran la unidad del ser. Este carácter implícito en los neurodinamismos plas máticos establece las características evolutivas de la capacidad cronotrópica de la materia viviente. De no existir tal capacidad la suma de los dinamismos que caracterizan al neuroplasma sería la realidad vital, la «autoposesión de la forma por ella misma». Para la apreciación genética la suma de los neurodinamismos protoplasmáticos es la realidad de la estructura celular,
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incompleta en el espacio y que se completa en el tiempo, expresándose con funciones simples y temporalmente complej izadas. La forma, que expresa un carácter cronógeno y señala la persistencia temporal de estructuras y funciones complejas es ya una adquisición de los metazoarios y revela la acción de neurodinamismos com plejos a través de sistemas neurodinámicos también complejos y desarrollados en el tiempo. Por ser la estructura del unicelular relativamente simple, el comportamiento del mismo no se manifiesta con funciones complicadas y carece de proyección tem poral. Biológicamente representa un continuo comen zar, libre de la ley física de la continuidad y de por sí determinista. Todo neurodinamismo del unicelular es una realidad en sí, y solamente adquiere valor de reali- dad para sí, proyección histórica, a través de la duración filo y ontogenética. Únicamente de esta manera se inte gra en la complejidad de una forma que representa la Superficie F. P.
célula de Purkinje; G , grano; CC, célula en canastilla; F . P . , fibras paralelas; F . G . , fibras trepadoras. ( E s q u e m a s s eg ún P a u l C h a u c h a r d . ) N e u r o n as
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sinergia de órganos y sistemas capaces de asumir fun ciones específicas de regulación: la creación de un sistema nervioso. En tanto el organismo representa desde el punto de vista neurodinámico una realidad en sí, un sistema energético completo estacionario en el cual el papel del neurodinamismo es la regulación del sistema, la conservación y restablecimiento continuo del equilibrio celular, nos encontramos frente a un neurodinamismo primario. Se trata de un sistema orgánico en el cual la actividad neurodinámica está sólo dedicada a la conservación del metabolismo celular, en relación con los valores biofísicos y bioquímicos que se combinan para mantener el equilibrio interno. Este neurodinamis mo propio de los unicelulares conserva su función en cada célula de los metazoarios, y asegura la conserva ción de su equilibrio biotrófico en el conjunto de órga nos, aparatos y sistemas que integra. Tenemos así a los organismos superiores, que desde el punto de vista físico podemos definir con Ch. Jakob, como un tubo visceral encerrado en otro cutáneo, re vestidos ambos con una capa muscular, de manera que de afuera hacia adentro tenemos: el tubo cutáneo y musculosomático (al que se integra el esqueleto), se guido por el tubo visceromuscular y el mucosovisceral. Entre estos sistemas otro aparato también tubu lar, el cardiovascular, establece el equilibrio osmoticocirculatorio (correlación centralizante física), en tanto que la mucosa y los tubos glandulares establecen la se creción interna y externa (correlación centralizante química). En estas constelaciones el neurodinamismo intervie ne como regulador de las correlaciones física y quími ca, con lo cual crea el equilibrio orgánico central
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vegetativo. Esta regulación simpática tiene por campo de acción las relaciones del tubo visceral y el circulato rio e interviene, por consiguiente, en la asimilación, oxidación, respiración, secretación, y regula con ello el equilibrio del catabolismo y el anabolismo. La complejidad del organismo aumenta en relación directa con el nivel evolutivo de la especie, que crea en cada etapa una nueva constelación perisomática y hace que la regulación simpática desarrolle una actividad pa ralela al neurodinamismo primario, acaparando funciones que pasan a depender de un sistema simpático independiente cuya base está en los ganglios viscerales, gran simpático, y sus plexos interganglionares y espinales. La constelación perisomática se constituye en razón de un neurodinamismo superior que reúne los neuro dinamismos protoplasmáticos y los integra como estruc tura con las necesidades y circunstancias del medio ex terior. Se organiza así un sistema de aparatos recepto res y analizadores de la energética del circuito externo, y se establece una interacción entre los neurodinamis mos protoplasmáticos reunidos en estructura y los cambios biofóricos del medio externo, interacción de la cual resulta el equilibrio entre individuo-complejo y medio. Esta acción mutua revela sucesivas e ininterrum pidas adaptaciones del circuito interno a nuevas circunstancias del circuito externo, adaptaciones que en la proyección temporal son transmitidas por herencia de caracteres adquiridos y reveladas por la acción práxica, transformadora del circuito externo y camino obligado para la estructuración del neurodinamismo ce rebral de los animales superiores, en especial del hombre. Este neurodinamismo que conjuga la energética del
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neurodinamismo celular con la energética biofóricá del medio externo, y que se traduce por la actividad integradora del sistema nervioso central, termina por cons tituir el psiquismo, neurodinamismo propio de seres estructurados por órganos, aparatos y sistemas capaces de mantener por sí mismos, en circunstancias de una amplia gama de variaciones del circuito externo, el equilibrio circuito interno-circuito externo. Al nivel del metazoario la vida se define como una estructura para sí, dinámica.
3.
La hominización
Que al nivel del metazoario la vida se define como una estructura para sí es un hecho de observación. Del neurodinamismo primario, por medio de cambios eronógenos y a través de las etapas que conducen a la cerebración progresiva, se desarrolla un sistema ner vioso cuyas funciones más elevadas, en el hombre, úni camente se explican a la luz de la filo y ontogenia en interacción con la vida en sociedad. En el ser organizado la actividad neurodinámica representa la acción mutua de dos grupos neurógenos heterofuncionales pero co rrelativos : uno receptor — vegetativo o periférico— , capaz de reaccionar a estímulos que representan cam bios energéticos del ambiente; otro efector, que al trans formar la excitación en contracción muscular o secretación restablece o mantiene eL equilibrio entre m edio interno y externo. El grupo receptor o sensitivo está unido al efector
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o motor por una vía nerviosa conductora que puede ser casi directa como en el arco reflejo, o representar vías intercalares que modifican cuantitativa o cualitativa mente los resultados. Estas combinaciones forman sis temas de determinada localización y extensión, con funciones corporales o topográficas precisas que respon den al origen filático de la especie. La neurotopografía humana presenta disposición metamérica que desde los segmentos coccígeos hasta los cefálicos muestra la seriación de cadenas neurodinámicas reflejas. Tales cadenas revelan en lo funcional complejidad ascendente y su bordinación descendente, de acuerdo con la ley de cerebración progresiva de Von Monakow. A medida que se jerarquizan centros metaméricos con funciones me nos específicas, y esto se da en la orientación cefálica, los de funciones estrictamente limitadas, con orienta ción caudal, filogenéticamente más antiguos, quedan bajo control superior én dirección cefálica. Las cadenas neurodinámicas reflejas de la medula, están en los vertebrados bajo control de los dinamismos de los cen tros subcorticales, filogenéticamente más recientes, on togenéticamente más tardíos, y por consiguiente de funciones menos especializadas. Si pasamos del neurodinamismo elemental a las ma nifestaciones superiores del neuroplasma, encontramos que el dinamismo reflejo acomoda la vida de relación en un instante dado pero no sobre la duración. Ésta se introduce con la función psicobiológica esencial de los procesos neurodinámicos superiores, que hacen po sible el neurodinamismo con duración mayor en la misma medida que progresan hacia la cefalización. Per mite al circuito interno adecuarse a ciclos del circuito externo (funciones rítmicas, periódicas) y reducir al mínimo la acción en base de «ensayos y errores». Esta
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función cronotrópica, antaño llamada memoria orgá nica, es condición esencial de los psicodinamismos que desembocarán en la praxis y en la gnosis. Biológicamente la actividad orgánica se mide en términos de energía. La economía animal está sometida a la relación de las calorías, los kilográmetros, los vatios, la presión osmótica, las fases coloidales, que se sintetizan en las equivalencias quimicoorgánicas y sus reacciones de masa. Estas actividades tienen carác ter macroenergético y se repiten, en los metazoarios, en cada sistema orgánico. Sin embargo, dentro del con junto de las funciones neurodinámicas se presentan co mo microenergéticas. Se trata de un sistema de poten cial elevado, con tensión constante pero de reacciones sensibilísimas, que para realizarse emplea cantidades de energía mínimas (microcalorías, microvatios, etc.). La energía que produce el sistema nervioso solamente provoca la acción. Desempeña el papel de desencade nante y regulador. *
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Los neurodinamismos primarios y secundarios son los formadores y mantenedores del organismo. La vida mental es, a través de la praxis y de la gnosis que deri van de ellos, producto de la interacción individuo-me dio. El proceso dialéctico por el cual la cantidad, repre sentada por el estímulo y la reacción, o en otros tér minos la energía del individuo y del medio, se convier te en cualidad, exige en los animales superiores la inter vención de procesos neurodinámicos cuya complejidad corre pareja con la complejización de la forma. En la conducta animal existen cantidad de acciones incomprensibles desde el punto de vista de la conducta
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humana. Una vez saciada el hambre muchos animales pierden, por ejemplo, el interés por la investigación del mundo que los rodea y duermen. La actividad ner viosa superior es abolida, aparece la inhibición cortical y el individuo entra en pleno dominio del neurodina mismo primario. Aquí está implícito el problema tiem- po, pero no como «duración vivida» y «duración pensa da», la experiencia primaria de la duración y la idea racional del tiempo según Bergson, sino como adapta ciones de tipo psicobiológico y sus consecuencias tanto sobre el plano biológico como “el psicológico. Estas adaptaciones, estudiadas por Pávlov y Piéron, figuran en la clasificación propuesta por Kleist, que asienta en la diversidad de los centros nerviosos impli cados en los trastornos relativos al tiem po: 1 Registro del tiempo, base de la orientación temporal, que depende de los núcleos y de los centros vegetativos del hipotálamo. 2.° Apreciación de la longitud del tiempo, que podría estar unida a la actividad de los centros vesti bulares. 3.° Captación de las estructuras temporales que está en relación con los centros corticales. En los animales las interacciones que representan la constitución del equilibrio que asegura la sobreviven cia y perpetuación de las especies se comportan, en cuanto al factor temporal, cuya continuidad y grado de reconocimiento representa la cualidad del acto, en relación con las dos primeras divisiones de Kleist. Es característico de los reflejos innatos, que representan una apropiación relativa, parcial, de la realidad, por que su actividad únicamente es un elemento en relación con la misma. El animal se adapta a cambios gracias a conductas temporales como prueba el condiciona miento al tiempo. La tercera etapa, en la clasificación de Kleist, sólo
T r e s e j e mpl o s de f is l r a c i ó n d e l n e o pa l l iu m. — En el perro el territorio central no está operculizado. En la nutria y en el carnero, el territorio central está operculizado, pero presenta dos aspectos diferentes: en la nutria el gyrus arcuatus I esta completamente escondido; en el carnero solamente esta recubierta una parte de dicho gy rus. Signos: c, coronar ia;
cr crucial; es, complejo si lviano; &, surco &; ea, ectos ilv ia an te rio r; ep.ectosilvia posterior; , surco c?; lp, lobulo pirijor me; pe r, pr ec ruc ial ; pds, pse udosi lv ia; pl, postlateral, pr, pr e Silvia; ps, postsilvia; ra y rp, rinal anterior y rinal posterior, ss, su pr asilvi a; to, tubércu lo olf ac tivo . (Se gú n De chaseaux.)
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la alcanzan en sus primeros niveles animales superiores y en su totalidad el hombre. Éste emplea los mismos recursos biológicos que el animal en la orientación tem poral y en la estimación de la duración, pero integrados en conductas más complejas en las que interviene el conocimiento simbólico de los cambios. Cuando el ani mal actúa no lo hace con un fin real; el valor de su praxis o gnosis está limitado por la actividad innata, que es una estructura en sí. En los niveles orgánicos superiores, el humano por caso, en que las estructuras temporales resultan integradas por la función cortical, las fases de la praxis y de la gnosis pueden ser expresa das simbólicamente, convertidas de estructuras en sí en estructuras para sí y, por consiguiente, representar formas. Estas transformaciones, tanto en la ontogenia como en la filogenia, no se producen por medio de saltos; es tán precedidas por una preparación, de una crisis en el estricto sentido de la palabra, cuyo carácter no siempre está claro y que muchísimas veces apenas podemos se ñalar probabilísticamente por ignorancia de la comple jidad de los factores ocultos detrás del hecho concreto. Todo cambio súbito en su totalidad se revela gradual en la medida que logramos descomponerlo en sus ele mentos. De éstos siempre resta un residuo no analiza do y no analizable en su realidad concreta porque per tenece al pasado de la evolución de la materia, y es el que da a dicha evolución carácter histórico. Las dife rencias biológicas, psicológicas, entre especies e indivi duos son el resultado de evoluciones históricas particu lares de las cuales, afirma Prénant, en general sabemos I poco, pero de las que no podemos prescindir. J
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Los procesos indicados que llevan del animal al hombre, revelan que la complej ización y la relación gradualmente más amplia y plástica entre circuito in terno y circuito externo es paralela con el desarrollo nervioso. Las formas superiores de los invertebrados tienen ganglios cerebroides que son casi un verdadero cerebro en los insectos sociales. No obstante, la venta ja evolutiva pertenece a los vertebrados. Su tipo ner vioso es completamente diferente: dorsal-encéfalo-me dular, y presenta la capacidad de una complej ización de carácter encefálico que en aves y mamíferos desem boca en la aparición de un cerebro verdadero con neu rodinamismos capaces de transformarse en praxias. En el grupo de los mamíferos el máximo de cerebración es alcanzado por los primates y, entre ellos, por los antropoides y el hombre. El cerebro humano semeja mucho al de los antropoides, pero es más voluminoso y cuenta con mayor número de neuronas, lo cual basta para explicar las di ferencias psicobiológicas que los separan. Desde este punto de vista objetivo la serie animal aparece como una clasificación racional que permite establecer jui cios de valor; seres más o menos adaptados a diversos medios, según grados de complej ización creciente de rivados del progreso de las estructuras nerviosas cuya realización máxima es el cerebro del hombre, único capaz de psicoactividad. *
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Un cuadro puede mostrar esta cerebración en cifras. Los animales inteligentes tienen más cerebro, pero se debe eliminar el error debido al peso corporal. La con sideración del peso relativo no brinda una valorización real. Si como hicieran Dubois y Lapicque, se comparan seres cercanos de talla diferente, se encuentra que el
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peso del encéfalo (E ) varía según la potencia 0,56 del peso del cuerpo ( P ) : E = K •P0’56 El coeficiente K, es un coeficiente de cefalización que cifra el nivel de cerebración y mide el grado de inteli gencia de la especie. Si en un gráfico se colocan verte* brados en función del logaritmo de P y del logaritmo de E, se puede reunir todos los puntos con rectas pa ralelas, las isoneurales de 0,56, cuyo nivel depende de K. Cuanto más cefalizado está un grupo de seres más alta es la recta que le corresponde: los carnívoros (K — 0,37) se encuentran por encima de los roedores (0,-18 — 0,96 a 0,09), más arriba los monos 0,3 a 0,4), des pués los antropoides (0,7 a 0,8), y por último el hombre (2,37). Estos escalones sucesivos corresponden a un aumento del número de divisiones de las células nervio sas embrionarias. El hombre tiene cuatro veces más neuronas que el chimpancé, y éste dos veces más que los monos ordinarios. Entre el hombre y el chimpancé queda un escalón libre, salto que el cálculo basado sobre el volumen craneano viene precisamente a llenar con el Pitecántropo, que desde el punto de vista paleontológico aparece como intermediario. *
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El hombre, con su índice de 2,37, es reciente. Como especie remonta al comienzo de los tiempos cuaterna rios; seiscientos mil años nos separan de entonces. La subespecie a que pertenece la humanidad, la sapiens, apenas cuenta cincuenta mil años y su evolución repre-
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senta el último paso observa diversificación del fenómeno vida. A partir de los homínidas (australopitecos), en llegando a nuestra especie, se encuentran seres intermedios que el descubrimiento de fósiles permite precisar. Entre éstos uno tiene características humanas relevantes: el Homo neanderthalensis. Cronológicamente es el primer ser humano distinto al hombre actual que se haya encontrado. Su estudio revela dos hechos capitales : extraordinaria homogeneidad del tipo étnico que representa, y profunda diferencia con los hombres que le sucederán inmediatamente. Se le encontró en todas partes de Europa, sus fósiles están escalonados en diversos y largos períodos geológicos, y siempre revela notable uniformidad. Sensiblemente semejante
CUERPO ESTRIADO
TUBERCULOS BIGEMELOS CEREBELO
HEMISFERIO CEREBRAL
PEDUNCULO CEREBRAL
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PROTUBERANCIA BULBO
E nc é f a l o s . — A,
PROTUBERANCIA
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pez; B, mamífero. Vista de lado y en un corte; -n punteado, la sustancia gris. (Esquemas según Paul Chauchard.)
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a sí mismo a través de los tiempos, no parece que haya sufrido una evolución notable. Por su homogeneidad el Iip m o neanderthalensis se opone al sapiens, cuyo polimorfismo establece entre am bos una diferencia semejante a la que descubren los zoólogos entre una especie salvaje y su rama domésti ca. Entre el Homo neanderthalensis y el sapiens, fuera de semejanzas superficiales debidas a particularidades aisladas, no puede señalarse — como probara Marcellin Boule— nada que demuestre una unión morfoló gica admisible. El hiatus biológico es también cultural; no existe transición entre la tosca civilización musteriense y las civilizaciones auriñaciense, solutrense y magdaleniense, que revelan la actividad del Homo sa- piens. Admitir una filiación entre estos dos tipos hu manos significaría aceptar que a fines del pleistoceno se produjo una mutación brusca, que abarcó de golpe tanto lo biológico como lo cultural, y transformó al Homo neanderthalensis en Homo sapiens. Por ser la evolución un hecho biológico basado so bre dos propiedades de la materia viviente: su tenden cia a variar y su tendencia a complej izarse (Chauchard), es verosímil y más simple admitir que el hombre del pleistoceno superior, y el actual que deriva de él, no son descendientes del Homo neanderthalensis . Éste re presenta una línea divergente de la especie Homo, de saparecida en Europa antes de la era actual, que so brevivió en África por más tiempo, llegando sus últi mos representantes a ser contemporáneos de los pri meros del Homo sapiens. El hombre actual ,es producto del desarrollo de otra línea. Su origen pudo ser monofilético o poligenético, de producción única de la espe cie o múltiple; aunque la ciencia todavía nada definiti vo puede decir acerca de su mono o poligenismo, esta
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segunda hipótesis se revela heurísticamente, a la ley de los últimos hallazgos, más verosímil.
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La aparición del hombre no es singular, nada dife rencia el hecho del de otras especies, salvo que en la complejización evolutiva de la materia viviente representa el último estadio del proceso de cerebración progresiva. Desde los comienzos de la época terciaria ya aparecieron entre los mamíferos formas que mostra ban tendencia creciente a la cefalización, como demues tra la existencia del Oreopiteco, un primate inferior. A fines del terciario aparecen entre los primates, aparte de los monos, seres cercanos a los antropoides y con ciertas características prehumanas. Se encuentra, ade más, coexistencia de aspectos simiescos y humanos. En los comienzos del cuaternario se diferencia una familia de antropoides totalmente verticalizados, los Australo- pitecos, del Sur de África: monos con caracteres hu manos netos. Con posterioridad aparecen prehumanos, intermediarios más cercanos del hombre que del antropoide, el Pitecántropo de Java y el Sinántropo de Pekín. Cada una de estas ramas revela un progreso nota ble en el desarrollo de la masa encefálica. Los australopitecos ofrecen 500 cm3, con talla similar a la de los gibones que apenas poseen 90 cm3, pero sin igualar a los gorilas actuales que llegan a los 600 cm3. El Pitecán tropo, el Sinántropo, el Africántropo, de aspecto mor fológico intermedio, prehominidae verdaderos, llegan a un volumen craneano que oscila entre lós 800 y 1.200
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cm3. Ninguno, sin embargo, está cerca del coeficiente de cefalización humano de 2,37. El hombre de Nean derthal, a pesar de su frente huidiza y mandíbulas grue sas, de sus otros caracteres simiescos, tenía un volu men craneano de más o menos 1.500 cm3 en los hom bres y de 1.200 en las mujeres. Desde este remoto homínida hasta los hombres actuales, cuyos diversos tipos se fijaron en el pleistoceno superior, el volumen craneano casi no varió : 1.500 cm3 como promedio, por ejemplo, para el parisiense de hoy. *
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En la constitución anátomica del cerebro humano, y en su función fisiológica, a pesar de su volumen, no existe nada que sea fundamentalmente diferente de lo que encontramos en un cerebro filogenéticamente me nos evolucionado como el animal, o en un centro tan elemental como la medula. Mas el hecho de que repre sente la base física de la mente, el primero y principal criterio para clasificar a nuestra especie como sapiens, destaca la importancia absoluta, en ningún caso reíativa, de este órgano. No obstante, querer encontrar en el cerebro voluntad, memoria, recuerdos, o identificar con la voluntad, la memoria, los recuerdos, determinados estratos histológicos o cambios fisicoquímicos de las neuronas, incluso encasillarlos en puntos especiales del manto cerebral, es ignorar la complejidad dialéctica del fenómeno mental, reducir la relación reversible entre cantidad y cualidad de los neurodinamismos a una simple reíación de causa y efecto. El cerebro es una estructura que adquiere la cualidad de form a en sí con sus funciónes sensomotrices, propias de las relaciones entre cir-
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cuito interno y externo de los seres q ü^lo spo^ Sf!?s%&»i». caménte llega a la categoría de forma para sí cuando sus neurodinamismos aparecen integrados en el cuadro del pensamiento abstracto. Tales neurodinamismos tienen po r p rincipal asiento el aparato cortical, cuya extensión total en el hombre, según Jakob, es de 200.000 mm2, con un espesor que varía entre 2,5 y 5 mm. Está constituido por unos 15 bi llones de neuronas, que se unen en inextricable red por innumerables puntos de contacto funcionales llamados sinapsis y una red de células gliales en la proporción de 10 por cada neurona. La anatomía y la histología distinguen zonas y capas cerebrales distintas, pero desde el punto de vista neurodinámico el córtex cons tituye un todo funcional. Como cualquier función orgánica aquella de la corte za cerebral es el resultado de la intervención de nume rosos elementos correlativamente dispuestos. El núme ro de esos elementos: fa ct or cua ntitat ivo, está en rela ción directa con la importancia de la función: fa ct or cualitativo. En el hombre los sistemas inferiores refle | jos se constituyen con agrupaciones numéricamente li . 1 mitadas. Jakob, que estudió este aspecto, encuentra que j 150 millones de elementos forman el sistema archineu/ ral: 1.500 millones el sistema paleoneural; 15.000 mi \ llones el neopallium con sus centros agregados. Si pen j, j samos que esta progresión geométrica cuya potencia [ creciente es 10, representa las diversas etapas de la filo “ génesis, y que cada uno de esos sistemas comprende | una etapa del proceso de cerebración progresiva, com I prendemos cómo el hombre, que reúne con el córtex f como última formación las otras, y le agrega mayor $ volumen, pudo llegar a los neurodinamismos superio res : las simbolias.
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Según el cálculo de probabilidades diez elementos pueden dar sin repetición más de un millón de combi naciones. El encéfalo humano tendría cerca de 16.650 millones de elementos histológicos aparte de las células neuróglicas (a las que ya se les empieza a reconocer un papel funcional y no meramente trófico), vasculares, etcétera. Si agregamos que la transmisión y combina ción de la energía neurodinámica acumulada en cada neurona varía con el nivel de la sinapsis, es fácil com prender cómo billones de neuronas de la corteza, con p infinitas posibilidades de niveles sinópticos propios, ! tienen abierto un camino inagotable de acción: crean un inconmensurable número de sistemas microneurales acumuladores de energía y dispensadores de neuro dinamismos. Esto explica la realidad del córtex cere- bri como base física de la mente, y a ésta como propia del Homo sapiens. La cantidad de neuronas cortica les de los animales que en la escala zoológica están más cerca de nosotros, los simios, va, según el orden jerárquico de sus géneros, de 250 a 1.000 millones.
La actividad cortical a través de las gnosias y las praxias engendra la experiencia formal gnósico-práxica, que rige la actividad animal y está en el trasfondo de la humana. Esta actividad cortical, por importante que sea, crea únicamente la conducta vegetativa y afectiva. La acción gnosicopráxica coordinada y unificada que caracteriza la postura inteligente del Homo sapiens, que armoniza su actividad permitiéndole actuar con fi nes espaciales y temporales muchísimo más amplios que los del animal, está determinada por la región pre-
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ESOI EMA de l a a r t e r i a me n ín g e a m e d i a e n l n g o r il a ( a l a IZQUIERDA), v e n l n h o mb r e a c t e a l ( a l a d e r e c h a ). — b, bregma; l, Iambda; r f p ,
rama frontoparietal de la arteria meníngea media; r o , rama oblicua; r t , rama temporal. ( E s q u e m a s d e W e i d e n r e i c h . )
frontal, zona característica del ser humano, última adquisición filogenética en el proceso de cerebración, órgano de la integración suprema de los neurodinamismos y de la unidad mental. Es la zona cortical más rica en neuronas, y su desarrollo comparativo en diversas especies destaca la superioridad que posee en el hombre y con la cual lo distingue. Poco desarrollada en los mamíferos en general, representa un 8 % de la corteza de monos inferiores como los lemúridos, 12 % en el mono común, 17 % en antropoides como el chimpancé, y 29 % en los humanos. El aumento de la corteza prefrontal señala la última etapa de la hominización a través del desarrollo de la frente. En el hombre de Neanderthal, a pesar de que poseyó una capacidad craneana casi idéntica a la del Homo sapiens, el crecimiento del lóbulo frontal se revela insuficiente para dar a esa porción del cerebro la corteza que caracteriza al hombre verdadero. La corteza prefrontal no es indispensable para la motricidad, para la sensibilidad ni para la inteligencia
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que es función de todo el córtex, pero está específica-; mente relacionada con la regulación de la personalidad, del humor, del carácter y del autodominio. Todavía conocemos mal las funciones del cerebro prefrontal, > poco delimitadas de las funciones rinencefálicas con las que está en estrecha relación. Sin embargo, sabe mos que es un órgano cortical unificador, que permite ■ al hombre no ser inteligencia reflexiva verbalizada, fría' razón o, por el contrario, puro instinto y afectividad, sino una personalidad completa y equilibrada (Chau chard). La frente amplia, signo distintivo del hombre, re presenta la posibilidad de síntesis de lo afectivo y lo racional y permite, combinando experiencia concreta y temporalidad —presente, pasado y futuro— configu rar el porvenir, valor distintivo de la actividad gnosicopráxica humana. Al nivel del Homo sapiens la vida se define por el desarrollo del cerebro como una forma en sí, estática.
BANCO DE LA KP ü VUCa " | IIIUOTECA
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El fenóm eno humano
Al nivel del Homo sapiens , por el desarrollo del cerebro, la vida se define como forma en sí, estática. Representa el equilibrio de un circuito interno cuyo grado de complej ización desemboca en el predom inio del sistema neurodinámico, con un circuito externo cuyas condiciones resultarán modificadas por la pra xis. El antropoide vio detenida su evolución en el grado de estructura para sí; el homínida, el hombre de Neanderthal, llegan a convertirse en forma en sí. La diferencia es cuantitativa e indica progresos en la cerebración y un atisbo de la praxis. La mano entraña capacidad instrumental y señala dominio sobre las otras formas de vida. La posición erecta, conjugada con la actividad manual, permite la extensión del córtex. La vida en su evolución ha llegado al momento crucial en que puede modificar el circuito externo según necesidades previstas.
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Mano y cerebro, reunidos en la praxis, elaboran las gnosis, y la recepción de estímulos se convierte en acti vidad sensomotriz capaz de modificar cuantitativamen te las condiciones de producción de los mismos. En lo individual determina la actitud del animal evolucio nado; la perspectiva temporal no existe y cada modi ficación pertenece al instante en que se la produjo. El ¿zar de las circunstancias determina su repetición: la «intervención» de conductas es ajena a la filogenia y no modifica la ontogenia. El conocimiento es pasivo, la actividad indiscriminada, y el individuo no vive otra duración que la del devenir biológico. En tanto la praxis y la gnosis no se conviertan en simbolias, la capacidad de los neurodinamismos cor ticales del ser hominizado es potencial. El paso está dado por la convivencia en sociedad y el lenguaje; la primera creó la temporalidad , el segundo la historia. La evolución del Homo sapiens pasa del plano biológico al sociocultural. *
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equilibrio durante lapsos en que está contrapuesto al influjo de los estímulos. Nos enfrentamos con una for ma para sí, capaz por su propia dinámica de autorre gulaciones que no traducen la calidad o cantidad del estímulo sino representan su cualidad. El sistema ner vioso superior en los vertebrados, y en el hombre con mayor razón por su evolución y la complejidad con el sistema mano-lenguaje, propicia esta conversión de la cantidad en cualidad, y viceversa.
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Las relaciones del individuo con el medio nunca son directas. Según el grado de evolución de la especie, se traducen por la interacción de formas en sí o para sí. Cuando se trata de seres inferiores, formas en sí, se llega a establecer un equilibrio biofórico sin que la acti vidad misma del individuo actúe sobre las circunstan cias que provocan la reacción. Los tropismos represen tan el ejemplo más preciso. Pero en la misma medida que la duración que subyace en la forma se relaciona con la duración de los fenómenos que producen los estímulos, que la forma se vuelve autónoma, crea su pro pia duración objetiva y es capaz de conservar su
| La intervención de los procesos corticales, en inte ' racción con las simbolias, cambia fundalmente para el hombre la función de la actividad pro pioplástica. Para nuestra especie los estímulos ligados a estos procesos son de carácter social, derivados de las relaciones re cíprocas de los individuos, y de aquí que pasen al pla no de la vida de relación. En su aspecto cualitativo j — significado y va lor cultural de las emociones— las reacciones afectivas son humanas por excelencia, se re lacionan con objetos o personas, y por consiguiente po seen finalidad. Están intrínsecamente unidas con nece sidades que han aparecido en el curso del desarrollo histórico de la humanidad y se transforman en lo que llamamos sentimientos. La aparición de sentimientos depende de las condiciones y está ligada a necesidades culturales y sociales. Por ser las emociones circunstanciales se motivan por un estímulo que actúa en un momento dado y se de bilita después, desapareciendo totalmente al cambiar la situación. Los sentimientos que de ellas derivan son constantes porque reflejan el consenso y constancia de la actividad social que los propicia, de aquí que consti tuyan un público. En este caso su lenguaje es la mímica, medio de comunicación basado en representaciones
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colectivas que se imponen a los individuos, los antece den y sobreviven. La sociabilidad presupone en su base compatibilidad biológica o psicobiológica entre los individuos de una misma especie. La primera la encontramos entre los seres inferiores, desprovistos de sistema nervioso supe rior, en los cuales los factores de crecimiento y dis tribución de los individuos engendran tipos peculiares de agrupamientos. La compatibilidad psicobiológica per tenece a los seres dotados de sistema nervioso supe- M rior, cuyo comportamiento señala un salto cuantitativo ! que hace surgir relaciones cualitativas nuevas. Éstas, por efecto directo de los otros, o por resonancia sobre cada uno del circuito externo tienen consecuencias im portantes para el organismo, manifiestas en el plano morfofisiológico y en el psicológico. Cuando este efecto se ejerce sobre la morf ofisiología resultan transformaciones propias de la sociabilidad ani mal. Las langostas solitarias que se convierten en gre gales, la aparición de castas entre los insectos socia les, etc. Cuando el impacto incide en lo psicológico representa el influjo de los demás sobre el comporta- • miento del individuo, y se crea la atracción recíproca, que lleva al individuo a buscar otros individuos, al grupo otros grupos, y que siguiendo los niveles jerár quicos de las funciones nerviosas desemboca progresi vamente, a través de la filogenia, en la sociedad huma na. En las sociedades humanas actuales la atracción recíproca está asentada en el desarrollo de la afectivi dad y la inteligencia, pero en sus orígenes, como en la génesis de éstos, subyace la actividad propioplástica, que rige las autorregulaciones primarias indispensables para la convivencia. En la serie animal, la diferencia ción entre seres sociales y solitarios nunca llega a una
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verdadera diferenciación psicobiológica. El caso de los insectos es particularmente ilustrativo, ya que en una misma familia se dan especies solitarias y especies muy socializadas. La diferenciación psicológica por obra de la vida social se observa solamente en el hombre, y es obra del desarrollo de la inteligencia y de la adquisición del lenguaje. *
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La vida en sociedad resulta de la interatracción de seres vivos y de la interacción individual y en masa de los mismos con el circuito externo. La sociedad se pre senta en sus orígenes como una forma del fenómeno de adaptación. Deriva en primer término de la atracción mutua a partir de estímulos sensoriales, y de transfor maciones filogenéticas derivadas de efectos de masa y de grupo que engloban sucesivos cambios bio y psicosociales. El individuo ajusta su conducta a otras conductas, y éstas como conjunto se adecúan a circunstancias biofóricas cambiadas por la acción del grupo sobre el cir cuito externo. Como la acción se traduce por cambios materiales, y la materia se puede definir en términos de acción, el mecanismo por el cual se produce la interac ción debe concebirse como función dialéctica. Además, no sólo está presente la interatracción de los indivi duos, su acción sobre el medio, y la de éste sobre aquéllos (efectos de masa, de grupo biofóricos y socioculturales), sino también los niveles en que se esta blecen las relaciones y sus ajustes recíprocos que se presentan como procesos de integración. Puede ocurrir que un agente externo inicie el pro ceso, pero lo que ha de ocurrir con la sociedad —y con los individuos que la componen en particular— está
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determinado por la propia estructura social que, en última instancia, es organización. Todos los cambios se ajustan a condiciones de organización social y jerarquización psicobiológica, cuya potencia virtual depende de los niveles neurodinámicos alcanzados. La acción integrativa reside en este proceso; es, en realidad, el proceso mismo. Tal proceso engendra condiciones bio y psicosociale’s nuevas. En primer término el vector biológico queda desplazado como factor que asegura la variabi lidad y constancia de la especie. La reducción del tiem po en que se producen los cambios y la multiplicación de los estímulos acrecienta la infracción individuo me dio. La intervención del individuo como persona, la creación de condiciones cada vez más «humanas», termina por cavar un abismo entre hombre y animal. El género humano realiza su adaptación en el plano histórico, y sus transformaciones no son para adecuar se a las condiciones naturales o sociales, sino para transformarlas, superarlas o anularlas. La adaptación del hombre se cumple dentro de circunstancias historicosociales y, por consiguiente, el nivel de integración cambia por la misma base. Los reflejos condicionados se imponen a los innatos, la conducta racional anula la instintiva, la sensorialidad se transforma — sobrevaloración y desvalorización de los diversos sentidos según los progresos técnicos— , la actividad propioplástica se convierte en sentimiento y pasiones. El Homo sapiens deja de depender de las condiciones naturales del circuito externo para entrar en la órbita de las sociales. El homínida cedió su puesto al Homo faber, y éste al sapiens. El nivel de integración se traslada al plano histórico.
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El género humano es la coronación de aproximada mente dos mil millones de años de evolución de la materia. Su representante actual, el Homo sapiens, per tenece a la especie de los hominidae que mediante la praxis provocara cambios en el circuito externo y que dieron origen al proceso historicocultural. Si pensamos a este acontecer en términos psicobiológicos encon tramos que la estructura orgánica vuelve al hombre, como por lo demás a los animales, capaz de adecuar res puestas a determinados estímulos. Los cambios sufri dos en el curso de la existencia individual son modifi caciones de esta reactividad que corresponden a di3
M o l d e e n d o c r a n i a n o d e l H o mb r e de L a C h a pe l l e -a u x -Sa in t s , v i s t o po r l a c a r a l a t e r a l iz q u ie r d a . — [3, bregma; X, lambda; l, sinus lateral; 3, sinus de Breschet; 4, 5 y 6, vasos meníngeos medios; lu, sulcus lunatus; Oe, surco orbital externo; Oi, surco orbital; OI, surco olfactivo; par, surco paralelo; S, cisura de Silvio; Spa, rama presilviana anterior; Spo, cisura parietoroccipital; Spp, rama presilviana posterior. (Esquema según Boule y R. Anthony,)
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versas y sucesivas etapas de la filogenia neurofuncional: a sucesivos niveles jerárquicos de orientación ce fálica en la ontogenia neurodinámica. El hombre posee una capacidad de reacción especí fica determinada por dos elementos conexos y esencia les: desarrollo de los neurodinamismos corticales que implican simbolias — lenguaje y pensamiento— , desa rrollo de la mano, que implica capacidad gnosicopráxica; El desarrollo de la función, fijado por la condición social de los antepasados para que pueda realizarse en cierta dirección depende, sin embargo, del ejercicio de la función y, por consiguiente, de las solicitaciones del medio. Éste, transformado en el ínterin por la praxis de los demás hombres, crea o anula posibilidades, cam bia la situación reaccional del individuo como ser sin gular y le permite, con la técnica del aprendizaje, saltar etapas de la experiencia, que recibe en forma abstracta y condensada gracias al lenguaje. De este modo se define para el género humano el problema de la adaptación biológica, en especial el as pecto relacionado con los neurodinamismos. En cada etapa (sensomotricidad, simbolias) representan la mañera cómo individuo y medio llegaron a una consustanciación que permitió el libre juego de la interacción necesaria para que las estructuras se transformaran en forma en sí. Desde entonces, e inevitablemente, la so ciedad se convirtió de circunstancia en necesidad: rea lidad primera del circuito externo. De esta sociedad el hombre recibió definitivamente sus determinaciones por que a lo largo del camino de la hominización su circuito interno debió equilibrarse con los estímulos sociales. En el terreno de la dialéctica psicobiológica este pro ceso muestra la transformación de una forma en sí en forma para sí, y señala como hecho crucial para la
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genética, que la evolución del género humano pasa del plano biológico al historicocultural, que desde hace unos cincuenta mil años antecede, recibe y sucede al individuo. La epigénesis biológica se ve sustituida por la social, la acción instrumental por el pensamiento. ★
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Pensar significa elaborar las características del mundo que nos rodea y del organismo del pensante: del circuito externo y del circuito interno, reflejadas en la corteza cerebral. Para que esta elaboración sea posible es necesario que los receptores exteroceptivos, intero, propio y psicoceptivos, gocen de plena capacidad funcional adquirida por maduración del sistema nervioso y por integración del individuo al medio historicosocial que le es propio. Por medio de la marcha, la prehensión, unidas a la percepción y sintetizadas en la palabra, el individuo modifica continuamente su situación en relación con el circuito externo y establece relaciones de necesidad regidas por la constancia o variabilidad de las circunstancias. En este aspecto, abstracción hecha de la palabra, hombre y animal no se diferencian y las acciones y reacciones reaccio nes del indi in divi vidu duo o están supeditadas a contacto con tactoss sensoriales. Pero la palabra crea un tipo singular de circuito externo: la comunidad humana. Con la palabra el individuo modifica su actitud frente a las cosas y a sí mismo mi smo,, y m odifi od ifica ca al m ismo ism o tiem tie m po las reacc rea ccio io-nes y actitudes de los demás seres que poseen ese símbolo abstracto. La palabra modifica la interacción entre individuo y circuito externo, y entre individuos e individuos.
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Toda To dass las transf tra nsfor orma macio cione ness que que encontr enc ontramo amoss defi nitivamente estabilizadas en el Homo sapiens, se pro dujeron con tal lentitud que se puede pensar, por ejemplo, que el cerebro humano no ha sufrido cambios estructurales fundamentales en los últimos doscientos cincuenta mil años. No obstante, en este tiempo la pa labra sufrió transformaciones tan radicales que resulta inútil buscar en los idiomas conocidos el proceso que diferenció las onomatopeyas e interjecciones de los hominidae de los sonidos de los antropoides, y más todavía del lenguaje articulado que se supone pudo poseer el hombre de Neanderthal. En este lapso, en que quedaron fijadas las bases neuropsíquicas del len guaje, debió actuar de manera cada vez más acentuada la praxis individual y colectiva traducidas en gnosis, en conocimiento del individuo y de ía comunidad como hecho factible de interacción y transmisión. Entre la onomatopeya y la palabra articulada se intercala el proceso de socialización. El lenguaje está in/disolublemente ligado, a través de la praxis, con la sociedad, conexión que determina la cualidad y calidad del pensamiento que expresa. El pensamiento representa la transposición sintética y abstracta de la realidad material en el cerebro huma no, y señala con sus etapas y grados los cambios cuan titativos y cualitativos del proceso cognoscitivo. La praxis permite al hombre reconocer cualidades propias de los objetos, de los fenómenos que provoca o aprove cha, clasificar los hechos según categorías sensomotrices y establecer similitudes en base de comparaciones particulares. El pensamiento hace posible aislar de los objetos determinadas propiedades y distinguir relacio nes prescindiendo de la materialización del fenóme no. La praxis permite el conocimiento particular por
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medio de la actividad sensomotriz; el pensamiento ge neraliza esta esta estructu estructura ra cognoscitiva cogno scitiva element ele mental al elaboran do conceptos que constituyen formas en sí, para trans formarlos a través de la palabra que les da representa ción abstracta, objetiva, en formas para sí. La palabra sintetiza la relación acto-pensamiento, y el conjun con junto to lenguaje-c lengua je-cono onocim cimiento iento al lenguaje leng uaje como com o modalidad dialéctica del pensamiento: base y expresión del mismo, permite que la praxis se vuelva intencio nada, persiga un fin ajeno a los estímulos que natural mente puedan provocarla y engendre el trabajo, acción también intencionada y finalista que asienta en el lengüaje, porque éste transmite a todos, y también de ge neración en generación, la síntesis de los conocimientos adquiridos a través del acto y del pensamiento indivi duales. La intervención del lenguaje en la evolución del género humano permite fijar lo general en los fenóme nos percibidos, establecer las diferencias con lo par ticular y determinar sus relaciones. Al condicionar el origen del pensamiento, al suplantar el estímulo directo de la praxis por la gnosis, la palabra adquiere la fun ción de instrumento del pensamiento. *
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Mano, cerebro y lenguaje representan característi cas esenciales y definidoras del fenómeno humano. En su complejidad y unidad intrínseca no han sido alcan zadas por ningún ser de la escala zoológica. En cuanto a su relación únicamente se explica por medio de una interacción dialéctica en la que no existen condiciones a priori ni términos subordinados. Como formas en sí se las puede jerarquizar. La acción manual, conju-
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gada con la posición erecta, hizo posible el desarrollo del cerebro en sus últimas consecuencias y dio lugar a la simbolia expresada con el lenguaje. Esta relación lineal de causa-efecto se quiebra, sin embargo, cuando debemos establecer momento y duración del proceso. La precedencia biológica no significa necesariamen te primacía funcional. Mano, cerebro y leng uaje se cons tituyeron, en su interacción, como estructuras para sí. El conocimiento inmediato concreto fue la resultan te y todavía podemos observarlo en la ontogenia, cuyos pasos — salvo grados de aceleración— son los mismos para el antropoide y el hombre. Constituida la comu nidad humana, que se distingue tanto de la animal como de la constituida por el hombre de Neanderthal, se inicia un cambio radical en el proceso cognoscitivo. La simbolia convertida en palabra, la palabra en lenguaje transforman el carácter de la atracción mutua entre los individuos que constituyen el grupo. La actividad propioplástica, fundamento de la interatracción y ni veladora del grado de integración del individuo al gru po, cede al pensamiento. La idea, capaz de preformar la acción, dirige todas las formas de interatracción e integración. Se establece una finalidad, se crea una jerarquía basada en valores abstractos. El Homo sa- piens, al irrumpir en el devenir biológico genera un circuito externo peculiar con el trabajo, que le es específico, y el eje de la evolución se traslada al plano social. El fenómeno humano, fenómeno de socializa- ción, se define por las funciones cerebrales como una for ma para sí, dinámica.
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5.
La
conquista de la razón
El fenómeno humano se define por las funciones ce rebrales como una forma para sí, dinámica. Consecuen cia de una elevadísima complejización de los neurodi namismos la inteligencia aparece como fenómeno filo y ontogenético. A lo largo de quinientos millones de años se elaboraron a partir de la materia viviente neu rodinamismos, que complej izándose, reestructurándo se, organizándose, terminaron por constituir el psiquismo animal. La herencia consolidó el proceso y los niveles neurodinámicos alcanzados por cada especie, si guiéronse repitiendo. De los lemúridos al hombre, sin contar los hominoides desaparecidos, un mejor cerebro definió su jerarquía: los diversos planos de la interac ción circuito interno-circuito externo. La evolución de las especies está señalada por la adquisición, fijación y transmisión de las peculiaridades neurodinámicas lo gradas por los individuos componentes de cada estadio evolutivo.
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La inteligencia se da en la filogénesis pero se realiza en la ontogénesis. El individuo nace con el mecanismo neurodinámico propio del estadio filogenético alcan zado, el cual constituye una estructura en sí. Encerra do en el campo de la actividad del circuito interno su valor para la conducta es potencial. Debe transformarse en estructura para sí, paso que únicamente se da en base de los estímulos del circuito externo adecuado. En el nivel de la filogenia y ontogenia humanas las di ferencias de mentalidad, de tipos psicológicos — fuera de lo determinado por las bases físicas de la mente y la personalidad — se definen en función de estímulos socioculturales. Existen planos diferentes y sucesivos del conocimiento que corresponden a niveles diversos de la interacción individuo-medio, especie o subespeciemedio. En estos casos, como en todos los demás, las dos coincidencias antitéticas se resuelven en una sínte sis cuya razón individual está dada por el éxito o fra caso. La del grupo se resuelve, dada su mayor comple jidad, en el aumento o frenamiento de la curva evolutiva sociocultural. Existe permanencia y movilidad, que en el caso de la ontogenia humana podemos precisar como el momento cuando el niño alcanza la inteligencia, se vuelve pensante, a través de una serie continua de es tadios que se suceden en el mismo individuo. La mayor dificultad está en la apreciación de la permanencia y la movilidad en la embriogenia filética, en la que cada estadio, con sus respectivos estados y etapas, están representados por seres diferentes. En lo que es per ceptible exteriormente, en lo que exterioriza por con ductas, debemos admitir que el pensamiento hace su aparición en lo ontogenético por medio de relaciones entre individuos. En lo filogenético el proceso se reali za por medio de circuitos más amplios, entre el indivi-
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CUATRO AÑOS DE EDAD, ENCONTRADO EN MONTE CARMELO. ESTÁ REPRESENTADA LA CARA LATERAL DERECHA. LONGITUD DE LA PIEZA, APROXIMADAMENTE, 14 c m. — El estudio de este molde ha podido realizarse con muchos detalles: a, emplazamiento de la cabeza de la tercera circunvolución frontal; b, área orbital; br, bregma; c, porción media del surco ar queado; cbt, cerebelo; cf, emplazamiento del surco de Rolando; d, porción del surco frontal inferior; e, porción superior del surco frontal medio; f, surco fronto-marginal; g, porción del surco fron tal superior; l, zona supramarginal; la, posición de lambda; Is, sinus lateral; m, área angular; n .región postparietal; oc, lóbulo occipital; p, preeminencia inframarginal de la primera circunvolución temporal; par, surco paralelo; p t, región del pterion; q y r, área infraangular de la segunda circunvolución temporal; sf, cisura de Silvio; sq, región recubierta por la escama del temporal; t, porción del lóbulo temporal recubierta por el ala mayor del esfenoides; v, rama posterior de la arteria meníngea media; x, escotadura infratemporal. (Dibujo de McCown y Keith.)
dúo y el circuito externo determinado por los individuos. El acceso al pensamiento — última forma de la complej ización funcional de la materia — está representado por transformaciones colectivas cuya marcha es paralela a la individualización. El animal se encuentra amarrado al phylu m : recibe, mantiene, reproduce y transmite. En algunos casos adquiere, pero falto de simbolias,
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lo adquirido queda fuera del ciclo de la transmisión. Singulariza al individuo pero no toca el umbral de la especie, no se perpetúa. La cadena de las generaciones repite junto con la invariabilidad del circuito interno la uniformidad del externo. En el nivel animal la vida social pasa sobre el individuo sin transformarlo. Con el pensamiento la situación se invierte. Junto a las transformaciones colectivas se produce una marcha paralela de la individualización. El individuo se vuelve a la vez medio y fin; medio como persona, fin como ente colectivo. Aparece una valoración creciente del in dividuo en relación con la especie. Ésta ya no determi na lo que será el individuo, que se convierte en determi nante de la especie. Al trasladarse la evolución con el pensamiento del plano biológico al sociocultural, el in dividuo queda dotado de poder evolutivo indefinido. A la altura del fenómeno humano los cambios socioculturales desempeñan el mismo papel evolutivo que al nivel del protozoario las transformaciones del protoplasma. El cambio del eje evolutivo no descarta al phylum . Sus características primarias subsisten; los neurodina mismos elementales se refuerzan, adquieren mayor com plejidad en relación con estímulos más complejos. Cada progreso en el circuito externo tiene su corresponden cia en el circuito interno, y viceversa. Un perpetuo res tablecimiento de equilibrio establece el sentido dialéc tico de los cambios y determina con la síntesis un nuevo punto de partida que inaugura, en lo pensante, una nueva etapa de la razón. La especie humana, sea que la observemos en su medio, sea que la consideremos en la morfología de su rama, sea que la inspeccionemos en la estructura global de su grupo, emerge en su filogénesis exactamen-
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te como cualquiera otra especie (Teilhard de Chardin). Cuando la evolución biológica, automática en su reem plazo de especies por especies más perfeccionadas —ca dena de los hominidae en nuestro caso— se vuelve con el hombre progreso sociocultural y crea con las coorde nadas del esfuerzo colectivo el uso social de las innova ciones individuales, aparece el pensamiento. Él gradien te entre un cerebro más perfecto y una organización so cial más compleja expresa el último perfeccionamiento é psicológico en la manera de utilizar los neurodinamis mos al que tiende ahora la evolución del Homo sapiens : la razón. ■*
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La razón está dentro de la perspectiva del hombre. Es el capítulo de la evolución de la materia viva que la humanidad comienza a redactar en borrador. Sus posibilidades, en tanto que orgánicas, no se realizan en conjunto ni de golpe, exigen el esfuerzo ininterrumpido de generaciones. Individuos,' épocas, civilizaciones su cesivas, todps diferentes por su comportamiento psico lógico, señalan pasos adelante, estancamientos e in cluso retrocesos en la com plej ización de los neurodi namismos corticales. La biología demuestra que sin evo lución biológica no existe historia; la historia se revela como la praxis transform ándose en gnosis. Entre ambos términos llega un momento en que la precedencia se transforma en síntesis dialéctica. Lo biológico condi ciona lo histórico y viceversa. En los 600 mil años que cuenta el hombre sobre la Tierra, múltiples factores regresivos de adaptación han llevado a grupos humanos, llegados para ellos a un equilibrio satisfactorio, a oponerse a cambios. Por su
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parte los tactores progresivos derivados de la técnica y de la acción de los que buscan un mejor equilibrio, J los insatisfechos, impulsan las transformaciones. En e lj terreno de la historia este fenómeno se presenta como lucha de clases; en el campo de la biología permite ver la ascensión de grupos que poseen mejores caracterís ticas o características diversas en su circuito interno y pugnan por una acción equilibrante con un nuevo A circuito externo. Este proceso de antagonismo dialéc- jlj tico, que destacó siempre la flecha de una hominización creciente, está representada en lo biológico por un mejor cerebro y en lo psicosocial por un paso más hacia la complej ización neurodinámica que llamamos razón. El Homo sapiens fossilis no representa la form a más primitiva de nuestra humanidad, tanto por su comple jidad biológica como.social. Por los rasgos esenciales de su anatomía, por las líneas maestras de su etnogra fía — negros, blancos, amarillos ya acantonados en las zonas geográficas actuales— , el hombre del paleolítico superior, al final del último período glaciar, representa en sus caracteres esenciales a la humanidad moderna. 1 Posee rasgos de afectividad que en los neanderthaloides están destacados por la aparición en grutas de las pri meras tumbas, y que en los neanderthalensis se expresa por los comienzos del arte y por los ritos representados en rojo y negro en las grutas de España, de los Pirineos,, del Périgord, África, Oceanía y América. En el cuaternario superior el hombre aparece domi nando el fuego, y, más importante todavía, el simbolis mo de la figura queda supeditado al valor abstracto del lenguaje. Con este paso la humanidad llega a vislumbrar la «edad de la razón». El cerebro está terminado; ningu-.J na variación apreciablc demuestra que hayamos perfec
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cionado en su anatomía o citoarquitectura el instru mento orgánico del pensamiento. ¿Se detiene al fin del cuaternario la evolución del hombre? Para los datos de la morfofisiología, sí; pero en llegando la materia viviente al grado de complej ización cerebral que al nivel del fenómeno humano la define como una estructura para sí, dinámica, las posi bilidades de equilibrio entre los dos circuitos — interno y externo— se transfieren a la actividad del sistema nervioso que desborda de sus modalidades anatómicas para extender la complejidad de sus funciones. A partir del neolítico nada ha cambiado para la humanidad que no sea el medio social, en el cual las nuevas generacio nes adquieren en la ontogénesis todo lo producido por las anteriores. Cada hombre que nace es un ser nuevo cuyo nivel dependerá de los estímulos que pro vienen del circuito externo. El caso de los «hijos de lobo» lo prueba. Fuera de la embriogénesis nada hay más importante para la complej ización de los neurodi namismos que la acción progresiva de los estímulos. En el plano de la fenomenología de la materia viviente sus transformaciones actuales son funcionales, deriva das de la actividad sociocultural, aunque sus propieda des intrínsecas sigan obedeciendo a las leyes de la físi ca y de la química. *
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La ascensión al pensamiento, con su corolario, la razón, no se revela como una fuerza exterior a la mate ria ni como una producción sui generis de la materia, sino como un modo de ser de la materia. Las etapas por las cuales la materia desembocó en este nivel de com plej ización están representadas p or tres aspectos fun-
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damentales del proceso de cerebración, conjugados a través de su función unitaria en la conducta del Homo sapiens actualis. El rinencéfalo, es el primer esbozo de la corteza.
Pobre en neuronas y poco estructurado, ya existe en los vertebrados inferiores, para los que recibe exclusi vamente los estímulos olfativos. Está estrechamente unido al hipotálamo y actúa como centro regulador superior de la actividad instintiva y afectiva, en espe cial para los animales superiores y el hombre, en los cuales la importancia del olfato disminuye en relación con la conducta y los comportamientos sexuales y ali mentarios. El cerebro noético, segundo zona cortical constitui da por la mayor parte de la cara externa de los hemis ferios, y que se prolonga por las caras inferior e inter na. Esta masa neocortical, característica de los mamí feros, presenta en el hombre los centros práxicos y gnósicos. Es propia del neocórtex la somatotropía; en él se puede localizar regiones correspondientes a las diversas partes de los órganos periféricos, los diversos músculos, las diversas zonas cutáneas y musculotendinosas, etc. Todo gesto presenta un proceso intracerebral que al nivel de la zona neocortical adquiere signi ficación psicológica. Caso particular es la coordinación gestual compleja que permite el lenguaje articulado. En el cerebro noético lo adquirido prima sobre lo innato, al contrario del rinencéfalo o cerebro reflejo, en que predomina lo innato. Esta división cerebral no se convierte en dualidad funcional gracias a múltiples interconexiones tanto cor ticales como por intermedio de los núcleos de la base. La función de ambas porciones cerebrales es solidaria y está asentada en una continua interrelación. Toda
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conducta necesita del cerebro afectivo y del intelectivo o noético, y según el caso individual puede primar en la interrelación una u otra de las funciones. El equilibrio, la armonía indispensable para que el individuo no resulte afectividad pura o inteligencia desligada de las necesidades del circuito interno, está dada por la región prefrontal o cerebro prefrontal, órga no de la integración y de la unidad. Parte anterior del área frontal por delante de la zona motriz, es la porción cerebral característica del hombre, la más rica en neuro nas y con funciones menos específicas. Representa la última realización de la evolución complej izante. La conjunción de funciones de los tres niveles de cerebración caracteriza la conducta humana pero no la produce. Cada una de las jerarquías del sistema nervio so corresponde a una etapa de la filogénesis en su es tructuración y es independiente de ella en cuanto a las funciones. La actividad primera del rinencéfalo está supeditada en el hombre (ley de los niveles jerárquicos de H. Jackson) y mamíferos superiores al cerebro noéti co. La función de interrelación circuito interno-circuito externo, que en un momento evolutivo acaparó el cere bro afectivo, queda relegada a relaciones intrínsecas al circuito interno cuando la segunda zona cortical valori za la acción conjunta de las sensibilidades intero, propio y exteroceptivas. La homeostasis orgánica queda ase gurada por el manto cortical. La interrelación individuo-medio, a través de la corteza, propicia el camino de las simbolias. El pensa miento concreto inmediato del animal corticalizado se transforma, complejizándose funciones e interrelacio nes de los circuitos, en pensamiento abstracto, capaz de resolver problemas a partir de su formulación teóri ca. La situación concreta deja de ser el único motivo de
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actividad inteligente y queda relegada a las primeras etapas de la ontogénesis. Esto* no significa la existencia de una recapitulación ontofilogenética en lo mental, de una «mentalidad primitiva» en el niño, sino que destaca la actividad de centros primarios todavía no controla dos por otros superiores. Su actividad no se realiza en las condiciones de circuito externo de cuando la evo lución de la especie los estructuró sino en las del cir cuito con que se relaciona el tipo adulto de la especie a que pertenece. El hombre de Neanderthal inaugura oon el Homo sapiens actualis la actividad humana del córtex. En lo que conocemos de sus relaciones prima lo innato sobre lo adquirido, lo afectivo sobre lo mental. Hominida colocado en un escalón superior a los hominoides, actúa con esta ventaja más directamente sobre el circuito externo. Transformaciones que para su pen samiento embrionario fueron sin mañana cambiaron cantidad y cualidad de los estímulos, que encontraron en el sistema paleoneural de las generaciones sucesivas del Homo sapiens actualis un conglomerado de neu ronas — 15.000 millones— cuya capacidad bioeléctrica admitía la creación de nuevas vías de conducción. Eran neuronas en las que casi ninguna función adquirida hereditariamente canalizaba el estímulo hacia una re actividad prescrita por el phylum. En cuarenta mil años la especie humana evolucionó de forma en sí a forma para sí. La eclosión del pensamiento representa la revolución del neolítico. En los animales superiores de los que po demos seguir la evolución más fácilmente, la socializa ción representa un progreso relativamente tardío e indica que han llegado a la madurez evolutiva. En el hombre, por razones estrechamente unidas al progreso del cerebro noético, a cambios consecutivos de la cuali-
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b, b r e g m a ; l, l a m b d a ; rfp, r a m a f r o n t o - p a r i e t a l ; rt, r a m a t e m p o r a l ; te, t r o n c o c o m ú n . (Esquema según Weidenreich.) de
Ja v a . —
dad de las ácciones, la socialización es un progreso dentro de su evolución en lugar de ser la culminación de la misma. Por primar en el animal el cerebro afectivo la interatracción que determina su hecho social es sensorial. El grupo humano sale por su parte de la sociedad animal, tiene en su origen las mismas bases sensibles, pero la actividad noética transforma la cua lidad de la interatracción que se logra por caminos cul turales para cristalizar en formas abstractas de convi vencia. La actividad del hombre, los progresos incesantes de su multiplicación, la creación continua de nuevos grupos, incesante flujo humano que la prehistoria per mite seguir con certeza indudable, señala cómo la tierra poblada se empequeñece, cómo disminuye la amplitud de los desplazamientos, y cómo cada período impone
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la necesidad de sacar el mejor partido de dominios cada vez más limitados. La agricultura reemplaza la caza; los grupos nómadas agrupados en torno del fuego pasan al sedentarismo de la aldea. La actividad de todos se concentra sobre un circuito externo limitado, los cambios crecen en profundidad, y las relaciones de equilibrio alcanzan un dinamismo que jamás poseye ran. Aumento continuo de estímulos, aumento continuo de respuestas, y en el centro, como eje, un cerebro noético capaz de un número inconmensurable de com binaciones neurónicas. La síntesis dialéctica de este pro ceso fue la cultura neolítica.
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Sobre el splano fisiológico del cerebro, la cultura neolítica representa la eclosión del pensamiento en base de los neurodinamismos del neopallium. Al dirigir las estructuras noéticas el dinamismo cerebral en fun ción de esquemas espaciotemporales adquiridos en inter relación con un circuito externo cambiante, la duración propia de los ritmos biológicos, individual, incambiable, queda suplantada por un vector temporal surgido de la actividad del grupo y de la continuidad estructural a través de las generaciones de éste. El comportamiento de los individuos, por encima de múltiples elementos condicionadores innatos, adqui ridos individualmente o sociales, muestra posibilidades de integración de conjunto que revelan una mejor adap tación a situaciones nuevas. La humanidad comienza a cavar el curso de la historia. En el sector psicobiológico la inteligencia desprende gradualmente la activi
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dad de las últimas urgencias rinencefálicas. Hay un cambio en el determinismo biológico. La personalidad se inserta por completo en el cua dro de la actividad colectiva. La acción revela integra ción de los neurodinamismos bajo comando noético. La inteligencia, que se revela a- lo largo de la evolución de la materia viviente como función cualitativa en sí, adquiere el carácter de forma para sí y asume las principales actividades de la interacción circuito inter no-circuito externo. El lenguaje, al abrir el camino de la razón, separa completamente al hombre del animal. Dotado del instrumento del pensamiento y de su expresión con la palabra, el ser que surge de la revo lución neolítica, el Homo sapiens actualis, aparece pro visto de una posibilidad neurodinámica singular: el cerebro prefrontal, órgano de integración y de unidad que gradualmente va creando una nueva homeostasis. Al conocimiento del mundo, del número y la sustan cia, de la actividad propioplástica transformada en emo ciones y sentimientos, se agrega la reflexión. El indivi duo aparece capaz de percibir y de sintetizar en abs tracto lo que percibe. Lo subjetivo puede volverlo ob jetivo, lo objetivo subjetivo. Se comprende, y es com prendido. A las sensibilidades protopáticas de Head, exteroceptiva de Sherrington, se suma la psicoceptivi- dad de Coronel. A la actividad neurodinámica del homínida, el Homo sapiens actualis agrega los 15.000 millones de elementos del neopallium con sus centros agregados. Número infinito de combinaciones neurodinámicas posibles para cada acto, para cada pensamiento. Número casi infini to, según el cálculo, de posibilidades de acertar o de errar. Esta enorme amplitud para la prueba y el error es el libre albedrío, que en el plano de las funciones
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neurodinámicas se reduce en la misma medida que la integración producto del cerebro prefrontal señala un paso adelante en la unidad del ser como ente individual y colectivo. Al nivel del hombre futuro la vida se definirá como forma compleja para sí: la razón.
6.
Conclusiones
Al nivel del hombre futuro la vida se definirá como ,■ forma compleja para sí: la razón. Pero ¿reconocer de este modo el papel de la razón en el proceso humani zante no es acogerse a la tesis del providencialismo? ¿Dónde reside, pues, la diferencia? La diferencia está en el foco de actividad. El providencialismo tiende a concebir la razón como núcleo director, ajeno a la hominización y propio del espíritu, cuya influencia cons tituye normas y reglas a las que el fenómeno vida se pliega, porque el racionalismo clásico del nisi ipse in- tellectus creía poder sustraer sus principios de los cambios de la materia. Ahora, que la evolución se nos presenta como proceso complej izante de la materia, la actividad del viviente aparece como modalidad de ese proceso que depende, en sus cualidades, de progresos en la estructura nerviosa. De aquí que en sus orígenes
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el fenómeno vida haya revelado únicamente posibilida des evolutivas cuyos logros se concretaron en el fenó meno Homo dentro de marcos individuales y colecti vos, bajo la forma de afirmaciones y negaciones, confrontamientos dialécticos del ser como realidad bioló gica primero, social luego, psíquica después. La razón como forma compleja para sí no es pro ducto directo del fenómeno, no representa una estruc tura sociocultural, y menos un episodio propio de indi viduos. Pero tampoco significa reglas a priori para in terpretar la experiencia. El dogmatismo intransigente de los principios absolutos es inaceptable en la misma medida que es inaceptable el concepto de una forma ción progresiva de la razón según los cambios recípro cos de sujeto y objeto. Esto que es válido para la inte ligencia no puede explicar cómo, cuando se cambia de campo de aplicación; la razón aparece, sin embargo, como principio general normativo de la línea evolutiva humana. Aunque Brunschvicg hable de «razón flexible», Bachelard imponga el tema del «diálogo de la razón y la experiencia», y Gonseth proclame la «apertura de la razón hacia la experiencia», en el fondo queda siem pre algo de escolástica obstinada. Fuera de los límites necesariamente restringidos del individuo histórico, del Homo como fenómeno sapiens, se extiende el ho rizonte inmenso del proceso complej izante de la ma teria. En efecto, en el animal conductas positivas y negativas están determinadas automáticamente por re gulaciones del circuito interno y del circuito extérno. El hominida, aunque su organización de base respon da a las mismas regulaciones, dispone de un número enormemente mayor de neurodinamismos que dan complejidad a la conducta, permiten una actitud indivi dualizada e individualizadora, personal en una palabra
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aunque restringida, y reducen las posibilidades de error introduciendo la acción mediata que caracteriza a la in teligencia como factor psicobiológico. Esta actividad, que es conjunción de mano, cerebro y lenguaje, se reve la en lo colectivo como actividad pensante caracterís tica de la sociedad humana y que representa, por opo sición dialéctica, la socialización de los modos biológi cos individuales de conducta y la individuación de los patrones sociales de acción: tesis y antítesis. La tesis es producto de la complej ización del viviente por nive les cronógenos de la estructuración neurofuncional; la antítesis es producto del medio transformado por la reacción inteligente, esto es mediata del individuo. La síntesis se vuelve patente, se despliega en un campo nuevo de acción que no es intrínsecamente biológico ni social: la conciencia, pero que no puede nacer ni es tructurarse sin lo biológico y lo social. Entonces, la experiencia que no puede ser desmentida por la expe riencia, la- experiencia general de la humanidad que es expriencia al nivel del sentido común, es susceptible de ser desmentida por la experiencia de otro nivel, por una experiencia más fina, más sutil y evolucionada que es la experiencia de la razón. Este es el foco de actividad de que habláramos al comienzo y cuya diferencia con la inteligencia está en que además de adaptarse a la experiencia y adaptarla, la transforma con la iniciativa. No cambia las impre siones que provienene de la sensomotricidad ni trans forma los parámetros que crea la inteligencia; simple mente establece nuevas relaciones y genera, en la evo lución, una adaptación activa. De aquí que sea necesa rio distinguir entre la adaptación pasiva, como choque que sufre el individuo, y la adaptación activa, como fenómeno que pone a prueba una conducta inteligente
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preconcebida. La primera asegura la estabilidad y permanencia del individuo corrigiendo la estructura funcional de sus reacciones; la segunda le propone enigmas, adaptaciones posibles a situaciones posibles, y lo lleva a un trabajo de reorganización interna profunda que lo prepara para adaptarse a una situación que no es pero puede ser. La psicología genética confirma este enfoque; al refutar al empirismo en el análisis de la actividad del sujeto en sus relaciones con la experiencia, abre el camino de la comprensión de una dialéctica del cambio. De este modo se confirma lo que hemos procurado demostrar en los capítulos precedentes: la inteligencia representa al fenómeno humano como fenómeno de socialización que, a través de las funciones cerebrales, se define como una forma para sí, dinámica. En partiendo de este momento la evolución, para el género humano, cambia de plano. En lo biológico representamos una línea concluida, esto es a una especie cuya adaptación, expresada por las funciones neurodinámicas alcanzadas, es máxima. Cualquier cambio representaría dos alternativas: extinción del Homo sapiens, como se extinguiera a su turno el Homo neanderthalensis, o surgimiento, por evoluciones sucesivas o mutaciones digresivas — no es cuestión ahora de discutir el caso— de un nuevo tipo Homo. En una palabra, biológicamente considerada las cosas, nuestra especie ha llegado al límite de la desaparición específica, porque en ninguna de las dos alternativas la materia viviente se destruiría; simplemente cambiaría el sentido de la complej ización. El fenómeno se aclara si razonamos la evolución en términos de energética. Cada paso en la adaptación representa una acumulación de entropía, una tendencia mayor a la igualación energética entre individuo y me-
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dio y> Por ende, a la destrucción del sistema por la disminución progresiva de los intercambios. La adaptación total, absoluta, es tan nociva para las especies como la aparición de estructuras o funciones télicas, no adaptativas. La evolución engendra la adaptación, y ésta, convertida en su antítesis, la niega al arrastrar las especies a la extinción. Este proceso, inexorable dentro de marcos mecanicistas, escapa en lo biológico al determinismo de la destrucción porque dialécticamente el equilibrio entre individuo y medio: la entropía adaptativa, está roto por la síntesis producto de la contraposición que restablece el desequilibrio en un plano nuevo: la razón. De este modo, un fenómeno megantrópico se produce y los intercambios, la evolución en una palabra, continúan en otro escalón y con otro nivel de complej ización: el mental. Como resultado final de la hominización tenemos, pues, que el viviente no se aniquila y que el cambio se traslada a la complej ización y duración del proceso. Apenas cien siglos separan al Homo sapiens actua- lis de su triunfo en el neolítico sobre el phylum ani- mal. Enfrentada entonces la especie con una situación similar a la que acabamos de describir generó con la inteligencia, síntesis de mano, cerebro y lenguaje, un instrumento negantrópico. La evolución quedó históricamente centrada desde entonces en el eje sociocultural, revelando rápida aceleración progresiva. La última adquisición biológica evolutiva de nuestra especie: el cerebro prefontral, fue la tangente de escape que todavía hoy apenas está aprovechada en la variabilidad y calidad de sus funciones posibles. El reinado de la razón, coronamiento de la complej ización .neurodinámica de la inteligencia, apenas y únicamente aparece en casos individuales. Forma en sí para la huma-
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nidad actual su socialización, su transformación en forma para sí, está reservada al porvenir. Gran parte de la humanidad recién está entrando en la segunda etapa funcional de la cerebración progresiva, en el estado sapiens caracterizado por el predominio del cerebro noético. Muchos hombres todavía se conducen regidos por el nivel rinencefálico, porque en pocas partes la sociedad — fuente de los estímulos que deben hacer funcionar el «mejor cerebro» de que está dotado el hombre— ofrece características realmente humanizantes. En el mundo moderno la sociedad industrial ejerce funciones cibernéticas, con el sentido etimológico del término, sobre la inteligencia, o sea la gobierna y dirige como el timonel a la barca. La automatización de la inteligencia impide y niega el paso dialéctico que con la contraposición y fusión del acto y del pensamiento elabora la razón, nivel para la evolución y com plej ización futuras de los neurodinamismos cerebrales y sus resultantes abstractos las simbolias, que transforman la experiencia. La adaptación pasiva del Homo sapiens que caracteriza la etapa biológica de la primera evolución hominizante, la del cerebro noético, la de la inteligencia bien adaptada al problema en términos eurísticos, pasará a ser adaptación activa, de la razón que con la solución interviene inteligentemente en el problema. Sin duda, «acabamos apenas de soltar las últimas amarras que todavía nos ataban al neolítico», pudo afirmar con sentido histórico Henri Breuil. La observación, que muy a la ligera de los «futurólogos» interpretan como fagon de parler, representa la trágica realidad de una gran porción de la humanidad, dentro de la cual está el continente americano y que nos toca más de cerca. Muchos hombres, la mayoría de nuestros
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hombres entre ellos, prolongan aún la revolución neolítica y pisan recién el umbral de la etapa noética en la progresión neurodinámica. Hambre del organismo por falta de alimento, y hambre de la mente por carencia de estímulos llevan a una inanición total que una falsa conciencia quiere encubrir asegurando que es cuestión de técnica. El problema, profundo y difícil en todos sus aspectos, está psicobiológicamente contenido en la pregunta: ¿cuál será el próxim o paso de la evolución? El extremo de la flecha evolutiva apunta hacia la noosfera de que hablara Teilhard de Chardin. Las características evolutivas de la materia se revelan en la litosfera, la hidrosfera, la atmósfera y la biosfera. El camino evolutivo y complejizante con sentido humano arranca de la última, alcanza el acimut con el pensamiento, y en la perspectiva actual su punto Omega, su más allá, aparece como el reinado futuro de la razón. La inteligencia, capacidad que la humanidad comienza a manejar, permite transformar las condiciones del circuito externo. Si la inteligencia es humana por excelencia, si la razón es su meta, si las condiciones socioculturales acortan el camino que lleva a la razón, hagamos que la condición del hombre, sin excepción, sea humana.
Bibliografía
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