COMENTARIOS de Teología Emergentista ______________________
Presento una recopilación, ordenada por temas, de unos comentarios hechos por mí en varios foros, sobre teología. He procurado atenerme a mis aportaciones únicamente, pero cuando se trataba de diálogos he debido incluir las de algunos de mis contertulios para conservar la inteligibilidad; en este caso he intentado ser lo más ecuánime posible, pero tal vez no he conseguido la fidelidad total a sus ideas, puesto que pretendía principalmente presentar las mías. Les pido disculpas y les agradezco de corazón. Como los textos corresponden a intercambios de opinión mantenidos “en vivo”, y no a exposiciones literarias, no están exentos de fallos de redacción, ni consiguen ser muy metódicos ni exhaustivos. Además, como los temas se imbrican y solapan entre sí considerablemente, he debido repetir comentarios o párrafos en bastantes ocasiones; por lo que pido comprensión e indulgencia. Por supuesto, mis opiniones son mías exclusivamente, y no han sido expuestas aquí para adoctrinar, atacar ni replicar a nadie, sino sólo con el ánimo de que puedan ser útiles a quienes se interesen por estos temas -fundamentales de nuestra fe cristiana-, con una disposición abierta y una mentalidad moderna y prudente. Agradezco sinceramente a todos los que me lean con esta buena disposición, y espero poder aportarles algo. Gracias.
Temario e Índice
1.
La Creación.
(55 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31208584/01-La-Creacion-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
El universo –o multiverso- en que vivimos es un proceso cósmico. En este proceso han ido apareciendo nuevas formas de la materia y de la vida, que pueden ordenarse en niveles de creciente organización, complejidad y conciencia. A mi juicio, la realidad se ordena en una especie de gigantesca “escala” o “cadena”, cada uno de cuyos “peldaños” o “eslabones” es un nuevo nivel de existencia. Los seres humanos formamos el nivel más alto (reciente, complejo) conocido hasta ahora. Todo ocurre con y en Dios. La acción de Dios está en todo. Pienso que el Espíritu de Dios es verdaderamente inmanente a la Naturaleza, es enteramente inseparable de ella, de manera que, aun reconociendo la acción de Dios, podemos decir que la Naturaleza experimenta el proceso creativo “por sí misma”. Por eso, no puedo llamar nunca “intervención” a la acción creadora del Espíritu de Dios, como si fuera algo no-natural, extra-natural, sobre-natural. La naturaleza evolucionando, el mundo desarrollándose, SON la acción creadora del Espíritu de Dios. Una acción que –moderándose a sí misma para permitir ese proceso paulatino- admite provisionalmente la finitud y la imperfección, y por lo tanto la tragedia provisional del mal. Por la “kenosis” (contracción, abajamiento, anonadamiento) de Dios Creador, existe el mundo con sus leyes autónomas, y el ser humano con su libertad, como parte de él. El mundo no está acabado, sino que evoluciona hacia su perfección, en medio de vicisitudes que implican terribles sufrimientos a nosotros los individuos. Por su “kenosis creadora”, Dios se ha hecho impotente para auxiliar milagrosamente a los individuos, porque eso sería invalidar las leyes de su creación y descalabrar todo el proceso. Pero, mediante su “kenosis redentora”, Dios ha acudido a auxiliarnos, solidarizándose con nuestras limitaciones y sufrimientos, para llevarnos consigo a TODOS a una nueva vida, una creación renovada, que compensará totalmente los sufrimientos anteriores. 2.
El Pecado Original.
(32 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31209588/02-El-Pecado-Original-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
A mi juicio, se trata de un tema en el que la mayoría de los cristianos andamos hoy en día bastante desorientados. No podemos aceptar ya una interpretación ni remotamente “literal” del relato yahvista del Génesis. Sabemos que ese relato tiene que ser una – maravillosa y profunda— alegoría. Pero, ¿una alegoría de qué? La idea del “pecado original” y la idea de “redención” han sido conceptualizadas erróneamente a partir de símbolos y mitos primitivos, tales como una “transgresión primordial que exige reparación mediante un chivo expiatorio”. En efecto, todo el relato mítico del Génesis sobre el “pecado original” es un intento de explicar el origen de los males físicos como castigos merecidos por una supuesta culpa original. Porque en la mentalidad del autor del Génesis –como en cualquier mentalidad de la Antigüedad—
cualquier mal físico (enfermedad, sufrimiento, catástrofe, trabajo arduo, muerte) tenía que ser consecuencia de un mal moral (culpa, pecado), ya que un Dios justo no podría consentirlo de otra manera. Pero hoy, en la modernidad, eso ya no puede parecernos lógico, porque sabemos que el mal físico, en particular la degradación y la muerte de los individuos vivos, incluidos los individuos humanos, proviene de la naturaleza de las cosas finitas, de la precariedad global del universo que está sometido al proceso evolutivo, creador. En el fondo, en un sentido muy básico y “original”, todos somos víctimas inocentes. Pues todos participamos, por el mero hecho de existir, de la “precariedad global del universo”. Y esto no se debe a ninguna culpa, ni individual ni colectiva, ni ancestral ni actual. El “pecado original” del individuo no es una culpa cometida; es su participación en la precariedad global del universo (el “pecado original” global, digamos). Ninguna contrición puede “regenerar” esa condición finita, de imperfección temporal; el universo sólo llegará a superarla cuando alcance la trascendencia en el Final. Pero, para que en ese Final puedan estar (salvados) los individuos humanos concretos de todos los tiempos, Dios ha querido ejecutar un plan de Redención. 3.
La Redención.
(59 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31211161/03-La-Redencion-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Para muchísimos, entre los cuales nos contamos nosotros, las enseñanzas éticas de Jesús de Nazaret son las más sublimes y convincentes guías para la consecución de una sociedad justa y pacífica, plenamente humana. Pero ¿puede ser sólo eso lo máximo a que podemos aspirar? ¿Una sociedad perfecta futura para los afortunados descendientes nuestros que consigan heredarla, por los cuales nos esforzamos ahora? ¿Una sociedad humanamente justa, pero en la que persistirán las limitaciones físicas de la realidad finita?... Parece realista contestar que sí; que aspirar a otra cosa mayor sería una locura. Pero creo que Dios, por intermedio de Jesucristo, quiere ofrecernos una solución casi increíblemente más radical. Una Nueva Creación, y una salvación a una nueva realidad para todos los seres humanos, presentes, pasados y futuros. Pero no de manera independiente de nuestros esfuerzos actuales, de nuestra historia humana, de nuestro proceso cósmico, sino contando con ello, dentro de ello, como culminación de ello, pero aportando Él un inmenso PLUS mediante la Redención por Jesucristo. No podemos creer en una salvación futura que nos exima del trabajo, del progreso, de la lucha por la justicia, incluso del entusiasmo de vivir plenamente nuestra vida humana. Antes de predicar la redención debemos predicar la dignidad, la autonomía, la responsabilidad de las personas, la liberación de los oprimidos. Pero, siendo conscientes de nuestra libertad y de nuestras capacidades, y rebelándonos contra toda resignación y sometimiento cobarde y perezoso, debemos reconocer nuestras limitaciones. Nuestros esfuerzos, nuestros logros, no satisfacen ni de lejos nuestras esperanzas. Pero nuestra fe nos proporciona una esperanza escatológica. No nos deja con el sentimiento de ser “una pasión inútil”. Nos asegura que al final del proceso cósmico está Dios, y que Él nos aporta un inmenso PLUS de redención, que nos llevará a una Nueva Creación de vida eterna. Como la suerte de Dios ha sido unida por Jesús a la suerte de los hombres –en virtud de su completa solidaridad con ellos— éstos se verán ahora “arrastrados” por la restauración divina: la resurrección de Jesucristo es la primicia de la resurrección general de todos los hombres y de una Nueva Creación, en reconciliación y solidaridad
íntima y eterna con Dios. Esta Nueva Creación es un inmenso “plus” sobre la Creación Antigua, pero no ocurre al margen e independientemente de ésta, sino que brota de ella como una obra de transformación en la que estamos llamados a colaborar todos –aunque sea infinitesimalmente-, siguiendo el ejemplo de Jesucristo. 4.
La Acción de Dios.
(48 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31212030/04-La-Accion-de-Dios-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Creo en la presencia inmanente del Espíritu de Dios en todo lo creado. En la acción creadora del Espíritu que impulsa el proceso cósmico en todos sus niveles, admitiendo la finitud y el azar, impartiendo las leyes y tendencias que guían, sin ahogar su autonomía, el desarrollo evolutivo del universo hacia su plenitud. Además, creo en la acción redentora del Espíritu de Dios, que es otra manera de actuar del mismo Espíritu. Que se ha manifestado “hablando” a, y por, los profetas y ungidos de Israel, obrando la encarnación de Dios en Jesús, inspirando la vida de Jesús en todos sus aspectos, resucitando a Jesús y comunicando su resurrección a sus discípulos, “llenando el corazón” de los discípulos para conducirlos a la verdad, efundiéndose en las obras y acciones de esos discípulos y de sus sucesores y seguidores, y soplando por donde quiere y cuando quiere, en quienes quiere. Dios está actuando continuamente en el mundo, en la vida diaria. Todo es acción de Dios, porque su Espíritu Creador está en todo, particularmente en nosotros. Pero lo hace a través de las propias leyes, tendencias y capacidades del mundo. Sobre todo a través de las capacidades humanas. Nuestros impulsos éticos, cognitivos y estéticos proceden de Dios, aunque no lo reconozcamos. Por eso, el resolver los problemas de la vida es responsabilidad nuestra. En lo que atañe a las personas, creo que Dios no sólo “está ahí” como “algo ínsito en la creación”, disponible pasivamente para ser hallado; sino que Él actúa llevando la INICIATIVA, llamando e interpelando a la persona, intentando entablar con ella un diálogo “de tú a tú”. Como Su Espíritu está presente en el interior de cada persona, en lo más íntimo de su intimidad, no es percibido normalmente como algo externo sino como un impulso propio. Pero eso no obsta para que muchas personas hayan sido capaces de encontrarlo y reconocerlo en su interioridad como lo que es: una acción de Dios que se origina en Dios, que es iniciativa de Dios para interpelarlas a ellas particularmente. El caso concreto más patente e indiscutible de inspiración personal de parte del Espíritu de Dios, es el de Jesús. Lo manifestó en sus hechos como en sus dichos. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido…” 05.
La Elección de Dios.
(12 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31213364/05-La-Eleccion-de-Dios-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
La elección de Dios no es nunca un privilegio, sino una misión, una responsabilidad. Esto se aplica particularmente a la elección del pueblo de Israel y a la elección de los discípulos de Jesucristo, en todos los tiempos. La elección es una misión de humilde servicio a todos los seres humanos, especialmente a los más necesitados. Todos somos diferentes: en habilidades, en aspecto, en capacidades, en circunstancias, en disposiciones, en dones, en responsabilidades, etc. Pues… ¡vive la différence! Podemos utilizar nuestras diferencias en provecho unos de otros; podemos aportarnos lo que tenemos, unos a otros; los beneficios de unos para beneficio de los otros. Ése es el
desafío. Para vencer en ese desafío tenemos el amor. Cada uno posee lo suyo, pero eso no es injusto si todos tienen amor. Yo sí creo en la “llamada” personal de Dios, pero para bien de todos. Precisamente esos dones diferenciados de cada uno podemos considerarlos “llamadas” de Dios, hechas particularmente a cada uno. Llamadas que no deben ser tomadas como privilegios (eso sería egoísmo, vanidad, presunción) sino como misión de servicio (con generosidad, entrega, amor). Así puede decirse que cada uno ha sido llamado por Dios para ser cocreador con Él de una manera especial, según sus dotes y circunstancias particulares. Similarmente, creo que hay “llamadas” particulares de Dios para hacernos co-redentores con Él; lo que significa tener ocasión de participar, cada uno según sus dotes y circunstancias, con Él en la salvación de las víctimas de este mundo –víctimas en todos los sentidos— para conseguir su rehabilitación en esta vida y en la Vida eterna. Creo que Dios se propuso salvar a la humanidad de una manera muy especial: encarnándose en un ser humano particular y concreto, asumiendo verdaderamente la naturaleza humana en solidaridad con la de cada uno de los seres humanos, para –en virtud de esta solidaridad— hacer posible que TODOS los seres humanos lleguen a participar de Su Vida eterna divina. ¿Es lógico que veamos privilegio y exclusivismo en la concreción de ese comienzo? Que Jesucristo fuera israelita y judío, ¿debemos considerarlo un privilegio exclusivo de los israelitas judíos? Que Jesucristo fuera de esa época, ¿debemos considerarlo un privilegio exclusivo de su época? Que Jesucristo fuera varón, ¿debemos considerarlo un privilegio exclusivo de los varones? Que Jesucristo tuviera los ojos negros (presumiblemente), ¿debemos considerarlo un privilegio exclusivo de las personas de ojos negros? No, obviamente no. Tampoco debemos considerar privilegiados a quienes les haya tocado circunstancialmente ser los primeros alcanzados por la Buena Nueva de esa salvación especial. Ni a los apóstoles, ni a los judeo-cristianos, ni a los heleno-cristianos, ni a los romano-cristianos, ni a los europeo-cristianos, ni a los occidentales-cristianos, etc., debemos considerarlos (considerarnos) privilegiados exclusivamente, ni en la realización ni en la intención. Son solamente etapas de un proceso de expansión e irradiación que debe llegar hasta el último rincón –“last but not least”. Incluso a todos los tiempos anteriores a la época de Jesucristo. 6.
La Encarnación.
(51 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31220595/06-La-Encarnacion-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Creo que Jesucristo es la encarnación de Dios mismo, y único salvador universal. Y también creo que, aunque el “pecado original” no es sino el reconocimiento de la precaria condición natural humana, esta condición por sí misma no podría conducir a una salvación para la vida eterna. Creo que la salvación es un don añadido por Dios a su Creación, un inmenso PLUS, una Nueva Creación, realizada mediante su plan de Redención, que incluye como culminación su Encarnación única y definitiva en Jesucristo, para hacernos a TODOS hijos suyos eternamente. Cada persona recibe de Dios el don gratuito de la salvación, de la resurrección. Y lo recibe porque Dios se entrega a ella, y a TODOS, haciéndose cercano, rebajándose con inmenso respeto y amor-ágape, para preservar la libertad de la persona, su voluntad. Esa entrega llega hasta la más profunda solidaridad con la naturaleza humana, con la condición humana ínfima y efímera, de naturaleza “caída” no respecto de un estado
pasado (“proto-lógico”) sino respecto de su ideal futuro (“escato-lógico”). Ese anonadamiento redentor de Dios se ha realizado en su plan de salvación que culminó con la participación solidaria del mismo Dios, encarnado en un ser humano: Jesucristo. Dios salva así a TODOS porque su anonadamiento hasta una “muerte de cruz” conduce necesariamente –por ser Él quien es, con una necesidad que es la “madre de todas las necesidades”— a una restauración, a una reparación. Jesucristo, por ser la encarnación de DIOS, es resucitado por Dios, y por ser Dios ENCARNADO, por ser Dios hecho verdadero hombre, por ser solidario con la condición humana, “arrastra” a TODOS los seres humanos en su resurrección, hace partícipes a TODOS de su salvación para la vida eterna. Pero de nada sirve que los cristianos aceptemos el misterio de la Encarnación de Dios hasta una muerte de cruz, si no lo reconocemos presente en los “crucificados” del mundo. No podemos amar Dios –a Quien no vemos- si no amamos a nuestros hermanos necesitados –a quienes vemos. La fe en la Encarnación debiera ser pues el motivo e impulso fundamental de nuestra acción en auxilio de los pobres, oprimidos, marginados, despreciados, y abandonados de este mundo, en seguimiento e imitación del Señor Jesús –que es el mismo Dios hecho pobre, hecho oprimido, hecho marginado, hecho despreciado, hecho abandonado—, de quien nos hemos fiado. 7.
Jesús.
(177 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31222184/07-Jesus-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Si yo creyera que la importancia del cristianismo está en aportar las enseñanzas éticas y el modelo ejemplar de Jesús de Nazaret a la lucha por una sociedad humana justa y pacífica, y nada más, entonces creería que Jesucristo es equivalente al “Jesús histórico”, “uno de los seres humanos más entrañables e influyentes durante siglos”. Pero no es así. Yo creo que Jesucristo significa algo inmensamente mayor: el portador de una salvación capaz de rehabilitar finalmente a todas las víctimas de la historia, en el Final universal; para que el Amor sea al fin más fuerte que la Muerte. Y si es así, para realizar algo que sólo Dios puede hacer, Jesucristo tiene que ser la manifestación de Dios mismo, y tiene que ser “la primicia de la Resurrección”, como descubrieron los primeros cristianos a la luz del Espíritu, recordando su experiencia humana con Jesús y relacionándola con las promesas de Dios al pueblo de Israel, como figura éste de la Humanidad. Jesús cumplió el Plan de Dios libremente, con su libre voluntad humana, aun siendo encarnación de Dios: esto puede ser contradictorio con ciertas concepciones filosóficas de Dios, pero no con el Dios-que-es-Jesús, el Dios kenótico que al hacerse hombre asume “en serio” la libertad personal humana. Jesús no estuvo libre de pecado “a priori”: totalmente pre-determinado por la voluntad de Dios; sino “a posteriori”: porque aceptó libre y voluntariamente –con esfuerzo, con “sudores de sangre”— la voluntad del Padre en toda circunstancia. Esto no es contradictorio con el hecho de que Jesús sea Dios, sino que, al revés, lo manifiesta verdaderamente. Jesús no invitaba solamente a seguir su ejemplo, un camino particular de unión con Dios, sino a seguirlo a él personalmente: él mismo era el camino. Él mismo personificaba “la causa”. Al menos así lo entendieron sus discípulos, y nos lo transmitieron. Su causa fue la de nuestra vida/salvación; la de nuestra vida/resurrección. Por eso fue necesario que él resucitara de una vida/muerte solidaria con la vida/muerte de TODOS nosotros, incluidos los más criminalizados y desesperados, para hacer efectiva nuestra vida/resurrección solidaria con la suya. Su vida/muerte/resurrección fue
pues “por nosotros”, por TODOS nosotros, los seres humanos de todo tiempo, lugar y condición. Esta es la fe que nos transmitieron sus discípulos. Murió por enfrentarse a los poderosos, quienes consideraron con razón que ese reino suyo de Dios, basado en el amor y la compasión, se oponía destructivamente a su reino basado en la violencia y la opresión. Pero no murió para eso. No murió para enfrentarlos sino para salvarlos, también a ellos. Aceptó voluntariamente su atroz muerte para realizar la misericordia del Padre, amoroso hacia todos sus hijos pródigos, incluso los imperialistas, los esclavistas, los egoístas, los crueles, los malvados, los traidores. “Porque Dios es bueno con los ingratos y los perversos.” 8.
La Resurrección.
(126 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31223884/08-La-Resurreccion-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Yo tengo una firme esperanza: que todas las personas resucitaremos a una vida eterna más allá de la muerte. Una esperanza y una fe que han compartido tantas culturas, en diferentes formas. Pero parece que nuestra cultura occidental actual, por rigor empírico, por razón científica y por “fidelidad a la tierra”, la está desechando. ¿Qué puede significar esta “resurrección” para la mentalidad moderna? Desde luego, no puede ser la separación y “pervivencia” de un alma inmortal; ya no podemos aceptar ese dualismo platónico. Tampoco puede ser la revivificación de un cadáver: las moléculas que circunstancialmente constituyeron el cuerpo de la persona en el momento de su muerte, no determinan en absoluto su identidad. (Pensemos que esas moléculas pudieron formar parte anteriormente de los cuerpos de otras muchas personas, y que la persona adquirió y desechó innumerables de esas moléculas en sus células, durante su vida). Tendría que ser una casi inconcebible “reimplantación” de toda la información que estructura, programa y define a una persona –su programa genético, su memoria, lo que capacita sus funciones específicas y la hace persistente: todo su “software”— en un nuevo soporte, material o “espiritual”, un nuevo “hardware”, un nuevo cuerpo. Pienso que la resurrección de Jesucristo es la única resurrección que es necesaria, debido a que Jesucristo es la encarnación de Dios mismo, y el anonadamiento de Dios – que culminó en su muerte— “rebota” necesariamente –con necesidad absoluta— en una restauración, una reparación de su divinidad. Además, pienso que la resurrección de Jesucristo es la única provista de certeza, porque ha sido comunicada por el Espíritu de Dios a los Discípulos, y a través de su testimonio a los que hemos compartido su fe. Es la única resurrección que puede afirmarse en pasado –“resucitó”— en un sentido histórico, porque el Espíritu Santo hizo “coincidir” su momento escatológico con un momento histórico del pasado, trocando la incertidumbre del futuro por la certeza del pasado, en esa afirmación pentecostal “proléptica”: “Cristo ha resucitado”. Y como compartió nuestra naturaleza humana, nos hace compartir –ya, aunque todavía no— su resurrección a la vida eterna; con Él por Él y en Él, en una Nueva Creación. En mi opinión, la rehabilitación de la víctima Jesús de Nazaret, y con él de todas las víctimas de la historia -presentes, pasadas y futuras- (TODOS, en el fondo), es el elemento principal y central de la Buena Noticia del cristianismo. 9.
La Experiencia Pascual.
(141 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31224308/09-La-Experiencia-Pascual-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
El hecho de revelación cristiana por antonomasia ocurrió en una experiencia espiritual extraordinaria que afectó a los discípulos y discípulas de Jesús durante un período indeterminado de tiempo con posterioridad a la crucifixión. Ese pequeño grupo aterrorizado de mujeres y hombres débiles e incultos: unos pobres campesinos, pescadores y aldeanos galileos, dispersos y ocultos por temor a los judíos y a los romanos, iba a ser transformado de una manera tan drástica como inexplicable. En un corto plazo, ese grupo enfrentaría y vencería al mundo. Esa experiencia extraordinaria de revelación espiritual los condujo a una vida comunitaria testimonial de amor y esperanza sumos, y los llevó a plasmarla por escrito –ellos y sus seguidores— en unos libros que, gracias a Dios, no son crónicas históricas ni tratados escolásticos, y que, si bien tuvieron que ser forzosamente interpretaciones en algún grado subjetivas, combinaron diversos puntos de vista en un estupendo mosaico que asegura la más rica comprensión posible. Así contaron a la posteridad el descubrimiento de la figura de Jesús de Nazaret como el Salvador prometido por Yahvé a Israel y a todos los pueblos: el Mesías, el Cristo, el Ungido. Esta es la Revelación que hemos recibido como regalo para ser regalado. El Espíritu se les impuso con fuerza a su desconcierto y su asombro, a su cobardía y su escepticismo, a su escándalo y su necedad, haciéndoles ver a Jesús resucitado exaltado “a la diestra del Padre”, haciendo arder sus corazones para el resto de sus vidas. Y por su testimonio -y el de sus sucesores que les han sido fieles- de entrega entusiasta y abnegada, podemos verlo hoy también nosotros, a pesar del escándalo y la necedad que nos acosan. Jesús es Dios-Hijo, unido en comunión indisoluble a Dios-Padre en Dios-Espíritu, tal como fue hallado por la experiencia cristiana, yendo mucho más allá del judaísmo y del helenismo, e incluso más allá del judeocristianismo primitivo de transición, algo que no podemos rechazar sino aceptar y expresar teónomamente. Aunque -como es lógico por tratarse de la afirmación más ENORME imaginable- no pudo brotar sin un proceso de progresivo reconocimiento y en base a un contexto de interpretación adecuado, acompañando a una experiencia espiritual extraordinaria. Su significado tuvo que ser captado paulatinamente, mediante un desarrollo histórico y psicológico, en medio de un determinado influjo cultural y vivencial. Su expresión fue necesariamente balbuceante, tentativa, aproximativa, indagativa, a lo largo de muchos años y vicisitudes. Influida inevitablemente por los usos, ideologías y corrientes de pensamiento de la época. Como tiene por fuerza que continuar siéndolo actualmente y en el futuro. 10.
La Trinidad.
(16 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31226261/10-La-Trinidad-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
La experiencia espiritual extraordinaria de los primeros cristianos, desde sus comienzos en el siglo I, fue ir descubriendo que Jesús se había identificado con la Sabiduría (la Palabra, el Logos) de Yahvé, al mismo tiempo que apelaba a Yahvé como a su PadreAbbá, y a su Unidad en el Amor con Él (“El Padre y yo somos Uno”) por el mismo Espíritu de Yahvé (la “Ruah”) efundido a la Creación y ahora a la comunidad de los redimidos (“para que sean Uno como Tú, Padre, y yo somos Uno”). Este maravilloso proceso de descubrimiento se basa –claro— en una visión judía monoteísta; por eso no es una concepción triteísta sino absolutamente unitaria, superando y sublimando el monoteísmo judío en la novedad de la concepción trinitaria cristiana. Es un proceso de descubrimiento espiritual que nace del conocimiento histórico de Jesús de Nazaret, pero que lo continúa y lo completa, en vistas de la
experiencia pascual de su crucifixión/resurrección, como el mismo Jesús había deseado y anunciado. Para mí, es imposible creer en Dios sin creer en la Trinidad. ¿Por qué? Porque para pensar en Dios yo parto de lo que me parece más evidente, que es el proceso cósmico en que estamos inmersos. Y creo que Dios es la Omega, el Fin de ese proceso, y por lo tanto también su Alfa, su Principio; pero que Dios está más allá del proceso; es decir creo que Dios es el Creador TRASCENDENTE. Pero también creo que Dios impulsa al proceso "desde dentro", dándole sus tendencias que lo llevan desde el Alfa hasta la Omega, a través de diversos niveles de emergencia; y lo hace con su acción amorosa, su Espíritu respetuoso de la autonomía y la libertad, presente en "lo más íntimo de la intimidad" de todas las cosas, y muy especialmente de las personas; es decir creo que Dios es INMANENTE. También creo que Dios ha querido relacionarse especialmente con las personas mediante una relación interpersonal, para salvarlas de ser víctimas, meros instrumentos del proceso; para lo cual ha querido hacerse Él mismo persona y víctima, para hacernos participar a todos de su propia restauración eterna mediante su Espíritu redentor; es decir creo que Dios se ha ENCARNADO históricamente en Jesucristo para hacernos miembros de su Cuerpo Místico. El Trascendente es el Padre, pues se ha encarnado por Amor en el Hijo, y es inmanente como Amor en el Espíritu. Si esto es Dios para mí -y no concibo que sea otra cosa- entonces Dios es la Trinidad. Lo que amo y adoro de Dios es este Ser y esta Obra suya, que en Jesucristo he conocido –gracias a sus testigos— y por/con/en Jesucristo participo de ello. Así lo veo, y pienso que no podría verlo de otro modo. 11.
La Ética.
(65 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31226958/11-La-Etica-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Se puede decir que la ética es una tendencia que se va desarrollando durante la historia, en una búsqueda llena de vicisitudes, avances y retrocesos, logros y penurias (es la búsqueda del Bien; como también hay una búsqueda de la Verdad en el plano cognitivo, y una búsqueda de la Belleza en el plano estético), y que tiene (tienen) como objetivo la consecución de un nivel de emergencia superior. Pero ese nivel superior nadie sabe ni puede saber en qué consiste. Es imposible conocer nada “a priori” sobre él. Por lo que el desarrollo ético es una búsqueda interna y a ciegas, que se guía solamente por sus logros parciales históricos. Pero se puede afirmar que el desarrollo ético de cada persona parte de los impulsos primarios de satisfacción individual inmediata, y crece “espacialmente” hacia los demás seres del entorno, y “temporalmente” hacia bienes mediatos, futuros. Esto significa una progresiva ampliación -afectiva y racional- del punto de vista individual, una incorporación de los intereses ajenos como propios, y una subordinación de los deseos inmediatos para la mejor consecución de fines a largo plazo. En vez de “satisfacción para mí, ahora”, un proyecto de “bien común, futuro y para siempre”. En el límite, esto supone la consecución de un estado final perfecto y definitivo del universo, es decir la Novedad Última, Dios. Por eso, el desarrollo ético de la voluntad humana queda adecuadamente expresado en la concisa fórmula: “ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. (O, para efectos prácticos, en la llamada “regla de oro”: “trata a los demás como te gusta que te traten a ti”.)
El ámbito de la Redención, en cambio, en vez de “subir por la escala” tiene que ver con “bajarla”. En vez de ser un movimiento “de ida” –como es el proceso creativo—, es “de vuelta”. En vez de ser un “avance en el tiempo” es un “retroceso en el tiempo”. Y no me refiero con ello a una involución, a deshacer lo creado. No; me refiero a la acción en que se empeña personalmente Dios –quien “está” en la Emergencia Final, la Novedad Última, la Omega— en “volver para recoger” lo que había quedado “tirado en la cuneta” del proceso; lo que “estaba perdido”; para llevarlo consigo a participar de Él. Su “ética” es la benevolencia, la compasión, la misericordia, el perdón incondicional, el amor sin límites que “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. Que busca a TODOS para salvar a TODOS, pidiendo solamente una aceptación sincera. Esta ética, que es propiamente la de Dios, no la de los hombres, es la ética de la Redención. Pero, en lo que se refiere a la ética humana, es un refuerzo de la ética de la Creación, pertenece también –como un “plus”— al ámbito de la Creación, aunque provenga de la Redención. Ha sido expresada cabalmente en el “mandamiento nuevo” de Jesús: “amaos como yo os he amado”, y NO remite a una nueva doctrina o principio moral, sino al HECHO de la Redención y al seguimiento de Jesucristo. Queda ejemplificada e indicada en los criterios expuestos en los evangelios (el “Sermón de la Montaña”, y otros muchos pasajes). Proporciona, a los que acogen la Redención con fe, esa seguridad que la ética meramente humana no podía dar. 12.
El Emergentismo.
(26 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31227316/12-El-Emergentismo-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Acepto que el proceso cósmico consiste en una serie “ascendente” de “emergencias”: apariciones sucesivas de niveles de realidad cada vez más complejos y novedosos, de los cuales los más conspicuos hasta ahora han sido la Materia, la Vida, la Conciencia y la Conciencia Reflexiva. El ser humano es uno de esos “niveles de emergencia”: el que corresponde a la aparición de la conciencia reflexiva. Es el nivel más elevado conocido hasta ahora. Pero el ser humano no tiene por qué ser el último nivel, el más alto. Al contrario, me parece lógico que la naturaleza humana sea sólo un nivel intermedio. Después de un cierto tiempo de desarrollo evolutivo, la naturaleza humana será seguramente superada por niveles superiores. Y así seguirá creciendo la “Cadena del Ser”, trepando por la “Escala de la Naturaleza”, en una serie de peldaños en número para nosotros desconocido, hasta llegar a una Emergencia Final, una Novedad Última que trascenderá al universo físico, más allá del Espacio y del Tiempo. Ésa será la “salida” del proceso creativo. Una salida que habrá conducido finalmente a Dios mismo, que es la Omega del Proceso, como fue también su Alfa. Porque al principio (hablando ontológicamente) sólo era Dios, que era el Todo infinito. Pero decidió “contraerse” para dejar sitio a lo finito, y así comenzó el Proceso. Pues – por necesidad absoluta— el “vacío de Dios” tiene que restaurarse, tiene que llenarse para que Dios vuelva a ser Todo en “todas partes”. Por eso, el proceso cósmico sale de ese vacío creado por Dios (por “contracción”: “tzimtzum” o “kenosis creadora”) para volver al mismo Dios. Todas las cosas, los humanos incluídos, somos sólo “chispas” de ese devenir, de ese “fuego” encendido por el Espíritu de Dios, que asciende desde el Alfa hasta la Omega, desde Dios-nada a Dios-todo. ¿Dónde nos situamos, en este cuadro, los individuos humanos, tan ínfimos y efímeros? Seríamos meros instantes intermedios, sin mayor importancia, si no fuera porque Dios,
en su inmensa benevolencia, quiso ejecutar un plan de Redención complementario al de Creación, que nos rescata del interior del proceso para hacernos compartir esa Novedad Última, esa Omega que lo trasciende. 13.
La Oración de Petición.
(15 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31227599/13-La-Oracion-de-Peticion-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Pienso que, en rigor, no hay más que una petición admisible a Dios: que se haga realidad su plan de Redención para nosotros, tanto para cada persona como para el mundo entero. En enunciados equivalentes: “que venga su reino”, “que se haga su voluntad”, “que nos dé el pan del mañana”(no el “de cada día”, como se tradujo incorrectamente en la Vulgata), “que nos perdone nuestras ofensas”, “que no nos deje caer en la tentación”, “que nos libre del mal”, “que nos dé su paz”, “que nos haga justos”, “que nos envíe su Espíritu”, “que nos salve”, “que nos dé amor”, “que nos dé fe”, etc. Todos estos son, repito, enunciados EQUIVALENTES. Todas estas peticiones se satisfacen con la venida del Reino. El Reino ya ha comenzado, pero no se hará público y manifiesto hasta la consumación de los tiempos. Dios ya está aquí, respondiéndonos, pero de un modo todavía oculto. Ya, pero todavía no. La resurrección al Reino es la respuesta final y completa a nuestras peticiones y quejas, como lo fue la resurrección de Lázaro a las quejas de Marta y María: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto nuestro hermano”. Nosotros, análogamente, decimos: “Si Dios existiera, esto no habría ocurrido”; pero Dios llora con nosotros, porque existe y está con nosotros, aunque no lo sepamos y creamos; y su voluntad redentora lo reparará todo. Para Él, nuestro tiempo humano no rige. Nuestras peticiones de redención son anteriores (ontológicamente) a la acción de su Espíritu Redentor, aunque nos parezcan posteriores. Como su amor es anterior a nuestro amor. Acude en respuesta a nuestro clamor, que escucha desde el comienzo de los tiempos: “En el principio existía la Palabra”; su Palabra Creadora, pero también Redentora. Él admite, acepta, QUIERE QUE LE PIDAMOS, como los hijos piden a sus padres, y si le pedimos pan, no nos dará una piedra. Pero nosotros “no sabemos pedir lo que nos conviene”, y pedimos cosas vanas, superfluas, contradictorias con nuestra libertad y con la autonomía del universo; por eso, el Espíritu de Dios acude en nuestro auxilio e intercede por nosotros con “gemidos inefables”, traduciendo nuestras peticiones absurdas a la única petición correcta: “el amor del Padre para la vida eterna”. 14.
María.
(43 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31228117/14-Maria-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Hubo, por supuesto, una mujer galilea que fue la madre de Jesús. Y la imaginación de tantos y tantas que amamos a Jesús, se enciende al pensar en la estrechísima intimidad que ella mantuvo con él… y con el Misterio. Por eso, no es de extrañar que nos preguntemos por ella, y acudamos a las únicas fuentes que nos pueden informar sobre ella. Pero, ¿qué descripción plausible de ella pueden ofrecernos los Evangelios? En vez de la “María histórica” encontramos a la “María de la fe”. No a esa consabida “María de la fe” que conocemos hoy, envuelta en el espeso manto de la cuasidivinización y veneración posterior; sino a la “María de la fe” primera, la de la Iglesia
naciente que –iluminada por el Espíritu de Jesús resucitado— vivía la revelación fundadora del cristianismo histórico. Y, me parece a mí, que ésa es la más verdadera María a que podemos acceder. Más allá de la verosímil imagen de una rústica muchacha aldeana, humilde y sencilla, que acogió al mismo hijo de Dios –y suyo- en su seno, y tuvo al pequeño Jesús entre sus brazos y le amamantó, y le enseñó a hablar y (como estrecha colaboradora del Espíritu) a conocer a su Padre celestial..., más allá de eso, accedemos a un maravilloso símbolo del “resto fiel de Israel”: una sencilla y humilde comunidad que se convirtió, con María, en la madre del Dios encarnado –tanto en sentido histórico como en sentido simbólico- y en la “madre de la comunidad cristiana” -en último término de toda la humanidad “hija de Eva”-, que llegará a ser “La Nueva Jerusalén” celestial. “Madre”, pues, del propio Dios y de su Iglesia universal, y asunta, en representación simbólica de la humanidad, a la gloria eterna de Dios. 15.
Los Sacramentos.
(55 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31228312/15-Los-Sacramentos-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Los sacramentos cristianos sólo tienen sentido a la luz de la fe en Jesucristo. No sólo fe en el Jesús humanista, sino también en el Jesús escatológico. Esto es indispensable para entenderlos bien como signos anticipatorios –auténticos anticipos— de la plenitud del Reino de Dios, a la vez que conmemoraciones de Jesús y expresiones del propósito de seguirlo. Si se ha debilitado la consideración del humanismo de Jesús, como ha ocurrido en las Iglesias durante muchos siglos –y por desgracia sigue ocurriendo tan a menudo—, se han vaciado los sacramentos de su significado humano, de su referencia real al Jesús histórico, de su expresión comunitaria auténtica, de su carácter de vivencias sinceras en respuesta y acogida a la gracia liberadora de Dios. Así se les ha reducido a rituales mágicos meramente sociales, desprovistos en realidad de todo sentido cristiano. Si se ha debilitado o se ha perdido la fe en el Jesús escatológico, como suele ocurrir en ciertos ámbitos sólo “jesuánicos”, entonces se les atribuye valor exclusivamente como símbolos de actitudes y propósitos humanos, despojándolos de ser anticipos de los dones escatológicos otorgados por iniciativa de Dios en Jesucristo mediante su Espíritu. No importa que los sacramentos sean 7, ó 304 (como pensó S. Agustín), ó 6, ó 2, ó 1. Creo que lo importante es que constituyan vivencias plenamente significativas de la fe en Jesucristo, en AMBOS sentidos indispensables e inseparables: el humanista y el escatológico A LA VEZ. Sólo así pueden abarcar lo necesario y suficiente para ser entendidos y vividos como conmemoraciones-anticipos-propósitos de la realización del Reino de Dios, el proyecto de Jesús y nuestro. 16.
El Cristianismo.
(153 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31241417/16-El-Cristianismo-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
El mejor humanismo por sí solo no es suficiente para descubrir la fe en Dios, ni la relación con Dios, ni mucho menos la “salvación”. ¿Qué “salvación” es ésa que no puede proporcionar ni el mejor humanismo por sí solo? Se trata seguramente de un Dios y de una salvación que no están contenidos en el amor humano, a menos que tengamos seriamente en cuenta ese modelo propuesto en la apostilla: “como yo os he amado”.
Porque en este modelo, del amor de Jesús, se hace alusión a un hecho histórico más que a una actitud moral. A un hecho histórico al que se da una significación especial como revelación de ese Dios y esa salvación que el mejor humanismo no puede dar. En este hecho de la vida y muerte/resurrección de Jesús, con todos sus prolegómenos y todos sus consecuentes históricos, está contenido lo fundamental del mensaje de Jesús”, no únicamente en ciertas frases o actitudes suyas narradas en los evangelios. Así podemos saber y creer que Dios nos ha creado para Sí, que nos ama, y nos espera al término de nuestra vida terrena. Lo sabemos, lo creemos y lo esperamos gracias a Jesús, que es el Cristo, el Ungido de Dios, Jesucristo. Pienso que esta es la diferencia entre el cristianismo y el “mejor humanismo”. Otras religiones creen también en Dios y esperan la salvación de Dios. Difieren también del mero humanismo en esto, pero difieren del cristianismo en no reconocer el hecho de Jesucristo. Por eso no puede decirse que la diferencia entre el cristianismo y el humanismo sea la fe en Dios, en su trascendencia y en su amor salvador. No basta. Hay que decir además que la diferencia es fundamentalmente la fe en Jesús de Nazaret como el Cristo, no sólo la fe en el humanismo de Jesús de Nazaret. Esta fe en Cristo se vive (como anticipo: “prolépticamente”) en los sacramentos, en la eucaristía, en la oración, de una manera completamente diferente a lo que serían unas meras prácticas humanistas, pero es cierto que debe vivirse sobre todo en la práctica del “mejor humanismo”. Aquí es donde el cristianismo converge con el humanismo, y debe hacerlo con respeto y humildad. Porque todo lo que es cristiano debe ser humano y para el bien de lo humano; y nada inhumano puede ser cristiano. Nuestra fe no es para nuestra salvación exclusiva, sino para la salvación de TODOS. Es una misión de colaboración para la liberación y la redención de TODAS las víctimas, que debe entenderse pues como un humilde servicio al mundo entero, no como un privilegio nuestro. Al servicio de las víctimas debemos trabajar, junto a los nocristianos, abandonando todo protagonismo y toda prepotencia, lacras que tanto nos han afectado, pecados que tanto nos han desvirtuado, falso testimonio que ha obstruido tan completamente nuestra misión. Por lo que debemos presentarnos contritos ante nuestros hermanos no-cristianos, guardándonos nuestro secreto de revelación mesiánico, compartiendo hoy con ellos el afán auténticamente humano de realizar la “regla de oro” para lograr la hermandad universal. Trabajar con verdadera dedicación desinteresada para el bien del mundo, con entrega total, sin esperar en magias ni milagros, ni en premios ni castigos de un Dios “intervencionista” que no es el Dios que se nos reveló en la cruz de Jesús. Trabajando, pues, “como si Dios no existiese”. Pero guardando nuestro “secreto mesiánico” profundamente en nuestro corazón, como nuestro tesoro más preciado, y recordándolo y festejándolo continuamente entre nosotros, para poder compartirlo luego con quienes quieran conocerlo al “ver cómo amamos”, esto es, “cuando el Hijo-del-hombre haya resucitado”, de hecho, en nuestra proclamación. 17.
La Ortodoxia.
(75 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31243304/17-La-Ortodoxia-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Muchos ortodoxos de hoy son los heterodoxos de ayer. Asimismo, muchos heterodoxos de hoy serán los ortodoxos de mañana, con seguridad. La Verdad la poseemos sólo en germen, y debemos ir desarrollándola poco a poco, en todas las épocas, con el aporte de muchos. La controversia bien llevada y bien entendida es un bien necesario. La
dialéctica entre diversos pensamientos cristianos ha existido siempre, desde los comienzos del cristianismo, y ha sido un elemento indispensable para su crecimiento. No debemos asustarnos o enfurecernos de que haya visiones contrapuestas: en realidad esto es una riqueza. Por supuesto, es necesario llegar a acuerdos bien establecidos, es necesario respetar las opiniones fundadas en un mejor conocimiento y una mayor experiencia. Es conveniente cierto freno que asegure la estabilidad y la continuidad del desarrollo. Pero también es necesario el acelerador, las visiones renovadoras, la crítica, las crisis, los planteamientos audaces. No todo lo antiguo es bueno por ser antiguo, ni lo nuevo es bueno por ser nuevo. En el crisol del diálogo, en el debate constructivo, se sintetizan nuevos hallazgos de la Verdad. La autoridad debe asumir el papel de freno; debe establecer y consolidar lo logrado para ofrecerlo como tradición que sirva de antecedente y guía. Pero no debe pretender haber conseguido ya la totalidad de la Verdad, en su formulación completa y definitiva. Esta pretensión de pensamiento único y monolítico sólo puede entorpecer la búsqueda ulterior de la Verdad plena. Los cristianos de todos los “niveles”, en su enriquecedora variedad de circunstancias, pueden hacer importantes aportaciones a la doctrina. Y merecen ser escuchados y respondidos con respeto por parte de sus interlocutores, especialmente por las autoridades. Una expresión nueva de pensamiento cristiano bien intencionado debe considerarse con empatía, con benevolencia, con interés genuino. Su novedad bien puede ser un aporte valioso, al menos en algunos aspectos. Y si algo es discutible o rechazable, debe hacerse con respeto y amabilidad. También los que quieran renovar las tradiciones deben ser respetuosos. Es lógico valorar lo que ha servido en tiempos pasados, aunque ya no parezca adecuado en la actualidad. Es buena la disposición a disculpar errores, aunque se sea firme en denunciarlos y corregirlos. Hay que comprender que unas circunstancias históricas diferentes pueden haber provocado visiones y actitudes muy equivocadas sin que hubiese necesariamente una intención perversa. Además debe tenerse en cuenta que la tradición puede contener muchas soluciones válidas todavía en las circunstancias actuales, y puede evitarnos caer en errores superados anteriormente. En suma, el diálogo debe ser atento y respetuoso, por discrepantes que sean las opiniones. Debemos evitar las descalificaciones y las acusaciones mutuas, las ironías hirientes y los insultos. Y sobre todo, no debemos considerarnos nosotros los “buenos” frente a los “malos”, los “totalmente acertados” frente a los “totalmente equivocados”, los “auténticos” frente a los “renegados”. Esto vale para todos los bandos, sean cristianos “de a pie”, como teólogos consagrados o pretendidos, como autoridades eclesiásticas. No nos confiemos en ningún título que nos asegure ser “hijos de Abraham”, porque Dios puede sacar “hijos de Abraham” hasta de las piedras. “Yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano ‘imbécil’, será reo ante el Sanedrín; y el que le llame ‘renegado’, será reo de la gehenna de fuego.” (Mateo 5, 22). 18.
La Salvación.
(71 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31243431/18-La-Salvacion-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Todas las personas estamos llamadas, por ciertas tendencias éticas, estéticas y cognitivas propias de nuestra naturaleza (obra inmanente del Espíritu de Dios), a colaborar en la construcción de una sociedad justa y pacífica. La historia humana – aunque esté muy lejos de parecerlo— no es sino la lucha para lograrlo. Pero por mucho
que progresemos, aunque lleguemos algún día a conseguir amarnos como Dios quiere, y desarrollemos a tope nuestras potencialidades, siempre quedará un “plus” que no podamos lograr por nuestras fuerzas. Pensemos solamente en que, aunque la sociedad llegara a ser perfecta (!), siempre existirá el pensamiento infeliz del coste enorme de sufrimiento que ha debido “pagarse” para llegar a ella, y la pena por el recuerdo de esos ¡tantísimos! seres que se han ido quedando por el camino, que han sido “víctimas del proceso”. Ese “plus”, ese grandísimo PLUS, lo pone Dios. Por respeto a nuestra libertad, Él ha querido que nuestro esfuerzo humano sea necesario para construir su Reino; pero no es suficiente. Porque lo que Él nos ofrece en su Reino no es simplemente un premio “para los que hayan practicado sinceramente su mandato de amor”, sino que es muchísimo más que eso: ha querido llamarnos a TODOS a darnos la posibilidad de ser sus hijos adoptivos y compartir la vida de su Espíritu, por medio de su Hijo, Jesucristo. Y creo que a TODOS nos dará la ocasión de aceptarlo, con su gracia, si no en esta vida, en la otra. Esta es la Buena Noticia, casi increíble pero que tenemos que hacer creíble los cristianos, para llenar a TODOS de alegría y esperanza, y para fortalecernos y animarnos a TODOS a colaborar en la construcción de su Reino. Tengo la esperanza, que he expresado muchas veces, de que TODOS alcanzaremos la salvación, gracias a la infinita benevolencia de Dios. Y creo que esa salvación de TODOS se alcanzará sólo en, con, y por Jesucristo, en último término. Tanto para los que le hayan conocido y seguido durante esta vida como para los que no lo hayan hecho, por no haber sabido, podido o querido hacerlo. No creo que toda oportunidad de adherirse a Cristo se pierda con la muerte. Porque –pienso- Dios dará a TODOS la ocasión de aceptar su regalo, que decidió dar a través de su encarnación en Jesucristo. Lo expresan cabalmente las palabras de la Gaudium et Spes: “Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual”. Naturalmente, eso se cumplirá plenamente sólo en el tiempo final; en la consumación de los tiempos. Es una esperanza escatológica. La posibilidad de adhesión se nos ofrece a muchos ahora durante nuestra vida, y podemos aceptarla o rechazarla; pero también podrá Dios ofrecerla “de una forma que sólo Él conoce” a los que hayan muerto sin haber llegado a conocerla o aceptarla. Por eso espero firmemente que la gracia benevolente de Dios conseguirá finalmente esa adhesión por parte de TODOS. Para que Dios sea “todo en TODOS”. (Es una firme esperanza, no una certeza). Así TODOS pasaremos a constituir una comunidad escatológica en Cristo. El Cuerpo Místico de Cristo, la comunidad universal de los redimidos, que será la Iglesia en sentido pleno. Fuera de la Iglesia –de esta Iglesia escatológica— no hay salvación; pero tampoco hay condenación. Porque fuera de esta Iglesia no hay nadie. La Iglesia terrena es –o debe ser— germen, anticipación, “prolepsis”, de la Iglesia escatológica. La misión de la Iglesia terrena consiste en anunciar, preparar y construir esa Iglesia Universal Escatológica con su testimonio cristiano y su acción co-redentora, evangelizadora, y sacramental, sirviendo humildemente a la Humanidad. 19.
El Inclusivismo Pluralista.
(45 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31243709/19-El-Inclusivismo-Pluralista-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
En mi opinión, el cristianismo es esencialmente “Dios en busca del ser humano”, y las otras religiones (y no-religiones) son esencialmente “el ser humano en busca de Dios”.
Están, pues, destinados a encontrarse, el cristianismo y las otras religiones (y noreligiones), cuando éstas encuentren al Dios cristiano y el cristianismo encuentre a TODOS los seres humanos. Para conseguirlo, los cristianos debemos profundizar en la esencia de nuestro cristianismo y buscar a todos, especialmente a los marginados y los diferentes, y a los de otras religiones (y no-religiones), sin afán de proselitismo sino de servicio. Así estaremos recorriendo nuestra parte del camino de encuentro. En su diálogo con la samaritana junto al pozo, Jesús habla claramente como “inclusivista”. La salvación de los samaritanos no viene de la religión samaritana; viene de los judíos. Pero, por otra parte, afirma que la religión judía incluye creencias y prácticas que deben ser eliminadas o superadas para servir a la salvación de TODOS: “…ni en Jerusalén adoraréis… los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. El Templo judío y la praxis legalista judía, el elemento esencial e institución central del judaísmo, queda eliminado o superado. Es decir, queda superada la religión judía, para ser sustituída por un culto espiritual sin Templo, sin su ortodoxia legal, y sin su praxis antigua, sino “en espíritu y en verdad”. Esta nueva y verdadera espiritualidad viene a hacer posible la superación de ambas religiones: la samaritana y la judía, para materializar la salvación de samaritanos y judíos juntamente. El inclusivismo de la salvación que “viene de los judíos” exige la depuración radical de la religión judía, llevándola a sus raíces: el espíritu y la verdad; no cualquier espíritu ni cualquier verdad, sino el espíritu según Jesús y la verdad según Jesús. Ese espíritu y esa verdad pueden ser ya compartidos por los samaritanos, y por TODOS, una vez ha sido depurada la particularidad judía representada por el Templo de Jerusalén y su ortodoxia y praxis legalista. Entonces, esta nueva espiritualidad verdadera, que prescinde de las particularidades exclusivistas para incluir a TODOS en la única salvación universal que “viene de los judíos” –no de la religión judía—, es un inclusivismo que sólo se hace posible por una depuración radical exigida por la intención pluralista. La inclusividad cristiana debe ser inclusividad en Jesucristo, no en ninguna forma cultural de fe cristiana. Esta (verdadera) inclusividad cristiana en Jesucristo, de intención profundamente pluralista, no pretende ser defensa de ninguna forma cultural de cristianismo; al contrario, es el más riguroso cuestionamiento de éstas. 20.
La Muerte de la Palabra.
(4 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31244756/20-La-Muerte-de-La-Palabra-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Dios quiso compartir nuestras limitaciones humanas, incluso la muerte. Por eso murió verdaderamente en la cruz, en su “segunda Persona”: la Palabra encarnada, el Hijo, Jesucristo, que no puede distinguirse ni en este trance – SOBRE TODO en este trance— de su verdadera humanidad asumida como Jesús de Nazaret. No podemos decir que “murió en cuanto hombre solamente”, si bien es un misterio incomprensible para nosotros el que “murió también en cuanto Dios”. Pienso que este anonadamiento de Dios provocó necesariamente –con necesidad absoluta, que es madre de toda necesidad— la restauración “inmediata” de la Vida Eterna de Dios-Hijo, en Dios-Espíritu, junto a Dios-Padre. Entrecomillo “inmediata” porque sé que estoy aplicando conceptos temporales a Dios, lo que no tiene sentido hacer sino analógicamente. En realidad, no podemos asignar válidamente una duración a este anonadamiento de Dios (muerte humana del Hijo, compartida en compenetración absoluta con el Padre en el Espíritu); ni asignarle “un instante”, ni “tres días”, ni “miles de millones de años”, ni
nada. Dios se anonada y se restaura conjuntamente, por Amor y en el Amor, y “existe” siempre como Uno y Trino, en su anonadamiento y en su restauración a la vez. Mejor dicho, no “existe” sino ES, siempre Uno y Trino, en todo trance, y SOBRE TODO en este estremecedor y conmovedor trance de su anonadamiento por Amor a TODOS nosotros. La “muerte de Dios” sólo es concebible por su encarnación (kenosis, o anonadamiento). Dada la encarnación, no puede pensarse a la Palabra separada del hombre Jesús. Todo lo que ocurre a Jesús ocurre a la Palabra, en virtud de la kenosis. Así como Jesús, siendo de naturaleza divina, no es omnipotente ni omnisciente durante su vida terrena, porque estos atributos están “suspendidos” en virtud de su anonadamiento, así pasa también con los otros atributos divinos, incluso el de la inmortalidad. La muerte de Jesús le afecta tanto en cuanto hombre como en cuanto Dios, en virtud de ese anonadamiento (“se hizo en todo igual a los hombres, excepto en el pecado”). Algo que para mí está todo lo claro que puede llegar a estarlo un misterio. 21.
Las Escrituras.
(14 págs.)
http://www.scribd.com/doc/31244847/21-Las-Escrituras-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Desde hace ya mucho tiempo, los estudiosos de la Biblia, aplicando los criterios de la exégesis y la hermenéutica, han establecido que no se puede leer las Sagradas Escrituras atribuyendo a cada pasaje suyo, situación, frase o palabra una inspiración directa, atemporal, ahistórica, acontextual. La Biblia contiene ciertamente la Palabra, el Mensaje, de Dios, pero inserta en la realidad histórica humana, en la mentalidad de los profetas que la recibieron. La revelación y el mensaje del Dios trascendente están contenidos en el Antiguo Testamento como una armonía oculta en medio del "ruido humano"; que sólo es percibida por quien escucha con atención y sabe "filtrar" esos ruidos perturbadores. Me considero –como cristiano que soy— heredero de la experiencia de los primeros discípulos de Jesús, en el siglo I. Y creo que ellos –como piadosos judíos que eran— comenzaron a ser cristianos cuando el Espíritu de Jesús, “empezando por Moisés (La Torá) y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras”. Así fueron descubriendo, y recordando, y comprendiendo, quién había sido ese Jesús que había caminado y compartido con ellos y ellas por los campos y aldeas de Galilea. La referencia al Antiguo Testamento está, pues, en el origen de mi fe, hasta el punto que creo que podría darse razón de ella diciendo: “Es reconocer que en Jesús de Nazaret se cumplieron las promesas que hizo Yahvé al pueblo de Israel, para salvación de TODOS los seres humanos”. A los discípulos y discípulas de Jesús, la experiencia del “Jesús histórico” les había despertado grandes esperanzas, pero al final los había conducido al desaliento. Sin embargo, esos mismos discípulos y discípulas, en un corto plazo, proclamaban al mundo entero su fe inquebrantable en que ese Jesús crucificado es el Señor, que vive resucitado a la diestra de Dios Padre, y que es la salvación del mundo. Soportaron persecuciones, escribieron (o inspiraron a sus seguidores) maravillosos evangelios y epístolas, convirtieron a muchedumbres de judíos y de gentiles, fundaron comunidades de vidas compartidas, llenas de amor y de esperanza. Y en sus escritos (o en los de sus seguidores) ya no pusieron solamente su experiencia original objetiva –dubitativa y débil— en el “Jesús histórico” que conocieron “según la carne”, sino que pusieron sobre todo su experiencia espiritual subjetiva, pero real y compartida entre muchos, decidida ahora y vigorosa hasta el extremo de comunicarse
convincentemente a todo el mundo de la época y de épocas posteriores. “El Cristo de la fe”, fue hecho visible para ellos por el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre y del Hijo, y que les fue guiando a la Verdad completa. Esto hemos recibido como herencia los cristianos actuales. 22.
La Parusía
(39 págs.)
http://es.scribd.com/doc/54142685/22-La-Parusia-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
Después de su experiencia de Jesús resucitado, los discípulos meditaron las consecuencias de esta resurrección en base a las Escrituras y a los (recordados) dichos y hechos de Jesús, sobre todo su profecía escatológica acerca de la inminencia del Reino. Y llegaron a la conclusión de que Jesús resucitado volvería en poder y majestad, como Hijo-del-Hombre de Daniel, para instaurar su Reino en Jerusalén sobre el mundo, salvando a Israel y particularmente a ellos. Esta vuelta tenía que ser inminente, según las promesas de Jesús. La llamaron “Parusía”, tomando el término de los usos de la época. Y la esperaron y pidieron con entusiasmo. “¡Señor nuestro, ven!”. No cayeron en la cuenta de que Dios no interviene de esa manera, irrumpiendo milagrosamente en la historia, pues respeta la autonomía creada. Si Dios fuese a intervenir así, lo habría hecho antes, para evitar la crucifixión. ¿Qué sentido podía tener el que Dios hubiese permitido la muerte atroz de Jesús para luego resucitarlo y hacerlo volver para hacer lo que antes no hizo? ¿Por qué habría negado Dios las legiones de ángeles a Jesús en vida, para concederlas luego a Jesús resucitado? No se pararon a pensar en eso. Creyeron fervientemente que Jesús vendría de un momento a otro a reinar sobre este mundo en nombre de Dios. El problema fue que pasaron los años y no ocurrió. Y lo peor era que empezaron a morir los discípulos que habían esperado fervientemente la Parusía. ¿Se la perderían pues, a pesar de lo prometido por el Señor? Pablo hubo de tranquilizarlos, diciéndoles que los “muertos en el Señor” no se perderían la Parusía, sino que resucitarían antes para participar en ella. Entonces, la conclusión fue evidente: daba igual lo que tardara el Señor; para quien moría durante la espera, la Parusía era en el momento de su muerte. Por otra parte, para los todavía vivos, los efectos de la Parusía se daban en cierto modo anticipadamente, en su vida espiritual (ya, pero todavía no). Así empezaron a descubrir el verdadero sentido, proléptico/escatológico, de la instauración del Reino, presente/futuro, inmanente/trascendente, tal como lo había anunciado el Jesús histórico. Inminente en “tiempo personal” y último en “tiempo universal”. Incomparablemente mayor (y mejor) de lo que habían imaginado. Hoy se puede desnudar esto de sus ropajes anticuados para vestirlo con ropas a la moda. Así renovado, sigue siendo cierto y creíble para quien quiera creerlo y disfrutar de la suprema esperanza. 23.
La Solidaridad Divina
(116 págs.)
http://es.scribd.com/doc/54912802/23-Solidaridad-Divina-Comentarios-de-Teologia-Emergentista
La doctrina expiatoria/propiciatoria/satisfactoria (doctrina “A”) de la Redención corresponde a una idea gravemente equivocada acerca de Dios. Imagina a Dios como un
monarca absoluto y despótico, que se ofende infinitamente cuando no es obedecido en sus decretos por sus vasallos, y dispone el sufrimiento y la muerte como castigos. Y también a una idea gravemente equivocada sobre la divinidad de Jesús, pues la basa en que para reparar la ofensa, infinita por la calidad del ofendido, fue necesario un expiador de calidad infinita, esto es, de naturaleza divina, que asumiera el castigo de sufrimiento y muerte en el lugar de los ofensores humanos finitos. Esas ideas, inaceptables acualmente para la gran mayoría de los fieles, han provocado lógicamente el escándalo de muchos, que las han rechazado yéndose a menudo al otro extremo, de considerar innecesarias la Redención y la divinidad de Jesús (doctrina B). Pero otros muchos, empezando por el propio teólogo Ratzinger, sabemos que HAY ALTERNATIVA para seguir creyendo en la Redención. Dios no es ese monarca absoluto despótico enfurecido, sino que, al contrario, es el Amor “manso y humilde de corazón” que se ha “agachado” a servir y salvar a sus amadas creaturas, solidarizándose con ellas al compartir su vida, sus limitaciones, sus sufrimientos y su muerte. Esas limitaciones, sufrimientos y muerte no han sido deseados por Dios, ni provienen de un castigo suyo; pues son los costos provisionales inevitables de una creación que debe admitir la autonomía y la libertad, en consecución de un bien mayor final para las creaturas. Jesús es la manera en que Dios se ha solidarizado totalmente con lo humano, y por eso es divino; porque es necesario que sea Dios mismo quien viva y muera como humano, para que su solidaridad sea capaz de salvar de todos los males a los humanos al hacerlos partícipes de su resurrección; puesto que sólo Dios resucita necesariamente –con necesidad absoluta— de la muerte y de la imperfección. Son las enseñanzas del N. T. a partir de los dichos y hechos de Jesús. Si tantos fieles católicos lo comprendemos así, desde Ratzinger para “abajo”, entonces que se enseñe oficialmente así y se abandonen las ideas gravemente equivocadas de la “doctrina A” que han conducido a tantos a las ideas también gravemente equivocadas de la “doctrina B”. Pido y pedimos. Por otra parte están las actitudes éticas implicadas por la “doctrina A”. El principio ético básico del cristianismo es actuar como Dios pide y en imitación de Dios. Cumplir su voluntad que nos ha manifestado y amar como Él nos ha amado, ambas cosas en Jesucristo. Como es evidente, la “doctrina A” implica que nuestra actitud ética hacia Dios debe ser de sumisión, de ascética, de sacrificios y mortificaciones, en expiación continuadora de la supuesta expiación hecha por Jesucristo. Y hacia los demás debe ser como la supuesta actitud de Dios, exigente y autoritaria, amenazadora, castigadora, impositiva, juzgadora y condenatoria. En cambio, la “alternativa” que sostenemos, la Solidaridad Divina, invita a imitar la actitud amorosa, solidaria, liberadora, compasiva, indulgente de Dios manifestada en Jesucristo en plena representación suya. :::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Más en mis “Apuntes de Teología Emergentista”, que precedieron a estos comentarios y les sirvieron de base. (84 págs.) http://www.scribd.com/doc/31655050/Apuntes-de-Teologia-Emergentista (Un novedoso enfoque de la teología cristiana: Dios es la Novedad Última del proceso evolutivo cósmico, la Emergencia Final, y también el Padre benevolente que nos redime mediante Jesucristo.) Una presentación más completa, con una antología de textos afines o relacionados, en mi sitio web: http://galetel.webcindario.com/index.htm Saludos cordiales, Gabriel Letelier Guzmán. :::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::