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SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS EN MAQUIAVELO Y MORO: CENTRALIDAD DE LA POLÍTICA, DESAFÍO ÉTICO EN LA CONSOLIDACIÓN DEL PODER Y LOS ROLES DE LA RELIGIÓN Nelson Villarreal Villarreal Durán Durán Instituto Historia de las Ideas Facultad de Derecho (UdelaR)
Resumen El presente trabajo pretende analizar, desde una perspectiva heterodoxa, que en el pensamiento político moderno, tal y como emerge en Maquiavelo y Moro, hay una dialéctica indisociable entre lo real y lo ideal, lo que es y lo que debe ser, lo pragmático y lo utópico, lo político y lo moral (más evidente en uno que en otro). La idea de El Príncipe parece Príncipe parece guardar un cierto parentesco con el jefe de los utopianos. Las esferas propias del poder y de la ética. Como los usos de la religión para la consolidación de la política. Realismo e idealismo en cada autor, en algunos aspectos, no parecen tan distantes, como en principio se supone, a la vez que pueden ser presentados como complementarios en las democracias y repúblicas modernas.
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Introducción Históricamente está legitimada la oposición teórica y referencias políticas entre Maquiavelo y Moro. Pero aunque hay diferencias claras, existen posibles cercanías y complementariedades que podemos ver en el análisis del devenir político y la búsqueda de consolidar poder republicano y democrático por la ciudadanía, acechada constantemente por el autoritarismo y la pérdida de la centralidad del valor de la libertad, la igualdad y la convivencia para una mejor sociedad. Asimismo, nos proponemos proponemos el desafío de analizar y comprender la intención que subyace a la idea de “buena política” y el ejercicio concreto de la misma, no solo en los gobiernos, sino en todo el acontecer de la polis. Por otro lado, que entienden los autores a comparar, por la relación entre política y moral y la resolución ética como accionar práctico, por otro que se deduce como consecuencia de la práctica política y el conflicto del poder para consolidar cambios y sostenerlos en un marco de tolerancia. Finalmente qué rol tiene la religión en relación a lo político político en distintos planos planos como fundamento de valores cívicos, seculares y trascendentes para la estabilidad de la república. En un primer acercamiento podríamos plantear que la diferencia entre los autores es clara, Maquiavelo tiene un relato realista, desde un 'topos' sobre el cuál comprender fácticamente y Moro parte desde una idealización, un deber ser, desde un 'utopos'. Pero si le prestamos un poco más de atención, aunque se sirven de distintos criterios ambos tienen una visión que va más allá de la realidad dada y tienen una visión de futuro, no solo de presente. Ambos contienen un diagnóstico negativo de lo que suceden sus respectivas sociedades y plantean el cambio con visiones y métodos distintos en lo inmediato aunque la idea de una sociedad mejor es más explícita en Moro, por su optimismo, que en Maquiavelo, por su pesimismo Decir que los autores tienen cada uno una visión es que se sirven de distintos criterios. Pero se enmarcan en un mismo fin como humanistas, a partir de lo
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que los motiva explicita e implícitamente, que es una perfecta ordenación de la sociedad y la felicidad de ésta. En el caso de Maquiavelo teniendo como referencia el pasado, en cuanto como se consolida la autoridad para bien del pueblo y el eterno retorno de los mecanismos del poder, a los cuales se debe atender para sostener el gobierno, como para dejarse manipular lo menos posible por él, como dice Luce Fabbri. Por otro Tomás Moro pondrá su referencia en el futuro y fuera del devenir del presente para consolidar lo distinto que se instalará con mecanismos fuertes e igualitarios de control para lograr esa nueva sociedad. A pesar que uno sea pesimista y el otro optimista en la antropología que los anima, ambos quieren algo distinto de la realidad que viven y dispondrán las condiciones de los mecanismos que lo hagan posible. En el capítulo XV Maquiavelo escribe “Muchos han imaginado repúblicas y principados que nunca vieron ni existieron en realidad”. Escribe esto principalmente en referencia a La República de Platón, aunque es probable lo hiciera también en referencia a la obra de Tomás Moro. 1 Siendo géneros y supuestos distintos se escribieron directamente para los que ejercen el poder e indirectamente para el pueblo.
Paralelismos en el reinado del Príncipe y la Isla Utopía Ambas obras comienzan planteando descripciones, una las formas e gobierno, la otra la isla Utopía, donde aparecen diferencias y similitudes. Para Moro, el gobierno es el de una república y debe funcionar democráticamente en reglas de igualdad. En el aspecto físico de la isla ya podemos ver como es Utopía, un no lugar que debe ser entendido como algo a lo que tender, algo que no está porque está por realizar, un 'thelos'. Para Maquiavelo el gobierno pasa por dos 1
Contexto histórico - Cuando Moro publica su obra Utopía, Carlos I de España reinó junto a
Juana I de Castilla el reinado de Aragón, Navarra, Nápoles y Sicilia. Erasmo de Rotterdam realizaba una nueva traducción al latín del Nuevo Testamento siendo amigo de Tomás Moro. Aunque El Príncipe fue escrito en 1513 aparecerá a la luz en 1531, fecha en que Enrique VIII de Inglaterra se proclama cabeza de la iglesia inglesa, contra lo cual Tomás Moro no estará de acuerdo y motivo por el cual será decapitado, por seguir fiel al Papa. Es el año en que Pizarro comienza la conquista del Perú.
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tipos, el de una república y el de principado, que para este último los divide en diferentes tipos a los que se dedica explícitamente la obra, aunque “su thelos está en la república”. Para el acceso a Utopía hay dificultades puesto que tiene una fuerte defensa. En estas descripciones aparece como semejanza en Moro lo que dice Maquiavelo en el capítulo XIV sobre las obligaciones del Príncipe en el arte de la guerra y en el que nos habla sobre las ventajas de conocer el terreno del principado en caso de guerra, “...aprende a conocer el propio país, y puede entender mejor su defensa...”. Así pues, tanto Moro como Maquiavelo le dan mucha importancia al hecho de conocer y hacer uso de esos conocimientos del territorio. En la descripción de la isla Utopía, Moro dice que las diferentes ciudades están construidas bajo un mismo modelo en las leyes y tienen un idioma común. De la misma forma en el capítulo III de El Príncipe Maquiavelo nos habla sobre los principados mixtos, los que no son principados nuevos en todo sino que se unen al del príncipe, nos dice que si son de la misma provincia y hablan una misma lengua es siempre mejor que si son en otra provincia y la lengua es diferente, con lo cual nacen grandes dificultades. En la isla de Utopía se nos habla de una distribución igualitaria de las ciudades y de las casas, y toda la isla forma un todo homogéneo y unido, tanto en el aspecto cultural como en el administrativo, lo que es posible por una estructura de autoridad. Moro nos dice que las ciudades de Utopía se encuentran amuralladas con muros altos y fuertes, con muchas torres y defensas. Hay en ella un foso que la rodea menos en la parte que la muralla está junto al río. Sobre este tema también nos comenta Maquiavelo en el capítulo XX sobre si las fortalezas son útiles o no, nos dice que en general las divisiones no hacen ningún bien, “...cuando el enemigo se acerca, que las ciudades divididas se pierdan en seguida; porque la parte más débil se unirá siempre a las fuerzas exteriores, y la
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otra no podrá regir”. La arquitectura habla de cómo funciona una sociedad, como se gobierna y como se defiende. Sin embargo existen diferencias, en el caso de Utopía, sería absurdo y contrario a sus leyes y costumbres seguir los principios de Maquiavelo y, en el caso contrario, sería ilógico en el contexto de la Italia de Maquiavelo seguir los principios de Utopía. Donde vemos mas diferencias es entre el Príncipe y el Jefe de los Utopianos. En Utopía la autoridad es escogida de manera popular. En El Príncipe se nos describe, a través de ejemplos históricos, los diferentes tipos de principados. Vemos aquí, comparado con la manera de proceder en Utopía, diferencias sustanciales. Aquí de nuevo las diferencias entre los dos autores son abismales. Como vimos Maquiavelo en su capítulo XV dice, “Muchos han imaginado repúblicas y principados que nunca vieron ni existieron en realidad”. Según su juicio, estos están condenados a acabar muy mal. Para Maquiavelo, el príncipe debe destacar por sus cualidades y virtudes, pero a la vez debe evitar de ser odiado por sus vicios. Por lo tanto vemos dos figuras muy diferentes de Príncipe, el uno, impuesto de manera autoritaria o por herencia de linaje, el cual debe tener presente una serie de virtudes, pero al mismo tiempo debe ser prudente a la hora de no dar a conocer sus errores y sus vicios. Por el otro lado, tenemos a un Jefe (Príncipe), elegido por votación popular, conocido por todos y formado con una base de estudios que le capacitan sobremanera para la dirección de la República. Si tuviéramos que asociar a cada uno de estos príncipes con formas de gobierno actuales, podríamos, aunque salvando las distancias, en Maquiavelo sería la Autoritaria y en Moro sería la Democracia de sufragio universal, pues en la República de Utopía el trabajo, los estudios, los derechos y las obligaciones son de modo igual tanto para hombres como para mujeres. 2
2 En
relación a la distribución del trabajado, repartidas en 6 horas a lo largo del día, con una pausa a las 3 horas para comer y dedicarse al tiempo libre y el hecho de todos por igual se dediquen a todo ello Moro nos comenta y en crítica directa con lo escrito más arribar. La base
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De diferente manera, Maquiavelo nos describe otro paisaje muy diferente a éste en el capítulo XVII, “Porque los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores y disimulados, que huyen de los peligros y están ansiosos de ganancias...”. Y sobre el príncipe nos dice en su favor lo siguiente, “...el príncipe... ...puede muy bien conseguir al mismo tiempo ser temido y no odiado; esto lo conseguirá siempre, si se abstiene de robar la hacienda de sus ciudadanos y súbditos, y de robar sus mujeres...”. Vemos de manera clara las premisas de ambos príncipes. Hay que aclarar sin embargo, que Moro se mueve con una ventaja respecto del gobierno que propone Maquiavelo, y es que la isla de Utopía es eso, una isla, la cual nos la define como una autarquía, como un espacio en el que tienen de todo lo necesario. El ejército o las milicias. Las diferencias en cuanto al arte de la guerra se establecen que para Maquiavelo se debe ejercitar cada día y para Moro, aunque se ejerciten para ello, no es la preocupación principal del Príncipe. El ejercicio militar supone un pesar para los Utopianos más a la actividad a la que se tienda como parte integrante de la sociedad, pero para la que se debe estar preparado. Las mujeres, al igual que en todo lo demás, toman parte en la batalla, cosa impensable para Maquiavelo. Moro dice, “Abominan en gran manera la guerra como cosa bestial... ...y al revés de lo que ocurre en todas partes, nada tienen por tan infame como la gloria adquirida por las guerras”. Esta es la clave de diferencia importante para entender la diferencia entre Moro y Maquiavelo. Estos fragmentos sobre la milicia en Utopía contrastan directamente con lo que Maquiavelo nos dice en el capítulo XIV sobre las obligaciones del príncipe en lo que concierne al arte de la guerra, “Un príncipe, pues, no debe tener otro objeto ni otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y la disciplina de los ejércitos, porque éste es el único
del funcionamiento de Utopía no es una vida dedicada a la riqueza y a la economía, sino al bienestar de los ciudadanos, los cuales entre otras cosas, no dan importancia a los vestidos de telas vistosas sino más bien a vestidos sencillos. Tampoco dan importancia al oro o a las piedras preciosas, entendiendo que esto es la base de las discordias, y establecen de esta manera una sociedad igualitaria en la que a nadie le falta de nada de lo que es necesario para vivir. La mayor parte de las propuestas socialistas hoy transcurren por esta propuesta.
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arte que se espera ver ejercido por el que manda”. Es clara la intención del autor sobre la función del Príncipe. Maquiavelo fundamenta todos sus argumentos con hechos históricos, mientras que Moro solo basa sus afirmaciones en suposiciones idealistas. En la isla de Utopía, por otra parte, usan la astucia para vencer en la guerra incitando a la desconfianza entre los enemigos, no por cobardía, sino porque repudian el uso de la brutalidad, pues lo asocian con las bestias. También ofrecen recompensa a todos los que se pasen a su bando. Es, en último término, cuando no le queda otra solución, el luchar en la guerra, pero lo hacen valerosamente. Pero antes de esto, usan de mercenarios, De esta manera pueden pagar soldados mercenarios, procedentes de todas partes. Esto mostraría que no solo el ideal moviliza a Utopía sino el oportunismo de mantener su forma de vida. Por otra parte Maquiavelo, en el capítulo XII sobre las diferentes especies de tropas, y de los soldados mercenarios nos comenta, “Las mercenarias y las tropas auxiliares son inútiles y peligrosas. Si un príncipe apoya su Estado con tropas mercenarias, nunca se hallará seguro, por cuanto esas tropas, desunidas y ambiciosas, indisciplinada e infieles... ...en la paz el príncipe es despojado por ellos, y en la guerra por los enemigos”. Más allá de cómo mantener el poder hay una idealización de las milicias propias.
Sobre la política El Príncipe es un tratado sobre la habilidad política, con ideas que carecen de la “moralidad” vigente, pero que en realidad suponen o instalan una dimensión ética por la negativa. Los criterios se sintetizan en: a) El político es realista. Implica conocer las circunstancias y adaptarse a ellas, nunca aislarse. b) Las formas de gobierno se caracterizan por una fluctuación o inestabilidad continuas, de la monarquía, a la aristocracia y de esta a la democracia son una constante fluctuación. c) La democracia es el sistema más inestable de todos, desenfrenado y falto de autoridad, que hace que al final se elija o se funde una nueva dinastía monárquica y el ciclo se cierra. d) La mejor organización política
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y la forma de gobierno más estable es la que sintetiza los elementos de la monarquía, aristocracia y democracia. En tal sentido las tres fases de la política son: adquirir, conservar y aumentar el poder. a) el adquirir el poder tiene diversos modos: a través de las dotes personales, fortunas heredadas, crímenes y traiciones o gracias al favor de los ciudadanos. b) El conservar el poder: Se debe tener en cuenta el tipo de estado que se quiere mantener. En esta fase es imprescindible tener un ejército propio sólido y aparentar ser virtuoso y rodearse de colaboradores sabios. c) El aumentar el poder: Estando en el poder necesariamente hay que procurar aumentarlo porque cuando falla este aspecto, los demás se desmoronan. Maquiavelo plantea en El Príncipe que “la práctica política no es asunto para santos, sino para hombres con los pies firmemente asentados en el suelo”. En Utopía se afirma que «Un príncipe es como un manantial perenne del que brotan todos los bienes y males del pueblo», depende de la acción humana. 3 Heredera de la idea platónica del rey filósofo, y representativa del pensamiento erasmista (del humanismo cristiano que pretende una renovación desde dentro de las estructuras políticas y eclesiásticas), comienza criticando el antagonismo existente entre política y moral en la Europa del siglo XVI. …el Estado perfecto ha de fundarse sobre la paz exterior y sobre la igualdad interior. La política ha de ser entendida como el instrumento de realización de la moral. Y ésta tiene sus dos pilares fundamentales en la paz y en la justicia. 4 Si consideramos el Renacimiento junto a las conquistas geográficas y de la consolidación capitalista —avaricia, ambición; como valor moral del “espíritu de superación”, y la apuesta a la “solidaridad”, la “fraternidad”, “la libertad
3 El
mal es la desigualdad económica, la dominación política, la división social entre ricos y pobres, y los innumerables desórdenes que de tal división se derivan. El otro gran mal de la época es, para Moro, la guerra. La ambición de los gobernantes genera el enorme agotamiento económico que ello supone, el desorden social que implica la existencia de un ejército permanente 4 Capillo
Meseguek, A., Moro, Maquiavelo, La Boétie Una lectura comparada
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integral y la igualdad”, podemos observar que los valores exaltados desde El Príncipe y la Utopía están en conflicto y aparente contradicción. Contradicción que se visualiza en las luchas populares por la libertad e igualdad, la democracia y el socialismo en los siglos XIX y XX, como los últimos de las redes sociales en el siglo XXI, siguen hoy haciendo historia, no son otros que la continuación de los valores de la revolución humanista de los inicios del mismo Renacimiento 5 que en contradicción y conflicto con el ejercicio del poder va instalando a lo largo de la historia y de las sociedades del mundo un mundo mejor. Pero no por sí mismo. 6 Desde el siglo XIX se instalaron dos formas de ver y de construir el mundo: el pragmatismo de la política en el poder y la utopía de los revolucionarios; la práctica y la imaginación; el ejercicio de la manipulación del lenguaje para adaptarlo a la realidad y el ejercicio del lenguaje como instrumento de concientización para cambiar la realidad; la creencia de que vivimos en el mejor de los mundos posibles y la protesta y el desafío practico e intelectual de que otro mundo es posible. Pero poco a poco esa humanidad ha ido tomando conciencia de sus derechos a ser protagonista de su historia y conciencia de su fuerza real para serlo. El humanismo además de retomar la tradición griega se sintetiza con otras largas tradiciones, la judía, la cristiana y la islámica. Veían en cada ser humano y en toda la diversidad de las culturas, de las disciplinas y de la historia, al mismo ser humano pugnando por su derecho natural de igual-libertad.
5Entre
los valores de la vertiente humanista iniciada en el siglo XIII podemos anotar la reivindicación del cuerpo —el “espíritu epicúreo” de los aborígenes del nuevo mundo, según Américo Vespucio—, el reconocimiento del otro, llamado estratégicamente minorías aún cuando no lo son, etc. Es decir, toda esa inevitable diversidad de la raza humana que por lo menos desde la historia escrita ha sido en su abrumadora mayoría victima de las fuerzas de la brutalidad política, ideológica, religiosa y militar antes que protagonista principal de su propia evolución. 6 Capillo
Meseguek, A., Moro, Maquiavelo, La Boétie Una lectura comparada
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Crítica social, moral y ética como substrato de la política Una de las novedades esenciales de la Utopía. Frente a la división estamental de la Antigüedad y de la Edad Media, Moro postula el imperativo moral del trabajo como la única vía para la igualación social. Que la propiedad sea común pero que sea también común el trabajo. En El Príncipe 7 la crítica del presente y la propuesta para el futuro parecen invertir el discurso de Moro. Aparentemente, en efecto, lo que se denuncia no es el antagonismo entre moral y política, sino la subordinación de ésta a aquella, y lo que se propone es precisamente su desvinculación, más aún, la subordinación de la primera a la segunda. Maquiavelo no parte de la bondad natural del hombre sino de su maldad natural. Y si el gobierno de un Estado ha de basarse en la condición moral de sus súbditos, el buen príncipe no es el príncipe bueno sino el que sabe ser bueno y malo según las exigencias del momento. La ruina de los Estados no depende de su falta sino de su exceso de moral, mientras que la preservación del Estado ha de estar por encima de cualquier principio moral Frente a la idea platónica del rey filósofo, que es revitalizada por el humanismo utópico de Moro, Maquiavelo cree que el príncipe no ha de basar su gobierno en principios morales tales como la justicia y la paz, sino que ha de basarlo a la vez en las leyes y en la fuerza, en lo que es propio del hombre y en lo que es propio de la bestia. Ser siempre bueno es, por tanto, perjudicial; pero aparentarlo puede ser útil. En Moro, la política es un instrumento al servicio de la moral; en Maquiavelo, la moral es un instrumento al servicio de la política. En ambos, hay una determinada articulación entre política y moral. En ambos, además, lo político es pensado desde el gobernante, desde la perspectiva de quien ejerce el poder.
I., “La Originalidad de Maquiavelo”, Ensayo Anexo en Maquiavelo, Nicolás, El Príncipe, Barcelona: Taschen, 2007 7 Berlin,
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El gobernante es el que funda el Estado, el que impone a los súbditos su autoridad, el que les dicta unas determinadas leyes. Según sea el gobernante, así será el Estado. Moro como Maquiavelo tratan de precisar cuál es la mejor
forma de gobierno Les preocupa la lógica misma de lo político, y en especial la articulación que ha de haber entre lo político y lo moral. Es esta preocupación la que a Moro le lleva a preferir un sistema democrático (aunque con un jefe de estado vitalicio y con un estamento de sabios entre cuyos miembros son elegidos los cargos públicos), ya que de él cabe esperar una más clara subordinación de lo político a lo moral; mientras que a Maquiavelo le lleva a preferir el “principado nuevo y civil” (no heredado ni de carácter absolutista), basado en una “constitución mixta”, ya que en un régimen así es más fácil supeditar lo moral a lo político y asegurar la estabilidad del Estado.
La relación entre moral y política es, pues, el problema central, ya que de ella depende el buen funcionamiento del Estado, y la reflexión sobre la mejor forma de gobierno es una reflexión derivada, ya que está en función de la perspectiva que se adopte ante dicho problema. El poder en ambos autores es pensado no en relación con la religión sino en relación con la moral; no es fundado en una instancia transcendente al hombre sino en su propia condición social; no depende de la relación religiosa con Dios sino de la relación moral que los hombres mantienen entre sí. Pero la relación entre lo político y lo moral recibe un tratamiento diferente en cada uno de estos tres discursos. Moro, denuncia, en el libro I de su obra, el antagonismo entre política y moral, pero al mismo tiempo cree posible la reconciliación entre ambas, la supeditación de la primera a la segunda (y en eso consiste el pensamiento utópico, en eso consiste la descripción del Estado ideal que se lleva a cabo en el libro II). Maquiavelo, por el contrario, denuncia como un error la supeditación de la política a la moral, y propone la solución inversa.
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El realismo político de Moro no se manifiesta sólo en la crítica de la situación social de su tiempo sino también en la propia descripción del Estado ideal, en la narración de la imaginaria república de Utopía, demuestra realismo al proponer como resolver el conflicto entre agricultura y ganadería con la propiedad común para resolver el problema de la pobreza. Desde diferentes ángulos, el discurso de Moro y el de Maquiavelo, el idealismo del uno y el realismo del otro, los ángulos no son, en realidad, tan diferentes como hasta ahora los hemos presentado. El utopismo de Moro no prescinde de un cierto pragmatismo jurídico—político, y el realismo de Maquiavelo no elude un cierto propósito ideal. La crítica de Moro va dirigida contra la organización feudal de la sociedad, que se traduce en el mantenimiento de una clase ociosa de guerreros, y a cambio propone que la defensa del Estado, en caso de que sea necesaria, se base en la clase trabajadora de los campos y de las ciudades. No hay aquí ningún “idealismo”, sino una evaluación realista de las ventajas e inconvenientes de la militarización del Estado. En la organización de la república de Utopía hay una combinación de tolerancia e implacabilidad, dulzura y violencia, comprensión y dureza. En todos los casos el proyecto utópico persigue un doble objetivo: libertad y control social, justicia y corrección moral, igualdad y vigilancia continua. En último término, se trata de articular lo moral y lo político, lo privado y lo público, la virtud de los individuos y la buena marcha del Estado. Tras el idealismo moral de Moro se oculta un determinado realismo político; tras el realismo político de Maquiavelo hay, a su vez, oculto un cierto idealismo moral. 8 En El Príncipe no hay una mera descripción de los mecanismos del
8 Capillo
Meseguek, A., Moro, Maquiavelo, La Boétie Una lectura comparada
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poder, una descripción puramente “científica”, neutral o no ética tampoco esos mecanismos son descritos como algo automático, como un proceso de carácter natural, como una dinámica cuyas leyes funcionan al margen de la voluntad humana, más propio de Hobbes que de Maquiavelo. El propósito de este último no es exactamente el de fundamentar una ciencia natural de lo político. Su propósito es más bien otro En el pensamiento político moderno, tal y como emerge en Moro y Maquiavelo, hay una dialéctica indisociable entre lo real y lo ideal, lo que es y lo que debe ser, lo pragmático y lo utópico, lo político y lo moral. El príncipe maquiaveliano parece guardar un cierto parentesco con el jefe de los utopianos. No son, al menos, tan diferentes como al principio habíamos supuesto. La misión de ambos es la de realizar un cierto proyecto utópico, es decir, la de construir de nueva planta un cierto tipo de Estado. Y aunque ese nuevo Estado, y los procedimientos para construirlo, poseen perfiles diferentes en uno y otro caso, la tendencia dominante de la teoría y de las prácticas políticas consistirá cada vez más en articularlos entre sí. El destino de los hombres no se juega en el espacio de la naturaleza, donde rigen leyes preestablecidas por Dios, sino en el tiempo de la historia, donde se enfrentan y se combinan el azar de las circunstancias y la libertad de la acción humana. El pensamiento de Maquiavelo sigue pareciendo más racionalista, más laico, por no decir más pagano. Y es cierto. Pero ello, en lugar de hacerlo más moderno, lo hace más antiguo. En la diferente concepción que este autor tiene de la historia vuelve sus ojos hacia la Antigüedad grecorromana, no esperan que se produzcan novedades radicales en el futuro, conciben la historia en términos de repetición, como un movimiento cíclico o de eterno retorno. Por eso, el pasado adquiere , un valor ejemplar y paradigmático con respecto al
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presente, porque consideran que la naturaleza humana es en último término invariable. El proyecto utópico de Moro, en cambio, no tiene precedentes en el pasado, no es equiparable con La República platónica ni con La Ciudad de Dios agustiniana. No se presenta como un retorno al mundo antiguo ni como un anticipo de la futura Jerusalén celestial, sino que es localizado en el recién descubierto Nuevo Mundo, en un continente que es a un tiempo nuevo y accesible. En efecto, la Utopía de Moro se presenta como una meta históricamente accesible, a la que los hombres pueden llegar con su propio esfuerzo, a pesar de que nunca haya sido realizada en el pasado. 9 Esto supone afirmar, aunque sólo sea implícitamente, el carácter lineal y ascendente de la historia humana, o al menos la no necesidad de su eterna recurrencia. Esta nueva concepción del tiempo es indudablemente de origen cristiano. Y es, a la vez, una concepción inequívocamente moderna, la idea de progreso y camino a un punto Omega. Ya no es el paraíso perdido, sino al que se debe conquistar. Lo que en Moro estaba implícito. Convergencia que se produce, en la génesis del pensamiento moderno, entre: un discurso político que trata de analizar de forma inmanente los mecanismos de funcionamiento del Estado; un discurso utópico que trata de fundamentar dicho Estado desde una determinada concepción moral del hombre; y un discurso histórico que trata de otorgar al tiempo de la acción humana un carácter progresivo e irreversible.
Lo religioso y su relación con lo político La realidad actual muestra que ha sido ingenua la linealidad iluminista de superación de la religión, desde el resurgimiento de estados teocráticos en el mundo musulmán, partidos religiosos en el mundo judeo y cristiano, como una nueva perspectiva de la laicidad y la secularidad que reclama de la lógica
9 Cayota,
M., Siembra entre brumas
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instrumental de Maquiavelo y la visión integral de Moro, para consolidar secularidad y laicidad del estado ante un hecho que no tiende a desaparecer sino a mantener presencia. Existen muchos aspectos fuertes en el vínculo que Maquiavelo y Moro que plantean en relación al factor religioso, aquí solo abordaré alguno, más allá de dejar en las citas todos los aspectos que hacen al tema. Es necesario distinguir en ambos autores la religión como fenómeno socio-cultural de la iglesia como institución. 10 Maquiavelo señala «cuán útil es la religión a la política» y comparte con Moro la centralidad de lo político. Tanto Utopía como El Príncipe son escritos para los gobernantes. Respecto a lo religioso podríamos decir que mientras Maquiavelo supone la secularización de la política, Moro sitúa positivamente el valor de lo religioso retirándolo del conflicto político y del poder. Aunque ambos por motivos distintos remitirán a lo religioso como fundamento de valores de la sociedad, secularizados en un caso como valores cívicos y en el otro como convivencia en la tolerancia de la diversidad de creencias en la igualdad social y política que caracteriza una sociedad moderna. Para Maquiavelo será factor de cohesión social y la separará del rol temporal de la iglesia que impedía la unidad de Italia y confundía las esferas del poder. Por tanto si el rol político y mundano de la iglesia es un obstáculo para el buen desarrollo de lo público, la religión junto a las buenas leyes y las milicias son el sustento de la unidad de la nación. La religión es fundamental para mantener el orden social, se ve a los políticos hasta hoy, aunque no sean cristianos apelando a lo religioso como valor de compromiso o ideas comunes secularizándolas, a través de la política y la ciencia pero para dar unidad a las acciones social a distintos niveles. 10 Dri,
R., La religión en la concepción política de Maquiavelo CLACSO, 2000
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Con Maquiavelo la religión adopta un carácter instrumental como valor moral que consolida en los pueblos la fuerza coactiva que desciende de las alturas, amaestrando sabiamente sus ánimos y ratificándolos en el cumplimiento de sus deberes. La religión posee, a diferencia de la ley humana, una capacidad mayor para manejar las conciencias. Podemos ver distintos políticos, siendo religiosos o no, han apelado a esta instrumentalidad. En Tomás Moro el sujeto y el Estado pasan a ser la fuente de todos los bienes y de todos los males humanos. La moralidad no se inscribe ya en el universo de la religión sino en el horizonte de la política; la lucha entre el bien y el mal no la protagonizan ya las fuerzas cosmológicas sino los agentes históricos. No es ya la religión sino la política, la que funda lo social. Por eso, para los utopianos no es un problema la pluralidad religiosa; más exactamente, es la primacía de lo político lo que permite e incluso obliga a ser tolerantes en materia de religión, hasta el punto de que la intolerancia religiosa es perseguida como un delito civil, como una alteración del orden público. La separación entre lo religioso y lo político es lo propio del pensamiento político moderno. Aparece la idea de una religión racional, universal y natural. Por tanto secularidad, laicidad del estado y tolerancia tendrán en estos autores un común denominador que no será anti-religioso sino desacralizador de la sociedad y el poder, afirmando la autonomía de la política y la secularidad del estado. Categorías que adquirirán valores contradictorios en la ilustración, el liberalismo y los procesos revolucionarios Particularmente la contradicción que supone la presencia del cristianismo en el “ejercicio de la política” puede ser abordado desde distintas perspectivas, pero se podría deducir algunos criterios en las conclusiones que vemos en el rol de la religión para Maquiavelo y en parte para Moro, remitiendo a las citas evangélicas: “sean astutos como serpientes y delicados como palomas” y “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, puntos de encuentro entre ambos autores. La religión y su funcionalidad en la consolidación de lo político
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en la sociedad, puede ser leída desde la separación del rol de lo público y lo privado en la modernidad, sus vínculos y síntesis humanistas para el mundo actual. Laicidad, diversidad y tolerancia por un lado y por otro la necesaria cohesión social para la convivencia democrática basada en valores cívicos. Maquiavelo dirá: “Dios no quiere hacerlo todo, para no quitarnos el libre albedrío y la parte de gloria que nos corresponde” (cap. XXVI). Muestra que la política es común, que no se trata de personalidades, sino de comunidades, lo que pretende desarrollar Moro como acción en la historia movilizada por una sociedad mejor. Cada vez que un político y alguno de sus religiosos seguidores repiten que lo que importa en política son “los valores”, los valores del político y los valores morales del partido, lo que hacen es confirmar lo contrario. Estos valores son los valores de Maquiavelo, sentimientos morales estratégicamente establecidos por una práctica.
Conclusión Aunque son dos perspectivas de sociedad y de gobierno distintas, en última instancia el cómo ejercer la política para sostener un gobierno es lo que lo acerca. Maquiavelo se fundamenta en el presupuesto de la maldad del hombre y Moro se fundamenta en el presupuesto de la bondad de ellos. Para el primero el gobierno parte, primeramente de la decisión del Príncipe, aunque sea con ayuda de los mejores consejeros, mientras que el gobierno de Utopía parte de todos sus ciudadanos y consejeros aunque la última decisión la tenga el Príncipe. En el gobierno del primero se parte de la base de las diferencias sociales y económicas, mientras que para el segundo no hay una diferencia real, sino una igualdad en todos los aspectos de la sociedad, sexo, economía, cultura, etc. Cada uno de ellos está ubicado en un contexto que determina las propuestas y decisiones que se toman. Si bien la isla de Utopía realmente no existe, esto no quiere decir que tampoco puedan existir unas propuestas que tiendan a un gobierno basado en la igualdad de todos sus ciudadanos. Hay que
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entender la propuesta de Moro como un fin al que las personas deben prestar atención, como un catálogo de máximas al que atender. Sin embargo, un gobierno así podría llegar a ser odiosamente angelical, en la medida en que tienes la obligación de ser libre y virtuoso. Por otro lado, tampoco hay que confundir el pensamiento de Maquiavelo con el significado del adjetivo maquiavélico. El maquiavelismo es más lógico y necesario en un sistema democrático-representativo que en un sistema absolutista. Ni tan buenos ni tan malos, quizás el equilibrio sería el término medio entre estos dos. El ejercicio del poder muestra la necesidad de manejar el criterio del mal menor, a la vez que la posibilidad de generar cambios requiere objetivos. Emerge en ambos el derecho natural a igual-libertad, tema que reivindicará en sus comentarios Luce Fabbri. 11 La política en Maquiavelo está centrada en el poder y sostener y lograr el objetivo de los intereses propios se transforman en la acción pública. El pragmatismo de la acción presupone una visión pesimista del hombre, pero no buscando el absoluto bien, o incluso haciendo el mal se logra no solo sostener el gobierno sino lograr un mal menor Tomás Moro se ocupará del buen gobierno y establecerá el bien común como objetivo público basando su concepción en el optimismo antropológico que caracterizaba a los humanistas. Haciendo hincapié más en la vida pública como igualitarismo que en la privada como interés La centralidad de lo político para la comprensión de lo humano, independientemente de su maldad o bondad (el cómo la relacionan con la moral), y del derecho “natural” a la igual-libertad muestran el desafío de construir una ética política que vaya más allá del bien y el mal legitimado como valor moral. Es esta preocupación la que a Moro le lleva a preferir un sistema 11 Maquiavelo,
N., El Príncipe, prólogo y notas Luce Fabbri. Nordan, Comunidad del Sur
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“democrático”, ya que de él cabe esperar una más clara subordinación de lo político a lo moral como ética de vida igualitaria; mientras que a Maquiavelo le lleva a preferir, en El Príncipe, el “principado nuevo y civil” ya que, en un régimen así, es más fácil supeditar lo moral a lo político, como un ética del mal menor, y asegurar la estabilidad del Estado.
Maquiavelo al situarse en lo instrumental y pragmático facilitará el funcionamiento posible, a la vez que práctico, de la política, mientas que Moro al situarse en los objetivos, facilitará el salirse del eterno retorno de lo mismo para posibilitar cambios. Se podría decir que uno es incremental y táctico, mientras que el otro es paradigmático y estratégico, lo que configurarían las dos caras del buen político y el buen gobierno para el pueblo. Se deslegitimará la sacralización del poder desde distintos lugares, en uno, Maquiavelo, por la crítica en lo que deriva el poder histórico de la institución iglesia y en el otro, el Santo Tomás Moro, por situar en la tolerancia de la diferencia la mejor forma de convivencia en igualdad. En la medida que el poder siempre se viste de lo que no es y esa es su principal estrategia de penetración. Los valores morales están fuertemente condicionados por un sistema de producción y de subjetividad al mismo tiempo sirven para justificarlos y reproducirlos. Pero al mismo tiempo pueden ser puestos bajo sospecha. El mismo sistema capitalista ha pasado por diversas etapas, como la era industrial y la postindustrial, la era de consumo, la era digital, etc. y, sin embargo, los valores que llamamos humanistas continúan desafiando lo existente. La relación entre moral y política es el problema central, ya que de ella depende el buen funcionamiento del Estado, y la reflexión sobre la mejor forma de gobierno, el poder y los derechos de los ciudadanos. Esto deja en entredicho la imagen dicotómica del ingenuo Moro y el perverso Maquiavelo respecto a cómo se busca construir y sostener gobierno mediante la política. Asimismo su relación con la moral en los proyectos para establecer una sociedad democrática
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y republicana, dónde la tensión y el conflicto entre el arte de lo posible y la utopía se manifiestan en una forma de complementariedad. Emerge la cuestión ética como la praxis de hacernos humanos en la historia 12 , no en lo abstracto sino en la dinámica de la realidad, donde las acciones muestran hasta dónde nuestras buenas intensiones no son más que una forma encubierta de poder, o nuestra reticencia una forma de mal menor en la vida pública.
Bibliografía Arendt. H., La condición humana Berlin, I., “La Originalidad de Maquiavelo”, Ensayo Anexo en Maquiavelo, Nicolás, El Príncipe, Barcelona: Taschen, 2007, pp. 222-261. Capillo Meseguek, A., Moro, Maquiavelo, La Boétie Una lectura comparada Cayota, M., Siembra entre brumas Dri, R., La religión en la concepción política de Maquiavelo CLACSO, 2000 Dussel, E., Filosofía ética de la liberación libros 1 a 3. Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo Maquiavelo, N., El Príncipe, prólogo y notas Luce Fabbri. Nordan, Comunidad del Sur Moro, T., Utopía – versión digital Mouffe, Ch., “Hegemonía, Política e Ideología” en LABASTIDA, Julio, Hegemonía y alternativas políticas en América Latina, México: Siglo XXI, 1985, pp. 125-145.
12 Dussel,
E., Filosofía ética de la liberación
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Mouffe, Ch., El retorno de lo político (comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical) Piazza, E., Nuevos Ensayos en historia de las ideas políticas y filosóficas Rebellato, J. L., La encrucijada de la ética
Facultad de Derecho – Universidad de la República Congreso: Maquiavelo intemporal. En los 500 años de El Príncipe Montevideo, 11 de octubre de 2013