TEORÍA DEL BLOOM
Mr. Mr. Bloom miró amablemente con curiosidad la pequeña silueta negra. Limpia a la vista: el brillo de su piel
lustrosa, lustrosa, el botón blanco bajo el mocho de la cola, los verdes ojos esplendentes. Se inclinó hacia ella, con sus manos en sus rodillas. —Leche para la minina! —Mr"ñao! #retendemos #retendemos que son est$pidos. #ero entienden lo que decimos mejor de lo que nosotros les entendemos a ellos. James Joyce, %lises .
& esta hora de la noche — Los grandes Veladores han muerto. Sin lugar a
dudas, SE los ha matado. Esto es al menos lo que creemos adivinar, nosotros que llegamos tan tarde, al aprieto que su nombre suscita aún en algunos momentos. La tenue chispa de su solitaria testarudez incomodaba demasiado las tinieblas. odo rastro vivo de lo que hicieron y !ueron !ueron ha sido sido borra borrado, do, al parece parecerr, por la ob obst stin inac aci" i"nn man# man#aca aca del del resent resentim imie ient nto. o. $inalmente, este mundo únicamente ha conservado de ellos un pu%ado de im&genes muertas que corona su indecente satis!acci"n de haber vencido a quienes no obstante eran me'ores que (l. )enos pues aqu#, hu(r!anos de toda grandeza, abandonados en un mundo helado en el que ningún !uego se%ala el horizonte. *uestras preguntas deben permanecer sin respuesta, aseguran los ancianos, y despu(s con!iesan de todas maneras+ *unca ha habido una noche m&s oscura para la inteligencia-. 'ic et nunc — Los hombres de este tiempo viven en el coraz"n del desierto,
dentro de un eilio in!inito que es al mismo tiempo interior. Sin embargo, cada punto del desierto se abre al entrecruce de un sinnúmero de caminos, para quien sabe ver. Ver es un acto comple'o/ eige del hombre que se mantenga despierto, que entre en s# mismo y parta de la nada que encuentre ah#. 0on ello, los Veladores del alba pr"ima adquirir&n una
!amiliaridad !amiliaridad con eso mismo que el e'(rcito e'(rcito en desbandada desbandada de nuestros nuestros contempor&neos contempor&neos no tiene ninguna otra tarea que huir. 1l igual que muchos otros antes que ellos, tendr&n que sostener sostener el veneno y el rencor de todos los durmientes, durmientes, sue%o masivo de estos últimos que vendr&n a perturbar, por medio de su simple mirada. 0onocer&n el despotismo de los !ilisteos y SE rodear& sobre su su!rimiento una ceguera voluntaria. 2ues es en estos d#as m&s que nunca que quienes no comprenden cuando han escuchado, quienes parecen sordos y de los que atestigua el proverbio+ estando presentes, est&n ausentes- 3)er&clito4 tienen para s# a la mayor#a y la potencia. potencia. 5 es m&s probable probable que dichos hombres hombres pre!ieran cruci!icar cruci!icar a aquellos que vienen a disipar la ilusi"n de su seguridad, que a aquellos que la amenazan
verdaderamente verdaderamente.. *o les basta con ser indi!erentes indi!erentes a la verdad. La quieren muerta. muerta. 6#a tras d#a, eponen su cad&ver, pero (ste no se corrompe en absoluto. (airós — 1 pesar pesar de la etrema con!usi"n con!usi"n que reina en su super!icie, y quiz& en
virtud de esto precisamente, nuestro tiempo es de naturaleza mesi)nica. 1 medida que la meta!#sica se realiza, vemos c"mo lo ontol"gico a!lora en la historia, en su estado puro, y en todos los niveles. En estrecha relaci"n con esto, vemos aparecer un tipo de hombre cuya radicalidad radicalidad al interior interior de la alienaci"n precisa la intensidad de la espera escatol"gica. escatol"gica. 5 al mismo tiempo que este t(rmino de hombre adquiere un sentido que hasta ahora s"lo pod#a tener ba'o el aspecto de la idea en los sistemas sistemas m&s detestables, detestables, distinciones distinciones muy antiguas se desvanecen. La soledad, la precariedad, la indi!erencia, la angustia, la eclusi"n, la miseria, el estatuto de etran'ero, todas las categor#as que el Espect&culo despliega para hacer el mundo ilegible desde el &ngulo social, lo vuelven simult&neamente l#mpido en el plano meta!#sico. odas ellas recuerdan, aunque de manera di!erenciada, el completo desamparo del hombre en el momento en que la ilusión de los tiempos modernos- acaba de volverse inhabitable, es decir, en el !ondo, en el momento en que viene el *iqqun. 5 es entonces que el Eilio del mundo es m&s ob'etivo que la constante de gravitaci"n universal !i'ada en 7.789:;<=>?== *
nosotros mismos, un velo que nos aparta de la vida y la vuelve imposible. Esto ocurre id(nticamente con el mundo, del que algo nos separa, y nos proh#be su acceso. )agamos lo que hagamos, estamos arro'ados al margen de todo. )e aqu# lo esencial. 5a no hay m&s tiempo para hacer literatura con las diversas combinaciones del desastre. )asta aqu#, se ha escrito mucho, pero pensado poco, a prop"sito del Bloom. &proimación al Bloom — 2ara el entendimiento, el Bloom puede ser de!inido
como aquello que, en cada hombre, permanece por !uera de la 2ublicidad, y que, por tanto, constituye de igual manera la !orma de eistencia com$n de los hombres singulares al interior interior del Espect&culo, Espect&culo, que es la retirada consumada de la 2ublicidad. En este sentido, el
Bloo Bloom m es prim primer eram amen entte s"lo s"lo una una hip" hip"te tesi sis, s, pero pero es un unaa hip" hip"ttesi esis qu quee se ha vuelto verdadera+ la modernidad- la ha realizado/ una inversi"n de la relaci"n gen(rica se ha producidoe/ectivamente en ella. El ser comunitario que, en las sociedades tradicionales, se a!irmaba, adem&s de como hombre privado, como hombre singular, se ha vuelto para s- mismo un hombre privado que se a!irma, adem&s de como ser comunitario, como ser social.
La república burguesa puede vanagloriarse de haber entregado la primera traducci"n hist"rica de envergadura, y en general el modelo, de esta notable aberraci"n. En ella, de manera manera in(dit in(dita, a, la eiste eistenci nciaa del hombre hombre en cuanto cuanto indivi individuo duo vivien viviente te se encuent encuentra ra !ormalmente separada de su eistencia en cuanto miembro de la comunidad. Cientras que, por un lado, no se le permite participar en los asuntos públicos que abstrae de toda cualidad y de todo contenido propios, en cuanto ciudadano-, por el otro, y como una consecuencia necesaria del primer movimiento, es precisamente aqu#, donde pasa ante s# mismo y ante los dem&s por un individuo real, que es una !igura carente de verdad0 3Car, La cuestión jud-a4, por estar privado de 2ublicidad. La era burguesa cl&sica ha colocado as# los
principios cuya aplicaci"n ha hecho del hombre eso que conocemos+ la agregaci"n de una nada doble, la del consumidor-, ese intocable, y la del ciudadano- 3Dqu( puede ser m&s rid#culo, en e!ecto, que esa abstracci"n estad#stica de la impotencia que se insiste en seguir llamando ciudadano-4. 2ero esta era corresponde únicamente a la !ase !inal de la larga gestaci"n del Bloom, en la cual no ha sido conocido todav#a como tal. 5 con raz"n, hac#a !alta nada menos que el derrumbamiento, de acuerdo con el concepto, de la totalidad de las instituciones burguesas y una primera guerra mundial para parirlo. Es pues solamente con el advenimiento del Espect&culo, y la entrada en la e!ectividad de la meta!#sica mercantil que le corresponde, que la
inversi"n de
la relaci"n
gen(rica toma
una
signi!icaci"n concreta, etendi(ndose al con'unto de la eistencia. El Bloom designa a conti con tinu nuaci aci"n "n el movi movimi mient entoo igua igualm lment entee dob doble le medi mediant antee el cual cual,, a medi medida da qu quee se per!ecciona la alienaci"n de la 2ublicidad y que la apariencia se autonomiza de todo mundo vivido, cada hombre ve el con'unto de sus determinaciones sociales, es decir, su identidad, volv(rsele etra%as y a'enas, incluso cuando aquello que en (l ecede toda ob'etivaci"n social —su pura singularidad singularidad desnuda e irreductible irreductible— — se despega como el centro vac#o de donde procede en adelante todo su ser entero. anto m&s la socializaci"n de la sociedad arro'a la intimidad intimidad ba'o todas sus !ormas a la 2ublicidad, 2ublicidad, tanto m&s lo que queda por !uera
de ella —la parte maldita de lo innombrable— se a!irma como el todo de lo humano. La !igura del Bloom revela esta condici"n de eilio de los hombres y de su mundo común en lo irrepresentable como la situaci"n de marginalidad eistencial que les corresponde en el Espect&culo. 2ero por encima de todo, mani!iesta la absoluta singularidad de cada &tomo social como lo absolutamente cualquiera, y su pura di!erencia como una pura nada. Seguramente,
el
Bloom
no
es,
como
lo
repite
incansablemente
el
Espect&culo, positivamente nada. Solamente, sobre el sentido de esta nada-, las interpretaciones divergen. 1l hu2sped m)s inquietante — 0onsiderando que es el vac#o de toda
determinaci"n sustancial, el Bloom es sin duda en el hombre el hu(sped m&s inquietante, aquel que de simple invitado ha pasado a 'e!e del hogar. Los cobardes pueden acurrucarse detr&s de sus habituales aspavientos+ a nadie ser& otorgada la posibilidad de simplemente apartarle con el preteto de que su !igura sin rostro nos arrastrar#a demasiado le'os hacia el epicentro del desastre — 2FES
EL 6ES1SGE ES L1 S1LH61 6EL 6ES1SGE .
0iertamente, el
Bloom no es nada, careciendo de 2ublicidad y por lo tanto de verdad, pero esta nada encierra una potencia pura de ser+ que no pueda mani!estarse como tal en el seno del Espect&culo no altera en nada el desbordamiento !undamental del estado de eplicitaci"n pública por eso que en cada uno permanece irreductible a la suma de sus mani!estaciones. El Bloom signi!ica que un abismo se ha ahondado, y que s"lo depende de una cierta audacia que (l sea aquel en donde todo termina, o aquel desde donde todo comienza. 2ero ya, las se%ales se amontonan tanto que llevan a pensar que el primer hombre es el hijo del $ltimo. La totalidad social alienada, que ha despose#do tan completamente al Bloom de
todo contenido propio, lo ha colocado de esta manera cara a cara con su ser ba'o la misma relaci"n que con una prenda, prohibi(ndole olvidar 'am&s que 2l no es 2l mismo, sino un ob'eto eterior que s"lo se con!unde con (l, 'ustamente, visto desde el eterior . 0ualquier cosa que emprenda para ganarse una sustancialidad, (sta le permanece siempre como algo contingente e inesencial, habida cuenta del modo de develamiento dominante. 1s# pues, el Bloom nombra la desnudez nueva y sin edad, la desnudez propiamente humana que desaparece ba'o cada atributo y no obstante le porta, que precede toda !orma y la hace posible. 1l Bloom es la nada enmascarada. Es por esto que resultar#a absurdo celebrar su aparici"n en la historia como el nacimiento de un tipo humano particular+ el hombre sin
cualidad no es una cierta cualidad humana, sino por el contrario el hombre en cuanto hombre. La !alta de identidad propia, la abstracci"n de todo medio sustancial, la ausencia
de determinaci"n natural-, le'os de asignarlo a una particularidad cualquiera, lo designan como la realizaci"n de la esencia humana gen(rica, que es precisamente privaci"n de esencia, pura eposici"n y pura disponibilidad. Su'eto sin sub'etividad, persona sin personalidad, individuo sin individualidad, el Bloom hace eplotar a su simple contacto todas las vie'as quimeras de la meta!#sica tradicional, toda la quincaller#a paralizada del yo trascendental y de la unidad sint(tica de la apercepci"n. odo aquello que se diga de este hu(sped etra%o que nos habita y que somos !atalmente, se alcanza en el Ser. 1h#, todo se desvanece. 1l Bloom 34es su mundo — El Bloom tiene en primer lugar el sentido de una
situaci"n eistencial, de un modo de ser y de sentir, lo que hay que entender en la manera eminentemente poco sub'etiva en la que se puede decir que los hombres de Ia!Aa son la misma cosa que el mundo de Ia!Aa. 0on el Bloom, estamos en presencia de una !igura, de
una potencia meta!#sica de indistinci"n que se e'erce sobre la totalidad de lo eistente e in!orma su materia. 2ues quien no es nada, a!uera ya no encuentra nada- 3Bloch, 1l esp-ritu de la utop-a4, no porque todas las cosas se hayan desvanecido milagrosamente, sino
porque para (l ya no hay, sencillamente, a!uera. El Bloom ha pasado ese punto de etra%amiento hacia s# mismo donde toda distinci"n entre su yo y el conteto inmediato que lo contiene se vuelve incierta. Su mirada es la de un hombre que no reconoce. odo !luye ba'o su e!ecto y se pierde en la oscilaci"n sin consecuencias de las relaciones ob'etivas, donde la vida se eperimenta negativamente, en la indi!erencia, la impersonalidad, la !alta de cualidad- 30ometti, 5obert Musil 4 . El Bloom vive en una suspensi"n in!inita, tal, incluso, que sus propias emociones no le pertenecen. Es por esta raz"n que es tambi(n el hombre que no puede ya de!ender nada de la trivialidad del mundo. Librado a una !initud sin l#mites, epuesto en toda la super!icie de su ser, s"lo ha podido encontrar re!ugio en un murmullo, pero en un murmullo que avanza. Su errancia lo lleva de lo Cismo a lo Cismo sobre los senderos de lo Hd(ntico, porque adondequiera que vaya lleva consigo el desierto del que es eremita. 5 si puede 'urar ser el universo entero-, como 1gripa de *ettesheim, o m&s ingenuamente todas las cosas, todos los hombres y todos los animales-, como 0ravan,
es porque no ve en todo m&s que la nada que (l mismo es tan plenamente. 2ero esa nada es lo absolutamente real ante lo cual todo lo que eiste se vuelve !antasm&tico. &ls ob — La abolici"n del yo signi!ica de igual modo la abolici"n de lo real tal
como se ordenaba hasta entonces, pero tal vez se hablar#a m&s precisamente, en uno y otro caso, de suspensi"n. 1s# como toda eticidad armoniosa que podr#a proporcionar alguna consistencia a la ilusi"n de un yo aut(ntico- hace !alta de ahora en adelante, as# todo lo que podr#a hacer creer en la univocidad de la vida o en la positividad !ormal del mundo, se ha disipado. 1s#, sin importar cu&les sean las pretensiones del Bloom para ser un hombre pr&ctico-, su sentido de lo real- es s"lo una modalidad limitada de ese sentido de lo posible que es la !acultad de pensar todo lo que podr#a ser de igual maneraK, y sin conceder m&s importancia a todo lo que es que a lo que no es- 3Cusil, 1l hombre sin atributos4. El Bloom dice+ odo lo que hago y pienso es s"lo Esp(cimen de mi posible. El hombre es m&s general que su vida y sus actos. Est& como previsto para m&s eventualidades de las que puede conocer. Sr. este dice+ Ci posible no me abandona 'am&s- 3Val(ry, Señor *este4. odas las situaciones en que se encuentra comprometido llevan en su equivalencia el sello in!initamente repetido de un irrevocable como si-. 2erdido en un sitio le'ano 3o incluso no4, sin nombre, sin identidad, payaso- 3Cichau, #a3aso4, el Bloom es como si no !uera, vive como si no viviera, concibe el mundo como si no se encontrara (l mismo en algún punto del espacio y el tiempo, y 'uzga todo como si no !uera (l mismo quien hablara. 0osa entre las cosas, el Bloom se mantiene, sin embargo, !uera de todo, en un abandono id(ntico al de su universo. Est& solo con cualquier compa%#a, y desnudo en cualquier circunstancia. 5 es aqu# que descansa, en la ignorancia cansada de s#, de sus deseos y del mundo, donde su vida desgrana d#a a d#a el rosario de su ausencia. El Bloom ha desaprendido la alegr#a al igual que ha desaprendido el su!rimiento. En (l, todo est& gastado, incluso la desgracia. *o cree que la vida sea digna de ser vivida, pero considera que suicidarse no vale la pena. *o tiene el apoyo de la duda ni de la certeza. 0ierto sentido de la inutilidad teatral de todo ha hecho de (l el espectador de todo, incluido de s# mismo. En el eterno domingo de su eistencia, el inter(s del Bloom permanece para siempre vac#o de ob'eto, y es por esto que (l mismo es el hombre sin inter2s, en el sentido en que (l mismo carece de importancia ante sus propios o'os. 1qu#, el sentimiento de poder ser sacri!icado ya no es epresi"n de un idealismo individual, sino un !en"meno de masas- 3)annah 1rendt, Los or-genes del
totalitarismo4. Seguramente, el hombre es algo que ha sido superado. odos aquellos que
amaban sus virtudes han perecido — por ellas. 3Llegados a este punto, toda mente sana habr& concluido la imposibilidad constitutiva de una teor#a del Bloom- cualquiera y seguir&, como tiene que ser, su camino. Los m&s mal(volos escupir&n un paralogismo de la especie el Bloom no es nada, ahora bien, no hay nada que decir de la nada, por lo tanto no hay nada que decir del Bloom, E6-, y sin duda lamentar&n haber abandonado por un instante su cautivador an&lisis cient#!ico del campo intelectual !ranc(s-. 2ara aquellos que, a pesar del evidente absurdo de nuestro prop"sito, seguir&n leyendo, no tendr&n que perder de vista en ningún momento el car&cter necesariamente vacilante de todo discurso sobre el Bloom. ratar sobre la positividad humana de la pura nada no de'a otra opci"n que eponer como cualidad la m&s per!ecta !alta de cualidad, como sustancia la insustancialidad m&s radical. Fn discurso as#, si no quiere traicionar su ob'eto, deber& hacerlo emerger para, al momento siguiente, de'arlo desaparecer nuevamente, et sic in in/initum .4 #equeña crónica del desastre — 1unque se trate de la posibilidad !undamental
que el hombre contiene de toda eternidad, la posibilidad de la posibilidad, y que cada uno de sus aspectos separados haya sido, por esta raz"n, descrito por muchos letrados y m#sticos en el curso de los siglos, el Bloom no aparece como !igura dominante en el seno del proceso hist"rico sino hasta el momento del acabamiento de la meta!#sica, en el Espect&culo. 1qu#, su reino ignora toda repartici"n. )asta tal punto que es, desde hace m&s de un siglo, es decir, desde la irradiaci"n simbolista, el h(roe cuasieclusivo de toda la literatura+ del Sengle de Jarry al 2lume de Cichau, de 2essoa mismo al hombre sin atributos, de Bartleb3 a Ia!Aa, olvidando por supuesto 1l6etranjero?de?0amus, que
de'amos a los bachilleres. 1unque haya sido vislumbrado de manera m&s precoz por el 'oven LuA&cs, es s"lo en =;98, con el tratado Ser 3 tiempo, que se vuelve propiamente hablando, ba'o el trapo transparente del 7asein, el no?su'eto central de la !iloso!#a 3por lo dem&s, es razonable ver en el eistencialismo !ranc(s vulgar, que se impuso m&s tarde y m&s pro!undamente de lo que su corta popularidad le de'" imaginar, el primer pensamiento para uso eclusivo de los Bloom4. 1s# como el Espect&culo, del que es su hi'o, el Bloom ha sido numerosas veces presentido por los esp#ritus m&s lúcidos de su tiempo, y esto ha sido
as# durante todo el !lorecimiento del capitalismo. Sus rasgos m&s sobresalientes han sido descritos con !uerza, precisi"n y recurrencia, mucho antes de que apareciera. 1s#, la soledad en la muchedumbre, el sentimiento de una irreparable indeterminaci"n o la indi!erencia con la que pueden intercambiarse en (l todos los contenidos vividos, no son nada que le pertenezca propiamente. Solamente le pertenece propiamente la articulaci"n unitaria de estos di!erentes rasgos en su relaci"n interna con el modo de develamiento mercantil. El nacimiento del Bloom supone el nacimiento de un mundo, el mundo del Espect&culo, en el cual la meta!#sica que aniquila toda di!erencia cualitativa en la identidad del valor, que abstrae cada mani!estaci"n de la vida del con'unto en que obtiene su rango y su sentido, y que no ve !inalmente en cada hombre sino una repetici"n del tipo gen(rico, accede a la e!ectividad. Si el momento de su parto !ue tan estrepitoso como sus tormentas de acero, el parto mismo !ue algo tan sutil como el hecho de unirse al !lu'o de la muchedumbre, y del cual Val(ry pronuncia precisamente su car&cter inconstante+ Eperimentaba con un amargo y etra%o placer la simplicidad de nuestra condici"n estad#stica. La cantidad de individuos absorb#a toda mi singularidad, y me volv#a indistinto e indiscernible.- 1s# que nada ha cambiado, al menos a detalle, y sin embargo nada continúa igual. 7esarraigo — 0ada desarrollo de la sociedad mercantil eige la destrucci"n de
una determinada !orma de inmediatez, la separaci"n lucrativa en una relación de aquello que estaba unido. Es esta escisi"n lo que la mercanc#a llega a partir de entonces a invadir, lo que mediatiza y aprovecha, precisando d#a tras d#a la utop#a de un mundo donde cada hombre estar#a, en todas las cosas, epuesto únicamente al mercado. Car supo describir admirablemente las primeras !ases de este proceso, aunque solamente desde el punto de vista prudhommesco de la econom#a+ La disoluci"n de todos los productos y actividades en valor de cambio —escribe en los 8rundrisse — presupone tanto la descomposici"n de todas las r#gidas 3hist"ricas4 relaciones de dependencia personales al interior de la producci"n, as# como la su'eci"n rec#proca universal de los productores MNO La dependencia mutua y universal de los individuos rec#procamente indi!erentes constituye su v#nculo social. Este v#nculo social se epresa en el valor de cambio.- Gesulta per!ectamente absurdo tener el asolamiento persistente de todo apego hist"rico, al igual que de toda comunidad org&nica, como un vicio coyuntural de la sociedad mercantil, que apreciar#a la buena voluntad que los hombres tienen para adaptarse. El desarraigo de todas las cosas, la
separaci"n en !ragmentos est(riles de cada totalidad viviente y la autonomizaci"n de (stos en el seno del circuito del valor, son la esencia misma de la mercanc#a, el al!a y el omega de su movimiento. El car&cter altamente contagioso de esta l"gica aut"noma toma, en los hombres, la !orma de una verdadera en!ermedad del desarraigo- que quiere que los desarraigados se lancen a una actividad que tiende siempre a desarraigar, con !recuencia mediante los m(todos m&s violentos, a quienes no lo est&n todav#a o lo est&n solamente por partesN uien est& desarraigado desarraiga- 3Simone Peil, 1l arraigo4. 0orresponde a nuestra (poca el prestigio dudoso de haber llevado a su apogeo la !ebrilidad proli!erante y multitudinaria del car&cter destructivo-. Some9here out o/ the 9orld — El Bloom aparece inseparablemente como
producto y causa de la liquidaci"n de todo ethos sustancial, ba'o el e!ecto de la irrupci"n de la mercanc#a en el con'unto de las relaciones humanas. Ql mismo es, por tanto, el hombre sin sustancialidad , el hombre vuelto realmenteabstracto, por haber sido e!ectivamente
cortado de todo entorno, y despu(s arro'ado al mundo. El Bloom est& tan ale'ado de la historia como de la naturaleza, en el sentido de que no se de'a aprehender en los t(rminos de una u otra de estas categor#as. 2or eso lo conocemos como ese ser indi!erenciado que no se siente en casa en ninguna parte-, como esa m"nada que no es de ninguna comunidad en un mundo que no da a luz sino a &tomos- 3)egel4. ambi(n es el burgu(s sin burgues#a, el proletario sin proletariado, el peque%oburgu(s hu(r!ano de la peque%a burgues#a. 1l igual que el individuo result" de la descomposici"n de la comunidad, el Bloom result" de la descomposici"n del individuo, o, para ser m&s precisos, de la /icción del individuo. 2ero nos enga%ar#amos sobre la radicalidad humana que !igura el Bloom si nos lo representamos ba'o la especie tradicional del desarraigado-. En e!ecto, el su!rimiento al que epone ahora todo apego verdadero ha tomado proporciones tan ecesivas que ya nadie puede ni siquiera permitirse la nostalgia de un origen. 2ara sobrevivir, tambi(n hizo !alta matarlo en s# mismo. 2or eso el Bloom es m&s bien el hombre sin ra- , el hombre que ha tomado el sentimiento de estar en su casa en el eilio, que se ha arraigado en la ausencia de lugar, y para el cual el desarraigo no evoca ya el destierro, sino por el contrario la madre patria. *o es el mundo lo que ha perdido, sino el gusto del mundo lo que tuvo que de'ar atr&s.
La p2rdida de la eperiencia — En cuanto realidad positiva, en cuanto modo de
ser y de sentir determinado, el Bloom queda asociado a la etrema abstracci"n de las condiciones de eistencia que el Espect&culo modela. La concreci"n m&s demente y al mismo tiempo la m&s caracter#stica del ethos espectacular sigue siendo, a escala planetaria, la metr"poli. ue el Bloom sea esencialmente el hombre de la metr"poli no implica en absoluto que sea posible, por nacimiento o por elecci"n, sustraerse de dicha condici"n, ya que la metr"poli misma no tiene a!uera+ los territorios que su etensi"n metaest&tica no ocupa aún est&n polarizados por ella, es decir, est&n determinados en todos sus aspectos por su ausencia. El rasgo dominante del ethosespectacular?metropolitano es la p2rdida de la eperiencia, cuyo s#ntoma m&s elocuente de todos es ciertamente la !ormaci"n de la
categor#a misma de la eperiencia-, en el sentido restringido en que uno tiene eperiencias- 3seuales, deportivas, pro!esionales, art#sticas, sentimentales, lúdicas, etc.4. odo, en el Bloom, deriva de esta p(rdida, o es sin"nimo de ella. En el seno del Espect&culo, al igual que de la metr"poli, los hombres nunca hacen la eperiencia de los acontecimientos concretos, sino solamente de las convenciones, de las reglas, de una segunda naturaleza enteramente simbolizada, enteramente construida. Geina en (l una escisi"n radical entre la insigni!icancia de la vida cotidiana, llamada privada-, en la que no pasa nada, y la trascendencia de una historia congelada en una es!era llamada pública-, a la cual nadie tiene acceso. En otros t(rminos, lo que es representado 'am&s es vivido, mientras que lo que es vivido 'am&s es representado. 6onde reina la alienaci"n de la 2ublicidad, donde los hombres no pueden ya reconocerse rec#procamente como participando en la edi!icaci"n de un mundo común, reina tambi(n el Bloom. En (l, las pro!undidades del desastre mani!iestan hasta qu( punto la p(rdida de la eperiencia y la p(rdida de la comunidad son una sola cosa, vista desde &ngulos distintos. 2ero todo esto depende cada vez m&s claramente de la historia pasada. La separaci"n entre las !ormas sin vida del Espect&culo y la vida sin !orma- del Bloom, con su aburrimiento monocromo y su silenciosa sed de nada, cede lugar en numerosos puntos a la indistinci"n. La p(rdida de la eperiencia ha alcanzado !inalmente el grado de generalidad en el cual puede a su vez ser interpretada como eperiencia !undamental, como eperiencia de la eperiencia en cuanto tal, como clara disposici"n a la Ceta!#sica 0r#tica.
Las metrópolis de la separación — Las metr"polis se distinguen en primer lugar
de todas las dem&s grandes !ormaciones humanas por el hecho de que la mayo proimidad, incluso la mayor promiscuidad, coincide en ellas con la mayor etra%eza. *unca los hombres hab#an estado reunidos de un modo tan masivo, pero nunca hab#an estado tambi(n hasta este punto separados. La gran ciudad es la patria de elecci"n de la rivalidad mim(tica que, mediante uno de esos revuelcos propios del modo de develamiento mercantil, ordena a los hermanos odiarse en proporci"n a su !raternidad. El !etichismo de la peque%a di!erencia- es la tragicomedia de la separaci"n+ cuanto m&s aislados est&n los hombres, m&s se aseme'an, cuanto m&s se aseme'an, m&s se detestan, cuanto m&s se detestan, m&s se a#slan. 1l igual que el Bloom, la metr"poli materializa, al mismo tiempo que la p(rdida integral de la comunidad, la in!inita posibilidad de su renovaci"n. 2ara esto basta con que los hombres reconozcan su común eilio. %na genealog-a de la consciencia del Bloom — Bartleby es un empleado de
o!icina. La di!usi"n, inherente al Espect&culo, de un traba'o intelectual de masas en el que el dominio de un con'unto de conocimientos puramente convencionales vale como competencia eclusiva, mantiene una relaci"n evidente con la !orma de consciencia propia del Bloom. 5 aún m&s !uera de las situaciones en que el saber abstracto predomina sobre todos los medios vitales, !uera pues del sue%o organizado de un mundo enteramente producido como signo, la eperiencia del Bloom no alcanza 'am&s la !orma de un continuum vivido que podr#a a%adirse, sino que reviste m&s bien el aspecto de una serie de choques inasimilables y de !ragmentos de inteligibilidad. 6e ah# que haya tenido que crearse un "rgano de protecci"n contra el desarraigo con el que lo amenazan las corrientes y las discordancias de su medio eterior+ en lugar de reaccionar con su sensibilidad a este desarraigo, reacciona esencialmente con el intelecto, al cual la intensi!icaci"n de la consciencia que la misma causa produc#a, asegura la preponderancia ps#quica. 1s# la reacci"n a esos !en"menos es enterrada en el "rgano ps#quico menos sensible, en aquel que se aparta m&s de las pro!undidades de la personalidad- 3Simmel4. El Bloom no puede, por tanto, tomar parte en el mundo de manera interior. *unca entra en (l sino en la ecepci"n de s# mismo. Es por esto que presenta una disposici"n tan singular a la distracci"n, al d2j;6 vu, al clich(, y sobre todo una atro!ia de la memoria que lo con!ina en un eterno presente/ y
es por esto que resulta tan eclusivamente sensible a la música, que es la única que puede
o!recerle sensaciones abstractas. odo lo que el Bloom vive, hace y resiente, le permanece como algo eterno. 5 cuando muere, muere como un ni%o, como alguien que no ha aprendido nada. El Bloom signi!ica, en primer lugar, que la relaci"n de consumo se ha etendido a la totalidad de la eistencia, al igual que a la totalidad de lo eistente. En su caso, la propaganda mercantil ha triun!ado tan radicalmente que (l concibe e!ectivamente su mundo no como el !ruto de una larga historia, sino como el primitivo concibe el bosque+ como su medio natural. *umerosas cosas se esclarecen sobre su condici"n cuando se lo considera desde esta perspectiva. 2ues el Bloom es sin duda un primitivo, pero un primitivo abstracto. Baste con resumir en una !"rmula el estado provisional de la cuesti"n+ el Bloom es la eterna adolescencia de la humanidad . 1l relevo del tipo del *rabajador por la /igura del Bloom — Las mutaciones
recientes de los modos de producci"n en el seno del capitalismo tard#o han traba'ado grandemente en la direcci"n del advenimiento del Bloom. El per#odo del asalariado cl)sico, que se consum" en el umbral de los a%os 8>, hab#a ya aportado a (l una noble
contribuci"n. El traba'o asalariado estatutario y 'er&rquico hab#a sustituido e!ectivamente a la totalidad de las otras !ormas de pertenencia social, en particular a todos los modos de vida org&nicos tradicionales. ambi(n es el lugar en que la disociaci"n del hombre vivo y su ser social comenz"+ siendo todo poder aqu# ya s"lo /uncional , es decir, delegado del anonimato, cada 5o- que procuraba a!irmarse siempre a!irmaba únicamente, por tanto, dicho anonimato. 5 si bien s"lo hubo aqu#, en el asalariado cl&sico, un poder privado de su'eto y un su'eto privado de poder, la posibilidad permanec#a, por el hecho de una relativa estabilidad de los empleos, y de una cierta rigidez de las 'erarqu#as, de movilizar la totalidad sub'etiva de un gran número de individuos, es cierto, poco dotados en materia de sub'etividad. 1 partir de los a%os 8>, la relativa garant#a de estabilidad en el empleo, que hab#a permitido a la sociedad mercantil imponerse !rente a una !ormaci"n social cuya principal virtud estaba constituida precisamente por dicha garant#a de estabilidad, pierde, con el aniquilamiento del adversario tradicional, toda necesidad. Es entonces llevado a cabo un proceso de !leibilizaci"n de la producci"n, de precarizaci"n de los eplotados en el cual nos encontramos todav#a, y que no ha llegado, hasta la !echa, hasta sus últimos l#mites. )ace ya tres d(cadas que el mundo industrializado ha entrado en una !ase de involuci"n autotómica que viene a desmantelar, paso a paso, al asalariado cl&sico, y a
propulsarse a partir de este desmantelamiento. 1sistimos desde entonces a la abolición de la sociedad salarial sobre el terreno mismo de la sociedad salarial , es decir, en el seno de
las relaciones de dominaci"n que dirige. 1qu#, el traba'o ya no actúa como poderoso suced&neo de un te'ido (tico ob'etivo, no hace las veces de las !ormas tradicionales de eticidad, vaciadas y disueltas desde hace tiempo- 32aolo Virno,
!uerza de traba'o-, y el mercado donde tiene que venderla, han sido liquidadas hasta tal punto que, !inalmente, cada quien se encuentra en un per!ecto aislamiento cara a la abrumadora totalidad social aut"noma. *ada, desde entonces, puede impedir a las !ormas de producci"n llamadas pos!ordistas- el generalizarse, y con ellas la precariedad, la !leibilidad, el !lu'o tendido, el management por proyecto-, la movilidad, etc. 1hora bien, una organizaci"n del traba'o de este tipo, cuya e!icacia reposa sobre la inconstancia, la autonom#a- y el oportunismo de los productores, tiene el m(rito de hacer imposible toda identi!icaci"n del hombre con su !unci"n social, o en otras palabras, de ser altamente generadora de Bloom. *acida de la constataci"n de la hostilidad general hacia el traba'o asalariado que se mani!est" luego del 7R en todos los pa#ses industrializados, dicha organizaci"n ha elegido esta misma hostilidad como !undamento. 1s#, mientras que sus mercanc#as?!aros —las mercanc#as culturales— nacen de una actividad a'ena al marco limitado del asalariado, su optimalidad total descansa en la astucia de cada cual, es decir, en la indi!erencia, incluso la repulsi"n, que los hombres eperimentan hacia su actividad 3la utop#a actual del capital es la de una sociedad donde la totalidad de la plusval#a provendr#a de un !en"meno de iniciativa- generalizada4. 0omo se ve, es la propia alienaci"n del traba'o la que ha sido puesta a traba'ar. En este conteto se traza una marginalidad de masas, en la que la eclusi"n- no es, como SE querr#a de'arlo entender, el desclasamiento
coyuntural de una determinada !racci"n de la poblaci"n, sino la relaci"n !undamental que cada quien mantiene con su participaci"n en la vida social, y primeramente el productor con su propia producci"n. El traba'o ha de'ado aqu# de ser con!undido con el individuo como determinaci"n en una particularidad- 3Car4, ya s"lo es percibido por los Bloom como una !orma contingente de la opresi"n social general. El paro en el traba'o es s"lo la concreci"n visible de la etra%eza esencial de cada quien hacia su propia eistencia, en el mundo de la mercanc#a autoritaria. El Bloom aparece, por tanto, tambi(n como el producto
de la descomposici"n cuantitativa y cualitativa de la sociedad salarial. Es el tipo humano que corresponde a las modalidades de producci"n de una sociedad que ha llegado de!initivamente a ser asocial , y a la cual ninguno de entre sus miembros se siente unido en !orma alguna. La suerte que le es preparada de tener que adaptarse sin tregua a un mundo en constante conmoci"n es tambi(n el aprendiza'e de su eilio en dicho mundo, en el cual debe no obstante pretender participar , a !alta de cualquieraque pueda participar verdaderamente en (l. 2ero, m&s all& de todos sus mentiras contra#das, el Bloom se descubre poco a poco como el hombre de la no6participación, como la criatura de la no? pertenencia. 1 medida que se consume la crisis de la sociedad industrial, la !igura l#vida del Bloom se asoma ba'o la tit&nica amplitud del raba'ador. 1l mundo de la mercanc-a autoritaria =+1s a latigaos que se lleva el ganado a pastar0, 'er)clito> — Eiste para la dominaci"n, en proporci"n a la autonom#a que los
hombres adquieren respecto a su rol en la producci"n, una necesidad absoluta de nuevos requerimientos, de nuevos su'etamientos. Cantener la mediaci"n central de todo por medio de la mercanc#a eige la puesta ba'o tutela de secciones cada vez m&s amplias del ser humano. 6esde esta perspectiva, es preciso observar con qu( etrema diligencia el Espect&culo ha dispensado al Bloom del pesado deber de ser, con qu( r&pida solicitud ha tomado a su cargo su educaci"n as# como la de!inici"n de la panoplia completa de las personalidades- con!ormes, y en !in, c"mo ha sabido etender su dominio a la totalidad de lo decible, del lengua'e y de los c"digos a partir de los cuales se construyen todas las apariencias y todas las identidades. 0on el Biopoder, el Espect&culo incluso ha puesto ba'o dependencia de su semiocracia la vida biol"gica- de los hombres, o al menos de todos aquellos que valoran su salud- como uno pudo, en el pasado, perseguir la salvaci"n. 3Es preciso admitir al respecto que la sub'etividad des!alleciente del Bloom no de'aba a la dominaci"n apenas otro recurso que el de aplicar su !uerza de coacci"ndirectamente al cuerpo, único ob'eto tangible que no ha eludido absolutamente su alcance.4 2ero el mundo
de la mercanc#a autoritaria es antes que nada el mundo donde SE han colocado mecanismos de control de los comportamientos tales que s"lo SE tiene que tomar dominio del agenciamiento del espacio público, la disposici"n del decorado y la organizaci"n material de las in!raestructuras, para asegurarse del mantenimiento del orden, y esto mediante la sola potencia de coerci"n que la masa an"nima e'erce sobre cada uno de sus elementos, a !in de
que respete las normas abstractas en vigor. Basta con salir a una calle del centro de la ciudad, o con circular en un pasillo del metro, para comprender que no eiste ningún dispositivo de vigilancia m&s operante y m&s invisible que esa ob'etivaci"n viviente del estado alienado de eplicitaci"n pública que representa la masa, a la que no le importan de ninguna manera m&s que sus miembros, a !inal de cuentas, sin importar que la rechacen o la acepten, con tal de que eteriormente se sometan. Hntenten, pues, hablar de meta!#sica con un amigo, a la hora pico, en un tren abarrotado de la l#nea = La 6(!ense?2orte de VincennesT El mundo de la mercanc#a autoritaria es el lugar de ese *error gris que reina a partir de ahora sobre la totalidad del mundo común de los hombres, sobre toda la etensi"n de lo que subsiste todav#a del dominio público. 2ero sin resultados, el Bloom, contra el cual SE ha desplegado todo este arsenal pesado, permanece desesperadamente inaccesible a la dominaci"n. 5 (sta lo odia por ello, pues (l es en cada uno el santuario interior, la parte opaca, el vac#o central e inasignable al que ella es incapaz de alcanzar. 6e esto se sigue una carrera de velocidad entre el Bloom y la dominaci"n que eplica tanto el car&cter din&mico de (sta como la aceleraci"n del tiempo universal. En esta aceleraci"n, no puede haber ningún t(rmino, !uera del *iqqun mismo. En e!ecto, cuanto m&s se desboca la vida del Bloom en un movimiento aut"nomo y tir&nico, tanto m&s su participaci"n en el metabolismo social general se hace imperativa, cuanto m&s se mueve en un simple predicado de su propia !uerza de traba'o y de consumo, tanto m&s se encuentra apresado por el proceso de Covilizaci"n otal y m&s se pro!undiza el hueco que contiene este apresamiento, que no es otro que el Bloom. La mala sustancialidad =+1stando perdida la verdadera naturalea todo deviene naturalea0, #ascal> — Sin importar cu&n in!atigables sean sus es!uerzos para reprimirlo y
olvidarlo, el hombre moderno- est& asentado sobre una pura nada, y el Bloom es su verdad. 2ero reconocerlo implica de manera tan per!ectamente inmediata la ruina del con'unto de esta sociedad y el aniquilamiento del trasmundo que (sta persiste en proporcionar como la realidad-, que no hay nada de lo que F*U sea capaz para protegerse de esta evidencia. DEs posible imaginar las consecuencias que arro'ar#a la renuncia de nociones tan lamentables y caducadas como las de individuo, unidad del yo o inter(s odo sucede como si el in!ierno mim(tico donde nos so!ocamos !uera 'uzgado como algo un&nimemente pre!erible a la austera desnudez del Bloom. 2or tanto, eiste una !atalidad en
el arrebato !ebril de la producci"n industrial de personalidades en Ait, de identidades desechables y otras sub'etividades hist(ricas. En vez de considerar la nada que toma el lugar de su ser, los hombres, en su mayor#a, retroceden ante el v(rtigo de una ausencia total de identidad, de una indeterminaci"n radical, y por tanto, en el !ondo, ante el abismo de la libertad. 2re!ieren aún engullirse en la mala sustancialidad, hacia la cual, es cierto, todo los empu'a. )ace !alta, entonces, contar con que ellos se descubran, al otro etremo de una depresi"n desigualmente larvada, tal o cual ra#z enterrada, tal o cual pertenencia natural, tal o cual incombustible singularidad. $ranc(s, ecluido, artista, homoseual, bret"n, racista, musulm&n, budista o parado, todo es bueno en la medida en que permita bramar de uno u otro modo, con los o'os parpadeando de emoci"n, un milagroso 5U SU5N-. *o importa cu&l particularidad vac#a y consumible, no importa cu&l rol social est( en cuesti"n, puesto que se trata únicamente de con'urar su propia nada. 5 como toda vida org&nica hace !alta a estas !ormas premasticadas, (stas nunca tardan en entrar prudentemente en el sistema general de intercambio y de equivalencia mercantil, que las mediatiza y las pilotea. 1s# pues, la mala sustancialidad signi!ica que F*U ha colocado toda su sustancia como dep"sito dentro del Espect&culo, y que este último !unciona como ethosuniversal para la comunidad celeste de los espectadores. 2ero una cruel astucia quiere que esto no haga !inalmente sino acelerar aún m&s el proceso de pulverizaci"n de las !ormas de eistencia sustanciales. Ba'o el vals de las identidades muertas de las que se vale sucesivamente el hombre de la mala sustancialidad, se epande ineorablemente su abismo interior. 1quello que deber#a esconder una !alta de individualidad no solamente !racasa aqu#, sino que llega a acrecentar todav#a un poco m&s la labilidad de aquello que pod#a subsistir de ella. El Bloom triun!a primero en aquellos que huyen de (l. #e soluble — 1unque aparezca como la positividad misma, y por imponente que
parezca su imperio, la mala sustancialidad no cesa en ning$n momento de ser nada. 0arece de realidad propia y no dispone de medios para producirse a s# misma. 1l igual que la !ormaci"n social que la produce, la pseudoidentidad del Bloom carece de /undamento. *o se halla en su seno ni siquiera en la !amilia, instituci"n aparentementesustancial, que no !unciona como un retransmisor di!ractado de las normas espectaculares. *ada tiene en s# su raz"n. Fna vez suspendidas sus condiciones inorg&nicas de eistencia, la identidad arti!icial no puede ya encontrar el camino hacia s# misma, hacia eso que, en un mal sue%o, ella cre#a
ser, y de lo que ahora se despierta/ ya que, precisamente, no era nada m&s all& de esas !r&giles condiciones de eistencia. La mala sustancialidad representa ella misma, por tanto, la absoluta insustancialidad. 1l *error de la denominación — Es vano aspirar, en el seno del Espect&culo, a la
sustancialidad. *ada es, a !inal de cuentas, menos aut(ntico ni m&s sospecho que el concepto de autenticidad-, que constituye desde hace mucho tiempo el arma !avorita del error de la denominaci"n que e'erce el Espect&culo, y mediante el cual este último vac#a met"dicamente de su contenido a todas las !ormas de vida sustanciales que llegan a mani!estarse en cualquier punto del espacio social emergente. 2ara esto basta con que haga la caridad de darles un nombre, les distribuya un rol y las incluya en la red de signos cuya realidad cuadricula. Hmponiendo as# a cada particularidad viviente el considerarse como particular, es decir, desde un punto de vista !ormal y eterior a s# misma, el Espect&culo la desgarra desde el interior, introduce en ella una desigualdad, una di!erencia. Hmpone a la consciencia de s# tomarse a s# misma como ob'eto, rei!icarse, aprehenderse a s# misma como otro. Qsta se encuentra arrastrada con ello en una huida sin tregua, en una escisi"n perpetua que agui'onea el imperativo —para quien rechaza de'arse ganar por una paz mortal— de desprenderse de toda sustancia. 1plicando a todas las mani!estaciones de la vida su incansable traba'o de denominaci"n, y con ello de inquieta re!leividad, el Espect&culo arranca al mundo de su inmediatez en una corriente continua. En otros t(rminos, produce al Bloom, y lo reproduce. La racaille que se conoc#a como racaille ya no es m&s una racaille, es un Bloom que 'uega a ser una racaille, teniendo consciencia de ello o no. enemos prohibido por un largo tiempo, ba'o el presente r(gimen de las cosas, identi!icarnos con ninguno de los contenidos particulares, sino únicamente con el movimiento de arrancarse de ellos. El Bloom es el hi'o de tal desgarro, el resultado siempre inacabado de un in!inito proceso de negaci"n. Sua cuique persona — La cuesti"n de saber lo que, en la realidad presente, es
m&scara y lo que no lo es, carece de ob'eto. Gesulta sencillamente grotesco pretender establecerse por deba'o del Espect&culo, por deba'o de un modo de develamiento en el que toda cosa se mani!iesta de tal manera que la apariencia se ha vuelto en (l aut"noma respecto a la esencia, es decir, como m&scara. Su dis!raz es, en cuanto dis/ra , la verdad del
Bloom, es decir que no tiene nada tras de s- , o m&s bien, lo que abre horizontes de otro modo m&s desenvueltos, que tras de s# reside la ?ada. ue la m&scara constituye la !orma de aparici"n general en la comedia universal de la que s"lo hay tartu!os que creen aún escapar, esto no signi!ica que ya no haya verdad, sino que (sta se ha vuelto algo sutil y estimulante. La !igura del Bloom encuentra su epresi"n m&s alta, al mismo tiempo que la m&s miserable, en el lengua'e de la adulaci"n, y en este equ#voco no hay lugar para gemir ni para regoci'arse, sino solamente para abrir la v#a de la superaci"n. S"lo que aqu# el S# ve la certeza de s# mismo como tal como siendo lo m&s inesencial, y la pura personalidad como siendo la absoluta impersonalidad. El esp#ritu de su gratitud es, por tanto, un sentimiento tanto de esta pro!und#sima abyecci"n como tambi(n de una revuelta igual de pro!unda. En cuanto el puro 5o mismo se mira a s# mismo !uera de s# y desgarrado, en este desgarramiento se ha desintegrado y se va a pique a la vez todo lo que pueda tener continuidad y universalidad, todo lo que pueda llamarse ley, bien o derecho- 3)egel4. El reino del travestismo se%ala siempre el acabamiento de un reino. 1s# pues, se estar#a equivocado de hacer voltear la m&scara hacia el lado de la dominaci"n, porque (sta se ha sentido todo el tiempo amenazada por la parte de noche, salva'ismo e imprevisibilidad que introduce la irrupci"n de la m&scara. Lo que es malo en el Espect&culo es m&s bien que los rostros se hayan petri!icado hasta el punto de volverse ellos mismos seme'antes a m&scaras, y que una instancia central se haya erigido como amo de las metamor/osis. Los vivos son aquellos que sabr&n convencerse de las palabras del !urioso que proclamaba, tembloroso+ 6ichoso aquel al que la saciedad de los rostros vac#os y satis!echos le lleve a cubrirse a s# mismo con una m&scara+ ser& el primero en recobrar la embriaguez tempestuosa de todo lo que danza a muerte sobre la catarata del tiempo.- 3Bataille4 1l hombre es lo indestructible que puede ser in/initamente destruido — Es
preciso comprender al Bloom a la luz de esta !rase oblicua de Blanchot, as# como del comentario que da de ella iorgio 1gamben. 6e manera muy obvia, el Bloom representa, en cuanto epresi"n positiva de la etrema desposesi"n, el producto m&s e'emplar del Espect&culo. 2ero es al mismo tiempo, en cuanto pura nada interior, la alteridad irreductible ante la cual el Espect&culo debe rendir las armas. El error de la denominaci"n no puede digerir la !alta de sustancia, casi tanto como no puede negar lo que ya es nada. 6e dicha alteridad, el Espect&culo tiene todo que temer, porque ella es nada menos que la alteridad
del !undamento de eso que (l !unda. El Bloom, esa noche del mundo, esa nada vac#a que contiene todo en su simplicidad abstracta, esa !orma de la pura inquietud- 3)egel4, es la indeterminaci"n !undamental que condiciona todas las determinaciones posibles, el inaccesible abismo interior sobre el cual reposa el reino de la eterioridad separada. El Bloom es en cada uno el resto que limita, abarca y desborda al Espect&culo, es decir, de hecho, todo lo que resta del hombre as# como el hombre mismo. Es preciso ad'udicar al nihilismo mercantil el haber arrasado tan met"dicamente las particularidades !initas, las sustancialidades locales, que encontraba a su paso hasta el grado de que ya s"lo queda en el Bloom lo que es puramente humano, lo que toca a la esencia, a lo Hndestructible. 5 lo Hndestructible es uno/ es cada hombre enteramente y todos lo tienen en común. Es el inalterable cimiento que liga a los hombres para siempre- 3Ia!Aa4. & dónde queremos ir a parar — Es eclusivamente de la consideraci"n de la
!igura del Bloom que depende la elucidaci"n de las posibilidades que contiene nuestro tiempo. Su irrupci"n hist"rica determina para la cr#tica social la necesidad de una completa re!undaci"n, tanto en la teor#a como en la pr&ctica. 0ualquier an&lisis y cualquier acci"n que no tuviera absolutamente en cuenta esto se condenar#a a eternizar la alienaci"n presente. 2ues el Bloom, no siendo una individualidad, no se de'a caracterizar por nada de lo que dice, hace o mani!iesta. 0ada instante es para (l un instante de decisión. *o posee ningún atributo estable. *inguna costumbre, por impulsada que sea su repetici"n, es susceptible de con!erirle ser. *ada se adhiere a (l y (l no se adhiere a nada de lo que parezca suyo, ni siquiera a la sociedad que querr#a apoyarse en (l. 2ara adquirir algunas luces sobre este tiempo, es preciso considerar que ha3, de un lado, la masa de los Bloom 3, del otro, la masa de los actos. oda verdad se sigue de esto. +La alienación es de igual modo la alienación de s- misma0 ='egel> —
)ist"ricamente, es en la !igura del Bloom que la alienaci"n de lo 0omún alcanza su m&imo grado de intensidad. *o es tan !&cil imaginar hasta qu( punto la eistencia del hombre en cuanto hombre y su eistencia en cuanto ser social han tenido en apariencia que volverse a'enas respectivamente para que le sea posible hablar de lazo social-, es decir, de asir su ser?en?común como algo ob'etivo, eterior a (l y como haci(ndole !rente. Es pues una verdadera l#nea del !rente que se desplaza 'usto en medio del Bloom, y que determina
su esencial neutralidad. Sin esto, ser#a imposible eplicarse que la dominaci"n le ordene actualmente de manera tan brutal escoger su campo, que lo ponga ante este grosero dilema+ asumir de manera incondicional cualquier rol social, cualquier servidumbre, o morir de hambre. 1qu# nos encontramos ante un g(nero de medidas de emergencia que adoptan ordinariamente los reg#menes acorralados/ desde luego la l#nea permite ocultar al Bloom, no suprimirlo. 2ero por ahora, esto es su!iciente. Lo esencial es que el o'o que considera al mundo a la manera eterna del Espect&culo, puede pretender que (ste no eiste, que es s"lo una quimera de meta!#sicos, y cr#ticos con ello. S"lo importa que la mala !e pueda hacerse buena conciencia, que pueda oponernos su risible pero yo, yo no me siento BloomT-. D0"mo podr#a alguna vez aparecer en cuanto tal en el Espect&culo aquel que por esencia F*U ha despose#do de la apariencia El destino del Bloom radica en no ser visible m&s que en la medida en que participa en la mala sustancialidad, en la medida, por tanto, en que se reniega como Bloom. oda la radicalidad de la !igura del Bloom se concentra en el hecho de que la alternativa ante la cual (l se encuentra permanentemente situado coloca de un lado lo me'or y del otro lo peor, pero la zona de transici"n entre uno y otro, entre la reapropiaci"n de su ser?Bloom y la contenci"n de (ste, no le es accesible. El Bloom s"lo puede ser la realizaci"n terrestre de la esencia humana, la encarnaci"n del 0oncepto en su movimiento, o un animal nihilista en su reposo bestial. 1s# pues, es el núcleo neutro que trae a luz la relaci"n de analog#a entre el punto m&s alto y el punto m&s ba'o. Su !alta de inter(s puede constituir una insigne apertura a la ag)pe, o el deseo de anonimato, de no !uncionar m&s que como un engrana'e- 31rendt, Los or-genes del totalitarismo4. 6e manera similar, su ausencia de personalidad es capaz de pre!igurar la
superaci"n de la personalidad cl&sica petri!icada, as# como la reca#da por deba'o de (sta. 2ero es cierto que en el seno de la dominaci"n, s"lo lo peor sobreviene+ la banalidad del Bloom se mani!iesta en ella necesariamente como banalidad del mal-. 1s#, para el siglo que se acaba, el Bloom habr& sido Eichmann mucho m&s que Elser/ Eichmann del que era evidente para todos que no era un monstruoK- y del que no pod#amos abstenernos de pensar que era un pa3aso- 31rendt, 1ichmann en @erusal2n4. 6icho sea de paso, no hay ninguna di!erencia de naturaleza entre Eichmann, que se identi!ica sin resto con su !unci"n criminal, y el hipster, que, siendo incapaz de asumir su no?pertenencia !undamental a este mundo, o las consecuencias de una situaci"n de eilio, se abandona al consumo !ren(tico de
los signos de pertenencia que esta sociedad vende tan caro. 2ero de una manera m&s general, en cualquier parte que SE hable de econom#a- prospera la banalidad del mal. 5 es tambi(n esta banalidad lo que se asoma ba'o las lealtades de todos los tipos que los hombres elevan a necesidad-, desde el no se puede hacer nada- hasta el as# son las cosas-, pasando por el ningún traba'o es indigno-. 1qu# empieza la etrema desgracia, cuando todos los apegos son remplazados por el de sobrevivir. El apego aparece al desnudo. Sin otro ob'eto que s# mismo. Hn!ierno.- 3Simone Peil, La pesade 3 la gracia4 6e manera eclusiva es importante acarrear las circunstancias hist"ricas en las que el Bloom podr& ser en cuanto tal superado. 5 se ver& entonces lo que es la banalidad del bien. Aue el Bloom es una criatura puramente meta/-sica — La eperiencia
!undamental del Bloom es la de su propia trascendencia con respecto a s# mismo, es decir, la de la superioridad de la total privaci"n de contenido con respecto a todo contenido particular. 5 cuanto m&s se per!ecciona el Espect&culo, m&s adquiere autonom#a la apariencia, cuanto m&s se desprende su mundo de los hombres y se les vuelve a'eno y etra%o, m&s entra en s# mismo el Bloom, se pro!undiza y reconoce su soberan#a interior vis6;6vis de la ob'etividad. Se consolida (l, m&s all& de toda e!ectividad, como pura !uerza de negaci"n. 1 condici"n de que no se hunda en la mala sustancialidad, un di&logo silencioso se entabla en (l, en el cual se eperimenta como concepto, como di!erencia en el seno de su identidad. 1 partir de entonces, su 5o tiene un contenido que distingue de s# mismo, pues es la negatividad pura o el movimiento del escindirse/ es consciencia. Este contenido es en su di!erencia misma el 5o, pues es el movimiento del suprimirse a s# mismo, o la misma negatividad pura que es 5o- 3)egel4. Gecordamos a 2essoa como a aquel que, entre todos, ha dado la m&s deslumbrante signi!icaci"n a esta nueva situaci"n del hombre en el mundo, y a sus posibilidades. 2ocos de sus contempor&neos se hallan tan adelantados como (l respecto al camino de una superaci"n del Bloom. Vemos como algo probable que en el !uturo los hombres no puedan ya responder a la pregunta Dqui(n eresde una manera distinta que el heter"nimo Bernardo So&res, quien se de!in#a as#+ 5o soy el intervalo entre lo que soy y lo que no soy.- 2ero estar#amos equivocados al creer que el car&cter de simple esencialidad espiritual del Bloom se pierde en la mala sustancialidad, s"lo se pierde su aspecto activo. En este sentido, la mala sustancialidad no es m&s que el sue%o del concepto, la pasividad de la Hdea. *o hay nada m&s mediatizado por el Esp#ritu
que el hipster , cuya sustancia entera se reduce a una determinada cantidad de ser?para?s# ob'etivado, y que nunca ve las cosas, sino s"lo su precio, es decir, 'ustamente su relaci"n con el Esp#ritu, en su !orma m&s raqu#tica. Hncluso en la mala sustancialidad, por tanto, los Bloom no est&n vinculados entre s# m&s que por el general intellect de la mercanc#a, y no son m&s que este v#nculo. Sin importar lo que diga y sin importar lo que haga, el Bloom se encuentra irremediablemente !uera de s#, inscrito en lo 0omún. En una palabra, el ser? reconocido le es todo y la nuda vida nada. La sant-sima #obrea — En de!initiva despose#do, despo'ado de todo,
múdamente a'eno a su mundo, ignorante tanto de s# mismo como de aquello que lo rodea, el Bloom realiza en el coraz"n del proceso hist"rico, y en toda su plenitud, la amplitud propiamente meta!#sica del concepto de 2obreza. 0iertamente, era necesaria toda la espesa vulgaridad de una (poca en la que la econom#a tom" el lugar de la meta!#sica para hacer de la pobreza una noci"n econ"mica 3si bien esta (poca se aproima a su t(rmino, quiz& no sea inútil precisar que lo contrario de la 2obreza no es la riqueza, sino la miseria, que la riqueza es s"lo en realidad una !orma particularmente grosera y embarazosa de la miseria y que la 2obreza constituye un estado de per!ecci"n, al contrario de la miseria, por tanto, que designa un estado de absoluta degradaci"n4. )eidegger vio de manera correcta c"mo el Bloom es pobre de mundo- y Ben'amin c"mo es pobre de eperiencia-, s"lo nos queda precisar que es esencialmente pobre de esp#ritu-, en el sentido en que lo entiende la tradici"n m#stica. En muchos aspectos, parece que la alienaci"n, en su caso, al mismo tiempo que reúne una per!ecci"n aterradora, acaba de describir su c#rculo. *ada, en e!ecto, recuerda m&s la situaci"n eistencial del Bloom que el desapegode los m#sticos, descrito por 2ierre?Jean LabarriWre como actitud?de?ser común a 6ios y al hombre, identidad de s# consigo mismo en la negaci"n de toda particularidad, unidad m&s all& de lo uno y lo múltiple-. 1dem&s, DLuA&cs no indicaba en la consciencia rei!icada una segura propensi"n a la contemplaci"n D5 qu( me'or de!inici"n puede darse del Bloom, esa criatura surgida de la etrema !atiga de la civilizaci"n, que la que Caestro EcAhart daba del hombre pobre+ aquel que no quiere nada, no sabe nada y no tiene nada- Du( m&s parecido, tambi(n, a la indi!erencia del Bloom que ese 'usto desapego 3que4 no consiste sino en el hecho de que el esp#ritu se halle inm"vil !rente a todas las vicisitudes de amor y su!rimiento, de honor, pena y ultra'e- 5 !inalmente, el Bloom nos hace pensar en el 6ios de Caestro EcAhart,
quien es de!inido como pura nada, absoluta !alta de cualidad, vac#o de toda determinaci"n, como aquel que carece de nombre, que es la negaci"n de todos los nombres y que nunca tuvo nombre alguno- y para quien todas las cosas son nada. ue (l mismo sea este 6ios o que no lo sea importa de cualquier manera bien poco, porque nada hace al hombre m&s seme'ante a 6ios que este desapego imperturbable-. +Auienquiera que salga as- de s- mismo ser) propiamente devuelto a s- mismo0 =1c"hart> — Cas es en la mala sustancialidad, en el consumo y las relaciones de
dominaci"n, es decir, en lo que est& aparentemente m&s ale'ado del hombre m#stico, que el Bloom est&, según el concepto, m&s pr"imo, pues es aqu# donde, tambi(n, es lo m&s eterior a s# mismo. 1s#, todo lo que la idea de riqueza ha podido acarrear, a trav(s de la historia, de quietud burguesa, de !amiliar inmanencia con el aqu#?aba'o y de plenitud sustancial, es algo que el Bloom puede apreciar, mediante la nostalgia por e'emplo, pero no aprehender. 0on (l, la !elicidad se ha vuelto una idea muy vie'a, y no solamente en Europa. 1s#, al mismo tiempo que todo uso, y todo ethos, es la posibilidad misma de un valor de uso lo que se ha perdido. El Bloom comprende únicamente el lengua'e sobrenatural del valor de cambio. ira hacia el mundo unos o'os que no ven nada, nada que no sea la nada del valor. Sus deseos mismos s"lo se !i'an sobre ausencias, abstracciones, de las cuales la menor no es el culo de la Jovencita. Hncluso cuando el Bloom, en apariencia, quiere, (l no cesa de no querer, pues quiere vac#amente, pues quiere el vac#o. Es por esto que la riqueza se ha vuelto, en el mundo de la mercanc#a autoritaria, una cosa grotesca e incomprensible, aquello que se nombra todav#a as# no siendo ya desde hace mucho tiempo m&s que la pura y simple avaricia, en el sentido b#blico de cupiditas. 1hora bien, todos saben, o al menos sienten, que ese dinero, que no es m&s que la !igura visible de la sangre de 0risto que circula en todos sus miembros-, le'os de amarlo por los goces materiales de los que se priva, 3el avaro4 lo adora en esp-ritu 3 en verdad , como los Santos adoran al 6ios que les hace un deber la penitencia y una gloria el m&rtir. Lo adora por aquellos que no lo adoran, su!re en el lugar de aquellos que no quieren su!rir por el dinero. Los avaros son unos m#sticosT odo lo que hacen es con vistas a complacer a un 6ios invisible cuyo simulacro visible y tan laboriosamente traba'ado les colma de torturas e ignominia.- 3Le"n Bloy, La sangre de los pobres4 Es en esto que es preciso reconocer en el Bloom la !igura viva de la
2obreza, la cual revela, sin importar por d"nde pase, la miseria, no coyuntural, sino ontol"gica de todas lascosas. 1l hombre interior — La pura eterioridad de las condiciones de eistencia
con!orma tambi(n la escuela de la pura interioridad. El Bloom es ese ser que ha reanudado en s# mismo el vac#o que lo rodea. Epulsado de todo lugar propio, (l mismo se ha vuelto un lugar. 6esterrado del mundo, se ha hecho mundo. *o es en vano que los m#sticos cristianos hicieron una distinci"n entre el hombre interior y el hombre eterior, pues en el Bloom esta separaci"n ha advenido históricamente. Son bastante raros, hasta la !echa, los que han conseguido otorgar una medida positiva de lo que tal hecho signi!ica y que no cayeron sobre la marcha en la locura. 2essoa !igura aqu# como una ecepci"n. 2ara crearme —pudo escribir— me destru#/ tanto me eterioric( dentro de m#, que dentro de m# no eisto sino eteriormente. Soy la escena viva en la que pasan varios actores representando varias piezas.- 3 1l libro del desasosiego4 2ero por ahora, si el Bloom se aseme'a al hombre interior- de un GuysbroeA el 1dmirable, casi siempre s"lo es negativamente, puesto que (l tambi(n es m&s proclive hacia el adentro que hacia el a!uera-, puesto que ve su imagen no importa d"nde, y en medio de no importa qui(n, en las pro!undidades de la soledad MNO a salvo de la multiplicidad, a salvo de los lugares, a salvo de los hombres-. El habit&culo inesencial de su personalidad s"lo esconde apenas el sentimiento de verse arrastrado por una ca#da sin !in en un espacio subyacente, oscuro y envolvente, como si constantemente se precipitara todo en (l mismo al desmoronarse. ota a gota, mediante un perlamento regular, su ser chorrea, !luye, y se etravasa. 6e ah# que el Bloom tambi(n sea en el !ondo un esp#ritu libre, ya que es un esp#ritu vac#o. 1hora bien, el vac#o es la plenitud suprema, pero los hombres no tienen el derecho a saberlo- 3Simone Peil, La pesade 3 la gracia4. En e!ecto, ellos tienen el deber de ello. &g)pe — El Bloom es un hombre en el que todo ha sido socializado, pero
socializado en cuanto privado. *ada es m&s eclusivamente común que eso que (l llama su !elicidad individual-. Lo único que subsiste para distinguirlo de los dem&s hombres es su pura singularidad sin contenido. 1l igual que su nombre, al que el Bloom responde pero que no signi!ica ya nada, su singularidad es mantenida en estado de !orma vac#a. odos los malentendidos acerca del Bloom se deben a la pro!undidad de la mirada con la que uno se
autorizamos observarlo. En cualquier caso, el premio a la ceguera corresponde a los soci"logos que, como 0astoriadis, hablan de repliegue sobre la es!era privada- sin precisar que dicha es!era ha sido ella misma enteramente socializada. En el otro etremo, encontramos a aquellos que han llegado a penetrar incluso en el Bloom. Los relatos que traen de (l se aseme'an todos, de una u otra manera, a la eperiencia del narrador deSeñor *este cuando descubre la casa- de su persona'e+ *unca he tenido de manera m&s !uerte la
impresi"n de lo cualquiera. Qsta era una vivienda cualquiera, an&loga al punto cualquiera de los teoremas, — y quiz& igual de útil. Ci hu(sped eist#a en el interior m&s general.- El Bloom es por mucho ese ser que vive en el interior m&s general-, en quien toda di!erencia sustancial con los dem&s hombres ha sido e!ectivamente abolida, quien es cualquiera incluso en el deseo de singularizarse, pero que no lo sabe. Esto signi!ica que la separaci"n no subsiste m&s que de una manera !ormal en el seno de la apariencia, con la !r&gil positividad de la dominaci"n para cualquier motivo. Es por consiguiente s"lo en los lugares y circunstancias donde las relaciones que dirige la dominaci"n se encuentran temporalmente suspendidas, que se devela la verdad m&s #ntima del Bloom+ que est&, en el !ondo, en la ag)pe. Fna suspensi"n de este tipo se produce de manera e'emplar en la insurrecci"n, pero tambi(n en el momento en que nos dirigimos a un desconocido en las calles de la metr"poli, esto es, a !inal de cuentas, en cualquier parte en que los hombres tengan que reconocerse, m&s all& de toda especi!icaci"n, en cuanto hombres, en cuanto seres !initos y epuestos. *o resulta raro, entonces, ver a per!ectos desconocidos e'ercer hacia nosotros su común humanidad, al cuidarnos de un peligro, al o!recernos tres cigarros en lugar de uno solo, como nosotros hab#amos pedido, o al perder un cuarto de hora de ese tiempo que venden tan caro, por lo dem&s, para conducirnos hasta la direcci"n que busc&bamos. ales !en"menos no son de ninguna manera susceptibles de una interpretaci"n en los t(rminos cl&sicos de la etnolog#a del don y el contrad"n, como puede serlo, al contrario, alguna socializaci"n de bar. *ingún rango est& aqu# en 'uego. *inguna gloria es buscada. S"lo puede dar cuenta de ello esa (tica del don in/inito que es conocida en la tradici"n cristiana ba'o el nombre de ag)pe. La ag)pe !orma parte de la situaci"n eistencial del hombre que ha in!ormado la sociedad mercantil. 5 es en este estado que (sta lo ha dispuesto haci(ndolo hasta este punto a'eno y etra%o a s# mismo al igual que a sus deseos. an inquietante como esto pueda parecer, esta sociedad incuba una grave in!ecci"n
de benevolado. 1 pesar de todas los signos contrarios, el Bloom ser#a m&s !&cilmente un santo que un trobriand(s. +Sea di/erente, sean ustedes mismos0 =publicidad para una marca de prenda interior> — En muchos aspectos, la sociedad mercantil no puede prescindir del Bloom. Sin
(l, no habr#a m&s mala sustancialidad, no habr#a m&s Covilizaci"n otal y no habr#a m&s gobierno de las cosas. La entrada en la e!ectividad de las representaciones espectaculares, conocida con el vocablo de consumo-, est& completamente condicionada por la concurrencia mim(tica a la que el Bloom es empu'ado por su nada interior. El 'uicio tir&nico del SE seguir#a siendo un art#culo de burla universal, si ser- no signi!icara en el Espect&culo ser di!erente-, o por lo menos es!orzarse en ello. 1s#, no es tanto, como lo se%alaba ese buen vie'o Simmel, que la acentuaci"n de la persona se realice por medio de un trato espec#!ico de impersonalidad-, sino m&s bien que la acentuaci"n de la impersonalidad ser#a imposible sin un trabajo espec#!ico de la persona. *aturalmente, lo que se re!uerza con la originalidad que SE presta al Bloom, no es nunca la singularidad de (ste, sino el SE mismo, o en otras palabras, la mala sustancialidad. odo reconocimiento en el Espect&culo no es sino reconocimiento del Espect&culo. Sin el Bloom, por tanto, la mercanc#a no ser#a nada m&s que un principio puramente !ormal, privado de contacto con el devenir. 9ould pre/er not to — 1l mismo tiempo, lo cierto es que el Bloom lleva consigo
la ruina de la sociedad mercantil. Encontramos en (l ese car&cter de ambivalencia que marca todas las realidades mediante las cuales se mani!iesta la superación de la sociedad mercantil sobre su propio terreno. En esta disoluci"n, no son los grandes edi!icios de la
superestructura los que se encuentran atacados, sino por el contrario los cimientos que el desastre roe sin tregua desde el !ondo de sus tinieblas. Lo invisible precede lo visible, y es de manera imperceptible como el mundo cambia de base. 1s# el Bloom se contenta con hacer epirar, en acto y sin !racaso, todas las representaciones, y en particular toda la antropolog#a sobre la que esta sociedad se erige. *o declara la abolici"n de eso cuyo !in arrastra/ lo vac#a 'ustamente de signi!icaci"n, y lo reduce al estado de simple !orma residual, en espera de demolici"n. En este sentido, est& permitido a!irmar que el trastornamiento meta!#sico del que (l es sin"nimo est& ya detr&s de nosotros, aunque la
mayor#a de sus consecuencias est&n todav#a por venir. 0on el Bloom, por e'emplo, la propiedad privada ha perdido todo contenido, ya que le hace !alta la intimidad consigo misma de la cual toma su sustancia. 6esde luego, subsiste todav#a, pero s"lo de manera emp#rica, como abstracci"n muerta !lotando por encima de una realidad que se le escapa cada vez m&s visiblemente. Lo mismo sucede en todos los dominios. En el derecho, por e'emplo, que el Bloom no pone en duda o reniega, sino m&s bien depone. 5 de hecho, no se ve c"mo el derecho podr#a aprehender a un ser cuyos actos no se relacionan con ninguna personalidad, y cuyos comportamientos no son m&s tributarios de las categor#as burguesas de inter(s, motivaci"n e intenci"n, que de pasi"n o responsabilidad. 1nte el Bloom, por tanto, el derecho pierde toda competencia para hacer la 'usticia, y con di!icultad puede encomendarse al criterio policial de la e!icacia de la represi"n. 2ues en el mundo de lo siempre?seme'ante, estando la vida por todos lados id(nticamente ausente, uno no se pudre apenas m&s en prisi"n que en el 0lub C(diterran(e. 6e aqu# que importe tanto, para la dominaci"n, que las prisiones se vuelvan de manera notoria lugares de tortura prolongada. 2ero, de entre todos estos cr#menes de lesa servidumbre, el crimen que el mundo de la mercanc#a autoritaria est& decidido a hacer pagar m&s caro al Bloom, es el de haber hecho de la econom#a misma, y con ello toda noci"n de utilidad, cr(dito o riqueza, una cosa del pasado. *o hace !alta buscar en otro lugar la raz"n de la reconstituci"n plani!icada y pública de un lumpenproletariado en todos los pa#ses del capitalismo tard#o+ se trata con ello, en última instancia, de disuadir al Bloom de abandonarse a su desapego esencial, y esto mediante la abrupta aunque temible amenaza del hambre. 6ebemos con toda honestidad reconocer que este hombre no?pr&ctico- 3Cusil4 es en e!ecto un productor desastrosamente inh&bil, y un consumidor bastante irresponsable. Hd(nticamente, la dominaci"n agradece poco al Bloom el haber hecho estragos adicionalmente el principio de la representaci"n pol#tica, en parte por de!ecto+ no hay m&s puesta en equivalencia imaginable en el seno de lo universal que elecci"n senatorial entre las ratas —cada rata es, a un t#tulo igual e inalienable, un representante de su especie, primus inter pares —, pero tambi(n en parte por eceso, puesto que el Bloom se mueve espont&neamente en lo irrepresentable que (l mismo es. u( pensar, en !in, de las preocupaciones que este hi'o ingrato causa al Espect&culo, sobre el cual todos los persona'es y todos los roles susurran en un murmullo que dice 9ould pre/er not to. 2odr#amos as# proseguir hasta el in!inito la
enumeraci"n de todo aquello en lo que esta criatura esencialmente meta!#sica revoca el mundo de la mercanc#a autoritaria, pero (ste es uno de esos ocios que nos permitimos colmarnos. La Salvación por el Bloom — 0onsiderado en su esencia, considerado seg$n el esp-ritu, el Bloom pertenece al *iqqun, o me'or+ es su presencia viva, aunque
todav#a escondida, entre los hombres. En cuanto !igura, polariza posibilidades tales que eso de lo que esta sociedad se enorgullece como de sus m&s bellos (itos llega a revestir un car&cter secundario, e incluso cada vez m&s !rancamente irrisorio. ue esta esencia acceda o no a la e!ectividad, que salga de su desastrosa suspensi"n o que persista en esta retirada, eso es, a !inal de cuentas, el horizonte único ba'o el cual nuestro tiempo nunca acaba de hundirse. En otros t(rminos, el *iqqunest& siempre?ya ah#, y todo el secreto designio del gran a'etreo de nuestros contempor&neos radica en aplazar inde!inidamente su mani!estaci"n. 2or tanto, nos representar#amos !alsamente el *iqqun a partir de la imaginer#a convencional del se#smo social que se ba%a en su estruendo de 8rand Soir . 2ues el *iqqun es la simple y luminosa mani/estación de lo que es, lo cual implica tambi(n la anulaci"n de lo que no es. Es preciso pensarlo ba'o la especie del despertar , que trastorna todo y de'a todas las cosas intactas, porque para los despiertos eiste un mundo único y común, pero de los que duermen, cada uno se vuelve hacia el suyo propio- 3)er&clito4. El *iqqun es el !inal del ran Sue%o, es decir, en el sentido m&s ecesivo del t(rmino, unatrans/iguración de la totalidad . Entre el Bloom y (l, est& toda la etensi"n del mundo de la mercanc#a autoritaria, pero esta distancia no es m&s espesa que el acto de consciencia mediante el cual el Bloom debe reapropiarse de lo que (l es. *o hay nada
parad"'ico en la constataci"n de que el hombre en el que toda comunidad se ha perdido es tambi(n el hombre que !unda la posibilidad de la comunidad verdadera, y por tal motivo de la comunidad a secas. Esto es algo que Car vio claramente, y es sobre esto que (l tambi(n se ha groseramente despreciado, al escribir en La ideolog-a alemana+ $rente a las !uerzas productivas se levanta la mayor#a de los individuos, de los que estas !uerzas se han desgarrado y que, despo'ados as# de toda la sustancia real de su vida, se han convertido en seres abstractos y, por ello mismo, est&n en condiciones de entablar relaciones entre s# en cuanto individuos.- 2ues es eactamente en la medida en que no es un individuo que el
Bloom es capaz de entablar relaciones con sus seme'antes. Cientras que el in?dividuo porta
en s# mismo de manera at&vica la ilusi"n !unesta de una inmanencia cerrada del hombre consigo mismo, el Bloom de'a entrever el principio de incompletitud que se encuentra en el !undamento de toda eistencia humana. 1l mismo tiempo que para el Bloom —ese 5o que es un Se, ese Se que es un 5o— la consciencia de s# es inmediatamente consciencia de s# como otro y consciencia del otro como s#, (l se eperimenta a s# mismo como la nada, es decir, el puro ser?para?la?muerte, !rente a la cual son pausadas sus determinaciones, sus cualidades, su apariencia, es decir, su ser, que (l descubre como id(ntico a su ser?en?común, a su estar?epuesto, a su estar?!uera?de?s#. El Bloom no hace, por tanto, la eperiencia de una !initud particular o de una separaci"n determinada, sino de la!initud y de la separaci"n ontol"gicas comunes a todos los hombres. 2or esto mismo, el Bloom no est& solo sinoen apariencia, pues no est& solo por estar solo+ todos los hombres tienen esta soledad en com$n. Vive como un etran'ero en su propio pa#s, al margen de todo y sin 2ublicidad, pero
todos los Bloom habitan juntos la patria del Eilio. odos los Bloom pertenecen indistintamente a un mismo mundo que es el olvido del mundo. 1s# pues, lo 0omún est& alienado, pero no lo est& sino en apariencia, pues est& aún alienado en cuanto om$n 3la alienaci"n de lo 0omún no designa sino el hecho de que eso que les es común, aparece a los hombres como algo particular, propio, privado4. 5 aquello 0omún resultante de la alienaci"n de lo 0omún, y que ella !orma, no es otra cosa que lo 0omún verdadero y único entre los hombres+ la !initud, la soledad y el estar?en?el?mundo, es decir, a !inal de cuentas, la meta/-sica misma, de la que son sus tres conceptos !undamentales- según )eidegger. 1qu#, lo m&s #ntimo se con!unde con lo m&s general, y lo m&s privado es lo me'or compartido. 1qu#, lo indecible mismo es lo que vincula a los hombres entre s#, y lo incomunicable lo que los hace comunicarse. oda comunidad habr& consistido hasta ahora en sepultar ba'o la inmanencia de la participaci"n, o ba'o la limitaci"n de una esencia desigualmente satis!echa 3la de una clase, un partido o un medio4, tanto el hecho ontol"gico del ser?para?otro como el del ser?para?la?muerte. La nostalgia de la comunidad es pues s"lo la nostalgia de su mentira. 5 se comprende (sta que sea tan vivaz entre tantos de nuestros contempor&neos
que
procuran
tantos
cuidados,
candor
y
buena
voluntad
para ambullirse en este mundo, cuando este mundo est& seco. El universo de la mercanc#a autoritaria en su con'unto ha sido construido, ladrillo tras ladrillo, por este g(nero de hombres, y para que este g(nero de hombres se reproduzcan. 2ero ningún entretenimiento
es ya capaz de enga%ar el aburrimiento y la angustia de nuestros contempor&neos, ecepto tal vez aquel de la destrucci"n del mundo del entretenimiento. 5 la dominaci"n misma carece de reservas especiales, como lo ha sabido demostrar en numerosas ocasiones en el pasado, hacia este escenario. Es preciso admitir en su de!ensa que el Bloom, siendo lo universal concreto, ten#a el de!ecto de volver caduca toda puesta en equivalencia, y de agobiar as# hasta la posibilidad de la meta!#sica mercantil. Sin embargo, no es seguro que la autocracia de las apariencias, que hace a los hombres etra%os a su etra%eza y que les impide reconocerse en la !igura del Bloom, consiga siempre aplazar el cumplimiento del *iqqun, es decir, la reapropiaci"n de lo 0omún. +C*e has visto cuando est)s borrachoD0 =+Se le denomina muerto en el mundo porque no le gusta nada de lo que es terrestre0, 1c"hart> — 0omo es !&cil de imaginar, se
dibu'a aqu# para la dominaci"n mercantil una posibilidad catastr"!ica cuya actualizaci"n le es importante con'urar por todos los medios. Esta posibilidad se enuncia en t(rminos in!antiles+ que el Bloom quiera lo que (l es, y que lo devenga. *aturalmente, esto no de'a libre de preocupaciones cuando SE sabe que para cumplir su esencia de hombre maldito que no tiene asuntos, ni sentimientos, ni ataduras, ni propiedad, ni siquiera un nombre que le pertenezca- 3*ech&yev4, le bastar#a al Bloom con tomar consciencia de ello, y comunicarla. ue los Bloom se reapropien su esencia de Bloom, que es su pura y simple eistencia, que reconozcan el car&cter negativo de su ser y el car&cter positivo de su nada, que en consecuencia superen la nada de su mundo, he aqu# la amenaza aplastante que pesa sobre cada instante de la vida de la dominaci"n. Se concibe entonces qu( importancia estrat(gica decisiva corresponde a la alienaci"n de la 2ublicidad y al control de la apariencia, cuando se trata de obstruir el acceso de los hombres a su verdad supraindividual, a lo real y al mundo. Cantener en la cotidianidad el empleo de representaciones y categor#as devenidas inoperantes desde hace mucho tiempo, imponer peri"dicamente versiones e!#meras pero reparadas de los pons asinorums m&s mellados de la moral burguesa, mantener m&s all& de la evidencia incrementada de su !alsedad y caducidad las tristes ilusiones de la modernidad-, he aqu# algunos de los cap#tulos en la pesada labor que eige la perpetuaci"n de la separaci"n entre los hombres y la mediatizaci"n de todas sus relaciones por medio de la equivalencia central de la mercanc#a y el Espect&culo. 2ero esto no es todo, le'os est& de ello. 0onviene adem&s prevenir una
2ublicidad tal que el Bloom eperimente una vergXenza constante de su desnudez meta!#sica, tal, tambi(n, que reinen el terror de no causar buena impresión —de manera general, todo terror es bueno— y el miedo al vac#o. Es de primer#sima instancia que los hombres se aparezcan a s# mismos y mutuamente como algo opaco y espantoso. 1s#, en el espe'o del Espect&culo, que es el espe'o de lo malo in!inito, la 2obreza del Bloom tiene la reputaci"n de una intratable desgracia de la que convendr#a apartarse, y cuya salida le est&, por otra parte, graciosamente indicada. 1qu#, F*U se satis!ace con la nada, no como nada, sino como algo, como nada domesticada, y esto al engalanarle con mil esplendores minúsculos y usurpados. SE prestan al Bloom unas ideas, unos deseos y una sub'etividad tan per!ectamente impropios que (l ha terminado por parecerse a un hombre mudo en cuya boca la dominaci"n coloca las palabras que quiere escuchar. En resumen, SE le hace una !acha-, como habr#a dicho ombroYicz. En el Espect&culo, es el Bloom mismo quien es mane'ado contra el Bloom, donde (ste resulta conocido como los otros-, la sociedad-, la gente- o incluso el otro?en?m#-. odo esto converge en una conminaci"n social cada vez m&s eorbitante a ser uno?mismo-, es decir, en una estricta asignaci"n de residencia en una de las identidades reconocidas por la 2ublicidad aut"noma. 5 como la dominaci"n no dispone de ningún punto de apoyo para e'ercer su !uerza sobre unos seres sin identidad — no hay sub'etividad donde no hay poder, no hay poder donde no hay sub'etividad—, el Bloom se ve a partir de ahora regularmente ehortado a estar orgulloso- de esto o aquello, orgulloso de ser homoseual o tecno, &rabe, negro o racaille. Suceda lo que suceda, hace !alta que el Bloom sea algo, y cualquier cosa antes que nada. Mane, *ecel, Eares — 1dorno especulaba, en #rismas, que los hombres que no
eistieran m&s que para el pr"'imo, siendo el oon politi"ón absoluto, habr#an perdido desde luego su identidad, pero escapar#an al mismo tiempo a la empresa de la conservaci"n de uno mismo, que asegura la cohesi"n del me'or de los mundosK as# como la del vie'o mundo. La intercambiabilidad total destruir#a la sustancia de la dominaci"n y prometer#a la libertad.- Cientras tanto, el Espect&culo ha tenido todo el tiempo para eperimentar la eactitud de estas con'eturas, pero tambi(n se ha dedicado victoriosamente a desviar esa incongruente promesa de libertad. 0on mucha seguridad, esto no ocurri" sin endurecimientos, y el mundo de la mercanc#a tuvo que hacerse m&s brutal y despiadado. 6e crisis- a recuperaciones-, la vida en el seno del Espect&culo no ha de'ado de volverse
m&s as!iiante, ni la atm"s!era m&s oprimente. 0omo primera respuesta a esto, hemos visto c"mo se esparce entre los Bloom, al mismo tiempo que el odio a las cosas, el gusto por el anonimato y una cierta descon!ianza hacia la visibilidad. En resumen+ una hostilidad meta!#sica vuelta hacia las !ormas que F*U les impone, hostilidad que amenaza de ahora en adelante con estallar en cualquier instante y circunstancia. En la ra#z de esta inestabilidad se encuentra un desorden, un desorden que viene de la !uerza inempleada, de una negatividad que no puede permanecer eternamente sin empleo, ba'o pena de destruir /-sicamente a quien la vive- 3Bataille, 1l culpable4. La mayor#a de las veces, esta negatividad permanece muda, si bien su contenci"n se mani!iesta de manera regular a trav(s de una !ormalizaci"n hist(rica de todas las relaciones humanas. 2ero ya hemos alcanzado la zona cr#tica donde lo reprimido lleva a cabo su retorno, un retorno !uera de toda proporci"n, ba'o la !orma de una masa cada vez m&s compacta de cr#menes, de actos etraños hechos de violencias y degradaciones sin motivos aparentes- 3Dhace !alta puntualizar que el Espect&culo llama violencia- a todo aquello que lo contradice, y que esta categor#a s"lo tiene validez en el seno del modo de develamiento mercantil, en s# mismo sin validez, que hipostasia siempre el medio con relaci"n al !in, o bien aqu# el acto mismo en detrimento de su signi!icaci"n inmanente4. 2or eso, decidida a no de'ar pasar seme'antes brechas en el control social de los comportamientos pero incapaz de prevenirlos, la dominaci"n hace escuchar sus habituales !an!arronadas sobre la videovigilancia y la tolerancia cero- 3como si el vigilante no tuviera que ser (l mismo vigiladoT4. 2ero su bella con!ianza no ilusiona apenas. 1s#, cuando un carcelero socialista, con un alto cargo en la burocracia de un sindicato cualquiera de docentes 'aponeses, se dirige hacia peque%os Bloom, pronto se inquieta+ El !en"meno es tanto m&s preocupante porque los autores de estos actos de violencia son con !recuencia ni%os sin historiaK. 1nteriormente, localiz&bamos a un ni%o problem&tico. )oy, la mayor parte de ellos no se rebelan, pero tienen tendencia a !ugarse de la escuela. 5 si los reprendemos, la reacci"n es desproporcionada+ ellos eplotan.- 3 Le Monde, 'ueves =7 de abril de =;;R4 Vemos traba'ar aqu# una dial(ctica in!ernal que desea que seme'antes eplosiones- se vuelvan, a medida que se acentúa el car&cter masivo y sistem&tico del control necesario para su prevenci"n, cada vez m&s !recuentes, m&s !ortuitas y m&s !eroces. Qste es un hecho de eperiencia poco cuestionado+ la violencia de la de!lagraci"n crece con el eceso del con!inamiento. 1s# pues, como se ve, el Bloom causa ya muchas
preocupaciones a la dominaci"n. Esta última, que hab#a 'uzgado bueno, hace varios siglos ya, imponer la econom#a como moral bas&ndose en que el comercio hac#a a los hombres gratos, previsibles e ino!ensivos, ve ahora su proyecto volcarse en su contrario+ puesto a prueba, parece que el homo Fconomicus-, en su per!ecci"n, es tambi(n aquel que de'a sin vigencia a la econom#a, al igual que aquello que, una vez que lo priv" de toda sustancialidad, lo hizo completamente impredecible. El hombre sin contenido tiene, en su con'unto, la mayor di!icultad para contenerse. )e aqu#, pues, la dominaci"n en medio del desa!#o de controlar a un ser cuyos comportamientos no son ya 'usticiables de ninguna previsi"n, pues son ignorantes de toda !inalidad, un ser que ya no es, por tanto, en su esencia controlable. 0ruel destinoT 1n qu2 aspectos todo Bloom es, en cuanto Bloom, un miembro del #artido maginario — 1nte este enemigo desconocido —en el sentido en que es posible hablar de
un Soldado 6esconocido, es decir, de un soldado conocido por todos como desconocido— que no tiene ni nombre, ni rostro, ni epopeya propia, que no se parece a nada, pero se mantiene por todos lados camu!lado dentro del orden de la posibilidad, la inquietud de la dominaci"n vira poco a poco claramente hacia la paranoia. 2or lo dem&s, la costumbre que la dominaci"n ha tomado en adelante de practicar por s# misma la decimaci"n en sus propias !ilas, por si acaso, aparece al o'o desatado como un espect&culo m&s bien c"mico. 1unque nosotros no lo compartamos, no pasamos ninguna pena por representarnos su disgusto. )ay algo ob'etivamente terror#!ico en ese triste cuarent"n que permanecer& hasta el momento de la matanza como el m&s normal, llano e insigni!icante de los hombres promedio. *unca se le escuch" declarar su odio a la !amilia, al traba'o o a su suburbio peque%oburgu(s, hasta una madrugada en que se levanta, se lava, toma su desayuno mientras su mu'er, hi'a e hi'o duermen todav#a, carga su !usil de caza y discretamente les vuela a los tres la cabeza. 1nte sus 'ueces, al igual que ante la tortura, el Bloom permanecer& mudo sobre los motivos de su crimen. En parte, debido a que la soberan#a carece de razones, pero tambi(n debido a que presiente que la peor atrocidad que (l puede hacer pasar a esta sociedad radica en que lo de'e ineplicado. Es as# como (l consigui" introducir en todas las mentes la certeza envenenada de que hay durmiendo en cada hombre un enemigo de la civilizaci"n. Evidentemente, (l no tiene otro !in que el de devastar este
mundo, y (ste es incluso su destino, pero esto no lo dir& 'am&s. 2orque su estrategia consiste en producir el desastre, y alrededor de (l el silencio. +#orque lo que el crimen 3 la locura objetivan es la ausencia de una patria trascendental0 =Lu")cs> — 1 medida que las !ormas desoladas en las que SE pretende
contenernos estrechan su tiran#a, mani!estaciones muy curiosas llaman la atenci"n. El amo" se aclimata en pleno coraz"n de las sociedades m&s avanzadas, ba'o !ormas inesperadas, cargado de un nuevo sentido. En los territorios que administra la 2ublicidad aut"noma, tales !en"menos de desintegraci"n !orman parte de esas cosas raras que ponen al descubierto el verdadero estado del mundo, el esc&ndalo puro de las cosas. 1l mismo tiempo que revelan las l#neas de !uerza en el reino de lo inerte, proporcionan las medidas de lo posible que nosotros habitamos. 5 es por esto que nos son, en su distancia misma, tan !amiliares. )ay en ellos una necesidad que es la del deber, un imperativo que es el del Esp#ritu. Las huellas de sangre que de'an tras de s# marcan los últimos pasos de un hombre que cometi" el error de querer escapar solo del error gris donde se encontraba, a un gran costo, detenido. *uestra !acultad para concebir esto mide lo que resta de vida en nosotros. Son unos muertos quienes s"lo comprenden para s- mismos en el momento en que el miedo y la sumisi"n alcanzan, en el Bloom, su !igura última de miedo y de sumisi"nabsolutos — pues carece de ob'eto—, que la liberaci"n de este miedo y de esta sumisi"n proclama la liberaci"n, igualmente absoluta, de todo miedo y de toda sumisi"n. uien tem#a indistintamente todas las cosas no puede ya, pasado este punto, temer nada. )ay, m&s all& de las landas m&s etremas de la alienaci"n, una zona clara y tranquilizada donde el hombre se ha vuelto incapaz de eperimentar cualquier inter2s para su propia vida, ni siquiera una sospecha de apego a su entorno. oda libertad presente o !utura que se eima, de una u otra manera, de este desapego, de esta ataraia, apenas ser#a capaz de enunciar algo m&s que los principios de una servidumbre m&s moderna. Los pose-dos del Pelgeist — Ba'o el aplastamiento de todo eisten pocas salidas.
Etendemos los brazos, pero (stos no encuentran nada. SE ha ale'ado el mundo de nuestras manos, SE lo ha puesto !uera de nuestro alcance. 2ocos de entre los Bloom consiguen resistir a la desmesura de esta presi"n. La omnipresencia de las tropas de ocupaci"n de la mercanc#a y el rigor de su estado de emergencia condenan a corto plazo la gran mayor#a de
los proyectos de libertad. 2or eso, en cualquier parte en que el orden parece !irmemente establecido, la negatividad pre!iere volverse contra s# misma, como en!ermedad, como su!rimiento o como servidumbre desquiciada. *o obstante, eisten algunos casos inestimables en los que algunos seres aislados toman la iniciativa sin esperanza ni estrategia de abrir una brecha en el curso regulado del desastre. El Bloom que llevan se libera violentamente de la paciencia en la que SE quisiera hacerlo languidecer eternamente. 5, puesto que el único instinto que educa una presencia tan escandalosa de la nada es el instinto de la 6estrucci"n, el gusto por lo otalmente Utro asume el aspecto del crimen, y se eperimenta en la indi!erencia apasionada en la que su autor consigue mantenerse cara a cara de (l. Esto se mani!iesta de la manera m&s espectacular por medio del número creciente de Bloom que, peque%os y grandes, ans#an, a !alta de algo me'or, el hechizo del acto surrealista m&s simple 3record(moslo+ el acto surrealista m&s simple consiste en salir a la calle con un rev"lver en cada mano y disparar al azar, tanto como se pueda, sobre la muchedumbre. uien no haya sentido ganas, por lo menos una vez, de acabar as# con el despreciable sistema de envilecimiento y de cretinizaci"n en vigor tiene su lugar claramente se%alado en esa muchedumbre, con el vientre a la altura del ca%"n- 3Breton4/ recordemos tambi(n que esta inclinaci"n se mantuvo entre los surrealistas, como muchas otras cosas, como una teor#a sin pr&ctica, al igual que su pr&ctica contempor&nea sigue careciendo la mayor#a de las veces de teor#a4. Estas irrupciones individuales que est&n condenadas a multiplicarse, constituyen, para los que no han perdido completamente el o#do verdadero, llamamientos a la deserci"n y a la !raternidad. La libertad que dichas irrupciones a!irman no es la libertad de un hombre particular, que se ordena a s# mismo un !in determinado, sino la libertad de cada uno, la del g(nero+ Fn solo hombre basta para demostrar que la libertad no ha desaparecido aún.- 3JXnger, Sobre la l-nea4 El Espect&culo no puede metabolizar rasgos portadores de tantos venenos. 2uede relacionarlos, pero 'am&s los despo'ar& completamente de su núcleo de ineplicable, de indecible y de pavor. Se tratan de los Bellos 8estos de este tiempo, una !orma desenga%ada de propaganda por medio de lo hecho, cuyo car&cter inquietante y oscuramente meta!#sico es acrecentado por su mutismo ideol"gico. #aradojas de la soberan-a — En el Espect&culo, el poder est& en todas partes, es
decir que todas las relaciones son en última instancia relaciones de dominaci"n. 2or esta
raz"n, tambi(n, en (l nadie es soberano. Es un mundo ob'etivo donde cada cual debe primero someterse para someter a su vez. Vivir con!orme a la aspiraci"n !undamental del hombre a la soberan#a es aqu# imposible, !uera de un instante, !uera de un gesto. Es por esto que quien no hace m&s que 'ugar con la vida necesita el gesto, para que su vida se haga m&s real que un 'uego orientable hacia todas las direcciones- 3LuA&cs, 1l alma 3 las /ormas4. En el mundo de la mercanc#a, que es el mundo de la reversibilidad generalizada,
donde todas las cosas se con!unden y se trans!orman unas en otras, donde todo no es sino equ#voco, transici"n, e!#mero y mezcla, únicamente el gesto rebana. Gecorta en el esplendor de su necesaria brutalidad el despu(s-, insoluble en su antes-, que con pena SE tendr& que reconocer como de/initivo. 1bre una herida en el caos del mundo, y !i'a en el !ondo de ella su esquirla de univocidad. En vano le buscar#amos otra motivaci"n que la de establecer tan un#voca y pro!undamente las cosas 'uzgadas di!erentes en su di!erencia que lo que las ha separado no pueda ser nunca m&s borrado por ninguna posibilidad- 3LuA&cs, 1l alma 3 las /ormas4. 1hora bien, el nihilismo consumado no consum" otra cosa que la disoluci"n de toda alteridad en una inmanencia circulatoria sin l#mites. 1qu#, ya no queda nada que mani!ieste la trascendencia, nada que desmienta la demencia de este proyecto, aparte de L1 CFEGE, y no la muerte en cuanto !allecimiento de una persona singular, sino en cuanto tal, en cuanto que de'a la vida de ser evidente al hacer contacto con ella. Hncapaz de poder vencerla, el Espect&culo nunca ha escatimado sus es!uerzos para volverla invisible, ocultarla y poner en duda, !inalmente, su eistencia. 2ero est& tan le'os de haberlo conseguido, que ella !orma de manera cada vez m&s sensible el centro oscuro en torno al cual se arremolina el movimiento !ren(tico de este mundo de entretenimientos. El deber de decisión, que sanciona toda vida propiamente humana, siempre ha tenido alguna parte vinculada a las proimidades de tal abismo. 1 partir de ahora, ignora cualquier otra relaci"n. Si hay algo que contrar#e la dominaci"n en el Bloom, es sin duda constatar que, aun despose#do de todo, el hombre dispone aún, en su desnudez, de una incoercible !acultad meta!#sica de repudiaci"n+ la de dar la muerte, tanto a los dem&s como a s# mismo. En el mundo de la mercanc#a autoritaria, pr&cticamente no queda nada de la soberan#a humana, pero lo que resta de ella es inalterable. 1s#, la noche anterior del d#a de marzo de =;;R en que masacrar& a cuatro Bloom?estudiantes y a un Bloom?pro!esor, el peque%o Citchell Johnson declaraba a sus camaradas incr(dulos+ Ca%ana yo decidir(
qui(n vivir& y qui(n morir&.- 1qu#, nos hallamos tan le'os del erostratismo de 2ierre GiviWre como de la histeria !ascista. *ada es m&s sorprendente, en los in!ormes de las matanzas de un Iipland IinAel o de un 1lain Ureiller, que su estado de !r#o dominio de s#, de desapego vertical respecto al mundo. 5o ya no comento nada ba'o sentimientos-, di'o 1lain Ureiller al e'ecutar a su madre. )ay algo de tranquilamente suicida en la a!irmaci"n de una no?participaci"n, de una indi!erencia y de un rechazo a su!rir tan omnilaterales. 1 menudo, el Espect&culo aprovecha esto para hablar de actos gratuitos- —cali!icativo gen(rico mediante el cual el Espect&culo oculta las !inalidades que no quiere comprender, mientras saca provecho de esta muy bella ocasi"n para revitalizar una de las !alsas antinomias !avoritas de la meta!#sica mercantil—, cuando estos gestos no surgen de odio ni de razones, para quien no pierde aqu# la vista. Znicamente aqu#, el odio mismo queda indi!erenciado, libre de toda personalidad. La muerte se introduce en lo universal del mismo modo en que procede de lo universal, est& eenta de c"lera.- 3)egel, 1l sistema de la eticidad 4 *o entra en nuestra visi"n el prestar cualquier signi!icaci"n revolucionaria a
tales actos, y apenas el con!erirles un car&cter e'emplar. 1ntes bien, se trata de comprender aquello cuya !atalidad epresan y de apropi&rselo para sondear las pro!undidades del Bloom. 0ualquiera que siga este camino ver& que el Bloom no es *161, pero que esta *161 es la nada de la soberan#a, el vac#o de la pura decisi"n. 5o no soy *161K+ esta parodia de la a!irmaci"n es la última palabra de la sub'etividad soberana, liberada del imperio que ella quiso —o que debi"— darse sobre las cosasN porque yo s( que en el !ondo soy esta eistencia sub'etiva y sin contenido.- 3Bataille, La soberan-a4 La contradicci"n, por un lado, entre la impotencia, el aislamiento, la apat#a y la insensibilidad del Bloom y, por el otro, su ta'ante necesidad de soberan#a, s"lo pueden traer m&s de esos gestos absurdos y mort#!eros, pero necesarios y verdaderos. Lo importante es saber en lo sucesivo acogerlos en los t(rminos 'ustos. 0omo los de gitur , por e'emplo+ Fno de los actos del universo acaba de ser cometido aqu#. *ada m&s/ permanec#a el aliento/ !in de palabra y gesto unidos — sopla la vela del ser, por la cual todo ha sido. 2rueba. La 2poca de la per/ecta culpabilidad — *o est& dada a los hombres la elecci"n
de no combatir, sino s"lo la elecci"n del campo. La neutralidad no es nada neutra, es incluso ciertamente el m&s sanguinario de entre todos los campos. 2or supuesto, el Bloom, tanto el que dispara las balas como el que las sucumbe, es inocente. D1caso no es cierto,
despu(s de todo, que (l no se pertenece, que s"lo es una dependencia del Espect&culo central donde su sustancia est& debidamente consignada DEligi", (l, vivir en este mundo, cuya edi!icaci"n y perpetuaci"n son la obra de una totalidad social aut"noma, y hacia la cual (l se siente cada d#a m&s etra%o y a'eno D0"mo podr#a hacer otra cosa, como liliputiense etraviado !rente al Leviat&n de la mercanc#a, que hablar el lengua'e del ocupante espectacular, comer de la mano del Biopoder y participar a su manera en la producci"n y reproducci"n del horror )e aqu# de qu( manera el Bloom desear#a ser capaz de aprehenderse+ como etran'ero, como eterior a s# mismo. 2ero en esta de!ensa no hace otra cosa que admitir que en (l mismo se halla la parte viva que vela por la alienaci"n del con'unto de su ser. 2oco importa que el Bloom no pueda ser tenido como responsable de ninguno de sus actos+ sigue sin ser menos !undamentalmente responsable de su irresponsabilidad, !rente a la cual le es o!recido a cada instante pronunciarse. 1 causa de que consinti", al menos negativamente, a s"lo ser ya el predicado de su propia eistencia, el Bloom !orma objetivamente parte de la dominaci"n, y su inocencia es ella misma la per!ecta culpabilidad. El hombre del nihilismo consumado, el hombre del Dy eso para qu(-, que se apoya en el brazo del Dqu( puedo hacer al respecto-, est& muy equivocado al considerarse virgen de toda culpa con motivo de que no ha hecho nada y de que ningún hombre ha pronunciado sentencia alguna en contra suya. 2ues hay sentencias m&s altas que las de los hombres, y son estas últimas las que e'ecutan invisiblemente los pose#dos del Geltgeist . ue todos los hombres de este tiempo participen de igual manera en el crimen que dicho tiempo constituye sin recursos, es algo que incluso el Espect&culo ha tenido que reconocer, (l que conviene de manera tan regular que el asesino era un hombre ordinario- o un alumno como los dem&s-. 2ero si la dominaci"n bien puede admitir su culpabilidad ante la amenaza, nada le har& admitir su responsabilidad, ni siquiera una promesa de clemencia por parte delGeltgericht .0omo el caso de los operadores de las c&maras de gas de 1uschYitz nos lo ha ense%ado, el miedo a la responsabilidad no es únicamente m&s !uerte que la conciencia/ es, en ciertas circunstancias, m&s !uerte que el miedo a la muerte- 3)annah 1rendt, 1ichmann en @erusal2n4. 2ero esto no cambia en nada el asunto, cuyo enunciado es de otra manera m&s consecuente+ cuando un mundo no resuena ya sino clamores silenciosos de una tiran#a de la servidumbre que ha llegado a ser universal, cuando el SE hace crecer la impudencia hasta proclamar la subordinaci"n del
Esp#ritu ante el orden zoocr&tico de la nuda vida, entonces el acto surrealista m&s simple no est& gobernado por nada salvo el antiguo deber del tiranicidio. 'omo sacer =+%no u otro d-a, las bombas comenar)n a caer para que se crea /inalmente eso que se rechaa admitir, a saber, que las palabras tienen un sentido meta/-sico0, Brice #arain, El agobio de la elecci"n > — *o est& dado a las almas muertas el
abrazar la signi!icaci"n verdadera de seme'antes actos etraños, cuya naturaleza ecesivamente concreta y, en este caso, meta!#sica, trata groseramente toda limitaci"n. 2or eso, no es de la breve interrupci"n que ellos imponen dentro del sue%o de la mala sustancialidad de donde proviene su car&cter propio de iluminaci"n, sino antes bien de que arro'an el sentido último de la condici"n del Bloom. 5 este sentido, cuyas consecuencias nuestros asesinos comienan por arro'ar, se resume de la siguiente manera+ el Bloom es sacer , en el sentido en que lo entiende iorgio 1gamben, es decir, en el sentido de una criatura que no tiene cabida en ningún derecho, que no puede ser 'uzgado ni condenado por los hombres, pero al que cualquiera puede matar sin siquiera haber cometido un crimen. La insigni!icancia y el anonimato, la separaci"n y la etra%eza, no son circunstancias po(ticas que la proclividad melanc"lica de algunas sub'etividades tiende a eagerarse+ el alcance de la situaci"n eistencial as# caracterizada, el Bloom, es total , y pol-tica primordialmente. uienes se acantonan en dicha situaci"n se eponen a todas las arbitrariedades. *o ser nada, permanecer !uera de toda 2ublicidad, no tener un nombre o presentarse como la pura individualidad no?pol#tica sin signi!icaci"n, son tantos de los sin"nimos de ser sacer . Lo deviene instant&neamente toda persona que deserte, o quien deserta, la trascendencia concreta de la pertenencia a la comunidad. 2or muy elocuentes que sean las letan#as de la misericordia —a%oranzas eternas, etc.—, la muerte de uno de estos hombres no destacar& 'am&s m&s que algo irrisorio e indi!erente, sin concernir a !inal de cuentas m&s que a aquel que desaparece, es decir, l"gicamente, a nadie. 1n&loga a su vida enteramente privada, su muerte es un no?acontecimiento tal que todos pueden suprimirlo. Es por esto que las protestas de aquellos que, con un sollozo en la voz, deploran que las v#ctimas de Iipland IinAel no merec#an morir- son inadmisibles, pues tampoco merec#an vivir. En la medida en que se encontraban ah#, eran unos muertos vivientes a merced de toda decisi"n soberana, sea la del Estado o la del asesino. Ser ya únicamente un esp(cimen de una especie animal llamada )ombre, he aqu# lo que sucede a los que han perdido toda cualidad pol#tica
distintiva y se han convertido en seres humanos y en nada m&s que estoN La p(rdida de los derechos del )ombre sobreviene en el instante en que una persona se convierte en un ser humano en general —sin pro!esi"n, sin ciudadan#a, sin opini"n, sin actos por los que identi!icarse y particularizarse— 3 aparece como di!erente en general, representando eclusivamente su propia individualidad absolutamente única que, en la ausencia de un mundo común donde pueda epresarse y sobre el cual pueda intervenir, pierde todo signi!icado.- 3)annah 1rendt, Los or-genes del totalitarismo4 El eilio del Bloom cuenta con un estatuto meta!#sico, lo cual quiere decir que es e!ectivo en todos los dominios. Epresa su situaci"n real , respecto de la cual su situaci"n legal carece de verdad. ue pueda ser abatido como un perro por un desconocido sin la menor 'usti!icaci"n, o sim(tricamente que sea capaz de asesinar inocentes- sin el menor remordimiento, no es una realidad sobre la que una 'urisdicci"n cualquiera sea capaz de hacer !rente. *adie salvo los esp#ritus d(biles y supersticiosos puede abandonarse a creer que una condena solemne o un veredicto republicano bastan para abandonar tales hechos a los limbos de lo nulo y sin valor. 1 lo sumo, la dominaci"n es libre para dar testimonio de la condici"n del Bloom, por e'emplo declarando un estado de ecepci"n apenas enmascarado, como lo pudieron hacer los Estados Fnidos al adoptar en =;;7 una ley llamada antiterrorista- que permite detener a sospechosos- sin cargos ni l#mite de duraci"n, sobre la base de in!ormaciones secretas. 1s# pues, eiste un cierto riesgo /-sico a ser meta!#sicamente nulo. Es sin duda como un pron"stico de las radiantes eventualidades que prepara tal nulidad que !ue adoptada, el =: de octubre de =;8R en la 0asa de la Fnesco, la muy consecuente 6eclaraci"n Fniversal de los 6erechos del 1nimal que estipula, en su art#culo [\+ = — *ingún animal ser& sometido a malos tratos ni a actos crueles. 9 — Si es necesaria la muerte de un animal, (sta debe ser instant&nea, indolora y no generadora de angustia. [ — El animal muerto debe ser tratado con respeto.+*u non seH morta, ma seH ismarrita 4 &nima nostra, che sI ti lamenti0 =7ante, 0onvivio > — ue labondad del Bloom tenga todav#a que epresarse en algunos
partes con el asesinato es se%al de que la l#nea est& pr"ima, pero tambi(n de que no ha sido atravesada. 2ues en las zonas gobernadas por el nihilismo que se acaba, donde los ob'etivos !altan todav#a mientras que los medios superabundan ya, la bondad es una posesi"n m#stica-. En ella, el deseo de una libertad sin condiciones tiende a !ormulaciones singulares
y presta a las palabras un valor pleno de parado'as. 6e esta manera, la bondad es salva'e, cruel, ciega y aventurera. El alma del bondadoso se ha vaciado de todo contenido psicol"gico, de las causas y los e!ectos. Su alma es una ho'a en blanco sobre la cual el destino escribe su dictado absurdo. 5 ese dictado es llevado a cabo ciega, osada y cruelmente. ue esta imposibilidad devenga acto, que esta ceguera devenga iluminaci"n, que esta crueldad se convierta en bondad, esto es el milagro, la gracia- 3LuA&cs, &cerca de la pobrea de esp-ritu4. 2ero al mismo tiempo que estas irrupciones mani!iestan una
imposibilidad, por su incremento, anuncian el ascenso del curso del tiempo. La inquietud universal, que tiende a subordinarse cantidades cada vez m&s grandes de hechos cada vez m&s #n!imos, incita hasta la incandescencia, en cada hombre, la necesidad de la decisión. 5a, aquellos para los que esta necesidad signi!ica su propio aniquilamiento hablan de apocalipsis, mientras que la mayor#a se contenta con vivir por deba'o de todo en los placeres abyectos de los últimos d#as. S"lo los que conocen el sentido que dar&n a la cat&stro!e conservan la calma y la precisi"n en sus movimientos. 2or el g(nero y las proporciones del p&nico al que se de'a arrastrar un esp#ritu, es que se reconoce su rango. Qsta es una marca que vale no s"lo (tica y meta!#sicamente, sino tambi(n en la prais, en el tiempo.- 3JXnger, @unto al muro del tiempo4 1l destino del Bloom — Esta sociedad tiene que ser considerada, hasta en sus m&s
miserables detalles, como un !ormidable dispositivo agenciado con el designo eclusivo de eternizar la condici"n del Bloom, que es una condici"n de su/rimiento. En su principio, el Entretenimiento no es otra cosa que la pol-tica convenida para dicho !in+ eternizar la condici"n del Bloom comienza por distraerlo de ella. Llegan a continuaci"n, como en cascada, la necesidad de contener toda mani!estaci"n del su!rimiento general, que supone un control cada vez m&s absoluto de la apariencia, y la de maquillar los e!ectos ecesivamente visibles de (sta, a lo cual responde la in!laci"n desmesurada del Biopoder. 5a que en el punto de con!usi"n al que las cosas han llegado, el cuerporepresenta, a escala gen(rica, el último int(rprete de la irreductibilidad humana respecto a la alienaci"n. Es a trav(s de sus en!ermedades y dis!uncionamientos, y s"lo a trav(s de ellos, que la eigencia de la consciencia de s- sigue siendo para cada uno una realidad inmediata. Esta sociedad no habr#a declarado una guerra a ultranza de este tipo contra el su!rimiento del Bloom si (ste no constituyera en s# mismo y en todos sus aspectos una intolerable puesta en tela de 'uicio
del imperio de la positividad, si no tuviera consigo una revocaci"n sin demora de toda ilusi"n de participaci"n en su inmanencia !lorida. La disposici"n a escuchar el lengua'e del cuerpo su!riente marca a partir de hoy qui(nes son los vivos, y qui(nes los muertos. oda la embriagadora maldici"n que llena nuestra (poca est& contenida aqu#+ en el modo in(dito en que se unen en ella la consciencia y la vida. *os hallamos en el etremo de un mundo que se promete a s# mismo un !in pr"imo. 0on (l perecer&n todos aquellos que le est(n vinculados, y perecer&n por este v#nculo. Es por tanto de la liberaci"n de todo v#nculo con el Espect&culo y su meta!#sica que depende, en adelante y de manera un#voca, la con!ianza de sobrevivir a (l. *osotros llamamos consciencia de s# al e'ercicio de abandono del yo, de desapego de toda identi!icaci"n y de puri!icaci"n de todas las pertenencias consolantes que prodiga la mala sustancialidad, e'ercicio mediante el cual el Bloom deviene lo que es. En esta ascesis, el Bloom se reconoce en su desnudez de ser !inito, !inito en cuanto mortal y !inito en cuanto separado, como puro y simple ser?para?la?muerte. 0on ello, retoma y prosigue en s# mismo su no?pertenencia al mundo de la mercanc#a en una pertenencia superior, #ntima y !undamental a la comunidad humana. En otras palabras, la consciencia de s# carece completamente de un proceso intelectual, y es por el contrario una eperiencia interior de la comunidad. )a de signi!icar la resoluci"n a desertar esta sociedad y
as# encontrar a los hombres. )a de a!irmar la naturaleza pol-tica de toda eistencia. 5 si no, no amerita el nombre de consciencia de s- . La tesis según la cual un hombre que no es nada m&s que un hombre ha perdido precisamente las cualidades que hacen posible a los dem&s tratarlo como a su seme'ante- 3)annah 1rendt, Los or-genes del totalitarismo4 no es solamente !alsa, es de una !alsedad imperdonable, pues revela una !alta completa de sentido hist"rico. *o ser nada m&s que un hombre signi!ica no ser nada m&s que una virtualidad pol#tica, nada m&s que una !acultad meta!#sica que persigue un mundo común en el cual actualizarse. 5 dicha virtualidad puede y debe acceder a la eistencia en cuanto tal, por el hecho de volverse pública, de eponerse como tal/ y es entonces solamente que la !alta de particularidad del Bloom se trans!orma en universalidad. El 2artido Hmaginario nombra esa constituci"n del Eilio en patria, esa conversi"n de la común soledad en comunidad pol#tica. Es, en el orden meta!#sico, la única v#a que arranca de!initivamente al Bloom de la condenaci"n del homo sacer . El alcance pr&ctico de la consciencia de s# sobreviene en este punto. 5a que al mismo tiempo que el Bloom se eperimenta #ntimamente como nada, (l
descubre, mientras le hace !rente, la alienaci"n de toda apariencia en el Espect&culo. 5 es esta radical !rustraci"n de 2ublicidad lo que le devela que ser es ser en com$n, ser epuesto, ser p$blico, que su apariencia y su esencia son id(nticas entre s#, pero no
id(nticas a (l. 2or medio de la consciencia de s#, el Bloom surge como enemigo del Espect&culo porque entrev( al interior de esta organizaci"n social eso que le desposee de todo ser. 5 admite consecuentemente como suyo el imperativo de comunidad, la necesidad de liberar un espacio común de la dominaci"n mercantil. 1hora bien, puesto que el gesto de reunir o !undar la comunidad abre al Bloom al mundo, es decir, a sus posibilidades propias, la consciencia de s# tiene el sentido de una trans/iguración+ 0omo la consciencia no es aqu# la consciencia re!erente a un ob'eto que le es opuesto, sino la consciencia de s# del ob'eto, el acto de toma de consciencia conmociona la /orma de objetividad de su objeto.3LuA&cs, 'istoria 3 consciencia de clase4 La comunidad es eso que convierte la 2obreza en radicalidad. Es el sitio donde el Bloom, que era una vida m&s ac& de toda !orma, accede con un salto a la vida m&s all& de las !ormas, a la vida viviente. 2or su mero contacto, el vac#o interior donde el Bloom se abismaba in!initamente regresa como vac-o positivo, como caos pro!uso de virtualidades/ la nada de su impotencia se mani!iesta como la nada de la pura potencia, de la cual todo procede/ su !alta de determinaci"n deviene aqu# trascendencia con respecto a toda determinaci"n y su yo ineistente se revela como pura /acultad de sub'etivaci"n y desub'etivaci"n. La comunidad es el lugar de la reapropiaci"n de lo 0omún y el tener?lugar de dicha reapropiaci"n. *ada est& m&s ale'ado de la consciencia de s# que la simple asunci"n de s# como nulidad, que tiende en estos d#as a esparcirse como lengua'e de la adulaci"n. La posici"n del yo como !orma vac#a que !lota por encima de todos los contenidos posibles en la !alsa plenitud de su indeterminaci"n, no es m&s que el momento unilateral de la libertad !ormal. El ser que se mantiene en su !alta de ser no sale de s# mismo, y su universalidad permanece como algo puramente abstracto, sobre lo cual el nihilismo mercantil se acomoda maravillosamente. El lengua'e de la adulaci"n evoluciona en este desgarro, del que etrae toda su estridente vacuidad. )ay que mencionar aqu# la !orma sutil y re!leiva de mala sustancialidad que constituye la proclamaci"n reciente de la nulidad del Espect&culo por parte de algunos de sus sirvientes, y del gusto que (stos tienen por ella/ aqu#, singularmente, F*U se instala m&s aún en la separaci"n cuando F*U con!iesa la m&s per!ecta con!ormidad. ambi(n est& el budismo, esa
repugnante y s"rdida sensibler#a de espiritualidad para asalariados agobiados, que observa como una ambici"n ya por mucho ecesiva el ense%ar a sus maravillados y estúpidos !ieles el arte peligroso de chapotear as# en su propia nada. *o hace !alta decir que el houllebecq, el budista o el hipster decepcionado s"lo permanecen de manera !ormal 'unto a s# mismos, y son incapaces de superarse en cuanto Bloom. 1hora bien, el Bloom es algo que debe ser superado. Es una nada que debe autoaniquilarse. 2recisamente porque es el hombre del nihilismo consumado, el destino del Bloom consiste en operar la salida del nihilismo, o perecer. +1l ser jam)s es yo solo , es siempre yo y mis seme'antes0 =Bataille> —
*osotros, los hombres-+ Dqu( empresa de emasculaci"n del pasado no ha enarbolado, en alguno u otro momento, esta locuci"n para 'usti!icar sus llamados a la resignaci"n, desde el in!ame cristianismo de las Hglesias, pasando por el humanismo mocoso de la era burguesa, hasta su s#ntesis presente en el Biopoder En esta interrogaci"n eiste una espesura de banalidad que no le cede nada al de la ob'eci"n que generalmente le responde y que hace notar que no eiste un proyecto de emancipaci"n que, incluso en el pasado, no haya apelado a la misma locuci"n. 2ero nosotros estamos cansados de esos debates. La tradici"n de los oprimidos no es algo de lo que F*U hable, es algo que se vive. El polvo rendir#a aún m&s un homena'e ecesivo a toda la ret"rica convencida y a todas las controversias risibles que se disputan la carro%a de proyectos de emancipaci"n que han !racasado, todos. Lo sentimos, pero nosotros no aceptamos ninguna herencia de dicho pasado, ya que se ha de'ado vencer por un mundo que conocemos y cuya indigencia sabemos. 0ontra los arrepentidos, contra los hastiados, contra los ateridos y contra todos aquellos que hablan de la historia como si se tratara de algo m&s que la epopeya grotesca de la dominaci"n actual, nosotros decretamos los tiempos mesi&nicos, nosotros decretamos la reabsorci"n del elemento del sentido dentro del elemento del tiempo. *uestro presente es un hombre que camina en l#nea recta sobre el !uturo con el recuerdo de aquello que no ha sido como su gu#a. *osotros no libramos ninguna protesta con re!erencia al pasado — el pasado somos nosotros. Hncluso la !ealdad inmensa de la (poca donde discurrimos, nos conviene, pues est& ah# para que nosotros la destruyamos. 1dicionalmente, ella es la (poca del acabamiento de la meta!#sica, lo cual quiere decir que el nosotros, los hombres-, que hab#a !igurado por tan largo tiempo en el arsenal del enemigo, nos es desvuelto al !in. 5 nos es devuelto como
un estandarte que, al volver al campo de !uerzas de la negaci"n, se ha despo'ado de todo lo que se estancaba en (l de apat#a, mesura y lamentaci"n. 6esplegado contra el Espect&culo, *osotros, los hombres- signi!ica *osotros que estamos solos !rente a la muerte, pero que esta soledad arranca cualquier limitaci"n, cualquier contingencia, cualquier su'etamiento-/ *osotros que somos seres !initos que lloran por ello, pero cuya !initud es m&s amplia que el in!inito-/ *osotros que un eceso de posible consume a tal punto que nos es preciso perdernos-/ *osotros los con!iguradores de mundo-/ *osotros que nos reconocemos como hermanos sin !amilia-/ *osotros que F*Uha despose#do de todo-/ *osotros, que vivimos alzados y nunca olvidamos que somos hi'os de reyes-. Es en cada ocasi"n que este nosotros- se insinúa que el 2artido Hmaginario a!ronta al Espect&culo. Este nosotros- es el de la comunidad verdadera. 1 contrapelo de la nostalgia que un cierto romanticismo se complace en cultivar incluso en sus adversarios, es preciso considerar que no ha habido, que no ha habido 'am&s, antes de nuestra (poca, comunidad. El pasado no encierra la menor viruta de plenitud, ya que no se conoc#a como plenitud. C&s ac& del Bloom, m&s ac& de la separaci"n consumada-, m&s ac& del abandono sin reservas que es el nuestro, m&s ac&, por tanto, del per!ecto asolamiento de todo ethos sustancial, toda comunidad- s"lo pod#a ser un humus de mentiras y una !uente de limitaci"n, de lo contrario, por otra parte, no habr#a sido aniquilada. S"lo una alienaci"n radical de lo 0omún ha sido capaz de hacer sobresalir lo 0omún originario de tal manera que la soledad, la !initud y el estar?en?el?mundo, es decir, el único v#nculo verdadero entre los hombres, aparezcan tambi(n como el único v#nculo posible entre ellos. Lo que en la actualidad se cali!ica, con la mirada en el pasado, como comunidad-, es algo que ha compartido evidentemente aquello 0omún originario, pero secundariamente ya que lo hizo de manera no?consciente. 2or eso nos corresponde a nosotros hacer por primera vez la eperiencia de la comunidad verdadera, la que reposa sobre la consciencia clara de la separaci"n, la eposici"n y la !initud, y que por esta raz"n es tambi(n la m&s viva y temible, la que permite a los hombres mantenerse hasta el !inal en el nivel de intensidad de la muerte. La radicalidad de la (poca quiere que dicha eperiencia sea adem&s la $nica eperiencia a nosotros abierta. 2ues todo lo que es, en el Espect&culo, es contrael Espect&culo y es comunidad 3esto se eplica negativamente por el hecho de que el Espect&culo es el imperio de la nada triun!ante, y positivamente por el hecho de que lo 0omún es lo que hace ser4. 1hora bien, la comunidad !igura ciertamente hic et nunc, en su
simple actualidad, una contestaci"n de la dominaci"n, pero tambi(n, dado que no es reducible a esta negaci"n derivada, un m&s all&, un a!uera del Espect&culo. estimonia esto que el 2artido Hmaginario se re!orme tan r&pidamente en todos los intersticios que el enemigo de'a desocupados. La comunidad se opone en cuanto pr)ctica de la libertad a la concepci"n de un proceso de liberaci"n distinto de la eistencia de los hombres, devuelve a sus pupitres todos los doctos pro3ectos de liberaci"n, y todo el trabajo paciente que dirigen. El Espect&culo es el per#odo hist"rico donde toda comunidad deviene en cuanto tal portadora de una pol-tica de la /initud que metamor!osea no solamente el sentido de la comunidad, sino tambi(n el de lo pol#tico, que ha llegado a ser id(ntico a lo meta!#sico. 1l abrirse a la comunidad, el Bloom se abole como Bloom, se desapega de su desapego y encuentra el camino del ser. 2ero el mundo en el que (l nace es un mundo en guerra cuyo deslumbramiento entero depende de la verdad a!ilada de su partici"n en amigos y enemigos. La designaci"n del !rente participa del paso de la l#nea pero no lo cumple. Esto, nada salvo el combate puede hacerlo. *o tanto porque (ste incita a la grandeza como porque es la eperiencia m&s pro!unda de la comunidad, la misma que va de la mano permanentemente del aniquilamiento y no se mide m&s que en la etrema proimidad del riesgo. Vivir 'untos en el coraz"n del desierto con la misma resoluci"n a no reconciliarse con (l, tal es la prueba, tal es la luz. La identidad como juego, como santidad 3 como tragedia — El hombre que ha
atravesado las zonas de destrucci"n y que no se detuvo en ellas, es la sede de un desgarro lúcido y sin recursos a la cual se ata un dolor magn#!ico. 1 menos que consienta inmediatamente a su putre!acci"n, la comunidad no puede ser aquello que tranquilice este desgarro, sino s"lo el sitio donde (ste se encuentre deliberadamente puesto en común. 2ues al mismo tiempo que su consciencia de s# le hace apercibir el in!inito de los posibles que (l encierra, el hombre lleva consigo una eigencia de ser tan eplosiva que únicamente la muerte da sus medidas. r hasta el /inal de un posible epresa el principio de la vida viviente, que ecede cualquier !orma precisamente porque reconoce en la !orma al 'uez supremo de la vida MNO, un imperativo categ"rico de grandeza y de cumplimiento de s#3LuA&cs, 1l alma 3 las /ormas4, y que ella la realiza. 6e este modo, y s"lo de este modo, el hombre se relaciona con la eternidad. La comunidad no es, por tanto, otra cosa que el compartir de este insalvable deseo de grandeza+ Vivir un posible hasta el !inal eige un
intercambio entre varios, asumi2ndolo como un hecho que les es eterior y que no depende ya de ninguno de ellos.- 3Bataille, Sobre ?ietsche4 1s# como los hombres la necesitan para mantenerse a la altura de la muerte, danzando con el tiempo que los mata, la comunidad necesita la muerte, la cual constituye únicamente un disolvente de todas las rei!icaciones su!icientemente potente como para hacer posible algo como el amor o la amistad. Es pues por esencia el lugar de la soberan-a, donde los hombres desa!#an su !initud en el 'uego de la gloria. La certeza de que el último acto ser& sangriento, y de que todo ser& perdido por bella que sea la parte en todo el resto, no est& hecha para ale'ar a los 'ugadores/ al contrario, dicha certeza e'erce sobre (stos la m&s imperiosa !ascinaci"n. *uestra vida no es m&s que una tarea intemporal a ser cumplida en el tiempo, y cuyo valor no depende sino del contacto que hemos sabido establecer en (l con una tradición, en el sentido en que Ben'amin entiende esta palabra, es decir, como discontinuum del pasado- opuesto al continuum de los acontecimientos- de la historia universal. 2ero el esplendor de nuestra tragedia ser#a poco si nosotros no eperiment&ramos con una tan per!ecta intensidad el sentimiento de su vanidad. 2ues el Bloom que se suprime como Bloom y que, en la comunidad, se reapropia su apariencia y su 2ublicidad, se los reapropia como tales, es decir que la distancia que la ha separado un d#a de ellos no es abolida, sino que permanece para siempre como consciencia de dicha distancia. El Bloom conoce su esencia como eso que est& !uera de (l, como eso que est& puesto en 'uego en la comunidad, como eso que arruina, en el !ondo, su integridad. Se sabe epuesto, sabe que no es nada !uera de su ser?epuesto, y se sabe distinto de ese ser?epuesto. En toda lo que (l es, conserva la posibilidad de no serlo. ue la comunidad verdadera sea aquella donde esta eposici"n misma queda epuesta, no disminuye en nada la seriedad consumante de su deber de ser. 3*aturalmente, cuando *ietzsche ealta al hombre que se compone una eistencia completa de actor hecha de roles e!#meros, s"lo ealta su propia debilidad y su virulenta voluntad de impotencia. 2ues se trata de ser , de ser lo m&s posible y por esto, de ser per/ectamente. *uestra !uerza s"lo mide nuestro grado de reabsorci"n en lo esencial.4 El que los hombres reconstituyan entre s# mismos el mundo común del que hab#an sido despose#dos es algo que no pone !in a la separaci"n. 5 por sincera que sea la !igura que nos damos, no podremos llegar a comunicarnos enteramente m&s que en la muerte+ únicamente ah# coincidimos con nosotros mismos. 2or eso, en la medida en que no actuemos con!orme a nuestro m&s #ntimo deseo de