La era de la turbulencia (Alan Greenspan) En este primer bloque de páginas del libro Alan Greenspan nos habla acerca de su paso por la FED (Reserva Federal de los Estados Unidos), como presidente. Y nos dice que en si, su trabajo no era conducirla sino designar aun miembro de la junta para esto, lo que le dejaba tiempo para concentrarse en lo que le importaba que era la economía. En la era de R. Reagan (El llamado lunes negro) la economía tenía claros indicios de inestabilidad, desde principios del 1988 el índice Dow Jones se había elevado por encima de los 2.000, la bolsa había subido más de un 40 por ciento y Wall Street vivía una banalidad especuladora, el enorme déficit gubernamental provoco que la deuda pasará de los 700.000 millones de dólares a hasta más de 2 billones de dólares en ese año, el dólar estaba cayendo. Greenspan pensó que en esos momentos un aumento a los tipos sería lo mejor pero no lo manifestó por ser una decisión arriesgada, hasta que el 4 de septiembre en una reunión con la junta directiva d irectiva se determino por p or unanimidad unani midad que la tasa pasara del 5.5 al 6 por ciento, intentando frenar la economía haciendo el dinero más caro para pedir prestado. Pero en octubre hubo principios de pánico, ya que la bolsa patino y el viernes 16 el índice Dow Jones cayo 108 puntos, Alan tuvo que volar a Dallas para una convención de la Asociación Americana de Banqueros y las cosas seguían de mal en peor ya que al llegar lo primero de que se entero fue que la bolsa había bajado508 puntos, la mayor perdida de la historia. En esta situación lo mejor era regresar a Washington y Howard Baker (jefe del Gabinete del Presidente Reagan) mando un avión militar para recogerlo.
Ante este panorama la bolsa planeaba p laneaba cerrar, lo que le pareció una autentica catástrofe, pero no se llevo acabo ya que se materializaron compradores. La FED ataco la crisis desde dos frentes, Gerry Corrigan (presidente de la FED Nueva York)se encargo de dialogar con los bancos de inversión y las gigantescas operadoras que no dejaran de hacer negocios, mientras tanto se seguía aportando liquidez al sistema. También pusieron manos a la obra en el frente político y Alan se reunió con Reagan en la casa blanca. Poco a poco los precios de los diversos mercados se estabilizaron y en contra de los temores generalizados, la economía aguanto firme y creció a un ritmo anual del 2 por ciento durante el primer trimestre de 1988 y una tasa acelerada del 5 por ciento durante el segundo. Para principios de este año el Dow Jones se había estabilizado en torno a los 2.000 y las acciones retomaron una trayectoria ascendente, esto fue una primera manifestación del aguante económico que tanto se destazaría posteriormente. Alan nos comenta que la FED y la casa blanca no son aliados y aunque todos sus directivos son nombrados por el presidente, sus cargos son semipermanentes. Cuando George Bush gano la presidencia, Alan tuvo la esperanza de que la FED y su administración se entendieran, Bush por su parte en su discurso de aceptación dijo “Léanme los labios, ni un impuesto más” La principal preocupación de la FED era que la nueva administración acometiese el déficit en el acto, ya que cuando el gobierno gasta de más tiene que pedir prestado para equilibrar sus cuentas y esto lo hace vendiendo bonos del Tesoro. Alan destaco el problema justo después de las elecciones, diciendo que el déficit ya no era problema del mañana, y que si actuaban enseguida los efectos serían cada
vez más perceptibles, y con cierta inmediatez. El entendimiento esperado por Greenspan y la casa blanca nunca llego ya que sucedieron grandes cosas: la caída del muro de Berlín, el final de la guerra fría, una clara victoria en el Golfo Pérsico y la negociación del TLC de América del norte y como la economía era el talón de Aquiles de Bush esta relación fue nefasta. Bush se las vio con un empeoramiento del déficit comercial lo que hizo faltar a su promesa de no imponer nuevos impuestos en julio de 1990 y en 1991 la recuperación fue lenta y anémica, lo que convirtió su lema en un medio eficaz para que Bill Clinton lo derrotara en la selecciones de 1992, a pesar de que la economía había crecido en ese año un 4.1 por ciento. Entonces dos factores complicaron el panorama económico: el primero fue el derrumbe del sector estadounidense de las instituciones de ahorro y préstamo, la inflación de los 70 acabó con centenares de ellas. La inflación provoco un brusco aumento de los tipos de interés tanto a corto como a largo plazo lo que puso a estas instituciones en tremendos aprietos, el Congreso realizo intentos de apuntalar la industria pero solo logro empeorar el problema. Nadie sabía cuanto le costaría a los contribuyentes la limpieza final del sector de las instituciones de ahorro y prestamos. La terea de intentar resarcir la parte de las perdidas recayó en la Resolution Trust Corporation (RTC). Se habían vendido, sin problemas en el mercado, las hipotecas de las instituciones de ahorro y préstamo que aún ofrecían intereses, pero ahora faltaban los activos que nadie parecía querer, entonces surgió la idea de ventas creadoras que consistían en agrupar propiedades en bloques de 1.000 millones de dólares, y el paquete se vendió por poco más de 500 millones de dólares. El segundo factor fueron los bancos comerciales, su problema era un exceso de préstamo especulador: a principios de los 80.
El inevitable derrumbe del boom inmobiliario dejo verdaderamente malparados a los bancos y nada de lo que se hacía en la FED parecía funcionar, Alan se reunía con Bush cada seis o siete semanas y aunque su padre había trabajado en Wall Street y él se había especializado en economía en Yale, nunca había experimentado los mercados de primera mano y prefería delegar la política económica en sus principales asesores. Al cabo de poco tiempo, la administración empezó a culpar de sus problemas ala FED.
Cuando estaba en la mesa el presupuesto de 1990 y el presidente Bush por fin afronto la necesidad de incumplir su promesa sobre los impuestos, Nick Brady pidió que me comprometiera a que, si se aprobaba el presupuesto, la FED bajaría los tipos de intereses, dicho presupuesto no recortaba el déficit con tanta profundidad como habría podido, pero el consenso con la FED era que se trataba de un gran paso en la dirección correcta. Cuando Alan termino su periodo en la presidencia en la FED en el verano de 1991, el presidente Bush volvió a nombrarlo en el cargo. En octubre del 1989 Greenspan estaba en Moscú sin imaginar que pronto caería le Muro de Berlín y que en poco más de dos años la unión soviética dejaría de existir. Estando ahí Leonid Abalkin el vice primer ministro lo invito para que le diera su opinión sobre una propuesta que estaban vendiendo los planificadores estatales soviéticos. Se trataba de un plan de lucha contra la inflación que giraba en torno a la vinculación de los salarios a los precios (indexación), Alan le expuso su firme convicción de que indexar es tan solo un paliativo que, a largo plazo, tiene visos de causar problemas más graves incluso.
La Unión Soviética atravesaba una crisis evidente con el hundimiento de los precios del petróleo unos años antes había eliminado su única fuente real de recursos, la inflación, preocupación inmediata de Abalkin, estaba en verdad descontrolada. Gorbachov no acabo con la Unión Soviética a propósito, pero tampoco tomo medidas para impedir su disolución. La visita de Greenspan a la Unión Soviética se encuadraba en el creciente esfuerzo de Washington por animar a los soviéticos de mentalidad reformista bajo la política de apertura de Gorbachov, la Glasnost. Los soviéticos habían apostado la nación entera a la premisa de que la planificación central, y no la competencia abierta y los mercados libres, eran el modo de conseguir el bien común. El encuentro con el director del banco central soviético, Viktor gerashchenko, no fue tenso y este se mostro comunicativo, simpático y tuvieron una charla agradable.
En noviembre de 1979 cayo el muro de Berlín, los experimentos controlados casi nunca suceden en economía, pero no podría haberse creado uno mejor que los de Alemania Occidental y Oriental, quienes durante 40 años compitieron en lados opuestos de una línea con muy poco comercio entre si, capitalismo de mercado contra planificación central. Los expertos habían estimado que el PIB per cápita de Alemania del este era del 75 al 85 por ciento del de Alemania Occidental, a Greenspan le pareció que eso no podía ser cierto.
La caída del muro desveló en grado de podredumbre económica tan devastador que asombró incluso a los escépticos. Se juzgaba que al menos un 40 por ciento de las
empresas de Alemania Oriental eran tan obsoletos que tendrían que cerrar, millones de personas se estaban quedando sin trabajo, el gran reformista de Polonia, Leszek Balcerowicz propuso lo que él llamaba una revolución de mercado. Cuando solidaridad gano las elecciones polacas en agosto de 1989 la economía se hallaba al borde del colapso, a instancias de Balcerowicz el nuevo gobierno designó el 1 de enero de 1990 como el día del Big Bang, con el que la práctica totalidad de los controles de los precios terminaría. Este Big Bang, provoco enormes trastornos, los precios en un principio se dispararon; el zloty perdió casi la mitad de su poder adquisitivo en las primeras dos semanas. Pero aparecieron más productos en las tiendas, y poco a poco los precios se nivelaron, el desplazamiento hacia un mercado libre había empezado a funcionar. El éxito de Polonia animó a Checoslovaquia a probar una reforma más osada.
Mientras los países de Europa del Este avanzaban a la carrera con las reformas, la inestabilidad de Moscú parecía ir de mal en peor. Occidente empezó a buscar maneras de ayudar, desde la perspectiva de la FED y el mundo occidental, en términos puramente económicos la Unión Soviética no era una gran preocupación , su economía no era tan grande, pero los expertos calculaban que su PIB venía a ser del mismo tamaño que el del Reino Unido. Todos eran muy consientes del peligro que un colapso soviético supondría para la estabilidad y la seguridad del mundo, era muy evidente que el gobierno se venía abajo, peor aún era el riesgo de que Rusia y Ucrania, poseedoras ambas de armas del arsenal nuclear soviético, pudieran acabar enfrentadas. En enero de 1992, Gaider, como primer ministro interino de Rusia, recurrió a la estrategia que había funcionado en Polonia: un súbito final de los controles de precios, la inflación subió con tanta rapidez que los salarios de la gente, perdieron todo su
valor y sus escasos ahorros fueron exterminados, el rublo perdió tres cuartas partes de su valor en 4 meses. Entonces en octubre, Yeltsin y sus economistas desencadenaron la segunda reforma masiva en la que industrias enteras terminaron en manos de un puñado de oportunistas a los que llegaron a conocer como oligarcas. Pocos economistas habían dedicado tiempo a reflexionar sobre los cimientos institucionales que precisan los mercados libres. El colapso de la planificación central no estableció de manera automática el capitalismo, los soviéticos no consiguieron un sistema libre de mercado sino uno de mercado negro y el resultado es que los mercados negros aportan pocos de los beneficios para la sociedad del comercio con sanción legal. Para mediados de los 90, ese era el panorama en buena parte de Rusia y el auge de los oligarcas socavó aún más el apoyo popular. La caída de la Unión soviética concluyo con un descomunal experimento: el prolongado debate sobre las virtudes de aquellas economías organizadas en torno a los mercados libres y de aquellas gobernadas por un socialismo de planificación central esta básicamente finiquitado