“Año del Buen Servicio al Ciudadano”
UNIVERSIDAD NACIONAL DE HUANCAVELICA
FACULTAD DE EDUCACIÓN ESCUELA PROFESIONAL: CIENCIAS SOCIALES TEMA: LA PROCRASTINACIÓN EN LA EDUCACIÓN Y LA SOCIEDAD
CURSO: REALIDAD NACIONAL NACIONAL Y DERECHOS HUMANOS
DOCENTE : JOSE AGUSTIN SIERRA MATOS
PRESENTADO POR:
CICLO
:
HUANCAVELICA – PERÚ PERÚ
2017
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A nuestra familia por su abnegado apoyo, a nuestros docentes por su dedicación y entrega, a nuestros compañeros de estudios por su confianza y amistad
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ÍNDICE
CARÁTULA ...................................................................................................... 1 DEDICATORIA ................................................................................................. 2 ÍNDICE ............................................................................................................. 3 INTRODUCCIÓN ............................................................................................. 4 CAPÍTULO I ASPECTOS REFERENCIALES 1.1
DEFINICIÓN .......................................................................................... 5
1.2
CARACTERÍSTICAS ............................................................................. 7
1.3
BASES PSICOLÓGICAS Y DE PERSONALIDAD ................................ 8
1.4
TIPOS DE PROCRASTINACIÓN .......................................................... 10 CAPÍTULO II PROCRASTINACIÓN EN LA EDUCACIÓN
2.1
ANSIEDAD Y PROCRASTINACIÓN ..................................................... 11
2.2
LA PROCASTINACIÓN EN LA ACTIVIDAD ACADÉMICA.................... 14
CONCLUSIONES ............................................................................................. 21 BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................ 22 ANEXOS .......................................................................................................... 23
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INTRODUCCIÓN
La procrastinación (del latín procrastinare: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro), postergación o posposición es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables. Se trata individualmente de un trastorno volitivo del comportamiento que tiene su raíz en la asociación de la acción por realizar con el cambio, el dolor o la incomodidad (estrés). Éste puede ser psicológico (en la forma de ansiedad o frustración), físico (como el que se experimenta durante actos que requieren trabajo fuerte o ejercicio vigoroso) o intelectual. El término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente sin tener una fuerza de voluntad para concluirla. El acto que se pospone puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir, estresante, por lo cual se autojustifica posponerlo a un futuro sine die idealizado, en que lo importante es supeditado a lo urgente. También puede ser un síntoma de algún trastorno psicológico, como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad). Aplazar los asuntos pendientes, o dejar para mañana lo que podrías hacer hoy, es una costumbre muy humana conocida como procrastinación. Y es muy habitual a pesar de que tiene un coste elevado, ya que los retrasos evitables generan pérdidas de productividad, además de causar estragos emocionales, principalmente mermando la autoestima. Científicos de la Universidad de Constanza (Alemania) han estudiado a fondo la procrastinación y han llegado a la conclusión que las personas se comportan así porque creen que el día de mañana será más adecuado para poner en práctica lo planeado. Y también han demostrado que la tendencia a procrastinar es menor si se plantea la tarea en términos muy concretos y específicos. Si alguna vez has retrasado una cita con el dentista, o has pospuesto para el próximo mes el propósito de apuntarte al gimnasio, y nunca encuentras el momento de arreglar determinados papeles o arreglar ese grifo que gotea no eres el único.
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CAPÍTULO I ASPECTOS REFERENCIALES
1.1
DEFINICIÓN
Procastinación es un término de uso frecuente, aunque la Real Academia Española (RAE) lo considera inválido y, en cambio, indica la utilización de procrastinación. Se trata de la tendencia y el resultado de procrastinar, es decir, de demorar, retardar o retrasar algo. La procastinación o procrastinación, por lo tanto, consiste en aplazar el cumplimiento de una obligación o el desarrollo de una acción. Cuando dicha actitud se vuelve habitual, la procastinación se convierte en un trastorno del comportamiento que puede llegar a requerir atención psicológica. Las personas pueden procrastinar sus tareas en diferentes ámbitos. En el caso de un niño, la procastinación puede aparecer cuando decide quedarse frente a la computadora o al televisor en lugar de completar la tarea escolar que debe entregar, por citar una posibilidad. El pequeño no asume la responsabilidad, sino que la aplaza y reemplaza la realización de los deberes por otra actividad. Los adultos pueden desarrollar procastinación cuando demoran una visita al médico o cuando nunca se deciden a ordenar la casa. La clave de la procastinación está en el reemplazo de una actividad que necesita de atención por otra que resulta más placentera. La actividad elegida tiene
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menor importancia, aunque es más agradable. De este modo, se pospone lo importante y se privilegia algo diferente. Los especialistas recomiendan fijar metas de corto plazo, establecer recompensas y realizar las tareas más difíciles en primer lugar para terminar con la procastinación. La persona debe encontrar motivación en sus actividades y, a su vez, tiene que aceptar las responsabilidades que le tocan. Veamos algunos consejos infalibles para superar la procastinación: * establecer un grupo de actividades que no te permitas dejar para más adelante, tomando como criterio el tiempo que te tome llevarlas a cabo. Por ejemplo, determinar que aquellas acciones que duren 2 o m enos minutos no podrás procastinarlas; * atreverse a enfrentar aquellas obligaciones que te producen temor paso a paso, en pequeñas sesiones. A veces no nos atrevemos a comenzar con una tarea porque nos creemos incapaces de completarla, pero cuando nos forzamos a dedicarle nuestro esfuerzo, aunque más no sea por unos minutos, es probable que esa barrera se debilite; * convertir cualquier tarea repetitiva o aburrida en una rutina siempre ayuda a superarla con mayor facilidad. Cuando nos acostumbramos a enfrentar los mismos desafíos todos los días, aquellos aspectos que antes nos amenazaban pierden fuerza ante la destreza que desarrollamos inevitablemente; * tomarse el tiempo para pensar en aquellas cosas que hemos ido aplazando desde hace mucho, para encontrar las causas de nuestra procastinación. No siempre dejamos las obligaciones para más adelante a nivel consciente, y por eso es importante revisar nuestra organización con frecuencia y tomar las decisiones pertinentes para mejorarla; * registrar en una tabla las actividades que realizamos a diario y el tiempo que nos toma cada una puede parecer una medida un tanto exagerada, pero suele funcionar para volvernos más responsables y entablar un lazo más fuerte con nuestras obligaciones; * uno de los mejores consejos para combatir la procastinación (entre otros muchos problem as) es aprender a decir “no”. Es probable que detrás de la
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imposibilidad de completar nuestras tareas suela haber compromisos con otras personas que ni siquiera nos hacen sentir a gusto; * aunque la procastinación está asociada al tiempo, el secreto para evitarla está en hacer un buen uso de nuestra energía. Intentar trabajar o estudiar cuando estamos cansados o bloqueados emocionalmente es aumentar considerablemente las probabilidades de fracaso; * dependiendo de la personalidad de cada uno, compartir con nuestros círculos información acerca de los proyectos que tememos aplazar puede ayudarnos a completarlos, ante la presión que conllevan las expectativas de los demás. 1.2
CARACTERÍSTICAS
La procrastinación como síndrome que evade el responsabilizarse posponiendo tareas a realizar puede llevar al individuo a refugiarse en actividades ajenas a su cometido. La costumbre de posponer, si bien no se ha demostrado cabalmente, puede generar dependencia de diversos elementos externos, tales como navegar en Internet, leer libros, salir de compras, comer compulsivamente o dejarse absorber en exceso por la rutina laboral, entre otras, como pretexto para evadir alguna responsabilidad, acción o decisión. Este problema de salud no necesariamente está ligado a la depre sión o a la baja autoestima. El perfeccionismo extremo o el miedo al fracaso también son factores para posponer, como por ejemplo al no atender una llamada o una cita donde se espera llegar a una decisión. Existen dos tipos de individuos que ejecutan esta acción: Procrastinadores eventuales, cuya actitud evasiva no se repite habitualmente. Procrastinadores crónicos, cuya conducta evasiva es constante y repetida en el tiempo. Los segundos son los que comúnmente denotan trastornos en los comportamientos antes mencionados. Algunos autores [¿quién?] afirman que existen en la actualidad conductas adictivas que contribuyen a este
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trastorno de evasión: se refieren, por ejemplo, a las adicciones que, según algunos expertos, existen a: La televisión. La computadora u ordenador, y más concretamente a Internet. El teléfono móvil. Otros autores [¿quién?] afirman que tales adicciones no existen; no obstante, pese a que ya hay propuestas de tratamiento para este tipo de problemas conductuales (terapia cognitivo-conductual sobre todo), se trata de un tema muy nuevo, en el que aún hace falta realizar mucho trabajo de investigación. Por otra parte, el llamado "síndrome del estudiante" (el hecho de que muchos estudiantes pospongan la entrega de sus trabajos hasta el último minuto del día de la fecha límite o el estudio hasta el día antes del examen) está presente, al parecer, también en otros grupos sociales: en las temporadas en las que se acerca la fecha límite para pagar los impuestos (para presentar las declaraciones mensuales o anuales), las oficinas donde se llevan a cabo esos trámites (los bancos, por ejemplo) se saturan de personas que asisten a realizar ese trámite sólo hasta el último momento. Asimismo, es una conducta procrastinativa la que consiste en coleccionar muchas opciones como excusa para no decidirse por ninguna en concreto. La procrastinación, en particular, es un problema de autorregulación y de organización del tiempo. Su solución consistiría, entre otras cosas, en lograr una adecuada organización del tiempo, concentrándose en realizar las tareas importantes que tienen un plazo de finalización más cercano. Quien pospone o procrastina una decisión, por no sentirse preparado -esperando que todo se resuelva por sí solo- suele aducir que lo hará después «... en cuanto tenga tiempo», con lo que está presentando, en el fondo, una conducta evasiva. 1.3
BASES PSICOLÓGICAS Y DE PERSONALIDAD
William Knaus, en «Superar el hábito de posponer», propone una serie de características personales que son propias de las personas con tendencia a la postergación:3
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Creencias irracionales: basadas en una pobre autoimagen y autoconcepto de sí mismos que les hace verse como inadecuados o incompetentes, o ven al mundo con demasiadas exigencias que no se ven capaces de cumplir. Perfeccionismo y miedo al fracaso: postergar, y justificar un resultado final por falta de tiempo, sirve de excusa para evitar el miedo al fracaso, en tareas donde no hay garantías de éxito. Son personas perfeccionistas y autoexigentes, que se marcan metas poco realistas. Ansiedad y catastrofismo: el cúmulo del trabajo supone un cúmulo correlativo del nivel de ansiedad. La dificultad para tomar decisiones y la búsqueda de garantías de éxito antes de iniciar una tarea provoca finalmente sentimientos catastrofistas, y como resultado se sienten saturados e indefensos. Pueden sentir autocompasión, escudándose en que no son aptas para las exigencias del mundo que les ha tocado vivir. Rabia e impaciencia: las exigencias desmesuradas y el catastrofismo provocan también rabia e impaciencia. Pueden surgir ideas del tipo «yo debería ser capaz de realizar esto solo» «¡qué idiota que soy!» o «¡no puedo tolerar esta ansiedad!». Estas personas perfeccionistas, al no cumplir con las metas que se marcan, se muestran agresivas contra sí mismos. Terminan atrapadas en un círculo de enfado-rebelión que empeora su rendimiento. Necesidad de sentirse querido: el deseo de realizar tareas sobre la base de la recompensa en forma de amor o aceptación de los demás. La creencia que subyace es: «todos deberían amarme para poder amarme a mí mismo». Basa su valía como persona en la aceptación y atención recibida. Si se les recompensa con sus demandas implícitas se sienten fuertes psicológicamente y por el contrario se sienten inválidas cuando no obtienen lo que desean. Por ese motivo estas personas aceptan todo tipo de demandas de los demás con el fin de agradar. Sentirse saturado: el trabajo se les acumula, y se ven incapaces de establecer prioridades; esto provoca sentimientos de ansiedad, saturación, estrés, angustia, indecisión, impotencia, inmovilización y fracaso, lo que cierra un círculo vicioso del que no pueden escapar.
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1.4
TIPOS DE PROCRASTINACIÓN
Existen tres tipos de procrastinación: Por evasión, cuando se evita empezar una tarea por miedo al f racaso. Es un problema de autoestima. Por activación, cuando se posterga una tarea hasta que ya no hay más remedio que realizarla. Es un problema contrario al anterior. Por indecisión, típico de las personas que, intentando realizar la tarea, se pierden en pensar la mejor manera de hacerlo sin llegar a tomar una decisión. Se denomina también complejo de Penélope (la mujer de Ulises, que tejía y destejía siempre la misma tela para evitar casarse con los pretendientes al reino insular de Itaca mientras esperaba que volviera Ulises).
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CAPÍTULO II PROCRASTINACIÓN EN LA EDUCACIÓN
2.1
ANSIEDAD Y PROCRASTINACIÓN
Un factor que la literatura ha asociado a la procrastinación es la ansiedad, puesto que es un catalizador o síntoma de estas conductas evitativas Ferrari y Emmons (como se citó en Carranza y Ramírez, 2013). Johnson y Melamed (como se citó en Sierra, 2003) refieren que la ansiedad es una respuesta adaptativa que busca la supervivencia, además es un mecanismo biológico de protección y preservación ante posibles daños. Las respuestas de ansiedad se manifiestan mediante pensamientos de peligro, sensación de aprensión, reacciones fisiológicas y respuestas motoras (Cambell y Thier, como se citó en Sierra, 2003). Por otra parte, Lang (como se citó en Sierra, 2003) resaltan tres categorías sintomatológicas: la respuesta emocional hace referencia a características subjetivas, desagradables en el sujeto: tensión, inseguridad, aprensión, pensamientos de inferioridad, sentimientos de incapacidad, sensación general de pérdida de control. Los aspectos corporales se caracterizan por una activación del sistema autónomo
y somático:
palpitaciones, agitación cardiaca, presión torácica, ahogo,
sudoración,
temblor. Aspectos observables implican comportamientos disfuncionales: paralización motora, hiperactividad, tartamudez, dificultad de verbalización, conductas de evitación y escape.
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Algunas investigaciones asocian el comportamiento
de
procrastinación académica con la ansiedad; Vahedi, Farrokhi y Gahramani (2012)
se interesaron por comprender la relación entre la dilación,
estrategias de aprendizaje y la ansiedad en estudiantes universitarios de Irán, afirmaban que la ansiedad
tiene efectos
negativos
en el
funcionamiento cognitivo, en el aprendizaje y en el rendimiento académico, argumentando que los estudiantes tienden a presentar más altos niveles de ansiedad cuando se enfrentan a situaciones evaluativas e instructivas. Para validar sus hipótesis llevaron a cabo una investigación con 246 mujeres estudiantes de pregrado de diferentes disciplinas de ciencias sociales, los instrumentos aplicados fueron, el EARP (medida estadística de ansiedad) que consta de 43 ítems evaluando cinco subescalas: la ansiedad, el rendimiento y la actitud hacia la clase, la actitud hacia las matemáticas y comportamiento temeroso. El instrumento PASS (Escala de valoración de procrastinación en estudiantes) que permite comportamiento
evaluar el
de postergar actividades académicas en tres áreas:
preparación de la tarea, preparación de la prueba y preparación de la finalización de la tarea. Por último, se aplicó el instrumento MLSQ este cuestionario evalúa la motivación y las estrategias de aprendizaje. Como resultados se pudo demostrar que los estudiantes que presentaron más altos niveles de ansiedad puntuaban con procrastinación académica alta, además los autores pudieron concluir que la dilación y la autorregulación serian factores predictores para la ansiedad. Por otro lado, Senécal, Koestner y Vallerand (1995) llevaron a cabo una investigación la cual tenía como objetivo determinar autorregulación
si la
es un predictor del comportamiento de procrastinación
académica. Para ello aplicaron los instrumentos: Escala de motivación académica, Escala de procrastinación académica y además tuvieron en cuenta otras medidas como ansiedad, autoestima y depresión, pues según estos autores se relacionan con miedo al fracaso. Los resultados indican que las medidas de depresión, autoestima y ansiedad representan
el 14 % de la varianza en la procrastinación
académica y la autorregulación evidenció el 25 %; según los autores esto
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indica que el comporta- miento de dilación no solo implica habilidades de gestión de tiempo o pereza sino un problema motivacional. Onwuegbuzie
(2004)
realizó
una investigación
con 135
estudiantes de postgrado de diferentes disciplinas de educación de la Universidad del sur de Florida, con el fin de examinar la prevalencia de procrastinación académica e investigar la relación entre la procrastinación académica y las dimensiones de la ansiedad. Para ello utilizaron
los
siguientes instrumentos: Statistical Anxiety Rating Scale (STARS), prueba de 51 ítems tipo Likert, evalúa escalas de ansiedad en diversas situaciones académicas
y tiene seis subescalas y la Escala de valoración de
procrastinación en estudiantes (PASS). Los resultados obtenidos de la investigación mostraron que del 40 al 60% de la población casi siempre o siempre posponen actividades como estudiar para los exámenes, y leer; el 41.7% posterga casi siempre las actividades de escritura. Con respecto correlaciones
a la ansiedad, se evidenciaron
directas entre al temor al fracaso y el auto- concepto;
aversión a la tarea y ansiedad. Furlan (2013) evaluó la efectividad de un programa para disminuir la ansiedad ante los exámenes, la procrastinación académica e incrementar autoeficacia regulatoria (creencias para autorregular su proceso de aprendizaje) en 19 estudiantes universitarios de Argentina. El programa consta de tres módulos, el primero de ellos impulsa la autorregulación del aprendizaje; el segundo módulo incluye psicoeducación a los estudiantes sobre los procesos que se dan antes de presentar un examen o trabajo; el tercer módulo promueve las competencias
para anticipar, mediante
estrategias que faciliten la optimización de los tiempos para resolver un trabajo y/o examen. Como hipótesis plantearon que se daría una disminución en la procrastinación académica, disminución en la ansiedad frente a los exámenes y un incremento en la autoeficacia regulatoria. Se aplicó a los participantes cinco instrumentos: el
ATPS (escala
abreviada
de
Tuckman); GTAI-A adaptado por Heredia, (2008), autoinforme que evalúa los niveles de ansiedad ante los exámenes; la adaptación del SELF-A, un
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autoinforme que evalúa la autoeficacia para la regulación del aprendizaje; Datos socio académicos y clínicos
y finalmente
un cuestionario de
evolución. Los resultados que obtuvo el programa de intervención fue la disminución de la procrastinación
(p<0.5); 12 de los 19 participantes
disminuyeron en el postest, cinco los aumentaron y dos los mantuvieron igual; con respecto
a la ansiedad
se produjeron
disminuciones
estadísticamente significativas (p <0.5). 2.2
LA PROCASTINACIÓN EN LA ACTIVIDAD ACADÉMICA
“En media hora empiezo a estudiar”; “mejor arranco a la tarde, ahí me concentro mejor”; “veo unos capítulos de mi serie favorita y arranco con todo”; “ya fue, empiezo mañana”
La procastinación es uno de los más frecuentes problemas que aqueja a los alumnos de todos los niveles, pero sobre todo a los de nivel inicial universitario. En mis años de ejercicio docente he visto a estudiantes brillantes caer presos de este “mal”. Con el auge de las redes sociales y el
desarrollo tecnológico, esta problemática se ha acrecentado. Pero siempre estuvo presente.
Es muy frecuente observar alumnos que no presentan
dificultades a la hora de acceder a variados y complejos algoritmos de resolución de problemas, pero que sin embargo no rinden correctamente en los exámenes; o por lo menos, no como ellos lo desean. Ni que hablar de alumnos que presentan problemas para comprender un material complejo y que además caen presos de la procastinación. Paradójicamente los alumnos que tienen mayores dificultades para entender una asignatura son los que desarrollan mayores hábitos procrastinadores; procrastinan como si eso ayudara a hacer más sencillo el entendimiento. O mejor dicho, hacen uso de la procastinación como mecanismo adaptativo frente a esas dificultades (ya indagaremos en este punto clave). Cada
vez
es
más
evidente
para
todos
los
educadores
contemporáneos que el intelecto o las capacidades cognoscitivas por sí solas no son suficientes para la concreción de metas académicas. Lo emocional, lo motivacional, el contexto social y familiar… hasta el contexto
ambiental resultan tener potencia condicionante a la hora de encarar los
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estudios. La gama de factores que afectan al desempeño académico es extensa e inconmensurable en muchos casos. Si bien numerosos estudios han intentado desglosar estos factores, pocos han sido los resultados si lo que se busca es aquel secreto mágico y máximo que permita aprender todo y a todo el mundo por igual. Métodos infalibles se han confeccionado con la pretensión de una garantía absoluta. Tal cosa no existe, eso es seguro. Sin embargo, la motivación de la mano de la vocación, suelen ser baluartes incuestionables a la hora de analizar la difícil tarea de aprender.
Tal
introducción de factores ajenos – pero interrelacionados - al intelecto, son relevantes y necesarios para una cabal comprensión de temas relativos a l a educación. La procastinación viene de la mano de la postergación. Procrastinar consiste en postergar sistemáticamente tareas “poco agradables” para recurrir a hábitos más “agradables” o placenteros. La palabra clave para
entender
la
diferencia
entre
procastinación
y
postergación
es
sistemáticamente. El procrastinador posterga todo el tiempo aquellas tareas que no resultan tan placenteras. Siente que necesitaría mucha fuerza de voluntad para vencer estas tendencias a postergar. Tanta f uerza de voluntad que resulta frustrante. De esa manera, continúa postergando al infinito. La procastinación tiene cierta semejanza con la adicción en el sentido de su circularidad o su circuito de retroalimentación. Parecería funcionar - reduciendo al mínimo las implicancias teóricas - del siguiente modo: a)
Frente a una tarea desagradable, el sujeto posterga su concreción para realizar tareas habitualmente más placenteras. La tarea es desagradable en tanto es compleja, en relación con otras actividades habituales.
b)
Frente a esta postergación, a medida que el tiempo avanza, el estudiante va pensando en el posible desenlace negativo frente a un examen inminente (desaprobar dicho examen). Además de otros pensamientos y sentimientos anudados a esta cognición(recuérdese que se está realizando una simplificación teórica)
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c)
Esto,
en lugar
de promover el estudio,
genera frustración,
tornándose más displacentero el acto de estudiar, favoreciendo de esta manera, una nueva y más poderosa d)
postergación. El sentimiento que automáticamente se anuda es el de la culpa. Culpa teñida de infinidad de pensamientos negativos de los más variados estilos y contenidos. Llega un momento, cuando se está cerca del examen, que sólo quedan dos opciones. Ponerse a estudiar todo a último momento o postergar nuevamente y dejar la materia o asignatura en cuestión para otro momento. Ambas salidas, poco recomendables, si atendemos al deseo de culminar una carrera en el menor tiempo posible. La primera generará un precedente por el cual todas las materias tenderán a ser estudiadas a último momento. Para muchos esta opción es viable, frecuentemente utilizada y hasta en algunos casos admirada. La segunda llevará a una extensión en el tiempo de la carrera o curso, con un creciente aumento de la probabilidad de deserción universitaria o cambio de carrera. Como se dijo, el esquema precedente sólo es una mera reducción de
las implicaciones teóricas y prácticas que el concepto de procastinación engloba. Pero no por ser simplificada es menos potente en la explicación del fenómeno. El modelo permite observar como la conducta frente a la tarea de estudiar puede ser por demás compleja y multideterminada. Tal determinación está dada por las más complejas variables intra e interpersonales, sociales e históricas.
Por supuesto que no todos los
estudiantes procrastinan y por supuesto que el nivel de postergación dependerá en mucha medida del resto de las variables mencionadas (emoción, contexto social y ambiental, motivación, vocación, capacidades intelectuales… y un gran etcétera). Cuanto más compleja es una asignatura,
mayor será la tendencia a evaluar el acto de estudiar como displacentero y, por ende, mayor la probabilidad de procastinación, sobre todo si no se han desarrollado poderosos hábitos de estudio que permitan mitigarla. Muchos autores postulan a la postergación desde su vertiente adaptativa; un intento por no encontrarse con las “faltas”, f alencias o las propias dificultades. No se
ahondará mucho más en esta vertiente del problema.
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El procrastinador es vicioso en su conducta; la convierte en hábito, en tanto y en cuanto la postergación produzca sentimientos fuertes de culpa y frustración que lleven a evaluar como aún más desagradable la tarea de estudiar. Surgen varios interrogantes frente a este esquema explicativo. ¿Por qué hay tareas que nos resultan más placenteras que estudiar? La mayoría de las tareas que son utilizadas para procrastinar son hábitos enraizados
en nuestros esquemas de pensamiento y
comportamiento. Ante un determinado estímulo, como por ejemplo recibir un mensaje por el celular, existen una serie de patrones definidos para actuar. Por ejemplo, responder el mensaje e invitar a otros a participar de la conversación; o conectarse a redes sociales para compartir algo con nuestro interlocutor. Cuando nos queremos dar cuenta… estamos viendo videos en
red sobre infinidad de cosas que nada tienen que ver con ese libro que dejamos tirado en nuestro escritorio hace ya una hora. Increíble…hemos
postergado el estudio casi sin darnos cuenta. Esta es la fuerza del hábito. No requiere fuerza de voluntad concretarlo. Lo más peligroso…la propia
procastinación se convierte en hábito. De esta manera, las tareas más placenteras (en tanto poco complejas) son aquellas que responden a nuestros hábitos más enraizados. Sería ideal convertir el estudio en un hábito de semejantes características, ¿no es así? ¿Está mal postergar el estudio? ¿Eso me hace peor persona o un mal estudiante? En absoluto, ningún hábito puede catalogarse como bueno o malo; esto sería establecer una etiqueta a las personas. Algo así, como procrastinadoras y no procrastinadoras; buen y mal estudiante; alumno brillante/alumno problema. Nada más lejos del abordaje profesional de esta problemática. La pro castinación será un problema si esto es “sentido” así por el estudiante. Existen alumnos que viven contentos con sus hábitos postergadores; estudian todo a último momento y rinden con éxito sus exámenes. Hasta incluso se sienten orgullosos por estudiar tan poco y salir airosos. Lo que pierden de vista este grupo de estudiantes es el aprendizaje de calidad que sólo la gradualidad puede propiciar. Pero ese es otro tema
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que excede al presente artículo. La procastinación se convierte en problema cuando interfiere en el rendimiento académico (ni hablar si además interfiere en otras áreas de la vida). En otras palabras, el hábito de postergación será “malo” si el alumno observa que esto está demorando su carrera o su estilo
de vida universitaria, siempre y cuando dicho estudiante pondere estos valores y logros como prioritarios. Dicho esto, también es cierto que cuanto mayor sea el hábito postergador, mayor será la probabilidad de fracaso estudiantil. Pero el caso por caso es sumamente importante, tal cual fue mencionado. Si logro conquistar este hábito y dejar de postergar ¿seré el mejor estudiante de la clase? Aprender es un proceso complejo, con muchísimas aristas y ribetes. Como se mencionó, se trata de la interconexión compleja de diversos factores: lo emocional, lo social y familiar, el contexto ambiental, la inteligencia y otras variables se imbrican para que acontezca algo de lo que se llama aprender. Dominar la postergación no es por sí sólo el secreto para sobresalir en los exámenes, si esto es lo que se busca. Tal secreto no existe. Pero sin duda alguna, tener buenos hábitos de estudio y reducir al mínimo la procastinación, incrementarán las probabilidades de éxito. Y no sólo en la esfera académica. ¿Es posible reducir la procastinación en el estudio? Como todo hábito, la procastinación fue aprendida y cristalizada luego de muchos años de su ejercicio. Por ende, puede des -aprenderse o por lo menos reconfigurarse a su mínima expresión, reemplazándola por hábitos más funcionales de estudio. Mediante el trabajo individualizado, el profesional debe guiar al estudiante para usar parte de la f uerza de voluntad para quebrantar uno de los enlaces de la cadena procrastinadora. Dicho de otra manera, no es aconsejable usar mucho la fuerza de voluntad para lograr ponerse a estudiar. Mediante la guía profesional se debe usar una mínima fracción de la voluntad para vencer la tendencia procrastinadora y así diseñar hábitos de estudio que fluyan libremente, sin estar constantemente “haciendo fuerza para estudiar”. Mediante técnicas sencillas como la “técnica de estudio enfocado”, se puede empezar a diseñar y mantener estos hábitos
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tan anhelados. Otra de las estrategias que puede utilizarse es crear un buen ambiente óptimo de estudio (más allá de que en fases más adelantadas del proceso de aprendizaje, es recomendable alternar lugares de estudio), dejando de lado todas las distracciones que habitualmente llevan a los estudiantes a procrastinar. Es decir, celulares, televisión, música, etc., todo apagado. Usar la fuerza de voluntad para quitar los estímulos que habitualmente nos llevan a postergar es siempre el primer paso. Otro de los consejos que puede brindarse en esta breve reseña es el siguiente “Concentrarse en el proceso, no en el producto”
Es habitual que los alumnos a la hora de estudiar, se sientan bombardeados por pensamientos intrusos relacionados con el día del examen. Es decir, apenas se está comenzando a estudiar y ya se van contando las páginas que quedan por leer, o se está pensando en el fracaso en el momento de rendir. Algo así como agarrar la primera página del libro y ya pensar: “¡me va a ir mal!”. Lo único que esto logra es tornar frustrante el
momento de estudio, favoreciendo de esta manera a su postergación. Estos pensamientos deben simplemente dejarse fluir, no darles importancia; dejarlos pasar sin darles importancia. Es fácil decirlo. Para muchos esta tarea es compleja y, en algunas ocasiones, la intrusión de estos pensamientos está relacionada a determinadas patologías o problemáticas que sólo la labor profesional ayudará a reducir. Pero para muchos otros estudiantes ser consciente de que son simplemente pensamientos que no tienen ningún tipo de fuerza en la realidad, suele ser suficiente para evitar la frustración mencionada y encarar correctos hábitos de estudio. Otro de los aspectos fundamentales para crear buenos hábitos de aprendizaje resulta ser una adecuada planificación del estudio. •
Establecer metas cortas de estudio, con autoevaluaciones constantes y serias;
• •
recompensarse cuando se logra cumplir con estos objetivos; no extender los intervalos de estudio mucho más de una hora y media, antes de un descanso;
•
Comenzar el estudio de aquellos temas o materias más complejas;
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•
planificar actividades diarias de recreación y esparcimiento, con igual carga horaria que el estudio;
•
y dormir adecuadamente Se trata de herramientas enriquecedoras para el desarrollo de hábitos
de estudio completos y coherentes, que llevarán a reducir los impulsos procrastinadores. Un componente esencial para el desarrollo de buenos y nuevos hábitos es la creencia. Si se cree en lo que se está cambiando y se aplica con regularidad y voluntad las herramientas mencionadas, creyendo realmente en su potencia para el cambio, mayor será la probabilidad de éxito en la concreción de los hábitos de estudio. Lo más importante… son herramientas que se pueden practicar en
forma autónoma, antes de recurrir a la ayuda profesional, siempre necesaria cuando ya nada parece dar resultados.
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CONCLUSIONES
La procrastinación pasa a ser un problema meramente académico a un suceso de la vida cotidiana y suele suceder que muchos no conocemos o no somos conscientes de este problema; así como existen reglas explicitas que atentan contra normas jurídicas también las hay implícitas en la medida que no se comprenden y contextualizan los efectos para la propia persona y los demás, Ortiz (2014) manifiesta que estas faltas se pueden categorizar como faltas sociales, las cuales se han cotidianizado a tal punto que comienzan a formar parte de la cultura, inmediatismo, irresponsabilidad o faltas de puntualidad, por nombrar algunas.
El mencionado refrán “los jóvenes son el futuro de la sociedad”, hace
hincapié en una gran responsabilidad para estos pero, ¿Qué pasa con los jóvenes hoy en día?, sin duda alguna una de las faltas en la que incurre los jóvenes actualmente es la procrastinación académica que a su vez afecta al círculo de la vida cotidiana y sus relaciones sociales.
Debido a lo anterior se considera que la postergación de actividades comienza a ser un problema no solo académico sino también social; a muchos de los jóvenes les es complicado cambiar su actitud ante las tareas ocasionando generalmente malestar ante la falta de tiempo, estrés y pensamientos negativos ante sus capacidades.
Para esta investigación se utilizara la siguiente concepción del fenómeno “procrastinación” la cual se define como la evitación o postergación de la
realización de tareas, en su mayoría de veces considerada complicadas, por lo cual para los sujetos es más cómodo aplazarlas y al hacerlo el paso del tiempo conlleva a que se pierda la motivación de hacerla (Jackson, Weiss, Jesse, Lundquist y Hopper, 2010).
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BIBLIOGRAFÍA
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ANEXOS
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