Puertas Cerradas Despertó sintiéndose nerviosa. Ni siquiera hizo falta que el despertador sonara, ella ya llevaba al menos dos minutos con los ojos abiertos. Respiraba inquieta, no sabiendo lo que iba a encontrar, con la incertidumbre y el miedo que siempre se crea al llegar a un lugar nuevo, con muchas ilusiones en el bolsillo y la esperanza de encontrar lo que había ido a buscar. Escuchó sonidos en la habitación de al lado, sonrió tiernamente, se levantó con algo de esfuerzo debido a aquella migraña que se le presentaba de vez en cuando, desde hacía ya algún tiempo. Salió de la habitación para entrar en la otra encontrándose con lo que en esos momentos era el centro de su vida, lo mejor que tenía, lo único que aún le quedaba, su princesita. -
Hola mi vida - dijo acercándose a ella y cogiéndola en brazos - ¿ya no tienes más sueño? – le preguntó dándole un beso en la mejilla.
La niña rió por los cariños de su madre, llevándose el dedo en la boca, bostezando, mirándola con esos ojitos que la enamoraban cada vez que los miraba. -
Bueno, mi amor – salía con ella de la habitación – vamos a por tu desayuno y luego nos arreglamos que sino se nos va a hacer tarde – hablaba con la pequeña que de poco se enteraba.
Se preparó una buena taza de café, pese a que sus nervios le pedían una tila. Le dio de desayunar a su hija que ya más despierta la hacía reír con sus gracias. Una vez terminada la dejó en el parquecito rodeada de un montón de juguetes mientras ella se iba a la ducha. No tardó demasiado, no quería llegar tarde, así que tras salir y vestirse volvió a por la niña para arreglarla antes de salir. -
Venga cariño – le decía viendo como la pequeña no dejaba de jugar – anda Patricia, deja que te vista sino no llegamos…
P: ajajeja – balbuceaba la pequeña intentando quitarse la ropa que su madre le iba poniendo. -
Sí, mi vida – reía- ya sé que quieres jugar, pero ahora tenemos que vestirnos – la miró con dulzura y poniendo seriedad en sus palabras – hoy es un día importante ¿recuerdas?
P: Ia Ante – repitió. -
Sí, muy importante – corroboró – así que vas a ser una niña buena y te vas a portar muy bien ¿verdad?
La niña miró a su madre, llevando su pequeña manita hacia su mejilla y como haciendo una caricia rió como si así quisiera calmar sus nervios, ella sonrió igualmente, desde hacía un par de días Patricia había aprendido a hacer aquel simple gesto y ella estaba loca de alegría por ello.
P: Apa – le dijo. -
Guapa tú, mi amor – sonrió llenándola de besos – y ahora señorita, nos vamos ¿si?
P: ¡Sí! – contestó la niña como si aquella salida fuera una gran fiesta para ella. Dejó a la niña en la guardería, sintiendo que ese momento era uno de los más duros que tendría que empezar a vivir, no se había separado de ella ni un instante desde que la tuviera por primera vez entre sus brazos y hacerlo ahora le causaba una mezcla entre alegría y tristeza. De nuevo en marcha ponía rumbo hacia su nuevo lugar de trabajo, donde tenía puestas tantas y tantas esperanzas. A medida que llegaba de nuevo sus nervios se hacían más patentes, incluso le sudaban las manos. Aparcó el coche y salió de él en dirección a las puertas de aquellas urgencias que albergaban su nueva vida. Miró a un lado y hacia otro, buscando ese pequeño empujón que necesitaba. Tomó aire y entró al fin. -
Buenos días – le dijo a la recepcionista – soy Esther García, la nueva enfermera.
T: Buenos días, hija – contestó con amabilidad aquella mujer – te estábamos esperando, que no sabes el lio que hay aquí, ya nos hacía falta una enfermera más… E: Eso me dijeron, sí – comentó con una leve sonrisa en los labios – me dijeron que preguntara por… Luisa, la jefa de enfermeras. T: Sí, sí – contestó mirando hacia todos lados – lo que pasa es que ahora mismo está en quirófano – le informó – espera un segundo que voy a llamar a alguien para que te acompañe ¿si? E: – contestó a echar un vistazo alrededor, aquello tanClaro, caóticoespero a la misma vez volviendo que tan bien organizado que alesugustó el ambiente sinparecía haber entrado en él del todo. T: Ays mira, ¡Maca! – Escuchó que decía la recepcionista – ven hija, mira, esta es la nueva enfermera, Luisa está en quirófano, ¿podrías acompañarla a gabinete y que espere allí? Escuchaba de fondo la voz de Teresa, pero parecía lejana, ella, simplemente se había quedado mirando a aquella chica que acababa de llegar. Sintiendo un cosquilleo que una vez sintió hacía mucho tiempo y que le había traído lo más bonito de su vida, a tener una hija... reconociendo el temblor de sus piernas al encontrarse con unos ojos que la miraban curiosos… M: Hola, soy Maca – dijo ofreciéndole la mano para saludarla – médico pediatra. E: Ho… hola – logró decir saliendo de su ensimismamiento – soy Esther García, la nueva enfermera.
Después de un rato de visita por todas las urgencias, Maca se paraba frente a una Esther que miraba todo a su alrededor intentando no mirarla a ella pues aquel cosquilleo del principio la había dejado bastante nerviosa. M: Y eso es todo – le dijo – yo creo que ya te lo he enseñado todo, los boxes, las cortinas, los quirófanos… rotonda – enumeraba por si se dejaba algo – bueno, falta la cafetería, así que si quieres tomamos un café. E: Ehh… sí – contestó – bueno, no sé, tampoco quiero entretenerte y supongo que yo debería ir a buscar a Luisa. M: No, tranquila – le sonrió levemente, Esther correspondió a esa sonrisita – Esto está bastante calmado de momento y Luisa seguirá en quirófano, al operación que tenían iba para largo, así que… ¿vamos? E: Claro – ahora fue ella quien sonrió más ampliamente. M: Y dime, ¿Dónde trabajabas antes? – preguntó mientras iban andando. E: Pues… he estado un tiempo sin trabajar y antes de eso estuve en Nueva York – le comentó – le dieron una beca a mi pareja y allí nos fuimos y… - dejó de hablar, Maca la miró a la espera de que continuara. M: ¿Y…? – la invitó a seguir. E: No que… estuvimos allí un tiempo y… bueno luego… luego ya volvimos y nada, aquí estoy – dijo elevando los hombros. M: Supongo que será bastante diferente a lo que hicieras en Nueva York, pero seguro que te adaptas en seguida – le dijo llegando a cafetería – mira, vas a poder conocer a más gente – le hizo un gesto para que mirara hacia una de las mesas – ven. C: Y nada, le hicimos el tac y lo dejaba bastante claro – le decía Claudia a su compañera – así que no le libra nadie de la operación. M: Hola chicas – saludó llegando hasta ellas – mirad, os presento, ella es… E: Esther – habló al ver que no se acordaba de su nombre… M: Eso, Esther, perdona – se disculpó, ella negó mínimamente con la cabeza – es la nueva enfermera. C: Hola, Claudia, encantada – saludó – neuróloga. R: Yo soy Raquel – se presentó la otra chica. E: Encantada – contestó sonriendo. Cl: Sentaos – invitó - ¿Qué te parece esto Esther?
E: Pues lo poco que he visto me gusta – dijo echándole una mirada de reojo a Maca que ni se dio cuenta – y estoy deseando empezar. R: Uy… una guerrera – bromeó Raquel – a ver si dices lo mismo cuando tengamos un día de no parar. E: Bueno… pero tengo ganas – repitió. Cl: Por cierto Maca – dijo Claudia – que luego van a traer a mi sobrino ¿lo puedes mirar tú? M: Sí, claro, pero qué le pasa ¿está mal? – preguntó. Cl: No sé, dice mi hermano que lleva unos días con fiebre y bastante desganado… M: Vale, pues luego lo miro. Cl: Y tú Esther… - volvió a centrar la conversación en ella - ¿Estás casada? ¿Tienes hijos? E: No… no, casada… no, no estoy casada – contestó bajando la mirada – aunque bueno, tengo una niña preciosa que va para dos añitos ya… Cl: Ah ¿si? – sonrió - ¿Cómo se llama? E: Patricia – contestó – se llama Patricia. R: Me encanta ese nombre – intervino. M: Sí a mí también – contestó mientras sacaba el móvil de uno de los bolsillos de la bata – perdonarme – dijo levantándose – dime, cariño… Esther escuchó aquellas últimas palabras y quedó mirando el cuerpo de la pediatra que salía por aquellas puertas… tenía pareja… suspiró, elevó la vista y continuó hablando con las chicas… Salía a recepción mirando su móvil, sonriendo al leer un mensaje que le había llegado hacía unos minutos. Llegó al mostrador encontrándose con Teresa que la miraba curiosa y una Esther que tampoco de jaba de fijar la vista en ella. T: Qué, Maca – dijo la recepcionista - ¿Ya te tiene sonriendo? – preguntó. M: Pues sí, Teresa, porque dice cada tontería… - sonreía mientras firmaba. T: Desde luego hija, ya quisiera yo… - decía poniendo una fingida cara de molestia – que te tienen como una reina.
M: No me quejo, no – terminó de firmar, elevando la vista y encontrándose con la enfermera que ahora tenía la mirada baja como buscando algo en el bolso - ¿Qué tal el primer día? – preguntó. E: ¿Eh? – se sorprendió – ah, bien, bien – sonrió – me gusta esto. M: Me alegro – sonrió - ¿Te vas ya? E: Sí, si, ya he terminado el turno – le comentó – así que… a casa. M: Claro – contestó – bueno, pues que tengáis buena tarde, nos vemos mañana – dijo a modo de despedida. E: Sí, hasta mañana – logró decir cuando ya se marchaba – yo también me voy Teresa, hasta luego – dijo sin darle opción a que contestara, saliendo de allí tan rápido como podía y viendo una moto que ya se alejaba del hospital. Recogió a la niña en la guardería y se dirigió directamente a casa, donde se quedó un buen rato jugando con su hija que parecía no querer parar en sus juegos, hablando con ella como si fuera una adulta sabiendo que no respondería pero sintiendo ganas de contárselo a alguien. E: Y sabes ¿qué? Mami ha conocido a mucha gente hoy – le decía mientras la niña “peinaba” a una muñeca – y todas han sido muy simpáticas – continuó – sobre todo Maca… - dijo llevando la memoria al momento en que la vio… P: ¡Ma! – llamó su atención – eca apa E: Sí, mi amor – sonrió – la muñeca está muy guapa. Con la mente en otra parte, siguió jugando un rato más con su hija hasta que la hora de la cena llegó casi sin que se diera cuenta. Bañó a la niña, le dio de comer y la acostó viendo su pequeña princesita dormía al poco tiempo. melancólica, Quedó mirándola unos minutos,como reconociendo rasgos de ellase en su rostro, sonriendo reviviendo otros tiempos… Salió de la habitación y fue a la suya, donde tras cambiarse se encontró con un ya antiguo marco de fotos donde salían las dos sonrientes y abrazadas. La echaba de menos… demasiado… echaba de menos las risas, las charlas, los besos, las miradas… los silencios, todo… echaba de menos todo lo que tuvo y que ya no tenía… y no lograba encontrar el por qué de todo aquello… no lograba entender qué era lo que había hecho tan mal para que las cosas sucedieran como sucedieron. Una lágrima rodó por su mejilla, pese a que se había prometido a sí misma ser fuerte para afrontar todo lo que vendría, no podía dejar de llorar ante la situación en la que se encontraba, tan enamorada aún… tan sola como estaba… Llegó al hospital con tiempo, aún le quedaban unos minutos para comenzar su turno. Saludó con una sonrisa a Teresa que le devolvió el saludo de igual manera. Se sentía bien, se había levantado sin ese dolor de cabeza que últimamente no la había dejado casi
descansar, había llevado a su hija a la guardería entre juegos y risas, había pasado una noche mejor que la anterior, al menos, esta vez, había dormido algo más, el cansancio acumulado por el trabajo había hecho que pensara menos y durmiera más. En contra de lo que había imaginado el día anterior cuando lloró mirando aquella foto, ese día, comenzaba con nuevas fuerzas, con nuevas metas, aun creyendo que eran difíciles de alcanzar. T: Llegas temprano ¿eh? – le dijo mientras firmaba. E: Sí, salí antes para no encontrarme con todo el tráfico – contestó. T: Claro – dijo mirando hacia la puerta de entrada – ayss, mira, mira – señaló, como si Esther llevara allí años – la parejita… Esther se dio la vuelta con curiosidad de saber quienes eran los nombrados “la pareijta” y al mirar se encontró de bruces con la imagen de Maca abrazada a un chico algo más alto que ella, moreno y de complexión atlética que le decía algo al oído mientras ella sonreía encantada de la vida. Quedó mirando aquella imagen, viendo como se besaban con ternura para despedirse y como la pediatra esperaba a que el chico montara de nuevo en el coche aún bromeando por algo y salía de allí. Tan solo desvió la mirada cuando Maca se dio la vuelta para comenzar a andar hacia dentro. M: ¡Buenos días! – dijo cantarina - ¿Qué tal? T: Pues unas mejor que otras por lo que veo – dijo viendo el rostro más que sonriente de Maca. M: Sí, bueno, he empezado el día de la mejor forma, Teresa – contestó con algo de picardía – buenos días Esther – saludó al ver que la enfermera no había levantado la vista de los papeles que parecía leer. E: Buenos días – contestó algo seca y casi sin mirarla – voy para adentro a ver si me tomo un café antes de empezar – continuó diciendo. M: Claro, nos vemos a lo largo del turno – dijo viendo como se alejaba ya de allí – un poco rarita esta chica ¿no? – le comentó a Teresa quien se encogió de hombros sin saber qué contestar a eso – bueno, yo también me voy para adentro. A lo largo de todo el turno, no volvieron a cruzarse ni un instante, Maca encerrada en su despacho pasaba consulta a los pacientes que tenía para ese día. Esther iba de un lado a otro asistiendo a los médicos que la requerían, parando tan solo una vez para tomarse un café en la soledad de la sala de enfermeras… Poco antes de terminar su jornada laboral, un accidente puso a todos sobre aviso. El Samur llegaba poco después con las prisas rutinarias de las urgencias. S: Mujer, treinta años, traumatismo craneoencefálico con pérdida de conocimiento, rotura de costillas que le está afectando al pulmón, embarazada de cinco meses y medio – dijo ventilando a la chica y arrastrando la camilla.
R: ¿Qué ha pasado? – preguntó Raquel llegando hasta ellos junto con Esther que la seguía. Samur: Un tráfico – contestó – por lo visto un camión se saltó un STOP – comentó – el marido viene detrás… R: Vale, al box 1 – les dijo – Esther quiero analítica, pruebas cruzadas, tac craneal y placa de torax – La enfermera asentía con la cabeza mientras miraba a la chica – olvida las placas, con el embarazo no podemos hacérselas – dijo dándose cuenta de la situación – trae mejor el ecógrafo… Samur: Varón, treinta y dos años – vieron como entraba el otro herido – trauma craneal con pérdida de conocimiento y contusiones leves – continuó, la enfermera miró un segundo la camilla, algo paralizada… R: Esther, ¡vamos! – llamó Raquel sacándola de sus pensamientos. E: sí, perdón… - corrió tras ella. R: Avisar a Maca – pidió a un celador – es posible que tengamos que hacerle una cesárea. E: Pero… pero… aún es pronto – dijo algo nerviosa – el bebé no sobrevivirá… no… no podemos hacerle una cesárea en esas condiciones… R: Tendremos que estudiar el caso – contestó mientras continuaba intentando estabilizar a la paciente – no sabemos ahora si la madre va a vivir… Sin decir una sola palabra más, pero con la esperanza de poder salvar a la chica continuó su labor haciendo todo lo que se le pedía, iba y venía con rapidez y destreza, casi adelantándose a lo que le dirían… pero la chica venía muy mal, poco se pudo hacer por ella. R: Hora de la muerte – miró el reloj – 14:48 ¡Joder! – maldijo con cansancio, miró a la enfermera – Esther, ¿puedes encargarte tú? Voy a hablar con la familia. E: Claro… Algunos minutos después, Esther entraba en la sala de enfermeras cerrando la puerta con rabia, el primer paciente que se le moría desde que había vuelto a trabajar, la primera chica que se quedaba en la mesa de un box sin que ella pudiera hacer nada… ese accidente… ese maldito accidente que truncaba la vida de una pobre chica de tan solo treinta años y la vida de ese bebé que seguramente habían esperado con tanta ilusión… La rabia poco a poco iba dejando paso al llanto, sentía impotencia por no haber podido hacer nada, sentía rabia por no haber podido salvarla… sentada en el sofá se tapaba la cara con las manos agobiada… no estaba preparada para eso… no, definitivamente no lo estaba… volvió a taparse la cara cuando sintió la puerta abrirse y escuchó los pasos de alguien acercándose con cautela…
R: Esther… - dijo Raquel con cuidado de no asustarla - ¿Estás bien? E: No… - contestó sincera – estoy enfadada y decepcionada – dijo con casi algo de rabia – teníamos que haberla salvado. R: No se podía hacer nada – se sentó a su lado – estaba muy mal Esther – intentó animarla – y en caso de que se pudiera hacer algo posiblemente habría acabado en coma no sabemos por cuanto tiempo y tampoco como despertaría en caso de que lo hiciera… E: Mejor eso que muerta ¿no? - continuó obcecada. R: Esther… E: Perdona – dijo mirándola por primera vez desde que había entrado – perdona, tú no tienes la culpa… - vio que Raquel esperaba algo más – es que… hace tiempo viví un caso muy parecido… - le dijo – una chicha embarazada que llegó casi en las mismas condiciones… y se salvó… tanto ella como el bebé se salvaron y creí que podría salvarse ella también. R: Ya… pero Esther, sabes que cada caso es distinto por muy similar que pueda parecer y me alegro de que esa chica que dices se salvara pero eso no significa que todas lo hagan. E: Lo sé, lo sé – se limpió las lágrimas – es… la primera muerte que he tenido… a dos días de mi llegada y… bueno, me ha pillado el día tonto. R: Anda… venga – le hizo un gesto cariñoso – seguro que pronto te sientes mejor, de momento vamos a tomar un café, yo invito. E: Vale… Un poco y solo pocoquemás tranquila, fueuna condeRaquel hasta la cafetería donde se encontraron a unaun Maca sentada sola en las mesas miraba unos expedientes mientras daba cuenta de un café, por instancias de la médico se sentaron con ella. R: ¿Con qué estás? – preguntó M: Con un niño que va a tener que pasar a quirófano – le dijo – si estás libre todo tuyo… - le extendió la carpeta. R: Claro – dijo cogiéndola – lo miro y te digo. M: Vosotras ¿qué tal? – las miró a ambas. R: Bien, bien, tranquilas – dijo hablando antes de que lo hiciera Esther quien parecía en otro mundo – creo que sí que tendremos que operar ¿eh? – dijo terminando de revisar aquel informe. M: Lo sabía – contestó - ¿Te encargas tú o busco a alguien?
R: Me encargo yo, tranquila – miró a Esther - ¿me asistes? E: ¿Eh? Ah, sí, claro – las miró a ambas - ¿Tú no operas? – le preguntó a Maca. M: No, yo no opero – fue toda la respuesta que le dio – ¿hablas tú con los padres? – volvió la vista hacia Raquel. R: Sí, ahora voy – dijo – en cuanto termine este café – dijo enseñándole la taza medio vacía y volviendo a echarle un vistazo al informe. E: En cuanto me digas preparo quirófano – contestó quedándose allí, mirando a Maca que una vez más, volvía a mirar algo en su móvil - ¿Tu… tu novio? – preguntó bajando la cabeza. M: Sí – contestó mirándola con una sonrisa – está un poco tonto últimamente. E: Ya… el mundo está lleno de tontos – dijo haciendo que la pediatra la mirara con sorpresa por aquella respuesta – perdona, voy a prepararlo todo – dijo saliendo de allí y dejando a Maca algo cortada. M: ¿Y a esta qué le pasa? – preguntó mirando a su compañera que se había quedado igual que ella. R: Se nos ha muerto una paciente y le ha afectado, no le hagas caso – dijo intentando quitarle importancia. M: Ya… pues que no lo pague conmigo que no le he hecho nada – contestó – vamos, es que ni siquiera la conozco – se levantó también – voy a ver si hay algún niño, luego me cuentas. R: Sí, luego te cuento – contestó levantándose también, queriendo ir a hablar con los padres de ese niño que Maca le había pasado. El resto del día lo pasó en casa, con su hija, intentando olvidar todo el turno que había tenido, queriendo borrar de su mente imágenes de esa misma mañana, jugando con Patricia para hacer más llevadero el día. Por la mañana, se despertó temprano pese a empezar el turno algo más tarde, llevó a su hija a la guardería como todos los días y entabló una pequeña conversación con una de las madres, era simpática, parecía una buena mujer y aunque en un segundo plano en sus prioridades bastante atractiva… quizás con el tiempo hasta podrían convertirse en amigas… Dio una vuelta por Madrid, ciudad que la había visto crecer y de la que se marchó cuando a ella le concedieron aquella beca, lugar en el que la conoció y la perdió, una ciudad llena de recuerdos, de alegrías y tristezas que ahora parecía haberse tragado a todos aquellas personas que en un pasado habían sido amigos suyos, habían pasado demasiado tiempo en Nueva York, había cometido el error de no cuidar a sus amigos y
ahora no se sentía capaz de reaparecer en sus vidas para contarle sus problemas, no tenía derecho a ello… Paseó mirando todo y nada, recordando algunos lugares que aún permanecían igual que la ultima vez que estuvo con ella, sonrió melancólica, echándola tanto de menos… tanto… Cuando se quiso dar cuenta casi llegaba tarde al hospital, con la rapidez que le otorgaba el tráfico a aquella hora, logró llegar con menos retraso del que inicialmente había creído, saludó con premura, firmó y corrió a la sala de enfermeras a cambiarse. Miró si algún médico la requería y viendo que no era así decidió hacer el pedido de farmacia que Luisa le había pedido minutos antes. En ello estaba cuando entró la pediatra buscando algún analgésico. Se quedó mirándola, sabiendo que el comentario del día anterior había estado fuera de lugar… E: Maca… - llamó su atención viéndola enfrascada en los medicamentos tras un corto y algo seco “hola” por su parte. M: Dime – contestó mirándola un segundo. E: Que… que quería disculparme por el comentario de ayer – dijo bajando la mirada – estuvo fuera de lugar. M: Pues un poco – contestó pero viendo que parecía arrepentida relajó el tono – tranquila, un mal día lo tenemos cualquiera… E: Gracias – sonrió calmándose ante aquella respuesta - ¿Qué buscabas? – preguntó viendo que no encontraba nada. M: Nada, un analgésico para un chaval – contestó, viendo como la enfermera miraba un segundo a su alrededor y tomaba una caja que tenía justo en frente – un león y me come – sonrió. E: Sí – contestó su sonrisa - ¿tienes… tienes algo que hacer? M: Pues… no, bueno, darle esto al chico y luego pensaba ir a cafetería – Esther asintió – ¿te apetece un café? E: ¡Claro! – tan pronto como lo dijo se dio cuenta de que le había dado más efusividad a sus palabras de la que pretendía – es que necesito un café en vena ya – dijo a modo de excusa. M: Pues acompáñame y vamos a por ese café – dijo saliendo ya de farmacia. Como bien habían dicho, tras suministrarle el analgésico a aquel paciente llegaron a cafetería, la enfermera se ofreció a llevar los cafés, cuando los sirvió se acercó hasta la mesa donde Maca ya se había sentado. E: Café con leche y con dos de azúcar – dijo dejando el café delante de ella.
M: Gracias, pero… lo tomo solo y sin azúcar – contestó. E: Ah… perdona… - dijo sintiéndose estúpida – es que como yo lo tomo así… no sé, siempre creo que la gente lo toma igual y… lo siento, te traigo otro – dijo levantándose. M: Tranquila – la paró – tampoco pasa nada porque un día me lo tome así – dijo viendo el rostro algo cortado de Esther y antes de que la enfermera pudiera decir nada, ya estaba dándole el primer sorbo – pues está bastante bueno, sí – dijo saboreándolo – mejor que el café solo en realidad. E: Me alegra que te guste – dijo con una sonrisa que Maca no llegó a ver puesto que su móvil comenzó a sonar, la enfermera quedó mirándola “el tonto de su novio” pensó ¿tu chico? – preguntó sin poder reprimirse, Maca la miró con una ceja alzada y luego miró de nuevo su móvil. M: Pues no, no es Fede – contestó – es mi madre… - dejó que el móvil siguiera sonando – no tengo ganas de hablar con ella… - dijo mientras suspiraba con cansancio. E: ¿Te llevas mal con ella? – preguntó al ver su gesto de desagrado. M: No, no que va, para nada – contestó – no llevamos genial… solo que últimamente está un poco pesadita – siguió diciendo – desde hace unos días no para de llamarme – explicó – me tiene harta… y sé lo que me va a decir, seguramente estará histérica con la boda… Escuchar esa palabra la dejó paralizada, boda, boda, boda… así que la pediatra se iba a casar y ella que no había podido dejar de pensar en ella… E: Te… te casas – afirmó llamando la atención de Maca. M: Sí – contestó ilusionada y sin darle importancia al tono de la enfermera – bueno, aún no, queda de mucho tiempo, pero me lo pidió el otro día y claro, mi madre al enterarse se ha puesto los nervios. E: Claro… imagino que debe estar contenta – dijo manteniendo la compostura. M: Imagínate – continuó – está en una nube – sonreía E: Supongo que tú también estarás contenta… M: Estoy que no me lo creo la verdad – le dijo – sinceramente no pensé que me lo pediría, ha sido toda una sorpresa E: Ya… y, ¿Cuánto tiempo lleváis juntos? – quiso saber. M: Un año y dos meses – contestó. E: Pues, felicidades – dijo sacando una sonrisa para nada natural.
M: ¡Gracias! – contestó más feliz que una perdiz – bueno y ¿tú qué? E: ¿Yo? ¿Yo qué de qué? – dijo sin saber por donde iba. M: Pues eso, que tú ya sabes como está mi corazoncito – bromeó tocándose el pecho – así que me toca saber como anda el tuyo… E: ah bueno… no, no – dijo una vez más, bajando la cabeza – no estoy con nadie… M: Pero… ¿no dijiste algo de una beca con tu pareja en no sé donde? – intentó recordar aquella conversación, haciéndole ver a Esther con esa pregunta, que no le había prestado demasiada atención. E: Sí… bueno estuve mucho tiempo con… con una chica – dijo pendiente a su reacción, Maca la miró sorprendida. M: Una chica… vaya… - fue todo lo que dijo. E: ¿Te molesta? – preguntó algo asustada. M: No, no, para nada – contestó – es tu vida… puedes hacer lo que quieras con ella – dijo con un tono neutral que Esther, por sus nervios o por lo que fuera, confundió con otro tono totalmente diferente. E: Ya – dijo viendo como su rostro había cambiado totalmente – pues para no molestarte disimulas bastante mal – continuó enfadándose, con Maca por aquella reacción, con ella misma por… por tantas cosas… - solo hay que ver la cara que has puesto. M: Esther, que no – intentó pararla – que me da igual de verdad. E: Ya – se levantó – mejor me voy, creo que tengo una operación con Claudia – dijo saliendo de allí. M: ¿Y ahora qué he dicho? – se preguntó, parada en su silla asombrada de nuevo por esa reacción, desde luego, las veces que había hablado con aquella mujer era siempre una incertidumbre, nunca sabía como acabaría… Días más tarde, escondiendo lágrimas en la soledad de su casa, riendo con sinceridad por las gracias de su hija, Esther iba de un lado a otro por el hospital atendiendo y asistiendo a todo aquel que le requería, muchos ya la consideraban una de las mejores, pidiendo casi expresamente que fuera ella quien entrara en quirófano cuando era necesario, en poco tiempo se estaba ganando el respeto y la confianza de gran parte del personal médico de urgencias del Central. Acababa de atender a un paciente que agradecido por su preocupación le había regalado dos entradas para uno de los musicales de moda al que él, por estar ingresado ya no podría ir.
E: Raquel – dijo al verla andando, poniéndose a su altura y acompañándola en su camino - ¿Tienes algo que hacer esta noche? – preguntó. R: Tengo turno doble – le contestó, entrando en cafetería donde Maca leía el periódico ¿Por? E: Por nada – contestó algo desilusionada, Claudia también le había dicho que era imposible – no importa. R: Pero dime, mujer, que ya me has dejado con la duda – pidió acercándose a la mesa de la pediatra - ¿Tú nunca trabajas? – le dijo socarrona sentándose. M: NO vienen niños – contestó – así que nada, aquí estoy – miró a la enfermera que casi ni la miraba – hola, Esther – contestó, sabiendo que desde aquel comentario sobre su condición sexual estaba algo tirante con ella, cosa que no entendía pues tampoco había sido para tanto. E: Hola – dijo escasamente - ¿No puedes cambiar la guardia? – volvió a preguntarle a Raquel. R: Que va, lo siento – continuó – pero es un favor que le voy a hacer a Gimeno, me lo pidió hace ya una semana… E: Pues vaya mierda – dijo sentándose algo abatida. R: Pero explícame porqué tanto interés – pidió con una media sonrisa. E: Nada, un paciente que me ha regalado dos entradas para un musical esta noche – explicó – y me apetece ir, pero no conozco a nadie en Madrid… y no quiero ir sola… R: Pues no sé, habla con Claudia o… - miró a la pediatra que continuaba leyendo el periódico aunque estaba pendiente de la conversación - ¿Maca? E: Claudia no puede – dijo soltando las entradas sobre la mesa – mira, ahí las dejo, hacer lo que queráis con ellas… yo ya no tengo ganas… - se levantó y se fue de allí. R: ¿Por qué te ignora? – preguntó a la pediatra. M: No tengo ni idea – dijo mirando hacia la puerta – ahora vuelvo – soltó cogiendo las entradas y caminando tras la enfermera - ¡Esther! – la llamó, ella se dio la vuelta – que… que si quieres yo puedo ir contigo. E: ¿Tú? – se quedó extrañada a la vez que muy ilusionada. M: Sí, yo – continuó – me gustan mucho los musicales y – miró las entradas – quería ir a este hace tiempo… así que… E: ¿Y no te importa ir con una lesbiana? – soltó arrepintiéndose al instante de haber dicho eso.
M: Esther… de verdad, me importa muy poco si te acuestas con un hombre o una mujer – le dijo, la enfermera la miró con un gesto extraño que no supo definir – el otro día me entendiste mal, en serio… E: Vale – dijo admitiendo que ella también había sacado las cosas de quicio – pero no sé… tal vez tu novio se enfade o… M: Por Fede no te preocupes – continuó, la miró y sonrió, Esther quedó parada ante esa sonrisa – ¿vamos juntas o no? E: Vamos… claro que vamos – sonrió ella abiertamente. M: Vale, pues antes de que acabe el turno hablamos para quedar ¿si? E: ¡Genial! – dijo ahora si, totalmente alegre – voy a llamar a una canguro – decía algo acelerada – luego hablamos – terminó de decir saliendo de allí más contenta de lo que había estado en mucho tiempo. Eran las nueve en punto de la noche cuando aparcaba la moto y miraba a su alrededor buscando a la enfermera, encontrándola a unos metros de ella, andando de un lado para otro frente a las puertas del teatro y hablando por teléfono. Se acercó a ella pudiendo escuchar las ultimas frases de aquella conversación. E: ¿Entonces ha cenado bien? – preguntaba – vale… y ¿te ha dado mucha guerra? – callaba escuchando lo que decían al otro lado – bien, bien, pues gracias… venga, hasta luego – colgó y quedó mirando el aparato, parecía nerviosa… M: Hola – saludó haciendo que se diera la vuelta con rapidez. E: ¡Hola! – contestó al saludo, acercándose torpemente para darle dos besos de bienvenida, casi chocando sus rostros por los nervios, por la poca coordinación… perdona – dijo algo avergonzada. M: Nada, tranquila – sonrió - ¿llevas mucho tiempo esperando? E: No, no – dijo con premura – casi acabo de llegar. M: Bien… ¿entramos? – preguntó viendo que no se movía de su lugar – se nos va a hacer tarde… E: Sí, claro, vamos – dijo haciéndole un gesto para que comenzara a andar y quedando un tanto rezagada admirando lo guapa que se había puesto. Entraron acompañadas por un acomodador que las llevó hasta su asiento, ya se podía ver a varias personas sentadas en sus butacas y otras que iban llegando al igual que ellas. Agradecieron al chico la amabilidad con la que las había guiado y se sentaron quitándose las chaquetas, Maca se volvió hacia Esther al escuchar como reía divertida. M: ¿De qué te ríes? – preguntó sintiendo como se le contagiaba la risa.
E: Nada, nada – la miró – es que… es un poco raro esto… M: ¿Raro? – no entendió a lo que se refería. E: Sí bueno… esto, estar aquí las dos – explicó – no sé… M: ¿Pero raro de malo o raro de bueno? – quiso saber intentando entender lo que quería decir. E: Raro de bueno, claro – dijo mirándola de la misma manera que alguna vez la había mirado y que Maca no era capaz de identificar – quiero decir… eres la ultima persona con la que me imaginaría venir a un musical… M: ¿Y eso porque? – siguió preguntando con curiosidad. E: No sé – contestó de nuevo elevando los hombros – por... por todo supongo… no sé – repitió – como desde que llegué al hospital hemos tenido, una de cal y otra de arena, por así decirlo… - su tono jovial pasó a algo un tanto ¿decepcionado? – tampoco es que seamos amigas, ni nos conocemos ni… M: Ya, bueno pero, todo eso puede arreglarse… E: Sí, supongo – miró al frente y luego volvió a mirar a la pediatra – de todos modos tampoco me imaginaba que te gustaran los musicales – dijo volviendo a un tono más alegre – no tienes cara de que te gusten… M: ¿Y qué cara se supone que tienen los que le gustan los musicales? – siguió preguntando. E: La verdad es que no tengo ni idea… pero tú, no sé, no tienes cara de musical… tienes más cara de teatro clásico, ópera o… M: jaja – un rió musical – pues que sepas que teatro clásico la óperamirándola, también meviéndola gustan, pero prefiero moderno – el contestó, Esthery quedó reír, admirando aquella risa, aquellos ojos que se achinaban cuando reía, Maca se sintió algo incómoda ante aquella mirada que parecía querer traspasarla, por suerte para ambas, las luces se apagaron – ya empieza – dijo irguiéndose en su asiento para mirar el escenario. Durante toda la función se concentraron en el escenario, sobre todo Esther, intentando no mirar a su lado, había sentido la incomodidad de la pediatra en aquella mirada y no quería volver a sentirla, así que haciendo un gran esfuerzo evitó mirarla y se concentró en las canciones de “mecano” que se iban sucediendo… Dos horas después salían del teatro comentando lo mucho que les había gustado, compartiendo impresiones y recordando alguna que otra canción. Nada más salir la enfermera echó mano a su móvil encontrando que no tenía ninguna llamada, lo que le hizo estar más tranquila sabiendo que la niña no había dado problemas… E: ¿Te… te apetece comer algo? – preguntó en un momento en el que ambas se habían quedado calladas.
M: La verdad es que me muero de hambre – dijo haciéndola sonreír – por aquí cerca hay un restaurante pequeñito que está muy bien, si te apetece vamos… E: Pues no se hable más – afirmó siguiéndola hasta donde ella decía. De ese modo llegaron a aquel restaurante donde se sentaron en una de las mesas mirando la carta para ver qué pedían, tras ser atendidas por el camarero comenzaron a hablar de cosas superficiales, centrándose sobre en aquel musical que acababan de ver, tampoco sabían de qué más hablar en ese momento… E: Pues yo siempre tenía que arrastras a mi pareja a ver un musical – le comentaba – decía que no le gustaban nada – recordaba con melancolía – pero al final siempre venía conmigo y los disfrutaba, no tanto como yo, pero sí que lo hacía, pero siempre lo negaba – decía recordando aquellos tiempos, ante la mirada de Maca – creo que lo hacía por llevarme la contraria – sonreía – le gustaba eso de picarme… M: ¿Llevabais mucho tiempo juntas? – quiso saber, haciendo que Esther la mirara de nuevo. E: Algo más de cinco años… – contestó M: Guau – soltó – una relación muy duradera… E: Sí… - fue lo único que dijo. M: ¿Y por qué lo dejasteis? – preguntó y ahora Esther volvió a bajar la mirada en un claro síntoma de tristeza, “no debería haber preguntado” se dijo. E: Si no te importa… preferiría no hablar de ello – dijo no queriendo mirarla, sabiendo que sus ojos se habrían cristalizado por las lágrimas que no quería dejar salir – perdona – se levantó – voy a llamar a la canguro… a ver como sigue Patricia. M: Claro – contestó siguiéndola con la mirada y sintiendo que había metido la pata… no sabía qué le habría pasado a la enfermera con aquella mujer, lo que sí parecía bastante claro, al menos por su actitud y por su forma de hablar, era que Esther aún seguía muy enamorada de esa chica y que le dolía recordar según qué cosas… La noche terminó con la despedida de ambas en el mismo punto de encuentro, frente a aquel teatro se despidieron con dos besos y la sensación de haber pasado una noche muy divertida, pese a aquel momento en el restaurante donde parecía que Esther se había sentido realmente incómoda con las preguntas de la pediatra, aún así, cuando volvió de realizar aquella llamada cambiaron radicalmente el tema de conversación centrándolo sobre todo en el hospital y sus cotilleos… Aquella salida, de alguna manera, había marcado un pequeño “antes y después” pues a partir de ese momento su “relación” se había ido estrechando, si bien es cierto que había momentos en los que Esther actuaba de una forma un tanto “rara” como lo definía Maca y que siempre ocurría cuando se nombraba a Fede, la boda o la relación de pareja que mantenía con Maca… y aunque una parte de ella lo intuía, la pediatra prefería mirar
para otro lado y no prestar atención a esas “salidas de tiesto” de Esther que siempre acababa disculpándose o sintiéndose estúpida por sus reacciones… Ese día, era uno de esos en los que se habían tirado todo el turno de paciente en paciente y casi sin parar ni cinco minutos, así que a la hora de la salida estaban más cansadas que cualquier otro día, ya en la entrada ambas firmaban el parte al haber coincidido a la salida de vestuarios… M: Qué ganas tengo de llegar a casa y darme un buen baño – decía mientras firmaba. E: Suerte que tienes – sonrió – yo ahora llego y tengo a un pequeño terremoto queriendo jugar. M: Bueno, es lo que tienen los niños a esa edad – le dijo comenzando a andar hacia la salida – que no entienden de horarios, ni de cansancios ni nada de nada. E: Sí, eso está claro – contestó – y más la mía que ha debido salir a su madre… Maca la miró con aquel comentario, sentía verdadera y hasta casi obsesiva curiosidad pro aquella mujer enigmática que aún estaba dentro del corazón de Esther y de la que la enfermera se negaba a hablar, lo había intentado varias veces y siempre acababa o cortando la conversación de forma brusca o llevándola por los cerros de Úbeda hasta cualquier otro lugar, pero sin embargo, casi siempre, sin saber como, salía el tema, pues Esther no podía evitar hablar de ella, con comentarios tontos como aquel, o en contadas ocasiones contando anécdotas de aquella relación. M: Así que tu ex era un terremoto – dijo con intención de ahondar un poco en el tema, solo un poco, pues sabía que Esther solo hablaba de ella cuando ocurrían esos deslices en los que ella misma sacaba el tema sin darse cuenta. E: Un culo inquieto – rió. M: Oye y… - se atrevió a preguntar viéndola algo más receptiva que en otras ocasiones - ¿Cuánto hace que…? F: Maca, cariño – escucharon que Fede llegaba, Esther se tensó, Maca se incomodó al ver cortada esa conversación. M: Hola cariño – dijo saludándolo y sacando una sonrisa - ¿qué haces aquí? – quiso saber. F: Venir a recoger a mi chica para invitarla a comer – dijo abrazándola mientras la besaba - ¿te apetece? M: Claro que me apetece – contestó y a Esther le pareció realmente contenta por aquella sorpresa – mira, te presento – dijo mirando a su compañera – ella es Esther – la señaló – y el es Fede… - sonrió abrazándolo por la cintura.
F: Así que tú eres la famosa Esther – soltó haciendo que la enfermera se sorprendiera por aquel término referido a su persona ¿Maca le había hablado de ella? – Maca me ha hablado de ti – le contestó a sus pensamientos – encantado. E: Igualmente – dijo algo seca pero intentando disimular su malestar – y ella también me ha hablado de ti. F: Espero que cosas buenas – sonrió – o que al menos no me haya puesto muy verde… dijo bromeando. M: Mira que eres tonto – le dio un palo cariñoso. E: Bueno… será mejor que me vaya – comentó queriendo salir de allí cuanto antes. F: Ey, si quieres puedes venirte a comer con nosotros – la invitó – que ya tenía yo ganas de conocerte… E: No, no puedo, lo siento – contestó – tengo que ir a recoger a mi hija de la guardería y… - se cortó al ver que estaba dando demasiadas explicaciones ¿qué le importaba a él donde lo que tenía que hacer? F: Otro día entonces – sugirió. E: Claro, otro día – contestó sin muchos ánimos – hasta luego – se despidió de lejos, en contra de lo que ocurría normalmente, esa vez no le dio dos besos a Maca en forma de despedida. M: Hasta luego – dijo viendo como se marchaba, mirándola andar con la cabeza baja… eso era otra de las cosas que la tenían descolocada de Esther… parecía muy enamorada de su ex, sin embargo, tenía la sensación de que sentía celos cada vez que se nombraba a Fede… “¿Será que le gusto un poco?” “menuda tontería, Maca” se dijo a sí misma. F: ¿Nos – interrumpió sus pensamientos, logrando que éstos quedaran relevados a un totalvamos? segundo plano. M: Claro, vamos – dijo cogiendo su mano para comenzar a andar hacia el vehículo de su chico. Había decidido llevar a la niña a dar un paseo por el parque, aprovechando que hacía buen tiempo y que aún era temprano. Empujaba el carrito escuchando las “palabras” de su hija que encantada de la vida miraba y comentaba, a su manera, todo lo que pasaba frente a ellas. Viendo que se ponía más nerviosa cuanto más andaban por la intención que tenía de bajarse del cochecito, decidió parar en uno de los bancos, la cogió en brazos y haciendo caso a sus suplicas la dejó en el suelo tomando su mano para comenzar a andar con ella. Sonreía viéndola caminar a su lado, con algo de melancolía, sonreía viendo como la llevaba hacia un perro que se cruzaba con ellas, queriendo tocarlo y quedándose parada frente a él al darse cuenta de lo grande que era…
E: No pasa nada, cariño – le dijo – si no hace nada, ¿verdad? – le preguntó al dueño del perro que sonreía al ver la carita de la pequeña. -
No, no hace nada, es muy manso – sonrió, poniéndose a la altura de Patricia – ¿quieres acariciarlo? – le preguntó, la pequeña se escondió en las piernas de su madre.
E: ¡pero bueno! – sonrió – y este ataque repentino de vergüenza ¿eh? – le dijo a su hija. -
Qué linda – dijo el chico – a ver si conseguimos que a esta pequeñita se le quite la vergüenza – sonrió a Esther – Dino ven – le dijo al perro – siéntate – ordenó y el can acató lo dicho sin esperar – muy bien, buen perro – acarició su lomo haciendo que el perro se tumbara en el suelo, Patricia miró con curiosidad y una sonrisa iluminó su rostro - ¿Quieres tocarlo? – le dijo a la niña
E: A ver mi amor – la cogió - ¿quieres acariciarlo? – se agachó con ella para que no le diera miedo – así mira – acarició ella al perro, Patricia alargó su manita – así, muy bien – dijo al ver que lo tocaba y ponía gesto de sorpresa por la suavidad que sintió - ¿te gusta? – le preguntó, la niña no dejaba de acariciar al perro ya con más confianza. -
¿Esther? – escuchó que preguntaban a su espalda, giró su cabeza y se encontró con un rostro conocido que hacía demasiado tiempo que no veía - ¿Eres tú?
E: Hola Sonia – dijo ya levantándose – Gracias – le dijo al chico que ya se marchaba, Patricia lo seguía con la mirada viendo como aquel perrito se alejaba de ella. S: Dios Esther – habló de nuevo con sorpresa - ¿¡Cuánto tiempo sin verte!? ¿Cómo estás? ¿Cómo estáis? E: Bien… bien estoy… estoy bien – contestó algo cortada aún - ¿Tú qué tal? S: Yo ahora mismo estoy que no me lo creo – seguía diciendo - ¿Cuánto hace que no nos vemos? Os perdí la pista… E: Desde… desde que nos fuimos a NY creo – dijo haciendo memoria – sí, más o menos desde entonces… S: Puff… de eso hace ya unos… ¿tres años? – preguntó haciendo memoria. E: Cuatro – corrigió – cuatro años - le dijo. S: Puff… sí que es tiempo – miró a la niña - ¿es tuya? E: Sí – sonrió orgullosa – Patricia. S: Así que al final os decidisteis – continuaba diciendo entre alucinada por volver a verla y contentísima al mismo tiempo por lo mismo – me alegro muchísimo... es preciosa – dijo haciéndole una carantoña a la niña - no sabía que habíais vuelto. E: Sí… sí… - dijo bajando la cabeza.
S: Bueno y ¿la loca de tu novia donde está? – preguntó mirando alrededor por si la veía. E: Eh… bueno ella… no… no… - sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas, volver a encontrarse con Sonia, una de esas amigas que con la distancia había perdido, con la que habían compartido muchas cosas… - verás es que… S: Esther - dijo viendo el cambio en su gesto, en su voz, en su cuerpo entero - ¿va todo bien? – preguntó. E: … S: Esther – llamó su atención - ¿qué ha pasado? – preguntó preocupada, sin importarle que hiciera tiempo que no sabía de ellas, sin importarle que no supiera que habían vuelto, sin importarle que dejaran de llamarse, de verse, sin importar que tal vez ya no fueran las amigas que fueron porque al verla de ese modo nada importaba, estaba mal, se la veía mal y era su amiga… al menos en un tiempo fue su amiga… una de las mejores… E: Nada, nada – dijo intentando mantener la compostura – no te preocupes, no quiero aburrirte con mis cosas y tú tendrás cosas que hacer – continuó quitándole hierro al asunto – ya nos veremos… - intentó comenzar a andar. S: Esther – la paró – no pienso dejar que te vayas así… E: ¿Tienes tiempo para un café? – preguntó, si en ese tiempo Sonia no había cambiado demasiado, entonces era consciente de que no la dejaría marchar así como así… S: Claro, vamos – dijo haciéndole un gesto para comenzar a caminar… Mientras tanto en el piso de Fede, Maca se encontraba tumbada en el sofá, sintiendo los besos de su chico que ya bajaba por su cuello, sonriendo por alguna que otra cosquilla… viendo como poco a poco iba tomando más profundidad en sus caricias… M: Fede… anda que estoy cansada – dijo haciendo que parara, el chico paró aunque se quedó sobre ella abrazándola con ternura. F: He pensado que podríamos bajar el fin de semana a Jerez a ver a tu madre – le comentó – así la calmas que está bastante nerviosa últimamente. M: Sí, estaría bien – contestó – pero tengo que mirar las guardias y ver si estoy libre. F: Vale, pues me dices algo en esta semana y lo organizamos – la besó rápidamente – por cierto, que parece simpática esa chica – Maca enarcó una ceja al no saber a quién se refería – Esther – aclaró – me pareció simpática – comentó – un poco seria, pero simpática. M: ¿Y a qué viene ahora hablarme de Esther? – preguntó sin entender por qué de pronto se había puesto tan nerviosa.
F: A nada… simplemente que la he conocido hoy y me ha parecido simpática – dijo algo parado por aquella respuesta. M: Perdona – contestó no sabiendo lo que le había pasado pero sintiéndose tremendamente incómoda de repente – es que estoy cansada – le dio un toque para que se levantara – creo que me voy a ir a casa. F: ¿A casa? ¿Por qué? – preguntó. M: Porque estoy cansada y quiero acostarme temprano hoy – le dijo como excusa, pero lo cierto era que en un segundo le habían entrado unas ganas locas por salir de allí. F: ¿Y por qué no te quedas? – volvió a preguntar – te prometo que te dejaré descansar… pero quédate anda… - dijo meloso, tomándola por las caderas – es más… Maca quédate para siempre… es una tontería que vivamos en casas separadas si vamos a casarnos… buscó sus ojos – anda, cariño… vivamos juntos… - pidió cuando al fin encontró la mirada huidiza de Maca. En una cafetería del centro, Esther entre lágrimas silenciosas terminaba de contarle lo que había pasado a una Sonia que con cada palabra se sorprendía más y más… S: Joder… - suspiró – no sabía nada, Esther… es que ninguno sabíamos nada… de hecho creíamos que aún seguíais en Nueva York… E: Ya… ya lo sé… - contestó. S: Es que no me lo puedo creer – seguía diciendo totalmente alucinada. E: Yo tampoco podía – comentó con una enorme tristeza – pero ya ves… S: Tendrías que haberme llamado – dijo sin que sonara a reproche. E: que… no qué decirte… tútanto misma dicho, llevábamos tiempo sin Es hablar… no sabía sé… desconectamos de lo la has gente de aquí que no mucho me sentía con derecho a volver a llamar y… y agobiarte con mis problemas… S: No me agobias ¿vale? – dijo tomándole la cara para que la mirara – y a partir de ahora quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que sea – afirmó con total sinceridad – como antes ¿vale? – Esther no decía nada – Estoy aquí… no estás sola… E: Gracias – dijo en un susurro lleno de dolor, necesitaba escuchar eso… necesitaba saber que no estaba sola, al menos eso le daba un poco más de fuerzas… Estaba tumbada en el sofá de gabinete, no había dormido casi nada aquella noche y el cansancio acumulado hacía notar sus efectos… no dejaba de pensar en las palabras de Fede… en aquella propuesta que le había hecho la noche anterior. En cierta parte tenía razón, era una tontería seguir viviendo en casas separadas cuando tenían tan claro que iban a casarse, pero por otra, no sabía qué era, le echaba para atrás…
E: Hola – saludó con algo de timidez al encontrarla en el sofá, tumbada y con las manos tapándole el rostro - ¿Estás bien? M: Hola – contestó al saludo sentándose – sí, estoy bien, solo algo cansada… no he dormido mucho esta noche… E: Ah – no supo qué contestar - ¿Te preocupa algo? – preguntó M: ¿Cómo lo sabes? – le devolvió la pregunta. E: Fácil… la gente cuando no puede dormir es por que le preocupa algo, porque está demasiado nervioso por algo, porque siente una emoción enorme que no la deja conciliar el sueño o porque no le dejan dormir – le dijo – y tú, de todas esas opciones tienes cara de preocupación… M: Sí, bueno… tonterías mías – comentó. E: Ah, vale, perdona – dijo pensando que tal vez Maca no quería compartir con ella sus cosas – no tienes porqué contarme nada… lo siento si he parecido cotilla o algo… M: No, no es eso – la cortó – perdona tu… es que… bueno Fede me ha pedido que vivamos juntos – le dijo al fin. E: Ya – una vez más, como casi siempre, Esther bajó la cabeza encajando aquel golpe – su… supongo que es normal… os vais a casar y eso… M: Eso es justo lo que dice él – comentó – pero no sé… E: ¿Tú no quieres irte a vivir con él? – preguntó y sin poder evitarlo un tono esperanzador se le escapó, suerte que Maca estaba demasiado metida en sus pensamientos como para darse cuenta. M: No esjuntos… eso… - volvió a decir a ver… a casarnos y obviamente viviendo ¿Pero tiene que– ser ahora?vamos – preguntó de manera retórica –acabaremos no sé, yo, no sé si estoy preparada para vivir con alguien – le dijo – necesito mi espacio… mi orden… tengo mis manías y no sé si él las aguantará… no sé, podríamos esperar a casarnos para irnos a vivir juntos ¿no? – la miró esperando no sabía qué tipo de respuesta. E: ¿Lo has hablado con él? – preguntó evitando contestar a la pregunta anterior. M: No… estoy echa un lio la verdad – sonrió – y no quiero que él se sienta rechazado o algo así… E: Pues no sé, Maca… no sé que decirte… M: ¿Tú qué harías en mi lugar? – quiso saber y la miró de tal forma que Esther supo que no podía evitar la pregunta.
E: Bueno… yo ya pasé por eso de “irnos a vivir juntas” – sonrió melancólica – y… en fin, yo ni me lo pensé… ella me lo pidió y enseguida le dije que sí… - siguió diciendo – no hizo falta pensarlo ni nada… tenía muy claro que quería pasar el resto de mi vida con ella… - tras decir esto de nuevo la tristeza volvió a su mirada por aquellos recuerdos y la situación actual tan diferente… M: ¿Entonces piensas que porque yo me lo estoy pensando es que no lo tengo claro? – preguntó sin saber porqué de pronto se ponía de tan mal humor - ¿Me estás diciendo que no lo quiero lo suficiente? ¿Es eso? Porque voy a casarme con él… E: Yo no he dicho eso – se defendió – solo digo lo que hice yo… pero bueno, eres tú la que debe saber si lo tienes claro o no – dijo con la misma dureza que había usado Maca – eres tú la que debe sentir si lo quiere o no lo suficiente… M: Lo quiero – dijo con vehemencia – claro que lo quiero… E: Entonces supongo que ya tienes tu respuesta – contestó levantándose para salir de allí… M: Genial – susurró sintiéndose realmente mal por como la había hablado, pero no sabía qué le pasaba, escucharla hablar de su ex, últimamente hacía que todos sus nervios se pusieran alerta… “¿Es que nunca iba a olvidarla?” Se preguntó y tan pronto lo hizo borró aquel pensamiento de su mente, bastante tenía ya con pensar en lo que iba a hacer con respecto a Fede como para ahora comerse la cabeza por aquello… Terminado el turno, Maca salía de urgencias poniéndose la chaqueta, con leve dolor de cabeza que sabía, aumentaría con el paso de las horas, así que lo que más le apetecía era llegar a casa, tomarse una pastilla y tumbarse en la cama esperando que se le pasara… se había pasado gran parte de su jornada laboral dándole vueltas a un montón de cosas sin encontrar nada que le diera un poco de luz al caos que en esos momentos sentía dentro de su mente… M: Teresa, me voy – dijo a modo de advertencia que le hizo dieracaso el parte salida, mientras miraba si tenía mensajes en el móvil,esperando la recepcionista omisodea su petición, así que levantando la vista pudo ver como Teresa miraba por encima de su hombro hacia la puerta de entrada - ¿Qué miras? – preguntó dándose ella también la vuelta. Al hacerlo, pudo ver a Esther, con una enorme sonrisa, abrazada a una chica que la esperaba con el coche en marcha, pudo distinguir como le daba un beso en la mejilla y cruzaban un par de palabras antes de meterse en el coche y salir de allí… ¿Y esa quien era? ¿No decía Esther que no conocía a nadie en Madrid? ¿Sería su famosísima ex? ¿Qué hacía con ella? T: Maca… ¡Maca! – llamó su atención viendo que parecía estar en otro lugar. M: ¿Qué? – preguntó volviendo a la Tierra. T: Que tienes que firmar hija – dijo sacando el parte.
M: Ya lo sé – contestó – si te lo he pedido antes pero estabas tú muy entretenida cotilleando a Esther y la chica esa… T: Perdona ¿eh? – dijo algo ofendida – ya lo tienes ahí… M: Gracias – decía mientras firmaba. T: ¿Y quién será? – preguntó apoyando el brazo en el mostrador. M: ¿Quién? – dijo fuera de juego. T: Pues la chica esa que ha venido a recoger a Esther – contestó como si fuera obvio. M: ¡Y yo que sé, Teresa! – protestó dejando le parte – hasta mañana – terminó de decir saliendo de allí todo lo rápido que pudo. T: Adiós… vaya humos – murmuró viendo como se marchaba… Días después, en la cafetería Esther reía sin poder parar por algo que le estaba contando Raquel, desde la entrada, Maca la miraba sin saber si acercarse o no y es que desde hacía un par de días intentaba evitar tener demasiado contacto con ella pues eso le acarreaba una serie de momentos en tensión… R: ¡Maca! – la llamó al verla allí – ven siéntate con nosotras… Viéndose descubierta no pudo hacer más que acercarse y sentarse con ellas, Raquel continuó con su relato pese a que Esther había dejado de reír como lo hacía hasta ese momento, la pediatra intentaba centrar su viste en cualquier otro lugar que no fuera la enfermera, sintiendo a su vez la mirada de ésta en ella y comenzando a incomodarse más de lo que imaginaba ¿Por qué la miraba tanto? ¿Tenía monos en la cara o qué? E: ¿Estás bien? – preguntó Esther una vez Raquel dejó de hablar. M: Sí, claro ¿por? – contestó mirándola un segundo. E: No sé… pareces… tensa – continuó. M: Estoy bien – afirmó. En ese momento y sin que nadie pudiera decir nada más la recepcionista entró en cafetería con un objetivo claro, miró a su alrededor y al hallarla en la mesa se acercó presurosa. T: Esther, Esther – la llamó – que te buscan – le dijo – la profesora de tu hija y viene con ella. E: ¿Con Patricia? – preguntó poniéndose de los nervios y levantándose al instante ¿Qué ha pasado? T: Se ha caído – contestó.
Sin dejar que dijera nada más salió de allí corriendo encontrándose en la puerta, como bien había dicho la recepcionista, a la profesora de su hija con ésta en brazos que venía llorando… con nervios tomó a la niña en brazos que se agarró a su cuello al sentirse en los brazos de su madre y continuó en su llanto, Esther besó su cabeza mientras se balanceaba intentando que se calmara. E: ¿Qué ha pasado? – le preguntó a la profesora. -
Estaba jugando y se ha caído – continuó – le duele mucho la muñeca… no sé si tiene el brazo roto o algo… - decía también algo nerviosa – lo siento Esther…
E: Vale – dijo a la chica con calma – a ver mi vida – separó a la niña de su cuerpo – ya, mi amor – le limpió las lágrimas – a ver el bracito… - lo tomó con cuidado y la niña volvió a romper a llorar – venga, cariño que no pasa nada… - seguía diciendo – mami te va a curar – intentaba calmarla para que la dejara ver el bracito… M: Esther… - la llamó Maca mirando a la pequeña… E: Maca – se volvió - ¿Puedes mirarla tu? – pidió casi con una súplica – parece que se ha hecho daño en el brazo… M: Claro – sonrió levemente queriendo tranquilizarla – veniros conmigo dijo abriendo las puertas para que pasaran y mirando de nuevo a esa preciosa niña Entraron en la sala de curas, donde Esther dejó a Patricia sobre la camilla, Maca se acercó hasta ellas, cerrando la puerta para que no las interrumpieran… M: A ver cariño – habló con la niña – vamos a ver este bracito ¿sí? – decía y sin entender nada se sentía algo nerviosa… los nervios de Esther le estaban contagiando – a ver – intentó doblar el brazo y la niña volvió a llorar, la enfermera se tapó la cara con las manos, ella hizo un gesto de dolor también – te duele ¿verdad? E: ¿Está roto? – preguntó. M: No lo creo, solo que le duele por el golpe y tal vez tenga una pequeña fisura o un esguince – contestó – pero de todos modos vamos a hacerle unas placas y nos quedamos mas tranquilas… - acarició su mejilla – Tranquila ¿vale? Y Esther cruzó la mirada con ella ante aquella caricia y sintió tantas cosas… tantas que no había vuelto a sentir desde hacía tanto tiempo… la pediatra sonrió para calmarla sin tener ni puñetera idea de porqué no podía apartar los ojos de ella. La pequeña llamó la atención de su madre quien se giró al tiempo que también lo hacía la pediatra… M: Es una niña preciosa – susurró sin apartar la mirada de ellas, sin poder borrar de su mente esa imagen que tan hermosa le parecía… E: Ya está, mi amor – la escuchaba hablar con su hija y algo se removía en su interior… ver esa imagen estaba despertando si instinto maternal, uno que hasta ese momento no había aparecido – ya cariño… no pasa nada…
M: Voy a ir pidiendo turno en rayos – dijo aún sin moverse, Esther la miró y sintió algo en esa mirada, algo que la dejó parada hasta que Maca se dio la vuelta y salió de aquella habitación… Con las placas en la mano, se quedaron más tranquilas al ver que la niña tan solo presentaba un pequeño esguince que se curaría en unos días y con un simple vendaje, Esther respiró más calmada al saber que no tenía nada grave y mimaba a su pequeña que ya estaba más calmada aunque continuaba poniendo pucheros… M: Bueno cariño – habló con la pequeña – pues ahora te voy a poner una venda para que no muevas mucho la muñeca y en unos días como nueva ¿Vale princesa? – sonrió con dulzura. P: ¡Insesa! – repitió mirándola. M: Sí, princesa – contestó – que eres tú toda una princesita – seguía diciendo mientras a Esther literalmente se le caía la baba viendo aquella escena - ¿Y sabes lo que tengo para ti por haberte portado tan bien y haber sido tan valiente? – metió la mano en el bolsillo ¡anda! Una piruleta P: Iuletaa – cantó la pequeña más contenta que antes y estirando la mano buena para intentar cogerla. M: Ahora te la doy – dijo parándola – pero primero vamos a vendarte el bracito ¿sí? La niña miró a su madre, como si no entendiera lo que le decía, haciendo pucheros de nuevo cuando notó que Maca tomaba su brazo. E: Tranquila, mi vida – le habló con cariño – es solo un momento… Cuando terminó de hacerle el vendaje pudo ver la cara de felicidad de esa niña al darle la piruleta, vio,asin podercon ocultar una sonrisa pedía a su madre quemás se latranquila abriera y se la llevaba la boca alegría… miró a como Estherleque aunque ya estaba aún se le notaba algo nerviosa, afortunadamente no había sido nada, pero el susto que se había llevado no se lo quitaba nadie… M: Esther – la llamó – acompáñame y te doy el alta, Inma se queda con ella – dijo haciendo referencia a una de las enfermeras que había allí. Tras darle un beso a Patricia salieron las dos de la sala de curas en dirección a rotonda, Esther miraba hacia atrás mirando a su hija y Maca no podía dejar de mirarla a ella. M: Oye que… - decidió hablar - ¿no deberías avisar a tu ex? – preguntó y a Esther se le cambió literalmente la cara. E: No – contestó rotunda. M: Esther… es su hija, tiene que saber lo que le ha pasado – insistió.
E: No puedo llamarla Maca – dijo como pudo – y tampoco me cogería el teléfono… además, no ha pasado nada, la niña está bien… M: Pero… E: Pero nada, Maca – la cortó – no insistas por favor – pidió casi en una súplica – por favor… M: Está bien – se dio por vencida, aunque una parte de ella no dejaba de pensar en todo aquello, si ella fuera la madre de esa niña querría saber lo que le pasaba, querría ir a verla y estar con ella y sin embargo aquella mujer parecía que no le importaba nada, al menos esa es la sensación que daba Esther cuando hablaba de ella - ¿Tanto daño te ha hecho? – preguntó y la enfermera elevó la mirada ante aquella pregunta… E: Maca… - pidió con la mirada – este no es el momento… M: Es que me gustaría… no sé… que me contaras lo que pasó – dijo sin tener ni idea de lo que estaba diciendo, tal vez estaba pareciendo algo cotilla pero su fin en absoluto era cotillear su vida, simplemente, necesitaba saber cosas… quería ayudarla y la única manera en la que podía hacerlo era saber qué era lo que había pasado para llegar a aquel punto en el que Esther seguía sufriendo por aquella separación y a su ex parecía que se la había tragado la tierra – me gustaría ayudarte… - confesó en un susurro. E: No puedes ayudarme, Maca – contestó. M: Bueno pues… al menos escucharte – insistió – puedes contar conmigo Esther… puedes confiar en mí… E: Confío en ti – afirmó sin dejar de mirarla a los ojos – pero no me gusta hablar de ello… me duele hablar de ello… M: Es que eso es precisamente por lo que me gustaría ayudarte… no me gusta que mis amigos lo pasen mal… y aasí… ti ya -tedecía considero amiga mía… quierolocas saberque porqué tan triste… por qué estás sin poder parar esasy ganas teníaestás por saber lo que le ocurría… E: ¿Qué quieres saber Maca? – preguntó saltando a la defensiva… ese no era el momento de hablar de ello y la insistencia de Maca la estaba poniendo nuevamente de los nervios - ¿Qué un día, por decirlo de alguna manera se olvidó de nosotras? ¿Qué se olvidó que éramos una familia? – Dijo sintiendo unas ganas locas de llorar - ¿eso es lo que quieres saber? ¿Qué toda mi vida se fue a la mierda? ¿Qué no puedo dejar de pensar en ella ni un segundo y que ella está feliz con otra persona? ¿Eso es lo que querías que te contara? – Seguía diciendo elevando el tono - ¿Qué no sé como hacer para no venirme abajo sabiendo que tengo una hija que depende de mi y que su otra madre ni siquiera la conoce? ¿Eso querías saber? ¿Qué cada día me despierto con la esperanza de que volverá a buscarnos porque yo sí sigo enamorada de ella y me doy de bruces con la realidad de saber que está muy lejos de querernos? ¿Eso querías? Pues bien, Maca, ya lo sabes – la miró con lágrimas en los ojos – ahora, por favor… dame el alta de Patricia… quiero llevarla a casa – terminó de decir volviendo a la sala de curas…
Maca quedó parada allí mismo… con las palabras de Esther aún retumbando en su cabeza, con la mirada perdida sintiendo su dolor… pensando que tal vez había metido la pata al insistir tanto, pero quería saber qué le había pasado… y aunque aquella versión debía ser una muy light de lo que había sucedido no dejaba de hacerse la misma pregunta “¿Quién podría ser tan hija de puta como para dejar por otra a una mujer como Esther y una “princesita” como Patricia?” Entró en el hospital con ojeras, no había dormido mucho y ahora los efectos de su noche en vela se hacían presentes en su rostro. Firmó el parte y miró a su alrededor, Maca ya estaba allí, la vio pasando por el pasillo en dirección a gabinete. Se dio prisa en terminar de firmar y salió tras ella. E: Maca – la llamó ya entrando en la sala – hola. M: Hola – contestó mirándola - ¿Cómo está Patricia? – se interesó. E: Bien, bien, está bien… se queja pero está bien – la miró de nuevo – quería… bueno quería pedirte disculpas por como me comporté ayer. M: Yo también debería disculparme – contestó – no debí insistir. E: No, no… tú no sabías nada… bueno tampoco es que ahora sepas mucho, pero… en fin, que no tienes que disculparte – dijo de nuevo – soy yo la que reaccionó de una forma un tanto… agresiva – sonrió de lado – estaba muy nerviosa por lo de Patricia y… M: Vale, tranquila, Esther… no pasa nada – sonrió haciéndole ver que ya estaba olvidado. E: ¿Sabes que han puesto una feria a las afueras? – le preguntó. M: Sí, algo de eso me he enterado – dijo poniéndole un café - ¿vas a ir? E: No sé… -había pensado llevar a Patricia – Maca asintió – si… si te apetece venir con nosotras… sugirió algo cortada. M: Pues… sí – dijo algo dubitativa – estaría bien… ¿Cuándo piensas ir? E: Quería llevarla esta tarde – dijo ilusionada – pero si no puedes podemos ir otro día. M: No, no, esta tarde está bien – sonrió – lo pasaremos bien. E: Seguro – dijo mirándola con intensidad, Maca bajó la vista – ejem – carraspeó – entonces… te… te espero a la salida, recogemos a la niña y ya comemos algo por ahí… M: Claro – le dio un sorbo a su taza – luego nos vemos. E: Sí… voy a cambiarme – dijo para salir de allí con una enorme sonrisa. A lo largo del turno no volvieron a verse, Maca metida en su despacho repasando informes y con algún que otro libro de medicina sobre la mesa. Esther asistiendo a
médicos y atendiendo a los pacientes que llegaban al hospital. Así pasó su jornada laboral y a la hora de la salida, algo nerviosa, la enfermera esperaba ver salir a Maca. M: Ya estoy aquí – dijo sonriéndola - ¿nos vamos? E: Claro – sonrió. T: Maca – habló Teresa antes de que se marcharan – que está Fede esperándote en la sala de espera. M: ¿Fede? – preguntó sorprendida, miró a Ether quien volvía a tener la tez seria y dejando el bolso se encaminó hacia donde Teresa le había indicado – Fede, ¿qué haces aquí? Te llamé para decirte que no me esperaras… F: Ya, ya lo sé – la besó – pero he pensado que puedo ir con vosotras… M: ¿Con nosotras? – preguntó de nuevo sorprendida – si tu odias las ferias… F: Ya pero… quería estar contigo – dijo meloso. M: Pues… no sé, Fede… F: Venga, seguro que a Esther no le importa – sonrió, cogiéndola de la mano para volver a recepción – hola Esther – saludó con una amabilidad extraña. E: Hola – contestó de lejos. F: ¿A que a ti no te importa que me apunte a ir con vosotras? – le dijo directamente – es que tenía muchas ganas de estar con mi chica – la besó cogiendo desprevenida a Maca. E: Ehh… bueno – no supo que hacer o qué decir – podemos dejarlo para otro día… F: Pero mujer – insistió – venga tonta, seguro que más lo pasamos grande continuó – además, la feria esa no no va seas a estar mucho tiempo y seguroenque tu hija– pasa un día espectacular – afirmó – venga, vamos los cuatro y pasamos un buen rato… E: No sé… M: Creí que te hacía ilusión llevar a la niña – dijo entre confusa y ¿contenta? Por la reacción de la enfermera. E: Bueno… supongo que podríamos ir, sí – contestó viéndose entre la espada y la pared, quería pasar la tarde con Maca, quería llevar a su hija a aquella feria y aunque no le apetecía nada compartirlo con Fede parecía que no había más opciones. F: ¡Genial! – exclamó – veréis lo bien que lo vamos a pasar – dijo comenzando a andar y abrazando a Maca por la cintura y dejando atrás a una Esther que pensó que lo mejor que podría haber dicho era que se iba a casa…
Las luces, la música, la gente, los globos, todo un mundo entero que se descubría ante unos ojos marrones que miraban todo con la inocente ilusión de una niña que quería salir del carrito para correr tras cada cosa que veía. Tras ella, empujando el cochecito, Esther intentaba mantener a su hija lo más tranquila que podía en esa situación, mientras Maca y Fede a un lado de ellas caminaban abrazados por la cintura. M: Está bastante nerviosa – dijo mirando a la niña. E: Normal, esto es todo nuevo para ella – sonreía – mira la carita de felicidad que tiene, ni se acuerda de que le dolía el brazo. M: Sí – sonreía ampliamente – la verdad es que es un encanto tu hija. F: Ya verás cuando nosotros tengamos a los nuestros, mi amor – la besó – serán igual de guapos que ella. M: Eso espero – sonrió – porque como salgan a ti – bromeó F: ¡Ey! – protestó. M: Es broma, tonto – le dijo haciéndole una pequeña carantoña que se vio interrumpida por el llanto de Patricia - ¿Qué le pasa a la princesa? – se acercó al cochecito. E: A ver, mi vida - dijo al fin sacándola para cogerla en brazos, en ese momento la niña dejó de llorar – ya sabía yo lo que tú querías. P: Allí – señaló una de las atracciones para niños – queroo… E Venga, vamos a montar a mi princesa en las barquitas – comenzó a andar mientras la parejita quedaba algo rezagada - ¿os importa? M: No, no – dijo andando tras ella también – claro que no – sonrió – de hecho, invito yo – afirmó sacando ya el dinero para pagar la entrada. E: así, cariño - la sentó – cuidado con el bracito ¿eh? – le advertía – muy bien – le puso el cinturón de seguridad, la niña la miraba expectante – mamá está allí ¿vale? – señaló a Maca – tú no te preocupes – terminó de decir alejándose un poco de la atracción para quedarse justo al lado de Maca y saludando ambas a la niña que las miraba como si no supieran donde estaban. La cara de alucinada de la pequeña cuando aquella barquita empezó a moverse lentamente fue algo espectacular, algo que las hizo a ambas sacar una enorme sonrisa ante la algo escandalosa carcajada que escucharon de Patricia. Esther no tardó en sacar su cámara de fotos e inmortalizar ese momento una y otra vez. La niña, cada vez que veía a su madre saludaba encantada de la vida y Esther contestaba al saludo sacando una nueva instantánea… E: Ala qué chuli ¿verdad? – dijo cuando volvió a por su hija. P: ¡Mas! – pidió la pequeña – mas, mami, mas – decía sin querer salir de allí.
E: jajaja – reía al verla tan contenta – luego más, ahora vamos a dar una vuelta ¿si? Un tanto a regañadientes, Patricia se dejó alzar por su madre y ambas caminaron hacia donde se encontraba la pareja, retomaron el camino, dando un paseo por aquella feria y riendo con las gracias de la “princesita”, como la llamaba Maca. Federico quiso montar en el “barco viquingo” y como ninguna de ellas quiso subir, tuvo que hacerlo solo, ellas quedaron esperándolo sin decirse nada, más bien, pendientes de la niña que en un momento dado pidió agua. Esther miró en la bolsa dándose cuenta que se había acabado. E: ¿Me la aguantas un segundo? – pidió – voy a comprar una botella. M: Claro – dijo extendiendo los brazos - ¿Te vienes princesa? – preguntó a la niña que sin pensarlo ni un instante se acercó a ella para que la cogiera la pediatra se quedó parada viéndose con aquella princesita en brazos. E: Ahora vuelvo – dijo mirando aquella estampa. Fue a por el agua y al volver no pudo evitar volver a sacar su cámara y hacerles una foto. Patricia reía contenta mientras Maca le hacía algún gesto gracioso con la cara, al volver la mirada se encontró con Esther que terminaba de sacar la fotografía. M: ¿Y eso? – preguntó sonriente. E: Estáis muy monas las dos – contestó con la misma sonrisa – me apetecía – se acercó del todo. M: Pues… ya me la pasarás – pidió F: Ya estoy aquí – dijo llegando hasta ellas – me encanta ese cacharro… - comentó – bueno, ¿vamos a ver los puestos? M: Sí – lo miró – toma Esther – dijo devolviéndole a la niña y comenzando a andar de nuevo por aquella feria. F: Ayer hablé con tu madre – le dijo a Maca quien en ese momento dejó de hacerle carantoñas a Patricia para prestarle atención. M: ¿Qué te dijo? – preguntó. F: Pues que está arreglando unas cosas para venir el mes que viene a ayudarte con la boda – le anunció, Esther decidió prestar atención a su hija sin poder dejar de escuchar esa conversación – y que te ha concertado una cita con Ángela, la modista esa que ella conoce para que vayas a probarte el traje que encargó. M: ¿Pero como que ha encargado un traje? – preguntó – si yo no sabía nada…
F: Ya sabes como es tu madre… - dijo a modo de excusas – pero tú lo que tienes que hacer es ir, verlo y si te gusta bien, sino pues tú eliges otro – sonrió – de todos modos vas a estar perfecta con cualquier cosa… M: ¿Cuándo te ha dicho que vaya? – quiso saber. F: La semana que viene – contestó – pero que te llamará para concretarlo. M: Vale, ya hablaré yo con ella. F: ¡Mira! – dijo separándose de ella y acercándose a uno de los puestos, donde un montón de muñecos esperaban a que alguien acertara al disparar bolas con una escopeta a pequeños muñequitos. M: Fede, no – le pidió – eres malísimo – rió. F: Que sepas que estas hiriendo mi orgullo de hombre – le robó un beso – tome – le dio el dinero al chico que ya estaba preparando aquella escopeta – cariño, ve eligiendo muñeco porque te lo voy a regalar. Un metro más atrás, Esther con la niña en brazos miraba la escena sintiéndose fuera de lugar… sintiendo que no pintaba nada allí… M: Ahora se pondrá pesadito – dijo acercándose a ella – te apuesto lo que quieras a que solo le da a dos de esos muñequitos. Efectivamente, solo logró acertar en dos, lo cual conllevó un nuevo intento en el que al menos, acertó en cuatro, lo que llevó a otro intento más y las protestas de Maca tras él pidiéndole que lo dejara, Fede sin querer quedar como un “tonto” volvió a intentarlo. F: ¡Esta escopeta está trucada! – le dijo al chico con mala leche cuando ya llevaba gastados unos diez euros. -
Lo siento señor, ha vuelto a perder – contestó el hombre con paciencia.
F: A ver, deme otro – sacó de nuevo dinero. E: ¡Oh! ¡Por favor! – protestó Esther – toma a la niña anda – se la dio a Maca – a ver, chavalote – le dijo dándole unos cuantos golpes en el hombro – déjame intentarlo – le quitó la escopeta. F: No le vas a dar, Esther – le dijo – es difícil y la escopeta está trucada – miró al chico de nuevo. E: Tú déjame intentarlo – continuó – a ver… Se puso la escopeta apoyada en el hombro y enfocó con la mirilla. De brazos cruzados Fede la miraba escéptico, Maca sonriente se acercó para ver mejor. Con el primer tiro cayó el primero de los muñequitos, seguido del segundo y del tercero sin titubear, Fede hizo un comentario tipo “verás que no le das a ninguno más”. Maca prestó más
atención. Esther sin hacer caso a ninguno siguió disparando dando diana en todos y cada uno de los muñecos haciendo que Fede se sintiera realmente estúpido… M: ¡Bien! – dijo saltando con la niña que no dejaba de reír en sus brazos. E: No era tan difícil – chuleó ante la mirada desafiante de Fede. -
Qué muñeco quiere, señorita – dijo aguantándose la risa por la cara de Fede.
E: No sé – contestó - ¿Cuál te gusta más? – le preguntó a la pediatra. M: ummm… aquel – señaló uno de ellos. E: Pues ese – le dijo al chico que en seguida cogió el muñeco y se lo entregó – toma – se lo dio a Maca – para ti – dijo cogiendo a la niña y dándole el premio, sonriéndole de una forma que hizo temblar a la pediatra . Caminando de nuevo, Ahora con Patricia en el carrito, Maca feliz con su muñequito y Fede herido totalmente en su orgullo de hombre, continuaban aquel paseo que estaba siendo, para Esther, tana ameno como pesado, ameno por Maca y pesado por Fede. M: Ya me contarás donde aprendiste a disparar así – le dijo picada por la curiosidad. E: Es fácil… Fede tenía razón, esas escopetas están un poco trucadas – le dijo guiñándole un ojo, Maca sonrió mirando a su chico que no se había enterado de nada – tienen la mirilla un poco desviada a la izquierda – siguió diciendo – y bueno… de adolescente, en las ferias de mi pueblo nos tirábamos la vida en ese tipo de puestos… M: Supongo que así habrás conquistado a alguna que otra chica – dijo pícara. E: No te creas – sonrió, la miró y no pudo evitar seguir diciendo – Con algunas es difícil que funcione… - nada dijo mirándola como si se estuviera refiriendo a ella, al menos así lo sintióante Maca, la cual se había quedadounparada respuesta, antealgo aquella mirada, aquella sonrisa y entonces… miedoante atrozaquella la envolvió… sintió que no se esperaba… que no había querido ver… su cuerpo tembló de pies a cabeza al escuchar una vocecita que en susurros le intentaba gritar el nombre de aquel sentimiento… vocecita que decidió, debía acallar como pudiera… ella iba a casarse con Fede, quería a Fede… y aquello que estaba “sintiendo” era simplemente una confusión… Casco en mano y gafas de sol oscuras tapándole parte del rostro, entró en el hospital para firmar con un seco “buenos días” y la intención clara de buscar a Claudia, necesitaba hablar con ella urgentemente. Por ese motivo se dio bastante prisa en cambiarse de ropa y tomándose unos minutos antes de empezar el turno fue a cafetería, a esas horas seguro que estaba allí. M: hola chicas – saludó generalmente a Raquel y Esther, ésta ultima quedó mirando su rostro – Claudia, ¿podemos hablar? C: Claro, siéntate – la invitó.
M: Eh… no, mejor no – dijo rechazando la idea y haciendo un gesto con la cabeza para hacerle entender que lo que tenía que decirle no debía enterarse nadie más. C: ah, claro – lo captó – vamos a mi despacho que tengo que mirar unos historiales – dijo levantándose – hasta luego chicas – se despidió. E: Maca – la paró antes de que saliera de cafetería - ¿Estás bien? M: Sí, estoy bien, ¿por qué? – preguntó queriendo irse y poder hablar con su amiga. E: No sé… tienes mala carilla – dijo intentando hacerle una caricia, Maca la rechazó sutilmente. M: No te preocupes – intentó sonreír – estoy bien… - dijo pese a que Esther no se lo creyó – perdona, pero tengo algo importante que hablar con Claudia. E: Vale – contestó decepcionada y viendo como se iba de allí. Cuando llegaron al despacho de Claudia, ésta se sentó e hizo un gesto a la pediatra para que hiciera lo mismo obteniendo un rechazo por su parte, andando de un lado a otro parecía realmente nerviosa. C: A ver, Maca… ¿qué pasa? – preguntó directamente. M: Ehhh…. Vale, a ver – dijo mientras parecía pensar las palabras – me está pasando algo… que… que no sé como tomarme y necesito consejo. C: Si no me dices lo que es… M: Es que no es tan fácil – continuó – verás… he… he conocido a alguien que… que me hace sentir algunas cosas y estoy confundida… - dijo haciendo que Claudia se quedara algo –sorprendida, sin embargo, rostro en anteesala persona preocupación de su amiga el caso es que… no paro pudo de… disimular de pensar su y pensar desde que la conozco… es como si se hubiera metido dentro de mi mente y estuviera acaparándolo todo… - decía andando de un lado para otro – y… yo quiero a Fede… voy a casarme con Fede pero no puedo sacarme de la cabeza esto y no sé si es que estoy confundida… estresada por la boda o yo qué sé… C: Vale… vale, a ver – se levantó – vamos a calmarnos un poco – se acercó a ella e hizo que se sentara – y me lo vas a contar todo tranquilamente… - Maca la miró como si no le pareciera algo fácil – para que no sea tan difícil como tú dices, haremos una cosa, yo te haré preguntas y tu contestas ¿sí? – esperó a que Maca asintiera y acto seguido se sentó a su lado mientras pensaba la primera pregunta – ¿Cuánto hace que conoces a esa persona? – empezó diciendo. M: Poco… un mes o dos – dijo recordando. C: Bien – seguía pensando - ¿Y esto que dices sentir desde cuando lo sientes?
M: No sabría decirte – contestaba algo agobiada – tal vez desde… desde el primer día… C: ¿Desde el primer día? – preguntó algo alucinada. M: Sí pero… no le di importancia… creí que… que eran tonterías mías, pero cada vez va a mas y… ufff… joder – protestó. C: ¿Qué es exactamente lo que sientes Maca? – preguntó de nuevo. M: Es una… una sensación muy extraña – continuó – no sé, no sabría decirte, solo que me siento bien cuando está a mi lado… muy bien… me encanta levantarme y saber que… voy a… a verla… C: ¿Verla? – dijo señalando el género. M: Es una mujer – continuó diciendo bajando la cabeza – y no sé qué me pasa… estoy muy, muy, confundida… pero cuando estoy con ella es… no sé, especial… algo que no me ha pasado nunca con Fede y… C: ¿Es la primera vez que te fijas en una mujer? – quiso saber. M: Yo que sé – contestó como si le agobiara el tema, realmente le agobiaba demasiado el tema. C: Yo que sé, no, Maca – la cortó – o te has fijado o no, pero eso debes saberlo… M: Pues yo no lo sé – continuó poniéndose a la defensiva. C: Vale, vale - dijo sabiendo que por ahí no iban a llegar a ningún lado - ¿Y con Fede? M: ¿Qué le pasa a Fede? – dijo tensa. C: Pues que qué sientes por él, Maca… M: Le quiero – afirmó – quiero a Fede… voy a casarme con Fede… C: Pero no sientes eso que dices por esa chica – continuó. M: Es que es distinto… - siguió como protestando – ni si quiera sé lo que siento por ella… pero sí tengo muy claro que a Fede lo quiero y hasta hace un mes no tenía ninguna duda de que quería estar con él toda mi vida… pero desde que ella ha llegado… no sé Claudia, me confunde… cuando estoy cerca de ella me lía… me “complica” la vida – dijo – eso me la complica… y ayer… no sé, me miró de una manera que… - no era capaz de terminar de expresar lo que sentía – y encima voy y hoy sueño con ella… C: ¿Y qué has soñado? – preguntó una vez más. M: Pues nada… algo raro… estábamos en una habitación… como pintándola y… yo que sé, empezamos y terminamos… ya te puedes imaginar como…
C: ¿Tienes sueños eróticos con ella? – ahora sí que dejó ver su asombro. M: Joder pero no lo digas de esa manera – protestó. C: ¿Y como quieres que lo diga? – rió. M: Yo que sé, mejor ni lo digas – continuó – que no quiero recordarlo – sin embargo sí que lo recordó y un estremecimiento la recorrió. C: Ya… - la miró pensativa – pues yo creo que… M: Que son los nervios de la boda – dijo cortándola – claro, eso son, los nervios de la boda, no puede ser otra cosa… y como ella es tan simpática y tan… dulce… pues nada, he estado confundiendo amistad con otra cosa… y claro, de ahí ese sueño, pero nada más ¿verdad? C: ¿Seguro? – dijo elevando una ceja haciéndole ver que no era para nada cierto lo que decía. M: Claro que sí – se auto convencía a sí misma – es eso, los nervios de la boda, el estrés de los preparativos, mi madre que está de lo más pesadita y claro, mi mente quiere evadirse y no se le ocurre otra cosa que inventarse películas ella sola… C: si tú lo dices… - murmuró sabiendo que nada de lo que decía era verdad, que por lo poco que le había contado Maca se había colado por aquella mujer y que era incapaz de reconocerlo. M: Gracias, Claudia – dijo más serena, sonriendo – me has ayudado mucho… C: Muchísimo – contestó una vez se había marchado – Puff… veremos en qué acaba todo esto – se dijo a sí misma sabiendo que no acababa allí… al contrario… no había hecho más que empezar… Viernes, ocho y veinte de la mañana, esperaba en recepción ante la mirada de Teresa que se preguntaba qué hacía allí, tan pronto y tan nerviosa, mirando el reloj cada dos por tres. Y es que esta vez no se le iba a escapar… esta vez no tendría más salida que hablarle… durante casi una eteeeerna semana había podido comprobar como Maca huía de ella. Como buscaba cualquier excusa para salir corriendo cada vez que se cruzaban, pero ese día no, ese día tendría que hablar con ella sí o sí… miró el reloj de nuevo 8:30 estaba a punto de llegar, en cualquier momento aparecería por la puerta… ¡apareció! E: Buenos días Maca – dijo andando hacia ella sin darle opción si quiera a llegar a recepción - ¿Podemos hablar? M: Eh… ¿qué? – contestó con unos nervios que había podido aplacar aquellos días pero que en ese instante estallaban cual bomba nuclear en su interior – hola… no… no puedo, tengooo… tengo trabajo pendiente. E: Vale – maca suspiró algo aliviada – te acompaño entonces y hablamos – insistió.
M: ¿De qué quieres hablar? – preguntó, intentando poner indiferencia en su tono. E: Pues… de ti y de tu alejamiento conmigo – le dijo directa. M: No sé de qué me hablas – se hizo la despistada. E: Sí que lo sabes – se cruzó de brazos al tiempo que andaba a su lado pues Maca ya enfilaba hacia vestuarios – y no sé… no sé si he hecho algo que te haya molestado… M: No lo has hecho – contestó con una tranquilidad que no tenía – es solo que estoy bastante ocupada, ya sabes, los preparativos de mi boda y eso. E: Ah… - dijo sintiéndose estúpida… se había olvidado totalmente de los preparativos, claro, por eso estaba tan distante, porque estaba totalmente centrada en los preparativos “serás idiota, Esther” se dijo a sí misma. M: Voy a cambiarme ¿vale? – abrió la puerta de vestuarios – luego nos vemos – dijo cerrándola mientras cerraba los ojos con fuerza… No volvieron a verse en un buen rato, Maca se encerró en su despacho, no tenía pacientes y la ronda de pediatría la había hecho nada más empezar. Esther por su parte estuvo gran parte de la mañana haciendo ayudando a Luisa con el inventario de farmacia. En un momento dado, alguien pidió que le llevaran unos análisis a la pediatra y la enfermera se ofreció al instante. M: Adelante – dijo al escuchar que alguien llamaba a la puerta sin apartar la vista de lo que estaba leyendo. E: Me han pedido que te traiga esto – comentó entrando y vio como Maca alzaba la vista como sorprendida de verla allí y se removía en su asiento – son los análisis que pediste antes… M: Vale, no gracias Esther – dijo cogiéndolos, esperando que se fuera, la enfermera sin embargo se movió. E: ¿Estudiando? – preguntó al ver unos cuantos libros sobre la mesa. M: ¿Qué? – de nuevo levantó la vista – ah, no, solo consultaba algunas cosas… - dijo intentando arreglar el desastre de mesa que tenía, Esther sonrió por aquello. E: “Sintomática general de… M: Eh si, bueno – le quitó el libro de las manos – ya te he dicho que estoy consultando unas cosas… - lo guardó - ¿querías algo más? E: No… solo saber si… ¿va todo bien? – preguntó – ya sé que me has dicho antes que sí pero… no sé… M: No pasa nada, de verdad.
E: Tienes mala cara – se preocupó – y ojeras… M: No he dormido del todo bien… he tenido pesadillas – dijo sin poder echarla de su despacho, realmente le encantaba que estuviera allí. E: Vaya… lo siento – contestó - ¿quieres que nos tomemos un café cuando salgamos y hablemos? – sugirió. M: No… no puedo… he quedado con Claudia, me va a acompañar a la prueba del vestido – dijo recordando su boda y volviendo al mismo tono distante que esa mañana. E: Ah, vale – contestó, como Maca recordando también que la pediatra iba a casarse… bueno pues… M: Sí… - dijo sabiendo que se iba – deberías bajar abajo… E: Sí, claro, no puedo bajar arriba – bromeó intentando Maca le hizo un gesto confuso – lo sé, es una tontería… me voy… - dijo dándose la vuelta y saliendo al fin del despacho… Dos horas después, sentadas en el gabinete, Claudia, Esther y Raquel mantenían una conversación bastante distendida cuando la pediatra hizo su entrada, todas la miraron con curiosidad, ella iba hablando por teléfono. M: ¿Pero como adelantas la hora y ni me lo dices Fede? – preguntaba algo enfadada – pues porque ahora tendré que ir antes a la modista y ya había quedado a otra hora… vale, vale… sí… estaré allí… venga un beso… - dejó el móvil y miró a las chicas – Claudia… ¿Tú puedes acompañarme a las cinco en lugar de las siete? Es que tengo que ir a recoger a ver a mis suegros… y Fede me acaba de decir que hemos quedado antes… C: Maca… no puedo – dijo pensando – salgo a las seis y media… y luego tengo que ir a recoger a mi sobrino… M: Joder – protestó – ¿y ahora qué hago yo? – miró a Raquel, quien disimulaba mirar hacia otro lado - ¿Raquel? – preguntó. R: No… yo no puedo Maca, además yo es que es ver un traje de novia y me sale urticaria… lo siento… M: Estupendo – murmuró de mala gana… E: Si… si quieres… puedo acompañarte yo – dijo Esther, sabiendo que sería un mal trago, que sería un mal momento verla vestida de novia, pero… tenía tantas ganas de pasar un rato a solas con ella… M: ¿Tú? – preguntó… muerta de miedo… ¿quería que Esther fuera con ella? ¿Sería capaz de mirarla en el momento en que ella se vestía de novia? Aunque pensándolo bien… si a Esther no le importaba… y es lo que parecía pues la enfermera estaba aún enamorada de su ex… ¿qué problema había? De hecho, sería una buena manera de reafirmarse en sus pensamientos, en que aquello era fruto de una confusión…
Durante el trayecto hacia aquella tienda no hablaron demasiado, una pensando que qué era lo que hacía allí, yendo con Maca para ver como se probaba un vestido para su boda. La otra no dejaba de darle vueltas al hecho de ser Esther precisamente quien la acompañara, después de varios días intentando evitarla, ahora iba a pasar gran parte de la tarde con ella. Entraron al fin en aquella lujosa tienda y una señora elegante y correcta las saludó con bastante más alegría de la habitual, que fuera amiga de Rosario ayudaba para que el trato con Maca fuera mucho más amable que con el resto de sus clientas. Estuvieron hablando un par de minutos. Preguntas de cortesía y algún que otro comentario sobre la madre de la pediatra, mientras Esther no dejaba de mirar aquellos trajes que hermosos se alzaban regios en aquel lugar. Pasados unos minutos, la modista desapareció en busca del traje seleccionado y tanto Esther como Maca quedaron en silencio mirando a su alrededor. M: Estás muy callada – se atrevió a decir maca al verla que casi no la miraba. E: Estoy un poco cansada – contestó queriendo evitar una conversación que en esos momentos no se sentía con fuerzas de tener, definitivamente, había sido muy mala idea acompañarla esa tarde. M: No tenías que haberme acompañado si te sentías tan cansada – dijo de nuevo mirando algún que otro vestido. E: No pasa nada – respondió, ya estaba allí… ya no podía hacer nada. M: ¿Y Patricia qué tal está? – preguntó de nuevo sin poder soportar el silencio que se creaba, se sentían tensas e incómodas y Ángela parecía haber desaparecido de la faz de la tierra… E: Bastante bien – medio sonrió – la he dejado con la canguro… A: Ya estoy aquí – escucharon a Ángela que salía en ese instante con un realmente precioso vestido de novia, palabra de honor encorsetado a la cintura con algo de pedrería – vamos a ver qué tal te queda… M: Es muy bonito – no evitó decir, al fin y al cabo no estaba muy segura de la elección de su madre. Esther no dijo nada, simplemente se sentó en uno de los sofás que había en la estancia y vio como ambas mujeres hablaban sobre aquel traje, no quiso escuchar nada, se dedicó a mirar alguna revista de novias que había en la tienda a la espera de que Maca entrara a los probadores, como así pasó instantes después. La modista tuvo que atender a una joven que llegó con la que supuso su madre y dejó que la enfermera continuara a la espera. M: ¡Esther! – la llamaba en susurros sacando la cabeza por uno de los probadores ¡Esther!
La enfermera levantó la miraba y la vio, le hacía señas como para que se acercara, intentó hacerse la loca, lo ultimo que quería era meterse con ella y su traje de novia en aquel probador, pero la insistencia de la pediatra no la dejó tranquila hasta que no se levantó suspirando con desgana y se acercó a ella. M: Ayúdame a cerrarlo por favor – pidió dejándole paso. Esther quedó parada mirándola, estaba realmente exultante, preciosa, perfecta, maravillosa, como una diosa y mil adjetivos más que en esos momentos no le salían, los ojos de Maca destilaban un brillo especial… estaba ilusionada… realmente muy ilusionada. M: Esther – llamó su atención viendo que se había quedado parada – es que no llego… dijo señalando su espalda. E: S… sí, claro – dijo volviendo en sí – estás… preciosa – no pudo evitar decir, era una realidad como una casa… M: Gracias – contestó sin moverse mientras Esther clavaba la mirada en ella – eh… ¿me ayudas? – dijo dándose la vuelta. E: Sí, sí… Con manos casi temblorosas comenzó a abrochar los botones viendo como la desapareciendo esa espalda tras la tela, sintiendo las manos sudarle y unas ganas locas de acariciar aquella piel tan cercana en esos momentos… con autocontrol logró cerrar aquel traje sintiéndose a salvo de la tentación. M: Gracias – dijo dándose la vuelta. E: No ha sido nada – contestó. Ninguna de las dos era capaz de moverse, ninguna de las dos era capaz de hablar, sus miradas se cruzaban y la respiración parecía que se cortaba… Maca intentó moverse incómoda y fueron conscientes del poco espacio que tenían… fueron conscientes de lo tremendamente cerca que estaban la una de la otra… E: ¿Tan enamorada estás de él? – preguntó sin saber por qué, mirándola a los ojos intentando ver la respuesta en ellos, pero no lo logró y el silencio de Maca la estaba poniendo histérica. M: Tanto como para casarme – contestó en un hilo de voz, desviando su mirada ¿a qué había venido aquella pregunta? Y lo más importante… ¿a qué venía lo que dijo a continuación? - ¿Tan enamorada estás de ella? – volvió a mirarla y Esther imitó su silencio anterior, bajó la cabeza y volvió a subirla encontrando sus ojos. E: Tanto como para seguir esperando que vuelva – susurró con dolor…
Y como en una película, como si no fueran conscientes de sus actos, sin darse cuenta de su acercamiento, ambas sintieron el fino tacto de unos labios chocar contra los suyos… cerrando los ojos al contacto, rozando con cuidado aquella boca ajena. Haciendo un poco de más presión, convirtieron el roce en un beso sin que ninguna de las dos lo evitara… M: Esther ¿que…? – dijo separándose de ella, confusa, aterrada… E: Per… perdona – se echó hacia atrás, sintiendo como de pronto todos sus nervios afloraban – perdona… yo… yo… - no terminó la frase, miró sus ojos, tan agobiada, tan esquiva ahora… tan desconcertada – tengo que irme – y salió de allí como alma que lleva al diablo, recogiendo su bolso, sintiendo las lágrimas salir de sus ojos y queriendo desaparecer… En los dos días siguientes no coincidieron en el hospital, lo que les dio el tiempo suficiente para pensar en lo que había pasado y tomar decisiones, correctas o no, pero que habían decidido llevar a cabo. M: Esther, ¿podemos hablar? – le dijo cuando al fin se encontraron por los pasillos del central, la enfermera la miró y supo lo que iba a decirle, así que simplemente afirmó y la acompañó hacia su despacho para tener algo más de tranquilidad. E: Tú dirás – invitó a comenzar a hablar. M: Verás… lo que pasó el otro día… - empezó a decir – no quiero que te lleves una idea equivocada… no sé realmente lo que pasó… tal vez fue el momento o… no sé, pero quiero que sepas que a mí… vamos que yo… no soy lesbiana – dijo viendo como Esther reía por lo bajo. E: Ya… - la miró no creyéndola mucho. M: Voy a casarme con Fede… lo quiero y… bueno, que tú te sientas atraída por mí… no decirquería que yo me sienta atraída por ti… ¿entiendes verdad? – dijo apurada, puesquiere tampoco hacerla sentir mal. E: No mucho, para ser sincera – dijo haciendo que Maca la mirara sorprendida – pero supongo que lo que intentas decirme es que entre nosotras no va a pasar nada – siguió diciendo con un nudo en la garganta – y es tu decisión… así que no voy a contradecirte… M: Me quitas un peso de encima – medio sonrió – además… tu sigues enamorada de tu ex… así que supongo que tampoco le darás mucha importancia a lo que pasó ¿verdad? – dijo con un tono que le hizo saber a Esther qué respuesta quería escuchar. E: La importancia que tiene es la que cada una queramos darle – contestó – y si tú dices que no es importante… ya está todo dicho, Maca – dijo intentando disimular aquella decepción que sentía en el pecho – tengo que seguir trabajando – se levantó con la intención de irse de allí.
M: Esther que… - la paró – que no quiero que esto que ha pasado interfiera en… bueno en nuestra amistad… E: Tranquila – le regaló la sonrisa más dulce que en ese instante pudo sacar – no lo hará – “me conformo con eso” pensó para sí, mirándola una vez más antes de salir del despacho… A partir de ahí… todo cambió de alguna manera… Esther intentaba seguir manteniendo esa amistad pese a lo que sentía, quería estar cerca de ella, necesitaba estar cerca de ella y si debía ser así, así sería. “mejor eso que nada” se repetía una y mil veces… Sin embargo, cuando llegaba a casa la cosa cambiaba. Simplemente se daba cuenta que necesitaba de ella mucho más de lo que le ofrecía y las lágrimas salían de su rostro sin poder evitarlo. Solo la presencia de Patricia lograba que se abstrajera del mundo y disfrutara un poco más… Por su parte, Maca pasó un par de días algo “desubicada” sin entender nada de lo que le pasaba… pero pronto, con esa cierta “lejanía” de Esther volvió a ser la que era, al menos eso parecía, volvió a su “vida pseudo en pareja” junto a Fede y continuó con los preparativos de esa boda la cual extrañamente antes la ilusionaba un poco más… Aquel día parecía estar todo de lo más tranquilo, no había demasiadas entradas y las únicas que llegaban no revestían demasiada gravedad, por lo que el turno pasaba bastante más lento de lo que le gustaría. Llegaba a recepción para llevarle a Teresa el alta de un paciente, encontrándose con Maca en el mismo lugar y no pudo evitar sonreír, estaba guapa, realmente guapa. E: El alta de la cinco, Teresa – dijo dejando el informe – hola – saludó a la pediatra. M: Hola – contestó - ¿qué tal el día? – preguntó, de alguna forma, entre las dos, habían hecho un pacto no hablado de normalidad. E: Bastante tranquilo – le dijo - ¿el tuyo? – se interesó. M: pues hasta hace dos minutos no tenía nada, Teresa me acaba de avisar que acaba de entrar un niño. E: Ah… pues nada, si quieres que te ayude… M: No, tranquila – contestó – está Sara ya en la sala de curas – la miró – pero podemos tomarnos luego un café… E: Claro – sonrió ampliamente. R: Macarena, hija – dijo una señora entrando por urgencias, la pediatra se dio la vuelta al escucharla al mismo tiempo que lo hacía la enfermera. M: Mamá… ¿qué haces aquí? – dijo acercándose para darle dos besos y abrazarla – pensé que llegabas más tarde… R: Adelanté el vuelo – sonrió – tenía ganas de verte – la volvió a besar.
M: Yo también, mamá – dijo con alegría – pero me hubiera gustado ir a recogerte al aeropuerto… ¿has venido sola? R: Que va, Fede me ha traído – Maca miró por encima de su hombro buscando a su chico – ha tenido que volver al trabajo que tenía una reunión importante. M: Me lo dijo, sí – contestó. R: ¿Estás libre o tienes trabajo? – preguntó de nuevo M: Pues ahora mismo tengo que ir a atender a un chaval – le contestó - ¿pero porqué no me esperas? Así luego nos tomamos algo juntas. R: Te espero, claro que te espero – dijo mirando a su alrededor, sin fijar la mirada en nada en concreto. M: Vale, espera – se dio la vuelta buscando a la enfermera que en ese instante parecía leer algo muy detenidamente con el gesto bastante fruncido - ¿Esther? – llamó su atención - ¿Podrías acompañar a mi madre a gabinete? Yo iré en un rato, en cuanto acabe con el chico. E: Eh… - miró a Rosario que parecía estar más pendiente a cualquier otra cosa – claro. M: Vale – sonrió agradecida – mira mamá, ella es Esther, te va a acompañar a la sala de médicos – miró a la enfermera – ella es Rosario, mi madre. E: Encantada. R: Igualmente. M: Bueno, ahora te veo mamá que tengo que atender a un niño – las miró a ambas que no se movían de allí. R: Vale, hija – acarició su mejilla - ¿vamos? – le preguntó a Esther. E: Sí - dijo comenzando a andar seguida de Rosario, sin cruzar una sola palabra en todo el camino – es aquí – dijo abriendo la puerta. Rosario entró. La enfermera entró y cerró la puerta. Rosario dejó el bolso sobre la mesa mirando todo a su alrededor. Esther tomó aire de espaldas a ella para luego darse la vuelta encontrándose con su mirada… R: Así que al final decidiste volver a meterte en su vida – dijo en un tono muy ofensivo, incluso amenazador. E: Yo tampoco me alegro de verla, téngalo por seguro – contestó sintiendo como toda esa rabia contenida estaba a punto de explotar…
Hubo un silencio bastante incómodo. La tensión podía cortarse con una tijera, Esther la miraba con furia, casi con odio. Rosario, mantenía su pose altiva y segura frente a ella. R: ¿Sabes? Cuando maca me llamó y me comentó que tenían nueva enfermera, no sé por qué me supuse que serías tú… - dijo con desprecio. E: No esperaría de verdad que me quedara de brazos cruzados ¿no? – contestó – no me conoce en absoluto si pensó eso. R: Por supuesto que no te conozco – no la miraba – ni tengo ninguna intención de hacerlo. – la miró con una sonrisa – y como ya ves Maca tampoco te conoce… ni siquiera sabe que existes. E: ¡Porque usted no ha hecho más que meterle en la cabeza un montón de mentiras! – elevó el tono – ¡le ha robado su vida! ¿qué clase de madre es usted que oculta a una hija toda su vida? R: Yo simplemente he omitido aspectos de ella que no me parecían correctos – se defendía sin dejar en ningún momento su engreimiento. E: ¿Le parece correcto privar a una madre de su hija o a una hija de su madre? ¿¡Le parece correcto!? Patricia es su hija, ella tiene derecho a saberlo, a conocerla – decía exasperada – y tiene derecho a saber que una vez me quiso por encima de todo ¡que habíamos vuelto a España para casarnos por Dios! R: Esa… niña – dijo haciendo un gesto de desagrado – no es nada de mi hija y como puedes comprobar tú ya no pintas nada en su vida. E: Por que usted se ha encargado muy bien de eso – dijo acercándose a ella – se ha encargado de que no nos recuerde… que ni siquiera sepa que existimos… por eso he venido aquí, por eso he venido a trabajar aquí, para que recuerde… para que nos recuerde – sintió unas terribles ganas de llorar, sin embargo se aguantó, no estaba dispuesta por nada del mundo a dejar que esa… señora… la viera llorar. R: Parece que te ha salido el tiro por la culata – rió orgullosa – a la vista está que sigue sin recordarte… se va a casar con Federico, ese sí es un hombre para mi hija, no una enferma como tú – escupió. E: Aquí la única enferma, señora, es usted – espetó con odio – la única que realmente está mal de la cabeza es usted – continuó – aunque dudo que ni el mejor médico del mundo pueda arreglar esa maldad que tiene – seguía diciendo – lo que ha hecho, señora, es lo más ruin y rastrero que he visto hacer a alguien en mi vida… le ha llenado la cabeza a su hija de mil mentiras, haciéndole creer en una vida que no es la suya… no le ha dejado ni el intento de recordar quién es ella misma y la ha convertido en una persona infeliz – Rosario rió. R: ¿Infeliz? Jajaj – se mofaba – no me hagas reír por favor – decía ante la ira de la enfermera – ella es feliz, va a casarse con el hombre del que está enamorada.
E: No, no se confunda – dijo cortándola – puede que haya logrado hacerla ser quien usted creía pero esa no es la realidad… esa Maca que usted ha “creado” no es ni la mitad de feliz que lo era mi mujer – Rosario cerró los ojos asqueada ante aquel apelativo – sí, mi mujer… porque aunque no lo fuera en el papel si lo éramos, éramos una familia que usted se ha encargado de destruir, negándole la posibilidad de saber quién es ella y quienes éramos… y con ello la ha convertido en lo que es, en una persona que dista mucho de ser la mujer feliz, fuerte y segura que yo conocí… R: Palabrerías – dijo haciendo aspavientos con la mano – claro que mi hija es feliz, conozco a mi hija y es más feliz de lo que fue contigo – soltó – ahora tiene a su familia que la quiere, a su familia de verdad, no una enfermerucha que lo único que hizo fue alejarla de nosotros… E: ¡Fueron ustedes quienes la alejaron! ¿O ya no se acuerda señora? – volvió a decir – pero claro… bastó con llenarle la cabeza de estupideces y mentiras para volver a tenerla donde quería ¿no Rosario? Porque esto es lo que usted quería, poder controlarla como no pudo hacerlo nunca… - dijo con ira – pero óigame, Rosario, Maca algún día sabrá la verdad… algún día recordará… R: ¿Ah sí? ¿Y como va a hacerlo eh? – le dijo – lleva cerca de dos años sin recordar nada, ¿piensas de verdad que ahora lo va a hacer? ¿Ha recordado algo desde que tú has llegado? Jajaja, ya te veo, creyéndote que serías ese disparo de salida hacia sus recuerdos – reía metiéndose con ella – o ¿qué? ¿vas a contarle tú toda la verdad? E: Si, sí que lo haré – dijo irguiéndose ante ella. R: No lo harás, muchachita… porque si realmente quisieras hacerlo… ¿Ya lo habrías hecho no? – dijo mirándola mientras retaba su mirada, Esther en un momento flaqueó, lo que logró que Rosario se sintiera más segura en su postura, sonrió con malicia, tomó su bolso y se acercó a la puerta – esperaré a mi hija fuera… aquí hay demasiada insolente para mi gusto – terminó de decir saliendo de la sala. Esther literalmente una de sillas, como sidede prontoy su cuerpo le pesara, como sicayó volviera atrás, alsobre momento en las el que se enteró todo… ahora sí, sintiéndose libre de serpientes venenosas, dejó salir esas lágrimas que había estado aguantando todo ese tiempo… sintiendo como poco a poco le fallaba la respiración… escuchó un ruido proveniente del sofá, como la caída de una revista, se levantó… ni siquiera se había dado cuenta que había alguien allí tumbado… R: Bu… bueno yo… - se levantó Raquel algo avergonzada – estaba aquí tumbada y… E: Y lo has oído todo – dijo mirándola con una total y profunda derrota en sus ojos. R: Sí… - se acercó a ella – ven aquí – pidió abrigándola entre sus brazos, como si supiera que lo que en esos momentos necesitaba Esther era eso… un abrazo y dejarse llevar por el llanto contenido… Maca salió de la sala de curas, con el gesto algo fruncido, sin saber realmente qué le podía pasar a aquel chico ya que lo que parecía ser algo simple no parecía serlo tanto…
M: Javier – llamó viéndolo en ese instante pasar por allí – necesito que te hagas cargo de un chavalín – le dijo pasándole el informe. J: ¿Qué le pasa? – preguntó mientras abría la carpeta. M: Pues… tenía dolores de cabeza pero… - lo miró y Javier supo qué le quería decir con aquella mirada J: Vale, no te preocupes, yo me encargo – dijo cerrando al carpeta - ¿todo bien? M: Bueno… ahora mismo me siento algo incompetente… J: Maca… tranquila – animó – todo llegará… - quiso animar, al igual que se animaba él en cuanto a su brazo, en cierto sentido, los dos se sentían impotentes en algunos momentos. M: Ya… gracias… R: Macarena hija – escucharon como llegaba Rosario M: ¿Mamá qué haces aquí? – preguntó – creí que me esperarías en la sala de médicos. R: Sí… bueno… - se dio la vuelta – hola Javier, ¿qué tal estas? – preguntó sonriendo con amabilidad. J: Muy bien Rosario, ¿y tu? R: Pues ya ves, de visita – siguió sonriendo – dile a tu madre que iré a verla en estos días. J: Se lo diré, no te preocupes – miró a Maca y luego de nuevo a Rosario – bueno, voy a ver a este chico – dijo a modo de despedida. R: ¿Estás libre ya? – preguntó – tengo ganas de estar un rato a solas con mi hija – sonrió con cariño M: Claro que sí, vamos – contestó comenzando a andar. Decidieron salir fuera del hospital, Rosario así lo quería, así que en una cafetería cercana se sentaron a pasar un ratito, tampoco Maca podía demorarse demasiado, comenzaron hablando de la boda, del traje que Rosario le había encargado y que había sido la elección final de Maca. La mujer no paraba de programar y programar aquel día logrando que la pediatra comenzara a “agobiarse”. M: Mamá… ¿me vas a contar qué hacías andando por el hospital cuando habíamos quedado en que me esperarías en gabinete? – preguntó queriendo cambiar de tema. R: Mira… no te lo quería contar – comenzó a decir – pero ya que insistes… no me quedé porque esa compañera tuya me “echó” de allí.
M: ¿Cómo que te echó? – dijo totalmente sorprendida - ¿y eso por qué? R: No lo sé… mira que yo intenté ser todo lo amable que pude – se hizo la victima – ya sabes como soy, intento ser correcta con todo el mundo, pero es que esa chica no paró de decir que esa sala no era para visitas familiares, que debería haber esperado fuera… que no sabía porqué tú habías dicho que me llevara allí y un montón de cosas más, y claro, yo no quería que tuvieras problemas por mi culpa, así que decidí salir… por prevenir… M: Ya… - quedó pensando un segundo… no sabía qué pensar… era bastante raro que Esther se comportara así, pese a que ella misma había vivido un par de “arranques” de la enfermera, pero… - ¿Estás segura mamá? – preguntó de nuevo - ¿No habrás confundido algo que te dijo? R: Maca, hija que estoy vieja pero no tonta – contestó como si se ofendiera por la duda – y esa chica me ha tratado bastante mal… - la miró – siento decirte esto, no sé si será muy amiga tuya y mira que no la conozco pero no sé… esa chica tiene algo que no me gusta… M: Mamá… si Esther es un encanto – dijo con énfasis y Rosario tuvo que morderse la lengua para no soltar algo que no le convenía. R: Pues… no sé… no me hagas caso, tendrá un mal día – contestó, sabiendo que ya le había metido la mosca detrás de la oreja a su hija. M: No sé… de todos modos, hablaré con ella – le dijo y Rosario rió para sus adentros, comenzaba la fase acoso y derribo contra Esther… Viendo a su compañera de ese modo, Raquel había decidido hablar con Javier y alegando un malestar por parte de la enfermera la había llevado a casa donde le había preparado una tila en un intento por calmarla… R: ¿Estás más tranquila? – dijo al ver que al menos, había dejado de llorar. E: Sí… gracias, Raquel… - contestó agradecida con su compañera. R: No es nada - afirmó queriendo animarla. E: Supongo que te estarás preguntando un montón de cosas – la miró e intentó sonreír. R: Bueno, algunas – dijo con sinceridad – pero no quiero agobiarte, así que tranquila, no hace falta que me cuentes nada… E: ¿Recuerdas el matrimonio aquel que llegó por una tráfico? – preguntó tras unos segundos – aquel en el que la chica estaba embarazada y al final murió… R: Eh… - recordó aquel caso – sí, creo que sí. E: Te dije que yo había tenido un caso parecido y que por eso me había afectado tanto…
R. Sí, lo recuerdo – dijo ahora más convencida que antes. E: No me afectó tanto por que fuera un caso parecido – dijo de nuevo sintiendo la congoja del llanto – me afectó porque fue muy similar a lo que nos pasó a Maca y a mí… R: Tuvisteis un accidente – afirmó. E: Sí… volvíamos de Nueva york, de hecho acabábamos de llegar… a Maca le dieron una beca sobre neurocirugía pediátrica – recordó – estuvimos allí dos años… un mes antes habíamos decidido casarnos… - continuó sintiendo que se le quebraba la voz – y queríamos hacerlo aquí, así que… volvimos… Yo estaba embarazada de unos cuatro meses… alquilamos un coche en el aeropuerto y… - tomó una bocanada de aire, Raquel la escuchaba sin atreverse a cortar el relato – no sé porqué empezamos a discutir… creo que fue por una tontería… no lo recuerdo muy bien… la ultima imagen que tengo de ese día es de un camión viniendo directo a nosotras… R: ¿Qué pasó? – dijo con interés E: No sé por qué nos llevaron a hospitales diferentes, Maca estuvo en el universitario y yo en el Provincial… - continuó – los médicos lograron sacarme adelante a mí y al bebé… solo que yo quedé en coma… - siguió diciendo Raquel la miraba bastante sorprendida – decían que era un milagro que el embarazo siguiera adelante en esas condiciones y cuando vieron que era viable hicieron una cesárea… estuve… estuve… un año y medio en coma… - dijo con lágrimas en los ojos – cuando desperté mi niña ya tenía un añito y poco… - continuó con un gran dolor - estaba en tramites de adopción con otra familia… nadie imaginaba que yo despertaría… mucho menos que lo hiciera sin secuelas importantes… solo tengo unas horribles migrañas de vez en cuando pero nada más… así que cuando me recuperé del todo… luché por volver a tener a mi hija conmigo… creí que Maca había muerto… R: ¿Qué pasó con Maca? – quiso saber. E: Cuando ya había pasado un tiempo, una de las enfermeras me dijo que la mujer que iba conmigo en el coche fue atendida en el universitario… y que… que por lo visto no tenía un cuadro tan grave como el mío… - siguió contando – así que fui allí y nadie me decía nada… decían que si no era familiar directo del paciente no me podían decir nada… - seguía contando con desesperación – no sé quien se apiadó de mí… pero logré saber que a Maca la habían trasladado a Jerez así que cogí a mi pequeña y me fui a buscarla… - las lágrimas caían por sus mejillas recordando aquel calvario – allí logré saber que maca había estado dos meses en coma y que había despertado, su familia se había hecho cargo de ella… y que… tenía amnesia… R: Joder – soltó - ¿Intentaste hablar con ella? – preguntó de nuevo. E: Claro que lo intenté – contestó como si la respuesta fuera obvia – fui a su casa… me recibió Rosario y me contó que Maca no sabía quien era yo… que tenía novio, que seguramente se casaría que estaba en Madrid en una plaza que había conseguido en un hospital…
R: En el central… - afirmó. E: Sí… Rosario me dijo que no se me ocurriera volver a meterme en su vida… pero… no podía dejarlo así – lloraba – pensé que… que cuando me viera… recordaría, que recordaría a su hija que… - dolor, desesperación, rabia, todo eso podía sentir Raquel en la voz de Esther – volví a Madrid y pedí plaza en el hospital y cuando… cuando la vi… ¡dios!… no me conocía… no tenía ni idea de quién era yo… R: Hay… hay una cosa que no entiendo – dijo tras un silencio prolongado – si Maca… si tiene amnesia… ¿Cómo puede ejercer? E: Bueno… he… he leído bastante sobre el tema – contestó intentando explicárselo de la mejor manera – según tengo entendido los primeros meses son cruciales para una posible recuperación… es muy probable, aunque no siempre, que recupere la memoria si se les enseñan fotos o cosas de su vida anterior, sin atosigarlos y dejándoles espacios, pero intentando mostrarle lo que fue su vida… fotos, lugares, personas… - intentaba explicar - La cuestión es que Rosario, decidió mentirle y sacar de su vida todo lo que no le gustaba, principalmente yo… - afirmó – pero supongo que le gusta eso de tener una hija médico y puede que “alimentara” por decirlo de alguna forma esa parte de su cerebro… - seguía diciendo – Las personas que sufren amnesia, son como esponjas… aprenden con muchísima rapidez muchas cosas… así que… yo supongo que Maca volvió a estudiar sus libros y… bueno, consiguió volver a ejercer… aunque, si te das cuenta, no opera, siempre os pasa a alguno de vosotros casos más complicados, trata sobre todo resfriados o algún brazo roto, nada más allá de lo que ella puede hacer. Raquel asintió, era cierto, desde que Maca había llegado al hospital no había entrado en quirófano ni una sola vez, atendía casos muy, muy simples y cuando venía alguno algo más “complicado” le pasaba el caso a otro médico. R: Ya… - dijo – pero… ¿Cómo consiguió plaza? No me entiendas mal… pero es raro que se la dieran estando así. E: Apostaría lo quecreer quieras a queque es cosa de Rosario dijo sin saber que erapara totalmente cierto – haciéndole a Maca lo consiguió por –sus propios medios… tenerla controlada… siempre quiso controlar su vida… pero no pudo, Maca nunca dejó que nadie le dijera lo que tenía que hacer… hasta ahora, supongo – dijo bajando el rostro. R: ¿Por qué no se lo dijiste cuando la viste Esther? – quiso saber. E: Por que me bloqueé tanto… saber que la tenía tan cerca y no sabía quien era yo… enterarme que tenía novio… ¡novio! – recalcó – que se iba a casar… pensé que si… si yo de pronto llegaba a su vida y le decía quién era yo… me tomaría por loca, Raquel… y yo no quiero que me aleje de su vida… y lo haría… y… no lo soportaría…yo… - de nuevo las lágrimas rodaban por su rostro – me conformo con tenerla así… con pasar un rato con ella y… verla reír… - terminó de decir dejándose arrastrar de nuevo por el llanto. Raquel, totalmente alucinada con todo lo que había tenido que pasar, volvió a abrazarla brindándole todo su apoyo y toda su ayuda… impresionada por la fortaleza que estaba demostrando tener… realmente, era una mujer impresionante…
Cuando Maca llegó de nuevo al hospital, se metió en su despacho sacó varios libros de medicina, como siempre cada vez que tenía tiempo se ponía a “estudiar”, sin embargo ese día le estaba resultando difícil hacerlo, las palabras de su madre refiriéndose a Esther la habían dejado un tanto descolocada… no tenía a la enfermera por una persona desagradable, así que su adre debía haberse equivocado, posiblemente malinterpretaría algo que dijo, igual que ella, al principio de conocerla había interpretado mal alguna cosa… decidió no darle más importancia de la que tenía y continuar con sus libros. Pocos días después, pudo apreciar como la relación de Esther con Raquel se había estrechado considerablemente y eso, causaba en ella cierto malestar. En varias ocasiones las había observado hablar como si guardaran un secreto, había visto en algún que otro momento, como Raquel abrazaba a Esther y aunque al principio no le había dado importancia, no sabía por qué, ahora hasta le molestaba verlo… mucho más cuando al acercarse ella Raquel desaparecía o cambiaban de tema o simplemente dejaban de hablar, quizás eso era lo que más le enfadaba de todo aquello… a pesar de eso, la enfermera no había dejado de buscar oportunidades de estar con ella y aunque en parte le gustaba que la buscara, empezaba a confundirse más de la cuenta, empezaba a tener algo de miedo por lo que Esther le provocaba y es que, iba a casarse y sin embargo, había ocasiones en las que no podía dejar de pensar en ella… Había pasado una noche horrible, una que hacía mucho tiempo no pasaba… hacía tiempo que no pasaba una noche en vela intentando recordar aunque fuera una mínima cosa y esa noche, sin saber por qué, se la había tirado esforzándose en vano para recordar si alguna vez se había sentido atraída por una mujer y lo único que había logrado era un dolor de cabeza y la frustración de darse cuenta que a pesar del tiempo transcurrido su mente seguía sin querer recordar nada… M: Hola chicas – les dijo sentándose en una de las sillas. E: Hola – saludó - ¿Estás bien? – dijo preocupándose. M: He pasado mala noche – contestó sin querer dar más explicaciones - ¿vosotras qué tal? – las miró a ambas con un cierto tono de escamado. E: Aquí… intentando buscar una canguro que pueda ir a recoger a Patricia… - le dijo – es que… tenemos una operación preparada para dentro de media hora, Raquel me ha pedido que esté y… no puedo ir a recoger a Patricia… M: Ya… - “Mucho te pide a ti últimamente Raquel” pensó para sí – si quieres puedo recogerla yo… E: ¿Sí? – la miró, feliz, pues hasta ese momento no había encontrado ninguna excusa para que Maca pasara tiempo con su madre – me harías un favor la verdad… M: Yo voy, no te preocupes – sonrió al ver su rostro iluminado – sabes que me encanta tu hija… - afirmó – no tengo nada que hacer esta tarde, mi madre está visitando a no sé quien… así que la recojo… la llevo… no sé, al parque y cuando acabes nos das alcance o te la llevo a casa…
E: ¡Genial! – dijo absolutamente eufórica, ella que tenía miedo de pedirle a Maca verse fuera del hospital segura de que recibiría una negativa… y ahora era la propia Maca quien daba el paso – voy a llamar para avisar en la guardería que irás tú a por ella. M: Claro – contestó con una sonrisita. Cuando Esther se marchó, Maca miró a Raquel quien espectadora de aquella conversación no podía más que alegrarse por su amiga, podía parecer una tontería pero sabia que para la enfermera, lo que Maca acababa de proponer era un mundo entero… M: Últimamente os lleváis muy bien ¿no? – le preguntó bebiendo un sorbo de su taza. R: Sí, bueno, lo normal, supongo – dijo quitándole importancia pues le había parecido ver en Maca un tono ¿crispado? M: Sí… lo normal – repitió – pues nada… que sigáis siendo tan amiguitas… - dijo levantándose – dile que antes de entrar en quirófano me de la dirección de la guardería – pidió, Raquel la miró extrañada y sin embargo no pudo reír para sus adentros ¿eso habían sido celos? Se metió en su despacho, intentando que ese mal humor que de pronto tenía la dejara un poco en paz, ¿qué hacía ella diciendo esas cosas? ¿A qué venía comportarse así con Raquel? Definitivamente pasar una noche como la que había pasado le había entado fatal para su humor… Llegó a la guardería y se encontró que ya algunos padres esperaban a que se abrieran las puertas para recoger a sus hijos, los miró, se sentía algo extraña allí, como si ella no pintara nada y sin embargo tenía muchas ganas de estar donde estaba. A los pocos minutos abrieron las puertas y una fila de niños de la mano, salían precedidos por una de las profesoras. Sonrió, estaban tan lindos, con sus mochilitas, algunos con dibujos o lápices en las manos… se imaginó a sí misma yendo a recoger a sus hijos, junto a Fede, y no pudo evitar sonreír… tenía ganas de tener hijos, su instinto maternal se había acentuado en el momento en que vio a aquella princesita llamada Patricia… Los padres, uno a uno se fueron marchando una vez recogían a sus hijos, ella quedó allí, con la sonrisa puesta en los labios y la vista en aquella pequeña que en esos momentos se llevaba una piruleta a la boca al tiempo que miraba a su profesora… M: Hola, buenas tardes – saludó sin dejar de mirar a la pequeña – soy Maca. -
Hola, sí – extendió la mano la cuidadora – Esther nos llamó para avisar que vendrías por al niña.
M: Sí, soy yo – contestó de nuevo mirando a la pequeña – hola princesa. Patricia la miró y se le iluminaron los ojos al verla, tan pronto como lo hizo elevó los brazos para que la cogiera, ella sonrió y la alzó dándole un beso en la mejilla, la cuidadora sonrió al ver que la niña conocía a Maca. M: ¿Nos vamos al parque? – le dijo a Patricia.
P: Aquee – repitió con alegría – aquee… M: Pues al parque – se volvió a la profesora – muchas gracias. Hasta luego. -
Hasta luego – dijo despidiéndose de Patricia.
M: Di adiós, princesa – no podía dejar de sonreír. P: Aios insesaa – repitió haciendo que la pediatra no pudiera más que reír. Llegaron a un parque cercano, desde la entrada ya Patricia hizo el intento de bajar, por lo que maca volvió a tomarla en brazos, para luego bajarla y andar con ella agarrada de la mano. M: Pero si eres una mujercita – reía al verla, la niña la miraba encantada – ven vamos a sentarnos aquí ¿sí? - dijo acercándose a un banco. En ese momento algo llamó la atención de la niña. P: ¡Un guau! – señaló al perro que paseaba junto a su dueña - ¡Guau! M: Sí, cariño – se le caía la baba – un perrito… ¿quieres ir? P: ¡Guau! – seguía mirando al perro. M: Venga, vamos – volvió a cogerla y ando con ella en brazos hasta aquella mujer – buenas tardes… verá, la niña ha visto al perro… y querría saber si puede acariciarlo. -
Claro que sí – dijo sonriendo a la pequeña que tenía los ojos puestos en el can y parecía que no veía el momento de acariciarlo – Milo, ven – llamó al perro, lo acarició hasta que éste se sentó – venga, preciosa, ahora tú.
Patricia, avergonzada, se escondió en el cuello de Maca quien, como no había dejado dealgo hacerlo, volvió a sonreír. M: A ver, cariño – le dijo a la niña - ¿No querías tocarlo? – Patricia asintió – pues venga, las dos a la vez ¿vale? P: A os a la ez – repitió. Con cuidado la Patricia llevó la mano hasta aquel suave pelaje, abriendo los ojos al contacto y mostrando una amplísima sonrisa, Maca la imitó, más que por el perro, porque aquella carita emocionada la había desarmado totalmente. P: Apo – le dijo al perro. M: sí, muy guapo, pero tú, más – y la besó sin intención ninguna de reprimirse – guapa – la volvió a besar. P: Apa – imitó acariciando su mejilla y Maca volvió a desarmarse.
M: Venga, vamos a sentarnos allí un poquito ¿vale? P: Ale – asintió la niña. M: Muchas gracias – le dijo a la señora que las miraba con una sonrisa en los labios. -
De nada… tiene una hija preciosa – dijo sonriendo – se parece a usted.
M: Gra… gracias – miró a la niña extrañada – pero no es mi hija… yo no tengo hijos aún… -
Ah, vaya – contestó habiéndose equivocado – Bueno, hasta luego – terminó de decir.
Volvieron a aquel banco donde Maca sentó en sus piernas a Patricia que seguía mirándolo todo con curiosidad, le encantaba esa pequeña, simplemente le encantaba. M: Bueno princesa – llamó su atención - ¿Qué hacemos eh? ¿Quieres jugar? P: Ma – dijo la niña mirando a Maca. M: Sí, mamá vendrá dentro de un rato – contestó. P: Ma – volvió a decir apoyándose en su pecho. M: Luego viene mi amor – contestó y algo en ella deseó ser su madre… sin embargo, tan pronto como lo deseó, recordó que aquella niña tenía una madre que las había abandonado y de la que Esther estaba aún enamorada… “hija de puta” volvió a pensar como aquella primera vez, sintiendo como una rabia crecía en su interior… Las había visto desde lejos y aprovechando que no habían notado su presencia se dedicó acuerpecito mirarlas. yMaca tumbada el césped, sobrea sus manos elevando su creando risas sobre en la niña, risas tenía que sea Patricia contagiaban la pediatra que parecía disfrutar tanto o más que la pequeña. Desde su posición, no podía dejar de sonreír ante la escena, ver a Maca con su hija, a Patricia con su madre… verlas juntas por fin y disfrutando de un momento como ese, aunque Maca no la reconociera, aunque no supiera quien era… pero el simple hecho de verlas así le había llenado el corazón de alegría y esperanza… E: Hola – dijo una vez decidió que era el momento de acercarse – parece que lo pasáis bien. M: Hola – contestó levantándose con la niña en brazos - mira quien ha venido cariño – le dijo a Patricia. P: Ma – estiró los bracitos para que Esther la cogiera, como así hizo al instante llenándola de besos - ¿Qué tal se ha portado? – le preguntó a Maca que miraba la escena encantada.
M: Muy bien – sonrió – es una niña muy buena – acarició el rostro de la niña – nos hemos divertido ¿verdad? P: Sí – afirmó Patricia que parecía encantada de la vida. M: ¿Tu operación qué tal ha ido? – quiso saber. E: Bastante bien – afirmó – ha sido larga pero ha merecido la pena. M: Me alegro – se agachó para recoger su bolso – bueno pues… ya que estás aquí… E: ¿No te quedas a merendar con nosotras? – la cortó viendo que iba a despedirse – digo… si no tienes nada que hacer… - la miró pidiéndole con la mirada que se quedara – a la niña le encantaría… M: Eh… sí, claro – volvió a dejar el bolso – me quedo – dijo con una sonrisa al ver la que había causado en el rostro de la enfermera. Sentándose de nuevo en le césped, sobre una manta que había traído la enfermera comenzaron a darle la merienda a la niña que no dejaba de intentar escaparse para ir a jugar, entre risas lograron que comiera y acunándola, sintiendo la tierna mirada de Maca sobre ella, Esther logró que Patricia quedara dormida… M: Tienes una hija preciosa, Esther – le susurró. E: Sí, sí que lo es – contestó mirándola orgullosa. M: Aún no entiendo como… tu ex, ha podido dejaros así – dijo necesitando abordar ese tema. E: Es más complicado que eso, Maca – le contestó bajando la mirada. M: pero hay que ser muy hija de puta para hacer lo que os ha hecho – dijo con Supongo… rabia. E: No digas eso – pidió – no quiero que hables así de… M: Ah, claro – la cortó – se me olvidaba – dijo con ironía – que tú sigues enamorada de ella… ¡es que no lo entiendo! – decía sintiendo que le crispaban los nervios - ¿Cómo puedes seguir sintiendo algo por una persona que te ha hecho una cosa así? Es una mala persona, Esther, alguien que abandona a unas personas como vosotras no puede ser más que una mala persona… me jode mucho que sigas sintiendo cosas por ella. E: Maca, no sigas por ahí – dijo con contundencia. M: Es que de verdad Esther – siguió insistiendo – deberías olvidarla de una vez… salir, conocer gente… enamorarte de otra persona – Esther no podía creer lo que estaba oyendo, no podía creer que Maca, su Maca, estuviera diciéndole todo aquello y una parte de la pediatra no tampoco podía creer lo que decía – volver a tener una relación
con alguien que sí te merezca… alguien que… que pueda corresponderte – dijo recordando de súbitamente aquel beso en los probadores de aquella tienda de novias… E: Es que yo no quiero enamorarme de nadie más – contestó mirándola profundamente a los ojos, tanto que Maca se sintió incómoda – no quiero a nadie que no sea ella… M: Pero ella está… lejos, dijiste que está lejos de vosotras… E: Ella está aquí – continuó diciendo sin dejar de mirarla, queriendo soltarle toda la verdad y temiendo hacerlo. M: ¿Aquí? – se sorprendió – ¿la has visto? – y sintió una terrible opresión en el pecho. E: Sí… M: ¿Habéis vuelto? – se cruzó de brazos, indignada. E: No, aún no… - no apartaba la mirada de ella. M: ¿Cómo que aún no? ¿Es que te estás planteando volver con ella? – preguntó mucho más enfadada de lo que se imaginaba – no me lo puedo creer… E: Maca… M: Joder Esther… es que me cabrea mucho que sigas queriendo volver con “esa” – dijo de forma casi despectiva – deberías buscar alguien que te valorara, que te quisiera y que supiera hacerte la mujer más feliz del mundo. E: Ella lo es – contestó bajando la mirada, estaba a punto de decirle toda la verdad, pero tenía tanto miedo… y sabía que si Maca continuaba atacándose a sí misma sin saberlo, acabaría soltando todo sin importarle las consecuencias. M: ¡No! No de lo es – siguió diciendo – si te quisiera no te habría dejado… no habría desaparecido vuestra vida… E: No sigas Maca – pidió… M: Claro que voy a seguir… te mereces alguien mucho mejor, alguien que… que sepa cuidarte… que sepa amarte… que no te deje… alguien como… como… - “como yo” pensó y fue tal la intensidad y tal el turbación que sintió, fue tal la confusión, el ahogo que sentía, fue tal el miedo… que terminó diciendo algo que no tenía nada que ver con lo que pensara – como Fede para mí… Y con esa ultima frase la fortaleza de Esther se desinfló como si fuera un globo, las ganas de contarle todo desaparecieron dejando paso al dolor de ver a su mujer enamorada de otra persona… E: Será… será mejor que lleve a Patricia a casa – dijo aguantándose las ganas de llorar – estará más cómoda…
Otra noche en vela, otra noche mirando fotos y recordando momentos de un pasado feliz junto a ella, otra noche sintiendo el vacío que dejaba su ausencia, otra noche más en las que las fuerzas volvían a huir dejando que su corazón siguiera sangrando… tras aquellas ultimas palabras de Maca no había podido dejar de sentirse tan insignificante en su vida como se sentía… Había comenzado el turno con la pregunta de Teresa “menudas ojeras hija, ¿has pasado mala noche?” le había preguntado, sin contestar siquiera había firmado el parte de entrada y había comenzado a trabajar intentando que su mente se distrajera lo necesario como para no volver a rememorar una y otra vez el momento en que Maca reafirmaba su amor por Fede… R: ¿Te encuentras bien? – dijo Raquel viendo como su amiga andaba como si se tratara de un zombi. E: Sí… sí – contestó con voz apagada – tengo el día tonto… R: Anda ven – pasó el brazo por sus hombros – vamos a tomar un café y me cuentas. La pediatra, que había visto la escena desde el final del pasillo arrugó el papel que tenía entre las manos y dándose la vuelta tomó rumbo hacia el despacho de Claudia, en el que entró sin tan siquiera llamar. C: Pasa, pasa, no te cortes – dijo y nada más verla supo que tocaba charla, solo esperaba que esta vez la dejara hablar. M: ¿Cómo una persona puede ser tan… tan…? – comenzó a decir – de verdad ¿eh? Es que me pone de los nervios… C: ¿Quién? – preguntó fuera de juego. M: Esther… me pone histérica – continuó – de verdad… me molesta muchísimo que aún esa zorra… porque no ha tiene otroanombre, ha de ser muy zorra para siga hacerpensando lo que leen hizo… y encima va y ¡la vuelto ver! ¿te se lo puedes creer? En el gabinete, Raquel escuchaba lo que había ocurrido la tarde anterior, y sentía tanta rabia y tanta tristeza por lo que estaba pasando su amiga que no sabía qué decirle… E: Y luego me suelta que me merezco a alguien como Fede… - decía con dolor y clama, como si empezara a tirar la toalla – yo no sé qué voy a hacer, Raquel, no sé si voy a aguantar así más tiempo… R: No, Esther, de tirar la toalla nada – la animó – has luchado mucho para ahora dejar las cosas así… Maca va a recordar, va a saber quien es ella y quien eres tú y… lo vais a superar ya verás… E: ¿Tú crees? – la miró y Raquel pudo ver en la mirada un derrotismo tal que le dio miedo pensar que Esther realmente dejaría de intentarlo.
Ro: Buenos días – escucharon que se abría la puerta, ambas se irguieron ante la presencia de la señora Wilson frente a ellas – vaya… me alegra que estés aquí, me gustaría hablar contigo. C: Bueno Maca, es su vida, puede hacer lo que quiera, digo yo – le contestó Claudia a una Maca realmente nerviosa. M: Pues no, porque si ya le hizo daño una vez, se lo va a volver a hacer, seguro, ese tipo de personas funcionan así C: Ya… y a ti que más te da – picó. M: Me da, Claudia, claro que me da – dijo – Esther me importa ¿sabes? – soltó. C: Vaya… y por lo que veo, más de lo que decías… M: Estoy echa un lio Claudia – se sentó medio derrotada en la silla, su amiga la miró haciéndole saber que estaba allí para escucharla. Raquel se había posicionado delante de Esther, en un acto reflejo con intención de protegerla, miraba a Rosario con la cabeza bien alta y la mirada llena de reproches. Ro: ¿Podría dejarnos a solas, señorita? – le pidió con amabilidad fingida. R: Pues va a ser que no – contestó – por si no lo sabe esta sala es de uso exclusivo para médicos… E: Raquel… - dijo llamando su atención – déjanos solas… - ella la miró interrogante y al ver que volvía a pedirle que se marchara decidió hacerlo no sin antes regalarle a Rosario la mirada más odiosa que pudo poner - ¿A qué ha venido? R: Por lo que veo haces amigas con facilidad… espero por tu bien, que no sepa nada – amenazó. E: Dígame qué quiere, y váyase, por favor – pidió ignorando su comentario, no le apetecía volver a entrar en peleas con esa señora. R: Quiero que te vayas – contestó – quiero que desaparezcas y dejes en paz a mi hija de una buena vez. Se tocaba el pelo nerviosamente, se mordía las uñas buscando la forma de liberar todo aquello que no la dejaba tranquila, mientras Claudia esperaba que siguiera hablando. M: Quiero a Fede – comenzó a decir – siento que quiero a Fede… que… que quiero tener un futuro con él… que… quiero casarme con él. Le quiero Claudia… C: Bien, eso está bien – contestó - ¿Cuál es el problema entonces?
M: Pues que… que siento cosas que no he sentido nunca cuando estoy con Esther… que me hace sentir… no sé, diferente… y puede que me sienta atraída por ella… creo que… que me gusta… C: Aja… M: Pero luego llego a casa… estoy con Fede y… y siento que le quiero y no quiero hacerle daño… pero tampoco puedo dejar de pensar en Esther… y en esa ex que tiene que me mata de nervios… C: Maca… ¿no será que sientes algo más por Esther? M: Es que no lo sé… solo sé que… que estoy muy confusa… que cuando estoy con ella no quiero separarme y cuando llego a casa y estoy con Fede solo quiero que me abrace fuerte y no me suelte… Se puso en pie ante la atenta mirada de Rosario que esperaba una respuesta por su parte, anduvo un par de pasos, le dio la espalda, se apoyó en el sofá, bajó la cabeza, tomó aire y volvió a darse la vuelta… E: No voy a irme – dijo contundente. R: Está bien… - dijo sacando algo del bolso – esto es un billete de avión para Estados unidos, uno para ti y otro para esa niña que tienes, deberías cogerlo antes de que esto se te vaya de las manos… he hablado con algunos contactos y tienes un puesto de jefa de enfermeras en el mejor hospital del mundo a tu disposición. C: Maca – le dijo Claudia – creo que antes de tomar cualquier decisión debes aclararte… saber qué sientes realmente, pospón la boda si es necesario pero en esas condiciones no puedes casarte… M: Quiero a Fede, Claudia y quiero casarme con él – repitió una vez más. C: No estoy poniendo en duda eso – contestó – lo único que digo es que si sientes algo por Esther… o por otra persona, deberías saber qué es realmente es que siente… M: Ya… - dijo bajando la cabeza… levantándola de nuevo para seguir hablando cuando su busca sonó – me necesitan en urgencias – le dijo a su amiga – luego seguimos hablando ¿vale? C: Aquí estaré – contestó dejándole ver que estaría ahí para cuando quisiera. Esther se acercó a ella, tomó aquellos billetes con malas maneras y comenzó a romperlos en sus narices… E: Métase su dinero, sus puestos de trabajo, sus billetes de avión y lo que quiera por donde le quepa – dijo con rabia – no voy a irme, no va a alejarme de Maca… no lo va a conseguir…
R: Muy bien… pues si así lo quieres será por las malas… - Esther enarcó una ceja – no seré yo quien te eche de su vida, será ella misma… E: Váyase a la mierda, vieja bruja – soltó con rabia en el mismo instante en que la puerta del gabinete volvía a abrirse y una Maca totalmente alucinada miraba a Esther sorprendida por las palabras que acababa de escuchar salir de su boca. M: ¿Puedo saber qué está pasando aquí? – preguntó echándole una dura mirada a Esther. R: Maca… Macarena hija – habló antes de que lo hiciera la enfermera – yo no sé que ha pasado… estaba aquí, esperándote y esa señorita ha venido… y… no sé por qué ha empezado a querer echarme de aquí y a decirme un montón de cosas y… Ay Maca hija – decía pareciendo realmente compungida – menos mal que has venido… E: ¿Qué? – soltó Esther en shock, mirando a Maca con miedo… R: De verdad, hija… yo solo quería darte una sorpresa y venir a verte… y no sé qué ha pasado, yo la he saludado con educación y ella… ay hija… qué mal rato… E: Maca… - la llamó intentando llamar su atención. R: Hija, por favor… - incluso llegó a llorar – yo de juro que no sé qué le he dicho y si he dicho algo que le ha podido ofender, pues le pido disculpas… pero… hija de verdad… no sé qué le pasa a esa chica… E: No… no Maca… - logró decir – Maca… M: Esther sal de aquí – dijo mirándola con dureza. E: Pero Maca… M: Sal de aquí – repitió – déjanos solas. E: Maca, escúchame – pidió M: No, escúchame tú a mi – continuó dura – que sea la ultima vez que hablas así a mi madre, mucho menos que la insultes ¿te queda claro? – preguntó sin darle opción a réplica – ahora sal de aquí de una vez. – sentenció abriendo la puerta. Esther la miró, pidiéndole que no se dejara embaucar por las palabras de su madre, sin embargo, Maca no la miraba a ella… escuchar como insultaba a su madre le había provocado demasiada rabia, su madre había pasado con ella los peores momentos de su vida, la había ayudado en todo cuanto había podido y jamás la había dejado sola, no iba a permitir que nadie, absolutamente nadie le faltara el respeto a esa señora que tanto le había dado… fuera quien fuera, no iba a permitirlo, ni Esther, ni nadie. M: Vete, Esther – volvió a decir al ver que la enfermera no se movía.
Viendo la rabia en sus ojos, no fue capaz de decir nada, su capacidad de reacción se había esfumado como la espuma, bajó la cabeza, sintiendo unas terribles ganas de llorar, miró a Maca que seguía a la espera de su marcha, luego volvió al vista a Rosario que la miraba por encima del hombro… finalmente decidió salir de allí sabiendo que si no lo hacía acabaría rompiendo en llanto… M: Ya está, mamá – dijo abrazando a su madre y echando una mirada a aquella puerta por la que había salido la enfermera… R: Qué mal rato, hija, qué mal rato – decía gimoteando – no sé que le pasa a esa mujer… está loca… M: Venga, mamá, no pasa nada – seguía tranquilizando R: Aléjate de ella, Maca por favor – le pidió – es una mala persona… no le he dicho nada y yo creí que… que me iba a pegar, Maca… está loca… está loca… Nada más salir de allí sintió las lágrimas rodar por sus mejillas, no queriendo que nadie la viera apretó el paso para llegar hasta los vestuarios… la rabia y la frustración hizo que comenzara a tirar todo lo que se encontraba en su camino, empotrando algunos objetos contra la pared… en esas estaba cuando la puerta se abrió y una más que preocupada Raquel no dudó en acercarse a ella y abrazarla intentando calmarla. Ra: Tranquilízate – le pidió mientras la abrazaba con fuerza – cálmate Esther… E: Me va a destrozar la vida, Raquel – decía entre lágrimas – está consiguiendo lo que quiere… R: shh… Ya está… cálmate – pidió, haciendo que la mirara para limpiar sus lágrimas – tranquilízate – la miró, clavando sus ojos en ella para intentar transmitirle tranquilidad… - ya está… En ese ymomento, como si noviendo hubiera tenidoescena, bastante, la ido puerta del vestuario volvió aa abrirse Maca quedó parada aquella había a reclamarle tras calmar su madre, a pedirle explicaciones y encontrándolas tan juntas, tan cerca la una de la otra… abrazadas… dio un portazo y se fue de allí como alma que lleva al diablo… Se sentía débil… llevaba un día horrible, su ya conocida migraña se había instalado en su cabeza martilleándole sin contemplaciones, llevaba unos días sintiendo punzadas, sabía que aquel momento llegaría y ahí estaba, casi sin poder fijar la vista en nada, intentando llegar a la sala de enfermeras, lo peor del caso, es su querida migraña había decidido aparecer en mitad de un turno… Llevaba días sin hablar con Maca, desde aquel desencuentro con Rosario había evitado cruzar más palabras con ella de las necesarias, queriendo así evitar un posible conflicto entre ambas, había pasado noches en vela pidiendo un porqué de todo aquello, había visto como la propia pediatra la miraba de lejos con el rostro serio… la tensión que llevaba acumulando durante días tenía que estallar y así lo hacía, en forma de una de las peores migrañas que recordaba desde el accidente… incluso diría que ni cuando aún estuvo hospitalizada las sintió así de fuertes…
Se paró, apoyándose en la pared, sintiendo que la vista se le nublaba de nuevo y un fuerte pinchazo se clavó en sus sienes, casi se dobló de dolor, necesitaba tumbarse… llegar a vestuarios buscar en su bolso aquella medicación que en su día le habían prescrito y que siempre llevaba en el bolso por si ocurría algo como aquello y tumbarse a oscuras para intentar que al menos se le pasara lo suficiente como para poder seguir trabajando… M: Esther… - dijo llegando rauda hasta ella viéndola de ese modo – Esther… ¿qué pasa? Esther… ¿estás bien? – preguntaba realmente preocupada pues aquel estado era bastante preocupante. E: yoo… - logró articular – creo que… que… Y se desplomó, se le apagó la luz totalmente y sintió un fuerte pinchazo de nuevo, se desplomó en los brazos de Maca quien asustada logró cogerla antes de que callera al suelo… M: ¡Esther! ¿¡Esther!? – dijo dándole pequeños cachetes en la cara… Abrió los ojos lentamente, teniendo que cerrarlos al instante debido a la luz cegadora que la saludó… su dolor de cabeza continuaba incesante, con gesto dolorido se movió para encontrarse con una Maca que con gesto de preocupación la miraba sentada al lado de la camilla. E: ¿Qué… qué ha pasado? – preguntó sintiendo la boca seca… M: Te has desmayado – le anunció – ¿te encuentras mejor? E: No – dijo medio protestando – me duele mucho la cabeza… M: He pedido un escáner – le comentó – creo que vendría bien saber por qué te has desmayado… E: No hace falta – continuó – ha sido por esta migraña que tengo… M: Aun así, no es normal que te desmayes, Esther – continuó diciendo, su mano hizo el intento de llegar a acariciarla y se detuvo en el camino… Esther se dio cuenta de aquel movimiento. E: Ya… bueno, no es normal que llegue a esos extremos – continuó – alguna vez me ha pasado… pero no suele ser así… M: Sigo pensando que deberías mirártelo – insistió. E: Está diagnosticado, Maca – continuó – solo tengo que ir a mi taquilla a por la medicación… - dijo intentando levantarse… M: Espera… no te muevas – la paró – yo te las traigo.
E: No hace falta – insistió – puedo ir yo, no voy a volver a desmayarme… M: Bueno pero yo me quedo más tranquila si me te quedas aquí – seguía en sus trece. E: Ya, pero yo me quedo más tranquila, soy voy yo – continuó ella de la misma manera. M: Joder qué cabezota – protestó. E: Pues igual que tú – contestó, sintiendo una nueva punzada – joder… M: Anda… túmbate – pidió y Esther la miró, estaba realmente preocupada, así que decidió hacerle caso, hasta ese momento no se había dado cuenta de un detalle… Maca la estaba cuidando… sonrió levemente y se dejó caer en la camilla, qué bonita sensación la de volver a sentir a Maca cuidarla… pese a que ella no se acordara… R: hola – entró Raquel - ¿Cómo estás? – se acercó, Maca se tensó nada más verla – estaba en una operación y acabo de enterarme… E: Estoy bien – la miró – las migrañas… ya sabes… R: Sí… - miró a Maca quien se había sorprendido por la cantidad de información que poseía Raquel sobre la enfermera – Voy a traerte tus pastillas – dijo viendo que quizás había llegado en un mal momento y queriendo dejarlas a solas – ahora vuelvo… E: Gracias – sonrió sin negarse, pues sabía porqué se iba. M: Bueno, sigo pensando que deberías hacerte un escáner – dijo con más seriedad que anteriormente. E: Y yo ya te he dicho que no hace falta – contestó. M: Está bien… como quieras – dijo sentándose de nuevo y bajando la mirada. E: ¿No tienes que trabajar? – preguntó encantada de la vida porque se quedar allí con ella. M: No… de momento no, así que me quedo aquí hasta que vuelva Raquel… No supo si fue el tono, la extraña mirada, la forma de removerse en su asiento pero a Esther le pareció notar ciertos celos en aquella ultima frase… recordó un tiempo en el que Maca se ponía celosa y actuaba de la misma manera, queriendo ocultar esos sentimientos pero delatándose en gestos o palabras… no pudo evitarlo… sonrió para sus adentros… Terminaba de arreglarse, Luisa, la jefa de enfermeras, la había mandado a casa pese a que ya se encontraba mucho mejor… cerraba la taquilla al tiempo que la puerta se abría dejando paso a la pediatra. M: ¿Te vas ya? – preguntó al verla cambiarse.
E: Sí… Luisa me ha mandado a casa – contestó cogiendo su bolso. M: ¿Te encuentras mejor? – preguntó de nuevo. E: Mucho mejor – afirmó – ya te dije que no era necesario hacer ninguna prueba. M: Ya… bueno, solo era para quedarnos todas tranquilas – bajó la cabeza. E: Pues ya ves que no es nada – continuó diciendo. M: Sí… - contestó sin saber muy bien qué más decir – oye Esther… - llamó su atención de nuevo – que… ¿no crees que deberíamos hablar? E: Sobre qué – la miró. M: Sobre… lo que pasó con mi madre – dijo haciendo que Esther suspirara. E: Yo no tengo nada que hablar sobre eso. – dijo seria. M: Hombre… supongo que algo tendrás que decir – siguió ella – vamos digo yo… al menos decirme por qué la insultaste de ese modo – necesitaba saber qué había pasado en aquella habitación. E: Ya… ¿sabes qué pasa Maca? – la miró – que tu ya te has hecho una idea de lo que allí pasó, ya has creado un culpable para esa situación, es lo que tú piensas… así que yo no puedo hacer nada contra eso – contestó. M: ¿No piensas defenderte? – preguntó bastante sorprendida. E: ¿Serviría de algo? – le devolvió la pregunta – dime, serviría de algo que yo me defendiera para que tú cambiaras de idea sobre lo que pasó. M: No locreer, sé – dijo bajando tenía confusión no sabía a quien aunque algo la encabeza, el fondo de tanta su alma le decíaque querealmente Esther debía tenerqué unao buena razón para actuar de ese modo y por eso no podía enfadarse con ella. E: Entonces ya está, Maca – dijo andando hacia la puerta. M: Espera – dijo tomándola del brazo. E: ¿Qué pasa ahora Maca? – Se dio la vuelta – estoy cansada… quiero irme a casa… M: Quieres… ¿quieres que te lleve? – propuso. E: No hace falta – contestó – además, Raquel me está esperando – dijo sin intención ninguna de provocar nada en ella… M: Ya… - frunció el ceño - ¿puedo hacerte una pregunta? – Esther la miró esperando que siguiera - ¿tienes algo con ella?
E: ¿Con Raquel? – preguntó, Maca asintió – Ya te dije que sigo esperando a… M: Sí… sí, lo dijiste – la cortó, no quería volver a escucharlo – pero no sé… últimamente estáis muy unidas y… - hablaba con tranquilidad, como si esos celos que había sentido antes ya no existieran – tonteáis… E: ¿Tonteamos? – enarcó una ceja – ya… ¿te molesta? – picó. M: ¿A mí? No… ¿por qué habría de molestarme? – dijo un tanto a la defensiva. E: No lo sé – la miró – dímelo tú… M: Esto es absurdo – susurró sin saber por qué se el había ocurrido sacar aquel tema – no me molesta – contestó mirándola – al contrario… es solo que… no sé… ¿no te parece que estás siendo un tanto… hipócrita? Esther ante aquella ultima pregunta la miró demasiado sorprendida, ¿a qué venía todo aquello? Dejó el bolso a un lado, estaba empezando a enfadarse de verdad. E: ¿Perdona? – dijo algo ofendida. M: Bueno… dices que estás súper enamorada de “esa” y sin embargo tonteas con Raquel… no sé… es un tanto… hipócrita – repitió. E: ¿Y eso lo dices tú? – preguntó estaba sacándola de sus casillas – porque te recuerdo que dices querer y amar a tu novio – logró decir – y sin embargo me besaste. M: Yo no te besé – contestó poniéndose a la defensiva – ya hablamos de ello, fue una tontería del momento. E: Ah si, perdona – dijo con ironía – que yo voy besando por la calle a la gente solo por una tontería del momento… M: Vale fue una estupidez – continuó diciendo – una idiotez… algo que no debió ocurrir… E: Ahora la hipócrita eres tú – le dijo con contundencia – que no eres capaz de aceptar que tal vez sientas algo por mí. M: ¿Qué sabrás lo que yo siento? – se defendió asustada, por aquella conversación, por aquella cercanía. E: Sé que estás deseando volver a besarme – dijo en un susurro acercándose a ella – niégamelo… vamos Maca, niégame que no quieres besarme, aquí… ahora… Deseó abalanzarse sobre ella, beberse esos labios que no sabía porqué la llamaban de ese modo… deseó besarla como bien decía Esther… y lo hizo… sin saber como lo hizo, se abalanzó sobre ella, la besó con ganas, saboreó sus labios. Esther correspondió al beso en el mismo momento en que sintió sus labios, los necesitaba tanto… la necesitaba tanto…
El beso duró tan solo un segundo, el suficiente tiempo como para que Maca se diera cuenta de lo que estaba haciendo, para que diera un paso atrás, asustada por su reacción… ella quería a Fede… y Esther estaba enamorada de su ex y tonteando con otra… la miró, Esther vio la misma confusión en sus ojos que había visto el primer día… la pediatra salió de aquella habitación como alma que lleva el diablo. E: Maca… - susurró – mi amor… - dijo cayendo sentada sobre el banco, recomponiéndose de aquel beso en el que casi había vuelto a sentir a su mujer y al instante siguiente, de nuevo había todo un océano entre ellas… Sentada en el coche esperaba que Sonia al fin bajara, en doble fila, se dedicaba a contestar a un mensaje que Raquel acababa de mandarle. Aún no sabía como había dicho que sí a esa cena, aun no sabía porque no cogía el coche y volvía a casa con su hija… lo que sí sabía, era que tenía que armarse de valor e intentar aguantar a la “parejita” gran parte de la noche… Tan solo cuatro días después de aquel beso y en ese tiempo no habían cruzado ni una sola palabra. Maca se había alejado de ella totalmente, había creado entre ellas un muro enorme. Había evitado encontrarse con ella en algún caso, aquel beso, lejos de acercarlas, parecía haberlas separado mucho más… ni siquiera habían hablado para “aclarar” o para que la pediatra buscara la peor excusa del mundo para darle una razón a ese beso… S: Perdona la tardanza – dijo entrando en el coche – he salido tarde del trabajo y no me ha dado tiempo a estar lista antes… E: Tranquila – dijo sonriéndole – acaban de avisarme, aún no han llegado todos… S: Ya… pues cuando quieras vamos – contestó – tengo ganas de ver a Maca… E: Sonia… que… Maca no… S: Ya, ya – cortó – ya me lo has avisado… tranquila… y gracias por invitarme… E: Bueno… creo que esta noche voy a necesitar todo el apoyo que pueda así que… S: Pues vamos – dijo con energía – a por ella, campeona – bromeó. E: Vamos – arrancó y se incorporó a la vía. Llegaron al restaurante no sin esfuerzo por encontrar aparcamiento y cuando lo hicieron ya vieron a algunos compañeros esperando, Raquel junto a Claudia y un siempre ganso Gimeno en un lado y algunos compañeros más por otro, nada más verlas, Raquel se acercó a ellas. R: Tú debes ser Sonia - se presentó – soy Raquel. S: Encantada – le dio dos besos.
E: ¿No han llegado? – preguntó mirando sobre su hombro. R: No, pero están a punto – comunicó – Claudia ya la ha llamado. E: Vale… veremos como va… - decía moviendo las manos nerviosa. En ese momento, Maca junto a Fede llegaban saludando a todos los que allí se encontraban, con sendas sonrisas en el rostro y las manos entrelazadas andaban charlando con unos y con otros hasta que al final llegaron a su encuentro. F: Buenas noches – saludó – Esther, hacía tiempo que no te veía, ¿qué tal todo? E: Bien… muy bien – contestó – hola – le dijo a Maca que miraba a Sonia… M: Hola – contestó volviendo la vista a ella - ¿Cómo estás? E: Bien… - Maca volvió a mirar a Sonia – perdonar… os presento – dijo hablando a su amiga – Ella es Sonia… y bueno ellos son… Fede y Maca. S: Encantada – saludó sin atreverse a acercarse demasiado M: Lo mismo digo – dijo con algo de recelo – perdona… - se dio cuenta de cómo la miraba – es que me suena tu cara… - automáticamente, tanto Esther como Raquel y algo mas disimuladamente Sonia, miraron a Maca con gesto de sorpresa. S: Eh… bueno… tengo una cara muy común – sonrió – y he estado alguna vez por el hospital recogiendo a Esther… así que… M: Será eso sí – contestó despreocupándose del tema… R: Creo que nos están esperando – dijo mirando al resto de compañeros. Entraron enaelEsther restaurante donde una enorme mesa ya preparada las esperaba. Sonia se sentó junto y al lado de ésta lo hizo Raquel… algo alejados pero manteniendo el contacto visual se sentaron Fede y Maca junto a Claudia… Entre un estado medio tenso medio distendido, las conversaciones comenzaron hablando sobre todo del hospital, punto de unión de muchos de ellos. Las risas comenzaron cuando el vino hizo su presencia, por lo que todo fue más ameno y las bromas no tardaron en llegar. Esther se limitaba a hablar con Raquel o Sonia intentando que su vista no se desviara a la parejita que parecían estar de lo más cómodos allí, Fede se había internado en una conversación con alguien sobre la boda, Claudia miraba a Maca de vez en cuando intentando descifrar su rostro y la pediatra no podía evitar que los ojos se le fueran al “trio lalala” como había decidido bautizarlas esa noche. C: Si sigues así vas a terminar doblando el tenedor – dijo en su oído viendo como tenía cogido con fuerza el cubierto.
M: Es que mírala… ya no es solo con una sino que ahora son dos – susurró molesta. C: Bueno… ¿y a ti qué más te da? – preguntó haciendo que la mirara con sorpresa… cierto ¿qué más le daba a ella? Por su parte, Sonia se acercó al oído de Esther había algo que desde que había llegado la pediatra no dejaba de pensar… S: Esther… ¿de verdad Maca no recuerda nada de nada? – preguntó. E: No, Sonia – contestó con un deje de dolor – absolutamente nada. S: Pues no sé… pero a mí me mira como cuando os conocisteis – contestó. E: ¿A qué te refieres? – preguntó con más curiosidad. S: Pues… ¿ya no te acuerdas de las veces que pensé que me iba a tirar algo a al cabeza porque se ponía celosa de vernos juntas? – preguntó – pues me mira igual, te lo aseguro… Esther miró a la pediatra… ¿sería cierto? Maca desvió su mirada a Fede que se acercó a ella a darle un beso… la enfermera se levantó necesitando alejarse por un instante de esa mesa y puso dirección a los baños… Se estaba lavando las manos cuando sintió la presencia de Maca allí, no la había escuchado entrar y pegó un bote por el susto… M: Perdona… no quería asustarte – se disculpó. E: No pasa nada… yo ya me iba – dijo intentando esquivarla. M: ¿Lo pasas bien? – preguntó antes de que saliera… E: Lo intento – contestó parando y dándose la vuelta para mirarla. M: se nota – dijo molesta - ¿ella es tu ex? – preguntó directa. E: No… no lo es – se armó de paciencia… M: Vaya… entonces otra más que agregar a tu lista – afirmó hiriente… no podía evitarlo, le hervía la sangre… E: Si quieres dímelo y te apunto a ella… M: No gracias… yo ya estoy servida – contestó de nuevo. E: Mira, Maca… no pienso tener contigo, otra vez, este tipo de discusiones que sé muy bien donde nos van a llevar – dijo sin darse cuenta de lo que decía y saliendo de allí dejando a Maca algo extrañada…
M: ¿Otra vez? – se preguntó – esta mujer está loca… y va a volverme loca a mí… Salió del baño con una extraña sensación en el cuerpo… algo que no había sentido nunca, como si todo lo que pasaba a su alrededor lo hiciera de una forma lenta… se sentó en la silla, bebió un poco de agua intentando calmarse, no sabía que le pasaba… C: … cuando abrimos nos dimos cuenta que el hematoma era más grande de lo que pensábamos… - escuchó de lejos… Y todo se volvió negro un instante, todo pareció desvanecerse ante sus ojos para dar paso a una luz blanca que la cegaba… miró sus manos, con guantes puestos, llevaba una bata azul, elevó la vista, estaba en un ¿quirófano? Pi….pi….pi…pi… - el sonido de la máquina le hizo saber que había un paciente esperando, bajó la mirada y se encontró con un chico que no pasaba de los 13 años ya dormido sobre la camilla. -
The patient is prepared...– le avisó una enfermera – when you want Maca…
M: Well – se escuchó decir a sí misma - let's start the operation, boys – dijo al equipo – Scalpel F: Maca – la llamó algo preocupado – Maca ¿estás bien? – preguntó, pero la pediatra parecía no responder – Maca… ¿Maca? – Esther miró y su primera intención fue levantarse y correr hacia ella, sin embargo no supo por qué no podía moverse. – Maca… - volvió a llamarla. M: ¿Eh? – volvió en sí - ¿qué…? – preguntó algo desorientada. F: ¿Estás bien? – preguntó de nuevo – te has puesto pálida, cariño. M: s… sí… creo… creo que sí – contesto intentando poner en orden su mente. F: ¿Seguro? – insistió. M: Sí – forzó una sonrisa – de verdad que sí… no te preocupes – y le acarició el rostro para que se despreocupara. A partir de ahí, Maca pareció ausente durante toda la cena, intentando volver a ese recuerdo sin conseguirlo. Evadiéndose de todos pese a los intentos de Fede por hacerla entrar en alguna conversación, obviando las miradas extrañadas de Claudia y la mirada intensamente preocupada de Esther… no logró su cometido… no logró volver a recordar nada y sentía como poco a poco un ligero dolor de cabeza se instalaba en ella… estuvo tentada a decirle a Fede que se marcharan pero no supo porqué, no lo hizo, y continuó en aquella mesa… Tras la cena decidieron ir a un pub cercano, algunos prefirieron marcharse y tan solo quedaron unos cuantos… Esther, Raquel y Sonia andaban tras una Maca que parecía era
llevada por Fede mientras ella tan solo se dejaba arrastrar, estaba lejos, muy lejos de allí… La música a penas les dejaba hablar, cosa que Maca agradeció pues desde el mismo momento en que aquella imagen había cruzado su mente no podía dejar de pensar en él y no quería hablar con nadie… se sentó en una mesita mientras Fede decidía ir por algo de beber, la pediatra miraba todo intentando que algo, por nimio que fuera lograra llevarla a un nuevo recuerdo oculto en su memoria… S. Yo pienso que deberías acercarte – decía Sonia a Esther en la pista mientras disimuladamente miraban a Maca – ¿qué mejor momento que ahora que está sola? E: No creo que quiera hablar conmigo – contestó. R: Bueno, pero tú no te vas a quedar tranquila sin saber qué le pasa – insistió Raquel – vas le preguntas y ya está, si no quiere hablar pues… vuelves, pero yo creo que necesita hablar con alguien… E: Está bien – dijo dándose por vencida, parecía que no iban a parar… Acortando las distancias que las separaban, Esther llegó a aquella mesa sin que Maca se diera cuenta, se sentó en una de las sillas y la miró, parecía tan lejos en ese instante… E: Maca… ¿estás bien? – preguntó. La pediatra volvió lentamente la vista hacia ella y a Esther se le encogió el corazón ante aquella mirada, realmente estaba muy confusa, muy perdida… intentó llevar su mano a la de la pediatra y ésta la esquivó en un movimiento suave… E: perdona… - dijo bajando la mirada – no quería molestarte… M: No, perdona tú – consiguió hablar – es solo que me duele la cabeza – continuó – y… no me encuentro bien… E: ¿Necesitas algo? M: Mis recuerdos – murmuró, tan bajito que Esther no logró enterarse – Esther… alguna vez has tenido la sensación de que… estás… perdona – se cortó – es una tontería… E: ¿Qué sensación Maca? – insistió, no sabía qué era lo que le pasaba, pero tal vez podía intuirlo y necesitaba saberlo. M: Como… como si tu vida fuera una película… algo que… que no es del todo real – soltó y Esther sintió que su corazón daba un vuelco – es una tontería, lo sé… E: No lo es – dijo acercándose a ella – yo también he sentido eso… también lo siento ahora…
Clavó la mirada en sus ojos, como si con ello pudiera tocarle el alma y lograr abrir la puerta a sus recuerdos, Maca la miró y no quiso identificar lo que veía en ellos… Esther volvió a bajar la cabeza… hay veces que una mirada te colma de felicidad… otras en las que te das cuenta que los ojos que antes amabas ahora no te dicen nada y entonces todo deja de tener sentido… F: ya estoy aquí – dijo Fede llegando con las copas – toma cariño… M: Gracias – la tomó entre sus manos. E: Voy a volver con éstas – anunció saliendo de allí, con una sensación extraña en el cuerpo… Maca quedó sentada mirándola desde su posición, Fede la miraba a ella extrañado, intentando llamar su atención sin conseguirlo. Desde su posición, la pediatra pudo ver como Esther parecía hablar sobre algo serie con las chicas, sintió un presión recorrerla cuando Sonia la abrazó que solo se liberó cuando se separaron… sonrieron, cruzaron un par de palabras y comenzaron a bailar… Parecía estar eclipsada por sus movimientos… el vaivén de sus caderas, la sincronización con la música… la sonrisa en su rostro… cruzaron sus miradas de nuevo y Maca quedó clavada en la silla… la misma sensación que en el restaurante, de nuevo el mundo se le venía encima… otra vez todo negro… otra vez aquella luz… Bailaban sensuales, comiéndose con la mirada, sin poder retener las manos que querían explorar otros lugares… sintió un beso en el cuello que le cortó la respiración… sintió los nervios a flor de piel, el miedo y la expectación, las ganas de conocer lo desconocido… -
Vamos a tu casa Maca – escuchó que le decía… sintiendo la excitación, las ganas de sentirla…
Se vio en una moto, conque ganas de llegarsobrepasar a su casa, laintentando en la carretera y no en conduciendo aquellas manos intentaban barrera decentrarse la ropa… minutos después, se vio en un ascensor, comiéndosela a besos… desabrochando su camisa… -
Ahh… Maca – escuchó que gemía en su oído, ya en su cama, completamente desnudas y sintiendo las caricias por cada fibra de su ser…
M: ahh… Paula – se oyó a sí misma decir… Todo volvió a la realidad, ella, sudorosa, confusa, se levantó de la silla sintiendo que su cuerpo quedaba más blando de lo normal, teniéndose que sentar de nuevo, una punzada fuerte recorrió su cabeza… F: Maca… ¿Maca? – preguntó angustiado… M: Sácame de aquí, Fede – suplicó con voz queda…
Casi había obligado a Fede a marcharse a casa y dejarla sola una vez llegaron a su piso. No quería estar con el, realmente esa noche no quería estar con nadie… quería pasarla por entero en la soledad que le otorgaba su piso e intentar poner en orden ideas sentimientos que no sabía ahora como tomarse… Cuando todo ocurrió, cuando despertó en aquella habitación de hospital sin poder recordar ni tan siquiera su nombre, se pasaba hora tras hora intentando que algún recuerdo llegara a ella, se pasaba noche y día intentándolo hasta casi obsesionarse con ello. Cuando Rosario le iba contando cosas de su vida intentaba poner imágenes a sus palabras sin lograr absolutamente nada… no reconocía las fotos que le enseñaba, ni los lugares donde, según ella había pasado toda su vida… con el paso del tiempo, las historias que le había contado su madre, dejó de intentarlo, se hizo a la idea que nunca más recordaría y siguió con su vida… y ahora, en una sola noche había tenido dos recuerdos, tan solo dos flashes que no era capaz de enlazar con nada… tenía un dolor de cabeza impresionante y aún así, no había podido dejar de pensar en eso… Eran las siete de la mañana y ahí estaba, en el salón de su casa, con el gesto fruncido y sin poder recordar nada más… lo había intentado, había pasado toda la noche concentrándose en esos dos escasos recuerdos que habían llegado sin avisar pero no lograba recuperar ni un recuerdo más… M: Paula… Paula… Paula – repetía - ¿¡quién coño es Paula joder!? Y como es posible que yo me acostara con ella ¡por Dios! – decía con rabia… Daba vueltas por la casa, intentando poner en claro algo, se pasaba las manos nerviosa por la cabeza, incluso sentía unas terribles ganas de llorar… era tal su desesperación, era tal su desconcierto que lo único que quería era llorar y llorar… M: Vale Maca… - se dijo a sí misma – vamos a pensar en el otro – se sentó de nuevo en el sofá – Estaba operando… - recordó – aunque no recuerdo haber pisado un quirófano nunca, pero por lo visto debe ser que sí que lo hacía… hablaba inglés… ¡Joder si yo no sé ingles! – casi gritó – A ver Maca… cálmate… por favor, cálmate – se decía. Se puso en pie de nuevo, fue a la cocina, tomó un vaso de agua y bebió intentando así conseguir un poco de la tranquilidad que le faltaba, aprovechó para tomarse una pastilla para ese dolor en la cabeza que no la había dejado desde que comenzara a sentirse de aquel modo… M: ¿Y por qué mi madre no me dijo que sé hablar ingles? – se preguntó - ¿Por qué no me dijo que operaba hablando ingles? Bueno si hablaba ingles supongo que no sería aquí en España… pero ella no me dijo nunca que hubiera salido de España… - razonaba ella sola - ¿Por qué se lo callaría? – se preguntó - ¿y por qué no me dijo que me gustaban las mujeres? Porque está claro que debían gustarme… vamos, con esa Paula me gustaban… ¡joder! Aunque claro… lo mismo ella no lo sabía… a lo mejor no se lo conté nunca… - intentaba buscar razones para no pensar lo que pensaba – porque claro… ¿por qué iba mi madre a mentirme? Además… que… ella siempre me ha dicho que había tenido novios… lo mismo lo de Paula solo fue una chiquillada… o algo solo por probar… y a mi me han gustado siempre los hombres… porque Fede me gusta… quiero a Fede… ¡joder! Pero es que me siento muy atraída por Esther… necesito hablar con mi madre – sentenció – necesito que me aclare algunas cosas… ¿porqué no me ha
contado esto? – se decía mientras se cambiaba de ropa, tenía que hablar con su madre y no iba a esperar más tiempo… Salió a la calle, viendo que aún era demasiado temprano, pero necesitaba aire, necesitaba pasear, respirar y aunque lo quisiera no podía dejar de pensar en lo ocurrido esa noche, ni siquiera tenía sueño… estuvo andando durante mucho, viendo amanecer entre los grandes edificios de la ciudad. Entró en una cafetería céntrica, se sentó frente a la ventana, viendo como los comercios iban dándole vida a Madrid, como la gente salía de sus casa para ir a trabajar… los envidiaba… ellos tenían una vida llena de recuerdos, ellos podían echar la vista atrás y verse con claridad de niños, recordar la primera persona que besaron, o el primer desengaño amoroso… ellos podían… -
¿Maca? – escuchó que decían a su espalda, se volvió y un chico de su edad con una enorme sonrisa se presentaba ante ella y ella, no tenía ni idea de quién era él - ¿Eres tú? – preguntó de nuevo mirándola como reconociéndola - ¡No me lo puedo creer…! Estaba en la barra y te he mirado y he dicho… ¿es ella o no es ella? Y sí que eres tú…
M: perdona… ¿te… te conozco? – le preguntó. -
Claro que sí – sonreía – ¿no te acuerdas de mí? – preguntó – soy Rai, estuvimos trabajando juntos en el “Príncipe de Asturias” ¿No te acuerdas?
M: Eh… no… no lo siento yo… - dijo demasiado confusa. R: Sí, mujer… antes de que te dieran la Beca para irte a Nueva York – Maca lo miró absolutamente fuera de juego – yo era residente de ultimo año… Maca, por favor… que estuve meses pidiéndote una cita… que Esther casi me corta los huevos… qué por cierto ¿Cómo está? M: ¿Esther? – le dijo cortándolo totalmente sorprendida. R: Eh… sí, EstherEsther… – contestó si fuera una obviedad lo que le estaba preguntando – tú novia, Maca… la como enfermera… M: Espera… ¿Esther… Esther García? – dijo alucinando en colores fosforitos. R: Pues claro Maca – la miró – Esther García, Maca, tú novia… ¿qué Esther va a ser? la única que te he conocido, vamos - dijo y se dio cuenta que realmente parecía no recordar nada - ¿estás bien? – le preguntó. M: S… sí – logró decir a duras penas – tengo… tengo que irme… R: Si, yo también – contestó – tengo que ir al hospital que tengo guardia – se excusó ¿seguro que estás bien? – se quiso asegurar M: Sí, sí – sonrió aunque realmente no estaba bien, nada bien.
R: Bueno… pues me voy – dijo a pesar de no quedarse nada tranquilo – que llego tarde, dale un beso a Esther de mi parte y… ya a ver si un día de esto nos vemos y hablamos que desde que os fuisteis con tu beca no he sabido nada de vosotras… M: Cla… claro… - asintió viendo como se marchaba, quedándose totalmente impactada, tanto que no era capaz de moverse de su lugar… no era capaz de reaccionar… ¿qué cojones estaba pasando? Aquella información había logrado que su estado de desesperación aumentara como la espuma, todo había pasado a ser mucho más complejo de lo que jamás se habría imaginado. Si lo que aquel desconocido le acababa de decir, entonces su vida no era lo que ella creía… pero… ¿Por qué su madre le había mentido de esa manera? ¿por qué Esther se había callado algo como aquello? No podía dejar de pensar en ello, de nuevo intentaba recordar algo, por poco que fuera de todo lo que le había dicho ese tal “Rai” y no lograba absolutamente nada, su mente estaba totalmente en blanco, sus recuerdos no existían…
E: Pues… he estado un tiempo sin trabajar y antes de eso estuve en Nueva York, le dieron una beca a mi pareja y allí nos fuimos y… M: ¿Y…? E: No que… estuvimos allí un tiempo y… bueno luego… luego ya volvimos y nada, aquí estoy ………. R: Sí, mujer… antes de que te dieran la Beca para irte a Nueva York… yo era residente de ultimo año… Maca, por favor… que estuve meses pidiéndote una cita… que Esther casi me corta los huevos… qué por cierto ¿Cómo está? ………… E: Sí… bueno estuve mucho tiempo con… con una chica ………. E: Bueno… yo ya pasé por eso de “irnos a vivir juntas” y… en fin, yo ni me lo pensé… ella me lo pidió y enseguida le dije que sí… no hizo falta pensarlo ni nada… tenía muy claro que quería pasar el resto de mi vida con ella… ……… M: Es una niña preciosa ……… M: Oye que… ¿no deberías avisar a tu ex? E: No
M: Esther… es su hija, tiene que saber lo que le ha pasado E: No puedo llamarla Maca y tampoco me cogería el teléfono… además, no ha pasado nada, la niña está bien… ……… E: ¿Qué quieres saber Maca? ¿Qué un día, por decirlo de alguna manera se olvidó de nosotras? ¿Qué se olvidó que éramos una familia? ¿eso es lo que quieres saber? ¿Qué toda mi vida se fue a la mierda? ¿Qué no puedo dejar de pensar en ella ni un segundo y que ella está feliz con otra persona? ¿Eso es lo que querías que te contara? ¿Qué no sé como hacer para no venirme abajo sabiendo que tengo una hija que depende de mi y que su otra madre ni siquiera la conoce? ¿Eso querías saber? ¿Qué cada día me despierto con la esperanza de que volverá a buscarnos porque yo sí sigo enamorada de ella y me doy de bruces con la realidad de saber que está muy lejos de querernos? ¿Eso querías? Pues bien, Maca, ya lo sabes ahora, por favor… dame el alta de Patricia… quiero llevarla a casa. ……… M: ¿Tan enamorada estás de ella? E: Tanto como para seguir esperando que vuelva… ……… E: Ella está aquí M: ¿Aquí? ¿la has visto? E: Sí… M: ¿Habéis vuelto? E: No, aún no… M: ¿Cómo que aún no? ¿Es que te estás planteando volver con ella? no me lo puedo creer… ¿De verdad era ella esa mujer? No podía creérselo, era demasiado… demasiado surrealista, diría que casi espeluznante… demasiado impresionante… Esther había sabido siempre quien era ella y se lo había callado… ¿de verdad era ella la ex de Esther? ¿Entonces había estado sintiendo celos de ella misma? Estuvo recorriendo las calles sin un rumbo fijo durante casi una eternidad… sin saber donde ir, sin saber con quien hablar… cada vez más, la idea de que todo el mundo se había dedicado a mentirle sobre su propia vida cobraba más sentido en su cabeza y su enfado aumentaba más y más… no era capaz de racionalizar nada, no era capaz de encontrar un sentido a todo aquello… sin darse cuenta se vio frente al edificio de
Esther… recordando el día que fueron a la feria y la dejaron en el mismo lugar donde ella se encontraba en esos momentos… Una chica, salía del portal y aprovechó para entrar sin necesidad de llamar, buscó en los buzones su nombre encontrándolo y mirando el número de piso… subió, y llamó al timbre insistentemente… E: Ya va – decía desde dentro – ¡ya va! Joder, vas a despertar a la niña – refunfuñaba mientras iba hacia la puerta y se quedó impactada viéndola allí… - Maca… M: ¿Soy tu ex? – preguntó a bocajarro, sin esperas, sin más palabras, sin introducciones absurdas, quería la verdad y la quería ahora… E: ¿Qué? – dijo alucinada del todo M: ¿Soy o no soy tu ex? – volvió a preguntar – dime, Esther… ¿soy yo la hija de puta que te abandonó? – preguntó refiriéndose a ella misma como lo había hecho en innumerables ocasiones, tal vez deseando que no fuera cierto… quizás soñando que lo fuera. E: Será mejor que pases – contestó abriendo la puerta, vio que Maca no se movía – Maca por favor… entra… Entró, porque necesitaba demasiadas explicaciones, porque quería saber de una vez cual era su vida, entró y lo primero que se encontró fue una foto de ellas dos, abrazadas, sonrientes… M: Así que es verdad – dijo tomando la foto entre sus manos – soy tu ex… E: ¿Quién te lo ha dicho? – preguntó mirándola, intentando saber qué pasaba por su mente… M: importa? – dejó la foto y se volvió hacia ella – Lo importante es quién NO me ¿Acaso lo ha dicho – recalcó el negativo. E: Maca… yo… no… no sabía como… - bajó la cabeza. M: ¿Qué no sabías como? – estaba tan enfadada… tanto… - pues diciéndomelo joder, ¡pero no mintiendo! E: No te he mentido nunca – se defendió. M: Claro que lo has hecho… tú y todos habéis estado mintiéndome desde que me quedé sin memoria… joder, parece que os divertíais y todo… - seguía diciendo – mi madre… tú… y yo como una imbécil preocupándome porque la “hija de puta de tu ex” te iba a hacer daño… y resulta que yo soy esa hija de puta y que tú no has tenido ni la más mínima intención de decírmelo… E: ¿Y qué te digo Maca? – dijo de igual modo – me presento delante de ti y te digo… Hola, soy Esther, soy tu mujer y la madre de tu hija – Maca no podía creer lo que
escuchaba – me habrías tomado por una loca, Maca… no tenías ni idea de quién era yo… no me recordabas… ni siquiera sabías que existíamos… ¿qué querías que hiciera? M: ¡Que me dijeras la verdad, joder! – elevó el tono – de alguna manera podrías habérmelo dicho… pero no…. claro que no… teníais que mentirme todos… teníais que ocultarme todos mi vida… claro, como yo no me entero de nada… como estoy amnésica, podéis jugar todos con mi vida como os de la gana… E: Yo no he jugado contigo… jamás jugaría contigo Maca… - volvió a defenderse – no tienes ni idea lo que ha sido para mí saber que te tenía tan cerca y no sabías quien era yo… Sales con un hombre, Maca… ¡incluso vas a casarte con él! ¿De verdad me habrías creído? M: No lo sé… - contestó – solo sé que os habéis encargado de montarme una vida que no es la mía… E: No, Maca, no te confundas – continuó – la única que te ha montado una vida que no es la tuya es tu madre, cariño – Maca elevó el rostro al escuchar llamarla de ese modo – ella es quien no te ha contado la verdad… M: ¡Y tú tampoco! – dijo a modo de sentencia… - si no me hubiera encontrado con ese Rai, aún seguiría sin enterarme de nada… siento una puñetera marioneta vuestra – siguió – Hasta cuando iba a durar esta farsa… ¿¡Hasta cuando!? Quedó callada, ante la rabia de Maca quedó sin habla… no sabía como defenderse, quizás no tenía excusa… tal vez sí fuera cierto que ella había actuado igual que Rosario ocultándole la verdad, no diciéndole quien era… pero no había sabido hacerlo de otro modo… el dolor que sentía cada vez que la miraba y no se reconocía en sus ojos no la había dejado hacer las cosas como debería… bajó la cabeza, sin saber qué decirle… E: Yo… M: Olvídame dijo nada… saliendosedesentía allí, entanesos momentos no queríadesconfiaba escuchar nada… quería que le –dijera perdida, tan turbada… tanto no de todo el mundo… que no quiso saber nada más, necesitaba salir, alejarse, huir… poner en orden sus ideas, necesitaba saber el porqué de todo aquello pero se sentía tan sobrepasada en esos momentos que no podía quedarse frente a Esther… En uno de los hoteles más caros de la ciudad, Rosario Wilson, daba cuenta de un suculento desayuno mientras leía muy por encima las noticias del periódico del día, cuando alguien llamó a la puerta con bastante insistencia. R: ¡Maca hija! – dijo contenta de verla allí - ¡qué alegría verte tan pronto! Iba a ir a tu casa que tenemos que hablar sobre la boda. M: Sí, sí que tenemos que hablar – contestó entrando y dejando el bolso, quedándose de brazos cruzados – pero no de la boda, de otra cosa mucho más importante. R: Hija, tu siempre con tus cosas – dijo sin prestar atención a su gesto - ¿qué puede haber más importante que tu boda?
M: Pues mi vida, mamá – respondió – mi vida y al mentira que os habéis montado – soltó. R: No sé de qué me hablas – dijo ocultando su sorpresa ante aquella información. M: Te hablo de la verdad sobre mí y no la historia que os habéis montado – siguió diciendo – hablo de mí y de Esther… R: ¿Qué sabes? – preguntó altiva dándose la vuelta para no mirarla. M: O sea que lo sabías – continuó – claro que lo sabías, qué estupidez – dijo dándose cuenta que realmente era una estupidez pensar que no lo sabía - ¿por qué no me lo dijiste? ¿¡Por qué coño tuviste que inventarte una cosa así!? R: Porque Esther no te conviene – seguía diciendo con una tranquilidad que exaltaba el nerviosismo de Maca – Esther no es una buena persona, ya te lo dije. M: ¡Eso no me importa! – siguió – lo que me importa es que me has ocultado mi vida y me has estado mintiendo tú y todos me habéis estado mintiendo ¡joder! R: Maca… - hablaba con calma – cuando todo pasó yo no me sentí con fuerzas de hablarte de Esther… no sabes lo que hizo – continuó – ella te dejó… te dejó cuando vio que estabas enferma… se fue, desapareció, no quiso saber nada de ti… ¿Cómo querías que te contara una cosa así? ¿por qué crees que no ha aparecido hasta ahora? Por que te había dejado, Maca te había abandonado – siguió diciendo – y ahora ha vuelto… supongo que por dinero… M: ¿Qué…? – dijo fuera de juego, aquello no se lo esperaba, ya no sabía qué creer. R: Ella siempre fue así, una mala persona… te alejó de nosotros, te llenó la cabeza de sus maldades… - seguía diciendo haciéndose la victima – yo… quise evitarte un sufrimiento por eso te dije recordabas hija… ¿Cómo voy aa alguien decirte que la que creías el no amor de tunada… vida tenohabía dejado nada porque no quería cuidar enfermo? M: Estás mintiendo – susurró, pues tenía tal caos en la cabeza que no sabía qué era verdad y qué era mentira, pero aquello no le parecía para nada cierto… no, Esther no podía haber echo una cosa así… R: No miento hija – y las lágrimas de cocodrilo comenzaron a rodar por sus mejillas – ella te dejó… te hizo mucho daño… cariño… y… por eso tuvimos aquella pelea en el hospital, porque no quería que te volviera a hacer daño… y me dijo que no pararía hasta volver contigo… porque… porque quería que todo tu dinero fuera para su hija… quería aprovecharse de la situación… M: Cállate – dijo mirándola - ¡Cállate! – gritó al ver que intentaba hacer amago de seguir hablando…
Rosario quedó callada mirando como su hija, bastante nerviosa, andaba de un lado para el otro, se llevaba las manos a la cabeza, murmuraba algo que no entendía, hablaba para sí misma, mientras ella esperaba que Macarena picara el anzuelo… R: hija – intentó acercarse. M: ¡No me toques! – se echó hacia atrás. R: Pero Maca… M: ¡Que no me toques, hostia! – gritó desesperada – ¡tú de verdad crees que yo puedo creer algo de lo que me digáis! Después de todas las mentiras que me habéis dicho una tras otra ¿Cómo esperas que me crea algo? – preguntó, fuera de sí, con rabia, con ira ¡me habéis robado mi vida! R: Hija – lloró – yo solo… yo… M: ¡NO! no me vas a dar lástima con tus lágrimas, mamá – dijo mirándola rabiosa – no quiero volver a verte – le advirtió mirándola directamente a los ojos – no quiero que vuelvas a meterte en mi vida ¡nunca más! – gritó - ¡Nunca creí que fueras capaz de mentirme de esa manera! Creí todo lo que me decías ¡joder! Y ahora ya no sé qué creer… R: Maca… hija, por favor – lloraba más. M: ¡Suéltame! – gritó con furia y a Rosario le dio miedo esa mirada – y deja de llorar, que no te pega – siguió diciendo casi con desprecio y saliendo rauda de allí. Nada más salir del hotel sintió como sus nervios se hacían fuertes, como todo su cuerpo parecía temblar… Esther decía que su madre era la que le había estado engañando, que ella no tenía nada que ver y que no había sabido como decirle algo… Rosario, en cambio le había contado otra historia totalmente diferente… y ella no sabía a quien debía creer… no sabía que era verdad y qué era mentira… y las dos opciones parecían convincentes… Había estado dando tumbos por la cuidad, intentando comprender el por qué de todo aquello, sin lograr encontrar una respuesta clara… estaba tan confusa, tenía tal caos en la cabeza que no era capaz de encontrar la claridad que le faltaba para al menos buscar razones coherentes a todo aquello… Mientras tanto, Esther, armándose de toda la fuerza y el valor que tenía, había puesto su mejor sonrisa y había estado jugando con Patricia intentando que las ganas de llorar no le sobrepasaran delante de la niña… Entró en el hospital, caminando con lentitud, mirando a su alrededor, intentando reconocer aunque fuera algo de aquel lugar y no nada, absolutamente nada le resultaba familiar… se quedó parada al ver el movimiento, esperando algo que le dijera que en un pasado trabajó allí, quizás con la esperanza de que alguien la reconociera…
Tras dejar a Patricia, Esther fue directa al hospital, llegaba tarde y aunque ella hubiera preferido meterse en la cama y no salir de ella en al menos diez años, debía cumplir sus obligaciones… además… Maca tendría que estar allí… tal vez podría intentar hablar con ella… E: Buenas tardes, Teresa – dijo con voz apagada - ¿sabes si Maca ha llegado? T: No, hija, aún no, pero no debe tardar – contestó mirándola - ¿estás bien? – se preocupó. E: Sí, claro – mintió – de maravilla… - terminó de decir cuando ya se encaminaba a los vestuarios. Maca acortó las distancias hasta el mostrador, donde una mujer que nada tenia que ver con Teresa, archivaba unos historiales, la pediatra quedó frente a ella haciéndose notar, cuando la mujer la vio se quedó mirándola. M: Ho… hola – habló al ver que aquella señora esperaba – verá… posiblemente le… le resulte extraño esto… pero… ¿me conoce? – preguntó sintiéndose algo absurda por preguntar aquello. -
¿Qué si la conozco? – preguntó bastante extrañada - ¿se encuentra bien?
M: Sí… sí, estoy bien – contestó – pero por favor… dígame – insistió en la pregunta ¿usted me conoce? -
Pues no… - le dijo tras una pausa en la que intentó reconocer sus rasgos – no la conozco.
M: Ya… - bajó la cabeza – trabaja aquí un… medico que… creo que se llama… recordó el nombre – Rai… se llama Rai… -
¿Rai? Ah, el está doctor Raimundo dijo launmujer – sí, –síleque trabaja aquí, pero ahora mismo operando y va a– tardar rato largo informó.
M: Vale pues… muchas gracias – contestó alejándose del mostrador, estaba claro que había sido una tontería ir a aquel hospital… Terminaba de ponerse el pijama y no había podido reprimir un par de lágrimas, se limpió la cara y salió del vestuario en busca de algo que le tuviera entretenida y dejara de ver esa imagen de maca pidiéndole que la olvidara… R: Esther – se acercó a ella – necesito una analítica para la cortina 3 ¿te encargas? E: Sí… ahora voy – contestó y Raquel se dio cuenta de su estado de ánimo nada más escuchar su voz. R: ¿qué ha pasado? – preguntó directa.
E: ¿Tienes diez minutos? – preguntó necesitando hablar con alguien, Raquel asintió – vale, pues déjame que le saque sangre al paciente, lo llevo a laboratorio y te busco ¿vale? R: Vale – afirmó – estaré en gabinete… Asintiendo nuevamente en forma de gratitud, Esther fue a donde le había indicado para atender al paciente y luego ir a buscar a Raquel, quien ya la esperaba con un café en la sala de médicos… Estaba a punto de salir de aquel hospital, cuando no supo porqué se volvió de nuevo, encontrándose con la misma mujer de recepción que en esos momentos hablaba con otra mujer y ambas miraban hacia ella… se sintió incómoda por aquellas miradas y volvió a darse la vuelta… C: Espere, espera – escuchó que le decía – espere… - la tomó del brazo y quedó mirándola - ¿Eres… eres Maca no? M: ¡Sí! – contestó con más ímpetu del que creía - ¿Me conoce? – preguntó de nuevo. C: Claro… claro que te conozco – sonrió ampliamente al reconocerla – soy Cruz…fui tu adjunta… ¿no me recuerdas? M: La verdad es que no – contestó haciendo amago de una sonrisa – por eso he venido… - dijo mirándola más detenidamente, y como siempre, su mente se negaba a recordar ni un solo gesto de aquella mujer… de nadie realmente… así que ahí estaba, frente a una “desconocida” que parecía no serlo, queriendo descubrir algo de su pasado… alguna verdad sobre su pasado… Raquel se llevaba las manos a la cabeza mientras Esther intentaba mantener la calma y le relataba todo lo acontecido hasta ese momento. Su amiga, escuchaba intentando buscar la forma de ayudarla… E: Y me dijo que la olvidara – terminaba de contar – y se fue… pensé que la vería por aquí, pero no ha llegado… R: No, no va a venir – le comentó – llamó a Claudia, creo, parece que se encontraba mal… E: ¿Mal? ¿Cómo mal? ¿está enferma? – preguntó preocupada. R: Está bien – corrió a decir para calmarla – necesitara… no sé pensar… - la miró, tenía que ayudarla, de algun modo tenía que ayudarla – Esther, déjame que hable con ella… E: No, Raquel – contestó. R: Sí, Esther, déjame que hable con ella… quizás yo pueda aclararle algo… no sé, contarle lo que pasó con su madre y contigo aquí… - decía algo nerviosa por aquella idea.
E: No – tomó sus manos para frenarla – gracias pero no… eso solo empeoraría las cosas… - Raquel la miró sin entender – aunque ella no lo recuerde, no deja de ser mi mujer… y la conozco… sé como es… no te creería, mucho menos si piensa, como sé que piensa que puede haber algo entre nosotras – dijo señalándolas a ambas – necesita su tiempo, pensar y lo ultimo que quiero es agobiarla… ella misma irá a buscar respuestas donde tenga que buscarlas y luego actuará en consecuencia… - dijo esperando que realmente fuera así… pues tampoco estaba muy segura de nada en esos momentos… R: Como tú quieras – contestó muy poco convencida… En una cafetería frente al hospital, Cruz y Maca se habían sentado frente a dos tazas de humeante café, la pediatra había comenzado a relatarle a la que fuera su adjunta lo que pasaba y por qué estaba allí ese día… C: ¿Entonces no recuerdas nada de nada? – preguntó M: Nada… bueno – lo pensó mejor – poco… muy, muy poco… he tenido algunos flashes y recuerdo algo de medicina… pero nada más. C: Entiendo – afirmó con la cabeza – tengo un amigo que… M: No – la cortó – no, Cruz… yo… no quiero más médicos, ya pasé por eso… y todos llegaron a la misma conclusión… nadie sabe si recuperaré la memoria algún día… decía bajando la cabeza – lo que… lo que necesito es… no sé, que me cuentes algo de cuando trabajaba aquí… C: Vale… a ver – dijo pensando por donde empezar – fuiste mi residente en tu ultimo año – comenzó – eras una apasionada de la medicina, me recordabas mucho a mí cuando yo hice mi residencia… aunque no te gustaban mucho los quirófanos, al final acabaste cogiéndole el truco – relataba – luego conseguiste una plaza en el hospital y… no sé, al-los meses– ao partir casi aldeaño beca de neurocirugía pediátrica en Nueva York… la miró ahítetedieron perdí eluna rastro… M: Entiendo… - contestó bajando la mirada – y… bueno mi… ¿mi vida personal? C: Pues… al poco de llegar al hospital empezaste una relación con Esther – sonrió al recordarlas – ella también había llegado casi de nuevas aquí y os hicisteis amigas y os enamorasteis… de hecho ella se fue contigo – confirmó – formabais una pareja estupenda, se os veía a leguas lo mucho que os queríais. M: Ya – volvió a bajar la cabeza, ella no recordaba eso, no recordaba quererla… - ¿no puedes… no sé, decirme algo más? C: Es que no sé qué decirte, Maca, lo siento – continuó – ya te digo que os perdí la pista… pero me sorprende que Esther no esté contigo, me sorprende que no se haya quedado contigo – continuó – supongo que algo tuvo que pasarle… porque dudo mucho que te dejara sola por su propia voluntad… te quería tanto… os queríais tanto – dijo como envidiando ese amor.
M: No sé… mi… mi madre dice que ella… bueno que me dejó cuando pasó lo del accidente – comentó. C: Lo dudo, Maca – dijo categórica – lo dudo mucho. Esther no haría tal cosa, no es de esas personas… ella te quería, te quería muchísimo, algo tuvo que pasarle… M: No sé – repitió, confusa – es que no sé qué creer… mi madre dice una cosa… ella me dice otra… C: Maca, yo no sé qué pasó con vosotras en NY, no sé si decidisteis seguir juntas, no sé si lo dejasteis en algún momento… lo que sí sé, es que no he visto una pareja más unida y más compenetradas que vosotras… y bueno… tu y tu madre… - se cortó no sabiendo si era bueno decirle aquello. M: ¿Mi madre y yo que? – preguntó apremiante. C: Pues que… hasta donde yo sé, la relación con tu madre no era… vamos, que no era del todo buena – terminó de decir. Terminado el turno, Esther salía del hospital con una sensación de calma y tensión a la vez que no sabía como aplacar… necesitaba ver a Maca y sin embargo sabía que debía dejarle su espacio… aun a pesar de esas ganas locas que tenía por volver a tenerla entre sus brazos… llegó a casa tras recoger a Patricia de la guardería y se centró en su hija, su pequeña… esa que con tanta ilusión habían buscado y que tanto les había costado tener… y ahora, Maca no la recordaba, parecía que ni tan siquiera había reparado en ella… E: Mi amor – le dijo a su hija, tomándola en brazos - ¿Qué haremos si mamá no vuelve? – preguntó con lágrimas en los ojos… Mientras tanto, en su piso, sentada en mitad de una oscuridad artificial, Maca no dejaba de pensar lo quey había lo queque había su madre, de Esther, de en Cruz… tal eraocurrido, el caos en en todo su mente no escuchado sabía comodetomar aquellas palabras… F: Cariño, estás aquí – dijo entrando en el piso - ¿estás bien? – se sentó a su lado. M: ¿Puedes abrazarme? – pidió con angustia sintiendo como al instante los brazos de Fede la rodeaban preocupado… ella se dejó envolver en ellos, sintiéndose, como siempre, frágil y segura al mismo tiempo… Por absurdo que pareciera, Maca no le contó a Fede todo lo que había pasado. no se sentía capaz de saber que alguien más había estado mintiéndole, ya tenía bastante con saber que su propia madre le había ocultado gran parte de su vida, ya tenía suficiente sabiendo que Esther, a quien consideraba una desconocida, parecía no serlo tanto, y lo último que necesitaba era enterarse que su propio novio, a quien quería y con quien se suponía que iba a casarse estaba también metido en esa “película cinematográfica” en la que se había convertido toda su vida…
Pese a no contarle ningún detalle, no pudo evitar ponerlo a prueba, viendo la preocupación del chico mientras la abrazaba ella simplemente se dedicó a decir… M: Estoy confusa – decía mirándolo para ver su reacción – he… he recordado algunas cosas… F: ¿En serio? – preguntó y a Maca le pareció feliz por ello, lo cual alimentaba más su creencia que le decía que Fede no tenía nada que ver - ¡Eso es estupendo, cariño! – dijo tomándola por las mejillas y besándola levemente, la pediatra se dejó besar – yo sabía que recordarías… pero tienes que tener paciencia. M: Sí, supongo – contestó, aliviada al ver por aquella reacción que Fede no sabía nada – aunque solo he recordado… - pensó en qué decirle… pues no sabía como se tomaría el hecho de que en el pasado le gustaran las mujeres – he recordado una operación… yo operando, Fede… F: Mi amor – la abrazó – me alegro tanto – siguió diciendo – verás como pronto recuerdas toda tu vida, cariño – continuó – verás que juntos lo conseguiremos… - dijo apoyándola… Aquella noche no durmió… abrazada a Fede no pudo pegar ojo, una y otra vez todo resonaba en su cabeza sin dejarla descansar… las palabras de Esther, las de su madre, lo que le había contado Cruz… todo se mezclaba torturándola… y lo único que podía hacer era apretarse más contra su chico, el único que hasta el momento, había dado señales de no mentirle, de no saber nada y simplemente de querer estar con ella y apoyarla… Había pasado una semana en la que su calma había desaparecido, vivía en una constante confusión, intentando recordar algo más sin lograr nada, consiguiendo tan solo, agotarse ella sola… Evitaba a Esther, evitaba hablarle e incluso evitaba casi mirarla, estaba tan enfadada con ella, conlaelsituación mundo entero quesenohacía quería cruzar media palabra con la Esther, también insostenible cuando la veía y enfermera… sabía que no para era bueno acercarse, que en esos momentos la pediatra la rechazaría y no se sentía capaz de pasar por aquello. R: Esto ha llegado para ti – dijo dejando un sobre de tamaño folio sobre la mesa del gabinete donde la pediatra se había quedado tomando un café lejos de todo - Maca, ¿podemos hablar? – preguntó viendo que no le había hecho ni caso. M: No sé de qué – contestó a la defensiva, era extraño, antes de que apareciera Esther diría que ellas dos eran amigas, ahora simplemente, no podía verla. R: De Esther – dijo cruzándose de brazos. M: no tengo nada que hablar de ella – replicó mirándola un segundo – mucho menos contigo.
R: No pensarás que voy a quedarme de brazos cruzados viendo como ella lo pasa mal – comentó. M: Ella lo pasa mal… ya… ¿Y yo qué? – se defendió – porque te aseguro que peor que yo no debe pasarlo nadie. R: Maca… ella solo hizo lo que creía más correcto – dijo defendiendo a su amiga. M: Lo correcto hubiera sido hablarme claro – contestó – así como parece que lo ha hecho contigo, que por lo que se ve te sabes toda SU historia – dijo algo enfadada por aquello y recalcando el “su” R: Entiende que necesitaba hablar con alguien… y… M: Pues podría haber hablado conmigo – contestó – creo que soy la que más derecho tenía – seguía a la defensiva – además Raquel… no sé qué cojones estás haciendo tu diciéndome esto… R: Quiero ayudarla. M: Claro… así te será más fácil meterte en su cama después ¿no? – se dio cuenta de lo que acababa de decir – mira, no tengo ganas de hablar contigo – dijo saliendo del gabinete con el sobre entre sus manos… R: Genial – se lamentó Raquel. D camino a su despacho, donde quería “esconderse” de todo aquello, se encontró de frente con la enfermera quien al verla de lejos, se quedó parada, Maca apretó el paso hasta quedar a su lado. M: Deja de mandar a tus amiguitas para que intenten convencerme de no sé qué, ¿quieres? – le espetó. E: No he mandado a nadie – se defendió. M: Ya, claro – contestó siguiendo su camino dejando atrás a Esther, quien de nuevo, sintió como su mundo se venía abajo. Cuando llegó al despacho, dejó el sobre encima de la mesa e intentó calmarse… quizás se había pasado, quizás estaba sacando las cosas de quicio, pero no podía evitarlo, se sentía tan engañada por todo el mundo que estaba siempre a la defensiva y esperando cualquier palabra para atacar a quien fuera… Se sentó al fin en su mesa y miró aquel sobre, le dio la vuelta y el remitente le extrañó “Cruz Gándara, hospital Príncipe de Asturias” corrió a abrirlo, deseando saber su contenido. Sacó varios papeles y una carta manuscrita.
“He hecho algunas averiguaciones, tengo un amigo que me ha hecho el favor de pasarme un resumen de estos informes, espero que esto te disipe algunas dudas, siento
no poder ayudarte más, pero ahora, la menos sabrás porqué Esther desapareció. Besos. Cruz” Sacó los folios, que tan solo echándoles un vistazo supo que se trataban de informes médicos… cogió el primero y comenzó a leer.
Expediente nº 112221 Fecha: 27/04/2007 Paciente: Macarena Wilson Fernández. Dr: Lucas Moreno. Tras un tráfico, la paciente ingresó en estado crítico en las Urgencias del hospital Universitario. Presentaba un traumatismo craneal, rotura de fémur y contusiones leves. Tras los primeros cuidados se estabilizó a la paciente, que se mantuvo en estado de coma durando un mes y medio. Los familiares de la paciente decidieron el traslado al hospital General de Jerez, después del despertar de la tras unas semanas con un cuadro de amnesia. A pie de página y tras el resumen de su informe médico, donde podía leer las pruebas que se le hicieron y los resultados de las mismas, escrito a mano, por el que supuso el mismo médico leyó la frase que concluía aquel primer informe: “Su acompañante fue ingresada en el hospital Provincial, te adjunto otro extracto del informe que me han enviado por fax esta mañana”
Expediente nº 123456 Fecha: 2704/2007 Paciente: Esther García Aramburu (o Paredes, según el capi jajaja) Dr: Ana Castro. La paciente ingresó tras un accidente de tráfico, con un traumatismo craneoencefálico severo. Glasgow 3, embarazada de 16 semanas. Se estabilizó a la paciente que fue directamente a quirófano donde se le practicó una operación para reducir la lesión cerebral. Se le drenó un hematoma epidural aunque pese a ello la paciente quedó en coma. Se logró evitar un aborto y el embarazo siguió su curso. Se le practicó una cesárea en cuanto el feto estuvo preparado. Durante un año y cuatro meses la paciente no mostró signo alguno de recuperación, manteniéndose en estado comatoso hasta que despertó, sin secuelas importantes y fue dada de alta un mes después.
Salió del despacho como si hubiera descubierto la gran verdad del universo. Como si en un segundo hubiera comprendido el sentido de la vida. Como si fuera uno de esos grandes e históricos descubridores de las mayores maravillas del mundo. Andaba mirándolo todo como si ella fuera tan solo una espectadora. Los compañeros que se cruzaban con ella la saludaban y se sorprendían de verla allí, ella respondía por inercia mientras se dirigía hacia la entrada de urgencias. T: ¡Maca! – gritó Teresa sorprendiéndola y sorprendiéndose ella de verla allí - ¡pero mujer! ¿qué haces aquí todavía? M: ¿Eh? – se volvió a ella confusa. T: Tu turno ha acabado hace una hora Maca – continuó – Fede ha llamado, estaba preocupado porque no habías llegado y yo le he dicho que debías estar al llegar. M: ¿Qué? – parecía no entender nada, más concentrada en todo lo que había leído, en todo lo que había descubierto, en lo mal que se sentía en ese instante habiendo juzgado y condenado a quien no debía. T: Que Fede… M: ¿Y Esther? – preguntó cortándola. T: ¿Esther? – se sorprendió por aquella pregunta – pues en su casa, supongo… se fue hace un buen rato, por lo visto tenía que recoger a la niña… M: Patricia… - susurró, aquella niña era su hija… esa “princesita” era su hija y ella no la recordaba… ni siquiera se sentía su madre… T: Sí, que por lo visto llegaba tarde – continuó – yo no sé, per a esta chica le pasa algo… hoy al he visto así como… como triste – comentó. M: Sí… sí – contestó ausente, pues lo único en lo que podía pensar era en aquel informe médico de Esther – me voy, Teresa… T: ¡Pero oye! – la intentó llamar, sin recibir respuesta alguna, pues Maca ya había tomado paso firme y directo hacia su moto. Durante el trayecto, aun con los ojos puestos en la carretera, ella no dejaba de pensar en otra cosa, una y otra vez aquel informe que la había tenido en su despacho olvidándose del tiempo que había permanecido allí, casi se lo sabía de memoria… no podía creer lo que sabía… su madre la había estado engañando durante todo ese tiempo, incluso después de pedirle explicaciones había continuado mintiéndola… Esther no la abandonó nunca… simplemente había estado en coma durante todo aquel tiempo en el que ella rehacía su vida… había tenido una hija sin saberlo… se había enamorado de Fede mientras la que fuera su mujer permanecía en una cama sin compañía de nadie…
M: Bueno princesa – llamó su atención - ¿Qué hacemos eh? ¿Quieres jugar?
P: Ma – dijo la niña mirando a Maca. M: Sí, mamá vendrá dentro de un rato – contestó. P: Ma – volvió a decir apoyándose en su pecho. Y descubrió que aquel “ma” no era referido a Esther sino a ella… Patricia la había reconocido como madre y ella no era capaz de recordarla como hija… el conflicto de sentimientos que sentía en ese momento le hizo parar la moto sintiéndose incapaz de continuar la conducción… aturdida, se quitó el casco y al mirar donde estaba se sorprendió de manera brutal… ella había querido ir a casa… ¿qué hacía allí? Sin saber por qué, tal vez queriendo encontrar respuestas, terminó de aparcar la moto y comenzó a caminar hacia aquel portal. Terminaba de bañar a Patricia que ese día, como intuyendo la tristeza de su madre, estaba más payasa que nunca haciendo que Esther no pudiera dejar de reír por las “tonterías” de su hija. E: A ver cariño – dijo cogiéndola en brazos para sacarla de la bañera – vamos a ponernos el pijama ¿si? P: Apa – acarició su cara, logrando una nueva sonrisa de su madre. E: Tú sí que eres guapa, mi amor – dijo envolviéndola en una toalla y tras esto acercó su cara juntando la frente con la de su hija - ¿Besito? – y la pequeña le regaló un beso que le engrandeció el alma. Entre muestras de cariño y sonrisas Esther terminó de vestir a su hija, quien no estaba ayudándola demasiado y ese momento sonó el timbre de la puerta, haciendo que la enfermera mirara extrañada su reloj. Volvió a coger a la niña en brazos y con ella recorrió el pasillo hasta la puerta. Miró por la mirilla y se sorprendió al ver la visita. Apoyó la cabeza en la puerta necesitando un segundo para tomar fuerzas, miró a su hija, y entonces abrió. P: ¡Ma! – soltó la niña al verla, consiguiendo concentrar toda la atención en ella… Esther miraba a la pediatra con miedo, y Maca miraba a Patricia sin saber como responder ante eso… Lo último que esperaba cuando había subido a aquel piso, era que aquella adorable princesita la recibiera con un “ma” al que no era capaz de responder… ella que desde que despertó no había sentido esas ganas por ser madre, la menos, no hasta que conoció a Patricia… ella que hablaba con Fede de tener hijos y lo hacía con una visión muy a largo plazo, dentro de unos años, sin planteárselo seriamente en estos momentos, se encontraba con una cría que la miraba a la espera de que contestara, que la besara o cualquier muestra de cariño que siempre espera recibir un hijo de su madre… pero ella… por mucho que se lo dijeran, por mucho que se lo repitieran, por muchísimo que ella misma se lo creyera… no sentía lo que se supone debe sentir una madre por sus hijos… aunque sí era cierto que desde que conoció a aquella pequeña había “despertado” o parecía “estar despertando” su instinto maternal…quizás algo más que el simple instinto… aquella pequeña tenía algo que hacía que cualquiera que se cruzara en
su camino no pudiera quedarse indiferente y ella no iba a ser menos… pero… era tan… tan extraño lo que sentía… una contradicción enorme de sentimientos. Una parte le decía que no reconocía a aquella niña como nada suyo… otra parte sin embargo, hacía que mirara a esa pequeña con unos ojos diferentes a los que miraba a cualquier niño que veía… incluso diría, que muy levemente, sentía hasta orgullo al haberla escuchado llamarla así… E: ¿Qué haces aquí? – intervino Esther, viendo que Maca parecía estar en estado de shock, sintiendo como su pequeña quería ir a los brazos de la pediatra y no sabiendo si aquello era o no lo más sensato. M: Quiero hablar contigo – dijo dubitativa, sin apartar la mirada de la princesita ¿puedo pasar? – preguntó, ahora sí, mirando a Esther. E: Claro – contestó abriéndole paso – siéntate – dijo cuando ya habían llegado al salón – dame un segundo, voy a… a acostar a Patricia. M: Espera – la paró viendo que se marchaba, sin ser dueña de sus actos… quizás la mirada triste que tenía Patricia la hacía sentirse tan culpable por su imposibilidad de respuesta anterior que sintió que no podía dejarla ir sin más – buenas noches, princesa – dijo con una voz tan dulce que acababa de descubrir poseer y casi temblando al darle un beso. P: Aios, ma – contestó la pequeña, mucho más alegre y como si no hubiera pasado nada hacía segundos antes… Cuando desparecieron de allí y Maca se vio sola y “segura”, echó un vistazo a su alrededor encontrándose con varias fotografías… muchas en las que ella salía junto a Esther y casi no era capaz de reconocerse… cerró los ojos concentrándose en una de las instantáneas en las que aparecían ambas tumbadas en una playa, intentó recordar aquel momento, intentó con todas sus fuerzas recordar algo, un olor, un color, un sentimiento y no conseguía absolutamente nada. Esther se demoró más de lo necesario, puesto que una vez acostada Patricia y viendo que a la niña se le cerraban los ojos, tuvo que ir a ·esconderse” a su habitación en un intento absurdo por concienciarse de que quien estaba en el salón, por mucho que ella la amara, no la recordaba… Mientras tanto, Maca había tomado entre sus manos una de las fotografías, en esa en concreto, ella no aparecía pero sí lo hacía una Esther que aún con un fondo de tristeza en los ojos no dejaba de sonreír a una Patricia mucho más pequeña en sus brazos… E: Esa es de cuando venimos a vivir a esta casa – escuchó que decía a su espalda, Maca dejó la foto por temor a que se le cayera de sus sudorosas manos – fue la primera noche que pasamos aquí. Maca no dijo nada, se dio la vuelta y la miró… esa mujer… esa mujer la amaba, debía amarla mucho, tanto como para esperarla como muchas veces le había dicho, creyendo ella que hablaba de su ex y sin embargo se refería a ella… ¿Cómo podría ella enfrentarse a esos sentimientos?
E: ¿De qué querías hablar? – preguntó sin poder soportar tanto silencio que no decía nada… M: Bu… ejem – carraspeó sintiendo la necesidad de aclararse la garganta – yo… quería… pedirte disculpas por lo que… por lo que pasó aquel día y… E: No tienes que disculparte, Maca – la cortó, ella no tenía la culpa – tú no tienes la culpa – dijo haciendo de sus pensamientos, palabras. M: Fui… dura, contigo – continuó – no te dejé explicarte. E: Estabas confusa… - la entendía y Maca peor se sentía al ver que no la juzgaba, que no le reprochaba nada… ¿Cómo una persona podía ser así de buena, de dulce? necesitabas tu tiempo, supongo… M: Aún así… lo siento – dijo bajando la cabeza. E: Está bien – sonrió, había cosas que no cambiaban y Maca siempre había sido cabezota, así que si se le había metido en la cabeza que tenía que disculparse, por mucho que ella dijera no podría convencerla de lo contrario… M: ¿De qué te ríes? – preguntó extrañada al escucharla reír. E: Sigues siendo igual de testaruda – contestó. M: Ya – no supo qué decir, era tan extraño que alguien a quien no recordaba, la conociera tanto… - eh… yo… quería pedirte un… un favor… no sé si tengo derecho o… o si es lo más adecuado… pero… bueno, supongo que si… si tú y yo éramos… éramos… E: Pareja – dijo disimulando su decepción al ver que no era capaz de utilizar el término. M: Sí, eso – contestó sin mirarla – bueno… el caso es que, supongo que a la última persona que le interesa mentirme en estos momentos eres tú – siguió y Esther no supo como tomarse eso – así que… yo… quería ver si… si tú pudieras contarme cosas de mi vida – terminó de decir mirándola como suplicándole que le ayudara. Esther se sentó en la mesa, había deseado desde que saliera del coma encontrarse en esa situación, recordar con Maca aquellos momentos, solo que ahora, la pediatra no sería partícipe de ellos, al menos, no en su mente… E: ¿Qué quieres saber? – dijo invitándola a sentarse, dispuesta a contestar a todas sus preguntas, tal vez así… Maca recordaría… M: Bueno… no sé… no sé por donde deberíamos empezar – continuó – quiero saber… necesito saber todo lo que mi madre me ha estado ocultando y… necesito que me lo cuentes todo – volvió a mirarla con necesidad… - ya sabes que no recuerdo nada… y bueno solo… el otro día me vino un flash – Esther levantó la mirada para verla emocionándose con aquella nueva información – una operación y… una tal… Paula –
dijo arrepintiéndose al instante de haberlo dicho, pues estaba delante de la que había sido su mujer, hablándole de un recuerdo que había tenido en el que ella hacía el amor con otra chica… E: ¿Paula? – flipó - ¿te has acordado de Paula? Quizás había sido demasiado absurdo ponerse así por haber recordado a Paula… si lo pensaba, era todo un logro que hubiese recordado algo, pero ¿tenía que ser precisamente a Paula en lugar de ella? E: joder – se levantó sin poder evitarlo, por muy irracional que fuera, aquello le había molestado – manda narices que recuerdes a Paula – susurró pero no lo suficientemente bajo como para que Maca no lo escuchar. M: ¿Y qué quieres? – se dio la vuelta para mirarla sin levantarse – no controlo lo que viene a mi mente en forma de recuerdo… no soy capaz de decir, venga Maca, vamos a recordar esto y que eso llegue a mi cabeza – se defendió. E: Tienes razón – dijo volviendo a calmarse, realmente, ella no tenía culpa – perdona… M: Tranquila – contestó sin querer decir nada más. E: Creo que voy a hacer café – dijo levantándose de nuevo – me da que esto va para largo… La excusa del café, simplemente era eso, una excusa para intentar serenarse y ser capaz de aguantar todo lo que suponía venía ahora… contarle a Maca su vida juntas, como si ella jamás hubiera tenido nada que ver, relatarle los acontecimientos más felices de su vida y que Maca no fuera partícipe de ellos… E: Bueno… - dijo ya saliendo de la cocina, una vez había recuperado las fuerzas – supongo que querrás saber quién es Paula – continuó aguantándose el nudo en la garganta, Maca– continuó asintió débilmente capaz de mirarla Pues… Paula túfuey yo tu primera novia – estuviste sin conser ella… un año, creo – –siguió – cuando nos conocimos aún estabas con ella, aunque lo dejasteis al poco tiempo… M: ¿Por qué lo dejamos? – preguntó. E: Te enamoraste de otra – dijo mirándola a los ojos. M: Ya… - bajó la cabeza – de ti… E: Sí… M: ¿Cómo fue lo nuestro? – quiso saber - ¿Cómo empezamos? – especificó. E: Pues… tú llegaste al hospital… yo hacía poco también que me había incorporado… comenzó a relatar – congeniamos desde el primer día, pese a tu lado super borde – sonrió, Maca enarcó una ceja – por aquella época tu relación con Paula hacía aguas por todos lados y estabas mucho más borde de lo que eres normalmente – explicó – nos
hicimos amigas, yo escuchaba todos tus problemas, tú escuchabas los míos… y empezamos a quedar fuera del hospital… un día viniste diciéndome que lo habías dejado con Paula – continuó – y bueno… yo, no puedo decir que me diera pena – sonrió melancólica – ya estaba colada por ti…. – instintivamente Maca sonrió – la cosa es que a partir de ahí sí que no nos separamos para nada… estábamos todo el día juntas y… un día…
Habíamos ido al cine, tú te habías encargado de comprar las entradas para una película de miedo, sabiendo que así, yo estaría toda la película abrazada a ti… salimos y me invitaste a cenar, luego fuimos a tomar una copa a un pub… E: Que sepas que no me ha gustado nada la peli – te dije medio regañándote. M: Venga ya, Esther – sonreíste – si estabas muy cómoda… E: Hombre, no te fastidia – a mi ya me habían afectado algo las copas y hablaba sin inhibiciones – me he pasado la peli abrazadita a ti, como para no estar cómoda… M: Vaya – dijiste sorprendida – entonces me alegro de haber elegido el terror antes que la comedia… Nos quedamos mirando sin dejar de sonreír y te juro que lo único que deseaba era besarte, pero no lo hice… no llevaba tantas copas encima como para ser capaz de hacer eso… M: Hay algo que no te conté cuando rompí con Paula – me soltaste, dejando tu mano muy cerca de mi pierna, yo temblé y tú sonreíste – sí que había una tercera persona… E: ¿Había? M: Hay… hay una tercera persona, Esther – no dejabas de mirarme y yo no podía dejar de temblar – me gustas mucho – susurraste – me gustas muchísimo, Esther… Yo me quedé sin palabras… sinceramente no esperaba que me dijeras eso, porque yo podía sentir mil cosas por ti, pero de ahí a que tú te hubieras fijado en mi, y mucho más que hubieses dejado a Paula por mi… no supe qué decir… estaba tan eufórica que, que no me salían las palabras… M: Si no me dices nada me voy a morir – susurraste tan cerca de mi que sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza… No te respondí con palabras, pero sí te besé… correspondiste al beso al instante… yo con miedo y tú con ansias, fue… perfecto, simplemente perfecto, quizás no lo más romántico del mundo pero para mí, fue lo más perfecto del mundo aquella noche… Nos pasamos un buen rato escondidas en aquella mesa de aqul pub, besándonos, riéndonos y hablando de lo que sentíamos la una por la otra… se nos hizo muy tarde, me llevaste a casa y… te despediste de mí con otro beso… no querías atosigarme, ni ir demasiado rápido así que te conformaste con un “buenas noches” y te fuiste a casa…
luego me contaste que no habías podido dejar de sonreír en toda la noche… yo tampoco pude… M: Vaya – dijo Maca que no había abierto la boca en todo ese tiempo – parece que fue bonito… E: Bueno… ya te he dicho que para mi lo fue – contestó bajando la mirada. M: Entonces fue a partir de ahí que nosotras… E: Sí… a partir de esa noche empezamos lo nuestro – contestó. M: Una vez dijiste que la relación con tu ex… es decir, conmigo – rectificó – duró cinco años… E: Sí… tres los pasamos aquí en España y luego otros dos en NY, por la beca que te dieron – contestó – hasta que… bueno, hasta el accidente… M: Ya… - bajó de nuevo la cabeza - ¿Qué pasó con mi madre? – preguntó queriendo saber la verdad, queriendo saber como era realmente la relación con Rosario. E: No sé si debo ser yo quien te cuente eso, Maca – dijo sin saber muy bien como se tomaría todo aquello. M: Esther… ahora mismo, eres la única persona que puede contarme la verdad… mi madre no lo va a hacer – dijo bajando la mirada reconociendo lo que no había querido reconocer – me ha estado mintiendo todo este tiempo, así que supongo que volvería a hacerlo… por favor – le rogó – necesito saberlo… E: Está bien… - como siempre, Esther no podía negarle nada – tu madre y tu no os llevabais bien – dijo – de hecho, habíais dejado de tener relación alguna… - Maca la miró sorprendida – tu madre siempre ha sido muy… rígida, muy estricta y tú… siempre fuiste rebelde… - sonrió maca vio quepadres, esa mujer estaba se muy orgullosa de ella la– ibas a una casarte con el hijo de uny amigo de tus Fernando, llamaba, y anulaste boda quince días antes… tu madre entró en cólera y luego tu le dijiste que eras lesbiana… así que te echó de casa y no quiso saber nada más de ti… - continuó – un par de veces nos la encontramos y… en fin… no eran nada agradables aquellas situaciones… M: No me lo puedo creer – contestó, realmente no podía creerlo. E: Yo… bueno, creo que deberías hablar esto con ella – dijo sintiéndose mal por lo que estaba causando en Maca. M: ¿Qué pasó cuando el accidente? – preguntó – con vosotras dos… porque… en el hospital… parecía que os habíais visto. E: Cuando… cuando me dieron de alta yo, bueno, fui a buscarte y tu madre… básicamente me dijo que no me acercara a ti, que tenías una vida y que te casarías con Fede… - bajó la cabeza
M: Ya… - no supo qué más decir, bien era cierto que su madre no debía haber actuado de esa forma, pero sí era verdad que Maca ahora tenía una vida e iba a casarse con Fede… Quedaron en silencio durante unos segundos, aquella conversación estaba siendo dura para ambas, una porque no era capaz de recordar nada de lo que le decían y porque sentía que todo lo que le contaba era ajeno, que era como si le estuvieran contando una película o estuvieran hablando de la vida de otro… para la otra, aquella conversación y las respuestas de Maca no dejaban de hacerle ver que no recordaba nada de lo que le contaba… ¿tenía sentido seguir con aquello? M: ¿Cómo era nuestra vida? – preguntó, cambiando literalmente de tema, hablar de su madre en esos momentos era lo que menos quería, ya habría tiempo de hablar directamente con Rosario… - ¿éramos felices? E: Lo éramos – afirmó rotunda – mucho… aunque como en todas las parejas también teníamos nuestras peleas, pero éramos felices… tanto como para querer tener a Patricia… M: Sí, claro, imagino – contestó de nuevo sintiéndose mal por su falta de recuerdos, de sentimientos - ¿Tienes… tienes fotos? – quiso saber, queriendo verse en esa época… E: Claro que sí – sonrió – y hasta videos ¿quieres verlos? M: Me encantaría – contestó a su sonrisa… E: Vale, voy a buscarlos… La enfermera buscó entre las carátulas de varios DVDs, buscando uno en concreto, al hallarlo lo sacó e invitó a la pediatra a acompañarla al sofá, conectó el aparato e introdujo el CD al tiempo que Maca se sentaba frente al televisor. E: Esto es de justo antes de irnos a NY – le dijo – hicimos un pequeño viaje allí cuando supimos que te dieron la beca, aunque no tenías que incorporarte hasta un mes después, quisimos ir para ver como era aquello… - sonreía, mientras le daba al play.
La pantalla se iluminó y apareció una Maca que se revolvió en su asiento, cargada de maletas y saliendo de un aeropuerto, estaba haciendo malabarismos con el equipaje cuando levantó la vista y miró directamente a cámara. M: Cariño – se escuchó decir, y volvió a removerse… una cosa era escuchar lo que decía Esther, otra muy distinta verse – mi amor, ¿puedes dejar la puñetera maquinita esa y ayudarme con las maletas? E: Va, Maca cariño – escuchó la voz de Esther al otro lado de la cámara – no seas borde que esto lo verán tus hijos…
M: Me parece perfecto que lo vean mis hijos en un futuro, pero lo que no quiero es que me vean como una mula de carga mientras tú estás partiéndote de risa – decía algo molesta. É: Desde luego cada vez que te montas en un avión se te pone el mismo mal humor – dijo sin dejar de grabar. M: Lo que tú digas, cariño – contestó – pero ven y ayúdame… E: Ays, voy – dijo acercándose – pero antes diles a tus futuros hijos donde estamos – pidió. M: Qué pesadita eres de verdad – contestó ya sonriendo – pues a ver… - miró a la cámara - estamos en NY, porque la petarda de vuestra madre se ha empeñado en venir un mes antes de lo que debíamos… E: ¡Maca, no les digas eso! – protestó. M: Vale, vale – rió – pero déjalo para más tarde, anda, que sino no llegamos al hotel – pidió de nuevo. La imagen se cortó y la siguiente que se veía aparecía Maca de nuevo en una habitación de hotel, vestida de manera informal aún con el pelo mojado y saliendo del baño… M: Mi amor ¿ya estás otra vez con eso? – preguntó al verla E: Es divertido – escucharon, y ambas se removieron en sus asientos M: Divertidísimo – dijo con ironía – anda… deja eso y ven aquí, tonta… - le pidió. E: Espera, que voy a dejarla por aquí – la imagen empezó a moverse hasta que quedó fija en algún sitio - ¿se ve bien? – se le escuchó – si, se ve bien… M: No pienso grabar una peli porno, te lo advierto – dijo chistosa E: Mira que eres tonta cuando quieres – y Esther entró en plano, llegando hasta ella y besándola con ternura, desde el otro lado de la televisión, la enfermera miró de reojo a Maca que seguía atenta a la pantalla – anda, diles algo a nuestros futuros hijos – pidió melosa… M: Ayss vale – dijo mirándola enamorada – a ver… ¡que yo digo! – exclamó mirando directamente a la cámara, logrando que Esther le diera un palo en el brazo – vale, vale – reía – pues queridos futuros hijos, estamos aquí, vuestra madre y yo, en NY donde me vamos a vivir a partir de ahora y durante los próximos dos años y que… estamos deseando teneros – terminó de decir mirando a Esther - ¿contenta? E: Mucho – la besó – pero ya lo repetiremos, que esta toma no me ha gustado – decía volviendo a besarla.
M: No sabía que tenias esa vena de directora de cine – correspondía a sus besos – y que sepas que me encanta… sobre todo su vas a ponerte en plan sargento – continuaba besándola… E: Umm… cariño – susurró viendo como la pediatra iba aumentando la profundidad de sus besos… M: Apaga la cámara anda – pidió con ojos de deseo… E: Ehmm – Esther apagó el aparato – bueno… creo que tenía otro video por aquí… algo menos… menos – no sabía como actuar tras lo que habían visto – no recordaba esta parte del video – dijo regañándose a sí misma… Miró a Maca que continuaba con la mirada fija en le televisor que ahora mostraba una imagen en negro, la enfermera la miró preocupada, maldiciéndose haber puesto precisamente ese video donde se las veía, al menos al final del mismo, tan acarameladas… E: Maca yo… - dijo queriendo disculparse… aquellas escenas eran muy precipitadas… M: Esther – la miró – yo… no sé si ha sido bueno que viniera aquí… - comenzó a decir – no sé qué esperas de mi ahora… no sé qué es lo que yo tengo que hacer, no sé si tengo que volver contigo o… - dijo totalmente confusa, lo que acababa de ver le mostraba que realmente había estado enamorada de Esther… pero no recordaba esos sentimientos… E: Yo no quiero que vuelvas conmigo porque te sientas en la obligación de hacerlo, Maca – contestó con seriedad – solo que lo hagas porque me quieres… porque estás enamorada de mi… – dijo con unas terribles ganas de llorar… - y ahora mismo no lo estás… te conozco, y sé que no estás enamorada de mi… M: Lo siento – fue lo único capaz de decir, pues realmente, ni ella misma sabía lo que sentía… Se habían despedido de forma anómala, una despedida entre fría y calurosa, guardando las distancias que las separaban y con unas ganas enormes de no dejarla salir de allí… sin embargo, era lo mejor, era tarde y Maca tenía ya demasiadas cosas en la cabeza, tal vez necesitaba pensar en ello y analizar las cosas con calma… La pediatra había llegado a casa sin poder organizar sus sentimientos, aquellas palabras de Esther, sus fotos, sus videos, todo era algo nuevo, algo que no lograba identificar en su vida… F: ¡Dios! – escuchó que le decía su novio nada más entrar - ¡Por fin llegas! – dijo abrazándola – estaba preocupado… M: ¿Qué haces aquí? – preguntó separándose de el, lo ultimo que necesitaba era una sesión de… de… de no sabía qué.
F: Esperarte – contestó algo extrañado por su actitud – estaba muy preocupado – repitió – no sabía donde estabas, Maca, mira la hora que es – dijo señalando un reloj donde las agujas marcaban las tres de la madrugada. M: Estaba… dando una vuelta – se excusó – necesitaba pensar… F: ¿Pensar? ¿En qué? – quiso saber. M: En mi, Fede, en todo lo que se supone que es mi vida y que no recuerdo – le contestó algo a la defensiva. F: Cariño – se puso frente a ella – no sé… no sé como debes sentirte porque no he pasado por eso, pero quiero que sepas que estoy a tu lado… que quiero ayudarte y… M: Quiero que nos demos un tiempo – soltó sin mirarlo, eso era lo más racional, lo más sensato en esos momentos. F: ¿Qué? – preguntó alucinado por aquella salida. M: Necesito que nos demos un tiempo… - lo miró con ojos implorantes – necesito poner en orden mi vida… F: Lo entiendo – le dijo – de verdad que lo entiendo, pero no por eso tienes que dejarme – cogió sus manos – cariño… yo quiero ayudarte, te daré el tiempo que necesites pero no me dejes… no… no hagas eso… M: Fede… antes del accidente a mí me gustaban las mujeres – le soltó y Fede la miró con sorpresa – y no quiero hacerte daño… y no sé qué siento ahora, no sé si estando contigo me volveré a fijar en alguna mujer – cosa que ya había hecho pero que omitió – y tú no te mereces eso… F: Maca… cariño, me da igual si antes te gustaban las mujeres o los hombres – continuó – lo que me importa es que ahora me quieres… ¿Por qué me quieres no? M: Claro que te quiero – acarició su mejilla – pero… no sé de qué forma lo hago… y necesito poner en claro mi vida antes de dar el paso… no puedo casarme contigo ahora Fede… solo te haría daño… F: Vale, vale mi amor – dijo acariciando sus manos – mira… yo tengo que salir de viaje, tengo una reunión importante en Luxemburgo – comentó – estaré fuera como… dos semanas… tómate ese tiempo para pensar ¿si? – la miró suplicante – toma ese tiempo para… para darte cuenta que me quieres… y luego, cuando vuelva, hablamos de esto ¿vale? Pero no me dejes ¿vale? Por favor… no lo soportaría – suplicó. M: No sé si… F: Escucha – la cortó – no te llamaré ¿vale? No te atosigaré – continuó – me aguantaré las ganas, para que pienses lo que tengas que pensar… pero no me dejes mi amor… por favor… - y Maca quedó alucinada cuando vio un par de lágrimas rodar por sus mejillas – por favor… no podría vivir sin ti… no puedo Maca…
No contestó, no quiso hacerle daño, así que simplemente se limitó a abrazarlo, intentando que se calmara y permanecieron así durante un buen rato, antes de que Fede saliera de su casa aparentemente derrotado… Los dos días siguientes no fueron para nada buenos para la pediatra, quien se mostraba ausente en el trabajo, evitando a casi todo el mundo, mayoritariamente a Esther, tampoco quería hacerle daño, no quería que pensara cosas que por el momento parecían no ser… intentaba aclararse, buscar un punto de inflexión a todo aquello que lograra que todo mejorara pero no encontraba nada… Por su parte, la enfermera, la veía por los pasillos y quedaba mirándola con anhelo, con deseos de acercarse a ella, pero sabía que Maca necesitaba tiempo, no quería atosigarla, no quería agobiarla más de lo que obviamente ya estaba… así que le dio su espacio, respetó sus tiempos, esperó a que fuera la misma pediatra quien se acercara a ella para preguntarle algo o contarle como se sentía… En esos dos días, Maca no había podido borrar de su cabeza lo que había pasado en casa de la pediatra y la imagen de una princesita buscando su cariño la martirizaba al mismo tiempo que aquel video se repetía una y otra vez… luchaba cada día y cada noche por encontrar algo que hiciera click en su cabeza haciéndola recuperar sus recuerdos… sin embargo, lo único que lograba era un intenso dolor de cabeza y pasar la noche en vela… E: Maca, perdona – dijo entrando en su despacho – necesito que me firmes este alta. M: Sí, claro – contestó poniéndose realmente nerviosa al verla allí – trae… - pidió que le diera el papel. E: ¿Cómo… como estás? – quiso saber preguntando con cautela. M: Bien… - mintió, realmente no estaba nada bien… E: Ya… Maca… quería… M: ¿Qué tal está Patricia? – la cortó, no sabía lo que le iba a decir, pero no sentía con fuerzas para nada. E: Bien, bien – contestó, algo más feliz al ver que preguntaba por su hija – está echa un trasto… - sonrió. M: Es una niña encantadora – sonrió. E: Como su madre – murmuró, Maca lo escuchó y bajó la mirada a aquel papel – perdona… M: Tranquila – le restó importancia – Esther yo… - la miró – me gustaría volver a hablar contigo… sé que para ti debe ser muy difícil todo esto y no quiero que pienses que te estoy utilizando o algo pero… de verdad necesito que sigas contándome cosas…
E: Sabes que siempre estaré para ayudarte en lo que sea, Maca – dijo tomando aire, parecía que volverían a tener otra charla como la ultima – pregúntame lo que quieras saber… De todas las preguntas que tenía en la mente, de todas las cosas que necesitaba que le respondieran, había una, por encima de todas que no la había dejado tranquila en esos dos días, una que había intentado imaginar pese a que hubiera querido pensar en otra cosa… así que recordando aquel sueño que tuvo cuando la “conoció”, creyéndolo tan solo un sueño en lugar de un recuerdo le soltó: M: ¿Cómo… cómo éramos en la cama? E: ¿Eh? ¿qué? – se sorprendió, eso sí que no se lo esperaba, cualquier otra cosa sí, pero eso, para nada… M: Pues que… vamos que… tú y yo… ¿como… como nos iba? – continuó con su pregunta sintiéndose bastante avergonzada. E: Maca… esto… - no sabía como contestar a eso – bueno… nos iba bien… bastante bien, sí – se removió en su asiento. M: Ya pero… ejem – carraspeó – ¿no puedes ser un poco más… específica? E: ¿Más específica? – no podía dejar de sorprenderse – joder… Maca estamos trabajando… no creo que sea el lugar para… M: Por favor… - pidió, casi hasta diría que a la vez que realmente curiosa también divertida, pues ver a Esther tan vergonzosa le estaba gustando. E: Uff… pues no sé Maca… nos lo pasábamos bien… tú… bueno tú eres… muy apasionada…. – se puso roja – y te encantaba hacerme el amor… y a mi también, a mi también me encanta – sentía que se acaloraba, volvió a removerse en su asiento, Maca sonrió, para qué negarlo, se estaba divirtiendo – nos iba muy bien – se repitió. M: Ya y… ¿Cómo lo hacíamos? – preguntó ya a bocajarro. E: ¿Cómo que como lo hacíamos? – la miró sorprendida – Maca no querrás que te lo explique en serio… - dijo totalmente roja de vergüenza, por mucho que la pediatra fuera su mujer, hablar de esos temas siempre le había dado vergüenza y más si Maca no recordaba nada… M: Pues… - dijo enarcando una ceja, como diciéndole que sí quería que se lo explicara. -
Perdonar – entró una enfermera en el despacho – Esther te necesitan en urgencias.
E: ¡Voy! – contestó levantándose “salvada por la campana” pensó – esto… ya… ya hablamos… - le dijo a Maca, quien no pudo evitar una carcajada al verla tan nerviosa que se le cayó hasta el fonendo al suelo.
No sabía como, ni en qué momento, pero al final, había aceptado organizar aquella cena en su casa… Claudia se había encargado de convencerla aludiendo que su casa era la más grande y que así no tendrían que estar buscando un buen restaurante donde les reservaran mesa y tampoco tendrían que gastarse demasiado dinero… así que ahí estaba, despidiendo al catering que entre todos habían decidido contratar y terminando de prepararse para la llegada de los invitados, junto a Claudia que se había ofrecido a ayudarla. A las diez en punto de la noche, los invitados comenzaron a llamar y fueron entrando saludando y comenzando conversaciones fundamentalmente de temas médicos… ella paseaba de un lado a otro del salón a la espera de la enfermera… desde aquella charla en su despacho no había vuelto a hablar con ella y tenía la ligera sensación de que esta vez era la misma Esther quien evitaba esas situaciones… C: Ya están aquí – anunció a su oído y Maca miró hacia la puerta pues el término en plural no se lo esperaba… M: Genial – protestó para sí misma viendo con quien venía. Saludando a los presentes y haciendo las presentaciones pertinentes, Esther y Sonia se movían por allí mirando todo lo que habían organizado, la enfermera parecía mostrarse nerviosa y tensa, mientras Sonia, a su lado, parecía intentar calmarla. M: Buenas noches – saludó intentando que le saliera natural – me alegro de verte – dijo a Sonia. S: Igualmente, Maca – contestó. M: Hola, Esther – dijo a la enfermera que parecía más interesada en averiguar donde dejar su abrigo que en saludarla. E: Hola – contestó evitando mirarla demasiado - ¿Dónde dejamos los abrigos? M: Por aquí, venir – les dijo haciendo que las siguieran, entrando en una de las habitaciones de invitados donde un montón de abrigos y chaquetas reposaban sobre la cama - ¿Con quién has dejado a Patricia? – se interesó. E: Con la canguro – contestó, al menos Maca preguntaba por su hija… M: Podrías haberla traído – continuó hablando – así la veo… E: No me parecía correcto traerla – contestó – pero puedes verla cuando quieras… es tu hija – apunto con intención. M: Sí, claro – dijo una vez más, como tantas otras, bajando la mirada. S: Voy a ir a por una copa de vino – les anunció, viendo que tal vez sobraba en aquella habitación.
E: Te acompaño – se escabulló con ella Esther, incapaz de quedarse a solas con Maca… no podía… últimamente no se sentía con fuerzas para ello. La pediatra se quedó bastante chafada por aquella escapada, en un primer momento, cuando aceptó realizar esa cena, pensó que sería una buena oportunidad para acercarse de nuevo a Esther, sin embargo, parecía que la enfermera no tenía los mismos planes y en la siguiente hora y media, Esther se concentró en charlar con todos los demás, excepto con ella… y aquello, estaba empezando a molestarla sobremanera. Durante la cena, tres cuartos de lo mismo, Esther se limitaba a hablar con Sonia o con Raquel, evitando incluso cruzar la mirada con ella, quien más pendiente de la enfermera pudo ver como la ingesta de alcohol de Esther era bastante más elevada que la del resto de sus compañeros, pese a que Sonia intentaba evitarlo, la enfermera se encargaba de rellenar su copa una y otra vez. Acabada la cena y con algo de música que invitaba a todos a moverse al ritmo de los acordes, Maca se encontraba en uno de los laterales, casi se diría que aislada del resto y no podía quitar los ojos de Esther quien ahora, bailaba con Gimeno y ambos reían a carcajadas. S: ¿Y esa cara? – preguntó llegando hasta ella con una copa en la mano. M: ¿Qué cara? – respondió a la pregunta con otra algo molesta. S: No, ninguna – contestó – solo que estás bastante seria… ¿no te diviertes? M: Pues no mucho, la verdad – volvió a decir – aunque parece que otros sí que se divierten bastante… - dijo mirando a la enfermera que en esos momentos había cambiado su pareja de baile por una femenina, concretamente la de Raquel, se volvió algo más seria cuando escuchó una sonora carcajada de Sonia - ¿Puedo saber qué te hace tanta gracia? S: Nada, nada – dijo mientras la risa iba remitiendo – solo que hay cosas que no cambian… M: ¿A qué te refieres? – quiso saber. S: Pues… a tus caras… - le dijo, Maca la miró enarcando una ceja “¿qué coño sabía ella de sus caras?” pensó molesta – no ten enfades, Maca – dijo con demasiada familiaridad, una que a la pediatra la desconcertaba – pero es que pones la misma mirada que me ponías a mi cuando Esther y tú empezasteis. M: ¿Y qué miradas se supone que pongo? – preguntó a la defensiva “¿De qué iba aquella tía?” S: Pues la que tienes… - dijo como si fuera evidente – la que dice que estás de un celoso que mejor correr si no quieres tener un choque contigo.
M: Sí, claro, estoy celosísima – contestó irónica intentando negar lo evidente – además… ¿qué coño sabrás tú de mi? S: Mucho más que tú misma, por lo que parece… M: Vete a la mierda – espetó queriendo alejarse de ella… S: Espera, Maca – la paró. M: ¿Qué? – dijo cansada de aquella charla. S: Quiero pedirte algo – contestó poniéndose ya más seria – quiero que dejes de buscar a Esther para preguntarle sobre vosotras… M: Perdona ¿qué? – se sorprendió de aquella petición. S: Maca… por favor… me parece genial y apoyo la decisión que tienes de recuperar tu vida – contestó – pero deja a Esther… no le hace ningún bien… busca a otra persona… M: ¿Y eso tú por qué lo sabes? ¿Te lo ha dicho ella o qué? – preguntó molesta, pues a ella, Esther en ningún momento le había dicho tal cosa. S: No ha hecho falta – contestó – me basta con verla llorar cada vez que habla contigo y tú no la recuerdas, o cada vez que me llama porque necesita desahogarse con alguien… me basta con verla derrumbare porque sabe que tú no sientes lo mismo que ella… así que Maca, por favor – le pidió – deja de buscarla si no vas a volver con ella… M: Si tan mal le hace hablar conmigo de lo que se supone que fue nuestra vida podría decírmelo ella – se defendió. S: Ella no te lo dirá… nunca haría eso… - contestó de nuevo – porque a pesar de lo que ella sienta, no va a dejar de ayudarte… no va a dejar de ir a hablar contigo cuando tú decidas que quieres preguntarle juntas, o como fue lamuy primera vez que hicisteis el amor… - le dijo como – perodecidisteis no le hace vivir bien… y lo está pasando mal… M: Pues yo la veo muy contenta – dijo totalmente a la defensiva, bastante molesta con aquella chica y mirando a Esther que seguía bailando, en esos momentos, ya algo desacompasada. S: Está borracha – contestó – y eso, aunque no lo apoye y haya intentado evitarlo, es porque es el único modo que tiene para poder estar en una fiesta como esta, contigo en misma habitación y no venirse abajo porque no puede acercarse a ti como le gustaría, es ese, emborrachándose – la defendió – así que hazme un favor, házselo a ella si es que te importa algo, y deja de buscarla, porque lo único que consigues es darle falsas esperanzas… - sentenció volviendo por donde había venido y llegando hasta la enfermera quien al verla la tomó de las manos para que bailara con ella, claramente, bastante afectada por el alcohol. Desde su posición, Maca, con semblante serio, las miraba sin saber muy bien qué debía hacer ahora… se había comportado como una auténtica egoísta, Sonia, pese a no caerle
demasiado bien, realmente tenía razón… ella buscaba a la enfermera simplemente para que le contara cosas de su vida, aunque fuera la única en la que realmente confiaba, pero había dejado de lado los sentimientos que Esther tenía… le estaba haciendo daño… pero también era cierto que por mucho que lo pensara, le resultaba imposible alejarse de ella… le resultaba imposible mantenerse demasiado tiempo lejos de Esther, y tal vez, no solo era por las cosas que la enfermera podía contarle… ¿significaba eso que empezaba a sentir por ella muchas más cosas de las que pensaba? Cerca de las dos de la madrugada, los invitados comenzaron a marcharse. Unos directos a casa, otros a seguir la fiesta en algún local de moda. Durante el resto de la noche la pediatra se había dedicado a intentar distraerse con algún compañero sin poder olvidar las palabras de Sonia. C: Me parece que a esta no hay quien la levante – escuchó que le dijo Claudia a Sonia, refiriéndose a Esther, quien desde hacía un rato permanecía tumbada en el sofá. S: Pues vamos a tener que despertarla – contestó – tendré que llevarla a casa… - se acercó hasta donde reposaba la enfermera – Esther… - dijo llamándola sin obtener respuesta – Esther… R: Sonia… déjala – la paró – creo que será mejor que la dejemos dormir aquí. S: No me parece prudente – contestó mirando a Maca, quien veía la escena desde un segundo plano. M: Por mí puedes estar tranquila – habló acercándose a ellas – no me importa que duerma aquí – continuó – y sinceramente, con la borrachera que lleva hasta me parece lo mejor. S: Sigo pensando que no es lo mejor – contestó mirándola, recordándole con esa mirada lo que habían hablado hacía ya un rato. M: Puede que no lopara seallevarla – dijo con seriedad – pero ahora mismo tampoco creo que lo mejor despertarla a casa – siguió diciendo, buscando una manta – yaseaestá dormida, no creo que se despierte – llegó de nuevo hasta ellas tapándola con la manta – ya está, se queda aquí – dijo a modo de sentencia. R: Venga, vamos Sonia – le dijo Raquel tomándola del brazo – estará bien – le susurró. S: Supongo que no puedo decir nada – se dio por vencida, yendo hacia la puerta junto con sus compañeras acompañadas de Maca - ¿puedes decirle que me llame mañana, por favor? M: Se lo diré – contestó con la misma seriedad con la que hablaba Sonia – Hasta luego. R: Hasta luego – se despidió llamando ya al ascensor. C: Maca… si necesitas algo – le dijo en tono bajo para que las demás no la escucharan.
M: Estaré bien – le sonrió quitándole importancia – ahora me meto en la cama y ya está – continuó – anda, venga que ya es tarde… - sonrió despidiéndose también de su amiga. Cuando cerró la puerta, el silencio inundó la casa. Se apoyó en la puerta respirando hondo. Esther estaba en su casa, en su sofá y pasaría la noche allí, suerte que estaba dormida… tomó aire y tras cerrar con llave volvió al salón, donde se sorprendió al ver lo que se encontró allí. M: ¿No estabas dormida? – preguntó al verla sentada en el sofá, con una sonrisa pícara. E: Nop – contestó negando con la cabeza. M: ¿Entonces porqué has dejado que se fueran? – preguntó de nuevo, sin tener ni idea de las intenciones de Esther. E: Psss… no sep – dijo elevando los hombros, sin dejar de mirarla. M: Ya… pues… yo me voy a acostar – anunció. E: Peeeraa – la paró, levantándose del sofá – que te quiero contar una cosita – dijo acercándose a ella, Maca temió aquella mirada - ¿No querías saber como hacíamos el amor? – dijo sugerente, desinhibida por el alcohol – pos he decidido, que mejor que contártelo, te lo demuestro ¿no? – continuó diciendo quitándose los botones de la camisa. M: Esther… Esther – dijo parándola – venga anda… vamos a dormir ¿sí? E: Nop – negó – nada de dormir – se acercaba – tú y yo vamos a hacer otras cositas… M: Esther, por favor – pidió viendo como la enfermera se quitaba la camisa, quedando ante ella en sujetador y terminaba de acercarse a una Maca que en esos momentos no sabía donde meterse… ¿realmente quería meterse en algún lado? No… pero no podía hacerle eso… - Va, Esther, vístete. E: Umm – la abrazó – mi amor… - intentó besarla. M: Esther, Esther – volvió a pararla, no quería aprovecharse de la situación, no quería hacerle ver lo que no era… ¿lo que no era? Daba igual, lo que no quería era que alguna de las dos se arrepintiera al día siguiente – Estate quieta anda – intentó pararla. E: Nooo – dijo abrazándola más fuerte y consiguiendo llegar a su cuello, el cual besó con ansias – eres mi mujer… aunque no te acuerdes y te necesito – decía entre besos, Maca no sabía qué hacer – sé que en estos momento no me quieres – seguía besándola – que no estás enamorada de mí – la provocaba – pero me deseas… lo veo en tus ojos, mi amor… sé que me deseas… M: Esther – y aquella vez no fue para pararla, no fue para alejarla, sino que pronunció su nombre sintiendo como le gustaban esos besos, como le excitaban esas manos que habían logrado meterse bajo su camisa.
E: Sí – dijo orgullosa de su hazaña – sé que esto te excita – dijo mordiéndole el lóbulo de la oreja, Maca cerró los ojos con fuerza e intentó no emitir un suspiro mayor – y esto también – susurró en su oído, llegando a su pecho y comenzando a jugar con él sobre el sujetador… M: No me hagas esto – susurró con todas sus barreras ya derrumbadas – Esther… E: Déjame hacerte el amor, cariño – volvió a susurrar en su oído atrapando una vez más ese punto sensible que tan bien conocía de Maca – déjate hacer – murmuró con una sensualidad que Maca no pudo evitar un suspiro más fuerte que los anteriores – te quiero… y tú me deseas… - seguía atacando – sé que me deseas – continuó con su tortura, besando ahora su cuello, continuando con las atenciones en el pecho ya sobre excitado de Maca quien no podía moverse, cerraba los ojos y respiraba ya con dificultad – vamos, mi amor – cogió la mano de la pediatra y la llevó hasta su pecho, mirándola y viendo como ella cerraba los ojos al contacto de aquella parte de su cuerpo – sé que quieres hacerlo… M: No… no puedo – murmuró dolorida, intentando que Esther acabara con esa tortura, la estaba matando… pero no quería hacerlo así… no con la enfermera en ese estado… E: Sí que puedes – contestó, no iba a dejar que se echara atrás, la necesitaba, necesitaba sentirla entre sus brazos de nuevo, necesitaba amarla como siempre la había amado… aunque sabía que su atrevimiento se debía al alcohol, tenía que reconocer que había fingido un poco la borrachera que todos creían que tenía… - claro que puedes… Y Maca sintió como se le aflojaban las piernas en el mismo momento que Esther, allí, en mitad del salón, abrió sus pantalones y metió la mano entre sus piernas por encima de la ropa interior… al tiempo que no dejaba de besar su cuello con ansias. M: ¡Dios! – gimió Maca al sentirla allí, perdida ya, excitada al máximo al sentir sus caricias… Nunca sentido de eselamodo. Que ella recordara, había sabía estadoque tan no excitada nunca, se lashabía caricias de Esther estaban volviendo loca ynoaunque era la mejor manera, que debía para aquello cuanto antes, los embistes de la enfermera le nublaban la razón completamente. E: Me encanta saber como te pongo – susurró acariciando su sexo, no quería que se echara atrás, no iba a permitirlo, y sabía que hablarle de ese modo la excitaba mucho más – estás tan guapa así… tan excitada… M: ughh – gimió guturalmente sabiendo que ya nada podía hacer para parar aquello, mucho menos cuando Esther, en un movimiento certero, sorteó la barrera de su ropa interior – ahhh – volvió a gemir al sentir las caricias directas en su centro… Esther sonrió orgullosa, excitada, imparable, había estado imaginando ese momento desde que le dieran de alta y ahora quería disfrutarlo completamente, tal vez, si lo pensaba en frío hubiera sido mejor hacerlo sin un gramo de alcohol, pero le daba igual, todo le daba igual, porque el hecho de haber bebido le había dado el ultimo empujón
para lanzarse, no estaba tan borracha como para no saber lo que estaba haciendo pero sí lo suficiente para mandar todo el mundo muy lejos y hacer lo que realmente le apetecía. M: Me voy a morir – susurró con voz ahogada, Esther no le daba tregua alguna. E: No te vas a morir, mi vida – susurró de nuevo mordiendo le lóbulo de su oreja. M: Vamos a la cama – pidió una vez había llegado a un punto sin retorno… Esther la miró, sonrió con malicia y antes de comenzar a andar la besó con rabia, con pasión, hundiendo su lengua en la boca de su amante que la recibía con ansias, un beso furioso, teñido de amor, lleno de necesidad mientras las manos no dejaban de torturar el cuerpo de la pediatra… A trompicones, entre luchas de cuerpos y bocas consiguieron llegar al dormitorio mientras la ropa había ido cayendo por el pasillo, en encontraron frente a la cama, con las respiraciones totalmente entre cortadas y la excitación al límite… Esther se separó, dándole una tregua a Maca quien respiró con profundidad, se miraron a los ojos, quizás como última oportunidad de echarse atrás, pero ya habían cruzado el límite, ya habían pasado el umbral de lo razonable… habían dejado de pensar en lo que pasaría mañana, puesto que en esos momentos el mañana no existía… ya lo pensarían después… M: Ven aquí – y ahora fue Maca la que se abalanzó sobre Esther, besándola con todas sus ganas, nublada por el deseo… Cayeron en la cama librando una autentica lucha por sentirse más, por arrancarse más gemidos, por besarse más apasionadamente… Esther llegó a sus pechos, acariciando uno y saludando al otro con su lengua, escuchando de nuevo la música celestial que en esos momentos eran los gemidos de Maca, quien desbocada sobre el colchón la apretaba más contra su cuerpo. E: Dime que te gusta – pidió con apremio volviendo a su boca mientras una de sus manos bajaba de nuevo a su sexo. M: Agg… me gusta – la besó con furia, clavando sus dedos en su espalda. E: Dime que me deseas – volvió a pedir mordiendo su mentón. M: Te deseo – contestó emitiendo un nuevo y lánguido gemido – te deseo mucho – volvió a decir… - ahh… ahh… Esther – gemía una y otra vez sintiendo las caricias recibidas. Viéndola totalmente rendida a ella, la enfermera se dio la vuelta quedando ahora ella bajo Maca, quien mirándola a los ojos no supo qué hacer en ese momento. Esther, consciente de su confusión tomó su rostro y lo llevó a su propio pecho, indicándole lo que quería que hiciera…
E: Tócame, Maca – pidió suspirando – bésame, acaríciame – repitió sintiendo el primer saludo de la lengua de su mujer en su pezón – así… - gimió – así… M: Dios… - murmuró lanzándose totalmente a su pecho. E: Aquí – dijo llevando la mano de Maca hasta su entrepierna – tócame aquí – pidió totalmente fuera de sí. M: Ohh – se sorprendió por la grandiosa excitación que encontró – vas… vas a tener que ayudarme… - dijo en un susurro al quedarse sin saber qué hacer, aunque por instinto movió su mano ligeramente entre sus pliegues. E: Así… así – le hizo saber que aquello era lo que pretendía – un… un poco… ¡dios! Un poco más rápido – decía entre gemidos, logrando que Maca le diera velocidad a sus caricias… Aprendiendo, re-aprendiendo y siguiendo las directrices que Esther le iba dando, Maca fue dejándose llevar, acariciando y besando a una Esther que ya se encontraba al borde de la locura. De nuevo en un movimiento rápido, quedaron sentadas sobre el colchón, la enfermera se encargó de unir sus sexos y de nuevo gimieron con fuerzas, sin dejar de besarla en los labios, en el cuello, bajando al pecho para volver a su boca, comenzaron un movimiento de vaivén, al principio lento, para ir acelerando sus caderas, haciendo de esa fricción algo furioso que las llevaba a un inminente orgasmo en el que estallaron entre gritos, jadeos, besos y una lágrima que escapó osada de los ojos de la enfermera… Cayeron vencidas en el colchón… sin hablar, sin poder o querer decir una sola palabra por no estropear el momento. Esther se escondió en su cuello, abrazándola con la necesidad de dejarla allí toda su vida… Maca intentaba recuperarse, intentaba volver a su respiración normal… Ninguna decía nada, ninguna quería atreverse a buscar los ojos de la otra por miedo a lo que allí encontrarían… en sus mentes tan solo una pregunta que se repetía reprochándoles su rebeldía… “¿Y mañana qué?” Se movió ligeramente sintiendo como poco a poco iba dejando el sueño atrás. Se dio la vuelta en la cama buscando su cuerpo y el frío de las sábanas la saludó diciéndole que estaba sola. Frunció el ceño, abrió los ojos y descubrió como el sol ya despuntaba, la habitación se había llenado de claridad… ¿había sido un sueño? No, claro que no lo había sido, aún la sentía temblar en sus brazos, aún tenía su aroma impregnado por todo el cuerpo, no había sido un sueño. Pero entonces ¿Dónde estaba? Se incorporó queriendo escuchar algo que le dijera que no estaba sola, sin embargo lo único que logró fue darse cuenta que nada se escuchaba en la casa… se puso algo de ropa encima y salió de la habitación. Como ya suponía, ella no estaba… Mientras se duchaba no podía dejar de recordar la noche anterior, una y otra vez, sus palabras, sus besos, sus manos recorriéndola, y su enfado iba en aumento al encontrarse
sola tras una noche como aquella… ¿por qué se había ido? ¿Es que quería jugar con ella? ¿Es que no se había dado cuenta de lo que esa noche se había entregado como no lo había hecho en mucho tiempo? La sensación de soledad que le embriagaba hizo que por sus ojos comenzaran a caer lágrimas que se perdían junto al agua… Se había marchado, había salido de su casa a hurtadillas, sin tan siquiera despedirse y ella se daba cuenta que aquella atracción que sentía iba mucho más allá… no era una simple atracción, no era un simple calentón… Esther no solo le gustaba, sino que empezaba a enamorarse de ella… otra vez se enamoraba de ella y a la primera de cambio la enfermera se marchaba… En el hospital, una nerviosa Esther miraba una y otra vez el reloj, era tarde, Maca ya tenía que estar allí… pero no llegaba y el miedo a su reacción la hacía temblar de pies a cabeza… R: hola – dijo Raquel llegando a rotonda. E: Hola – la cogió con premura – ven, tenemos que hablar. R: Pero… tengo que firmar, Esther – protestó viéndose arrastrada por la enfermera. E: Luego – contestó llegando hasta los vestuarios donde entraron y cerraron la puerta con rapidez – Ayer me acosté con Maca – soltó directamente. R: ¿Qué? – dijo haciéndole ver que para nada se esperaba aquello. E: Que… pues eso, que ayer me acosté con Maca – continuó – yo… bueno no estaba tan borracha como creísteis y cuando os marchasteis, pues… digamos que… la ataqué… sí, vamos que me lancé sobre ella y… al final acabamos en la cama, haciendo el amor y te juro que era Maca… mi mujer, quiero decir… - continuó ante la sorprendida mirada de Raquel – lo que quiero decir, es que sus besos… y sus caricias… eran… como los de la Maca de antes. R: ¿Pero ha recordado algo? – preguntó – ¿habéis hablado? ¿qué? – dijo nerviosa. E: No sé si ha recordado algo… no lo sé – dijo dejándose caer en una banca – y… no hemos hablado… me fui esta mañana antes de que se despertara… R: ¿Qué te fuiste? – ahora se sorprendió mucho más - ¿tu estás tonta? ¿Cómo que te fuiste? E: Tenía que llevar a Patricia a la guardería – se excusó – y la vi… dormida… tan… tan dulce, que me fue imposible despertarla… pero le dejé una nota – le aclaró. R: Bueno…menos mal – dijo más tranquila - ¿qué vais a hacer? Porque supongo que tendréis que hablar. E: No tengo ni idea – contestó dejando salir todo el aire – y tengo miedo… - Raquel la miró preguntándole por qué – tengo miedo… a que… a que me diga que no fue nada, a que me diga que no siente nada por mí… tengo miedo a que esto lo estropee más…
puedo soportar que no me recuerde, pero no podría soportar su rechazo… no puedo Raquel… Entraba en urgencias con rapidez, con el semblante serio y sin ganas de cruzarse con nadie… llegó a rotonda y con tan solo un gesto sonrió a Teresa que le extendió el parte de entrada. T: Antes… - dijo con cautela al ver su semblante – antes te estaba buscando Esther… M: ¿Esther está aquí? – preguntó elevando el rostro. T: Sí… lleva veinte minutos ya de turno – comentó. M: Vale, gracias – dijo alejándose de allí – se va a enterar, hombre – murmuró. R: Venga, Esther – intentaba animarla – ya verás que cuando habléis… aclararéis las cosas… E: Es que no sé qué voy a hacer si me dice que ha sido un error o si me dice que… que… R: Ey, ey, ey – dijo abrazándola viendo que poco le faltaba para echarse a llorar – tranquila… tranquila… - besó su cabeza, Esther correspondió al abrazo. M: Esth… - quedó parada al ver aquella escena al mismo tiempo que Esther y Raquel se separaban asustadas por aquella entrada – ¡Genial! – dijo cerrando la puerta de nuevo y saliendo de allí más enfadada que antes… Entró en su despacho como un huracán, tirando el bolso en la silla y quitándose la chaqueta con rabia para ponerse la bata… los celos la comían, verla abrazada a Raquel, tras la noche que habían pasado hacía que sus celos no la dejaran en paz. Primero la avasallaba caricias, aluego le hacía el amory como nadieque se losehabía hecho era (quea ella ella recordara), con desaparecía la mañana siguiente lo primero encontraba abrazada a Raquel… ¿No se suponía que era la mujer de su vida? ¿acaso eso también era mentira? Le habían engañado tanto, que ya no diferenciaba lo que era verdad o lo que no. E: Maca – Escuchó que decía Esther entrando en su despacho sin avisar. M: No quiero hablar contigo – contestó sin volverse. E: Maca… por favor – pidió – no es lo que piensas. M: Ah, claro – sonrió - ¿qué típico no? No es lo que pienso… ¿y qué coño sabes tú lo que pienso? E: Porque te conozco – contestó – y sé lo que estás pensando pero entre Raquel y yo no hay nada…
M: Ya, por eso estabas tan abrazadita a ella – le dijo haciendo evidentes sus celos. E: Maca, por favor… que me conozco ya estos numeritos… M: ¿A la señora le parecen numeritos? – dijo enfadada – claro… como ella se dedica a jugar con la gente, el resto son numeritos – siguió diciendo, Esther la miraba aguantando el chaparrón, hacía años que no la veía de esa manera, solo al principio de su relación, cuando Maca no podía evitar sus celos por Sonia. E: Yo no juego contigo, cariño – se acercó. M: No – se alejó – no me toques… E: Pero mi amor – continuó – por favor, Maca… M: Es que no lo entiendo – siguió diciendo enfadada – te haces la borracha, me seduces, hacemos el amor y luego te largas sin decir nada – continuó – y para colmo te encuentro abrazadita a Raquel… ¿qué pasa? ¿Qué mi madre tenía razón? ¿Es eso? Solo querías acostarte conmigo ¿no? E: Como puedes pensar una cosa así – dijo dolida – como puedes pensarlo después de lo de anoche… M: Es lo que tú me estás haciendo ver – contestó tajante. E: No, Maca, a ver, lo que ha pasado esta mañana… M: No quiero oírlo – la cortó – así que mejor olvida lo que pasó anoche, porque fue un error. Ahí estaba, la confirmación a todos sus miedos, Maca le decía que había sido un error y quizás fuera un pronto, algo dicho movida por los celos, pero le daba igual, porque tenía tanto miedo a escucharlo que no le importaba qué le había llevado a decirlo… E: No… no digas eso… - dijo bajando la mirada. M: Lo digo por que fue así – contestó – así que mejor olvidarlo. E: ¿Sabes qué, Maca? – dijo dolida – olvídalo tú si quieres… yo no puedo hacerlo… Maca la miró – Y para que lo sepas, Maca… te dejé una nota, en la mesa del salón, donde siempre te las dejaba, porque pensé que aún seguías tomándote el café en el salón mientras veías las noticias – dijo derrotada saliendo de su despacho, si para Maca había sido un error, no valía la pena seguir intentándolo. Cuando Esther salió del despacho, Maca no supo qué pensar… había salido con prisas de casa y no se había parado a mirar nada, se había tomado su café con prisas y corriendo, enfadada con Esther por haberse marchado y no había encontrado nota alguna… aún así, la imagen de la enfermera abrazada a Raquel seguía retumbando en su cabeza.
El turno pasó sin cruzarse ni un segundo, sin verse para nada, por lo que supo, Esther había entrado de un quirófano a otro, ella se había quedado en el despacho repasando informes y libros de medicina… Cuando salió del hospital, la enfermera ya se había marchado hacía un rato, sintiendo un gran peso sobre sus hombros salió por fin en dirección a su casa. Lo primero que hizo fue comprobar si era cierto o no que Esther le había dejado una nota y sobre la mesita baja del salón, riéndose de ella, la encontró. “Buenos días, mi amor… siento tener que irme así, pero tengo que recoger a Patricia y llevarla a la guardería, nos vemos en el hospital, ¿vale? PD. No deberías tener cacahuetes, eres alérgica” Gilipollas, gilipollas y rematadamente gilipollas… así se sentía, así se había comportado desde que se despertara, no había pensado en nada que no fuera la ausencia de Esther sin pensar el por qué se había marchado… se había enfadado muchísimo por no despertar a su lado y luego todo se había magnificado al encontrarla con Raquel, pero debía reconocer que se había pasado, que había dicho cosas que no sentía y que le debía al menos una disculpa a Esther por su comportamiento. En el piso de la enfermera, ésta intentaba darle de comer a una Patricia que parecía más nerviosa que nunca, mientras ella intentaba no perder los nervios… la conversación con Maca le había dejado tan mal, que su humor estaba realmente resentido… P: Aja jajaja – Patricia reía jugando con la comida. E: Patricia, ¡por favor! – dijo sonando demasiado seria – así no puedo ¿eh? Al ver el rostro tan brusco de su madre, la pequeña empezó a hacer pucheros, con clara intención de ponerse a llorar, Esther al verla, respiró hondo, su hija no tenía la culpa de nada y empezaba a pagarlo con ella. E: Perdona, cariño, perdóname – dijo relajando el tono – mamá está enfadada, pero no contigo, mi vida. El timbre de la puerta sonó haciendo que dejara lo que estaba haciendo, dejando a su hija sentada en su sillita y levantándose fue hasta la puerta, la cual abrió sin mirar ya que su vista intentaba controlar a Patricia. M: Ho… hola – dijo cuando se cruzó con la mirada de Esther. E: ¿Qué haces aquí? – preguntó una vez sobrepuesta de la sorpresa de verla de nuevo allí. M: Quiero hablar contigo – afirmó intentando que su nerviosismo no se le notara demasiado - ¿Puedo pasar? – preguntó viendo como Esther no se movía. Antes de que pudiera contestar, oyeron un ruido proveniente de la cocina, Esther salió disparada hacia allí y Maca algo cortada, decidió entrar cerrando la puerta tras de sí.
E: Patricia, ¡por dios! – escuchó que decía Esther, quien al llegar frente a su hija se había encontrado con que a ésta se le había ocurrido que tirar su plato con los restos de comida al suelo era algo muy divertido para ella quien reía a carcajadas mientras Esther la regañaba. P: jajaja – reía pegando pequeños botes en su silla. E: Sí, claro, te parece divertido ¿no? – le decía – como lo tengo que recoger yo… y además… mira como te has puesto – seguía diciéndole a la pequeña que ahora la miraba borrando su risa – y no me mires así, que no vas a conseguir nada – le advirtió, Patricia continuó mirándola de la misma forma, desarmando totalmente a la enfermera – si es que… - suspiró – eres como tu madre, hija – dijo sin percatarse que la susodicha las miraba desde la puerta. P: ¡Ma! – se alegró Patricia al verla allí. Esther se dio la vuelta al escucharlo, encontrándose con una Maca de brazos cruzados apoyada en el umbral de la puerta, mirándolas, con media sonrisa en la cara… la enfermera no se atrevía a hablar, pues no sabía cómo le había sentado sus palabras… Maca comenzó a andar hasta ellas, contestando a la llamada de esa princesita que le extendía los brazos, amplió su sonrisa al llegar hasta ella y volvió a mirar a Esther que esperaba expectante. M: ¿Puedo? – dijo señalando a la niña. E: Claro – contestó. M: Hola pequeñaja – saludó a la niña, alzándola en brazos - ¿qué pasa eh? – decía con cariño, con ternura y Esther se apoyó en la encimera al ver aquella escena - ¿qué le haces a tu madre eh? P: jijiji la – sonreía encantada estarestaba dondeaestaba cuello, pediatralaseniña quedó parada, de Esther punto –dema… llorar.- dijo abrazándose a su E: Bu… bueno, mi vida – intervino Esther al ver a Maca sin saber qué hacer – ven, que voy a cambiarte – dijo extendiendo los brazos para que la pequeña se soltara de Maca. P: No, ma – contestó sin soltarla. E: Cariño, que te tengo que cambiar – dijo de nuevo. P: Ma, ma, ma, ma – siguió protestando la niña. M: Si… si quieres… puedo cambiarla yo – habló con la voz temblorosa al ver que esa niña no dejaba de aferrarse a ella. E: Eh… sí, sí claro – contestó contenta por aquella sugerencia – ven, te acompaño…
Entraron en el pasillo y llegaron al cuarto de Patricia, quien aún en los brazos de Maca no dejaba de sonreír, la pediatra miraba todo a su alrededor pensando que ella habría la habitación justo tal y como estaba… E: Aquí tienes un pijamita limpio – le dijo tendiéndoselo – yo… bueno voy a… a recoger la cocina. M: Vale – contestó, nerviosa por quedarse a solas con Patricia. E. Vale pues… si… si necesitas algo, me llamas – contestó no sabiendo si quería o no abandonar aquella habitación… M: Tranquila, Esther – dijo calmándola – no es la primera vez que cambio a un niño… nos apañamos. E: Vale – contestó algo decepcionada “no será la primera que cambias a un niño pero sí la primera que lo haces con tu hija” pensó antes de abandonar la habitación, sintiendo que con aquellas palabras Maca dejaba claro que tal vez veía a Patricia como otra niña más. Mientras recogía el “estropicio” que había organizado la niña en la cocina, tenía la oreja puesta en aquella habitación de la que en principio no se escuchaba nada… sin embargo no pudo evitar una enorme sonrisa y una felicidad extrema cuando escuchó risas tanto de la Maca como de Patricia… M: Eres un bicho tú, ¿eh? – escuchó y la carcajada de la niña inundó toda la casa… - a ver… la manita por aquí – seguía escuchando y una lágrima derramó de nuevo por su rostro – muy bien, princesa. P: Insesa – repitió Patricia. Escuchando las risas y las pequeñas pinceladas de esa conversación entre Patricia y Maca, la enfermera continuó recogiendo la cocina y poniendo un poco de orden a todo el “desastre” que había organizado su hija. De nuevo el silencio se hizo presente en aquel piso. M: Se ha quedado dormida – dijo entrando de nuevo en la cocina. E: Lo imaginaba – contestó – es su hora de la siesta… M: Esther yo… - comenzó a decir, viendo como la enfermera salía de nuevo al salón, ella la siguió – quiero… pedirte disculpas… no vi tu nota… cuando… cuando me levanté y vi que no estabas… se me cruzaron los cables y… luego al verte con Raquel… E: Te pusiste celosa – dijo por ella, pensando que lo negaría. M: Sí – contestó haciendo que Esther levantara la mirada – me puse muy celosa – dijo medio sonriendo – me pongo celosa cada vez que te veo con alguien, Esther… y sé que lo que dije… no tiene perdón pero… lo siento… siento haberme pasado así y…
No pudo continuar hablando porque Esther ya estaba atrapando sus labios entre los suyos, recibiendo un beso que la dejó sin palabas, correspondiendo a él de inmediato, abrazándola por la cintura… E: Con solo aparecer aquí ya te había perdonado – susurró con una enorme sonrisa, acariciando sus labios lentamente – así que no me digas más que lo sientes – dijo antes de volver a besarla. Cuando el beso ganaba en profundidad y ambas comenzaban a dejarse llevar, llegando hasta el sofá sin separarse, el móvil de la pediatra comenzó a sonar. Decidieron omitirlo, no queriendo separarse, hasta que la insistencia hizo que ambas cortaran el beso. E: Cógelo, anda – dijo separándose de ella. Maca llegó a su bolso, buscando su móvil entre sus cosas, lo sacó y al mirar la pantalla pudo leer “número desconocido”, frunció el ceño, extrañada respondió. M: ¿Sí? F: Hola, mi amor – escuchó al otro lado de la línea. M: Fe… Fede – se sorprendió, miró a Esther quien bajó la mirada. F: Cariño… ya sé que te dije que no te llamaría – continuó diciendo el chico – pero te echo mucho de menos, mi amor… tenía que escucharte – siguió diciendo y a Maca le pareció que se le entrecortaba la voz. M: Fede… ¿Estás bien? – preguntó algo preocupada. F: No… no mi niña no – dijo compungido – yo… Maca yo te necesito – la pediatra abrió los ojos como platos ¿estaba llorando? – sé que prometí darte tiempo, pero… Maca, no puedo estar sin saber de ti tanto tiempo. M: Fede… por favor – dijo tapándose la cara con las manos, agobiada, Esther no sabía donde meterse – tranquilízate… ya… ya hablaremos de esto… F: No… mi vida por favor… no me hagas esto… yo te quiero Maca y no puedo estar sin ti… llevo solo unos días lejos y me estoy volviendo loco por no poder hablar contigo… M: Fede… yo…- no supo qué decir, pues no le parecía correcto decirle nada por teléfono. F: ¿Ya no me quieres Maca? ¿Es eso? – preguntó. M: No… no es eso – dijo evitando mirar a Esther… F: Yo te necesito, mi amor – lloró – no puedo vivir sin ti… cariño necesito que me digas que me quieres, que estaremos juntos, que nos casaremos… que formaremos esa familia que siempre hemos soñado…
M: Fede… F: Dime que… dime que me quieres… por favor – pidió entre lágrimas – necesito escucharlo, Maca, por favor… Miró a Esther de nuevo, quien en el sofá, permanecía con el gesto serio, diría que triste, ella agobiada seguía escuchando las súplicas de Fede… encontrándose así en una encrucijada en la que nunca se había visto envuelta. Quería a fede, claro que lo quería… había compartido con él su vida desde que despertó… hasta hacía poco tiempo quería casarse con él… pero cuando Esther llegó a su vida los trastocó todo, poniéndolo todo patas arriba… F: Maca… - insistió – por favor… M: Te quiero – dijo en un susurro, intentando evitar que la enfermera lo escuchara, no quería hacer daño a nadie y aun sabiendo que alguno sufriría, no era el momento… F: Y yo, mi amor, yo también te quiero – dijo recuperándose de su estado – te quiero y estoy deseando volver y besarte y tenerte entre mis brazos… M: Sí… F: Siento… siento haberte llamado… - se disculpó – pero necesitaba escucharte… perdóname, Maca, por favor… M: vale, tranquilo – lo calmó – ya hablamos cuando vuelvas… F: Lo que tú quieras mi amor – continuó – hablamos pronto… estoy deseando volver para verte… Colgó el teléfono, quedando con él entre las manos, suspirando, con miedo a darse la vuelta y encontrare con los ojos reprobatorios de Esther… suspiró, jugueteó con el móvil un instante y finalmente se dio la vuelta. M: Era… era Fede – le dijo a Esther. E: Ya – contestó escuetamente. M: Esther yo… E: Creo que tenemos que hablar, Maca – la cortó – porque yo necesito saber a qué me estoy exponiendo con todo esto… M: Sí… claro – dijo sentándose a su lado. E: Mira, Maca – comenzó diciendo ella – yo te quiero, te quiero con toda mi alma… y lo que más deseo es volver a estar contigo, volver a ser la familia que un día fuimos… pero… necesito saber qué sientes tú.
M: Yo… - clavó la mirada en sus manos – estoy hecha un lío, Esther… Fede… Fede ha sido y es una persona muy importante para mí… ha estado a mi lado todo este tiempo… y… le quiero – dijo haciendo que Esther tuviera que cerrar los ojos por un instante – pero… pero también siento algo por ti muy fuerte… me gustas muchísimo… me encanta estar contigo… E: Pero no me quieres – afirmó Esther casi sin poder hablar. M: Yo… – bajó la cabeza, Esther la miró ante aquella respuesta, por lo que llevó un dedo a sus labios, no queriendo escuchar su respuesta, Maca cerró los ojos ante aquel contacto – estoy sintiendo cosas muy fuertes por ti, Esther… - dijo pasados unos minutos - y… quiero intentarlo contigo… si… si tú quieres… E: ¿Y Fede? – preguntó entre abatida y feliz por aquellas palabras. M: Hablaré con él cuando vuelva – dijo acariciando su rostro – no me parece correcto hacerlo por teléfono… Sin dejarla contestar, no queriendo escuchar una negativa, la pediatra la besó lenta y detenidamente. Esther contestó al beso, necesitándolos casi para vivir… se abrazaron con fuerza, la enfermera puso el alma en ese abrazo y dejó caer un par de lágrimas… todo aquello era surrealista… ella que antes había sido el centro de su mundo, ahora solo era una persona que “le gustaba muchísimo” pero Maca quería a Fede… y aunque estaba segura que al final la pediatra acabaría queriéndola – al menos eso quería pensar – no podía dejar de pensar en que era otro quien llenaba su corazón… Como siempre, en el momento menos inesperado, en el momento que más necesitaba tranquilidad, su ya conocida y fuerte migraña decidía aparecer presionándole la cabeza… cerró los ojos con fuerza y se llevó las manos a los ojos pues la luz comenzaba a molestarle sobremanera. M: ¿Estás bien? – preguntó viéndola algo preocupada. E: No… - dijo con un hilo de voz – me duele la cabeza… M: ¿Mucho? – acarició su rostro. E: bastante… - contestó – acércame las pastillas que están en la repisa del baño, por favor. M: claro – se levantó – ven, será mejor que te acuestes… - dijo ayudándola a levantarse y yendo con ella hasta la cama… Esther se tumbó, necesitaba dormir, sabía que solo se le pasaría si se tomaba una pastilla y lograba dormir algo… escuchó el ruido que hacía Maca buscando sus pastillas y poco tiempo después llegó con un vaso de agua. M: Toma – dijo a su lado, con el gesto realmente preocupado.
Tomó la pastilla y bebió algo de agua, miró a Maca quien sentada a su lado la miraba inquieta, ella hizo un esfuerzo por sonreír, no quería verla con ese gesto… E: Túmbate conmigo – dijo, necesitándola a su lado… Maca no tardó demasiado en tumbarse a su lado, sintiendo el brazo de Esther rodeando su cuerpo, sintiendo mil escalofríos recorriéndola al tenerla así. Quería estar con ella, se estaba enamorando de ella… dejaría a Fede en cuanto volviera a Madrid… tenía que hacerlo… Esther cayó rendida a Morfeo a los pocos minutos, ella se quedó mirándola, estudiando sus facciones… sonriendo al verla de ese modo… ¿Cuántas noches antes había pasado mirándola? ¿Cuántas veces la había cuidado de ese modo o había sido Esther quien la cuidara a ella? Se desesperaba por no poder recordarlo, sin embargo, quería empezar a vivirlo ahora… sin dejar de pensar en todo aquello, dándole vueltas una y otra vez a lo mismo, haciendo de nuevo esfuerzos por recordar, quedó finalmente dormida en el mejor lugar que podría soñar… entre los brazos de la enfermera…
M: No te pongas pesadita ¿quieres? Ya te he dicho que no pienso llamarla – decía un poco cansada. E Yo solo digo que ya que estamos aquí podrías intentarlo – intentaba convencer. M: Es que no quiero intentarlo – contestaba comenzando a enfadarse – y dejemos el tema de una vez. E: A ver Maca – seguía en su intento por razonar con ella – sería una buena oportunidad para intentar un acercamiento… deberías decirle lo de la boda, ¿no te das cuenta? M: Que no, Esther, joder – contestó – que ella no ha hecho nada en estos años para propiciar un acercamiento y no voy a ser yo quien lo haga ¿o es que tengo que recordarte casa?joder, ¿O loy para mal que te ha tratadocoño. cuando nos la hemos encontrado?que Nome me echó da la de gana… ya con el temita, E: A mí no me hables así – dijo seriamente M: ¿Encima vas a enfadarte? – La miró incrédula – perdona pero la que tendría que enfadarse soy yo, que llevas todo el vuelo con la misma cantaleta – quitó la vista de la carretera para mirarla E: Pues perdona si te parezco pesada ¿eh? – Dijo enfadada – solo intento que mejores la relación con tu madre, pero está visto que no se puede hablar del tema contigo ¡y mira la carretera! – ordenó al ver que había dejado de mirar hacia delante. M: No, si encima la culpa de que mi madre y yo estemos así, será mía – siguió diciendo. E: Yo no he dicho eso – se defendió – solo digo que podrías intentarlo. M: Pues yo no quiero intentarlo, punto – dijo a modo de sentencia.
E: Cuando te pones cabezota, no hay quien razone contigo – contestó. M: No, si al final vamos a tener tú y yo una bronca por esta tontería – se lamentaba volviendo la vista hacia ella de nuevo. E: Eres tú la que no dejas que se te hable del tema – se defendió mirándola - ¡y quieres mirar la carretera de una…! ¡MACAA! – gritó, Maca volvió la vista al frente y se encontró con que un camión iba directo hacia ellas… Se movía inquieta, intentando despertarse de aquella “pesadilla” queriendo volver a la realidad… lo logró cuando sintió que algo le daba palmadas en la cara, trayéndola de nuevo a la realidad, abriendo los ojos repentinamente. P: Ma – escuchó que decía Patricia a su lado, quien seguía llamando su atención a base de “caricias” en su rostro, al verla, toda la angustia que había sentido en aquel “sueño” desapareció al isntante. M: Hola, princesa – sonrió - ¿qué haces aquí? – preguntó incorporándose un poco. P: Quedo aquí – dijo señalando la cama – con mami y con ma – afirmó con convicción, Maca sonrió ante aquello. M: Ven aquí, peque – la cogió y la subió a la cama junto a ellas - ¿A dormir? P: No – negó la niña, Maca sonrió de nuevo. M: ¿No tienes sueño? – preguntó P: No – volvió a negar, quedándose mirando a Maca, quien la miraba a la espera de que dijera algo – ma… ¿te edas con mami y la insesa? M: Sí, cariño – acarició su rostro – me quedo con mami y la princesita… P: ¿Pa sempe? – Preguntó de nuevo. M: A ver, cariño – dijo sonriendo por aquellas palabras, pero sin saber qué contestarle ¿Tú como eres tan lista? – La niña se encogió de hombros sonriendo - ¿eh? – reía al ver la cara de la niña, que en un arrebato de vergüenza se escondió en su cuello – dime una cosa, princesa – dijo llamando su atención - ¿Cómo sabes tú que yo soy tu ma? – le preguntó, Patricia volvió a encogerse de hombros - ¿no lo sabes? – Patricia negó con la cabeza… - bueno… no pasa nada – besó su mejilla - ¿quieres que vayamos a ver la tele? P: ¡Sí! – contestó rápida la niña intentando bajarse de la cama. Salieron de la habitación, Patricia corriendo delante de Maca quien aceleraba el paso por si se caía, llegaron al salón y la niña fue directa a un DVD que había sobre el reproductor, lo cogió y se lo entregó a Maca. P: Ete – dijo como diciendo que no quería ver nada más.
M: ¿Este quieres? – dijo sacando el CD – pues vamos a ver qué es… Introdujo el disco en el reproductor y encendió la televisión, tras unos minutos la imagen que vio la dejó, una vez más sentada en el sitio.
Se vio a sí misma, sentada en una hamaca, en un jardín junto a una piscina, tomando el sol mientras leía una revista. Levantó la cabeza al sentirse observada y sonrió a la cámara… M: Menos mal que te quiero mucho, mi amor – dijo mirando al objetivo – porque sino, ya te habrías comido ese trasto… P: ¡Ma! – dijo riendo y señalando la imagen de ella misma en el televisor, miró a la niña de nuevo, sorprendida por lo que aquello significaba… Patricia la conocía porque Esther debía haberse encargado de ponerle todos esos videos… de ese modo, había logrado que Patricia la reconociera como madre pese a estar ausente en su vida… Sin que se dieran cuenta, desde el umbral de la puerta, con una sonrisa en los labios, Esther miraba aquella escena viendo la felicidad de su hija al estar junto a su madre… P: Mami men – dijo Patricia al ver a Esther, Maca levantó la mirada, cruzándose con la de la enfermera, sonrió levemente, como diciéndole que todo estaba bien – men, mami, mida, ma y ma jajaja – seguía diciendo, contenta, dando palmaditas y señalando tanto la televisión como a la pediatra. E: Sí, cariño – la cogió en brazos, atenta a la mirada de Maca, que no apartaba sus ojos de ella – venga, siéntate aquí y vamos a ver la película ¿si? P: ¡Sí! – sonrió, quedándose sentada sobre las piernas de Esther mirando atentamente a la pantalla. E: Siempre… se queda embobada cuando le pongo algún video – le dijo a la pediatra que sesiempre levantó del suelo para acercarse a ellas. M: Ya… su… supongo que… tendría que decirte… bueno, es que no sé qué decirte la verdad – dijo algo confusa por todo. E: No tienes que decir nada – sonrió quitándole un mechón de pelo de la cara una vez se sentó junto a ellas. M: Vale – agradeció - ¿Cómo estás? ¿mejor? – se preocupó. E: Sí… entre la pastilla y la siesta estoy mucho mejor – contestó sonriéndole. M: Deberías hacerte unas pruebas, Esther – dijo preocupada. E: No hace falta – sonrió por su preocupación – ya te dije que está diagnosticado… es la única secuela que tengo del accidente…
M: El accidente… - miró la pantalla, viéndose a sí misma con Esther en las piernas y besándola con dulzura, volvió la vista a Patricia que se entretenía con algo que tenía en las manos mientras seguía mirando la televisión - ¿Cómo fue el accidente? – preguntó recordando el sueño que había tenido hacía solo un rato antes. E: Puff… - se pasó las manos por el pelo – no recuerdo mucho, la verdad – le dijo – solo… que acabábamos de llegar de Nueva York, alquilamos un coche y empezamos a discutir… - hacía memoria – la última imagen que tengo es la de un camión viniendo directa a nosotras… lo siguiente que recuerdo es despertarme en el hospital… mucho tiempo después… M: Ya… - y las imágenes de aquel sueño volvían a reproducirse en su mente como si de una película se tratara… así que no había sido un sueño, sino un recuerdo… cerró los ojos con fuerza… su primer recuerdo con Esther… E: ¿Estás bien? – preguntó al verla tan ausente. M: Sí – elevó la mirada sacando una sonrisa – sí que estoy bien… De nuevo clavaron la mirada en los ojos de la otra… diferente esta vez al resto, una mirada que tal vez, comenzaban a aprender, a entender… sonrieron al unísono, quizás viendo el primer rayo de esperanza entre tanta oscuridad… o quizás, es lo que quisieron ver. P: jajajajaja – la risa de Patricia las hizo volver a la realidad, ambas sonrieron al ver a la pequeña de aquel modo. Esther comenzó a hacerle cosquillas y regalarle un montón de besos aumentando sus risas. Maca las miraba sin borrar su sonrisa… M: Bueno… supongo que… es hora de… de irme – dijo sin ninguna gana de moverse de allí. E: ¿Quieres quedarte a cenar? – propuso intentando retenerla todo el tiempo que fuera necesario. M: Claro – contestó al instante. El resto de la tarde pasó con juegos y risas de Patricia, que hacía las delicias de ambas haciendo más agradable el ambiente… Esther bañó a la niña y Maca decidió ayudarla preparando la cena a la pequeña. Ante aquella escena, frente a aquella repartición de tareas, la enfermera sintió que había recuperado a su mujer… era la primera vez que compartían tanto tiempo juntas, como una familia y aquello le embriagaba de felicidad… M: Buenas noches, princesa – dijo dándole un beso a Patricia que en brazos de Esther ya casi se quedaba dormida. E: Ahora vuelvo – sonrió desapareciendo por el pasillo. Durante el tiempo que quedó a solas en el salón, Maca no dejó de pensar en todo lo que había ocurrido, en todo lo que se había perdido y en todo lo que no lograba recordar…
ahora, después de tanto tiempo acostumbrada a vivir sin recuerdos, se desesperaba por no poder buscar en su mente alguna imagen… se había dado por vencida en eso de recordar, en recuperar la memoria y la llegada de Esther y Patricia a su vida hacía que sintiera la imperiosa necesidad de volver a tener sus recuerdos… Cuando Esther volvió a aparecer, se la encontró con una foto en sus manos, los ojos cerrados y el ceño fruncido… ella bajó la cabeza, sabiendo que Maca hacía un esfuerzo por rememorar algo y por su gesto sabía que no lo conseguía… E: ¿Estás bien? – preguntó llegando a su lado. M: Sí… - dijo abriendo los ojos de nuevo – Me gustaría tanto recordar… - dijo como un suspiro al aire – no sé… me duele ver a Patricia y no… y no… - no era capaz de decirlo. E: Tranquila, Maca – la cortó, ella tampoco era capaz de escucharlo. M: Me siento… muy perdida – siguió diciendo con sinceridad – todo esto me está desbordando… todas las mentiras de mi madre… Fede… tú… - Esther la miraba sin saber a donde quería llegar – no sé qué es lo que tengo que hacer… E: Maca… solo tienes que hacer lo que te diga tu corazón – dijo intentando darle algo de calma. M: Lo sé… pero yo… no quiero hacerle daño a nadie… - continuó – y… tú me, me haces sentir cosas que… que no he sentido nunca… pero… Fede… Fede se ha portado siempre tan bien conmigo… y me quiere tanto – continuó – y yo… yo no sé qué siento ahora… E: … M: Creo que… - la miró, sabía que le estaba haciendo daño y eso le dolía a ella también – creo que necesito tiempo… - continuó – necesito… unos días… E: ¿Qué… qué quieres decir? – preguntó aún sabiendo su respuesta. M: Tengo unos días de vacaciones que me deben en el hospital – le dijo – creo que voy a irme… Caminaba por la orilla, dejando que el agua mojara sus pies, la brisa del viento golpeaba su cara. A esa hora y con ese tiempo la playa estaba desierta, dándole así lo que necesitaba, tranquilidad y bienestar… una sensación de profunda calma la embriagaba, sintiéndose como hacía tiempo que no se sentía… Se alejó de la orilla y se sentó en la arena mirando el mar. Era algo que la relajaba, y sentía que debía haber eso hecho algo así muchas veces antes. Llevaba allí dos días, intentando poner en orden su vida y su mente. Y le estaba haciendo bien, realmente le estaba haciendo bien…
Ese tiempo aislada de todo y de todos estaba consiguiendo que volviera a sentir la paz que creía haber perdido… allí se sentía tranquila, sin tener a nadie que le hiciera sentir la obligación de recordar… si bien era cierto que en ningún momento le habían exigido nada, al contrario, le habían intentado dar su tiempo y su espacio… pero también era cierto que desde que despertó había sentido una opresión en su pecho, algo que la obligaba a buscar la forma de recordar y aunque en un momento había logrado evitar ese sentimiento, con la llegada de Esther y Patricia a su vida, esa presión había vuelto a ella con más fuerza… No las culpaba, a ninguna de ellas pues sabía que no tenían la culpa, en ningún momento habían hecho o dicho algo para hacerle pensar tal cosa, más bien, era ella la que alimentaba aquella obligación… y la única razón posible era que veía tanto amor y tantos sentimientos en las dos hacia ella, que se obligaba a sí misma a sentirse obligada a recordar… Siendo sincera con ella misma, no era esa la razón de su “huída”, sino más bien el intentar buscar respuestas a todo aquello sin que nadie la mirara esperando algo que no llegaba, porque realmente, aunque no lo dijera, aunque intentara ocultarlo, Esther de alguna forma, sí esperaba que ella recordara, y era lógico, sabía que era lo más lógico del mundo, no debía ser fácil para ella estar delante de la persona que amas y saber que no te recuerda… que no siente lo mismo que sentía antes… debía ser extremadamente duro ver a tu hija junto a su madre y que ésta no sepa que significa esa niña en su vida… Por otro lado… su madre, que se había encargado de mentirle durante todo ese tiempo, ocultándole su vida, quizás lo más importante de su vida… no lo entendía… no sabía por qué había hecho las cosas de esa manera… borrando todo cuanto se suponía que ella había amado ¿tanto odiaba esa parte de ella como para querer eliminarlo? Luego estaba Fede… un hombre bueno que había aparecido sin buscarlo, pero en el momento justo, cuando más vulnerable se encontraba, cuando se sentía demasiado perdida, le había brindado apoyo y comprensión, sin exigirle nada, cuidando de ella… dándole amor… sentido ella sentía lo mismo él? Era muy distinto lo que él le hacía sentir conpero… lo que¿había había descubierto juntopor a Esther… Esther… dulzura, ternura, temperamento y carácter a partes iguales, pero sobre todas las cosas la fortaleza hecha persona… una mujer que no pensaba que podía existir… apareciendo en su vida sin pedir nada, guardándose todos sus sentimientos por no confundirla, la mujer con la sonrisa más bonita que había visto… la que estaba llegando a su corazón sin que se diera cuenta… y sentía que le debía tanto… tanto… Se había enamorado de ella… eso no podía negarlo, como tampoco podía negar que se había enamorado de esa pequeña princesa que llamándola “ma” trastocaba toda su alma. Haciendo que temblaran todos sus cimientos… Patricia… su hija… ¿Cómo habría sido el proceso? ¿Cómo habían decidido tenerla? ¿En qué momento habían dicho “vamos a tener un bebé”? preguntas que como muchas otras no tenían respuesta… Abrazando sus piernas volvió a mirar el mar, viendo como el sol se ahogaba en la inmensidad del océano, igual que se ahogaba ella en la oscuridad de su mente… quería abrir esa puerta que permanecía cerrada a cal y canto y no lograba encontrar la llave que
le diera algo de luz… y se desesperaba, nuevamente se desesperaba y se sentía perdida una vez más… Se levantó, sacudiéndose la arena que se quedaba en su ropa. Comenzó a andar, alejándose de la playa, necesitaba hablar con la persona que había creado aquella situación, hacerle preguntas y recriminándole el haberle ocultado algo tan importante como aquello… si no lo hubiera hecho… tal vez las cosas serían diferentes… Mientras tanto… en una cafetería del centro de Madrid, Raquel escuchaba a su amiga que intentaba mantenerse tranquila con toda aquella situación. R: ¿Y no has sabido nada de ella? – preguntó. E: Nada – dijo dándole un sorbo a su taza. R: ¿La has llamado? – insistió – has intentado hablar con ella. E: No – negó rotunda – ella necesita tiempo y no voy a ser yo quien se lo niegue… por mucho que yo necesite saber que está bien, por mucho que necesite oírla, ella no quiere eso… R: ¿Y entonces? – preguntó sin entender nada de aquello. E: Pues nada… esperar que vuelva… - dijo encogiéndose de hombros – y rezando porque cuando lo haga, sea para decirme que… que me quiere – terminó de decir con ojos cristalinos – yo no puedo hacer nada… Entró en aquella casa que hacía tiempo que no visitaba, recordando los momentos vividos allí una vez se despertó… anduvo la distancia que la separaba del salón principal donde esperaba encontrar a Rosario, teniendo muy claro lo que había ido a decirle. R: Te digo que estás perdiendo un tiempo precioso – escuchó que decía y se quedó parada al otro lado de la puerta – deberías ir allí y hacerla entrar en razón. F: Si hago eso lo único que voy a conseguir es que me deje – y al reconocer aquella voz todo se vino debajo de nuevo, no podía ser… ¿él también? – no te preocupes, Rosario, esa boda se celebrará tarde o temprano, ambos sabemos como manipularla para llevarla donde queremos – y sentía que se caería redonda al suelo de un momento a otro al escucharle hablar así – solo es cuestión de tiempo… no recuerda nada, así que no será tan difícil convencerla… Al escuchar todo aquello se sintió estúpida… demasiado estúpida… ella había estado totalmente convencida de que Fede la quería… y al escuchar aquello se daba cuenta que no era cierto, que él, al igual que su madre, también la había engañado. Cuando lo conoció parecía tan bondadoso, tan buena persona, tan paciente con ella… siempre tan gentil y dispuesto a ayudarla en todo momento… cuando lo conoció…
R: Macarena, hija – le había dicho su madre, en una fiesta, rodeados de gente – quiero presentarte al hijo de Cristóbal Santos, Federico – dijo con una sonrisa en los labios. M: Encantada – contestó distraídamente, mirando a todos en aquella fiesta - ¿me perdonáis un segundo? – pidió. F: Eh… sí, claro – le dijo un tanto decepcionado con aquella escapada… No… no… no… aquel no fue el día que lo conoció… ella conoció a Fede de casualidad… había ido a comprar un libro y él apareció para comprar exactamente el mismo… no…
Durante toda la noche estuvo entretenida hablando con algunos amigos… con Fernando, su novio por aquella época que aunque muy bien visto por la familia de Maca, no terminaba de llegarle a Rosario… al contrario que a su padre quien estaba encantado con su próximo enlace… R: Macarena – volvió su madre a decirle, tomándola por el brazo - ¿a qué viene este desplante a Federico? – Le preguntó – solo intenta ser amable contigo. M: Es un pesado que no me deja en paz – se defendió – y Fernando está empezando a cansarse de él. R: Maca… hija… por favor – pidió relajando el tono – sé un poco amable… tenemos negocios con ellos… M: Mamá… deja de decirme lo que tengo que hacer y lo que no… ya soy mayorcita… No podía creer aquellas imágenes que le venían a la mente… ellos se conocían de antes… de mucho antes… cuando Maca aún vivía en casa de sus padres, cuando ni siquiera había declarado su sexualidad… mucho antes de dejar al tal Fernando plantado en el altar… mucho antes de todo eso Fede ya había aparecido en su vida… ¡Dios! ¡Hasta donde llegaba aquella locura! ¿Por qué le habían ocultado también que se conocían? ¿por qué no podían simplemente dejarla vivir en paz? No podía continuar allí, no podía seguir escuchando aquello, así que salió del mismo modo en que había entrado, silenciosamente, sigilosamente, con la diferencia de que ésta vez, lo hacía terriblemente decepcionada, sintiéndose odiosamente engañada… no solo su madre había creado un teatro a su costa sino que Fede, en quien confiaba, era el actor principal de aquella comedia… ¿Qué debía hacer ahora? ¿Volver y enfrentarse a ellos? Ni siquiera tenía fuerzas para eso por mucho que quisiera decirle cuatro verdades… la habían tomado por una estúpida, manipulándola todo ese tiempo, aprovechando su enfermedad para hacer de ella una marioneta en sus manos… en el mundo hay gente mala, gente cruel, y darse cuenta que tanto su madre como su prometido eran esa clase de personas creaba en ella un shock tan grande que no le dejaba reaccionar…
Llegó al hotel, donde subió como una autómata hasta la habitación. Donde dejó que toda la rabia se libreara en forma de llanto… ¿qué clase de familia tenía? ¿Qué clase de madre era Rosario? ¿Y Fede? ¿qué ganaba Fede con todo eso? Ella que pensó que de verdad podía confiar en él… que había puesto ese “amor” por encima de lo que sentía, que había puesto su agradecimiento por encima de lo que sentía por Esther… Esther… A tientas… sintiendo una fuerte punzada en la cabeza cogió el teléfono y tras buscar en la agenda marcó el número de la enfermera… E: ¿Sí? – contestó al otro lado, con voz adormilada, Maca supo que la había despertado… M: Siento… siento despertarte…- y Esther dio un bote en el sofá, donde se había quedado algo dormida viendo una película – necesitaba escucharte… - dijo hablando con necesidad, y aquella frase decía muchísimo más de lo que alguien pudiera imaginar… E: Maca… cariño, ¿Estás bien? – se incorporó preocupada… M: cariño… - repitió el término utilizado por la enfermera, en un tono que a Esther le pareció ausente… E: Bueno… yo… - se lamentó creyendo no haber estado acertada. M: No pasa nada… solo que… suena diferente en tus labios ¿sabes? – sonrió levemente al otro lado de la línea. E: ¿Estás bien Maca? – preguntó de nuevo. M: Acabo de salir de casa de mi madre – Esther cerró los ojos con fuerza – Estaba Fede con ella – la enfermera se sorprendió sobremanera – él también me estaba mintiendo, Esther… él también me estaba manipulando y no sé por qué… - dijo intentando mantenerse fuerte… E: Maca… lo siento – dijo lamentándose, sabiendo que tenía que estar pasándolo realmente mal… M: No sé como he sido tan estúpida. E: No, no cariño – dijo de nuevo sin pensarlo – no eres estúpida… no lo eres… - repitió queriendo estar ahí para abrazarla. M: Sí… sí que lo soy… - continuó – por muchas cosas… pero sobre todo por no haberme dado cuenta antes de todo este engaño… por… por no saber ver la verdad… toda mi vida es una mentira, Esther… todo este tiempo ha sido una mentira – sentía que se le escapaban las lágrimas E: Maca… - igualmente intentaba no llorar, pues escucharla de esa manera le dolía… le dolía mucho
M: Desde ese accidente todo el mundo ha estado mintiéndome… aquellos en quien confiaba no hacía más que… que manipularme… - seguía diciendo – y la… la única verdad de todo esto eres tú – dijo haciendo que desde el otro lado de la línea, Esther no supiera qué decir – tú eres la única que me ha dicho las cosas de verdad… la única que… que ha estado a mi lado – continuó – esperando… paciente… sin pedirme nada… sin… sin mentirme… sin presionarme… E: Maca… M: Y yo no he sabido verlo hasta ahora – la cortó – no me he dado cuenta de todo lo que has hecho por mí, Esther… yo este tiempo he estado muy confusa… sentía que le debía mucho a Fede y por eso intenté no sentir esto que estoy sintiendo por ti… creía que lo correcto era estar con él… por todo lo que me había cuidado este tiempo – decía con lágrimas en los ojos – y... ahora sé que no le debo nada… que nunca me ha cuidado que… - se cortó, sin saber muy bien por donde seguir - ¿sabes? – continuó – estos días… alejada de ti… de Patricia… me he dado cuenta de que os hecho de menos… os hecho mucho de menos. E: Y nosotras a ti… mucho, mi amor – dijo limpiándose las lágrimas. M: Yo… yo no te recuerdo, Esther… a penas tengo un par de flases de lo que fue mi vida y… y te juro que me esfuerzo por recordarte… por vernos en esos días que dices que fuimos tan felices… y sé que lo fuimos… debimos serlo porque sino no tendría sentido esto que siento… - continuó – sé que no debería decirte esto por teléfono, que… sería mejor hacerlo frente a frente pero… necesito decirlo ahora… ahora que me he dado cuenta de lo estúpida que he sido anteponiendo lo que siento por ti a un sentimiento de agradecimiento a quien no lo merece… E: Maca… por favor – dijo ya entre lágrimas. M: Te quiero, Esther – declaró al fin – me he enamorado de ti… me he vuelto a enamorar de ti sin recordarte… te quiero… E: Mi amor… - dijo rompiendo a llorar, embriagada por la ilusión, sintiendo como su corazón daba un vuelco enorme al escucharlo por fin… - mi vida… M: Te quiero – repitió. E: Te quiero – lloraba – te quiero, mi vida – reía y lloraba a la vez – no sabes cuanto… mi amor… M: No llores, Esther… - pidió secándose ella las lágrimas – por favor no llores… E: Es… es de alegría – dijo sonriendo, por primera vez en mucho tiempo, esas lágrimas eran de felicidad… lágrimas repletas de dicha… había esperado tanto ese momento… tanto… que ahora casi no se lo podía creer… Maca diciéndole que la quería… ¿qué otra cosa mejor podría haber en esta vida? El timbre sonó haciéndole saber que ya había llegado. Con nervios se miró al espejo y se arregló el pelo antes de respirar profundamente y abrir la puerta. Frente a ella, una
sonriente Maca quedaba mirándola casi sin poder moverse. Esther agarrada al pomo de la puerta quedaba igual que ella… ambas perdiéndose en los ojos de la otra y el mundo quedó parado en un instante… M: Hola – logró decir con la voz algo tomada por la inmensidad de sus sentimientos. E: Hola – contestó de igual manera. Sonrieron, de la forma en que no lo habían hecho en mucho tiempo, prendadas en la mirada de la otra, sintiendo ese, uno de los mejores momentos de su vida. Sintiendo un torbellino de emociones agolpándose en su pecho. No supieron quien fue la que dio el primer paso, ni en qué momento habían dejado de mirarse, ¿qué importaba? Si lo único importante, lo realmente importante era ese abrazo demoledor y definitivo que se estaban dando… un abrazo que decía mil cosas a la vez. Apretándose contra sus cuerpos, como si no quisieran alejarse jamás de allí. Arropándose entre sus brazos, sintiendo que en ese instante, todo cobraba el sentido que debía tener, que todo se llenaba de un arcoíris de colores, que todo, absolutamente todo, no era nada en comparación con ese momento. E: Me has hecho tanta falta – dijo sintiendo como de nuevo las lágrimas rodaban por sus mejillas. M: Shhh… - la arropó más fuerte – shh… ya estoy aquí – contestó – no llores… - le pidió como lo había hecho en aquella llamada – Esther… no llores… no lo soporto… E: Lo sé, lo sé – contestó separándose un poco pero sin romper el abrazo – nunca te ha gustado verme llorar – medio sonrió. Volvió a cobijarse en su cuello, necesitando quedarse ahí unos minutos más para sentir que era real, que nada de lo que había pasado en los últimos días era un sueño, quería oler su perfume, ese que tanto le gustaba, quería sentirla de nuevo con ella, necesitaba saber que aquello era tan real como que el sol sale y se esconde cada día… E: Te he echado mucho de menos – susurró perdida en su cuello, sintiendo como Maca besaba su pelo y aún sin mirarla pudo adivinar la sonrisa más bonita del universo… su sonrisa. M: Yo también a ti – contestó. Aún en el umbral de la puerta, como si moviéndose se desvaneciera todo, abrazándose largamente, llenándose de todo lo que no habían tenido… necesitaron pasar varios minutos antes de darse cuenta donde estaban. E: Perdona – se separó, aunque no lo suficiente como para no dejar de tocarla – pasa – la invitó tomándola de la mano para, sin dejar de mirarla, ir con ella hacia el salón – mira quien te estaba esperando – dijo con una enorme sonrisa. P: ¡Ma! – soltó Patricia que con sus graciosos movimientos se acercó a ella y estiró los brazos para que la cogiera.
M: Hola, Princesa – la cogió, llenándola de besos, sin poder reprimirse a hacerlo – te he echado de menos – le decía - ¿Cómo estas? P: Men – contestó encantada de verse en los brazos de su madre – hoy hemos juebado a diujar en el cole – le comentó, como si no hubiera pasado nada, como si Maca no se hubiera ido, como si aquello fuera lo más normal del mundo… M: ¿Sí? – sonreía sin poder evitarlo - ¿y qué ha dibujado mi princesa eh? – preguntó y la niña sonrió al escucharla. P: Eto – dijo señalando un papel que había sobre la mesita. M: A ver – lo cogió – anda… qué bonito – dijo mirando aquel dibujo, donde salían tres monigotes que las representaban a ellas – a ver… ¿quién es esta? – dijo señalando uno de los monigotes. P: Mami – contestó señalando a Esther que las miraba sin poder evitar que las lágrimas salieran de sus ojos. M: ¿Y esta? – señaló otro. P: Ma – la señaló a ella regalándole una nueva sonrisa que hizo que Maca no pudiera reprimirse a la hora de besarla. M: ¿Y esta eres tú? – preguntó señalando de nuevo el ultimo mnigote. P: Sí – contestó – con coona de insesa – le dijo sonriendo. M: Claro, es que tú eres una princesita y tienes que tener corona – sonreía. P: Sí – volvió a decir. M: Bueno… peque… - se sentó con ella en el sofá, mirando a Esther e invitándola a hacer lo mismo – ¿me has echado de menos? P: Sí – contestó aun sin saber realmente muy bien qué significaba aquello. M: Y yo, cariño – sonrió – mucho, mucho. P: uto, uto – repitió a su manera, tanto la enfermera como la pediatra rieron - ¿mami? M: Claro que sí – no podía dejar de sonreír – a mami también – dijo mirando a Esther que la miraba embelesada. El resto de la tarde la dedicaron a Patricia, jugando con ella y atendiendo a todo lo que salía con esa boquita de trapo que tenía la niña, que no dejaba de parlotear haciendo las delicias de Maca y de Esther… ellas se lanzaban miradas, se sonreían felices, creyéndose al fin que aquello sí estaba pasando…
Patricia quedó dormida en brazos de Esther, que la llevó a su habitación y la acostó, tras esto, volvió al salón donde por fin, estaría a solas con Maca… Nada más verla aparecer de nuevo a la pediatra se le aceleró el corazón, sonrió mientras se frotaba las manos, Esther, desde su posición, sonrió del mismo modo que lo hacía ella, se acercó con pasos lentos, haciéndole saber sus intenciones, cuando estuvo frente a ella, coló sus manos por la cintura y quedó mirándola mientras enlazaba sus dedos en la espalda de Maca. M: Estoy… un poco nerviosa – declaró, sintiéndose algo estúpida por comportarse así. E: ¿Por? – quiso saber mirándola con una media sonrisa. M: No sé… por todo esto, supongo – continuó – por… por ti. E: ¿Te pongo nerviosa? – jugó. M: Mucho – declaró. E: Eso es nuevo ¿sabes? – decía sin dejar de mirarla – normalmente eras tú la que me ponías nerviosa a mí… pero he de reconocer que ser yo quien lo consiga contigo me está gustando… M: Muy graciosa, sí, muy graciosa – ironizó siguiéndole el juego. E: jajaja – rió – bueno… a ver, cuéntame – dijo sin separarse de ella para nada - ¿por qué te pongo nerviosa? M: Pues… no sé… porque… no sé qué tengo que hacer ahora… - dijo con sinceridad. E: Ajá – asintió con la cabeza – podrías empezar por… no sé, darme un beso – le dijo sonriendo – y luego… pues… decirme lo que me dijiste por teléfono pero cara a cara… Sonriendo ampliamente terminó de acercarse a sus labios, regalándole un tierno y tibio beso, saludando a aquella boca que tanto la llamaba, apretando el abrazo que las unía. Saboreando el sabor de sus labios, sonriendo mientras continuaba besándola. Haciendo un esfuerzo se separó de ella para cobijarse en su cuello, respirando de él, besándolo levemente, sonriendo de nuevo al sentir que Esther apretaba una vez más sus brazos atrayéndola más contra ella… M: Te quiero – susurró al oído – te quiero – repitió mirándola a los ojos. E: Y yo a ti – contestó volviendo a besarla. Entre besos llegaron al sofá donde se sentaron sin dejar de buscarse, bien pegaditas, susurrándose lo que por tanto tiempo no habían dicho, regalándose miradas que decían más que mil palabras…
Sabían que tenían que hablar de lo que había pasado, al menos Maca necesitaba contárselo, tenían que saber qué pasaría a partir de ahora, qué debían hacer en cuanto a Fede y como enfrentarse tanto a él como a Rosario… sin embargo, no querían hacerlo en ese momento… ya habría tiempo para ello, pues en ese instante, cuando sus cuerpos se unían, cuando se sentían tan cerca la una de la otra no querían pensar en nada más que no fueran esos besos… Se dejó tumbar en el sofá, haciendo que Esther quedara sobre ella, regocijándose en sus labios, inquietándose al darse cuenta que la enfermera ya había colado una de sus manos bajo su camisa… dejándole espacio para que atacara su cuello… M: Esther… - susurró llamando su atención E: Dime – dijo saliendo de su escondite y mirándola enamorada. M: Vamos a tu habitación – le pidió, Esther sonrió. E: ¿Y qué quieres hacer allí eh? – jugó de nuevo, como solían hacerlo en el pasado, besando su cuello de nuevo y mordiendo su mentón para volver a mirarla con algo más de picardía. M: Pues… - alzó las cejas, diciéndole con ello lo que quería. E: No, no, no… – dijo negando con la cabeza – no nos movemos de aquí hasta que no me digas lo que quieres hacer en la habitación – dijo mordiendo el lóbulo de su oreja y sonriendo orgullosa cuando Maca se revolvió bajo su cuerpo. M: Esther… - medio protestó. E: Va… dímelo – pidió de nuevo. M: ¿No eras tú a la que le daba vergüenza hablar de estas cosas? – preguntó sin dejar de sentir sus besos al tiempo que la provocaba ahora ella llevando las manos a su trasero. E: ¿Yo? – dijo haciéndose la sorprendida y riendo después – tenía que hacerme la tímida, cariño… M: Mira que eres mala – apretó su cuerpo contra ella, Esther cerró los ojos pues la pediatra había colocado una de sus piernas entre las suyas. E: Muy mala… - contestó – pero no tanto como tú – la besó una vez más. M: Vamos a la habitación, mi amor, por favor – pidió de nuevo pues Esther empezaba a torturarla con sus “negativas”, la enfermera la miró emocionada por modo en que la había llamado. E: ¿No estás cómoda aquí? – le encantaba ver el efecto que tenía en ella, siempre le había gustado y por eso continuó con aquel juego.
M: No es eso… - metió una de sus manos bajo la camiseta de Esther, para colonizar uno de sus pechos, sonriendo al ver una vez más, como la enfermera cerraba los ojos de nuevo – es solo… que estaremos aún más cómodas – se dio cuenta que en ese momento, habían cambiado las tornas y aún acariciando su pecho, era ella quien tenía la situación controlada y la enfermera la que empezaba a perder los nervios - ¿no te vas a dejar hacer eh? – la besó, hundiendo la lengua en su boca, apretando más su mano, tensando más su pierna… E: Yo… - contestó mientras intentaba controlar su respiración – yo me dejo hacer lo que tú quieras – se acercó a su oído para susurrarle sugerente y sensual – todo… lo que tú quieras… Y tras esto, volvieron a besarse de una forma más furiosa, con urgencia, con pasión, Maca levantó a Esther quien enredó sus piernas en la cintura de la pediatra, así, entre besos profundos y furiosos llegaron a la habitación de la enfermera… Se apartó de su cuerpo intentando recuperar la respiración, sonriendo al verla aún con los ojos cerrados, como ella, también con la respiración agitada… besó su mentón para luego quitarle de la cara un par de mechones que ocultaba parte de sus ojos. E: ¿Qué tal? – preguntó riendo poniéndose de medio lado para mirarla. M: Uff… - decía respirando aun con dificultad – espera… deja… deja que me recupere – sonreía volviendo el rostro para mirarla. E: Umm – se echó sobre ella abrazándola – qué bien… M: Oye y… ¿esto lo hacíamos muy a menudo? – le preguntó. E: Jajajaja – no pudo evitar reír, más por el modo que lo había dicho que por decirlo en sí mismo. M: No te rías – protestó – lo digovolver en serio – siguió viejas diciendo – porque digo yo que si lo hacíamos a menudo, deberíamos a recuperar costumbres… E: Me parece una idea estupenda – contestó besándola levemente. M: Ven aquí – dijo subiéndola en su cuerpo de nuevo atrapando sus labios con total dependencia. E: Mi amor – susurró una vez terminado el beso y mirándola a los ojos mientras la veía sonreír. Se abrazaron una vez más, Esther aún sobre el cuerpo de Maca quien se aferraba a ella con necesidad, sintiendo la sensación más bonita del mundo, ahí, entre sus brazos, desnudas, tras hacer el amor… definitivamente no podía haber nada mejor que eso… M: Cariño – llamó su atención tras un rato disfrutando de ese momento - ¿te has dormido? – preguntó al ver que no se movía.
E: No… - contestó levemente – estoy escuchando tu corazón – sonrió contra su pecho, Maca sonrió también al escucharla. M: ¿Y qué dice? – preguntó acariciándole el pelo. E: Que me quieres – sonrió, mirándola - ¿no? M: Mucho – la besó – te quiero mucho – volvió a besarla. De nuevo relajadas una sobre la otra, ninguna de las dos pudo evitar pensar en lo que había pasado. Esther no se atrevía a preguntar, no quería estropear el momento, esperaba que Maca le contara lo ocurrido, sin embargo, la pediatra, le daba vueltas y vueltas a otra cosa que no había dejado de pensar en esos días que había estado sola. Mucho más cuando vio a Rosario y Fede… en su vida, había una ausencia importante y necesitaba saber cosas de su relación con Pedro. M: Esther – llamó su atención - ¿puedo preguntarte una cosa? E: Claro – contestó sabiendo que llegaba el momento de hablar. M: ¿Qué pasó con mi padre? – preguntó, Esther la miró algo confusa, no creía que fuera eso lo que le preguntara – sé que murió… pero no sé… mi madre no me ha contado nada… E: Pues a ver – se dejó caer de nuevo en el colchón – tu padre murió al año mas o menos de estar nosotras juntas… y, bueno, no fue agradable, sobre todo por como se comportó tu madre… M: Imagino – contestó. E: Él poco antes de morir había intentado hablar contigo – le comentó – quería volver a recuperar la relación que teníais… supongo que se dio cuenta de lo mal que se había portado y… bueno… intentasteis que las cosas volvieran a estar bien entre vosotros. M: Me alegro – dijo algo triste. E: La sorpresa fue la lectura del testamento – continuó – creo que eso fue lo que agravó muchísimo más la relación con Rosario – dijo haciendo que Maca la mirara interrogante – te había dejado a ti todo lo que tenía. M: Vaya – se sorprendió. E: Sí… fue toda una sorpresa – continuó – pero… bueno, tu no lo quisiste… M: ¿Por qué? – quiso saber. E: Decías que no querías nada que tuviera algo que ver con Rosario – continuó – y además tu madre quiso llevarte a juicio alegando que ella debía ser la heredera legítima… no sé, algo muy duro… así que tú, decidiste que no querías nada y que ella se lo quedara…
M: Ya… - dijo mientras le daba vueltas a algo - ¿Tú crees que podría reclamar la herencia ahora? E: ¿Quieres reclamarla? – preguntó mirándola con sorpresa. M: No sé… es una posibilidad… E: Ya, pues… no sé, Maca – dijo sin tener ni idea – tendrías que hablarlo con un abogado… M: Claro – contestó mientras pensaba en algo… vio que Esther al miraba preocupada así que no queriendo enturbiar más ese momento, sonrió y volvió a besarla, profundizando en él e incorporarse para quedar ahora ella encima de su cuerpo y comenzar así otra lucha de besos y caricias que duraría gran parte de la noche… Sintió unos besos en la espalda que subían haciéndole cosquillas. Sonrió contra la almohada aún con los ojos cerrados. Se movió por culpa de aquellas cosquillas cuando sentía que los besos llegaban a su nuca. E: Buenos días – susurró en su oído. M: Ummm… hola – contestó medio adormilada – me haces cosquillas – susurró sin mirarla. E: Vaya… no era eso lo que pretendía – contestó. M: ¿Ya de buena mañana con ganas de marcha? – preguntó dándose la vuelta y ahora sí, mirándola. E: Sí – contestó pícara – contigo siempre tengo ganas de marcha – la besó – solo que no tenemos tiempo… M: Una pena – dijo haciendo que quedara sobre ella – buenos días – volvió a saludar ahora ya más despierta al tiempo que atrapaba sus labios. E: ¿Cómo has dormido? M: Como un bebé – afirmó – hacía tiempo que no dormía tan bien. E: Me alegro – contestó – bueno… - dijo poniéndose en pie – hay que empezar a moverse que tengo que llevar a Patricia a la guardería e irme a trabajar. M: agg… acabas de tirarme de la nube – protestó. E: Lo siento, cariño – sonrió – pero aunque a ti te queden dos días libres a mí me toca pringar… M: Venga anda – se levantó poniéndose algo de ropa – que sino se te hará tarde…
E: ¿Puedes despertar tú a la nena? – le preguntó desde la puerta. M: Sí – contestó encantada con su función. Cuando Esther desapareció tras la puerta del baño, ella sonrió a más no poder, terminando de ponerse algo de ropa encima salió de la habitación en dirección a la de Patricia, encontrándose con que la niña ya estaba despierta. M: ¿Pero qué hace mi princesa ya despierta? – preguntó sin borrar su sonrisa. P: ¡Ma! – soltó la niña, como siempre al verla y haciendo que Maca volviera a sonreír, Patricia extendió sus brazos para que la cogiera. M: Ven aquí – la alzó - ¿tienes ganas de ir al cole? P: Sí – contestó - ¿leche? – preguntó al instante. M: Sí, cariño – afirmó saliendo de la habitación – vamos a preparar el desayuno y tu leche. Mientras Esther terminaba de ducharse y arreglarse, Maca le daba el desayuno a Patricia que hacía las delicias de la pediatra con su lengua de trapo y su desparpajo nada más despertar. Así las encontró la enfermera, riendo y jugando, las miró desde la puerta y cuando se sintió descubierta entró para tomarse su café. M: Estás muy guapa – le susurró Maca cuando ya le ponía una taza por delante. E: Pues anda que tú – contestó al verla con una de sus camisetas y un pantaloncito corto que alimentaba su deseo – odio tener que irme… M: Bueno… tendremos tiempo – dijo alzando una ceja. Entre miradas traviesas terminaron desayunar las dos cambiaron a la cómplices niña. Ya enylasonrisas puerta se despedían sin tener de ninguna gana ydeentre separarse. E: ¿Qué vas a hacer hoy? – le dijo mientras cogía su bolso. M: Pues tengo que ir a mi casa – contestó recordándole a la enfermera que no vivían juntas, que Maca tenía su piso y que de momento, parecía que así seguiría – y luego he pensado en buscar un abogado… E: ¿Un abogado? – dijo fuera de juego. M: Por lo de la herencia – le recordó. E: Ah… - no sabía si le gustaba mucho esa idea, pero no iba a dejar de apoyarla en todo lo que hiciera – espera – fue hasta uno de los muebles del salón, abrió un cajón y sacó una tarjetita – Luis, es muy bueno, no sé si estará especializado en eso pero puedes preguntarle.
M: Vale… luego iré a verle – contestó – venga, que vais a llegar tarde. E: Sí, un beso – se lo dio, luego la pediatra le dio otro beso a la niña y cerró la puerta viéndolas marchar. Lo había llamado nada más irse Esther y pese a que tenía varias citas había conseguido que le hiciera un hueco esa misma mañana, así que ahí estaba, en la salita de espera de aquel pequeño bufete a la espera de que la avisaran para pasar. M: Buenos días – saludó una vez entró en el despacho. L: Buenos días, encantado de conocerla – dijo estrechando su mano – siéntese por favor – la invitó, Maca lo hizo – cuénteme qué la ha traído aquí. Maca comenzó a contarle por qué estaba allí y qué era lo que quería de él, el hombre la escuchaba y tomaba alguna que otra nota, cuando Maca terminó de hablar quedó pensativo unos instantes. L: Bueno… el tema herencias no es mi fuerte – le dijo – pero tengo un colega que se dedica a eso, si quiere puedo concertarle una cita con él. M: Se lo agradecería – contestó. L: Bien, pues… voy a necesitar algunos datos para poder pasarlo y que él estudie el caso – le comentó, Maca afirmó esperando a que continuara - ¿Cuánto hace de la lectura del testamento? M: Eh pues… - pensó en aquello, el tiempo exacto no lo sabía, pero si podía al menos hacer una aproximación con los datos que tenía; Esther le había dicho que había sido una año más tarde de empezar su relación… ellas, hasta antes del accidente, llevaban juntas unos cinco años, según le había contado y hacía ya cerca de tres años del accidente, por lo tanto… - unos seis o siete años – contestó medio dudando. L: Ajá – le dijo mirándola algo extrañado - ¿De qué cuantía y patrimonio estamos hablando? – preguntó de nuevo. M: No lo recuerdo – contestó Maca bajando la cabeza. L: Bueno pues… - estaba bastante extrañado - ¿Como se llamaba el nombre del notario que leyó el testamento o el abogado que llevaba esos asuntos en su familia? M: No lo sé – contestó de nuevo con el mismo tono que antes – no lo recuerdo… L: Ya… - apuntó, sintiendo que algo allí no iba bien - ¿Firmó usted algún papel en el que se hiciera legal su renuncia o fue más bien de palabra? M: No… no lo sé – dijo frustrada por tanta pregunta – no lo sé… Y fue ahí, de nuevo, una vez más, cuando se dio cuenta de su incapacidad a la hora de mirar al pasado, de las cosas que no recordaba y todas aquellas en las que se perdía, se
dio cuenta, como tantas otras veces, que el no recordar afectaba a su vida mucho más de lo que pensaba. L: Ya… verá – le dijo con amabilidad – necesito al menos algún dato… M: Mire señor – contestó enfadada con ella misma – no lo sé, no puedo darle ningún dato porque tengo amnesia, sufrí un accidente y no recuerdo nada, así que no puedo darle ningún dato – contestó – y si no puede ayudarme será mejor que me vaya… Y quizás fue su frustración, su agobio, su tono más que perdido o quizás fue el recuerdo de aquella mujer que fue a su despacho una mañana de invierno hacía ya algunos años desesperada pro recuperar la custodia de su hija… tal vez el recuerdo de aquella Esther, con su impresionante historia en la que entraba la mujer que ahora tenía delante lo que le hizo mirarla con cierto tono de tristeza, lo que, no supo por qué, le hizo querer ayudarla… L: Espere – la paró – calmémonos y veamos qué podemos hacer… - le dijo haciendo que volviera a sentarse, mostrándole una sonrisa conciliadora y pensando en el modo en que poder prestarle su ayuda… Maca se sentó y suspiró, al menos ese hombre parecía dispuesto a intentar buscar una solución, sin embargo, en ella ya había estallado un pequeño click en su cabeza… el lastre de su amnesia era mayor de lo que había sentido hasta ahora… En los días sucesivos se dedicó, por entero, al intento, cada vez más frustrado por recordar. Se estaba obsesionando demasiado con aquello, pero para ella, recuperar su memoria se había convertido en algo esencial. Acribillaba a Esther a preguntas, se pasaba horas delante del televisor repasando esos videos que la enfermera tenía grabados, miraba fotografías mil veces intentando que algo, por mínimo que fuera abriera la puerta hacia su pasado. Sin embargo variar, lo único que que conseguía era un dolor de cabeza y unPatricia enfado mayor debidoy apara su frustración. Enfado solo conseguía apaciguar cuando requería su presencia, haciendo que sonriera al escuchar sus “conversaciones” o al oírla reír por algo que hacían juntas. La enfermera, por su parte, bastante preocupada por Maca, intentaba calmarla todo lo que podía, respondía a todas y cada una de sus preguntas y armándose de paciencia al verla de mal humor… E: Cariño – le dijo entrando de nuevo al salón, donde Maca, tras salir de trabajar, se había instalado para, una vez más, volver a ver aquellos videos que casi se sabía de memoria - ¿te quedas a cenar? – le preguntó con cautela. Maca no contestó, tan metida como estaba en la pantalla del televisor y rodeada de fotos, la enfermera frunció el ceño, empezaba a pensar que aquello no le estaba haciendo ningún bien…
E: Mi amor – se acercó a ella, tomando el mando del DVD y apagando el aparato – anda, cariño, deja eso ¿si? M: Esther… necesito recordar – le dijo mirándola con necesidad – y por más que veo esto no consigo nada… E: Lo sé, cariño – acarició su rostro – pero… tienes que darte tiempo… por mucho que te empapes de todo esto… si te agobias será peor… M: ¿Y qué hago? ¿Me quedo de brazos cruzados? – preguntó mirándola. E: No lo sé – contestó, pues realmente no sabía qué debería hacer… - quizás es que no tienes que hacer nada… M: Como si fuera tan fácil – murmuró para sí misma – me voy a ir a casa… - anunció – necesito calmarme… E: Claro – dijo bajando al cabeza, por mucho que ella quisiera que se quedara, que no se fuera nunca, había decidido dejar que ella marcara los tiempos, dejar que fuera Maca la que decidiera las cosas, pese a que deseaba pedirle que nunca más se fuera, que vivieran juntas, que se casaran… no quería agobiarla más de lo que estaba, así que simplemente asintió y dejó que se marchara – buenas noches, mi amor – dijo ya en la puerta dándole un beso de despedida. M: Mañana os recojo, llevamos a la niña a la guardería y nos vamos al hospital – anunció – que descanses… - terminó de decir antes de marcharse. El trayecto a su piso fue un nuevo momento de reflexión, intentando calmar sus ansias por recordar, intentando que todo aquello tomara el sentido que debía… sabía que su estado estaba afectando a Esther y por ello, su estado se agravaba mucho más… lo último que quería era hacer que la enfermera se sintiera mal por todo aquello. Abrió puerta de su casa,con dejólaselmanos… bolso y la chaqueta sin mirar donde quedaban y entró al salónlatapándose la cara F: Hola, mi amor – escuchó mirando súbitamente hacia delante – te he echado de menos… M: ¿Qué haces aquí? – preguntó con demasiada incredulidad. F: ¿Qué voy a hacer, mi amor? – dijo acercándose – venir a ver a mi preciosa novia a la que he echado mucho de menos estos días. M: Ya – se separó - ¿qué tal Singapur? F: Eh… bien… muy bien sí – dijo algo extrañado por su actitud – pero nada comparado con estar contigo. M: Eres un cínico – contestó mirándolo con odio – un cabrón y un cínico.
F: ¿Qué? – se sorprendió – cariño… ¿qué pasa? – intentó acercarse. M: Ni se te ocurra dar un paso más – lo paró – lo sé todo – soltó, Fede no supo donde meterse – sé que no te has ido a Singapur, sé que tú y mi madre estabais confabulados para hacerme creer lo que vosotros queríais… lo sé todo. F: No sé de qué me estas hablando – se hizo el loco. M: ¡No me mientas! – gritó, expulsando toda su rabia, toda la frustración que tenía – ¡no sigas mintiendo! Sé que entre tú y mi madre me hicisteis creer que Esther no existía, me alejasteis de mi mujer ¡De mi hija! – gritó de nuevo. F: Maca… puedo explicártelo – intentó decir. M: No, ni se te ocurra… no quiero que me expliques nada, no quiero que me digas nada, ¡solo quiero que te largues! – le dijo – lárgate y no vuelvas a buscarme nunca. Fede no sabía donde meterse, no sabía qué hacer, como calmarla e intentar hacer algo por retenerla, pero Maca estaba tan alterada… nunca la había visto así. M: Lárgate Fede, ¡lárgate de mi casa y de mi vida para siempre! – volvió a gritar. F: Maca… cariño… M: ¡No me hables! ¡hijo de puta! – volvió a gritar – Yo te creí… creí que me querías ayudar… y ahora sé que eres tan cabrón como mi madre… felicidades – dijo tras una pausa – lo habéis hecho de puta madre… si lo que queríais era hacerme daño, no lo podíais haber hecho mejor… F: Maca… M: Vete – dijo con seriedad, con oscuridad en los ojos – vete porque si no lo haces no sé soyque capaz y Fede llegóparándolo casi a sentir algo debien, miedo ante mirada –y diledea lo mique madre lo sé– todo – dijo – y óyeme no se osesa ocurra intentar nada, porque vais a pagarlo todo muy caro… F: ¿Me estas amenazando? – preguntó sintiendo la rabia al sentirse descubierto. M: Te estoy advirtiendo – contestó sin achantarse – como vuelva a verte aparecer en mi vida vas a tener que dar muchas explicaciones delante de un juez – le dijo con seguridad Fede no supo si se estaba tirando un farol o si es que realmente tenía algo con lo que llevarlo a un juzgado – ahora vete… vete y no vuelvas hijo de puta… No dijo nada, simplemente bajó la cabeza y salió de aquella casa cual perro con el rabo entre las piernas, y es que… la realidad de aquello era que quien movía sus hilos no estaba y no sabía como actuar ante una Maca tan oscura, tan rabiosa, tan segura de sí misma… él solo había sido un pelele de Rosario, quien decía lo que debía hacer en cada momento así que encontrarse con Maca de esa forma sin que Rosario le advirtiera… simplemente no supo que hacer, así que salió de allí, algo frustrado por su falta de reacción…
Mientras tanto, Maca intentaba calmarse, daba vueltas de un lado para otro, sentía una fuerte opresión en el pecho, no era capaz de mantener las lágrimas ocultas, se ahogaba… todo aquello la superaba de una forma que jamás pensó… cogió las llaves y su bolso y salió de casa, necesitaba salir de allí… respirar… Abrió la puerta intentando no hacer mucho ruido, utilizando la llave que días antes le había dado Esther. Anduvo por el pasillo donde reinaba la oscuridad, entró en la habitación de Patricia, quedó mirándola dormir, sonriendo al ver su tranquilidad, sintiendo que cada día que pasaba quería más a esa princesita. La arropó, le dio un leve beso en la frente y salió de la habitación para acto seguido entrar en la de Esther… Desde la puerta la miraba, sintiendo que aquel era su sitio, que simplemente mirándola, llegaba a ella la calma que necesitaba. Se quitó la ropa y se metió en la cama con ella. La abrazó contra ella, respirando su aroma, sintiendo su calor. E: Umm… Maca – dijo medio despertándose - ¿qué haces aquí? – preguntó al sentirla. M: Necesitaba abrazarte – susurró. E: ¿Estás bien? – preguntó acomodándose en su pecho. M: Ahora sí – contestó besando su pelo – duerme, cariño… E: Sí… te quiero – dijo volviendo a sucumbir a Morfeo. M: Y yo a ti, mi amor – respondió mirándola, y sonrió, sonrió al sentirla entre sus brazos, sintiendo como la paz volvía a su cuerpo, como volvía a sentirse tranquila… y es que solo Esther conseguía eso… solo ella la hacía sentirse bien… sentirse en casa… Se habían levantado con el tiempo justo para llevar a Patricia a la guardería y llegar a su hora al hospital, por lo que no se entretuvieron demasiado a la hora de despertarse y desayunar. Nada másseentrar, Esther requerida para una operación y Maca fue directa a su despacho donde encerró a la fue espera de algún niño. Llevaba allí cerca de una hora y media, no había querido salir de su despacho, no se sentía con ganas de ver a nadie… incluso había declinado el ofrecimiento de Claudia de bajar a cafetería para tomar un café alegando que tenía trabajo pendiente… Por su parte, Esther, nada más salir de la operación preguntó por la pediatra… la había notado demasiado seria al despertar y con las prisas no había podido hablar con ella, ahora que tenía un rato libre, decidió buscarla. Llamó a la puerta y entró sin esperar invitación, encontrándose con Maca que la miró y el sonrió al tiempo que seguía hablando por teléfono… M: ¿Y entonces eso qué quiere decir? – preguntó a su interlocutor. Esther se acercó a ella y se sentó en sus piernas, besando su cuello levemente mientras la pediatra continuaba hablando.
M: Entonces no hay ningún inconveniente… - le dijo, sonrió a la enfermera y la besó en los labios – sí… claro, ajá, bien pues… muchas gracias… te llamaré para prepararlo todo - dijo antes de colgar – hola – saludó a Esther volviendo a besarla. E: Hola – peinó su pelo – ¿con quien hablabas? – quiso saber. M: Con el abogado – le comunicó – dice que ha estado revisando no sé qué y que no hay ningún documento que diga que yo renuncié a mi herencia… - Esther se puso algo seria – así que… no debí firmar nada… E: Claro que no firmaste – le contestó – simplemente te negaste a todo y nos fuimos a NY, no renunciaste legalmente a ella – le dijo haciéndole saber que Esther lo sabía ¿por qué no me preguntaste? M: No lo sé – se excusó – supongo que porque no quería… meterte en medio, no quería preocuparte más de lo que estás… E: Cariño… - dijo haciendo que la mirara – todo lo que tiene que ver contigo me preocupa y no quiero que me dejes al margen de nada ¿vale? M: Vale… E: y dime… ¿qué es lo que quieres hacer exactamente? – le preguntó. M: Pues… tomar posesión de lo que es mío… no voy a consentir que Rosario siga haciendo lo que le de la gana con mi vida ni con mis cosas – dijo con seriedad. E: Maca… ¿por qué no lo dejas estar? No merece la pena, cariño – dijo creyendo que aquello le haría más mal que bien. M: Necesito hacerlo, Esther – continuó – necesito… no sé… no puedo dejar las cosas así… nos ha hecho mucho daño… lo necesito, cariño… E: Vale, vale – la cortó – si es lo que tu quieres yo te apoyo ¿vale? M: Gracias – dijo mirándola con devoción… E: No es solo eso lo que te pasa ¿verdad? – preguntó, conociéndola como la conocía, sabía que Maca tenía algo más que no la dejaba tranquila… M: ¿Me conoces mucho no? – preguntó mirándola a los ojos, Esther asintió con la cabeza – me agobia todo esto – soltó – me supera todo… - dijo realmente sobrepasada – intento recordar y no puedo… intento verme contigo y no puedo y… cuando más lo intento menos consigo y no sé como hacerlo… E: Mi amor – tomó su rostro para que la mirara – tienes que dejar de intentarlo… tienes que dejar de obsesionarte con ello… así no vas a conseguir nada…
M: ¿Y si nunca recupero la memoria? – preguntó con miedo - ¿y si tengo que vivir así el resto de mi vida? No puedo, Esther – dijo compungida – ahora menos que nunca, no puedo… E: Cariño… M: Es que… joder… ni siquiera puedo atender a un niño que no tenga un simple resfriado – dejó salir toda su frustración – se supone que soy neurocirujana infantil y no sé diagnosticar algo que no sea un brazo roto… no puedo entrar a quirófano… no puedo hacer nada, Esther – le dijo – ayer tuve que pasarle a Claudia un nuevo caso porque no tenía ni idea de lo que le pasaba al chaval… me siento una inútil… E: No eres una inútil, mi amor – dijo sintiendo su dolor como si fuera propio – no lo eres… eres una médico excelente y mejor persona – Maca rió irónica – escúchame… lo vamos a lograr ¿vale? Poco a poco, vamos a recuperar la memoria… cualquier día, cuando menos lo esperemos nos recuperaremos… ¿si? M: Hablas en plural… - dijo dibujando una pequeña sonrisa. E: Claro… somos un equipo – contestó con otra – siempre lo hemos sido… M: Ya… - bajó la cabeza de nuevo, más calmada ahora, como siempre sucedía… Esther lograba que se calmara - ¿qué haría yo sin ti eh? – dijo con las manos en su cintura. E: ¿Y yo sin ti? – devolvió la pregunta – te quiero – declaró – y lo vamos a superar… dijo besándola algo más profundamente… sintiendo como Maca profundizaba en el beso, le encantaba estar así, le encantaba sentirla cerca, le encantaba despertar con ella cada mañana… - Maca… - dijo terminando el beso – yo sé que… que para ti es pronto y… quizás no debería pedírtelo y darte más tiempo… - ahora fue ella la que bajó la cabeza, había querido no ser tan impaciente, esperar a que Maca dijera algo, pero no podía más – y… no quiero agobiarte… ni que te sientas obligada a nada pero… M: Pero… - la invitó a seguir E: Vente a vivir con nosotras – pidió al fin – volvamos a ser una familia las tres… - dijo mirando sus ojos, intentando descifrar en ellos la respuesta a su proposición… No hizo más que abrir la puerta cuando su sonrisa apareció sin que se diera a penas cuenta. A su alrededor, cajas y más cajas, síntoma inequívoco de que Maca ya había empezado la mudanza… y es que, la pediatra ni se lo había pensado, no le hacía falta, aunque para ella no llevaran ni dos meses juntas, no le hacía falta pensarlo, la quería y no importaba nada más… E: ¡Estamos en casa! – elevó la voz, radiante y feliz al poder hacerlo. M: ¡Voy! – avisó saliendo de la habitación – hola – saludó con un beso a Esther - ¿qué tal está mi princesa eh? – la cogió en brazos sacándola del carrito. P: Mien – contestó la pequeña en brazos de su madre – ma, mami y insesa hemos vito un guau gande, gande – le contó más contenta que unas pascuas.
M: ¿Sí? – sonreía escuchándola – ¿y era bonito? P: sí, onito – dijo M: Te gustan mucho los perros a ti eh gamberra – decía mientras la besaba de nuevo. P: Sí – contestó con convicción. M: Um, pues ya sé lo que le vamos a regalar a la princesa por su cumple – dijo sonriendo a la pequeña que la miraba como si no entendiera muy bien lo que le había dicho. E: De eso nada ¿eh? – dijo Esther – que al final el perro para mí. M: Anda, cariño… uno pequeñito – le dijo con ojitos. E: No me pongas esa cara, Maca, porque no – advirtió. M: A la niña le hace ilusión – dijo mirando a Patricia - ¿quieres un guau eh? ¿quieres? P: Guau, sí – decía dando palmas. M: ¿Ves? – rió. E: Ya veremos – dijo sin dar demasiadas negativas, al final, se saldrían con la suya… ¿qué tal la mudanza? – le pregunto, viendo como dejaba a Patricia en el suelo quien ya iba hacia su mantita, extendida en el suelo del salón y comenzaba a entretenerse con algún juguete. M: Puff… - puso cara de cansancio, se acercó a ella y la abrazó – no sabía que tenía tantas cosas… E: Bueno… pues ahora vemos donde las metemos – sonrió al sentirla tan cerca – me encanta que estés aquí – declaró. M: Y a mí – contestó atrapando sus labios, en un beso que comenzó lento y terminó siendo profundo. El teléfono móvil de la pediatra empezó a sonar, por lo que a regañadientes se separó de Esther y lo buscó entre sus cosas, cuando lo encontró, miró la pantalla y suspiró. R: ¿Puedes explicarme por qué ha venido un hombre diciendo que tengo que salir de mi casa? – preguntó una Rosario totalmente enfadada. M: Porque no es tu casa – contestó con tranquilidad – y te agradecería que salieras de ella cuanto antes, no quiero tenerte ahí. R: ¡Macarena, no puedes hacerme esto! – exclamó.
M: Y tú tampoco podías hacerme lo que me hiciste y no tuviste reparos en hacerlo – continuó ella sin alterarse – y sí que puedo… la casa es mía, al igual que todo lo que dejó mi padre en herencia, así que te agradecería que salieras de allí cuanto antes… contestó igual de segura. R: Pero… Estás loca si piensas que voy a irme de mi casa. M: A ver… - suspiró algo cansada – vuelvo a repetirte, no es tu casa, sino la mía, y como ya te habrá informado mi abogado, he tomado posesión de toda la herencia que me dejó mi padre, así que no montes más escándalos y sal de ahí. R: No pienso hacerlo – dijo obstinada. M: Muy bien, no lo hagas – contestó – nos veremos en los tribunales. R: No puedes hacerme esto – repitió – soy tu madre, ¡no puedes dejarme en la calle! M: ¿y tú sí podías robarme mi vida? – dijo no queriendo alterarse pero sin poder evitarlo – ¿tú sí podías ocultarme lo que soy? R: Es… es diferente… M: Claro… diferente – repitió. R: Macarena… soy tu madre. M: Y yo tu hija y no tuviste reparo alguno en hacer lo que hiciste – dijo con rabia, Esther desde su posición la miraba preocupada – ni tú ni Federico tuvisteis reparos en mentirme y manipularme a vuestro antojo… así que yo ahora tampoco tendré reparos – decía seria – quiero que te vayas de mi casa, tienes dos días, no hay más que hablar. R: ¿Y a donde voy, Maca? – dijo utilizando su ultimo cartucho – no tengo donde ir… murmuró pareciendo compungida. M: Esa sí que es buena – contestó al otro lado de la línea – no te hagas la victima, estoy convencida que te has encargado de hacer “desaparecer” una alta suma de dinero, así que da gracias a que no te denuncie y sal de mi casa, la próxima vez no me temblará el pulso a la hora de denunciarte. Que pases un buen día, madre. Y sin darle opción a contestar, colgó el teléfono, sintiendo unas manos colarse por su cintura y abrazarla. Suspiró, ya estaba hecho, no se sentía ni mejor, ni peor, pero simplemente había necesitado hacerlo… E: ¿Estás bien? – preguntó. M: Sí, claro – se dio la vuelta sonriendo – anda, vamos a darle la cena a la peque y luego me ayudas a desembalar ¿si? E: Claro – contestó regalándole un beso que Maca aceptó gustosa.
Los días fueron pasando sin que se dieran cuenta. Casi sin esperarlo el verano entró por las ventanas obligándolas a guardar los abrigos. Hacía ya casi cuatro meses desde que se fueran a vivir juntas y el balance era simplemente maravilloso. Se habían complementado perfectamente, aprendiendo los tiempos de cada una, sabiendo cuando necesitaban un rato de soledad, que aunque escasos, alguna vez los necesitaban, sus manías… todo, sabían todo la una de la otra… Rosario había intentado hablar con su hija, seguramente queriendo volver a confundirla, ella, se limitó a poner todo aquello en manos de sus abogados, a no cogerle el teléfono a su madre y a desentenderse de todo lo que tuviera que ver con ella… parecía que con el tiempo, La señora Wilson dejaba de intentarlo por miedo a represalias mayores… Noches donde la pasión se desbordaba entre sábanas blancas, tardes acurrucadas en el sofá, o en el parque con Patricia, días de juegos para niños y otros para no tan niños… momentos únicos, momentos que sin ser los más románticos del mundo para ellas eran todo un cielo abierto, creando una rutina maravillosa que no hacía sino unirlas mucho más… Si bien por momentos creían estar viviendo los momentos más dulces de sus vidas, también era cierto que en ocasiones la pediatra se mostraba ausente, tal vez algo distante, había días en los que su incapacidad para recordar le hacía sumirse en un mal humor que Esther había ido aprendiendo a apreciar y tranquilizar como buenamente podría. Y es que, a pesar de intentar seguir adelante con su vida, pese a conseguirlo, una parte de ella se sentía algo vacía… Dicen que la memoria es un retrato de lo que somos hoy, que lo que hemos vivido en el pasado es lo que hace que seamos como somos… los errores que cometimos son los que nos hacen más fuertes, los que nos ayudan a madurar… dicen que los recuerdos son lo que al final nos queda tras el recorrido de nuestros caminos… lo que aprendemos, las decisiones que tomamos, acertadas o no, las personas que conocemos, las que amamos, las que odiamos, todo ello es lo que nos marca, lo que nos hace seguir caminando… y ella no lo tenía, Maca no acertado tenía pasado, no había tenía fallado recuerdos, no sabíapor en momentos qué se había equivocado, en qué había a quien o amado… se sentía perdida, enfadada, frustrada, ahogada… Despertó cuando sintió que el sol decidía hacerle compañía, se movió dándose cuenta que no podía. Esther al otro lado de la cama la tenía totalmente “enjaulada” entre brazos y piernas. Sonrió, ella, junto a su hija, eran las únicas que lograban que no se sintiera tan agobiada como en ocasiones le pasaba, eran las únicas que conseguían calmarla, tan solo con una mirada, con un beso, con una sonrisa o con un “ma, te quedo” que hacía que todas sus defensas se desarmaran… Acarició su espalda y besó su brazo, Esther se movió sonriendo mientras despertaba, ella contestó su sonrisa a pesar de que la enfermera aún no había abierto los ojos. M: Buenos días, mi amor – susurró. E: Ummm, hola – contestó con voz adormilada – ¿qué hora es?
M: Las nueve – le dijo mirando el reloj de la mesita – Patricia debe estar a punto de despertarse – seguía diciendo mientras continuaba besándola. E: Sí… en nada la tendremos dando guerra – sonreía - ¿tú como estás? – dijo mirándola al tiempo que Maca paraba de besarla. M: Bien… - la miró – siento lo de ayer… - dijo bajando la mirada y disculpándose realmente arrepentida. E: No pasa nada – le quitó importancia, realmente no había pasado nada, simplemente que ella había estado más irascible de lo normal, más ausente y distante… M: Sí, pasa, cariño – continuó – pasa que no quiero sentirme así… que no quiero que ni tú ni la nena me tengáis que ver así… lo odio… E: Mi amor – tomó su cara haciendo que la mirara – la niña no se ha dado ni cuenta y por mí no te preocupes… te entiendo – la besó – no me gusta verte así pero te entiendo e intento calmarte como puedo… estoy contigo en esto y en todo así que no me pidas perdón ¿vale? M: vale… - dijo bajando una vez más la mirada – te quiero – declaró ahora clavando sus ojos en ella – te quiero mucho… E: Y yo a ti, mi vida – sonrió, besándola levemente – además… no lo sabes, pero… me encanta tu lado borde… - se mordió el labio – te pones realmente sexy… M: Ah ¿si? – sonrió de igual manera, Esther sonrió – pues voy a ser muy borde a partir de ahora – dijo acercándose para ser ella quien mordiera su labio – ven aquí, que te voy a demostrar lo borde que puedo ser – terminó de decir haciendo que riera y subiéndose sobre ella. P: ¡Mami! – escucharon que decía Patricia – ¡ma! – decía la pequeña quien a duras penas conseguía bajar de su camita y comenzar a andar hacia la habitación de sus madres… E: Ya se despertó la cumpleañera – le dijo a Maca quien al escuchar a la niña se había escondido en su cuello – anda, mi amor, luego me enseñas lo borde que eres – rió, haciendo que se separara de ella. M: Ya verás, ya – amenazó mirándola con sensualidad, levantándose de la cama para ir a coger a su hija que ya entraba con sus pequeños pasitos y llevarla a la cama con ellas, donde no tardaron en comenzar con sus juegos y risas las tres… La coincidencia quiso que ese día fuera sábado, que ninguna de las dos tuviera guardia por lo que pudieron disfrutar al máximo el primer cumpleaños de Patricia todas juntas… Tras los juegos en la cama, los besos y arrumacos a la pequeña princesa, decidieron salir a dar un paseo por el parque, aún tenían tiempo hasta que los invitados a la fiesta que habían preparado llegaran, por lo que quisieron aprovechar el tiempo.
Jugaron, rieron, corrieron… desde su posición Esther no pudo evitar sentir una embriagadora emoción al verlas tiradas en el césped, rodando y haciéndose cosquillas mutuamente, era el primer cumpleaños que Patricia pasaba con su ma, el primero que Maca disfrutaba de su hija… M: ¿Cuántos añitos cumple mi princesa eh? – le decía sentándola en su regazo. P: Eto – dijo haciendo una señal con los dedos. M: ¡Anda! ¿Tantos? – reía al ver los esfuerzos de la niña por mantener el número que indicaba – que grande eres ya ¿no? P: Sí – se volvió sonriente hacia Esther – mami, insesa umple eto – le dijo haciéndole el mismo gesto. E: Sí, mi amor – sonrió sentándose junto a ellas – y vamos a hacer una fiesta. M: Y te vamos a regalar muchas cosas – siguió ella – y una cosa que a mami no le va a gustar – le dijo al oído, aun sabiendo que Esther lo había escuchado. E: ¡Maca! No te habrás atrevido – le advirtió. M: Cariño… - se acercó a ella melosa – le hace ilusión… y a ti también. E: Te voy a matar que lo sepas – contestó – solo te digo que yo no quiero saber nada ¿eh? M: Lo que tú digas – sonrió atrapando sus labios – pero no te pongas así que te pones muy guapa y solo tengo ganas de una cosa y no es plan… E: Pero mira que eres…. – rió… Patricia la atención de sus madres y de nuevo fue el centro de sus juegos, sus risas, susllamó vidas… Ya por la tarde, los invitados comenzaron a llegar, algunos compañeros del hospital y compañeros de Patricia de la guardería, haciendo que la niña se quedara al principio algo cortada por la presencia de tanta gente y no quisiera bajarse de los brazos de Maca o Esther… con el paso de los minutos, la pequeña princesa logró dejar a un lado su vergüenza y se sentó a jugar con algún compañero mientras sus madres ejercían de anfitrionas… R: Se os ve genial, Esther – le dijo Raquel en un momento en el que Maca hablaba con alguna madre. E: Es que lo estamos – sonrió ampliamente – es como… como si nunca hubiera pasado nada… R: Me alegro mucho, de verdad – contestó sincera – te lo mereces – aseguró abrazándola levemente.
M: Ejem – carraspeó llegando hasta ellas - ¿Lo pasáis bien? – preguntó, Raquel no pudo evitar ponerse seria súbitamente… ¿aún continuaba con eso? E: Pues sí, mucho – dijo del mismo modo en que había preguntado Maca - ¿y tú? Te he visto muy animada con… esa de allí – señaló con la cabeza a la mujer. M: Con Susana, sí – le aclaró el nombre – es una mujer muy simpática… E: por supuesto – contestó – Raquel también lo es… R: Será mejor que yo me vaya – dijo haciendo ademán de salir de allí. E: No seas tonta – la paró – y tú, deja de asustarme a Raquel, que ya hasta tiene miedo de saludarme por si llegas tú. M: Y bien que hace – dijo ahora ya sacando una enorme sonrisa – porque tú eres solo mía. R: Sois unas capullas – protestó al ver que todo aquello había sido una broma. M: Lo somos – contestó riendo más abiertamente – pero es que tus caras son buenísimas… R: Qué graciosa oye – comentó. M: Va, no te enfades – dijo disculpándose – aunque he de reconocer que sí que me ponía muy celosa cuando os veía juntas… E: No hace falta que lo jures, mi amor – contestó – se te notaba en la cara… R: Sí, en esa cara en la que se leía las ganas de matarme que tenías… M: Bueno vale ya… - las cortó – y lo siento Raquel, de verdad – se disculpó – siento su alguna vez… te dije algo que te ofendiera… R: Tranquila – sonrió – no llegó la sangre al río… por muy poco, pero no llegó. M: Ya… bueno – el timbre de la puerta sonó cortando la conversación – ese es el regalo de mi princesa, ahora vuelvo – dijo saliendo rauda de allí. R: Pues parece que al final no le caigo tan mal – comentó, Esther negó con la cabeza corroborando sus palabras - ¿qué le ha comprado? – preguntó al verla entrar junto a Claudia con una enorme caja. E: Algo que va a hacer que me tire todo el día pegando gritos – dijo divertida. M: Patricia, cariño, ven – escucharon que decía a su hija, acercándose a ella y cogiéndola en brazos, Esther se acercó por detrás.
E: Esta noche castigada, que lo sepas – sonrió. M: Yo también te quiero – contestó – y sé que también te encanta así que no me digas nada… E: Uy sí, me gusta tanto como a ti los musicales… - dijo olvidándose del pequeño detalle en el que Maca no recordaba su pasado y siempre protestaba cada vez que la arrastraba a ver algún musical de moda diciendo que los odiaba… P: ¿Mio? – preguntó Patricia en el mismo momento en que Maca miraba a Esther con una ceja alzada… ¿los musicales? Si a ella le encantaban, pensó recordando el primer día que salieron a solas, cuando fueron al musical de Mecano, donde Esther le dijo que su ex, ella, protestaba aunque le gustaran solo por hacerla rabiar – ¡maaaa! – gritó Patricia al ver que no llegaba a tocar la misteriosa caja. M: Perdona, cariño – la dejó en el suelo y bajó la caja – vamos a ver que hay aquí… P: ¡Un guau! ¡un guau! – gritó la niña viendo aquel pequeño cachorrito moverse inquieto y queriendo salir de su caja. La llegada del cachorro hizo las delicias de todos, sobre todo de Patricia que no dejaba de ir de un lado a otro persiguiendo al can. Esther quien al principio pareció reticente, acabó sentada junto a su hija en el suelo y jugando ambas con el pero… Desde su posición, Maca no podía dejar de mirarlas, olvidándose del mundo y de los invitados, para ella solo existían las dos mujeres de su vida, su mujer y su hija que reían con las peripecias del pequeño cachorro, le parecía que no quería otra imagen en su vida que no fuera esa, ambas riendo, ambas felices, su familia feliz… no necesitaba nada más, en ese momento no quería nada más que eso, verlas así, sentirlas suyas… Esther la miró con ojos emocionados, ilusionados, ella clavó la vista en su mirada y le regaló la mirada más hermosa del mundo. El perro chuperreteó su cara y el contacto visual se lorompió al tiempo y su risa envolvía todo… que la enfermera regañaba al can, Patricia reía abiertamente Tuvo que sentarse… porque el suelo de nuevo parecía desaparecer bajo sus pues, porque de pronto sentía que todo pasaba de una manera demasiado lenta, demasiado rápido a veces, se sentó en el sofá sintiendo un fuerte pinchazo en la cabeza, tuvo que taparse los ojos un segundo porque todo le daba vueltas y comenzaba a marearse… dejó de oír las risas, las murmullos de la gente, miraba a su alrededor y parecía que ella no estaba allí… que todo pasaba como si fuera una película…
Andaba por aquel hospital buscando su despacho, se sentía algo estúpida… ¿Cómo había podido perderse? Aunque bueno, siendo su primer día y que nadie hubiera podido hacerle una “visita guiada” le parecía una buena excusa… miraba los carteles indicadores sin encontrar en ninguno la palabra “pediatría” aquello era absurdo, no podía ser tan difícil ¿no? empezando a enfadarse consigo misma aceleró el paso, doblando una de las esquinas mientras miraba hacia atrás. M: Aus, joder – protestó al chocarse con alguien.
E: Oh, perdona, perdona, lo siento – se disculpaba mientras recogía algunos papeles que se le había caído – lo siento iba sin mirar… M: Sí, yo también, no te preocupes – contestó – iba distraída también… E: Puff… es que llevo un día – protestaba mientras ordenaba los papeles – llevo media hora buscando los laboratorios… M: Yo me he perdido buscando pediatría – sonrió por la coincidencia – soy Maca, la nueva pediatra. E: Esther, enfermera – se presentó – también nueva, llegué ayer… M: Encantada – contestó – creo que vi los laboratorios antes mientras buscaba mi despacho… - al final el pasillo a la derecha E: Uff, gracias – sonrió, Maca contestó a su sonrisa – porque creo que ya deben estar preguntándose donde estoy. M: ¿Tú no sabrás donde está pediatría no? – le preguntó E: Ehh… sí, en la cuarta planta – anunció. M: Pues gracias – ahora fue ella quien sonrió – que ya estaba harta de dar vueltas… E: jajaja – rió, Maca la miró con una ceja alzada – es que… cualquiera que nos vea… perdidas en un hospital, es de película cómica mala, mucho más cuando trabajamos aquí M: Pues sí – sonrió – tienes razón. E: Bueno,tarde voy–anos ververemos si encuentro los laboratorios – le dijo viendo que se le hacía bastante por aquí. M: sí, claro, nos veremos – contestó – aunque espero que no sea porque nos hayamos vuelto a perder. ………………………………….. Ellas tomando un café en la cafetería del hospital, riendo por cualquier cosa, ellas saliendo de compras, Esther le había pedido que la acompañara… Maca contándole que su relación con Paula no iba bien. Esther escuchándola y mirándola de un modo que no lo había hecho nadie antes… M: Hay… hay una tercera persona, Esther… me gustas mucho… me gustas muchísimo, Esther… M: Si no me dices nada me voy a morir…
El primer beso, el primero de muchos, no fue lo más romántico del mundo pero como bien le había contado Esther en su día fue simplemente perfecto… ………………………………………….. Se las veía nerviosas, como si no hubieran hecho nunca el amor, Maca intentaba hacer lo posible porque no se sintiera para nada incómoda y Esther sabía que no quería parar… en el sofá, tumbadas una sobre la otra, profundizaba en sus besos haciendo que la pediatra fuera sucumbiendo a su deseo… M: Si quieres que pare dímelo ahora porque luego no podré – le dijo al oído, sensual y susurrante mientras acariciaba su pecho. E: No quiero que pares – contestó del mismo modo – quiero seguir… Y siguieron, descubriendo cada sensación que provocaban sus caricias, enamorándose un poco más, sintiéndose en el cielo al recorrer sus cuerpos… ……………………………………………. Entraban en el hospital, iban tarde, se habían entretenido al despertarse y la casa de Esther quedaba más lejos que la de Maca, así que a paso ligero entraban y firmaban poniendo rumbo a los vestuarios… E: Mañana ponemos dos despertadores – decía mientras caminaba – no podemos llegar tarde cada vez que nos quedamos en mi casa… M: Podríamos haber dormido en la mía – contestó. E: Maca, cariño, que llevaba ya dos semanas sin aparecer por allí… M: Lo sé… lo sé – bajó la cabeza un segundo, aún caminando, llegaron al vestuario de enfermeras – vente a vivir conmigo. E: ¿Qué? – preguntó quedándose parada al escuchar aquello. M: Que te vengas a vivir conmigo – repitió – es absurdo esto de estar en dos casa, mi amor – siguió diciendo – y yo quiero tenerte en casa siempre, no quiero tener que separarme de ti porque tengas que ir a ver el correo o regar las plantas… E: ¿Y me lo dices así? ¿llegando tarde a la reunión? – sonrió ampliamente. M: Bueno… sí… ya sabes que yo… E: Claro que me voy a vivir contigo – soltó llegando hasta ella de un paso y colgándose de su cuello – claro que quiero que vivamos juntas… te quiero – la besó efusivamente. M: Y yo a ti – sonrió – y ahora vamos que llegamos tarde – decía dando saltitos por la alegría que acababa de darle Esther…
…………………………………. Sentada en la mesa de la cocina, Esther terminaba de preparar una ensalada mientras Maca miraba aquellos papeles, no sabiendo si quería o no rellenar aquel cuestionario… miró a Esther que seguía con lo suyo… no, ahora no podría separarse de ella… M: Mira, ¿sabes que? – soltó dejando a un lado los papeles – que le den la beca esa a otro… E: ¿Como? – se dio la vuelta totalmente sorprendida – Maca, cariño, no puedes hacer eso… es lo que siempre has querido ya demás una buenísima oportunidad para tu carrera… M: Bueno… pero ya no me interesa – continuó sin decirle realmente la verdad. E: ¿Qué no te interesa? – seguía alucinando - ¿desde cuando? Y dime la verdad que nos conocemos – advirtió. M: Pues desde que sé que me tendría que ir a NY dos años… - soltó siendo sincera, a ella no podía engañarla – no puedo irme dos años, no soporto estar lejos de ti tres días como para estar dos años… E: Vale – dijo tras un momento de silencio en el que digirió aquellas palabras – ven – la tomó de la mano y la llevó al salón, haciendo que se sentara y sentándose ella en sus piernas – no puedes rechazarla, Maca – le dijo, la pediatra miró hacia otro lado – mi amor, mírame – hizo que la mirara – no puedes hacer eso, es una gran oportunidad… M: Esther… no quiero ir – contestó. E: A ver cariño – volvió a hacer que la mirara – vas a ir, porque tienes que hacerlo, porque es lo que siempre has querido y porque yo me voy contigo – le soltó, Maca la miró no creas- que te voy a dejar irte con todas esas americanas que seguro que te tiran –lossí,trastos… sonrió. M: ¿De verdad te vendrías? – preguntó con miedo a que no fuera real. E: Claro que sí – la besó levemente – yo tampoco puedo estar separada de ti ni dos días… y me da igual donde, si aquí, en NY o en la Conchinchina, yo solo quiero estar contigo, así que sí, me voy contigo a NY… M: Te quiero – declaró con el alma. E: Y yo a ti mi amor… ……………………………………… Entró en el pequeño apartamento mientras se quitaba la chaqueta, había sido un día duro y Hellen la había puesto de mal humor, nada más cerrar la puerta empezó dejar salir su enfado.
M: Esta tía es tonta, de verdad – decía alzando la voz - ¿no va y me dice que el hematoma del chico no es tan grave? Joder, tiene un coágulo en la cabeza del tamaño de una pelota de tenis y no es tan grave, no te fastidia – se quedó parada, al ver a Esther en el sofá, mirándola sin decir una sola palabra - ¿qué te pasa? – se preocupó sentándose a su lado en un segundo – mi amor, ¿estás bien? E: He estado pensando en lo que hablamos hace unos días – le dijo con tranquilidad. M: ¿En qué? – preguntó pillándola en fuera de juego. E: En sí… bueno en sí estaríamos preparadas para ser madres – soltó y Maca la miró más profundamente – y… yo creo que sí lo estamos… - decía poniéndose nerviosa – no sé… a mi me gustaría tener un hijo contigo… y… bueno podríamos ver las opciones y pensarlo con calma… - cada vez se ponía más nerviosa – aunque… entendería que tú ahora tienes muchas cosas y… Maca la cortó con un beso, un beso profundo y sincero que le hacía ver la ilusión que le había dado escuchar aquello, la besó poniendo toda su alma en sus labios, dejando que una lágrima de felicidad rodara por su mejilla. M: Mi amor – dijo embriagada – te quiero… y nada me haría más feliz que tener un hijo contigo… tuyo y mío… Así comenzaron a soñar con su familia, empezando con los trámites, decidiendo que sería Esther quien se quedaría embarazada y que Maca le donaría su óvulo, de ese modo, el niño o niña sería mucho más de las dos de lo que ya lo era… …………………………………………… Volvió en sí, sintiendo una lágrima salir de sus ojos, sonriendo sin poder evitarlo al ver a Esther junto a su hija jugando con aquel perro… su mujer y su hija, su vida entera y todos los recuerdosa sí asentándose tras y reconocerse misma… en su cabeza… por fin, por fin podía echar la vista a Se levantó, como si todo aquello fuera nuevo, como si nunca hubiera sido tan feliz, sintiendo que ese día, las amaba más que nunca… se acercó a ellas, mirándolas de una forma que no las había mirado, era indescriptible lo que sentía en ese momento. Tomó a su hija y la elevó, la miraba como si acabara de descubrirla, sonriendo ampliamente… P: Ma guau bonito – le dijo. M: sí, mi amor – contestó con un nudo en la garganta – el perro es muy bonito… - la miró embelesada – mi princesa… - la besó – mi niña guapa – sonreía y la besaba. E: Cariño, ¿Estás bien? – preguntó Esther poniéndose en pie al notarla extraña. M: Claro que sí – le contestó – perfectamente – tomó su mano – ven, que quiero decirte una cosa – dijo separándola de la gente.
E: Dime – invitó al ver que no decía nada. Y no dijo nada, lo único que hizo fue besarla, besarla con el alma entera, con el corazón traspasando su pecho, profundizando el beso en un instante y abrazándola contra ella como si hiciera una eternidad que no lo hacía… Esther sintió algo diferente en ese beso, en ese abrazo, sintió algo distintas sus caricias, como más entregadas de lo que habitualmente eran, y se transportó al pasado, Maca la besaba como lo hacía antes del accidente… ¿habría recordado? No, no quería hacerse ilusiones… en alguna ocasión ya había pensado que podría haber pasado y siempre se había llevado una decepción al ver que Maca seguía sin recordar… E: ¿Te pasa algo? – preguntó tras el beso, mirando sus ojos, intentando que ellos le dieran la respuesta. M: Nada… E: Estás rara… y… besas diferente – afirmó, deseando que le dijera que lo que pensaba era cierto… M: Será por todo lo que te quiero – contestó volviendo a besarla, con la felicidad enorme de recordarla, con la alegría inmensa de no sentirse nunca más perdida… El resto de la tarde la pasó, integra y exclusivamente junto a Esther y Patricia, obviando al resto de invitados, simplemente le daba igual que hubiera más gente, ella solo quería estar con su mujer y su hija… sonreía, su mujer y su hija… ¿Cómo había podido olvidarlas? Poco a poco los invitados se fueron marchando haciendo que la tranquilidad llegara de nuevo a la casa. Esther comenzó a recogerlo todo mientras Maca decidía que era hora de darle un baño a la pequeña de la casa y acostarla, disfrutando así de unos momentos a solas con ella, recreándose en sus facciones, jugando haciéndola reír, se sentía tan extraña… ya allainfinito… quería sinsiempre recordarla ahora, era como si ese de amor hubiera multiplicado habíapero tenido el miedo o el agobio no se sentirse su madre, y ahora se daba cuenta que desde el mismo momento en que la vio ya se sentía su madre… y era tan bonito sentir aquello, tanto… Quedó mirándola dormir unos minutos, no podía dejar de mirarla, dejó escapar una lágrima por todo lo que se había perdido… y acto seguido sonrió al imaginar todo lo que viviría… Salió de la habitación sin hacer ruido, cerró la puerta y volvió a la cocina, donde Esther continuaba recogiendo algunas cosas, la miró desde el quicio de la puerta… ¡Cuánto la quería! Y cuanto le había demostrado Esther quererla a ella, haciendo que se volviera a enamorar, con paciencia infinita, aguantando sus ganas… sin dejar que la viera derrumbarse en ningún momento… había tenido que pasarlo tan mal… tanto… que se sintió culpable… E: Si sigues ahí parada mirándome me pones nerviosa – dijo sin darse la vuelta.
M: ¿Cómo sabías que estaba aquí? – sonrió acercándose a ella y abrazándola por la cintura. E: Te siento… - murmuró – y me siento observada. M: Es que… cariño, eres para observarte toda la vida – bromeó, apartando su pelo para besarle el cuello – umm… que bien hueles… E: jaja – rió por las cosquillas que le estaba provocando - ¿ha tardado mucho Patricia en dormirse? He escuchado lo que estabais montando en el baño – le dijo. M: Uhm – seguía besando su cuello – es que a la princesa le gusta mucho el agua y mucho más mojar a quien esté a su lado – pasó al otro lado del cuello y siguió besándolo – luego ya se ha dormido nada más acostarla… - apretó más su abrazo y sus besos se hacían cada vez más intensos… - ¿Estás muy cansada? – preguntó subiendo sus manos hasta el pecho. E: No – contestó sintiendo como poco a poco iba excitándose - ¿Por? M: Por que se me ocurren un par de ideas – siguió hablando, mordiendo el lóbulo de su oreja y colonizando su pecho por encima de la ropa. E: Umm… ¿Un par? – dijo dejándole espacio. M: Muchas… y ninguna decente – murmuró sugerente en su oído, al tiempo que empezaba a desabotonar su camisa. E: ¿vamos a la cama? – preguntó intentando darse la vuelta. M: Mmm… no – contestó quedando frente a frente, mordiendo su labio inferior con lascivia – quiero hacerlo aquí – le dijo muy, muy sugerente – Aún no lo hemos hecho en la cocina – siguió diciendo abriendo del todo su camisa, dejando expuesto su sujetador… E: Maca… - sonó excitada, aquella mirada la estaba volviendo loca, mucho más sus palabras y su forma de hablar… M: ¿Qué te pasa eh? – decía sonriendo sabiendo perfectamente lo que estaba provocando - ¿Te estás poniendo nerviosa? E: Mucho – contestó en un suspiro cuando la pediatra la tomó por las caderas e hizo que se subiera a la encimera, abriendo sus piernas para colocarse entre ellas. M: Me encanta verte así – siguió diciendo atrapando su pecho por encima de la tela – me encanta saber que tengo este poder sobre ti – se deshizo del sujetador, escuchando los suspiros de Esther… E: Ahh… cariño – gimió al sentir su pecho ser invadido por la boca de su mujer - ¿qué te pasa hoy? – preguntó al verla de aquella manera.
M: Pues que llevo todo le día queriendo hacerte el amor – siguió besando – me estaba muriendo por tocarte – dijo metiendo la mano bajo la falda que ese día había decidido ponerse Esther – oh… tú también – suspiró con una sonrisa al descubrir su excitación. E: Ufff – suspiró – háblame… ahh… me encanta que me hables… M: Lo sé – sonrió, mirándola como solo ella sabía mirarla, buscando con su boca su pecho mientras con la mano sobrepasaba la barrera de la ropa interior – a mí me encanta escucharte así – decía escuchando los gemidos de Esther… Siguió acariciándola, siguió hablándole, haciendo que Esther perdiera la cordura y el decoro, excitándola sobremanera y logrando que la enfermera arrancara su ropa para “jugar” las dos, cada vez más excitadas, cada vez más ávidas de caricias… El primer orgasmo llegó allí, en la cocina, entre susurros y palabras que no hacían más que elevar sus ganas… sin querer terminar con esa noche fueron a la habitación comiéndose, donde se hundieron en un segundo asalto, en una segunda “lucha” por querer llevar el control. Maca necesitaba hacerle el amor, necesitaba demostrarle de ese modo cuándo la amaba, necesitaba hacérselo como se lo hacía en el pasado, como aún no se lo había hecho en el presente… Esther sentía nuevas aquellas caricias, sentía que algo había cambiado en su mujer, la conocía demasiado bien como para no darse cuenta, pese a no querer hacerse ilusiones, pese a intentar pensar que solo eran imaginaciones suyas para no llevarse una decepción después, algo dentro de ella le decía que todo había cambiado, que todo había vuelto a como debía ser… Se había pasado la noche entera mirándola dormir. Ni siquiera había hecho el intento de cerrar ella los ojos, en contra de lo que pensaba no había sido capaz de pegar ojo… pensó de no tantas vividas en solo su cabeza se rendiría al sueño que y sindespués embargo era emociones capaz de dormirse, asíunque se día, dedicó a aquello que desde siempre le había encantado. Mirarla dormir. Mirarla durante toda la noche, viendo su gesto relajado, su media sonrisa, sus pequeños movimientos, sonrió ampliamente escuchando ese pequeño ronroneo que hacía Esther cuando ella se movía y buscaba de nuevo su cuerpo, se pasó la noche entera estudiando sus facciones, recordando cada momento vivido con ella… cada segundo a su lado… y es que, ahora que podía no se cansaba de rememorar momentos pasados… E: Mmm ¿qué haces despierta? – preguntó abriendo levemente los ojos. M: Te miro – contestó sin dejar de sonreír, acariciando con la yema de los dedos su rostro. Esther sonrió enamorada – Estás muy guapa ¿sabes? E: Sí… guapísima – ironizó – así con estos pelos de loca y acabada de despertar…
M: Pues sí, así, con esos pelos de loca y acabada de despertar estás preciosa – contestó bajando hasta ella para besarla levemente – y no me contradigas – advirtió en tono jocoso. Esther la miró, por mucho que le dijera, estaba rara, ya no había nada de timidez, ni ningún tipo de inseguridad en ella… no se sonrojaba por nada que le dijera en momentos de intimidad, incluso entraba en el juego… tenía un aire chulesco y algo canalla que hacía tiempo no veía en ella… uno que le encantaba y que había echado de menos muchísimo tiempo… E: Maca ¿tú…? – se cortó, ¿y si se equivocaba? ¿y so todo eran imaginaciones suyas y al preguntarle tan solo lograría que la pediatra se agobiara más? M: Dime – la invitó a seguir. E: Nada… que si tú no has dormido nada – no se lo preguntó, no sacó el tema, porque no podía, porque no quería verla de nuevo perdida, porque ella misma sabía que no soportaría otra desilusión más… porque no estaba segura de nada… M: No tenía sueño – contestó - ¿seguro que era eso lo que querías decir? E: Ehh… sí – la miró – claro… ¿qué otra cosa podría ser? M: No lo sé – sonrió – pero si tu dices que es eso, será eso – dijo besándola. E: Sí – dijo poniéndose nerviosa - ¿qué hora es? – Preguntó mirando el reloj – joder – se levantó de un salto – vamos a llegar tarde Maca… M: Cariño – la paró – es domingo – dijo haciendo que volviera a tumbarse – y no tenemos guardia – la besó – así que vamos a quedarnos en la camita un rato más – se puso sobre ella – luego vamos a despertar a la niña – besó su cuello – cogemos al perro y vamos al parque – besó sus labios. Así lo hicieron, tras “descansar” un poco más en la cama, aunque esto fuera lo ultimo que hicieron, se levantaron y fueron en busca de la princesa que nada más despertar buscó a su nuevo amigo con el que estuvo entretenida mientras sus madres se arreglaban y por el que a ambas les costó un mundo vestirla para salir al parque… Pasearon disfrutando del sol de la mañana, Patricia se dedicó a jugar con el perro al cual aun no le habían puesto nombre, por lo que tanto Maca como Esther se dedicaban a llamarlo “perro” y Patricia le decía “guau”. Maca se unió a los juegos de su hija y Esther se dedicó a mirarlas desde el césped. No podía dejar de sonreír, no podía dejar de pensar en el cambio de Maca desde el día anterior… “hasta su mirada ha cambiado” pensó cada vez más segura… Poco tardó Maca en volver a su lado y sentarse para luego sentar en sus piernas a la pequeña y viendo como el perro, algo cansado ya, se tumbaba frente a ellas. Miró a Esther que seguía metida en sus pensamientos y cuando notó que la miraba le sonrió
para que no se preocupara. Tras esto volvió la vista a Patricia que le decía algo sobre el can. P: Ma, guau ansado – decía señalando al perro. M: Sí, princesa – sonreía apoyándola contra su pecho – es que es pequeñito y se cansa pronto. P: Yo no me anso, soy una insesa gande – decía orgullosa. M: Claro que sí – la besó – y la más guapa de todas las princesas… P: Sí – sonrió – tu apa ma. M: Gracias mi amor – dijo con orgullo de madre – pero ¿sabes quien es la más guapa del reino entero? – le dijo mirando a Esther por el rabillo del ojo – mami. P: Síi, mami apa, muto, muto – soltó la pequeña. M: Sí, la más guapa del mundo – decía sonriendo – aunque ahora esté muy seria – dijo intentando llamar la atención de Esther – cariño – la llamó - ¿en qué piensas? – preguntó. E: ¿Cuándo vas a decirme que has recordado todo? – dijo mirándola, soltando al fin lo que llevaba pensando desde el mismo momento en que la miró a los ojos el día anterior, lo preguntó con seria al mismo tiempo que esperanzada… ahora solo cabía esperar para saber si sus sospechas eran ciertas o acababa de meter la pata… M: ¿Lo… lo sabes? – pregunto viendo que aún mantenía la seriedad en el rostro. E: Pues claro que lo sé – dijo al instante – somos demasiado evidentes la una para la otra – le recordó – y esa forma de besarme, de hablarme y hasta de mirarme Maca… ¿qué pensabas? ¿Qué ibas a engañarme mucho tiempo? M: No, claro que no – bajó la cabeza. E: Vale, pues ahora explícame por qué no me lo has dicho nada más recordar, porque te aseguro que no lo entiendo – decía segura. M: Vamos a casa, anda – dijo levantándose y cogiendo a Patricia. E: No, Maca, a casa no – contestó cruzándose de brazos – quiero que me digas hasta cuando pensabas tenerme con esta angustia. M: Mi amor – la miró casi con ruego – vamos a casa… por favor… E: Vamos, pero rapidito – contestó comenzando a andar a paso lento. M: Me encanta cuando mami se pone así de seria – le dijo a su hija al oído – pero no se lo digas ¿eh?
E: Deja de decirle cosas a la niña y camina, Maca – continuó diciendo al darse cuenta que andaba sola. M: Voy, voy – la siguió con una sonrisa en los labios y caminando de manera más rápida, como si aquella orden el hubiera dado hasta miedo. Llegaron a casa de nuevo en silencio, Esther mantenía su rostro serio, no podía creer como Maca después de todo lo que había pasado, aguantado, llorado a escondidas decidía que no le contaría algo tan importante como aquello… estaba enfadada pero al mismo tiempo se sentía tremendamente feliz por saber que no se había equivocado, que Maca había vuelto a ser “su Maca”. Por su parte, la pediatra, miraba a su mujer y empezaba a arrepentirse por no habérselo contado en el mismo momento en que toda su vida volvió a su mente. La veía con ese gesto tan serio que por una parte le encantaba, como le había dicho a su hija, pero que por otra parte temía… Esther tenía mucho carácter y cuando se enfadaba de verdad… era para temerla… E: Bien, ya estamos en casa – dijo mirándola cruzada de brazos - ¿me explicas ahora porque no me has dicho nada? M: Espera – contestó saliendo de su campo de visión, Esther comenzaba a desesperarse. Al cabo de unos minutos volvió a salir – No te enfades por favor – pidió llegando hasta ella – ven, siéntate – se sentó ella a su lado – tiene una explicación… E: Estoy esperando – seguía en sus trece, sin embargo ahora era más una pose que un mal humor real. M: Yo… quería hacer algo especial – comenzó a explicarse – me parecía poca cosa ponerme frente a ti y decirte, “cariño, te recuerdo” – Esther la miró – no sé… será una tontería pero… sabiendo todo lo que has pasado… lo que has aguantado y la fortaleza que hasno tenido todo que estetenía tiempo… esperándome, que me volviera a enamorar de ti… sé, pensé que compensarte de logrando alguna manera… E: Maca, cariño, mi recompensa es tenerte aquí – dijo viendo como realmente Maca parecía estar preocupada. M: Ya lo sé… pero… es que has debido pasarlo tan mal… que… por una parte me sentía culpable y quería no sé, que recordaras este día como uno de los tantos importantes que hemos tenido – seguía diciendo – quería prepararte una cena romántica y… crear un ambiente romántico de esos que tanto te gustan – sonrió mínimamente – no iba a ocultártelo, no podría… pero quería hacerlo… no sé, de una forma en la que te agradeciera de algún modo todo lo que has hecho… de algún modo en que te compensara por todo el dolor que te he causado de manera indirecta… E: Cariño… las cosas sucedieron así… tú no has tenido la culpa – dijo acariciando su rostro.
M: Ya… lo sé, aún así… quería decírtelo con calma – continuó – quería que fuera una sorpresa y… y en el mismo momento en que te lo dijera pedirte que… que… E: Pedirme qué – dijo percatándose en ese instante que llevaba algo en las manos. M: Bueno yo… - continuó viendo como Esther llevaba su vista a aquella cajita – supuse que lo habías guardado… así que anoche, como no podía dormir y pensando en como decírtelo, pues… lo busqué… - sonrió – me acordé de lo mala que eres para esconder cosas así que no fue tan difícil encontrarlo – Esther sonrió, ciertamente era malísima a la hora de querer ocultar algo, de hecho, Maca siempre se topaba con todos los regalos que intentaba hacerle en fechas señaladas, no es que los buscara, solo que meter un colgante en el cajón de la ropa que compartían… no era le mejor lugar – así que pensé que… siguió diciendo – que volver a pedirte que te casaras conmigo, utilizando el mismo anillo que la primera vez, era una buena manera para decirte que he recordado todo, que puedo recordar cada segundo contigo… que eres y siempre has sido el amor de mi vida y que os quiero más que a nada en el mundo… E: Maca… - susurró con lágrimas en los ojos. M: ¿Qué me dices? – preguntó con ojos cristalinos. E: Que sí – contestó con una enorme sonrisa – que claro que me caso contigo – se colgó de su cuello – que te quiero… que te amo… y que eres lo mejor que me ha pasado nunca… - decía llorando. M: Mi vida – sonrió besándola – te quiero… y enamorarme de ti, por segunda vez, también ha sido lo más hermoso del mundo – susurraba – te quiero, te quiero, te quiero – decía entre besos, mientras las lágrimas de ambas no dejaban de brotar de sus labios, lágrimas por fin llenas de felicidad, mezclada con sus sonrisas… por fin las puertas se abrían de par en par para ellas… Los días fueron pasando sin que a penas se dieran cuenta. Parecían estar viviendo en una lunaHablando de miel,mucho disfrutando de ellasmomentos como noque habían podido tiempo. y recordando habían pasadohacerlo juntas.en todo ese Comenzaron con los preparativos de la boda, queriendo que fuera cuanto antes, no querían esperar más. Suficiente tiempo habían tenido que aplazarla para ahora dejar pasar más tiempo. Así que en los ratos libres, en los días que no trabajaban se dedicaban a organizarlo todo. E: Maca – dijo llegando a cafetería donde la pediatra se tomaba un descanso – me acaban de llamar del restaurante, que dicen que mañana a las nueve podemos ir a la prueba del menú – terminó diciendo sentándose junto a ella. M: Vale – contestó – no tengo guardia, así que me viene bien – la miró con una sonrisa - ¿tú como vas? E: Puff… cansada – se quejó – parece que hoy todo el mundo me quiere en quirófano, he terminado con una operación hace diez minutos con Gimeno y ahora Jacobo quiere que entre con él en otra.
M: Es que eres la mejor, mi vida – contestó orgullosa de su chica – todos quieren operar contigo. E: Ya… pues a veces me gustaría ser la peor – sonrió - ¿Tu qué tal? M: Un poco aburrida – continuó – además, Javier parece que aún no se fía de mí – dijo algo fastidiada – no quiere darme ningún caso “especial” y siempre me manda a alguien. E: Cariño… habla con él – le dijo sabiendo que aquello molestaba bastante a Maca. M: Ya lo he hecho – contestó – pero no hay nada que hacer… y me jode, porque no sé qué tengo que hacer para que confíe en mí. E: Javier puede ser cualquier cosa, pero es un tío listo – continuó – seguro que pronto se da cuenta de lo gran médico que eres. M: Eso espero… - decía algo frustrada. En ese momento entraba Raquel buscando a alguien, al verlas, se acercó a ellas y saludó con una sonrisa, Maca arqueó las cejas. M: Que saludes siempre a mi mujer con esa sonrisa no me gusta nada ¿eh? – le dijo. E: Maca – sonrió al ver la expresión chistosa de la pediatra. R: Que te den – contestó viendo que estaba bromeando – y yo saludo así, te vas a tener que aguantar – rieron – pero bueno, a lo que venía… - las miró – tienes que entrar a quirófano, Maca M: ¿Eh? – se sorprendió por aquello, estaba deseando hacerlo, pero realmente también le daba algo de miedo. R: Un chaval con un aneurisma – le comunicó – hay que hacerle una craneotomía y yo tengo que entrar en quirófano, Claudia no está y tú estás especializada en esto – le dijo pasándole el informe. M: ¿Qué edad tiene? – quiso saber abriendo el informe. R: 16 años – continuó viendo como Maca se concentraba en los papeles – Maca… sé que aun no has entrado en quirófano pero… es importante… M: Vale – contestó intentando mantener los nervios ocultos – Esther, prepara quirófano y mándame una enfermera – continuó diciendo a su chica que la miraba algo preocupada. E: Claro… - dijo levantándose para hacer lo que le había pedido.
Quince minutos después, terminaba de lavarse en la zona séptica mientras respiraba mirándose al espejo. Al fin iba a entrar a quirófano, ahora tendría que demostrar si realmente estaba recuperada… sintió como le temblaban las manos. ¿realmente estaba preparada? E: ¿Cómo estás? – dijo entrando vestida para quirófano. M: ¿Qué haces aquí? – preguntó mirándola - ¿no operabas con Jacobo? E: ¿No pensarías que te iba a dejar sola en tu primera operación? – devolvió la pregunta con una sonrisa. M: Gracias, mi amor – contestó realmente agradecida – estoy un poco nerviosa… E: Tranquila – se acercó – todo va a ir bien – dijo segura – eres la mejor. M: Vamos – contestó más animada. Entraron ya a quirófano, el paciente ya estaba dormido y preparado. Maca respiró hondo, miró a Esther que le guiñó un ojo. Luego miró al anestesista que asintió como diciendo que podían empezar. M: Empezamos – dijo sin dudar – bisturí – pidió y Esther se lo tendió enseguida. Un buen rato después, Maca se quitaba la mascarilla y los guantes con una enorme sonrisa. Esther a su lado la miraba orgullosa, esa era su mujer, segura de sí misma y una gran médico como había demostrado hacía unos segundos. E: Has estado maravillosa mi amor – le dijo. M: Ufff… qué subidón – decía feliz – ahora sé que vuelvo a ser yo mi amor – dijo cogiéndola por la cintura y haciendo que diera una vuelta en el aire. E: jajaja, ¡Maca! – reía. M: Te quiero – dijo dejándola ya en el suelo y besándola profundamente. E: Y yo a ti – contestó devolviéndole el beso. M: Bueno, voy a hablar con los padres – anunció separándose de ella. E: Como usted diga, Doctora Fernández – le dijo haciéndole ver con ese término que ya realmente volvía a ser la médico que un día fue. Raquel y Claudia se habían encargado de organizarles una despedida de soltera, conjunta para la cena e independiente para la fiesta. Habían sido “secuestradas” por sus amigas la tarde anterior y ellas mismas se habían encargado de buscar una canguro para Patricia.
No se habían visto desde que habían salido del hospital y al llegar al restaurante ambas se habían quedado embobadas ante la otra. Con sonrisas en los labios y una mirada pícara intentando ocultar sus ganas por quedarse a solas y hacer lo que realmente les apetecía disfrutaban de la cena entre bromas y cotilleos de sus amigas. M: Yo no sé si quiero que os llevéis a Esther por ahí ¿eh? – decía a Raquel quien reía pícaramente. R: Tranquila – dijo con gracia – solo le hemos contratado a una estreper – rió. E: ¿Cómo? – preguntó sorprendida – no habrás sido capaz… - amenazó R: Jajaja, ya veremos luego – dijo bebiendo de su copa. M: Vale, decidido – la miró – no pienso dejar que vayas sola – dijo a su chica. E: Ya – sonrió – vamos que lo que tú quieres es ver a la chica esa – pinchó. M: Pues claro, que te crees que vas a ser la única que va a disfrutar – le siguió – de eso nada, yo me voy contigo… - reía. E: Pero tendrás morro – le dio un pequeño palo en el brazo. M: Cariño, que no vas a ser solo tú la que se alegre la vista… me voy contigo – decía a modo de sentencia, en claro tono bromista. C: Pues va a ser que no – intervino Claudia – tú con nosotras – se señaló a sí misma y varias chicas más amigas comunes – que verás lo bien que lo pasamos – le dijo. Mientras Maca seguía “hablando/discutiendo” con Claudia exponiendo sus motivos por los que no separarse esa noche de Esther, la enfermera intentaba sonsacar a Raquel qué era lo que realmente había preparado para ella… riendo y casi “asustándose” por lo que habrían pensado sus amigas cuando de pronto su risa se silenció y sus ojos se abrieron como platos… Miró a Maca quien continuaba hablando con Claudia como si nada pasara aunque pudo distinguir una sonrisa orgullosa en su rostro al tiempo que notaba como una mano iba subiendo por su muslo delicadamente. Se removió en su asiento notando como aquella intrusión en su muslo iba rebasando el límite de lo correcto, decidida y con seguridad ascendía ya bajo su vestido. M: No te muevas o se notará – le había susurrado un segundo para volver a prestar atención a lo que le decía Claudia. E: Maca, por favor… - pidió – estate quieta – le dijo de igual modo intentando cerrar sus piernas… Sin embargo, Maca hizo caso omiso a sus peticiones y continuó ascendiendo llegando a donde pretendía… Esther cerró los ojos un instante intentando que no se le notara lo que estaba provocando su chica, quien se mostraba sonriente y totalmente satisfecha…
E: Quee… quee… – se levantó casi sobresaltando a todo el mundo cuando Maca intentó sobrepasar la ropa interior – que voy al baño un segundo – se disculpó con las chicas y salió de allí como si de un huracán se tratara, Maca se mordía el labio pícaramente. R: Joer, ni que le hubiera dado un calambre la silla – soltó y Maca tuvo que ocultar su rostro para no soltar una carcajada. Dos minutos después, la pediatra, viendo que sus compañeras estaban bastante metidas en una conversación sobre lo que harían esa noche y viendo que no parecían darse cuenta de nada, se levantó también y silenciosamente llegó hasta los servicios. M: ¿Cariño? – preguntó al ver que nadie más había allí. E: ¡Maca! – le soltó – que sea la ultima vez que me haces algo así – seguía diciendo regañándola. M: ¿No te ha gustado? – le dijo acercándose a ella y cogiéndola por las caderas para unir sus cuerpos – no mientas – besó su cuello. E: No sabes el mal rato que me has hecho pasar – contestó intentando apartarla de ella. M: Eso te pasa por haberte puesto así de guapa – continuó evitando que separarse – ven aquí… E: No, Maca, que nos están esperando – pedía viendo como poco a poco se iba dejando vencer – Maca… mi amor, por favor… no me hagas esto – decía sintiendo las manos de su chica colonizando su pecho y andando de espaldas hasta meterse en uno de los cubículos… M: Vamos a pasar la noche separadas – le explicaba mientras iba haciendo más profundas su caricias y sus besos – y parece que te han preparado un espectáculo… así que esa…tengo que dejarte claro quién es a quien tiene que tener en mente y no mirar a la tía E: Umm – gimió para disfrute de la pediatra cuando ya había llegado a su pecho… Maca… M: Exacto, cariño – reía – en Maca… solo tienes que pensar en Maca… - seguía en su objetivo Cuando Esther ya se dejaba llevar por completo, cuando comenzaba a acariciar a su chica, Raquel y Claudia las interrumpieron, haciendo que salieran del cubículo y tras una “mini-bronca” las sacaron de allí para ahora sí, separarse e irse cada una por un lado diferente… Cada una por un lado y en compañía de sus amigas fueron a distintos bares de la ciudad, pasando un momento de lo más agradable y disfrutando de risas y bromas, aunque ninguna de las dos podía olvidar ese “momento baño” interrumpido por las chicas…
Cerca de las cuatro de la mañana, Raquel y las demás, llevaron a Esther a un hotel donde tenían una habitación reservada, el efecto del alcohol se hacía notorio en ellas y entraron entre risas… E: ¿Y por qué me habéis traído aquí? – preguntó la enfermera. R: Porque ahora viene la parte erótica-festiva de la fiesta – dijo totalmente desinhibida. E: ¡De verdad habéis contratado una estreper! – gritó entre alucinada y expectante. R: Algo así, sí – reía mientras cogía una silla y la ponía en mitad de la habitación – tú siéntate aquí y disfruta del espectáculo – dijo haciendo que se sentara, inmovilizándola y tapándole los ojos, al tiempo que le hacía un gesto a las chicas para que salieran de allí – que lo disfrutes – terminó de decir antes de salir de la habitación. E: Pero… - miró contrariada al verse sola… Una música bastante sugerente empezó a sonar, intentó levantarse pero alguien la obligó a quedarse sentada, sentía que acariciaba su brazo y bajaba los tirantes de aquel vestido… E: Esto… que… - decía sintiendo como se le secaba la boca – quee… no hace falta que haga usted nada eh – intentó volver a levantarse pero no la dejó – voy a casarme y… de verdad que… - la chica sin hacerle caso comenzó a indagar bajo su ropa llegando a su pecho – ay… Dios mío – suspiró. M: Relájate – le susurró en su oído – vamos a pasarlo bien… E: Maca – susurró al sentir sus besos por su cuello… El sol entraba por la ventana iluminando aquella habitación de hotel. Comenzó a moverse sintiendo el peso de su chica sobre ella, sonrió recordando la fantástica noche que habían pasado, elsin rubor de Esther ante con su sensual y sugerente y laqueriendo posterior pasión que desataron límites… la rodeó sus brazos y besó subaile hombro comenzar a despertarla de la mejor manera cuando fue interrumpida por el sonido de su teléfono móvil. A regañadientes se levantó en su busca y sin mirar siquiera la pantalla descolgó mirando la silueta desnuda de Esther sobre la cama… M: ¿Sí? – contestó -
¿Macarena Wilson? – preguntó alguien al otro lado de la línea
M: Eh… sí, soy yo, ¿Quién es? – dijo descolocada. -
Llamamos de la Comisaría Central – Maca se quedó a cuadros – ¿Rosario Wilson es su madre? – preguntó.
M: S… sí – dijo más contrariada aún - ¿qué ha pasado?
-
Necesitaríamos que viniera, por favor – le pidió – ella está detenida junto con Federico Santos – terminó de decirle aquel hombre tras la línea telefónica.
Entró en casa al tiempo que se quitaba la chaqueta, suspiró, había sido un día de lo más extraña teniendo en cuenta la magnifica noche que habían pasado. Entró en el salón, encontrándose con Esther jugando con Patricia, sonrió al ver la escena y no quiso pasar más tiempo sin acercarse a ellas. M: Hola – saludó agachándose a su lado. E: Hola, mi amor – le dio un beso - ¿qué tal ha ido? – quiso saber. M: Ahora te cuento – contestó mirando a su hija – déjame disfrutar un segundo de esto – la miró sonriente abrazándola. P: Ma mida – soltó la pequeña queriendo llamar su atención. M: Anda, qué guapa – sonrió mirando la muñeca - ¿La has peinado tú, princesa? P: Sí – contestó mientras seguía en su juego – apa. M: Sí, está muy guapa – asentía – voy a darme una ducha ¿vale? – le dijo a su chica que afirmó con la cabeza. Salió de la ducha mientras se secaba el pelo e iba hasta la habitación, descubriendo a Esther guardando algunas prendas, se acercó a ella rodeando su cintura por la espalda y besó su cuello. M: Umm qué bien – susurró en su oído balanceándose con ella. E: Sí – contestó apoyándose en su hombro… - ¿qué ha pasado, Maca? – preguntó de nuevo. La pediatra se separó de su cuerpo y se sentó al borde de la cama, Esther la miró e hizo lo mismo a su lado. Llevaba todo el día esperando que regresara, desde que se fuera por la mañana había estado todo el tiempo nerviosa, sin saber qué ocurría con su mujer. M: Los han acusado de blanqueo de capitales – comunicó – rosario dice que ella no tiene nada que ver – continuó – que es cosa de Fede… pero… no sé – dijo tapándose la cara con las manos. E: Cariño – susurró medio abrazándola, al fin y al cabo, por mucho que hubiera hecho mal, Rosario no dejaba de ser su madre. M: He contratado a un abogado – continuó diciendo – y he pagado su fianza… - miró a Esther – a cambio le he dicho que no vuelva a aparecer en nuestras vidas, nunca… que desaparezca… - siguió – no podía dejarla ahí… no soy como ella y es mi madre…
E: Has hecho lo correcto, mi amor – la animó – es lo que necesitabas hacer, así que has hecho lo correcto – volvió a decir. M: No quiero que nunca nos pase algo como eso con Patricia – dijo con miedo – no quiero que hagamos algo que le haga daño o que haga que nos odie… E: No pasará – dijo con seguridad – porque somos diferentes a Rosario, cariño… no pasará… M: Siento haberte dado el día… - se le notaba realmente afectada por todo aquello. E: No digas eso – la besó – no me has dado nada… además… después de la noche que hemos pasado – sonrió con picardía – no creo que nada pudiera fastidiarme este día y tú tampoco tendrías que dejar que lo hicieran… M: Lo sé – la miró – gracias por estar siempre conmigo… - dijo con amor – gracias por la paciencia que has tenido y por… por no dejarme nunca… pese a todo… E: Shh – la calló – no hay nada que agradecer – la besó – te quiero… y eso es todo. M: Yo también te quiero – contestó a beso. E: Anda, vamos que la pequeña princesa tiene que cenar – se levantó tomando su mano para que hiciera lo mismo – y nosotras tenemos que estar descansadas para mañana – la miró con ojos ilusionados. M: Sí – sonrió – por fin te vas a convertir en mi mujer – dijo abrazándola de nuevo. E: Y tú la mía – contestó con una sonrisa – así que no vas a poder escaparte… M: Ni aunque volviera a perder la memoria – terminó diciendo antes de besarla. Entre y juegosquitarse Maca terminaba vestir a con Patricia que viéndose de que aquella manera se reíarisas e intentaba la ropa, ladepediatra paciencia conseguía la pequeña estuviera quieta al tiempo que la peinaba. M: Pero qué guapa está mi princesa – le decía, la niña sonreía - ¿sabes qué? Hoy es un día muy importante. Mama y yo nos casamos cariño – seguía diciendo con felicidad. P: Aamos – repitió la cría concentrada en la muñeca que le había dado su madre para que no se moviera demasiado. M: Sí, cariño – la besó – por fin nos casamos… En casa de Raquel, Esther iba de un lado a otro más nerviosa que de costumbre, su amiga había pasado a buscarla a primera hora de la mañana alegando que bastante se habían saltado la tradición durmiendo juntas la noche antes así que arreglarse lo harían en casas diferentes. R: ¿Puedes estarte quieta un segundo? – le pidió – me estás poniendo nerviosa.
E: Perdone usted, doña calma, pero no encuentro nada de lo que tengo que ponerme – le decía - ¿Dónde dejaste mi vestido? R: En el armario – contestó tomando un trago de café – Esther… siéntate anda, tenemos tiempo. E: uff… está bien – se sentó – estoy un poco nerviosa… R: No hace falta que lo jures – sonrió – venga tranquila… todo va a salir bien – animó. C: Hola, hola – saludó Claudia llegando a casa de la pediatra - ¿Dónde está la niña más bonita del mundo? P: Aquí – soltó Patricia levantando la mano y riendo al ver que Claudia la levantaba. C: Claro que sí - sonrió – la más guapa de todas. P: Tú – dijo con desparpajo. C: No, tú – contestó chistosa. P: No, tú – continuó la cría. C: Bueno, las dos – dijo haciendo que la niña asintiera - ¿Y mamá? P: Ma – señaló hacia el pasillo por el que Maca había desaparecido nada más abrirle la puerta a la neuróloga. C: Vale – miró hacia allí - ¡Maca que no llegamos! M: ¡Voy! – gritó desde dentro donde se daba los últimos toques de maquillaje - ¿qué tal estoy? C: Preciosa – contestó sin poder decir nada más, realmente estaba preciosa – ¿a que sí? ¿A que está guapa? – le dijo a Patricia P: Apa ma – dijo la cría aún en brazos de Claudia M: Tú sí que estás guapa mi amor – la tomó en brazos dándole un beso que le hizo reír. C: Va, vámonos que no llegamos – dijo de nuevo. En la puerta de los juzgados se congregaban amigos de la pareja que no habían querido perderse aquel momento. Vitorearon, aplaudieron y halagaron a Maca quien llegó con su hija en los brazos, una sonrisa radiante y los nervios a flor de piel. Minutos más tarde llegó Esther causando el embobamiento de Maca por lo realmente guapa que estaba, sonrió y se acercó a ella dándole un corto beso en los labios.
E: Vuelve a la Tierra, mi amor – sonreí dándole ahora un beso a su hija. M: Estás preciosa – la miraba embelesada. E: Y tú estás espectacular – imitó el gesto. R: Chicas – las riñó – que no es por nada, pero que si os queréis casar mejor ir entrando – cogió a la niña en brazos dejándolas a ellas a solas – venga, que os esperan – terminó de decir entrando al edificio. Sin soltarse de la mano en ningún momento. Mirándose emocionadas, sonriéndose, perdiéndose en sus miradas. Así escucharon al juez, aunque quizás ninguna de las dos lo escuchaba, tan metidas en la otra como estaban solo eran capaces de escuchar sus corazones gritando al viento… M: Sí, quiero – contestó sin apartar la mirada de los ojos de su mujer. E: Sí, quiero – dijo apretando su mano y dejando escapar una lágrima de felicidad. Aplausos, felicitaciones, sonrisas, lágrimas emocionadas y besos… muchos besos una vez el juez las declaró casadas, por fin… ……………………………………………. Había tenido un turno bastante relajado, parecía que ese día nadie quería pasar por urgencias, lo que le había dado la oportunidad de poner al día el pedido de farmacia y ayudar a su jefa a cuadrar los turnos… se oían rumores que decían que ella sería su sucesora en poco tiempo, pero decidió ignorarlos, así no se pondría más nerviosa de lo que estaba. Entró en casa esperando escuchar el ya más que habitual escándalo que tendrían formado su mujer y su hija frunciódonde el ceño al encontrarse silencio. Avanzóver poruna el pasillo hasta encontrarse en ely salón, la iluminación a media luz, dejaba mesa perfectamente dispuesta junto a una rosa al lado de su plato. Sonrió, ¿qué más podría hacer? M: Hola – saludó abrazándola por la cintura. E: Hola – contestó sonriendo - ¿y esto? M: Sorpresa – susurró besando su cuello - ¿no te gusta? E: Me encanta – afirmó dándose la vuelta para besarla - ¿y la niña? – preguntó. M: Claudia ha venido a buscarla – Esther la miró extrañada – esta noche es para nosotras así que ella se la quedará hoy – se separó de ella para abrir el vino y servir una copa E: ¿Y qué celebramos? – quiso saber, tomando la copa que le extendía Maca.
M: Que te quiero – afirmó haciéndola sonreír de nuevo acercándose para darle un corto beso que le supo a poco - ¿te das una ducha mientras se termina la comida? – preguntó. E: Sí – contestó dejando su copa en la mesa – por cierto… me han regalado dos entradas para el musical de Grease. M: Ya – contestó – pues yo no pienso ir – sonrió – odio los musicales. E: Pero qué mentirosa – reía acercándose a ella de nuevo – sé que te encantan – la besó – así que… ¿vamos no? M: Ya veremos – dijo haciéndose la dura – venga a la ducha – dijo dándole un golpecito en el culo. Terminada la cena, en el sofá, se dedicaban a besarse lentamente, disfrutando de esa noche que Maca había preparado. Esther tomó una copa de vino que reposaba sobre la mesa y la acercó a la pediatra para que bebiera de ella. E: ¿No quieres? – preguntó extrañada mientras Maca negaba con la cabeza - ¿Y desde cuando rechazas tú una buena copa de vino? – le preguntó, comenzando a imaginarse el porqué de esa cena y poniéndose nerviosa. M: Umm – se acercó a su cuello – desde que… - la abrazó – desde que estoy embarazada – anunció mirándola a los ojos con una enorme sonrisa. E: ¿En serio? – preguntó casi con lágrimas de emoción. M: Aja – contestó sonriendo ampliamente – eso dice la prueba que me he hecho esta mañana – no dejaba de mirarla – no quería decírtelo por teléfono… y como has doblado turno… pensé en organizarte una cenita. E: ¿Estás embarazada? – preguntó llorando ya emocionada Maca asintió - ¡Estás embarazada! – gritó alegre. M: Estamos Embarazadas – recalcó el plural riendo al verla de aquel modo. E: Te quiero – se tiró sobre ella haciendo que Maca soltara una carcajada por el ímpetu de su mujer – te quiero, te quiero, te quiero – repetía colmándola de besos. M: Y yo a ti – contestó parándola para mirarla y volver a besarla con más calma. Entre lágrimas de felicidad, sonrisas que eran incapaces de borrar, besos llenos de ternura, y una gran alegría en el corazón, celebraron ese día como celebrarían cada uno de sus días juntas… durante toda su vida… FIN