A LA IZQUIERDA DEL MARGEN: LOS TROTSKISMOS INTERNACIONALES EN MÉXICO
1958-2000
____________________ ÓSCAR DE PABLO
Alfonso Peralta, Álvaro Zamora, Melitón Hernández y José Ramón García, asesinados por su militancia militancia trotskista. A los que siguen su lucha. LA ÚLTIMA ADVERTENCIA Empecemos por definir “trotskismo”. Si bien esta pal abra
remite a la reivindicación de la persona de León Trotsky, el trotskismo como tendencia debe significar algo más específico. Tratándose de un político y un pensador cuyas concepciones más importantes evolucionaron significativamente a lo largo de su vida, es imposible que la reivindicación de todos y cada uno de sus escritos (en ocasiones contradictorios) pueda ser tomada como definición de trotskismo. Más bien, el trotskismo es una creación colectiva históricamente desarrollada: en su sentido más preciso, es la tendencia que se ubica, mediante su práctica política objetiva, en la tradición de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, la fundación de la Cuarta Internacional, y la posiciones adoptadas por ésta al menos hasta la década de 1950, antes de iniciar el ciclo de las grandes escisiones. Dentro del universo del movimiento comunista, este “cuartainternacionalismo”, que por convención llam amos trotskismo, se distingue centralmente por dos elementos programáticos: En primer lugar, la teoría- programa de la “revol ución permanente”, desarrollada por Trotsky desde 1905, apl icada a la relación entre los procesos revolucionarios del mundo capitalista con sus muy diversos grados de desarrollo; y en segundo lugar, una posición distinguible frente a la Unión Soviética burocratizada, que combina el llamado a la defensa militar incondicional de ésta, en tanto “Estado obrero”, con una tajante oposición revolucionaria al gobierno burocrático. Para efectos de este estudio, sin embargo, usaré el término trotskismo en una acepción algo menos precisa, pero más manejable, por ser más popularmente aceptada: llamaré trotskista sencillamente a toda tendencia política que haya escogido describirse a sí misma como tal. Ésta, pues, es una historia de las tendencias que se auto-denominaban trotskistas, inde pendientemente de su grado de consistencia real con la tradición de Trotsky. Durante la segunda mitad del siglo XX, la autodefinición de una organización dada como trotskista significó su inclusión en una cierta cultura política, es decir, a un conjunto de referencias históricas en común; referencias que, sin embargo, fueron puestas al servicio de líneas políticas muy disímiles. La teoría de la revolución permanente sirvió para justificar prácticas radicalmente distintas respecto a los procesos de liberación nacional del mundo neocolonial y el mundo capitalista atrasado en general. Por su parte, la posición defensista, pero fuer-
temente crítica, frente a la Unión Soviética fue interpretada de maneras variables por los distintos grupos en las distintas coyunturas. Si bien, desde el punto de vista de la moral y de las motivaciones subjetivas, nada tengo que reprochar a mis protagonistas, a los que en todo caso en general admiro y respeto personalmente, he buscado un cierto énfasis en las contradicco ntradicciones programáticas que existieron entre los diversos grupos, así como entre estos y el modelo clásico de trotskismo. Naturalmente, por su propia naturaleza, ningún estudio político puede ser del todo neutral. La historia de todo movimiento revolucionario fuera del poder es necesariamente necesariamente la historia de sus problemas. El tono de este trabajo es, pues, altamente crítico, pero de ello no debe d ebe desprenderse la noción de que considero esta historia como un experimento fútil o fallido. Gracias al trabajo de varias generaciones de militantes, el nombre de trotskismo implica hoy una serie de elevados valores políticos, y si describo a mis protagonistas con una luz tan severa es en buena medida por lo alto de los estándares que su propia tradición ha fijado. Ésta es una historia de errores y de problemas, pero también es un homenaje a los hombres y las mujeres que decidieron enfrentarlos. * * * Centrada en las posiciones políticas y organizativas de los diversos grupos, ésta podría describirse como una “historia de las ideas”. Sin embargo, ninguna historia de las ideas políticas
tiene sentido si no se ubica en un contexto humano. Desde el punto de vista sociológico, la composición del movimiento que trato rara vez abarcó a hombres y mujeres fuera de una estrecha franja de intelectuales radicalizados, en general muy jóvenes, cuya integración en la vida productiva y social del país se daba principalmente a través de su activismo político y, en algunos casos, de su quehacer intelectual. i ntelectual. Esto no quiere decir que su trabajo político no se haya desarrollado en otros medios, en particular el del movimiento obrero. En el caso específico del movimiento estudiado, no es muy provechoso detenerse demasiado en la descripción estadística de la composición social de los pequeños grupos, en general más significativos por sus ideas que por su tamaño. Del mismo modo, la preocupación que enfrentan los investigadores cuando se narra la historia de partidos políticos de no centrarse más de la cuenta en las ideas y posiciones de los círculos dirigentes olvidando a la base militante, carece en este caso de aplicación, en virtud del reducido tamaño que en general tuvieron estos grupos. En su punto más alto (mediados de la década de 1980), el partido trotskista más numeroso, el PRT, llegó a contar una militancia de unas 3 mil personas, mientras que en ese mismo periodo, el partido de izquierda más grande (el PSUM) reclamaba una militancia 20 veces mayor. 1 Durante la mayor parte de la historia, sin embargo, la militancia de los grupos trotskistas se contó en unas pocas decenas de activistas. En cambio, el contexto político exterior, tanto nacional como internacional, sí fue ampliamente diverso durante el periodo estudiado y siempre tuvo un impacto determinante en las posiciones que estudio, por lo que habrá de ser una referencia constante. La proyección de los grandes acontecimientos políticos, tal como se refractó en la mente de los militantes 1
B. Carr, La Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX, Era México, 1996
2 trotskistas, puede servir incluso como una forma de comprender el impacto que esos acontecimientos tuvieron más generalmente en los intelectuales de izquierda de la época, en México e internacionalmente. internacionalmente. *
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¿Por qué precisamente la segunda mitad del siglo trata sólo de una cifra redonda?
XX?
¿Se
Desde el punto de vista organizativo y humano, el “pr imer ciclo” del trotskismo mexicano, el de la época de Trotsky,
se disolvió a lo largo de la década de 1940, mientras que el segundo, con un conjunto de protagonistas casi enteramente nuevo, no apareció sino hasta el final de la siguiente década. Entre uno y otro ciclo existe lo que Robert Alexander llamó “The hiatus of the 1950’s”. 1950’s ”.2 Así pues, la delimitación cronológica de este trabajo es menos arbitraria de lo que podría parecer, pues corresponde a grandes rasgos al segundo ciclo del trotskismo mexicano, marcado por la continuidad de la participación de algunos protagonistas colectivos, e incluso individuales; una continuidad que no volvería a romperse, ni siquiera tras la gigantesca crisis de la izquierda que comenzó a finales de los años ochenta. Así pues, el presente trabajo abarca desde los antecedentes inmediatos de la fundación del POR (T) a finales de los años cincuenta, hasta la huelga de la UNAM y las elecciones que marcaron la caída del PRI en el año 2000. Ésta es una extensión temporal demasiado amplia para realizar un estudio exhaustivo, pero hacer un corte que limitara más su ámbito temporal dejaría necesariamente incompleto alguno de los aspectos del relato. Acaso el único momento en el que un corte que no hubiera resultado del todo arbitrario hubiera sido el periodo de 1988-92, en el que la izquierda independiente, y con ella el trotskismo, sufrió una reducción cualitativa como resultado de la caída del “bloque soci alista”, por un lado, y la aparición del neo-cardenismo en el terreno nacional mexicano, por el otro. Sin embargo, me interesaba enfatizar específicamente la precaria pero innegable continuidad que se mantuvo entre el trotskismo anterior a ese momento y el que existió a partir de entonces, entonces, un fenómeno poco estudiado por los académicos y poco conocido por los militantes trotskistas de entonces y de ahora. En este sentido, me pareció que sería útil extender la delimitación de este estudio unos doce años después de 1988, de manera tal que proporcione una idea de cómo quedó estabilizado el movimiento des pués de los grandes grandes cambios que que lo sacudieron. En este trabajo me limito a trazar un esbozo esquemático y no una visión exhaustiva de los sucesos que año con año marcaron la vida de los militantes militantes trotskistas.
nal”), los protagonistas
de este relato son todas las diversas corrientes y organizaciones trotskistas en la medida en que alcanzaron una personalidad política distinguible, aún cuando en algunos casos se trate de tendencias numéricamente numéricamente insignificantes. La especificidad ideológica de cada tendencia es el tema central de este trabajo. En esa media, resulta imposible hacer una historia estrechamente nacional de las ideas políticas trotskistas, dado que la gran mayoría de las organizaciones descritas fueron encarnaciones mexicanas de tendencias internacionales bien definidas. Así pues, este trabajo puede leerse ya sea como una historia de la izquierda mexicana a través de uno de sus componenco mponentes (el trotskista) o, mejor aun, como una historia de las tendencias internacionales del trotskismo a partir de uno de los países en los que éstas trabajaron. En ese sentido, México tiene el raro privilegio de haber visto a la mayoría de estas tendencias operar en la realidad concreta. Aunque procuré centrar este estudio en el contenido político e ideológico de las tendencias organizadas, en algunos casos hube de limitarme a dar cuenta de los cambios organizativos visibles, pues su contenido político no siempre resulta transparente a los ojos externos. Cuando la personalidad individual de alguna de las figuras influyentes se puede leer con claridad a partir de su historia política, no rechacé una cierta valoración valoración de estas personalidades, lo cual contribuyó a proporcionar una cara reconocible a los protagonistas y a darle cierta amenidad a la historia. A fin de cuentas, es una historia de seres humanos. Respecto al método marxista de hacer historia, León Trotsky escribió alguna vez: “No es nuestro propósito, ni mucho menos, negar
la importancia que lo personal tiene en la mecánica del proceso histórico, ni la influencia del factor fortuito en lo personal.”3 Este trabajo es justamente una historia de lo que Trotsky T rotsky llamó “lo personal”.
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Si bien la más estable de las tendencias trotskistas mexicanas, y la que sin duda llegó a ser más numerosa, fue la corriente encarnada sucesivamente en la primera LOM, el GCI y el PRT (afiliada mexicana a un a de las muchas tendencias internacionales que reclamó el título de “Cuarta Internaci o-
A lo largo del trabajo usaré la terminología marxista convencional y en particular la usada por el movimiento trotskista. Estoy consciente de que actualmente ésta no es la terminología convencional en la descripción política, pero explicarla con detalle excede los alcances de este trabajo. Además recurriré a otros términos políticos descriptivos menos precisos que sí es necesario definir: en particular, los términos “derecha” e “i zquierda”. Cuando uso el término izquierda como sustantivo absoluto (si digo que la izquierda mexicana hizo esto o aquello), me refiero al conjunto de tendencias políticas cuyo fin último ostensible es la superación del capitalismo a favor de alguna forma de colectivismo, independientemente de sus diversos medios (desde los socialistas parlamentarios hasta los anarquistas, pasando por las distintas versiones del movimiento comunista). Cuando, con más frecuencia, uso los términos “derecha” e “izquierda” en forma relativa dentro de la política general de un país y no sólo aplicados a cierta franja (por ejemplo: el PRD está a la izquierda del PRI, que a su vez está a la izquierda del PAN, etc...) me refiero a lo cerca o lejos que
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Robert J. Alexander, Trotskyism in Latin, Latin, Hoover Institution Press, Stanford, 1973 “El hiato de los años 1950s”.
Trotsky, Historia Trotsky, Historia de la Revolución Rusa,(1930) Rusa,(1930) ed. Juan Pablos, México, 19
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3 cada tendencia pueda estar de la primera acepción que llamé absoluta. Finalmente, cuando use estos términos en forma relativa pero apli cados a corrientes dentro de la “izquierda” no me refiero al grado de violencia física o verbal a que recurran, sino a su relación ideológica con el status quo social en el que viven, siendo más “izquierdistas” los que d emuestren estar más alienados del orden ideológico existente, y más “derechi stas” los más dispuestos a adaptarse a éste. Así pues, el estal inismo, con su visión del “soci alismo en un solo país” y la “coexistencia pacífica” con el orden imperialista mu ndial está fundamentalmente a la derecha del trotskismo, aun cuando aquel halla sido notorio por su uso generalizado de la violencia física en la persecución de sus fines. Del mismo, el recurso de la vía armada no es izquierdista per se. se. Dentro del movimiento trotskista en particular, las corrientes que se hallan más a la “derecha” son en este se ntido las más abiertas adaptarse no sólo a los valores de la sociedad capitalista directamente, sino también a los de medios del movimiento social en los que operan, mientras que los más
La primera generación de trotskistas mexicanos había logrado una influencia marginal en el movimiento obrero durante la guerra, pero poco después, dividida desde 1945 entre el grupo de Luciano Galicia y el de Octavio Fernández, fue perdiendo sus raíces en la clase obrera y se fue disgregando. Para 1948, ambas alas habían perdido contacto con la Cuarta Internacional y poco después dejaron de existir en forma organizada. 4 Algunos de sus militantes, como Rafael Galván, harían una importante carrera en el movimiento obrero y la izquierda, pero no bajo la bandera específica del trotskismo. 5 Otros, como los líderes Luciano Galicia y Octavio Fernández, con servarían su “trotskismo” como ideología ind ividual sin militar en ningún grupo. Otros más, como Félix Ibarra, César Nicolás Molina y Fausto Dávila mantendrían una relación activa de simpatía y enseñanza con la siguiente generación de trotskistas mexicanos.
“izquierdistas”, son aquellos se ciñen más estrechamente a su
colonial”, y en particular el de México, según la cual el peso
propio perfil político como trotskistas, especialmente a sus aspectos más controvertidos, como la revolución socialista y la dictadura del proletariado. El término “ultra-izquierdismo” implica un juicio subjet ivo de quien ha ido “demasiado lejos” en su i zquierdismo, y no lo usaré sino entrecomillado, cuando reporte la opinión de terceros. Términos valorativos como “oportunismo” y “sect a-
social relativamente débil de la clase burguesa nacional (tanto frente a su propia población como frente al imperialismo extranjero), forzaba a los gobiernos a compensar ese defecto estructural adquiriendo una férreo control sobre el resto de las clases sociales, especialmente la clase obrera, lo que llamó 6 “bonapartismo sui generis” . En virtud de esta caracterización, Trotsky anticipó que (a menos que los trotskistas lograran la dirección de los sindicatos) el gobierno mexicano tendería a incorporar más y más al movimiento sindical a su propia esfera, aplastando en el camino la democracia sindical. Si bien esta propensión había iniciado durante la vida del propio Trotsky, bajo el gobierno de Cárdenas y la dirección sindical de Lombardo, para los años cincuenta, 20 años des pués de formulado, su pronóstico se había cumplido como una maldición. A principios de los años cincuenta personajes como Fidel Velásquez y los llamados líderes “charros” habían adqu irido el control de la CTM, purgado a los cuadros izquierdistas, suprimido la democracia sindical y subordinado a los sindicatos al partido de Estado, el PRI. Vale la pena detenerse brevemente para discutir las razones subyacentes de la decadencia y dispersión del primer ciclo del trotskismo mexicano. La primera de estas razones tiene que ver con el firme control que el Estado mexicano mantuvo sobre el movimiento obrero, tal como Trotsky había previsto. En sus dos fases (primero bajo el estalinismo y después directamente bajo el PRI) este control corporativismo cumplió eficazmente la función de impedir manifestaciones de política obrera independiente, negándole al trotskismo su base natural.
rismo” han sido ampliamente usados en las polémicas, pero yo
no recurriré a ellos salvo en la pequeña medida en la que den cuenta de realidades objetivas: no como características de un sujeto sino de la relación entre dos sujetos: “Oportunismo” es
el término peyorativo que se usa para denunciar a las tendencias que, dentro de la izquierda, se encuentran a la derecha del observador. Por su parte, el término “sect arismo”, aunque frecuentemente se asocia con el de “ultra -izquierdismo” en tanto se aplica a grupos alienados del resto del movimiento social, se refiere específicamente a una forma organizativa relativamente cerrada (con respecto a la preferible para el observador) que puede servir a diversas posturas políticas, no sólo a las más “izquierdistas”. La historia del trotskismo mex icano incluye algunos ejemplos de esto. I EL PRINCIPIO ERA EL CAOS (1958-1962) A mediados de los años cincuenta, el trotskismo como fuerza organizada no existía en México, pese a ser el país donde León Trotsky había vivido los últimos años de su vida y donde ha bía escrito varios varios de sus libros libros más importantes. importantes. Para entonces, Rosalío Negrete (ingeniosa traducción castellana de Russell Blackwell), el militante estadounidense que había impulsado la fundación del trotskismo mexicano dentro y fuera del Partido Comunista, había abandonado el marxismo para convertirse en anarquista; el célebre Diego Rivera había roto violentamente con Trotsky para regresar al estalinismo. La propia Natalia Sedova, viuda de Trotsky, había abandonado la Cuarta Internacional tras la Segunda Guerra Mundial rechazando la postura de defensa incondicional de la URSS.
En su último año de vida, León Trotsky había generado una descripción original de los gobiernos del mun do “neo-
En el ámbito ideológico, este fenómeno se expresó a dos niveles. En el mundo oficial, el anticomunismo macartista, 4
El recuento más exhaustivo del primer ciclo del trotskismo mexicano se encuentra en Gall, Olivia, Trotsky en México, México , Era, México 1991. 5 cit.), a mediados de los años cincuenta Según Alexander (op. (op. cit.), apareció una revista semi-trotskista dirigida por el líder electricista Rafael Galván, llamada ¿Qué Hacer? 6
Ver: Trotsky, “Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista” (1940)
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4 importado de EE.UU. para al armar a los gobiernos capitalistas en la guerra fría, ayudó a inocular a sectores de la clase media y la población en general contra las ideas del marxismo. Más fundamentalmente, en el seno del movimiento obrero, el arraigado nacionalismo de la izquierda mexicana también contribuyó a aislar y disgregar a las fuerzas de la Cuarta Internacional. Sin embargo, las condiciones objetivas para la existencia de una tendencia proletaria que no sólo fuera socialista, sino que se ubicara incluso a la izquierda del comunismo soviético oficial, no sólo no dejaron de existir en esa década, sino que en cierto modo se hicieron más propicias. Durante toda la primera mitad del siglo, el país desarrolló una poderosa clase obrera industrial concentrada en la Ciudad de México y otros centros urbanos importantes, que además reunían universidades y otros centros de estudio masivos. Al mismo tiempo, tal como Trotsky había previsto, la burguesía nacional no logró desarrollarse hasta el punto de general un régimen liberal-democrático estable ante sus propias masas ni independiente frente al imperialismo. Sin embargo, los factores arriba mencionados no sólo rompieron la continuidad del trotskismo nacional, sino que golpearon a todas las expresiones políticas del movimiento obrero. En esa época, prácticamente toda la izquierda mexicana organizada – dominada dominada por el PCM, y el lombardista Partido Popular (PP)-- compartía el esquema estalinista de la revolución “por etapas” y en partic ular participaba del proyecto nacionalista de la “Unidad Nacional”, que culminó con el
apoyo electoral al candidato oficial Miguel Alemán en 1946. Esta lealtad al sistema no impidió que, durante la década de los cincuenta, el PCM siguiera siendo víctima de una represión estatal feroz y constante por parte de un gobierno que por su propia naturaleza no podía tolerar ninguna alternativa política entre el movimiento popular. Así, por el efecto combinado de sus propias contradicciones y de la feroz represión policíaca, el Partido Comunista entró en crisis, de manera que entre 1952 y 1957 sus organizaciones de base perdieron dos terceras partes de su militancia. 7 Cuando, a finales de los años cincuenta, los violentos combates de la insurgencia obrera (ferrocarrilera (ferrocarrilera y magisterial, entre otros) sacudieron al país, los partidos de izquierda tradicional asesoraron a estos movimientos y participaron en ellos: de hecho, sus cuadros en los gremios fueron los líderes naturales de estas luchas. Paradójicamente, sin embargo, su estallido no encajaba en absoluto con su rígido esquema reformista y de hecho los había tomado por sorpresa. Su apoyo al gobierno priísta y su concepción co ncepción conci liadora de “unidad a toda costa” con el movimiento sindical oficial les había impedido proveer una verdadera dirección política revolucionaria. El más pro gobiernista y “leal” de estos p artidos era sin duda el Partido Popular, fundado y dirigido por el antiguo líder de la CTM, Vicente Lombardo Toledano. 7
Carr, op.cit .
Lombardo era un político para quien el socialismo era
“la prolongación y extensión del capitalismo de E stado”8
y que, sin llamarse a sí mismo comunista, se había mantenido fiel al estalinismo soviético. Como es bien sabido, Lombardo había sido el más poderoso de los enemigos de Trotsky en México.9 Sin embargo, a diferencia del PCM, su partido en esa época distaba mucho de ser monolítico. Según lo describe Barry Carr en Historia de la izquierda mexicana a través del siglo XX: El Partido Popular atrajo inicialmente a miembros de una amplia gama de círculos progresistas y de izquierda. Muchos antiguos comunistas se unieron a él, incluidos José Revueltas, Diego Rivera, Enrique Ramírez y Ramírez, Rafael Carrillo y Vicente Fuentes Díaz. Se les sumó una amplia gama de socialistas no afiliados a ningún partido, como el agrónomo Manuel Mesa, Narciso Bassols, Víctor Manuel Villaseñor, el doctor Jorge Carrión, Manuel Marcué Pardiñas, y activistas del movimiento obrero como Alejandro Carrillo, el organizador cam pesino sonorense Jacinto López y el diputado federal Vidal Díaz Muñoz, un político veracruzano que encabezaba la Federación Nacional de Trabajadores del Azúcar. Curiosamente, el Partido Popular también atrajo a un cierto número de anticomunistas [...]. La presencia de tan diversas tendencias dentro del PP era posible porque la vaga postura postura que adoptaba el partido admitía muy diversas interpretaciones de sus fines. El resultado fueron disputas enconadas. 10 Debido en gran parte a la militancia de estos cuadros no estrictamente lombardistas, el PP cobró una gran importancia en la izquierda de finales de los años cuarenta y principios de los años cincuenta. El líder campesino sonorense Jacinto Ló pez, por ejemplo, llegó a ser uno de los dirigentes principales de la federación sindical UGOCM (el intento de la izquierda de crear una alternativa radical a la CTM), hasta que fue arrestado en 1958 junto con el líder magisterial comunista Othón Salazar. En virtud de esta diversidad, el PP de ese entonces se convirtió en un semillero de las más diversas corrientes izquierdistas. Incluso el primer intento de organizar un movimiento guerrillero castrista castrista durante los años sesenta (la toma del cuarcua rtel Madera en Chihuahua en 1965) estuvo organizado por antiguos militantes del PP.11 Acaso estos factores expliquen la aparente paradoja de que fuera justamente en el Partido Popular de Lombardo, o para ser más precisos, en su organización juvenil, la Juventud Popular (JP), donde se originó el primer núcleo trotskista mexicano del segundo ciclo. Así pues, en pleno auge de la insurgencia ferrocarrilera, un grupo de jóvenes cuadros de la Juventud Popular en la Ciudad de México México se desilusionaron del papel que el PP y los 8
citado en idem ver: Gall, op. cit. 10 Idem 11 Idem 9
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5 demás partidos de la izquierda tradicional habían desempeñado y decidieron que no querían volver a oír hablar de lombardismo. Entre estos jóvenes izquierdistas estaban Felipe Galván y el sonorense Francisco Xavier Navarrete, que había sido el ayudante personal de Jacinto López. El caso es que, en algún momento de 1958, se separaron de la Juventud Popular para formar un grupo propio basado en una interpretación más radical del marxismo-leninismo, declarándose trotskistas. Aunque esta conversión no fue compartida por todos los militantes de la JP, sí incluyó a su núcleo activo, de forma tal que, tras la escisión, la juventud lombardista perdió su viabilidad, y dejó de existir por el siguiente periodo. En su evolución a la izquierda, los jóvenes líderes de la JP entraron en contacto con un hombre llamado Vidal Solís, un cuadro michoacano del PCM que, al igual que otros militantes comunistas de todo el mundo, pocos años antes había roto con el estalinismo bajo el impacto del XX Congreso del PCUS y la Revolución Húngara de 1956, para acercarse ace rcarse al trotskismo. Gracias a los contactos de Vidal, los miembros de la JP trabaron relación con veteranos militantes de la época de Trotsky, como los obreros telefonistas Roberto M. Abelleyra y el oaxaqueño Félix Ibarra, que durante la última década habían conservado su política trotskista en estado latente, sin encarnación organizativa propia. Ibarra, nacido en 1912, había sido uno de los líderes fundadores del trotskismo mexicano, y, para los años cincuenta, había llegado a ser una de las figuras más importantes en el ala izquierda del sindicato telefonista. 12 De esta generación también formaba parte el doctor Fausto Dávila Dáv ila Solís que, pocos años antes, en la ciudad petrolera de Poza Rica, había ganado unas elecciones municipales como candidato “indepe ndiente”, pero no había podido ocupar el cargo pues el cacique cacique priísta le robó la elección. 13 Después de intentar sin mucho éxito contagiar su entusiasmo a los viejos ex militantes, para entonces ya demasiado cansados para comenzar de nuevo, y tras estudiar algunos de los principales libros de Trotsky, Vidal y los militantes de la JP buscaron el ingreso al movimiento trotskista mundial y a finales de 1958 entraron en contacto con el Buró Latinoamericano de la Cuarta Internacional, o más bien, de su versión “pabli sta”.
¿CUÁL IV I NTERNACIONAL? Para 1958, el movimiento trotskista internacional llevaba más de cinco años dividido en dos alas, ambas reclamando el manto de la Cuarta Internacional. Por un lado, estaba la mayoría dirigida por el griego Michel Pablo (M. Raptis) en torno al Secretariado Internacional, y por el otro, el llamado Comité Internacional, dirigido por el poderoso SWP estadounidense de James P. Cannon, y algunos elementos de las secciones británica y francesa. 12
Según Alexander (op. (op. cit .), .), Felipe Galván también había formado parte del trotskismo de la generación anterior. Por razones elementales de edad, esto no es verosímil. 13 Ibid . Todavía hoy existen en Poza Rica una colonia y un hospital que llevan el nombre del doctor Fausto Dávila Solís.
Ideológicamente, ambas corrientes partían de maneras distintas de interpretar los sucesos internacionales que siguieron a la Segunda Guerra Mundial y que el trotskismo clásico no había previsto, como la exten sión del “bl oque soviético” más allá de la URSS y la abolición del capitalismo en Europa del Este y en China. Desde 1951, el Secretariado Internacional pablista defendía la tesis de que las nuevas circunstancias mundiales eran totalmente distintas distintas a las anteriores. Según esta corriente, en el nuevo contexto, los movimientos de izquierda no trotskista podían despeñar un papel “aproximadamente revolucionario”.
Por tanto, los trotskistas internacionalmente debían unirse a las corrientes estalinistas y de liberación nacional para impulsarlas en dirección del marxismo revolucionario genuino, al que, según se alegaba, estaban objetivamente predispuestas, especialmente en el mundo neo-colonial. Según esta perspectiva, mantener la independencia organizativa del trotskismo no era tan necesario como lo había sido en tiempos de Trotsky. Los “antipablistas”, por su parte, en línea con el trotski s-
mo ortodoxo, no acertaban a caracterizar con claridad lo que había pasado en Europa del Este y China – en en algunos casos, negándose a reconocer las revoluciones sociales que habían ocurrido--, pero en cambio estaban convencidos de la necesidad de mantener la independencia organizativa de la Cuarta Internacional y sus secciones. En 1952, desde su puesto de secretario general de la Internacional, Michel Pablo instruyó a la sección francesa a que ingresara en el Partido Comunista, e hizo expulsar a los líderes de la sección que se negaron a obedecerlo. La escisión se generalizó un año después, cuando el ala antipablista de la Internacional (y especialmente el partido estadounidense) se solidarizó con los militantes franceses expulsados y organizó junto a ellos el llamado Comité Internacional con plena independencia organizativa. El Secretariado Internacional pablista conservó en su campo a una de las principales figuras intelectuales del trotskismo europeo, Ernest Mandel, y también contaba con el Buró Latinoamericano, dirigido por uno de los partidarios más extremos de la versión pablista del trotskismo, el argentino J. Posadas. Por su parte, el francés Pierre Lambert y el argentino Nahuel Moreno, entre otros, se quedaron con el Comité InterInte rnacional dirigido por el SWP. Más adelante nos detendremos en cada uno de estos personajes, pues todos ellos, de muy diversas maneras, habrían de desempeñar un papel importante en la historia del trotskismo mexicano. Volvamos, pues, al caso mexicano. Fue mediante Posadas – líder líder del Buró Latinoamericano, fiel al bando pablista-- que los jóvenes militantes de la JP entraron en contacto con el movimiento trotskista mundial. Durante algunos meses, las reuniones y discusiones con el Buró fueron afinando cada vez más la cultura política trotskista de los militantes mexicanos, que adoptaron el nombre de Partido POR (T) – – . Obrero Revolucionario (trotskista) – POR
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6 El órgano de propaganda del grupo fue bautizado Voz Obrera, la primera publicación trotskista mexicana del segundo ciclo, que habría de continuar existiendo por más de veinticinco años. Sin embargo, a lo largo del proceso de fundación del nuevo partido y de su integración al movimiento mundial, uno de los cuadros más fogueados provenientes de la JP, Francisco Xavier Navarrete, empezó a desconfiar de la personalidad autoritaria e inestable de Posadas, así como de su versión del trotskismo, y decidió conservarse al margen del grupo, manteniendo, al menos por el momento, una actitud individual de expectativa. Sin embargo, la defección de Navarrete no detuvo el proceso, y los lazos entre el grupo mexicano y la Internacional se fueron estrechando. En 1960, ya fundado el POR (T), Felipe Galván fue enviado como delegado mexicano de la Cuarta Internacional al Festival de la Juventud de la Habana, Cuba, donde pudo ver la realidad de la joven dirección revolucionaria cubana, y donde fue acusado, junto con los otros delegados trotskistas, de ser agente de la CIA por los estalinistas cubanos. A partir de su regreso, Galván sería uno de los principales líderes del grupo. Poco después, en 1961, el VI Congreso mundial del ala pablista de la Cuarta Internacional reconoció formalmente al POR (T) como su sección mexicana. Este grupo estaba destinado a escribir, pocos años más tarde, un capítulo heroico y trágico en la historia del trotskismo mexicano, pero una década después desaparecería víctima de la represión estatal y de sus propias concepciones políticas. Fue precisamente Francisco Xavier Navarrete, el único de los cuadros de la escisión trotskista de la JP que se había negado a entablar contacto con el movimiento trotskista internacional, quien propició la fundación de la corriente que llegó a ser la más importante del trotskismo mexicano posterior, tanto en términos numéricos como de continuidad humana: la que más tarde sería asociada con el “Secretariado Unif icado”. La historia de este grupo empezó cuando Navarrete entró en contacto con el joven estudiante de Ciencias Políticas Manuel Aguilar Mora. Dada la permanencia ininterrumpida de este último en la historia del movimiento trotskista mexicano hasta el final del siglo XX y más allá, vale la pena detenerse en su biografía. Perteneciente a una generación más joven que los militantes mencionados hasta ahora, Manuel Aguilar Mora nació en Chihuahua en 1939, en el seno de una familia de clase media. A mediados de los años cuarenta, su familia emigró a la Ciudad de México trayendo consigo a un Manuel de siete años y a su hermano David, un año menor. 14
ciudad--, provocó el movimiento estu diantil llamado “de los camiones”, centrado en la ex igencia estudiantil de medios accesibles para desplazarse a la universidad. Este movimiento sorprendió al joven chihuahuense en el primer año de la carrera y lo puso en contacto con la política. Fue ahí que tuvo noticias del explosivo movimiento ferrocarrilero que estaba siendo brutalmente reprimido. Rápidamente, el muchacho abandonó la ingeniería y se trasladó, en calidad de oyente, a la escuela de Ciencias Políticas. En enero de 1959, el triunfo de la Revolución Cubana sacudió a la juventud de toda América Latina y dio una nueva vitalidad a la izquierda. Revolucionarios cubanos recién salidos de la clandestinidad fueron invitados ese mismo enero a dar conferencias sobre su revolución en la escuela de Ciencias Políticas, que entonces dirigía el intelectual izquierdista Pablo González Casanova. Los textos clásicos marxistas formaban parte central del programa de estudios. Manuel Aguilar Mora y todo su círculo de amigos se declararon admiradores de la Revolución Cubana, y la mayoría ingresó a la sección juvenil del Partido Comunista. Manuel, sin embargo, desconfiaba del PCM dado lo que había oído decir sobre las atrocidades del estalinismo soviético. En cambio, junto con su hermano David y otros amigos, publicó un pasquín estudiantil independiente con el curioso título de El demagogo. En esa época, estudiaba en la escuela de Ciencias Políticas Francisco Xavier Navarrete, ya de treinta y tantos años, el único miembro de la escisión de la JP que se había negado a unirse al grupo de Posadas, pero que no había perdido el im pulso de adherirse a un grupo trotskista. Así, no bien se enteró Navarrete de que había en su propia escuela un grupito izquierdista de estudiantes independientes, fue a buscar a Aguilar Mora. Cuando notó su acento norteño (Aguilar Mora era de Chihuahua y Navarrete de Sonora), le preguntó provocadoramente si además de “pocho yanqui” era “pocho soviético”.
Como el joven le respondiera que ninguna de las dos, Navarrete puso en sus manos una copia de La revolución traicionada, el libro de Trotsky que explica la naturaleza y la degeneración de la Revolución Rusa. 15 La lectura de esta obra seminal no podía sino impresionar a los jóvenes activistas, que no tardaron en declararse trotskistas y en formar una nueva organización en torno a Navarrete: la Liga Estudiantil Marxista, que meses más tarde habría de cambiar su nombre por el de Liga Obrera Marxista ( LOM).16 Fuera de Navarrete, estos jóvenes activistas apenas tenían noticia de la existencia del POR . Años después, Aguilar Mora recordaría: 15
Entrevista con M. Aguilar Mora, diciembre de 2005 Según Alexander (op. cit.), el cambio de nombre ocurrió tras un intento de unificarse con el POR que este último detuvo. Según este autor, la LOM representaba en México al movi16
En 1958, Manuel entró a estudiar la carrera de Ingeniería en la UNAM. Ese año, la reubicación del campus en la recién abierta Ciudad Universitaria --en el entonces lejano sur de la 14
Un hermano varios años más joven, Jorge, habría de convertirse en un célebre ensayista, narrador y poeta.
miento “antipablista” mundial. En realidad, como se verá el
contacto de esta organización con el movimiento mundial comenzó cuando ya el SWP se orientaba a la fusión con el Secretariado Internacional pablista.
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7 En 1959, cuando se fundó la Liga Obrera Marxista, la decena de estudiantes radicales que nos reunimos para organizarla no éramos más que el jirón utópico de una idea cuyas expresiones organizativas, después del asesinato de León Trotsky en Coyoacán en 1940, habían fracasado en nuestro país. 17 Además de Navarrete y los hermanos Aguilar Mora, la Liga incluía a Moisés Lozano, Carol de Swam y Rafael Torres. Poco después, ingresaron varios jóvenes estudiantes de las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Políticas, que desempeñarían un papel protagónico en esta historia: Luis Vásquez, Ana María López, 18 Emilio Brodziak Amaya, Eunice Campirán y Carlos Sevilla. Este último habría de convertirse, en los siguientes años, en el colaborador más estrecho de Manuel Aguilar Mora al frente de su tendencia. Con estos recursos, la LOM logró incluso editar varios li bros de Trotsky y una publicación estacional, El Obrero Militante. En esta época, Manuel Aguilar Mora, que en los siguientes años usaría el seudónimo “A. A lday”, usaba el pelo cortísimo, algo totalmente inverosímil en un estudiante trotskista de los años sesenta, lo que le valió el apodo de “el pelón”
con el que en ciertos medios habría de ser conocido en adelante. La situación de asilamiento nacional de la LOM no habría de durar mucho tiempo. A finales de 1961, Joseph Hansen, quien fuera secretario de Trotsky y quien entonces era uno de los principales dirigentes del Socialist Workers Party ( SWP) estadounidense, pasó por México como parte de una gira por América Latina. En su paso por el país, el estadounidense entró en contacto con los militantes de la LOM y les informó que en ese momento su partido estaba iniciando un curso de reagrupamiento con el Secretariado Internacional pablista, sobre la base de su común apoyo a la dirección cubana. Vale la pena explicar este giro. El SWP había dirigido el lado antipablista en la escisión de 1953, que insistía en la independencia del trotskismo frente a otros movimientos de izquierda. Sin embargo, el curso cada vez más radical de la Revolución Cubana – que había sido dirigida por un movimiento guerrillero que poco o nada tenía que ver ni con el contenido de clase, ni con la ideología, ni con la forma organizativa que postulaba el trotskismo-- parecía estar confirmando la teoría de Pablo. De este modo, el SWP, ahora dirigido por el líder sindical Farell Dobbs y por Hansen, estaba a punto de abandonar el Comité Internacional “antipablista” y de unirse a
su rival, el Secretariado Internacional, ya para entonces dirigido por Livio Maitan y Ernest Mandel. 19 El documento que el
SWP elaboró para justificar su giro, titulado “Hacia la pronta reunificación del trotskismo mundial”, explic aba sucintamente
esta convergencia: En su evolución hacia el marxismo revolucionario, el Movimiento 26 de Julio sentó una pauta que ahora sirve de ejem plo para varios países. 20 La inminente reunificación no fue la única noticia sobre realineamientos internacionales que Hansen venía a trasmitir. Al mismo tiempo, conforme el SWP se acercaba al Secretariado Internacional, el argentino Posadas estaba a punto de separarse de él junto con todo su “Buró Latinoamericano” (al que en adelante Posadas presentar ía como “la Cuarta Internacional”).
Como exponente extremo del pablismo, Posadas desconfiaba de toda diri gencia que no se centrara en el “Tercer mundo”, pues consideraba que los obreros del mundo industrializado ya se habían aburguesado y en adelante sólo los países del mundo neocolonial generarían oportunidades revolucionarias. Así pues, lo que Hansen venía a proponer a la LOM mexicana era que entrara en contacto con el SWP y con el movimiento trotskista mundial que pronto se reunificaría, ahora que Posadas se había hecho a un lado. Navarrete, que desconfiaba enormemente del argentino, esta vez aceptó entablar contactos internacionales. Durante los meses siguientes, la relación entre la LOM y el SWP se fue haciendo más estrecha, y para mediados de 1963 el grupo mexicano fue invitado a mandar un delegado al congreso de reunificación del que resultaría el llamado Secretariado Unificado (S.U.) “de la Cuarta Internacional”, que tuvo lugar en la pequeña ciudad italiana de Frascatti, cerca de Roma. El delegado elegido por la LOM fue Manuel Aguilar Mora. En ese congreso, y en el subsiguiente viaje a Nueva York, el joven chihuahuense entró en contacto con la mayoría de las grandes figuras mundiales del trotskismo de entonces. Para el II Congreso del Secretariado Unificado (el VIII para los que venían del Secretariado Internacional) de 1965, la LOM fue reconocida oficialmente como su sección mexicana. 21 En adelante, el grupo sería el afiliado mexicano del Secretariado Unificado, y Aguilar Mora su principal enlace con el resto del mundo. Por su parte, cuando Posadas se escindió en 1962, el POR (T) mexicano se mantuvo fiel a su padrino internacional, y se convirtió en la sección mexicana de su Buró Latinoamericano, ahora auto-nombrado “Cuarta Internacional”. Como tal, el grupo mexicano colaboró con la producción y la distribución de la Revista Marxista Latinoamericana, órgano internacional del posadismo, al mismo tiempo que producía su propio periódico nacional, el Voz Obrera.
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Aguilar Mora, Manuel, Huellas del porvenir , 1968-1988, Juan Pablos Editor, México 1989 18 Otra Ana María López, homónima de ésta, fue conocida en medios izquierdistas como dirigente campesina en Sonora y compañera de Carlos Ferra. No confundir. 19 Michel Pablo, que entonces estaba preso por sus actividades a favor de la independencia argelina, más tarde se opondría a la reunificación y se escindiría, creando en 1965 su propia
organización internacional rival. Esa tendencia fue una de las pocas que no tuvo nunca un afiliado mexicano 20 Declaración del Comité Político de SWP, 1 de marzo de 1963 21 Alexander, op. cit.
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8 Ambos grupos siguieron existiendo independientemente, compitiendo por el manto del trotskismo y enfrascándose en
polémicas frecuentes.
II LOS PROFETAS ARMADOS (1963-1967) En 1963 David Aguilar Mora estudiaba economía, formaba parte de la LOM22 y del incipiente moviendo estudiantil y era, según lo recuerda su hermano mayor Manuel, un joven precoz, inteligente y sobre todo muy valeroso, una cualidad que subraya con la siguiente anécdota: En una manifestación universitaria de esos años, el rector Ignacio Chávez, odiado por los activistas estudiantiles de izquierda, encontró a David al frente de los manifestantes y lo confrontó, exigiéndole que le mostrara su credencial para demostrar que realmente era estudiante de la UNAM . Altivo, David le respondió que lo haría con gusto, si él antes le mostraba su credencial de rector, con lo que arrancó la ovación de los demás manifestantes. 23 Pronto, el joven militante tendría ocasión de demostrar su valentía en circunstancias mucho más dramáticas. En 1963, David Aguilar Mora conoció a un joven guatemalteco llamado Francisco Amado Granados, que estudiaba en su misma facultad y se dedicaba a los negocios. Sin embargo, estas ocupaciones eran en realidad parte de una cubierta. Granados operaba en México como enlace de la guerrilla de su país.24 La condición clandestina de Granados no le impidió entrar en contacto con el movimiento izquierdista del país hués ped, y revelarle su verdadera función. Así, en las discusiones universitarias, el enviado de la guerrilla no tardó en captar la atención de David. En esa misma época, el propio Posadas estaba en México asesorando al POR (T), y también él fue presentado a Granados, al que con el tiempo logró ganar para su causa. A su vez, por razones que discutiré más adelante, Posadas empezó a acariciar la idea participar con su partido en la lucha armada guatemalteca. Para David, entonces militante de la LOM, la perspectiva de militar en un movimiento armado bajo la bandera del trotskismo, combinada con la presencia carismática de un líder internacional como Posadas, tuvo un poderoso efecto, de manera que cuando Granados ingresó al POR (T), él también decidió hacerlo. Para ello hubo romper con la LOM, dirigida por Navarrete y por su hermano Manuel, a cuyos miembros empe22
Según Barry Carr (op. cit.), David también formaba parte de un importante colectivo estudiantil de izquierda en la facultad de economía, llamado Grupo Linterna. Según Manuel Aguilar Mora, el nombre de este grupo era Rojo y Negro. 23 Entrevista con M. Aguilar Mora, diciembre de 2005 24 Según Alexander (op. cit ), en ese punto Granados era el representante personal de Fidel Castro en la guerrilla guatemalteca. Su fuente fue el excomunista guatemalteco Carlos Manuel Pellecer. No es posible verificar esta afirmación.
zó a considerar como intelectuales diletantes y poco serios. Así, con apenas 23 años, David Aguilar Mora quedó, junto con Felipe Galván y Vidal Solís, al frente del grupo posadista y al poco tiempo se convirtió en editor del periódico Voz Obrera. Para entonces, con varias decenas de militantes, el POR doblaba el tamaño de la LOM. Poco antes, David había salido de la casa paterna para casarse con la toluqueña Eunice Campirán Villicaña. Ambos jóvenes se habían sido cuadros muy activos de la LOM hasta ese momento, cuando, ante la seducción de participar en un proyecto internacionalista de lucha armada, ambos se pasaron a las filas del POR (T). En la elección de David Aguilar Mora por el posadismo, -una decisión que lo separaría para siempre de su hermano--, bien pudo haber influido una cierta afinidad de personalidad, y no sólo un acuerdo programático. Los militantes del POR , en general menos jóvenes, de extracción más plebeya y menos “intelectual”, eran conocidos por su disciplina, su solemnidad, su desconfianza del academicismo, y su abnegación. Más tarde habrían de demostrar un heroísmo incuestionable, pero tam bién una clara disposición a defender celosamente los dogmas más descabellados por cuestión de disciplina partidista; una manera de hacer política que con el tiempo quedaría asociada más con el maoísmo que con el trotskismo. En este sentido, la militancia del POR (T) llevaba la marca aplastante de la personalidad de su dirigente internacional, el argentino Homero Cristali, mejor conocido por su nombre de partido, J. Posadas (1912-1981). Vale la pena, pues, detenerse en este personaje. Durante su juventud en los años 20, Cristali fue futbolista profesional en el equipo estudiantil de la Plata (e incluso llegó a figurar en las tarjetas coleccionables); en los años treinta fue carpintero y activista sindical; en los años cuartea, ya bajo el seudónimo de Posadas, dirigía un grupo trotskista en la ciudad de Córdoba, y para los cincuenta llegó a ser líder del Buró Latinoamericano de la Cuarta Internacional pablista. Como hemos visto, para los años siguientes ya dirigía su propia versión de la “Cuarta Intern acional”. Solemne, enérgico, demagógico y carente de sentido del humor, Posadas no rechazaba el trabajo duro, pero tampoco los excesos del culto a la personalidad. Según el trotskista argentino Liborio Justo, era capaz de sostener discusiones acaloradas por varias horas, venciendo la resistencia de sus adversarios.25 Incapaz de redactar, había copiado de Trotsky el hábito de dictar sus “escritos” a una grabadora, sólo que sin
mucha preparación ni mucha coherencia, consiguiendo así darles una cualidad espontánea y oral, si bien bastante poco 25
Alexander, op. cit.
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9 articulada y difícil de seguir. No es difícil encontrar en ellos ejemplos de humor involuntario. El contenido de estos “escritos” era en cambio not able por
su capacidad de exponer las predicciones más extraordinarias como si se enunciara una ley física probada e incontestable, y por un optimismo ciertamente impresionista pero capaz de cautivar la imaginación de quién cayera bajo su influjo. El estilo es el hombre. Siempre dispues to a utilizar sus “orígenes proletarios” como argumento de autoridad, especialmente ante sus partidarios provenientes de la intelectualidad acomodada, 26 con un largo cabello canoso y lacio, Posadas recordaba a todo mexicano la apariencia física atribuida al cura Hidalgo. Su muy especial carisma y sus poses radicales le permitieron conquistar la lealtad a toda prueba de pequeños grupos en muchos países, incluyendo a individuos mucho más dotados que él mismo; individuos honestos y abnegados, muchos de ellos brillantes, que estaban dispuestos a dar la vida por la causa de la revolución obrera y el socialismo, pero que en cambio eran incapaces de cuestionar las más descabelladas proposiciones de su líder, a quien rendían un verdadero culto. De hecho, sus partidarios llevaban consigo una grabadora incluso a las comidas para captar las “geniales” conversaciones del mae stro, que podían versar sobre los más diversos temas y a veces eran publicadas como folletos. 27 Basta leer los documentos publicados en la Revista Marxista Latinoamericana para darse cuenta que esto no es una exageración. Por ejemplo, al final de un informe típico del Comité Central de la sección italiana de los años sesenta, leemos: “¡Viva el camarada Posadas, la expresión más elevada
del marxismo en esta época, organizador y dirigente de la Cuarta Internacional, y continuador del pensamiento, tarea y función histórica de Marx, Engels, Lenin y Trotsky!”
28
Como veremos más adelante, tanto en el programa político como en el estilo personal, Posadas era en muchos sentidos una versión exagerada y caricaturizada de Michel Pablo. Una de las posturas más controvertidas y características del posadismo consistía en llamar a los Estados obreros de China y la URSS a comenzar una gue rra nuclear “preventiva” contra el imperialismo estadounidense. De ese modo, según Posadas, la revolución mundial no podría triunfar sin pasar por la incineración indiscriminada de la población civil estadounidense. El Buró Latinoamericano era el resultado de una militancia abnegada y un líder trastornado. De este material estaba formado el POR en los años sesenta cuando se embarcó en la empresa más ambiciosa de su historia: su incorporación a la guerrilla guatemalteca de Marco Antonio Yon Sosa, la única ocasión en la que un grupo trotskista mexicano se involucró directamente con la lucha armada.
Como señalé antes, el contacto de los posadistas mexicanos con la guerrilla guatemalteca inició alrededor de 1963, por medio del reclutamiento de Francisco Amado Granados, que al momento de entrar en contacto con el POR residía en la Ciudad de México en calidad de enlace internacional de la guerrilla. 29 La amante y mecenas de Granados, Alicia Echeverría, quien años antes fuera la novia juvenil y la confidente del poeta Jorge Cuesta, cuenta en sus memorias cómo ella y “P aco” (Granados) conocieron a los jóvenes militantes del POR y cómo éstos, en el proceso de reclutar a Granados, los invitaron a participar en una escuela de cuadros que el partido organizó en una casona que habían alquilado en Cuernavaca: Permanecimos dos semanas reunidos, un grupo como de 20 personas entre hombres y mujeres, estudiando, leyendo los diarios para analizar la situación internacional y escuchando conferencias que nos daban los dirigentes del partido. Había algunos sudamericanos que tenían varios años de experiencia partidaria y que nos dirigían las actividades. Fue una experiencia extraordinaria por el orden y el respeto que imperaba; todas las tareas, incluyendo las de cocinar y limpieza, se hacían por comisiones formadas sin distinción de sexo. No se presentaban coqueteos entre muchachas y muchachos; había un gran sentido de convivencia, de entrega total [...]. Esta experiencia con ellos fue muy provecho sa para implantar más tarde la misma disciplina y rectitud en nuestro movimiento guerrillero.30 Los recuerdos de Alicia Echeverría son punzantemente frívolos (más adelante habla de cómo les preparaba coq au vin a los prisioneros de la guerrilla), pero no dejan de tener cierto interés para dar una idea de la apariencia que el POR presenta ba ante los ojos de personas ajenas al movimiento. Pese a la sincera admiración de la autora, el pasaje citado refuerza la fama que el posadismo tenía entre la izquierda en cuanto a su puritanismo en lo referente a enviados desde Cuba a la revista estadounidense Monthly Review de Paul Sweezy durante la “crisis de octubre” de 1962. Estos militantes llegaron a Gu atemala con la intención no de fundar una sección guatemalteca independiente, sino de unirse a las FAR e influenciarlas con su programa. Así pues, el POR (T) mexicano, la sección de una internacional trotskista en una sociedad muy dinámica y más o menos industrializada cuestiones sexuales, un ascetismo que era presentado como una forma de abnegación revolucionaria. Por otra parte, la referencia a los experimentados dirigentes sudamericanos sugiere la presencia de “comisarios” de la Intern acional en aquella escuela de cuadros, uruguayos o argentinos, como Oscar Fernández Burno, Guillermo Almeyra o el propio Posadas. 29
26
Entrevista con Carlos Sevilla, febrero de 2003 Según Carlos Ferra, ése fue el caso de un folleto que recogía una extensa disertación que Posadas había dado en una escuela 27
de cuadros de los años sesenta sobre “los perr os y los gatos”. 28
RML no. 13, julio de 1967
Alexander (op. cit. )afirma que el contacto de los posadistas con la guerrilla inició en 1962 por medio de un grupo de exiliados guatemaltecos que había pasado por la LOM para des pués unirse al POR. No me ha sido posible encontrar más referencias sobre este grupo . 30 Echeverría, Alicia, De burguesa a guerrillera, Joaquín Mortiz, México, 1986
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10 El hecho es que, en 1963, el guerrillero guatemalteco Francisco Granados conoció a los militantes del POR en México, se impresionó con sus conocimientos y su abnegación y fue ganado a su política. Es necesario discutir brevemente la naturaleza política de la guerrilla guatemalteca en el momento en que los posadistas entraron en contacto con ella. Al principios de los años sesenta, Guatemala estaba sumida en una brutal dictadura militar apoyada por Estados Unidos que en 1954 había derrocado al régimen progresista de Jacobo Arbenz. El 13 de noviembre de 1960, militares nacionalistas de izquierda como Marco Antonio Yon Sosa, Luis Augusto Turcios Lima y Augusto Vicente Loarca intentaron derrocar a la dictadura pro-yanqui e iniciaron un movimiento armado nombrado como la fecha de su insurrección, pero fracasaron y se vieron forzados a esconderse. Para 1962, el estalinista Partido Guatemalteco del Trabajo ( PGT), asociado con las direcciones cubana y soviética, había decidido apoyar al movimiento armado, suministrándole una dirección política. De esa fusión nacieron en 1962 las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias ( FAR ), en las que el ex teniente Yon Sosa conservó el mando militar. Impactado por la experiencia del golpe de estado de 1954, el PGT fue uno de los pocos PCs latinoamericanos en adoptar la táctica armada, pero sin que esto alterara su visión estratégica general “etapista”. Así, la línea militar de este partido, y en consecuencia de las FAR , consistía en organizar fuerzas guerri-
lleras sobre la base de un programa nacional-democrático amplio, sin ninguna referencia explícita al socialismo, para conservar el apo yo del ala “antiimperialista” de la burguesía nacional. En ese sentido, era una aplicación típica del esquema estalinista de revolución democrática primero, revolución socialista después, con la particularidad de que en Guatemala incluso esta fase democrática requería un movimiento clandestino y armado. Al mismo tiempo, el PGT garantizaba la adhesión de la guerrilla a su línea política por medios no solamente ideológicos, pues, mediante sus “redes solidarias”, el partido monop olizaba el acceso al apoyo en las ciudades y en el extranjero, y con él a los fondos y a las municiones, por lo que los líderes militares del movimiento armado debían mantenerse disciplinados a su línea. La participación de los posadistas en la guerrilla habría de cambiar esa orientación. En 1964, Francisco Granados, entusiasta y recién ganado al posadismo, se mudó de vuelta a Guatemala para reincorporarse a la guerrilla en calidad de comandante del frente urbano. Entonces el POR mexicano decidió aprovechar este contacto y mandar a Guatemala a gran parte de su dirección, incluyendo a David Aguilar Mora, editor de Voz Obrera, a Felipe Galván y a Evaristo Aldana, entre otros.31 A ellos se sumaron en Guatemala cuadros internacionales del Buró Latinoamericano, como el periodista argentino Adolfo Gilly, que para entonces ya era famoso internacional-
mente por sus artículos como la mexicana, prácticamente decidió disolverse en una guerrilla campesina, entonces animada por un programa democrático-nacionalista, en un pequeño país vecino que apenas tenía una clase obrera significativa, todo ello sin dejar de predicar la importancia de los conceptos fundamentales del trotskismo tradicional: la necesidad del “Partido”, la centralidad del proletariado, el internacionali smo, la revolución permanente, etc. Esta actitud contradictoria, que desgarró entre sus dos polos todo el trabajo de los posadistas en Guatemala, no era resultado de una maniobra hipócrita por parte del POR , sino que se desprendía de la concepción programática de Posadas y de su entendimiento particular de la revolución permanente. En el siguiente apartado desarrollaré este punto. Volvamos, pues, a Guatemala. Gracias a su eficiente tra bajo en los sectores de propaganda, contactos internacionales y retaguardia urbana, los cuadros mexicanos del POR establecidos en Guatemala lograron influenciar a Yon Sosa y partici par en la dirección de su movimiento. Más aun, con su capacidad para el trabajo político urbano y sus contactos internacionales, los trotskistas brindaron a la guerrilla medios de acceso alternativos a fondos y municiones que antes sólo podía conseguir a través del PGT. La influencia de los militantes del POR (T) cristalizó organizativamente en julio de 1964, cuando Yon Sosa y Loarca rompieron políticamente con las FAR (cuya dirección política retenía el PGT) para fundar una guerrilla propia bajo los auspicios políticos de los posadistas. La nueva guerrilla de Yon Sosa retomó el nombre de Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre ( MR -13), título de la organización que había constituido el núcleo central de las guerrillas hasta la fundación de las FAR en 1962, y que, como vimos, fue nombrada así para honrar la fecha de un intento de golpe militar nacionalista. Su línea política, que ahora sí reivindicaba explícitamente al socialismo como su fin, fue una de las primeras en encarnar muchos de los aspectos del programa que en adelante sería conocido como “guevarismo”. Se trat aba de una versión más radical de la línea castrista oficial, según la cual, las guerrillas debían estar conformadas por la vanguardia revolucionaria y abiertamente socialista, cumpliendo la función de dirección política en lugar de un partido de masas. El documento que codificó la evolución del grupo de Yon Sosa fue la llamada “Declaración de la Si erra de las Minas”,
aprobada en diciembre de 1964 en el campamento guerrillero de Las Orquídeas. Así, en 1964 y 1965 el MR -13 publicó el periódico Revolución Proletaria, que llegó a salir con una frecuencia quincenal y cuya línea expresaba íntegramente la política de la “Cuarta internacional” posadista. Felipe Galván fue encargado de la importante misión de introducir armas para la guerrilla, hasta que en 1965 fue capturado por el ejército guatemalteco y encarcelado.
31
Según Adolfo Gilly, (“Guerrilla, programa y partido en Guatemala” No.3, abril- junio de 1978.) “Así se incorpor aron a
la guerrilla guatemalteca, entre 1963 y 1965, por lo menos cinco dirigentes del trotskismo mexica no”
Naturalmente, la guerrilla exigió de los posadistas mexicanos toda su energía y abnegación. Ese mismo año, David Aguilar Mora fue capturado por las autoridades mexicanas en
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11 Tapachula, Chiapas, y trasladado a los sótanos de Gobernación en la Ciudad de México, donde fue retenido por unos días y donde los agentes mexicanos los torturaron a manera de “a dvertencia”.
Sin embargo, la advertencia no tuvo efecto, e inmediatamente el joven activista volvió a Guatemala para reincorporarse a la guerrilla. Esta vez, el POR aprobó enviar junto con él a su esposa, Eunice Campirán. Así pues, el MR -13 no sólo había roto con la línea de apoyo a la “burguesía nacionalista” que sostenía el PGT, sino que era co-dirigido por cuadros trotskistas e incluso se atrevía a endosar un periódico abiertamente trotskista. 32 Este logro inusitado se lo explicaba Adolfo Gilly al mundo entero desde las páginas del Monthly Review, con el que seguía colaborando desde Guatemala, así como las de otras publicaciones izquierdistas de amplia difusión, como el famoso semanario Marcha de Montevideo. La perspectiva del posadismo de unirse a la guerrilla nacionalista para participar en su evolución al socialismo proletario e internacionalista – al que estaba objetivamente predispuesta-- parecía estar realizándose al pie de la letra. Mientras tanto, en México, el POR tuvo que formar una nueva dirección en torno a cuadros menos experimentados, como Francisco Colmenares. Al mismo tiempo, el prestigio que el partido había adquirido en su propio país debido a su heroico trabajo en Guatemala le permitió desarrollar una membresía de cerca de un centenar de militantes, concentrados en la Ciudad de México y el puerto petrolero de Poza Rica. 33 Como hemos visto, sólo el sector más avanzado de la guerrilla guatemalteca aceptó la tutela trotskista, pues el resto se mantuvo fiel a su línea anterior. Así, sustituyendo a Yon Sosa al frente de lo que quedó de las FAR , (“las segundas FAR ”), quedó su antiguo segundo, Luis August o Turcios Lima, que no se consideraba a sí mismo comunista, pero era más disciplinado a la línea del PGT y de Fidel Castro. Expresando fielmente su programa de “revolución por etapas”, aun en medio de la más feroz represión est atal, esta
ala seguiría apoyando electoralmente al candidato capitalista que considerara representante de la “bu r guesía progresista”, como fue el caso con el “liberal” Julio Cesar Méndez Mont enegro en las elecciones de 1966. Ese año marcaría una derrota decisiva para ambas alas de la guerrilla, pero especialmente para los trotskistas de procedencia mexicana. El primer golpe que recibieron los posadistas ese año fue de naturaleza política y vino desde la isla de Cuba. En su mensaje a la Conferencia Tricontinental --una reunión internacional de los movimientos de liberación del mundo neocolonial-de enero de 1966, Fidel Castro, en su calidad de líder moral del movimiento guerrillero latinoamericano, recurrió al viejo 32
. Idem Entrevista con Carlos Ferra, enero de 2006
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estilo estalinista al atacar explícitamente al trotskismo como un “vulgar instrumento del imperialismo y de la rea cción”. En particular, sus ataques estaban dirigidos a los pos adistas del POR cubano (que se encontraban proscritos en la isla) y a la relación del MR -13 guatemalteco con los posadistas mexicanos. Las declaraciones de Castro, internacionalmente muy difundidas, pusieron una presión extraordinaria sobre Yon Sosa para que se deshiciera de sus asesores trotskistas y volviera a disciplinarse a la línea del PGT.34 En esa época, la contradicción entre la línea guevarista avant la lettre del Buró Latinoamericano, y su violenta hostilidad reciproca hacia la persona y el régimen de Fidel Castro se tradujo en una extraña convicción en la mente de Posadas: la certeza absoluta y un tanto paranoica de que Castro había mandado matar o al menos encarcelar al Che Guevara, seguramente porque éste se había vuelto trotskista. Sólo así se explicaba la súbita ausencia del famoso guerrillero en el go bierno cubano. En realidad, en ese punto, el Che se encontraba asesorando guerrilleros en el Congo. Esto no impidió que los partidarios de Posadas se hicieran famosos en el mundo entero por defender la teoría del asesinato del Che por Fidel, como si fuera una cuestión de principio, incluso después de la verdadera muerte de Guevara en octubre de 1967 a manos del ejército boliviano. Fuera de Guatemala, las declaraciones anti-trotskistas de Fidel Castro en la Tricontinental tuvieron el efecto de aislar a los miembros del Buró Latinoamericano dentro de la izquierda, dejándolos más vulnerables a la represión estatal. Ni las heroicas muertes de los cuadros posadistas pudieron contrarrestar la calumnia castrista de ser “agentes del i m perialismo”. Incluso la otra organización trotskista que operaba en México --la LOM, dirigida por el hermano de David, Manuel Aguilar Mora-- volvió la espalda a los posadistas bajo el ataque de Castro. Como hemos visto, este grupo formaba parte del Secretariado Unificado, un bloque internacional entre los mandelistas europeos y el SWP estadounidense formado sobre la base de su común admiración a la dirección cubana. Así pues, en 1966 el Secretariado Unificado dirigió una carta abierta a Fidel Castro (publicada México en abril por la LOM) en la que, lejos de solidarizarse con la Internacional de Posadas, se deslindaba de ella, e informaba al comandante que su organización, y no la de los posadistas, era la verdadera encarnación del trotskismo, por lo que sus ataques en la Tricontinental estaban terminológicamente equivocados: Ud. sabe que las posiciones irresponsables de este grupo [ sc. el Buró Latinoamericano posadista] no son
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La andanada de Castro contra el MR-13 obedecía en buena medida a un cambio en la relación de fuerzas política dentro de la dirección cubana: el ala más radical, representada por el Che Guevara, había perdido influencia, y los castristas ponían todo su énfasis en el movimiento de masas meramente “pr ogresistas” por sobre los focos de vanguardia, modelo represe ntado por la guerrilla de Yon Sosa, entre otras.
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12 en lo más mínimo las posiciones de la Cuarta Internacional.35 Apenas unos meses después, cayó un segundo golpe, mucho más dramático, sobre los militantes del POR . En un monstruoso operativo an tiguerrillero conocido como “el crimen de los 28” llevado a cabo durante los prim eros días de marzo de 1966 con el fin de decapitar tanto a las FAR y al PGT como al MR -13, Francisco Amado Granados y Eunice Campirán, entre otros, fueron apresados en la ciudad de Zacapa, torturados salvajemente y asesinados por el ejército guatemalteco. Esta criminal ofensiva por parte del ejército --que comenzó gracias a la traición de un miembro del PGT a la embajada norteamericana 36-- incluyó también la ejecución de dirigentes como el secretario del PGT Víctor Manuel Gutiérrez y parientes cercanos de Yon Sosa, como Iris Yon Cerna y Carlos Sosa, así como a un hermano del futuro dirigente de las FAR , César Montes. Estos militantes, asesinados bajo el gobierno del coronel Peralta Azurdia, fueron los primeros de la larga lista de desaparecidos por la sangrienta guerra sucia guatemalteca. David Aguilar Mora, que estaba desaparecido desde el diciembre anterior, según se supo después, también había sido asesinado. Los cuerpos fueron arrojados al mar en aviones militares. David estaba por cumplir los 26 años y Eunice, que estaba embarazada, tenía apenas 23. 37 Ahora se sabe que David Aguilar Mora había sido ejecutado en diciembre del 65, unas pocas semanas antes de que Castro lo acusar a, a él y a sus camaradas, de ser vulgares “in strumentos del imperia lismo”. El hermano menor de David y futuro escritor, Jorge Aguilar Mora, y Ángel Campirán, padre de Eunice, se trasladaron a Guatemala para inquirir por la suerte de los dos jóvenes y tratar de salvarlos, pero no lograron nada. Según cuenta Jorge, el embajador mexicano, cuyo nombre no registra, le dijo francamente: “me importa una chingada lo que le pase a tu he rmano”.38 Esta actitud descaradamente indiferente a la suerte de dos ciudadanos mexicanos asesinados ilegalmente por un gobierno extranjero correspondía a la del Estado mexicano, pues no se trataba de ciudadanos comune s, sino de “subversivos”.
Como hemos visto, sin embargo, este ambiente de represión exacerbada no impidió que el PGT y las FAR decidieran en esas mismas semanas dar su apoyo electoral a Julio Cesar Méndez Montenegro, que en los próximos años dirigiría la represión con una brutalidad hasta el momento inusitada.
El “crimen de los 28” y el mensaje de Castro a la Trico n-
tinental marcaron el fin del idilio de los posadistas y Yon Sosa. Como mostraron los acontecimientos subsecuentes, la evolución del MR -13 hacia el socialismo proletario no era tan irreversible como se imaginaban los miembros del POR . En realidad, esta evolución se explicaba por la autoridad personal que los militantes trotskistas habían logrado en la dirección de la guerrilla, y no fundamentalmente por una predisposición objetiva o estructural de los guerrilleros al trotskismo. Poco después, Galván, que había estado preso desde antes --lo cual probablemente lo salvó de caer ilegalmente ejecutado--, fue deportado de vuelta a México. Al poco tiempo abandonaría las filas del trotskismo y pocos años después, en enero de 1973, moriría en un oscuro accidente aéreo junto al líder campesino priísta Alfredo V. Bonfil, con quien Galván colaboraba entonces. 39 del “crimen de los 28”
En abril de 1966, con los principales dirigentes posadistas muertos, presos o deportados, Yon Sosa y el resto de la dirección del MR -13 finalmente cedieron ante la presión de Castro y decidieron expulsar de sus filas a los trotskistas sobrevivientes. El pretexto fue el supuesto descubrimiento de que Gilly (que operaba bajo el seudónimo Tury), Granados, Aldana y otros dos posadistas habían destinado parte de los fondos que la guerrilla había obtenido en “impuestos forzosos a la bu rguesía”, a su organización internacional sin la aprobación del
comandante Yon Sosa. Para juzgar a los tres posadistas que seguían entre sus filas (bajo los seudónimos de Tomás, Roberto y Evaristo [¿Aldana?]), la guerrilla constituyó un “tribunal popular” presidido
por el propio Yon Sosa, donde la sentencia de ejecución era una posibilidad muy real. En lugar de negar los cargos, los acusados explicaron su contenido político con un criterio internacionalista. Después de todo, la guerrilla y la Internacional posadista estaban en plena solidaridad política, y designarle a la segunda parte del dinero de la primera (y viceversa) era una práctica común, o en todo caso, no era ningún crimen; estaban destinando los recursos al mejor interés de la revolución guatemalteca y mundial. Finalmente, el tribunal reconoció que los acusados no ha bían usado el dinero en provecho propio y los absolvió de ser ejecutados, pero no aprobó sus fines políticos y decidió expulsarlos de sus filas y romper definitivamente con cualquier versión del trotskismo. 40 Según el recuento que doce años
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Cuarta Internacional No. 5, abril de 1966 Macías, Julio Cesar, La guerrilla fue mi camino 37 En marzo de 2003 la investigadora Ángeles Magdaleno hizo público un informe policiaco de 1965 firmado por Fernando Gutiérrez Barrios en el que se revela que el gobierno mexicano estaba al tanto del secuestro de David Aguilar Mora desde entonces, y que no hizo nada para obtener su liberación ni para 36
salvar su vida. Ver: Aguilar Mora, Manuel, “Un mexicano, el primer desaparecido de América Latina,” revista Milenio, 29
de septiembre de 2003 38 Aguliar Mora Jorge, Una muerte sencilla, justa y eterna, Era, México, 1990
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Dado que Bonfil era un priísta disidente y muy popular, no
está descartado que su muerte no haya sido del todo “accide ntal”. Sería una triste paradoja q ue Galván, el ex guerrillero
trotskista que sobrevivió de milagro a la dictadura guatemalteca, hubiera muerto asesinado por el gobierno mexicano poco después de renunciar a la política radical y unirse al partido oficial. 40 Según la versión oficial del movimiento guerrillero castrista (y de la izquierda no trotskista en general), los acusados fueron encontrados culpables de todos los cargos y sólo se salvaron de la ejecución gracias a la legendaria generosidad de Yon
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13 después publicaría Adolfo Gilly en la revista Coyoacán, como gesto de confianza personal, Yon Sosa les permitió a los acusados conservar sus armas y hasta les pidió que colaboraran en la redacción de una última declaración antes de escoltarlos de vuelta a la frontera mexicana, lo que demuestra que la ruptura ocurrió en medio de un ambiente de solidaridad y camaradería de compañeros de armas. En agosto de 1966, la otra organización trotskista mundial, el Secretariado Unificado – rival de los posadistas-- publicó en su revista Cuarta Internacional un recuento de este juicio y, sorprendentemente, declaró su “solidaridad incondicional” no con los trotskistas expu lsados, sino la purga política de Yon Sosa. 41 En todas estas polémicas, la prensa del S.U. frecuentemente caracterizaba a la tendencia posadista co mo “secta ultraizquierdista”. Si bien es innegable que e n su forma organizativa la tendencia posadista tenía muchas características evidentes de una secta, la asunción de que estos rasgos organizativos descansaban en una política subya cente “ultra-izquierdista” se hacía un poco a la ligera y — aun desde el punto de vista de los mandelistas — no resulta una descripción adecuada, como quedaría demostrado en la actitud electoral del POR durante la siguiente década, con la que esta tendencia demostró estar muy a la derecha del S.U.
mularon un combate con la intención de quedarse con los fondos.43 Para el posadismo mexicano, sin duda aquel abril de 1966 fue el mes más cruel. Mientras sus cuadros eran asesinados por el ejército guatemalteco, estigmatizados por Castro y ex pulsados por sus camaradas del MR -13 en Guatemala, en el propio México el gobierno de Díaz Ordaz arrestaba a ocho dirigentes del POR , entre ellos al obrero argentino Oscar Fernández Bruno, que militaba en el partido mexicano como representante de la Internacional posadista, a su compañera Teresa Confreta y al ya célebre Adolfo Gilly, que acababa de llegar de Guatemala en una misión para obtener recursos para la guerrilla. Después de tres días de golpes y torturas, los detenidos fueron acusados de conspirar para derrocar al gobierno, exclusivamente sobre la base del programa político que defendían. En sus declaraciones de defensa de 1966 y 1969, 44 que más tarde fueron publicados como parte de un libro, Gilly negaba los cargos de conspiración, pero reivindicaba su militancia revolucionaria, exponía sus principios internacionalistas y volvía el proceso contra sus acusadores, amenazándolos valerosamente con la revolución venidera: Si es por el ‘delito’ de defender ese programa y
esas ideas que nos juzgan y nos han impuesto las sentencias brutales que fija la sentencia del juez inferior, les decimos que vamos a seguir cometiéndolo, dentro de la cárcel y fuera de ella, y que por lo tanto deberán condenarnos a cadena per petua…. Por eso este juicio, como todo proceso a las ideas, es un fracaso completo. Ustedes son los acusados y los derrotados, no nosotros. ¡Vamos ganando, señores, vamos ganando en México y en todo el mundo, y ustedes están vencidos! Ni con procesos, ni con cárceles, ni con masacres ni con nada pueden detener o impedir esta victoria futura de la revolución mexicana y mundial.45
En medio de esta áspera polémica entre las dos tendencias trotskistas, debió ser particularmente duro para Manuel Aguilar Mora enterarse de que su hermano menor, David, había sido asesinado. El último encuentro entre los dos había terminado, naturalmente, en una violenta discusión política. Como hemos visto, en esa época el periódico que Manuel editaba se distanciaba del trotskismo de los posadistas frente al ataque de Castro como una mera “secta ultra -izquierdista” de “posici ones irres ponsables”. Con los posadistas excluidos, el MR -13 inició su reacercamiento con el PGT y con las FAR castristas, ahora dirigidas por el célebre César Montes (Macías). 42 El periódico trotskista del MR -13, Revolución Socialista, sencillamente dejó de aparecer conforme el movimiento se disciplinaba a la dirección castrista. Ese mismo año, fatídico para todas las alas de la guerrilla guatemalteca, Luis Augusto Turcios Lima había muerto en un accidente automovilístico. Apenas cuatro años después, en mayo de 1970, Yon Sosa caería asesinado en Chiapas junto con su compañero indígena Socorro Sical, cuando se dirigían al Distrito Federal para trasladar fondos de la guerrilla a sus organizaciones solidarias. Aparentemente, fueron ejecutados por oficiales del ejército mexicano que siSosa. Véase por ejemplo La guerrilla fue mi camino de Julio César Macías, o De burguesa a guerrillera de Alicia Echeverría. 41 Alexader, op. cit. p. 211 42 Según el propio César Montes, su grupo recompensó con una “fuerte cantidad de dinero” al grupo de Yon Sosa al ent erarse de que había expulsado a los trotskistas de sus filas. Macías, La guerrilla fue mi camino Edisur, Guatemala, 1997
Aprovechando el gran prestigio intelectual de Gilly, los posadistas organizaron una campaña mundial para su defensa, incluyendo cartas de protesta de varios destacados intelectuales, como Jean Paul Sartre, Bertrand Russell y, de manera muy significativa, Octavio Paz. Dada su abrumadora influencia sobre la vida cultural mexicana del periodo que abarca este trabajo, vale la pena dedicar aunque sea unas líneas a referir la relación de Octavio Paz con el trotskismo. El poeta mexicano siempre tuvo muy presente la referencia de Trotsky como exponente del marxismo y como mártir político, como lo atestigua por ejemplo la mención que hace
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Ibid . El que la sentencia fuera dictada finalmente en 1969, causó la confusión de Robert Alexander ( op. cit .), que implica equivocadamente que Gilly y sus camaradas fueron apresados ese año. 45 “Defensa política”, publicada en A. Gilly, Por todos los caminos (1) 44
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de él en su célebre poema de 1957 “Piedra de sol”. El mane jo que hacía Trotsky de la dialéctica dejó una clara huella no sólo en el pensamiento filosófico de Paz sino incluso en su estilo literario. De hecho, Paz debía mucho de su concepción política a su contacto temprano con medios intelectuales semitrotskistas, en torno personalidades como los surrealistas Breton y Peret y el escritor revolucionario Víctor Serge, que vivió sus últimos años exiliado en México. El de estos intelectuales era un “trotskismo” muy heterodoxo, de vena más bien “ét ica”, diletante aunque no por ello menos dramático, y acentu adamente antiestalinista, hasta el grado de ser antisoviético. Para Paz, que en su juventud simpatizó brevemente con el comunismo oficial, ese contacto con la crítica radical al estalinismo fue curiosamente el punto de partida en una marcada evolución liberalismo de derecha a partir de los años setenta. Con todo, y pese a su cada vez más marcada hostilidad a los movimientos de izquierda a partir de entonces y su acercamiento a la “cultura oficial”, Paz mantuvo un muy abierto
respeto intelectual por Trotsky y por algunos de sus seguidores, en particular por Adolfo Gilly. Éste a su vez le correspondió con una franca admiración, lo que nunca impidió el expresar sus cruciales diferencias de opinión. 47 Puede decirse mucho más de la influencia de Trotsky en la vida intelectual mexicana vía Octavio Paz, pero eso nos alejaría demasiado del tema de este trabajo. El hecho es que en 1966, mientras gente como el liberal Paz defendía elocuentemente a Gilly, la mayor parte de la izquierda organizada, incluyendo al Secretariado Unificado, se mantuvo prácticamente indiferente a la persecución de los posadistas. Gilly pasó seis años en la cárcel de Lecumberri, antes de ser absuelto por un tribunal pocos meses antes de completar la sentencia. Tras el fin del episodio guatemalteco, y en medio de la represión, el POR (T) perdió gran parte de su capacidad política y naturalmente empezó a perder militantes. Con los fundadores ya viejos y parte de la dirección destruida por la represión estatal, lo que quedó del partido tuvo que reorganizarse bajo la dirección de Francisco Colmenares. III LOS TROTSKISTAS “A GOGÓ” O LA INTERNACIONAL PABLISTA DESPUÉS DE PABLO
(1964-1967) Veamos brevemente cuál fue el destino de los otros trotskistas mexicanos, los de la LOM, en ese mismo periodo. Durante los años sesenta, la actividad de este grupo contrastaba en varios aspectos con la del resto de la izquierda mexicana más tradicional, y no sólo en aspectos programáticos. En primer lugar, giraba en torno a la propaganda, con la producción de El Obrero Militante como su principal actividad; en segundo lugar, el contenido de esta propaganda era marcadamente distinto al del resto de la prensa izquierdista, pues estaba dominado por artículos teóricos de alto nivel (fir-
14 mados por gente como George Novak, Joseph Hansen y Ernest Mandel) que otras organizaciones no consideraban “accesi bles” para un público obrer o, artículos que además eran internacionales tanto en su origen como en su tema; finalmente, era una organización dominada numéricamente por jóvenes intelectuales, no por obreros. Si bien, teóricamente, la organización mantenía una orientación política ortodoxamente proletaria, en cuanto a composición sociológica la LOM fue una precursora de la cualidad juvenil que habría de caracte rizar a la “Nueva Izquierda” de los años sesenta. Debido al trato distendido y fresco de Manuel Aguilar Mora y Carlos Sevilla, los solemnes miembros del POR (T) los llamaban despectivamente “los trot skistas a gogó”.
Si bien el contacto internacional de la LOM en esa época se daba centralmente a través del SWP estadounidense, la dirección ideológica (y después también la dirección política directa) del Secretariado Unificado recaía especialmente sobre el grupo europeo en torno a Ernest Mandel, quien a partir de entonces se convertiría en la figura internacional más influyente en el trotskismo mexicano de la segunda mitad de siglo. Dotado de una inteligencia sutil y de una erudición impresionante, Ernest Mandel (1923-1995) fue conocido y admirado muchísimo más allá del rango de los militantes de su tendencia, e incluso más allá del trotskismo. Así, especialmente a partir de mediados de la década de 1960, Mandel era bien recibido tanto en las universidades latinoamericanas y euro peas como en las conferencias de planificación del gobierno revolucionario cubano. 48 Al mismo tiempo, esa misma fama lo hacía el blanco personal más visible de la paranoia de los gobiernos siempre que éstos se sentían amenazados. Para los medios de comunicación derechistas, Mandel era la personificación mis ma de la “amenaza trotskista”, por lo que en dif erentes puntos encontró su ingreso prohibido en Estados Unidos, la Unión Soviética, el este de Europa, Francia, Alemania y España, cosa que sólo contribuyó a ampliar su fama. Si bien no exento de orgullo personal, Mandel gozaba de suficiente confianza en sí mismo como para no buscar dentro de su propio movimiento una autoridad personal férrea como la de Michel Pablo, Nahuel Moreno o Jack Barnes, ni mucho menos como la de Posadas. A diferencia de estos líderes políticos carismáticos, Mandel era un pensador introvertido y de difícil trato personal. En la dirección de su tendencia siempre estuvo rodeado de un colectivo de individuos notables — como el francés Pierre Frank (1906-1984) y el italiano Livio Maitan (1923-2004) — por sobre el que él mismo no destacaba más que como “el primero entre pares”. Fue en realidad este cole ctivo el que siempre dirigió la tendencia a la que por convención llamo “mandelismo”. Ideológicamente, Mandel se describía a sí mismo como 49 “marxista ortodoxo”. Una buena parte de sus escritos son efectivamente exposiciones pedagógicas de las concepciones económicas de Marx, de los análisis políticos de Trotsky, etc.50 Para muchos, Mandel representaba la defensa a ultranza 48
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Paz, Octavio Libertad bajo palabra, Ediciones Cátedra, Madrid 1998 47 Ver: Paz, “Buorcracias celestes y terrestres” en El ogro filantrópico, Joaquín Mortiz, México 1979.
Gilly, Adolfo “Ernest Mandel: memorias del olvido” en
Pasiones Cardinales Ediciones Cal y Arena, México 1995. 49 E. Mandel, Marxismo abierto 50 Las aportaciones originales de Mandel a la economía fueron la teoría del “neocapitalismo” y el desarrollo de la noción de
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15 de la centralidad de la clase obrera, la necesidad de un partido de vanguardia, el internacionalismo, la lucha de clases; en otras palabras, el socialismo del proletariado de los países industrializados.51 Sin embargo, desde 1951 su carrera política estuvo marcada por la contradicción entre sus ideas tradicionalmente proletarias en lo teórico y las concesiones sistemáticas a orientaciones políticas “heterodoxas” que acababan marcando el
rumbo político real de la organización que él dirigía. Así, Mandel fue el abogado “ort odoxo” de líneas políticas muy separadas de la estrategia proletaria clásica, desde el entrismo sui generis de Michel Pablo en la década de 1950 y el “va nguardismo estudiantil” de la Nueva Izquierda en los años s esenta, hasta el guerrillerismo impulsado por Livio Maitan en los años setenta y la orientación electoralista en los ochenta. Su biografía personal ilumina varios aspectos del movimiento trotskista internacional que vale la pena repasar. Hijo de judíos alemanes exiliados, Ernest Mandel fue criado en Bélgica y durante la II Guerra Mundial se unió al movimiento trotskista en compañía de su amigo y maestro Abram León, el brillante teórico marxista de la cuestión judía. En París, el joven Mandel trabajó estrechamente con Michel Pablo, que ya entonces era el principal dirigente organizativo de la Cuarta Internacional. Sobre su relación con el joven belga en esta época, 50 años después Pablo recordaba: Él [ sc. Mandel] vivía en Bruselas y venía clandestinamente a París para nuestras reuniones. Ahí se quedaba en nuestra casa y después regresaba a Bruselas. Tenía hacía mí sentimientos como hacia un padre, y yo hacia él sentimientos como hacia un hijo espiritual. Yo estaba muy orgulloso de la adhesión de Mandel a la Cuarta Internacional. 52
conocido como las “Diez tesis” que no lo atacaba explíc i-
tamente, pero sí afirmaba la perspectiva que el secretario general quería revisar: la necesidad de construir partidos trotskistas independientes. Con sus “Diez tesis”, Germain buscaba convencer a su maestro Pablo, no romper con él. Así, ante la negativa del Secretariado Internacional de adoptar sus tesis, prefirió abandonar su crítica y abocarse a defender la línea oficial. Con el apoyo de Germain, Pablo logró consolidar su mayoría en la Secretariado Internacional. Desde entonces, el belga fue el mejor defensor de lo que sería conocido como “p a blismo”. Como hemos visto, en 1963 el Secretariado Internacional se reunificó con el SWP estadounidense y otros grupos alrededor del mundo para formar el “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional”. La base de la reun ificación fue el giro a
la izquierda de la Revolución Cubana, que de algún modo pareció dar la razón a Pablo sobre el potencial revolucionario de las luchas de liberación nacional, incluso cuando estuvieran dirigidas por movimientos no trotskistas. Sin embargo, el propio Michel Pablo (que estaba preso y había sido sustituido en el cargo de secretario general por el italiano Livio Maitan) no aceptó la reunificación y al salir de la cárcel optó por separarse de la Internacional e irse a Argelia para asesorar al go bierno nacionalista de Ben Bella. Esta vez, sin embargo, la mayoría de la dirección internacional no siguió al griego; tampoco su “hijo espiritual” Ma ndel. A partir de entonces, éste se vio a sí mismo ubicado como el dirigente más acreditado de la nueva organización, con la que sería asociado hasta el final de sus días: el Secretariado Unificado. En el ámbito de la teoría económica, durante los años cincuenta y sesenta Mandel desarrolló la doctri na de las “ondas largas” basada en la obra del economista soviético Krondatiev.
Hacia el final de la guerra, Abram León y Ernest Mandel, ambos judíos y trotskistas, fueron capturados por los nazis. León murió poco después en un campo de exterminio, pero, gracias a la solidaridad inesperada de un soldado alemán secretamente socialista, Mandel logró escapar y sobrevivió. En esa época, una buena parte de la dirección trotskista europea de la generación anterior fue exterminada por la acción conjunta del estalinismo y el nazi-fascismo, por lo que, a diferencia de lo que ocurría en Estados Unidos, la continuidad del trotskismo quedó sobre los hombros de militantes relativamente jóvenes como Pablo y Mandel. Para 1950, Ernest Mandel ya era conocido como “el escr i53 tor más brillante de la internacional”. Cuando en 1951 Pablo presentó su documento “¿A dónde vamos?”, donde hablaba de una época de carácter radicalmente nuevo y planteaba la necesidad de disolver las secciones trotskistas en los movimientos más amplios (los partidos estalinistas en particular), el ortodoxo Mandel, conocido como “Germain”, fue el primero en
oponerse. Como respuesta a Pablo, escribió un documento las “ondas largas” del econ omista soviético Kondratiev dentro
de la concepción trotskista. 51
En su artículo “Memorias del olvido”, A. Gilly contra sta la concepción de Mandel con la de Pablo, que asocia más con las luchas de liberación nacional de las masas neo-coloniales. 52 53
Citado en A. Gilly “Memorias del olvido”
Faver-Bleibtreu, carta a Ernest Germain (julio de 1951)
Entre otras cosas, esta teoría buscaba explicar por qué no ha bía grandes luchas obreras en ese periodo y tendía a justificar en términos “objetivos” una orientación al estudiantado rad ical, muy en voga en esa época. Según escribía Mandel: El ciclo largo que comenzó con la Segunda Guerra Mundial, y en el que nos encontramos todavía – digamos el ciclo 1940-1965, o 1940-1970 — , está caracterizado en cambio por la expansión, que facilitó las negociaciones entre la clase obrera y la burguesía. Así se presentó la posibilidad de consolidar el régimen acordando concesiones con los trabajadores. 54 La masiva participación obrera en el mayo francés de 1968 confirmaría que la “onda larga ascendente” del capit alismo y con ella la época del llamado “vanguardismo estudia ntil”, había terminado. Pero volvamos al grupo mexicano, que entonces se mantenía parcialmente ajeno a estas teorías, y que conservaba una orientación teórica enteramente pro-obrera, si bien en la practica reprensaba justamente esa orientación hacia la “vangua rdia estudiantil” de la Nueva I zquierda. Conforme el grupo crecía, la composición sociológica de la LOM se volvió incluso más marcadamente estudiantil, contando entre sus miembros a unas cuarenta personas de las 54
E. Mandel, Introducción a la teoría económica marxista Ediciones Era, México 1969)
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16 cuales sólo cerca una docena eran obreros (todos ellos electricistas). Esto preocupaba al veterano líder Francisco Xavier Navarrete, cuyos escrúpulos doctrinales le impedían dirigir una organización tan “pequeñoburguesa”. Así, en 1964, Nav arrete propuso una curiosa solución organizativa: para impedir que el origen sociológico de la militancia afectara negativamente el programa de la organización, los miembros de origen genuinamente proletario tendrían voto doble en las deliberaciones de la Liga. “Alday” (Manuel Aguilar Mora), que mil itaba en la célula donde estaban concentrados la mayoría de los obreros, estuvo entre los que votaron a favor de la medida. Sin embargo, la mayoría de la organización estaba com puesta de estudiantes que, dirigidos por Carlos Sevilla, se negaron a ser reducidos a militantes de segunda clase, y en 1965 la escisión estalló. Tras pensarlo mejor, Manuel Aguilar Mora se apresuró a reunirse con Sevilla y la mayoría “est udiantil” de la Liga, mientras Navarrete se quedaba con los
cuadros obreros. También Rafael Torres, Luis Vásquez y su compañera Ana María López quedaron unidos al grupo obrerista que, como veremos más adelante, inmediatamente entraría en contacto con una tendencia internacional rival, dirigida por Gerry Healy y Pierre Lambert. Tras la escisión, ambos grupos conservaron el nombre LOM, si bien el ala estudiantil comenzó a usarlo cada vez menos y para 1968 ya lo había abandonado del todo. DON QUIJOTE Y SANCHO CRUZAN LA FRONTERA En los años que siguieron a la escisión, el contacto del partido estadounidense con sus jóvenes correligionarios mexicanos se hizo necesariamente más estrecho. En 1966 y 1967 dos jóvenes latinos y miembros del SWP estadounidense, Daniel Camejo y Ricardo Hernández, cruzaron la frontera mexicana y entraron en contacto con la LOM de Aguilar Mora y Carlos Sevilla. Sin embargo, tanto sus motivaciones respectivas como sus personalidades políticas eran totalmente diferentes, así como las razones por las que el uno y el otro fueron relevantes en la historia del trotskismo mexicano. Daniel Camejo era el hijo mayor de un próspero empresario venezolano radicado en Estados Unidos. Junto con su hermano menor, Peter (o Pedro), había formado parte del equipo olímpico venezolano del aristocrático deporte de las regatas. Sin embargo, ambos hermanos tenían ideas políticas muy distintas a las de su familia y su clase, y eran también miem bros del Socialist Workers Party trotskista, que también operaba en las universidades de élite. A mediados de los años sesenta, Daniel Camejo vino a México movido por su idealismo, ansioso de participar en el movimiento revolucionario latinoamericano, y rápidamente entró en contacto con la LOM, contraparte mexicana de su propio partido. Grande debió ser su desilusión cuando encontró que el grupo estaba dedicado principalmente a la propaganda marxista y no a la conspiración ni a la guerra de guerrillas. Así, desoyendo los consejos de sus camaradas mexicanos, “Danny” Camejo insistió en actuar independientemente de la LOM y participar en la organización de un grupo armado en
torno a la figura del periodista de origen español Víctor Rico Galán, aun cuando éste no fuera trotskista. 55 Sin embargo, antes de que el grupo armado pudiera concretarse, en agosto de 1966 la policía allanó los locales de la organización donde militaba Rico Galán y lo detuvo junto con varias decenas de partidarios. Meses después, el propio Daniel Camejo fue capturado y encarcelado en Lecumberri. Su hermano menor, Pedro, que pronto se convertiría en uno de los cuadros dirigentes principales del SWP estadounidense, vino a México como parte de la campaña de su partido por liberar a Daniel, pero no tuvo éxito y fue deportado de vuelta a Estados Unidos. Curiosamente, Pedro Camejo sería en la siguiente década uno de los principales impugnadores teóricos de la vía guerrillera en el movimiento trotskista internacional. Si bien los posadistas como Gilly y Fernández Bruno, así como Rico Galán y algunos de sus partidarios, ya se encontra ban en Lecumberri desde un año antes, para cuando Camejo fue capturado, la gran masa de presos políticos estaba aun por venir. Junto con todos ellos, el joven idealista de origen venezolano seguiría preso durante los siguientes cuatro años. Ricardo Hernández, por su parte, era un mexicano de familia humilde de la comarca lagunera que había emigrado a Estados Unidos poco antes. Viviendo en Nueva York, también Hernández había ingresado al SWP, que entonces era uno de los partidos de izquierda más numerosos y bien organizados. En 1967, cuando la Guerra de Vietnam empezaba a ponerse difícil para el imperialismo estadounidense y la amenaza de la conscripción se cernía sobre la juventud trabajadora, el joven emigrante decidió que era momento de dejar Estados Unidos y regresar a su país de origen. Si Daniel Camejo había entrado a México con la intención de empuñar las armas, Ricardo Hernández lo hizo precisamente para evitarlo. El partido estadounidense le había dado la dirección del domicilio de Aguilar Mora en la Ciudad de México, y le había recomendado que entrara en contacto con este “veterano trot skista”. Acostumbrado al SWP, donde el promedio de edad de la dirección rondaba los sesenta años, Hernández no esperaba que el “veterano trotskista” tuvi era su misma edad, y cuando Aguilar Mora abrió la puerta, el recién llegado Hernández preguntó si su padre no estaba en casa. Hernández era un joven muy despierto y astuto, si bien completamente pragmático. Sin ninguna formación académica, tampoco a él le gustó el perfil intelectual de sus camaradas mexicanos, pero aún así se quedo en la LOM. A diferencia de Dany Camejo, que abandonó la política izquierdista poco después de salir de la cárcel, Hernández se quedó y con el tiempo habría de desempeñar un papel clave en la historia del trotskismo mexicano y sus sucesivas escisiones. IV PARÉNTESIS: L A REVOLUCIÓN INTERRUMPIDA DE GILLY Pocos pensadores influenciaron tanto el destino del segundo ciclo del trotskismo mexicano como Adofo Gilly. La intervención decisiva de sus escritos dio forma a este movimiento en 55
Según Alexander (op. cit .), Rico Galán había coqueteado con el POR (t) en 1962, pero no había llegado a unirse, debido a los escrupulos doctrinarios del partido.
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17 dos de sus momentos clave, los momentos en que más directamente estuvo determinado por el curso objetivo de la historia: su etapa heroica de los años sesenta y su disolución masiva en al nacionalismo cardenista en 1988. Sin separarse de sus concepciones propias, que en el fondo se mantuvieron intactas, en ambas circunstancias Gilly pudo convertirse en el vocero de tendencias históricas aparentemente contradictorias. En este capítulo discutiré su aportación a la tendencia trotskista en ese primer momento clave: el de la formación de la cultura política de sus cuadros en medio de la represión estatal y los grandes movimientos estudiantiles y guerrilleros de finales de los años sesenta. Nacido en Buenos Aires en 1928, con una formación académica y unas inquietudes intelectuales sofisticadas que abarcaban desde la historiografía hasta la poesía contemporánea, Adolfo Gilly era un posadista bastante atípico. Proveniente del Partido Socialista argentino, se había unido al trotskismo a finales de la década de 1940 mediante la tendencia posadista, sobre todo por que, en aquella época, la otra tendencia trotskista de Argentina (la de Nahuel Moreno) insistía en una línea intransigente de hostilidad al peronismo. Sin embargo, el grupo de Posadas atraía en general a obreros sin ningún contacto anterior con la cultura universal, gente que aprendería a confiar ciegamente en su líder por deberle a él su contacto con el mundo intelectual y con la historia. En este sentido, Gilly contrastaba fuertemente con sus camaradas. Tal vez fuera precisamente su carácter excepcional dentro de su tendencia lo que paradójicamente le permitió convertirse en su mejor representante y vocero. Su estilo literario — brillante y aforístico pero no frívolo — no puede sino recordar al que caracterizaba la pluma de León Trotsky, a quien en este aspecto Gilly lograba emular con bastante éxito. Así, estando preso en la cárcel de Lecumberri, fue Gilly quien produjo entre 1966 y 1970, en la forma de un libro de historia de la Revolución Mexicana, la mejor expresión teórica de su tendencia: La revolución interrumpida, un libro muy superior a cualquier cosa que haya podido dictar el propio Posadas, y una de las principales aportaciones del trotskismo a la izquierda mexicana específicamente. 56 La concepción de la revolución permanente que compartían los posadistas con todo el bloque pablista (pero que tam bién influenció de diversos modos al SWP, a Mandel y a Moreno) no era la de un programa subjetivo de la vanguardia proletaria, sino más bien la descripción una tendencia objetiva que inexorablemente destinaba a los movimientos nacionales y democráticos del campesinado y del pueblo en general a evolucionar en dirección del socialismo internacionalista. En este sentido, pude llamarse “objetiva”. Esta concepción, que se desarrolló sobre todo a partir de las experiencias de Yugoslavia, China, Cuba y Vietnam, ubicaba en los propios procesos nacionales de las masas de estos 56
Otra aportación teórica, quizá más importante, fue la caracterización del gobierno mexicano post revolucionario como “bonapartismo sui géneris”. Si bien esta concepción fue difu ndida y desarrollada enérgicamente por trotskistas como Aguilar Mora, en realidad es una aportación del trotskismo clásico, originada en el propio León Trotsky en trabajos como “Los sindicatos e n el era de la decadencia imperialista” (1940). Por
ello, lidiar con esto supera los alcances de este trabajo.
países, donde no hubo un proletariado movilizado independientemente ni una vanguardia leninista (i.e. trotskista), la capacidad de trascender la mentalidad democráticonacionalista y así crear Estados obreros. Las frecuentes confrontaciones de los movimientos nacionales y democráticos con las burguesías locales del mundo neo colonial (que salpican toda la historia del siglo XX) eran contadas como confirmaciones positivas de la revolución permanente, aun cuando el proletariado y su vanguardia no figuraran en la imagen. En algunos casos, las direcciones que llevaban estos movimientos a la confrontación con el orden burgués (como el Movimiento 26 de julio) eran, pues, descritas como “trotskistas inconscientes”, una categoría en sí mi sma contradictoria y sin embargo típica en esta concepción de la revolución permanente. Vista con la ventaja de la retrospectiva histórica, parece evidente que esta concepción “objetiva” abstraía estas revol uciones sociales del contexto mundial marcado por la existencia de la Unión Soviética que, con sus gigantescas capacidades industriales y militares, desempeñaba el papel de polo de atracción contrapuesto al imperialismo: un Estado obrero que, siendo el primero del mundo, no pudo surgir más que de una revolución obrera dirigida por una vanguardia leninista. Para los defensores de esta perspectiva “objetiva”, las característ icas episódicas del mundo de la Guerra Fría eran las características fundamentales del mundo capitalista en general. Por ello, la percepción de las revoluciones china, cubana y vietnamita de la que partía esta concepción fue caracterizada por sus críticos como impresionista. Un ejemplo práctico de esta concepción fue la experiencia del POR mexicano de David Aguilar Mora y sus camaradas en la guerrilla guatemalteca. Al sumarse a ella, los posadistas se basaban en la convicción de que el experimentar en carne propia los límites de la lucha por la emancipación nacional dentro del marco meramente nacionalista-burgués, predisponía a los movimientos campesinos como el de Yon Sosa a una evolución hacia la lucha anticapitalista y por la dictadura del proletariado. La vinculación de las aspiraciones democráticonacionales de la guerrilla campesina con un programa socialista era vista como una aplicación positiva de la teoría de la revolución permanente de Trotsky. Correspondientemente, de su experiencia guatemalteca al lado de antiguos militares como Yon Sosa, los posadistas concluyeron que cuando la invasión imperialista ocurriera en toda Latinoamérica (una de las “infal i bles” prediccione s de Posadas que nunca se verificaron), el nacionalismo desempeñaría un papel progresista al obligar a sectores de las fuerzas armadas (burguesas) de los países latinoamericanos a ponerse del lado de los revolucionarios con tal de defender la soberanía nacional pisoteada por los invasores yankis. Contra lo que pudiera esperarse, a fuerza de abnegación militante, durante los años sesenta el POR (T) mexicano tuvo cierto éxito en reclutar a algunos de éstos oficiales nacionalistas — incluso a un coronel en activo del ejército mexicano — cuyos conocimientos aprovecharon para asesorar a la guerrilla guatemalteca. 57 Para esta corriente, en vez de un programa consciente, subjetivo, que la vanguardia marxista debía llevar a la clase obrera, la revolución permanente era más bien la predicción 57
Entrevista con Carlos Ferra.
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18 teórica de una tendencia histórica objetiva e ineludible a la que los movimientos democrático-nacionales estaban destinados por las condiciones estructurales de la era del imperialismo, independientemente del programa de su dirección e incluso de su composición de clase. En otras palabras, todo aquel que luchara por la emancipación nacional tarde o temprano sería forzado por las circunstancias a luchar contra el sistema capitalista y por el socialismo. Desde una óptica específicamente latinoamericana, el posadismo presentaba con rasgos aún más acentuados la tendencia general del pablismo a atribuirle una importancia decisiva a las luchas nacionales de las masas del Tercer Mundo, inde pendientemente del programa que las dirigiera. La revolución interrumpida de Gilly no fue ni la única ni la primera exposición de esta concepción, pero sin duda fue la más lúcida, al menos en el ámbito latinoamericano. En esta obra la atribución de un potencial socialista a la dinámica interna del movimiento campesino como una aplicación positiva de la revolución permanente encuentra una de sus expresiones más claras, espe cialmente en su capítulo “La comuna de Morelos”, ded icada al desarrollo del zapatismo entre 1914 y 1917. La tesis central del libro, el carácter “interrumpido” de la revolución mexicana en su supuesta evolución hacia el socialismo (evolución que puede ser retomada donde se quedó gracias a la memoria colectiva del pueblo mexicano), parte de dos ejes sumamente ilustrativos de la concepción “objetiva” de la revolución permanente. El primero es la atribución de una memoria política consciente a las masas mexicanas (sin ninguna especificidad de clase) de su propia capacidad militar frente al Estado burgués, independientemente de la existencia o inexistencia de un partido obrero de vanguardia; el segundo, y más importante, es la identificación del zapatismo como agente de la revolución permanente. El primero de estos ejes constata el profundo arraigo po pular que ha tenido la memoria de los dirigentes campesinos, y concluye que el hecho de que generales populares hayan logrado grandes hazañas militares contra los ejércitos profesionales de la burguesía (con la División del Norte de Villa destruyendo el ejército huertista en Zacatecas como su punto más alto) es para las masas una fuente de confianza en sí mismas e incluso de conciencia de clase, una fuente que la futura revolución obrera va a contar como una importante arma en su arsenal. El partido de vanguardia no es necesario como “m emoria histór ica” del proletariado. El segundo eje es más audaz. Para Gilly, cuando los ejércitos constitucionalistas (burgueses) concentraron su capacidad militar en destruir a la División del Norte a partir de 1914, el zapatismo tuvo un cierto respiro militar que le permitió realizar su proyecto social aunque fuera sólo en el territorio de Morelos. Pese a que el libro está lleno de referencias a la necesidad de una dirección proletaria y ejemplos del carácter necesariamente limitado de la lucha campesina, el capítulo referido concluye que el contexto mundial permitió que la dirección zapatista diera el salto hacia una perspectiva anticapitalista e internacionalista, e incluso construyera un Estado obrero a escala local, históricamente comparable con la Comuna de París (que Marx describió como la primera dictadura del proletariado), como un antecedente temprano de las revoluciones china y vietnamita. Según el autor, las premisas de este proce-
so fueron, en primer lugar, la apertura de la época de las revoluciones sociales (cuyo inicio marcó la revolución rusa de 1905), y en segundo lugar, la existencia de obreros industriales en los ingenios azucareros de Morelos que el zapatismo ex propió (aunque nunca se dice si estos obreros estaban organizados como tales, o si sus números eran significativos dentro del ejército zapatista). Pero la identificación del zapatismo con la revolución permanente no ocurre sólo en el plano de lo objetivo, sino también en el plano de las ideas. Refiriéndose a un escrito de Zapata, Gilly dice: “Difícil es hallar en la revolución mexicana una expresión superior, en el terreno de las ideas, de la ley del desarrollo desigual y combinado y del carácter permanente de la revolución.” En particular, el pasaje se refiere a una carta
que el dirigente campesino escribió a uno de sus partidarios en el extranjero en febrero de 1918 saludando con entusiasmo, y en términos muy cercanos a los del comunismo, la revolución rusa. Así, aun cuando Gilly no usa esa fórmula, aquí se des prende que Zapata fue el primero d e los “trotskistas inconscientes”. Lo difícil es hallar una expresión superior, en el t erreno de las ideas, de la concepción “objetiva” de la revol ución permanente. Gilly reconoce que, independientemente de su derrota militar, a lo largo de 1918 el zapatismo volvió a caer dentro de la órbita de la política burguesa, representada dentro de la dirección zapatista por Gildardo Magaña. Este “retroceso” plantea la pregunta de si en verdad en algún punto el zapatismo estuvo de hecho intrínsecamente destinado a salir de esta órbita. Cuando Gilly empezó a trabajar en esta obra, necesariamente tuvo que tener en mente su propia experiencia en Guatemala, y el intento de hacer que la guerrilla de Yon Sosa trascendiera la órbita de la política burguesa. Inmediatamente tras la aparición de La revolución interrumpida, intelectuales no trotskistas como Octavio Paz y Carlos Monsivais advirtieron que sería un libro importante. Como señalé antes, la influencia del libro, y en particular de su conclusión, trascendió por mucho a la tendencia posadista, conquistando prácticamente todo el espectro del trotskismo mexicano y gran parte de la izquierda. El mandelismo, en sus distintas encarnaciones organizativas, se suscribió explícitamente a esta interpretación. Así, el primer número del Bandera Roja del GCI mandelista de 1972 incluyó una reseña muy favorable del libro, firmada por Lucinda Nava. Los morenistas (que nunca tuvieron aprecio alguno por Gilly e incluso lo anatemizaron en la década de 1980 como “el Lombardo Toledano del t rotskismo”) también tomaron de La
revolución interrumpida el núcleo de su análisis de la revolución mexicana. Todavía en 1992, el periódico del morenista POS escribía: Sin saberlo, los campesinos mexicanos se colocaban en este momento en la vanguardia de la revolución en el mundo. Es un hecho que ha quedado registrado en la memoria histórica de las masas, un hecho que debemos recordar siempre, pues muestra la posibilidad de que un pueblo organizado y decidido ponga en jaque a la burguesía y al gobierno y tome el poder en este país. La LTS, una escisión de izquierda del morenismo, escribía en 1998 que una segunda revolución mexicana deb ía “concluir
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19 la revolución anticapitalista iniciada en 1910 (interrumpida por el triunfo del ala carrancista sobre los ejércitos de Villa y Zapata...)”, yendo más lejos que el propio Gilly al atribuir la “interrupción” de la revolución a factores meramente milit a-
res. En el mismo sentido, el Grupo Internacionalista, supuestamente muy crítico de la obra, escribía en 1999: El PRI... es el partido de los terratenientes norteños que asesinaron a los dirigentes campesinos y plebeyos radicales Emiliano Zapata y Francisco Villa, poniendo fin a la revolución antes de que pudiera convertirse en una revolución social plenamente desarrollada. La obra de Gilly, que nació como una codificación de la concepción posadista de la revolución mexicana, logró ser mucho más que eso. El posadismo como tendencia organizada se desintegró a mediados de la década de 1970, pero mediante el vehículo de La revolución interrumpida, su concepción de la revolución mexicana sobrevivió, encarnada en casi todas las demás tendencias del trotskismo mexicano e incluso en otras tendencias de la izquierda no-trotskista. Ahora bien, ¿hasta qué punto corresponde esta concepción, tal y como se expresa en los ejes de la tesis de Gilly, a una continuación del leninismo clásico y a la teoría original de la revolución permanente en Trotsky aplicada a la historia de México? En un pie de página, Gilly cita un pasaje de “Tres concepciones de la revolución rusa” (1940), una de las expos i-
ciones más acabadas de la teoría de la revolución permanente, en el que Trotsky dice que “el marxismo nunca dio un carácter
absoluto a su estimación del campesinado como clase no socialista [...]. La historia no ha explorado hasta el fondo estas posibilidades”, implicando que el autor endosaba la idea del
potencial socialista del campesinado. Esta cita, que Trotsky escribió para defenderse de la acusación recurrente de que su teoría “despreciaba” a l campesinado, retiene un carácter algebraico. La evaluación positiva que el propio Trotsky hacía de las capacidades del campesinado en la revolución socialista, siempre las subordinan a la existencia de un proletariado movilizado y conciente, es decir, forjado en torno a una vanguardia marxista. Por ejemplo, en su Crítica al programa de la Internacional Comunista de 1927 (considerado el documento fundacional del trotskismo) Trotsky escribió, hablando sobre la China neocolonial: En los países capitalistas, las organizaciones que se dicen partidos campesinos constituyen, en realidad, una variedad de los partidos burgueses. Todo cam pesino que no adopte el punto de vista del proletario abandonando el punto de vista del propietario será inevitablemente arrastrado, en cuestiones fundamentales de la política, por la burguesía. Los escritos de Trotsky en general, al lidiar con la revolución permanente, incluyen frecuentes pasajes en este sentido. Independientemente del heroísmo y la honestidad personal de sus dirigentes, en ausencia de un proletariado movilizado independientemente, el campesinado no puede trascender la política burguesa y se ve forzado a aceptar la dirección de una u otra ala de la burguesía. ¿Cómo explicar entonces el caso de las revoluciones china, cubana y vietnamita sin abandonar estas nociones? No se podía afirmar que en estos casos el proletariado dirigido por
un partido bolchevique, en el sentido clásico de estos términos, fuera un factor independiente; pero tampoco se podía negar que estas fueron revoluciones sociales que acabaron con la dominación burguesa. ¿No fueron, pues, estas experiencias, como argumenta implícitamente el libro de Gilly, una confirmación de la concepción pablista u “objetiva” de la revolución
permanente? Ésta es, ciertamente, una pregunta difícil, y al menos en México, ningún teórico trotskista pudo dar en ese punto una respuesta alternativa a la de Gilly. V LECCIONES DE OCTUBRE (1968-1969) A mediados del año 1968, como parte de un fenómeno mundial, la radicalización juvenil que había estado desarrollándose a lo largo de la década cristalizó en México en el estallido de un movimiento estudiantil de masas que en el mes de octubre sería cruelmente reprimido. Esta súbita radicalización estudiantil tomó por sorpresa a los partidos de la izquierda tradicional. El Partido Popular Socialista de Lombardo Toledano se opuso francamente al movimiento estudiantil y tras el 2 de octubre llegó al extremo grotesco de celebrar su represión. Por su parte, las organizaciones juveniles del Partido Comunista atravesaban por una acentuada crisis, y el partido pudo mantener una muy relativa hegemonía en el estudiantado sólo mediante la lucha continua contra el ala izquierda del movimiento, repeliendo con ello a varios jóvenes de impulsos más revolucionarios. Estas circunstancias crearon un terreno fértil para las nuevas organizaciones más radicales, jóvenes y dinámicas que operaban a la izquierda del PCM, y entre ellas, las trotskistas. Como hemos visto, sin embargo, el posadista POR se encontra ba diezmando por la represión sufrida tanto en México como en Guatemala y no estaba en condiciones para aprovechar la radicalización juvenil. El papel de sus principales cuadros se redujo a organizar la recepción solidaria de la nueva y masiva ola de presos políticos en Lecumberri. Más aún, su propio programa, que entre otras cosas insistía en que Fidel había matado al Che, les restaba bastante credibilidad. 58 En cambio, la otra tendencia trotskista, el ala estudianil de la vieja LOM (los “mandelistas”), no podía estar mejor situada. En esa época, el núcleo activo de esa organización estaba compuesto de jóvenes intelectuales como Manuel Aguilar Mora y Carlos Sevilla que militaban en la Facultad de Filosofía y Letras y la de Ciencias Políticas de la UNAM. A partir de la escisión de 1966, este grupo había ido abandonando el nombre LOM conforme se disolvía en sucesivos bloques estudiantiles de corta vida, como la “Unión Nacional de Estudia ntes Revolucionarios” y más tarde la “Juventud Marxista Rev olucionar ia”, a lado de tendencias radicales no trotski stas. 58
En Los días y los años, Luis González de Alba recuerda cómo en la cárcel los militantes posadistas se distinguían por esa afirmación, y agrega que parecían haber copiado el acento argentino de su gurú Posadas. En realidad, tanto Fernández Bruno como Gilly eran argentinos.
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20 La masiva huelga estudiantil de 1968 era el tipo de movimiento de “nuevas vanguardias de masas” al que la tende n-
cia mandelista dirigía sus esperanzas internacionalmente. No es extraño, pues, que con el estallido del movimiento estudiantil este grupo prácticamente se haya disuelto una vez más, al menos por un par de meses, conforme sus cuadros dedicaban la totalidad de sus energías políticas a su militancia en el Comité de Lucha de su facultad. Tanto el estallido del movimiento estudiantil como su desarrollo y su súbita represión obligaron al ala estudiantil de la vieja LOM a transformar radicalmente su forma organizativa. El primer intento importante de estos trotskistas de resucitar en una organización política en 1968 fue el proyecto del Movimiento Comunista Independiente ( MCI), en torno a la figura del famoso escritor comunista José Revueltas. Su objetivo no era fundar un partido específicamente trotskista que buscara regirse por las normas del centralismo democrático, sino simplemente unificar a todas las fuerzas marxistas “a la izquierda del PC” que tuvieran la perspect iva de construir un
partido obrero. Si bien no se trata de una figura específica del trotskismo, dada su intervención en el curso de este relato, vale la pena detenerse un momento en la biografía política de José Revueltas. Novelista y guionista brillante, aficionado al tequila y dueño de un sentido del humor amargo y legendario, Revueltas fue sin duda el escritor mexicano del siglo XX cuya relación con la izquierda revolucionaria fue más orgánica. Nacido en 1914 en Durango, Revueltas había acumulado una historia prestigiosa y larga de prisiones y sacrificio militante. También había mantenido una turbulenta trayectoria de continuas rupturas y reconciliaciones con la línea oficial del Partido Comunista: siendo aún adolescente y militante de la Juventud Comunista, en los años 20 había simpatizado brevemente con la Oposición de Izquierda trotskista, un curso que la primera de sus muchas prisiones interrumpió. Más tarde, en 1943 fue expulsado por primera vez del Partido Comunista a causa del contenido crítico de su novela Los días terrenales. Entonces entró a la órbita de Lombardo Toledano y en 1948 fue fundador del Partido Popular. En 1955 fue readmitido al Partido Comunista, pero sólo para fundar en su seno una corriente disidente, lo que trajo consigo su segunda expulsión en 1960; entonces militó brevemente en el POCM, un partido formado por dirigentes comunistas destacados que habían sido expulsados y que políticamente no se diferenciaba en nada del PCM. Finalmente, en 1962 rompió definitivamente con la órbita política del Partido Comunista para fundar la Liga Leninista Espartaco ( LLE), con el famoso texto Ensayo sobre un proletariado sin cabeza como su declaración programática. En esa época, su crítica al PCM, al que acusaba de “inexi stencia histórica” como vanguardia del proletariado, no se b asaba en ninguna forma de trotskismo, sino meramente en una interpretación más radical de la línea o ficial soviética “desestalinizada” a partir del XX Congreso del PCUS bajo Nikita Jrushov.59 59
En el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956, Nikita Jrushov present ó un informe “secr eto” en el que denunciaba los peores excesos estalinistas y
especialmente la noción de culto a la personalidad, y rehabili-
Pese a su extraña historia de asociaciones organizativas, en los años sesenta Revueltas gozaba de un justificado prestigio militante e intelectual. Cuando en 1962 el escritor presentó su Liga Leninista Espartaco grupo en la Facultad de Ciencias Políticas, el joven Manuel Aguilar Mora de la LOM estuvo entre los asistentes. De hecho, el Ensayo fue reseñado de manera crítica pero en general favorable en las páginas de El Obrero Militante (el órgano de la LOM), y según Aguilar Mora, ahí empezó una amistad “no sólo política” con Revue ltas.60 Pese a la línea jrushovista y opuesta a la teoría de la revolución permanente del Ensayo, Aguilar Mora habría de descri birlo años des pués como “el libro marxista más importante escrito en Méxi co antes de 1968”. 61 Para 1963, la mayoría de los miembros de la LLE (como Enrique González Rojo y el poeta Jaime Labastida) habían comenzado una evolución hacia el comunismo agrario de la Revolución China. Revueltas (seguido a su vez por el poeta Eduardo Lizalde y un pequeño núcleo de partidarios) se opuso a este giro, exigió el derecho a criticarlo públicamente y en consecuencia fue expulsado. Lo que quedó de la LLE (rebautizada Liga Comunista Espartaco) se convertiría en un semillero de las varias tendencias que en adelante conformaron el maoísmo mexicano. Como resultado de su expulsión del grupo que él mismo había fundado un año antes, el escritor empezó a alejarse ideológicamente de la dirigencia soviética neo-estalinista y a acercase tangencialmente, por medio de sus contactos amistosos con Aguilar Mora, al trotskismo. Un testimonio de esta evolución es su novela de 1964 Los errores, donde denuncia con gran elocuencia la violencia asesina del estalinismo. Al mismo tiempo, en esa época, a sus influencias filosóficas existencialistas se sumó la influencia de Marcusse y la Nueva Izquierda, orientada al estudiantado radical. Tal vez por ello, en 1968 Revueltas fue uno de los poquísimos veteranos de la izquierda en entender la significación del movimiento estudiantil, y el único capacitado para fundirse orgánicamente con él. Así, el escritor entró en el movimiento con cuatro puntos programáticos bien claros: primero, oponerse al PCM desde la izquierda; segundo, oponerse al maoísmo campesino desde una perspectiva pro-obrera; tercero, plantear la necesidad de forjar un partido proletario en México; y cuarto, la necesidad de una nueva Internacional. Sin un programa exhaustivo fuera de estos puntos, su perspectiva era reunir a todos los grupos marxistas que estuvieran de acuerdo con esto en un Movimiento Comunista Independiente, teniendo en mente en particular a los trotskistas de la vieja LOM, ahora agrupados en torno al Comité de Lucha de Filosofía y Letras. Curiosamente, Revueltas descartaba al POR posadista contándolo entre gru púsculos destinados a desaparecer con el primer reflujo del taba a varios bolcheviques asesinados por Stalin (sin incluir a Trotsky). Este Congreso fue también el origen de la pugna sino-soviética. 60 Aguilar Mora, Huellas del porvenir 61 Ibíd . Es dudoso que esta afirmación de Aguilar Mora tomara en cuenta que los últimos libros de Trotsky fueron “escritos en México antes de 1968”.
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movimiento. Para ser justos, hay que decir que en este punto su predicción se equivocó. Naturalmente, Aguilar Mora y sus camaradas respondieron con todo su entusiasmo al llamado del escritor. La idea de Revueltas coincidía con la concepción estratégica del mandelismo de ese entonces, que buscaba un instrumento organizativo para agrupar a la “nueva vanguardia estudiantil”, aún pre scindiendo de la “etiqueta” de trotskismo. Además, como escr i bió posteriormente Aguilar Mora: Un grupúsculo trotskista que iniciaba su lucha contra enormes obstáculos, ¿cómo no iba quedarse pasmado ante una personalidad como Revueltas que de repente decidía unirse a él para emprender la reconstrucción del movimiento revolucionario? 63
menos amplio aunque más sólido. En el nuevo grupo, la hegemonía ideológica de los trotskistas era clara. Desde la cárcel, por su parte, José Revueltas también se contó entre los fundadores del GCI, e incluso escribió un entusiasta saludo al IX Congreso del S.U., que tuvo lugar en esas mismas fechas. 64 En su celda de Lecumberri, Revueltas colgó un enorme póster con el retrato de Trotsky. Sin embargo, no puede afirmarse que Revueltas se haya considerado nunca un “trotskista”. En realidad, el viejo escritor seguía co ncibiendo que la misión del nuevo grupo, más que encarnar organizativamente las ideas del trotskismo en específico, era fusionar a todas las distintas fuerzas marxistas independientes tanto de Moscú como de Pekín. En particular, Revueltas concebía al GCI no como un partido, sino como un bloque entre su propia corriente, el “espartaquismo primitivo”, como la llamaba él,
Así, el 19 de septiembre de 1968, en pleno movimiento estudiantil y apenas unas horas antes de que el ejército ocupara Ciudad Universitaria, unos 30 activistas se reunieron en un salón de la torre de humanidades, que la huelga había puesto en manos de los activistas estudiantiles, para darle vida al MCI. Entre los asistentes estaban, además de los trotskistas como Aguilar Mora, Carlos Sevilla y su hermano Enrique, y los partidarios de Revueltas como Roberto Escudero, figuras dirigentes del movimiento en la Facultad, como Luis González de Alba. Al poco tiempo de terminada la sesión, el ejército entró a Ciudad Universitaria y arrestó a más de mil activistas, entre ellos a Carlos Sevilla. Aguilar Mora se salvó milagrosamente, pues acababa de dejar Ciudad Universitaria cuando el ejército entró. En los meses siguientes, la represión estatal escaló hasta el punto de destruir al movimiento estudiantil, incluyendo la brutal matanza del 2 de octubre. Por ejemplo, el hermano menor de los Aguilar Mora, Jorge, que era delgado del Colegio de México al CNH, fue encarcelado el mismo 2 de octubre. También el profesor universitario y antiguo trotskista César Nicolás Molina fue apresado en ese periodo. Muchos de los partidarios del MCI tuvieron que esconderse, mientras que otros, como González de Alba y el propio Revueltas, cayeron presos. Escudero tuvo que huir clandestinamente a Chile. En esos meses, la represión del Estado mexicano alcanzó el grado más alto de su historia reciente, acercándose brevemente a las dictaduras militares latinoamericanas. Así pues, la base para un movimiento amplio como el proyectado quedó destruida por la represión. En tales condiciones sólo era posible construir un grupo más pequeño y cohesionado con un programa político en común. Así, en enero de 1969, con muchos de sus inspiradores aún presos o escondidos, 13 activistas estudiantiles de entre los que habían estado en la reunión del 19 de septiembre se reunieron nuevamente, esta vez para formar el Grupo Comunista Internacionalista ( GCI). Entre ellos estaban, además de Aguilar Mora, Alfonso Peralta (que seguiría desempeñando un papel central en el trotskismo mexicano hasta su asesinato en 1977) y Alfonso Molina, apodado “El ronco”. El cambio del sustantivo “M ovimiento” por el de “Grupo” revela el giro hacia un pr oyecto 62
J. Revueltas “Un movimiento, una bandera, una
(1968) 63 Aguilar Mora, op. cit.
revolución”
cuya expresión programática era el Ensayo de 1962, y el trotskismo del S.U. En efecto, esta concepción de “bloque” corre s pondía con el discurso de los mandelistas. Sin embargo, esto no pasaba, ni podía pasar, de discurso. En la práctica, Aguilar Mora, Sevilla, Peralta y sus camaradas, bajo las condiciones de la clandestinidad, hicieron a un lado a los “espartaquistas primitivos” y, según la percepción de R evueltas, que seguía preso, lo conservaron a él como un “sa ntón” muy útil en términos de prestigio pero sin ningún medio
para influenciar políticamente al grupo. 65 Además, en la cárcel Revueltas tuvo fuertes roces personales con Carlos Sevilla, que tenía una personalidad brillante pero difícil de aguantar. Así que a su salida de la cárcel en 1971, Revueltas se separó del GCI, ya estando gravemente enfermo. A partir de entonces, el escritor se fue distanciando cada vez más del leninismo como forma de organización y el GCI sobrevivió como el re presentante específico del S.U. en México.66 El órgano de la nueva organización trotskista era una modesta publicación mecanografiada llamada La Internacional que el grupo reproducía en la casa particular de Emilio Amaya en Ciudad Satélite. 67 Como hemos visto, el GCI había nacido en 1969 tras el masivo movimiento estudiantil pero también bajo condiciones excepcionalmente difíciles de represión estatal, lo que marcó su primer año de existencia. En esa época, el grupo publicó en La Internacional las declaraciones de defensa legal de varios presos políticos notables (como Revueltas, Raúl Álvarez Garín y Eduardo Valle “el Búho”), una edición mime ografiada y semi-clandestina de cuatro mil ejemplares que sin embargo se agotó en pocas semanas. A partir de 1971, la represión amainó, pero la politización de los jóvenes universitarios siguió desarrollándose, y el grupo pudo ampliar considerablemente sus capacidades técnicas y organizativas.68 Entre 1971 y 72 Carlos Sevilla, Daniel Came jo, Adolfo Gilly y los demás presos políticos finalmente fue64
Publicada en J. Revueltas, 68: juventud y revolución En estos términos se queja Revueltas en una carta del 25 de octubre de 1971 66 Alexander (Op. cit ) consigna equivocadamente que César Nicolás Molina era uno de los principales líderes del GCI. En realidad no era sino un simpatizante. 67 Umbral, octubre de 1999. 68 Sin embargo, Carlos Sevilla y Daniel Camejo abandonarían el partido al poco tiempo. 65
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22 ron liberados. Los trotskistas habían sido los primeros en entrar a la cárcel y ahora eran los últimos en salir. En mayo de 1971 el GCI celebró su primer congreso para discutir la manera de seguir aprovechando al máximo su creciente influencia en el movimiento estudiantil universitario. 69 En esa época, el contacto del grupo mexicano con la internacional se hizo más estrecho y continuo, de manera que en el X Congreso Mundial de 1971 el GCI fue oficialmente reconocido como sección simpatizante del Secretariado Unificado “de la Cuarta Internacio nal”.
En octubre de ese año, el grupo lanzó su propio frente es pecíficamente estudiantil, la Juventud Marxista Revolucionaria, que en octubre de 1971 incluso publicó su propia revista, El Virus Rojo. Fue en esa época que ingresaron muchos de los futuros cuadros dirigentes de esa tendencia, como Edgard Sánchez, Jaime González, Margarito Montes, Sergio Rodríguez y Lucinda Nava. También Olivia Gall, que con el tiempo sería la principal historiadora del trotskismo mexicano de la primera generación, ingresó entonces. Incluso antiguos cuadros del POR (T) posadista, como el activista estudiantil sonorense Carlos Ferra, se unieron al GCI en esos años. Estos recursos se reflejaron en un significativo cambio en la prensa del GCI. Pese a haber existido en años de intensa represión estatal, para 1972 su publicación teórica y propagandística La Internacional había llegado a los 21 números y ya resultaba insuficiente para el trabajo del grupo. Así, a mediados de 1972 se añadió a La Internacional una segunda publicación regular, de aparición más frecuente y destinada a fines de agitación: el periódico tabloide Bandera Roja.70 Sin embargo, la euforia no habría de durar mucho, ya que poco después el GCI se vería desgarrado por una escisión. A consecuencia de esto, el grupo mexicano no alcanzaría el status de sección plena del Secretariado Unificado sino hasta la fundación del PRT en 1976. VI LA CRÍTICA DE LAS ARMAS VS. LAS ARMAS DE LA CRÍTICA (1971-1975) Durante la pascua de 1969, el Secretariado Unificado “de la Cuarta Internacional” (S.U.) celebró en Europa su IX Congreso
Mundial (III desde la reunificación). 71 Entre los presidentes honorarios de este congreso mundial estaban, junto al célebre dirigente campesino Hugo Blanco, preso en el Perú, Carlos Sevilla y Daniel Camejo que se encontraban presos en Lecumberri. En México y en todo el mundo, la radicalización juvenil masiva producida directa o indirectamente por la Revolución Cubana y la Guerra de Vietnam había permitido a las secciones del S.U. crecer exponencialmente desde mediados de los años sesenta. En 1968, el Mayo francés y el crecimiento sin
precedentes de la sección francesa, la Ligue Communiste Revolutionarie dirigida por Pierre Frank y por los jóvenes cuadros del movimiento estudiantil, Alain Krivine y Daniel Bensaïd, movieron el centro de gravedad de la Internacional de Estados Unidos a Europa. La dirección del GCI mexicano, representada por Aguilar Mora, empezó a tratar directamente con dirigentes como Ernest Mandel y Livio Maitan y ya no sólo con los del SWP estadounidense. A escala internacional, el año de 1968 había marcado un punto de inflexión en la izquierda. En particular, la participación masiva de la clase obrera en el Mayo francés había infundido una nueva vitalidad en la concepción estratégica de la “centralidad del proletariado”. Hasta ese momento, un sector
de la izquierda de la década de 1960 había estado dominada por la noción eclécti ca del “vanguardismo estudiantil” que caracterizaba a la llamada Nueva Izquierda. A partir de 1968, sin embargo, muchos de los jóvenes que a lo largo de la década habían sido activistas estudiantiles, empezaron a mirar de nuevo hacia el marxismo ortodoxo en la teoría y hacia el tra bajo sindical en la práctica. En México, esta tendencia sentó las bases de la llamada “insurgencia sindical” de los a ños setenta. Las aventuras de los activistas estudiantiles metidos a organizadores obreros fueron narradas por el escritor y antiguo activista estudiantil Paco Ignacio Taibo II. 72 Andando el tiempo, el propio Ernest Mandel tuvo que reconocer que su esquema del “neocapitalismo” (en el que el desarrollo estable del capitalismo en expansión dificultaba la lucha revolucionaria del proletariado), ya no se aplicaba des pués de 1968, y sustituyó el término por el de “capitalismo tardío”. La “curva larga ascende nte” de la posguerra había dado paso a una “curva larga de scendente”, 73 en la que la
lucha obrera volvía a estar a la orden del día. Más que de un cambio económico real, el giro en la concepción de Mandel partía del reavivamiento de las luchas de la izquierda en este periodo y en particular de la reaparición de la clase obrera industrial como factor político dentro de éstas. A decir verdad, ninguna corriente izquierdista estaba en mejor poción de aprovechar esta evolución que el trotskismo, caracterizado por su valoración ortodoxamente marxista del proletariado. Sin embargo, en el momento de su IX Congreso a princi pios de 1969, el Secretariado Unificado estaba mirando a otro lado. Fue en ese congreso que el S.U. aprobó su controversial giro histórico para sus secciones latinoamericanas: la adopción de la vía guerrillera. Desde un año antes, el dirigente italiano Livio Maitan venía proponiendo la estrategia guerrillera para Bolivia y otros países latinoamericanos, basado en la premisa de que la lucha armada era la única respuesta posible al recrudecimiento de la represión estatal que sufrían esos países. Más aún, argumenta ba Maitan, esas mismas condiciones de represión imposibilita ban que la lucha armada iniciara en las ciudades. Según escri bía el italiano, “Esto significa, más concretamente, que el método de la guerrilla, comenzando por las zonas rurales,
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Rouge, junio de 1971 Trejo Delarbre, Raúl La prensa marginal Ed. El caballito, México, 1991 71 Según una versión publica de la época que R. Alexander recoge, el Congreso tuvo lugar en Austria. Sin embargo, en realidad se llevó a cabo en Italia. 70
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Ver su serie de cuentos Doña Eustolia blandió el cuchillo cebollero y El retorno de la verdadera araña. 73 E. Mandel El capitalismo tardío Ediciones Era, México, 1979
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Según él, la Internacional en ese periodo se construiría en torno a Bolivia. Según se reporta, en las sesiones del congreso del S.U. de 1969, Maitan predecía que el siguiente Congreso mundial se realizaría desde el poder estatal en La Paz. 75 Sin llegar a estos excesos de entusiasmo, Mandel y Pierre Frank se sumaron a la propuesta de Maitán, que pronto extendió su análisis y sus conclusiones a todo el resto de la región. Así, uno de los pasajes de la “Resolución sobre América Lat ina” del IX Congr eso, leía: Aún en el caso de los países que estarán entre los primeros en vivir grandes movilizaciones y conflictos de clases en las ciudades, la guerra civil adoptará las múlti ples formas de la lucha armada, en las que el eje princi pal durante todo un periodo será la guerra de guerrillas rural... sigue siendo el método correcto.”
En general, el giro guerrillero correspondía a la orientade ma sas”, particularmente entre los jóvenes radicalizados a partir de los movimientos estudiantiles de 1968. En este sentido, como notó el propio Mandel, la resolución del IX Congreso representaba un paso más en el mismo sentido del III Congreso de 1951 (en el que Michel Pa blo había presentado sus planes de “entrismo 76 profundo” en los movimientos de masas no trot skistas) . De este modo, siguiendo la línea del Congreso Mundial, a partir de 1969 las principales secciones latinoamericanas del S.U. se sumaron a las organizaciones armadas guevaristas de sus países o ayudaron a fundar nuevas. Así, la sección boliviana se integró al ELN, la sección chilena ayudó a fundar el MIR , y la sección argentina creó ella misma el ERP. En México, el recién fundado GCI también aceptó formalmente los lineamientos del IX Congreso y los defendió ardorosamente en su prensa, pero, a diferencia de las otras secciones, en los hechos se abstuvo de aplicar la línea que había votado, es decir, no se constituyó en grupo armado. La ausencia en México de un movimiento guerrillero que estuviera dispuesto a hacer trabajo común con trotskistas y la limitación de recursos organizativos del GCI para crear una guerrilla propia se combinaron con una cierta renuencia empírica a llevar a cabo esta línea. Según Aguilar Mora, Ernest Mandel en persona les comunicó que, dado el pequeño tamaño del ción mandelista de buscar “nuevas van guardias
grupo mexicano, “no era necesario” que llevara a cabo esta
línea, cosa que los militantes mexicanos aceptaron de buen grado.77 El giro guerrillero impulsado en este congreso por Maitan y Mandel no había sido unánimemente aceptado. El SWP, que en esa época dirigía un influyente movimiento amplio contra 74
L. Maitan, “Experiences and perspectives of the armed struggle in Bolivia” Intercontinental press No. 28, septiembre
de 1968. 75
“Secretariado Unificado: Hacia la 2 ½ Interncional” en
Spartacist en español No. 6, julio de 1978. En adelante no faltó quien le endilgara al líder italiano el apodo de “Bol ivio” Maitan. 76
E. Mandel “El lugar del IX Congreso Mundial en la historia de la Cuarta Internacional” (1969) 77
Entrevista de M. Aguilar Mora con el autor, diciembre de 2005
23 la guerra de Vietnam y contaba con mantener su legalidad y su respetabilidad en el medio del liberalismo pacifista, se opuso enérgicamente a la adopción de la táctica guerrillera en América Latina. A lo largo de los años, el partido americano había conservado un perfil político propio, estable y bien definido, pero no inmutable. Dada su relativa estabilidad, el SWP había constituido siempre el centro de una tendencia de peso internacional en la que es necesario detenerse. Desde su fundación en los años treinta hasta finales de la década de 1950, el SWP estadounidense, dirigido por el legendario líder obrero James P. Cannon, no sólo era una de las secciones numéricamente más fuertes del trotskismo mundial y la más enraizada en la clase obrera de su país, sino también la más estable políticamente y la más firme en su ortodoxia ideológica. Cuando ocurrió la escisión de 1953, el SWP fue el dirigente natural del bando antipablista. Sin embargo, a partir de 1959 esto empezó a cambiar. El impacto negativo del anticomunismo macartista, primero y la seducción de la impresionante Revolución Cubana a sesenta millas de l “mounstro imo perialista” después, junto con el necesario relevo generacional, contribuyeron a debilitar las convicciones ortodoxas de este partido, y para 1963, el SWP aceptó la reunificación con los herederos de Michel Pablo. En este mismo periodo, el ya anciano Cannon cedió la dirección al líder sindical Farrell Dobbs y al teórico Joseph Hansen. Ambos contaban con el aura de autoridad de haber colaborado personalmente con Trotsky en México y Hansen incluso de haber vivido con él en la casona de Coyoacán en calidad de secretario. A partir de entonces, el partido mantuvo coherentemente una evolución hacia la conciliación con fuerzas no trotskistas (especialmente la dirección castrista de la revolución cubana, y, en el plano nacional, el movimiento pacifista y liberal en EE.UU.). Para finales de los años sesenta, el partido ya se ubicaba en lo que a grandes rasgos podría llamarse el ala derecha del Secretariado Unificado y del movimiento trotskista mundial. Representado en el IX Congreso mundial de 1969 por Joseph Hansen, el SWP se alió con un ala de la sección argentina, el grupo de Nahuel Moreno (que, como veremos más tarde, también se oponía al giro guerrillero en su propio país), y juntos formaron una fracción minoritaria interna, la Fracción Leninista Trotskista ( FLT). La dirección mayoritaria de Mandel, Maitan y Frank, respondió creando su propia fracción interna, la Tendencia Mayoritaria Internacional ( TMI). Ideológicamente, la FLT recurría a argumentos más ortodoxamente marxistas, pero se basaba en una política más conservadora. Para sus militantes, el problema de la adaptación al guevarismo por parte de la TMI no era tanto su rechazo a la centralidad del proletariado o a la independencia organizativa del trotskismo, sino sobre todo el “ultraizquierdismo”, es d ecir, la incapacidad de reconocer el supuesto potencial democrático de las burguesías latinoamericanas. 78 En todo caso, a escala internacional ambas fracciones accedieron a trabajar dentro de un marco organizativo común, e instruyeron a sus partidarios a mantenerse unidos en cada 78
Ver, por ejemplo, N. Moreno, Un documento escandaloso (1974)
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24 sección nacional. Sin embargo, la fuerte tensión entre ambos programas hizo que en varios países las secciones del S.U. se escindieran en dos organizaciones separadas. Ese fue el caso de Argentina, Australia, Canadá, España... y México. Volvamos, pues, al terreno mexicano. En esos años ha bían entrado al GCI, junto con muchos otros cuadros jóvenes, Jaime González y su compañera Cristina Rivas, que llegaron a dirigir la organización juvenil y su periódico, el Virus Rojo. En el GCI entablaron una estrecha colaboración política con Ricardo Hernández, y por medio de su persona entraron en contacto con la tradición y la política del SWP estadounidense, y fueron ganados a ellas. Jaime González había sido recultado al GCI en 1969, siendo líder estudiantil en la Preparatoria No. 4, precisamente por la célula “León Trotsky” que dirigía Rica rdo Hernández. En 1971 fue enviado, junto Alfonso Peralta y Jorge del Valle, 79 a participar en una reunión educativa del SWP en Oberlin, Estados Unidos, para después viajar a conocer el centro del partido en Nueva York. Joven inteligente y bilingüe, González no tuvo dificultad en adentrarse en la vida del SWP y encontrar una clara afinidad intelectual con sus cuadros. En adelante, mantendría una admiración constante por el movimiento trotskista estadounidense. El pragmático Hernández, por su parte, no sólo había militado personalmente en el SWP, sino que rechazaba orgánicamente las aventuras idealistas e inciertas como la lucha guerrillera. En un contexto de radicalización juvenil masiva y fáciles éxitos organizativos, en el que la revolución parecía cosa del futuro próximo, los militantes de ambas tendencias sentían que no había tiempo que perder y debían desarrollar públicamente su línea con la mayor prontitud. Así, en octubre de 1972, unos 15 militantes, cuadros de la Juventud Marxista Revolucionaria y partidarios de la FLT, se reunieron en el departamento de Hernández en la colonia Condesa y decidieron separarse del GCI. Además de Hernández, González y Rivas, entre ellos estaban otros militantes jóvenes, como Ismael Contreras, Telésforo Nava y Mariano Elías. Inmediatamente, los escindidos procedieron a la fundación de una nueva organización trotskista rival del GCI, la Liga Socialista ( LS). Pese a involucrar inicialmente a sólo 15 personas, la relevancia de esta ruptura quedaría de manifiesto al poco tiempo, ya que en los cuatro años siguientes ambos grupos habrían de crecer cualitativamente. A diferencia de los grupos más doctrinarios como la LOM lambertista y el POR posadista, el GCI y la LS, políticamente flexibles y enraizadas en el medio universitario, lograron intersecar efectivamente la radicalización estudiantil de ese periodo, de manera que para cuando terminó su proceso de reunificación en 1977, su militancia sumada superaba el millar. Así pues, la LS representaba en México a la FLT, la oposición internacional que, como hemos visto, agrupaba centralmente al SWP estadounidense y a la corriente argentina de Moreno en contraposición a la Tendencia Mayoritaria Internacional dirigida por los europeos Mandel, Maitan y Frank. Contraviniendo el acuerdo de sus respectivas tendencias inter79
Jorge del Valle, entonces militante del GCI, adquiriría notoriedad mucho después de haber abandonado el movimiento trotskista, como vocero de la Secretaria de Gobernación frente al movimiento zapatista en 1994.
nacionales, los partidarios de Gonzáles y Hernández habían roto pública y organizativamente con los de Aguilar Mora y Alfonso Peralta. Según reconocen retrospectivamente y en forma unánime los protagonistas de la escisión, unos y otros eran demasiado “jóvenes e inexperimentados” para p oder convivir en una misma organización con gente de orientación política tan distinta. En realidad, lo que estos jóvenes intenta ban era en tomar más en serio sus propias posiciones que sus respectivas corrientes internacionales. Así, reflejando en México las proclividades políticas de sus respectivas tendencias internacionales, el GCI se orientó hacia la búsqueda de una “nueva vanguardia de masas” entre
la juventud radicalizada e influenciada por el guevarismo, mientras la LS intentaba implantarse en medios sindicales y académicos más apacibles. Al escindirse, la LS se quedó con el periódico juvenil del GCI, Virus rojo, pero en septiembre de 1973 decidió cambiar el nombre de su prensa, ya que, según su último número, Virus rojo “era un nombre demasiado sect ario... además su tama ño ya era insuficiente”.80 En su lugar apareció El Socialista, “destinado a defender los intereses de la clase obrera”. Tanto el título como el cint illo habían sido tomados de un periódico obrero mexicano de 1871, casi exactamente un siglo antes. 81 Incluso en este cam bio trivial se refleja un distanciamiento del radicalismo estridente y juvenil del GCI. En esos años, la LS fue la primera organización trotskista en superar los hábitos de clandestinidad y en aprovechar la nueva realidad menos represiva abriendo un local público en la calle de Bucarelli. Por su parte, el GCI, cuyo rápido crecimiento continuó en los siguientes años, generó paralelamente al Bandera Roja una serie de publicaciones dirigidas a áreas específicas de su traba jo estudiantil, como El detonador , aparecida 1972 como relevo del Virus Rojo para los CCHs, La hoja roja, aparecida en julio de 1973 para el CCH Azcapozalco, y el Topo Rojo aparecido en septiembre para la Preparatoria Popular. 82 En 1973, el GCI reclutó al joven maestro sonorense Carlos Ferra, que a mediados de los años sesenta había militado en el POR (T) posadista y que para entonces había regresado a su lejana Hermosillo, donde dirigía el grupo universitario en torno a la revista Prefacio. Gracias a al ingreso de Ferra y su grupo, el GCI pudo desempeñar un papel sumamente prominente en el movimiento estudiantil sonorense de ese año, que movilizó a la mayoría del estudiantado de la región hasta que fue brutalmente reprimido en el mes de septiembre. En todo el estado, el terror derechista se desató en forma de encarcelamientos, secuestros y tortura. El 50 por ciento de la planta docente de la Universidad del estado fue purgada, incluyendo a Ferra, que ante el acoso policiaco se vio de obligado a mudarse de regreso al DF.83 Sin embargo, la autoridad y los contactos adquiridos durante el movimiento le permitieron al GCI (y después al PRT) mantener una presencia constante en el estado de Sonora hasta los años noventa, e incluso usar a su local sonorense como base para extender su influencia en otras ciudades del noroeste del país. 80
Trejo, Op. cit . Ibid. 82 Ibid . 83 Entrevista con Carlos Ferra, enero de 2006 81
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25 Como vimos, el GCI conservaba en sus filas a quienes aceptaban teóricamente la línea pro-guerrillera del IX Congreso, pero al mismo tiempo reconocía que no tenía las capacidades para llevarla a cabo en ese momento. Todos en el GCI estaban de acuerdo con la línea estratégica general, pero pronto surgieron diferencias sobre la mejor manera de llevarla a cabo. Así, conforme el grupo seguía reclutando jóvenes, un ala de la dirección, dirigida por Sergio Rodríguez Lascano y su compañera Lucinda Nava, llegó a la conclusión de que era momento de pasar a la acción y en 1974 fundaron dentro del GCI la llamada “Tendencia Combate” para impulsar al grupo a
unirse a la guerrilla de Lucio Cabañas. Cuando la mayoría dirigida por Aguilar Mora y Peralta rechazó esta iniciativa, Rodríguez y Nava se escindieron con una decena de partidarios para fundar un periódico propio orientado a la participación en la guerrilla, sin abandonar sus posiciones en el activismo estudiantil y sindical. Dado que el GCI ya había lanzado publicaciones con los títulos de Bandera Roja, El Virus Rojo, La Hoja Roja y hasta El Topo Rojo, la nueva revista recibió simplemente el llamativo titulo de Ro jo.84 Sin embargo, ese mismo diciembre, antes de que este nuevo grupo trotskista pudiera concretar su contacto con la guerrilla, Lucio Cabañas fue asesinado por el ejército y su guerrilla prácticamente dispersada. Dadas las circunstancias, una vez más, todos podían estar de acuerdo en que la oportunidad de poner en práctica la línea guerrillera en México se había cerrado, de manera que en pocos meses los partidarios de Rodríguez y Nava pidieron su reunificación con el GCI. Como organización independiente, la tendencia “combate” y
su periódico Rojo apenas sobrevivieron el año 1975. VII PARÉNTESIS: LOS LAMBERTISTAS
Hasta ahora hemos dejado de lado el destino del ala obrerista de la vieja LOM, y para retomarlo es preciso volver unos cuantos años en el tiempo. Como hemos visto, en 1964-65 un ala dirigida por Francisco Xavier Navarrete, Rafael Torres, Luis Vásquez y su pareja Ana María López conservó al puñado de militantes obreros y se separó del grueso de la organización, compuesta por “estudiantes pequeñoburgueses” dirigidos por Carlos Sev illa y Aguilar Mora. Por un breve periodo, ambos grupos conservaron el nombre LOM, pero el ala estudiantil empezó a usarlo cada vez menos, hasta abandonarlo totalmente y dar lugar al GCI en 1969, y el ala obrerista pudo quedarse definitivamente con el viejo nombre. Al momento de la escisión, tal como cabría esperar, el S.U. dio su endoso a grupo estudiantil, mucho más dinámico y numeroso. En vista de esto, el ala de Navarrete entró en contacto con la tendencia internacional rival, el Comité Internacional, centrado en la Socialist Labour League ( SLL) británica de Gerry Healy y la Organization Communiste Inernationaliste (OCI) francesa de Pierre Lambert. Su contacto con esta tendencia había empezado años atrás, cuando el célebre historiador trotskista Pierre Broué (miembro de la OCI) vino a México para tratar de ganar a la 84
Este título era una traducción directa del famoso periódico de la LCR francesa, Rouge.
al Comité Internacional, sin conseguirlo. Cuando reconocieron que su rompimiento con el S.U. era inminente, sin embargo, Navarrete y Vásquez recurrieron al contacto de Broué y entablaron relaciones con la OCI. Después de todo, el grupo mexicano era ideológicamente más afín a la ortodoxia obrera del Comité Internacional que a la “revisionista” orie ntación estudiantil del S.U. Para 1970, la LOM mexicana fue aceptada como sección del Comité Internacional. 85 Según la descripción peyorativa de Joseph Hansen, la LOM de Navarrete y Vásquez se convirtió en esos años “un pequeño grupo en Méx ico cuya actividad ha sido el proporcionar artículos ocasionales a [el periódico healista británico] Workers Press ”.86 En esa época, Francisco Xavier Navarrete, ya cuarentón, se retiró de la política y regresó a su natal Sonora (donde se dedicó a dar clases y, a título individual, se opuso al movimiento estudiantil pro-trotskista de 1973), y Luis Vásquez quedó al mando de la LOM. En adelante, Vásquez sería el re presentante continuo del lambertismo en México. Durante el masivo movimiento de 1968, los escrúpulos obreristas del grupo le impidieron participar en forma significativa en él. Sin embargo, durante los siguientes años, la nueva LOM lambertista logró una modesta base estudiantil en el IPN, que le permitió una cierta participación en el movimiento universitario de 1971 y en las protestas subsecuentes contra la brutal represión del 10 de junio. En 1970 había aparecido una publicación auspiciada por la LOM, el Boletín obrero, con el cintillo “tr ibuna de discusión de los trabajadores”. El Boletín empezó siendo una public ación mimeografiada de 16 páginas; más tarde aumentó su tamaño a 24 páginas y mejoró sus ilustraciones, y, reflejando el desarrollo de la Liga, para 1974 ya salía en prensa plana y tamaño tabloide. 87 Más tarde, la LOM cambió el nombre de su prensa por el de Tribuna Obrera, con el que habría de mantenerse hasta la segunda mitad de los años ochenta. Durante la primera mitad de los años setenta, el grupo alcanzó una militancia de varios cientos, con trabajo en el DF, Chipas y un importante local de varias docenas de militantes en Poza Rica, Veracruz, donde la Liga retomó el trabajo que el antiguo trotskista Fausto Dávila Solís había llevado a cabo entre los obreros petroleros en los años cincuenta y sesenta. Sin llegar a igualar en tamaño a las organizaciones más grandes como el GCI y la LS, la tendencia lambertista habría de sobrevivir dentro del espectro del trotskismo mexicano durante todo el resto del siglo, primero como LOM y, después de un breve “entrismo” en el PRT, como OST. Vale la pena, pues, explicar someramente la trayectoria y características ideológicas distintivas de esta tendencia internacional. Nacido en 1920, Pierre Boussel, mejor conocido como Lambert, era a sus 32 años el responsable del trabajo sindical de la sección francesa de la Cuarta Internacional. Como hemos visto, a principios de los años cincuenta, el secretario general de la Internacional, Michel Pablo, expulsó a la mayoría de los líderes del grupo francés — incluyendo a Lambert — por su LOM
85
Intercontienetal Press, 22 de noviembre de 1971 citado en R. Alexander, Op. cit 87 En su libro La prensa marginal , Raúl Trejo escoge el caso del Boletín Obrero de la LOM para ejemplificar el desarrollo técnico de las publicaciones izquierdistas. 86
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26 oposición a la estrategia del “entrismo sui generis” en el Parti-
do Comunista. En este punto, Lambert y sus camaradas podían considerarse un verdadero símbolo para todos aquellos que defendían la independencia organizativa del trotskismo. Para 1954, Lambert ya era el dirigente principal de su organización, y como tal se unió con la SLL británica de Gerry Healy y el SWP estadounidense de Cannon para fundar el Comité Internacional “anti - pablista”. En 1963, cuando los est adounidenses desertaron del CI y se reunificaron con los mandelistas para formar el Secretariado Unificado, Lambert y Healy quedaron como los líderes indiscutibles del Comité Internacional. Durante los años sesenta, el CI de Healy y Lambert consolidó su influencia en Latinoamérica mediante el poderoso POR boliviano de Guillermo Lora y el incipiente grupo de Jorge Altamira en Argentina. Estos grupos tendían a defender su independencia nacional furiosamente y, especialmente Lora, a impulsar un curso semi-nacionalista basado en un supuesto “excepcionalismo bol iviano”. Esto era algo que Lambert podía soportar, pero no así el autoritario Healy. Así, en 1971 Healy también rompió con Lambert, oponiéndose a la actitud nacionalista de Lora. Por un breve periodo, el francés compartió la dirección de lo que quedaba del Comité Internacional con Lora y con Altamira, pero estos también terminaron por rom per con Lambert para formar sus propias corrientes independientes entre 1972 y 1973. Lo más notable de la historia de la tendencia lambertista — que llegó a incluir entre su colectivo de dirección a figuras intelectuales destacadas como Pierre Brué, Stephan Just y Jean Jaques Marie — fue su pronunciada evolución hacia la derecha, evolución que se profundizó conforme este colectivo en trono a Lambert se fue quedando solo a la cabeza de su movimiento y la OCI francesa se fue convirtiendo en el centro indiscutible de su “Internacional”. En 1969, esta corriente adoptó la noción del “frente unido 88 estratégico” con los grandes partidos obreros tradicionales, según la cual, el llamado por un “gobierno obrero” (i.e. del
Partido Socialista) resumía todas las demandas del Programa de Transición. 89 En esa época pasó por sus filas quien muchos años después llegaría a ser líder del Partido Socialista y primer ministro de la república francesa, Lionel Jospin. En el plano internacional, los rasgos más distintivos de esta corriente fueron su ambivalencia teórica al describir los nuevos Estados obreros (calificando a Cuba hasta 1979 como “estado capitalista fantasma” 90 y aferrándose a la vieja caracterización de Europa del Este como “estados burgueses en pr oceso de asimilación a la Unión So viética”) y su teoría de que toda la Guerra Fría no era más que una pantalla que escondía una demonológica “Santa Alianza C ontrarrevolucionaria ba88
El frente unido había sido parte del arsenal leninista desde el II Congreso de la Comintern, pero era concebido como una táctica, i.e. un recurso cuya viabilidad y aplicación varía de acuerdo a las circunstancias concretas. La noción del frente unido estratégico, en cambio, hacía de este recurso un punto programático indispensable en toda la etapa histórica, inde pendientemente de las circunstancias particulares. 89 Correspondence Internationale, octubre de 1972 90 La Verité No. 588, septiembre de 1979
sada en el orden mundial establecido en Yalta y Posdam”
entre los imperialistas occidentales y la Unión Soviética. 91 En noviembre de 1975, las secciones latinoamericanas que aun quedaban en el Comité Internacional lambertista (incluyendo a la LOM mexicana) celebraron una II Conferencia regional en la que hicieron explícito su llamado a construir una internacional basada ya no en el Programa de Transición ni en el trotskismo, sino en una vaga “unidad antiimperiali sta”. Así, para mediados de la década de 1970, esta corriente ya estaba fuertemente asociada con el apoyo más abierto a la socialdemocracia europea, el obrerismo economicista estrecho y también con una hostilidad obsesiva hacia todo lo que oliera a estalinismo (incluyendo a los Estados obreros y a las revoluciones sociales). La OCI de Lambert se distinguió por su apoyo electoral incondicional al Partido Socialista francés de Francois Mitterrand (incluso en la primera vuelta de las elecciones) y sus críticas al Partido Comunist a como “instrumento de Moscú y [el presidente conservador] Giscard” por atr everse a postular candidatos propios. La paradoja de esta trayectoria reside en que fueron los mismos rasgos de personalidad política de Lambert que en el contexto de la lucha de 1951-53, lo ubicaron en la extrema izquierda del trotskismo (su odio viceral al estalinismo y su disposición a la independencia de su sección nacional) los que a partir de la década de 1970 lo colocaban en la extrema derecha. En México, la ausencia de un partido socialdemócrata de masas análogo al francés forzó a la LOM de Luis Vásquez a orientar su “frente unido estratégico” exclusivamente al m ovimiento sindical. Es difícil seguir la vida política de esta organización, ya que su prensa se presentaba como un órgano más del movimiento sindical y no como el periódico de un grupo político trotskista con posiciones definidas. Característicamente, Tribuna Obrera, lo mismo que su futura reencarnación, El Trabajo, se describía a sí mismo en su cintillo como una “tribuna libre” de discusión de los trabaj adores. A mediados de los años setenta, Lambert llegó a estar políticamente muy cerca de la fracción del S.U. dirigida por el SWP. Ambas tendencias compartían un enfoque conservador basado en el trabajo sindical y la participación electoral, así como un fuerte rechazo a los desplantes de radicalismo (especialmente la adopción de la “vía guerr illera”) de la tendencia mayoritaria del S.U. En 1973, la tendencia lambertista cambió su caracterización histórica del SWP de “centrista” a “trotski sta” y, en 1974, aconsejó a sus partidarios que se unieran a la fracción internacional dirigida por el SWP. En octubre de ese
mismo año, Pierre Lambert y otros dirigentes de su tendencia celebraron una reunión con la dirigencia estadounidense. No es de extrañar, pues, que en la crisis revolucionaria portuguesa de 1975-76 ambas tendencias se alinearan en apoyo al Partido Socialista de Mario Soares, aún cuando éste representaba también el lado del anticomunismo socialdemócrata. En México, la LOM también se acercó brevemente a la LS de Jaime González y Cristina Rivas. De hecho, todo un grupo de militantes en torno a Rafael Torres abandonó la LOM en 1977 para unirse a la FBL y, con ella, al PRT. Esta orientación no sería sino la primera de una sucesión de alianzas tempora91
de Perón cohabita con hijo de Mitte rrand”, Spartacist en español No. 10 citado en “Hijo
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27 les de los lambertistas con una u otra fracción del Secretariado Unificado en México. Como veremos, entre 1980 y 1982, lo que quedó de la LOM colaboró estrechamente con el POS morenista y en 1987 se decidió a ingresar finalmente al PRT, pero sólo para abandonarlo tras la debacle de 1991. En realidad, pese a sus alianzas coyunturales con otras tendencias trotskistas y pese a su renuencia a presentarse pú blicamente como una tendencia política bien definida, Luis Vásquez y sus camaradas nunca disolvieron su grupo ni perdieron contacto con la tendencia internacional lambertista. Tras su salida del PRT en 1991, el grupo asumió el nombre de Organización Socialista de los Trabajadores ( OST), con el que sobrevivió durante todo el resto del siglo. VIII TRES CONCEPCIONES DEL SECRETARIADO U NIFICADO (1975-76) Si las tendencias políticas son, más que un conjunto de posiciones, un método de pensamiento, en ninguna corriente esto es tan evidente como en el morenismo de los años sesenta y setenta. Y es que las posiciones de esta tendencia fueron tan violentamente contradictorias entre sí, tan distintas de una situación a otra, que el morenismo ha quedado asociado con un método de respuesta, conscientemente empírico, a las diversas circunstancias, más que con una línea política única. El propio Nahuel Mo reno lo justificaba así: “el mayor acierto de un bolchevique es reconocer cuándo debe cambiar una caracterización y una línea política que los hechos han demostrado equivocadas.” 92 Es posible que las opiniones de sus oponentes sean más reveladoras sobre la verdadera naturaleza de esta tendencia. Un historiador trotskista argentino de una tendencia opuesta (altamirista) lo describe así: Moreno, sin llegar a abjurar de su etiqueta original, protagonizó una tendencia política que simbolizó (incluso internacionalmente) el gangsterismo y la duplicidad políticas. 93 Hugo Miguel Berssano (1924-1987), mejor conocido como Nahuel Moreno, fundó y dirigió una de las tendencias más extendidas en el trotskismo latinoamericano, así como un partido nacional argentino que en algún momento llegó a ser la organización trotskista más numerosa del mundo. Intuitivo y bien informado, mentalmente ágil y muy hábil para las manio bras tácticas, con un poderoso sentido del propósito y una gran imaginación para las fórmulas evocativas, pero sin la sutileza ni el rigor intelectual de Mandel, Moreno siempre desarrolló sus concepciones teóricas originales guiado muy concientemente por sus intereses políticos del momento. Esa fue su mayor fuerza y su mayor debilidad. Su gran flexibilidad táctica y la intensa fuerza de voluntad con la que perseguía sus 92
N. Moreno, Un documento escandaloso (1974). Este documento, presentado al X Congreso del SU como una polémica con E. Mandel, fue de algún modo el resumen de las posturas del morenismo en ese periodo. 93 Coggiola, Osvaldo Historia del trotskismo en la Argentina (1960-1985), CEAL, Buenos Aires, 1986
fines políticos se reflejaban en una enorme confianza en la validez de sus propias concepciones. Esta confianza – típica de los líderes trotskistas — no estaba en el caso de Moreno limitada por escrúpulos como la honestidad ante las masas y el rigor analítico, principios que en general habían caracterizado al movimiento trotskista. El estilo audaz de Moreno tenía el mérito de enfatizar los aspectos más controvertidos, novedosos o inverosímiles de su pensamiento. Sin llegar a los excesos de Posadas, Moreno cultivó dentro de su tendencia una enorme autoridad personal y no evitó cierto culto a su personalidad, 94 lo que le ayudó a justificar las más violentas oscilaciones en su línea política. Moreno tampoco dejó de utilizar su autoridad para opinar en sus escritos sobre los temas más distantes de la estrategia revolucionaria, como las relaciones de amor y amistad entre los militantes, o la teoría de Jean Piaget como paralela de la Revolución Permanente en pedagogía. 95 La referencia al gangsterismo tampoco es gratuita, ya que sus partidarios internacionalmente no despreciaron la violencia física como auxiliar en el combate polémico, incluso dentro del movimiento trotskista. Si bien los partidarios del británico Healy fueron conocidos por su disposición a usar la violencia física contra sus oponentes políticos, dentro del trotskismo latinoamericano el recurso del gangsterismo como arma polémica era algo inusitado, fuera de la corriente morenista. Resumamos pues la zigzagueante trayectoria de esta tendencia hasta 1975, el año en que apareció su primera encarnación mexicana. El primer grupo de Moreno se formó en Buenos Aires a principios de la década de 1940 y en los siguientes años fue conocido en Argentina por declarar que el peronismo era el más reaccionario de los regímenes que hubiera sufrido ese país. Sin embargo, a partir de 1952, este grupo, dio un giro de 180 grados y se convirtió en el más entusiasta de los partidarios “trotskistas” de Perón. En 1955, Moreno fundó la revista
Palabra Obrera, que se presentaba como un “órgano del per onismo obrero revolucionario”, “bajo la disciplina del general Perón y del consejo superior pero nista”.
En cuanto a alineaciones internacionales, Moreno estuvo entre los primeros partidarios de Michel Pablo en la escisión de 1953. Sin embargo, en ese momento Pablo prefirió darle el status de sección argentina oficial al grupo de Posadas, a quien consideraba más fiel. Resentido, Moreno rompió con Pablo y se sumó al Comité In ternacional “antipablista” de Cannon, 94
En su presentación de 1989 a Un documento escandaloso, los editores afirman: “Nahuel Mor eno, fallecido en 1987, fue el máximo dirigente y fundador de la más dinámica de las corrientes trotskistas existentes... y del más grande partido trotskista del mundo... Sólo cabe agregar que este trabajo se convirtió en un manual para la construcción de partidos trotskistas enraizados en la clase obrera en decenas de países, y su impacto en el trotskismo mundial, sobre todo en el latinoamericano, fue de tal magnitud que también se le conoce familiarmente como ‘ El Morenazo’” ( El partido y la revolución, ed. Antidoto 1989). En sus últimos años, sus partidarios lo llamaban “el viejo”, apodo con el que había sido conocido
Trotsky dentro de su movimiento . 95 N. Moreno, Lógica marxista y ciencias modernas (Antidoto, 1986)
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28 Healy y Lambert. Fue como miembro del Comité Internacional que Moreno dirigió su primera sub-organización a escala latinoamericana, el Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo, fundado en 1957 como una especie de tendencia interna del CI con una posición radicalmente antipablista.96 Sin embargo, su “trotskismo ortodoxo” y su antip ablismo radical no duraron mucho. Impresionado por la Revolución Cubana de 1959, Moreno siguió al SWP estadounidense en su reunificación con la tendencia de Mandel y la creación del Secretariado Unificado en 1963 sobre la base de su apoyo político al castrismo. Para entonces Posadas se había escindido del Secretariado Internacional pablista para crear su propia corriente internacional, y Moreno vio el camino libre para ser el dirigente regional incontestable de la Cuarta Internacional en América Latina. Así, durante los años sesenta, la tendencia morenista formó parte del S.U., y como tal adoptó la postura de alabanza a la vía guerrillera y a la dirección cubana. En 1962 Moreno escribía: El maosetunismo o teoría de la guerra de guerrillas es la refracción particular en el campo de la teoría de la actual etapa de la revolución mundial.[...] [Hay que]sintetizar la teoría y el programa general correcto (trotskista) con la teoría y el programa particular correcto (maosetunista o castrista). 97 Con esta lógica, en 1964 el grupo de Moreno en Argentina se fusionó con el FRIP, un grupo nacionalista-guevarista dirigido por Mario Roberto Santucho, para crear el PRT argentino. Todavía en septiembre de 1968, la prensa morenista reimprimía orgullosamente y a escala internacional un documento de 1961 en el que Moreno proclamaba: Si en el pasado el sindicato fue nuestro vehículo organizativo para plantear la cuestión del poder, hoy día la OLAS [ sc. la coalición latinoamericana de organizaciones armadas impulsada por Cuba], con sus organizaciones de combate nacionales para la lucha armada, es el único vehículo organizativo para el poder. 98 Entre 1968 y 1969, sin embargo, cuando Santucho dio los primeros pasos para transformar al partido en un verdadero ejército guerrillero, la tendencia de Moreno — que, pese a todas sus exhortaciones, no estaba dispuesta a tomar las armas — rompió con la mayoría pro-guerrillera del PRT. Desgraciadamente para Moreno, esto coincidió con el IX Congreso Mundial del S.U. y su adopción de la estrategia guerrillera a escala latinoamericana. Así que, una vez más, la Internacional tomó lado con el rival de Moreno y otorgó el estatus de sección oficial al PRT de Santucho. Desairado, Moreno denunció el “revisionismo” de la d irección internacional en Europa y en la lucha fraccional que ocurrió dentro del S.U. se sumó a la facción del SWP — la
FLT — en contra del giro hacia la lucha armada. El grupo
de Moreno coincidía con los estadounidenses en su postulación de un activismo obrero y parlamentario más ortodoxo, pero también más conservador. En esa época, en el terreno nacional, Moreno inició un marcado giro hacia la política electoral, pacífica e institucional. A finales de 1971, su tendencia se unió a un ala del viejo partido socialdemócrata, dirigida por Juan Carlos Coral, para formar el Partido Socialista de los Trabajadores ( PST), que en los próximos años sería el centro de su tendencia internacional. Con una hábil maniobra política, Moreno logró el registro electoral legal para su partido y así lo convirtió en un instrumento que le permitiría aprovechar la radicalización de las grandes luchas obreras de principios de los años setenta. Esto hizo del PST uno de los partidos más numerosos y de más arraigo obrero del trotskismo mundial, lo que no pudo sino incrementar internacionalmente la autoridad de Moreno. Ideológicamente, sin embargo, esto significó un acentuado giro a la derecha. En esta época encontramos a la prensa morenista, que unos años antes cantaba las glorias del gueva99 rismo, abogando por la “continuidad del gobierno” de Isabe100 lita Perón, defendiendo la “institucionalización” y argumentando que sus antiguos camaradas, los guerrilleros del PRT/ERP, eran los causantes de la militarización de la política argentina, siendo los terroristas ultra derechistas de la AAA su 101 “réplica”. En todo este giro, el SWP estadounidense fue el defensor internacional de Moreno, ya que este enfoque institucional y pacífico de su política correspondía plenamente con el que mantenían los estadounidenses en su propia actividad en el movimiento contra la guerra de Vietnam. Del mismo modo, los escritos de Moreno de entre 1969 y 1975, se refieren frecuentemente a la superioridad histórica del SWP, a su continuidad con el trotskismo clásico y a la sabiduría de sus líderes como Hansen y Peter Camejo. Sin embargo, el bloque con los estadounidenses que la tendencia morenista había conservado desde su origen (juntos fundaron el Comité Internacional en los años cincuenta, juntos regresaron a fundar el S.U. en los años sesenta y juntos dirigían la FTL en los años setenta) empezó a resquebrajarse en 1975. Como hemos visto, el SWP mantenía un curso conservador políticamente definido y estable, mientras que el morenismo no seguía un rumbo único. Acaso esto respondiera en parte a la relativa estabilidad de la vida política estadounidense en contraste con el accidentado y extremoso contexto latinoamericano y argentino en particular. A partir de 1974-75, el recrudecimiento de la represión en Argentina bajo Isabelita Perón y su funesto ministro José Ló pez Rega fue cerrando las posibilidades de la política legal y parlamentaria, y, en esa medida, la tendencia morenista inició un nuevo giro a la izquierda, rebasando en ciertos aspectos incluso a la mayoría mandelista. En 1976, con el golpe militar de Videla, las posibilidades de lucha parlamentaria terminaron de cerrarse y el propio Moreno tuvo que huir de la Argentina
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N. Moreno, “Prólogo de 1985 a ‘Un documento escandal oso’, en El Internacioanlismo y las internacionales, Ediciones
Uníos, México, 1997 97 N. Moreno, La revolución latinoamericana (1962) 98 N. Moreno “La revolución latinoamericana, Arge ntina y nuestras tareas” Estrategia No. 7, septiembre de 1968
99
J. Coral, “Esto dijimos en la multisectorial”, Avanzada So-
cialista, 15 de octubre de 1974 100 Avanzada Socialista, 4 de julio de 1974 101
“Declaración del CE del PST a la multisect orial” AS , 10 de
octubre de 1974
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29 para establecerse en Colombia, y con ello perdió contacto con la base local de su política “instituci onal”. También en sus posiciones internacionales, esto se reflejó en un pronunciado giro a la izquierda. En particular, Moreno denunció tajantemente las posiciones del SWP de suavidad con la socialdemocracia (Portugal) o de neutralidad frente al imperialismo (Angola), 102 sin dejar de criticar desde la izquierda la suavidad de Mandel con los estalinistas (Portugal) y su ambigüedad con los eurocomunistas. Fue en 1975, justo antes de que comenzara el giro hacia la izquierda de Moreno, que apareció en México la primera encarnación organizativa del morenismo, a saber: la Tendencia Militante de la LS. La encarnación mexicana de la corriente morenista — dirigida originalmente por Ricardo Hernández, luego por Telésforo Nava, después por Mariano Elías y finalmente por Cuauhtémoc Ruiz — habría de ser un elemento constante y dinámico en el trotskismo por todo el resto del siglo XX. Como hemos visto, desde su origen en 1972 y hasta 1975, la LS había sido la organización de los partidarios mexicanos de la fracción internacional que tenían en común el SWP y el PST de Moreno, con el primero en la dirección. En 1975, justo en la época en la que el bloque empezaba a quebrarse, se mudó a México por unos meses un importante cuadro morenista argentino, Eugenio Greco, 103 e incluso Moreno mismo pasó por el país para influenciar la política trotskista mexicana. Para ese punto, uno de los líderes fundadores de la LS, Ricardo Hernández, estaba descontento con la dirección del SWP, que aparentemente no lo tomaba en cuanta tanto como él hubiera querido, y con la asesoría de Greco fundó una fracción interna morenista dentro de la LS, la llamada “Tendencia Militan te” (TM). Además de Hernández y Greco, esta tendencia incluía a militantes como Telésforo Nava, Mariano Elías y Augusto León. Si a escala internacional el morenismo había roto con el SWP desde una posición notablemente más izquierdista, en México no era el caso. La TM de Hernández denunciaba a la dirección encabezada por González y Rivas no por algún cargo de capitular a tal o cual fuer za, sino por su “propagandismo abstracto” y por estar compuesta de lo que Hernández llamaba “ profesores ro jos”. A cambio, proponía un giro enérgico hacia el “trabajo de masas” y un reacercamiento con la organiz ación trotskista más grande, el GCI. La situación al interior de la LS se complicó a finales de 1975, cuando Cristina Rivas y Jaime González permitieron que se filtraran al Comité Central de la Liga rumores infunda102
En la “Revolución de los claveles” de 1975 el SWP i mpul-
só a su sección afiliada que apoyara, con un criterio meramente democrático, al anticomunista Partido Socialista de Mario Soares, mientras que la mayoría mandelista pedía apoyar al Movimiento de las Fuerzas Armadas, influenciado por los estalinistas. Moreno los criticó a ambos. En Angola, el SWP sostuvo que el MPLA y UNITA eran dos fuerzas igualmente progresistas, aún cuando esta última contaba con el respaldo norteamericano y sudafricano. Moreno sostuvo que había que darle apoyo militar exclusivamente al MPLA. 103 En los años ochenta, Greco llegaría a ser el dirigente nacional del MAS argentino, la masiva organización morenista.
dos acerca de que Hernández era un agente infiltrado de la policía. Esto enturbió la lucha política y naturalmente enfureció a Hernández, pero también le permitió volver el fuego polémico contra sus rivales, acusándolos, justificadamnete, de calumniadores. En poco tiempo y con la ayuda de Moreno y su embajador Greco, Hernández y su TM consiguieron la mayoría de la Liga y derrocaron a la dirección pro- SWP de González y Rivas. Un nuevo Comité Central fue electo para reflejar la nueva mayoría morenista en torno a Hernández, y un nuevo reglamento organizativo fue aprobado. El fin de este cambio estatutario era exigir que to dos los militantes fueran “puestos a prueba” por un mes; sólo si en este mes demostraban el nivel de “act ivismo” que exigía la nueva dirección morenista, podían qu edarse en la organización. Tal como se esperaba, el resultado fue la purga de varios cuadros afines al SWP y la consolidación de la dirección morenista en la LS: fue “el 18 Brumario” de Ricardo Hernández. La dirección depuesta, con muchos de sus partidarios excluidos de la Liga por las nuevas reglas, adoptó el nombre de Fracción Bolchevique Leninista ( FBL), y al poco tiempo se declaró “fracción pública” y lle vó su combate polémico a la prensa, es decir, se escindió. 104 El 31 de diciembre de 1975, González, Rivas, Ismael Contreras y otros de sus partidarios salieron del local de la LS cargando una máquina de escribir y unas cuantas cajas de archivos. En pocos días ya estaban produciendo su propia revista, Clave, cuyo título honraba al de la brillante revista teórica de la primera generación del trotskismo mexicano. A partir de entonces, los miembros de la FBL serían conocidos familiarmente como “los feb elos”. Por su parte, el cambio de dirección dentro de la LS reorientó a la organización rumbo a los mandelistas del GCI, pero también precipitó la escisión formal del bloque internacional de Moreno y el SWP. Los morenistas se constituyeron como una tendencia aparte en todo el mundo, la llamada Tendencia Bolchevique (luego Fracción Bolchevique), sin salir del marco organizativo común, infinitamente flexible, del Secretariado Unificado. Así, el viejo GCI mexicano quedó dividido en tres organizaciones rivales, cada una con sus propias finanzas, su propia organización y su propia prensa pública, y cada una adscrita a una de las tendencias internacionales internas en las que estada dividido el S.U., a saber: El GCI de Aguilar Mora y Alfonso Peralta seguía leal a la mayoría mandelista; la LS había quedado en manos de Hernández y seguía al PST de Moreno; y la FBL dirigida por González y Rivas seguía al SWP estadounidense. Esta situación, aunque no fue única, era sumamente paradójica, ya que según el acuerdo de sus respectivas tendencias internacionales, las secciones debían trabajar en una sola organización unificada en cada país. Pese a las muy reales diferencias políticas, la existencia separada de tres organizaciones hostiles entre sí en México, pero afiliadas a la misma Internacional (el S.U.), tenía mucho de malentendido y no estaba destinada a durar. La ansiada reunificación habría de llevarse a cabo entre 1976 y 1977, pero antes las organizaciones del trotskismo mexicano hubieron de enfrentar, cada una a su 104
“Empate Mexicano”
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30 manera, un reto político considerable: las elecciones presidenciales. TRES CONCEPCIONES DE LA VOTACIÓN MEXICANA
Habiendo perdido a sus principales dirigentes nacionales (David Aguilar Mora asesinado en Guatemala, Felipe Galván muerto en un accidente aéreo, Almeyra y Fernández Bruno deportados a Argentina y Adolfo Gilly exiliado en Europa), durante la primera mitad de los setenta el POR (T) posadista de Francisco Colmenares se había ido convirtiendo más y más en una secta reducida y sin contacto alguno con la realidad. Incluso sus posiciones tácticas dependían cada vez más de los excéntricos caprichos del ensoberbecido Posadas, que para entonces vivía deportado en Italia tras haber sido apresado en Montevideo en 1968. 105 Fue a partir de esa época que Posadas empezó a ser asociado internacionalmente con delirantes ideas sobre OVNIs provenientes de avanzadas galaxias comunistas y cosas por el estilo. Así, para las elecciones de 1976, el POR (T), decidió llevar hasta sus últimas consecuencias su línea histórica de confluencia con el nacionalismo de los países latinoamericanos y llamó nada menos que a votar por José López Portillo del PRI, el partido que desde el gobierno había torturado y encarcelado a sus camaradas apenas unos años antes. El voto por el PRI, sorprendente en cualquier organización que se considerara de izquierda, por no decir trotskista, convirtió al POR en una caricatura de sí mismo y marcó el final definitivo del posadismo como una tendencia viable dentro de la izquierda mexicana. Hay que subrayar, sin embargo, que incluso el apoyo electoral al PRI no fue fruto de un impulso carrerista por parte de los militantes mexicanos en busca de un “hueso” en el g obierno de López Portillo, sino que fue una aplicación consecuente (aunque caricaturizada) de su perspectiva programática histórica. Ya en 1971, el grupo de Posadas había apoyado electoralmente al “Frente Amplio” ur uguayo. La tragedia de los posadistas fue que su elevado idealismo moral no descansaba en un programa revolucionario consecuente, sino en la personalidad inestable de un caudillo. Para finales de la década, incluso Colmenares se había retirado de la política, y la militancia del partido se había reducido a un solo miembro, un tal Alfonso Lizárraga Bernal, que, con la abnegación proverbial de los posadistas, siguió publicando algunos números más del Voz Obrera.106 Si bien López Portillo fue el único candidato oficialmente registrado para las elecciones, ciertamente el apoyarlo no era la opción más atractiva para el resto de las organizaciones trotskistas. Las elecciones de 1976 fueron las primeras en la historia de México en las que el Partido Comunista no era ilegal desde 1946, y si bien no tenía registro oficial, sí estaba en condiciones de presentar abiertamente una candidatura sin 105
Tras su arresto, Posadas fue públicamente identificado como Homero Critali y hubo de encontrar su entrada vedada al resto de América Latina. Su identificación ocurrió con la com plicidad del Partido Comunista uruguayo (ver: Alexander, Op. Cit ). 106 Entrevista con Carlos Ferra
registro. Su candidato fue el legendario líder ferrocarrilero Valentín Campa. Las elecciones de 1976 también fueron las únicas de la historia contemporánea de México en las que el derechista PAN no presentó candidato, lo que convirtió al Partido Comunista en la segunda fuerza electoral del país, aún a pesar de su falta de registro. Ese año el PCM logró la mayor audiencia nacional desde su fundación en 1919, alcanzando casi un diez por ciento del voto. 107 Su plataforma electoral llamaba a la nacionalización de toda la industria básica y a eliminar los grandes latifundios capitalistas para darle “la tierra a quién la trabaja” y a “limitar la ganancia de los capitalistas” (no a eliminarla).
En la sección internacional, la plataforma proponía que México se uniera a la OPEP, llamaba “estados socialistas” a los estados obreros y exigía su “coexistencia pacífica” con el campo capitalista: elementos opuestos por el vértice al programa básico del trotskismo. Si bien objetivamente la candidatura de Campa era sin duda una alternativa política proletaria, su programa electoral no era de ningún modo específicamente clasista. Como parte su campaña, desde mediados de 1975 el PCM buscó expandir su alcance electoral convocando a una coalición electoral amplia de todos los partidos “democráticos” y que estuvieran por la alianza de los obreros, los campesinos “y otros sectores 108 del pueblo” en una Coalición de la Izquierda. En una entre-
vista publicada internacionalmente, el secretario general del partido, Arnoldo Martínez Verdugo, declaraba que entre las fuerzas que su partido buscaba unir, estaban también los que “estaban rejuveneciendo a la Iglesia”, “las fue rzas patrióticas y democráticas dentro del ejército” e i ncluso algunos “hombres de negocios progresistas”. 109 Su convocatoria estaba lejos de tener un carácter específicamente socialista u obrero y más bien respondía a la concepción clásica del partido de perseguir una “etapa democrática” de la revolución en México antes de
pensar en socialismo. Lo que esta campaña tuvo de excepcional en la historia del PCM era que por primera vez estaba dispuesto a aceptar también a trotskistas en su coalición. Viniendo del mismo partido que en 1940 había intentado asesinar Trotsky, esta apertura era algo sin precedentes. 110 En ese tiempo, el partido daba sus primer os pasos en la dirección del llamado “euroc omunismo”,111 es decir, el rechazo de su tradición estalinista dura (y con ella de su adhesión formal al leninismo) a favor de una perspectiva más liberal y más conciliadora con la democracia capitalista. 107
V. Campa, Mi testimonio, Ediciones de Cultura Popular, México 1979 108 Intercontninental press (1 de marzo de 1976) 109 Ibid (31 de mayo de 1976) 110 En esa época, el propio Campa publicó sus memorias donde revelaba su propio papel en la época en la que Trotsky estaba en México. Él se había opuesto a la línea oficial del partido de aniquilamiento físico de Trotsky, proponiendo en su lugar denunciarlo como agente contrarrevolucionario. Esta “suavidad” le valió su e xpulsión del partido en 1940. 111 El eurocomunismo fue impulsado desde mediados de los años setenta por partidos como el español y el italiano, siendo Santiago Carrillo uno de sus principales exponentes.
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31 ¿Cómo respondieron los diversos grupos trotskistas a esta situación que en tantos sentidos no tenía precedente? Durante la primera mitad de la década, y a diferencia del POR , los tres grupos afiliados a tendencias dentro del S.U. (el GCI, la LS y la FBL) habían logrado intersecar exitosamente la radicalización estudiantil y habían crecido mucho. A princi pios de 1976, el GCI había conseguido reunificarse con el gru po “combate” de Sergio Rodr íguez Lascano que editaba el periódico Rojo, y ahora cambiaba su nombre a Liga Comunista Internacionalista ( LCI). De hecho, el sustantivo “grupo” ya hacía mucho le quedaba chico a una organización tan desarrollada. Con esta reunificación regresó a la organización Lucinda Nava, que, gracias a su activismo sindical universitario, para entonces había llegado a formar parte de la dirigencia del recién formado sindicato de trabajadores de la UNAM.112 Para ese punto, dentro de tendencia internacional mandelista, el entusiasmo guerrillero había empezado a enfriarse en vista del poco éxito obtenido con esa táctica en toda América Latina.113 En su lugar se abría paso de manera cada vez más evidente una orientación electoral hacia los grandes partidos obreros parlamentarios. Así por ejemplo, en 1973 y 1974, la LCR francesa (la organización insignia de los partidarios de la TMI) había llamado a votar por la frentepopulista Unión de la Izquierda de Mitterrand en la segunda vuelta (decisiva) de las elecciones legislativas y presidenciales. En las elecciones portuguesas de junio de 1976, Alain Krivine había llamado a votar por el general Otelo Saravia de Carvalho, postulado por el PC. Al mismo tiempo, en Italia, la sección del S.U. dirigida por el mismísimo Livio Maitan no sólo apoyó electoralmente a Democrazia Proletaria en las elecciones parlamentarias de 1976, sino que incluso presentó candidatos en su lista electoral. 114 Así, al llegar el momento de decidir qué posición tomar respecto a las elecciones mexicanas, la LCI optó por la fórmula de “apoyo crítico” al candidato del PCM, lanzando para esto un “Frente de Izquierda Revolucion aria” que llamaba a votar por Campa, pero aclarando que no compartía programa de la Coalición de la Izquierda, al que calificaba de reformista. 115 En cambio, la LS no se conformó con un “apoyo crítico” y no sólo llamó a votar por Campa, sino que se integró a la lista electoral del PCM y firmó con él una plataforma electoral con junta de 17 puntos. En este documento, que defendía la política tradicional del PC, incluyendo la “coexi stencia pacífica”, y otros puntos de controversia con el trotskismo. La LS afirmaba compartir con el partido de Campa sus “objet ivos socialistas” 112
Curiosamente, en esta misma época Alfonso Peralta dirigía una corriente opositora en el mismo sindicato. Ambos eran miembros del Comité Político del PRT. Ver: José Wolden berg, Memoria de la izquierda, Cal y Arena, México 1998 113 En 1973, el PRT argentino de Roberto Santucho, ejemplo del giro guerrillero del S.U., optó por romper definitivamente con el trotskismo en cualquiera de sus variantes. Lo mismo sucedió con el ELN boliviano y el MIR chileno. 114 Democrazia Proletaria se oponía al bloque del PC con la Democracia Cristiana, pero le contraponía una versión más izquierdista de frente popular, siguiendo el modelo de la “Un idad Popular” chilena. 115
Bandera Roja, 17 de abril de 1976
y su “método revolucionario”. Este endoso expl ícito de la política del adversario histórico del trotskismo dentro de la izquierda fue la primera aplicación práctica de la promesa de la nueva dirección de la LS de “ir a las masas”. Por su parte, los “febelos” de González y Rivas, que poco antes se habían visto arrojados fuera de la LS por Hernández y
su camarilla morenista, reaccionaron a la capitulación de sus antiguos camaradas oponiéndole la táctica contraria, y se negaron a brindarle a Campa ningún apoyo electoral. El insólito bloque electoral de la LS morenista con el PCM desató una polémica internacional dentro del S.U. y forzó a los tres grupos a posponer temporalmente su ansiada reunificación. Discutiendo acaloradamente con un vocero de la FBL en un mitin electoral de Campa, Ricardo Hernández le gritó: “¡el Partido Comunista es más revolucionario que ustedes!” 116 Considerando que, al menos nominalmente, la LS y la FBL
formaban parte de la misma organización, la afirmación de Hernández era muy significativa. Para agravar las cosas, en esa misma campaña, miembros de la FBL fueron físicamente agredidos por golpeadores del Partido Comunista. La LCI, fiel a la mayoría mandelista internacional, criticó los “excesos” de la LS en su alianza con el PCM, pero sin perder de vista en ningún momento su curso hacia la reunificación, ocupando así una posición intermedia. Cuando, en una reunión internacional celebrada el mes de julio, el SWP presentó una moción para que el S.U. en su conjunto se distanciara de la actitud electoral de la LS mexicana, los mandelistas se opusieron y lograron que la moción no pasara. Ante la acusación de haber firmado una plataforma que llamaba a apoyar la “coexistencia pacífica”, la pre nsa de la LS respondió sencillamente que: “La política exterior es el pr o-
blema que menos le interesa a las masas en este momento.” 117
Este tipo de argumentos, tan abiertamente opuestos al espíritu del trotskismo, dieron a la LCI y, especialmente, a la FBL la oportunidad de presentarse como una alternativa mucho más principista a la LS. Sin embargo, el hecho de que la primera tambié n apoyara electoralmente al PCM, aún acusándolo de “fre ntepopulista” y “colaboracionista de clase”, y de que las tres pe rtenecieran a la misma “internacional” debilitó mucho la fuerza de sus críticas,
cosa que a su vez no pasó desapercibida en las respuestas polémicas de la LS.118 Es ilustrativo respecto a la naturaleza de las tendencias que conformaban el S.U. el que los morenistas, que internacionalmente mantenían la posición más claramente izquierdista dentro del bloque, súbitamente se encontraran apoyando al PCM con argumentos abiertamente oportunistas, mientras que la FBL, ubicada en la derecha, pudiera representar la extrema izquierda en el terreno concreto nacional. Como hemos visto, la tendencia morenista internacionalmente se jactaba de su firmeza ide ológica contra el “eurocomunismo” y criticaba duramente a Mandel por su ambigüedad en este punto. Sin embargo, la valoración acrítica del eurocomunista PCM que hacía Hernández en el terreno concreto (“¡el PCM es más revolucionario que ustedes!”) era mucho más profunda y abierta 116 117
citado en “Empate mexicano”,
Spartacist No. 11
Ibíd.
118
Ver, por ejemplo “Respuesta a un ensayo sobre el sectari smo” de R. Hernández (citado en Ibíd.)
31
32 que la de Mandel. En la práctica, la sección mexicana del morenismo demostró ser capaz de actuar de manera radicalmente opuesta a lo que predicaba su tendencia internacional en el plano abstracto. IX
...el verdadero debate no versa sobre las etiquetas, el marco organizativo, los estatutos, las relaciones humanas o referencias a un barbudo llamado León Trotsky.... ¿Qué importan las etiquetas? Si en la arena política encontráramos fuerzas políticas que estuvieran de acuerdo con nuestra orientación estratégica y táctica, y a quienes les causaran repudio sólo el nombre y la referencia histórica, nos desharíamos de ellos en 24 horas...
LOS PROFETAS DESARMADOS (1976-1979) Entre 1972 y 1975, el trotskismo mexicano emprendió el que habría de ser el proyecto editorial más ambicioso de su historia: la publicación de las obras escogidas de Trotsky en 23 tomos, en la editorial Juan Pablos. Usando traducciones acreditadas (muchas de ellas a cargo de Andrés Nin o revisadas por el propio Trotsky), la colección hizo disponible unos mil ejemplares de varias de las obras más representativas de este autor, con lo que se hizo un servicio considerable a la izquierda de habla hispana en su conjunto. A cargo de la edición estuvo el profesor Cesar Nicolás Molina, que había sido militante trotskista en su juventud y que entonces era simpatizante del GCI. En cuanto a la selección de textos, hay un detalle que resulta ilustrativo de las concepciones organizativas dominantes en el trotskismo mexicano de ese entonces. El último tomo, el número 23, es el libro de 1904, Nuestras tareas políticas, una obra breve que corresponde al periodo juvenil y no bolchevique de Trotsky, que entonces se solidarizaba con los mencheviques. La obra (que el autor dedicó a su “querido maestro” de e ntonces, el líder menchevique Pavel P. Axelrod) es una dura polémica contra Lenin y su concepción del partido de vanguardia, que el propio autor habría de abrazar sólo a partir de 1917. Hay que señalar que durante el resto de su vida, Trotsky nunca autorizó la reimpresión de Nuestras tareas políticas e hizo claro, tanto en sus hechos políticos como en otros escritos, que consideraba su contenido fundamentalmente equivocado. Lo que resulta políticamente significativo, en el contexto de 1975, no es tanto la publicación misma de la obra (que innegablemente es un elemento importante para comprender la biografía política e intelectual de Trotsky), sino la presentación editorial de la contraportada del libro. Lejos de explicar en modo alguno la evolución del autor, esta presentación anuncia Nuestras tareas políticas como la prueba de que Trotsky nunca fue un “anti -leninista” (cosa que en real idad sí fue, aunque tem poralmente), y como una “lúcida crítica”, sin distanciarse de ella en ningún sentido. La presentación reivindica la personalidad moral intrínseca de Trotsky, pero no al trotskismo entendido como el conjunto de ideas a las que llegó el revolucionario ruso tras una larga evolución, particularmente desde 1917. ¿En qué sentido es relevante esto para nuestra narración? No olvidemos que en 1975 la principal meta organizativa que se había planteado el GCI era la reunificación con distintas corrientes “de extrema izquierda” d entro de un solo partido, aún cuando estas no compartieran un programa político específico; una perspectiva que recuerda más al Trotsky menchevique de 1904 que al Trotsky leninista de 1917 en adelante. En esa misma época, Mandel declaraba:
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Desarrollando esta misma noción en términos más formales, en noviembre de ese mismo año Mandel explicaba a una revista de izquierda española: En mi opinión el futuro del movimiento revolucionario está en un tipo de organizaciones más amplias de las que se definen como trotskistas. Agrupaciones que se unifican, no obstante, con secciones de la Cuarta Internacional.120 Esto era la continuación consecuente de la perspectiva estratégica que el mandelismo venía sosteniendo desde su origen en los años cincuenta. En realidad, ésta fue la forma en la que nació el MIR chileno en 1965, y también la perspectiva con la que se fundó el GCI mexicano en 1969 como la fusión de los mandelistas c on el grupo de “espartaquistas primitivos” de José Revueltas. En ninguno de los casos el bloque pudo durar. En el MIR , los trotskistas quedaron en minoría frente a los guevaristas y terminaron por ser excluidos. En el GCI, donde los trotskistas constituían la mayoría dominante, fue Revueltas el que decidió renunciar en 1971. Para 1976, los grupos “no trotskistas” a los que se orie ntaba el S.U. eran sobre todo sindicalistas-revolucionarios y “maoístas críticos” de Italia y otros países. En México, la LCI
revindicaba totalmente esta estrategia, pero por el momento buscaba la unificación por lo menos con los grupos trotskistas que pertenecían a su misma “intern acional”. FINALMENTE : EL PRT Como hemos visto, el que el S.U. estuviera representado en México por tres organizaciones separadas y rivales contravenía el acuerdo de sus respectivas tendencias internacionales. Así, el esta tus de sección plena de “la Cuarta Internacional” sólo podría ser otorgado a una organización reunificada. Esto sólo aumento la inmens a presión por la “unidad” que la propia realidad nacional ya imponía. Desde 1975, cuando la tendencia morenista logró la dirección de la LS, los documentos de las organizaciones empezaron a hablar de la reunificación como algo deseable, e incluso inminente. La escisión en la LS en 1975-76 y las profundas diferencias que se manifestaron en torno a la candidatura de Campa en las elecciones de ese verano lograron retrasar unos meses el proyecto de unidad, pero no descarrilarlo. 119
Politique Hebdo, 10-16 de junio de 1976. Mandel emitió esta declaración como parte de las pláticas que sostenía su organización con el ala izquierda del PSU francés, encabezada por su antiguo maestro, el mismísimo Michel Pablo. 120 Topo Viejo, noviembre de 1976
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33 Así pues, el 18 de septiembre de 1976, apenas dos meses después del final de la polémica campaña electoral, varios cientos de militantes pertenecientes a la LCI y la LS se reunieron en un auditorio de la vieja Facultad de Ciencias de la UNAM para celebrar el congreso de fundación de un nuevo partido unificado. Operando todavía en condiciones de semi-clandestinidad, los participantes no hicieron pública la ubicación del congreso, y sólo días después organizaron un acto público en el Salón Riviera, un popular club de baile tropical, para presentar pú blicamente el nuevo partido. Las diferencias programáticas que separaban a los fundadores eran bien conocidas, y quizá por eso nadie pretendió resolverlas en el Congreso mismo. Curiosamente, al final de la reunión surgió una discusión inesperada y en cierto modo trivial que sí tuvo que discutirse y resolverse ahí mismo, resultando en el debate más memorable de la reunión: cómo llamar a la nueva organización. Insistiendo sobre la importancia de darle al partido un nombre preciso en términos marxistas, Edgard Sánchez, del GCI, propuso el nombre “Partido Obrero Comunista”, pero la mayoría lo descartó: el siempre práctico Ricardo Hernández, líder morenista de la LS, señaló mordazmente que de ningún modo querían ser conocidos como “los POCos”. En su lugar fue aprobado el nombre “paralelo”, pero menos cargado de
terminología marxista, de Partido Revolucionario de los Tra bajadores ( PRT); no accidentalmente el mismo nombre de la heroica pero malograda organización trotskista-guevarista de Argentina.121 Siguiendo el viejo esquema mandelista de agrupar a toda la “vanguardia amplia”, el PRT buscó desde el principio atraer a distintas fuerzas de la “extrema izquierda” aún cuando estas
no reivindicaran específicamente al trotskismo. En palabras de Aguilar Mora, el PRT coronó el proyecto político de la corriente marxista revolucionaria históricamente vinculada al trotskismo, pero aspira a desbordarse a otras corrientes revolucionarias que se han fortalecido en el periodo [posterior a 1968]. 122 José Revueltas, que no sólo había roto con el GCI desde 1971, sino que en los últimos años había repudiado el leninismo como forma organizativa, fue invitado a asistir al congreso de unificación, pero la muerte se lo impidió. Del Bandera Roja del GCI, y El Socialista de la LS, nació el periódico del PRT, Bandera Socialista, que combinaba salomónicamente los dos títulos anteriores. Manuel Aguilar Mora y Augusto León, editores de los dos periódicos respectivamente, pasaron a co-editar el nuevo periódico. Para el órgano teórico, fue elegido el título de La Batalla. Es un título curioso, ya que éste había sido el cabezal que en los años treinta identificaba a la prensa del POUM de Andres Nin, un partido “centrista” español con el que Trotsky había roto pol í-
ticamente en medio de las polémicas más ásperas. También había sido el título de la efímera publicación de los partidarios mexicanos del POUM en esa misma época, como el trotskista disidente Gustavo de Anda. 123 El que en 1976 el PRT escogiera ese título para su revista teórica refleja la actitud ideológicamente laxa del partido, dispuesto a dejar atrás las viejas “et iquetas” y rencillas del trotski smo clásico. Reflejando el hecho de que los mandelistas seguían siendo la mayoría indiscutible, el nuevo partido retomó la insignia del GCI/LCI: la hoz y el martillo sostenidos paralelamente y vistos de frente (como en la cima del monumento al trabajo de Moscú). En todas las crónicas de la fusión hechas por mandelistas, se hace referencia a la importancia que tuvieron la internacional “y es pecialmente el camarada Ernest Mandel” para convencer a los mexicanos de la conveniencia de reunificarse en una organización común. 124 El artículo que anunció la fusión en la prensa del Secretariado Unificado, dice: “pese a
genuinas diferencias políticas (especialmente en cuestiones internacionales) pueden y deben unirse en una sola organización que resuelva sus debates dentro del marco del centralismo democrático”.125 Según el documento oficial de fusión, la ruptura de las dos organizaciones se había debido a la inexperiencia organizativa de sus cuadros. Ahora resultaba que las diferencias nunca habían sido fundamentales y nada en cuanto a éstas había cambiado desde entonces. Evidentemente, esto no era del todo cierto. La unificación se había hecho posible en parte gracias al abandono par cialde la “vía guerrillera” por parte de la fracción mandelista. Sin esto, los morenistas difícilmente hubieran aceptado unirse a una organización que podía mandarlos a la sierra en cualquier momento. Sin embargo, esto fue diplomáticamente ocultado. Es muy ilustrativo que, como “presidente honorario” de la
reunión, haya sido elegido nada menos que Mario Roberto Santucho, el guerrillero argentino que acababa de ser asesinado por la dictadura. Santucho había sido el líder y el símbolo de la fracción guerrillerista con la que Moreno había roto en su país. También es ilustrativo que la sala de la UNAM en la que se llevó a cabo el congreso haya sido bautizada “Miguel Enr íquez”, en honor al líder asesinado del MIR chileno. Tanto Enríquez como Santucho habían sido acremente criticados por Moreno (como “réplicas” de los terroristas de ultra derecha), y después habían roto explícitamente con el S.U. y con el trots-
kismo en su conjunto. Sus respectivas organizaciones prácticamente habían desaparecido bajo la represión. Las dos experiencias habían sido en su momento motivo de vergüenza y frustración para la dirección internacional mandelista. Sin embargo, para septiembre de 1976, tanto Enríquez como Santucho tenían una ventaja común que los hacía aceptables, en el plano de los símbolos, tanto para los mandelistas como para los morenistas: estaban muertos. Paradójicamente, la consagración póstuma de los dos líderes guerrilleros marcó el final definitivo de la época guerrillera
121
En una ponencia presentada 25 años después de la fundación del PRT, Sánchez señala como este nombre era aceptable tanto para los mandelistas como para los morenistas, ya que alguna vez había sido el nombre de su organización común en Argentina. La misma ponencia describe la audacia organizativa de Hernández pero también su ya conocido pragmatismo. 122 M. Aguilar Mora , Huellas del porvenir
123
Ver: Gall. O, op.cit. Ver, por ejemplo, los comentarios de Sergio Rodríguez en el XV aniversario del partido (citados en Bandera Socialista No. 417), o los de Edgard Sánchez en el XXV aniversario. (publicados en Carpeta de Izquierda No. 2) 125 Imprecor (21 de octubre de 1976) 124
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34 del Secretariado Unificado. Aun cuando hubieran muerto apenas unos meses atrás, ya no se les trataba como a compañeros contemporáneos, sujetos de crítica, sino como a símbolos míticos de una época pasada. Al año siguiente, cuando los mandelistas hicieron explícito su abandono definitivo de su línea pro-guerrillera (lo que discutiré más adelante), el SWP decidió disolver su fracción internacional y reunificarse formalmente con la mayoría. En países como España, Australia y Canadá, donde ambas fracciones tenían secciones aparte, éstas se fusionaron. En México, a las dos corrientes fundadoras del PRT (mandelistas y morenistas) se unieron los “feb elos” y una pequeña fracción de la LOM que le era afín (la llamada Fracción Leninista Trotskista de Rafael Torres) que ya no veían razón para mantenerse separadas. Con estas adhesiones, el recién fundado partido superó el millar de militantes, un hecho sin precedentes en la historia del trotskismo mexicano. Nunca antes y nunca después habría en México semejante concentración de tendencias trotskistas dentro de un marco organizativo común. La diversidad ideológica no había sido superada, ni mucho menos, pero había sido encapsulada con éxito, si bien un tanto artificialmente, dentro de una sola gran organización: el PRT. EL FIN DEL GIRO GUERRILLERO No hubo, sin embargo, mucho tiempo para festejar. El 12 mayo de 1977, cuando salía de un curso que impartía en el CCH-Atzcapozalco, Alfonso Peralta, miembro fundador del GCI y del PRT, fue asesinado a balazos. En esta ocasión no se trataba del gobierno, ni de ninguna organización paramilitar derechista, sino de una guerrilla urbana supuestamente “c omunista”, la Liga 23 de Se ptiembre. En la peor tradición estalinista, esa organización se había propuesto exterminar a sus oponentes en la izquierda y especialmente a los odiados “troskos”. Peralta era un muy activo
militante sindical en Atzcapozalco y en esa posición había atraído la atención y el odio del grupo armado. Este terrible hecho de sangre subrayó de forma indeleble la absoluta imposibilidad de que los trotskistas mexicanos participaran en el movimiento guerrillero existente. Desde mediados de los años setenta, el odio furioso de la 23 de Septiembre a los trotskistas obligaba a éstos a cuidarse de los guerrilleros tanto o más que de la policía. Según recuerda Humberto Herrera, antiguo militante de la LS, cuando, siendo adolescente, se encontraba repartiendo El Socialista en una fábrica en huelga, alrededor del año 1975, fue necesario que un obrero lo protegiera diciendo que era su hijo cuando una “patrulla” de la 23 de Septiembre se presentó en la planta con
ametralladoras para exigir que le entregaran a los trotskistas. Gracias a la protección del obrero huelguista, el joven militante salvó su vida. 126 La muerte de Alfonso Perlata fue la única causada por esta campaña asesina antitrotskista. En todo caso, la orientación hacia las guerrillas latinoamericanas que sostenía la mayoría mandelista internacional del Secretariado Unificado estaba terminando por sus propias razones. A finales de 1976 se produjo un documento llamado 126
Ver “La guerra sucia del capitalismo mexicano” en Espar-
taco No. 19, otoño-invierno de 2002
“Autocrítica sobre América Latina” que reconocía impo rtantes “errores de análisis” en aquella concepción, a la que se
atribuían los fracasos de las secciones boliviana y argentina del S.U. El viraje guerrillero era atribuido a una generación de jóvenes militantes “sin gran madurez política, por su falta de experiencia en el movimiento obrero”. Incluso se afirmaba que
los párrafos más extremos de la resolución de 1969 habían sido redactados sólo para permitir que los guerrilleros del PRT argentino de Santucho se adhirieran. Una vez más, sin embargo, la autocrítica no se hacía desde la izquierda, ni preconizaba una vuelta a la estrategia proletaria independiente. Por el contrario, la autocrítica afirmaba que se había partido de una sobreestimación del grado de inestabilidad de los regímenes latinoamericanos y enfatizaba que las lecciones positivas de Cuba (y más tarde añadirían las de Nicaragua), que señalaban que las revoluciones no podían iniciarse por pequeños “focos” armados , como se había considerado en 1969, sino por el proceso “de masas”. Más aún, una
de las razones por la que la adopción del guevarismo en 1969 había sido equivocada, era que esté ya no representaba desde al menos tres años antes la política oficial de Cuba: Nuestra estimación de las relaciones de fuerza internas en la Habana, sobre la que se fundaban nuestras posiciones, era fal sa… La salida del Che de Cuba en 1966 reflejaba un cam bio cualitativo de dichas relaciones de fuerzas en el seno de la dirección cubana. No lo compren dimos….127 Así pues, la autocrítica de los mandelistas no abandonaba su apoyo político a Castro ni al castrismo. Por el contrario, lamentaba el habérsele separado demasiado al adoptar un guevarismo que la propia dirección cubana había dejado atrás sin que ellos se hubieran dado cuenta a tiempo. Sólo el obstinado Livio Maitan siguió insistiendo en que “las autocríticas necesarias se hicieron en los doc umentos del 128 X Congreso Mundial…” y no había por qué ir más allá. A partir de entonces, Maitan cayó en desgracia dentro del S.U. y abandonó el núcleo dirigente de lo que he llamado “mand elismo”.
129
En cambio, la tendencia dirigida por el SWP recibió este viraje con los brazos abiertos. Por fin se abandonaba explícita y definitivamente la idea de emprender aventuras guerrilleras de las que tanto incomodaban al SWP. Más aún, la nueva versión del castrismo, más oficial y más disciplinada, correspondía con su propia posición respecto a Cuba. Así, habiendo zanjado su principal diferencia con el resto de la Internacional, el SWP decidió disolver su facción internacional en su Convención Anual de agosto de 1977. A su vez, Mandel, que sabía que sólo una Internacional unificada podría servir como el polo de atracción para la “extrema izquierda” amplia que él anhelaba, disolvió su propia fracción en noviembre. 127
“Autocrítica de la TMI sobre América Latina”, Boletín de Polémica Internacional [del Bloque Socialista Colombiano] No. 3 [sin fecha] 128 “Declaración de Livio”, Ibid 129 Tras la muerte de Frank en 1984, Krivine y Bensaïd entraron como relevo al colectivo dirigente del Secretariado Unificado, a lado de Mandel.
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35 En México, como hemos visto, este proceso de cese de hostilidades se tradujo en que los partidarios del SWP -agrupados en la FBL de Jaime González y Cristina Rivas-hicieran a un lado sus últimas reservas y se unieran también al PRT, en el que ya coexistían las tendencias mandelista y morenista. Poco antes, la FBL había logrado atraerse a todo un núcleo de militantes de la LOM lambertista en torno al veterano Rafael Torres, que rompió con esa organización para unirse junto con los “febelos” al PRT. Poco después, incluso el antiguo vocero emblemático del posadismo, Adolfo Gilly, al regresar a México del exilio it aliano en 1976, optó por unirse al PRT. Para entonces, Gilly había roto con el delirante Posadas y con lo que quedaba de su organización internacional. Esto no impidió que conservara su propio perfil ideológico individual, más deudor de Pablo y de Posadas que de Mandel. Lejos de abandonar la concepción que antes llamé “obj etiva”, de la revolución permanente y de la política en general, Gilly la asimiló más orgánicamente con el paso de los años. Así, en retrospectiva, siguió reivindicando la noción de que las guerrillas nacionalistas como la de Yon Sosa estaban estructuralmente predispuestas a evolucionar al socialismo, y si criticó la entrada del POR posadista en el MR -13 fue sólo en tanto el grupo trotskista no se disolvió lo suficiente y siguió aferrado a las concepciones literales del trotskismo, manteniendo un perfil demasiado subjetivista: “buscando acelerar el pr oceso interior del MR -13, y violentando en la práctica el ritmo y la lógica según la cual se desarrollaba la comprensión socialista y marxista de sus dirigentes y cua dros”.130 En un pasaje típico de su estilo y de su pensamiento, siempre más atento a la dinámica objetiva de las masas que a la política y programa de la vanguardia trotskista, en 1984 Gilly escribía sobre la guerra en el Salvador: Las masas no se sublevan y se lanzan a sufrir los horrores de una guerra civil sólo porque sus dirigentes sean há biles, santos o mártires, sino porque ya no soportan más la opresión, la humillación, la miseria y la infamia. Una revolución no se explica o justifica por lo que hagan o dejen de hacer sus jefes, sino por esa rebelión de las masas. 131 Otro importante ex posadista argentino, Guillermo Almeyra, que en los años sesenta había estado en contacto con el 132 POR (T) mexicano, también regresó al país en ese periodo y entabló una relación de simpatía con el PRT, sin llegar a ingresar. Así, con la desaparición del posadismo, el PRT quedó como la organización incontestable de todas las tendencias trotskistas de México. Sólo los exiguos restos de la LOM lam bertista continuaron una existencia organizativa independiente. No debe creerse, sin embargo, que las diferencias políticas entre las tendencias internas del PRT desaparecieron. Los herederos del GCI mandelista constituyeron desde el principio la mayoría dominante. Sus líderes eran Edgard Sánchez, Sergio Rodríguez, Lucinda Nava, Hugo de la Cueva y Manuel Aguilar Mora, el principal ideólogo y el enlace del partido con 130
Ver: “Guerrilla, programa y partido en Guatemala” publ icado en Coyoacán, No. 3, abril-junio de 1978. 131 “El suicidio de Marcial”, publicado en Nexos No.76, abril de 1984
la Internacional. Los antiguos “febelos”, González y R ivas
también se integraron a esta corriente dominante. Por su parte, Gilly construyó en torno a sí una tendencia interna, junto con Hiram Nuñez, y Ricardo Pascoe, a grandes rasgos a la izquierda de la dirección mandelista. 133 Más que una tendencia organizada, este grupo representaba una corriente de pensamiento. A ella se sumó el historiador Arturo Anguiano, que procedía del movimiento espartaquista de Revueltas y que, sin llegar a considerarse del todo “trotskista” ta m bién se había sumado al PRT. Sergio Rodríguez y Lucinda Nava, herederos de la revista Rojo, formaban parte de la tendencia dominante, pero coqueteaban con esta corriente. Desde 1977, el grupo de Gilly y Anguiano editó, dentro del marco del Secretariado Unificado, su propia revista teórica a escala regional, llamada Coyoacán. El cintillo de esta publicación, “revista marxista latinoamericana”, implicaba en cierto modo una reivindicación del pasado posadista de Gilly. Finalmente, la corriente morenista originada en la LS, se constituyó desde el momento de su entrada al PRT como Fracción Bolchevique ( FB),134 y se fue definiendo cada vez más como una oposición interna minoritaria pero considerable --a la izquierda de la dirección sobre cuestiones internacionales como el eurocomunismo, Portugal y Angola, pero a la derecha en cuestiones concretas de política doméstica-- con Ricardo Hernández, Augusto León y Telésforo Nava en su dirección. Esta fracción se basaba geográficamente en el cordón industrial del Estado de México y en el campus de esa zona: el CCH Nahucalpan. La mayor parte de los cuadros morenistas posteriores fueron reclutados en esa escuela. De hecho, la disolución de la facción internacional del SWP en 1977 no hizo sino avivar el fuego polémico interno entre la mayoría reunificada y la minoría morenista. En polémicas publicadas posteriormente, los mandelistas denunciaban retrospectivamente el celo fraccional de la FB como una reivindicación del maoísmo “en lo que se refiere al método de querer resolver diferencias políticas al interior del partido 135 Uno no puede menos como si fueran diferencias de clase”. que imaginarse que en la mente de los veteranos mandelistas como Aguilar Mora, siempre abiertos de mente y relativamente liberales, el estilo rígido y crispado de hacer política del morenista típico de los años setenta pareciera como una repetición del posadista de una década antes, si bien con contenidos políticos y morales muy diferentes: los posadistas resulta ban odiosos precisamente por ser escrupulosos y puros como monjes, mientras que los seguidores de Moreno (y su representante mexicano, Hernández) representaban un grado de pragmatismo inusitado en el movimiento trotskista. A su vez, los morenistas denunciaron retrospectivamente el celo fraccional de la dirección del partido, que, según ellos, 133
Una posición que caracterizó a este grupo a mediados de los años ochenta fue su crítica a la posición del partido por la cancelación de la deuda externa, por considerar que capitulaba a la burguesía nacional, supeditaba la independencia política de la clase obrera a criterios nacionalistas y era, por tanto, “lombar dista” Ver: Aguilar Mora, Huellas del porvenir . 134 Éste era el nombre de la tendencia morenista tanto nacional como internacionalmente. 135 Introducción de 1983 del Boletín de Información política No. 6 del PRT
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36 en 1978 llegó al extremo de buscar la expulsión de la regional de Nauhcalpan, en la que los morenistas tenían la mayoría. 136 En esa época, la izquierda nacional, y con ella el PRT, em pezó a dedicar la mayor parte de su atención al fenómeno electoral. En 1977, el gobierno de López Portillo había apro bado una nueva ley electoral (conocida como la LOPPE) que presentaba nuevas oportunidades legales para la izquierda. En particular, el PCM obtuvo, ahora sí, el registro oficial por primera vez desde 1946. 137 Por ejemplo, la ley ya no incluía la vieja prohibición de que los partidos mexicanos estuvieran afiliados a organizaciones internacionales. Así, ante las elecciones legislativas de 1979 el PRT y sus tendencias tuvieron que volver a enfrentar la decisión de cómo participar. A instancias de la fracción morenista en particular, el PRT emprendió la campaña para conseguir su propio registro y convocó mientras tanto al Partido Comunista a postular una lista conjunta (o “polo obr ero”), pero éste se negó a aceptar las condiciones de la alianza, exigiendo un apoyo incondicional. Para los líderes del PCM, una alianza con el PRT, organización con un peso nacional considerable, era sin duda más peligrosa de lo que había sido su alianza con la antigua LS tres años atrás. Finalmente, no hubo “polo obr ero”. El cómo responder a las condiciones que el Partido Comunista exigía fue una vez más motivo de polémica interna en el PRT: Los morenistas se encontraron una vez más en la derecha del partido sobre esta cuestión, impulsando el apoyo electoral incondicional al PCM y criticando a los miembros de mayoría mandelista como “sect arios ultra izquierdistas” por ser demasiado renuentes a entrar en el bloque electoral. En abril de 1979, dos meses antes de las elecciones y con la oposición de la FB, el PRT convocó un congreso extraordinario (el II Congreso) para dirimir las diferencias. En esta reunión se decidió por escasa mayoría llamar a votar por los candidatos del PCM, pero también, de manera indistinta, por los de los partidos lombardis tas de la “oposición leal”, el PST y PPS. La razón de este controvertido congreso fueron las diferencias respecto a incluir o no a estos dos últimos partidos en el apoyo electoral, por parte de un bloque minoritario com puesto por el pragmático Ricardo Hernández, que quería convertir el apoyo electoral en un curso de unificación con el Partido Comunista, y los “izquierdistas” Mar garito Montes y Arturo Anguiano, que aceptaban apoyar al Partido Comunista pero no querían tener nada que ver con el lombardismo histórico, tradicionalmente cercano a los gobiernos priístas. Finalmente, en las elecciones, el PCM sí alcanzó una cantidad considerable de votos, a diferencia del PPS y el PST. Después del episodio de las elecciones, Hernández, conocido desde 1976 por su indiferencia a la división entre trotskismo y estalinismo, terminó por dejar el PRT con unos cuarenta de sus partidarios para unirse al PCM en agosto de 1979, abandonando para siempre al trotskismo en su conjunto. Res pondiendo a las críticas que le hacían sus antiguos camaradas, Hernández se limitó a encogerse de hombros, declarando que
leninismo y trotskismo no eran para él sin o “concepciones religiosas”.138 Desde luego, no todos los miembros de la fracción morenista siguieron a su antiguo líder. Al frente de los restos del morenismo en el PRT quedó Telésforo Nava. Sin embargo, como veremos, el fin del frágil bloque que mantenía a esta corriente dentro del partido estaba muy próximo, ya que en el mismo mes – agosto de 1979-- ocurrió en la cercana Nicaragua un episodio de relevancia internacional que determinó la salida de los morenistas del PRT mexicano y del S.U.; un episodio en el que vale la pena detenerse. X LOS PROFETAS DESTERRADOS (1979-82) Hacia el comienzo de 1979, la victoria de la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional ( FSLN) nicaragüense sobre la odiada dictadura pro-estadounidense de Anastasio Somoza empezaba a convertirse en una certeza inminente, y la atención de la izquierda mundial se concentró en Nicaragua. Dentro del Secretariado Unificado, todo el mundo estaba de acuerdo que este caso debía ser un foco del trabajo internacional, pero no todo el mundo estaba de acuerdo en la forma en que este trabajo debía enfocarse. Estas diferencias habrían de tener consecuencias decisivas en el S.U. y su sección mexicana. La iniciativa más aventurada vino esta vez de Nahuel Moreno. Desde su base en el exilio e n Bogotá, la “Fracción Bo lchevique” morenista organizó una brigada con unos sete nta militantes de varios países latinoamericanos para participar en la ya inminente toma del poder sandinista, presentándola como una continuación de la tradición proletaria de las brigadas internacionales que intervinieron en la Guerra Civil española. Curiosamente, el nombre que se eligió para el proyecto – Brigada Simón Bolívar ( BSB) — celebraba a una figura que Karl Marx siempre detestó 139 y reflejaba más un espíritu de nacionalismo latinoamericano que de internacionalismo marxista. El nombre parecía diseñado para no alienar a partidarios ajenos al socialismo. Así, con todo y uniformes verde olivo, los miembros de la brigada comenzaron a entrar a Nicaragua vía Costa Rica. Todavía no habían llegado los últimos miembros – provenientes de EE.UU. — cuando los sandinistas tomaron el poder. Según los recuentos escritos por morenistas, para entonces la BSB había participado en combates contra el ejército somocista en el sur del país, e incluso liberó el puerto atlántico de Bluefields. El hecho es que, tras la victoria militar sandinista, la BSB se estableció en Managua como una fracción del ejército guerrillero triunfante. Aparentemente, el verdadero fin de la brigada era establecer en suelo nicaragüense una organización trotskista que se opusiera desde la izquierda a la dirección del 138
Bandera Socialista. Hernández seguiría su carrera política guiado por el más consistente pragmatismo fuera de la política 136
El socialista No. 1, 15 de enero de 1980 Ver: La reforma política y la izquierda Ed. Nuestro tiempo, México 1979 137
socialista. En 2000, llegó al extremo de apoyar el “voto útil”
por el candidato derechista Vicente Fox contra el PRI. 139 Ver su carta a Engels de febrero de 1858 o su contribución a The New American Cyclopaedia de ese mismo año.
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37 FSLN pero que compartiera con ésta al menos una pequeña porción del prestigio de haber participado en el derrocamiento de Somoza.. Paradójicamente, la estrategia de Moreno para oponerse al gobierno sandinista partía de mimetizar a su pro pio movimiento con los colores rojo y negro del propio sandinismo. Por su parte, la mayoría mandelista del S.U. y, aún en mayor medida el SWP estadounidense, habían extendido a la dirección sandinista la misma actitud de apoyo político que tenían hacia la dirección cubana. Por ello, desconfiaban de las aventuras de la BSB de Moreno y no compartían en absoluto la intención de implantar en Nicaragua una alternativa política que rivalizara con el FSLN desde la izquierda. La labor de los trotskistas, pensaban, era brindarle todo su apoyo al gobierno revolucionario, asesorarlo para que se aproximara más al marxismo y hacerle promoción en el resto del mundo. Como escribieron los miembros del SWP Peter Camejo y Frank Murphy en un artículo enviado desde Managua para el Militant estadounidense (3 de septiembre): La única manera en la que los marxistas revolucionarios de todo el mundo pueden ayudar al avance de la revolución nicaragüense es si reconocen las capacidades revolucionarias de esta dirección, si se identifican y unen sus fuerzas con ella en la lucha por para defender y extender la revolución. 140
Si bien las facciones del S.U. habían tenido diferencias cruciales a lo largo de los años sin fragmentarse, en este caso la discrepancia afectaba directamente el destino de una operación militar en la que estaban comprometidos militantes morenistas, y la unión no podría aguantar una confrontación. Finalmente, la crisis estalló en agosto de 1979, cuando la BSB impulsó una marcha contra el gobierno sandinista de tres mil obreros industriales en Managua. La manifestación, que fue ampliamente cubierta por la prensa internacional, exigía compensaciones económicas por la devastación de la guerra, se oponía a los aspectos capita listas de la “economía mixta” que los sandinistas administraban y llamaba por el poder proletario.141 En respuesta, durante los siguientes días, el gobierno localizó a los militantes morenistas extranjeros, los arrestó y los deportó a Panamá, donde la policía militar los encarceló y sometió al nada amistoso trato que destinaba a sus presos políticos. Ante esto, el resto del S.U. respondió de distintas maneras. La prensa de los mandelistas, centrada en Europa, si bien se distanciaba de la aventura morenista, criticaba (camaraderilmente) al gobierno sandinista por la expulsión de los miem bros de la brigada.142 El SWP estadounidense, en cambio, iba más lejos, concentrando su fuego exclusivamente sobre la BSB, a la que caracterizó en una declaración de su Comité Político como una “aventura sectaria”:
[E]sta grotesca idea – que gente de afuera puede mediante maniobras capturar la dirección de la revolu-
ción de aquellos que surgieron como sus dirigentes en el curso de la lucha — no tiene nada que ver con el trotskismo, con el socialismo revolucionario. 143 Un artículo del Militant calificaba la manifestación de 144 Pero esto no fue todo: según una carta que enviaron al Secretariado Unificado desde Nicaragua tres partidarios lambertistas (dos miembros dirigentes de la OST costarricense y uno de la LCR francesa) en agosto de 1979, el “compañ ero Manuel [Aguilar Mora]”, que también se encontraba en Managua, había recibido instrucciones telefónicas explícitas de Camejo desde Estados Unidos de aconsejar a las autoridades sandinistas que expulsaran a la brigada e incluso de colaborar con la identificación de sus líderes, los miembros de la tendencia morenista. Según este recuento, Aguilar Mora cumplió con lo que se le pedía y denunció a los brigadistas. Esta carta, redactada en italiano, fue publicada inmediatamente por los morenistas, quienes adoptaron esta versión sin reservas. Se trata, evidentemente, de una acusación grave. Por su parte, Aguilar Mora, en una entrevista con el autor, reconoció haber actuado en Nicaragua de acuerdo a la política del SWP más que de la mayoría mandelista, pero negó terminantemente haber denunciado personalmente a nadie. De hecho, cuando Aguilar Mora regresó a París, donde vivía en esa época, Ernest Mandel lo reconvino acremente por haber tomado la postura política del partido estadounidense y lo convenció de que había que oponerse a la expulsión de la BSB. En septiembre llegó a Nicaragua una delegación oficial del S.U. que incluía al propio Camejo y a Barry Sheppard del SWP, a Jean Pierre Beauvais de la LCR francesa y a Hugo Blanco de Perú, así como a Sergio Rodríguez del PRT. El fin de esta delegación era mostrar la amistad del S.U. al gobierno del FSLN. Orientada políticamente por Camejo, la delegación adoptó la línea del SWP y la llevó incluso más lejos, reconociéndole explícitamente al gobierno el derecho a expulsar a los brigadistas. Según una declaración que entregaron a los sandinistas, “la dirección del FSLN tenía razón al exigir a los miem bros no nicaragüenses de este grupo [ sc. la BSB]...que abandonaran el pa ís.”145 Esto no puede sino recordar el caso de los posadistas que en los años cincuenta formaban parte de la corriente de Michel Pablo cuando ésta se negó a defender a los trotskistas chinos Managua como un “choque provocador”.
encarcelados por Mao acusándolos de ser “refugiados de una revolución”. Una década después, los propios posadistas se
encontraban presos en las cárceles cubanas y sus excamaradas del Secretariado Unificado --incluyendo a la tendencia de Moreno-- se negaban a defenderlos por idénticas razones. Del mismo modo, eran ahora los morenistas quienes se encontra ban reprimidos por un gobierno de izquierda y sufrían la negativa del resto del S.U. a tomar su defensa. Si la historia se repite, primero como tragedia y después como farsa, ¿en qué género teatral se representaría la tercera vez?
140
Publicado en español en Perspectiva Mundial del 24 de septiembre de 1979 141 Ver por ejemplo: Revista Time (3 de septiembre de 1979), Washington Post (21 de agosto de 1979) 142 Resolución del Comité Central de la LCR publicada en Rouge, 13-7 de septiembre de 1979
143
CP del SWP, “Propaganda imperialista contra Nicaragua”,
21 de agosto. Reproducida en español en Perspectiva Mundial , 24 de septiembre de 1979 144 Militant , 31 de agosto de 1979 145 Perspectiva Mundial , 8 de octubre de 1979
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38 El resultado fue, ahora sí, la escisión definitiva. Moreno y sus partidarios abandonaron para siempre las secciones del S.U. --incluyendo al PRT mexicano-- y formaron secciones propias. En México, esto supuso la aparición de una nueva organización que se reclamaba trotskista, dirigida por Telésforo Nava y Mariano Elías. “La pregunta de por qué se rompió con el PRT recorre las Fábricas, las Colonias, las Escuelas…” fueron las primeras palabras, un tanto pretenciosas, del primer artículo del primer número de El Socialista, aparecido el 15 de enero de 1980 con Nava como editor responsable. El artículo daba cuenta de las diferencias sobre Nicaragua y añadía sus propias quejas nacionales a la dirección del PRT, en particular su supuesta falta de disposición a formar bloques electorales con el Partido Comunista. El cintillo del periódico era “por un partido obrero y socialista”, y su emblema el dibujo estilizado de un puñ o. La
publicación, con ese título (retomado de la publicación de la antigua LS) y ese emblema, habría de persistir durante todo el resto del siglo. Ese mismo febrero, la nueva organización dejó de llamar “por un partido obrero y socialista” y sencill amente optó por hacerse llamar así: Partido Obrero Socialista ( POS). A escala internacional, tras su salida del S.U., la FB se encaminó a la creación de una Internacional morenista independiente. Sin embargo, antes de llegar a ese punto, Moreno intentó una última alianza internacional, esta vez, contra todas las expectativas, con el Comité Internacional de Reconstrucción del francés Pierre Lambert. Para entonces, como hemos visto, Lambert había perdido a sus anteriores aliados – primero a Healy, y después a Lora y Altamira — y no había logrado concretar sus intentos de acercamiento con el ala del S.U. dirigida por el SWP, debido entre otras cosas a que el entusiasmo que los estadounidenses mostraban respecto al sandinismo avivó las viejas diferencias que Lambert tenía con ellos respecto a Cuba. Su posición sobre Nicaragua no era de apoyo político al FSLN, sino de crítica desde la derecha , tanto por su estrategia militar ofensiva 146 como por su acercamiento con el bloque soviético, al incluir a demasiados miembros del Partido Socialista Nicaragüense (al que describía como “sucursal nacional del Kremlin”) en el
gobierno resultante. 147 La sección costarricense de los lambertistas llegó al extremo de recoger en sus filas al renegado ex sandinista Fausto Amador (medio hermano del fundador del FSLN Carlos Fonseca Amador), a quien los sandinistas y el propio Moreno habían denunciado por colaborar con el go bierno de Somoza. Si bien Moreno se oponía al régimen sandinista desde la izquierda , la realidad empírica era que ofrecía a los lambertistas una atractiva alianza basada en la desconfianza al régimen de Nicaragua y a las guerrillas latinoamericanas en general. El caso de Amador era algo que Moreno podía perdonar fácilmente. Más aún, tanto Moreno como Lambert confiaban en que el otro respetaría sus decisiones políticas mientras se limitaran a sus propios terrenos nacionales. Hasta ese momento, los morenistas se presentaban internacionalmente como críticos de izquierda a la dirección del S.U., (Portugal, Angola, el eurocomunismo) mientras que los lambertistas, seguidores de 146
Amador, Fausto y Santiago, Sara ¿A dónde va Nicaragua?, publicado por la OST en febrero de 1979 147 Informations Ouvirères, 8-23 de agosto de 1979
la socialdemocracia francesa, se ubicaban en todas estas cuestiones en el extremo derecho, cerca del SWP. Así pues, las otras tendencias del espectro denunciaron esta alianza como “el bloque más podrido”, “mat rimonio por conve niencia” etc. Conscientes de las abismales diferencias que separaban a sus corrientes, Moreno y Lambert acordaron un tipo de organización conjunta particular. En lugar de fusionarse como una organización centralizada, se unieron en una federación en la que las dos tendencias estaban representadas como tales: un “comité par itario”. Como ni siquiera pudieron ponerse de acuerdo sobre cómo nombrar la finalidad de este comité, decidieron incorporar en el nombre las dos versiones, llamándolo nada menos que “Comité Paritario por la Reconstrucción (R eorganización) de la Cuarta Internacional”. 148 En México, el recién nacido POS produjo y distribuyó junto con los lambertistas de la LOM de Luis Vásquez un folleto conjunto sobre Nicaragua, pero no se fusionó con ésta. La primera (y única) campaña que el comité paritario llegó a realizar fue en apoyo al movi miento Solidarność de Lech Walesa en Polonia, pese a al contenido francamente procatólico y anticomunista de éste. En esa época, ambas tendencias convergían en al menos un elemento político fundamental: la teoría del “Orden de Yalta”. Según esta conce pción, que había caracterizado por años la política de los lambertistas, la Unión Soviética estalinizada y sus aliados no eran sino comparsas de Estados Unidos en la dominación imperialista del mundo. No era correcto, pues, tomar partido por los Estados obreros en la contienda bipolar. Si para Lambert esta teoría significaba una adaptación a la opinión “democrát ica” de la socialdemocracia en los países imperialistas como Francia, para Moreno forma ba parte de su admiración a regímenes y movimientos nacionalistas del Tercer Mundo, que en esa época aparecían cada vez más distantes de la influencia soviética, y más cercanos a tendencias como el fundamentalismo islámico. La intervención soviética (que Moreno condenó furiosamente) contra los “guerreros santos” en Afga nistán y la llamada “Revolución Islámica” del Ayatola Jomeini en Irán (que en
cambio festejó con entusiasmo), amabas ocurridas en 1979, marcaron el punto de inflexión en esta tendencia. 149 Para 1981 Moreno ya tenía perfectamente claro que las fuerzas nacionalistas del Tercer Mundo, aun cuando no tuvieran nada de obreras o de socialistas, o por lo menos de democráticas o seculares, ocupaban en su escala de valores un lugar más alto que los movimientos vinculados con la Unión Soviética o Cuba. 150 En diciembre de 1980, Moreno y Lambert acordaron cambiar el nombre de su bloque por Comité Internacional de “la Cuarta Internacional” (¡las comillas incluidas!), posibl emente para no quedar atrás del S.U., que desde su origen se hacía llamar a sí mismo “la Cuarta Internacional”. Para expl i148
Ver: Proyecto de Tesis para la Reorganización (reconstrucción) de la Cuarta Internacional, Correspondencia Internacional , enero de 1981 149 Un fenómeno paralelo ocurrió en el campo del S.U. Si bien no estaban del mismo modo motivados por el antisovietismo y el nacionalismo tercermundista, SWP y, en menor grado, la tendencia mandelista también apoyaron a Solidarność, tom aron lado con los “guerreros santos” en Afganistán y celebraron
la toma del poder por parte de Jomeini en Irán. 150 Correspondencia Internacional , septiembre de 1981
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39 car el cambio, Lambert fanfa rroneaba: “En un año hemos dado un salto adelante como jamás ha habido en la historia de la Cuarta Internacional”, un salto que según él sólo podía comp ararse “con la formación de la III Internacional después de la victoria de la Revolución Ru sa”.151 Como era de esperarse, sin embargo, apenas unos nueve meses después de este “salto adelante”, las diferencias polít icas disolvieron el bloque. Basado en el nacionalismo tercermundista, Moreno no pudo tolerar el grado en el que la tendencia de Lambert se acomodaba al partido socialista de Mitterrand, sobre todo después de que este llegara al gobierno en 1981. Después de todo, eso significaba apoyar descaradamente al gobierno de un país imperialista del primer mundo. Para febrero de 1982 Moreno afirmaba que la “adaptación a la socialdemocracia” por parte de Lambert era “la mayor traición de la historia del movi miento trotskista”152 y que su bloque no
había sido sino un frente sin principios. Ahora sí, habiendo roto con todas las demás tendencias del trotskismo mundial, Moreno creó su propia Internacional independiente, a la que bautizó Liga Internacional de los Tra bajadores (LIT). Por su parte, el Secretariado Unificado también manifestó fisuras importantes entre los europeos seguidores de Mandel y el SWP estadounidense. Así, el XI Congreso Mundial, celebrado en noviembre de 1979, siguió registrando diferencias cruciales sobre Nicaragua, con los estadounidenses oponiéndose incluso a las más leves críticas al gobierno sandinista. Tam bién sobre el Irán de Jomeini surgieron discrepancias, pues el SWP quería impulsar la participación electoral de la sección iraní, contra la voluntad de la mayoría (mandelista) y en medio de una ola represiva contra la izquierda. Este bloque tampoco estaba destinado a durar. En enero de 1979, justo antes de que estallara la crisis nicaragüense que llevó a la escisión en el S.U., murió en Nueva York el líder y símbolo de la continuidad política del SWP, Joseph Hansen. A frente del partido quedó el impaciente Jack Barnes, que se hizo cargo del SWP con mano de hierro y en los siguientes años procedió a expulsar a toda voz disidente, incluyendo a la gran mayoría de los veteranos de la época de James Cannon, profundizando el curso derechista de la organización. Barnes no entendía por qué su partido tenía que esforzarse en quedar bien con una tradición ideológica y con un movimiento internacional que le estorbaban a cada paso y finalmente, en un discurso público de 1982, anunció que su partido renunciaba definitivamente a “ver la política a través de la óptica de la revolución perma nente” y por lo tanto al título de trotskista. Esto significó la ruptura definitiva del SWP con sus socios del S.U. y de hecho con cualquier asociado internacional que reclamara el nombre de “trotskista”.
LOS TROTSKISTAS EN LA ERA DE LA DECADENCIA PROTECCIONISTA
(1980-1987) Entre enero de 1976 y mayo de 1985 el poder adquisitivo del salario mexicano descendió en un espectacular 54.4 % 153 e inició un descenso continuo y pronunciado que ya no se detendría en el resto del siglo. Bajo los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, el modelo de capitalismo proteccionista y regulado por el Estado que décadas antes había producido el supuesto “milagro mexicano” terminó por agotarse. Las elecciones de 1982 condujeron al gobierno priísta de Miguel de la Madrid, el primero de los llamados “neoliberales”. Debido a la crisis económica relacionada con la deuda externa y con las falsas expectativas del gobierno en cuanto a los réditos del petróleo, el nivel de vida de la población trabajadora empezó a descender y los años ochenta fueron un hervidero de dramáticas luchas sociales defensivas en todo México, desde los damnificados del terremoto de 1985 hasta los estudiantes de la UNAM agrupados en torno al CEU. Si bien estas luchas defensivas proporcionaron una base social de masas que permitió a las organizaciones trotskistas como el PRT y el POS mantener por un breve periodo un crecimiento constante y orgánico, los años ochenta fueron también años de reacción política y económica a escala mundial: las sucesivas derrotas de los intentos revolucionarios en las décadas anteriores y el asenso de un núcleo de gobernantes derechistas a posiciones clave (como Augusto Pinochet, Ronald Reagan, Juan Pablo II y Margareth Thatcher) desde mediados de los setenta, condicionó el triunfo del llamado monetarismo o neoliberalismo, bajo cuya bandera los gobiernos capitalistas de todo el mundo emprendieron una ofensiva general contra las conquistas obreras ganadas en los años previos. En este contexto, los ochenta también fueron años de reacción ideológica entre la izquierda, y de descrédito de la idea de la revolución social a favor de nociones defensivas. En esos años, por ejemplo, el viejo PCM sufrió un proceso de escisiones y fusiones que lo llevó a perder cada vez más su personalidad política propia. En 1981 se fusionó con otros cuatro grupos más pequeños para formar el PSUM, y en 1987 una vez más para formar el PMS, para luego disolverse en el cardenismo. En todo el mundo, el programa de las organizaciones izquierdistas también tendió a moverse a la derecha. Ante la presión de la renovada guerra fría bajo Reagan, los partidos comunistas de occidente abandonaron su defensa de la revolución social y de la Unión Soviética en particular mediante esquemas como el “euroc omunismo”. Esto se expresó también en el apoyo casi unánime de las organizaciones autoproclamadas trotskistas a movimientos anti-soviéticos sin pretensiones de izquierdismo como la resistencia islámica en Afganistán o el movi miento “Solidaridad” de Polonia, apadrinado por el derechista Papa Wojtila. Naturalmente, estas circunstancias determinaron también la actividad política del trotskismo mexicano de entonces. Regresemos, pues, a la suerte de nuestros protagonistas.
XI 151 152
citado en Critique Communiste, diciembre de 1981 Correo internacional No. 3, febrero de 1982
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Taller de indicadores económicos de la Facultad de Economía de la UNAM, Ensayos vol. 2 No. 7, 1985
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40 Tras su espectacular salida del PRT en 1980, el POS morenista enfrentó una realidad más dura de lo que esperaba: sin el apoyo del aparato del partido, la joven organización perdió la mayor parte de la audiencia nacional que había tenido hasta entonces, y también a muchos de sus cuadros fundadores, entre ellos al propio Telésforo Nava, que, desilusionado, prefirió ser cola de león que cabeza de ratón y regresó al PRT para formar en su seno una pequeña corriente opositora. En su reemplazo, como secretario general del POS quedó Mariano Elías. Pese a todo, tras el breve descalabro inicial, los ochenta fueron años de crecimiento continuo para la organización morenista. Fue en estos años, justo cuando el morenismo internacionalmente había completado su evolución ideológica, que el POS mexicano desarrolló a la nueva capa de cuadros que habrían de dirigir al partido en adelante, como Cuauhtémoc y Xochiquetzal Ruiz (provenientes del bastión que esta tendencia tenía en el CCH Nahucalpan). Vale la pena dedicar unas líneas al desarrollo de la historia mundial y su efecto sobre la tendencia morenista internacional. En ese mismo periodo, la dictadura argentina de Galtieri empezó a tambalearse. En un esfuerzo por desviar la lucha social y contando con la ayuda de Estados Unidos que nunca se materializó, Galtieri lanzó la sangrienta Guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña (en la que por cierto, Moreno llamó a tomar el lado de su patria), pero fue derrotado por el imperialismo británico y la dictadura se desmoronó. Así, el exilio colombiano de Moreno finalmente terminó. A su regreso a Argentina, el caudillo fundó el Movimiento al Socialismo ( MAS), que en adelante sería el centro mundial de la tendencia morenista. El MAS argentino siguió los pasos de su antecesor, el PST, y en poco tiempo llegó a superarlo, transformándose en la organización trotskista más numerosa del mundo. Una vez más, esto sentó las bases de un nuevo giro del morenismo hacia la política legal e institucional, lo que se combinó con su cada vez más agudo antisovietismo. En esa época la prensa del POS mexicano se enfocó sobre todo en llamar por bloques electorales, especialmente con el PRT y la LOM, pero también con otros grupos de izquierda más grandes y no trotskistas. En las elecciones generales de 1982, el POS llamó a votar tanto por el PRT como por el Partido Comunista (para entonces llamado PSUM), e incluso se integró a las listas parlamentarias de este último --tal como había hecho su antecesor morenista en 1976 — lo que ésta vez le valió una diputación, la primera en la historia del trotskismo mexicano, si bien bajo el registro de su oponente histórico. La culminación del repunte del POS llegó con el terremoto del 19 de septiembre de 1985. En esa trágica fecha, el go bierno priísta de la Ciudad de México no logró reunir la iniciativa suficiente para socorrer a los damnificados, y la tarea fue emprendida espontáneamente por las organizaciones civiles, los sindicatos y la izquierda. El POS pudo capitalizar el descontento de las masas urbanas damnificadas mejor que ninguna otra organización política izquierdista mediante la creación de la Unión de Vecinos y Damnificados ( UVyD), dirigida por Alejandro Varas. El POS también participó en coaliciones masivas en la combativa ciudad de Juchitán, Oaxaca, con lo que logró una participación destacada en las luchas sociales que siguieron
durante los años ochenta. Como consecuencia, el POS mantuvo una presencia constante en esa ciudad. Por su parte, en el valle de México, en esos años el POS mexicano sostuvo una orientación hacia las organizaciones llamadas urbano-populares. En 1985, el partido llevó a cabo una muy controvertida fusión con la dirigente barrial América Abaroa, una lidereza de tipo “cli ntelar”. A principios de 1987, tras la incorporación de nuevos colectivos obreros autonomrados “zapatistas” en el Est ado de México, como una concesión a éstos, el POS cambió su nombre a Partido de los Trabajadores Zapatistas ( PTZ), e incluso publicó una convocatoria entre sus militantes a mandar diseños para un nuevo logotipo para sustituir a su famoso puño. El diseño ganador fue un retrato estilizado de Emiliano Zapata cruzado transversalmente por una canana y un fusil (curiosamente, este diseño fue publicado junto con la convocatoria al concurso, lo que nos hace pensar que no llegaron muchos más diseños). Con ese nombre se sumó en 1987 a la coalición electoral llamada Unidad Popular en torno al PRT, de la que hablaré más adelante. Con todo, el crecimiento del POS/PTZ en esos años nunca llegó a compararse con el del PRT, que en ese mismo periodo que siguió a la ruptura llegó a convertirse en lo más parecido a un partido de masas que aparece en la historia del trotskismo mexicano. POQUE , EL PRT: LA B ELLE E
Desde principios de los setenta, el GCI había estado luchando por romper la estrechez de su trabajo exclusivo en la Ciudad de México y la zona industrial que la rodea, defecto que había caracterizado al trotskismo mexicano desde tiempos de Trotsky, y convertirse en un grupo realmente nacional. El papel dirigente que el GCI había despeñado en el movimiento estudiantil sonorense de 1973 permitió al grupo usar posteriormente su autoridad y sus contactos para extender la organización a Tijuana y Colima. Desde el DF asimismo hubo una extensión a Morelos. El grupo de orientación pro-guerrillera, Rojo, había hecho durante 1975 cierto trabajo en el estado de Guerrero, generando una base de apoyo que luego le heredó al PRT. Por su parte, desde 1972 la LS también se había extendido a estados como Oaxaca y Puebla, de manera que la unificación de 1976-77 produjo en el PRT un partido verdaderamente nacional que, si bien conservaba la dirección en la Ciudad de México, seguía extendiéndose continuamente. 154 En esa época, el PRT aportó a la izquierda mexicana su propio entendimiento de las nociones teóricas del trotskismo. Entre 1972 y 1980 Manuel Aguilar Mora publicó una serie de ensayos sobre el llamado “bonapartismo sui generis” del r égimen mexicano, en los que difundía y actualizaba la concep154
Por su parte, como hemos visto, el POS morenista mantenía presencia en Oaxaca y la LOM lambertista en Veracruz y Chia pas. Notoriamente, la presencia nacional de las corrientes trotskistas tendió a beneficiar las regiones poco desarrolladas del sur, como Puebla Oaxaca, Chiapas y Guerrero, o del extremo noroeste, como Sonora, por sobre los centros industriales con concentraciones proletarias más importantes, como Monterrey o Guadalajara, donde sólo existieron pequeños grupos de existencia discontinua. El Distrito Federal y el Estado de México fueron excepciones en este sentido.
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41 ción clásica trotskista, polemizaba con intelectuales de izquierda no trotskistas como Arnaldo Córdova y exponía su propia caracterización del México contemporáneo. Los ensayos, publicados originalmente en diversos órganos del S.U., fueron editados en forma de libro en 1982 155 con la ayuda de otro intelectual miembro del PRT, Alejandro Gálvez. Esta época correspondió con el desarrollo del partido como fuerza política considerable. Tras una serie de movilizaciones, en junio de 1980 el PRT por fin consiguió el registro oficial como partido político nacional. Por años, la tendencia morenista había sido la principal impulsora de este registro, que, paradójicamente, fue alcanzado apenas unos meses des pués de su salida del partido. Así, las elecciones presidenciales de 1982 encontrarían por primera vez a un partido trotskista oficialmente registrado y dispuesto a batirse en la arena electoral bajo su propia bandera. De este modo, junto con otras organizaciones más pequeñas, en diciembre de 1981 el PRT lanzó la candidatura presidencial de Rosario Ibarra de Piedra, la emblemática luchadora contra la represión. Originaria de Monterrey, Ibarra no era militante del PRT sino sólo simpatizante. Como es sabido, su participación en política había iniciado tras la “desaparición” de su hijo Jesus Piedra, cuadro de la guerrilla de la Liga 23 de Septiembre, en 1975. En agosto de 1978, Rosario Ibarra fundó el comité “E ureka” y dirigió una ampliamente difundida huelga de hambre frente a la Catedral de la Ciudad de México. Fue durante esa huelga que inició su contacto con el PRT, que participó activamente en el movimiento dirigido por Ibarra. 156 Otra activista contra la represión, Graciela Minjares, compañera de otro guerrillero desaparecido, sí llegó a unirse al partido, en su caso a la tendencia morenista. Su postulación presidencial de 1982 no sólo constituyó la primera vez que un partido trotskista presentaba una candidatura presidencial propia en la historia de México, sino también la primera vez que una mujer era postulada para ese cargo. Gracias a su participación en las elecciones, el PRT obtuvo una importante audiencia en toda la republica y, de manera aun más importante, un fuerte subsidio de fondos estatales que le permitieron un crecimiento organizativo importante. Para mantener el registro, el PRT debía alcanzar por lo menos un 1.5 % de la votación en las elecciones del 82, número que alcanzó y superó ligeramente, lo que no le permitió acceder a la cámara de diputados pero sí conservar el registro de manera definitiva. Para noviembre de 1984, un congreso nacional realizó cambios en la estructura del partido reflejando el aumento de su tamaño. Ahora la discusión ya no era sobre cómo hacer la revolución – que en la época del GCI y la LS parecía inminente — sino la preocupación, más modesta pero más realista, de cómo organizar un verdadero partido de masas. En esa época, Aguilar Mora pasaba la mitad del tiempo en Europa, como vinculo del PRT con la Internacional. Mientras tanto, la dirección del partido se diversificó, y personas como Edgard Sánchez asumieron la responsabilidad dirigente. Nacido en Baja California, Sánchez era un hombre de grandes proporciones físicas, barba y lentes oscuros, cuya imagen 155
Aguilar Mora, M. El bonapartismo mexicano, Juan Pablos, Segunda edición, México 1984 156 Ver: Poniatowska, Elena, Fuerte es el silencio, Era México 1980
puede identificarse fácilmente en todas las fotografías del trabajo de la organización a partir de esa época. En este periodo, la prensa del PRT contó entre sus colaboradores a muchos destacados intelectuales de izquierda. En el consejo de redacción de Bandera Socialista y La Batalla, el órgano teórico dirigido por Lucinda Nava, figuraban, además de Aguilar Mora y Gilly, el ex morenista Telésforo Nava, Edgard Sánchez, el antropólogo Héctor Díaz Polanco y Sergio Rodríguez Lascano, además de intelectuales simpatizantes como Octavio Rodríguez Araujo y Guillermo Almeyra. El propio Mandel se contaba entre los colaboradores internacionales. Según la vieja táctica de los partidos leninistas, varios miembros de PRT de origen estudiantil fueron “i m plantados” como obreros en la industria como una táctica consciente para arraigar al partido en el movimiento proletario. La joven Patricia Mercado, por ejemplo, trabajó brevemente en una fábrica de Ciudad Sahagún. Incluso miembros importantes de la dirección, como el antiguo “febelo” Jaime González (que junto
con Héctor de la Cueva coordinaba el trabajo sindical del partido) fueron implantados en la industria. González fue obrero por varios años en la planta de electrodomésticos Kelvinator, donde llevó a cabo un eficiente trabajo político hasta que fue despedido por participar en la dirección de un movimiento de huelga. El PRT llegó a ganarse la simpatía de figuras notables mexicanas como el nieto de Trotsky, Esteban Volkow (que nunca militó en una organización trotskista pero se mantuvo activo en diversas formas honrando la memoria de su célebre abuelo), el pintor Vlady Kibalchich (hijo de Víctor Serge) y, por un breve tiempo, el caricaturista Eduardo del Río “Rius”, que
incluso llegó a producir un libro sobre Trotsky. El célebre caricaturista Rafael Barajas “el Fisgón” sí llegó a mil itar en el PRT y posteriormente en el POS, pues pertenecía a la tendencia morenista, lo mismo que poeta de origen argentino Eduardo Mosches. Durante los años ochenta, el PRT fue una de las secciones más estables del Secretariado Unificado, y pudo dedicar muchos de sus recursos al trabajo internacional, especialmente a la región latinoamericana. De este modo, muchos de los cuadros internacionales del S.U. podían venir a México invitados por el PRT, que también ayudaba a subsidiar el trabajo de las secciones más pobres. Aunque su organizac ión de damnificados “Nueva T enochtitlan” no pudo superar a la UVyD de los morenistas en el ámbito del movimiento urbano, el PRT sí logró una influencia considerable en la masiva huelga estudiantil del CEU de 198687. La huelga había iniciado en oposición a los planes del rector Jorge Carpizo tendientes a elitizar la UNAM y llegó a movilizar a cientos de miles de estudiantes. Sin embargo, el PSUM y los demás partidos de la izquierda tradicional no vieron la huelga con buenos ojos. El PRT, en cambio, participó intensamente y llegó a contar entre sus filas a uno de los principales dirigentes estudiantiles, Antonio Santos. Los adversarios derechistas del movimiento estudiantil incluso acusaban al CEU de ser la misma cosa que el PRT. Mujeres como Nellys Palomo, Patricia Mercado y Patria Jiménez dirigían el trabajo que el partido llamaba “fem inista”. Por cierto, aunque con un enfoque sectoralista (sólo mujeres en el trabajo de mujeres) y semi-liberal, el PRT tiene el mérito
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42 de haber sido la primera organización marxista mexicana de esa época en interesarse seriamente en la lucha contra la opresión especial de la mujer, los homosexuales, etc. Para dar una idea de lo significativo que era esto en una sociedad como la mexicana de ese entonces, basta decir que en esa época, el partido hegemónico en la izquierda, el PSUM, llegó a tener un comité central de 75 miembros con sólo cuatro mujeres. 157 En esa misma época, el PRT adquirió todo un edificio de varios pisos en la esquina de Xola con Calzada de Tlalpan, en la colonia Álamos. Mientras tanto, el frente electoral del partido seguía desarrollándose. Las elecciones parlamentarias de 1985 significaron por primera vez el acceso del partido a la Cámara de diputados, en las personas de Ricardo Pascoe y Pedro Peñalosa, entre otros. En febrero de 1987, el PRT logró su primer puesto ejecutivo electo: el gobierno municipal de Xolalpan, en el estado de Puebla. Los que antes soñaban con destruir al Estado capitalista, ahora enfrentaban el desafío de administrarlo, aunque fuera sólo a nivel local. En mayo de ese mismo año, después de décadas de existencia independiente, la LOM lambertista, todavía dirigida por Luis Vásquez y Ana María López, finalmente ingresó al PRT como una fracción interna, llamada “Tendencia Cuarta Inte rnacional”, sin abandonar su filiación a la internacional de Lambert. En junio, una escisión izquierdista escindida del PMT de Heberto Castillo, llamada Corriente de Izquierda Revolucionaria, también se sumó al PRT. Incluso en las organizaciones campesinas, el dirigente perretista Margarito Montes y su “Coordinadora N acional Plan de Ayala” gozaban de cierta influencia, au nque quizá en parte gracias a las prácticas clientelares de gestión ante el Estado. Siendo joven, Montes había sido campesino en el valle del Yaqui, en el noroeste del país, y a principios de los setenta había sido becado por su ejido para estudiar agronomía en Chapingo. Ahí había sido reclutado al GCI y con el tiempo fue asignado por el partido a encargarse del trabajo campesino. Gracias al trabajo de Montes en el frente rural, para su V Congreso, celebrado en el verano de 1987, el PRT había triplicado su membresía desde el momento de su fundación (hasta alcanzar a cerca de tres mil militantes) y parecía estar en su mejor momento. Sin embargo, los años de dependencia de los triunfos electorales y los consecuentes subsidios públicos tuvieron una poderosa influencia domesticadora sobre la militancia y el programa del partido. Las cuotas que los militantes aportaban según la tradición leninista empezaron a parecer irrelevantes frente a los sustanciosos subsidios electorales, y por lo tanto a dejar de pagarse. Edgard Sánchez en particular estaba asociado con la frase “las cuotas no sostienen al partido”, con la que
buscaba enfatizar la importancia de los subsidios. 158 En un balance presentado por el Comité Político para el congreso del partido en julio de 1987, redactado en un tono general bastante optimista, se admite, como de pasada: 157
Carr, Barry, op.cit . No todos en la dirección del partido estaban satisfechos con esta evolución. Carlos Ferra, descontento con el uso que daba el partido a los fondos electorales, lo abandonó en 1983. 158
El ‘realismo político’ hace prisioneros a cada vez
más número de militantes y la perspectiva revolucionaria se aleja paulatinamente. De repente muchos camaradas piensan que todo nuestro futuro se juega en que si perdemos el registro o no, o, aún más, muchos camaradas están en este partido por su capacidad de gestión ante las autoridades. 159 Ni los propios autores de este documento se imaginaban hasta qué punto su caracterización daba en el clavo. Pronto habría de hacerse dolorosamente evidente. Es revelador considerar la evolución de los documentos programáticos del partido. En la “Declaración de Principios” del PRT publicada a principios de 1988, la dictadura del proletariado y la revolución obrera no sólo no aparecían, sino que eran tácitamente rechazadas: Usando el mismo argumento contra la represión del Estado capitalista y contra la vía guerrillera (que tanto había apoyado el partido a principios de los años setenta), el folleto explica que el PRT estaba “opuesto a vías no pacíficas y no democráticas para la resolución de los conflictos socia les y políticos”.160 Nadie en el partido pareció percatarse de que su Declaración de Principios rechazaba explícitamente la revolución social. En la “Breve historia del PRT” publicada al final del mismo folleto, todo el énfasis se pone en los logros electorales del partido y en su participación en frentes amplios. Todo esto contrasta claramente con el tono mucho más revolucionario del folleto de 1977 ¿Qué es el PRT?161. Pero los subsidios electorales no fueron la única razón, ni tampoco la principal, de esta evolución. Sociológicamente, el partido también había cambiado. Desde 1985 y hasta el final de la década, los cuadros que el PRT había implantando en la industria y que habían logrado convertirse en verdaderos líderes obreros fueron perdiendo sus empleos por sus actividades políticas, y el partido fue quedando aislado de la clase obrera. Simultáneamente, el movimiento campesino de Montes había logrado afiliar al partido a varios cientos de campesinos sobre la base de una política clientelar, de manera que el PRT se fue convirtiendo, de un partido de cuadros basado en la clase obrera urbana, en un movimiento de gestión para demandas cam pesinas y populares. La lealtad incondicional que estos campesinos mostraban por Montes (muchos sentían que le debían favores vitales) le permitió asegurar una porción significativa del voto de la militancia, lo que sus camaradas llamaban bromeando “la ola verde”. Aun cuando el partido reclamaba tres mil miembros, el núcleo de cuadros seguía constituido sólo de los cientos de militantes que habían sido reclutados siendo estudiantes en la época del GCI y la LS entre 1969 y 1976. Si bien en esos años el PRT había aprovechado la eclosión del radicalismo juvenil para llegar a ser un partido numéricamente significativo y había tratado conscientemente, a veces con verdadero heroísmo, de usar a sus reclutas estudiantiles para hacerse de una base de apoyo en la clase obrera, a escala social el férreo dominio de la ideología nacionalista no clasista sobre el proleta159
Documentos de discusión preparatoria del V Congreso del PRT No. 5 160 folletos Bandera Socialista No. 39 161 folletos Bandera Socialista No. 9
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43 riado no se rompió y sólo fue posible reclutar a un puñado de obreros. En cambio, los muchos estudiantes que sí se habían vuelto cuadros del partido, eran cada vez menos jóvenes y, como intelectuales y profesionistas, estaban más integrados a la sociedad capitalista a la que años antes habían declarado la guerra. En 1987, Manuel Aguilar Mora abandonó la dirección central del partido por motivos familiares para irse a vivir a Hermosillo, Sonora, sin dejar de pertenecer al Comité Central. Cuando regresó, ocho años después, las cosas habían cambiado mucho. Al acercarse las elecciones de 1988, el PRT decidió volver a presentar a Rosario Ibarra como candidato presidencial, esta vez en nombre de un frente electoral conjunto con los morenistas del PTZ, y otras organizaciones de lo que entonces se XIII
hacía llamar “izquierda revolucionaria”, como los hered eros políticos de Genaro Vásquez, de la ACRN, y sobre todo los maoístas de la OIR -LM, además de otras agrupaciones más
pequeñas (un tal Partido Humanista, por ejemplo). Trotsky decía que, si el estilo es el hombre, la terminología política no sólo es el hombre, sino también el partido. El nombre que el PRT y sus aliados escogieron para su coalición fue nada menos que el del frente popular chileno de Salvador Allende: la “Unidad Popular” de tan triste destino. Definit ivamente un mal augurio. Tal vez como gesto de buena voluntad con sus aliados de bloque, el PRT decidió sencillamente quitar de su insignia las siglas de su nombre y poner en su lugar la leyenda “Unidad Popular”. Con esa bandera despleg ada llegó el PRT al año clave de 1988.
EL TROTSKISMO INTERRUMPIDO (1987-1991) En 1987, un nuevo elemento apareció en el ala izquierda de la política burguesa nacional, alterando fundamentalmente la gravitación en la que se movían los partidos que se revindica ban socialistas. Se trataba de la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo que rompía con el PRI oponiéndose a su giro neoliberal y reclamando una vuelta al nacionalismo popular del viejo partido, una renovación de su pacto histórico con el movimiento popular y una forma organizativa realmente democrática. Para una izquierda históricamente condicionada a pensar que sólo sería viable un cambio dentro de los límites de la política capitalista, la nueva corriente vino a ofrecer un “mal menor” mej or que el que hubiera soñado nunca.
Una fuerte presión hacia una oposición unitaria de izquierda (socialista o no) empezó a desarrollarse en el movimiento popular. En 1987, el Partido Comunista (para entonces llamado PSUM) y el PMT del “socialista nacional” Heberto Castillo se unieron en un Partido Mexicano Socialista ( PMS), para postular a éste último a la presidencia, pero contando con una alianza con el recién creado Frente Democrático Nacional (FDN) en torno a Cárdenas. La fusión entre el PSUM y el PMT y la fundación del PMS no fueron en realidad sino un paso en la dirección de la fusión total con el cardenismo. Esto a su vez tuvo un poderoso efecto en los cuadros del PRT. Un año antes, el partido había emprendido una orientación hacia la fusión con el PMT, pues entonces este partido pasaba por una fase “izquierdista”, que hicieron pensar a los perretistas en la posibilidad de una fusión. Sin embargo, la fase duró poco y una serie de actitudes de Heberto Castillo que lo alejaron del PRT (como la inclusión del dirigente campesino Cesar del Ángel en su dirección y su acercamiento al PSUM) hicieron que la dirección mandelista se viera forzada a dar marcha atrás y conformarse con una pequeña fracción izquierdista expulsada del partido de Castillo en junio de 1987. Sin embargo, dos fracciones minoritarias surgieron entre los cuadros dirigentes del PRT argumentando por continuar del curso de unificación, ahora con el recién formado PMS. Por un lado estaban los diputados Ricardo Pascoe y Pedro Peñalosa, que abogaban sencillamente por disolver al PRT dentro de un solo gran partido de la izquierda. A su lado estaba la tendencia
de Adolfo Gilly, Arturo Anguiano y el antiguo líder morenista y fundador del POS, Telésforo Nava, que criticaba a la dirección mayoritaria por haber tenido ilusiones en el PMT, pero también impulsaba la continuación del curso de fusión con el PMS, si bien con argumentos un tanto más sofisticados. Esta tendencia, heredera de la revista Coyoacán, se había consolidado como oposición interna en 1985, criticando a la dirección del partido desde la izquierda en torno a la cuestión de la deuda externa y atribuyendo teóricamente un peso mayor a la burguesía nacional, contra la línea de la mayoría de ver a México como una mera semi-colonia del imperialismo. El elemento que llevó a este grupo a la “derecha” del PRT y a luchar por su disolución en un bloque con fuerzas de izquierda no trotskistas y no socialistas fue su temprano entendimiento de lo que ellos llamaban la “reestructuración del cap italismo” y que más tarde sería conocido como globalización neoliberal. Según su argumento, el ala tecnócrata de la burguesía se había convertido en el enemigo principal, y aliarse con los defensores del desarrollismo nacionalista (i.e. Cárdenas) se volvía necesario. A lo largo de 1987, las diferencias entre las minorías disidentes y la dirección del PRT en torno a Edgard Sánchez y Rodríguez Lascano se radicalizaron cada vez más. A princi pios de mayo Adolfo Gilly renunció al Comité Político del PRT como respuesta al ambiente de hostilidad que la mayoría del partido había desarrollado en su contra. La razón inmediata de esta hostilidad había sido un hecho frívolo que sin embargo adquiere significación a la luz de la historia subsiguiente: Gilly había participado públicamente en una comida a la que habían asistido Cárdenas y Muñoz Ledo. 162 Otros importantes líderes de la disidencia, como Anguiano, Pascoe y Peñaloza, también renunciaron en ese periodo a sus puestos de dirección. La argumentación política de Gilly a favor de una convergencia con el FDN de Cárdenas se basaba también en el reconocimiento de un hecho que la historia demostró como verídico: el que la radicalización de la clase obrera no la llevaría 162
Modonessi, Massimo, La crisis histórica de la izquierda socialista en México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México 2003
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44 directamente al socialismo, sino que la volcaría en masa al cardenismo nacionalista. En cuanto a la descripción de la realidad externa, Gilly no se equivocaba. Por su parte, la mayoría del partido, en lugar de reconocer este hecho y plantear la necesidad de quedarse en minoría dentro del movimiento obrero y enfrentar un periodo necesario de asilamiento para preparar una futura independencia del proletariado, se refugió en un optimismo que resultó bastante fatuo, alegando que la masa del pueblo estaba a punto de alcanzar una conciencia socialista y no cardenista. En el fondo, este argumento no cuestionaba la premisa de Gilly de que el partido debía amoldarse a la conciencia dominante entre el proletariado en el próximo periodo, considerando la influencia de masas como su fin último. Para ese punto, los trotskistas mexicanos ya no tenían la fuerza interior necesaria para ser, como quería Trotsky, pesimistas con la cabeza y optimistas con el corazón. Sin demasiada confianza en su argumento sobre la conciencia de la clase obrera, Edgard Sánchez, a quien la mayoría había nombrado su vocero fraccional, prefirió acusar a los disidentes de violar el centralismo democrático del PRT por el hecho de haber recurrido a la presa comercial para exponer sus críticas al partido, como una provocación para ser sancionados. Y de hecho lo fueron. En una reunión de tres días del Comité Central iniciada el 5 de febrero de 1988, la dirigencia del PRT decidió retirar a los voceros de la minoría de todos sus cargos de representación pública del partido, argumentando violaciones organizativas. Es notable que la respuesta de la mayoría se centrara en este tipo de denuncias estatutarias y no en una refutación política de las tendencias que buscaban disolver al PRT. Lo que estaba en juego, sin embargo, no era sólo la integridad organizativa del partido, sino la existencia independiente del trotskismo y de toda la izquierda socialista del país. Desde el inicio mismo del año electoral, quedó claro que la campaña de Cárdenas se convertía en un irresistible movimiento de masas. Esto aumentó la presión sobre toda la izquierda socialista para sumarse a esa tendencia. Curiosamente, Heberto Castillo (que deseaba ser el candidato conjunto de la izquierda) y su partido, el PMS, ideológicamente más cercano al nacionalismo cardenista y representante histórico de la izquierda socialista moderada, resistió esta presión más tiempo que otros grupos más pequeños, aun cuando éstos se ubicaran en la llama da “extrema izquierda”. Esto se debía, en parte, a que estos grupos electoralmente insignificantes, a diferencia de Castillo, no tenían posibilidad de obtener provecho inmediato alguno de una candidatura socialista independiente. Así, en febrero de 1988, la principal aliada del bloque del PRT, la mayoría de la maoísta OIR -LM, centrada en los estados de Durango y Nuevo León, rompió definitivamente con su coalición electoral (la “Unidad Pop ular”) y se sumó también a la campaña de Cárdenas, alegando que los trotskistas “heg e163 monizaban” demasiado la coalición. En realidad, la coexis163
Ibid . El local del Valle de México de la OIR-LM, en torno a Rosario Robles, mantuvo su alianza con el PRT hasta la aparición del MAS. El resto de la organización, basada en los estados de Nuevo León y Durango, en torno a Alberto Anaya, daría origen al Partido del Trabajo en la década siguiente.
tencia en la UP de la OIR -LM maoísta con el PRT trotskista, dos organizaciones de signo ideológico históricamente tan opuesto, necesariamente estuvo marcada desde su origen por una constante desconfianza mutua, reflejada en una gran cantidad de querellas organizativas para delimitar el territorio de cada una dentro de la coalición. Con un lenguaje tradicionalmente estalinista, el intelectual maoísta Julio Mongel declaraba su alianza con el movimiento 164 en un sentido positivo, lo cardenista un “frente popular”, que en la cultura política trotskista equivale a la peor de las traiciones de clase. La defección de los maoístas y la consecuente ruptura de la UP, por un lado, y las medidas organizativas que la mayoría llevó a cabo contra la disidencia en febrero, por el otro, preci pitaron la escisión dentro del PRT. Ese mismo mes, tanto la fracción de Pascoe como la de Gilly rompieron definitivamente con el partido. La escisión se hizo pública el 29 de febrero, una fecha que sólo aparece en el calendario cada cuatro años, pero que en 1988 fue decisiva para la historia del trotskismo mexicano. Uniéndose a otros grupos de la izquierda no trotskista a los que el PRT se orientaba (la ACRN guerrerense y el local del Valle de México de la OIR -LM), a lo largo del mes de marzo los disidentes recién escindidos formaron el llamado Movimiento al Socialismo ( MAS)165 y se adhirieron también a la campaña de Cárdenas. Orientada ideológicamente por Gilly, la recién nacida organización publicó su propio periódico, la Bola, a la que al poco tiempo se sumó también la Organización Revolucionaria Punto Crítico de Álvarez Garín. Estos grupos, que habían conformado el medio político más próximo al PRT, ahora renunciaban a apoyarlo en las elecciones para darle su apoyo a Cárdenas. El MAS, que tenía una importante base de apoyo en la mayoría de la dirigencia del CEU de Antonio Santos, Imanol Ordorika y Carlos Imaz (del ala radical de la dirección ceuista nacería después la corriente En Lucha), organizó uno de los mítines más importantes de la campaña de Cárdenas, el de Ciudad Universitaria, significativamente realizado en contra de la voluntad de las autoridades universitarias. Aunque los dirigentes del MAS originalmente habían planteado mantener una existencia organizativa propia dentro de lo que más tarde sería el PRD para impulsarlo hacia posturas “socialistas”, en su primer congreso fij aron los términos de su disolución.166 Gilly, que desde su militancia posadista era conocido por su valoración entusiasta del cardenismo original, habría de convertirse en asesor personal de Cuauhtémoc Cárdenas y uno de los ideólogos principales del neo-cardenismo. Ricardo Pascoe fue nombrado jefe de comunicación social del recién formado PRD.167 Arturo Anguiano, por su parte, que 164
Ver: Modonessi (op. cit .) No confundir con el MAS argentino de Nahuel Moreno. 166 La formación del MAS de Gilly está descrita en el libro de Manuel Aguilar Mora Las huellas del porvenir , así como en la tesis de maestría de Massimo Modonessi, La crisis histórica de la izquierda socialista en México. 167 Doce años después, Pascoe aceptaría colaborar con el go bierno de Fox como embajador en Cuba. Durante su gestión, el gobierno mexicano emprendió la política más hostil a Cuba 165
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representaba la izquierda de la tendencia en torno a Gilly, volvió a acercarse al PRT tras la disolución del MAS y en lo sucesivo se mantuvo cercano al ala dirigida por Sergio Rodríguez. Con su integración a lo que más tarde sería el PRD, Gilly daba un paso más en el sentido de la política pablista y posadista, que siempre valoró más la participación en el movimiento de masas nacional y democrático que el mantener un perfil independiente y específicamente trotskista o socialista. Para esta concepción, como hemos visto, el potencial progresista objetivo atribuido a los movimientos democráticonacionalistas era más importante que su contenido subjetivo o ideológico, e incluso más importante que la existencia de una vanguardia socialista independiente. Para usar el pasaje de Gilly anteriormente citado, “una revolución no se explica [...] por lo que sus jefes hagan o dejen de hacer, sino por esa rebelión de las masas”.
Más aun, no puede descartarse que la valoración que Gilly hacía de la “sabiduría histórica”, no del todo con sciente, de las
masas, y consecuentemente de lo que él llamaba la dimensión simbólica de la política, lo predispusiera a confiar en líderes carismáticos hondamente arraigados en el imaginario de sus seguidores, como Cuauhtémoc Cárdenas (y antes Posadas), que en sí mismos no necesariamente eran más inteligentes o meritorios que él mismo. 168 En cierto modo, Gilly estaba repitiendo, doce años des pués, y sin la tutela del delirante Posadas, la trayectoria del resto del POR (T) posadista, que en 1976 había decidido apoyar electoralmente al PRI en nombre del nacionalismo. Una vez más, se trataba de la culminación lógica de su perspectiva teórica, y no de una “traición” en la búsqueda de prebendas
personales. La diferencia – que es una gran diferencia-- es que mientras el POR del año ’76 ignoró la realidad externa de rad icalización creciente de la izquierda y con su decisión se aisló del resto del movimiento social, el MAS del año ‘88 estaba representando una tendencia históricamente relevante, e incluso dominante, de la izquierda: su auto-disolución en el cardenismo. De hecho, el gigantesco mítin cardenista de Ciudad Universitaria organizado por el MAS fue uno de los factores que aumentaron la presión sobre el PMS y Heberto Castillo para que declinaran su candidatura a favor de Cárdenas, cosa que finalmente hicieron en el mes de junio. Con este acto, la masa de la izquierda socialista mexicana quedaba históricamente disuelta en el nacionalismo cardenista. Por su parte, lo que quedó PRT y de su bloque electoral (en el que sólo se mantuvieron los morenistas del PTZ y otros grupos aun más pequeños) no renunció a presentar a su candidata propia, pero no se atrevió a contraponerse frontalmente a las grandes masas que apoyaban al FDN y describió ese apoyo y más sumisa a Estados Unidos de la historia. Pascoe tuvo que ser retirado de Cuba en un escándalo diplomático en 2002. Pedro Peñaloza habría de convertirse en funcionario de la PGR. 168 Según M. Aguilar Mora, Ernest Mandel solía decir que el problema de Gilly era que se dejaba guiar por políticos mucho menos valiosos que él mismo, refiriéndose tanto a Cárdenas como, en retrospectiva, a Posadas.
como una dinámica “tota lmente positiva”,
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refiriéndose al cardenismo siempre como a una especie de mal menor. Lejos de solucionar el aislamiento del partido, esta posición contradictoria no hizo sino acentuarlo, y en las elecciones el PRT no logró la cantidad de votos necesaria y perdió el registro. El partido no había logrado explicarle a su propia audiencia por qué si Cárdenas era el “mal menor” era nec esario votar por el PRT. La mayoría de sus antiguos simpatizantes votó, pues, por el FDN. Como es sabido, tras las elecciones del 6 de julio, el go bierno priísta y su candidato Carlos Salinas se negaron a reconocer el triunfo de Cárdenas. El PRT, vio en este ataque antidemocrático la oportunidad de romper el aislamiento en el que se encontraba y se unió a los cardenistas y a otras fuerzas opositoras (no necesariamente izquierdistas) en un “Frente Patriótico Nacional” en d efensa del voto, gestionado con los dirigentes del PRT por el propio Gilly. Con este bloque, esta versión del trotskismo mexicano daba un paso más en dirección de su disolución como partido socialista. La misma presión de arriar la bendera roja para izar la bandera amarilla del cardenismo, que Gilly había teorizado conscientemente, era compartida inconscientemente por muchos de los miembros del PRT. Hay que aclarar que el repliegue ideológico generalizado fue el resultado orgánico de su concepción teórica previa y la erosión de su cultura política trotskista, pero en general no estuvo condicionado por la traición, el arribismo, o la cobardía personales por parte de los militantes. No fue un problema de corrupción moral. Aun bajo la bandera de la defensa de la victoria electoral cardenista, los militantes del PRT estaban dispuestos a dar la vida por lo que ellos entendían como el interés de pueblo oprimido. Así, por ejemplo, junio de 1988 dos miembros del partido, Álvaro Zamora y Melitón Hernández, fueron asesinados por matones gobiernistas en el estado de Puebla. Este último era un veterano líder campesino indígena que había llegado a ser candidato del PRT a diputado federal. 170 Cuatro meses después, el dirigente perretista de Morelos, José Ramón García (que procedía de la tendencia lambertista), fue desaparecido y probablemente asesinado por el gobierno debido a su actividad dirigente en el movimiento cardenista en contra del fraude electoral en Cuautla. 171 A lo largo de los siguientes años, cientos de partidarios de Cárdenas, muchos de ellos veteranos de la izquierda, sufrieron esta misma suerte. Sin embargo, este grado de abnegación militante a lado de “las masas cardenistas” no le sirvió al partido para crecer o rganizativamente. Todo lo contrario. La pérdida del subsidio estatal significó para el PRT el inicio de la crisis más grande de su historia, una crisis que acabaría siendo terminal. El partido no sólo perdió mucha de su cohesión nacional, sino que una cantidad importante de militantes lo abandonó en desbandada, tal vez por efecto del propio discurso cada vez más procardenista de su partido, cuya existencia era presentada como superflua, al menos por implicación. Bandera socialista y La Batalla se volvieron enormemente infrecuentes y el partido 169
Sergio Rodriguez Lascano en entrevista con International Viewpoint , 30 de mayo de 1988 170 La Jornada, 26 de junio de 1988 171 Bandera Socialista, año 2, no. 18, agosto de 2005
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46 como tal fue desapareciendo de las marchas y concentraciones de la izquierda. En diciembre de 1989, no viendo nada que ganar en el derruido PRT, la fracción lambertista de Luis Vásquez y Ana María López (que había luchado por que el partido se sumara al FDN, pero no se habían escindido con el MAS) decidió abandonar el partido, rechazando abiertamente el concepto de partido de vanguardia. 172 Así se constituyó el Grupo Tribuna Internacional, que al poco tiempo habría de adoptar el nombre de Organización Socialista de los Trabajadores ( OST), llamándose a sí misma “sección mexicana de la Cuarta Internacional”
(la de Lambert) y publicando su propio órgano: El Trabajo. 173 Para las elecciones legislativas de 1991, las primeras en las que el PRD competía como tal, el PRT hizo un último esfuerzo de participación electoral independiente y se alió con los restos de las organizaciones de la izquierda que no habían aceptado sumarse al cardenismo para conformar un Frente Electoral Socialista, que sin embargo no logró ningún éxito. Este fracaso, naturalmente, no hizo sino agravar la crisis, cuyas secuelas discutiré más adalente. U NA VEZ MÁS, LOS MORENISTAS Veamos cuál fue la suerte que corrieron los morenistas en ese mismo periodo. Para ellos, el año de 1987 estuvo marcado por un acontecimiento mil veces más importante que la disolución en masa de la izquierda socialista mexicana en el nacionalismo cardenista. Se trata de la muerte en Argentina del caudillo Nahuel Moreno. Decenas de miles de sus partidarios se reunieron en Buenos Aires para conmemorar al “viejo Nahuel”. Fundamentalmente, la autoridad sin paralelo que “el viejo” tenía en su movimiento servía como elemento simból i-
co para mantenerlo unido. Así, apenas un año después de su muerte, el morenismo internacionalmente sufrió su primera gran crisis y comenzó su largo calvario de escisiones. En México, en enero de 1988, el PTZ expulsó de sus filas a una veintena de militantes, que se había opuesto desde la izquierda a la unificación del partido con una organización barrial populista, así como a la política de maniobras y alianzas electorales que los morenistas seguían con respecto al PRT y otras organizaciones, y en particular a su participación en la “Unidad Pop ular”. El grupo disidente incluía a Mario Caballero, Humberto Herrera y un miembro de la dirección nacional del PTZ, Gerardo Vega. Siendo adolescente en los años setenta, Vega había sido reclutado por la fracción morenista del PRT en el CCH Nahucalpan. Antes de unirse al trotskismo, Vega había sido maoísta, y tras su conversión había tenido que salir literalmente huyendo de su escuela, pues los maoístas locales lo tenían amenazado de cobrarle su “tra ición”. Pero volvamos al año ‘88. El grupo expulsado con stituyó la Fracción Trotskista Revolucionaria, para retomar al poco tiempo el nombre POS y la famosa insignia del puño (nombre e 172
PRT, Boletín interno de discusión e información No. 89 En las elecciones parlamentarias de 1991, la OST llamó a votar por candidatos tanto del PRT como del PRD, e incluso integró a sus candidatos a listas parlamentarias locales de éste último, con lo que logró acceder al Congreso estatal de Chia pas. 173
insignia originales del PTZ, que esta organización había abandonado un año antes). La nueva organización, reivindicando un regreso al morenismo ortodoxo, no tardó en sacar un órgano propio, una modesta publicación mimeografiada con el título de Alternativa Socialista, editada por Vega. Durante la campaña electoral del ‘88, el recién creado POS consideró en un principio apoyar desde afuera al PRT, pero conforme la campaña de Rosario Ibarra se fue convirtiendo en un auxiliar de la de Cárdenas, los militantes de la organización decidieron no participar. Pronto, el POS entró en contacto con el PTS argentino, una escisión izquierdista de medio millar de miembros que había sido expulsada de la organización morenista oficial más o menos al mismo tiempo que el POS mexicano, oponiéndose al fatuo mesianismo nacional de la dirección de la LIT (que cada año afirmaba la inminencia de la toma del poder en Argentina). En junio de 1989, el POS mexicano y el PTS argentino fundaron formalmente la Fracción Internacionalista, que, pese a las expulsiones, todavía reclamaba su adhesión a la LIT morenista. La colaboración internacional con una organización mucho más grande como lo era el PTS permitió a Vega y sus camaradas una ampliación importante de sus capacidades técnicas y financieras, con lo que Alternativa Socialista pasó a convertirse en un órgano más profesional, impreso a dos tintas. Con el movimiento general a la derecha de todas las demás organizaciones que se reivindicaban trotskistas, el joven POS quedó ubicado en el extremo izquierdo del espectro, al menos por el momento. Como veremos más adelante, en el futuro, este grupo habría de cambiar su nombre por el de LTS. Con la muerte de Nahuel Moreno, la siempre variable personalidad ideológica de los morenistas tenía que quedarse fija, pero pronto fue claro que entre ellos no había un acuerdo sobre cómo exactamente debía ser esa nueva y más estable personalidad política. XIV EL RELEVO: SU I NTERNACIONAL Y LA NUESTRA (1990) A principios de 1990, cuando la decadencia del trotskismo mexicano parecía haber llegado a su punto culminante, aparecieron en México dos nuevas y muy activas tendencias trotskistas, ubicadas en los dos extremos del espectro. Ese año apareció el primer número del periódico Militante, presentando un llamativo encabezado rojo brillante. Se trataba de la sección mexicana de la tendencia “Militante” internaci onal encabezada por el trotskista de origen sudafricano Ted Grant. En 1950, cuando la IV Internacional todavía existía como u movimiento unido e incuestionable, Grant (Isaac Blank) había dirigido una escisión en el trotskismo británico en oposición al “e ntrismo” en el partido laborista. Durante la ruptura, el sudafricano adquirió una profunda hostilidad contra el dirigente de entonces, Gerry Healy, y contra el estadounidense James Cannon, la figura internacional más influyente de esa época en las secciones de habla inglesa. Poco después,
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47 tanto Cannon como Healy serían los líderes del Comité Internacional antipablista. Así, pese a que su postura había sido contraria al entrismo, cuando Healy y Cannon se separaron del Secretariado Internacional de Michel Pablo en 1953, Grant tomó lado con éste último. Fue como parte de esta tendencia que diez años después Grant estuvo entre los fundadores del Secretariado Unificado. Sin embargo, para mediados de los años sesenta su política había adquirido un contenido distinguible y cada vez más derechista, negando en general que las crisis revolucionarias fueran posibles en el próximo periodo, especialmente en Europa. En 1965, Grant rompió con la Internacional y lanzó su propia tendencia en el ámbito británico, que poco a poco fue adquiriendo un carácter internacional, conocida como tendencia “Militante”.
Los elementos políticos característicos de esta corriente eran un profundo pesimismo sobre la proximidad de oportunidades revolucionarias, un total desprecio por las demás tendencias del trotskismo (a las que Grant llamaba despectivamente “las sectas”) y, sobre todo, la estrategia del “entrismo”
en los partidos obreros reformistas de masas, como el Partido Laborista británico o el PSOE español. Esta muy particular versión del “entrismo” se caracterizaba por su carácter perm anente, así como por su aplicación universal en todos y cada uno de los países donde la tendencia Militante tuviera sección, independientemente de las circunstancias particulares. Esta situación forzaba a sus secciones afiliadas a adoptar posturas sumamente conciliadoras en los distintos ámbitos nacionales, mientras una cierta ortodoxia izquierdista se mantenía en sus análisis históricos o internacionales a distancia. En el México de principios de los años noventa, sin em bargo, no existía ningún partido obrero reformista de masas. Así, a falta de algo mejor, el periódico Militante nació incrustado en el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas, que nunca tuvo la pretensión de ser un partido “socialista” u “obrero”. Esto con stituyó un paso más hacia la derecha de toda su tendencia internacional. Naturalmente, la descripción que el Militante hacía del PRD en su conjunto excluía toda caracterización de clase, reservando el término “burgués” a la “dirección actual” del partido. Pese a esta contradicción, o tal vez precisamente gracias a ella, la nueva tendencia habría de encontrar un suelo fértil en México y habría de sobrevivir muchos años. A lo largo de su historia subsiguiente en México, Militante se mantuvo al margen de las maniobras de coalición y fusión de las otras tendencias. El entusiasmo juvenil y la adhesión a los símbolos y la terminología rojo brillante del trotskismo por parte de este grupo, si bien con un contenido político no muy ortodoxo en términos de la independencia de clase, contrataba fuertemente con el estilo desmoralizado y gris que el trotskismo mexicano había adquirido para entonces. El nuevo grupo no estaba marcado por la historia nacional de riñas familiares y frustración que determinaba a las otras tendencias. Pero esto no era el caso sólo de los grantistas.
México aparecía en el extremo izquierdo. En 1989 aparecieron los primeros y muy modestos volantes firmados por el Grupo Espartaquista de México ( GEM), un pequeño núcleo de cuadros internacionales dirigidos por un tal A. Negrete, de procedencia estadounidense. 174 Se trataba de una sección de la Liga Comunista Internacional ( LCI, antes tendencia Espartaquista internacional), originada en Estados Unidos a principios de los sesenta. Si bien nunca pasó de tener un par de cientos de militantes, al igual que el SWP, la Liga Espartaquista de EE.UU. se mantuvo políticamente estable en el contexto estadounidense a lo largo de sus varias décadas de existencia, lo que le permitió constituirse en el centro de una tendencia internacional. Esta muy particular tendencia se había originado en 1963 dentro del SWP en oposición al giro “pablista” que adoptó este partido a raíz de la Revolución Cubana y desde entonces se había caracterizado por un minucioso apego a la ortodoxia trotskista, así como por haberse mantenido al margen de todas las alianzas y bloques en los que habían participado las demás tendencias internacionalmente en la década de los setenta. Esto, junto con un estilo particularmente despiadado en las polémicas y las caracterizaciones, le había ganado también una fuerte reputación de sectarismo. En estas y otras cuestiones, la tendencia reflejaba la afilada personalidad de su fundador y líder histórico, el estadounidense James Robertson. Los miembros de esta tendencia buscaban representar con la mayor fidelidad los principios del trotskismo tradicional, y de ahí derivaban un orgullo que los hacía difíciles de soportar por el resto de la izquierda. A diferencia de los mandelistas y los morenistas, los espartaquistas se guiaban por una doctrina cerrada y bien definida que admitía pocas variaciones empíricas: era su mayor virtud y también su mayor defecto. En esto, su estilo recordaba al de los viejos posadistas: tajantes, abnegados y absolutamente seguros de tener la razón en todo, en tanto no improvisaran y se apegaran a la doctrina. Pero si en el plano del estilo moral y personal la co nfianza de los espartaquistas en si mismos recordaba a los viejos posadistas, en el plano ideológico esta tendencia se encontraba en el extremo opuesto de lo que antes llamé la concepción “obj etiva” de la revolución permanente que tan claramente caract erizaba a los seguidores de Posadas. Para los espartaquistas, el factor consciente o “subjetivo”, encarnado en un partido que tuviera continuidad política y humana con la Revolución de Octubre, era absolutamente crucial para futuras revoluciones. La teoría de la revolución permanente era entendida, pues, no como una descripción de la realidad, sino como un programa : la vanguardia socialista debía orientarse sólo al proletariado industrial incluso en los países neocoloniales, pues sólo éste podría arrastrar tras de sí a los campesinos y el resto del pue blo oprimido. Esto exigía la más rigurosa independencia de clase de los obreros, por lo que cualquier bloque de frente popular o incluso cualquier coalición política o electoral con fuerzas obreras que tuvieran programas frente populistas (como los PCs) era una traición inconcebible. Más aun, por mucho que esto la aislara, la vanguardia debía combatir sin ningún
BAJO EL SIGNO DE ESPARTACO 174
Mientras el Militante nacía en el extremo derecho del es pectro trotskista, otra tendencia hasta entonces desconocida en
Para fines de trabajo público había adoptado el mismo seudónimo de Rosalío Negrete (Russel Blackwell), trotskista estadounidense que propició la fundación del primer trotskismo mexicano.
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48 escrúpulo de diplomacia toda ilusión en la posibilidad de una revolución democrática llevada a cabo al margen de un programa consecuentemente socialista, es decir, marxista, leninista y trotskista. Como hemos visto, el triunfo de revoluciones sociales en países como China, Cuba, etc. servía como demostración de la concepción objetivista de la revolución permanente. Así lo había comprendido Adolfo Gilly al argumentar su concepción de la Revolución Interrumpida. A diferencia de los lambertistas, los espartaquistas reconocieron desde el comienzo que Cuba (y con ella los países de Europa del este, China, Vietnam y Corea del Norte) se había convertido en un Estado obrero, pero ¿cómo explicaban estos trotskistas ortodoxos que el capitalismo hubiera sido derrotado por ejércitos campesinos dirigidos por fuerzas políticas que de ningún modo podían caracterizarse como verdaderamente revolucionarias (es decir, trotskistas)? La explicación alternativa que produjo la tendencia espartaquista fue quizá su mayor aportación teórica al movimiento trotskista. Incluso los altamiristas de la lejana Argentina (que por lo demás odiaban a los espartaquistas) les reconocían este mérito.175 Para resumir a grandes rasgos esta explicación, la Guerra Fría y la existencia de una Unión Soviética (que sí fue conseguida por una revolución proletaria ortodoxa) habían abierto una ventana histórica excepcional en la que ejércitos pequeño burgueses del tercer mundo (como el 26 de julio de Castro), bajo circunstancias nacionales también excepcionales, pudieron aplastar las relaciones de propiedad capitalista y crear Estados obreros, pero no llevar a la clase obrera al poder políti co , lo que se expresaba en la falta de democracia obrera. Los resultados fueron, pues, Estados obreros degenerados, cualitativamente similares a la URSS bajo Stalin y sus herederos. De acuerdo al esquema trotskista desarrollado para el caso soviético, estos Estados debían defenderse incondicionalmente desde el punto de vista militar, pero al mismo tiempo había que luchar por una revolución política proletaria que barriera con sus direcciones estalinistas e implantara la democracia obrera, conservando al mismo tiempo sus conquistas sociales. Este análisis llevó a la tendencia espartaquista a mantenerse independiente de las direcciones cubana, china, soviética etc. en los años sesenta, cuando Pablo preconizaba el apoyo político total a ellas. Paradójicamente, fue también este análisis el que los llevó a mantenerse firmes en la concepción de la “defensa militar incondicional” a estos mismos Estados en los
años ochenta, cuando el resto de las organizaciones trotskistas se encontraban apoyando los movimientos contrarrevolucionarios democráticos o nacionales. Tal vez por esto los espartaquistas adoptaron el nombre de Liga Comunista Internacional precisamente en la época en que la palabra “comunista” caía
fuera de moda incluso dentro de la izquierda radical. De la docena de nuevas organizaciones trotskistas surgidas en México a partir de ese momento, ninguna otra adoptó esta palabra en su nombre, pre firiendo en general la de “socialista”. De manera concomitante a su concepción del mundo, la noción organizativa de los espartaquistas correspondía al más rígido leninismo, tal como fue codificado en los primeros congresos de la Internacional Comunista para los grandes partidos afilia175
Coggiola, op. cit
dos, pero aplicado (con las inevitables exageraciones) a sus pequeñísimos grupos nacionales de propaganda. A principios de los años noventa, la tendencia espartaquista había sido prácticamente la única en el mundo que no aplaudió en modo alguno ni prestó credenciales democráticas a los movimientos pro-capitalistas que destruyeron a la Unión Soviética y el bloque oriental, una posición ortodoxamente trotskista que, sin embargo, en el medio del trotskismo mundial de la época, le valió la acusación de filo-estalinista. De hecho, en 1989 los espartaquistas habían intervenido fuertemente en Alemania Oriental, con una línea que enfatizaba como la tarea más urgente el oponerse a la reunificación capitalista. Abordemos, pues, la historia de esta tendencia en el terreno mexicano específicamente. Como hemos visto, la época en que los espartaquistas enviaron representantes a México coincidió con el desplazamiento masivo de la izquierda mexicana --incluyendo a su componente trotskista-- de la política socialista independiente a la órbita del nacionalismo cardenista. Este movimiento general a la derecha dejó un vació político que los espartaquistas buscaron llenar, si bien a escala muy reducida. Desde luego, no todos los trotskistas mexicanos habían aceptado el giro a la derecha sin resistirse. El grupo trotskista nacional que se mantenía más a la izquierda en ese momento era la pequeña escisión del PTZ entonces llamada POS (después LTS) en torno al periódico Alternativa Obrera, que entonces acababa de encontrar aliados en el PTS argentino. Al enterarse de que los espartaquistas tenían una representación en México, el PTS solicitó a sus afiliados mexicanos que estudiaran sus posiciones, si bien más con el ánimo de conocerlas para poder refutarlas polémicamente que con el de ex plorar la posibilidad de una fusión. Los encargados de llevar a cabo este estudio fueron los dirigentes del grupo mexicano Gerardo Vega y Humberto Herrera, ambos viejos cuadros del morenismo. El primero, como hemos visto, había sido miem bro fundador y parte de la dirección nacional del PTZ y entonces era el director de Alternativa Socialista, el periódico del joven POS. Herrera, por su parte, había sido miembro de la tendencia morenista desde sus orígenes en la LS, antes de la fusión con el PRT, además tenía una larga historia de militancia sindical como trabajador del aeropuerto y, por cierto, era el esposo de Xochiquetzal Ruiz, cuadro dirigente del PTZ. A su vez, Vega y Herrera mantenían desde tiempo atrás una estrecha relación política y personal. La investigación tuvo un desenlace inesperado: tras un estudio iniciado con ojos de hostilidad, Vega y Herrera fueron ganados a las posiciones espartaquistas, especialmente en cuanto a la defensa de los Estados obreros de Europa Oriental y la evaluación que se hacía de su proceso de desintegración. El PTS, con una visión característicamente morenista, sostenía que los procesos anti estalinistas iniciados en 1988, y entonces todavía en curso en esa región, eran revoluciones populares progresistas, mientras que los espartaquistas veían en ellos contrarrevoluciones sociales que reimplantarían el capitalismo en Europa Oriental y la URSS y abrirían un periodo reaccionario a escala mundial. Con el tiempo, por desgracia resultó que los segundos tenían razón. Así pues, el 20 de mayo de 1990, un pequeño grupo de miembros dirigidos por Vega y Herrera presentaron una plata-
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49 forma de cuatro puntos sobre los Estados obreros, declarándose como Fracción Trotskista ( FT) dentro del POS. Eran cuadros influyentes y constituían una buena porción de una organización tan pequeña, pero no tenían el endoso internacional del poderoso PTS argentino y sobre todo estaban rompiendo explícitamente con la arraigada tradición morenista. Por eso, ese mismo día, con los consejos de un representante de la dirección del PTS argentino, la reunión votó por expulsar sumariamente a la FT acusando a sus miembros de ser “agentes espa rtaquistas” por sus posiciones políticas. No se presentó ninguna
acusación de haber roto la disciplina de la organización o de haber violado estatuto alguno. Apenas unas semanas después, el GEM y la FT publicaron un folleto conjunto con los documentos de la lucha interna del POS en el que la FT rechazaba la herencia del morenismo y anunciaba su fusión con los espartaquistas. 176 La adquisición de cuadros dirigentes nativos consolidó definitivamente al GEM como sección mexicana del espartaquismo, con lo cual a finales de 1990 apareció el número uno de la revista Espartaco, con un comité de redacción compuesto por Negrete, Vega y Herrera. El nuevo grupo no sólo contrastaba con al resto de la izquierda por su política sino tam bién por la forma de su trabajo. Construido casi exclusivamente en torno a su revista, que a su vez se apoyaba fuertemente en traducciones de artículos internacionales de nivel semiteórico, el trabajo del grupo repetía con rasgos acentuados las características que había tendido la LOM en los años sesenta. Tras la virtual desaparición del PRT en 1988-91, el GEM quedó siendo prácticamente el único grupo trotskista que levantaba con prominencia los temas de la lucha por la liberación de la mujer y otras cuestiones controvertidas relacionadas con la sexualidad en el contexto de una izquierda que respeta ba los tabús que la conservadora sociedad mexicana imponía. Por su parte, al frente del decapitado POS quedó Mario Caballero, un trabajador postal no particularmente articulado. Su periódico, Alternativa Socialista no dio explicación alguna a sus lectores respecto a la escisión, aun cuando ésta había sido verdaderamente catastrófica para las capacidades del pequeño grupo. Aunque sólo Vega y Herrera terminaron por unirse al GEM, algunos otros miembros dejaron la organización junto a la FT y otros más se fueron saliendo a lo largo del siguiente año. Así, el POS quedó reducido a un puñado de cuatro o cinco cuadros aislados como un apéndice de izquierda del morenismo oficial. Como veremos más adelante, sólo después de 1998 empezaría a romperse este aislamiento, y la organización, para entonces rebautizada LTS, adquiriría un perfil político propio. XIV LA ERA DE LA ESCISIÓN PERMANENTE (1991-1998) La aparición del neo-cardanismo a la izquierda de la política burguesa mexicana coincidió en el tiempo con la desaparición de la Unión Soviética y el bloque “socialista” de Europa
Oriental. Millones de trabajadores, intelectuales y jóvenes de todo el mundo aceptaron la propaganda imperialista de que
aquello era “la muerte del com unismo”. Esto marcó el
mayor punto de quiebre en la historia de la izquierda mundial desde la Revolución de Octubre, y tuvo un poderoso efecto desmoralizador y desorganizador del movimiento marxista en todas su variantes. Si a la Revolución de Rusa de 1917 habían seguido años de ascenso revolucionario expresado en la realidad concreta de cada país, a la contrarrevolución siguieron años de reacción y desorganización de la izquierda, incluyendo al trotskismo, que también se expresó en las distintas realidades nacionales. Con pocas excepciones, sin embargo, el movimiento trotskista en un primer momento se negó a reconocer en ello una derrota y de hecho celebró el contragolpe de Boris Yeltsin que marcaba la caída de la URSS. Naturalmente, nadie fue tan lejos en este sentido como la tendencia morenista, que desde principios de los ochenta se caracterizaba por una marcada estalinofobia. Para esta tendencia, el proceso de desintegración del bloque soviético había significado “la derrota histórica del frente conrtrarrevolucionario mundial” 177, y saludó el contragolpe de Yeltsin de 1991 que culminó la destrucción de la URSS como “la Revolución de Agosto”. Pero esta posición no fue de ningún modo única de los morenistas. También la prensa internacional del Secretariado Unificado llamó a “luchar a lado de Yeltsin”. En México,
Aguilar Mora, por ejemplo, escribió desde Sonora un artículo en septiembre de 1991 sobre el contra golpe de Yeltsin al que tituló elogiosame nte “Tres días que siguen conmoviendo al mundo”.178 Sin embargo, por debajo de las fanfarrias, en la práctica concreta se fue imponiendo una realidad cada vez más oscura. La profunda crisis a la que entró el PRT a partir de 1988, se vio agravada en 1991 por los pobres resultados que obtuvo en las elecciones legislativas. Como hemos visto, el partido desapreció de las manifestaciones de la izquierda y su prensa se volvió cada vez más infrecuente (entre junio de 1990 y diciembre de 1991 Bandera Socialista apareció una sola vez). Habiendo perdido la costumbre de contar con las cuotas de los militantes, el partido había llegado a depender enteramente en los subsidios electorales, que ahora desaparecían. El colapso organizativo estuvo acompañado de una profunda crisis política. A este nivel, la desbandada perretista tuvo dos grandes expresiones. En primer lugar, entre los activistas del movimiento “de masas” nació una marcada tende ncia a depender de los programas sociales del salinismo (como PRONASOL) que llevó a una actitud de colaboración abierta con el gobierno. Esta tendencia fue ejemplificada por la actuación de la regional de Colima de entre 1988 y 1992, a la que la propia dirección del partido acusaba de hacer parecer al PRT un partido “palero del gobierno”, y por la participación del dirigente campesino Margarito Montes (el mismo que en el 79 había sido caracterizado como “ultraizquierdista”) en el “M anifiesto Campesino” del gobierno de Carlos Salinas, un doc umento en el que se avalaba la reforma constitucional que permitía la compra de ejidos, revirtiendo con ello una conquista histórica de la Revolución Mexicana, lo que naturalmente produjo un escándalo dentro de la izquierda. 179 Montes salió 177
176
Boletín de la FT y el GEM Del morenismo al trotskismo — La cuestión rusa a quemarropa (junio de 1990)
Correo Internacional, junio de 1990 Bandera Socialista, 2 de septiembre de 1991 179 Espartaco No 4 “PRT: el oportunismo devora a sus hijos” 178
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50 del PRT inmediatamente y terminó por convertirse en un líder campesino del PRI, con toda la corrupción y el gangsterismo que eso implicaba. En segundo lugar, inmediatamente tras la firma del “M anifiesto” salinista, estalló una escisión en el seno mismo de la
tendencia dirigente, partiéndola por la mitad. Una vez más, la razón era la decadencia del partido tras la pérdida del registro y la enorme presión de unirse al neo-cardenismo. Edgard Sánchez, el gigante barbón de aspecto bondadoso y lentes oscuros, argumentó que había que seguir solicitando fondos estatales aun cuando ya no se tuviera registro, cosa que el Estado mexicano permitía e incluso favorecía mediante cierta combinación de maniobras semi-legales. Ante el rechazo de la mayoría del partido, Sánchez se alió con el antropólogo Héctor Díaz Polanco y algunas figuras del aparato “feminista” del partido (como Nellys Palomo y Patria Jiménez) y juntos decidieron salir de la perplejidad e impulsaron una orientación más enérgica al PRD, rompiendo de hecho con la mayoría de la organización, pero sin aban donar el nombre “PRT”. Para las elecciones del 94, Sánchez obtendría una diputación bajo la planilla del PRD, lo mismo que tres años después lograría Patria Jiménez, que de este modo llegó a ser la primera legisladora mexicana elegida sobre la base de su activismo en el movimiento homosexual. Mientras tanto, el resto del partido, dirigido por Sergio Rodríguez Lascano, Lucinda Nava, y Héctor de la Cueva prefirió mantenerse a la expectativa, tratando de apegarse a los principios del PRT. Sin embargo, la presión del cardenismo era tal que también esta ala terminó por ceder, y el 19 de septiem bre de 1993 proclamó que se unía a la campaña del PRD para las elecciones del próximo año. El siguiente número de Bandera Socialista salió con el encabezado: “¡Muera el PRI! ¡Cárdenas presiden te!”.180 Hasta ahí llegó la existencia independiente del PRT como organización socialista. El partido tenía la esperanza de corregir la posición autónoma que en las elecciones del ‘88 lo había aislado de un gigantesco mov imiento de masas, pero ya era demasiado tarde. Esta vez el cardenismo ya no movilizaría, ni remotamente, el mismo grado de apoyo popular. Poco después, en medio de una crisis partidista cada vez más profunda, Rodríguez Lascano fue retirado del Comité Político del partido acusado de turbios manejos financieros. Desde Sonora, Aguilar Mora exigía su expulsión del pa rtido. El primero de enero de 1994 salió a la luz pública con gran estruendo la guerrilla neo-zapatista del EZLN, con un discurso radical pero no marxista que ejercía un fuerte atractivo en la nueva generación de activistas juveniles. Fue la primera rebelión popular del periodo postsoviético y se convirtió en el único polo de radicalización masiva de la época, por lo que naturalmente alteró una vez más el campo de gravitación en el que se movía la izquierda mexicana. Ese mismo enero, el Bandera Socialista apareció con una declaración del Comité Político del PRT en solidaridad con los zapatistas, y la reproducción de un comunicado del EZLN. Como el partido se había sumado a la campaña del PRD, en la contraportada de ese mismo número aparecía la declaración de Cuauhtémoc Cárdenas sobre el levantamiento zapatista, en la que justificaba el esta180
La Jornada, 19 de septiembre de 1993 y Bandera Socialista octubre de 1993
llido pero también llamaba a evitar que se repitiera en otras partes del país y subrayaba que sólo las elecciones podían llevar a un cambio positivo. Ni la declaración de Cárdenas ni la del PRT llamaban por el retiro del ejército de Chiapas. 181 Fue Rodríguez Lascano, recién caído en desgracia, quien en los siguientes meses propuso una salida a la crisis del PRT: la disolución total del partido en el movimiento neo zapatista. Mediante la persona de Rosario Ibarra, antigua candidata presidencial del PRT, Rodríguez Lascano había entrado en contacto con la Comandancia del EZLN y estaba en posición de su perar su propia crisis personal de autoridad convirtiéndose en el principal promotor de la nueva orientación zapatista. Así pues, el PRT, tradicionalmente acostumbrado a prometer la fusión con “nuevas vanguardias de m asas”, vio en esto la oportunidad de cumplir su palabra y se dedicó a asesorar a los zapatistas. Para ello, esta corriente abandonó el nombre de PRT al grupo de Sánchez y con él la “etiqueta” de trotskista, de
marxista y de revolucionario, adoptando brevemente el nom bre transitorio de “Democracia Radical”. Para 1996, este gr u po ayudaría a fundar el FZLN. Rodríguez Lascano habría de
convertirse en el director de la publicación zapatista Rebeldía. Por su parte, el ala de Edgard Sánchez y Héctor Díaz Polanco mantuvo sus vínculos organizativos y su perfil político trotskista en estado semi-latente, para lo que fundó en noviembre de 1996 una organización paralela a su PRT, llamada Convergencia Socialista, incluyendo también un puñado de antiguos lombardistas. El evento tuvo lugar lejos de todo centro urbano o industrial, en el municipio indígena guerrerense de Copalillo. El trotskismo latente de Convergencia Socialista no impidió que el ex diputado Sánchez se mantuviera adherido al PRD, gracias a lo cual, cuando Cuauhtémoc Cárdenas obtuvo la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal en 1997, fue nom brado sub-delegado gubernamental en la delegación Benito Juárez. Por su parte, Héctor Díaz Polanco se convirtió en director de la revista Memoria, heredera de los archivos del antiguo Partido Comunista y órgano extraoficial de la izquierda perredista. Sin embargo, no todos los dirigentes del PRT aceptaron la renunciar a su vieja independencia política como socialistas. En 1996 Manuel Aguilar Mora regresó de Hermosillo, y al encontrar a su partido disuelto en el zapatismo no marxista, decidió separarse para formar una nueva organización inde pendiente, reuniéndose con algunos viejos cuadros remanentes de la izquierda no trotskista que tampoco aceptaron disolverse en el PRD. Sin embargo, con la muerte de su prestigioso maestro y amigo Ernest Mandel a principios de 1995, Aguilar Mora perdió una buena parte de la autoridad de que gozaba entre sus colaboradores y su nueva organización, llamada Liga de Unidad Socialista ( LUS), atrajo sólo a un puñado de sus antiguos partidarios, entre ellos al académico clasicista Ricardo Martínez Lacy y a Emilio B. Amaya, 182 que entonces era activista sindical del PRT y uno de los principales impulsores de la llamada “Intersindical primero de mayo”. Curiosamente, pese a su pequeño tamaño, la LUS reunió a veteranos militantes de muchas de las corrientes trotskistas que conformaban al PRT, como a los antiguos “febelos” Jaime González e Ismael Co n-
treras, el antiguo lambertista Francisco Jiménez, e incluso al 181
Bandera Socialista, enero de 1994 Amaya falleció tres años después, en 1999
182
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51 veterano trotskista Félix Ibarra, que para entonces tenía 83 años, en calidad de miembro honorario. Como su nombre lo indica, la LUS estuvo animada desde el principio por un ánimo de conciliación entre todas las tendencias que se hubieran negado a entrar en el PRD Con Aguilar Mora a la cabeza, el grupo publicó su propia revista, titulada Umbral , que habría de sobrevivir en adelante. Para este punto, el Secretariado Unificado, ya sin Mandel, tenía poco interés en darle su endoso a un grupo tan pequeño, y prefirió conceder, salomónicamente, el estatus de secciones “simpatizantes” tanto a Co nvergencia Socialista de Edgard Sánchez como a la LUS. Esta última mantuvo una relación especialmente estrecha con los mandeistas estadounidenses en torno a Jeff Mackler que en 1983 se habían separado del SWP ex trotskista de Jack Barnes en la costa Oeste para formar el grupo Socialist Action, reivindicando una política más cercana a la que históricamente había animado al SWP. Pero regresemos a México y veamos lo que ocurrió en la tendencia morenista en ese mismo periodo. Durante la campaña electoral legislativa de 1991, el partido morenista oficial, entonces llamado PTZ, llamó a no votar e incluso denunció el electoralismo del PRT. Ésta era una posición izquierdista inusitada en la tendencia que por años había estado fustigando al PRT por no ocuparse lo suficiente de cuestiones electorales. 183 Tal vez por eso, tres de los principales dirigentes morenistas (el ex secretario general del partido, Mariano Elías; el dirigente de la UVyD, Alejandro Varas; y Graciela Minjares, activista de los derechos humanos y antigua compañera de un guerrillero desaparecido), se opusieron a la abstención y negociaron con la dirección del PTZ la posibilidad de sacar un órgano propio con una línea electoral contraria al abstencionismo de su partido. Así el PTZ de Cuauhtémoc Ruiz se vio forzado a permitir que estos disidentes electoralistas publicaran un periódico propio, que contradijera la línea abstencionista oficial del partido e impulsara las candidaturas de sus tres dirigentes como parte de la planilla parlamentaria del PRT. El título que Elías y su grupo escogieron para darse a conocer públicamente 184 y el título de su fue nada menos que “Fre nte del Pueblo”, periódico fue De frente. Pese a la publicación de dos órganos paralelos, las diferencias políticas entre la mayoría del PTZ, dirigida por Cuauhtémoc Ruiz, y la nueva tendencia nunca aparecieron en la prensa pública de ninguno de los dos grupos, ya que, según fue pactado, ambos seguirían formando parte del partido. Sin embargo, en agosto de 1991 – un mes después de las elecciones que tan pobres resultados trajeron a todos los trots183
No todas las críticas de los morenistas a la campaña del PRT venían desde la izquierda. El PTZ también criticó el que los mandelistas postularan como candidatos a activistas de minorías sexuales controvertidas, supuestamente por estar esto contrapuesto a un partido del proletariado. 184
El nombre le venía de un “frente” organizado por el MAS
argentino. Sin embargo, hasta ese momento, el tér mino “frente popular” o “frente del pueblo” significaba para l a cultura política trotskista un símbolo de la peor traición estalinista, de acuerdo a la valoración que enfáticamente hizo en su época el propio Trotsky. Para entonces, en al campo morenista esa cultura política se encontraba claramente erosionada.
kistas que en ellas participaron-- el frágil acuerdo estalló, la escisión fue formalizada y el partido se dividió casi por la mitad. El grupo escindido, incluyendo también al académico Raúl J. Lescas, mantuvo al “Frente del Pueblo” como una
organización amplia y fundó con el núcleo central de sus cuadros una nueva organización morenista, llamada Unidad Obrera y Socialista, o ¡UníoS!, también con su propio periódico, llamado Al Socialismo. Al poco tiempo la nueva organización entró en contacto con el MST argentino,185 que a su vez se había escindido del MAS morenista partiéndolo por la mitad. Dado que la organización internacional morenista, la LIT, endosó a los grupos mayoritarios de México y Argentina, en 1992 ¡UníoS! y el MST argentino decidieron fundar junto con otros grupos afines su propia “Internacional”, bautizada Corriente Internacional Revolucionaria ( CIR ), reivindicando plenamente la herencia del morenismo. 186 Característicamente, el manifiesto de fundación de la CIR , fechado el mismo año en que culminó la destrucción del bloque soviético y cuando las fuerzas de la izquierda mundial entraban en la peor crisis de la historia, comenzaba afirmando: “Nos halla mos ante el mayor auge revolucionario que vivió nunca la humani dad”.187 En realidad, ambos lados de la escisión habían heredado un aspecto del legado del morenismo, aspectos que Moreno había podido conciliar mientras vivía pero que en la nueva realidad histórica resultaban incompatibles. El veterano dirigente Mariano Elías y su grupo encarnaban en México la habilidad táctica y la flexibilidad pragmática que habían caracterizado al morenismo histórico, especialmente en cuanto al aprovechamiento de coyunturas electorales, característica que heredaron también sus aliados argentinos del MST. Por su parte, Cuahtémoc Ruiz, un líder de consolidación más reciente, y lo que quedó del PTZ mexicano (y el MAS argentino), representaban la identidad ideológica y doctrinal del morenismo como se estabilizó en los años ochenta específicamente, marcada en particular por una hostilidad a todo lo que oliera remotamente a estalinismo. Si Ruiz representaba la doctrina específica a la que había llegado Moreno al momento de su muerte; Elías representaba su metodología orgánica. Así, en las elecciones de 1994 ¡UníoS! apoyó, al igual que el PRT, la candidatura de Cárdenas, mientras que el partido morenista oficial llamó a anular el voto marcando la boleta con las siglas del EZLN. Poco después de esta escisión, el PTZ retomó su viejo nombre, POS (conservando por un par de años la palabra “Z a patista” tras un guión: “POS-Z”) y su viejo emblema del puño. Esto obligó al “otro” POS, la pequeña y joven organización 185
El “Movimiento Socialista de los Trabajadores”, dirigido
por el líder morenista Luis Zamora, se separó del MAS argentino en abril de 1992 con unos 2 mil militantes. Este grupo enfatizaba la tradición morenista de flexibilidad en cuanto a coaliciones electorales (por ejemplo con el PC) por sobre la estalinifobia doctrinaria y también morenista del resto del MAS. 186 La nueva tendencia se convirtió en la principal editorial de los escritos de Moreno. 187 “La liquidación de la LIT (1992)”, en N. Moreno, El internacionalismo y las internacionales, Ediciones Uníos, México 1997
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52 dirigida por Mario Caballero, a cambiar su nombre por el de Liga de Trabajadores por el Socialismo ( LTS), en línea con el nombre de sus aliados argentinos y un tanto más de acuerdo con el tamaño reducido de su organización. Su periódico tam bién cambió de nombre, de Alternativa Socialista a Estrategia Obrera. Ese mismo año apreció en México el periódico Rojo y Negro, un órgano de la escisión internacional del Militante originada en 1991 y dirigida por el británico Peter Taaffe, el Comité por una Internacional Obrera ( CIO). Este nuevo periódico, que se oponía al eterno entrismo de Militante en el PRD, sólo llegó a publicar un par de números, pero el CIO continuó teniendo una presencia latente en México mediante las estancias en el país de cuadros internacionales, publicando ocasionalmente materiales conjuntos con los morenistas de ¡UníoS!. En 2001 apareció otra publicación taafista mexicana, Oposición Socialista, editada por Carlos Estrada, pero ésta tampoco estaba destinada a durar más de un par de números. En este periodo de desafíos inusitados y reajustes en el panorama mundial y nacional, prácticamente ningún ala del trotskismo mexicano se salvó de las escisiones. En general, una escisión política no se explica por que un puñado de militantes traicionen de un día para otro sus viejas lealtades, en un contexto social neutro, como a veces lo hacen parecer las polémicas; en cambio, suele ser el mundo exterior el que se altera. Así, en las circunstancias nuevas, las personalidades políticas que antes convivían indiferenciadas en la misma organización, se ven de pronto ubicadas en campos hostiles entre sí. Cada bando se considera a sí mismo el heredero histórico de la vieja formación y ve en la actitud del otro una traición inusitada e inexplicable. Independientemente de que un bando acierte y el otro se equivoque, las razones del estallido suelen encontrarse en los cambios del mundo exterior, no en el aguante o la fibra moral intrínseca de unos o de otros. Las escisiones no ocurren nunca en el vacío, ni en las condiciones químicamente puras de un laboratorio, sino en la realidad histórica y cambiante de la lucha social. Ése fue el caso incluso de la pequeña y políticamente homogénea organización espartaquista, que al menos al exterior proyectaba una imagen de unidad interna monolítica. Para 1995, el GEM había logrado reclutar a un pequeño pero sólido núcleo de militantes, lo que a su vez le permitió aprovechar la ola de radicalización juvenil originada con el levantamiento zapatista, y ese año fundó su propia organización juvenil: la Juventud Espartaquista. Así, a los cuadros internacionales que fundaron el grupo se habían sumado no sólo los dirigentes exmorentistas, sino también un par de jóvenes cuadros partidarios reclutados individualmente y una docena de jóvenes militantes de la Juventud. Sin embargo, cuando el grupo parecía en su mejor momento, la escisión estalló. En el verano 1996, Negrete, que hasta entonces había sido el dirigente central del GEM desde su fundación en 1989-90, se hizo expulsar de la tendencia espartaquista al adherirse a una pequeña escisión internacional dirigida por Jan Norden, que hasta entonces había sido uno de los dirigentes de la sección estadounidense. El catalizador de la ruptura de Negrete pudo haber sido su situación personal dentro de la tendencia espartaquista. Meses antes, en una reunión del 14 de abril, Negrete había sido aislado dentro del grupo mexicano, acusado de caudillista por la
dirección internacional de la tendencia. Su compañera ha bía sido expulsada poco después, por declaraciones abiertamente hostiles a la organización. Enfrentado con la dirigencia de la LCI y su sección mexicana, no tuvo nada de raro que Negrete prefiriera sumarse al pequeño grupo de Norden, en el que tenía asegurado un puesto dirigente. Así, tras sus respectivas expulsiones, Negrete y su pareja se quedaron en Estados Unidos para codirigir con Jan Norden una nueva corriente trotskista, que adoptó el nombre de Internationalist Group, o Grupo Internacionalista ( GI). Por su parte, el resto del GEM no siguió a su viejo dirigente y se mantuvo fiel a la tendencia internacional, la LCI. Un par de meses después, sin embargo, el estudiante de filosofía Alberto Fonseca y otro joven militante fueron expulsados del GEM por declarar que preferían colaborar con su antiguo dirigente, Negrete, y con su grupo, e inmediatamente procedieron a establecer una filial mexicana del GI. Tras la salida de Negrete y su pareja, la dirección del GEM había quedado conformada en torno a los ex morenistas Gerardo Vega y Humberto Herrera, cuadros de mucha experiencia en la política trotskista mexicana pero relativamente poca en la corriente espartaquista. Si bien sólo cuatro militantes del GEM se habían unido a la nueva tendencia (y sólo dos en México), varios otros de entre los jóvenes recién reclutados abandonaron la militancia en esa época y el grupo volvió a verse reducido a una decena de militantes, casi todos con poca o ninguna experiencia política previa. Pero si el grupo espartaquista oficial enfrentó una situación difícil tras la escisión, las cosas fueron aun perores para el nuevo “grupo” nordenista mexicano, que quedó int egrado prácticamente por un solo cuadro, Fonseca, que entonces contaba con unos 20 años. Pero esto no lo desanimó y desplegando una gran energía empezó a publicar y distribuir su propia publicación, El Internacionalista, y pronto empezó a reclutar colaboradores, especialmente en la Facultad de Ciencias. Por su parte, con la ayuda de su tendencia internacional, la LCI, el GEM también siguió creciendo y reconstruyéndose poco a poco188 y continuó publicando Espartaco unas tres veces por año. Ambos grupos provenían de una misma tradición y com partían la misma cultura política, marcadamente diferenciada del resto del movimiento trotskista, por lo que el tono de su propaganda siguió siendo relativamente parecido. Para ser precisos, el pronunciado movimiento a la derecha del resto del trotskismo así lo hacía sonar. Sin embargo, de manera poco común, las diferencias entre ambas organizaciones fueron hechas públicas en gran detalle y con gran estrépito en una gran cantidad de extensas polémicas, siempre con el estilo virulento del espartaquismo. En ausencia de una base de militancia capaz de generar verdadera influencia, las razones de la escisión habían sido muy estrictamente ideológicas. Para resumir en pocas palabras el contenido de las diferencias, el GI sostenía que la conciencia del proletariado mundial no había descendido fundamentalmente, y que la tarea de los revolucionarios era, tal como en la época de la Guerra Fría, actuar para conseguir la dirección del movimiento obrero; el no hacerlo era derrotista y abstencionista. 188
Por ejemplo, en diciembre de 1996 la JE reclutó al autor de este trabajo.
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53 El GEM y el resto de la LCI, menos optimistas, argumenta ban que la caída de la URSS había producido un retroceso cualitativo en la mentalidad de las masas, por lo que era necesario no sólo capturar su dirección, sino en primer lugar cambiar su conciencia misma, y sólo mediante un paciente proceso de propaganda se podía aspirar a la dirección del proletariado; tratar de ganar la dirección de otro modo requeriría rebajar el programa y sería oportunista. En las instancias donde los fundadores del GI intentaron poner en práctica su línea mediante una orientación fallida a los ex estalinistas (Alemania) y la unificación con un grupo sindical radicalizado (Brasil), los espartaquistas los acusaron de oportunistas. Si bien en el caso de Alemania Norden no logró nada, en Brasil sí logró conservar la adhesión del grupo en la pequeña ciudad de Volta Redonda. Para su desgracia, este grupo venía de una tradición estrechamente sindical, y en la lucha por mantener el control del sindicato de trabajadores municipales recurrió en eses meses a demandar a la organización obrera, algo totalmente proscrito por los principios de ls política trotskista. Cuando la demanda salió a la luz, meses el grupo de Norden eligió ocultarla y justificarla. Una organización internacional más grande y más estable políticamente hubiera podido escindir al grupo brasileño quedándose sólo con los elementos que repudiaran la demanda – por pocos que fueran--, para ayudarlos fuertemente y construir una sección brasileña, pero la pe queña y recién nacida “Internacional” de Norden no podía darse ese lujo y tuvo que elegir entre perder a sus nuevos aliados (lo que hubiera significado darle la razón retrospectivamente a los espartaquistas) o comprometerse incondicionalmente con ellos. Siendo Brasil el ejemplo de la actitud ideológica que había justificado su escisión, los partidario de Norden eligieron lo segundo, y convirtieron el caso de Brasil en un modelo para su trabajo internacional suvsiguiente. También en México, el desacuerdo básico respecto a la conciencia de la clase obrera se reflejó en diversas cuestiones, como la del PRD, al que el GI caracterizaba como un “frente popular”, y el GEM simplemente como un partido nacionalista burgués; o los sindicatos corporativistas, a los que el GI atri buía una naturaleza de clase burguesa y distinta a los sindicatos “independie ntes”, leales al PRD, a diferencia del GEM, que seguía orientándose a las bases de todos los sindicatos. En última instancia, estas diferencias se basaban en apreciaciones
distintas de la conciencia de la clase obrera y por lo tanto de los obstáculos a superar por parte de los trotskistas. El ciclo de rupturas no se detuvo ahí, y de hecho se fue volviendo más oscuro y tortuoso. En 1997, ¡UníoS!, la escisión electoralista del morenismo, se escindió a su vez, originándose la Unión de la Clase Trabajadora ( UCLAT), que publicó su propio periódico, Opinión Socialista editado por Blanca Estela Lujano. Las diferencias que llevaron a la separación con ¡UníoS! nunca fueron hechas públicas, así que sólo podemos constatar un pronunciado cambio en cuanto a símbolos: En vez de la vieja consigna marxista “¡uníos!” sobre fo ndo rojo, el emblema de la nueva organización era nada menos que la silueta del territorio nacional, una adopción explícita del nacionalismo que rompía agudamente con los valores del trotskismo tradicional. Internacionalmente, la UCLAT también conservó vínculos con el MST argentino y su corriente internacional, la CIR . Para acabar de complicar las cosas, ese mismo año de 1997, un grupo de jóvenes llamado Liga de los Comunistas apareció en la Ciudad de México reivindicando el programa de transición y la revolución permanente. Poco después la Liga desapareció tan misteriosamente como había aparecido. Algunos de sus cuadros se dedicaron después al activismo estudiantil en el colectivo “André Bretón” y la publicación No te aburras, todavía con cierta adherencia ideológica al trotskismo. Recapitulando, si al final de 1987 el movimiento trotskista en México, capaz de movilizar a varios miles de militantes, estaba dividido en sólo dos organizaciones ideológicamente bien definidas (el PRT y el PTZ morenista), diez años después, mucho más reducido (capaz de movilizar alrededor de un par de centenares de militantes, cuando mucho), estaba dividido en doce organizaciones. Este proceso de profunda atomización organizativa es una medida del impacto que tuvieron en la izquierda los cambios que sacudieron a México y al mundo en esos años, en particular la destrucción del bloque soviético y el surgimiento del neo-cardenismo y el neo-zapatismo en México. XV E N DEFENSA DE LA HUELGA (1997-2000)
En el curso de los años noventa, la LTS y su mentor internacional, el PTS, fueron rompiendo cada vez más explícitamente con la tradición teórica del morenismo ortodoxo para adoptar enfoques más izquierdistas, au nque sin dejar de reivindicar la mayor parte de sus posiciones históricas concretas. Esta evolución fue la base política que permitió a la pequeña organización de Mario Caballero salir de su aislamiento. En 1997 y 98, dos grupos estudiantiles pequeños pero dinámicos se acercaron a la LTS, reforzando con ello su evolución ideológica independiente. El primero de estos colectivos estudiantiles era la Juventud de Izquierda Socialista ( JIS), conformada por estudiantes radicalizados de la ENEP Acatlán en torno a Sandra Romero. La segunda era la agrupación ContraCorriente, fundada por jóvenes estudiantes del primer semestre de la facultad de derecho interesados en el trotskismo, entre ellos Eric Hurtado. Ambas agrupaciones publicaban sus modestas revistas mimeografiadas. Es dudoso que estos jóvenes reclutas supieran hasta qué punto la LTS estaba necesitada de la transfusión de sangre nueva que ellos representaban, sin la que difícilmente hubiera podido sobrevivir. Aunque las dos organizaciones juveniles eran numéricamente pequeñas, su incorporación permitió a la LTS una participación importante en la cada vez más radical huelga estudiantil de 1999-2000, participación que se traduciría en un relativo crecimiento. En abril de 1999, los estudiantes de la UNAM iniciaron una huelga en contra de los planes del rector Francisco Barnés de aumentar las cuotas (que hasta entonces habían sido simbólicas) y así elitizar la educación superior. Los huelguistas constitu-
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54 yeron el Consejo General de Huelga ( CGH) y formularon un pliego de 6 demandas democratizadoras que iban más allá de la defensa contra el alza de cuotas. La huelga sólo se levantaría diez meses después, cuando la Policía Federal Preventiva ocupó el campus y encarceló a cerca de 700 estudiantes reunidos en asamblea. Para entonces, sin embargo, el rector Barnés ya había sido depuesto y el proyecto de alza de cuotas definitivamente abandonado. La huelga estudiantil fue la lucha social más importante desde el levantamiento zapatista de 1994 y, a diferencia de éste, ocurrió en un contexto urbano y en contacto directo con la clase obr era. El recuerdo colectivo de la huelga del 86 y sus frustrantes secuelas, en las que las conquistas del movimiento habían sido vendidas por los dirigentes, ponía a los huelguistas en guardia contra los aspirantes a líderes moderados. Cuando en el verano del 99 los cuadros estudiantiles del PRD llamaron a levantar la huelga, las asambleas del CGH rápidamente los aislaron y ex pulsaron. Cuando el gobierno perredista de la Ciudad de México reprimió una manifestación estudiantil en agosto (la primera de muchas), la ruptura se hizo irreconciliable. Por eso ya nadie se sorprendió cuando, ya en enero de 2000, varios dirigentes perredistas (incluyendo a la jefa de gobierno Rosario Robles, antigua maoísta e impulsora del MAS) apoyaron el plebiscito impulsado por el rector De la Fuente, con el que se buscó legitimar el aplastamiento militar de la huelga en febrero. 189 Perdido el apoyo del PRD, la condena del CGH por parte de los medios masivos de comunicación se hizo unánime. El término “ultra”, originado en la izquierda moderada, se puso de moda hasta en la prensa derechista para ata car a los huelguistas, ejemplificados por Alejandro Echevarría, el Mosh, uno de tantos militantes estudiantiles a quien los medios habían escogido como el blanco simbólico de su santa ira. De hecho, el apoyo que la huelga había logrado en varios sindicatos (como el SME) se fue perdiendo y el movimiento de fue extendiendo en un contexto de profundo asilamiento social. Ante este ambiente de rechazo generalizado, el POS morenista, que en un principio había participado en la dirección de la huelga como parte de un Bloque Universitario de Izquierda, también llamó a levantar la huelga en el mes de agosto y al ser 190 rechazado se sumó a la histeria contra los “ultras”. Así, por ejemplo, en una entrevi sta conjunta para la revista Proceso, el dirigente estudiantil del POS Francisco Cruz Retama (más tarde apodado Pancho Pos) y el dirigente central del partido, Cuauhtémoc Ruiz, no sólo denunciaron al Mosh y a los “ultras”, sino que afirmaron que el trotskismo había su rgido como una oposición democrática desde la derecha al “ultraizquier dismo” de Stalin (haciendo referencia al episodio del “tercer periodo” estalinista). En realidad, los métodos y la violencia estalinista estaban, según el análisis histórico de Trotsky, al servicio de privilegios burocráticos y de un programa concomitante de coexistencia con el orden capitalista mundial, que en los países neocoloniales adquiría la forma de la colaboración con la “burguesía progresista”. Por eso el trotskismo siempre se opuso a St alin desde la izquierda. Ninguno de los elementos enunciados tenía nada que ver con los errores de la dirigencia del movimiento estudiantil y la acusación de “estalinista” al CGH no tenía mucha base. El hecho es que lo único que consiguió el POS con esto fue aislarse de la nueva ola de radicalización juvenil. Cruz Retama, que hasta entonces había sido un activista popular en la facultad de Economía, fue inmediatamente estigmatizado como “vendido” en el medio de los estudiantes rad icales. Por su parte, la LTS aprovechó los jóvenes que había reclutado de la JIS y de ContraCorriente, así como el vacío dejado por el POS, para convertirse en un polo radical organizado, con autoridad en un sector del CGH, presencia en muchas escuelas e incluso el control de algunas, como la ENEP-Acatlán un campus al que los estudiantes dieron el curioso apodo de “Campo 191 Krusty”. En la facultad de Filosofía y Letras, la LTS logró reclutar a varios de sus futuros cuadros y voceros juveniles, como Aldo Santos y Ximena Mendoza. El 11 de diciembre del 99, en plena huelga, la LTS y el GI, que también estaba participando activamente en el movimiento, dirigieron una manifestación hacia la embajada de Estados Unidos en protesta contra la represión en ese país, movilizando sobre todo a grupos anarquistas o semianarquistas del sector izquierdo del CGH. La manifestación fue reprimida por la policía capitalina y varios de sus participantes arrestados, pero la LTS aprovechó su papel dirigente en ella e incluso publicó por un breve tiempo un pequeño boletín fotocopiado titulado 11 de diciembre. Los espartaquistas del GEM, con su línea fuertemente anti-perredista, se concentraron en la producción y distribución de propaganda polémica, con lo que lograron una amplia audiencia y un modesto crecimiento. Estos grupos ya no tenían que competir con el viejo Partido Comunista, pero en cambio sí con otras organizaciones izquierdistas no trotskistas que participaban en la dirección de la huelga, como el PCM-ML (estalinistas de línea dura, seguidores del líder albanés Enver Hoxa) y la corriente estudiantilista En Lucha de Pita Carrasco y Javier Fernández, originada en el 87 como el ala izquierda y semi-maoísta del CEU, pero que ahora se encontraba en el centro político del CGH. Mientras tanto, en el margen derecho del espectro del trotskismo y muy lejos de las asambleas de la huelga, para ese punto el PRT (Convergancia Socialista) seguía adentro del PRD y conservaba sus cargos públicos en el gobierno de la Ciudad de México, fuera de lo cual apenas tenía existencia pública propia. 189
Por cierto, una pequeña fracción del PRD, representada por Adolfo Gilly y otros dirigentes del viejo MAS se opuso públicamente a estas medidas de hostilidad a la huelga, pero no llegó a romper con el partido. 190 Proceso No. 1182, junio del 1999 191 El apodo hacer referencia a un episodio de Los Simpson en el que el payaso Krusty patrocina un infernal campamento de verano para niños. El apodo empezó por el juego de palabras entre Trosky y Krusty. Ver: Rosas, María, Plebeyas Batallas, Era, México 2001.
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55 Por su parte, organizaciones de creación más reciente como la LUS, la UCLAT y los taaffistas de la efímera publicación Oposición Socialista no tenían militantes dentro de la base estudiantil, por lo que su punto de referencia era el conjunto del movimiento social (en ese punto mucho menos radicalizado que el movimiento universitario) y no veían con buenos ojos que la huelga siguiera prolongándose en condiciones de aislamiento después del otoño de 1999. Así pues, se sumaron a las acusaciones de “ultra” y de “estalinista” que hacía el POS contra la huelga, y los poquísimos estudiantes que ganaron en este periodo fueron atraídos a ellos sobre la base de la oposición a la continuación de la huelga. Militante, por su parte, intentó mantener una cierta audiencia entre los estudiantes radicalizados mediante la creación de un Comité en Defensa de la Educación Pública ( CEDEP), pero su membresía en el odiado PRD lo hacia blanco fácil de la crítica de sus oponentes de izquierda. No puede decirse, sin embargo, que Militante se haya aislado de la generación joven. En realidad, con o sin CEDEP, la juventud del PRD siguió siendo su fuente principal de reclutamiento, y no necesitó ganarse a estudiantes huelguistas. En general, ninguna de estas organizaciones creció considerablemente, y algunas de e llas, como el POS, incluso se redujeron y aislaron. ¡UníoS!, por su parte, trató de combinar la crítica desde la derecha con la participación en el movimiento. En la misma entrevista de Proceso arriba citada, Raúl Lescas afirmó bromeando: “no somos ni ultr as ni moderados, sino todo lo contrario”. Era una buena descripción. El resultado fue que el núcleo de jóvenes que ¡UníoS! había ganado en CCH-sur, desgarrado entre la presión de apoyar la huelga y la disciplina a la línea política de su partido, terminó por rebelarse contra su organización “adulta” y abandonar toda pretensión de trotskismo en favor de un activismo e studiantil simple y llano. Los lambertistas de la OST, demasiado centrados en el trabajo sindical conservador y cotidiano como para atraer a l os estudiantes huelguistas, impulsaron en cambio, con bastante éxito, una modesta publicación juvenil llamada Juventud Revolución con el mismo programa pero con un tono muchísimo más juvenil e izquierdista que El Trabajo. Como de costumbre, los vínculos de esta publicación con la OST eran bien conocidos, pero no explícitos. En otoño de 1999, el veterano dirigente del GEM, Humberto Herrera, fue secuestrado afuera de su local partidista y torturado por 24 horas con claros fines de intimidación política; ese mismo día, el famoso Mosh sufría la misma suerte. Pero la represión apenas empezaba. El 6 de febrero de 2000, la Policía Federal Preventiva ocupó el campus universitario y, tal como ocurrió en 1968, arrestó a todos los activistas presentes, que en este caso sumaban más de 700, incluidos varios cuadros trotskistas. Una buena parte de la militancia de grupos pequeños como la LTS y el GI fue arrestada entonces, si bien sólo por pocos días. 192 La brigada del Grupo Espartaquista se salvó de milagro, pues apenas iba llegando cuando la policía ya había entrado, de modo que los vecinos pudieron advirtiere lo que estaba pasando y los militantes pudieron huir. En realidad, sin embargo, el haber evitado el arresto sólo produjo desconfianza entre los activistas, y en adelante fue usado en los ataques polémicos del GI. Desde luego, toda la izquierda, incluso la que había sido hostil a la dirección de la huelga y a su prolongación (incluyendo a varios grupos trotskistas) se solidarizó con los huelguistas estudiantiles en el contexto de la represión. En esta ocasión, las movilizaciones contra los encarcelamientos abarcaron incluso a gran parte del PRD. U NA VEZ MÁS, LAS ELECCIONES Inmediatamente después de la huelga estudiantil, el ciclo de seis años que marca la historia política de México volvió a cerrarse y la izquierda mexicana tuvo que enfrentar una vez más el proceso electoral: las primeras elecciones en las que el PRI sería derrotado, pero no por la izquierda, sino por el derechista PAN de Vicente Fox, con el PRD en un lejano tercer lugar. De las organizaciones trotskistas existentes, esta vez el PRT (prácticamente disuelto en la forma de Convergencia Socialista), ¡UníoS! y Militante hicieron explícito su apoyo electoral al PRD; mientras que la LTS, el GEM y el GI mantuvieron su oposición histórica a participar de ningún modo en las elecciones, argumentando que ningún partido representaba los intereses de la clase obrera. El fenómeno más curioso de esa campaña fue sin embargo el bloque “electoral” del POS morenista y la LUS, postulando la candidatura sin registro de Manuel Aguilar Mora para presidente. El bloque, bautizado “Coalición Socialista”, buscaba afi rmar que era posible una candidatura proletaria independiente y pretendía resucitar la vieja alianza del PRT de finales de los años setenta, en la que mandelistas y morenistas convivían unidos pese a sus diferencias. Sin embargo, para el año 2000 ambas organizaciones eran completamente insignificantes en términos electorales, pues ninguna de las dos gozaba de una audiencia masiva entre la juventud. Desde el punto de vista de la historia del trotskismo, lo curioso de esta coalición es que Aguilar Mora, a quien ahora se postulaba para presidente de México, era el mismo hombre a quien los morenistas habían venido acusando desde 1980 de delatar a sus camaradas de la Brigada Simón Bolívar ante el gobierno sandinista de Nicaragua, sin haber retirado jamás tan grave acusación. Desde luego, el tema de la BSB, lejos de ser públicamente clarificado, estuvo convenientemente ausente en los documentos y declaraciones de la coalición. Aparentemente, el POS ya no tomaba en serio su propia acusación, y en todo caso no podía darse el lujo de ser rencoroso. La “coalición” no tuvo manera de contar los votos recibidos, pero con toda segu ridad no fueron muchos. 192
Un pequeño núcleo de líderes estudiantiles fue retenido en prisión durante varios meses, pero entre ellos no se encontraba ningún trotskista.
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56 Poco después de las elecciones, el POS rompió la coalición argumentando desde la izquierda la suavidad de la LUS con relación al zapatismo. Sin embargo, esta postura izquierdista resultó ser una fachada efímera típicamente morenista: tras la victoria electoral del derechista PAN en 2000, el POS festejó el hecho nada menos que como una “revolución d emocrática”, desconcertando a sus ex compañeros de coalición, a los que, poco antes, por mucho menos que eso, había acusado de oportunistas. Tiempo después, para unas elecciones locales en Juchitán, Oaxaca (donde aun mantenía una cierta presencia), el POS se jactó de competir contra el PRD, pero utilizó para ello el registro electoral nada menos que del Partido Verde Ecologista, un partido burgués notoriamente derechista que participaba en la coalición que había llevado a Fox al gobierno. Un par de años después, el POS se escindió una última vez, reflejando en México otra de las muchas escisiones del morenismo internacional. El grupo separado, afiliado formal a lo que quedaba de la LIT, publicó un periódico llamado Socialismo Ahora, con Enrique Santamaría al frente de su consejo editorial. Como de costumbre, el nuevo periódico apenas explicó sus propios orígenes y los únicos motivos hechos públicos de su escisión fueron los supuestos abusos burocráticos del POS con su disidencia, sin explicar para nada cuáles eran las diferencias políticas o ideológicas sostenidas por esa disidencia. Aparentemente, el grupo escindido se había opuesto, entre o tras cosas, al bloque oaxaqueño con el Partido Verde. 193 R ESULTADOS Y PERSPECTIVAS El agotamiento del modelo económico nacional-desarrollista que caracterizó al régimen mexicano entre 1936 y 1982 y su sustitución por el modelo neoliberal a mediados de los años ochenta tuvo su reflejo político en 2000, con el ascenso al go bierno de Vicente Fox y el intento de suplantar el bonapartismo tradicional (que requería un alto grado de control sobre la clase obrera por medio de la represión, el corporativismo y las co ncesiones) con un régimen liberal de derecha indiferente a la clase obrera y apoyado exclusivamente en la socialmente débil clase empresarial. Por profundas razones estructurales, era un intento que no podía triunfar. Más aun, la llamada “desaceleración” de la economía estadounidense coincidió en el tiempo con este proyecto y contribuyó a frustrar la apuesta que sacrificaba el mercado interno en aras de un esperado aumento masivo de la inversión extranjera. El fracaso de este intento, condicionado por la realidad social mexicana, marcó el primer sexenio del siglo XXI y abrió nuevas posibilidades objetivas para la disidencia radical de izquierda. Años antes, como hemos visto, la caída de la Unión Soviética significó un retroceso de las fuerzas de la izquierda marxista a escala mundial. En México, desde 1988 se abrió una época de reducción constante de la militancia en las organizaciones trotskistas, especialmente debido a la aparición del neo-cardenismo y posteriormente el neo-zapatismo. Con estos antecedentes, la situación nacional en el sexenio de Fox condicionó el principio de un reavivamiento de la extrema izquierda, que, sin embargo, partía de la situación de marginalidad más extrema. Dentro del trotskismo, los pequeños grupos de la franja izquierda (el GEM, el GI, y sobre todo la LTS), que habían aprovechado la huelga de la UNAM, lograron un cierto crecimiento, al menos en términos relativos a su reducido tamaño, y mantuvieron su promedio de edad por debajo de los 30. En 2004 el GEM incluso anunció la apertura de un local en Monterrey. Para 2004, sin embargo, el movimiento estudiantil se encontraba en franca retirada, y en cambio sectores de la clase tra bajadora – como los empleados del IMSS — iniciaban una resistencia contra los planes de austeridad del gobierno: eran los primeros frutos del intento de implantar en México una democracia-liberal no bonapartista basada exclusivamente en los empresarios. Las posibilidades de llevar a cabo trabajo sindical volvían poco a poco a abrirse. Esto no quiere decir que nuestros protagonistas estuvieran bien situados para enfrentar este desafío. Tras la huelga de la UNAM, los militantes mayores de 30 años que seguían en las organizaciones de esta nueva izquierda independiente, y en particular de su ala trotskista, podían contarse con los dedos de las manos. Así, en virtud de su edad, la abrumadora mayoría de los militantes de este periodo fueron formados en una época en la que las nociones teóricas y políticas del marxismo se habían vuelto tan infrecuentes e inaccesibles que sólo podían encontrarse en versiones superficiales y vulgarizadas, lo cual no pudo sino degradar su cultura política. A ello también contribuye la ruptura generacional tajante entre los jóvenes militantes actuales y la experiencia práctica de las generaciones anteriores. Esta circunstancia hizo el presente trabajo particularmente difícil, pero es posible que, a pesar de sus limitaciones, también lo haga particularmente útil. Al mismo tiempo, existe un problema estructural considerablemente más difícil de resolver. Las continuas crisis económicas nacionales del último cuarto del siglo XX, seguidas de la “desaceleración” mundial de los primeros años del XXI co ndicionaron que la industria nacional dejara de expandirse y de hecho empezara a contraerse drásticamente. Grandes plantas industriales cerraron a finales de la década de los noventa e incluso los obreros calificados empezaron a tener problemas para conservar sus empleos. Esto privó a toda una nueva generación de jóvenes --incluyendo a los militantes trotskistas-- de acceso a empleos industriales estables. Si los hijos de los obreros no pueden acceder fácilmente a los empleos de sus padres, mucho menos los jóvenes universitarios recién llegados al mundo de la industria que conforman a estas organizaciones. Así, si por su parte hubo esfuerzos de “industrializar” a sus cuadros, estos esfuerzos no rindieron muchos frutos. Actualmente, esta dificultad amenaza la existencia misma de la nueva generación de organizaciones trotskistas. Durante los primeros años del siglo XXI, el EZLN por su parte, se fue distanciando empíricamente del PRD y la política cardenista, culminando con la Sexta Declaración de la Selva Lacandona de 2005, la primera vez que una alternativa política, 193
Según declaró al autor en 2002 un vendedor callejero de Socialismo ahora
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