LOS QUIEBRES EN EL COACHING
Los quiebres en el Coaching
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LOS QUIEBRES EN EL COACHING INTRODUCCIÓN Hemos dicho que el quiebre es el punto de partida del proceso de coaching. A partir de ahí se inicia una conversación que tiene como objetivo determinar ya sea la solución de ese problema o bien la detección de un quiebre más profundo que es la raíz u origen de lo que se declara. El proceso conversacional que se desarrolla a continuación ha sido tratado con detalle en otros momentos, pero creemos que existen puntos finos en los que necesitamos profundizar para ir poco a poco eliminando las lagunas que se presentan una vez que vamos poniendo en práctica lo aprendido. Me parece que uno de estos puntos finos es la noción de “quiebre”. Para muchas personas no está suficientemente claro y persisten dudas sobre su articulación, identificación, tratamiento y solución por mencionar sólo algunos aspectos. Es nuestra intención trabajar en estos puntos para aportar ideas que contribuyan a la construcción de este edificio que llamamos coaching ontológico y al que aún le hacen falta muchos elementos. La estructura sin lugar a dudas está definida, y aun cuando puede haber cambios en ella, por el momento parece lo suficientemente sólida para sostener las distintas aportaciones que se pueden hacer desde la ontología del lenguaje y desde otras disciplinas para solidificar la práctica del coaching ontológico. Esto es lo que queremos hacer. Contribuir con nuestras experiencias y reflexiones para que la práctica mejore día con día en beneficio no sólo de los coaches, sino también de los propios coacheé quienes encontrarán en estas lecturas, elementos que provoquen la autoreflexión y la evaluación crítica para mejorar y aprender constantemente. Hemos elegido el tema del “quiebre”, porque como ya dijimos, siendo un aspecto central en proceso, creemos que no ha sido sometido a un análisis más profundo. Es lo que intento a continuación, siguiendo la línea del pensamiento ontológico, es decir, indagando primero en mi propia experiencia y después buscando elementos comunes en otras experiencias o en la literatura, para proponer algunos elementos que le sean de utilidad al coach ontológico. He mantenido la estructura a base de preguntas, contestando cada una de ellas, porque me parece que esto mantiene abierto el desarrollo de este tema, a partir de nuevas preguntas que puedan surgir en el lector y que seguramente darán origen a nuevos enfoques y propuestas. El tema es entonces el “quiebre”, pero podría haber sido cualquier otro, lo importante es mantenernos en la línea del pensamiento ontológico buscando profundizar en el discurso de la “ontología del lenguaje” o bien generando herramientas para mejorar la práctica del “coaching ontológico”.
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Este escrito, no se dirige solamente a una de las alternativas mencionadas, esto es al discurso o a la práctica, busca abarcar las dos, y sobre todo promover la reflexión para seguir avanzado en este camino del vivir ontológico que se muestra interminable. A continuación planteamos las preguntas que originaron esta reflexión así como las respuestas que propongo y que por supuesto pueden ser completadas o cuestionadas. Todo comentario será bienvenido.
¿Cuáles son los principales quiebres que yo enfrento en mi vida?
Responder esta pregunta presupone jerarquizar. Todos enfrentamos quiebres, pero cuando se nos pide que seleccionemos los que consideramos más importantes, debemos entonces establecer criterios para ello. Pueden ser distintos, pero ante la pregunta anterior, los criterios que yo establecí fueron los relacionados con la parte emocional. ¿Cuáles me han afectado más? ¿Cuáles me han dejado una huella más profunda? ¿Cuáles han sido más difíciles de resolver? ¿Cuáles han tenido un impacto potencial de la vida de personas muy queridas para mí? Estos fueron algunos de los criterios que seguí para identificar los principales quiebres que he enfrentado a lo largo de mi vida. Sin duda he enfrentado quiebres o problemas en diferentes áreas o roles, pero los más significativos para mí han sido aquellos que se presentaron en mi vida personal y que tienen un efecto emocional importante. Es cierto que todos los quiebres tienen un efecto emocional, pero en mi experiencia los que se relacionan con roles personales, como padre, pareja, hijo, hermano, etc. han sido los más fuertes y de mayor impacto. Incluso algunos de ellos los he enfrentado una sola vez y en mi opinión, los he resuelto, pero su huella emocional ha quedado en mí y me caracteriza como la persona que soy ahora. En este mismo sentido, dado que no puedo dejar de ser padre, hijo o hermano, por ejemplo, los quiebres en estas áreas son recurrentes y no se eliminan para siempre. A veces he resuelto algún problema, pero éstos se vuelven a presentar porque la raíz sigue ahí, es decir el tipo de relaciones que llevamos en estos roles permanecen, y con ellos las dificultades reales o potenciales están presentes y nunca se resuelven de una vez y para siempre. Se siguen presentando con máscaras diferentes, pero obedecen a un mismo patrón y a un mismo esquema de comportamiento. En la práctica del coaching ontológico esta pregunta es importante, no sólo en presente, sino en pasado, porque a partir de la idea de que los quiebres no se resuelven de una vez y para siempre, cuando la persona nos cuenta sobre los principales quiebres que ha enfrenado en su vida, aun cuando
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considere que ya los resolvió, a partir e su respuesta podemos tener una idea importante de la raíz de sus problemas actuales. No es extraño que las personas tratemos de auto-engañarnos diciendo que tal o cual problema del pasado ya lo resolvimos o ya “lo trabajamos”, en realidad es muy poco lo que esa respuesta dice, y son más a interrogantes que genera en la mente del coach ontológico.
¿Cómo caracterizo un quiebre en mí?
Para mí, básicamente un quiebre es la interpretación que hago de una situación, donde juzgo que me puede afectar. Están presentes emociones de miedo, de angustia, de incertidumbre, etc. Todas estas emociones me predisponen para la defensa, para el ataque o para la huida. Un quiebre para mí es una situación que me juzgo incapaz de resolver por mí mismo, en donde siento que voy a necesitar ayuda, que requiero el apoyo de otros o que simplemente tengo que evadir para no salir afectado. Un quiebre es un momento en el que se rompe la transparencia de lo cotidiano, de lo que estoy acostumbrado a hacer y a vivir. Un quiebre es una pérdida de control, una percepción de vacío, de sentir que el futuro está en manos de otros y yo soy impotente para influir en el sentido de las cosas. Los quiebres significativos en mí tienen múltiples efectos; van desde lo corporal hasta lo mental y biológico. Además, los quiebres tienen un efecto sistémico, no solamente se quedan inscritos en el área que afectan, influyen en muchos otros ámbitos, incluyendo a veces a otras personas. Esto significa que los quiebres en muchas ocasiones caracterizan a las personas, andan con ellos todo el tiempo, ya no se resuelven, simplemente se viven, la persona está acompañada de su quiebres, de sus problemas, a aprendido a vivir con ellos y no sabría que hacer si los resuelve o los elimina. En este sentido, creo que los quiebres también nos ayudan a darle un sentido a nuestras vidas, al menos una finalidad, que es la de resolver los quiebres que enfrentamos. Voy a poner un ejemplo; con frecuencia tenemos el objetivo de “estar bien”, pero ¿qué significa “estar bien”? Para mí estar bien es un estado donde entro en la quietud y tal vez en la inacción. Para mí “no estar bien” significa un aliciente para estarlo, para luchar, para esfor zarme en estarlo. Por eso no aspiro a resolver mis quiebres, quiero más bien vivirlos, aprovecharlos, aprender de ellos y convertirlos en factores de crecimiento. Por esto mismo, prevalece la pregunta, ¿debemos eliminar lo quieres o aprovecharlos como oportunidades únicas de aprendizaje? Creo que la respuesta no es fácil, incluso podría ser intermedia, pero es algo en lo que debemos pensar al llevar acciones de coaching.
¿Cuáles son las áreas de mi vida donde más quiebres tengo?
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Particularmente en el área del amor en sus diferentes manifestaciones. Amor de pareja, de hijo, de padre y de hermano. Aquí entonces ya estoy haciendo más específica mi reflexión, no solamente me estoy refiriendo a las áreas de la vida, sino además a las emociones que específicamente me causan más problemas, y no tengo ninguna dificultad en señalar una de ellas; y cuando hablo del amor como área de oportunidad, me estoy refiriendo tanto a expresarlo como a recibirlo. En lo que se refiere a la expresión amorosa, el quiebre fundamental parece que tiene que ver con identificar las expectativas de las personas que me quieren y responder de la manera esperada. Mi problema en este sentido, tal vez lo verbalizaría de la siguiente manera: “me concentro tanto en mí, que no percibo las expectativas afectivas de otros, y por lo tanto tiendo a responder de manera equivocada según lo que los demás esperan de mí en ese terreno” Además, me cuesta trabajo escuchar en este terreno. Tiendo a ser muy concreto y espero que las personas me digan lo que quieren, con la idea de que “no puedo se adivino”, descalifico las inquietudes que no son verbalizadas y que no se convierten en peticiones específicas. En el terreno de recibir amor, el quiebre es más claro. Tiene que ver con la incapacidad de “pedir”, es decir creo adolecer de lo mismo que estoy responsabilizando a otros y por otro lado, y me parece todavía más grave, con una incapacidad manifiesta de recibir. Esto puede estar relacionado con sentimientos de inferioridad, de culpa, de vergüenza, etc. pero lo cierto es que un quiebre central para mí es no poder recibir y no permitir que otros se hagan cargo de mí, aunque sea en ciertas áreas, por tratar de cumplir con el rol auto-impuesto de proveedor, protector, etc. Por lo tanto, y genéricamente hablando, las áreas de ofrecer y pedir puede ser la fuente principal de quiebres en mi vida, teniendo manifestaciones diferentes según lo que pida y a quién se lo pida, o según lo que ofrezca y a quién se lo ofrezca. Llevando estas reflexiones a un nivel mayor, ¿podríamos decir que son quiebres genéricos? No lo se, y no me atrevo a decirlo, pero me parece que es un problema generalizado aunque matizado en muchas personas. Por otro lado, para un coach puede ser interesante plantear esta pregunta como forma de acercarse a un quiebre maestro o un área de dificultad específica para el coachee y que probablemente no se ha dado cuenta de su trascendencia.
¿Cuáles son aquellas áreas donde menos quiebres tengo?
Esto puede ser una ilusión, tal vez la pregunta podría plantearse como en cuáles áreas percibo que tengo menos quiebres. Desde ahora puedo decir que no es que no los tenga, sino que los evado, los escondo o simplemente
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no los veo. Acepto que como mucha gente, tengo ceguera frente a lo que considero trivial o no significativo, y esto ocurre porque simplemente así lo creo o por un miedo que no quiero reconocer. Pero respondiendo a la pregunta, es en el área laboral donde me parece que tengo menos quiebres importantes. Mi criterio al respecto es muy simple, lo que considero que puedo resolver lo atiendo y llego hasta donde mis competencias y las circunstancias lo permiten. Lo que por otro lado, considero que no se puede resolver, ya sea porque está fuera de mi control, o no es el momento o no tengo las competencias para ello, le doy la vuelta y lo olvido. Sigo adelante sin considerar que esa situación sea un quiebre o un problema para mí. Tengo otras áreas que considero no son relevantes en la perspectiva de vida que tengo actualmente y por tanto no las considero críticas, como por ejemplo la parte social, los amigos, el arte y otras así. Hay otros temas en mi vida que los considero muy importantes, pero al no representar una urgencia en este momento las ignoro, aun cuando se que pueden ser críticas en el futuro, a manera de ejemplo puedo mencionar dos, la salud y la parte espiritual. En cualquiera de ellas podría declarar un quiebre y empezar a atenderlo, pero como por el momento no me genera ninguna reacción emocional, no me impulsan a la acción. En otras áreas, tal vez he caído en la conformidad, en la resignación y en la mediocridad. Como ejemplo puedo mencionar el área de la recreación y el placer, el bienestar y la cultura, así como aquella que hace patente mi compromiso con la sociedad. En síntesis, en todas las áreas que podamos identificar existen niveles de insatisfacción, y todas ellas pueden ser declaradas como quiebres, pero al establecer prioridades, algunas lo son y otras no. Haciendo un primer intento de generalización, podríamos afirmar que las personas nos hacemos conscientes de nuestros problemas y quiebres en la medida en que se van haciendo conscientes, en función de un sistema variable e inestable de prioridades asignadas por el individuo de acuerdo a sus propias características y a las demandas del medio en que se desenvuelve. Pero me ha resultado valioso hacerme esta pregunta y hacerla a otros, porque me da pistas de donde no buscar, o bien porque permite hacer visibles algunos problemas que son importantes pero están ocultos.
¿Qué significa un quiebre para mí?
A partir de lo anterior, puedo señalar que un quiebre es aquella situación a la que le damos un significado en cuanto a que se convierte en algo que nos importa, que nos afecta o que nos inquieta. Ese asunto nos importa y por lo tanto, decidimos que debemos actuar sobre él, porque juzgamos que de no hacerlo, puede tomar un rumbo que no nos conviene o que incluso
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provoque un problema de mayor trascendencia que el que estamos enfrentando. Un quiebre es un llamado a la reflexión y a la acción, a hacer algo, a no quedarnos con los brazos cruzados en espera de que algo ocurra. Un quiebre es cambio en el rumbo, en el transcurrir de nuestra vida que a veces se vuelve transparente. Por esto mismo podemos decir que un quiebre significa una gran oportunidad de darle un significado diferente no sólo a nuestras acciones, sino lo más importante a nuestra vida. Pero además, un quiebre puede también significar darle un enfoque distinto a las relaciones con los demás. En efecto, a veces la percepción que tenemos de un problema está relacionado con aquellas consecuencias que tiene para uno mismo, pero si nos ponemos a reflexionar sobre ello, podemos detectar que ese quiebre también tiene implicaciones y en ocasiones muy serias para aquellos que nos rodean. Actuar sobre estos problemas y hacer intentos por resolverlos, les hace ver a quienes están a nuestro alrededor, que nos son importantes, que su sufrimiento nos afecta y que lo que les acontece tiene también en efecto en nosotros. Eso le da a esa relación un cariz distinto, de mayor relevancia y por lo tanto, puede producir resultados diferentes. Ese es un beneficio colateral, pero no menos importante de la prioridad que le damos a los problemas que enfrentamos en la vida.
¿Cuáles son los peligros / riesgos de un quiebre?
En este sentido, uno de los riesgos más evidentes de un quiebre, es no darle la importancia debida, ya sea por las consecuencias que puede tener en nosotros a corto o mediano plazo o por los efectos que puede tener en otros y en sus vidas. Es cierto que a veces una estrategia puede ser no hacer nada frente a un problema y esperar simplemente a tener más información o que las condiciones cambien, pero cuando la falta de acción se produce porque no sabemos que hacer o porque no tenemos la iniciativa o la fuerza suficiente para emprender una acción, entonces el peligro de que el problema se complique, aumenta. Compartir y socializar un quiebre muchas veces nos ayuda a entenderlo de manera distinta. Puede suceder que después de conversar con alguien sobre un problema que nos preocupa, lleguemos a la conclusión de que no es tan grave como nos parecía, o al revés, el problema es mucho más serio de lo que pensábamos o incluso puede suceder que nos demos cuenta que el problema de fondo, es uno muy distinto del que originalmente creíamos. En el otro sentido también podemos enfrentar riesgos. A veces sobre reaccionamos. Yo reconozco que muchas veces he sobredimensionado la magnitud de un problema, he visto amenazas donde no las había, he visto enemigos donde sólo había reservas o desacuerdos, he escuchado maldad en los argumentos legítimos de otros y he actuado con la idea de que me estaba defendiendo de un enemigo real, pero que sin duda, no tenía la
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magnitud que yo le asignaba. Y el resultado muchas veces es que creamos problemas donde no los hay, vamos inventando nuestros propios enemigos que después, al volverse reales, nos demandan energía, tiempo y recursos para combatirlos. Inevitablemente todo quiebre encierra un riesgo. Es frecuente que en la solución a un problema, sobre todo cuando no se piensa en el futuro de la decisión tomada, estemos sembrando las semillas de problemas futuros. El riesgo entonces no es que no resolvamos el problema, sino que al hacerlo comprometamos nuestro futuro en algún área. A manera de ejemplo, un problema de carácter económico puede pensar en resolverse con mayor trabajo, con mayor dedicación e incluso ahorrando y privándonos de ciertas cosas. A la larga esto puede tener repercusiones en la salud, en las relaciones familiares o de trabajo o incluso en el nivel y tipo de vida que las personas llevan. El enfrentar y resolver quiebres, debe hacerse desde una perspectiva sistémica, donde se puedan prever los efectos de la solución en los sistemas colaterales. Un quiebre también nos puede llevar a un sobre análisis. Algunas personas son muy reflexivas, les gusta pensar y pensar las cosas, buscar causas, efectos, posibilidades, alternativas, etc. y en tanto análisis, se paralizan, no actúan y la realidad los sorprende. Y quiero separar este riesgo, porque me parece que siendo importante, no siempre es percibido por quienes lo enfrentan. En su mente no hay problema, están analizando, son cuidadosos, quieren tener todos los elementos necesarios para que después, al actuar no tengan que improvisar por no haber previsto algunos obstáculos. Pero el análisis y la reflexión deben tener un límite, y es bueno establecerlo, a veces en función del tiempo, de la cantidad de información o simplemente de la utilidad y beneficios de la decisión tomada. La acción es finalmente el motor de la transformación, pero nada va a cambiar si no actuamos, y si no ponemos en cuestión la idea de que el análisis y la reflexión -si bien son acciones lingüísticas y mentales- no tienen un efecto concreto, a menos que se pongan en práctica en el mundo físico.
¿Cuáles son los beneficios / oportunidades de un quiebre?
Al igual que los riesgos, también podemos identificar muchas oportunidades y beneficios en los quiebres que enfrentamos. Es la visión de las personas lo que determina lo que se quiere ver. De hecho, los riesgos o las oportunidades no están en los quiebres, sino en los ojos, en las mentes y en el corazón de quienes los identifican, pero observando desde el lado positivo, podemos concluir que podemos salir altamente beneficiados después de enfrentar y resolver nuestros problemas. El primer paso es aprender a declarar que tenemos un problema, esta es una competencia fundamental que abre puertas al aprendizaje y al desarrollo. Si
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nosotros mismos no aceptamos la existencia de estos problemas, entonces no existen en nuestra mente. Tal vez las personas que nos observan los identifican plenamente y nos los señalan, nos dan evidencias de que ese problema existe, al menos sus consecuencias y que están teniendo un efecto perjudicial en nosotros, en nuestras relaciones y en nuestra vida, pero mientras uno mismo no lo acepte, entonces no hay nada que hacer. El primer gran beneficio, y a mi juicio uno de los más importantes, es que un quiebre nos enseña a declararlo en paz, a aceptarlo y en ese sentido a pedir y aceptar ayuda de los demás para resolverlo. Me parece que las personas que tienen un alto nivel de desarrollo en sus vidas y en sus actividades profesionales, comparten esta característica, la de reconocer que tienen problemas, y a partir de ahí, empezar a actuar para resolverlos. A partir de esto, se derivan muchos otros beneficios, que son relativamente fáciles de identificar, por ejemplo, la apertura al aprendizaje, a nuevas ideas, a la transformación, etc. Es fácil imaginarse que en un estado donde yo acepto que tengo un problema, que no soy capaz de resolverlo sólo y que además me es prioritario, mi sensibilidad hacia lo que escucho y hacia lo que veo, aumenta, estoy más receptivo y capto con mayor facilidad lo que otras personas – por supuesto aquellos a los que les doy autoridad- me dicen o me muestran. Además, las oportunidades parecen hacerse presentes. Mi sensibilidad ante lo que el medio me ofrece, me hace identificar situaciones que antes no veía. Mis ojos se vuelven más perceptivos y el mundo se llena de posibilidades. En el fondo lo que está pasando es que ante el reto que el quiebre significa, mis emociones de ambición, de curiosidad, de asombro ante lo nuevo aumentan y por lo tanto mi disposición para actuar y aprender también se incrementan.
¿De dónde surge un quiebre?
Los problemas no andan solos en la calle, uno no los encuentra al dar vuelta en una esquina. Una situación es problema para una persona, precisamente porque esa persona es como es o vive las situaciones particulares que le corresponden, pero es problema sólo para esa persona, no para los demás. Esto significa entonces que un origen de los problemas que enfrentamos, procede de la interpretación particular que hacemos de una situación, entendiendo por esto una conversación, una carencia, un deseo, etc. Es la propia interpretación que el sujeto hace de una situación lo que origina el problema. Ahora bien, existen situaciones cuya interpretación es muy obvia y no admite muchos cuestionamientos, por ejemplo la pérdida de un ser querido, el despido de un empleo, una separación dolorosa, un engaño, etc. todos nos generan emociones que restringen nuestras interpretaciones y nos hacen pensar que aquello que está ocurriendo no debería ser o simplemente rompe nuestra habitualidad y nuestra rutina. Lo normal e que
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tratemos de regresar a donde nos sentimos cómodos y plenos otra vez, aún cuando esto nos requiera tiempo. Si partimos de este hecho, entonces en las interpretaciones que hacemos está la clave de lo que nos pasa. Ya se ha dicho muchas otras veces, no se pueden cambiar los hechos del pasado, pero si podemos modificar la interpretación que hacemos de ellos. Y las interpretaciones las hacemos en el lenguaje, influidos por nuestra emocionalidad, que es la escenografía desde la cual observamos la vida. Los quiebres surgen entonces de nuestras interpretaciones y es en ellas donde podemos empezar a resolverlos. Si bien hemos estudiado el lenguaje con cierto nivel de profundidad, creemos que en el terreno de las narrativas aún hay mucho por descubrir, por analizar y por concluir. Una narrativa está construida por muchas interpretaciones y a veces modificamos las narrativas secundarias, pero la esencial, la que da origen a las demás, con frecuencia permanece oculta y sin modificación.
¿Qué nos señala un quiebre?
Un quiebre nos señala una incongruencia en la persona que se está experimentando en ese omento. Es una lucha entre dos componentes opuestos dentro de una personalidad. Por un lado está la que crea el problema, la que interpreta la situación de tal manera que la ve como un problema, como algo a evitar o eliminar, y por otro lado está al que lo quiere resolver, la que no está a gusto con lo que está ocurriendo y que quiere desarrollar las competencias necesarias para salir avante del conflicto, sea interno o externo. A veces cuando nos negamos a actuar para resolver un problema, aun sabiendo el alto costo que pagamos por él, podemos decir metafóricamente, que prevalece en nosotros, la primera parte, aquél componente que aun cuando reconoce el problema no está convencido de que se deba atacar, pese a que en nuestro lenguaje digamos que no nos gusta y que queremos hacer algo al respecto. Pero es aquí donde debemos poner atención a la narrativa completa, ya después de reconocer el problema, la historia se complementa con justificaciones, explicaciones y argumentos para posponer la acción y dilatar su solución. Los quiebres o los problemas que las personas reconocen tener, nos hablan de sus dilemas, de sus inconsistencias y sus carencias. Todo esto se pone de manifiesto en las interpretaciones que hacen. Es muy recomendable que en este sentido, no solamente cuestionemos la interpretación o la declaración del problema, sino que nos preguntemos también por las incompetencias que le da origen. Este es a veces la parte oscura del problema. Quien lo vive no se da cuenta de esto, de lo que pasa en su interior y toda la atención se pone en el exterior, es decir en los hechos o fenómenos que dan origen al problema en la mente del sujeto. Es tal el énfasis en lo externo que ni siquiera se percibe la existencia de lo interno, pareciera que no existe y que por lo tanto no tiene ninguna influencia en lo que se observa y en cómo se
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observa. El énfasis se pone en el problema, no en la persona. El coach ontológico se concentra en la persona que experimenta el quiebre. Así entonces los quiebres no nos hablan de lo externo, nos hablan de lo que pasa en el interior de las personas y son una ventana a su forma de ser más íntima, más personal y es por eso que decimos que al resolver un quiebre, surge una nueva persona, no sólo con más y mejores competencias, sino con interpretaciones más poderosas que le generan una mayor capacidad de intervención en el mundo externo. Todo quiebre es entonces una oportunidad de aprendizaje y desarrollo, pero para lograrlo, tenemos primero que resolver el problema central, que consiste en restarle energía a la parte de nuestra personalidad que detecta el problema y por otro lado, incrementar la energía de aquella faceta que lo quiere resolver y que no quiere vivir con ese problema. Pero la ceguera para identificar esas dos partes es grande. La visión unitaria de la personalidad es un obstáculo serio. Tenemos la noción de que somos de una manera y no admitimos partes, mucho menos opuestas. La idea de incongruencia interna nos sorprende, y en todo caso, pensamos que los incongruentes son otros. Primero deberíamos aceptar que nuestra personalidad está integrada por múltiples facetas, que se oponen entre sí, que se enfrentan y que en ese sentido dan origen a los problemas que vivimos. Y esto no quiere decir que si dejáramos de ser incongruentes, dejaríamos de tener problemas. Me parece que ninguna de las dos cosas es posible, simplemente porque no son humanas. La homogeneidad y uniformidad parecen ser características de una personalidad muerta. La que está viva, está en constante modificación, siendo de una forma y dejando de ser de otra. En este proceso, la incongruencia es sinónimo de vida, de avance, de quitar una piel y dejar que nazca otra, y es precisamente lo que un quiebre nos señala. Los problemas que enfrentamos en la vida, son entonces signo de cambio y de evolución, pero no necesariamente de crecimiento y desarrollo. La manera en que los enfrentemos y los resolvamos es lo que determina el beneficio que a nuestras vidas les pueden dar los conflictos internos y/o externos que enfrentamos.
¿Cuál es la finalidad de un quiebre?
En un sentido estricto los quiebres no tienen una finalidad precisa. Sin embargo, son un camino para hacernos cargo de nuestras incompetencias. Es como cuando evaluamos nuestros resultados en un área determinada de nuestra vida. Podemos evaluar en principio para conocer los resultados, pero el proceso no se queda ahí; en una situación normal esperaríamos que en la siguiente oportunidad que tengamos de enfrentar una situación similar, hagamos las cosas mejor y nuestros resultados se incrementen. Es decir,
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evaluamos para mejorar. Pasa lo mismo con los problemas, cuando los identificamos, ¿para qué lo hacemos? Una respuesta inmediata es para resolverlos, pero ¿eso es todo lo que queremos? Me parece que no, los declaramos y los resolvemos para aprender, para incrementar nuestras competencias, para no volver a enfrentar ese mismo problema, en síntesis, para crecer como personas. Entonces aprender a identificar problemas, incongruencias en nosotros, en los demás y en el mundo que nos rodea, no tiene un afán ni de perfeccionismo ni de crítica permanente, pretendiendo que los podemos eliminar de una vez y para siempre. Es un camino, muy efectivo para crecer y desarrollarse. Es la competencia básica, la que sustenta todo proceso de aprendizaje, y de la cual partimos para que todo lo demás se de. Los quiebres también tienen la finalidad de poner un poco de orden, al menos crear esa posibilidad, en un proceso que es de naturaleza aleatoria. Los cambios en las personas no tienen un sistema ni un proceso, ocurren al azar. Cuando no somos conscientes de ello, entonces con el tiempo nos convertimos en una persona que nunca supimos si era la que queríamos ser, y terminamos por adaptarnos a lo que somos y a lo que son los otros. Pero al admitir la subjetividad de mis interpretaciones, y por tanto la imposibilidad de establecer “el camino correcto” para mi desarrollo, estoy dando un primer paso para decidir al menos, si quiero ir por ese camino o quiero ir por otro. Los caminos son infinitos, siempre existen múltiples opciones de desarrollo y nunca tendremos la conciencia de todo lo que puedo hacer para decidir con todas las opciones puestas sobre la mesa, pero cuando menos tengo la posibilidad de decir, por ahí no quiero ir, muéstrenme otra posibilidad. Es como cuando preguntamos ¿Cuál es la decisión correcta? No sabemos, porque en cuanto decimos que sí a una posibilidad, automáticamente estamos cerrando la puerta a las otras. Sabremos las consecuencias de una decisión, pero no sabremos que pudo haber pasado si elegimos algunas de las otras. Es como decimos en el lenguaje común, “el hubiera no existe”
¿Cómo se enfrenta un quiebre?
La primera respuesta que se me ocurre, es que se enfrenta con valor. Con el valor necesario para entrar en contacto con lo que no soy, con lo que no sé, con lo hago mal o simplemente no hago. Es decir, se necesita mucha entereza para enfrentar aquello que no somos. Y este que es el primer paso, es fundamental y muchas veces es donde más ayuda necesitamos. Es difícil hacerlo solo, necesitamos alguien a nuestro lado que nos apoye, que nos impulse y que sepamos que va a estar ahí cuando más lo necesitemos. Un ejemplo de esto es el coach, que si bien no nos enseña, si nos acompaña, y se constituye en una persona fundamental en este tránsito hacia el crecimiento.
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Otra cosa que necesitamos es humildad. Desde la soberbia es muy difícil enfrentar un quiebre; requerimos sabernos aprendices y aceptar que hay muchas cosas que ignoramos y que necesitamos saber. No se trata sólo de desarrollar competencias y nuevas habilidades, esto puede ser algo relativamente sencillo, necesitamos sobre todo aprender a transformarnos en una persona diferente, con lenguaje, emocionalidad y corporalidad distinta. Esto es lo que realmente llamamos proceso de cambio interno, que nos ayuda a ser felices y a contribuir a la felicidad y bienestar de los demás. Pero sobre todo, necesitamos una competencia previa, la auto-reflexión, como condición para darnos cuenta por nosotros mismos de las causas de fondo que nos están originando los problemas que enfrentamos en la vida. La auto-indagación es una de las herramientas más importantes que buscamos desarrollar desde el coaching. Es la piedra angular de lo que llamamos “pensamiento ontológico” y es desde aquí que podemos a empezar a observar nuestra vida presente, pasada y futuro desde una perspectiva distinta. La auto-indagación se caracteriza por entender de una manera diferente nuestra experiencia. Aprender a darle un significado distinto y más poderoso a los diferentes eventos que hemos experimentado en nuestra vida. Este es un proceso altamente emocional y lo primero que tenemos que investigar es cuáles son las emociones respecto a los eventos más significativos en nuestra vida – si hablamos del pasado-, cuáles son las cosas y personas mas importantes para nosotros – si hablamos del presente- y finalmente cuáles son nuestros planes y objetivos – si hablamos del futuro. Determinar estas tres cosas es esencial para avanzar en la identificación de los quiebres maestros. Un coach se pasea por estos tres grandes momentos de la vida de un coachee, y le ayuda a identificar las emociones que están presentes respecto a cada uno de ellos y entonces trabaja para modificar esa emocionalidad. Pero sobre todo, lo más importante consiste en que a través de este tipo de indagación, determinamos lo que al coachee le importa, lo que tiene sentido para él y lo que al final, contará en las decisiones que tomará sobre su futuro. Esto significa que para enfrentar un quiebre, requerimos un sentido de futuro y de vida. Sin esto, nos podemos explicar porque a veces encontramos personas que saben cuáles son sus problemas, cuáles son las cosas que deben enfrentar para resolverlos pero no actúan, no tienen la ambición suficiente para entrar en acción, y es entre otras cosas, porque no han construido un sentido de futuro que les genera ambición y fuerza para romper sus viejos hábitos y entrar en la construcción de nuevas actividades y nuevas relaciones.
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Pongamos un ejemplo, algo que parece arquetípico en muchas personas, las relaciones de pareja. En nuestra práctica de coaching nos encontramos con frecuencia a individuos que declaran un alto nivel de insatisfacción en sus relaciones afectivas, no están contentos con ello y su gran dilema es mantenerse en esa relación que no es mala, con una persona buena pero con la que han perdido la pasión, la emoción del amor en plenitud o bien arriesgarse a dejarla y empezar a trabajar en una nueva relación (con esa misma persona o con otra) que les permita vivir nuevamente esas emociones y esa felicidad plena que da el amor. De manera inicial, el quiebre puede parecer que se refiere a las relaciones de pareja, pero cuando el coach profundiza, no es raro encontrarse con un desaliento y una desilusión respecto al futuro, que nace muchas veces de una interpretación particular que se hace del pasado y de las actitudes que la otra persona tiene en el presente. Aquí es necesario ayudar a la persona a encontrar un nuevo significado de lo que pasó y de lo que está ocurriendo. Sólo de esta manera se puede replantear un futuro que venza la resignación y la frustración que muchas veces encuentra un escape en actitudes de agresividad o indiferencia hacia la pareja y hacia la vida en general. Y la conclusión final es que el quiebre no tiene que ver con el otro, o con los años, o con las circunstancias, tiene que ver con la persona que esta enfrentando el problema, en sus aspiraciones, en sus emociones y sobre todo en el sentido que le quiera dar a su vida. Esta pregunta sobre el sentido de la vida pasada, presente y futura del coachee es esencial para enfrentar con efectividad un quiebre.
¿Qué hay detrás de un quiebre?
Esta es una pregunta interesante que tiene por supuesto múltiples respuestas, pero que para efectos de precisión y sobre todo de posibilidades de acción, tenemos que acotar a lo que nuestra experiencia nos ha mostrado como lo más relevante. Ya lo hemos dicho, detrás de un quiebre hay una manera de ser que interpreta a una determinada circunstancia como un problema, como un quiebre y desde esta perspectiva, los caminos posibles son al menos dos. El primero tiene que ver con modificar esa forma de ser, -también llamada estructura de coherencia- en otra más poderosa capaz de enfrentar el quiebre y resolverlo, de tal manera que las competencias desarrolladas sean suficientes para eliminar las circunstancias que le afectan y que le impiden vivir en paz y lograr sus metas. El segundo camino se refiere a las circunstancias o al sistema, y tiene que ver con la certeza de que las condiciones no pueden cambiar, no pueden volver a ser lo que eran antes, pongamos a manera de ejemplo un
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abandono, una separación o una perdida irreparable. En este caso no necesitamos competencias para resolver el quiebre, este no se puede modificar, lo que tenemos que hacer es ayudar a crear una forma de ser o estructura de coherencia que sea capaz de interpretar de manera distinta los acontecimientos, para darles un sentido distinto y aceptarlos como una facticidad, aprendiendo a vivir con ellos y manteniendo los recuerdos positivos y agradables de esa situación. Entonces, detrás de un quiebre siempre hay una persona que interpreta, digámoslo así, hay un observador. Y el énfasis debe estar en él, no en el problema o en las circunstancias que lo rodean, porque sobre ellas tenemos relativamente muy poca influencia. Si ayudamos a la persona a caer en la cuenta de que se trata de ella, de que el problema es ella y no las circunstancias, entonces abrimos caminos de acción que pueden ayudar a resolver positivamente ese quiebre. Esto parece claro e incluso lógico, pero no siempre actuamos de esta manera. Ya sea como personas que enfrentamos nuestros propios quiebres o coaches que estamos tratando de apoyar a otros, tendemos a poner mucho interés en la historia, en las circunstancias y sobre todo en las interpretaciones que de ellas se hacen. Efectivamente existen hechos, afirmaciones de cosas que efectivamente ocurrieron y que nos afectaron, pero ya hemos dicho que sobre ellas sólo nos queda la aceptación. Lo importante es qué hacemos con ellas en el presente y cómo las proyectamos hacia el futuro, cómo impactan nuestra vida nuestras emociones, nuestro lenguaje y nuestra manera de relacionarlos con los demás. Es aquí donde debemos buscar lo que está detrás de un quiebre. Está será siempre una pregunta importante, porque en buena medida el coach no trabaja con un quiebre, trabaja con lo que está detrás de un quiebre, que casi siempre es un quiebre mayor y así podríamos irnos hasta donde quisiéramos, siempre detrás de un quiebre está otro quiebre, y tal vez el quiebre mayor, si es que existe, podríamos decir que es aquel que está relacionado con la pregunta de ¿qué hago con mi vida? Yo no la pedí, pero la ya tengo y ese es tal vez el problema mayor de los seres humanos. Detrás de un quiebre siempre está una insatisfacción, una falta o una carencia. Pero los seres humanos somos seres incompletos, así es que siempre tendremos quiebres, pero lo importante es saber qué es relevante dentro de todas estas carencias que tenemos y enfocar nuestros esfuerzos y nuestras acciones hacia ello.
Los quiebres, ¿qué nos rebelan de las personas?
En la pregunta anterior propusimos una primera respuesta a esta pregunta, pero completando la idea, un quiebre nos rebela lo que la persona no es y a veces también lo que le gustaría ser. A partir de sus insatisfacciones, sabemos
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lo que la persona no quiere seguir siendo o teniendo, aunque esto no signifique que forzosamente sabe lo que quiere en el futuro. Pero saber lo anterior ya es una ganancia importante. Un quiebre es eso, un declaración de lo que no me gusta y que no quiero más. Por lo tanto, un quiebre nos rebela lo que le importa a la persona y algo esencial, nos muestra lo que hasta ese momento había estado evadiendo o negando. El quiebre es una declaración honesta y valerosa, algo que se debe agradecer y respetar, no se debe enjuiciar o interpretar como que la persona es mala o injusta. Ante todo es valiente y así se le tiene que percibir. El quiebre nos rebela el tamaño del valor y de la posible ambición de una persona y de su deseo de transformación. Corresponde al coach apreciar este valor y darle un cauce positivo para que pueda utilizarlo no sólo en su beneficio, sino en el de aquellas personas que comparten con él o con ella porciones determinadas de su vida. Un quiebre es también un mirada a la sombra, a lo que a la persona no le gusta de ella misma, de su manera de ser. En ocasiones, durante la conversación de coaching, el coachee se arrepiente, a trata de minimizar el quiebre pero lo que le puede estar pasando es que dentro de esa valentía de la que hablamos anteriormente, renace el miedo. Cuando preguntamos a qué le tienes miedo, parece ser que sólo hay una respuesta, a la transformación. Ese miedo se disfraza a veces de miedo al fracaso, al rechazo o no saber comportarse de la manera en que creemos que se espera de nosotros, pero finalmente el miedo más oculto y profundo de todos, es el de convertirme en una persona distinta. Y en relación a lo que el quiebre nos revela del futuro, muchas veces encontramos que la persona solamente tiene ideas muy vagas de lo que quiere, identificamos confusión y hasta desesperación por no saber exactamente que es lo que se quiere, y esto es también una de las razones por las cuales las personas no actúan, aun cuando se saben insatisfechas con lo que tienen. A la pregunta de qué es lo que quieres en tu futuro, con frecuencia encontramos respuestas vagas y sin orden, corresponde nuevamente al coach ayudar para que ese futuro se concrete en ideas precisa que le den sentido a las acciones actuales.
¿Cuáles son los patrones de comportamiento que caracterizan un quiebre?
Hemos dejado esta pregunta para el final porque consideramos que aquí podemos resumir algunas de las ideas más importantes de este tema. Los seres humanos somos más predecibles de lo que quisiéramos. Tenemos reacciones muy parecidas frente a las situaciones que enfrentamos. Una de las miradas más útiles para resolver quiebres es la que busca patrones o formas recurrentes de comportamiento. Y para esto, un primer paso valioso
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es hacer una caracterización de los posibles quiebres. Por ejemplo, encontramos los quiebres que tienen que ver con la pareja, con la carrera profesional, con la familia y con el trabajo actual. Es una clasificación muy gruesa, pero que es valiosa, porque marca el planteamiento inicial del quiebre. Casi siempre el coachee declara un quiebre en alguna de estas cuatro áreas. Posteriormente, para profundizar y encontrar un quiebre más profundo, podemos tomar como referencia los siguientes 15 dominios, que nos sirven para hacer más fina y profunda la indagación: 1. Familia de origen 2. Familia propia 3. Amistad y círculos de sociabilidad 4. Aprendizaje, la educación 5. El amor, la pareja 6. La sexualidad 7. El dinero, los recursos 8. El trabajo, cómo me proveo de los recursos 9. La carrera, el destino, la identidad pública 10. Las actividades de comunidad 11. La inserción en el mundo exterior 12. La recreación 13. El cuidado del cuerpo 14. La espiritualidad 15. El arte y el desarrollo de un mundo interior Y en este sentido es frecuente encontrar en principio que el coachee mira hacia fuera, culpa a otros, los responsabiliza, a veces no a alguien en particular sino a un grupo o a una entidad, del problema que esta enfrentando. Esta primera mirada puede venir acompañada de coraje, rabia y frustración al darse cuenta del poco o nulo control que tiene sobre otros o sobre los acontecimientos que lo agobian. Poco a poco empieza a dirigir la mirada a sí mismo, para encontrarse con su propia responsabilidad, con su participación activa o inactiva en el problema que quiere resolver y entonces es frecuente que estén presentes los mismos sentimientos, sólo que ahora dirigidos hacia él o ella misma. Es un momento muy especial, es el enfrentamiento consigo mismo, con sus debilidades, sus carencias y sus límites. En ocasiones resulta tan pesado que la aceptación y la recuperación toman mucho tiempo e incluso, no se logran plenamente. Es el derrumbe de la ilusión del control, de la autoridad y de la jerarquía. Es muy duro darse cuenta que para los demás, somos solamente extras en la película donde cada uno es su propia estrella. Pero es necesario para sanear nuestra propia imagen y nuestras relaciones.
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Sólo entonces puede surgir la paz y la ambición necesarias para transitar el camino que nos puede llevar a mejores niveles de bienestar. Pero es una lucha continua, a nivel de razonamiento, puede quedar muy claro lo que debemos e incluso queremos hacer, pero a nivel emocional y de voluntad las cosas no son tan fáciles. Los circuitos neuronales de los anteriores hábitos, siguen siendo fuertes y no se pueden desactivar de la noche a la mañana, surgen cuando menos lo esperamos, cuando menos se necesitan y vuelven a producir esos sentimientos y actitudes que tanto daño nos hacen. Como decía anteriormente, la lucha es larga y pesada, se requiere insistir en los pensamientos adecuados que nos ayuden en la generación de emociones positivas y en las acciones que nos conducen a los nuevos hábitos. No se puede desmayar en esto, y aunque los fracasos y los errores son frecuentes, es la única manera de resolver un quiebre profundo. Se necesita ante todo tiempo y mucha voluntad para salir adelante. Los pequeños éxitos pueden ser un factor positivo, en el momento en que las personas sienten que mejoran, esto les puede ayudar a persistir en sus esfuerzos y a generar la motivación para continuar.
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