El concepto de horizonte y fusión de horizontes. El concepto de horizonte, a pesar de que no comporta una peculiar dificultad a la hora de entende entenderl rlo, o, contie contiene ne una gran gran cantid cantidad ad de sutile sutiless distin distincio ciones nes,, que hacen hacen labori laboriosa osa su definición. Es por ello que considero necesario tratar de delimitar el alcance de las nociones subyacentes a este concepto, cuya interrelación conforma su completa peculiaridad. El objetivo de este trabajo es, en primer lugar, hacer una caracterización del concepto de horizonte, a través de una formulación, lo más clara posible, de las nociones correlativas y sus interr interrela elacio ciones nes.. Dado Dado que dichas dichas nocion nociones es están están íntima íntimamen mente te imbri imbricad cadas as entre entre sí, considero considero pertinente pertinente hacer una definición definición tentativa de todos los conceptos y ascender ascender a un mayor mayor grado grado de disti distinci nción, ón, confor conforme me las relaci relaciones ones lo vayan vayan haciendo haciendo necesa necesario rio.. En segundo lugar, lugar, explicar explicar en qué consiste la fusión fusión de horizontes horizontes y de qué manera abona a una mejor “comprensión” de la alteridad. Por último, espero poder reflexionar un poco a propósito de las posibles dudas que podrían surgir por la exposición de la teoría gadameriana con respecto al concepto de “horizonte”, así como algunas observaciones paralelas al tratamiento de estos asuntos. Por último, quisiera hacer una anotación referente al entrecomillado. He puesto entre comill comillas as todos todos los concept conceptos os que consid considero ero crucia cruciales les para para compre comprender nder la noción noción de “horizonte”, con la intención de no dar lugar a posibles equívocos, y atenerme a la carga semántica que Gadamer les confiere.
En el apartado apartado cuarto del capítulo 9, de su libro Verdad Verdad y Método, Método, Gadamer define lo qué es la “historia efectual”. A modo de aproximación, y a muy grandes rasgos, podríamos entenderla como la historia que comprehende el efecto de los fenómenos históricos y las obras transmitidas en ella. La manera común de entender la historia presupone los efectos que cierto ciertoss acontec acontecimi imient entos os tienen tienen en otros, otros, no obstan obstante, te, el plante planteami amient ento o histór histórico ico responde al interés primordial de descubrir de manera fidedigna la forma específica en que se dieron dieron los hechos. hechos. Esto presup presupone one una concepció concepción n rígid rígidaa de la histor historia, ia, algo algo que Gadamer Gadamer no estarí estaríaa dispues dispuesto to a aceptar aceptar.. Para Para él, es conveni convenient ente, e, no sólo sólo postul postular ar la existencia y relevancia de la “historia efectual”, sino hacer un planeamiento que la abrace, como medio para su “comprensión”.
La “consciencia histórica”, se refiere a un cierto saberse ser histórico, así como un saber fáctico de nuestra historicidad. Pensemos por un momento en una consciencia de la experiencia existencial. Sabemos que somos seres en el tiempo, debido, sobre todo, a que experimentamos una sucesión de sensaciones y representaciones. Sabemos, de cierta forma, que existe algo que permanece en nosotros a pesar de los cambios. Esa es una consciencia de que somos un ser histórico, es decir, un ser que cambia en el tiempo. No obstante, nuestro particular bagaje de experiencias, nos da una concepción de la forma en que se da nuestra historicidad, por la manera específica de nuestros cambios. Cada persona tiene experiencias y representaciones diferentes,
por lo tanto, sucesiones de experiencias y
representaciones distintas. Esa forma particular de nexos que se establecen entre las sucesiones de experiencias y representaciones, es una forma específica en que se da nuestra historicidad. De allí es de dónde surge el saber fáctico de nuestra especificidad histórica. La situación hermenéutica es, trazada con brocha gorda, la situación interpretativa particular en que nos encontramos, la cual está determinada por nuestros prejuicios y valores. Cada prejuicio implantado en nosotros es un tipo de inclinación a considerar las cosas de cierta manera, al margen de cualquier reflexión concienzuda. El conjunto de creencias, provenientes de las determinaciones del contexto social y cultural, que nos precede, configuran la expresión de esas inclinaciones, de forma que nuestras respuestas se articulan en torno a una determinada estructura. La “comprensión”, puede ser entendida como el acto de entender el significado de una vivencia en su carácter cualitativo. Tal vez un apunte lo haga más claro. Es común dividir el conocimiento en ciencias naturales y ciencias del espíritu. Las primeras utilizan un método rígido, que está formulado con la intención de explicar la realidad. Se supone que las cosas son de cierta manera, y son susceptibles de conocimiento objetivo. Por su parte, las ciencias del espíritu tienen un carácter subjetivo, un contenido representacional no reductible a la pura explicación. Es por ello, que en estas últimas, es menester comprender . Por último, entiendo la “tradición”, como el conjunto de creencias, prejuicios y valores, propios de la “situación hermenéutica” establecida. Una vez entendidas estas nociones, podemos pasar a considerar sus relaciones en lo que al concepto de “horizonte” atañe. Gadamer dice que “cuando intentamos comprender un fenómeno histórico desde la distancia histórica que determina nuestra situación hermenéutica en general, nos hallamos
siempre bajo los efectos de esta historia efectual” (1). Esto quiere decir, que los fenómenos históricos del pasado tienen un efecto sobre los fenómenos o procesos significativos de nuestro presente, que determinan nuestra “situación hermenéutica”. Esto ocurre, aún cuando no se reconozca, pues el poder efectual de la historia actúa al margen de su consciencia. Así, la relación entre “historia efectual” y “situación hermenéutica” es muy estrecha. “La consciencia de la historia efectual es, en primer lugar, consciencia de la situación hermenéutica” Reconocer que los fenómenos históricos tienen marcados efectos en la constitución de los procesos o acontecimientos de nuestra realidad presente, y que dichos procesos son relevantes en la construcción o formación de prejuicios o valores propios de nuestra “situación hermenéutica”, nos compromete con el reconocimiento de que la consciencia del poder efectivo de la “historia efectual”, es también la consciencia la “situación hermenéutica”. No obstante, no es sencillo hacerse consciente de la situación en tanto tal. Gadamer dice, que, debido que no podemos colocarnos de frente a nuestra situación, no podemos apreciarla objetivamente (lo cierto es que tampoco sería posible si nos colocáramos frente). Es bastante razonable. Dado que nos encontramos inmersos e inundados por los prejuicios de nuestra situación, los cuales determinan la “coloridad” específica de nuestras representaciones, o mejor dicho, de nuestras interpretaciones; no parece posible generar una concepción independiente. Imaginemos que nos interesa caracterizar de manera precisa, o si se quiere objetiva, las características esenciales o las maneras en que se expresa nuestra “situación hermenéutica”, debido a que somos herederos de una concepción cientificista de la realidad, que considera cada suceso o fenómeno (entendido en su más amplio sentido) como susceptible de ser subsumido en una precisa y casi cuantificable explicación. Bien pronto nos daríamos cuenta de que los prejuicios hacen su trabajo, impidiéndonos mirar más allá del alcance propio de su constitución. Simplemente es imposible derivar una explicación única y acabada, lo cual nos es “natural”, en tanto seres históricos. “Ser histórico significa no agotarse nunca en el saberse” (3). Aquí resulta interesante el hecho de que no se ha vislumbrado una posible refutación empírica de esta concepción. En lo que a las ciencias del espíritu se refiere, la refutación vendría de la postulación de un concepto o teoría cuya certeza (o de aceptabilidad, de (1) Gadamer, Hans-Georg. Verdad y Método. Salamanca, Ediciones Sígueme, octava edición, 1999, pág. 371. (2) Op. Cit. Pág. 372 (3) Ibidem.
consenso racional, al modo de las ciencias exactas) tenga un grado casi absoluto, si no absoluto. No obstante, no parecen haber razones para mostrarnos optimistas al respecto. Ahora bien, ¿cómo articulamos lo dicho hasta ahora con el concepto de “horizonte”?, ¿no era ese nuestro tema? Dicho sucintamente, esa imposibilidad de mirar más allá de los límites a los que nuestra realidad histórica nos constriñe, o dicho positivamente, el alcance de nuestra mirada cuyos límites son trazados por las determinaciones de la “situación hermenéutica” es el “horizonte”. En palabras de Gadamer, “horizonte es el ámbito de visión que abarca y encierra todo lo que es visible desde determinado punto” Hay que entender ese determinado punto como un punto interpretativo, a saber, “la situación hermenéutica”. De manera mucho más sintética, ¿qué relación existe entre “historia efectual”, “situación hermenéutica” y “horizonte”? La “historia efectual” es la manera de comprender el proceso por medio del cual, los fenómenos históricos tienen una influencia en los prejuicios y valores de determinado momento histórico. Dicha influencia se expresa en una específica manera de interpretar la realidad, es decir, en la “situación hermenéutica”; la cual limita la amplitud de la visión que se tiene sobre la realidad, o sea, determina el “horizonte”. Aún más compacto: ya que la “historia efectual” se presenta, es posible la “situación hermenéutica”, que delimita la amplitud del “horizonte”. “La elaboración de la situación hermenéutica significa entonces, la obtención del horizonte correcto para las cuestiones que se nos presentan cara a la tradición” (4) reconoce Gadamer. Ahora bien, es necesario llamar la atención sobre la pretensión de la “consciencia histórica” de ver el pasado, tal y como es en sí, objetivamente. Esto, presumiblemente, se lograría accediendo al “horizonte histórico” de ese pasado. Sería algo así como ponerse en su lugar concreto, de forma que se pudiera asimilar, en su totalidad, su “situación hermenéutica”. Este ponerse en el lugar de esa “tradición”, para descubrir el “horizonte histórico” que le es propio, es lo que Gadamer llama “desplazamiento de horizonte”. Por allí dicen que si no hay tal desplazamiento, la “comprensión” histórica está condenada a malentender la “tradición” en cuestión. Pero como en todo, las cosas no son lo que parecen, porque “el otro se hace comprensible en sus opiniones desde el momento en que se ha reconocido su
(4) Op. Cit. Pág. 373 (5) Ibidem.
posición y “horizonte”, sin que esto implique, sin embargo, que uno llegué a entenderse con él”.(5) Esto sería equivalente a aceptar que no hay una verdadera “comprensión”. Según lo que hemos dicho hasta ahora, los prejuicios y valores constituyentes de la situación hermenéutica son los que permiten mostrar cierta inclinación hacia determinados juicios, o cierta interpretación de la realidad. Si esos prejuicios y valores no existiesen, ¿sería posible generar un juicio? Lo que supone un “desplazamiento de horizonte” excluyente, es la hipótesis de poder comprender algo, sin usar ningún prejuicio (tal vez podríamos ser más radicales y afirmar que ningún concepto) familiar. Lo cierto es que no parece una opción muy plausible, por lo que Gadamer está inclinado a rechazarla. Parece que la opción citada no es correcta, y queda abierta la cuestión de si es conveniente concebir los horizontes como independientes. Dicho de otra forma, si el “horizonte” desde el que parte el hermeneuta y el de la “tradición” que se intenta “comprender” son dos “horizontes” diferentes, que no tienen nada en común (o dicho en otro lenguaje filosófico emparentado, que son inconmensurables), de manera que constituyan “horizontes cerrados” el uno con respecto al otro. Gadamer cree que un “horizonte cerrado” es una abstracción, de la misma forma que la idea de un hombre absolutamente solitario. Para él, del mismo modo en que no hay “vinculaciones absolutas” entre “horizontes”, tampoco hay cerrazones absolutas.
Entonces ¿cómo debemos entender la “comprensión” con respecto al
“horizonte”? Gadamer dice, “el horizonte se desplaza al paso de quien se mueve” (6). Pero ¿qué cosa significa esto? Significa que cuando el hermeneuta intenta “comprender” una tradición en particular, no se limita a ponerse en el lugar del “horizonte histórico de dicha tradición”, sino que se da un fenómeno llamado “fusión de horizontes”. Dicho en mortalés, cuando intentas comprender algo ajeno, lo haces a través de los valores y prejuicios propios, de forma que no suples tu concepción del mundo por la de la tradición que intentas comprender, sino que las fusionas, las unes en la creación de una concepción más grande y abarcativa, una concepción que te permite ver más lejos. Así es como tu horizonte crece, y como eres capaz de “comprender” aquello que es ajeno a tu “situación hermenéutica”. Ahora bien, estoy seguro de que hay algunos otros aspectos sumamente importantes y
(6) Op. Cit. Pág. 375.
sutiles que me han faltado tratar, sin embargo, debido a que el espacio no me lo permite, quisiera pasar a tratar dos asuntos que me parece importante mencionar. En primer lugar, hay algo que no pude entender del todo. Anteriormente habíamos dicho que la elaboración de la situación hermenéutica significa la obtención del horizonte correcto. No obstante, no creo poder estar seguro cómo obtenemos ese horizonte correcto y en qué sentido o con qué criterio distinguiremos el horizonte correcto del incorrecto. ¿Acaso esto se logra a partir de una adecuada fusión entre “horizontes”? Quisiera que se quedara en suspenso, por ahora, la cuestión. En segundo lugar, tengo una observación que, aunque tal vez no sea determinante, creo que puede resultar interesante. Creo que las nociones de “horizonte”, “desplazamiento de horizonte” y “fusión de horizontes” completamente compatibles con imágenes mentales muy vinculadas con la dimensión de la experiencia vital o existencial del hombre, tal vez con el carácter cualitativo de la experiencia existencia. Estoy seguro de que esté es el punto (o al menos uno de los puntos) de anclaje con una justificación fenomenológica de la hermenéutica. Me parece que de allí viene su fuerza como una de las teorías que más aceptación e importancia tiene en el mundo filosófico. Dada esta situación, me quedo con la impresión de que la hermenéutica, en tanto se deriva de una cierta concepción fenomenológica, constituye una teoría fuerte en lo que a teoría del conocimiento se refiere.
Bibliografía:
- Gadamer, Hans-Georg. Verdad y Método. Salamanca, Ediciones Sígueme, Octava edición, 1999.
Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Estudios Superiores Acatlán
Profr. Sara Luz Alvarado Aranda.
Trabajo Final de T.S. de Hermenéutica