, f (ph, ps, ds) entran en la composición de palabras que expresan idea de soplo, viento, así: y¡/¡-r]Qov (psyhrón) frío; f eov (dsón) hirviente; aeuadaí (síesthai) agitar. Que la 5 y r (d y t) entraban en palabras que expresaban reposo, encadenamiento, detención, des/xos (desmos) encadenado, etc. Que acompañan la X y la y (1 y g) a las palabras que denotan resbalar, deslizar, escurrir, así: okisOavtiv (olisthánein) deslizarse; xoWwdes (kollothes) pegajoso, y\vxv (glyky) dulce, etc. Que la v (n) servía para expresar lo interior de las cosas; evbov (endon) dentro, etc. 204
ferior, el maestro de las tinieblas y de los tesoros ocultos», que no es sino el an de los sumires; pero no siendo ya tan sólo el cielo, sino el universo, el ser primitivo, el principio húmedo. En Anu, lo primordial es an (la u es nominativo asirio) y lo esencial es la sola n, la letra que, según Platón, indicaba lo interior, lo de dentro de las cosas. He aquí ahora las formas que suele revestir la raíz mencionada y los significados a que suele aparecer ligada. Por exigencias filológicas innumerables, la AN no siempre aparece en su primordial estado, sino modificada de distintos modos, dando origen a las siguientes combinaciones: (a) Precedida de una aspiración (Han, Hen) de donde pudieron salir el Janus latino, el Jun fenicio, el Jon skandinavo, el Juma lapón, el Homa iranio y otros nombres de dioses. (b) Cambiada la aspirada gutural en aspirada labial con lo que pudiera explicarse la Ven-us clásica y en el Ty-phon egipcio, si consideramos el Ty resto de un demostrativo arcaico parecido al thu semita. (c) Cambiando la aspirada labial en labial fuerte; con lo que se enlazaría la raíz AN con el Pan griego, el Panu de la mitología del Norte, y con la divinidad Zirbanit o Qarpanit, descomponiéndola en la forma Car-p-an-it. It, es la terminación del femenino asirio y semítico en general. (d) Repetida o reduplicada; como en Yamg-yang la divinidad lunar tibetina; en el remotísimo dios de las inscripciones egipcias HanHan o en la anninga luna greolandesa, etc. (e) En interesantísima ligazón con otra antigua raíz que se dijo acompañada a las palabras relacionadas con actos intelectuales o sea la raíz ma. Se verifica esta unión en los nombres de los grandes reformadores arcaicos: Manu, hindo; Menes, egipcio; Minos, cretense; Manes, lidio y meonio; Minyas, minyo; Manco-capac, peruano (elgran Mane —pues el capac peruano es grande— siendo curiosa su semejanza con el capax latino y el capaz castellano —S.C— el Mannus germánico de que habla Tácito, y finalmente en la palabra euskara Manu-a «el poder, la autoridad». Pasando ahora a sus significados tendremos: Io Que se encuentra la raíz AN como elemento esencial en innu205
merables palabras que expresan idea de soplo, respiración, espíritu o cielo, astro, dios o espectro, demonio, genio, y en infinidad de nombres mitológicos. He aquí una lista: Raíz AN inicial con el significado de soplo, respiración, espíritu. An ave/ios (ánemos) Animus Anima MEE (naphah) tyEL (naphasch) ^ E E (nephesch) NE^E (nischmaa) (caldeo)
respirar soplo anima inspirar, animar, soplar respirar alma alma
(La inversión de la raíz en estos nombres semíticos obedece a una exigencia especial del idioma harto conocida).
Andriago-Endriago Aneberg Endrialfo, etc
Raíz AN inicial invertida al modo semítico y seguida o precedida de la labial aspirada ph, con significados similares Nakir Nali Nasb Nafs Nephesch Nismah Nava Vang Vanios
Anu Ani Anap Anausie Ananga Angat Angeya Anninga Anar Anamelech Ananael Anarazel Anpiel, etc Aniran Annedoms, etc...
ideograma cuneiforme sumir, cielo, astro, dios, o espectro demonio, etc. (el Oannes berosfano) ideograma asirio, padre de los dioses. ideograma cuneiforme, el cielo. en las inscripciones susas, Dios. genio de Costa de Oro. I satán Brasileño-guarani J principio del mal en Madagascar genio nocturno groenlandés la luna groenlandesa esposo de la Noche skandinava
creaciones de la mitología semita y persa
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ángel de la muerte árabe espectro polinesio idolillos demoníacos árabes alma, entre los árabes alma (ya citada) hebrea ánima (ya citada) de los caldeos espíritu australiano espíritus australianos semidioses skandinavos Raíz AN final con significados similares
Raíz AN inicial con el significado de cielo, astro, genio, espíritu y creaciones mitológicas universales. An
creaciones populares alemanas
Cheitan Satán Saina
Satán árabe Satanás espectro de los indios Melgachos.
Raíz AN seguida de T o precedida de diversos prefijos, etc. Forma la más próxima al término Anitos, y con las citadas significaciones Anaitis Anetis Anatis Ant'anossi Lanthila Lanito Anytus Manitus Manedo Mani Manes
I divinidad perso-armenia relacionada con Diana J espíritus malignos de los indios Sakalavos genio supremo de los Moluqueses espíritu del aire entre los mismos uno de los Titanes gran espíritu de los Pieles-Rojas, Canadienses y otros indios americanos. espíritus de los indios Chippeways la lucha skandinava creaciones populares latinas 207
Menas Ermenas Ulmenas Apulmenas,
espíritus tutelares de los Araucanos
Raíz AN acompañada de T, metalizando dichas letras; relacionada con el culto lunar Tanit Tina Tañe Athene Ataecina Ataentsic
la luna (divinidad) cartaginesa divinidad (lunar) etrusca divinidad suprema (femenina) polinesia divinidad griega relacionada con la Tanit cartaginesa divinidad lunar celtibérica la luna iroquesa
2 o De entre estos nombres hay cierta abundancia de expresiones referentes al culto lunar; así Tanit es la luna cartaginesa relacionada con Athene, la Ataecina y la Ataentsic ya citadas no ajenas a la significación lunar. Yamg-yang es dios lunar como se dijo. Si —como Sánchez-Calvo— añadimos a este yang una d eufónica inicial y la terminación femenina latinas, tendremos laD-yang-a del Lacio, sin necesidad de acudir a la divana sanskrita de Max-Müller. Además he citado ya Máni, Anaiti, Angeya, Anar, palabras relacionadas con estos significados lunares. 3 o Otras palabras en las que también encuentro la raíz AN, es en aquellas que envuelven la idea de agua, humedad, seres mitológicos del agua, plantas acuáticas, etc. Así en sanskrito: nira, agua; nadi, ribera; nadina, el Océano, etc. En hebreo: naad, brotar agua; nalhah, licuarse; naschaph, destilar; nasak, libar, untar; nazal, fluir, manar; nun, pez; nahar, río; nahal, torrente; nataph, gota de agua. En griego: pona (notia), humedad; VI-KTO (nipto), lavar; ve
4 o Encuéntrase la raíz citada en palabras hebreas referentes a la adivinación, la profecía, oráculos, etc. Así naam pronunciar oráculos; nabuh profeta; nihesch adivinar, presagiar; ^ME (nahasch) serpiente, etc. Llama la atención la semejanza entre el término hebreo nahasch serpiente, al sanskrito de análogo significado naga y el americano protohistórico Nagal. El Maestro H.P. Blavatsky citaba a propósito de estos dos últimos la frase de Jacob moribundo, cuando describiendo a sus hijos, decía: «Dan será una serpiente en el camino, una culebra en el sendero, que morderá las patas de los caballos de modo que el jinete caiga atrás». El lector puede ver si encuentra alguna relación entre los nombres Naga, nahasch y dan con el significado de serpiente, y la caída hacia atrás de las revelaciones arcaicas. Antes de terminar he de hacer una advertencia. Se pudiera decir que en las presentes líneas había sacado datos de nombres pertenecientes a idiomas entre los que no se sabe haya habido contacto. A esto se puede contestar con las mismas palabras del pensador español varias veces citado: ¿qué sabemos nosotros dónde estuvo el primer centro de creación del mito, ni ¡as emigraciones y choques de razas y hasta los hundimientos de continentes que pudo haber habido en los tiempos prehistóricos? VIRIATO DÍAZ-PÉREZ Madrid, 25 Noviembre 1899
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SOBRE EL MISTICISMO MUSULMÁN
Los que antes de ahora estudiaron el asunto de que vamos a tratar, fueron extranjeros. Pueden reducirse a media docena de nombres: el Capitán Richard en 1846; Brosselard en 1859; Luis Rinn en 1884; Carbonnel muy recientemente en un trabajo que se ha hecho célebre y que ahora se ha traducido al brasileño; N. Ney, en un alarmante y poco original opúsculo titulado Un peligro europeo o Las sociedades secretas musulmanas. Entre nosotros, los españoles, acaso los ocho siglos de dominación musulmana que sufrieron nuestros pasados, aún no olvidada, hacen mirar con prevención todo aquello que pudiera destruir la idea, muy española, de «la atroz barbarie», «la bestialidad completa», etc., etc., de nuestros vecinos de allende el estrecho, y más de alguna burlona sonrisa caerá seguramente sobre el encabezamiento de estas nuestras observaciones... En España, donde en 1086 una orden religiosa, la de los Almorávides (Al-mora bit-os), destruyó las huestes de Alfonso VI y su profeta el fanático Yusuf, «que jamás comió otra cosa que pan de cebada», ni vistió más traje que «tosco sayal de lana», envió al África,
según la tradición, 40.000 cabezas de cristianos, no se puede hablar de órdenes religiosas arábigas... Y por si esto fuera poco, aún seguramente blanquean, si hemos de creer la voz del pueblo, los huesos de aquéllos nuestros ascendientes, que en espantosa hecatombe (20.000 castellanos, entre ellos la flor de nuestra nobleza y de nuestras Ordenes militares), sucumbieron el I o de Julio de 1195, en parte a causa del temerario reto de Alfonso VIII... y en parte a causa de la invasión de otra secta: la de los Almohades. Pero no es de estas Ordenes, más bien que religiosas militares, como las nuestras de Montesa, Calatrava, Santiago y Alcántara (que por cierto hubieron de nacer por aquel entonces), ni de estos religiosos, ni aun casi de estas razas de las que hemos de ocuparnos. Las muchedumbres africanas, lo que constituía la masa de los Almorávides y Almohades, estaba formado por las hordas negras de allende el Atlas, por las gentes de Marruecos que desde la Goetulia nigra y la Deserta Libyce se extendían hasta el «mar circundante» frente a las islas Afortunadas, o sea las Canarias; los de que hemos de tratar son casi siempre árabes puros, de los comarcanos con Egipto y con el Oriente. Cierto es que entre éstos los hay que han caído en la más completa degeneración; pero junto a ellos los hay que, por el contrario, se remozan y despiertan hasta tal punto, que no falta quien vea en ello una amenaza para la Europa. No hace muchos años nos vimos envueltos en una segunda guerra de África, en la cual, si el movimiento llega a generalizarse, nadie sabe cómo hubiéramos salido. El antepasado año, según The Daily Chronicle, estuvo Europa al borde de presenciar un resurgir de la Guerra santa si llegan a levantarse los Senussi (prepotente red de cofradías, de que hablaremos en otro lugar) como pensaban, en protesta de todo ¡o cristiano, exactamente igual que ha sucedido hoy en la China. En el año de 1900, que acaba de transcurrir, la prensa ha popularizado estas amenazas. En las zawias o conventos musulmanes no se perdonará el sacrilegio cometido por las tropas del General Kitchener que, con escándalo de todo el Islam, arrojaron al Nilo los restos sagrados del Madhi... Todas estas circunstancias, de relativa actualidad por una parte; la de haber sido españoles algunos fundadores de estas agrupaciones, como Abu-Median-ei-ANDALUSI, o sea el Andaluz, que fundó la Orden de los Madanyas y que murió en 1198, o Yucef-el-
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SUS PRÁCTICAS Y SUS ÓRDENES RELIGIOSAS SOPHIA, AÑO 1901
(A mis amigos Mohamet Busuf y Hach Abdelkader Lajdar) Dios es la luz de los cielos de la tierra. Esta luz es como un foco dentro del cual se halla una antorcha; una antorcha puesta dentro de un cristal, cristal semejante a una estrella brillante; esta antorcha se enciende con el aceite de un árbol bendito, de un olivo que no es ni del Oriente ni del Occidente, y cuyo aceite brilla aún cuando el fuego no le toque. Esto es luz sobre luz. Dios conduce a la luz al que quiere y propone parábolas a los hombres... (AL-KORAN, Surat XXIV, 35)
ANDALUSI, que fundó la de los Kalenderya, muerto en 1324; el estar relacionada la orden española de los Jesuítas, o sea la Compañía de Jesús, con algunas de estas órdenes árabes, según autorizadísimas opiniones que conviene analizar, y finalmente, el deseo de concretar algunas observaciones nuestras sobre tales materias, han hecho nacer las presentes líneas. Pero antes de hablar de todas estas observaciones sobre las órdenes citadas, se hace preciso indicar previamente cómo existen algunas notas comunes entre las Tradiciones arcaicas árabes y la gran Tradición aria, sentado lo cual no resultarán extrañas algunas de nuestras futuras afirmaciones. De aquí que hallamos de tratar nuestro tema en el orden que sigue: a) Relaciones entre la Tradición islamítica y la hinda arcaica. b) Relaciones entre los grados o estados del misticismo Musulmán y de sus prácticas, con las puramente Arias. c) Relaciones entre las Ordenes religiosas de unas y otras Razas. Al tratar del primer punto, hemos tropezado con lo fragmentario de dicha tradición y luego con algunas contradicciones sobre la materia, deducidas de los mismos tratados árabes. Así como en la India los tratados son remotísimos y las tradiciones completas, aquí son aquéllos modernos y éstas fragmentarias. Luego, esa misma unanimidad que existe en toda obra de literatura o filosofía hinda transcendental sobre las enseñanzas ocultas (no tengo otra palabra), aparece aquí convertida en dos tendencias que se pueden sintetizar en los siguientes párrafos tomados del Koran. Dice uno de ellos: «.. .Mas, ¿cómo alcanzarán esta fe, que ahora afectan, cuando están tan lejos por su pasado? Ellos no creían antes y proferían habladurías referentes a cosas ocultas de tan lejos. Un intervalo inmenso se interpondrá entre ellos y lo que desean.» (Surat XXXIV. 51, 52, 53) Esto se aplica hoy a los infieles, a los no creyentes europeos, pero fue dicho para los no creyentes de la época, y en la época en que habla Mahoma los no creyentes eran los mismos árabes, como deja entender muchas veces con amargura el profeta. Ahora bien; com212
párese el anterior párrafo con el que sigue y se verá que implica contradicción; dice: «He aquí el libro (el Koran) sobre el cual no hay duda ninguna; es la dirección de los que temen al Señor; de los que creen en las cosas ocultas; de los que hacen con exactitud la oración...; de los que creen en las revelaciones enviadas desde lo alto, a ti y antes que a ti...» (Surat II. 1, 2, 3) La frase Un intervalo inmenso, etc., conviene con cierta profecía árabe que dice han de sufrir aún mucho tiempo la dominación europea, y que tardarán en salir de su postración. Pero, ¿cómo para ese pueblo postrado fue escrita la palabra de Dios y cómo se le habla de cosas ocultas, etc.? ¿cómo ha de salir de su actual estado y cómo esperan salir? Ya veremos sobre esto el papel de algunos místicos y la importancia de algunas de sus doctrinas. Entre tanto, creo no debe pasarse en olvido una frase del Maestro H.P Blavatsky en la que, refiriéndose a los Anales Cósmicos esotéricos, dice que exceptuando una obra árabe de un sufí NO HABÍA VISTO NUNCA UNA COPIA EXACTA DE ESTOS ANALES MARAVILLOSOS DE LA HISTORIA PASADA DE NUESTRO GLOBO. Dado este dato, no habrá de extrañar todo lo que posteriormente se diga sobre la comunidad de enseñanzas. Claro es que tratándose de una tradición de la que no poseemos sino datos fragmentarios, fragmentario ha de ser su estudio. Lo más completo que se posee es el Koran y a él recurrimos a menudo. Por lo pronto, hemos de advertir que el espíritu del Koran es en este punto concluyente. Mahoma repite varias veces que él no hace más que exponer la verdadera Tradición, la Verdad ya comunicada otras veces... .. Cuando se les decía: No hay otro Dios que Dios, se hinchaban de orgullo. Y decían: ¿abandonaremos a nuestros dioses por un poeta loco? No. Él nos trae la verdad y confirma a los apóstoles precedentQS
(AL-KORAN. Surat XXXVII. 34, 35, 36) 213
Aprovechamos gustosos esta ocasión que se nos presenta al citar la obra de Rinn que, como otras muchas conocemos por el Sr. Codera, para hacer público nuestro agradecimiento al sabio Catedrático de Lengua árabe en la Universidad Central, maestro querido nuestro, a cuyas noticias y enseñanzas históricas y rica biblioteca de obras arábigas y estudios anexos hemos recurrido en varias ocasiones, para este y otros trabajos.
Pero cuando se añade que se suele colocar la Cadena (valiéndome de una expresión algo inadecuada) bajo el patronato de ciertas entidades de la más antigua mitología árabe, como los R'UTS, el QOTB y otras, la cuestión varía, pues entonces, como observaron algunos escritores, a lo que se asemeja la Selselat arábiga es a otra cadena, la Gnóstica y Neo-platónica, la oeiQcteQiíaixr), o sea la «serie o cadena hermética». Pero de todo esto hemos de hablar cuando nos ocupemos de los Juan, o sea de los Hermanos los «Cofrades», pasando por ahora a tratar de los R'uts y demás entidades o «santos», según dicen algunos. Los R'uts son a manera de legión de Santos, como dice Rinn, que viven desconocidos e invisibles y que, en razón a la superabundancia de su santidad, pueden, sin comprometer su salud, tomar a su cargo una parte de los males de la humanidad y de los pecados cometidos por ¡os fieles, y tienen además otras misiones de las que iremos dando cuenta. Aseguran los tratadistas que la creencia de los R'uts es común, no ya a los árabes de las agrupaciones religiosas, sino a los no congregados; es decir, que viene a ser una creencia popular, umversalmente admitida en todo el Islam, pero no precisan más. Nosotros creemos se puede asegurar ante todo que se trata de una reminiscencia de ideas puramente arias, e hindas por añadidura. Claro está que resultará extraño, tratándose de una creación tal vez la más semítica de todas las que pudieran citarse. Pero hay muchos datos por enmedio. En primer lugar, han de advertir que la idea del sa¡vador que «redime de los pecados», el Oü¡TT)Q (sótér) de los gnósticos, es puramente aria. En la mitología de la India encontramos dicho símbolo con anterioridad palpable al resto de los europeos y semíticos. E independientemente de la mitología, entre las tradiciones ascéticas es admitido desde tiempos pre-búddhicos lo que se llama el «Sendero de la compasión absoluta» por el cual camina el Bódhisattva o sea el que, pudiendo pasar al estado Nirwánico, reusa cruzas «a la otra orilla» y permanece ayudando invisiblemente a la Humanidad. La idea, pues, como se ve es la misma. Pero no es esto sólo lo que podemos decir de los R'uts. Estos se asemejan a otras creaciones de la mitología hinda. Si tenemos en cuenta que los R'uts suelen citarse entre los tratadistas árabes con las variantes filológicas de Harut y Marut, podemos suponer que los tales R'uts, Harut
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.. .Una gran parte de los pueblos antiguos se habían ya extraviado antes que ellos (¡os infieles); nosotros enviamos entre ellos avisadores. (ídem id. 68) Ahora bien; aunque relativamente completo el Koran, no ha de ser en este primer aspecto de nuestro estudio la única fuente. Más fe nos merecen por su antigüedad las creaciones mítico-religiosas y populares, en donde más espontáneamente hemos de encontrar lo que deseamos, valiéndonos para esto de la extensa y documentada obra de Luis Kinn, Marabouts et Khouan1, en la que se contienen interesantes noticias. La ortodoxia es entre los árabes, según dice Rinn, la condición imprescindible para que una secta no se convierta en abominable herejía. Todo fundador árabe ha tenido, pues, buen cuidado de adquirir pruebas de su ortodoxia antes de lanzarse al campo de la propaganda. Y esta ortodoxia árabe se alcanza poniéndose bajo la protección tradicional de todos los sabios y fundadores anteriores, remontándose hasta el Profeta. Denomínase esto la CADENA (selselat, cadena, serie, pero también, genealogía, familia, progenie), y los que la componen AHL-ES-SELSELAT; «la gente [la tribu] de la Cadena». Ahora bien; en tanto se reduce a esto la dicha cadena, no tiene para nosotros gran interés porque no causa más que una costumbre semejante a la seguida por nosotros los latinos durante toda la época cristiana, cuando no se daba un paso de importancia en materia religiosa o se sentaba alguna nueva conclusión sin recurrir (y ojala se hubiera recurrido siempre) a la conformidad de la nueva doctrina con la de los Apóstoles, Padres de Iglesia, etc., etc., lo que entre nosotros degeneró en la indigesta costumbre de llenar la márgenes de todos nuestros escritos en citas más o menos oportunas de los SS.PP. 1
y Marut no son sino los MARUTS «los más antiguos, así como los más incomprensibles de todos los Dioses secundarios del Rig-véda», según la expresiva frase del maestro H.P. Blavatsky. Estas legiones de R'uts, que se suele decir llegan a 356 unas veces y a 4.000 otras, convienen con las de los Maruts de las leyendas hindas. En el Rig-véda, v.g., los Martus son hijos de Rudra y de Diri; ésta deseó tener un hijo que destruyese a Indra, y Kacyapa el Sabio le dijo que había de llevarlo en el seno «con pensamientos puros y obras puras durante cien años». Indra hizo fracasar el designio dividiendo el embrión con su tonante rayo en siete partes, y cada una de éstas en otras siete... Más tarde, en los Puránas, se hace ascender la progenie de Rudra o sea los Martus a «un número infinito de seres iguales en persona a su padre». Pero no son decisivas estas semejanzas. Las leyendas Talmúdicas cuentan sobre los Harut y Marut árabes lo siguiente: Los Seres Celestes deploraban en presencia de Dios la maldad de las razas, no obstante el envío reiterado de profetas, por lo cual Dios les mandó que escogieran dos de entre ellos para juzgar a los hombres, y Harut y Marut fueron los elegidos. Su rectitud fue intachable en un principio. Pero sucedió que, presentándoseles una mujer de extraordinaria belleza, llamada Zohra, a invocar la autoridad de ellos en contra de los derechos de su marido, e7/os quisieron poseerla, pero la beldad desapareció de pronto, y cuando Harut y Marut volvieron al cielo, no pudieron entrar ya en él. Después, por la intervención de un bienaventurado, les permitió Dios que escogieran entre las penas del mundo y las del infierno, y ellos escogieron las mundanales y permanecen en Babilonia suspendidos entre el cielo y la tierra. Comparemos esto con lo dicho por H.P. Blavatsky en el capítulo Los misterios de la hebdómada (letra D), o sea que los Maruts representan, entre otras cosas, «las pasiones tempestuosas desencadenadas en el pecho de cada candidato cuando se prepara para la vida ascética», y además, «las potencias ocultas, escondidas en los múltiples aspectos de los principios inferiores del Akaca —representando su cuerpo, o Sthüla— caríra, la atmósfera inferior terrestre de cada Globo habitado» o también «seres de naturaleza cósmica y física», 216
y nos explicaremos lo que simboliza la extraña caída de los dos jueces árabes y la frase esíar suspendidos entre el cielo y la tierra. Y por si esto no fuera decisivo, leyendo el Koran se encuentra la siguiente referencia que puede decirse concluyeme por lo bien que concuerda con las leyendas hindas y las frases anteriores. Dice así: «Ellos (los infieles) siguen lo que los demonios habían imaginado sobre el poder de Salomón2. Ellos enseñan a los hombres la magia y la ciencia bajada de lo alto a los dos ángeles de Babel Harut y Marut; pero éstos no instruían a nadie en su arte sin decir: «Nosotros somos la tentación, ten cuidado no te conviertas en un infiel». Los hombres aprendían de ellos los medios de sembrar la desunión entre marido y mujer; mas los ángeles no hacían mal...; no obstante, los hombres aprendían lo que les era dañoso...» etc. (KORAN. Surat II, 96) Tan interesante como el de los R'uts es el estudio de la no menos extendida entidad QOTB. Su concepto está más definido que el de aquéllos. Dice Rinn que es el santo por excelencia, el que ocupa la cúspide del eje alrededor del cual el género humano, con todos sus seres, sus grandezas, sus virtudes, sus ciencias, sus vicios y sus pequeneces, cumple su eterna e inmutable revolución, siendo a la vez el hombre más considerable de su época. Pero luego añade que los árabes precisan el significado de QOTB diciendo que es «EL POLO DE LA ÉPOCA« y que aumentan la fuerza de la expresión designándole por antonomasia el «POLO DE LOS POLOS», lo cual, lejos de aclarar el concepto, lo modifica por completo. Si examinásemos la palabra Qotb sin recurrir a otros eslabones de la Gran Tradición Universal, no podríamos entender esta dualidad de conceptos que ya nos la presenta como el Polo Norte y la Polar (esto es lo que da el Diccionario), ya como creación mítico-religiosa. Ni tampoco po2
Los demonios introdujeron, según los comentarios arábigos, bajo el trono de Salomón libros de magia, y a su muerte corrieron la voz de que los que obtuvieran de aquellos libros, adquirirían poderes como los del Rey Salomón. Esto es, invitaban a la magia inferior... 217
dríamos entender esa alusión a un tercer polo, ni esa especie de mutabilidad que acusa lo de «polo de la época». Todo esto, sin embargo, nos prueba una vez más el origen común de estas creaciones que estamos reseñando, toda vez que encontramos en el Oriente arcaico y ocultista como idea común, la de la variabilidad de situación de los Polos. Esta idea que hoy comienza a ser admitida en la alta y recientísima astronomía, era del dominio de la arcaica ciencia oriental. Se puede deducir de un modo perfectamente científico que los polos han sido alterados en su situación TRES VECES, a partir del establecimiento regular de los cálculos zodiacales en Egipto hasta nuestro días. (Y remitimos al lector a la obra de Mackey, Sphinxiad o Astronomía Mitológica, etc., o a la Doctrina Secreta, tomo II. 327, 394) De aquí las alusiones a diversos Polos. Pero aún hay más; se admiten Polos no-físicos de los que luego hablaremos, y sobre todos ellos el Svar-loka u Olimpo hindo. Y a la vez se citan Espíritus Planetarios que ellos simbolizaban bajo la forma de círculos invisibles, los cuales Espíritus venían a ser las causas prototípicas, el alma de los orbes celestes, y los orbes, por tanto, sus cuerpos visibles. Flammarión se ha encargado de popularizar hoy estas o parecidas ideas. Pero continuando, diremos que la Tierra, como los demás planetas, era para los hindos la «vestidura física» del correspondiente espíritu planetario. ¡He aquí una idea gemela del Qotb árabe, el cual puede ser muy bien el Espíritu planetario de la Tierra alrededor del cual gira ésta, y, como es natural, con todos sus vicios y bondades...! Y para que la semejanza sea más completa, diremos que los planetas (Soles en un principio según las creencias arcaicas orientales) eran denominados en el singular y alegórico lenguaje de la India con el extraño epíteto de «caracoles Celestes», a causa de que su Inteligencia, informe con relación a nosotros, caminaba con ellos en su eterno curso como el caracol cubierto por su caparazón... Y como comparaban a los planetas con los seres vivientes, con el hombre, al cual clasificaban en varios aspectos o principios, también los planetas eran asimismo clasificados, y el Polo Norte correspondió en las divisiones hindas al principio, plano o aspecto séptimo, o sea el más elevado, el Atmá de la metafísica buddhista. El hermoso poema el Sürya Qídhanta nos aclara la semejanza de las tradiciones presentándonos al Polo psico-físico como «eje», pues allí se dice (cap. V, 5) que el Olimpo 218
«atraviesa el globo terrestre rebasando por ambos lados», o sea por ambos polos, en el superior de los cuales están colocados los dioses, y en el inferior los Demonios. De este modo especial de concebir el Polo, sin deslindar los límites de lo físico ni de lo alegórico, nacieron, a no dudarlo, las diversas creencias aún hoy practicadas en la India. El Vicnu Purána (II, 306. Wilson) nos dice que la vista de Dhruva (que como el Qotb árabe significa a la vez que la estrella polar, su personificación divina y metafísica) y la de Qicumára (la constelación, el Delfín) «hace expiar cualquier pecado que se haya cometido durante el día.» En el orden en que venimos estudiando las semajanzas entre la tradición arábiga y la hinda arcaica, aparece a continuación de la Polar físico-metafísica, o sea el Qotb, las no menos importantes creaciones mítico-religiosas a que los tratadistas denominan los Cuatro «ministros» o AUTÁD (Rinn). Esta palabra tiene, como es de suponer, una significación más importante que la de «piadosos» y «clavijas» que nos ofrece el diccionario. Los árabes dan comúnmente este nombre en prueba de respeto a los principales personajes de una comarca; pero en el lenguaje filosófico sólo se aplica a los pensadores que llegaron al mayor grado de perfección en el conocimiento de las cosas divinas. Y es de observar que los musulmanes tan amigos comúnmente de multiplicar el número de estas entidades, advierten «que jamás en el Islam hay en una época más que cuafro Autád, los cuales están colocados en las regiones que ocupan los cuatro puntos cardinales con relación a la Meca». Esto se relaciona a simple vista con lo que pudiera denominarse el culto a estos focos de fuerzas de nuestro planeta, de cuyo culto no nos costaría trabajo encontrar vestigios a través de todas las religiones. El Tabernáculo cuadrado erigido en el desierto, la situación de los altares, la posición que como precepto religioso observan aún ciertos pueblos para dormir, y otros muchos mitos y costumbres de esta índole, no obedecen sino a una especie de supervivencia de tal culto. En los templos egipcios, una gran cortina de cuatro colores encerraba el tabernáculo. Es popular la perfecta orientación de la gran Pirámide con relación a los cuatro puntos cardinales (dato éste de gran importancia para nosotros desde que Pyazzi Smyth demostró que dicha Pirámide fue un monumento astronómico y no funerario), y los datos podían multiplicarse. 219
Ahora bien: cualquiera que haya ojeado la Doctrina Secreta recordará los brillantes y eruditos párrafos en los cuales H.P. Blavatsky, al tratar de los cuatro Mahárájahs, se extiende sobre este culto de que venimos hablando. Y si nosotros presuponemos que los cuatro Autád arábigos no son sino el nombre semítico de los cuatro Mahárájahs de la India, nos explicaremos el respeto profundo que estos símbolos inspiran al filósofo musulmán, teniendo en cuenta lo que representan. Permítasenos recordar que toda la stanza V de la D.S. versa sobre este punto. Los Cuatro Santos o Regentes que allí gobiernan las Fuerzas Cósmicas, fueron el molde donde se vaciaron los Autád arábigos; los unos como los otros son: «.. .los protectores de la humanidad, así como los agentes de Karma en la Tierra...; son las cuatro criaturas vivientes «que se parecen a un hombre» de la visión de Ezequiel, y son llamados por los traductores de la Biblia «Cherubim», «Seraphim», etc., y por los ocultistas «Globos Alados», «Ruedas Flamígeras», y por diferentes nombres en el Panteón indo, todos estos Gandharvas, los «Melodiosos Cantores», los Asuras, Kumáras y Nagas, son las descripciones alegóricas de los Cuatro Mahárájahs»3. Y teniendo Autád y Mahárájahs común origen y común significación, hubieron de representar un mismo papel en las respectivas religiones. Así, pues, se suele decir en la India que los Kumáras —y ya hemos visto la identidad de éstos y los «Grandes Regentes»— fueron engendrados por Civa, el Maháyogi, el gran protector de los yoguis y místicos de la India y son su poderoso auxilio, como así mismo sucede entre los árabes con los cuatro «Piadosos». Lo que pudiéramos denominar el cuarto orden de estas entidades de la mitología mística de los árabes, es la de los Khiar o sea los Elegidos. Limitándonos a repetir lo que de ellos refiere Rinn, diremos que son siete a manera de seres inconscientes de su superioridad, que viajan constantemente para difundir la luz del Islam, no siendo reconocidos más que por los R'uts. Sobre este punto hemos 3 Consultad sobre esto, además de la stanza citada, la Sección XIV, parte II, volumen I de la Doctrina Secreta.
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de decir, que encontrándose citados muchos seres similares a éstos en los libros de literatura hinda, no recordamos, sin embargo, ningún nombre especial de ellos. Además de que no debe perderse de vista la confusión que sobre este punto existe en la nomenclatura, de Prajapatis, Manus, etc., no tratándose a veces sino de aspectos distintos de una misma concepción. En el caso presente el hecho de que los Khiar no sean reconocidos más que por los R'uts, hace pensar, sin embargo, que se trata de seres diferentes, los aunos ya conocidos y los otros recordando a nuestros Apóstoles, con la salvedad de que éstos se reconocían a sí mismos como tales. Pero entre los que reina mayor confusión es entre los grupos de Nedjib (distinguidos, excelentes), por lo indeterminado de su carácter, y los Nequib o jefes de «santos», que como los ya citados Khiar, sólo son conocidos de sus superiores. Más determinado e interesante desde nuestro punto de vista es el estudio de la que pudiérase llamar jerarquía de los ABDAL o sea los Cambiantes. Los expositores dicen son éstos en número de 70, ó 40, ó 7; y que se les llama de este modo, porque en su humanitario trabajo invisible «si uno desaparece, es instantáneamente reemplazado por otro», y añaden que «por causa de ellos Dios arroja una mirada favorable sobre la tierra». Todo esto, siendo al parecer tan original como enigmático, guarda, sin embargo, cierta analogía con algunas frases del Váyu purána, en el cual se dice, refiriéndose a los Maruts: «Que en cada Manvantara, nacen siete veces siete o 49; que en cada manvantara cuatro veces siete o 28, obtienen la emancipación, PERO QUE SUS SITIOS SON OCUPADOS POR PERSONAS QUE NACEN CON ESTE CARÁCTER». Frase esta que, o padecemos gran error o tiene su explicación —y me refiero lo mismo a la árabe que a la hinda— en lo que dice H.P.B. en la Sección XI, parte II del vol. II, sobre las mónadas que pudiendo obtener la liberación final, renuncian a ella por amor a la humanidad, que de otro modo, y sin esta ayuda extraordinaria, lucharía en vano entre las redes de la ignorancia y de la desgracia; de aquí que dichas mónadas reencarnen una y otra vez «ocupando así sus propios sitios». 221
He aquí, pues, como muchas de las concepciones arcaicas de la India tuvieron su eco, si bien algo débil, entre los pensadores del desierto, y cómo puede explicarse que sus al parecer inofensivas denominaciones, ocultando ideas muy transcendentes, hayan servido de base a estudios interesantísimos por parte de sus místicos. En el próximo número veremos la indiscutible analogía que existe entre los procedimientos y prácticas de éstos y las de sus hermanos los hindos. DR. VIRIATO DÍAZ PÉREZ
PROCESOS SEGUIDOS POR LA INQUISICIÓN DE VALENCIA CONTRA DOS HECHICERAS EN 1583 Y 1653
Como más conveniente a nuestro fin, comenzaremos por el proceso contra Esperanza Badia, aunque sea posterior al de la morisca Herrera, de que luego hablaremos. Fue dicha Esperanza mujer de clase pobre, que vivía en 1653 en Valencia dedicada al servicio y otros trabajos humildes. Por lo que pueda valer el dato, diremos que era un tipo agitanado: alta y delgada de cuerpo, muy morena de rostro, algo chata y de grandes y abultados ojos. Sin que se sepa por dónde ni en qué época se inició su afición a la hechicería, el hecho es que a tal grado llegó su mala fama, que en 1653 se hallaba en los calabozos inquisitoriales pendiente de proceso. He aquí algunos de los hechos y de las acusaciones que motivaron su prisión y condena, entresacadas del fárrago declaratorio. En primer lugar se dijo que había sido vista por los terrados de su casa en las horas de gran calor hablar con los rayos del Sol y decir: Sol salido, salido que del Padre Eterno fuiste y en él engendrado, haz que así como me matan tus rayos, se coloquen en el corazón de mi amante, para que muera de amor por mí.
SOPHIA, ANO 1901
En otras ocasiones fue vista por los mismos terrados hablando de noche con la luna y decir siete u ocho veces seguidas1:
(DATOS PARA EL FOLK-LORE DEL HECHIZO)
Luna hermosa, luna bella, luna hechicera si tan bella a mí me pareces haz que yo lo sea, de igual manera al galán a quien adoro.
Los documentos originales de estos procesos se conservan en Alcalá de Henares (Sección histórica. Archivo general central. Inquisición de Valencia. Legajo 23), y vieron antes de ahora la luz pública merced al Sr. Casany que los incluyó en una colección de causas célebres. Si el lector nos sigue en esta breve noticia, podrá deducir de los datos por ella aportados, lo general que fue en España durante los siglos XVI y XVII el uso de procedimientos sortilegiacos, de maleficios y hechicería, lo variado de sus prácticas, lo extendida que se hallaba la fe en ellas por todas las clases, y por último, los procedimientos empleados por los tribunales de la Inquisición, contra todo lo relacionado con tales asuntos. 222
No satisfecha sin duda con el resultado de estas peticiones, había recurrido a procedimientos más enérgicos. Uno de ellos fue hacer comer a su amante, sin que él lo supiera, una mezcla entre cuyos 1
En las declaraciones, estos ensalmos y los sucesivos no aparecen divididos a modo de verso, sino seguidamente; pero como se puede suponer que en alguna época tuvieron carácter rimado en la forma usada en estos casos, o sea la letanía, he creído oportuno separarles allí donde me ha parecido encontrar restos deformados del primitivo ritmo. 223
componentes los había de tal naturaleza, que no nos parece procedente ni aun su cita. Enseñaba además la siguiente recitación: Ara, Ara, en la mar fuiste hallada en la tierra consagrada; así como el sacerdote no puede decir misa sin ti así no pueda estar N... sin mí. Y no pasaremos por alto un dato muy curioso aportado por una señora apellidada Llazero, en cuya casa estuvo sirviendo la Badia. Dicha señora hallábase triste a causa de ciertos desdenes y desvíos amorosos, los cuales le prometió la acusada concluirán si hacía lo que ella le dijese. Había que comprar vino, aguardiente y alumbre; darle a ella dineros en número de tres, cuyos dineros, así como los de la compra, habían de provenir de manos de hombre; no hablar con nadie mientras hiciere la compra, ni en el camino, y que al ir fuese diciendo estas palabras: No voy a comprar aguardiente, ni alumbre, ni azufre, sino las entrañas y el corazón deN... Hizo la Sra. Llazero todo esto y le entregó las substancias dichas. Entonces la Badia las arrojó en el fuego donde empezaron a arder con llama azulada. Después formó con ellas unas ampolletas, de las cuales una se le reventó, por lo que dijo que era mala señal; las otras le salieron bien. Estas ampolletas las apagaba y las encendía hasta tres veces, durante cuya operación recitaba oraciones en las cuales mentaba al Diablo Cojuelo... También la enseñó las siguientes oraciones: (a) Una mañana negra me levanté con hombres negros me encontré, con sombras negras y con lenguas negras les hablé. (b) San Silvestre de Montemar saliste Papa y fuiste cardenal: tú uniste la leona y el león y la dragona y el dragón. 224
Mientras recitaba esto hacía un determinado número de nudos en una cinta. Según dice la declarante el ensalmo no surtió efecto. Otros testigos declararon que habían visto hacer a la Badia varios conjuros, valiéndose de un rosario unas veces, de una cuerda de ahorcado otras; llenando una naranja de agujas sin ojo y clavando en ella tres clavos; clavando alfileres en un corazón de carnero y después atándole y enterrándole, etc. De estas cosas unas surtían efecto y otras no. La testigo Juana de la Paz declaró que la Badia le dijera que esta oración había de ser recitada a las once de la noche junto a una ventana, después de rezar treinta Padres nuestros y treinta Ave marías: Anima sola, yo os ofrezco esto (las oraciones) para que me traigáis buenas nuevas de mi amante. Si después de dicho esto se oía caer agua o abrirse una puerta era buena señal. La testigo Clara Gómez dijo que Esperanza Badia le enseñó un conjuro que se hacía midiendo el pie, luego la pierna, etc. Dicha operación se había de verificar en el terrado, al toque del Ave María, con una cinta roja, y diciendo al hacer las medidas; Pie uno, gasula dos, simo tres, natura cuatro, y en cada una de estas partes, pie, pierna, etcétera, había de hacerse un nudo. Hechos los nudos se ataba la cinta a la pierna fuertemente, diciendo: la ato como ataría el sueño de X*** hasta hacer que no pensara más que en mí. Y por no cansar al lector, que puede haberse formado idea de la clase de hechicería de la procesada de 1653, no citaremos otros muchos ejemplos. Este detalle curioso en el proceso de la Badia, que constituyendo el uso de sus prácticas un delito tan grave, que podía haberla conducido a la hoguera, escapase, no obstante, casi milagrosamente de ésta y del poder de la Inquisición, sin ser condenada (gracias — sic— á la benignidad (!) y moderación (!) del Santo tribunal) a más cosas que: (a) A ser expuesta penitente en público Auto de fe, con traje de hechicera y serle allí leída su sentencia. (b) A que abjurara de 7evi2. 2
La abjuración a que obligaba el Santo Oficio podía ser de levi, de vehementi y en forma, según la importancia del delito. Excusado es decir que 225
(c) A que le fueran dados cien azotes por las calles públicas y acostumbradas de la ciudad; y (d) A salir del radio de la Inquisición valenciana por espacio de cinco años y asimismo del de la Corte. Si bien la Inquisición clasificó los hechos imputados a Esperanza Badia con una porción de calificativos, tales como irreverencia ante cosas sagradas, sacrilegio, abuso irreligioso del Santo nombre del Papa, superstición y maleficio amatorio, etc., no hubo, como el lector habrá visto, sino una sola falta con apariencias varias, que fue la de facilitar medios supersticiosos y facilitárselos ella misma para ser amada por los hombres; es decir, algo a modo de sortilegio erótico. Dominada por aquella idea recorrió todas las combinaciones del maleficio, cayendo alguna vez, aunque rara, en el evocacial y adivinatorio, pero siempre con el mismo fin citado. No había sido tan afortunada la morisca Gracia Herrera en 1533 como luego lo fuera la Badia. Esta desgraciada cayó en la categoría de las innumerables víctimas torturadas por el célebre tribunal. Gracia Herrera contaba ya cincuenta años cuando fue presa en 1583. Descendía de moros, aunque ella no lo era, pues había nacido y sido bautizada en Rivas (Aragón). En realidad no fue hechidera, aunque el tribunal se obstinó en probarlo, sino una simple curandera. Todo su delito fue habérsele encontrado unos libritos con caracteres arábigos y signos a modo de triángulos. Sin embargo se le aplicó el tormento, sin que por él se sacase en limpio otra cosa que lo que tal fórmula no tenía valor real alguno, toda vez que se obligaba a ella al reo; pero si no tenía valor en sí, lo tenía por sus efectos mortales, pues los términos de estas retractaciones estaban redactados de la manera más depresiva y más humillante para el reo. Sobre estas materias véanse las obras de Llórente (último gran secretario de la Inquisición en España) y sobre todo su Memoria, leída en la Academia de la Historia en 1811, es decir, tres años después de suprimido el tribunal del Santo Oficio en España; el documentado y detallado opúsculo de S.O. (Olave) Horrores de ¡a intolerancia religiosa en España, 1875; el opúsculo sobre un caso de seudodemonismo Con el Rey y La Inquisición... chiten, de N. Díaz Pérez, o la obrita Los tiempos que pasaron, del mismo, etc. etc. 226
había dicho antes de él, a saber: que los libritos los llevaba puestos sobre los ríñones para curarse de una enfermedad (gota coral) que padecía hacía muchos años, y que no sabía lo que ponía en ellos, pero que un moro se los había recomendado mucho. Los libritos (que no eran sino amuletos de esos que aún hoy hacen tanto uso los árabes) contenían, como luego se vio, algunos ensalmos y recetas, seguidos de frases entresacadas del Coran, y gran cantidad de signos de esos tan venerados por los árabes, a los que suele llamarse clavícula salomonis. En cuanto a su hechicería, toda ella se redujo a varias drogas que había preparado, como agua de romero para el estómago, o agua de Escabiosa para el dolor de cabeza, o de hinojos para la vista, etc. Véase ahora, para terminar, un documento que prueba cómo no siempre los reos salían de los calabozos del Santo Oficio como saliera Esperanza Badia. Dicho documento es la certificación del médico que asistió a la infeliz Herrera, y dice así a la letra: «En Valencia, a veinte días de Junio de mil quinientos y ochenta y cuatro, estando en la Audiencia de la tarde los Sres. Inquisidores doctor Pedro de Carate, el licenciado Juan de Llano y Valdós y por su mandado vino a ella el maestro Juan Conca, cirujano, el cual, bajo juramento, prometió decir verdad, y declara que él ha visto una mujer que se llama Gracia Herrera, la cual ha sido atormentada y lastimada con la rotura de las canillas del brazo izquierdo que son el radio y la fíbula y muchos huesos desmenuzados, lo cual necesita cuarenta días de cura, según entiende su arte; lo firmó de su nombre Baltasar Conza. Pasó ante mí: Francisco Gutiérrez, Escribano». Curada de sus lesiones, aún hubo de sufrir cien azotes, una abjuración de vehementi y una reclusión de dos años, según reza otro documento que tengo a la vista, que está encabezado del modo que sigue: «En la santa Inquisición de Valencia a veinte y dos días... etc., etc., etc.» VIRIATO DÍAZ-PÉREZ Madrid, Febrero 1901 227
EL TEOSOFISMO DEL POETA PORTUGUÉS ANTHERO DE QUENTAL SOPHIA, AÑO 1901
(BOCETO) A Carlos de Mesquita, autor de Un romanticista inédito Comprendo que es difícil hablar de un poeta de la talla de Anthero de Quental, y más difícil aún hacer brillar una nueva faceta o indicar en él un nuevo matiz, y sin embargo, lo intento... ¿Razón de ello? Que es labor necesaria; que aunque nuestra crítica no la haga, debe hacerse sin embargo. Si no por los maestros, por los discípulos o por quienes puedan. Es un hecho ciertísimo que hay poetas cuya misma transcendencia es un obstáculo para su popularidad. Quental fue uno de ellos. Semejante en esto a Hugo —como son semejantes entre sí las águilas— unió a su particularidad de escribir muy hondo y muy sincero para una humanidad muy superficial y llena de convencionalismos, los rencores y envidias que siempre despiertan los grandes. Se refiere que cuando murió Víctor Hugo, un crítico de La Croix dijo: «El Sr. Hugo dejó de existir a la una y treinta y cinco minutos. Estaba loco desde hacía treinta años...» También Anthero tuvo su crítico de la Croix, un versificador envidioso —literato que no queremos citar— que procuró arrojar todo el fango posible sobre el nombre del poeta. Ved en cambio lo que dijo el gran crítico Sr. Oliveira Martins, 228
en el hermoso estudio crítico que sirve de prólogo a los sonetos del poeta: «Este hombre fundamentalmente bueno, si hubiese vivido en el siglo VI o en el siglo XIII, hubiera sido uno de los compañeros de San Benito o de San Francisco de Asís. En el siglo XIX fue un excéntrico, pero con esa especie de excentricidad que es indispensable, porque en todos tiempos fueron indispensables los herejes, los que hoy se llaman disidentes». Su gran delito, el delito que no se le perdonó, fue el haber contemplado con indiferencia no pocas cosas que generalmente aparecen rodeadas de más importancia de la que realmente tienen. Esa virtud especial, que consiste en examinar las cosas y los conceptos tal como son y no como aparecen, se tomó como un insulto al régimen de convencionalismos en que vivía. Nada es comparable al valor que generalmente se concede a esos fantásticos castillos inexpugnables que perduran merced a la rutina y en los que no hay sino conceptos huecos. Su especial pesimismo, por otra parte, fue y sigue siendo causa de severas críticas. Hemos oído a críticos competentísimos calificar a Quental de «poeta que no supo cantar otra cosa que la muerte», sin tener en cuenta por lo visto sus sonetos a La Idea, los sentidísimos a la desconocida beldad que ocultaron las iniciales M.C., las Primaveras románticas, el Amor vivo, Lux y tantas otras composiciones inimitables, en las que respira la tranquilidad de espíritu, el entusiasmo y la vida. Aparte de que lo digno de admiración en Quental es, ante todo, su intensidad pocas veces superada, su convencimiento y la cantidad de emoción que supo encerrar en sus estrofas. Si una vida risueña hubiera rodeado al malogrado poeta, si una sociedad apta para recibir sus cantos le hubiese escuchado, si el infortunio no le hubiese perseguido, claro que entre sus versos no figurarían Os captivos, ni el Hymno da manha, y otros; pero ¡quién sabe si tampoco Anthero de Quental hubiera salido de esa obscura medianía en que tantos otros quedaron! Sirvan también estas advertencias para disculpar el último acto de su vida, el momento aquel de dolorosa ofuscación que le condujo, por encima de sus deberes de luchador, a romper de un modo violento con los lazos que le retenían aún entre los vivientes. No debe vacilase en decir, al tratar de Quental, que fue uno de 229
esos cerebros poderosos en los que a las ideas acompaña una poderosa intuición; uno de esos cerebros en cuyo misterioso laboratorio, las extrañas funciones del pensar se confunden con las mágicas del crear... en los que la representación de una idea no se da, no puede darse, sin el forzoso cortejo de su imagen, y que están como en contraposición de esos otros que ante la presencia de una idea no perciben sino lo típico y genuinamente abstracto de ella. De aquí su concepto de la multiplicidad de las cosas como Formas de una realidad única; de aquí sus Esencias, que evolucionando incesantemente desde lo que se llama vida y que no es para el poeta sino un a modo de Destierro en medio del Dolor y de la Ilusión, caminan hacia el Seno Inalterable de la paz...; y de esa naturalidad y esa vida que tienen a veces sus ideas por metafísicas que sean y que las hacen aparecer como algo objetivo y familiar que ya nos era conocido. El soneto Metempsychose y los titulados Mors-Amor, Consulta y otros, son un ejemplo de ésto. Anthero conoció las dulzuras del ensimismamiento... Encontró maravillosas enseñanzas en la abstracción. De un período de su vida, en el que hubo de pasar por las pruebas del dolor y la descreencia más angustiosas, época en que era «nihilista como filósofo, anarquista como político, y todo lo que fuese negativo, radical y exagerado», pasó a otro sosegado y contemplativo, en el que vivió como si hubiera nacido a nueva existencia. Cuando llegaron a sus oídos los primeros ecos de las ideas buddhistas, una verdadera revolución operóse en su espíritu. Tales ideas, que influyeron no poco en sus producciones, aunque no comprendidas en toda su extensión —basta recordar el violento fin del poeta— sirvieron, sin embargo, para calmar su agudo estado primitivo de protesta. Al desaliento abrumador sucedió la tranquilidad, casi la indiferencia. Entonces fue cuando resolvió destruir sus antiguas composiciones; «aquellas poesías eran fruto de un estado de ánimo desolador y no podrían consolar a nadie». Cuando la paz extendía sus alas sobre el poeta, sentía necesidad de comunicarla, de exteriorizarla. Mas ¿qué paz era ésta que había penetrado en él? Oliveira Martins explicó en qué consistía: «Era el Nirwana». «Para que nada faltara a este místico, anacrónicamente perdido en la confusión de un siglo activo hasta la demencia, tuvo también una fe ardiente: una fe buddhista...» 230
Pero no fue únicamente «el Nirwana» lo que modificó al autor de las Odas modernas; fueron sus dotes de pensador, de teósofo. Fue su teosofimo lo que le llevó a las más transcendentales conclusiones. Para él, como para Campanella, Silesius y Novalis, poetas los tres y los tres teósofos, el mundo adquirió un aspecto que le había sido desconocido en otro tiempo. No era ya la Naturaleza el irritante conjunto de causas ciegas o movidas por una mano cruel... Era la variedad de las prístinas Esencias evolucionando... Y era la Forma, momento y cristalización de estas Esencias en su ascensión evolutiva hacia lo Infinito... Y los lamentos y la protesta universal y el grito lanzado «por las cosas», inconsciente o tal vez consciente anhelo de éstas por caminar «hacia otro fin ya presentido» y de sumergirse en el tranquilo Océano sin límites de la Libertad, de la Liberación. Y he aquí de qué modo el poeta, abrumado por la inesperanza y el desaliento, terminó por cantar la esperanza en el reposo Absoluto. De qué modo, con el autor de «Los rayos y las sombras» y con Poe, el artista que supo encerrar en la rima las vibraciones metálicas (en The Bells) y los latidos de las cosas intangibles (The conqueror Worm o The Raven) y con Hoffmann y con Nerval, y con J. A. Silva, formó esa corona de poetas digna de la corte de un Vikramaditjia aún no nacido... He aquí algunas de las composiciones del intuitivo autor de las Odas modernas, si bien desprovistas en gran parte de su belleza rítmica, que no hemos podido conservar al verterlas en nuestra prosa: AD AMICOS. «En vano luchamos. Como bruma pálida nos envuelve la tristeza de las cosas. En tanto crea, en tanto se agita nuestra alma, se embaraza en sus propias redes. El pensamiento que traza mil planes es vapor que se disuelve y desvanece, y la ambiciosa voluntad despedázase como la oda entre las rocas. Hijos de amor, nuestra alma es como un himno a la luz, a la libertad, al bien fecundo... Una plegaria, el clamor de un presentir divino. 231
Mas nuestras voces resuenan en un solitario desierto, hondo y árido, y el Destino vaga mudo e impasible sobre el mundo».
¡Y así es como rujo ahora entre leones!» EVOLUCIÓN
CONTEMPLACIÓN «Fui roca en un tiempo y fui rama allá en desconocida floresta del mundo arcaico... y fui espumosa onda mil veces rota contra la arista del granito... el enemigo antiquísimo. Fiera tal vez, rugí buscando abrigo en las cavernas obscurecidas por las brozas y la ginesta, o tal vez monstruo primitivo, entresaqué mi testa por entre el limoso e impuro pantano... Hoy soy hombre y en la gigantesca sombra veo, allí, a mis pies, la escala multiforme que desciende en espirales en la inmensidad... Interrogo a lo infinito y lloro a veces... Mas extendiendo hacia el vacío las manos, adoro y aspiro únicamente a la Liberación».
«Sueño con los ojos abiertos... caminando, no entre las apariencias y las formas, sino vagando por entre ideas y espíritus y contemplando la inmóvil faz de las esencias... ¿Qué es el mundo ante mí? Humo que ondea... visiones sin ser, fragmentos de existencias... una bruma de impotencias y de engaños rastreando sobre el insondable vacío... Y de esta bruma y de esta sombra universal sólo me llega un murmullo. .. un murmullo de ayes... Es la queja, es el gemido profundísimo de las cosas que ansian ciegamente allá en el dolor de su noche, otra luz... otro fin ya presentido...»
VIRIATO DÍAZ-PÉREZ Madrid, Abril 1901
NIRVANA «Más allá del Universo luminoso... lleno de formas y de rumores, lleno de fuerzas, de deseos y de vida, ábrese a la manera de un tenebroso vacío... La onda de este tumultuoso mar viene a expirar en aquel sitio amortiguada... El ser... inerte... ocioso... termina allí en inmovilidad infinita... Y cuando el absorto pensamiento intenta salir de ese mundo muerto y vuelve a contemplar las cosas naturales, a la hermosa luz de la vida amplia e infinita, sólo ve con tedio, en todo cuanto queda, la ilusión y el universal vacío...»
CON MOTIVO DE LA MUERTE DE D. LEOPOLDO ALAS1 SOPHIA, AÑO 1901 La Literatura ocultista. — El asunto Sánchez Calvo — Una carta INÉDITA del Sr. Alas sobre el particular — La herencia intelectual de Sánchez Calvo
EN EL CIRCO
(Carta abierta al Excmo. Sr. D. Juan Valera)
«Todo era allí suave y aéreo... Una existencia lúcida amanecía... y yo... tenue como la luz... Pero un día arrebatóme el viento y caí... caí rodando... Caí y hálleme de repente envuelto en lucha bestial en la dura arena, donde un desencadenado furor estallaba... Un monstruo entonces sentí nacer en mí mismo y hálleme de improviso convertido en fiera... 232
Desde hace algún tiempo, distinguido señor, desde que recibiera del ilustre crítico, hoy por desgracia fallecido, la carta que más ade1 Del num. 21 del popular semanario Gente Vieja tomamos la presente Carta abierta, que allí apareció acompañada de una en extremo laudatoria nota sobre su autor.
IL
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lante conocerá, había concebido la idea de dirigirme a usted, deseoso de conocer ciertos datos que seguramente posee, relacionados con la vida, escritos y personalidad dentro de nuestra ciencia y de nuestra filosofía, del casi olvidado escritor español Estanislao Sánchez Calvo. Mucho hube de dudar antes de decidirme a molestar a usted; pero circunstancias varias me obligaron a ello. No hubiera hecho de otro modo todo lo que debía por sacar del olvido en que yace el autor de Los nombres de los Dioses y de la Filosofía de lo maravilloso positivo, esas dos incomparables obras, únicas en su género en España y fuera de España, esos dos monumentos de la filología y de la filosofía más transcendentales... Concebí la idea de solicitar de usted los citados datos, y aun algo más, por varias razones. La primera, la de que usted había prometido hablar de Lo maravilloso positivo, lo cual ya indicaba le había interesado tan excepcional producción. Y, ¿cómo no, cuando siempre en sus trabajos encontraron natural cabida y sabio análisis todos los asuntos de interés, y especialmente los relacionados con el alto movimiento filosófico contemporáneo? ¿Cómo dudar que, a muy poco que por mi parte hiciera por recordar a usted todo cuanto podía deberle la memoria del olvidado pensador, usted había de volver a sus primeros espontáneos entusiasmos? Sería desconocer su tradición literaria. Sería desconocer, por ejemplo, que cuando apenas se tenía noticia en España del hoy universal movimiento teosófico, ya escribía usted aquella su interesante carta a Menéndez Pelayo sobre el Buddhismo Esotérico. Sería desconocer que usted fue el primero de nuestros escritores contemporáneos que por encima de rutinas y prejuicios introdujo en su léxico los términos ocultismo y teosofía, y aun se valió de argumentos ocultistas (y perdóneseme la expresión) para sus propias obras, como Poe, Lord Lytton y otros ilustres escritores extranjeros. Sería olvidar que la primera vez que encontré citada en nuestra literatura la original She, de Rider Haggard (que con Crawford, Cutchliffe Hyne, la Mabel Collins y otros escritores, forma lo que pudiera denominarse escuela ocultista en la novela inglesa), fue leyéndole a usted. Sería negar, en suma, que siempre su actividad literaria y su inimitable ingenio estuvieron al servicio de todas las elevadas ideas que atravesaron por nuestro campo intelectual. Tenían, pues, razón de ser mis deseos de escribirle, tratándose de orientar al público sobre el autor de una Filosofía de
lo maravilloso positivo, tan relacionada con todas aquellas cosas de las cuales usted nos diera las primeras noticias. Mis deseos se tornaron en algo como deber desde el momento en que dejó de existir el ilustre crítico Sr. Alas, amigo íntimo y confidente del filósofo, y uno menos ya de los dos escritores que pudieran hablar de Sánchez Calvo. Usted, Sr. Valera, que es el otro, no puede hoy eludirse. Es hoy quien posee más datos de carácter intelectual sobre el autor de Los nombres de los Dioses, y quien está obligado a sacar del olvido sus obras... La osadía que me alentó para escribirle (y alentóme asimismo para hacerlo de este modo descarado y público), tuvo por objeto que si estas mis palabras no encontraban eco alguno, quedasen consignados para siempre entre ellas algunos datos de indiscutible valor, como son desde luego los aportados por la carta del Sr. Alas, que de otro modo quedaría ignorada. Y antes de continuar, diré sobre el origen de esta carta lo que sigue: Deseaba hace ya tiempo haber publicado en alguna revista teosófica de las escritas en español, un capítulo de la Filosofía de ¡o maravilloso positivo, para que, acompañado de algunas notas, hubiera servido para dar a conocer (si bien incompletamente) al filósofo, entre los lectores teosofistas de América. Con tal motivo, lánceme en busca de datos sobre el autor de Los nombres de los Dioses, datos que... no hallé por ninguna parte. No recordaba la fecha en que murió, y ni aun podía, por tanto, repetir lo que dijo la prensa a su fallecimiento. Recordaba, sin embargo, que como Sánchez Calvo no perteneció a Academias, no fue político, ni gran cruz de ninguna orden, apenas se le dedicaron algunas líneas en ciertos periódicos. Sólo el Sr. Alas en la Revista de España —según luego supe— le consagró una página, en la que prometía tratar del querido amigo más extensamente, y decía conservaba en su poder —si mal no recuerdo— originales del ilustre ovetense, y decía asimismo que dejaba éste unos estudios inéditos sobre el Cristo... No he podido hallar el número correspondiente a esta noticia, por lo cual hablo de memoria. Para salir de aquellas dudas, escribí al propio Sr. Alas, quien me contestó sobre el particular lo que sigue:
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«...no recuerdo dónde escribí acerca de Sánchez Calvo (mi querido amigo, que en paz descanse), ni conservo nada de lo escrito. Su libro Los nombres de los Dioses, iba a traducirlo el alemán doc-
tor Thomas; no sé si lo hizo. D. Juan Valera prometió hablar de Lo maravilloso positivo, y no habló. Tengo en mi poder un libro inédito de Sánchez Calvo acerca de la filosofía moderna religiosa, que me está dedicado. En él se adivinan muchas cosas que el novísimo idealismo ha dicho, después de muerto mi querido amigo. Yo quería publicar esta obra con prólogo y notas de mi pluma, pero la viuda no se decide a autorizar la publicación. Su afectísimo, etc. — LEOPOLDO ALAS.» Claro es que, a no ser por la inesperada y triste circunstancia de haber fallecido el Sr. Alas, ni la anterior carta hubiera sido publicada, ni la presente escrita. Bastaba que el ilustre crítico indicase deseos de publicar la o las obras de Sánchez Calvo, con prólogo y notas suyas, y que, por otra parte, me indicase el proyecto de usted de hablar sobre Lo maravilloso positivo —proyecto que yo no conocía— para que aguardase hasta la realización futura de ambos incomparables acontecimientos literarios. Pero muerto hoy el ilustre crítico, depositario amistoso de escritos, impresiones e ideas de Sánchez Calvo; continuando las obras de éste en los sótanos de las librerías o mal vendidas en los baratillos (por no ser conocidas), y siendo cada vez más difícil obtener noticias sobre el notable filólogo, he creído necesario hacer notar que se imponía la necesidad de que alguien de prestigio suficiente y de autoridad indiscutible tomase para sí esta tarea de popularizarle en lo posible, y de poner en claro la actual situación en que sus obras inéditas se encontraban. He creído asimismo necesario indicar que alguien debiera proponerse conseguir de las Academias, del Estado o de quien se pudiera, la publicación de estas obras; que alguien las estudiase, que alguien reuniese, en suma, todo cuanto sobre Sánchez Calvo existe... Y como a buen entendedor, con media palabra le basta, y usted, Sr. D. Juan Valera lo es, a usted, por tanto, me dirijo. Dado su justo universal renombre; dado el haber querido ya antes de ahora realizar en parte esta obra; dada la alusión del ilustre crítico fallecido Sr. Alas, y dada, finalmente, la opinión pública, que señala a usted para ello, a usted, autor de Morsamor y de profundos 236
estudios críticos, es a quien corresponde el emprender tan noble tarea, digna exclusivamente de altos espíritus. Y perdone mis atrevimientos. Crea que mucho ha titubeado antes de molestarle, éste, que no es sino uno de sus más respetuosos discípulos y un su amigo que le desea la paz. VIRIATO DÍAZ-PÉREZ
UNA OBRA INTERESANTE PARA LOS EGIPTÓLOGOS1 (Magia — Ciencia Antigua — Gnosticismo) Bajo un título modesto y algo indeterminado, Magia Egipcia, acaba de aparecer en castellano una obra en extremo curiosa. Se trata, en primer término, del resultado de profundos y bien cimentados estudios de un orientalista alemán que, aun ocultando su nombre bajo unas iniciales (S.S.D.D), ha logrado despertar la curiosidad de diversos sabios extranjeros. La actual traducción española ha sido hecha de la edición inglesa. Detalle interesante y poco común, tratándose de traducciones españolas, es el de que la presente haya sido hecha por D. Manuel Treviño, uno de los contados españoles que ha dedicado su atención al estudio del antiguo Egipto, y que después de repetidos trabajos, ha llegado a poseer no medianos conocimientos acerca de la lengua y escritura de aquel país. Su traducción, pues, ha sido hecha a conciencia, resolviendo no pocas veces distintas dudas sobre documentos originales. 1
La Magia Egipcia, por S.S.D.D., traducida del inglés por D. MANUEL TREVIÑO Y VILLA. Barcelona, Biblioteca Orientalista (calle de la Tapinería, 24). 1902. 237
Taché de modesto y vago el título de la obra Magia Egipcia, porque habiéndose abusado del término magia en obras ridiculas y anticientíficas, no me parecía el más significativo ni el más a propósito para dar una idea del positivo valor de la obra. La palabra magia, tratándose de la presente obra, habrá de significar más bien ciencia, aunque ciencia basada en muy distintos principios de los generalmente admitidos. Magia, para el egipcio, era el estudio de las facultades latentes en la naturaleza, el estudio del poder, de la voluntad humana, que para él no estaba limitada sino por una indisciplina del espíritu. En Egipto tuvo tal vez su origen la gran verdad oculta de que «fuerte es el Amor como la Muerte», y en ningún pueblo se estudió con más ahínco que en éste el ejercicio de la Voluntad y del Deseo, hasta el punto de hacerles revivir más allá del sepulcro. Aunque en la obra Magia Egipcia no se hiciera otra cosa que presentar la gran cantidad de textos que sobre este tema se presentan (traducidos algunos por primera vez), sería suficiente para justificar los calificativos antes citados. Pero dicha obra no es una mera recopilación de traducciones. Su autor, al estudiar las ceremonias mágicas de los antiguos sacerdotes egipcios, deja entrever algo que revela lo que era la ciencia entre las razas que construyeron la «Gran Pirámide». Al estudiar, por ejemplo, la clasificación de los principios, que según la citada ciencia integraban el ser humano, pone de manifiesto que ésta admitía una íntima correspondencia entre la evolución de lo material y de lo espiritual... Que para ella, espíritu y materia no eran sino «aspectos del mismo misterio», polos de una unidad altamente filosófica, de la cual las infinitas manifestaciones de la vida, con sus infinitos símbolos, no eran sino meras exteriorizaciones. De aquí que la idolatría y el «absurdo politeismo» egipcio no fueran, por tanto, otra cosa que groseras mistificaciones de la masa y de un clero degenerado y decadente. No cabe duda que Egipto, como otros muchos pueblos orientales, no ha tenido entre nosotros sino jueces parciales e injustos, y que la tarea rehabilitadora prepara no pocas sorpresas. Consignaré incidentalmente, como observación particular, que la idea del pueblo egipcio, como dominado por un espíritu teocrático, egoísta y frío, y por una aristocracia esclavizadora del pueblo, etc., etc., es únicamente aplicable al Egipto decadente que generalmente 238
se conoce. El pueblo que construyó «la Gran Pirámide» e ideó la escritura en formas intelectual y demótica o popular, fue el pueblo más «sabiamente» democrático del mundo... Pero volviendo a Magia Egipcia: La serie de principios en que estaba dividido el Ser humano, no variaba mucho de los demás principios en que asimismo dividieron el cuerpo humano las demás religiones arcaicas, en especial las orientales. Puede indicarse a la vez, a título de curiosidad, que al estudiar la clasificación egipcia del cuerpo humano, se descubre incidentalmente cuál fue el origen de no pocas teorías que pasaron por patrimonio de los gnósticos. La posibilidad de una tradición arcaica desconocida, madre de las múltiples religiones antiguas, se hace palpable a la simple lectura de obras de esta índole. Nada tan curioso como las conciencias que sobre este particular pone el autor de manifiesto repetidas veces. Basta examinar la primera lámina de su obra (donde presenta los jeroglíficos representativos de las partes del cuerpo humano), para convencerse de su semejanza con las clasificaciones hindas, por ejemplo. Como hace observar el traductor Sr. Treviño, las semejanzas son asimismo notables en ciertas oraciones mortuorias de especial carácter mágico, que no son otra cosa que los mantras védicos, de cuyo carácter como agentes psíquicos tanto se ha escrito en multitud de obras teosóficas. Es interesantísimo, y de un valor científico innegable, cuanto se refiere en la obra de que hablo, a los que pudiéramos denominar conocimientos psíquico-físiológicos del antiguo Egipto. Sobre estos conocimientos fijó muy especialmente su atención el antiguo pueblo de los Faraones. Ya el astrónomo inglés Piazzi Smyth había demostrado en obras famosas2 los sorprendentes conocimientos científicos de los egipcios. Según él la Gran Pirámide no era como se había creído, un simple monumento funerario —como lo son las restantes de Egipto—, sino «el documento científico más interesante que nos habían legado las humanidades pasadas», toda vez que se trataba de un verdadero santuario-observatorio, en cuyos muros aún pueden leerse los más extraños datos sobre la gran ciencia antigua. 2
LA GRANDE PYRAMIDE... ses merveffles, ses mysteres et ses enseignements. París, 1875. 239
El autor de Magia Egipcia nos demuestra a su vez, al hablar de ciertas ideas egipcias referentes a la psicología, a la embriogenia, a la vitalidad, etcétera (págs. 13 y 14), la gran cultura del pueblo egipcio sobre estas materias y otras semejantes. Nunca con más razón que hoy —que comenzamos a conocer el antiguo Egipto— podríamos denominarle el país del misterio. Narraciones antiquísimas hacen referencia a procedimientos científicos empleados allí y otros países orientales, que aun hoy mismo resultan inexplicables. Estudíese, por ejemplo, detenidamente la narración hermética de Job, y se verá que en ella se alude a los explosivos en los trabajos de minas. Esto conviene con lo demostrado palpablemente por Smyth sobre los extraños conocimientos astronómicos que revela la construcción de la Gran Pirámide; con lo que asegura el autor de Magia Egipcia, quien afirma que los sacerdotes del país del Nilo conocieron y emplearon la dinamita; con la existencia de aquellas lámparas inextinguibles de que nos hablan los antiguos, lámparas que fueron construidas por quienes hace miles de años conocían seguramente el radium, y no se extrañarían, por tanto, de los recientes rayos Becquerel; y con todo lo dicho, en suma, por el Maestro H.P. Blavatsky sobre la existencia de una ciencia arcaica, tan grande y desconocida como admisible, dada la infinidad de vestigios que nos la revelan. Sobre este particular, la obra traducida por el Sr. Treviño es verdaderamente interesante. Pero lo es tal vez más desde el punto de vista literario. Sobre la antigua literatura egipcia hay muy poco escrito, y menos traducido. Aquí, en España, exceptuando algún trabajo de Toda o de Mélida, tal vez no haya nada original. En Francia, Masperó ha publicado verdaderas curiosidades literarias, en especial algunas sobre cuentos populares. Sobre este punto, el libro Magia Egipcia es un verdadero tesoro. La narración titulada El Libro de los Cantos potentes contra los habitantes de las aguas, es un modelo de originalidad y del más puro gusto oriental. La Leyenda de Rae Isis es una maravilla literaria. El original de esta leyenda se conserva en el Museo de Turín. Es un fragmento literario de una importancia grandísima para la historia de la literatura, pues tal vez en él se encuentre el origen de no pocas traducciones europeas más o menos antiguas. La leyenda cristiana de la Virgen, la medioeval de Merlín y la Hechicera Viviana, la leyenda septentrional de Lohengrin, el caballero «que 240
no puede revelar su nombre» y otras, tuvieron seguramente en Egipto modelos anteriores a los conocidos en Europa. Esto ya fue dicho por Masperó en sus Contes populaires Egyptiennes, en donde presenta fuentes egipcias de la leyenda bíblica de José y de Simbad el Marino, y en otros trabajos de esta índole. La tercera parte de la obra de S.S.D.D., está consagrada al Gnosticismo Egipcio. Después de la obra de G.R.S. Mead, Fragmentos de una fe olvidada (de la que ahora se intenta una traducción al castellano), esto es de lo más curioso que conocemos sobre el particular. En la obra de Mead se insertan fragmentos tan famosos, como el códice Pistis Sophia; en la obra de que hablo se sigue este mismo procedimiento. En ella encontrará el lector infinidad de extractos del papiro gnóstico descubierto no hace mucho por Bruce, y conservado en la Biblioteca Bodleian. A continuación se inserta asimismo el extraño documento gnóstico El libro de las grandes palabras de cada misterio, que va acompañado de multitud de ideogramas y símbolos gnósticos. No es, pues, necesario repetir lo que el lector puede haber observado a través de esta deslabazada reseña, a saber: que la obra Magia Egipcia es un extremo importante para todos aquellos a quienes atrae el estudio del orientalismo y de la ciencia antigua. No dude, pues, su traductor español Sr. Treviño y su editor Sr. Maynadé, que han prestado con sus respectivos trabajos un gran servicio a la cultura orientalista, y en especial a la cultura teosófica en España. V. DÍAZ-PÉREZ
NECROLOGÍA SOPHIA, AÑO 1902 A nuestro muy querido amigo y compañero D. Viriato Díaz-Pérez le afligue el dolor por la pérdida de su señor padre D. Nicolás DíazPérez, que falleció el 16 de Junio último. 241
Nosotros también hemos perdido un verdadero amigo, de valiosísimas condiciones, de gran cultura, escritor eminente y miembro de muchas corporaciones científicas que se honraron contándole en su seno. Todos cuantos hemos conocido y tratado a D. Nicolás Díaz Pérez sentimos un gran vacío en nuestro corazón, motivado por la separación brusca del hombre que rindió especial tributo a la amistad, lleno de hidalguía y elevados sentimientos. Unimos nuestro sentimiento al de sus hijos, y anhelamos la paz para ellos y el progreso para el amigo que nos ha dejado. Desde estas líneas reiteramos nuestro afecto entrañable al amigo, al hermano, D. Viriato Díaz-Pérez, deseándole gran entereza de ánimo y tranquilidad de espíritu para soportar este dolor. LA REDACCIÓN
BIBLIOGRAFÍA
pedales de la filosofía (Tiberghien, Hegel, Ritter, Cousin, le Gendre, Deslandes y Salinis), que tengo ante mí, les estudian seriamente, concediéndoles en parte el mérito que realmente tienen, y viendo en ellos no solamente pensadores «perdidos en los sueños del misticismo y de la teosofía». Es también imperdonable, tratándose de un historiador español de la filosofía espirita, que después de hablar de los Sres. Sanz y Huelves y Navarro y otros, que si hemos de ser sinceros, no les creemos de altura suficiente para figurar inmediatamente al lado de famas ya indiscutidas, como son Pezzani, Flammarion, Aksakof y otros, se olvide de un Dr. Otero Acevedo, investigador cuyos escritos han sido traducidos al extranjero, del que ya ha tratado la crítica, a quien tanto debe la investigación verdad de los fenómenos espiritistas, y cuyas obras los Espíritus, Lombroso y el Espiritismo, Los fantasmas y otras, son las únicas serias que han aparecido en España sobre estas materias. Y perdónenos el Sr. Cel hayamos indicado estos puntos realmente defectuosos de su obra, y no nos detengamos en cambio en enumerar los indiscutibles méritos que, como toda obra escrita de buena fe, encierra. ítalo Giuffré — II trionfo di G. Leopardi. Poema. (Messina, 1900)
SOPHIA, AÑO 1902
V. Cel. El espiritismo en la Historia de la Filosofía. (Biblioteca selecta de La Revelación.) Alicante, 1900 Se estudian en esta obra, cuyo envío agradecemos a su autor, las afirmaciones de índole más o menos espiritualista de los filósofos de la antigüedad, y en general de todas las épocas. Su autor, al intentar reconstruir la creencia espirita a través de los tiempos, ha producido una a modo de Historia de la Filosofía Espiritualista, coronada por un estudio sobre Alian Kardec, a quien el autor coloca como cúspide de todo el pensamiento filosófico humano. La obra del Sr. Cel acusa erudicción notable, aunque a veces poco bien distribuida. Es, por ejemplo, de sentir que dicho señor no consagre afilósofosde la talla de Paracelso y Van Helmont sino unas insignificantes palabras, máxime cuando siete historiadores no es242
Aunque tarde, por lo cual pedimos mil disculpas al autor, tenemos el gusto de dar cuenta del recibo de la bien escrita obra del literato italiano Sr. ítalo Giuffré. La gran cantidad de verdadero arte que el lector encuentra en las rimas verdaderamente clásicas del Sr. Giuffré, están por encima de todo elogio. El Sr. Giuffré, que ya era conocido antes de ahora por otros muchos escritos (Voci della Natura, Ricordi litterari, Canzoniere ¡illipuziano, etc.), de los que tenemos muy buenos informes por la crítica, ha logrado un nuevo éxito con su Trionfo, del cual hemos visto elogios en diversas publicaciones literarias, como Bohemios, Ave-Azul, Aurora do Cavado, etc. V. D-P
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EL MÁGICO DON ILLÁN DE TOLEDO SOPHIA, AÑO 1903
(UN CUENTO OCULTISTA CASTELLANO DEL SIGLO XIV) El Infante D. Juan Manuel y la cultura hispano-oriental. Las influencias sanskritas en España en el siglo XIV. Fuentes de la obra «El Conde Lucanor». El cuento de «Don Ulan el Mágico de Toledo» (Para Mr. Harold de Bildt) Tratándose de una narración tan interesante como la del Mágico Don Illán de Toledo, y de una obra original como el Libro de Patronio, a la cual pertenece, es necesario hablar previamente de su autor, el Infante D. Juan Manuel, tan diversamente juzgado por historiadores y cronistas. Estudiando imparcialmente al político y al guerrero a la vez que al escritor, puede decirse que fue el Infante D. Juan Manuel un espíritu independiente, bien encaminado y superior en un todo a su época1. Rodeáronle desde niño circunstancias 1 Aunque ete ilustre escritor fue censurado como espíritu inquieto y levantisco, preciso es culpar a las circunstancias y no a él. ¿Cómo eludirse del mare magnum de intrigas y de luchas que caracterizaron a su tiempo? El desenfado y osadía de que se le acusa, más bien que de él, es pecado de su raza. Sus irreverencias para con los fuertes son las irreverencias del Conde Fernán-González o las del Cid... Su respuesta cuando el rey le propone una entrevista: sólo la aceptaré donde corra un río y estando cada uno en una orilla, más bien que soberbia acusa prudencia, deseo de no mezclarse con los asuntos reales. Harto hizo con servir a tres reyes (Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI). Espíritu el suyo reflexivo, tuvo que tomar prevención a la vida cortesana. Los actos reales tal vez no le parecieran siempre justos. No olvidemos que él tuvo que presenciar el origen de la misteriosa leyenda castellana del rey Emplazado. ¿Qué efecto causaría en el espíritu de D. Juan Manuel, ver morir a su rey D. Fernando a los treinta días, conforme le emplazaron los hermanos Carvajales, supliciados injusta y cruelmente por su mandato?
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especialísimas que habían de hacer de él uno de los hombres más cultos de su época. Sobrino de D. Alfonso X el Sabio, a cuyo lado vivió cuando niño, y entregado después al cuidado de D. Sancho VI, rey algo guerrero, pero no exento tampoco de cultura, su educación fue todo lo selecta que pudiera soñarse en su tiempo. Instruido como su tío el Rey D. Alfonso en la ciencia oriental, extendida entonces por España, hubo de utilizarla en sus escritos, tal vez por esta causa más originales e interesantes que los de ningún otro escritor de su época. Sus obras todas recibieron la influencia oriental. El Libro de los Estados está inspirado en el Cuzary del gran poeta hebreo-hispano Jehuda Levi, de Toledo; su Libro del Caballero y del Escudero, que encierra, según Puibusque, lo más transcendental de la ciencia y de la filosofía del siglo XIV, no deja de tener reminiscencias orientales, y no sería difícil encontrar asimismo dichas reminiscencias en el Libro indefinido y en su Tratado a Malquefa, obra esencialmente mística. Pero en donde se observa de un modo preciso esta influencia, es en el famoso e interesante Libro de Patronio, llamado también El Conde Lucanor, donde aparece la narración que motiva estas líneas. Es dicha obra de un curioso exotismo dentro de nuestra literatura. Nada menos que en los antiquísimos cuentos sanskritos es donde hay que ir a buscar sus fuentes. Su plan es semejante al de las obras hindas del mismo carácter, todo lo cual nada tiene de extraño recordando que en toda esta época España es para Europa la puerta de entrada de la sabiduría oriental. Y he aquí por ahora, en pocas palabras, las fuentes de la obra del Infante D. Juan Manuel, desde el punto de vista de las derivaciones orientales. Sus primeros precursores fueron seguramente los fabulistas hindos que escribieron el Pañchatanttra, el Hitopadeca y el Kathásaritságara. Y anticipemos hoy que, no ya la obra del Infante D. Juan Manuel, sino el apólogo en general, tiene su primera fuente en las citadas obras hindas. El mismo fabulista legendario de los árabes, el célebre Lókman, toma sus fábulas de la India, y no nos sería difícil demostrar cómo el negro yEsopo las copia a su vez del árabe y las introduce el primero en Europa por conducto de la literatura griega. Pero no fue por esta vía por la que llegaron las fábulas hindas a España. España tuvo una derivación especial suya. Del Pañcha245
tanttra pasaron asimismo las fábulas hindas a la literatura persa y de ésta a la árabe (merced a una derivación distinta de la del sabio Lókman), y con el título de Libro de Calila y Diurna recorrieron el Oriente semítico, llegando finalmente a España, donde ya en el siglo XIII aparece un manuscrito castellano titulado Calila e Dimna; son diversas fábulas moralizadoras. Este manuscrito había sido traducido del árabe al latín y luego al castellano primitivo por orden del Rey D. Alfonso el Sabio. Ahora bien; como el Infante D. Juan Manuel pudiera ser considerado como el continuador de la escuela que diríamos oriental dentro de nuestra literatura —escuela cuyo jefe y apóstol fue el propio Rey D. Alfonso— y como fue además peritísimo en la lengua y literatura arábiga, a la que ya pertenecía el Libro de Calila y Dimna, nada de extraño tendría que escribiera alguna vez influido por todas estas circunstancias; y su obra en este sentido fue seguramente El Conde Lucanor. Esto se comprueba examinando dicha producción: a) El plan de El Conde Lucanor es, en efecto, el mismo que observamos en las obras de su mismo carácter de la literatura sanskrita. En éstas es común que un rey o príncipe sea instruido por su consejero o ministro, que le propone cuestiones, a cada una de las cuales acompaña una fábula. A la vista tenemos un ejemplar del Hitopadeca, una de las citadas colecciones de apólogos hindos; sus cuentos comienzan con un precepto o consejo moral relacionado con cierta fábula, referida después con tal motivo por el consejero o privado, y terminan con otro precepto y la repetición del que sirvió de tema. Exactamente igual sucede en El Conde Lucanor, como puede verse en este ejemplo tomado al azar: Hitopadeca Se ha dicho: el insensato que, abandonando a sus partidarios, se mezcla entre sus enemigos, perece a manos de estos, como el chacal aquel que se tifió de azul. —Como fue esto? preguntó el rey. El ministro comenzó a contar: Era un chacal que, vagando por los alrededores de una ciudad, se cayó en una cuba de tinte azul, etc. Lib. III. Vigraha.
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£1 conde Lucanor Fablava un dia el conde Lucanor con Patronio su consejero en esta guisa: Patronio, en ninguna guisa non puedo escusar de aver contienda con uno de dos vecinos que yo he, y acontece así que es el uno mas mi vecino aora, y ruégovos que me consejedes que faga en esto. Señor conde, dijo Patronio, porque sepades para esto lo que vos mas cumple, seria bien que supiésedes lo que contece á un orne con un pardal y una golondrina. E el conde le preguntó como fuera aquello. Señor conde, dijo Patronio, un orne era flaco y tomara grande enojo con el ruido de las voces de las aves, etc.2. (Cap. XLVII) b) Por otra parte, el empleo frecuentísimo de lo maravilloso y supernatural en toda la obra, así como las frecuentes alusiones a la alkimia y a la magia, y aunque no hubiera otro indicio, la existencia del cuento de Don Ulan el Mago nos indicaría a las claras qué modelos tendría presente el noble D. Juan Manuel, cuando ideaba El Conde Lucanor. En sus narraciones aparecen mujeres endemoniadas «que dicen cosas maravillosas» (cap. X); se insertan cuentos árabes con frases en árabe (cap. XI); se refieren horribles leyendas de tema taumatúrgico como la del Lombardo de Bolonia (cap. XV); se habla de fisiognomía y de otros conocimientos secretos (cap. XIX), etc., etc. c) Además, entre las narraciones de la obra entremézclanse algunas fábulas del argumento semejante al de las que se insertan en las colecciones hindas, como la del cuervo y el raposo (cap. XXVI); la que pudiéramos decir originó la nuestra de La Lechera (cap. XXIX); la del gallo y el raposo (cap. XXXII); la de los buhos y 2 Hablaba un día el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, de esta manera: «Patronio, de ningún modo puedo evitar el tener contienda con dos vecinos míos; mas acontece que el uno es ahora más vecino que el otro, ¿qué me aconsejáis que haga sobre esto? «Señor Conde —dijo Patronio— para que sepáis lo que más os conviene, sería bien supieseis antes lo que aconteció a un hombre con un gorrión y una golondrina.» Y el Conde le preguntó lo que sucediera. «Señor Conde —dijo Patronio— había un hombre que estaba malo y era molestado con el ruido de las aves... etc.»
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los cuervos (capítulo XXXV); la misma leyenda de Don Illán —como luego veremos— y algunas otras que con leves variantes pueden encontrarse en el citado Hitopadega y demás libros de esta índole3. Esto en cuanto a los orígenes orientales. Tratando ahora en concreto de la narración El Mago Don Illán. Constituye el capítulo XIII de El Conde de Lucanor, y su verdadero título es: De lo que (a)contecio á un deán de Santiago con don Ulan el mágico que morava en Toledo. A pesar de no ser hoy muy conocida, su mérito es tal, que por él transcendió a otras literaturas, contándose en 1824, según Milá y Fontanals, cuatro reproducciones inglesas, tres francesas y una alemana. Su argumento, aunque originalísimo y de marcado sabor castellano, recuerda en su parte esencial la fábula hinda del ratón convertido en tigre, inserta en el Vigraha o Libro III del Hitopadega4. Está escrita la historia del Mago Don Illán como toda la obra de que forma parte, en castellano primitivo, lleno de palabras y a veces de giros arcaicos de difícil comprensión5. 3
En cuanto a la importancia e influencia que El Conde Lucanor ejerciera en las literaturas posteriores, sólo indicaremos que nuestro Calderón se inspiró en sus escenas; que Shakespeare pudo tomar de éstas el argumento de Lafierecilladomada (cap. XLV) y que no pocas otras han devenido cuentos populares españoles demostrando así cuan bien fueron ingertadas, y cuan bien encarnaron en el espíritu de la raza. 4 En esta fábula un ratón llega a convertirse en tigre por el poder mágico de cierto asceta, su protector, a quien luego, empero, quiere matar. El asceta, adivinando su deseo, dícele: «Vuelve a tu primera existencia de ratón», y el tigre se encuentra de nuevo ratón, como en el cuento castellano el deán que había llegado a ser Papa se encuentra de nuevo simple deán de Santiago por sus malos designios. 5 Por esta razón, y por la de que la ortografía también es antigua y los párrafos no están separados, etc., hemos creído conveniente presentar a dos columnas la versión original y la que pudiéramos decir moderna, en la cual hemos substituido palabras y giros arcaicos por otros actuales, y hemos introducido separaciones e indicaciones encaminadas a facilitar su inteligencia y lectura. Tal atrevimiento puede disculpársenos en atención a que de otro modo no podría ser leída nuestra leyenda por el público extranjero, desconocedor de nuestro antiguo idioma. 248
Su asunto se basa en el deseo que cierto deán santiagués tiene de conocer «la Nigromancia», o sean las Ciencias ocultas, pues entonces no era común sino el primero de estos nombres. El curioso deán oye hablar de un célebre mago al que se decide consultar. Vive el Mago en Toledo, como no podía menos de suceder en aquella época en que Toledo era la Meca de la Magia y en que la Astrología, la Alkimia y la Kábbalah eran allí enseñadas por sabios maestros árabes y hebreos, por lo que se decía a propósito de la célebre ciudad6: «Van á París los clérigos para estudiar las artes liberales; á Bolonia los códigos; á Palermo los medicamentos y á Toledo los diablos...»7. Encamínase, pues, el deán a Toledo, en donde el Mago Don Illán le demuestra —haciéndole conocer «lo que lleva en él» (es decir, lo que le constituye esencialmente, lo que sería su futuro, su Karma futuro)— que no debía aprender semejantes conocimientos, pues no les había de emplear como era debido. Esto es, por lo menos, lo que para nosotros quiere significar la extraña leyenda. Estudiando detenidamente su asunto se comprende que, sólo por no ser costumbre de la época, no se hubieron de señalar en el texto las separaciones que tan indicadas están y que por la misma razón se dejaría de indicar, que todo cuanto sucede al déan de Santiago, mientras está bajo el influjo del Mago Don Illán es una escena de sugestión o de hipnotismo, por medio de la cual el deán alcanza la visión de su vida futura, vida que él mismo comprende no es todo lo abnegada, depurada y sencilla, que fuera preciso para un conocedor del Misterio... Y ahora, para que el lector juzgue, he aquí la narración ideada en el siglo XIV por el Infante D. Juan Manuel, sobrino del Rey D. Alfonso el Sabio:
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FARINELLI: La literatura española en el extranjero a través de los siglos. Revista La Lectura de Madrid, número de Octubre de 1902. 7 La simple palabra toledo es un juramento para la bruja medioeval, si hemos de creer a Michelet. Además, en el siglo XI Gerbert aprende en Toledo la magia según el propio Michelet, y aun los mismos estudiantes de Baviera y de Suavia vienen a la santa ciudad atraídos por la fama de la sabiduría sarracena. 249
De lo que aconteció á un deán de Santiago con Don Ulan el Mágico que moraba en Toledo: Texto original Señor conde, dijo Patronio, en Santiago avia un deán, que avia muy gran voluntad de saber el arte de la nigromancia, é oyó decir que don Ulan de Toledo sabia ende más que ninguno, que fuese en aquella sazón, é porende vínose para Toledo para aprender de aquella ciencia. Y el día que llegó a Toledo, enderezó luego a casa de don Ulan, é fallólo que estava leyendo en una cámara muy apartada. Y luego que llegó á él recibiólo muy bien y díjole que non quería que le dijese ninguna cosa de lo porque viniera fasta que huviese comido, y pensó muy bien del, é fizóle dar muy buenas posadas y todo lo que ovo menester, y dióle á entender que la placía mucho con él. Y después que huvieron comido, apartóse con él, y contole la razón, porque allí viniera, y rogólo mucho afincadamente, que le mostrase aquella ciencia, y que él avia muy gran talante de la aprender. Y don Ulan dijo, que él era deán y hombre de gran guisa, y que podría llegar á gran estado, y los hombres que tienen gran estado, de que todo lo suyo han librado á su voluntad, olvidan mucho aína lo que otri ha fecho por ellos, y que él se recelava, de que qu'él oviese aprendido aquello que él quería saber, que le non faria tanto bien como él le prometía. E el deán le prometió, y le aseguró, que de cualquier bien que él oviese, que nunca faria sino lo que él mandase, y en estas fablas estuvieron desde que huvieron yantado fasta hora de cena. Y desque su pleito fué bien asosegado entre ellos, dijo don Ulan al deán, que aquella ciencia non se podia aprender, si non en lugar mucho apartado, y que luego esa noche le quería mostrar donde avian de estar fasta que huviese aprendido aquello, que él quería saber. E tomóle por la mano é levóle á una cámara. Y en apartándose de la otra gente llamó á una manceba de su casa é díjole que tuviese perdices para que cenasen en esa noche, mas que non las pusiese á asar fasta que él ge lo mandase. Y desque esto tuvo dicho, llamó al deán, é entraron amos por una escalera de piedra muy bien labrada, y fueron descendiendo por ella muy gran pieza en guisa que parecían tan bajos, que pasara el rio Tajo sobre ellos. E desque fueron en cabo de la escalera, fallaron una posada muy buena en una cámara mucho apuesta, que ahi avia, do estavan los libros y el estudio en que havian de leer. Desque se
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asentaron, estavan parando mientes, en cuales libros avían de comenzar. Estando ellos en esto entraron dos hombres por la puerta, y diéronle una carta que le embiava el arzobispo su tío, en que le facia saber, que estava muy mal doliente, y que le embiava á rogar, que si le quería ver vivo, que se fuese luego para él. Al deán pesó mucho con estas nuevas, lo uno por la dolencia de su tío, lo al por recelo que avrian á dejar su estudio tan aina: y fizo sus cartas de respuestas, y embiólas al arzobispo su tío. Y dende á cuatro dias llegaron otros hombres á pie, que traían otras cartas al deán, en que le facia saber que el arzobispo era finado, y que estavan todos los de la iglesia en su elección, y que fiavan por la merced de Dios, que esleirían en él, y que por esta razón non se quejase de ir á la iglesia, y que mejor era para él en que lo esleyesen, seyendo él en otra parte, que non estando en la iglesia. Y dende á cabo de ocho ó siete dias vinieron dos escuderos muy bien vestidos y muy bien aparejados, y cuando llegaron á él, besáronle la mano y mostráronle las cartas, y como le avian esleido por arzobispo. Y cuando don Ulan esto oyó, fué el electo, y díjole como gradescia mucho á Dios por estas buenas nuevas que llegaron á su casa: y pues Dios tanto bien le ficiera, que le pedía por merced, que el deanazgo, que fincaba vacado, que le diese á un su hijo. Y el electo le dijo, que le rogava que quisiese consentir que aquel deanazgo lo huviese en su hermano, mas que él le faria bien en la iglesia en guisa que él fuese pagado, y que le rogava que se fuese con él á Santiago, y que levase con él aquel su fijo. Y don Ulan le dijo, que lo faria, y fuéronse para Santiago. Y cuando allá llegaron, fueron bien recebidos y mucho honradamente. Y desque moraron hi un tiempo, un dia llegaron al arzobispo mandaderos del papa con sus cartas, en como le dava el obispado de Tolosa, é que le facia gracia que pudiese dar el arzobispado á quien él quisiese. Y cuando don Ulan esto oyó, retrayéndole mucho afincadamente lo que con él habia pasado, pidiéndole de merced que le diese á su fijo. Y el arzobispo le rogó que consitiese, que lo huviese en su tío hermano de su padre, y don Ulan dijo, que bien entendía que le facia muy gran tuerto, pero que lo consentía en tal que fuese seguro, que ge lo enmendaría adelante. Y el arzobispo le prometió en toda guisa que él lo faria, y rogóle que fuese con él á Tolosa, y que levase á su fijo. Y desque llegaron á Tolosa, fueron muy bien recibidos de condes y de cuantos hombres buenos avia en la tierra. Y desque huvieron hi morado fasta dos años, llegáronle mandaderos del papa con sus cartas, en como le facia el papa cardenal, y que
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le facia gracia que diese el obispado de Tolosa á quien él quisiese. Y entonce fué á él don Ulan y dijole: Que pues que tantas veces le avia fallecido de lo que con él pusiera, que ya aquí non avia lugar de le poner escusa ninguna, que le non diese alguna de aquellas dignidades á su fijo. Y el cardenal rogóle que consintiese que huviese aquel obispado en su tío, hermano de su madre, que era hombre bueno anciano, mas que pues él cardenal era, que fuese con él para el corte, ca asaz averia en que le ficiese bien. Y don Ulan aquejóse ende mucho, pero consintió en lo que el cardenal quiso, y fuese con él para la corte. Y desque hi llegaron, fueron muy bien recibidos de los cardenales y de cuantos en la corte eran, y moraron hi muy gran tiempo. Y don Ulan afincado cada día al cardenal, que e ficiese alguna gracia á su fijo, el poníale sus escusas. Y estando así en la corte, finó el papa, y todos los cardenales eligieron aquel cardenal por papa. Y entonce fué á él don Ulan y dijole, que ya no le podía poner escusa de le non cumplir lo que le avia prometido. Y el papa dijo, que non le afincase tanto, que siempre avria lugar en que le ficiese merced según fuese razón. E don Ulan se comenzó á quejar ende mucho, retrayéndole cuantas cosas le prometiera, é que nunca le avia cumplido ninguna, é diciéndole que aquello recelara él la primera vegada que con él fablara. Y pues aquel estado era llegado, y no le cumplía lo que le prometiera, que ya no le fincava lugar en que atendiese del bien ninguno. Y deste afincamiento se quejó mucho el papa, y comenzóle á maltraer, y diciéndole que si mas le afincase, que le faria echar en un cárcel, que era herege y encantador, y que bien sabia él que no avia él otra vida, nin otro oficio en Toledo, donde él morava, sino vivir por aquella arte de la nigromancia. Y desque don Ulan vio cuan mal le galardonava el papa lo que por él avia fecho, despidióse del, é solamente non le quiso dar el papa que comiese por el camino. Entonces don Ulan dijo al papa, que pues él non tenia que comer, que se avia a tornar á las perdices que mandara traer aquella noche, é llamó la muger, y dijole que asase las perdices. Y cuanto esto dijo don Ulan, fallóse el papa en Toledo, deán de Santiago como lo era cuando hi vino, y tan grande fué la vergüenza que ovo, que non supo que le decir, y don Ulan dijole que fuese en buena ventura, que asaz avia provado lo que tenía en él, y que se tuviera por malaventurado si le huviera dado parte de las perdices.
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Versión moderna ...Dijo Patronio: Habia un deán en Santiago que tenia muy gran voluntad de conocer el arte de la Nigromancia y he aquí que oyó hablar de un don Ulan de Toledo que sabia sobre esta materia mas que otro alguno por lo que el deán decidióse á venir á Toledo para aprender de aquella ciencia. El dia que llegó encaminóse á casa de don Ulan al cual encontró leyendo en una cámara muy apartada. Presentóse á él, que le recibió muy bien y le dijo no le hablase de los motivos que le traían hasta que hubiese comido, y pensó muy bien de él; hizo que le dieran lo que necesitase y diole á entender cuanto le piad a tenerle á su lado. Cuando llegó el momento en que hubieron comido apartóse el deán con el mago y le expuso el motivo que le trajera rogándole muy encarecidamente le enseñase de aquella ciencia que tan grandes deseos tenia de aprender. Entonces el mago le recordó al deán su posición como hombre de gran guisa que podría llegar á ser hombre de gran gerarquia y que los hombres de gran gerarquia hacían todo lo suyo según sus deseos y olvidaban pronto lo que los demás hicieran por ellos. Y finalmente dijole que se recelaba de que cuando le hubiese enseñado lo que tanto deseaba saber, no le hiciese tanto bien como él le prometía. Mas el deán le aseguró y afirmó que de cualquier cosa que él alcanzase, jamas haría nada sino lo que le ordenara su Maestro. En tales pláticas se estuvieron hasta la hora de la cena y cuando ya el pleito estuvo bien asosegado entre ellos comenzó á decir don Ulan al deán de Santiago, que aquella ciencia de la Nigromancia no podía aprender sino en lugar muy apartado y que, pues estaba tan resuelto, en aquella misma noche le habia de mostrar donde estarían hasta que hubiese aprendido lo que quería saber. Y tomándole por una mano le condujo á otra cámara. Mas al apartarse de la otra gente, llamó á una de las mancebas de la casa y la dijo que les tuviesen perdices para la cena de la noche, pero que no las pusiese á asar hasta que él lo dijera. Dicho lo cual, llamó a Santiago y entrando ambos por una escalera de piedra muy bien labrada, comenzaron á descender hasta una tal profundidad que parecía que pasaba el rio Tajo sobre ellos. Ya en el fin de la escalera, encontraron un retiro muy bueno en una
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cámara muy apuesta donde estaban los libros en que habían de leer. Entonces sentáronse y comenzaron á pensar por cuales libros comenzarían... (En este momento el Mago Don Ulan hace caer en un sueño profundo al deán de Santiago y le muestra su vida futura). Y estando ellos en esto, entraron dos hombres por la puerta y entregaron al deán una carta que le enviaba el arzobispo, su tío, en cuya carta hacíale saber que estaba muy enfermo y le decía que si quería verle vivo partiese enseguida. Mucho pesaron al deán estas nuevas, lo primero por la enfermedad de su tio y lo segundo por el recelo de que tuviese que abandonar tan presto su estudio; entretanto redactó una respuesta para enviársela al arzobispo su tio. A los cuatro días de esto, llegaron otros hombres a pie que traían otras cartas al deán por las cuales se le participaba que el arzobispo habia fallecido y que estaban todos los de la iglesia ocupados en la nueva elección que, por merced de Dios, esperaban recaería sobre él por lo cual le decían, no se preocupara ya de no estar en la iglesia pues mejor sería que le eligieran estando él en otra parte que no estando en la iglesia... Y al cabo de siete u ocho dias llegaron dos escuderos muy bien aparejados y vestidos y aproximándose á él, besáronle la mano y entregáronle las cartas por las cuales habia sido elegido arzobispo. Don Dlan que oyó esto, acercóse al electo y le dijo cuanto agradecía á Dios por tales nuevas que llegaban á su casa y le dijo también que pues que Dios tanto bien le hiciera, le pedia por merced, que el deanazgo, que quedaba vacante, se lo diese á un hijo suyo. Pero el electo le rogó que aquel deanazgo lo tuviese un hermano suyo, que él vería la manera de hacerle otro bien en la iglesia con el cual se considerase pagado. Y el rogó se viniese con él á Santiago y se llevase consigo á su hijo, y habiendo accedido don Ulan partiéronse para Santiago. Cuando llegaron fueron muy bien recibidos y agasajados. Y ya permanecían allí algún tiempo cuando un dia llegaron al arzobispo mandaderos del papa, con cartas por las cuales se le concedía el obispado de Tolosa y se le hacia gracia de que pudiese entregar al arzobispado á quien quisiese. Y como don Ulan oye254
ra esto, recordóle vehementemente lo que con él habia pasado en otra ocasión por lo que ahora le pedia el arzobispado para su hijo. Mas el arzobispo le rogó permitiera se le diese á un tio suyo hermano de su padre, á lo cual respondió don Ulan, que si bien le hacia bastante estorsion que consentía con tal de que fuese remediado en lo sucesivo. Prometióselo el arzobispo y le rogó se viniera con él a Tolosa llevando consigo á su hijo. No bien llegaron á Tolosa, fueron muy bien recibidos por los condes y por todos los hombres buenos de aquella tierra. Y ya haría dos años que parmanecian allí, cuando llegaron mandaderos del papa para el obispo con sus cartas por las cuales el papa le nombrara cardenal y le concedía la gracia de que entregase el obispado de Tolosa á quien quisiere. Entonces acércesele don rilan y le dijo que puesto que tantas veces le habia fallido en sus deseos, ahora no le pondría excusa sino que le daría alguna de aquellas dignidades para su hijo. Empero, el cardenal le rogó le dejase conceder aquel obispado á un su tio, hermano de su madre, que era anciano y bueno, y que como ahora era cardenal, se viniese con él á la corte donde asaz habría con que favorecerle. Mas don Ulan aquejóse mucho por esto aunque consintió en lo que el cardenal quiso y se fue con él para la corte. Y cuando llegaron á ella fueron muy bien recibidos por los cardenales y por cuantos le formaban y permanecieron allí mucho tiempo. Y cada día que pasaba don Ulan rogaba al cardenal le concediese alguna gracia para su hijo y el cardenal poníale sus excusas. Y estando así en la corte sucedió que murió el papa y que los cardenales eligieron por papa al cardenal. Entonces fuese á él don Ulan y le dijo que ya no tendría escusa alguna para no cumplir lo que le habia prometido á lo que el papa respondió que no le agoviase tanto, que no faltaría lugar de hacerle merced según fuese razón. Mas don Illan comenzó a quejarse de todo esto, recordándole todo cuanto le prometiera y no le cumpliera y diciéndole que ya se recelaba él todo esto desde la primera vez que con él hablara y añadió por último que puesto habia llegado á tal jerarquía sin cumplirle lo prometido no esperaría ya de él bien alguno... Entonces el papa quejóse grandemente de estos empeños y comenzó á maltratar á don Ulan diciéndole que si le molestaba mas, le haría meter en la cárcel, pues al fin hereje era y encantador y que bien sabia él que no tenia otra vida ni otro oficio 255
en Toledo donde vivia sino el de ejercer el arte de la Nigromancia... Asi pues, al ver don Ulan, cuan mal le agradecía el papa todo lo que por él habia hecho, despidióse de él sin que quisiera darle el papa ni aun para que comiese por el camino. Entonces don Ulan dijo al papa que puesto que no tenia que comer forzoso seria volverse á las perdices que mandara traer aquella noche; y llamando a la criada, le ordenó las asara. (Don Illán hace volver a la realidad al deán de Santiago). Y no bien había dicho esto don Ulan, encontróse el papa en Toledo, deán de Santiago como cuando vino, y tan lleno de vergüenza que no supo que decir. Entonces don Ulan le dijo que fuera en buena ventura, pues harto habia probado lo que llevaba en él, y que se tuviera por malaventurado si le hubiera dado parte de las perdices... VIRIATO DÍAZ-PÉREZ
UN GÉNESIS SALVAJE SOPHIA, AÑO 1903
Narración de los indios Tupi La narración que sigue a estas líneas apareció por primera vez en la obra O Salvajem do Brasil, del Dr. Couto de Magalhaés. El sabio brasileño le oyó referir a los propios indios tupio aborígenes del Brasil, entre los cuales vivió mucho tiempo, y cuyo idioma conocía como el suyo propio. Sirvió también de modelo en el texto del Curso de lengua tupí del mismo autor, y fue, por último, incluida entre los Cuentos populares del Brasil, del Profesor Silvio Romero, que es de donde nosotros la hemos traducido, valiéndonos para las voces indígenas del Diccionario de vocábulos Brazileiros, del Vizconde Beaurepaire-Rohan. 256
Tal narración tiene no poca importancia para el mitólogo en general por su semejanza a veces clarísima con ciertos mitos europeos, y la tiene especial para el investigador teosofista por todo lo que refiere acerca del mito de «7a Cobra-grande», o sea la Gran Serpiente, de la que tanto se habla en La Doctrina Secreta, y que interviene muy especialmente en esta leyenda. Sabido es que los términos cobra (serpiente, en brasileño), Naga (ídem, en sanskrito), Naga (en los dialectos del Extremo Oriente), Nagal (en los idiomas americanos arcaicos), y otros muchos, cuando se relacionan con lo mítico, tienen un origen común, siendo todos ellos reminiscencias de una tradición universal, de un mundo primitivo, en el que hubo «hombres-serpientes». Sobre esto ha dicho H.P. Blavatsky en su Doctrina Secreta, más que todos los Schoebel oficiales en sus pomposas y huecas obras (Le Mythe de la femme et du serpent, etcétera, etc.), y algo de ello recordaremos de propósito como ilustración al curioso génesis tupí que traducimos. H.P. Blavatsky nos remite al Taittiriya Bráhmana, en donde se refiere de qué modo del aliento de Brahmá-Prajápati surgieron los Asuras (no-dioses) enemigos de los Suras. Estos Asuras y sus «Huestes» fueron los «Angeles Caídos» «Rebeldes» de las iglesias cristianas y las «Jerarquías espirituales» de las demás religiones. Sus «Huestes» estuvieron formadas, entre otros seres, por Titanes, Dasmones, Gigantes y NAGAS (Cobras) creaciones semidivinas con cara humana y cola de dragón. Más tarde este nombre de Naga sirvió también para denominar a ciertos ascetas Iniciados, de inmenso poder y sabiduría. La Cobra-grande de la leyenda brasileña hace referencia tal vez a uno de estos últimos seres, cuya representación encontramos por otra parte en casi todas las narraciones cosmogónicas arcaicas. Dice así la narración tupí: CÓMO NACIÓ LA NOCHE Durante el principio no había noche; día solamente. La noche estaba adormecida en el fondo del agua. No había animales; todas las cosas hablaban. Cuéntase que la Cobra-Grande tenía una hija que se casara con un joven. 257
Y el joven tenía tres vasallos fieles. Un día llamó a los tres y les dijo; «Id a pasear; mi mujer no quiere dormir conmigo.» Los vasallos se fueron. Entonces él llamó a su mujer para dormir. Pero su mujer le dijo: «Aún no es noche». «¡Si no hay noche! Sólo hay día...» «Mi padre tiene noche. Si quieres dormir conmigo, manda a buscar la noche por el río.» El llamó a los tres vasallos; su mujer los envió a casa de su progenitor para ir a buscar una semilla de tucuman1. Cuando llegaron a casa de la Cobra-Grande, ésta dióles el grano de tucuman, cerrado perfectamente, y les dijo: «¡Aquí está, ea, llevároslo, no lo abráis! Si le abrís, os perderéis» Los vasallos no fueron; en seguida empezaron a oir ruido dentro del grano de tucuman: ten! ten! ten!, ten! ten! ten! Era ruido de grillos y de sapitos juntos, como cuando cantan por la noche. Cuando los vasallos estaban ya lejos, uno de ellos dice a sus compañeros: «¿Qué será este barullo? ¿Vamos a verlo?» Pero el piloto dijo: «No; de lo contrario nos perdemos. Remad, vamos en buena hora.» Ellos se fueron. Y seguían oyendo el barullo, sin saber lo que era. Estaban muy lejos ya, cuando se reunieron en medio de la canoa para abrir el grano de tucuman... para ver lo que había dentro de él. Uno encendió fuego y los otros derritieron la brea que estaba cerrando la puerta del grano de tucuman. En cuanto le abrieron, he aquí de pronto la noche densa ya... Entonces el piloto dice: «¡Nos perdimos! ¡La joven ya sabe en su casa que hemos abierto el grano de tucumanl» Ellos siguieron el viaje. La joven en su casa dijo a su marido: «Esos soltaron la noche. Ahora vamos a esperar la mañana.» Entonces todas las cosas que estaban desparramadas por el bosque se convirtieron en animales, en pájaros...
Todas las cosas que estaban esparcidas por el río se convirtieron en patos, en peces; el toldo del barco se convirtió en onza. El pescador se convirtió con su canoa en pato; su cabeza, en cabeza de pato; sus remos, en piernas de pato; la canoa, en cuerpo de pato. Cuando la hija de la Cobra-Grande vio la estrella del alba, dijo a su marido: «Viene la mañana; voy a dividir la noche del día». Entonces ella siguió diciendo: «Tú, Jucubin (gallo?) servirás para cantar cuando venga la mañana». Así que hizo al Jucubin, le blanqueó la cabeza con tabatinga (arcilla blanca), le enrojeció las piernas con urucú (tinte del arbusto Biza) y le dijo: «Cantarás por siempre cuando llegue la mañana». Después continuó el discurso y dijo: «Tú, Inambú, servirás para cantar a la tarde, a la noche, a la media noche, alta noche y madrugada». Desde entonces acá, los pájaros cantaron en horas propias cuando viene la mañana, para alegrar el día. Cuando los tres vasallos llegaron , díjoles el joven: «¡Vosotros no fuisteis fieles! ¡Soltasteis la noche! ¡Vosotros hicisteis que se perdieran las cosas! Por esto os convertiréis en insignificantes macacos para siempre jamás; andaréis por las ramas de los árboles, trepando por ellos... V. D.-P.
Palmera del género astrocaryum.
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MANUSCRITOS ÁRABES Y ALJAMIADOS SOPHIA, AÑO 1903
SOBRE OCULTISMO QUE EXISTEN EN LA BIBLIOTECA NACIONAL Como trabajo preparatorio a otros que hemos de emprender en lo futuro, hemos creído oportuno publicar, acompañado de algunos datos, el que podría denominarse Catálogo de los manuscritos árabes y moriscos referentes a Ocultismo que se conservan en la Biblioteca Nacional. Sabido es que en nuestra Biblioteca Nacional existe una importantísima colección de manuscritos árabes, no todos estudiados, y menos aún estos especiales de que tratamos, cuya colección se formó sobre un fondo antiguo al que fueron añadiéndose numerosos manuscritos traídos oficialmente de Oriente o comprados a particulares o de donativo asimismo particular. López de Córdoba y Lafuente y Alcántara trajeron de Oriente, especialmente de Tetuán, algunos de ellos. Fernández Duro, el Ministerio de Fomento, la Sociedad Hispano Mauritánico, Pérez de Guzmán, Mr. Luis Morel y otros regalaron no pocos, y de las Bibliotecas del Duque de Osuna, del Conde de Miranda, de Serafín Estévanez Calderón (el Solitario), de Richard Boucher y de Lafuente y Alcántara se compraron muchísimos. Asimismo se hicieron copias de manuscritos de las Bibliotecas del Escorial, de París y de Oxford. En la clasificación de estos manuscritos trabajaron Scidiac, Casiri, Conde, Pellicer, Iriarte, D. de Toledo, Saavedra, Simonet y por último el Sr. Guillen Robles, que recibió el encargo de formar el oficial Catálogo de los manuscritos árabes existentes en la Biblioteca Nacional (Madrid, 1889), del cual tomamos nuestros datos. El Sr. Guillen Robles tuvo presente al redactar su Catálogo todos los trabajos anteriores, especialmente los siguientes, que podrían servir de Bibliografía sobre la materia:
a Jo. Uri. confectus, Oxonii 1787, P. II conf. A. Nicoll, absolvit E. B. Pusey, Oxonii 1821-37. Casiri.— Biblioth. arab. hisp. escurialensis. Madrid, 1860-70. Rossi.— Dizion. stor. degli aut. árabi piu celebri. Parma, 1807. Gayangos.— TheHist. oftheMoham. dynasties in Spain. London. 1840-43. Zenker.— Biblioth. orientalis. Leipzig, 1846-61. Goejey Houtsma — Catal. cod. orientaliumbiblioth. academ. LugdunoBatavoe. Lug. Bat., 1851-77. Moreno Nieto.— Discurso de ingreso en la A. de la H. Apéndice titulado Bibliot. de hist. arábigo-andaluces. Madrid, 1864. Fernández y González.— Plan de una bibliot. de aut. ara. hesp. Madrid, 1861. E. Saavedra.— Discursos leídos en la R. Acá. Esp. en la recepción del mismo. Madrid, 1878. (Para lo referente al estudio de los códigos aljamiados). Lafuente y Alcántara.— Catal. de los cod. ar. adquiridos en Tetuán por el Gobierno de S.M. Madrid, 1862. Wustenfeld.— Die Geschichtschreiber der Braber. Gottinga, 1882. (Para lo referente a bibliografía histórica musulmana). Leclere.— Histoire de la Medicine ar. París, 1876. Hartwig Derembourg.— Les manuscrits ar. de L'Escurial, 1884. Hachi Jalifa.— Lexicón encicloposdicum et biobliographicum. Leipzig-Londres, 1835-58, y, por último, el Catalogus cod. mss. orient. qui in Museo Britan. asservantur. Londres, 1864-71. Como aclaración a la lista que hemos formado indicaremos que los números que tiene cada uno de los manuscritos es el mismo que tiene en el Catálogo de Guillen Robles. Que no siempre estos manuscritos forman cada uno de ellos un legajo especial, sino que están englobados con otros de materias variadísimas. Nosotros no indicamos el número de orden del manuscrito dentro del legajo, sino el número de éste simplemente. Y por último, que las abreviaturas ar. y alj. corresponden a las palabras árabe y aljamiado o hispanomorisco, así como las palabras Annoxara a «conjuro», adoa y adoaes a «oración» y «oraciones», alhirze a «amuleto», alhadits a «cuento», alkiteb a «libro» etcétera. He aquí ahora la referida lista:
Uri y Nicoll.— Biblioth. Bodl. cod. mss. orient. Catalogas. P. I. 260
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a) MANUSCRITOS QUE CONSERVAN EL NOMBRE DEL AUTOR 94. Hosein ben Alí ben Alí Talib.— (Vid. manuscritos anónimos número 94). 321. Abu Hafs ornar ben Abderrahman ben Yusub ben Zakaria. Contiene: seis folios con cuadros y figuras mágicas relacionadas con la poesía titulada Estrella Reñdgente. (Vid. núm. 369). 364. Abu Hamid Moh. Algazzalí. Contiene: Cuadros y figuras mágicas. Un tratado sobre El valor mágico de las letras del alfabeto arábigo. (Procede este manusc. de Tetuán). 369. Abderrahman ben Zakaria Acheznaí. Contiene: El Libro (titulado) la Estrella Refulgente, que trata del arte de la Confirmación y la Ruptura, tratado relativo a la naturaleza de los talismanes; se insertan figuras mágicas. (Procede de Tetuán). 373. Abu Abdallah Moh. ben Yusuf ben Moh. Alarabí Alfarí. Contiene: El Poema sobre el Pentágono mágico. La poesía denominada El poema (titulado) el Deseo, de Abu Salim Ibraim ben Moh. ben Abulhasan Alí Allantí Attarí. Otra poesía kabbalista en un folio de Ornar ben Ibrahim Algiyamí, matemático y astrónomo, citado por H. Jalifa. 373. Hihabeddín Abulfadl Ahmed ben Ahmed ben Moh. ben isa Albornusí Alfasí Zarruk. Contiene: Un comentario a la poesía de Nureddin Addamietí. Figuras talismánicas. 373. Abü Salim Ibrahim ben Moh. ben Abulhasan Alí Allantí. (Vid. nú. 373, Abu Abdalah). 373. Ornar ben Ibrahim Aljiyamí. (Vid. núm. 373, Abu Abdalah). 561. Abu Said, el Tripolitano. Contiene: Ochenta y dos folios relativos a el Encantamiento y la Adivinación. (Procedente de la Biblioteca del Duque de Osuna). 584. Alarabí (ibn) Mahicddin Moh. ben Alí Attai Alandalusí. Contiene: El Libro (titulado) Introducción a la ciencia de las letras del alfabeto, que trata de la virtud mágica de éstas. 262
bj-MANUSCRITOS ANÓNIMOS 64. Alhirzes, conjuros, amuletos, etc. Contiene: Veintitrés hojas sobre esta materia. Inserta figuras y palabras mágicas (ar. y al].). Otra serie sobre el mismo asunto. 65. Alhirzes, conjuros, amuletos, etc. Contiene: Adoaes (al}.). El cuento Recontamiento, de Ornar, ibu Amatad, cuando le concedió Dios ver los arróhes o almas de los muertos (al}.). Annoxara. Adoapuesto en ra o invocación traducida palabra por palabra primero la arábiga y luego la aljamiada. Annoxaras con fórmulas mágicas. 93. Devocionario musulmán. Contiene: Alhirze del aluazir o El amuleto del Vizir (epígrafe en alj.). Varias oraciones. 94. Devocionario musulmán. Contiene: Adoaes (ar. y al}.). Alhirze de la annaca o Amuleto de la camella, de Ilosein ben Alí ben Alí Tabib (alj.). 95. Alkoran. Contiene: Encantamientos con signos y figuras mágicas. 95. Encantamientos. Contiene: Varias fórmulas. Capítulo consagrado a los nombres de Dios. Un Adoa. Un alhadits de Ibu Abbas y otro con la leyenda de Jonás en el vientre de la ballena. 158. Alkiteb de suertes. Contiene: Adivinanzas por medio del Koran, (alj.). 234. Documentos en árabe y aljamia. Contiene: Ensalmos (ar. y alj.) con figuras mágicas. Conjuros con signos mágicos. Adoaes. Amuletos. Alhirzes. 239. Conjuros, recetas y amuletos. Contiene: Signos y cuadros mágicos. Encantamientos y fórmulas. 343. Virtudes de las letras del alfabeto árabe. Contiene: Multitud de figuras y unas tablas talismánicas. (Procede de Tetuán). 345. Cuadros talismánicos. Contiene: Una breve introducción. Figuras, etc. (Procede de Tetuán). 263
346. Talismanes, cédulas mágicas, oraciones. Contiene: Figuras y Fragmentos sobre el asunto. Un Tratado de Adivinación. Un fragmento sobre David. (Procede de la Biblioteca del Duque de Osuna). 368. Invocación de las Luces. Contiene: Encantamiento sacado de varias obras. Figuras kabbalísticas. Otros fragmentos. 395. Tratado sobre encantamientos. Contiene: Diez folios sobre la materia. (Procede de Tetuán). 405. Adoaes y Fórmulas. Contiene: Signos y figuras talismánicas. Invocaciones. Valor oculto de algunas Suras alkoránicas. (Procede de Tetuán). 559. Encantamientos, Adoa, etc. Contiene: Encantamientos, amuletos, etc. Correspondencia entre el alfabeto árabe y los signos empleados en ¡os amuletos. Pronósticos del año según ¡as tormentas. Mansiones de la luna y sus efectos en las cosas humanas. Signos del Zodiaco, etc. Suertes de Dulkarnaín. 580. Tratado de Adivinación. Contiene: Sesenta y cuatro folios sobre el asunto y un fragmento sobre David. (Procede de la Biblioteca del Duque de Osuna). V. DÍAZ-PÉREZ
GRASSERIE Y SU «PSICOLOGÍA DE LAS RELIGIONES» (CON MOTIVO DE UNA OBRA RECIENTE) «El descendiente no es más que el desarrollo del germen común de la raza; cuando se transmite ha de ser con sus buenas o malas cualidades, y el mal adquirido forma parte de él. Sería, sin duda, injusto castigar al descendiente por intervención de la sociedad, actualmente, puesto que no existe pecado actual y personal: pero la naturaleza más fuerte, más impersonal, castiga y recompensa de un modo impersonal e indiferente; resultado ineludible del KARMA, que los dioses mismos no podrían impedir». (R. DE LA GRASSERIE.— Psicología de las Religiones). Hemos creído un deber consagrar nuestra atención a la reciente obra sobre las religiones del orientalista Raoul de la Grasserie, escritor tan concienzudo como poco conocido entre nosotros, autor del original estudio L'element psychique dans le rythme y hoy de la Psicología de las religiones, obra relacionada por más de un concepto con nuestras propias investigaciones. También aprovechamos la ocasión para recordar, siquiera sea en esta simple cita, los méritos de uno de los más respetables miembros de las agrupaciones de lingüística comparada de París, de las filológicas de Londres y de las orientalistas de Alemania, y que, sin embargo, no había sido aún traducido hasta el presente entre nosotros. También debemos indicar que la elección de la obra con que nos ha sido presentado es realmente afortunada, pues nada tan educativo para el impresionable público español como esta producción sensata y meditada en la que se habla con tanta imparcialidad de múltiples y delicadísimos asuntos1. 1 Psicología de las religiones.- Trad. de Ricardo Rubio. (Jorro, editor, Madrid).
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Estudiando esta obra agrédanos, en primer término, el ver cómo un escritor independiente, imparcial, sin dogmatismos ni sujeciones de ninguna clase, partiendo de un punto de vista completamente científico (en la acepción general y occidental de la palabra) llega a las conclusiones ha tanto tiempo substentadas por el teosofismo acerca de la unidad religiosa del espíritu humano. Si prescindiéramos del prurito del autor de no remontarse más allá de lo que él llama espíritu humano, sus conclusiones al estudiar la multiplicidad de las formas religiosas, serían las nuestras. No hace, en efecto, Grasserie un mero estudio comparativo o erudito de las religiones; esto no sería para él, como para nosotros, otra cosa que un estudio objetivo de la religión, una «sociología religiosa» sin resultados inmediatos. .. No estudia tampoco esclusivamente el aspecto subjetivo de las formas religiosas; por él no iría mucho más allá de un vulgar psicologismo que no es de lo que trata... El autor tiene el buen cuidado y el buen gusto de precindir en este trabajo de todo ese fárrago de observaciones de acarreo que constituyen lo que ha dado en llamarse «sociología», y de esos anodinos y grises bosquejos que hoy se nos vienen presentando pomposamente como «psicológicos». Sobre la voluntad, sobre el dolor, la sociedad, el individuo, las muchedumbres... sobre todo se ha trabajado modernamente; sobre todo ha caído la pretensión psicológica... mas haciendo uso de una sinceridad poco frecuente, podría asegurarse que no existe en la generalidad de estas pretensiones otra cosa que el buen deseo, toda vez que lo esencial, lo íntimo, lo afísico —que es lo verdaderamente psicológico— sigue encerrado en el misterio. Al estudio de estos elementos esenciales, íntimos, psíquicos, de las religiones es al que ha dedicado toda su atención el ilustre pensador francés. En un principio estudia los estados mentales que a su modo de ver determinaron las formas religiosas, para luego deducir de los hechos las leyes psíquicas que les motivaron. Estas, aunque múltiples y laberínticas, encuentran su síntesis en una ley dominante: la de «la unidad del espíritu humano». Dice Grasserie sobre este particular: Si atentamente se observan y comparan, como vamos a hacerlo, las diversas religiones, admira grandemente su concordancia en muchos puntos, sin que, con frecuencia haya podido haber ninguna imitación. En un capítulo especial hacemos ver clara la gran ley de la 266
unidad del espíritu humano que es causa de ello. De donde resulta de modo evidente, que la religión se amolda al espíritu cuyas depresiones y salientes todas conserva. Si otra cosa ocurriera, estas coincidencias no tendrían lugar. Basta citar el hecho notable entre todos, de la existencia en muchas religiones de sacramentos diversos que por largo tiempo se creyeron particulares del cristianismo; del mismo modo las instituciones de la hechicería, el sacerdocio, la vida eremítica, el profetismo, tanto, que sería posible, haciendo caso omiso de las desemejanzas, formar una religión ideal que contuviera lo esencial de todas las positivas. Es que todas se asemejan a su padre el espíritu humano. De igual modo en todas las gramáticas se hallan los mismos procedimientos: en unas en germen, en otras en pleno desarrollo; aparentes en una, latentes en otras, pero formando un fondo común. Siempre es causa de ello el generador, el espíritu, al comunicarle su vanidad. Puntualizad estas ideas y encontraréis su verdadera esencia teosófica. Esa «religión ideal», síntesis y esencia de todas las positivas, soñada por muchos antecesores de Grasserie, entrevista seguramente por Hartmann y Schopenhauer, tal vez anunciada por Nietzsche y sentida por Carlyle, por Emerson, por Maeterlinck y otros, no sólo pudiera ser concebible, sino que existió seguramente siempre a través de los siglos, sin raíces como el espíritu humano... Su pródromos evolutivos infinitos se descubren fragmentariamente como eslabones de la olvidada y misteriosa Sabiduría antigua, velada a través de las diversas gonias y molde pristino en el que fueron vaciándose los credos temporales efímeros y perecederos de los hombres. Lástima que Grasserie se obstine en encerrar en el espíritu humano la primitiva fuerza conceptora... Las palabras espíritu y humano son amplísimas cuando son amplísimas las miras. Lo humano es uno de los polos de esa línea infinita que comienza en la tierra y acaba en lo absoluto. Y el espíritu es el extremo de otras dualidades semejantes... Pero Grasserie es categórico en este punto. Las religiones se basaron sobre móviles psicológicos, y estudiando a éstos «se comprenderán» sus causas psíquicas... Y si las religiones coincidieron fue porque los móviles psicológicos, como hijos de una misma psiquis, la humana, coincidieron también. Nada, pues, de tradi267
ciones arcaicas comunes. Sin hablar Grasserie de ellas su tesis las condena. Nada ha habido en el mundo que fuera verdaderamente prístino y originario fuera del hombre mismo... Los cultos nacieron aislados, y si coincidieron fue por la naturaleza de la psiquis humana. Así la historia, la etnografía y las formas mismas religiosas, fuertemente constreñidas y obligadas a revelar su esencia, nos proporcionarán sus elementos psíquicos. Sólo que este substratum será para Grasserie un factor artificial y nuevo y no como todas las suposiciones y aun todas las tradiciones nos pudieran hacer creer, un pálido reflejo de la completa y arcaica Verdad perdida. No admitiendo Grasserie tradición evolutiva e involutiva alguna, tropezará en toda la primera parte de una obra, aquella en la que estudia los tres factores que colaboraron en la evolución religiosa: el dogma, la moral y el culto, con infranqueables obstáculos. Estudiando, por ejemplo, la prioridad o posterioridad del dogma sobre el culto o viceversa, confesará que se comenzó prácticamente por el culto, invocando a lo invisible antes de conocerlo y dogmatizando después sobre él. Esto le lleva a la conclusión de que en materia religiosa el hombre comenzó por el fin, y que el dogma y la mitología aparecieron como remate de la evolución religiosa. Ya sabemos que esta creencia está apoyada en numerosos ejemplos, pero no sería, sin embargo, difícil demostrar, por otra parte, que en toda creencia, por rudimentaria y primitiva que pudiera aparecemos, existen vestigios atrofiados de un culto dogmático anterior, remontándonos de este modo hasta un punto de partida más o menos discutible, aunque siempre más elevado de lo que parece. Al tratar de los otros elementos que informan la evolución religiosa, Grasserie se ve en la necesidad de admitir dos clases de moral: la natural y la dogmática y psicológica. Estas dos morales, en la generalidad de los casos, están en extraña y manifiesta oposición. La moral humana que condena el infanticidio y el sacrificio sangriento, etc., no puede ser la misma que la religiosa que le eleva a precepto grato a los dioses. Ahora bien; si ambas coexisten, nos las habremos de explicar más bien que por las razones de orden psicológico a que alude el autor, por las puramente históricas que nos presentan dichas prácticas brutales como residuos bastardeados y degenerados de creencias antiguas corrompidas. Y no es necesario 268
citar para probarlo ejemplos de todos conocidos. La religión no «manda el homicidio» ni «el asesinato», como dice Grasserie. Si la más sangrienta de todas las modernas cometió con sus hogueras estos actos malvados, los cometió en oposición abierta con sus verdaderos principios y en período de exaltación enfermiza en el que se había perdido por completo la idea moral única y verdadera. Ninguna de estas dudas que sugiere la obra de Grasserie (que no demuestran otra cosa sino que la intuición aislada, nos puede aproximar a la verdad, aunque no hacérnpsla conocer por completo) son, sin embargo, tan poderosas que nos impidan reconocer los verdaderos aciertos de que asimismo está llena. En pocos escritores, en efecto, hemos encontrado una exposición tan clara de los difíciles problemas que forman su sistema psicológico. Pocas exposiciones habrá de la teoría del Karma, hechas por escritores no teósofos, que estén más próximas a la verdad que la que hace Grasserie cuando estudia el problema de la sanción moral (cap. III). He aquí algunos fragmentos de este interesante capítulo que merece ser conocido aun del mismo lector teosofista, y que no vacilamos en insertar no obstante su extensión. Dice así: .. .«observemos lo que ocurre en el mundo biológico. Domina en éste una ley cierta, la de herencia, en línea directa o colateral; tiene en la primera su efecto máximo, y se complica por otra parte y refuerza con el del atavismo. El niño reproduce en sus líneas principales el tipo paternal y de sus antepasados, el de la raza, de modo completo en la reproducción por división y por yemas, y de modo incompleto en la generación sexual, puesto que entonces es el compuesto de la unión de dos razas, pero sin negar el principio que, por otra parte, se revela en signos exteriores, sobre todo, desde el punto de vista patológico. Sábese que numerosas enfermedades son hereditarias, principalmente las cerebrales, y que la herencia afecta también a las cualidades e inclinaciones. Sin duda, numerosas variacionees sobrevinieron a consecuencia del medio, y por la existencia de los dos elementos distintos que concurren en la generación, pero subsiste una persistencia de tipo suficiente para caracterizar familias y naciones y para distinguir —y no por el color— al blanco del negro, al americano del europeo, y en razas etnográficamente más cercanas, al germano del latino. Lo mismo acontece en 269
la línea colateral, porque el tipo se encuentra remontándose al origen común, aunque el tipo esté solamente más alterado en razón de las alianzas posteriores. La herencia fisiológica está plenamente reconocida por la ciencia. La presentían también los pueblos ignorantes, hasta los salvajes, que no habían dejado de observar la locura hereditaria, por ejemplo, y no hay que olvidar que la locura era para ellos la posesión por un espíritu extraño. Habían observado, por otra parte, un dato verdadero: que ciertos caracteres morales de valor, de bondad, se transmitían hereditariamente; ahora bien, estos caracteres constituyen mérito. En esta transmisión de las cualidades morales, que no siempre existe, pero que es lo bastante frecuente para llamar la atención, habían fundado sus aristocracias hereditarias. De las cualidades nativas hereditarias, al mérito y demérito heredados, no había más que un paso, y pronto fue dado. Sin embargo, entre ellos puede haber en realidad un abismo, porque, en efecto, la cualidad es involuntaria, en tanto que el mérito sólo resulta de un acto voluntario; pero este abismo no se percibe. Por otra parte, no existe mérito o demérito propiamente dicho, si se adopta la doctrina del determinismo absoluto, y entonces la transmisión del mérito será exactamente la de las cualidades. Se ve cómo está todo en este punto en íntima relación. Por otra parte, una idea innata en el hombre, y que le parece inseparable de la justicia, es que el castigo sigue de cerca al delito, no sólo gracias a la vigilancia de la sociedad organizada, sino fuera de ella, y aun no siendo conocido el delito. La experiencia es muchas veces contraria, pero la idea es tenaz. Si el castigo no alcanza al culpable mismo, pero un descendiente suyo experimenta una desgracia inmerecida, se piensa que es el castigo correspondiente al crimen de su ascendiente, y en esto vuelve a equilibrarse la balanza de la justicia, sin percibir que se comete otra injusticia. Pero por otra parte, no es completo el error. El mal moral, la falta, tiene sus consecuencias naturales, que muchas veces son desgracias; el hijo del borracho es alcohólico, o más exactamente, sufre las malas consecuencias fisiológicas de la embriaguez que el padre mismo no ha experimentado. Por otra parte, el castigo por faltas ajenas es posible. Habrá que distinguir en este sentido la recompensa y el castigo del autor, de los que recaigan sobre otro. 270
1°.- DE LA SANCIÓN PERSONAL Abraza dos grandes esferas: la de las sensaciones durante la vida, y la de las sensaciones después de la muerte del productor del Karma. A. SANCIÓN DURANTE LA VIDA Hay que tener cuidado en no confundir esta sanción con la de la justicia social tan imperfecta y poco apropiada, o con la fisiológica o la psicológica. Tenemos que indicar las diferencias. Las reglas de la sanción de la justicia social son artifíciales en el sentido de que los castigos no están en relación íntima con el delito mismo; trátese de delitos contra la probidad, las costumbres o el respeto de la vida humana, siempre se aplican penas de una misma naturaleza, exteriores a la acción. Las de la justicia psicológica son, por el contrario, completamente internas; consisten en el remordimiento; el daño cometido se compensa por otro en la conciencia del culpable, por decirlo así; la ventaja material que haya podido deducir del delito, la destruye el remordimiento; la acción de sus malos frutos, si es mala. Por el contrario, los da excelentes si es buena, acusa una satisfacción interna que es un verdadero goce; el hombre se ve recompensado del bien que ha hecho por este mismo bien; no necesita esperar otra recompensa. No es preciso añadir que hace falta un alma grande para sentirlo; el remordimiento es accesible a un mayor número. Cuando se realiza el delito, la conciencia nos acusa; se han visto criminales, movidos por irresistible instinto, hacer en seguida confesión de su crimen, ha justicia fisiológica es distinta también. El acto malo, aun aquel que sólo lesiona un rito (muchos ritos tienen utilidad higiénica, abstinencia de ciertas carnes, etc.), tiene enojosas consecuencias para el bienestar o la salud; es también una consecuencia lógica e inevitable del Karma; el jugador, por ejemplo, se arruinará; el licencioso, perderá sus fuerzas; el borracho, señalará las consecuencias de su vida en su porvenir, en la vida de los que le rodean y en su posteridad.
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B. SANCIÓN EN LA OTRA VIDA La primera sanción consiste en el efecto del Karma sobre la posteridad del autor de la acción. Cuando muero, si el alma no sobrevive, no puedo sufrir sanción alguna de recompensa o castigo; pero mis hijos, y aun todos mis descendientes pueden hacerlo por mí. No lo veré, es verdad, pero lo sé de antemano y está previsto: es un castigo o una recompensa personal. Quizá si mi carácter es altruista, amante, esta sanción me será más sensible que la que en mí mismo se ejerciera.
del germen común de la raza cuando se transmite; ha de ser, con sus buenas o malas cualidades, y el mal adquirido forma parte de él. Sería, sin duda, injusto castigar al descendiente por intervención de la sociedad actualmente, puesto que no existe pecado actual y personal; pero la naturaleza, más fuerte, más impersonal, castiga y recompensa de un modo inpersonal e indiferente; es resultado ineludible del Karma, que los dioses mismos no podrían impedir.»
La misma idea domina en la mayor parte de los demás pueblos, primitivos o civilizados. En ella se basa la solidaridad de la familia y penetra hasta el derecho criminal, en lo que concierne a los padres vivos y aun a veces a los descendientes, a los que puede alcanzar la confiscación de los bienes. Tiene su realización en la fatalidad, que hiere a determinadas razas, y cuyos autores han sido gravemente culpables. Sistema tal, que examinaremos más tarde en lo que concierne a los descendientes a que llega, tiene la ventaja de explicar las desigualdades de la suerte, que nada, sin un principio que interviniera, podría explicar. ¿Por qué una persona, sin haber hecho mal alguno, es blanco de todas las desgracias, disgustos, enfermedades, en tanto que otra es víctima de todas las desdichas? Veremos que la metempsícosis trata de dar otra explicación de esto, que tiene la ventaja de reconocer la posibilidad del mérito y de la culpa, pero que tropieza con grandes dificultades lógicas. La que ahora nos ocupa va contra el principio de la personalidad del mérito; pero, después de esto, procede regularmente, no necesita ya de la previa hipótesis espiritualista, y está de acuerdo con las observaciones históricas y fisiológicas. Si la salud, el patrimonio, el poder, el honor, se transmiten hereditariamente dentro de ciertos límites, ¿por qué no ha de ocurrir lo mismo con el mérito y la culpa? ¿Por qué habrían de exceptuarse? El hijo del borracho es alcohólico, sufre un castigo fisiológico. El hijo del que se ha arruinado en el juego o derrochando, sufrirá una degradación, un castigo económico. El hijo del que haya adquirido una enfermedad, la sufrirá en estado congénito; es un castigo patológico. ¡Qué admirable, por lo demás semejante resultado! El descendiente no es más que el desarrollo
Nada tan curioso como observar de qué modo va europeizándose este concepto de la inexorabilidad de las leyes naturales. En el mundo clásico, la Fatalidad trágica, el Hado y el Destino prestaron una cierta dureza artística a la vida. Pudiera decirse que el Destino en los stóicos tiene a veces la intensidad del karma hindo. Pero una labor de siglos borró de las conciencias este concepto del rigor de los hechos. El perdón de los pecados fue más cómodo que el sentimiento de una opresora e imborrable huella impresa para siempre en las ondas de lo porvenir y vagando sobre nosotros como una amenaza. El efecto encadenado irremisiblemente a la causa, tan utilizado por los occidentales en el terreno de la dialéctica, no fue, sin embargo, elevado casi nunca a la esfera de lo moral. Por otra parte, el conceptuar al hombre como un algo aislado en el universo hizo que fuesen inexplicables las aparentes «injusticias» de éste. Mas la verdad se impone aun siendo triste. El hombre es un átomo y su destino le liga al de otros átomos. Y este destino le crea él mismo, a través de evoluciones infinitas, en las que cumple su karma expiando errores de un pasado inferior y sintiendo las nostalgias de un porvenir que, más tarde o más temprano, ha de llegar. Todo lo que rodea al hombre tiene y habrá de tener forzosamente ese aspecto de impersonalidad y de indiferencia de que nos habla Grasserie, porque nada existe aislado: todo cumple y convive un destino común. En esfera más cercana a nosotros, el espíritu del padre perdurará en el del hijo como la potencialidad que hizo nacer la nebulosa perdurará a través de todas sus infinitas condensaciones planetarias posteriores, y no habrá otras torpezas o alteraciones a través de la eterna evolución que las producidas por los hechos que imposibiliten o detengan el gran impulso. Entonces la naturaleza será «indiferente» y los obstáculos que dificulten su marcha sufrirán en ellos mismos la ley inexorable de esta indiferencia...
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Esta idea de la realidad del destino considerado como resultante del propio esfuerzo; este concepto de la pasividad de las fuerzas naturales ante los hechos, producto las más de las veces de energías desarrolladas en un pasado más o menos lejano, pesa hoy en las conciencias elevadas. El pensador materialista mismo se encuentra en un plano próximo a la verdad cuando amplifica su ley de la herencia. De que el germen físico se transmita con toda su historia pasada (que es su vida actual) y su historia presente que ha de determinar la del porvenir (sus predisposiciones, su parte de vida aún no evolucionada) a que en una esfera distinta se transmitan las potencialidades psíquicas, no hay más que un paso. Y sólo una teoría semejante podrá dar explicación al problema de la llamada «injusticia universal». Maeterlinck, estudiando este problema, llega a lanzar esta exclamación, verdaderamente profunda: «NO TENEMOS EL DERECHO DE EXTRAÑARNOS DE UNA INJUSTICIA EN LA CUAL TOMAMOS UNA PARTE TAN ACTIVA»; exclamación de verdadera importancia partiendo como parte de quien afirma que «todo se paga» y que «hay en nosotros un espíritu que no pesa sino las intenciones, y fuera de nosotros una potencia que no pesa otra cosa que los hechos». Mas volviendo a Grasserie, he aquí, para concluir, cómo sigue exponiendo el sistema de la sanción y de la justicia universales: 2°.-DE LA SANCIÓN EXTRA-PERSONAL
Esta última frase de Grasserie no tiene valor alguno real, porque al término Karma no puede aplicársele adecuadamente el concepto de anterioridad o de posterioridad. Karma, literalmente en sánscrito, 7a acción, como la causa y el efecto será tan sólo relativamente anterior o relativamente posterior, bien como en el eterno engranaje de las cosas los conceptos de causa y efecto irán entrelazándose eternamente hasta el infinito. Muchos otros puntos importantes deberíamos estudiar si hubiéramos de consagrar a la obra de Grasserie toda la atención que se merece, mas la falta de espacio nos obliga a cerrar aquí estas líneas. VIRIATO DÍAZ-PÉREZ
EN HONOR A SÁNCHEZ-CALVO
Hemos descrito los diversos sistemas de sanciones, las que intervienen durante la vida y las que siguen a la muerte; y entre estas últimas, hemos señalado una que se ejerce, no sólo en el autor, sino en sus descendientes. Esta última, en lo que se refiere a los descendientes, forma una sanción extra-personal: no son culpables, y, sin embargo, se les castiga. Hemos intentado dar la explicación de este hecho anormal, y no insistiremos sobre él. Es, sin embargo, un punto esencial que hay que poner en claro. El descendiente está contenido en el ascendiente; sin duda que no es culpable, y el castigo externo sería injusto e inadmisible; pero el acto cometido, el Karma, deja su huella en el germen transmitido, y desarrolla sus consecuencias fatales como una enfermedad que evoluciona y estalla entre los descendientes. Sólo falta para justificar plenamente esta teoría, que el Karma sea anterior a la concepción de aquel.
Con motivo de las fiestas que recientemente se han celebrado en Aviles (Asturias), el Ayuntamiento de esta ciudad tomó el honroso acuerdo de incluir en el programa de dichas fiestas la celebración de una velada en memoria del gran filósofo y filólogo avilesino, D. Estanislao Sánchez-Calvo. Tratándose de honrar la memoria del más profundo de los pensadores que ha tenido España en sus tiempos modernos, cuyos escritos, especialmente la atrevida Filosofía de lo Maravilloso positivo, no podemos menos de incluir entre las más admirables obras de la teosofía española, enviamos al ilustre Ayuntamiento avilesino y a los iniciadores de tan culta fiesta, nuestra más sincera felicitación, que es la de todos los teosofistas españoles e hispano-americanos. Asimismo felicitamos al Sr. Marqués de Taverga y distinguidos literatos que tomaron parte en la culta velada, y a la prensa de todos los matices que viene consagrándose estos días a popularizar al ilustre teósofo.
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Por nuestra parte, deseosos de despertar la atención pública acerca del autor de Los nombres de los Dioses —ignorado y olvidado hasta hace muy poco—, hemos dado cabida en nuestras páginas y en repetidas ocasiones a todos cuantos trabajos hemos encontrado encaminados a este fin. De ellos recordamos: Pensamientos (SOPHIA, Diciembre de 1899); Un capítulo del pensador español Sánchez-Calvo (Julio de 1901); Con motivo de ¡a muerte de Leopoldo Alas; el Asunto Sánchez Calvo; una carta inédita del Sr. Alas sobre el particular; la herencia intelectual de Sánchez-Calvo, por Viriato Díaz-Pérez (Agosto de 1901); Una opinión sobre ¡a raza turaniana (Octubre de 1901); Noticia acerca de una Carta de D. Juan Valera (Noviembre de 1901); Los filósofos desconocidos: Estanislao Sánchez-Calvo, por Pedro González-Blanco (Septiembre de 1902), etc. LA REDACCIÓN
SOPHIA, AÑO 1903
Papus. Do Ocultismo. Traducción autorizada, por Darío-Vellozo. Coritiba (Brasil). El infatigable e ilustrado popularizador del psiquismo Darío Vellozo, nos envía una esmerada traducción de esta obra del Dr. Encausse (Papus). Como en todas las del conocido escritor, encontramos también en ésta una enmarañada mezcla de verdades indiscutibles (ya hoy del dominio vulgar entre las infinitas escuelas que estudian el supernaturalismo) y un no pequeño añadido de absurdos y afirmaciones apriorísticas de ningún valor científico. En su afán pueril por el hicrofantismo, siempre visible en el autor del Tratado metódico, y no pudiendo soportar que —como todo 276
mortal— haya sido precedido y superado en sus obras, intenta despertar la atención por todos los medios posibles aun en descrédito a veces de la seriedad y de la verdad. Nada tan delicioso, en efecto, como sus etimologías de los países de Europa; su barajar de razas blancas y negras; sus fábulas druídicas; la historia admirable de Lam «que funda en la India el Lamaismo» (!), etc., etc. Los investigadores del primer momento, los Jones, Wilkins, Wilson, Weber, MaxMüller, etc., y los neoorientalistas posteriores a Blavatsky, nunca hicieron tantos y tales descubrimientos, o si los hicieron procuraron que sus afirmaciones resultasen documentadas. Sabios europeos, conocedores del sanskrito y de otros idiomas antiguos (de imprescindible necesidad para hablar de la prehistoria oriental) y viajeros ilustres que conocieron bien la India y que tenían el prestigio de todo su renombre, no hablaron con tanta fe en sí mismos como lo hace el Sr. Encausse. Bien es verdad que sus descubrimientos no eran tan estupendos como los del mago parisién. Es por otra parte curiosa la parcialidad que pone de manifiesto el conocido Papus, cuando al tratar del «ocultismo contemporáneo» enumera cuidadosamente hasta las más pequeñas sociedades parisienses (algunas de... guardarropía como nos consta) y apenas si se ocupa de LA MÁS GRANDE, UNIVERSAL, NUMEROSA Y SERIA de cuantas agrupaciones intentaron estudiar dicha materia o sea la Sociedad Teosófíca. Debiera ser más bondadoso el señor Encaussse para con una agrupación que cuenta por centenares sus miembros y entre los cuales los hay de la fama de W., Krookes, Besant, Pierre Loti, y de la cultura y del talento de Mead, Olcott, etc., etc. Tanto mas cuanto que lleva su puntualidad en otras cosas hasta citar en España tres CENTROS de su capilla que a nosotros nos consta están constituidos por... un miembro cada uno... Perdónenos el culto traductor brasileño Sr. Darío-Vellozo —amigo, hermano querido— que hagamos pública ésta nuestra particular impresión sobre la obra del dicho Papus, de quien por muchos motivos no podemos hablar por aquí sino de este modo. D.-R
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SOPHIA, ANO 1903
¿Una conmemoración del hundimiento de la Atlántida? El célebre arqueólogo doctor A. Le Plongeon, cuyas investigaciones sobre la raza prehistórica americana Maya son bien conocidas, ha estudiado nuevamente la célebre pirámide mexicana de Xochicalco. Dicho monumento, situado a 1.800 metros al S-S-0 de Cuernavaca, fue visitada por Humboldt y otros muchos viajeros que no pudieron ni vislumbrar el sentido de las inscripciones que la recubrían. Mas Plongeon, después de serios estudios, ha terminado por descubrir que sus jeroglíficos están escritos en lengua Maya y son de origen ¡egipcio! Y según da cuenta ¡a prensa extranjera, su texto hace elevar la época de construcción de la pirámide a 11.500 años, época en la cual, según Le Plogeon, aconteció la inmersión de la última parte del misterioso continente llamado en Maya Mu, y que es seguramente el Poseidonis de Platón en su Atlántida. (Vessillo spiritista, Lumiere, etc.). D.-P
La muerte de Alejandro Aksakof Toda la prensa europea viene rindiendo justo tributo de admiración al gran filósofo Alejandro Aksakof. Copiando a Kronhelm1 diremos que el famoso Consejero ruso ha sido un ejemplo vivo de lo que puede la firme voluntad unida a una vasta inteligencia. Es, en efecto, admirable la obra del gran psicólogo, teniendo presente su posición, su patria y su época. Hablar en 1855 en su país y siendo Consejero del Czar, de mediumnimidad y de magnetismo; trabajar años y años en este sentido, arrostrando todas las sospechas y todos los sarcasmos, es obra que revela toda una verdadera personalidad. No es de extrañar que debido a sus esfuerzos Rusia conserve entre sus recientes timbres de cultura, el interesantísimo de ha1
Constancia, revista de Buenos Aires, 14 de Junio. 278
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ber sido la primera nación de Europa que organizó una comisión de carácter científico para estudiar los llamados fenómenos espiritistas. Conviene saber que esta comisión fue presidida por el célebre físico Mendeleyeff, y en ella se estudiaron médiums traídos por Aksakof que recorrió para este efecto Francia e Inglaterra. Del resultado de esta investigación nos habla un español, el doctor Otero Acevedo, que en su interesante obra Los espíritus, publicada en 1895, estudia detenidamente al sabio ruso. Dice nuestro querido amigo: «Desgraciadamente, el comité no se ajustó a las condiciones acordadas, y lejos de observar con frialdad y ánimo sereno los hechos, dejóse arrastrar por ideas preconcebidas, y a la quinta o sexta sesión, Mendeleyeff, olvidando hasta los respetos debidos a sí mismo, suspendió la investigación y publicó más tarde el informe en un extenso libro (Datos para establecer un juicio sobre el espiritismo), en el que afirma que los fenómenos espiritistas son todos producidos por instrumentos que llevan los médiums bajo las ropas; opinión digna de figurar al lado de las del peroneo lateral corto, para explicar los ruidos de los veladores presentada por Cloquet, Jobert de Lamballe, Velpeau y Schiff y aceptada como buena por la Academia de Ciencias de París, y que prueba como en muchas ocasiones no basta ser o pasar por sabio para tener sentido común. Al libro de Mendeleyeff, contestó Aksakof con otro titulado Un momento de preocupación científica. Últimamente sostuvo, con ventaja, una polémica con el célebre filósofo del inconsciente Von Hartmann, y publicó en alemán una obra extensísima, la más completa hasta el día de las que tratan de espiritismo: Der Spiritismus». La pérdida que acaba de experimentar la ciencia ha sido realmente sensible, pues pocos investigadores unieron como Aksakof, a una originalidad y sinceridad verdaderamente sorprendentes, una constancia tan admirable para el trabajo. Baste como ejemplo la enumeración de sus trabajos más importantes, a saber: Traducción de las obras del teósofo sueco Swedemborg; del filósofo y médium americano Sir Andrés Jackson Davis; del célebre astrónomo y psiquista Alfredo Rusell Wallace (Lo sobrenatural desde el punto de vista científico); del gran Crookes (Experimentos sobre la fuerza psíquica); de R. Dale Owen (Paso falso sobre el límite del otro mundo), de la que se han repartido en América más de 60.000 ejemplares, etc., publicación de la revista alemana Psychische Studien (la más seria 279
de cuantas existen sobre la materia); de la sensacional obra Animismo y Espiritismo, traducida a todos los idiomas europeos; su réplica a Hartmann; la fundación del Círculo de Investigaciones Psíquicas de San Petersburgo, y por último, el sin número de comunicaciones que sobre sus experiencias publicó en distintas revistas europeas. D.-P.
Muerte del Orientalista Weber Uno de los más célebres y de los más antiguos orientalistas europeos, profesor Albrecht Weber, de Berlín, ha fallecido. Leo la noticia en el The Maha-Bodhi, de la India (número de Febrero). Su nombre ocupa un puesto eminente en la historia de la literatura sánskrita europea. A. Wilkins, W. Jones (1746-94), Colebrooke (1837), Bopp (1791), Wilson (1832), y recientemente fallecido Weber y a otros varios, debemos la actual popularización del sánskrito y de su inmensa y original literatura. Con todos los errores y los prejuicios de los primeros tiempos, fue notable, sin embargo, el esfuerzo de esta generación de popularizadores. Weber publicó su Historia de ¡a literatura Inda en 1852, y aún hoy mismo puede decirse que es utilizable. Sus obras son clásicas entre los filólogos, y han sido elogiadas por Max Müller, doctor Bühler, profesor Cowell, etc. Sus principales obras, tal como las anuncia el catálogo 245 de Otto Harrassowitz2, son: Ub. die Metric d. Inder, Berlín, 1867. Vedische Beitrage, id., 1894. Die beiden Aukramane, id., 1886. Episches in vedischen Ritual, id., 1891. Ub. d. Krishnajanmashtami, id., 1868. Die vedischen Nachrichten, id., 1860. Ub 2 Parteischriñen zu Gunsten der Maga, id., 1880. 2 Vedische Texte üb. Omina ú. Portenta, id., 1859. Uber den rajapeya, id., 1892. 2
Antiquaríscher catalog, 245. Indische philologie, por el profesor Bühler. Lo remite la casa Otto Harrassowitz, cuya dirección es: Leipzig. Querstrasse, 14. 280
Juan P. García Pérez. Indicador de varias crónicas religiosas y militares en España.— Madrid 1901. Con este título ha sido nuevamente publicada una eruditísima obra de indiscutible utilidad para la literatura histórica de nuestra patria. Encuéntrase en ella, minuciosamente registrada, una importante masa de bibliografía relativa a las órdenes religiosas y militares españolas, bibliografía hasta hoy casi olvidada, y que resulta de útilísima aplicación por los varios e interesantes asuntos de que trata. Por ella, en efecto, pueden conocerse a veces los orígenes de ciertos pueblos de la antigüedad; las leyendas y tradiciones más populares sobre multitud de asuntos religiosos; las relaciones de no pocos misioneros de las Indias de Oriente y Occidente y la historia interna, en suma, de todas las contiendas religiosas que hicieron célebres los tiempos pasados. Entendemos, pues, es muy digno de encomio el esfuerzo que representa la obra del joven archivero y arqueólogo español Sr. García Pérez, que ahora justamente acaba de ingresar entre los miembros de nuestra Real Academia de la Historia.
Virgilio. La resurrección de los muertos en sus aspectos científico y filosófico. Barcelona 1903 Podría servir de lema a este original estudio aquella frase de la filosofía hermética que dice: El hombre no está muerto cuando su cuerpo es enterrado, pues que nada puede proceder en la naturaleza por transiciones violentas... Propónese, en efecto, demostrar el autor, que aún muy inmediato al período de desintegración cadavérica, el cuerpo humano conserva tenebrosa y extraña vida en cierta acepción de esta palabra, que el autor explica detalladamente. Desde el punto de vista científico tiene este estudio especial importancia por la gran cantidad de observaciones que en él se encuentran sobre los signos de la llamada muerte real y de la aparente. Estudiase asimismo el fenómeno denominado vampirismo, popularizado en tantas narraciones medioeválicas y sobre el cual el autor ha reunido datos 281
y observaciones verdaderamente interesantes. Igualmente es tratado el problema de la cremación desde un punto de vista científico y religioso a la vez. El autor, convencido de cierta especial supervivencia post-mortem favorecida por la fuerza misma de la descomposición, indica como único medio de ayudar la obra de la naturaleza el seguido por los pueblos orientales que entregan sus cadáveres a las llamas. D.-P.
Relaciones entre el tagalog y el tamil de la India. Hace ya algún tiempo, en esta misma revista, estudiando algunas particularidades de la mitología filipina (véase el núm. I del tomo VIII), hubo de encontrarse que algunos de los problemas de dicha mitología no podían ser resueltos si no se admitía una estrechísma relación entre las actuales razas filipinas y algunas de origen sánscrito de la raíz AN (que forma parte esencial del término tagalog anuos), y se exponía una pequeña lista de palabras de ambas lenguas que demostraba algo más que una semejanza en ellas, entre las que recordamos: asa, «esperar» en tagalog y acá, «esperanza» en sánscrito; catha, «componer» o «idear» en tagalog y cathá, «cuento» en sánscrito; magha «nube» en tagalog y megha «nube» en sánscrito y otras... Hoy el Madras Weekly Mail (núm. 4. Vol. LVII) en un curioso estudio sobre «Las palabras inglesas introducidas en el idioma Tamil», nos proporciona un dato curiosísimo que confirma nuestra hipótesis sobre la conexión entre determinadas razas de la India y la raza filipo-tagala. Sabido es que una de las particularidades filológicas del tagalog es la de que su alfabeto carece de F, falta que nos hizo recordar cuando estudiábamos estos asuntos la del alfabeto sánskrito, en el que asimismo se observa este mismo fenómeno. Ahora bien; según el Madras Weekly Mail es regla general que los naturales de la India que hablan tamil desfiguren la pronunciación de las palabras inglesas en que interviene la f, porque no pudiendo pronunciarla, la cambian enp. Esto exactamente es lo que hace el natural de las islas filipinas con nuestras propias palabras españolas; y claro está que aquí sólo hablamos del indio tagalog (pues el ilocano y otros son de filiación etnográfica más conocida). El tagalog pade282
ce la misma atrofia orgánica que su antiguo hermano el hindo tamil. Y decimos atrofia, por haber observado nosotros mismos el verdadero esfuerzo que representa para un indio tagalog articular el sonido citado. Así, pues, del mismo modo que el tamil pronuncia la palabra inglesa office «opees» y dice «coppee» por coffee y «pees» por feets, el tagalog dice «telegrapo» y «Pilipinas», desfigurando nuestras palabras españolas. Aún temiendo pecar de nimios, no hemos querido dejar en el olvido este pequeño dato que la casualidad nos ha proporcionado. Y ya que hablamos del idioma tamil, y aunque sea apartándonos del tema de esta nota, aprovecharemos la ocasión para utilizar los curiosos datos que el escritor tamil Kandaswami Gupta nos proporciona acerca de palabras de este su idioma que han tomado carta de naturaleza en la lengua inglesa, y que, por tanto, quién sabe si penetrarán algún día en la nuestra propia. Estas son: «Catamarán» (cattumaran) balsa; «cheroot» (shuruttu), especie de cigarro puro que viene de Filipinas; «coolie» (kooly); «mullagatawny o mullagatawny» (miligatowni), especie de plato cuya base es el arroz; «patchouly» (patchilai),floresolorosas; «pariah» (paríyan); «saman», fardo, cosa pesada; «malvarumbadi», salario oficial; «nunsey» (nunja), y «punsey» (punja), tierras húmedas y secas, respectivamente. Y no incluimos algunas muchas de origen más erudito, como «pundit», «tamil» (de tmul) y otras muchas. D.-P.
Conferencia teosófíca en Buenos Aires La revista americana Constancia inserta en sus dos últimos números una interesante conferencia dada por el teosofista americano Sr. M. López en el local de la sociedad Estudios teosóñcos, de la capital argentina. El tema de la conferencia, en extremo interesante, «El movimeinto considerado como manifestación», está desarrollado extensa y acertadamente por el conferenciante, quien, entre otras cosas, examina las apreciaciones generalmentes sustentadas sobre la materia, comparándolas amena e interesantemente con algunas teorías teosóficas. Entresacamos uno de sus párrafos, que sintetizará mejor que todo cuanto nosotros digamos el pensamiento del autor. Dice así: 283
«La fuerza que se manifiesta en el Universo y la que se manifiesta en el hombre, son de la misma naturaleza... Llamemos en nuestro auxilio la ciencia oficial misma, y vemos de qué modo nos dice que están constituidas todas las cosas. Fijemos nuestra atención en un objeto cualquiera; el concepto que de la cosa nos formamos es puramente resultado del movimiento actuando sobre nuestros órganos; no conocemos de las formas más que aquellas cualidades que poseen y que nos impresionan. A ese conjunto de cualidades le damos un nombre: nombre —que representa una idea, una imagen mental que asociamos a ese conjunto que constituye el objeto—; estas cualidades son el color, el sonido, el olor, el peso, la forma, etc., y en resumen, todo es producto del movimiento actuando sobre nosotros. —El color es el efecto de las vibraciones que impresionan nuestra retina, las que, transmitidas al cerebro bajo la forma de sensaciones, son percibidas allí y entonces vemos el objeto—. La ciencia llega hasta determinar el número de vibraciones que produce cada color diferente; pero sea o no exacto el cálculo, el hecho es que en último análisis. Un modo de movimiento particular produce los colores. —Si de los colores pasamos a los sonidos, sucede lo mismo; es decir, que los sonidos también son producidos por el movimiento actuando sobre nuestros órganos auditivos... La forma es un producto del movimiento. Según las enseñanzas ocultas es el sonido el que da origen a todas las formas... haré presente el hecho bien conocido de que los sonidos se expresan en formas, habiéndose obtenido imágenes de flores y hermosas plantas de helécho por medio de notas musicales. De aquí resulta que la forma es producida por el sonido, éste por vibraciones, siendo todo, en último término, una misma cosa: movimiento».
«KARMA» Sophia, año 1904
Hay en la metafísica buddhista una palabra de virtualidad tan extraordinaria, que después de haber servido de guía moral a millones de seres durante más de dos mil años, introducida en Occidente por el teosofismo, háse hecho europea arrastrando con ella no pocas de las ideas que condensa. Es esta palabra «Karma» que en la lengua del Bhagavad Gitá significa acción, y esquemáticamente esa ley de engranaje que une hasta lo infinito la multiplicidad de los efectos y de las causas. Muy distinto el Karma del áváyxv helénico, de la Fatalidad coránica y del Hado y Destino clásicos, representa más bien que la presión personal de éstos esa relación impersonal, íntima e inexorable que existe entre todos los actos. Su originalidad radica en que, prescindiendo de toda Providencia aislada, explica por sí misma retrotrayéndose hasta lo infinito, la eterna sucesión de los hechos. Tal vez a esta particularidad obedezca el que vertida en Occidente en momentos de escepticismo, haya encontrado eco en espíritus que todos admiramos. Originaria la palabra y el concepto de una filosofía lejana y exótica, ha encarnado de tal modo entre nosotros, que podríamos exponer sus caracteres sin acudir a ninguna producción oriental. Estudiando la psicología de las religiones, Grasserie1 ve en el Karma una ley de justicia que pudiera servir de base a una verdadera moral apoyada en datos del mundo físico. En lo biológico, en efecto, existen las leyes del atavismo y de la herencia, que no son sino aplicaciones fisiológicas del antiguo concepto hindo del Karma. Nadie niega que las enfermedades son hereditarias, y que asimismo lo son las inclinaciones y aún las cualidades; es decir, que existe una sanción y un castigo «más allá del individuo». El filósofo hindo, sustituyendo el término castigo —que implica una entidad aislada y nemesiaca absurda y cruel— por el de propia expiación, dice 1
Raúl de la Grasserie,filósofo,orientalista y estético personalísimo, conocido por sus estudios admirables de métrica comparada y por su obra L'element psychique dans le rythme. De él se ha traducido no ha mucho entre nosotros en Psicología de las Religiones. 284
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lo mismo. El hijo del alcohólico sufrirá tanto para el hindo como (para el investigador occidental) aquellas consecuencias fisiológicas que el mismo padre no alcanzara, y aquellas otras morales que ocasionara su ancestral detención evolutiva... Porque el descendiente, tanto para el antiguo hindo como para el actual europeo, no es sino «el desarrollo del germen común de la raza con sus buenas o malas cualidades, puesto que el mal o el bien adquiridos forman parte de él. Desde este punto de vista, Mozart, ideando temas musicales a los cuatro años, no sería sino un ejemplo de realización kármica, y lo serían asimismo todos esos casos que nadie ignora de precocidad, de saber «innato». Antiguos y modernos coinciden, en suma, con Platón, afirmando que en cierto modo saber no es sino recordar. Nada tan curioso como observar de qué modo va europeizándose este concepto oriental de la sucesión irremediable de la causa y del efecto. En el mundo antiguo, la Fatalidad trágica, el Hado y el Destino prestaban una cierta dureza artística a la vida. Pudiera decirse que el Destino estoico, tal como nos le presentan Epicteto y M. Aurelio, plácidos maestros, tuvo a veces la intensidad del Karma hindo2. Aquellos filósofos, sin el cristianismo, acaso nos hubieran llevado a una moral fortísima. Pero una labor de ceguedad borró de las conciencias el antiguo concepto del rigor de los actos. El «perdón de los pecados» fue más cómodo que el sentimiento de una opresora e imborrable huella impresa eternamente por nuestros actos sobre nosotros mismos. «El efecto relacionado con la causa», que tanto utilizaron los occidentales en el terreno de la dialéctica, nunca fue elevado por ellos al de la moral. El hombre fue para ellos un algo aislado en el Universo y la vida, por tanto, una intrincada e inexplicable red de injusticias... Hoy se piensa, empero, de otro modo. El hombre es un átomo ciertamente, pero tiene un destino que le liga al de otros átomos. Y este destino le crea él mismo a través de evoluciones infinitas; es su Karma, la expiación de sus caídas pasadas, la realización, también, de sus ideales incumplidos en otros tiempos, la esperanza de
la realización de sus nostalgias por un porvenir que más tarde o más temprano habrá de conseguir. Mediante tal ley, todo lo que le rodea habrá de tener forzosamente ese aspecto de relación impersonal y de trabazón con lo infinito que permite exclamar: «Nada existe aislado, todo cumple y convive un destino común». Mediante tal ley nos explicamos asimismo en una esfera muy pequeña —en la nuestra— que el espíritu del padre perdure en el hijo, como la potencialidad que hizo nacer la nebulosa perdura a través de todas sus infinitas condensaciones planetarias posteriores... Admitiendo tal principio no existirán en el universo otras torpezas o alteraciones a través de la eterna evolución, que las producidas por los hechos que imposibiliten o detengan el primitivo, el gran impulso. Cuando tales torpezas se produzcan, la naturaleza aparecerá indiferente y cruel, como hacen ver Maeterlinck y el mismo Grasserie... Porque ante la marcha inmensa, inevitable del cosmos, los obstáculos que se le presenten serán arrollados. Sufrirán en ellos mismos su destino de obstáculos. Sabido es que éste es uno de los principios de más transcendencia para el místico, para el transmutador de pasiones y para el ocultista...
He encontrado antes de ahora con verdadera sorpresa, no ya relación ideológica, sino de palabras entre Epicteto y algunas obras sanskritas. El mismo primer párrafo del admirable Enjeiridion parece haber sido escrito frente a las slokas 159 y 160 del libro IV del Mánava-dharma-gástra hindo.
Esta idea de nuestro destino como un resultado del propio esfuerzo, este concepto de la pasividad de las fuerzas naturales ante los hechos —productos en su mayoría de energías desarrolladas en un pasado más o menos lejano—, pesa hoy, como he dicho, en las conciencias elevadas. El pensador materialista mismo se encuentra en un plano próximo a la verdad cuando amplifica su ley de la herencia. De que el germen físico se transmita con toda su historia pasada (origen de su vida actual) y su historia presente (que determinará la del porvenir), a que en una esfera distinta se transmitan las potencialidades psíquicas, no hay más que un paso. Este le dieron los huidos. Su teoría del Karma puede explicar, en efecto, el problema de la llamada «injusticia universal». Irremediable es, hablando de esto, recordar a Maeterlinck. Nadie como él en Occidente estudió el problema. En La Justicia (Le temple enseveli), parece se está escuchando a un viejo yogui que hablara a sus discípulos: «No tenemos —dice— el derecho de extrañarnos de una injusticia en la cual tomamos una parte tan activa»; exclamación de verdadera importancia partiendo, como parte, de quien afirma que «todo se paga» y que «hay en noso-
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tros un espíritu que no pesa sino las intenciones, y fuera de nosotros una potencia que no pesa otra cosa que los hechos». He dicho que esta idea del destino, como resultado de nuestros actos, pesaba en las conciencias elevadas, y he tomado como ejemplo a Maeterlinck por la unidad y esquisitez que manifiesta en toda su obra, y porque ha sabido condensar en ella cuanto la moderna espiritualidad había presentido sobre el problema. ¿Qué es la Justicia? —pregunta el gran pensador—. ¿Qué conocemos de ella o del mundo que nos une con ella? Positivamente, nada. El Misterio en este punto, como en otros muchos, nos envuelve con sus auras sombrías. He aquí las palabras del poeta: «Sin indagar en una inmensidad ajena a nosotros, y manteniéndonos en el punto apenas perceptible que ocupamos entre los mundos, nada sabemos sobre nuestra posible vida de ultratumba, y olvidamos que en el estado actual de nuestros conocimientos nada nos autoriza para afirmar que no existan más allá de la vida supervivencias nuestras, más o menos conscientes, más o menos responsables... Muy aventurado sería quien afirmase que lo que constituyen las adquisiciones de nuestro cerebro o los esfuerzos de nuestra voluntad no perduraban después de nosotros. Pues podría suceder (y serias experiencias permiten, si no probar, por lo menos clasificar el hecho entre las posibilidades científicas) que una parte de nuestra personalidad o de nuestra fuerza nerviosa no desapareciese con nosotros... En cuyo caso, ¿no se presentaría ante nuestra vista un porvenir amplísimo para aquellas leyes que unen la causa y el efecto?». ¡Cuan admirable y justa es esta pregunta! ¡Cuan cierto es que una ley eterna, ensartando átomos y mundos en invisible y tenue hilo, encadena todo lo existente! En el mundo tangible de la materia infinidad de vidas rudimentarias forman otras de un orden superior... ¡Y nadie podría precisar hasta qué punto los momentos de la vida espléndida de la isla estarían relacionados con los primeros momentos de la célula anónima que le sirviera de base... Así en lo mental y en la vida las causas y los efectos entrelázanse en espirales infinitas desde lo Pasado a lo Venidero.
viven las almas? Habréis visto seres buenos llenos de espiritualidad y de sacrificio que, envueltos, sin embargo, en inexplicable maldición, viven una vida de zozobra en la que ven deshacerse y extinguirse todo lo que aman. ¿No tenemos derecho para suponer que el pensamiento santo y bueno de estos seres, cuando se exterioriza y es acción, desvirtúase al chocar con residuos de un pasado vergonzoso? En ciertos dramas, en aquéllos de la vida que vemos en verdad, el dolor es tanto más intenso cuanto menos aparente y estruendosa es la lucha, cuanto más de lejos viene el conflicto... En estos verdaderos dramas silenciosos el espíritu y las ideas de los protagonistas —ideas santas, grandes, elaboradas a través de una evolución inmensa y depuradora —luchan inútilmente contra los «hechos» que como némesis inflexibles surgen desde el Misterio para ser expiados... ¿Y cuál es la causa de esto? Los metafísicos del Ganges intentan explicarla por su gran Ley. Entre nosotros algunos pensadores los confirman. Amiel, uno de los pocos que en Europa fueran iluminados por algún destello de la sabiduría oriental, nos habla del temor que le produce el saber que toda acción engendra resultados inevitables. «Aborrezco —dice— los lamentos, los arrepentimientos inútiles. La fatalidad de las consecuencias que entraña cada uno de nuestros actos, sombrío elemento trágico de la vida, me detiene con más seguridad que el brazo del Comendador...» Y tan consecuente es, que llega a confesar realiza sus actos con repugnancia. ¡A tal extremo conduce el incompleto conocimiento de las cosas! He aquí sus palabras: «Depender, es para mí una idea insoportable; pero depender por mi culpa, depender de un error, esto es, enajenarme mi libertad, mi esperanza, matar mis sueños y mi dicha, es el infierno. Creo que lo soportaría todo con alma fuerte, pero no la responsabilidad enconando mortalmente la pena... Y he aquí que como los actos son esencialmente voluntarios, opero lo menos posible... (Diario, 6 Abril 1851).
El que nosotros seamos resultado de actos anteriores es una de las claves más universales para sondear la vida. ¿No os han sorprendido esos frecuentísimos casos de inarmonía y de dolor en que
La quietud no es, empero, la posición perfecta del espíritu. Amiel, poniendo en práctica sus ideas, hubiera llegado al error ataráxico, al de la fría indiferencia o al contemplativo, que a tan pocos les es dado practicar; pues nada es tan absurdo como la inacción absoluta. La mística oriental, fuente de todas las místicas conocidas, la
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condena. No podemos cortar en nosotros el hilo del pasado. Nada podemos dejar en pos de nosotros sin resolver; la inacción es, por tanto, una desviación torpe y morbosa del espíritu... El Bhagavad Gitá, dice: «Es preciso saber distinguir entre los actos que deben ser ejecutados, los que deben ser prohibidos y la inacción» (cap. IV, § 17). De donde se deduce que lo que se precisa es la pureza y no la abstención, tanto de actos como de pensamientos, pues todos ellos engendrarán inevitable Karma. Hasta nuestras fantasías «imaginarias» encontrarán su realización en alguna parte, única verdad que nos dejará Hegel en sistema, y que antes que él Platón y los metafísicos de Oriente patentizaban en sus escritos. Por una razón kármica asimismo, por razón de un Karma de raza, todas estas ideas que eran viejas en la India en los tiempos del Buddha Cakyamuni, y q u e durante tantos siglos permanecieron olvidadas en Occidente, resucitan con nuevos matices. Seguramente nuestro arte futuro estará adornado con su virtualidad. Desde Goethe y Schopenhauer, dos hilos de inspiración oriental corren a través de nuestra filosofía y de nuestro arte... Fueron estos dos genios los admiradores del primer momento y su admiración se refleja en sus obras. Goethe en Las afinidades electivas, unos de nuestros primeros pasos hacia la literatura filosófica, hace hablar así a una de sus heroínas: «No soy supersticiosa... No daría importancia alguna a esos presentimientos sombríos si fueran esto sólo; pero la mayor parte de ellos me parecen recuerdos vagos de consecuencias desgraciadas o dichosas experimentadas por nosotros en acciones propias o ajenas...» En las creaciones del arte contemporáneo, la herencia y el destino —formas europeas de la idea kármica— llegan unas veces a justificar lo anormal de la vida, otras a servir de base y fundamento a las ideas. Tolstoy tiene una narración titulada Karma. Edwin Arnold consagra varias estrofas de su Luz de Asia a exponer poéticamente la idea. Recordad sus comienzos:
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Karma —todo aquel total de un alma, que es el conjunto de las cosas que hizo, de los pensamientos que tuvo, el «yo» que tejió con trama de tiempo sin fin, a través de la urdimbre invisible de los actos...3 En general, las tendencias naturalista y simbolista, aún apartadas en procedimiento por distinciones estéticas, utilizan igualmente estas viejas ideas hoy nuevas. El pontífice del naturalismo describe en La Curée una pobre víctima que nace «con la memoria ocupada ya por una vida torpe». Este pobre ser, cuando cree descubrir escenas extrañas «de otra existencia», son siempre lúbricas. «Se sumergía —dice el citado autor— en las cosas prohibidas con esa seguridad que tiene en la vida el que entra en la que fue su casa, después de larga ausencia...» Ibsen tiene asimismo una obra, cuyo argumento es un caso kármico. En Los Espectros el hijo de Alving es una expiación del mismo. Por esto la infortunada Elena llega a creer que el pasado revive ante ella y que la humanidad es un conjunto de espectros. Cree entonces que no sólo se lleva en las venas la sangre de los padres, sino «una especie de idea destructora, una especie de creencia muerta, con todo lo que se le relaciona». ¡Y esta idea es el eje de la vida! El protagonista de la profunda obra norsa muere como todos los agotados, de reblandecimiento. El abuso, la degeneración, el cansancio ancestral engendran el suyo propio. Y como en él se cumple la expiación, muere. El Karma de su degeneración queda agotado. Porque esta es la gran verdad. El destino pesa sobre nosotros con la misma fuerza que nuestro pasado le imprimiera. Próspero o adverso, nuestro Karma es obra propia... Y el dolor y el mal, infracciones de la armonía universal, que reaccionan sobre el infractor describiendo una curva inmensa, cuyo punto de partida no es desconocido. .. Las palabras de Pablo, Lo que el hombre siembre, aquello recogerá; y las de Cristo, No peques más, no vaya a sucederte algo peor, hablan de esta verdad, como hablan también de ella el dolor univer3
Esta poesía se inserta en su casi totalidad en La Qave de ¡a Teosofía, de H.P. Blavatsky (trad. espafi.). 291
sal, que sería la más negra e inconcebible de las injusticias sin la existencia de una ley que borrase la separación entre los errores del pasado y las experiencias del presente. Viriato DÍAZ-PÉREZ
SUPERNATURALISMO PRÁCTICO Sophia, año 1904
¿Has puesto a tono tu ser con el Dolor inmenso de la Humanidad? (H.P. Blavatsky, Los Siete Portales) No puedes tu caminar por el Sendero antes de que te hayas convertido en el Sendero mismo. (H.P. Blavatsky, La Voz del Silencio) Estamos en una época de síntesis y de promesas. Por todas partes se busca una revelación universal y humana. Las razas privilegiadas han tenido sus Salvadores. Arios, semitas y turanios recibieron la parte de verdad que les correspondía, y sin embargo, parece que no se ha recibido la verdad que correspondía a todos. La tierra es más grande de lo que se sospechaba, y los problemas humanos más complicados de lo que se había convenido. Hay razas proscritas, eslabones desencajados de la gran cadena humana, seres que vagan extraviados por la aridez del planeta y para quienes parece que el Destino no reserva otra cosa que fatalidades. Las razas, los pueblos, se disputan el privilegio de la verdad, como el ario de la fábula la manzana de la discordia, y mientras esa verdad no sea universal, no será la Verdad. Emerson ha dicho que la prueba de una hipótesis nos la da antes que su realibilidad, el hecho de que sirve para explicar múltiples misterios... Pues bien; sólo la verdad universal, la verdad de todos, la que corresponde a todos, la que cada uno recibe, 292
según los esfuerzos que realizara para alcanzarla, podrá ser la Verdad. Para llegar a su vestíbulo habremos de arrancar de nuestro corazón, uno a uno, todos nuestros prejuicios, y habremos de ser insensibles al espectáculo de nuestro propio dolor. La idea de que somos algo separado del universo, habrá de morir para siempre en nosotros. Hay que dejar de ser oriental u occidental, ario o semita, eslavo o latino... Sólo en ésto habremos de ser hindos: en desear extinguir para siempre la idea de la «separatividad». No nos separa del salvaje ni del dios sino nuestro lugar en la escala evolutiva. En tanto se es hombre, se es instrumento más o menos consciente de un ideal cósmico que se realiza con nuestro asentimiento o sin él y mediante nuestra existencia. En este sentido, el estoico poseyó una perfecta norma de la vida: Todo lo que te va aconteciendo se te había dispuesto desde la eternidad... La encadenada serie de causas fatales desde el principio entretejió con tu existencia los acontecimientos1. Nada, pues, nos es ajeno. El polinesio delante del tótem, o sobrecogido por la psicología mágica del tabú... el malayo delante del anito... el cristiano al pie de la cruz... Francia del 93, martirizándose en el suplicio con vista fija en su ideal... Nietzsche inmolando su alma para devenir «humano», no hacen sino una misma cosa: elevarse hacia lo Futuro. Todos juntos marcan los peldaños de la escala multiforme de la evolución e inconscientemente cooperarían con el plan secreto del universo si sus prejuicios no les lanzara a unos contra otros, olvidando su primer deber: el de ser humanos, con la humanización que soñara Blavatsky, maestro querido. Las actuales y magnánimas tendencias hacia las síntesis religiosas, terminarán tal vez por dulcificar nuestra marcha, rompiendo antiguas barreras y unificando acaso el positivismo o incredulidad de occidente con el ocultismo y la metafísica orientales. Así por lo menos debemos esperarlo. Si en lo antiguo, las civilizaciones aisladas en medio de la aridez de la tierra, sepultábanse en el olvido aparentemente fracasadas, en lo moderno, las tendencias unificadoras sentidas como una necesidad en la mayoría de los corazones, han de llevarnos al éxito de nuestras grandes obras... Y no latinos o sajones, ni orientales u occidentales, sino todos coadyuvaremos a la realización del Karma de nuestro ciclo. Marco Aurelio, Soliloquios. 293
Esta obra, empero, habrá de realizarse con el corazón limpio de rencores y el espíritu depurado de prevenciones. La sabiduría actual es fría y no satisface al sentimiento; es la sabiduría de que anatematizaba aquel gran hindo, que allá en Kapilavastu condenaba, cinco siglos antes que nuestro Christo, la «doctrina de la cabeza», como aniquiladora de la doctrina verdadera, la «del corazón». Hemos de depurar la sabiduría que nos transmitiera el pasado, porque ella nos determinó en la forma actual. Estamos más sujetos a ella que a nuestro presente. Como el hijo del leñador no podrá arrancar de su organismo los músculos fuertes que heredara de un pasado trabajoso, nuestros espíritus no podrán aniquilar el fruto que ellos mismos sembraran. Sólo lo que en el propio corazón fue engendrado, lo que debemos a nuestra propia experiencia, que es nuestro propio dolor, podrá ser transmitido a la humanidad como una verdadera enseñanza... De aquí que sólo los grandes renunciadores y los grandes martirizadores puedan ser profetas. Para ellos la fórmula «¡quién sabe!», la hipótesis en su aspecto prístino, se convertirá en realidad palpable, base de futuras interrogaciones... La humanidad recibirá sus enseñanzas, que hablarán al alma o a los sentido, según se las interrogue. Y la experiencia será como siempre esotérica y exotérica, porque cada cual la recibirá como la reclamare. Los espíritus de una evolución gigantesca proclamarán lo revolucionario, lo oculto de las cosas... y los espíritus, sin otra experiencia que la suministrada por el ejercicio de su mezquina razón, se aferran al asidero tangible e ilusorio de las cosas. Pero como se siente más que nunca la mezquindad y ruindad de éstas, se llegará a un conocimiento suyo más elevado y trascendente. No otra cosa hemos de esperar, contemplando esa pléyade de soñadores, de poetas y de sabios de todos conocidos, que por el ejercicio inconsciente de su propia intuición devienen verdaderos videntes y profetas. Cuando se ve esa línea de artistas y creadores, a cuyo frente resplandece el místico Maeterlinck, caminar espontáneamente hacia un arte verdaderamente grande, la esperanza fortalece el espíritu. Porque allá en un horizonte lejano y melancólico parece que se nos anuncia, con el crepúsculo de los antiguos ídolos, el nuevo panteón de las verdades futuras. El Misterio y lo Oculto reinan en este nuevo mundo de pálidas visiones. .. No sabremos de qué está poblado el éter que nos separa de 294
lo venidero; pero si por hoy no puede decirse otra cosa que «incipit Zarathustra», allá en el mundo de lo fantástico, ya hoy presentido como maravillosamente positivo, nos ofrecen grandes promesas nuestros destinos. Entre tanto —meros instrumentos de la naturaleza— depuremos nuestros Instintos, procurando que nuestros actos, aun los más insignificantes, estén en armonía con el anhelo secreto del universo. Nos es preciso cooperar ardientemente a la gran obra de la naturaleza, si no nos es posible de otro modo, con la ceguedad, pero con la realidad que el grano de arena contribuye a la formación del desierto. .. con la exactitud que las células contribuyen a la creación del organismo... La naturaleza procede por medios secretos, pero aquél que supiere ayudarla se convertirá en uno de sus hijos predilectos, y las fuerzas de lo Oculto y de lo Supernatural le serán algún día abordables. Goethe nos habla de dos muebles sacados de un mismo árbol, de los cuales uno estalla con estrépito en el momento que el otro ardía en el incendio de un castillo lejano... A los que claman por lo fenomenal les recuerdo esta hermosa leyenda, llena por lo menos de la realidad de su poesía, ya en sí misma un milagro. Yo veo en ella una alusión, intensa como todas las del genio alemán, a ese panvitalismo y a esa universalidad del dolor que tan vigorosamente se impone a nuestra consideración... El «amor» de las palmeras... el viaje de ciertos insectos desde inmensas distancias, cayendo como el rayo cerca de la hembra... La influencia psíquica de la luna... la decoloración del coral con las lunaciones y otros mil fenómenos semejantes, invítannos a reflexionar sobre la existencia de fuerzas desconocidas, tan inexplicables como reales, que han sido registradas eternamente dentro de lo «misterioso positivo». Recordad aquella experiencia de que nos habla H.P. Blavatsky2. Una copa de cristal transparente, herida por un golpe dado con un martillo de plata, producirá un sonido intenso y purísimo; si se produce después este mismo sonido frotando con el dedo humedecido los bordes de la copa, ésta saltará en el acto en peda2
El Hipnotismo y sus relaciones con otros medios de fascinación. Lucifer, Diciembre de 1890. 295
zos... Indiferente a cualquier otro sonido —dice el maestro— no resistirá la intensidad de «su propia nota fundamental». Sobre sus moléculas actuará una fuerza desintegradora despertada por el poder oculto del sonido... Podría citar otros fenómenos sorprendentes. El aura de lo misterioso rodea nuestro conocimiento y desconcierta nuestros pobres juicios. No sabemos cómo resistir los asaltos de lo incognoscible, las imposiciones de lo maravilloso, la ruina de nuestras viejas fórmulas pseudocientíficas y de nuestras insatisfactorias soluciones religiosas... Y en medio de las arideces de la observación, brotan, lógica o ilógicamente, extrañas supervivencias de vida y de espiritualidad, donde parecía no haber sino el vacío y la muerte. Yo creo, yo aseguro, que a veces he sentido estas supervivencias, y que seguramente la fe y el entusiasmo de aquellos silenciosos hermetistas medievales, de aquellos Van Helmont y Paracelso aún hoy incomprendidos, no tuvo otra base que este mismo sentimiento. Aquellos pensadores, espíritus de consciencia profunda, buscaron la vida en las cenizas de la muerte, y sus operaciones de magia no fueron sino una protesta contra la pasividad y el mutismo de las cosas. Yo creo, como ellos, en la persistencia de la Energía a través de vidas infinitas... No de una energía tal vez mecánica originada por las últimas vibraciones de un impulso creado en un determinado momento, sino en la Energía animada por el Deseo y sujeta a manifestaciones y exteriorizaciones infinitas por la eterna Ley de causa y efecto. Una energía simplemente mecánica podría explicar, tal vez, ciertos hechos; pero ¿y los otros? Martins hace observar que el corazón puede latir aún algunos momentos después de haber sido separado del cuerpo; todos sabemos que la cola de ciertos reptiles se agita y enrosca convulsivamente cuando es separada de su tronco... Extraños fenómenos son éstos, en verdad, y aún se pudiera hablar de otros muchos. Algunos sorprenderían al espíritu más seguro y convencido. He aquí uno: quemad una planta y encerrad rápidamente sus cenizas en una retorta. Para el observador vulgar, allí no hay sino unos inanimados restos separados en absoluto, y por manera definitiva, de la fuerza que los determinara en otro tiempo como algo viviente... Más hoy se sabe, que si se derraman algunas gotas de agua sobre esas cenizas y se las somete a una suave temperatura, se vislumbrará cierta nebulosa agrupación molecular, que por un
fenómeno extrañísimo tenderá a tomar la forma de la planta extinguida... violentamente extinguida... Ante este hecho sorprendente, hemos de confesar que allí en aquellas cenizas existía un deseo de vida, un deseo vago, confuso, el deseo de una «conciencia vegetal», anhelo doloroso e incumplido allá en su mundo, como otros muchos, que en mundos infinitos esperan tal vez toda una eternidad la energía que les fue arrebatada para exteriorizarse. Y he aquí que en el mundo, para nosotros inconcebible de las plantas, nos vemos obligados a admitir la existencia de un fantasma que, como los espectros de las viejas leyendas, surge cuando puede apropiarse la vitalidad que le es precisa. Y este fantasma vivirá acaso incorporándose a la vida de otras plantas —todas se enriquecen, como es sabido, en contacto con las cenizas— acaso a modo de «vampiro» vegetal, allá en su plano represente lo que en el nuestro esas fantásticas creaciones medievales que habiendo sido arrancadas violentamente de su existencia supervivían en tenebrosa vida espectral a costa de vitalidades ajenas... Así como ésta, existen muchas vidas ignoradas y aún inconcebibles para nosotros. El espíritu sereno llega de hecho en hecho a detenerse ante el umbral de esas ciencias calumniadas y desconocidas que llenan de misterio aún no explorado la noche medieval... Alkimistas, hermetistas, rosacruces y antiguos teósofos persiguieron a su modo el secreto del fenomenalismo oculto, y si bien sus trabajos fueron aparentemente perdidos, algunas veces nos llegan de su recuerdo auras de esperanza y aliento que no hemos de ocultar. Aquellos observadores de las estrellas que, sin los adelantos modernos, examinaban el cielo más con los ojos del espíritu que con los de la carne, no son para el espíritu moderno, puro y sencillo, tan ridículos como los representa una ciencia demasiado orgullosa y dogmatizadora. Se ha encontrado más cómodo ridiculizarles que estudiarles. Yo creo, sin embargo, que su ciencia era tan rigurosamente lógica como otra cualquiera. No creo que la astronomía naciera de la astrología, como no creo en la inferioridad de la alkimia, respecto de la química. Seguramente unas y otras ciencias fueron ciencias distintas y desviadas, igualmente dignas y respetables. El actual astrónomo nos proporciona el dato preciso, riguroso, fidelísimo; registra el menor acontecimiento de la faz astral, del espacio todo, más no nos proporciona otra cosa que el dato... Sabe que entre «Virgo» y «Scorpio» está
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«Libra», pero su intuición no le hará indagar el secreto magno y oculto que preside esa admirable disposición simbólica3. En este sentido, la astronomía, lejos de ser una amplificación, será una desviación de la antigua ciencia de los astros. Y lo mismo pudiera decirse de la química, si por las actuales investigaciones de esa admirable ciencia no estuviese convencido de que sus grandes maestros, a modo de modernos alkimistas, buscan, con un nombre distinto, el anhelado y antiguo aurum philosophorum. En la negación hay algo de pueril. Se afirma hoy lo negado ayer. Cuando se dijo que mediante una adecuada educación psíquica, el pensamiento pudiera transmitirse sin el auxilio de la palabra, la vulgaridad, la rutina y ese «espíritu que niega», hizo brillar sus viejas armas. Hoy la misma ciencia, empero, persigue en su plano físico la sorprendente comunicación denominada «sin hilos». En realidad, no hacía falta que la ciencia apoypse un hecho que debiera ser del dominio vulgar. La vida diaria misma nos ofrece ejemplos denominados «anormales» de este fenómeno. Se da el caso de individuos perfectamente normales que parece conservan aquel don que poseyeron ciertas razas (no admitidas por la ciencia oficial) de comunicarse mentalmente. Todos conocemos ejemplos. Dos amigos, tras larga velada, permanecen silenciosos... De pronto uno de ellos inicia un tema de conversación «extemporáneo», que luego resulta ser el mismo en que estaba pensando silenciosamente el ahora extrañado compañero... No hablemos aquí de eslabonamientos de ideas que nada explicarían; más bien pudiéramos decir que se había realizado un fenómeno de transmisión mental... Recordad también el fenómeno curioso de que en momentos de intensidad pasional —en la pasión amorosa especialmente— las cosas más esenciales no es necesario expresarlas porque «se transmiten». Cuando un deseo es tan intenso que ocupa por completo el espíritu, se dice que se 7ee en ¡amirada... Yo desearía que los psicólogos modernos reflexionaran sobre el alcance de esta afortunada frase popular. Ella nos revela que entre nosotros, entre los habitantes del espacio de tres dimensiones, la vista es el órgano de transmisión por excelencia... «A los 3
Vea, el que le interese este punto, la obra de Th. Pascal: Sagesse antigüe á travers les ages. París, 1902. 298
ciegos es preciso hablarles más alto porque si no, no nos entienden...» Ahora bien; ¿hay senderos para llegar a una visión más amplia de las cosas? ¿Hay disciplinas que vencer? ¿Existen mayores dolores que los que nos ofrece la vida? Tal vez. Los senderos son dos desde luego, pero los procedimientos para llegar a ellos son infinitos. H.P. Blavatsky nos habla de ésto en unos preceptos conocidos de todo teosofista. Cuando nuestro espíritu logra alcanzar su calma interior y puede permanecer en armonía con su verdadera Voz, puede comenzar su tarea. Si el Sendero secreto le es aún inalcanzable «hoy», tal vez esté a su alcance «mañana». Porque ningún esfuerzo, ni aún el más pequeño, sea en buen o mal sentido, podrá desvanecerse del mundo de las causas... Ni aún desaparece la huella del humo desvanecido... Así habla la sabiduría oriental. En cuanto a las prácticas, son privadas. Se le da a uno psíquicamente. Se deviene mago, como se deviene artista. Un día lo sois. ¿Cómo? Los charlatanes, los Merodac Peladan y los Papus, dicen que ha habido una iniciación. Falso en absoluto por lo que se refiere a los que hablan de ella. Desde luego, la atmósfera de una gran ciudad, cargada de astralidades horrorosas, poblada por residuos y entidades sangrientas, me parece un medio absurdo para nada verdaderamente espiritual... Por otra parte, hay que sospechar de los que hablan en este sentido. Las facultades adquiridas en el secreto y en dolor, son demasiado extraordinarias para ser pregonadas. ¡Quién sabe hasta qué punto son un peso que el ocultista lleva consigo silenciosamente! Recordad a Jesús taumaturgo. Sus llamados milagros fueron hechos al parecer con amargura. Parece como si el terreno por donde transita la voluntad del verdadero ocultista fuese desagradable y peligroso. Sumergid la mano en un cesto de vivoras como hace el fakir; vuestra seguridad será muy grande, pero no será menor la verdad de que en el cesto existen acerados aguijones. .. El mundo astral es un mundo de horrores; recordad la leyenda universal del mago: muere casi siempre haciendo un experimento que no debió intentar. Este es el problema. ¿Hasta qué peldaño del santuario se nos tiene permitido el ascenso? Muchas razas arcaicas desaparecieron por dar un paso fuera de su evolución. Atlantes, lémures, prehistóricos americanos, todos se hundieron en el abis299
mo del olvido por la misma razón. El prematuro desenvolvimiento de facultades psíquicas puede conducir, lo mismo en el individuo que en las sociedades a la degeneración y a la caída... D. Juan Manuel, el antiguo Infante castellano, nos lo advierte en su libro famoso de El Conde Lucanor. ... parad mientes en todos los agoreros o adevinos o que facen ciertos encantamientos e destas cosas cualesquiera e veredes que siempre ovieron malos acabamientos. El intuitivo pariente de Alfonso el Sabio, que durante su vida conociera no pocos nigromantes, y para quien no se perdieron las enseñanzas orientales de Toledo la mágica, no desconocía que todos los dinteles eran peligrosos. Detrás de los témpanos sombríos y eternamente helados del Polo, se dice, en efecto, que hay fuego... Un sonido es más o menos agudo según el número de sus vibraciones, pero cuando llegan a su intensidad máxima se produce el silencio. No somos suficientemente fuertes para acércanos a los límites supremos de las cosas... Si pudiera proporcionarse algún medio de verdadera inmunidad, sería místico. Tal vez en los antiguos misterios se intentaba purificar al neófito por medio de durísimas iniciaciones sucesivas. De un extremo a otro del Oriente ocultista oiréis esta exclamación: «¡Regeneraos, purificaos!». Unos caracteres grabados en el baño del soberano Tching-thang, decían: Regenérate por completo cada día; hazte de nuevo, aún más de nuevo y siempre de nuevo4. Para que, en efecto la Lámpara arda con limpidez, es preciso que la llama y la mecha sean constantemente purificadas. La luz sagrada no sentirá el proceso de la purificación, pero sus rayos serán más intensos. «Las ramas de un árbol son sacudidas por el viento, pero el tronco permanece inmóvil». Así dice la sabiduría oriental. Uno de los obstáculos que impiden toda transcendental operación de nuestro espíritu, es el que los teólogos hindos denominaran el 4
El Ta-hio de Khun-fu-tseu y de Thseng-tseu, su discípulo; traducción de V.D.P., publicada en el número de Septiembre de 1899 de Sophia. (Cap. II, § 1?). 300
error de la «separatividad», el de creer que se puede ser algo aislado y distinto del universo. Un espíritu vano y obstinado está incapacitado á priori para la obra de su propia cultura; porque se ha dicho: ... ni el que se deja llevar únicamente de su pasión, ni aquél cuyo corazón está emponzoñado con la perfidia, podrán obtener los poderes sobrenaturales5 Es preciso vibrar al unísono con la naturaleza para realizar el milagro hermético de la adquisición de la luz. Hay que sufrir todo el sufrimiento, como hay que vivir toda la vida, agotando nuestro pasado, nuestro karma. Mientras vibre en el espacio un lamento que no nos impresione, no interroguemos a lo desconocido. Porque el alma debe escuchar cada lamento de dolor, como abre su corazón el loto para beber del Sol los rayos matutinos. En la edad media, que es la edad de la injusticia y de la infancia, no otra cosa que una acumulación de dolor en unos mismos corazones, engendró la hechicería. Michelet en una obra sorprendente hace nacer la Bruja del supremo martirio de las campesinas ultrajadas... Por otra parte, de la antecitada idea de la separatividad nace esa mezquina preocupación denominada temor al aniquilamiento, a la muerte. Por la ilusión de que se es «Yo» no se vive la vida verdadera y nace ese temor de abandonar lo ilusorio y aparente por lo verdaderamente real. Hay, empero, un emblema de la muerte, empleado en la simbología religiosa arcaica, que es muy significativo: me refiero a la serpiente que muerde su cola. Morir, en efecto, no es sino cerrar el círculo. Si su problema nos parece insoluble es porque le consideramos desde nuestra particular condición humana. Estamos demasiado atados a nuestras clasificaciones. Hemos dividido, en efecto, tal vez puerilmente, las cosas. El «yo» es nuestra autoconciencia; el «no yo» lo que quiere, piensa y actúa nuestra autoconciencia, con lo cual se nos escapa lo único que nos interesaba conocer: la Conciencia. Así es todo. Yo, por mi parte, Hitopadeca, L. III Vigraha. 301
no quiero saber sobre la Conciencia sino lo que he encontrado en Annie Besant. Sé por ella que la Conciencia duerme en el mineral, sueña en la planta, sufre en el animal y tiende a la liberación en el hombre. Merced a esta idea he terminado por creer firmemente que nada hay ajeno entre sí y que todo es un vehículo de la Energía universal que tiende a la liberación movida por el estímulo del dolor, que no es sino el acto de adquirir experiencia. Aquello que tienda a entorpecer esta liberación será un error y en el terrerno de lo místico un «pecado», porque nos entrelazará a lo formal, a lo externo; porque nos detendrá en Maya, el místico océano de la ilusión. Lo verdaderamente innegable y transcendental es tal vez esa tendencia, ese impulso hacia la perfección que late en el interior de los seres, de todos los seres. El mago, pues, lo será en tanto comprenda ese latido universal y secreto que vibra a través del universo, uno para el pensador y vario para el vulgo... El ocultista lo será en tanto sepa escuchar esa voz muda que brota de lo inanimado. El místico lo será asimismo, en tanto pueda escuchar el himno secreto de la Naturaleza y de la Vida en la infinita variedad de sus formas. Y lo mismo llegará a confundirse con lo Absoluto contemplando el inmenso cielo que examinando la célula diminuta, porque en todas partes encontrará el deseo y el dolor... El mundo, de lo infinitamente pequeño, es sensible como el nuestro; la molécula, llamada inorgánica, obedece al estímulo6 hasta el extremo que ya hoy no es una paradoja el «grito» de que hablaban los químicos al describir el estaño. Un veneno, inmoviliza a un metal en su evolución. En su evolución digo y en su vida, pues el metal vive y enferma y muere, como el diamante, como la plata y como el hombre. Mediante la acción de ciertos agentes, una planta revela, en esfigmógrafos especiales, el cansancio de sus fibras, la extinción de su energía y su muerte. Pero de nada de esto podremos hablar si nos aferramos al concepto europeo de lo circunstancial y de lo diferenciado. En el gabinete del sabio se ha clasificado demasiado fríamente el mundo. De un lado lo orgánico, de otro lo inorgánico, más, ¿qué es el órgano? 6
El doctor hindo Jagadish Chandra Bose acaba de demostrarlo en unos notables estudios científicos, de los que se ha ocupado la prensa europea, y de los que hemos de decir algo en mejor ocasión. 302
De un lado lo de arriba, de otro lo de abajo, más y ¿qué es el espacio? De un lado el hombre, de otro el resto del universo, más ¿qué haremos del inmenso vacío desconocido que por todas partes nos rodea? Viriato DIAZ-PEREZ
LA NORMA MENTAL» del ruso AFRICANO A. SPIR En uno de nuestros últimos números dábamos cuenta de la aparición de una obra que indicaba hasta qué punto el renacimiento de un espiritualismo sano y bien encaminado venía siendo la nota característica de las publicaciones actuales españolas. Hoy apoyamos lo dicho sobre la Psicología de las religiones de Grasserie, al dar cuenta de la publicación de una obra realmente notable y que ha de alcanzar verdadera popularidad entre el público que busca producciones de originalidad, de genialidad y de emoción sincera. Me refiero a la traducción que acaba de hacer el Sr. Urbano de la admirable obra del filósofo ruso Africano Alejandrovich Spir, La norma mental1. En el prólogo interesantísimo de esta obra se presenta a Spir tan elocuentemente como era de esperar en quien, como el Sr. Urbano, ha hecho un estudio profundo del genial pensador. «Si el misticismo contemporáneo —dice el Sr. Urbano— con todas sus derivaciones artísticas y sociales, tuviese necesidad de una Biblia más elevada que la ofrecida por Mauricio Maeterlinck, en las páginas admirables de Le Tresor des humbles o de La sagesse et ¡a destinée, es probable, y más que probable, seguro, que echaría mano de algunos capítulos de la gran obra de Spir, La ¡mortalidad 1
A. A. Spir. La norma mental, traducción y prólogo de Rafael Urbano. Jorro, editor. Madrid. 303
del alma, por ejemplo, donde bajo esa apariencia desconsoladora y desesperante para las almas más divertidas, palpita una de las emociones más profundas y religiosas que pueden concebirse, dando nueva validez a aquella definición inglesa de la religión humana: morality touched with emotion.» Spir, en efecto, ha logrado condensar y dar una forma en cierto modo documentada y sistemática a todo ese mundo de ideas que viene apareciendo desde hace algún tiempo en Europa, alterando para siempre las viejas e insatisfactorias soluciones filosóficas y religiosas. Como sus paisanos los grandes rusos, que han traído en la edad actual las revelaciones ha tanto tiempo esperadas, Spir tiene esa profundidad e intensidad que caracterizó al Tolstoi del principio (sobre el que tanto influyó), y a otros muchos genios «orientales» de la estepa... Seguramente las doctrinas de H.P. Blavatsky no fueron pérdidas para él. Hay una convicción, una originalidad y una fuerza dentro de sus frases, que son características de aquellos en quienes encontraron eco las enseñanzas de la excepcional pensadora. Como esa pléyade de escritores «inesperados» que vienen dando nombre a nuestra época, lanza Spir desde su inmensa Rusia, concepciones revolucionarias y atrevidas en las que sigue tradiciones realmente gloriosas. La mística Sofía Soymonof, popularizada en la literatura teosófica bajo el seudónimo de Mme. Swetchine; el escritor Solowief, «reanimado por el teosofismo»; Martens, el rival de Blunschli; Lobatchewsky, el continuador de Gauss y Riemann y primer sistematizador de la geometría, no euclidiana o de la cuarta dimensión, y otros muchos que no hemos de citar, son chispazos geniales de la luz sugestivísima que Spir había de hacernos conocer. En el capítulo VII de su obra La norma mental, que seguirá a estas líneas, en el cual Spir aborda el problema de la Inmortalidad del alma, una lectura meditada y entre líneas indicará al lector todo el pensamiento de Spir y le permitirá formarse idea de la profundidad de este genio apenas conocido en un mundo donde ha llegado a ser popular Tolstoi. Nosotros no ocultaremos que, si algo fue éste en «sus buenos tiempos», lo fue merced a las enseñanzas de Spir, su maestro, su verdadero maestro, el que le hablara de las primitivas y frescas ideas y del que hubo de separarse para caer en su cristianismo inoportuno e insatisfactorio en nuestros días, que lo son de dolores y de prevaricaciones nuevas, inusitadas. 304
REVISTA DEL PARAGUAY Año 1914. Número de Septiembre a Diciembre
G.R.S. Mead —Neuf Upanishads— Traduits en anglais par... et Jagadisha Chandra Chattopadhyaya. Traduction francaise de E. Marcault. París 1905 (Un vol. en 8 o XVII, 187 páginas. Librairie de «L'art Independan!»). G.R.S. Mead, el distinguido investigador, autor de obras tan novedosas y atrevidas como Fragments oía forgotten Faith, la genial reconstrucción del pensamiento gnóstico, y otros trabajos científicos, tradujo de la literatura sanskrita, para el público de habla inglesa, nueve tratados de los denominados Upanishads. Esta traducción hecha por el orientalista Mead en colaboración con el escritor hindo Jagadisha Chandra Chattopadhayaya, sirvió de base, a su vez a una versión francesa esmeradísima, la del Prof. Emilio Marcault, a la que con inmenso retraso, que lamentamos, dedicamos hoy las presentes líneas. Independiente del valor intrínseco de la versión del Prof. Marcault, tiene el volumen titulado Neuf Upanishads, el mérito especial de ser el primer conjunto de dichos tratados que aparece en lengua francesa. Aparte de esto, se trata de una labor concienzuda digna del traductor, espíritu analista y minucioso, y asimismo digna de la materia, de suyo difícil y compleja. Se ha dicho que si hay alguna literatura profunda y grandiosa es la literatura hinda cuyas obras arrancaran verdaderas exclamaciones de asombro, cuando su aparición en Europa, a genios tan opuetos como el de Goethe y Lamartine. Pero, si hay producciones de índole complicada, son asimismo, las sanskritas. Se diría que la enrevesada mitología del panteón hindo y los cincuenta signos del al305
fabeto devanagari pesaran sobre su arte literario. Su doble carácter grandioso y obscuro es constante. Y si en algún género de obras es inmediatamente manifiesto es en los Upanishads. Decía Schopenhauer refiriéndose a ellos: «No hay en el mundo estudio alguno... tan bienhechor y elevador como el de los Upanihads. El ha reconfortado mi vida; él será el consuelo en mi muerte». Aún descartando la exageración y paradoja que pudiera haber en las palabras del acre pesimista1, hablando de «consuelo» bien se ve que los citados asertos le impresionaron profundamente. Pero los analistas y comentadores afirman, por otra parte, que estos tratados, vienen a ser, como la kabbalah hebraica, un laberinto filológico. Ni aún en las traducciones están contestes. Es categórica la afirmación de Max Müller sobre el particular: «No quiero dar a entender que considero mi traducción actual como completamente desprovista de incertidumbre. Nuestros mejores críticos saben hasta qué punto estamos aún lejos de una comprensión perfecta de los Upanishads» (The six systems of Indian philosophy). He aquí pues, algo que debe tenerse muy en cuenta y que avalora el esfuerzo de los traductores Mead y Marcault. El mismo Max Müller desconfía de las versiones e interpretaciones de estas obras. Y acaso el investigador inglés Mead, por la misma razón, quiso emprender este trabajo en colaboración con un hindo escritor. ¿Lograron ellos y el francés Marcault vencer tales dificultades? Cabe sospechar que se habrán acercado a la meta en lo posible, en lo hoy permitido, dado el estado de nuestros conocimentos filosóficos y filológicos. Pero ellos mismos saben cuántas dudas han aparecido en su camino, algunas de cuales señalan. Para nosotros, algunas de dichas dudas, más que a otras causas, debieran achacarse a la estructura de nuestras lenguas occidentales modernas, pobres en cierto modo, comparativamente con el sanskrito, que sabido es llega a lo inverosímil de la sutilidad en las expresiones metafísicas y a lo extraordinario en transmutaciones y atrevimientos sintácticos.
De aquí viene que los traductores ingleses hayan tenido que valerse en sus versiones de unos mismos términos (self y Self, por ejemplo, en inglés; Moi, Soí, etc., etc., en francés) con variante ortográficas, para designar conceptos que teniendo palabra propia en sanskrito, carecen de equivalente en nuestras lenguas. De aquí viene también el barbarismo adoptado por los traductores hispanoamericanos del «Mismo» con mayúscula y sentido sustantival; barbarismo que está pidiendo revisión por parte de los entendidos, y que hoy por hoy no aceptamos. Los traductores Mead y Marcault han tenido presente al realizar sus respectivos trabajos las mejores ediciones existentes, así como los comentarios y estudios sobre el particular de los más renombrados orientalistas. Los nueve Upanishads que han elegido, (el Isha, Kena, Katha, Prashora, Mundalcya, Mándükya, Taittiríya, Aitareya y Shvetáshvara) son muy interesantes, y dentro del orden de estas producciones, algunos de ellos llegan, hasta para el profano, a la belleza literaria misma, que en estas producciones suele esfumarse perdida en la intrincada exposición oriental.
' Comparables, en su exaltación, a las que Goethe consagraba a El Quijote, cuando en carta a Mme. Steni hacia 1782 aseguraba que Cervantes le consuela y sostiene sobre los sucesos como el corcho haceflotaral narrador. (V. U. González Serrano. Goethe 3 a ed. pág. 151).
Importante nos parece la tarea realizada, y si concedemos más atención a ella de la que suele dedicársele, en nuestros ambientes, es instados por el deseo de depertar también entre nosotros la afición hacia estudios, que hasta el presente han sido privilegio de los grandes centros culturales del mundo. Por otra parte, aprovecharemos la ocasión para decir que no puede ignorarse los orígenes, por remotos que puedan parecemos, de nuestra propia cultura. La mitología y filología comparadas han evidenciado que los Arios, hindos y persas, retoeslavos y Germanos, Celtas y Griegos, o romanos todos poseyeron una misma lengua y un mismo culto. Son nuestros antepasados primitivos y nos interesan. Fueron por lo demás una de las más excelsas estirpes de la tierra: «arios» los «nobles» los «fieles» los «leales» los «sinceros». Veinte siglos antes de Cristo ya eran viejos entre ellos los Vedas, estupenda e impresionante biblia que cada vez conmueve más hondamente la atención sabia mundial. Y con estos Vedas están relacionados nuestros Upanishads. Sabido es que la ortodoxia habla de cuatro; el Rig-veda, o libro de los himnos (en el cual hay canto, como el 129 del libro X que no ha
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sido superado en lengua alguna); el Yajur-veda o libro de los ritos; el Sama-veda o libro de los cánticos; y el Atharva-veda o libro complementario de las fórmulas etc. Sabido es además, que en cada Ve- * da hay los Mantras o verdaderos textos litúrgicos; las Brahmanas o prescripciones ceremoniales; y las Aranyakias, o instrucciones para los que se retiran a la vida contemplativa (de aranya, bosque). Los Upanishads pertenecen a este último género de escritos. No son en su mayoría tratados de tan remota antigüedad como los propios Vedas pero son producciones de suma importancia, en la literatura védica e interesantes para el estudio de la hinda en general. Traduciremos, eligiendo al azar, algunos de los fragmentos más asimilables. He aquí uno del Kathopanishad y otro del Kandogya.
KATHOPANISHAD. (Primera sección. Primera parte). 1.- Vajashravara, un día, deseando una recompensa, hizo ofrenda de todo lo que poseía. Tenía, dice la historia un hijo denominado Náchiketas: 2.- (El cual) cuando llevaban la ofrenda, aunque todavía joven, entró la fe en él y se dijo: 3.- «Si se les retira el agua que beben y la hierba que comen (estas vacas de la ofrenda) han dado toda su leche y no tienen ya fuerza (para ser ordeñadas... Aquellos que ofrecen dones como estos, (condenados están), retornan (a la vida, al renacimiento)». 4.- (Entonces) dijo a su padre por dos veces: «¡Oh querido (padre)! ¿A quién me donarás tú? Su padre le respondió: «A la muerte te doy»2. 5.- Náchiketas reflexionó: «Parto de un gran número (de seres) y voy al seno de un gran nú2
No dejaría de ser interesante investigar la conexión que pudiera haber entre el episodio semita del sacrificio de Abraham y esta leyenda aria de la donación de Vajashravaa. Ofreciendo ambos creyentes, sus hijos, en holocausto religioso, que después se transforma en obra de transcendencia mítica, acaso representan una misma leyenda, poniendo de manifiesto una vez más la posibilidad de la tradición religiosa única, de que habla H.P. Blavatsky en su célebre obra The Secret Doctrine. (Nota de D.P.). 308
mero (de seres). ¿Qué es lo que Yama (la Muerte) hará ahora de mi? 6.- «Mira hacia atrás y ve lo que fue de ellos antes... como el trigo, un mortal se destaca; como el trigo, renace». 7.- (Esto pensando) Náchiketas se dirigió a la morada de la Muerte y en ella permaneció tres días, porque la Muerte estaba ausente. Cuando regresó, sus cortesanos le dijeron: «Es como el fuego, cuando un huésped Brahmán penetra en las casas. Para calmarle, los hombres le hacen una ofrenda. Trae agua ¡oh Vaisvasvat! (Muerte). 8.- «Esperanzas, anhelos, comunión con los santos, palabras amables, sacrificios, caridades públicas, hijos, hacienda, todo esto, es arrebatado al insensato en cuya casa, permaneciera en ayuno un Brahmán». 9.- Entonces la Muerte dijo3: «Por estas tres noches que has pasado en ayuno en mi morada ¡Oh Brahmán, huésped respetable! todos mis respetos para ti; que el bien sea contigo; demándame por ello tres dones en cambio. 10.- Náchiketas respondió: «Que Gotama (mi señor, padre) no esté ya inquieto, que se calme su espíritu y quede sin cólera contra mi ¡oh Muerte! Que me reconozca y acoja cuando tú me dejes partir. Este es el primero de los tres dones que te pido». 11.- La Muerte añadió: Con mi asentimiento, tu padre Auddálaki, el hijo de Arana reconocerá (a su hijo) y será como antes. Dormirá sus noches en la paz y su cólera se desvanecerá, viéndote libertado de la boca de la Muerte». 12.- (Náchiketas continuó:) En el mundo celeste, no existe el menor temor, porque tú, (¡oh Muerte!) tú no te encuentras en él... El hombre no teme (en ese mundo) la vejez. Habiendo dejado tras de él el hambre y la sed, habiendo extinguido todo sufrimiento, él se regocija en el mundo celeste... 13.- «Tu alma reverenciada, ¡oh Muerte! conoce bien el Fuego que conduce al cielo; ¡muestramele! porque yo estoy lleno de fe. En el mundo celeste se vive libertado de la muerte. Este es el segundo don que te ruego». 3
Téngase presente para comprender el sentido, el valor que tiene para el oriental la hospitalidad. 309
14.- (La Muerte respondió:) «Ahora te lo declararé; presta oído; porque yo conozco, ¡oh Náchiketas!, el fuego que conduce al cielo. Sabe que este (fuego) encerrado en lugar secreto4 es, a la vez, el medio de llegar a los mundos sin fin y (también) a su base». 15.- (La Muerte) le describe entonces este Fuego, origen (fuente) de los mundos; y qué piedras (constituyen un altar); y cuántas y cómo (están dispuestas). Y (Náchiketas) le repite, a su vez, lo que ella le había explicado (de tal suerte que) la Muerte transportada le repite aún5: 19.- He ahí tu Fuego, Náchiketas, el que conduce al cielo, el que tu pidieras como segundo don. A tí, en verdad, los pueblos referirán este Fuego. Pídeme tu tercer don ¡oh Náchiketas! 20.- (Náchiketas dijo:) «(Existe) esa duda famosa sobre el estado post-morten del hombre... Es —dicen los unos—. No es —dicen los otros—. ¡Esto es lo que yo quisiera saber de tí!6 Este 'es mi tercer don. 21.- (La Muerte respondió:) Los dioses mismos, en otro tiempo, dudaron sobre este punto. «En verdad, no es punto este fácil de conocer. Sutil es esta ley. Pídeme ¡oh Náchiketas! otro don; no me obliges; relévame de este... 22.- (Náchiketas replicó:) En verdad, los dioses dudaron sobre este punto; y tú ¡oh Muerte! afirmas que es difícil conocerle. ¡Nadie como tú para hablar de él (sin embargo)! Y No hay otro don que pueda igualarse a este». 23.- (La Muerte continuó:) «Pídeme hijos centenarios y nietos también; abundantes rebaños, caballos y elefantes; oro, pídeme, y extenso territorio; y vive tú mismo tantos otoños como sea tu voluntad...» 24.- «Pídeme un don como este, si le juzgas bueno; la riqueza 4
En el corazón, según algún comentarista. (Nota del T.). Los versículos 16, 17, 18, q. que suprimo, son considerados como interpolaciones; y en nada aclaran el texto. 6 Necesitaré evocar al lector la íntima y sorprendente semejanza entre esta duda famosa (famosa ya, en Oriente varios siglos antes de Cristo y la duda shakspériana del Hamletl (Nota de D.P.) 5
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y el medio de vivir mucho tiempo. Sobre la tierra inmensa; ¡oh Náchiketas! se rey. Yo calmaré todos tus deseos... 25.- «Deseos difíciles de realizar sobre la tierra; de todo esto demándame cuanto te plazca... Ninfas con sus carros y sus laudes; jamás los mortales tuvieron sirvientas semejantes: yo te las entrego. Pero no me interrogues ¡oh Náchiketas! acerca de la Muerte... 26.- (Náchiketas respondió): «¡Cosas de un día!... Toda vida es corta... Para ti los carros, para ti las danzas y los cantos. 27.- «Ningún hombre puede estar satisfecho con la riqueza. ¿Tendremos nosotros bienes (¡oh Muerte!) en tanto te percibimos? ¿Poseeremos la vida en tanto tu reines? «El don que he pedido (ese) es el que me conviene». 28.- «¿Qué hombre mortal, sujeto aún a la decrepitud, entre los dioses inmortales e imperecederos, conociendo y comprendiendo .sobre la tierra los goces de la belleza y sus favores, qué hombre se regocija de la vida, por larga que ella sea?» 29.- «Aquello por lo cual los hombres tienen esa duda; ¡oh Muerte! lo que acerca de ella hay sobre el gran más allá, enséñame. ¡Náchiketas no pide otro don que este que va hasta el secreto (de todas las cosas)!». Así dice en su primer parte este Upanishad que nos hacen conocer el inglés Mead y el francés Marcault. Si hubiésemos de detenernos no ya a comentar sino a enumerar los diversos fragmentos llenos de belleza y sugestión que aparecen entre los nueve tratados elegidos por los citados traductores, nos saldríamos de los límites que debe tener una noticia como la presente. No resistimos, empero, a la tentación de dejar asimismo traducido aquí unos párrafos de un Upanishad (no incluido en la obra que motiva estas líneas) que tomamos de otra colección, y que puede asimismo dar idea, por lo menos desde el punto de vista literario de este género de producciones. Nos referimos alKhandogya Upanishad (prapathaca VII; khanda I) que dice así: 1.- «Narada acercóse a Sanatkumára (un día) y le dijo; '¡Enséñame, Señor!'. Sanatkumaara le contestó: Sírvete decirme lo que tú sabes, yo te diré después lo que hay todavía más allá». 2.- «¡Narada dijo: Yo conozco el Rig-veda, Señor, el Yajur-veda, el Sama y el Atharva... Y también el Itihasa-purana, y el Veda de 311
«La parte fabulosa de tal literatura es inabordable por el estudio. Es tan difícil penetrar en ella como lo es al explorador europeo entrar en los bosques milenarios del Himalaya. La atención más robusta se pierde en medio de ficciones, como un elefante en la espesura de los bambúes y de las lianas. Entre la inteligencia europea y el alma hinda se levantan cien millones de dioses monstruosos, cambiantes, multiformes, que se desvanecen para reaparecer transtornados por una continua metamorfosis... En la India el análisis es tan difícil como el apostolado y la conquista... «El drama, como el poema hindo, reúne todos los extremos y todos los contrastes. Lo mismo tiene catorce actos o veinte cantos, que se reducen a una escena o a un solo ditirambo. Hay en ellos metros de cuatro silabas, y versos colosales, desmesurados, como los reptiles de las primitivas épocas geológicas, que tenían colas de ciento cincuenta pies. Tan pronto es todo un pueblo de personajes el que se nos presenta, hablando cada uno de por sí, como es un solo, un ventrílocuo que recita un monólogo con réplicas de voces lejanas... «De esta literatura podríamos decir que el desarreglo es su regla. En un abrir y cerrar de ojos sus escenas pasan de la Tierra al Cielo. Y los monstruos lo mismo que los animales y los seres humanos, intervienen en ella de la manera más imprevista... El genio hindo ha designado a cada pasión, a cada sentimiento, un color determinado bajo la protección de una divinidad especial... En cada acto del drama, o en cada pieza dramática un color predomina y lo invade todo. Así la escena se empavesa del color que en ella domina. Y hay dramas Blancos, Oro, Encarnados, Azules, Morados, etc... «El Teatro, en especial, no sólo es polícromo, sino también políglota. Los personajes principales hablan de sánscrito, la lengua sabia y sagrada ininteligible al vulgo profano. La heroína se sirve del pracrito, lengua dulce y arrulladora, que es a sánscrito lo que el italiano al latín. Sus sirvientas y amigas hablan un dialecto menos puro. Los mercaderes, los soldados, y demás gente subalterna no pueden emplear más que un caló grosero según los oficios u ocupaciones de los que lo hablan...». Y en síntesis añade: «¿Qué le queda, pues; a esa literatura, se nos preguntará, a esos
los Vedas (la gramática); el Pitrya (ritual de los números); el Daiva (ciencia de los prodigios; elNidhi (ciencia del tiempo); la Vakovakya (lógica); laEkagana (ética); laDevavidya (etimología); Brahmavidya (ciencia de los demonios); la Kshatravidya (ciencia de las armas; Nakshatre-vidya (astronomía); la Sarpa y Devagana-vidya (ciencia de las serpientes y venenos, y de los genios, perfumes, danza y juego). Todo esto es lo que yo sé». 3.- «Más, con todo esto, Señor, yo conozco únicamente los Mantas (fórmula de vibración especial); conozco los libros sagrados pero yo no Me conozco. Y he oído decir a hombres como tú, que el que se conoce vence a la tristeza. Y yo estoy triste, Señor, ¡Ayúdame a vencer esta mi tristeza! «Sanakumara respondió: 'Todo cuanto has leído se reduce finalmente a un solo nombre». 4.- «Un nombre es el Rig-Veda, Todo no es más que un nombre solo. ¡Medita en ese nombre!» ¿Podríamos juzgar la literatura hinda por pequeños fragmentos, inconexos, que pasaran por varias lenguas antes de llegar a la nuestra, y tomados al azar entre centenares de producciones de su inmensa y proteica literatura? Ni por estos fragmentos, ni por otros cien, sin un estudio profundo y disciplinado de la lengua, mentalidad e ideas filosóficas y religiosas que la informaron. Si no entendemos a Hesiodo, por ejemplo, en su Erga kai hemerai, con sólo traducir del griego, menos podremos penetrar el sentido de creaciones tan separadas de nosotros por los siglos y el ambiente como los Puranas o los mismos Upanishads. Pretender juzgar de estas obras dando el usual bagaje de conocimiento que sobre ellas poseemos es una heregía mental comparable a la de querer juzgar el talmud o la kabbalah hebraicas con el hebreo que se estudia en los seminarios y los datos que nos aportan los manuales. No ya estas producciones que aparte de algún fragmento literario (como los que hemos traducido) son místicas, filosóficas o religiosas; sino las exclusivamente literarias de los pueblos de habla sanskrita, son inabordables para nosotros sin pacientes y penosas preparaciones y sin esa previa depuración mental que sigue a las severas disciplinas Un célebre pensador, feliz en ocasiones en sus juicios, Pompeyo Gener, tiene, en su apoyo de cuanto decimos: párrafos brillantes, en su Historia de la Literatura dice: 312
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poemas y a ese Teatro desbordante de mitología desenfrenada, pero desprovisto de heroismo, de vis cómica y de interés trágico?» «Dos caras que compensan estas lagunas: el sentimiento de la Naturaleza y la sublimidad del amor. El paisaje y la mujer, profundamente sentido, he aquí sus dos grandes atractivos, más superiormente sentidos que en nuestras literaturas modernas; esto es lo que da a la literatura postbrahmánica un encanto de que carecen nuestras letras europeas». Algo más podría Gener haber encontrado de característico en la literatura que habla y algo menos en sus deficiencias. Bien que el ilustre crítico especifique hablando de un período postbrahmánico, para nosotros hay heroísmo e interés trágico en el arte hindo. Le hay en las grandes epopeyas Ramayana y Mahabharata y no se comprende por qué habría de interrumpirse la existencia de estos sentimientos en épocas determinadas, y la misma vis cómica, que Gener niega, será palmaria, evidente, para quienes hayan leído entre otras cosas el Hitopadega y otros libros de su género tan abundantes en la antigua literatura hinda. Pero no hemos de extendernos más. Lleguen al maestro Mead, nuestras palabras, en lo que tengan de alentadoras para el amigo que siempre recordamos desde su brevísima estadia en el Palacio Xifré de Madrid; e igualmente al antiguo compañero y amigo Profesor Marcault a quien adeudábamos luengo tiempo ha un juicio sobre sus NeufUpanishads, lamentando que este haya consistido en las desautorizadas líneas presentes. D.P. (El gran especialista en el Gnosticismo, G.R.S. Mead, amigo de don José Xifré y que también conoció Viriato Díaz-Pérez en el palacio árabe de Xifré en el Paseo Recoletos, en lo que hoy es ministerio de Bienestar y Consumo, recibió esta reseña de Viriato en la recién creada por Viriato Revista del Paraguay, p. 506).
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NOTAS: RECORTES: PRENSA EXTRANJERA De índole oficial— Dos nuevos estudios sobre Sánchez-Calvo — Recuerdos de la estancia en España del presidente Olcott— Revista argentina— Philadelphia— Nueva Revista— Congreso teosófico.
De índole oficial a) La Sociedad de Publicaciones Teosóficas de Londres, que hasta hoy tenía su local en Lanham Place 3, W, lo tendrá en lo sucesivo, y a partir de este año, en 161, New Bond Street, W. No es preciso advertir que este cambio sólo afecta a la Sociedad de Publicaciones Teosóficas de Londres, y no a las de New York, Chicago y Benares. b) El desarrollo de la S.T. en Cuba progresa. Desde Io de Diciembre último ha quedado contituida una nueva Rama en SctiSpíritus con el nombre de «Bhakti-Gyam» formada por once entusiastas y decididos teosofistas. Felicitamos de todo corazón a los teósofos de Cuba, especialmente a los fundadores de la nueva Rama y a nuestro colega D. Manuel Janer Román, propagador entusiasta que comienza hoy a recoger el fruto de su celo y actividad. c) Según los datos que vemos en el Theosophist de Enero, he aquí el número de Secciones y de Ramas dentro de éstas que constituyen actualmente la Sociedad Teosófica, fundada, como es sabido, en 1875. (En esta lista no están incluidos los Centros sino las flamas solamente). Sección Americana 70 Ramas. Sección Hinda 375 Ramas. Sección Inglesa 42 Ramas. Sección Escandinava 15 Ramas. Sección Holandesa 14 Ramas. 13 Ramas. Sección Australiana Sec. Neozelandesa 9 Ramas. Sección Francesa 20 Ramas. 12 Ramas. Sección Italiana Sección Alemana U Ramas. Varias no clasificadas 17 Ramas. 315
Dos nuevos estudios sobre Sánchez-Calvo La campaña iniciada por nosotros hace años con objeto de atraer la atención sobre el pensador y teósofo español Sánchez-Calvo (hasta no ha mucho desconocido para la generalidad), cuenta con dos nuevas tentativas, publicadas en Nuestro Tiempo una de ellas y en Helios la más reciente. La índole de los dos trabajos es muy desigual, y si lo hemos de decir todo, desigual hasta en la calidad. El primero de ellos es un extenso trabajo de Edmundo González-Blanco en el que, sin haberse llegado a un estudio concluyente sobre el autor de Los nombres de los Dioses, se observa desde luego imparcialidad y cierta apreciación de los excepcionales méritos de éste; hay momentos en que no hubiera dicho tanto sobre el admirable y sutil filósofo su más decidido admirador. Por otra parte, con una justicia que honra al Sr. González-Blanco, recuerdo el papel que ha desempeñado SOPHIA en la popularización de Sánchez-Calvo. He aquí lo que dice sobre el particular: «.. .La revista teosófica SOPHIA ha sido la única publicación española que, por la índole natural de su finalidad científica, ha venido dando cabida en sus páginas en repetidas ocasiones a trabajos o noticias sobre Sánchez-Calvo. De ellos recuerdo: Pensamientos Diciembre de 1899); Un capítulo del pensador español Sánchez-Calvo (Julio de 1901); Con motivo de la muerte de Leopoldo Alas; el Asunto Sánchez-Calvo; una carta inédita del Sr. Alas sobre el particular; la herencia intelectual de Sánchez-Calvo, por V. Díaz-Pérez (Agosto de 1901); Una opinión sobre la raza turaniana (Octubre de 1901); Noticias acerca de una Carta de Don Juan Valera (Noviembre de 1901); Los filósofos desconocidos: E. Sánchez Calvo, por P. González-Blanco (Septiembre de 1902), etc.». En la imposibilidad de hacer un detenido análisis de las catorce páginas que el Sr. González-Blanco consagra al teósofo español, recomendamos su lectura (están publicadas en el número 34 de 1903 de Nuestro Tiempo), concretándonos aquí a transcribir dos párrafos que sintetizan la opinión del crítico sobre el autor de la Filosofía de lo maravilloso positivo. Dicen así: «.. .Sánchez-Calvo ha sido el único cultivador de la ciencia de las 316
religiones en España durante el pasado siglo. Espíritu genial, lleno de fuego y entusiasmo religioso, tenía a la vez poderosas facultades de examen, de análisis, de crítica, y una curiosidad universal por los símbolos antiguos, que le daban la sangre fría del verdadero filósofo, que en las supersticiones más bajas de la historia humana no ve más que motivos de meditación y estudio. Lo mismo que hay quien se embriaga respirando el olor de las flores marchitas, SánchezCalvo se embriaga percibiendo de muy lejos el perfume del azahar escondido en los desolados jardines del pasado. Fruto de sus desvelos y del amoroso y sostenido afán con que siguió el movimiento de la mitología comparada durante su laboriosa existencia, son las dos obras que harán imperecedera su memoria en nuestra historia científica: Los nombres de los dioses y la muy original e ingeniosa Filosofía de lo maravilloso positivo. La primera nos ofrece en algo desordenada disposición la gran masa de datos que posee la lingüística moderna para construir un sistema coherente de mitología comparada. La segunda es un ensayo brillante intentado para establecer en el terreno de los fenómenos de ocultismo y de sugestión en general el concubinato sagrado de la religión y la ciencia... «La Filosofía de lo maravilloso positivo, pertenece a una clase de libros que no pueden tomarse en las manos sin experimentar una especie de vuelta a la vida de la fe. Semejante a esos insectos, que una vez introducidos en el tronco de un árbol lo corren en una noche, la obra de Sánchez-Calvo, una vez posesionada de nuestro espíritu, carcome los más arraigados dogmatismos de nuestra razón. Todo cuanto se ha hecho hasta ahora para armonizar la razón con la fe, no es más que un puente de barcas; sirve, es verdad, para pasar de una a otra orilla, pero no tiene raíces en el río de ideas que debajo va corriendo, y que, según la feliz expresión de un filósofo, acaba de llevarse el antiguo puente de la revelación, de la teología, de lo sobrenatural. Paréceme que desde que se ha atravesado Sánchez-Calvo en la cuestión, ya no puede colocarse ésta en el punto tradicional, en el punto en que la colocó, por ejemplo, Jacquelot, con su tratado De la armonía de la fe y la razón. No, no es posible fundar la verdad de la religión en fórmulas abstractas, negando lo maravilloso; es preciso, por lo contrario, considerar lo maravilloso como un hecho positivo, y hacer ver hasta qué punto está conforme con las leyes de la naturaleza. Esto es lo que intenta Sánchez317
Calvo, y esto es lo que hace tan sujestiva y tentadora su exposición...». Así habla el Sr. González-Blanco del interesante teósofo español en la revista Nuestro Tiempo. Dijimos que el otro trabajo era de distinta índole y aún calidad del que la memoria de Sánchez-Calvo debe al Sr. González-Blanco, y nada tan cierto. Salido de la pluma del P. Cejador (jesuíta tan buen gramático como poco afortunado crítico y filólogo) no tiene otro valor que el que el público poco informado de estos asuntos (que en Alemania constituyen carreras especiales) quiera concederle. A nosotros nos parecen parciales y sectáricas sus conclusiones. Insistiremos sobre esto en mejor ocasión para demostrar que no basta ser autor de una excelente gramática griega para juzgar del mérito de un filósofo como el de que venimos hablando.
Recuerdos de la estancia en España del Presidente Olcott The Theosophist, en su número de Enero, cita algunos nombres de teosofistas españoles. En las interesantes memorias que el Presidente Olcott viene publicando con el título de Oíd Diary Leaves (hojas de un viejo diario), que pudieran considerarse como una historia íntima de la S.T., refiere el antiguo compañero de H.P.B. su breve estancia en España en Junio de 1895. Consagra, con este motivo, frases cariñosísimas en recuerdo de «those splendid Spanish colleagues of ours...» Mr. Xifré, Duque de Plasencia, Melián y Treviño, y expone sus impresiones sobre España. Es curiosa la Nota Ejecutiva, dictada sobre el asunto Judge, escrita en Zumárraga el 5 de Junio de 1895 y que se inserta en este mismo número de The Theosophist.
Revista argentina «Philadelphia»
tura merecen especial mención los debidos al Sr. Sorondo: El pretendido antagonismo entre la Ciencia y la Religión y Nuevas comprobaciones, del que hemos de hablar con motivo de un próximo estudio referente a las experiencias del doctor Bose. Entre los traducidos aparecen La vida de un cristal, del notable escritor científico Stirling; La misteriosa ciudad de Honduras, de Lacordaire; El Silencio místico, de Revel; el Buddhismo en el Extremo-Oriente, por Ornoie Totzanestsuke; la Doctrina del Conocimiento según el Bhagavad Gita, de Frank Hartmann; el estudio de Thecla de Mommerot sobre H.P.B. titulado Una maga moderna y otros. Al citar este último nos permitimos recordar a nuestros queridos compañeros de América lo útil que es para todo género de investigaciones, y en especial para las teosóficas, el orientar a los lectores acerca de las fuentes de donde se toman los trabajos. Nada tan agradable y útil al lector teosofista como el saber, por ejemplo, que el extenso estudio acerca del inolvidable maestro H.P.B. titulado Una maga moderna (que con muy acertado acuerdo inserta Philadelphia en este volumen VII) está tomado de una revista no teosófica La Revue (número de Marzo de 1903), con lo cual se explicará cualquier lector el especial punto de vista de la autora y algunas de las apreciaciones de ésta. También sería conveniente indicar, no ya que todo lo insertado de la obra En las cuevas y selvas del Indostán (de la página 278 a la 325) o del admirable Moeterlinck Lo Porvenir estaba tomado de las modestas páginas de SOPHIA, sino que el extenso estudio inserto con el título de Las artes y ciencias en la antigüedad era un capítulo de la admirable obra Isis sin Velo, de H.P.B., publicada en España por el entusiasta y abnegado propagandista señor Maynadé, de Barcelona (Tapinería, 24). El publicar un capítulo de una obra sin indicación alguna, aún más, con un título especial, puede originar verdaderas confusiones, errores y citas falsas, que tenemos el deber de evitar. No haciendo esto que indicamos podemos ser culpables de haber desorientado a más de un lector. V.D.-P.
Hemos recibido el tomo VII de la revista teosófica Philadelphia, de Buenos Aires. Forma un lujoso y abultado volumen repleto de lectura que habla mucho en favor de la actividad de los teosofistas argentinos. Entre los trabajos que forman estas 327 páginas de lec318
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MÁS ALLÁ DE LA EXPERIENCIA Y DEL ANÁLISIS No ha mucho, con motivo de una obra del Dr. Maxwell, Lephénomenes psychiques, la crítica ha sondeado de nuevo el campo de lo maravilloso. Maxwell, conocido por sus estudios sobre las audiciones coloreadas y sus trabajos sobre los distintos estados de conciencia en los epilépticos, no ha sido tratado de un modo hostil. Desde antiguo, los estudios de ocultismo fueron desprestigiados por críticas superficiales, por pueriles interrogaciones, más lo que antes era absurdo y herético, es hoy perfectamente ortodoxo, pudiera decirse que a medida que avanza la espiritualidad humana, los dogmas se descristalizan y dulcifican hasta el punto de que los llamados «errores» del pasado, se nos presentan hoy como tales errores o como verdades modernas, según su ropaje, es o no el suyo propio. Se dice, en efecto, compadeciendo a la Edad Media, que «creía en los endemoniados». Yo aseguro, sin embargo, que la edad moderna posee sus endemoniados sin decirlo, y practica la magia como las pasadas. Aquellos convulsionarios medioevales que sentían un día gravarse sobre ellos la herrumbre de Satanás, existen hoy como entonces, y nuestros estigmatizados que la ciencia fotografía y clasifica, no son los únicos seguramente. Duprat, en un estudio de la Revue philosophique, así como la crítica inglesa y aún la misma española, nos hablan de las conquistas que actualmente viene realizando «lo psíquico». Duprat, sin embargo, tratando de la obra de Maxwell, representa la crítica antigua, la de la duda y la comodidad. ¿Contendrán —pregunta— el ocultismo y la teosofía, como la alquimia medioeval o el mesmerismo antes de Bernheim y Charcot, gérmenes aprovechables para una ciencia positiva futura? A esta pregunta que contesta Maxwell en parte afirmativamente, sonríe con dudas Duprat. Maxwell, que no es «ni espiritista, ni teósofo, ni ocultista», que «no cree en lo sobrenatural ni en los milagros» (pág. 11), después de haber estudiado seria y experimentalmente en lo posible el ocultismo, termina asegurando que tal vez en un futuro no lejano, un enviado, en cualquier orden de ideas, lle-
gue «en el momento oportuno» a unificar toda la hoy dispersa fenomenología oculta, haciendo de su mundo misterioso un campo abierto a investigaciones rigurosamente científicas. Algo, en suma, de lo que hizo Charcot con las primeras observaciones de los mesmeristas. La seriedad de la obra de Maxwell obliga a confesar a Duprat que resulta «un testimonio más para añadir a los de Richet, Rochas, Dariex, o a los de la Society forpsychical researchs y Annales de Sciences psychiques. Duprat, empero, después de afirmar que Maxwell deshecha las explicaciones ultranaturales de los hechos, y que su observación de los mismos es completamente escrupulosa, se mantiene en lo que él denomina «la duda provisoria». Esta es hoy aún más inexplicable que los sarcasmos antiguos. No se trata del testimonio de Maxwell, ni de Williams Crookes, Rusell Wallace, Aksakoff, Zollner, Gibier y todos los que, en suma, antes de Maxwell, estudiaran lo «supernatural»; se trata de la observación natural misma. No se puede rechazar la una y los otros. Williams Crookes, como Maxwell, esclavo de la experimentación, y avezado en las comprobaciones de laboratorio, ha estudiado, no obstante, sin prejuicios estas cuestiones. El investigador de la llamada materia radiante, orgullo de la física actual —en la que preparó el terreno de los Róntgen, Becquerel y modernos investigadores del radium—, no ha titubeado en detener su mirada de genio ante las fuerzas inexplicables de la Naturaleza. Yo he leído sus trabajos. En ellos se habla de manos luminosas que él mismo vio y palpó; de objetos que se movían por su voluntad o a pesar de su voluntad; de masas y globos luminosos flotantes; de exteriorizaciones de pensamientos en haces de luz y de «materia»... Y ¿por qué no, todo ello? ¿No afirma el más generalizado materialismo que el pensamiento es una secreción del cerebro? ¿Quién se ha detenido, si esto es cierto, a puntualizar la solidez o etereidad de esta secreción? En los fenómenos de transmisión de pensamiento que todos conocemos, ¿qué otra cosa podría verificarse sino esa transmisión de lo que unos denominan materia simplemente, y otros, con más intuición acaso, radiaciones de algo ultramaterial y aún ultraetéreo aún no estudiado! Hablando de lo no conocido, cabe la desconfianza. Yo aplaudo la que es natural y espontánea, pero condeno la sistemática. Me parece un estigma de cretinidad mental. Es además arma de doble fi-
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lo. En nuestro siglo, el análisis ha librado la más ruda de nuestras batallas; a través de los senderos de la experimentación, ha llegado a las puertas mismas de lo incognoscible, y no existe hoy un espíritu elevado que no haya formulado sus preguntas. Los dogmas se cristalizaron; su parte emocional, como poesía misma, comienza a enmudecer para siempre... La ciencia, por otra parte dogmática, rígida y seca, no satisface los anhelos que laten en el fondo de los corazones. Estos anhelos son el presentimiento de algo indeterminado que no ha de ser un credo religioso, ni un paradigma científico, algo vago e indefinido, como el alma moderna, muy grande, muy nuevo y muy lleno de matices... Algo, en suma, como ese arte del futuro, cuyos primeros destellos rompen hoy por distintos lugares el caparazón de los siglos. Pues bien; esos anhelos y ese ansia infinita que caracteriza a nuestros días, quiera Duprat o no, quedarían sin solución alguna si nos desviásemos de estas sendas inexploradas de que nos hablan Maxwell y otros en lo científico: Mceterlinck en lo artístico, Emerson y Carlyle en lo filosófico, y todos los que, en suma, representan tendencias a eso desconocido, a eso venidero, y ventieval que ha tanto tiempo esperamos y presentimos. Maxwell, en este sentido coopera con lo futuro. Aunque hoy la crítica a lo Duprat aparezca acorazada tras su seguridad científica, y los cultivadores del ocultismo anatematizados y ridiculizados, el Futuro será de ellos. La Edad Media quemaba sus hermetistas y astrólogos, que eran sus químicos y astrónomos, a pesar de lo cual nació la química y la astronomía. De igual modo por encima de los obstáculos del presente, del actual ocultismo brotará una ciencia futura, de horizontes inmensos, cúspide intelectual de la presente humanidad, y para la cual la palabra pasado no despertará los odios que despierta hoy, porque será clemente. Sí; tal vez por este rencor que despierta el pasado, el ocultismo (que como todo producto del espíritu humano, ha tenido precedentes), ha sido considerado como absurda regresión hacia tiempos bárbaros e incultos. Sabemos, sin embargo, que siempre que se habla de ciertas cosas, el pensador enmudece, en tanto que la chusma se alborota. Yo preguntaría si existe en el hombre algo que pese sobre él más que su pasado, y si hay algo por otra parte más real que éste. Concreción, el hombre, de concausas y de problemas que se entrelazan hasta lo infinito, no es ni será nunca otra cosa que es322
tos mismos problemas transformados, depurados, transmutados, pero siempre los mismos hasta la eternidad... Nada, pues, del pasado ha muerto en nosotros. Contemos lo anterior a nosotros en esencia, y lo posterior, en potencia. Somos el gran Microcosmos hermético. Nuestros sentidos son medios de comunicación para con el universo; medios de comunicación poderosísimos, y de una extensión que ni aún podemos concebir actualmente. Aquellos que en lo antiguo conocieron su dominio, realizaron el milagro de prescindir del espacio. Para ellos, como para ciertos sabios de nuestros días, la naturaleza reservó sorpresas infinitas... La evolución humana es lenta, sin embargo. Aún hoy vivimos como si no nos hubiésemos movido de nuestro pasado recordable e histórico. No hay taumaturgos, pero nuestros médicos de la Salpetriere curan con la mirada como Jesús y Simón el Mago, o con la imposición de las manos como los antiguos terapeutas... No hay goetas que destilen el corazón de una virgen en escondido subterráneo, pero los fisiólogos estudian ciertas secreciones glandulares para buscar en ellas la vida... No hay astrólogos que predigan las guerras y la peste, pero los astrónomos encuentran inexplicables relaciones entre esas manchas apenas visibles del sol y las explosiones subterráneas de las minas... No existen alkimistas, pero los sabios persiguen aún el aurum philosophorum que hoy se llama la ley de la unidad química... Y si por último, el antiguo eremita y el místico han desaparecido, nos quedan el artista y el poeta, que hoy, como siempre, recogen la espiritualidad toda de la vida, y que como ciertos contemplativos del Oriente lejano, sienten y oran a su modo por los que no saben orar ni sentir. Formule o no la pereza mental sus dudas, lo desconocido seguirá enviando sus haces de luz y, como siempre, habrá quien, alguna vez en la vida, recibirá su influencia, y quien —atávico mental— necesite «nacer de nuevo» para percibir el más tenue de sus destellos. Viriato Díaz-Pérez Madrid 16 de Mayo de 1904
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NOTAS: RECORTES: PRENSA EXTRANJERA Proyecto de una edición del Mahábhárata.— Augusto González de Linares.— Una conferencia sobre alquimia.— El grisú y las manchas solares.
Proyecto de una edición crítica del Mahábhárata El Instituto de Francia publica una nota de la comisión encargada de examinar el proyecto relativo a la publicación de una edición crítica del Mahábhárata. La Asociación Internacional de las Academias va a examinar dicho proyecto de edición crítica a propuesta de las Academias y Sociedades sabias de Gcettingen, Leipzig, Munich y Viena. Serán los encargados de llevar a cabo el trabajo MM. Jacobi, Sueden y Winternitz. El presupuesto de gastos se calcula ascencerá a 150.000 francos. Aunque el título de edición crítica es aún hoy algo aventurado, toda vez que los conocimientos filológicos realizados sobre el sanskrito no son sino rudimentarios y toda traducción hecha por occidentales puede ser en general sospechosa, la tentativa es realmente laudable. El gobierno anglo-hindo prestará un importante servicio a esta causa accediendo a la petición de las Academias asociadas para llevar a cabo una requisa detallada de los manuscritos conocidos, ya que se sabe por algunas porciones como el Bhagavad-Gita, que no reviste todos los caracteres de garantía debidos, la glosa de Nilakantha, del siglo XVI.
Augusto González de Linares Con motivo de la muerte de este ilustre campeón de la ciencia, España ha perdido una de sus inteligencias más puras, reposadas y llenas de personalidad de estos últimos tiempos. Sin ser no ya popular, sino podría decirse conocido, Augusto González de Linares fue uno de aquellos convencidos y entusiastas mártires de la cultu324
ra, a cuya silenciosa y humilde labor —obscurecida por una modestia realmente excepcional—, tanto debe la España científica actual. El fue, con Laureano Calderón, el maestro Giner, Castelar, Salmerón, Azcárate y otros de aquellos catedráticos que en 1874 sufrieron persecución por no sujetarse a las absurdas pretensiones del reaccionario ministro marqués de Orovio, uno de los que más contribuyeron a levantar el espíritu de España defendiendo los derechos sagrados de la cátedra y de la cultura. A él se deben los trabajos cristalográficos más importantes verificados en España y seguramente la creación de la cátedra de Cristalografía de la Facultad de Ciencias. Aquella colección, en efecto, que el abate Haüy regaló al hoy casi desconocido Rodríguez y González (colección famosa de 1.024 modelos, en la que podían estudiarse todas las derivaciones posibles de los tipos cristalográficos) fue clasificada por Linares, y la atmósfera producida alrededor de sus trabajos hizo nacer en 1887 el estudio oficial de que hablamos1. Linares fue, y en este concepto es en el que aquí consagramos a su memoria nuestro humilde recuerdo, un pensador profundísimo y un verdadero vidente científico. Sus admirables Conferencias están llenas de adivinaciones que hoy la ciencia atrevida y aún la misma oficial corrobora. Su estudio sobre la Vida de los Astros, del que hemos querido en el presente número de SOPHIA resucitar alguna parte, es un buen ejemplo de ello. De Linares, empero, como de Sánchez Calvo, como de Galdeano y otros muchos obscurecidos, apenas queda un nombre. Sus ideas, elaboradas en el silencio, fueron asimismo asimiladas silenciosamente por sus contemporáneos, que tal vez ni le recuerdan. Nada tan cierto como la frase de Alfredo Calderón: «Linares ha vivido casi en la obscuridad y muere en el olvido». Y aún podría decirse más: Linares, que en 1878 exponía públicamente sus ideas, de cuyo atrevimiento y elevación puede el lector hacer una deducción si ojea algunos párrafos de la Vida de los astros, aparecerá en lo futuro verdadero apóstol ignorado, apóstol a quien no faltó su martirio, sufrido en el Castillo de San Antón de la Coruña, en compañía de su compañero Laureano Calderón, ambos perseguidos y presos por el ministro Orovio, que Carracido. Estudios histórico-críticos de la ciencia española. 325
vio en sus ideas emitidas en clase conceptos atentatorios al dogma. D.-P
El Doctor Pascal en Bordeaux Como oportunamente parcipamos a nuestros lectores, el secretario general de la Rama francesa, nuestro amigo el Doctor Pascal, visitó la ciudad de Bordeaux a primeros de Enero, dando dos interesantes conferencias públicas en el local de la Rama. El tema de las conferencias fue «La ley del Karma». Sabemos que nuestro amigo fue afortunadísimo en su obra, de la que nos ha enviado un interesante resumen nuestro director el Sr. D. Viriato Díaz-Pérez, que actualmente se halla en aquella población. Resumen que sentimos no poder publicar en este número por un entorpecimiento que lamentamos de todas veras y que nos veda por el momento realizar este deseo.
da a la disposición y orden de trabajos que se efectuaron en el Congreso; la segunda da cuenta de las Memorias oficiales. En la tercera y cuarta se insertan interesantes trabajos entre los cuales, sin que queramos señalar preferencia alguna, porque todos, absolutamente todos los que se incluyen en el volumen son valiosísimos, citaremos los siguientes, que por su índole especial y excepcionalísima indicamos: El Dios Futuro, por Purnendu Narayana Sinha, magnífico estudio de religión comparativa. Algunos consejos de Santa Teresa, por J.M.I. curiosa contribución para el estudio del misticismo español. La destrucción de los filósofos, de Algarel, versión holandesa con comentarios por D. van Hinloopen Lobberton. La misión del Arte, por Jean Delville, etc., etc. Los trabajos están publicados en inglés, francés, alemán, holandés, italiano y español. En este idioma aparece notablemente corregido el interesante estudio sobre El término ANITOS, la raíz AN y sus signifícados, que remitiera nuestro amigo el director de SQPHIA D. Viriato Díaz-Pérez.
SOPHIA, ANO 1906
POR LOS LIBROS Y REVISTAS Un libro interesante Acaban de publicarse, en un elegante volumen de cerca de 400 páginas, los principales trabajos que fueron presentados por diferentes teosofistas al congreso anual teosóñco celebrado últimamente en Amsterdam. Esta obra, que acredita suficientemente el trabajo y el interés que se toman por tan altos principios los espíritus más elevados de diferentes países, es recomendable por sí sola dada la excepcional importancia del asunto. El volumen se divide en cuatro partes. La primera está consagra326
Manuel Treviño, Secretario de la Rama de Madrid. En los primeros días del presente mes saldrá para Asunción, capital del Paraguay, nuestro amigo y hermano D. Viriato Díaz-Pérez, Director que ha sido de SOPHIA. La ausencia de nuestro amigo no quiere decir que le perdamos para siempre. Desde la capital paraguaya nos enviará sus trabajos e informaciones, los que uniéndonos más con él, le unirán también con nuestros lectores. Cualquiera que sea el destino de nuestro amigo, sepa que no hay distancias entre los hombres que tienen por primer principio la fraternidad.
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SOPHIA, AÑO 1909
RECUERDO SOPHIA, AÑO 1909
Civilidad y Arte Discursos de instalación de la Academia de Bellas Artes del Paraguay y presentación de sus fundadores; leídos por el Director general de la Biblioteca, Museo y Archivo de la Nación, D. Juan Silvano Godoi y el Jefe del Archivo General de la misma, el Dr. D. Viriato Díaz-Pérez.—Asunción, MCMIX. Todos los constantes lectores de SOPHIA recordarán con alegría la simpática figura del que fue nuestro director, el Doctor en Filosofía y Letras, D. Viriato Díaz-Pérez, M.S.T., hoy Jefe del Archivo General del Paraguay, donde es apreciado por todos los elementos notables del país. Nosotros, que tan gratos recuerdos conservamos del querido e inolvidable amigo y compañero de estudios, con gran satisfacción hacemos memoria de él al saborear su discurso, lleno de elevados conceptos sobre el arte. Igualmente mandamos nuestro afectuoso saludo a D. Juan Silvano Godoi, y le felicitamos, tanto por este discurso como por el de inauguración del Museo de Bellas Artes, que también hemos leído. Otra obra de un paraguayo eminente, Semblanzas paraguayas, por don Silvano Mosqueira, del Ateneo Literario y Artístico de México, merece nuestros plácemes por su estilo y el elevado propósito patriótico que llenan sus páginas recordando hombres ilustres. M.T.
La sexta Lámpara de Ruskin, consagrada al Recuerdo, hace llegar sus resplandores al espíritu, conmoviéndole con destellos que tocan también al corazón. Porque hay en el Recuerdo una oculta virtud emocional. El es un a modo de idearium, al que acude el espíritu en momentos de nostalgia y de duda. El es natural distintivo de almas elevadas. Tiene su contrario en olvido, que es condenable porque lleva a la pérdida de experiencia. Así como recordar es aprender, olvidar es retroceder, y, sentimentalmente, anticipar la desaparición de las cosas, la muerte... El Recuerdo evoca, resucita, pone en ejercicio las más nobles de nuestras fuerzas secretas. Cuando hemos perdido la fe en un más allá religioso, aún encontramos los acentos de una voz imposible de ahogar, que viene de lo invisible y que tiene tanta realidad como nosotros mismos. Esa voz es la del Recuerdo. Mediante ella, el Pasado nos explica el Presente, y quién sabe si también podría hacernos conocer el Porvenir. Nos habla dicha voz de algo innegable, que es el pasado, y de cómo este algo resulta tan entrelazado con lo actual, que es el presente mismo. Acaso pensando en ella llegó Platón a la intuición de que saber no era sino recordar. Es, pues, el Recuerdo un don maravilloso de los dioses, como lo es también la reminiscencia, recuerdo remoto que nos permite traspasar los instantes fugaces que llamamos vida, y unirnos momentáneamente a lo infinito. Por el don del Recuerdo conocemos aún esa extraña virtud de otros tiempos, que se llama gratitud. En él se cimenta el ansia de la gloria; por él a veces trabajamos y pensamos; por él vemos despertarse la vida entre las cenizas de la muerte, y él es, en suma, la anhelada y antigua Fuente de Juventud de la leyenda, que aun1 Del libro de nuestro muy querido amigo, que tantas veces compartió con nosotros las tareas de SOPHIA, el Dr. Viriato Díaz-Pérez, titulado «El Gran Esteta Inglés Sir John Ruskin, y sus Siete lámparas de la arquitectura». Asunción del Paraguay. Año MCMVIII.
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que ilusoria y fugazmente, torna a los hombre señores del Tiempo. Ruskin cree que la Naturaleza debe al Recuerdo el elemento más emocionante de su belleza. Las flores de una selva sin historia no nos interesan, en efecto, como las que crecen entre las columnas destrozadas de un templo olvidado. Y si a veces la selva, la manigua o el sertao, nos atraen, es porque les poblamos con nuestra fantasía, o porque llenamos su vacío con nuestras meditaciones, pues desde luego nada serían sin el aura sujestiva que deja la memoria de los hombres. De aquí que la belleza acumulada por los siglos en insignificantes rincones del planeta —Florencia... Toledo...— no sorprendan sino al viajero que vio alguna vez la vida de estos núcleos de antiguas energías. Y si la Naturaleza misma, que existiría aún sin que jamás hubiese aparecido el hombre, tiene una inagotable fuente de bellas emociones en el Recuerdo, ¡qué no sucederá tratándose del hombre! Todas las obras del arte humano adquieren un segundo valor inapreciable y superior en ocasiones al suyo intrínseco, cuando a través del tiempo quedan consagradas por la aureola del Recuerdo. Quién sabe hasta qué punto entra tal elemento en esa emoción que despiertan las antiguas construcciones. La arquitectura especialmente, que es el arte del Recuerdo, no sólo nos liga a la memoria de los hombres de otros días, sino que nos hace vivir su vida misma, conocer sus grandezas, asistir a sus luchas y participar de sus ensueños y convicciones. Ella nos permite, en suma, conocerles y disculparles o condenarles. Un ejemplo: Ahí tenéis una nación hoy agotada. Su territorio fue campo de batalla donde libraron sangrientas contiendas seculares hombres de todas razas. Allá, entre los árboles milenarios de sus ásperas montañas, encontraréis colosales peñas elevadas por las ruinas; en el extremo oriente de su parte norte, encontraréis murallas de enormes monolitos «ciclópeos»; al sur y al levante, exóticos ídolos de piedra os delatarán con sus letras púnicas quiénes fueron sus adoradores; acueductos inmensos, desafiando desde ha veinte siglos la acción del tiempo y de los hombres, os representarán el paso por allá del pueblo más fuerte de los días clásicos; castillos, alcázares y fortalezas os dirán que oyéronse resonar por allá las férreas armaduras me-
dioevales; palacios aéreos de mármol y alabastro y fantasías cúbicas, esculpidas en puertas de sándalo y de marfil, os evocarán días de esplendor oriental, o acaso inmensos monasterios elevados al azar en medio de llanuras inhabitadas, os recordarán aquellas poderosas voluntades regias y monásticas que desconocieron los obstáculos, y que, a serles posible, hubiesen transformado por su capricho o por su dogma la faz de la tierra... Pues bien; si nadie de tal nación superviviese, si su memoria desapareciera de la mente humana, ante sus ruinas el viajero podría imaginar, empero, como el vate anónimo que nos habló de Itálica, cuántos exploradores y cuántas tragedias tuvieron allí su asiento y su teatro. «Pueblos diversos —podría decir—, dogmas opuestos y almas diferentes, lucharon siglos y siglos en este pedazo de la tierra, que debió ser abundosa hasta para sus sucesivos enemigos cuando quisieron levantar en ella sus viviendas...» Remota y enconada debió ser la lucha, cuando sólo quedaron de tantos prados amenos necesarios y de tantos legendarios jardines florecidos, unas pobres y áridas llanuras sembradas de bloques labrados que ahora parecen protestar de tanta soledad y melancolía... Todos sabemos que a veces un pedazo de mármol evoca un monumento, y un monumento evoca una civilización. Cuando el esfuerzo humano transforma la piedra y la hace estatua o templo o monolito, se hace eterno como ella. Un dogma esculpido se graba en las mentes a través de los siglos con una tenacidad que no tiene el dogma predicado. Un hecho del heroismo humano, un sistema de creencias, una extravasación de la idealidad artística de una época sigue conmoviéndonos, grabada a los mismos que la condenamos escrita... la catedral gótica —dice Altamira—, se convierte en una Suma, en una enciclopedia del saber y el creer de su época. Los escultores, los pintores, los vidrieros, siguen la doctrina de Santo Tomás, Vicente de Beauvais, Jaime de Vorágine, Guillermo Durand y Dionisio Areopagita... El lazo íntegro que unía la ciencia, la religión y el arte, se muestran en ella visible, punto por punto, y de una manera concreta... Y he aquí que aún no siguiendo ya a Santo Tomás, seguimos, sin embargo, el arte de los que se inspiraron en él. Es una idea hecha arquitectura, es un respetuoso legado de los siglos para los siglos. 331
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Reclamo para esta frase alguna atención, porque ella explicará esta otra: Que nada hay que salve del olvido a los hombres como la arquitectura. El mejor libro que podemos presentar al porvenir remoto, es un monumento. Y no será monumento lo que no sea digno del porvenir y de nosotros mismos. Las pirámides, las grutas del Elephanta, el Partenon, el campanile del Giotto, Strasbourg... Con estas palabras se hablarán los siglos, y su lenguaje le comprenden los pueblos y los hacedores de pueblos. Felipe II, que envía sus barcos contra Inglaterra, sus picas contra el resto de Europa, sus diplomáticos contra el Papa y es arbitro en su tiempo de reyes y naciones, no ceja un momento en la construcción del Escorial, con el que se pone para siempre su nombre más allá de los tiempos. Las ideas ingertas en la mente humana se transforman, alteran y falsean. No así las ideas cristalizadas en la piedra. La sublime y dulce verdad, salida de los labios de Cristo, llega a nosotros transformada en no sabemos qué credo de rencores y venganzas. No así los templos levantados por la unción colectiva de la cristiandad, que aún hoy nos llenan de reconocimiento. La antigüedad conoció y habló de misterios que hoy se han perdido. Y entre tanto toda la astronomía de los egipcios, aún hoy científica, ha quedado grabada para siempre en su Gran Pirámide. (Véase las obras de Pyazzi Smyth). Más si el Recuerdo es necesario para el progreso humano, para él es, a su vez, necesaria la arquitectura, pues como dice Ruskin, sin ella podemos vivir, sin ella podemos adorar, más sin ella no podemos recordar. La ambición de los antiguos constructores de Babel era cierta, pero muy humana —dice Ruskin— porque no hay más que dos grandes conquistadores del olvido de los hombres: la poesía y la arquitectura. Esta última implica en cierto modo la primera y es, en realidad, más potente. Es preciso poseer no sólo lo que los hombres han pensado y sentido, sino lo que sus manos han manejado, lo que su fuerza ha ejecutado, lo que sus ojos han contemplado todos ¡os días de su vida. La época de Homero está envuelta en tinieblas y su personalidad misma puesta en duda. ¡NO SUCEDE ESTO CON PERICLES! Tal vez esté próximo el día en que confesemos haber conocido mejor la Grecia por los fragmentos destrozados de su escultura, que por sus dulces poetas o por sus historiadores soldados. 332
Hay, pues, que edificar. Construir, levantar, edificar: estas son las palabras balsámicas en una época de decadencia y de parálisis. Edifiquemos moral y materialmente. La construcción y la arquitectura y la moral, son un reflejo las unas de las otras. No podemos entrar en detalles, pero podemos afirmar que más revela al investigador el simple estudio de la habitación humana en una época dada, que todos cuantos tratados de psicología social pudieran escribirse sobre la misma. Construyamos pensando en que han de sucedemos innúmeras generaciones. Los hombres del futuro conocerán a fondo, si quieren, nuestro estado psicológico, examinando nuestros monumentos, como nosotros conocemos el alma del pasado. Hoy, por ejemplo, no construimos catedrales de Strasbourg, ni de Reims, ni de Milán, no porque hayamos dejado de ser fanáticos como se quiere, sino porque carecemos de la voluntad y de la energía de antes. Es cierto que somos menos creyentes que antes, más ni somos mejores ni dejaremos detrás de nosotros el torrente de creación, de poesía y de belleza que dejaron otros siglos. No tenemos aún la arquitectura correspondiente a nuestras ideas. Casi no tenemos aún ideas realmentes nuestras, orgánicamente nuestras, nacidas en nosotros espontáneamente después de nuestras consultas ingenuas y sin resabios a la Naturaleza, al alma, a los hombres. Sabemos demasiado lo que pensaron las edades anteriores para que tengamos tiempo para pensar nosotros. Emerson ha llegado a decir que nuestra edad era retrospectiva, y el hecho es que tenía razón, pues no somos creadores, sino apenas críticos. No podemos ni arrancar un lamento nuevo a nuestro corazón, ni ver una faceta nueva del espíritu que tantas cosas nuevas ve, y gastamos nuestro tiempo paseando nuestra soberbia entre tumbas mentales y sugestionando a los ingenuos con exclamaciones de falsos descubridores. Y como tenemos muy poca mentalidad que en realidad sea nuestra, nada construimos nuestro; no podemos tener arquitectura nuestra. Construimos y pensamos estilo renacimiento, gótico, romano, oriental, veneciano, alemán, de todas las épocas y de todos los países; mas no podemos construir ni pensar con estilo nuestro. Es verdad que incipit lo desconocido. Pero las ideas modernas, más las llamadas líneas modem style, son tan sólo alborádicas y la gran masa iletrada y antiestheta las desprecia. Por lo general vivimos como fie333
ras en las jaulas que nos encierran. En éstas tenemos utensilios de todas épocas, como si el ideal fuese vivir utilizando todos los artefactos posibles del pasado. Apenas si conocemos algo que no lo hayamos heredado. Sólo nos queda la esperanza de que no fracasen las pocas tentativas ventiseculares que se conocen. (Una muestra de ellas tal vez lo será la Iglesia de la Sagrada Familia, que todo gran arquitecto europeo conoce). Ensayos de menos importancia invaden el decorado, el mueble, el utensilio y la joya, buscando un asilo o refugio. Y salen de su propio medio porque aún son demasiado groseros y advenedizos nuestros burgueses para que no sonrían con sus tics de cargadores retirados, ante todo ensayo más o menos actual. ¡Y lo curioso es que estamos en los albores de un período convulsivo que separará nuestros días de los venideros más honda y radicalmente que el Renacimiento nos separó de la Edad Media! Viriato Díaz-Pérez El tiempo, que destruye el universo, debe crear los mundos de nuevo. Mahábhárata
SOPHIA, ANO 1910
El cometa ha pasado Tal es el título de un interesante artículo que publica El Diario de Asunción (Paraguay), en su número correspondiente al 20 de Mayo último, debido a la pluma del que fue director de SOPHIA, el Dr. Viriato Díaz-Pérez. Es un trabajo de carácter teosófico que prueba cómo nuestro muy querido amigo trabaja constantemente en pro de los ideales que tanto tiempo acariciamos juntos, y que nunca morirán en su corazón. Esto nos recuerda días felices, felices por estar
tan cerca y compartir nuestras tareas con caracteres nobles y seres queridos, de quienes hoy nos tienen separados el tiempo y el espacio. Una vez más mandamos nuestros recuerdos de amor y paz al Dr. Díaz-Pérez y a aquellos otros obreros teosóficos que Karma llevó de nuestro lado, para trabajar entre otros pueblos. M.T.
CONSTANCIA SOPHIA, AÑO 1910
Para J. Marsal. ...Deberíamos cantar la Constancia. No como esa virtud contrahecha, postiza, de que siempre se habla, sino como un don conquistado trabajosamente a través de los siglos... Era la primitiva voluntad humana oscilante y movediza; múltiples instintos contradictorios la incitaban, y víctima de todo espejismo y del azar, navegaba en la volubilidad y el desconcierto. Un deseo cualquiera mataba los anteriores; todo impulso era una orden; las almas se proyectaban ciegamente contra todo señuelo, sin otra norma que el instinto. ¡Días aquellos espantosos que en vano intentara idealizar aquel gran alterador que se llamó Nietzsche! Fue necesaria la penosa enseñanza de los siglos para que el hombre viera que todos los actos, como los hechos, se entretejían, y desease a su vez entrelazar sus intenciones, sometiéndolas a un solo designio. Saber persistir en una sola dirección, a pesar de las múltiples promesas de otras mil... obrar en un mismo sentido, no obstante las diversas instigaciones engañosas del momento... respetar por encima de los obstáculos del presente los planes señalados en el pasado, aunándolos con los trazados del porvemir... ensartar, en suma, en el hilo de una tendencia los actos multiformes de la vida, fue el paso más glorioso de nuestra especie. 335
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No debemos nosotros olvidarlo. Debemos considerar la Constancia como una de las más excelsas conquistas del alma humana. Y ella debe ser el ideal de la estirpe. La voluntad es una palanca poderosa que en cierto modo nos hace dueños del azar, venciéndole en lucha ciega e insegura. Mas la Constancia viene a ser una voluntad filosófica, que además semejante a las olas, tiene una necesidad inconsciente, y a la vez indefectible de llegar a la orilla... a la «otra orilla». Constancia en los ideales o Constancia en el amor o en la lucha; he aquí la secreta fuerza que determinó los grandes caracteres, que hizo triunfar a los pueblos. Se ha dicho que un acto repetido engendra un carácter, que un carácter engendra una existencia y que una existencia engendra un destino... Siendo esto cierto, nosotros, simples átomos perdidos entre las enormes Voluntades de la Naturaleza y las gigantescas Fuerzas siderales, por el solo ejercicio de una modesta virtud, por la respetuosa inclinación hacia eso que en el amor nos hace ángeles, en el bien, santos, y en el altruismo, redentores; por esa sencilla disciplina que, en suma, se llama Constancia, podríamos transformarnos en dueños del destino, intervenir en la obra cósmica creando nuestro porvenir, coadyuvando con las fuerzas ciegas de lo desconocido, engendrando a voluntad lo venidero y creando lagos de reposo en medio del inmenso e inextinguible dolor humano. Viriato Díaz-Pérez Asunción (Paraguay)
no, el Dr. Viriato Díaz-Pérez, ha sido nombrado por el Consejo superior de Educación profesor de las nuevas cátedras de Filosofía general y de Moral. Juzguen nuestros lectores de la importancia que implica para la difusión de la espiritualidad en un pueblo el crear esas cátedras de que carecía su plan de enseñanza, y encomendarlas a un entusiasta y cultísimo teosofista. Felicitamos a nuestro amigo el Dr. Díaz-Pérez, pero aún felicitamos más a los ciudadanos del Paraguay.
SOPHIA, AÑO 1911 Dr. Viriato Díaz-Pérez Leyendo a Veressaief. (Algunas palabras sobre la Medicina ortodoxa actual). Biblioteca de la Revista Natura.— Montevideo, 1910.
Parece que en el Paraguay también se prepara el despertar de la propaganda teosófica, influenciado por la nueva era de Luz que se deja sentir en todo el mundo. Nuestros amigos en aquella República son pocos, sólo tres, pero inteligentes, estudiosos y campeones decididos de nuestra causa, que hasta ahora han tenido que luchar en un medio poco propicio para la difusión de las enseñanzas teosóficas. Hoy empieza a favorecerles Karma. Nuestro queridísimo herma-
Leyendo a Veressaief es el título de un breve estudio publicado por nuestro querido amigo y compañero Viriato Díaz-Pérez. Arduo es el asunto que el autor desarrolla recordando las amargas revelaciones del ruso escritor. La ineficacia de nuestros modernos adelantos en Medicina; lo poco que el médico puede hacer para arrebatar al que sufre de las garras de la enfermedad y de la muerte: he aquí el terrible tema de las observaciones de Díaz-Pérez, que ilustra con detalles y ejemplos de un alto valor demostrativo. En las páginas de este folleto domina una sinceridad absoluta. Es la obra de un pensador que sabe muy bien lo que dice y que dice todo lo que piensa. Quizá encuentre más enemigos que partidarios, porque hay cosas que nadie quiere conocer, cosas que duele tener que confesar que acontezcan; pero los que aman a la verdad sobre todo; los que opinen, como nosotros opinamos, que el hecho de desnaturalizar las realidades de la existencia sólo es, en el fondo, un implícito homenaje rendido a la mentira, aplaudirán las valientes confesiones de Díaz-Pérez, y, haciendo justicia a la intención que las informa, habrán de reconocer que tal modo de escribir es digno de alabanza y de respeto.
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SOPHIA, ANO 1910 La Teosofía en el Paraguay
Reciba, pues, el Dr. Díaz-Pérez mil enhorabuenas y la expresión de nuestra alegría por los triunfos que alcanza el que fue nuestro compañero de Redacción y cariñoso Director en esta Revista. Enediel SHAIAH
LA CEREMONIA DEL BAUTISMO SOPHIA, AÑO 1911
El Bautismo es un símbolo, es una palabra que viene a buscar nuestro respeto desde un pasado remoto y venerable. Por símbolos tiende el hombre a comunicarse con el porvenir, porque el símbolo es cristalización de pensamiento, de palabras, de hechos y de cosas. Sobre esto, como sobre todo, debemos procurar desprendernos de las ideas muertas que nos siguen como fantasmas, y una de ellas es la de menospreciar lo que no conocemos: el pasado, las creencias, los mitos... Llenan, de niños, nuestros espíritu, de ideasobstáculos que impiden la gimnasia de la tolerancia; nos dicen que no hay sino una razón: la nuestra; una religión: la del Estado, y una interpretación: la oficial; y fuera de ella el error y la herejía. Que las opiniones ajenas para ser respetables han de pasar previamente por las sacristías religiosas o por las academias permitidas. Fanáticos, religiosos o científicos, nos desprestigian todo credo, nos desacreditan todo sistema, nos deforman todo símbolo y nos censuran nuestras curiosidades. Algo surge y se impone, sin embargo, a través de la intolerancia, y es la paráfrasis del lema hindo de que hay una sola religión, la de la Verdad, y una sola creencia, aquella que brota silenciosamente en el santuario del corazón. El hombre que sabe provocarla y no reprimirla, verdaderamente merece el nombre de tal. Y siempre que indague sinceramente, recibirá el auxilio invisible de la Naturaleza y de sus Fuerzas. Y reconocerá el Bautismo regenerador de la Verdad, porque ella es ecuador y círculo de todo y esparce sobre nues338
tra existencia un aura de reposo. Sería pálida la vida si no existiese en las cosas un aura secreta que lleva hacia lo verdadero. Ello debe ser norma y anhelo de nuestro espíritu, que no fue hecho para bastardearse en el error. La falsedad derriba y mata. Cayeron templos antiguos suntuosos y caerán nuestras mezquinas construcciones actuales, no por la desaparición de sus custodios y señores, ni por el descrédito de las ideas y utopias que las engendraron, ni aún por la acción misma de los tiempos, sino porque no se levantaron con respeto ingenuo y severo hacia la Verdad. Más obra humana arruinó la mentira que el tiempo. Díganlo las pagodas de cuarenta siglos, las pirámides de muchos más y los testimonios supervivientes de remotísimas civilizaciones perdidas. En ellos resplandeció el respeto a lo verdadero, en el símbolo, en las ideas, en las piedras, en el cálculo, en las dimensiones... ¿Hoy? Este respeto se ha perdido. Ha luengo siglos que caminamos a tientas. Alguna vez el atisbo de una realidad más firme que la que palpamos nos enseña cuan distantes estamos de la meta. El porvenir es nebuloso, y como al pasado le hemos calumniado, no se nos revela. Sólo acá o allá un indicio, una seña que nos hacen las cosas, una voz de quien sabe qué pasado ignoto nos dice lo que las palabras no podrían expresar... Una de estas voces es el Bautismo. A veces, en los templos huye el alma de los credos religiosos, dejándonos el cuerpo de sus enseñanzas bastardeadas. Y he aquí que entonces, los dogmas y las ceremonias, ropajes funerarios de las más elevadas concepciones, tienen que ser ardientemente interrogados para que nos dejen escuchar apenas un acento de la magnífica, eterna y esotérica Tradición. En todo cuanto nos rodea una extraña masonería solicita nuestras interpretaciones. Somos los eternos neófitos de una inacabable iniciación. Comenzárnosla adviniendo a la vida; comenzárnosla sumiéndonos en la muerte. ¿Dónde recibimos nuestro primer Bautismo? ¿Qué significa esta ceremonia? ¿No debiéramos sondear a través de su empeñado simbolismo? Entramos en la vida ungiéndonos mediante ella. Si como otras muchas cosas, esta ceremonia no es sino un ropaje, ¿de qué viva, profunda y mística enseñanza lo es? Creyentes e incrédulos bautizan y son bautizados; el místico en su cripta, el nihilista en su antro, el masón en su templo, el sabio en su academia, el militar en 339
la guerra, el civilizado bajo la ojiva medioeval, el salvaje en el bosque. .. ¿Qué oculta este símbolo que se transforma, se adhiere al hombre y como él evoluciona y no desaparece? ¿Es cosa de sonreír ante estas superviviencias «primitivas» que desde edades remotísimas no perdieron su fuerza originaria? Por lo pronto repitamos la verdad de que el BAUTISMO como la CRUZ, más que al Cristianismo, pertenecen a una Religión arcaica universal, a la única Religión verdaderamente divina, al Credo básico, prístino, del que fueron emanando las diversas religiones humanas. Cuando los conquistadores españoles arribaron por vez primera a las costas aztecas, encontraron entre los restos de civilizaciones prehistóricas extrañas cruces de piedra que servían de símbolos religiosos. Fenómeno parecido aconteció cuando los jesuítas penetraron en Asia. También hallaron el Bautismo. Ni aún el ceremonial religioso es patrimonio de ninguna de las religiones conocidas. Veinte siglos antes de Jesucristo, y muchos más también, ya había en la India sacerdotes y acólitos que oficiaban ante sus altares. La Trinidad, como otros símbolos, es anterior a nuestra historia. En aquel continente arcaico de que nos habló Platón y hoy la ciencia, en aquella Atlántida remota, cuyo recuerdo llegó a borrarse de la memoria de los hombres, hubo también cruces, y ante las aras de sus templos —cuyos sillares hace una eternidad duermen bajo el mar— oficiaron sacerdotes cuyos credos hoy no nos serían esencialmente extraños. ¿Se ha observado esta ceremonia del Bautismo a través del pasado hasta donde pueden seguirnos los datos humanos? Se la vería aparecer como una comprobación más de que existió un cultivo primitivo antiquísimo del que derivaron los credos conocidos. Se la vería formando parte de todas las religiones, sin respetar la historia, el ethnos y la geografía. Se la encontraría en la India, entre los druidas, los parsis o los egipcios. Y en todas partes aparecería como vestigio de alguna antigua operación «mágica». Conservó este carácter en el mismo cristianismo. En el Bautismo cristiano el agua es empleada como vehículo de purificación. Previamente es preparada por medio de plegarias. Se hacen funcionar sobre ella los dos más importantes factores de magia: el Sonido y el Movimiento, la Palabra y la Luz... 340
¿Qué enseñanzas no nos reservaría el estudio completo del tema? Veríamos la evolución de la ceremonia y su simbolismo. Veríamos lo que fue en las religiones antiguas; lo que representó en las escuelas filosófico-místicas de la edad media, y lo que es cuando llega a presentársenos en el penoso camino de ese misterio insondable que se llama la Vida. Porque muchas son nuestras iniciaciones a medida que avanzamos en él. Comenzamos la inevitable jornada; la maldad nos educa en la paciencia para poderla oponer a la cólera y la venganza. El dolor agudiza nuestro espíritu para protegernos contra las asechanzas invisibles que nos rodean. Los desengaños nos llevan a la impasibilidad tan necesaria para no parecer víctimas de la protesta... ¡Felices aquéllos para quienes el Agua y el Fuego no son sino un símbolo grato que les evoca su advenir a nueva vida! ¡Felices aquéllos a quienes la lucha no heló el corazón ni abrasó el espíritu! ¡Felices aquéllos para quienes el Bautismo atrajo auras protectoras de bienaventuranzas y de Paz! ¡El hombre anhela comunicarse con lo incognoscible y no puede hacerlo sino por signos! En algunos Bautismos al niño le son rociadas con agua las manos. Esas mismas manos que han de ser instrumentos de trabajo y de acción, se desean puras. Nunca el crimen deberá partir de ellas, ni la violencia, ni la torpeza... ¿Qué uso hará de ellas el niño? A esto sólo responde el Destino. Todo ser humano tiene su vehículo de pensamiento y su razón, Pero también tiene sus instintos... Sólo quien lograre manejar su Voluntad, aprovechando la enseñanza de alguna de sus iniciaciones, alguno de sus Bautismos, se salvará. Los demás, víctimas del Hado, cual fantasmas movidos por un vendaval de deseos, vagarán náufragos de su Pasado malversado, desintegrándose estérilmente en el mar insondable del Dolor... Viriato Díaz-Pérez Diciembre 1910. Asunción (Paraguay)
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SOPHIA, ANO 1911
«Natura», Monte-Video En su número de Noviembre de 1910, además de los muy interesantes artículos con que vienen combatiendo el empirismo de la medicina oficial y exponiendo las ventajas del régimen naturalista, inserta un magnífico retrato del que fue nuestro Director, el Dr. Viriato Díaz-Pérez. Como todos aquellos tributos de amor y respeto que se pagan a nuestros queridos compañeros y amigos, los hacemos nuestros, demás está el decir aquí cuánta fue nuestra alegría al abrir tan ilustrada revista y encontrarnos la sombra querida de un predilecto de nuestro corazón. En su número Enero-Febrero, también hallamos el fruto de los desvelos de nuestro amigo en un artículo titulado Nietzsche y la higiene moderna, acompañado de otro, ya de antiguo conocido nuestro, Contra la vacunación, también de un viejo y respetable amigo, D. Pedro Arnó de Villafranea. Quisiéramos enumerar todo cuanto publica Natura, y extractarlo para conocimiento de nuestros lectores, tan interesante y nuevo resultaría a muchos, pero el espacio nos falta y a su inexorable limitación nos hemos de someter aunque grandemente contrariados.
«La Verdad», Buenos Aires, Febrero 1911 Aún cuando tenemos apartados en nuestro estudio algunos números de esta revista, de los cuales queremos ocuparnos con el detenimiento y sosiego que merecen, no creemos oportuno demorar para entonces el tratar del número de Febrero que tan opuestos aspectos nos presenta. Empieza con un retrato de nuestro Director, seguido por unos apuntes biográficos, en los cuales, nuestro querido amigo el Dr. DíazPérez, traza justísimas alabanzas para algunos de los antiguos y meritísimos teósofos españoles. Nuestra gratitud es inmensa, no por lo que de nuestro Director dice, sino por lo que de los demás se habla; pero como no hay dicha completa, que se dijo no sabemos 342
quién, viene páginas después nuestro querido Lob-Nor, destruyéndolo todo con los pricipitados y severísimos juicios que en un artículo titulado El Silencio es de Oro (?), lanza contra todos los teósofos españoles, hasta los más distinguidos y espirituales. Sabemos que Lob-Nor hace esto animado de los mejores propósitos y, antendiendo a su buena intención, nos congratulamos viendo en él un buen amigo que nos enseña las faltas en que podíamos haber incurrido. Y decimos podíamos, porque por esta vez, afortunadamente para nosotros, lo ocurrido es que Lob-Nor no se percató, ni del buen fin con que procedimos, ni de la alegría y amor que para todos fluye del corazón de sus hermanos de España.
EL NEO-PITAGORISMO SOPHIA, ANO 1912
Sr. D. ARTURO SORIA Y MATA. «Ciudad Lineal».— Madrid. Si no me costase, mi querido y antiguo amigo, que su espíritu disciplinado en el ejercicio de las más variadas enseñanzas de la ciencia, de la filosofía y del arte, estaba curado de todo género de sorpresas, creería inquietarle con la exposición de un hecho curioso: el resurgimiento de unas doctrinas que desde ha luengos siglos, mal comprendidas y peor expuestas, una y otra vez vienen excitando la atención de los pensadores, y que no son otras que las sostenidas más de veintidós siglos hace por aquel gran reformador y creador que se llamó Pitágoras. Como todos los sistemas filosóficos que no son hijos del capricho y vanidad humana, el Pitagorismo, ni desapareció con la muerte del célebre iniciado griego, o el olvido del pensamiento helénico, ni naufragó en el tenebroso mar de la Edad Media. Usted sabe mejor que nadie cuan cierto es esto; usted que ha merecido que sus obras fuesen traducidas al francés, comentadas en Inglaterra y ad343
miradas acá y allá, no siendo, en último término, esencialmente, sino la aplicación nueva, lógica, científica y moderna, de los principios de alta geometría del admirable matemático y místico de Sanios. A usted le consta que si alguna vez se escribiese una historia de la Filosofía después de leer de nuevo y, sobre todo, de comprender a nuestro sistema resultaría por lo pronto que numerosos filósofos de la antigüedad, las que existen actualmente resultarían por lo menos infantiles. Concretándonos a filósofos y pensadores antiguos y modernos, estudiados como apóstoles y partidarios de diversísimas teorías, no habían sido otra cosa que pitagóricos más o menos ortodoxos. Roma, por ejemplo, que no tiene filosofía propia, tendría en Cicerón un magnífico expositor que en su genial Somnium Scipionis nos diría, a la manera de Renán en sus Diálogos, cuál fue su pensar íntimo; el de un discípulo del geómetra griego. Y no él solo. Su caso se repite en la historia de la filosofía. Sería interesante seguir las huellas del pensamiento pitagórico, desde sus mejores fuentes antiguas hasta nuestros días. Engranar en el hilo áureo de una tradición que se rompe acá o allá, pero que no desaparece, el conjunto de doctrinas esotéricas unas y exotéricas otras, del creador y jefe de la escuela. Y a nosotros, los españoles, nos debería estar destinada esta tarea. Uno de los célebres pitagóricos antiguos, MODERATO DE CÁDIZ, español fue. Y como él otros varios. A los pitagóricos antiguos úñense más tarde numerosos kaballistas semitas y castellanos que «geometrizan» hasta el punto de parecer lectores asiduos de los Versos Dorados. Ellos preparan el terreno para aquel grandioso y genial HERRERA, el mayor matemático de su época y uno de los más grandiosos filósofos-geómetras que existieron desde Pitágoras a su tiempo. El día que Menéndez Pelayo se digne publicar el manuscrito de Herrera, que él posee, titulado DISCURSO SOBRE LA FIGURA CUBICA, se verá que Pitágoras tuvo un insigne discípulo entre nosotros, y usted, mi buen amigo, un precursor de la talla del constructor de El Escorial. Menéndez Pelayo en la Historia de las Ideas Estéticas, nos hace conocer lo que pensaba Herrera sobre la naturaleza poliédrica de los cuerpos: «...así como esta figura cúbica tiene plenitud de todas las dimensiones que son en naturaleza con igualdad, así en todas las cosas que tienen ser, debemos considerar 344
la plenitud de su ser y obras... en todas las cosas está la figura cúbica, en lo natural como natural, en lo moral como moral... y bien entendido y penetrado el cubo, se verán las grandes maravillas que en sí encierra el arte luliana...». ¿Y Lulio? ¿Y los constructores de las catedrales medioevales con sus célebres cánones de proporción? ¿Y otros de quienes he hablado antes de ahora, incluso el curioso Cantagrel estudiado creo que por mí solamente? Pero no he tomado la pluma para hablar del pitagorismo en España, sino por lo contrario, del resurgimiento de estos estudios lejos de la península. Y deseo conozca este dato: En el Brasil, en el cultísimo estado del Panamá, y en la Ciudad de Coritiba, existe actualmente todo un Instituto Neo-Pitagórico que procura difundir, por todos los medios posibles, las olvidadas enseñanzas del Maestro griego. Su iniciador es el Sr. Darío Velloso, uno de los intelectuales más prestigiosos del país, profesor del Liceo Oficial, literato y luchador de renombre, autor de varias obras No solio do Amanhan, Tropheo selvagem, etc.) y fundador de las revistas Sphinge y O Cenáculo, de las que ha tratado alguna vez la prensa europea. Pero sus dotes como profesor conferencista y literato, han sido eclipsadas ante sus vehemencias como propagandista de las antiguas enseñanzas pitagóricas. Un núcleo de estudiosos le sigue, en estos momentos sus publicaciones de vulgarización y propaganda comienzan a ser conocidas. En este año de 1910 ha sido impreso en Coritiba un trabajo: Del Pitagorismo según la Enciclopedia del siglo XVIII. En la revista Ramo de Acacia se ha traducido del estudio de losep Fabre La pensée antiquee, el capítulo consagrado a la escuela pitagórica. En elegantes cartulinas han sido impresos igualmente los famosos Versos Dorados, que aunque transmitidos por Hierocles, pueden en realidad considerarse como el verdadero evangelio de la Escuela. Y así mismo unas bases o estatutos para unificar los ideales de la agrupación y numerosos artículos sobre la Escuela, el Fundador, etc., etc.». El lema de los modernos estudiosos del neo-pitagorismo es: «Saber.— Querer.— Osar.— Callar.» Los ideales fundamentales perseguidos pueden reducirse a tres: 345
I. Sondear las Normas de la Armonía cósmica.— II. Hacer reales los anhelos del Arte (idealismo) y de la Ciencia (verdad) tendiendo a penetrar en el Mundo del Misterio.— III. Practicar el Respeto mutuo, la Libertad absoluta y la Fraternidad incorruptible. Para llegar a la realización de esta meta, los estudiosos deben escudriñar las enseñanzas del Maestro, comprenderlas y practicarlas, debiendo aplicarse bien a la «investigación», bien a la práctica» de las doctrinas. De estas se deduce toda una moral cuyas bases serán: I. PLANO FÍSICO: Ausencia de vicios—equilibrio orgánico—selección individual y colectiva. Norma: Sobriedad—Trabajo—Jovialidad. Práctica: Evitar el alcohol, juego, gula, excitantes, excesos y fatigas inútiles. II. PLANO MENTAL: Instruirse e instruir; educarse y educar en la esfera de su actividad. Norma: Estudio—Meditación—Análisis—Síntesis. Práctica: Propagar los ideales de Verdad, Justicia, Libertad y Amor hacia la Paz. ffl. PLANO MORAL: Conducta—Hospitalidad—Amparo—Auxilio—BienestarEstimación—Persuasión, proporcionales a los medios y fuerzas propias. Norma: Dulzura—Cariño—Bondad. Práctica: Palabras suaves, acciones serenas, ánimo imperturbable, fuerza consciente, imparcialidad de juicio, circunspección, criterio y pureza de pensamientos, palabras y actos. Como usted verá, mi buen amigo, ninguna de estas noticias son novedosas para usted que las conocía de ha mucho tiempo, y lo que es más importante, que a su manera las había llevado a la práctica en su mayoría A usted, sin embargo, que ha lanzado a la ciencia su teoría del ORIGEN POLIÉDRICO DE LAS ESPECIES, que interesó ¡cosa rara! a más de cuatro cerebros europeos; a usted, que ha hablado por vez primera de poliedros nuevos, o sea pertenecientes a un orden nuevo y una nueva geometría; a usted que sostenía hace años, muchos años, que la expedición científica (del «Pourquoi-pas?» ensáyase encontrar en el polo Sur uno de los vértices terráqueos! a 346
usted, en suma, que por su propia voluntad ha ideado, levantado y vivicado junto a Madrid una ciudad-lineal, ciudad del porvenir, idealista, pitagórica, en contraposición de las ciudades-puntos, materialistas, del pasado tenía forzosamente que dirigirle estas líneas. Al recordar otros tiempos, aquellas conferencias de usted en el Ateneo, la exhibición pública de sus extraños poliedros, la publicación de sus libros y sus trabajos en la práctica... tenía que condenarle a recibir esta carta, con ocasión de la cual muchas cosas se me han ocurrido aunque pocas he dicho. No ha muchos días leía aquí una observación que usted muy oportunamente intercalaba en La Ciudad Lineal, en un juicio sobre mi modesto y casi ruidoso (?) trabajo Leyendo a Veressaief... ¡Era la observación de un incorregible! «Cuando la ciencia —decía usted— vuelva al camino trazado por los pitagóricos hace veintidós siglos, y la química sea el estudio geométrico y mecánico de las infinitas combinaciones de los poliedros regulares, cuando el cuerpo humano sea perfectamente conocido como combinación de poliedros regulares..., etc.». Ese día, mi antiguo amigo, los actuales utopistas de uno y otro continente serán desagraviados ¡ay! como siempre tardíamente, y por sus continuadores, y se borrarán unas cuantas calumnias, unas cuantas groserías y unos cuantos prejuicios del vergonzoso vocabulario y bagaje de la crítica. Entre tanto vayamos, como podemos, buscando la Paz y tendiendo hacia la Armonía. Muy suyo afectísimo hermano, Viriato Díaz-Pérez Profesor de Filosofía en la Universidad de Asunción Asunción del Paraguay. 27 de Diciembre de 1910.
SOPHIA, AÑO 1913 Acia de fundación de la primera Rama S.T. en el Paraguay En la ciudad de la Asunción, a 17 de Noviembre de 1912, reuni347
dos los abajo firmados, en la convicción de que había llegado el momento de que el Paraguay dejase de ser una excepción entre las demás naciones permaneciendo alejado del movimiento teosófico mundial; deseando aunar en obra de armonía y progreso mental los esfuerzos de cuantos comulgan en el país con las ideas ennoblecedoras del gran Maestro que se llamó Helena Petrowna Blavatsky, y realizar los anhelos de cuantos hasta hoy dispersos, sintieron la necesidad del trabajo fraternal en común, se decidieron a fundar una Rama de la Sociedad Teosófica, encargada de encauzar el movimiento espiritual que exista o pueda existir en el país hacia las elevadas y primordiales tendencias de dicha Sociedad, que son: 1 ? Formar el núcleo de una Fraternidad Universal de la Humanidad, sin distinción de raza, creencia, sexo, casta o color. 2? Fomentar el estudio comparativo de las Religiones, Literaturas y Ciencias de los arios y de otros pueblos orientales. 3? Investigar las leyes inexplicadas de la Naturaleza y los poderes psíquicos latentes en el hombre. Es necesario en nuestros días de grosero utilitarismo la creación de entidades idealistas que tiendan a laborar en pro de los propósitos enunciados. El estudio comparado de las religiones y filosofías de todos los pueblos hace renacer en la mente de los ávidos de saber las aspiraciones amortiguadas del espíritu, las concepciones elevadas y antidogmáticas y hasta un nuevo amor más puro y transcendente hacia sus semejantes. Por otra parte, la ya hoy inmensa literatura teosófica, que comprende desde las más puras concepciones éticas a las más atrevidas especulaciones científicas; desde la investigación de los más oscuros problemas de la Filología, la Filosofía, la Historia arcaica, hasta los más osados avances y las más revolucionarias hipótesis de la Ciencia, abre inmensos horizontes al estudioso leal y sin prejuicios que ansia encaminarse hacia la Verdad, y es un deber encauzar tales ansias acertadamente. Teniendo ésto presente, los que subscriben, congregados fraternalmente en este día, en recuerdo de aquel 17 de Noviembre de 1875, en que era fundada la Sociedad Teosófica en New-York, crean a los propósitos enunciados la primera Agrupación oficial teosófica del país, a la cual dan el nombre de Rama «Destellos de Oriente», de la Sociedad Teosófica en Asunción, quedando todos comprometi-
dos a trabajar en la medida de sus fuerzas en pro de los ideales más puros y altruistas el teosofismo, siempre dentro de la más estricta prudencia, dado el general ambiente positivista, en el que tan fácil es fracasar con grave detrimento de las ideas, engendrando responsabilidades kármicas expiatorias. Y para el mejor orden en los futuros trabajos, se procedió a lo que en lenguaje usual se denominaría elección de cargos, y en términos teosóficos distribución de responsabilidades, resultando establecida ésta en la forma siguiente: Presidente, D. Viriato Díaz-Pérez; Vicepresidente, D. Juan A. Amado; Secretario, D. José Marsal; Tesorero, D. Luis Pinasco; Bibliotecario, D. José Medina. Reconocidos estos cofundadores en el carácter de sus respectivas funciones, y después de consagrar un recuerdo a la memoria del inolvidable Maestro H.P.B., leyendo la conclusión del opúsculo segundo del tercer volumen de La Doctrina Secreta, se dio por terminada la sesión inaugural, dándose asimismo por constituida definitivamente la Rama «Destellos de Oriente», en testimonio de lo cual firmaron por duplicado la presente acta.
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LOS DOS CREYENTES DE HIERAIM SOPHIA, ANO 1913
Y cuando ores, no serás como los hipócritas; porque gustan de ponerse a orar de pie en las congregaciones y en las esquinas de las plazas, para mostrarse a los hombres... Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento y bien cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en lo oculto... (Mateo VI, 5-6). Si no deseáis su reino, no le pidáis en vuestros rezos. Mas si le deseáis es preciso que roguéis por su adquisición; es preciso que trabajéis por él. (RUSKIN. La corona de olivo silvestre. El Trabajo).
Había una vez un hombre muy bueno, cerca de las tierras de Hiera'ím, que decía parábolas y sabía curar a los enfermos. Y vivía en una choza en lo alto, en donde están hoy las cuevas del Entierro, y no bajaba adonde las gentes ni por alimentos, porque sabía buscarlos en el campo. Y sucedió que un día los hombres religiosos de la ciudad descubrieron que el pobre de la choza enseñaba oraciones distintas de las suyas. Y aún algunos le oyeron censura contra los ricos que rogaban por «el pan nuestro de cada día» mientras se fallecía de hambre en las calles... Y también le oyeron que no decía: «tu reino venga a nos» como ellos, sino «yo haré, Señor, por acercarme a sus puertas». Pero como todas estas oraciones eran extrañas para los hombres religiosos de Hiera'ím, difamaron contra él... Y subieron gentes a poner aflicción en las puertas de la choza. Mas el viejo tenía paz de espíritu y rodeábale el aura de sus hechos, porque su vida, que había recordado, no la encontró manchada... Y entre sus recuerdos flotaban las obras justas como los nenúphares en el estanque... Mas de su boca no volvió a salir, sin embargo, predicación algu350
na para los que se le acercaban, porque temía que sus dichos fuesen dichos de división y de discordia. Pero cuando en el silencio de la noche los desvelos aleteaban sobre él y se oían los aullidos lejanos de las fieras, desde el fondo de su espíritu se elevaban estremecidos y en su mente latía compasión infinita...
II Y he aquí, que cierto día llegósele uno de los servidores del templo que le era enviado por los escribas. Y el servidor del templo habló de las cosas del reino de Dios y su boca vertió sátira para los descreídos y derramó ponzoña para «los que abandonaban el camino» y para los orgullosos y para los osados... Mas el viejo de la choza le habló de la caridad sin esperanza de premio, de la bondad verdadera e intensa, de la bondad ignorada por todos. Y le habló de la desgracia cuando persigue al hombre. Y le dijo que si la vida era grande era por el dolor... Y le dijo que había ideas intensísimas y eternas como el mundo, y le habló de la Justicia. Después le dejó que leyera sus Meditaciones, un pequeño texto escrito en arameo sobre hojas de palma.
III Y en aquella misma luna, una tarde en que el pobre de Hiera'ím miraba la tierra a lo lejos, apocósele el ánimo y retiróse. Y llegada que fue la noche murió. Sin lágrimas por su soledad y con amargura por otros mundos, murió. Y como un caminante llevara la noticia de la muerte a Hiera'ím y la supiera el enviado de los hombres del templo, llegóse de noche adonde el viejo y le cerró los ojos... Y lloró sobre sus restos hasta que cantó el gallo. Luego salió y cavó una fosa. Y mientras el alba comenzaba a clarear por entre las palmeras, condujo allí al pobre envuelto en su manto y le sepultó. Y ya marchaba cuando vieron sus ojos los escritos de la Meditación esparcidos sobre la tierra desde la choza hasta la sepultura y pisados por él durante la noche... 351
Y recogióles, poniendo en ellos orden, hasta que se leían bien los títulos grandes que decían: Meditación. Después cavó fosa muy profunda y en lo más hondo les enterró; porque no era conveniente que las gentes de Hierai'm supieran que podía orarse «a solas y bien cerrada la puerta». Y como faltara ya muy poco para la oración de la mañana que se celebraba en Hierai'm al salir el sol, limpió sus manos, arregló bien su túnica y marchó, apresurándose para no perder las primeras ceremonias de los phariseos. Dr. Viriato DÍAZ-PÉREZ
RELIGIÓN, CIENCIA Y FILOSOFÍA COMPARADAS SOPHIA, AÑO 1924 DESDE AMÉRICA Para ¡a historia de la «Rama de Madrid» (Palabras leídas en la Rama «Destellos de Oriente» de Asunción del Paraguay, en ocasión de la celebración del Día del Loto Blanco, en Mayo de 1919, y exhumadas con motivo de la reaparición de SOPHIA, y en homenaje a la «Rama de Madrid» de la S.T., en el 8 de Mayo de 1924). Permitidme, hermanos estimados, que en esta reunión de homenaje a la memoria del Maestro que entre los hombres se llamó Helena Petrona Blavatsky, y, antes de terminar las lecturas del día, realice yo la de estas líneas, en las que va envuelto el anhelo de dar forma material a una idea que existía en el seno de esta Rama: la de incorporar honorariamente a nuestra modesta entidad, a los dignísimos, beneméritos y altruistas hermanos en la causa teosófica: 352
el señor D. José Xifré y el señor D. José Melian, en concepto de Presidente Honorario de nuestra Rama, el primero; y de Vicepresidente Honorario el segundo. Vincularemos así, espiritualmente, mediante este acto de recordación fraternal y respetuosa, la Rama «Destellos de Oriente» iniciadora del movimiento teosófico en el Paraguay, con la «Rama de Madrid», núcleo inicial asimismo del movimiento de ideas teosóficas en la Madre Patria. Bien sabido es entre nuestros hermanos diseminados por la haz de la tierra, cómo este día del «8 de Mayo», Día del Loto Blanco, lo es de recuerdo para todos. En él, interrumpiendo breves instantes la batalla dolorosa que es la vida —Maya, la ilusión, eterna e inmensa —vibran nuestros corazones en armoniosos latidos de unánime dedicación al Maestro que nos dejó en la «Doctrina Secreta», ese breviario del Arcaico Saber tan obcecadamente descuidado y aún ignorado por los hombres siglo tras siglo... En este día, que es el del Maestro H.P.B., al recordar su Obra de Enviado, ¿cómo —nos preguntamos— no reservar también un lugar en nuestro corazón para sus eficaces auxiliares? ¿Cómo olvidar el esfuerzo de los inmediatos cooperadores y discípulos, tenaces apóstoles de la idea en los yertos días primeros de la lucha? Entre ellos, aparécennos a nosotros —por motivos que bien claramente se trasuntan— los ilustres teosofistas Xifré y Melian, cuyos nombres por singular y larga serie de concatenaciones kármicas, evocan aquí en este lejano y aislado Paraguay, añorosos recuerdos de romántica cruzada inicial y aún de sugestivas vinculaciones fraternales. Correspondió al preclaro hermano D. José Xifré, el elevado destino de soportar la responsabilidad máxima del movimiento teosófico en España, a cuya empresa ardua sacrificó fortuna, bienestar y elevada posición social. Fue él, —que recibiera enseñanzas directas de boca de la misma H.P.B.— quien iniciara con el inolvidable y malogrado Marqués de Montoliú y el meritísimo D. José Melian, la propaganda teosófica en España y por ende en Hispanoamérica; fue él quien arrancara de su patrimonio el caudal necesario para la publicación de obras como La Doctrina Secreta, Isis, La Clave de la Teosofía —que él mismo tradujo— y tantas obras; él quien sostuvo de su propio peculio durante 22 años, día por día, la gran revista SOPHIA, que difundió las ideas de H.P.B. por el mundo dilatado de habla española. .. 353
En cuanto al altruista hermano D. José Melian, traductor de La Doctrina Secreta, de El Buddhismo Esotérico y de tantas otras obras que forman hoy una verdadera biblioteca, ¿qué decir de su abnegada labor de largos años al frente de SOPHIA y de su infatigable celo por la causa, en todos sentidos? Todos nosotros les somos deudores, por lo menos, de imponderables beneficios espirituales. Aún aparte de aquellos esfuerzos que, quien os habla, viera, allá en su adolescencia, realizar, a estos hermanos queridísimos y elevados, quedan otros que todos por igual les debemos reconocer, ya que merced a ellos poseemos una ingente literatura teosófica, la más rica y extensa después de la inglesa, donde satisfacer nuestras ansias espirituales; y ya que ellos hicieron posible la propaganda en España y América. Ellos crearon y sostuvieron luengos años la primera agrupación española de la S.T. Fueron los guiadores, los depositarios de la Palabra en el primer momento, los que desbrozaron, para otros, el áspero camino. Les debemos un lugar en el santuario de nuestros recuerdos, nosotros, y filial reconocimiento todo teosofista de lengua española. Quien os habla, al menos, y con él quienes convivieron los primeros tiempos del movimiento teosófico peninsular, asociarán toda su vida la Presencia de estos hermanos venerables al historial de los orígenes del teosofismo hispanoamericano... Y les recordarán como sus Hermanos mayores en la histórica «Rama de Madrid», entidad a cuyo karma estaba adscripto, el que un día fuese honrada con la presencia del patriarcal e inolvidable Maestro Olcott, y también del malogrado sabio Mead; núcleo de fraternidad y de unción espiritual, donde junto a expositores como Doreste, artistas insignes como Monleon, investigadores y creadores como Soria y Mata, eruditos y orientalistas como Treviño y otros, mantenedores de la virtud y de la ciencia, recibíase alguna vez la indescriptible y honda impresión de sentirse en comunidad anímica con las Fuerzas dirigentes del Bien... El señor D. José Xifré, Presidente de la primera Rama española, vendrá pues a ser, para bien de todos, y si así conmigo lo creéis oportuno, Presidente Honorario de nuestra Rama, primera en esta parte de América (Asunción de Paraguay); y su digno compañero D. José Melian (que, por quién sabe qué inescrutables designios kármicos —como el hermano quer os habla— se halla tan de antiguo
vinculado al Paraguay), será nuestro Vicepresidente Honorario; por donde vendrá a revivir así entre nosotros, espiritualmente, una parte de la Rama de Madrid... Así, tal vez mediante esta pura satisfacción moral, ofrendada a dos Hermanos mayores nuestros habríamos oficiado hoy más decididamente, si cabe, en la gran religión de la Gratitud y del Recuerdo, lo que también es, en cierto modo, obra teosófica, teniendo en cuenta que, en realidad, el olvido es peor que la muerte. Viriato DÍAZ-PÉREZ Asunción del Paraguay.
(Inédito inconcluso, preparado para el Espasa de 1914, pero Viriato rompió con esta Editorial en manos de los jesuítas). Helena Petrona Hahn von Rottenstern Hahn, conocida universalmente con el nombre de Helena Petrowna Blavatsky y en Rusia con el pseudónimo de Radha-Bai. Célebre escritora y pensadora rusa creadora del movimiento de ideas denominado teosofismo moderno y principal promotora del actual resurgimiento orientalista. Nació esta extraordinaria mujer cuyas obras patrimonio hoy de la literatura universal han sido traducidas a todas las lenguas, en Ekaterinoslaw, mediodía de Rusia, en 1831. Fue hija del coronel Pedro Hahn y nieta del teniente general Alejo Hahn von Rottenstern Hahn, (noble familia alemana establecida en Rusia); y por línea materna, de Helena Fadeef y nieta del consejero privado Andrés Faadeef y de la princesa Helena Dolgoruky. El apellido Blavatsky lo llevó a consecuencia de su enlace con el anciano consejero de Estado Nicéforo Blavatsky, vicegobernador de Erivan (Cáucaso). Puede afirmarse documentadamente que no registra la historia ejemplo de vida más accidentada que la de esta escritora y que... sólo por sus viajes hubiera podido pasar a la posteridad, de ser más conocida su biografía, lamentablemente olvidada hasta hoy, en la casi totalidad de las enciclopedias nacionales y extranjeras. 355
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Tenía 17 años cuando en 1848 casó con el consejero Blavatsky que frisaba en los 70. No llegó a ser su esposa. Poco después de su boda partió a Constantinopla, iniciando desde este momento su vida errante cuyas primeras etapas fueron Egipto, Grecia y las diversas regiones de la Europa oriental. En esta época manifiéstase en ella el deseo de indagar las ciencias misteriosas. Vagos anhelos anteriores adquieren entonces formas precisas: conocer a fondo Oriente y sus ciencias; estudiar las indecisas tradiciones de los pueblos arcaicos; sondear la verdad que late en las cosmogonías primitivas; unificar en una tradición común los credos de los pueblos olvidados; apoderarse de la clave de las diversas mitologías; ensartar en hilo guiador los informes atisbos del misterioso saber de las civilizaciones nebulosas unificándolo con las ideas prodrómicas de una ciencia futura integral; señalar, en suma, los puntos en que se unen las diversas enseñanzas orales, religiosas, filosóficas, científicas, y las divergencias que las separan, ensayando reconstruir la Religión arcaica, única, la Doctrina Secreta básica y matriz de donde todo se fragmentará. Estudia vertiginosamente lenguas orientales, literatura, filosofía; historia y tradiciones antiguas y medioevales; psicología, psiquismo, ciencias ocultas, cuanto le es necesario, en suma para su obra, interrumpiendo sus trabajos por viajes fantásticos y extraordinarios. En los primeros años de sus peregrinaciones la encontraremos en el Cairo estudiando con un copto distinguidísimo el saber oriental. De allí parte a París y Londres por donde pasa rápidamente y en 1851 la vemos embarcarse para el Canadá donde viaja entre los Pieles Rojas y otros indios autóctonos. Después por México desciende hasta la América central y meridional donde visita entre otras comarcas, el Perú. De América resuelve ir a la India en unión de un inglés a quien interesaban problemas similares a los de ella y de un «estudiante» hindo que encontrara en las ruinas de Copan. Parte para Bombay a donde llega en 1852 por las Islas del Pacífico y una vez en la gran península se propone penetrar en el Tibet, por el Nepal —viaje estupendo en aquella época y aún actualmente— pero fracasa, por lo cual de regreso en la India Meridional se embarca para Java y Singapur y vuelve a Inglaterra. Corría el año 1853 y los preparativos que hacían los ingleses para la guerra de Crimea herían los sentimientos patrios de H.P.B. que determina ir a Norteamérica pasando de New York a Chicago y San 356
Francisco. Dos años permanece esta vez en Norteamérica, después de los cuales se embarca por segunda vez para la India, vía Japón, llegando a Calcuta en 1855. Durante estos viajes, aparte de algunos fondos que le enviara su padre, recibe 80.000 rublos en herencia que invierte en sus estudios. Hallándose en la India en 1856, encuentra en Lahore un amigo de su padre, y en unión de otros dos viajeros, ensaya una vez más atravesar el Tibet, y de nuevo fracasa. En el 57 poco antes de comenzar la sublevación de la India contra el despotismo inglés, parte para Java y de allí a Europa, a donde llega en 1858, pasando algún tiempo en Francia y Alemania, cayendo de improviso en el seno de su familia cuando ésta celebraba la boda de su hermana en Pskoff (Rusia). En 1860 marcha con su hermana, Yelihowsky, a Tiflis donde permanece dos años, y unos tres en el Cáucaso, recorriendo —a la vez que hacía estudios cada vez más intensos— la Imerecia o antigua Cólquida, la Georgia y la Mingrelia, a lo largo de la costa del Mar Negro. De allí se interna en la Peoría, atraviesa el Asia Central, y logra al fin penetrar en el Tibet en el año 1864 después de tres tentativas infructuosas. En aquella época probablemente la sobrehumana resistencia llega a su máximum de tensión. H.P.B. contrae grave enfermedad, y su vida entra en un período completamente obscuro, por no decir desconocido. Es preciso llegar al año 1870 para volver a tener noticias suyas. En este año, encontramos a H.P.B de regreso de Oriente en viaje por el Canal de Suez, recién abierto. La vemos detenerse algún tiempo en el Pireo y embarcarse para Spezzia, a bordo de un barco griego cargado de pólvora que hizo explosión, salvándose H.P.B. milagrosamente. En 1871, se encontraba en el Cairo viviendo en Pulac, cerca de Museo. De allí fue a Palestina, visitó las ruinas de Palmira y regresó a Rusia en 1872 avistándose con su familia en Odessa. A principios del 73 visita París. Y el 7 de Julio de 1875 del mismo año va a New York donde reside 6 años y funda el 17 de Noviembre de 1875 la Sociedad Teosófica en unión del coronel Olcott. En 1879 en compañía de Olcott se dirige a la India estableciendo en Bombay el Centro general de la Sociedad Teosófica trasladado en 1882 a Adyar (Madras). Aún en 1882 vuelve a Europa recorrien357
do París, Londres y diversas ciudades alemanas, y en 1884 torna a Madras donde es atacada de una grave enfermedad que la obliga a abandonar definitivamente la India, llegando a Europa en 1885 y fijando su residencia en Londres, donde falleció el 8 de Mayo de 1891, ordenando que su cuerpo fuese quemado. Se realizó el acto en el crematorio de Woking. Sus cenizas, divididas en tres porciones, fueron repartidas entre la India, los EEUU e Inglaterra. Teniendo presente este esquema de los viajes de H.P.B. y aún no deteniéndose en innúmeros incidentes, sorprende en verdad el pensar que simultáneamente con el género de vida azarosa e inquieta que presupone, pudiese H.P.B. llevar a término la labor intelectual que realizó y publicar la serie de obras que dejara, sin contar los numerosísimos trabajos dispersos, de carácter polémico. Fueron sus obras las siguientes: Isis Unveleid (New York 1877. 2 vol.) The Secret Doctrine (Londres 1889. 3 vol.) The Key to Theosophy (Londres 1889); que con The voice ofthe silence (última obra de la autora) han sido traducidas a todas las lenguas y abarcan cuanto de esencial produjo. A estas obras hay que añadir Gems from the Eats; Theosophical Glossary, Nighmare Tales, From the Caves and Jungles ofHindustan y A Modern Panarion, (obra postuma) no tan conocidas y que forman la totalidad. Existe la circunstancia curiosa de que, entre todas las naciones, España sea la que haya traducido más obras de esta autora, figurando en la gran literatura teosófica inmediatamente después de Inglaterra, y habiendo hecho todas las versiones directamente de las ediciones vernaculares. Existen pues en castellano las siguiente traducciones de H.P.B.: Isis sin velo. Clave de los misterios antiguos y modernos. (2 tomos en 4 o de 1.500 páginas. Trad. y prólogo de F. de Montoliu. Barcelona 1901-1902). La doctrina secreta. Síntesis de ciencia, Religión y Sabiduría. (3 tomos en 4 o de 2.000 páginas. Publicada por la revista Sophía. Madrid 1895-1898 los dos primeros volúmenes y Barcelona 1911 el tercero. Maynadé. Editor). La clave de la Teosofía. Exposición clara en forma dialogada de la ciencia, filosofía, y moral, para cuyo estudio se fundó la S.T.,
con un glosario de términos teosóficos. (Un vol. en 4 o menor, de 271 páginas. Madrid 1893. Traducida por J.X.H. Existe una segunda edición barcelonesa de esta obra, de 1910). La voz del silencio. Fragmentos escogidos del «Libro de los preceptos de oro». (Un volumen en 8 o de 140 páginas. Trad. de F. de Montoliu. Barcelona 1892). Hay dos ediciones posteriores de la «Biblioteca Orientalista», de Maynade, Barcelona. Y en la Revista Sophía, de Madrid (Atocha 127) que lleva XXII años de publicación, se han traducido casi todas las narraciones que forman el volumen Cuentos de Pesadilla, la interesante obra Desde las cuevas y selvas del Hindostán y algunos de los trabajos sueltos que constituyen el volumen Un Panarion Moderno. Lo que estas obras representan, lo dice bien claramente la nombradla de las ideas que exponen; los centenares de producciones diversas, críticas y polémicas que produjeron; las numerosas agrupaciones constituidas en los diferentes países para estudiarlas; y el movimiento filosófico que engrendraron, que según últimos cálculos, viene a componerse de unos treinta mil miembros activos de la S.T. y unos veinte mil sin filiación oficial. De Isis sin velo, solamente el público de habla inglesa agotó en pocos años 80.000 ejemplares. Su aparición fue saludada por la prensa inglesa con elogios inusitados. Para la North American Review fue «obra monumental»; para el Com. Advertiser «el libro más notable de nuestra época»; para el Daily Graphic «libro maravilloso». «Su autora —dijo a Norton Evening Transcript— es una mujer excepcional, que ha leído mucho, visto mucho, y pensado más que la mayor parte de los sabios. Su obra abunda en citas de una docena de lenguas distintas... Sus páginas enriquecidas con notas sacadas de los más profundos autores de la antigüedad. Para una gran parte de los lectores esta obra notable será de un interés capital». Se trata —dijo el traductor español, el malogrado e ilustre pensador D. Francisco de Montoliu y de Togores— de «una verdadera explosión de conocimientos acumulados durante largos años de viajes, de prolongadas estancias en Oriente y de residencia en todos aquellos puntos en los que los restos majestuosos de una antigüedad, tan grande como mal comprendida y falsificada por el fariseísmo, se levantan aún orgullosos como símbolos de un lenguaje universal que el estudiante de la Religión de la Sabiduría lee y comprende».
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Í En cuanto a La Doctrina Secreta sólo diremos que es una de esas obras grandiosas por sus tesis y por la suma de saber que encierra haciendo de ella la obra capital del teosofismo, del cual ha dicho Burnouf que era uno de los tres importantes movimientos intelectuales del día. No podría hablarse de esta genial y asombrosa síntesis religiosa, filosófica y científica sin una previa exposición de las ideas blavatskyanas que se expondrán en el capítulo consagrado al Teosofismo. Cuando aparecieron estas obras la prensa mundial expresó su asombro. La autora fue asediada por defensores y detractores. Sobre ella recayó la adoración religiosa del prosélito y la calumnia del sectario. Se le dirigió toda la Europa científica, conservándose cartas de Laymann, John Draper, y Russell Wallace a ella. Este le decía: «habéis abierto mis ojos a un mundo de cosas, de las que no tenía la menor noticia desde el punto de vista que indicáis a la ciencia». Lord Lytton —el hijo del famoso escritor del mismo nombredijo de ella: «Sólo conozco una persona que pueda compararse con el autor de Zanoni y es Mme. Blavatsky. «Saladin» el célebre director del Agnostic Journal, dice en el acto de la cremación de los restos de la que fue H.P.B.: «Acompañábamos a las llamas a una sibila, más bien que a nada de lo que el mundo produce ordinariamente. .. Era pura y sencillamente una giganta austera y románticamente honrada... Teosofista o no teosofista, la mujer más extraordinaria de nuestro siglo o de cualquier siglo ha desaparecido». A su muerte, de la India llegó a Europa el eco de verdaderas aclamaciones inexplicables e inusitadas, partiendo como partían de puritanos y orgullosos brahmanes que consideraban a todo europeo como un despreciable «mlechas» groseros y bárbaros. El tiempo que permanecía en París, su casa (una de ellas rué Notre Dame des Champs 46) era punto de cita de las más diversas y distinguidas personalidades: Leymarie, Richet, Flammarion, el célebre escritor Usevolod Solovioff, la duquesa de Pomar y la condesa dAdhemar —sus grandes admiradores— Evette, el célebre magnetizador, discípulo del Barón Du Potet, etc. En Londres sucedía lo mismo. La casa de Landsdowne Road 17 (Holland Park) era frecuentada por el genial William Crookes, por Lord Cros, la condesa de Wachtmeister, quienes como los mismos Boutlerof, Burnouf y Max Müller y tantas otras eminencias de la ciencia se vieron en la necesidad de estudiar sus teorías. 360
Esto era lógico dado la originalidad, la profundidad y la brillante valentía con que eran expuestas algunas de ellas. Existen ya hoy algunos trabajos escritos sobre lo que podría denominarse las anticipaciones científicas de esta mujer excepcional. H.P.B. sostuvo en el punto concreto del estudio de la materia, prescindiendo de otros mil —la tesis de la infinita divisibilidad del átomo, a la cual llega ahora trabajosamente la ciencia oficial. Discutió las teorías existentes sobre la gravitación sosteniendo que un conocimiento más perfecto de la materia alteraría definitivamente la física oficial. Habló por vez primera antes del 75, de una propiedad nueva de la materia, la permeabilidad, y sostuvo su necesidad y evidencia, cuando no siendo conocidos los Rayos Roentgen, ni el radio, sus palabras aparecían como un absurdo o una blasfemia científica. Habló luminosamente de las ideas referentes a la conservación y disipación de la materia, cuando afirmara este último: «Hemos pasado un período de 50 años en el que todos los progresos se relacionaban con la conservación de la energía, conservación de la materia, de la electricidad. .. Quizá entremos ahora en otro período en el que todo se basa en la disipación de la energía y de la materia. H.P.B. habló de los fenómenos hoy estudiados por la ciencia con el nombre de Synopsia; de las «formas» creadas por el sonido; de las «formas» creadas por el pensamiento; de las proyecciones luminosas emitidas por el cuerpo humano —hoy estudiadas por Rochas en su Exteriorización de la motilidad, etc. Sostuvo H.P.B. en sus obras la existencia de continentes desaparecidos, especialmente los dos conocidos con el nombre de Atlántida y Lemuria. Y tal era la abundancia de comprobaciones que ha acumulado recientemente la investigación científica que casi se ha evidenciado su existencia. A consecuencia de sus propagandas se crearon en Oriente y Occidente cientos de agrupaciones, bibliotecas e Instituciones para el estudio de las literaturas y ciencias orientales, siendo algunas de estas bibliotecas como la de Adyar una de las más notables del mundo en manuscritos y obras originales de la antigua literatura sánscrita, a la cual se ve precisado acudir frecuentemente la alta investigación filológica mundial. A ella se debe el nacimiento de la literatura teosófica que cuenta hoy con potentes centros editoriales. 361
Fue ella la principal promotora de la reacción del criterio europeo sobre las civilizaciones orientales. Como Pierre Loti reveló en Francia un Japón que no era el de los abanicos sino el que había de derrotar al imperio ruso, H.P.B. reveló un Oriente ignoto a donde podía acudirse sin rubores, en busca de saber. Hizo entrar ella en las endurecidas mentes anglosajonas la convicción —a que también llegaron Max Müller y algunos orientalistas— de que el ignoto Oriente era en lo especulativo, tan respetable por lo menos como el Occidente, dando la razón a Disraeli cuando decía: «los romos sajones (sic) van aprendiendo algo de humildad de las razas que han reducido al vasallaje por la fuerza». Ella predijo el actual resurgimiento hindo del cual llegan ya a Europa nombres como los de Rabindranath Tagore o los del sabio Chandra Bose... que demuestran que es cierto lo que dijo el Prof. Henshold: que si en Occidente se estudiaba el estómago en tanto en Oriente se estudiaba el espíritu... Sinnett, Incidents in the Ufe of Madame Blavatsky. Olcott, Oíd Diary Leves. Igualmente las colecciones de The Theosophist y las de Sophía (XXni años Madrid, Atocha 127). Mas lo que el verdadero pensador debe consultar para conocer a esta figura genial y extrahumana, es su obra gigantesca: La doctrina Secreta. Esta obra «es —como dijo un teosofista centroamericano— creación de los hombres nacidos durante el siglo XIX: es, como el delta del Nilo, trabajado por los dioses del río con las arenas arrebatadas a las distantes montañas de Etiopía, en el transcurso de los siglos. Un hilo de plata ata la ciencia de los santuarios de la Ciudad de las Puertas de Oro. Atlantes, con la ciencia de los gabinetes, en las ciudades de Europa. Aquí una frase desgarrando un rincón de los cielos, permite ver un relámpago de luz excelsa iluminando las sombras crepusculares de la caverna donde discute una Academia; allí, la cita, camina con lentitud de caravana, cargada con las riquezas de un califa, y, más allá, la palabra del Maestro tiene estruendos de selva agitada por un viento de oro». No es la Biblia de tres mil años; es el Libro Sagrado de todas las edades. 362
ÉTICA DE LO ANIVERSAL EL LOTO BLANCO, AÑO 1917
Quince siglos antes de Cristo y por lo tanto treinta y cuatro antes del moderno materialismo, el autor desconocido del grandioso Bhagavad-Gita, decía, en sánscrito, que ni había existencia posible para lo que no existe, ni lo que existe podría jamás dejar de existir; conclusión clara y de inmensa transcendencia, aunque parezca lo contrario. Dijo bien el anónimo indo. Nada deja de existir. Y si la molécula abandona su forma vieja para surgir, según Buchner, en forma nueva; o según Michelet «el aleteo de un ave vibrará eternamente» nada desaparece; y yo soy tan eterno como el hermano para quien pienso o el amigo que me lee, quienes jamás dejarán de existir, en consecuencia... Y siendo así, no deberá ya torturarme la melancolía, al recordar tantas cosas que fueron, ni deberán acudir a mis ojos más lágrimas al hallarme frente a tantos aniversarios dolorosos, porque «nada desaparece». Si los hechos aconteciesen de otro modo, un aniversario evocaría casi siempre recuerdos llenos de la ironía de las cosas. El año que vuelve, la fecha que se repite, el recuerdo que revive, los momentos del pasado que rompen el limbo monótono del tiempo, los latidos de lo que creemos desaparecido, que se reanima y acude a nuestro llamamiento... ¡qué sería de tantas hondas emociones, qué de nuestra vida antigua, si las cosas desaparecieran verdaderamente, definitivamente! La consoladora esperanza de que las más magníficas irrealidades pueden ser reales, y que nuestros recuerdos pueden aun ser realidad nos devuelve la energía que la vida nos roba... Felicitémonos. Si, la estrella Polar, que emplea treinta años en enviarnos su luz, puede no existir ya mientras escribo. Podría dejar de ser, en este momento, y sin embargo mis hermanos de Europa la verían aún du363
rante treinta años, entretanto ella se lanzaba hacia quién sabe qué universos fantásticamente lejanos. Sería una realidad, en nueva forma, en un mundo tan cierto y eterno como el mío, que puesto existe, es eterno también! Pensando en esto, acude la idea de que un aniversario es algo sagrado; casi un acto de esa magia cotidiana de las cosas, las cuales realizan milagros estupendos que no sabemos ver... En nuestra esfera, un aniversario representa la lucha humana contra el olvido; nuestro combate cuerpo a cuerpo con el tiempo; nuestras ansias sublimes por evocar los momentos que quieren desaparecer; nuestras inquietudes por retener las cosas que huyen. ¡Y huye todo! Huimos nosotros, nuestros afectos, nuestros amigos, los objetos que nos rodean... Y viendo la soledad que nos sitia, queremos soldarnos al porvenir, anudarnos al pasado, o lanzar un cable a lo pretérito, acaso un adiós angustioso a lo que se va. Conmemoramos... Cuando decimos: «hoy hace un año...», o, «ahora hace un siglo...» si poseyésemos la percepción de lo invisible, veríamos agitarse, conmoverse, la inmensa y maravillosa región del misterio y escucharíamos los coros dantescos del pasado ondulando desde lo infinito hasta lo actual. Mas como somos simples seres humanos, en un aniversario apenas percibimos el símbolo de nuestros anhelos. Aparécesenos como el deseo de detenernos siquiera momentáneamente en el andar monótono y sin significado de la vida. Las cosas se suceden rápidamente. Los hechos se aglomeran ante nuestra mirada atónita que, por otra parte, tiene sus momentos tasados. Sin lo conmemorativo y lo aniversal, el recuerdo de las cosas, refugiado apenas en algunos corazones, se olvidaría para siempre, se difuminaría estérilmente, y la tierra perdería un venero de la más elevada poesía: la del Recuerdo. Hemos instituido muy acertadamente el Aniversario... Es verdad que no todas estas ceremonias aparecen con igualdad de proyecciones. Las hay de pueblos o de almas. Hay aniversarios que afectan a la humanidad: Jesús. Los hay que no afectan a nadie. Los hay nuestros solamente. ¡Oh aquellos que conmemoramos a solas, en el corazón! Viriato Díaz Pérez (Asunción del Paraguay) 364
APÉNDICE II MÚSICA, COLOR Y SONIDO LA SOCIEDAD TEOSÓFICA. LA MAGIA DE LA MÚSICA. LOS QUE VEN SOMDOS Y OYEN COLORES. RUIDOS Y SONIDOS DE LA NATURALEZA Muy pocos serán los lectores que ignoran la existencia de la Sociedad Teosófica y las extrañas teorías que los partidarios de la misma defienden, en materias filosóficas y científicas. Fundada esta sociedad en 1875 por la celebra escritora rusa H.P. Blavatsky, pronto fue objeto de la curiosidad científica, por sus originales teorías. No me detengo en explicar éstas ni en exponer los objetivos que la Sociedad Teosófica persigue, pues están perfectamente diseñados en una multitud de obras, entre las que recomiendo las tituladas Isis sin velo y La clave de la Teosofía, ambas de H.P. Blavatsky. Las citadas teorías han sido discutidas por la prensa extranjera y estudiadas por reconocidas eminencias. En España no se ha juzgado con el acierto debido a las doctrinas teosóficas; esto lo pueden comprobar aquellos que hayan leído una multitud de artículos publicados en diversos periódicos. Pero dejando aparte estas cuestiones, y remitiendo al lector que quiera conocerlas los libros y artículos publicados sobre el particular, doy comienzo a estos ligeros apuntes, advirtiendo ante todo que en las presentes líneas no hago más que exponer cierta clase de hechos, sin explicaciones ni comentarios, para no hacer este trabajo demasiado largo. Doy, pues, comienzo por lo que algunos llaman Magia de la música. 1
De un futuro estudio titulado Color y sonido, próximo a darse en un volumen. 365
Que la música ejerce una extraña influencia sobre nuestro ánimo, es cosa sabida. El poder que sobre ciertas enfermedades tiene lo prueban una multitud de hechos. Un amigo del que escribe estos apuntes, después de oír cierta sonata de Beethoven, es acometido de una tristeza que llega a degenerar en mal humor, y otros, por el contrario, atacan a este último con la música. Sabido es el caso que refiere Kircher, el cual se curaba a sí mismo con una armónica, compuesta de cinco vasos de cristal, en cada uno de los cuales depositaba sustancias diferentes, por ejemplo, en uno aguardiente, en otro aceite, en otro agua, y en los otros dos, dos vinos distintos. Los sonidos que con estos cinco vasos producía, ejercían una acción tan directa sobre algunas enfermedades del sistema nervioso, que, según H.P. Blavatsky, parecía como si el sonido musical atrajera la enfermedad para disolverse con ella en el espacio. No recurriré a los textos antiguos, ni citaré el procedimiento que tenía cierto rey bíblico para arrojar de sí a los malos espíritus; sólo, sí, citaré un hecho que merece consignarse por su excepcional importancia; me refiero al procedimiento que usan en la India para producir ciertos efectos místicos en el ánimo, es decir, la ciencia de los Mantras. Para comprender esto, es necesario advertir que en el libro de los Vedas, conocido con el nombre de Atharva Veda (ritual de fórmulas sagradas y litúrgicas), hay una parte llamada siempre Mantra, y otra llamada Brahmana. El Mantra es una fórmula cuya composición silábica y cuya rítmica entonación produce vibraciones determinadas, que dan lugar a los resultados que los sacerdotes iniciados se proponen. Así los himnos védicos son verdaderas fuerzas cuando son pronunciados estos Mantras conforme a las fórmulas que el Atharva Veda enseña. Calcúlese las aplicaciones que puede darse a la ciencia de los Mantras desde las puramente psíquicas hasta las físicas. De esta manera aprovecharse del sonido, como fuerza psico física que tan a fondo conocen los iniciados de la India, apenas si hay noticia en Europa, en donde tan sólo se conocen las fuerzas puramente físicas del sonido, como sucede con el experimento de las llamas sensibles de Tyndall, fenómeno que se parece al que me refirió un conocido músico, el cual apagaba un determinado número de luces al dar el si bemol en un figle. Casi todos los fascinadores y Magos antiguos y modernos se valieron de la música en determinados ca-
sos; las palabras mágicas de la Edad Media no eran otra cosa que el conocimiento de los sonidos, que produciendo un determinado número de vibraciones, daban por resultado diversos fenómenos. Eran, por decirlo así, el a, b, c, de la ciencia Mántrica de la India. En un artículo que publiqué hace ya algún tiempo, en El Pentagrama, traté incidentalmente de ciertas personas que confunden la sensación color, con la sensación sonido. Este hecho, que tanto ha llamado la atención del mundo sabio, es en verdad misterioso a la vez que innegable. Conocido es el caso de aquella niña, y decía «mamá, tus palabras son eternamente azules, porque me quieres; pero cuando me riñes se vuelven rojas y cuando regañas con papá son como el fuego». H.P. Blavatsky decía que, consultando el caso de esta niña con el médico, éste lo achacó a «exceso de imaginación infantil», prohibió a sus padres que la dieran café y té y... se marchó. En Austria, Nembamer en 1873, estudió estos hechos y más tarde, el sentido color sonido fue estudiado por Blaver en Alemania; por Vellarch en Italia y por Pedronneau en Francia; este último tenía en observación a un sujeto, que decía: «Siempre que oigo cantar a un coro, siento puntos de color que vagan sobre la cabeza de los que cantan». La ciencia moderna, a pesar de haber querido cerrar sus puertas a estos fenómenos, empieza hoy a vislumbrar algo que, aunque está a mucha distancia de la verdad, tal vez en lo futuro sea un camino para entrar en ella, me refiero a los curiosos experimentos de la radiofonía.
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Tomando por base las teorías de Helmholtz respecto al sonido, se diferencia éste del ruido, en que el primero, al oírse, aparece con cierto número de vibraciones uniformes, determinadas en invariables, y que mientras dura no se percibe ninguna variación en sus partes constitutivas (exceptuando la intensidad). Esto, como se ve, es puramente relativo, pues en el ruido se dan lo mismo que en cualquier sonido las mismas circunstancias de invariabilidad y uniformidad en su duración, sólo que el oído humano no las percibe, lo cual no impide que ciertos oídos, colocados en condiciones especiales, puedan percibir un ruido con las mismas cualidades de que se reviste un sonido. Ejemplo de esto es que todos consideramos como simples ruidos el choque de las piedras, la detonación de una materia explosiva, las voces de una población o de
De las prensas de Pontevedra ha salido estos días un libro singular, que se titula Femeninas, y que contiene seis historias amorosas, vividas y escritas las más de ellas al calor de la tierra americana. Su autor, Ramón del Valle-Inclán, es un antiguo amigo de los lectores de El Globo. Ha publicado multitud de cuentos y artículos en estas columnas, y tan vigorosa personalidad tenía y tiene, que quien una vez le haya leído á buen seguro que no le habrá olvidado. El libro se parece de todo en todo al que lo ha hecho. De sus pá-
ginas, desde la primera hasta la última, se desbordan la juventud, la originalidad y la indisciplina. Es un tipo Ramón del Valle. De regreso de América, y después de haberse calafateado en el país natal de Galicia, toma ahora un copioso baño de Madrid, apercibiéndose para emprender en el otoño una segunda excursión o incursión á Nueva España. Por ahí anda, con su cabellera y sus barbas tan luengas como negras, recorriendo á grandes trancos las calles, y fijando en cuanto ve —sobre todo en las mujeres— una mirada de pájaro de presa, á la vez fulminante y distraída. Quien con él topa, se para y se vuelve. Nadie, sin embargo, le tomará por un resto superviviente de la bohemia romántica de mediados del siglo. En lo que hace pensar con su desusada figura, es en aquellos aventureros españoles, tan dejados de la mano de Dios como picajosos e hidalgos, que en compañía de Pizarro y Balboa encontraron pequeño el Nuevo Mundo. Literato consumado, artista de veras, un tanto desequilibrado el juicio, pero cabal del corazón y del entendimiento, tiene el instinto errático de los celtas, sus antecesores, y parece destinado á emigración continua. Cinco o seis años há, estuvo á punto de tomar el hábito en una trapa o cartuja que había entonces, y no sabemos si hay ahora, en las cercanías de Valverde. Dio de pronto una zambullida, y fue á resurgir en la orilla del golfo mexicano. Ya en la tierra de Motezuma y Juárez, dirigió un periódico, se baleó con cuantos le invitaron á ello, trató amigablemente lo mismo con los contrabandistas de Texas que con los tramperos e indios de la Sonora, y puso remate á sus estudios locales metiéndose de hoz y de coz en una revuelta, armada contra la reeleción de Porfirio Díaz. No le fusilaron, gracias á su calidad de extranjero, pero fue, como no podía menos de ser, expulsado del territorio. Recorrió luego el Yucatán, detúvose algún tiempo en Santo Domingo con ánimo de establecer una lotería española, buscó de seguida el contraste intelectual de París, y derrengado, exhausto, molido á consecuencia de ajetreo tamaño, vínose por último á descansar un poco en las márgenes de la ría de Arosa, donde radica el noble solar de sus abuelos.
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un mercado, y sin embargo, con piedras se producen sonidos musicales; con detonaciones de cañón han hecho algunos autores que fuesen acompañadas sus obras; y en cuanto al ruido que se percibe cuando uno se acerca a una población, según Silliman, corresponde perfectamente a la nota fá del centro del piano. Los ruidos de la naturaleza corresponden a fá siempre. Por eso dicen los chinos, peritísimos en materias musicales, que las aguas del Hoang-ho al precipitarse, entonan el Kung, o sea el Fá de la música china. Este hecho, de corresponder la nota Fá, a la Tónica de la naturaleza, coincide de un modo bien extraño con el lugar en que Teosofía coloca al planeta Tierra, o sea el cuarto de la cadena planetaria. Con esto termino estos ligeros apuntes que he titulado Teosófico musicales, porque sólo dentro de las teorías teosóficas es donde pueden explicarse los hechos que tan ligeramente he tratado en las presentes líneas. Viriato Díaz-Pérez Martín. M. de la S.T. El Ideal, Madrid 1 de Diciembre de 1984
IMPRESIONES DE «TIERRA CALIENTE,
A la vez que descansaba escribía el resumen de sus impresiones. De ese resumen, hecho por un admirable colorista, cuyo dominio de la paleta, á fuerza de grande, no se para en barras ni escrúpulos; de ese libro, lleno de petulancia juvenil y preñado de cosas excesivas pero sinceras, copiamos á continuación algunas páginas que forman parte de la narración titulada Niña Chole. En ellas se refleja con un relieve, un calor y un sabor indecibles la naturaleza externa e interna de las regiones tropicales: «Hace bastantes años, como final á unos amores desgraciados, me embarqué para México en un puerto de las Antillas españolas. Era yo entonces moxo y algo poeta. Con ninguna experiencia y harta novelería en la cabeza; pero creía de buena fe en muchas cosas de que dudo ahora; y libre de escepticismo, dábame buena prisa á gozar de la existencia. Aunque no lo confesase, y acaso sin saberlo, era feliz con esa felicidad indefinible que da el poder amar á todas las mujeres. Sin ser un donjuanista, he vivido una juventud amorosa y apasionada; pero de amor juvenil y bullente, de pasión equilibrada y sanguínea. Los decadentismos de la generación nueva no los he sentido jamás; todavía hoy, después de haber pecado tanto, tengo las mañanas triunfantes, como dijo el poeta francés. El vapor que me llevaba á México era el Dalila, hermoso barco que después naufragó en las costas de Galicia. Aun cuando toda la navegación tuvimos tiempo de bonanza, como yo iba herido de mal de amores, los primeros días apenas salí del camarote ni hablé con nadie. Cierto que viajaba para olvidar, pero hallaba tan novelescas mis cuitas, que no me resolvía á ponerlas en olvido. En todo me ayudaba aquello de ser yankée el pasaje, y no parecerme tampoco muy divertidas las conversaciones por señas. ¡Cuan diferente mi primer viaje á bordo del Masniello que conducía viajeros de todas partes del mundo! Recuerdo que al segundo día ya tuteaba á un príncipe napolitano. No hubo entonces damisela mareada, á cuya pálida y despeinada frente no sirviese mi mano de reclinatorio. Érame divertido entrar en los corrillos que se formaban sobre cubierta, á la sombra de grandes toldos de lona, y aquí chapurrear el italiano con los mercaderes griegos de rojo fez y fino bigote negro; y allá, encender el cigarro en la pipa de los misioneros mormones. Había gente de toda laya: tahúres que parecían diplomáticos; cantantes con los dedos cubiertos de sortijas; comisio-
nistas barbilindos, que dejaban un rastro de almizcle, y generales americanos, y toreros españoles, y judíos rusos, y grandes señores ingleses. Una farándula exótica y pintoresca, cuya algarabía causaba vértigo y mareo... El amanecer de las selvas tropicales cuando sus macacos aulladores y sus verdes bandadas de loritos saludan al sol, me ha recordado muchas veces la cubierta de aquel gran trasatlántico con su feria babélica de tipos, de trajes y de lenguas; pero más, mucho más me lo recordaron las horas untadas de opio que constituían la vida abordo del Dalila. Por todas partes asomaban rostros pecosos y bermejos, cabellos azafranados y ojos perjuros. ¡Yankées en el comedor: yankées en el puente; yankées en la cámara! Cualquiera tendría para desesperarse! Pues bien, yo lo llevaba muy en paciencia. Mi corazón estaba muerto ¡tan muerto, que no digo la trompeta del juicio, ni siquiera unas castañuelas le resucitarían! Desde que el probrecillo diera las boqueadas, yo parecía otro hombre: habíame vestido de luto, y en presencia de las mujeres, á poco lindos que tuviesen los ojos, adoptaba una actitud lúgubre que no estaba reñida con ciertos soliloquios y discursos que me hacía harto frecuentemente, considerando cuan pocos hombres tienen la suerte de llorar una infidelidad á los veinte años... Por no ver aquella taifa de usureros yankées, apenas salía de mi camarote; solamente cuando el sol declinaba iba sentarme á popa, y allí, libre de importunos, pasábame las horas viendo borrarse la estela del Dalila. El mar de las Antillas, cuyo trémulo seno de esmeralda penetraba la vista, me atraía, me fascinaba como fascinan los ojos verdes y traicioneros de las hadas que habitan palacios de cristal en el fondo de los lagos. Pensaba siempre en mi primer viaje. Allá, muy lejos, en la lontananza azul donde se disipan las horas felices, percibía como en esbozo fantástico las viejas placenterías. El lamento informe y sinfónico de las olas despertaba en mí un mundo de recuerdos; perfiles desvanecidos; ecos de risas; murmullos de lenguas extranjeras, y los aplausos y el aleteo de los abanicos mezclándose á las notas de la tirolesa que en la cámara de los espejos cantaba Lili. Era una resurrección de sensaciones, una esfumación luminosa del pasado, algo etéreo, brillante, cubierto de polvo en oro, como esas reminiscencias que los sueños nos dan á veces de la vida...
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A los tres días de viaje, el Dalila hizo escala en un puerto de Yucatán. Recuerdo que fue á media mañana, bajo un sol abrasador que resecaba las maderas y derretía la brea, cuando dimos fondo en aquellas aguas de bruñida plata. Los barqueros indios, verdosos como antiguos bronces, asaltan el vapor por ambos costados, y del fondo de sus casacas sacan exóticas mercancías: cocos esculpidos, abanicos de palma, y bastones de carey que muestran, sonriendo como mendigos, á los pasajeros que se acodan sobre la borda, cuando levanto los ojos hasta los peñascos de la ribera, que asoman la tostada cabeza entre las olas, distingo grupos de muchachos desnudos que se arrojan desde ellos, y nadan grandes distancias, hablándose á medida que se separan y lanzando gritos; otros descansan sentados en las rocas con los pies en el agua o se encaraman, para secarse al sol que ya decae, y los ilumina de soslayo, gráciles y desnudos como figuras de un friso del Parthenon. Visto con ayuda de los gemelos del capitán. Progreso recuerda esos paisajes de caserío inverosímil que dibujan los niños precoces: es blanco, azul, encarnado; de todos los colores del iris. Una ciudad que sonríe, como señorita vestida con trapos de primavera, que sumerge la punta de los piecesillos lindos en la orilla del puerto. Algo extraña resulta con sus azoteas enchapadas de brillantes azulejos y sus lejanías limpias, donde la palmera recorta su gallarda silueta que parece hablar del desierto remoto, y de caravanas fatigadas que sestean á la sombra propicia. Por huir el enojo que me causaba la compañía de los yankées, decidíme á desembarcar. No olvidaré nunca las tres horas mortales que duró el pasaje desde el Dalila á la playa. Aletargado por el calor, fui todo este tiempo echado en el fondo de la canoa de un negro africano, que movía los remos con lentitud desesperante. A través de los párpados entornados veía erguirse y doblarse sobre mí, guardando el mareante compás de la bogada, aquella figura de carbón, que unas veces me sonreía con sus abultados labios de gigante, y otras silbaba esos aires cargados de hipnótico y religioso sopor, esa tonata compuesta, solamente de tres notas tristes, con que los magnetizadores de algunas tribus salvajes adormecen á las grandes culebras. Así debía ser el viaje infernal de los antiguos en la barca de Carón: sol abrasador, horizontes blanquecinos y calcina-
dos, mar en calma, sin brisas ni murmullos, y en el aire todo el calor de las fraguas de Vulcano. Aún á riesgo de perder el vapor me aventuré hasta Mérida. De este viaje á la ciudad maya conservo una impresión somnolienta y confusa, parecida á la que deja un libro de grabados hojeado perezosamente en la hamaca durante el bochorno de la siesta; hasta me parece que cerrando los ojos el recuerdo se aviva y cobra relieve; vuelvo á sentir la angustia de la sed y el polvo; atiendo el despacioso ir y venir de aquellos indios ensabanados como fantasmas; oigo la voz melosa de aquellas criollas, ataviadas en graciosa ingenuidad de estatuas clásicas, el cabello suelto los hombros desnudos, velados apenas por rebocillo de transparente seda. Almorcé en el «Hotel Cuahutemoc» que tiene por comedor fresco claustro de mármol, sombreado por toldos de lona, á los cuales la fuerte luz cenital comunica tenue tinte dorado de marinas velas. Los cínifes zumbaban en torno de un surtidor que gallardeaba al sol su airón de plata, y llovía en menudas irisadas gotas sobre el tazón de alabastro. En medio de aquel ambiente encendido, bajo aquel cielo azul donde la palmera abre su rumoroso parasol, la fresca música del agua recordábame de un modo sensacional y remoto las fatigas del desierto y el deleitoso sestear en los oasis. Allí, en el comedor del hotel, vi por vez primera una singular mujer, especie de Salambó, á quien sus criados indios, casi estoy por decir sus siervos, llamaban dulcemente la niña Chole. Almorzaba en una mesa próxima á la mía con su inglés joven y buen mozo, al cual tuve por su marido. El contraste que ofrecía aquella pareja era por demás extraño: él atlético, de ojos azules y rubio ceño, de mejillas bermejas y frente blanquísima; ella una belleza bronceada, exótica, con esa gracia extraña y ondulante de las razas nómadas; una figura hierática y serpentina, cuya contemplación evocaba el recuerdo de aquellas princesas hijas del sol, que en los poemas indios resplandecen con el doble encanto sacerdotal y voluptuoso. Vestía, como todas las criollas jucatecas, albo hipil, recamado con sedas de colores —vestidura indígena semejante á una tonicela antigua— y zagalejo andaluz, que en aquellas tierras, ayer españolas, llaman todavía con el castizo y jacaresco nombre de fustán. El negro cabello caía suelto, el hipil jugaba sobre el clásico seno. Por desgracia, desde donde yo estaba solamente podía verla el
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rostro aquellas raras veces que lo tornaba á mí; y la niña Chole tenía esas bellas actitudes de ídolo, esa quietud estática y sagrada de la raza maya; raza tan antigua, tan noble, tan misteriosa, que parece haber emigrado del fondo de la India. Pero á cambio del rostro, desquitábame en lo que no alcanzaba á velar el rebocillo, admirado como se merecía la tornátil morbidez de los hombros y el contorno del cuello. ¡Válgame Dios! Parecíame que de aquel cuerpo, bruñido por el ardiente sol de Yucatán, se exhalaban lánguidos efluvios, y que yo los aspiraba, los bebía, me embriagaba con ellos... Mientras el tren corría hacia Progreso, por dilatados llanos que empezaba á invadir la sombra, yo pensaba en la desconocida del «Hotel Cuahutemoc», aquella Salambó de los palacios de Miztla. Verdaderamente la hora era propicia para tal linaje de memorias. El campo se hundía lentamente en el silencio amoroso y lleno de suspiros de un atardecer ardiente; por las ventanillas abiertas penetraba la brisa aromada y fecunda de los crepúsculos tropicales; la campiña toda se estremecía, cual si acercarse sintiese la hora de sus nupcias, y exhalaba de sus entrañas vírgenes un vaho caliente de negra enamorada, potente y deseosa. Aquí y allá, en la falda de las colinas y en lo hondo de los valles inmensos, se divisaban algunos jacales que entre vallados de enormes cactus asomaban sus agudas techumbres de cáñamo gris medio podrido. Mujeres de tez cobriza y mirar dulce salían á los umbrales, e indiferentes y silenciosas contemplaban el tren que pasaba silbando y estremeciendo la tierra. La actitud de aquellas figuras broncíneas revelaba esa tristeza transmitida vetusta, de las razas vencidas. Su rostro era humilde y simpático, con dientes muy blancos y grandes ojos negros, selváticos, poderosos y velados. Parecían nacidas para vivir eternamente en los aduares y descansar al pie de las palmeras y de los ahuehuetles. El calor era insoportable. El tren, que traza curvas rapidísimas, recorría extensas llanuras de tierra caliente; plantíos que no acaban nunca, de henequén y caña dulce. En la línea del horizonte se perfilaban las colinas de configuración volcánica, montéenlos chatos, revestidos de maleza espesa y verdinegra. En la llanura, los chaparros tendían sus ramas formando una á modo de sombrilla gigantesca, á cuya sombra algunos indios, vestidos con zaragüelles de lienzo, devoraban la miserable ración de tamales. En el coche, las conversaciones hacíanse cada vez más raras. Se cerraron algunas ven-
tanillas; se abrieron otras; pasó el revisor pidiendo los billetes; apeáronse en una estación de nombre indio los últimos viajeros, y todo fue silencio en el vagón. Adormecido por el ajetreo, el calor y el polvo, soñé, como un árabe que imaginase haber traspasado los umbrales del paraíso. ¡Oh! románticos enamoramientos pobres hijos del ideal nacidos durante algunas horas de ferrocarril, o en torno de la mesa de una fonda; ¿quién ha llegado á viejo y no ha sentido estremecerse el corazón á la caricia de vuestra ala blanca? —¡Yo guardo en el alma tantos de estos amores! Aún hoy, con la cabeza llena de canas, viejo prematuro, no puedo recordar sin melaconlía un rostro de mujer, entrevisto cierta madrugada, entre Cádiz y Sevilla, á cuya Universidad me enviaba mi padre; una figura de ensueño, pálida y suspirante, que nota en lo pasado y esparce sobre todos mis recuerdos de adolescente el perfume ideal de esas flores secas que, entre cartas y rizos, guardan los enamorados, y en el fondo de algún cofrecillo parecen exhalar el candido secreto de los primeros amores—. Los ojos de la niña Chole habían removido en mi alma tan lejanas memorias, tenues como fantasmas; blancas como bañadas por luz de luna. Y en tanto la noche detendía por la gran llanura su sombra llena de promesas apasionadas; un vago olor marino, olor de algas y brea, mezclábase por veces al mareante de la campaña; y allá muy lejos, en el fondo obscuro del horizonte, se divisaba el resplandor rojizo de la selva, que ardía... La naturaleza lujuriosa y salvaje, aún palpitante del calor de la tarde, semejaba dormir el sueño profundo y jadeante de una fiera fecundada. En aquellas tinieblas pobladas de susurros misteriosos nupciales, y de moscas de luz que danzan, entre las altashierbas, raudas y quiméricas, parecíame respirar una esencia suave, deliciosa, divina: la esencia que la primavera vierte, al nacer, en el cáliz de las flores, y en los corazones. La locomotora silba, ruge, jadea, retrocede. Por las válvulas abiertas escápese la vida del monstruo, con estertor entrecortado y asmático. Henos ya en Progreso. Un indio ensabanado abre la portezuela del coche, y asoma la obscura cabeza. —¿No tiene mi amito alguna cosita que lleva?... De un salto estoy en el andén. —Nada más...
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El indio hace ademán de alejarse. —¿Ni precisa que le guíe, niño? —No preciso nada. Mal contento y musitando, embózase mejor con la sábana que le sirve de clámide, y se va... Eramos tan pocos los viajeros que en el tren veníamos, que la puerta de la estación hallábase desierta. Vime, pues, fuera sin apreturas ni trabajos, y al darme en rostro la brisa del mar avizóreme, pensando si el vapor habría zarpado. En estas dudas iba camino de la playa, cuando la voz mosa y humilde del maya llega nuevamente á mi oído: —«Cuatro por medio, y ocho por un real. Mirando que el tiempo esta tan fatal». Vuelvo la cabeza, y le descubro á pocos pasos. Venía á la carrera, y cantaba, pregonando las golosinas alineadas en una banesta que llevaba bajo el brazo: —«¡Mi alma los aljafores! Para pobre y para rico. De leche, de mantequilla; las traigo de á medio y también de á cuartilla». En este tiempo me dio alcance y murmuró, emparejándose: —¿De verdad; niño, no me lleva un realito de geltainas, de alfajores, de charamuscas? ¡Ándele mi jefe, un realito! El hombre empieza á cansarme y me resuelvo á no contestar. Esto sin duda le anima, porque sigue renuente acosándome buen rato de camino. Calla un momento, y luego en tono misterioso añade: —¿No quiere que le lleve junto á una chinita, mi jefe?... Una tapatía de quinse año ¡muy chula! que vive aquí mérito. Ándele niño, verá bailar el jarabe. Todavía no hase un mes que la perdió el amo del ranchito de Huaxila, niño Nacho ¿no sabe?... De pronto se interrumpe, y con un salto de salvaje plántaseme delante, en ánimo y actitud de cerrarme el paso: encorvado, la banasta de una mano, á guisa de broquel, la otra echada fieramente atrás, armada de una faca ancha y reluciente, ¡siniestramente reluciente! Confieso que me sobrecogí. El paraje era á propósito para
tal linaje de asechanzas: médanos pantanosos cercados de negros charcos donde se reflejaba la luna; y allá lejos, una barraca de siniestro aspecto, cuyos resquicios illuminaba la luz de dentro. Quizá me dejo robar entonces si llega á ser menos cortés el ladrón y me habla torvo y amenazante, jurando arrancarme las entrañas, y prometiendo beberse toda mi sangre. Pero en vez de la intimación breve e imperiosa que esperaba, le escucho murmurar con su eterna voz de esclavo: —¡No se llegue mi amito, que puede clavarse!... Oirle y recobrarme, fue obra de un instante. El indio ya se recogía como un gato montes, dispuesto á saltar sobre mí. Parecióme sentir en la médula el frío del acero; tuve horror á morir apuñalado, y de pronto me sentí fuerte y valeroso. Con ligero estremecimiento en la voz, grité al truhán adelantando un paso apercibido á resistirle: —¡Andando o te dejo seco! El indio no se movió. Su voz de siervo parecióme llena de ironía. Otra vez volví á tener miedo; así y todo murmuré entre dientes: —¡Ahora vamos á verlo, bandido! No tenía armas; pero en Mérida, á una india joven que vendía pieles de jaguar, cocos delicadamente esculpidos, idolillos marinos y qué sé yo cuántas cosas raras y exóticas, había tenido el capricho de comprarle un bastón de ébano que me encantó por la rareza de sus labores. Téngolo sobre la mesa mientas escribo; parece el cetro de un rey negro —¡tan oriental, y al mismo tiempo tan ingenua y primitiva es la fantasía con que está labrado! —Me afirmé los quevedos, requerí el palo, y con gentil compás de pies, como diría un bravo de ha dos siglos, adelanté hacia el ladrón que dio un salto, procurando herirme de soslayo. Por ventura mía la luna dábale de lleno y advertí el ataque en sazón de evitarlo. Recuerdo confusamente que intenté un desarme cono amago á la cabeza y golpe al brazo y que el indio lo evitó jugándome la luz con destreza de salvaje. Después no sé. Sólo conservo una impresión angustiosa como de pesadilla. El médano iluminado por la luna; la arena negra y movediza donde se entierran los pies; el brazo que se cansa; la vista que se turba; el indio que desaparece, vuelve, me acosa, se encorva y salta con furia fantástica de gato embrujado y macabro, y cuando el palo va á desprenderse de mi mano, un bulto que huye, y el brillo de la faca que pasa sobre mi cabeza y queda temblando, como víbo-
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ra de plata, clava en el árbol negro y retorcido de una cruz hecha de dos troncos chamuscados... Quédeme un momento azorado y sin darme cuenta cabal del suceso. Como á través de niebla muy espesa, vi abrirse sigilosamente la puerta de la barraca y salir dos hombres á catear la playa. Recelé algún encuentro como el pasado, y tomé á buen paso camino del muelle; llegué á punto que largaba un bote del Dalila, donde iban el segundo de abordo y el doctor; gríteles, me conocieron y mandaron virar para recogerme. Ya con el pie sobre la borda, exclamé: —¡Buen susto!... A contar iba la aventura con el indio, cuando, sin saber por qué, cambié de propósito, y me limité á decir: --¡Buen susto á fe! ¡Creí que el vapor habría zarpado!... Y el segundo, que era brusco como buen escocés, tornando á colocar la caña del timón, repuso en mal español y sin volverse: —Hasta mañana á la noche... Arrastró una alfombrilla, y doblando el cuerpo como el jinete que quiere dar ayudas al caballo, gritó: —¡Avante! Seis remos cayeron en el mar, y el bote arrancó como una flecha. Ramón del Valle-Inclán El Globo, Madrid 23 de Diciembre de 1895
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BIBLIOGRAFÍA Femeninas (Seis historias amorosas), con un prólogo de Manuel Murguía, por D. Ramón del Valle-Inclán. —Pontevedra. Imprenta de A. Landín, 1895. He aquí un libro de indiscutible mérito, que ha producido en el buen mundo literario un sincero movimiento de interés y simpatía hacia el autor. Este nos presenta en «Femeninas» una obra exenta de esa pesadez fría y machacona que caracteriza a la mayor parte 378
Ramón
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Inclán
Dedicatoria a la segunda edición de
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Femeninas.
de nuestras producciones literarias de ahora. El libro es perfectamente moderno. Desde su título, sencillo y elegante, hasta sus más pequeños detalles, todo está en él hábilmente dispuesto y estudiado. Adviértese desde sus primeras páginas que el autor, Sr. ValleInclán, leyó mucho a los modernos literatos franceses; y no es esto decir que el libro «Femeninas» sea una de tantas producciones con que a cada momento nos brinda la exageración transpirenaica; el autor ante todo es español, y su pasión por la literatura francesa no es tan grande que le haya hecho olvidar a nuestros clásicos, y a Cervantes y Quevedo especialmente. Esa cualidad, tan poco común hoy, de mantenerse en un medio perfecto, hace que el estilo de ValleInclán reúna, entre otras condiciones la de una originalidad agradable y elegante. Párrafos hay en «Femeninas» que trascienden a nuestros clásicos y que a la par (mezcla rara) recuerdan a los modernos escritores franceses... «Era (dice uno) la gentil condesa, de condición tornadiza y débil, sin ambiciones de amor romántico, ni vehemencias pasionales; por manera que en los efectos del hogar, impuestos por la educación y la costumbre, había hallado siempre cuanto necesitar podía su sensibilidad reposada y plebeya». Echase de ver en el libro de Valle-Inclán el esquisito cuidado que este puso en el procedimiento de «composición y ordenación». Destilan por las satinadas páginas del libro multitud de personajes y aunque algunos llevan en sí ciertos rasgos de analogía, nunca aparecen presentados de un mismo modo. Tantas formas diversas existen en el modo de componer de Valle-Inclán que diríase había encontrado los misteriosos secretos del estilo. La nota psicológica. He aquí otra novedad que encuentra el lector de «Femeninas», nota que podría considerarse como una herencia transmitida por la asidua lectura de Paul Bourget. En la mujer, la sinuosidad del carácter femenil, que con tanto ahinco estudió Valle, se trasluce en todas las heroínas de sus cuentos; caracteres complejos y tornadizos aunque hábilmente observados. El personalismo es otra de las especialidades del libro «Femeninas». Si en los cuentos de este estudiáis los tipos del hombre, siempre al trasluz de ellos, descubriréis a Valle-Inclán que aparece dando una nota hidalga. El que lee «Femeninas» conoce a su autor, sabe 380
que ha viajado mucho, y aún se presume su carácter tan extrañamente especial. Con estos y otros muchos valiosos elementos, que hoy no cito, ha compuesto Valle-Inclán su libro «Femeninas», que recomiendo al lector, en la seguridad de que ha de agradecérmelo. Viriato El Ideal, Madrid 30 de Mayo de 1895
CARTAS ENTRE ROSO Y VIRIATO Sr. Don Mario Roso de Luna Muy distinguido señor mío y amigo. Tengo ante mí su muy amable de I o de Septiembre dirigida a D. José Xifré o en su defecto al Director de Sophía. No encuentro palabras para disculpar lo que ha acontecido con esta su gratísima carta. El Sr. Xifré está en París y su carta de Vd. (recibida en la administración de la Revista) no me ha sido entregada por diversas e indisculpables circunstancias, hasta hace unos días. Su lectura me ha proporcionado una agradable sorpresa pues el escritor Roso de Luna, me era ya conocido gratamente, así como también el interesante estudio Isis, Iris, publicado en la mejor revista de mi país que es el de mis antepasados y por el que tanto trabajó el viejo cronista Nicolás Díaz-Pérez, mi Padre (d.e.p.). Si este trabajo de Vd. nos ha... se lo dirá el hecho de haber retirado original compuesto del n° X de Sophía, para insertarle. Sus deseos pues de pertenecer a la Sociedad Teosófica me halagan en extremo. Los teósofos españoles somos pocos, muy pocos, y aunque no cultivamos el «proselitismo» recibimos con cariño de hermanos a quienes con los méritos y bondades de Vd. desean ayudarnos. Generalmente creemos que se es teósofo, lo mismo dentro que fuera de la Theosophical Society... Que la inscripción es un detalle; y a Vd. le contábamos como uno 381
de «los nuestros» si bien muchos nos alienta el ver que se aproxima aún más a nosotros. Dígame qué datos desea y tendré el placer de intentar servirle. Por hoy me despido saludándole fraternalmente y ofreciéndome a Vd. para siempre como amigo y hermano y deseándole la Paz. De Vd. afmo. servidor. Viriato Díaz-Pérez Madrid 24 de Noviembre de 1903
Sr. Don Mario Roso de Luna Muy querido amigo y hermano Agradezco las frases que dedica a la memoria de mi padre (q.e.p.d.) y cada vez me congratulo más sinceramente de haber encontrado un nuevo amigo y hermano. Su carta produjo aquí bonísima impresión entre los amigos a quienes la leí. La «absoluta compenetración de ideas» de que me habla la iremos cimentando leyéndonos y estudiándonos. Por lo pronto recibirá Vd. Sophía desde Enero como colaborador y quedo esperando alguno de sus trabajos que amenizarán nuestros áridos estudios, prefiriendo a ser posible, los científicos por razones que a Vd. se le alcanzarán. Si enviara alguno que quisiera apareciera en un mes determinado le agradecería lo enviase antes del día 20 del mes anterior para disponer con arreglo a él los restantes originales y entregarle yo a mi vez a tiempo en la imprenta. ¿Recibió el n° en el que reprodujo su Isis Iris! Haré presente al Sr. Soria la cita de su trabajo. Todo lo que pudiera decirle sobre los problemas psíquicos de que me habla no supliría a lo que Vd. mismo debe observar. En lo Espiritual el progreso es casi siempre privado. En mi modesta tentativa Supernaturalismo práctico que verá en Sophía encontrará contestadas particularmente algunas de sus justas preguntas. Todos nos tenemos que hacer muchas... En el entretanto no queda otra solución que la del estudio por nosotros mismos. Créame su verdadero y sincero amigo y hermano. Viriato Díaz-Pérez Madrid 7 de Enero de 1904
Sr. Doctor Don Mario Roso de Luna ¡Antiguo amigo, hermano, y varias veces compatriota! Con tanta sopresa como satisfacción recibí estos días su interesante estudio Beethoven teósofo, que ya conocía, pero que ahora conozco mejor pues le he releído, y que le agradezco íntimamente, y del cual algún día hablaré. Sorpresa gratísima. ¡El antiguo y desmemoriado amigo que cuando vino por estas Américas ni preguntara por este lejano hermano (a quien visitaba con cariño (retribuido) en el modesto retiro del Marqués de Urquijo; ¿se acuerda?). Se acordó al fin. ¡Qué bien me ha hecho! ¡Quédele apuntado en su karma de bondades cotizables! Sepa, querido amigo, que hace como dos años que me hallo en grande soledad moral. No tengo carta de Treviño cuyo desaliento ante sus dolorosas pérdidas comprendo; nada sé de los hermanos de ahí, a quienes creería, desaparecidos sin las noticias que me trajo el nobilísimo Velasco cuando tuvo la humorada de caer por estos guayabales; vea que está interrumpida la publicación de Sophía; en suma: he quedado incomunicado, por lo cual ha hecho Vd. una verdadera obra teosófica, por ende de caridad, rompiendo en cierto modo este aislamiento en que me dejaran las circunstancias y la distancia. ¡Qué lejos estamos, compañero! Me vi forzado a crear ¡aquí! una Rama, que vive, y en la que tiene Vd. un grupo de admiradores. Tengo un compañero de alma grande que lleva el peso de la propaganda: Don José Marsal, arquitecto, que lee cuanto Vd. publica. Es un hombre de admirable fe en la propaganda (que yo no tengo) y animado de un entusiasmo (que yo no tendré en lo que continúe por aquí) y que es muy necesario. El movimiento no avanza, sin embargo. Yo, obscuramente, duramente, he luchado mucho, amigo mío y en tiempos y medios en que se cosechaba poco. ¡Ay compatriota Roso! ¡qué de engaños, qué de espejismos, qué de errores coruabulados contra nuestras débiles fuerzas! ¿Y los que venimos a luchar aquí? ¡Qué 383
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Mi antiguo y nunca olvidado amigo y hermano. Me ha sido muy grata su carta, después de una incomunicación
de diez años, en la que nadie sino Vd. tuvo la culpa, pues ni se me despidió para Francia, ni me quiso ver casi, cuando de allí vino, ni me dijo nada a su partida, ni de su implantación en ésa. No le guardo a Vd. rencor, porque es mi triste destino el de no ser comprendido en mis sentimientos por mis compatriotas hasta que los años me hacen justicia y... basta de filípica, siquiera sea por lo aislado que ahí se ve y por lo olvidado que parece le tienen los amigos a quienes Vd. me pospuso. Entregué la suya a Aldao, quien me parece estar muy satisfecho de Vd. según he colegido. Hablé de Vd. con Treviño y él también con gran cariño, lamentándose de que sus desgracias (pérdida de su primera Sra. y dos hijos en la flor de la vida), sus tareas y traslado de casa (a la c. de la Ilustración, 2) le hayan impedido el escribirle, pero le envía sus mejores recuerdos. Pues que desea noticias ahí va un saco de ellas. Mis hijos Ismael (de 13) y Sara (de 19) se me han criado hermosísimos. Ambos cursan ahora el 9 o de bachillerato y 6 o de piano. Vivo a 132 escalones de altura (con ascensor) y desde mis dos terrazas veo su antiguo pisito y le recuerdo a Vd. con cariño. Gozo de gran cariño en todo el Ateneo, donde el año pasado di varias conferencias sobre Teosofía de la 4 a dimensión «demostrando la posibilidad» matemática del otro mundo y el año anterior veinte sobre «El Drama lírico de Wagner y los misterios de la Antigüedad», que fueron muy bien recibidos. (De ellas son los 2 títulos inéditos en 4 o mayor que tengo y de ellas un capítulo el Beethoven, teósofo). Tengo una pianola de 5 mil ptas. y todas las 9 sinfonías, 32 sonatas, 17 cuartetos de cuerda, sonatas de violín, oberturas, etc. es decir todo el repertorio de él y Wagner, así que nuestra casa es una Meca de artistas y con ello y la abrumadora correspondencia, pues conservo todas las relaciones de mis viajes, figúrese cómo andaré. Un teosofista nuevo D. Antonio López, me ha paseado gratis por toda Asturias y ya tiene El Noroeste 20 artículos sobre ocultismo asturiano, aparte de los muchos que envío al Correo, diario de Valencia, quien publica Teosofía a todo trapo y de todo arrebatándola el público. Antes de ir a América nuestros hermanos de aquí me hicieron todas las perrerías inimaginables, negándome la entrada en su Rama y en la sec. Esotérica. Harto de injusticias doquiera les he perdonado a todos y estoy con ellos en excelentes relaciones, y hasta quieren que funde una nueva Rama.
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equivocación tan dañina la de todos nosotros sobre América! ¡Qué Karma el nuestro! No veo el momento de resolver mi situación por acá para caer en Europa y vaciar en ella diez años de observación y de verdad... comprimidas. Y quién sabe si todavía hemos de luchar juntos por ahí en una obra nueva, grande, ibera y sin precedentes, a la que tendría —lo entreveo— que «convertirle y atraerle» como in illo tempore le «atraje» —sin esfuerzo, dada su preparación e intuición— al campo de la abierta teosofía, en el que hoy es Gurú. Mucho ha llovido desde entonces. El solitario de la calle Marqués de Urquijo tiene hoy hijos ¡paraguayos! que nacen oyendo hablar el guaraní. Pero dejemos mi insignificante persona. Quiero saber de Vd. Envíeme algo de lo que publique, como ha hecho ahora tan gentilmente, y aún lo que se publique sobre Vd. A lo mejor resulta que yo puedo añadir por aquí algo curioso. Yo también le remitiré, si le interesa, algo de lo que aquí voy haciendo a tropezones. ¿Conoce algo mío por casualidad? Leo con dolor en su trabajo lo de «grupo independiente». Sé que hay escisiones; siempre las hubo; pero ¿son «trascendentes», cuestión Besant, etc.) o son de personalismos localistas? Vd., que es tan bueno, ¿querría ponerme en contacto con los amigos y hermanos de ahí? ¿Cómo se lleva con Treviño? Aliéntele y anímele. Tiene relaciones, lo veo, con Aldao ¿quiere hacerme el servicio de remitirle la carta adjunta que me tomo la libertad de confiarle? Mucho le ruego no me tome a mal la licencia. Le prometo ser más extenso y coherente en otra ocasión. Tenemos mucho que hablar y que hacer. Entre tanto no me olvide. Dos palabras de vez en cuando para el amigo lejano que alguna vez irá por ahí a darles un abrazo. Le desea la Paz. Viriato Díaz-Pérez Asunción 7 de Septiembre de 1915
Sr. Doctor Don Viriato Díaz-Pérez
Xifré mal de fortuna y empeñado su palacio. Treviño tan egipcio, pero un mucho amansado por las desgracias. Garrido (cap. de E. Mayor) muy inteligente y escribidor. Doreste idéntico a sí mismo a través de los años (es muy bueno). De los demás no le hablo, pues que no los conoce. Urbano desertó escandalizado por lo de la Estrella de Oriente, igual que los del Grupo Marco Aurelio de Pontevedra, fundado por Aldao, quien tras mil veleidades, está distanciado de todos excepto de mí, porque ya he decidido no reñir con nadie diciendo siempre «Miserias humanas», como el buen cura de La Aldea Perdida de Palacio Valdés. Soy, pues, presidente honorario de tal grupo independiente, miembro de la Sociedad Teosófica, no independiente, y aunque no soy de la O. de la Estrella, la miro con cariño, porque me figuro que va a hacer en el Catolicismo, por fuera, lo que por dentro no hizo el modernismo y porque los tiempos necesitan, en verdad, que venga un maestro. Yo me paso con el mío que es H.P.B. cuyos libros llevo estudiando 12 años, desde que Guillermo León de Barcelona me regaló los primeros libros de Teosofía y me hizo teósofo, aún antes de conocer a Vds. Temo que Sophía no resucite, y hace en verdad falta. No sé si algún día me animaré a hacer una revista. Velasco casó en Asturias; sale hoy para México y vendrá a residir al país en Marzo. Su cuñado Garro es excelente teosofista. Salude Vd. cariñosamente en mi nombre a todos esos hermanos y en especial a D. José Marsal. ¿Quién sabe si algún día tendré el gusto de conocerlos? Este año me ofrecieron dos cátedras en Buenos Aires, pero no me atreví a aceptar y, por lo que me dice, creo hice bien. Adivino, tras su carta, todas sus amarguras y mi corazón se asocia a ellas con lealtad y verdadero cariño que también fue Vd. de los primeros en tiempo y, por tanto, en derecho. «Le» deseo éxito en la obra que proyecta y sobre todo mucha felicidad a sus hijitos y ya sabe que le quiere y quiso siempre con lealtad su amigo, paisano, hermano, etc. etc. ¿Le veremos pronto por aquí? M. Roso de Luna Madrid 7 de Octubre de 1915
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Sr. Don Mario Roso de Luna Antiguo y querido amigo y hermano: Con indecible satisfacción recibí su amable, contestando a la mía, primera, como Vd. bien dice, después de un silencio de diez años. Algo me escoció el sermón inicial, seguramente merecido, pero en cambio me alegró mucho el tener tan buenas noticias de Vd. y los suyos; del progreso general que parece transparentarse por ahí; y de la vida de algunos amigos de esa. Es de lamentar el poco éxito de Xifré. Su único pecado ha sido gastar más de lo que debía, y probablemente en lo que no debía; pero también empleó su actividad y su dinero en fines tan nobles como la propaganda teosófica en España de la que fue el Hombre de los primeros y difíciles tiempos, y en proteger a los amigos, y por ello merecía mejor suerte. Hago votos fervientes porque mejore su karma. Todos los sinsabores de Treviño los conocía y le he enviado mis consuelos. Urbano tenía que «descartar». En cuanto a Alfredo, mi antiguo amigo y hermano, es él así. le recuerdo, a pesar de todo, con cariño y lamento no me escriba, etc. Del movimiento teosófico en general, yo mismo no estoy satisfecho. Soy de los que experimentaron la «sensación de presencia» aún, del aura de H.P.B. al ingresar en el movimiento. Me parece como si el aura de Blavatsky que aún vagaba velando sobre su obra, en los tiempos felices en que yo me incorporé, comenzase hoy a difuminarse, dejando el campo libre a interpolaciones y aún mistificaciones. Será preciso algún día hacer reaccionar. Los éxitos de Vd. me encantan y los he seguido con alegría fraternal, aunque no lo haya manifestado, en los diez años de silencio, que me eran necesarios en unos terrenos, para trabajar en otros. Tengo, a propósito de esto, un trabajito, que ha recorrido nuestra América, titulado «Cuando hayan pasado diez años...» que algún día le enviaré, siquiera por la coincidencia, pues mérito especial no tiene. Las cosas, empero, han cambiado. Dentro de algunos años más (si algún ramalazo kármico no lo impide) me encontraré en condiciones de utilizar, en bien de los demás, lo que almacené en estos años de destierro voluntario y necesario. Cuando tengo nuevas de los demás, veo que soy un potentado. Hoy poseo una pequeña quinta de cuatro mil y pico de metros cuadrados, donde vivo, en casa 387
contruida por mí, con esfuerzos que me han educado y disciplinado mucho. En ella tengo mi colección de fres mil volúmenes; y muchos árboles plantados por mí; y casa, libros y árboles estarán a su disposición el día en que vuelva por acá —río de la Plata— y se le ocurra hacer una escapada al Paraguay. Dos o tres veces he querido hablar de Vd. por acá, pero me encontré indocumentado; me faltaban sus obras y algunas noticias. Hoy tengo «En el Umbral del Misterio», «Hacia la Gnosis» y la última: «Beethoven teósofo». Hubiera querido hablar de sus estudios sobre los jeroglíficos mayas, pues vengo sosteniendo hace años una áspera cruzada de «hispanismo» (ciencia española, etc., erudición filosófica, investigación) y no pudiendo hacer otra cosa, mencioné por lo menos, su trabajo, valiéndome de una noticia bibliográfica que creo leí en La Ciudad Lineal, que sigo recibiendo matemática y pitagóricamente. Hoy le debo un estudio sobre su Beethoven. Por este mismo correo le envío unos números de mi Revista y una obrita que a V. polígrafo y poliartístico tal vez le interese. Esta obra está agotada, y dejándome llevar del consejo de amigos tal vez haga una 2 a edición. Creo que es el primer y ¡único! trabajo escrito en español sobre el gran maestro Ruskin. Me agradaría conocer su opinión sobre este profundo teósofo arquitecto no inferior al teósofo músico que Vd. galanamente estudiara. De publicar dicha 2 a edición, querría hacerla acompañar de lo que la crítica ha dicho de ella; y de un prefacio que, si llegase la ocasión, me atrevería a pedirle, pues sólo un artista-teósofo o teósofoartista, dado además a la ciencia, como Vd., podría honestamente, ruskinianamente hacer sin estropear alguna de Las siete Lámparas...! Mi obra teósofica está interrumpida. Desde mucho antes de la guerra, sentí malestares psíquicos que me obstaculizaban. Y hoy me hacen estremecer las vibraciones de sangre y odio, que hasta aquí llegan. Espero tiempos mejores. En tanto, laboro en algo que tal vez no sea estéril ¡tal vez! porque me refiero a España. Desde aquí se nota que España no está en el estado de decadencia de que se habla, de que hablamos nosotros mismos, con tanta ignorancia como inoportunidad y torpeza. Y esta guerra, además, sobre que nos ha favorecido mucho, por diversas circunstancias, ha venido a patentizar que en Europa se vivía en medio de enormes prejuicios internacionales y que acaso nuestro karma racial hispanoamericano no es el 388
de que se habla cuando sale a relucir Pizarro o la Inquisición y demás estigmas de época que sistemáticamente se explotan contra nosotros infamemente y parcialmente, dentro y fuera de casa. Espero mucho del triunfo de Alemania para nuestro resurgimiento. En fin, amigo, dígame en qué puedo serle útil en tanto ande por estas Américas de nuestros antepasados, aquellos formidables extremeños utilizados kármicamente para una obra tan grande y misteriosa. Sabe que me tiene a sus órdenes en esta escondida urbe sede y cabeza otrora de la «provincia gigante» del Río de la Plata, y que le quiere su antiguo amigo, dos veces compatriota y hermano. Viriato Díaz-Pérez Asunción 22 de Febrero de 1916
Ashkenazies (en caracteres hebreos) Sr. Don Viriato Díaz-Pérez ¡Amigo querido, paisano dos veces y hermano en H.P.B., en Beethoven y en Ruskin! Dos palabras no más, porque estoy abrumado de trabajo para acusarle recibo de su gratísima última y felicitarle por su Ruskin, que es hermano gemelo de mi Beethoven. Con tal gusto y cariño he leído su obra, que me ha permitido citar párrafos enteros de ella en el primer tomo de los siete de mi Biblioteca de las Maravillas, (del que le envié días pasados unas hojas de pruebas), biblioteca en la que creo haberme excedido a mí mismo, pues quiero que en cantidad, ya que no naturalmente en calidad, iguale a la obra de la adorada Maestra. Dicho primer tomo: Por la Asturias tenebrosa: El Tesoro de los Lagos de Somiedo, es una terrible narración ocultista, tras la que verá a la Maestra, con 460 páginas en 4 o y que ha causado escalofrío a los hermanos que ya la leyesen. El tomo le publican la Viuda e Hijos de Pueyo, Abades 19, Madrid, a donde pueden ya pedirle sus amigos (usted recibirá un ejemplar) desde luego, pues que sale 389
a fines de Mayo, al precio de 6 ptas. y correo. Nunca creí posible que un editor, y en estos tiempos se lanzase a tamaño gasto. ¿Puede enviarme su traducción sobre Historia de una maga negra, si no le causa quebranto ni molestia? Le abraza cordialmente M. Roso de Luna Asunción del Paraguay. Madrid 28 de Abril de 1916 Buen-Suceso 18 dp°
Sr. Don Mario Roso de Luna
Ahora estoy metido en honda labor de hispanismo a la que he sido arrastrado impensadamente y de la que tal vez le hable en mejor ocasión, pero que no conceptúo sino como un paréntesis. Entretanto y siempre le quiere y admira su viejo o antiguo (como quiera ¡ay!) amigo y «coterráneo». Viriato Díaz-Pérez Asunción 22 de Febrero de 1922
Sr. Don Viriato Díaz-Pérez Asunción
HESPERIA Revista teosófica y poligráfica Director: Mario Roso de Luna
Mi querido amigo y hermano: El deseo de ser extenso con el íntimo amigo y casi dos veces compatriota, me ha hecho ir quedando en descubierto con Vd. Ni le he escrito con la frecuencia que debiera, ni he hablado como quisiera de sus obras. Hoy recibo una nueva muestra de su formidable actividad y, digámoslo también, de su inagotable bondad para conmigo —con el envío de Hesperia n° 2, y, temeroso de incurrir en mi aparente olvido le pongo estas líneas de agradecimiento y felicitación ya que no de alentación pues que el hombre de Logrosan no las necesita. Van en ellas mi aplauso por la nueva empresa a que le veo lanzarse con energías prodigiosas dignas de la pujante alma extremeña de nuestros mayores. Conste pues que le estoy agradecido y que sigo con interés su evolución espiritual que, recordándola en los días —¡ay! un poco lejanos—, de la calle Marqués de Urquijo, y viéndola en su momento presente quién sabe qué orden de movimientos nos reservará para el porvenir. De mí poco he de decirle que pueda interesarle. Escribo mucho, y conferencio aquí; y en Buenos Aires hace algún tiempo alcancé un pequeño triunfo del que se ocuparon los «grandes» rota. Pero no reúno en volumen por ahora lo que voy publicando porque pertenece a un orden de trabajos en los que no tengo interés en significarme. Juzgue por la muestra, que a título de curiosidad le envío por este mismo correo: escarceos.
Muy querido amigo y hermano. Me alegro le haya gustado Hesperia, revista que está siendo un gran éxito y que ya sabe está a su disposición. Voy muy bien y eso que desde mayo, con los tres pliegos que llevará, me va a costar 750 ptas. anuales. Por eso le ruego me haga propaganda entre los amigos, y si quiere más números, dígamelo. En cuanto a libros ya llevo 25 tomos, y aún colea. No paso una vez por el 18 del Marqués de Urquijo sin que crea verle astralmente tras los antepechos del piso de arriba, traduciendo cosas para Sophía u otras publicaciones, o bien tocando la guitarra, que yo ya abandoné hace 10 años por una magnífica pianola con la que he formado el gusto musical de mis dos hijos, ambos profesores oficiales de piano y ella, Sara, (de 21 años) compañera de Vd., pues que acaba ahora la carrera de Filosofía y Letras, y él, Ismael (de 19) que ha ingresado ya además como alumno en la Escuela de Minas. ¡Vea, pues, que si los hombres me abandonaron, de arriba me han protegido! No ha llegado «Escarceos». Lo leeré con gran gusto. Si quiere que reparta con Hesperia a los suscriptores alguno de sus trabajos (como el del Sr. Bruschetti) envíeme 900. Sin tiempo hoy para más, le abraza su viejo amigo, hermano y paisano. M. Roso de Luna Madrid 25 de Marzo de 1922
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Dirección General de la Biblioteca, Museo de la Nación Al Sr. Dr. Don Mario Roso de Luna Querido antiguo hermano y dos veces compatriota. Acabo de recibir su amable invitación para acompañarle en el «Ateneo Hesperia». No sé hasta qué punto puedo decir que cuenten conmigo. El tiempo y la distancia (no hay «relatividad» que valga) son cosas formidables. Hasta para quienes toman sobre sí la empresa idealista nobilísima de sostener un Ateneo y por añadidura Teosófico. Pero si Vds. creen que pueda valerles para algo mi lejana cooperación cuenten conmigo y con mi cuota que les ruego fijar. Querido amigo y maestro; tendría mucho de qué hablarle y más de qué preguntarle. Y el deseo de escribir a Vd. extensa, detallada y anímicamente, me ha impedido comunicarme con Vd. por lo menos materialmente. Pues como le recuerdo con todo cariño y en forma indeleble, yo me he comunicado espirítualmente con Vd. muy frecuentemente, siempre que le he leído y le leo, que es más veces de lo que Vd. creería. Estas líneas, pues, van por el momento y para responder rápidamente a la invitación de Vd. La vida acá me absorve mucho tiempo y muy poco puedo dedicar a mis caras, puras e in-apostatables aficiones de siempre. Tengo que compartirlas con otras de que se dará cuenta por el prospecto adjunto. Le envío mi última publicación. Dígame si le interesa alguna de las otras; que si tengo ejemplares se las remitiré. Dígame, asimismo, si alguno de sus amigos desearía algún ejemplar y se lo enviaré. No le escribo más por falta total de tiempo. Le deseo feliz año de 1931, le envío un abrazo y le repito que le recuerdo frecuente y cariñosamente, como coterráneo; y, (aunque nacido en Madrid) más extremeño que Francisco Pizarro, Cortés y todos mis abuelos badajocenses y no badajocenses. Salud y Paz. Viriato Díaz-Pérez Asunción 16 de Diciembre de 1930 392
BIBLIOGRAFÍA ESPECIAL DÍAZ-PÉREZ, Viriato.— OBRAS COMPLETAS: 1. Ensayos. Notas. Dos capítulos; 2. Las piedras del Guayrá; 3. La revolución comunera del Paraguay (primera parte); 4. La revolución comunera del Paraguay (segunda parte); 5. El viejo reloj de Runeberg; 6. Lejana Luz...; 7. John Ruskin y sus Siete Lámparas de la Arquitectura; 8. Los impresionistas españoles; 9. Un paraguayo olvidado, 2? ed.; 10. Los eróticos de la antigüedad, 2? ed. (Profusamente ilustrado); 11. Las ideas no se matan; 12. Espronceda en la «Revue Hispanique». Misceláneas paraguayas; 13. Coronario de Guido Boggiani; 14. Archivo Nacional de Asunción. Vol. I; 15. Archivo Nacional de Asunción. Vol. II; 16. Naturaleza y evolución del lenguaje rítmico. (Tesis doctoral. Univ. Central de Madrid); 17. Literatura del Paraguay. Vol. I. (Prólogo y anotaciones por el profesor Raúl Amaral, Asunción); 18. Literatura del Paraguay. Vol. II; 19. Mis amigos (Microarchivo); 20. Coelho Netto y Agustín Barrios. Ensayos filológicos; 21. Italia-Israel-Colombia-Portugal; 22. A pie por la España desconocida. Prosa temprana. (Con numerosas fotografías); 23. De arte; 24. Microepistolario. (Microarchivo, II); 25. Polibiblia Paraguaya. (Edición revisada por el profesor Raúl Amaral); 26. Las Cortes de Cádiz; 27. Zaratustra en Madrid; 28. Ensayos II - Notas. Una conferencia sobre Rafael Barret. (Microarchivo, III); 29. Selecciones. 30. Estudios y reseñas.
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OTROS TÍTULOS COLECCIÓN TRES DE CUATRO SOLES Recorrido inmóvil Edmond A. El Maleh
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Maneras y costumbres de los modernos egipcios E. W. Lañe
Los pórticos del mar Chams Nadir
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MODERNISMO Y TEOSOFÍA: VIRIATO PÉREZ DÍAZ de JUAN FÉLIX LARREA LÓPEZ Es el número 28 de Tres de cuatro soles, editado en Libertarias/Prodhuñ, S.A., presidida por Carmelo Martínez García. La impresión se realizó sobre offset ahuesado de 80 g/m2 en Closas Orcoyen, S.L. y se encuadernó en pliegos de 32 cosido con hilo vegetal y tapas cartón calibre 2 al cromo en Huertas, S.L. 5/IV/1993
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