La educación del hombre feudal Aníbal Ponce - Educación y
Lucha de clases- págs. 98 a 138
economía fundada sobre el trabajo del esclavo, después de asegurar la grandeza del mundo antiguo, lo condujo insensiblemente a su desmoronamiento.
LA
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El sistema de trabajo por medio del esclavo devoraba tantos hombres “como carbón nuestros altos hornos”. 168 ependía por lo tanto del acarreo regular de los hombres al mercado de esclavos, ! debía cesar en cuanto el “carbón” se e"tinguió o resultó inutilizable. e m#s m#s est# est# deci decirr $ue $ue a medi medida da $ue $ue los los pueb pueblo los s con$ con$ui uist stad ados os deja dejaba ban n de suministrar esclavos ! ri$uezas, m#s redoblaban los impuestos, las gabelas ! las ri$uezas. La miseria fue creciendo en modo tal $ue la e"plotación de los dominios enormes %latifundia% por verdaderos ejércitos de esclavos, !a no producía bene&cios. El cultivo en pe$ue'o volvía a ser el (nico remunerador) lo $ue es como decir $ue la esclavitud se había vuelto innecesaria. El esclavo deja dejaba ba de prod produc ucir ir m#s m#s de lo $ue $ue cost costab aba a mant manten ener erlo lo.. esd esde e ese ese mome moment nto o desapareció como sistema de e"plotación en gran escala. *reo $ue sería ofenderlos a ustedes si me detuviera a demostrar $ue el cristianismo poco tuvo $ue hacer en ese declinar del mundo antiguo, 169 ! en esa e"tinción de la esclavitud $ue, con tanto desenfado, suele atribuirse la +glesia *atólica. parte de $ue una religión %es decir, una superestructura%no puede alterar los funda fundamen mento tos s económ económico icos s de un régi régimen men del del cual cual es un re-ej re-ejo o ideol ideológi ógico co,, el cristianismo no sólo toleró la esclavitud sino $ue la sancionó en abundantísimos concilios. ara no recordar m#s $ue un ejemplo, el concilio de /angra, en el a'o 012, 012, resolvi esolvió ó en uno uno de sus sus c#non c#nones es $ue $ue “si algun alguno, o, bajo bajo prete prete"to "to de piedad piedad religio religiosa sa ense'ase ense'ase al esclavo esclavo a no estimar estimar a su se'or, se'or, o a sustraerse sustraerse del serv servic icio io,, o a no serv servir ir de buen buena a gana gana ! con con toda toda volu volunt ntad ad,, caig caiga a sobr sobre e él el anatema”. 170 l &nal del mundo antiguo, pues, las grandes e"tensiones de terreno estaban subdivididas en parcelas ! con&adas a colonos libres $ue pagaban, en retribución, un interés anual &jo. Esos colonos, sin ser propiamente esclavos, tampoco eran hombres totalmente libres. Entre las ruinas del mundo antiguo ellos fueron los primeros indicios del nuevo régimen régimen económico $ue empezó a desarrollarse, desarrollarse, fundado no !a sobre el trabajo del esclavo ! del colono, sino del siervo ! del villano. un$ue desde el punto de vista de los e"plotados no había variado en mucho la miseria, algunas diferencias se insinuaban. El esclavo era un objeto, no una persona. l comprarlo, el amo le aseguraba una e"istencia miserable pero segura) no tenía para $ué pensar en su sustento ni temer la competencia competencia del trabajo ajeno. Los villanos, descendientes de los colonos romanos, eran en cambio libres o “francos”. 3o se vendían, se ofrecían. *uando $uerían vivir del fruto de su trabajo, buscaban
Ver Ver especialmente el ya citado libro de E. Cicotti: El ocaso de la esclavitud en el mundo antiguo. 168 Max Weber: Weber: La decadencia de la cultura antigua, en “Revista de ccidente!, p"g. #$, %ulio de &'(). 169 “El imperio estaba condenado. Con cristianismo o sin cristianismo deb*a sucumbir.! sucumbir.! +loc: L-empire romain, p"g. &$. /lammarion, 0ar*s, &'((. 170 Cicotti: ob. cit., tomo 1, p"g. 2. 3bundantes pruebas en Wallon: Wallon: 4istoire de l-esclavage, tomo 111, p"gs. # y 2. 5e comprender" todo lo 6ue ay de 7also y rid*culo en esta opini8n de 4egel: “La verdadera ra98n 6ue no aya m"s esclavos en la Europa cristiana ay 6ue buscarla en el principio mismo del cristianismo.! Ver Ver 4egel: Logi6ue, p"g. ($, traducci8n Vera, Vera, editor ;ermer +ailliere, 0ar*s, &<#, segunda edici8n. 167
un propietario $ue tuviera tierras para e"plotar, ! le proponían cultivar un lote a cambio de una compensación. El pedido del trabajador constituía un acto jurídico llamad llamado o s(plic s(plica, a, preca precari ria) a) la a$ui a$uiesc escenc encia ia del prop propiet ietar ario io consti constituí tuía a otro otro acto acto llamado concesión, concesión, prestaria. *on tal $ue le dejasen trabajar un pedazo de tierra, el villano se comprometía a entregar al se'or una parte del fruto de su trabajo !, adem#s, determinados servicios personales. El villano era, pues, m#s libre $ue el esclavo en cuanto sólo reconocía una autoridad $ue él mismo se había impuesto. 4eóricamente, ese acto de derecho privado constitu!e !a todo el régimen feudal feudal)) régimen égimen $ue $ue supon supone, e, como como acab acabam amos os de verlo, verlo, un lazo lazo contr contract actual ual de vasal vasallaj laje e entr entre e hombr hombres es con con poder poderes es ! neces necesida idade des s difer diferent entes. es. 4eórica eóricame mente nte también, si el villano pactaba con un se'or como hombre libre, el siervo ni pactaba ni era libre. escendientes de los antiguos esclavos, estaba como ellos al servicio total de su se'or ! no podía, en ning(n momento, abandonarlo. 171 En la pr#ctica, sin embargo, el villano 5libre6 se apro"imaba al siervo 5no libre6 algo m#s de lo $ue permite creer ese distingo, ! muchos por eso se resisten a trazar tales diferencias dentro de los $ue llaman, simplemente, “campesinos”. 172 ue'o de la tierra, forma fundamental de la ri$ueza, el se'or era due'o adem#s de los instrumentos m#s esenciales de la producción, especialmente los molinos. El trigo trigo,, por por ejemp ejemplo, lo, $ue $ue los camp campesi esino nos s cosec cosechab haban an,, debía debía de ser molid molido o en el molino del se'or. se'or. 173 esde el punto de vista de los due'os de la tierra, la servidumbre vino a traer una marcada ventaja sobre la esclavitud. ara ad$uirir esclavos ! mantenerlos, se necesitaba gran capital. La servidumbre en cambio, no re$uería ning(n gasto7 el siervo se costeaba su propia vida ! todas las contingencias del trabajo corrían por su cuenta. La servidumbre pues, representaba la (nica manera $ue el patrón tenía de sacar provecho de su propio fundo) ! para los cultivadores constituía la (nica manera de proveer a su propio sostenimiento. 8obre la tierra prestada, el vasallo trabajaba o hacía trabajar, pues como él a su vez podía a cambio de ciertos servicios de $ue se bene&ciaba traspasar a otras manos la misma tierra $ue había recibido, resultaba $ue un vasallo con respecto a un determinado se'or, podía ser a su vez se'or con respecto a sus vasallos. Los auténticos trabajadores de la tierra eran, naturalmente, los siervos) ! en esa larga jerar$uía jerar$uía de se'ores se'ores ! vasallos, el mundo mundo feudal feudal reposaba reposaba sobre sobre los hombros hombros de los siervos 174 como el mundo antiguo sobre los hombros del esclavo. Lo $ue el siervo producía en un trabajo sin descanso, iba pasando como tributo de mano en mano, desde el villano al castellano, desde el castellano al barón, desde el barón al vizconde, desde el vizconde al conde, desde el conde al mar$ués, desde el 9ar$ués al du$ue ! desde el du$ue al :e!. :e!.
Calmette: La societ= 7eodale &$', editor Colin, 0ar*s, &'(<. 172 Engels: por e%emplo. 173 0oseer molinos 7ue durante la Edad Media un monopolio de privilegio se>orial. El verso < del 0oema del Mio Cid alude a los molinos del Cid y a las “ma6uilas! 6ue cobraba. 174 “5obre los campesinos reposaban todas las otras capas sociales: pr*ncipes, 7uncionarios, noble9a, clero, patriciado y burgues*a. ?ue perteneciera a un pr*ncipe, a un bar8n, a un obispo, a un monasterio o a una ciudad, el campesino era tratado en todas partes como una cosa, como una bestia de carga o a@n peor. 5i era siervo, su due>o dispon*a a su anto%oA si era arrendatario, los pr=stamos lo aplastaban. La mayor parte de su tiempo deb*a emplearlo en traba%ar las tierras del se>or. Con lo 6ue ganaba en sus raras oras disponibles deb*a pagar los die9mos, tributos, tasas, viaticum Bimpuesto militar impuestos del Estado y tasas del 1mperio. Do pod*a casarse ni morirse sin pagar una tasa a su 5e>or. 3dem"s de las prestaciones ordinarias deb*a %untar para el 5e>or las legumbres y las 7rutas, la ca9a y la le>a, etc. El dereco de pescar y ca9ar pertenec*a al 5e>or, el campesino deb*a asistir tran6uilamente a la destrucci8n de su coseca. Las praderas y bos6ues 6ue en otro tiempo pertenecieron a las aldeas les ab*an sido arrebatas por los 5e>ores. en igual 7orma como dispon*a de la propiedad, el 5e>or mane%aba a su anto%o la persona del campesino, de la mu%er y de las i%as. Fen*a el dereco de pernada, y pod*a cuan do 6uer*a encarcelar y torturar a los campesinos!. Engels: La guerre des paysans en Allemagne, p"gs. #G#', “+ibliote6ue marxiste! 0ar*s, &'('. 171
En esta larga lista, $ue sufre algunas variantes seg(n las épocas ! las regiones, cada grado implicaba vasallaje con respecto al superior ! se'orío con respecto al inferior. ero si en el sentido vertical %para hablar gr#&camente%había relaciones m#s o menos claras de jerar$uía, en el sentido horizontal %entre condes o entre barones, pongamos por caso, inter pares% las relaciones no estaban de ninguna manera reguladas. Los con-ictos brotaban por eso de manera espont#nea e ine"tinguible. En el lenguaje de los teóricos de la edad media, feudalismo conocía tres “variedades” sociales7 los bellatores, o guerreros) los oratores o religiosos) los laboratores o trabajadores. 8i comparamos esas “variedades” a lo $ue sabemos del mundo antiguo no encontraremos super&cialmente ninguna dife; rencia. ero tan pronto se escarba un poco aparece un matiz bastante original7 con e"cepción de Egipto, $ue tenía una casta sacerdotal poderosa, ni /recia, ni :oma tuvieron una +glesia francamente independiente. En /recia los sacerdotes eran elegibles, ! muchas veces &guraron mujeres entre ellos. El Estado ! la religión, íntimamente impregnados, no se habían diferenciado a(n en órganos distintos. El monopolio del culto de $ue disponían los patricios hizo de los sacerdotes, “funcionarios” de una clase $ue consideraba a la religión como uno de sus tantos sistemas de dominio. Estrechamente uni dos a las clases directoras, los sacerdotes antiguos defendían con sus intereses los intereses de a$ué llas, ! para no recurrir nada m#s $ue al testimonio de 9ontes$uieu vale la pena recordar $ue cada vez $ue en :oma una le! popular tenía probabilidades de ser votada, siempre se encontraba alg(n augur $ue descubría en el cielo signos desfavorables, ! la asamblea era disuelta de inmediato... 175 Las transformaciones de la sociedad durante el feudalismo en el dominio religioso, con respecto a la antig
! cuando en el curso de pocos siglos se convirtió en religión del +mperio, había perdido totalmente su primitiva signi&cación. Los gritos contra la propiedad privada ! la e"poliación de los poderosos, $ue resonaron todavía durante alg(n tiempo entre los primeros padres de la iglesia, se fueron e"tinguien; do178 no sin protesta de las masas. En vez de enardecer su rebeldía con la voz varonil de los prime ros profetas %el iracundo 9i$ueas, el vigoroso +saías, el tremendo Eze$uiel%, el cristianismo canalizaba hacia un m#s all# e"traterreno sus in$uietudes ! sus esperanzas. 9ientras el esclavo sufría al amo, ! el siervo al se'or, el cristianismo proclamaba $ue unos ! otros eran iguales ante ios. =allazgo maravillo so $ue dejaba en la tierra las cosas tal como estaban, mientras llegaba el momento de resol verlas en el cielo... espués de la intransigencia de 4ertuliano vinieron los acomodos de 9inucio, ! mientras el puro cristianismo 179 se refugiaba en la soledad para morti&car la carne pecadora, los obispos derivaban Montes6uieu: Grandeza y decadencia de los romanos, p"g. <, traducci8n de Matilde 4uici, editor Espasa. Madrid,&'$ 176 +eer, ob. cit., p"g. &). 177 Renan: Les aportes, p"gs. &&)G&&<, editor Calman Levy, 0ar*s, sin 7eca. 178 +loc: ob. cit., “5i el cristianismo se ubiera encerrado obstinadamente en sus principios, no se ve de 6u= manera el 1mperio se ubiera trans7ormado en 1mperio cristiano! p"g. $(. “La pa9 se i9o Bentre el 1mperio y la 1glesia pero 7ue el cristianismo, no la 1glesia el 6ue pag8 los gastos!, p"gina $). 179 Renan ace notar 6ue “cuando pa*ses enteros se convirtieron al cristianismo, la regla de las primeras iglesias se convirti8 en utop*a y se re7ugi8 en los monasterios. La vida mon"stica no es, en este sentido, m"s 6ue la continuaci8n de las 1glesias primitivas. El convento es la consecuencia necesaria del esp*ritu cristiano: no ay cristianismo m"s 6ue a*.! Ver Les 3portes, p"g. &(. 175
hacia las fundaciones piadosas la ri$ueza de los laicos. En manos de un clero disciplinado, los dominios de la +glesia se fueron ensanchando, ! entre los tantos se'oríos en $ue el mundo antiguo se disgregaba, la +glesia se presentó como otro se'orío7 terrateniente ! guerrero igual $ue todos. 180 La abadía del 9onte 8aint 9ichel, por ejemplo, fue una de las plazas fuertes m#s poderosas de la Edad 9edia. 181 =istoriando los orígenes de la moneda, Ernesto *urtius ha dicho $ue “los templos han sido la cuna de la civilización monetaria, como $ue la super&cie de las piezas $ue servían de moneda, llevaron durante mucho tiempo el emblema sagrado”. 182 El templo de elos, como es bien notorio, no sólo acumulaba grandes ri$uezas sino $ue las prestaba a los particulares o al Estado. El deudor, naturalmente proporcionaba hipotecas ! presentaba &adores. En caso de insolvencia, el dios embargaba sus bienes ! los de los &adores. La iglesia católica continuaba, pues, en este particular, las tradiciones m#s vene; rables, ! lo hizo con un celo tan cumplido $ue en pocos siglos tuvo entre sus manos casi todo el control de la economía feudal. Establecimientos de economía cerrada, los monasterios eran !a a comienzos del siglo >+++ las avanzadas m#s &rmes del comercio ! de la industria7 en el a'o ?@2, en el monasterio de 4ours, 1A,AAA hombres trabajaban a las órdenes de lcuino. Busto es decir $ue 8an Cernardo, el monje m#s ilustre de la Edad 9edia, se opuso como nadie a esa irrupción del oro en los retiros santos) pero apenas había dejado de vivir cuando !a la orden cisterciense $ue él había animado con su soplo no sólo volvió a comerciar con el trigo ! los vi'edos, sino $ue ad$uirió adem#s una marina mercante poderosa para no depender de nadie en el tr#&co por ríos ! por mares... 183
DEn virtud de cu#les circunstancias ad$uirieron los monasterios la supremacía económica $ue e"plica su hegemonía social !, por lo mismo, pedagógica. El problema es complicado ! se re&ere nada m#s $ue a los orígenes del poder económico de la +glesia. ero aun a riesgo de incurrir aparentemente en un e"ceso de es$uematismo, podríamos resumir en una línea la respuesta7 por$ue los monasterios fueron a lo largo de la Edad 9edia poderosas instituciones bancarias de crédito rural. En un régimen como el feudal, basado e"clusivamente en el trabajo de la tierra, resulta redundante subra!ar la importancia de una institución $ue no sólo tomó entre sus manos la dirección de la agricultura, sino $ue organizó laboriosamente la primera economía estable 184 $ue se conozca7 economía e"enta, en gran parte, de los medios de ad$uisición violenta $ue caracterizaron al mundo feudal. 185 La economía del se'or feudal descansaba en primer término, sobre un conglomerado de productores serviles $ue trabajaban para él sin ajustarse a un plan com(n) ! en segundo término, sobre las ri$ue; zas aleatorias $ue las guerras ! el sa$ueo procuraban. La economía mon#stica se apo!aba, en cambio, sobre una organización de trabajo con reglas precisas de disciplina. El castillo feudal era casi en e"clu sivo la tienda de campa'a en $ue el se'or se reposaba del sa$ueo o se preparaba para el sa$ueo. El car"cter 7rancamente 7eudal de la 1glesia se vuelve patente al estudiar la EigenHirce o iglesia de propiedad privada. “Ina iglesia pod*a ser propiedad particular de uno o varios seglares 6ue manten*an en ella a un cl=rigo para el servicio del altar y cobraban los die9mos o derecos 6ue la iglesia devengaba. Cuando el negocio no prosperaba, o de%aba de interesar les, vend*an su dominio sobre la iglesia o sobre una parte de ella lo mismo 6ue si se tratara de un molino o de una eredad Ver Forres L8pe9: La doctrina de las iglesias propias en los autores espa>oles, en “3nuario de la 4istoria del Jereco Espa>ol!, tomo 11, p"g. #$(, &'(2. 181Walon: 5aint Loui, tomo 11, p"g. 2$. 182 Curtius: 4istoria de ;recia, tomo 1, p"g. # 183 Evans: La civilisation en /rance au moyen age, p"g. &((, traducci8n de Jroy, editor 0ayot, 0ar*s, &'$. 184 “En la Edad Media la contabilidad agr*cola no se encuentra m"s 6ue en los conventos.! Marx: Le Capital, tomo V, p"g. ((, nota traductor Molitor. 185 Ver el desarrollo de este punto de vista en 1ncausti: r*genes del poder econ8mico de la 1glesia, passim, editor 3guilar, Madrid &'(. 180
El monasterio, por el contrario, constituía una lección viviente de trabajo organizado ! “racionalizado”, a punto tal $ue debió in-uir no poco sobre las posteriores burguesías. *uanta fortuna llegaba a manos del noble era para ser gastada7 el fausto ! la prodigalidad son rasgos del se'orío. *uanta fortuna llega ba, en cambio, a manos del monasterio, era de inmediato acumulada ! acrecentada. Es bien sabido, por otra parte, $ue la causa esencial del celibato impuesto a los religiosos fue impedir $ue las ri$uezas pasaran a herederos particulares en vez de concentrarse en la comunidad. 8ería bien ingenuo, por eso, atribuir solamente a la superstición ! a la ignorancia de los tiempos, la in-uencia efectiva de los monasterios. En una época en $ue la agricultura era rudimentaria ! la técnica atrasada, ! en $ue la seguridad de la vida se había vuelto poco menos $ue imposible, la ri$ueza de los monasterios los convirtió, como dijimos, en instituciones de préstamo ! en centros poderosos de crédi to rural. cada rato, pésimas cosechas e"ponían al campesino a
morirse de hambre. 186 ara capear los malos tiempos debía recurrir a alguien. DFuién mejor $ue el monasterio para asegurarle esa a!uda, aun$ue la a!uda implicase naturalmente una hipoteca 187 Gperación e"celente $ue alguna vez %Dpor $ué no% salvó al campesino, pero $ue las m#s de las veces “obligó” al monasterio a $uedarse con sus tierras... 8i eso ocurría con respecto a los campesinos, no otro origen tenía también la situación de relativo privilegio con$uistado por los monjes respecto a los se'ores. restamistas de re!es ! de príncipes, los monasterios se aseguraban mediante convenios pecuniarios la relativa tran$uilidad en $ue vivían, ! mientras por un lado detenían el poder arbitrario de los se'ores, absorbían por el otro las parcelas de los labriegos. 188 8i comprendemos así el poder del monasterio, un factor importante nos $ueda a(n por aclarar. 8e repite con muchísima frecuencia $ue el monasterio ennobleció al trabajo manual $ue la antigos se cuentan # per*oK dos de penuria extremada.!Morin: La France au moyen age, p"g. , editor 0agnerre, 0ar*s, &). 187 “La 1glesia proibi8 los pr=stamos con inter=s, pero no proibi8 vender las propiedades para saldar las deudas ni cederlas en garant*a. La 1glesia y las corporaciones religiosas obtuvieron de esta manera grandes bene7icios, sobre todo en tiempos de las cru9adas. 5in la proibici8n del inter=s, ni las 1glesias ni los monasterios ubieran podido nunca llegar a ser tan ricos.! Marx: Le Capital , tomo 111, p"g. (#', traductor Molitor. 188 “Con anterioridad al modo de producci8n capitalista, el capital usurario revest*a dos 7ormas caracter*sticas: la usura por pr=stamo de dinero a 7avor de se>ores pr8digos, principalmente propietarios territorialesA y la usura por pr=stamo de dine ro a 7avor de pe6ue>os productores, due>os de sus propias condiciones de traba%o, incluyendo el artesano y sobre todo el campesino, pues este @ltimo constitu*a antes del modo de producci8n capitalista,la gran mayor*a de los pe6ue>os produc tores independientes.!Marx: Le Capital, tomo 11, p"g. (($, traducci8n Molitor. 189 5obre las primeras iglesias, ver Renan: ob. cit., p"gs. <2G<). 3un6ue Renan abla de 6ue los primeros ensayos del cristianismo 7ueron “esencialmente comunistas!, p"g. <, reconoce en la p"gina <' 6ue ese comunismo no a sido “ni tan riguroso ni tan universal!. Lo importante es destacar 6ue el cristianismo se present8 ba%o la 7orma de una “asociaci8n de socorro mutuo!, p"g. &&< y 6ue por eso 7ue acogido con alboro9o entre los miserables. 190 5an +ernardo era i%o de Fescelin le 5aur se>or de /ontaines, cerca de Ji%on, y de 3let, i%a de los condes de Montbard, emparentada con los antiguos du6ues de +orgo>a. Ver ;eorges ;oyau: 5aint +ernard, p"gs.
trabajo...191 *on semejante poderío nada tiene de asombroso $ue fueran también los monasterios, las primeras “escuelas” medievales. esde el siglo >++ los monasterios cubrían la totalidad de los países $ue habían compuesto el viejo imperio romano. esaparecidas las escuelas “paganas”, la +glesia se apresuró a
tomar entre sus manos la instrucción. 9as como la in-uencia de esos monasterios desde el punto de vista cultural ha sido interesadamente e"agerada, digamos $ue las escuelas mon#sticas eran de dos categorías7 unas destinadas a la instrucción de los futuros monjes, “escuelas para oblatos”, en $ue se daba la educación religiosa $ue entonces se tenía por necesaria, ! $ue a nosotros en este momento no nos interesa) ! otras, destinadas a la “instrucción” del bajo pueblo %las verdaderas “escuelas mon#sti cas”%. presurémonos a decir $ue en esas escuelas %las (nicas a las cuales las masas podían concu ;rrir%no se ense'aba a leer ni a escribir como $ue tenían por objeto, no instruir sino familiarizar a las masas campesinas con las doctrinas cristianas ! mantenerlas por lo tanto en la docilidad ! el conformis mo. =erederas de las escuelas cate$uistas de los primeros tiempos del cristianismo, estas otras escue; las no se preocupaban de “instruir” sino de predicar, ! si se recuerda $ue para la +glesia todo lo $ue no aleja al hombre del pecado es positivamente da'oso, nada tiene de e"tra'o $ue lejos de preocuparse por el nivel cultural de las masas les cerrara cuidadosamente los caminos $ue pudieran elevarlas. Dara $ué malgastar en la educación contraproducente de las masas cuando ese mismo benedictino historiador !a mencionado ha escrito no hace mucho, con hiriente fran$ueza, $ue los jornaleros de los monasterios %hommes de peine%,por el hecho de ser analfabetos “presentaban m#s resistencia a la fatiga ! eran capaces de soportar una tarea m#s larga ! m#s penosa ” 192 8i los monjes hubieran sido tan ignorantes como los campesinos %! así ocurría en algunos monasterios mu! pobres %, el reproche de opresores hubiera sido injusto, pero !a hemos visto $ue en el interior del convento las e"igencias de la economía rural los habían forzado a una instrucción verdaderamente superior. El “saber del vulgo” ! el “saber de iniciación”, de $ue alguna vez hablamos, resurgen a$uí con su crudeza. urante la Edad 9edia el $ue tenía interés por el estudio ! no era hijo de siervo sólo podía satisfacer su curiosidad ingresando a un monasterio, es decir, aisl#ndose del resto ! levantando una muralla entre su cultura ! la ignorancia de las masas. *uando se dice $ue los monasterios fueron durante la Edad 9edia las (nicas universidades ! las (nicas casas editoras, ha! $ue entenderlo en el sentido de “universidades aristócratas” ! de “ediciones para biblió&los”. ado el tiempo enorme de $ue disponían ! la dicha de disfrutar de sosiego en un tiempo de tumultos perennes, lo $ue asombra no es pues $ue algo supieran de las ciencias, sino lo poco $ue llegaron a saber. +sidoro de 8evilla 5H?A%I0I6, uno de los representantes m#s perfectos de esos tiempos, reunió en un solo volumen llamado Grígenes o Etimologías todos los conocimientos $ue a su juicio merecían interés. un$ue tiene un índice impre sionante%desde la medicina a la astronomía ! desde la metalurgia a la geografía% no pasa de un volumen ! se reduce por lo general a un cargoso cat#logo de nombres. >erdad es $ue dos siglos después de la muerte de +sidoro, ! a medida $ue el +mperio se reconstruía, los monasterios debieron crear al lado de las escuelas para oblatos %es decir para los ni'os destinados a la vida mon#stica% otras escuelas llamadas “e"ternas”, con destino a los clérigos seculares ! a algunos 191
En el orden de los Femplarios se repiti8 despu=s an"logo 7en8meno: de un lado los 7r=res du convent, de otro los 7r=res du metierA nobles a6uellos,de una clase in7erior =stos.
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+esse: Les moines de l-ancienne /rance, p"gs. (#'G(2$.
3obles $ue $uerían estudiar sin la intención de tomar los h#bitos. La designación de “e"ternas” se presta a errores7 eran e"ternas en el sentido de $ue estaban situadas fuera del recinto del convento, pero no en el sentido de $ue los alumnos concurrieran a ellas ciertas horas ! se retiraran después a sus hogares. >erdaderos “internados” en la acepción moderna del vocablo, esas escuelas sometían a los alumnos a una disciplina rigurosa $ue duraba muchos a'os. El iario de Jalafrido 8trabo %un alumno de la escuela del monasterio de :eicKenau, durante los a'os MH%10%, nos ha revelado por lo menudo la vida en esas escuelas ! el car#cter de sus métodos. e lo $ue eran estos (ltimos nos podemos formar una idea por el siguiente detalle7 no sabiendo una palabra de latín, le ense'aron a leer en latín, es decir, sin comprender una línea de lo $ue leía. punto tal $ue el día en $ue le ca!ó entre las manos un libro escrito en su idioma materno, el desdichado muchacho se e"tra'ó no poco al descubrir $ue “se pudiera leer ! comprender al mismo tiempo lo leído”...193 /ram#tica, retórica ! dialéctica eran las columnas fuertes de la ense'anza. 194 ero es bueno destacar $ue en los ejercicios de las dos (ltimas se recurría frecuentemente a las colecciones jurídicas en busca de los temas $ue los alumnos habían de tratar en discursos ! réplicas, ! $ue algunos otros ejercicios llamados, un poco despectivamente, dictamen prosaicum, orientaban a los alumnos en la redacción de cartas, documentos ! escritos de car#cter mercantil. Los profesores de Jalafrido %desde el abad al magíster de gram#tica% habían desempe'ado en m#s de una ocasión misiones importantes a pedido del emperador, ! hasta habían sido alguna vez sus embajadores. 9uchas observaciones de la propia e"periencia pasaban a veces a sus lecciones ! les daban entonces, seg(n dice Jalafrido, un relieve “pl#stico”. Los compa'eros le hablaban, en cambio, de castillos ! palacios, de residencias de du$ues ! de esplén; didas &estas. penas rendido el e"amen de gram#tica, los veía por eso abandonar la escuela a casi to dos, para continuar lejos de ella la instrucción caballeresca $ue la escuela del monasterio no impartía. Buristas doctos, secretarios pr#cticos ! dialécticos h#biles, capaces de aconsejar a emperadores ! de hacerse pagar largamente los servicios, eso era lo $ue producía las escuelas “e"ternas” del monasterio. Dónde se formaban los guerreros %los bellatores% esos mismos guerreros $ue sacaban a sus hijos de la escuela del monasterio tan pronto aprendían la gram#tica Los se'ores, preocupados con ensanchar sus ri$uezas por la violencia ! el pillaje, despreciaban la ins;trucción ! la cultura. un$ue el noble a veces sabía leer, consideraba el escribir como cosa de mujeres. El mismo *arlomagno, $ue tuvo por profesor a edro de isa ! lcuino, ! $ue tanto hizo por preparar
en su reino juristas h#biles, intentó aprender a escribir, pero sin é"ito. En igual forma también íaz de >ivar, el *id *ampeador, $ue se ilustró bastante en derecho, cometía sin embargo, al escribir, errores “imperdonables”. 195 El diario de Wala7rido 5trabo a sido transcrito *ntegramente en la 4istoria de la 0edagog*a, de Messer, p"gs. &$' a &(#. 194 ;ram"tica, dial=ctica y ret8rica 7ormaban el triviumA aritm=tica, geometr*a, astronom*a y m@sica, el 6uadriviumA el total constitu*a las siete artes liberales o clerec*a. 195 “El Cid sobresali8 en los e%ercicios caballerescos se ilustr8 bastante en dereco y no muco en gram"tica a %u9gar por6ue en sus escritos se lo ve escribir “a7irm8! con una sola 7, y asta pon*a oc sin , 7alta imperdonable.! Men=nde9 0idal: La Espa>a del Cid, tomo 1, p"g. $, editorial 0lutarco, Madrid &'('. 193
El ajedrez ! el verso llegaron a ser, a lo sumo, todos sus adornos, como la e$uitación, el arco ! la caza todas sus faenas. En el sentido estricto, la nobleza careció de escuelas, aun$ue no de educación. *on un sistema parecido al de los efebos de la nobleza griega, la nobleza medieval formó sus caballeros mediante sucesivas “iniciaciones”. El joven noble, en poder de la madre hasta los siete a'os, pasaba luego como paje al servicio de un se'or amigo. Escudero a los catorce, acompa'aba al caballero a la guerra, a los torneos ! a la caza, ! cuando se acercaba a los veintiuno, solemnemente era armado caballero. e acuerdo a las e"igencias de la clase social $ue interpretaba, la caballería fue una idealización de las virtudes guerreras. La &delidad al se'or pasó a ser el rasgo principal del caballero, como el torneo la principal preparación para la guerra. >erdad es $ue el noble, adem#s de guerrero, era poseedor de un gran dominio poblado de siervos, ! $ue la administración de ese dominio hubiera debido forzarlo a ciertas preocupaciones como gobernador ! como juez. ero sería ignorar la esencia misma del feudalis mo si pudiéramos suponer por un momento $ue el caballero se preocupaba de esas nimiedades. 3ing(n noble pensó jam#s en sus dominios sino como fuentes de rentas, ni en sus feudatarios sino como materia dispuesta para corveas, gabelas ! multas. En su dominio abandonaba todas las funciones aun la de distribuir justicia, en manos de administradores ! de intendentes. 196. El noble no se cuida Nba nada m#s $ue de la guerra por$ue la guerra era su negocio. 197 El caballero investido por la +glesia como “bravo ! leal”, como “defensor de peregrinos, de viudas ! de huérfanos”, el caballero $ue hubiera considerado como la ma!or de las humillaciones labrar con sus manos un pedazo de tierra, no encontraba reprochable asaltar los dominios del adversario, sa$uear sus campos, robarle sus ganados ! hacerle algunos prisioneros de importancia para después pedir por ellos un rescate. 198 Las guerras de se'or a se'or eran guerras de codicia, 199 ! un noble tenía el honor tanto m#s suscep; tible cuanto m#s grande era su sed de tesoros. El noble $ue se echaba a con$uistar reinos no iniciaba una guerra como las $ue nos son familiares ho! en día7 es decir, para apoderarse de regiones industria les, colonias con materias primas, de nuevos mercados de consumidores. 9ovía al noble no el deseo de procurarse fuentes de ri$ueza, sino la ri$ueza producida ! acopiada7 tal como la llevaban los ejérci tos para su sostenimiento, tal como se
encontraba abarrotando los castillos, tal como la podían pagar las ciudades sometidas a tributo. 200 El *id, aplicando tormento a Cen +ehhaf para hacerle confesar dónde había escondido el ce'idor de la sultana, es el “héroe” verdadero de la Edad 9edia, el “caballero sin mancha ! sin reproche”. 5eignobos: Histoire sincere de la nation francaise, p"g. <, edici8n Rieder, 0ar*s, &'. 197 3natole /rance: Vie de Jeanne D’Arc, tomo 1, p"g. LV11, editor Calman Levy sin 7eca. tiles datos tambi=n, en 0ilippe Monnier: Le ?uattrocento, tomo primero, p"gs. ('G$ editor 0errin. 0ar*s, &'&(. 198 “Entre los puntos m"s importantes de los relativos a la guerra cont"base en a6uellos tiempos todo lo 6ue se re7er*a a la captura de prisioneros. El rescate esperado por un prisionero distinguido era tanto para el caballero como para el soldado mercenario, una de las promesas m"s seductoras de la luca!. 4uit9inga: El otoño de la Edad edia, tomo 11, p"g. &, traducci8n de Nos= ;aos, “Revista de ccidente!. Madrid, &'$. 199 “En la =poca puramente 7eudal vence por todas partes pe6ue>as guerras locales, en 6ue no cabe descubrir otro motivo econ8mico 6ue la envidia del uno por los bienes del otro.! 4uit9inga, tomo 1, p"g. &. 200 Dada m"s 6ue en Levante y en &$'$, el Cid recib*a como tributo 2$.$$$ dinares anuales de los +eirA &$.$$$ de +en Ra9inA &$.$$$ de +en CacimA .$$$ de +en LuponA ).$$$ del Castillo de 5egorbeA .$$$ del de 3lmenarA(.$$$ del de LiriaA 2(.$$$ del rey de Valencia. Ver Men=nde9 0idal, *dem, tomo 1, p"g. #&) 196
La literatura ! la le!enda han rodeado la vida caballeresca de un halo tan enga'oso $ue cuesta no poco acomodar la vista a la verdadera realidad. Los torneos, como &estas de noble ocioso, sólo aparecieron en los tiempos de la decadencia. urante el esplendor de la nobleza, los torneos eran operaciones lucrativas en las cuales cada caballero arriesgaba mu! rara vez su vida. 201 El peligro de muerte no era grande para un hombre protegido con toda la armadura. Lo peor $ue le podía ocurrir era ser volteado del caballo, ! en ese caso, naturalmente, entregarse prisionero. El $ue vencía en el torneo se apoderaba del caballo ! de las armas del vencido, lo cual signi&caba una fortuna. or$ue los arreos del caballero eran carísimos, desde la loriga de cuero ! el !elmo de hierro hasta el repuesto de espadas ! la silla morzerzel. El caballo, adem#s, tenía en esa época un precio e"orbitante a causa de la desorganización de la cría ! la penuria de la agricultura. En la Espa'a de la Edad 9edia un caballo e$uivalía a un reba'o de 1H bue!es, ! la montura a otro tanto. 202 *on semejantes riesgos pecuniarios, los torneos aun$ue mortales sólo por accidente, mu! poco tenían de reverencias, ! en cuanto al vencedor, $ue no llegaba a tal sino después de haber recibido buenos golpes, rara vez $uedaba para un des&le de espect#culos. En Lagn!, por ejemplo, m#s de tres mil caballeros combatieron a la vez, ! cuando concluido el torneo se buscó a /uillermo, el mariscal, para proclamarlo triunfador, se lo encontró en una herrería con la cabeza sobre un !un$ue, mientras el herrero, con martillazos ! tenazas, forcejeaba por librarlo de su casco. 203 La prisión, adem#s, $ue en cada castillo e"istía, no era c#rcel para hacer purgar los delitos de los vasa llos, sino lugar seguro para guardar “secuestrados” de importancia. O cuando las cosas apuraban, el se'or del castillo no tenía ning(n pudor en bajar él mismo en persona a desvalijar en el camino hasta a los mismos
juglares $ue pasaban. O estos se'ores eran, unas veces un caballero catal#n) otras veces, un re! de 3avarra. 204 :e!es de tal linaje tenían los vasallos $ue se merecían. *omo el re! no estaba unido a los nobles sino por el juramento de &delidad $ue éstos le prestaban, semejantes relaciones cesaban en cual$uier momento por voluntad de cual$uiera de las partes. 8i un re! podía echar de sus tierras a un vasallo sin razón ninguna, un vasallo podía retirarle también el juramento de &delidad ! hasta guerrearle si le placía. *uando el *id en desgracia se puso al servicio de los moros no tuvo inconveniente en atacar las tierras del re! de ragón, donde robó ! cautivó durante cinco días. El conde de *arrión sirvió también, con sus armas, al hijo de lmanzor) ! hasta 4ancredo, el *ruzado, no tuvo empacho en guerrear a Calduino, Pcon el apo!o del emir de lepoQ La gran propiedad de entonces no consistía, como se puede creer, en latifundios. Lo mismo la se'oril $ue la mon#stica se hallaba mu! diseminada, lo cual obligaba a los se'ores a andar con su mesnada de heredad en heredad a &n de consumir los frutos de cada una. *ontinuos gastos ! peligros surgían de esas andanzas, ! m#s de una vez los rencores de un vecino la transformaban en cat#strofe. 8emejante género de vida tenía necesariamente $ue arruinarlos. ara hacer la guerra tal como ellos la practicaban % unas veces por su partido, otras veces contra su partido, pero siempre en su provecho; 3natole /rance, ob. cit., tomo 1, p"g. LV111. Men=nde9 0idal: La España del Cid , tomo 1, p"g. . 203 Evans: ob. cit., p"g. #2. 204 Men=nde9 0idal: !oes"a #uglaresca y #uglares, p"g. ', edici8n de la “Revista de /ilolog*a Espa>ola!. Madrid, &'(#. 201 202
les era necesario mantener una mesnada 205 $ue e"igía un derroche de armas, tiendas, escuderos ! caballos. La prodigalidad, adem#s, $ue distinguía al se'or frente a la estrechez del villano, lo forzaba a gastos desmesurados, ! como él no era un productor sino un par#sito $ue e"plotaba a sus vasallos, nunca sabía ni lo $ue entraba ni lo $ue salía. or urgencias de dinero se fue desprendiendo poco a poco de muchos de sus privilegios, ! cuando en sus propios dominios se empezó a formar una nueva clase $ue pedía un puesto al sol, no tuvo m#s remedio $ue poner precio a esa libertad. O tal es el origen de la le!enda del se'or “generoso” $ue liberaba siervos, como en otros tiempos del “austero” romano $ue libertaba esclavos. El origen de la nueva clase social $ue empezó a formarse en la Edad 9edia es un poco oscuro. ero irrumpe en la historia en el momento en $ue una transformación económica importante conmueve las bases del feudalismo. =asta el siglo R las ciudades no podían ser m#s miserables. Los habitantes eran en su ma!oría artesanos ! domésticos al servicio de un se'or en condiciones de sumisión idénticas a las de los siervos en la campa'a. ero a partir del siglo R+ progresivas modi&caciones en la técnica traje ron un -orecimiento del comercio.
=asta ese momento el se'or $ue era due'o de la ciudad o burgo, 206 sólo tenía $ue comprar mu! escasos objetos de lujo venidos del Griente. Los campesinos de sus dominios le traían alimentos ! materias primas $ue los artesanos de su ciudad le trabajaban. 9as tan pronto el dinero entró en circulación, el se'or encontró ventajoso permitir a sus artesanos %mediante retribuciones económicas% $ue en vez de trabajar (nicamente para él se dieran a producir para los otros, ! autorizó al mismo tiempo $ue al castillo entraran ! salieran mercaderes. 207 La *iu dad se hizo así un centro de comercio donde los productores cambiaban sus productos. Sna profunda transformación arrancó desde allí. Tortaleza hasta a!er, empezaba desde ho! a ser mercado. 8us habi tantes, los burgueses, acabaron por fundirse en una clase predispuesta a la vida pací&ca ! urbana,bien distinta de la guerrera ! rural de la nobleza. La transformación económica no repercutió (nicamente sobre las ciudades. En cuanto el siervo ! el colono encontraron en ella un mercado para sus productos, empezaron a pagar en dinero las rentas $ue debían al se'or, ! a vislumbrar, al mismo tiempo, la posibilidad de limitar de alguna manera su poder. 8ublevaciones en las ciudades ! en las campa'as, informaron a los nobles de $ue los tiempos empezaban a cambiar. Los burgueses reunidos en agrupaciones juramentadas de a!uda mutua, masa craron a algunos se'ores, religiosos ! laicos. 8aludable medida $ue, aun$ue inspiró naturalmente respuestas feroces, sugirió a la larga la necesidad de reformar un poco el estado de las cosas. El se'or otorgó entonces una carta a la ciudad mediante la cual limitaba su propio poder. Lo $ue esa carta tenía de esencial podía reducirse a lo siguiente7 el se'or dejaba de imponer tributos o multas a capricho) ! desde ese momento, se ajustaba a una tarifa. n#logas cartas de fran$uicia consiguieron por su parte los colonos, ! no $uedaron e"cluidos ni los siervos. Los campesinos ! burgueses compraron al se'or el poder arbitrario $ue mantenía a$uél sobre sus bienes. 8emejante vuelco en la economía ! en las relaciones entre las clases tenía necesariamente $ue repercu tir en la educación. La aparición de las burguesías de las ciudades obligó a la +glesia a desplazar el cen; tro de gravedad de su ense'anza. 8i hasta el siglo R+ pudieron bastar las escuelas de los monasterios, La mesnada del se>or estaba 7ormada de los parientes, de los criados en la casa y de los amigos de a7uera 6ue a cambio de 7idelidad buscaban su amparo y la parte 6ue les correspond*a en el bot*n. 206 La palabra deriva del alem"n burg, 6ue signi7ica ciudad 7orti7icada. 7icialmente, por lo menos, apareci8 en &&#. 207 “En la Edad Media, O6u= es una ciudadP Es un castillo 6ue a prosperado.!/uncHG+rentano. Le Moyen 3ge, editor 4acette, 0ar*s, &'((. 205
se hacían necesarias ahora las escuelas de las catedrales. e manos de los monjes, la ense'anza pasó a manos del clero secular. erdido en las soledades rurales, el monasterio no podía !a sostener la hege; monía de la +glesia en un tiempo en $ue el comercio nacía en las ciudades, ! empezaba a e"igir otra instrucción. La burguesía, es necesario destacarlo, no tenía entonces la m#s mínima intención revol(; cionaria. :ecién nacida como clase, se hallaba entonada, a lo sumo, por las cartas de fran$uicia $ue había arrancado a la nobleza. or numerosos $ue fueran sus con-ictos con los se'ores, la burguesía de la época no era de ninguna manera antifeudal) aspiraba simplemente a tener un lugar dentro del régimen feudal, de acuerdo a sus intereses económicos ! políticos.
*on el lenguaje de 9ar" podríamos decir $ue la burguesía aun$ue clase en sí no era todavía clase para sí) es decir, carecía de la conciencia de sus intereses como distintos a los intereses del feudalismo. 3o perdamos de vista estos caracteres para comprender todas las transacciones, componendas ! tanteos $ue desde el siglo R+ hasta el siglo R>+++ se'alan el movimiento lento pero ascendente de la burguesía. Las escuelas catedralicias, a decir verdad, habían e"istido desde siglos atr#s con una organización seme jante a las mon#sticas ! con la división también en e"ternas para los laicos e internas para el clero. La teología, por supuesto, estaba en el centro de sus preocupaciones pedagógicas. “mar ! venerar a ios” era para lcuino, la suprema aspiración del sabio. *on semejante idea, in(til a'adir $ue en las escuelas de las catedrales, como en las escuelas de los conventos, lo $ue menos importaba era la ins; trucción. El rezo coral, por ejemplo, tenía m#s importancia a sus ojos $ue “las siete artes liberales jun tas”, ! gracias al esmero $ue pusieron en cultivarlo no puede sorprendernos al renombre de la escuela de 9etz, famosa en todo el imperio por la ense'anza $ue daba a los cantores. ero bajo in-uencia de la nueva burguesía $ue e"igía su parte en la instrucción, la escuela catedralicia fue en el siglo R+ el germen de la universidad. 208 La fundación de la universidad e$uivalió en el dominio intelectual a una nueva “carta de fran$uicia” de la burguesía. 209 8i hacemos memoria de lo $ue dijimos hace un rato, recordaremos $ue la burguesía consiguió triunfar en sus primeras escaramuzas contra los se'ores mediante asociaciones juramentadas. Las guildas ! corporaciones habían favorecido no poco a los comerciantes de la antig
La universidad le dio ese ambiente. *omo todas las corporaciones, sometía a sus miembros a una sucesión de pruebas ! de grados. Es sabido $ue el artesano 210 $ue deseaba trabajar en un o&cio cual$uiera debía inscribirse en el gremio respectivo, trabajar un primer tiempo como aprendiz, ! un segundo como o&cial, antes de llegar a maestro. En la universidad, igualmente, el muchacho $ue dese aba estudiar las artes liberales, ad$uiría paso a paso, en un proceso parecido, el grado de bachiller, licenciado ! doctor, un rasgo sumamente original $ue no e"istía en otras corporaciones hizo adem#s de la universidad la primera organización francamente liberal. 3o solamente los estudiantes determinaban cu#ndo debían comenzar las clases, $ué tiempo debían durar, etc., sino $ue el mismo grupo gobernante sólo tenía poderes delegados. 211 Los estudiantes &scalizaban a los profesores de una manera $ue asombraría no poco a los antirreformistas de ho! $ue $uieren volver al reinado de la toga ! del birrete7 si el doctor saltaba un p#rrafo del libro $ue comentaba, los alumnos le imponían una multa) si se e"imía de aclarar una di&cultad diciendo $ue eso lo verían m#s tarde, multa) si insistía demasiado sobre ciertos desarrollos, multa... 212 La fundación de las universidades abrió para la burguesía la participación en muchos de los bene&cios de la nobleza ! del clero $ue hasta entonces le habían sido negados. Sno de los privilegios municipales otorgados por lfonso de oitiers en el siglo R+++, por ejemplo, fue el de permitir a los hijos de burgueses el ingreso a las órdenes religiosas. O si esto es ilustrativo con respecto a la +glesia, la lenta formación de la nobleza llamada “de toga”, por oposición a la auténtica “de espada”, se'ala también cómo por inter; medio de las universidades la burguesía se apoderaba de la justicia de la burocracia. La con$uista de un título universitario ponía el buen burgués casi a ras de la nobleza, ! desde el momento en $ue investía orgulloso los signos de la dignidad doctoral %el birrete ! la toga, el anillo ! el libro% !a empezaban a mirarlo como a un noble. 213ara él, privilegio en los procesos) para él, la precedencia en el paso. Entre los m#s ilustres doctores en le!es las ciudades elegían ahora, sus embajadores ! o&ciales, los mismos $ue hasta a!er habían sido elegidos en el clero. Escribían los doctores los documentos de m#s responsabilidad ! es bien sabido $ue fue :olandino asseggeri el redactó la enérgica respuesta de la comuna de Colonia a una carta amenazante de Tederico ++. 214 La iglesia ! los re!es trataron por eso de tener a las universidades bajo su in-uencia, ! aun$ue muchos fueron los re!es $ue tomaron por su cuenta la iniciativa de fundarlas ! otorgarles privilegio %como hizo por ejemplo, Tederico + con la universidad de Colonia en MMH, concediendo a los estudiantes hasta un tribunal de justicia nada m#s $ue para ellos% la +glesia todavía poderosa no se dejó de ning(n modo desplazar7 la facultad de 4eología se colocó de inmediato a la cabeza. Los estatutos de M0M? prescribían $ue el rector de Colonia debía de ser escolar clérigo, soltero ! llevar h#bitos. ero aun$ue nominalmente eclesi#stica, la universidad era por su espíritu, seglar. Cajo el ponti&cado de +nocencio ++, la universidad de arís tuvo un con-icto con el canciller de la catedral. retendía éste $ue los candidatos a la licencia le jurasen &delidad. 8ospechaba $ue el control se le escapaba de las manos !
“Do era artesano el 6ue 6uer*aA para e%ercer un o7icio era necesario pasar por una larga serie de iniciaciones costosas, ser aceptado por la corporaci8n y pagar un dereco de entrada bastante considerable.! Mor*n, *dem, p"g. '. 211 Rasdall: Iniversities o7 Europe in te Middle 3ge, p"gs. 2&G2(2. Clarendon 0ress. x7ord, &'2. 212 Langlois: Les uni$ersit%s du oyen Age , p"g. $&, en “La Revue de 0ar*s!, &2 de 7ebrero de &'). 213 “En 0ar*s, como en +olo>a, eran mucos los %8venes 6ue sin estudiar solicitaban 6ue les dieran el t*tulo de licenciado, no con la intenci8n de ense>ar, mas s* con el deseo de decorarse con un t*tulo.! Langlois, *dem. p"g. $). 214 Qaccagnini: la vita dei maestri e degli scolari nello studio di +ologna nei secoli 111 e 1V, p"g. ((, editor lscHi, ;eneve, &'(). 210
hablaba por eso de las asambleas de profesores % él las llamaba “conjuraciones”% con la misma indignación $ue los obispos del siglo R+ se referían a esos “conventículos” de villanos $ue consiguieron, a la postre, las cartas de fran$uicia para las ciudades. El apa hizo de #rbitro. Tiel a su política, previó la grandeza futura de la universidad ! falló a su favor esperando su reconocimiento. La e"igencia de $ue el rector fuese clérigo ca!ó en desuso. 215 Los intereses intelectuales, e"clusivamente religiosos al principio, llegaron a ser después &losó&cos ! lógicos. La #spera disputa entre nominalistas ! realistas, $ue llena el &nal de la Edad 9edia, no era absurda ni grotesca. Cajo la aparente puerilidad de sus posiciones &losó&cas latía el con-icto profundo del feudalismo con la burguesía. *asi todas las herejías encontraron, en efecto, su justi&cación en los nominalistas, como toda la ortodo"ia hablaba por boca de los realistas. En los tiempos en $ue a&anzaba orgullosamente su poderío, la +glesia había lanzado por boca de 8an gustín su a&rmación orgullosa7 “creo para comprender”%credo ut inteligam%) en estos otros en $ue empezaba a sentirse amenazada, belardo invertía la divisa de gustín) “comprendo para creer”. Sn esbozo tímido pero innegable del racionalismo burgués asomaba en esa frase, sin $ue el teólogo $ue la pronunciaba tuviera por supuesto la m#s mínima conciencia. or eso, si la burguesía volteriana de &nes del siglo R>+++ hubiera ad$uirido un m#s &no sentido de la historia, lejos de condenar precipitadamente a toda la Edad 9edia hubiera reconocido en :oscellino, belardo ! /uillermo de Gccam a sus primeras avanzadas. 216 ero aun$ue heterodo"os, no eran todavía incrédulos. trevidos en la interpretación de los dogmas, aceptaban, con todo, la revelación. La incredulidad no puede aparecer sino cuando se descubre $ue al lado de la religión $ue se profesa ha! otras religiones $ue no est#n desprovistas de razón. 217 Eso ocurriría recién un siglo m#s tarde, cuando el comercio ! las cruzadas trajeran un conocimiento m#s e"acto del islamismo y del judaísmo. La ri$ueza de los comerciantes ! de los industriales $ue en el siglo > de tenas hizo surgir a los so&stas, ! en el ++ de :oma a los retores, venía creando, ahora en las universidades medievales, la atmósfera adecuada para $ue surgieran los doctores. :i$uezas de comerciantes ! de artesanos animaban en efec; to a las universidades. esde el rector hasta los estudiantes eran todos hombres de fortuna. 3o sólo el modo de vestir ! el sé$uito de los rectores imponía gran dispendio, sino también el de los mismos pro fesores. ero ha! un rasgo $ue los se'ala adem#s con per&l particular7 todos, casi sin e"cepción, eran usureros. 218 8us retribuciones les venían en parte de los propios alumnos, en parte de las rentas de la ciudad. 9as !a hemos visto $ue recibían encargos o&ciales ! particulares, a los $ue se a'adían el comercio en libros, ! los préstamos a los alumnos. El solo hecho de $ue la ense'anza era pagada, ilus; tra bastante sobre el car#cter de los alumnos $ue la recibían. Eran
éstos de condición desahogada, lo su&ciente no sólo para remunerar a los maestros sino para vivir en las pensiones, costear los viajes ! pagar las larguísimas retribuciones $ue e$uivalían en cierto modo a los aranceles de nuestras univer; sidades. La ceremonia &nal de la aprobación o conventario, por ejemplo, e"igía muchos gastos. El laureado debía hacer varios regalos al promotor %nuestro padrino de tesis%,a los doctores $ue lo habían e"aminado, al doctor $ue había tenido a su cargo el sermón de clausura. 219 O si esto era al &nal, la entrada no le imponía gastos menores. Los mismos estudiantes e"igían del “nuevo” $ue no sólo soportara pacientemente las burlas ! castigos con $ue lo iniciaban, sino $ue costeara adem#s un abundante festín con su peculio. Qaccagnini: ob. cit., p"gs. 'G&$. 5artiaux: Foi et &cience au moyen age, p"g. (#$, ediciones Rieder, 0ar*s, &'(). 217 Renan: 3verro=s et l-averroisme, p"g. (&G((, editor Calman Levy, 0ar*s, sin 7eca. 218 “Je esta culpa Bla usura est"n mancados m"s o menos todos los grandes maestros de la Iniversidad de +olonia!, Qaccagnini, ob. cit., p"g. &. En igual sentido, p"gs. 2 y <. 219 Qaccagnini: la vita dei maestri e degli scolari nello studio di +ologna nei secoli 111 e 1V, p"g. #. 215 216
Estas e"igencias parecen contradecir un poco el car#cter tradicional del estudiante de la Edad 9edia $ue anda siempre en apuros de dinero ! $ue hasta roba o pide limosna para conseguirlo. La ma!oría, cierto es, no tenía mucha blanca en los bolsillos. ero reconocer esto (ltimo no tiene nada de contradictorio con lo $ue hemos dicho un poco antes7 la vida disipada $ue llevaban %juego, bebida ! mujeres% e"plica de sobra por $ué se $uedaban sin dinero casi el mismo día en $ue habían recibido del padre la pensión. 220 e esos desórdenes, 221 ! del deseo de la vida aventurera propio de la juventud, nació el tipo de estudiantes vagabundo o goliardo $ue fue, con los soldados, terror de tabernas ! de huertas. ero estos estudiantes %burgueses desclasados ! hasta nobles% conservaban bien claras sus diferencias con los pobres diablos. Sn himno de la época, de car#cter blasfematorio, mu! com(n entre los estudiantes ingleses, subra!a netamente el car#cter de la clase a $ue pertenecía al estudiante medieval7 “Dios, tú que has creado a los labriegos para servir a caballeros y escolares, y has puesto en nosotros odio hacia ellos, déjanos vivir de su trabajo, gozar de sus mujeres y darles muerte, en fn por nuestro se!or "aco, que debe y alza su vaso, por los siglos de los siglos, amén.# 222
9ientras la burguesía m#s rica triunfaba en la universidad, la pe$ue'a burguesía invadía las escuelas primarias. mediados del siglo R+++, los magistrados de las ciudades comenzaron a e"igir escuelas pri;marias $ue la ciudad costearía ! administraría. 8e trataba a todas luces de una iniciativa $ue iba direc tamente contra el control $ue la +glesia mantenía. Los avances de la gran burguesía en la universidad no comprometían mucho ese control. ero aspirar a dirigir escuelas municipales, signi&caba casi un cartel de desafío. La lucha a$uí no fue tan f#cil, ! antes de conseguir este otro triunfo, dos siglos todavía debían transcurrir. 9ientras tanto, las ciudades debieron resignarse a admitir en sus escuelas la inspección de la +glesia, ! hasta ocurrió no pocas veces $ue el maestro $ue ense'aba en la escuela de la catedral fuera el mismo $ue ense'aba en la escuela del municipio. La ense'anza $ue en ellas se dictaba tenía !a m#s contacto con las necesidades pr#cticas de la vida. En vez del latín, la lengua materna) 223 en vez del predominio
total del trivium ! cuadrivium, nociones de geografía, de historia ! de ciencias naturales. 3o se crea, sin embargo, $ue las escuelas municipales eran gratuitas. un$ue el municipio pasaba un cierto sueldo a los maestros % sueldos de hambre, natu ralmente%los alumnos retribuían los servicios del maestro seg(n las di&cultades de la materia. 224 8e trataba siempre, como se ve, de escuelas para privilegiados ! no podía ser de otra manera. La bur; guesía, lo repito, no tenía en esa época nada de revolucionaria. :eformadora, a lo sumo, crecía ! pros; peraba dentro del molde feudal. 8u primer triunfo, el de las cartas de fran$uicia, consistió en conseguir para toda la ciudad los derechos reconocidos (nicamente a los se'ores. En ese sentido se ha podido designar a la comuna como un “se'orío burgués”, ! es bajo el disfraz de ese se'orío $ue la burguesía avanzaba cautelosamente. ero antes de continuar desta$uemos una vez m#s un rasgo de importan; cia7 si para la +glesia ! el se'or feudal la escuela no signi&có nunca ilustración “popular”, para la burgue sía en ese instante no tenía tampoco tal sentido. +mpregnadas del espíritu de las corporaciones, las pri; meras escuelas de la burguesía presentaban el car#cter cerrado de los gremios. ara las corporaciones de los maestros, todo lo $ue se refería a la ense'anza de su o&cio estaba revestido del m#"imo secreto. Qaccagnini, ob. cit., p"g. #. Con respecto a los estudiantes de 0ar*s, Robert de 5orbon dec*a 6ue “conocen me%or las reglas del %uego de los dados 6ue las de la l8gica!, /uncHG+rentano, ob. cit., p"g. &'2. En la p"gina &') de la misma obra se pueden leer varias cartas de estudiantes pidiendo dinero a los padres. 222 Messer: 4istoria de la pedagog*a, p"g. &)2. 223 Monroe: 4istoria de la pedagog*a, tomo 11, p"g. &)(. 224WicHert: 4istoria de la pedagog*a, p"g. ##. 220 221
Tamosas son, por ejemplo, las reservas con $ue los ar$uitectos medievales defendían las reglas del arte de construir, ! una contraprueba curiosa de semejante hermetismo de los gremios la tenemos en las e"tra'as suposiciones $ue hacía el pueblo de entonces sobre la manera de obtener las mejores tinturas para los tejidos. ado el car#cter de la organización gremial, ni el aprendiz ni el o&cial % aun$ue e"plotados%se sentían como miembros de una clase aparte $ue se enfrentaba a la clase de los e"plota dores constituida por los “maestros” de los gremios. El artesano se sabía a lo sumo, un e"plotado de paso. La estructura del gremio lejos de cerrarle el camino hacia el puesto de “maestro”, estaba dispues ta de tal modo $ue los “maestros” surgían de los o&ciales ! éstos a su vez de los aprendices. *ada arte sano trabajaba, pues, con la esperanza de convertirse alg(n día en e"plotador de otros artesanos. 225 8i se a'ade a esto la falta de grandes masas obreras en a$uellos talleres reducidos, el ra$uitismo de la industria artesana $ue no e"igiendo medios mu! costosos permitía a los o&ciales la propiedad de las herramientas, ! la cuota inicial $ue cada aprendiz debía abonar al ingresar al gremio, con lo cual se cerraba el acceso a los $ue no poseían !a alg(n recurso, se comprender# de sobra $ue las “escuelas municipales” del siglo R+++, con signi&car un adelanto enorme sobre las mon#sticas, no tenían tampoco nada de “populares”, aun$ue habían conseguido abrir una amplia brecha en la ense'anza dictada por la +glesia7 la sustitución del latín por los idiomas nacionales, ! una tendencia ma!or a subra!ar la impor tancia del c#lculo ! la geografía.
Estas dos (ltimas materias tenían para los comerciantes un interés tan destacado, $ue las desarrolla; ron de manera intensiva en ciertas escuelas especiales $ue podríamos llamar de contabilidad. En Tlo; rencia, /énova, Colonia, ciudades todas de activo comercio, se necesitaban escuelas adecuadas para comerciantes ! ban$ueros. En las escuelas propiamente religiosas %destinadas a la ense'anza de los monjes% la contabilidad tenía una importancia $ue se e"plica en cuanto se recuerda los enormes inte reses comerciales ! bancarios $ue defendía el monasterio. Tue un monje, precisamente, el italiano Luca alaciolo, el $ue desarrolló con ma!or perfección el siste ma de la contabilidad por partida doble. 2 26 Esa misma ciencia comercial, $ue el monasterio conocía a la perfección, era la $ue los maestros de los gremios $uerían ahora para ellos. medida $ue el “maestro”artesano empezaba a producir para un mercado cada vez m#s vasto, comenzaba también a transformarse en comerciante. e donde surgió, pues, una nueva lucha con la +glesia sobre el mismo terreno $ue la ense'anza del monasterio designaba con el nombre de dictamen prosaicum. :ivales de la +glesia en la universidad ! en la escuela, los laicos cultos le disputaban !a los puestos de con&anza cerca de los grandes, ! los puestos de con&anza en las comunas. La catedral gótica, la escol#stica ! la universidad no corresponden, pues, al periodo de la +glesia en $ue llega triunfante a su m#"imo esplendor sino al periodo de su historia en $ue comienza a pactar con las potencias rivales. El &n del siglo R+ ! el comienzo del R++ son el apogeo de la herejía) son también el tiempo de las catedrales, de los doctores ! de las columnas. El dogma es atacado desde frentes distin; tos, ! es la ciudad con su comercio ! sus artesanos la $ue dispara los primeros hondazos. “*uando se cree no se necesita otra cosa $ue la fe”, había dicho 4ertuliano en los orígenes de la +glesia. Esa era la voz auténtica de un movimiento poderoso $ue rebosaba con&anza en sus propias fuerzas. Esa era la voz $ue animaba al monasterio de los primeros tiempos, ! las iglesias rom#nicas con su desnudez primitiva, su aspecto macizo, sus naves obscuras. La catedral, en cambio, enorme, sonora ! clara, llevaba W. Roces: 1ntroducci8n a la edici8n Cenit del anifiesto Comunista, p"g. (, Madrid, &'( Messer: 4istoria de la pedagog*a, p"g. &&$.
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consigo un ímpetu jubiloso $ue espantaba a los monjes m#s auténticos. 227 La catedral, en efecto, no servía (nicamente para el culto7 “Era el mercado, la bolsa de comercio, el granero de abundancia. En ella se levantaban tablados para el teatro ! para el baile. En ella, los profesores ! los estudiantes celebraban sus asambleas) ! en ciertos días, la ciudad entera discutía sus negocios.” 228 Ese despertar de la vida comercial, ruidosa ! movediza) esa a&rmación de los negocios ! del c#lculo, $ue oponía la catedral al monasterio, ! el burgués de toga a los se'ores de la espada o de la cruz, cuajó en el plano intelectual en esa otra catedral impresionante $ue ha dado en llamarse la escol#stica.
el siglo R+ al siglo R> la escol#stica marcó sobre el frente cultural un verdadero compromiso entre la mentalidad del feudalismo en decadencia ! la mentalidad de la burguesía en ascensión) entre la fe, el realismo ! el desprecio de los sentidos por un lado, ! la razón, el nominalismo ! la e"periencia por el otro. menazada en el control de ese poderoso instrumento de dominio $ue fue en todo tiempo la cultura, la +glesia lanzó entonces como una jauría, las órdenes de los predicadores ! los mendicantes7 feroces, los dominicanos) untuosos, los franciscanos. “erros de ios”, los primeros, a ellos les correspondió la triste gloria de instaurar la +n$uisición. 3os es un poco difícil a nosotros, lectores de periódicos, imaginar el efecto de una predicación organi ;zada. La +glesia recurrió en esto a los efectos m#s teatrales ! sugestivos. En p#ginas roncas por la indig nación, un testigo presencial, 9assucci, ha contado algunas de esas comedias escandalosas. 9uchas veces, dice, se mezclaban al auditorio del predicador algunos cómplices $ue &ngían ser ciegos, sordos o enfermos ! $ue curaban de pronto al tocar una reli$uia. En el mismo instante todo el mundo reconocía el milagro ! se echaban a vuelo las campanas. Gtras veces, uno de los cómplices acusaba al redicador de mentiroso. 9#s al poco rato el osado se sentía poseído por el demonio ! se agitaba en e"tra'as contorsiones. El predicador entonces, se acercaba, lo curaba ! lo convertía. 229 4odo lo $ue dijimos alguna vez respecto al “orador” romano ! a sus calculados gestos para impresionar a la multitud, reaparece ahora en los “predicadores” 230 con un vigor multiplicado por la calidad misma de los recursos $ue empleaban7 el terror, sobre todo, de la muerte) de esa muerte macabra, con mandíbulas descarnadas ! órbitas huecas, $ue la +glesia católica estilizó con un rebuscamiento intencionado. En el a'o M21@, ! en la ciudad de arís, el hermano :icardo predicó durante diez días. =ablaba desde las cinco hasta las once de la ma'ana en el cementerio de los +nocentes, bajo una galería en la $ue estaba pintada la danza de la muerte ! a escasa distancia de las fosas rebosantes de cr#neos ! de tibias. *uando después de un décimo sermón, anunció $ue era el (ltimo las mujeres ! los hombres sollozaban. 10M Ver en Evans: ob. cit., p"g. &&2, las protestas de 5an +ernardo contra el embellecimiento de las catedrales. 228 Elie /aure a visto bien la relaci8n entre las catedrales y el triun7o de las comunas: !La ma%estad, la grande9a, la l8gica, la belle9a de la catedral est"n en ra98n directa de la potencia del organismo comunal!. Consultar su ensayo La catedrale et &'&(, p"gs. &&) a &(). En igual sentido, el ya citado libro de Wallon: 5aint Louis, tomo 11, #2. 229 +urcHardt: La civilisation en 1talie au temps de la Renaissance, tomo 11, p"gs. (()G((<, traducci8n 5cmidt, editor 0lon 0ar*s, &2. 230 “Do ab*a para ellos e7ecto demasiado grosero, ni tr"nsito de la risa al llanto, ni elevaci8n de la vo9 demasiado 7uerte por desmesurada 6ue 7uese.! El oto>o de la Edad Media, tomo 1, p"g. )'. 231 4ui9inga, ob. cit., tomo 1, p"gs. &2G&) 227
*on la amenaza del terror religioso, las herejías se acallaron por un tiempo, las innovaciones m#s o menos peligrosas sufrieron un comp#s de espera) pero el
empuje dado por la economía en el siglo R+ !a no se podía detener. La era llamada de las “invenciones” se avecinaba. La erudición $ue había sido hasta entonces prerrogativa eclesi#stica, cada día acentuaba su car#cter laico. En vano en las universi dades se castigaba con penas severas a los estudiantes $ue no hablaban en latín. una generación $ue acogió en la universidad los idiomas “nacionales”, 232 había sucedido otra $ue los hablaba también en las escuelas, ! apuntaba otra, todavía m#s dichosa, $ue empezaría a leer libros impresos 5M2HH6. *orrespondió a Tlorencia %la formidable 3ueva OorK del cuatrocientos%la gloria de acentuar, m#s vigorosamente $ue ninguna otra ciudad, ese empuje poderoso de las nacientes burguesías. El primer griego $ue llevó a Gccidente los tesoros culturales de su patria estuvo a sueldo, desde M00I, de la burguesía -orentina. En el prólogo del Decamer$n, Coccaccio 5M0M0;M0?A6 se despidió del feudalismo siniestro con sus caballeros brutales ! su religión sin alegría. 233 “La vida, la verdadera vida %decía%, es esta vida humana amasada de ingenio ! de instinto.” La tristeza había dejado de ser “santa” ! la carne, “mísera”. e la pesadilla del +n&erno dantesco, Tlorencia despertaba con una esperanza fresca, ! para subra!ar de manera ine$uívoca el sentido original de la nueva clase social, cada vez menos tímida, hizo de los 9édicis %su m#s poderosa familia de ban$ueros% los príncipes $ue dirigieron sus destinos. ero el brillo e"traordinario del :enacimiento, con el esplendor de sus artes ! la pompa de sus &estas, no modi&có en un #pice la situación de los e"plotados. “Escribo para los eruditos ! no para la plebe”, decía oliciano. O ese era el sentir de todo el humanismo7 pueblo signi&caba plebe, vulgo, canalla. e un siglo a otro, la misma opinión se hace m#s fuerte. En M2AA es Leonardo Cruni el $ue dice7 “=e sospechado siempre de las multitudes”) en MHAA es /uicciardino el $ue a&rma7 “Fuien dice pueblo dice loco por$ue es un monstruo lleno de confusión ! errores.” 3i una duda ni una e"cepción. Los humanistas sólo tienen para el pueblo desprecio, injuria, sarcasmo. pesar del intenso movimiento educativo $ue caracterizó al :enacimiento, no apareció en ninguna oportunidad el m#s tímido intento de educación “popular”. >erdad es $ue sobre la anterior escuela de las corporaciones, signi&caban las nuevas un adelanto no pe$ue'o) verdad es $ue por boca de León Cattista lberti 5M2A2;M2?16, repre sentante de la burguesía, el humanismo a&rmaba $ue la “ciencia debe ser sacada del encierro ! espar cida a manos llenas”, 234 pero a condición, sin embargo, de $ue el individuo se eleve sobre su propia clase para alcanzar una educación adecuada al rango superior. 4odos los pedagogos del :enacimiento, desde grícola 5M222; M2H6 hasta 9elantchon 5M2@?;MHIA6 fueron hijos de burgueses ricos ! vivieron como preceptores de los nobles ! de los hijos de burgueses ricos. *iafranco /onzaga, 9ar$ués de 9antua, de cu!o hijo fue maestro >icttorino de Teltre 5M0?; M22I6 %el primer pedagogo $ue apareció por entonces% era un “uomo nuovo”, es decir, un parvenu. 9irado con recelo por las familias de m#s lustre, buscó por eso un hombre docto $ue diera brillo a su corte.
La cultura renacentista descansaba, en efecto, sobre &nanzas de ban$ueros. *osme de 9edicis no pasaba de ser m#s $ue un simple mercader, sin m#s títulos ! antepasados $ue los otros. 8u arma prin; . 0or “naciones! se agrupaban los estudiantes en las Iniversidades. 233 ;erart: Conteurs 7lorentins du moyen age, p"g. <, editor 4acette, 0ar*s,&'$'. 234Woodard: La pedagogie del rinascimiento p"g. #', traducci8n de Codignola y La9ari, editor Vallecci, /iren9e, &'(. 232
cipal era el dinero, ! la conocía a maravillas. En poco tiempo fue prestamista de todos7 de los pe$ue; 'os, de los grandes, de los príncipes, de los pontí&ces. O a los artistas dio a pintar, a traducir, a cincelar, a esculpir. 235 or reacción contra el feudalismo teocr#tico, el burgués del :enacimiento volvió los ojos hacia la antigolver a los antiguos era una manera indirecta de renegar de la +glesia ! de la escol#stica7 una manera de romper con el pasado inmediato ! de retomar como bandera del cuatrocientos los ideales grecorromanos de una cultura laica, alejada por igual del dogmatismo eclesi#stico, del ascetismo monacal ! del pesimismo imborrable del pecado original. ero poner los ojos en la :oma antigua de la paz ! del derecho era repudiar adem#s el poder arbitrario del feudalismo, en $ue el capricho del se'or debía ser reconocido como le!. El ideal latino $ue Fuintiliano236 re-ejaba en su Grador, como &gura de un tipo $ue el comercio cosmopolita del siglo ++ había impuesto en :oma, no disonaba mucho con ese “culto hombre de negocios” $ue el :ena; cimiento aspiró a realizar. lgo así como un “orador” de Fuintiliano $ue se hubiera acostumbrado a predicar la prudente economía) a$uella masserizia, tan celebrada por lberti en $ue asomaba !a el profundo car#cter del burgués) $ue los gastos no e"cedan jam#s a las entradas. Tormar hombres de negocios $ue fueran al mismo tiempo ciudadanos cultos ! diplom#ticos h#biles, no otra cosa se propuso el :enacimiento. Sna lengua universal, un tipo uniforme de cultura ! la paz perpe tua, esas fueron las aspiraciones de Erasmo 5M2I?;MH0I6 ! de su tiempo. or debajo de ellas, las necesi dades del comercio ! los negocios se traslucían hasta la evidencia. ara realizarlas, la burguesía pidió apo!o a los monarcas, es decir) a a$uellos de los se'ores del feudalismo $ue habían ido creciendo en importancia hasta alzarse soberanos sobre los hombros de sus rivales humillados. En +nglaterra, lema nia, Trancia, los humanistas %intérpretes de la burguesía mercantil% buscaron la a!uda de los re!es7 Enri$ue >+++, Trancisco +, *arlos >. az $ue facilite el comercio, le!es $ue no traben los negocios,237 &nanzas honestas $ue no dilapiden el dinero sacado de sus arcas 2 38 era, en ese instante, lo $ue la burguesía esperaba de los re!es.
+nteresada en sus luchas contra los barones, la burguesía prestó a los re!es su dinero !, adem#s un apo!o incomparable. Las armas de fuego no sólo transformaron los métodos de la guerra sino $ue aceleraron también el derrumbe del vasallaje, con toda su armadura, poco podía un caballero frente a Monnier: Le 'uattrocento, tomo 1, p"g. #. 236 Jurante el concilio de Constan9a BG&, 0oggio +racciolini descubri8 en 5an ;all un e%emplar casi completo de las obras de ?uintiliano 237 3un en el interior de las ciudades las trabas al comercio eran interminables: “Cuando la carreta con mercader*as ab*a pagado bastante a la entrada, deb*a pagar todav*a por pasar el puente, pagar para atravesar el dominio del monasterio, pagar para 6ue le levantaran las cadenas 6ue separaban los barrios, pagar para acerse acompa>ar sobre el territorio invio lable del ospital o del conde, pagar a cada paso, ba%o todos los pretextos, a todos los due>os innumerables de los o7icios p@bicos.! Morin: La /rance au moyen age, p"g. $, tercera edici8n, editor 0agnerre, 0ar*s, &). 238 “Los ciudadanos de un Estado del @ltimo per*odo de la Edad Media 6ue soportan pesadas cargas y carecen de vo9 en la administraci8n de los 7ondos p@blicos, viven en una descon7ian9a permanente, dudando de si se derrocan sus dineros, o si se emplean para el proveco y utilidad del pa*s.! 4uit9inga: El otoño de la Edad edia, tomo 1, p"g. ((. 235
un villano armado de un mos$uete, ! no anduvo descaminado aolo >itelli cuando arrancó los ojos ! cortó las manos a los arcabuceros $ue había hecho prisioneros, “por$ue le parecía monstruoso %dijo% $ue un noble caballero pudiera ser herido de tal modo por un infante despreciable”. 2 39 9antenerse a caballo había sido, hasta entonces, toda su ciencia de la guerra. Las cosas cambiaban ahora por completo7 para fabricar pólvora ! armas de fuego se necesitaban industrias ! dinero. Estaban ambas en manos de la burguesía, ! por eso apuntaban sus ca'ones contra las murallas de los castillos imponentes. 240 *uando éstos empezaron a caer, la nobleza perdió su hegemonía) ! declinó también la “educación caballeresca” cuando para nada sirvieron los torneos. 8i la historia marcara sus capítulos no con grandes hechos de la política sino con otros menos brillantes pero m#s signi&cativos, $uiz# le hubiera dado e"traordinario realce a este accidente min(sculo en su tiempo pero $ue es para nosotros de una ironía casi simbólica7 la -or ! nata de los caballeros andantes a la moda de Corgo'a, Bac$ues de Lalaing, perdió su vida por un tiro de ca'ón. El hombre feudal había terminado. Los burgueses le habían comprado las tierras, la pólvora, le habían volteado su castillo) el navío le mostraba ahora un continente remoto, m#s inaccesible para él $ue las princesas de 4rípoli, ! hasta el cual no se podía llegar sino mediante la industria ! el comercio. e regreso a Espa'a volvían !a las carabelas cargadas de oro. Sn nuevo ios había nacido. “El oro es e"celentísimo %decía *olón a la reina +sabel, en el lenguaje franco de la burguesía genovesa%. *on él, se hacen tesoros, ! el $ue tiene tesoros puede hacer en el mundo cuanto $uiera, hasta llevar las almas al araíso.” 241
+urcHardt: La ci$illisation en (tale au temps de la )enaissance, tomo 1, p"g. &(2, traducci8n de 5cmitt. 0ar*s editor 0lon Dourrit &2. 240 3ntes de las armas de 7uego los castillos s8lo pod*an ser tomados despu=s de largu*simos asedios: los medios de de7ensa y contraata6ue desde lo alto de una 7ortale9a eran muy superiores a los de asalto y demolici8n de los 6ue pon*an sitio. Ver Men=nde9 0idal: La España del Cid , tomo 11, p"g. 2&$. 241 Comparar esta 7rase de Col8n, escrita en la 7amosa carta desde Namaica, con los versos de Menandro B/ragments, p"g. &$$ editor Jidot 0ar*s, 6ue ya recordamos: “el oro vuelve siervos a los libres pero abre tambi=n las puertas del in7ierno.! 239
3n*bal 0once K Educaci*n y Luc+a de clases K p"g. &