Hacia una teoría del idioma estándar. Andrés Gallardo
La Escuela de Praga desarrolló un enfoque dinámico que ve el idioma estándar como un factor complejo y que siempre varió. Es un enfoque funcionalista, que postula que el mejor modo de dar cuenta de un objeto cultural como el lenguaje es en términos de sus funciones. Pero si bien es cierto que un objeto cultural como el lenguaje se puede definir sobre la base de sus funciones, también lo es que las funciones solo existen porque el objeto posee ciertas propiedades básicas. Hay una relación de interdependencia entre propiedades y funciones. En el caso particular del idioma estándar, propiedades y funciones interactúan con un conjunto de actitudes de parte de la comunidad hablante. Al caracterizar el idioma estándar en términos de propiedades, funciones y actitudes asociadas a ellas, se deja espacio para el manejo de distintos tipos de variables y al mismo tiempo se cuenta con un marco de referencia de sorprendente vigor teórico. Como punto de partida hay un proceso de codificación. Dentro de este marco de referencia Garvin y Mathiot proponen definir un idioma estándar como “la forma codificada de un idioma que es aceptada y que sirve de modelo a una comunidad relativamente grande”. El proceso de estandarización afecta
tanto a la lengua como a sus hablantes. Las normas propias del idioma estándar se caracterizan, entre otras cosas, por su codificación explícita, la cual “depende de factores sociales y culturales que no siempre aparecen en las comunidades lingüísticas”. Un marco de referencia permite explicar el hecho de que dos o más
sociedades diferentes que comparten la misma lengua puedan cumplir el proceso de estandarización por vías diferentes. Una misma lengua admite mo dos diversos de codificación. La codificación, para Garvin y Mathiot, implica intervención explícita en la lengua. El proceso de codificación está a la larga condicionando por los tipos de modelos de uso que operan efectivamente en cada comunidad. PROPIEDADES DEL IDIOMA ESTÁNDAR El idioma estándar presenta ciertos rasgos que aparecen como intrínsecos a su estructura de sistema lingüístico delimitado culturalmente. Tiene propiedades estructurales y culturales. L a intelectualización y la estabilidad flexible son propiedades estructurales porque caracterizan al idioma estándar en cuanto sistema de signos, o sea, afectan la estructura misma de la lengua (fonología, gramática, léxico). El arraigo y la urbanización son consideradas propiedades culturales porque tienen que ver con el idioma estándar en su dimensión social y afectan a la comunidad hablante más inmediatamente que a la lengua. La propiedad de intelectualización se refiere a la adaptación de la lengua, sobre todo el léxico pero también la gramática a el fin de posibilitar enunciados precisos y rigurosos, si es preciso abstractos, capaces de expresar la continuidad co ntinuidad y complejidad del pensamiento, o sea, reforzar el lado intelectual. Este papel amplía y modifica (intelectualiza) el vocabulario. Claridad, exactitud y evitación de ambigüedades son rasgos típicos del léxico de idiomas estandarizados. Al igual que la disminución de la carga emocional, priorizando más bien un sistema desarrollado y aceptado de conceptos abstractos. En el plano gramatical, la
intelectualización significa que ciertos procesos deben codificarse con gran precisión. Hoy, academias y grupos de individuos promueven la intelectualización de sus respectivos vocabularios. La propiedad de estabilidad flexible está relacionada con la capacidad intrínseca que tienen las lenguas de cambiar y al mismo tiempo seguir siendo ellas mismas. El idioma estándar debe ser lo suficientemente flexible como para funcionar en todas las redes. Pero esta flexibilidad es controlada, estabilizada, por una codificación apropiada. Es una flexibilidad funcional. La variación no funcional, por otro lado, es característica de situaciones menos estandarizadas. Las propiedades culturales caracterizan al idioma estándar en cuanto institución cultural. La propiedad cultural de arraigo implica que el idioma estándar está ligado al acervo histórico de la comunidad hablante en cuanto sociedad culturalmente identificable. En muchos casos se considera idioma estándar como una de las creaciones culturales más apreciadas de esa sociedad y en todo caso todos los idiomas estandarizados conocidos tienen su base en una tradición, son idiomas arraigados. Es una propiedad sine que non para que el proceso de estandarización se desarrolle. Una lengua carente de la propiedad de arraigo carecerá también de una comunidad hablante que vea como empresa válida el cultivo de esa lengua. Aunque la propiedad de arraigo implica la dimensión histórica, es de hecho una propiedad sincrónica. Un idioma es arraigado no solo porque se remonta a orígenes considerados limpios, sino por su relación con una tradición cultural viva. El arraigo es una propiedad del idioma estándar y no de la comunidad hablante, aunque caracterice al idioma en cuanto institución social. Así se explica que un mismo idioma pueda considerarse legítimamente arraigado en dos comunidades hablantes distintas. En las Américas ha habido dos soluciones principales al problema del arraigo: según una, se consideran las versiones americanas de los idiomas estándares europeos como continuaciones históricas naturales de estos, según la otra, se consideran esas nuevas versiones como expresiones culturales diferentes y autónomas, creaciones propias del Nuevo Mundo. Evidentemente, el tipo de enfoque que se adopte dependerá del tipo de actitudes. Si se adopta la primera solución habrá poco o nada de conflicto entre arraigo lingüístico e identidad cultural de los hablantes. Si se adopta la segunda, el conflicto emerge fácilmente. La propiedad cultural de urbanización tiene que ver con la calidad y extensión de la vigencia del idioma estándar en la comunidad hablante que se sirve de él. La comunidad hablante ha desarrollado ciertas formas de erudición lingüística. Se hace accesible formalmente a todos los miembros de la comunidad. Un idioma estándar es un bien público. Aun cuando el idioma estándar es por definición bien público disponible para todos, no siempre es accesible a todos por igual. En el idioma estándar coexiste una pluralidad de normas, si bien ellas se prestan jerárquicamente organizadas. Su alto grado de disponibilidad nivela la sociedad al ofrecer la posibilidad de comunicación lingüística no estigmatizada. El idioma estándar es disponible por definición formalmente a través de obras gramaticales y lexicografías en la escuela, e informalmente a través de los medios masivos de comunicación. Algunos hablantes ven limitada su accesibilidad al idioma estándar por razones étnicas, culturales o económicas (propiedad que afecta a los individuos más que al idioma mismo). El que haya un grupo que tiene mayor acceso al idioma estándar no convierte a este en idioma de casta. Al ser
formalmente disponible, es objeto de extensiva labor de erudición lingüística. La escritura es, sin duda, más que un factor externo y accidental en el proceso de estandarización; es parte integral de la propiedad cultural de urbanización. La función de marco de referencia está ligada a las propiedades estructurales del idioma estándar, y hace que este pueda servir como centro de gravedad para la corrección gramatical y como punto de vista desde el cual se mida la variación. La corrección refiere al conjunto de obligaciones y restricciones que operan de hecho en una comunidad lingüística y que dependen en cada caso de los modelos de uso cuya codificación los hablantes aceptan como válidas. Las propiedades culturales del idioma estándar dan lugar a cuatro funciones: unificadora, separadora, de prestigio y de participación. Las funciones unificadora y separadora son, la mantención y acrecentamiento de la identidad de la comunidad hablante. La función unificadora favorece la cohesión de los hablantes como grupo reconocible, y la función separadora individualiza a los hablantes de un idioma con relación a los hablantes de otro idioma o del mismo. Tanto la función unificadora como la separadora se manifiestan abiertamente solo cuando hay algún tipo de conflicto que afecte la identidad de la comunidad hablante. La función unificadora se manifiesta por lo común asociada con actitudes y puntos de vista muy positivo, como la exaltación de las glorias nacionales y la afirmación del valor del idioma como fuerza cultural viva. La función separadora actúa en defensa de la lengua y de la comunidad hablante que se ven amenazadas por fuerzas destructivas. La función de prestigio actúa principalmente dentro de la comunidad hablante y tiene que ver con la percepción del idioma como institución respetable cuyo conocimiento activo y pasivo hace al hablante un miembro más apreciable dentro de la comunidad. Las razones por las cuales un idioma estándar es prestigioso varían de acuerdo con los modelos de uso que predominan en cada situación. La función de participación se da de modo a la vez interno y externo a la comunidad hablante de un idioma estándar. En cuanto a los hablantes nativos del idioma, les posibilita relacionarse con el resto del mundo. Los idiomas verdaderamente estandarizados presentan dos rasgos típicos en este sentido: una gran difusión y una gran ductilidad para la traducción. Un idioma estándar resulta ser así un idioma internacional. Esta es una de las diferencias funcionales más importantes entre un idioma estándar y una lengua no estandarizada. La función marco de referencia da lugar a una actitud de conciencia de la norma. Es una constante entre los hablantes de idiomas estandarizados el creer que hay ciertos cánones que respetar y a los cuales asocian juicios de valor. Woifram y Shuy consideran que la conciencia de las normas de comportamiento es algo tan preponderante en las complejas sociedades modernas que la asocian con una cierta inevitabilidad del proceso de estandarización. La actitud de conciencia de la norma presupone un alto grado de codificación explícita. El lenguaje requiere una cierta normatividad para poder funcionar. Esta normatividad está asociad con las propiedades y funciones propias del sistema y se manifiesta condicionada por
modelos de uso que varían de comunidad a comunidad y que pueden cambiar bajo ciertas presiones. Las funciones unificadora y separadora dan lugar a una actitud de lealtad lingüística. Garvin y Mathiot apuntan que en la situación de idioma estándar la actitud se da con un grado de mayor organización y articulación. La actitud de tesoro nacional y la de instrumento poderoso se manifiestan en hablantes de comunidades muy organizadas.