Sustancia en la Metafísica Metaf ísica de Aristóteles”1 Frede, M., “Sustancia
(traducción provisoria del inglés por Cadirola, G.; revisión de Díaz, M. E.) La ontología de Aristóteles es muy generosa. 2 Contiene objetos como árboles y leones. Pero también contiene cualidades, como colores, y cantidades, como tamaños, y todas las clases de ítems que Aristóteles distingue de acuerdo con las llamadas categorías. Aunque, desde luego, Aristóteles no asume que estos objetos, cualidades, cantidades y el resto existan, al mismo nivel, separadamente uno de otro. Piensa que las cualidades y cantidades existen sólo como cualidades y cantidades de objetos, que hay cualidades y cantidades solo en la medida en que hay objetos que están así cualificados o cuantificados. Al adoptar esta perspectiva, Aristóteles está haciendo algo más que adoptar algunos presupuestos sustanciales. Asume que la existencia de las propiedades 3 no solo equivale e quivale a la existencia de objetos que tienen esas propiedades, sino, más bien, que la existencia de objetos que tienen propiedades presupone la existencia tanto de objetos como de propiedades. Por otro lado, Aristóteles hace una clara distinción –que considera básica – entre objetos y propiedades, es decir, considera los objetos y los diferentes tipos de propiedades como ingredientes básicos del mundo que no pueden reducirse unos a otros. Sus predecesores habían tendido a desdibujar la distinción, por ejemplo, al tratar las cualidades como algo de alguna manera sustancial y así constituyendo objetos; o al tratar los objetos como insustanciales y constituidos, de una manera u otra, por cualidades. Además, Aristóteles supone que, aunque los objetos y las propiedades sean básicos e irreductibles entre sí, hay, sin embargo, una dependencia ontológica entre ellos, que la existencia de propiedades debe entenderse en términos de la existencia de objetos, y no al revés. Todos estos presupuestos necesitarían una gran discusión. En 1
Frede, M., (1987) “Substance in Aristotle’s Metaphysics”, en Essays in Ancient Philosophy, Minneapolis,
University of Minnesota Press. pp. 72 –80. 2 Esta es una versión revisada de un artículo de 1972, donde traté de desarrollar la opinión de R. Albritton, Journal of Philosophy, 1957, 699-708, que las formas sustanciales son particulares; mientras otros, p.e., Roberto Heinaman y Charlotte Witt, y más recientemente A.C. Lloyd, en su monografía, “Form and Universal in Aristotle”, han tomado la misma posición, aunque desde un diferente punto de vista.
De aquí en más, hablo de propiedades para significar cualida c ualidades, des, cantidades y otras clases c lases de entidades no sustanciales asumidas por Aristóteles.
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particular, sería importante discutir la cuestión de si no fue Aristóteles el primero en tomar la noción de objeto suficientemente en serio, y el que, como resultado de ello, fue capaz de hacer una clara distinción entre los objetos y las propiedades, lo que ahora parece tan trivial para nosotros que tenemos dificultades para entender cómo algunos de los presocráticos y de los doctores hipocráticos, como también incluso más tarde muchos de los filósofos helenísticos y físicos, pudieron tratar de reconstruir el mundo desde las propiedades como, por ejemplo, el calor y el frío, la sequedad y la humedad. Las siguientes observaciones no se ocuparán, sin embargo, de estos presupuestos, sino de la forma en la que Aristóteles los trata en su teoría. En particular, intentaré mostrar cómo la noción aristotélica de sustancia sufrió un cambio considerable cuando Aristóteles, en la Metafísica , trató de clarificar la forma en la que las propiedades ontológicamente dependen de los objetos. La primera vez, al menos en el corpus existente, que Aristóteles aborda este problema es en Categorías. Allí Aristóteles distingue entre objetos y propiedades y explica cómo las propiedades dependen, para ser, de objetos particulares como su sujeto último. Denomina a los objetos “ousiai”, es decir, con el término que Platón usó para referirse a las formas, porque solo ellos realmente existen o porque ellos existen por derecho propio y todo cuanto existe depende de ellos para su existencia. Al llamar a los objetos “ousiai”, Aristóteles les conc ede el lugar central en la ontología que Platón había reclamado para las formas. Es más, puede referirse a ellos de esta manera pues considera que los objetos existen por derecho propio y que todas las demás cosas, es decir, las propiedades, dependen, para ser, de los objetos. Tradicionalmente “ousia” ha sido traducida por “sustancia”. La razón de ello consiste en que, según lo que Aristóteles expone en Categorías , las propiedades dependen, para ser, de los objetos, en dichos objetos están sus sujetos últimos, son lo que, en última instancia, está a la base de todo lo demás. De hecho, en Categorías los objetos son caracterizados por el simple hecho de ser el sujeto último que subyace, mientras que no hay nada que subyace a ellos como su sujeto. Debido a esta caracterización, la traducción de “sustancia” parece la adecuada. Categorías es también muy específico sobre el sentido en el que las sustancias son los sujetos subyacentes (hypokeimena). Según Categorías , algo tiene a otra cosa como su sujeto si se predica de él. Puede predicarse como sujeto en cualquiera de estas dos formas: si está en él, o si inhiere en él, como su sujeto; o si se predica de él como su sujeto en un sentido técnico restringido de “predicación”. Las dos formas corresponden
aproximadamente a la predicación esencial y accidental. Así, algo tiene a otra cosa como su sujeto subyacente si es realmente predicado de ello. Ahora bien, el argumento de las Categorías es que para cada elemento de nuestra ontología podemos preguntar cuál es su sujeto. Si no tiene un sujeto en cualquiera de las dos formas, es él mismo un objeto particular. Si en efecto tiene un sujeto, este sujeto o es un objeto particular o no lo es. Si no lo es, podemos a su vez preguntar cuál es su sujeto; y si este nuevo sujeto es un objeto particular o no. Y así sucesivamente, hasta que finalmente lleguemos a un sujeto que, a su vez, no tenga otro nuevo sujeto y por lo tanto sea un objeto determinado. Entonces sostiene que cualquier serie de sujetos, empezada desde cualquier elemento de la ontología, termina en un objeto particular. Es en este sentido que los objetos particulares son los sujetos últimos subyacentes en Categorías. El hecho de que los objetos particulares invariablemente sean el sujeto último parece darles su status de ousiai del siguiente modo. Debe asumirse que ellos existen por derecho propio, mientras que todo lo demás existe porque está involucrado, de algún modo, en un objeto particular; o porque está involucrado de algún modo con algo que está involucrado de algún modo con un objeto particular, etc. Es de esta forma que las propiedades dependen, para ser, de los objetos. Cuando en la Metafísica Aristóteles intenta clarificar la noción de sustancia, empieza su detallada discusión considerando en primer lugar los supuestos que había seguido en Categorías , a saber, que las sustancias son los sujetos últimos que están a la base de todo lo demás. Pero mientras en Categorías había supuesto que los objetos particulares concretos jugaban el rol de sujeto último, y por lo tanto de sustancias, ahora Aristóteles claramente piensa que el supuesto de que las sustancias son sujetos últimos aun no resuelve la pregunta acerca de qué va a contar como sustancia. Entonces ahora incluye, en una lista como candidatos para la sustancialidad que podrían desempeñar el papel de sujetos últimos, a la materia, la forma, y el compuesto de ambos (Z 3, 1029a 2ss.). El hecho de que Aristóteles en Met. Z 3 esté considerando la afirmación que había seguido en Categorías , a saber, que las sustancias son los sujetos últimos, es algo que queda oscurecido por el hecho de que las traducciones de la Metafísica tienden a dar “hypokeimenon” por “sustrato ”, más bien que por “sujeto”. Pero debería quedar claro, a
partir de la caracterización de hypokeimenon en 1028b 36ss., que Aristóteles habla aquí de sujetos de predicación, y debería quedar claro a partir de 1029a 8ss., que Aristóteles está considerando la noción de Categorías de sustancias como sujetos últimos de predicación.
En vista de ello, tenemos que preguntarnos por qué Aristóteles considera ahora la materia, la forma y el compuesto de ambos como posibles sujetos últimos de predicación. Pues ninguno de ellos es idéntico a los objetos particulares de las Categorías. Esto es evidente para la materia y la forma. Pero también parece ser cierto para el compuesto de materia y forma. Es verdad que tradicionalmente el compuesto ha sido identificado con lo concreto, el objeto particular. Pero lo concreto, el objeto particular, como nos es familiar, en realidad es un compuesto no sólo de materia y forma, sino también de un gran número de accidentes; es un objeto de cierto tamaño, peso, color y otros, es decir, es un complejo de ítems. Por ende, no debe asumirse sin argumentos adicionales que el compuesto de materia y forma deba ser identificado, sin ninguna restricción, con el particular concreto. La razón por la cual Aristóteles considera ahora la materia, la forma y el compuesto –en lugar de lo concreto, el objeto particular– como posible sujeto último de la predicación parece ser la siguiente. Aristóteles ha asumido en Categorías , y aún asume en Metafísica , que un enunciado como “Sócrates es sano” i ntroduce dos ítems, Sócrates y salud. Pero ahora se hace la pregunta que no había afrontado en Categorías: ¿cuál es el sujeto de salud, si salud es un ítem distinto de su sujeto; qué es en el cúmulo o cuerpo de ítems que constituyen a Sócrates como la cosa misma a diferencia de las propiedades como la salud de la cual es sustrato? Que esto es lo que Aristóteles tiene en mente se corrobora por la forma en la que argumenta, en 1029a 10ss., que la materia es la candidata más clara y directa para el título de sustrato último. Sostiene, en efecto, que si despojamos un objeto particular de todas sus propiedades, no quedará nada excepto la materia. Así, evidentemente está buscando ese elemento en el objeto particular concreto que es sustrato de las propiedades, más que en el objeto particular y concreto en sí mismo. Dado este enfoque, es fácil ver por qué el compuesto de materia y forma sería un candidato ideal para el título de sustrato último para todos los ítems no-sustanciales. Es precisamente la parte del cúmulo de ítems que es el objeto concreto que se opone a las propiedades no-sustanciales del objeto; y dado que todo ítem no-sustancial se predica (o es introducido por predicados) de objetos, los compuestos serán el sujeto último de todo lo demás en la ontología. Algo más difícil de observar es cómo la materia podría ser el sustrato último. 1029a 2023 sugiere que todos los predicados pueden interpretarse como siendo directamente predicados de alguna materia. Debemos tener en cuenta, no obstante, que la noción de primer o último sustrato (1029a 1ss.) no implica como tal que los sustratos últimos sean
ellos mismos directamente los sustratos de todo lo demás. Y, de hecho, 1029a 23-24 sugiere que la materia es el sustrato último por ser el sustrato de una sustancia lo que, a su vez, es el sustrato de los ítems no-sustanciales. Todo esto plantea considerables problemas que dejaré a de lado, pues ni el mismo Aristóteles va más allá en este asunto, en tanto piensa que la materia, por otros motivos, no es, de todas formas, una buena candidata para la sustancialidad. Más problemática es, en todo caso, su insinuación de que hay un modo en que las formas sustanciales podrían interpretarse como sustratos últimos y, por ende, como cosas reales en lugar de meras propiedades de las cosas. Bonitz pensaba que esta afirmación constituyó un simple descuido de parte de Aristóteles; sin embargo, es evidente desde el capítulo introductorio de H (H 1042 1a 28ss.) que es una consideración de Aristóteles que, de alguna manera, la forma es el sustrato último y, consecuentemente, la sustancia. Esta postura es problemática en varios sentidos. Para empezar, Aristóteles no nos dice cómo deben ser interpretados los enunciados de tal modo que las formas terminen siendo los sujetos últimos. Quizás piense que los enunciados sobre objetos pueden considerarse como enunciados acerca de las formas en tanto que son enunciados, primariamente, sobre las formas, y sólo de un modo sólo secundario, derivado, respecto del objeto; o en tanto son enunciados sobre la forma que está corporizada en una materia. Así, que sea verdad que Sócrates es un animal será verdadera directamente de la forma, mientras que la verdad de que Sócrates sea saludable sería verdadera acerca de la forma en el sentido de que la forma constituye un compuesto que es saludable. Tal interpretación, sin embargo, parece ser muy artificial, y, por tanto, debemos suponer que o bien Aristóteles fue conducido a ella porque tenía otras razones para creer que las formas son sustancias, pero sin embargo quería conservar la noción de sustancia como último sujeto de las Categorías; o bien que existe un modo considerar la cuestión que hace intuitivamente plausible considerar las formas como sustrato último. Me parece que lo que sigue es una manera de considerar la cuestión. Es característico de ZHΘ5 que Aristóteles tiende a –o de hecho lo hace– restringir las sustancias a los objetos naturales (Z 7, 1032a 19; Z 8, 1034a 4; Z 17, 1041b 28-30; H 3, 1043b 21-22). No es del todo claro si por ello debe restringir las sustancias a cosas animadas, pero sin duda éstos son paradigmas de los objetos naturales. Así pues, 4
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N. del T.: libro VIII de Metafísica . N. del T.: libros VIII, IX y X de Metafísica .
considerémoslos en primer lugar. En este caso, la forma es el alma. Vamos a considerar esta alma como la organización de un objeto, o su disposición para actuar o para guiar la clase de vida característica de ese tipo de objeto. La organización del objeto es tal que posee una buena posibilidad de sobrevivir a cambios en el ambiente, o tiene buenas posibilidades de seguir funcionando por algún tiempo y así seguir existiendo. Esto incluirá el cambio de las cosas, por ejemplo, respecto del lugar, para la búsqueda de alimentos o evadir un enemigo, o respecto de su temperatura en caso de una inflamación. Envuelve además el intercambio de la materia así dispuesta. Entonces, lo que debe permanecer del mismo modo mientras un objeto animado particular exista es justamente la organización o disposición del comportamiento en el modo característico de esa clase. Siempre debe haber alguna materia que así esté organizada, pero no tiene porque ser la misma materia. De igual modo, siempre debe haber todo tipo de propiedades, una cierta temperatura, peso, tamaño, forma. De hecho, las propiedades normalmente tienen lugar dentro de márgenes más bien estrechos. Si profundizamos en el objeto animado, llegará a un punto en el que ya no pueda adaptarse a los cambios y su disposición característica se destruirá. Pero aunque el objeto debe tener siempre un cierto peso, tamaño, temperatura, y pese a que debe poseer estas propiedades dentro de límites estrechos, no hay peso, tamaño, temperatura, etc., que deba tener todo el tiempo. Si entonces analizamos un objeto físico cualquiera como materia, forma y propiedades, el único elemento en el caso de los objetos animados que debe permanecer del mismo modo en la medida en que hablemos de la misma cosa es, en este sentido, la forma. Y ello quizá le otorgue cierta plausibilidad al supuesto de que es realmente la forma de lo que hablamos cuando en diferentes momentos decimos diferentes cosas acerca de un objeto. Como ejemplo de un artefacto consideremos el barco de Teseo –llamémoslo Theoris– que fue reparado una y otra vez hasta que todas las piezas originales fueron reemplazadas por nuevas piezas. Pero un artesano ha guardado las piezas viejas. Ahora las ensambla de acuerdo al plan original de modo que tenemos un segundo barco construido de acuerdo a las mismas especificaciones del otro barco. Aun así, es evidente que es el barco con las nuevas piezas, el que es el viejo barco, es decir, Theoris I; y que es el barco con las viejas piezas, el que es el nuevo barco, es decir, Theoris II , aunque sus piezas y su plan sean idénticos a las piezas y el plan del barco original, mientras que el otro barco tiene nuevas piezas.
Nuestra teoría intentará explicar esto de la siguiente manera: Theoris I , el barco con las nuevas piezas, es idéntico al barco original porque había una disposición que fue primero la disposición de las piezas originales, luego la disposición de un juego ligeramente diferente de piezas y, finalmente, en una historia que puede rastrearse paso a paso, la disposición del juego de nuevas piezas. La disposición de Theoris II , por otro lado, pese a ser una disposición del juego de piezas originales, y pese a que el barco se construyó de acuerdo a las mismas especificaciones, no tiene esa historia, por ende, no es la disposición del barco original. Se podría objetar que, si los dos barcos están fielmente construidos de acuerdo a las mismas especificaciones, tendrán sólo una y la misma disposición. Habrá por un período de tiempo una sola cosa llamada Theoris I , que tiene aquella disposición y habrá, en un periodo de tiempo superpuesto, otra cosa, llamada Theoris II , que tiene la misma disposición. Pero de acuerdo a nuestra teoría, aunque sea cierto que en la medida en que cada barco exista siempre hay algo que así está dispuesto, a saber, el material; no es necesario que lo que esté así dispuesto sea lo mismo durante el tiempo de la existencia del barco. Por tanto, la identidad de lo que está así dispuesto no es una condición suficiente para la identidad del barco; tampoco es condición necesaria, como podemos observar en el caso del viejo barco con las nuevas piezas. Y dado que queremos analizar el barco dentro de una disposición y lo que así está dispuesto, y puesto que uno de los dos factores es tenido en cuenta en la identidad del barco, debe ser entonces la disposición. Y, por tanto, debemos distinguir la disposición de los dos barcos, pese a que sus especificaciones quizás sean exactamente las mismas. Si observamos los objetos desde esta perspectiva, es natural considerar la forma como la pieza central del cúmulo de ítems que constituyen el objeto concreto. Y entonces deja de ser contraintuitivo considerar todas las verdades acerca de un objeto como verdades últimas sobre su forma. Éstas en algún sentido sólo revelan el peculiar modo en que la forma es presentada. Pero alegar que las formas son los sujetos últimos es además problemático en otro sentido. Tradicionalmente se ha asumido que las formas son universales. No obstante, está en la naturaleza misma de los sustratos últimos no poder ser predicados, por ende no pueden ser universales. Por ello, si las formas sustanciales son los sustratos últimos, deben ser particulares. Un momento de reflexión, entonces, muestra que este es un punto de vista con el que Aristóteles está comprometido. En Z 13 argumenta en detalle que ningún universal puede ser sustancia. Pero puesto que además quiere que las
formas sean sustancias, debe negar que las formas sean universales. Y, de hecho, lo encontramos alegando que la forma del objeto particular le es peculiar a dicho objeto, tal como lo es su materia; la forma de Sócrates, es decir, su alma, es diferente de la forma de Platón, es decir, su alma ( Met. Δ 1, 1071a 24-29). Incluso encontramos a Aristóteles diciendo que la forma es un algo particular (un tode ti; 8, 1017b 25; H I, 1042a 29; Δ 7, 1049a 28-29; De gen. et corr. 318b 32). Y, por supuesto, debe argüir que la forma es un algo particular, si quiere que las formas sean sustancias, puesto que supone que la sustancia debe ser un algo particular. Fue por esta razón que Aristóteles rechazó que la materia se proclame como sustancia; la materia es sólo potencialmente un algo particular. Pero aunque Aristóteles esta evidentemente comprometido a concebir que las formas son particulares, y de hecho con no menor evidencia expone la consideración de que ellas son particulares, debemos preguntarnos cómo es que él puede asumir que las formas son particulares. Pues parecería ser que todas las cosas de la misma clase tienen la misma forma o son las mismas en cuanto a la forma. Pero la respuesta a ello es que aquellas cosas de la misma clase tienen la misma forma sólo en el sentido de que, para cosas de la misma clase, la especificación de su forma es exactamente la misma (1071 a 29). Es un hecho básico y no trivial acerca del mundo que las cosas vienen con formas que son exactamente las mismas, y no sólo suficientemente similares para clasificarlas juntas en una misma clase. La realidad de las clases alcanza no más que a esto: que la especificación de la forma del objeto particular termina siendo exactamente la misma para una variedad de objetos. Pero para que esto sea cierto, no hay necesidad de una forma universal o de una clase universal, ya sea una especie o un género. Y, de hecho, el valor de Z 13 parece ser que no hay género o especie sustancial en la ontología de Metafísica. Como universales ellos no pueden ser sustancias, y puesto que tampoco caen bajo ninguna de las demás categorías, no tienen ningún status en la ontología. A veces parece pensarse que el género y la especie sustancial podrían considerarse como cualidades. Pero este no puede ser el punto de vista de Aristóteles. Según la perspectiva de Aristóteles, las cualidades son aquellas cosas a las que referimos cuando decimos cómo es algo. Pero incluso en Metafísica Aristóteles considera que en lo referente a la especie o el género de algo decimos qué es, más bien que cómo es. Entonces, las formas sustanciales como sujetos últimos y como sustancias son particulares. Pero todavía podemos preguntar cómo es que se las ingenian para ser particulares, dado que su especificación es, hasta el más mínimo detalle, exactamente lo
mismo para todas las cosas de la misma clase. Para responder a esta pregunta, debemos tener en claro lo que se está preguntando. Si la pregunta es cómo nos ingeniamos nosotros para distinguir formas particulares de una sola vez, la respuesta es simple: difieren entre ellas al ser realizadas en diferente materia (cf. 1034a 6-8; 1016b 33) y por ser los sujetos últimos de diferentes propiedades. Si la pregunta es cómo volvemos a identificar una forma particular en un punto lejano en el tiempo, la respuesta es: puede identificarse a través del tiempo por la continuidad de su historia siendo realizada ahora en esto y en esta materia, ahora siendo el sustrato de esto y luego siendo el sustrato de aquellas propiedades. Pero si se exige que haya algo acerca de la forma en y por sí mismo que se distinga de otras formas de la misma clase, la respuesta es que no existe tal marca distintiva y que no hay necesidad de que la haya. Simplemente no es el caso de que los individuos sean individuos en virtud de alguna intrínseca y esencial marca distintiva. Se sigue, entonces, que en la búsqueda de aquello que subyace a las propiedades nosustanciales de los objetos, Aristóteles considera la forma de un objeto como un candidato serio. Pero, además, parece ser el candidato que él, de hecho, establece. Por ello tenemos que observar por qué es que prefiere la forma sobre los otros dos candidatos, materia y el compuesto. Como ya hemos visto, Aristóteles considera que la materia no satisface ciertas condiciones que la sustancia debe cumplir; ella es, por ejemplo, no actualmente, sino potencialmente una cosa particular, y así sólo potencialmente una sustancia. El compuesto, por otro lado, no puede desecharse bajo los mismos motivos. Y, de hecho, Aristóteles acepta su pretensión de ser sustancia, pero insiste en que es sustancia sólo de manera derivada; las formas son las sustancias primarias (1032b 1ss.; cf. 1037a 5; 1037a 28; 1037b 1). Es fácil ver por qué Aristóteles considera que las formas son previas a los compuestos (1029a 5ss.; 1037b 3): están presupuestas en el compuesto. Pero esto en sí mismo no es todavía suficiente para considerarlas previas como sustancias. La razón de ello parecería ser que Aristóteles cree que las sustancias no son, en cuanto tales, compuestas. Hay sustancias que son formas puras como, por ejemplo, el motor inmóvil. Y es claro desde Z 3, 1029b 3ss. y Z 11, 1037a 10ss. (cf. también en Z 17, 1041a 7ss.) que Aristóteles considera que la discusión sobre las sustancias compuestas es sólo preliminar a la discusión de las sustancias separadas. Empezamos por considerar las sustancias compuestas pues son más conocidas para nosotros, estamos familiarizados con ellas, y
generalmente se acuerda que son sustancias. Pero lo que es mejor conocido, por naturaleza, son las formas puras. Las observaciones de Aristóteles sugieren que tendríamos una comprensión completa acerca de lo que son las sustancias sólo si comprendemos el modo por el cual las formas puras son sustancias. Esto, a su vez, sugiere que él considera que hay un uso principal de “sustancia” en el cual “sustancia” se aplica a forma. Casos particularmente claros de sustancia en este primer uso de “sustancia” son las formas puras o sustancias separadas. Es por ello que las sustancias compuestas son sustancias sólo de modo secundario. Entonces, parecería haber dos razones principales para que las sustancias particulares concretas de las Categorías sean reemplazadas en la Metafísica por las formas sustanciales como las sustancias primarias: (i) Aristóteles se ocupa ahora de la cuestión acerca de cuál es el sujeto real en sí mismo en oposición a las propiedades; (ii) ahora Aristóteles no sólo ha desarrollado su propia teoría de las formas, sino que también ha llegado a asumir sustancias separadas que, a su parecer, son paradigmas de las sustancias, pero que no son sustancias en el mismo sentido en que lo son el compuesto o los objetos particulares concretos. Estas formas sustanciales que en Metafísica desempeñan el papel de sustancias primarias que en Categorías habían sido desempeñado por los objetos particulares, se oscurece por una línea interpretativa que uno encuentra, por ejemplo, en Ross (Aristotle, p. 166; 172) y en S. Mansion (Melanges Merlan, p. 76). Siguiendo esta interpretación, la pregunta de qué debe contar como sustancia ya está establecida en el principio de Met. Z; según esta interpretación, de lo que Aristóteles se ocupa en Z 3ss. es, más bien, de la siguiente cuestión : “¿cuál es la esencia o sustancia de las sustancias?”, y “la forma sustancial” se supone que es la respuesta a esta última cuestión. Pero esta forma de ver lo que Aristóteles dice en Metafísica no puede ser correcta. En Z 3, en efecto, Aristóteles parece partir de la respuesta planteada en la pregunta de Z 1: “¿qué es la sustancia?”. Nada sugiere que esta pregunta ya haya sido respondida a favor de los objetos particulares, y que ahora estemos considerando la pregunta sobre “¿cuál es la sustancia de las sustancia s particulares?”. Parecería más bien que Aristóteles en todo el capítulo Z está considerando una y la misma cuestión “¿qué queremos decir por ‘sustancia’ cuando distinguimos las sustancias de los ítems en otras categorías?”, y parece estar considerando otros varios candidatos para aquel único título. Entonces, si Aristóteles en el último capítulo de Z (1041 b 30), donde propone un nuevo comienzo al responder a esta cuestión, de nuevo sugiere que es la
naturaleza o la forma de las cosas la sustancia que estamos buscando, debemos asumir que esta debe ser su resp uesta a la pregunta de Z 1: “¿qué es sustancia ?”. Cuando en H 1 expone nuevamente el problema, claramente pone la materia de tal modo que los objetos físicos y las esencias de los objetos, universales y sujetos últimos, son candidatos paralelos para el único título de sustancia (1042a 3-15). Por lo tanto, debería quedar claro que ahora Aristóteles está queriendo decir que las formas sustanciales, en lugar de los objetos particulares, son sustancias en un sentido primario. En la teoría de Metafísica , entonces, las formas sustanciales más bien que los objetos concretos son las entidades básicas. Todo lo demás depende de estas formas sustanciales para ser y para su explicación. Por ende la forma sustancial, siendo básica en este sentido, tiene más der echo a ser llamada “ousia” o “sustancia ” que cualquier otra cosa. Algunas de ellas son realizadas en objetos con propiedades. Pero esto no es cierto para las formas sustanciales como tales. Pues hay formas inmateriales. Las propiedades, por otro lado, no pueden existir sin una forma que constituya un objeto. Incluso, aunque cierto tipo de formas necesiten propiedades para su realización, no necesitan las propiedades particulares que tienen. La forma de un ser humano necesita un cuerpo con un peso dentro de ciertos límites, pero no necesita un peso particular. Ninguna forma necesita ese peso particular para ser realizada. Pero este peso particular depende para su existencia de alguna forma como su sujeto. De hecho, parece como si Aristóteles en Metafísica pensara que las propiedades o las formas accidentales de los objetos dependieran para su existencia de los mismos objetos de los cuales son forma accidental, como si el color de Sócrates dependiera de Sócrates para su existencia. Sin embargo, puede ser que en la nueva teoría sean las formas las que existen en su propio derecho, mientras que las propiedades meramente constituyen el modo en el cual las formas de una cierta clase son realizadas en algún momento del tiempo de su existencia. Así pues, una consideración más detallada de la manera en que los objetos subyacen a las propiedades que dependen de ellos para ser, ha llevado a Aristóteles, en Metafísica, a una revisión de su doctrina de la sustancia.