FIDEL CASTRO: LA DESIGNACIÓN DEL ENEMIGO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD DEL PUEBLO REVOLUCIONARIO. EL CASO DE LOS ÉXODOS POLÍTICOS: CAMARIOCA (1965) Y MARIEL (1980) 1 Ana M. Corrarello UBA. Análisis del Discurso Eje temático: Discurso Político Para comprender el sentido de esta presentación debo contextualizarla en un trabajo más amplio que vengo desarrollando desde la perspectiva del análisis del discurso en torno a la palabra política de Fidel Castro. Dicha investigación me permitió, en primer lugar, llegar a determinar ciertas regularidades en la matriz discursiva castrista que pude concluir en lo que denominé “fundación de la memoria revolucionaria”, período comprendido entre 1959
y 1962. En esos primeros años de revolución, la legitimidad de la palabra política de Fidel Castro estuvo vinculada a la construcción de dos entidades discursivas centrales: centrales: la Revolución y el Pueblo, homologadas como objetos semióticos en la figura del enunciador y capaces de compartir sus atributos, es decir, la posibilidad de encarnar los cambios políticos y sociales necesarios después de la dictadura de Batista o la de ser responsable de los éxitos y de los fracasos políticos revolucionarios. Por otra parte, desde una perspectiva dialógica, pude dar cuenta del proceso de interacción entre enunciados y observar cómo el discurso castrista “integra ba” distintas formaciones discursivas de base, apropiándose de un
interdiscurso proveniente de la esfera religiosa, del iluminismo y del campo socialista. El predominio del interdiscurso religioso, que prevaleció durante el período fundacional, tuvo la función de neutralizar una representación política marcada de la Revolución y proyectarla hacia un lugar vinculado con una doble dimensión: lo moral y lo pasional. De esta manera, se produjo un desplazamiento de la esfera política hacia el campo de las 1
Presentado en las Terceras Jornadas Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea. Buenos Aires, 10 y 11 de agosto de 2012. 1
emociones y de los valores que
operó como “piso receptivo”, una zona de supuestos
compartidos que garantizan un reconocimiento y adhesión, más allá de la dimensión simbólica desplegada por la Revolución como hecho social y político relevante para Cuba. Partiendo de la obviedad de que el enunciador habla desde una perspectiva que es el resultado, espontáneo o no, de un carácter, de una historia, de una forma de ser, que llega a nosotros a través de la palabra organizada por una retórica, en definitiva, un estilo, esta voz política se impuso como “figura profética”. Figura que proyecta la imagen de un guía espiritual, de un defensor del pueblo oprimido, interesado en los valores humanos y que puede hablar en nombre del interés general. g eneral. Un “gesto profético” que no solo comunica un mensaje sino que como los Profetas del Antiguo Testamento “realizan la historia”. Fidel
Castro como enunciador político anuncia la Revolución , denuncia las injusticias del mundo capitalista , adoctrina al pueblo cubano e interpreta “dispositivo pasional de la voz”,
la historia, configurando un
lugar en donde irrumpe el sujeto como resultado de un
trabajo retórico. La cohesión de este dispositivo está d ada por la “voz de la memoria” que evoca la ejemplaridad heroica del pueblo cubano y de América Latina y realiza una única interpretación de los hechos,
además de
resumir
los saberes enciclopédicos del
enunciador; la “voz de la utopía” en la que confluyen la utopía cristiana y la marxista en tanto conversión del hombre en “hombre nuevo” y por último, la “voz de la provocación”
contenida en las consignas Patria o Muerte y Venceremos , que se vinculan con el sentido de la amenaza y de la incitación como estados del sujeto que mueven a la acción y que ponen en juego, no solo discursivo, la autoridad y el poder del enunciador. En síntesis se compone una conciencia rebelde, una voz que acusa y, fundamentalmente, fundamentalme nte, una voz que actúa el drama americano y persuade de que ése es el drama. Se instala un “modelo ético de la convicción” que recorre toda la discursivdad castrista hasta sus últimas apari ciones
públicas en 2006. En segundo lugar, continúo, en la actualidad, trabajando sobre el eje temporal que suele denominarse “etapa soviética” de la revolución
cuyo recorte está comprendido entre
1963 y 1989. Uno de sus objetivos es poder contrastar el discurso de la primera etapa, ver el tratamiento de los objetos discursivos (Pueblo y Revolución) en un nuevo contexto y dar cuenta del grado de incidencia de la discursividad soviética sobre el discurso castrista. También está en análisis la instauración de una nueva racionalidad política vinculada con con 2
una lógica del disciplinamiento acorde con la emulación socialista, que travestirá al pueblo –“héroe épico ”- de los primeros años, en pueblo “héroe del trabajo” y de la organización. En ese marco instalo hoy esta presentación,
que es solo un adelanto de mi
investigación y que por lo tanto no tiene carácter conclusivo, para dar cuenta del valor simbólico del poder del pueblo que legitima, con su presencia manifiesta, el poder revolucionario. Pero esa presencia, que es un hecho,
no se puede disociar de su
representación, tanto de la de quien detenta el poder como de la de quienes están sometidos a él. Ante la amenaza y la desorganización, que ponen en peligro la unidad necesaria del cuerpo social, se define la identidad del pueblo revolucionario destinado a rechazar toda alteridad que ponga en riesgo la homogeneidad y la identidad como pueblo de la Revolución Cubana. Es por ello que me he centrado en dos momentos históricos en los que se definen, con mayor claridad, los contornos de es e “otro” diferente. Los éxodos de Camarioca y de Mariel y las circunstancias políticas internas y externas en cada caso, ponen de manifiesto un riesgo potencial para la Revolución y la respuesta es un discurso que aglutina aún más al pueblo revolucionario para evitar su fragmentación a través de un dispositivo de categorizaciones que permite distinguir al pueblo revolucionario de un “otro”
que no lo es. El enemigo, en el discurso político, ha sido siempre una referencia identitaria. En la primera alocución de Fidel Castro, cuando ingresa a La Habana, el 8 de enero de 1959, se lo ha circunscripto bajo la forma del espacio: “los traidores de adentro” y “los traidores de fuera” ,
pese a lo cual afirmaba que “los peores enemigos que en adelante pueda tener la
revolución cubana somos los propios cu banos”:
“...Los únicos que pueden destruir la Revolución Cubana
no son los contrarrevolucionarios, no son los enemigos extraños, no son los intereses poderosos. poderosos. Los únicos que podemos hacer fracasar la Revolución Cubana son ustedes y nosotros...”
Ustedes y ‘nosotros’, definidos como únicos enemigos, encadena con la idea de que será imposible el fracaso de la Revolución mientras ‘ustedes’ y ‘nosotros’ siga teniendo el mismo
3
referente: ‘revolucionarios’. La retorsión del punto de vista sobre el ‘enemigo’ es solo catego ría del “contrarrevolucionario” real. ilusoria pero conduce a reforzar la categoría Días más tarde, tarde, el 15 de enero de 1959, Castro comienza a hablar de “peligros” y “amenazas”: “…en las circunstancias actuales, la Revolución Cubana tiene que estar muy alerta, y el pueblo cubano tiene que estar muy alerta y muy unido frente a los conflictos que
lo amenazan”.
A partir de allí comienza una saga en torno a la “amenaza yanqui” hacia la
isla, amenaza que se verá concretada por primera vez en el episodio de Playa Girón
2
,
momento a partir del cual el discurso construirá una presencia enemiga, indispensable para la cohesión interna de la Revolución . Utilizará la designación “yanqui” porque, como lo ha aclarado en distintas oportunidades, la palabra “americano”, dirá “se la robaron esos señores, porque esa palabra comprende también a todos los habitantes de este continente y
no a ellos solos” (28-9-65).
El tópico del enemigo cruza toda la discursividad revolucionaria, tanto la fundacional como la de consolidación del socialismo,
como única voz que permanece omnipresente y
movilizadora de una gesta épica. Si bien en Cuba existió una tradición vinculada con el Imperialismo como “enemigo”, desde la la prédica de Félix Varela, pasando por Martí, hasta
las corrientes no anexionistas posteriores a su muerte, la consolidación de la fórmula nominalizada Imperialismo = enemigo, se produce después del fracasado intento de la presidencia norteamericana de tomar Bahía Cochinos (Playa Girón, para la historiografía oficial cubana). De todas maneras, las distintas formas de nombrar al enemigo siempre conducen al Imperialismo como figura espectral o están vinculadas a él como en el caso de los éxodos. Las variaciones sintagmáticas, que se observan en la primera etapa, integran una serie abierta de categorías que van de lo general a lo particular con evaluaciones de tipo peyorativo, que tienen mayor densidad semántica y poder de adhesión que la fórmula nominalizada, ‘imperialismo’ utilizada,
categorías amplias como sangrientas,
con mayor frecuencia, años más tarde. Desde
oligarquía, castas militares, grandes intereses, tiranías
extranjero poderoso, criminales, politiqueros, ambiciosos, resentidos,
bastardos, parásitos y gusanos, entre otros, hasta formulaciones con mayor grado de 2
En abril de 1961 se produce el desembarco de las fuerzas de la marina norteamericana en Bahía de Cochinos. Se produce la intervención del Primer Ministro de la URSS, Nikita Jruschov, que advierte a EEUU, que de producirse una agresión contra Cuba apoyarán al gobierno de la Revolución. Días más tarde el Ejército Rebelde y las Milicias Nacionales tomarán por asalto Playa Girón con el consiguiente triunfo revolucionario. A partir de allí se declara el carácter socialista de la Revolución. 4
alteridad y por lo tanto más marcadas socialmente como el caso de “yanquis” , “lumpen” o “imperialismo”.
Sin duda el gran enemigo estaba fuera de los límites de la isla: “[…] Cualquier enemigo que intente someter a
nuestra patria, cualquier fuerza que intente intente esclavizar a nuestra nuestra patria, sabe que tendrá que pelear pelear contra nuestro pueblo…Que pueblo…Que
esta es una jornada larga y una lucha larga, que no es la lucha de un año. Que puede ser la lucha de dos años, y de tres años y de cuatro años años y de cinco cinco años. Y no sólo sólo la lucha contra eso, la lucha contra los contrarrevolucionarios, la lucha contra los que quieren quemarnos las cañas, contra los que quieren continuar perpetrando el crimen aquí y quieren continuar matando de hambre a nuestro pueblo. Porque es una lucha contra los traidores de adentro, una lucha contra los ineptos, los incompetentes, los seudorrevolucionarios; y los traidores de fuera y los enemigos de fuera[…]”
Centrado más en la polémica que en la persuasión, estos discursos presuponen un destinatario al que no es necesario convencer ya que en la relación intersubjetiva pueblo/ líder, la confianza estaba parcialmente ganada. La presencia de esta “doble amenaza” se constituye en la garantía para la permanencia de la Revolución: “Es evidente que los enemigos de la Revolución tratan de
crearnos cuantas dificultades sean posibles y tratan de ir preparando el camino de un regreso que yo digo que será un regreso regreso imposible, imposible, porque por muchos muchos errores errores que cometan algunos compatriotas, compatriotas, creo creo que habrá un número suficiente de hombres capaces de mantenerse en una línea recta y saber morir defendiendo la Revolución...” (La
Habana, 9-2-59)
Con esto quiero decir que desde la etapa fundacional se mantuvo, con la misma intensidad, el antagonismo, virtual o real, de la doble amenaza. Est a “doble amenaza”, como sintagma designacional de los enemigos de la Revolución, adquiere el carácter de un “acuerdo especial” entre líder político y pueblo.
Enviste la propiedad de cohesionar al
pueblo cubano y de retardar su dispersión a través de la amenaza y del peligro que representa para el pueblo cubano la existencia de un enemigo ex terno: “el imperialismo yanqui” y un enemigo interno: “la contrarrevolución”.
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Mi actual reflexión está centrada en la figuración discursiva del enemigo en los dos primeros éxodos políticos autorizados por el gobierno revolucionario: el de Camarioca, en 1965 y el de Mariel en 1980. En los discursos que los anuncian, la apelación al enemigo abre un espacio simbólico en el que se confrontan dos
identidades: la del pueblo
revolucionario y la del “pueblo-otro”.
Ante todo debemos decir que creer que el éxodo o el exilio en Cuba están vinculados con la Revolución sería faltar a la verdad histórica. Las tradiciones de pobreza y de opresión durante el dominio colonial generaron entre la población cubana un acostumbramiento a abandonar la isla y encontrar refugio en Europa, para aquellos que podían hacerlo, o en Estados Unidos, para los que la cercanía les abría un nuevo mundo a pocas millas. En Florida se estableció una comunidad centrada en la industria tabacalera que muchas veces financió y organizó las guerras independentistas hasta la caída de Batista. No olvidemos que Martí fue uno de esos primeros exiliados. La experiencia durante el siglo XIX de alguna manera amortiguó el exilio del siglo XX ya que las nuevas generaciones encontraron en Estados Unidos tradiciones cubanas ya arraigadas. De manera que vincular el “éxodo” cubano con la Revolución es solo una parte de la historia. En un comienzo
con
las medidas radicales que tomó el gobierno revolucionario, no solo se exiliaron los partidarios de Batista sino también las clases medias liberales que veían peligrar sus intereses económicos. Entre los historiadores más meritorios, a mi criterio, el británico Richard Gott, asegura que “la estabilidad política de la Revolución se puede explicar en gran medida por el desarraigo de la oposición potencial” ya que “la partida inicial de los
seguidores de Batista supuso un considerable beneficio para la Revolución, al desarraigar eficazmente las bases sociales y financieras de la contrarrevolución y dejar a la oposición sin centro o liderazgo.”
3
Pero hacia 1962, después de la llamada “Crisis de los Misiles”
4
,
Estados Unidos suspende los vuelos que venían haciéndose regularmente desde la isla a Miami, hecho que coincide con la burocratización burocratizació n en la obtención de los permisos de salida de Cuba, como también con el incremento de la dificultad por obtener el visado de 3 4
Gott, Richard (2007) pág.325 Entre fines de 1961 y principios de 1962, EUA, elabora la llamada “Operación Mangosta” con la finalidad
de intervenir militarmente a Cuba. En octubre de 1962, ante la evidencia de misiles soviéticos en la isla se movilizan conjuntamente las fuerzas armadas de EUA sobre Cuba hasta que N. Kruschev acepta retirar los misiles para evitar un conflicto mundial, en contrapartida el presidente Kennedy promete retirar los misiles que se encontraban en Turquía. A partir de este momento se refuerza el bloqueo a Cuba. Estos acontecimientos fueron conocidos como la “Crisis de Octubre” o “Crisis de los misiles”. 6
Estados Unidos. Tal situación obligaba al que quería abandonar la isla a realizarlo realizarl o de manera clandestina a través del mar y en precarias embarcaciones que muchas veces no llegaban a destino, hecho que fue utilizado por Estados Unidos para difundir que Cuba era una “prisión” de la que el
pueblo quería escapar a toda costa. Esta situación llevó a que en
setiembre de 1965 el gobierno revolucionario decidiera organizar una salida ordenada y legal de aquellos que tenían la voluntad de abandonar la isla. Los términos de este primer éxodo eran muy duros, implicaban dejar hogares y propiedades al gobierno y abrir un puerto para que los familiares residentes en Estados Unidos pudieran llegar con embarcaciones seguras y recogieran a sus parientes. El puerto elegido fue el de Camarioca, al oeste de Varadero, del que salieron ordenadamente tres mil cubanos hasta el 15 de noviembre de ese año, después de esa fecha y dado el descontrol de aquellos que se lanzaron sin las mínimas condiciones el presidente Johnson firma una nueva ley de inmigración, la “Ley de Ajuste Cubano”5 que otorgaba residencia inmediata y un fondo de 12 millones de dólares para financiar vuelos a Miami. Situación que se extendió por seis años y produjo, según palabras de Fidel, un “drenaje innecesario de fuerza de trabajo” entre la población blanca y de clase media. Internamente, este éxodo es simultáneo a la creación del Comité Central del PCC, el 3 de octubre de 1965, ya que hasta esa fecha solo se disponía de una Dirección Nacional, de manera que queda constituido oficialmente el Partido como la “vanguardia organizada de la nación cubana”. El segundo éxodo, en 1980, se extendió a la población negra y de menos formación y recursos y se realizó desde el puerto de Mariel, ciudad industrial a solo 30 km. al oeste de La Habana. Este éxodo tiene lugar en el mismo momento en que se crea el Sindicato Solidaridad en Polonia, que aglutina a la oposición comunista dirigida por Lech Walesa y también durante la invasión soviética a Afganistán que había ocurrido a fines del año anterior. Internamente, es la consecuencia casi inmediata de los incidentes que se producen en la embajada de Perú, protagonizados por cubanos que reclamaban asilo. De esta manera, el segundo éxodo se convertía en una amenaza real a la estabilidad del gobierno cubano, sobre todo a la mirada de Estados Unidos. En estos dos contextos diferentes los discursos del 28 de septiembre de 1965 y del 1ro. de mayo de 1980 se puede apreciar el 5
El 2 de noviembre de 1966 el Congreso de los EUA aprobó aprobó la ley pública 89- 732, “The Cuban Adjustment Act”, conocida como “Ley de Ajuste Cubano” q ue ajustaba el status inmigratorio de los refugiados cubanos al de residentes permanentes (entre otras regulaciones). 7
proceso de homogenización del espacio social, es decir, la representación de una sociedad que se instituirá sin divisiones, como un Uno coherente , “sano” e invulnerable frente a un “otro” diferente, “enfermo” y excluido.
El discurso del 28 de septiembre de 1965, además de anunciar el primer éxodo formal, anuncia la creación del Comité Central del PCC y conmemora el quinto aniversario de la creación de los Comités de Defensa de la Revolución 6, conocidos como CDR, CDR, que actúan como verdaderos panópticos de la sociedad cubana. En relación con esto último, el discurso comienza con una interpelación de una mujer del público que pregunta si Fidel Castro los oye bien, dado que había algún problema en el audio. La respuesta es contundente y anticipatoria del proceso de homogenización colectiva de la sociedad: “Yo sí, tienes una
Revolución”.
voz magnífica, fuerte y clara, una voz de Comité de Defensa de la
Como queda expuesto, el individuo se disuelve tras la organización y queda
incorporado a un grupo que lo legitima. La categorización del enemigo va a implicar modelos de acción. En primer lugar, observamos designaciones que varían el grado de representación de las acciones a las que están vinculadas. Así se designa como contrarrevolucionario
ineficiente
e incapaz al elemento
hasta sintagmas más marcados socialmente como ocurre en el caso
de la designación de lumpen para una categoría marginal que se vincula con el desclasado, el vago y el delincuente.
El pueblo revolucionario aparece con atributos positivos tales como “consciente”, “trabajador”, “comprensivo”, “creador”, “organizador”
negativos como
“inconsciente”, “vago”,
“fuerte”,
frente a atributos
“incomprensivo”, “sucio”, “fraudulento”
referidos al contrarrevolucionario. Otros sintagmas designacionales se encuentran insertados en la metáfora de un cuerpo abominable: “Este fenómeno revolucionario, estos acontecimientos de carácter
social son de una magnitud y de unas características tales, que jamás esos elementos cegados por el odio, miopes de cerebro y de corazón, serán capaces de comprender, esto solo es capaz de com prenderlo el pueblo…” pueblo…”
6
Los CDR nacen como un sistema de vigilancia colectiva, popular y barrial el 28 de septiembre de 1960. 8
Así, “cegados por el odio” , “miopes de cerebro y de corazón” , conforman una figuración casi demoníaca del enemigo en la que se concentra, por oposición metonímica, la racionalidad y el sentimiento del pueblo revolucionario como elementos diferenciadores. Por otro lado, la metáfora del cuerpo también es funcional a la representación del poder revolucionario: “Nuestro partido necesita ya de su Comité Central, es decir de la organizac ión de su cabeza”.
Como veremos, en el discurso de 1980 también aparece este uso. Traición y desprecio
son los sentimientos que se juegan en el discurso y ante los que
reacciona el pueblo presente con un unánime “que se vayan”. Al finalizar el discurso se evoca la dimensión utópica de la revolución, siempre presente en la matriz discursiva castrista, y se establece un vínculo con el pensamiento ilustrado del siglo XIX, rasgo de estilo propio de la etapa fundacional: “Y así, nuestro camino es tranquilo, es seguro, es
firme, es irrevocable, es indestructible. El porvenir es nuestro, y mientras más marchemos hacia adelante más lejos irá quedando toda toda aquella podredumbre, más lejos, lejos, más atrás irá quedando toda toda aquella miseria y mezquindad humanas, y cada vez veremos más sumergirse en la noche del olvido a los que no creyeron en su país, a los que no creyeron en su patria, a los que la traicionaron, a los que la abandonaron, ¡porque un sol luminoso alumbra el futuro de nuestro pueblo y de nuestras generaciones!
El componente didáctico y el programático que aparecen en este párrafo destacan la figura del intelectual que sabe cómo orientar al pueblo en esa “marcha” de masas lentas, como diría Canetti 7, para el triunfo final de una revolución que promete una sociedad utópica, un paraíso iluminado frente al oscuro infierno del enemigo. En primer lugar, y en relación con el segundo éxodo, no vamos a hablar de “disidentes” porque preferimos seguir la lógica discursiva que sostiene la palabra de Fidel. Ante los incidentes en la Embajada de Perú, en 1980, EUA califica como “disidentes” a ese grupo de
cubanos que pedía el asilo diplomático, mientras que en el discurso del 1ero. de mayo de ese año, en respuesta se dice, con un fuerte tono peyorativo, que el grupo en cuestión “no 7
Canetti, Elías (1997) pág.34
9
sabe ni lo que es la palabra disidencia” .
De esta manera se elimina la dimensión
ideológica que pueda tener el éxodo. En segundo lugar, no quisiera dejar de resaltar que estas representaciones representacione s del enemigo, en ambos discursos, son solidarias, por un lado, con el concepto de “organización” del cuerpo social, y por otro,
con la emulación socialista, socialista , conceptos convergentes que
aparecen más marcados en la segunda etapa (1963-1989) que en la etapa fundacional (1959-1962). Citaré algunos ejemplos para poder apreciar esta estrecha vinculación: En el discurso del 28-9-65: “Nos enfrentamos en los años venideros a un enorme trabajo de tipo eco-
nómico y social. Y desde luego, nos aprestamos para abordar esas tareas. Pero para ello será necesario que nuestras fuerzas estén todavía mejor organizadas..”
“Porque las cosas más absurdas, más erróneas, más estrafalarias, son los
métodos empleados empleados por ese organismo organismo [se refiere al que implementa la ley de Reforma Urbana], donde al fin y al cabo se ha venido a saber que había considerable cantidad de elementos contrarrevolucionarios” contrarrevolucionarios”
“…que no quede una sola pata coja en nuestra Revolución, de manera que no quede ninguna rueda suelta…”
En el discurso del 1-5-80: “…por eso yo digo: no debemos vanagloriarnos del éxito, no es
hora de vanaglorias. El enemigo todavía existe, es fuerte, nos hostiga, nos blo-
quea, nos amenaza…por eso no podemos descuidarnos…” “Nosotros debemos convertir esta fuerza tremenda, derivada de esta colo-
sal batalla de masas, de esta definición revolucionaria del pueblo, derivada de este odio que se ha expresado contra el vago, contra el parásito, contra el lumpen, contra el antisocial, también en una fuerza de conciencia, en un instrumento de la lucha por la exigencia, la lucha por susu perar las deficiencias y vencer las dificultades. Esto es muy importante: si somos capaces de convertir esta gigantezca fuerza en instrumento de lucha contra nuestras propias deficiencias, contra nuestras propias debilidades.”
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Como se puede apreciar hay una lógica discursiva que emparenta lo revolucionario con la organización social, con el aumento de la productividad, con el sacrificio, con la superación permanente, con la exigencia casi desmedida de las fuerzas del hombre, que como una máquina perfecta deberá dar a conocer las cifras y los resultados de su trabajo. Por otro lado, es el enemigo quien no puede sobrellevar la tarea física y moral que exige la Revolución. En el discurso del 1ero. de mayo de 1980 se ve con más pregnancia cómo el discurso reproduce la emulación socialista . En primer lugar, hay varias apelaciones a “pruebas de disciplina” como por ejemplo la de guardar silencio o la de permanecer de pie a pesar
del
sacrificio que el enunciador reconoce por las horas que han estado aguardando el discurso. En segundo lugar, se repite el clásico esquema que conforma la sociedad como microcuerpos que instalan una red de figuras colectivas: pueblo trabajador, proletario, soldado, campesino, combatiente, estudiante, enfrentado a un “otro pueblo” de maleantes y
delincuentes. Resulta una representación del pueblo homogeneizado que exige la incesante producción de enemigos y que para confirmar su identidad revolucionaria se presenta como un “cuerpo” social que necesita expulsar todo lo que no es igual a sí mismo. En este
discurso en particular, se reproduce el ideal de la “profilaxis social soviética ”. El enemigo es un parásito al que hay que expulsar como un desecho que purifica el todo social. La lógica discursiva frente a este segundo éxodo está regulada por la doble imagen de un cuerpo como metáfora de un cuerpo sano, fuerte, que condensa todas las virtudes y de un cuerpo enfermo, que condensa todos los males, como se puede apreciar a través del uso de la metonimia: “Quien no tenga genes revolucionarios, quien no tenga sangre revolucio-
naria, quien no tenga una mente que se adapte a la idea de una revolución quien no tenga un corazón que se adapte al esfuerzo y al heroísmo de una revolución, no lo necesitamos en nuestro país”.
La salud está vinculada con un “ambiente moral sano” y fuerte encarnado en la figura del pueblo y que se realiza a través de los principios revolucionarios de justicia, honor, dignidad, mérito, trabajo y sacrificio .
La enfermedad como el elemento desclasado y
antisocial está resumido en la esencialización del enemigo a través del uso de “lumpen” 11
como sintagma
que evoca la tradición marxiana, y que es visto como aliado del
imperialismo. imperialismo . La La categorización del pueblo revolucionario como “fuerte” adquiere mayor densidad semántica cuando aparece el par opuesto “flojito” para nombrar a los que sin ser “enemigos” declarados – tapaditos” tapaditos”
o “simuladores” dirá Castro, quedan bajo el control
inevitable de una vigilancia jerarquizada: “Algún flojito, como dijo alguien, algún descarado que estaba
tapadito. Ustedes lo saben, los comités saben eso bien, mejor que nadie que alguna gente de esa se coló, que por cierto, son los que producen más irritación, los simuladores”.
El éxodo de Mariel, a los ojos de los revolucionarios se convertirá en una “medicina peligrosa ” para Estados Unidos. Produce una “herida” difícil de cerrar porque, según lo expuesto,
son siempre
los elementos más bajos de la sociedad cubana los que
protagonizan el exilio, denominados, en el discurso de Camarioca, como la “la crema y nata de lo peor de este país”: “Camarioca era una bobería al lado de Mariel […] lo curioso es que esta
vez no fuimos nosotros los que tomamos la iniciativa de abrir Mariel, no, la iniciativa la tomaron de allá. […]de la Florida surgió espontánea la idea de enviar embarcaciones a recoger recoger este lumpen […] y se abrió eso que no
no sé si es una autoherida o un harakiri o algo de eso, pero se abrió. Ahora vamos a ver cómo se cierra, cómo se puede cerrar eso, hay que ver ahora, hay que ver. Están haciendo un servicio ser vicio sanitario óptimo, óptimo, óptimo. Ahora se quejan.”
El sarcasmo de este tramo, en medio de risas, pone en evidencia la necesidad de depurar la sociedad para normalizarla y uniformarla a costa de un dispositivo de exclusión que se vale del discurso como medio de descalificación del adversario y cuya consecuencia final es la anulación del conflicto.
El “servicio sanitario” que representa el éxodo
de Mariel cumple
una doble función: en Cuba, asegura la integridad del cuerpo social al eliminar sus parásitos al mismo tiempo que en Estados Unidos produce la enfermedad.
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