El retrato de León X, de Rafael Sanzio Adolfo Couve
EL CUADRO
La forma lograda, perfecta, que se advierte en este retrato magistral se opone en cierto modo a la biografía de los personajes que esa misma forma encierra. Fueron ellos protagonistas protagonis tas de una de las épocas más llenas de miseria, inestabilidad y desórdenes que conoce la historia. entado se siente uno de pensar que si alguna religiosidad presenta este cuadro, ella se encuentra mejor representada por el trabajo del artista, por la hermosura de la obra, que por los personajes mismos. mismos. !stas formas retenidas construyen, por medio de la línea e"acta, a los personajes, y no es posible desviar ni un milímetro el circuito que hace el contorno de las figuras. #unca en $afael $a fael se da el desdibujo. %ada uno de estos vol&menes posee un centro de tensión que, al mismo tiempo que deja estático el total, dinami'a cada parte del tra'ado. !l dibujo implica forma, color. !n esta obra el artista no conecta unas formas con otras, abriéndolas, como hacen los pintores del barroco y los del claroscuro, para crear otras nuevas y así ubicar en el plano vertical varios puntos de interés. ampoco recurre a la solución del color(
)ublicado originalmente en el primer n&mero de la *!l +rco y la Lira, revista editada por la Facultad de +rtes de la -niversidad de %hile. antiago de %hile/012.
valor de los realistas, que relacionan los distintos elementos a través de traducir sus calidades, logrando la unidad a partir de las diferencias. !n este retrato la forma absolutamente cerrada y rotunda va configurando cada objeto, cada figura, limitándolos por un arabesco infranqueable. $igor y conocimiento del dibujo que, de tan preciso, arma el volumen, el peso, el centro de gravedad de cada elemento. Los vol&menes en este caso no están dados por la degradación del tono, o sea, el paso armónico de las sombras hacia las luces, sino por la e"actitud de las formas. e trata de una obra abstracta, ya que ésta es la naturale'a del dibujo. 3ibujar con una sola línea una circunferencia basta para insinuar su volumen. +sí, el artista que domina la realidad de la forma sabe que cuando todos los pun tos que la completan están bien situados, manteniéndose equidistantes de su centro, ésta reproduce lo que se propone, ya sea vol&menes, parecidos o distancias, sin tener que recurrir el pintor a soluciones que involucren a la lu', la sombra o la atmósfera. !s privilegio de muy pocos representar a la naturale'a con una línea. La plenitud de la forma invita a la plenitud del color. !l color puede, entonces, delimitado por 'onas precisas, lograr toda su intensidad. #o corre el peligro de ser sometido a los deterioros a que lo e"pone la lu'. %uando la forma que encierra al color es imprecisa, para obtener el artista una completa e"presión debe castigar la intensidad de éste, e"poniéndolo al fenómeno lumínico que esparce la atmósfera y conecta las formas abiertas en el plano. #o es el caso de este retrato notable en que el color no pierde nada de su intensidad, y el claroscuro que muestra la esclavina del )apa León 4, por ejemplo, es sólo aparente, ya que por sobre el interés de los pliegues está la vibración del rojo. ólo cuando se tiene tal dominio formal se puede ejecutar esa variedad de rojos que ni se me'clan ni confunden. %ada cual está encerrado, vibrando aisladamente, formando en conjunto un concierto de bermellones, rojos de cadmio y lacas gran'as. %on el tiempo aprenderán los pintores coloristas que está de más en sus obras el empleo de la tercera dimensión y que al perseguir la forma y aislar por ello el color, el interés de su trabajo radicará en las relaciones que se estable'can entre los diferentes planos coloreados. + fines del siglo 45666 y principios del 464 se enuncian las primeras teorías del color, y será para algunos artistas tan apasionante lo que les revelará la descomposición de la lu' a través del prisma que se opondrá a los adeptos al claroscuro y al color(valor, considerados por ellos como pintores sensoriales, no conceptuales. Los coloristas requerirán de la bidimensionalidad para la ejecución de sus verdaderos ejercicios de colores e"igidos 7o complementarios7, primarios, secundarios y todas las alternativas que esta ciencia encierra. La escuela veneciana, posterior a este retrato, buscará para su color las for ( mas planas. Los retratos de esa época irán perdiendo el volumen. ucederá lo mismo con los
retratistas barrocos. #o todos, desde luego, sino aquellos que guiarán a la pintura, como es el caso de 5elá'que', hasta la e"periencia de %é'anne. 8atisse, continuador de la escuela colorista, hábil dibujante, sostendrá al final de su vida que el colorista incluso puede reempla'ar el color pintado sobre la tela por papeles de color impreso y recortar éstos con tijeras para formar maravillosas composiciones ornamentales. !l término 9ornamental9 indica el peligro en que incurren algunos coloristas al usar la forma y el color puros al servicio de otras artes. %uando hay una concepción previa, la intención del creador da siempre resultado, y éste, coherente y bello, puede llegar a mecani'arse, deshumani'arse, y perder así, a pesar de sus logros, todo interés. :tras artes, entonces, como la arquitectura, ocuparán sus servicios, engalanando sus limitaciones. !n estos tiempos grandes pintores decoran obras p&blicas, y un conocido escultor inglés pinta aviones. e ha invadido el campo de las artes aplicadas. %ontradicción a que todo esquema preconcebido conduce. !stos artistas puros se ponen al servicio de lo funcional. -n avión, una fuente de soda, la promoción de un desodorante, etc. #o es el caso de $afael an'io, artista insobornable, que maneja esta ciencia en provecho de un retrato impecable. !s capa' de humani'ar la solución formal y colorista convirtiéndola en figuras que e"presan matices sicológicos, contradicciones, ansiedades, ambiciones. +l enunciar algunas tendencias y escuelas que adhirieron a esta solución del color y la forma puras, deliberadamente soslayé a los pintores neoclásicos, 3avid y 7sobre todo7 6ngres. !ste <imo, quien requiere un estudio aparte, durante su vida se declaró discípulo incondicional de $afael, intentando emular a su maestro sin lograrlo. #o he querido referirme a ellos, porque su aporte a la historia de la pintura, a pesar de considerar a $afael como su &nico guía, resultó muy diferente de lo que se proponían. !l efecto teatral, literario, hueco y escenográfico de sus obras, que si bien tienen el valor de replantear el rigor después de la inconsistencia del siglo 45///, se aparta bastante de la sublimidad del maestro, que no se propone reparar nada, ni emplea dog( matismo alguno para reali'ar los cuadros formalmente mejor resueltos de la historia de la pintura universal. !l retrato de León 4, junto con el de ;altasar de %astiglione, y otros, asi lo prueban. obre todo éste que anali'amos, en el que utili'a un color primario, el rojo, magníficamente sostenido. %omo es imposible que el rojo pueda estar separado de su color e"igido, o complementario, veremos que el fondo del cuadro es frío. )ara el geranio, por ejemplo, la naturale'a ha hecho lo mismo, roja la flor, verdes las hojas. !l preciso tono cálido para ese verde. 3e este modo, los rojos del retrato se equilibran. !l blanco
que recorre el bonete y la esclavina y aparece ocupando importantes superficies en las mangas de la sotana de brocato, juega el papel de neutro para descanso de tanta vibración. Lo mismo hacen la esfera del respaldo del sillón, la campanilla de plata, la lupa y el infolio. 8agnífica naturale'a muerta que denuncia los gustos del pontífice. anto en las mangas como en la campanilla, el libro y la lupa, o sea donde no hay lugar para que el color vibre en toda su intensidad, despliega $afael su maravillosa imitación de la realidad a través del dibujo y nos hace sentir el relieve del metal, la transparencia del vidrio, la calidad del papel y del brocato. )orque allí, en esos detalles, no e"iste el color puro y los blancos y los platas permiten utili'ar a la lu' para cincelar el metal o dibujar el género. Los rostros no escapan a la inmovilidad del cuadro y apuntan en tres direcciones opuestas. !l parecido no cabe duda que es total. Lo denuncia la prolija factura de los objetos. León 4 y los cardenales aparecen aislados y cada uno mostrando una personalidad tan distinta, que inevitablemente hace pensar en su incomunicación. !l aislamiento de las cabe'as parece mayor que el de los cuerpos, unidos por rojos en gama. La figura central, obesa y refinada, es la del )apa León 4, quien tiene a su i'quierda a su primo
LEÓN X Y CLEMENTE !!
!sta obra no sólo tiene el valor de un retrato. !s, además, uno de los documentos más ricos y fundamentales de una época y una familia e"traordinaria, a las que mucho debe el mundo del arte.
#o se puede ignorar la dedicación que León 4 tuvo por gran cantidad de poetas, dramaturgos, m&sicos y artistas de todas las tendencias. )rotegió la obra de $afael con más interés que el mismo pintor. egundo hijo de Loren'o el 8agnífico, fue educado con esmero en la corte de su padre y tuvo como maestros a aquellos destacados humanistas que acogieron como nuevo el pensamiento antiguo. u padre, el estadista y mecenas más destacado del siglo 45, modelo de reyes, tiranos y emperadores, lo consideraba, de sus tres hijos, el más dotado. !sto hi'o que influyera ante la anta ede para obtener para
o contaba sólo trece a>os. !l futuro León 4 conoció en su juventud el debilitamiento del gobierno de su padre, su enfermedad y su incompetencia para detener la devastadora proposición de avonarola, que en nombre del castigo eterno, obligó a la ciudad de Florencia a destruir cientos de obras de arte y volvió a la fuer'a el cora'ón de sus habitantes al arrepentimiento. Los mismos artistas que habían servido a la casa de 8ediéis, como es el caso de ;otticelli, acataron las imposiciones del monje dominico. !l odio despertado por avonarola en contra de las nuevas manifestaciones del arte provocó en este ni>o una reacción que hi'o que durante su reinado diera especial relevancia al estímulo y protección del arte y sus creadores. !n su juventud conoció los trastornos de la invasión de %arlos 5666, el temible rey adolescente que abrió para la cultura occidental las ciudades italianas sin encontrar resistencia. 3es( lumbrados los franceses ante este arte nuevo, el renacimiento, volvieron periódicamente a 6talia para destruir, imitar y conocer. 8uerto Loren'o el 8agnífico, su primogénito, )edro el 6nfortunado, heredero de la %asa 8edicis, perdió el gobierno, y la familia conoció un prolongado destierro. iempo después avonarola era e"comulgado por +lejandro 56, el )apa ;orgia, luego ahorcado y quemado en la pla'a de la e>oría. %olón descubría +mérica. !ntre los familiares que erraron casi catorce a>os por las cortes de !uropa se contaba un primo de León,
saqueo de $oma, en que las hordas del !mperador, defensor de la cristiandad, se dejaron caer sobre la ciudad e hicieron de ella durante me ses el escenario de los actos más dele'nables que se recuerdan. %lemente, que había pactado con todos, en esos difíciles momentos no recibió ayuda de nadie. $efugiado en el castillo de antángelo, logró evadirse disfra'ado de vendedor ambulante. 8ás tarde, habiendo recuperado el favor de %arlos 5, emprendió con "u ayuda la reconquista de Florencia. +sediada la ciudad de los 8ediéis por las tropas espa>olas, se rindió, y %lemente puso en el gobierno a su presunto bastardo +lejandro, asesinado más tarde por Loren'accio. +ntes de morir, %lemente casó al <imo reto>o de los 8ediéis, la peque>a %atalina, con el segundo hijo de Francisco 6, luego !nrique 66. 5iuda del rey y madre de tres reyes, rigió los destinos de Francia hasta su muerte. +l admirar este óleo, todos esos acontecimientos se nos hacen presentes. %uando pidieron a %lemente 566 el retrato, que se guardaba en el palacio 8ediéis, en Florencia, envió a hacer rápidamente una copia para obsequiarla, ocultando el original.
RA#AEL
!n toda la obra de $afael se mantiene una misma tendencia? eliminar lo superfluo en favor del total. )reocupa y apasiona a este artista despojar de todo detalle a sus creaciones, para alcan'ar así una síntesis tan plena y humani'ada que no hace perder a sus formas nada de su universalidad. !ste afán de dar la sensación de que lo accesorio, el detalle, estuvo antes, pero ahora ha sido eliminado, lo logra por la rique'a invisible que se advierte en todo lo que pinta. !sto es lo que hace tan difícil anali'ar su obra. %uando lo intentamos, al observar una de sus madonas, por ejemplo, las encontramos simples y elementales, y, sin embargo, no es 6mposible desentra>ar las m<iples cone"iones ocultas, las secretas relaciones que no vemos y están latentes. ienen, como las esculturas griegas, todos los detalles, pero ninguno a la vista. %uántos observadores, incluso estetas, críticos y artistas, han caído en la trampa que tienden estas obras, censurándolas duramente. in embargo, admiradores y seguidores, sin prejuicios, premunidos a veces de un gran talento creador, como el mismo 6ngres, no alcan'aron siquiera a imitarlo. 6ntente cualquier pintor copiar el simple rostro de alguna madona y verá que no logra el óvalo, ni mucho menos colocar los rasgos en su sitio volvién dolos, como en el modelo, de esa ine"presividad aparente que hace que el observador los modifique seg&n su propio estado de ánimo.
=a en Leonardo y el )erugino, aprendió $afael a despojar las formas y a utili'ar el sutil 9esfumado9, que enriquece sin tener que recurrir a los detalles para lograr la e"presividad. $afael fue más lejos. us madonas, pilares del arte occidental, muestran estas cualidades, pero les falta el rasgo aparentemente anecdótico y hasta ilustrativo que logra en sus célebres 9!stancias9 del 5aticano. )inturas murales estas que $afael reali'ó bajo los reinados de ar la lícita alegría de vivir. Fue el )apa León 4 quien supo comprender la naturale'a de $afael, estimulándolo para que
rindiera lo mejor de su talento, sin reclamar nada en cambio. !n este retrato, el artista se esmera por retribuir a sus mecenas. Lo pinta en un momento de esparci miento en que revisa un infolio. !ra lo que más encantaba a este pontífice con alma de artista. obreviviría al pintor en tan sólo un a>o. La muerte de $afael conmovió hondamente a la población de $oma. 8oría un genio, un joven, un poeta, un amante de la vida, un cultor de la belle'a y de la forma, un inconsciente, un desaprensivo. 8oría el presente.