Madurez humana y opción de vida Mucho se habla acerca de la “madurez humana” necesaria para comprometerse de por vida en un proyecto vocacional de consagración definitiva, sea éste en el matrimonio, en el sacerdocio o en la vida consagrada. La Iglesia, en numerosos documentos, recuerda siempre que es necesario un mínimo de madurez humana para que dicha opción sea válida y tenga esperanzas de sostenerse a lo largo del tiempo. Pero… ¿qué es concretamente la madurez humana? Es una cualidad difícil de definir, pero intentaremos describir algunas características que normalmente acompañan a las personas “maduras”, siempre en función a su edad. No pediríamos nunca el mismo nivel de compromiso y estabilidad en sus opciones a un preadolescente de 13 años que a una madre que acaba de dar a luz a su segundo hijo. En general, la madurez humana habla de un cierto nivel de integración de la propia persona donde la coherencia y no la confusión son los que gobiernan las diversas dimensiones de mi ser. Es importante tener en cuenta que todas las personas son en alguna medida maduras. No existe nadie totalmente inmaduro, como tampoco existe lo contrario. Dicho esto, podemos ver ahora seis criterios de madurez de la personalidad según nos lo sugiere la psicología. 1 1. No autorreferencial: una persona madura es capaz de tomar distancia de sus necesidades inmediatas (necesidades bio-psíquicas en general), no porque sean inapropiadas o indignas de atención, sino porque la persona descubre un universo de intereses más allá de sí mismo. Es el caso de una madre que posterga horas de sueño para cuidar a su hijo enfermo durante la noche, o el joven que se priva de algunos gastos superfluos y así ahorrar lo necesario para poder ir de misión a una zona desfavorecida de su provincia. Es una persona capaz de “participar” en su entorno y no estar meramente “activo” (al modo de un robot) en los diversos ámbitos su vida cotidiana (trabajo, descanso, relaciones afectivas, religiosidad, etc.). 1 Estos indicadores de madurez están inspirados sobre todo en los trabajos de Gordon Allport (Cf. ALLPORT, G. Pattern and Growth in Personality. Holt International, London 1969, p. 283-304).
2. Relación afectuosa con los demás: implica la doble capacidad de establecer relaciones de intimidad con los demás (familia, amistad, pareja) y empatizar con las personas en general. Por el contrario, la presencia de un estilo de amar donde el recibir es más importante que el dar, donde los celos, reclamos, posesividades y las ironías, será señal de inmadurez en el ámbito de las relaciones interpersonales. En los últimos años se ha popularizado la expresión “personalidad tóxica” para describir a las personas inmaduras en este aspecto. 3. Seguridad emocional (o autoaceptación): la persona madura ha alcanzado cierta capacidad de autodominio, que no consiste en la eliminación de los impulsos y de los contrastes; tampoco es ridículamente estable y serena. Por el contrario, es capaz de soportar las contrariedades, tanto las que vienen de los demás como las que nacen de su intimidad, con un sentimiento fundamental de seguridad que logra incluso moderar los entusiasmos y los temores desproporcionados. Puede tolerar la frustración de sus deseos sin “bajonearse” excesivamente ni reaccionar desproporcionadamente. Puede reconocer y convivir de modo más o menos pacífico con los límites propios y ajenos sin perder el control de las propias respuestas a dichas realidades. 4. Visión realista del mundo: una persona madura se caracteriza también por la capacidad de percibir correctamente la realidad y no de distorsionar la realidad para que se ajuste a sus necesidades. Es flexible para adaptarse a las circunstancias sin renunciar a los principios fundamentales que guían su vida. Por eso logra mantener compromisos a largo plazo en el trabajo y las tareas cotidianas. Por ejemplo, soporta con paciencia los caprichos de su superior en el trabajo sin dejar de comentar, cuando es oportuno, alguna idea para mejorar las cosas. 5. Autoconocimiento y humor: una persona madura se conoce a sí misma en sus dones y en sus límites. Se auto-observa sin perderse en un análisis excesivamente minucioso y deprimente. Logra identificar lo que puede cambiar de sí misma y lo que debe tolerar con paciencia. Por otro lado, el sentido del humor es otra cara de la misma moneda, ya que la persona que puede reírse
sencillamente de sí misma y de lo que ama y aun así continuar amándolo, tiene a la base una capacidad de tomar distancia de sí mismo (auto-objetivación). Por el contrario, la persona que se parece siempre tensa, preocupada por quedar bien, demuestra inmadurez al no poder ser quién es en realidad. 6. Coherencia de vida: la personalidad madura presenta comúnmente una armonía global que es fruto de una filosofía de vida que integra y unifica las distintas dimensiones del ser concreto. Tiene claro “hacia dónde” va su vida, hay una dirección única que se puede ver en los valores que se proclaman e intentan vivir. No “usa” la religión y la fe en función de las propias necesidades, sino que lo vive como algo valioso en sí mismo. Su modo de vivir, amar e interactuar es más o menos el mismo en los diversos ambientes: trabajo, estudio, familia, amigos, redes sociales, etc.
Signos de madurez cristiana Algunos rasgos fundamentales de la madurez espiritual, en relación a la madurez humana que acabamos de presentar. Una mente nueva. A nivel del pensamiento, la madurez espiritual viene asociada a una adhesión fuerte a una Verdad que se reconoce como un auténtico polo objetivo de referencia de la propia existencia y jamás reducible a los propios esquemas mentales o expectativas. La transformación de la mente a partir del encuentro salvífico con Cristo aviene cuando el discípulo comprende que debe configurar sus pensamientos, proyectos, criterios de discernimiento de la realidad, según el pensar de Dios (cf. Mt 16, 23). El cristiano maduro permite que la tensión entre objetivo y subjetivo se mantenga activa y abierta. “Configurar” los propios pensamientos con los de Jesús no es sinónimo de sustituir, en un modo despersonalizante o alienante, lo propio por lo ajeno. Configurar se entiende como llevar a su máxima posibilidad, según la originalidad irrepetible de cada individuo, toda potencialidad o “talento” recibido de parte del Creador. Una voluntad nueva. El cristiano maduro ha vivido también una transformación de su voluntad. Se verifica una progresiva internalización del querer divino, de Su Voluntad como propia voluntad. Hay que notar que esta dinámica del elemento conativo del actuar humano no se reduce al mero cumplimiento de un código moral. El “querer” del cristiano es cada vez más racional que emotivo2, aunque incluso este último se ve purificado y elevado progresivamente en virtud de la acción de la gracia, según hemos visto (Gratia perficiat naturam). Se ha ido gestando interiormente la prontitud o disponibilidad a responder a un valor que me trasciende, que me lleva más allá del estrecho círculo de la subjetividad para abrirme genuinamente a la novedad objetiva que me interpela. Lonergan define este particular modo de ejercicio de la voluntad como willingness3 que está estrechamente asociado al Yo Ideal, entendida como aquella estructura del psiquismo humano que continuamente lo atrae a ir siempre 2 Entendemos deseo o querer emotivo y racional en el sentido en que es presentado en la obra: RULLA, L. AVC 1, p. 121-124 3 RULLA, L. AVC 1, p.159
más allá, a trascender los horizontes limitantes de nuestros deseos no trasformados aún por la gracia. En términos propios de la teología espiritual, estamos hablando de la docilidad al Espíritu Santo que, habitando al cristiano desde el bautismo, lo inspira continuamente a profundizar existencialmente en el Misterio de Cristo. Vida espiritual, en efecto, se comprende en su definición más sencilla como vida guiada por el Espíritu Santo (cf. Rom 8, 14), con una docilidad que no es pasividad o capitulación, sino asentimiento consciente, libre y activo a la propuesta de amor incondicional de Dios. Un nuevo corazón. El cristiano maduro ha encontrado ante Él un horizonte infinito: el corazón de Cristo. Ha comprendido que la exhortación paulina “tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp 2, 5) se presenta como un valor capaz de llenar de contenido un Yo Ideal que permanecerá inagotable durante toda su vida. Como expresa A. Cencini refiriéndose al camino que lleva a esta internalización radical de los valores de Cristo: “Aquí, de lo único que se trata es de aprender pacientemente a tener los mismos sentimientos del Hijo, a reaccionar ante la vida con su misma forma de sentir, con esa gratitud con que desde toda la eternidad se deja amar por el Padre, con esa libertad con que decide dar su vida por los hombres, con esos sentimientos de compasión, bondad, perdón y ternura con que responde a las necesidades del hombre, con esa fuerza y pasión con que se opone al mal”. 4 De hecho,
en la madurez de los afectos o sentimientos, es donde encontramos el punto de convergencia más importante para hablar de madurez humana y cristiana. La estabilidad de la conversión es, bajo ciertos aspectos, también un importante signo de madurez espiritual5. Característico del adulto en comparación con el niño, es normalmente la mayor estabilidad en las decisiones y compromisos asumidos, aún cuando no siempre es gratificante cuidar esta fidelidad. Estabilidad de la conversión no significa bajo ningún modo una suerte de “equilibrio homeostático” espiritual o un nirvana más o menos cristiano. No es rigidez defensiva. La vida cristiana, por definición, es movimiento, vida, crecimiento. Más aún si se trata de la vida cristiana madura, ésta comportará las dialécticas propias de quien siente horror por el estancamiento y la herrumbre de los resortes vitales del 4 CENCINI, A. Los sentimientos del Hijo. Sígueme, Salamanca 2000, p. 239 5 Cf. ZAVALLONI, R. “Maturità Spirituale”, en: DE FIORES, S.-GOFFI, T. (Eds.) Nuovo Dizionario di Spiritualità. Ed. Paoline, Milano 1985, p. 935
crecimiento. Estabilidad no quiere decir instalarse, no es posada en el camino, sino fidelidad al rumbo elegido. Podemos recordar aquí tantos ejemplos de santos que en los estadios más altos de su vida espiritual muchas veces tuvieron las luchas más amargas con la tentación de alejarse de las opciones de fondo. Encuentro (2016) 16:00 Oración 16:15 Presentación del tema 16:45 Carta 17:10 Pistas para interpretarla 17:20 Pausa 17:40 Trabajo en grupos (camino hasta el momento) 18:30 Adoración breve
Encuentro (2017) 15:30 Oración 15:45 Presentación del tema 16:30 Carta 16:50 Pistas para interpretarla 17:00 Pausa 17:20 Trabajo en grupos (camino hasta el momento) 18:00 Misa