relaciones deben prevalecer entre las personas indivi duales para que las declaraciones políticas en cuestión sean verdaderas: de modo que aun cuando no se alcan cen definiciones reales, la significación de las declaracio nes políticas es adecuadamente aclarada. En casos como éstos, se llega, realmente, a algo que se acerca a una definición en uso, pero hay otros casos de análisis filosófico en los que ni se facilita ni se busca nada que se acerque siquiera a una definición. Por eso, cuando el Profesor Moore sugiere que decir que «la exis tencia no es un predicado» puede ser un modo de decir que «hay una diferencia muy importante entre el modo en que se emplea "existen" en una fiase como "Existen tigres amaestrados” y e l modo en que se emplea "rugen" en “Los tigres amaestrados rugen"», no desarrolla su punto de vista dando normas para la traslación de un conjunto de fiases al otro. Lo que hace es señalar que mientras tiene un perfecto sentido decir «Todos los ti gres amaestrados rugen», no tendría sentido decir «To dos los tigres amaestrados existen» o «La mayoría de los tigres amaestrados existen».24 Ahora bien, esto puede pa recer un punto más bien trivial para que él lo señale, pero, en realidad, es filosóficamente esclarecedor. Por que es precisamente la aceptación de que la existencia es un predicado lo que da validez al «argumento ontológjco»; y se supone que el argumento ontológico demues tra la existencia de un Dios. Por consiguiente, Moore, al señalar una peculiaridad en el empleo de la palabra «existen», contribuye a defendemos de una grave falacia; de modo que su procedimiento, aunque distinto del que Russell sigue en su teoría de las descripciones, tiende a alcanzar el mismo fin filosófico.25 En este libro, sostengo que no corresponde al campo de la filosofía el justificar nuestras creencias científicas o de sentido común, porque su validez es una cuestión G. E Moore, « b Existencc a Predícate?», Supplementary Pmceedings o¡ ihe Aristotelian Society, 1936. Yo he hecho uso de la misma ilustración en mi ensayo so bre »Does Philosophy analyse Common Sense?», Simposio con A. E Diincan Jones, Supplementary Pmceedings of the Aristotelian Society, 1937. 25. No quiero decir que Moo re esl¿ únicamente —ni siquiera principalmen te— interesado en refutar el argumento ontológico. Pero creo que su razonamien to consigue esto, aunque no esto sólo. De igual modo, la «teoría de las descripcio nes» de Russell tiene otras utilidades, además de liberarnos de las «entidades sub sistentes». 24.
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