Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
2
Javier Álvarez, de delcastellano.com ¡Muchas gracias por haber descargado este libro electrónico (o ebook, que es más corto)! Soy Javier Álvarez, autor del blog Orígenes,
etimologías
y
gramática
histórica del castellano (delcastellano.com, para entendernos). Ojalá disfrutes esta selección de artículos (antología como dirían los griegos, o florilegio como dirían los romanos: las flores más bellas escogidas entre todas) de los que he escrito en mi blog durante todos estos años desde que empecé en 2008 cuando era un chaval de segundo de carrera. ¿Y quién soy yo? La gente suele llamarme Paco en la vida real. Soy un
modesto
sevillano
filólogo
apasionado
clásico de
las
lenguas en general, y de las clásicas
y
del
castellano
(o
español) en particular. Por eso decidí dedicarme a la enseñanza del
español
extranjera,
como profesión
lengua que
actualmente ejerzo en la bella Cracovia. Quiero que este libro llegue
Con el libro de mi colega Juan Romeu ante la mirada de Adam Mickiewicz en la Plaza del Mercado de Cracovia
a la máxima cantidad de gente posible… ¿Me ayudas? Simplemente pásaselo a tus amigos (o enemigos). El otro día di con esta frase de Machado: En cuestiones de cultura y de saber, solo se pierde lo que se guarda; solo se gana lo que se da. ¡Qué gran verdad!
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
3
Qué encontrarás aquí Mi intención con este ebook es recopilar los veinte artículos más populares que he escrito en mi blog delcastellano.com. Si has llegado hasta aquí, posiblemente sea porque has encontrado mi blog por internet (en buscadores, redes sociales, un correo reenviado por un amigo…) y te ha parecido lo suficientemente interesante como para apuntarte al boletín semanal de lenguas y filología. ¡Gracias por tu confianza! Como el propio título de mi blog dice, escribo (entre otras cosas) sobre la historia, la gramática histórica y las etimologías de nuestro idioma, el segundo más hablado del mundo. Tres disciplinas muy relacionadas entre sí que me apasionan, y espero que a ti también. He decidido dividir este librito en cuatro partes: 1. Historia y gramática histórica. Conoceremos los orígenes del español desde el latín, pero también desde varios milenios antes del nacimiento de Cicerón. 2. Etimología. El origen de las palabras es una de las partes más curiosas. Algunas son ciertas y otras son falsas etimologías o etimologías populares, aunque al final lo importante, guardando las distancias, es tener una buena historia. Se non è vero, è ben trovato! 3. Gramática, ortografía y errores comunes. Los límites de la gramática varían bastante (cada maestrillo tiene su librillo), pero nosotros intentaremos tratarla de forma práctica para evitar muchos errores comunes. 4. Otros. Algunos de los artículos más populares no encajan en ninguna de las categorías anteriores, pero eso no ha de ser óbice para ofrecerlos en este librito.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
4
¿No has bajado este ebook directamente del blog? En ese caso, ¡ven, corre! Tengo regalos para ti. Introduce esta dirección en tu navegador y ya verás todo lo que te espera… ¡No te arrepentirás!
delcastellano.com/regalitos Nota sobre la bibliografía Por cuestiones prácticas y estéticas, no incluyo la bibliografía empleada en cada uno de los artículos, pues eso implicaría llenar este ligero librito de notas y referencias a pie de página. Si quieres consultar las referencias bibliográficas de un artículo concreto, simplemente tienes que ir al artículo del blog, donde podrás encontrarlas sin mayor problema.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
5
Índice de contenidos Historia y gramática histórica ................................................................................. 6 El español proviene del latín… vulgar .............................................................. 6 ¿Y qué es el protoindoeuropeo?.......................................................................... 9 Detectives filológicos: reconstruyamos una palabra .................................. 11 Comparación de raíces indoeuropeas en inglés y español........................ 14 ¿Por qué ‹ce, ci, ge, gi› se pronuncian como ‹ze, zi, je, ji›? ......................... 19 ¿De dónde viene tanta confusión con ‹b› y ‹v› en español? ...................... 23 ¿Por qué recoge el diccionario de la RAE «setiembre» y «otubre»? ....... 27 Judeoespañol, ladino o español sefardí: el español antiguo que se habla hoy en día................................................................................................................ 31 Orígenes de leísmos, laísmos y loísmos .......................................................... 37 Etimología .................................................................................................................... 42 La políticamente incorrecta etimología de «idiota» .................................... 42 Etimología de «estudiante» y «alumno» ......................................................... 43 Etimología de «docente», «maestro» y «profesor» ....................................... 45 Etimología no pudenda de «testigo» ................................................................ 47 Gramática, ortografía y errores comunes .......................................................... 49 ¿Significan lo mismo «hojear» y «ojear»? ...................................................... 49 La coma detrás del sujeto de la oración ......................................................... 50 El vocativo se separa con comas ....................................................................... 52 Errores de concordancia de los pronombres de objeto indirecto ........... 53 Otros .............................................................................................................................. 56 La productividad lingüística: diga «tuitear», no «tuitir» ........................... 56 El infrecuente participio de futuro español .................................................. 60 Corrijamos errores básicos de pronunciación latina.................................. 63 Mis últimas palabras… por ahora (¡importantes!) ........................................... 69 Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
6
Historia y gramática histórica Como todos sabemos, la lengua española se remonta al latín, y el latín se remonta varios milenios a. C. a una supuesta protolengua indoeuropea, madre común del español y del inglés, pero también del ruso, del farsi o del griego, entre muchas otras. La historia de la lengua española es muy larga e interesante, por lo que nos conviene familiarizarnos con cuestiones y sus causas como la disputa entre «español» o «castellano», la productividad lingüística (o por qué decimos «tuitear» y no por ejemplo *«tuitir»), la cronología relativa (o por qué decimos «verdad» y no *«verdat» o *«vertad») o por qué leemos ‹ce, ci› como ‹ze, zi› y no como ‹ke, ki›. Todas estas cuestiones y otras muchas tienen unas causas históricas que explicamos en los artículos que encontrarás a continuación.
El español proviene del latín… vulgar Posiblemente sepas aquello de que el español proviene del latín (al igual que las lenguas romances, como el francés, el italiano o el rumano), y que este a su vez desciende del protoindoeuropeo. Si no sabes esto último, no te preocupes: lo veremos en el próximo artículo. Sin embargo, cuando uno habla de latín en general, lo normal es que se esté refiriendo al latín clásico (o algo más extenso como el preclásico, clásico y posclásico), es decir, el latín que empleaban los grandes autores en sus obras. El otro latín es el conocido comúnmente como «vulgar», que no es que fuera obsceno —aunque, a veces, también—, sino que se le llama así porque era el latín usado por el vulgo, es decir, el pueblo, en su día a día.
Relación entre el latín clásico y el vulgar Aquí hay que desmentir una creencia muy extendida —y que incluso creo haber leído en alguna fuente durante mis estudios de Filología Clásica—: el latín vulgar no es una deformación o corrupción tardía de lo
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
7
que fue el latín clásico. Por decirlo de otra forma: a lo largo del tiempo, no existió primero un latín clásico que degeneró en un latín vulgar. Latín clásico y latín vulgar coexistían, es decir, ocurrían en el mismo periodo de tiempo, y una misma persona podía emplear las dos versiones según la situación. Por ejemplo, Cicerón, autor de autores, escribía sus discursos en un impoluto latín clásico, mientras que las cartas que escribía a familiares o amigos las escribía en un latín más común, aunque sin llegar a ser exactamente vulgar. Había, por tanto, una especie de diglosia, o, por explicarlo de forma más cercana a lo que todos sabemos por las clases de Lengua Española, el latín clásico sería el equivalente al español formal, mientras que el latín vulgar era el equivalente al español coloquial. Latín clásico sería usar morfología del tipo futuro de subjuntivo, pretérito anterior o pluscuamperfecto a la latina, así como emplear palabras como «acribia» en lugar de «exactitud», «execrable» por «odioso» o «vate» por «poeta». Resumimos lo dicho hasta ahora, pues, con que el latín clásico y el latín vulgar existían a la vez. La confusión de que el latín vulgar es el latín clásico corrupto que se dio ya en época muy avanzada proviene, seguramente, de que los testimonios vulgares de que disponemos son, efectivamente, de época tardía, pero eso no quiere decir que no existiera desde mucho antes.
¿En qué difieren el latín clásico y el latín vulgar? Entonces, como reza el título de este artículo, el español procede del latín, sí, pero no del latín de las obras de Cicerón, sino del que se hablaba en las casas. Los que hayan estudiado latín recordarán fácilmente que «caballo» se decía equus; pero «caballo», también en las demás lenguas romances, en absoluto se asemeja a equus (raíz que solo se conserva en cultismos —que son eso: cultismos— como «equino» o «equitación»): es cavalo en portugués, cavallo en italiano, cheval en francés, cal en rumano, etc. ¿Qué ha pasado aquí? Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
8
Que Cicerón o Virgilio podrían escribir en sus obras equus, pero la gente en el mundo real decía caballus (originalmente, ‘caballo de carga’) y es de esta palabra de la que derivan las respectivas romances. Otros casos interesantes son:
sidus (cultismo «sideral»), pero stella > «estrella», francés étoile, italiano stella, etc.;
cruor (cultismo «cruento»), pero sanguis, de donde «sangre»;
pulcher «bello» (cultismo «pulcro» = «limpio»), pero formosus/bellus > «hermoso/bello», francés beau, italiano bello, etc.;
os, oris (cultismo «oral»), pero bucca > «boca», francés bouche, italiano bocca, etc. Incluso hay casos de verbos clásicos que en el latín vulgar, con su
tendencia a la perífrasis, necesitan una locución: esurire (cf. inglés esurient) > famem habere ‘tener hambre’. Ahora el ejemplo contrario. Si uno abre cualquier libro en latín por una página al azar, se va a encontrar al menos un par de veces la terrorífica palabra ut, que los que hayan estudiado latín recordarán con (amor-)odio. Pero, hasta donde yo sé, esta palabra no ha sobrevivido en las lenguas romances (a excepción de que era el antiguo nombre de la nota musical do… y aun así también ha sido exterminada). ¿Cómo es que una palabra tan frecuente en latín ha desaparecido por completo en las lenguas hijas? La explicación es que era una palabra exclusiva del latín clásico (esto es, literario), y nadie la usaba en la vida real. Todo esto, para terminar, no quiere decir que el latín clásico y el latín vulgar fueran dos lenguas totalmente distintas. En un porcentaje altísimo (a nivel léxico, fonético-fonológico y gramatical), los dos registros serían iguales, y las diferencias podrían encontrarse únicamente en algunas palabras y determinados aspectos morfológicos y sintácticos. Cualquier romano medio, que en casa o en la taberna empleaba la variedad vulgar, debía de ser capaz de entender discursos y textos en latín clásico, igual que cualquier español medianamente instruido entiende las obras literarias más exquisitas y elaboradas. Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
9
¿Y qué es el protoindoeuropeo? ¿Sabías que idiomas tan distintos como el inglés, el alemán, el noruego, el lituano, el francés, el español, el griego, el ruso o el polaco — entre muchísimos otros— vienen todos de una misma lengua común? Veamos sucintamente qué es el indoeuropeo o, mejor dicho, el protoindoeuropeo y las lenguas indoeuropeas. Si creyéramos en el mito de la Torre de Babel, podríamos decir que esta lengua —o protolengua por mejor hablar— era la que hablaba mucha gente de la prehistoria antes de emprender la construcción de la torre. Este constructo, del que obviamente no quedan testimonios, ha recibido el nombre común de protoindoeuropeo. Ya sabemos que el español viene del latín, gracias a las conquistas de Roma en la península ibérica. Pero el latín, entre otras muchas lenguas, se formó a partir de una lengua común, que es este protoindoeuropeo.
Orígenes del protoindoeuropeo Una vez que sabemos qué es el indoeuropeo, veamos sus orígenes. Este supuesto idioma se formaría en torno al año 3000 a. C. sobre la zona de las actuales Armenia o el sur de Ucrania. No se conservan testimonios escritos —pues posiblemente nunca existiría como tal— y es una lengua reconstruida por lingüistas a partir de comparaciones de las lenguas que habrían surgido de ella. En el siguiente artículo veremos cómo se hace esto con ejemplos muy claros. A partir de las migraciones de los pueblos indoeuropeos que hablaban esta lengua desde su lugar de origen a lo largo y ancho del mundo, se fueron creando diferentes dialectos que en principio —según la teoría tradicional, hoy en día bastante debilitada— serían el indoeuropeo occidental centum y el indoeuropeo oriental satem. Estos nombres provienen de la pronunciación generalizada del número 100: en las zonas centum, la primera consonante del número era una /k/ (p. ej. latín centum [ˈkentum], griego (ἑ)κατόν [(he)kaˈton], etc.), mientras que en las zonas satem esta /k/ se habría palatalizado o
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
10
satemizado, es decir, habría evolucionado a un sonido /s/ o similar (p. ej. sto en polaco, šimtas en lituano, etc.). Por supuesto, con el paso de los siglos, estas primeras variedades se irían fragmentando en nuevos dialectos que pasarían a constituir las variantes como la germánica (que a su vez se dividiría muy posteriormente en inglés, alemán, sueco, etc.), la itálica (con el latín y otras lenguas como las osco-umbras y posteriormente las lenguas romances como el español), la indoirania o indoaria (con idiomas importantes como el sánscrito o el persa), etc.
Comparación de lenguas indoeuropeas Por todo esto, no es de extrañar que algunas palabras muy comunes y de primera necesidad como números y palabras para designar vínculos familiares y partes del cuerpo sean muy parecidas en lenguas distintas. Veamos algunos ejemplos:
«padre»: pater en latín, father en inglés, Vater en alemán, etc.
«hermano»: frater en latín, brother en inglés, Bruder en alemán, brat en polaco, etc. (en castellano se conservan palabras como «fraternal»)
«uno»: unus en latín, one en inglés, eins en alemán, etc.
«dos»: duo en latín, two en inglés, zwei en alemán, dwa en polaco, etc.
«tres»: tres en latín, three en inglés, drei en alemán, trzy en polaco, etc.
«me» (pronombre personal átono de primera persona): me en latín, me en inglés, mich/mir en alemán, mi/mnie/mię en polaco, etc.
«tú»: tu en latín, thou en inglés (antiguo), du en alemán, ty en polaco, etc. En mi blog tengo un inmenso artículo con etimologías de las
relaciones familiares, donde podrás seguir comprobando estas semejanzas. ¡Búscalo! Es bastante interesante.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
11
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
Detectives palabra
filológicos:
reconstruyamos
una
Ahora que sabemos qué es el protoindoeuropeo, vamos a hacernos detectives filológicos y jugar a la reconstrucción lingüística. Ya hemos dicho que, cuando hablamos de protoindoeuropeo, hablamos de una lengua reconstruida, es decir, de la que no hay (ni habrá jamás) testimonios escritos. ¿Cómo podemos hablar de una lengua de la que no tenemos constancia de ningún tipo y que incluso es probable que nunca haya existido como tal (es decir, nunca haya habido una población que hablara protoindoeuropeo tal y como los eruditos lo han reconstruido)? En los inicios de la lingüística indoeuropea, los estudiosos hubieron de enfrentarse a la reconstrucción de raíces de esta supuesta lengua. ¿Cómo pudieron hacer eso? Yendo hacia atrás, es decir, tomando palabras de lenguas actuales (o al menos testimoniadas) y comparándolas, estableciendo cambios regulares entre los sonidos de unas lenguas y otras y acordando la reconstrucción más plausible. Hoy nosotros vamos a intentar emular a estos lingüistas. Como ni yo ni la mayoría de los presentes sabrán más de un puñado de idiomas, y aún menos sus respectivas evoluciones, tendremos que contentarnos con reconstruir latín a partir de palabras de las lenguas romances, que es más o menos equivalente a reconstruir el protoindoeuropeo a partir del latín, del griego clásico, del gótico, del protoeslavo, del avéstico, del hitita, etc.
Reconstrucción lingüística: ¿cómo era «caballo» en latín? Además, haremos algo de trampas, porque sabemos que la palabra (vulgar) para «caballo» era caballus, caballi. Pero finjamos que no lo sabemos; finjamos que a día de hoy no se conserva ningún texto en latín (igual que no tenemos ningún texto en protoindoeuropeo) y queremos saber cómo se decía «caballo».
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
12
Para este menester tenemos que tomar las palabras que significan ‘caballo’ en las lenguas que sabemos que proceden del latín, por ejemplo:
español: «caballo» [kaˈβaʝo]
portugués: cavalo [kaˈvalu]
italiano: cavallo [kaˈval:o]
catalán: cavall [kaˈβaʎ]
francés: cheval [ʃəˈval]
Comparación de las palabras en las lenguas hijas Ahora tenemos que comparar todas las palabras y establecer semejanzas y diferencias. Para esto hay que fijarse principalmente en la pronunciación real, aunque la grafía también da pistas. En primer lugar, podemos reconstruir la palabra latina tomando el sonido que más se repite entre las lenguas, lo cual nos dejaría con:
[k] (solo el francés tiene un sonido distinto, [ʃ])
[a] (solo el francés tiene un sonido distinto, [ə], históricamente [e], deducido a través de la grafía)
[v] (solo el español y el catalán —por influencia del español— tienen un sonido distinto [β], pese a escribirse con ‹b› y ‹v›)
[a]
‹ll› (aunque esta grafía represente sonidos distintos en español, italiano y catalán —[ʝ], [l:], [ʎ], respectivamente—, el hecho de que sea la misma es lo suficientemente significativo)
[o] (solo el francés y el catalán la pierden, lo cual es normal en estas lenguas; el portugués brasileño [kaˈvalo] y la propia grafía con ‹o› nos indican que históricamente el portugués tenía una [o] también)
el acento recae sobre la segunda sílaba (en francés porque además coincide que es la última)
Comprobación de los resultados Por tanto, la reconstrucción sería *[kaˈval:o]. Ahora tendríamos que tratar de explicar las excepciones en cada lengua y ver si tienen sentido. Por no extendernos mucho, nos limitaremos un poco:
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
13
La [ʃ] < *[k] del francés tiene sentido porque el fenómeno de palatalización es frecuente en las lenguas en general. Además, muchas otras palabras francesas tienen [ʃ] donde las demás tienen [k]: chien ↔ «can» ↔ cão ↔ cane; château ↔ «castillo» ↔ castelo ↔ castello.
La ([ə] <) [e] < *[a] del francés podría tener sentido porque muchas otras palabras francesas tienen ([ə] <) [e] donde las demás tienen [a]: mer ↔ «mar» ↔ mar ↔ mare; cher ↔ «caro» ↔ caro ↔ caro. A priori, nada más habla a favor o en contra de este cambio.
La [β] < *[v] del español (y del catalán por influencia de aquel) podría tener sentido porque muchas otras palabras españolas tienen [β] donde las demás tienen [v]. Sin embargo, el hecho de que [β] sea un sonido diacrónicamente inestable que suele evolucionar a [v] (y no al revés, es decir, [β] > [v] tiene sentido; [v] > [β], no) nos debería hacer saltar las alarmas: el español [β] probablemente no ha evolucionado de una supuesta *[v] latina, como hemos reconstruido. Aunque la estadística (por inmensa mayoría) nos dice que *[kaˈval:o]
sería la reconstrucción del latín «caballo», la viñeta anterior nos debe hacer dudar hasta el punto de que tendríamos que reconstruir *[kaˈβal:o], ya que es estadísticamente más débil, pero lingüísticamente más fuerte. La relativa poca frecuencia del sonido [β] en las lenguas —cuestión de universales lingüísticos—, a su vez, nos debería hacer plantearnos si nuestra nueva reconstrucción es viable. El sonido [β] suele proceder del debilitamiento de una [b] cuando esta va entre vocales; también [v] procede a menudo del debilitamiento de una [b] intervocálica. El sonido [b] es básico en la gran mayoría de las lenguas del mundo, por lo que tendría sentido que tanto la [β] española (y catalana) como la [v] de las otras lenguas hayan evolucionado desde una primitiva [b] latina.
Conclusión de nuestra reconstrucción Esta vez sí, reconstruimos *[kaˈbal:o] (aquí ignoramos la cantidad de las vocales latinas e incluso la terminación ‑o < ‑um), es decir, con [b], no [β] ni [v]. Y como hemos estado haciendo algo de fullería, puesto que Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
14
estábamos reconstruyendo una palabra que sí que sabemos cómo es, ahora podemos comparar y ver que, efectivamente, el latín ‹caballum› refleja [kaˈbal:um]. Alguno dirá que la grafía ‹b› del español nos habría ayudado a saber desde un principio que en latín era ‹caball‑›. Sin embargo, recordemos que la grafía con ‹b› fue restaurada etimológicamente por la RAE en el siglo XVIII, y la única razón era que la RAE sabía de antemano que en latín caballus, caballi era con ‹b›; si no lo hubiera sabido (como nosotros en este juego detectivesco), no podría haber restaurado nada (de hecho la grafía ‹cavallo› está documentada en el español más de 10 000 veces según el CORDE). Sé que esta parte ha sido un poco más difícil… Pero no te asustes: al final del libro te daré una sorpresa con recursos para aprender esto y más.
Comparación de raíces indoeuropeas en inglés y español Ahora que tenemos un cierto dominio de lingüística indoeuropea (¡qué importante suena, ¿eh?!), veremos cómo podemos ponerlo en uso no solo para el mero divertimento, sino incluso para facilitarnos la adquisición de vocabulario extranjero (siempre que la lengua sea indoeuropea). Veamos cómo va la cosa. Mientras le estoy enseñando latín a algún principiante (y no tan principiante), aprovecho la primera vez que nos sale el verbo habeo para soltarle una eficaz —aunque falaz— regla mnemotécnica: habeo significa ‘tener’, igual que en inglés el verbo have o en alemán haben. Como vamos a ver, comparar raíces indoeuropeas en español e inglés es, además de curioso, muy útil. Es eficaz y suelen memorizar el significado para siempre, pero es falaz porque se incurre en un falso cognado: realmente, la similitud de habeo con have/haben es casual, ya que las respectivas raíces indoeuropeas son completamente distintas. En este punto, si el alumno muestra interés,
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
15
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
le explico alguna cosa sobre cómo comparar raíces inglesas (germánicas) con raíces españolas (latinas).
Falsos cognados vs. falsos amigos No me quedo tranquilo sin explicar, ante todo, la diferencia entre falsos cognados y falsos amigos, términos muy relacionados y que suelen confundirse hasta el punto de que los anglosajones suelen emplear false cognate y false friend indistintamente. Como resumen, podemos decir que los falsos cognados son aquellos que, como habeo ↔ have/haben, parecen tener la misma raíz, pero que realmente no tienen relación etimológica, incluso si su significado es el mismo; es decir, el hecho de que signifiquen lo mismo y de que además se parezcan bastante es pura casualidad. Los falsos amigos, por contra, pueden ser cognados verdaderos o falsos cognados. En cualquier caso, el significado en las dos lenguas en cuestión es distinto. Un ejemplo de falsos amigos a partir de cognados verdaderos lo tenemos en el inglés pretend ‘fingir’ ↔ español ‘pretender’; son cognados verdaderos porque ambas palabras proceden del latín praetendo ‘poner algo por delante → poner una excusa; pretender (= querer algo)’, aunque en cada lengua ha pervivido un significado distinto. Ejemplos (bastante pedestres) de falsos amigos a partir de falsos cognados serían fin ‘aleta’ ↔ «fin» (= «final»), sin ‘pecado’ ↔ «sin» (= contrario de «con»), etc.
Raíces indoeuropeas evolucionadas al inglés y al español El inglés, aunque pasado por un considerable filtro francés y latino, es una lengua de origen germánico. Como se sabe, el español es una lengua romance, es decir, descendiente del latín. A su vez, el latín y la familia germánica
son,
ambos,
descendientes
de
la
supuesta
lengua
protoindoeuropea, es decir, que ambas lenguas tienen un antepasado común, por lo que es de esperar que muchas palabras tengan un mismo origen, como por ejemplo las pertenecientes a las relaciones familiares. En este punto hay que aclarar la diferencia entre dos casos:
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
16
El inglés ha tomado una palabra directamente desde el latín, por lo que su forma y significado son bastante parecidos.
Una misma palabra indoeuropea ha sido heredada por ambas lenguas desde el principio, por lo que esa misma palabra ha evolucionado en cada lengua siguiendo los procesos evolutivos propios de cada una de esas lenguas. La diferencia entre ambos casos es más o menos análoga a —dentro
del propio español— la que hay entre un cultismo y una palabra patrimonial, respectivamente. En este artículo vamos a hablar del segundo caso.
Evolución del protoindoeuropeo a las lenguas germánicas Aquí vamos a resumir y simplificar mucho, hasta el punto de que vamos a explicar una sola ley fonética, la primera mutación consonántica del germánico, más conocida como ley de Grimm: Jacob Grimm no solo se dedicaba a recopilar cuentos de hadas junto con su hermano, sino que además fue un reputadísimo lingüista. Según esta ley, las consonantes oclusivas indoeuropeas (que por lo general se mantuvieron tal cual en latín, salvo las aspiradas, como veremos en los ejemplos) mutaron al evolucionar a la familia germánica. Es posible que el fenómeno comenzara cuando las oclusivas sonoras aspiradas indoeuropeas perdieron la aspiración, tal que así:
*/bʰ/ > /b/
*/dʰ/ > /d/
*/gʰ/ > /g/ El problema es que ahora las antiguas */b, d, g/ indoeuropeas se
confundían con los nuevos sonidos procedentes de */bʰ, dʰ, gʰ/ tal y como acabamos de ver. Esto habría causado que las */b, d, g/ indoeuropeas también cambiaran:
*/b/ > /p/
*/d/ > /t/
*/g/ > /k/
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
17
¿Y el problema ahora? Efectivamente: las antiguas */p, t, k/ indoeuropeas se confundían con los nuevos sonidos procedentes de */b, d, g/ según lo recién visto. Por tanto, las antiguas */p, t, k/ indoeuropeas también habían de cambiar:
*/p/ > /f/
*/t/ > /θ, ð/
*/k/ > /h/ Por supuesto, entre el siglo I d. C. (momento en que se calcula que
estos cambios tendrían lugar) hasta el siglo XXI ha habido muchísimos otros cambios consonánticos y vocálicos, pero la ley de Grimm nos da suficiente juego.
Comparación de palabras inglesas de origen germánico con españolas de origen latino El español también tiene una cantidad bastante grande de cambios respecto al latín: diptongaciones de vocales breves (p. ej. fortem > «fuerte»), lenición (debilitamiento) de oclusivas intervocálicas (p. ej. vitam > «vida»), etc., por lo que la comparación será más clara entre el inglés y el latín (con su correspondiente o palabra relacionada española al lado). Según los cambios vistos en la ley de Grimm, tenemos las siguientes palabras que remontan a una misma raíz indoeuropea: */d/ > /t/
indoeuropeo *dekm > inglés ten < *tehn ‘diez’ | latín decem ‘diez’
indoeuropeo *dngʰwa‑ > inglés tongue ‘lengua’ | latín lingua ‘lengua’ (aquí el latín, extrañamente, cambia [d] por [l]; cf. «des‑odor‑ante» ↔ «oler») */g/ > /k/
indoeuropeo *gel‑ > inglés cold ‘frío’ | latín gelu ‘frío’ (cf. «gélido», «glacial»; italiano gelato ‘helado’)
indoeuropeo *gno‑ > inglés know ‘saber, conocer’ | latín gnosco ‘conocer’ (cf. «agnóstico», «cognitivo»)
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
18
*/p/ > /f/
indoeuropeo *peisk‑ > inglés fish ‘pez’ | latín piscis ‘pez’ (cf. «piscifactoría»)
indoeuropeo *pele‑ > inglés full ‘lleno’ | latín plenus ‘lleno’
indoeuropeo *ped‑ > inglés foot ‘pie’ | latín pes, pedis ‘pie’ (cf. «pedal», «pedicura») */t/ > /θ, ð/
indoeuropeo *trei‑ > inglés three ‘tres’ | latín tres ‘tres’
indoeuropeo *ph2ter > inglés father ‘padre’ | latín pater ‘padre’
indoeuropeo *bʰrater > inglés brother ‘hermano’ | latín frater ‘hermano’ (cf. «fraternal») */k/ > /h/
indoeuropeo *kerd‑ > inglés heart ‘corazón’ | latín cor, cordis ‘corazón’ (cf. «cordial», «recordar», «acordar»)
indoeuropeo *kwon‑ > inglés hound ‘perro (de caza)’ | latín canis ‘perro’ (cf. «canino») */bʰ/ > /b/
indoeuropeo *bʰer‑ > inglés bear ‘llevar, soportar’ | latín fero ‘llevar’ (cf. «transferencia») */dʰ/ > /d/
indoeuropeo *dʰwer‑ > inglés door ‘puerta’ | latín foris ‘puerta’ (cf. «fuera», «foro»)
indoeuropeo *rewdʰ‑ > inglés red ‘rojo’ | latín ruber ‘rojo’ (cf. «ruborizarse», «rúbrica») */gʰ/ > /g/
indoeuropeo *wegʰ‑ > inglés wagon ‘carro’ | latín veho ‘transportar’ (cf. «vehículo») Como se ve, los tres últimos casos son más confusos en latín que en
inglés, ya que las aspiradas indoeuropeas evolucionan de forma diversa y poco reconocible en latín. Tampoco hay ejemplos de */b/ > /p/ porque la */b/ era muy infrecuente en indoeuropeo.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
19
¿Qué pasa con habeo y have? Como decíamos al principio, el latín habeo y el inglés have, aunque se parecen y significan lo mismo, no proceden de la misma raíz indoeuropea. Según hemos visto, podemos entender que el inglés have (y el alemán haben) procede de una raíz indoeuropea *kap‑, que es por cierto la misma del latín capio ‘coger, tomar, capturar’ (cf. «capturar», «cautivo» < captivum; italiano capire). Por su parte, el verbo latino habeo (de donde «haber») procede de una raíz indoeuropea *gʰabʰ‑ (ya vimos que las aspiradas indoeuropeas evolucionan de forma rara en latín), que significa ‘coger, tener, sostener’. Curiosamente, es la misma raíz del inglés give ‘dar’. Como se ve, los dos verbos proceden de raíces indoeuropeas distintas; a pesar de ello, guardan bastante relación semántica una con otra.
¿Por qué ‹ce, ci, ge, gi› se pronuncian como ‹ze, zi, je, ji›? Vamos a dar un salto de unos cuantos siglos hasta la época en que el latín empezaba a dejar de ser latín para convertirse en las lenguas romances. Veremos más adelante que la ‹c› latina se pronunciaba siempre /k/, como en español «casa», «queso», «kilo»: leemos, pues, Cicero como [ˈkikeɾo]. Lo mismo ocurría con la ‹g›, que se pronunciaba siempre [g], como en español «gato», «guepardo». Aquí vamos a tener que estudiar la evolución de ‹ce, ci, ge, gi› en español. La pregunta que a uno se le viene a la cabeza es, entonces, por qué en español ocurre que ‹c› y ‹g› delante de e o i se pronuncian de forma diferente que si van seguidas de a, o, u.
Evolución de ‹ce, ci, ge, gi› en las lenguas romances (y otras) Lo primero que hay que reseñar es que es algo que ocurre en todas las lenguas romances, por lo que no es un rasgo específico del español. Eso Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
20
sí, cada lengua romance tiene su propio tratamiento de ‹c› y ‹g› ante e/i, es decir, cada lengua evoluciona el sonido a otro: el español a /θ/ y /x/, el italiano a /tʃ/ y /dʒ/, el francés a /s/ y /ʒ/, etc. Esto es un proceso de palatalización, de la que ya hemos hablado y que vamos a repasar ahora mismo. La verdad es que no solo no es exclusivo del español, sino tampoco de las lenguas romances, ya que es algo muy extendido en las lenguas del mundo. Por ejemplo, entre el inglés y el alemán (lenguas germánicas) tenemos que «iglesia» es church [tʃɜ:ɾtʃ] y Kirche [ˈkɪɾçə] respectivamente y lo contrario, que «libro» es book [bʊk] y Buch [bu:x]; dentro del propio inglés tenemos dobletes como skirt ‘falda’ y shirt ‘camisa’, que lógicamente derivan de una misma raíz que venía a significar ‘ropa corta’ (raíz relacionada a su vez con la del español «corto»). Si
recuerdas
nuestra
vieja
lección
introductoria
sobre
protoindoeuropeo, sabrás que las lenguas satem son todas lenguas que sufrieron palatalizaciones un par de milenios antes de nuestra era. Si uno se pone a aprender una lengua eslava como el polaco o el ruso, por ejemplo, se asombrará de la gran cantidad de sonidos sibilantes (es decir, que suenan como a silbidos) procedentes de antiquísimas palatalizaciones que hay.
¿Por qué vamos cambiando los sonidos? Una genial cita atribuida a Bill Gates dice: «Siempre voy a intentar asignarle una tarea difícil a una persona vaga, ya que encontrará la forma más sencilla de solucionarla». Muchos de los cambios fonéticos que sufren las lenguas se deben a la pereza de los hablantes: si un determinado sonido les
resulta
apañarán
complejo para
de
realizar,
facilitarse
se la
pronunciación. Es este el caso de ‹c› y ‹g› ante e/i. Los fonemas /k, g/ son velares, es decir, se pronuncian gracias al contacto de la raíz de la lengua (la parte trasera) con el velo, como se ve en la imagen. Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
21
Por el contrario, las llamadas vocales anteriores, o palatales, /e, i/, se pronuncian aproximando el dorso de la lengua (la parte central) al paladar duro:
Esto es un gran esfuerzo articulatorio para la lengua, que tiene que moverse rapidísimamente —ambos sonidos pertenecen a la misma sílaba— desde un punto de la boca hasta el lugar opuesto. Entonces, como habíamos dicho, los hablantes, perezosos y —sobre todo— ahorradores, dan con una solución que les ahorre este esfuerzo.
¿Por qué ‹ce› y ‹ci› se pronuncian /θe/ y /θi/? Como sabemos, ‹ce› y ‹ci› se pronuncian /θe/ y /θi/ en el español de España (no seseante) y [se] y [si] en otras variedades (países sudamericanos y variedades seseantes de España, principalmente Andalucía y Canarias: todo el español atlántico). Esto es totalmente lógico, ya que tanto [θ] como [s] se pronuncian con una configuración mucho más similar a /e, i/, por lo que el esfuerzo es menor. Por el camino nos hemos dejado varias etapas intermedias que van desde el latín hasta el español actual, más o menos algo así: 1. latín: [ke, ki] 2. siglo XIV: [tse, tsi] 3. siglo XVI: [ʃe, ʃi] 4. siglo XVII: [θe, θi]
¿Por qué ‹ge› y ‹gi› se pronuncian /xe/ y /xi/? Por el contrario, en ‹ge› y ‹gi›, que se pronuncian /xe, xi/, tenemos justo lo opuesto. En principio, estos grupos tienden a perder la g inicial en el paso del latín al español: germanum > «hermano», gingivam > «encía» Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
22
(esta evolución es un pequeño acto de fe); por tanto, las palabras españolas de origen latino que comienzan con ‹g› /x/ son cultismos. Durante mucho tiempo, estas secuencias se pronunciaron [ʒe, ʒi], lo cual es congruente con el ahorro de esfuerzo que ya hemos mencionado. Lo curioso y, por así decirlo, contraproducente llegó cuando en el siglo XVII —y contrario a lo que ocurre en otras lenguas romances, que realizan ‹ge› y ‹gi› de forma suave— el castellano volvió a llevar hacia atrás la pronunciación de esta g, de forma similar a la antigua g latina, pero sin llegar a bloquear la salida del aire y sin vibración de las cuerdas vocales, lo que produce la j típica castellana y rara en otras lenguas.
¿Y por qué iban a hacer tal cosa, tan contraproducente, los castellanos? A pesar de que los hablantes son vagos, se preocupan por que se les comprenda cuando hablan. No les convenía que se confundieran las secuencias [ʃe, ʃi] provenientes de ce, ci con [ʒe, ʒi] provenientes de ge, gi, que se pronunciaban prácticamente igual: pronuncia el sonido del inglés show (es decir, como si mandaras callar) y haz vibrar las cuerdas vocales. Lo que había que hacer era, pues, separar estos dos sonidos casi iguales: el primero, como vimos, se adelantó hacia los dientes hasta convertirse en /θ/, mientras que el segundo se atrasó hacia el velo hasta convertirlo en /x/. Así, los dos sonidos que eran casi iguales y estaban en tierra de nadie se separaron cada uno a un lado opuesto de la boca. Todos estos procesos de ‹ge› y ‹gi› fueron de la mano e incluso se vieron influidos por el de la j «etimológica» (entre comillas porque no existía la j en latín: ni la grafía ni el sonido, sino una i consonántica), ya que tanto la pronunciación de j y g seguida de e/i como sus pronunciaciones se mezclaron entre sí. Esto se puede intuir de ejemplos como Ianuarius > Jenuarius/Genarius > «enero» (pero italiano gennaio [dʒenˈna:io]).
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
23
¿De dónde viene tanta confusión con ‹b› y ‹v› en español? De toda la vida han existido interminables y bizantinos debates sobre la v y la b, así como propuestas para acabar con el supuesto quebradero de cabeza que implica distinguir qué palabras se escriben con una y qué palabras se escriben con otra. Desde luego que es una opción viable, pero no entraremos a tocar ese tema. Lo que trataremos hoy es la duda que a veces se plantea de por qué palabras como «gobernar» se escriben con ‹b›, mientras que en otras lenguas se escriben con ‹v› (italiano: governare; francés: gouverner; inglés: govern; etc.), cosa que a menudo causa faltas de ortografía por influencia de estas otras lenguas. ¿Recuerdas cuando reconstruimos «caballo», que ya se nos planteó todo el tema de si reconstruir una b o una v? Aquí vamos a tratar este tema bien en detalle.
Latín clásico y latín vulgar En primer lugar, cabe mencionar el hecho de que ya en el propio latín —y esto es fácilmente comprobable en grafitis e inscripciones de origen vulgar— hubo confusión entre b y v (más propiamente dicho, u consonántica). Cada letra representaba un sonido distinto, pero la gente iletrada los confundía constantemente al hablar, cosa que se reflejaba en su escritura. Ambos sonidos, que en el latín cuidado eran [b] para la letra ‹b› (amabat [aˈmabat]) y [w] para la letra ‹v› (vivus [ˈwiwus]), se mezclaron en determinados contextos del latín vulgar en un tercer sonido que parece ser, en un principio, [β], que es similar a una [b] pero sin llegar a cerrar totalmente los labios en ningún momento (y que de hecho sigue presente en el español actual cuando ‹b› o ‹v› está entre vocales, como en «lavar» [laˈβaɾ] o «abajo» [aˈβaxo]). Concretamente, esto es lo que pasó entre el latín cuidado y el latín vulgar:
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
24
toda v [w] latina pasó a pronunciarse [β]: vivus [ˈwiwus] > [ˈβiβus];
la b [b] latina entre vocales pasó a pronunciarse [β]: amabat [aˈmabat] > [aˈmaβat].
Del latín vulgar a las lenguas romances En las lenguas romances, por lo general, este sonido [β] (viniera de v o b latina) volvió a evolucionar y pasó a pronunciarse como [v] (labiodental, si me permites especificar) en posición intervocálica (es decir, entre dos vocales: «go-b-ernar», pero go-v-ernare). Así pues, lo que pasó entre el latín vulgar y la mayoría de las lenguas romances (ejemplos en italiano) fue:
toda [β] (proviniera de b o v latina) pasó a pronunciarse [v]: vivus [ˈβiβus] > italiano vivo [ˈvivo]; amabat [aˈmaβat] > italiano amava [aˈmava];
la b [b] que no había cambiado a [β] (no entre vocales) siguió siendo [b]: barba [ˈbaɾba] > italiano barba [ˈbaɾba]. En la mayoría de las lenguas romances, pues, la cosa tendió a
quedarse ahí: un sonido [b] que se escribió ‹b›, y otro [v] que se escribió ‹v›, los dos bien establecidos y diferenciados.
¿Cómo evolucionó todo esto en español? El español, sin embargo, mantuvo ese sonido [β] sin evolucionar a [v]. Posiblemente tenga que ver el hecho de que en el español más antiguo, incluyendo toda la Edad Media, no existía el hermano sordo del sonoro [v], el sonido [f] como lo pronunciamos actualmente (sino que era [ɸ], que sí que era el hermano sordo del sonoro [β]), por lo que no parecería lógico crear un nuevo sonido que no tenía su pareja. En otras lenguas romances, sin embargo, sí que existía la [f], por lo que la creación de [v] era lógica.
Entonces, ¿por qué se pronuncian igual ‹b› y ‹v›? El inventario para el español era, entonces:
[β] (proviniera de b o v latina) entre vocales, normalmente escrita ‹v›: vivus > español medieval vivo [ˈβiβo]; amabat > español medieval amava [aˈmaβa];
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
25
[b] (proviniera de b o v latina) en la mayoría de los demás contextos, normalmente escrita ‹b›: barba > barba [ˈbaɾba]; bene ↝ bienes [ˈbi̯enes]; pero…
[β] (proviniente de v latina) a principio de palabra, normalmente escrita ‹v›: venis > vienes [ˈβi̯enes]. La cosa era más compleja que en las demás lenguas romances, no
solo en casuística, sino en que [b] y [β] eran sonidos mucho más parecidos que [b] y [v], por lo que las confusiones eran más probables que en las otras lenguas romances que cambiaron [β] por [v]. Además, la cosa se complicaba aún más en el Reino de Castilla: ocurría que…
toda [p] (proveniente de p latina) se pronunciaba [b] entre vocales: capit [ˈkapit] > cabe [ˈkabe]. El lío era inmenso y era cada vez más difícil distinguir los sonidos a
menos que uno supiera latín y por tanto las etimologías de las palabras que empleaba, para saber si había que escribir ‹b› y ‹v›, y de ahí que en textos principalmente medievales y renacentistas se escribieran con ‹v› muchas palabras que hoy en día se escriben con ‹b›.
¿Existió alguna vez el fonema /v/ en español? La RAE en su Diccionario panhispánico de dudas dice explícitamente: En el español medieval hay abundantes muestras de confusión entre una y otra grafía, prueba de su confluencia progresiva en la representación indistinta del mismo sonido, confluencia que era ya general en el siglo XVI. La pronunciación de la v como labiodental no ha existido nunca en español.
Sin embargo, autores como Lapesa o Penny en su Variation and Change in Spanish parecen indicar que /b/ y /v/ eran dos fonemas distintos hasta el siglo XV, momento en el que la neutralización en solo /b/ (proveniente de las hablas del norte peninsular) se propagó a toda la península, pues en el sur de España aún se mantendría, en mayor o menor medida, la distinción entre /b/ y /v/.
Entonces, ¿por qué seguimos escribiendo ‹b› y ‹v›? En el siglo XVI, pues, ya se habían confundido los dos sonidos en cualquier posición (a principio de palabra, entre vocales, etc.), como dan a
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
26
entender incluso los poetas (gente culta por lo general), que ya riman sin reparo «cabe» con «suave», «arriba» con «viva», etc. Un ejemplo es el famoso soneto de Quevedo «A una nariz»: érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba… […] érase una alquitara pensativa, érase un elefante boca arriba…
A pesar de la total confusión, las grafías ‹b› y ‹v› se siguieron empleando tal y como se había venido haciendo en toda la historia del español. Buen y abundante ejemplo de tal fenómeno lo encontramos en el pretérito imperfecto de indicativo, cuya b etimológica, lógicamente, siempre iba entre vocales: amabam (latín) > amava (castellano con grafía antigua) > «amaba» (castellano actual), pero amavo en italiano. Con la aparición de la RAE en el siglo XVIII, se decidió atajar el problema de uso indiscriminado de ‹b› y ‹v› en una misma palabra: no tenía sentido que se pudiera escribir indistintamente «amaba» y «amava», aunque ambos escritores lo pronunciaran de la misma forma. Así pues, el criterio para establecer qué se escribía con ‹b› y qué se escribía con ‹v› no fue otro que el etimológico: lo que en latín clásico se escribía con ‹b› había de escribirse en español con ‹b› (amabam > «amaba»), y lo que se escribía con ‹v› en latín, del mismo modo en español (avis > «ave»). Las palabras de etimología desconocida, también con ‹b›. Este habría sido el momento perfecto para librarnos de esta cuna de males, pero el prurito academicista, como en otros aspectos, prevaleció.
Algunas palabras que se escaparon A esta norma escaparon algunas palabras, ya que su uso con ‹b› y ‹v› antietimológica estaba demasiado extendido, y se consideró como la forma correcta:
‹b› antietimológica: «abogado» (del latín advocatus), «abuelo» (del latín aviolus), «buitre» (del latín vulturem), etc.
‹v› antietimológica: «maravilla» (del latín mirabilia), etc.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
27
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
¿Por qué recoge el diccionario de la RAE «setiembre» y «otubre»? Hace algún tiempo, alguien publicó una imagen en la que se anunciaba que la RAE acepta las grafías —y, por tanto, también las pronunciaciones
correspondientes—
«setiembre»
y
«otubre».
Muy
apropiado, ¡porque justo de eso quería yo hablar! Sin embargo, los usuarios sacaron las antorchas. ¡Malditos académicos, destructores de la lengua! ¡Vamos hacia atrás, como los cangrejos! ¡Qué vergüenza! ¿Y por qué no aceptamos también «avril» y «mallo»? ¿Qué lengua vamos a dejarles a nuestros hijos? Por favor, no te escandalices: vamos a ver las razones lingüísticas por las que estas palabras se recogen en el diccionario y por qué si quiera tuvieron lugar, en vez de las más frecuentes «septiembre» y «octubre».
Culpable: la fonotáctica Uno de los rasgos típicos del latín vulgar y de las lenguas romances en general era la simplificación de grupos consonánticos. Esto quiere decir que cuando dos (o más) consonantes ocurrían seguidas, la tendencia era a hacer una simplificación, eliminando directamente una de las consonantes o fusionando dos consonantes en una sola. Esto es debido a las reglas fonotácticas que se establecieron en el español, es decir, el español admitía algunas combinaciones de sonidos, mientras que rechazaba otras. Si los hablantes se encontraban con una combinación rechazada por la lengua, lo que se hacía era cambiarla por una combinación que sí estuviera ya admitida. Por ejemplo, el español actual no admite el grupo [s] + consonante a principio de palabra, por lo que la mayoría de los hispanohablantes que no se hayan formado específicamente en ello pronunciarán el inglés still [stɪl] como [esˈtil], es decir, insertarán una [e] para hacer la combinación de sonidos admisible, igual que es admisible «estar» [esˈtaɾ] (del latín stare [ˈstaɾe]); esto es un fenómeno conocido como prótesis vocálica.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
28
La fonotáctica desde el latín al español Lo mismo pasaba cuando los hablantes de la península se encontraban con grupos complejos del latín. Por ejemplo:
latín aptare [apˈtaɾe] > «atar» (se ha perdido la [p])
latín luctum [ˈluktum] > «luto» (se ha perdido la [k])
latín pectus [ˈpektus] > «pecho» (los dos sonidos se han fusionado en uno intermedio) Esta es la evolución regular de este tipo de grupos consonánticos en
español. Este tipo de palabras son patrimoniales, es decir, han sufrido todos los cambios propios del español desde el latín. Lo mismo pasó con «setiembre» y «otubre» (que, no me cansaré de repetir, se escriben en minúscula):
El latín Septembrem [sepˈtembɾem] tiene un grupo consonántico [pt], que se había simplificado en todos los casos en español, por lo que da «setiembre», igual que aptare da «atar».
El latín Octobrem [okˈtobɾem] realmente no es el modelo del español —ya que [o] muy rarísimamente da [u] (antes al contrario: [u] sí suele dar [o])—, sino una variante osco-umbra, Octuber [okˈtubeɾ] (ya que el latín peninsular del que surgió el español tenía mayor influencia de estas lenguas que el latín de Roma); sea como fuere, tenemos un grupo consonántico [kt] incompatible con las reglas fonotácticas del español antiguo, por lo que uno de los procedimientos era la simplificación del grupo, que resulta en «otubre».
Vamos con «setiembre» y «otubre» (alias «ochubre») No voy a descubrir nada nuevo a nadie si digo que «se(p)tiembre» y «o(c)tubre» están emparentados con «siete» y «ocho», respectivamente. Citaremos la Crónica abreviada del infante don Juan Manuel (precaución: no te asustes por la ortografía): por que los rromanos, quando conquerieron toda la tierra, pusieron le nombre ‘agosto’, que quier tanto dezir commo acrescentador; e al otro, setienbre, porque hera seteno del mes de março; e al otro ochubre por que hera ochauo; e noviembre por que era noveno; e al otro dezienbre por que hera dezeno del mes de março en que solian començar el anno segunt auedes oydo.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
29
Sí: ochubre es el ochavo mes contando desde marzo. Efectivamente, «ochubre» es la forma puramente patrimonial, igual que «ocho» proviene de octo (y nadie se escandaliza), «noche» de noctem, «pecho» de pectus, etc. La palabra «ochubre», sin embargo, sufrió siempre el estigma bajo el latín October, por lo que los hablantes intentaron recomponerla, acabando en el ya mencionado «otubre», que era la otra solución y sonaba más a latín que «ochubre».
Reconstrucciones en el Siglo de Oro Cuando a final de la Edad Media y, sobre todo, en el Siglo de Oro se empezaron a introducir muchos cultismos en el español, los grupos consonánticos que hasta entonces no estaban admitidos volvieron con más fuerza en unos casos y con menos en otros. Incluso palabras que hasta entonces habían estado simplificadas volvieron a los orígenes latinos: «acetar» > «aceptar» (de acceptare); «efeto» >
«efecto»
(de
effectum).
Muchas
otras
palabras
permanecieron
simplificadas, aunque se introdujeron las formas (semi)cultas con otro significado afín: «plática» ↔ «práctica» (de practicam); «afición» ↔ «afección» (de affectionem); etc. Las reglas fonotácticas del español seguían siendo las mismas, sí, pero la gente que introdujo estos cultismos era, valga la redundancia, gente culta. Igual que —digámoslo así— actualmente la gente culta es la que sabe inglés y sabe pronunciarlo correctamente, la gente culta de la época era la que sabía latín y sabía pronunciarlo correctamente. Gracias al esfuerzo de estos eruditos, los antiguos grupos consonánticos latinos, eliminados otrora del español, volvieron a la lengua. Así pues, estos nombres volvieron a recomponerse recuperando los grupos consonánticos antes simplificados, pero ahora nuevamente aceptables: «septiembre» y «octubre».
Reflexión lexicográfica y sociolingüística Ya te dije al principio que mucha gente se escandalizó al enterarse de que estaban recogidas estas palabras en el diccionario. A mí mismo me llegaron muchos correos y comentarios en el blog y en las redes sociales Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
30
criticándome que participara y justificara la destrucción de la lengua. Por eso quiero hacer un par de reflexiones para terminar. En los casos concretos de «setiembre» y «otubre», ambas formas aparecen en el diccionario. En la entrada de «setiembre» no hay una marca que diga que es una forma en desuso, ya que efectivamente mucha gente pronuncia [seˈti̯embɾe], posiblemente por influencia de una lengua cooficial: setembro en gallego y setembre en catalán. En la entrada de «otubre», en cambio, se marca como una forma en desuso, es decir, que ya (casi) nadie la emplea. Tenemos, por tanto, al menos dos problemas. El primero, que se sigue del párrafo anterior, es que mucha gente no sabe consultar el DLE: el diccionario advierte de forma bien clara con una marca diacrónica de que «otubre» está en desuso. El segundo, como casi siempre en este tipo de linchamientos, la intolerancia lingüística: cualquier cosa que sea diferente o alternativa a la que uno usa es mala e incorrecta; en este caso, por ejemplo, si uno usa «septiembre», cualquier alternativa se califica inmediatamente de ignorancia, sin pararse a pensar en las causas de la corrección o incorrección de esa alternativa, que normalmente las hay aunque se desconozcan.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
31
Judeoespañol, ladino o español sefardí: el español antiguo que se habla hoy en día Fueron tristes algunos de los hechos históricos que tuvieron lugar en España a finales del siglo XV. También es triste el origen de la inscripción que me ha llevado a escribir esta entrada: los campos de concentración y exterminio de Auschwitz y Birkenau, que visité recientemente.
Allí encontré esta placa conmemorativa, escrita en… ¿español antiguo?, ¿español macarrónico? Es judeoespañol, ladino o español sefardí (o sefardita), nombres frecuentes del español que hablan, aún hoy — aunque en lamentable retroceso—, los descendientes de los judíos que fueron expulsados por los Reyes Católicos. No entraré aquí a detallar los matices que distinguen las distintas denominaciones (para eso se puede consultar este artículo del Instituto Cervantes), aunque sí cabe mencionar la curiosa dificultad que encontraron los sefardíes al entrar en contacto, de forma más o menos reciente, con las variedades principales del español actual. Si ellos llaman a su lengua espanyol, ¿cómo han de diferenciarla del español o castellano? Cuestiones terminológicas. Aunque la bibliografía especializada sobre el judeoespañol es amplia, los artículos ligeritos, de naturaleza más divulgativa —como es el Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
32
propósito de este que estás leyendo—, no son tan frecuentes. Así pues, valga este texto como una pequeña introducción para el interesado de antemano y para el que sabía hasta ahora poco o nada de la cuestión.
Sobre el judeoespañol Como decimos, el judeoespañol es la variedad del español hablada por los descendientes de los judíos expulsados por el Edicto de Granada en 1492. El estatus de variedad del español o de lengua diferente (aunque muy relacionada) puede debatirse, ya que, si bien el fondo común es el español peninsular, desde antes de la expulsión de 1492 la diáspora judía en España estaba conformada por personas procedentes de todas partes de la península, cada uno con un español de su padre y de su madre; además, desde la expulsión, el judeoespañol ha evolucionado de forma totalmente independiente y sin contacto con el resto del español.
Breve historia del judeoespañol Por supuesto, la evolución del español no ha sido tanta desde finales del siglo XV (y mucho menos si la comparamos con, por ejemplo, la del siglo X al siglo XV), y por eso cualquier hispanohablante nativo debería poder leer sin grandes problemas textos en español de estas fechas. Lo llamativo e interesante es que podemos igualmente leer, con poca dificultad, textos judeoespañoles, fósiles actuales —si se permite esta suerte de oxímoron— del español de aquella época; hemos de tener en cuenta, en cualquier caso, el cuasiuniversal de que las variedades, dialectos o lenguas que se escinden de su tronco tienden a ser más conservadoras, mientras que las ramas que siguen en el árbol prosiguen con una evolución más acelerada. Esto es más o menos así en el caso del judeoespañol, aunque no exactamente.
Más
adelante
veremos
arcaísmos
que
conserva
el
judeoespañol, pero también innovaciones. En este punto hay que aclarar que, cuando hablamos de judeoespañol, no tratamos de una lengua uniforme, igual que no es uniforme el español (como es natural en la segunda lengua con mayor número de hablantes nativos). Aparte de lo ya dicho —que sus hablantes procedían de distintas partes de España, y que por aquel entonces la
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
33
variación en la península era mucho más grande que ahora—, contribuye a la variación del judeoespañol el hecho de que estos hablantes, expulsados de España, se dispersaron por distintos y distantes territorios —desde Marruecos hasta los Balcanes—, cuyas diversas lenguas nativas influyeron en sus hablas.
El destino del judeoespañol La bibliografía es catastrofista: el judeoespañol está al borde de la extinción. En el norte de África y muchos territorios del antiguo Imperio otomano, esta lengua no es más que una reliquia relegada al ámbito de las fiestas tradicionales, pero desaparecida del día a día, donde ha sido desplazada por los idiomas locales. La mayor esperanza para la supervivencia del judeoespañol fue aniquilada, junto con sus hablantes, por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. La salud de la lengua era bastante estable en territorios como Tesalónica, Estambul o Esmirna, pero ante la barbarie la mayoría de los supervivientes emigraron a Israel, Nueva York o San Francisco, donde las nuevas generaciones van olvidando esta lengua de origen peninsular.
Características lingüísticas del judeoespañol Hasta ahora hemos estado viendo cuestiones más bien históricas, cuestiones que hay que tener en cuenta para entender por completo las características lingüísticas. Vamos, pues, con ellas. Hemos visto que los judíos asentados en España fueron expulsados en 1492, pero esta animadversión hacia ellos no fue repentina, lo cual posiblemente hacía que, desde siglos antes, los judíos crearan sus propias comunidades privadas —también por motivos religiosos y étnicos—; esto llevaría a una cierta impermeabilidad del judeoespañol frente a la influencia de las otras variedades del español que, poco a poco, irían convergiendo en una lengua más uniforme. A pesar de esto, y sin contradecir el párrafo anterior, parece ser que el judeoespañol y el español diferían poco entre los hablantes de una y otra variedad en la misma zona y en el mismo tiempo.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
34
Por cierto que, en un principio, el judeoespañol se escribía principalmente con caracteres hebreos. Fue a partir del siglo XIX que se extendió la costumbre de usar el alfabeto latino, aunque con una ortografía a su manera, de forma más o menos equiparable a las diferencias entre la ortografía británica y norteamericana. Actualmente no hay una ortografía oficial ni especialmente uniforme.
Algunos arcaísmos Tenemos arcaísmos judeoespañoles del siglo XIII que ya se veían arcaicos en el español, como la expresión leguleya prominco o lonninco, del latín propinquus aut longinquus, pero también en el siglo XX se puede llamar nief a la nieve, como se decía en tiempos del Arcipreste de Hita, y se conservan palabras como agora ‘ahora’, mansevo ‘mancebo, joven’ o ambezar ‘enseñar’ (¿de donde «avezado»?). Cuestión aparte es el arcaísmo, o más bien judeoespañol voluntariamente hebraizado, de los textos bíblicos, traducciones tan fieles a la gramática original que eran difíciles de entender por los hablantes monolingües. La morfología conserva arcaísmos tales como la no adición de -y a «soy», «estoy», «doy», «voy» (lo que lógicamente nos deja en so, estó, do, vo) y las formas, comunes a zonas como Argentina, del tipo topás, querés, sos, amá, etc. Los pronombres de cortesía son también arcaicos incluso para el siglo XV: vos (verbo en 2.ª persona) y el/e(y)a (verbo en 3.ª persona) para el singular y e(y)os/e(y)as (verbo en 3.ª persona) para el plural. Se usó la forma su mersed (relacionado, lógicamente, con «vuestra merced» > «usted»), aunque actualmente está en desuso. Nota sobre la arcaicidad del judeoespañol Suele decirse que el judeoespañol es de naturaleza arcaica, y de hecho acabamos de ver (y seguiremos viendo) rasgos arcaicos. Aun así, esta lengua tiene también un buen número de innovaciones respecto al español general, ya sean 100 % propias, ya sean compartidas con variedades más minoritarias. Nombremos solo unas pocas, en líneas generales, con lo que dejamos para el resto del artículo otras salpicaduras innovadoras:
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
35
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
Los fonemas /ɾ/ y /r/ (‹r› y ‹rr›, para entendernos) se han simplificado en uno solo, el percusivo /ɾ/, algo que solo ocurre en judeoespañol y en los criollos.
Más simplificación del inventario fonémico, al desaparecer /ɲ/ en favor de [ni̯] (espaniol) y /ʎ/ en [li̯]. Relacionado con esto último, triunfo del yeísmo, por lo que [li̯] también desaparece y solo se conserva /ʝ/ (kayenti ‘caliente’); un paso más lo tenemos cuando a /ʝ/ le sigue una /i/, que disimilan elidiendo la /ʝ/ (famía ‘familia’).
Adición de la -s analógica de la 2.ª persona singular del pretérito perfecto simple y posterior elisión por disimilación de la primera s de la desinencia: amastes > amates ‘amaste’.
Extensión de la preposición «a» de objeto directo de persona a todos los objetos directos: mantenía a sus kazas.
Léxico por influencia de otras lenguas peninsulares Ya hemos dicho que el español, especialmente antes del Siglo de Oro, tenía una gran variación a lo largo y ancho del país. Como los judíos que hablaban judeoespañol estaban por toda la península, sus hablas tenían influencias como el ainda ‘aún’ gallegoportugués, lonso (de onso ‘oso’) del aragonés o samarada ‘llamarada’ del leónes/portugués. Mención especial al préstamo portugués embirrarse, que no significa lo que parece, sino ‘enfurecerse’. Quien haya estado en Portugal posiblemente se haya turbado ante lo fácil que es leer el portugués, pero lo difícil que es entenderlo hablado. Respetando las distancias, algo parecido ocurre con el francés y aun con el catalán (no así con el italiano). ¿Y el judeoespañol? Ya hemos visto que es muy fácil de leer. ¿Será igualmente fácil de entender a una persona hablarlo?
Juzga
tú
en
este
vídeo
de
YouTube
(en
serio,
¡es
interesantírismo!): https://youtu.be/6q323m0RRPU Metámonos en faena fonética con los detalles más interesantes (agárrate, ¡que vienen curvas fonético-fonológicas!).
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
36
Diferencias consonánticas Uno de los terrores de los estudiantes de Gramática Histórica en la universidad es el conocido como reajuste de las sibilantes, tema complejísimo que no podemos tratar aquí. Sí diremos que, teniendo en cuenta la cronología relativa, a los judíos les cogió a trasmano, por lo que este mismo reajuste no se llevó a cabo en el judeoespañol, que mantiene sibilantes sonoras como /z/, desaparecida del español, o el contraste etimológico de lo que en español es solo /x/: dishites ‘dijiste’ /diˈʃites/, ojo /ˈoʒo/ y djente ‘gente’ /ˈdʒente/; además, el fonema /ʃ/ puede aparecer ya sea por absorción de la /i/ anterior (cantáis /kanˈtaʃ/), ya por razones similares a las de la ‹s› del portugués y algunas variedades del español actual: así tenemos animales comestibles como el /peʃˈkado/ y otros puñeteros como la /ˈmoʃka/. Ya hemos hablado del sempiterno lío de ‹b› y ‹v› en el español, dos letras que representan un mismo fonema /b/. Hay quien dice que estas dos letras representaban muy antiguamente dos fonemas distintos, y hay quien dice que nunca ha existido la diferencia. Lo primero tiene más sentido si tenemos en cuenta que en el judeoespañol general sí hay una diferencia estable: ‹b› para /b/ y ‹v› para /v/; no es así en el de Marruecos, donde quizá la influencia del español de España ha neutralizado los fonemas. La /v/ se conserva incluso en contextos arcaicos como bivda ‘viuda’ /ˈbivda/ y sivdad ‘ciudad’ /sivˈdad/, en los que en español ha vocalizado y diptongado, e incluso contextos no etimológicos como cavsa < causam y avtoridad < auctoritatem. Según el país, la /f/ inicial latina puede permanecer como en las demás lenguas romances (ferire ‘herir’ > ferir), aspirarse como en el español de hace unos siglos (formosus > hermoso /heɾˈmozu/) o desaparecer como en el español actual (/eɾˈmozu/). Diferencias vocálicas Desde que el español es español, las vocales, por lo general, gozan de gran estabilidad. Aun así, es característica la pronunciación del judeoespañol la elevación de las vocales finales de palabra, de forma similar al asturiano, por ejemplo: noche se pronuncia /ˈnotʃi/ y poco, /ˈpoku/. Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
37
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
En fin, con esto creo que hemos hecho un pequeño repaso a lo que podemos aprender de esta peculiar lengua en un rato largo. Por supuesto, el interesado siempre podrá acudir a la bibliografía especializada para obtener más información.
Orígenes de leísmos, laísmos y loísmos Quizá
estemos
ya
familiarizados
con
varios
fenómenos
morfosintácticos consistentes en el uso impropio de los pronombres «le», «la», «lo» y sus respectivos plurales. Quizá ya sepamos en qué consisten estos fenómenos; en cualquier caso, disponemos de numerosos medios impresos y en línea para consultar: la Nueva gramática de la lengua española, el Diccionario panhispánico de dudas o, por su concisión, los artículos de Alberto Bustos sobre leísmo, loísmo y laísmo. Lo que veremos en este artículo es, pues, el origen del leísmo, del laísmo y del loísmo.
Origen de los pronombres de objeto directo e indirecto No podemos empezar nuestra exposición sin antes aclarar de dónde proceden los pronombres españoles de objeto directo y de objeto indirecto. Al contrario que en otras lenguas romances como el portugués o el catalán, que mezclan los pronombres demostrativos latinos hic, haec, hoc e ille, illa, illud de diversas formas, el español creó todos sus pronombres de objeto (y los artículos determinados) a partir de un solo paradigma, el de ille, illa, illud (demostrativo de lejanía, equivalente a «aquel»), de donde «le», «la», «lo» con sus respectivos plurales. Quien domine el latín podrá deducir que «le» (objeto indirecto) procede de la forma illi (dativo, invariable en género), que «la» (objeto directo femenino) procede de illam (acusativo femenino) y que «lo» (objeto directo masculino y neutro) procede de illum e illud (acusativo masculino y neutro, respectivamente). Los plurales proceden igualmente de los respectivo plurales latinos: illis, illas, illos. Tenemos,
pues,
que
estos
pronombres
españoles
nacieron
respetando la morfosintaxis latina, es decir, lo que en latín era dativo se
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
38
usaba para el objeto indirecto, y lo que en latín era acusativo se usaba para el objeto directo. Un sistema casual:
Sistema etimológico (casual) de pronombres de objeto
Esto, sin embargo, había de sufrir algunas transformaciones en un lugar de la Mancha Castilla…
Origen del leísmo, del laísmo y del loísmo Acabamos de decir que estos pronombres reflejaban de forma impoluta la morfosintaxis heredada del latín. Esto, claro, era a costa de algo que para muchos hablantes era más importante: la distinción del género gramatical. Como hemos visto en la tabla, los pronombres reflejaban las funciones sintácticas, pero tenían carencias de género, pues no distinguían masculino de femenino en el objeto indirecto, ni masculino de neutro en «lo». Apunta Lapesa en su Historia de la lengua española que, ya por tiempos del Poema de mio Cid, se estaba forjando el nuevo sistema que prestaba más atención al género. Penny, en su Variation and Change in Spanish, recoge la posibilidad de que el origen de este cambio estuviera de alguna forma (no determinada y por demostrar) en los hablantes bilingües de castellano y vasco, y que se consolidara tras sucesivos reanálisis por parte de monolingües castellanos. Muy posiblemente tuvo algo que ver el régimen de algunos verbos que en latín requerían dativo pero que en español se concebían como transitivos, por ejemplo servire ‘servir’ o minari ‘amenazar’, a pesar de lo cual se seguían usando los pronombres de objeto indirecto «le(s)» cuando Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
39
se percibía que correspondía objeto directo. De aquí, este «le(s)» debió de extenderse a otros verbos que regían históricamente acusativo. El resultado simplificado de todo este pequeño lío fue un sistema en el que se ignoraban las funciones sintácticas (todos los pronombres servían tanto para el objeto directo como para el indirecto) para hacer hincapié no solo en el género gramatical, sino en si la referencia era contable o incontable (p. ej. las personas o el agua, respectivamente):
Sistema referencial (semántico) de pronombres de objeto
Ejemplos con el nuevo sistema de pronombres de objeto Esta tabla es una idealización del sistema que surgió, que seguiremos desarrollando un poco más abajo. Según este sistema, tenemos casos que nos sonarán mejor o peor según dónde nos hayamos criado y con quién hayamos tratado desde la niñez; marcados con un asterisco están los usos no estándares según las normas actuales (ejemplos tomados de Penny): (1) ¿(*)?A mi(s) amigo(s) le(s) vi. (2) *El reloj me le rompí. (3) Le(s) mandé una carta a mi(s) amigo(s). (4) A mi(s) amiga(s) la(s) vi. (5) La cabeza la tengo sucia. (6) *A mi(s) amiga(s) la(s) mandé una carta. Pero el caso más extremo, sin duda, era con el pronombre «lo», para referencia incontable, que podía usarse para el masculino (lo cual no habría de chocarnos) pero también para el femenino: (7) **Esta leche hay que echarlo.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
40
Historia del leísmo, del laísmo y del loísmo Este sistema que acabamos de ver y ejemplificar, insisto, sufrió varias modificaciones posteriores, lo cual resultó en varios sistemas paralelos. Sin duda el más extendido fue el de las áreas de Madrid, Toledo, Segovia, etc., que era básicamente como acabamos de ver pero añadiendo una distinción de género en la referencia incontable, con lo que teníamos, ahora sí: (7′) Esta leche hay que echarla. Siendo este el sistema de la corte, no pudo sino acabar imponiéndose en el español del Siglo de Oro, y así tenemos a autores como Cervantes, Tirso, Quevedo o Calderón, que escribían semejantes cosas que hoy la norma da por incorrectas por leístas (de cosa), laístas y, en menor medida, loístas. Sin embargo, esta innovación norteña no llegó a Andalucía, que, muy a pesar de los supremacistas mesetarios, consiguió mantener el sistema etimológico basado en la sintaxis y llevarlo a América de forma más o menos intacta. De hecho fue un sistema híbrido entre el etimológico y el referencial, de compromiso pero bastante satisfactorio, el que acabaría por triunfar y que actualmente es la norma con alguna pequeña variación:
Sistema híbrido de pronombres de objeto
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
41
Tropelías leístas de la RAE primitiva Pero, como la corte era la corte y en sus inicios la RAE era bastante clasista y pretendía imponer el español de los cultos y por ende el de los poderosos, en 1796 tuvieron a bien censurar el uso etimológico en favor del leísmo, único uso correcto según esta norma; afortunadamente lo enmendarían algo más tarde no solo aceptando el uso histórico sino incluso dándole preferencia, situación actual. También en 1796 la RAE condenó, acertadamente, el laísmo y el loísmo (que nunca tuvo gran fuerza). Aun así, el laísmo sigue campando a sus anchas por Madrid y otras zonas principalmente del norte. Con todo lo dicho entre leísmo, laísmo y loísmo, viene bien recordar aquello de la concordancia de «les» cuando es una duplicación de un objeto indirecto que se dirá a continuación, como «darles a las bolas» y no *«darle a las bolas». Este fenómeno tiene ya antecedentes medievales, aunque en mi modesta opinión no es que se extienda hasta el presente, sino que las causas actuales son otras, posiblemente el hecho de que ese «le» enclítico se percibe como un simple apoyo y no como un pronombre que haya de concordar en número con nada, una especie de lexicalización o de uso expletivo.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
42
Etimología La etimología es el análisis de las palabras para encontrar su verdadero origen. Aunque Cicerón intentó imponer la palabra latina veriloquium para suplantar a la griega ἐτυμολογία, fue la palabra griega la que prevaleció. Los autores clásicos y medievales (y aun contemporáneos) eran muy aficionados a las etimologías populares, ya que sus etimologías se basaban en alegorías, a menudo con tintes religiosos o mitológicos, y en conjeturas y explicaciones ad hoc. Es nuestro propósito aquí no solo encontrar el verdadero origen de las palabras, sino desmentir muchas de las etimologías populares que todavía hoy perduran, como la de «testigo» (no tiene que ver con los testículos), la de «sincero» (no tiene que ver con las estatuas renacentistas), la de «alumno» (no tiene que ver con la luz), etc. Puedes encontrar las etimologías no recogidas aquí en el blog. Como sabrás, lo primero que aprenden los estudiantes de lenguas extranjeras son los insultos y palabras malsonantes. ¡Por eso precisamente vamos a empezar nuestras etimologías con la de «idiota».
La políticamente incorrecta etimología de «idiota» Este adjetivo se usa principalmente como un insulto hoy en día, según el DLE para referirnos a alguien «tonto o corto de entendimiento» o «engreído sin fundamento para ello». Sin embargo, muy poco tiene que ver esto con el origen etimológico de la palabra, que llegó al español a través del latín idiota, ‑ae, desde el original griego ἰδιώτης [idiˈo:te:s]. En este adjetivo encontramos la raíz ἴδιος [ˈidios], que en griego era ‘lo privado, lo particular, lo personal’. Con esta misma raíz tenemos otros sustantivos como «idiosincrasia» (DLE: «rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad») e incluso «idioma» (DLE: «lengua de un pueblo o nación, o común a varios»).
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
43
Contexto histórico y cultural Por tanto, en principio, el idiota era simplemente aquel que se preocupaba solo de sí mismo, de sus intereses privados y particulares, sin prestar atención a los asuntos públicos o políticos. Pronto esta palabra se convirtió en un insulto, ya que en la Antigüedad grecorromana la vida pública era de gran importancia para los hombres libres. Ser un idiota (como persona preocupada solo de lo suyo) se convirtió en ser un idiota con la acepción actual, ya que en la democracia era considerado deshonroso no participar de ella. De hecho, en la corriente estoica se veía como obligación del hombre sabio el ser un hombre público y político, por lo que despreciaban acérrimamente a los epicúreos, para quienes la vida política no era más que una fuente de problemas, sufrimiento y, por tanto, infelicidad.
Etimología de «estudiante» y «alumno» Recuerdo que, durante la carrera de Filología Clásica, una profesora nos aconsejaba de vez en cuando que nos consideráramos y actuáramos como estudiantes mejor que como alumnos. Aunque actualmente ambas palabras vienen a significar lo mismo en líneas generales, su recomendación era más bien un juego etimológico. Veamos, pues, la etimología de «estudiante» y «alumno». ¿Por qué nos decía a nosotros, filólogos en ciernes, que nos comportáramos más como estudiantes que como alumnos?
Etimología de «estudiante» Empezando por lo obvio, hay que decir que «estudiante» es un participio de presente del verbo «estudiar», es decir, ‘el que estudia’. En español —al contrario que en otras lenguas en las que se forma directamente a partir del verbo latino studeo (cf. italiano studente, inglés student, etc.)—, el participio se forma a partir del sustantivo «estudio», del latín studium, que viene, en última instancia, del verbo studeo. Ahora bien, el verbo studeo, en un principio, no significaba ‘estudiar’ en el sentido moderno, sino más bien ‘dedicarse con atención (a algo)’,
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
44
‘tener gran gusto (por algo)’, ‘estar deseoso (de algo)’, ‘realizar con afán’, etc. La raíz latina se suele relacionar con el verbo griego σπεύδω [ˈspeudo:] ‘apresurarse a hacer algo’, ‘estar deseoso por hacer algo’, ‘esforzarse por hacer algo’, etc., de donde procede el griego moderno σπουδάζω [spuˈðazo] ‘estudiar’. Un ejemplo de este uso lo podemos ver en los Comentarios a la Guerra de las Galias, 1.9.3: Dumnorix […] cupiditate regni adductus, novis rebus studebat. Dúmnorix, llevado por el deseo de reinar, se afanaba en revueltas.
De este significado general, el verbo, ya a partir del siglo I d. C., se especializó con el sentido actual: aplicado a las letras (litteris studere), es decir, ‘dedicarse con atención a las letras’, no podía ser otra cosa que estudiar. Veamos un ejemplo en un fragmento de Quintiliano en sus Instituciones oratorias 12.11.19: nunc computamus annos, non quibus studuimus, sed quibus viximus. Ahora computamos los años no por los que hemos pasado estudiando, sino por los que hemos vivido.
Etimología de «alumno» Desmintiendo la etimología popular Este apartado hay que comenzarlo desmintiendo una etimología popular, tan extendida como ciertamente absurda, que afirma que «alumno», del latín alumnus, es un compuesto de la a- privativa (procedente del griego, no del latín) y lumen ‘luz’; aparte, el final español en -no vendría a reforzar la negación de luz. El alumno sería, pues, el que no tiene luz, el que no está iluminado. La etimología es fácil de desmontar. Los latinos no eran dados a la composición mezclando raíces griegas y latinas (por lo que no tendría sentido emplear la alfa privativa griega con la raíz latina de «luz»); pero lo más absurdo es defender que el final en -no es un refuerzo de la negación, ya que en latín el final es en -nus, que no tiene nada que ver con la negación non.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
45
La verdadera etimología de «alumno» En vez de eso, alumnus, según suelen reconocer los lingüistas, es un antiguo participio mediopasivo (alumnus < *alomenos; cf. «apoxiomeno» < ἀποξυόμενος [apoksyˈomenos] ‘el que se raspa’) del verbo alo ‘alimentar, nutrir’, cuyo participio pasado altus ‘alto’, por cierto, significa ‘el que ha sido alimentado (y por tanto es alto)’. En un principio, el alumnus se refiere al niño de pecho, es decir, el que ha de ser alimentado, literalmente, como en este ejemplo de Horacio en sus Epístolas, 1.4.8: Quid voveat dulci nutricula maius alumno? ¿Qué cosa mayor podría querer una nodriza para su dulce bebé?
A partir de ahí, alumnus debió de pasar a significar también ‘alumno’ con su significado actual de ‘discípulo’ porque se entendía que era alimentado intelectualmente, y ya Cicerón lo emplea así en su obra Del supremo bien y del supremo mal, 4.72: Quid ait Aristoteles reliquique Platonis alumni? Se omnia, quae secundum naturam sint, bona appellare, quae autem contra, mala. ¿Qué afirman Aristóteles y los demás alumnos de Platón? Que todas las cosas que se comportan según la naturaleza las llaman bienes, y a las contrarias, males.
Aunque sí puede haber discentes sin docentes, difícilmente podrían existir estos sin aquellos. Por eso vamos a continuación vamos a ver la etimología de «docente», «maestro» y «profesor».
Etimología de «docente», «maestro» y «profesor» Ahora vamos, pues, a tratar la etimología de palabras referentes a esas personas tan necesarias en la sociedad y que tanto andan maltratando en los últimos años. Me refiero, claro está, a los docentes. Veamos, pues, la etimología de «docente», «maestro» y «profesor».
Etimología de «docente» Y precisamente empezamos con esta palabra, la más general, que engloba a todas las demás. Un docente es, ni más ni menos, aquel que enseña, sin hacer distinción de especialidades, edades, etc. Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
46
Etimológicamente, «docente» es el participio de presente del verbo latino doceo ‘enseñar’, una antigua formación causativa que significaba, literalmente, ‘hacer que alguien aprenda → enseñar’, derivada del verbo defectivo decet ‘es conveniente/apropiado’ (cf. «decente»; vid. te decet hymnus ‘mereces un himno ← te es apropiado un himno’ en el «Introitus» de una misa), es decir, que en última instancia el docente es el que hace a alguien apropiado, conveniente.
Etimología de «maestro» Es la forma patrimonial de la antigua palabra latina magister, concretamente de su acusativo magistrum, con el significado original de ‘el más mejor → jefe’ —permíteme decirlo así, como más adelante justificaré— respecto a algo (cf. inglés master ‘amo, señor’); así, magister equitum ‘jefe de la caballería’, etc. De aquí está clara la evolución semántica: el más mejor o el jefe de una escuela ha de ser forzosamente el maestro, ya que sabe más que sus alumnos. También está clara la relación con el uso en expresiones como la manida «¡música, maestro!», en la que el tal maestro no es que sea docente de la música, sino que es el más mejor de los músicos presentes. La forma magister está construida sobre la raíz de magis ‘más’, de donde también «máximo», «magno», etc. Sobre esta raíz, que ya por sí misma tiene un significado de superioridad, se añade un sufijo -ter de origen contrastivo-comparativo (cf. dexter, sinister ‘derecha, izquierda’: «derecha» es, efectivamente, antónimo de «izquierda»): de ahí la aberración de «el más mejor».
Etimología de «profesor» Es un sustantivo de acción derivado del verbo profiteor ‘hablar delante de la gente’, compuesto por el preverbio pro- ‘delante de’ y el verbo fateor ‘hablar’ (cf. «fama», «confesar», etcétera). Nuevamente, es fácil suponer la evolución semántica de la palabra: aquel que habla delante de los alumnos es el profesor.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
47
Etimología no pudenda de «testigo» Que se lo pregunten a cualquier entendido en publicidad: el sexo vende, y no solo en el sentido comercial, sino en cualquier otro ámbito, incluso en el etimológico. Circula una etimología popular que asegura que la etimología de «testigo» (y cualquier derivado como «testamento») proviene de la costumbre que tenían los romanos de apretarse los testículos con la mano cuando juraban decir la verdad. Incluso Corominas en su Breve diccionario etimológico de la lengua castellana parece caer en este error. Aunque esta etimología de «testigo» tiene ciertos visos de verosimilitud, además de contar con el plus sexual, es falsa.
La verdadera etimología de «testigo» La verdadera etimología tiene mucho menos de anecdótica y, podríamos decir, viene a aguarnos la pudenda fiesta; pero, lector, para eso estamos aquí. Nunca está de más acudir al DLE en primera instancia para intentar averiguar la etimología de una palabra; en este caso, no ayuda grandemente, pero no hay que culpar al diccionario académico, ya que no se trata de un diccionario etimológico.
Valiéndonos del indoeuropeo y otras lenguas itálicas Nuestra segunda opción es acudir al excelente Online Etymology Dictionary, en cuya entrada «testament» encontramos ya la verdad. En resumen (y traducido al español): el latín testis ‘testigo’ se forma sobre un supuesto indoeuropeo *tri-st-i-, es decir, las raíces de tres, tria ‘tres’ y de stare ‘estar (de pie)’; por tanto, la idea tras el compuesto es que el testigo es la tercera persona presente en una situación entre otras dos personas. También el Dictionnaire étymologique de la langue Latine de ErnoutMeillet sigue esta línea y, como suele, profundiza más. Los cognados oscos trstus (= latín testes) ‘testigo’ y tristaamentud (= latín testamento [ablativo]) vendrían a corroborar esta etimología, ya que conservan esa [ɾ] que el latín perdió, aunque sí que muy antiguamente se habría pronunciado [tɾistaˈmentum]. La evolución del latín habría sido, pues, algo como *tristis Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
48
> *terstis (metátesis de la [ɾ]) > testis (desaparición de [ɾ] ante [s], frecuente en latín).
Posibles interferencias en las fuentes Aclaran asimismo Ernout y Meillet que Plauto hace juegos de palabras entre testes, testium ‘testículos’ y testis, testis ‘testigo’, lo que quizá dé pie a la etimología popular de la que hemos ya hablado; pero, al fin y al cabo, Plauto no era más que un comediógrafo que utilizaba este tipo de recursos con frecuencia sin más propósito que el de arrancar unas carcajadas por su procacidad. En cualquier caso, como añaden en Online Etymology Dictionary, las historias que conectan ambas palabras son relativamente modernas y sin base alguna. Por último, hay que tener en cuenta que, hasta la fecha y hasta donde yo sé, no hay fuentes escritas ni artísticas antiguas (por ende las más fiables en este respecto) que den testimonio de la conexión entre los testigos y los testículos.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
49
Gramática, ortografía y errores comunes La gramática es, literalmente, el arte de las letras (γραμματική τέχνη). Aunque antiguamente se refería tanto a la filología como a la literatura en su sentido amplio, hoy hace referencia mayoritariamente a las reglas del lenguaje a las que los hablantes deben acogerse. Los límites de la gramática varían según las escuelas e incluso las lenguas (por ejemplo, los anglófonos llaman grammar a la ortografía, lo cual es bastante inexacto). Nosotros intentaremos tratarla en un sentido amplio pero sin faltar a la verdad. La ortografía, del latín orthographia y este del griego ὀρθογραφία [ortʰogɾaˈpʰia], es el conjunto de normas que regulan la escritura de una lengua. Al contrario que en otras lenguas como el inglés, la ortografía del español está regulada, desde el año 1741, por la Real Academia Española. La edición más reciente de la Ortografía, del año 2010, está consensuada por todas las academias de la lengua.
¿Significan lo mismo «hojear» y «ojear»? Posiblemente te hayas preguntado muchas veces si son lo mismo «hojear» y «ojear», o si uno de ellos es incorrecto. Es curioso que las distintas lenguas, muy a menudo, tienen procedimientos y razonamientos similares para crear palabras. Recuerdo que un profesor de alemán, cuando alguien le preguntó sobre el significado del verbo blättern, recurrió a borrar todo lo que sobraba y dejó en la pizarra la palabra Blatt ‘hoja, folio’, que sí conocíamos. Por tanto, el verbo derivado de ese sustantivo sería lo que se hace con las hojas, es decir, «hojear»: mismo razonamiento que en alemán. Entró la duda en la clase de si ese «hojear» en español llevaba ‹h› o no.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
50
¿Son lo mismo «hojear» y «ojear»? Más de una vez he visto como se tenía sobre la mesa, en diversos círculos, esta duda. En resumen, la duda no es tal, pues el 99 % de las veces se puede usar indistintamente «hojear» y «ojear», con o sin ‹h›. El Diccionario panhispánico de dudas lo aclara de forma muy concisa: ojear. ‘Mirar rápida y superficialmente [algo o a alguien]’. Deriva de ojo y no debe confundirse con hojear (‘pasar rápidamente las hojas [de una publicación o un libro]’), aunque en algunos contextos puedan usarse ambos verbos, cada uno con su sentido propio.
Efectivamente, «ojear» proviene del sustantivo «ojo», mientras que «hojear», como ya hemos visto, de «hoja». Como decía, el 99 % de las veces podremos intercambiarlos sin miedo a equivocarnos, pues la sinonimia es casi total. Normalmente, «hojear» algo implica estar «ojeándolo», y la mayoría de veces que se «ojea» algo es un libro, revista, periódico y demás medios con hojas. Los únicos ejemplos en los que sería incorrecto emplear «hojear» son con objetos que no tengan hojas. Así, sería incorrecto decir que alguien está hojeando una valla publicitaria. ¿Y un libro electrónico? Sin duda un libro electrónico leído en un dispositivo como el Kindle tiene hojas, aunque hojas virtuales, de píxeles y de bits. ¿Estos libros se hojean o solo se ojean?
La coma detrás del sujeto de la oración En
este
artículo
denunciaremos
la
práctica
frecuente
e
incorrectísima de escribir una coma detrás del sujeto. Todos habremos visto muy a menudo frases de este tipo: (1) *El sujeto, no debe separarse de su verbo con una coma.
Simple y llanamente, colocar una coma entre el sujeto de la oración y su verbo es incorrecto. Muchas veces se hace porque nos suena que hay una coma, ya que, si pronunciáramos la frase que estamos escribiendo, haríamos una breve pausa. Sin embargo, es un razonamiento incorrecto pensar que las comas responden a la pronunciación más que a detalles
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
51
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
sintácticos, muy a pesar de lo que nos pudieran haber enseñado en el colegio.
Coma detrás del sujeto: cuándo es correcta Hay una serie de casos en los que sí es correcta (de hecho, obligatoria) la coma: Detrás del sujeto se escribe su aposición (2) El sujeto, parte fundamental de la oración, no debe separarse de su verbo con una coma.
En este caso hay que tener la precaución de escribir otra coma justo detrás de la aposición; sería incorrecto el siguiente ejemplo: (3) *El sujeto, parte fundamental de la oración no debe separarse de su verbo con una coma.
Detrás del sujeto se escribe algún complemento circunstancial en una posición enfática Ya sea un sintagma simple o una oración subordinada: (4) El sujeto, si está expreso, no debe separarse de su verbo con una coma.
Nuevamente,
hay
que
poner
otra
coma
justo
detrás
del
complemento. El sujeto está especificado por una oración de relativo (5) El sujeto, que puede ser múltiple, no debe separarse de su verbo con una coma.
El sujeto acaba con un «etcétera» Ya sea de forma desatada o abreviada en «etc.»: (6) Madrid, Galicia, Valencia, etc., están de enhorabuena.
Cabe recordar que las mismas reglas se aplican cuando el sujeto es una oración subordinada: (7) [Colocar una coma entre el sujeto de la oración y su verbo] es incorrecto.
La parte entre corchetes es la oración subordinada en función de sujeto de la oración principal. Aunque la tentación seguramente habría sido colocar una coma detrás, no debe ponerse: (8) *Colocar una coma entre el sujeto de la oración y su verbo, es incorrecto.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
52
El vocativo se separa con comas La coma del vocativo, o coma vocativa, es uno de los errores más frecuentes cometidos al escribir. Podríamos decir, incluso, que es el alter ego de la coma asesina o criminal, la que acabamos de ver. Hoy vamos a aprender qué es y cuándo hay que ponerla. El otro día leí una noticia cuyo titular era: (1) La madre de una víctima del Arena: «Sr. Viñals es usted un hijo de puta».
Sin entrar en apreciaciones personales, vemos que tenemos un error. Efectivamente, «Sr. Viñals» debería haber ido separado del resto de la oración mediante una coma. ¿Por qué? Veámoslo…
¿Sujeto o vocativo? En primer lugar, tendríamos que aclarar de qué estamos tratando. Más de uno tendrá la tentación de decir que «Sr. Viñals» es el sujeto de la oración y, como hemos dicho, el sujeto no se separa de su verbo (salvo casos concretos). Desde este momento podemos asegurar que no es el sujeto, que es «usted». ¿Atributo, pues? Tampoco: el atributo es «un hijo de puta». ¿Qué es, entonces, «Sr. Viñals»? Los más tradicionales lo llamarán «vocativo», mientras que otros le dirán «apóstrofe», «apelación», etc. En mi opinión, y así también lo dice el DLE, vocativo es el caso gramatical (lo que correspondería a la morfología, no a la sintaxis), por lo que no sería exacto, aunque, como filólogo clásico, es mi opción preferida. En cualquier caso, no merece la pena profundizar en un conflicto meramente terminológico.
¿Qué es el vocativo? Para aprender un poco más al respecto, consultemos lo que dice la Sintaxis del latín clásico respecto al vocativo: La definición y naturaleza de este caso han sido objeto de discusión desde los gramáticos antiguos. En general, se acepta que su contenido es el de apelación (propio para llamar o recabar la atención de una persona, para realizar una invocación, etc.) […]. Desde una postura estructural […] se considera el vocativo como el nombre en el plano de la actuación (funciones impresiva y expresiva del lenguaje), de manera que cumple así un papel similar al del imperativo en la órbita verbal.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
53
[…] Parece claro que el vocativo no presenta problemas para su identificación formal como caso: la presencia de una marca especial de entonación ha hecho innecesaria una diferenciación morfológica.
¿Y por qué es necesaria la coma del vocativo? El último párrafo citado habla, claro está, de la morfosintaxis latina; en cualquier caso, podemos aprovechar esa explicación. Efectivamente, la presencia de una marca especial de entonación —es decir, que cuando hablamos hay un tonillo característico— se representa en el plano escrito mediante una coma, en cualquier lengua. Esto, dicho sea de paso, se aprende el segundo día de una clase de Latín; que no es que haya que saber latín para esto, pero, curiosamente, es algo que no se suele enseñar en Lengua Castellana (ni en ninguna otra, para el caso). Recapitulando, podemos concluir que el vocativo se separa siempre mediante comas, tanto de lo que va antes como de lo que va después. Citando a Cicerón, podemos poner estos ejemplos: (2) ¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia? (2′) Catilina, ¿hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia? (2′′) ¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia, Catilina?
Como ves, la coma del vocativo no es ningún capricho y, de hecho, puede salvar vidas, pues no es lo mismo «vamos a comer niños» que «vamos a comer, niños».
Errores de concordancia de los pronombres de objeto indirecto Algunas de las oraciones que hay a continuación están tachadas por contener algún error gramatical relacionado con la concordancia del objeto indirecto. Te propongo, estimado lector, que descubras cuál; la comparación con las frases no tachadas (y, por tanto, correctas) puede ayudarte. (1) El billar solo consiste en darle con precisión a las bolas. (2) Le pedí a mi jefe un aumento de sueldo.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
54
(3) En la boda de mi prima le dije a mis padres que mi mujer estaba embarazada. (4) ¿Qué les pasa a esos perros?
En español es frecuente que se duplique el objeto indirecto. Es común que este complemento se anticipe con un pronombre de objeto indirecto lo más pegado posible al verbo, y ya, en cualquier otra posición dentro de la oración, se desarrolle el objeto indirecto propiamente dicho. Corrección del ejercicio He aquí las frases incorrectas ya corregidas: (1′) El billar solo consiste en darles con precisión a las bolas. (2′) En la boda de mi prima les dije a mis padres que mi mujer estaba embarazada.
En el primer ejemplo, el objeto indirecto es «a las bolas», anticipado en el pronombre «les»; en el segundo ejemplo, es «a mis padres».
El problema de la concordancia del objeto indirecto En español, a menudo, se llega a perder la conciencia de que el pronombre que anticipa el objeto indirecto se refiere a este, por lo que se nos olvida hacerlo concordar en número con él: así, cuando el objeto indirecto es singular, el pronombre ha de ser también singular («a mi jefe» → «le»), y cuando el objeto indirecto es plural, el pronombre también («a las bolas» → «les»).
Error de concordancia con «se» plural Otro error frecuente es cuando empleamos el pronombre «se» en función de objeto indirecto plural, aparecido por el uso simultáneo de un pronombre de objeto directo. Imaginemos: (5) Les di a tus padres la noticia. → Se la di.
El objeto indirecto es «a tus padres» (plural), que en la oración acortada con pronombres pasa a «se», invariable en género y número. Por afán de recoger la pluralidad del objeto indirecto, y sabiendo que «se» no tiene una forma *«ses», hay quien traspasa el número plural del objeto indirecto al objeto directo:
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
55
(6) Les di a tus padres la noticia. → *Se las di.
Es un uso que ha de evitarse, ya que «la» se refiere al objeto directo «la noticia», y no al objeto indirecto «a tus padres». Este uso prácticamente no se da en España, aunque es fácil encontrarlo en Hispanoamérica, sobre todo por la zona de México.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
56
Otros Y, como te prometí, aquí hay algunos artículos más que no corresponden a ninguna categoría concreta, pero que, aun así, espero que disfrutes tanto o más que las miles de personas que ya los han leído y compartido en sus redes sociales.
La productividad lingüística: diga «tuitear», no «tuitir» Me escribieron desde el blog Enchufa2 con una serie de preguntas que creo que van a resultar interesantes, pues me llevan a hablar de la productividad lingüística. Como algunos sabrán, la RAE ha incluido el verbo «tuitear»; parece ser que hay quien defiende que el verbo debería ser «tuitir», aunque no me quedan claros los criterios para ello más allá de reivindicar la 3.ª conjugación. A raíz de esto, hay varias preguntas más: ¿Existen reglas sobre cuándo un verbo está en qué conjugación? He visto que hay ciertas terminaciones especializadas para la creación de nuevos verbos. ¿Cuál es su origen? ¿Por qué la 3.ª conjugación no aparece entre ellas? ¿Por qué nos suena tan mal dicha conjugación en verbos nuevos? En definitiva, y aparte del «me suena mal», ¿habría alguna justificación para descartar «tuitir» en favor de «tuitear»?
Para explicarlo con cierta exactitud, tendremos que desarrollar previamente varios puntos.
La productividad lingüística En filología y lingüística en general entendemos por «productividad» que un modelo, paradigma, proceso, cambio, morfema, etc. (en adelante lo llamaremos a todo simplemente «estructura»), es —valga la redundancia— productivo, es decir, que es capaz de producir nuevas formas o palabras. Durante la vida de una lengua, las estructuras productivas pueden dejar de serlo con o sin razón aparente, o reducir drásticamente su productividad. Veamos algunos ejemplos.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
57
Veni, vidi, vici! En latín (y otras lenguas indoeuropeas) había un método de formar los tiempos de presente que consistía en insertar un infijo n en la raíz, de modo que una raíz como *weik- ‘luchar, vencer’ (cf. victoria, sin n) insertaba una n para dar con el presente vincit [ˈwiŋkit] ‘(él) vence’, mientras que el pretérito perfecto, que lógicamente no era un tiempo de presente, se quedaba sin la n, de donde la famosa veni, vidi, vici (que no *vinci, como suele escribirse, incorrectamente). Este procedimiento, que era algo complicado, perdió productividad, hasta el punto de que se consideró tan anómalo que el español regularizó el infijo a todos los tiempos: «vence», «vencí», etc. La muerte del participio de presente Otro ejemplo lo tenemos en el participio de presente, que en latín era bastante productivo (igual que lo es en el inglés actual). En español dejó de serlo, ya que se podía conseguir lo mismo con una oración de relativo y el español es una lengua que prefiere lo analítico a lo sintético. Esto significa que en español no podemos crear un participio de presente de cualquier verbo («comer» → ¿«comiente»?; pero sin problema «que come»), aunque sí podemos emplear los pocos participios de presente que han conseguido sobrevivir hasta nuestros días:
«durmiente» = «que duerme»
«en lo tocante a» = «en lo que toca a»
«consistente en» = «que consiste en»
«durante» ≈ «mientras dura» Como se ve, suelen ser formas especiales, pertenecientes a
colocaciones o muy restringidas, como «durmiente», que solo se emplea en «bella durmiente» y similares. Muerte y resurrección de prefijos Actualmente tenemos muchas palabras que empiezan por el prefijo in- (y sucedáneos, llamados «alomorfos») que implica negación o privación, como en «imposible» = «no posible», «irrealizable» = «no realizable», etc.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
58
Sin embargo, este prefijo ha perdido bastante productividad en el español actual y si creáramos una palabra ahora mismo, aunque fuera morfológicamente irreprochable, causaríamos más de un levantamiento de ceja: «disponible» → ¿«indisponible»? (más natural «no disponible»; pero sin problema «indispuesto»); «respetar» → ¿«irrespetar»? (más natural «faltar al respeto»; pero sin problema «irrespetuoso»). Tenemos aquí algo curioso: este prefijo ha perdido bastante productividad, pero la está recuperando por influencia de estructuras similares en inglés: available → unavailable; respect → disrespect.
La productividad de las conjugaciones españolas Dice la Nueva gramática de la lengua española lo siguiente: […] el 90 % de los verbos españoles pertenecen a la primera conjugación. Este es el paradigma que presenta una mayor proporción de verbos regulares, y el único modelo productivo, pues a él se ajustan casi todos los verbos que se crean mediante procesos de derivación (con los sufijos -ar, -ear, -izar, -ificar).
Es decir, actualmente cualquier verbo de nuevo cuño se conjugará sobre la 1.ª conjugación, que es la única productiva, o sea, que acepta nuevos verbos. Las demás conjugaciones siguen existiendo con los verbos que siempre han estado ahí, pero ningún verbo puede introducirse en ellas. Por teorizar un poco: si fulminantemente dejaran de usarse todos los verbos de las otras conjugaciones (porque se hubieran sustituido por sinónimos de la 1.ª conjugación, por ejemplo), tendríamos que el español habría pasado a tener una sola conjugación. En fin, esto es lo que causa que cualquier intento de crear un nuevo verbo en la segunda o tercera conjugación resulte chocante o que, como se dice, nos suene mal: esos modelos han dejado de ser productivos. ¿Por qué la 1.ª conjugación? Lógicamente, una lengua siempre va a intentar ser simple para sus hablantes. Con diferencia, la 1.ª conjugación es la más regular, por lo que no sería lógico crear verbos en conjugaciones con más irregularidades y, por tanto, con más dificultades; esto es lo que ha llevado a que la 1.ª conjugación siga siendo productiva y las demás no, tendencia que ya estaba en el propio latín y que ha terminado de consumarse en español. Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
59
Últimos apuntes sobre morfología verbal Tendríamos que meternos a impartir una clase de lingüística indoeuropea o de morfología latina para saciar por completo la curiosidad de nuestro lector. Por tanto, intentaremos satisfacerla lo máximo posible con unos pocos apuntes muy generales y simples. En latín existían cuatro conjugaciones (cinco, escolarmente) que llegaron a regularizarse bastante. Cada conjugación provenía, por lo general, de la adición de un determinado sufijo a una raíz, de modo que si ese sufijo incorporaba una a, ese verbo era de la 1.ª conjugación; una e, de la 2.ª; etc. Cada sufijo confería al verbo un matiz especial, como por ejemplo el sufijo -sce- (que formaba verbos de la 2.ª conjugación), que daba un matiz incoativo: rubere ‘estar rojo’ → rubescere ‘ponerse rojo’. Compárese con los españoles «florecer» ≈ «empezar a tener flores», «envejecer» ≈ «empezar a ser viejo», «anochecer» ≈ «empezar a ser de noche», etc. Realmente, este sufijo es aún algo productivo en español, de modo que puede acuñarse ocasionalmente algún verbo de la 2.ª conjugación, aunque posiblemente no sin cierto levantamiento de ceja. ¿Qué pasó con la conjugación perdida? Ya hemos dicho que la 1.ª conjugación era bastante intocable en el propio latín, por lo que los verbos de la 1.ª conjugación latina pasaron a la 1.ª conjugación española sin mayores cambios: amare > «amar». La 4.ª conjugación latina (3.ª española) era del tipo audire > «oír», que, por lo general, también resistió bastante bien. La 2.ª y 3.ª conjugaciones latinas diferían, en cambio, entre otras pocas cosas, en la cantidad de la vocal temática, de modo que las conjugaciones de timēre [tiˈme:ɾe] y vendĕre [ˈwendeɾe] eran bastante similares. En español se regularizó el acento y siempre se puso sobre la vocal temática, de modo que ya no había diferencia entre una conjugación y otra; en italiano, en cambio, sí que se conserva la distinción: temère ↔ vèndere.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
60
El infrecuente participio de futuro español Vamos a dar una vuelta de tuerca más al mencionado participio de presente. Para empezar, hay que decir que el participio de futuro es una herencia culta y reducidísima del latín, donde, al contrario que en los participios de presente (activo) y de pasado (pasivo), tenemos una doble diátesis: podemos encontrar participios de futuro activos y pasivos, cada uno con sus propios sufijos. Antonio de Nebrija, en el libro tercero de su vetusta Gramática sobre la lengua castellana, escribe esto acerca de los participios: Los tiempos del participio son tres: presente, pasado, venidero; mas, como diremos, el castellano apenas siente el participio del presente y del venidero, aunque algunos de los varones doctos introdujeron del latín algunos de ellos, como: doliente, paciente, bastante, sirviente, semejante, corriente, venidero, pasadero, hacedero, asadero […] Las significaciones del participio son dos: activa y pasiva. Los participios del presente todos significan acción, como: corriente, el que corre; sirviente, el que sirve. Los participios del tiempo pasado significan comúnmente pasión; mas algunas veces significan acción, como estos: callado, el que calla […]; entendido, el que entiende. Los participios del futuro, cuanto yo puedo sentir, aunque los usan los gramáticos que poco de nuestra lengua sienten, aún no los ha recibido el castellano; como quiera que ha comenzado a usar de alguno de ellos, y así decimos: tiempo venidero, que ha de venir; cosa matadera, que ha de matar; cosa hacedera, que ha de ser hecha; queso asadero, que ha de ser asado; mas aún hasta hoy ninguno dijo: amadero, enseñadero, leedero, oidero.
Nebrija, si bien docto en su época, se confunde al hacer derivar la terminación -ero, tanto fonética como morfológicamente, de la terminación -(t)urus del participio de futuro activo latino, como se inferirá de lo que explicaré a lo largo de la entrada, y más bien -ero es la evolución de -arius, sufijo de valor instrumental como en «librero», «panadero», «comedero», etc., como indica el DLE.
Rarísimos en español e inexistentes en indoeuropeo Pero dejémonos de preámbulos y vayamos al meollo de la cuestión. Como ya se ha avanzado, el participio de futuro era (y es) el único que tiene
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
61
diferencia de voz: la activa y la pasiva. En español, los infrecuentes casos que encontramos están ya completamente fosilizados como sustantivos o adjetivos. Esto quiere decir que los participios de futuro han dejado de ser morfológicamente productivos en español. Los participios de futuro activos se formaban en latín mediante un sufijo -tur-, al que se le añadían las desinencias normales de la primera y segunda
declinación;
de
forma
esquemática,
por
tanto,
sería -turus, -tura, -turum. Morfosintácticamente es una anomalía, ya que no se encuentra en ninguna otra lengua indoeuropea de las antiguas, según se puede adivinar del silencio al respecto en manuales como el de Fortson, Beekes o Meier-Brugger.
Orígenes del participio de futuro activo A mí me contaron en la universidad que quizá fuera una formación analógica a verbos como parturio ‘estar deseando hacer algo’; es decir, ese -tur- que hay en la raíz de parturio, tras un falso corte, daría a los latinos la idea de algo que va a ocurrir en el futuro, ya que lo que uno está deseando hacer es algo que, con suerte, hará en el futuro. Sin embargo, Ernout, en su Morfología histórica latina, da una explicación harto más convincente: el participio de futuro activo sería una fusión de una determinada forma verbal llamada supino (p. ej. amatum) y el antiguo infinitivo del verbo sum ‘ser’, es decir, *erom < *esom tras rotacismo (cf. osco ezum; umbro erom). Así pues, una forma como amaturum se había formado a partir de *amatu(m) erom. Esto vendría confirmado por el hecho de que, en época arcaica, era una palabra invariable, es decir, siempre era amaturum, y nada de amaturi, amatura, amaturos, etc.
Morituri te salutant!?!?! A estas alturas quizá a alguno le haya venido a la mente aquella frasecilla tan escuchada en las películas de romanos: Ave, Caesar! Morituri te salutant!, que se suele traducir algo mal —a mi entender— como «¡Ave, César! ¡Los que van a morir te saludan!».
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
62
Digo «algo mal» porque, si bien es un participio de futuro, este no expresa solamente una acción futura, sino también otras ideas relacionadas con el futuro como la inminencia, la voluntad, la (pre)disposición… Puede compararse a este respecto el inglés will, auxiliar para formar el futuro (all of us will die ‘todos nosotros moriremos’), pero que inicialmente significaba ‘querer, desear’ (y aún se emplea así como uso arcaizante y como tecnicismo en el sustantivo will ‘testamento ← lo que uno desea cuando haya muerto’, amén del alemán actual wollen ‘querer’; por cierto, que este verbo germánico está emparentado con la raíz de «voluntad», italiano volere y francés vouloir ‘querer’, etc.). Pero vuelvo a divagar… Resumiendo: una traducción más adecuada sería «¡Ave, César! ¡Los que están dispuestos a morir te saludan!»; porque imagina la moral que tendría un gladiador si supiera de antemano que va a morir sí o sí…
Lo que nos ha quedado en español Según las reglas básicas de la evolución de sustantivos del latín al castellano, un participio de futuro activo en español tendría, pues, unas desinencias -turo, -tura. Como ya dije, solo nos quedan restos fosilizados y de los que incluso se ha perdido en muchas ocasiones la noción de la raíz verbal:
«futuro» es lo que va a ser (cf. «fui, fuiste», etc.)
«nascituro» es el que va a nascer (no recogido en el DLE)
«morituro» es el que va a morir (ídem)
«ventura» es lo que está por venir, por suceder… Los participios de futuro pasivos, por el contrario, se formaban con
el mismo sufijo que el gerundio, es decir, -nd-; la formación es análoga a la de los participios de presente en -nt-, pero con una sonorización de t en d por influencia de adjetivos como moribundus, fecundus, etc. En este caso, al valor del futuro se le puede añadir un matiz de obligación, como en «Amanda», que es la que ha de ser amada. Otros casos más simples son los fosilizados como «laureando/graduando», el que va a
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
63
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
ser coronado con laurel por su graduación; «agenda», lo que ha de ser hecho; «doctorando»…
Corrijamos errores básicos de pronunciación latina A raíz de la cantidad de gente —desde divulgadores no especializados
hasta
reconocidos
filólogos
con
importantes
publicaciones— que veo que comete diversos errores básicos de pronunciación, he decidido escribir este artículo para poner mi granito de arena en la complicada erradicación de ciertos vicios perpetuados de antiguo.
Correspondencia ortografía-pronunciación del latín clásico Hay
que
comenzar
aclarando
que
la
ortografía
latina
es
prácticamente fonética, es decir, que lo que se escribe es lo que se pronuncia, y lo que se dice es lo que se escribe: ni sobran ni faltan letras. Esto es algo menos cierto en el caso de la ‹h›, que en latín clásico era ya muda, aunque se seguía escribiendo por purismo etimológico, si bien en épocas anteriores y en las áreas rurales sí que se aspiraría; Bassols afirma que en posición inicial de palabra sí se aspiraría levísimamente, aunque menos que en inglés o alemán. Como todo esto es igual que en español («cohete» se pronuncia normalmente [koˈete], aunque en zonas rurales se puede escuchar [koˈhete]), no hace falta profundizar más. También tengo que aclarar, por último, que aquí voy a hablar de la pronunciación clásica, que se opone a la pronunciación arromanzada, a la italiana, de la iglesia, o como cada cual quiera llamarla. Cuando los españoles recurrimos a algún latinajo o a alguna locución latina, la inmensa mayoría de las veces se trata de expresiones de época clásica (o circunclásica: preclásica, posclásica…); por tanto, debemos saber no solo emplearlas con corrección, sino también pronunciarlas adecuadamente.
ae (y oe) Por increíble que pueda parecer, ae se pronuncia [ˈae̯]. Por tanto, hay que evitar la pronunciación arromanzada como una simple *[e]: quae se lee [ˈkʷae̯], no *[ˈkwe]. La bibliografía anglosajona tiende a considerar que ae se pronunciaba [ai], aunque esta pronunciación es de época arcaica Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
64
(siglo III a. C. y anteriores). Lo mismo se aplica al diptongo oe, menos frecuente, que se pronuncia [ˈoe̯]: amoenus se pronuncia [aˈmoe̯nus], no *[aˈmenus]. Este diptongo es también causante de otra aberración bastante extendida entre legos y profanos. Las palabras latinas de dos o más sílabas eran llanas o esdrújulas, nunca agudas. Entonces, si acabamos de decir que ae es un diptongo, una pronunciación del tipo *[roˈsa.e] estaría acentuando la última sílaba, es decir, realizándola como aguda. Este error es muy común y hay que atacarlo de forma directa y contundente. El diptongo ae es desinencia de dos casos importantes de la primera declinación: el genitivo singular y el nominativo plural. Respecto al caso del genitivo singular, sobre todo, porque es la segunda forma del enunciado de un sustantivo; todo el mundo habrá escuchado, no sin cierta estúpida chanza, el típico rosa, rosae *[ˈrosa roˈsa.e] (cuya pronunciación correcta es [ˈɾosa ˈɾosae̯]). También es la que aparece en curriculum vitae [kuˈrikulum ˈbitae̯] (o [ˈbite], pronunciación del latín vulgar, también aceptada por la RAE). ¿Cómo pueden ser /ae/ y /oe/ diptongos? Como me planteó un lector, ¿cómo es posible que /ae/ y /oe/ sean diptongos si no hay ninguna deslizante como i o u? No podemos juzgar la fonología de una lengua a partir de la fonología de otra. Por ejemplo, los anglófonos dirían que los triptongos del español son imposibles de pronunciar, simplemente porque ellos no tienen algo similar. Y lo mismo podríamos decir nosotros de, por ejemplo, el rumano, que contempla secuencias como /e̯a/ e incluso /e̯o̯a/. Efectivamente /e/ es una vocal abierta (realmente media) y, en principio, parece que no puede formar diptongo con otra vocal abierta/media. Sin embargo, no hay más que pensar en las sinalefas del español: «prima hermana» se silabifica pri-maer-ma-na, con lo que ahí tenemos exactamente el diptongo /ae/, y lo mismo con /oe/ en «primo hermano». Esto está totalmente contemplado en la fonología del español.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
65
Por tanto, lo que en principio es un hiato teórico, en la práctica puede pronunciarse como diptongo: «prim[ae̯]rmana». Con esto quiero decir que en latín se pronunciaba exactamente como diptongo, igual que en español es diptongo la secuencia en «prima hermana», etc.
ce, ci En el colegio aprendemos que c seguida de a, o, u se pronuncia como la k: «casa», «cómodo», «cumbre»; pero, seguida de e o i, se pronuncia como la z: «cebolla», «cigüeña». Algo similar ocurre en italiano, solo que, en vez de como la z, se pronuncia como nuestro dígrafo ‹ch›: cena [ˈtʃena], cipolla [tʃiˈpol:a]. Esto hace que en la pronunciación arromanzada se realicen estas mismas secuencias, ce y ci, como en italiano. Mucho se reiría Cicerón, creo, si
se
enterara
de
que
nos
referimos
a
su
consulado
como
*[tʃitʃeˈɾone ˈkonsule], *[siseˈɾone ˈkonsule] o incluso *[tsitseˈɾone ˈkonsule]. Pero lo cierto es que la letra ‹c› en latín se pronunciaba siempre [k], independientemente de la vocal que le siguiera. Así pues, Cicerone consule se leería [kikeˈɾone ˈkonsule].
ge, gi, gn Ocurre lo mismo que en el caso anterior, por lo que abreviamos: la letra ‹g› se pronunciaba siempre como en «gato», «guerra», «gorila». Por tanto, regina ‘reina’ no se lee *[reˈʝina], sino [ɾeˈgina]. Relacionado con ge y gi está gn, que en latín no era dígrafo como en italiano (gnomo [ˈɲomo]), sino dos sonidos totalmente independientes que se leían tal y como se escribían: magnus se lee [ˈmagnus] (como en español «magnífico»), no *[ˈmaɲus].
r En latín, igual que en español, existían la percusiva o vibrante simple [ɾ] (como en «pero»), escrita ‹r› incluso en inicial de palabra (Roma [ˈɾoma], no *[ˈroma]), y la vibrante múltiple [r] (como en «perro»), escrita ‹rr›. El español, sin embargo, se apartó del latín cuando se trataba de inicial de palabra: Roma se pronuncia, en latín, [ˈɾoma], mientras que en español sí se Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
66
pronuncia [ˈroma]. Es comprensible, en cualquier caso, la pronunciación españolizada de r en inicial de palabra, ya que es, hasta cierto punto, un sonido extraño en castellano para esa posición. Lo que no tiene justificación alguna es una pronunciación arcana de la r, como si de una maldición egipcia se tratara. De forma simple: la ‹r› es siempre [ɾ] como en «pero», y no una mezcla de [ɾ] con [r], con [r] inglesa y con [ʁ] francesa. En serio.
ti seguida de vocal Similar a lo ya visto: la secuencia ti, incluso cuando va seguida de vocal, se pronuncia tal y como se escribe, es decir, [ti], seguida de la vocal que
corresponda.
Por
ejemplo,
temptationem
se
pronuncia
[temp.ta.tiˈo.nem]: ni *[temp.taˈtsio.nem] ni *[temp.taˈsio.nem].
«Gayo», «Gneo» En estos dos casos hermanos nos enfrentamos más bien a un problema gráfico, que conlleva secundariamente el de pronunciación. La explicación es larga, aunque interesante, creo. Los romanos tenían poquitos nombres de pila, los famosos praenomina. Teniendo en cuenta lo que costaba escribir una sola letra en un trozo de piedra o de mármol, es comprensible que fueran muy aficionados a las abreviaturas. Los nombres, siendo pocos y por tanto muy repetidos, eran blanco fácil para ahorrarse unas letras. Si hablamos de Publio, bastaba con escribir P. para que todo el mundo supiera que se trataba de Publius, igual que todos los hispanohablantes sabemos que ‹q› (o la más macarrónica ‹k›) es abreviatura de «que», etc. Historia de la letra ‹g› Por lo general, las inscripciones (así como el lenguaje jurídico, muchas veces de la mano) tenían gusto por lo arcaizante. Los romanos tomaron su abecedario del alfabeto etrusco, que a su vez fue una adaptación del griego. Aunque los griegos sí tenían el fonema /g/, representado con la gamma (γ, mayúscula Γ), los etruscos reciclaron esta grafía para representar el fonema /k/, ya que ellos no tenían /g/: basta con girar unos 90 grados hacia la izquierda la grafía Γ para obtener una ‹C› un Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
67
poco angulosa. Aquí cabe precisar que todas estas gentes escribían todo en mayúsculas, por lo que es adecuado (incluso necesario) que nosotros empleemos, en este caso, también mayúsculas. Los romanos, que, como hemos dicho, adaptaron el alfabeto etrusco para crear el suyo, se encontraron con que no tenían una letra para representar el fonema /g/ (que ellos sí tenían), por lo que usaban la ‹C› para representar /k/ y /g/ indistintamente. No sería hasta el siglo III a. C. que se les ocurrió la idea de coger esa ‹C› y ponerle un signo diacrítico, una rayita, que acabó en la ‹G›. Abreviaturas de Gaius y Gnaeus Pero los romanos llevaban ya varios siglos abreviando los nombres Gaius y Gnaeus como C. y CN. respectivamente. Si bien ahora sí podían emplear su nueva letra y abreviar G. y GN., ello iría en contra del gusto arcaizante propio de las inscripciones, por lo que se continuó abreviando como C. y CN., aunque de siempre los nombres habían sido Gaius [ˈga.jus] y Gnaeus [ˈgnae.us], y no *Caius o *Cnaeus. Esto lo recoge de hecho Quintiliano en su Institutio oratoria, 1.7.1.1 (que traduzco libremente), al hablar de las incoherencias entre ortografía y pronunciación en el latín: Quid quae scribuntur aliter quam enuntiantur? Nam et ‘Gaius’ C littera significatur […]; nec ‘Gnaeus’ eam litteram in praenominis nota accipit qua sonat. ¿Qué hay de las palabras que se escriben de forma distinta a como se pronuncian? Por ejemplo, se usa la letra ‹C› para el nombre «Gayo» […]; tampoco «Gneo» se pronuncia con la letra con la que se abrevia.
El problema es que, mientras que, por ejemplo, los ingleses han sabido desatar correctamente las abreviaturas y han escrito siempre Gaius y Gnaeus, la tradición española ha confundido lo que era un arcaísmo gráfico con lo que había realmente tras esa abreviatura. Entonces, muchos han escrito siempre *«Cayo» y *«Cneo» (ya españolizado). Evolución de las grafías y los sonidos En algún lugar de internet (y supongo que, antes, en círculos académicos) alguno ha debatido si esa C no era otra parte más de la evolución fonética desde el latín al castellano, cosa bastante difícil, ya que Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
68
la evolución ha sido, normalmente, justo la inversa: muchas c han pasado a g (y muchas p a b [aperire > «abrir»], y muchas t a d [vitam > «vida»]: sonorización de la sorda correspondiente), como en cattum > «gato», lacum > «lago», lacrimam > «lágrima», aquam > «agua», etc. Esto hay que tenerlo claro porque Gayo y Gneo son, de hecho, dos nombres muy importantes, al ser el primero el de Julio César y el segundo el de Pompeyo Magno, dos de los romanos más famosos. Se puede ver la gran —y triste— extensión de estos errores en los propios artículos de Wikipedia…
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
69
Mis últimas palabras… por ahora (¡importantes!) ¡Espero que hayas disfrutado y aprendido! Sé que algunas partes son un poco difíciles, pero solo se aprende yendo cada vez un pasito más allá.
Precisamente me gustaría que le echaras un vistazo a mi proyecto más ambicioso hasta ahora: los Videocursos de Lingüística y Humanidades. Por una tarifa plana mensual muy reducidita podrás acceder a decenas de clases en vídeo en las que explico personalmente asignaturas universitarias (tal y como yo las aprendí) como:
Lingüística general
Lingüística indoeuropea
Fonética y fonología del español
Historia y gramática histórica del español
Historia, fonética y morfología del latín
Mitología griega (y romana)
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!
Orígenes, etimologías y gramática histórica del castellano, de Javier Álvarez
70
Además de otros cursos algo más elementales como los siguientes:
Latín desde cero
Sintaxis española
Ortografía: acentuación Como te digo, son mi proyecto más ambicioso y quiero de verdad que
les eches un vistazo. Si te ha gustado este libro y los demás contenidos que publico en el blog y en las redes sociales, la mejor forma de agradecérmelo y ayudarme a seguir adelante es apoyando este proyecto económicamente, y qué mejor forma si además te llevas cientos de horas de vídeos de contenidos imposibles de encontrar en otra parte en internet (en español o en cualquier otro idioma). Como además no quiero que el dinero sea un problema… Me voy a volver loco y te voy a ofrecer el primer mes por solo 2 €. Solo tienes que usar el cupón LIBRITO al realizar el pago.
Este ebook es gratuito. Puedes imprimirlo, fotocopiarlo, prestarlo o regalarlo a quien quieras. A cambio solo te pido que visites mi hogar en la red, delcastellano.com, donde encontrarás muchos más artículos como estos y otros contenidos de gran interés. ¡Nos vemos pronto!