Desde su fundación (Aprox.1900), hasta1980.
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ÍNDICE
Prólogo.........………………………………………………………..4 Antecedentes……………………………………………………….6 FUNDACIÓN DEL PUEBLO………………………………………7 PRIMERAS FAMILIAS……………………………………………..9 La familia Cruz Cortez COMO ERAN SUS CASAS……………………………………….10 La cocina Como se alumbraban Para lavar la ropa Para planchar El baño LA AGRICULTURA………………………………………………..17 LA CAZA…………………………………………………………….18 Los cocodrilos Siguiendo la ruta de “El Panteón” Las nutrias LA PESCA…………………………………………………………..21 La atarraya………………………………………………………….24 El chinchorro……………………………………………………….26 El trasmallo…………………………………………………………27 El salapán……………………………...……………………………28 Otros arneses de pesca…………………………………………..29 Canoas, piraguas y pangos………………...……………………30 TRANSPORTE Y COMERCIO Carretas y primeros autos Comercio y pasaje Costa Grande _ Acapulco--------------------35 Carretas y primeros autos Los primeros motores…………………………………….………36 Venta del pescado…………………………..……………….…….37 Las salpresas Comercio interno El turismo…………………………………………….…………...…41 Las primeras enramadas SOCIALIZACIÓN……………………………………………………46 Saludo y Respeto Cortejo y Noviazgos……………………………………………….47 La virginidad………………………………………………………..49 La vida conyugal y el prestigio del apellido
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Los juegos…………………………………………………………...50 Educación…………………………………………………………....53 Arte………………………………………………………………..…..55 El comisario Su forma de vestir FIESTAS Y CELEBRACIONES……………………………………57 Los bailes La música…………………………………………………………….58 El Día de la Virgen…………………………………………………..59 El Día de San Juan………………………………………………….60 El Día de Las madres El Día del Niño y de Reyes………………………………………...61 El Año Nuevo Los cumpleaños………………………….………………………….62 El Carnaval La feria…………………………………………………………………63 LA DIVERSIÓN CON TECNOLOGÍA ELECTRÓNICA…………..64 La Radio La Televisión El Cine Películas filmadas en el pueblo…………………………………...67 ENFERMEDADES Y CURACIÓN……………………………….….68 LOS VELORIOS………………………………………………………69 DUENDES, CHANEQUES Y OTROS MITOS……………………..70 MIGRACIONES………………………………………………………..72 Primera migración Migración Educativa La marina ZONA ARQUEOLÓGICA……………………………………………..73 ALCANCES DE LA REVOLUCIÓN………………………………….74 El Coronel Lara Zapata EL DEPORTE…………………………………………………………..76 Pedro Cruz Inicio del Básquetbol…………………………………………………78 Las canchas La primera cancha de cemento Los equipos Apunte final…………………………………………………………….84 Glosario…………………………………………………………………85
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Prólogo Desde que era yo muy pequeño, mis abuelos, mis tíos y algunas personas mayores de mi pueblo, contaban historias y anécdotas fascinantes. “En aquellos tiempos_ “Decían_, y empezaban entre trago y trago de café negro y uno que otro suspiro, con narraciones interminables que a todos los niños nos hacían transportarnos con la imaginación al lugar y al momento de los hechos. Sentados en la arena, a la hora de la merienda, en el camino a las huertas o a pescar, siempre había un motivo para iniciar una charla casi unilateral e hipnotizante, con la que el tiempo se iba volando. Los años fueron pasando; y cada persona que fallecía, se llevaba en la memoria una parte del pueblo. He querido rescatar algo del baúl de los recuerdos; de quienes de alguna forma han sido cronistas de muchos sucesos; tratando de no incluir pasajes bochornosos o comprometedores, para no ofender la dignidad de alguien. Las situaciones donde se involucran personajes, las presento de acuerdo a como sucedieron, según los entrevistados; muchos de los cuales fueron testigos o partícipes en algunos acontecimientos. Seguramente muchos nombres de los personajes no tengan trascendencia para la mayoría, pero si lo tienen para la población local y es a este sector a quien en primer término está dirigida esta narración; y esto servirá para que se posicionen de su historia y se puedan aclarar dudas posteriores. Es difícil ubicar ciertos pasajes en años precisos; por lo que he recurrido a delimitar por décadas los más definidos y recurro a la expresión “En los primeros años”, para enumerar algunos eventos secuenciales presumiblemente incluidos entre la fundación y principio de los años treinta; sucesos que pueden tener mayor frecuencia en cualquiera de las décadas de ese período, o en toda esa etapa. Podría pensarse que tres décadas es demasiado tiempo para delimitar ciertos acontecimientos; pero no en un pueblo en ciernes y sobre todo aislado; que aunque tiene cerca el puerto de Acapulco, no era un portento de modernidad a principios del siglo XX. Aunque muchos acontecimientos en los sesentas y setentas los viví personalmente, sólo en algunos casos hablaré en primera persona. Al final presento un glosario de palabras usadas en esta región que han sido adoptadas de otros lugares como Costa Grande, Costa Chica e incluso del extranjero con la afluencia de inmigrantes llegados en el galeón de las Filipinas, (Nao de China), desde mediados del siglo XVII.
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Se que algunos de los vocablos, de acuerdo a la academia de la lengua, tienen otra connotación; pero yo las presento de acuerdo como son entendidas en el pueblo; aunque muchas de ellas ya dejaron de usarse, adoptando en su lugar otras más “modernas”. Aclaro que algunas palabras o expresiones pueden ser incómodas para muchas personas; pero aquí fueron y son, algo común y se dicen con la menor intención de ofender. Pongo en sus manos esta lectura, con la intención de que la disfruten los visitantes que deseen conocer la idiosincrasia y las costumbres del pueblo; los que por alguna razón han tenido que salir de él, y las nuevas generaciones.
Roger Lugardo.
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Antecedentes A principios del siglo XX, La Barra de Coyuca era un lugar inhóspito. La orilla de la laguna llegaba a la mitad de lo que hoy es su anchura; considerando lo que la gente dice: que lo que hoy es el centro pueblo, eran los límites de la parte habitada del mismo. Con los ciclones del 25 de mayo de 1937; del que no se recuerda el nombre (si es que ya se les asignaba) sólo se conocía como “El ciclón de mayo” o “Del 37” El “Tara” el 12 de noviembre de 1961 y El “Viula” en 1967, la orilla de enfrente (Al norte) se ensanchó y la del lado opuesto retrocedió aproximadamente la misma cantidad; con lo que su cauce se ha desviado hasta la fecha entre cuarenta y cincuenta metros. Antes de su fundación, este lugar era prácticamente una jungla. En la laguna el lirio acuático era abundante; en la orilla todo estaba cubierto de carrizos, zarza, mangle, árboles y arbustos; un adecuado hábitat para diferentes especies de aves como: garzas, zarcetas, patos canadienses, pichichis, cormoranes (buzos), pelícanos, etc. Había también infinidad de nutrias, armadillos e iguanas. Del otro lado de la laguna se podían observar venados y jabalíes. Se cuenta que a principios del siglo veinte todavía, aunque escasos, había jaguares; tecuanis en lengua náhuatl, llamados localmente tigres. El más temible depredador era el cocodrilo; que arrasaba tanto con la fauna terrestre, como con la acuática. Más arriba, en lo que hoy es pueblo, era igualmente de difícil acceso por la cantidad de huizaches, pitayos y nopaleras; lo que hacía propicio el lugar para madrigueras de zorros, coyotes, conejos, etc. Poco a poco la llegada del hombre lo ha ido transformando hasta convertirlo en lo que es hoy.
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FUNDACIÓN DEL PUEBLO Se cuenta que cuando el camino que comunica a La Costa Grande con Acapulco era de herradura, en tiempo de lluvias se anegaba y era intransitable. Las bestias se quedaban atoradas en el fango; por lo que los mercaderes que venían de Atoyac, Tecpan San Jerónimo y otros pueblos, preferían viajar por la playa con decenas y a veces hasta con cientos de burros cargados del producto de sus siembras con destino al puerto; donde los vendían y a la vez, adquirían mercancías para consumir o vender en sus pueblos de origen. Los animales en el trayecto necesitaban descanso además de alimento al igual que ellos mismos y en una de esas ocasiones, los viajeros se encontraron a Cruz Lugardo Camacho, pescando frente al lugar donde desemboca el rio de Coyuca y le preguntaron que donde vendían comida a lo que él contestó: _ Aquí no vive nadie. _ Yo vivo en los Barrios (San Nicolás-Espinalillo) vengo a regar mis palmas y de ahí me vengo a pescar. Ellos le preguntaron: _ Oiga, ¿por qué no se construye una cabaña para vendernos de comer? Somos muchos los que frecuentemente pasamos por aquí y podría convenirle. _ Es una buena idea. Tomaré en cuenta su propuesta. Después, los comerciantes continuaron su camino rumbo al puerto. Al poco tiempo, Cruz Lugardo construyó dos cabañas grandes en el Lugar donde se encuentra el negocio de los finados: Nelson Rodríguez y María Santos Díaz; pero unos treinta metros hacia la laguna. Esa parte se la llevaron los primeros ciclones. Una cabaña era para vender comida a los comerciantes y la otra para que sestearan las bestias y se alimentaran con manojos de zacate que traían de su huerta denominada “El Arca” que se encuentra del otro lado del río; frente al negocio de Pedro Lugardo y Polita Zúñiga. Esta última hoy muy conocida por aplicar mascarillas de barro a personas famosas de la farándula. Hoy ya fallecidos ambos. Así fue como iniciaron el pueblo Don Cruz Lugardo Camacho y su esposa Teodora De la Rosa Tumalán. Aquí nacieron sus hijos: Eulalia, Cruz “El negro”, Cruz “Crucito”, Facunda, Teodosia y Andrés, este último era sobrino, fue criado y reconocido como hijo. Él era hijo de Pablo de la Rosa y Doña Lucinda que fallecieron
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siendo muy jóvenes. Después, Don Cruz engendró a Hilario con otra mujer del pueblo. Con ellos llegó, Emilio Lugardo y su esposa. Después se fueron a La Estación. Algunos de sus hijos fueron: Conrado, Patricio y Pedro. Este último al casarse, se estableció junto al río; cerca del camino que conduce a Coyuca (Cabecera municipal).
Cruz Lugardo “Crucito”. Líder del pueblo en los años cuarenta.
Primeras familias Después del clan Lugardo de la Rosa, empezaron a llegar más familiares y amigos de los Barrios; entre ellos: Los Benítez y los Marín; esta gente llamaba a este lugar “El Varadero”; haciendo referencia de que ahí varaban las canoas. Las personas que nacieron aquí le llamaron La Barra y las de La Estación le llamaban La Playa; nombre con el que se inició la gestión del ejido desde 1926 por Cruz Lugardo, Feliciano Ascencio, Hilario Lugardo y otros; lográndose su asignación en 1948.
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Debo aclarar que contrario a lo que la mayoría comenta, este nombre (La Barra) no nace por las charcas que se forman al llegar las olas; sino porque la población está situada en una barra de tierra entre el océano pacífico y la laguna de Coyuca. Ese mismo origen tienen los nombres de otros destinos como: Barra Vieja, Barra de Tecoanapa, etc. Siguieron llegando más familias entre ellos: los Villegas y los Ascencio de Coyuca; los Cruz, los Cortez y los Calixto de San Marcos; los Diego de Los Arenales; los Castrejón de El Espinalillo; los Zúñiga y los Palacios de El Embarcadero; los y a principios de los cuarenta los Díaz de Las Lomas y los Villa de El Guamúchil, entre otros.
La familia Cruz Cortez Esta familia llegó de San Marcos (Costa Chica); cuando allá no había que comer; ya que llegaba la plaga del chapulín, que arrasaba con toda la vegetación, incluyendo al maíz que era la principal fuente de alimento. Además, muchas familias estaban involucradas en problemas por la tierra y frecuentemente había muertos. Teodoro Cruz, que en ese entonces contaba con diecisiete años, buscaba un lugar tranquilo para traer a su familia y llegó a los Bajos del Ejido; pero no le gustó porque había mucha gente de armas y con problemas y de eso precisamente venía huyendo. De ahí se pasó a Las Lomas. Este pueblo le agradó porque había mucho trabajo y se contrató como peón de Tomás Téllez para sembrar maíz. De ahí se pasó a La Barra llegando a la casa de Nicolás Lugardo (Nicolás Ramírez) y se dio cuenta que había mucho pescado. Pidió permiso a Don Cruz Lugardo (padre) para traer a su familia el cuál le fue concedido. Así fue como una tarde de 1920, Teodoro Cruz llegó caminando por la playa con su mamá Doña Teresa Cortez y con sus hermanos. Porfirio “Billo”, Sabás, Nicolás, Gerardo, Crescencia “Chencha”, María de la Paz “Pacita” y Francisca “Pancha”. En San marcos solo quedó un hermano llamado Julio. Se supone que a Don Nicanor Cruz el padre de ellos, ya lo habían asesinado. A Teodoro no le gustaba hablar de ese tema. Junto a este Clan llegaron: Isabel Cortez “Don Chabón” y Amado Cortez formando aquí sus respectivas familias. Se dice que otros miembros de la familia Cruz se fueron a Las Vigas; algunos a Llano de la Puerta; de donde después llego otra línea a La Barra con Enrique Cruz “El Pariente”. Algunos dudan que éste sea de la misma línea; tal vez porque traía otro apellido por los conflictos de la época. El llegó con su familia a fines de la década de los sesenta.
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CÓMO ERAN SUS CASAS Eran cabañas que se construían con armazón de mangle y huesos de palapas; y cubiertas y techadas con palapas. Algunos usaban como horcones el quebracho (llamado quebrache en el pueblo) porque era más resistente a la humedad y a la polilla. Antes de que los filipinos trajeran las palmas, se techaba y cubría con zacate de hoja delgada, ya que el de hoja ancha tenía una especie de sierra y era difícil manipular. Las casas más lujosas en la parte de abajo eran tejidas con varas delgadas de mangle llamadas “candelilla” y después rellenadas con barro revuelto con bellota de arroz (dayame); a este tipo de compactación se le llama “bajareque”. Muchas familias encerraban sus casas con una cerca de hueso de palapa y las plantas de ornato eran comúnmente: flor del día, copa de oro, siete virtudes y para la sombra árboles de almendro. Con el paso del tiempo, las paredes de bajareque se iban descarapelando por la resequedad y era necesario ir a traer más barro al río para resanar las partes afectadas. Las casas eran por lo regular de una sola pieza; las camas cercanas y por la dieta diaria de frijoles, esto a veces se convertía en un concierto de ventosidades ruidosas. Lo peor era cuando algún joven recién casado se llevaba a la novia vivir a la casa. El ruido de los catres en contrapunto con los gases, eran un martirio. En algunas ocasiones, cuando la parte de abajo se estaba venciendo debido a que se tronchaban los horcones por la polilla, se organizaban varios hombres y con la ayuda de horquetas, cambiaban la parte de arriba a otro lugar donde ya tenían los horcones estratégicamente preparados para colocarla. Cuando la parte de arriba ya no servía, se destechaba aprovechando algunos morillos (maderos) y sustituyendo los deteriorados por el comején y cambiando la palapas que se iban quitando con mucha precaución por el peligro de los insectos; sobre todo los alacranes e incluso serpientes. También se encontraban muchos nidos de ratas recién nacidas. Las más grandes al oír el ajetreo, huían hacia otras casas o hacia el monte. Era divertido para los niños andar siguiendo y matando los roedores. Los niños más pequeños, sólo observaban a las ratas bebés de un color rosa intenso parecido al trasero del mandril. Algunas puertas eran sólo un petate; que en el día se enrollaba y se sujetaba con un ganchito y en la noche se soltaba para cerrar. Sólo algunos tenían puerta de hueso o de madera; la que se aseguraba con una tranca.
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El piso, regularmente era la arena; donde muchos, sobre todo los visitantes se acomodaban a dormir. Unos pocos tenían el piso de lodo (arcilla), cuidadosamente compactado. Las camas estaban construidas con pequeños horcones enterrados, con travesaños de candelilla; y encima tule u hojas de plátano para darle comodidad y al final un petate. Esta confección era un adecuado hábitat para todo tipo de insectos; sobre todo los alacranes. Esta era una cama de lujo; después vino el catre de mecate, el de jarcia, Luego el de lona. Para arroparse, se usaban zarapes que se compraban en Coyuca o en Acapulco; algunas veces, se cambiaban por pescado. En otros casos, se usaban sábanas hechas con retazos de ropa que se dejaba de usar.
A causa de las plagas y en particular del mosquito Anópheles, que provoca el paludismo el gobierno a través de la CNEP (Comisión Nacional para la Erradicación del Paludismo), realizaba campañas de fumigación con DDT a lo que llamaban “los rociadores”. Los chavales que no entendían las siglas, las interpretaban chuscamente como: “caga no esperes papel”. A falta de diversiones, esta campaña era una fiesta para niños; que lejos de quejarse, cooperaban sacando muebles, trastos y otros objetos para que se realizara el trabajo. Las mesas se fabricaban con horcones pequeños y encima huesos; lo mismo que los tapancos; que eran tablas con tirantes que se colgaban en las partes altas para guardar comidas; aunque las hábiles ratas se las ingeniaban para llegar hasta las cazuelas. Las lagartijas de casa o “saramanquejas” (salamaquesas), eran también un problema; ya que frecuentemente caían en las comidas y no creo que no haya habido alguno que no las hubiera probado en los frijoles, aunque sea sin darse cuenta. Cabe recordar que estas fueron traídas de África a nuestro país, por la cantidad de insectos que habían en las casas. Los tapeites que eran una especie de mesa de hueso, por lo regular estaban en la parte de afuera y que se usaban para limpiar el pescado o para preparar algún otro alimento que se iba a cocinar. Los asientos eran polines, es decir, pedazos pequeños del tronco de los árboles o bancas de pequeños horcones con huesos encima. En las paredes o “en el cercado” como se llamaba a la parte de abajo que no era de bajareque, no faltaba el tecomate (recipiente hecho de bule con unas correas para asirlo) donde se guardaban algunas herramientas; el calendario de la época, un pequeño espejo, algún tanate donde que contenía el martillo y los clavos, el machete en su funda, la cuarta o el cinturón con el que se aplicaban los correctivos y algún cuadro con las fotos de los miembros de la familia. Las más antiguas eran dibujadas.
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Pegado a la pared había una mesita con el altar a la virgen, al sagrado corazón y a otros santos con sus respectivas veladoras y algunas flores o alguna imagen de un familiar ya fallecido, pintada en un pedazo de madera con la silueta del rostro y del busto pero el relieve no era exactamente ortodoxo, sino tenía más bien un acabado geométrico a manera de algunas piedras preciosas; que se mantenía vertical con la ayuda de una pequeña base. Con el tiempo y por estar a la intemperie, la imagen se borraba echándose a perder. Para los bebés se construían cunas con bejuco redondo, tejidas con majagua de huizache; mismas que se colgaban de los tirantes de la casa para poder mecerlos o bien, las hamacas eran algo muy común para dormirlos; arrullándolos con canciones de cuna como aquella que dice: “Señora Santa Ana por qué llora el niño Por una manzana que se le ha perdido Yo le daré una, yo le daré dos Una para el niño, y otra para Dios”. O aquella otra: “Luna, luna Dame una tuna La que me diste se me cayó en la laguna. Para guardar la ropa se usaban cajas de madera cuidadosamente barnizadas. Después llegaron las llamadas “cómodas” que eran una especie de cajas tejidas con cintas de plástico.
a).- La cocina Al principio como fogón, se colocaban tres piedras sobre las cuales se ponía la olla, la cazuela, el comal o el utensilio donde se iba a cocinar; después se le prendía la leña o conchas con un hisopo de algodón que ardía con la chispa que surgía al frotar el mineral llamado pedernal, conocido en el pueblo como “piedra lumbre”, echándole aire con el “aventador” o soplándole. Ya en los cincuenta llegaron las estufas de petróleo pero no tuvieron éxito; por el olor a petróleo que llegaba a la comida y la poca flama que producían. Para moler el nixtamal, se usaba el metate; donde también se molían otros productos como el plátano macho o el chile guajillo. Después para el nixtamal y otros alimentos se empezó a usar el molino de mano. Los trastos eran de hueso de coco que se partía en dos y la parte mejor se usaba como plato. También de este material se fabricaban las cucharas.
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Había también cucharas grandes de madera, molinillos etc., que ya dejaron de usarse. Después llegaron los trastes de loza y de peltre que se colocaban en el trastero donde la madre de familia guardaba en un recipiente el dinero en existencia. Los jóvenes ya lo sabían; por lo que cuando alguien necesitaba algunas monedas, no faltaba quien le dijera: ¡Cáele al trastero! Muchas personas acostumbraban comer sin cuchara las comidas secas; para las sopas simplemente se empinaban el plato. Con el tiempo la gente se fue refinando y regañaba a los niños cuando se llenaban la boca o hacían ruido al comer diciéndoles: ¡Dejen de estar tronando la boca! ¡Comen como cuches! El agua para tomar, se tenía que ir a traer al río y se almacenaba en tinajas de barro tapadas con una tabla circular o cuadrada con una agarradera. Entre más lejos se llegaba río arriba, el agua era más clara y más sabrosa aunque no pura; por los desechos de los pueblos por donde pasaba; y por esa razón era normal que todos los niños estuvieran como el perro de la Tía Chencha: “flacos pero panzones”; por la cantidad de lombrices. Muchas madres de familia, encargaban el agua a los jóvenes que iban por ella. En el trayecto siempre se despertaba la inspiración y se entonaban canciones de moda ida y vuelta. Cerca de la boca del río encontraban a algunos jóvenes de los Barrios parados en el agua no muy profunda con un morral al hombro, pescando con cuerda mojarritas, charritas y pijolines. MI abuela siempre nos decía: _ ¡Váyanse hasta la huerta de mi compadre Arcadio, porque allá el agua está “liviana”! ¡no está tan “pesada”! Nunca supimos donde estaba la huerta; porque nunca llegamos hasta allá. Eventualmente los padres usaban la lombricerina y el aceite de ricino para desparasitarlos; estas medicinas tenían un sabor muy desagradable; pero al ver un cinturón enfrente no había otro remedio. Después llegó el piperahui que tenía un sabor más agradable.
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El día de la purga, más bien parecía un alumbramiento; ya que eran madejas de lombrices; algunas tan grandes que no alcanzaban a salir y se necesitaba que un adulto llegara con un papel a jalársela con cuidado para que no se rompiera. Me platicó “el primo de un amigo” que “ardía hasta la conciencia”. Una forma más higiénica de obtener agua; sobre todo más pura, era a través de pozos adaptados en la arena con un aro de una tina que se dejaba de usar. Los últimos que se recuerdan son el que estaba en la huerta de Pedro Villa y el de Julio Zúñiga que al final lo hizo de concreto; eran una buena opción cuando el agua de la laguna se encontraba revuelta. A veces se encontraba algún sapo y se achicaba el pozo hasta creer que ya se le había ido alguna fuente de infección.
b).- Cómo se alumbraban Al principio se usaba el hachón; que es un pequeño manojo de rajas de ocote; el candil de una o dos mechas de ponque y alimentado con petróleo, las velas, el quinqué y posteriormente llegaron las lámparas de baterías; la de carburo y la de gasolina; usadas también en la caza y la pesca. Todavía recuerdo cuando nos mandaban a comprar en la noche y llevábamos un candil y a veces la lámpara que usaba papá en la pesca.
c).- Para lavar la ropa Para esta necesidad, las mujeres se iban a la orilla de la laguna o al río, donde lavaban en sus bateas colocadas en pequeñas horquetas y con jabón de cebo fabricado en el pueblo. En algunos casos, se usaba el chicayotillo; que es un vegetal con ácidos muy fuertes; por lo que para lavar, tenían que hacerlo rápidamente para no quemarse las manos. Cuando la ropa estaba bien curtida (muy sucia), se hacia una enjabonada previa y se tendía en la arena. Después se hacia la restregada final y el tendido. Siempre se tenía cuidado porque a veces los marranos que andaban comiendo “pato” (lirio), arrasaban también con los jabones de barra. Cuando el agua de la laguna estaba muy sucia por la corriente, se adaptaban pocitos iguales a los antes descritos. El último lugar donde lavaban es enfrente de la casa de Chabela. En la película La isla de los hombres solos, se escenifica exactamente como realizaban esta actividad.
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d).- Para planchar En esta actividad, se usaban planchas que se calentaban sobre el comal, según se requiriera; también había otras que tenían una cavidad donde se introducían trozos de brasas. Estas eran más modernas y conservaban más calor. Para humedecerlas se les rociaba agua con la boca. Para un mejor planchado se usaba el almidón. Algunas mujeres les planchaban a los jóvenes para ganarse algunos centavos.
e).- El baño Para las necesidades fisiológicas no había problemas; ya que como había muchos arbustos y árboles, sólo había que alejarse un poco y esconderse asido de una rama o una planta más o menos resistente para no caerse sobre su obra lo que sucedía principalmente a los niños. Como papel sanitario, lo más usual era el “anjeo”; que es una parte de la rama de la palmera o las hojas grandes cuidando que no tuvieran aguate. Después, conforme se fue abatiendo el monte, se empezaron a hacer unas adaptaciones con madera, huesos y palapas llamados “cagaderos”. Cuando eran más frecuentados, era difícil no embarrarse. Para los ancianos no podía faltar la borcelana (bacinica) que temprano mandaban a los niños con la nariz fruncida a desalojarla y lavarla en el estero. Si alguien se andaba bañando se retiraba un poco o se salía mientras se disolvía el desecho. A orillas de la huerta de Pedro villa, había un lugar propicio; donde casi medio pueblo iba a hacer sus necesidades. Cuando había alguien, se oía que tosía o se quejaba. Esa era la señal de “ocupado”. Las muchachas iban mínimo dos; para que alguien cuidara la entrada. Para ducharse, se buscaba el jabón y el estropajo, y dirigirse a la laguna o al río. Algunos hombres lo hacían desnudos y su lugar favorito era la poza que estaba en la “morita” que estaba un poco escondida entre el follaje; en. Las mujeres lo hacían con falda o fondo y brasier y las más recatadas con vestido. A principios de los setentas, todavía algunos hombres mayores por la costumbre, entraban a la laguna, tapándose con ambas manos los genitales. Lo que era motivo de risas para los niños.
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Algunos de los últimos que así se bañaban eran: Don Cristóbal Benítez, Damián Diego y Cruz Aparicio.
Amada Diego acarreando agua. Ella está frente a su casa donde hoy tiene su negocio su hermano Flores Diego “El Cepillo”.
LA AGRICULTURA La siembra se hacía desde el pueblo hasta Pie de la Cuesta y era principalmente de ajonjolí, jamaica, maíz, sandía, calabaza, melón, coco y arroz; que el griego Miguel Leventeris enseñó a los lugareños a cultivar y que llamaban “Arroz
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de pozahualco”. Pedro Villa y Febronio Calixto “Bonche”, fueron los últimos que sembraron en los años sesenta. Los instrumentos para el campo eran: la tarecua, el machete, el escarbador (espeque), el hacha para los troncos gruesos y el arado. Después llegó el tractor que hizo más fácil el barbecho. Parte de la indumentaria personal eran los huaraches, el sombrero, el bule (guaje) para el agua y el morral para el bastimento (lunch), los cigarros y a veces alguna bebida con alcohol para aguantar la dura jornada. No se usaba el fertilizante, por la lejanía de las ciudades; además como la tierra era virgen, no lo necesitaba mucho. Allá por la década de los cuarenta que la cosecha empezó a ser más rentable, algunos campesinos se fueron a vivir como ermitaños a sus parcelas; tales son los casos de Hilario Lugardo y su esposa Narcisa; Feliciano Ascencio y su esposa Ángela, Amado Cortez y Doña Gregoria y Moisés y Doña Emilia de la que después se separó; quedándose ella sólo en compañía de sus animales. Poco a poco la siembra fue siendo desplazada por la pesca, que en los años cincuenta involucraba a más de la mitad de la población y posteriormente por la atención al turismo que logró su despegue a fines de los años sesenta; quedando de la agricultura sólo la cosecha de la copra; ya que esta requería de menos inversión y el corte se hacía hasta cuatro veces por año y que tuvo sus buenos tiempos en los setentas. Uno de los tumbadores de coco era Chico Guerrero de los Barrios; el que acareaba en su carreta era Santos Díaz; después Pedro Villa; los partidores venían de El Bejuco o Las Lomas.
LA CAZA Por la gran variedad de animales silvestres, la caza era muy favorecida. Para cazar aves, se utilizaba el arco y la flecha, la resortera, la honda y el cacaite; este último era una armazón de pequeños maderos en forma piramidal de unos 50 cm. de base; al cuál se le colocaba un pequeño puntal con una cuerda; después se le ponían unos granos de maíz o de ajonjolí y al entrar las aves, movían la cuerda y a la vez el puntal.
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Para los conejos e iguanas se utilizaba el arco, la flecha y la resortera; para el jabalí la lanza. En el pueblo le decían jabalín y en el tiempo que delimita este trabajo ya muy pocos lo comían (entre ellos Don Andrés Díaz) porque decían que su carne era muy salada. Algunas familias acostumbraban tener chiqueros, donde criaban marranos o gallinas para el autoconsumo o para las fiestas o para vender. Aunque la gran mayoría los tenía sueltos. Para comer se les adaptaban troncos de palma calados o trastos que se dejaban de usar. Los niños se encargaban de cuidar que otros animales no llegaran a comerse el alimento. Todavía me acuerdo en los años setenta, cuando engordé al último marrano. El día que lo iban a matar le rogué mucho a mi mamá para que no lo hicieran, pero fue inútil. Me fui hasta la orilla del mar para no oír; pero hasta allá llegaron sus lamentos. Lo mismo le pasaba a otros niños cuando se encariñaban con los animales. En la década de los cuarenta llegaban manadas de coyotes al pueblo buscando su alimento y la gente se tenía que organizar para perseguirlos hasta hacerlos huir hacia el monte que era muy espeso.
Los cocodrilos En el pueblo se les llamaba lagartos y la forma de atrapar este reptil era la siguiente: Estos animales construyen sus cuevas en las orillas de la laguna empezando por debajo del agua y a poca profundidad en tierra firme tienen un respiradero. Se le bloqueaba un poco la entrada con una empalizada y alguien lo azuzaba desde el respiradero; el cocodrilo salía caminando de reversa por lo reducido de la cueva y al asomar la cabeza, era arponeado en el cuello y después muerto con un machete o de un balazo. También se les podía cazar, poniéndoles carnada en un anzuelo grande y al tragarlo el animal, quedaba atorado del estómago. Don Victorio Benítez era el más temerario cazador de cocodrilos; ya que se metía a las cuevas para atraparlos. En una ocasión se peleó con uno de regular tamaño y estuvo a punto de ser vencido; pero al final salió airoso pero muy lastimado de los arañazos que le dio el animal. Alfonso Benítez también luchó con otro aunque más pequeño; por no calcular su tamaño al tratar de cazarlo cuerpo a cuerpo.
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Siguiendo la ruta de “El Panteón” Le pusieron así porque debía varias muertes sobre todo de niños. En torno a este animal se tejió una leyenda. Unos decían que habitaba por El Embarcadero; otros que por La Punta (Playa Azul); otros que en la Barra. Después de hacer investigaciones llegué a la siguiente conclusión: En junio de 1928 en la Isla del Guayabo por la y griega donde se une el estero que viene de la Huerta Grande y el de La Punta, se encontraba el niño de diez años Apolonio Marín, (hijo de Eliseo) y otro niño pelando una papaya de las llamadas “De pajarillos”; y al acercarse Polo a lavarla, fue sorprendido por un cocodrilo que lo atrapó de la pierna; pero al morderlo, también sujetó una rama; por lo que no podía jalarlo hacia la laguna. El otro niño trató de ayudarlo sosteniéndolo de la mano; pero al arrancar el cocodrilo la raíz, Apolonio se soltó de su amigo; estando este último a punto de ser arrastrado también de no ser por que quedó atorado en una horqueta de otra rama raspándose el cuello y la cara. La gente del pueblo salió en busca de el animal sin poderlo encontrar. Más arriba de ese lugar Pedro Galeana tenía sembrado arroz y oyó cantar al ave llamada zanatilla que le avisaba de un peligro y éste pensó que se trataba de un gato montés y al descubrirlo, se recargó en un árbol llamado manquilín para apuntar con un cerrojo 30 de placa de un tiro. Varios impactos dieron cuenta del animal. Con una carreta de bueyes no podían sacarlo; según cuenta Santos Díaz que lo fue a ver el día que lo mataron; Según Don Santos, las costillas eran más gruesas que la de una res y era capaz de engullir una vaca. Tal vez con el tiempo esto puede confundirse con fantasía; pero hoy viven algunos que lo conocieron y confirman sin dudar este hecho. Este espécimen medía según cuentan veinte pies (aproximadamente siete metros); aunque algunos decían que medía más; ya que era más largo que el corredor de la casa de Pedro, donde lo llevaron para desollarlo. Fue amarrado a un manquilín y al meterle el cuchillo para quitarle la piel, con el reflejo que tienen los reptiles después de muertos, se retorció y rompió las sogas gruesas y nuevas. Supieron que fue el que mató a Apolonio porque al abrirlo encontraron restos de cabello y partes del cráneo. Pero este no era “El Panteón” según cuenta la gente de Los Barrios. En la Isla de El Huizache frente a Las Parotas mataron otro cocodrilo; cuyas inmensas mandíbulas anduvieron exhibiendo en Los Barrios; pero ese tampoco era “El Panteón”. En las Parotas años atrás, mataron otro cocodrilo y según cuenta Chico “Degue” _Ese sí era grande_
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Este animal sobrevivía comiéndose las reses que se acercaban a beber agua a la laguna y murió cuando al intentar comerse una vaca, fue embestido por el toro semental de Filiberto Tumalán que casi lo atravesó con uno de sus cuernos. El toro peleó con el cocodrilo en una zanja por donde pasaban las vacas, donde hoy tiene su potrero “El Chilillo” Benítez. El cocodrilo soltó a su presa y huyó a las profundidades para no volver a salir. Se supone que la herida era fatal y fue devorado por los demás cocodrilos u otros animales. Según la gente de Los Barrios este era “El Panteón”; pero en La Barra de Coyuca se cuenta que “El Panteón” habitó en este lugar hace muchos años y concretamente se movía entre La Estación y El otro lado; hoy El Baradero (así escriben el nombre). A este cocodrilo le creció una balsa de carrizo en el dorso; por el tamaño y la acumulación de tierra al entrar y salir de su cueva; por lo mismo decían algunos que se escondía bajo una balsa y por eso le decían el cocodrilo “de la balsa” o “del carrizo”. Para cazarlo la gente del pueblo le puso de carnada un gato prendido de un anzuelo grande atado a una cuerda suficientemente resistente y al tragar la carnada, fue jalado y desollado en la orilla de la laguna. Este según era más grande que los anteriores ya que rebasaba los siete metros. Si este no era El Panteón, posiblemente nunca lo sabremos.
Foto de archivo de un gran cocodrilo
Las nutrias A estos animales se les llamaba “Perros de agua”; y lo mismo que los cocodrilos eran perseguidos por su piel. Para atraparlas, eran detectadas por la estela que dejaban al ir nadando bajo el agua; al tenerlas a tiro, se les lanzaba el salapán; que era un arpón tridente atado a una cuerda.
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Estos animales al ser arponeados, se defendían retorciéndose y algunas veces lograban destrabarse y huir. Reynaldo Cruz ya en los años sesenta al estar con Chucho Genchi frente a la orilla de la laguna, vieron una manada de nutrias en brama le dijo a su compañero: _ ¿Que te parece si los matamos? _ Ya dijiste. Y se subieron con el salapán a la panga y al acercarse, los animales huyeron quedando sólo un macho mirando a Rey retadoramente y entonces éste dijo: _ ¡Pues contigo! Lo arponeó y al tratar de golpearlo con un palo para subirlo, el animal logró zafarse La lámpara de carburo alemana, era una herramienta importante tanto para los cocodrilos y las nutrias, como para los robalos conejos y venados.
LA PESCA La pesca era muy abundante; tanto, que los pescadores se daban el lujo de escoger el pescado que iban a consumir. Lo demás lo regresaban al agua. Las especies más apreciadas eran: el robalo, la lisa, el pijolín, el pargo y la mojarra rayada. Esta última fue exterminada a fines de los años sesenta. De las especies que no se consumían, podemos citar las siguientes: el cuatete, el jurel, el bobo, el lenguado (medio pescado), El popoyote, la jaiba, la almeja de laguna; llamada “pata de mula” que era muy abundante en la parte que está frente a la huerta que era de Hilario Lugardo; en la “playita” (frente al Otro Lado, hoy el Baradero); en la “boca del río” o frente a La punta (Playa Azul). En la actualidad es muy raro encontrar un pez que no pueda ser consumido. Cuando “se abría la barra” (fenómeno cuando se une la laguna con el mar para desaguar), se formaba una alfombra de jaibas en la playa que hacía casi imposible caminar aún calzado y se pasaban del mar a la laguna tiburones, tintoreras y pez sierra (llamado en el pueblo pez espada) persiguiendo a los peces.
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Álvaro Lugardo “La Grulla” mostrando su pesca en la barra abierta.
Conforme fue disminuyendo la pesca, algunos se iban pescar sobre todo camarón por temporadas al “Timuchito” Mangle Seco, Cerro de Concha, “La Panpanga”, (hoy Luces en el Mar), La Isla Montosa, La Isla Pelona Llamada también Isla Presidio también conocida como Isla Pájaros o a “Carrera Chiquita” (la huerta de Domingo Sierra).frente a Los mogotes; donde Febronio Calixto “Bonche” prácticamente vivía con su familia.
Isla Pelona. Llamada después Isla “presidio” o Isla “Pájaros”
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La Isla montosa donde vivió Pioquinto Estevez mujeres?
con sus ¿siete
Es importante develar por fin esta leyenda. Lo cierto es que en los setentas llegó Raúl Velasco a realizar el documental “México, magia y encuentro”. Al arribar a la isla conoció a Pioquinto Estévez; y al preguntarle sobre la afluencia del turismo a ese lugar este último contestó que era muy escasa. Pioquinto tenía tres parejas sentimentales con las que cohabitaba. Al saber esto, Raúl se le ocurrió la idea de fabricarle la historia de siete mujeres. Entre sus nueras y familiares logro su cometido. Algunas no accedieron otras, muy a su pesar porque él era el patriarca y era en beneficio de este destino. Realizó la entrevista y a los pocos días ya era casi imposible atender e tanto turista. Esto mucha gente lo puede corroborar. Algunas personas aún locales, creen lo primero. Esta isla fue concesionada por Lázaro Cárdenas a un ascendiente de Pioquinto que anduvo peleando en la revolución cuando esta termino. Cuando el movimiento libertario terminó, el familiar de Pioquinto le dijo al general: _ Tata lázaro, yo ya me quiero retirar a vivir tranquilo en algún lugar y formar mi familia. Don Lázaro contestó: pues búscalo y me dices. Estévez llegó hasta este lugar y le gustó. Entonces El general, de puño y letra le redactó un documento concediéndole la isla. El día que tuvo problemas con la posesión presentó este papel y no hubo más remedio que darle la razón. 23
Consigo se trajo algunas barricas con monedas con la efigie del General Morelos con las que se pagaba a la tropa. Al perder valor estas monedas, los hijos de Estavez, jugaban tirándolas al agua haciéndolas rebotar hasta que acabaron con ellas. Se cuenta que en la huerta que está frente a la Isla Montosa, fue encontrado un tesoro. Un extranjero (estadounidense o español), encontró un mapa donde las coordenadas marcaban este lugar. El extranjero compró la huerta y contrató varios peones para excavar y cuando creyó que ya estaba cerca, los despidió argumentando que no había nada. Ahí encontró un toro disecado lleno de monedas de oro. Se llevó el botín y le dejó la huerta al mismo dueño quien todavía encontró algunas monedas. La Isla Presidio tiene ese nombre, porque en el tiempo de la conquista fue usada para llevar a los presos, tenía tal vez la seguridad de los cocodrilos; porque una persona común que supiera nadar se podría escapar fácilmente. En el mar, también había una gran cantidad de peces de los cuales sólo algunos se consumían; además de las tortugas Golfina y Laúd de las que solo los huevos se aprovechaban. Esta última llega a medir casi dos metros y a pesar una tonelada. Las manadas de coyotes fueron disminuyendo el número de tortugas además de los “hueveros” (personas que salen en las noches a buscar nidos). Cuando se empezaron a comer las tortugas, algunos se tomaban la sangre cruda, porque decían que tenía nutrientes. Yo siendo niño intenté tomarla pero tenía un sabor desagradable. Los últimos hueveros famosos fueron Amado Cortez y Gerardo Cruz que ya sabían por la experiencia que las tortugas siempre vuelven a desovar al mismo lugar y las marcaban con el machete el la parte trasera de la concha y nos decían a los jóvenes que eran de su propiedad y a veces se las dejábamos. Otra forma de ahuyentar a los muchachos, era la decir que por ahí andaba el ejército y nos retirábamos de la playa. Las tortugas regularmente salen de dos en dos, por lo que al salir una se esperaba a la otra que salía cerca. En el mar también frecuentemente se pueden observar ballenas. Se dice que a principios del siglo veinte encalló un cetáceo y los huesos se fueron perdiendo; Chencho Cruz guardó el último; que después vendió a los turistas.
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La atarraya Este tipo de red, fue traído por unos orientales (un chino y su hija) que ya nadie recuerda sus nombres. Las primeras atarrayas eran sólo robaleras y liseras; tejidas con cáñamo alemán; después las hacían con hilo de algodón “Del oso”, con seda y al final con nylon; que fue introducido por el norteamericano Billy Hudson que tenia su negocio de accesorios para pesca y que visitaba frecuentemente la Barra y le ofreció a pacho Téllez unos carretes que éste no aceptó. Entonces se los llevó a Cristóbal Benítez; que fue el que hizo la primera atarraya con este material. Cuando alguien estaba tejiendo, no faltaba quien “se pegara”, es decir, que le ayudara al dueño de la red en su tejido. Con esto aseguraba una posible invitación a pescar. La casa de Joaquín era un punto de reunión donde muchos llegaban con sus atarrayas para hacer más amena su labor. No faltaba algún joven inexperto que echara a perder el tejido con un “caballo”, es decir, una malla coja (más grande o más chica que las demás). Entonces entraba otro con un cortaplumas (navaja) o una hojita de rasurar, cortando la malla y corrigiendo el tejido, mientras todos se reían del muchacho. Muchas mujeres participaban en su casa ayudando a su marido en el tejido, lo mismo que en la pesca sirviendo de “boga”. Algunos tejían ajeno cobrando por carrete de mil metros; pero como se pagaba poco, tenía que ser muy rápido el tejedor para que le conviniera.
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Billy Hudson. Introdujo la cuerda nylon a principios de los sesenta. En la actualidad, sólo algunos usan la seda en las atarrayas camaroneras en el guayán; que es la parte que va junto a la plomada. Esto, para que soporte el jalón en las trabazones ligeras. En las más fuertes es necesario tirarse a destrabar; o bien jalándolas tratando de mover la obstrucción y con esto rompiéndolas. . Para pescar lisas se usaba (y se usa) la boya; que es una esfera rústica de madera a la que se le incrustan pedazos de plomo para hacerla más pesada y se avienta a unos treinta o cuarenta metros y cuando los peces se acercan a ver si es alimento, ahí se tira la red. La bandeja no podía faltar además el desespinador para los cuatetes que cuando hay en grandes cantidades, hacen perder mucho tiempo.
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Melquiades Cruz “melco”, Pescando con atarraya en la laguna de Coyuca. Al fondo se ve el cerro de la mujer dormida.
El chinchorro Se puede decir que éste fue el precursor del trasmallo. Es una red que se introduce al mar dejando una reata en tierra y encerrando las “manchas” (cardúmenes). La otra punta sale al otro extremo junto con la embarcación y empiezan todos a jalar. Cuando la “mancha” es grande es difícil sacar la red; pero con la ayuda de algunos visitantes además de algunas mujeres y niños del pueblo se lograba el objetivo. Se cuenta que este arnés fue introducido al pueblo también por Miguel Leventeris. La circunstancia por la cual llegó Miguel a esta comunidad, fue porque cuando éste vivía en Grecia, tenía una novia llamada Cleopatra; a la que amaba y era correspondido; pero no era aceptado por la familia de ella; por ser él de clase humilde y ella de la aristocracia. En la misma situación se encontraba otra pareja; donde el hombre era de clase alta y ella de condición baja. Las familias dispusieron casar Miguel con la otra chica y a Cleopatra con el joven aristócrata; cosa que no agradó a ninguno de los cuatro.
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Entonces, se pusieron de acuerdo para cumplir los deseos de sus progenitores; pero después de casados, cambiarían de pareja. El resultado fue el destierro. Miguel y Cleopatra se la agenciaron para viajar a América en un barco pesquero. La travesía duró varios meses hasta que llegaron a Acapulco. Durante el trayecto, Miguel aprendió los secretos de la pesca y a tejer el chinchorro; cosas que después enseñó a los barreños. Miguel Leventeris vivía por la morita, junto a la casa de Doña Ángela de Los Santos. Después del ciclón “El Tara” de 1961 que se llevó su casa, se fue con su esposa a La Estación y posteriormente Cleopatra se comunicó con sus familiares a Grecia y éstos les mandaron dinero para su regreso.
El trasmallo Es un derivado del chinchorro pero no se usa como éste; es decir, encerrando los cardúmenes; sino atravesándolo en la laguna, sostenido por dos palancas clavadas en el suelo acuático. Con la llegada do los motores, frecuentemente la propela de los mismos se enredaba en las redes y había riñas, por lo que se optó por sumergirlas un poco más. Los primeros trasmallos eran sólo robaleros y tejidos con cáñamo. El primero que hizo un trasmallo de nylon fue Donaciano Benítez; con material calibre 0.80 que le proporcionó Billy Hudson. Lucio Lugardo visitó a Billy con la intención de hacerse uno igual; pero aquél le dijo que en ese momento no tenía de ese calibre y que tardaría en llegarle; en cambio le vendió 10 000 metros 0.35 para que se hiciera una atarraya. Evaristo Leyva le sugirió hacerse un trasmallo; a lo que Lucio accedió. Al estarlo tejiendo, muchos se burlaban diciendo que no les sería de utilidad. Grande fue la sorpresa; ya que al tenderlo, se quedaba una buena cantidad de peces además de camarones. Así los demás empezaron a tejerlos; entre ellos: Miguel García, Crisóforo García y Filiberto Zúñiga; que con su familia se tejía un carrete de 1000 metros diariamente. Ya como a las cinco de la tarde, los pescadores empezaban a preparar sus redes, acomodándolas en sus respectivas embarcaciones para viajar rumbo al
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“canal” (la parte más cercana al pueblo) o hacia “la laguna” que es la parte más alejada (donde se encuentran las islas antes mencionadas). Los que tenían lanchas de motor, no tenían mayor problema de navegar esa distancia. Todos, aparte de su “lunch”, llevaban sus cigarros, su lámpara o su radio para escuchar los programas nocturnos, mientras iban “cayendo” los peces a la red.
El salapán Este instrumento fue muy usado para cazar robalos; tanto en las noches con la ayuda de hachones o lámparas de carburo, como en el día cuando se abría la barra y bajaban del río en grandes cantidades. También podía cazárseles desde la orilla de la laguna o de la playa. Los primeros que usaron el salapán, fueron los hermanos Jacinto Victorio y Cristóbal Benítez; al igual que su primo Alfonso y Porfirio Cruz, entre otros. Las varas las hacían en El Espinalillo el arpón se compraba en Acapulco. Fue entre fines de los sesentas y principios de los setentas cuando se dejó de usar el salapán. Tuve el privilegio de ver pescar uno de los últimos robalos de esa manera. Al subir la ola, se vio claramente un robalo de unos doce kilogramos y los pescadores gritaron: ¡Ora Cayeto! Y éste lanzó el salapan con gran precisión pegándole donde quería. Cerca de las agallas. Los robalos empezaron a escasear y los salapanes se guardaron para siempre.
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Otros arneses de pesca a).- La cuerda. La cuerda al principio era de hilo o cáñamo y después de nylon. Éstas se enrollaban a un “molote” que es un madero torneado con pequeños escalones donde se guarda la reserva de cuerda y se las pone su respectivo anzuelo, diablo (destorcedor), calambote (segmento de acero para evitar que los peces grandes se lleven el anzuelo) y plomada. Para el dedo índice se usa una protección de hule llamada “anillo”. b).- Espinel o cimbra. Este es una línea con varios cordeles con sendos anzuelos y carnadas y se usaban tanto en el mar como en la laguna (en la actualidad sólo algunos lo usan en el mar). c).- Los jaiberos. Esto son unos aros de alambrón de unos 50 ó 60 Cm., tejidos con hilo o nylon y en el centro se le coloca una carnada (cebo) regularmente de cuatete. Se le ponen tres tirantes, con una cuerda que llega hasta la superficie donde terminan con una boya. Se revisan frecuentemente para ver si tienen jaibas y cuando hay muchas (siete u ocho), llega el momento que la cuerda no resiste y se rompe. Si está muy profundo se opta por perder el arnés. Cuando el jaibeador tiene muchos jaiberos tendidos, cuando hace su recorrido, ya muchas carnadas han sido devoradas. Siempre existe el riesgo de ser mordido por una jaiba. Las grandes al tomarlas se arquean hasta alcanzar la muñeca. Las pescadoras pagaban muy baratas las jaibas muertas; Por lo que había que ponerle a la panga un tendido de palapas o cubrirlas con ramas de manquilín. d).- El cesto. En el pueblo se le llama chiquigüite y se usa para introducirlo entre los carrizos y el pato (lirio); buscando camarones “chacales” para utilizarlos como carnada para pescar “charros” (peces parecidos a las mojarras) que se refugian entre los ramajes de las orillas. Estos peces al principio era posible atraparlos hasta con pedacitos de tortilla pero con el tiempo sólo aceptaron el camarón y aprendieron a quitarle la carnada sin mover el anzuelo. Esta es la forma más palpable de evolución que personalmente he comprobado.
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e).- El arpón. Es el arpón común que usan los buzos en el mar y desde siempre en el pueblo se le ha llamado pistola y con la ayuda de un visor, y buceando a pulmón se pueden atrapar robalos, pargos, charros, etc.
Canoas, piraguas y pangos. Las canoas se hacían de abillo o de parota; de un solo tronco al que se le iba moldeando con hacha hasta darle forma. Se fabricaban en la sierra y eran traídas por el río. El primero que trajo una fue Don Cruz Lugardo (padre); después las hacía Don Victorio Benítez. Las piraguas igual que las canoas, estaban hechas de abillo; pero con dos picos y se impulsaban igual que las primeras con palancas y remos. Algunas personas recuerdan a las piraguas como pangos; lo cierto es que los pangos se hacían también de esos materiales y de caoba y eran similares a las pangas que hay actualmente en el pueblo y las hacía Julio Zúñiga.
TRANSPORTE Y COMERCIO Carretas y primeros autos En los primeros años, sólo se viajaba a pie o en bestias; por lo que ir a pie a Coyuca, implicaba perder cerca de una hora en las secas. En tiempo de lluvias era casi intransitable. Viajar a Acapulco a pie, llevaba seis horas. Tres a La Bodega (hoy Pie de la Cuesta), y tres al puerto. Esta información puede ser errónea considerando que son unos treinta kilómetros hasta el puerto, deben ser tres horas hasta allá si se camina a 10 Km/h. Este viaje se hacía primero por la playa; lo más cerca de la orilla del mar; ya que en esa parte la arena es más firme Después en el trayecto La Barra-Coyuca, se incorporaron las carretas de bueyes en los años cuarenta. Algunas de las que transportaban eran la de Basilio Díaz y la de Tomás Ozuna de Las Lomas; que llegaban “no al otro lado” (Baradero); sino frente al pueblo y ahí cruzaban.
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Carreta de bueyes llegando a Coyuca. En la década de los cincuenta, Cruz Aparicio “El Quico” empezó a transportar de La Barra a Coyuca en su auto Mabel cuatro cilindros que le decían “El Cuatete” (al auto). Con el tiempo el auto se fue deteriorando y era motivo chascarrillos al ver que iba perdiendo piezas; por este motivo Hilario Lugardo en un corrido retrató todo este acontecimiento. La letra se perdió en el tiempo. Macario Bracho de El Bejuco fue otro de los que iniciaron con vehículos de motor.
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Mercado de Coyuca de Benítez. Posiblemente los años cuarenta. Otra forma de viajar era por agua. Julio Zúñiga trabajaba en su lancha de La Barra a Pie de la Cuesta llevado principalmente a las “pescadoras” (vendedoras de pescado). Justino García “La Güira Sapa”, también transportaba en esa ruta en su lancha con dos remeros. De ahí tomaban su flete al centro. En 1934 abrieron la carretera de Pie de la Cuesta a La Estación. Los pasajeros que vivían en La Barra se bajaban en la desviación y se venían caminando hasta el pueblo; los que traían carga, llegaban a La Estación y de ahí cruzaban en panga. Para que los autos pudieran llegar hasta la Barra, a la altura del panteón, se internaban por las palmas, llegando hasta el terreno donde vivía Julio Zúñiga. Aún así, había partes arenosas que hacían que los vehículos se atascaran. Posteriormente entre fines de los cuarenta y principios de los cincuentas, se acondicionó la ruta final, pasando la carretera por la parte alta junto al panteón. En esos tiempos Don Manuel Radilla y su esposa Petrita venían en un carrito de caballos con una sombrilla gritando: ¡Van a Acapulco! ¡Van a Acapulco!
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El costo del pasaje era de tres pesos. Algunos decían que era muy caro; pero Doña Petrita replicaba: ¡Es un viaje directo! Los que no querían pagar tan caro preferían viajar a pie a Coyuca y ahí tomar el trasporte directo al puerto. El doctor Miguel Corcés, fue de los primeros que transportaron pasaje en su camioneta Chemisse que y al principio no quería cobrar. Las pescadoras le decían que recibiera el dinero para la gasolina. También se contrataba a Tomás Ozuna con su carro de redila; al que le consiguieron una “amiga” para tenerlo asegurado. Los primeros que tuvieron auto en La Barra, fueron: Cuco Ponce; que tenía un camión Ford nuevo; Dimas Castrejón, que después fue camionero en el puerto y Enrique Román; que tenía una camionetita que después vendió a Facunda Lugardo. En esa camioneta, Cruz Lugardo llevaba pasaje a Pie de la Cuesta ida y vuelta. La terminal estaba donde está el negocio “El Aterrizaje” que en los años setentas fue muy próspero. Ahí bajaba el pasaje y llevaba sólo la carga a Acapulco. Don Cruz les advertía que no se pusieran a tomar, porque borrachos no los traería de regreso. En esos años, un pequeño camión de los llamados Pulman; propiedad de los hermanos Sevilla de Acapulco y hacía un viaje redondo de La Barra al puerto. Salía a las cuatro de la mañana y regresaba como a las doce o a la una de la tarde. Después fue sustituido por un camión urbano con el mismo recorrido. En uno de esos camiones Rogelio “El Malacapo” que a la postre se casó con Lina Marín, hija de Pascuala. Otros de los que llevaban a las “pescadoras” eran: Chucho “El Burro”; que a la postre se unió con Irene Diego “La niña”; Canuto Lugardo, Chucho Cruz y Álvaro Lugardo, entre otros. A las cuatro de la mañana se oía el claxon llamando a las “pescadoras” y no faltaba quien por haberse desvelado, se quedara dormida y tuviera que llevar a vender su producto más tarde a Coyuca. Al pasar por Pie de la Cuesta, lo hacía pasando por el restaurant de Doña Chanita y a escasos metros de la pista de aterrizaje que más que nada tenía vuelos locales (costa grande y México DF). A uno de los aviones que pasaba por el pueblo le decían “La guajolota”; por el ruido que hacía al mover las alas ligeramente en forma de ave.
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Después, el aeropuerto se cambió al lugar donde hoy se encuentra rumbo a Costa Chica; quedando sólo la zona militar. Con el tiempo se hizo una desviación pasando la carretera cerca de la orilla de la laguna.
En la desviación de Pie de la Cuesta a la Barra se encuentra un avion del escuadrón 201 que combatió en la segunda guerra mundial. Otros dos fueron enviados a museos. En ese tiempo venían los camiones refresqueros de la Coca cola, la Pepsi Cola y el de Refrescos Pascual. Uno de los conductores que traían el camión de la Coca Cola fue “Chiro” Galeana de El Embarcadero, que después se enroló en la policía Judicial. También empezó a llegar el pequeño camión de helados con su característica melodía con sonido de campanitas.
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Comercio y pasaje Costa Grande _ Acapulco Los campesinos de la Costa Grande traían sus mercancías primero en bestias hasta Acapulco. Después algunos empezaron a transportarse por agua desde el primer embarcadero en una de las islas de zacualpan, que después lo cambiaron a “Magueyes”, donde llegaban las carretas a descargar; esa mercancía se llevaba por la laguna hasta La Bodega (hoy Pie de la Cuesta). El primer barco o “barquito marino” como le llamaban, fue el “Atoyac”; introducido en los años veinte por la compañía LACUSTRE. El dueño era Don Adolfo Argudín, padre del que después sería presidente de Acapulco; Alfonso Argudín Arcaraz. Don Adolfo trajo una draga para ahondar la parte del Tular al Zapote. Dicen que esa draga después quedó sepultada en la parte honda de la laguna. El que se encargaba de llevar la mercancía de la Bodega a Acapulco, era Bruno Terán en sus mulas; porque todavía no había carretas. Don Benjamín Todd, esposo de Doña Rosita Acosta, tenía Dos lanchas pasajeras dos pisos llamadas “La Laguna” y “La Palmita” y una de carga llamada “El Zapote. Para hacer la competencia al “Atoyac llegó el barco “Raúl”, que jalaba dos piraguas con capacidad de 120 sacos y manejado por Praxedis Benítez “El Coche Tunco”. A este barco se lo llevó la corriente de la barra que antes se abría en el colchar. En 1936 los barreños empezaron a abrir la barra frente al río. Después se introdujo el “Puebla” que era sólo de pasaje que tenía una máquina de cuatro cilindros y doble tendido que fue manejada por Patricio Lugardo. Vino enseguida el barco “La Barra” con siete elementos de tripulación y una capacidad de 400 sacos de 70 Kgs. Había un barco que se llamaba El “Ticuí” que primero era de carga y después se acondicionó para pasaje por esa misma ruta. Otros que manejaron esas lanchas fueron: Cruz Lugardo “Crucito”, Cruz Lugardo “El Negro”. Esta misma ruta utilizaban los viajeros que venían de Colima y Michoacán, con destino al Distrito Federal.
El viaje por agua se fue haciendo corto y en 1934 que se acondicionó la carretera era sólo de La Estación a Magueyes y después de La Estación al Carrizal; de donde salía una flotilla de camiones propiedad de Chuma Abarca de Tecpan de Galeana, que pasaba por los llanos de Hacienda de Cabañas y El Zapotillo. Había otra estación en “El Pulguero” para las personas que viajaban al Papayo, al Cayaco o a zacualpan 36
En la isa del Guayabo hubo también un embarcadero que no duró porque los bueyes tenían que caminar más. Se cuenta que en una ocasión llegó una carga de lingotes de plomo a La Estación con destino a la Costa Grande y una persona se robo uno para su atarraya. Cuando lo iba a fundir, se dio cuenta que era un lingote de oro chapeado de oro. Dicen que la embarcación no aguantó el peso y se hundió en una parte de la laguna y nadie se atrevió a rescatar la carga por la cantidad de cocodrilos. No supe del lugar exacto; si no, no estuviera redactando estas líneas; sino buscando el tesoro.
Los primeros motores El primer motor fuera de borda lo trajo Nicho Miranda. Era de cinco caballos; después Billy Hudson trajo otro y se lo dejó a Cristóbal Benítez. Le siguieron: Julio Zúñiga y Juan Villegas, con motores de diez caballos. El que aprendió arreglar mejor los motores fue Arturo Lugardo. Los arreglaba de tal forma que cuando alrededor de 1970 se hizo una carrera con las lanchas del pueblo, él ganó con un motor muy viejo a los que traían otros más modernos y de más caballos de fuerza. A Juan Villegas, se lo llevó la corriente de la barra recién abierta; cuando él y su esposa Glafira Diego, recogían cocos que traía el río. Esto sucedió porque un pedazo de madera golpeó la propela del motor y le rompió el perno dejándolo inservible. Julio Zúñiga acudió en su ayuda; pero como tenía muy cargada la lancha, la cuerda no resistió. Se hizo otro intento y Julio les pedía que se pasaran a su lancha pero ellos no quisieron tratando de salvar la suya ¡Compadre, pásese! ¡Yo le voy a regalar una! le decía; y sucedió lo que Julio presentía. Se volvió a romper la cuerda. Con la aceleración, no se pudo hacer el tercer intento porque ya no los alcanzó incluso, estuvo a punto de ser arrastrado por la corriente. Mucha gente se encontraba pescando trató de salvarlos tirándoles cuerdas pero fue inútil. Se tiraron al agua tratando de llegar a la orilla; lográndolo sólo él. Glafira, estando a punto de lograrlo, fue arrastrada por un remolino. Juan, estando ya a salvo al ver esto, se frotó la cabeza en señal de dolor e impotencia y se lanzó tras ella; pero más que por salvarla, buscando la muerte; porque ya no se veía.
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Después del fatal accidente, a sus cinco hijos los recogió su abuela Gregoria Galeana y al casarse las dos hermanas mayores, se llevaron a los tres pequeños a vivir a Pie de la Cuesta y a El Embarcadero; por lo que en La Barra no hay ningún descendiente de ellos.
Venta del pescado El producto de la pesca, se llevaba a vender en carretas a Coyuca, al Bejuco, a las Lomas y a Aguas Blancas que era un centro comercial por estar ahí una fábrica textil. Si no era mucha la carga, viajaban a pie con sus chiquigüites (cestos) o con bandejas de madera (palanganas) en la cabeza, pero cuando era tiempo de lluvias, era un verdadero sufrimiento; porque si aún no llevando carga, se hundían las piernas, con la tina en la cabeza era casi imposible caminar. También se comerciaba en los Barrios, viajando por agua hasta el lagartero y de ahí caminaban con el producto en la cabeza. Otra vía para viajar a Coyuca y a los Barrios fue por la terminal de la Isla del Guayabo frente a Playa Azul. Si se llevaba pescado a Acapulco, tenía que ser salado, ya que como era largo el trayecto, corría el riesgo de descomponerse o bien, venían algunos a comprarlo en burros. Cuando llego el hielo en los cincuentas, fue más fácil; incluso conservándolo desde el día anterior. En Acapulco la venta se hacía en el mercado de El Parazal; lugar que hoy ocupa el mercado de artesanías. En Coyuca, la venta se hacía en el lugar donde hoy se encuentra el mercado municipal. Doña Nacha García y su esposo Nicho, fueron los primeros que trajeron el hielo. Venían en lancha a comprar pescado y traían sus barras. Después se traía también por Coyuca y los niños entre ocho y trece años acarreaban las barras en parihuelas hasta las casa de las pescadoras por un precio acordado. Cuando no podían, las partían a la mitad. Los que trasladaban el hielo del “Otro lado” al pueblo en los setentas fueron: Chucho Cruz, Leonor y Esteban Díaz “El Tacuache”, Darío Diego, “El Murlo”, entre otros. Los hijos o hijas de las pescadoras, ayudaban también en el proceso del enhielamiento; no sin antes renegar un poco, si era la misma hora de “la cáscara” juego de basquet bol o fut bol.
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Alicia Cruz recibiendo el pescado. Al frente su hija Roxana;con cara de no buenos amigos por participar en la labor.
Las Salpresas. Son pescados abiertos y salados que venían a comprar los indígenas de la parte alta de Coyuca en el mes de noviembre. Los echaban en sacos y después los cosían. En la orilla de la laguna había dos pilas donde se almacenaba el pescado que se vendía a los salpreseros.
Comercio interno Las primeras tiendas las pusieron: Alejandrina García, Sabina, Organes e Higinia Miranda “Doña Higinia” o “Gincho” (como también la llamaban); estas últimas también horneaban pan. Después se sumaron Pascuala, Matilde, Virginia y Lucio Diego con su esposa Tina Cortez. Recuerdo que cuando Doña “Ginia” cortaba el pan, se acercaba su perro el “Zarco” y ella lo retiraba pegándole con el cuchillo; con el que después seguía cortando. De cualquier manera el pan salía riquísimo Doña “Ginia” después de ser una de las personas más prósperas del pueblo, pasó sus últimos años en la miseria; viviendo de la caridad y muriendo en el terreno baldío que está atrás de la casa de Nacho Villa.
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Cuando encontraron su cuerpo ya estaba en estado de descomposición y fue enterrada ahí mismo por Enrique Abarca; quien recibió una compensación monetaria; porque el cuerpo ya despedía un olor fétido. Dicen que con el tiempo el cuerpo fue exhumado y llevado al panteón. En los años cincuenta en Coyuca se surtían de los productos necesarios. En el negocio de Antonio Olívar “Toño Coyuca. Productos como: carne, chicharrón y chorizo eran distribuidos por comerciantes de El Bejuco y La Lomas. La leche y sus derivados se podían conseguir con Teodosia “Docha” Lugardo y después con Cruz Aparicio, Gonzalo Díaz, Santos Díaz o con Pedro y Proceso Villa. Este último, hacia llegar el producto a través de su hija Lucila que en los sesentas era de las últimas casas. En ese tiempo se empezó a poblar más y de esa parte hacia el panteón se le llamó “La colonia”. Indudablemente que el alimento principal era el pescado cocinado de diferentes maneras y complementado con arroz que se cocía en olla de barro; poniéndole hojas de pato o de almendro para que no se pegara a la misma o con tortillas de mano, una ración de frijoles y salsa de molcajete. Un platillo delicioso entre ortos era el guinatán; que trajeron los filipinos y se guisaba con jugo de coco y algunas especias Las prendas de vestir, las vendían Don Palemón Valadez y Doña Gregoria; ambos de Las Lomas. También en los años sesenta venía un señor güero al que le faltaba un pie y se apoyaba con una muleta. Él traía un cartón en el hombro con telas que vendía al contado o en abonos. La Srita. Facunda Lugardo, fue la primera que empezó a coser. Le siguieron Agapita Lugardo y Mercedes Solís. El que cortaba el pelo era desde los años cincuenta y lo hizo hasta fin de siglo, fue Joaquín Cruz. Cuando la navaja de la máquina no tenía filo, jalaba el pelo sobre todo en la parte superior de la nuca. Los veinte minutos que tardaba el corte parecían horas. Las personas que viajaban seguido a Acapulco se hacían el corte allá; otros se lo hacían ellos mismos o a sus hijos. Recuerdo que mi padre a veces nos ponía unas buenas trasquiladas. Una de las mujeres negociantes del pueblo era Isabel Nieves “Chabela” que preparaba unos deliciosos raspados que disfrutábamos en los días de calor; sobre todo al salir a recreo; ya que la escuela estaba muy cerca.
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Otra forma de ganar dinero de las mujeres, fue al vender antojitos al caer la noche (enchiladas, tacos, tostadas, etc.) alumbrándose con candiles o cuando había fiesta en el pueblo y llegaba la claridad de la planta de luz. Los primeros que tuvieron molinos de gasolina fueron: Enrique Román; le siguieron, Doña Guadalupe de la Rosa, Enrique Brito, Julio Zúñiga y Cayo Benítez. Muchas personas acostumbraban preparar el nixtamal y llevarlo al molino. Todavía a fines de los sesenta, eso era muy frecuente. Las cantinas eran primero la de Doña Docha mamá de Palemón Salas; la de “Doña Ginia” que vendían sobre todo ajenjo y que amenizaban con una vitrola (fonógrafo) o con un radio de baterías. Después algunas cantinas también fungían como billares, como las tenían Julio Zúñiga, Lucio Diego Joaquín Cruz, Enrique Abarca y Salomón Solís; Rodrigo Rosales “El Topo yiyo”, tuvo una en los setentas aunque sin billares. El que quería la compañía de una dama, tenía que ir a Coyuca; ya que allá había cabarets; llamados “burros”; Cuando era de noche, tenían que irse a pie. Los más prevenidos se iban en la tarde y cuando se cruzaban con alguien lo invitaban diciéndole: ¡vamos a verlas! Si no llevaban mucho dinero, sólo a eso iban. Los que regresaban pronto cruzaban llevándose su panga o la ajena.; los que se quedaban caminaban un poco para gritar hacia el pueblo para que los fueran a traer. A veces tardaban más de medio hora en ir por ellos y otras se desnudaban cruzando con la ropa en una mano. A los pocos días no faltaba alguno que resultara con “purgación” (gonorrea)
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El turismo Los primeros turistas legaban en lancha por Pie de la Cuesta. Estos visitantes,_Que eran muy pocos y en raras ocasiones, los traía Don Benjamín Todd en sus lanchas: “La Rosita”, “El Zapote” y “La Amapola”en coordinación con Carlos Barnard de el hotel El Mirador. Años después continuaron Don Desiderio Loyo, Embarcaciones Nogueda, Embarcaciones Chaix Embarcaciones Fajardo y otros. Doña Lupe de la Rosa, Doña Dominga Carmona y Don Cristóbal Benítez atendía a todos en su casa; ya que no había ninguna enramada.
Lancha de Pie de la Cuesta en su recorrido.
Las primeras enramadas El primero que hizo una enramada fue Don Artemio Salas. Le siguió Nicolás Navarrete; ambos de Las Lomas. Después vinieron: Alfonso Benítez, Guadalupe de la Rosa, Arcadio Benítez y Pascuala Marín con su marido Damián Diego”El Parguito”. Don Artemio empezó a vender jaibas hervidas, refrescos y tequila a los visitantes; porque al principio _ según cuenta Lucio Lugardo_, venía pura “Palomilla bebedora” de Coyuca, El Bejuco, Las Lomas, San Nicolás, Espinalillo y Cahuatitán. La gente se quedaba y se realizaban lunadas terminando al amanecer. Ya en los sesentas pusieron sus enramadas Cayo Benítez, Alejandro Benítez, Pacho Téllez, Sabino Cortez, Timoteo Cruz, Reynaldo Cruz, Pedro Cruz Elodio Cortez, entre otros.
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Elodio Cortez con su esposa Praxedis Díaz y sus hijos de mayor a menor: Esther, Eloy, Susana, y Alba en los brazos de su madre.
La Barra empezó a convertirse en el refugio de los vacacionistas y algunos se quedaban largas temporadas; durando incluso meses; tales son los casos de: Billy Hudson, Darío Novoa, Don Fernando Nava Sánchez, el doctor Miguel Corcés y Trini Martínez que se venía en su motocicleta desde Celaya Guanajuato; visitando a Chucho Cruz. Muchos personajes de la política, de la farándula y de la realeza han visitado este destino como: Raúl Velasco, La India María, La Chilindrina, Amalia Mendoza, La reina Juliana de Holanda y el príncipe Bernardo, la princesa Margarita hija de la reina Isabel que llegaban a la Estación con Donaciano Benítez; por citar algunos.
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Víctor Téllez en un paseo por el río; su copiloto Rogelio “El Pichi” y un turista. Cuando los visitantes se quedaban varios días, los anfitriones tenían que rentar con Doña Cunda Lugardo, catres de jarcia o de lona con sendos mosquiteros, sábanas, almohadas y petates. Cuando no lo hacían, tenían que sufrir las picaduras de insectos durante toda la noche, aún poniendo “humaderas” con conchas de coco o “pajoso”. Ya en los años sesenta, seguía llegando turismo local nacional y extranjero cada vez con más frecuencia; tanto por Coyuca, como por Pie de la Cuesta en paseos en lancha y por carretera además de los “Jeep Safari” organizados por El Hotel Las Brisas; aunque no eran pocos los que se quedaban atascados por lo suelto de la arena. Cuando esto sucedía, algunos muchachos se organizaban para sacarlos, colocando troncos, tablas o piedras. Al lograrlo, por lo regular recibían una propina. Fue en esa época cuando empezaron a incursionar los vendedores ambulantes en la playa; principalmente los de El Bejuco que vendían pulpas de tamarindo y frutas; “el nievero” que a veces se le acababa la nieve y volvía preparar más aquí mismo. Las muchachas de La Barra vendían cocadas que le llamábamos “bocadillos”, David Cruz “Yuyo” fabricaba barquitos de triplay que su mamá o hermanas vendían y Ramón Calixto copinaba iguanas, armadillos, tortugas, etc., que vendía a los turistas al pasar por su casa.
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En los setentas se acrecentó la venta cuando empezaron a llegar vendedores de Pie de la Cuesta; ofreciendo artesanías y ropa de playa. Después se incorporaron los grupos musicales con “Los Hermanos Vélez”; con quienes llego “Balta” que después se casó con Naty Genchi; el “Turismo Caleta” patrocinado por Cayo Benítez “El Rorro” y “El Caña Brava” con su líder Luis Demetrio Muñoz “El Ganso” quien era pareja de Carmen Cruz; una de las mujeres mas bellas que ha habido en el pueblo. Después llegaron los cancioneros, con Guillermo Barrera “El Querreque” y Daniel “El Danny”.
Enramadas actuales en la playa de la Barra.
El rio de coyuca en su más bajo nivel. 45
Playa Azul (antes La Punta) Por la necesidad de comunicarse con los extranjeros, se contrató a un maestro al que le apodaban “Chang” radicado en El Bejuco. Él nos enseño a algunos las primeras palabras en inglés; aunque sólo lo elemental. Las clases las impartía en la comisaría que estaba en la parte oeste de la cancha vieja que después se acondicionó para los grados: tercero y cuarto de la primaria.
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En la gráfica de izquierda a derecha; arriba: Lamberto Ozuna, Fernando Nava, (empleado de la Ford) Mario Díaz, Chucho Cruz, Elodio Cortez; abajo; Ignacio Arellano (Nacho Cadera), un visitante, Arturo Lugardo, Lucio Diego, Eloy Cortez, Marcial Ruiz y un visitante.
SOCIALIZACIÓN Saludo y Respeto El saludo de hijos a padres, era ponerse de rodillas y besarle la mano. Lo mismo que a otros familiares; incluso a los hermanos mayores; diciéndoles: “Papá”, “Tío” “Abuelo”, etc. La contestación era: “Dios te bendiga”, “Te libre,”Te haga un santo”, “Te favorezca”. Después no se arrodillaban; sólo le besaban la mano diciéndoles: “Papá”, “mamá”, etc., ya sin decir “La mano” A los maestros y a los curas, también se les trataba con mucho respeto. Entre los esposos había cierta formalidad; tanto que muchos se hablaban de “Usted” usando los vocablos: “Don” y “Doña”. En los primeros años, algunos usaban los vocablos Náhuatl “Nana” y “Tata” para referirse a la mamá o al papá. 47
Si los jóvenes incurrían en alguna falta de respeto, eran reprendidos enérgicamente física o verbalmente; aunque fueran mayores de edad o estuvieran casados. Las personas mayores del pueblo tenían el permiso tácito o explicito de los padres para reprender o castigar físicamente a los niños que cometían alguna falta; entendiendo que era por su bien. Era tanto el respeto mezclado con miedo a los azotes con la vara; con el cinturón, la cuarta o el pene disecado del toro; que cuando nos encontrábamos algo, teníamos que marcar el lugar para mostrárselo a nuestros padres o cuando nos cortábamos, teníamos que taparnos la herida con arena, ya que era seguro el castigo.
Cortejo y Noviazgos Todavía a inicios del sigo XX, algunos jóvenes para cortejar a una muchacha, le tiraban el sombrero con la intención de que ella lo levantara e iniciar un romance; pero esto ya no estaba de moda; al menos no en el pueblo; por lo que las jovencitas s veían ese gesto como algo cursi o fuera de lugar. Dicen que allá por los años treinta en los Barrios algunos lo hacían y funcionaba. Otros para despertar el interés de su pretendida, cantaban una canción o decían un poema en las reuniones familiares o fiestas populares y algunos lograban su objetivo. También a través de las serenatas muchos jóvenes consiguieron novia. Esta costumbre proliferó sobre todo en los cincuentas, sesentas con los músicos del pueblo mencionados en capítulos anteriores y principios de los setentas con Salvador Cruz, Melquíades Cruz y Pablo de la Rosa. En los años sesenta, se acostumbraba mandar cartas a las pretendidas con algún amigo. Algunos por timidez y otros cuando los padres eran muy estrictos y no veían bien que las parejas platicaran en la calle. Si la chica contestaba, se suponía que iniciaba una relación y buscaban la forma de verse en algún lugar sin que los padres se enteraran. La gente decía: - “Ya andan de caldo”. Otros le aventaban un beso discretamente a la pretendida, si se lo contestaba, se entendía que ella también estaba interesada; si no, Había poco que hacer. Cuando se descubría el noviazgo, los padres del novio con una botella de alguna bebida en la mano, iban a pedir a la novia.
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Cuando no aceptaban el matrimonio, las parejas acordaban fugarse. Eventualmente la chica regresaba “pedir el perdón” así se hacía necesario el casamiento. Primero se realizaba la boda por lo civil al que le llamaban “presentorio”; y después por la iglesia Cuando un hombre deshonraba a una doncella y no deseaba casarse, se acordaba pagar una dote, si los padres de la chica aceptaban. La cantidad regularmente no era exagerada. En Casos extremos, a través de amenazas al novio o a su familia se forzaba el matrimonio. Si alguna hija de buena familia salía embarazada fuera del matrimonio, era fuertemente recriminada. A veces se le obligaba a abortar o en su defecto, era expulsada del hogar. Había casos en que si un hombre quería a una mujer, la raptaba; solo o con ayuda de algún amigo; aunque ella no lo amara; especialmente cuando la encontraba sola lavando su ropa en el río. Muchas veces se escapaba; y otras ya deshonrada; por vergüenza, decidía permanecer su lado y se veía casi normal. Si los padres de una muchacha se enteraban que su hija era raptada, iba a rescatarla haciendo huir al osado o matándolo; tal es el caso de un muchacho llamado Adolfo_ según cuenta Dominga Benítez_ que cuando llevaba a una chica lo alcanzaron tratando de cruzar una cerca de alambre; ya que su presa se resistía. Los familiares ultimaron a machetazos al joven. Cuando los padres aceptaban que un joven pretendiera a su hija, le permitían que la visitara en su casa y cuando era pedida se decía que ya eran “novios oficiales”; incluso desde antes de esta formalidad. Se fijaba una fecha para la boda que por lo regular era de día y los familiares del novio se preparaban contratando un conjunto u orquesta, compraban alguna res o marranos, buscaban padrinos principalmente para las actividades sacras como son: velación, anillo, arras, lazo y ramo. Después este requerimiento se amplió cubriendo casi el total de las necesidades de la fiesta. Unos días antes, el padre del novio, el novio y otros jóvenes casaderos se iban a los manglares a cortar madera para hacer la enramada; misma que las mujeres adornaban. Se acostumbraba también llevar chambelanes y damas de compañía. Los chambelanes algunas veces ya eran casados incluso con hijos; pero las esposas no se ofuscaban; ya que no a todos los jóvenes solteros les gustaba participar en estos acontecimientos. La fiesta por lo regular duraba dos días o más; como la de El Rey Cruz y Aleja Isidor que duró una semana. Muchos jóvenes y algunos adultos, al calor de las copas, revivían rencillas y dirimían su asunto a través de los golpes. A veces se hacía grande el borlote; porque se involucraban amigos de ambos bandos, hasta que los separaban.
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Todavía a inicios de los setentas, cuando alguien regresaba de una boda, le preguntaban: _ ¿Cómo estuvo la fiesta? Y el aludido contestaba: _ No sirvió. No hubo bronca. Jocosamente se recuerda cuando un joven (cuyo nombre no voy a mencionar), era retado por otro y la salida elegante fue esta: _ Está bien si quieres nos peleamos. _ ¿Que te parece en una boda?
La virginidad Esta condición era muy apreciada; ya que era un requisito indispensable para casarse; de lo contrario era muy difícil hacerlo. Si en caso de estar casado, en la noche de bodas el marido descubría el engaño, podía regresar a la mujer a sus padres sin ser recriminado; o bien, quedarse con ella aún sabiendo que no fue el primero. Dicen que en los Barrios, el novio ofendido porque la novia “no Salió señorita”, la paseaba por todo el pueblo enseñando una olla rota del fondo. La gente consideraba justa esta acción.
La vida conyugal y el prestigio del apellido En el pueblo desde su fundación hasta los setentas, era normal para los hombres tener dos y hasta tres mujeres con las que cohabitaba en diferentes hogares y entre las mujeres involucradas no había enfrentamientos físicos; sólo verbales en algunas ocasiones. Nadie reprobaba de manera considerable esta situación; para algunos incluso era motivo de chascarrillos. Cuando un matrimonio se disolvía legalmente o de mutuo acuerdo, las mujeres normalmente ya no se casaban sólo buscaban paraje en unión libre.
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Cuando un hombre se unía a una mujer que ya había sido casada o había tenido otra pareja, si nacía uno o más hijos, no siempre les daba su apellido; por lo que la mujer le ponía los suyos o el suyo primero y después el del padre.
Los juegos Los niños jugaban al cocol (papalote) que se hacía con papel de china y se pegaba con engrudo o con el fruto llamado sasanil y había un árbol cerca de la vieja casa de Elodio Cortez y otro estaba atrás de la casa de “Doña Luca” (Lucas Galeana); también se jugaba a las canicas (primero las de cemento, después las de vidrio), a la rayuela, al rehilete hecho de tule; a los carritos hechos con cajas de cerillos con llantas de charolas (corcholatas) que se afianzaban con cera del “árbol de trompo” que estaba junto a la casa de Cayo Cruz, a las avalanchas (aunque se les decía carritos) y se construían con madera, clavos y las llantas eran los carretes vacíos de la cuerda de nylon; al rezumbador, hecho con un hilo, una piedra y un pequeño pedazo de papel; al trompo (que a veces los hacían ellos mismos con madera del árbol de guayaba), con rifles de hueso de palapas y corcholatas como proyectiles, a los parcazos, al balero, a la pelota; que a veces era de trapo o de vejiga urinaria de res. Los basureros eran también una fuente inagotable de juguetes; aunque conforme los niños iban creciendo, les daba un poco de pena; porque no faltaba algún familiar adulto que los increpara diciéndoles: ¡Mírelo! ¡Cómo anda pepenando! ¡Ya parece el carretón! Había también, juegos con animales como “los cuchitos” que son animalitos en forma de ballena con cola con dos apéndices en forma de pinzas con “los gallitos” que son insectos que se mimetizaban en el árbol de guamúchil que estaba más abajo de la casa de Timoteo Cruz. También se jugaba con objetos propios del lugar o al juego más popular que eran las escondidillas; en las que participaban los hombres; y cuando ya no había cocodrilos, también se jugaba en la laguna, llegando hasta La Estación. Para escoger compañeros, o como se decía “de a zanca”, se recurría al famoso “tin marín” o al otro que decía: En un palo de aguacate Me encontré un jabón Colgate ¿Te quieres bañar con él?
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Las niñas jugaban a las muñecas que les hacían sus mamás o ellas mismas con pedazos de tela. Otros juegos eran: la comidita, la matatena, etc. Los juegos mixtos eran: el gavilán y la polla, los maderos de San Juan, las cebollitas, el burro (el avión), la lotería y después las escondidillas se hicieron un juego para ambos sexos. Se jugaba también a la rueda de San Miguel y al Martín quemado que se oía así: ¡Martín quemau! ¿Quién lo quemó? ¡El dueño del jato! ¿Por qué lo quemó? ¡Por chupador de tabaco! Y todos terminaban cantando: ¡Quémenlo, quémenlo por chupador de tabaco! Cuando era tiempo de lluvias, era una fiesta andar corriendo bajo el agua y por la costumbre pocos niños enfermaban por eso; lo mismo por la arena caliente a lo que ya estaban habituados. La pesca era también una forma de juego; cuando los niños elaboraban pequeñas atarrayas con hilo de coser; usando dos líneas para darle más resistencia, poniéndoles piedritas como plomada y logrando atrapar algunos camarones. También usaban la crin (que le decíamos clin) y es una pequeña varita con un lazo en el extremo de crin de caballo o de hebra de mecate. Se acercaban a los camarones introduciéndoles el lazo hasta la conexión con la cabeza, jalándolos hacia afuera. También los atrapaban con una palapa, empujándolos hasta sacarlos hasta los seco. En los juegos como en la escuela, siempre había conflictos que se resolvían a golpes entre los muchachos y a greñadas entre las mujeres. Cuando los varones estaban retándose, llegaba un tercero por lo regular más grande para agilizar la pelea y ponía la mano entre ellos diciendo: ¡El que escupa esta mano! Al escupir, era fácil escupir al contrario y empezaba la riña.
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Si los separaban, se ponía de acuerdo para seguir en la playa que estaba más solitario diciendo: ¡Vámonos al mar! A veces el más pequeño decía: ¡Ponte con uno de tu igual! ¡Estás mas viejo que le sarna! ¡A ver peléate con fulano! ¡Échamelo! Y era cuento de nunca acabar.
En la gráfica; de izquierda a derecha; atrás: Álvaro Lugardo, Ma. Estela y Lilia Salas; adelante: Oniel y Misael Serrano.
La educación
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En los años veinte, venía un maestro que enseñaba con gises en una pequeña pizarra, después ponía a los niños a escribir en libretas con lápiz o tinta china. Este maestro y los que vinieron posteriormente, se quedaban sólo un tiempo. El silabario era una herramienta esencial para aprender a leer. Para contar se usaban piedrita o los dedos de las manos y de los pies. En los años sesentas, recuerdo que había unos cuadernos marca “Patrulla” y “Combate”; como goma, ya que se acababa la que traía el lápiz, a veces se usaba un pedazo de sandalia; para sacar punta se usaba una hoja de rasurar. Cuando la navaja estaba nueva, siempre andábamos cortados de las comisuras del dedo índice; cuando se acababa o se rompía la punta del lápiz, se oía que decían: ¡Préstame navaja! Si nadie traía, no había más necesidad de usar los dientes. Los maestros tenían autorización de los padres para aplicar castigos severos a los alumnos de lento aprendizaje; como ponerlos en el sol con piedras en las manos o pegarles con una vara especialmente destinada para eso. Fue hasta principios de los años setenta, cuando los castigos empezaron a prohibirse; aunque algunos maestros siguieron evadiendo el reglamento apoyados por algunos padres tradicionalistas que no se quedaban atrás aplicando en casa cinturonazos para que los niños termináramos de aprender las lecciones. Conforme la gente aprendía e leer, se fue haciendo costumbre el disfrutar las revistas sentimentales, de aventuras y cómicas como las series de la escritora Yolanda Vargas Dulché como: Rubí, El Canalla, Gabriel y Gabriela, Rarotonga, entre otras. Otras publicaciones fueron El Santo, Kalimán, Águila Solitaria, El Payo, Tawa, Fantomas. Las cómicas eran: Las Aventuras de Capulina, Memín pingüin, Hermelinda Linda, etc. Claro algunos (aunque pocos) buscaban lecturas más ilustrativas como: Libros de poemas o lecturas religiosas lecturas religiosas como la Biblia. Otros gustaban de las mórbidas como: La Alarma y La Alerta. La primera generación que funcionó de manera permanente en la primaria y que llegaba sólo a segundo año, fue como a inicios de los cincuenta con una maestra particular llamada: Ma. De la Cruz Martínez; que era una mujer muy atractiva. Después llegó el maestro Antonio Adame de Zumpango del Río. Cuando se fue el maestro Antonio, llegó la maestra Esther Pérez quien tuvo una relación sentimental con Cayo Castrejón quedando embarazada; por lo que se
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fue a su tierra; pero sus padres no la recibieron y regresó a La Barra, donde murió de parto. Cabe mencionar que en los años sesenta el gobierno hizo llegar las escuelas primarias, desayunos escolares, donde se repartía pan y leche a los niños y que al no estar acostumbrados a la leche procesada, su aparato digestivo reaccionaba negativamente, produciéndose no pocas evacuaciones sobre todo de los más pequeños. Para continuar al tercero y cuarto grado en los sesenta, algunos iban a Los Mogotes y en 1970 en la primaria de la Barra se abarcó hasta cuarto año y de los mogotes venían aquí. Los que pasaban el cuarto año, iban al Bejuco o Las Lomas; por lo regular, caminando y al regresar, muchas veces lo hacían por las huertas agenciándose por el camino anonas, guanábanas, tamarindos etc., y tomando agua del río. Fue a mediados de los setentas cuando la primaria del pueblo abarcó los seis grados. En el tiempo de lluvias, se batallaba para avanzar. Muchas veces los hombres se quitaban el pantalón y los zapatos y al llegar se lavaban en los charcos más limpios; aún así llegaban enlodados. Los maestros entendían y no los reprendían por eso. Al terminar la primaria, los que querían continuar sus estudios se inscribían en la Escuela secundaria Nocturna Morelos de Coyuca; que era de paga; más conocida como la secundaria de “Chema”. Su director era José Ma. Alcaraz López; que con sus hermanos y cuñados prácticamente llenaba el cuerpo docente. También la llamaban: La U de CH. Al regresar en la noche, a veces se llenaba la camioneta y viajábamos en el capacete junto con la carga de algunos pasajeros. En 1972 se abrió en El Embarcadero la Escuela Tecnológica Pesquera; que era un internado. Varios jóvenes del pueblo se inscribieron y los únicos que terminaron en ese tiempo fueron. José Luis Téllez “El Pacho” y Efraín Organes “El Güin”.
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Patio de honor de la escuela vieja. El maestro René Salinas dirigiendo el himno y el maestro Cruz Peralta arreando la bandera.
El arte Esta actividad no era muy manifiesta; sólo a través de los que tocaban guitarra, los que declamaban como Palemón Salas o los que participaban en algunas obras que se organizaban en la escuela primaria, donde destacaba la comicidad de Ángel Palacios “El Cascajo”. Una de las obras que más se recuerda es: México y España.
El comisario Para elegir al comisario, sólo se citaba a una asamblea (a la que llamaban “Junta”), regularmente era el domingo. No se llevaban planillas ni mucho menos; sólo alguno que hablaba en la reunión decía: ¡yo quiero que fulano sea el comisario!; si la mayoría aceptaba, aplaudía; si no, otro gritaba ¡yo quiero que sea zutano! El que era más aplaudido quedaba como autoridad. Después se empezó a hacer el recuento de votos, ya que el pueblo iba creciendo y era difícil determinar quien era el ganador cuando la competencia era muy cerrada. 56
Se manifestaban levantando la mano o emitían su voto con una rayita en un pizarrón. Cuando ya era elegido el representante, se trasladaba a Coyuca a que le tomaran protesta. Si no cumplía bien su gestión, regularmente se dejaba que terminara su período ya que no había intereses económicos importantes. Sólo en pocos casos se volvía a citar a una nueva asamblea y ahí la gritaban que no lo querían y proponían a otro; que al sustituirlo, iba también a Coyuca a recibir su nombramiento. Algunos líderes, aparte de los gestores del ejido y organizadores de celebraciones fueron: Julio Zúñiga, Bonifacio Téllez, Reynaldo Cruz, Timoteo Cruz, Pedro Villa, Venustiano Soto, entre otros.
Su forma de vestir a).- Las mujeres Las mujeres deberían ser muy recatadas en sus vestimentas. Usaban enaguas o vestidos con mangas y sin escote hasta los tobillos. Después se usó el vestido un poco debajo de la rodilla y el llamado “medio paso” para los bailes. En los sesentas llegaron las minifaldas y en los setentas empezaron a usar pantalón. Los zapatos eran primero: alpargatas, luego chalupitas y al final zapatos y zapatillas. En los primeros años se dice que se pintaban con ladrillo. Lo molían y lo utilizaban como rubor. Después se usó el papel crepé humedecido si querían un color fuerte, seco si lo querían tenue. Como perfume se usaba el alcohol al que ponían hojas de mirto y se preparaba tres días antes de la fiesta. Ya en los cincuenta se empezó a usar el agua de colonia y perfumes de patente. Como ajuares se usaban anillos, pulseras, cadenas y para el pelo moños flores, diademas y peinetas.
b).-Los hombres
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En los primeros años, mucha gente mayor usaba ropa de manta. (Todavía en los años sesenta muchos hombres mayores usaban calzón de manta). Después vinieron los pantalones balón (del inglés ballon, globo), que era acampanados y con un aro metálico en la bastilla. Pocos recuerdan esa moda; pero posiblemente haya tenido vigencia en los años cuarenta; ya que en ese tiempo llegó a los mogotes Julio Montejo, quien los usaba; conocido como Julio Balón. Después legaron los de tubo, arriba de la cintura; con valenciana y pinzas. El pañuelo era una prenda necesaria que se usaba en la bolsa trasera del pantalón. En los cincuentas, la camisa era manga larga con broche abajo y cuello almidonado semiduro. En los setentas, se alcanzó el último respiro de la moda hippie con los pantalones acampanados, sobre todo el de terlenka y las camisas de jersey con manga de tres cuartos. El calzado al principio eran huaraches; después vinieron los zapatos; en los cincuentas, las marcas más prestigiadas eran: el Domit y el GBH. Para fijar el pelo se usaba la vaselina de petróleo, el limón o el aceite de coco; para lavarse los dientes sal y ceniza o carbón; para sacarse el agua de los oídos se usaba una pluma de gallina; para las axilas, el limón y sólo algunos usaban perfume o agua de colonia.
FIESTAS Y CELEBRACIONES Los bailes Los que organizaban los bailes fueron: Nicolás Ramírez, Feliciano Ascencio y Andrés de la Rosa, entre otros. Las fiestas normalmente eran de día y las pocas que eran de noche, eran iluminadas con hachones y candiles de dos mechas. Se adornaba el lugar con papel de china, palapas y flores de la región. Los hombres tomaban ajenjo, mezcal o tequila; después vinieron la ginebra, el ron y el brandy y la cerveza que cuando no había hielo las enterraban en la arena a la orilla de la laguna; dejándolas si no frías por lo menos frescas. Cuando las muchachas no veían, los jóvenes tomaban alcohol con refresco de cola; a esta mezcla le llamaban: “Tongolele”. Las chicas tomaban jaibol; que era Gingeret mezclado con refresco.
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Cuando empezaba la pieza, los muchachos se apresuraban buscar pareja; si a una chica se le invitaba cuatro veces, a la quinta debería salir o corría el riesgo de ser escupida. Muchas sufrieron esa pena. Cuando salían los bailes en otras comunidades, las encargadas de llevarlas eran. Doña Tea genchi y Doña Lupe de la Rosa.
La música Se amenizaba con una guitarra, un contrabajo y un violín o un arpa en el lugar del violín. Con esta música se bailaba el fandango que era el baile de tarima. Después surgieron las orquestas mejorando la calidad y tocando por nota y venían de Las Lomas, de El Embarcadero, de El Papayo y la más famosa y prestigiada: La Orquesta de los Hermanos Chinos; fundada en desde 1890 por Víctor Solís y sus hijos José Carlos y Lencho que era descendientes de padre oriental y madre mexicana y liderada por El maestro músico y compositor de canciones como “Mi regalo”, Ethel Diego desde los años cincuenta hasta fin de siglo. A veces músicos del pueblo amenizaban fiestas familiares entre ellos: Los hermanos Zenón y Nacho León y Francisco Aparicio en los primeros años; Nacho Lugardo, Ángel Palacios y Esteban García en los cincuentas y sesentas. También se usaba la vitrola (fonógrafo) y después el tocadiscos que traían de San Nicolás; el de Pascualito, de La Punta (Playa Azul) o el de Julio Zúñiga del pueblo. Con estas novedades, se pudieron bailar ritmos como: el Swing, el Charleston, el Danzón y el Bambo. En los sesentas para amenizar fiestas familiares llegó la consola y en los setentas el estéreo que eran un lujo para la familia que los tuviera. Al principio de los sesentas hubo un intento de formar una orquesta en La Barra. Del Embarcadero llegaba el maestro Praxedis Flores “El Tigre” a enseñar música por nota. Los elementos fueron: Ángel Palacios, Pedro Cruz, Crisóforo García, Esteban García, Filiberto Zúñiga, Nicolás Ascencio y Francisco Zúñiga. Fue hasta los años setentas cuando este último (Francisco), auspiciado por Cayo Cruz “El Rorro”, lograra formar un conjunto tropical con: Pedro Marín, Gilberto Bustos, Juan Zúñiga, Lupe Guillén (de las Lomas), Salomón García y Teodoro Zúñiga, Héctor García e Isidoro Soto. El Nombre fue “Turismo Caleta Tropical”; aludiendo a la agencia que le traía turistas a Cayo. Después se integró Arturo Zúñiga “El Tingüiliche” siendo un niño sustituyendo a “Salo”
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El Día de la Virgen Anteriormente no había iglesia; tampoco una imagen de la virgen; sólo una cruz que estaba Frente a la casa de Aleja García. Cuando llegaba el 12 de diciembre, se le iban a cantar las mañanitas a Doña Guadalupe de la Rosa. Después un sacerdote llamado Feliciano trajo una imagen de la virgen a casa de Doña Reyes Solís. Doña Dorotea Genchi fue la que organizó la construcción de la iglesia organizando bailes y pidiendo cooperación. Para realizar las actividades y festejos del templo, se nombraba a un mayordomo o mayordoma quien regularmente mataba una res y otras personas ponían un saco de arroz, frijol u otro producto para darles de comer a los visitantes. Virginia Sánchez ocupó mucho tiempo ese cargo y en el tiempo que estuvo al frente, se realizaron celebraciones muy lucidas. En las vísperas, había peregrinaciones; los hombres lanzando fuegos artificiales y faroles al viento; las mujeres y niños con su vela en la mano con una protección de cartón para evitar quemarse con la parafina y cantando alabanzas dirigidas por Doña Gunda y Doña Tea por todo el pueblo y por la laguna; en embarcaciones bellamente adornadas con palapas verdes y papel de china. Se elegía a una chica para caracterizarla como la virgen María y se iluminaba la laguna con conchas de coco humedecidas con petróleo y encendidas. Era un espectáculo impresionante. Cuando una persona estaba enferma o tenía un problema difícil ofrecía una prenda o una manda y si sucedía el milagro, ese día se iba hincado o hincada hasta la iglesia. Las niñas del pueblo y de Las Lomas presentaban pastorelas; La noche del 12 se cerraba con la escenificación de pasajes de moros y cristianos, la quema de toritos, la venta de antojitos y al final, la fiesta con algún sonido, conjunto u orquesta. Es difícil y un poco arriesgado decir quien de los participantes en los moros desarrollaba mejor su papel; pero debo decir que en los años sesenta Florentino Genchi (Fores), que hacía el papel de Sultán se desempeñaba como todo un actor dramático. Mahoma era un personaje caracterizado con una máscara y un atuendo grotesco que no podía faltar en ese acto. Se encargaba de azuzar a los actores y de paso pasaba frente al público asustando a las mujeres y haciendo llorar a varios
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niños. El que representaba mejor ese papel, fue Venustiano Soto; después sustituido por Adrián Téllez “El Calila”. Prácticamente la Virgen ha sido la más celebrada; aunque también se ha festejado El Día de la Cruz, a San Martín de Porres, o la Imagen de Cristo cuya escultura casi de tamaño normal donó un visitante del DF, amigo de Doña Cunda Llamado Mario; que la trajo a la Estación y de ahí la trasladaron en una panga hasta el pueblo. Fue un acontecimiento muy emotivo.
El Día de San Juan El 24 de junio desde temprano, jóvenes y adultos se mojaban con cubetas de agua, con bandeja o se echaban a la laguna. Aunque anduvieran cambiados, eso no importaba; nadie se libraba de ser mojado incluso los visitantes. En la noche se cerraba con un baile. Llegó el momento que en el pueblo se hizo una asamblea; ya que esa tradición se había salido de control. Se decía que las personas que venían de fuera no deberían recibir ese tipo de grosería y a fines de los años sesenta esta celebración fue suspendida. En algunas ocasiones en esta fecha o en otra, traían de la Costa Grande el baile de “El Cortez”; se preparaban cazuelas de calabaza y arroz de leche para los danzantes. Esta tradición aún perdura en Zihuatanejo. Muchas veces, se realizaban carreras de caballos por la playa de los Mogotes hasta el pueblo, las peleas de gallos en la huerta de Pedro Villa; que junto con el coco, las comidas como el guinatán antes mencionado y que se hacía con ese fruto, las camisas guayaberas y otras costumbres, fueron herencia de los inmigrantes filipinos.
El Día de las madres Este festejo ha sido de los más espirituales y emotivos, recibiendo cierta veneración de todos los lugareños. Aunque la mayoría no precisamente tenía un regalo preparado, se preocupaba por estar presente al igual que los hijos que por alguna razón estaban fuera. Los que tenían un regalo por regular eran una tela o un vestido. Desde los años cincuenta la noche del 9, los jóvenes, hombres y mujeres se organizaban para cantar las mañanitas en cada casa. La anfitriona ofrecía a los muchachos algunos bocadillos o una botella; por lo que al terminar al amanecer, muchos seguían festejando hasta terminar la bebida. .
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Se realizaba un festejo con pequeños sainetes, poesías, bailables, etc., sobre todo con la participación de los alumnos de la escuela primaria aunque algunos adultos tomaban participación artística; si no con calidad, al menos con intención de hacer amena la fiesta. En un momento de la fiesta, los niños entregaban a su mamá un regalo acorde con lo que habían ahorrado durante el año escolar. Cuando el niño no había ahorrado, sus familiares le compraban un jabón o galletas en la tienda y los envolvían en papel celofán o de china para que el niño no se perdiera ese momento.
Día del Niño y de Reyes Esta fecha se celebraba también en la escuela primaria ofreciendo a los niños desde temprano una fiesta con piñatas, golosinas y concursos. Como en todos los países católicos, en el Día de Reyes cada niño, aunque no siempre escribía su carta, esperaba un regalo que no siempre llegaba y se conformaba con que alguno de sus amigos le prestara el suyo; que por lo regular era una pelota, un carrito o una pistola de las llamadas “Santa perica”. Sólo algunos cuestionaban a sus padres. La respuesta era la misma que en cualquier lugar: “Es que no te portaste bien”.
El Año Nuevo Esta era una celebración de las más grandes del pueblo. Llegaban familiares que radicaban en otros lugares y en familia pasaban el día degustando de algún guisado y haciendo remembranzas. Los niños conociéndose y disfrutando de los juegos. En la noche toda la gente del pueblo se reunía en la escuela o en la cancha deportiva para recibir el año, con la amenización de un sonido o grupo musical. Esa tradición se fue perdiendo a fines de los setentas; porque cada familia comenzó a celebrar en la intimidad de su hogar, saliendo sólo después de las doce a dar el abrazo a familiares y amigos. Al amanecer, es decir, el día primero, la mayoría se iba a la playa a seguir festejando junto con los visitantes de El Bejuco, Las Lomas, Coyuca y otros pueblos.
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La Navidad en este lugar, realmente no ha tenido la misma importancia en la magnitud del festejo que el Año Nuevo. Sólo en lo espiritual.
Los cumpleaños En el pueblo debido al arraigo de la religión, se bautizaba rigurosamente con el nombre del calendario aunque muchas veces no se oían bien de acuerdo al sexo de la persona. Cuando era cumpleaños de alguien, los jóvenes se organizaban para ir a cantarle “Las mañanitas”. Si el festejado no ofrecía una botella, le gritaban: ¡Que viva el santo seco! Al amanecer, el cumpleañero muchas veces era sorprendido mojándolo con una cubeta con agua o lo aventaban a la laguna. Si realizaba una fiesta, ahí algunos le vaciaban cervezas en la cabeza; gesto que todavía perdura con algunos jóvenes; aunque no son pocos los que se molestan.
El Carnaval Esta era una fiesta muy grande que involucraba a toda La Costa Grande. Se celebraba el 10 de Febrero y La Barra era un punto de concentración al final terminando en la playa bañándose y tomando. Los hombres se disfrazaban de mujer y las mujeres de hombre. Algunos se ponían máscaras. Se preparaban cascarones rellenos de harina y algunos de los más atrevidos los llenaban con harina. Esto se usaba también como forma de coqueteo entre los jóvenes; rompiéndoselos a quien les gustaba.
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La Feria Así se les llamaba en el pueblo a los juegos mecánicos que llegaban en ciertas temporadas, trayendo la rueda de la fortuna, sillas voladoras, caballitos, la lotería etc., Todavía se recuerda a Don Ernesto Rosales cantando las cartas: ¡Señoras y señores! ¡Pasen a divertirse! ¡Vamos a empezar a repartir tablas y maíz! ¡Aquí está Yolanda y aquí está Neto! (que eran sus hijos mayores) Él y su familia se pasaban largas temporadas; ya que aquí vivían sus sobrinos Hortensia y Rodrigo “El topo Yiyo”. En algunas ocasiones, alguno del pueblo corría las cartas y cuando venía el tambor decía: ¡El que usa de do cueros! Y otro contestaba: ¡Don Trololo! Porque tenía dos mujeres. Y se desataban las carcajadas. También se acostumbraba a asistir a la feria de San Miguel en septiembre y la feria de La Palmera en abril; celebradas en Coyuca (Cabecera municipal). Muchas personas se iban desde temprano para regresar a buena hora en el camión o en las camionetas; otras se iban al atardecer o en la noche caminando y regresaban caminando; se quedaban con algún familiar o se amanecían. Con el transcurso de los años y conforme fueron llegando otras diversiones con la llegada de la luz eléctrica a otros pueblos, La gente fue dejando de asistir a la feria, al menos masivamente, como era al principio que era muy difícil caminar entre los pasillos de cada juego o puesto.
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La feria de San Miguel en Coyuca
DIVERSIÓN CON TECNOLOGÍA ELECTRÓNICA La Radio Con la llegada de esta novedad, se empezaron a escuchar programas deportivos, cómicos, radionovelas como: “Porfirio Cadena”, “Kalimán”, “Chucho el Roto” y musicales como: “La Fogata Norteña”. Estos últimos despertaron el interés por aprender canciones con el apoyo de El cancionero del Bajío y El Cancionero Picot y que después interpretaban ante sus amigos con la familia o en fiestas populares.
La Televisión Este entretenimiento llegó hasta 1972, con la llegada de la luz eléctrica. Con esto, se amplió el panorama de la diversión; sobre todo con las telenovelas (para las mujeres), los deportes en especial el box (para los hombres) y las caricaturas (para los niños).
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El día que llegó la luz, fue un acontecimiento inolvidable para la población y en especial para los niños que no paraban de jugar hasta la madrugada; no así para los perros y marranos que gritaban asustados y se tiraron al monte y a los potreros cercanos hasta que se les pasó la sorpresa.
Los primeros que adquirieron un aparato fueron: Julio Zúñiga, Dominga Carmona, Valente Diego, Pedro Cruz y Facunda Lugardo de La Estación. Los programas que reunían a toda la familia eran: Sube Pelayo sube y siempre en Domingo. Llegó el momento que la televisión de Valente se descompuso y se veía sólo una franja en el centro; pero aún así la gente se divertía escuchando los diálogos. Esto provocó motivo de diversión extra para la palomilla de La Barra, que cuando alguien contaba algo que era difícil de creer y decía: ¡Así fue! ¡Ahí estaba yo! ¡Yo lo vi! Y el otro le contestaba: ¡Sí! ¡Seguramente! ¡Lo viste en la televisión de Valente! Y se festejaba con risas.
El Cine Los primeros que trajeron el cine fueron los hermanos Sotelo de Atoyac; después llegaron “Los Húngaros”; que durante el día visitaban los hogares donde leían las cartas y “adivinaban el futuro”. Algunas personas les cerraban las puertas porque decían que eran “mañosos” (ladrones). Algunos jóvenes queríamos intimar con las atractivas hungaritas de enormes enaguas; pero no obteníamos respuesta ya que ellas tenían la prohibición de no tener más acercamiento que el necesario con los muchachos. Se decía que sólo se relacionaban entre ellos, aún teniendo lazos consanguíneos.
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En la noche proyectaban dos películas en el terreno frente al bajadero (varadero) que ya quedó en la laguna, a veces frente a la casa de Cayo Benítez; encerrando con lonas, aunque no faltaba algún vivillo que burlara la vigilancia y lograra colarse. Después las funciones se hacían en la escuela primaria y fue más difícil hacer esta trampa; el menos que el que estuviera en la puerta se distrajera. Primero pasaban una cinta cómica o de de aventuras para los niños y después una apta para adolescentes y adultos., Desde la tarde, ya los niños empezábamos a hacer labor de convencimiento para que nos dejaran ir y al conseguirlo, nos íbamos a bañar a la laguna con el tradicional jabón prieto, cuyo aroma aún conservo. Se nos hacía eterna la tarde escuchando las canciones de moda de aquellos tiempos con el tocadiscos y la bocina que colocaban en una palanca grande, que eventualmente daban vueltas para que el sonido llegara a todo el pueblo. A cierta hora de la tarde, anunciaban los cortos y corríamos a disfrutar esos momentos. Ya en la noche, cuando se rompía la cinta en la proyección de la película, todos gritábamos: ¡Ora! ¡No le roben! Rosendo Zamora el marido de Santa Salas, también daba funciones en los años cincuenta. Así se conocieron. También las marcas refresqueras promovían su producto dando funciones de cine. Durante el día realizaban concursos para jóvenes y adultos entregando sendos premios; y por cada refresco que llevaran a destapar al camión, entregaban un boleto que participaba en una rifa un poco antes de la función. Algunas veces cuando había muchos pescadores en Carrera Chiquita y ahí venían a dar función del Embarcadero.
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Películas filmadas en el pueblo La primera película que se filmo fue: La Isla de la Pasión (1941), donde debutó Emilio “El Indio” Fernández como director y protagonizada por David Silva e Isabela Corona. Le siguieron: Balajú (1943) con Ma. Antonieta Pons, David Silva y Katy Jurado; Algo flota sobre el agua (1947) con: Arturo de Córdova, Elsa Aguirre y Rubén Rojo; Tarzán y las sirenas (1948) con: Johnny Weissmuller y Brenda Joyce; El Río y la muerte (1954) CON Luis Buñuel como director y con las actuaciones de Columba Domínguez, Miguel Torruco y Joaquín Cordero; Bandido (1956) con: Robert Mitchum y Úrsula Thies. En esta producción tomaron parte como extras: Ángela de los Santos y Feliciano Ascencio; haciendo el papel de madre e hijo que vivían en una cabaña donde llega el bandido consiguiendo un caballo para escapar del ejército. En la escena donde Doña Ángela echaba tortillas, mientras Don Chano comía, El bandido pagaba a Don Chano cuando llegaron los soldados a apresarlo. La madera que usaron para esta película “la curaron” en “La Morita”; más o menos donde tiene su enramada Chucho Genchi. Ese lugar lo llamaban así porque allí había un árbol de moras. Esa Huerta que llegaba hasta la enramada de Cayo Benítez, la Sembró Apolinar Gutiérrez “Don Polín” y después se la vendió a Proceso Villa. En 1969 se filmó La Isla Encantada (Robinson Crusoe); con Hugo Stíglitz y Ahui Martínez. En 1970 se rodó La Noche de los Mil Gatos con Hugo Stigiltz y Bárbara Ángely. En 1973 se filmaron dos películas; una fue: Los Valientes de Guerrero filmada totalmente en este lugar; teniendo como protagonistas a Lilia Prado, Julio Alemán y Tito Junco entre otros y la otra fue: La Isla de los hombres solos con: Mario Almada, Mariana Lobo y Wolf Ruvinskis. Todas las películas han requerido personas del pueblo como extras. De las participaciones más notables podemos citar las de Clementina Cruz en Una Cara Para escapar; en donde con su pelo rizado y esponjado hacía el papel de una hechicera; Alfonso Benítez y Nacho Lugardo en El Río y la Muerte, que llevaban la canoa donde transportaban al muerto rumbo al cementerio del otro lado del río, Sonia Zarcos doblando a Mariana Lobo y el bebé Carlos César Cruz el hijo de la misma en La Isla de los hombres solos; además de la gran cantidad de personas del pueblo que participó en la cinta Los Valientes de Guerrero. Se han filmado otras películas como: Cazadores de cabezas, La Choca, etc., así como documentales, reportajes, series y comerciales.
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Película “El Río y la Muerte” En la proa, Alfonso Benítez; en la popa, Nacho Lugardo; actuando como extras.
ENFERMEDADES Y CURACIÓN Cuando la gente se enfermaba, se curaba con remedios caseros como las plantas: paulillo (para cicatrizar heridas), riñonina o verdolaga de playa (para el riñón); para el empacho se sobaba con fuerza el vientre y se tomaba estomaquil; para el asma no había mejor remedio que el aceite de tortuga aunque sabía a rayos. A los niños pequeños se sobaba con más cuidado porque se corría el riesgo de reventarle las tripas. Para las nigüas, que todavía en los sesentas eran un problema, se lavaban los pies y se ponía petróleo. En una ocasión, cuando los niños de la escuela desfilaban, Melquiades Cruz melco perdía el paso golpeando y tallando los pies. Entonces le gritaron: _ ¡Bueno chamaco! ¿por qué no marchas bien? A lo que él contestó. ¡Es que me comen las niguas!
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Algunas enfermedades no siempre se lograban curar y los niños eran las principales víctimas La gente aprendió a soportar estoicamente la muerte de un ser querido y era para los niños una especie de teatro mórbido cuando alguien agonizaba; pero no faltaba algún adulto que los increpara diciéndoles: ¡Órale chamacos! ¡Dejen de estar de curiosos! ¡Vayan a ver si ya puso la cucha! Las curanderas, que regularmente eran también parteras eran: Doña Sabina Organes, La abuela “Chon”, Doña “Billo” y Dominga Benítez, entre otras. Para atender los partos, unos meses antes se llevaba un proceso donde las embarazadas visitaban a la partera para que las sobara y les fuera acomodando al bebé para que no estuviera atravesado y pusiera en peligro la vida de ambos. El día del alumbramiento, se acostaba a la mujer sobre una tela y ahí se recibía al recién nacido, al que se le cortaba el cordón umbilical. Se le ponía sal y se le caldeaba con cebo. A pesar de esta atención tan rudimentaria, la mayoría de las mujeres salía airosa. Se atendían también padecimientos que salían de la formalidad científica como: el espanto, la vergüenza, el mal de ojo, por citar algunos. Cuando alguien se ponía muy grave de cualquier enfermedad, se lo llevaban a Coyuca donde por haber pocos médicos, falta de equipo o medicinas, muchas veces moría el o la paciente.
LOS VELORIOS En estos acontecimientos, los familiares junto con algunos vecinos al igual que en las bodas, hacían una enramada, preparaban la comida para atender a la gente que iba a rezar o a dar el pésame. En la noche, mientras las mujeres rezaban, los hombres tomaban mezcal o tequila curado con jitomate, cebolla y chile; platicaban o jugaban al dominó y a las cartas; los niños se divertían jugando a la lotería o a las escondidillas. Los dolientes durante el día, ofrecían carne de puerco en picadillo con arroz blanco o guisado de res y en la noche pozole, galletas, café negro, cigarros y pan o galletas. Al difunto lo velaban en su catre y cuando no alcanzaba para comprarle una caja, se envolvía en un petate, se amarraba con una cuerda y se llevaba al panteón; 70
pero por la playa ya que por donde hoy es la calle había muchos huizaches. Los que hacían las cajas eran: Julio Zúñiga y después Venustiano Soto y las mujeres las adornaban con tela regularmente negra.
DUENDES, CHANEQUES Y OTROS MITOS Como en todas las culturas, con la diferencia sólo de los nombres, se hablaba de estos seres fabulosos. Los primeros, se dice que eran igual a los humanos solo que de boca y orejas grandes, como de perro. Los segundos eran bajitos como de un metro de estatura, morenitos de pelo corto y rizado, siempre andan desnudos y con una jícara roja con la que según engañan a los niños ofreciéndoles algo. Había una creencia de que a los niños recién nacidos se les tenía que proteger de estos seres ya que “los jugaban” dejándolos tontos; o bien los perdían en lugares de difícil acceso; que para llegar a ellos se tenía que usar un machete para abrirse paso. Por eso cuando alguien tenía un bebé decían: ¡No lo dejen solo! ¡Lo van a jugar los chaneques! Se cuenta que algunas personas del pueblo cuyos nombres prefiero omitir, tenían su nahual, es decir, se convertían en animales a voluntad a ciertas horas de la noche asustando a las personas. Se cuenta que todas las noches al dar las ocho, se oían tres hachazos en los manglares que están junto al pueblo. Enseguida se oía como caían troncos y ramas; pero al otro día cuando se esperaban ver los destrozos, todo estaba intacto. Otra leyenda es la del burro que llegaba al pueblo y al que algunos jóvenes montaban y conforme cada muchacho se iba subiendo el lomo del asno aumentaba; al final corría y los tumbaba. Es el Diablo, decían. A la tercera noche que vino, los muchachos dijeron: ¡Vamos a quemarle el culo! Todo terminó cuando alguien le puso una antorcha prendida ahí donde te platiqué. El flete nunca volvió.
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Otro mito que perduró hasta principios de los setentas es que cuando había un eclipse, algunas personas, jóvenes y adultos, golpeaban la tierra, botes y cubetas para “evitar” que la tierra se comiera a la luna. Le gritaban: ¡&%$*? Tierra! ¡No te comas a la luna! Las mujeres embarazadas se ponían dos alfileres en cruz para que este fenómeno no afectara al feto. Cuando alguien por accidente rompía un espejo, se le arrojaba agua para romper el “mal agüero”. Los temblores igualmente causaban tal temor que la gente se arrodillaba hasta que pasaba. El canto del ave llamado Ticuiricha, era de mal agüero, ya que cuando lo emitía siempre moría alguien. Para encontrar objetos robados se recurría “la canasta”, esto lo hacían algunas personas volteando una canasta y clavando una tijera en cruz y sosteniéndola con los dedos medios se hacían algunos rezos y se preguntaba: ¿Qué fulano se robó la atarraya? _O el objeto perdido_ la canasta giraba hacia un lado. Cuando giraba hacia el lado contrario, ese era el ladrón. Cuando alguien se ahogaba en la laguna, para encontrarlo se echaba la “Vela de la Candelaria”; que era una vela común dentro de una calabaza calada, a la que previamente se le rezaba. Increíblemente la vela giraba en el lugar donde se encontraba el cuerpo. Esta costumbre se trajo de El Espinalillo. El canto del ave llamado Ticuiricha, era de mal agüero, ya que cuando lo emitía, siempre moría alguien. Se decía que cuando un perro se revolcaba, iban a llegar visitas y cuando una iguana mordía, no aflojaba hasta que rebuznaba un burro blanco. Otra costumbre era que cuando un niño se orinaba siendo ya grandecito, se le mandaba a vender piedras. Para los niños esto era muy vergonzoso y no faltaba algún familiar o vecino que le las piedras para sacarlo de apuros.
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MIGRACIONES Primera migración En 1956, se dio la primera migración a los Estados Unidos. Venían de Chilpancingo y se gestionaba a través de un contrato reclutando trabajadores para la siembra de y cosecha de frutas y hortalizas. El la siguiente década se dieron otras migraciones de este tipo. Los primeros braceros fueron: Reynaldo Cruz, Timoteo Cruz, Adauto Lugardo, Gilberto Rosales, Alejandro Benítez, Ruffo Zúñiga, Gregorio Leyva y Pedro Cruz. Reynaldo Cruz recuerda su experiencia: “Realmente las condiciones no eran las más favorables; principalmente el la alimentación. En una ocasión en representación de mi grupo reclamé ente los altos mandos la calidad de la comida. La otra parte argumentaba que la comida era buena. Yo para hacer más comprensible mi argumento, le dije al inspector: Si usted le da una mordida a uno de estos tacos, yo me los como todos. Ese fue el fin del alegato pero también el mío. Ya no pude seguir por las represalias. Después me contaron mis amigos cuando regresaron, que estaban muy agradecidos; porque después de ese incidente, el trato fue más humano.”
Migración educativa Desde los sesentas, se empezó a dar una pequeña migración a otros pueblos o ciudades en busca de educación; ya que en el pueblo el nivel de era hasta segundo de primaria. Algunos lograron su objetivo. Los primeros maestros nacidos en el pueblo fueron: Irma Salas de Palmira, Amado Cruz, Melquíades Cruz de Ayotzinapa y Atanacio Villa de la normal Beatriz Hernández García “La Normalita”.
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La marina A fines de los sesentas, se dio una oleada de jóvenes que se dieron de alta en la armada. Los primeros fueron: José Palacios, Francisco Zúñiga, José Arellano, Ramiro de la Rosa, Pablo de la Rosa, Santos Marín, entre otros. La mayoría desertó; unos por el cambio repentino de una vida tranquila a una disciplina militar; otros por el arraigo a la tierra.
ZONA ARQUEOLÓGICA En un lugar de la laguna denominado “El Timuchito”, Joaquín Cruz y Febronio Calixto “Bonche”, encontraron como a medio metro de profundidad, Algo que se supone fue un cementerio indígena del Señorío de Tixtlancingo o los naturales arrojaron esas piezas para evitar que fueran profanadas por los conquistadores. Supersticiosamente Joaquín Cruz decía que ese lugar tenía una maldición; porque cuando se metían a la laguna, había un animal que se acercaba y les picaba en las piernas obligándolos a salir. Al estar pescando, la atarraya se trabó con una especie de cazuela de piedra con tapa que contenía máscaras de jade, collares y osamentas humanas. Quien más aprovechó este hallazgo fue Ramón Galeana a quien Febronio pidió que les diera salida. Otras las compró Don Darío Novoa. Varias personas de los Mogotes después se metían buscando algo; pero la mayor parte ya había sido sustraída.
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ALCANCES DE LA REVOLUCIÓN El Coronel Lara En 1926, cuando el gobierno supo que había rebeldes en esta región, a quienes se les llamaba “pronunciados o “Del monte” que apoyaban a los insurgentes, para poner control mandó a través del General Fox a uno de sus más enérgicos militares: El general José Ramírez Lara. El gobierno mandó un aviso a las diversas comunidades que las personas se concentraran en Coyuca, o en La Barra; Con Don Cruz Lugardo; ya que en estos lugares iba a haber gobierno y el que anduviera fuera y no trajera salvoconducto, se consideraría un sublevado. . Los que entendieron y salieron a tiempo, usaron la ruta que iniciaba en la Isla de Guayabo y cruzaron a La Punta, a la casa de María Marín; ahí mataron una marrana y después de alimentarse siguieron su camino. Como iban varios contingentes, con el miedo algunos pensaban que los que iban adelante eran del ejército. Lo cierto era que el ejército los iba guiando desde un guardacostas desde el otro lado de las reventazones de las olas; tanto a los que iban hacia La Barra, como a los que iban hacia Hacienda de Cabañas y otros pueblos de la Costa Grande. Mucha gente no hizo caso; creyendo que llegarían unos cuantos soldados y podrían pelear contra ellos. La sorpresa se convirtió en pánico al ver que una tarde llegaron como quinientos soldados. Se oía como una tormenta según cuentan los que vivieron este acontecimiento. Familias enteras se tiraban al monte alimentándose con raíces de palmera frutos y animales silvestres. Cuando llegaban a alguna casa, tanto los pronunciados como los militares, saqueaban sobre todo, los alimentos. Los del monte se ponían una ramita, en el sombrero y así no había riesgo de enfrentarse entre ellos. Al que llegaban a atrapar, si no tenía la suerte de ser muerto rápidamente, se dice que era objeto de torturas; incluyendo a las mujeres. Se dice que el coronel ultrajaba y marcaba a las doncellas cortándoles el pelo. El único lugar donde se le rebeló la gente fue en El Bejuco; no a través de las armas sino a través de la crítica y el diálogo. De estos sucesos se hizo una parodia con la canción popular en esos tiempos Cuatro Milpas que dice así: 75
Cuatro milpas tan sólo han quedado Del ranchito que era mío ay, ay, ay De aquella casita tan blanca y bonita Lo triste que está Los potreros no tiene ganado Toditito se acabo ay, ay, ay, ay Los perritos “taban” amarrados cuidando el ganado Bravos animales (sic) No te indultes por los Amadeos No te indultes Chicharrón ay, ay, ay Sigan combatiendo sigan combatiendo A la federación Si Amadeo me casé con su hermana Que vi en la mañana que miraba allá Los despojos de aquella casita tan blanca y bonita Tan triste que está En la Isla de Las Filipinas Mataban gallinas y ponían arroz Para que comiera el Coronel Lara Y el General Fox Esta revuelta se inició cuando a principios del siglo XX, los Fernández que tenían una fábrica textil en El Ticuí y otra en Aguas Blancas según vendían caro y Juan R. Escudero quería que bajaran los precios en beneficio del pueblo, esto le ocasionó la muerte EN 1923, prendiéndose la mecha. El más joven de los revolucionarios era Pedro Palacios “Pedro El Chicharrón” de El Espinalillo; que con el tiempo lo asesinaron el 26 de abril de 1939 en Cahuatitán. Los Barrios tienen tradición revolucionaria ya que con el levantamiento de Madero en 1911, los Marín se levantaron bajo el mando de Silvestre Mariscal.
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JUAN R. Escudero Juan Ranulfo Escudero Reguera.- Nació el 27 de mayo de 1890 en El Aguacatillo Guerrero. Fue un líder sindicalista y estadista defendió los derechos del pueblo de la opresión de los ricos españoles a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Fue el primer presidente de Acapulco surgido de la oposición. Después de muchos atentados por la masonería local, fue fusilado por Fausto Morlet en 1923. http://es.wikipedia.org/wiki/Juan_R._Escudero
EL DEPORTE Pedro Cruz Cuando llegó de Chilpancingo el promotor de deportes Trinidad (no se recuerda su apellido), además de enseñar las reglas del básquetbol, se interesó por promover la disciplina de lanzamiento de jabalina; porque vio que en este lugar había pescadores que lanzaban el salapán con gran destreza. Los empezó a llamar uno a uno, hasta llegar a Pedro Cruz; al que le vio facultades para este deporte; ya que lanzaba la jabalina desde los almendros de Don Cristóbal Benítez (más abajo de donde tiene el estacionamiento Domingo Castrejón “El Mingo”), hasta la casa de Teodoro Cruz ;(donde hoy vive Omar de La Cruz “El Tuyi”).
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Le enseñó la técnica para lanzar con más fuerza y precisión obteniendo grandes resultados. Llegaron las competencias nacionales previas a las olimpiadas Helsinki 1952 y Don Trinidad se llevó a Pedro y a su padrastro en calidad de representante. Iba a participar en jabalina y en atletismo 100 y 200 metros planos; porque también era muy veloz. En esta última disciplina, también al “Mirro” de El Bejuco y a Julio Díaz y Jesús de la Cruz de Las Lomas. En atletismo todos perdieron; sólo en jabalina destacó Pedro impresionando a los espectadores; ya que Don Trinidad le colocó un pequeño banderín para indicarle donde debía enfocar; logrando que su lanzamiento quedara a sólo un metro de la señal, superando la marca del campeón mundial. Había una gran esperanza en México para traer una medalla. Al llegar el momento de ir a las olimpiadas, su padrastro no lo quiso acompañar; además Antonia Fajardo de El Espinalillo, su pareja sentimental en ese tiempo, le negó su aprobación temiendo perderlo. Lo hizo poner la condición de que los organizadores la llevaran también pero ellos se negaron. Por otra parte, Francisca cruz (su mamá) tampoco estaba de acuerdo; porque alguien le dijo que ese lugar estaba del otro lado del mundo. Pedro decidió no viajar y muchas personas involucradas en ese deporte vinieron de Chilpancingo y de La Ciudad de México a tratar de persuadirlo. Todo fue inútil. Pedro Cruz desdeñó la gloria. Norberto Benítez fue también un gran velocista en los años setentas; pero no pudo explotar su capacidad porque con el calzado disminuía considerablemente su velocidad. Durante muchos años el básquetbol ha sido el deporte por excelencia de La Barra. El futbol a encontrar adeptos en los sesenta, aunque con poca técnica. Se jugaba solo en la playa y a veces íbamos a jugar al Llano (Los Mogotes), donde el campo era compacto y por lo tanto los jóvenes tenían mejor control del balón. Los mejores jugadores de allá en los años setentas (en mi particular opinión) eran: Roberto Corcés; que la hacía de portero, Bernardo Camacho “El Canelo” Luis Lugardo “Güicho”, Chago Bailón y los hermanos Aparicio, Alejandro, Beto y la estrella del equipo Alfredo “El Po”. Algunos de lo pocos que la movían de La Barra eran: Misael Serrano Isidro “Ciro” Cruz, Santos Ascencio, Rosendo Cruz “El Cache”, Ramiro de la Cruz “El bobo”, José Luis Téllez “El Pacho”; Nicolas Cruz “El Pariente” y de los más jóvenes, Domingo Castrejón “El Mingo”. La mayoría de ellos ya habían vivido por lo menos en Acapulco; por lo mismo, conocían mejor las reglas. El box también se practicó un poco. Venían boxeadores de Coyuca que ya eran profesionales.
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El entrenador del pueblo era El Baby Marín de San Nicolás; que era profesional y tenía parientes aquí. Algunos de los que pelearon fueron: Elodio Cortez, Gilberto Rosales, y Nico Ascencio, entre otros. Acondicionaron un ring frente a la casa de Salomón después frente a la casa de Joaquín. El voleibol era más que un deporte una distracción y sólo a veces se seguían las reglas colocando una reata a cierta altura y marcando con rayas el área el área de juego. Para marcar el tanto se decía simplemente: ¡En tu cuadro!
Inicio del basquetbol Este deporte se jugaba al principio, sin más reglas que el faul y la canasta. El faul no era arbitrario, eran sólo empellones. El entrenador Trinidad, realizó algunos encuentros en Coyuca invitando a Tixtlancingo, que eran los famosos de aquellos años, a La Barra y al anfitrión Coyuca, entre otros. En ese tiempo (posiblemente a inicios de los cuarenta), no había uniformes; se jugaba con el pantalón recogido o recortado hasta la rodilla y sin camisa o con camiseta de vestir. Fue a principios de los cincuentas, cuando se usó el primer uniforme que trajo de “La Casa Soler” de la ciudad de México, el entrenador de Acapulco Adrián de Loya. Era un short color guinda y una camiseta blanca.
Las canchas Las primeras canchas eran de arena y se jugaba descalzo; sólo se daban pases hasta tener la posición de tiro. Lo que los sacaba airosos, era la velocidad, el salto y el tiro. Algunas veces acostumbraban ir a jugar a El Carrizal porque allá las canchas eran de lodo (arcilla), en otras ocasiones venían las mujeres de El Bejuco (que eran muy fuertes) a jugar contra los hombres.
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Las canchas del pueblo estaban ubicadas una, frente a la casa de Cristóbal Benítez; la otra frente a la casa de Cayo Benítez; que ya quedaron dentro de la laguna. Los tableros eran unos troncos; a los que se les colocaba una tabla con un aro sin red. Al principio sólo se jugaba hasta el atardecer. Cuando estaba muy oscuro, se ponía alguien estratégicamente para indicar si caía la canasta. Ya con la cancha de arcilla se anotaba con una varita y con la cancha de cemento se usaba carbón o gis. Cuando se apostaba de dinero o de “a refresco” en las “tercias”, continuamente se suscitaban peleas por una canasta o un faul. Por eso se optó por dejar de apostar disminuyendo las riñas. Regularmente un tablero lo ocupaban las mujeres; pero en las “quintas”, muy a su pesar tenían que dejar la cancha a los hombres. Tal vez sea por eso es que el equipo femenil no haya destacado tanto salvo a fines de los sesentas y principios de los setentas con el equipo formado por Benita Cruz, Jovita Cruz, Blanca Ávila, Rosa Ascencio, Elena Cruz, entre otras; comandadas por una de las más destacadas jugadoras que ha habido en el pueblo: Adelina Benítez, sin menospreciar a otras que vinieron después como: Rocío Cruz “Tonín”. No obstante que el equipo de La Barra es de los mejores del municipio, su entrenamiento no es constante; sólo cuando se avecina algún campeonato como el municipal; que es el más concurrido que se realiza en diciembre y que terminaba el último día del mes y después se cambió al treinta; para que los vacacionistas disfrutaran con su familia el cierre del año. Cuando se empezaron a realizar los primeros encuentros en la cancha que se ubicaba a un lado de donde se encuentra la actual y que se compactó con arcilla que se trajo del otro lado de la laguna frente a La Estación, se alumbraba con un circuito de focos, sostenido por dos palancas grandes y la energía era tomada de las planta de gasolina de Pascualito o la de Julio Zúñiga. En los torneos que se realizaban tanto en La Barra, como en otras comunidades, el equipo anfitrión tenía la encomienda de dar de comer a los visitantes. Los primeros juegos municipales se realizaron en Coyuca; después se pasaron El Bejuco, Las Lomas y San Nicolás.
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La primera cancha de cemento En 1966, se acercaba un torneo regional en La Barra, donde el gobernador Raymundo Abarca Alarcón, inauguraría la cancha de concreto. El tiempo se vino encima y había el riesgo de que la obra no se realizara; Reynaldo Cruz presionó al Ingeniero Carlos Klimec, que a la sazón estaba comisionado en La Tierra Caliente, para que intercediera con el ejecutivo estatal. Klimec lo hizo y faltando sólo seis días, se empezó la construcción, utilizando arena de la playa. Gran parte de la población colaboró junto con los alumnos de la escuela primaria que ayudaron llenando pangas con agua que acarraban de la laguna. Al final se pusieron los tableros con estructura de herrería. Carlos Klimec advirtió a los jugadores que por la calidad del material, la cancha posiblemente no duraría mucho tiempo; si acaso un año o dos. Grande fue la sorpresa ya que esta duró aproximadamente diez años en buenas condiciones.
Los equipos El primer equipo lo integraron: Porfirio Cruz, Amado Cortez, Alfonso Benítez (Que también jugaba con El Bejuco), Julio Zúñiga, Guadalupe Balanzar, Crisóforo García, Damián Diego, Samuel Benítez y su líder Teodoro Cruz. De este equipo, quedaron flotando algunos elementos, es decir, alcanzaron a jugar con la primera generación y con la segunda. Estos fueron: Crisóforo García, Damián Diego, Juan Villegas y Cayo Castrejón. De las dos generaciones, los jugadores más destacados fueron: Crisóforo y Samuel. De las siguientes generaciones también hubieron jugadores que alcanzaron dos generaciones; pero trataré de delimitarlas de la forma más aproximada. El segundo equipo fue constituido por: Pedro Cruz, Joaquín Cruz, Cayo Benítez, Timoteo Cruz, Bonifacio “Pacho” Téllez, Evaristo Leyva, Inocencio “Chencho” Cruz y Gilberto Rosales; sobresaliendo Pedro Cruz y “Varo”. Esta generación fue la que empezó a competir fuera del municipio visitando Hacienda de Cabañas, Chilpancingo y Atoyac. Los equipos locales que más le brindaron batalla fueron: El Bejuco, Espinalillo, Cahuatitán, los Bajos, Papayo y Coyuca.
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Segundo equipo. Foto tomada presumiblemente a principios de los cincuenta, en Hacienda de Cabañas Donde estrenaron el primer uniforme. En la gráfica: de izquierda a derecha Arriba: el entrenador Adrián de Loya de Acapulco (al que no se le ve el rostro), Gilberto Rosales “Gil”, Arcadio Benítez “Cayo Cruz”, Pedro Cruz y Joaquín Cruz. Abajo: Timoteo Cruz “El Culebro”, Bonifacio Téllez “Pacho” e Inocencio Cruz “Chencho”
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El equipo posando en la cancha del pueblo. La tercera generación fue compuesta por: Reynaldo Cruz, Jesús Cruz, Elodio Cortez, Francisco Zúñiga, Eloy Benítez, Cruz Benítez, Jerónimo Cevallos y Arnulfo Guinto (ambos de Coyuca), José Luis de los Santos (de Las Lomas), José Palacios, Ramiro de la Rosa, Pablo de la Rosa, Cruz Peralta, Amado Cruz, Melquíades Cruz y Salvador Cruz. Este equipo se dio a conocer por todo el estado. Los jugadores más destacados fueron: Reynaldo Cruz, Salvador Cruz y Jesús Cruz que anotaba treinta puntos en promedio. Una cantidad alta para esa época, considerando que los marcadores no eran muy abultados ya que el tiempo no era cronometrado y no había la modalidad de tres puntos y es de ahí donde él tiraba. Los rivales más fuertes de esa generación a nivel local fueron: Los Bajos, Coyuca, El Bejuco, Ejido Viejo, Espinalillo, San Nicolás y Las Lomas; a nivel estatal los más difíciles fueron: Los cafetaleros de Atoyac,Taxco, Sección XX, La Playa, y La CROM. En este último equipo jugó Reynaldo Cruz, donde aprendió nuevas técnicas, que después enseño al equipo de La Barra. En la década de los setentas se sumaron: Rosendo Cruz “El Cachendo”, Juventino Ávila, Santos Marín, Carlos Salas, Raúl Cruz e Isidro “Ciro” Cruz. De este equipo Rosendo e Isidro se dieron a conocer por todo el estado y partes de la república.
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Cabe mencionar que Ciro tuvo su mejor momento en la década de los ochentas, y ha sido una pieza importante para la formación de nuevas camadas de jugadores y para que el equipo se mantenga en los primeros lugares.
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Apunte final En la actualidad el pueblo es muy diferente. La globalización lo ha alcanzado con sus beneficios, pero también con desventajas; ya que por una parte llega una asistencia médica, más adecuada, transporte constante, comunicación etc., y por otra, se va afectando la Flora y la Fauna con todo lo que esto conlleva y en el ámbito sociocultural, se van adoptando nuevas modas que van desplazando a las anteriores y a la convivencia cercana; casi familiar entre los lugareños. El progreso es irreversible; aún con todas las manifestaciones de rechazo por algunas costumbres. La Barra sigue siendo un destino que no puede faltar en el itinerario tanto de los visitantes tanto locales como nacionales y extranjeros. En la ribera de la parte norte, conserva casi su original estado; sólo la parte poblada ha ido perdiendo el perfil aldeano que le daban las cabañas y las antiguas costumbres Cada día los lugares que se encuentran cerca de la playa y que reúnen condiciones como accesibilidad y distancia son absorbidos por la actividad de atención al turismo; tal es el caso de La Barra. Es tarea de las nuevas generaciones, conservar este gijón de playa, que es de los pocos pulmones que le quedan a México. Indudablemente que el pueblo seguirá cambiando; pero en este libro quiero dejar plasmada una parte del paraíso que fue.
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GLOSARIO “A MAMACHE”.- Llevar a una persona cargándola “de caballito”. ABONANZADO.- Bonanzoso, próspero. ABUELO.- Cuerda sobrante que se deja al ir tejiendo la atarraya y se usa para cerrar cada vuelta. ACOTEJADO.- El que presume de ser amigo o familiar de una persona importante. ACULARSE.- Acobardarse. ACHICAR.- Sacar el agua de una embarcación. AGUA LIVIANA.- Condición del agua cuando es agradable aunque no sea pura. AGUJA.- Arnés para tejer donde se guarda el hilo que se está tejiendo. “AL QUER”.- Al caer; cuando los peces se prenden al caer la carnada. ALCANFOR.- Alcahuete. ALCATRAZ.- Pelícano. ALMASTROTE.- Armatoste. ALZAR.- Guardar. AMOLAR.- Afilar. ANDA DE CONTENTILLA.- Anda muy sensible, se molesta por todo. ANDA DE LUNA.- Anda irascible. “ANDA DEMENTE”.- Persona que anda presumiendo algo. ANDA JETÓN.- Anda enojado. ANENANTE.- Endenantes, hace rato. ANILLO.- Especie de funda que se pone en el dedo como protección para pescar piezas grandes. APELATIVO.- Apellido. APOZONQUE O APOZONCLE.- Cierta forma de guisar los frijoles; (hervidos con cebolla). ARAY, ARAJO.- Caray, carajo. ARCOS.- Axilas. ARMARSE.- Acomodar la atarraya en los brazos para lanzarla. ARQUILAR.- Alquilar. ARRECHERA.- Cachondez, excitación. ATICUÑAR.- Retacar. ATRABANCADO.- Osado, Arriesgado. ATRANCARSE.- Al remar, detenerse. AVENTADOR.- Especie de abanico cuadrado de palma para avivar la llama. BALOTÁN.- Bola de algún material semisólido o envoltorio de ropa. BASTIMENTO.- Lunch. BOGA.- Remero. BOGA.- Remar. BOLO.- Machete corto. BONCHE.- Montón de cosas. BONOTE.- Pedazo de concha de coco. BORUSA.- Restos de comida que se dejan en el vaso al tomarle a las bebidas. ¡BUENA! – Expresión para indicar que alguien gana en el juego de lotería de mesa. BURLISTA.- Burlón. BUZO.- Cormorán. CACARECO.- Cacarizo.
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CAGADERO.- Baño rústico. CAGALERA, SOLTURA.- Diarrea. CAIDITO, MEDIA AGUA.- Cabaña de una sola ala. CAJETE.- Limpieza circular que se hace alrededor de la palmera. CALAMBOTE.- Segmento de acero que se pone cerca del anzuelo para evitar que los peces grandes rompan la cuerda. CALDEAR.- Coquetear. CANCARRO.- Condición de los trompos que al no tener la punta redondeada, repiquetean haciendo ruido. CANOITA O CANOLLITA.- Vaina donde nacen los nuevos cocos. CARACOL.- Especie de molusco lagunar que se adhiere a las embarcaciones, dañándolas. CARTÓN.- Tabla en el juego de lotería de mesa. CARRITO.- Carreta con llantas de auto, jalada por un caballo. CEROTE.- Excremento de forma rolliza. CINTARAZO.- Cinturonazo. CINTILLO, CINTO.- Cinturón. CINTOPIÉS, CINPIÉS.- Ciempiés. COCO DE CUCHARA.- El coco que puede comerse con una cuchara común o con una hecha con la cáscara del mismo. COCO DE MOQUITO. El coco que tiene la pulpa tierna COCO ZOCATO.- Coco sazón, pero no seco. COCOL, CULEBRINA.- Papalote. COJOLLO.- Cogollo, parte de la palmera donde brotan los racimos de coco. COLCHE.-Fruto Y Árbol que nace en las orillas de la laguna. COLERO.- Pajecillo que lleva la cola del vestido de la novia. COLINO.- En el caso de los humanos, sin ropa, en los animales, sin cola. COMO MIANDO UN CUCHE.- Cuando alguien paga al momento. Un billete tras otro. CONCHA.- Coco partido, ya sin la pulpa. CONTIMÁS.- Cuantimás. COTÓN.- Camisa. CORRAL.- Huerta. CRECISTE COMO LA ENREDADERA.- Creciste mucho; a lo pendejo. ¿CUÁNTO MATASTE?- ¿Cuánto pescaste? CUARTA.- Fuete corto para las caballerías. CUARRANGO.- Cojo, renco. CUCULUSTE.- Condición del pelo muy rizado. CUCUYACHE.- Sanguijuela. CUCHE, COCHE.- Cerdo. CUELGAS.- Pedazos de cuerda para recoger la plomada de las atarrayas, formando una bolsa para que no se salgan los peces. CUIJES.- Lagartijas. CUIRIAS.- Canicas. CUITA.- Excremento. CULECA.- Clueca. CULECO.- Enamorado o contento porque es, o va a ser padre. CULERAS.- Llagas en el ano al montar mucho o sin silla. CUMA.- Comadre o afeminado.
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CURAR MADERA.- Remojar la madera algún tiempo, para hacerla más resistente a la polilla. CHAMBÚN.- Onomatopeya del ruido que se hace al tirarse al agua. CHANGO.- Coco, ser imaginario con que se asusta a los niños, vulva. CHANTE.- Indígena. CHAPONAR.- Rozar, cortar el monte con el machete. CHARLIAR.- Ruido que hacen los peces en la faz del agua. CHARRADA.- Favor que se pide muy especial. CHARRO.- Buen camarada u hombre bien vestido. CHIFLETA.- Indirecta. CHIMECO, MECO. Sucio. CHILE.- Pene. CHILE E GUACHO.- Macabí. CHILLANTE.- Brillante, deslumbrante. CHINCHORRO.- Jábega. CHIPE, CHIPILÓN.- Chípil. CHIQUILIQUE.- Crustáceo que vive enterrado en la arena donde llegan las olas. CHIRUNDO.- Desnudo. CHIRRIO.- Líquido que debería ser espeso y no lo está. CHOCOYOTE.- El más pequeño de los hijos. CHUCHAR.- Pinchar con algún objeto puntiagudo o azuzar para que alguien haga algo. CHUCHUNEAR.- Revolver con fuerza la ropa cuando se lava. CHUPARROSA.- Colibrí. DAMA.- La reina en el juego de damas inglesas. DAR CRAN (CRANK).- Arrancar el carro o la embarcación con la manivela. DERRIENDADO.- Vago, sin rienda. DESPEPITAR.- Revelar algo que se mantenía en secreto. DESPELUNCAR.- Ganarle todo el dinero a alguien en los juegos de azar. DESTENDER.- Tender. DISMÁN.- Algas acuáticas. DONDE HACE REMOLINO EL CUERPO.- En el ano. DOS PESOS CADA UNO Y CINCO AL SENTÓN.- Manera de distribuir el gane cuando dos o más ganan. Los cinco centavos se rifan a la primera carta de la siguiente ronda. ECHADOR.- El que presume de algo que no es o no tiene. EMBUCHADO. El pez que se ha tragado el anzuelo y es difícil sacárselo. EN LA NANCA.- En ancas. EN QUINTO ‘E LA CHINGADA.- Muy lejos. ¡ES PESTE! O ¡HAY PESTE! – Hay buena pesca. ¡ES UNA HEREJÍA!- Es muy poco. FACHOSO.- Presumido, orondo. FOCO.- Lámpara de mano. FLAUTA.- Armónica. FRUTA, SEMILLA PEPITA.- Vulva. GALLO.- Valiente, buen amigo, quien desempeña bien una acción o mucosidad que sele por la boca. GARAPACHO.- Tortuga Laúd. GARROBO.- Iguana macho. GOBERNARSE.- Al remar, empujar e agua hacia un lado.
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GRAMPA.- Grapa que se usa para poner el alambre de púas en una huerta. GUACHO.- Soldado. GUANTADA.- Puñetazo. GUAPO.- Pendenciero, broncudo. GUARULA.- Moneda de gran tamaño. GüEVIAR.- Buscar nidos de tortuga. GÜILA.- Tonta. GüINSA.- Prostituta. GRIGA, MORUNA.- Machete largo. HABLAR FÍSICO.- Hablar pronunciando las eses, es decir, no como costeño. HARTAR.- Comer. ¡HÍJUEL AGUA!- Expresión que indica admiración por algo. HUESO.- La rama de la palmera, sin las hojas. IDIOSO.- Creativo, inteligente. IZPAZOTE- Epazote. JALARSE.- Al remar, jalar el agua hacia la canoa. JAMBÁU.- Avorazado al comer. JERRAR.- Errar, fallar. JÍCARA.- Bandeja hecha del fruto del cirián. JÍCARO.- Cirián. JONDA.- Honda. JONDEAR.- Aventar, lanzar. JUANIADO.- Quebrado, sin dinero. JURJUNEAR.- Sacudir. LA RASPADURA, EL TUS TUS.- Lo que queda del arroz u otras comidas en la cazuela. LADINO.- Persona vulgar o de voz aguda. LARGAR.- Soltar algo o abandonar a la pareja. ¡LAS MIRANDILLAS SON DE PALO.- Expresión que indica que no hablen las personas que miran en el juego de azar. LÍRICO.- Empírico. LURIO.- Que presume alguna cosa. LLAMARSE.- Al remar, jalar el agua hacia el costado de la panga. MACHIGÜE.- Machigüa.- Lavazas del maíz. MALDECIDO.- Maldito. MANFLORA. Lesbiana. MANIDO.- Pescado que ha empezado a descomponerse. MANZANA.- Tubérculo en el interior del coco que guarda la reserva de agua para la nueva palmera. MAÑOSO.- Ladrón. MAYE.- Comadre, afeminado. MAZORCA.- Pene. MALAGÜA.- Medusa transparente que saca el mar a la playa e irrita la piel. ¡ME LLEVO LA LIBRE! – En el juego de lotería de mesa, tabla que se lleva gratis la persona que ha perdido mucho o el dueño de la lotería. MEMELA.- Tortilla grande hecha a mano. MEREQUETENGUE.- Griterío, escándalo. MOYONGA, MONDONGA.- Canica muy grande de las llamadas agüitas. ¡NI PAPA!- Nada. NIXCOME.- Recipiente y contenido donde se cuece el maíz para el nixtamal.
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¡NOMÁS ANDAS APLANANDO LAS CALLES!- ¡Nomás andas de vago! ¡NOMÁS SAQUÉ PA` LA FRITANGA!- Nomás pesqué para mi consumo. ÑACO. Ñato, chato. ÑETO.- Nieto. ÑUDO, GÜENDE.- Ano. OMBLIGO.- Parte de la atarraya donde se empieza el tejido. PABELLÓN.- Mosquitero o helado de hielo raspado con sabores de frutas. PACHOLE.- Pequeñas plantas o palmeras hacinadas que se preparan para la siembra. PAJOSO.- Excremento de res o de las bestias. PALAPA.- Rama de la palmera. PALMITO.- Manjar que se encuentra en el interior de donde brotan las nuevas ramas de la palmera. PALO.- Árbol. PALOMA.- Pene. PANOCHA.- Piloncillo, vulva. PAPAQUIS.- Cantos que se adaptan para pedir apoyo económico para eventos sociales o religiosos. PARAL.- Madero usado para hacer una cerca. PATECO.- Cazcorvo. PEDO DE DIABLO.- Especie de esfera esponjosa que al pisarla, sacaba polvo. PEINE.- Pedazo de madera o de plástico donde se van tejiendo las mallas de una red. PENCA.- Rama de la palmera. PESA.- Báscula. PESCOZADA.- Puñetazo. PEZ DE CASTILLA.- Resina que se usa para tapar las fugas en las pangas. PEZ ESPADA.- Pez sierra. PIDICHE.- Pedinche. PIEDRA DE AMOLAR.- Piedra de afilar. PLATO CHINO.- Pedazo de plato de loza. PLOMERO.- Molde de madera para hacer la plomada de las atarrayas. POPOTE.- Huesecillo de la hoja de la rama de la palmera. PUCHUNCO.- Persona de pelo muy rizado. PUESTO.- Tienda pequeña de abarrotes. ¡QUÉ! ¿DORMIMOS JUNTOS?- Reclamo que hacían los adultos a los niños cuando no le besaban la mano. RAMADA.- Enramada. RELAJADO.- Relajiento. REPEPENA.- Pepena de cocos que quedan escondidos entre el monte después del levantamiento regular. RIFA.- juego de lotería de mesa. RIFADA.- Cada ronda en el juego de lotería de mesa. SALMÓN.- Color naranja. Se usó también para los colores más tenues que los originales. “salmón verde”, “salmón café”, etc. SARAMANQUEJA.- Salamanquesa, lagartija que vive en las casas. SAURÍN.- Adivino. “SE JUYERON”.- Se huyeron, se fugaron. SEMILLÓN.- Hombre chismoso o que pelea con las mujeres. SEPA LA BOLA, SEPA LA CHINGADA.- Sepa Dios.
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SIMPÁTICO.- Guapo, atractivo. SOMBRA.- Adaptación con palapas que hacen los pescadores en la playa para protegerse del sol. TACUACHE.- Tlacuache. TALEGAS.- Testículos. TANATE.- Bolsa de palma que usan los campesinos. TAMBACHE, TANCAL.- Montón de cosas. TARRAYA.- Atarraya. ¡TE LA ESTÁS AMARRANDO!, ¡TE LA ESTÁS ECHANDO!- En el juego de lotería de mesa, “Estas barajeando las cartas, acomodándolas a tu favor. TE MASCO, PERO NO TE TRAGO.- Te sobrellevo, pero me caes mal. ¿TE PEGASTE?- ¿Pescaste mucho? TETERA.- Biberón. TICO TICO.- Pájaro carpintero. TIQUE.- Residuos que quedan después de preparar aceite de coco. TITIRIRIAR.- Tiritar. TOMATILLO.- Cisticercos. TORITO.- Cabaña pequeña. TORTUGUITA.- Volkswagen sedan. TOTOLE.- Guajolote. TUSAR.- Cortar el pelo, muy corto y mal. ¡VALE QUE ESTÁ FEA!- En este caso, “Vale que” significa “no”, es decir, la frase indica: ¡Es muy bella! VASQUEAR.- Vomitar. VÁSTAGO.- La mitad de la rama de la palmera. La parte que no tiene hojas. VEJIGA.- Globo. VELA.- La rama más nueva de la palmera. VIHUELA, LIRA.- Guitarra. VIVILULA, CABALLO VANDO, CABALLITO DE SANTIAGO.- Libélula. VOLANTINES.- Juegos mecánicos de la feria. “VOY AL MONTE”.- Voy al baño. ¡YA ESTÁ BIEN BATIDO!- Ya se hizo del baño. “YA ESTÁ PRINGANDO”.- Ya empieza a llover. “YA LO TRAIGO DE NACIÓN”.- Ya lo traigo de nacimiento. ¡YA ME ESTÁS RECALENTANDO!- Ya me estás haciendo enojar. “YA SE ALIVIÓ”.- Ya parió. ¡YA TE TUMBÓ LA BURRA! – Broma que se le hacía a un niño cuando nacía un nuevo hermano o hermana y él tenía que pasar a segundo plano. YAGÜAL.- Rodete de tela para llevar pesos en la cabeza. ZANCA.- Camarada, amigo. ZANCÓN.- Pantalón que queda corto o persona de piernas muy largas. ZATACO, ZOTACO, CHACO.- Chaparro.
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