CRIMINOLOGÍA
núcleo temático uno Primera etapa - Capitalismo originario (1300-1900) Introducción ..................... .......................................... .......................................... .................................... ............... 2 1. Primer período (1300-1650) .................. ....................................... ............................... .......... 5 1.2. La criminología originaria 1.3. La Inquisición 1.4. Cambios en la estructura económica 1.5. Ciencia religión y conquista 1.6. Maquiavelo, Hobbes, Bodin, Richelieu 1.7. El Otro 1.8. Antiguo Régimen- reforma Contrarreforma 1.9. Disciplinamiento, encierro 2. Segundo período (1650-1815) ............................................. 17 2.1. Locke - Rousseau - Montesquieu - Voltaire - Beccaria Marat- Bentham 2.2. Final del período del Higienismo. Malthus 3. Tercer Período (1815 – 1900) .............................................. 27 3.1. El pensamiento criminológico 3.2. Corrientes criminológicas positivistas 3.3. El positivismo e Argentina. José Ingenieros Bibliografía ................................................................................ 34
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Primera etapa - Capitalismo originario (1300-1900) Introducción Antes de comenzar con el desarrollo de las etapas y períodos es necesario introducirnos en el marco interpretativo desde donde se analizará el desarrollo de los pensamientos criminológicos. En este sentido, teniendo en cuenta que nuestro marco conceptual de análisis se enmarca dentro del materialismo histórico dialéctico, consideramos muy esclarecedora la explicación realizada por el Dr. Mariano Ciafardini en su último libro, “Globalización, tercera [y última] etapa del capitalismo. Un análisis desde el materialismo histó- rico (Ediciones (Edici ones Luxemburg, Luxemb urg, 1° Ed., Buenos Aires, 2011). Indica Mariano Ciafardini que “Des- de el marxismo, y particularmente desde el materialismo histórico, re- sulta evidente que para conocer un objeto o un proceso es necesario considerarlo en su movimiento, en surgimiento y desarrollo, pues sólo relevando las etapas principales que atraviesa en su desarrollo es posible comprender y explicar las propiedades y nexos necesarios, las características cualitativas y cuantitativas que le son inherentes” (obra citada, págs. 17 y 18, último y primer párrafo, respectivamente). Por lo tanto, “…si se respeta la inicial periodización del capitalismo hecha por Lenin, este se divide primeramente en grandes etapas o fases, términos que Lenin usó indistintamente. Si se profundiza el análisis de las periodizaciones y se pretende dividir a su vez internamente estas etapas, lo cual ni Marx ni Lenin abordaron explícitamente, debería hablarse de perío- dos…” . “Si el análisis pretende hacerse desde el marxismo, lo deter- minante en la diferenciación de las etapas y de los períodos ha de estar necesariamente vinculado a las formas del movimiento de lo que es esencial a todo el proceso histórico que se analiza: el capital y sus formas de acumulación. Y, fi nalmente, nalmente, sería coherente con ági gina na 2
un análisis marxista que la lógica del movimiento de estas etapas y períodos, y las relaciones entre ellos, estuviera dialécticamente im- pulsada, en el sentido de a fi rmaciones, negaciones y negaciones de fi rmaciones, las negaciones” (obra (obra citada, pág. 19, segundo párrafo). Teniendo en cuenta que, como describe Ciafardini, “…el ma- terialismo histórico sigue siendo aun así el único método que permite aproximarse lo más posible a la descripción y sobre todo a la compren- sión de aquellos lejanos períodos históricos, particularmente en su sig- ni fi cación respecto del presente…” pero pero que, siendo muy sintético en el fi cación desarrollo de la teoría, “…no puede reducirse todo a una periodización simplista entre, por ejemplo, esclavismo, feudalismo y capitalismo… como una evolución mecánica de períodos sucedáneos y homogéneos” (obra citada, pág. 28, tercer párrafo), en nuestra materia “…hemos de quedarnos a partir de una propuesta dialéctica sobre la periodización general de la historia humana con una gran división en dos grandes eras: la del comunismo primitivo (horda salvaje) y la “era de la violencia (desde las guerras tribales primitivas hasta nuestros días). Ambas eras son divisibles en edades. Nos resulta imposible re- ferirnos a la primera [comunismo [comunismo primitivo], y en cuanto a la segunda [era de la violencia], no caben dudas de que dos de sus edades o pe- ríodos internos son la antigüedad y la modernidad capitalista. Tampoco podemos decir acá demasiado de la antigüedad y sus divisiones internas más que, indudablemente, el esclavismo y el feuda- lismo son parte de ellas…” (obra (obra citada, pág. 40, último párrafo). Es decir, decir, de las eras de la humanidad, en este marco conceptual histórico desde donde desarrollaremos los pensamientos criminológicos, describiremos la “era de la violencia” y, dentro de ella, la edad correspondiente a la modernidad, porque consideramos que es en esta edad en donde el par conflicto/control -el control del conflicto a través de herramientas de dominación- se despliega. Ahora bien, bien, siempre en términos dialécticos, la edad moderna se dividirá en tres etapas y estas a su vez en tres períodos. La primera etapa, a la que denominaremos del “Capitalismo Originario o Mercantil”, estará comprendida entre los años 1300-1900; la segunda, “Capitalismo de Estado o Imperialismo”, entre 1900 y 1980; y la última, “Capitalismo Financiero o Globalización”, desde 1980 hasta la actualidad. Y, en cada una de las etapas, se irán desarrollando los tres períodos correspondientes a cada etapa. ági gina na 3
Era de la Violencia - Edad de la Modernidad Etapas de la Modernidad o Capitalismo 1300
1900
1980
Actualidad
Primera Etapa
Segunda Etapa
Tercera Etapa
Capitalismo Originario o Mercantil
Capitalismo de Estado o
Capitalismo
Imperialismo
Financiero o Globalización
Esta primera etapa, de acuerdo al desarrollo dialéctico explicado, se dividirá en tres períodos que reflejarán el momento afirmativo (tesis), la instancia negativa del período anterior (antítesis) y, cerrando la etapa, se desarrollará el período de la negación de la negación (síntesis) que contendrá los dos anteriores pero con una proyección distinta. Cada período de la etapa que se analiza está caracterizado por un desarrollo de los medios de producción que comprende la estructura económica capitalista, además de un sistema de dominación de los dueños de los medios de producción, que establece un discurso de poder sobre el conflicto y el control social. De esta forma, tal como lo refleja el gráfico de líneas inferiores, el primer período de la primera etapa lo desarrollaremos bajo el paradigma de la inquisición y tendrá una duración de unos trescientos cincuenta años, aproximadamente desde el año 1300 al 1650; el segundo período estará signado por el pensamiento iluminista, que durará desde el año 1650 al año 1815; y, finalmente, el período que cierra sintéticamente la etapa, bajo el paradigma positivista, perdurará entre los años 1815 al 1900.
PRIMERA ETAPA - CAPITALISMO ORIGINARIO o MERCANTIL 1300
1650
Primera Período
Inquisición
1815 1900 Segunda Período Tercera Período
Iluminismo
Positivismo
Siempre serán fechas aproximadas, que marcan tendencias y proyecciones de cada uno de los sistemas de dominación, donde estará en disputa el conflicto y el control del mismo.
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1. Primer Período (1300-1650) - Inquisición. Criminología originaria Nos encontramos en este primer período de la primera etapa del capitalismo originario con un momento histórico donde comienzan a desaparecer los resabios de la Edad Media y se asientan los pilares de la Modernidad como “era histórica”, que durará hasta nuestros días y estará caracterizada por la violencia intra-genérica. Desaparecido el Imperio Romano e incluidas las invasiones bárbaras al desarrollo económico-social europeo, los reinos dispersos del medioevo se disputaron el poder imperial sin poder lograr vencerse entre sí, conformándose un virtual empate que en de finitiva concluirá en las fronteras de los estados nacionales. Es un período histórico donde el organicismo religioso proyectará sus sombras sobre la estructura capitalista en cierne y será la Inquisición, el instrumento de poder necesario para la resolución del par conflicto-control del momento que se analiza. La revolución mercantil de fines del siglo XIII, liderada por las burguesías genovesas y venecianas que transformaron la economía agro-pastoril de la Europa central desde el Mar Mediterráneo, la instalación del circuito financiero como herramienta de poder que financió las expediciones a América y la expoliación de los recursos naturales desde ésta hacia Europa, conjuntamente con el disciplinamiento social, serán las bases fundamentales para el desarrollo de la revolución industrial y para la instalación del capitalismo como sistema en forma definitiva. En este período, además, acontece un cambio significativo en las relaciones de poder entre la sociedad y el Estado: la confiscación del conflicto social por parte de éste último. Esto conlleva a la necesidad de un nuevo método de búsqueda de la verdad y esa necesidad, surgida en el contexto de una alianza entre el Estado monárquico y la Iglesia, arroja como resultado el surgimiento de la inquisición como procedimiento de búsqueda de la verdad. ágina 5
1.2. La Criminología originaria Por eso, si bien la criminología surge como ciencia en el siglo XIX, con la aparición del Estado moderno y las instituciones que cubren el accionar penal aparece, junto al capitalismo originario, el poder punitivo estatal como forma de gestión y resolución de los con flictos sociales (criminología originaria). Esta práctica punitiva centralizada reemplazó los ejercicios de justicia locales a través de un proceso de racionalización que no redujo la violencia, como generalmente se cree, sino que hizo más visible el sistema represivo. En este proceso de destrucción de las culturas y poderes locales, remplazando la idea imperial, que por otra parte esta unidad no pudo reconstruirse luego de la caída del Imperio Romano hasta la aparición de la de soberanía de los Estados Nacionales -nueva forma de ejercicio concentrado del poder dentro de fronteras ficticiamente delimitadas- la fuerza física es menos valorada que la capacidad de administrar el conflicto. Son estas burocracias administrativas y sus intelectuales de derecho las que en nombre del rey sepultarán las costumbres cotidianas locales. Se consolida la persecución de o ficio, mientras que “la víctima” y las comunidades son desplazadas del proceso de resolución de los conflictos. Se produce exactamente la expropiación del conflicto, el surgimiento del monopolio por parte del Estado. Sin dudas, esto ocasiona el breakdown -quiebre- del sistema acusatorio y se impone el derecho canónico con el sistema procesal inquisitivo. Aquí nace entonces la noción de “delito” y de “castigo” porque la lesión de un individuo sobre otro se transforma en un “daño” ocasionado al Estado y éste exige una reparación. La “sentencia” será el fundamento que defina la existencia del delito y del castigo. Es la “verdad” revelada, pero ya no a través de una cuestión azarosa como lo era el “juicio de Dios” o las pruebas de las ordalías, con la observancia de la comunidad sobre la no violación de las reglas. Ahora, el proceso necesita de una investigación previa -origen de lo que hoy denominamos instrucción o indagación-.
1.3. La Inquisición Es así como la lucha o la disputa es remplazada como práctica judicial en la resolución de los conflictos entre personas o grupo de personas por la inquisitio . El Estado moderno, con poder centralizado y burocratizado, ya no podía dejar librado a la lucha el nuevo modelo punitivo. El procurador -figura nueva que procura en nombre del rey- aparecería en cada oportunidad en la que se infligiera un daño, que ya no ágina 6
sería sobre otra u otras personas, sino que sería el Estado el afectado, expropiándole a la víctima el con flicto y transformando al victimario en objeto o cosa (reo). Este cambio es importante porque el acusado, al no ser sujeto de la relación es “objeto” de prueba y, como tal, disponible para la confesión. Confesión que necesariamente sería extirpada al acusado a través de la tortura, como forma de proceder sistemático e inseparable del modo represivo estatal. Como hecho relevante en cuanto a lo mencionado es importante señalar la intervención del Papa Inocencio III -en funciones desde el año 1198 al 1216- porque modificó el derecho canónico al enclavar en la organización jerárquica papal la Inquisición. Nacida con la intención de investigar la mala conducta de los clérigos -determinada por el ale jamiento de la ortodoxia-, denominados herejes, con el tiempo fue asumiendo más poder y con él la necesidad de investigar más casos, ampliando los motivos por los cuales se podría cometer una herejía. Debido a la organización jerárquica su actuación era secreta y la necesidad de documentación en forma escrita dio impulso al nacimiento de expertos. Estos tecnócratas del conocimiento serán los glosadores que a través de sus estudios conformarán un discurso universal político-religioso que asociará la noción de delito con la de pecado. Confiscado el conflicto, a quién cometiera una infracción se lo consideraba enemigo del Estado y sobre él debía caer todo el poder punitivo moderno. La Inquisición, entonces, como institución surgida en el año 1215 en el Cuarto Concilio de Letrán, ha sido la primera agencia estatal en crear un discurso criminológico. Y, en ese sentido, el libro por excelencia del período es el Malleus Male fic arun -más conocido como el Martillo de las Brujas-, escrito por los dominicos Heinrich Kramer (1430-1505) y James Sprenger (1436-1495), manual del “buen inquisidor” que legitimará la tortura como método de búsqueda de la verdad. El libro se divide en tres partes, siendo la primera de ellas un verdadero discurso de legitimación de poder. Se analiza y se confirma en este primer tramo que el delito de “brujería” existe, siendo este crimen de extrema gravedad y muy contagioso, por lo que se justifica su represión ágina 7
hasta las últimas consecuencias. Se asienta también en este contexto la figura del diablo como el gran seductor que tienta a las personas biológicas más débiles, buscando su complicidad. De más está decir que este verdadero tratado punitivo se encarga de someter aún más y disciplinar al sexo femenino, a la mujer, que es peligrosa no sólo por su permeabilidad a las acechanzas del diablo, sino también por ser la primera transmisora cultural del ser recién nacido. En su segunda parte, el Malleus desarrolla lo que solemos denominar como derecho penal de autor . Se describen las conductas de las brujas -sólo detectadas por los inquisidores, claro- que son improbables debido a que están sopesadas en base a la relación con el diablo. Esto es clave, porque al no poder probarse, sólo se podía acceder a la verdad a través de la confesión que, de esta forma, legitima el accionar punitivo. Al estar totalmente seducida por el diablo no quedan conductas sin penar: comadronas, prostitutas, dominadoras de conductas propias de los hombres, seguidoras de otros cultos, utilizadoras de métodos de curación alternativos a la medicina y toda no sujeción a la Iglesia eran perseguidas y penadas en la hoguera. Por último, la tercera parte se sustenta en el método necesario para la averiguación de la verdad. Aparece con todo su tenacidad el sistema inquisitivo. Sin acusación, sin defensa, con actuación de oficio o denuncias anónimas, la tortura se legitima como método para obtener la confesión de la verdad. Toda manipulación de las supuestas pruebas, todo engaño o mentira, se considera aceptable para la consecución del fin último inconfesable: el disciplinamiento del hereje. En definitiva, el sistema represivo que aún pervive se instala definitivamente en la sociedad y cambiará con el tiempo sus formas, más no su sustancia.
1.4. Cambios en la estructura económica Ahora bien, simultáneamente al despliegue punitivo represor del Estado de finales de la Edad Media, propio de los inicios del capitalismo, es la estructura económica la que cambia y necesita de este discurso de dominación. El surgimiento del lujo como símbolo de poder y diferenciación social, la necesidad de gastos cada vez más altos para el mantenimiento del ejército, el ascenso de la burguesía en la Europa central, hace trizas el modelo económico agro-pastoril y emerge el patrón mercantil como forma de acumulación del capital. ágina 8
Para la nueva forma de acumulación los castillos y los muros son ineficientes para la circulación de bienes y luego del acuerdo tácito -al no poder los reyes derrotarse entre sí- con la disminución de la inseguridad en los caminos que comunicaban los reinos amurallados, surgen los burgos -ciudades- que, bajo el perfil mercantil y con el dominio de la burguesía, será el nuevo escenario de la transformación estructural de la sociedad medieval. Sin embargo, que el sistema económico sustentado en el vasallaje se hiciera añicos no signi fica que sus beneficiarios perdieran su poder en el inicio del capitalismo originario. El reparto y la posesión de la tierra -valor supremo- le permitieron a la nobleza acordar la transición y su supervivencia en términos convenientes -aunque ya no con todo el poder en sus manos- con la burguesía. En un movimiento de pinzas el movimiento capitalista ahogó y destruyó la estructura económica agro-pastoril de la Europa central desde los Países Bajos, por el norte; desde el Mediterráneo, por el sur; y, desde Londres, por el oeste. Las ciudades, espacio nuclear para el intercambio de bienes muebles y la consiguiente acumulación, dieron nacimiento a la agremiación y al fortalecimiento de clase dominante de los comerciantes y los artesanos que vendían sus manufacturas -manus , manos; factus , hecho; ura , resultado-. La simbiosis entre lo político y lo económico, entre la política y la economía, generó una alianza indisoluble porque para instalar e imponer el “mercado” es necesario crear un tipo de “estado” de situación político y jurídico. Es decir, un Estado afín a sus intereses. Y, ese Estado, que está concebido por ideas de relaciones sociales, políticas y de poder, para obtener su legitimidad -en el período analizado- necesita del financiamiento y de la existencia del libre mercado. La burguesía será la clase dominante surgida del crecimiento de las ciudades y como resultado de la relación entre los mercaderes y el Estado, por lo que el Mercantilismo será la estructura del pensamiento económico del capitalismo originario. Asentada esta relación con el descubrimiento de América por parte de Europa, los mercaderes se preocupaban por el avance y asentamiento del comercio internacional ágina 9
-que desembocará en la división internacional del trabajo, años más tarde- y las finanzas; mientras que el Estado llenaba sus arcas con lo producido en el comercio de especias y con la brutal expoliación de recursos naturales de los nuevos territorios conquistados -acumulación que servirá, en definitiva, para el avance de la revolución industrial-. Esta apertura económica y centralización de poder político facilitó el accionar punitivo del Estado y el disciplinamiento de la sociedad y será la burocracia estatal y el ejército las herramientas concentracionarias de este período.
1.5. Ciencia, religión y conquista También desde el principio del siglo XIV hasta mediados del XVII se producirá un desarrollo científico importante y el surgimiento del protestantismo -escisión o cisma del catolicismo- como sustento moral del capitalismo, provocando el resquebrajamiento del sistema religioso basado en la jerarquía vertical católica apostólica romana. La persecución de determinados científicos provocó un movimiento de resistencia no organizado que empujó el cambio. En este sentido, entre otros, Galileo Galilei (1564-1642) vivió en carne propia la persecución del poder absolutista y religioso. El nuevo método científico elaborado por Roger Bacon (1210-1292) más humano, más racional, pero no por eso menos inquisitivo, se fue imponiendo en el mundo europeo y con la expansión hacia nuevos mercados incluyó y globalizó a todo el mundo no conocido por el centro del mundo capitalista. Las Cruzadas primero y el descubrimiento de América después conformó la estigmatización del “otro” estableciendo en la “raza enemiga” el combate más cruel y sangriento para el establecimiento de los nuevos mercados. Esta idea globalizadora -que como vemos no surge a finales del siglo XX, sino muchos siglos antes- se asentará con la empresa viajera efectuada por Marco Polo (1254-1324) y la expansión de Portugal, uno de los primeros nuevos estados que hará confluir la imagen de las cruzadas con la conquista de nuevos territorios y los intereses comerciales. Finalmente, los viajes de Cristóbal Colón (1451-1506), ponen a la península ibérica en la cresta de la ola globalizante.
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La conformación de territorios ultramarinos descubiertos, conquistados y esclavizados bajo la órbita de las metrópolis, con la ya establecida idea del “otro” en Europa, no necesitará mucho desarrollo teórico y aplicación práctica para llevar a cabo uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad. Las personas de las nuevas ciudades y civilizaciones descubiertas serán consideradas “no humanas” o “sub-humanas”; por lo tanto, pasibles de ser ultrajadas y exterminadas. La religión, a través de la evangelización de los “salvajes”, brindará la paz de conciencia de los conquistadores. Lo mismo sucederá con los negros africanos, considerados “mercancías en tránsito” y sin derechos civiles, mucho menos políticos o económicos. Simples objetos pasibles de apropiación.
1.6. Maquiavelo, Hobbes, Bodin, Richelieu Al igual que en los otros períodos y etapas que explicaremos en la materia, no tenemos el tiempo de desarrollar el pensamiento criminológico, político, social y económico de una larga lista de autores que pensaron la sociedad de su época. Trataremos de explicar sintéticamente la reflexión de aquellos ensayistas que son referentes de la época y que al ser contemporáneos del proceso que viven son partícipes necesarios y comprometidos con los cambios que analizan y proyectan para su sociedad. En este contexto e ingresando en los procesos que se darán sobre el final de este período, es destacable la teorización de la nueva forma política de Nicolás Maquiavelo (1469-1527). Su pensamiento, propio del Renacimiento, se apartaría de las motivaciones morales y religiosas para efectuar una de las más importantes teorías sobre el orden político basado en el poder -de hecho, es considerado uno de los padres de la Ciencia Política-. Basándose en la historia y la actualidad de su época e indagando sobre la naturaleza del poder de los jefes de Estado, centraliza en El Príncipe (escrito en 1513 y publicado en 1532) -una de sus obras más importante junto a los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio” (1531) - toda la actividad del líder político en esa organización política denominada “Estado”, separada de la sociedad. La “virtú” será la cualidad que representará el poder de este príncipe y comprenderá los elementos necesarios para su desarrollo: p gina 11
la habilidad, la inteligencia y la decisión. Si bien sus modelos teóricos se basan en líderes absolutistas como Fernando el Católico o Cesare Borgia, Maquiavelo consideraba conveniente el establecimiento de Estados republicanos ya que estaba convencido de que en manos del “Pueblo” la libertad de “todos” estaría mejor asegurada. Es uno de los primeros teóricos que aceptan el conflicto como base de las relaciones interpersonales en una sociedad al tratar de describir un orden un posible. El poder político es el resurgente de la lucha constante para controlar el conflicto y estará continuamente presente esta lucha porque siempre existirán personas que obtengan el poder y permanentemente habrá seres humanos que querrán alcanzarlo. Thomas Hobbes (1588-1679) -que si bien su pensamiento será tomado en comparación a los demás contractualistas del iluminismo-, por el contrario, representaba a otra visión política del orden y el Estado. Defensor teórico del absolutismo monárquico, desarrolla en una de sus obras relevantes, el Leviatán (1651), la necesidad de un Estado fuerte para el mantenimiento del orden y la seguridad social basada en el egoísmo natural del ser humano que sin el poder centralizado estatal terminaría destruyéndose a sí mismo -el hombre es el lobo del hombre -. A diferencia de Maquiavelo, el consenso y no el con flicto será la base de la naturaleza del poder del Estado moderno. Los individuos en estado natural liberan sus impulsos y deseos y provocan la lucha de todos contra todos dando como resultado el surgimiento del miedo y la inseguridad social. El “contrato” debe estar basado en el consenso de entrega total de la soberanía individual al soberano quién establecerá el orden, la paz y la seguridad necesaria para la convivencia social. El Estado o Leviatán protegerá con la voluntad centralizada a todos los individuos de las luchas internas y de las invasiones extranjeras. El miedo creará la sumisión de todos los individuos que acechados por ese sentimiento entregarán sin cuestionamientos la soberanía que cada uno posee a favor de un orden incuestionable y proveedor de la paz social. En este desarrollo del pensamiento centralizador del poder del período analizado se destaca también Jean Bodin (1529-1596), para quién también el rey soberano será el que impida el surgimiento de conflictos. Será, además, el teorizador del concepto de “soberanía” , entendido como poder absoluto sobre la cosa pública, tratamiento que realizará en sus “Seis libros sobre la república” (1576). En el mismo p gina 12
sentido, el cardenal de Richelieu (1585-1642) defenderá la centralización política y administrativa del Estado soberano y la aplicación de métodos inquisitivos como herramienta del poder punitivo estatal.
1.7. El otro Las “marcas” en el cuerpo, la expulsión y la exclusión serán las herramientas del derecho y la justicia penal, necesarias para el mantenimiento del poder del período que denominamos inquisitivo. Estigmatizar a “otros” era una cuestión de gobierno, que a través de distintas “marcas” señalarán el poder soberano sobre los individuos: creación de pasaportes y papeles de identi ficación; ropas, peinados u otras señales para identificarse a primera vista; cortes en el cuerpo o tatuajes de letras o dibujos para identificar a los convictos, locos, enfermos, mendigos, mujeres sin familia y creyentes de otras religiones, etc. Intentar disimular la propia identidad u ocultarla será un delito de alta traición en momentos de expansión de mercados realizada a fuerza de conquistas y guerras y provocará expulsiones y encierros más allá de los límites imaginables. Asegurar la identidad de las personas para el soberano no era un dato menor: significaba asegurar la propiedad. La “marca” en el cuerpo del condenado era tan importante para el reo -derivación de la palabra griega res , (cosa)- y su conciencia como para la sociedad, porque quedaba establecido el poder del monarca.
1.8. Antiguo Régimen - Reforma - Contrarreforma Debido al ininterrumpido proceso de industrialización capitalista que comienza a darse a fines del Antiguo Régimen en todos los países, pero principalmente en los autodenominados “centrales”, se consolida la necesidad de aplicación de una política criminal sanguinaria y ejemplificadora que a través de la horca, la marca a fuego y el exterminio sepultara la creciente amenaza al orden constituido. El avance de la técnica en el campo, la delimitación de la propiedad, la desaparición de los espacios comunes, provocaban grandes migraciones desde el campo hacia la ciudad y excedía en mucho las posibilidades de absorción de la fuerza de trabajo necesaria para las primeras producciones de manufacturas. Eran necesarias y justificadoras, entonces, las eliminaciones físicas de muchos y el terror para los demás como sostenimiento del fin político y económico impuesto en este período.
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Sin embargo y a pesar de este movimiento concentrador de poder político y justificador del orden monárquico el cisma religioso y la rasgadura en la superestructura dominante que produce la Reforma religiosa encabezada por Martin Lutero (1483-1546) y Jean Calvino (1509-1564), proporciona el nacimiento del movimiento protestante -religión oficial del capitalismo-, que catapultará a la cima del poder a la clase burguesa, encontrando en ese movimiento reformador religioso la oportunidad de desarrollar un discurso de dominación que apuntale sus aspiraciones. La Contrarreforma católica, con Ignacio de Loyola (1491-1556) a la cabeza, equilibrará la balanza política en disputa y luego de una sangrienta guerra de treinta años la Paz de Wetsfalia (1648) consolidará el poder estatal y reforzará la tendencia absolutista. Pero la burguesía ha llegado al poder, se lo disputa a la monarquía y ya no será lo mismo que antes. La moral protestante que justificaba y dignificaba las ideas burguesas sobre el lucro comercial, una vez en el poder aplicaron nuevos métodos de disciplinamiento y auto-disciplinamiento, necesario para el nuevo orden que comenzaba a aparecer.
1.9. Disciplinamiento y encierro Luego del intento de expulsión de las fuerzas de trabajo excedentes en el primer momento de la industrialización, dónde se derivaban a las personas hacia las actividades de conquista y navegación, se hizo necesario incorporar a estas medidas excluyentes la estrategia del disciplinamiento social. Esta otra forma política de disciplinar se suma con el criterio económico de “menor costo y mayor bene fi cio” a la exclusión hacia adentro a través del encierro de los “otros” en una doble instancia que producirá los primeros dispositivos de disciplinamiento a través del secuestro institucionalizado: el encierro de personas en hospicios, casas de trabajo -workhouse , en inglés-, de corrección o de caridad, etc. Este nuevo dispositivo disciplinario cumple con la función de separar al “pobre bueno”, apto para trabajar; del “pobre malo”, indisciplinado social al que se encerrará, se aprovechará su mano de obra y se lo convertirá en un proletariado disciplinado. Esto permitirá p gina 1
un uso más eficiente del tiempo y la conducta de las personas que los azotes, las ejecuciones públicas y el destierro, apareciendo cada vez más casas de trabajo o de corrección. Se pudo distinguir entonces entre aquellos que serían mantenidos por la comunidad y entre los que se ganarían su sustento en las casas de corrección o de trabajo. Dos consecuencias económicas importantes que resultan de este nuevo método: el disciplinamiento de los cada vez más sujetos “sujetados” y el aseguramiento del máximo nivel de plusvalía a través de la reducción de los salarios de los trabajadores libres. También, estas casas eran “ideales” para los jóvenes que habían elegido transitar el camino no elegido por Dios y Dios era el temor subyacente en el método disciplinario. La duración de la pena estaba regulada por el administrador que podía redimirla en función del traba jo realizado y la conducta ejercida por el penado. Un salario simbólico recibido, el empleo del tiempo, la disciplina y la vigilancia permanente, preparaban a estos penados para el ejercicio de la vida libre como obreros sometidos al sistema. Este tipo de “encierro”, más parecido a la necesidad de esclavización de la naciente industria manufacturera, será el antecedente de la prisión. Y, cuando la prisión utilice este método, de ella surgirá la técnica de sujeción de las conductas que se replicará en las escuelas, los hospitales, el ejército, etc. El nuevo sujeto será adecuado a la normalización disciplinaria propia del sistema capitalista que se estaba imponiendo. El sometimiento y el aprovechamiento de la fuerza de trabajo a favor del Estado convertirán a éste último en el dueño de los “cuerpos” condenados. Si bien el encierro en este primer período no era considerado una pena en sí misma, esta práctica fue muy extensa. Se encerraba a quienes esperaban juicio, a los que tenían deudas públicas o privadas y no podían pagarlas, a los mendigos y vagos, para hacerlos trabajar; se encerraba a niños o mujeres considerados perturbadores, a discapacitados físicos o mentales; finalmente, se encerraba a personas que por el motivo que fuera no se los podías matar, mutilar o hacer trabajar -a veces mujeres o ancianos-. Sin embargo, no hay que creer que este secuestro institucional desarrollado a partir del siglo XVI suplantaba los castigos corporales sino que por el contrario se amplió mucho más su utilización y empeoró gravemente las condiciones de vida de amplias capas de la población.
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Al mismo tiempo, como contrapartida, cuando las demoras del proceso prolongaban el encierro, la muerte se producía como si verdaderamente fuera la pena prescripta. Así morían, considerados como un “peligro social” y encerrados pero sin ser condenados locos, leprosos, sifilíticos, prostitutas y personas que no podían sustentarse un alimento diario o vivían de la limosna. Pérdida de vida que se producía por las condiciones de vida en las cárceles: oscuridad, hambre, sed, enfermedad, promiscuidad, desnudez, privación de aire puro, etc., propias de este período.
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2. Segundo Período (1650-1815) - Iluminismo. Criminología académica El Estado absolutista enquistado en el período anterior será fuertemente criticado a partir de fines del siglo XVI y principios del XVII. La negación dialéctica del momento anterior opondrá luz a las sombras, la razón a la religión y denominados bajo el rótulo de pensamiento iluminista o ilustrado transformarán el proceso judicial privado en público y el cumplimiento de la pena pública en privada. La burguesía se desprende de finitivamente de la nobleza, se instala en el poder con un nuevo paradigma y necesita un nuevo acuerdo social para el nuevo orden económico comercial y financiero. El simbólico contrato social será el instrumento disciplinario que ajustará los conflictos surgidos en este período. Los límites al Estado punitivo anterior, necesarios para el desarrollo económico capitalista, creará para este nuevo discurso de dominación una legitimidad distinta: la legitimidad democrática, que reemplazará a la innecesaria y pesada legitimidad monárquica. Los conceptos de “delito”, “pena”, “proceso” y “juicio” estarán dentro de un orden jurídico acorde a los intereses de la clase burguesa surgida al calor del nuevo sistema de acumulación producido en el período anterior. La estructura económica sufre durante el siglo XVIII y, particularmente en Inglaterra, los cambios producidos por la primera Revolución Industrial. La reforma de la explotación agraria, las nuevas tecnologías y el transporte establecen las bases de una economía verdaderamente industrial. La idea económica que sustentará este impulso será la del capitalismo liberal, representada por la obra clásica de Adam Smith (1723-1790) “La riqueza de las naciones” (1776). En apretada síntesis Smith proyectaba un sistema de libertad natural en el que cada cual -mientras no vulnere la ley- debe quedar libre para perseguir su propio interés y destinar sus propiedades hacia la competencia con la de otros individuos; el gobierno -Estado- sólo debe ocuparse del mantenimiento de la seguridad, la justicia y de determinadas obras e instituciones públicas. El objetivo era el de dejar al individuo en libertad para la búsqueda y obtención de privilegios -creándose un orden “natural” de las cosas- que produciría el mayor aumento de la riqueza de las naciones.
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En este siglo, en un régimen de libertad económica sin reglas aparentes, se producirán las más altas tasas de injusticia social y explotación económica y cultural sobre una porción importante de la población que será denominada desde entonces como proletariado . En condiciones de trabajo infrahumanas será esta clase social la que mayor aporte otorgue al enriquecimiento de los dueños de los medios de producción que se apropian de la ganancia de la transformación que aquellos hacen de la materia prima en producto final de venta en el mercado. Aquí, como veremos más adelante cuando analicemos el discurso que sostendrá el neoliberalismo en la década del ochenta del siglo XX, surge la falacia de la “no intervención del Estado”, Nunca existió la falta de control estatal en la economía y en los demás órdenes de la vida de las personas, sino que el control se ejerció sobre las personas más vulnerables, las excluidas, las dominadas. Porque el capitalismo incuba en su núcleo la necesaria desigualdad para la obtención de ganancia y de su propia existencia como sistema económico, político, cultural y criminal. Las estrategias de resistencia de los trabajadores que operarán por sobre la explotación generalizada será la organización en sindicatos y en el ejercicio de la huelga. La intervención estatal, entonces, se produce declarando ilegal este tipo de actividades. Los Estados serán funcionales a este tipo de producción económica e intentarán controlar y contener a través de distintas herramientas punitivas a quienes se les ocurra desafiar la autoridad y al sistema. Para este cambio de producción económica el castigo brutal y exponencial sobre el cuerpo ya no es “útil” y la disciplina se efectuará sobre un nuevo molde de cuerpo y alma. Ambos deben “entrenarse” para que subsistan y sean funcionales a las necesidades del sistema. Nuevos valores son necesarios, porque una nueva clase de dominación se instala.
2.1. Locke - Rousseau - Montesquieu - Voltaire - Beccaria - Marat - Bentham Desde el punto de vista político, los pensadores de la Ilustración son el resultante de la reacción al diagrama de poder del Estado absolutista. p gina 18
Los contractualistas serán los moldeadores de este nuevo pacto, necesario para la nueva clase en el poder -la burguesía-. El contrato de Hobbes –que si bien es contractualista, pero justificador del orden absolutista- no se enmarca en este cambio porque su objetivo era afirmar la legitimidad monárquica del Estado, entendiendo que los individuos debían ceder por miedo todas sus capacidades al monarca -soberano- y que éste, una vez concentrado el poder en su autoridad, utilizarlo como le plazca. El liberalismo político -al cual nos referiremos en primera instancia en este período- estará mejor reflejado en la teoría contractualista del médico John Locke (1632-1704) que hará foco en la tolerancia y en los derechos naturales -hoy derechos humanos- como límites al poder del Estado y sus distintos gobiernos. Inglaterra, en el siglo XVII, se afirmaba políticamente sobre la base del parlamentarismo y resolvía sus problemas políticos internos con mayor velocidad y premura que los demás países centrales de Europa. Condición, ésta, que le permitirá liderar, como veremos, la revolución industrial que impactará en el mundo entero. Locke, en el “Segundo Tratado sobre el gobierno civil” (1690) teoriza sobre un Estado liberal en lo político y en lo económico que sólo justifica su existencia si sus límites no atraviesan los derechos que ya existían en el estado de naturaleza. Su función, en todo caso, es asegurar esos derechos prexistentes. El contrato, para este autor, tiene dos partes: en una primera instancia todos los individuos crean entre ellos la autoridad superior; y luego pactan con esa autoridad la entrega de algunos intereses para que los administre, con la salvedad de que los derechos naturales no estarán bajo la órbita de esa institución. Es interesante destacar que entre estos derechos prexistentes y que subsisten a la constitución del Estado está el derecho a la propiedad. Es decir, es un Estado que petrifica la desigualdad en la posesión de la tierra -que existía antes a su creación- y además lo asegura para el futuro. A través de la libertad individual, la igualdad y la racionalidad se producirán el dictado de leyes racionales y el juzgamiento imparcial para las relaciones entre todos los individuos libres. Por tanto, los límites no los tienen las personas, sino el Estado y el concepto de democracia liberal de Locke será aquél que reconoce la validez de derechos intransferibles y superiores al mismo Estado.
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Desde el punto de vista penal, la teoría de Locke sería, comparada con la de Hobbes y la de Rousseau, la más limitativa del poder punitivo al justificar la emergencia de garantías para el individuo. Para el ginebrino Jean Jacques Rousseau (1712-1778) es el propio contrato el que crea el Estado, los derechos y obligaciones de los individuos, todos sometidos a la voluntad general. Idea inspiradora de la Revolución Francesa, la misma expresa el acto originario de una forma social de convivencia y de un gobierno que entrelaza los controles de poder y legitima su campo de acción: el sistema democrático. Esta voluntad general consensuada se fundamentará en la ley que, al ser constituyente de las obligaciones, será civil más no natural. En el “Contrato Social” (1762) afirma que los derechos humanos ya no serán naturales, sino que surgirán del propio pacto político y por ello serán más importantes para satisfacer todas las necesidades de las personas. Surge esta concepción social de la idea moral optimista de Rousseau que sostenía que en el estado de naturaleza los hombres vivían felices y sin conflictos, siendo la sociedad con sus lujos, artes y mercados la que los pervierte al implantar un extremo egoísmo generador constante de desigualdades. La soberanía rousseauniana está constituida por el poder soberano expresado en la voluntad de cada uno y de todos. Por otra parte, además de los contractualistas, distintos pensadores hicieron su aporte para contrarrestar al decadente absolutismo expresado en el período anterior. Entre ellos, Charles Secondat, barón de Montesquieu (1689-1755), reflejó dos características políticas básicas de la nueva clase en el poder: moderación y límites. Este equilibrio político ya se fortalecía en la Inglaterra imperial. Montesquieu entendía que asegurar la armonía social y la libertad política era indispensable para sostener la expansión y conquista de nuevos mercados, elementales para el desarrollo de la industria de manufacturas. Es por este motivo que diseñó una división de funciones del poder -más conocida y mal interpretada como división de poderes, porque el poder es uno sólo- para mantener el equilibrio necesario y evitar el abuso de una función por sobre las otras. En su obra al respecto, “Del espíritu de las Leyes” (1748), aparece este estándar de balanza de poder o de pesos y contrapesos. p gina 20
En cuanto a lo estrictamente criminológico Montesquieu se anticiparía al célebre Beccaria -autor central del período- al criticar la injusta proporción entre los delitos y las penas y la sanción de determinados delitos basados en supersticiones (magia, brujería, etc.). Sostenía, en contra posición, que las penas debían estar ponderadas según el bien jurídico afectado y que sólo se deberían juzgar las conductas externas, considerando inútil y contraproducente el castigo severo. Por último, planteaba una reforma procesal que aboliera las denuncias anónimas, los delatores y las torturas. Obviamente, mientras la burguesía -sin sospechar que Montesquieu reflexionaba política, social y criminológicamente por miedo a la tiranía- celebraba el advenimiento de este pensamiento, la Iglesia inmediatamente prohibió su obra por el contenido crítico efectuado sobre las supersticiones, la Inquisición española y la tajante diferenciación entre derecho y moral. Otro pensador que luchó contra las supersticiones religiosas, François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire (1694-1778), fi jó su interés en las instituciones y en el progreso económico basado en la ciencia. Este autor, en su pensamiento penal, defendía la presunción de inocencia, el derecho a la defensa, la publicidad de los juicios y criticaba además la tortura y los castigos corporales. Sostenía que los delitos eran producto de las propias leyes punitivas y las persecuciones que se realizaban en el régimen autoritario de forma arbitraria. Sin dudas, Cesare Bonesana, marqués de Beccaria (1738-1794), en su única obra dedicada a la cuestión penal, “De los delitos y de las penas” (1764), será junto a Marat uno de los reformadores más importantes de la cuestión punitiva en este nuevo tiempo burgués y democrático. Sostendrá que el progreso técnico no podrá ser llevado a cabo sin un proyecto penal que abandone el castigo y la ejecución arbitraria de cualquier persona sin las garantías que pongan límites al Estado punitivo existente. Su trabajo fue uno de los primeros compendios que articulaba el derecho y el proceso penal y la criminología, regido por sus conocimientos filosóficos políticos. Rechazado por los juristas académicos y prohibido por la Iglesia por más de doscientos años, los iluministas se encargaron de ensalzar sus conocimientos y adosarlos a su programa político penal.
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Para Beccaria la pena debía estar justificada en la utilidad, en la prevención de los delitos y no en la venganza -como sucedía en el Antiguo Régimen-. La base de su pensamiento estará anclada en las ideas contractualistas ya que para él el origen de las penas estará en el contrato social. Por lo tanto, será el poder legislativo el encargado de señalar a qué se denomina “delito” y cuál es la “pena” que le corresponde. En su afán por limitar el poder del soberano sentará las bases de las garantías penales y procesales que por derecho le corresponde a todo individuo: principio de legalidad, certidumbre, oficialidad, imparcialidad, prontitud y publicidad. En cuanto a la ejecución de la pena -y teniendo en cuenta su sentido utilitario para que el detenido y cualquier otra persona no cometa un nuevo delito- se oponía a los castigos crueles, excesivos y degradantes que produce insensibilidad en el cuerpo y alma de los hombres y proponía remplazarlos por otros que sean más eficientes en la prevención del delito, acorde con la penalidad de los nuevos tiempos democráticos: el encierro, la privación de la libertad. Como mencionaba anteriormente, Jean Paul Marat (1744-1793), será el otro autor importante del iluminismo relacionado con la racionalidad de la ley como deidad de este período. Antes de ocupar el rol de líder en la Revolución Francesa presentó su “Plan de legisla- ción criminal” (1779), donde criticaba la idea contractualista de la pena en clave ilustrada. Afirma en forma concluyente que la desigualdad que proporciona el sistema económico vigente, con personas explotadas, que nada poseen y que nada bueno obtienen de la asociación contractual, no obliga a estos últimos a respetar las leyes que tienden a proteger la propiedad antes que la vida y/o la libertad. Deslegitimador del orden burgués, critica la aplicación del poder punitivo como herramienta de sometimiento a los que no poseen propiedad justamente porque éstos están en una posición desfavorecida desde el mismo origen del simbólico contrato social. Proponía un nuevo modelo de convivencia donde los delitos podrían existir sólo y en tanto que las desigualdades económicas y sociales no existieran. Entonces sí existirían los delitos, pero por haberse violado lo que considera como la “ley justa”, mientras que la ejecución de la pena debía estar orientada hacia la corrección del culpable. Con Beccaria, autor que justificaba la pena en tanto y en cuanto esta cumpliera forma utilitaria y Bentham, el utilitarismo aparecería en escena. Para ambos autores la pena debía ser la necesaria y la míp gina 22
nima en relación a la prevención de los nuevos posibles delitos. Para esta corriente de pensamiento la utilidad es el principio del placer, por eso la legislación del Estado debía estar adecuada a la mayor felicidad para el mayor número de personas. Entonces, la pena se puede justi ficar en tanto y en cuanto sirva, “sea útil” para disuadir la conducta lesiva y para evitar la imitación de la misma. En definitiva, Bentham nos está hablando de la proporcionalidad entre el disvalor de la conducta lesiva y el castigo -pena- que a esa conducta se debe aplicar. En este sentido, el aporte más original o por lo que es más conocido este autor es el proyecto del Panóptico (1791), tecnología que afectará muy pronunciadamente las diversas teorías futuras sobre el “castigo”. En este invento se observa el núcleo del pensamiento iluminista, donde la razón y la transparencia le presentan batalla al oscurantismo inquisitivo. La prisión supera a la cárcel en el sentido de que la primera es el lugar donde se ejecuta la pena impuesta, mientras la segunda tenía la función de encierro pasajero hasta la producción de la pena. Por eso, el Panóptico es el diseño disciplinador en contexto de encierro por excelencia. El proyecto fue realizado por Bentham para alojar a los presos que al Rey de Inglaterra, Jorge III, le sobraban. Sin embargo, el Parlamento inglés no autorizó su construcción, pero el proyecto ideológico no quedó trunco. Elemento bien utilitario y disciplinario, el Panóptico permitía el mejor resultado con el mínimo de esfuerzo. La armonía del diseño arquitectónico y el gobierno interno confluían en el mismo objetivo: la periferia estaba construida en forma de anillo con pequeñas celdas totalmente iluminadas que convergían en un centro nuclear, donde se elevaba una torre con anchas ventanas que permitían observar todas las celdas y en toda su dimensión, ya que la luz ingresaba de forma tal que la celda siempre estaba iluminada. Desde el centro el “ojo que todo lo ve” vigilaba toda la periferia y su presencia se hacía presente aun cuando no se vigilaba, debido al impedimento de visión que se tenía desde la periferia al centro. Al no saber si estaba p gina 23
siendo vigilado el controlado se comportaba como si siempre estuviera siendo visto por su carcelero. De esta forma, se internaliza al guardián y se genera la autodisciplina como conducta. Foucault, muchos años después, señalará que este mecanismo de disciplina no sólo se produce intra-muros, sino que atraviesa a toda la sociedad en los distintos ámbitos de control: escuela, fábrica, ejército, etc.
2.2. Final del período: El discurso del higienismo. Malthus Se origina en este final de período el desarrollo -junto al utilitarismo y el disciplinarismo- del discurso higiénico , antecedentes importantes de la ideología positivista. Las pestes y el crecimiento de las ciudades, junto al hacinamiento que producía, facilitan el surgimiento de este discurso. La prisión se generalizará y se extenderá a lo largo del siglo XIX, justificada por las necesidades disciplinarias y productivas que tienen como una de sus fuentes ideológicas el pensamiento puritano inglés -que luego será tan importante en el desarrollo capitalista imperial en EE.UU.-. El discurso médico, el de la psiquiatría alienadora y el del higienismo, junto al pensamiento puritano, serán las usinas de pensamiento del nuevo discurso burgués justificador: hacer “algo” con determinados sujetos portadores de anomalías o imperfecciones. La preminencia de la ciencia médica, el desarrollo del método científico, la clasificación y determinación de las ciencias naturales conformarán un paradigma en el cual el ser humano es “objeto” de estudio y, como tal, posible de ser modificado y domesticado. Asistimos a un momento histórico donde las instituciones como el manicomio o el asilo -junto a la penitenciaria- provocarán un “gran encierro”. Es también cuando las ciudades comienzan a incorporar trazados urbanos “limpios” y conductas higiénicas para erradicar enfermedades, pestes, profesiones denominadas peligrosas -como la prostitución- y el desarrollo de una “profilaxis” general que incluye a las posibles personas violadoras del contrato social, como sistema de prevención. Ahora no son los glosadores los que determinarán quiénes son peligrosos, sino que serán los médicos los nuevos consejeros de la sociedad. El peligro real de éste período es el contagio, por lo que toda medida preventiva será relevante para evitar el descontrol y la “epidemia”. Los términos, el lenguaje, el método y las investigaciones médicas se montarán sobre las ciencias sociales y analizarán las conductas humanas como un objeto más de la naturaleza, pasible de clasificación y dominación. Comienza a examinarse a la sociedad como un todo y se generarán serios intentos de modificaciones del hábitat. p gina 2
Thomas R. Malthus (1766-1834), justamente, ha sido uno de los ilustrados que alertaría sobre la necesidad de controlar el aumento de la población. En el desarrollo de su teoría se vislumbra el pesimismo que tenía en relación al progreso humano al reclamar casi a gritos el control sobre el aumento de la población para evitar una guerra por la supervivencia. Su pensamiento conservador queda evidenciado en el tipo de control que recomendaba: la continencia sexual. Creía “científicamente” que mientras la población aumentaba en forma geométrica los alimentos lo hacían en progresión aritmética, con lo cual arribaba a la conclusión de que no habría alimentos para todos en un futuro inmediato. En su “Ensayo sobre la población” (1803) sostenía que la tendencia de la población a aumentar era proporcionalmente mayor que la misma tendencia en los alimentos y que la naturaleza, a través de la miseria, las guerras y las enfermedades mantenían un delicado equilibrio. A Malthus le desagradaba esta “solución natural” y proponía reemplazarla con una acción no natural más civilizada -según su concepción social-: la moderación moral -a través de la continencia sexual- que, además de combatir el vicio, permitiría una reproducción del cuerpo social equilibrado. Estos últimos autores, como vemos, en definitiva buscaban más que una revolución política una reforma del poder que estableciera las bases de un nuevo discurso de dominación, ahora encabezado por la burguesía, que justificara la distribución del ingreso desigual del ya consolidado capitalismo como expresión económica en la sociedad. Ya se vislumbra, en esta “relación social higiénica” como antecedente del pensamiento positivista, el rol que se le debe asignar al denominado delincuente. El que delinque no viola el contrato sino que su conducta demuestra su naturaleza asocial. Por lo tanto, comparando al cuerpo social con el cuerpo humano -paradigma científico médico aplicado a las ciencias sociales-, ante esta conducta enferma sólo queda “recetarle” una curación o eliminación en el caso de una conducta incurable. Así, el cuerpo social a través del “tratamiento” del cuerpo individual se mantiene “sano” con las medidas médicas apropiadas. La ciudad toda es “tratada” como un organismo y se ejecutan medidas higiénicas tanto en el ámbito público -limpieza, ventilación y remoción de aguas estancadas en hosp gina 25
picios, cuarteles, hospitales, cementerios, etc.-, como en el privado -saneamiento de viviendas particulares y fomento de la familia como grupo esencial de la sociedad-. En relación a la prostitución, cabe agregar que era necesario perseguir la actividad por la propagación de la sífilis que afectaba primordialmente a los jóvenes, fuerza de tr abajo indispensable para el desarrollo del capitalismo. Ahora bien, como sabemos, la revolución industrial tuvo como líder en su desarrollo al Estado que durante más tiempo mantuvo y ejerció el discurso de dominación imperial sobre la tierra hasta nuestros días: Inglaterra. No es casualidad, entonces, que el movimiento higienista haya tenido en ese país el impulso hacia otras latitudes. Aunque todavía no ingresamos a la tercera etapa -capitalismo financiero o globalización-, que ya veremos, es importante señalar que el neoliberalismo tendrá en cuenta el espacio urbano y el apropiamiento del mismo para ejercer un control más sutil, tecnológico y ecológico para el control del conflicto y de los “desviados”. Todo este escenario, toda esta forma de organización, tenía la intención de naturalizar el “orden burgués” y sería el sedimento para la búsqueda de una fundamentación científica; argumento que será encontrado en el período inmediatamente posterior al iluminista y que como síntesis cerrará la etapa que estamos analizando.
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3. Tercer Período (1815-1900). Positivismo. Criminología Cientí fica 3.1. El pensamiento criminológico: Darwin, Spencer, Gall. Lombroso, Ferri, Garófalo El pensamiento criminológico de la clase ya no revolucionaria, sino conservadora del poder político-económico -la burguesía industrial- pretenderá ser un pensamiento no político, alejado de todo romanticismo utópico y cercano a toda conducta científica. Los positivistas y su criatura, la criminología biológica, serán la síntesis, la negación de la negación dialéctica que comprenderá sin anular a los dos períodos anteriores. La cuestión criminal se reducirá a la figura del “autor” penalmente responsable. El “delincuente” y no el “delito” será el objeto de estudio de los médicos, biologicistas, antropólogos y policías que buscarán conductas patológicas individuales para explicar el par conflicto-control y el desborde social provocado por la expansión de la revolución industrial de la época. Las preocupaciones por la salubridad, por la sexualidad y esencialmente por el control del ser humano que se produjo en el siglo XIX sentaron las bases para fundamentar la existencia de una inferioridad natural en todos los hombres que no compartieran las mismas características morales, religiosas, estéticas, etc., de la burguesía. La teoría evolucionista de Charles Darwin (1809-1882) desplegada en “El origen de las especies” (1859) sin dudas ha influido; pero también, otros autores de la época pensaban que los hombres pertenecían a distintas especies y que como primera medida no debían cruzarse para evitar producir “razas degeneradas”. Fundamento esencial para el impulso del racismo, ya que esta teoría permitía considerar a todo ser humano “no blanco y no burgués” inferior y, por lo tanto, fuera de toda consideración filosófica, humanitaria, moral y religiosa. Como a un animal, su apropiación, dominio y castigo serían formas naturales de tratamiento. Pero no fue Darwin el creador del denominado “darwinismo so- cial” , sino un importante autor del período que aplicó los conocimientos de aquél sobre las especies al desarrollo evolutivo del ser humano: Herbert Spencer (1820-1903). Efectivamente, Spencer sostenía que p gina 27
las sociedades fueron evolucionando desde un estado primitivo hacia uno con mayor grado de civilización; teoría que justi ficaba el dominio de los burgueses ingleses en el orden interno y en el mundial. Servía para explicar que el Estado no debía interferir en la selección “natural” de los más fuertes en el “mercado”; de lo contrario, al intervenir a favor de los más perjudicados, sólo provocaría su empeoramiento porque evitaría la producción de técnicas de superación y supervivencia. Siendo más las ciencias biológicas que las creencias religiosas las que mayor aporte realizaron al desarrollo de la teoría racista, no podemos dejar de mencionar a Franz Joseph Gall (1758-1828), iniciador de los estudios que se ocupaban de observar, medir y comparar diferentes aspectos físicos, en especial los cráneos de los seres humanos -frenología-. Según el tamaño y el desarrollo del cráneo se determinaba que su portador poseía un tipo de personalidad o carácter predominante que impulsaba su conducta social. Obviamente, al frenólogo le parecían muy interesantes los cráneos de los delincuentes, llegando a estudiarse un universo de personas que mostraban ciertas características propias de ellos y de ninguna otra persona fuera de ese colectivo estudiado. Así, se llega a explicaciones extrañas como las que pregonaban que de la autopsia de los individuos considerados pendencieros surgía que sus cabezas eran más bombeadas y anchas que la de los cobardes, entre otras. El hecho es que para la frenología la delincuencia no estaba determinada por un tema intelectual o moral, sino por un condicionamiento biológico, por lo que los esfuerzos penales debían atender estas cuestiones y no tanto el “hecho”, que sería considerado como una mera consecuencia de la conducta “enferma” del individuo. En este orden, el médico Cesare Lombroso (1836-1909) es considerado el fundador de la criminología científica a través de su obra “El hombre delincuente” (1876). Lombroso, como mencionamos con anterioridad, dejó de lado el delito y se centró en el delincuente. Sostenía que no existía diferencia entre éste último, el loco y el que tenía alguna insania moral. Tenían en común algún grado de atavismo en su naturaleza, idea que le surge de una de las tantas autopsias que realizaba; en este caso, la producida al delincuente Vilella. Escrutando su cráneo creyó haber encontrado una peculiaridad muy propia de los homínidos p gina 28
no desarrollados -los monos- o de aquellos fetos que no completaron su desarrollo. Este atraso, este atavismo explicaba -según creía e impuso por estos tiempos- la conducta del hombre delincuente, considerado un ser anormal y, lo que es muy importante, esta anormalidad es reconocible en sus rasgos físicos -ayuda indispensable para la policía científica-. Su teoría explicativa de la conducta primitiva del hombre delincuente abonaría las ideas racista ya presentes. De esta forma, la nueva disciplina científica se concentra, gracias a la in fluencia de Lombroso, en el estudio clínico del individuo delincuente. Otro autor del movimiento italiano en materia criminal, Enrico Ferri (1856-1929), presentó una tesis en la que buscaba demostrar la ficción del libre albedrío. A la teoría de Lombroso le sumará la idea de la defensa social, por lo que la pena para este autor era una represión necesaria para defender el organismo social, debido a la “peligrosidad” de algunos individuos. En un recorrido ideológico extraño, Ferri fue un socialista que se acercó al conservadurismo para terminar adhiriendo al fascismo. En una de sus obras principales, la “Sociología crimi- nal” (1892) y, también en la posterior “Principios de derecho criminal” , deja en claro que el libre albedrío no tiene lugar en el derecho penal y que la defensa social debe ser el objetivo de la justicia criminal. Además aportó, entre otros temas, los tres tipos de factores en la causalidad del crimen y la clasificación de los criminales en cinco clases siendo considerado, en consecuencia, el divulgador de la versión más conocida y elaborada del positivismo. La clasificación de los delincuentes, justamente, hizo famosa a la escuela positivista. Ferri los separó en delincuentes natos, locos, habituales, ocasionales y pasionales. Al delincuente nato lo consideraba como una persona no resocializable por poseer una carga congénita y natural hacia el delito; al loco, un individuo con una anomalía psíquica que lo lleva a delinquir; al habitual, un sujeto con tendencia a delinquir en forma frecuente; al ocasional, como a aquél que cede a la posibilidad de delinquir pero que si el contexto no es el propicio abandona la idea de realizar tal acción; y, por último, al pasional como un individuo con facilidad para exaltarse. p gina 29
Lo interesante del desarrollo de la clasificación de Ferri es que liga las conductas humanas, sean honestas o deshonestas, al ambiente físico y social que lo rodea. Lo que da cuenta de la subordinación de la criminología no sólo a las cuestiones biológicas, sino también a las sociológicas. En definitiva, propone que bajo un riguroso método científico el proceso penal y todo el sistema deberían accionar en forma objetiva la defensa social ante el que está “determinado” a delinquir. Por último, pero que no agota la cantidad de pensadores que intentaban influir desde el positivismo italiano, Rafaelle Garófalo (18511934), a través de su obra más importante, “Criminología” (1855), estaba abocado a encontrar el concepto de delito natural; o mejor dicho, a demostrar la existencia del delincuente natural bajo una ideología más racista que científica. Entendía Garófalo que los delitos no son los mismos y que varían según la sociedad. En realidad pensaba en las sociedades no europeas, a quienes las consideraba degeneradas. Por el contrario, las sociedades europeas eran las únicas capaces de poseer los sentimientos básicos y naturales de piedad y probidad. Cuando el sentimiento de piedad era lesionado se afectaba a la vida o a la salud y cuando se lesionaba el de probidad se atentaba contra la propiedad. Por lo tanto, para Garófalo los delincuentes naturales eran aquellas personas que violaban esos sentimientos. En este sentido, para estos individuos no existiría medida de resocialización posible. Inclusive, se cree que es el primero en utilizar el concepto de “peligrosidad”, al incluirlo en un artículo del año 1878 y definiendo a esta temeritá -peligrosidad- como una actitud perversa constante y activa, debiendo ser la pena proporcional a la peligrosidad del individuo y no al daño ocasionado. Por supuesto, estaba de acuerdo con la pena de muerte y con la expulsión de la sociedad del “enemigo peligro”.
3.2. Corrientes criminológicas positivistas. Italianos y franceses. Lacassagne Otras corrientes criminológicas positivistas se desarrollaron en otros países, siendo la francesa la que más disputa “intelectual” le propuso a la italiana. En oposición al interés antropológico escrutado por los autores italianos, los franceses hacían más foco en lo social. Es decir, como buenos positivistas, centraban la atención en el hombre p gina 30
delincuente pero mientras que los italianos pensaban que el hombre “nace” determinado, la escuela francesa sostenía que éste se “hace”, se construye en sociedad. Esta diferencia provocó fuertes críticas hacia Lombroso y sumergió a los criminólogos franceses en el estudio del medio y no de la herencia del hombre delincuente, denominándose por estos lugares a la nueva disciplina como “mesología criminal”, en vez de la “antropología criminal” italiana. Esta escuela tuvo como fundador y autor notorio al médico legista Alexandre Lacassagne (1843-1924), destacándose entre sus obras “El hombre criminal comparado con el hombre primitivo” (1882), donde expresa que el hombre criminal llega a este estado por degeneración y no por el famoso atavismo, concepto que tomó prestado del campo psiquiátrico. Degeneración de tipo patológica que se puede desarrollar en un medio propicio -como los gérmenes, los delincuentes no producen daño a menos que se encuentren en un medio propicio-, la teoría de Lacassagne ha sido denominada “teoría microbiológica del delito”. El ambiente social es el medio en el que se cultiva la delincuencia, por lo que este autor sostenía que en la etiología del crimen existían dos factores que se combinaban para producir el hecho delictivo: el individual y el social.
3.3. El positivismo en Argentina José Ingenieros En nuestra región el positivismo aparece y se consolida luego de las luchas internas -en nuestro país, después de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros- en donde el surgente paradigma de dominación centralizado se organiza bajo una estructura estatal conforme los dictados de la división internacional del trabajo. Para ello, el establecimiento y enquistamiento de oligarquías terratenientes y extranjerizantes serán necesarias para abortar cualquier intento de creación de una burguesía nacional y soberana como sí lo habían propiciado los países autodenominados “centrales”. Muchos autores han contribuido al desarrollo positivista en Latinoamérica y en Argentina, particularmente. Por estos pagos el elemento común, el delincuente enemigo, era el inmigrante, objeto de xenofobia y represión bajo la concepción peligrosista positiva europea. Muestra acabada de esta actitud ha sido en la Argentina la Ley de Residencia de 1902 -vigente en el centenario, tan republicanamente p gina 31
declamado en los últimos años- que autorizaba la expulsión de anarquistas y de todo otro “elemento” indeseable proveniente del extranjero y obstaculizador del “orden” y el “progreso”. El más destacado criminólogo positivista argentino, entre otros, ha sido José Ingenieros (1877-1925) que cumplió con las máximas sostenidas hasta hace muy pocos años por profesores académicos que cuando veían que algún joven tenía ideas de izquierda se reían socarronamente y explicaban que estaba bien que en la juventud se tuvieran “esas” ideas porque eran un berretín de la propia inmadurez de esos años juveniles, pero una vez que se “sentaba cabeza” no existía alternativa política que la de ser conservador. Ingenieros de joven tenía preocupaciones socialistas y -se dice- hasta muy cercanas al anarquismo, siendo miembro del Partido Socialista, secretario del fundador del partido, Juan B. Justo (1865-1928) y activo participante en huelgas mientras los demás positivistas las criminalizaban. Pero luego de especializarse médicamente en patologías mentales y siendo receptivo al pensamiento de José María Ramos Mejía “sentaría cabeza” y desde el rol de profesor en psicología y desde el servicio de alienados de la Policía se convertiría en el mayor apóstol de la fe positivista en Argentina. Tanto es así que en 1907 fue nombrado director del primer Instituto de Criminología que, como anexo, funcionaba en la Penitenciaria Nacional de la calle Las Heras. En su tratado de “Criminología” (1912) hace gala del conocimiento que tenía sobre el positivismo médico europeo -conocía la obra de Lombroso, pero también la de sus críticos- diferenciaba, como lo hacían los criminólogos franceses, a los delincuentes por sus anomalías morales -congénitas en los delincuentes natos, adquiridas en los habituales y transitorias en los ocasionales-; también por sus anomalías intelectuales -congénitas en las locuras constitucionales, adquiridas en las locuras adquiridas y transitorias en alcohólicos u otros intoxicados- y, por último, por sus anomalías volitivas -congénitas en los epilépticos, adquiridas en los alcohólicos crónicos y transitorias en los impulsos pasionales-. Como pionero en el sentido criminológico positivista argentino, Ingenieros propuso un programa que esbozaba tres momentos: un momento etiológico criminal que buscaba las causas biológicas p gina 32
y las determinadas por el ambiente; otro, que prevé una clínica criminal para determinar la temibilidad del delincuente; y, por último, el que contiene una terapéutica criminal, la pena, que debía asegurar la defensa social a través de medidas preventivas y el asilamiento en instituciones según el grado de peligrosidad del delincuente. Como se puede observar, el positivismo, síntesis de la etapa que se acaba de describir, sostenido en la ciencia médica y la creación de instituciones represivas -cuerpo policial, penitenciario, etc.- y de aislamiento -hospitales, hospicios, manicomios-, sienta las bases del discurso de dominación político, económico y social de la burguesía en la cima del proceso de toma de decisiones. Esto cambiará en la próxima etapa, cuando se analice, en el siglo XX el surgimiento del capitalismo imperial, con su propia criminología que estará basada más que nada en la cuestión social que en la individual, pero que mantendrá los pilares ideológicos, políticos y económicos de los tres períodos analizados de esta etapa. La criminología europea cruzará el atlántico y será el escenario estadounidense el que desplegará una nueva visión criminológica. De un contexto en decadencia -el europeo- se pasará a estudiar al delincuente en un tejido social marcado por el ingreso masivo de inmigrantes a un país consolidado en el modelo industrial -Estados Unidos-, luego de dirimir esa disputa en la guerra civil de fines del siglo XIX.
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