Contra Viento y Marea
Viso1972
Contra Viento y Marea
Autor: viso1972, 12/Sep/2014, 07:26 Sentada en el sofá con una copa de vino en la mano, trataba de analizar la situación en la que se hallaba buscando encontrar una salida aceptable. Se sentía sola, más de lo que podía recordar haber estado alguna vez en su vida. Era como si su alma hubiera abandonado su cuerpo, se sentía vacía. Desde que firmó los papeles del divorcio el frío se apoderó de su corazón y no conseguía calentarlo. Nada ni nadie podía calmar esa sensación, ni siquiera Vero que antes conseguía que se olvidara de todo, sus besos y caricias ya no conseguían animarla y la relación se había enfriado. Tras el divorcio y desde que Esther le dijo que estaba con Bea su estado de ánimo había ido de mal en peor, se había convertido en una persona insoportable que no paraba de gruñir a todo el mundo. Pensar en otras manos acariciando ese cuerpo que tanto había amado, en otros labios besando esa boca de la que tanto había bebido, simplemente no podía, era egoísta y retorcido pero era lo que sentía. Por supuesto no tenía ningún derecho a sentirse así y se torturaba pensando que sólo ella tenía la culpa de esa situación que su propia estupidez había provocado. Cómo había podido pensar que podría mantener el equilibrio, no quería renunciar a ninguna de las dos y ahora pagaba las consecuencias, ahora estaba sola. Imaginó que Esther siempre estaría ahí para ella, que podría volver a su lado en cualquier momento, que las cosas se solucionarían solas, no hizo nada, dejó que todo siguiera su curso sin tomar una decisión ni prever las consecuencias. Esther se había cansado de esperar y había iniciado otra relación, la suya con Vero caía en picado. Quería retroceder en el tiempo, volver a ese momento en que su vida se derrumbó y cambiar ese instante de debilidad que la llevó a refugiarse en el cuerpo y los besos de otra mujer, quería... 1
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El sonido de su móvil la sobresaltó y la sacó de sus pensamientos. En la pantalla el nombre de Vero parpadeaba sin cesar, era su cuarta llamada y sabía que tenía que hablar con ella, pero que podía decirle, no había nada que decir. El cariño que le tenía no era suficiente para crear una vida juntas, demasiado tarde se había dado cuenta de que no podía vivir sin Esther, que era su amor el que necesitaba para sosegar su alma. Ya era hora de admitir la verdad y dejar de aparentar que no le importaba. Ya era hora de dejar de evadir su responsabilidad. - Hola Vero - su voz sonó tan apagada como su ánimo. - ¡Vaya! por fin me coges el teléfono, empezaba a preocuparme - la conocía y sabía que estaba más dolida que enfadada. Era muy difícil enfadar a Vero, siempre pensando en positivo y animando a los demás. Esa era una de las cosas que más le habían atraído de ella, porque en aquel momento Esther era el polo opuesto, la negatividad y la tristeza en persona. - Lo siento, es que necesitaba pensar y aclararme un poco. - ¿Y has tomado alguna decisión o sigues esquivando el tema? - Mira no es tan fácil, ahora no puedo darte una respuesta, al menos no la que tu necesitas - no quería hacer daño a Vero, no sabía como decirle que no podía amarla como ella necesitaba y sólo trataba de ganar tiempo para pensar en como trasmitirle la verdad sin hacerle sufrir demasiado. - La verdad es que no te entiendo Maca. Creí que lo nuestro te importaba, que yo te importaba pero veo que nunca conseguirás renunciar a Esther, esta anclada a tu corazón como un pesado lastre, sigues pensando en ella como tu mujer y yo ya no puedo luchar contra eso. ¿Por qué firmaste los papeles del divorcio? ¿Por qué no volviste con ella? Sigues actuando como si estuvieseis casadas y ya no es así. - Por favor Vero, de verdad, ahora no puedo. Claro que me importas y no quiero hacerte daño yo... - Un poco tarde para eso ¿no? - la oyó reír, pero su risa, tan alegre en otros momentos, ahora era amarga - Me has dejado creer que lo nuestro funcionaba, que Esther era parte del pasado y que teníamos un futuro. Ahora que te enteras que va a rehacer su vida con otra te asaltan las dudas. ¡Joder Maca! eres como el perro del hortelano ni comes ni dejas comer. - Vero yo - cerró los ojos y apretó el teléfono, qué podía decirle si en el fondo tenía razón no es tan sencillo.
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- Si, si que lo es, quieres estar conmigo o no, quieres a Esther o no, lucha por lo que quieras pero no puedes tener las dos cosas, ya no, estoy cansada de ser el segundo plato. Al principio me daba igual, sólo pensaba en pasarlo bien y créeme que así era, pero ahora no, ahora - la psiquiatra se quedo pensativa un momento - ahora yo -volvió a detenerse, no sabía como expresarlo así que al final lo soltó de golpe - ¡por Dios! Ahora me he enamorado de ti y duele, duele ver como amas a otra y yo solo soy un pasatiempo, alguien que lame tus heridas y...y... Al otro lado de la línea Maca oyó la respiración agitada de Vero, un llanto apagado salía del auricular y se sintió miserable, odiaba ser la causa de ese dolor, nunca había sido su intención hacer daño a nadie pero todo se le había escapado de las manos y ya estaba fuera de su control. Le había hecho daño a Esther, a Vero y a ella misma, no había querido afrontar la realidad, había esquivado los problemas y buscado sólo el placer del momento, no pensar, no sentir. El calor de la vida familiar con Esther y la locura de la pasión con Vero, era una simbiosis perfecta pero estaba condenada al fracaso desde su inicio. Había tensado la cuerda y ésta se había roto golpeándole en la cara con la cruda realidad. - Vero por favor, no llores cariño, nunca has sido un pasatiempo, lo sabes, créeme por favor, dame tiempo para aclararme y hablemos con calma dentro de unos días, esto no es algo que se pueda hablar por teléfono. - No Maca, no voy a esperar más. Sólo necesitaba saber sí querías estar conmigo, si después de tanto tiempo tienes dudas está claro que esto no funciona. Tu sigues enamorada de Esther y ahora te ha entrado el pánico porque ves que ella está rehaciendo su vida, se te escapa y no puedes soportarlo. Yo sólo soy el premio de consolación. - Lo siento, ahora mismo no puedo darte lo que tu necesitas, no tengo esa respuesta, creo que... - Entonces tu y yo no tenemos más que hablar. - Vero yo, ¿Vero? El pitido al otro lado de la línea le hizo saber que había colgado. Se quedó inmóvil con el teléfono en la mano y una sensación de angustia se apoderó de su pecho. De nuevo el sentimiento de soledad la invadió inundando cada rincón de su ser. Quería a Esther, de eso estaba segura, no había dejado de amarla ni un solo instante. Le costó muchísimo firmar el divorcio, poner fin a una vida en común que adoraba, lo retrasó todo lo que pudo y puso mil pegas al acuerdo pero al final firmó y cuando lo hizo sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Nunca quiso que las cosas acabaran así, Esther estaba decidida ¿qué excusa iba a darle para no aceptar el acuerdo? Ya no vivían juntas y ella estaba con Vero. En ese momento pudo decirle la verdad, que aún la amaba, que dejaría a Vero, sabía que 3
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era lo que su mujer esperaba pero no lo hizo, prefirió esconderse detrás de una frialdad que no sentía, arropada por su estúpido orgullo. Y qué había sido Vero ¿un capricho? ¿Un desahogo? No, estaba segura de que había sido más que eso, pero nunca llegaría a amarla como amaba a Esther. Fue su válvula de escape cuando la presión la asfixiaba, los embarazos de su mujer, la enfermedad de su hija, Raúl, el trabajo, todo se le vino encima de golpe y Vero estaba allí para sostenerla y hacer que se olvidara de todo y no sólo era el sexo, es que la hacía reír, reír como hacía mucho que no lo hacía y lo necesitaba, necesitaba sus caricias, su ternura, su risa fresca, su pasión en la cama que la hacía vibrar y perder la cordura. Con ella no necesitaba pensar, sólo dejarse llevar y sentir, y era una sensación maravillosa de libertad pero ¿después qué? No, en su proyecto de futuro no entraba Vero. Esther era su vida, su día a día, era su familia, la madre de sus hijos y la mujer que mejor la comprendía. La excusa de que la había engañado con Raúl ya no se sostenía. ¿por qué entonces lo había echado todo a perder? ¿había renunciado al amor por unos instantes de pasión? Esa era la pregunta a la que no dejaba de darle vueltas en los últimos días y que la estaba volviendo loca, eso y como encontrar la manera de recuperar el rumbo. Vero tenía razón, tenía que tomar una decisión, pero lo que no sabía es que la decisión estaba tomada desde el día que Esther le dijo que estaba con Bea, porque ese día se dio cuenta de que no podía soportar que estuviera con otra, de que la amaba con locura y que tenía que recuperarla, porque sin ella no podría ser feliz, sin ella estaba vacía y sola. Esther comenzó a despertarse cuando notó unos labios que la besaban suavemente, apenas un roce en la boca, en las mejillas, en la punta de la nariz. En la confusión del despertar pensó en Maca, cómo le gustaba que la despertara así. Poco a poco sus sentidos comenzaron a reaccionar y entreabrió los ojos. No era ella, hacía mucho que no era Maca quien la despertaba de ese modo y una sensación agridulce la invadió, seguía añorándola a pesar de todo, a pesar del engaño y el dolor. - ¡Buenos días dormilona! vas a llegar tarde. - ¡Mmmm! que gustito que te despierten así.¿Qué hora es? - Las siete - ¡Dios mío Bea las siete! No me va a dar tiempo. Pero y el despertador ¿no ha sonado? Bea soltó una carcajada - creo que anoche se te olvidó ponerlo, estabas entretenida en otras cosas - le acarició la comisura de los labios mientras le respondía. Esther saltó de la cama y empezó a buscar que ponerse. - Tengo que preparar a los niños, darles el desayuno y llevarles al cole ¡Dios, no me va a dar tiempo! voy a llamar para decir que llego tarde y...
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- No te agobies mi amor yo me encargo de los niños, alguna ventaja tiene que tener salir con la psicóloga del centro ¿no? Así que dúchate tranquila que yo preparo el desayuno, luego los arreglo y me los llevo al cole. De camino dejo a la peque en casa de tu madre. - Gracias cariño, no se que haría sin ti - se acercó a besarla y Bea la atrajo hacia sí. El beso se hizo más profundo y las manos de Bea volaron bajo la camiseta de su pijama intentando alcanzar su pecho. - ¡No, no, no! Bea que entonces si que no llego - sonrió y le dio un rápido y casto beso antes de salir corriendo a la ducha. Mientras se duchaba a toda prisa pensó en la confusión que había sentido al despertar, en como añoraba sus besos, después de todo lo que había pasado aún seguía echándola de menos, aún la deseaba y no podía quitársela de la cabeza. Bea llenaba en parte ese vacío, era tierna, la mimaba y la hacia sentirse deseada pero no era Maca, cuando sus manos recorrían su cuerpo no sentía incendiarse la piel como con ella, si hubiera sido la pediatra la que la hubiese retenido en la cama con sus besos, seguro que habría llegado tarde y no le hubiese importado porque no hubiera podido resistirse. Bea estaba bien pero no la hacía perder el control, sólo Maca conseguía hacerla vibrar de ese modo, sabía como enloquecerla y lo echaba de menos. No quería estar sola y en el fondo pensaba que estaba usando a Bea para paliar el dolor que le causaba no poder estar con Maca, no era justo pero en este momento no era capaz de afrontar la verdad ni de renunciar a ella, necesitaba esa ternura porque la soledad era la alternativa y sin esa tabla de salvación se hundiría en el abismo. En su momento quiso perdonar a su mujer, si hubiera dejado a Vero y hubiese vuelto arrepentida lo habría hecho, por un momento pensó que lo haría, le puso mil pegas para firmar el divorcio, creyó que lo retrasaba porque aún la amaba y que le iba a pedir volver, pero al final no hizo nada, no fue en su busca, no movió un dedo por volver a su lado. No es que ella le pusiera las cosas fáciles pero debería haber luchado, al menos eso es lo que quería y al no encontrar en su mujer la respuesta deseada no pudo perdonarla. Es curioso, esperamos que la gente reaccione como deseamos y cuando no lo hacen nos enfurecemos porque no es lo que queríamos. Los rumores decían que Maca y Vero tenían problemas, que su relación estaba rota y que ella era la causa pero ahora no había vuelta atrás, el daño estaba hecho y las dos tenían mucho que reprocharse, intentó refugiarse en la rabia que sentía, odiarla para mitigar el dolor pero no podía, todavía la amaba aunque no pudiera perdonarla. Cuando llegó a la cocina Bea estaba dando el desayuno a Pedro y Patricia, la pequeña Paula dormía todavía. Sus hijos se habían convertido en el motor de su vida, cuando se divorció de Maca eran su razón para levantarse cada mañana y seguir luchando, sin ellos no podría haber salido adelante. Sonrió al pensar que en medio de tanto dolor Maca y ella 5
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habían conseguido algo positivo, aquellas tres criaturas eran la esencia de sus vidas. ¡Buenos días mis niños! Un besito para mami, tengo que salir volando o llegaré tarde. Bea os lleva al cole, portaos bien ¿vale? - Los niños besaron a su madre y prometieron portarse bien. Esther besó a Bea de pasada y salió corriendo hacia el hospital con una tostada en la mano. Al menos las prisas hacían que no tuviera que pensar, no quería seguir dando vueltas a lo mismo, necesitaba no pensar en Maca pero trabajar juntas no ayudaba demasiado. El tráfico en Madrid era un caos como todas las mañanas y haber salido más tarde tampoco le favoreció. Cuando al fin aparcó y entró en el hospital se sintió agotada, ya estaba cansada y el día no había hecho más que comenzar. - ¡Buenos días Teresa! - ¡Hola guapa! Llegas tarde, Javier ha preguntado por ti, creo que te necesitan en quirófano. Por cierto, Maca trae mala cara, creo que ha discutido con Vero... - Ahora no Teresa, no tengo tiempo para cotilleos ¡me voy volando! - Hija que poco interés, con lo que a mi me gustaría que volvierais. El eco de su voz la siguió por el pasillo, pero Esther ya no escuchaba a Teresa, corría hacia el vestuario y no quería saber, no quería pensar más. Maca había llegado pronto esa mañana, total tampoco había dormido mucho y se cansó de dar vueltas en esa cama vacía que ahora le parecía tan grande. Llegó al hospital y saludó a Teresa de pasada, no tenía ganas de hablar y menos con ella. Fue directamente al vestuario y abrió su taquilla para cambiarse. Cuando fue a coger su ropa vio un sobre con su nombre. Su primera reacción fue pensar en Esther, antes hacían esas cosas, se dejaban notas y regalos en las taquillas pero eso era en otra época, cuando empezaban a salir y el mundo les parecía maravilloso. Se sintió ilusionada al abrir el sobre y cuando leyó la nota se quedo helada "Eres una zorra consentida, te mereces todo lo que te pase, ten cuidado". Tuvo que leer el texto varias veces para convencerse de que había leído bien. Eso si que no se lo esperaba. La nota no estaba escrita a mano y por supuesto no estaba firmada, el sobre era corriente, no había nada que le indicara quién podía haberla escrito. Maca no podía creer lo que veían sus ojos ¿quién podía haberle escrito algo así? pensó en Vero, en lo disgustada que parecía la noche anterior pero ese no era su estilo, no la creía capaz de hacerle eso, si Vero pensaba que era una zorra se lo habría escupido a la cara no se habría escondido tras una nota. ¿Y Esther? No. Imposible. Jamás la creería capaz, no podía ser, era demasiado dulce ¿tanto dañó la había hecho para que pudiera cambiar de 6
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ese modo? No, no, imposible. Pero entonces quien ¿a quién le había hecho algo que mereciera esa amenaza? Cogió la nota, la guardo en su bolsillo y se dirigió a la cafetería. Estaba sentada ensimismada en sus problemas cuando Claudia la sobresaltó.- ¡Un euro por cada uno de tus pensamientos! - ¡Hola guapísima! Tirarías el dinero, últimamente mis pensamientos son de lo más aburrido y además sólo conseguirían deprimirte. - ¿Cómo estas? - Pues no como para tirar cohetes. - Ya, he visto a Vero esta mañana y no tenía muy buena cara. - Bueno, anoche discutimos por teléfono y creo que lo hemos dejado definitivamente. - ¿Crees? - Si, es que no terminamos la conversación, Vero me colgó. Espera que le diga que es la mujer de mi vida pero Claudia yo no puedo, no sería justo engañarla ya he mentido demasiado a los demás y a mi misma. Sigo enamorada de Esther, bueno, creo que nunca dejé de estarlo. Por Vero siento mucho cariño y me atrae hasta la locura pero no es amor, no puedo darle lo que me pide. No la haría feliz ¿qué clase de relación puedo ofrecerle si no hago más que pensar en Esther? - ¿Y qué vas a hacer? ¿Vas a hablar con Esther y decirle lo que sientes? - Creo que ya es tarde, ella ahora está con Bea y últimamente apenas me dirige la palabra, si no fuera por los niños y el trabajo apenas hablaríamos. Está muy dolida y lo entiendo. He sido una imbécil Claudia. - No quiero hacer sangre pero eso ya te lo dije... En ese momento Esther entraba en la cafetería acompañada de Raúl, se reían de algo y conversaban muy animados, todavía escocía verles juntos. Maca se quedo embobada mirándola, estaba tan guapa. La maternidad le había sentado bien, además esa sonrisa, siempre le había perdido su sonrisa, iluminaba como un faro y era capaz de hacerte olvidar todos tus problemas ¿Cuánto hacía que esa sonrisa no se dirigía a ella? Recordó el inicio de su relación cuando las dos se reían como tontas por cualquier cosa. Entonces Esther le regalaba esa sonrisa a todas horas y ella se derretía cada vez que la miraba, en aquella época... - ¡Maca! 7
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- ¿Qué? Perdona Claudia es que no te escuchaba. - Ya claro, como me vas escuchar si pierdes los ojos detrás de Esther. ¡Ay Maca! Tu dirás lo que quieras pero deberías intentarlo. Estas loca por ella y no puedes evitarlo, no pierdes nada por probar. Te pudo la presión y se te cruzaron los cables, creo que Esther sería capaz de perdonarte si te bajas un poquito de tu pedestal y le pides perdón como Dios manda. - Ya, bueno, no creo que ella piense lo mismo - una sombra oscureció los ojos de Maca y su expresión se tornó sería y preocupada. - ¿Qué ocurre Maca? De repente te has puesto muy seria - Maca sacó la nota de su bolsillo y se la entrego a Claudia que la leyó varias veces. - Pero ¿y esto? ¿De dónde lo has sacado? - le preguntó con gesto de sorpresa. - Lo encontré esta mañana en mi taquilla. - Pero, no puede ser ¿tienes idea de quién haría algo así? ¿De qué va esto? - No tengo ni idea Claudia, tal vez solo sea una broma de mal gusto. No sé. - Para ser una broma me parece un poco fuerte, deberías hablar con Javier, quizá él pueda averiguar quien ha sido. - Ni lo sueñes, desde que ese niñato dirige el hospital no es capaz de encontrar ni su propio culo. Además quien te dice que no ha sido él, últimamente no hacemos más que discutir. ¡Bah! No te preocupes, seguro que es una tontería. Anda vamos a trabajar un poco que ya va siendo hora. Quiso poner en sus palabras una seguridad y una despreocupación que no sentía en absoluto pero no quería agobiar a Claudia que bastante tenía con sus propios problemas. Además no pensaba hablar con Javier, no quería darle motivos para cuestionarla, hacía tiempo que buscaba una excusa para quitarle la dirección de urgencias y no pensaba servírselo en bandeja. Mientras, no muy lejos de allí alguien escribía en el anonimato "voy a hacer que tu vida sea un infierno como tu has hecho con la mía". La mañana transcurrió como casi siempre en urgencias, fue muy movida y Maca apenas tuvo un segundo libre, lo que en el fondo agradeció. Se había cruzado un par de veces con Vero que apenas ni la miró y con Esther sólo había hablado de trabajo cuando coincidieron en un par de casos. Cuando llegó a su despacho estaba agotada y en lo único que pensaba era en terminar con el papeleo y marcharse a casa. Una copa de vino y un baño caliente la 8
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dejarían como nueva. Nada más empezar con los historiales llamaron a la puerta y Vero asomó la cabeza. - ¿Se puede? - Sí claro, pasa - al no haberla visto casi esa mañana, supuso que la psiquiatra la estaba evitando y no la culpaba. Tenía mala cara y la sombra bajo sus ojos confirmaba que no debía haber dormido bien. No le gustaba verla así y menos sabiendo que ella era la causa. Su eterna sonrisa se había desdibujado, la energía y la vitalidad que la caracterizaban habían desaparecido. Eso era una de las cosas que más la habían atraído de ella cuando se encontraron. Era un momento de mucha presión, Esther siempre estaba cansada para todo y siempre de mal humor, todo le parecía mal, pensaba que Patricia no iba a recuperarse, estaba molesta por su embarazo, irritable y desmotivada, ya nunca sonreía y su vida íntima había desaparecido. Ella tenía que tirar del carro por las dos y ya no podía con tanto peso. La llegada de Vero fue como un soplo de aire fresco, la animaba, la hacia reír y ver las cosas con menos dureza, siempre pensaba que todo iba a salir bien. Verla ahora tan apagada le hacia sentirse culpable. - Siento haberte colgado ayer pero no podía seguir hablando Maca, duele demasiado, te quiero y sé que sólo puedes entregarme un pedacito de tu amor, sé que Esther sigue siendo la dueña de tu corazón y no creo que nunca puedas cambiar eso, pero para mi ya no es suficiente y mejor dejarlo así y ser amigas que hacernos daño y acabar odiándonos. - Lo siento, de verdad, nunca quise hacerte daño, nunca creí que llegaríamos tan lejos - su voz empezó a temblar, demasiadas emociones se agolpaban en su interior mientras su mundo se iba desmoronando poco a poco, había perdido a Esther y ahora Vero también salía de su vida. Un nudo en la garganta le impidió seguir hablando. Maca, tranquila sorteó la distancia que las separaba y la abrazo con fuerza - verás como todo se arregla, encontrarás la manera de volver con Esther y recuperar tu vida pero tienes que enfrentarte a ello, no puedes seguir fingiendo que no te importa, quizá que Esther saliera con otra es el empujón que necesitabas para decidirte. - ¿Y si ya es demasiado tarde? ¿Y si se ha enamorado de verdad y no quiere volver conmigo? - Pues, no creo que sea el caso pero tendrás que averiguarlo, tendrás que luchar por ella y si al final resulta que no te quiere al menos tendrás las cosas claras y podrás seguir con tu vida, pero no puedes seguir con este ni contigo ni sin ti. -Tengo miedo, creo que en el fondo siempre he esperado que estuviera ahí, es egoísta y absurdo pero nunca imaginé que la perdería. Y ahora...
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- ¡Ahora te toca tragarte el orgullo y volver con el rabo entre las piernas! Y no se porque narices te estoy aconsejando que vuelvas con ella cuando yo quiero todo lo contrario, si es que no tengo remedio - le regaló a la pediatra una de sus mejores sonrisas - en serio Maca, te mereces ser feliz, las dos os lo merecéis, lo vuestro es demasiado fuerte para ignorarlo. Pensé que podría hacerte olvidarla pero me equivoqué, nunca debí enamorarme de ti pero pasó. - Vero, no quiero que pienses que sólo te he utilizado para...- Vero silenció sus palabras apoyando los dedos en sus labios - no me importa cariño, aunque sólo me hubieras utilizado habría merecido la pena, Esther no sabe la suerte que tiene y yo, bueno creo que lo superaré, soy joven y estoy muy buena así que no tardaré en reemplazarte - dijo esto con una sonrisa picara que hizo reír a Maca. - ¡Ay Vero! ¡Cómo voy a echar de menos tus payasadas! - le acaricio la cara como tantas veces y acabaron besándose, un beso agridulce, lento y tierno que sabía a despedida. En ese momento Esther abrió la puerta del despacho y ambas se separaron rápidamente. - ¡Huy perdón! Pensé que estabas sola, lo siento. - No pasa nada Esther, entra. - No, mejor en otro momento - Esther salió rápidamente del despacho ¿por qué seguía molestándole tanto verlas juntas? debería estar acostumbrada y eso que solían ser muy discretas cuando ella estaba cerca, eso al menos si tenía que agradecérselo a Maca. Vaya con los rumores, para haber roto, su relación parecía gozar de muy buena salud. - Maca miró a la psiquiatra angustiada, quería salir detrás de Esther pero no le parecía bien dejar a Vero así, sobre todo después de besarse. - ¡Corre! ve tras ella ¿a qué esperas? - Maca salió tras Esther y la alcanzó por el pasillo. - ¡Esther espera! Vero y yo estábamos... - No es asunto mío Maca, siento haber interrumpido. - No, si no interrumpías nada, es que nosotras... - De verdad que no me importa - dijo cortando la conversación de forma brusca - no tienes que darme explicaciones, ni me las debes ni me interesan. - Vale ¿qué es lo que querías? - preguntó Maca un tanto seca viendo que Esther estaba a la defensiva y que no le iba a dejar explicarse.
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- Pues sólo preguntarte si podías dejarme este fin de semana a los niños, ya sé que te tocan a ti pero es que es el cumpleaños de Bea y queríamos celebrarlo todos juntos en el pueblo - Maca sintió que se le caía el alma al suelo, si iba a llevar a Bea al pueblo es que la cosa iba muy en serio, no podía articular palabra, se quedo allí parada mientras se esforzaba por elaborar una respuesta, pero las palabras no acudían a su garganta que de repente se había quedado seca, lo único que emitió fue un breve quejido. - ¿Tanto tienes que pensar la respuesta? No creo que sea tan difícil. - ¿Vas a llevar a Bea al pueblo? - preguntó como una idiota, intentó corregir el rumbo de la conversación pero sólo le salían frases inconexas - Bueno verás Esther, es que ya me había hecho a la idea, tenía planes, no sé, no me hace mucha gracia. - Qué no te hace gracia ¿Cambiar de planes? ¿Qué queramos celebrar el cumpleaños con los niños? ¿O que vaya a llevar a Bea al pueblo? - Esther hizo la última pregunta en un tono bastante irónico y Maca comprendió que leía en ella como en un libro abierto, era absurdo tratar de esconderle sus sentimientos, sabía que lo que le molestaba es que hiciera planes familiares con Bea, algo que cada vez era más frecuente. Decidió tragarse su rabia y mostrar su mejor sonrisa. - Está bien, llévate a los niños este fin de semana. Pero esto te va a costar estar dos fines de semana sin ellos. - No hay problema los dos siguientes te los quedas tu. Gracias Maca por un momento creí que me ibas a poner pegas, no quiero que los niños se conviertan en un arma para hacernos daño. - Pues mira, en algo estamos de acuerdo y ¿por qué iba a ponerte pegas? - No se, te he visto un poco indecisa, en fin, tengo que marcharme, gracias de nuevo Maca - Esther se fue tan rápido como pudo. Sabía que a Maca le había dolido saber que iría con Bea al pueblo y por un momento sintió una perversa satisfacción, a ella también le había dolido verla besando a Vero, así que la cosa estaba un poco equilibrada. Maca la vio alejarse y sintió que la soledad la envolvía de nuevo, ya no se encontraba con fuerzas para terminar los informes, lo único que quería era marcharse a casa. Cuando entró en su despacho Vero ya no estaba, recogió sus cosas y se fue enfadada, estaba cansada, frustrada y sentía como la tristeza pesaba en su alma como plomo. Se subió a la moto y dejó que la velocidad la embriagara, el viento y el rugir del motor siempre conseguían calmar sus nervios y alejar sus problemas, sólo tenía que concentrarse en conducir, no había nada más. Al llegar al portal de su casa revisó su buzón como hacía siempre, su corazón pareció dejar de latir cuando vio el sobre. Era idéntico al que encontró en su taquilla por la mañana, el mismo color marrón envejecido y por supuesto no había 11
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remite sólo su nombre en la parte frontal, lo cogió y subió apresuradamente a su piso, las manos le temblaban y casi no podía abrirlo. Cuando por fin lo consiguió la lectura no la tranquilizó precisamente "Tu me has jodido la vida y ahora voy a ser yo quien arruine la tuya. Vas a saber lo que es sentirse sola y vas a sufrir como te mereces. Voy a hacer que tu vida sea un infierno como tu has hecho con la mía". Maca no podía entender que sucedía ¿quién la odiaba tanto como para escribir aquello? De repente sintió frío, por más que se esforzaba no conseguía imaginar quien estaba detrás de aquello. De acuerdo que ella no era la mujer más sociable del mundo, incluso a veces era un poquito borde, bueno muy borde según algunos, pero no tenía conciencia de haber hecho daño a nadie. Si excluía a Esther y a Vero, no quedaba mucha gente que pudiese sentirse tan dolida con ella y no podía imaginarse a ninguna de las dos haciendo algo así. En el trabajo tampoco tenía muchos enemigos, es cierto que desde que había aceptado la dirección de urgencias había tenido algún roce con otros compañeros pero nada tan grave como para esto, además las notas sugerían que era algo mucho más personal ¿a quién le había arruinado la vida? Quizá se trataba de algún paciente, trató de hacer memoria, no recordaba ningún caso en el que sus pacientes o familiares la culparan de algún error. La mayor parte de sus pacientes eran niños y no solía perder a muchos. Encendió la televisión mas que nada por tener ruido de fondo, la casa estaba terriblemente silenciosa, se sentó en el sofá tratando de calmar sus nervios. Tenía que averiguar quien le mandaba esos anónimos, pero qué podía hacer, era pronto para acudir a la policía, dos notas no serían suficiente, no estaba segura de que la tomaran en serio, además no quería preocupar a nadie, seguro que harían muchas preguntas y todos sus problemas sentimentales saldrían a la luz. Interrogarían a Vero y a Esther lo cual resultaría muy embarazoso, ya sabía como iban estás cosas, pensarían que era el clásico triángulo amoroso, un culebron entre lesbianas, ya podía imaginarse las risas de los agentes y los comentarios, no harían nada. El teléfono la sobresaltó, la pantalla reflejaba un número oculto, el vello de la nuca se le erizó y por un momento dudó si cogerlo. - Diga - el silencio al otro lado de la línea disparó su adrenalina - ¿Hola?¿Quién es? - sólo oía su propia respiración agitada y un silencio metálico al otro lado. Colgó el teléfono y se dio cuenta de que estaba muy asustada. En cinco segundos el móvil volvió a sonar - ¿Diga? - nada, nadie contestaba, su miedo dio paso a la rabia y todos sus músculos se tensaron a la vez, se dio cuenta de que la mano le dolía por la fuerza con la que apretaba el teléfono ¿Quién coño eres?¿Qué quieres? - sólo silencio. Volvió a colgar desesperada, esta vez no pasaron ni cinco segundos, el teléfono sonó inmediatamente, Maca contestó furiosa ¡vete a la mierda maldito cabron! ¡Déjame en paz! - ¿Maca? La voz de Esther la sorprendió y la alivió al mismo tiempo - Maca ¿Estás bien? - Esther, lo siento no sabía que eras tú. - Ya me imagino ¿Pasa algo?¿Va todo bien? 12
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- Si, si - se apresuró a contestar - es que esperaba otra llamada. - Por tu forma de contestar al teléfono no parecía una llamada muy deseada ¿Tienes algún problema? - No, no te preocupes - mintió, claro que tenía problemas y estar loca por su ex mujer era uno de ellos pero eso no iba a decírselo - ha sido un mal día eso es todo. - Ya bueno ¿Seguro que estás bien? - Si, si, sólo un poco cansada eso es todo - volvió a mentir, no estaba bien, nada más lejos de la realidad. Se sentía terriblemente sola, desesperada por encontrar la forma de recuperar su vida y antes de saber que era Esther la que estaba al otro lado de la línea, estaba muerta de miedo. - Sabes que si necesitas algo estoy aquí ¿Verdad? Aunque ya no estemos juntas podemos hablar. - Lo que yo necesito no vas a querer dármelo - pensó - Gracias Esther pero de verdad que estoy bien. - Vale como quieras no insisto más. Te llamaba para pedirte otro favor, en vez del domingo preferiría que recogieras a los niños el lunes, así podemos aprovechar el día en el pueblo y no tenemos que salir tan pronto. Para poder dejarlos a las seis contigo tendríamos que volvernos a la hora de comer y prefiero comer allí con mi madre y salir a media tarde más tranquilas. - Ya - contestó melancólicamente, lo que le faltaba, imaginarse la comida familiar en el pueblo - vas muy en serio con Bea ¿Verdad? - Esther no se esperaba esa pregunta y se sintió bastante molesta, no quería contestar, ni ella misma lo sabía y no tenía porque darle explicaciones. - Maca, no creo que debamos hablar de eso... - ¿Y por qué no? Si es así va a pasar mucho tiempo con mis hijos y creo que yo debería saberlo - no quería sonar tan borde pero no pudo evitarlo, estaba nerviosa y sólo pensar en Bea la sacaba de quicio. Las palabras de Maca irritaron a Esther ¡qué derecho tenía ella a meterse en su vida! Ella que había estado viviendo con Vero y nunca le había dado explicaciones. Su tono se endureció - no creo que mi vida sentimental sea asunto tuyo, ni que yo tenga que darte explicaciones de nada, por si no te acuerdas ya no eres mi mujer y lo que yo haga o deje de hacer con Bea es sólo asunto mío además, no metas a los niños en esto, sabes que 13
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jamás haría nada que les perjudicase. La pregunta es fácil ¿Quieres recoger a los niños el lunes después del cole o te los llevo el domingo? Maca se sintió dolida al oír hablar así a Esther, aunque sabía que en el fondo tenía razón. Ella no tenía ningún derecho a meterse en su vida pero no podía evitarlo, le dolía que estuviera con Bea, se sentía celosa y no soportaba la idea de que estuvieran juntas. Las palabras de Vero resonaron en su cabeza "eres como el perro del hortelano..." - perdona Esther, es que yo... - estuvo a punto de decirle que la amaba, que la necesitaba más que nunca, que su vida sin ella estaba vacía y que daría cualquier cosa por que la perdonara y volviera a su lado, pero las palabras se ahogaron en su garganta y en vez de eso le dijo que recogería a los niños el lunes después del colegio. Tras colgar se preparó una cena ligera y se sentó a ver la tele, pasó por los canales sin ver nada en concreto, no podía concentrarse y no quería pensar, su mente volvía una y otra vez a Esther y Bea, tampoco quería estar sola, el desasosiego la invadió, estaba nerviosa y tremendamente irritable. Cogió el teléfono y busco el número, dudó unos segundos antes de presionar el botón de llamada ¿qué estaba haciendo? ¡A la mierda todo! Se sentía frustrada y llamó a la única persona que podía hacerle olvidarse de sus problemas - Vero, necesito verte. Vero se presentó en su casa media hora después con una botella de cava, una caja enorme de bombones y una amplia sonrisa en la cara. En ese momento Maca no necesitaba más, sólo con verla el deseo sacudió su cuerpo, Vero producía siempre esa explosión en su interior, deseo en estado puro. - Hola rubia ¿y eso? - dijo señalando el cava y los bombones. - Hola preciosa, te he notado un poco deprimida así que he pensado que el chocolate te vendría bien y el cava es un acompañamiento perfecto. - Trae, lo pondré a enfriar. - Viene helado, todo lo contrario que yo, así que saca dos copas que tengo sed - alzó una ceja y su mirada era de lo más sugerente, Maca no pudo evitar que el deseo recorriera su cuerpo de nuevo como un latigazo. Necesitaba olvidarse de todo, necesitaba que alguien la amase y borrara de su mente cualquier rastro de dolor. - Me vuelves loca - dijo acercándose a sus labios. - Tú si que me vuelves loca - contestó Vero a pocos centímetros de su boca - ¿Sabes? - dijo con una amplia sonrisa - voy a tener que dejar de salir corriendo cada vez que se te ocurre llamarme, esto no es serio, haces de mi lo que quieres - sus labios dibujaron un puchero encantador. Maca se imaginó mordiendo esos labios y sintió que se abrasaba. 14
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- ¿Y por qué has venido? - preguntó en un susurro acercándose un poquito más pero aún sin rozarla. - Porque me pareció notar un tono de desesperación en tu voz cuando me llamaste y me encantas cuando estás desesperada - Vero la cogió de la cintura apretándola contra ella y la besó con pasión. Maca aceptó su lengua de buen grado y se entrego a ese beso acallando sus dudas, aunque su mente gritara que no, su cuerpo ya no podía parar. Necesitaba olvidar y la psiquiatra conseguía ese propósito con creces. El cava y los bombones quedaron olvidados encima de la mesa. Empezaron a desnudarse despacio, disfrutando de cada roce y de cada beso, sus manos volaban mientras retiraban la ropa que tanto les molestaba, un baile apasionado de caricias y besos las llevo hasta la cama, Vero recorrió su cuello dejando a su paso un rastro de humedad y bajo hasta sus pezones que ya estaban preparados para recibirla, su vientre se contrajo cuando la psiquiatra concentro las caricias en la cara interna de sus muslos subiendo muy despacio hasta ese centro que reclamaba sus dedos, un gemido escapó de los labios de Maca que necesitaba desesperadamente sus caricias, Vero sabía hacerla olvidar, sabía hacerla enloquecer como sólo otra persona podía, otra persona que la entendía a la perfección sin necesidad de palabras, que desde el primer día la sorprendió por la intensidad de lo que le hacia sentir. Esther...Esther la llevaba allí donde nunca nadie la había llevado, el sabor de su boca, sus manos, sus dedos adentrandose en su interior, una simple caricia bastaba para incendiar su piel, para abrasarla de deseo. La sintió recorriendo su cuerpo, acariciando cada rincón, cada pliegue, susurrando en su oído, Maca se aferró al cuello de Vero, no quería pensar en ella pero su mente volvía una y otra vez a la que fuera su mujer, revivía sus caricias, sus besos, la sentía a flor de piel, esa imagen junto con los movimientos de Vero entre sus piernas la estaban volviendo loca, tanto que no pudo esperar más y estalló en un intenso orgasmo sin poder evitarlo. Se quedó abrazada a la psiquiatra con un sentimiento amargo. - Lo siento Vero, dame unos segundos para compensarte. - ¿Compensarme? ¿No te has dado cuenta de que también he terminado? Se quedó sorprendida, no se había enterado de nada, por un momento había perdido la noción del tiempo, de donde y con quien estaba. Esther había ocupado todo su pensamiento sin dejar espacio para nada más, el recuerdo había sido tan intenso que si hubiera estado sola el resultado hubiese sido el mismo. - ¿A quién le has hecho el amor tú esta noche Maca? Porque te aseguro que a mi no ha sido. - ¡Pero qué tonterías dices! - se sintió totalmente acorralada ¿tan evidente había sido? Vero no se merecía aquello, otra vez estaba mintiendo, otra vez intentando evadirse de la 15
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realidad, sin enfrentarse a la verdad. Cómo decirle que había sentido a Esther en cada caricia y en cada beso. - ¿Tonterías? Maca que nos conocemos, no me mientas por favor que sólo te ha faltado gritar su nombre. - Vero yo... - Mira, vas a tener que solucionar esto y pronto, porque así sólo conseguirás hacerte daño y hacérselo a quien se acerque a ti - se levantó de la cama y comenzó a recoger su ropa esparcida por el suelo y empezó a vestirse. - ¿Te marchas? - Si, aquí ya no tengo nada más que hacer. He cumplido mi misión ¿no? - Vero, lo siento, perdóname, no sé lo que me ha pasado. - Yo si lo sé Maca, que tienes que hablar con Esther, no puedes seguir así, apenas comes, duermes fatal y te pasas el día pensando en ella. Te está matando de celos pensar que está con Bea y sigues parada sin hacer nada, esperando que las cosas se resuelvan solas. Lucha por ella si es lo que quieres, da la cara, arriésgate a que te rechace. Tienes que recuperar tu vida o cerrar página y seguir adelante. En el trabajo nunca te rindes ante un caso difícil y aquí te has rendido antes de presentar batalla. No permitas que tus miedos y tu estúpido orgullo te impidan intentar recuperarla ¡reacciona joder! Lo peor que te puede pasar es que te mande a paseo y eso ya lo tienes ahora, así que no pierdes mucho. Y por favor, no vuelvas a llamarme para esto que, aunque me encanta hacer el amor contigo, yo también tengo mi corazoncito - se acercó y la besó en los labios - cuídate guapa, ya hablaremos. Escuchó el sonido de la puerta al marcharse y se quedó allí, sentada en la cama, desnuda y de nuevo sola, el placer de hacía unos momentos había dejado paso al vacío más absoluto. Cada palabra de Vero retumbaba en sus oídos y sintió ganas de llorar ¡Dios! ¿Qué le estaba pasando? El recuerdo de Esther había sido tan intenso, como podía haber sido tan tonta. Vero tenía razón, tenía que retomar las riendas de su vida y presentar batalla, dejar de lamentarse y hacer algo, o se volvería loca. Las lágrimas acudieron a sus ojos sin poder evitarlo. Se sentía miserable, acababa de utilizar a Vero de nuevo para aplacar su frustración, había vuelto a caer en lo mismo como una niña asustada. No podía seguir así. Agotada se sumió en un sueño agitado. Alguien o algo la perseguía sin cesar, ella intentaba escapar pero cada vez lo tenía más cerca, lo sentía en su espalda casi rozándola, no quería mirar atrás, no había ni un segundo que perder o la alcanzaría. Cuando se despertó no recordaba que había soñado pero se sintió intranquila y agotada, aún faltaban un par de horas para el amanecer y supo que no volvería a conciliar el sueño. Decidió levantarse a 16
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preparar café, llegaría pronto y acabaría el papeleo que había dejado a medias. El día se le iba a hacer muy largo. El turno en urgencias esa mañana había comenzado de forma frenética. Un triple accidente de tráfico en el que se había visto envuelto un autobús escolar, había tenido a todo el mundo en tensión. Esther había estado casi toda la mañana en quirófano y por suerte apenas había coincidido con Maca. Estaba agotada, tantos niños heridos tocaban su fibra sensible, siempre que ocurría algo así se acordaba de sus hijos y rezaba para que a ellos nunca les pasara nada similar. Cuando acabó su turno se dirigió al vestuario, tenía que darse prisa, todavía tenía que preparar las cosas para el fin de semana y comprarle algo a Bea para su cumpleaños. Al abrir su taquilla se encontró un paquete envuelto en papel de regalo, lo cogió sorprendida con media sonrisa dibujada en la boca. Al abrirlo encontró una rosa roja y una nota doblada "sé que te he hecho daño, pero también sé que estas loca por mi y que puedo tenerte cuando quiera, quiero recuperarte porque por mucho que lo intentes evitar siempre serás mía". Sintió un pequeño deja vu y recordó otra flor y otra nota en su taquilla años antes, su corazón se aceleró con ese recuerdo sin poder evitarlo ¡qué feliz se sintió entonces! Pero esto... - ¡No puede ser! Pero ¿qué se ha creído? - no sabía como reaccionar, su mente le decía que debía enfadarse, pero una parte de su corazón saltaba de alegría ¿Maca quería recuperarla? En el fondo es lo que había estado deseando pero no le gustaba la forma. Ella esperaba una disculpa, una demostración de que la amaba para acallar a su orgullo herido que no daba lugar a una reconciliación. De pronto su euforia se transformo en rabia, como siempre Maca pensaba que podía poner su vida patas arriba cuando quisiera, se sentía vulnerable ante ella y lo sabía, bastaba una sola nota para que como una tonta su corazón se desbocara, pues está vez no iba a ser así, iba a necesitar mucho más que eso, le había hecho mucho daño y además estaba Bea, se encontraba muy a gusto con ella. No pensaba correr detrás de Maca sólo por que ella tuviera problemas con Vero, los rumores decían que habían terminado y claro como ahora estaba sola pretendía volver con la tonta de Esther que era presa fácil ¡pues eso se acabó! A medida que pensaba en ello su enfado iba creciendo por momentos. ¡Qué se había creído que podía jugar con ella a su antojo! ¡Cómo que podía tenerla cuando quisiera! Nunca más, ya no era la chica ingenua que Maca conoció, sus mentiras la habían cambiado ¿quería volver? pues al menos que tuviera el valor de decírselo a la cara y de comportarse como una adulta. Salió del vestuario hecha una furia y se dirigió al despacho de la pediatra, ahora mismo iba a dejarle las cosas bien claras. Entró sin llamar y dio un portazo al cerrar la puerta, sobresaltando a una agotada Maca que se había tumbado un rato en el sofá. - Esther ¿ocurre algo? - dijo incorporándose asustada al verla entrar así. - Tu que te has creído ¿qué es eso de puedes tenerme cuando quieras? ¿Crees que una estúpida nota y una flor van a hacer que olvide todo lo que me has hecho? A ver sí maduras un poco. 17
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- Maca la miro boquiabierta - ¿de qué estás hablando? ¿qué demonios te ocurre? - ¡Lo sabes de sobra! No te hagas la tonta. No voy a caer rendida a tus pies señorita perfecta, eso se acabó ¡ni lo sueñes! Te hablo de la nota y la flor que me has dejado en la taquilla, ni siquiera tienes lo que hay que tener para pedirme perdón a la cara, para bajarte de tu pedestal y olvidar tu orgullo un momento ¿Quieres volver conmigo? Pues vas lista si piensas que así voy a olvidarme de todo lo que ha pasado y a volver contigo como si nada. Eres una arrogante, ya estoy harta de que creas que todo gira a tu alrededor, de que pisotees mis sentimientos como si yo fuese de tu propiedad. Maca estaba sorprendida por la reacción de Esther, no entendía nada, contuvo su lengua e intentó hablar con calma - Mira, me duele terriblemente la cabeza, apenas he dormido y no estoy para gilipolleces además no tengo ni idea de que me estás hablando ¡yo no te escrito ninguna nota ni te he dejado flores! Llevo todo el día trabajando y no he parado ni para comer así que, por que no te calmas y me explicas de que va todo esto. La cara de Esther era un poema, si Maca no le había dejado nada ¿entonces quién? no tenía ningún sentido - ¿tú no me has dejado el paquete? - Por última vez ¡NO! ¿Qué dice esa dichosa nota? - Pues...en fin...que...que querías... Que me habías... - todo su arrojo de minutos antes se había venido abajo, se sentía ridícula - que era tuya...dabas a entender que querías volver conmigo... - dijo sintiéndose estúpida. Maca la miro sorprendida y divertida a la vez viéndola tan nerviosa, Esther se había puesto totalmente roja y a ella le encantaba verla tan azorada - Pues mira olvidarte es imposible me casé contigo, nos divorciamos y tenemos tres hijos ¿recuerdas? pero lo de volver a tu lado es la mayor tontería que he oído - mintió - y menos cuando parece que la idea te horroriza, tú ya has rehecho tu vida ¿no? Además no se me ocurriría decírtelo así, no soy tan cobarde como para ocultarme tras un papel. - Si claro - dijo desconcertada y sin mucha convicción - y entonces ¿quién ha dejado el paquete? porque que yo sepa no he roto muchas relaciones últimamente, así que no creo que haya mucha gente intentando volver conmigo. - Pues mira tú sabrás Esther, a lo mejor es tu "amiguito" Raúl, pero yo no tengo no idea. Te repito que yo no te he dejado nada y me molesta que no me creas, no tengo por que mentirte. - Bueno, en eso eres una experta - le contestó picada por la puya sobre Raúl - a lo mejor se ha convertido en una rutina, engañar a la tonta de Esther es fácil, lo hiciste sin problemas durante meses - el dardo envenenado dio en el blanco, la mirada de Maca se ensombreció y cuando volvió a hablar su tono ya no era tan divertido. 18
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- Supongo que me merezco tus reproches y tu falta de confianza pero esto no conduce a nada, podríamos estar toda la vida echándonos en cara el daño que nos hemos hecho, se que te he fallado y ya te he dicho mil veces que lo siento pero te recuerdo que tu también me fallaste a mi. - Ya claro, pues perdona que te diga que tu forma de pedir perdón es bastante pobre, como siempre que yo me acostara con Raúl lo justifica todo, pues verás... - Mira - la cortó - no puedo cambiar el pasado ni tu tampoco ojala las cosas hubieran sido distintas, quizá en el fondo no estábamos hechas la una para la otra - su mirada era triste y su voz temblaba ligeramente - quizá hubiéramos acabado así de cualquier modo no lo sé, pero de algo estoy segura, daría todo lo que tengo por cambiar un sólo instante de nuestras vidas y averiguarlo. Puede que te engañara pero nunca quise que las cosas acabaran de este modo y te quiero demasiado como para jugar contigo. No te he dejado ningún paquete ni te he escrito ninguna nota. Puedes creerme o no, la verdad es que en este momento me importa muy poco. Y ahora si me disculpas, estoy cansada, me duele la cabeza y necesito comer algo. Se levantó del sofá y pasó al lado de la enfermera evitando mirarla, cuando llegó a la puerta se detuvo sin girarse con la mano en el pomo - lo siento Esther, quizá algún día podamos hablar sin hacernos tanto daño. Me gustaría pasar a ver a los niños antes de que os vayáis de fin de semana ¿puedo? - Si claro, pásate antes de las ocho por favor, no quiero conducir de noche - Esther habló casi en un susurro, se había desinflado como un globo, Maca siempre conseguía desarmarla. - Tranquila, se lo poco que te gusta. Gracias por dejarme ir a verles - Salió del despacho mientras la enfermera se quedaba allí muy confusa - No entiendo nada - pensó Esther. Por un momento Maca le había parecido sincera y eso la inquietaba profundamente, entonces otra persona era la que buscaba una reconciliación y en su vida no había nadie más que pudiera pedir algo así ¿y si en el fondo estaba jugando con ella para hacerla vulnerable? No lo creía, pero ya no sabía que creer. Además si no había oído mal ¿había dicho que la quería? Pero ¿en qué sentido? Con el cariño por los momentos compartidos o es que aún la amaba. Se sentía estúpida y tenía mil preguntas que debería haber hecho pero delante de Maca era incapaz de reaccionar, la pediatra hacía que se sintiese insegura y eso desquiciaba a Esther. Después de lo vivido y de todo el tiempo que había pasado una sola mirada bastaba para desarmarla, estaba segura de que Maca conseguiría de ella todo lo que quisiera por mucho que pretendiese hacerse la dura, por mucho que intentara resistirse la amaba, cuando no estaba cerca su cabeza ponía mil barreras y mil excusas para no hacerlo, pero en cuanto la tenía delante todas sus defensas eran derribadas en un segundo, bastaba una mirada de aquellos ojos para acabar con su resistencia y eso la asustaba porque le daba rabia mostrarse tan débil ante ella.
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Miró el reloj y vio que se le había hecho muy tarde, tendría que apresurarse si quería llegar a tiempo para comprarle algo a Bea, la nota, su misterioso autor y los sentimientos hacia Maca tendrían que esperar. En ese momento al resguardo de un coche alguien vigilaba la salida del hospital. Habían sido muchos meses de vigilancia y espera. La verdad es que pensó que le resultaría más difícil pero Maca y Esther se lo habían puesto muy fácil. Cuando comenzó a trazar su plan de venganza vio el cielo abierto al ver como la relación entre las dos mujeres se deterioraba, eso le daba la oportunidad de acabar con ella, de hacerle sentir tanto dolor como su propia alma había sufrido, tantos años de soledad sabiendo que ella era feliz, que lo tenía todo. Pues bien, la niña pija iba tener su merecido y además, ella misma estaba ayudando a precipitar su propia caída. Se regocijaba pensando en que lo iba a perder todo y quería verla suplicar, verla llorar y arrastrarse sabiendo de que alguien manejaba los hilos y que ella no podía hacer nada, ella que siempre quería tener el control iba a saber lo que es verse zarandeada por el destino sin poder tomar las riendas. En estos pensamientos estaba cuando vio salir a Maca, desde hacía tiempo su rostro estaba ensombrecido y sus ojos no reflejaban la luz de antes, ahora solían parecer siempre llorosos, aún así estaba muy guapa, esa belleza que odiaba y le fascinaba a la vez. Al poco rato vio salir a Esther, esperó a que entrara en el coche y se alejara del hospital, cuando vio que la enfermera se había alejado lo suficiente salió del coche y se encaminó hacia la entrada. Su bata de médico haría que nadie se fijará en su aspecto, pasó el control sin problemas y fue al despacho de la Pediatra, dejó el sobre con las fotos encima de la mesa y regresó a toda prisa por donde había venido, perdiéndose en la multitud anónima del hospital. Maca había regresado a casa totalmente derrotada después de conducir largo rato, la conversación con Esther le había trastornado mucho más de lo que quería reconocer. Sentir la velocidad y el rugido de la moto tranquilizaba sus nervios, le permitía pensar, así que había salido de Madrid en dirección a la sierra y regresado luego, sólo para sentir la libertad que le proporcionaba la carretera. Ahora pensaba que no había ninguna posibilidad de recuperarla ¿por qué le había mentido? Había dicho que volver con ella era una tontería, tendría que haber elegido mejor sus palabras, haberle demostrado que todavía podían arreglarlo, pero no, su maldito orgullo hizo que contestara desafiante a las palabras de la enfermera. Una tontería, por Dios, si como decía la canción "se moría por volver". ¿Qué demonios le ocurría? Cuándo Esther no estaba pensaba en mil maneras de pedirle perdón, de decirle todo lo que sentía, pero al tenerla delante todas las palabras se le embarullaban y su boca era incapaz de pronunciar nada coherente, había demasiada rabia entre las dos, demasiadas mentiras y heridas sin cicatrizar. Necesitaba despejarse, salir y distraerse, llamaría a Claudia a ver si podía quedar con ella porque estaba claro que no podía llamar a Vero, quería cerrar esa historia de una vez por todas y cuando la tenía cerca el deseo podía más que la razón. Marcó el número esperando que la neuróloga pudiera dedicarle unas horas, necesitaba un hombro en el que llorar, una amiga, y ella siempre lo había sido. - Hola Maca ¿qué le pasa a la pediatra más guapa de todo el hospital? 20
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- Hola Claudia, mejor pregunta que es lo que no me pasa ¿tienes algo que hacer esta tarde? - Pues había quedado con unas amigas para cenar ¿por? - ¡Ah! bueno no, por nada era por sí no tenías nada que hacer y te apetecía salir -dijo con un tono de decepción. - Oye, por que no te vienes con nosotras, es noche de chicas, lo pasaremos bien. - No sé Claudia, no creo ser muy buena compañía está tarde. - Vamos, no seas tonta. Seguro que así te olvidas un poco de todo y quién sabe, la noche es joven. Anda, no acepto un no por respuesta, te paso a buscar a las diez ¿vale? - Bueno vale, total la otra opción es quedarme amargada en casa, así que mucho peor no puede ser. A las diez te espero. Cuando colgó el teléfono miró la hora, ya eran las siete de la tarde, tendría que darse prisa si quería ver a los niños. Cogió las llaves de la moto y se dirigió a casa de Esther. Eran las siete y media cuando tocaba el timbre de la entrada. Al abrirse la puerta una sonriente Bea le dio la bienvenida y a ella se le atragantó esa sonrisa. - Hola Maca, Esther no ha llegado todavía pero me llamó diciendo que vendrías estupendo, es justo lo que le faltaba, pasar un rato a solas con Bea en casa de Esther. Fantástico broche para un día horrible. - Hola Bea ¿y sabes si tardará mucho? - Pues no creo, pero pasa los niños te están esperando. Pedrito no ha parado de preguntar cuánto tardarías desde que se enteró que venías. La verdad es que te adora. Maca contuvo su lengua a duras penas, pues claro que me adora estúpida, soy su madre, algo que tu nunca serás por mucho que te acuestes con mi mujer. La sacaba de quicio, no podía evitarlo. Tenía todo el cuerpo en tensión, como un arco dispuesto a soltar la flecha a la mínima presión. Por favor, pensó, que venga Esther cuanto antes o al final se me va a escapar alguna barbaridad - Si, es que es un cielo de niño - dijo y sacando de dentro toda su fuerza de voluntad sonrió, no quería darle la satisfacción de ver lo mucho que le molestaba su presencia en aquella casa. De repente un huracán pasó por el pasillo a toda velocidad - ¡Mamá, mamá, mamá! - El niño saltó a sus brazos seguido de su hermana Patricia con tanto ímpetu que Maca casi acaba en el suelo - ¡Pero bueno! Y estos dos torbellinos ¿de donde salen? - dijo mientras 21
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comenzaba una guerra de besos y cosquillas. Los niños reían como locos y Bea asistía a la escena como una extraña, como si su presencia no tuviera cabida en aquel instante de ternura. - Mamá - dijo Pedro - nos vamos al pueblo a celebrar el cumple de Bea, ¿tu vas a venir? Maca se quedo totalmente sorprendida ante la pregunta, no sabía que contestar, la cara de Bea reflejaba una sombra de miedo que por un momento hizo que Maca sintiera que con su respuesta podía inclinar la balanza hacia donde quisiera. El niño las miraba con ojos suplicantes esperando una respuesta que ninguna se atrevía a dar. De repente una voz sonó a sus espaldas - Pedro hijo eso ya lo hemos hablado, mamá no puede venir - Esther había llegado sin que ninguno se diera cuenta y fue la única capaz de reaccionar, rompiendo un silencio que empezaba a ser incómodo. - Pero ¿por qué? Yo quiero que venga, si Bea la invita entonces puede venir ¿verdad Bea? preguntó el niño con carita de pena, un chantaje emocional que casi siempre le funcionaba con Esther. Bea se quedo callada porque no sabía como salir de aquella encerrona, en su lugar fue Maca la que contestó. - Pedro cariño, Bea si que me ha invitado pero mamá tiene que trabajar este fin de semana y no puede ir con vosotros - no sabía de dónde habían salido esas palabras pero cuando vio la cara sonriente de Esther supo que acababa de ganar puntos ante la enfermera y se alegró de que por una vez su cabeza y su voz hablarán un mismo idioma. - ¡Jo, pues que lata! - Pedro manifestó su descontento con un mohín de disgusto. - Bueno, la semana que viene te compensaré, haremos lo que tu quieras y ahora dadme un besazo muy grande que mamá tiene que ir a ver a Paula y marcharse - los niños besaron a su madre y salieron corriendo igual que habían venido. Maca fue a la cuna para besar a una Paula que dormía plácidamente, Esther la siguió y se quedó apoyada en el quicio de la puerta observándola, Bea se había quedado en el salón. La Pediatra acarició a la pequeña y la miró con ternura, apenas había disfrutado de la niña, sintió un nudo en el estómago, le hubiera gustado tener más tiempo para estar con ella. Se giró hacia Esther con los ojos brillando de emoción - Está preciosa ¿verdad? - Si, es adorable y muy buena. - Eso es porque es la que más se parece a ti. Esther se quedo cortada, no esperaba aquello y se sintió incomoda - Gracias Maca, ha sido todo un detalle lo que le has dicho a Pedro - decidió que debía cambiar el rumbo de la conversación antes de que sus nervios la traicionasen y desvío la mirada para que la pediatra no adivinara sus pensamientos. 22
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- No quiero que los niños sufran por nuestros errores Esther, bastante mal lo hemos hecho ya ¿no crees? - Aún así ha sido un gesto muy generoso de tu parte, era tu oportunidad para volver a Pedro en contra de Bea. - Yo no soy así, además si van a pasar mucho tiempo con ella prefiero que los niños estén a gusto, no me hace gracia pero es lo mejor para todos. Bueno, espero que lo paséis bien en el pueblo, da recuerdos por allí, echo de menos esas reuniones familiares. Llámame para saber que llegáis bien. - Te llamo en cuanto lleguemos y Maca, gracias por todo, al menos deberíamos poder ser amigas por el bien de los niños - Maca asintió y la beso en la mejilla - buen viaje Esthersalió de la casa y subió a la moto ¡amigas! ¡Menudo disparate! Como iba a poder ser su amiga si la deseaba tanto. Arranco dejando un tremendo estrépito tras de sí y se perdió en las calles de Madrid. Esther se quedo en la puerta oyendo como la moto se alejaba, todavía le ardía la mejilla allí donde el contacto de los labios de la pediatra habían dejado una marca de fuego. ¿Cómo un inocente beso podía producirle aquella desesperación? Se quedo allí plantada acariciandose la cara. - ¿Esther? - la voz de Bea la sacó de sus pensamientos - ¿todo bien? - Si, si. Anda vamos que se nos ha hecho tardísimo - ocultó la mirada para que sus ojos no la delataran y se dispuso a pasar un fin de semana lejos del hospital, de Maca y de sus propios sentimientos. Cuando Maca llegó a casa se dio una larga ducha dejando que el agua caliente se llevara toda la tensión acumulada. Se arregló despacio, eligió unos vaqueros ajustados que sabia que le quedaban muy bien y una camiseta negra que dejaba un hombro al descubierto. Se puso ante el espejo para arreglarse el pelo y darse un toque de color. Cuando acabó miró la imagen que le reflejaba el cristal y se sintió satisfecha. Por primera vez en mucho tiempo le gustaba lo que veía, la charla con Esther y su reacción ante lo que le había dicho a Pedro le había sentado bien, se sentía con más confianza y aún no daba todo por perdido. Sabía lo que había visto en los ojos de su mujer porque lo había visto en muchas otras ocasiones, Esther podía decir lo que quisiera pero aún la quería y eso la bastaba para luchar. Si quedaba una sola oportunidad de reconquistar su amor ella iba a dejarse la piel en el intento. Tendría que ir con cuidado porque no podía volver a equivocarse, un mínimo error y la perdería para siempre - El timbre del telefonillo alejó la imagen de Esther y se apresuró a contestar. - ¿Quién es? 23
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- Maca soy Claudia, ¿bajas o subo? - Ahora mismo bajo, dos minutos - cogió su bolso, el móvil y las llaves y salió dispuesta a divertirse y a aparcar sus preocupaciones. Durante el viaje al pueblo Esther permanecía conduciendo en silencio, sus pensamientos volaban una y otra vez al misterioso paquete y a la conversación con Maca. Los niños se habían quedado dormidos en el asiento de atrás y la ausencia de sus voces hacía que el silencio fuera incómodo. - Esther ¿Te ocurre algo? - ¿A mi? No ¿Por qué lo dices? - Es que desde que Maca se ha ido te has quedado muy callada. - ¿Ah si? Pues no creo que tenga nada que ver, ha sido un día duro en el hospital y estoy algo cansada eso es todo. Estoy deseando llegar y dormir de un tirón. Además al final se ha hecho de noche y odio conducir cuando ha oscurecido. - Pues a mi me parece que hay algo más. Cada vez que Maca aparece tu actitud cambia, creo que le permites demasiado protagonismo en tu vida. - Tenemos tres hijos Bea, claro que tiene mucho protagonismo en mi vida - contestó un tanto irritada. Estaba cansada, no le apetecía discutir con Bea y menos sobre Maca. - Yo creo que los niños no tienen nada que ver, me da la impresión de que todavía sientes algo por ella y eso me lleva a preguntarme en que lugar quedo yo. - Bea por favor, no digas tonterías... - ¿Seguro que son tonterías? Si no me quieres me gustaría que fueses sincera. - Creo que no es momento ni lugar para hablar de esto y claro que te quiero. Te repito que sólo estoy cansada, quiero olvidarme de todo y pasar un buen fin de semana, por favor no lo estropeemos. - Ya, pero me resulta difícil pasar un buen fin de semana si creo que estás pensando en otra persona - Bea no iba a cejar en su empeño tan fácilmente, quería aclarar las cosas y necesitaba respuestas -Tienes tanta dependencia de ella que cualquier cosa que haga o diga influye en tu entorno. Ve a los niños cuando le viene en gana, toma decisiones sin consultarte, estás todo el día con ella en el trabajo ¡creo que es para preocuparse! ¿No? 24
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- Mira Bea... - Mami ¿falta mucho? - Pedro interrumpió la conversación y Esther se sintió aliviada, lo que menos le apetecía en ese momento Era sincerarse con Bea, si seguían la conversación igual decía algo de lo que luego se arrepentiría. Sus sentimientos no estaban nada claros y temía equivocarse, temía entregarse a Bea por despecho y temía perdonar a Maca y volver a sufrir - No mi vida, vuelve a dormirte - Bea le acarició la mano que mantenía en la palanca de cambios y ella respondió mostrando una tierna sonrisa. - Perdona Esther, tienes razón, es que no puedo evitar sentirme celosa. Olvidémonos de todo y disfrutemos del fin de semana ¿vale? - Claro mi amor, eso vamos a hacer. Minutos después aparcaron en la entrada de la casa, se habían retrasado bastante y las luces estaban apagadas. Un cielo cuajado de estrellas y el aire limpio del campo devolvieron a Esther a su infancia, como habían cambiado sus sueños de entonces, el príncipe azul se transformó en princesa y el vivieron felices y comieron perdices había dejado paso al resentimiento y el dolor, a pesar de ello no cambiaría ni un segundo del tiempo vivido junto a Maca. Ella puso su vida patas arriba e hizo que sintiera un amor y una pasión como no había sentido jamás, pero también le había hecho conocer el dolor y la desesperación más absoluta. La puerta de la casa se abrió y la madre de Esther salió a recibirlas con una sonrisa. - ¿Pero cómo llegáis tan tarde? Tus tías ya se han acostado. - Lo siento mama, al final se nos ha complicado la tarde - dijo dándole un abrazo y un beso a su madre. - Hola Bea ¿Como estás? - la saludó con dos efusivos besos que Esther agradeció, sabía cuanto le había costado a su madre aceptar a Bea, sobre todo por el cariño especial que sentía por Maca. Para ella la pediatra siempre sería su nuera y si era amable con su nueva pareja era sólo por hacer feliz a su hija. Le había dicho muy claramente en las conversaciones que tuvieron tras la separación que debía perdonar a Maca y volver con ella, que Maca había cometido un error pero el verdadero amor se demuestra en los momentos mas duros y que si la dejaba escapar no podría ser feliz porque la amaba demasiado. ¡Qué sabia era su madre! El orgullo impidió ese acercamiento y ahora lo estaba pagando. Además en varias ocasiones le confesó que había algo en esa chica que no le gustaba. Claro que no le gustaba ¡si se pasaba el día comparándola con Maca! La pediatra había caído tan bien en su familia que le asustaba lo que podía ocurrir con Bea. Su madre la adoraba, sus tías la tenían en un pedestal y con sus primos todo eran bromas y complicidad, Bea lo tenía muy difícil y para Esther su familia era muy importante, la base que la mantenía a flote así que no podía ni imaginar lo que ocurriría si Bea no encajaba en ese entorno. 25
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- Mamá, los niños están dormidos así que vamos a subirlos y a acostarnos lo antes posible, hemos cenado algo por el camino. - ¡Angelitos! No me extraña, con lo tarde que es. - Bueno mamá, coge tu a Paula y vamos subiendo que no quiero que se despierten. Dejaron a los niños en sus habitaciones y se fueron directamente a dormir. Esther estaba agotada cuando se metió en la cama, así que se adormiló casi al instante. Noto como Bea salía del baño y se metía entre las sábanas abrazando su cintura, sus labios comenzaron a besarla y sus manos recorrieron su cuerpo abriéndose camino hasta su pecho pero Esther se sentía incapaz de responder a sus caricias - Buenas noches - murmuró - estoy molida cariño - se dio media vuelta dejando a Bea con un beso congelado en los labios. Maca se lo estaba pasando estupendamente, las amigas de Claudia eran de lo mas divertido y desde que comenzó la noche se había sentido muy a gusto. Cenaron en un pequeño restaurante del centro y no pararon de parlotear durante toda la cena. Dejaron que Maca eligiera el vino y antes del segundo plato ya iban por la segunda botella. Dos de ellas estaban recientemente divorciadas y se lo pasaron estupendo criticando a sus exmaridos, a la tercera le perdían las mujeres y se pasó toda la cena comiéndose a Maca con la mirada, a la pediatra no le pasaron desapercibidos aquellos preciosos ojos verdes clavados en los suyos y se sintió halagada, después de todo aun era capaz de ligar si se lo proponía, aunque nada más lejos de su intención, bastantes problemas tenía ya. Aunque nada le impedía tontear un poco, siempre resultaba agradable, así que entabló una animada conversación con Amanda y se descubrió riéndose a carcajadas y disfrutando de la velada mucho mas de lo que había pensado. Al final había sido buena idea aceptar la invitación de Claudia. Por primera vez en mucho tiempo se sentía relajada y feliz. Cuando salieron del restaurante ya era tarde y Maca dijo que se iba a casa, estaba cansada y no quería trasnochar demasiado. Las amigas de Claudia pusieron el grito en el cielo y casi la arrastraron a un garito donde, aunque no quisieras, no te quedaba mas remedio que bailar. La fantástica música, un par de copas y el vino de la cena fueron suficiente para que se olvidara de todo su cansancio y sólo pensara en disfrutar. Hacia siglos que no bailaba tanto y se sentía eufórica. Amanda no perdía la más mínima oportunidad de acercarse todo lo posible a Maca, y en aquel lugar abarrotado de gente, era difícil evitar el contacto. Maca estaba encantada, Amanda la tomo por la cintura y se pego a ella al ritmo de la música. Maca le siguió el juego y bailo con ella sin miramientos dejándose arrastrar por la canción. Las manos de Amanda la sujetaban y empezaron a moverse por sus costados. Maca sintió un agradable cosquilleo y pensó que el juego empezaba a ponerse peligroso. Aprovechando un cambio de la música tomó una de las manos de Amanda y la hizo girar como parte del baile, a continuación como por casualidad 26
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enlazo la cintura de Claudia que estaba a su lado y cambio de pareja de baile. Amanda le sonrió y siguió bailando a su ritmo sin dejar de mirarla. Maca siguió bailando con Claudia y no supo bien por que, pero su pensamiento voló hacia Esther, a aquellas horas ya habría llegado al pueblo, había quedado en llamarla pero no lo había hecho, supuso que estaría muy ocupada con su amiguita Bea. No pudo evitar imaginárselas sobre aquella cama que tantas veces habían compartido, las vio amándose cuerpo sobre cuerpo, imaginó sus manos recorriéndose y sus bocas besándose en el mismo lugar en el que ella se había entregado a Esther en tantas ocasiones. No supo si fue el ataque de celos, la música, que ahora le parecía demasiado alta, la gente que abarrotaba el local y de repente la asfixiaba, o el efecto del alcohol que corría por sus venas. El caso es que sintió que le faltaba el aire, que se mareaba y que las nauseas golpeaban su estómago amenazando con vaciar su contenido. Salió corriendo hacia el baño y se lavó la cara con agua fría, respirando profundamente y notando como su estómago se relajaba, tuvo suerte y no había mucha cola, así que se dispuso a entrar y aliviar su vejiga. Cuando llegó su turno notó que la empujaban y cerraban la puerta a su espalda. Al girarse se encontró con dos ojos verdes que echaban fuego. Amanda apenas la dejo tiempo para reaccionar, la arrinconó sobre la puerta y la besó con frenesí. Maca tardo unos segundos en tomar el control y le costó muchísimo esfuerzo separarse de aquel beso y de aquellas manos que la recorrían y sujetaban como si de un pulpo se tratase. - No, Amanda - dijo intentando separarse. - ¿No? - preguntó presionando aun mas sobre su cuerpo. - No puede ser - Maca movió la cabeza intentando zafarse de sus besos. - ¿No te gusto? - volvió a preguntarle entre jadeos. - Mucho - ¿Entonces? - dijo intentando besarla de nuevo. - Estoy enamorada de otra persona - Maca volvió a intentar eludir el contacto. - No quiero casarme contigo, solo pasar un buen rato - le contesto clavando en ella sus maravillosos ojos verdes. - La ultima vez que decidí pasar un buen rato arruiné mi vida, no pienso permitir que vuelva a pasar. - Vaya, es una pena, seguro que lo hubiéramos pasado muy bien. 27
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- No lo dudo, pero no puedo, de verdad, lo siento. Amanda disminuyó su presión sobre Maca y la apartó para abrir la puerta del baño - Si algún día cambias de idea Claudia tiene mi teléfono - salió y cerró la puerta tras ella. Maca apoyó la frente sobre la puerta, se sentía un poco mareada, pero bien consigo misma. Por fin había conseguido que su cabeza y su cuerpo se pusieran de acuerdo. Quería recuperar a Esther, la amaba y no quería hacer nada que pusiera en peligro ese sentimiento, pensó que había llegado el momento de tomar las riendas y luchar por lo que quería. Salió del baño con una sonrisa y dispuesta a comerse el mundo. La luz del sol despertó a Esther. Había dormido estupendamente y se estiró desperezándose con calma. Bea no estaba junto a ella y aprovechó para remolonear un poco en la cama. Le encantaban esos instantes antes de levantarse, con los niños y el trabajo no podía disfrutar de muchos momentos así y lo echaba de menos. De abajo le llegaron las voces infantiles dando guerra y la de su madre poniendo orden. Suspiró con una sonrisa y se dispuso a bajar a desayunar antes de que las fieras acabaran con su abuela. - ¡Buenos días tormentos! - los niños saludaron a su madre y salieron volando a jugar al jardín - Hola mamá ¿y Bea? - pregunto dándole un beso. - Ha salido a dar una vuelta, creo que se aburre sin ti y yo no soy suficiente compañía. Además hoy está muy rara, debe ser que cumplir años no le sienta bien. - ¡Mamá! No seas mala - pensó en la conversación que habían tenido en el coche y en las caricias no correspondidas con las que termino la noche. No le extrañaba que Bea estuviera un poco rara, tendría que compensar su falta de tacto. - Si no soy mala, es que no se de que hablar con ella y los niños parecen agobiarla, con Maca enseguida nos poníamos a hablar... - Por favor mamá, este fin de semana no, dejemos a Maca al margen, necesito descansar o me estallará la cabeza ¿lo harás por mi? Ya pienso bastante en ella sin necesidad de que tu me la recuerdes. - Bueeeno. Intentaré portarme bien. Pero si tienes que pensar tanto, es porque no tienes las cosas claras y si no tienes las cosas claras no deberías andar con Bea. Ya sabes mi opinión, Maca se equivocó pero tu también, lo que ocurre es que sois las dos un par de cabezotas que preferís arruinar vuestras vidas a reconocerlo y pedir perdón. - ¡Mama! - El café recién hecho y las tostadas calientes hicieron protestar a su estómago que se mantenía desde la noche con un ligero sándwich. Mientras se servía el café y 28
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untaba las tostadas vio por la ventana como sus hijos se divertían en el jardín, su madre con Paula en brazos la miraba pensativa. - Cariño ¿has pensado bien lo que vas a hacer con tu vida? - Sí mama, voy a disfrutar de este fin de semana en compañía de mi familia y a celebrar una fiesta cumpleaños que habrá que empezar a preparar. - Esther, no me refiero a eso... - Lo se mama, pero ahora mismo no quiero pensar en nada más. ¿Y las tías? - necesitaba cambiar de conversación cuanto antes, conocía a su madre y sabía que era un hueso duro de roer. Si estaba decidida a hablar del tema volvería a ello una y otra vez. - Han ido a comprar las últimas cosas que faltaban, no te preocupes porque está todo preparado, hay comida para un regimiento, si tengo que esperar a que tu cocines estamos listos. - ¡Pero bueno mama! ¡Que he mejorado mucho! - Si claro, pero mejor no nos arriesgamos - las dos rieron con ganas sabiendo que la cocina no era una de las virtudes de Esther. En ese momento Bea entró por la puerta que daba al jardín, llevaba unas flores en la mano que entregó a Encarna. - He pensado que alegrarían un poco la casa. - ¡Huy! Gracias guapa, con lo que nos gustan las flores por aquí - dejó a Paula en su sillita y cogió el ramo que le tendía Bea - voy ahora mismo a ponerlas en el jarrón del salón. Encarna salió flores en mano y Esther aprovechó para acercarse a Bea y darle un tierno beso en los labios - Felicidades mi amor, acabas de ganar cien puntos con mi madre, le vuelven loca las flores. - Lo sé, pensé que le gustarían y como se que le cuesta aceptarme en su vida voy a poner todo de mi parte, no soy Maca pero creo que acabaré gustándole. Quiero formar parte de esta familia y se que no va a ser fácil, tengo el listón muy alto. - Esther sintió una inmensa ternura, estaba siendo injusta con Bea - No tienes que ser Maca y claro que le gustarás, a mi ya me gustas - dijo mordiéndole el labio. - ¿Te gusto? - dijo con una mirada llena de deseo y en apenas un susurro. - Mucho, muchísimo. 29
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- Pues no se sí creerte, así que tendrás que esforzarte en demostrármelo esta noche - la apretó contra su cuerpo mientras sus labios se perdían en su cuello. - Te aseguro que pondré todo mi empeño en hacerlo - las manos de Esther recorrieron su espalda haciendo que Bea sintiera un agradable escalofrío e intensificara sus besos - Y ahora será mejor que paremos antes de que mi madre venga con la manguera para separarnos. Vamos al jardín con los niños que hace un día maravilloso, es tu día y voy a procurar que tengas un buen recuerdo para toda la vida. - Creo que la espera se me va a hacer muy larga - sonrió y la volvió a besar con ternura. El día transcurrió en un ir y venir con los preparativos para la fiesta. Adornaron el jardín con guirnaldas de colores y farolillos, dispusieron las mesas para la comida y sacaron sillas para todos. Todo quedó muy colorido e invitaba a la fiesta, además la temperatura era estupenda para una comida al aire libre. Las tías de Esther estaban ajetreadas preparando un barreño con sangría y discutían sobre el tamaño que debían tener los trozos de fruta. Todo esto volvió a recordarle a Esther otras fiestas vividas en aquella casa, parecía que nada hubiese cambiado y sin embargo eran tantos los cambios. Poco a poco la casa se fue llenando de gente, sus numerosos primos fueron apareciendo y se encontró rodeada de esa calidez familiar que tanto le gustaba. Reparó en Bea, estaba jugando con Paula un poco separada del barullo, que distinto era de cuando Maca andaba por allí, ya estaría bromeando con sus primos o hablando de vinos y cosechas, Maca otra vez...¡Dios mío! Anoche no la había llamado para decirle que habían llegado, con el cansancio y las prisas se le había olvidado, seguro que estaba enfadadísima. Salió del jardín y subió a la habitación para llamar. Una Maca somnolienta contesto con voz ronca. - ¿Quién es? - Maca soy Esther. - Ah! Esther buenos días, ¿Pasa algo? ¿Qué hora es? - Son las dos... - ¡Las dos! Ufff creo que me he dormido - dijo incorporándose para mirar el reloj de la mesilla -¿Qué ocurre? ¿Les pasa algo a los niños? - preguntó todavía atontada por el sueño - No, no ocurre nada, es sólo que ayer con el cansancio y lo tarde que llegamos se me olvidó llamarte, lo siento. - Ah! Bueno, no pasa nada - volvió a apoyar la cabeza en la almohada y sonrió ante la preocupación de Esther - ya me imaginé que habríais llegado bien, además salí anoche y no hubiera oído el móvil con el ruido de la música. La verdad es que me lo pasé tan bien que no miré el teléfono en toda la noche - dijo con toda su mala intención. 30
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Resulta que al final no estaba enfadada como ella pensaba, todo lo contrario, se diría que estaba feliz, se sintió molesta por haber creído que estaría preocupada cuando en realidad se había ido de juerga - Vaya, no sabía que Vero y tú ibais a salir si no no te hubiera llamado, siento haberte despertado. La sonrisa de Maca se hizo aun más amplia - Yo no he mencionado a Vero para nada además, no te hagas la tonta que seguro que sabes que ya no estamos juntas. Teresa ya lo sabe así que supongo que es de dominio público. A Esther le dio un vuelco el corazón, entonces los rumores eran ciertos, habían roto, sin poder evitarlo notó el corazón ligero y agitado, no debería alegrarse de que a Maca le fuera mal pero estaba encantada con la noticia - Algo había oído pero no sabía si era cierto ¿Y con quien saliste entonces? - Maca sonrió divertida, después de una noche relajada se sentía juguetona y sabía que Esther estaba intrigada. - Huy, Huy, Huy ¿es curiosidad o estás celosilla? - La pediatra no pudo ver como Esther enrojecía hasta las orejas pero ¿Quién le mandaba a ella preguntar nada? - No... Bueno yo...es sólo curiosidad...no quería molestar... - ella misma se había metido en ese jardín y ahora no sabía como salir de aquello sin que Maca se diera cuenta de lo mucho que le interesaba la respuesta. Maca no pudo reprimir una carcajada, se imaginaba perfectamente a Esther, seguro que se había puesto como un tomate, le encantaba hacerla sonrojar, recordó el inicio de su relación cuando Esther enrojecía con sólo mirarla - Cariño no me molestas, sólo te estaba tomando el pelo. Salí con Claudia y unas amigas a cenar y luego se les ocurrió ir a bailar ¡hacia siglos que no bailaba tanto! ya no estoy para estos trotes, me duele todo el cuerpo, fíjate que hora es y seguía durmiendo. Además me tome un par de copas y no veas como me duele la cabeza, sólo un par, el vino de la cena y mira como estoy. Creo que me hago mayor. - Seguro que no será para tanto - suspiró aliviada - me alegro de que lo pases bien, hacia tiempo que no te notaba tan contenta. - Bueno, últimamente hemos vivido bajo mucha presión ¿No? Creo que las dos nos merecemos un respiro ¿Qué tal por el pueblo? - Bien ya sabes, mis primos han preguntado por ti y mi madre...mi madre te echa de menos. - Yo también a ella, saluda a todos de mi parte, me gustaría volver a verlos algún día.
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- Sabes que para todos sigues siendo parte de la familia, quizá más adelante podamos hacer algo aquí todos juntos, a los niños les encantaría... - ¿Sólo a los niños? - Bueno y a mi madre y mi familia... - ¿Y a ti? ¿Qué es lo que te gustaría a ti? - ya estaba dicho, las palabras salieron de su boca sin pensar, tal vez producto de la falta de sueño o del alcohol, y de pronto sintió un nudo el estómago, se dio cuenta de que tenía miedo de la respuesta, que si no era la que ella deseaba oír se sentiría morir y todo su buen humor desaparecería para dejarla sumida otra vez en la tristeza. - Maca yo...sabes lo importante que eres en mi vida, pero... - No digas nada por favor, déjame creer que aún hay esperanzas, que todavía me quieres un poquito y que puedo luchar. Si no, no me queda nada Esther y necesito agarrarme a esa posibilidad - No podía creer que estuviera diciendo aquello, definitivamente el alcohol debía seguir corriendo por su organismo y le daba el valor que necesitaba. - Maca...me están esperando, ahora no podemos hablar de esto - Esther estaba totalmente sorprendida, no esperaba que la conversación tomase ese camino y la pilló tan desprevenida que no sabía que contestar. Temía dar falsas esperanzas a Maca, temía confundirse, temía ilusionarse y volver a sufrir, temía engañar a Bea. Tenía que aclarar su mente y era incapaz. - Lo sé, vuelve a la fiesta y gracias por no odiarme. - No podría aunque quisiera y créeme que lo he intentado. Cuídate nos vemos el lunes. Un beso. - Hasta el lunes, dale un besó a los niños de mi parte y otro para ti, Adiós. Esther se giró para salir de la habitación y se encontró con que Bea la miraba seria desde el umbral de la puerta. Su mirada le decía que debía llevar rato escuchando y se sintió nerviosa por su reacción. - Te estaba buscando, ya han empezado a servir la comida - su tono era frío y su mirada parecía taladrarle el alma. - Si, ya bajaba, es que ayer con las prisas se me olvido llamar a Maca para decirle que habíamos llegado bien.
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- Supongo que es lo lógico, si es tan importante en tu vida - dijo recalcando las últimas palabras. - Por favor no seas sarcástica. - ¿Y cómo debo ser? Dejas la fiesta y te subes a escondidas a hablar con tu ex y decirle lo mucho que te importa ¿y qué es eso de lo que no podías hablar? ¿qué debo pensar Esther? - el tono de su voz fue subiendo de volumen a medida que hablaba. - No he subido a escondidas y ya sabes lo que Maca significa para mi, nunca te lo he ocultado, además lo está pasando mal. - Pobrecita ¿tengo que recordarte que esa persona tan importante para ti te puso los cuernos durante meses y se estaba follando a otra mientras tu traías al mundo a su hija? - ¡Bea! no hace falta ser desagradable ya se lo que hizo Maca, las cosas son mucho más complejas, no es tan simple. - ¿Qué veneno te da para que te arrastres así por ella? Tengo que recordarte también que tuve que recoger tus pedazos durante meses. El daño que te hizo, cómo pisoteó tu orgullo. Tu la tienes en un pedestal pero para mi no es más que una vulgar zorra. - ¡Basta Bea! No hables así de ella, no la conoces lo suficiente como para opinar. No es tan fácil, la situación que vivimos hizo... - ¡Deja de justificarla de una vez! conozco a las que son como ella, van haciendo lo que les viene en gana con los demás, son manipuladoras y egoístas y siempre encuentran a alguna imbécil dispuesta a recibir las migajas que quieran darle, a arrastrarse con tal de tener un poco de su atención, a perdonarles todos sus disparates. - ¡Maca no es así, no se quien te ha hecho tanto daño como para pensar tan mal de todo el mundo, pero no juzgues lo que no sabes! - Bea sostuvo la mirada de Esther, la enfermera vio en sus ojos mucho dolor, mucha rabia contenida y se sentía culpable, porque sabía que hasta cierto punto tenía razón pero ella también tenía su parte de culpa en esta historia y desde luego Maca no era como Bea la pintaba. Las dos se habían hecho daño pero no intencionadamente - Volvamos al jardín, intentemos pasar una tarde agradable, por favor no quiero discutir más. - Esther, no soy como tú, yo no voy a permitir que me engañes ni a esperarte toda la vida, te lo dije en su momento si no me quieres al menos ten el valor de ser sincera, pero no juegues conmigo. - No estoy jugando contigo pero ya te dije que mi situación era complicada. No puedo borrar mi pasado de un plumazo y Maca no va a desaparecer de mi vida, tenemos 33
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demasiado en común. No voy a engañarte pero ahora mismo tampoco puedo prometerte amor eterno, si no puedes con ello lo siento, yo no puedo hacer nada, tú ya sabias que estaba casada cuando empezamos a salir. Bea se acercó a abrazarla y le susurró al oído - ahora ya no estas casada, voy a hacer que te olvides de ella, voy a conseguir que salga de tu vida, aún no se como, pero lo haré porque te quiero y se que ella sólo te hará daño, ya te ha engañado una vez y volverá a hacerlo cuando le convenga. No te das cuenta pero no se merece tu dedicación . - Bajemos a la fiesta, no hablemos más de Maca por favor, es tu fiesta de cumpleaños, no dejemos que se estropee, además tengo que darte tu regalo. - El único regalo que quiero eres tú - dijo mirándole a los ojos. Esther sintió que se derretía, sintió que no se merecía tanto amor, que era miserable por no poder corresponderle del mismo modo y amarla sin reservas - Entonces hoy tendrás dos regalos y puedes estar segura de que me esforzaré para que el segundo te guste más se besaron dándose un anticipo de lo que estaba por venir y bajaron a la fiesta como si no hubieran discutido, aunque sobre sus cabezas planeaba la sombra de la duda. Cuando el lunes sonó el despertador Maca se despertó contenta. Por primera vez en mucho tiempo había dormido de un tirón. La salida con Claudia y la conversación con Esther le habían levantado el ánimo, pensó que quizá no estaba todo perdido. Se vistió y desayunó en un tiempo récord, tenía prisa por llegar al hospital, quería ver en los ojos de Esther lo que le había parecido oír por teléfono el sábado. Llegó temprano y saludo a Teresa. - Buenos días guapa ¿Que tal el fin de semana? - Pues ya ves, como siempre, gente entrando y saliendo, accidentes, cólicos, esas cosas. ¿Y tu? Te veo muy contenta y te has puesto muy guapa hoy. - ¿Yo? Lo normal - No, lo normal no que hoy te veo muy bien. - ¿Qué pasa? ¿Qué el resto de días vengo hecha un asco? - No hombre no digo eso. Si tu siempre estás muy guapa. - ¿Ah si? ¿No me estarás tirando los tejos? - ¡Ay por Dios que cosas dices! 34
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- ¿Ha llegado ya Esther? - No, todavía no. ¿Qué? ¿Hay reconciliación a la vista? - ¡Teresa como eres! Sólo quiero hablar con ella, no te montes películas. - ¡Desde luego es qué os traéis unos líos! Que si me hablo, que si me dejo de hablar, que si ahora te quiero y luego no. Con lo bien que estáis juntas no se por qué os tenéis qué complicar tanto la vida. - Pues ya ves, que nos va la marcha ¿Le dices a Esther cuando llegue que me busque? - Claro hombre, aquí está Teresa de secretaria para todo. - Anda si te encanta - dijo mientras le besaba la mejilla. - ¡Quita zalamera! Y vete a cambiar que tienes que trabajar. Maca se dirigió a su despacho sonriendo, le encantaba hacer rabiar a Teresa. Se puso la bata y se dispuso a mirar los partes de incidencias del fin de semana. Cuando iba a sentarse algo captó su mirada, encima de su mesa había un sobre marrón bastante grueso que no recordaba haber visto ahí cuando se marcho el viernes. El corazón se le disparo en el pecho cuando lo abrió y vio su contenido. Sacó las fotografías y se estremeció. Montones de imágenes se desplegaron ante sus ojos, fotografías de sus hijos saliendo del colegio, de ella con los niños en el parque, Esther con los niños y Bea - No, no, no - sintió que le fallaban las piernas y tuvo que sentarse, un sudor frío recorrió su cuerpo - por favor, mis hijos no - En las fotografías donde ella aparecía su cara estaba tachada con un rotulador rojo. Había más fotos, muchas más. Las últimas eran de Esther y Bea en lo que parecía ser una habitación de hotel, eran muy explícitas y en ellas se podía ver a la pareja haciendo el amor apasionadamente. Maca no podía apartar la mirada de esas fotos, las dos desnudas sobre la cama piel con piel. Sus bocas devorando cada centímetro, sus manos explorando rincones que ella sobradamente conocía, se quedó como hipnotizada y no podía dejar de mirar aunque deseaba no hacerlo. Los golpes en la puerta la despertaron del trance en que se hallaba, intentó guardar las fotos pero no fue lo suficientemente rápida. - Hola ¿Me buscabas? - Esther entró con una sonrisa que se le congeló y transformó en una mueca grotesca cuando vio lo que había encima de la mesa - ¿Pero qué...? ¿Me has estado espiando? No me lo puedo creer ¡No puedo creer que hayas caído tan bajo! ¡Tú estás mal de la cabeza!... - Esther no es lo que piensas. 35
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- ¡Qué no es lo que pienso! ¡Y qué narices es! ¡Tu no estás bien Maca! No puedes ir metiéndote así en la vida de la gente, esto es retorcido y repugnante, es... - ¡Esther! - el grito de Maca la sobresaltó - ¡Joder estas fotos no son mías! - ¿Cómo que no son tuyas? - Es lo que trato de explicarte, que no las he hecho yo, que alguien me las ha dejado en el despacho. - ¿Pero por qué, quién iba a hacer algo así? - No tengo ni idea, llevo días recibiendo anónimos amenazadores y alguna llamada en la que nadie contesta. - ¿Anónimos? ¿llamadas? ¡Por eso contestaste así al teléfono el otro día! ¡El paquete que dejaron en mi taquilla! ¿también es de ese chiflado? ¿Desde cuando te está pasando esto? - Desde la semana pasada. Primero fueron las notas, luego las llamaditas y ahora esto dijo señalando las fotos. Esther cogió las fotografías y enrojeció al mirarlas, verse así con Bea y sobre todo delante de Maca hacía que se muriese de vergüenza. Reconocía perfectamente el lugar, ella y Bea habían estado en ese hotel al inicio de su relación, un sitio muy romántico en la Sierra donde solían escaparse lejos de las miradas indiscretas. Pronto dejó a un lado su vergüenza y pasó a un estado de estupor, ante sus ojos aparecieron las fotos de sus hijos lo que disparó en ella todas las alarmas. - Maca, los niños. - Lo sé, yo también estoy asustada. - ¿Asustada? ¿Y cuando pensabas contarme todo esto? ¿O es que tanta salida nocturna te ha licuado el cerebro? - Pensé que no era nada, algún tipo de broma de mal gusto. - Claro Maca, para que vas a darle importancia ¿No te das cuenta que esto nos afecta a todos? ¿De qué nuestros hijos pueden correr peligro? ¿No tienes ni idea de quién esta detrás de esto ni de que quiere? - No, no pensé que fuera nada grave, yo... - Ese es tu problema que nunca piensas en las consecuencias de tus actos y así nos va, tú 36
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sólo miras hasta donde llega tu ombligo, el resto te importa una mierda - su tono de voz había subido considerablemente y Maca se puso a la defensiva. - Eso no es así, estás siendo injusta. - Si claro, pobrecita Macarena, es una incomprendida ¡Si ella nunca tiene la culpa de nada! - ¿De que estamos hablando ahora? ¿De los anónimos o de lo nuestro? porque tampoco se puede decir que tu pensaras mucho en las consecuencias de tus actos cuando te quedaste embaraza de Raúl ¿no? - ¡Bien, estupendo! Venga, vamos a perder el tiempo lanzándonos basura en vez de preocuparnos por quien coño nos está haciendo esto. Y digo nos porque aunque tu no me has hecho partícipe, esto nos afecta a las dos y te juro que como les pase algo a los niños... - !Esther! No va a pasarle nada a los niños, en cuanto acabe mi turno voy a poner una denuncia en comisaría ¿Puedes hacerme el favor de recogerlos tú del cole y llevármelos a casa? - Claro - contestó más calmada, ver aquellas fotos y el hecho de que Maca no le hubiese contado lo que estaba pasando había hecho que perdiera los nervios - ¿No tienes ni idea de quien puede estar interesado en hacerte daño? - No sé Esther, le he dado mil vueltas, incluso llegué a pensar que Vero o tú podríais estar implicadas. -¿Yo? Vaya no sabía que ahora tenias tan mala impresión de mi. - No es eso Esther, es que sé que te he hecho mucho daño y a Vero también y la persona que está haciendo esto está muy dolida conmigo. - Más que dolida, por lo que cuentas parece que te odia y yo nunca te he odiado Maca, ni querría que sufrieras de ninguna manera. - Lo siento Esther, de verdad que lo siento. Supongo que la policía querrá hablar contigo, yo no quería que te vieses involucrada y que todos nuestros trapos sucios corrieran de boca en boca. - Bueno, es un poco tarde para eso, ya estamos en boca de todo el hospital así que un poco más no importa, ahora lo primero es saber quien está haciendo esto y proteger a nuestra familia porque, a pesar de todo, somos una familia ¿No? Las palabras de Esther llegaron a lo más profundo de su alma, no importaba lo que ocurriera, Esther tenía razón, eran una familia y cuando se trataba de proteger a los suyos 37
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ambas eran capaces de olvidar todos sus problemas y luchar codo con codo. De enfrentarse a cualquier cosa, de luchar contra viento y marea si era preciso. Daba igual lo que ocurriera entre ellas porque eso no podría cambiarlo nada ni nadie. Los ojos de Maca brillaban incapaces de contener el torrente de emociones que sentía en su interior, no quería llorar, quería mostrarse fuerte pero no pudo, sus sentimientos estaban a flor de piel y lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por sus mejillas. - No llores Maca - se acercó a ella y la abrazó con infinita ternura. Tenerla así entre sus brazos le trajo muchas sensaciones conocidas, su cuerpo la traicionaba ante el contacto de esa piel que tanto añoraba y verla así de vulnerable la desarmo por completo. Maca se aferraba a ella con desesperación y Esther se sintió fundir por dentro. El resto del mundo desapareció, sus miedos, sus problemas, todo, sólo existía ese instante, ellas dos abrazadas sintiéndose. Maca se separó de aquel abrazo y se encontró a escasos centímetros de la boca de Esther, no lo pensó, se dejó llevar por esos labios que la atraían sin remedio y la beso, un beso tierno, dulce y cálido. Esther se sorprendió respondiendo a ese beso con pasión, era cómo si su boca tuviera vida propia, su cerebro gritaba que parara, se encendieron todas las luces de alarma pero no podía, simplemente su lengua no respondía a sus órdenes, se aferró a esa boca cómo si en ello le fuera la vida. Maca por su parte tomó la nuca de Esther y la sujetó con fuerza profundizando más en ese beso que las estaba dejando sin aliento. Los golpes en la puerta rompieron el hechizo, ambas se separaron y bajaron la vista. - Adelante - contestó Maca, Javier entró al despacho y se quedó cortado, tenía la sensación de haber interrumpido algo. - Perdona Maca pero necesito verte en mi despacho en cuanto puedas. Tenemos que arreglar lo de la coordinación de trasplantes, los del provincial me están dando la lata con este tema y hay que solucionarlo cuanto antes. - Vale, ahora mismo voy, dame unos minutos. - Si claro - dudó - te espero allí - miró a ambas antes de salir hacia su despacho, estaba seguro de que Maca había llorado y Esther no había levantado la vista del suelo en todo el rato ¿Qué les ocurría ahora a estas dos? Sólo esperaba que no afectara a su trabajo. Cuando Javier abandono el despacho las dos se quedaron en silencio sin saber que decir, Esther fue la primera en reaccionar. - Maca lo siento, no se lo que me ha pasado, supongo que verte tan vulnerable, estabas llorando y yo...me he dejado llevar por el momento. No volverá a pasar, lo siento mucho. - ¿Tan terrible ha sido para que lo sientas tanto? 38
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- No, no es eso. Pero no quiero que haya malos entendidos, esto ha sido un momento de debilidad sólo eso, no quiero que pienses que entre tu y yo... - Si, ya lo entiendo, vamos que no me haga ilusiones porque lo nuestro se acabó y tu no sientes nada por mi ¿Es eso? - Esther permaneció en silencio sin saber que decir - Pues no te creo mi vida, tu beso decía otra cosa y puedes disfrazarlo como quieras pero te engañas a ti misma. Maca salió y se dirigió al despacho de Javier. Esther se quedó sola y totalmente confusa. Ese beso la había trastornado y por mucho que le dijera a Maca que no había significado nada, su estado decía todo lo contrario. Si no hubiera entrado Javier no sabía que habría pasado, no estaba segura de haber podido frenar su deseo. Pensó en Bea, le había jurado que no la engañaría, de sobra sabía lo que dolía la traición, y sin embargo no había dudado en entregarse a ese beso sin poder hacer nada por evitarlo, había estado a punto de romper su promesa. La pediatra tenía razón, se engañaba a si misma ¡Claro que sentía algo por Maca! ¿Había dejado de sentirlo alguna vez? Ahora no podía centrarse en eso, Maca iba a necesitar más que un beso para arreglar las cosas. Algo se había roto en su interior y no iba a ser fácil arreglarlo, la quería, la deseaba, pero no confiaba en ella y una relación sin confianza acabaría destruyéndolas a ambas. Volvió a ver las fotos en el escritorio, primero tendrían que arreglar ese problema antes de pensar en nada más. Maca llegó al despacho de Javier con el corazón acelerado y sintiendo el sabor de Esther aún quemándole en la boca, sabía que su ex mentía descaradamente al decir que sólo había sido un momento de debilidad pero no quería reconocerlo, no iba a ponérselo fácil y no la culpaba por ello. Llamó a la puerta desganada, lo que menos le apetecía en ese momento era hablar con su jefe. Javier la hizo pasar - siéntate, ahí están las carpetas de la coordinación de trasplantes... - Javier, hoy voy a necesitar irme un poco antes, tengo que arreglar un asunto. - ¿Estas bien? Antes me ha parecido que estabas llorando. Últimamente te veo con mucha presión y esto puede llevarte a cometer errores que aquí pueden ser graves. Si no estás en condiciones me lo dices y buscamos una solución, puedo buscar a alguien que te sustituya durante un tiempo de la dirección de urgencias, hasta que soluciones tus problemas. - No me toques las narices Javier, sé perfectamente separar mi vida laboral de mis problemas personales. Que yo sepa hasta ahora no he cometido ningún error. - ¿Si? Pues la gente me comenta que últimamente andas distraída y más borde de lo habitual. - La gente siempre chismorrea cuando no les das lo que quieren y no tienen que hacer. Si alguien tiene una queja formal que la presente por escrito, si no creo que esta conversación ha terminado. 39
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- Ves, a esto me refiero, ya no se puede hablar contigo. - Claro y tu eres el paradigma de la comprensión. Javier que nos conocemos hace años y tu te has vuelto tan borde o peor que yo desde que te nombraron director del hospital. - Mira no quiero discutir, sólo quiero que soluciones tus problemas y te centres en el trabajo. - No creo que mi problemas hayan afectado a mi trabajo. Pero gracias por preocuparte ¿Podemos seguir con lo de los trasplantes? Tras salir del despacho de Javier se fue a buscar a Claudia, la frustración del beso con Esther y el cruce de palabras con su jefe habían acrecentado su mal humor. Necesitaba desahogarse, la mañana apenas había empezado y ya se sentía agotada. La encontró en la rotonda buscando unos informes. - Claudia necesito un café ¿Puedes? Nada más ver su cara comprendió que estaba de muy mal humor - Para ti siempre tengo tiempo. Vamos - Se sentaron en el rincón más apartado de la cafetería, lo más lejos posible de oídos indiscretos aunque allí era difícil. Maca puso al día a Claudia de todo lo ocurrido desde que se vieran el viernes, vaciando su corazón. - ¿Y dices que te ha devuelto el beso? Pero eso es estupendo, entonces hay posibilidades ¿no? - No te adelantes que enseguida se ha arrepentido, me ha dicho que ha sido un momento de debilidad ¿te lo puedes creer? - Bueno pero es normal, se está haciendo la dura. Querrá castigarte un poquito, en el fondo te lo mereces por ser tan boba. - Que maja eres Claudia, yo también te quiero. - Ya te dije en su momento lo que pensaba de esto y que te estabas equivocando, así que ahora no te hagas la ofendida - dijo con una sonrisa. - Lo que ahora me preocupa es lo de las fotos. Por más vueltas que le doy no sé quien puede estar detrás. - Ve a la policía y déjalo en sus manos, se ha convertido en algo más serio de lo que pensabas, aunque estos acosadores rara vez pasan de las amenazas. 40
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- Ya Claudia pero es tan desagradable, no veas la impresión que me ha dado ver a mis hijos en las fotos. - Me imagino ¿Y las de Esther y Bea? Bueno de eso mejor ni hablamos. Me era imposible dejar de mirarlas, que retorcido ¿No? - Y Esther no te ha dicho de cuando son. - Pues con todo lo que ha pasado ni le he preguntado. Además no creo que le apeteciera contarmelo, estaba muerta de vergüenza y se ha puesto roja como un tomate, y a mi te aseguro que tampoco me interesa saber mucho del tema, bastante tengo con tener en la retina esas imágenes grabadas para siempre. Supongo que tendremos que hablar más tranquilas, la policía podrá empezar desde ahí, alguien habrá tenido que revelarlas y montar un dispositivo para hacerlas sin que se dieran cuenta. - Por lo que describes de las fotos no creo ni que se hubieran dado cuenta si se les cae el techo encima ¡con lo bien que se lo estaban pasando! El fotógrafo podría haber estado al pie de la cama y ni se habrían enterado. - ¡Claudia no seas bruta, que duele! - Perdona - dijo riéndose - sólo bromeaba, quiero que te relajes un poco. Verás como todo se arregla. - No sé Claudia, parece que últimamente me he convertido en un imán que sólo atrae problemas, con Esther no hago más que meter la pata, no se cómo acercarme a ella sin que se ponga en tensión. Espero que esta rachita acabe cuanto antes, porque yo no se sí voy a poder con todo. Sé que tengo una oportunidad con Esther, pero tengo que ir con pies de plomo y ahora con esto no sé cómo va a reaccionar. Seguro que me echa a mi la culpa. - Dale tiempo, no fuerces las cosas. Eres muy impaciente y en estas cosas hay que ir despacio, trabájatelo , que se sienta el centro de tu universo. Necesita sentir que no puedes vivir sin ella, tendrás que rebajarte un poquito guapa, y ser tú la que pones toda la carne en el asador. Vamos lo que se suele decir volver con las orejas gachas, que no es precisamente tu fuerte. - Espero saber hacerlo Claudia, te juro que tengo clarísimo lo que quiero, pero no se sí sabré como lograrlo. Cuando estoy con ella no hago más que cagarla, me sale el maldito orgullo y no puedo controlarlo. Siempre ha sido así y antes le gustaba.
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- Antes no le habías puesto los cuernos y esa vena borde que tienes puede resultar encantadora, pero en ciertas ocasiones juega en tu contra, sobre todo si la otra persona está dolida. - Supongo que tienes razón, ya te contaré. Gracias por escucharme. Maca no volvió a coincidir con Esther lo que le quedaba de turno, no sabía muy bien si por el trabajo o porque la enfermera la evitaba, el caso es que ella tampoco forzó el encuentro, ya habría tiempo para retomar la conversación. Una hora antes de acabar su jornada fue a buscarla, quería avisarle de que se iba a la comisaría y asegurarse de que le llevaría a los niños. La encontró haciendo su ronda de enfermos - Hola, me marcho ya a la comisaría - le dijo con cautela. - Vale, en cuanto termine mi turno recojo a los niños y los llevo a tu casa. Te esperamos allí. - ¿Tienes las llaves? - Si, siempre las llevo en el mismo llavero por si acaso. - Perfecto, te llamo en cuanto salga de comisaría. Esther... - se moría por retomar la conversación que interrumpió Javier, por hacer que reconociera lo que sentía y confesara que ese beso había significado mucho más, pero no se atrevía, Claudia tenía razón, mejor no forzar las cosas. - ¿Si? - No, nada, luego hablamos en casa - salió del hospital sintiéndose de nuevo agotada. No tenía no idea de como iba a salir de este lío. Maca llegó a la comisaría, un policía escucho el motivo de su visita y la condujo a un pequeño despacho Donde tuvo que esperar un buen rato. Un moderno escritorio con infinidad de carpetas amontonadas, dos sillas gemelas, un archivador metálico sobre el que descansaba una solitaria planta que había conocido días mejores y un corcho repleto de chinchetas y anotaciones, eran el triste decorado que podía contemplar mientras esperaba. El inspector Suárez, un tipo bajito con cara de ratón de biblioteca iba a encargarse de su caso, sus ojos no parecían detenerse ni un momento y cuando se presentó estrechó con fuerza la mano de Maca. Escuchó atentamente sus explicaciones y le pidió que le dejará ver todo el material que había recibido. Examinó las notas y revisó detenidamente las fotografías mientras sacaba una carpeta de papel marrón de un cajón del escritorio. Maca esperaba impaciente a que dijera algo mientras observaba como sus ojos seguían moviéndose de un lado para otro sin descanso.
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- ¿Y cuándo dice usted que empezó esta situación? - dijo levantando la mirada y descansando la vista por un breve instante. - Pues hará una semana, primero los anónimos, luego las llamadas y ahora las fotos. - ¿Y no tiene una idea de quién pudiera querer hacerle esto? - Pues la verdad es que no, le he dado mil vueltas y no se me ocurre que nadie pudiera llegar tan lejos. - Ummm. Y dice usted que esta señorita de las fotos es su ex mujer con su nueva novia ¿correcto? Maca se puso tensa de inmediato, ahora es cuando venían los comentarios sarcásticos sobre su vida privada - Pues sí ¿Algún problema? - contestó a la defensiva. - No, no se equivoque señorita, a mi su vida íntima me da lo mismo, sólo me interesa porque puede estar relacionado con el caso. No me gusta dejar nada a tener en cuenta. La pediatra suspiro aliviada, parecía que el inspector no iba a profundizar demasiado en la herida - Perdone, es que todo esto me ha puesto muy nerviosa, al principio no le di importancia pero ahora con las fotos.... - Entiendo, quiero que sepa que no es fácil dar con estos acosadores hasta que sobrepasan la línea o cometen algún error. La mayor parte lo único que pretenden es amargarle la vida a su víctima, pero no pasan de ahí. También tiene que saber que tendremos que hablar con la gente de su entorno, lo que puede resultar molesto o embarazoso ¿se lleva bien con su ex? - Si, tenemos tres hijos y trabajamos juntas, mantenemos una relación cordial. No me importa con quién tenga que hablar, lo que sea con tal de que esto pare y que mi familia esté a salvo. - Bien, me quedaré todo este material y empezaremos desde ahí a ver si podemos seguir el hilo de las fotos. Necesitaré hablar con su ex mujer cuanto antes, así que si pudiera pasarse por comisaría nos ahorraría trabajo. Con el resto ya hablaremos según sea necesario, tampoco es cuestión de molestar a nadie sin necesidad. - No hay problema, Esther se pasará en cuanto pueda. Gracias por todo y le agradecería que me informara de cualquier avance. Estamos preocupadas, sobre todo por los niños. - No se preocupe, estaremos en contacto, de momento le aconsejaría que cambiara sus rutinas, sólo por precaución, lleven a los niños por otra ruta al colegio, escojan otro 43
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camino para ir al trabajo, cosas así. Si vuelven las llamadas o anónimos avíseme, tendríamos que intervenir su teléfono. De momento eso es todo lo que podemos hacer. - Bien, gracias de nuevo. -Señorita Wilson, haremos lo que podamos, pero quiero que no se haga demasiadas ilusiones al respecto, ya le he dicho que no es facil atrapar a esta gente si no se exceden demasiado. Tómeselo con paciencia, normalmente se cansan después de unos meses y todo queda en un incidente desagradable. - Entiendo inspector, no es fácil tener paciencia cuando te sientes amenazada, sobre todo si piensas que tu familia puede correr peligro. Gracias por su tiempo. Maca abandonó el despacho con buenas vibraciones, el inspector a pesar de su extraña apariencia, parecía un tipo serio y meticuloso, al menos la había tomado en serio y lo que le había contado no le pareció una tontería de mujer histérica. Después de salir de comisaría se dirigió a casa, Esther ya debería haber llegado con los niños y le apetecía mucho estar con su familia. Antes de entrar ya oía la voz de Pedrito que cantaba algo a pleno pulmón. Sonrió mientras abría la puerta imaginando como sería poder disfrutar de aquello todos los días como antes. Llegar a casa del trabajo, abrir la puerta y encontrarse con su familia, poder dar un beso a los niños al acostarlos y acurrucarse con Esther en el sofá a descansar, ver la televisión u oír música entre sus brazos, irse a la cama temprano y hacerle el amor, dormirse abrazada a su cuerpo, sintiendo su respiración y el calor de su piel, sintiendo que todo estaba en calma, que todo estaba en su sitio. Cuando entró, la revolución estalló en el salón. Pedro y Patricia corrieron a su encuentro a voz en grito, incluso la pequeña Paula a la que Esther tenía en brazos se contagio de la algarabía general y empezó a gritar de alegría. - ¡Vaya esto si que es un recibimiento! - Dijo mientras besaba y abrazaba a los pequeños. Luego se acercó a Esther que sonreía con la niña en brazos, fue a darle un beso pero su ex le entregó a la pequeña para evitarlo, ella fingió no haberse dado cuenta y cogió a la pequeña que alargaba sus bracitos regordetes reclamando la atención de su madre, aunque sintió que un viento frío se paseaba por su corazón - ¿Y tú qué dices mi vida? ¿También quieres un abrazo? - estrechó a la niña y la apretó contra su cuerpo sintiendo el aroma y la calidez de su bebé. Nada era comparable a aquello y el hecho de saber que alguien amenazaba la seguridad de sus hijos le ponía los pelos de punta - Ya he puesto la denuncia, tendrás que pasarte a hablar con ellos cuanto antes, el inspector Suárez me ha parecido bastante serio, creo que no ha pensado que estamos locas. - Menos mal, me preocupaba un poco que no nos hicieran caso y se lo tomaran a broma. - Me ha aconsejado que cambiemos las rutinas diarias, por precaución. Lo siento Esther se que todo esto es un trastorno para ti. 44
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- Tu no tienes la culpa ¿No? - Eso espero, no sé lo que he podido hacer para que alguien nos haga esto. Bueno, al menos ha servido para que nos acerquemos un poco, porque últimamente no hacíamos más que discutir - la referencia al beso puso nerviosa a la enfermera. - Se me hace tarde y quiero pasar por comisaría antes de volver a casa - estaba claro que Esther no quería hablar de ellas. - ¿No quieres hablar de lo que ha pasado en mi despacho? - Ya te dije que no había sido nada, que ese beso no cambia las cosas, además no creo que este sea el momento de hablar de nosotras, tenemos cosas más importantes que resolver. No te voy a negar que sigo sintiendo algo por ti pero tengo dentro demasiado rencor y he empezado otra relación, Bea es muy especial para mi... - ¿Pero no me cierras la puerta del todo? - Maca cortó la explicación de Esther, no quería oír hablar de ella, no quería saber nada de Bea, sólo su mención hizo que el estomago de Maca se contrajera a la mínima expresión y que recordara las dichosas fotos. - Ni te la abro - contestó con gesto serio - Primero tengo que aclararme yo y ser sincera con Bea, no voy a engañarla, así que no me presiones, dejemos esto para otro momento por favor, tengo que marcharme - salió de casa de Maca sin darle la oportunidad de decir nada más, no quería volver sobre lo mismo, el beso del despacho estaba demasiado cercano y no sabía si sería capaz de controlarse si Maca se acercaba demasiado. Cuando al día siguiente Esther llegó al hospital Teresa se dio cuenta de que no había pasado buena noche. Las ojeras indicaban que no había dormido bien y su cara que algo le preocupaba. Iba a preguntar pero el gesto de la enfermera contuvo su curiosidad. Esther firmó el registro y se fue directa al vestuario. No había dormido bien. Tras salir de casa de Maca pasó por comisaría donde tuvo que responder a un sin fin de preguntas, se sintió fatal explicándole a un completo desconocido los motivos de su separación. Tuvo que volver a ver las fotos en las que estaba con Bea y explicar donde tuvieron lugar sus encuentros amorosos. Cuando al fin terminó se fue a su casa y acabó discutiendo con Bea que parecía no entender por que tenía que involucrarse en los problemas de Maca. Bea acabó marchándose a dormir a su apartamento y ella se quedó sola, algo que agradeció profundamente. Estaba agotada, su mente no podía afrontar más quebraderos de cabeza, tenía que tomar decisiones y pronto o se volvería loca. Se cambió y se dispuso a empezar un día de trabajo, al menos eso la distraería de sus problemas. Por el pasillo iba tan distraída que se chocó con Vero tirando al suelo todas las carpetas que ésta llevaba en la mano. 45
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- ¡Huy! Perdona Vero no te había visto - se agacho ayudándole a recoger todos los papeles esparcidos por el suelo. - Ya me imagino, no te preocupes. Oye ¿Has visto a Maca? La estoy buscando y creo que todavía no ha llegado. - ¿A Maca? No, estará en su despacho. - No, vengo de allí y no está. Es que habíamos quedado a primera hora para revisar un caso y la llamo al móvil y salta el buzón. - Tenía que llevar a los niños al colegio, igual se ha retrasado. Con Pedrito no hay forma de ser puntual en eso se parece a mi - lo dijo con una sonrisa aunque un pellizco de inquietud se había asentado en su estómago. - Ya pero el caso es importante, tiene que pasar por la junta mañana, ya sabes como es Maca con estas cosas, es muy puntual y me extraña que no haya avisado de que se retrasaría, aunque últimamente tiene la cabeza en las nubes - Apenas terminó de decir la frase cuando Maca apareció al fondo del pasillo con cara seria. - Estáis aquí, os estaba buscando. - Anda guapa que te llevo esperando dos horas ¿Qué te ha pasado? - ¿Podéis venir a mi despacho? - Vero y Esther se miraron y siguieron a Maca que ya había comenzado a andar. Cuando entraron Maca cerró la puerta y las miró con la cara desencajada. - He querido que estéis las dos porque creo que cualquiera que esté en mi entorno cercano debe estar prevenido, esto ya es algo más que unas simples amenazas. - ¿Qué ocurre Maca? - preguntó Vero con cara de preocupación. - Nos estas asustando ¿los niños están bien? - Esther se había quedado pálida, sabía que lo que Maca iba a decirles no era nada bueno. - Esta mañana cuando iba a llevar a los niños al colegio me he encontrado con las cuatro ruedas del coche rajadas y los laterales llenos de arañazos - Esther se tapo la mano con la boca ahogando un gemido. - ¿Pero quien iba a hacer algo así? Será una gamberrada - preguntó Vero con cara de no entender nada.
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- Verás Vero, es que últimamente han ocurrido varias cosas que no te he contado - Maca resumió a la psiquiatra la situación y su cara fue cambiando de expresión al ir escuchando la historia - Te cuento esto porque además de ser parte implicada por la relación que hemos mantenido, me interesa mucho tu opinión como profesional y la policía querrá hablar contigo. - Pero Maca ¡qué me estas contando! ¿Por qué no me has dicho nada antes? - Porque es una cabezota y se cree que puede resolver todos los problemas ella solita contestó Esther antes de que Maca pudiera abrir la boca - ¿Y los niños? - Bien, al principio Pedro se asustó un poco, pero le conté un cuento chino y pareció creérselo. Cogí un taxi y los lleve al cole, luego he pasado por comisaría para poner la denuncia por eso vengo tan tarde. - ¿Y qué te han dicho? ¿Hay novedades? - preguntó ansiosa Esther. - Es muy pronto aún, están siguiendo el hilo de las fotos pero todavía no tienen nada. El inspector Suárez se ha quedado preocupado con lo del coche, quien quiera que esté haciendo esto ha dado un paso más, ya no se conforma sólo con amenazar. - Maca, tengo miedo por los niños ¿Qué vamos a hacer? - No tengo ni idea Esther, he pensado que a lo mejor deberíamos mandarles a Jerez con mis padres ¿Vero tu que opinas? - La verdad es que me dejas pasmada no sé, no tengo todos los datos, tendría que leer las notas, ver las fotos. No sé "chiqui" quien quiera que sea parece que no va a desistir - a Esther ese "chiqui" se le clavó en el alma, como odiaba que Vero llamase a Maca así, revolvía en ella sentimientos aún no superados y a pesar de la gravedad del tema que estaban tratando el fantasma de los celos la golpeó en la boca del estómago - tendríamos que revisar tus casos, puede que algún paciente o familiar la haya tomado contigo culpándote de alguna decisión. - ¿Y alguien del trabajo? - preguntó Esther - últimamente la gente anda un poco mosqueada contigo, estas un poquito insoportable. A Maca le molesto el comentario - Si vamos por ahí también puede ser Raúl, no es un secreto que no nos soportamos. - Ya pero no veo a Raúl haciendo esto. Pese a lo que creas no es mal chico, el no tiene nada en tu contra, eres tú la que no le soporta.
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- Creo que tengo motivos ¿no? Qué se acostase con mi mujer no facilita las buenas relaciones. - ¿No vas a dejar de recordármelo nunca? Porqué yo no me pasó la vida restregandote que me pusiste los cuernos con ella durante meses - dijo señalando a la psiquiatra. - Chicas por favor - intervino Vero intentando sosegar los ánimos. - Lo siento Esther, es que yo ya desconfío de todo el mundo, me estoy volviendo un poco paranoica, fijate que llegué a pensar que podíais ser alguna de las dos. - ¿En serio? - dijeron las dos casi al mismo tiempo. - Que quieres que te diga si tuviera que acosar a todas las tías con las que he roto no tendría ni tiempo para respirar, además yo no tengo paciencia para vengarme poco a poco, te habría estrangulado hace semanas - Vero intentó quitar tensión al asunto. - La verdad es que yo tampoco tengo mucho tiempo libre para acosar a nadie y también hubiera optado por acabar contigo de forma rápida - dijo Esther con media sonrisa. - Gracias chicas, me quedo mas tranquila, da gusto tener unas ex tan majas. Menos mal que sois pacíficas que si no... - las tres se relajaron un poco y rieron más calmadas - Creo que voy a hablar con Javier, esto ha ido demasiado lejos y a lo mejor se pueden vigilar las taquillas por si vuelve a intentar algo, quizá él tenga alguna idea de quien pueda estar detrás de esto. - Yo si quieres puedo ir repasando los historiales de tus casos por si veo algo raro. - Vero, te estaría muy agradecida. Yo ando escasa de tiempo. Le diré a Teresa que te facilite el acceso a los archivos, aunque los más antiguos están en el de la sexta planta. - No te preocupes, conozco a alguien arriba que no me hará muchas preguntas - salió dejando a Esther y Maca a solas. - Esther siento todo esto, ojalá os pudiera dejar al margen. - No puedes, para bien o para mal estamos juntas en esto - Se miraron sin saber que más decir. - Bueno, voy a hablar con Javier. - Si, yo hablaré con las enfermeras por si alguna ha visto algo raro. Luego me cuentas. - ¿Te busco para tomar un café? 48
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- Vale, aunque no sé como tengo la mañana. Búscame y te digo. Ambas salieron del despacho, Maca hacia el despacho del director, Esther hacia sus obligaciones. Cierto clima de normalidad se había instalado entre ellas. Maca se sentía a gusto, si podían retomar sus conversaciones en la cafetería como solían hacer en el pasado tal vez todo podría ser como antes. Llamó con los nudillos antes de entrar al despacho. - Hola Javier ¿Podemos hablar? - Claro pasa, siéntate. Maca relató a su jefe la situación en que se encontraba, las amenazas anónimas, las fotos y el destrozo de su coche. Javier escuchaba sin que su cara reflejara lo que pasaba por su mente. Maca pensó que parecía una estatua de cera y sintió que a lo mejor no había sido tan buena idea contarle lo que pasaba. - Verás Javier, necesito tu ayuda para dar con la persona que está haciendo esto. No se si a ti se te ocurre quien puede estar detrás pero te agradecería que si pudieras poner una cámara en las taquillas o algo así... - Me encantaría ayudarte pero sabes que eso no es legal, no se pueden poner cámaras en los vestuarios. - Bueno dentro no, pero quizá en la entrada. - No se si tenemos presupuesto para eso. - No me jodas Javier, si hace falta lo pagaré de mi bolsillo, esto es muy serio, te lo pido como amiga no como empleada. - ¿Ahora somos amigos? Vaya. Me encantaría ayudarte pero no tengo mi idea de quien puede hacerte esto, últimamente te has creado muchos enemigos y, que quieres que te diga, has estado bastante desagradable. - ¿Qué me estas diciendo? ¿Qué me merezco lo que me está pasando? - Yo no he dicho eso, sólo digo que hay bastante gente molesta contigo y que no puedo ir poniendo cámaras por todo el hospital. - O sea, que no vas a ayudarme. Sólo te pido una puñetera cámara a la entrada del vestuario pero parece que te cuesta ¿No tendrás nada que ver con todo esto? - No lo dirás en serio, porque si es así no tenemos más que hablar. 49
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- ¿Me estas castigando por tener opiniones distintas a las tuyas? Porque esto se sale del ámbito laboral Javier, te hablo de alguien que está acosando a mi familia y nuestras diferencias en el trabajo deberían quedar al margen. - Yo no te estoy castigando Maca y quiero ayudarte, pero no puedo ir poniendo cámaras así como así, haré todo lo posible por encontrar a quien está detrás de esto si es de este hospital, pero no voy a hacer nada que sea ilegal. Tú que también fuiste directora tienes que entenderlo. Maca se sintió decepcionada, en cierto modo Javier tenía razón, no podía pedirle que pusiera en juego su carrera por ella. - Lo siento Javier, estoy tan desesperada que desconfío de todo el mundo. - Tu y yo hemos tenido nuestras diferencias en el trabajo pero nos conocemos hace mucho y en el fondo te aprecio. Creo que eres una profesional increíble y una mujer muy valiente pero últimamente has estado sometida a mucha presión, te has visto desbordada y no has dejado que nadie te ayude. Creo que es un buen momento para enterrar el hacha de guerra y confiar un poco en la gente que te aprecia. Veré que puedo hacer para ayudarte, algo se me ocurrirá. - Gracias Javier, creo que tienes razón. Toda la ayuda que puedas darme será bienvenida. Si la cosa sigue así no descarto pedirte unos días libres, igual tengo que llevarme a los niños a Jerez. - Maca, todo lo que necesites y esté en mi mano. - Gracias de nuevo. Maca salió del despacho cabizbaja, su intención era buscar a Esther y contarle la conversación con Javier, bueno esa era la excusa porque lo que simplemente le apetecía estar con ella, por el camino se encontró con Claudia que traía cara de pocos amigos - Hola guapa ¿Qué te pasa? Tienes peor cara que yo. - Ni te imaginas lo que me ha pasado Maca. Te juro que yo pongo un circo y me crecen los enanos. - ¿Que te pasa ahora? - Pues el idiota de Aime que me ha llamado. Ahora que ya casi lo tenía superado va y me dice que se ha equivocado, que no supo reaccionar con lo del niño, que si le doy otra oportunidad podemos intentarlo de nuevo y formar una familia y que esta dispuesto hasta 50
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a volver a España. ¿Qué te parece? Te juro Maca que yo no entiendo a los tíos, esto me supera. El pobre Gimeno sigue intentando llevarme al huerto y no sé que hacer. Y encima llevo una mañana horrible, acabo de cagarla con un paciente con el que he perdido los nervios ¿Y tu que tal? - Vaya pues casi llevas peor día que yo, anda que si que estamos bien, Vero podría montar una consulta sólo con la gente de este hospital. Venga que te invito a un café y te cuento, porque lo mío tampoco es que sea una feria. Vamos que tampoco creo que yo pueda animarte mucho. Sentadas en la cafetería se pusieron al día de sus preocupaciones. Maca le contó lo sucedido con su coche y la conversación con Javier, Claudia se desahogó sobre sus sentimientos y sus dudas con respecto a los dos hombres que ocupaban su corazón. - ¿Y con Esther que tal? - Bueno, al menos no discutimos tanto. Está preocupada por esta situación y ha habido algún acercamiento, pero sigue con Bea y no tiene claro que pueda perdonarme, se que me quiere Claudia, pero le da miedo aceptarlo. - Es normal ¿No? Os habéis hecho mucho daño, las heridas tardan en cicatrizar. - Lo se Claudia y no me importa esperar, aunque sabes lo impaciente que soy, pero me da miedo que al final no quiera volver. No sé lo que voy a hacer sin ella. Ahora mismo la necesito y me cuesta mucho no poder abrazarla, cuando la tengo cerca mi cuerpo se descontrola. Se que me he equivocado y que soy yo la que tiene que hacerse perdonar, pero no me esta poniendo las cosas fáciles y sabes como soy cuando no consigo lo que quiero. - Si, insoportable. ¡Ay niña! Tu estas peor que yo. Lo primero es encontrar a quien te está acosando y ponerle fin. Luego ya tendrás tiempo de reconquistar a Esther, yo creo que se hace la dura pero en el fondo debe estar igual que tu. - Bueno, sea como sea tienes razón, lo primero es lo primero, hasta que eso no se solucione lo demás pasa a un segundo plano. En ese momento Vero entró en la cafetería con una carpeta en la mano, buscó entre las mesas y cuando las vio se dirigió a sentarse con ellas. - Hola chicas, he encontrado algo, casi me quedo ciega de tanto leer y me he tenido que remontar a hace tres años pero algo es algo. - ¿Tres años? 51
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- Bueno es que o eres muy buen médico o tus pacientes se resisten a morirse, además como casi todos son niños, pues tu me dirás. Pero mira aquí he encontrado uno que te dio bastante guerra Miguel Gómez ¿Te suena? Maca puso cara de no tener ni idea - Vero veo un montón de pacientes a lo largo del día y si no me das más pistas comprenderás que desde hace tres años... - Ya pero supongo que no muchos pacientes habrán intentado agredirte ¿No? - Yo me acuerdo de ese paciente - Esther había llegado a la mesa sin que las demás se hubieran dado cuenta. - ¿Te acuerdas? - Si Maca, estuviste varias semanas con ese caso, te tuvo bastante preocupada y me acuerdo porque era yo quien tenía que aguantar tu mal humor cuando llegabas a casa. Maca sonrió, es verdad que Esther había tenido que aguantar su mal genio por el trabajo, era incapaz de desconectar y se llevaba los problemas a casa, pero su mujer siempre conseguía animarla y devolverle la sonrisa. Como echaba de menos esa complicidad y esas charlas hasta las tantas de la madrugada, desahogarse con ella y dormirse abrazada a su cuerpo, conseguía espantar su mal humor y suavizar ese carácter que tantos problemas le estaba ocasionando últimamente. Dejó que su mente divagara por aquellos recuerdos y por un momento desapareció de aquella mesa embobada mirando a Esther. - ¿Maca? - ¿Qué? Perdona Vero es qué estaba tratando de recordar. Vero negó con la cabeza, a ella no podía engañarla, se había dado cuenta de donde estaba el pensamiento de Maca y sonrió comprensiva -Te decía que este paciente te atacó, no pasó nada porque Héctor lo contuvo, al final no lo denunciaste pero debiste estar a punto porque lo anotaste en el informe como posible denuncia por agresión. - Refréscame la memoria anda ¿Por qué la tomó conmigo? - Pues entró en urgencias por una pelea doméstica, había agredido a su mujer y la pobre le abrió la cabeza con una botella, los trajo el SAMUR. - Ya me acuerdo, la mujer traía un par de costillas rotas y moratones por todo el cuerpo. No quería denunciar y yo la convencí de que lo hiciera. El marido estuvo varios días en la UCI con una conmoción cerebral y cuando se recuperó y le pusieron la orden de alejamiento se puso hecho una furia. Si no llega a ser por Héctor creo que me hubiera 52
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dado una buena paliza, estaba como loco. Me acusó de meterme donde no me llamaban y de lavarle el cerebro a su mujer. - Si - dijo Esther - y cuando le dimos el alta te dijo que a partir de ese momento tendrías qué mirar todo el rato por encima de tu hombro porque se iba a encargar de que lo pagaras caro. - Pero no lo entiendo, han pasado tres años por qué ahora, ha tenido tiempo de sobra para vengarse, por qué esperar tanto. - Vete tu a saber, quizá ha estado en la cárcel y ha salido ahora, o ha pasado algo que le ha vuelto a recordar aquello, quien sabe. Lo mejor es que se lo comentes a la policía y ellos lo investiguen - comentó Vero. - Si, es lo que voy a hacer, déjame el informe. Voy a llamar al inspector Suárez para quedar con el en comisaría. Cuando Maca llegó a la comisaría tras salir del trabajo pidió hablar con el inspector Suárez. La condujeron al pequeño despacho en la segunda planta y le dijeron que esperara. Tenía ganas de poner fin a todo este asunto, poder centrarse en su trabajo y recuperar su vida. Si estaban en lo cierto todo acabaría pronto y ella podría dedicarse a aclarar las cosas con Esther. El inspector Suárez entró y le tendió la mano, su gesto serio era el mismo que el del día que le conoció y sus ojos seguían con ese baile frenético tan particular - se diría que este hombre no sonríe nunca - pensó Maca. - Hola señorita Wilson. - Maca, por favor, llamame Maca. - De acuerdo Maca ¿Qué puedo hacer por ti? - Mira - dijo tendiéndole la carpeta con el informe - hemos encontrado este historial y pensamos que puede ser importante, es de un paciente que me amenazó por denunciar un caso de maltrato, es una persona bastante violenta y juró vengarse - El inspector hojeó el informe con cara de no estar muy convencido, anotó algunos datos y volvió a mirar a Maca que esperaba expectante. - No creo que vayan por aquí los tiros, pero ahora mismo cualquier pista nos viene bien, lo investigaremos. - Por qué dices eso ¿Hay alguna novedad? - Verás Maca, es pronto para sacar conclusiones pero hemos seguido el hilo de las fotos, resulta que el tipo de papel es especial, pertenece a un estudio fotográfico muy 53
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renombrado que sólo utiliza ese en concreto por su gran calidad, además llevan un control muy estricto sobre sus encargos. Normalmente sólo trabajan para empresas de alto standing, son serios y muy profesionales. Se dedican principalmente al revelado de fotos comprometedoras, casi siempre relacionadas con espionaje industrial, investigaciones relacionadas con familias de la alta sociedad y ese estilo de cosas. La mayor parte de las veces sus trabajos acaban en un juicio, por eso son tan meticulosos y no aceptan cualquier encargo. - Entonces han cometido un error al revelar las fotos de mi acosador, o si han aceptado su encargo es porque él ha mentido sobre el contenido o se ha hecho pasar por otro cliente. - No creo que sea un error Maca, nos inclinamos a pensar que quien ha hecho esto sabía muy bien lo que hacía y tiene sus motivos, podía revelar las fotos en cualquier sitio y ha elegido precisamente éste, uno donde controlan hasta el más mínimo detalle de cada encargo. No, no es un error, quería revelarlas allí y que siguiéramos la pista de las fotos. - Pero entonces no lo entiendo ¿Quiere que le descubran? - Tampoco lo creo, hasta ahora ha sido muy minucioso, se ha tomado mucho trabajo para llevarnos en esta dirección. Lo que quiere es que usted sepa que es él quien controla la situación, que la tiene en sus manos y puede hacer lo que quiera. Hacerle saber que esta muy cerca de usted y que la tiene a su merced. Es muy típico de algunos acosadores, no suelen ir más allá, les basta con jugar con su víctima, despedazar su vida hasta hacerles desesperar, se sienten poderosos, juegan a ser Dios y eso les excita. No quieren acabar con su víctima porque eso finalizaría el juego y el dolor, les gusta alargarlo lo máximo posible. - Dios mío que retorcido es todo esto. No entiendo, pero ¿para qué dejar pistas si no quiere que le encuentren? - Porque normalmente las pistas que dejan conducen a un callejón sin salida, demuestran que está cerca pero inaccesible. Verás, hemos hablado con el laboratorio fotográfico, como ya te dije son muy estrictos con sus encargos, el revelado lo pidió un detective profesional. - ¿Un detective? - Si, parece que él montó el dispositivo para hacer las fotos y estuvo siguiendo a tu mujer y Bea durante un tiempo. Pertenece a la agencia Forman ¿le suena? -.¿Agencia Forman? ¿Cómo no va a sonarme? Es la que usa mi padre cuando tiene dudas sobre algún empleado, bueno y la que usó cuando comenzó a interesarse por mi vida privada y a sospechar que su hija no iba por el camino correcto. - Pues aquí viene lo curioso, alguien de las empresas Wilson se puso en contacto con ellos y les hizo el encargo. Como habían hecho muchos trabajos para su padre nadie sospechó 54
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nada, ni la agencia ni el laboratorio fotográfico. La empresa de su padre es muy grande, investigan a mucha gente, empleados, competencia, posibles rivales, así que no les llamó la atención. - No puede ser ¡Me estas diciendo que alguien de mi familia esta implicado en esto! - a Maca se le revolvió el estómago ¿cómo alguien de su familia iba a hacer algo así? La relación con ellos no era excelente, sobre todo desde que anuló su boda con Fernando y decidió que ya era hora de gritarle al mundo quien era en realidad, pero no se imaginaba a ninguno de ellos haciéndole esto. - No exactamente, puede que sea de su familia o no. Pero desde luego conoce la empresa, el pago se hizo a través de una cuenta a nombre de las bodegas y quien quiera que esté detrás de esto quiso que lo descubriéramos porque no ocultó su rastro, y no creo que fuese por error. - Pero esto es una locura, no puede haber mucha gente con acceso a esos datos. - El departamento financiero de las Bodegas Wilson es muy amplio, allí trabaja mucha gente y cualquiera puede haber tenido acceso a los datos necesarios para efectuar el pago. Eso teniendo en cuenta que sea un empleado, porque también puede ser alguien que conozca a alguien de dentro. Tendremos que empezar desde ahí pero las posibilidades a barajar son demasiado amplias. Va a llevar su tiempo. - Pero entonces mi familia se vera implicada, tendrán que hablar con mi padre y mis hermanos. - Si, eso es inevitable. Lo siento, se que no quería preocuparles pero si como parece esto esta hecho desde dentro, es la mejor manera de atrapar a su acosador. Maca se quedó abatida, lo último que quería es tener a sus padres preguntándole por todo este asunto, la relación con ellos ya era bastante tensa sobre todo después de la separación con Esther. Nunca llevaron bien su relación, lo aceptaban pero se sentían incómodos, cuando les dijo que iban a divorciarse a sus padres les falto tiempo para expresarle su descontento salió el famoso "ya te lo dijimos", "esa boda era una locura y no podía acabar bien". Ahora los reproches volverían a escena. Sus padres tendrían un motivo más para criticar su vida y ella no se sentía con fuerzas para librar otra batalla en ese frente, bastantes problemas tenía ya. Salió de comisaría con un sentimiento de abatimiento total. Todo este asunto escapaba a su comprensión, alguien se estaba tomando muchas molestias por arruinar su vida y no entendía quién podía odiarla tanto. No había vuelto a recibir notas ni llamadas, lo último era el destrozo de su coche, parecía como si su acosador subiera un peldaño con cada acción, iba cada vez un poco más allá y le asustaba pensar cual sería el siguiente paso ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar? Llamó a Esther, necesitaba desahogarse con ella, 55
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necesitaba su calma, su voz que sosegaba su ánimo y era como un bálsamo para sus heridas, se sentía hundida y necesitaba sentirla cerca aunque no pudiera abrazarla. - Hola Esther ¿Podemos vernos? Tengo novedades que quiero contarte. - Pues es que ahora no puedo, he quedado en ir a recoger a Bea. La decepción se pintó en su rostro, ahí estaba Bea otra vez desbaratando sus planes ¿Y más tarde? - Tenemos que hablar, es importante. Si quieres recojo a los niños y los llevo a casa de tu madre para que los vea, así podemos quedar allí, en terreno neutral - bromeo. - Mi madre no es neutral, sabes que te adora y que cuentas siempre con su apoyo. No sé Maca, teníamos que hacer algunas cosas y no sé cuánto tiempo me va a llevar. - Por favor, no te quitaré mucho tiempo, de verdad, necesito hablar contigo. Esther capto la súplica en sus palabras, se le hacía raro ver a Maca tan desesperada y eso ablandó un poco su determinación - Bueno vale, tu lleva a los niños con mi madre y nos vemos allí sobre las seis ¿Te parece? - Gracias Esther. Un beso. - Hasta luego. Maca quedó pensativa, parecía que la relación Esther y Bea seguía su curso, se moría por saber en que situación estaban pero no era el momento. No podía preguntar a Esther, no quería presionarla ni que se sintiera agobiada pero la mataba la curiosidad. No sabía si aquel beso en el despacho había cambiado en algo la relación que mantenían, ni si Esther le había comentado algo a Bea sobre sus sentimientos y dudas. Tendría que tener paciencia, lo que no era precisamente una de sus virtudes y cada vez que Esther nombraba a Bea se le revolvía el estómago, sentía que le estaba robando algo que le pertenecía, no tenía derecho a sentirse así pero no podía evitarlo. Bea no era la culpable de esta situación pero sentía ganas de estrangularla cada vez que se cruzaba en su camino. Con estos pensamientos en su mente se fue a recoger a sus hijos. Al final Esther había accedido a quedar con ella y tenía que aprovechar al máximo cada oportunidad que se le presentara. Cuando llegó a casa de Encarna ésta la recibió encantada. Su suegra siempre había sido adorable con ella y, a pesar de sus problemas con Esther, aún la trataba con cariño. Ella por su parte la quería como a una segunda madre y echaba de menos su entrañable sabiduría, sus consejos y el calor que le brindaba. - Maca hija, que alegría verte. Esther me ha avisado de que vendrías. Estás más delgada, a saber que comerás, tienes que venir algún fin de semana que yo me encargaré de 56
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engordarte y vosotros a la cocina a merendar - dijo todo esto de un tirón mientras besaba efusivamente a sus nietos que reían encantados - ¿Y la pequeña ha merendado? - Si Encarna le di antes de venir ¿Cómo estás? - Pues como voy a estar, deseando que os decidáis y volváis a ser una familia. No se que tenéis las dos en la cabeza además de pájaros, porque ya se lo he dicho a Esther, vosotras os seguís queriendo y se nota a la legua, pero sois demasiado tontas para dar vuestro brazo a torcer y así os va. No se que narices hace mi hija tonteando con esa tal Bea, ni que demonios tenias tú en la cabeza para andar con aquella rubia. Ya se que yo no soy quien para meterme pero no soporto ver como os hacéis daño y como con mi hija no puedo hablar, que en seguida saca las uñas, pues te lo digo a ti. A los labios de Maca asomó una sonrisa, adoraba a aquella mujer que con sencillas palabras resumía lo que todos pensaban. Se acercó a ella y la abrazó dejándose acunar entre sus brazos. - He sido una imbécil Encarna y ahora no sé si Esther va a poder perdonarme. Le he hecho mucho daño y no sé como arreglarlo. Lo siento, he roto esta familia y siento todo lo que os he hecho pasar, no sé si algún día os lo podré compensar - las palabras fluyeron de su interior con facilidad, ojalá le resultara tan fácil hablar así con sus propios padres, todo habría sido menos doloroso. - Vamos, vamos, no te eches todo ese peso a la espalda que esto ha sido cosa de dos, dos tontas de remate, pero dos a fin de cuentas. Como dicen en mi pueblo a lo hecho pecho, así que dejas las lamentaciones y te pones las pilas para luchar por tu familia. No te creas, que esto mismo también se lo he dicho a Esther, pero últimamente no escucha a nadie y menos a mí que dice que me pongo siempre de tu parte y eso no es cierto Maca, de sobra se como te has portado con ella y el daño que le has hecho, pero si quieres a alguien de verdad tienes que ser capaz de perdonar, olvidar es imposible, eso de que las cosas se olvidan es una tontería y menos los engaños. Así que lo que queráis construir deberá ser a partir de esos cimientos, aceptando vuestros errores y mirando al futuro. - Gracias Encarna, lo estoy intentando, te juró que quiero cambiar las cosas pero creo que tu hija está enamorada de Bea, creo que llego demasiado tarde. - ¿Enamorada? Pues hija para ser dos mujeres que poco ojo clínico tenéis para estas cosas, Esther no ha sabido lo que es estar enamorada de verdad hasta que te conoció y eso que tuvo un montón de novios, a cual peor. Y por lo que yo he visto en ti creo que tu tampoco te habías sentido así nunca ¡Qué es muy fácil confundir el amor con otras cosas niña! El sonido de la puerta hizo que las dos guardarán silencio. Esther entró encontrándolas todavía en el recibidor, de pie y calladas, sabía de sobra qué hablaban de ella. 57
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- ¿Pasa algo? - No ¿Qué tiene qué pasar? - Encarna fue la que contestó mientras Maca bajaba la mirada. - Es que como os he oído hablar y cuando he entrado os habéis callado. - Eso es porque Maca y yo tenemos nuestras cosas y a ti no te interesan. - Ya, menudas conspiradoras estáis hechas las dos - lo dijo con una sonrisa en los labios y Maca sintió que se derretía por dentro. Hubiera querido abrazarla allí mismo pero se contuvo y le devolvió una sonrisa cargada de tristeza que a la enfermera no le paso desapercibida. - Bueno y mis monstruos donde están - preguntó mientras cogía a Paula de su sillita. - Merendando en la cocina. Ve a ver que hacen que están muy calladitos. Cuando Esther se dirigió a la cocina Encarna cogió a Maca de las manos - no dudes que mi hija sigue queriéndote, va a necesitar tiempo para perdonarte pero si juegas bien tus cartas volverá contigo. No lo estropees porque sólo tienes esta oportunidad y yo voy a ayudarte todo lo que pueda. Anda ve al salón que yo me quedó con los niños para que habléis tranquilas. - Gracias Encarna, sabes que pase lo que pase para mí seguirás siendo mi familia. - Verás como todo se arregla - dijo besando su frente. Maca entró en el salón y le asaltó una sensación de familiaridad, allí se sentía como en casa. Se entretuvo mirando las fotos repartidas por la habitación. Esther aparecía en casi todas ellas, la mayor parte con los niños. Sonrió viendo aquellas imágenes y se detuvo en una que siempre le había gustado especialmente. Una Esther con coletas y aparato corrector en los dientes sonreía a la cámara feliz. En su rostro empezaba a dibujarse la mujer que seria años después, pero de momento conservaba toda la frescura y la inocencia de la niñez. Maca no pudo evitar tomar la foto entre sus manos y sonreír con ternura, daría lo que fuera por devolver al rostro de su mujer aquella felicidad. Muy despacio acarició el contorno de su cara, sus manos se movían sobre esa fotografía como si estuviera acariciándola a ella, quiso retener entre sus dedos la frescura de su piel, la suavidad de su rostro. Estaba tan ensimismada que no se dio cuenta de que Esther había entrado en la habitación. Se quedó de pie mirándola sin decir nada, la observó acariciar su foto y sintió un cosquilleo en la piel, se dio cuenta de que la temperatura del salón había aumentado, sentía que le ardían las mejillas y habló porque si no lo hacía pensó que iba a incendiarse.
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- ¿Qué haces? - Maca casi tira la fotografía del susto. Verse descubierta de ese modo le hizo sentirse como si estuviera haciendo algo malo. Tardó unos segundos en recobrar la compostura y contestar. - Me has asustado, siempre me ha gustado esta foto, se te ve muy feliz. - Lo era - ese tiempo pasado se le clavó a la pediatra en el alma- tenía diez años y mi madre acababa de llevarme al cine y a merendar por mis buenas notas. En mi casa no había mucho dinero así que aquello era todo un acontecimiento. Supongo que a ti te parecerá una tontería. - No Esther. Que yo creciera rodeada de lujos no significa que no sepa valorar los pequeños detalles. - Ya bueno, no imagino a tus padres ahorrando para llevar a su hija al cine, supongo que no os perderíais ni un estreno. Pero para mi aquel día fue muy especial. - Se te nota en la cara, estás radiante y muy guapa. - Si, sobre todo con ese aparato en la boca, monisima. Bueno Maca ¿de qué querías hablar? Maca se sintió un poco decepcionada, notó como Esther había cambiado de tema deliberadamente y parecía tener prisa por irse. Decidió ir al grano y le contó su conversación con el inspector de policía. - O sea que quien esté haciendo esto pertenece a tu entorno más cercano. Oye ¿y Fernando? Después de todo le dejaste colgado con lo de la boda y humillado públicamente, dirige una de las sucursales de tu padre, quizá él o alguien de su familia está resentido por aquello. - No Esther, Fernando entendió perfectamente cual era la situación. En el fondo le hice un favor hubiera sido mucho más desgraciado a mi lado. No le veo haciendo esto, además ahora es feliz con su mujer y sus hijos. - Pues entonces no sé, tu sabrás quien hay en Jerez que te odie tanto. - No acabo de creer que el problema esté allí, hay mucha gente que ha podido hacer el pago a través de una de las empresas de mi padre. Son muchas las familias que trabajan para él, hay sucursales repartidas por toda España. Lo peor es que ahora la policía tendrá que hablar con mi familia y esto será otro quebradero de cabeza más que les da su alocada hija Macarena, no sé cómo se lo van a tomar.
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- Supongo que mal, pero bueno son tus padres y se preocuparán por lo que te pueda pasar, lo demás quedará al margen. Aunque un poco estirados si que son y no les va a hacer ninguna gracia que la policía les pregunte ciertas cosas. - Eso me temo, no soportaría tener que discutir otra vez con ellos - Esther miró el reloj ¿Tienes que marcharte ya? - Si, tengo un poco de prisa. - Había pensado que podíamos ir a tomar algo. - Imposible Maca, Bea me está esperando abajo. - Claro - a Maca se le hizo un nudo en el estómago - te agradezco que no hayas subido con ella. - No tenía mucho sentido, creo que cuanto menos coincidáis mejor para las dos. A mi tampoco me hacía ninguna gracia tener que coincidir con Vero. - Quizá otro día - respondió con tristeza, la sequedad de Esther le hacía daño, ella no era así. - Si, tal vez - Lo que Maca no sabía era que si Esther se comportaba de aquella manera era para evitar la tentación de caer rendida en sus brazos, tenía que mantener la distancia si quería pensar con claridad y tomar las decisiones correctas. Se quedaron mirándose sin decir nada, el silencio se hizo incómodo pero ninguna de las dos se decidía a romperlo. A Maca le hubiera gustado tener una excusa para retener a Esther y poder hablar con ella tranquilamente, pero la sombra de Bea esperando en el coche impedía cualquier acercamiento. Al final fue Esther la que comenzó a despedirse. - Bueno Maca, te veo mañana, si necesitas cualquier cosa me lo dices. Voy a decir adiós a los niños y quizá sería mejor que mientras se aclarara esto se quedaran unos días con mi madre, pero tu verás. Salió del salón y dejó a la pediatra allí de pie. Ni si quiera le había dado un beso de despedida -¿Que esperabas Maca? - Volvió a mirar las fotos, allí estaba la de la boda, aquel día fue uno de los más felices de su vida, había dado un paso muy importante ante su familia, ante ella y ante el mundo entero. Por primera vez sintió que pertenecía a algo y a alguien, que estaba construyendo una vida, que sus piezas encajaban y dejaba de estar perdida. Aquella noche entre sus brazos le juró a Esther que la amaría siempre y nunca le fallaría, que lucharía con ella contra viento y marea ¿Qué había sido de aquellas promesas? ¿Dónde había quedado tanto amor? Su felicidad se había desmoronado como un castillo de naipes, no había sabido luchar para salvar su matrimonio y se había rendido ante la primera dificultad. Tal vez los anónimos tenían razón y no era más que una niña 60
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malcriada que lo había tenido fácil en la vida, quizá por eso no supo enfrentarse a la realidad ni quiso abordar los problemas. Pero eso estaba cambiando, tenía que demostrarle a Esther que podía ser la persona que ella anhelaba, que estaba por encima de las dificultades y lo daba todo por su familia. Sólo esperaba que no fuese demasiado tarde. Cuando Esther llegó al coche Bea la esperaba impaciente. Su mirada echaba chispas y tenía el rostro tenso - ¿Qué era eso tan importante que no podía esperar? - Esther le hizo un resumen mientras se abrochaba el cinturón y Bea arrancaba de mal humor - ¿Y eso no te lo podía haber contado por teléfono? ¡Que morro tiene! Te hace venir aquí sólo para verte y tu pierdes el culo cada vez que te llama. - Bea, no te pongas así, supongo que me lo podría haber contado por teléfono pero está asustada, lo mismo que yo, así que creo que necesitaba desahogarse. - Y tú vas y le ofreces tu hombro para llorar ¡Qué ingenua eres! Esa quería estar contigo y se ha montado este rollo para verte. Espera que todo esto no sea un montaje suyo para tenerte comiendo de su mano y que te preocupes por ella. - Bea por favor, no seas retorcida y deja de decir disparates, es algo muy gordo como para inventárselo. No va a enviarse ella misma los anónimos y destrozar su coche para luego ir a la policía y que la pillen. Además que no, que Maca no es capaz de algo así. - Mira yo no me fío, creo que tu ex es capaz de todo para conseguir lo que quiere y en este momento ha vuelto a fijar su objetivo en ti. Ya no está con la rubia y ahora que está sola no va a parar de perseguirte, necesita a alguien que le caliente la cama, he conocido a muchas así. Además ¿Quién mejor que ella tiene acceso a las cuentas Wilson? - ¡Anda ya Bea! No te montes películas. Te gusta tan poco que ves fantasmas donde no los hay. - Claro que me gusta poco, está intentando meterse en mi terreno, que quieres que haga que me cruce de brazos viendo como trata de recuperarte. - No está tratando de volver conmigo - mintió descaradamente - y te aseguro que ella no está detrás de todo esto. - Esther que no soy tonta, no hace falta que me niegues lo evidente. Intenta recuperarte y a ti te han entrado las dudas. Tu verás pero yo no descartaría que Maca haya hecho todo esto para volver contigo, si crees que es vulnerable le será más fácil llegar a ti, tienes un corazón de oro y sabe cuales son tus puntos débiles, con los niños ya tiene ganado medio terreno ¿Sabes lo que creo que deberías hacer? Quedarte tú con ellos, si realmente alguien quiere hacerle daño a Maca no deberían estar con ella. Mira lo que pasó con el 61
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coche. Sí Maca no está detrás de esto y es tan buena madre como tú dices estará de acuerdo ¿no? -,Todo esto es muy complicado para mí y tienes razón, tengo dudas, pero ya te dije que no voy a engañarte, necesito tiempo para saber que siento en realidad y ninguna de las dos me lo estáis poniendo fácil. En lo de los niños si que tienes razón, son lo que más me preocupa ahora, lo hablaré con ella pero no creo que le a haga ninguna gracia. - Pues que se aguante. Con las pruebas que tienes cualquier juez en su sano juicio te daría la custodia. La seguridad de los niños es lo primero y si ella no quiere verlo pues que sea un juez quien decida. - Bueno no te embales, no voy a ir a los juzgados, siempre hemos solucionado estás cosas de mutuo acuerdo sin necesidad de ir a juicio. Maca hará lo más conveniente para los niños, en eso siempre hemos estado de acuerdo. - Tú misma pero sigo creyendo que confías demasiado en ella. Te maneja a su antojo y sabe como atraerte a su terreno. Ten cuidado porque no siempre voy a estar ahí para lamer tus heridas, empiezo a cansarme de este triángulo. - ¿Donde me vas a llevar a cenar? - Esther decidió cambiar de tema, estuvo a punto de decirle que podía salir del triángulo cuando le diera la gana, temía que si seguían hablando de lo mismo acabaría por herirla y no se lo merecía, hasta ahora sólo le había ofrecido su apoyo incondicional y su amor, y ella no le estaba pagando con la misma moneda dejemos ya el tema de Maca, llévame a cenar y hazme olvidar que existe - Bea la miro con una sonrisa y acarició su muslo mientras conducía - eso está hecho mi vida voy a hacer que te olvides de todos tus problemas. Eran las dos de la madrugada y Maca seguía si poder dormir. Se cansó de dar vueltas en la cama y decidió levantarse a tomar un vaso de leche caliente, a ver si la ayudaba a conciliar el sueño. Al final decidió dejar a los niños con Encarna por precaución, no quería mas sustos. Abrió la ventana de la cocina y se asomó a respirar aire fresco. La noche la envolvió como un reflejo de lo que sentía en su alma, la calle estaba desierta y fría, sólo se oía el murmullo de la gran ciudad dormida, el eco lejano de automóviles y alguna sirena que se alejaba veloz. Respiró profundamente y dejó vagar su mente sin rumbo fijo, necesitaba dejar de pensar, su cabeza era un torbellino que giraba sin cesar y no llegaba a ningún sitio. Volvió a pensar en ella, imaginó su rostro, sus labios, su sonrisa. Anhelaba su cuerpo y sus caricias, notar sus manos recorriendo su piel, besar su boca, notó como su cuerpo respondía a esos pensamientos y se excitó, quería volver a hacerle el amor, dejarse arrastrar por el deseo, oír sus gemidos y su voz reclamándole que la llevara al orgasmo, quería... De pronto un sonido en el interior de la casa llamó su atención, cerró la ventana, 62
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dejó el vaso en la encimera y agudizó el oído, no oyó nada. Se quedó quieta escuchando con atención, ahí estaba otra vez, el sonido amortiguado de unos pasos que se acercaban muy despacio. El vello de la nuca se le erizó como a un gato y todos sus nervios se pusieron en tensión. La excitación dejó paso al miedo, no estaba sola, alguien había entrado en la casa. El temor la dejó paralizada en medio de la cocina sin saber que hacer, notó como sus nervios bloqueaban su cuerpo y su mente y se sintió al borde del pánico. No tardó mucho en salir de ese estado, la adrenalina que corría por sus venas a toda prisa tomo el control de su cerebro y de su cuerpo. Despacio, sin hacer ruido, abrió el cajón de los cubiertos y sacó el cuchillo más grande que encontró, apagó la luz y se pegó a la pared intentando controlar los latidos de un corazón que amenazaba con salirsele del pecho, sus dedos aferraban el cuchillo con tanta fuerza que apenas los sentía. Volvió a escuchar pero sólo alcanzaba a oír los ruidos sordos que venían de la ventana cerrada y el corazón martilleando desbocado. Los pasos eran lentos pero estaban ya muy cerca. Maca se pegó más a la pared y midió la distancia que le separaba de la puerta, si corría deprisa derribaría al intruso y podría alcanzar la puerta de la calle usando el factor sorpresa. Procuró controlar su respiración y se dispuso a empujar a quien fuera con todas sus fuerzas. Ahora podía oír claramente los pasos, quien quiera que fuese estaba a punto de pasar por la puerta de la cocina, era su oportunidad, se lanzo a la carrera y chocó con un cuerpo que soltó un alarido de dolor al caer derribado. Maca también perdió el equilibrio y cayó justo encima haciendo que el intruso volviera a gritar de dolor. Al verse en el suelo Maca levantó instintivamente el cuchillo dispuesta a todo por defenderse. Una voz conocida paralizó su gesto en seco. - ¡Maca por Dios! ¿Qué haces? ¡Ay que daño! - ¿Vero? ¡Tu estás loca! ¿Como se te ocurre entrar a estas horas en mi casa? ¡He estado a punto de matarte! - soltó el cuchillo que todavía llevaba en la mano y se levantó intentando ayudar a Vero a incorporarse sin ningún éxito. A la psiquiatra le dio un ataque de risa y era incapaz de levantarse del suelo - sinceramente yo no le veo la gracia, me has dado un susto de muerte ¿Qué coño haces aquí? - Vero intentaba contestar pero estaba llorando de risa y no podía ni hablar - en serio Vero estoy empezando a cabrearme de verdad ¿Estás loca o qué? - No te enfades "chiqui" - por como sonó esa frase Maca supo que Vero había bebido más de la cuenta - Verás guapa, es qué estaba con unas amigas tomando algo cerca de aquí y bueno, se me ha ido un poco de las manos, así que me iba a ir a casa pero no encontraba un puñetero taxi y mi vejiga iba a reventar, además todo me daba vueltas, así que recordé que todavía tengo tus llaves - volvió a estallar en un ataque de risa - si te vieras la cara... - No tiene gracia, ahora mismo me vas a devolver las llaves de mi casa. - No te pongas así - dijo haciendo un pucherito. - Me pongo como me da la gana Vero, lo tuyo no es normal. Casi me muero de miedo, no veo que tiene de gracioso. - Pensaba quedarme en el sofá sin que te dieras cuenta, pero primero tenía que ir al baño, 63
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no querrías que me hubiera meado en el salón ¿no? No quería asustarte. - Pues lo has hecho ¡Joder! Por si no te acuerdas hay alguien acosándome, podías haber llamado al timbre como las personas normales, no entrar a escondidas como un ladrón. ¡No te das cuenta que he estado a punto de clavarte un cuchillo! - Lo siento Maca, de verdad que no pretendía molestarte, pensé que estarías dormida y no te enterarías, es qué me encontraba fatal, estoy como una cuba y se me ocurrió subir, no quería despertarte y no pensé que te asustarías. - ¡Pues hay que pensar Vero! ¡hay que pensar! no puedes ir entrando en mi casa cuando te de la gana y menos de esta forma, podría haberte hecho daño. Además si no sabes beber no bebas, que pareces una cría. - Cariño me estoy mareando, creo que voy a vomitar. - ¡Lo qué faltaba! ¿Llegas al baño? - preguntó tirando de ella. - Ufff! Creo que si, no sé. Maca la arrastró por el pasillo a la carrera con el tiempo justo para levantar la tapa del water y le sujeto la cabeza mientras vaciaba el contenido de su estómago. Era el remate final para un día de perros, sujetar la cabeza de Vero mientras vomitaba era la guinda del pastel. - ¡Pues si que la has cogido buena! Pero ¿cuánto has bebido? La psiquiatra intentó contestar pero una nueva arcada se lo impidió, el mundo le daba vueltas y parecía que su estómago iba a salir despedido. Cuando por fin pudo parar, Maca la llevo al lavabo y le lavó la cara, luego le dio el cepillo de dientes y una camiseta para dormir. - Voy a prepararte un brebaje para calmar ese estómago y para que mañana no te estalle la cabeza -Tras unos minutos volvió al baño donde Vero la esperaba sentada en la taza del water y con la cabeza entre las manos - tomate esto y anda acuéstate en mi cama. - Gracias Maca eres la mejor ex del mundo. Te quiero un montón - se abrazó a su cuello y le plantó un beso en la mejilla - no sabes cuanto te quiero, te quiero muchísimo, pero mucho, mucho. - Si, ya, ya lo sé. Anda vamos a la cama - la agarró de la cintura y la condujo hacia el dormitorio antes de que la fase de la exaltación de la amistad llegara más lejos, la metió la cama y la arropó besándole en la frente - ¿Qué voy a hacer contigo loquita? Me es imposible enfadarme hagas lo que hagas. Le acarició el pelo y la oyó suspirar medio dormida. Salió y fue a recoger la ropa que Vero había dejado tirada en el baño, mañana tendría una resaca considerable. A las seis y media de la mañana el despertador sonó en la habitación de Maca, Vero gruñó a su lado por ese dichoso pitido que le taladraba la cabeza. Iba a haber dormido en el sofá, pero luego pensó que era una tontería así que se acostó al lado de la psiquiatra que dormía como si no hubiese roto un plato en su vida. 64
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- ¡Por Dios Maca apaga eso de una vez! Me va a estallar el cerebro. - Si no hubieses entrado en mi casa como un ladrón ahora no tendrías que oír "MI" despertador. Además hoy estás de mañana así que espabila o llegarás tarde y si estás para la juerga también estás para trabajar. - Eres un ogro por las mañanas, lo sabes ¿no? Ya te dije que lo siento, no me regañes más por favor que estoy hecha polvo. - Me alegro, así aprendes. Anda dúchate tú primero mientras hago el desayuno, creo que todavía queda algo de ropa tuya por ahí. - Si Mami - sonrió con descaro - y si llego tarde ¿Me darás unos azotes? - No me tientes - dijo riendo - anda no seas payasa y vete a la ducha o llegaremos tarde las dos. Maca se fue a la cocina aun sonriendo y puso la cafetera al fuego. Mientras salía el café preparó las tostadas y el zumo de naranja, delante del plato de la psiquiatra puso dos Pastillas de paracetamol, iba a necesitarlas para el dolor de cabeza. Vero apareció en la cocina sólo con una camisa puesta y en bragas. - ¿No has encontrado pantalones? - preguntó recorriendo sus largas piernas con la mirada. - Si, me quedaban todavía unos vaqueros en el armario, pero ya sabes que no me gusta ponérmelos hasta el último momento. ¡Uf! Cómo me duele la cabeza - se sentó a la mesa y comenzó a beberse el zumo ¡qué buena pinta tiene todo esto! Eres adorable ¿Lo sabes? - Ya, ya, ya, no seas pelota que no te voy a perdonar el susto que me diste ayer. Y si no fueras una inconsciente hoy no te dolería tanto la cabeza ¿a qué viene ahora beber como una cría? - La verdad es que hacía mucho tiempo que no me pasaba algo así. Me lo estaba pasando genial y cuando me quise dar cuenta ya había cruzado el límite. Será que necesito olvidar a cierta pediatra muy sexy. - Tomate las pastillas anda, que para dolerte tanto la cabeza tienes la lengua muy suelta. El sonido de la puerta las sorprendió, alguien entraba en el apartamento - ¿Maca? - Esther entró en la cocina sonriendo y con una bolsa bollos recién hechos en la mano - ¡Buenos días! - La sonrisa se desvaneció de su rostro cuando vio la escena que tenía delante de ella. Vero apenas vestida y desayunando en una mesa perfectamente dispuesta y Maca sólo con la camiseta del pijama de pié tomándose un café. Estaba bastante claro que se había vuelto a equivocar, se sentía totalmente ridícula allí de pie con la bolsa de bollos en la mano - Lo siento - balbuceó - debería haber llamado, quería darte una sorpresa, ayer te noté muy baja de moral pero veo que se me han adelantado, perdonad no quería molestar ya me marcho. ¿Pero qué demonios le pasaba a todo el mundo que entraba allí como Pedro por su casa? ¿Es que ya nadie se acordaba de llamar a la puerta? - Pensó Maca - iba a tener que cambiar las cerraduras si quería disfrutar de intimidad en su propia casa - Esther esto... - Si, ya sé, esto no es lo que parece. Lo siento de verdad, tendría que haber llamado antes de venir - dejó los bollos en la mesa y salió de la cocina. Maca fue tras ella pero el portazo 65
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le hizo desistir, no quería salir en bragas a la escalera, además no serviría de nada, conocía a Esther y si ya se había hecho una idea de lo que creía que había pasado nada le haría cambiar de opinión. Volvió a la cocina apesadumbrada. - Lo siento Maca, yo hablaré con ella y le explico... - Déjalo Vero, no te creerá. De hecho yo tampoco lo creería. Si tenía alguna posibilidad de arreglar las cosas creo que acaba de desvanecerse. ¡Vaya mierda de vida! En la recepción del hospital Teresa miraba la lista de pacientes cuando vio aparecer a Maca y Vero. Levantó una ceja en señal de sorpresa, que estas dos vinieran juntas no tenía nada de bueno ¿acaso habían vuelto? - Llegáis tarde bonitas. Ha habido un incendio en un edificio de oficinas del centro, nos están llegando un montón de pacientes derivados de otros hospitales, Javier ha dicho que le avises en cuanto llegues - dicho esto se mordió la lengua para no preguntar, conocía a Maca y no quería que le soltara uno de sus bufidos, ya se enteraría más tarde. - Me voy para dentro Vero, gracias Teresa - Maca agradeció que Teresa no hubiese preguntado nada, la conocía de sobra y sabia que se moría de ganas de saber por que llegaba tarde y encima con Vero, pero lo que menos le apetecía era tener que dar explicaciones a nadie y menos a Teresa. La mañana se presentaba movida, así no tendría que pensar. Se cambió a toda prisa y buscó a Javier - Hola Javier, siento el retraso. Teresa ya me ha dicho que vamos a tener un montón de pacientes. - Si, necesito que organices las urgencias para no colapsarnos, te quiero al frente del servicio al cien por cien, hoy creo que todos vamos a tener que doblar turnos ¿te encuentras con fuerzas para ello? - No lo dudes Javier, sé de sobra como hacer mi trabajo - a que venia aquella pregunta, estaba mas que harta de que Javier pusiera en duda su capacidad para separar su vida personal de su trabajo. - Bien pues no quiero errores Maca, este incendio va a tener repercusión nacional y no quiero fallos, nos jugamos mucho. - De acuerdo, si no quieres nada más voy a organizarlo todo - contestó seca. Se marchó a la rotonda y pidió a Teresa que convocara al personal de urgencias a una reunión en el gabinete. Cuando llegaron todos Maca dio las instrucciones pertinentes a cada uno, llevaban mucho tiempo trabajando juntos y sabía que ante las dificultades el engranaje de urgencias funcionaba a la perfección - Chicos, necesito que hoy deis lo mejor de vosotros, no sabemos la cantidad de heridos que van a llegar pero por lo que cuentan las noticias van a ser muchos, el incendio se ha extendido a los edificios de al lado y uno de ellos se ha derrumbado, hoy seguramente tendremos que doblar turnos y acabaremos agotados, os quiero dar las gracias de antemano por el esfuerzo que vais a hacer, se que lo haréis fenomenal como siempre. Últimamente no os lo he dicho demasiado, no es mi estilo y lo sabéis, pero quiero que sepáis que valoro enormemente el trabajo y el esfuerzo que ponéis en este servicio. Gracias a todos, sobre todo por aguantarme últimamente, sé que he estado insoportable y a veces lo he pagado con vosotros, sólo espero que podáis 66
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perdonarme. Mucho ánimo hoy, vamos a trabajar y a hacerlo como sabemos. Todos se quedaron mirándola con cara de sorpresa. Nadie esperaba aquellas palabras de la directora de urgencias, Gimeno fue el único que se atrevió a romper el silencio mientras el resto miraban a su jefa embobados - no sé los demás pero a mi esto que has dicho ya me ha puesto como una moto, hoy vamos a hacer un buen trabajo y con esto y un bizcocho me marcho hasta las ocho que el día va a ser largo y no hay tiempo que perder, voy a picar algo que luego no voy a poder y yo con el estómago vacío soy peor que Maca. Ale chicos poneos en movimiento antes que os convirtáis en estatuas y la jefa cambie la opinión que tiene sobre este equipo. Empezaron a salir poco a poco, entre susurros y todavía sorprendidos por las palabras de la pediatra. - Esther por favor quédate un momento - La enfermera la miró con recelo. En ese momento no tenía ganas de hablar de lo que había pasado en casa de Maca, pero se quedó donde estaba y no dijo nada. Cuando todos salieron se dirigió a ella - Hoy voy a necesitar tu ayuda, va a ser un día muy duro y quiero que las enfermeras den el cien por cien. - No te preocupes saben lo que tienen que hacer. - Si tu estás al mando no me preocupo, te quiero cerca de mi si hay que entrar a quirófano sólo quería que lo supieras. - Muy bien cuenta conmigo, por cierto, ha estado fenomenal eso que has dicho antes, deberías hacerlo más a menudo. - Lo sé, ya sabes como me cuesta expresar estas cosas, pero creo que hoy va a ser un día de mucha presión y necesito que la gente esté animada. Me ha parecido un buen momento para agradecerles su esfuerzo. - Si, la gente necesita oírlo de vez en cuando y el que su jefa además reconozca que lleva un tiempo insoportable tampoco está mal. Maca sonrió - Esther sé que no me vas a creer pero, lo que has visto esta mañana en mi casa...no ha pasado nada entre Vero y yo, de verdad que no era lo que parecía. - Debí llamar al timbre y no entrar con mis llaves, lo siento, no es asunto mío Maca, no tienes que darme explicaciones. - Pero quiero hacerlo, quiero contarte por que estaba Vero en mi casa y... - Ahora no Maca, no creo que sea el momento, hay mucho que hacer y es mejor que las dos nos centremos en el trabajo. Ya hablaremos luego si es que hay algo de que hablar Maca pensó que siempre que quería darle explicaciones a Esther surgía algo más importante que se lo impedía. - Tienes razón, sólo quería que supieras que no te mentí cuando te dije que quería recuperarte y que entre Vero y yo ya no hay nada, tienes que creerme. Esther sonrió ligeramente - vale Maca, lo que tu digas, pero comprende que en este momento no me es fácil creer en ti. No quiero pensar en esto ahora, hay mucho que hacer. Si no quieres nada más me marcho a organizar a las enfermeras. De todas formas yo también quería hablar contigo, pero no sé si hoy va a ser un buen día para eso. De 67
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momento centrémonos en el trabajo, voy a hablar con mis chicas. Salió del gabinete dejando a la pediatra intrigada ¿Qué quería decirle? Un sentimiento de angustia y esperanza se apoderó de su estómago - Maca centrate ahora no puedes pensar en esto Salió al pasillo y se quedó contemplando el ajetreo de preparativos, una sensación de familiaridad la relajó de inmediato, adoraba su trabajo. Como todos esperaban el día se fue convirtiendo en una pesadilla. Los pacientes fueron llegando a urgencias por docenas, las oficinas a esas horas estaban repletas de personal y de público haciendo sus gestiones, el derrumbe del edificio anexo había provocado una verdadera catástrofe, y los bomberos no daban a basto para atajar las llamas que amenazaban con seguir extendiéndose. Se barajaba la posibilidad de una explosión o un incendio provocado, pero todo eran rumores y no había nada claro, ahora mismo había demasiada confusión como para sacar conclusiones. Numerosos bomberos y policías tuvieron también que ser atendidos al resultar heridos realizando su trabajo. Los boxes estaban saturados y Esther tuvo que habilitar otras zonas para dejar allí a los heridos menos graves, ataques de pánico, cortes y heridas sin importancia y algunas roturas de huesos que no presentaban complicaciones. La prensa había acampado en la puerta del hospital deseosa de saciar el morbo de la audiencia y Teresa tuvo que sacar todo su genio para impedir que algún intrépido se colara a curiosear donde no debía. Los familiares se agolpaban esperando noticias y Vero se hizo cargo de ellos conduciéndolos a la sala de conferencias improvisando allí un gabinete de apoyo. El resto se afanaba en salvar vidas y evitar que la catástrofe fuera aún peor. Todo eran carreras y el cansancio iba haciendo mella en ellos. El móvil de Maca no paraba de sonar y la pantalla mostraba de nuevo un número oculto así que optó por desconectarlo, si era su acosador iba a tener que esperar, ahora no tenía tiempo ni para preocuparse por él. Casi eran las ocho de la tarde cuando por fin el ritmo de urgencias se fue tranquilizando. El hospital había conseguido atender a todos los pacientes que le derivaron de otros centros, Javier dio una rueda de prensa donde consiguió anotarse unos cuantos puntos como director y la labor de Maca como directora de urgencias también fue reconocida. Todos estaban cansados pero contentos con el trabajo realizado. El engranaje de urgencias había funcionado a la perfección, de nuevo Maca volvió a reunir a su equipo para felicitarles y agotada subió a su despacho para darse un respiro. Cuando volvió a conectar su móvil tenía un montón de llamadas pérdidas del número oculto y otras tantas de su padre. Con desgana marcó el número de Pedro Wilson que no tardó en contestar. - ¡Maca llevo toda la mañana llamándote hija!, incluso he usado el numero oculto de la oficina por si no querías cogerme el teléfono. Así que había sido su padre y no el acosador, Maca se sintió más tranquila, la idea de que aquel perturbado volviera a llamarla la inquietaba profundamente - Lo siento papá, ha sido un día muy ajetreado. 68
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- Si, ya me imagino he oído lo del incendio en las noticias, creo que habéis hecho muy buen trabajo. - Si, aunque en muchos casos no hemos podido hacer nada, muchos pacientes han llegado en muy mal estado y con graves lesiones, no había nada que pudiéramos hacer, hoy hemos perdido unas cuantas vidas, ha sido terrible. - Maca hija ya sabes que no podéis salvar a todo el mundo, bastante hacéis. Escucha sé que igual este no es el mejor momento, pero ha estado aquí la policía ¿Por qué siempre tenemos que enterarnos por los demás de todo lo que te pasa? ¿Sabes qué bochorno hemos pasado hoy cuando los agentes han empezado a interrogar a todo el mundo? Contigo siempre es lo mismo nunca piensas en tu familia, esto podía haberse llevado de forma mucho más discreta. Su padre no le dio ni un respiro, tras esas pocas frases de cortesía atacó el tema que realmente le preocupaba, el momento que tanto temía había llegado. El lema familiar de los Wilson "la discreción ante todo", que la gente no sepa, siempre ocultando y fingiendo ser quienes no eran. Las apariencias lo eran todo y ella no era precisamente un modelo de discreción, le importaba muy poco lo que pensaran los demás. La oveja negra viviendo su alocada vida. Suspiró cansada, el día había sido muy duro y lo que menos le apetecía como broche final, era una discusión con su padre - Papa, ya que te interesa tanto te diré que estamos bien, que no nos ha ocurrido nada ni a los niños ni a mi, así que no tienes que preocuparte por nada. - Maca no seas sarcástica. Me preocupa y mucho lo que os pueda pasar, es tu forma de hacer las cosas lo que me saca de quicio. Podías habernos avisado pero no, hemos tenido que enterarnos por la policía, ¿tú sabes el susto que nos has dado? siempre haces lo que te da la gana y al final los perjudicados somos los demás. - ¿De que me hablas ahora? Porque que yo sepa esto no te perjudica en nada. Lo único que te preocupa es tu reputación y los negocios. ¿Cuando he tenido tu apoyo? Te quejas de que no te he dicho nada pero de qué hubiera servido. Cuando hablo contigo es como hablar a la pared, sólo escuchas lo que te interesa oír. - Maca has tomado muchas decisiones en tu vida sin contar con nadie y no todas han sido acertadas. Quisiste estudiar medicina en vez de apoyar el negocio familiar, decidiste romper tu compromiso con Fernando y hacerte lesbiana... - Papá - le cortó - yo no decidí nada, es lo que soy, soy así te guste o no, me gustan las mujeres, siempre me han gustado, no es algo que decidí para fastidiarte, ya va siendo hora de que lo aceptes porque eso no va a cambiar, si te molestaras un poquito en entenderme en vez de preocuparte por lo que piensen los demás, podríamos mantener una conversación civilizada y no pasaríamos el tiempo discutiendo. Acabarías por aceptarme tal como soy. - Si que te acepto e intento entenderte pero no me lo pones fácil. Mirate, decidiste casarte con Esther en contra de nuestra opinión, al final lo aceptamos, al menos habías formado una familia y estabilizado tu situación, aunque no nos gustase, y después de tanto luchar contra todo y contra todos ni siquiera has sido capaz de salvar tu matrimonio, has creado una familia para luego romperla y liarte con la primera que pasa ¿Esas son tus convicciones? Al final me vas a dar la razón y no eres más que una niña caprichosa y la 69
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culpa es nuestra por consentir tus locuras. Las palabras de su padre le escocieron más que una bofetada, se le hizo un nudo en la garganta y los ojos se le empañaron con las lágrimas que se esforzaba en no dejar salir papá, siento que tengas esa opinión de mi, nunca he querido otra cosa más que tu respeto pero veo que no he sabido ganármelo, lo siento pero ya no puedo dejar de ser como soy. Tengo que volver al trabajo así que si no quieres nada más tengo que colgar. - Maca por favor, tenemos que hablar. - Ahora no papá. Ya te llamaré cuando este más despejada, de verdad tengo mucho que hacer. Dale un beso a mamá. Hasta luego. Colgó sin darle tiempo a replicar ni a despedirse, no quería seguir hablando ni escuchando, necesitaba descansar. Se sentía tremendamente frágil, estaba harta de los reproches de su padre, aunque lo que mas le dolía es que esta vez tuviera algo de razón, había tirado su matrimonio por la borda después de tanto luchar por salirse con la suya. Se derrumbó en el sofá y cerró los ojos, ojalá pudiera sacar de su cabeza todos los problemas y dormir de un tirón. Se estaba quedando adormilada cuando llamaron a la puerta. Esther entró en el despacho ya con ropa de calle. - Estas aquí, te estaba buscando ¿Estas bien? Tienes mala cara. - Sólo estaba descansando un rato antes de irme para casa, estoy agotada y acabo de discutir por teléfono con mi padre. - La policía ya ha ido a hablar con él ¿No? - Si y como siempre hemos acabado echándonos en cara un montón de basura. Es imposible que hablemos sin discutir, estoy cansada. - Igual tienes que poner un poco más de tu parte, con él siempre saltas enseguida, no le pasas ni una. - Ya, es que no soy la hija que hubiera deseado, el pilar de la familia perfecta con un yerno de exposición con quien jugar al golf los domingos y presumir ante los amigos mientras yo cuido de mis retoños y voy a actos sociales y exposiciones de arte - Maca puso los ojos en blanco, solo imaginar esa vida le revolvía el estomago. Esther sonrió, no se imaginaba a Maca en ese papel - nada más lejos de la realidad ¿No? Pero aún así creo que deberías darle una tregua, te quiere mucho Maca y le pones muchas barreras para llegar a ti - Bueno, él tampoco me lo pone fácil. - Que cabezota eres. En fin tú sabrás, pero no me gustaría que un día te arrepintieras de no haberte acercado a él. Yo perdí a mi padre siendo niña y me hubiera gustado conocerle más. - Lo se Esther pero es que saca lo peor de mi. Ya le llamaré cuando esté más tranquila. ¿Y tu que tal? Has estado muy bien esta mañana. - Gracias, todos hemos hecho un buen trabajo y estoy agotada, me iba ya pero antes quería comentarte algo. 70
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- Tú dirás - Maca se puso en tensión. - He estado pensando Maca y estoy preocupada por los niños, creo que mientras se soluciona tu asunto con ese acosador deberían quedarse conmigo. A Maca no le pasó desapercibido ese "tu asunto" hace apenas unos días era "nuestro asunto", volvió a sentir una profunda amargura ¿Que había hecho que Esther cambiara de opinión? No estaba segura pero intuía que Bea tenía algo que ver. - No sé Esther, hace días que no ocurre nada y no me apetece dejar de ver a mis hijos. - No vas a dejar de verles, puedes hacerlo cuando tú quieras, pero creo que no deben estar contigo en casa, por precaución Maca, sólo será un tiempo hasta que veamos si la cosa se enfría. - Esto ha sido idea de tu querida Bea ¿Verdad? - No metas a Bea en esto, aunque no lo creas también sé pensar por mi misma, no me hace falta Bea para saber que es lo más conveniente para mis hijos. - También son mis hijos ¿Y si te digo que no? Que no quiero que se queden contigo. - Entonces estaré segura que no piensas con la cabeza y que lo haces por despecho, porque independientemente de lo que ocurra con nosotras los niños son lo primero, así que no creo que tomes una decisión sin pensar en su bienestar. - Sabes que a esto se le llama hacer chantaje emocional. - No Maca a esto se le llama ser madre y anteponer los propios deseos a la seguridad de tus hijos. - ¿Y piensas que yo no lo hago? - Maca por favor, no quiero dar vueltas sobre lo mismo, últimamente hablar contigo es sumamente difícil. Estoy cansada, quiero irme a casa. - Ya. Será porque últimamente creo que hablas a través de tu novia - dejó en esas dos palabras todo el desprecio que pudo mostrar. - Bueno al menos yo no te he mentido. No te digo que no hay nada entre Bea y yo y luego la dejo dormir en mi casa, porque para no ser lo que parecía andabais bastante ligeritas de ropa. - Ya te he dicho que eso tiene explicación y que no pasó nada, pero no me dejas que te lo cuente. - Y tengo que creerte porque siempre has sido sincera conmigo, así que puedo confiar plenamente en ti ¿No? Se te da muy bien inventarte excusas. Lo hiciste durante meses. Maca sintió que su corazón sangraba con cada palabra de Esther, la conversación con su padre después del terrible día que habían pasado y ahora esto, era más de lo que podía soportar. - Nunca me vas a perdonar ¿Verdad? - Maca, ha sido un día muy largo, las dos estamos cansadas, ya te dije que era demasiado pronto y que me dieras tiempo. Si esta es tu idea de reconquistarme creo que es mejor que lo dejemos como está y no nos hagamos más daño. No confió en ti, eso tendrás que ganártelo con el tiempo y aún así no se si podré hacerlo. Piensa en lo de los niños, de momento estarán bien con mi madre unos días, luego me gustaría que se quedaran conmigo. Ya me dirás algo. Hasta mañana. 71
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Salió dejando a Maca hundida en el sillón. Tras las buenas vibraciones que había tenido después de las felicitaciones por el trabajo realizado durante el día, la noche se presentaba oscura y solitaria. Había discutido con su padre y ahora con Esther, su ánimo se vino abajo y decidió que era el momento de marcharse, si conseguía dormir mañana sería otro día. Llegó a su casa deseando darse una ducha y cenar algo, al medio día apenas había comido y su estómago comenzaba a protestar. Cuando llegó arriba y fue a meter la llave en la cerradura se quedó helada, la puerta estaba abierta. Sintió como todo su cuerpo se ponía en tensión y su cerebro se quedaba bloqueado, por un momento dudo que hacer, sabía que no debía entrar pero sus manos empujaron la puerta sin que ella se lo hubiera propuesto. Avanzó despacio, con cautela, agudizando el oído y temiendo escuchar cualquier ruido. Toda la casa estaba patas arriba, los libros destrozados, las copas hechas añicos por el suelo, los cojines del sofá estaban rajados y su contenido desparramado por todas partes, las fotos, los cuadros, todo. Parecía como si un huracán hubiera entrado y arrasado con sus pertenencias. Con cuidado de no tropezar fue a la habitación, lo que allí encontró no tenía mejor aspecto, la ropa había sido sacada del armario y hecha jirones, los cajones volcados y su contenido hecho trizas, en la cama parecía como si una jauría de fieras salvajes hubiera celebrado una fiesta. Maca sintió como la sangre le hervía de rabia y se agolpaba en sus mejillas, tenía ganas de llorar de la impotencia que le daba no saber que hijo de puta demente estaba detrás de todo aquello, alguien había invadido su intimidad de forma violenta y ella no podía hacer nada. Las habitaciones de los niños estaban igual, ver los juguetes de sus hijos destrozados y la cuna de Patricia hecha astillas fue la gota que colmó el vaso. No podía más, se sentía derrotada, sus piernas no la sostuvieron y se dejó resbalar hasta el suelo llorando como nunca lo había hecho, las lágrimas salían de sus ojos como un torrente y era incapaz de contenerlas. Las convulsiones azotaban su cuerpo sin que ella pudiera evitarlo, sintió un fuerte dolor en el pecho y notó que le faltaba el aire, que no podía respirar, comprendió que estaba teniendo un ataque de ansiedad - Maca tienes que respirar - pensó. Notó como se le nublaba la vista y una corriente de calor le subía por la espina dorsal - no puedes desmayarte, te quedaras aquí tirada y no hay nadie que pueda ayudarte - se esforzó por controlar la respiración - despacio Maca, inspira y expira despacio, vamos se lo has hecho hacer a un montón de pacientes, así que puedes hacerlo - su respiración se fue haciendo más pausada y profunda, el dolor del pecho se aflojó un poco - eso es, no vas a desmayarte - las lágrimas seguían rodando por sus mejillas pero las convulsiones iban cediendo. No supo cuanto tiempo permaneció así, sentada en el suelo, respirando profundamente hasta que su cuerpo pareció obedecerla. Cuando creyó estar calmada se incorporó despacio y buscó su móvil en el bolso. Marcó el número del inspector Suárez y le contó lo sucedido, luego llamó a Esther y repitió mecánicamente los hechos. Se levantó y fue al 72
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lavabo sorteando obstáculos, se lavó la cara y volvió al salón, se quedo sentada en el suelo esperando a que llegara la policía, tampoco es que quedara otro sitio donde sentarse. Hizo todo esto sin pensar, sin prestar atención, como un autómata programado, no era consciente del espacio y el tiempo, se encontraba en estado de shock. Lo siguiente de lo que Maca tuvo conciencia fue de la mano del inspector apretando la suya y hablándole suavemente. La ayudo a incorporarse y la condujo a la cocina sorteando los destrozos con cuidado, le ofreció un vaso de agua, debía ser uno de los pocos que se había salvado del destrozo. - Maca ¿Estas bien? - Creo que si - balbuceó - está todo hecho añicos. - No te preocupes de eso ahora, lo importante es que quien quiera que fuera se marcho antes de que llegaras. - Un escalofrío recorrió su espalda, no había pensado en esa posibilidad, el agresor podía haberla esperado dentro y haberla atacado - ¡Dios mío no pensé en eso! - No pasa nada Maca, estas a salvo. Solo ha querido asustarte, esta claro que hay mucha rabia en lo que ha hecho, pero no quiere hacerte daño, si hubiera sido así ya lo habría hecho. Prefiere los ataques indirectos, quiere desquiciarte. - Pues entonces ya ha ganado, porque voy a volverme loca ¿no va aparar verdad? - Bueno, me temo que no, cada vez se vuelve mas atrevido y más violento. Voy a solicitar que te pongan protección, pero no se si considerarán suficiente lo que ha pasado, no se si me lo concederán. Justo en ese momento Esther entró en el salón mirando a su alrededor con cara de preocupación. Vio el rostro desencajado de Maca y se dirigió hacia la pediatra. - ¡Maca! ¿Estas bien? - se acercó a ella y la abrazó, Maca se dejó mecer en su abrazo y el calor regresó a su cuerpo. - Estoy bien ¿Cómo te has enterado? - ¿No lo recuerdas? Me has llamado tú. - Yo... - Cuando entramos estaba en estado de Shock, es normal que no lo recuerde - intervino el inspector - Maca, los de la científica van a tardar un buen rato ¿Tienes algún sitio donde pasar la noche? - No sé, supongo que iré a un hotel. - ¡Ni lo sueñes! Tu te vienes a casa conmigo - replicó Esther. - No creo que sea buena idea, estaré bien en el hotel. - Me da igual lo que creas o dejes de creer, no voy a permitir que pases esta noche sola después de lo que ha pasado. - No pienso ponerte en peligro, ni a los niños tampoco Esther, me da igual lo que digas, me voy a un hotel. - Creo que su ex mujer tiene razón, es mejor que se quede con ella, no le conviene estar sola en su estado. Hace falta mucha rabia acumulada para hacer algo así, es mejor que no te quedes sola. He asignado una pareja de policías para que vigilen tu casa unos días, 73
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aunque no creo que vuelva a ocurrir nada por el momento. Sabrá que estamos alerta y esperará a que nos relajemos. - Pero ¿por qué? ¿Qué quiere ese chiflado de mi? Yo no sé lo que he hecho, como puedo acabar con esto si no sé ni quien es ni lo que quiere ¿qué va a ser lo siguiente? - las lágrimas volvieron a sus ojos y su cuerpo comenzó a temblar de nuevo sin control. Esther la abrazó de nuevo y comenzó a acariciarle el pelo, le habló dulcemente, como si se tratara de una niña que acaba de despertar de una pesadilla. - No pasa nada mi vida, tranquila, estoy aquí, estamos juntas en esto, tranquila - Maca se aferró a su cuerpo con desesperación, no quería quedarse sola, necesitaba sus brazos, su arrullo, sus caricias - perdóname Esther, lo siento, lo siento - sollozó. - No tienes porqué, no has hecho nada, vamos, le diré a mi madre que prepare algo de cena y nos vamos a ver a los niños. - No Esther, no quiero que me vean así y hoy no voy a poder disimular. No puedo, por favor. - No importa, iremos directamente a mi casa, yo prepararé la cena, aunque tendrás que conformarte y no poner muchas pegas a lo que me salga - dijo intentando sacarle una sonrisa a la pediatra. Maca quiso sonreír pero sólo le salió una mueca - ¿Podemos irnos ya inspector? - Claro, aquí ya no las necesitamos. Maca, estaremos en contacto, intenta calmarte y dormir algo, estos tipos casi siempre lo único que pretenden es desquiciar a sus víctimas. Piensa que si hubiera querido hacerte daño no se hubiese marchado antes de que llegaras, esta jugando contigo, así que ten paciencia porque acabaremos atrapándole. - Si lo que quiere es asustarme te juro que hoy lo ha conseguido. No se sí voy a poder con esto. - ¡Claro que vamos a poder! No sabe este individuo con quién se está metiendo. Gracias inspector si hubiera cualquier novedad avísenos. Venga Maca - la tomo suavemente de la cintura empujándola hacia la puerta. Maca echó una última mirada a todo aquel caos y los ojos volvieron a empañársele. Durante todo el camino a casa de Esther, Maca no dijo palabra, se limitó a mirar por la ventanilla con la vista perdida en el infinito. Esther respetó ese silencio y conducía sin decir nada. Cuando vio como había quedado la casa y a Maca en ese estado no lo pensó dos veces y se llevó a pediatra con ella. Ahora iba pensando en que explicación le iba a dar a Bea, seguro que se enfadaría, pero no podía dejar que Maca pasara la noche en un hotel, no estaba en condiciones de estar sola. Por suerte de momento se había quedado en su apartamento, tenía trabajo atrasado y quería acabarlo, además últimamente la relación no estaba en su mejor momento. Tener a Maca y Bea bajo el mismo techo hubiera sido una locura. Llegaron al garaje y Esther aparcó en su plaza. Maca seguía con la cabeza apoyada en la ventanilla y ahora tenía los ojos cerrados. - Maca - dijo suavemente - hemos llegado. La pediatra la miró con ojos tristes, a Esther se le hizo un nudo en el estómago, le dolía enormemente verla así - vamos, te voy a preparar algo de cena y luego te acuestas - salió y abrió la puerta para que Maca saliera, seguía sin decir palabra y se dejaba guiar como un niño asustado. 74
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Entraron en la casa, Esther dejó a la pediatra en el salón y se dirigió a la cocina. Puso a calentar caldo para hacer una sopa, eso le entonaría el estómago y de segundo haría una tortilla. Algo ligero y sin dificultad, sabía que Maca no iba a comer mucho. Los nervios siempre le cerraban el estómago, lo contrario que a ella que siempre que tenía un problema comía por las dos. - Esther - el sonido de la voz de Maca a su espalda la sobresaltó, no la había oído entrar. - ¡Maca por Dios me has asustado! - Lo siento, no quería asustarte, es que me acabo de dar cuenta de que no he traído nada de ropa, bueno tampoco es que quedara mucho por traer, estaba toda destrozada - al recordarlo se le volvió a hacer un nudo en la garganta, no quería llorar pero su cuerpo no le obedecía y sus ojos volvieron a inundarse de lágrimas. - Maca no te preocupes por eso, seguro que algo encontramos que te valga y mañana podemos comprar ropa - se acercó a ella y le acarició la mejilla - no llores, son sólo cosas, lo importante es que estás bien y van a coger a ese loco. Cálmate por favor o acabaré llorando yo también, tu eres la fuerte ¿Recuerdas? - Es la impotencia, no poder controlar la situación. Me vuelve loca pensar que os pueda pasar algo a ti o a los niños, no me lo perdonaría nunca. - Eso no va a pasar. Anda por que no te duchas y te relajas mientras termino con la cena. - No tengo hambre. - Lo sé, pero vas a cenar, mira en el armario seguro que algo te vale para dormir. Maca sonrió y se fue hacia la habitación, había perdido la cuenta de cuántas veces Esther le había obligado a comer algo cuando los nervios le impedían tragar bocado, si no hubiese sido por ella, en esos momentos hubiera sobrevivido a base de cafeína y probablemente ahora tendría una úlcera de estómago. Abrió el armario del dormitorio y empezó a buscar algo que ponerse, allí estaba la ropa de Esther, prendas que ella conocía muy bien y otras nuevas que no había visto. Abrió uno de los cajones y se encontró con lo que debía ser ropa de Bea, la talla desde luego no era la de la enfermera y el estilo tampoco. El estómago se le contrajo aún más, miró la cama y recordó las fotos que le habían enviado, se las imaginó en aquella cama y de nuevo sintió ganas de llorar. A su acosador anónimo le encantaría saber como le dolían aquellas fotos y el destrozo ocasionado, si quería convertir su vida en un infierno desde luego lo estaba consiguiendo. - ¿Encuentras algo? - la voz de Esther llegó desde la cocina para sacarla de sus pensamientos. Cerró el cajón de Bea y cogió el primer pijama corto que encontró en una de las estanterías. - Si, me Meto en la ducha, tardo cinco minutos. - No tengas prisa. Voy a llamar a mi madre a ver como van los niños. - Vale, mandales un beso de mi parte - entró en el baño y abrió el grifo de agua caliente, no pudo evitar curiosear por los armarios guiada por una necesidad morbosa de saber. Había dos cepillos de dientes compartiendo el mismo vaso, uno rosa, seguro que el de Esther, el otro negro que dedujo era de Bea, era sosa hasta para elegir cepillo. La imagen 75
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de ambas compartiendo el baño tampoco es que la animara mucho. Esos momentos de intimidad que ella misma había compartido millones de veces, a los que en su momento no daba importancia sumida en la rutina diaria y que ahora le parecían tan tiernos. Suspiró y decidió meterse bajo el agua a ver si conseguía relajarse un poco. Cuando volvió al salón Esther ya había dispuesto la mesa. De la cocina salía un agradable olor a sopa que hizo que su estómago protestara. Llevaba muchas horas con sólo un sándwich en el cuerpo. Esther entró con una sopera humeante y se quedó mirándola, así con el pelo suelto y mojado estaba preciosa, las gotas de agua todavía resbalaban por su cuello, la camiseta del pijama le quedaba pequeña y Esther no pudo evitar fijar la vista en sus pezones que resaltaban bajo la tela, la pediatra no se había dado cuenta pero ese pijama era de Bea. El pantalón corto dejaba ver una piernas muy largas que hacía mucho no veía desnudas, intentó tragar saliva y se dio cuenta de que tenía la garganta seca. - ¿Has hablado con los niños? - Si - la voz le salió más ronca de lo que hubiera deseado. - ¿Y? - Pues... - Esther por favor reacciona, va a pensar que eres tonta con la sopera en la mano y mirándole las tetas embobada. Como pudo levantó la vista, Maca tenía media sonrisa dibujada en el rostro y Esther enrojeció como una colegiala pillada infraganti - ya sabes armando jaleo como siempre y mi madre encantada. Veremos quien pone orden cuando vuelvan a casa - dejó la sopera en la mesa y comenzó a servir los platos. Se alegró de tener que fijar la vista en otro sitio que no fuera su cuerpo, se dio cuenta que estaba mas excitada de lo que podía disimular. - Después de lo que ha pasado creo que tienes razón, mejor que se queden contigo hasta que esto se solucione - comentó aun sonriendo, a Maca no le había pasado inadvertida la mirada de Esther ni donde iba dirigida, lo que hizo que su estómago comenzará a revolotear. - Me alegro de que hayas entrado en razón. Al menos el susto ha servido para algo. - Ya lo había decidido antes, sólo te dije que no para provocarte, me pone de los nervios que sigas con Bea y quería fastidiarte - dijo acercándose lentamente a la enfermera. - Vaya ¿y este ataque de sinceridad? - Esther no quería levantar la vista, sabia que Maca estaba cerca, podia oler el champú y el gel en su cuerpo. - Estoy harta de mentiras y de tratar de disimular lo que siento. Te quiero ya lo sabes y aunque te de el tiempo que necesites eso no significa que tenga que ocultar mis sentimientos ¿No? - Anda siéntate y come que se va enfriar. - Te has vuelto una maestra en cambios de conversación. - Ha sido un día muy duro y las dos tenemos la nervios a flor de piel. Hablar de esto ahora no nos llevará a ninguna parte. Maca cubrió la escasa distancia que las separaba tomándola de la cintura desde atrás. Esther soltó el cazo y apoyo las dos manos en la mesa cerrándo los ojos, Maca la giró despacio y se acercó peligrosamente a su boca - Esther, he visto cómo me mirabas hace un 76
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momento, no me digas que no sientes nada ¿por qué no dejas de luchar? - No te miraba de ningún modo Maca, es sólo que llevas el pijama de Bea y te está pequeño - lo dijo sin mirar sus ojos creyendo que así se libraría de su abrazo, que nombrar a Bea serviría para alejar a la pediatra y a ella para enfriar el calor que la sangre llevaba por todo su cuerpo ante el contacto de sus manos, pero lo que ocurrió a continuación si que no se lo esperaba. - ¿Ah si? - Maca soltó su cintura y en un movimiento rápido se quitó la camiseta del pijama desnudando su cuerpo frente a la enfermera - ¿Mejor así? - dijo acercandose aún más a una confusa Esther que no podía apartar la mirada de su pecho, deseaba con todo su alma dejarse llevar y acariciarlo, recorrer la fina piel y notar como los pezones se endurecían a su paso. Aunque su mente trataba de resistirse, toda su fuerza de voluntad se desvaneció cuando la pediatra atrapó sus labios y la beso suavemente agarrandola firmemente por la cintura y pegándola completamente a su cuerpo. La lengua de Maca se abrió paso entre sus dientes y ella se encontró respondiendo a ese beso sin oponer la más mínima resistencia, saboreando plenamente aquella boca que tanto anhelaba, recordando nuevamente cada rincón. Sus manos volaron al pecho de la pediatra que no pudo evitar un gemido al sentir la caricia de Esther. Al ver que no era rechazada Maca empezó a acariciarla, sus manos rodaron por encima de la ropa intuyendo la piel que había debajo, necesitaba más, así que tiro de la camiseta ayudándole a quitar ese obstáculo que le impedía disfrutar plenamente de la suavidad de su cuerpo. Esther sintió escalofríos cuando Maca introdujo sus manos debajo del sujetador acariciándola despacio, la pediatra bajó los labios hasta uno de sus pezones, succionandolo con suavidad mientras se deshacía de la prenda interior, notando como se endurecía entre sus labios. La apretó contra ella estrechándola entre sus brazos, Esther sintió que todo su cuerpo se hacia agua, sintió que se derretía con cada caricia, la lengua de Maca subió por su cuello mientras acariciaba su espalda, fue dejando pequeños mordiscos, excitándola enormemente, Maca sabia como hacerla enloquecer y se estaba esforzando en ello, una de sus manos voló entre las piernas de la enfermera abriéndose camino por la ropa y alcanzando su sexo que ya ardía en deseo y latía desesperadamente, que esperaba sus caricias para aplacar el fuego de su interior, para calmar aquella furia que llevaba en su piel reprimida largo tiempo. Esther sintió que las piernas dejarían de sostenerla si Maca seguía con aquel ritmo frenético de movimientos circulares, quiso pedirle que parara, pero sólo consiguió emitir una serie de gemidos inconexos, se aferró al cuerpo de la pediatra para sujetarse y siguió el ritmo de su mano con las caderas acompasando sus movimientos, notando como la humedad fluía de su interior y su cuerpo se entregaba sin reservas. Maca sabía que Esther estaba muy excitada y que de seguir así no tardaría en regalarle su orgasmo, no estaba segura de poder sostenerla cuando eso ocurriera, beso su boca, mientras muy despacio y sin dejar de acariciarla la fue conduciendo hasta el sofá. La enfermera no sabía ni cómo ni cuándo sus pantalones y sus bragas habían acabado en el suelo junto con el sujetador, sólo era capaz de concentrarse en aquella mano que seguía incansable entre sus piernas, 77
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llenándola de deseo, proporcionándole un placer que hacia mucho no experimentaba. Esther notó la lengua de Maca enredandose en la suya, atacándola sin tregua, explorando y recorriendo cada rincón, sintió que le faltaba el aire, pero le dio igual no quería que parara, ya no. Notó como Maca la recostaba en el sofá y se tumbaba encima de ella, sintió su peso y separó aun más las piernas para sentirla mucho mejor. Maca respondió acelerando el ritmo de sus movimientos, profundizando más y más en sus caricias, adentrandose en su cuerpo sin compasión. Esther, sin tener que sujetarse, ahora podía corresponder a las atenciones que le brindaba la pediatra. Metió su mano en el pantalón del pijama y se unió al ritmo que marcaba, notando la humedad que provocaban sus dedos, deleitandose en la suavidad de su interior, en el calor de aquel sexo que se abría para ella. El salón se lleno de gemidos cada vez más descontrolados. Las dos estaban más que a punto y se esforzaban por contenerse y llevar a la otra a culminar su placer. - Maca... - jadeó Esther. - Esther... - contestó la pediatra casi sin aliento. - ¡Que bonito! no hace falta que paréis por favor, es una escena impresionante - la voz de Bea llegó hasta ambas como un cubo de agua helada. Esther empujó a Maca que quedó sentada en el sofá con cara de sorpresa, la enfermera se incorporó bruscamente quedando medio tumbada y se dio cuenta de que, estúpidamente, estaba tratando de tapar su desnudez sin demasiado éxito. Todavía sentía la excitación y la sangre concentrada en su sexo latiendo dolorosamente por el orgasmo interrumpido. Bea las miraba a las dos en silencio, con la mandíbula apretada y los puños cerrados, como un animal salvaje dispuesto a atacar a su presa. Maca pensó que si no hubiera sido por la tensión del momento, se hubiera echado a reír porque la situación era bastante cómica, parecían sacadas de una escena de película, ella sentada y desnuda de cintura para arriba, Esther medió tumbada e intentando tapar su pecho y Bea de pie con los ojos como platos y una veta asesina en la mirada. - Bea yo...- Esther trato disculparse pero Bea la frenó con un gesto se la mano. - Siento interrumpir tan bello momento, pero acabé temprano el trabajo atrasado y decidí venir a darte una sorpresa. - Y vaya si se la has dado - Maca oyó como las palabras escapaban de su boca sin poder contenerlas e inmediatamente supo que se había equivocado. Esther la fulminó con la mirada y Bea enrojeció apretando los puños, de manera que se le quitaron las ganas de risa y se maldijo por ser incapaz de contener su lengua - lo siento Bea todo esto es culpa mía - alcanzó a murmurar, por un momento pensó que iba a lanzarse contra ella tal fue la ira con que la miro pero en el último momento se contuvo y relajó un poco su gesto. - Si, si que lo es, no puedes dejarla en paz verdad. No te basta con haberla humillado públicamente, ahora que se te ha pasado el calentón de Vero tienes que volver para destrozarle la vida, porque eso es lo que harás, eso es lo que hacen las que son como tú, exprimen a la gente a su conveniencia y cuando ya le han sacado todo lo que pueden la dejan tirada, sola y vacía. 78
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Maca se levantó y recogió la camiseta del suelo, si tenía que discutir con Bea no quería darle la ventaja de tener que preocuparse por enseñarle las tetas. Mientras se la ponía empezó a contestar - estás equivocada, yo no quiero hacer daño a Esther, jamás he pretendido eso. - Da igual lo que pretendieras, el resultado es lo que cuenta y volverás a hacerlo, no puedes evitarlo. Sólo piensas en ti, en lo que es mejor para tus intereses ¿Dónde estabas cuando tu mujer te necesitaba, cuando era más vulnerable? yo te lo diré, revolcándote con otra. No te gustan los problemas, nunca has tenido que luchar, te lo han dado todo hecho bonita, a la primera dificultad que surja volverás a largarte y Esther te quiere demasiado para darse cuenta, juegas con ventaja porque sabes que ella caerá rendida a tus pies en cuanto te lo propongas, es demasiado buena para aceptar como eres en realidad. - Eso no es cierto, tu has tenido tu oportunidad, si no has sabido enamorarla no es mi problema. Durante meses me aparté de tu camino y ¿que es lo que has conseguido? - ¿Que te apartaste? No me hagas reír, siempre has estado ahí, con el trabajo y los niños tienes la excusa perfecta para meterte en la vida de Esther. Sabes que ella haría cualquier cosa por el bienestar de sus hijos y tú te aprovechas de eso para tenerla a tus pies. - No metas a mis hijos en esto. No se te ocurra ir por ahí o tendrás problemas. - ¿Me estas amenazando? Porque me encantaría ver esos problemas que voy a tener - dijo avanzando hacia Maca mirándola con desprecio. Maca aguantó la mirada y no retrocedió ni un milímetro de donde estaba. Si Bea quería guerra eso es lo que tendría. - ¡Basta ya! - mientras discutían Esther se había puesto la ropa y las miró desafiante parad de comportaros como dos pandilleros, dejad de hablar de mi como si no estuviera y sólo fuese un trofeo que os tenéis que disputar ¡Ninguna de las dos tiene ni puta idea de como me siento! ¡Salid de mi casa ahora mismo, fuera las dos! - Ambas se quedaron mirándola asombradas. Esther no solía gritar de aquella manera. Tenía las mejillas encendidas y el gesto contraído en lo que parecía un enfado monumental -¿No me habéis oído? O es que además de insensibles estáis sordas, salid a pelearos a la calle como dos gallitos en celo y dejadme en paz - Maca fue la primera en reaccionar - Esther yo...lo siento, no quería herirte. - Me da igual lo que quisieras, estoy harta, harta de ti y tus juegos, de tu maldito orgullo y de tus mentiras, necesito estar sola. Al final tendrás que ir a un hotel, llévate mi coche si quieres pero lárgate ya. Maca se quedó desconcertada, no esperaba aquello y se sintió dolida - No es necesario que me lleve tu coche, cogeré un taxi. Te importa que me cambie primero ¿o tengo que marcharme en pijama? - después de lo que había pasado se sentía herida, hacía apenas unos minutos había conseguido que Esther se entregase a ella con toda la pasión de sus primeros encuentros y ahora la echaba de su casa, además se encontraba totalmente insatisfecha y frustrada, le hubiese gustado estrangular a Bea ¡Joder! - pensó - al menos podía haber llegado unos minutos más tarde. - Vete como quieras pero márchate ya. Y lo mismo te digo a ti Bea, no quiero pasar ni un minuto más con ninguna de las dos - Maca salió del salón y se encaminó a la habitación 79
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para vestirse. - Esther tenemos que hablar, por favor - Bea aprovechó que Maca se había ido para intentar suavizar las cosas. - Ahora mismo no hay mucho de que hablar, ya has dejado claro mi falta de carácter para tomar mis propias decisiones, así que voy a demostrarte lo equivocada que estás. Por una vez en la vida voy a hacer lo que realmente quiero sin pensar en nadie más. - Esther he venido a darte una sorpresa y te he pillado tirándote a tu ex, creo que tengo derecho a enfadarme ¿no? Encima no te hagas la víctima, porque no es justo, yo te quiero y tú me has traicionado. - Pues por eso mismo es mejor que te vayas. Te he engañado y te dije que nunca lo haría, no se puede confiar en mi, así que no merezco tu amor y además no estoy segura de que no volverá a pasar. Tu misma lo has dicho, Maca puede conseguirme cuando quiera, así que ya ves, estarás mejor sin mi. - Esther no te pongas así, no estás siendo razonable. - Me pongo como me da la gana y no quiero razonar nada. Estoy harta de ser una marioneta en vuestras manos, por mi parte Maca y tu os podéis ir a paseo de la mano, puedo perfectamente vivir sin ninguna de las dos. Y eso es lo que voy a hacer. - Pero... - Bueno, pues ya estoy - Maca entró en el salón - ¿estás segura de que quieres que me marche? - miró a Esther deseando con todo el alma que cambiara de opinión. - Si, muy segura, no he estado más segura de nada en mi vida - Esther se encaminó con decisión a la puerta y la abrió esperando a que salieran. Maca fue la primera en salir, se paró un segundo en la puerta y volvió a mirar a Esther, la cara de la enfermera no dejaba lugar a dudas, salió y pulsó el botón de llamada del ascensor, mientras Bea esperaba a su lado con la vista fija en el suelo - espero que no os matéis mientras bajáis, no tengo ganas de pasar la noche en comisaría - su despedida fue un sonoro portazo que puso fin a cualquier intento de conversación. Maca y Bea entraron en el ascensor sin mirarse, la pediatra pulsó el botón de la planta baja y Bea se colocó en el extremo más alejado que pudo de ella. - Por mucho que te empeñes Esther sigue queriéndome y si de verdad te importa no la apartarás de su familia. - Vaya, ahora te importa la familia. Maca no me hagas reír. A ti lo único que te importa es salirte con la tuya, pero mira por dónde yo no voy a rendirme ni te lo voy a poner fácil. - ¿No has tenido suficiente con lo que has visto arriba? El dardo envenenado de Maca dio en el blanco - Eres una zorra - contestó con la furia reflejada en el rostro. - Cuidado Bea es la segunda vez que tomas un camino equivocado, no va a haber una tercera.
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Las puertas del ascensor se abrieron, Maca fue a salir y Bea se adelantó empujándola, sin darle tiempo a reaccionar se perdió en la noche rumbo a su coche. La pediatra dudó un momento y estuvo a punto de volver a subir a casa de Esther. Lo pensó mejor, conociéndola no sería el mejor momento para intentar hablar con ella, definitivamente tendría que pasar la noche en una solitaria habitación de hotel, eso o llamar a Claudia y pedirle asilo político, esa idea le parecía mejor, necesitaba una amiga con quien desahogarse. Total, otra noche que parecía que tampoco iba a dormir demasiado. Esa noche Esther no conseguía conciliar el sueño, por más vueltas que daba en la cama no encontraba la postura y su cabeza no dejaba de volver a lo mismo una y otra vez, Maca, su cuerpo, sus besos, sus manos, todavía le ardía la piel. Si Bea no las hubiera interrumpido, se habría entregado totalmente a ella, probablemente ahora seguirían haciendo el amor o estarían agotadas abrazándose, regalándose caricias y lo echaba de menos, deseaba sentirla enredada a su cuerpo, sentir su pecho contra su espalda, deseaba sus besos y sus manos, su ausencia le dolía en el alma ¿Qué demonios iba a hacer con esos sentimientos? Podía ocultarlos pero no negarlos. Tenía la impresión que todo ese tiempo se había forzado en no demostrar lo que realmente sentía, en castigar a Maca por su engaño, tenía que dejarla por lo que le había hecho, pero la única perjudicada fue ella misma. Sabía de sobra lo que le costaba a la pediatra reconocer sus errores y pedir perdón, al negarse a hablar con ella la empujo justo al lado contrario de donde quería tenerla, la arrojó directamente a los brazos de Vero y ahora se daba cuenta de que debía haber presentado batalla. Bea tenía razón, Maca podía hacer con ella lo que quisiera porque su corazón le pertenecía, porque cada vez que la tenía cerca sentía mil mariposas revoloteando por su estómago y el pulso se le aceleraba, porque estaba enamorada hasta los huesos y no quería una vida sin ella, porque cada vez que hacían el amor se sentía viva y cuando ella no estaba todo parecía gris y aburrido. No podía seguir dando falsas esperanzas a Bea, tenía que acabar con una relación que no conducía a ninguna parte, no se merecía lo que le estaba haciendo. Si hoy no se hubiera presentado en su casa la habría engañado y no quería hacerlo, sabía demasiado bien como dolía la traición. No iba a ser fácil pero era lo justo. Quizá lo mejor sería estar un tiempo sola, aclararse y empezar poco a poco con Maca de nuevo, aunque las palabras poco a poco y Maca no eran compatibles, cuando la pediatra quería algo era como un huracán que arrasaba con todo lo que se le ponía por medio. Le había pedido tiempo sabiendo que sería incapaz de dárselo. Se habían hecho mucho daño y estaba segura de que las cosas no serían como antes, las dos tendrían que poner mucho de su parte, pero necesitaba intentarlo para ser feliz. Hasta que conoció a Maca su vida había ido dando tumbos sin rumbo fijo, todas sus parejas anteriores habían acabado en un estrepitoso fracaso, en parte creía que la aceptación de su madre cuando le dijo que se había enamorado de una mujer fue porque, por primera vez en su vida, la vio realmente centrada y feliz. Fue increíble descubrir esos 81
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sentimientos, enamorarse de otra persona sintiendo que todo lo demás no importaba, perderse en sus ojos y en su cuerpo sabiendo que ese era el único lugar dónde quería estar, dónde podía refugiarse y sentirse viva, porque eso fue lo que generó Maca en su interior, un sentimiento de vida pleno, notó como todos sus sentidos despertaban, hasta ese momento no se había dado cuenta de lo dormidos que estaban y al estar con ella una explosión de color lo inundo todo, sintió que podía hacer cualquier cosa, que por ella podría incluso hasta morir y lo haría con gusto, porque en el momento que se entregó a ella supo que nada más valía la pena y fue tan intenso que al principio se asustó de esos sentimientos, de que Maca no sintiera lo mismo. Siempre había creído que ponía más en sus relaciones de lo que recibía, pero con ella fue distinto, se sentía tan feliz de amarla, de entregarlo todo, que no le importó. Descubrió que la manida frase de que siempre es más feliz quien más ama era cierta, además con Maca también recibía amor y mucho, nunca se había sentido tan colmada de atenciones, tan deseada, tan cuidada. Maca parecía fría y dura como una piedra, pero al penetrar tras su muro comprendió que todo era fachada, un mecanismo de defensa para que nadie le hiciese daño, cuando llegabas hasta su corazón descubrías que era un lugar cálido y soleado en el que podías perderte sin remedio, descubrió que era dulce y tierna, no tanto en palabras como en sus actos, pero cuando alguna vez se le escapaba un te quiero, ella se derretía hasta la médula, porque sabía que esas dos palabras estaban cargadas de un valor incalculable y no eran vanas como las que tan a menudo había escuchado de otros labios. El problema era la desconfianza que se había instalado entre las dos, los reproches, el maldito miedo a entregarle de nuevo su corazón y volver a sufrir como había sufrido. Necesitaba que Maca la convenciera de que estaba enamorada de ella, necesitaba oír de sus labios una disculpa, una explicación a todo lo ocurrido, necesitaba saber que era sincera al cien por cien, y aun no tenía esa sensación, la pediatra no le había aclarado sus sentimientos. Pérdida en esos pensamientos entró en un duermevela inquieto, soñó con unos ojos y unos labios a los que quería llegar a toda costa pero no lograba alcanzar, cuando intentaba avanzar sentía como sus piernas se volvían de plomo, angustiada y desesperada cada vez se alejaba más de su objetivo. Cuando sonó el despertador se sintió tan cansada como si no se hubiera acostado. En la otra punta de la ciudad Maca había llegado a casa de Claudia. Cuando recibió la llamada y le explico por encima lo que había pasado, a la neuróloga le falto tiempo para invitarla a pasar la noche con ella. - Me estas diciendo que alguien ha destrozado tu casa, que Esther no ha querido dejarte sola, te ha llevado a la suya y que Bea os ha pillado en plena fiesta. Desde luego tu no pierdes el tiempo bonita, en vez de estar aterrorizada por ese psicópata te da un calentón y te aprovechas de tu ex. - Oye que no ha sido así, yo no me he aprovechado de nadie tenias que ver como me 82
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miraba Esther cuando he salido de la ducha. Además para lo que me ha servido, ahora estoy peor que antes, he estado a punto de rozar el cielo y me han despertado de golpe, ahora es cuando realmente tengo un calentón de tres pares de narices. - Claro, y tu no has puesto nada de tu parte para que eso sucediera, te has limitado a dejar que Esther tomara la iniciativa ¿verdad? La verdad es que yo hubiera hecho lo mismo que Esther, os hubiera mandado a paseo a las dos. Debe estar harta de que tiréis de ella como si fuera un juguete. - Claudia yo sólo quiero recuperarla, no quiero hacerle daño ni que sufra más, te juro que yo no iba con esa intención, surgió, ninguna de las dos intentamos evitarlo, eso tiene que significar algo ¿no? - Sí claro, significa que os atraéis como polos opuestos y que el sexo no es el problema. Me dices que no quieres hacerle daño ¡Joder Maca! pues lo estás haciendo de pena. Deberías dejarla respirar un poco ¿No te había pedido tiempo? Pues dáselo, no entres en su vida como un elefante en una cacharrería. Al final se va a hartar y ni Bea ni tu. - No es tan fácil Claudia, yo quiero darle ese espacio y de verdad que no iba a su casa con la intención de que pasara nada ¡si estaba echa polvo por lo que me había pasado! Pero cuando la he tenido delante y he visto como me miraba, te juro que he visto pura lujuria en sus ojos y ya no he podido pensar más, tenía que besarla. Y ella me ha correspondido, incluso con más ganas que yo, si Bea no hubiera aparecido... - Si, hubiera sido un polvo fantástico ¿Y luego qué? Te repito que no es en la cama dónde están vuestros problemas. - Lo sé, pero hubiéramos hablado y tal vez... - Tal vez, tal vez, bla, bla, bla. Macarena que nos conocemos. Creo que deberías hacerlo al revés, habla primero con ella y luego os hartáis de sexo como leonas en celo. Porque si no, no vais a ser sinceras nunca y lo que os ha separado seguirá ahí. Cuéntale por que no volviste de Jerez cuando ella te lo pidió, como te sentiste por lo de Raúl, por qué te liaste con Vero y dile de una puñetera vez lo que sientes, que la quieres y no puedes vivir sin ella, pídele perdón en condiciones porque creo que todavía no ha oído una disculpa sincera de tus labios y me parece que lo necesita, al menos yo querría verte rebajarte un poquito, guapa. - Esther ya sabe lo que siento y si que le he pedido perdón. - Sí claro, a tu manera ¡Maca! Pues se lo vuelves a pedir y le dices lo imbécil que has sido y te tragas el orgullo y se lo repites mil veces si hace falta, hasta que no le quede la más mínima duda de que eres sincera y puede confiar en ti. Y ni se te ocurra mencionar que ella también te engañó como excusa, demuéstrale que tu ya has superado aquello, que la has perdonado y no te importa el pasado lo más mínimo. Si no nunca vais a salir del yo te engañé pero tu a mi primero. - Maca suspiró, Claudia tenía razón, pero para ella no era fácil expresar sus sentimientos. Nunca había sido de las que piden perdón ni se rebajan fácilmente y el tema de Raúl aún la escocía muy adentro - lo intentaré, si Esther me deja, después de lo de hoy no se como va a reaccionar. - Pues te buscas la vida para que te escuche. - Claudia por Dios, no me regañes más, necesito una amiga que me consuele y me anime. Me siento fatal. 83
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- Pues yo si quieres te miento y te digo lo maja que has sido y lo bien que lo has hecho, pero es que eso no te va a ayudar mucho. Llevas demasiado tiempo escudándote en que Esther fue la que te engaño primero, que desde ese día algo se rompió entre vosotras y no ha vuelto a ser lo mismo, creo que ya es hora de parar, si Esther se equivocó creo que ya lo ha pagado con creces, y si tu te liaste con Vero, lo de Raúl no te excusa para nada. - Lo sé y te agradezco que seas sincera y me muestres lo equivocada que estoy, se que he cometido muchos errores, pero hoy necesito que me abracen y me digan que todo se va a solucionar. - Y estoy segura de que así va a ser - se acercó a la pediatra y la acunó entre sus brazos pero vas a tener que poner todo de tu parte porque Esther debe estar más perdida que tú, entras y sales de su vida poniéndolo todo patas arriba, supongo que tiene miedo de dejarte entrar y que vuelvas a hacerle daño ahora que, más o menos, había conseguido superarlo. Yo sólo quiero que seas feliz y eso pasa porque recuperes el rumbo perdido y seas capaz de tragarte tu orgullo, mi niña. Dices que Esther no te lo va a poner fácil, yo tampoco lo haría, demuéstrale que merece la pena, que la quieres y que es lo más importante de tu vida. - Pero es que precisamente eso es lo que es, Claudia, lo es. Cuando Maca llegó a trabajar a la mañana siguiente se enteró por Teresa de que Esther había llamado diciendo que estaba enferma y no podía ir a trabajar. Le debían unos días así que iba a tomárselos. - Si que debe estar mal la pobre con lo que ella es, si incluso algún día ha venido teniendo fiebre y, fíjate, hasta prefiere cogerse días libres a tomar la baja, es tan responsable. - Sí Teresa, luego la llamaré a ver como está - Como Teresa se enterara de lo que había ocurrido la noche anterior tendría tema de conversación para un año - como veo que la cosa está tranquila me marcho a mi despacho a adelantar informes que tengo un montón de papeleo atrasado. Si alguien quiere algo estoy allí. Cuando llegó a su despacho cogió el móvil y marcó su número, sabía que la enfermedad de Esther era la misma que la suya, tenía que hablar con ella, intentar suavizar la tensa situación de la noche anterior. Necesitaba acercarse a ella sin agobiarla. - Qué quieres ahora Maca - le contestó con voz cansada cuando cogió el teléfono. - Sólo saber como estás. -Fenomenal, por eso no he ido a trabajar. - Esther por favor, siento mucho lo que ocurrió anoche, de verdad. Sólo quiero que podamos hablar sin discutir, tenemos que aclarar las cosas. Luego iré a casa de tu madre a ver a los niños ¿Te veo allí? - No lo creo Maca, necesito estar sola, quiero descansar y no pensar en ti, ni en Bea, ni en el desastre en que se ha convertido mi vida. No quiero hablar sin tener las cosas claras, no quiero tenerte delante y que me convenzas sólo con rozarme, sabes de sobra lo que provocas en mi, juegas con ventaja y yo no quiero sentirme tan vulnerable. - Vale, lo entiendo, de verdad. Voy a darte todo el espacio que necesites, tomate el tiempo 84
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que quieras, yo estaré aquí esperando cuando estés lista para hablar. Tengo mucho que decirte y quiero hacerlo bien esta vez. Quiero demostrarte que puedo darte lo que necesitas, que respeto tu decisión y que comprendo tus dudas. - Ya veremos Maca, ahora no puedo pensar en esto, ya iremos hablando y veremos que pasa. Me he cogido los días libres que me quedaban. - Lo que necesites Esther, de verdad. - Gracias, tengo que colgar, adiós. - Un beso, adiós. El primer paso estaba dado. Le iba a costar la espera y sabía que iba a ser larga pero, Claudia tenía razón, no podía hacer otra cosa, sí presionaba demasiado a Esther acabaría perdiéndola definitivamente. Sólo esperaba que su ex se aclarara pronto y le dejara demostrarle que podía confiar en ella. Empezó con el papeleo atrasado y se concentró en el trabajo, eso le ayudaría a que el tiempo pasara más rápido. A la una y media su móvil mostraba en pantalla el teléfono de Esther, Maca se emocionó, quizá había cambiado de opinión y le apetecía ir a ver a los niños con ella. - Esther dime - contestó ilusionada. - ¿Estás con Pedro? ¿Has ido tu a recogerle al colegio? - ¿Pedro? Esther yo estoy trabajando, tu madre era la que iba a recogerle - Maca no entendía que pasaba. - Estoy en el colegio Maca, llamé a mi madre y le dije que yo venía a por él. No está Maca, aquí dicen que ya se ha ido. - ¿Cómo que ya se ha ido? ¡Eso es imposible! ¿Habéis mirado bien? ¡Estará jugando en el patio! - dijo visiblemente alterada, cada vez se sentía más nerviosa. - No Maca ¡No está! - Esther estaba histérica y al borde de las lágrimas - hemos mirado en todos los sitios posibles y el niño no está en el colegio. Dios mío no, el niño no por favor, no puede ser - se dijo a si misma, Maca intentó mantener la calma - Esther quiero que llames a la policía, estaré allí en cinco minutos salió disparada y pasó por la rotonda de salida como un huracán - Teresa dile a Javier que he tenido que marcharme - dijo sin apenas detenerse. - ¿Que ocurre Maca? ¡Maca! - Gritó Teresa al ver que la ignoraba y corría como alma que lleva el diablo. Maca puso la moto a prueba y condujo como una suicida hasta el colegio de Pedro. La policía ya había llegado, vio a Esther entre una maraña de agentes, tenía él rostro surcado por las lágrimas y se retorcía las manos desesperada. Ya estoy aquí - dijo tocando su hombro - ¡Maca! - Esther se abrazó a ella llorando descompuesta - ¡No está! ¡Se lo ha llevado! ¡Ese chiflado tiene a nuestro niño! ¡Dios mío Maca! 85
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La pediatra cerró los ojos y la apretó con fuerza contra su cuerpo intentando calmar las convulsiones del llanto de Esther - shhh, cálmate mi vida, vamos a encontrarle, no le va a pasar nada - rezó en silencio para que así fuera - Maca vio como el inspector Suárez se abría camino hasta ellas, se soltó suavemente del abrazo de Esther y la tomó de la mano encaminándose hacía el policía - inspector, ese psicópata se ha llevado a nuestro hijo, tenemos que encontrarle como sea. - Calma Maca, todavía no sabemos si ha sido él. - ¿Cómo que no? ¿Quién si no va a llevarse a mi hijo? Hay que hacer algo - Esther seguía llorando cogida de su mano sin poder articular palabra. - Lo primero que tienen que hacer es tranquilizarse, ahora mismo estamos siguiendo todos los protocolos para este tipo de casos. - ¡No me venga con protocolos ni gilipolleces! ¡No es su hijo el que anda por ahí en manos de un perturbado! - Maca por favor, gritándome no vas a conseguir que tu hijo aparezca antes, tienes que calmarte. Hasta ahora este individuo ha conseguido esquivarnos, ha entrado en el hospital para dejar los anónimos y las fotos sin que nadie reparara en él, entró en tu casa sin dejar rastro y, si se ha llevado a tu hijo, lo ha hecho sin que nadie lo viera en un colegio repleto de madres y profesores. Créeme, si no quiere que le atrapemos será difícil hacerlo. - Me estás diciendo que no vamos a encontrar a mi hijo ¿Es eso? Porque no pienso quedarme sentada a esperar. Iré a la prensa, ofreceré una recompensa, haré lo que sea necesario. - Creo que tu hijo no corre peligro, sólo está jugando contigo y yo te necesito calmada - un agente llegó hasta el inspector, le entregó una pequeña bolsa de plástico y le dijo algo al oído, el inspector miró el contenido de la bolsa unos segundos y se giró hacia Maca. - Te necesito con tus sentidos al cien por cien. Toma, lo han encontrado en la clase del niño - le entregó la bolsa para pruebas y dentro había un papel - léelo y dime que te sugiere. Maca se soltó de la mano de Esther para leer la nota. No se había dado cuenta de lo fuerte que la enfermera se la había apretado hasta ahora que la notaba dolorida, al menos había dejado de llorar y la miraba expectante. Empezó a leer en voz alta "el gatito dormido se quedó entre los pinos...Sigue la canción y encuentra a tu hijo. A Pedro le gusta el agua, date prisa o se ahogará en ella". - Esther se llevó la mano a la boca ahogando un gemido de pánico - Maca ¿Sabes que significa esto? - No estoy segura - releyó de nuevo la nota - es una canción que nos cantaba mi padre cuando éramos niños, una especie de cuento. - ¿Te acuerdas de como sigue? - preguntó él inspector. - Hace muchos años yo... - ¡Maca tienes que recordar! - gritó Esther desesperada. - Dame un momento por favor, intento recordar como sigue. - Dice que no tenemos mucho tiempo, por favor tienes que acordarte o mejor, llama a tu 86
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padre, él sabrá como sigue. - ¡Esther no me agobies! Dame unos minutos por favor - Maca intentó concentrarse, lo tenía en la punta de la lengua: El gatito dormido se quedó entre los pinos. En una tabla plana el pobre hizo su cama. Cuando llegó la tormenta estaba en plena siesta. El agua le caía más él no se movía. El agua le calaba pero él no se enteraba. La tabla resbaló y por el monte bajó. Hasta un lago llegó y en el medio quedó. Al poco despertaba y a su madre llamaba La gata que le oyó a su lado corrió. Del lago le sacó y a casa le llevó. Y el gatito contento se durmió con un cuento. Nunca más hizo su cama bajo ninguna rama. - Es una estúpida canción infantil sin sentido. Yo creo que mi padre se la inventó para entretenernos y a nosotros nos hacía muchísima gracia imaginarnos al pobre gatito flotando en la madera en el medio de un lago. - ¿Pero qué tiene que ver esto con Pedro? ¿Cómo vas a saber dónde está? - No tengo ni idea, pero quien haya hecho esto me conoce muy bien, sabe cosas de mi infancia ¿Cómo puede conocer esa canción? Tiene que ser alguien de mi entorno más cercano ¿Pero quién? ¿Y cómo? - Maca tienes que intentar asociar la canción con algún lugar - el inspector Suárez la animó - Pedro estará allí. - No sé, la cantábamos en cualquier viaje, mi padre le ponía distintas músicas y nosotros le seguíamos. - No puede ser muy lejos de aquí - dijo Esther. - ¡Dios mío Esther! La casa de la Sierra. Íbamos allí siempre que veníamos a Madrid, mi padre me la regaló cuando supo que me venía a trabajar aquí. Cerca está el pantano. - ¡Tiene que ser eso! -exclamó la enfermera. El inspector Suárez ya estaba hablando con sus hombres que montaron en sus coches con rapidez - Maca será mejor que vosotras esperéis aquí. - Ni lo sueñes, si no me lleváis con vosotros me voy en la moto, me da igual y Esther se viene conmigo - Esther asintió decidida, no tenía ninguna intención de quedarse esperando noticias. - Sois un par de cabezotas, no me parece buena idea pero no voy a perder tiempo discutiendo. Subid a mi coche. Durante la hora que duro el trayecto nadie dijo nada, Maca era un manojo de nervios y se removía inquieta en el asiento trasero mientras miraba por la ventanilla, Esther a su lado 87
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no estaba mucho mejor. En un momento dado cogió la mano de la pediatra y la estrechó entre las suyas, Maca la miró y sonrió agradeciendo ese pequeño gesto. Correspondió apretando su mano con fuerza. Estaban juntas en esto, su hijo las necesitaba y ambas darían la vida por el si hacía falta. Por fin llegaron a la casa de la sierra y enfilaron el camino que conducía al pantano, el valle se abrió mostrando el agua plateada que reflejaba la luz del sol, el camino estaba flanqueado de impresionantes árboles centenarios que desafiaban a un cielo azul brillante. Si no hubiese sido por el motivo que las llevaba allí Maca hubiera disfrutado de la visión del paisaje, siempre le había encantado esa panorámica y su álbum de fotos estaba lleno de atardeceres que inmortalizaban la caída del astro rey sobre el agua. En aquel momento sus ojos no buscaban el reflejo dorado sino cualquier cosa que asomase sobre la superficie, algo fuera de lugar que rompiera la armonía del paisaje, algo que le diera una pista de dónde podía estar su hijo. Fue Esther la que les alertó primero, al igual que ella debía haber estado buscando desesperadamente alguna señal en el agua. - ¡Allí! en medio del agua, ¡allí hay algo! Desde dónde estaban sólo se apreciaba una pequeña mota flotante en el agua, parecía ser de goma pero no se veía bien. La barca oscilaba en medio del pantano pero no se movía de su sitio. - ¡Dios mío tiene que ser eso! Hay que llegar hasta allí - dijo Maca visiblemente nerviosa. El inspector Suárez llamó por radio, necesitaban una Zodiac para llegar hasta la barca. Cuando llegaron al agua, un equipo de la guardia civil les esperaba en la orilla con la lancha preparada. Desde esta posición se veía mucho mejor, efectivamente era una de esas hinchables de goma. No se movía del centro del centro del pantano, parecía como si un peso la anclase a aquel lugar. - Buenas tardes - dijo uno de los guardias civiles - Soy el capitán Martínez. Acabo de intentar ver con los prismáticos si hay alguien dentro de la barca, pero no se aprecia nada desde esta posición. Si hay alguien, está tumbado en el fondo. La barca tiene una cuerda en el lateral, probablemente un peso atado a la cuerda es lo que la mantiene en esa misma posición. El helicóptero tardaría demasiado en venir, está en el rescate de unos montañeros que han tenido un accidente, así que mejor nos acercamos hasta allí sin demora en la lancha. - Gracias capitán, vamos a ir con la zodiac , no hay tiempo que perder. Maca tu te quedas aquí - dijo el inspector Suárez viendo como la pediatra se adelantaba. - ¡Voy a ir, es mi hijo y puede necesitar mi ayuda! - Por eso mismo, para ayudarle estamos nosotros. No sabemos lo que nos vamos a encontrar y no te quiero cerca de esa barca hasta que lo sepa. - No voy a quedarme aquí. - Maca por favor, no me hagas pedirle a uno de mis agentes que te espose al coche. 88
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Esther se acercó a ella y la sujeto del brazo, sabía lo impulsiva que podía ser su mujer cuando estaba bajo presión - Maca por favor quédate conmigo, no quiero esperar aquí sola. Maca la miró a los ojos y sintió una inmensa ternura en su mirada - de acuerdo - dijo esperaremos juntas - La abrazó acercándola a su pecho y besó su pelo. El inspector dio media vuelta y se acercó a la lancha dónde le esperaba el equipo de rescate. Ambas permanecieron de pie y abrazadas viendo como la barca se alejaba, con la misma angustia reflejada en el rostro, con el miedo atenazandoles el corazón. Desde la orilla los minutos parecían horas, ninguna de las dos se movía un milímetro. La lancha por fin había llegado hasta la barca hinchable y vieron como un agente de la Guardia Civil se acercaba a ella y permanecía agachado en lo que les pareció una eternidad, luego vieron como sacaba algo de su interior. Desde la orilla se distinguía perfectamente lo que era, el cuerpo inerte de Pedro, el niño no se movía. - Maca no se mueve - los ojos de Esther la miraban aterrorizada. Ella misma sentía que le temblaban las piernas. No podía hablar, no podía pensar. Los brazos de su pequeño colgaban inertes sostenido por aquel agente. Entre la bruma de las lágrimas vio como le depositaban en la lancha, que giró su rumbo para acercarse a la orilla. Se deshizo del abrazo de Esther y corrió hasta el agua dónde cayó de rodillas. Esther permaneció donde estaba mordiendose el puño, no podía moverse, el pánico bloqueaba sus piernas que no la obedecían. Su estómago se contrajo a la mínima expresión y sintió las nauseas subiendo hasta su garganta. La lancha seguía su avance hacía ellas, los segundos parecían siglos. - Dios mío por favor no, por favor, mi niño, por favor, por favor, por favor - Maca recitaba su mantra mientras veía acercarse la motora a paso de tortuga. Cuando por fin llegó a pocos metros de la orilla no se lo pensó y se metió en el agua hasta las rodillas - ¡Pedro! gritó descompuesta. - Tranquila Maca - el inspector Suárez había saltado de la lancha y se acercó a ella - el niño está bien, sólo está sedado. - ¿Seguro que está bien? , déjame reconocerle, quiero asegurarme por mi misma intentaba avanzar pero el inspector la sujetaba por los hombros. - Deja que le bajen a la orilla, una ambulancia nos espera en la carretera, allí podrás reconocerle mejor, pero cálmate, enseguida podrás abrazarle - suavemente la empujó fuera del agua, Esther se había acercado hasta ellos y las dos se abrazaron de nuevo. - Está bien mi amor, no le ha pasado nada sólo está sedado - Esther no podía contener las lágrimas y Maca se contagió de su llanto - no llores, está bien, nuestro niño ya está a salvo. Vamos tienes que ayudarme a hacerle un reconocimiento, vamos a la ambulancia. El agente de la guardia civil que cargaba con el niño llegó hasta ellas - bueno, aquí lo tienen, parece estar bien pero han debido darle alguna droga para dormirle. Maca cogió al niño y lo acunó en sus brazos, sintió un inmenso alivio al notar la respiración pausada que hacia subir y bajar su pecho. Por un momento había pensado lo peor y sintió como las lagrimas volvían a acudir a sus ojos. Esther beso al pequeño en la frente con el mismo 89
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sentimiento que Maca. Con él en brazos llegaron hasta la ambulancia, el médico de la unidad se adelantó para hacerse cargo pero Maca le contuvo - soy pediatra en el Hospital Central, vamos para allá, yo misma le haré el reconocimiento de camino. Esther llama a Teresa y dile que vamos a llegar con el niño, que me reserven un box de urgencias y preparen una habitación en pediatría, esta noche se va a quedar en observación por si acaso. - ¿Crees que será necesario? - No lo sé pero no voy a correr ningún riesgo. Prefiero que pase la noche en el hospital aunque no tenga nada, no sé con que le habrán dormido. Mientras Esther hablaba con Teresa, Maca comenzó a reconocer al niño que seguía profundamente dormido. La ambulancia volaba de camino al Central. Cuando llegaron al hospital Claudia, Vero y Alicia estaban esperando en la rotonda de entrada con cara de preocupación. Nada mas ver aparecer la camilla corrieron presurosas a su lado. -¿Como está? - preguntó Vero. - Creo que bien, parece que sólo le han drogado pero no sé con que, necesito una analítica completa. - Yo me encargo - dijo Alicia, empezando a prepararlo todo. Claudia le miró las pupilas - si, tardará un poco en despertar, tiene las pupilas muy dilatadas. - ¿Qué es lo que ha ocurrido? - preguntó Vero. - No tenemos ni idea, habrá que esperar a que el niño despierte a ver si nos puede contar algo. De momento sólo sabemos que se lo llevaron del colegio, pero no quién ni cómo contestó Esther. - Esther, quédate tu con él yo voy a hablar con Javier, voy a tomarme unos días libres, esto se ha salido de madre y me llevo a los niños a Jerez con mis padres, allí estarán más seguros. Si a ti te parece bien claro. - Me parece lo mejor Maca, luego hablamos más tranquilas. Maca se encaminó al despacho de Javier. Todavía tenía la adrenalina a flor de piel, no quería ni imaginarse que hubiese pasado si al niño le hubiera ocurrido algo o no le hubiesen encontrado. La sensación de pánico seguía dentro de ella y eso que se había mantenido fuerte para no asustar más a Esther. Cuando llegó al despacho del director el inspector de policía estaba hablando con él. - Hola Maca, estaba haciéndole algunas preguntas a Javier aprovechando que estoy por aquí ¿Qué tal está él pequeño? - Pues sigue dormido, tenemos que esperar a la analítica y le mantendremos esta noche en 90
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observación, aunque no parece tener nada más. - No creo que quisiera hacerle daño es otro modo de atacarte a ti, te envía un aviso, te dice que puede hacer lo que quiera, quiere que te entre el pánico. Me gustaría que me avisaras en cuanto despierte, voy a quedarme un rato y es importante saber que dice el niño. - Veremos si recuerda algo. Inspector quiero llevarme a mis hijos a Jerez, por eso venía a verte Javier, necesitaré unos días libres. - No hay problema Maca, tomate los días que necesites, ya lo he organizado para cubrir el servicio de urgencias, ahora mismo, con todo lo que te está ocurriendo no creo que debas estar al frente de la dirección, yo mismo me encargaré de ella hasta que esto se solucione. - No me lo puedo creer - Maca sintió como la rabia se abría paso en su interior - ¿Me estás destituyendo? - dijo alzando mas la voz de lo que hubiera querido. - Tranquila Maca, es sólo una medida provisional, nadie te está destituyendo, sólo quiero liberarte un poco para que te centres en tu familia. Será sólo por un tiempo, hasta que cojan a ese chiflado. Maca quiso gritarle por donde podía meterse su medida provisional, pero no tenía ni tiempo ni ganas de discutir con Javier. Suspiró tragándose su orgullo, en él fondo sabía que era lo mejor, necesitaba un respiro para dedicarse a su familia, pero desconfiaba de su jefe, llevaba tiempo cuestionando su puesto y ahora tenía la oportunidad de quitarla de en medio, aún así en este momento no podía hacer nada. Tendría que confiar en sus palabras - Vale Javier - dijo con resignación - Ahora si me disculpáis voy a ver como sigue mi hijo. En cuanto haya novedades le aviso inspector - El acosador podía estar contento, tenía que alejar a sus hijos de ella, la relación con Esther seguía en punto muerto y ahora su trabajo también era cuestionado. Si quería arruinarle la vida lo estaba consiguiendo y eso hizo que se sintiese tremendamente frustrada. Habían trasladado al niño a una habitación en Pediatría. Cuando entró, Esther estaba sentada a su lado y le acariciaba la cabeza mientras canturreaba bajito una de las canciones favoritas de Pedro - miró la escena con infinita ternura y deseo abrazarles a ambos, poder protegerles de cualquier peligro. Se acercó a Esther y apoyó una mano en su hombro. La enfermera giró la cabeza y la miro con los ojos llorosos - ¿Sigue dormido? - preguntó Maca con una sonrisa, quería transmitirle una seguridad que en realidad no sentía. - Si, aún tardarán en traer los resultados, en el laboratorio le van a dar prioridad, pero ya sabes, lleva su tiempo. Lo importante es que está bien, por un momento temí lo peor. - Yo también, cuando le vi con los brazos colgando y sin moverse me asusté muchísimo Maca - la cara de Esther era de profunda preocupación, estaba otra vez al borde de las lagrimas y a Maca le partía el alma verla así. Se acercó a ella y le acarició el pelo - yo también, no se lo que haría si os pasara algo a alguno de vosotros. Por eso es mejor que durante un tiempo los niños estén fuera. En la 91
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finca con mis padres no podrá acercarse a ellos. Luego llamaré a mi padre para explicarle la situación. En cuanto Pedro esté bien me los llevo a Jerez ¿Quieres acompañarme? Podríamos pasar unos días tranquilas y hablar. - Creo que es mejor que vayas tu sola, yo necesito aclararme un poco, serenarme, todo esto me esta volviendo loca Maca y si estoy contigo no puedo pensar con claridad. - ¿Tan nerviosa te pongo? - dijo sugerente intentando aliviar la tensión. - Maca, por favor. - Vale - sonrió - sólo bromeaba. Entiendo que necesites estar sola y aclararte, sólo te pido una cosa, no tomes ninguna decisión hasta que hablemos, deja que te diga lo que siento, deja que intente convencerte. - Maca... La puerta se abrió y Claudia entró con los resultados de la analítica en la mano, cortando la conversación - Ya tenemos los resultados - dijo tendiéndole el sobre a Maca - le han dado Rohypnol como para dormir a un oso, no me extraña que no se despierte. Por lo demás todo está bien. Maca, no creo que se acuerde de mucho cuando despierte. - Mierda, el Rohypnol es amnésico. No creo que el niño pueda aclararnos lo que pasó, no lo recordará. - ¿Mami? - la voz de Pedro hizo que las dos se lanzarán sobre la cama, el niño las miraba con ojos confusos, sin saber muy bien que hacía allí. - Hola mi amor. - Mi vida como estás. Maca avisó al inspector y en cinco minutos se presentó en la habitación. El niño se encontraba todavía un poco aturdido y la entrada del policía género en el un sentimiento de angustia - Mira Pedro, este es el inspector Martínez de la policía y quiere hacerte unas preguntas - al oír la palabra policía el niño le miró con grandes ojos asustados -¿he hecho algo malo Mami? - No cariño, tú no has hecho nada, sólo quiere saber que es lo que recuerdas, si sabes como saliste del cole, si alguien te recogió - cogió su manita y se la beso con cariño tranquilo ¿Vale? Tú sólo cuéntanos lo que recuerdas. Pedro se tomó su tiempo antes de responder, se sentía intimidado por la presencia de los adultos, no sabía muy bien porqué, pero tenía la sensación de que iban a regañarle por algo que había hecho. - Mami, no me acuerdo muy bien - dijo titubeante - Estaba jugando al fútbol y la pelota...le di muy fuerte mama...y...ya no me acuerdo - El niño estaba nervioso y Maca vio como sus ojos estaban al borde del llanto. - No pasa nada cariño, intenta recordar, no tengas miedo, nadie va a hacerte daño mi amor. - ¿No te acuerdas si alguien se acercó a ti en el patio? - preguntó el inspector. 92
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El niño frunció las cejas haciendo un esfuerzo por recordar - pues no sé, Mami no puedo acordarme - dijo con carita de pena ¿me vais a regañar? - No, claro que no. No pasa nada mi amor - le dijo Esther viendo que el niño se angustiaba cada vez mas. - Voy a avisar a Vero, creo que sería buena idea que ella hablara con Pedro - Maca miró a Esther indecisa y ésta le devolvió la mirada sin ningún tipo de expresión - ¿Te parece bien? - Todo lo que nos pueda ayudar en este caso me parece bien, aceptaría la ayuda del mismísimo diablo - Maca sonrió, sabía que Esther se refería a Vero. Salió de la habitación y buscó a la psiquiatra, la encontró saliendo de ver a uno de sus pacientes. - Hola guapa ¿Que tal el niño? Ahora iba a ir a verle. - Está bien, ya se ha despertado pero parece no recordar nada. Le drogaron con Rohypnol. - Bueno, pues entonces no esperes que se acuerde de mucho, por eso lo usan como droga de la violación, porque luego no recuerdas nada de lo sucedido. - Ya, pero además el pobre esta intimidado por el inspector Suárez, piensa que ha hecho algo malo y está nervioso. Venía a pedirte que hablaras con él, además a ti te conoce y se sentirá más cómodo. - No hay problema, vamos, pero no esperes demasiado. No creo que pueda aclararnos nada. Volvieron a la habitación y Vero se acercó al niño sonriendo - hola guapetón ¿Cómo está mi delantero favorito? Ya tenía yo ganas de charlar contigo, me tienes que contar un montón de cosas. - Hola Vero - contestó el niño iluminando su cara con una amplia sonrisa. - A ver, vamos a pedirle a todo el mundo que salga de la habitación y así tú y yo hablamos de nuestras cosas, me tienes que contar los últimos partidos y está gente no entiende de fútbol. ¡Ale todo el mundo fuera! Maca fue la primera en dirigirse hacía la puerta, Esther y el inspector la siguieron sin decir nada. Cerraron al salir y les dejaron a solas, el niño estaría más tranquilo y si se acordaba de algo Vero sabría tirar del hilo. - Vamos a la cafetería, supongo que tardarán un rato - salieron y se encaminaron a la cafetería, se sirvieron un café y se sentaron en una de las mesas del fondo. - No creo que su hijo pueda ayudarnos mucho. Quien está haciendo esto sabe lo que se hace. - Maca, es alguien cercano a ti. Conocía esa canción que os cantaba tu padre, no creo que haya mucha gente que sepa ese detalle. Además ha tenido que tener acceso a esa droga ¿de dónde la ha sacado? Hace falta receta para comprarla. - Si, pero ha podido hacerse con una, o comprarlo en el mercado negro, no es difícil, por desgracia nos hemos encontrado con numerosos chicos que habían accedido a la droga sin demasiados problemas para aprovecharse de sus citas, desgraciadamente no todos los casos se denuncian, pero hay unos cuantos. 93
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- Yo por más que me esfuerzo no consigo imaginar quien puede ser. A parte de mis hermanos y mis padres, no sé, es algo muy íntimo del círculo familiar, la canción, la casa de la sierra, el colegio del niño, mi vida no es un libro abierto, yo no voy contando por ahí esos detalles. - ¿Tiene algún problema con alguno de sus hermanos? - Por Dios inspector, nada fuera de lo normal, hemos discutido mil veces como todos los hermanos, pero nada importante. No me imagino a ninguno de ellos haciendo algo así, a no ser que hallan perdido la cabeza y no creo que sea el caso. - Bien, puede ser alguien del servicio doméstico, o de su círculo de amistades pero será difícil encontrar algo por ahí. Hay muchas posibilidades. El rastro del pago del las fotos muere en la oficinas que tiene su padre aquí en Madrid, de ahí salió la orden de pago, pero cualquiera con acceso al departamento pudo hacerlo, sólo hace falta un ordenador y conocer las claves. Estamos en un callejón sin salida. - ¿Y que tengo que hacer, esperar a que ocurra una desgracia? Ya sé ha llevado a mi hijo, si no le ha hecho nada no es porque no haya tenido ocasión. ¿Qué va a ser lo siguiente? - Le está mandando un mensaje, le da a entender que puede hacer lo que quiera, que tiene el control, sólo intenta hacerla sufrir, desesperarla. Está convirtiendo su vida en un infierno y disfruta con ello, es como el gato jugando con el ratón. - Pues lo está consiguiendo, de momento va a conseguir que me separe de mi familia, los niños no están seguros aquí ¿Y después qué? - Tiene qué tener paciencia, cometerá un error. - Es muy fácil decirlo, inspector. Pero es mi vida la que se esta derrumbando, es mi familia la que está en peligro y es mi trabajo el que esta en juego. Tener paciencia dices ¿Acaso puedo hacer otra cosa? - el teléfono de Maca vibró - Es Vero, ya ha terminado y nos espera en la habitación. Volvieron a la habitación y Vero les esperaba en la puerta - se ha dormido, el pobre está agotado. - ¿Has podido sacarle algo? - preguntó Maca. - Bueno, sobre quien ha hecho esto no ha podido contarme mucho, no le vio. Pero hay algo que si me ha contado y me ha hecho prometerle que no le regañaríais mucho así que, por favor, intentad tomarlo con calma porque esta muy asustado, y lo que menos necesita ahora es una regañina de sus madres. - ¿Qué ha pasado? - preguntó Esther frunciendo el ceño con preocupación. - Veréis, por lo visto hay una tapia en el colegio que da a un descampado - Si, la del patio de atrás - respondió de nuevo Esther mientras la cara de Maca se contraía en un gesto de enfado. - Pues bien, por lo visto la dichosa tapia tiene un agujero que Pedro y sus amigos utilizan para salir a jugar al descampado, y los profesores no lo saben porque esta camuflado por el seto que recorre la tapia, ellos mismos lo descubrieron de casualidad y, los muy granujas, se han encargado de mantener el secreto. - ¡Maldita sea! - exclamó Maca - te juro que este niño va a estar castigado hasta que vaya a la universidad, sabe que bajo ningún concepto debe salir del colegio solo, ¡en qué narices 94
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estaba pensando! - Maca es un niño - intento terciar Vero - ahora mismo tiene una curiosidad insaciable por todo lo que le rodea, además salen porque descubrieron una camada de gatitos en una caseta de obra abandonada y van a verlos, que niño podría resistirse a algo así. - ¿Cómo es posible que ningún responsable del colegio se haya dado cuenta? - No salen todos a la vez y se cubren unos a otros, nunca es mucho tiempo. Lo que ocurre es que ayer Pedro estaba solo y como se aburría se le ocurrió salir. - Voy a matarle, te juro que lo haré - Maca meneo la cabeza en señal de disgusto - ¿cómo se le ocurre salir solo? - No, no vas a hacer nada - dijo Vero - hablarás con el muy seriamente, pero ni se te ocurra regañarle, está muerto de miedo Maca, sabe que ha hecho algo malo y se ha llevado un susto de muerte. - Ya, pero cuando pienso en lo que podía haberle pasado me pongo enferma - contestó Maca - quien fuera sabia lo del descampado y sabia que Pedro hoy estaba solo, no creo en las casualidades Vero, nos está vigilando a todos muy de cerca, sabe nuestros horarios y rutinas al milímetro. - El niño no pudo ver quien le atacaba, lo único que recuerda es que cuando salió por el agujero y fue donde estaban los gatitos alguien le tapo la boca con un trapo, y ya no recuerda más, no pudo verle, le atacaron por detrás. - Bueno parece que quien sea lo tiene todo calculado - contestó el inspector que hasta ese momento había permanecido escuchando en silencio - está claro que la persona que esta haciendo esto lo ha planeado muy bien, no está improvisando. Es una tarea minuciosa investigar la vida de alguien hasta conocer sus más mínimos detalles, pero hay gente con mucha paciencia, aprovechan la oportunidad cuando se les presenta y en este caso le está saliendo bien. Eligió el pantano sabiendo que tu lo asociarías rápido, te conoce bien y sabe como reaccionas, o es de tu círculo cercano o te ha estado investigando a fondo durante mucho tiempo. Conoce a tus hijos y lo que hacen, a tu ex, lo sabe todo sobré ti y tus reacciones. - Me siento tan impotente, estoy desarmada frente a él, no sabemos ni cómo ni cuándo va a atacarnos, no tenemos ninguna pista, ni forma de defendernos y ya no es sólo un acoso, ha podido hacerle daño a mi hijo. Esto es horrible. - Tranquila, le cogeremos. - ¿Cuándo inspector? ¿cuando cometa un error? ¿Cuándo haya hecho daño a alguien y sea demasiado tarde? - Se que es frustrante Maca, pero no te desesperes, eso es precisamente lo que busca. Aunque parezca que no tenemos nada la investigación sigue su curso y siempre hay un hilo del que tirar ¿Cuando te vas a Jerez? - Mañana mismo, pasaré un par de días allí, luego regresaré y me quedaré en la casa de la sierra o con Claudia, no puedo volver a mi casa hasta que no arreglen los desperfectos. Ya he hablado con los del seguro y tardarán algunos días. - Bien, estaremos en contacto. - Yo también me marcho dijo Vero, si necesitais cualquier cosa me avisáis. - Gracias Vero. ¿Tu que vas a hacer? - preguntó girándose hacia Esther. - Pensaba quedarme esta noche con el niño, las niñas pueden quedarse a dormir con mi 95
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madre. - Yo también me quedo. Mañana a primera hora le doy el alta y recojo a las peques, he cogido billetes para el vuelo de las doce, así nos da tiempo a preparar todo. ¿Seguro que no quieres venir con nosotros? - Seguro, es mejor así. - Me vendría bien tu ayuda, ya sabes que no me gusta el avión y encima con los tres fieras va a ser una pesadilla. Me bajaría en coche pero es una paliza. Esther iba a contestar cuando Bea apareció por el pasillo. Se acercó a ella y la abrazó para luego besar sus labios, lo que provocó en Maca una mueca de disgusto - no me cogías el teléfono y he llamado a tu madre, me han llamado del colegio contándome lo que ha pasado ¿Estáis bien? ¿Por qué no me has llamado? - Ha sido todo muy rápido, la verdad es que estaba tan preocupada por lo sucedido que no me he acordado de nada más. Ni he mirado el teléfono, sólo cuando llamé a mi madre. - No importa, lo que importa es que el niño está bien. Por qué no cenamos algo y me cuentas, supongo que pasaras aquí la noche. - Si, me quedo esta noche. No tengo mucho hambre Bea, casi prefiero comer luego un bocadillo o algo así. - Por favor Esther, será sólo un rato. Me cuentas lo que ha pasado y cenas, luego me marcho. Esther no sabía que hacer, en ese momento no le apetecía estar con Bea, no quería hablar con ella, pero se había acercado al hospital y no le parecía bien dejarla plantada. Por otro lado estaba Maca que había asistido en silencio a su conversación con cara de pocos amigos, tampoco había comido nada y le parecía feo dejarla sola después del día que habían tenido. Pensó en pedirle que las acompañara, pero le pareció una mala idea, Maca y Bea juntas en la misma mesa sería como un polvorín a punto de estallar y no tenía ganas de más discusiones. - Maca ¿Tu que vas a cenar? - Por mi no te preocupes, ya comeré algo - contestó desganada. - ¿Quieres que te traiga alguna cosa? - No gracias ya bajaré luego a la cafetería. Total tengo el estómago un poco revuelto - lo dijo sin poder evitar que su tono sonara muy áspero. - Cómo quieras. Voy a cenar algo y vuelvo enseguida ¿Te importa? - ¿A mi? En absoluto - mintió tragándose las ganas de gritar que se quedara con ella. - Vale, si cambias de opinión y quieres que te suba algo llamame. Las vio alejarse por el pasillo camino al ascensor. Bea había pasado el brazo por la cintura de Esther en un gesto de ternura. Maca sintió un nudo en la garganta, los celos aguijonearon su estómago y volvió a sentirse tremendamente sola. En la cafetería Esther y Bea buscaron un lugar discreto dónde sentarse a beberse el café, 96
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al final Esther prefirió no comer nada, ya bajaría luego a por un bocadillo, así podría subirle algo a Maca, estaba segura que si no no probaría bocado. Cuando se sentaron Esther fijó la vista en la taza mientras disolvía el azúcar, Bea le acarició la mano que tenía sobre la mesa y en un gesto instintivo ella la retiró. - Esther siento mucho todo lo que ha pasado, tienes que entender mi reacción de la otra noche, estaba muy dolida, te pillé con tu ex y creo que tú mejor que nadie debes entender cómo me sentí. Se que aún sientes algo por ella, entiendo que te atraiga físicamente, ha sido tu mujer durante años y es muy atractiva, se que en eso no puedo competir, pero yo te quiero, te quiero de verdad y me duele ver cómo se aprovecha de ti. - Bea no es que aún sienta algo por ella, es que sigo enamorada, he intentado negarlo y convencerme de lo contrario pero no sirve de nada, me engaño yo y te engaño a ti. Hay mucho dolor todavía, pero no me imagino la vida sin ella, nunca podré darte lo que te mereces y no quiero hacerte sufrir, no sé si volveré con ella, pero no quiero hacerte más daño. De verdad, no creo que podamos seguir juntas ¿Entiendes? - Entiendo que me estás dejando - contestó secamente. Me dejas por una quimera, tu tienes una imagen de Maca que no es la real. Sigues confiando ciegamente en ella y te aseguro que no es trigo limpio. Tu la crees incapaz de tramar una estrategia para recuperarte pero yo la veo capaz de cualquier cosa. - No digas bobadas Bea, ¿todavía sigues con la absurda idea de que Maca ha orquestado todo este plan? ¿La crees capaz de drogar a su propio hijo y dejarle en medio de un pantano? Conozco a Maca y no la considero una psicópata. Es dura y fría por fuera, pero tiene un gran corazón. Si llegaras a conocerla no opinarías así. - Tu conoces la versión de Maca que te has forjado en la cabeza y la que ella quiere que creas, un ideal que está muy lejos de la realidad. Volverá a decepcionarte y supongo que yo estaré ahí para recoger tus pedazos, Esther. Sólo espero estar equivocada. - Estoy segura de que lo estás, pero aunque tuvieras razón hasta que no aclare mis sentimientos no podría estar contigo. No quiero una vida a medias, ni para ti ni para mi. Desde que lo nuestro empezó me siento dividida y no quiero seguir así. Siento algo por ti, pero no he dejado de amar a Maca - ya lo había dicho, se sintió relajada al contar la verdad, al dejar de fingir. - ¿Que he sido para ti Esther? ¿Me has utilizado para no estar sola? ¿para darle a Maca en las narices? Porque si es así creo que en el fondo si sois tal para cual. - No digas eso porque no es cierto, te quiero, pero no puedo sentir lo mismo que siento por ella. Nunca te he utilizado para dar celos a Maca y si no sintiera lo que siento por ella no tendría ninguna duda, podría pasar el resto de mi vida contigo, pero no sería justo emprender ese camino restandote sentimientos. Te mereces a alguien que pueda darte todo su amor, que te haga sentir única y yo no soy esa persona, no puedo serlo. - Ya. Pues sabes una cosa, que pienso estar cerca para ver cómo te estrellas contra la pared y cuando eso suceda estaré ahí para ti, porque yo si que te quiero con toda mi alma y tampoco me imagino una vida sin ti. - Bea - a Esther se le hizo un nudo en la garganta, no se creía merecedora de ese amor, había sido injusta con ella y ahora, ya tarde, se daba cuenta - lo siento, no puedo decirte otra cosa. Si yo hubiera sabido que mi corazón iba a seguir amarrado a Maca de esta 97
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forma, jamás habría iniciado una relación. No soy de ese tipo de personas, no me gusta mentir. - No lo sientas, lo único que te pido es que no me cierres la puerta del todo, sólo eso. En cuanto pueda pasaré a recoger mis cosas. Te quiero, a pesar de que tu no puedas darme lo mismo - Esther no pudo decir nada, Bea se levantó y se marchó dejándola sumida en un mar de angustia, se sentía culpable, pero que podía hacer, no podía dejar de sentir lo que sentía por Maca. Cuando regresó a la habitación, Maca estaba acurrucada junto a Pedro con los ojos cerrados, los miró con la ternura empañándole el alma. Viéndoles así recordó cuando el niño era un bebé, lo felices que fueron tras su nacimiento, cómo ella podía pasarse horas viendo a Maca darle el pecho o acunándole para dormir. La inmensa ternura que sintió al sentir que eran una familia y lo desesperada que se sintió después, cuando Maca se fue con sus padres y no regresaba, los temores, las dudas de que ya no la amase, que la separase del bebé. Ojala hubieran hablado entonces, todo podría haber sido tan distinto. Volvió a mirar hacía la cama y se encontró con los ojos de Maca observándola, aquellos mismos ojos que en las noches de deseo parecían dos carbones encendidos, aquellos ojos en los que podría perderse para siempre. - Que rápida ha sido la cena - dijo Maca en un susurro - ¿Ya se ha ido Bea? - Si - suspiró - al final no ha habido cena. - ¿Problemas en el paraíso? - Del paraíso me expulsaron hace tiempo y a la fuerza, así que ya ves - Esther contestó molesta por el comentario, a veces Maca podía ser de lo más irritable, sobre todo cuando alguien o algo no le gustaba o no encajaba con sus planes. Maca sin embargo sonrió, le hacía gracia cuando Esther sacaba su genio, en esos momentos estaba encantadora. - perdona, sólo bromeaba. - Pues no estoy para muchas bromas Maca, no creo que nuestra situación en estos momentos sea cómo para reírse. - No, no lo es pero tampoco voy a abrirme las venas. Necesito sacar el miedo por algún sitio y la risa es una buena terapia. - Eso te lo enseñó tu "amiguita" o es que ahora has hecho una nueva especialidad en psiquiatría - Esther lanzó su puya con toda intención, la tensión acumulada durante el día y la conversación con Bea habían hecho que sus nervios estuvieran a flor de piel, se sentía cansada y la actitud burlesca de Maca la sacaba de quicio. - Vaya, ya veo que estás un poco irascible. No se lo que habrá pasado en la cafetería pero no lo pagues conmigo. - Pues pasa que estoy harta Maca, que me gustaría que por una vez mostraras un poco de empatía y dejaras de pensar en ti misma. - Mejor lo dejamos, no quiero discutir. Siento haberte molestado, no era lo que pretendía. - Si, dejémoslo ¿Vas a quedarte toda la noche? - Esa es mi intención ¿Por? - Lo digo porque si mañana te llevas a los niños a Jerez deberías descansar para el viaje. 98
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- ¿Quieres que me marche? - Pues si que preferiría estar sola, además el niño está bien, no hace falta que nos quedemos las dos. Puedes llamar a mi madre y pasar allí la noche con las niñas, así las preparas para mañana, además ella estará encantada de tenerte en casa. Pero si tu prefieres quedarte pues nada, total al final harás lo que te de la gana, como siempre. Esther estaba de muy mal humor, algo había pasado en la cafetería que hacia saltar chispas al menor roce. Por un momento pensó en responder, en decirle que Pedro era su hijo y que no pensaba marcharse, luego lo pensó mejor y decidió que no era buena idea, mejor no presionarla más o acabaría por alejarse definitivamente - está bien Esther, quédate tu con el niño y mañana le recojo, espero que consigas calmarte, estás muy sensible últimamente, antes te gustaban mis bromas y mis indirectas, los juegos de palabras y los dobles sentidos, no lo hago con mala intención, yo soy así, perdona si te he molestado - Maca beso al niño en la frente y se dispuso a marcharse - es una pena que no te vengas a Jerez con nosotros, podríamos hablar con calma y aclarar las cosas. - Ahora no necesito hablar, necesito pensar, saber lo que quiero y que es lo mejor para mi y mis hijos, necesito aclararme yo sola y eso no puedo hacerlo contigo cerca. Si estoy contigo no veo las cosas con claridad, me puede lo que siento por ti y creo que ya es hora de pensar con la cabeza y dejar el corazón a un lado. Desde que te conozco he dejado hablar a mis sentimientos con la fuerza de un huracán y mira dónde estamos. - Cómo quieras, pero no creo que tu corazón este tan equivocado. Ha habido más cosas buenas en nuestra relación que malas ¿No? - Maca ya no estoy segura de eso - dijo con decepción. Su respuesta produjo en la pediatra una profunda tristeza. Tenía que darle a Esther el espacio que necesitaba, la estaba asfixiando y así no conseguiría nada. Se marcho en silencio, estos días de separación les iban a venir muy bien. Maca llegó a jerez agotada, el vuelo duraba apenas una hora pero, entre que no le gustaba volar y viajar con tres niños pequeños, el viaje se le hizo eterno. Por la mañana temprano había ido al hospital a recoger a Pedro, la despedida con Esther no es que hubiese sido muy cálida, la enfermera seguía un poco arisca y ella prefirió no forzar las cosas. Divisó a sus padres entre la gente y le extrañó que no hubieran mandado a alguien del servicio a recogerles y se presentaran ellos mismos, debían estar realmente preocupados, sólo esperaba no tener que discutir con ellos también, últimamente tenía demasiados frentes abiertos y estaba agotada, física y mentalmente. Desde que sus padres descubrieron que su hija no era el prototipo de señorita que esperaban las cosas se habían ido deteriorando. El chasco de la boda con Fernando fue la gota que colmó el vaso. Al salir con él su padre pensó que su pequeña se había "curado", que su afición por las mujeres era algo pasajero, una locura de juventud, ganas de experimentar. Prepararon el acontecimiento como un gran acto social, invitaron a toda la alta sociedad jerezana y mucha otra gente de las altas esferas, no se dieron cuenta de que su hija se ahogaba en un mar de dudas, sabía que no sería feliz con Fernando, era un chico encantador pero sólo sentía por él un tierno cariño. Sus besos, sus caricias y por supuesto 99
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el sexo, eran un auténtico desastre, no podía seguir con él, acabaría por destrozarle la vida. Fue en ese momento cuando nació la verdadera Macarena, decidió que nada ni nadie iba a imponerle como debía ser ni con quien debía salir, supo que le importaba muy poco lo que pensara la gente y que no iba a sacrificar su vida por ser lo que otros pensaban de ella. Así que rompió el compromiso, fue la comidilla de todo Jerez, su padre dejó de hablarle durante meses, sus hermanos pensaron que estaba loca, su madre no supo como encajarlo y ella cogió una maleta y se marchó a Madrid. Esa había sido la mejor decisión de su vida. Cuando Pedro vio a su abuelo salió disparado, al menos algo bueno veían en ella, sus padres adoraban a los niños y no les importó de donde vinieran, para ellos eran sus nietos, aunque no llevaran bien que tuvieran dos madres. - Hola mamá - dijo mientras su madre la abrazaba - papá. - Hola hija - su padre apenas rozó su mejilla en un simulacro de beso. Maca no recordaba cuando había dejado de ser su princesa. Pasó de ser el ojito derecho de su padre a convertirse en la oveja descarriada, una mancha para el prestigio familiar, algo que esconder y disimular delante de todos. - ¿Qué tal el vuelo? - Ya sabes, con estos tres fieras se hace de lo más entretenido. Pedro ha intentado colarse en la cabina del piloto cada vez que me distraía un momento, al final ha conseguido que se la enseñasen - su padre se rió con ganas. - Nos ha salido todo un aventurero, en eso se parece a ti, no parabas quieta ni un segundo. Bueno vamos al coche, lo tengo aquí mismo. Durante el camino a la finca sólo hablaron de trivialidades, los niños, el trabajo, preguntó por sus hermanos y por la marcha de las bodegas, era como si el motivo que llevaba a Maca allí no existiera. Sabía que sus padres esperaban que ella sacara el tema, pero ahora mismo no le apetecía hablar de eso, ya habría tiempo. Cuando llegaron a la casa familiar Maca se dispuso a llamar a Esther para decirle que ya habían llegado, ojala hubiera querido ir con ellos. Allí se respiraba una calma que la hacía sentirse segura, no había prisas ni carreras, el olor a tierra mojada, el verde de los árboles y la calidez de los recuerdos de su infancia tranquilizaban sus nervios. Le apetecía volver a montar, algunos de sus caballos favoritos seguían en las cuadras, se acercaría por la tarde y daría un largo paseo, eso la ayudaría a relajarse, sentir al poderoso animal avanzando al galope era incluso mejor que poner la moto a toda velocidad. Uno se sentía libre, Esther nunca se decidió a intentarlo, le daba miedo, lo máximo que había conseguido era llevarla de paquete y en cuanto aceleraba un poco el ritmo sentía como se aferraba a ella con desesperación. En muchas ocasiones lo había hecho aposta para que se sujetara a su cintura, le encantaba sentirla tan cerca con los brazos estrujándole el cuerpo. Infinidad de veces habían cabalgado hasta el embalse que regaba la propiedad de su padre y allí habían hecho el amor en la tranquilidad del silencio sólo interrumpido por las 100
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numerosas aves y sus gemidos de placer, sin nadie que las molestara. Era maravilloso sentir el sol en sus cuerpos desnudos, mientras se amaban dando rienda suelta a la pasión que sentían. Luego regresaban a paso tranquilo, disfrutando del paisaje y del contacto de sus cuerpos ahora relajados, cansadas, felices y aún más enamoradas. Sonrió ante la intensidad de aquellos recuerdos, lo echaba de menos, tras nacer los niños no hubo mucho tiempo para esas escapadas y dejaron que la rutina las absorbiera. Marcó el número y esperó, los tonos de llamada se sucedieron hasta que saltó el buzón - hola Esther soy yo, te llamo para decirte que hemos llegado bien, te he echado de menos durante el vuelo, no veas, Pedrito no ha parado quieto ni un segundo. Llámame en cuanto puedas. Sabes he pensado en salir luego a dar un paseo a caballo y me he acordado de cuando subíamos al embalse. Me encantaría repetirlo Esther, yo... - se envalentono al estar hablando con el contestador - te quiero y te echo de menos, sólo quiero que lo sepas. Un besito. Maca se dio una ducha rápida antes de comer, cuando bajó la mesa ya estaba dispuesta y la estaban esperando. Agradeció que ninguno de sus hermanos estuviese ese día, no quería sentirse como ante un jurado, ya tenía bastante con dar explicaciones a sus padres. - ¿Has hablado con Esther? - preguntó su madre - No he podido, me salta el contestador, le he dejado un mensaje y supongo que me llamará luego. Pedro hijo siéntate bien, al final te vas a caer de la silla por andar haciendo el tonto. - ¿Como está? A Maca le sorprendió la pregunta - ¿Desde cuando te importa? - contestó un tanto borde. - Macarena no seas desagradable, claro que me importa, es la madre de las niñas y estará preocupada. - También es la madre de Pedro, que no se te olvide. Podías haber demostrado el mismo interés cuando estábamos casadas, es más, le podías haber demostrado un poquito más de afecto. - No se por que dices eso aquí siempre ha sido bien recibida y la hemos tratado como a una más de la familia. - Seguro mamá - Maca recordó cuántas veces Esther se había sentido desplazada por su familia, por supuesto no la trataban mal, pero había una barrera invisible que la mantenía al margen, se sentía una extraña y si que había habido algunas indirectas que dejaron claro que ella no era miembro de la familia, todo lo contrario que sentía Maca en casa de Esther dónde había sido recibida con los brazos abiertos. Esther bajaba a Jerez cada vez que ella se lo pedía, pero cada vez lo hacía con menos entusiasmo, aunque no dijera nada ella se lo notaba, se sentía a disgusto entre los Wilson y su pompa. Maca había intentado compensárselo con su afecto y sus escapadas por la finca y los alrededores, pero los círculos sociales de Maca tampoco es que fueran muy abiertos, así que casi siempre prefería quedarse en casa y no llamar mucho la atención, cada vez que salían eran el centro de las miradas indiscretas y Esther se sentía incómoda. A Maca le importaba bien poco, pero sabía que su mujer lo pasaba mal así que procuraba llevarla a sitios dónde no la 101
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conociesen, lo que reducía bastante sus salidas. - Hija, ya se que nuestra relación con Esther no ha sido la mejor pero procura entendernos - intervino su padre - yo tengo una posición que mantener dentro del mundo de los negocios y tu estilo de vida me ha perjudicado en algunos aspectos. - ¿Mi estilo de vida papá? Curiosa forma de llamarlo. Mira no quiero discutir más sobre este tema. Me marché para poder vivir mi vida sin molestar a nadie, vengo a veros y procuro aparecer en público lo menos posible, no acudo a la mayor parte de las reuniones familiares para no poneros en un compromiso, que más queréis que haga, porque si lo único que soluciona el problema es que dejen de gustarme las mujeres ya os digo desde ahora que eso no va a pasar, así que dejemos el temita de una vez por todas. - Macarena hija no te pongas así, yo sólo he preguntado por Esther con la mejor de mis intenciones, no creas que todo es un ataque contra ti. - La entrada de uno de los mayordomos silenció la discusión - señorita Wilson tiene una llamada- Maca cogió el teléfono que le tendía el mayordomo, seguro que era Esther - ¿Si? su cara palideció a medida que escuchaba y se sujetó a la mesa para no caerse. - Maca hija ¿qué pasa? - preguntó su padre al verla en ese estado, levantándose para sostenerla. - Es Esther, está en coma en el hospital, ha tenido un accidente con el coche - miró a sus hijos que le devolvían la mirada con los ojos como platos del susto y sacó la entereza suficiente para intentar calmarles - tranquilos, no ha sido nada, mamá está bien - mintió y rezó porque realmente fuera así - sólo esta dormida porque tiene que descansar, pero no ha sido nada. Esta bien, tiene que estarlo - suplicó en su interior. Maca llego al Central después de conseguir billete de avión en el último vuelo de la tarde. Desde que recibió la llamada de Encarna al mediodía hasta que aterrizó en Barajas había estado como en trance. Su peor pesadilla se había hecho realidad y no sabía que se iba a encontrar cuando llegara al hospital. Encarna no le había dado muchos detalles, apenas podía hablar cuando le dio la noticia y ella tampoco se atrevió a preguntar. No sabía como había podido mantener la calma, supuso que para no asustar a sus hijos que la miraron angustiados cuando soltó la noticia. Tuvo que decirles que no ocurría nada y tragarse el miedo y las lágrimas, que su madre había tenido un accidente pero que no pasaba nada, ella misma quiso convencerse de que así era y temía enfrentarse a lo que podía pasar. Su padre la había llevado al aeropuerto en el más absoluto silencio, sólo lo rompió en un par de ocasiones para ofrecerle palabras de animo, algo que conmovió profundamente a Maca. Incluso se había ofrecido a acompañarla a Madrid pero Maca declinó la oferta amablemente, necesitaba estar sola para pensar. El taxi la dejó en la puerta de urgencias y Teresa ya la esperaba en la rotonda hecha un mar de lágrimas - ¡Maca, ya estás aquí! - ¿Cómo está Teresa? Dime la verdad. - Se ha dado un golpe muy fuerte en la cabeza, está estable pero todavía no se sabe el alcance - iban hablando mientras se dirigían a la UCI. - ¿Quién la está atendiendo? - Gimeno ha estado con ella desde el principio y también la ha visto Claudia. 102
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Cuando llegaron a la sala de espera Encarna se lanzó a sus brazos llorando desesperada Maca, mi niña ¡que le va a pasar a mi niña! - Bea estaba apoyada en la pared y contemplaba la escena con los ojos llorosos. - Tranquila Encarna, todo va a ir bien - Maca miró de reojo a Bea maldiciendo que se encontrara allí en estos momentos, lo que menos le apetecía era tener que lidiar con ella en las condiciones anímicas en que se encontraba - Esther es muy fuerte y saldrá de esta, ya lo verás. Bea se acercó a la pediatra y sin más preámbulos soltó lo que pensaba - ¡todo esto es culpa tuya! si le pasa algo sólo tú serás la culpable y te juro que te arrepentirás. - Déjame en paz Bea, no tengo nada que hablar contigo, además no se que pintas tú aquí. - Tú si que no pintas nada, ya no eres su mujer, la dejaste tirada, recuerdas. No voy a permitir que pases a verla, no quiero que te acerques a ella ni que le hagas mas daño. - ¡Vete a la mierda! ¡Quien demonios te crees que eres para poder decidir! tú si que no eres nada suyo, no está en tu mano decidir quién puede verla o no. - Soy la persona con la que en este momento comparte su vida, la que cuida de ella e intenta que personas como tu no la lastimen ¿Te parece poco? - Mira Bea, si quieres guerra te aseguro que has elegido el mejor momento para tenerla porque... - Bueno ¡Basta ya! - la voz de Claudia resonó en la sala de espera zanjando la discusión - ¡Si seguís así no la veréis ninguna de las dos! Esther está ahí dentro luchando por su vida y vosotras os comportáis como niñas de colegio disputándose el primer premio. Madurad un poco por favor, porque puede que ninguna de las dos volváis a verla con vida - las palabras de La neuróloga cayeron como un jarro de agua fría. Se hizo un silencio absoluto tan sólo roto por los sollozos de Encarna. Bea dio media vuelta con el rostro encendido y se marchó de allí. - Claudia por favor ¿Tan mal está? - preguntó Maca con un hilo de voz. - Mira lo siento, no quería ser tan brusca, pero ver como discutíais en un momento tan delicado me ha sacado de mis casillas. No te voy a mentir, no está bien, hemos conseguido estabilizarla pero el traumatismo es grave, el edema se ha extendido y afecta a gran parte del cerebro, de momento sólo podemos esperar y ver si en unos días podemos operarla. La peor parte se la llevó la cabeza, pero también tiene un golpe en el estómago con un derrame interno, hemos conseguido que dejara de sangrar, esperemos que no vuelva a hacerlo. - Dios mío Claudia, que diablos pasó, Esther es muy cuidadosa conduciendo. - La policía estuvo aquí y querrán hablar contigo, ya les dije que venias de Jerez. Por lo visto el coche se salió de la carretera al tomar una curva. - Iba hacia el pueblo Maca - intervino Encarna - me dijo que necesitaba pensar con tranquilidad. - Si algo le ocurre no podré perdonármelo nunca ¡Jamás! Por favor, tiene que ponerse bien, Claudia tengo tantas cosas que decirle. Por favor ¡no puedo perderla! - Buenas noches - el inspector Suárez se acercó hasta el grupo. 103
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- Inspector ¿Qué hace aquí? - Me aviso la guardia civil de tráfico, puse una alerta para cualquier cosa que le ocurriera a usted o a cualquier persona de su círculo más cercano. Cuando confirmaron la identidad del herido me llamaron inmediatamente. - Por lo visto Esther se salió de la carretera al tomar una curva - Si, he estado en el lugar del accidente con el perito. La zona es poco transitada en esas horas así que su ex mujer estuvo un buen rato en aquella carretera hasta que alguien vio el accidente y llamó a emergencias La imagen de Esther tirada en aquella carretera sola, sin ninguna ayuda le provocó a Maca un escalofrío y se le hizo un nudo en la garganta - cómo es posible que se saliera de la carretera, conocía el trayecto a la perfección, lo ha hecho miles de veces y ella es muy prudente al volante. - Pues esa es la cuestión Maca, por eso estoy aquí, no había marcas de frenos en la curva. - ¿Qué me quiere decir? - Que su mujer no frenó al salirse de la carretera, que o bien se salió aposta o su coche no pudo frenar. - ¿Aposta? No, eso es imposible, Esther nunca haría algo así, adora a sus hijos y aunque sólo fuera por ellos no se le pasaría por la cabeza, nunca se... - ni siquiera podía decirlo en voz alta - ¡Que no, es imposible! - Estoy esperando el informe de los peritos sobre el coche, la otra alternativa es que alguien manipulara los frenos para provocar el accidente. En cuanto tenga el informe sabremos la respuesta. ¿Cómo está ella? - Mal, muy mal. - ¿Está consciente? - No - dijo Claudia - no se ha despertado en ningún momento y ahora la mantenemos sedada para evitar que se agite. Si quería hablar con ella olvídelo, aunque todo vaya bien tardaría días en poder reaccionar. - Bien, gracias. En cuanto tenga el informe te diré algo Maca. Espero que Esther se ponga bien. - Gracias inspector - Maca cerró los ojos y rezó. No era una persona religiosa pero sintió la necesidad de rogarle a quién fuera que Esther saliera adelante. No se merecía lo que le había pasado, ella nunca había hecho daño a nadie. Se sintió tremendamente culpable, Bea tenía razón, todo esto era culpa suya, era a ella a quién querían hacer daño y lo estaban haciendo como más dolía, atacando a quienes ella amaba, a las únicas personas por las que daría la vida. Maca dejó a Claudia y a Encarna en la sala de espera y entró en la UCI. Le encantaba su profesión pero por primera vez en su vida se alegró con toda su alma de ser medico y trabajar en el Central, de ese modo podía saltarse los estrictos horarios de visita y estar junto a Esther mientras que a Bea no le quedaba más remedio que esperar. No es que fuera un pensamiento muy compasivo, pero en ese momento le daba igual, ella estaba allí y Bea no, eso era lo único que le importaba. 104
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Se acercó a la cama con sigilo a pesar de sabía perfectamente que, aunque hiciera todo el ruido del mundo, Esther no se despertaría. Se la veía diminuta entre tantos cables y tubos. Su pecho subía y bajaba rítmicamente, su respiración era tranquila gracias a la ventilación mecánica. Tenía la cabeza vendada y un tubo de drenaje salía de la venda para liberar la presión intracraneal que producía el edema. Se le hizo un nudo en la garganta viéndola así, quería abrazarla, protegerla, evitar a toda costa que sufriera, daría lo que fuera por no haber llegado a esa situación. Maca miró su rostro, el mismo que se sabía de memoria, le acarició la mejilla suavemente, se sentó en la silla al lado de la cama y cogió una de sus manos acariciándola suavemente Vas a ponerte bien mi vida - dijo en un susurro - eres una luchadora y no vas a rendirte. Cariño siento todo lo que ha pasado, si pudiera cambiarme por ti no lo dudaría ni un segundo. Soy yo la que debería estar en esta cama, tú nunca has hecho daño a nadie mi niña. Lo siento mi amor, ojala pudiera cambiar las cosas, he cometido tantos errores, te he hecho tanto daño -hizo una pausa tragando saliva para poder continuar - Estaba cegada Esther, no pude soportar la presión y te fallé, destruí lo único bueno que ha habido en mi vida y herí a la única persona que he amado de veras, luego no tuve el coraje de reconocerlo, de luchar por ti. Dejé que mi estúpido orgullo ganara la batalla, me convencí de que tu tenias la culpa por haberme engañado con Raúl, me dolió tanto Esther que no fui capaz de reconocer mi parte de culpa. Te miraba y te veía con él, miraba a las niñas y le veía en ellas, que estúpida ¿No? Así que cuando las cosas se pusieron difíciles, cuando tu estabas agotada y más me necesitabas yo, como una cobarde, elegí el camino fácil, eludí mis responsabilidades y sólo pensé en divertirme, en librarme de las cargas que me ataban y que me estaban asfixiando - lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por sus mejillas - Y tu no dijiste nada, lo sabías y no me lo dijiste, te lo tragaste durante meses sin un solo comentario, sin un solo reproche. Aceptaste mis mentiras que eran cada vez más evidentes, soportaste mis besos sabiendo que venía de estar con otra y yo viví feliz en mi engaño pensando que no pasaría nada, que siempre estarías ahí - Maca tragó saliva y se enjugó las lágrimas - cómo reparar todo ese daño mi amor, cómo devolverte la ilusión y la fe en mí. No sé cómo, pero tienes que salir de esta, tienes que recuperarte y dejarme que pase el resto de mi vida demostrándote lo mucho que te quiero, porque te necesito Esther, tu me haces mejor persona, sin ti - el nudo en la garganta le impedía seguir hablando, recostó la cabeza en la cama poniendo su mejilla sobre la mano de la enfermera, cerró los ojos y trago saliva de nuevo - sin ti yo ya no se vivir mi amor, simplemente no puedo - Sé sintió aliviada al sacar de dentro lo que sentía, sabía que Esther no podía oírla pero aún así le reconfortó decirle todo aquello. Hizo el firme propósito de repetírselo palabra por palabra si salía del coma, aunque no sabía si sería capaz de hacerlo estando Esther despierta, si sus palabras no se ahogarían en su garganta como tantas otras veces que había intentado desnudar sus sentimientos. Sintió cómo alguien la zarandeaba suavemente y por un momento dudó de donde se encontraba y de que había pasado, hasta que vio a Esther y volvió a la cruda realidad Maca cariño, despierta - se había quedado dormida. Sintió los ojos pegados por las 105
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lágrimas y le dolía el cuello de la postura. - Vero, hola - susurró con la voz pastosa por el sueño, viendo como la psiquiatra le regalaba su preciosa sonrisa. - ¿Cómo esta? - preguntó Vero haciendo un gesto hacia la cama donde se encontraba Esther. - Igual, sigue estable, pero nada más. - Eso está bien, al menos el edema no parece avanzar ¿Y tú? ¿Cómo estás tú? - le apretó el hombro cariñosamente tratando de transmitirle ánimo. - Mal Vero, me siento fatal. Siento cómo si todo esto fuera culpa mía. He sido una auténtica imbécil y ya no se cómo arreglarlo, le he hecho mucho daño y ahora alguien ha intentado matarla solo para hacérmelo a mi. No es justo. - No digas tonterías Maca ¿Cómo va a ser culpa tuya? Ni se te ocurra echarte ese peso encima. Hay un loco queriendo hacerte daño, él es el único culpable. Por favor no vayas por ese camino cariño, no te castigues de ese modo. - ¿Y si no ha sido él? - Por Dios Maca, la otra alternativa no me la creo ¿tu crees que Esther seria capaz de quitarse la vida? Vamos Maca, Esther no es de las que se suicidan, adora a sus hijos y, por mucho que lo esté pasando mal por lo vuestro, no tiene motivos para no querer vivir, es absurdo. Esto es cosa de ese loco cielo, no se te ocurra pensar en la otra posibilidad porque no tiene ninguna base. - Lo sé, tienes razón, pero es que ya no se ni que pensar, lo he hecho todo tan rematadamente mal. Y ahora está en peligro, por mi culpa. Ese loco no va a parar Vero y no tengo ni idea de lo que puedo hacer para proteger a mi familia. - Estás agotada Maca y así no vas a ningún lado, anda vamos a comer algo y tomar un café, seguro que ni has comido. - No quiero dejarla sola. - No va a estar sola, esto es una UCI y tú tienes que cuidarte para poder cuidar de ella. Maca sabía que Vero tenía razón, pero le costaba mucho separarse de aquella cama. Ya era de madrugada y no había comido nada desde el desayuno, de poco iba a servirle a Esther que ella estuviese muerta de hambre, así que acompañó a la psiquiatra a la sala de descanso sin rechistar y no protestó cuando Vero le indicó que se sentara en el sofá. - Toma, por aquí queda un sándwich de jamón y queso, ahora mismo preparo café. - Se me hace raro que tú me prepares el café. - Oye, que cuando me pongo soy toda una amita de casa. - Ya, pero es que te pones poco - su sonrisa era cansada, pero al menos era una sonrisa pensó Vero - Tienes que ayudarme a pensar en algo Vero, no puedo seguir poniendo en peligro a mi familia. Tengo que hacer algo para protegerles, pero no se me ocurre nada. - Tu come, luego ya pensaremos. Se quedaron en silencio mientras Maca se tomaba el sándwich, no se había dado cuenta del hambre que tenía hasta que le dio el primer bocado. De pronto la puerta de la sala se 106
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abrió y Claudia apareció con gesto serio - ¿Qué pasa Claudia? - Nos llevamos a Esther a quirófano, el edema ha aumentado la presión del cerebro, probablemente se haya roto algún vaso, hay que intervenir cuanto antes. - ¡Pero si acabamos de dejarla y estaba tranquila! - Sabes que algo así puede suceder en un segundo, voy a intervenir, es el único modo de acabar con el problema. - Voy contigo - dijo mientras dejaba lo que le quedaba de sándwich y se levantaba a toda prisa. - Puedes acompañarnos hasta la puerta y ver a Esther, pero no vas a entrar al quirófano. - Claudia, soy su mujer, tengo que entrar. - Eres su ex mujer y no, no vas a entrar, esto no es negociable, estás demasiado nerviosa y demasiado implicada con la paciente. Si ocurriera cualquier cosa no estas en condiciones de afrontarlo, y yo necesito poner los cinco sentidos en la operación y no preocuparme por tener una mujer histérica en mi quirófano. - Te juro que no molestaré ¡No me hagas esperar fuera por favor! - Lo siento Maca, tu harías lo mismo. - Por favor Claudia, por favor - hizo una suplica desesperada aún sabiendo que La neuróloga no cambiaría de opinión. - Maca tranquila - intervino Vero - yo me quedaré fuera contigo, Claudia tiene razón, ahora mismo no estás para entrar en ese quirófano. Con un nudo en la boca del estomago Maca asintió aceptando la decisión de Claudia, sabia que era lo mejor, pero la idea de esperar fuera sin poder hacer nada la angustiaba profundamente. Cuando llegaron a la puerta del quirófano la camilla con Esther se acercaba por el pasillo. Maca volvió a coger su mano y la beso en la mejilla con ternura, el tubo de respiración le impidió besarle en los labios - Mi amor - le susurró al oído - mi vida, estaré aquí esperando a que salgas, te quiero, vas a luchar y salir de ésta - tras un último beso vio como se la llevaban dentro, se quedó con los ojos fijos en la puerta que se cerró tras la camilla, esa puerta tras la que estaba su vida entera. Maca y Vero se sentaron frente a las puertas del quirófano, la pediatra se retorcía las manos nerviosa y no paraba de removerse en su asiento, Vero tomó una de sus manos y la apretó con fuerza intentando transmitirla todo su ánimo - Maca cariño tienes que calmarte, todo va a ir bien. - Y si no es así Vero, y si no se despierta. - Maca, eso no va a pasar. Está en las mejores manos, y es una luchadora nata, va a salir de esta, no se te ocurra pensar otra cosa - la psiquiatra la abrazó y le beso el pelo con ternura, Maca se dejo acunar entre aquellos brazos que tan bien conocía y se sintió aliviada por tener a Vero a su lado y no estar sola en esos momentos. Seguían esperando frente al quirófano cuando apareció Bea con cara de preocupación - he 107
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preguntado abajo y me han dicho que estaba aquí ¿Cómo está? - Todavía no sabemos nada, sólo hace un rato que ha entrado - a Maca no le gustaba la presencia de Bea, pero su cara de angustia le hizo contestar amablemente. No tenía sentido estar constantemente discutiendo con ella, después de todo no tenía la culpa de nada, sólo de enamorarse de su mujer y eso podía entenderlo - todavía tardarán un rato. - Maca ¿Qué va a pasar? - preguntó con el miedo reflejado en su cara de tal modo que la pediatra sintió lastima por ella. - Está en las mejores manos, todo va a salir bien, tranquila - no quería seguir animando a Bea, se sentía extraña ante aquel sentimiento contradictorio de afecto hacia ella que había surgido al ver la preocupación en su rostro - Perdonadme, voy a llamar a Encarna, si no lo hago no me lo perdonará nunca - Maca salió hacía la sala de espera dejando a Bea con Vero, ambas se miraron sin saber que decir hasta que Bea rompió el silencio. - Dime una cosa ¿tú quieres a Maca? - le soltó de sopetón. - ¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta ahora? - Vero la miró extrañada. - Pues sólo quiero saber si hay alguna posibilidad de que vuelvas con ella. - ¿Eso es lo que te preocupa en este momento? - Vero puso cara de confusión, no entendía a qué venía aquello. - Mira, yo quiero a Esther pero mientras Maca vaya detrás de ella tengo las cosas muy difíciles, si puedo ayudarte a recuperarla haré lo que sea. La psiquiatra no daba crédito a lo que estaba oyendo, se quedo con la boca abierta, mirándola sin saber que decir - Bea, aunque eso fuese lo que yo deseara no se cómo ibas a poder ayudarme. En cualquier caso yo no quiero a nadie en mi vida que no piense plenamente en mi, si dejé a Maca no fue porque no la quisiera, es porque no estoy dispuesta compartirla. No pienso ser yo la que se meta en medio, ya lo hice una vez y sólo conseguí sufrir. Si quieres algo de Esther vas a tener que lograrlo tu solita. - Perdona, tienes razón, es que estoy tan nerviosa que no se ni lo que digo, olvídalo. - Bea, no sé cuanto quieres a Esther, pero si tengo claro lo que ella siente por Maca, es tan evidente que aunque lo niegue está ahí. No se si va a perdonarla o no, pero si no quieres salir herida más vale que aclares las cosas, tendrás que decidir si te conformas con las migajas que Esther te de o si renuncias a ella aunque la ames, pero ten seguro que está enamorada de Maca, así que decidas lo que decidas lo pasarás mal, la cuestión es si quieres pasarlo mal un tiempo o toda la vida. Yo hice mi elección y te aseguro que desde entonces vivo más feliz. Todavía escuece, pero ya no duele. Maca regresó junto a ellas cortando bruscamente la conversación - bueno, ya está, no he conseguido convencerla de que se quedara en casa y viene de camino, pero la entiendo. ¿Interrumpo algo? - las puertas del quirófano se abrieron y Claudia salió quitándose la mascarilla y con cara de agotamiento. Maca se olvidó de la pregunta que acababa de formular y fijó la vista suplicante en la neuróloga. - Todo ha ido bien, era lo que pensábamos, se ha roto un vaso que ha habido que cerrar, pero hemos frenado la hemorragia y conseguido drenar una buena parte del edema. La 108
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presión intracraneal ha disminuido bastante, así que soy optimista. Si todo sigue así no creo que tenga problemas en recuperarse, aunque tardará un poco. Maca soltó él aire que sin darse cuenta había estado reteniendo y se abrazó a Claudia con tanta fuerza que la neuróloga protestó de dolor aunque con una sonrisa en los labios. Bea y Vero se miraron y sonrieron también aliviadas. La siguiente semana pasó sin grandes cambios, Esther seguía estable pero aún no le habían retirado la sedación ni la respiración asistida, aunque su situación había mejorado mucho desde que tuvieran que operarla de urgencia, Claudia prefería ser prudente e ir despacio. Bea y Maca habían llegado a una especie de acuerdo de no agresión y se turnaban para visitar a Esther junto con Encarna. Procuraban coincidir lo menos posible y apenas hablaban entre ellas, pero al menos no discutían. El inspector Suárez pasó por el hospital para interesarse por la evolución de la enfermera y de paso comentar con Maca los resultados del informe de los peritos. Como todos pensaban el accidente había sido provocado, alguien había manipulado el vehículo de Esther haciendo que fuera perdiendo líquido de frenos, por eso no pudo controlar el coche al tomar la curva y se salió de la carretera, por eso no había huellas visibles de frenazo. Saber que aquel loco había cruzado la línea les llenó de inquietud, ya nadie estaba a salvo, cualquiera cercano a Maca podía ser el siguiente, estaba decidido a causarle el mayor daño posible, hubiera preferido que la atacara a ella directamente, pero quien fuera sabía que la haría sufrir más así, haciendo daño a quienes más quería. De momento no había vuelto a dar señales de vida pero ¿cuanto duraría aquella calma? En su despacho, la pediatra daba vueltas y vueltas al mismo asunto, tenía que hacer algo para proteger a los suyos, pero que podía hacer, ninguna alternativa le parecía suficiente. La policía daba palos de ciego, los días seguían pasando y no tenían ninguna pista sólida, las investigaciones sobre el manejo de las cuentas de la empresa familiar no habían dado ningún fruto, quien fuese había cubierto bien sus huellas. Las indagaciones en el colegio tampoco habían arrojado ninguna luz, nadie había visto nada sospechoso. Sobre la manipulación de los frenos la pediatra tampoco albergaba demasiadas esperanzas, cualquiera con un ordenador hoy en día tenía acceso a cualquier información, la perforación de uno de los manguitos sería suficiente para que el automóvil fuera perdiendo líquido. Lo que a Maca le preocupaba era no saber cuando se habían manipulado los frenos, porque los niños viajaban a diario en ese coche, no sabia si ese loco había intentado atacar solo a Esther o a toda su familia. La posibilidad de que los niños hubieran podido estar en ese vehículo le ponía la carne de gallina. Su padre había contratado seguridad privada para proteger a los niños, en ese aspecto estaba tranquila, mientras estuvieran en Jerez no podría ocurrirles nada malo ¿Pero hasta cuando tendrían que quedarse allí? Su vida estaba en Madrid, el colegio, los amigos, sus madres, si esto se alargaba mucho tendría que tomar una decisión. La puerta se abrió para 109
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sacarla de sus cavilaciones. - Maca, vengo a avisarte, vamos a retirarle la sedación a Esther a ver cómo reacciona, su recuperación ha sido muy buena, no debería tener problemas en despertar. - ¿Está Bea con ella? - No, se marchó hace un rato, he preferido esperar a que estuvieras tu sola para hacerlo. - Gracias Claudia, te he dicho ya cuanto te quiero y que eres la mejor amiga del mundo, yo también lo prefiero así. - Ya lo suponía ¿Vamos? Llegaron a la UCI y Claudia fue retirando todos los medicamentos que mantenían sedada a Esther, después procedió a retirarle el tubo de la respiración mecánica que habían mantenido por precaución - Bueno, pues listo, ya sabes como va esto, ahora toca esperar, pueden ser dos horas como dos días, así que no te quiero preguntándome que pasa y por que no despierta cada cinco minutos. Supongo que de momento te quedas aquí con ella ¿no? - Si, esperemos que despierte pronto, no quiero que se encuentre sola cuando lo haga. Bea no creo que vuelva hasta mañana y Encarna no vendrá esta noche, estaba agotada y la convencí para que se quedara en casa, así que me quedo con ella, está muy tranquila, mírala - sonrió con ternura - ¿Crees que le quedará alguna secuela? - Con estos golpes nunca se sabe, pero en principio no se aprecia ningún daño neurológico, el edema se ha reabsorbido muy bien, así que no tiene por que haber problemas, pero hasta que no despierte no podremos estar seguros. - Joder Claudia, cuando yo le digo eso a los pacientes suena muchísimo mejor, desde este otro lado crea una angustia que no veas. Recuérdame que no vuelva a decirlo nunca. - Es lo que tiene bonita - Claudia sonrió - es más fácil decirlo que sufrirlo, pero al menos sabes que lo que te estoy contando es verdad. - Si, eso si. No se que va a pasar cuando despierte, me da un poco de miedo ¿Y si me culpa de todo esto? - No digas tonterías ¿Cómo va a culparte? Lo que tienes que hacer es no agobiarla ahora, y Bea lo mismo, ya hablaré con ella, va a necesitar tranquilidad y nada de complicarle la vida ahora con cuestiones sentimentales. Cuando se recupere ya tendréis tiempo de hablar de lo vuestro. - Lo sé, además ahora mismo, con ese loco suelto no se si es buena idea que ande cerca de mi. Aunque me parte el alma pensarlo, creo que está más segura con Bea, si ese perturbado piensa que ya no hay solución para lo nuestro seguro que la deja en paz. - Bueno, dejemos que sea ella la que tome esa decisión, no te adelantes. Además voy a tardar un poco en dale el alta, así que ahora mismo no tienes que preocuparte por eso. - Pero me preocupa, Claudia, me preocupa muchísimo. No te imaginas lo angustioso que es no poder hacer nada mientras tu familia está en peligro. Tengo que encontrar la forma de acabar con todo esto y pronto, o al final ocurrirá alguna desgracia. Habían pasado dos horas y Maca no se había movido de la silla, ya no sabía que postura coger porque le dolía todo el cuerpo. Se levantó y estiro los músculos para 110
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desentumecerlos un poco, el cuello le crujió en cuanto lo movió de lado a lado. Volvió a acercarse a la cama, Esther respiraba tranquila, a Maca le parecía que estaba preciosa a pesar del vendaje de la cabeza. Tomó su mano acariciándola - vamos perezosa, es hora de despertarse - le dijo en un susurro, cómo tantas veces lo había hecho cuando vivían juntas y Esther remoloneaba en la cama - se lo que te gusta dormir, pero creo que ya está bien ¿No? Necesito ver esa sonrisa tuya que me vuelve loca, necesito que me regales tus besos como antes - le susurró junto al oído. - Me haces cosquillas - la voz le salió un poco ronca porque tenía la garganta seca - agua por favor. - Esther mi vida - Maca o pudo evitar sonreír de oreja a oreja y se apresuró a acercarle el vaso de agua - bebe despacio o te sentará mal ¿Cuanto llevas despierta? - seguía sonriendo como una tonta. - Lo suficiente, y si no me hubieses hecho cosquillas hubiera seguido escuchando sin decirte nada, sonaba bastante bien lo que me decías. - Pero serás mala ¿Cómo estás mi niña? - preguntó acariciando su mejilla. - Pues no sé, agotada, me duele la cabeza y me encuentro un poco atontada. - Es normal, voy a avisar a Claudia. - Maca, los frenos... - Lo se cariño, no te esfuerces ahora, no pienses en eso. Ya habrá tiempo de hablar luego. Ahora sólo tienes que ponerte bien. Maca salió dejando a una Esther pensativa, recordaba perfectamente su viaje hacia el pueblo queriendo alejarse de todo y poder poner sus ideas en orden. Iba pensando en Maca, en su forma orgullosa de ser, en como conseguía siempre salirse con la suya sin pensar en los demás. No lograba entender que habría hecho para que alguien quisiera hacerle daño. No quería culparla de la situación que vivían, pero sabia que estar a su lado en esos momentos era un peligro y estaba preocupada por sus hijos. Después de eso no lograba recordar como había podido salirse de la carretera, iba a poca velocidad y conocía ese tramo perfectamente, no era una curva peligrosa. Sólo recordaba que no pudo hacerse con el control del coche y acabó volcando, sintió el airbag estallándole en la cara y se golpeo con la ventanilla lateral, luego nada, todo se fundió en negro. No se acordaba de nada más hasta que oyó su voz susurrándole al oído, al principio pensó que estaba soñando y si era un sueño no quería despertar, pero luego notó su aliento acariciándole la oreja mientras susurraba y supo que el escalofrío que sintió era real. Cuando abrió los ojos y la vio allí sonriéndole pensó que la pediatra estaba guapísima a pesar de las ojeras que ensombrecían sus ojos, tenía cara de cansada, lo que le hizo suponer que llevaba días cuidando de ella. El dolor de cabeza le hizo volver a pensar en el accidente ¿qué demonios había pasado? Maca volvió a entrar en la habitación con Claudia detrás. Esther tenía el rostro contraído en una mueca de dolor. La neuróloga se acercó a la cama para iniciar el reconocimiento. - ¿Cómo te encuentras campeona? ¿Te duele mucho la cabeza? - Claudia, parece que me va a estallar. 111
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- Tranquila, es normal, enseguida te ponemos algo para el dolor. A ver sigue la luz con la mirada. - Maca, ¿cómo es posible que me saliera de la carretera? No recuerdo que pasó. - A ver, mira hacia arriba y déjate ahora de cháchara. Luego os dejo solas y habláis lo que queráis - Esther obedeció al instante y permaneció callada durante el resto del reconocimiento - muy bien, fenomenal. Mañana haremos un escáner para asegurarnos de que todo esta bien, pero la verdad es que te has recuperado estupendamente. - Es que tiene la cabeza muy dura - bromeó Maca - voy a llamar a tu madre, le alegrará saber que su bella durmiente ha despertado y está en forma. - Estas tú muy graciosilla ¿no? aprovecha que estoy convaleciente y que el dolor de cabeza me está matando, pero ya hablaremos tú y yo cuando me encuentre mejor. - Lo estoy deseando. Voy a hablar con tu madre, vuelvo enseguida. - Maca salió de la habitación sonriendo. Cuando cerró la puerta tras de sí Esther aprovechó para interrogar a Claudia. - Claudia, seguro que está todo bien. - Si claro. No se me ocurriría mentirte Esther. Si te soy sincera hubo un momento en que nos temimos lo peor, tuvimos que operarte de urgencia, pero todo salió fenomenal y te has recuperado muy bien. - ¿Cuánto tiempo llevo así? - Una semana. - Dios mío ¿tanto? ¿qué es lo que me pasó? ¿Cómo perdí el control del coche? No consigo recordarlo. - Es mejor que Maca te lo cuente, yo voy a decirle a una enfermera que te ponga algo para aliviar ese dolor de cabeza. Tómatelo con calma Esther, no te conviene alterarte demasiado ¿vale? Maca y tu tenéis mucho de que hablar y decisiones por tomar, pero yo que tu aplazaría todo eso hasta que estés recuperada del todo, ahora mismo no estás para calentarte mucho la cabeza, necesitas tranquilidad, has sufrido un traumatismo bastante grave y no queremos recaídas ¿de acuerdo? Esther asintió a la neuróloga. No tenía ganas de pensar en nada en ese momento, sólo le apetecía dormir, la cabeza le retumbaba y sentía un dolor punzante golpeándole cada vez que se esforzaba en recordar, pero no podía evitarlo, una y otra vez las imágenes del accidente regresaban a su mente, y le desesperaba no recordar como se salió de aquella maldita curva Cuando Maca regresó a la junto a Esther tras hablar con Encarna, Claudia se había marchado y una enfermera salía de la habitación, acababa de ponerle un calmante para el dolor. Esther la recibió con gesto serio, se la veía cansada y debía estar preocupada. Sabía que tenía que contarle lo que había pasado con su accidente pero le daba miedo como iba a tomárselo ¿Cómo decirle a la persona que amas que casi la matan por tu culpa? Además tenía poco tiempo, Encarna ya estaba de camino cuando la llamó al móvil, así que no tardaría en llegar. - Tu madre vendrá en un rato - dijo para romper el hielo - estaba como loca de contenta, lo 112
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ha pasado fatal la pobre, bueno, como todos, nos has tenido en vilo durante unos días ¿sabes? - No fue un accidente ¿verdad? - Esther disparó la pregunta a bocajarro, sin posibilidad de eludirla ni endulzarla lo más mínimo. Ella hubiera preferido dar algún rodeo antes, preparar el terreno, calmar los ánimos. Tragó saliva, el momento que tanto temía desde que Esther despertara había llegado, no podía retrasarlo más, tenía que contarle la verdad y que pasara lo que tuviera que pasar, si decidía culparla y alejarse de ella lo entendería y aceptaría su decisión. No podía obligarla a permanecer a su lado y exponerla a más peligro - Ha intentado matarme - continuó Esther - ese loco que te acosa ha provocado el accidente ¿no es así? - Si Esther - respondió al fin - alguien manipuló los frenos del coche y por eso perdiste el control. - ¡Dios mío Maca! ¿te das cuenta de lo que hubiera pasado si los niños hubieran estado en el coche? Esto no puede continuar así, al final conseguirá matar a alguien. - Lo siento Esther, no se que más puedo decirte, le he dado mil vueltas y no se me ocurre que puedo hacer para protegeros. Ojala ese loco viniera a por mi en vez de intentar hacer daño a las personas que quiero. Si te hubiese pasado algo, no sé, creo que me hubiese vuelto loca, no puedo ni imaginármelo. Ahora tienes que ponerte bien, te aseguro que pensaré algo para acabar con esto. - ¿Y qué es lo que puedes hacer? No sabes quién es, no sabes porqué te está haciendo esto. No creo que puedas hacer nada y a mi lo que me preocupa son mis hijos Maca. ¿Van a tener que quedarse en Jerez indefinidamente? ¿O nos mudaremos todos allí? yo no puedo vivir así. Esto es insoportable. No puedo pasarme el día temiendo lo peor, pensando cuando y dónde será el siguiente ataque, mirando por encima de mi hombro y temiendo que les haga daño a los niños. - Lo sé, te aseguro que lo sé y me angustia más que a ti sentirme responsable de todo esto. Le he dado muchas vueltas y creo que lo mejor para todos es que yo me aleje de vosotros, he pensado en pedir un traslado, hasta que esto se aclare. Marcharme yo a Jerez o a cualquier sitio. - ¿Y crees que eso le detendrá? - Esther la miró con gesto de enfado - Está decidido a destrozarte la vida, que tú te vayas no va a hacer que pare ¿no lo entiendes? Quiere que sufras y no parará hasta conseguirlo. Puedes irte y seguirá acosándonos, sabe que te importamos más que tu misma ¿no lo ves? - ¿Y qué quieres que haga Esther? Podemos contratar seguridad privada. - ¿Hasta cuándo? ¿Toda la vida? - Esther cariño, Intento hallar una solución, tengo en la cabeza las mismas preguntas que tu pero no tengo las respuestas, que más quisiera yo - contestó suavemente intentando controlar la situación, Esther estaba asustada y no quería que se enfadase, aunque sus preguntas comenzaban a agobiarla - Me siento culpable y ni siquiera se porqué, ni siquiera sé que es lo que he hecho para merecer esto. ¿Crees que no daría cualquier cosa porque viniera a por mi y os dejara tranquilos? - Entonces sólo podemos esperar. Esperar y que ocurra lo que tenga que ocurrir porque nos tiene en sus manos Maca. - Yo...lo siento, siento todo esto, jamás pensé que nos veríamos en una situación como 113
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esta. Escucha, ahora tienes que recuperarte, no pienses en nuestros problemas. Cuando salgas del hospital se nos ocurrirá algo. Volveremos a ser una familia, te lo prometo y al mirar atrás veremos esto como una mala pesadilla. Esther la miró seriamente unos segundos antes de contestar y Maca no supo cómo interpretar aquella mirada, no sabia si era miedo, furia o dolor - Tengo la impresión de que eso no va a ser así. Dudo mucho que podamos mirar atrás y reírnos de todo esto, en cuanto a lo de volver a ser una familia... - Esther no pudo acabar la frase, su madre entro en tromba en la habitación y se lanzó a los brazos de su hija llenándola de besos y abrazos. - Mi niña ¿cómo estas? Menudo susto nos has dado, creí que no te despertarías, Maca y yo hemos estado con el corazón en un puño. ¡Ay mi niña! ¿Pero estás bien? ¿por qué no me contestas? ¡dime algo! - Mama por favor, pero si apenas me dejas respirar con tanto abrazo y tanto beso, además si no me dejas hablar - Esther sonrió a su madre, estaba abrumada por tanta efusividad y se le puso un nudo en la garganta al pensar en lo mal que lo habría pasado temiéndose lo peor - estoy bien, de verdad, sólo un poco cansada. La puerta volvió a abrirse y esta vez fue Bea la que entró sonriendo y con un enorme ramo de rosas rojas en la mano. - Hola dormilona, me alegro de ver esa sonrisa de nuevo, tu madre ha tenido el detalle de avisarme - dijo mirando a Maca de reojo y con cara de pocos amigos - Toma, sé que te encantan las rosas. - Muchas gracias Bea, es todo un detalle. Mama ¿te importa ponerlas en agua? en control te dejarán un jarrón - Encarna salió llevándose el ramo. - ¿Cómo estas preciosa? Nos has tenido muy preocupadas - se acerco y beso sus labios suavemente. Esther sonrió y cogió la mano de Bea. Maca que había asistido a la escena en silencio sintió una punzada de celos y le pareció que sobraba. Ella no se había atrevido a besar a Esther y se sintió un poco estupida. - Bueno, yo tengo que marcharme ya hablaremos más tarde - se quedó un momento allí plantada mirando a Esther, esperando que la detuviera, que le pidiese que se quedara. Al ver que no decía nada dio media vuelta y salió de la habitación con una sensación de derrota partiéndole el alma. Aquella noche y las que siguieron fue Encarna la que se quedó al cuidado de su hija. Por expreso deseo de la enfermera ni Maca ni Bea se turnaron para relevarla. El escáner había demostrado que la recuperación de Esther era total, aún así Claudia decidió esperar unos días para darle el alta, argumentó que estaría más tranquila en el hospital que en su casa y eso es lo que necesitaba en ese momento. La neuróloga conocía perfectamente la situación que estaba atravesando y sabia que fuera del hospital Esther tendría demasiadas preocupaciones, aún así ya no podía alargar su estancia más tiempo. Maca había pasado a verla todos los días y siempre que el trabajo le dejaba un rato libre subía a la habitación. No habían retomado la conversación que dejaron inacabada, no hablaban más que de los niños, de como se encontraba Esther y de otras trivialidades. Una barrera invisible se había interpuesto entre las dos, Maca no quería sacar el tema de que es lo que iban a hacer, tampoco quería agobiar a la enfermera interrogándola sobre que 114
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pensamientos tenía de cara al futuro, aunque se moría de ganas por tener respuestas sabia que no debía poner en peligro su recuperación. Bea también había ido a ver a Esther todos los días, las había visto bien durante esas visitas y Maca temía que la relación que mantenían se hubiera visto reforzada por la situación que estaban viviendo. Los niños seguían en Jerez y la policía seguía sin dar con el misterioso acosador que parecía haberse tomado un descanso tras el sabotaje del coche de Esther. Ella seguía dándole vueltas y más vueltas a como solucionar el problema, pero por más que se esforzaba no encontraba ninguna solución. Ese mismo día iban a darle el alta a la enfermera y aún no tenía ni idea de lo que iba a pasar con sus vidas. Cuando subió a la habitación Esther ya tenía recogidas todas sus cosas y estaba vestida para irse a casa. La encontró terminando de recoger los artículos de aseo personal, estaba sola, ni Encarna ni Bea estaban en la habitación. - ¿Ya estas lista? Te has dado mucha prisa. - Si, estoy deseando salir del hospital, en cuanto Claudia me ha dicho que podía irme me he puesto a recogerlo todo. - Si te esperas un rato te llevo a casa. - No es necesario, Bea viene a buscarme - a Maca se le cayó el mundo encima, sus peores temores se habían hecho realidad, al final la balanza se había inclinado del lado de Bea, Esther la culpaba de lo ocurrido y no era capaz de perdonarla. - Lo entiendo. Ya veo que has tomado una decisión, espero que seas feliz con ella. - No saques conclusiones precipitadas Maca, yo no he decidido nada, Bea viene a buscarme y me dejará en casa, eso es todo. En este momento no quiero a nadie en mi vida. Tenemos un problema muy grave ¿crees que puedo pensar en nosotras? Créeme es lo último que me importa en este momento. Han estado a punto de matarme y nuestros hijos corren peligro, nuestros problemas como pareja no caben en mi mente ahora mismo. Tú en cambio como siempre, pensando en tu ombligo. Las palabras de Esther le hicieron daño en lo mas profundo del alma - ¿Como puedes decir eso? Vosotros sois lo único que me importa. - Ya veo. Mira Maca, no quiero discutir. Me voy a casa y no descarto irme luego unos días a Jerez a ver a los niños. Pero no te quiero rondando cerca, de verdad, necesito estar sola. Me dijiste que hallarías la manera de solucionar esto, pues céntrate en eso y cuando soluciones ese problema entonces, sólo entonces podremos hablar de lo nuestro, de sí tenemos un futuro en común y de sí somos capaces de empezar de cero, porque yo cada vez lo veo más difícil. Me estoy dando cuenta de que muy pocas veces piensas en las consecuencias de tus actos, en el daño que causas a los demás con tus decisiones, creo que sigues siendo la niña mimada de papa y eso te ha hecho madurar muy poco. Siento hablarte así, pero creo que es mejor ser sinceras, se me ha caído la venda de los ojos y ahora empiezo a verte más real y menos como yo te he forjado en mi mente. He estado cegada por mis sentimientos pero ya no, ahora soy capaz de separar lo que siento de lo que veo, y lo que veo no me gusta. 115
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A Maca cada una de esas palabras se le iban clavando en el alma como puñales. No fue capaz de rebatir nada, de contestar nada, se quedo allí en silencio encajando cada golpe, sintiendo cada palabra como una bofetada. Herido su orgullo solo logro asentir y murmurar unas frases de disculpa. Salió de aquella habitación furiosa y cegada por el dolor. Nunca había oído a Esther hablarle con tanta dureza, con tanta frialdad. Estaba claro que algo había cambiado y veía la sombra de Bea en ese cambio, había pasado mucho tiempo con ella y seguro que había influenciado en su forma de ver las cosas. Todo se había complicado demasiado y ella estaba cansada de esperar a que Esther volviera a su lado, estaba cansada de disculparse y de sentirse culpable por algo que no estaba en su mano. Había hecho muchas cosas mal, pero Esther tampoco es que se hubiese esforzado en arreglar la situación, pensó que había llegado el momento de dejar de lamentarse y pasar a la acción. ¿No quería volver con ella? Pues perfecto, que se quedara con su Bea, a ver si conseguía ser feliz. ¿Pensaba que era una niña mimada y caprichosa? Pues iba a demostrarle cuanto. En su mente desesperada comenzó a bullir la semilla del rencor ¿cómo podía decir que no pensaba en nadie mas que en ella? Precisamente en aquellos momentos no pensaba más que en su familia, quería protegerles y estaba a punto de sacrificarlo todo por ellos, se había devanado los sesos para encontrar una salida y Esther no le estaba dando ni un voto de confianza. El plan que había ideado y que hasta ese momento le parecía una locura comenzó a cobrar fuerza en su mente. Estaba harta de poner la otra mejilla y de tener que competir con Bea, decía que era egoísta y caprichosa, pues le daría lo que pensaba de ella. El móvil le sonó interrumpiendo sus pensamientos, era el inspector Martínez, quizá su suerte estuviera apunto de cambiar. Esther llegó a casa y se sintió agotada. Durante todos aquellos días en el hospital había pasado la mayor parte del tiempo acompañada por su madre, Maca o Bea. Ahora por fin sola en su apartamento el silencio se le hacía insoportable. Bea la había dejado en el portal hacia una hora, había insistido en subir a ayudarla pero ella se había negado. Si la dejaba subir luego le costaría muchísimo que se marchara y no quería que se quedara allí. No había mentido a Maca, era cierto que necesitaba estar sola. Si conocía a la pediatra sabía que se habría enfadado. Las duras palabras que le dirigió salieron de su boca sin poder contenerlas. Siempre era muy comedida y pensaba lo que decir intentando no herir a nadie. Ella misma se sorprendió al oírse hablar así, suponía que su mente había llegado al límite. Tras ver la cara de Maca se arrepintió de haberle dicho aquello, la pediatra se marchó de la habitación dolida y con el orgullo herido, conociéndola sabía que tarde o temprano le haría pagar por aquello, pero no le importaba. Quizá ya era hora de dejar de tratarla como una diosa, de decirle lo que en realidad pensaba aunque doliera, si en su momento lo hubiera hecho en vez de dejar que las cosas siguieran su curso, quizá ahora no estarían así. En su relación siempre solía ser ella la que cedía, no le importaba que Maca se saliera con la suya y le gustaba dejarse llevar por ella. Cuando nació Pedro y Maca se marchó con su familia, ella no supo imponerse, debía haberla presionado para que volviera, decirle lo mucho que la necesitaba e ir a buscarla, pero como siempre cedió ante las explicaciones de su mujer y a partir de aquello las cosas se 116
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torcieron. No podía seguir así, si la pediatra quería una vida con ella las cosas tendrían que cambiar, ella había cambiado y no era la misma. Llamó a su madre para decirle que estaba bien, luego se dio una larga ducha que consiguió relajarla bastante y se dispuso a prepararse algo ligero de cena, al abrir la nevera tuvo una agradable sorpresa, su madre le había dejado comida preparada para un mes, sonrió y por una vez estuvo encantada de que Encarna se metiera en su vida, volvió a cerrar la nevera y cogió su móvil para volver a hablar con su madre, quería agradecerle que le evitara cocinar, el teléfono empezó a vibrar y en la pantalla apareció el nombre de Maca. Esther se quedó mirándolo sin contestar, no quería hablar con ella así que dejó que saltara el contestador. Al poco rato se repitió la llamada y ella volvió a dejarlo sonar. Maca volvió a insistir una tercera vez así que Esther decidió apagar el teléfono. Se calentó un vaso de leche acompañándolo con unas galletas, se puso el pijama y se acostó. Mientras se dormía pensó que a Maca no le vendría nada mal tener que esperar para variar, saber que no todo giraba entorno a sus deseos y caprichos. Le pareció que no había dormido ni cinco minutos cuando el timbre de la puerta la despertó con un sobresalto. Esther se levantó todavía medio dormida, miró el reloj y vio que sólo había pasado media hora desde que se había acostado. Todavía adormilada se acercó hasta la puerta y miró por la mirilla, la imagen de Maca consiguió despertarla del todo ¿Qué demonios hacía allí? Le había dejado bien claro que no quería ver a nadie. El timbre de la puerta volvió a sonar con insistencia, cerro los ojos, tomo aire y abrió la puerta. - Hola, ya pensé que no ibas a abrirme. - Lo he pensado, pero no me pareció buena idea ¿Qué haces aquí Maca? - dijo cortante. - ¿Vamos a hablar en la puerta o me invitas a pasar? - No tenemos nada de que hablar, creí que te lo había dejado claro pero veo que tu entiendes lo que te parece. - Yo creo que si tenemos de que hablar, me ha llamado el inspector Suárez, están siguiendo una pista. - Al oír aquello Esther se hizo a un lado franqueando la entrada a Maca. La pediatra avanzó por el pasillo camino al salón. - ¿Estabas durmiendo? Tienes cara de haberte despertado hace nada. - Si, estaba cansada. - Es normal, acabas de recuperarte de un grave accidente ¿Cómo te encuentras? - ¿Qué es lo que te ha contado el inspector? - Esther no iba a dejar que Maca la enredara en una conversación trivial, sólo la había dejado pasar porque decía tener noticias de la investigación. - Vaya, directa al grano, no me das ni un respiro. - Maca, ha sido un día muy largo, estoy cansada y quiero estar sola, si no quieres entenderlo al menos respétalo. - Te llamé pero no me cogías el teléfono por eso he venido. - Pues sería qué no quería hablar contigo ¿No crees? 117
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- Ya me imaginé, pero pensé que esto era importante y querrías saberlo. - ¡Maca por Dios! Deja de dar rodeos y dime de una vez que te ha dicho la policía. - Vale, vale, no te enfades. - Es que a veces hablar contigo es desesperante. Habla de una vez por favor - cuando Maca se ponía a dar rodeos era insoportable. No quería darle la oportunidad de enredarla en una conversación sin sentido, quería que le dijera lo que fuese y se marchase pronto, no quería estar a solas con ella mucho rato. - Bueno, no te emociones porque todavía no hay nada seguro, pero es la primera vez que tienen algo. Por lo visto nuestro acosador no es tan listo como se cree y al final ha dejado un pequeño rastro. - ¿De qué se trata? - El inspector no ha querido darme más detalles, no quiere comprometer la investigación, cree que cuanto menos gente sepa lo que han descubierto mejor. - ¿Y eso es todo? ¿No tienes qué contarme nada más? - el tono de Esther era de total indignación - ¿Para eso has venido hasta aquí? - ¿Te parece poco? Te estoy diciendo que por primera vez tenemos un rastro que seguir. - No Maca, me estás diciendo que el inspector cree tener algo que puede llevarle a descubrir al a acosador. Eso es como no decir nada, seguimos en el mismo punto. - Yo no lo veo así, pensé que te alegrarías con la noticia. Después de lo que ha pasado cualquier avance me parece un mundo. - Ese es el problema, que ya no pensamos lo mismo sobre casi nada. Eso me lo podías haber dicho por teléfono, o esperar a mañana. - No me has cogido el teléfono y yo estaba emocionada por poder darte un poquito de esperanza en que las cosas iban a arreglarse. Veo que me he vuelto a equivocar. - Maca, que nos conocemos, has buscado una excusa para venir a verme. Lo que yo pensara o necesitara te daba igual. Te dije que quería estar sola y ni siquiera eres capaz de respetar mis deseos. - Por favor deja de decir eso, nada más lejos de la realidad ¿Cómo no va a importarme lo que necesites? Esther, no te das cuenta de que eres lo que más me importa en este mundo, que si no dejo de meter la pata es porque lo que más deseo en la vida es estar a tu lado, que me muero por tenerte y mi torpeza a la hora de expresar mis sentimientos me hace parecer fría e indiferente - ahora que las palabras habían salido de su boca ya no tenía forma de parar, los sentimientos brotaron de sus labios cómo un torrente desbordado que era incapaz de contener, como un dique retenido largo tiempo que se rompe y cuya fuerza lo arrastra todo a su paso - no entiendes que te quiero, que te he querido desde el día que te conocí y que no puedo vivir sin ti, que la sola idea de que pudiera haberte ocurrido algo por mi culpa me hacía enloquecer de dolor, que daría la vida por ti mil veces y que no he amado a nadie nunca así. Cada vez que pienso en el daño que te he causado, en cómo te engañé, en lo estúpida que fui, Esther ni te imaginas cómo me siento, la tortura de imaginarte con Bea, de que pudieras amarla más que a mi, de que rehicieses tu vida con ella. He sido egoísta, infantil, orgullosa, todo lo que puedas pensar ya me lo he dicho yo una y otra vez, pero se acabó, si tengo que arrastrarme lo haré, si quieres que te suplique lo haré, haré lo que me pidas con tal de no perderte. Sólo quiero que me perdones, sólo quiero volver a tu lado y hacerte feliz. 118
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Gruesas lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, Esther había asistido muda al monólogo de Maca, incapaz de interrumpir su discurso apenas se había atrevido a respirar, se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento que ahora soltó en un suspiro. Ni en sus mejores sueños se hubiese imaginado a Maca diciéndole todo aquello, apenas podía creerlo. Se acercó a ella y enjugó una de sus lágrimas con el dedo acariciando suavemente su mejilla. Una dulzura inmensa se derramó en su interior y sólo quería besar aquellas lágrimas, estrecharla su entre sus brazos y decirle que ella también la amaba con locura. Acarició su rostro despacio, dibujando cada línea. Con el dedo siguió la curva de los labios que maca entreabrió al sentir la caricia. La miró a los ojos que brillaban por las lágrimas y ahora por algo más, algo que no supo identificar, Maca tenía una mirada extraña, distinta a la que ella había visto otras veces, había deseo en esos ojos pero también algo más, algo profundo y oscuro. Quiso analizar aquello pero no pudo, se dejó arrastrar por su mirada, por esos ojos que ahora parecían más misteriosos que nunca. Olvidó su cansancio y el dolor de cabeza que había sentido durante todo el día, olvidó que minutos antes había estado a punto de cerrarle la puerta en las narices y se acercó a esos labios entreabiertos que deseaba más que nada en el mundo. Deseaba besarla y sentir su sabor, desnudar su cuerpo y recorrer cada milímetro de su piel, hacerle el amor, todo lo demás ya no importaba. La besó suavemente, despacio, con una dulzura infinita, su lengua alcanzó la de Maca saboreando cada rincón sin prisas, notando como su cuerpo respondía a ese beso con un torrente eléctrico que la recorrió de pies a cabeza y que la hizo emitir un gemido de placer. Noto sus pezones endureciéndose bajo la tela del pijama y su sexo latiendo por el deseo. Volvió a mirarla, Maca tenía los ojos cerrados, cogió sus manos y le susurró al oído - vamos a la cama - Maca la miró y no dijo nada, se dejó conducir por el pasillo hasta la habitación en silencio. Esther volvió a acariciar su rostro y empezó a desabrochar su blusa, Maca la miraba y se dejaba hacer, notando como con cada botón su deseo aumentaba. Esther acarició el pecho de la pediatra sobre el sujetador y notó los latidos desbocados del corazón y los pezones marcándose a su paso. Desabrochó la prenda interior y la dejó caer al suelo junto con la camisa. Sus labios comenzaron a recorrer el torso desnudo deteniéndose sobre aquellos pezones, capturando uno de ellos entre los labios, succionando suavemente, saboreando ese instante con extrema lentitud. Fue el detonante para que Maca abandonara su pasividad y sujetara la nuca de Esther apretándola contra su pecho. A partir de ahí todo se desbordo, la ropa fue desapareciendo mientras sus lenguas iniciaban una batalla campal ansiosas por ver quién era la que abarcaba más piel, quién besaba más y mejor, sus manos multiplicaron las caricias compitiendo por ser las que provocarán más placer en su oponente, sus piernas se anudaron, sus sexos se buscaron meciéndose al compás, compartiendo la humedad de su excitación. Maca se puso sobre 119
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Esther que ya era incapaz de pensar en nada mas que en el peso de aquel cuerpo sobre el suyo y en el sabor de aquella boca, se acomodó entre sus piernas y comenzó a besarle el cuello con pasión, dejando pequeños moriscos a su paso mientras la enfermera se retorcía bajo ella de placer, siguió bajando sin parar de besarla, deteniéndose en su pecho, recreándose en el. Llegó hasta su ombligo dejando un rastro de humedad a su paso, acariciando su cintura. Esther arqueó la espalda llena de deseo, sentía la lengua de Maca recorriendo su cuerpo y sus manos acariciando cada rincón. La pediatra sabia perfectamente lo que Esther deseaba, no hacían falta palabras, sabia lo que quería y no la hizo esperar, siguió bajando y mordió suavemente su ingle, se deslizó entre las piernas de la enfermera que al notar el contacto de la lengua de Maca no pudo evitar gemir de placer. Recorrió su sexo besando y lamiendo aquella delicada piel, subiendo y bajando la lengua en un baile de ritmo constante, sin dejar un milímetro por explorar, mientras Esther gemía con desesperación, perdiendo la noción del espacio y el tiempo. La lengua de la pediatra no cesaba en su vaivén, notaba su respiración y su presión cada vez más intensa acrecentando su deseo, sus gemidos eran cada vez más sonoros y trataba en vano de controlarse para alargar ese sentimiento de placer, para no dejarse llevar y acabar con aquella dulce tortura. Maca sabia que la enfermera estaba más que a punto, ella misma estaba excitadísima sabiendo lo que provocaba en su mujer y quería disfrutar de sus caricias. Volvió a subir por su cintura provocando una tímida protesta de Esther que cesó en cuanto atrapó sus labios y se introdujo en su boca. Esther sintió su propio sabor en aquel beso y respondió con pasión acariciando la lengua de Maca con la suya, mordiéndole el labio con suavidad y volviendo luego a buscar el contacto de aquella lengua que segundos antes le había regalado un inmenso placer, llevo su mano entre las piernas de Maca que se arqueó gimiendo al sentir la caricia de la enfermera, se deslizó en su interior moviéndose despacio, penetrándola con sus dedos, notando lo mojada que estaba y excitándose aún más sabiendo que era ella la que provocaba aquello. Maca movió las caderas imprimiendo más velocidad a sus movimientos y empezó a acariciar a Esther del mismo modo mientas no dejaba de besarla. La habitación se llenó de suspiros y gemidos, el mundo entero desapareció y sólo quedaron ellas dos amándose sobre aquella cama, empapadas de sudor y estremeciéndose de placer, disfrutando de una pasión desbordada. El orgasmo no tardó en llegar, una explosión que las dejó a ambas rendidas sobre las sabanas, abrazadas en silencio, sintiéndose la piel, acompasando los latidos de dos corazones que segundos antes corrían desbocados. En el silencio de la noche Esther escuchó unos leves susurros que la despertaron. Con los ojos aún cerrados buscó a Maca a su lado y no la encontró, aún sentía el sabor y el peso de su cuerpo y eso la hizo sonreír. Al girarse vio que la pediatra no estaba en la cama si no de pie vistiéndose. - ¿Que haces mi amor? - preguntó todavía somnolienta y volviendo a cerrar los ojos. Se sentía agotada, todo había sido muy intenso y en un minuto Maca había vuelto a conseguir que se olvidara de todo y perdiera el control. - Está claro ¿No? Me estoy vistiendo. - ¿Para qué? A mi me gustas más sin nada encima - sus labios dibujaron una sonrisa 120
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traviesa mientras se acurrucaba sobre la almohada. - Si, pero no puedo irme desnuda - Maca contestó seria sin un ápice de humor. - ¿Irte? - miró el reloj de la mesilla y vio que eran las tres de la mañana - pero ¿Dónde vas a ir a estás horas? Anda vuelve a la cama. - No Esther, me marcho. - La enfermera la miró confundida, no entendía nada - ¿cómo que te marchas? No entiendo ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué tienes que irte? - Verás Esther, lo que ha ocurrido aquí esta noche es una despedida, mi forma de decirte adiós, nos lo hemos pasado bien por última vez y no quería dejarte sin echar un buen polvo. Me sigue gustando el sexo contigo y quería hacerte este último regalo. Esther se despertó de golpe al oír aquello y se incorporó en la cama - ¿A que viene esto? Maca, si es una broma no tiene ninguna gracia. - No es ninguna broma. ¿De verdad pensabas que iba a volver contigo después de lo que me dijiste en el hospital, después de todo lo que me has planteado durante este tiempo? me has dejado bien claro lo egoísta qué soy, lo inmadura que soy, que solo pienso en mi. Pues tienes razón ¿Tu me ves arrastrándome a tus pies y suplicándote perdón? Vamos Esther, ¿cuándo me has visto hacer algo así? Además estoy harta de esperar a que te decidas, de tener que aguantar que me pases a Bea por las narices, ¿estas mejor con ella? Pues adelante, a ver si ella es capaz de hacerte sentir lo que yo te he hecho sentir esta noche, solo quería que lo recordaras y pudieras comparar cuando ella te hace el amor, porque estoy segura que ni de lejos puede hacerte gemir de esa manera. No podía dar crédito a lo que estaba oyendo, no podía ser verdad, la había tenido llorando en sus brazos pidiéndole volver con ella. Había dicho que la amaba y a ella le había sonado sincero, ¿cómo había sido capaz de fingir de ese modo sólo para castigarla? Las palabras de Bea resonaron en su cabeza "es capaz de cualquier cosa para salirse con la suya". - No pongas esa cara, no me digas que te has tragado todas las tonterías que te he dicho. - ¿Tonterías? - Esther sintió que se le partía el alma y se le hacía un nudo en la garganta. - Si claro. Mira, después de que me dejaras claro lo que piensas de mi tomé una decisión. Estoy harta Esther, creí que podríamos arreglar las cosas pero es imposible, tu quieres una versión de Maca que no existe y yo estoy cansada de esperar. Te pedí perdón, no voy a andar arrastrándome a tus pies. ¿No te gusta mi orgullo, ni mi forma de hacer las cosas? Pues es lo que hay. Hay alguien a quien si le encanta mi forma de ser, que no me asfixia pretendiendo cambiarme, que me quiere libre. Vero me acepta como soy, me comprende mucho mejor y me da el espacio que necesito, no me exige tanto. Contigo me ahogo, desde que tuviste a las niñas te has vuelto aburrida, la típica ama de casa como tu madre, eres demasiado exigente y pretendes que me quede en casa y me dedique a ti, eso era lo que mi familia pretendía cuando anuncié mi boda con Fernando y ya sabes cómo terminó, salí corriendo, huí de una vida aburrida y sin sentido. Ahora necesito lo mismo, me marcho con Vero Esther, quiero vivir la vida y ser yo misma, no lo que tu quieres que sea. No descarto que nos marchemos del Central, quizá nos vayamos al sur, tengo un amigo en un hospital privado de Sevilla al que le encantaría tenernos en plantilla. 121
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Esther no daba crédito a lo que oía, después de lo que había pasado esa noche Maca volvía a dejarla por Vero, ahora entendía lo que había visto en sus ojos antes de besarla, era el brillo de la mentira, la burla despiadada de quien sabe lo que esta haciendo y se ríe de la estupidez ajena - ¿y los niños? - alcanzó a preguntar con un hilo de voz porque no quería llorar delante de ella. - De momento es mejor que sigan en Jerez, hasta que se solucionen las cosas. Luego ya veremos, las niñas son tuyas así que es lógico que se queden contigo, pero Pedro es mi hijo, así que ira donde yo vaya. Esther abrió los ojos como platos, no podía creer que Maca estuviera diciendo aquello, tenía que estar soñando, esto era una pesadilla de la que no podía despertar, si Maca quería hacerle daño no podía haber elegido mejor forma - ¿Como qué las niñas son mías? También son tuyas ¿Y Pedro? también es hijo mío ¿Recuerdas? - Bueno, eso ya lo veremos, a ver que dice un juez al respecto, porque si es lo que quieres mis abogados van a destrozarte. - Maca por Dios, que es lo que te pasa ¿Tu te estás oyendo? - Esther estaba al borde de las lágrimas, sentía el corazón atravesado por miles de aguijones. Esa no podía ser la misma persona que le había hecho el amor hacia apenas unas horas, la misma boca que había besado con pasión y a la que ahora oía decir semejantes barbaridades. - Si, me estoy comportando como la niña caprichosa, mimada y rica que soy. Mi familia tiene el poder y los medios necesarios para que yo me salga con la mía, ¿Estás segura de querer pasar por eso? - ¿Cómo puedes decir que no quieres a tus hijas? - Esther no salía de su asombro. - Te repito que no son mías, son tuyas y de Raúl, y cada vez que las miro veo tu engaño reflejado en ellas, veo a su padre y el dolor que me causaste, no me hace falta recordar ese detalle todos los días de mi vida. Antes hubiera hecho el esfuerzo, ya no. A Esther se le hizo un nudo en el estómago. Cómo podía decir que las niñas no eran suyas, era su madre, ¿es qué había fingido todo ese tiempo? ¿Has perdido el juicio? No podía dar crédito a lo que oía, la cabeza comenzó a darle vueltas, se sentía mareada y con ganas de vomitar - Eres despreciable - alcanzó a decir - la vista se le nubló y sintió como la rabia se agolpaba en su pecho impidiéndole respirar con normalidad - ¿Cómo he podido estar tan ciega? ¿Cómo he podido vivir tanto tiempo contigo sin ver como eras realmente? Si piensas que voy a renunciar a mi hijo vas lista. Tú puedes hacer lo que quieras pero yo no voy a permitir que me separes de él. - Tú misma - contestó Maca con desprecio. - ¡Te odio, no puedo creer que me haya dejado engañar de este modo!. Bea tenía razón, eres manipuladora, egoísta, incapaz de querer a nadie más que a ti misma - su voz se quebró por un instante - ¡Vete, no quiero volver a verte en mi vida! Márchate de mi casa y no vuelvas nunca más. Ojala no te hubiera conocido nunca. Maca se dirigió hacía la puerta del dormitorio y se volvió un instante - Ha sido un placer Esther - le dijo con media sonrisa - ya tendrás noticias de mis abogados. 122
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- ¡Lárgate de una puta vez! - Oyó cerrarse la puerta de la calle y rompió a llorar, de milagro había aguantado hasta que Maca hubo salido, su vida acababa de estallar en mil pedazos y su corazón era un juguete roto que a duras penas bombeaba la sangre necesaria para seguir en pie. Sollozó tirada en la cama, como nunca lo había hecho, el amanecer la encontró así, hecha un ovillo y bañada en lagrimas, en la misma cama en la que horas antes había creído alcanzar el cielo. La siguiente semana pasó para Esther como en un sueño, todavía no podía comprender porque Maca había actuado de aquella manera, estaba hundida y apenas había salido de casa, no entendía que Maca hubiera sido tan cruel y la semilla del rencor había anidado en su corazón. La pediatra no había dado señales de vida, Esther le había dejado numerosas llamadas en el móvil que no fueron contestadas. Para saber de los niños llamaba directamente a Jerez y en más de una ocasión pensó en coger un avión y presentarse allí para llevárselos, pero eso solo agravaría la situación y pensó que era mejor dejar las cosas como estaban de momento. Esther tenía que incorporarse al trabajo, estaba totalmente recuperada y le habían dado el alta, ya no tenía excusa para retrasarlo más pero no le apetecía nada volver. Había hablado con Teresa y ya todo el mundo sabía que Maca y Vero habían vuelto, por lo visto no se escondían, incluso según Teresa, a veces se comportaban como dos adolescentes por los pasillos, sin importarles lo que pensaran los demás. Estaba destrozada, después de todo lo que había pasado no sabia si podría soportar aquello. El comportamiento de Maca era irracional, infantil y egoísta. Sobre todo le preocupaban sus hijos, no le importaba si Maca no quería saber nada de las niñas, ella se ocuparía de llenar ese espacio, pero no podía soportar la idea de no ver a Pedro. Si Maca cumplía su amenaza sabía que le sería muy difícil ganar esa batalla. Conocía a los Wilson y el poder que ejercían en ciertos círculos, además ella no tenía dinero suficiente para embarcarse en una larga guerra de abogados. No sabía que iba a hacer. Bea le había ofrecido todo su apoyo, la verdad es que se había portado fenomenal, no había parado de animarla y consolarla, no le había reprochado nada, ni siquiera escuchó un "ya te lo dije" de sus labios. No le había pedido nada, simplemente la acompañó y le dio ánimos. Pensó que había sido muy injusta con ella y que tenía que compensarla, aunque en este momento su corazón no podía amar a nadie, estaba demasiado malherido para sentir nada. El tiempo todo lo cura pensó, en algún momento desaparecerá este dolor y volveré a poder entregarme a alguien, y Bea podía ser perfectamente ese alguien. Desolada por la situación Esther la había llamado, necesitaba hablar con alguien, a Bea le faltó tiempo para presentarse en su casa y consolarla con su abrazo. No dijo nada, solo la abrazó mientras ella se deshacía en lagrimas, mientras vaciaba su angustia y soltaba todo su dolor. Se ocupó de que comiera, porque se sentía incapaz de probar bocado, no le reprochó nada, se limitó a cuidarla y mimarla como si de una niña se tratara. Esther se sintió inmensamente agradecida por aquella demostración de amor sin pedir nada a 123
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cambio, ni siquiera había arremetido contra Maca como era su costumbre, la dejo hablar y se limitó a escucharla y a acunarla con dulces palabras. Esther estaba realmente conmovida y en su interior se reprochaba haberse portado tan mal con ella, haberla engañado con Maca y herirla sin motivo. Tenía que haberle hecho caso, Maca no se merecía ni una lagrima suya, había jugado con ella sin compasión, pero eso se había terminado, nunca más, no volvería a dejarse arrastrar por sus mentiras, por su falso amor. Maca no era capaz de amar a nada ni a nadie, vivía para si misma y solo le importaba su propio bienestar, aplastando a todo aquel que le llevaba la contraria o se cruzaba en su camino. Cuando llegó al hospital una sensación de angustia se agarró a su estómago y la hizo detenerse antes de entrar, por un momento le falto el aire. Tuvo que apoyarse en la pared y respirar varias veces para serenarse. No quería verla, no quería ver como ella y Vero le restregaban su felicidad en las narices. Sobre todo no quería que ella se diera cuenta del dolor que sentía, de lo mal que estaba, de que la había destrozado. Quería mostrarse fuerte pero no sabía que iba a pasar cuando la tuviera enfrente. Solo pensar en enfrentarse a su mirada le hacía temblar. El recuerdo de aquella noche aun estaba fresco en su memoria, la pasión del momento, los ojos de Maca, la intensidad de su mirada, el sabor de su boca y el tacto de su piel. Su cabeza no dejaba de volver a esos recuerdos, a esa maldita noche donde de nuevo se dejo arrastrar por sus sentimientos sin pensar. Y luego el dolor, el desprecio de Maca, cada palabra como un latigazo, después la nada, el vacío absoluto y el abismo de las lagrimas. Volvió a respirar hondo para alejar esos pensamientos, entraría con la cabeza bien alta, no iba a darle el gusto de demostrarle su estado, de ver que era una muñeca rota. Entró con paso decidido y se encaminó a la rotonda intentando no mirar a nadie - buenos días Teresa - dijo imprimiendo a su voz un tono de seguridad que en absoluto sentía. La recepcionista rodeó el mostrador y salió a abrazarla - Esther mi niña ¿Cómo estás? - dijo estrujándola entre sus brazos y dándole un millón de besos. - ¡Teresita que me vas a romper! - contestó riendo - estoy muy bien. Bueno, dentro de lo que cabe - mintió, ni por asomo estaba bien, todo lo contrario, pero no iba a mostrar su dolor en aquel hospital. Teresa la miró y vio las ojeras, la tristeza reflejada en sus ojos, hasta su sonrisa era amarga. Sintió una profunda ternura por aquella chiquilla a la que conocía desde hace tanto y que quería como a una hija, no en vano la había visto cambiar desde que entrara en el hospital como un corderillo asustado, hasta convertirse en la mujer que tenía delante, y sabía perfectamente que no estaba bien. La abrazó con ternura y le mostró su mejor sonrisa - No te preocupes porque ninguna de las dos están aquí, no vas a tener que verlas. - ¿Y eso? - preguntó sorprendida. - Me enterado está mañana, por lo visto han pedido una excedencia, se marchan del hospital, hoy mismo han empezado a disfrutar de los días libres que les quedaban mientras tramitan los papeles. 124
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Así que era cierto. Maca y Vero se marchaban. Era el primer paso que le había anunciado Maca, así que no tardaría en recibir noticias de sus abogados solicitando la custodia de Pedro y renunciando a las niñas. No daba crédito a lo que estaba pasando ¿Como podía renunciar a las pequeñas? Las había alimentado, cambiado y bañado, había jugado con ellas y las había acunado hasta dormirlas en sus brazos. ¿Cómo era capaz de separarlas de su hermano y no sentir nada por ellas? ¿Como era capaz de largarse con aquella maldita rubia y desentenderse de sus obligaciones? Sabia que Maca era muy impulsiva y algo inmadura, pero aquello escapaba a cualquier justificación, no había explicación posible para un comportamiento tan irreflexivo. Los ojos se le nublaron por las lagrimas y se aferró a Teresa como a una tabla en un naufragio. La rabia se hundió en su pecho como un clavo ardiendo, decidió agarrarse a ella con todas sus fuerzas y transformar su amor en odio, porque eso sería lo único que le permitiría enfrentarse a ella y sobrevivir, lo único que le permitiría luchar para que no le quitaran a su hijo, porque ella si lo sentía como suyo desde el primer día que lo tuvo en sus brazos y no pensaba renunciar a el sin presentar batalla. Mientras, en la penumbra de un pequeño apartamento de Madrid, alguien se retorcía las manos con nerviosismo y se movía de un lado a otro de aquella diminuta habitación como un león enjaulado. Su mente trastornada trabajaba a toda velocidad mientras paseaba la vista por el decorado que había creado. Las paredes estaban llenas de fotografías, en ellas se podía ver a Macarena Wilson en distintas etapas de su vida, con sus padres en Jerez, en la universidad, el día de su boda con Esther, con los niños, momentos minuciosamente capturados año tras año, alimentando un odio y una rabia que se habían convertido en su razón de ser, en el objetivo de su vida. Una obsesión enfermiza que había marcado la mayor parte de las decisiones de su vida adulta. Sus estudios, su trabajo, todos los cursos que hizo, todas las técnicas que aprendió durante años, se encaminaban a fortalecer su plan y permitir lograr su objetivo. También había planos de distintas instalaciones y residencias, así como calendarios, fechas, facturas y mucha información sobre la vida de la pediatra. Esas paredes reflejaban la obsesión del habitante de aquellas cuatro paredes. En el apartamento no había mucho más, una mesa en la que descansaban un ordenador portátil y una impresora ultimo modelo, una silla, un colchón en el suelo y una cafetera repleta de café. Era todo lo que necesitaba para planificar su venganza, para organizar su plan de acabar con Macarena Wilson para siempre. De momento no había tenido el éxito que esperaba, tanta paciencia no había sido recompensada y comenzaba a desesperarse, sabia que no debía hacerlo o cometería algún error, pero sus nervios estaban a flor de piel. Todavía no sabía como sus planes, tan minuciosamente elaborados durante años, se habían torcido de aquella manera. Había pretendido golpear a la pediatra donde mas le dolía pero Maca se había llevado a los niños a Jerez y allí era imposible intentar nada. Conocía perfectamente la seguridad privada de Pedro Wilson, una cosa era colarse en su sistema informático para ordenar los pagos de aquellas fotos y crear un falso rastro, otra muy distinta intentar acceder a su vivienda familiar y acercarse a los críos, eso llevaría demasiado tiempo de planificación y el tiempo se le estaba agotando junto con la paciencia. Ahora pensaba que debía haber acabado con 125
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el hijo de Maca cuando tuvo la ocasión, sabía que Pedro era la perdición de la pediatra, aunque también quisiese a las niñas en el fondo el crío era su ojito derecho, esa absurda pasión de madre que no lograba comprender. Para su madre siempre fue un estorbo, un accidente que truncó su vida y jamás sintió esa dedicación absoluta ni ese cariño incondicional. Pero al final no acabó con El Niño, quiso alargar el juego un poco mas y ahora todo se había complicado. Al no poder acceder a sus hijos tuvo que cambiar de planes. El ataque contra Esther manipulando los frenos del coche tampoco había salido como esperaba, fue un poco chapuza por tener que actuar tan rápido, siempre le había gustado planificar las cosas con tiempo y cuidar los detalles, pero tuvo que apresurarse y todo salió mal. Esther había sobrevivido y no entendía la reacción de Maca marchándose con Vero. Quería que la pediatra sufriera, que se quedara sola. Atacar a los niños había sido su primer objetivo, sabia que Esther se alejaría de Maca para protegerles, pero la muy imbecil no podía resistirse a Maca, cada vez que la pediatra estaba cerca Esther parecía una gata en celo, y todos los intentos por alejarlas eran en vano, ni siquiera el secuestro de Pedro consiguió que la enfermera pusiera distancias, todo lo contrario, parecía que le gustaba el riesgo, no lograba entenderlo. Su mente desquiciada no entendía lo que una persona puede llegar a hacer por amor, nunca había tenido ese sentimiento, así que desconocía su fuerza. Ahora no sabia que camino tomar, debía hacer algo y rápido, ignoraba el paradero de Maca, había desaparecido del hospital con Vero sin dejar rastro. Tendría que localizarlas, tenía una ligera idea de donde podían haber ido, pero debía confirmarlo. Su insistente vigilancia había corroborado que ambas volvían a estar juntas mientras Esther se lamia las heridas. Todo el mundo las había visto besarse y hacerse mil carantoñas, parecían dos quinceañeras y no tenía muy claro que fuera real, demasiado evidente, demasiado teatro cara al público, le parecía muy extraño que, después de todo el empeño que la pediatra había puesto por recuperar a Esther, ahora volviera con Vero. Su mente no se tragaba aquella historia, estaba bastante claro que Maca quería poner tierra de por medio, pero sabía como hacer que saliera de su escondrijo. Había cometido varios errores de cálculo por no tener en cuenta los sentimientos. Intento sembrar la discordia dejando aquellas flores junto a la nota en la taquilla de Esther pensó que eso haría enfadar a la enfermera, pero no contaba con que realmente Esther aún adoraba a Maca. No entendía como podía amarla tanto después de todo lo que la había hecho pasar. Desde luego algunas mujeres son estupidas y se merecen todo lo que las sucede. Si alguien le hiciera algo así, jamás podría perdonar. Pero Esther volvía a Maca una y otra vez como un perrito faldero al que puedes golpear mil veces y siempre lame tu mano. Eso es lo que más odiaba de Maca, siempre se salía con la suya, siempre conseguía lo que deseaba y encima la gente la acababa adorando. No lo entendía, era borde, orgullosa, egoísta, pero tenía un magnetismo que te absorbía. Dios, cuanto la odiaba, si no hubiera sido por ella todos sus problemas habrían desaparecido y llevaría la vida que tanto había deseado. 126
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Volvió a equivocarse al secuestrar a Pedro, sabía que había creado la desesperación absoluta en Maca y había disfrutado con ello como nunca. Fue fácil llevarse al chico, esperó la oportunidad durante días, observando los movimientos de los muchachos, conocía a la perfección el colegio, allí mismo en la pared tenía los planos y sabia lo del agujero en la tapia. Sabia que los chicos trasteaban por el descampado y supo que no podrían resistirse a la camada de cachorrillos. Le fue fácil hacerse con una gata a punto de parir y colocarla en la caseta, alimentando al animal para que no tuviera la necesidad de abandonar aquel refugio seguro. Lo demás vino rodado, los niños en su curiosidad hicieron el resto. Sabia que tarde o temprano Pedro saldría solo en algún momento, vio como se turnaban para hacerlo, solo tuvo que esconderse y esperar. También le fue fácil hacerse con la droga, en el mercado negro se movía gran cantidad de mercancía y si conocías a la persona adecuada nadie hacia preguntas y era imposible seguir el rastro. El Niño no se enteró de nada. Pensó que después de aquel susto Esther no querría saber nada de la pediatra, que le echaría la culpa y querría alejarla de los niños, pero la muy tonta se unió aun mas a ella y acepto la decisión de dejar a los niños en Jerez sin rechistar. Llegados a este punto todo se precipitó, nada estaba saliendo como esperaba y tuvo que empezar a improvisar, algo que no le gustaba nada. Tuvo que preparar el accidente de Esther deprisa y corriendo porque cada vez las veía más unidas. Ya no tenía acceso a los niños y atacar directamente a Maca no tendría sentido, la quería sufriendo desesperada, muerta no le servía de nada. Así que pensó en acabar con Esther, eso hundiría a Maca y así sabría de una vez por todas lo que se siente al quedarse sin nada. Pero todo había salido al revés. Esther tenía más vidas que un gato, pensó en acabar con ella en el hospital, no hubiera sido difícil, pero siempre había demasiada gente revoloteando por aquella habitación, la enfermera era muy popular, tenía un gran corazón y la gente la quería. Así que prefirió esperar y no precipitarse de nuevo. Si lo planificaba mejor podría hacerlo sin riesgo de que pudieran descubrir lo que había pasado. Ahora Maca se había largado con la rubia, en un principio pensó en atacar a Vero, pero aunque eso hubiera dolido a Maca no habría sido lo mismo. Volvía a tener que darse prisa y eso le creaba una angustia indescriptible, no tener el control de la situación desquiciaba su mente. Así que allí estaba dando vueltas a como actuar. Tenía un plan medianamente elaborado pero con muchos cabos sueltos. Tenía una ligera idea de donde andaba Maca y de como hacerla salir a la luz, la muy estupida pensaba que podía esconderse y que eso detendría su acoso, pero estaba equivocada. Pronto iba a comprobarlo. Era hora del acto final, de acabar de una vez por todas con aquel juego del gato y el ratón, Maca iba a sufrir y mucho. Después le escupiría a la cara la verdad y acabaría con ella de una vez por todas. Cuando Maca desapareciera recuperaría su vida y todo lo que había perdido. Se sintió feliz con aquel pensamiento y una risa desquiciada brotó de lo mas profundo de su garganta. El golpe final estaba en marcha y pronto acabarían todos sus problemas, después podría vivir feliz, tendría todo lo que siempre había soñado y disfrutaría del amor que le había sido negado. Maca estaba en el porche contemplando el inicio del atardecer. El sol se iría escondiendo 127
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entre las montañas, tiñendo el bosque con su reflejo dorado hasta desaparecer por completo. Pensaba en la primera vez que vio aquel espectáculo con Esther, fue la primera vez que hicieron el amor y aquel recuerdo la acompañaría siempre. Habían pasado su día libre en aquella casa y después de amarse Maca había cogido el nórdico y se había llevado a Esther al porche para compartir con ella el ocaso, abrazadas bajo el calor de las plumas y en silencio contemplaron aquella maravilla para volver a amarse después. Jamás olvidaría aquella tarde, para ella fue el comienzo de una nueva vida, un nuevo despertar, porque hasta ese momento comprendió que había estado dormida. Esther la había sorprendido con su pasión, con su frescura, con su entrega. Al principio se mostró tímida y se estremecía con cada caricia, dejando que fuera ella quien tomara la iniciativa, poco a poco notó como su cuerpo se relajaba al paso de sus caricias, sus manos cobraron vida propia y se fundieron con su piel, sus besos se hicieron más profundos y la reserva de los momentos iniciales dio paso a una de las mejores experiencias de su vida. Jamás se había sentido tan compenetrada con alguien, jamás nadie le había regalado tanta ternura y tanta pasión en un mismo instante. Esther puso tanto entusiasmo en aquel acto de amor como ponía en casi todo lo que hacia, eso era una de las cosas que mas le atrajo de ella, en algunos aspectos era como una niña, sorprendiéndose por todo, riendo por cualquier cosa y con unas enormes ganas de vivir cada experiencia como si fuese la última. En los últimos años había perdido algo de esa frescura, pero Maca sabia que si rascaba un poco la superficie encontraría de nuevo a aquella chiquilla que la cautivó por completo, que le hizo bajarse de su pedestal para querer conseguirle la luna. Ella era la única capaz de hacer que la arrogante Macarena Wilson se convirtiera en un dulce corderillo. Sobre la mesa descansaba una copa de vino que mostraba reflejos de sangre al recibir los últimos rayos de sol. La temperatura había refrescado y en ese momento agradecía la chaqueta que cubría sus hombros. Estaba sumida en sus pensamientos con la mirada pérdida en el horizonte, acurrucada en el sofá de mimbre abrazándose las piernas y deseando con todas sus fuerzas que aquella terrible pesadilla llegara a su fin y que Esther pudiera perdonarla cuando le dijera la verdad. - ¿Cuánto tiempo vas a dejar que siga creyendo que eres un monstruo? - la voz de Vero la sacó de su mundo interior. No la había oído llegar, Se había acercado hasta ella con otra copa en la mano y se acurruco a su lado en el asiento. Su pelo rubio resplandecía bajo el atardecer. Se detuvo un instante a contemplar su rostro, estaba preciosa y pensó, que de no haber estado enamorada de Esther, podría haber tenido un futuro con ella, podría haberla amado sin reservas, porque no solo era preciosa sino que además era inteligente y una bellísima persona. Se merecía encontrar a alguien que la hiciese feliz y pudiese darle lo que ella no podía. - Todo el que sea necesario - contestó - El que haga falta hasta que el inspector de con algo sólido y esté fuera de peligro. - ¿Crees que luego te lo perdonará? - No lo sé, la verdad es que eso es lo que menos me preocupa ahora. Prefiero que no me perdone y esté a salvo. - Sabes que Bea va a aprovechar este momento, que Esther se siente vulnerable y que se 128
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refugiará en sus brazos. No se si vas a poder reconquistarla dos veces, después de lo que le hiciste debe odiarte con toda su alma. - Es precisamente lo que buscaba - apartó su vista de los ojos de Vero y volvió a perderse en el horizonte - Necesito que se aleje de mi para no correr riesgos. Si el precio a cambio de su vida es perderla, lo pagaré con gusto. - Podrías al menos haberle evitado el dolor de lo de los niños. Decirle que no querías a tus hijas y que le ibas a quitar a Pedro, es un duro golpe, me parece demasiado. - Conozco a Esther, tiene un corazón muy grande Vero, es capaz de perdonarlo casi todo, su única debilidad son sus hijos. Era la única forma de asegurarme de que me odiaría lo suficiente para no querer ni hablarme. - No sé Maca, creo que andas al filo del precipicio. Acabe como acabe esto vais a salir con muchas cicatrices. Maca sonrió y volvió a mirarla con dulzura - todavía no te he dado las gracias por ayudarme, aunque pensaras que todo esto era un disparate. - Y lo sigo pensando, sigo pensando que es una locura y demasiado arriesgado. Pero ¿crees que iba a perder la oportunidad de besuquearme contigo por los pasillos haciendo de rabiar a Teresa? Por favor me he divertido muchísimo. Además a nadie le amarga un dulce, sigues estando muy buena cariño. Maca rió ante la ocurrencia de Vero, siempre conseguía hacerla reír aún en los momentos más amargos - sabes que puedes estar en peligro ¿Verdad? - Bah! Me encanta el riesgo, ¿Qué es la vida sin un poco de adrenalina? Maca, hago esto porque quiero y no me cuesta nada hacerlo, la sola idea de que estéis en peligro me saca de quicio. Si mi ayuda sirve para atrapar a ese loco me doy por satisfecha. Además, sabes que si me lo pides haría cualquier cosa por ti. A pesar de todo te sigo queriendo, no puedo evitarlo, aunque haya cerrado esa puerta definitivamente para no hacerme daño. - Ojalá te hubiera conocido en otra vida. Me encantas, si no estuviera enamorada de Esther estaría loca por ti. Siento todo esto Vero, te mereces a alguien que pueda amarte sin reservas, alguien que te haga feliz y pueda ofrecerte lo que yo no puedo. - Las cosas son como son, no era nuestro momento, no hay que darle mas vueltas. En cualquier caso no quiero perder tu amistad, si eso es posible. ¿Sabes? Me encanta tu casa de la sierra ¿Por qué no me has traído aquí nunca? - Vero cambio de tema intencionadamente, no quería que el nudo que sentía en la garganta se desatara dejando paso a las lagrimas. - Esta casa es un muy especial para mi, es dónde Esther y yo hicimos el amor la primera vez, nunca he traído a nadie más, quiero conservar intacto ese recuerdo, fue muy bonito, muy tierno - la sonrisa de la pediatra se ensanchó al recordar las caricias y los besos de Esther, su cuerpo reaccionó ante aquellos recuerdos, en aquel mismo sofá, bajo el calor del nórdico y con una Esther ávida de sus caricias, de sus besos, insaciable y sorprendida ante la intensidad de sus sentimientos. Recordó como el cuerpo de la enfermera se estremecía con cada orgasmo y como tras un breve descanso le pedía más, más besos, más caricias, más pasión. Recordó como ella misma, supuestamente la experta, tuvo que esforzarse por seguir el ritmo de Esther y acabó exhausta, tremendamente satisfecha y gratamente sorprendida. Había esperado que Esther se mostrara tímida, indecisa, un poco torpe, todo menos aquella explosión de sentimientos que la desbordó por completo y la 129
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hizo sentirse inmensamente feliz. - Entiendo - sonrió aunque sintió una punzada de envidia al ver la expresión bobalicona de una Maca perdida en sus pensamientos, le hubiera gustado que hubiera tenido ese recuerdo de ella, alejó esos pensamientos y miró a la pediatra - ¿Qué vas a hacer ahora? La pediatra volvió a la realidad y cambió su expresión por otra mucho más seria - Esperar a que Suárez me diga algo más concreto. La verdad es que no me dio muchos detalles pero van tras algo y esta vez es algo firme. Cuando le comenté lo que pensaba hacer le pareció una buena idea. En este momento lo mejor es que yo me quitara de en medio. Esther está vigilada día y noche, mi padre accedió de buen grado a ofrecerme los servicios de su seguridad privada, son buenos y muy discretos. La verdad es que me ha sorprendido su apoyo incondicional. - Es tu padre, a pesar de lo que creas se preocupa por ti. Que no apruebe tus gustos en cuestión de sexo no significa que no te quiera. - Supongo que tienes razón, creo que le debo una disculpa por algunas cosas que le he dicho en estos años - Vero se quedo mirándola con media sonrisa y cara de asombro ¿Qué? - preguntó al ver la cara de sorpresa de Vero. - No, nada. Macarena Fernández Wilson, creo que te estás haciendo mayor. - ¿Pero qué dices? - Que sería estupendo que mejoraras las cosas con tu familia, es una espinita que llevas muy dentro, aunque no quieras admitirlo. Y es un grado de madurez que necesitas. - Son tantas las cosas que tengo que mejorar que no sé ni por dónde empezar. El móvil de Maca comenzó a sonar - es el inspector - descolgó y Vero la vio permanecer en silencio con gesto de concentración, el mismo gesto que le había visto tantas veces cuando se encontraba ante un caso difícil. A medida qué la conversación avanzaba vio cómo su gesto cambiaba al de preocupación, cuando colgó el móvil el color había desaparecido de su rostro, estaba blanca como la nieve. Esther se había levantado temprano esa mañana, como casi siempre en esta última semana no conseguía dormir bien. La noche anterior se había costado dandole vueltas a que tenía que hablar con Maca, por mucho que le doliera no podía dejar las cosas así. Tenía que convencerla de que lo que estaba haciendo era una locura, que ella no podía renunciar a Pedro como si tal cosa y embarcarse en una batalla legal por la custodia era un disparate. Estaba agotada y las ojeras enmarcaban sus ojos medio llorosos. Ni siquiera el cariño y la paciencia de Bea calmaban su mente. No lograba entender como habían llegado a ese punto. Maca no parecía ser la misma persona de la que se enamorara años atrás. Su capacidad para mentir y engañar se había multiplicado por cien ¿o siempre había sido así y no se había dado cuenta? No la entendía, le había hecho muchísimo daño gratuitamente, acostarse con ella para luego soltarle aquella bomba sobre las niñas y largarse con Vero había sido un golpe bajo, un acto muy sucio y muy cruel. Jamás la perdonaría, había intentado odiarla, aferrase a aquella rabia, pero tampoco podía, pese a todo la amaba, 130
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aunque estaba segura que ya no la perdonaría jamás. Empezó a recoger los restos de la cena de la noche anterior. Tenía que darse prisa si quería recoger la casa, ir a la compra y preparar la comida para Bea. Hoy venia a comer y pasarían la tarde juntas, le había prometido que sería una tarde inolvidable y que conseguiría animarla, Esther no estaba para muchas fiestas últimamente y agradeció el esfuerzo de Bea por conseguir sacarla de su nube negra. Era un encanto y, a pesar de todo, en ningún momento le había echado nada en cara, y eso que tenía motivos para hacerlo. Tras recoger todo y dejar la casa limpia, salió a la compra y volvió con el tiempo justo para hacer la comida. Eran las tres menos cuarto y Bea llegaría enseguida. Dispuso la mesa y la adornó con unas flores que había traído del mercado. A las tres en punto el sonido de las llaves en la puerta indicaba que Bea llegaba para comer. Se fue hacia la entrada y apenas traspasó el umbral se lanzó a su cuello besándola intensamente. - ¡Pero bueno! ¿Y esto? Menudo recibimiento, así da gusto llegar a casa ¿celebramos algo? - Dijo mientras entraba en el comedor y veía las flores en la mesa. - No cariño, solo quiero agradecerte la paciencia que has tenido conmigo. Quiero que sepas que no me quedan dudas, que Maca es parte del pasado, que te quiero y quiero un futuro a tu lado. Bea la estrecho entre sus brazos con una amplia sonrisa - mi niña, como me gusta oír eso - volvieron a besarse hasta que Bea se separó - para cariño o no comeremos y estoy desfallecida. Además tenemos que irnos o se nos hará tarde. - ¿No vas a decirme donde vamos? - preguntó Esther haciendo un puchero. - No, es una sorpresa. Por cierto Esther ¿sabes que tienes compañía? Esther la miro con cara de no entender nada - ¿compañía? ¿De qué me estás hablando? - Ven - dijo conduciéndola hasta la ventana y señalando al exterior - ¿ves aquel coche blanco de ahí enfrente? - ¿Cuál, el Citroen? - Si, el mismo. - ¿Qué le pasa? - Pues que ayer cuando vine ya estaba ahí y cuando me marché seguía en el mismo sitio. - ¿Y? Será de algún vecino. - Fíjate bien guapa, hay dos tíos dentro, y ayer también estaban. Te están vigilando Esther. - ¿A mi? No creo, ¿estas segura? - Esther intentó distinguir a través del parabrisas a los dos hombres que había sentados en el coche. - Me da que tu querida Macarena te ha puesto vigilancia. - ¿Pero que dices? ¿Para qué querría Maca vigilarme? No tengo nada que ocultarle. ¡Dios mío! ¿No será el acosador? - No digas bobadas Esther, los acosadores no suelen ir en pareja, ni hacen turnos, son mas discretos. Esto tiene pinta de vigilancia de detectives o seguridad privada. Creo que la Wilson quiere controlar lo que haces. - ¿Para qué? Yo no tengo secretos, no tengo nada que ocultar. Si es ella estará perdiendo el 131
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tiempo y no se lo que espera conseguir. - Mira Esther, eres muy buena y confiada. Maca quiere la custodia de Pedro y hará lo que sea necesario para conseguirlo. Es muy fácil retorcer las pruebas en un juicio por custodia, hasta lo mas inocente puede hacerte quedar como una mala madre y que parezca lo que no es. Estoy harta de verlo en el colegio con los niños de padres divorciados, ni te imaginas lo que llegan a hacer y a inventar para hacerse daño. - No me imagino a Maca jugando tan sucio - Bea la miro alzando una ceja y con gesto de incredulidad - bueno, aunque ya no se que pensar claro. - ¿Sabes lo que vamos a hacer? Vamos a despistarles, será divertido marginar la cara de Maca cuando le digan que hemos desaparecido sin dejar rastro y que hemos burlado a sus sabuesos. - ¿Y se puede saber cómo vas a hacer para salir sin que nos vean? - Llamaré a un amigo para que me deje el coche, que lo meta en el garaje y nos saque escondidas en el maletero, ni se enteraran que hemos salido de casa. - Bea por favor, que locura, ni que fuésemos delincuentes para tener que fugarnos en un maletero. ¡Anda ya! - Esther no seas aguafiestas, ¿cuánto tiempo hace que no vives una aventura? ¿Que no haces algo alocado y divertido? Vamos cariño juguemos a este juego, lo pasaremos bien. Anda mi niña atrévete, no seas aburrida. Dame la satisfacción por una vez de darle a Maca en los morros. Esther dudaba pero al ver la cara ilusionada de Bea cedió - vale, lo haré, me parece una locura pero te haré caso - Bea se acercó a besarla. - Claro que es una locura mi amor, de eso se trata, lo pasaremos bien. - Lo haré con una condición, que me digas donde me vas a llevar a pasar la tarde. - Vale, pero solo te diré que vamos a fotografiar el atardecer, el sitio lo sabrás cuando lleguemos. Estarás preciosa con esa luz y quiero hacerte millones de fotos. Esther sonrío encantada, la idea le pareció de lo más romántica, era afortunada de contar con Bea después de lo que había pasado con Maca. En cuanto a lo de escapar dentro de un maletero, en el coche de un extraño, no le encontraba la diversión, pero Bea estaba ilusionada y ella quería complacerla. En la Sierra, los rayos del sol al ir ocultándose teñían todo de un color rojizo espectacular, la escasas nubes se teñían de rosa a medida que el sol se iba escondiendo, la luz pintaba de dorado todo a su alrededor. Cuando Maca colgó el móvil su cara de preocupación asustó a Vero - ¿Qué pasa Maca? - Era el Inspector Suárez, la policía está intentando encontrar a Esther y no la localizan. - ¿Cómo qué no la localizan?, bueno estará en la compra, habrá salido a dar una vuelta o a ver a su madre - Necesitan hablar con ella, la han llamado al móvil pero está apagado y en casa no está, Dios mío no logran encontrarla - el tono de Maca era grave y comenzaba a sonar desesperada. - ¿Pero qué es lo que te han dicho? ¿Por qué es tan urgente encontrar a Esther? Maca por favor me estas asustando ¿qué es lo que ocurre? ¿Han preguntado a Bea? a lo mejor está con ella 132
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- ¡Pues ese es el problema Vero! Dios mío lo teníamos delante y no hemos sido capaces de verlo, cómo he podido ser tan tonta, como me he podido dejar engañar de ese modo, tenía que haberlo visto. - El qué Maca ¿Qué ha pasado? - Vero no lograba entender nada. - ¿No te das cuenta? ¡La policía está casi segura de que Bea es quien me ha estado acosando! la que se llevó a mi hijo e intento matar a Esther. Por eso tenía acceso a mi casa y pudo entrar al hospital sin levantar sospechas. Por eso pudo llevarse a Pedro sin que nadie sospechara nada. Sabía mis turnos y los de Esther, sabía cuando llevaba a los niños al colegio, trabaja allí, Dios mío conocía todas nuestras rutinas a la perfección y podía enterarse de cada cambio que hiciéramos. ¡Sabe hasta el ultimo detalle de nuestras vidas! - Qué estas diciendo, es imposible ¿Bea? Por qué iba a hacer algo así, no tiene sentido Maca, ella llegó a tu vida a través de Esther, no la conoces de nada. Además, la he visto con Esther, seria incapaz de hacerle daño. No lo entiendo Maca, tiene que ser un error. - No lo sé Vero, el inspector no me ha dado los detalles, es urgente encontrarlas, lo demás puede esperar. Por favor que no le haga daño, tenemos que dar con ellas - Maca cogió su móvil y marcó el número de Esther, seguía apagado o fuera de cobertura. Andaba de un lado a otro del porche como un león enjaulado. Volvió a intentarlo y saltó el buzón de voz ¡Esther! soy Maca, es urgente que me llames en cuanto puedas, por favor tengo que decirte algo muy importante. Si oyes este mensaje llámame, te juro que es muy urgente estaba desesperada, la angustia apenas le dejaba respirar y no paraba de retorcerse las manos. - Para Maca, deja de caminar así, tienes que calmarte. - ¡Cómo quieres que me calme! ¡Esther ha desaparecido con esa psicópata y tú quieres que me tranquilice! Vero tu eres psiquiatra, ¿como es posible que no vieras nada? - Gritándome no vas a conseguir encontrarla y si te pido que te calmes es porque en este estado serás incapaz de pensar con claridad. Soy psiquiatra pero no voy por la vida analizando a todo el mundo Maca, no sabia que tenía que hacer una valoración de Bea dijo en tono serio. - Perdona Vero, perdóname, tu no tienes la culpa, tienes razón pero estoy muy nerviosa. Si la pasa algo yo... - ¿No tenía vigilancia? - preguntó Vero evitando que Maca continuara . - Parece ser que la vigilancia no ha servido de nada, no las han visto salir de casa, cuando la policía ha ido allí ya no estaban, no había ni rastro de ellas. No saben cómo han salido sin que nadie las viera. Parece que los hombres de mi padre no son tan profesionales como el cree. - Bea se ha debido dar cuenta de que las vigilaban. Es muy lista Maca, nos ha engañado a todos. - Pero por qué, no se quién es, jamás la había visto antes. ¿Cómo iba a arruinar su vida si no la conozco de nada? Y ahora tiene a Esther, esto es una pesadilla - cogió el móvil y volvió a intentarlo - nada, sigue saltando el buzón. Ya sabía que esa tía no era trigo limpio, no me dio buena espina desde el principio, pero creí que eran celos. - ¿Cómo ibas a pensar que tenía algo que ver con esto? - No sé Vero ¿Crees que se acercó a Esther solo para hacerme daño? ¿Y de qué me conoce? ¿Cómo es posible que yo haya arruinado su vida? 133
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- No sé, en algún momento os habéis tenido que cruzar, aunque tú no te acuerdes, ha preparado esto con mucho tiempo y creo que ahora está improvisando. Las cosas no deben haber salido cómo ella esperaba. Quizá Esther ha hecho o dicho algo que le ha hecho cambiar de planes. O quizá solo quiere hacer daño a Esther para sacarte de tu escondite. Ahora mismo no sabe dónde te encuentras y eso debe de molestarle mucho. Ha perdido el control de la situación. - Yo creí que alejándome de ella estaría a salvo, que el acosador cometería un error y lo único que he hecho es precipitar las cosas y poner aun más en peligro a Esther. - No te castigues de ese modo, como ibas tu a saber que Bea estaba implicada, nadie en su entorno lo hizo. Tu no tienes la culpa de nada Maca, has hecho lo que has creído necesario para proteger a tu familia. - Ya no estoy tan segura Vero, ya no - Maca volvió a intentarlo una vez más -¿Si? - contestó una voz distorsionada por la interferencia de fondo, a Maca le costaba oír nada con aquel ruido pero supo que hablaba con Esther. - ¡Esther, gracias a Dios! ¿Dónde estás? - Y a ti que te importa si sé que eres tú no te hubiera cogido el teléfono, he respondido sin mirar. - Por favor Esther, escúchame... - No tenemos nada de que hablar - el sonido llegaba entrecortado, apenas si la entendía. - Estás en peligro mi vida, ¿está Bea a tu lado? - ¿Mi vida? ¿Es que has bebido Maca? ¿a que viene ahora este teatro? ¿qué más quieres ahora de mi, a que estás jugando? - Te lo suplico Esther, olvida todo por un segundo y contéstame, ¿Está Bea escuchando nuestra conversación? - Está haciendo unas fotos, no está a mi lado, ¿qué te importa lo que haga Bea? - ¿Dónde estáis? - Escucha, no sé que es lo que quieres ahora, pero sea lo que sea no me interesa. Ya he superado esa fase de caer a tus pies cada vez que te lo propones. - Esther no es eso, Bea es quien debe preocuparte, ella ha hecho todo esto. - ¿Que dices de Bea? Hay mucha interferencia, no te oigo bien, si lo que quieres es ponerme en su contra lo llevas claro. Esa fase también la he superado. Ya no creo nada de lo que me digas. - ¡Que es ella, joder! - No oigo nada pero me da igual. No tengo nada que hablar. Maca ya no siento nada por ti, has conseguido que te odie y te desprecie. Me he dado cuenta de que no eras lo que yo pensaba. Ya no puedo amarte así que déjame en paz. - Esther por favor - Maca oyó una voz de fondo - ¿Con quién hablas ahora cariño? Se nos va a hacer tarde para subir a Siete Picos - a Maca le dio un vuelco el corazón, estaban a penas a quince minutos de allí. - Es Maca no se que narices quiere, se va la cobertura y apenas la entiendo. - Anda cuelga ya, seguro que es alguna estupidez de las suyas para complicarte la vida. Además aquí no conseguirás hablar. - Maca no se si me oyes, yo a ti no, voy a colgar. 134
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- ¡No Esther, no cuelgues! - gritó Maca desesperada. Ya era tarde Esther había cortado la comunicación y ella se quedo petrificada con el móvil en la mano. - Me ha colgado - alcanzó a murmurar. Maca se quedo mirando el teléfono como si con ello fuera a conseguir que Esther retomara la comunicación. La angustia y el miedo que sentía en ese momento subían desde el estómago a su garganta impidiéndole respirar con normalidad - me ha colgado Vero y está con ella sin saber el peligro que corre. Miró a la psiquiatra con una desesperación absoluta. - Qué esperabas Maca - Vero veía como el miedo asomaba a los ojos de la pediatra, esos mismos ojos en los que se había mirado tantas veces, jamás la había visto en ese estado, Maca siempre le había parecido una roca, alguien con la fuerza de un huracán, capaz a de enfrentarse a todo. Ahora la veía frágil, asustada, vulnerable y un fuerte instinto de protección surgió desde lo mas profundo de su ser, quería evitar que Maca sufriera, quería ayudarla, deseaba poder evitar su angustia con toda el alma. En ese mismo instante se dio cuenta de lo profundo de sus sentimientos, de que en verdad la había amado con todo su corazón, de que seguía amándola con locura y que jamás volvería a sentir aquello por nadie más - ¿Te ha dicho dónde está? - preguntó deshaciendo el nudo que tenía en la garganta. - Ella no, pero he oído a Bea decirle que se les haría tarde para subir a Siete Picos, si van allí están a quince minutos de aquí en la moto. Voy a buscarla - tal y como vino el miedo desapareció dejando paso a la determinación, tenía que llegar allí antes que Bea pudiera hacerle daño a Esther, había estado a punto de perderla y no podía permitir que volviera a pasar, tenía que detener a Bea como fuera. - Maca tienes que llamar a la policía, no puedes subir allí tu sola, Bea es peligrosa. - Por eso mismo, para cuando ellos quieran llegar puede que ya sea tarde. Tengo que ir Vero. Llama tu al inspector y dile que voy de camino. - ¡Estás loca si piensas que te voy a dejar ir sola! ¡Ni lo sueñes! voy contigo. Vamos y voy llamando al inspector. - Vero puede ser peligroso - Maca clavó su mirada en aquella rubia alocada que estaba dispuesta a arriesgar su vida por ayudarla. Vero le devolvió la mirada con su eterna sonrisa pintada en la cara. - Por eso mismo "chiqui". No perdamos más tiempo. - Maca cogió los cascos y la llave de la moto, se subieron en ella a la carrera y esperó a que Vero terminara de hablar con la policía y que se pusiera el casco - ¿Qué te han dicho? preguntó mientras la psiquiatra terminaba de abrochárselo. - Una patrulla sube hacía allí, que esperemos aquí, no creen que tarden mucho, un poco más que nosotras. Vamos, arranca de una vez. A Maca le faltó tiempo para ponerse en marcha, la pediatra hizo rugir el motor de aquella imponente máquina, salió de la urbanización y enfiló la carretera que subía hasta el puerto de Navacerrada a toda velocidad, desde allí solo unos metros las separarían de su destino. Solo esperaba no llegar demasiado tarde. Sentía el viento zumbando en su avance y la moto se inclinaba peligrosamente en cada curva, tenía que tener cuidado, llevaba a Vero detrás y eso hacia que el peso no se repartiera adecuadamente, no podía permitirse el lujo de tener un accidente justo ahora. 135
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La carretera que conducía hasta los remontes de la pista de esquí era sinuosa, pero no demasiado peligrosa. Maca la conocía a la perfección, había hecho ese camino miles de veces para pasear por aquellos parajes, las vistas eran fantásticas y desde allí había numerosas rutas donde perderse y disfrutar de aire puro y tranquilidad. A aquella hora y entre semana no habría mucha gente, apenas encontrarían tráfico. Era un paseo precioso, un lugar lleno de encanto, paraíso para senderistas o todo aquel al que simplemente le gustara disfrutar de la naturaleza. Siete Picos era un magnífico macizo granítico con infinidad de caminos, en los que no era difícil sufrir un accidente sin que nadie sospechase nada, mucho más si como Esther no eras de los que estás acostumbrado a hacer senderismo. Además pronto anochecería y era fácil salirse de la ruta y tener un percance. No sabía como Esther había accedido a ir hasta allí, era imposible llegar hasta arriba a esas horas, se necesitaban al menos cuatro o cinco horas para llegar a la cima y sería una locura aventurarse de noche en aquellos bosques. Esperaba encontrarlas en la plataforma del telesilla, paseando por el entorno y sin adentrarse en las rutas. A lo sumo esperaba que se hubieran adentrado un poco por el denominado camino Schmidt, muy transitado y de fácil acceso. Cuando llegaron a la plataforma del telesilla vieron solo un coche aparcado en lateral del camino. Como había imaginado Maca a esas horas no había casi nadie por allí, solo se cruzaron un par de montañeros que, con sus botas llenas de polvo y cargados con sus mochilas regresaban de su excursión. Las miraron como a bichos raros y siguieron su camino saludando con la mano, siguiendo la vieja costumbre de los que se encuentran en la montaña. A pesar de su ropa cómoda desde luego no iban vestidas como para hacer senderismo. - ¿Las ves? - preguntó Maca. - No. Maca hay muchos caminos, pueden haber ido a cualquier sitio. - No creo que se hallan alejado mucho. A Esther no le gusta subir cuestas y la mayor parte de estos caminos son empinados. Si conozco a mi mujer no habrán llegado muy lejos. A Vero le hizo gracia que siguiera refiriéndose a ella como su mujer, pensó que había costumbres que eran difíciles de cambiar - ¿Por dónde empezamos? - Creo que lo mejor es que lo intentemos por el camino más fácil, espero no equivocarme. ¿Por que no te quedas aquí y esperas a la policía? - No seas pesada Maca, ya te he dicho que no pienso dejar que vayas tu sola. - Como quieras cabezota, vamos - Maca sonrío y se puso en marcha a grandes zancadas. Comenzaron a ascender dejando a su izquierda la pista de esquí e internándose en el camino. El sol comenzaba a estar demasiado bajo y la sombra de los árboles hacía que la oscuridad pareciese más avanzada. Lo único que escuchaban era el susurro del viento en las hojas, sus pasos sobre la tierra del camino y el sonido de algún ave solitaria. Maca llevaba un buen paso y a Vero le costaba seguirla. De pronto se detuvo, Vero llegó a su altura y se paró a su lado. - Mira - dijo en voz baja - allí arriba. 136
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Vero miró hacía donde señalaba y las vio. Estaban sobre una roca que se alzaba como un mirador. Esther esperaba mientras Bea preparaba el trípode para hacer una foto - tenemos que llegar hasta allí sin que nos vean. - Va a ser difícil Maca, si seguimos el camino nos verán enseguida. - Quédate aquí, voy a rodear la roca, seguro que hay algún punto por el que subir sin que me vean. - Cuántas veces voy a tener que repetírtelo. Voy contigo, seguro que necesitas mi ayuda para subir - Maca suspiró, no tenía tiempo para discutir. Se salieron del camino y bordearon la enorme roca buscando un punto de escalada que no fuera muy pronunciado, no tardaron mucho en encontrarlo - Si subimos por aquí no podrán vernos hasta que lleguemos arriba, no parece muy complicado ¿crees que podrás? - le preguntó a Vero. - Claro, ¿nunca te he dicho que fui chica Scout? - De ti me creo cualquier cosa, anda vamos y ten cuidado dónde pisas. Empezaron el ascenso y efectivamente no fue muy difícil, solo cuando ya estaban cerca de su objetivo la roca se hizo más vertical. - ¿Y ahora qué? - preguntó Vero. - Shhh escucha. Vero guardo silencio y escuchó. Oía la voz de Bea claramente - Ponte más a la izquierda Esther y un poco más atrás. - Pero si estoy casi al borde, no pienso moverme ni un milímetro más. - No seas miedica que no te vas a caer, sólo un poco más hacía la izquierda o cuando me ponga a tu lado no se verá el paisaje del fondo. - Mira que eres pesada para hacer una foto, con todos los sitios que había y la señorita tenía que elegir el más alto, estoy agotada de tanto subir, hacia mucho que no hacia ejercicio y eso se nota. - Ya casi lo tengo no te quejes tanto que vas a salir horrible. Dame solo un momento para ajustar la luz. - Como tardes mucho más al final tendrás que usar el modo nocturno. - Vero tenemos que apresurarnos, ayúdame a subir. Hay que impedir que Bea se acerque a a Esther. Ahora esta distraída preparando la foto, si nos damos prisa podremos sorprenderla. Vero la sirvió de apoyo para que se agarrara a un saliente y alcanzara la plataforma de la roca. Mientras Maca trepaba ella vio otro saliente que estaba a su alcance en el lado opuesto y trepó por él. Justo cuando estaba a punto de alcanzar la cima vio como las deportivas de la pediatra resbalaban y se quedaba colgando del saliente, iba a bajar para 137
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ayudarla pero Maca le hizo un gesto para que siguiera adelante, había recuperado el apoyo y volvía a trepar con agilidad. Vero fue la primera alcanzar la plataforma dónde se encontraban Bea y Esther, Maca no tardó en llegar a su lado, justo en ese momento Bea se dirigió hacía Esther colocándose a su lado para la foto, tomándola por la cintura. La enfermera miraba sonriente a la cámara hasta que las vio incorporándose tras la pequeña escalada. - ¿Pero qué narices hacéis aquí vosotras dos? - la cara de sorpresa de Esther quedaría reflejada para siempre porque justo en ese momento saltó el disparador de la cámara inmortalizando su asombro. El sol casi se había ocultado, faltaban escasos instantes para que desapareciera tras las montañas, la luz tenue del anochecer lo envolvía todo proyectando miles de sombras alargadas. Sobre aquella roca las cuatro mujeres permanecían mirándose en silencio, la tensión se reflejaba en la cara de Maca, Vero permanecía junto a ella preparada para cualquier cosa, Esther seguía con cara de no entender nada, sólo Bea parecía relajada y divertida. - Vaya, vaya, pero que hace aquí la parejita feliz - clavó la mirada en Maca y atrajo más hacia si a Esther abrazando su cintura. - ¡No la toques, aparta tus manos de ella! Esther por favor ven aquí. - Qué demonios te pasa Maca, ¿No puedes dejarme en paz? - Esther cariño escúchame, ella es la que ha estado acosándonos, la que se llevó a Pedro y provocó tu accidente. - ¡No me llames cariño! - chilló Esther -¿Pero has perdido el juicio? ¿De dónde sacas semejante estupidez? Bea soltó una carcajada y siguió sin apartar la mirada de la pediatra - ves mi amor, es capaz de inventarse cualquier cosa con tal de tenerte a sus pies. Te lo dije, es como el perro del hortelano, como no has ido a suplicarle vuelve a la carga. - Maca ¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Te has vuelto loca? - No mi vida, tienes que creerme por favor, por favor Esther - Maca dio un paso hacia ellas y Bea retrocedió sujetando a Esther con mas ahínco. Al sentir la presión la enfermera intento soltarse de aquel abrazo pero sintió como la inmovilizaba con una fuerza desconocida para ella. Maca detuvo su avance y extendió la mano - ¡Bea por favor! No le hagas daño, haré lo que quieras, pídeme lo que quieras, pero suéltala - Esther intentó zafarse pero Bea le retorció el brazo impidiendo que se moviera y acercándola peligrosamente al borde de la roca. La enfermera la miro con cara de pánico, en ese momento comprendió que el peligro era real y que Maca decía la verdad. - ¡No! - gritó Maca - dime que es lo que quieres, no sé que es lo que te he hecho pero te lo 138
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compensaré, haré lo que sea. Bea por Dios suéltala, ella no ha hecho nada. Bea volvió a reír, una risa desquiciada que les heló la sangre - Te parece poco ser lo suficiente tonta como para enamorarse de ti y besar el suelo por donde pisas, sólo por eso merece lo que le pase. ¿Crees que puedes compensar toda una vida? Me crees tan estúpida como para creer tus mentiras, crees que soy como Esther que me conformaré con tus migajas ¿Qué tu dinero y tu posición pueden comprarme? Está vez vas a perder Maca, aprenderás que no se puede tener todo, vas a aprender una lección qué solo te da la vida, lo que se siente cuando no tienes nada, cuando te arrebatan lo que más quieres y te quedas sola. Esther miraba a Bea con estupor, no comprendía que estaba pasando y no podía asimilar lo que estaba oyendo, no podía ser cierto, había vivido con ella todo ese tiempo, había compartido su cama y jamás, en ningún momento, sospechó que Bea pudiera tener algo que ver en todo ese asunto. Estaba muy asustada y sintió como Bea la empujaba peligrosamente hacia el borde de la roca. Intentó resistirse, zafarse de las manos que la sujetaban pero tenía muchísima fuerza y sus intentos eran vanos. Le dolía muchísimo el hombro y pensó que si se movía acabaría rompiéndoselo - Bea ¿Qué haces? Me estás haciendo daño, por favor. No puede ser, dime que no es cierto. Mientras Bea mantenía la vista en Maca y se concentraba en sujetar a Esther, Vero había ido ganando centímetros fuera de su campo de visión. Poco a poco se había acercado a ellas sin que se diera cuenta, aunque todavía no estaba lo suficientemente cerca como para evitar un desastre. - Lo siento Esther, no tengo nada en tu contra, eres un daño colateral, una buena persona que se ha juntado con la compañía equivocada, la víctima inocente de este cuento para que la protagonista aprenda la lección - Bea la empujó hacia el borde intentando hacerla caer. Esther ancló los pies en el suelo para evitar el avance, sintió como el hombro se le dislocaba por la presión ejercida por Bea, el dolor era insoportable pero la adrenalina hizo que en un último esfuerzo logrará empujar Bea hacia atrás ganando unos preciosos segundos. Ese tiempo fue suficiente para que Vero, que había ido ganando terreno mientras Bea estaba distraída forcejeando, lograra sujetarla y que soltara a Esther que cayó al suelo con un gritó de dolor. Bea se retorció como un gato salvaje y le propino a Vero un tremendo puñetazo que le hizo perder el equilibrio. Maca había avanzado hasta ellas pero no logro llegar a tiempo, todo ocurrió en segundos, vio como Vero rozaba sus manos sin poder sujetarse y cayó al vacío. El alarido de Maca resonó como el aullido de un lobo herido. Miro hacia abajo y vio el cuerpo de Vero en el fondo, retorcido en una postura imposible, de su cabeza brotaba abundante sangre, sus ojos abiertos pero sin vida miraban al vacío, supo de inmediato que ya no había nada que pudiera hacer por ella. Se giró con la mirada nublada por las lágrimas y el dolor, la rabia se apoderó de todo su ser en un brutal estallido, buscó a Bea deseando acabar con ella, nunca había deseado la muerte de un semejante, pero en aquel momento quería golpearla hasta dejarla sin aliento. Al volverse no la vio, aprovechando el momento había huido. Se acercó a Esther que continuaba llorando en el suelo sujetándose el hombro dolorido - ¿Estás bien, estás herida? - logró 139
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preguntar. - Maca - la miró entre sollozos mientras negaba con la cabeza - Maca, Vero... - No hay nada que hacer, baja y quédate a su lado hasta que llegue la policía, no te muevas de ahí, no tardarán en llegar - la beso con dulzura y le ayudó a levantarse. - No te vayas, no me dejes sola, ¿Que vas a hacer? - le preguntó en tono suplicante. No quería que fuese tras Bea, no quería quedarse sola con el cuerpo destrozado de Vero, no quería que arriesgase su vida. - Tengo que ir tras ella, hay que evitar que se escape, si lo hace esto jamás acabará y ya ha durado bastante - notó como su corazón se había convertido en un trozo de hielo, sólo la rabia la mantenía en pie, no podía permitirse el lujo de pensar en lo que había pasado, ya tendría tiempo de llorar y lamentarse. - ¡Maca no! Espera a la policía, quédate conmigo por favor, es peligroso, no vayas, por Dios Maca, quédate a mi lado - las lagrimas rodaban por sus mejillas en un intento desesperado de convencer a la pediatra. - Lo siento Esther, se lo debo a Vero, ha muerto por mi culpa, por ayudarnos, no voy a permitir que Bea logre escapar y se salga con la suya, no voy a permitir que siga arruinándonos la vida, tengo que atraparla - la miró con dulzura y le acarició la mejilla - te quiero princesa, no lo olvides nunca - tras decir esto salió corriendo sin mirar atrás. - ¡Maca, no! - gritó desesperada viendo como se alejaba a toda velocidad por el camino Yo también te quiero - susurró llorando mientras la veía descender corriendo, pero Maca ya estaba fuera de su alcance y no podía oírla. El viento azotaba las ramas de los árboles creando un suave arrullo a su alrededor, pero en ese momento Maca solo oía su corazón desbocado por la carrera y el ritmo que marcaban sus pies sobre el camino de arena. Corrió como alma que lleva el diablo intentando reducir la distancia que la separaba de su objetivo, con la mente fija en la venganza, sin otro pensamiento que alcanzar a Bea y hacerle pagar por lo que había hecho. Notaba el pecho arder con cada respiración y le dolían los músculos de las piernas, temía que en cualquier momento le diera un tirón, porque sentía que sus gemelos se iban a romper con el siguiente esfuerzo, pero parecía que la rabia mantenía a su cuerpo en tensión, la adrenalina insuflaba velocidad a sus piernas y hacía que su corazón bombeara la sangre suficiente para mantener el ritmo. Apenas había luz, el sol se había puesto y solo quedaba la tímida luz del atardecer dando paso a la noche oscura. Llegó a su moto y se subió a toda prisa arrancando el motor y haciendo chirriar las ruedas cuando salió a toda velocidad. El coche que vieran aparcado había desaparecido, le llevaba algo de ventaja pero con la moto conseguiría reducirla. Se cruzó con una patrulla de la guardia civil que subía por el camino, al menos Esther no estaría sola mucho rato. Se lanzó a toda velocidad por la carretera que bajaba serpenteando, el viento zumbaba al rozar con la moto, al tomar las curvas la máquina se inclinaba peligrosamente y el motor rugía con cada esfuerzo. No le importaba, solo tenía una cosa en la cabeza, la imagen de Bea golpeando a Vero y su cuerpo desmadejado en medio del camino mirándole con aquellos ojos sin vida. El odio corría por sus venas eclipsando cualquier otro pensamiento, anulando todo rastro de precaución, sus propios ojos se nublaron al borde de las lagrimas, 140
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pero no podía permitirse llorar, ahora no. La noche había desplegado su manto y el cielo se adivinaba cuajado de estrellas, una inmensa luna había hecho su aparición frente a ella sin avisar, compensando la ausencia de luz, como un faro que te guía en la tormenta, era un espectáculo impresionante que en otro momento se hubiera detenido a admirar, pero ahora no tenía tiempo que perder, su mente volvía revivir el momento en que Vero caía una y otra vez, sentía en sus dedos el roce de los de la psiquiatra en un intento desesperado por aferrarse a la vida, sentía en sus venas un odio latente y una tremenda frustración por no haber podido evitar que aquello sucediera, un segundo más y hubiera podido sujetarla, pero no llegó, solo rozo su mano con la punta de los dedos y la vio caer, veía su cara una y otra vez y en sus oídos resonaba el eco de su propio alarido, porque Vero no emitió ningún sonido, solo el ruido sordo de su cuerpo al golpear contra el suelo. Tenía que alcanzar a Bea como fuera, tenía que impedir que escapara, tenía que hacerle pagar por todo lo que había hecho y, sobre todo, tenía que averiguar por qué les estaba haciendo aquello, darle un sentido a la muerte de Vero. Por mas vueltas que le daba no lograba comprender, estaba segura de que jamás se había cruzado con ella, de que no la conocía de nada. ¿Quién era? ¿Por qué la odiaba tanto? Necesitaba respuestas casi tanto como venganza. Aceleró un poco mas llevando el motor al límite, El faro de la moto creaba sombras sobre el asfalto iluminando el descenso y tras unas cuántas curvas divisó las luces traseras de un coche un poco más adelante. Allí estaba, tenía que ser ella. Forzó un poco más el motor y redujo los metros que la separaban de su objetivo. No había pensado que iba a hacer cuando la alcanzara, con la moto no tenía muchas opciones. Aún así estaba dispuesta a detener aquel coche a cualquier precio, no iba a permitir que hiciera más daño a su familia. El ruido de un helicóptero sobrevolando la carretera la distrajo, un potente foco iluminó el coche que conducía Bea y una voz metálica la ordenó detenerse. Por supuesto Bea lo ignoró, aceleró un poco más, lo que obligó a Maca a hacerlo también para no perder a su presa. Al tomar la siguiente curva el coche de Bea dio un frenazo, Maca no se esperaba aquello y al intentar esquivar el coche perdió el control de la moto saliéndose de la curva. De pronto se encontró suspendida en el aire como en un salto acrobático, el peso de la moto hizo que dejara de sentir el asiento bajo sus piernas, las muñecas se le doblaron al intentar seguir sujeta al manillar y tuvo que soltarse. Notó el vértigo en el estómago según se precipitaba por el barranco. Oyó el sonido de la moto al estrellarse contra el fondo y sintió las ramas de los árboles desgarrando su piel mientras caía. El golpe sacudió su cuerpo como si estallara en mil pedazos, sintió como la cabeza golpeaba el interior casco al chocar contra el suelo, después de eso solo oía el lejano zumbido del helicóptero. Noto en la boca el sabor salado de su propia sangre, supo que no era buena señal. Pensó en sus hijos, en como le hubiera gustado verlos crecer, su último pensamiento fue para Esther, su mujer, su vida, le hubiese gustado envejecer a su lado y compensarle todo el dolor que le había causado. Desde el suelo pudo divisar el cielo estrellado y la impresionante luna, 141
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pensó que era un espectáculo maravilloso y sonrío. Luego todo se fundió en negro y un frío glacial inundó su cuerpo, dejó de oír, dejó de pensar, dejó de sentir. Esther se enteró de lo que había ocurrido horas más tarde, cuando el inspector Suárez se personó en el lugar de los hechos. Tras ver como Maca se alejaba corriendo, ella bajo por el camino y se acercó a Vero, le tomó el pulso y confirmo lo que Maca le había dicho, estaba muerta, la caída le había fracturado el cráneo. Aquella mujer a la que tanto había odiado le había salvado la vida y lo había pagado con la suya. Al menos su muerte fue instantánea y no sufrió, sus ojos seguían mirando a un punto infinito del vacío, Esther no pudo evitar cerrárselos con mano temblorosa, aunque sabía que cuanto menos alterara la escena mejor, a la policía no le gustaba que nadie tocara nada en un caso de asesinato, pero no podía dejarla así. Tampoco pudo evitar llorar, a pesar de todo lo que hubo entre ellas nunca le hubiese deseado algo así, tomó su mano y susurró un lo siento mientras las lágrimas bañaban su rostro. La Guardia Civil no tardó en llegar, la apartaron de allí y cubrieron el cuerpo con un aislante dorado que refulgía a la luz de las linternas, jamás podría olvidar aquel resplandor que quedaría grabado a fuego en su mente. La condujeron hasta dónde estaban los coches y la cubrieron con una manta, la temperatura había descendido considerablemente con la llegada de la noche. Se quedo sentada en uno de los coches patrulla con el frío calándole hasta los huesos y un dolor punzante en el hombro dislocado, levanto la vista y pudo ver un cielo cuajado de estrellas y una impresionante luna, pensó que era un espectáculo maravilloso y que a Maca le habría encantado. Instantes después apareció una ambulancia, la condujeron hasta ella para hacerle un reconocimiento. El medico le colocó el hombro pero apenas se enteró del dolor, su compañero le puso un vendaje provisional, tendrían que hacer una radiografía y una eco para ver si había otros daños. Cuando los sanitarios terminaron uno de los guardias civiles se acercó y comenzó a tomarle declaración. Le parecía estar en un sueño, preguntó varias veces por Maca pero nadie parecía saber nada. Parecían haber transcurrido siglos desde que la viera partir corriendo de la plataforma donde había sucedido todo, la angustia se agarró a su pecho, alguien le dio un calmante para el dolor y ella se lo tomó como una niña buena. Respondía mecánicamente a todas las preguntas, como una sonámbula, estaba como en estado de shock, su pensamiento volvía una y otra vez a la pediatra, rogaba con toda su alma que no le sucediera nada y que regresara sana y salva a su lado, no comprendía como había podido suceder todo aquello, como su vida se había puesto patas arriba en un instante y se habían visto envueltas en aquella locura. Hasta más tarde no supo que habían pasado mas de dos horas cuando el foco de un Helicóptero inundó todo de luz. Esther lo miró aterrizar hipnotizada y vio como la figura menuda del inspector Suárez bajaba de la cabina con su expresión eternamente seria, su corazón comenzó latir a un ritmo frenético, presintió de inmediato que algo no iba bien. Llegó hasta dónde ella estaba y le paso el brazo por el hombro acercándose a su oído. El ruido de las aspas era ensordecedor y apenas podía entenderle. 142
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- Esther tengo malas noticias. No hizo falta que le dijera más, sabía que se trataba de Maca, algo malo le había pasado, su cuerpo se crispo y negó con la cabeza varias veces - no por favor, no quiero oírlo intentó alejarse del inspector pero Suárez la sujetó con firmeza. Las aspas del helicóptero se habían ralentizado en su loco girar y ahora escuchaba mucho mejor al policía. - Iba persiguiendo a Bea en la moto y perdió el control. Esther cerró los ojos y comenzó a llorar de nuevo, su boca se seco de golpe y le costaba tragar la escasa saliva que generaba - no me lo digas, no quiero saberlo - comenzó a agitar la cabeza de un lado a otro compulsivamente, negando la posibilidad de que Maca no estuviera bien. - Esther, se salió de la curva y cayó por el barranco - continuó el inspector sin hacer caso de las súplicas de Esther y afianzando su abrazo. - No, por favor, no sigas, te lo suplico - le miró con los ojos arrasados por las lagrimas y la angustia cerrando su pecho. - Lo siento Esther, no hemos podido hacer nada, la caída ha sido terrible, la han trasladado al hospital de La Paz aún con vida, pero ha fallecido antes de llegar. Sintió como su corazón dejaba de latir, su mundo comenzó a tambalearse, ya no oía al inspector, los sonidos de su alrededor llegaban en un eco sordo, apenas podía respirar, la angustia estrangulo su estómago, tuvo que separarse de Suárez porque las nauseas la hicieron vomitar allí mismo sin poder evitarlo. Los colores a su alrededor se difuminaron, el mundo se volvió gris y todo empezó a darle vueltas, le latían dolorosamente las sienes y de pronto todo se volvió negro, sus rodillas se volvieron de gelatina y perdió el conocimiento, sólo los reflejos del inspector evitaron que cayera al suelo, parecía mentira que un tipo tan menudo tuviera tanta fuerza. Despertó minutos después y tuvo la sensación de que había tenido una horrible pesadilla. Tenía la boca pastosa y un terrible sabor metálico en ella. El sonido de una sirena le taladraba los oídos. Al mirar a su alrededor se dio cuenta de que se encontraba en una ambulancia. El inspector Suárez la acompañaba. No era un sueño, todo era condenadamente real. A sus ojos volvió el pánico, De nuevo comenzó a sentir nauseas y un sudor frío le recorrió el cuerpo, intentó levantarse pero las poderosas manos de un médico se lo impidieron. - No se levante, tranquila, enseguida llegamos, tiene que permanecer tumbada. - Tengo que ver a Maca, por favor ¡me necesita! - la voz le salió tan aguda que apenas si se reconocía, las lagrimas lo inundaron todo distorsionando su visión. No podía ser, era imposible, Maca no podía estar muerta, su amor, su vida. No podía creerlo, tenía que verla. - Esther cálmate, no pienses en nada ahora - susurró el inspector, pero Esther no parecía 143
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oírle. - Maca mi amor, ¿Dónde estás? Tienes que volver a mi lado, te quiero, por favor, ¡te necesito! - los sollozos entrecortaron su respiración tremendamente agitada, hizo amago de volver a levantarse y el médico volvió a impedírselo, aumentó la velocidad del gotero y los calmantes hicieron su efecto, sintió un agradable calor recorriéndole el cuerpo y cayó en un sueño profundo, un sueño en el que Maca estaba viva y a su lado, en el que volvían a ser felices, en el que nada de lo que había pasado era cierto. Cuando volvió a despertar estaba en una habitación del Hospital Central y Claudia estaba a su lado, por un momento dudó de que había pasado y porqué estaba allí, pero la cruda realidad la golpeó en el pecho sin piedad, el vendaje en el hombro le trajo a la memoria las últimas horas y la voz del inspector sonó en su cabeza como un eco lejano trayéndole la noticia de la muerte de Maca. Claudia hizo una mueca que pretendía ser una sonrisa y le apretó la mano - ¿Cómo estás? - Claudia, dime que no es real, dime que está bien, que todo esto ha sido una pesadilla. - Ojalá pudiera mi niña. Que más quisiera yo - el rostro de la neuróloga se ensombreció y la mueca que había pretendido ser un amago de sonrisa desapareció por completo. Esther emitió un quejido y comenzó a llorar, esta vez lagrimas silenciosas que rodaban por sus mejillas sin que ella pudiera evitarlo. Claudia la estrechó entre sus brazos acunándola, intentando mitigar aquel dolor, aunque sabía que sería en vano, nada de lo que hiciera o dijera podría calmar aquella pena, sólo podía estar allí y acompañarla en sus lágrimas. Cuando el llanto se hizo menos intenso, Esther se deshizo del abrazo y le preguntó ¿dónde está? quiero verla. - No puedes Esther, no está aquí, continúa en La Paz, tienen que hacerle la autopsia. La imagen del cuerpo de Maca sobre una mesa de autopsias le revolvió el estómago y a duras penas pudo controlar las náuseas - Da igual, iré dónde sea, tengo que verla, tengo que decirle lo mucho que la quiero, lo mucho que me importa y que... - Todo eso ya lo sabía Esther, el cuerpo está destrozado. Lo que tienen en el depósito de la Paz es sólo un cuerpo, no es Maca, no voy a permitir que la recuerdes así, ella no me lo perdonaría nunca. - Pero Claudia ¡Necesito despedirme! Hay tantas cosas que no le dije - suplicó. - No Esther, es imposible, soy tu médico y no voy a dejarte salir del hospital ¿Crees que a Maca le hubiese gustado verte sufrir de esa manera? - ¿Tú la has visto? - le preguntó con los ojos llenos de lagrimas de nuevo. - Si, y tendré ese recuerdo toda la vida. Te aseguro que no voy a permitir que tu pases por lo mismo. ¿Quieres despedirte? Házlo, no tienes que verla para eso. Está aquí dentro - dijo apoyando la mano en su pecho, justo encima del corazón - recuérdala cómo era, con una sonrisa en los labios, con la luz en sus ojos, llena de vida. No Esther, no vas a ir a verla. Esther cerró los ojos y suspiró, quizá era mejor así, Claudia tenía razón, no podría soportar verla así, por desgracia había tenido que ver muchos accidentes de moto, sabia como solían quedar los cuerpos y no podría aguantar ver aquel que tantas veces había tenido 144
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entre sus brazos como un muñeco roto - ¿Han avisado a sus padres? - murmuró cabizbaja. - No te preocupes por nada, me he encargado de todo. Vienen de camino. Esther quieren llevársela a Jerez, enterrarla en el panteón familiar. Se le hizo un nudo en el estomago - Me parece lógico, yo no puedo decidir, estamos divorciadas, si quieren llevarla a Jerez que lo hagan, Maca quería que sus cenizas fueran al mar, se lo diré, pero ellos tienen la última palabra - volvió a hacérsele un nudo en la garganta y las lágrimas volvieron a rodar por sus mejillas - Claudia ¿Cómo se lo voy a explicar a los niños? ¿Qué les voy a decir? - Ya pensaras en todo eso mi niña. Ahora debes descansar, tómate esto - le alcanzó una pastilla y un vaso de agua - si mañana estas mejor te daré el alta, tu hombro sólo está magullado y dolorido pero no tienes nada roto. Ahora duerme, tienes que coger fuerzas. - Claudia ¿Qué ha pasado con Bea? No entiendo por que nos ha hecho esto. - Logró escapar, no han podido encontrarla, consiguió escabullirse aprovechando el accidente de Maca, supongo que la policía hablará contigo, pero no ahora. - Dios mío esto es una pesadilla, no logro entenderlo, ¿por qué Claudia? ¡después de todo lo que ha pasado ha conseguido escapar! Es horrible, ha matado a dos personas ¡tienen que encontrarla y que pague por lo que ha hecho! - Y la encontraran Esther, no te alteres, duerme un poco, lo vas a necesitar, te esperan días muy duros - la besó en la frente - no estás sola ¿Lo sabes? Estoy aquí para lo que necesites. - Gracias Claudia, Maca te quería muchísimo, eras su mejor amiga - cerró los ojos y notó cómo el sopor se apoderaba de su cuerpo - muchísimo Claudia, confiaba en ti... - su voz se fue apagando mientras se dormía, casi no oyó a Claudia despedirse y arroparla, se sumió de nuevo en un sueño profundo efecto de los calmantes. En un mugriento hostal de carretera, Bea se consumía en la angustia y la desesperación de no saber que hacer. Por primera vez en su vida no tenía planificado su siguiente paso y eso la llevaba a un estado de nervios incontrolable, que le impedía pensar con claridad. Todo había salido mal. Tras aquel frenazo en la curva con el que pretendía detener a Maca, había visto como la pediatra perdía el control de la moto y se precipitaba por el barranco. No era eso lo que pretendía, al ver como la moto se salía de la carretera quiso gritar y detener la caída, pero no era posible, Maca desapareció de su campo de visión y solo oyó el estruendo de la moto al chocar contra el suelo metros mas abajo. Vio como el helicóptero que la perseguía sobrevolaba el lugar del accidente, la prioridad en estos casos era auxiliar a los heridos, así que no se lo pensó dos veces y acelero el motor a todo gas para alejarse de aquel lugar, tal y como pensaba nadie la siguió. Tenía que llegar urgentemente a Madrid y cambiar de coche cuanto antes. Dejó el automóvil en las afueras y usó el transporte público para dirigirse a su refugio. Fue directa a la casa familiar y sacó el viejo Volvo del garaje, se cambió de ropa, cogio todo el dinero de la caja fuerte, su pasaporte, en una bolsa de viaje metió lo imprescindible y se puso en marcha. Tenía que salir del país cuanto antes, pero hacerlo desde Madrid sería imposible, la estarían buscando, no podía ir al aeropuerto, era mejor llegar a Portugal en coche y desde ahí coger un avión a cualquier sitio. Brasil era un buen destino, ya lo pensaría por el camino. Tener que improvisar le daba dolor de cabeza, así que se tomo dos analgésicos, necesitaba 145
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pensar con claridad y aquel dolor le taladraba los sentidos. No era el momento de sufrir una crisis, añadió un par de pastillas más para aplacar los nervios, sabía que no tardarían en hacerle efecto y volvería a recuperar el control de si misma. Condujo casi toda la noche poniendo tierra de por medio, llegó a Ayamonte con las primeras luces del alba y abandonó el país entrando en el Algarve portugués, salir de España había sido relativamente fácil, nadie conocía su coche, no había visto ninguna patrulla de la guardia civil y había pagado en metálico los escasos gastos del viaje, la gasolina y unos cuantos cafés para mantenerse despierta, siempre los había pedido para llevar, procurando permanecer el menor tiempo posible en lugares públicos. Sabia que en breve su rostro sería portada de todos los noticiarios y se convertiría en uno de los más buscados. Llevaba lo necesario en su bolsa de viaje para cambiar su aspecto. Una vez en Portugal tomo dirección a Lisboa y paró en un hostal de carretera, necesitaba descansar y un lugar tranquilo para modificar su apariencia. Llevaba un pasaporte falso, nunca lo había usado, seria el momento de comprobar si el falsificador era tan bueno como decía. Puso la televisión, en aquel antro había mas canales internacionales que habitaciones, se ve que el dueño disfrutaba con la televisión por satélite, era curioso para un hostal que parecía más destartalado que otra cosa. Por las noticias se enteró de la suerte que había corrido Maca. En todas las cadenas españolas apareció la reseña que la hija de los Wilson, afamados bodegueros de Jerez, había fallecido en un terrible accidente de tráfico. Su cara se mostraba en la televisión, la policía pedía colaboración ciudadana para dar con su paradero, la mostraban como responsable del accidente y dada a la fuga, no decían nada de la muerte de Vero, supuso que no querían que cundiese el pánico presentándola como una peligrosa asesina. A su modo de ver no lo era, aquella pretenciosa rubia se lo había buscado al intentar detenerla, ella solo se defendió. Y lo de Maca, eso fue un lamentable accidente. Volvió a maldecir su mala suerte, no había podido llevar a cabo su venganza, la muy estupida no había sido capaz de controlar la moto y se salió de la curva. El sentido de su vida se había truncado y no tenía ni la menor idea de lo que iba a hacer en el futuro. Lo primero era poner tierra de por medio y dejar transcurrir un poco de tiempo, tenía dinero suficiente para tomárselo con calma. Una vez lejos de España ya buscaría la manera de resarcirse, de reclamar lo que era suyo, volvería a trazar un plan para ocupar el lugar que le correspondía. Apoyó la cabeza en la almohada y cerro los ojos, necesitaba dormir un poco, descansar para ver las cosas mas claras, tenía que recuperar fuerzas para emprender su huida. Salir del país había sido fácil, pero volar a otro continente sería más complicado. Estaba nerviosa, le resultaba difícil moverse sin un plan preconcebido, improvisar no era su fuerte, en los últimos días había tenido que hacerlo y el resultado había sido desastroso. Desde niña había aprendido la importancia de tenerlo todo bajo control, de no dejar nada al azar y ahora se veía corriendo como pollo sin cabeza, notaba como la ansiedad corría por sus venas pugnando por salir a la superficie, se tomó otra pastilla para impedirlo. Tenía que calmarse o no lograría escapar. 146
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Despertó horas más tarde con el hambre golpeándole en el estómago, no había comido nada desde el día anterior, solo los cafés del camino. Encontró en su bolso unas barritas energéticas y se las comió para calmar la angustia. Tenía mucho que hacer antes de pensar en ir a comer algo. Sacó de su bolsa de viaje unas tijeras y el tinte, le hubiera gustado un cambio radical, un rubio platino, pero no tenía tiempo para decolorar su cabello, así que un caoba rojizo tendría que bastar. Fue al espejo del lavabo y comenzó a cortar su melena, los mechones de pelo iban cayendo según cortaba dando a su rostro un aspecto aniñado, luego aplicó el tinte y se sentó a esperar en silencio, absorta en su mundo interior mirando al vacío. Transcurrido el tiempo necesario lavó su cabeza y se miró al espejo, no estaba nada mal, parecía un muchacho, una gorra, unas gafas de sol y nadie se fijaría en ella, nadie vería en su rostro a la fugitiva que habían presentado las noticias. Por primera vez desde que comenzara su carrera desde aquella maldita roca en la sierra, se sentía animada y con la esperanza de que todo iba a salir bien. Pensó en su madre, en como iba a ocuparse de ella desde el extranjero, pero descartó ese pensamiento con rapidez, ya pensaría en ello cuando estuviese a salvo, lejos del peligro y de España, siempre había salido adelante, siempre había sobrevivido, su madre podría estar orgullosa de ella por primera vez en su vida. Los días siguientes transcurrieron para Esther como en un sueño, parecía una sonámbula que se deja guiar por quienes están despiertos. El dolor nublaba su mente y se sentía incapaz de enfrentarse con la realidad. Cuando llegaron los padres de Maca se unió a su pena, su madre estaba destrozada y su padre no era capaz de murmurar mas de dos frases seguidas, estaba como ausente. La trataron con mucho afecto, pero enseguida quedó patente que ella no era nadie, no le permitieron tomar decisiones. Dejaron muy claro que ella ya no pertenecía a la familia, no se lo dijeron con palabras pero no hizo falta. Habían decidido enterrar a Maca en el panteón familiar de Jerez y realizaron todos los trámites para el traslado y los preparativos del funeral. Esther no se sentía con fuerzas para oponerse a ellos, tampoco hubiera servido de mucho. Vio como preparaban el entierro aún sabiendo qué a Maca le horrorizaba la idea - ¡Si hombre! - había bromeado muchas veces - y pasar con mi familia el resto de la eternidad ¡pues sólo me faltaba eso! Si lo permites volveré para atormentarte - veía claramente su sonrisa mientras lo decía, su fingido gesto de enfado e indignación. Otra promesa que no podría cumplir. Con sólo recordarlo se le inundaban los ojos de lágrimas, pero no podía hacer nada, el maldito divorcio había cerrado esa puerta, sólo pudo dar su opinión que, por supuesto, no fue tenida en cuenta. Maca siempre había querido ser incinerada y que sus cenizas fueran esparcidas en el mar, era un espíritu libre y al final de sus días no quería estar encerrada en una oscura tumba. Claudia fue su mejor apoyo en esos momentos, no la dejó sola ni un instante, incluso la acompañó en el viaje a Jerez. No quiso que su madre asistiera al entierro, hubiera sido demasiado doloroso para ella, también estaba destrozada y sólo hubiera servido para acrecentar el dolor, prefirió evitarle ese trance, aunque le costó lo suyo convencerla. 147
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El reencuentro con sus hijos fue lo más duro, como decirles que no volverían a ver a su madre, todavía eran muy pequeños para saber lo que ocurría en realidad, ya habría tiempo de hablarles sobre lo ocurrido. Se abrazó a los niños intentando no llorar, intentando ser fuerte y tragarse el dolor. Pedro, el más mayor, fue el que mas preguntas hizo. Con cada respuesta de Esther fruncía más el ceño, el mismo gesto que le había visto hacer a Maca miles de veces. ¡Dios! como se parecía a ella, como se la recordaba, apenas pudo contener las lágrimas y el pequeño se aferró a su cuerpo llorando también. Sabía que tenía qué ser fuerte por ellos, pero en ese momento no podía, estaba rota por dentro y no tenía fuerzas, solo esperaba que el tiempo mitigara un poco ese dolor, porque sus hijos iban a necesitarla. El momento del entierro llegó, era el último adiós y ella no paró de llorar todo el tiempo, desde que el coche fúnebre llegó al cementerio, durante toda la misa, que fue larguísima incluso sabiendo que Maca no era religiosa, hasta que depositaron su ataúd en el panteón familiar. Cuando todo el mundo se había marchado ella seguía allí, en el impresionante mausoleo producto de la ostentación de los Wilson, de pie ante la tumba donde un delicado ángel de mármol blanco abrazaba el ultimo descanso de la persona que mas había amado en su vida, arrasada por las lágrimas y partida por el dolor. Había tantas cosas que hubiera querido decirle, tanto amor que hubiese querido darle, pero ya era tarde y de pronto se dio cuenta de lo importante que era vivir cada minuto como si fuera el ultimo, como si no hubiera un mañana, ojalá lo hubiese asimilado antes. Debería haber seguido a su corazón, haberla perdonado y amarla con toda su alma como sentía, pero la razón se había impuesto, la necesidad de una disculpa, el maldito orgullo. Ahora Maca ya no estaba y jamás podría decirle lo equivocada que estaba. Puso todos sus sentimientos en un beso y lo depositó en una rosa roja que colocó sobre la lápida, la flor destacaba en la blancura del mármol poniendo una nota de color que, si hubiese sido otra la ocasión, le hubiera parecido hermosa - Mi amor, mi vida, ¿cómo expresar todo lo que siento? ¿Cómo decirte lo equivocada que estaba? ¿Cómo volver atrás? lo siento mi vida, no supe perdonarte y viviré con ello el resto de mis días. Me moría por estar contigo y mi estúpido orgullo quiso ponértelo difícil cuando intentaste volver, quise hacerme de rogar, verte suplicar y ahora es demasiado tarde. Jamás pensé que no volvería a verte, que no podría volver a tenerte en mis brazos. Te quiero Maca, te querré siempre, jamás dejaré de amarte - No pudo seguir, los sollozos le impidieron continuar hablando. Se abrazó a las alas de aquel ángel que guardaría su eterno reposo llorando sin consuelo. Claudia, que hasta ese momento había permanecido en un discreto segundo plano, al verla así se acercó y la abrazó en silencio dándole tiempo para serenarse, intentando con su abrazo darle un poco de calor, sabia que iba a hacer falta mucho más que eso para que saliera adelante, pero en ese momento no podía hacer mucho más. - Vamos Esther - le susurró como a un niño - Tenemos que irnos, aquí ya no puedes hacer nada - Esther se resistía a separarse de aquel ángel, no quería dejarla sola, no quería dejarla allí, en el frío mausoleo - Mi niña, tenemos que irnos, piensa en tus hijos Esther - La mención de los niños consiguió su objetivo, Esther aflojó su abrazo y Claudia la guió fuera 148
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del panteón conduciéndola hasta el coche. Ella se dejó llevar, ya no tenía fuerzas para resistirse. Sentía como una parte de su alma se quedaba allí, junto a Maca, un espacio que no volvería a llenarse y quedaría marchito para siempre. Una parte de su ser había muerto con ella y nada ni nadie podría resucitarlo. Después del entierro volvieron a la finca familiar, pero sin Maca allí ella se sentía una extraña. Numerosos amigos y conocidos de la familia se pasaron a presentar sus respetos, pero se dirigían a los padres y hermanos de Maca, era como si ella no hubiera significado nada en su vida, ahora que no estaba se sentía fuera de lugar, no era nadie, ni siquiera podía ejercer de viuda. Sentía que se ahogaba, que se asfixiaba entre aquella gente, que tenía que salir de aquella casa como fuera. Allí no pintaba nada, ahora ya no. Buscó una excusa para retirarse a la habitación de invitados y se marchó, nadie iba a echarla de menos. Abrió la puerta de la terraza y salió a respirar aire fresco. Contempló el atardecer y volvió a pensar en ella, en cuántas veces lo habían visto juntas, en aquella primera vez en la casa de la sierra después de hacer el amor. Se sintió vacía, desgarrada por dentro y no pudo seguir mirándolo, sus ojos volvieron a nublarse por las lagrimas. Entró corriendo y se tomó los calmantes que le diera Claudia, necesitaba dormir, dejar de pensar, dejar de sentir. Mañana regresaría a Madrid a primera hora, no quería pasar ni un minuto más en aquella casa. Los niños se quedarían al menos una semana más con los abuelos, lo que ella tardara en arreglar el papeleo del testamento, en una broma macabra Maca la había nombrado su albacea. Pasado ese trámite intentaría reorganizar su vida, centrarse en su trabajo y en sus hijos, lo único que a partir de ahora daría sentido a su existencia. El viaje de regreso a Madrid se le hizo larguísimo. Claudia condujo todo el tiempo, ella no estaba en condiciones de relevarla así que pararon bastante para que pudiera descansar, con el consiguiente retraso. Las seis horas de viaje le parecieron catorce. Recordaba uno de los primeros viajes que hizo a Jerez con Maca. En la moto y pegada a su cuerpo el trayecto se le hizo cortisimo, que distinto aquel viaje, lleno de amor y de ilusión, del que ahora hacía. Sólo pensar en la moto le traía a la mente el accidente y sintió escalofríos. Deshecho esos pensamientos y volvió a sus hijos. Se había despedido de los niños con gran pesar, en este momento le apetecía tenerlos a su lado pero con todo lo que había que arreglar prefirió que se quedarán en Jerez, además a los padres de Maca les servirían de consuelo. Iba a ser duro tener que llevárselos de vez en cuando, no le apetecía lo más mínimo volver a Jerez pero eran sus abuelos y no podía apartarlos de su vida. Pedro Wilson no lo consentiría, sobre todo por Pedrito que era sangre de su sangre, ni quería ni podía permitirse un conflicto con la familia de Maca, solo esperaba que no le pusieran las cosas más difíciles de lo que ya las tenía. El tiempo dirá pensó. El viaje transcurrió en silencio y agradeció a Claudia que no tratara de darle conversación, sólo quería llegar cuanto antes y quedarse sola, desahogar su dolor, llorar hasta que las lágrimas se llevaran toda su pena. Cuando por fin llegaron a su apartamento, Claudia se despidió con un beso - cúidate, Esther tomate algo para dormir, necesitas descansar pero 149
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no abuses de los calmantes ¿Vale? - Tranquila Claudia, solo los tomaré si esto se hace insoportable, tengo tres hijos y un millón de cosas que arreglar. Necesito tener la mente clara, así que no pienso atiborrarme de pastillas, no te preocupes por mi. - No puedo evitar preocuparme - la miró con una sonrisa tierna y le acaricio la mejilla - sé cuanto la querías y ella a ti también, todo se arreglará Esther, saldrás de esta. Mañana te llamo, procura descansar. Por fin entró en su casa, una sensación de calma y familiaridad reconfortó un poco su alma gastada. Fue directa a la habitación y buscó en el cajón de la mesilla, al fondo encontró lo que buscaba, sacó su foto y se entretuvo mirándola. Recordó que había estado a punto de romperla cuando regresó tras firmar el divorcio, menos mal que no lo hizo y la escondió al fondo del cajón. Maca le sonreía desde el papel, era un primer plano de su rostro, una de esas instantáneas robadas al azar que resultan maravillosas por su espontaneidad. Se la había hecho mientras jugaba con los niños y estaba preciosa, su sonrisa, la luz que irradiaba, sus ojos alegres; acarició la comisura de sus labios con la yema de los dedos y casi pudo sentir su piel. Se abrazó a aquel recuerdo y se dispuso a vaciar su dolor. Había dejado las pastillas encima de la mesilla, presentía que hoy tampoco iba a poder dormir, se sumió en un llanto liberador que la vacío por completo. Lloró tirada en la cama hecha un ovillo y casi sin darse cuenta se fue quedando dormida. El agotamiento de los días pasados le pasó factura y ni siquiera tuvo que recurrir a los calmantes. Cuando se despertó se sentía como nueva, había dormido diez horas del tirón y sin necesidad de tomar nada. Agradeció no haberse tomado los tranquilizantes, por primera vez en días sentía la cabeza despejada y lo necesitaba para todo lo que tenía que hacer. Dejó la foto de Maca en la mesilla - mi amor, tengo que seguir adelante, no se como pero tengo que hacerlo. Tras ducharse y desayunar salió a la calle con energías renovadas. Lo primero que haría sería ir al despacho de los abogados, luego pasaría por comisaría, el inspector Suárez la esperaba para firmar la declaración, además quería hablar con él, necesitaba respuestas, todavía no sabía por que Bea hizo lo que hizo, no es que eso cambiara las cosas pero necesitaba saber. La reunión con los abogados fue rápida, Maca lo había dejado todo bien atado, sus hijos eran los principales beneficiarios del testamento y ella como tutora legal administraría la herencia hasta su mayoría de edad. Lo único que había que hacer era esperar a que los letrados redactaran los documentos y firmarlos, así que salió pronto y se dirigió a la comisaría. El inspector la hizo pasar a su despacho, una vez leída la declaración la firmó, al leerla volvió a revivir aquella maldita noche, pensó en Vero, le salvo la vida y ni siquiera había asistido a su entierro, no pudo. Tendría que llevar unas flores a su tumba, al menos le debía ese pequeño gesto. Entregó la declaración firmada al inspector y preguntó sin rodeos 150
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- ¿Por qué? Qué llevó a Bea a odiarnos tanto. - Bueno, veras Esther, todavía tenemos muchas preguntas sin respuesta, esperábamos capturarla y que nos aclarara todo. De momento sigue desaparecida, creemos qué pueda intentar salir del país, ya está en búsqueda y captura internacional. - Pero qué os llevó a sospechar de ella ¿de qué conocía a Maca? - Eso es algo que todavía tenemos que averiguar, no lo tenemos claro. Al principio pensamos que este era el típico caso de acoso, sin mucha importancia, suele haber cientos de casos como éste en los que al final no sucede nada, el acosador se cansa o comete un error y una simple visita nuestra basta para que todo termine. El secuestró de Pedro lo cambio todo, no era un simple caso de acoso y ahí fue cuando comprendimos que esto iba más allá. Entonces empezamos a investigar minuciosamente a todas las personas del entorno de Maca, el personal del servicio doméstico, Vero, incluso tu familia y la suya. Un trabajo laborioso que no nos llevaba a ningún sitio. Estábamos tan desesperados por la ausencia de pistas que buscábamos cualquier anomalía por insignificante que fuera. Cuando llegamos a Bea todo parecía normal hasta que nos remontamos a su pasado. Nuestros investigadores descubrieron que no había ningún rastro de ella de quince años atrás, no aparecía en los registros de la seguridad social, ni había cuentas a su nombre, ni tarjetas ni nada. Era como si su vida hubiese empezado hace quince años. Como comprenderás eso nos alertó y nos puso sobre la pista. Quisimos interrogarla, estábamos casi seguros de que tenía algo que ver en todo esto, necesitábamos hablar con ella para confirmarlo todo, pero cuando fuimos a buscarla había desaparecido contigo. Por cierto ¿Como burlasteis la vigilancia que te puso el padre de Maca? - Fue ella la que me avisó de que Maca me había puesto vigilancia, supongo que para tener algo que usar en la lucha por la custodia de Pedro - su mirada se ensombreció al recordar la conversación mantenida con Maca sobre los niños, seguía sin entender como podía querer separarla de su hijo y renunciar a las niñas - Pidió ayuda a un amigo y me convenció para que nos escondiéramos en el maletero de su coche. Quedamos en el garaje de casa, le abrimos la puerta desde dentro y él simuló usar el mando. Supongo que los hombres de Pedro Wilson ni se se enteraron, no parece que pusieran demasiado empeño en la vigilancia. Conociendo al padre de Maca creo que ya habrán engrosado las filas del paro. - Ya entiendo. Esther, estás muy equivocada con respecto a Maca, cuando empezamos a sospechar de Bea yo mismo le comuniqué que teníamos algo, que seguíamos una pista. No quise darle detalles ni ponerle sobre aviso, de haber sabido en ese momento que sospechábamos de ella hubiera corrido a avisarte y eso hubiera espantado a nuestra sospechosa y dado al traste con la investigación. Ese mismo día me dijo que tenía que alejarse de ti para no ponerte en peligro y entre los dos trazamos un plan, en ese momento me pareció una buena idea, si Bea era la acosadora necesitábamos que cambiara su objetivo, Maca sabía como conseguir que la odiases lo suficiente como para no querer saber nada de ella y Vero se prestó a ayudarnos. Ella jamás pretendió quitarte a Pedro ni separarse de las niñas. Subestimamos la necesidad de Bea de hacerle daño, no conseguimos que creyera que no sentía nada por ti. Maca no supo que se trataba de Bea hasta que no pudimos localizarte, entonces yo mismo la llame para decírselo. 151
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Esther sintió que las lágrimas volvían agolparse en su garganta. Se sintió tremendamente estupida, se había tragado todo aquello sin dudar un instante. Maca no había dejado de quererla, había intentado protegerla a toda costa y ella la había odiado por ello. Se sintió morir ¿como no se había dado cuenta? La verdad le cayó encima como una losa. - Lo siento Esther, creímos que era lo mejor, alejar a Maca de ti y de los niños. No salió como esperábamos. Seguimos investigando, todavía no sabemos por qué Bea odia tanto a Maca, qué la llevó a orquestar todo este plan de venganza. No te quepa duda que la encontraremos y en cuanto sepamos algo te lo haremos saber. - Nada de lo que me digas cambiara la realidad, que más me da el motivo, Maca no regresará y murió pensando que yo la odiaba cuando ella estaba renunciando a todo por protegerme. - No te castigues de esa forma, la decisión fue suya y sabía lo que hacia, usó a los niños para herirte, era la única forma para apartarte de su lado, pero en el fondo sabía que la querías. Ella misma me lo dijo. - ¿Ella te lo dijo? - Cuando elaboramos este plan dijo que sabía que en el fondo seguías amándola y que solo a través de los niños podría conseguir que no la perdonaras. - Esther sonrió con amargura - me conocía demasiado bien. Me hizo tanto daño al decirme que no quería a las niñas y que se llevaría a Pedro que la odié con toda mi alma.Tenía que haberme dado cuenta de que no era posible que hubiera fingido el amor por las pequeñas, pero el dolor me cegó. - Eso era precisamente lo que buscaba, así que no te tortures. - Todo esto es una locura. Me gustaría que fuera una pesadilla, poder despertar y que nada fuese real - suspiró y miró al inspector - prométame que la cogerán, que pagará por esto. - Haremos todo lo posible, se lo aseguro. Esther salió abatida de la comisaría, había estado conviviendo con una psicópata y no se había dado cuenta. Maca también había conseguido engañarla, aunque con buena intención. Se sentía vapuleada y manejada como una marioneta. Ya todo daba igual, nada había salido como debía. Maca no regresaría jamás y tal vez nunca encontrarían a Bea para entender el por qué de tanto dolor. El destino le había dado lo mejor de su vida y se lo había arrebatado de un plumazo. Solo le quedaban sus hijos y tenía que vivir por ellos, eso era lo único que importaba. Beatriz Maldonado no lo había tenido fácil en la vida, su más tierna infancia si había sido feliz, pero pronto todo se truncaría para convertirse en una pesadilla, el día en que él se marchó, todo cambió para siempre y su mundo, antes cálido y seguro, se transformó en un decorado de ciencia ficción, un planeta frío y desolado habitado por la locura y la indiferencia. Recordaba haber visto a su madre caer en la desesperación y en la depresión, siendo ella aun muy niña. Vio como la demencia iba apoderándose de su mente paso a paso, robándole el alma. El alcohol y las pastillas aceleraron ese proceso hasta que no quedo nada de la persona que la había traído al mundo. Poco a poco su entorno se desmoronó hasta no quedar mas que cenizas, tuvo que renacer como el Ave Fénix, tuvo que aprender a sobrevivir en un ambiente hostil, aprender a arreglárselas sola y a ser 152
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fuerte para salir adelante. Se propuso ser la número uno en todo lo que hiciera, su expediente académico fue brillante, los cursos en los que se matriculó fuera del ambiente universitario completaron su formación, los negocios que había montado daban sus frutos sin apenas proponérselo, parecía un rey Midas, todo aquello sobre lo que ponía su mano se convertía en oro sin mucho esfuerzo. Pero nada era suficiente a ojos de su madre, ella se desvivía porque se sintiera orgullosa y su progenitora la culpaba de todas sus desgracias, siempre le hizo sentir que había sido un obstáculo en su vida, un desgraciado accidente que impidió su felicidad. No se cansaba de repetírselo, lo único que la haría feliz es ver a los Wilson hundidos en la desgracia, así que Bea decidió consagrar su vida a lograrlo. Al principio procuraba mantenerse lo mas alejada de los tentáculos de su madre, pero ella siempre la alcanzaba. Cuando bebía mas de la cuenta era el blanco de sus iras, solía castigarla sin ningún motivo y en más de una ocasión se le fueron las manos, al principio un azote, cuando fue mas mayor llegaron las bofetadas y después los golpes, las palizas, los insultos y reproches. Aprendió a encajar el dolor, la humillación y poco a poco fue forjando en su mente la idea de que Macarena Wilson era la única responsable de todo aquello, su madre contribuyó a acrecentar ese sentimiento, siempre comparándolas, poniéndola de ejemplo, era más guapa, más alta, más lista, mejor hija, por eso Pedro la prefería. No podía culpar a su madre, Pedro Wilson la había destrozado, era un juguete roto en sus manos. No sabia porqué, pero a pesar de todo no podía odiar a su madre. Lejos de ello acumuló un deseo incontrolable de agradarla, un ansia enfermiza por tener su amor y su respeto, de que se sintiera orgullosa de ella y la viera como a la hija anhelada en vez de como a un ser despreciable y no deseado. Volcó su ira y su frustración en Maca, la hija perfecta, la niña bonita y mimada que todo lo hacia bien, se obsesionó con ella, con seguir sus pasos, con no perderla de vista, porque en algún momento le haría pagar por robarle su vida, por quitarle el amor de su padre, por hacer que su madre enfermara y no la quisiera. No se daba cuenta de que la enfermedad de su madre nada tenía que ver con los Wilson y que hubiera sido lo mismo aunque Pedro no se hubiera cruzado en su camino. Necesitaba un culpable, alguien a quien cargar con la responsabilidad, no quería admitir que el error no estaba en el exterior, sino en la carga genética de una mente desquiciada. Se había pasado casi un mes en Portugal, cambió de ciudad varias veces y se ocultó en pensiones de mala muerte, planificó cuidadosamente su destino y la mejor forma de llegar. Ya tenía el billete de avión en la mano y estaba en el aeropuerto cuando aquel maldito movil emitió su odioso pitido. El mensaje le heló la sangre en las venas. No podía marcharse sin arreglar aquel asunto, no podía dejar tirada a su madre. Eso no era digno de una buena hija, y ella lo era, era la mejor de las hijas. Así que de nuevo tuvo que cambiar sus planes de forma apresurada, odiaba tener que actuar así, la precipitación solo le había causado problemas pero no tenía alternativa. Canceló el vuelo a Brasil y en su lugar se dirigió a Santa Apolonia, la estación de tren de Lisboa. Debía regresar a Madrid y el tren sería mucho más seguro que el avión, había menos controles y mucha más libertad de movimientos. Nadie se fijaría en aquella joven delgaducha, que con aquella ropa y su gorra parecía un muchacho. No comprendía como podía haber pasado aquello, creía haberlo dejado todo bien atado, tenía que ser un error, eso es, un maldito error burocrático de tanto inútil que había trabajando en administración. Ese error le hacia volver a una ciudad 153
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que estaría buscándola, tendría que tener mucho cuidado y pasar inadvertida. Debía hablar con el director del centro cuanto antes y el muy imbecil necesitaba verla en persona. Bueno, en eso no podía culparle, ella misma lo había estipulado así si ocurría algún problema. Por querer evitar que Pedro Wilson accediera a su madre se había visto obligada a tomar aquella medida que ahora iba en su contra. Otra vez los malditos Wilson cruzándose en su camino, impidiéndole realizar sus sueños. Tendría que tomar medidas para que aquello no volviera a ocurrir, debía zanjar el tema de una vez para siempre. En cuanto saliera de España y borrara su rastro se crearía una nueva identidad, trazaría un plan para recuperar lo que por derecho le correspondía y sacaría a su madre de aquel maldito centro psiquiátrico para volver a ser una familia. Entonces ella estaría orgullosa de su hija y podría darle todo el amor que le había sido negado en esos años. La sombra de Maca no volvería a perseguirla, ese asunto estaba solucionado. Cuando subió al tren y ocupó su asiento se sentía extrañamente satisfecha. Solo tenía que arreglar el problema con el director del centro y regresar a Lisboa, a partir de ahí se abría un futuro de grandes expectativas para ella, por primera vez en mucho tiempo sonrío satisfecha, todo iba arreglarse, volvería a ser feliz. Llegó a Madrid con las primeras luces del alba, bajó del tren y se dirigió a la oficina de alquiler de coches, la documentación falsa volvería a serle útil. En menos de veinte minutos salía del parking de la estación de Atocha con un Seat León de color negro camino del centro psiquiátrico. Era un viaje corto, en poco más de cuarenta minutos llegaría a su destino, conducía enfrascada en sus pensamientos, el problema con los pagos tenía que ser un error burocrático. Había suficiente dinero en la cuenta como para mantener la hospitalización de su madre durante años. Seguro que algún inútil había confundido los datos, tenía que ser eso. Por un momento se encendieron todas las luces de alarma es su cerebro, a menos que todo esto fuese una trampa. Pero eso no era posible, nadie conocía la existencia de esa cuenta, sus datos bancarios habían sido convenientemente ocultados detrás de una sociedad benéfica, nadie podía relacionar su nombre con la paciente de la habitación 215, no constaba que tuviera familia directa, ella no aparecía como su hija. Era prácticamente imposible rastrear el origen del dinero. Todo su cuerpo se puso en tensión, algo no iba bien y no conseguía encajar las piezas. Comenzó a sentirse muy nerviosa, el corazón se le aceleró en el pecho y la boca se le quedo seca. Tuvo que parar en el arcén porque la vista empezó a nublársele. Tanteo el interior de su bolso en busca de sus pastillas, sus dedos localizaron numerosos objetos, pero no daban con el cilindro del bote. La frente se le perlo de sudor y dio un tremendo bote cuando sintió los golpes en el cristal. Su mano aferro el tarro de las pastillas que por fin había logrado encontrar. Los nudillos volvieron a golpear el cristal, noto como el pánico la invadía cuando se giró y vio a través de la ventanilla el uniforme verde inconfundible de la Guardia Civil. Comenzó a respirar con dificultad y apresuradamente se colocó la pastilla debajo de la lengua mientras bajaba la ventanilla. - Buenos días señorita, ¿sabe que no puede parar aquí? - Si agente yo...lo siento....estaba... - las palabras salían de su boca con dificultad y se dio cuenta de que estaba balbuceando, respiro hondo para serenarse, no podía mostrar su 154
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estado, tenía que controlarse o la descubrirían - lo siento agente, me sentí indispuesta y he parado un momento para recuperarme, no es nada, esta mañana no tome mi medicina y me indispuse un poco, pero acabo de tomarla y ya estoy mucho mejor. - ¿Está segura? Está muy pálida y parece un poco nerviosa, me permite su documentación y la del vehículo por favor. - Por supuesto, ahora mismo - Bea saco de la guantera los papeles del coche y busco en su bolso la documentación falsa, la pastilla estaba haciendo su efecto y se encontraba mucho mas relajada. Entrego los documentos al Guardia Civil mientras le obsequiaba con una gran sonrisa - de verdad que lo siento, pero tuve que parar - vio como el agente se alejaba unos pasos y se comunicaba por radio. Tras unos minutos que a ella le parecieron horas el agente volvió a acercarse a la ventanilla. - Todo en orden señorita, ¿seguro que se encuentra en condiciones de seguir conduciendo?¿No prefiere que llamemos a un médico? Bea respiro aliviada, parece que había tenido suerte esta vez, aunque debería tener más cuidado en adelante, no podía permitir que sus nervios la traicionaran - No, muchísimas gracias, de verdad, estoy bien, no es la primera vez que me ocurre, en cuanto me tomo la medicina se me pasa. Siento las molestias agente, estaré bien. Muchísimas gracias. - No hay de que, conduzca con cuidado por favor, que tenga buen viaje - saludó llevándose los dedos a la visera del casco y se dirigió a su moto. Bea le vio alejarse y se aferró al volante apoyando en él la cabeza. Por un momento se había temido lo peor. Se tomó unos minutos para recuperarse del susto y continuó su camino. Esther había entrado en una rutina reparadora que la mantenía ocupada y la impedía pensar demasiado. Había vuelto al trabajo y eso fue lo mas duro porque allí todo le recordaba a Maca. A Bea parecía habérsela tragado la tierra y seguían sin noticias de su paradero. Los abogados le habían enviado los documentos del testamento y los llevó al suyo para verificarlos, todo estaba en orden así que los firmó y volvió a enviarlos. Hablaba todos los días con los padres de Maca que ponían a los niños al teléfono, le alegraba oír sus voces infantiles les echaba mucho de menos, el el próximo fin de semana libre iría a recogerlos, ya era hora de retomar su vida y empezar a hacerse a la idea de que Maca ya no estaba, iba a ser difícil organizarse pero tenía que salir adelante. Su madre se había ocupado de que comiera adecuadamente, le había llenado la nevera y preparado comida suficiente para un regimiento. Si lo hubiese tenido que hacer ella probablemente se hubiese hartado de comida basura o se habría olvidado de comer. Tendría que contar con su ayuda para cuidar de los pequeños, les vendría bien escuchar sus risas y parloteos, ocupandose de sus fieras apenas tendría tiempo para pensar en otra cosa. Esa tarde al salir del trabajo se armó de valor y se pasó por casa de Maca, tenía que empezar a recoger sus cosas y clasificarlas, había pensado alquilar la casa y abrir una cuenta a nombre de los niños y cuanto antes hiciera limpieza menos le costaría. Cuando entró en la casa supo que no había sido buena idea, la presencia de Maca era demasiado fuerte, demasiado real. Ver sus cosas, su ropa, las fotografías, los libros, todo estaba impregnado de ella. Fue hasta la habitación y abrió los armarios, la ropa aún guardaba su 155
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fragancia, ese aroma la golpeó en la boca del estómago, se mareó y tuvo que sentarse en la cama para no caerse, se abrazó a la almohada y volvió a llorar. Era demasiado pronto, no podía hacer aquello, todavía no. Se lavó la cara y volvió a cerrar los armarios, ya haría aquello en otro momento. Salió de la casa con un sentimiento de angustia royéndole el corazón. Cuando por fin llegó a su apartamento se sentía agotada. Habían sido unas semanas muy duras, el entierro, los papeles, los pésames de la gente, a pesar de que que quería ser fuerte cualquier detalle bastaba para que se viniera abajo, la echaba de menos, quería abrazarla pero sólo podía intentar poner su vida en orden y continuar con una rutina que no la llevaba a ninguna parte. Había pasado ese tiempo como en un sueño, no quería que fuese real, Maca, su mujer, su vida ya no estaba, no volvería a ver su sonrisa ni a oír su voz. No podía más estaba agotada y no dejaba de pensar en que la última vez que estuvo con ella discutieron, le dijo que la despreciaba, que la odiaba ¿cómo pudo decirle semejante disparate? daría cualquier cosa por volver a hablar con ella y decirle que era mentira, que la amaba, que nunca había amado a nadie más, que era todo lo que quería en su vida. Entró en casa abatida, llena de rabia y dolor, le hubiera gustado tener la forma de regresar al pasado y cambiar las cosas. Nada mas abrir la puerta sintió que no estaba sola y más que verla notó su presencia, cuando entró en el salón y la vio allí de pie pensó que había perdido el juicio, sus piernas se convirtieron en gelatina y no pudieron sostenerla. Notó como sin querer se precipitaba al suelo, unos brazos la sostuvieron antes de caer y luego todo se volvió negro. Al abrir los ojos la vio en el sofá, sentada a su lado sosteniéndole la mano y susurrando su nombre. - Esther mi vida, no pasa nada, tranquila, ha sido un leve desmayo - no podía ser, no era real, estaba soñando o se había vuelto loca. Eso es, muerta de cansancio y dolor había perdido el juicio y tenía alucinaciones, pero parecía tan real. - Maca, no puede ser, tu estás...estás - no tenía valor para decirlo - yo estuve en el entierro, no puede ser... - Shhh, tranquila, no estas soñando, te dije que si permitías que me enterraran en el panteón familiar volvería para atormentarte - dijo mientras mostraba su mejor sonrisa - mi amor déjame que te explique. Esther se levantó empujándola, tomando conciencia de que aquello no era un sueño, era real, Maca estaba allí y estaba viva, tan viva como ella, sus ojos la miraban y brillaban como siempre, sus manos, que hace un momento acariciaban la suyas, eran cálidas, su voz sonaba fresca y sus labios sonreían en la mueca burlona que siempre ponía cuando le tomaba el pelo. Esther la miro con los ojos echando chispas -¿Esto te hace gracia? ¿Qué clase de broma perversa es tan divertida?¿Cómo has podido hacerme esto? - preguntó mientras Maca se incorporaba y trataba de abrazarla - ¿Tu sabes lo que nos has hecho pasar? ¡Te enterramos hace cuatro semanas Maca! ¡Un mes! Un mes entero pensando que no volvería a verte, que jamás volvería a oír tu voz ¡Puse flores en tu ataúd, casi me vuelvo loca llorando por ti! ¡y tú mientras estabas tan tranquila quien sabe donde, mientras yo 156
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me consumía en un infierno pensando que te había perdido para siempre! - su tono era cada vez más histérico y gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas - ¿Qué coño está pasando? Maca luchaba con sus brazos que la apartaban evitando el abrazo, Esther sollozaba y se revolvía como un gato pero Maca consiguió inmovilizarla, levantó su barbilla y la miró a los ojos. - Mi princesa, lo siento, perdóname, nada más lejos de mi intención que hacerte daño, pero no podía hacer otra cosa para protegerte - Esther no pudo más, tenerla tan cerca, sentir la dulzura de su voz y ver su mirada risueña le hizo perder el poco control que le quedaba, se abalanzó sobre sus labios ávida de sus besos, la besó con pasión, con una pasión desenfrenada, su lengua irrumpió en la boca de Maca como un torbellino dejándola sin respiración, luego beso sus ojos, sus mejillas, la nariz, cada centímetro de ese rostro que pensó no volver a ver jamás, atacó su cuello recorriéndolo con los labios, sus manos volaron dentro de la blusa, en un movimiento brusco arrancaron los botones y empezaron a recorrer su cuerpo. Quería sentir su piel, fundirse con ella haciéndose una sola. La acariciaba con desesperación, con una fiereza descontrolada. La boca de Esther quemaba como una lengua de fuego y sin saber muy bien como, Maca se encontró sin sujetador y con una fiera enloquecida estimulando sus pezones, lamiendo, chupando, mordiendo. Maca no pudo evitar gemir de placer y sujeto la cabeza de Esther para que siguiera. Se lanzaron la una sobre la otra como dos desesperadas, besandose y acariciandose sin control como si el mundo fuese a acabarse en ese mismo instante. De repente Esther se paró y la miró fijamente, recorrió su rostro con los dedos dibujando cada curva, se detuvo en la comisura de los labios y pasó el pulgar por ellos suavemente, tomó su cara entre las manos mirándola a los ojos, volvió a besarla, un beso profundo en el que su lengua recorrió cada rincón saboreando aquella boca que creyó nunca volver a besar llévame a la cama - le susurró al oído, su voz sonó profunda y llena de deseo, Maca no la hizo esperar y casi en volandas la arrojó sobre el colchón mientras se quitaba lo que quedaba de su ropa, luego mientras Esther se quitaba la camiseta y el sujetador, le desabrochó el pantalón metiendo su mano entre la ropa interior provocando en ella un largo gemido. Sus lenguas iniciaron un baile frenético y sus manos volaban por la piel intentando no dejar nada por acariciar. Maca sintió que Esther tenía cien manos y cien bocas, se notó recorrida en cada milímetro de piel, besada con frenesí, nunca la había visto así, parecía querer meterse dentro de su cuerpo, fundirse con su alma, arañaba, besaba, mordía con un ansia loca y Maca se dejaba hacer, no quería ni podía frenar aquel deseo, ni interrumpir la marea desbordada de sensaciones que le provocaba su mujer. Con gran esfuerzo consiguió ponerse encima y colocarse entre sus piernas, Esther seguía besándola y ella acaricio su pecho jugando suavemente con sus pezones totalmente erectos por sus caricias, consiguió despegarse de su boca y bajó lentamente dejando un rastro de saliva en su cuello, continuo hacia el pecho y se entretuvo saboreando aquel milagro endurecido por el deseo, Esther gemía y se retorcía debajo de ella, notaba su humedad mezclándose con la suya en cada movimiento y eso la excitó aún más, siguió bajando y pasó sobre su ombligo paseando la lengua por los bordes y siguiendo luego su camino hacia el monte de Venus, Esther arqueó la espalda marcándole el camino a seguir, facilitándole el acceso e invitándola a sumergirse en aquella calidez que tanto deseaba, su lengua no encontró obstáculos para llegar a su destino, recorrió cada pliegue de su sexo y 157
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se dejo envolver por las piernas de Esther que a duras penas la sostenían, la ayudó sujetando sus nalgas mientras su lengua no paraba de moverse, Esther jadeaba sin control sabía que sí Maca continuaba con aquello la haría estallar de placer en un instante y no quería terminar, todavía no, se incorporó y la atrajo hacia su boca. Maca aceptó sus labios y busco acariciar su sexo saciando a una Esther que se estremecía bajo ella y que se movía buscando un mayor placer. Se aferraba a ella y la pediatra podía sentir sus uñas clavándosele en la espalda con una fuerza desesperada, en otro momento hubiera sentido dolor, pero ahora no porque Esther soltó una de sus manos para acariciarla entre las piernas, para poseerla y adentrarse en ella colmándola de deseo. Los movimientos de ambas se hicieron más urgentes, más desesperados mientras el placer se iba intensificando. Esther miró a Maca que tenía los ojos cerrados y un gesto de absoluta concentración - cariño mírame - le suplicó entre jadeos - necesito ver tus ojos, necesito que me mires, necesito verte - Maca abrió los ojos y la miró mientras sentía como todo su cuerpo gritaba que había llegado el momento, Esther se perdió en aquella mirada que tanto le transmitía y que tanto amaba. Sus caricias se aceleraron al sentir que Maca estaba a punto de terminar y ella misma aceleró los movimientos contra la mano de la pediatra para no quedarse atrás. La habitación se llenó de gemidos, todo a su alrededor desapareció, estallaron compartiendo un intenso orgasmo que las dejó desmadejadas y temblorosas sobre la cama. Esther continuaba mirando esos ojos que ahora parecían sonreírle satisfechos. No hablaron ni se movieron, se quedaron tumbadas acariciandose, acompasando sus corazones que latían frenéticos, recorriendose despacio, ya no había urgencia ni prisa, ahora podían retomar el tiempo perdido y amarse con calma. Se besaron con infinita ternura, sintiendo como sus cuerpos recobraban la calma primero, para permitir después que el deseo fluyera de nuevo por sus venas. La noche fue testigo de su reencuentro, de nuevos besos y caricias, de nuevos placeres, hasta que rendidas se durmieron una en brazos de la otra. Esa noche no hubo tiempo para explicaciones, ni más palabras entre esas cuatro paredes que las del amor y el deseo. El amanecer llego suavemente como no queriendo despertarlas. Agotadas y abrazadas dormían un sueño tranquilo. Esther fue la primera en despertar y se sintió extrañamente relajada a pesar de haber dormido apenas un par de horas. Se quedo abrazada a Maca sintiendo los latidos de su corazón. Nunca aquel bombeo le había parecido tan maravilloso, se separó un poco observando como dormía relajada, le pareció que estaba preciosa, así desnuda, con el pelo revuelto y la satisfacción reflejada en su cara. Volvió a fijarse en cada detalle de su rostro y sintió que la amaba más que a nada en el mundo, volver a tenerla entre sus brazos era un regalo que no iba a desperdiciar, juró que pasara lo que pasara en el futuro nunca volvería a permitir que nada ni nadie la alejara de ella. Maca tenía los labios entreabiertos y Esther sintió la imperiosa necesidad de besarla, aún medio dormida respondió a su beso - buenos días mi amor, no quería despertarte pero estabas tan guapa que no he podido resistirme. - mmmm, puedes despertarme así todas las veces que quieras - dijo Maca mientras volvía a besarla y la estrechaba entre sus brazos acariciando su piel. - Para o no saldremos de la cama en todo el día - Esther sonreía traviesa mientras simulaba 158
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intentar escapar de aquel abrazo. - ¿Y cuál es el problema? - Uffff! Pues que yo tengo un hambre que me muero y quiero desayunar. Además anoche no cené y estoy desfallecida - dijo esto mientras se levantaba y se dirigía al lavabo. Maca se recostó de medio lado, apoyando la cabeza en la mano mientras la veía dirigirse al baño - Pues a mi me parece que tuviste una buena cena ¿o no te gustó el menú? - contestó con una sonrisa pícara. Esther asomó la cabeza por la puerta y le guiñó un ojo - el menú estaba en su punto como a mi me gusta, calentito y tierno, pero ahora necesito algo más contundente - alzó una ceja y su sonrisa se hizo más amplia - además tenemos una conversación pendiente, creo que tienes muchas cosas que explicarme y no recibirás ni una sola caricia hasta que me cuentes que demonios ha pasado - Dijo con una fingida mueca de enfado desapareciendo de nuevo en el baño mientras Maca se estiraba en la cama. La pediatra oyó como se abría el grifo de la ducha y se sintió feliz. Dios, como le gustaba aquella sonrisa, quería verla ahí el resto de su vida. Se levantó de la cama y se fue a la cocina a prepararle el desayuno. Maca se había vestido y ya había preparado el café y las tostadas para cuando Esther terminó de ducharse, estaba sirviendo el desayuno cuando notó su abrazó en la cintura. - Ummm, huele fenomenal. - No mejor que tú - dijo girándose para besarla, acarició su pelo todavía húmedo y la abrazó con fuerza - ¿Cómo estás? - No he estado mejor en toda mi vida. Todavía no se si estoy soñando - Maca le dio un ligero pellizco y Esther protestó - ¡Pero bueno! ¡Eso duele! - Ves, no estas soñando. ¿Quieres volver a comprobarlo? - ¡No! Prefiero que me beses - se fundieron de nuevo en un beso disfrutando del momento - Tienes muchas cosas que contarme - le dijo en un susurro - ¿Dónde te has metido todo este tiempo? - Siéntate y desayuna ¿A que hora entras a trabajar? - He llamado diciendo que me encuentro mal, tenemos todo el día, así que ya puedes empezar ¿Que es lo que ha pasado? La policía tendrá que saber que no has... - otra vez no pudo decirlo - bueno que estás viva. Maca le sonrió con ternura - mi niña, como siento haber tenido que hacer esto, lo has debido pasar fatal. El inspector Suárez lo sabe todo, en gran medida la idea de que todos creyerais que estaba muerta fue suya. - ¿Lo sabe?¿y por qué no me dijisteis nada? Me habéis hecho pasar un infierno. Maca por favor, empieza a contarme lo ocurrido o seré yo quién acabe de verdad contigo. - Vale, por dónde empiezo...Cuando estabas en el hospital por lo de tu accidente y tras lo que había pasado con el secuestro de Pedro, yo ya había empezado a darle vueltas a como alejar al acosador de vosotros, que se centrara en mi, pero no encontraba ninguna solución. Hablé con Vero y le pedí ayuda - su mirada se ensombreció al nombrar a Vero y por un momento guardó silencio. - Maca lo siento - tomó su mano sobre el mantel y la apretó con fuerza. 159
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- Ni siquiera pude despedirme de ella, le dije que no viniera pero se empeño en no dejarme sola, siempre me dio mucho más de lo que yo pude ofrecerle y al final pagó con su vida, murió por mi culpa Esther y tendré que vivir con ello el resto de la mía. A Esther se le hizo un nudo en la garganta - ella quiso ayudarte, no es culpa tuya que las cosas acabaran así, Bea es la única culpable. Yo también le debo mucho Maca y también me siento un poco culpable, la odié durante tanto tiempo que jamás pensé que podría estarle tan agradecida. Me salvó la vida. - Ella nunca quiso hacerte daño, le caías bien ¿Sabes? - se le empañaron los ojos y tragó saliva para poder continuar - el caso es que pensé que la única manera que tenía de alejarte de mi era conseguir que me odiaras lo suficiente. Si volvías con Bea y el loco creía que ya no me importabas estarías a salvó, evidentemente entonces no sabíamos que tenías en casa al enemigo. Vero accedió a fingir que estábamos juntas y me aconsejó que te atacara dónde más te duele. Entonces pensé en la única cosa que te importa lo suficiente como para no perdonarme, los niños. Se que te hice mucho daño, pero no se nos ocurrió otra cosa. - Maca, cuando me dijiste que las niñas no eran hijas tuyas me partiste en dos, debí haber sospechado pero estaba tan confusa que me tragué el engaño. No fui capaz de pensar que todo era un plan para protegerme, parecía tan real. Cuando además dijiste que te llevarías a Pedro, ya no pude ver más allá,me entro el pánico, no entendía como podías decir aquello, pero la rabia me impidió analizarlo. - Que te quede claro, son mis hijas, las quiero tanto como pueda querer a Pedro y jamás renunciaría a ellas, pero era necesario que tu creyeras lo contrario. Al final va a resultar que hasta soy buena actriz, pensé que no te lo tragarías. Después de aquello todo fue fácil. Hacer el paripé en el hospital para que se enterara todo el mundo, pedir la excedencia para el traslado y desaparecer con Vero. Sabia que pronto te llegarían noticias de que habíamos vuelto, la gente no puede mantener la boca cerrada con estas cosas, les encanta el chismorreo y esto era un bombazo. Estuvimos en la casa de la Sierra, esperando noticias del inspector, era el único que sabia la verdad, le conté el plan y le pareció buena idea, si nuestro psicopata pensaba que tu ya no me importabas tendría que cambiar de planes y tal vez eso le hiciera cometer un error. Lo que no sabíamos es que Bea estaba detrás de todo esto y que no se tragó el engaño. Mientras estábamos en la sierra Suárez llamó contándome que habían investigado a Bea y que probablemente ella tenía algo que ver con lo sucedido, pero para cuando fueron a casa para interrogarla ya habíais desaparecido. Casi me vuelvo loca intentando localizarte, no me cogías el teléfono y si no llega a ser porque oí a Bea decir que ibais a subir a Siete Picos jamás te hubiese encontrado. De no habernos encontrado en la sierra tampoco habríamos llegado a tiempo, así que supongo que a partir de ahora creeré en el destino. O tal vez, en el fondo Bea lo sabia y solo quiso atraerme allí para presenciar tu caída, eso me haría más daño que cualquier otra cosa. El resto de lo que sucedió allí ya lo sabes. - ¿Pero y tu accidente? Eso no fue fingido, perdiste el control de la moto. ¿Y por qué Bea nos ha hecho esto? - Vamos por partes. Tras dejarte allí arriba y salir en persecución de Bea todo se desbordó. 160
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Estaba loca de rabia, solo veía la imagen de Vero precipitándose al vacío, quería darle alcance y no pensé en lo que pasaría cuando lo hiciera. En una de las curvas ella dio un frenazo y cuando traté de esquivarla perdí el control de la moto y me salí de la curva. Recuerdo la caída, el vértigo de sentirme en el aire, el dolor de las ramas clavándose en mi cuerpo, aunque tengo que estar agradecida de cada golpe y de que en esa zona los árboles fueran tan frondosos, porque afortunadamente frenaron el descenso, si no hubiera sido por eso me hubiese matado. Luego sentí el golpe en la cabeza al chocar contra el suelo y el sabor de la sangre en mi boca, pensé que era el final Esther, que me había reventado por dentro, pero no fui consciente de que en el golpe me había mordido la lengua y era ese el origen de la sangre. Fue un milagro que no me rompiera la crisma, perdí el conocimiento y cuando me desperté estaba en el hospital, magullada y dolorida, con las manos desolladas de haberme agarrado a las ramas, algo instintivo que no recuerdo, pero viva. El inspector estaba conmigo, le pregunte por ti y me dijo que oficialmente yo había muerto en aquella curva, Bea había escapado y si creía que yo no había sobrevivido no podría hacerme daño. Era la mejor opción para atraparla y proteger a mi familia. - Pero Claudia me dijo que vio tu cuerpo, yo quería verte y no me dejó ir. - Necesitábamos un médico que se prestara a firmar mi defunción, aunque era un asunto policial ni te imaginas el papeleo que conlleva algo así y los problemas que acarrea. Inmediatamente pensé en Claudia, aunque no estábamos en el Central su firma seria igual de válida. Le contamos la verdad y se ofreció de buena gana a ayudarnos, además necesitaba que alguien cuidara de ti y le pedí que estuviera a tu lado en todo momento. La pobre lo ha pasado muy mal viéndote sufrir sin poder decir nada. Querían usar un cadáver del depositó para enseñárselo quién quisiera verme, a eso si que me negué, no quería que ninguno pasaseis por eso, así que con la excusa de que el cuerpo había quedado destrozado por la caída, pudimos evitar el mal trago. - Maca me hubierais ahorrado muchísimo dolor si me hubieseis hecho participe del plan. - Lo sé mi niña y lo siento, pero tenía que resultar lo más creíble posible y, según me han contado, lo que sentiste y tus reacciones, no hubieras podido fingir del mismo modo. - ¿Y dónde te has metido todo este tiempo? - Encerrada en una habitación de hospital volviéndome loca. No podía hablar con nadie, solo el inspector y los policías que me custodiaban. Claudia sabía que estaba viva, pero no podía visitarme. Me hubiese gustado hablar con ella, me moría de ganas de saber cómo estabas, me imaginaba que estarías destrozada y sola idea de haberte hecho sufrir de aquel modo me ponía enferma, pero no me dejaban usar el teléfono ni que viniera a verme. El inspector me traía noticias tuyas pero eran muy escasas. Sobre todo me consumía pensando en los niños ¿Cómo están Esther? - El que peor lo ha pasado es Pedro, no entiende porque no vas a volver, esto va a ser muy confuso para él pero lo superará, en cuanto te vea se le pasarán todos los males, cómo a mi - su cara se iluminó con esa sonrisa que Maca adoraba, la pediatra se incorporó sobre la mesa para besarla. - No dejes de sonreírme nunca por favor - dijo mientras apresaba sus labios y la besaba dulcemente. Esther respondió con gusto a aquel beso deleitándose en la suavidad de aquellos labios, 161
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disfrutando de cada milímetro de aquella boca - Maca - dijo en un susurro - ¿Qué es lo que ha cambiado para que hayas podido salir de tu escondite? - Maca rodeo la mesa y se colocó detrás de la silla, comenzó a besarle el cuello despacio mientras apresaba su cintura, Esther inclinó la cabeza hacia un lado cerrando los ojos, disfrutando del tacto de sus labios, dejando escapar un gemido de satisfacción. - ¿no has dicho que tenemos todo el dia? Dijo mientras recorría su espalda en una caricia. - Cariño, necesito respuestas, necesito saber que ha ocurrido, necesito... - Maca silencio sus palabras inclinando su cabeza hacia atrás y besándola de nuevo. - Y yo necesito sentir tu piel, necesito hacerte el amor y sentir como vibras de placer en mis manos, luego tendrás todas las explicaciones que quieras, pero ahora eres mía, te quiero mi niña, más que a mi propia vida. Esther no opuso demasiada resistencia mientras la pediatra le quitaba la ropa y acariciaba su cuerpo, tampoco se resistió cuando la tumbó en el sofá y comenzó a llenar su piel de húmedos besos, ni cuando ella misma se desnudó y se colóco entre sus piernas ya abiertas que la esperaban con impaciencia. Sus cuerpos se acoplaron a la perfección meciéndose despacio, disfrutando con cada roce, con cada caricia y con cada beso. Esther se perdió en aquel mar de sensaciones que, en pequeñas oleadas al principio y en una gran tormenta al final, sacudieron su cuerpo estimulando cada terminación nerviosa llenándola de placer. Ya no quería preguntar, ni saber, ni le importaba nada más que aquel cuerpo encima suyo, aquella lengua en su boca y aquellas manos recorriéndola. No existía nada más que aquella mujer amándola, no importaba nada más que Maca, el amor de su vida y todo lo que le hacía sentir. Bea notó como su cuerpo se relajaba por efecto de la medicación, su cerebro volvía a funcionar a pleno rendimiento. Había estado a un paso de perder el control y ser descubierta por aquel Guardia Civil, los malditos nervios la traicionaban en el peor momento. No le gustaba tomarse las pastillas porque la atontaban un poco y necesitaba la mente despejada, pero en ocasiones como esa no le quedaba mas remedio que hacerlo. Ahora se encontraba mucho mas relajada. El coche avanzaba acercándola a su destino, apenas le quedaban diez kilómetros y seguía dandole vueltas a que algo no encajaba. Según el mensaje que le había mandado la dirección del centro la cuenta que costeaba los gastos de aquella clínica no tenía fondos, si no podía efectuar los pagos del centro su madre tendría que abandonar el psiquiátrico. No entendía porqué había sucedido aquello, tenía que ser un error, ella misma había comprobado la cuenta y el dinero seguía ahí, había más que suficiente para que su madre pudiera pasar el resto de su vida en aquel maldito hospital. Odiaba tener que volver a aquel sitio, desde que la sociedad benéfica que había creado se encargó de ingresar a su madre, sólo había aparecido por allí unas cuantas veces en calidad de representante legal de la paciente. Ahora se arrepentía de aquella cláusula que puso para que, en caso de algún problema grave, solo pudieran entrevistarse con ella en persona. 162
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Estaba inquieta, algo no iba bien. En un principio pensó que se trataba de un error administrativo, alguien habría confundido los datos y por eso no podían efectuar el pago, pero ahora ya no estaba tan segura. Durante años no había habido ningún problema, era mucha casualidad que justo en aquel momento pasara aquello. La idea de que no era mas que una trampa para atraparla se hacia cada vez mas fuerte. Se acercó al desvío que conducía a la clínica, en el letrero se indicaba la dirección, Hospital psiquiátrico Camino de la luz, bonito nombre para un espantoso lugar donde los pacientes vivían perdidos en la más absoluta oscuridad. La carretera se bifurcaba descendiendo hacia un inmenso bosque poblado de robles centenarios, ya solo le restaban tres kilómetros por aquel camino de frondosos árboles, la luz del sol quedaba matizada por la sombra de las ramas que oscurecían la estrecha carretera, los rayos se filtraban entre las hojas como en un cuento de hadas. Bea abrió la ventanilla del coche y aspiro el fresco aroma a tierra mojada. Si no fuera porque el sitio al que se dirigía era un infierno de locura y desesperación, el paseo sería muy relajante. Hubiese sido un lugar perfecto para un hotel de fin de semana, alejado de la civilización, enclavado en aquel magnifico bosque y rodeado por el agua cantarina de un arroyo que serpenteaba acompañando la carretera. Redujo la velocidad y se metió por un recodo del camino donde la vegetación era abundante, se adentró lo suficiente para que el coche no fuera visible desde la carretera, bajó del automóvil y pudo oír el sonido de los pájaros y el susurro de las hojas mecidas por el viento. La temperatura había descendido en el interior del bosque pero ella no sentía frío. Su corazón latía acelerado y todos sus sentidos se encontraban alerta. Ahora estaba convencida de que aquello era una trampa, su instinto le gritaba que no debía fiarse, que tenía que ser cautelosa como un gato al acecho. Sacó del maletero una cazadora, se la puso y se abrocho la cremallera ajustándola a su cuerpo. Guardó su documentación en uno de los amplios bolsillos. De su bolsa de viaje saco un arma con silenciador que había comprado hace años y que jamás tuvo que utilizar, por supuesto la había comprado en el mercado negro, a un traficante de pacotilla y con el número de serie borrado. La metió en el otro bolsillo de la cazadora, quizá había llegado el momento de estrenarla. Se ajustó la gorra y se dispuso a recorrer a pie el último kilómetro que la separaba del hospital, conocía a la perfección el entorno y sabia como colarse en el centro sin que nadie la viera, hablaría con el director de la clínica y descubriría la verdad, ella le obligaría a contársela. Se detuvo antes de llegar al claro en el que se encontraba el hospital, desde su posición veía claramente el edificio de ladrillo rojo que en sus viejos tiempos había sido la residencia de verano de un acaudalado marques. Respetaron la fachada del viejo edificio, joya arquitectónica de principios del siglo XIX, pero en el interior no quedaba nada del antiguo caserón, lo habían transformado en una moderna clínica dotada de las mejores instalaciones del momento. La entrada principal estaba tranquila, algunas enfermeras fumaban en la puerta tomándose un descanso en su rutina diaria. Había pocos coches en el aparcamiento, los familiares solían visitar a los pacientes en fin de semana, aunque eran pocos los que lo hacían con frecuencia. A nadie le apetecía pasar su tiempo libre en aquel circo demencial, casi todos los enfermos se encontraban en un avanzado estado de locura, la mayor parte eran irrecuperables y vivirían encerrados en su pesadilla particular hasta el 163
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fin de sus días. Bea observó detenidamente el entorno desde su escondite en el bosque, se fijó detenidamente en cada uno de los coches aparcados en el parking, a ojos de cualquiera nada parecía fuera de lo normal, pero ella estaba acostumbrada a fijarse en los más mínimos detalles. Su vista se detuvo en una furgoneta de mantenimiento, ahí estaba la nota discordante, para cualquier otra persona no habría nada de raro en aquel vehículo blanco de una empresa de limpieza. Pero ella si se puso en alerta inmediatamente. Había estudiado cada detalle de aquella clínica, sabia todo su funcionamiento de memoria, conocía los planos del edificio, a cada miembro del personal, cada rutina diaria y cada cambio que se producía en su organización. Su mente calculadora se había preocupado de los más mínimos detalles y aquella no era la empresa de limpieza que llevaba el mantenimiento del hospital, ni siquiera le sonaba el nombre además, el vehículo era excesivamente grande para su cometido. A otra persona le hubiera pasado inadvertido, la gente corriente no se fija en esos detalles, pero ella si, tenía que hacerlo, lo había hecho desde una edad bien temprana para poder sobrevivir. No tenía constancia de que hubieran cambiado de empresa de mantenimiento, aún así tenía que asegurarse, no podía correr el riesgo de equivocarse y que su madre fuera trasladada a un sanatorio público. Con calma pero alerta bordeó el contorno del edificio sin salir de la zona del bosque que la protegía. Entraría por la parte de atrás, había un pequeño sendero que conducía a una entrada de mantenimiento, un generador de emergencia situado en la parte posterior de la construcción que tenía un largo pasillo de cables y tuberías que enlazaba con el edificio principal, seguro que ese espacio no estaba vigilado, estaba cerrado con llave y nadie esperaría que ella entrase por allí. Había concertado cita con el director a las cinco de la tarde, nadie la esperaba antes del mediodía, lo que le daba el margen de movimientos que necesitaba. Tenía un duplicado de las llaves y el código actualizado de la alarma, no era la primera vez que se colaba en el edificio para obtener los informes confidenciales del estado de su madre, había visto esos archivos unas cuantas veces y escuchado las grabaciones de las sesiones de terapia otras tantas. En esas grabaciones su madre desvelaba cuanto le hubiera gustado que Macarena Wilson fuera su hija en vez de la estupida niña que había traído al mundo. Pedro Wilson jamás la habría abandonado si no hubiera sido por el nacimiento de aquel despreciable ser. Le había dolido escuchar aquello, pero ya no importaba. A su debido tiempo le haría saber a su madre cual había sido el final de la adorada hija de Pedro Wilson, y le revelaría el papel que ella había jugado en ese asunto, entonces su madre no tendría más remedio que reconocer que ella era mas inteligente, mas atrevida y mucho mejor hija que Macarena. Avanzó por el sendero y recorrió los escasos metros que le separaban de la puerta metálica del generador, introdujo la llave en la cerradura y tecleó la clave de acceso en el panel, cuando el visor mostró el Ok giró la llave y la puerta se abrió suavemente. No le importó que las cámaras de seguridad recogieran su imagen, para cuando quisieran ver las grabaciones ella ya estaría muy lejos de ese lugar. Siguió la maraña de cables y tuberías bajo la escasa luz que proporcionaban los indicadores de emergencia, su corazón latía con 164
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fuerza dentro del pecho, la adrenalina se había disparado y todo su cuerpo permanecía en tensión, no se había dado cuenta pero su mano derecha se había aferrado al arma que llevaba en el bolsillo y que ahora formaba un considerable bulto en su chaqueta apuntando hacia delante. Enfrente de ella se encontraban las escaleras que subían al edificio principal, dos tramos que concluían en una puerta roja de emergencia, subió las escaleras despacio sin emitir apenas ningún sonido y pegó la oreja a la puerta concentrándose en escuchar lo que ocurría al otro lado. Tras aquella puerta se encontraba un inmenso pasillo flanqueado de habitaciones de servicio. A la derecha se encontraban las cocinas, un poco mas adelante un cuarto de mantenimiento lleno de productos de limpieza, si conseguía llegar a ese cuarto sin que nadie la viera su objetivo estaría más cerca. Como otras veces se pondría un uno de los uniformes y cargada con una mopa iría repasando el suelo hasta el ascensor. Es curioso lo invisible que puede resultar el personal de limpieza, nadie se fijaba en esa persona que a diario se encargaba de mantener impoluto el edificio, para el resto de los mortales era como parte del mobiliario, solo algún despistado se dignaba a murmurar un "buenos días" a su paso. Subió la escalera y abrió con cuidado la puerta en una rendija. Observó con cautela el pasillo y comprobó que no había nadie a la vista. De las cocinas llegaba el murmullo del ajetreo diario. Salió con cuidado, sin hacer un solo ruido, había aprendido a moverse como un gato silencioso, todo estaba en calma y no le costó nada llegar al cuarto de limpieza. Una vez dentro se puso la casaca a rayas y el pantalón gris encima de su ropa, agarró el carrito de limpieza y salió sonriendo hacia el ascensor. El despacho del director se encontraba en el último piso junto al archivo. En el primer piso las puertas se abrieron y un hombre canoso con bata de medico entró en el ascensor. Bea le mostró una amplia sonrisa y él apenas la miró. - Buenos días - dijo en tono jovial mientras su mano acariciaba el arma que llevaba bajo la ropa. - Hola - murmuró el desconocido sin apenas prestarle atención. Pulsó el botón de su planta y se quedó mirando las puertas del ascensor que tardaron poco en abrirse y dejarle continuar su camino con un breve adiós. Tres pisos mas arriba las puertas volvieron a abrirse y Bea se asomó con cautela al pasillo, cuando se aseguró que todo estaba tranquilo salió del ascensor empujando el carrito. Se dirigió al cuarto de baño y lo dejó en el último retrete junto con la ropa de limpieza. Salió con cautela y fue directa a ultima puerta del pasillo. En esa planta se encontraba la sala de reuniones, los gabinetes médicos y el despacho del director. Si había alguien por allí estaba encerrado en su despacho lo que le permitió llegar hasta la última puerta sin ningún sobresalto. Giró el pomo despacio para comprobar si estaba cerrada con llave, la puerta se abrió sin ningún esfuerzo permitiéndole el acceso. Sobre la mesa había un montón de informes, un vaso de café todavía humeante y un sándwich intacto sobre su envoltorio, del lavabo contiguo llegaba el sonido de un grifo abierto - un hombre con sentido de la higiene - pensó Bea. Cerró con cuidado la puerta de entrada y sacó el arma del bolsillo colocándose de cara a la salida del lavabo. En unos segundos la puerta se abrió y un 165
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hombre bajito y con el pelo totalmente blanco salió del interior del baño quedándose petrificado al verla. - No diga nada y sobre todo no se le ocurra gritar ni hacer ningún movimiento brusco o será lo último que haga. El rostro del director palideció inmediatamente, sus ojos nerviosos y asustados pasaban de Bea al arma que llevaba en la mano una y otra vez. Tenía los labios apretados y su nuez subía y bajaba intentando tragar una saliva que parecía haber abandonado su garganta. - Buenos días señor director, supongo que sabe quien soy y creo que quería verme, había algo muy importante que tenía que decirme. Responda si o no con la cabeza, no quiero que diga ni una sola palabra. Verá, esta conversación va a ser muy fácil. Yo le voy a hacer unas preguntas de sencilla respuesta y usted solo tiene que contestarlas con el movimiento de su cabeza, no tiene que decir nada, solo asentir o negar. Si oigo cualquier sonido de su garganta, aunque sea un carraspeo, le volare la rodilla, si la respuesta no es convincente, le volare la rodilla, si noto que intenta engañarme o hace cualquier movimiento en falso le volaré la tapa de los sesos ¿ha comprendido señor director? - el médico movió la cabeza asintiendo varias veces, no pensaba darle ningún motivo a aquella mujer para que disparara su arma. Pensó en su esposa y sus hijos, quería regresar a casa junto ellos. - Ve, la primera pregunta ha sido fácil. Veamos las siguientes ¿está la policía vigilando el hospital? - el director volvió a asentir vigorosamente - Muy bien, está siendo un buen chico, puede que al final salga vivo de ésta. El mensaje que me enviaron ¿era una trampa? - de nuevo la cabeza del director asintió con firmeza - Son ustedes unos chicos malos, me han dado un susto de muerte, no se como se ha enterado la policía de que la paciente de la 215 tiene algo que ver conmigo, pero ahora no tengo tiempo para largas explicaciones. Voy a necesitar su colaboración en esto, porque mi madre tiene que seguir ingresada y usted se va a encargar de que así sea - el director puso cara de no entender nada y Bea sonrió - verá, sé quien es usted, donde vive, cuantos hijos tiene y conozco a esa rubia mujer madura que es el pilar de su casa, así que vamos a hacer una cosa, yo no me meto en su vida, no me dedico a arruinársela y usted se ocupa de que la situación de mi madre siga como hasta ahora - el director iba a cometer el error de contestar que eso no estaba en su mano cuando unas voces llegaron desde el pasillo acercándose a la puerta. Bea empujó al medico dentro del baño y le puso el cañón del arma en la sien - sea quien sea va a tener que convencerles de que todo está en orden y que no quiere ser molestado en este momento o no dudaré en apretar el gatillo - Las voces eran cada vez más claras y el sonido de unos nudillos golpeando la puerta del despacho hicieron que el corazón de Bea se disparara. Oyó como la puerta del despacho se abría sin esperar respuesta y alguien entraba en la habitación. - ¿Doctor Mendieta? - Bea escuchó la inconfundible voz del inspector Suárez, aquel estupido policía cuyos ojos no paraban quietos y que nunca sonreía. Apretó el arma contra la cabeza del director y le susurro al oído - convénzale para que se largue cuanto antes. - Estoy ocupado inspector, ahora mismo no puedo salir, una pequeña indisposición me 166
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mantendrá un rato en el baño. - Vaya, lo siento, espero que no sea nada. Solo quería informarle de que esta todo preparado para recibir a la visita que esperamos, en cuanto la sospechosa entre en el hospital la dejaremos subir hasta aquí y la detendremos antes de que cruce esta puerta. El director maldijo la torpeza de aquellos hombres que no habían previsto la circunstancia en que ahora se encontraba. Le dieron ganas de reír y gritar que la visita ya había llegado y se había servido ella misma el menú. Con los nervios a flor de piel comenzó a sudar copiosamente y tuvo que hacer gala de todo su aplomo para contestar - muchas gracias inspector, estaré preparado para cuando llegue, espero que mi estomago este restablecido para ese instante. - No se preocupe, no permitiremos que cruce esta puerta, usted no tendrá ni que verla. Mendieta contuvo de nuevo las ganas de soltar una sonora carcajada "serán cretinos" pensó, como era posible que sus impuestos pagaran a semejantes inútiles. El sonido de un movil acalló momentáneamente la conversación durante unos segundos. - Inspector - dijo la voz de un hombre joven - era Gutiérrez, Maca ha abandonado el hospital, debió aprovechar un descuido de la vigilancia para salir sin ser vista. Hasta esta mañana que han pasado con el desayuno no se han dado cuenta. Está con Esther. - ¡Mierda! ¡Qué mujer mas cabezota! Le dije claramente que no debía aparecer hasta que Bea estuviera bajo custodia. Llama a central y que organicen una vigilancia para casa de Esther, yo voy a intentar localizarla para hablar con ella. Mendieta - dijo dirigiendo su voz a la puerta del lavabo - luego subo a verle, tenemos un pequeño problema que hay que resolver. Bea escuchó cerrarse la puerta del despacho tras salir los dos hombres, sus nudillos estaban blancos de apretar el arma con la que encañonaba al director, la boca se le había secado de repente y tenía la mandíbula tan apretada que sus muelas protestaban de dolor. No daba crédito a lo que acababa de escuchar y el estomago se le revolvió provocándole nauseas, estaba pálida y comenzó a respirar con dificultad. Maca estaba viva. No podía ser, ella vio como su moto se perdía en el vacío, aquella maldita zorra había conseguido sobrevivir y había fingido su muerte para librarse de ella. Mentalmente escuchó a su madre reírse a carcajadas "eres tan estupida Bea, no le llegas a Maca ni a la suela de los zapatos, ella si que sabe hacer las cosas y se ha burlado de nuevo de ti, es mucho más lista, la hija que cualquiera desearía tener y no tú, que no haces nada bien, jamás podrás superarla, eres basura, un error que no debió suceder nunca". Bea comenzó a marearse, sintió que se asfixiaba en aquel lavabo que de pronto parecía mucho más pequeño, la presión del arma sobre la sien del director se hizo menos intensa, éste se dio cuenta de lo que pasaba e intento zafarse y quitarle la pistola. Cuando Bea vio que Mendieta luchaba por quitarle el arma hizo gala de una fuerza provocada por la adrenalina, se revolvió como un animal salvaje y le propinó al director un fuerte rodillazo entre las piernas que le dejo sin respiración y retorciéndose en el suelo de dolor. Bea recuperó el control sobre su 167
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cuerpo y se arrodilló junto al medico metiéndole el cañón del arma en la boca. - Debería matarte por esto, debería apretar el gatillo y esparcir tus sesos por el baño, pero no tengo tiempo que perder contigo, tengo algo mas importante que hacer. ¡Levanta! Vamos al armario donde guardas los calmantes, vas a dormir un buen rato mientras yo acabo con esta historia de una vez. Mendieta se incorporó a duras penas pálido por el dolor que apenas le permitía andar. Salieron del lavabo y se dirigieron a un armario cerrado con llave al lado de la puerta. Con la mano temblorosa introdujo la llave y abrió la cerradura. Bea recorrió con la vista los medicamentos hasta que dio con el que buscaba. Cogio el frasco y una jeringuilla y los guardo en el bolsillo. - Ahora vas a ser un buen chico y a acompañarme abajo sin rechistar, si vuelves a intentar algo no dudaré en meterte una bala entre ceja y ceja, te aseguro que lo haré sin pestañear, no tengo tiempo que perder así que no me causes problemas - Salieron del despacho y se encaminaron al ascensor - Saca la llave de acceso directo - le increpó - no quiero paradas entre plantas - las puertas se abrieron y entraron en el ascensor. Mendieta introdujo su llave y la giró, Bea pulsó el menos uno y comenzaron el descenso. Así que Maca estaba viva, pensó. Bueno era un contratiempo desagradable pero de fácil solución. Ya estaba bien de juegos, iba a acabar con aquello de una vez por todas. El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Bea se asomó al pasillo y no vio a nadie, empujó al director fuera y encañonándole todo el tiempo le condujo hacia el túnel que llevaba al generador de emergencia. Cuando bajaron la escalera le hizo sentarse en el suelo y sacó el frasco con el calmante y la jeringuilla - toma, prepárate un buen chute, vas a dormir unas cuantas horas como un bebe, recuerda nuestro trato, tu familia estará a salvo si mi madre no tiene problemas. - Deberías entregarte, estas complicando las cosas. Bea le golpeó la mejilla con el arma y Mendieta empezó a sangrar por el corte recibido - y tu deberías cerrar la boca como hasta ahora, no te he dicho que pudieras hablar. Pon dos miligramos en la jeringuilla e inyéctatelos, no tengo todo el día - el director hizo lo que Bea le pedía sin rechistar, sabia que el más mínimo detonante podría hacer que aquella chiflada le volara la tapa de los sesos. Noto como el calmante entraba en su vena y poco a poco comenzó a relajarse, en menos de cinco minutos dormía plácidamente en el frío suelo de aquel pasadizo. Bea le dio una patada para comprobar que se había dormido de verdad, cuando despertara tendría un buen moraton en la espinilla. Avanzó por el túnel hasta la puerta que daba al exterior, debía darse prisa antes de que el inspector notara que ocurría algo raro y encontraran al director del hospital. Tenía una cita en Madrid con su hermana, por fin se presentaría a ella y luego pondría fin de una vez por todas a su maldita existencia. Tumbadas en el sofá con sus cuerpos entrelazados, disfrutaban en silencio del contacto de su piel. Maca acariciaba el pelo de Esther que descansaba apoyada en su pecho, la enfermera tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras disfrutaba de aquel momento de 168
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absoluta relajación. El timbre de un movil las sacó de aquella paz. Maca se incorporó mientras Esther refunfuñaba - deja que suene, no lo cojas - dijo haciendo un puchero de fastidio. - Tengo que cogerlo, será Suárez, es quien me dio este movil, nadie mas tiene el numero. Me he escapado sin su permiso y no quiero que se presente aquí con toda la artillería pesada - Esther la vio rebuscar en su chaqueta hasta dar con el teléfono que dejó de sonar en cuanto descolgó - Buenos días inspector. - ¿Que narices te crees que estas haciendo? ¡Eres una irresponsable! Te dije claramente que no te dejaras ver hasta que Bea estuviera a buen recaudo - la voz de Suárez sonaba realmente enfadada, Maca imaginaba sus ojillos nerviosos girando de un lado a otro sin parar y su boca en aquella mueca eternamente seria. - Vamos inspector, usted mismo me dijo que era cuestión de horas, lo tiene todo bajo control ¿qué puede salir mal? - Cualquier cosa Maca, hasta que una operación no está cerrada puede suceder cualquier cosa y tu no deberías haber desobedecido mis ordenes y escaparte en plena noche como una adolescente. - Lo siento inspector, pero ya no aguantaba mas entre aquellas cuatro paredes, necesitaba ver a Esther, me estaba consumiendo viva sabiendo lo que estaría sufriendo, no podía dejarla así - Esther amplió su sonrisa al escuchar aquello. Se levantó del sofá y rodeó la cintura de Maca en un fuerte abrazo apoyando la cabeza en su espalda - Da igual, ya no tiene remedio. Sólo quiero que me prometas una cosa, que no saldrás de esa casa hasta que yo te llame diciendo que puedes hacerlo, ¿serás capaz de cumplirlo o tengo que mandar a alguno de mis hombres para que te espose al radiador? - Suárez, nada del mundo conseguiría sacarme de esta casa en este momento, estoy justo donde quiero estar y aquí me quedaré - Maca notó como Esther besaba su nuca y se le erizó el vello - no se preocupe tanto, estaremos bien, avísenos cuando todo haya acabado, tengo ganas de volver a mi vida - Maca colgó el teléfono y se giró buscando los labios de Esther que respondió al beso con entrega. - El inspector tiene razón, no deberías haberte escapado si Bea sigue suelta - murmuró recostándose en su pecho. - Bueno, si quieres me voy, pero no te oí quejarte anoche de mi presencia, es más creo que incluso te oí gemir y ronronear como un gatito satisfecho. - Mira que eres gansa, te encanta tomarme el pelo. - Cariño, deja de preocuparte, en unas horas todo habrá acabado y tu y yo podremos retomar nuestra vida - dijo acariciando su mejilla. Eres preciosa ¿Lo sabes? - Esther sonrío y besó la mano que la acariciaba. - ¿Que es lo que ocurrirá en unas horas que ha hecho que te escapes de tu encierro? - Esther tengo algo que contarte, y no es fácil para mi - la tomó de la mano y la condujo de nuevo al sofá - todo esto que nos ha pasado, debemos agradecérselo a mi padre, el respetable Pedro Wilson, paladín de los valores familiares y las apariencias - el semblante de Maca se tornó serio, su voz perdió la dulzura de hacía unos momentos y se volvió dura como el hielo - ese hombre que tanto ha criticado mi modo de vida, que solo piensa en el qué dirán, que se cree en posesión de la verdad absoluta. Pues resulta que ese hombre es un fraude, un mentiroso arrogante, un hipócrita de los pies a la cabeza que nos ha 169
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engañado a todos. Durante años mantuvo una doble vida con otra mujer y de esa unión nació una niña, Bea - la cara de Esther palideció, su boca se quedó abierta en una mueca de sorpresa, incapaz de articular palabra alguna. - No es posible, ¿me estas diciendo que Bea es tu hermana? Pero ¿eso que tiene que ver con todo lo que nos ha hecho? No entiendo ¿por qué ha querido arruinar tu vida? Tu ni siquiera sabias que existía. - Veras Esther, las investigaciones de la policía han revelado que la madre de Bea está gravemente enferma en un hospital psiquiátrico. Por lo visto es un trastorno genético y se vio acrecentado cuando mi querido padre no quiso saber nada de la madre y la niña. Mi padre tuvo una aventura con una mujer que trabajaba en el departamento financiero de las bodegas Wilson, por aquel entonces yo ni siquiera había nacido todavía. Por lo visto la mujer se quedó embarazada y mi padre estuvo manteniéndola durante años, pero nunca quiso reconocer a la niña. Cuando se cansó de ella el muy sinvergüenza las dejo tiradas y les asignó una cantidad mensual para su mantenimiento y para que cerraran la boca, pensando como siempre que el dinero lo arregla todo. No es de extrañar que Bea pudiera acceder a las cuentas de la empresa, trabajó unos años en el departamento financiero al igual que su madre. - Pero eso no explica por qué Bea ha tratado de acabar contigo ¿tú qué culpa tienes de lo que hizo tu padre? Es a él a quien debería haber perseguido. - Eso cariño habrá que preguntárselo a ella cuando la detengan. El caso es que la relación duró bastante y se acabó cuando Bea debía tener unos diez años, por aquel entonces yo tendría ocho. Se veían poco, solo cuando mi padre venia a Madrid a alguna reunión y en pequeñas escapadas. Suárez hablo con mi padre de todo esto cuando descubrió quien era la madre de Bea. El señor Wilson se negó a darle demasiadas explicaciones, lo justo y necesario para atar cabos, pero te juro que cuando todo esto acabe va a tener que responder a mis preguntas, a mi si va a darme toda clase de explicaciones. - ¿Y tu madre? ¿Sabe algo de toda esta historia? - Creo que no, y si lo sabe se hace la tonta. En algunas ocasiones es mejor no saber ni preguntar. - Dios mío Maca esto es una locura, la verdad es que no logro hacerme a la idea - Esther se quedo unos segundos pensativa con el ceño fruncido - ¿Como llego la policía a saber quien era la madre de Bea? - Pues parece ser que Suárez y su equipo no son tan inútiles como aparentan, aunque han tardado lo suyo en demostrarlo. Investigaron las cuentas de mi padre a fondo y vieron una serie de ingresos periódicos a nombre de Amelia Maldonado, el todopoderoso Wilson no se molestó en cubrir ese rastro, se cree intocable. Cuando investigaron a la madre de Bea, figuraba una hija de la que en la actualidad no había ni rastro y llegaron hasta el psiquiátrico. En el registro no aparecía ningún pariente conocido de la señora Maldonado, las cuentas eran pagadas por una sociedad financiera creada a tal efecto y no era fácil seguir el rastro, pero Suárez no se complicó la vida con detalles, dedujo que Bea era la hija desaparecida de Amelia, y le tendió una trampa para que tuviera que ir al hospital, por lo visto figura con otro nombre como representante legal de su madre, le enseñaron la foto al director del hospital y, aunque la ha visto en pocas ocasiones, consiguió reconocerla como la persona que firmó el ingreso de Amelia. Se quedó con su cara porque le 170
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sorprendió lo mucho que se parecía a la paciente a pesar de, supuestamente, no tener nada que ver con ella. - Pero entonces no están seguros de que Bea y la representante legal de Amelia sean la misma persona, es solo una deducción. - Hasta esta tarde a las cinco no pueden estar seguros. Bea ha cubierto muy bien sus pasos, pero las piezas encajan bastante bien. Suárez cree que se ha obsesionado conmigo a causa de mi padre, o que quiere sacar tajada del apellido Wilson, los motivos no están muy claros todavía. - Pero ¿por qué no demandó a tu padre reclamándole la paternidad? Hubiera sido más fácil, no tenía que arruinar tu vida para conseguir ser una Wilson. - Esther, ¿has intentado enfrentarte a mi padre en los tribunales? Conoce a más de la mitad de los jueces de este país, tiene dinero suficiente para ahogarte en pleitos hasta el día del juicio final y, lo peor, puede comprar a mas gente de la que podrías contar y destrozar tu vida en un abrir y cerrar de ojos. Tal vez consiguiera demostrar que Pedro es su padre, pero su vida sería un infierno para siempre y desde luego, jamás sería reconocida como una Wilson, antes de ver un céntimo de la herencia los abogados de mi padre se encargarían de que no recibiera nada, hallarían la trampa legal para hacerlo. - Dios mío Maca, pero ¿Como es posible? Me cuesta creer que ninguno supierais nada de esto. - ¡Qué vamos a saber!, lo mismo tengo hermanos psicópatas repartidos por toda la geografía española. Lo peor va a ser cuando se entere mi madre. La hija de Amelia desapareció un buen día de la faz de la tierra, según mi padre comenzaron a devolverle los cheques que enviaba puntualmente hace diez años, intentó dar con el paradero de Amelia y le llego una carta diciéndole que no necesitaban nada más de él, que la deuda estaba saldada y que podía meterse su dinero por donde ya se imaginaba. Mi padre lejos de preocuparse se vio liberado, no siguió indagando y zanjó el asunto, un problema menos del que preocuparse. Bea cubrió, su rastro, se cambio el apellido y se inventó una nueva identidad, no es difícil si conoces por donde moverte. Lo único que mantuvo fue su nombre, es un nombre muy corriente así que tampoco le hacia falta. Los apellidos, su pasado, sus cuentas, todo lo demás quedo oculto. Al menos eso es lo que Suárez ha deducido, pero hasta que no den con ella no podrán confirmar la historia. - Y hasta que no den con ella tu no vas a moverte de esta casa, no deberías haberte escapado Maca, Suárez tiene razón. - Necesitaba verte, quería volver a sentirte entre mis brazos y besar tu boca, ya no podía seguir encerrada, me estaba volviendo loca sola entre esas cuatro paredes. Esther la abrazó con fuerza intentando transmitirle todo lo que sentía en ese momento. Estaba encantada de que Maca estuviera allí, pero temía que algo saliera mal y no detuvieran a Bea, ya había creído perderla una vez y no quería sentirse así nunca más Maca, me alegro infinitamente de que estés aquí, ni te imaginas por el infierno que he pasado, no quiero perderte nunca más, simplemente no podría soportarlo - Maca acarició su mejilla y la atrajo hacia si para besarla - Cariño - dijo la pediatra con dulzura - siempre juntas, tu y yo, contra viento y marea, contra el mundo y contra todo obstáculo que se nos presente. Te quiero. 171
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A Esther se le humedecieron los ojos y volvió a abrazarse a ella intentando contener las lágrimas - ¿Sabes lo que voy a hacer? Voy a salir un momento a comprar provisiones, como no vas a salir de esta casa hasta que nos confirmen que Bea está a buen recaudo, tendré que preparar algo de comer que no sea de sobre. - No hace falta Esther, comemos cualquier cosa, no te vayas - dijo Maca poniéndole pucheritos. - Estoy harta de comida recalentada y además, tenemos mucho que celebrar, así que me apetece hacer algo especial, no tardo nada cariño, después soy toda tuya el tiempo que quieras - Maca alzó una ceja y sonrió ante la promesa que encerraban aquellas palabras. - De acuerdo, pero como tardes mucho salgo a buscarte. - Me visto en un minuto y voy corriendo, no tardaré - salió a la carrera y la pediatra la escucho trastear en el armario. Se estiro en el sofá y volvió a sonreír de oreja a oreja, por primera vez en mucho tiempo se sentía completamente feliz, paso como un rayo delante de ella y le dejo un apresurado beso antes de coger las llaves y salir de casa. Maca oyó cerrarse la puerta y se levantó para ponerse algo de ropa. No habían pasado ni diez minutos cuando volvió a oír abrirse la puerta - ¿Que se te ha olvidado ahora cabecita loca? Preguntó alzando la voz desde la habitación, pensó que Esther no la había oído y salió dispuesta a tomarle un poco el pelo por su mala cabeza. La sonrisa se le congelo en los labios cuando la vio delante de ella. El cañón del arma le apuntaba al estomago y Bea sonreía con una mueca torcida. - He vuelto a casa hermanita, ¿no te alegras de verme? Maca no daba crédito a lo que veían sus ojos, su cerebro se negaba a aceptar la realidad, ahí estaba Bea, delante de ella, apuntándole con un arma. Sus ojos reflejaban un profundo odio y su boca se torcía en una mueca que pretendía ser una sonrisa de satisfacción. Tenía el pelo muy corto y de un tono rojizo que no era el suyo, el cabello cortado le hacia parecer un muchacho, le daba un aspecto dulcemente aniñado que no correspondía con lo que reflejaban sus ojos, su expresión distaba mucho de ser dulce e inocente. La sonrisa torcida le levantaba el labio y dejaba ver sus colmillos como un lobo apunto de morder, su mirada se había vuelto oscura, negra como la noche, sus ojos mostraban un velo de locura que no presagiaba nada bueno. A Maca se le congeló la sangre en las venas y el pánico le atenazó los músculos. Comprendió a través de aquella mirada que Bea tenía intención de matarla, que nada de lo que hiciese o dijese podría salvar su vida. Aquella mujer que tenía delante la odiaba infinitamente y pretendía acabar con su existencia, sólo podía intentar ganar tiempo, alargar ese momento con la esperanza de que ocurriese un milagro que distrajera a Bea de su propósito, si conseguía acercarse un poco y hubiera alguna distracción tal vez consiguiera desarmarla. Sabía que Bea tenía mucha fuerza, lo había visto en el bosque cuando forcejeaba con Esther, pero no iba a rendirse sin más, vendería cara su vida, tenía que intentar algo, lo que fuera, pensó en sus hijos, eso le daría la fortaleza necesaria para enfrentarse a ella y, al menos, presentar batalla. Solo esperaba 172
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tener el valor y la calma necesaria para hacerlo. - ¿No me das la bienvenida? - preguntó Bea ante el silencio de Maca - Pensé que te alegrarías de verme, después de todo soy tu única hermana, bueno, eso si el cerdo de tu padre no ha desenfundado su pistolita en otros lugares, con los hombres nunca se sabe, siempre están en celo y no saben mantener la bragueta cerrada. Sabes, para estar muerta te veo muy bien, un poco silenciosa, pero con un aspecto fantástico. Maca era consciente de que tenía que decir algo, pero su mente estaba bloqueada, no era capaz de pensar con claridad, el cañón de aquel arma la ponía nerviosa, no podía apartar la vista de aquel circulo oscuro que parecía inmenso. Pensó en que clase de boquete abriría en su estómago si le disparaba, había visto bastantes heridas de bala y sabia lo que un arma de ese tamaño podía ocasionar, a esa distancia le destrozaría el estomago, si tenía suerte tocaría algún órgano vital y moriría rápido, si no, se iría desangrando lentamente hasta morir, una muerte dolorosa y desagradable. Solo esperaba que Esther no apareciera por allí, sabia que Bea no dudaría en acabar con ella, tenía que hacer algo antes que regresara de la compra. - Lo siento Bea, es tal la sorpresa que no tengo palabras - dijo por salir del paso. - ¿Tu no tienes palabras? ¿La reina de la fiesta se ha quedado sin saber que decir? No puedo creerlo, ¿no tienes ningún comentario gracioso que lanzar? ¿Ninguna ironía? Vaya, hermanita, es la primera vez que te veo incapaz de dar la respuesta adecuada. - Bueno, que tengas un arma apuntándome al estomago no facilita mucho las cosas, Bea. Me gustaría que hablásemos, pero eres tú la que dirige esta fiesta, ¿has venido hasta aquí solo para matarme? Porque eso podías haberlo hecho hace mucho tiempo. Después de todo lo que has planeado durante todos estos años, el esfuerzo y el tiempo invertido, no se, me parece un final un poco precipitado - Maca intentaba que su voz no la traicionase, quería aparentar una serenidad que ni mucho menos sentía, estaba como un flan y su mente trabajaba a toda velocidad intentando acertar con la dirección de la conversación, procurando que Bea se relajara y ganar tiempo, cada minuto que lograra permanecer con vida sin alterar a aquella chiflada ya era un triunfo. - Como siempre tienes razón hermanita, ha sido toda una vida planeando como hacerte desaparecer, como hacerte comprender lo que es la soledad y el rechazo, toda una vida compitiendo contigo y tus méritos, toda una vida deseando tener lo que tu tenias. Así que no, no voy a disparar todavía. En esta fiesta como tú dices falta una invitada. Tú y yo vamos a conocernos un poco mejor mientras esperamos a Esther, después de todo formamos una gran familia, no seria justo excluirla, y más después de haberla compartido en la cama, por cierto un poco sosa la niña ¿no? Maca sintió como le hervía la sangre y se agolpaba en sus mejillas, sintió un deseo imperioso de partirle la boca allí mismo y borrar aquella estupida sonrisa de su cara, sus músculos se pusieron en tensión y deseó con toda su alma abalanzarse contra ella y que pasara lo que tuviese que pasar. Sabía que Bea la estaba provocando, solo buscaba una excusa para disparar, no iba a ponérselo tan fácil. Tendría que controlar ese genio que la 173
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hacia entrar en erupción en segundos - Bueno - contestó - no te creas. Conmigo tiene sus momentos, solo hay que saber que teclas tocar para que se convierta en una gata salvaje. - Bea dejo de sonreír - Ya. Tu siempre sabes que teclas tocar. Eres la lista de la familia, la niña perfecta, la hija deseada, la que todo lo hace bien. La que lo ha tenido todo sin tener que luchar por nada. Estoy mas que harta de ti. - ¿Eso es lo que crees? ¿De verdad piensas que mi vida ha sido un camino de rosas? Estas muy equivocada. ¿Por qué me odias tanto? Yo ni siquiera sabía que tenía una hermana y no sabes como desee tener una durante todos estos años, alguien con quien compartir confidencias a quien pedir consejo y un hombro sobre el que llorar. Ojalá en vez de dedicarte a planear como arruinar mi vida te hubieras molestado en conocerme mejor y hacerme saber de tu existencia. Yo te hubiera ayudado a enfrentarte a nuestro padre. Bea enarcó una ceja, no esperaba aquella respuesta, ¿de verdad Maca deseaba conocerla? ¿La hubiera aceptado como su hermana a pesar de todo? No lo creía posible. Aquella opción jamás se le había ocurrido. Ella era una Wilson, como su padre. El dinero y el poder lo significaban todo, jamás aceptaría la presencia de una hermana bastarda que amenazara su posición ¿o si? Estaba confusa. Maca se dio cuenta de sus dudas y decidió aprovechar aquella pequeña brecha. - Lo que hizo mi padre es imperdonable, pero no debes juzgarme a mi por sus acciones. Yo no soy como él, de hecho no nos parecemos en nada. El dinero y el poder no son mi meta. Desde que acabé los estudios no he hecho otra cosa que trabajar para ganarme la vida, nunca he querido depender de mi familia. Elegí la medicina porque quería ayudar a los demás, no soy como mi padre Bea y de haber sabido de tu existencia me hubiera gustado conocerte. Por favor, ayúdame a entender que pasó, ayúdame a entender tu vida, a conocerte. El rostro de Bea se relajó, no bajó el arma, pero su mirada asesina se había dulcificado un poco. Estaba desconcertada y no sabia que creer. Había odiado a Maca durante tanto tiempo que no se había planteado la posibilidad de que las cosas pudieran haber sido de otro modo. Jamás pensó en ella como una hermana en la que apoyarse, solo vio lo que tantas veces le habían repetido, era su rival, la persona que tenía la vida que ella jamás podría alcanzar, la que eclipsaba todo lo que hacía a ojos de su madre y la apartaba de su padre. Nunca se molestó en pensar en ella como alguien cercano y accesible. - ¿Quieres entender mi vida? ¿Quieres conocerme? - Quiero saber quien te ha hecho tanto daño para que me odies tanto. Quiero entender porqué el impresentable de mi padre no cuidó de ti como debería haberlo hecho, quiero saber porqué no he podido conocer a mi hermana antes ni disfrutar de ella. Necesito saber donde has estado todo este tiempo - Maca vio las dudas reflejadas en el rostro de Bea, sabía que iba por el buen camino, había descubierto su punto débil, aquella mujer necesitaba desesperadamente que la quisieran, que la aceptaran y alabaran sus logros, y si esa era la forma de salvar su vida y la de Esther no se lo pensaría dos veces, iba a ser la hermana perfecta y comprensiva a pesar de todo lo que Bea les había hecho - Cuéntame 174
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tu historia Bea, quiero saberlo todo de ti. - ¿Lo dices en serio? ¿Después de todo lo que te he hecho quieres saber de mi? - Olvida el pasado, se que has debido pasarlo muy mal, se que nadie se merece lo que mi padre os hizo y entiendo que volcases en mi tu resentimiento. Pero sé que en el fondo eres igual que yo, fuerte por fuera, con un caparazón que te protege del mundo, pero por dentro sufres y estas deseando que alguien traspase esa barrera y llegue a tu corazón. Déjame que sea ese alguien, déjame intentarlo. Bea permaneció en silencio mirando a Maca. Estaba evaluando la situación ¿qué podía perder? De todos modos había ido a aquella casa con la intención de que su hermana conociera la verdad, de que supiera lo mucho que la odiaba y los motivos de su resentimiento antes de acabar con ella de una vez por todas. - No Maca, yo no soy igual que tú. Yo nunca he sabido lo que es tener un hogar - comenzó Bea - un sitio donde refugiarse y acudir cuando te sientes sola y vacía, donde encontrar el calor y la comprensión de la familia, donde sentirse protegida de todo y de todos. Recuerdo algunos momentos en los que fui feliz, Mamá estaba alegre mientras preparaba la cena y esperábamos a papá, luego él llegaba y todo eran sonrisas, me sentaba en sus rodillas y me contaba historias, me cantaba canciones, luego descubrí que eran las mismas que os cantaba a vosotros, en aquel entonces me parecía que las inventaba solo para mi, pero eso fue un breve paraíso. Duró lo que tardaste en apoderarte en exclusiva de su amor, de su atención. Luego todo se volvió gris, mamá nunca volvió a estar alegre y papá venia cada vez menos. Cuando lo hacía discutían, ellos creían que no lo oía, pero lo hacía. Mi madre le reprochaba que no nos prestase la debida atención, él se escudaba en su trabajo, en que tenía muchas obligaciones y no podía escaparse cuando le viniera en gana. Mamá le pedía que reconociese a su hija, que le diera un apellido, que mostrara al mundo la verdad. Papá decía que no era el momento, que no podía dañar su imagen de ese modo o se buscaría la ruina. El tiempo iba pasando y sus visitas eran cada vez más escasas y mas dolorosas. Un día la discusión fue más fuerte, mamá lloraba sin cesar y le suplicaba que no se fuera, que no nos abandonase. Lo ultimo que le oí decir a mi padre fue "yo solo tengo una hija Amelia, y se llama Macarena". Lo ultimo que hizo por mi fue acariciarme la cabeza al salir y dedicarme una triste sonrisa. Salió por la puerta y no regresó jamás - la mirada de Bea permanecía perdida en las brumas del pasado, sus ojos reflejaban el dolor de aquel momento lejano y su cara reflejaba la angustia del momento mientras seguía recordando En ese momento terminó mi infancia y comenzó mi vida en el infierno. Mi madre decidió que yo tenía la culpa de todo, pensaba que nunca debía haber nacido, que si yo no estuviera Pedro volvería a su lado. No se daba cuenta que yo no era el problema, que eras tú quien nos apartaba de él. Siempre tú. Tú y tus buenas notas, tú y tu eterna sonrisa, tú y tu carácter alegre. Tú y tu espíritu libre, tu energía. Según fuiste creciendo eras cada vez mas hermosa, mas lista, mejor. Seguí tus pasos de cerca Macarena Wilson, vigilaba todo lo que hacías, con quien ibas, yo era invisible a tus ojos, pero estaba ahí. Tenía que saber como eras y que hacías para poder ser mejor, para poder decirle a mi madre que yo podía ser igual o mejor hija que tú. Te vi crecer y convertirte en lo que eres, siempre a tu sombra, siempre comparando. Hiciera lo que hiciera nunca era suficiente a ojos de mi madre, para 175
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ella tu eras la hija perfecta y yo sólo un montón de basura. Si tú no hubieras existido mi vida hubiera sido mucho mejor. Así que comencé a odiarte, a desear tu muerte. Ideaba mil formas de acabar con tu existencia, fantaseaba con la idea de que desaparecieras de mi horizonte. Si tú no estabas yo podría ocupar el lugar que me correspondía. Mi madre dejaría de odiarme y mi padre reconocería mi existencia como su única hija. Te convertiste en mujer y vi como no eras lo perfecta que todo el mundo creía. Vi como te desviabas del camino marcado y hacías que papá se avergonzara de tu forma de vida. Por un momento pensé que renunciaría a ti y te apartaría de la vida familiar. Vi como fuiste tú misma la que te alejaste de la familia y te enfrentaste a todos y a todo, y sentí envidia, una envidia profunda que nacía de mis entrañas porque te atreviste a hacer lo que yo nunca pude, te enfrentaste a tus padres y decidiste vivir tu vida sin importarte las consecuencias. Entonces te odié, te odié mas que nunca, porque a pesar de ello Pedro seguía amándote, comprendí que jamás renunciaría a ti, hicieras lo que hicieras serias su hija y te querría igual aunque no compartiera tus ideas. Te vi orgullosa y fuerte, saliéndote siempre con la tuya, la vida te sonreía mientras yo me pudría en mi existencia. Nunca tuviste que luchar por nada, todo te salía como querías sin esfuerzo, sin importarte nada ni nadie más que tú misma, sin importarte el dolor que causabas a los demás con tus decisiones. Te creías el ombligo del mundo y el resto bailaban a tu alrededor como monos amaestrados. Pero yo podía hacer que eso cambiase, decidí darte la lección que la vida no te había dado, mostrarte lo que es vivir la angustia y el dolor de la soledad, del rechazo, así sabrías cómo se sienten los perdedores, tú que no habías hecho otra cosa en la vida que ganar. Consagré mi vida a planear como destruir la tuya, iba a mostrarle al mundo que Macarena Wilson era un fraude, pura fachada que se derrumbaba en los momentos difíciles, que no estaba a la altura de las dificultades. Hasta ahora la suerte te ha sonreído, pero hoy se acaba tu historia, hoy comprenderás que no se puede tener todo y que la gente que gira a tu alrededor no son satélites a tu disposición. Mamá tendrá que aceptar que yo soy mejor persona que tú, más inteligente y mejor hija. Papá sabrá que se siente cuando te arrebatan lo que mas quieres. Hoy los Wilson van a perder, por primera vez en su vida el dinero y la posición no van a servir de nada. Maca había asistido en silencio a aquel monologo, había mucho dolor y mucha rabia en las palabras de Bea, su vida había sido un infierno y buscaba un chivo expiatorio al que culpar, ella había sido la elegida para tal efecto y nada de lo que hiciera o dijera cambiaría la situación. Se había obsesionado con ella hasta el punto de dirigir toda su vida a lograr la meta de destruirla. La mente de la pediatra trabajaba a toda velocidad para encontrar algo adecuado que decir, algo que le diera un poco mas de tiempo. - Bea lo siento mucho, de verdad - decidió mostrarse humilde y arrepentida, enfrentarse a ella no traería nada bueno. Bea era un volcán a punto de estallar, un volcán con un arma de gran calibre apuntándole al estómago - yo no sabía nada de esto, jamás supe de tu existencia, de haberlo hecho hubiera intentado ayudarte. La carcajada de Bea resonó entre aquellas cuatro paredes como un trueno. Una risa seca y desquiciada que taladró el oído de Maca - ¿Ayudarme? ¿Tú? No me vengas con gilipolleces 176
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ni te hagas ahora la hermanita buena. Tú no me habrías ayudado lo más mínimo. De haber sabido de mi hubieras hecho lo posible por eclipsarme y apartarme de tu vida. Jamás me hubieras aceptado, ni tú ni tus hermanos. - Te equivocas, yo si lo habría hecho. Lo que mi padre hizo con vosotras no tiene perdón, yo no soy como él Bea. Si te hubieras molestado en conocerme lo hubieras visto. - ¡Y una mierda Macarena! ¡No me jodas! Eres mucho peor que él porque encima te lo han servido todo en bandeja. Te crees superior al resto de los mortales, no eres más que una niñata consentida que solo piensas en ti. ¿Ayudarme? ¿Como hiciste con Fernando? ¿Cómo hiciste con Vero? La sola mención de Vero acabó con la buena voluntad de Maca de controlar sus emociones. Aquel nombre en boca de Bea después de lo que había pasado hizo que sus nervios se dispararan y se olvidara del arma que le apuntaba - ¡no se te ocurra hablar de Vero puta loca asesina! ¡No le llegas ni a la suela de los zapatos! Tal vez si mi padre no quiso saber nada de ti y de tu madre es porque estáis como una verdadera cabra, a lo mejor tu madre tiene razón y realmente no vales una mierda. Las mejillas de Bea se tiñeron de rojo, sus labios se convirtieron en una delgada línea y casi desaparecieron. Los nudillos de la mano que sujetaba el arma estaban blancos de la presión que ejercía sobre la culata y su mandíbula se había convertido en una dura piedra angulosa. Su dedo acariciaba el gatillo y tuvo la tentación de disparar en ese mismo instante y acabar con aquel juego, le hubiera encantado ver como Maca se doblaba en dos por el impacto de la bala y como su sangre teñía de rojo el suelo de la habitación. Pero eso no sería suficiente, quería verla sufrir y suplicar, así que relajó la mano en el mismo instante en que el sonido de la puerta le indicó que la ultima invitada a la fiesta ya había llegado. - ¡Ya he vuelto cariño! Te dije que no tardaría, ¿Me has echado de menos? - la voz cantarina de Esther resonaba mientras se acercaba al salón. Iba a decir algo mas cuando entró en la habitación y vio a Bea. Las palabras se congelaron en su boca y las bolsas resbalaron de sus manos estrellándose contra el suelo. Algo de cristal se rompió con gran estruendo desparramándose por el suelo. Bea se giró hacia ella y entonces vio el arma. Se llevo la mano a la boca ahogando un grito. Maca permanecía en clavada en su sitio con cara de pánico. - Hola mi amor - saludó Bea - ¿no te alegras de verme en casa? - dijo mientras se acercaba a Esther encañonándola - te estábamos esperando cielo, ahora ya podemos empezar la fiesta - fue a agarrarla del brazo pero su pie resbalo con uno de los cristales que había en el suelo y perdió momentáneamente el equilibrio. Esos segundos bastaron para que Manca se abalanzara hacia ella en un intento desesperado de hacerse con el arma. Al sentirse amenazada Bea recuperó el equilibrio y forcejeó con la pediatra para evitar que le quitara la pistola. Esther acudió en ayuda de Maca intentando sujetar a Bea. Las tres se fundieron en un amasijo de brazos y piernas que tiraban y empujaban desesperadamente. El sonido del disparo retumbó en la habitación como un trueno en mitad de la tormenta, un segundo disparo martilleó el aire ensordeciéndolas. Las tres se quedaron paradas 177
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mirándose. Todo había ocurrido en cuestión de segundos y el silencio se adueñó del salón. Esther miró con sorpresa sus manos y las vio llenas de sangre, miró a Maca y descubrió que estaba totalmente pálida, acto seguido la pediatra se dobló con una mueca de dolor mientras su ropa se teñía de un rojo intenso. Esther quiso gritar, pero de su boca no salió ningún sonido. Sólo se oía el ruido amortiguado del tráfico en el exterior y el sonido de una sirena acercándose a toda velocidad. Parecía como si el mundo se hubiera detenido en aquel preciso instante, como si todo el universo se concentrara dentro de aquellas cuatro paredes. El silencio se hizo insoportable, todavía resonaba el eco de los disparos en la habitación y un intenso olor a pólvora flotaba en el ambiente. Parecía como si todo se moviese a cámara lenta, Esther continuaba mirándose las manos llenas de sangre y por el rabillo del ojo vio como Maca se desplomaba en el suelo lentamente, casi como si se hubiera sentado. Se quedo allí hecha un ovillo y sin emitir ningún sonido. La enfermera no era capaz de reaccionar, solo podía mirar la sangre que resbalaba por sus manos, hipnotizada por aquel rojo brillante. El estruendo de la puerta de la calle al ser derribada, rompió la quietud que parecía haberse adueñado del lugar. Fuertes pasos resonaron por el pasillo a la carrera y dos agentes de policía hicieron su aparición en la habitación con sus armas en alto, dispuestos a disparar ante cualquier amenaza. Esther vio como sus bocas se movían intentando comunicar algo, pero no oyó lo que decían. Parecían muñecos de un teatrillo de guiñol a los que les habían robado la voz. Detrás de ellos y a grandes zancadas apareció Suárez con cara de preocupación, se acercó hasta ella y entonces el sonidos estalló en el salón con toda su intensidad. Esther vio como dos sanitarios entraban a toda velocidad y se dirigían hacia Maca que continuaba en el suelo, en ese mismo instante se percató de que Bea estaba también en el suelo a su lado, de su pecho salía abundante sangre que formaba un espeso charco rojo que iría oscureciéndose por momentos. No podía apartar la mirada de aquella sangre, la misma que teñía sus manos. - Esther, ¿estas herida? - oyó como le preguntaba el inspector. Pero era incapaz de contestar, seguía mirando a su alrededor con ojos desorbitados. Sólo pudo murmurar Maca. El inspector giro su cuerpo y la obligó a mirarle a los ojos, los mismos que siempre tenían un frenético baile de un lado hacia otro y que ahora la miraban con angustia - ¿Estas bien? - volvió a preguntarle mientras con la mirada intentaba localizar alguna herida en su cuerpo. - Creo que si, la sangre no es mía - contestó mientras alzaba las manos mostrándolas como un niño después de jugar con un bote de pintura - Maca - volvió a repetir girando la cabeza y observando como los sanitarios se afanaban en parar la hemorragia que seguía tiñendo la ropa de la pediatra - Maca por favor - gimoteó con angustia. - ¡Joder, eso duele! ¡Tened cuidado hombre, que parecéis novatos! - jamás en toda su vida juntas aquel taco en boca de Maca le había sonado tan adorable - vamos chicos es solo un 178
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rasguño, no hace falta que me pongáis tantas vendas. ¡Esther!, mi vida por Dios ven a enseñarles como se controla una hemorragia por favor, o voy a acabar como una momia egipcia con tanta gasa y tanta venda. De verdad chicos que no ha sido nada, la bala me ha dado de refilón pero no hay agujero de entrada, lo que ocurre es que escuece como un demonio, se ha llevado un buen trozo de carne pero no es grave, hasta yo puedo verlo. Mierda, me va a quedar una preciosa cicatriz. - Maca cariño - dijo Esther arrodillándose a su lado con los ojos llenos de lagrimas y una sonrisa de oreja a oreja - deja de protestar y permíteles hacer su trabajo. - ¡Pero tu has visto la chapuza que me están haciendo! - Esther silencio sus protestas con un beso - ¿Tu estás bien mi vida? - la enfermera asintió con una sonrisa - Ahora que se que sigues siendo la gruñona de la que me enamoré estoy fenomenal. - ¿Y Bea? - Esther miro al suelo donde el cuerpo de Bea se encontraba en un charco de sangre. Alzo la vista y la dirigió a Suárez que negó varias veces con la cabeza cerrando los ojos. - Cariño todo ha terminado. Bea ya no podrá hacernos daño nunca mas - ambas se miraron con una triste sensación de alivio. En el forcejeo el arma se disparó accidentalmente, una de las balas alcanzó a Maca en el costado sin llegar a entrar en su cuerpo, la otra dio de lleno en el pecho de Bea alcanzándole el corazón y acabando en el acto con su vida. - Esther, en el fondo me da pena, estaba profundamente trastornada. Su infancia debió ser terrible y todo gracias a mi padre. La dejo tirada con una madre enferma que la maltrató durante años y acabo convirtiéndola en una psicopata. No me extraña que me odiara tanto. - Maca, tu no tienes la culpa de eso - la voz de Suárez resonó en la habitación - ni tu padre tampoco. Bea heredó los problemas mentales de su madre, aunque tu padre no las hubiese abandonado, la enfermedad se habría manifestado igualmente. - Ya, pero con el tratamiento adecuado hubiera podido evitarse todo este desastre. - Tal vez, o tal vez no, con las enfermedades mentales nunca se sabe. El problema de Bea, a diferencia de su madre, es que su coeficiente intelectual era muy elevado. En circunstancias normales podría haber conseguido lo que se hubiera propuesto, podía haber sido una persona de mucho éxito en la vida. Pero la enfermedad la devoro por dentro y la hizo centrarse en una absurda venganza contra ti. Te vio como el reflejo de lo que ella pudo haber sido y la rabia consumió su espíritu hasta convertir su venganza en una enfermiza obsesión. - Entiendo. En su mente enferma yo le robé la vida que ella ansiaba y el amor de Pedro Wilson. - Pero si tu no sabías nada de su existencia - recalcó Esther. - Ya, pero ella no lo vio así, ha distorsionado la realidad. Yo tenía toda la atención de nuestro padre, la vida de lujo, el calor familiar. Ella solo tenía a su madre enferma y las migajas que él les regalaba. No pasaban penurias pero su vida era triste. Año tras año fue acrecentando ese rencor y maquinando su venganza. - Dios mío y pensar que he estado con ella todo este tiempo. Maca, como es posible que no me haya dado cuenta. He vivido con ella, hemos compartido casa y le he facilitado el 179
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acceso a nuestras vidas. - Cariño tu no tenias ni idea, parece que la doble personalidad es un rasgo de su enfermedad, creo que en el fondo se llegó a enamorar de ti y cuando vio la posibilidad de perderte por mi, eso sentenció tu vida. No iba a permitir otro abandono. O quizá en el fondo todo era parte de un plan establecido para hacerme daño, no sé Esther - Lo siento Maca, todo esto tiene que ser muy duro para ti. Maca miro el cuerpo de Bea tendido en el suelo entre el estupor y el alivio. Nunca más tendrían que preocuparse por ella. Era un triste final para una vida desdichada. La pediatra sintió lástima. A pesar de todo Bea estaba enferma, sus sentimientos estaban encontrados, por una parte le aliviaba que Bea ya no pudiera volver a aparecer en sus vidas, pero no se alegraba de su muerte, en cierta medida se sentía responsable por lo que su padre había hecho. Se incorporó con la ayuda de los sanitarios y se abrazó a Esther - si tu me dices que me perdonas todo el dolor que te he causado, si me dices que aún me quieres y estás dispuesta a darme otra oportunidad, entonces todo lo demás podré superarlo, porque te quiero y contigo a mi lado podré aguantar cualquier cosa - Esther sonrió y sintió como se le empañaban los ojos. - Si me quieres a tu lado aquí me tienes, yo jamás he amado a nadie más. No puedo vivir sin ti, ya lo he comprobado y no quiero volver a perderte jamás - se besaron fundidas en aquel abrazo, en medio de aquel caos de agentes de policía y sanitarios, sin importarles nada ni nadie. El inspector las miró complacido y les regaló una franca sonrisa. Era la primera vez que le veían sonreír desde que empezó esta pesadilla y Maca pensó que debería sonreír más a menudo, con aquella sonrisa ese hombre parecía diez años más joven. La luz del sol se filtraba por las rendijas de la persiana entreabierta, dando a la habitación un ambiente de acogedora penumbra. Maca despertó con una sonrisa en los labios recordando los brazos de Esther rodeando su cuerpo durante toda la noche. Oyó como la enfermera trasteaba en la cocina y la imaginó preparando el desayuno. Estiró su cuerpo desnudo perezosamente y disfrutó de aquellos instantes de sosiego antes de levantarse y dirigirse a la ducha. El costado le dolía por la herida, aunque era algo que podía soportar. Mientras se duchaba volvió a sonreír al recordar lo cuidadosa que había sido Esther al hacerle el amor, la ternura que desplegó en cada caricia y la pasión que las desbordó a ambas hasta el amanecer. Le importaba muy poco cuanto le doliese aquella maldita herida si podía sentir el cuerpo de su mujer encima suyo meciéndose al compás. El día anterior había sido muy largo. Después del tiroteo los sanitarios obligaron a Maca a ir al hospital para curar bien la herida del balazo. Maca no dejó de protestar todo el camino diciendo que no era necesario y que estaba bien, pero al final entró en razón y accedió a que le revisarán la herida. En el Central se armó un terrible revuelo cuando vieron aparecer a la pediatra tan viva como siempre. Teresa se desmayó de la impresión y el resto de compañeros se arremolinaron a su alrededor, entre besos, abrazos y preguntas. 180
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Claudia tuvo que hacer gala de todo su genio para que las dejaran respirar y tras un largo recorrido consiguieron llegar a un box para hacerle a la pediatra la cura. Maca supuso que su resurrección seria tema de conversación durante mucho tiempo y que tendría que soportar las preguntas y bromas de sus compañeros el resto de su vida laboral, pero era un precio que pagaría gustosa por recuperar su rutina. Tras salir del hospital y comprobar que realmente el desgarro no revestía ninguna complicación, tuvieron que pasarse por comisaría y estuvieron más de dos horas prestando declaración, reviviendo cada detalle de aquella pesadilla hasta el instante en que ambas forcejearon con Bea luchando por sus vidas. Escucharon el relato de como Suárez había encontrado al director de la clínica psiquiátrica en el pasillo del generador y como imaginó lo que había pasado y hacia donde se había encaminado Bea. Reconoció que la labor policial no había sido demasiado eficaz y se lamentó de no haber podido hacer más. Ya no importaba, afortunadamente todo había terminado y, con el tiempo, Bea sólo sería una sombra en sus recuerdos. Habían tenido que trasladarse a casa de Maca, el apartamento de Esther había quedado precintado por las diligencias policiales. Compraron lo suficiente para una cena ligera y un desayuno rápido. Habían reservado dos billetes de avión para Jerez a media mañana. No pensaban quedarse mucho allí, había un montón de cosas que arreglar y sabían que a su regreso deberían volver a comisaría y declarar delante del Juez. Estaban tranquilas porque la muerte de Bea había sido accidental y en defensa propia, Suárez confirmaría su relato y no tendrían problemas con la justicia, pero los trámites burocráticos que acarreaba aquel desenlace serían tediosos, resucitar de entre los muertos era mas complicado de lo que parecía y tendrían que arreglar infinidad de papeleo. Solo volar a Jerez les había ocasionado tener que llevar un impreso policial certificando que Maca era quien decía ser, porque en su DNI había sido dado de baja por fallecimiento. Iba a ser tedioso volver a poner su vida en orden, pero no quedaba mas remedio que armarse de paciencia. Estaba deseando reencontrarse con sus hijos y abrazar a los pequeños, estaba deseando retomar la normalidad de su vida y volver a ser una familia. Lo que más temía era el momento de encararse con su padre. Tenía muchas preguntas que hacerle y estaba segura de que iba a ser una conversación muy dolorosa, sabia que no podría contener su genio y que le reprocharía que se hubiera comportado como un si vergüenza. Jamás podría perdonarle que su imprudencia hubiera puesto en peligro a su familia. Estaba convencida de que a su regreso de Jerez la relación con su padre quedaría rota, Pedro Wilson no era de los que piden perdón y se arrepienten humildemente y ella, ella se parecía demasiado a su padre, sabía que no cedería ante él ni un milímetro. Así que decidió dejar de pensar en ello, volver a abrazar a los niños la compensaría de todo lo demás. El avión a Jerez salió con retraso y llegaron a la casa familiar después de comer. Un coche de las empresas Wilson les esperaba a la salida del aeropuerto, esta vez los padres de Maca no venían en él. Hicieron el camino en silencio, cogidas de la mano y cada una sumida en sus propios pensamientos. Maca estaba nerviosa, quería con toda su alma ver a los niños, pero le angustiaba encontrarse con su padre. El coche les dejo en la entrada de la casa y la madre de Maca abrió la puerta. No pudo contener las lágrimas de alegría que 181
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desbordaron sus ojos al recibir a su hija en un inmenso abrazo, Esther jamás había visto aquella explosión de ternura en aquella mujer, siempre había pensado que la señora Wilson era un poco fría a la hora de demostrar sus sentimientos, pero en aquella ocasión superó todas sus expectativas. Cubrió a Maca de besos y de abrazos con una energía inesperada y su sorpresa fue mayúscula cuando abrió los brazos y le pidió que se acercara incluyéndola en aquella orgia de sentimientos. Las tres permanecían fundidas en un abrazo entre risas y lagrimas cuando el señor de la casa hizo su aparición. - Papá - dijo Maca sin intención de avanzar ni un milímetro. Pedro Wilson no dudo ni un segundo. Cubrió la distancia que le separaba de su hija en tres grandes zancadas y la estrechó entre sus brazos con tanta fuerza que Maca gimió de dolor cuando el abrazo oprimió la herida todavía fresca. Pedro no aflojo el abrazo acunando a su hija como si de un bebe se tratara. Esther vio como Maca permanecía un poco rígida, sin atreverse a relajarse y abandonarse a aquella muestra de amor paterno, aunque tampoco hizo nada por separarse de los brazos de su padre. Vio como las lagrimas resbalaban por sus ojos y apoyaba la cabeza en su hombro. Esther comprendió que su mujer necesitaba el amor de aquel hombre más de lo que quería reconocer y temió la conversación que inevitablemente ambos mantendrían. Sabía lo cabezota que era Maca y lo mucho que le costaba ser indulgente con su padre. Los gritos infantiles rompieron el hechizo de aquel abrazo, Pedro encabezaba la avalancha que se le vino a Maca encima sin que pudiera ni quisiera hacer nada por evitarla. Se arrodillo y abrió los brazos para ponerse a la altura de sus pequeños, detrás de Pedro venían sus hermanas, la pequeña Paula un poco rezagada porque sus cortas piernas no daban alcance a sus hermanos. El choque casi derriba a Maca que olvidó el dolor de su costado y recibió los besos y abrazos de los pequeños. Esther asistía embobada a aquella escena, con la sonrisa pintada en la cara y las lagrimas a punto de desbordar sus ojos. Jamás se había sentido tan feliz y no pudo evitar unirse a aquella madeja de brazos y piernas que peleaban por aferrarse a la pediatra. Volvía a ser una familia, volvían a estar todos juntos, y por un momento olvidaron todo el dolor y los problemas que habían ensombrecido sus vidas. Durante ese instante la felicidad llenó sus corazones y no dejaba espacio para ningún otro sentimiento. La cena transcurrió tranquila, sin que nada alterara la felicidad que se había instalado en aquella casa. Los hermanos de Maca se unieron a la alegría general y por primera vez Esther se sintió relajada en la mesa familiar, fue como le hubiera gustado que fuera siempre, una gran familia unida y feliz. Solo había una pequeña nota discordante, Maca y Pedro Wilson, cada uno en un extremo de la mesa, mirándose con recelo, sabiendo que tenían una conversación pendiente, una conversación dolorosa e inevitable. A Esther no se le escapaban aquellas miradas, conocía a su mujer perfectamente y sabía que en su interior sufría, ojalá pudiera ayudarla con aquellos sentimientos, pero era algo que tenía que solucionar ella misma, enfrentarse de una vez por todas a su padre y sacar todos los rencores que envenenaban aquella relación. Por el bien de todos esperaba que ambos 182
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llegaran a un entendimiento, porque por mucho que Maca intentara negarlo, necesitaba a su padre. Era ya tarde cuando subieron a acostar a los niños, Pedrito fue el que más tardó en dormirse, estaba nervioso y no conseguía conciliar el sueño. Maca no descartó que acabara durmiendo con ellas en mitad de la noche, pero no le importaba lo más mínimo. Hasta ese momento no había sido consciente de lo mucho que les había echado de menos. Entró en la habitación que compartía con Esther y de la mano la condujo a la terraza, la noche era fresca y la luna dominaba el cielo con su blanco resplandor. Maca abrazó a la enfermera y busco sus labios, la beso despacio disfrutando de la suavidad de aquella boca, aferrando su cintura e imaginando sobre la ropa el tacto de su piel. - Sabes - dijo Esther apoyando la cabeza en su hombro - la ultima vez que estuve en esta terraza tuve que volver dentro por el dolor que me ocasionaba estar aquí sin ti. Ahora querría quedarme así contigo para siempre. Maca le levantó la barbilla y volvió a besarla, esta vez más profundamente, un beso húmedo y salado que hizo estremecer a la enfermera notando como el deseo se apoderaba de su cuerpo. Se oyó gemir de placer cuando las manos de la pediatra volaron por debajo de su camiseta y se aferraron a su pecho. Maca se detuvo y la miró a los ojos. - Tengo toda la vida para amarte, pero ahora mismo hay algo que debo hacer y que no puede esperar. Esther suspiro sonriendo y volvió a besar los labios de la pediatra - Lo sé mi vida. Te estaré esperando, tardes lo que tardes y pase lo que pase. Aquí estaré cuando vuelvas para amarte, para abrazarte, para consolarte o para lo que sea que necesites. Maca se abrazo a ella y le susurro un te quiero al oído. Esther vio como salía por la puerta con decisión pero sabia que en el fondo estaba muerta de miedo. Maca bajó las escaleras despacio y entró en el salón, se sirvió una copa de vino y preparo otra para su padre, estaba en el despacho y sabia que la esperaba. Llamó a la puerta y su padre le indicó que entrara. La habitación estaba caldeada por el fuego de la chimenea que proyectaba sombras en la estancia. El despacho olía a madera, a libros y a la suave colonia de su padre. Un aroma que la transportaba a la infancia, que la hacia sentirse segura y temerosa a la vez. Casi siempre que su padre la reclamaba a su despacho había sido por algún asunto serio. De niña le encantaba aquella habitación, era el santuario de Pedro Wilson y se respiraba el aroma del dinero y del poder, pero para ella era la personificación de su padre y le encantaba sentarse en sus rodillas mientras el trabajaba sobre algún documento. Luego se transformó en el lugar de las discusiones, de los reproches y del cinismo. Otra vez volvía a sentirse como una adolescente, nerviosa y rebelde, pero el asunto que ahora le llevaba allí era bastante más grave. Pedro levanto la vista de sus papeles y sonrío a su hija aceptando la copa que le tendía. Se quedaron mirándose, sin que ninguno de los dos se atreviese a decir nada. Al final Maca fue la que rompió el hielo y decidió no andarse por las ramas. 183
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- ¿Cómo pudiste hacernos esto papa? Engañarnos de esta manera. Tu que siempre has defendido los valores familiares, la tradición. Nos engañaste a todos, a mamá, a mis hermanos, a mi. Eres un hipócrita. - Las cosas no son como parecen Maca, no es tan sencillo. Comprendo que estés enfadada pero no me juzgues antes de saber. - ¡Enfadada! ¡No me jodas papá , estoy mucho mas que eso! Estoy defraudada, dolida, me siento estafada. ¡Han estado a punto de matarme! Tu irresponsabilidad ha puesto en peligro a mi familia, una persona ha muerto por tu culpa y podía haber sido aún peor. ¡Enfadada!, no, es mucho peor. Estoy cabreada y ahora mismo lo único que siento por ti es un tremendo desprecio - el tono de su voz había ido subiendo a medida que la bilis subía desde su estómago. Se había propuesto no llorar, pero las lagrimas se agolpaban en sus ojos pugnando por salir. - ¿Ni siquiera vas a escuchar mi versión? ¿Vas a condenarme sin juicio ni jurado? ¿No quieres oír mi historia? - ¿Y que vas a contarme papá? Engañaste a mama, te acostaste con otra y la dejaste embarazada. Mantuviste dos familias durante años y luego, cuando te cansaste, te portaste como un sinvergüenza y las dejaste tiradas, lo solucionaste con dinero, como siempre, siempre el puto dinero y la posición, las apariencias, el respetable Pedro Wilson y su familia. ¡Y una mierda papa! ¡Todo fachada! No eres más que un miserable, un estafador. Has criticado mi vida durante años, avergonzándote de mi, tapando lo que soy y como vivo, renegando de mi mujer. Y resulta que tu tenias mucho más que callar que yo. Yo al menos soy sincera, honesta con lo que soy. Pero tú, tú has vivido engañando a todo el mundo y encima vas dando clases de moral. ¡Eres un jodido hipócrita! - ¿Has terminado? ¿Has acabado de insultarme? Porque si eso te desahoga por mi puedes seguir toda la noche, pero cuando acabes vas a escuchar lo que tengo que decirte. Siento que creyeses que soy el hombre perfecto, porque no lo soy ni jamás he pretendido serlo. Solo he luchado toda mi vida porque a mi familia no le faltase de nada, porque tú y tus hermanos tuvieseis una buena vida y pudieseis ser gente de provecho. Me he partido los cuernos trabajando y si, he cometido errores, muchos, muchísimos. Pero jamás he pretendido herir a nadie - Maca fue a decir algo, pero su padre la detuvo con un gesto de la mano - jamás me he avergonzado de ti, lo creas o no, solo quería lo mejor para mi hija y me importa una mierda si te acuestas con hombres, con mujeres o con caballos, lo que hagas en tu cama es cosa tuya. Jamás he censurado que seas lesbiana, lo reconozco, no me gusta, pero te quiero y si eso es lo que eres lo acepto sin mas. Lo que siempre me ha molestado esta forma alocada de hacer las cosas sin pensar en los demás, pasando por encima de todo y de todos. Planeaste una boda con Fernando para luego dejarle tirado delante de todo el mundo, luego decidiste marcharte y vivir una aventura con una mujer casada que no conducía a ningún sitio y, cuando por fin parecía que habías sentado la cabeza y formado una familia, lo tiras todo por la borda por un calentón. Maca, yo he cometido errores en mi vida, pero no me vengas ahora a culparme a mi por los tuyos. Porque tu también los has cometido y muchos. - Hasta ahora mis errores no le han costado la vida a nadie - Maca escupió sus palabras llenas de veneno y parecieron dar en el blanco. Pedro se levantó y se apoyó en la 184
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chimenea mirando el fuego. - Voy a contarte una historia Macarena, hablaré de esto hoy y no volveré a hacerlo nunca mas, ni contigo ni con nadie. Me da igual que me creas o no, lo que pienses o dejes de pensar. A la única que debo explicaciones es a tu madre y ella hace tiempo que me perdonó por todo esto. - ¿Mi madre lo sabe? - Hace años que lo sabe, desde que me alejé de Amelia Maldonado, desde el momento que le supliqué que me perdonara. Le explique lo mismo que te voy a contar a ti. Ella me perdonó y se quedo a mi lado. Nunca he vuelto a mentirle, jamás he vuelto a engañarla y desde entonces he consagrado mi vida a compensarla, aunque a ti no te lo parezca. Tomó la copa de vino y dio un largo sorbo. Siguió de pie apoyado en la chimenea mirando el fuego crepitar, como si las llamas le ayudarán a recordar, como si aquel baile anaranjado le transportará a un pasado de recuerdos dolorosos. Maca miro su espalda encorvada, de pronto le pareció que su padre tenía muchos mas años de los que aparentaba. - Los negocios no siempre nos han ido bien Maca, antes de que tu nacieras estuvimos a punto de perderlo todo, todo el fruto de mi trabajo se vio amenazado por la crisis vinícola y por unas malas inversiones de mi asesor financiero. Estaba de deudas hasta el cuello y con la presión de que mi familia se iba a quedar en la calle, eso si conseguía evitar ir a prision por la estafa que mi asesor hizo en mi nombre. Por aquel entonces tu madre y yo no hacíamos mas que discutir, nuestro matrimonio se había convertido en un infierno y yo estaba desesperado. Me pasaba horas en el departamento financiero, rodeado de mis trabajadores intentando encontrar una salida. Fue ahí donde conocí a Amelia, era una mujer muy hermosa y tremendamente inteligente. Parecía comprenderme a la perfección, me animaba y tenía ideas brillantes para salir del atolladero en el que me encontraba. Viajamos a Madrid para poner en marcha un proyecto que podría salvarnos de la quiebra. No voy a decirte que no lo busqué, que fue ella la que me sedujo, que yo no quería aquello. Me agarré a ella como a una tabla en medio del naufragio, en aquel momento me devolvió la cordura y las ganas de vivir. Llevábamos un año viéndonos asiduamente cuando me dijo que estaba embarazada, al principio me asusté pero luego me gusto la idea de tener un hijo con ella, incluso me planteé abandonar a tu madre y empezar una nueva vida. De momento no quería forzar las cosas y así se lo hice ver, tendríamos el niño y luego, más adelante formalizaríamos la situación. La criatura fue una niña, la llamamos Beatriz ella la inscribió como madre soltera. Las empresas Wilson se estaban recuperando y decidimos que no era el momento de un escándalo, esperaríamos un tiempo a que la situación se afianzara y después viviríamos juntos como una familia. Pasó el tiempo y yo iba a verlas todo lo que podía sin que tu madre sospechara. Amelia empezó a impacientarse y su carácter dulce y amable comenzó a agriarse. No soportaba a su hija, la ponía nerviosa y me pidió que le pagase un internado para poder quitársela de en medio y disfrutar de nuestra relación plenamente. Yo no entendía aquella situación, la pequeña era adorable y no iba a consentir que acabara en un internado. Comenzó a presionarme para que la reconociese como mi hija y abandonara a tu madre, pero yo seguía enamorado de mi mujer, lo descubrí el día en que me dijo que estaba embarazada de ti, comprendí que jamás podría dejarla, que era el pilar de mi familia y que Amelia había sido una válvula de 185
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escape. Iba a volver a ser padre y no quería renunciar a ello. Aun así no quería escapar de mi responsabilidad, tendría que reconocer a la hija de Amelia y le conté toda la historia a tu madre, le supliqué que me perdonara y ella lo hizo. Hablamos con los abogados para ver el mejor modo de arreglar la situación de la pequeña Beatriz y lo primero que me recomendaron es que hiciera un test de paternidad. Yo no entendía para que pero lo hice, y mi sorpresa fue mayúscula al descubrir que Bea no era hija mía. Amelia me había engañado con otro y se había quedado embarazada. Maca se quedó de piedra, no entendía nada, entonces que sentido tenía la venganza de Bea. Si no era hija de Pedro por que la odiaba de aquella manera. Pedro se giró hacia su hija y vio su cara de asombro - te diré lo mismo que le dije a Amelia cuando me despedí de ella, yo solo tengo una hija y se llama Macarena. Amelia lloró y suplicó, me pidió disculpas, me dijo que la niña no importaba, que la meteríamos en un internado y que todo volvería a ser como antes. Empecé a ver que aquella mujer no estaba en su sano juicio. A pesar de todo me dio pena la pequeña, ella no tenía culpa de nada y por eso seguí pagando una pensión mensual para su mantenimiento. Pero no volví a verlas. Luego me enteré de que Amelia había mantenido la ficción de que yo era su padre, un día, siendo ya una adolescente, se presentó ante mi para que asumiera mi responsabilidad, yo lo negué, le mostré los análisis de paternidad y me llamó mentiroso, me dijo que los había falsificado, que como mi mujer se había quedado embarazada de ti me inventé esa historia para volver con ella. Que te prefería a ti porque eras mas buena, mas guapa y mas lista. Comprendí que su madre había envenenado su mente y que acabaría tan loca como ella. Seguí pagando para evitarme problemas, hasta que un día me devolvieron los cheques con una nota que decía que no querían volver a saber de mi. Después de aquello no volví a tener noticias de ninguna de las dos. El resto de la historia ya la conoces. Pedro guardo silencio unos instantes - Macarena, si quieres culparme hazlo, si quieres pensar que soy un desgraciado hazlo, pero te juro que jamás quise que nada de esto sucediese, que dentro de mis errores intente hacer lo correcto. Y créeme si te digo que durante este mes que creí que habías muerto, he pagado con creces lo que hice. Te quiero hija, siempre te he querido y, decidas lo que decidas, soy tu padre y siempre te querré. Maca no se lo pensó dos veces, abrazó a su padre y lloró, lloró en sus brazos como cuando era niña, lloró por todos los besos y abrazos que le había negado durante años, por las absurdas discusiones y las palabras hirientes que se habían dicho, lloró porque le quería, porque le necesitaba y porque entre sus brazos volvió a sentir la seguridad de la infancia perdida. El sonido de alarma del móvil la despertó sacándola de su letargo, sin abrir los ojos tanteo la mesita que tenía al lado y consiguió apagarlo. El olor del agua salada inundó sus fosas nasales, respiró profundamente llenando sus pulmones con la brisa marina. Entreabrió los ojos, vio el inmenso azul teñido por los reflejos anaranjados del atardecer y sonrió perezosamente. Se había quedado dormida en una tumbona frente al mar y se sentía inmensamente feliz. 186
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Hacía varios meses que Maca había vuelto a su vida, creía haberla perdido y aún algunas noches se despertaba en medio de alguna pesadilla, bañada en sudor y aterrorizada por pensar que su regreso había sido un sueño. En esas ocasiones Maca la abrazaba hasta que se sosegaba y comprendía que era real, que no había muerto, sentir su cuerpo y su respiración conseguía calmarla hasta que volvía a dormirse en sus brazos. Tras la muerte de Bea y el viaje a la casa familiar de los Wilson, no se quedaron demasiado tiempo en Jerez, tenían muchas cosas que solucionar y ambas sentían la necesidad de retomar la normalidad de sus vidas cuanto antes. Después de la conversación con su padre Maca regresó a la habitación y le contó con todo detalle lo que había sucedido. Estaba claro que Pedro Wilson no era precisamente un santo, pero en su defensa, Esther tuvo que reconocer que había intentado ayudar a Bea aunque realmente no fuera su padre. Todo había sido producto de una mente enferma, una madre que envenenó a su hija hasta el punto de hacerle creer que la venganza era la única salida posible. Maca no dejaba de pensar en lo absurda que había sido la situación, como sus vidas habían estado en peligro por una mentira. A pesar de todo culpaba a su padre por engañar a su madre, pero al menos había un punto de esperanza en su relación, las viejas heridas tardarían en cicatrizar, pero el tiempo iría mitigando el dolor, habían dado el primer paso, hablar sinceramente, eso siempre ayudaba. Abrazó a la pediatra y la acunó entre sus brazos hasta que ambas cayeron rendidas por el sueño. Pensar en Bea le produjo un escalofrío, todavía volvían a su mente imágenes de todo lo sucedido con ella, esos recuerdos iban a tardar mucho en suavizarse, pero llegaría un día en que todo formaría parte un pasado lejano. Al regresar a Madrid volvieron a instalarse en la casa familiar que habían compartido y comenzaron una relajante rutina disfrutando de cada momento en común. Los niños reanudaron el colegio y ellas el trabajo. Hablaron mucho durante aquel tiempo, de lo ocurrido, de sus sentimientos y de los problemas que les llevaron a querer separar sus caminos. Su vida íntima retomó la pasión y frescura de los primeros años, volvieron las miradas cómplices, los roces casuales, los largos paseos de la mano y las noches de locura hasta caer rendidas, incluso hicieron alguna escapada en solitario a la casa de la sierra. Se reencontraron en todos los sentidos y era una sensación maravillosa. Fue como cuando comenzaron a salir pero con la madurez de las experiencias vividas, mucho más seguras de sus sentimientos, de una relación que ahora era mucho mas sólida gracias a todo lo que habían superado en los últimos meses. Cuando Maca se sintió lo suficientemente fuerte para ello, fueron juntas al cementerio y llevaron flores a la tumba de Vero, algo que habían estado aplazando y que las dos querían hacer. Esther sabía que para Maca era un trago muy amargo, aún se sentía culpable por lo ocurrido. Fue un momento muy triste, ambas mujeres a su manera tenían mucho que agradecer a aquella rubia alocada que había irrumpido en sus vidas como un vendaval. Para Maca fue un momento muy duro y lo pasó muy mal, había sentido algo muy especial por ella y no había podido corresponder su amor como merecía. Le había devuelto la risa y las ganas de vivir en un momento muy oscuro, se había entregado sin pedir nada a cambio 187
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y le había ayudado a recuperar el rumbo perdido. Esther por su parte, pese al dolor inicial que Vero había supuesto para ella, ahora le debía la vida y nunca podría agradecérselo. Después de colocar las flores la enfermera se alejó un poco dejando a Maca sola, sabía que necesitaba despedirse en la intimidad. La vio llorar desconsolada y murmurar apoyada en la lápida. Sabía perfectamente por lo que estaba pasando. Después de unos minutos se acercó y abrazó a su mujer, Maca se aferró a ella y luego la sonrió - ¿Sabes una cosa? - Dime - dijo apartando un mechón rebelde de su cabello. - Ella me enseño que hay que vivir cada momento como si fuera el último, que hay que apurar la vida como la última copa y que tienes que luchar por lo que deseas con todas tus fuerzas si quieres ser feliz. - Tenía toda la razón - sonrío Esther con dulzura. - A partir de ahora es lo que voy a hacer, Esther. Por ella, por ti. No pienso dejar nunca más de luchar por lo que quiero. Y lo único que quiero en la vida sois tú y los niños - su rostro reflejaba decisión y sus ojos estaban humedecidos por el llanto. Esther la miro y pensó que Maca había madurado en ese tiempo, irradiaba una seguridad y una firmeza que antes no estaban allí, a la enfermera le pareció aun mucho mas hermosa. La chiquilla caprichosa y voluble había dado paso a una mujer decidida a luchar por su familia, sintió como el amor se derramaba por sus venas porque ahora estaba segura de que su relación iba a funcionar. Ya no había miedos ni dudas. Después de ir al cementerio Maca quiso hacer una ultima cosa antes de cerrar ese capítulo de sus vidas. Se empeñó en ir al psiquiátrico y hablar con la madre de Bea. Tuvo que pedir permiso al director del hospital que, dadas las circunstancias, no se lo negó, siempre y cuando él estuviera presente en el encuentro. Esther en un principio intento disuadirla, pero luego comprendió que Maca necesitaba hacer aquello para poder seguir adelante, aunque ella estaba convencida de que no serviría de nada y que la conversación no mitigaría el dolor de todo lo ocurrido. La acompañó hasta la clínica y pensó que, si no fuera por lo que había allí dentro, el entorno seria maravilloso, mas que un hospital parecía un hotel, un sitio para relajarse y desconectar del mundo. Mendieta las estaba esperando. Entraron en su despacho y les ofreció café recién hecho. El sol tibio de la mañana entraba por el inmenso ventanal que daba a una zona ajardinada. Esther sintió un escalofrío ¿cómo un sitio tan hermoso podía albergar tanto dolor? - pensó. - ¿Y bien? - dijo Mendieta dirigiéndose a Maca - qué espera conseguir de su charla con Amelia. La pediatra hizo un gesto de negación con la cabeza indicando que ni ella misma sabia muy bien que es lo que esperaba - le advierto que esa mujer está profundamente trastornada. Tiene la cabeza llena de extraños complots contra su persona, confunde a la gente, muchas veces en las sesiones me ha llamado Pedro, desprecia intensamente a su hija y su sola mención basta para alterarla enormemente. No se como va a reaccionar ante tu presencia, no suele ser violenta, pero si ha tenido algunas crisis de autolesión. Le advierto que si veo cualquier indicio de riesgo para la salud e mi paciente, cortaré la charla. Además debe entender que su visión de la realidad esta distorsionada, así que nada de lo que diga tendrá mucha credibilidad. Si busca explicaciones a todo este asunto, me temo que Amelia no es la respuesta. - Lo sé, señor Mendieta, pero necesito verla, necesito hablar con ella para cerrar esta 188
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página, para seguir adelante. Ella es el origen de todo, la causante de tanta desdicha. Necesito mirar a sus ojos y preguntarle por que, aunque su respuesta no conduzca a ningún sitio. - Bien, que conste que esto lo hago como un favor especial, se por lo que han pasado y quiero ayudarlas. En circunstancias normales no lo permitiría, pero yo mismo estuve a punto de perder la vida a manos de la hija de Amelia y se lo que se siente. Además, desde el punto de vista médico estoy interesado en ver su reacción ante usted, puede que nos muestre algo de luz acerca de su trastorno, es usted alguien muy significativo para ella y siento una enorme curiosidad por ver que ocurre. Estaré presente al otro lado del cristal. Amelia no es agresiva, pero habrá un celador en la sala por si acaso, las reacciones de estos pacientes son impredecibles. Procure no acercarse demasiado a ella y evite cualquier contacto físico. Mendieta las condujo a una confortable sala con dos sofás y una mesa entre ambos, pidió a Esther que le acompañará y dejaron a Maca sentada de espaldas al inmenso espejo que hacia las veces de pared. El director y la enfermera salieron y se dirigieron a una sala contigua, desde ella podían ver y oír perfectamente lo que ocurría en la otra habitación. Instantes después se abrió la puerta y por ella apareció un corpulento celador conduciendo a una diminuta mujer. Esther ahogó un grito de asombro. Si no fuera porque en su rostro había numerosas arrugas y porque sabia que era imposible, hubiera pensado que se trataba de Bea. La mirada de Amelia estaba ausente, como si se encontrara a millones de kilómetros de allí, como si hubiera hecho aquello miles de veces y ya no le interesara lo más mínimo. El celador la sentó enfrente de Maca y solo cuando levanto la mirada y vio a la persona que tenía delante, sus ojos volvieron a la vida, de pronto sonrió y la sonrisa la hizo parecer más joven. - Pero bueno, que sorpresa mas agradable, si es la pequeña señorita Wilson - su voz sorprendió a Maca, era dulce, pausada, muy agradable - ¿a que debo tal honor? - Hola Amelia - ahora que la tenía delante no sabia que decir, había esperado otra reacción por su parte, pero ese tono educado, como si fueran a tomar el te, la desconcertó. Se quedo allí mirándola sin saber como seguir la conversación. - Vaya, te has quedado muda. Supongo que por fin tu padre te ha hablado de mi y vienes a conocer a la mujer que puso su vida patas arriba. Querrás conocer mi versión de la historia. Es lógico, lo nuestro fue una historia apasionada, de esas que salen en televisión. En cuanto nos vimos nos enamoramos como chiquillos, fue un fue un flechazo. Yo por aquel entonces era muy guapa y tu padre, bueno tu padre volvía locas a todas las mujeres, no había una que no estuviera coladita por el, y se dejaba querer, su mujer no le daba todo lo que el necesitaba y yo, yo le ofrecí lo que no tenía en casa. - No he venido aquí a hablar de mi padre - cortó Maca con las mejillas ardiendo de rabia ni de lo preciosa que fue vuestra historia de amor, no me interesa lo más mínimo lo mucho que os quisierais, ni la pasión desbordante que os embriagaba. Yo solo tengo una pregunta Amelia, ¿por qué? ¿Por qué envenenaste a tu hija contra mi y mi padre? ¿Por qué dijiste 189
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que era hija suya y mantuviste esa mentira? ¿Por qué despreciaste a tu hija y la volviste en nuestra contra? Eso es lo único que me interesa. Amelia la miro dulcemente y suspiró - Te pareces tanto a tu padre, tan guapa, tan segura de ti misma, tan arrogante y caprichosa. ¿Crees que a mi me importan tus preguntas? No mi niña, las cosas no siempre giran alrededor de los Wilson, no siempre salen como vosotros queréis. A veces os toca perder y sufrir, como a la gente corriente, como a los simples obreros. Quieres respuestas, pues habla con tu padre. Que te cuente como me usó a su antojo para luego abandonarme como a un perro. - Eso no fue así, el intento ayudaros cuando se rompió vuestra relación. - ¡Jajajaja! ¿Ayudarnos? ¿Crees que unas migajas de su dinero solucionan las cosas? Pobre niña rica ¡que sabrás que tu de la vida! Desde que naciste lo tuviste todo, jamás sabrás lo que es pasar hambre, ni lo que es tener que luchar por sobrevivir. Voy a decirte algo Macarena, tu familia ha marcado mi existencia desde antes que yo naciera. Durante generaciones mi familia trabajó para los Wilson, en el campo, regándolo con nuestro sudor, haciendo que brotara el fruto para que tú y los tuyos os enriquecierais, los míos eran simples jornaleros, analfabetos, trabajaron como animales dejándose la piel en vuestros viñedos, soportando el calor del sol, los bramidos del amo, sujetos a sus caprichos y trayendo al mundo nuevas generaciones bajo el yugo de un trabajo semiesclavo, ganando lo justo para sobrevivir, sin descanso, sin derechos, siempre al servicio del señorito. Incluso las mujeres estaban a su entera disposición, si el amo quería algo siempre lo conseguía, cuando nacía un nuevo retoño rogaban para que fuera varón y si era hembra, para que fuera poco agraciada. Cuando nació mi abuela pronto vieron que su belleza iba a ser un problema y lo fue, vaya si lo fue. El entonces señor Wilson, tu bisabuelo, se fijo en ella en cuanto cumplió los quince, sus padres intentaron ocultarla, pero nada escapaba a los ojos del macho ibérico, puso sus ojos en ella y más que sus ojos, en cuanto tuvo ocasión la obligó a acostarse con él convirtiéndola en su amante. De aquella unión vino una nueva vida, la dejó embarazada y no quiso saber nada de la criatura, la enviaron lejos a tener el bebe, una niña, mi madre. Mi abuela tuvo un parto complicado y murió, a la niña la metieron en un orfanato, el único gasto que ocasionó a tu bisabuelo fue la donación que hizo a las monjas a cambio del silencio y de que mantuvieran a la niña alejada de su familia. Mi bisabuelo se encaró con él y a cambio de defender a su familia obtuvo una paliza y casi pierde su trabajo, la intervención de tu bisabuela evitó que se quedara en la calle después de haber perdido a su hija, no poder ver a su nieta y verse humillado públicamente. Mi madre creció, se convirtió en mujer y, cuando tuvo edad de trabajar, tu abuelo, quizá conmovido o arrepentido de lo que hizo su padre, le ofreció un puesto en las bodegas, tu bisabuelo había muerto y las cosas habían cambiado un poco en el campo. Mi madre se enamoro de un jornalero y formó su propia familia. Jamás sería reconocida como una Wilson, ni siquiera se molesto en intentarlo, tu abuelo dejo las cosas claras, si se le ocurría airear esa vieja historia la aplastaría como un mosquito. La condición a cambio de un trabajo digno y una vida aceptable era el silencio. La historia quedo en el olvido y jamás se volvió a hablar de ella, todos la conocían pero se cuidaban mucho de airearla. Mi familia siguió trabajando para los tuyos como si no 190
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hubiera ocurrido nada. Cuando me entere de todo esto me llevaron los demonios, a los míos les pertenecía un pedazo del pastel, vivíamos modestamente cuando deberíamos vivir como reyes. Así que, como legalmente no podía hacer nada, hice lo único que se podía hacer con un Wilson,despertar su instinto animal y calentar su bragueta. Pero no iba a consentir que su simiente anidara en mi cuerpo, así que mientras estaba con tu padre busque a alguien que me dejara embarazada. Era la venganza perfecta, un bastardo que no seria un Wilson heredaría parte de la fortuna familiar. Yo quería un varón pero tuve una niña, pensé que era incluso mejor porque a tu padre se le caía la baba con la pequeña, pero luego naciste tú, y en cuanto te vio todo cambió, se enamoro de ti desde ese mismo instante y ya no tuvo ojos para nadie más, eras una Wilson y ademas fuiste un bebe precioso, no como mi hija que parecía un gato escaldado. Tu padre trajo las fotos y vi como te miraba, comprendí que mi hija jamás podría competir contigo. Luego con los años, a mis espaldas tu padre hizo las pruebas de paternidad y todo se desmoronó. Me quede sola, con una niña que no deseaba, viendo de nuevo como los Wilson ganaban la partida y se salían con la suya. Así que no me vengas con preguntas Macarena, tu y los tuyos sois como la mala hierba, crecéis aplastando todo lo que hay a vuestro alrededor, sin importaros nada ni nadie. Maca estaba muda por aquella historia, en la casa familiar nunca le dijeron nada de todo aquello, si era cierto, había una rama familiar de los Wilson que jamás sería reconocida. Tendría que volver a hablar con su padre. Podía entender la rabia y el dolor de Amelia, pero ¿y Bea? Era su hija, ¿por qué la despreciaba tanto? - Amelia - dijo con toda la serenidad que pudo encontrar en su interior - siento todo esto que me has contado, siento que mi bisabuelo se comportara como lo hizo, no tiene justificación alguna a pesar de que eran otros tiempos. Pero mi padre intento hacer lo correcto y si Bea hubiera sido su hija hubiera acabado reconociéndola. De hecho se comprometió a mantenerla aun sabiendo que no era suya. - ¡Mi hija debería haber sido una Wilson, el cerdo de tu padre debería haberla reconocido, porque por sus venas corre la misma sangre! Si hubiera tenido lo que hay que tener hubiera enmendado el error que cometió su abuelo. Pero él ya tenía una hija, y la mía no era lo suficientemente digna. - Eso no es así Amelia, la niña no.... - ¡La niña era una imbecil como el descerebrado de su padre! - chillo Amelia - un engendro del diablo concebida en un mugriento hostal de carretera, tardó una eternidad en andar, necesitó ayuda para aprender a hablar porque confundía las palabras y era incapaz de pronunciar correctamente. Cuando todos los demás niños leían correctamente ella seguía aprendiendo sílabas, era escuchimizada, enfermiza y medio lela, siempre andaba hablando sola y metida en su mundo, no me extraña que tu padre te prefiriera a ti. - Amelia, el coeficiente de tu hija era superior a la media, sus problemas de aprendizaje no eran por eso, necesitaba apoyo especial para canalizar todo lo que bullía en su cerebro... - Si, una superdotada, hiperactiva y con problemas de sociabilidad, ¡Y una mierda! Era rebelde, descarada y estupida, yo intente encauzarla, pero al final no pude hacer nada. Me prometió que nos devolvería al puesto que nos correspondía, que ella se encargaría de 191
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que Pedro Wilson nos aceptara como parte de la familia, pero yo sabia que jamás lo conseguiría. No había más que veros a las dos juntas. Un día cuando tu apenas habías empezado a caminar, tu padre te trajo a vernos. En cuanto vi a Bea a tu lado supe que jamás podría conseguir nada en la vida, tu ya eras una señorita y ella un pato mareado. - Amelia, tú fuiste la que hizo que Bea se convirtiera en la persona que fue, podríais haberlo tenido todo, pero tu absurda venganza y tus deseos de grandeza eclipsaron todo lo demás. Tú eres la tarada, no tu hija, tú y solo tú has fraguado tu venganza ahogándote en tu propio veneno. Venia aquí a por respuestas pero ya he escuchado mas que suficiente. Ahora comprendo que Bea ha sido solo un instrumento y uno de los seres mas desdichados que conozco, ahora comprendo por lo que ha pasado y puedo perdonar y seguir con mi vida mientras tu te pudres en tu propia bilis. Puede que mis antepasados marcaran tu vida y no hicieran lo correcto, pero tú has sido peor que ellos, has sacrificado a tu propia hija en una absurda cruzada - Maca no quería seguir con aquella conversación, ya había escuchado suficiente, solo tenía deseos de salir de allí cuanto antes y dejar de ver a aquella espantosa mujer. Había perdido a su hija, la había maltratado durante años y no sentía el más mínimo remordimiento, no había una brizna de amor en aquel monstruo que tenía delante, puede que su mente estuviera desquiciada, pero a Maca no le parecía real, parecía ser consciente de sus actos y estar en plenas facultades y eso le hacía sentir pánico. Era fría y despiadada, y sintió una profunda lastima por Bea, por aquella niña asustada que no comprendía porque su madre no la quería, que se esforzó hasta la locura por satisfacer sus deseos y solo recibió desprecio y crueldad. Sintió ganas de llorar y una terrible ira hacia Amelia. Sintió que si no salía de aquella habitación se asfixiaría y acabaría abofeteando a aquella mujer. Se levantó para irse y Amelia la miró con una sonrisa. - ¿Ya te vas pequeña? Qué lástima, no tengo muchas visitas interesantes y me estaba divirtiendo recordando los viejos tiempos. En fin, tu tienes tus obligaciones, no puedes venir a ver a tu madre todos los días, lo entiendo - Maca se quedó helada - Tú no eres mi madre - contestó con toda la dureza de que fue capaz - si lo fueras preferiría abrirme las venas. - Vamos, vamos, mi niña, no te pongas así. Y da recuerdos a tu padre, le extraño mucho y pienso en el a todas horas, se que es un hombre ocupado y que sus negocios le impiden venir. Pero pronto saldré de aquí y volveremos a ser una familia. Verás que bien lo vamos a pasar. Maca iba a contestar, iba a decirle que acabaría sus días en aquel encierro y jamás volvería a salir de allí, pero se dio cuenta de que era mejor no seguir con aquello. Aquella mujer era pura maldad, pero su mente estaba enferma y no conseguiría nada atacándola. Ya había habido suficiente dolor en aquella historia - Adiós Amelia - se limitó a decir mientras se dirigía a la puerta. Amelia la cogio de la mano al pasar por su lado y Maca sintió un escalofrío ante su contacto, aquella mujer parecía frágil, pero su mano apretaba con una fuerza que asusto a la pediatra, el celador se apresuró a romper aquel contacto. Amelia volvió a sonreírle en una mueca extraña, con los ojos llenos de malicia. - Ya nos veremos princesa, ya nos veremos. 192
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Maca volvió a sentir un escalofrío y la miro a los ojos para preguntarle que quería decir, pero Amelia ya no estaba allí. Su mirada se había vuelto ausente como cuando entró en la sala. Sus ojos habían perdido la chispa vital y se escondían tras un velo de ausencia. Amelia Maldonado había vuelto a su mundo de recuerdos, a su infierno privado del que no saldría jamás. Esther recordó todo aquello mientras se desperezaba, se había quedado dormida mirando al mar y se sentía totalmente relajada. Aún no podía creerse que Maca la hubiera llevado allí, con el miedo que le daba volar había aguantado sin rechistar las diez horas de vuelo que las separaban de aquella paradisíaca isla pérdida en medio del océano. El viaje había sido una sorpresa. Al planificar las vacaciones habían pensado que pasarían unos días en Jerez, los niños estaban allí desde que empezaran las vacaciones escolares, luego los recogerían y se irían todos juntos a la playa. Para terminar pasarían por el pueblo a pasar los días que quedaban con la madre de Esther y dejar a los niños allí hasta el fin del verano. Maca empezaba las vacaciones un día antes y con la excusa de no perder tiempo Esther dejó que le hiciera el equipaje. Cual sería su sorpresa cuando Maca la recogió esa tarde al terminar su turno y en el aeropuerto se dirigieron a salidas internacionales. A Esther casi le da un síncope cuando Maca le dio los billetes y vio el destino. No pudo evitar colgarse a su cuello y besarla en medio de todo el aeropuerto, sin importarle que todos las miraran. Tampoco le importó lo más mínimo que Maca estrujara su mano hasta dormírsela durante la mayor parte del vuelo, se sentía emocionada e inmensamente feliz. Maca había planificado hasta el más mínimo detalle. Estaban alojadas en una de esas cabañas que se adentran en el mar, miraras por dónde miraras veías el océano arrullandote con su melodía azul. La decoración era sencilla pero con todo lujo de detalles, hasta tenían un jacuzzi que miraba a mar y había sido testigo cómplice de su pasión. Había siempre un empleado dispuesto a satisfacer cualquier petición que tuvieran con solo una llamada y contemplar las estrellas desde el porche tumbadas en la hamaca gigante era todo un espectáculo, ya había perdido la cuenta de las fugaces que había visto y de los deseos formulados entre risas, besos y caricias. Habían hecho alguna excursión, Maca alquiló un velero para ellas solitas y navegaron entre los numerosos islotes maravillándose del paisaje y dejándose acariciar por la brisa. También fueron a bucear, Esther tuvo que hacer el bautismo porque nunca tuvo oportunidad de aprender, al principio le dio un poco de miedo, pero no quería desilusionar a Maca que hacia años que no buceaba y estaba emocionádisima. Se tragó el temor y acabó disfrutando como una niña con la experiencia. Sumergirse en esas aguas poco profundas y descubrir todo un universo de colores y seres vivos bajo el agua fue una experiencia única, compartirlo además con la mujer que amaba le pareció un sueño. Los días pasaban perezosos y cuanto más se acercaba el regreso a casa menos ganas tenía de volver. Se sentía inmensamente feliz y la vuelta a la rutina iba a ser dura. Se incorporó dispuesta a levantarse y buscar Maca cuando vio la nota en la mesita con una 193
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orquídea encima. Sonrió embobada, estaba enamorada hasta la médula y aquellos gestos de Maca no hacían más que reforzar ese sentimiento - " cariño, estabas tan preciosa durmiendo que no he querido despertarte, te espero en la playa para cenar, sigue mi fuego" - ¿Su fuego? ¿Qué estaría maquinando ahora? Maca podía ser muy romántica cuando quería. Aunque no tenía muchos arranques de ese tipo, cuando los tenía hacia que la espera mereciera la pena. En estas vacaciones estaba desconocida, jamás la había visto tan tierna y tan atenta. Suponía que lo que habían pasado hacía que sacara todo ese encanto que llevaba en su interior y que jamás mostraba a los demás. Aquellos que la consideraban fría y borde era porque no habían llegado hasta su corazón, allí el mundo era cálido y lleno de color, se sentía afortunada de haber podido traspasar el muro y mirar al otro lado. Se dio una ducha rápida y se puso un vestido ligero. Salió con el pelo húmedo y suelto. Al traspasar el umbral de la cabaña vio a lo que se refería Maca, mientras avanzaba por la pasarela de madera que llevaba a la playa los puntos luminosos se iban agrandando, la arena estaba llena de antorchas encendidas que marcaban el camino. Cuando avanzó entre ellas sintió el calor del fuego en la piel y su vientre se contrajo de la emoción. El sol ya casi se había escondido y las sombras embellecían aún más el espectáculo. El sendero de fuego continuaba por la orilla del mar. Se sintió un poco como Alicia por el camino de baldosas amarillas adentrándose en el País de las Maravillas. Un poco más adelante las antorchas se detenían, cerca de dónde acababan se veía una mesa cubierta con un mantel exquisitamente blanco, sobre la mesa estaban platos y cubiertos perfectamente ordenados y al lado una cubitera empañada de gotas de agua helada de la que sobresalía el cuello de una botella. Un poco más allá estaba ella, allí de pie sonriendola con su vestido blanco y el pelo oscuro cayéndole sobre los hombros, estaba preciosa y el deseo le golpeó el estómago con furia. Cuando se acercó no pudo evitar besar sus labios, saborear su boca y atraer su cintura hasta hacerla chocar contra su cuerpo. - Vaya, presiento que te ha gustado la sorpresa - dijo separándose de sus labios y acariciando su rostro. - Esto es precioso Maca, me encanta. No puedo expresar lo que siento en este momento, no hay palabras para describirlo. - Me basta con ver tu sonrisa, me dice todo lo que necesito saber. Sentemonos, espero que tengas hambre. - Yo siempre, ya lo sabes. Un camarero apareció de la nada y comenzó a servir el vino. La noche había caído haciendo desaparecer el sol y dando paso a una luna llena que derramaba su reflejo plateado sobre un mar en calma. Una ligera brisa mecía las olas creando un suave arrullo, de algún lugar lejano llegaba una suave música arrastrada por el viento. Permanecían en silencio mirándose a los ojos y a Esther le parecía escuchar los latidos de su propio corazón que brincaba emocionado. El camarero, una vez servidas las copas se retiró discretamente unos metros. Maca sonreía satisfecha, había procurado que la noche fuera perfecta y de momento todo iba muy bien. Cogió su copa y la alzó. 194
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- Hagamos un brindis. - ¿Por que brindamos? - Por nosotras, porque podamos repetir esta experiencia dentro de muchos años. Esther levantó su copa y chocó el cristal contra la de Maca - por verte cada mañana en mi cama de aquí a entonces. - Trato hecho - bebieron de sus copas dejando que el vino blanco resbalara refrescando sus gargantas - ¿Eres feliz? - preguntó Maca. - Mucho, estos últimos meses me has dado tanto que no se como corresponderte, y este viaje ha sido tan maravilloso que no creo que nunca vuelva a sentirme así. Echo de menos a los niños, pero necesitábamos esto. Me da un poco de miedo volver a la rutina - Otro camarero apareció con la cena, la ensalada parecía contener todos los colores y el pescado, una variedad local, olía de maravilla. Una vez servida la mesa volvió a desaparecer como había venido. - Bueno, tendremos que intentar que la rutina no nos aplaste Esther, podemos hacer muchas cosas y buscar de vez en cuando un espacio para estar solas. Solo tenemos que proponérnoslo. - Eso es cierto pero luego ya sabes como son las cosas. - ¡Hey! No nos preocupemos antes de tiempo. Disfrutemos del día a día. Afrontaremos lo que llegue en su momento, si estamos juntas todo ira bien - tomó su mano por encima de la mesa y la apretó. Esther asintió y se acercó la mano de Maca a los labios besándola con ternura. Cenaron con calma disfrutando de la comida, charlando animadamente sin prisas. Cuando terminaron los postres Maca se levantó y la tomó de la mano - ven, demos un paseo por la orilla - descalzaron sus pies y Esther se dejó guiar hacia el agua, caminaban despacio, una suave brisa les acariciaba la piel, iban tomadas de la mano y en silencio disfrutando de la mutua compañía. El agua bañaba sus pies y sus huellas dejaron un camino de pisadas paralelas sobre la arena. Llegaron a una pequeña cala formada por un puñado de rocas, Maca la condujo entre ellas y se detuvo ante una pequeña barca varada en la arena, se separo de su mano y enlazó su cintura para besarla con ternura, Esther sintió que se hacia agua. Se abandonó con deleite a ese beso correspondiendo con el deseo a flor de piel. Maca se separó y la miró fijamente a escasos centímetros de su boca. - Te quiero - a Esther se le secó la garganta - y no quiero pasar mi un minuto de mi vida sin ti. Hay algo que quiero darte, espera - se acercó a la barca y sacó algo de su interior - toma - le tendió un pequeño paquete envuelto en papel de regalo - Esther no tenía palabras ¿Cuando había puesto aquello allí? supuso que había contado con la ayuda de los empleados del resort, estaba totalmente sorprendida y le temblaban las manos al abrir el paquete. Cuando retiró el envoltorio se encontró con una pequeña caja de madera tallada, era de artesanía local, al abrirla encontró una sencilla alianza de plata, en su interior estaba grabada la fecha de su boda. Levantó la vista con un interrogante reflejado en la cara. - ¿Quieres volver a casarte conmigo? Esta vez traigo anillo y todo. No pudo evitar que sus ojos se humedecieran, se abrazó a ella con fuerza - si Maca, 195
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claro que quiero, no hay nada en este mundo que desee más - se puso la alianza y sonrió ¿Y la fecha que has grabado? - Para mi es como si nunca hubiésemos dejado de estar casadas, nunca quise ese divorcio y nunca lo sentí como tal, no quiero celebrar otra fecha. No quiero tener otro aniversario, quiero volver a casarme ese mismo día. Nuestra boda fue el momento más feliz de mi vida, aquella noche te jure que te amaría siempre, que lucharía contigo contra viento y marea, contra todos los obstáculos, contra el mundo entero si hacia falta, y quiero que permanezca así, renovar esa promesa y no faltar a ella nunca mas, si a ti te parece bien, claro. Esther sonrió al mirarla, dedicándole aquella sonrisa que la pediatra tanto había echado en falta. Quería a aquella mujer con toda su alma, amaba su orgullo, su tozudez, su impaciencia y aquel toque borde que tanto irritaba a los demás. Porque sabía que debajo de todo aquello había todo un mundo de ternura y amor. - Me parece perfecto mi vida. La besó y notó como los labios de Maca se separaban permitiéndole alcanzar su lengua, acariciarla con la suya, saborear cada rincón. El beso despertó aún más el deseo que ya sentían y las manos comenzaron a desnudar aquellos cuerpos que tanto se anhelaban, acariciando a su paso la piel encendida. Se entregaron sin reservas, al abrigo de las rocas, sobre la fina capa de arena blanca. Hicieron el amor bajo la luna, arrulladas por el canto del mar, entregándose el alma en cada beso, en cada caricia, en cada gemido arrancado por sus roces. Aquella playa selló su amor para siempre, fue testigo de su pasión desbordada y esa noche bajo un manto de estrellas, fue la primera de otras muchas compartidas el resto de sus vidas.
FIN
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