LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
JUJUY EN 1810 Viviana E. Conti
Esta sección está dedicada a la vida en Jujuy alrededor de 1810. Aquí describiremos la vida cotidiana de los jujeños antes de la Revolución de Mayo de 1810 y veremos cómo el estallido revolucionario en Buenos Aires trastocó la vida de sus habitantes, sin distinguir categorías sociales, económicas o étnicas. Para ello, hemos dividido esta sección en dos partes: la primera parte analiza distintos aspectos de la vida en Jujuy antes de la Revolución, comenzando con la ubicación de Jujuy en el mundo colonial, los caminos de acceso, distancias, formas de comunicación y de transportes y descripciones de la ciudad de San Salvador y su jurisdicción (el campo bajo su control), obtenidas a través de documentos doc umentos de la época y viajeros que pasaron por entonces. El capítulo segundo da cuenta de los habitantes, en cantidades, composición étnica y formas de asentamiento, en especial –pero no exclusivamente- dentro del ámbito urbano. El tercer capítulo está dedicado a las actividades económicas, el papel de Jujuy en los circuitos mercantiles coloniales y las ocupaciones a las que se dedicaban sus habitantes. El cuarto y último capítulo de esta sección está dedicado a describir distintos aspectos de la vida política y cotidiana en una sociedad que transitaba las últimas décadas coloniales. La segunda parte está centrada en el impacto que la Revolución de Mayo provocó en la vida pueblerina de Jujuy, desde el arribo del Ejército Auxiliar del Alto Perú, enviado desde Buenos Aires, acontecimiento casi anecdótico para sus habitantes, que ni soñaron en las transformaciones que la nueva coyuntura de guerra traería a la calma pueblerina de Jujuy. Esta sección está dividida en capítulos que contienen distintos aspectos de los efectos de la guerra -que en esta zona duró quince años- en la demografía, en las actividades económicas y en la vida política y cotidiana de los hombres y mujeres que habitaban el suelo jujeño.
Agradezco a la prof. Dionila Baldiviezo por su inestimable colaboración en la búsqueda de material documental. Todo lo escrito es responsabilidad mía.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
PRIMERA PARTE JUJUY ANTES DE LAS GUERRAS DE LA INDEPENDENCIA
1. DESCRIPCIÓN GENERAL DE LA JURISDICCIÓN DE JUJUY.
Localización, caminos y distancias con otros centros de población En el momento de su fundación, la ciudad de San Salvador de Jujuy fue dotada de Cabildo, que era la institución colonial encargada de ejercer el gobierno y la justicia, en todo su ámbito territorial. Por tanto, poseía un territorio más allá de la ciudad, sobre la cual ejercía su dominio; así la jurisdicción de Jujuy abarcaba la ciudad de San Salvador y la campaña o campo con sus pueblos y aldeas. El territorio jurisdiccional de Jujuy se extendía por el Norte hasta los límites de Chichas y Tarija, por el Sur hasta el territorio de Salta, por el Oeste hasta las altas cumbres y por el Este hasta la planicie chaqueña, que era la auténtica zona de frontera, en constante guerra con los indígenas. La frontera chaqueña fue transformando el dominio que ejercía el cabildo de Jujuy sobre su territorio, al dotarla de fuertes y miradores que protegieran las “entradas de los vecinos” para recuperar terreno y extender las tierras de laboreo (haciendas y estancias) bajo la sujeción española; estas incursiones sobre el territorio chaqueño-indígena era aprovechado para capturar “piezas”, aborígenes que eran obligados a trabajar en las chacras cercanas a la ciudad1. La jurisdicción de Jujuy comprendía una extensa superficie con distintos pisos ecológicos: tierras altas en la Puna, valles secos en la Quebrada de Humahuaca, valles centrales húmedos y valles subtropicales de yungas, que la hacían poseedora de una gran variedad de producciones. El valle de Jujuy, donde se estableció la ciudad, está ubicado en la transición entre los ambientes áridos y los climas subtropicales; es un valle húmedo, cerrado hacia 1
Esta práctica fue legalizada por la Corona según Auto general de 1666. Véase Gabriela Sica y Mónica Ulloa, “Jujuy en la colonia. De la fundación de la ciudad a la crisis del orden colonial”, en Ana Teruel y Marcelo Lagos (dir.), Jujuy en la historia. De la colonia al siglo XX , Universidad Nacional de Jujuy, 2006, página 60.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
PRIMERA PARTE JUJUY ANTES DE LAS GUERRAS DE LA INDEPENDENCIA
1. DESCRIPCIÓN GENERAL DE LA JURISDICCIÓN DE JUJUY.
Localización, caminos y distancias con otros centros de población En el momento de su fundación, la ciudad de San Salvador de Jujuy fue dotada de Cabildo, que era la institución colonial encargada de ejercer el gobierno y la justicia, en todo su ámbito territorial. Por tanto, poseía un territorio más allá de la ciudad, sobre la cual ejercía su dominio; así la jurisdicción de Jujuy abarcaba la ciudad de San Salvador y la campaña o campo con sus pueblos y aldeas. El territorio jurisdiccional de Jujuy se extendía por el Norte hasta los límites de Chichas y Tarija, por el Sur hasta el territorio de Salta, por el Oeste hasta las altas cumbres y por el Este hasta la planicie chaqueña, que era la auténtica zona de frontera, en constante guerra con los indígenas. La frontera chaqueña fue transformando el dominio que ejercía el cabildo de Jujuy sobre su territorio, al dotarla de fuertes y miradores que protegieran las “entradas de los vecinos” para recuperar terreno y extender las tierras de laboreo (haciendas y estancias) bajo la sujeción española; estas incursiones sobre el territorio chaqueño-indígena era aprovechado para capturar “piezas”, aborígenes que eran obligados a trabajar en las chacras cercanas a la ciudad1. La jurisdicción de Jujuy comprendía una extensa superficie con distintos pisos ecológicos: tierras altas en la Puna, valles secos en la Quebrada de Humahuaca, valles centrales húmedos y valles subtropicales de yungas, que la hacían poseedora de una gran variedad de producciones. El valle de Jujuy, donde se estableció la ciudad, está ubicado en la transición entre los ambientes áridos y los climas subtropicales; es un valle húmedo, cerrado hacia 1
Esta práctica fue legalizada por la Corona según Auto general de 1666. Véase Gabriela Sica y Mónica Ulloa, “Jujuy en la colonia. De la fundación de la ciudad a la crisis del orden colonial”, en Ana Teruel y Marcelo Lagos (dir.), Jujuy en la historia. De la colonia al siglo XX , Universidad Nacional de Jujuy, 2006, página 60.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 el Este por las sierras Subandinas. Es la zona con clima más benigno de la región; está ubicado entre los 1.000 y 1.500 metros sobre el nivel del mar, recibe lluvias abundantes y tiene una temperatura relativamente baja a causa de la altura. Es un valle amplio, surcados por ríos, con suelos fértiles, donde hubo un temprano desarrollo agrícola. Está comunicado con el valle de Lerma, de similares características, donde se localiza la ciudad de Salta (por entonces capital de la intendencia de Salta del Tucumán, a la cual estaba subordinada Jujuy). Hacia el Norte, el Altiplano (que en Jujuy recibe el nombre de puna) se eleva a 3.500 metros sobre el nivel del mar, está limitado por cadenas montañosas de 5.000 a 6.000 metros de altura y cortado por estribaciones y depresiones. Es monótono, desértico, con suelo árido y con algunos arbustos resinosos; las condiciones climáticas son poco benignas, caracterizadas por una gran amplitud térmica diaria y vientos constantes. Una vez que el viajero trepaba al Altiplano podía continuar la travesía hasta Potosí o La Paz, siempre en la misma altiplanicie y bajar hasta Lima; en él se desarrollaron los centros mineros más importantes del Alto Perú. La conexión entre el valle de Jujuy y el Altiplano (puna) son la quebradas: valles secos, relativamente estrechos, con la dirección N-S, surcados por ríos caudalosos (principalmente en verano) que nacen al 3.500 metros de altura y desembocan en los valles a 1.500 metros sobre el nivel del mar. Estas quebradas eran utilizadas como caminos “de herradura”2. La más importante es la quebrada de Humahuaca, donde el clima es semiárido, pero la menor cota sobre el nivel del mar determina temperaturas algo más templadas. En líneas generales, estos valles fueron (y siguen siendo) zonas preponderantemente agrícolas donde prospera una gran variedad de vegetales, en cultivos bajo riego. Hacia el Este, la Cordillera Oriental está formada por un conjunto de cordones montañosos (serranía de Santa Victoria y cadena de Zenta, con picos que se elevan sobre los 4.500 metros sobre el nivel del mar), separados por valles profundos y quebradas que bajan a las yungas o selvas de altura, en la falda oriental, donde reciben la mayor cantidad de precipitaciones de la región. Es una zona con diferentes pisos de vegetación que incluyen selvas y bosques ubicados sobre la vertiente oriental andina y conforman una unidad ambiental que ocupa 2
Los caminos de herradura eran aptos sólo para el viaje a caballo, mula o burro, mientras que en los caminos “carreteros” podían transitar carretas.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 también el amplio valle de San Francisco en las sierras Subandinas. Esta última es una zona netamente subtropical ubicada a pocos centenares de metros sobre el nivel del mar, con elevadas temperaturas e intensas precipitaciones y humedad. Más al Este, se baja hasta las estribaciones occidentales del gran Chaco, donde las temperaturas son elevadas y las lluvias son abundantes en verano. Hasta mediados del siglo XIX, estuvo ocupada por indígenas tobas, wichí y otras parcialidades; la avanzada “colonizadora” fue una línea zigzagueante de reducciones y fortines, detrás de las cuales se asentaban algunas haciendas3. Mapa 1 Jujuy en el Área Andina
Escala 1: 5.000.000
Jujuy –ciudad y campaña- formó parte de la Gobernación del Tucumán hasta la creación de los nuevos virreinatos en el siglo XVIII. Desde entonces pasó a integrar la Intendencia de Salta del Tucumán, dentro del Virreinato del Río de La Plata. La ciudad
3
La frontera fue una línea móvil, en avanzada durante la segunda mitad del siglo XVIII y que en la primera mitad del siglo XIX presentaba una tendencia hacia el retroceso hacia el occidente. Véase: Alberto Gullón Abao, La frontera del Chaco en la Gobernación del Tucumán (1750-1810), Universidad de Cádiz, 1993.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 de Salta, capital de la Intendencia, estaba ubicada a 18 leguas4 al sur, en el valle de Lerma. Por Jujuy pasaba el Camino Real, que unía las ciudades virreinales de Buenos Aires y Lima; desde el Sur el Camino Real iba tocando las ciudades de Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y arribaba a Jujuy por una ruta –actualmente inexistente- que iba de Vaqueros y la quebrada de los Sauces hasta la Almona pasando por San Antonio; la ruta llegaba hasta la ciudad de San Salvador, donde tomaba el lecho del río grande y trepaba la quebrada de Humahuaca hasta las cercanías de Sapagua, donde enganchaba con la quebrada de la Cueva (por el cauce del río La Cueva), subía por el abra de Cortaderas hasta Yavi5. Es la ruta en la que se estableció, en el siglo XVIII, el sistema de postas6. El camino podía hacerse en una jornada a caballo, con cambio de cabalgadura en la posta de La Cabaña, o en dos jornadas de trajín normal; este camino entre Salta y Jujuy era un camino de “de herradura”, pero el más seguro y por tanto el más usado. Existía otro camino “carretero” que iba por el fuerte de Cobos, más largo e inseguro por la constante amenaza de los malones indígenas procedentes de las llanuras chaqueñas. Entre la ciudad de Jujuy y Potosí había 130 leguas, que solían realizarse en 14 jornadas en mula con recambio de cabalgaduras; el camino era de herradura y el transporte de ganado o mercancías en arrias tardaba el doble y el triple de tiempo. La distancia con Buenos Aires (450 leguas) podía realizarse en 30 a 50 días a caballo, mientras que el transporte de mercaderías en carretas, duraba de 3 a 5 meses. Aunque los viajes de entonces eran muy incómodos –sobre todo si los comparamos con los de la actualidad- la gente se desplazaba mucho; viajes de negocio, pero también de placer o por conocimiento, eran mucho más frecuentes de lo que podemos pensar o tenemos en el imaginario de hoy. Debido a su situación geográfica, la ciudad de Jujuy era un centro de tránsito obligado entre la Altiplanicie y las tierras bajas pampeanas, donde los viajeros permanecían el tiempo necesario para equiparse con sus bastimentos. Esta ubicación 4
La legua castellana (usada en Jujuy) era equivalente a 5.000 varas o a 4,33 kilómetros. Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy (en adelante AHPJ), 1885, Caja 2, agosto 6. 5 Brackebusch indica el punto de bifurcación en Atumpa, de allí partía “el camino grande, que antes seguía en el abra de la Cortadera, por Yavi hasta Tupiza”. Luis Brackebusch, Por los caminos del Norte, Universidad Nacional de Jujuy, 1990 [1881], página 47. 6 Véase Alonso Carrió de la Vandera (Concoloncorvo): El lazarillo de ciegos caminantes. Barcelona, Biblioteca Ayacucho, 1985.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 privilegiada en el camino que unía a Buenos Aires con Potosí y con Lima le imprimía un gran dinamismo mercantil, ya que por ella pasaban mercaderes, comerciantes, tratantes, funcionarios y viajeros en general. Los negociantes llevaban y traían todo tipo de mercancías y, como veremos más adelante, estas actividades generaban trabajo en muy diversas labores para los habitantes de la ciudad y la campaña. Al llegar a Jujuy, un viajero extranjero apuntaba en su diario de viaje lo siguiente: “… los encierros para ganado, trozos de terrenos cultivados y granjas anuncian al viajero que se aproxima a la populosa ciudad de Jujuy, que en un tiempo tuvo un movimiento y opulencia considerables…” 7.
El sistema de postas (utilizadas para el correo Real) establecido por la Corona Española para mantener comunicadas a las ciudades virreinales de Buenos Aires y Lima, atravesaba toda la jurisdicción de Jujuy. Las postas eran paradores donde los viajeros podían hacer cambio de cabalgadura y seguir su camino o pararse a descansar, en cuyo caso recibían de los mozos y postillones la atención de comida y albergue para ellos y los animales con los que viajaban. En las postas el viajero recibía informaciones sobre el estado de los caminos y, de ser necesario, baqueanos que lo auxiliaran en trayectos difíciles de su travesía. La primera posta, entrando desde el sur, se ubicaba a orillas del río Perico en la hacienda La Cabaña. La siguiente posta estaba en la misma ciudad de San Salvador, a orillas del río Xibi-Xibi8. Los restantes paradores, en el camino hacia el norte, estaban ubicados en Huájra, Hornillos, Humahuaca, La Cueva, Cangrejos Grandes y La Quiaca9. La ciudad de Jujuy era la última ciudad de importancia de la vía carretera del camino Real entre el Río de La Plata y Potosí; hasta aquí llegaban las carretas 7
Edmundo Temple, Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy en 1826 , (Capítulos extraídos del libro “Travels in various parts of Perú”, Londres, 1830, Traducido por Jaime Noguera con prólogo del Dr. Juan B. Terán), reimpresión de la Universidad Nacional de Jujuy, 1989, página 167. 8 Según el plano de la ciudad elaborado por Ricardo Rojas, en 1808 el edificio de la Posta se encontraba en lo que hoy es la calle Lamadrid entre San Martín y la barranca del Río Chico 9 Alonso Carrió de la Vandera, El lazarillo…op.cit., página 87 y subsiguientes. El viaje de Alonso Carrió de la Vandera se realizó entre los años 1771 y 1773, como funcionario de la Corona, designado por Carlos III “Segundo Comisionado para el arreglo de Correos y ajuste de Postas entre Montevideo-Buenos Aires y Lima”. En 1775 escribió sus experiencias en dicho viaje, en una obra que ha tenido diversas publicaciones a lo largo del tiempo y que es la que estamos citando.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 procedentes de Buenos Aires, Córdoba o Tucumán cargadas con mercancías, con destino a los mercados del Alto y Bajo Perú; en adelante el camino era de herradura, por lo cual sólo se podía continuar el viaje en mula y las mercancías debían enfardarse para ubicarlas en tercios de mula o burro10. A pesar de ser una ciudad relativamente chica, tenía mucho movimiento de personas: viajeros, arrieros y transeúntes que hacían el camino entre las “provincia de arriba” (Alto y Bajo Perú) y las “provincias de abajo” (Río de La Plata). Como era la última o primera ciudad del camino carretero -según el destino y procedencia de los viajeros-, estos debían cambiar de medio de transporte, reemplazar la mula por la carreta o viceversa, lo cual obligaba a la permanencia en la ciudad del tiempo necesario para realizar esos preparativos y abastecerse de lo necesario para el viaje, todo tipo de bastimentos que adquirían en las pulperías y almacenes de la ciudad. Los compradores de ganado contrataban capataces, adiestradores y peones, que a su vez eran surtidos, por los comerciantes de la ciudad, de todos los efectos necesarios para realizar la travesía. Los transportistas de mercancías contrataban a arrieros especializados, dueños de arrias de mulas y burros, que también eran expertos conocedores de los caminos, aguadas y pastizales. “El hecho de encontrarse Jujuy en relación directa con las provincias del Alto Perú y sobre el camino principal a Potosí, contribuye a que tenga ventajas sobre Salta que se halla a nueve leguas fuera del camino. Llegan hasta Jujuy las carretas cargadas de mercaderías con destino a los mercados del Perú, y como en adelante sólo pueden continuar el viaje a lomo de mula, deben ser descargadas allí. De ahí que la ciudad sea un depósito general de artículos para viajes a través de las sierras. La dificultad en pasar las cordilleras, hace necesaria la previsión. Es también por esto que después de Buenos Aires ninguna otra ciudad presenta tanto movimiento comercial como Jujuy”11. 10
Así la describieron los viajeros que la visitaron en la época. Edmundo Temple, op. cit., páginas 167168. Alonso Carrió de la Vandera, op. cit., página 88. Joseph Andrews, Las provincias del Norte en 1825, Universidad Nacional de Tucumán, 1957, página 104. 11 Joseph Andrews, Las provincias del Norte en 1825, Universidad Nacional de Tucumán, 1957, página 104.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Esta particularidad (la necesidad de arrieros al llegar a Jujuy), había convertido a la profesión de la arriería en una de las más importantes a nivel local y a sus integrantes en personajes muy requeridos por su experiencia y conocimientos.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
2. LOS HABITANTES DE JUJUY Los datos más confiables con que contamos, relativos a la cantidad de población de la jurisdicción de Jujuy, provienen de fines del siglo XVIII. Luego, sólo se conservan datos parciales por zonas hasta el primer censo nacional de 1869. Según los datos arrojados por el Censo levantado por orden del rey Carlos III en 1778-177912, en la jurisdicción de Jujuy vivían 14.694 personas (sin contar los curatos de Humahuaca y Río Negro, para los cuales no se conservaron los datos). Su población era mayoritariamente rural y étnicamente indígena. La zona de la Puna era la que contaba con el mayor porcentaje de población indígena. En la quebrada de Humahuaca la composición étnica de la población era especialmente mestiza e indígena. En cambio, en los valles centrales (sin la ciudad) la mayoría de los habitantes eran criollos mestizos; mientras que en los valles orientales o subtropicales había una preeminencia de indígenas y mestizos. En la población de la ciudad de San Salvador (población urbana) era donde se encontraba la mayor diversidad étnica, ya que allí se concentraban los españoles, negros y mulatos, a la vez que contaba con la presencia de indígenas y mestizos. El Gráfico 1 da muestra de la composición étnica de toda la jurisdicción de Jujuy, según los datos del Censo de 1778-1779. Gráfico 1 Composición étnica de la jurisdicción de Jujuy (1779) Indeterminados 13% Mulatos 6%
Españoles 4% Mestizos 19%
Negros 2%
Indios 56%
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Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, Buenos Aires, Imprenta Coni, 1913. Tomo I, páginas 111 a 421. Este Censo ha sido trabajado y analizado por distintos historiadores y demógrafos, algunas de cuyas obras citamos más adelante.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Fuente: elaboración propia en base al Censo de 1779
La población rural vivía en haciendas, estancias, chacras y pueblos de indios, dedicados a tareas agrícolas y ganaderas. Los hacendados y estancieros más importantes y ricos también tenían casa en la ciudad y solían desplazarse continuamente entre el campo y la ciudad con sus familias y sirvientes. Los criados y sirvientes (esclavos, libertos e indios) acostumbraban trabajar tanto en la casa de la ciudad, en los quintales (tras las casas) o bien eran enviados a las posesiones del campo a realizar diversas labores relacionadas con la producción agrícola (siembra, cosecha, recolección), ganadera (matanzas, marca de ganado, elaboración de grasas, sebo, etc.) u otras actividades relacionadas con la provisión de productos y bienes para el consumo cotidiano de la casa familiar13. La elite (compuesta por las familias prominentes) originariamente estuvo formada por los descendientes de los conquistadores, los primeros encomenderos y sus parientes. Sin embargo, a lo largo del siglo XVIII, y especialmente en las últimas décadas, fueron llegando a Jujuy inmigrantes españoles que contrajeron matrimonio con mujeres de la elite local, dando lugar a la formación de nuevos linajes, que ocasionaron el crecimiento de los sectores socialmente prestigiosos. Muchos de estos recién llegados, invirtieron sus ganancias obtenidas en el comercio y otros menesteres en la compra de tierras, engrosando así el sector terrateniente. En las haciendas y estancias vivían y trabajaban españoles y mestizos dedicados a tareas específicas, tales como mayordomos, capataces, administradores, cuidadores, invernadores, arrieros y otras actividades de campo que conllevaban una cierta formalidad. Estas labores exigían, además, una debida capacitación, experiencia y responsabilidad, por cuanto sus detentadores eran reconocidos y gozaban de un prestigio social relativo, que anteponía el apelativo de “don” a sus nombres14.
13
Mónica Ulloa, “Población y unidades domésticas en una ciudad colonial: San Salvador de Jujuy 17551757”, en Ana Teruel (compiladora), Población y trabajo en el noroeste argentino siglos XVIII y XIX , Universidad Nacional de Jujuy, 1995, página 49. 14 El tratamiento de don como encabezamiento del nombre era sinónimo de honorabilidad, con marcada jerarquía étnica. Era usual en el sector de los españoles, pero menos aceptado su uso entre los mestizos o indígenas. En 1794, Juan Antonio Moro Díaz hizo un especial pedimento al Virrey para que “tenga a bien corresponderle el Don por escrito y de palabra, debido a su nobleza de sangres y también por los empleos que anterior y actualmente obtiene”. AHPJ, Sección Ricardo Rojas (SRR), Caja XXVIII, Libro
Capitular de 1769-1795, folios 370v a 376. Acta Capitular del 12 de julio de 1 794.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 La ciudad de San Salvador estaba emplazada entre las barrancas del Río Grande y el Xibi Xibi. A mediados del siglo XVIII la ciudad se extendía desde la Ermita de San Roque (barrancas del Xibi-Xibi), el Convento de La Merced (ambos ubicados en lo que actualmente es la calle Gorriti), seguía por la calle Real (hoy calle Sarmiento) la calle de La Merced (hoy llamada Otero), la calle de San Francisco (actualmente Lavalle) y la calle Del Portal (hoy Necochea). Las cortaba perpendicularmente la calle del Comercio (hoy Belgrano), que comenzaba en la Plaza Mayor y concluía en los campos de la Tablada, paralela a la calle de San Roque (Independencia), y las barrancas de ambos ríos. A orillas de este radio céntrico se ubicaban los rancheríos15. Así lo describía un viajero a fines del siglo XVIII: “Se sale o se entra [a la ciudad] por una hermosa tablada de media legua de largo y la mitad de ancho, y se desciende por un corto barranco…” 16 .
La ciudad estaba dividida en 2 cuarteles o barrios, cada uno al mando de un alcalde de barrio, nombrados por el Cabildo17 (como veremos más adelante, esta división sufrió transformaciones a partir de 1811). En ella convivían dos tipos de personas: los habitantes (permanentes) y los estantes (transitorios). A su vez, los habitantes, podían ser vecinos o simplemente residentes; indudablemente, la categoría de vecino tenía mayor status político y legal. Las condiciones que un habitante debía cumplir para alcanzar el título de vecino eran ser propietario, estar casado (jefe de familia) y tener un empleo u oficio independiente y reconocido. En Jujuy, el hecho de tener un domicilio fijado en la ciudad era indispensable para el atributo de vecindad, no obstante no era necesario que viviera allí en forma permanente, podían residir en la campaña parte del año y ser vecino de la ciudad. Sí se consideraba obligatorio el requisito de poseer un trabajo independiente; en un documento de la época pudimos observar que el electo regidor18 se negaba a recibir el cargo argumentando que tenía un empleo de dependiente y por lo tanto no era lo suficientemente honorable para acceder al cabildo.
15
Mónica Ulloa, op. cit., página 47. Félix Infante, Calles de mi ciudad , Jujuy, 1980. Alonso Carrió de la Vandera, op. cit., página 88. 17 AHPJ, Sección Ricardo Rojas (SRR), caja IV, folios 148-149. Véase más adelante en el capítulo 4 “La vida política y cotidiana” las funciones y responsabilidades de los alcaldes de barrio. 18 Los cargos de cabildo, sus características y funciones, tales como regidor, alguacil, alcaldes y otros, pueden verse con mayor detenimiento en el apartado 4 “La vida política y cotidiana”. 16
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 En la sociedad de Jujuy poseía especial relevancia ser reconocido como vecino. En 1810, se cuestionaba a don Sebastián de la Mella el querer participar en el remate de la vara de alguacil mayor de la ciudad por ser vecino nuevo . En tal oportunidad debió intervenir el procurador del cabildo, con el argumento de que “cuatro vecinos de honor” habían manifestado su confianza en el “joven”19. En el centro de la ciudad se encontraban emplazadas las casas de las familias más importantes; en ellas generalmente convivían los integrantes de la familia con algunos parientes, servidumbre, esclavos y, ocasionalmente, viajeros o transeúntes que se alojaban transitoriamente. Era bastante común que la gente de paso por Jujuy se alojara en casas de las familias locales, quienes solían disponer de un cuarto para ese negocio extra20. A medidos del siglo XVIII, la calle de La Merced era donde se concentraba la mayor cantidad de población (40% en 1757). Mónica Ulloa, al analizar este período, observa que, pese a la pequeñez de la ciudad, ya se advertía una gran movilidad social, producto de una sociedad en continuo cambio y renovación, donde se instalaban cada año nuevos núcleos familiares, muchos de ellos constituidos por hombres forasteros y mujeres originarias (en el caso de los españoles étnicos), estos matrimonios facilitaban a los hombres de otras regiones la posibilidad de establecerse con vínculos en la ciudad21. Existía un porcentaje importante de hogares cuyos jefes eran mujeres (alrededor del 34% para mediados del siglo XVIII), generalmente viudas22. Ambos elementos, matrimonios con forasteros y abundancia de viudas, nos están hablando de una sociedad con un mercado matrimonial donde había escasez masculina dentro del grupo étnico de españoles. De allí la importancia cualitativa que tuvo para la elite local el arribo de inmigrantes (españoles europeos) en las últimas décadas coloniales. La llegada de dichos inmigrantes españoles en las últimas décadas del siglo XVIII incrementó la cantidad de habitantes urbanos, lo que habría repercutido en el crecimiento de la ciudad, sobre todo de la zona céntrica donde se ubicaban las viviendas de los sectores más acomodados. En el plano de la ciudad que poseemos para el año
19
AHPJ, SRR, Caja XXXVII, Legajo 1, documento. 19. Mónica Ulloa, op. cit., página 54 21 Mónica Ulloa, op. cit., páginas 48-49. 22 Mónica Ulloa, op. cit., página 55. 20
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 180823, puede observarse que el casco urbano fue adquiriendo la extensión del actual radio céntrico, entre ambos ríos y entre las actuales calles Argañaráz y Patricias Argentinas, donde comenzaban los campos de la Tablada. Rebasando esos límites estaban los suburbios, donde se ubicaban las quintas y los rancheríos. Al interior del radio urbano, además de casas y solares, estaban los edificios públicos: el Cabildo y la Posta, los edificios eclesiásticos: la Iglesia Matriz, el convento de La Merced, el convento de San Francisco, la capilla de Santa Bárbara y la ermita de San Roque, así como establecimientos comerciales: en el plano están especialmente señalizados el molino de López Ovando, la carpintería de Santiago y la carnicería de Lálamo (todos ubicados a la ribera del río Chico), pero sabemos, a través de la documentación de la época, de la existencia de distintos comercios de venta al público y mayoristas, así como talleres artesanales, jabonerías y curtiembres, sobre los cuales nos explayaremos más adelante. Debido a su composición social, la ciudad era el lugar donde se mezclaban españoles, mestizos, indios, negros y castas, dando lugar al contacto entre distintas culturas, comportamientos, costumbres y formas de esparcimiento. El constante arribo de viajeros, estantes y forasteros de paso contribuyó a la cotidianeidad multicultural y multiétnica y favoreció los procesos de mestizaje. El Gráfico 2 nos da una pauta de la diversidad étnica existente en la ciudad de San Salvador a fines del siglo XVIII, según las cifras arrojadas por el Censo de 17781779. Gráfico 2 Población de la ciudad de San Salvador de Jujuy. Distribución étnica según datos del Censo de 1779 Indeterminados 1% Mulatos 14%
Españoles 13%
Negros 8%
Mestizos Ricardo Rojas, “Plano de ciudad en 1808, extraído de un legajo de contribuciones para gastos de la 36% invasiones inglesas”, en Viviana Conti, Jujuy en sus documentos. Recopilación del Archivo Capitular de Ricardo Rojas, Universidad NacionalIndios de Jujuy, 1992. 23
28%
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Fuente: elaboración propia en base al Censo de 1779
La mayor cantidad de población éticamente española vivía en la ciudad o tenía casa en ella. Como ya mencionáramos, durante las últimas décadas del siglo XVIII arribó a Jujuy una migración procedente del norte de España (vascos y cántabros) quienes contrajeron matrimonio con mujeres de la elite local, formando nuevas familias. La mayoría de estos inmigrantes se dedicó a las actividades mercantiles en el circuito Buenos Aires – Potosí, mientras que otros llegaron para cubrir cargos militares y administrativos (funcionarios de la Real Hacienda y cargos menores en la burocracia local). Estos inmigrantes formaron nuevos linajes, que se perpetuaron durante los siglos XIX y XX. Apellidos como Sánchez de Bustamante, Bárcena, Tezanos Pinto, Quintana, Sandoval, Otero, Alvarado, Gómez, Veja, González, Fernández, Zegada, Rodrigo, Bado, Santiváñez, Revuelta, Olaso, Rivas, Pérez, Martínez, Montes, Ramos, formaron parte de esta migración española a Jujuy a fines del período colonial, a los que se sumaron otros inmigrantes de origen genovés: Carenzo y de La Rosa. En 1800, 56 vecinos, estantes y habitantes de la ciudad, realizaron donaciones voluntarias para las urgencias y gastos de la guerra que sostenía el rey de España con Inglaterra. Doce de ellos eran clérigos que no manifestaron su lugar de nacimiento; de los 44 restantes (que sí explicitaron su origen), 22 eran españoles europeos, 2 genoveses y 20 españoles americanos (incluido 1 clérigo que dijo haber nacido en Jujuy). Descontando a los clérigos, los contribuyentes de Jujuy fueron 19 americanos, 22 españoles y 2 genoveses, lo que estaría mostrando la importancia relativa del grupo de españoles europeos incorporados a la elite local24. Como vimos, debajo de la elite, existía un cúmulo de españoles pobres y mestizos, que cumplían tareas de relativo prestigio, tales como mayordomos, administradores, maestros artesanos, arrieros, pulperos y pequeños tratantes. A ellos se sumaban los esclavos y manumitidos, indios forasteros y mestizos muy pobres, algunos de ellos mendigos25.
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AHPJ, SRR, caja XXXIII, Legajo 1, folios 50 a 53. Daniel Santamaría, Memorias del Jujuy colonial y del Marquesado de Tojo, Universidad Internacional de Andalucía, Sede Iberoamericana de La Rábida, 2001, página 187 y subsiguientes. 25
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Los esclavos negros arribaron a la ciudad de Jujuy en mayor cantidad a principios del siglo XVIII; ya en la segunda mitad del siglo, el número de mujeres esclavas superaba al de los hombres pertenecientes a las castas, elemento que propició el mestizaje. El alto valor de los esclavos (formaban parte del capital de las familias más pudientes), influyó en su establecimiento en la ciudad, donde fueron ocupados en tareas domésticas y artesanales26. Hasta aquí nos hemos referido a la ubicación de Jujuy en el Virreinato de Río de La Plata, describimos a la ciudad y su entorno –llamada la campaña de Jujuy- y a sus habitantes, así como a los distintos sectores sociales y étnicos que vivían en la jurisdicción antes de la Revolución de Mayo. A continuación veremos a qué se dedicaban estas personas, actores sociales sobre los cuales abatió la guerra, para lo cual explicaremos brevemente el papel de Jujuy en los circuitos económicos regionales, a fin de entender el papel mercantil de los sectores sociales más encumbrados. Luego pasaremos a describir algunos aspectos de la vida política y cotidiana. Esperamos así, dar una semblanza de Jujuy antes del comienzo de las guerras de la independencia y juzgar mejor el impacto que causó, sobre estos protagonistas, una guerra que duró tres lustros y observar qué cambió y qué no, en la vida política, económica, social y cotidiana de los jujeños desde 1810.
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Gabriela Sica y Mónica Ulloa, “Jujuy en la colonia…”, op. cit., página 74.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 3. LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS Jujuy en los circuitos económicos coloniales Al tratar sobre temas relacionados con la historia económica regional en América del Sur colonial, especialmente en el área Andina, es imprescindible recurrir a los trabajos realizados por Carlos Sempat Assadourian27, con quien tenemos una deuda intelectual insoslayable por habernos mostrado el camino hacia una realidad histórica compleja, problemática y, al mismo tiempo, esclarecedora. Si tomamos como punto de partida el análisis realizado por Assadourian para el siglo XVII, el actual Norte argentino –y por ende la jurisdicción de Jujuy- había formado parte, durante los siglos coloniales, de una de las zonas integrantes de lo que dicho historiador llamó el Espacio Peruano . Ese espacio económico se superponía con la zonificación política del Virreinato del Perú28 y presentaba las características de estar cohesionado interiormente e integrado a nivel regional, además de poseer un alto grado de autosuficiencia económica y de integración regional, basado en la especialización productiva de cada región y las vinculaciones mercantiles entre ellas. Las distintas regiones que formaban el espacio peruano, producían todo lo necesario para su subsistencia; o sea que casi todo lo que se consumía provenía de la producción al interior mismo del espacio y sus excedentes eran comercializados en distintos circuitos mercantiles que vinculaban a las regiones entre sí. Ambos elementos, producción y circulación de bienes necesarios para el consumo, le brindaban al espacio peruano un alto nivel de autosuficiencia, ya que sólo importaba desde Europa los textiles de lujo, hierro y esclavos, que se pagaban con la producción de plata de las regiones mineras. Cada zona integrante del espacio peruano tenía su especialización productiva y del trabajo, en función de sus características particulares (ecológicas, ambientales, culturales), lo que favorecía los intercambios con otras zonas y dibujaba vinculaciones comerciales de corta, media y larga distancia, a partir de las exportaciones de sus 27
Carlos Sempat Assadourian, El sistema de la economía colonial. El mercado interior, regiones y espacio económico, México, Nueva Imagen, 1983. 28 El espacio peruano era una región económica que abarcaba los actuales países de Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Paraguay. Carlos Sempat Assadourian, El sistema de la economía colonial…op. cit.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 productos, la importación de otros no producidos en la zona y el tránsito de los bienes procedentes de Europa y de la plata exportada en pago de ellos. Si bien dicho análisis está centrado en el siglo XVII, los movimientos de vaivén que se dieron al interior del espacio peruano pueden rastrarse en la larga duración, de manera tal que sus residuos aún pueden detectarse en el presente. Las vinculaciones mercantiles de cada región del espacio, permitían que se desarrollara un “mercado interno colonial”, conectado al mercado mundial por sus excedentes de plata29. Al entender este engranaje de producción y circulación interregional podemos comprender mejor el desarrollo de las actividades económicas en la zona perteneciente a la jurisdicción de Jujuy, así como la especialización de sus hombres y mujeres en determinados trabajos y tareas, que imprimieron un sello a las actividades de sus habitantes. Sabemos que la fundación de Jujuy formó parte de los planes de la Corona española para conectar a Potosí con el Atlántico –a través del puerto de Buenos Aireslo que nos revela que existía un primigenio papel asignado a Jujuy, como zona intermedia entre los Andes y las pampas. Los variados ambientes ecológicos al interior de su jurisdicción, también manifiestan su temprana participación en el abastecimiento de las regiones mineras y por tanto, las labores desarrolladas por sus habitantes, desde el mismo asentamiento de la ciudad. Recordemos que la jurisdicción de Jujuy contaba –y cuenta- con ambientes geográficos muy diferentes, las tierras altas y las tierras bajas, con marcadas diferencias orográficas y climáticas y, por tanto, en las actividades productivas y en la vida cotidiana. A su vez, en las tierras altas la producción difiere en la Puna y en la Quebrada; mientras que en los valles, el régimen pluvial y el coto de altura también provocan una notable diferencia entre la producción de los valles intermedios y la de los valles subtropicales. En la zona de los valles centrales, donde se encuentra la ciudad de San Salvador de Jujuy, el ambiente de valle húmedo con clima templado, favoreció el establecimiento de haciendas, estancias, chácaras y pequeñas unidades productivas, como molinos y almonas30 trabajadas con mano de obra asalariada y esclava. Predominaban las
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Ibíd. La almona era el establecimiento donde se elaboraba el jabón, también llamadas “jabonerías”.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 pequeñas y medianas propiedades y la mayoría de los habitantes rurales se dedicaban a tareas agrícolas, que se complementaba con la ganadería. En los valles se producía trigo, distintos tipos de maíz y de papas, habas, miel de abejas y cera; sus pastos y aguadas eran excelentes para la crianza de ganado vacuno y ovino, así como también para las invernadas de mulas; se caracterizaba por la producción de leche, quesos, manteca, cueros y suelas para el comercio; contaba con una amplia variedad de árboles frutales, viñedos -cuya producción escasamente satisfacía el consumo local- y era la zona con mejores cosechas de trigo y maíz, además de producir algo de tabaco y de algodón; el jabón que se elaboraba en las almonas contaba con excedentes para su venta en otras jurisdicciones. En las quintas y huertas de las casas se cultivaban distintas variedades de papas, batata, mandioca, maní, porotos, garbanzos, lentejas, habas, ají, zapallo, melones, sandías, tomate, frutas (duraznos, peras, manzanas, guindas, uva, membrillo, higos, naranjas, limones, mandarinas, paltas) y todo tipo de hortalizas para el consumo familiar. En la zona de Los Pericos, la ocupación principal era el pastoreo de ganado vacuno y equino y la labranza de la tierra. En la zona de Monte Rico31 se invernaban las mulas que venían de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires, antes de enviarlas al Alto y Bajo Perú. Más al oriente, en los valles bajos con clima subtropical –zona de frontera con los indígenas del Chaco- había haciendas y estancias dedicadas a la producción de todos los bienes imaginables en ambientes cálidos: vid, trigo, algodón, maíz, ají, garbanzos y legumbres en general; era también zona productora de caña de azúcar, grana, y una gran diversidad de árboles frutales de regiones subtropicales. En los bosques de las zonas más bajas, abundaban todo tipo de maderas para la construcción; también miel de abejas, cera, chaguar y frutas silvestres. En las haciendas de las zonas de Ledesma, Río Negro y San Pedro, el cultivo de la caña de azúcar y las manufacturas de sus derivados, eran los bienes con mayor
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Monte Rico, además de sus condiciones ecológicas excelentes para la invernada, se encontraba en el camino que unía los dos centros urbanos y mercantiles de la zona, a corta distancia de Salta (16 leguas) y de la ciudad de Jujuy (9 leguas).
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 demanda en los mercados de mediana distancia32, sobre todo, iba destinado a los almacenes de azúcares de las ciudades de Jujuy, Salta, Tucumán, Tarija y Tupiza. En las haciendas azucareras se usaba mano de obra estacional indígena para la cosecha, dedicada a cortar y pelar la caña. Para moler la caña se usaban trapiches de palo movidos por bueyes; el zumo de la caña se hervía en tachos de hierro o cobre a fuego directo; el azúcar se blanqueaba en hornos de barro cocido de forma cónica; se formaba una arcilla que tardaba unos 30 días en depurarse y se le daba la forma de panes o pilones de azúcar. Además de azúcar, se procesaban otros productos que abastecían los mercados regionales; con el zumo de la caña se elaboraba el guarapo, que se consumía localmente de esta forma o se destilaba en alambiques para convertirlo en aguardiente de caña , bebida muy requerida a nivel regional, sobre todo en los centros mineros del Alto Perú. Con la pasta de azúcar también se manufacturaban las chancacas, alfeñiques y las tabletas, con mucha demanda en los mercados andinos, así como la miel de caña33.
Los valles secos interserranos actúan como “conexión” entre la Puna (altiplanicie) y los valles húmedos; en general son valles encajonados entre cordones montañosos y surcados por ríos, cuyos caudales aumentan considerablemente durante las lluvias de verano. De clima más benigno, se encuentran entre los 1.600 y 3.000 metros sobre el nivel del mar. El más importante, como ya dijéramos, es la Quebrada de Humahuaca, aunque hay muchas quebradas y vallecitos de importancia relativa para la región. Fueron los ambientes agrícolas más antiguos, donde se desarrollaron técnicas de cultivo en andenes, terrazas, canchones de cultivo y sistema de riego desde épocas prehispánicas -el período de los llamados “desarrollos regionales”34-. Con la ocupación española se introdujeron cultivos europeos, como el trigo, la vid, hortalizas y forrajeras 32
Antonio King, Veinticuatro años en la Argentina, Buenos Aires, Vaccaro, 1921, página 176. Antonio King era un aventurero norteamericano, que partió de Nueva York a los 14 años de edad, en 1817; se embarcó en Baltimore en un barco corsario con destino a Buenos Aires, donde fue abandonado. Gracias a un posadero irlandés, consiguió trabajo como dependiente en un almacén francés. Luego, de unos meses en Buenos Aires, se “enganchó” como soldado para luchar en las guerras de la independencia. La estadía de King en la Argentina fue entre los años 1819 y 1845. 33 Benjamín Villafañe, Orán y Bolivia a la marjen del Bermejo, Salta, Imprenta del Comercio, 1857, páginas 60 a 62 34 María Ester Albeck, “La vida agraria en los Andes del sur”, en: Nueva Historia Argentina, volumen 1, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, página 189 y subsiguientes. Ana María Lorandi, “El contacto hispano-indígena y sus consecuencias ambientales”, en: Carlos Reboratti (compilador), De hombres y tierras una Historia Ambiental del Noroeste Argentino, Salta, Proyecto de Desarrollo Agroforestal en Comunidades Rurales del Noroeste Argentino, 1997, páginas 39 a 48.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 para el ganado. En los albores del siglo XIX, los valles secos fueron zonas agrícolas y ganaderas de gran importancia regional, con haciendas y pequeñas unidades de producción dedicadas a la crianza y engorde del ganado destinado a los mercados de mediana y larga distancia. En las quebradas de Tumbaya, Tilcara, Purmamarca y Valle Grande, las producciones predominantes eran la crianza de ganado vacuno y caballar y la agricultura de regadío, aunque las tierras fuesen menos productivas que en los valles húmedos; el pastoreo se complementaba con las sementeras de alfalfa y cebada para las invernadas y cosechas de trigo, maíz, papas, cereales y frutas35. La Quebrada de Humahuaca, en su tramo Norte, era una zona más ganadera, con extensos alfalfares hasta Sapagua y el pastoreo de ganado ovino, cabras y asnos. Las ovejas se caracterizaban por poseer buen vellón, que alimentaba a la manufactura textil familiar, para uso doméstico o para la venta en el mercado. Además de la alfalfa, se cultivaba maíz, habas, quínoa, porotos, legumbres y frutales (sobre todo peras, manzanas y duraznos). El tramo Sur de la Quebrada de Humahuaca era más agrícola y con mejores pastos, que permitían la crianza de ganado vacuno y equino. El cultivo de maíz comprendía distintas variedades36, además se producían papas, legumbres, hortalizas, frutales, cebada, alfalfa y algo de trigo. A lo largo de toda la Quebrada había diversos molinos destinados a la molienda de los cereales y se manufacturaba cerámica, quesos y chalona. Escaseaba la madera, a excepción del algarrobo, sauce, distintos tipos de cardones, quéñoa, churquis, nogales, alisos y tola. En general, en los valles interserranos se producía ganado vacuno y equino y se adiestraba y engordaba el ganado mular procedente de regiones del sur, que se enviaba para el abastecimiento de los centros mineros en el Alto Perú y la costa del Pacífico. El 35
José B. Bárcena, “Industria lanar en Jujuy”, en: Boletín Oficial de la Exposición Nacional de Córdoba en 1871, volumen 7, serie Memorias N° 12, Buenos Aires, Imprenta, Litografía y Fundición de Tipos a Vapor, 1873, página 238. 36 Hacia fines del siglo XIX, Joaquín Carrillo enumera los nueve tipos de maíz que se cosechaban en la Quebrada: Capia blanco, capia morado, capia toba, capia chulpi, amarillo común, canario, morocho, pisingallo blanco y pisingallo negro. Joaquín Carrillo, “Descripción brevísima de Jujuy, provincia de la República Argentina”, en Eugenio Tello, Descripción de la Provincia de Jujuy. Informes, objetos y datos que presenta el Comisionado Provincial, Senador Nacional D. Eugenio Tello a la Exposición Universal de 1889 en París, Jujuy, [Imprenta Petruzzelli, 1888] Reimpresión de la Universidad Nacional de Jujuy,
1988, páginas 133-134.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 ganado “menor”, dedicado a la explotación doméstica, estaba constituido por asnos, ovejas y cabras. En las tierras altas o Puna, se producía ganado en haciendas y estancias de altura, ubicadas en los cuatro curatos37: Yavi, Santa Catalina, Rinconada y Cochinoca. Las estancias ubicadas en los 3.500 metros sobre el nivel del mar, en la elevada planicie, surcada por cordones montañosos menores, está sometida a rigurosas condiciones climáticas, caracterizadas por una gran amplitud térmica diaria, frío, la sequedad del aire y la fuerte radiación solar, con precipitaciones son estivales, de tipo monzónico, al igual que toda la región Andina. La presencia de pasturas en los fondos de cuencas y de vegas permanentes en las áreas serranas, han permitido el desarrollo de la ganadería de camélidos, de gran importancia en épocas prehispánicas. Con la llegada de los españoles y la introducción de otros animales domésticos como cabras, ovejas, vacas y burros, disminuyó la importancia de la cría de camélidos. Si bien al interior de la Puna se observa una diversidad ambiental que se traduce en una variedad de productos locales38, en líneas generales la producción puneña se destacó por los bienes derivados de la ganadería: carne, cueros, lana y la manufactura de tejidos, pieles y alfarería; también la extracción de algunos minerales y de sal. Las llamas, animales que los españoles denominaron como “carneros de la tierra”, habían sido la principal producción puneña, asociada al tráfico caravanero prehispánico y a la temprana circulación mercantil española. Si bien a lo largo del siglo XVII las llamas fueron desplazadas por las mulas y los asnos en el transporte, siguieron constituyendo una fuente de lana y energía para las poblaciones puneñas; en los inicios del siglo XIX su crianza se mantuvo dentro de la propiedad indígena, lo que permitió a los puneños especializarse en las tareas de arriería y transporte39.
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Los curatos eran los territorios administrativos eclesiásticos, cede de las parroquias. Posteriormente, en la segunda mitad del siglo XIX fueron la base de la división administrativa de la provincia. 38 Albeck marca, dentro de la Puna, cinco zonas ambientales con características diferenciadas. María Esther Albeck, “El ambiente como generador de hipótesis sobre dinámica sociocultural prehispánica en la Quebrada de Humahuaca”, en: Cuadernos, 3, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy, 1992, página 98. 39 Gabriela Sica, “Maíz y trigo, molinos y cananas mulas y llamas. Tierras, cambio agrario y participación mercantil indígena en los inicios del sistema colonial”, en: Daniel Santamaría (compilador), Jujuy: arqueología, historia, economía, sociedad , Jujuy, CEIC – Cuadernos del Duende, 2005, páginas 106 a 123.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Las vicuñas y los guanacos, a pesar de su estado salvaje, siempre revistieron de gran valor productivo, gracias a la finura de sus fibras. El guanaco -casi extinto en la actualidad- en el siglo XIX aún se movía libremente en la zona cordillerana y su carne era comestible, aunque el mayor aprecio provenía de la fina lana que poseía. La lana de vicuña, famosa por los tejidos que con ella se elaboraban y apreciada en todo el mundo, se exportaba al mercado mundial desde los tiempos de la Colonia. En la segunda mitad del siglo XVIII, disposiciones Reales fomentaron su exportación, lo que dio por resultado un aumento de la demanda para fines de ese siglo40. “Como es la más preciosa materia para sombreros de castor, pañuelos y otros tejidos finos, se dedican muchos a cazar estos animalitos. Auque son en extremo ariscos y difíciles de ser aprehendidos con escopeta o ballesta, se cogen casi a mano corriéndolos por los cerros a que bajen en alguna quebrada o estrechura, donde se forma un círculo a manera de corral, con cuerdas delgadas, sostenidas a trechos de piedras grandes o ramas clavadas en tierra. Entre tanto allí les causa tanto terror aquel corto embarazo, que como ovejas dentro de un corral, sin ser capaces de avanzar el círculo; y de este modo cogen cuantos quieren, con la mayor facilidad” 41.
Chinchillas, vizcachas y suris (ñandú del Altiplano), terminan de completar la fauna autóctona del ambiente de Puna con posibles excedentes aplicables a intercambios. La chinchilla es un animal pequeño, de piel muy fina y requerida en el mercado mundial. Su hábitat son las tierras altas: “En este mismo Partido [Lípez] hay mucha abundancia de chinchillas, cuya piel es de tanto aprecio aquí y aún en Europa, para forros y regalillos de invierno; y también pueden servir para tejidos exquisitos...”42. 40
Pedro Vicente Cañete y Domínguez, Guía Histórica, Geográfica, Física, Política, Civil y Legal del Gobierno e Intendencia de la Provincia de Potosí, año de 1787, Potosí, Colección de Cultura Boliviana, 1952, página 240. La Real Cédula dada en San Idelfonso el 30 de agosto de 1777, prohibía su matanza y sólo permitía su apresamiento, pero la Audiencia de Charcas mostró la imposibilidad de controlar la matanza, por la naturaleza misma de los animales, que antes se dejaban matar que esquilarse. Silvia Palomeque, “Intercambios mercantiles y participación indígena en la Puna de Jujuy a fines del período colonial”, en: Andes, 6, CEPIHA, Universidad Nacional de Salta, 1994, pp. 15 y 16. 41 Pedro Vicente Cañete y Domínguez, op. cit., página 240. 42 Pedro Vicente, Cañete y Dominguez, op. cit., página 241.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Eran cazadas por los campesinos y vendidas en las pulperías de campañas. Se usaba humo para hacerlas salir de la madriguera y luego se cazaban con perros43. Un procedimiento similar se utilizaba en la caza de vizcachas, cuya carne constituía un complemento de la dieta lugareña. El suri no sólo era utilizado como alimento, sino que también se usaban sus plumas en la confección de trajes rituales y eran, a la vez, un elemento de intercambio campesino. Con la introducción de ganado español se diversificó aún más la oferta productiva del ambiente puneño. En las zonas de vegas y pastizales naturales, sobre todo en los curatos de Cochinoca, Casabindo y Yavi, se constata la existencia de ganado vacuno44. Se trata de ganado trashumante que invernaba en los valles orientales detrás de la cadena del Zenta. En el período colonial, formaba parte del tráfico interno dentro del Marquesado de Tojo y también alimentaba el tráfico indígena con el valle de Tojo y con Lípez45. La cría y producción de burros, se extendió a lo largo y a lo ancho de toda la Puna; formaban parte del ganado indígena-campesino, utilizado para transporte y acarreo y, junto con las ovejas, se traficaba en Lípez y en Atacama, dentro de circuitos mercantiles indígenas ajenos al control estatal, hasta bien entrado el siglo XX: “ Los habitantes de la Puna mantienen un fluido comercio con Atacama y Calama, sin pasar por ninguna Receptoría. Es imposible controlar este contrabando, sobre todo la exportación de ovejas desde la Puna de Jujuy hacia Atacama y Calama” 46
El ganado ovino y caprino constituía las producciones más importantes de los habitantes de la Puna; proveían lana, piel, carne y quesos. Junto a las llamas, formaban
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Eugenio Tello, Descripción de la Provincia de Jujuy. Informes, objetos y datos que presenta el
Comisionado Provincial, Senador Nacional D. Eugenio Tello a la Exposición Universal de 1889 en París, Jujuy, [Imprenta Petruzzelli, 1888] Reimpresión de la Universidad Nacional de Jujuy, 1988, página
41. 44 María Ester Albeck, op. cit. y Eulogio Solari, Geografía de la Provincia de Jujuy. [Buenos Aires, Peuser, 1907]. Reimpresión de la Universidad Nacional de Jujuy, 1990. 45 Guillermo Madrazo, Hacienda y encomienda en los Andes. La Puna argentina bajo el Marquesado de Tojo. Siglo XVII a XIX, Buenos Aires, Fondo Editorial, 1982 y Silvia Palomeque, op. cit. 46 República Argentina, Memoria Presentada por el Ministro de Estado en el Departamento de Hacienda al Congreso Nacional en 1867 , Imprenta del Siglo, 1867, Informe del Administrador de Rentas Nacionales de Jujuy, J. J. Bustamante, página 74.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 parte de la economía de pastoreo simultáneo, típico del ambiente de puna, en lo que se ha denominado “estrategia de hatos múltiples”47. Las actividades productivas típicas de los puneños eran el pastoreo y la fabricación de textiles; estas actividades se podían complementar con la labranza (en las zonas donde el microclima lo permitiese), la manufactura de chalonas y alfarería, la extracción de minerales y el transporte y arrieraje. Los excedentes productivos alimentaban los comercios intraétnicos con ambientes de valle, que permitía el acceso a bienes no producidos en la zona ecológica (en especial maíz, ají y coca)48. La agricultura era posible únicamente en áreas muy restringidas y las variedades cultivadas se limitaban a vegetales resistentes a las bajas temperaturas, como las variedades de papas, oca o quínoa. La zona con condiciones climáticas más benignas para el cultivo era la Puna septentrional, correspondiente al curato de Yavi; en el valle de Yavi, tanto como en el valle de Sococha (su continuación natural hacia el norte), existían –y aún persistencondiciones naturales para las prácticas agrícolas bajo riego. En el siglo XIX se cultivaba trigo, maíz, papas, cebada y legumbres; en vallecitos como Yavi, Yavi Chico y Sansana había superficies dedicadas al cultivo de la alfalfa, para alimento de mulas y ganado en tránsito. En el curato de Cochinoca, había –y aún existen- pequeñas quebradas sobre el faldeo de las sierras, donde hay climas locales más benignos que han permitido el desarrollo agrícola desde períodos prehispánicos49. En estos microambientes se cultivaba alfalfa, cebada, habas y frutales. En el resto del ambiente de Puna, la vegetación es de estepas como en las altas mesetas andinas; los vegetales distintivos son los bosques de quéñoa, montes bajos de churqui jujeño y arbustos de tola, que representan valiosos recursos naturales para los habitantes lugareños50.
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Véase: Juan Javier García Fernández, “Pastoreo, economía familiar y medio ambiente en la cuenca de laguna de Pozuelos”, en: Juan Javier García Fernández y Rodolfo Tecchi (compiladores), La reserva de la biosfera laguna de Pozuelos: un ecosistema pastoril en los Andes centrales, Universidad Nacional de Jujuy, Programa de Ecología Regional, 1991. 48 Guillermo Madrazo, “Comercio interétnico y trueque recíproco equilibrado intraétnico. Su vigencia en la Puna argentina y áreas próximas, desde la independencia nacional hasta mediados del siglo XX”, en: Desarrollo Económico, volumen 21, N° 82, Buenos Aires, 1981, páginas 213 a 230. 49 María Ester Albeck, op. cit., página 98. 50 Rolando Braun Wilke, “Tres recursos leñosos: queñoa, churqui y tola”, en: Juan Javier García Fernández y Rodolfo Tecchi (compiladores), op. cit., pág. 43 y subsiguientes. Rolando Braun Wilke et al, Carta de aptitud ambiental de la Provincia de Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, 2000.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 La minería extractiva más importante hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX la constituían las arenas auríferas de Rinconada y Santa Catalina, algunas vetas de cobre y la recogida de sal de las Salinas Grandes. Las producciones de las haciendas jujeñas estaban destinadas mayormente a la subsistencia, o sea al consumo en el ámbito de la familia. Sin embargo, en los años de buenas cosechas, cuando había excedentes, éstos animaban el circuito mercantil regional, de corta y mediana distancia; en esos años, se exportaban trigo, maíz, papas, ají, habas, arroz, frutas frescas, caña de azúcar, manufacturas de sebo, jabón, cera, como así también las manufacturas derivadas del azúcar, la lana, cuero, barro y textiles. Existía un fluido intercambio de bienes y productos entre las distintas zonas ecológicas al interior de la jurisdicción: entre las tierras altas y las tierras bajas. Sin embargo, los mejores negocios provenían de la venta de excedentes en otras jurisdicciones, lo que daba vitalidad a los circuitos de mediana y larga distancia y reportaba mayores ganancias. Los mercados donde se ubicaban los productos jujeños se encontraban principalmente en el la zona de Chichas –zona minera al sur del Alto Perúy en Atacama, pero también vendía sus excedentes de azúcar, jabón, aguardiente de caña y chancacas en Tucumán, Catamarca, Salta, Tarija y Perú y enviaba algunos cueros al puerto de Buenos Aires51. Pero no sólo la venta de los productos locales reportaba ganancias; junto con ellos circulaban hacia distintos mercados una variada cantidad y diversidad de artículos producidos en otras regiones distantes, que los traficantes llevaban y traían desde distintos mercados, entre los cuales Jujuy era paso obligado, por cuanto involucraba a sus comerciantes de distintas formas. El comercio de intermediación de efectos incluía a productos de regiones remotas dentro del espacio peruano y artículos provenientes de Europa y llegados al puerto de Buenos Aires, desde su apertura al comercio mundial en las últimas décadas del siglo XVIII. En este comercio de larga y mediana distancia entre distintas zonas productoras, llegaban hasta las tiendas de Jujuy los tocuyos cochabambinos, textiles burdos de algodón, muy requeridos en los mercados rioplatenses. Eran traídos por los mercaderes desde Cochabamba, junto a lienzos y “ropa de la tierra”, eventualmente también 51
Archivo Histórico de Salta (AHS), carpeta 15, Expediente 57, Cuentas de Cargo y data de la Caja menor de Jujuy (1783-1788). Libro de Hacienda (LH) 204, Guías de Jujuy, 1806. LH 307, libro Manual de Jujuy, 1809-1810. LH 169, Libro Manual de Jujuy, 1810. LH 485, Libro de Alcabala de Jujuy, 1810. Carpeta de Gobierno de 1810, Cuaderno de la Tesorería menor de Jujuy.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 compraban bayetas del Cuzco, de Chorrillos, de La Paz y variados “textiles de la tierra”, que engrosaba las re-exportaciones que los comerciantes de Jujuy realizaban hacia Buenos Aires, desde donde se expandían por toda la campaña rioplatense y santafesina52. Los tocuyos cochabambinos fueron los textiles de algodón con mayor demanda regional hasta la introducción de los lienzos ingleses –producto de la revolución industrial- en el siglo XIX y dibujaban sus propios circuitos mercantiles, desde la zona productora en el Alto Perú, hasta las zonas consumidoras en las pampas y regiones intermedias. Desde las yungas del Alto Perú, llegaba a Jujuy gran cantidad de coca –hojas de coca en cestos- que cubría el consumo en toda la jurisdicción de Jujuy y se exportaba a Salta, Tucumán, Catamarca y Córdoba. El comercio de coca estaba en manos de indígenas y mestizos. Indígenas de las yungas de La Paz llegaban hasta Jujuy para el expendio de coca en los almacenes de la ciudad; generalmente el circuito incluía la venta de algunos cestos en los pueblos intermedios, especialmente en las poblaciones de la Puna jujeña53. Los expendedores de coca en Jujuy, solían dirigirse personalmente hacia los centros productores, a los efectos de conseguir buenos precios y calidad, que serían redituados en ventas en el almacén. Los cestos de coca, originarios de las yungas de La Paz, también llegaban de lugares intermedios, tales como Potosí o Tupiza, donde la compraban los vendedores de ganado y de diversos artículos o la traían los arrieros de regreso de sus viajes, constituyéndose así en un ingreso extra de sus negocios habituales. Desde el puerto de Buenos Aires arribaban a Jujuy diversos bienes para el consumo dentro de la jurisdicción y, mayormente, para la re-exportación hacia otros mercados regionales; las mercancías de mayor reventa eran la yerba mate paraguaya, los artículos provenientes de Europa y los esclavos54. Estos bienes eran destinados a los centros urbanos y mineros del Alto Perú –en especial a Potosí- y la costa del océano Pacífico –Bajo Perú-. Los comerciantes importantes de Jujuy, aquellos que manejaban grandes capitales, se dedican al comercio
52
AHS, LH 169 y LH 485, op. cit. AHS, LH 485, op. cit. 54 AHS, LH 485, op. cit. 53
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 de intermediación entre el puerto de Buenos Aires y Potosí y Lima, cubriendo un amplio espectro en las zonas aledañas. Por su importancia y su cercanía de Jujuy, la Villa Imperial de Potosí era el mercado por excelencia para los comerciantes jujeños; algunos establecieron comercio en la misma Villa Imperial, mantenían fluidos contactos con comerciantes avecindados e incluso había quienes actuaban como representantes e intermediarios de casas comerciales de Buenos Aires y de Potosí. Los flujos de mercancías entre ambas ciudades incluían los llamados “efectos de Castilla” –bienes provenientes del mercado mundial-, esclavos y yerba mate paraguaya destinados a Potosí y de allí a otros centros de venta. Los tocuyos, bayetas, coca, cacao de Guayaquil iban con destino a los mercados rioplatenses, junto a algunas pocas producciones locales, sobre todo pieles de vicuña y chinchilla, lana de vicuña, cueros y suelas. Como vemos, había una gran gama de bienes y productos que circulaban por Jujuy, sin embargo, las mayores ganancias se obtenían del comercio de ganado en pie y del transporte de mercancías (arriería). La producción de vacunos y la exportación de cueros y pieles formaban parte de su especialización en bienes lanzados a los mercados regionales. Mulas, vacas y cueros constituían los productos dominantes orientados hacia la exportación -mercados de mediana y larga distancia- por los cuales se obtenía el dinero necesario para la dinámica económica regional55. En el siglo XVIII, el trato de mulas se había convertido en el principal comercio de la región. En la feria de Salta, que florecía en los meses de marzo y abril, cuando los productores de mulas de las jurisdicciones de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires arribaban con los animales que quedarían en invernada durante un año, se encontraban los tratantes locales y los compradores arribados desde el Alto y el Bajo Perú, quienes llevaban las mulas adiestradas y engordadas en los alfalfares de la jurisdicción. En Jujuy, a las afueras de la ciudad, estaba la Tablada donde se efectuaba la compra y venta de animales y contribuía al circuito de mulas con el Alto y Bajo Perú, aunque en una proporción nunca mayor del 25 % de lo que se exportaba por Salta56. Los 55
AHS, LH 204, Libro de Sisa de Jujuy, 1806. LH 414, Libro de Sisa de Jujuy, 1809. LH 452, Libro de Sisa de Jujuy, 1810. 56
Nicolás Sánchez Albornoz, “La extracción de mulas de Jujuy al Perú. Fuentes, volumen y negociantes”, en: Estudios de Historia Social, 1, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 1965. Para los años 1774 y 1784, que considera excepcionales, salieron de Jujuy alrededor de
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 tratantes de mulas (mercaderes) arribaban a vender sus mulas, que quedaban en invernada por un año o más, a cargo de tratantes-invernadores locales, quienes a su vez venderían los animales a los tratantes llegados desde el Perú. En la feria de la Tablada se comercializaba el ganado mular engordado en los alrededores de la ciudad de Jujuy –desde los campos de San Pedrito del Portal hasta Monte Rico-, ganado equino (yeguas y caballos) y vacuno criados y engordados en las haciendas y estancias de los valles jujeños. La producción animal más importante de la jurisdicción de Jujuy era la vacuna, destinada a la venta en los centros mineros de Chichas y al Alto Perú en general. A la feria de la Tablada llegaban todos los años los comerciantes chicheños, que se proveían de las vacas que se llevaban para Chichas y otras “provincias de arriba”, junto con cantidades de jabón producido en la zona. La demanda de ganado vacuno era tal, que hubo años en que no alcazaba la producción local y debían importarse novillos desde Tucumán57. La feria de la Tablada se reunía en el mes de abril –para Pascua- y allí convergían las producciones de las haciendas jujeñas, pues era el momento anual en que se hacían los intercambios entre los habitantes de las distintas zonas ecológicas. Hacendados, estancieros y campesinos concurrían a la feria con sus excedentes de trigo, maíz, papas, ají, habas, arroz, frutas frescas, caña de azúcar, manufacturas de sebo, jabón, cera, como así también las manufacturas derivadas del azúcar, la lana, cuero, barro y textiles (elaborados en unidades de producción de tipo doméstico). Desde los valles bajos e interserranos llegaba el ganado vacuno y equino criado en la región y se adiestraba y engordaba el ganado mular procedente de regiones del sur. El ganado “menor”, dedicado a la explotación doméstica, también formaba parte de los negocios campesinos en la feria; estaba constituido por asnos, ovejas, cabras. También formaban parte de los intercambios la lana de oveja, vicuña y llama y textiles elaborados en el seno de las familias campesinas. Recapitulando hasta aquí, podemos afirmar que las exportaciones de ganados y de sus excedentes productivos, junto con el arrieraje eran la base de la economía de la jurisdicción de Jujuy; eran las actividades más importantes de sus habitantes y que 7.500 mulas, mientras que desde Salta, en esos mismo años, salieron 26.000 y 28.000 mulas; en 1771, desde Jujuy salieron 3.400 y desde Salta 39.000 (páginas 108 y 109). 57 Nicolás Sánchez Albornoz, op. cit.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 conectaban a Jujuy con los circuitos mercantiles coloniales. De ellas vivía la población local, junto al comercio de intermediación de diversos artículos de distintas procedencias.
Profesiones, oficios y ocupaciones: las tareas de cada día Las profesiones de mayor prestigio social, las que se encontraban en la cima de la escala social estaban conformadas por los profesionales (abogados, médicos, escribanos), los empleados de la burocracia colonial y los grandes mercaderes, formados por los productores (hacendados y estancieros) y los comerciantes (importadores y exportadores). Para 1810, en la ciudad de Jujuy había un médico cirujano y un boticario autorizados por el cabildo. Desde 1806 el médico nombrado por el cabildo era Pedro de la Torre y Varela58; hasta entonces, el médico de Jujuy había sido Manuel de Marmol y Tapia, quien en 1805 compró el cargo capitular de Regidor Fiel ejecutor y se presentó en el cabildo en 1806 renunciando al “oficio que desempeñaba el arte de boticario y cirujano”59.
Jujuy contaba con un escribano de cabildo y, eventualmente, un escribano público de gobierno. A principios del siglo XIX, el escribano Mayor era don Juan Antonio Moxos Días60, pero ese cargo fue cambiando de titular a lo largo de la década; así, en 1807, el cargo de escribano estaba en manos de Francisco Antonio Llanos61, quien continuó en ese puesto hasta después de la revolución de 1810. Los empleados de la burocracia administrativa en Jujuy eran muy pocos, siendo los más relevantes el Teniente de Gobernador, el subdelegado de la Real Hacienda, el Teniente Tesorero de esta Real Caja Menor y oficiales de los ramos de Correos y Tabaco. Los cargos militares más destacados eran los de capitán de los Reales Ejércitos,
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AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812. Acta de elecciones de 1º de octubre de 1805 para 1806. 59 AHPJ SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 87. Acta capitular del 2 de mayo de 1806. 60 AHPJ SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 8v. Acta capitular de 21 de febrero de 1801. 61 AHPJ SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 128v-129v. Acta capitular del 17 de diciembre de 1807.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 ejercido por don Tomás de Martiarena, quien a su vez ocupaba los puestos de subdelegado de la Real Hacienda y Comandante de las armas de ella62. La ciudad de San Salvador de Jujuy se destacaba por su activo comercio de intermediación de efectos y de provisión a los viajeros en tránsito, demostrado por las tiendas, almacenes y pulperías existentes. Se distinguía por el nutrido movimiento mercantil que se vivía en su seno y que concentraba la mayoría de las actividades comerciales de la jurisdicción. Allí se encontraban las grandes casas comerciales locales, que se dedicaban a la importación y exportación de artículos variados, así como los almacenes; ambos establecimientos surtían de variados productos a las pulperías de la ciudad y de los pueblos de la campaña. Tiendas, almacenes y pulperías se articulaban para manejar el comercio local y regional, vincularse en los distintos circuitos mercantiles y poner en circulación todos los bienes disponibles en el mercado. Los tres tipos de establecimientos comerciales se diferenciaban entre sí por el tipo de artículos que vendían y por el capital en giro que disponían, el cual se reflejaba en los impuestos que pagaban. La ciudad fue creciendo en población y con ella las actividades mercantiles, las que se fueron incrementando al ritmo que se multiplicaban y diversificaban los establecimientos dedicados al ramo del comercio y se jerarquizaba la actividad mercantil. En la ciudad de Jujuy, a fines del siglo XVII y principios del siglo XVIII, sólo había dos pulperos que pagaban la patente correspondiente63; sin embargo, para fines del siglo XVIII ya había registradas 39 pulperías que pagaban la patente en la ciudad64. La tienda gozaba de la máxima jerarquía impositiva, pues era la empresa mercantil que manejaba los mayores capitales. Era el establecimiento o casa comercial, donde confluían varias actividades, mercantiles y financieras, aunque su característica era la venta al mayoreo de artículos europeos –durante la Colonia llamados “efectos de Castilla” y luego “efectos de ultramar”-. Sus propietarios constituían el sector de los grandes comerciantes, aquellos que tenían la tienda en la ciudad y sus créditos en las 62
AHPJ, SRR, Caja XXXIII, Legajo 1, folios 50 a 53, abril 26 de 1800. Daniel Santamaría, “Mercaderes, tenderos y prestamistas. La mercantilización de la economía jujeña (1690-1730)”, en Anuario IEHS 14, Tandil, Universidad Nacional del Centro, 1999, páginas 464 a 469. 64 AHS, Caja 7 Fondo de Gobierno 1785-1786: “Expte. qe. manifiesta las pulperías en las ciudades de la Intendencia”, en Jujuy había 29 pulperías “reales” y 10 del “Cabildo”. Para esa misma época en Tucumán había 26 pulperías “reales” y 10 del “Cabildo” y en Salta había 32 pulperías “reales” y 20 del “Cabildo”. Agradecemos a Mónica Ulloa por permitirnos el acceso a esta documentación. 63
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 casas comerciales del puerto de Buenos Aires y proveían de mercaderías a los pequeños comerciantes y pulperos urbanos y rurales. Si bien la especialidad de la tienda era el expendio al mayoreo de las manufacturas y bienes de origen europeo, los comerciantes con tienda no se limitaban a este rubro, sino que también importaban productos regionales o de otras zonas de América (como yerba mate del Paraguay, los tocuyos de Cochabamba, bayeta de La Paz, añil de Guatemala o cacao de Guyaquil), exportaban cueros y pieles al puerto de Buenos Aires, realizaban contratos eventuales con otros comerciantes para transacciones específicas, efectuaban préstamos de dinero y entraban en los circuitos ganaderos exportando mulares y vacunos. La tienda, como casa comercial era una empresa familiar, en la cual se concentraban actividades diversas y, como tal, no es extraño encontrar asociaciones entre padre e hijos o entre hermanos65; también observamos la propiedad de diversos establecimientos en manos de una persona o grupo familiar, que podían poseer, además de la tienda, una o varias pulperías (a veces en distinta ubicación). Como empresa importadora, la tienda adquiría artículos europeos en el puerto de Buenos Aires, a través de sus comisionistas. Esos mismos artículos llegaban a Jujuy en carretas y se vendían a las pulperías de la zona y también se enviaban para su venta a los centros mineros y urbanos del Alto y Bajo Perú. Allí, los comerciantes de Jujuy adquirían productos locales o llegados de otras latitudes, como la coca, el añil, los tocuyos, el cacao, etc., que nuevamente vendían a los establecimientos locales o enviaban para su venta a Tucumán, Córdoba y Buenos Aires. Como empresa exportadora, la tienda acopiaba cueros vacunos y pieles de chinchilla y de vicuña, para cuyos fines tenían sus propias barracas. Accedían a los cueros a través de contratos con los curtidores y carniceros encargados del abasto de la ciudad. Las pieles las obtenían de sus negocios con las pulperías de la campaña, en especial de las zonas altas, donde los vicuñeros y chinchilleros entregaban las pieles producto de sus cazas a cambio de comestibles y artículos diversos. Una vez acopiados, 65
Como ejemplo de empresa mercantil familiar, véase: Viviana Conti, “Una empresa mercantil familiar en el espacio surandino. Tezanos Pinto y Cía. 1794-1854”, en: Susana Bandieri, Graciela Blanco y Mónica Blanco (compiladoras), Las escalas de la historia comparada, Tomo 2: Empresas y empresarios. La cuestión regional, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2008, páginas 29 a 55. También véase: Viviana Conti y Mirta Gutiérrez, “Empresarios de los Andes de la colonia a la independencia. Dos estudios de casos de Jujuy”, en: América Latina en la Historia Económica, número 32, México, Instituto Mora, 2009, páginas 137 a 163.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 los cueros, las pieles y la lana de vicuña eran enviadas al puerto de Buenos Aires, desde donde los comisionistas se encargaban de exportarlos a Europa. Como empresa financiera, la tienda efectuaba préstamos de dinero a particulares, cobrando los respectivos intereses, otorgaba créditos a otros comerciantes y actuaba como representante o apoderado de otras casas comerciales del Alto Perú, del Interior rioplatense o de Buenos Aires. En suma, cumplía todos los roles de una empresa mercantil. En los últimos años de la colonia los propietarios de las tiendas más importantes de la ciudad de Jujuy eran don Andrés Ramos, don Manuel Lanfranco, don Joseph Patricio de Sagardia, don Manuel de Tezanos Pinto, don Pedro de la Torre y Varela, don Domingo de Santibáñez y don Juan Manuel Sánchez de Bustamante. Casi todos eran comerciantes nacidos en España y que habían arribado a América en las dos últimas décadas del siglo XVIII, radicándose en Jujuy, donde la mayoría había formado sus familias mediante matrimonios con mujeres de la sociedad local; la excepción era Juan Manuel Sánchez de Bustamante, nacido en Jujuy, hijo de Don Domingo Manuel Sánchez de Bustamante (español vecino de Jujuy desde 1770). La segunda jerarquía estaba ocupada por los almacenes: “almacén de caldos”, destinado al expendio, al mayoreo, de vinos y aguardientes de uva, llegados desde San Juan, La Rioja y Catamarca, el “almacén de azúcar”, que distribuía el producto de las haciendas azucareras de los valles bajos (azúcares, tabletas, miel de caña, aguardiente de caña) a las pulperías. Existían otros almacenes cuya importancia era relativamente inferior en los circuitos mercantiles, como almacenes distribuidores de madera o de ferretería. Finalmente, las pulperías, vendían al público minorista toda clase de productos, desde bebidas y alimentos, tabaco, jabón, velas y yerba mate, hasta ropa y herramientas. Una de las características de la pulpería era el expendio de bebidas alcohólicas para el consumo en el lugar, lo que las convertía, no sólo en un establecimiento mercantil, sino fundamentalmente en un espacio de socialización, donde se reunían los clientes para beber y conversar66.
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Emma Raspi, “Sobre tenderos y pulperos: minoristas urbanos de Salta y Jujuy (siglo XIX)”, en: Cuadernos Nº 21, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad nacional de Jujuy, 2003, páginas 23 a 39.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Si bien la clientela que concurría a las pulperías formaba parte de los sectores populares – razón por la cual su asistencia era mal vista a los ojos de las elites, quienes consideraban que aquellos que bebían en una pulpería eran de “reputación dudosa”- sus propietarios no siempre pertenecían a los sectores humildes. Algunos propietarios de tiendas o almacenes tenían, además, su propia pulpería (a veces más de una), que eran atendidas por dependientes o por los hijos, como toda empresa familiar. Como lugares de sociabilidad popular, las pulperías fueron identificadas por las autoridades como espacios de dudosa reputación proclives a las actividades ilícitas y prohibieron la entrada de los “hijos de buenas familias”; las peor consideradas eran las ubicadas en los suburbios de la ciudad, frecuentadas por “vagos y mal entretenidos”. La práctica de beber en público fue considerada típica de los sectores populares y estrechamente vinculada al ocio, en el cual la borrachera formaba parte del intercambio social y comercial. Para reprimir la violencia y los comportamientos derivados de las borracheras, se prohibía a las pulperías la atención al público durante las ceremonias religiosas y en fiestas de guardar67. Los pulperos gozaban de cierto prestigio entre los sectores populares, ya que podía vender “al fiado”, artículos básicos de consumo y otorgar pequeños préstamos. Estas operaciones, consideradas el último eslabón de las formas de crédito mercantil, eran por montos reducidos y efectuadas con total informalidad68. El manejo del crédito popular en manos de los pulperos y, pon ende su acceso al dinero, fue reconocido por las autoridades coloniales, quienes en 1808, al solicitar la contribución económica de los sectores adinerados de Jujuy para contribuir a la defensa del Reino de España, que había caído en poder de las tropas de Napoleón, el cabildo de Jujuy, después de establecer los montos de dinero con que debían contribuir los señores principales de la ciudad -letrados, hacendados y grandes comerciantes69-, decidió extender el tributo hacia los pulperos de la ciudad70. En el año 1810, en Jujuy había 37 pulperías, que manejaban distintos capitales y, por tanto, pagaban diferentes montos impositivos. Las pulperías más importantes, las 67
Emma Raspi, op. cit. Véase, en el apartado siguiente, los controles y represiones al expendio de bebidas alcohólicas durante las fiestas de guardar. 68 Emma Raspi, op. cit. 69 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 159-160v. Acta Capitular del 23 de septiembre de 1808. 70 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 162-162v. Acta Capitular del 24 de septiembre de 1808.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 que pagaban los impuestos más altos, pertenecían a Alberto Puch, Juan Antonio Rodrigo, María Gandulla, Domingo Carenzo, Juan Machuca, Santiago López, Juan Gómez Cué, Felipe Avendaño, Joaquín Velásquez, Domingo Pérez, Ramón Sáenz, Pedro Cuestas, Martín Roxas y Bartola Anteparra71. Más allá de los establecimientos “estables”, era frecuente la apertura de un almacén o pulpería por un tiempo determinado (generalmente un cuatrimestre72), a los efectos de vender un producto ocasional. Además de los establecimientos mencionados, había toda suerte de vendedores ambulantes y eventuales, que expendían pan, leña, alimentos elaborados, verduras, etc.
Tanto en las calles principales como en la plaza o la recova del cabildo, pululaban vendedores ambulantes que dotaban a la ciudad de una dinámica fisonomía. Entre los numerosos leñeros, placeras, empanaderas y chicheras, se destacaban los proveedores del agua, juntos conformaron el grupo de mayor marginalidad de los trabajadores urbanos. Los aguateros ocupaban las calles ofreciendo su mercancía al son del pregón, en carretillas que les servían de instrumentos de transporte y mostrador indistintamente. A pesar de la facilidad de su provisión, la venta implicaba frecuentar las fuentes públicas, espacios considerados “poco decentes” para quienes gozaban de cierto status social73. Los vendedores ambulantes estaban estrechamente vigilados por las autoridades de la ciudad, quienes reglamentaban los lugares donde podían vender sus productos –en la plaza pública y arcos del cabildo-, los precios, calidades y las pesas y medidas74. Era de “uso y costumbre” que los productos introducidos desde el campo para su venta en la ciudad, debían expenderse sólo en la plaza pública y los precios de venta al público eran regulados por el cabildo, según las estaciones del año y la época en que se
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AHS, LH 344, Libro Auxiliar del Ramo de Alcabalas para el año 1811 de la Real caja menor de Jujuy, “Alcabalas de reventa del año 1810”. 72 Los pagos de las patentes de pulperías se realizaban en forma cuatrimestral. 73 Viviana Conti, con la colaboración de Emma Raspi, “De la guerras de la independencia a la organización del Estado. 1810, 1852”, en: Ana Teruel y Marcelo Lagos (directores), Jujuy en la Historia. De la colonia al siglo XX , op. cit., páginas 87 a 137. 74 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 87-89. Actas de los días 23 de junio y 4 de julio de 1806. De acuerdo a la Leyes de Indias, Libro 5, Título 17 y Libro 4, le correspondía al cabildo velar por el abasto de la ciudad, en especial referencia a precios y medidas. Véase el siguiente apartado en este libro.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 expedían, lo que no parece haber sido acatado, pues desde mediados del siglo XVIII existe una reglamentación muy exhaustiva y reiterativa al respecto75. Todo aquello que representaba abastecimiento de la ciudad era reglado y regulado por el cabildo, en especial la provisión de pan y de carne, elementos considerados esenciales para la alimentación de la población. La venta de pan estaba sujeta a estrictas normas respecto a la cantidad de harina y de agua que debían utilizarse en su elaboración, las cuales diferían según las distintas épocas de año y la posibilidad de acceso al trigo. Normalmente, el trigo provenía de los sembradíos cercanos a la ciudad y era procesado en el molino ubicado en los suburbios. Las sequías que asolaron a la región en la primera década del siglo XIX76, llevó al cabildo a tomar diversas medidas tendientes al abastecimiento de trigo: se prohibió la tenencia de ganado en las tierras cercanas a la ciudad77, se reguló el precio con que se debía vender el pan78, se prohibió la venta fuera de la jurisdicción de trigo, así como de otros granos79, disposición que fue acompañada con la prohibición de acopio de grano y la ordenanza que obligaba a los productores a vender el trigo a la ciudad a un precio establecido por el cabildo, el cual se revertía en el precio del pan al público80. Conjuntamente con estas normas, el cabildo suscribió la prohibición de alimentar al ganado con trigo y maíz en buen estado81. Las disposiciones adoptadas por el cabildo para paliar los efectos de la sequía que asolaba a toda la zona andina, fueron acompañadas de procesiones rogativas por la
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AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 77, Acta del 23 de marzo de 1751. Prohibía expresamente la venta de productos alimenticios en las calles y esquinas de la ciudad. Repetido en los años sucesivos. Véase el siguiente apartado en este libro. 76 La sequía afectó considerablemente a amplias zonas del Alto Perú, haciéndose sentir con dureza en la Villa de Potosí hasta 1805. Las sequías provocaron hambrunas y se consumieron todos los excedentes de alimentos, cosechas y ganados. Véase Enrique Tándeter, Vilma Milletich y Roberto Schmit, “Flujos mercantiles en el Potosí colonial tardío”, en: Jorge Silva Riquer, Juan Carlos Grosso y Carmen Yuste, Circuitos mercantiles y mercados en Latinoamérica. Siglos XVIII-XIX , México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora – Instituto de Investigaciones Históricas UNAM, 1995, páginas 15 a 17. 77 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 2. Acta de 23 de octubre de 1800. 78 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 30-31. Acta del 27 de abril de 1802. 79 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 53v. Acta del 14 de abril de 1804. Reiterada en el acta de 4 de enero de 1806, Ibíd., folio 76. 80 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 56. Acta del 9 de junio de 1804. 81 La Disposición capitular establecía que el ganado sólo podría ser alimentado con cebada y alfalfa y excepcionalmente con trigo y maíz, cuando estos cereales se encontraran en mal estado y bajo la supervisión de un veedor del cabildo con la licencia adecuada. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 87. Acta del 23 de junio de 1806.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 escasez de lluvias82 y solicitudes del mismo cuerpo capitular para que los sacerdotes de la iglesia matriz “…oficien una novena de misas cantadas a María Santísima en su advocación de Nieves para que socorra con lluvias que impidan el completo desastre de los sembradíos” 83.
Sólo las panaderías autorizadas podían elaborar el pan de trigo, cuyo peso y precio, también estaba reglado por la autoridad comunal, acorde al calendario agrícola. Los panaderos empleaban a esclavos y libertos, quienes trabajaban en la elaboración del pan según las antiguas pautas gremiales y bajo estricto control del cabildo. Según la tradición colonial, el cabildo arbitraba las medidas necesarias para el abasto de la carne al matadero de la ciudad, donde los carniceros debían proveerse de la carne que expedían al público, en los lugares determinados de antemano y a los precios reglados por el municipio. Este, a través del “Regidor Fiel Ejecutor”, supervisaba los precios y el peso y medidas con que se vendía la carne al público, a los efectos de proteger la alimentación de las familias más humildes84. La carne llegaba al matadero municipal a través de los abastecedores de carne , quienes tenían la obligación de enviar al matadero la cantidad estipulada en los contratos que firmaran con el cabildo. Para ello, compraban el ganado vacuno a los estancieros y hacendados de la jurisdicción, teniendo prohibida la adquisición de animales a forasteros. Los abastecedores de carne de la ciudad eran, al mismo tiempo, proveedores de cueros para las curtiembres: por un lado compraban ganado vacuno a los hacendados para abastecer de carnes a la ciudad y por otro lado, firmaban contratos con los curtidores a quienes repartían la corambre para confeccionar suelas. Los carniceros estaban obligados a faenar determinado número de reses por día, con lo cual se aseguraba la alimentación de la población y una cantidad previsible de cueros.
82
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 39-40. Acta del 31 de enero de 1803. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 75. Acta del 4 de enero de 1806. 84 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 87-88. Acta del 23 de junio de 1806. 83
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Un gran número de personas trabajaba en los diversos talleres artesanales que había en la ciudad. En 1808 ya estaba constituido formalmente el Gremio de artesanos y oficios mecánicos85, que reunía a los maestros de los talleres.
Los talleres artesanales estaban organizados jerárquicamente, dirigidos por el maestro, con quien trabajaban sus oficiales y aprendices. Maestros, oficiales y aprendices generalmente convivían en el taller del maestro, que era a la vez la casataller, la unidad de producción y el ámbito de convergencia de la vida doméstica familiar, la vida laboral y de educación profesional del núcleo de artesanos. La legislación española estipulaba que para ser admitido dentro del gremio de artesanos, una persona debía haber completado sus conocimientos trabajando por un lapso de tiempo como aprendiz y haber presentado la “pieza examen” o “pieza maestra”, que lo habilitaba como calificado y haber pagado cierta cantidad de dinero para obtener el título de maestro. De no cumplir con esas formalidades, y aunque tuviera los conocimientos necesarios, sólo podía trabajar como oficial a las órdenes de un maestro matriculado86. Por tanto, la tarea comenzaba con un lento y prolongado aprendizaje – generalmente durante la infancia y adolescencia- por encargo del padre del aprendiz, quien lo depositaba en la casa-taller del maestro donde era entrenado en el oficio. El aprendiz no percibía ningún salario por su trabajo, por el contrario, el hecho de haber sido admitido, recibir instrucción, techo y comida eran elementos gratificantes que, a la vez, le abrían las puertas de un trabajo promisorio como futuro oficial o maestro. Los oficiales eran personas capacitadas, que habían realizado las tareas de aprendizaje pero no alcanzaron el grado de maestro. Su trabajo era remunerado, ya que se trataba de mano de obra calificada y trabajaba en el taller por contrato, que podía durar meses o años. El buen desempeño les garantizaba nuevos contratos con ese maestro o su recomendación para trabajar con otros maestros. El maestro era el que mantenía el nexo corporativo; actuaba como patrón y como padre de sus aprendices, pues había recibido la autoridad paterna a través del contrato firmado con el padre biológico del niño. Era tutor, trasmisor de saberes y tenía 85
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 147v. Acta del 23 de abril de 1808. Emma Raspi, “El mundo artesanal de dos ciudades del norte argentino” Anuario de Estudios Americanos, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, LVIII-1, 2001, página 171. 86
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 la obligación de mantenerlo, enseñarle el “arte del oficio” y un estilo de vida digno y honesto87. Cada gremio, compuesto por los maestros, elegía a un maestro mayor que los representara, como corporación, ante las entidades públicas y privadas. Pedro Ferreira era maestro mayor del Gremio de los Sastres, Santiago Faciano era maestro mayor del Gremio de Carpintería y José Angulo maestro mayor del Gremio de Herrería. Los tres firmaron en nombre de su respectiva corporación en el cabildo abierto de 181188. Dentro de la ciudad de Jujuy, los talleres estaban dispersos, a veces agrupados según el oficio, saber o especialidad, pero la mayoría de ellos se ubicaban en los suburbios y en las barrancas de los ríos. En los talleres artesanales se llevaba a cabo una fase en la producción de utensilios o, simplemente, trabajos de reparación. Los artesanos, además de tener orígenes diversos, provenían de condiciones sociales y étnicas también diferentes, los había esclavos y libertos, mestizos y maestros religiosos. Las personas pertenecientes a las castas, negros, pardos, morenos y mulatos generalmente se desempeñaban en oficios humildes, como los de zapatero y albañil. También había esclavos con habilidades especiales, en el trabajo de los metales o del cuero. En general, eran considerados “artífices con destrezas”, que compartían modalidades de trabajo, experiencias de vida y prácticas culturales89. Los rubros o especialidades o artes que alcanzaron mayor desarrollo en cantidad de integrantes, fueron los correspondientes a la producción y manufactura de los cueros (curtidores, talabarteros, lomilleros90, zapateros, etc.) y los encargados de la construcción (albañiles, carpinteros, pintores) y del mobiliario (carpinteros, ebanistas); otra especialización de gran demanda y prestigio fueron los herreros, entre los que se destacaron los armeros y los plateros; estos últimos gozaba de notable reputación entre las elites, pues empleaban gran maestría en el revestimiento de los utensilios, adornos y artículos religiosos91.
87
Ibíd., páginas 174 y 175. Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, Buenos Aires, Coni, 1944, Tomo IV, páginas 123 y 124. 89 Sobre las características de cada rubro véase: Emma Taspi, “El mundo artesanal…”, op. cit, páginas 163 a 168. 90 El oficio de lomillero, era muy requerido y tenía sus especialidades, pues eran los encargados de confeccionar las caronas y recados diversos para las monturas, riendas, lazos, etc. 91 Emma Raspi, op. cit., páginas 163 a 165. 88
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Las especialidades artesanales cubrían la demanda de la población urbana y rural, de bienes necesarios para el consumo familiar, por eso encontramos una gran diversificación, tales como sastrerías, sombrererías, locerías o jabonerías. Fuera de las formas de organización gremial tradicional, se desarrollaban los oficios femeninos, como costureras, veleras y olleras, cuyas tareas estaban más relacionadas con la elaboración doméstica y no con una especialización. La comercialización de los productos artesanales se efectuaba en las calles o en algunas pulperías, lo que generó vínculos de diversos tipos (profesional, de amistad, parentesco o clientelar) y con distintos grupos sociales como estrategia económica. Sin embargo, en la sociedad jujeña de entonces, el ejercicio de las artes mecánicas no era considerado tan prestigioso como otros, por lo que era muy raro que un artesano guardara relación directa con las elites92. Fuera del ámbito urbano, en los campos de los valles centrales, las actividades se concentraban en la agricultura y la ganadería. La principal actividad productiva estaba basada en la exportación de los excedentes en los circuitos de larga distancia para la provisión de alimentos a los centros mineros del Alto Perú, especialmente en lo referido a la ganadería y sus derivados (charqui, sebo, cecina y grasa), actividad que se desarrollaba en las zonas adyacentes a la ciudad cabecera, debido a las características de las pasturas, aunque también en zonas ecológicamente aptas de la quebrada de Humahuaca y de la Puna. La actividad ganadera incluía la producción, el engorde de animales provenientes de otras regiones del Río de La Plata, la matanza y el envío de sus derivados a los talleres que elaboraban las manufacturas: velas, grasa, jabón. En los valles cercanos a la ciudad, desde el Carmen, Monte Rico hasta San Antonio, los campos se arrendaban, al precio de un peso por mula, para invernada de las mulas procedentes de Córdoba, Santiago del Estero y Santa Fe93. La zona también contaba con mano de obra especializada en las tareas de cuidado, doma y amanse. Su especialización se basó en el engorde, adiestramiento y domesticación de las mulas
92
Ibíd. Edmundo Temple, Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy en 1826 , op. cit., página 203. El autor hace referencia a que estos datos son anteriores a 1810. 93
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 antes de subir el Altiplano; esta actividad generó trabajo a un amplio sector de la población y la reasignación de recursos desde los sectores dedicados a la subsistencia. La producción agrícola de los valles daba trabajo a gran cantidad de gente procedente de diferentes estratos sociales y étnicos: indígenas, mestizos, libertos trabajaban como jornaleros. La dirección de los trabajos estaba supervisada por capataces, hombres experimentados que eran portadores de un relativo prestigio social. La siguiente descripción da cuenta de la manera en que se realizaban las tareas de siembra y cosecha “Se siembra durante abril y mayo y se cosecha durante noviembre y diciembre. La tierra se prepara con un arado tirado por 2 o 4 bueyes, en dos labores cruzadas que apenas penetran 15 cm. en la tierra; luego se echan las semillas y se cubren con ramas y encima piedras. Sólo en las haciendas grandes se usa el arado americano. En las zonas de irrigación, se riega 2 o 3 veces al año: después de la siembra, cuando comienza a crecer y cuando principia a florecer. La cosecha, que empieza en noviembre, se corta el trigo con hoces y se lo conduce al aire, al lugar de la trilla, donde se depositan las parvas; la trilla se hace con 12 a 15 caballos que pisotean la espiga y hacen salir los granos; para limpiarlo, se tiran la paja y granos contra el viento, con palas, se separan las partes pajisas del grano. No se puede calcular cuánto se pierde de 94 grano con este procedimiento ” .
En general las labores agrícolas estaban destinadas al consumo dentro de la jurisdicción de Jujuy; sólo en años de buenas cosechas había excedentes agrícolas, en esos años los sobrantes se exportaban hacia las zonas altas, como la Puna, Chichas o Lípez. Con ellos también se vendían maderas de los valles y harina producida en los molinos ubicados en las cercanías de la ciudad y en la quebrada de Humahuaca.
94
Francisco Host, “Descripción de la Provincia de Salta”, en: Boletín Oficial de la Exposición Nacional de Córdoba en 1871, volumen 6, serie Memorias 4, Buenos Aires, Imprenta, Litografía y Fundición de Tipos a Vapor, 1873, página 196. Aunque esta fuente data de décadas posteriores al período que aquí estamos relatando, las formas y prácticas no cambiaron en esos años, por lo que nos pareció valioso incorporar esa descripción.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Las mujeres, además de realizar las tareas domésticas, colaboraban con las labores agrícolas y se dedicaban al hilado y el tejido. En los valles la tejeduría estaba en manos femeninas y su producto se destinaba sólo para el consumo familiar. Se trataba de textiles burdos, que se elaboraban en unidades de producción de tipo doméstico y, cuando había excedentes, se lanzaban al mercado regional. En los valles subtropicales, ubicados al oriente, en la frontera con los indígenas chaqueños, las haciendas contaban con ganado vacuno y caballar. Además de las haciendas, existían pequeñas plantaciones95, con sembradíos de trigo, maíz, arroz, habas, garbanzos, porotos, lentejas, arvejas y variados tipos de fruta y caña de azúcar. Las haciendas azucareras utilizaban mano de obra indígena, sobre todo en las tareas de cosecha de la caña. “Los [indígenas] de tierra adentro son los que viven de la Piedra Grande adelante. Este lugar está a cuarenta leguas de Orán, es el punto más distante a que llegan las poblaciones o estancias del Chaco en la banda occidental [...] Es de esa línea adelante, de donde las haciendas inmediatas a Salta y Jujuy, sacan sus peones para las cosechas de sus azúcares [...] El número de indios que salen anualmente para dichas haciendas pasa de mil.”96
Las haciendas de Ledesma, San Pedro y San Lorenzo, junto con las pequeñas plantaciones, producían alrededor de 8.000 arrobas97 anuales de azúcar, que se consumía mayormente en la jurisdicción de Jujuy (ciudad y campaña), los años de buena cosecha se exportaban los excedentes. Para la fabricación de azúcar se usaban trapiches movidos por bueyes; el azúcar se elaboraba en panes o pilones de forma cónica, cuyo peso era de 2 a 2 ½ arrobas cada uno. Se obtenían dos tipos de azúcar, blanco y moreno98.
95
José Arenales, Noticias Históricas y Descriptivas sobre el gran país del Chaco y Río Bermejo; con observaciones relativas a un Plan de Navegación y Colonización que se propone, Buenos Aires, Imprenta Hallet y Cia., 1833, páginas 44 y 45. 96 Benjamín Villafañe, Orán y Bolivia a la marjen del Bermejo, Salta, Imprenta del Comercio, 1857, páginas 36 y 37. 97 La arroba era la unidad de peso; 1 arroba equivale a 11,485 kilogramos. Tabla de Equivalencias de las Pesas y Medidas del Sistema Métrico – Decimal con los Antiguos y Vice – versa. Jujuy, Publicación Oficial, Imprenta Petruzzelli, 1889 98 José Arenales, op. cit., página 45.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Con los excedentes se hacían aguardientes, chancacas y guarapos99. Las chancacas se hacían con una pequeña pasta de azúcar impura, era consumida por los niños y la gente humilde; mientras que el guarapo era la resaca con la cual se hacía el aguardiente de caña, tan solicitada por los trabajadores y motivo de borracheras100. En toda la jurisdicción de Jujuy, en cualquier sitio apto, se cultivaba maíz, que era el principal alimento de los sectores populares y, además, se utilizaba como forraje para el ganado y para la elaboración de la chicha 101. Un cronista de la época relataba que se cosechaban cinco especies de maíz, cada una de las cuales estaba relacionada con distintos usos e iba a cubrir necesidades diferentes: el maíz capia, de grano grande y blanco, con el que se elaboraba el mejor almidón y harina, el blanco, amarillo, morocho y pisingallo. Su precio variaba de acuerdo a la época del año (estacional)102.
La principal actividad de los pobladores de la Quebrada de Humahuaca era la agricultura, aunque según las estaciones agrícolas, también ocupaban su tiempo en la confección de tejidos, para los cuales utilizaban la lana de oveja local. Así, en el seno de las familias campesinas se desarrollaron manufacturas de bayetas y paños burdos, generalmente para uso doméstico, pero que también eran utilizados en los intercambios campesinos. El hilado era una tarea femenina, que se realizaba “con el uso y la rueca, o con un torno (pequeña rueda de madera que colocan en los arroyos o acequias)” , mientras
que el tejido en telares pesados era una tarea que se repartía entre hombres y mujeres. Los tejedores de oficio o “teleros”, era artesanos que trabajaban por un salario o para vender sus tejidos103. El cultivo de forrajeras y los potreros de alfalfa habían desarrollado y mantenido el oficio de la arriería. Los propietarios de los potreros de alfalfa, cobraban mensualmente por cabeza de novillo, caballo o mula que recibían en invernada104; allí invernaba el ganado que iba a los mercados del Alto y Bajo Perú, así como las mulas de los arrieros que cargaban y conducían mercancías.
99 100
José Arenales, op.cit., página 41.
José de Arenales, op. cit., página 45. La chicha de maíz, era una bebida fermentada, muy apreciada en la población. Su elaboración y expendio estaba a cargo de las “chicheras”. 102 José de Arenales, op. cit., página 41. 103 José B. Bárcena, “Industria lanar en Jujuy”, op. cit., página 239. 104 El precio de invernada variaba según la estación y la abundancia de pastos. 101
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 En las tierras altas de la puna, sus habitantes, mayoritariamente indígenas, alternaban las tareas de pastoreo con las labores textiles. Los tejedores e hilanderos contaban con una fuerte participación masculina, con actividades complementarias en la ganadería y la minería. En las zonas ecológicamente aptas para la agricultura – especialmente en los curatos de Yavi y Cochinoca- la tejeduría estaba en manos femeninas, mientras que los hombres laboraban la tierra y cuidaban el ganado105. La manufactura textil de la Puna, se trabajaba con lana de oveja, llama y vicuña; se realizaban pullos (ponchos gruesos), frazadas, cordoncillos, picotes, barracanes y otros tejidos para uso doméstico, para el intercambio y la venta; el valor de un pullo variaba según la preparación, los hilos y los tintes. Las tinturas se conseguían con cochinilla y añil106 y se avivaban con alumbre; también se usaban flores y plantas autóctonas para obtener los colores verde y amarillo. “El hilado ordinario se hace con un torno movido a pie (a falta de corrientes de agua), por mujeres y niños; los hilados finos se hacen a mano. El tejido es hecho en telares, en el suelo o “a pala”; está en manos de los hombres; los que viven de este oficio se llaman teleros y tejen de 6 a 8 varas diarias y ganan por tejido ordinario: 1 real107 la vara; por el tejido de cordoncillo y tocuyos: 2 reales la vara, que tejen 3 a 4 varas diarias. Con una libra de hilo ordinario, se tejen 2 varas de picote”108.
La sal y los textiles eran los principales elementos de intercambio campesino que ofrecían los puneños para obtener alimentos no producidos en las zonas de altura, como frutas, cereales, verduras, vinos y aguardiente. “Los naturales de Casabindo y Cochinoca, exportan la sal sobre burros y llamas, a Chichas, Mojo, Sococha, Jujuy, Salta y el resto de la provincia; también llegan cargamentos a Tucumán. Es curioso verlos emplear muchos días en estas 105
Ana Teruel y Raquel Gil Montero, “Trabajo familiar y producción de textiles en las tierras altas de la provincia de Jujuy. Mediados del siglo XIX”, en: Revista Andina año 14, N° 1 Cuzco, Centro Bartolomé de Las Casas, 1996. 106 Ambos elementos tintóreos no se producían en la zona y debía importarse de regiones extra jurisdiccionales 107 Un peso de plata equivalía a ocho reales: 1$ = 8 reales. 108 José B. Bárcena, op. cit., páginas 242-243.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 faenas, a donde llevan un pequeño avío de agua, maíz tostado, y cuanto más algunas papas y charque molido; se entiende que nunca falta la coca, cuyo consumo es indispensable a todos los habitantes de las punas. Se sitúan en medio de aquellas enormes masas cristalizadas, y labran con hachas unos panes cuadrados de dos cuartas de lado y 2 ½ pulgadas de profundidad, con el peso de 2 ½ arrobas; las llamas cargan dos de estos panes; y cada uno vale en Salta 2 ½ o 3 reales” 109
.
La recogida de oro de las arenas auríferas de Santa Catalina, Rinconada y Casabindo reportaba un ingreso extra nada despreciable. El recate de oro aluvional, en forma de “pepitas”, se realizaba preferentemente durantes los meses de lluvia, cuando las avenidas y crecientes de los arroyos removían las playas y arrastraban rocas auríferas; mientras que la actividad principal del invierno era el tejido110. “Sus habitantes [de la Puna] se ocupan en los lavaderos de oro en Rinconada y Santa Catalina; también en la cría de ovejas, llamas y burros; hay gran producción vacuna, no sólo para el sustento familiar, sino para su venta en las ferias de la provincia y en Bolivia” 111.
Otra fuente extra de ingresos era la obtención de pieles, especialmente las de chinchillas y vicuñas, que era una actividad complementaria al pastoreo, ya que su carne engrosaba la dieta familiar y las pieles reportaban beneficios adicionales. La tarea de la caza de vicuñas y de chinchillas era una labor especializada, llevada a cabo por cazadores entrenados en cada una de las especies: los “vicuñeros” y los “chinchilleros”. Los cazadores poseían distintos métodos, como el uso de trampas, perros y hurones; todos los mecanismos usados tendían al exterminio de las especies, pues no discriminaban animales adultos y crías112. Por esa razón, la legislación española había prohibido expresamente la caza de vicuñas
109
José Arenales, op. cit., página 51 José B. Bárcena, op. cit., página 248. 111 José B. Bárcena, op. cit., página 242. 112 Alejandro Benedetti y Viviana Conti, “Explotación de los recursos naturales andinos: comercio y circuito de las pieles de chinchilla durante el siglo XIX y primeras décadas del XX”, en Si Somos Americanos, Vol IX, Nº 2, Iquique, Universidad Arturo Prat, 2010. 110
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “Para evitarlo [su exterminio] se dio Real Cédula del 30 de agosto de 1777, en San Idelfonso, para que los indios no las matasen en las correrías, sólo las apresen y esquilen. Pero la Audiencia de Charcas mostró la imposibilidad de este proyecto, por la naturaleza de los animales, que antes se dejan matar que esquilarse”113
Las pieles producto de la caza, eran entregadas en las pulperías de la campaña, en forma de pago de artículos diversos para el sustento de las familias indígenas y campesinas. Los pulperos, a su vez, las entregaban como forma de pago en las tiendas donde se surtían de los artículos. Los grandes comerciantes acopiaban las pieles y las enviaban al puerto de Buenos Aires para su exportación a Europa. Así se cerraba el circuito de las pieles, que comenzaba en las serranías y terminaba en el mercado mundial. Las labores abocadas a la conducción de ganado (arreo o tropería) y de recuas de mulas o burros cargados con diversos artículos (arriería), empleaban gran cantidad de mano de obra, cuyo entrenamiento duraba largas etapas de adiestramiento de personas de distintos estratos sociales y étnicos. Arrieros y troperos eran los trajinantes de este espacio, los surcadores de caminos y circuitos, los que movilizaban los recursos entre distintos puntos. La arriería y la tropería o arreo de ganado eran dos actividades que, no obstante ser diferentes, ambas necesitaban mano de obra especializada. Los hombres que se ocupaban de las distintas labores debían, necesariamente, poseer oficios específicos con diferentes aprendizajes, que a su vez se manifestaban en categorías distintivas al interior de cada uno de ellos. La actividad del arreo o tropería (conducción de tropas de animales) representaba aprendizajes previos y distintos grados de jerarquía. La conducción de la tropa estaba en manos del capataz, persona de confianza del propietario de los animales y experto en la conducción de los hombres que lo secundaban: peones, baqueanos y aprendices. Al igual que la arriería, la conducción de tropas de animales era un oficio que exigía aprendizajes previos y un grado de especialización en diferentes tareas que 113
Pedro Vicente Cañete y Domínguez, op. cit., página 240.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 debían aprender de los peones, que generalmente comenzaba en la niñez. Era una costumbre generalizada llevar niños en los viajes de conducción y arreo, a los efectos de entrenarlos en el aprendizaje de cada tarea, desde el cuidado de los animales hasta la búsqueda de parajes adecuados, el encendido del fuego, la preparación de la comida, etc. A su vez, la “peonada” tenía sus propias especializaciones y jerarquías en las distintas tareas de conducción, vigilancia de la tropa de animales, provisión de comida para hombres y animales, conducción de la caballada de recambio, conducción de los burros o mulas con equipaje, alimentos, agua y alfalfa, entre otras. Los baqueanos (generalmente indígenas de la zona), poseían conocimiento de caminos, refugios, aguadas, ciénagas y pastizales, así como “malos pasos” y “malas hierbas” que podían perjudicar a los animales. También eran responsables de establecer la “jornada” entre dos estadías en las cuales hombres y bestias pudieran pasar la noche a resguardo de nevadas, viento blanco o sequías. La arriería era la principal actividad de los hombres de la zona que, desde el siglo XVII, involucraba a diferentes sectores sociales, desde las elites mercantiles hasta los sectores populares, campesinos e indígenas, a través de contratos de flete. Fue una actividad destacada en la región por más de dos siglos, dadas las características geográficas y la base histórico-cultural, que la remontan a una labor fundamental en las comunicaciones desde tiempos prehispánicos, lo que explica el peso de la participación indígena en ella. La razón de la importancia local de la arriería está en la localización de Jujuy, donde todas las mercancías debían acomodarse en mulas o burros antes de trepar al Altiplano114. Era una “profesión especializada”, pues requería de conocimientos y adiestramientos especiales e involucraba a diferentes sectores sociales, desde los mercaderes que enviaban sus mercancías, hasta campesinos e indígenas dueños de las arrias. La profesión de la arriería contaba con distintas jerarquías y especializaciones: el arriero era el dueño del arría, los animales de carga (mulas y burros) sobre los que se llevaban las mercancías; por tanto era dueño de un capital considerable, el que a su vez 114
Viviana Conti y Gabriela Sica, “Arrieros andinos de la colonia a la independencia. El negocio de la arriería en Jujuy”, en: Antonio Escobar O., Sara Ortelli y Victor Gayol (editores), Participación de indígenas y campesinos en mercados coloniales iberoamericanos, siglos XVII-XIX , México, UAM-El Colegio de Michoacán, en prensa.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 era la “garantía” o “seguro” de los artículos que transportaba, de los cuales era responsable hasta depositarlos en el lugar pactado o convenido con el propietario. Durante la travesía, el arriero estaba auxiliado por otras personas que desempeñaban diferentes categorías y funciones en el manejo de la recua y de la carga: el ayudante (encargado del cuidado de las cargas), el tenedor (encargado de mantener a los animales dispuestos con el portillero) y el madrinero (conducía a la madrina que guiaba la recua y vigilaba al resto de los animales). El arriero trabajaba para un comerciante o persona o institución, propietaria de los productos que debía transportar. A los efectos del flete o transporte, ambos –arriero y propietario de artículos- firmaban un contrato de flete, por medio del cual el arriero se responsabilizaba de la entrega en tiempo y forma de la carga que se le asignaba en el destino estipulado, sus mulas eran el “seguro” que cubría los daños que pudiese ocurrirle a las mercancías115. Cuando el transporte de las mercancías excedía la cantidad de mulas de un arriero, solían asociarse dos o más de manera temporal y a los efectos de realizar el flete estipulado en el contrato. Tradicionalmente, los arrieros más importantes fueron indígenas –caciques o familiares- poseedores de gran cantidad de animales y tierras con pasturas para su mantenimiento. Pero a lo largo del siglo XVIII otros grupos étnicos, mestizos y mulatos, entraron en competencia por el negocio de la conducción. El cabildo intentó organizar el gremio de los arrieros en diferentes oportunidades y finalmente, en 1815 elaboró un Reglamento que abarcaba a la arriería de la ciudad de Jujuy y su jurisdicción
116
.
Recapitulando, en las distintas zonas ecológicas de Jujuy, se producía casi todo lo necesario para la subsistencia; sin embargo, había producciones específicas para los mercados de mediana y larga distancia, que eran las que reportaban los grandes negocios y de daban a la zona su característica “especialización”. Dicha especialización, en el campo jujeño estaba basada en la producción ganadera y el negocio del transporte (flete o arriería). Ambas actividades eran las que reportaban las mayores ganancias a la región y serían las más afectadas por el largo proceso de la guerra de la independencia. 115
Para más información acerca de la arriería en Jujuy, véase Viviana Conti y Gabriela Sica, op. cit. AHPJ, SRR, Caja XLIV, Reglamento de la Arriería, Dado por Mariano de Gordaliza, encargado, en San Salvador de Jujuy, septiembre 18 de 1815, 5 folios. 116
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 4. LA VIDA POLÍTICA Y COTIDIANA. El día a día antes de la Revolución En este capítulo nos referiremos a algunos aspectos de la vida diaria en Jujuy durante las últimas décadas de la Colonia, en la etapa que va desde fines del siglo XVIII hasta la irrupción revolucionaria en 1810. Como en toda sociedad hispanocolonial del “Antiguo Régimen”, la de de Jujuy era una sociedad donde se ejercía un estricto control social digitado desde las autoridades, con anuencia de las elites locales. Una delgadísima línea dividía el ámbito de la vida privada del ámbito de la vida pública, por tanto, la moral de los habitantes podía fácilmente traspasar esta línea divisoria y transformarse en una trasgresión al orden establecido. Una conducta trasgresora de los valores religiosos y morales en el ámbito privado se transformaba en un “escándalo”, un desorden frente orden social establecido117. El hecho de tratarse de una ciudad pequeña con mucho tránsito de forasteros, que eran considerados potencialmente peligrosos para las autoridades coloniales y los vecinos destacados, influyó más en el control que, en general, los funcionarios borbónicos y las familias prominentes trataban de mantener sobre la “plebe” o “bajo pueblo”, siempre sospechado de malas costumbres, peligrosas prácticas y posibles rebeliones. Ante la ausencia de un Estado, la preocupación de centraba en el gobierno, repartido en distintas instituciones descentralizadas y en una cultura jurídica y religiosa que incluía a todas las corporaciones, que sin diferenciaciones sociales y étnicas podían acudir a las leyes a través de abogados para realizar demandas y resguardar sus derechos legales y consuetudinarios118. Los bandos de gobierno , así como las disposiciones del cabildo, en general tendían a la vigilancia de los sectores populares y de los forasteros, para lo cual reglamentaban y normaban los usos y costumbres, aún cuando estas medidas fuesen en
117
François-Xavier Guerra, Annick Lempériere et al., Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX , México, Fondo de Cultura Económica, 1998, página 13. 118 Ibíd.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 contra de las tradiciones locales y de los hábitos populares. El objetivo de toda sociedad colonial era la tranquilidad pública y orden social. La Real autoridad política y militar con asiento en Jujuy era el Teniente de Gobernador , quien actuaba como delegado del Gobernador Intendente con sede en
Salta, la capital de la Intendencia. En 1810, el gobernador de la Intendencia de Salta era Nicolás Severo de Isasmendi y el Teniente de Gobernador de Jujuy era Diego José de Pueyrredón. El cabildo, formado por hombres de la elite local, era la institución encargada de ejercer el gobierno y la justicia, al interior de su jurisdicción. Las ordenanzas, normas, preceptos, instrucciones o regulaciones emanadas de las autoridades reales, virreinales, gubernativas o capitulares se publicaban por bandos públicos en la plaza y en las calles más transitadas, además de ser leídas por el
pregonero a toque de caja y a son de bando “en la forma acostumbrada en la plaza y esquina más publica en esta ciudad” ; el bando también se entregaba en la casa de las
personas que estuvieran involucradas en el mismo y se lo remitía a los caciques de los pueblos y partidos de la campaña119. El pueblo no era, como lo entendemos hoy, sólo la población que habitaba una provincia o un lugar, el pueblo era un conjunto de corporaciones y estamentos en los que se basaba la organización y el orden social, diferenciados étnica y socialmente120. El ámbito de la vida pública eran los “espacio públicos”, que en Jujuy se resumían a la Plaza, algunas calles concurridas y utilizadas para los paseos, las pulperías, tiendas y zonas de encuentros del vecindario, lugares donde se establecían las relaciones interpersonales.
El buen gobierno En 1776, el gobernador y capitán general de la provincia, Antonio de Arriaga envió al cabildo de Jujuy un bando de buen gobierno donde se indicaban las medidas a tomar para mantener el orden y la tranquilidad en la ciudad y en la campaña. Si bien este bando es anterior al establecimiento de la Intendencia de Salta, sus párrafos más 119 120
AHPJ, SRR, Caja XXXVIII, Legajo 2, folio 17. Acta capitular de 17 de febrero de 1785. François-Xavier Guerra, Annick Lempériere et al.,op. cit.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 importantes nos ilustran acerca de la vida cotidiana de las últimas décadas coloniales, razón por la cual lo hemos seleccionado a fin de adentrarnos en los vericuetos de la vida diaria en la ciudad y en el campo, en una sociedad con gran celo por las “buenas costumbres” y alto grado de represión social para sus infractores. Una de las preocupaciones constantes de las autoridades y vecinos era el mantenimiento del orden, la disciplina y la buena conducta y moral entre los sectores populares, identificados en esa época como el “bajo pueblo”. Los desordenes y desenfrenos tenían lugar en los espacios de sociabilidad ubicados en los suburbios de la ciudad, donde se asentaban las pulperías más pobres, tabernas, chicherías, rancheríos y lugares extraviados en parajes poco accesibles, que eran frecuentados por negros,
mestizos, indígenas (y por qué no algún español gustoso de esas diversiones) quienes se entregaban a sus bailes, borracheras y actividades promiscuas, las que solían terminar en peleas y dejaban como saldo a hombres heridos y muertos. De allí la importancia que los autos de buen gobierno dieran al control de esos espacios “…que en las pulperías, oficios mecánicos o casas de sospecha no se practique juego alguno, para evitar de este modo fatales consecuencias […] que los negros no se junten en los escandalosos bailes que acostumbran con su tambor, bajo la pena de 50 azotes […] que ninguna persona cargue ni de día ni de noche armas cortas como son cuchillos, puñales, dagas, navajas de golpe y estoque, armas de fuego […] que ninguna persona corra, ni galopee a caballo ni de día ni de noche” 121.
Jujuy era una jurisdicción relativamente pequeña, donde todas las personas se conocían, o por lo menos se podía obtener conocimiento de ellas, lo que implicaba un relativo control social, por lo cual un motivo invariable de desconfianza lo planteaban los forasteros, tan comunes en Jujuy, que por ser una zona de tránsito en la ruta entre Potosí y Buenos Aires, recibía diariamente viajeros, mercaderes y transeúntes procedentes de los lugares más disímiles. De allí que el bando del buen gobierno hiciera referencia tanto a los extraños como a las personas que los alojaban, en la necesidad de tener un cierto control y conocimiento de quiénes entraban y salían de la jurisdicción
121
AHPJ, SRR, Caja IX, Legajo 2.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “…que todas las personas forasteras que entraran se presenten precisamente a su llegada en este gobierno o ante los alcaldes ordinarios, bajo la multa de $12, cuyo aviso deberán también dar los dueños de las casas donde moraran…” 122
Otro motivo de desorden social lo causaban los prófugos y vagabundos, que deambulaban por la campaña, sin oficio ni ocupación, convirtiéndose en eventuales criminales de presuntos delitos, cuyos protagonistas cubrían diferentes categorías sociales y étnicas “… a las personas que se fugasen por los campos, si fuesen españoles pagarán una multa de $50, pero si fuesen plebeyos con seis meses de cadena; a los vagabundos si fuesen españoles se los destierra de toda jurisdicción y si fuese plebeyos se le darán 100 azotes y se dedicarán al trabajo de obras públicas por cuatro meses y si cumplido no se conchabasen se los destierra de toda la provincia” 123.
La salud de la población estaba en manos de los médicos y boticarios; cada médico llevaba su propia botica y atendía a los pacientes a domicilio124. En Jujuy en los últimos años coloniales había dos médicos cirujanos habilitados por el cabildo para la atención pública, quienes se repartían en la atención de los pacientes de la ciudad y el campo. Los médicos de entonces eran don Manuel Isidro Fernández y don Manuel de Mármol y Tapia. En 1805 este último facultativo renunció al “oficio que desempeñaba el arte de boticario y cirujano” para dedicarse a su cargo en el cabildo125, en el que
continuó los años siguientes126 y su lugar fue ocupado por don Pedro de la Torre y Varela127. Los casos más comunes que demandaban su atención eran las heridas de armas blancas, las caídas de los caballos y las muertes de mujeres durante el parto. Ya Daniel 122
Ibíd. Ibíd. 124 Enrique Normando Cruz, La política social en el Antiguo Regimen, Purmamarka Ediciones, 2009, página 60. Para mayor información sobre las características de la medicina y la política social en Jujuy del siglo XVIII, véase Enrique Normando Cruz, op. cit. 125 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro capitular de 1800-1812, folio 87. Acta del 2 de mayo de 1806. 126 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro capitular de 1800-1812, folio 98. Acta del 22 de diciembre de 1806. En 1808 el cabildo lo designó como diputado de obras públicas y juez de policía, Ibíd., folio 147v. Acta del 23 de abril de 1808. 127 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro capitular de 1800-1812. Acta de lecciones de 1º de octubre de 1805 para el ejercicio durante 1806. 123
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Santamaría se explayó acerca de la alta mortalidad femenina causada por las rudimentarias precauciones obstétricas128, lo cual parece haber sido un mal frecuente en toda Hispanoamérica, pues una Real cédula, que llegó al cabildo de Jujuy en 1805, daba explícitas instrucciones de la forma como se debía practicar operaciones cesáreas a mujeres fallecidas durante el parto “…liberando de esta manera a tantas criaturas que suelen ser víctimas de la ignorancia y el descuido” 129.
Las endemias de la época, como la tisis o la lepra, se trataban siguiendo la costumbre europea, las leproserías siempre se ubicaban a una distancia prudencial de los centros poblados y al tratarse de una enfermedad infecciosa crónica y transmisible por contacto, exigían el aislamiento y las medidas necesarias para evitar su propagación. Aunque no tenemos información que nos refiera a la existencia de leproserías en Jujuy, sí sabemos de la existencia de tuberculosis, cólera, fiebre hética130 y otras endemias tan comunes para entonces “…que todas aquellas personas que se hallasen poseídas de los contagiosos achaques, enfermedades nominadas ética, tísica, lepra o mal de San Lorenzo sean trasladas a una distancia de 10 leguas de cada ciudad y quemada su ropa y demás muebles de su inmediato uso bajo la multa de $50 a los médicos y facultativos que sabiendo no diesen parte a la justicia” 131.
El sigilo de la oscuridad era el momento más propicio para el accionar delictivo, lo que convertía a la noche en un ámbito peligroso, donde sólo deambulaban las personas de malos hábitos, ya que era costumbre que las personas honestas permanecieran en sus hogares después de oscurecer y sobre todo luego del toque de queda diario, que comenzaba a la 10 de la noche132, después del cual no estaba permitido el tránsito por los espacios públicos. En invierno, cuando la oscuridad caía temprano, quienes permanecían en sus labores tenían la obligación de iluminar los sitios
128
Daniel Santamaría, “Arte sacro y piedad doméstica. La religiosidad popular en Jujuy en el siglo XVIII”, en Anuario del CEIC 1, Jujuy, Centro de Estudios Indígenas y Coloniales, 2000…”, página 132. 129 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 54v-65. Acta del 6 de abril de 1805. 130 Era el nombre que se le daba a la tisis o tuberculosis pulmonar. 131 AHPJ, SRR, Caja IX, Legajo 2. 132 El toque de queda entre las 10 de la noche y las 5 de la mañana se mantuvo durante las primeras décadas republicanas, intensificándose con patrullajes nocturnos durante los años de las guerras de la independencia, debido a la intensificación de los robos y actos de bandolerismo nocturnos.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 donde se encontraban hasta la hora del toque de queda, a partir de cuando la gente se recogía en los espacios privados. “…que los mercaderes, pulperos, sastres, zapateros, plateros y demás oficios, pongan precisamente en las puertas de sus oficinas faroles con luces hasta que toque la campana de la queda a una hora los deberán cerrar todo bajo la multa de $4; que desde que se toque la campana de la queda ninguna persona ande en la calle sin farol o linterna con luz bajo las penas que se administran según la calidad del sujeto de persona y circunstancias que concurran” 133.
El bando también se refería a la limpieza de las calles y acequias, así como a los lugares autorizados para la venta de comestibles en la ciudad y pueblos, temas sobre los que volveremos más adelante al analizar la vida en la ciudad. “que todos los vecinos y forasteros que dentro del tercer día que se publique este auto limpien o barran las calles que corresponden a su pertenencia […] que todas las personas que vendan carne, grasa y otros comestibles lo hagan en la plaza pública y no en su casa, huecos o extramuros de la ciudad como acostumbran” 134.
Era frecuente en toda Hispanoamérica que bajo el lema “viva el Rey y muera el mal gobierno” se ejecutaran actos de desacato a las autoridades establecidas. Por esta
razón el bando precedente lleva el título de “buen gobierno” . Pero, ¿quiénes eran los funcionarios que debían hacerlo cumplir? Como vimos, en Jujuy existían dos tipos de funcionarios: los funcionarios reales y los funcionarios de cabildo. Los funcionarios reales formaban parte de la burocracia administrativa de la Corona española, por cuanto eran nombrados directamente por el Rey, el Virrey o, excepcionalmente, por el Gobernador Intendente. En Jujuy, jurisdicción subordinada, residían pocos funcionarios reales y casi todos de menor rango. Estaba el Teniente de Gobernador y Justicia Mayor, quien cumplía las funciones asignadas por el gobernador para la circunscripción, era el depositario de mayor poder político y militar; desde 1808 este cargo estuvo en manos del coronel Diego José de Pueyrredón, quien había ocupado 133 134
AHPJ, SRR, Caja IX, Legajo 2. Ibíd.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 diversos cargos administrativos y militares con anterioridad a su nombramiento y estaba emparentado con la elite local a través del matrimonio con Juana Francisca Zegada, hija del hacendado don Gregorio de Zegada y de María Mercedes Rubianes Gaínza. Los restantes funcionarios reales residentes en Jujuy eran delegados subalternos, que ocupaban puestos de menor jerarquía y subordinados a los funcionarios en la capital de la Intendencia en Salta. Había un Teniente Tesorero de las Reales Cajas, puesto que en 1810 era ocupado por José Ignacio de Guerrico; un Subdelegado de la Real Hacienda, cargo ejercido desde 1804 por Manuel de Iriarte y desde 1808 por Alberto Puch y el Administrador de Reales Rentas, don Francisco de Gogenola. Los administradores del Ramo de Sisa, en 1810 eran José Lorenzo de Sarverri y Diego José de Peyrredón. El administrador de la Real Renta de Tabacos era Alberto Puch. El delegado subalterno del la Renta de Correos era, desde 1808, Pedro Antonio Aguirre. En el cabildo existían dos clases de funcionarios: los elegidos por los vecinos y los que compraban sus cargos en público remate135, nombrados directamente por las autoridades reales o virreinales. La renovación de cargos electivos del cabildo, se realizaba entre los meses de octubre y diciembre, y los nuevos funcionarios ocupaban sus puestos el primer día del año siguiente. Anualmente los vecinos de la ciudad de Jujuy elegían a los Alcaldes de Primer y Segundo Voto, al Procurador General, al Mayordomo de la ciudad, a los Alcaldes de Barrio, los Alcaldes de la Santa Hermandad, el Alcalde de Aguas, el Defensor de Naturales, el Defensor de Menores y el Defensor de Pobres –en Jujuy, desde 1807, estos dos últimos cargos recaían en una sola persona, con el título de defensor de pobres y menores-136. Los funcionarios capitulares electos, de mayor rango y jerarquía, eran los Alcaldes Ordinarios, de primero y segundo voto, quienes tenían a su cargo la
administración de justicia en primera instancia en asuntos civiles y criminales. El cabildo no podía reunirse sin la presencia de, por lo menos, uno de los alcaldes. En caso 135
La compra de cargos públicos en subasta, era una costumbre muy arraigada en las monarquías europeas occidentales durante los siglos XVII y XVIII; tal costumbre se transmitió hacia la burocracia administrativa de las colonias. Véase Perry Anderson, El Estado Absolutista, México, Siglo XXI, 1985. 136 Dionila Baldiviezo, “El Cabildo de Jujuy, entre el Antiguo Régimen y la República”, ponencia presentada en las XII Jornadas Interescuelas – Departamentos de Historia, Mesa “Hacia el Bicentenario: lenguajes, tradiciones, conceptos políticos en el Río de La Plata durante la primera mitad del siglo XIX.” Universidad Nacional del Comahue, octubre de 2009, CD.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 de muerte o ausencia del gobernador y su teniente, sin dejar reemplazante, el alcalde de primer voto era quien lo sustituía. Gozaban del derecho de concurrir a los acuerdos con espada y daga, privilegio que también fue reconocido a los alférez y alguaciles mayores. Los alcaldes, en señal de su investidura, usaban un bastón o “vara de justicia”. En caso de vacancia –por ausencia, enfermedad o muerte- eran reemplazados en primer término por el alférez real, luego por el regidor decano y sucesivamente por los demás regidores según su antigüedad u orden. En el cabildo de Jujuy siempre, desde sus orígenes hasta su supresión definitiva, los cargos de alcalde de primer y segundo voto fueron electivos y de duración anual. En el momento de la revolución de mayo de 1810, el Alcalde de Primer Voto en el cabildo de Jujuy era don Francisco Calderón y en el cargo de Alcalde de Segundo Voto había sido elegido Pedro de la Torre y Barela137. El Procurador General era el portavoz de la ciudad y el que debía formular las
peticiones de interés colectivo, ya fuera ante el cabildo o ante las demás autoridades. Su cargo fue siempre electivo y anual; se lo designaba al mismo tiempo que a los alcaldes. Podía intervenir en los acuerdos pero no votar. A fines del siglo XVIII tomó el nombre de Síndico Procurador General . En 1810 había resultado electo don Alejandro Torres138. El Mayordomo, que en el cabildo de Jujuy adquiría el título completo de Mayordomo de Obras Públicas y Fiestas139 , también era elegido anualmente. Este cargo
se confería a un vecino poseedor de un alto prestigio social y bienestar económico y, en 1810, los vecinos habían elegido a don Tomás Gámez140, nacido en España, que formaba parte de los españoles europeos que habían llegado a Jujuy en los últimos años de la colonia. En 1812, Tomás Gámez desobedeció la orden de Manuel Belgrano y se quedó en Jujuy durante el éxodo, colaborando con las tropas realistas llegadas desde Lima. El Defensor y Pobres y de Menores tenía a su cargo la protección de los menores no sujetos a patria potestad, a cuya función se le sumaba la de llevar los pleitos en el que algún menor fuese parte de un juicio frente a los alcaldes. En sus orígenes era 137
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 210-211v. Acta Capitular del 1 de enero de 1810. 138 Ibíd. 139 A fines del siglo XVII y durante gran parte del XVIII este funcionario recibía el nombre de Mayordomo de la Ciudad y Rentas del Hospital. 140 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 210-211v. Acta Capitular del 1 de enero de 1810.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Defensor General de Menores y Protector de Naturales , luego las funciones se
separaron. Como defensor de pobres estaba encargado de la protección judicial de los necesitados. Estas dos ocupaciones, la de defensor de menores y la de defensor de pobres, en Jujuy hacia 1810, estaban unidas en un mismo cabildante, don Pedro José del Portal141. El regidor obras públicas y diputado de propios era el funcionario electo para
encargarse del trazado de calles, la apertura de nuevas vías de comunicación, la reparación o composición de los caminos y se encargaba de la realización de las obras y de su financiamiento. En 1810, el cargo estaba ocupado por don José de Olivera, nacido en Jujuy. El Juez de Aguas era el funcionario encargado de atender los pleitos y disputas entre los vecinos derivados del uso del agua en la jurisdicción. El cargo en Jujuy había sido electivo hasta principios de siglo XIX, cuando excepcionalmente en 1805, el Virrey Sobremonte nombró en esa función al comerciante español, radicado como vecino en Jujuy, Domingo Pérez, quien se mantuvo en esa función hasta 1810142. Los Alcaldes de Barrio eran nombrados por el cabildo para atender las cuestiones de cada cuartel de la ciudad; tenían funciones policiales y reducidas atribuciones de justicia. Hasta 1811 la ciudad de Jujuy estaba dividida en dos barrios o cuarteles, por tanto se nombraban dos alcaldes, uno para cada uno de ellos; en 1810 los alcaldes de barrio de la ciudad de San Salvador eran don Manuel Salas y don Fernando Bueno Moro143. Los Alcaldes de la Santa Hermandad eran los alcaldes rurales destinados a desempeñar tareas de policía y justicia en las campañas. Hasta 1810, en el cabildo de Jujuy se elegían dos alcaldes de campo, aunque en el siglo XVIII fueron aumentando sus responsabilidades, acorde a las necesidades de la población, asignándole a cada uno de ellos, funciones específicas para su pago; en general, los elegidos eran hombres de la zona que debían tener bajo su control, normalmente se trataba de grandes hacendados
141
Ibíd. La designación fue realizada por el Virrey Sobremonte con fecha 12 de marzo de 1805. A fines de 1809, don Domingo Pérez había solicitado al Gobernador Intendente de Salta, Nicolás Severo de Isasmendi, que lo exonerara de tal función debido a que el cargo le ocupaba demasiado tiempo y lo distraía de sus negocios particulares, pero su solicitud fue denegada por el Gobernador. 143 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 210-211v. Acta Capitular del 1 de enero de 1810. 142
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 locales o propietarios de tierras. En momentos de la Revolución los Alcaldes de la Santa Hermandad electos eran Torcuato Sarverri y José Patricio Baigorri144. Eventualmente, el cabildo podía nombrar a otros funcionarios, tales como los diputados para entender en las apelaciones de las sentencias dictadas en juicios de
menor cuantía. Desde que se creara el Consulado de Comercio en la capital del Virreinato del Río de La Plata, el cabildo de Jujuy nombraba, con anuencia de los mercaderes del lugar, a un Diputado de Comercio ante el Real Consulado de Buenos Aires, para atender los intereses del sector mercantil local. Durante los últimos años coloniales, los diputados que representaban a los mercaderes de Jujuy ante el Consulado fueron Martín de Otero (1800-1802), José de Alvarado (1802-1803), Manuel de Tezanos Pinto (18041805), José de Olivera (1806-1807), Manuel de Tezanos Pinto (1808-1809) y Félix de Echavarría (1810-1811)145. Otros funcionarios capitulares no eran elegidos por los vecinos, sino que debían su nombramiento al Rey, al Virrey o al Gobernador Intendente, a través de la compra de los cargos en remate público, eran los regidores. Los remates se hacían en la sede de la audiencia. Estos cargos eran también transmisibles a otra persona que podía ser el heredero del titular. Los funcionarios que poseían cargos adquiridos eran: el Regidor Fiel Ejecutor , cuyas funciones consistían en vigilar la exactitud de los pesos y medidas que empleaban los comerciantes, procurar el abasto de la ciudad y controlar los mercados y la observancia de los precios y aranceles fijados por el cabildo; en 1810 este cargo estaba en manos de don Pedro de la Torre y Barela.146 El Regidor Veinticuatro sólo existió en Jujuy a mediados del siglo XVIII147. El Alférez Real, quien era el encargado de llevar el Real estandarte en las ceremonias Religiosas, reales y en las campañas militares; su jerarquía era inmediata a 144
Ibíd. Archivo General de la Nación (AGN), Sala 9, Libro 4-6-8, folios 56 a 84. y AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 231v-232. 146 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 242-246. Cabildo abierto del 4 de septiembre de 1810, para la elección del representante por Jujuy ante la Junta de Buenos Aires. Hasta entonces, el cargo había sido ocupado por don Manuel de Mármol y Tapia. 147 En 1732 Juan del Portal fue nombrado Regidor Veinticuatro propietario (AHPJ, SRR, Caja XXVII, Legajo 1, Libro Capitular de 1728-1744. Acta capitular del 7 de enero de 1732). Posteriormente, tenemos información de este cargo en Jujuy sólo en 1786, en ocasión de ser adquirido por don Tomás Inda (AHPJ, SRR, Caja XXVIII, Libro Capitular de 1769-1795, folio 314v. Acta del 25 de noviembre de 1786. 145
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 los alcaldes, podía llevar armas incluso dentro del cabildo. Era un cargo de gran jerarquía social, que se otorgaba siempre a uno de los vecinos principales. En Jujuy, desde fines del siglo XVIII no hubo alférez propietario, por lo que el cargo era cubierto por un alcalde o vecino de gran prestigio; para 1810 el cargo estaba ocupado por don Juan Antonio Rodrigo y Aldea, nacido en España, quien durante las guerras de la Independencia tomó partido por el bando realista. Después de la Revolución de 1810, el cargo de Alférez Real se transformó en un cargo electivo con el título de Alférez Mayor de la Patria y posteriormente se pasó a llamar Alférez Nacional. El Alguacil Mayor estaba encargado de ejecutar las decisiones judiciales de los alcaldes y del propio cabildo, mantener detenidos a los presos, ejercer la dirección de la cárcel y salvaguardar el orden en la ciudad; tenían la potestad de designar alguaciles menores y un alcalde de la cárcel. Se trataba de un cargo con gran jerarquía burocrática con funciones similares a lo que hoy sería un fiscal de justicia y, por ende era el cargo preferido de entre todos los regidores. En Jujuy, Lorenzo Ignacio de Goyechea lo poseyó en propiedad desde 1775 hasta 1812. El cargo de Alcalde Provincial de la Santa Hermandad fue creado por Real Cédula de 1631, la cual ordenó la venta del oficio, asignándole participación en el cabildo. Aunque originalmente reemplazaba a los alcaldes de hermandad que el ayuntamiento designaba cada año, luego se dispuso que estos volvieran a ser elegidos. Por tanto la función del Alcalde Provincial consistía en entender en los delitos de hermandad que se cometían en parajes yermos y despoblados, para cuya tarea estaba facultado a nombrar cuadrilleros encargados de la vigilancia y ejecución de esa justicia. Finalmente, el cargo de escribano de cabildo también se obtenía en público remate. Francisco Antonio Llanos ocupaba el puesto de escribano durante los últimos años coloniales. La burocracia administrativa borbónica148 era sumamente compleja, minuciosa en sus engranajes y controladora del orden social. Algunas características de la burocracia borbónica perduraron después de la Independencia americana y fueron 148
Cuando hablamos de la época borbónica nos referimos al reinado de la dinastía Borbón en España, que comenzara a principios de siglo XVIII, reemplazando a la dinastía Habsburgo (llamados los austrias), quienes gobernaron España durante los siglos XVI y XVII. Los reyes Borbón realizaron grandes transformaciones en el aparato burocrático y administrativo de España y América. En la historia americana son muy conocidas sus reformas en torno a los virreinatos, capitanías generales, intendencias, establecimiento de nuevos consulados y audiencias, así como por la apertura de nuevos puertos, tanto en América como en España, para el comercio entre la metrópoli y las colonias.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 siendo paulatinamente reemplazadas por instituciones republicanas a lo largo del siglo XIX. En el próximo aparatado, vamos a dejar de lado a los alcaldes de primer y segundo voto, en quienes recaía el máximo poder de justicia y regimiento y nos vamos a centrar en observar las tareas de los alcaldes ordinarios en sus funciones dentro de la ciudad –Alcaldes de Barrio- y en la campaña –Alcaldes de la Santa Hermandad- a fin de extender una mirada más abarcativa sobre la vida cotidiana de los habitantes del Jujuy antes de la Revolución de Mayo de 1810.
Jujuy entre dos ríos Ya hemos dado un panorama de la estructura de la ciudad de San Salvador, sus habitantes y labores. Aquí veremos algunos aspectos que hacían a la vida cotidiana, al cada día de la ciudad, a los usos y costumbres de la época. Recordemos que la ciudad colonial, en general, era el ámbito público y administrativo por excelencia, donde se desenvolvía la vida política, en el caso de Jujuy, de toda la jurisdicción. Las calles de la ciudad estaban cruzadas por acequias, cuyas aguas estancadas solían hacerlas intransitables. Tradicionalmente el cabildo ordenaba a los encomenderos que enviara a sus indígenas de “mita de plaza” para realizar esta tarea en las fechas precedentes a la festividades religiosas. Pero para fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, observamos que la ordenanza recaía sobre los vecinos, a quienes se mandaba limpiar sus acequias y arreglar el empedrado “de sus pertenencias hasta la mitad de la calle”149, así como el blanqueado a cal de las paredes exteriores de las casas, también
como medidas preventivas para la salud general. Estas ordenanzas incluían la prohibición de introducir vacas lecheras en el ámbito urbano150, lo que parece haber sido una costumbre arraigada en la población, pues encontramos la reiteración de estas restricciones a lo largo del siglo XVIII.
149 150
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro capitular de 1800-1812, folios 151-151v. Acta del 15 de junio de 1808. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro capitular de 1800-1812, folios 137-138. Acta del 6 de febrero de 1808.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Asimismo, a efectos de cuidar el empedrado de las calles, estaba restringido el tránsito de las carretas a los suburbios de la ciudad151. La vida urbana estaba rigurosamente vigilada por el cabildo, quien ejercía sus potestades de policía a través de los alcaldes de barrio. La ciudad estaba dividida en dos cuarteles152 “…dividido por la calle que fixa de norte a sur, y de rio a rio, frente de Sn Francisco”153, cada una a cargo de un alcalde de barrio, quienes debían velar por la
seguridad de sus habitantes154. A continuación, explicitaremos las tareas que se le encomendaban a dichos alcaldes, según las Instrucciones dadas en 1795 y vigentes hasta 1820; estas instrucciones nos brindan una imagen más concreta y real de la vida cotidiana en la ciudad de Jujuy a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Los títulos de alcaldes de barrio recaían en vecinos reconocidos como “honrados, de buena conducta y fieles”
155
; a los fines de ser reconocidos y respetados
por los demás vecinos, usaban como insignia un bastón de mando. El alcalde era elegido entre los vecinos del mismo cuartel, ya que de esta manera poseía conocimiento del barrio y de sus habitantes. Eran celadores de la quietud y el orden público, lo que no les impedía interferir en algunas cuestiones de la vida privada de los habitantes; tenían la obligación de recorrer su barrio diariamente rondándolo de noche “para corregir excesos y desordenes, sin entrometerse en las cuestiones domésticas de índole privado” , a menos
que dichos desórdenes provocasen un grave escándalo para el orden público, en cuyo caso era su deber remediarlo provisionalmente. Siempre dentro del ámbito de la vida privada, podían amonestar, aunque secretamente, a las parejas amancebadas, aunque era su obligación informar de tal situación a los jueces ordinarios,
151
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro capitular de 1800-1812, folios 199-199v. Acta del 21 de octubre de 1809. Las carretas no podían transitar por las calles principales que salían de la Plaza con rumbo al Este y al Oeste. 152 El 23 de abril de 1808, el cabildo abrió un pliego enviado por el gobernador intendente, quién le encarga que “…elija dos alcaldes de barrio, considerados bastante para la extensión del pueblo…”.AHPJ, SRR, caja IV, página 148. Acta del 23 de abril de 1808. 153 AHPJ, SRR, caja IV, Libro capitular de 1800-1812, folios 148-149. Acta del 30 de abril de 1808. 154 La división de la ciudad en 2 cuarteles estuvo en vigencia hasta 1811, cuando el cabildo de Jujuy, basándose en el artículo 21 de la circular de la Junta Suprema de la Junta de Buenos Aires del 10 de febrero de 1811 que autorizaba a los cabildos del Interior a la división de las ciudades en cuarteles, decidió dividir a la ciudad de San Salvador en 6 cuarteles. Véase más adelante. 155 AHJ, SRR, Caja XXVIII, Ordenanza que llega al cabildo de Jujuy el 8 de julio de 1795.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “el alcalde deberá recorrer el barrio diariamente rondándolo de noche para evitar males públicos sin entrometerse en las diversiones domésticas” 156 .
Dentro de su función de policía del orden público, tenían “jurisdicción para prender a los que hallare delincuentes infragantes dentro de su distrito” e incluso
poseían la potestad de allanar una casa, en caso de que tuviese conocimiento de que allí se había refugiado algún criminal o facineroso, a quien estaban obligados a tomar prisionero y llevarlo a la Real cárcel157. Vigilaban con especial esmero los juegos prohibidos del barrio, para lo cual visitaban las casas de juego, figones y tabernas, donde debían arrestar a quienes hallaren contraviniendo los bandos y órdenes publicadas. Rondaban los “bailes y borracherías” , evitando que se realizaran en lugares públicos o luego del toque de queda. Cada tres meses repetían las visitas ordinarias a sus cuarteles, las que incluían el registro de las habitaciones ocupadas por gente humilde, los tambos y chicherías ubicados en los suburbios de la ciudad y en las barrancas de los ríos, a fin de detectar personas sospechosas, mujeres de malvivir, jugadores, “sembradores de hurtos” , vagabundos y enfermos que, por su pobreza, no recibiesen las curaciones necesarias, así como a los huérfanos abandonados, a quienes “los ponían al amparo en casa de honor con noticia del gobierno” .
Entre sus deberes estaba atender “a los que se encuentran arropados en las calles para que no mueran por las inclemencias del tiempo y a los mendigos que suelen perecer por pernoctar en las esquinas con la codicia de acrecentar la limosna […] Poner especial interés en distinguir estos abusos visitando las calles y plazuelas del barrio a distintas horas de la noche para mandar a los pobres avarientos y recoger a los borrachos poniéndolos en la cárcel por dos días en pena de su exceso y si se encuentra al pulpero que lo embriagó se le cobrará una multa de 6 reales para obras públicas”158.
156
Ibíd. La Real cárcel funcionaba en el Cabildo. 158 AHJ, SRR, caja XXVIII, 8 de julio de 1795. 157
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Eran contralores de precios, pesas y medidas, en especial “…se averiguará la calidad de pesos y medidas y los precios de las ventas de los licores, para evitar adulteración de la bebida para acrecentar la ganancia” 159. Debían fiscalizar a los
vendedores ambulantes y abastecedores de la ciudad, para que exhiban y vendan sus mercancías sólo en la plaza pública “…para que todo el vecindario tenga un pasaje fijo y público para surtirse a vista de los jueces que deben arreglar los precios con acuerdo del Fiel Ejecutor y en su defecto del Regidor de turno” 160.
Los alcaldes de barrio vigilaban el fiel cumplimiento de los bandos públicos, en especial los referidos al empedrado, aderezo y limpieza de las calles, el mantenimiento del alumbrado de las pulperías, la reparación de cañerías rotas “…sin permitir que continúen la asquerosa práctica de abrirlas para lavar, sacar agua y hacer otras cosas de igual naturaleza”; dichas reparaciones, así como el blanqueo de las casas y arreglo
de los tejados corrían por cuenta del vecino161. Su tarea de policía incluía la obligación hacer un prolijo empadronamiento de todos los moradores de su barrio, habitantes y estantes de ambos sexos y “…compeler a los que según sus padrones fuesen forasteros o artesanos que diariamente se emplean en sus respectivos oficios, haciendo juntar a este efecto a los primeros en la plaza pública para que por la justicia se les destine ocupación en que trabajar cuidando que no quede ninguno distraído en entretenimientos inútiles”162.
Otro problema recurrente en la ciudad de San Salvador, que desvelaba a los cabildantes era la venta en la vía pública de los comestibles procedentes del campo circundante. Pudimos observar cómo, a lo largo del siglo XVIII se insistía en que sólo la Plaza Mayor era el ámbito adecuado para la venta de los productos del campo, el bando de buen gobierno de 1776 hacía especial mención a esta cuestión, pero antes de él, ya existían diversas disposiciones del cabildo
159
Ibíd. Ibíd. 161 Ibíd. 162 Ibíd. 160
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “Se manda que todos los efectos y víveres que se traen de afuera y que se producen, se vendan en la plaza, prohibiendo hacerlo en las calles y esquinas”163.
En 1806 los cabildantes reiteraban la exigencia de utilizar la plaza como único espacio público para el expendio de productos del campo y alimentos en general, que solían venderse en la calle, en un Reglamento donde también insistían en la manera como se debían formar los precios, según las estaciones agrícolas “…habiendo hecho varias reflexiones sobre los abastos y mal método con qe se reparten y venden las especies comestibles de unánime conformidad mandaron se arreglen sus precios con consideración a los tiempos y estaciones del año publicándose por Bando para su puntual cumplimiento que todas las dichas especies se vendan en la Plaza pública, sin exeptuar la carne, prohibiéndoseles a los que se apostan en los campos y entradas de esta ciudad puedan comprar en manera alguna comprar los granos y demás abasto por juntos p a revenderlos, sino q e con igualdad se repartan a los precios q e se establezcan, entre los vecinos”164.
La educación de los niños se encontraba entre los compromisos asumidos por el cabildo y formaba parte de sus preocupaciones y desvelos. Los hijos de las familias más acomodadas aprendían las primeras letras y rudimentos de aritmética en el seno del hogar; sin embargo, los sectores populares eran mayoritariamente analfabetos. Por un lado, la preocupación del cabildo se centraba en la necesidad de impartir la enseñanza de las primeras letras a los jóvenes y, por otro, la urgencia de formar una elite ilustrada, prácticamente inexistente a mediados del siglo XVIII, cuando no había ni un solo abogado en la jurisdicción de Jujuy165. En 1751, ante la ausencia de un ministro evangélico, el cabildo acordó dar una autorización para crear un “colegio de padres” a fin de enseñar el Catecismo a la
163
AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro capitular de 1744-1768, folio 77v. Acta del 23 de marzo de 1751. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 87-88. Acta del 23 de junio de 1806. 165 AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 9. Acta del 22 de enero de 1745. El cabildo remarcaba su preocupación por la inexistencia de abogados en la jurisdicción de Jujuy. 164
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 juventud166. Una década después se creó una escuela de primeras letras a cargo del cabildo y en 1796 la institución concedió autorización y licencia al pedido del maestro Francisco Javier Granillo para abrir una escuela de primeras letras y gramática “…sin sueldo a lo más que puedan sufragar los padres de los niños que concurriesen a su estudio”167. Poco después, el cabildo firmó un acuerdo para la creación y
establecimiento de una escuela de primeras letras, que funcionaría en forma permanente en la ciudad168. Entre 1800 y 1809 los maestros de escuela fueron Fernando de la Cámara169, José María Brizuela170 y José Miguel Fernández171. La educación era exclusivamente masculina; las niñas que aprendían a leer y escribir recibían instrucción dentro de la familia. La educación superior de los jóvenes, futuros dirigentes ilustrados, recaía en el ámbito de la vida privada. Las familias con recursos económicos, siguiendo las costumbres europeas de la Ilustración, comenzaron a invertir en el futuro de algún hijo varón, generalmente el más dotado o el designado por el padre para tal efecto. Los jóvenes jujeños con posibilidades económicas iban a estudiar Teología y Derecho en las universidades de Córdoba y Charcas. En 1788, el cabildo daba cuenta de “…qe actualmente se hallan estudiando con el mejor nombre en los colegios de córdova, varios hijos del vecindario de Jujui” 172.
Los hijos de los comerciantes, después de recibir los rudimentos de gramática y aritmética, generalmente eran enviados a centros comerciales importantes, como Buenos Aires o Potosí, a cargo de algún familiar o comisionista amigo, quien debía introducir al joven en los vericuetos del arte mercantil. Otro ámbito de educación de niños y jóvenes eran los talleres artesanales, donde se formaban en un oficio y, eventualmente, recibían alguna instrucción de alfabetización. Esta faceta de la educación de artes y oficios la hemos tratado en páginas anteriores, cuando analizamos la organización y el funcionamiento de los gremios artesanales. 166
AHPJ, SRR, Caja XX, Libro de Actas Capitulares de 1744-1768, folio 73v. Acta del 23 de enero de 1751. 167 AHPJ, SRR, Caja X, L 2. 168 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 2v. Acta del 31 de octubre de 1800. 169 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 42v-43. Acta del 16 de abril de 1803. 170 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 54-55. Actas del 28 de abril y 19 de mayo de 1804. 171 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 56-56v. Acta del 11 de agosto de 1804. 172 AHPJ, SRR, Caja VII, Legajillo 5.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
El campo, desde la puna a los valles La campaña, o campo que correspondía a la jurisdicción de Jujuy, también estaba bajo el control estricto del cabildo a través de sus representantes. Los alcaldes de la Santa Hermandad, eran la autoridad rural y como tal debían velar por la paz, la concordia y el orden en su parroquia, curato o distrito. Elegidos por los miembros del cabildo, su función recaía en personas de reconocida honestidad, así como con conocimiento de la zona de la campaña que estaba a su responsabilidad, se le recomendada que “…evitarán todo pecado público procediendo de la necesaria prudencia para el mejor servicio de los magistrados” 173.
Recibían estrictas instrucciones del cabildo referidas al arresto de los vagabundos que anduviesen rondando por los campos “…si después de amonestarlos no buscan trabajo, lo que harán constar en un papel firmado por la persona que los contrate”174. Era su obligación constatar que los peones y jornaleros cumplieran con sus
tareas con el patrón que los había contratado, devolviéndolo a ese patrón si el peón se hubiese ido a realizar tareas para otro individuo. De igual manera vigilaban el trabajo femenino, máxime si se trataba de mujeres que no se desempeñaban en el marco de una familia, “Las Indias deberán conchabarse en las casas donde les dan buena enseñanza, a las menores de edad para su educación por falta de sus padres darán parte los Jueces a este Gobierno para resolver lo que convenga” 175.
Era costumbre que los campesinos y sus familias viviesen en las haciendas como “agregados”, los alcaldes debían constatar que se tratase de personas honestas, autorizadas por el hacendado y con medios de vida propios para el sustento de su propia casa. A tal efecto era su deber observar “…que nadie se mantenga de arrendero o agregado si no tienen 25 cabezas de ganado vacuno y demás animales necesarios. Sin
173
AHPJ, SRR, Caja XVIII, folios 337v-340. Acta capitular del 9 de marzo de 1791. Ibíd. 175 Ibíd. 174
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 estos requisitos se los obligará a que se conchaben con personas que no sean sospechosas” 176 .
Una de las tareas más relevantes de los alcaldes del campo era prevenir los robos de ganado de las haciendas y estancias de la jurisdicción, ya que el cuatreraje era el delito más frecuente en la campaña. A tal efecto sus instrucciones eran precisas “Cualquier persona que saque de un partido caballos, mulas, burros, vacas para venderlos en otro lugar deberá hacerlo con la licencia expedida por el juez más inmediato para evitar que sean robados” 177 .
Debían evitar los excesos, generalmente devenidos en peleas, trifulcas y asesinatos derivados de las borracheras y juegos prohibidos por la autoridad pública, para lo cual se obligaban a controlar “…que la gente plebe cargue más armas que las de cuchillo despuntado” y observar el juego en las pulperías del campo, así como en
“casas particulares y otras ocultas” , especialmente para las festividades religiosas, momento en que estaba absolutamente prohibida la venta de bebidas alcohólicas. Las penas para esas deshonrosas desobediencias eran “… para los pulperos de 3 pesos y para los que vendan chicha de 1 peso derramándole la chicha y quebrándole las vasijas”178.
Sus obligaciones comprendían la búsqueda y apresamiento de esclavos prófugos y reos criminales, a quienes trasladaban a la cárcel que funcionaba en el cabildo, dando aviso a los alcaldes, que eran la máxima autoridad judicial local. Sus responsabilidades contemplaban auxiliar a los cobradores de tributos y de las rentas reales y municipales. Como jueces de campaña les cabía la responsabilidad de realizar los inventarios de los bienes de los difuntos “… y evitar graves perjuicios a los herederos y sobre todo si hay entre ellos menores de edad” 179, así como levantar las
demandas de los pobladores de la campaña y acercarlas a los jueces ordinarios. La vida cotidiana no sólo se componía de deberes, obligaciones y prohibiciones. Una buena parte del calendario estaba ocupado por diversiones consideradas lícitas y que daban lugar a los días de fiesta en Jujuy.
176
Ibíd. Ibíd. 178 Ibíd. 179 Ibíd. 177
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
Jujuy de fiesta La fiesta poseía un profundo contenido simbólico y político. Estaba destinada no sólo al esparcimiento, sino también a mostrar al pueblo el orden jerárquico, la simbiosis entre lo sacramental y lo monárquico, a exhibir la riqueza de los poderosos, a manifestar la sujeción e inferioridad de los súbditos, a dar rienda suelta a las tensiones sociales reprimidas, como un desahogo a las tareas rutinarias y, en general a homogeneizar a la población súbdita y expresar el orden social establecido, por lo tanto, en cada una de ellas se cumplía con un estricto protocolo. Regocijo público traducido como tranquilidad social, las festividades congregaban a la mayor cantidad de población. Las fiestas relacionadas con las ceremonias litúrgicas y religiosas, estaban destinadas a manifestar la supremacía de Dios y de la Iglesia sobre toda la población, especialmente catequizadoras de indígenas y esclavos. Las celebraciones políticas o “de Estado”, trasmitían la preeminencia de la monarquía sobre la población súbdita, de todos los rangos y estratos sociales. Las fiestas, juegos y regocijos populares profanos, eran momentos esperados durante todo el año, donde se asistía a un gran despliegue de gente y divertimento.
Fiestas litúrgicas Jujuy contaba (y cuenta) con un copioso calendario religioso, que daba un orden a la vida cotidiana y era motivo de celebraciones diversas. Las fiestas religiosas, con sus manifestaciones y procesiones servían de adoctrinamientos de los indígenas y los negros, para que se ilustraran acerca de los misterios de la religión Católica. El Primer Concilio de Lima de 1552, había establecido “ fiestas de guardar ” exclusivas para españoles y otras en las que participaban todos los sectores étnicos. Las fiestas de guardar eran días destinados a alabar a Dios con rezos, oraciones y cánticos y dar descanso al cuerpo, eludiendo el trabajo. Todos los domingos del año, la Circuncisión, Reyes, Pascuas, la Ascensión de Cristo, Corpus Christi, la Natividad de la Virgen, la Anunciación, la Purificación de la virgen, la Asunción de la Virgen y las fiestas de San Pedro y San Pablo eran fiestas de guardar para toda la población, sin distinción étnica ni social; fuera de ellas, la población española debía respetar un calendario religioso
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 mucho más abundante180. Las Leyes de Indias también hacían hincapié en la obligatoriedad de todos los pobladores de respetar las fiestas de guardar “…que los indios, negros y mulatos no trabajen los domingos y fiestas de guardar […] que oigan todos misa como los otros cristianos son obligados y en ninguna ciudad o villa los ocupen…”181.
Las fechas religiosas, como Semana Santa, Corpus o Navidad, así como las fiestas patronales, duraban varios días y eran momentos de culto compartidos por todos los sectores sociales y étnicos; estas celebraciones públicas, también eran el marco apropiado para los encuentros sociales y las relaciones interpersonales182. Era costumbre, desde por lo menos el siglo XVIII, que en las vísperas de la Semana Santa se mandase limpiar las calles y acequias de la ciudad. También se
cerraban todas las causas judiciales de orden civil –sólo se atendían las causas criminales- “hasta que pase el domingo de Cuasimodo” 183. Los usos de la época disponían que los sagrarios de la Iglesia Matriz y de los conventos de San Francisco y La Merced fuesen resguardados en la casa particular de los vecinos principales de la ciudad. El día más solemne era el Jueves Santo, que contaba con la presencia de todos los integrantes del Cabildo –incluyendo al portero- en la iglesia Matriz. Era también el día de las procesiones de las cofradías de españoles, indígenas y esclavos. El color usado durante la liturgia era el blanco, excepto el Viernes Santo, día en que se usaba el color negro como símbolo de la muerte184. El Domingo de Pascua de Resurrección se realizaba la última procesión con la exhibición del Real Estandarte, para luego del atardecer dar comienzo a la fiesta y feria de la Pascua, que tradicionalmente en Jujuy se celebraba en los campos de la Tablada y duraba un mes. La celebración del Corpus Christi adquiría relevancia como en todo el mundo católico, ya que reafirmaba la transustanciación de Cristo, el cuerpo de Cristo presente en la hostia, ratificada en el siglo XVI por el Concilio de Trento (durante la 180
Rosa María Acosta de Arias Schreiber, Fiestas coloniales urbanas (Lima-Cuzco-Potosí), Lima, Otorongo Producciones, 1997, páginas 46 a 57. 181 Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias, citado por Rosa María Acosta de Arias Schreiber, op. cit., página 53. 182 Daniel Santamaría, “Arte sacro y piedad doméstica…”, op. cit., página 135. 183 Véanse Actas capitulares en los días precedentes a la Semana Santa. AHPJ, SRR, Caja XXX, folio 47v. Acta capitular del 29 de marzo de 1749. 184 Rosa María Acosta de Arias Schreiber, op. cit., página 62.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Contrarreforma del siglo XVI). Era la festividad religiosa más pomposa de la Colonia. La ciudad de Jujuy se adornaba con los mejores lujos, actividad en la que colaboraba cada vecino, aseando sus aceras, iluminando la casa y poniendo adornos de plata, tapices y telas en los balcones y portales. La calidad de estos adornos era la expresión del status económico y social de la familia. La procesión, con marcadas influencias de la celebración sevillana, como en el resto de Hispanoamérica185, se realizaba por estamentos sociales o corporaciones, encabezadas por las autoridades religiosas que portaban el palio del Altísimo, seguidas por las cofradías con sus estandartes e imágenes de devoción popular y cerrando el cortejo iban las autoridades civiles y miembros del cabildo y el Alférez Real portando el Real estandarte. La peregrinación que llevaba el cuerpo de Cristo bajo un palio partía de las iglesias, iba por las calles principales de la ciudad y se concentraba en la Plaza Mayor, donde se levantaban cuatro altares erigidos por los gremios de artesanos y adornados por los habitantes de la ciudad, según disposiciones estrictas del cabildo relacionadas con las posibilidades económicas y materiales de cada familia “Cada vecino debe contribuir con la asistencia de su persona y el adorno que le señale el Alcalde de Primer Voto” 186 .
Los adornos principales consistían en la confección de arcos, hechos con ramas entrelazadas con flores y cintas, tampoco se escatimaban los gastos en cera, velas, cirios y adornos florales. Finalizadas la celebración del Corpus con salvas de artillería, se daba inicio a las fiestas populares, regocijos, luminarias y bailes. Para conmemorar la Navidad , al igual que en las fiestas religiosas más importantes, como el Corpus y la Semana Santa, se mandaba limpiar la ciudad y “…por estar próximas las Santas pascuas del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo” y se
suspendía la atención de las causas civiles187.
185
Véase Juan Carlos Garavaglia, Construir el estado, inventar la nación. El Río de La Plata, siglos XVIII-XIX, Buenos Aires, Prometeo, 2007, páginas 26 y subsiguientes. Raúl Fradkin y Juan Carlos Garavaglia, la Argentina colonial. El Río de La Plata entre los siglos XVI y XIX, Buenos Aires, Siglo XXI, 2009, página 161. Rosa María Acosta de Arias Schreiber, op. cit., página 61. 186 AHPJ, SRR, Caja XXX, folio 12v. Acta de 14 de junio de 1745. 187 Véase actas capitulares de los días previos a la navidad. AHPJ, SRR, Caja XXX, folio 47v. Acta del 24 de diciembre de 1748. la suspensión de las causas civiles (sólo se atendían las causas criminales) acontecía sólo en las celebraciones religiosas más relevantes, como Corpus, Semana Santa y la Natividad.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Otras celebraciones litúrgicas con gran arraigo popular eran las realizadas en honor a la Virgen, decretadas como fiestas de guardar, las que solían durar ocho o nueve días durante los cuales se rezaba el octavario y novenario. Comenzaban en la Iglesia Matriz, para luego salir en procesiones por las calles, previamente adornadas con arcos de ramadas y flores. En Jujuy las más populares fueron la fiesta en honor a la Virgen del Rosario188 y la María Santísima en su advocación a la Virgen de las Nieves.
Fiestas patronales Las festividades patronales más importantes de la ciudad eran las dedicadas al honor del patrono de la ciudad, fecha en la que el cabildo mandaba “sacar el Real estandarte para el día 6 de agosto, día de la transfiguración del Señor Jesucristo” 189.
Las fiestas patronales de San Salvador duraban dos días -5 y 6 de agosto190- y se realizaban con toda la pompa y solemnidad, incluyendo Misa y Tedeum con la exhibición y paseo por la ciudad del “ Real Estandarte en señal de vasallaje que se debe al Rey”191. Era la festividad que unía a la Corona con la Iglesia, representación
simbólica de la fidelidad a la tríada patria – rey – religión, que constituían el basamento sobre el que se apoyaba el Régimen Colonial de la monarquía española192. Según los usos y costumbres, el Real estandarte era paseado por la ciudad por el Alférez Real, sin embargo en ocasiones especiales, el honor podía corresponder a un ilustre visitante193. Así, en 1748, el cabildo dispuso que los gastos referentes a la
188
Un estudio sobre esta fiesta ha sido realizado por Enrique Normando Cruz, op. cit., páginas 90-91. AHPJ, SRR, Caja XXX, folio 66. Acta capitular del 4 de junio de 1750. 190 El 2 de agosto se homenajeaba a San Esteban, fiesta de guardar para españoles y el 8 de agosto se conmemoraba la Natividad de la Virgen, que era una fiesta de guardar para españoles e indígenas; por tanto la festividades patronales de San Salvador (la Transfiguración) quedaban recortadas a los días intermedios, aunque en la práctica casi se empalmaban con las de San Roque, que tenía una gran devoción popular en Jujuy. 191 AHPJ, SRR, Caja XXX, folio 56v. Acta capitular del 6 de julio de 1749. 192 Véase: Gabriel Di Meglio, “Patria”, en Noemí Goldman (editor a): Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de La Plata, 1780-1850, Buenos Aires, Editorial Prometeo, 2008, p. 116. 193 Todo lo que rodeaba al Real estandarte estaba imbuido de un fuerte simbolismo, así como el honor por los actos relacionados con él. En 1805, el teniente tesorero apeló ante el gobernador intendente reclamando el honor de la posesión de la borla del pendón Real, que hasta entonces correspondía al síndico procurador de la ciudad. AHPJ, SRR, Caja IV, folios 69v-70. Acta del 14 de octubre de 1805, en el que se lee públicamente el fallo del gobernador a favor del síndico. 189
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 ceremonia corrieran por cuenta del Visitador de las Reales Cajas de la Provincia y del Tesorero, mientras que el alcalde de segundo voto estaría a cargo del paseo194. Dejemos que los protagonistas nos relaten los solemnes y emotivos momentos para los cuales se preparaba la población durante todo el año: “El Real estandarte fue exivido en la sala capitular sobre un cojín puesto sobre una mesa cubierta, bajo un rosal y una colcha por espaldas con un lienzo colgado y el suelo cubierto con luces. El vecindario se reunió a toque de caja y clarín. A las ocho de la mañana el Alcalde de primer voto llevó el Estandarte, mientras los jueces sostenían las borlas. Los oficiales reales a la izquierda mientras que a la derecha hiba el procurador todos fueron a pie hasta la Iglesia Matriz. Al concluír la misa y el sermón, el vicario recogió el Pendón el cual bendijo. Concluida la ceremonia religiosa, depositose sobre el cojín el Estandarte, con lo que concluyó la celebración, sin pasear el Real estandarte por la ciudad” 195.
Durante los primeros años del siglo XIX, ante la falta de un alférez real en la ciudad, el honor de pasear el Real estandarte, como representación presente del monarca y reconocimiento de su vasallaje por los súbditos, cayó en el alcalde de primer voto “…dijeron que respecto a aproximarse el día que por inmemorial costumbre con arreglo a R LL debe enarbolarse el Real Pendón y no habiendo Alférez Real propio que desempeñe este importante objeto de unánime conformidad disputaron y disputan para tal encargo el señor alcalde ordinario de 1er voto, don José de Olivera, el cual lo acepta ofreciendo con todo el juramento posible desempeñar el honor que este ilustre cuerpo le hace y mandó que para la precisa concurrencia de vecinos, estantes y habitantes en esta ciudad, se publique p r Bando convocándolos para los días cinco y seis de próximo y venidero agosto en que se deben celebrar las vísperas y misa 194
AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 41. Acta Capitular del 1 de agosto de 1748. 195 AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 67. Acta Capitular del 7 de agosto de 1750.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 solemne en la Santa Iglesia Matriz en obsequio de la Transfiguración de nuestro Señor Jesucristo que con el nombre de Sn Salvador solemniza y tiene por patrón esta referida ciudad….”196 .
Aún después de la revolución del 25 de mayo en Buenos Aires, durante las fiestas de San Salvador los días 5 y 6 de agosto de 1810 se enarboló el Real estandarte “según la ley y la costumbre” . La insignia Real se paseó por las calles de la ciudad por
la tarde en vísperas y por la mañana del 6 se celebró la misa correspondiente, según lo detallaba el Escribano del cabildo: “…como acto de fidelidad, y vasallaje al Rey nuestro Señor, paseándose dicha Real insignia p r las calles de esta Ciudad, pr la tarde en la víspera, y p r la mañana en el referido seis en que se celebra la función del Patron tutelar; a fin de que se puntualice con solemnidad y decoro correspond tes mandaron que se haga a Cavallo, y que se publique por Bando el dia de mañana, para que todos los vecinos con proporciones decentes concurran a solemnisar la referida festividad; y los que no las tengan, a la Iglesia Matriz a interponer sus ruegos con el todo Poderoso por la salud del señor d n. Fernando Septimo, y su pronto restablecimto al rey trono …” 197.
Las fiestas patronales de San Roque, vicepatrón de la ciudad y patrón del cabildo jujeño, eran más austeras y daban lugar al los rezos de “…la novena de San Roque, por ser Mayordomo del cabildo, de la Cofradía y Patrón Titular” 198. Las festividades
estaban organizadas por la cofradía de San Roque199. Durante el novenario los vecinos tenían obligación de realizar el alumbrado y limpieza de las aceras “según estilo y costumbre”. También se reglamentaba la cantidad de velas que debían arder en el altar durante las celebraciones, para las cuales el cabildo estipulaba “…que la iluminación
196
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 67. Acta del 27 de julio de 1805. AHPJ, SRR, Caja VI, Libro Capitular de 1810-1812, folios 235-235v. Acta del 28 de julio de 1810. 198 AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 13v. Acta del 9 de agosto de 1745. 199 Enrique Normando Cruz, op. cit., páginas 80-81. 197
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 del altar para las vísperas y misa no exceda de veinticinco luces” 200. Los miembros
capitulares se reservaban el primer y último día del novenario, cuyas misas y limosnas corrían por su cuenta. La ermita, ubicada en las barrancas del río Xibi-Xibi, gozaba de gran concurrencia popular. En 1750, en circunstancias del fallecimiento del vecino don Miguel Antonio de Olaso, quien había dejado en su testamento la cantidad de 1.000 pesos “…para beneficencia de la iglesia del glorioso San Roque” 201 , el cabildo acordó la construcción
de una iglesia, en otra ubicación, debido a que “La actual iglesia no puede subsistir por lo mal que se hallan sus paredes y por el peligro que representa al estar tan cerca del río Chico, se manda que la actual se construya en la cuadra que tiene el G ral. Joseph Antonio de Goyechea, [la nueva construcción quedaría] al remate de la ciudad y la calle real de por medio y a inmediaciones de la Plaza Mayor.” 202
Se tomaron todas las disposiciones concernientes a la construcción de la nueva iglesia de San Roque, el dinero se giró de Potosí a Buenos Aires, donde fue depositado para obtener intereses y el pueblo colaboraría con los donativos posibles. La iglesia tendría de 6 a 8 varas203 de largo y sus paredes serían de adobe crudo recubierto de piedras y barro. Se buscaron seis hacheros que talaran los cedros para la construcción del techo y se pidió la colaboración de peones. Al año siguiente, a los fines de obtener mayores donativos particulares, se promulgó una “Bula de Indulgencia sobre la iglesia de San Roque” 204. No obstante todas las providencias tomadas, sabemos que la construcción de una iglesia llevaba mucho tiempo y dinero. Por la descripción hecha en el documento de cabildo, el nuevo emplazamiento sería en el lugar donde se encuentra en la actualidad la Iglesia del hospital San Roque –por aquel entonces se ubicaría a los fondos del convento de La Merced- pero, hasta 1808, época para la que poseemos un plano de la ciudad dibujado
200
AHPJ, SRR, Caja XXXIII, Legajo 1, folio 47. Acta Capitular del 22 de mayo de 1799. AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 68. Acta del 28 de diciembre de 1750. 202 Ibíd.. 203 La vara usada en Jujuy era equivalente a 0,8359 metros. Tabla de equivalencia de las pesas y medidas del sistema metrico-decimal con los antiguos y vice-vers,. Jujuy, Imprenta de J. Petruzzelli, 1889. 204 AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 80v. Acta del 27 de septiembre de 1751. 201
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 por Ricardo Rojas en base a la documentación de la época, la iglesia aún no había sido concluida y el culto a San Roque se seguía celebrando en la tradicional ermita. Otra forma de expresión de la religiosidad popular eran las cofradías urbanas y rurales; en ellas se fortalecían lazos de solidaridad y cooperación entre distintos colectivos. Había cofradías con marcado sesgo social y étnico, por ejemplo, dentro de la iglesia Matriz coexistían dos cofradías étnicamente diferenciadas, la de Nuestra Señora del Carmen formada por españoles y la cofradía de San Pedro cuyos integrantes eran naturales (indígenas), mientras que en San Francisco la cofradía de San Benito de Palermo albergaba a negros, mulatos y españoles205. En las parroquias y viceparroquias de la campaña, funcionaban diferentes cofradías, mayoritariamente en forma de hermandades indígenas y campesinas, en los curatos de Cochinoca, Cerrillos, Rinconada, Humahuaca y Tumbaya206.
Fiestas y homenajes Reales Las festividades relacionadas a la monarquía tenían gran lustre y reunían a toda la población, ya que estaban investidas de un fuerte valor simbólico, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII, cuando las ideas de la época ponían énfasis en la supremacía de la monarquía sobre cualquier autoridad terrenal207, así, estas celebraciones estaban asociadas a los ritos de vasallaje al Rey de España, tales como los festejos de natalicios de infantes, matrimonios reales o la asunción y coronación de un nuevo monarca. También se festejaban los triunfos militares de los Reales Ejércitos, el nombramiento y recibimiento de nuevas autoridades y se honraba la muerte del monarca o de miembros de la familia real. En estas ceremonias estaba presente la conjunción de religión y monarquía, pues según las ideas generalizadas, el Rey había recibido su corona de manos de Dios (lo que daba sustento a la monarquía católica española208), por tanto iban más allá del espectáculo en sí mismo, para adentrarse en la escenificación de la cercanía de la
205
Enrique Normando Cruz, “Oro, cera, trigo y sal. Cofradías de indios en Jujuy y sus curas doctrineros, siglo XVIII”, en Anuario del CEIC 1, op. cit., páginas 177 a 203. 206 Para mayores datos sobre estas cofradías, véase Enrique Normando Cruz, op. cit. 207 Véase David A. Brading, Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867 , México, FCE, 1991. 208 Ibíd.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Realeza a la Divinidad. Los festejos incluían las ceremonias religiosas y los ritos de vasallaje, el paseo del Real estandarte y la Misa con Tedeum. Un ejemplo de este tipo de celebraciones lo encontramos en el suceso provocado por el fallecimiento del monarca Felipe V y el ascenso al trono de su primogénito Fernando VI. Con tal motivo, el cabildo de Jujuy decretó días de duelo por el antiguo monarca y festividades por el nuevo209. Las Pompas Fúnebres Reales se honraban con repiques de campanas de todas las iglesias y capillas, solemnes misas de responso sobre los altares cubiertos con crespones negros y morados, donde se exhibía el retrato del monarca fallecido y representaciones de sus obras más destacadas. Estas exhibiciones se mantenían por varios días, para que todo el pueblo, vestido de luto, pudiese visitarlas, observarlas y rendir su homenaje al difunto210. La celebración de las fiestas comenzaron los días 11 y 12 de septiembre de 1747: el alcalde de primer voto don Juan del Portal ofició de Alférez Real y “…fue aclamado el Rey con la más ostentosa demostración de la vecindad”; luego, el día 13
“…se sirvió una comida…” , cuyos costos corrieron por cuenta del alcalde de segundo voto. El día 14 la celebración fue costeada por el teniente de gobernador y justicia mayor general Diego Tomás Martínez de Iriarte “…con una corrida de sortija” . Los festejos del día 15 corrieron por cuenta del procurador real Francisco Antonio de Azebey, “…con una corrida de toros” . El día 16, la fiesta estuvo a cargo de los procuradores reales. El 17 lo celebró el marqués de Tojo, quien trajo “…a los indios de su feudo [y realizó] una corrida de toros” . El 18 lo celebró el general Agustín de Leysa
con otra “…corrida de toros” . El 19 lo celebró el general Joseph Antonio de Goyechea “…con corrida de cabras” . “Posteriormente todos mostraron sus sentimientos por el fallecido Felipe V, cuyas honras se llevaron a cabo en la Iglesia Matriz con Misa y sermón”211.
En 1808, con motivo del ascenso al trono de Fernando VII, hubo tres días de festejos, durante los cuales (8, 9 y 10 de octubre) por la noche se iluminó toda la ciudad,
209
AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 30. Acta del 20 de julio de 1747. De manera similar se realizaban en todas las ciudades andinas. Véase Rosa María Acosta de Arias Schreiber, op. cit., páginas 100-101. 211 AHPJ, SRR, Caja XXX, Libro Capitular de 1744-1768, folio 31. Acta del 28 de septiembre de 1747. 210
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 se adornaron las casas particulares y se preparó un camino con un gran arco de triunfo por donde pasaría el Real estandarte, tomándose las providencias necesarias para que “… la carrera p r donde havia de pasar el R l Pendon se tuviese bien barrida, y comp ta de colgaduras desentes, todo lo que se consiguió en efecto con indesible gusto y complacencia del pueblo” 212.
El día 9 por la mañana, se congregó toda la población en la plaza de la ciudad, donde tuvo lugar la solemne ceremonia de homenaje, mientras que el Real estandarte se mantuvo sobre una mesa especialmente dispuesta en la Sala Capitular. Finalizadas las ceremonias de homenaje y juramento de lealtad al nuevo monarca, el público se dirigió al cabildo, “… cuya fachada estava hecha magnificam te vestida con damasco, y en lo mas prominente de ella colocado un hermoso docel, bajo del cual se hallava cub to con una cortina transparente el R l Retrato de S M”213.
Allí, en los arcos del cabildo, la Real Insignia fue exhibida al pueblo, “…con la misma referida desencia y ostentación […] se manifestó al publ co”. Después de
finalizados los actos solemnes, a media mañana, los cabildantes y el pueblo se dirigieron hacia la plaza, donde en un había tablado especialmente levantado, al que el escribano del cabildo se refiere como un “…suntuoso teatro costosamente compuesto que se havia formado a las quarenta o cinquenta varas frente de dichas casas…”214.
Y sobre el cual el Síndico Procurador General, Alejandro Torres, se dirigió a los presentes con las siguientes palabras: “Jujui, Jujui, Jujui: Pueblo amado, atención, atención, atención: con lo qual haviéndose prestado el congreso al silencio…”
el Escribano Francisco Antonio Llanos leyó la Proclama de entronización de Fernando VII, con la debida solemnidad. 212
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1880-1812, páginas 165-166. Acta Capitular del 10 de octubre de 1808. 213 Ibíd. 214 Ibíd.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Por la noche los festejos incluyeron representaciones teatrales y bailes en honor al nuevo monarca. Otro ejemplo de la pompa y puesta en escena barroca con que se celebraban las fechas Reales, lo brinda los festejos organizados para la conmemoración del cumpleaños del rey Fernando VII. Fiesta popular, que combinaba la solemnidad litúrgica con el protocolo de los homenajes monárquicos, el cabildo solicitó a la población que limpiase las calles y acequias, adornase las casas e iluminase las casas, a los fines de dar mayor solemnidad a los actos preparados para que la ciudad de San Salvador de Jujuy festejase el natalicio del Rey; a tal fin, se construyó “…un carro triunfal adornado con el busto del rey y se celebraron los triunfos conseguidos contra Napoleón. El carro fue tirado por vecinos prominentes por las calles de la ciudad hasta la Iglesia Matriz, en donde se celebrara el Tedeum 215.
Como era costumbre, después de finalizados los actos religiosos que festejaban a la monarquía, comenzaban las fiestas populares, con música, bailes y juegos. En 1809, el Gobernador Intendente de Salta, en nombre del Consejo de Indias, ordenó el reconocimiento y juramento de lealtad a la Junta Central Suprema de Madrid , que gobernaría España durante el cautiverio del Rey en manos de Napoleón Bonaparte, “…pa governar a nombre de Ntro. Amado Rey el Señor don Fernando Septimo…” 216 .
Con tal motivo, el cabildo de Jujuy publicó, durante dos días, el bando correspondiente, llamando a los vecinos y pueblo en general, habitantes y estantes en la ciudad y jurisdicción al solemne acto de juramento para el día 21 de febrero. El acto se llevó a cabo en la sala Capitular, con la presencia de los miembros del cabildo, las autoridades reales y los vecinos más distinguidos, “…hallándose en esta dicha sala prevenida una mesa, ricamente vestida y sobre ella una imagen de Jesús Crucificado y un libro de los Santos Evangelios; después de enterados todos de la acordada de el R l Supremo consejo de estos dominios, con fecha siete de octubre del
215
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812. Acta del 20 de mayo de 1809. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 182v-183v. Acta Capitular del 16 de febrero de 1809. 216
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 año próximo pasado, lo cual fue leydo por mi el escribano...”217.
Siguiendo el protocolo, se pedía silencio tres veces y se nombraba a la ciudad otras tres. Mientras, el pueblo en la plaza, daba vivas al rey cautivo. Este tipo de festividades relacionadas con la monarquía, así como los juramentos de fidelidad a la misma, se renovaron durante la ocupación de los ejércitos Reales en Jujuy, especialmente durante 1812, cuando, como veremos en el apartado correspondiente a la segunda parte, los vecinos que no acataron la orden del éxodo, juraron reconocimiento y fidelidad a la Constitución Española de Cádiz.
Vestirse bien Las fiestas populares, especialmente las litúrgicas, exigían una vestimenta adecuada al decoro y la solemnidad del evento. La vestimenta también tenía un valor simbólico, desde que exhibía la posición social y étnica de quien la lucía. La ostentación y la admiración que despertaba, especialmente en los sectores populares, estaban ligados a símbolos de poder, al igual que el uso del bastón con empuñadura de oro o plata. Era el momento propicio para que las mujeres, de todos los sectores sociales, sacaran sus galas, mantones, rebozos y joyería. La moda del siglo XVIII impuso los escotes recatados y las faldas sobre varias enaguas, que estaban adornadas con encajes, volantes y pasamanería, y eran especialmente vistosas gracias al uso de los meriñaques. También se incorporaron a la vestimenta de los sectores acomodados –sin distinción de la filiación étnica- telas traídas de Europa y de Asia, como brocados, damascos, sedas, tafetas, tafetanes, terciopelos y gasas. Los hombres aprovechaban la ocasión para lucir sus mejores trajes y condecoraciones. Gracias a la certificación realizada por el escribano del cabildo de Jujuy, conocemos algunos detalles de la vestimenta masculina de los sectores encumbrados de la época “Los vestidos son de paños buenos, de color honesto como es el azul, negro, morado y otros de esta clase; uniformados a lo
217
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folio 184. Acta Capitular del 21 de febrero de 1809.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 caballero, con espada y sombrero armado. Los justicias con su bastón en la mano, con alguna variación en el color de las medias ya blancas o negras, de seda, según ha sido costumbre”218.
La moda masculina había impuesto la casaca de terciopelo o brocado hasta la rodilla, los zapatos de punta con hebillas de plata y el calzón corto, con medias de seda ajustadas a las piernas con ligas decoradas con hilos de oro y plata. Los sectores populares imitaban el traje de sus patrones. Por su parte los curacas e indígenas con alto poder adquisitivo llevaban casacas de terciopelo y otras telas europeas219.
Juegos permitidos, juegos prohibidos Las fiestas profanas eran momentos de regocijo popular y espacio para desplegar la sociabilidad, aunque en el Antiguo Régimen colonial siempre estuvieron sospechadas de provocar el descontrol, especialmente entre los sectores populares o la “gente plebe”. Como hemos podido observar en la documentación expuesta, las corridas de toros formaban parte de la diversión popular, sobre todo entre los peones y gente de campo, que eran muy afectos a las fiestas taurinas. No obstante, en 1791, el cabildo intentó suspenderlas en el ámbito de la ciudad de San Salvador de Jujuy, lo que motivó una apelación de la población ante el gobernador intendente de la jurisdicción, quien emitió un Auto en el que reconocía que “…estas distracciones lícitas, evitan que se ocupen de otras que sean disconforme a la moral y por lo mismo no deben ser suspendidas por el Cabildo sin el consentimiento del pueblo [y
agregaba que] los Alcaldes Ordinarios no pueden privar al público de estos espectáculos y por consiguiente están en la
218
Certificación por parte del escribano sobre los “vestidos lucidos y decentes que acostumbran llevar los miembros del cabildo en la misas y liturgias” AHPJ, SRR, Caja IV, folios 141v-142. Acta del 26 de febrero de 1808. 219 Rosa María Acosta de Arias Schreiber, op. cit., páginas 170 a 177.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 presición de guardar las costumbres de darse las corridas de toros anuales”220.
En 1803, el cabildo insistió con un nuevo pedido de informes al respecto, aunque las debió autorizar provisoriamente221. En las exposiciones de los cabildantes acerca de los motivos que los impulsaban a la prohibición de las exhibiciones taurinas, puede percibirse la presión de la Iglesia local para impedir estas fiestas populares, consideradas cruentas, indecorosas y hasta sacrílegas. En un excelente trabajo sobre las fiestas taurinas, Juan Carlos Garavaglia explica similares situaciones en el Buenos Aires colonial de fines del siglo XVIII222. Unos meses después, el cabildo de Jujuy reiteró la prohibición de las fiestas taurinas en el ámbito urbano223, medida que parece haber prosperado, pues carecemos de información acerca de la continuidad de esta costumbre festiva en San Salvador, aunque quedan resabios de la misma en el toreo de la bincha que se realiza hasta la actualidad en Casabindo. Otro divertimento muy popular en la zona era la corrida de sortija, que consistía en un fuerte galope durante el cual los jinetes debían ensartar una sortija con la punta de la lanza. Se realizaba como una competencia, donde se lucía la habilidad del jinete así como el adorno del caballo. Junto con las alcancías -juego similar al de la sortija, donde el jinete debía romper una alcancía de barro- y los juegos de cañas o escaramuzas, solían dejar un saldo de heridos y muertos, por lo que fueron limitados a acontecimientos especiales donde estos festejos cobraban relevancia. Menos peligrosos eran otros divertimentos populares, como el teatro, los paseos, las tertulias y los bailes. El teatro o las comedias, se organizaban para eventos importantes y gozaban de gran predilección popular durante la Colonia. Por un lado eran un pasatiempo y entretenimiento y, por otro lado, era un mecanismo de distensión popular y una manera de catequizar y de adoctrinamiento para la población, especialmente a los indígenas
220
AHPJ, SRR, Caja XXVII, Libro de Actas Capitulares 1769-1795, folios 340-341. Acta del 10 de marzo de 1791. 221 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 36v-37 y 39-40. Actas capitulares del 14 de enero y 31 de enero de 1803, respectivamente. 222 Juan Carlos Garavaglia, Construir el estado…, op. cit., páginas 47 a 53. 223 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 44-44v. Acta del 6 de octubre de 1803.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “naturales del reino” y a los esclavos224 -siempre proclives a las herejías que representaban la adoración de sus dioses, a los ojos de la Iglesia-. Jujuy, ciudad pequeña, no contaba con un teatro; las comedias se organizaban para eventos especiales, como la coronación de un monarca, sobre un tablado colocado en la plaza, donde se representaban, generalmente, comedias religiosas o leyendas de caballeros que luchaban contra el mal. Los paseos familiares por la plaza o la calle del Comercio, especialmente los días domingo por la tarde, para Año Nuevo, Pascua y Reyes eran un rito de la época. Daban lugar al esparcimiento y las relaciones sociales de la gente acomodada de la ciudad, que lucía sus galas, mientras paseaban seguidos por sus esclavos, sirvientes o lacayos. Era el momento para relacionarse y para mostrarse. Las tertulias en las casas particulares constituían otro momento de encuentro y esparcimiento, al tiempo que contribuían a las relaciones sociales e interpersonales, sobre todo de los jóvenes en edad casamentera, que podían conocer a los escasos aspirantes locales. El capitán King cuenta en sus memorias sobre las guerras de la independencia, que cuando los oficiales llegaban a algún poblado, la gente del lugar los agasajaba con bailes y tertulias “…los habitantes de la ciudad, que hicieron todo lo posible para alegrarnos, organizando todas las noches tertulias de baile y otros agradables medios para pasar el tiempo” 225.
Los bailes, fueron un complemento de todos los festejos coloniales. Se organizaban respetando el protocolo y los estamentos sociales. En los bailes de los señores españoles, se danzaba al son del minué, polcas, mazurcas y fandangos; era otro momento apropiado para lucir trajes y adornos. Los bailes de los negros, sobre todo los mandingas y congos recién llegados, se destacaban por su música al son de los tambores y marimbas; a pesar de que la Iglesia los consideraba obscenos y se oponía a su realización, nunca fueron prohibidos, aunque siempre estaban vigilados y considerados sospechosos de malos hábitos. Los bailes indígenas al son de quenas, caracoles, erkes y
224
Rosa María Acosta de Arias Schreiber, op. cit., páginas127-128. Antonio King, op. cit., página 42. Relato del recibimiento en Orán, de los oficiales que componían la partida. 225
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 sikuris tenían una connotación religiosa ancestral y en ellos usaban las más ricas vestimentas tradicionales. Pero no todos los bailes eran considerados sanos divertimentos. Los bailes que se organizaban en los suburbios, donde generalmente participaban los sectores populares, instalados en lugares escondidos , tabernas, borracherías y chicherías estaban especialmente prohibidos, pues eran tenidos como promiscuos, ajenos a la moral y a las buenas costumbres. También estaban estrictamente prohibidos los bailes durante los días de fiestas de guardar, así como el expendio de bebidas alcohólicas y cualquier diversión considerada como atentatoria a la moral y al orden establecido. Los bailes fueron imitados entre los distintos sectores étnicos. Los bailes españoles fueron copiados y adaptados por indígenas y negros; los bailes negros influyeron en los españoles y los indígenas. De manera tal que, se considera al baile, junto con la música, como dos elementos importantes en el mestizaje cultural colonial. Otros divertimentos y regocijos populares fueron más reglamentados y reprimidos, sobre todo entre los sectores populares, sospechados de ser proclives a las borracheras, desenfrenos y excesos. El carnaval era un momento para el desahogo y liberación de tensiones sociales, por tanto solía tener momentos de violencia y descontrol social, por cuyo motivo era especialmente vigilado y sus manifestaciones, al menos las urbanas, controladas por los alcaldes. Durante los carnavales estaba estrictamente prohibida la portación de cuchillos, machetes y armas en general, así como el galope en las zonas pobladas. Al igual que en todas las fiestas y divertimentos, lo acostumbrado era que se festejara en forma separada según los estamentos y sectores sociales; sin embargo, en la práctica los carnavales más concurridos eran los de los negros y zambos, famosos por el colorido de sus trajes, máscaras y danzas, que se reunían en los suburbios de la ciudad. Las máscaras y disfraces de los negros, solían imitar a sus amos y a las autoridades y funcionarios, lo que los convertía en irrespetuosos y lindantes con el delito. También en parajes alejados del control de los alcaldes, en el campo o en los pueblos de indios, los indígenas festejaban con diabladas, bailes y borracheras. En las calles céntricas de la ciudad, los habitantes jugaban con agua y tinta. Era costumbre que las damas acompañadas de sus criados y esclavos, repartieran dulces entre los niños. Por la noche se realizaban bailes de mascaradas y disfraces.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Un juego que tenía muchos seguidores durante la Colonia y continuó después en la República eran las apuestas a las peleas o riñas de gallos . Era un espectáculo estrictamente masculino, que se realizaba los domingos y donde se apostaban grandes cantidades de dinero. Apuestas y bebidas era una combinación que solía terminar con peleas, heridos y muertos. Por ello estaba muy controlado hasta mediados del siglo XIX, aunque se siguió con las riñas y sus apuestas, en forma legal o clandestinamente, durante mucho tiempo más. Hasta aquí hemos hecho una descripción panorámica de cómo se desarrollaba la vida en Jujuy antes de la Revolución de mayo de 1810; para ser más precisos, diríamos que hasta la llegada del primer Ejército Auxiliar procedente de Buenos Aires, pues el arribo del ejército trastocó el orden y la cotidianeidad de los jujeños. La presencia del ejército transformó totalmente la vida de Jujuy, esta imagen de paz y orden pueblerinos, fueron sustituidos por el campamento de campaña, la comparecencia de tropas formadas por hombres forasteros, las exigencias de la guerra, los despojos, los saqueos. En Jujuy, las guerras de la independencia duraron 15 años, desde el arribo del ejército Auxiliador del Alto Perú en septiembre de 1810 hasta la muerte del general Olañeta, en Tumusla, en abril de 1825. En ese lapso de tiempo se trastocó la vida de la población, se consumieron los bienes y las vidas, se interrumpieron las actividades económicas y se enfrentaron familias, amigos y vecinos.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
SEGUNDA PARTE JUJUY EN LAS GUERRAS DE LA INDEPENDENCIA
En 1818 después de ocho años de comenzadas las guerras de la independencia, el Cabildo de Jujuy expresaba así la situación de la población jujeña “... porque imbadido con frecuencia p r los enemigos ha sufrido quebrantos indecibles, q e lo han puesto en el total exterminio de su destrucción, la fortuna de sus vesinos toca al imposible repararla, sus recursos y arbitrios agotados y aniquilados” 226 .
¿Qué pasó en esos ocho años transcurridos desde la Revolución en 1810 en Buenos Aires? Evidentemente ya Jujuy no era la tranquila y moderadamente próspera sociedad donde la calma y la siesta eran rotas sólo por las eventuales festividades religiosas y profanas, donde la monotonía diaria podía quebrarse con algún escándalo o desacato al orden establecido. Las palabras del cabildo jujeño evidencian el paso de un “terremoto social” que había arrasado con los basamentos mismos de la población local. Ese “terremoto” había sido la guerra y más específicamente, la presencia de los ejércitos en tierra jujeña. La noticia oficial de la revolución de mayo en Buenos Aires llegó a Jujuy casi un mes después; el cabildo publicó un bando con la proclama el día 15 de junio227. Poco después arribó el gobernador intendente nombrado por la Junta de Buenos Aires, Feliciano Chiclana, quien se instaló en Jujuy el 3 de septiembre y, desde allí, supervisó los suministros con que los vecinos debían contribuir al arribo del ejército228. A fines del mismo mes de septiembre fue llegando el ejército revolucionario, que había partido de Córdoba en pequeñas columnas, las que se reunieron recién en Jujuy. 226
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta Capitular del 25 de febrero de 1818. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular 1800-1812. Acta Capitular del 15 de junio de 1810. 228 AHPJ, SRR, Caja 4, Libro Capitular 1800-1812, Jujuy, Acta Capitular del 3 de septiembre de 1810. Chiclana era también el Auditor de Guerra del Ejército Auxiliar del Perú, enviado desde Buenos Aires. 227
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Los especialistas en los temas militares, calculan que unos 1.200 hombres formaban la tropa acantonada a las afueras de la ciudad de San Salvador, a los que la población local debió abastecer durante su permanencia en la localidad229; la vanguardia, compuesta por unos 400 efectivos, acamparon en Tilcara, durante un mes, hasta el comienzo de la marcha hacia Yavi y Suipacha230. Ese fue el comienzo de una coyuntura de guerra que duró quince años, durante los cuales, Jujuy fue enclave en las guerras de la independencia. En su territorio recibió a las tres campañas libertadoras al Alto Perú, enviadas por los gobiernos emanados de la Revolución de mayo de 1810 en Buenos Aires; fue motivo de doce invasiones de tropas realistas a su jurisdicción, despachadas por las autoridades virreinales de Lima. La población de Jujuy debió abandonar su tierra en tres éxodos (1812, 1814 y 1817); experimentó saqueos y pillajes en la ciudad y en los pueblos de la campaña, levas, empréstitos, requisa de ganados, cosechas y de todo bien utilizable por los ejércitos. Se interrumpió el comercio con el Alto Perú en cada circunstancia en que éste era ocupado por los contingentes realistas. La coyuntura de guerra modificó radicalmente la vida en Jujuy. En este capítulo veremos cómo y hasta qué punto la guerra afectó a sus habitantes, qué efectos tuvo sobre la demografía, las actividades productivas, la economía y la vida cotidiana de los hombres y mujeres que habitaban el territorio jujeño. El desarrollo de la guerra transcurrió en dos etapas: la primera signada por el avance y retroceso de ambos ejércitos, entre 1810 y 1816, marcados por las tres expediciones enviadas desde Buenos Aires con el objetivo de ocupar el Alto Perú231 – territorio que formaba parte del Virreinato del Río de La Plata y que era sumamente codiciado por sus minas de plata-, sus contramarchas y los respectivos avances del ejército realista dirigido desde Lima. La segunda etapa, entre 1817 y 1825, estuvo marcada por la “guerra gaucha”, la lucha de las milicias locales, que sin apoyo de un ejército regular, debieron enfrentar a un ejército veterano de las guerras napoleónicas.
229
Emilio Bidondo, La expedición de auxilio a la provincias interiores (1810-1812), Buenos Aires, Círculo Militar, 1987, página 258. 230 Emilio Bidondo, La guerra de la independencia en el norte argentino, Buenos Aires, EUDEBA, 1976, página 49. 231 La primera expedición al Alto Perú, a las órdenes de González Balcarce, dio inicio en 1810 y acabó en el desastre de Huaqui en 1811. La segunda, dirigida por Manuel Belgrano en 1813, finalizó con las derrotas en Vilcapuhio y Ayohuma en el mismo año. La tercera, comandada por José Rondeau en 1815, terminó con la derrota de Sipe-Sipe.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 No deseamos realizar aquí un relato de las guerras de la Independencia en el territorio jujeño, tema que ha sido abordado por otros autores en distintas publicaciones; el lector que desee conocer el desarrollo pormenorizado de la guerra, podrá encontrar una copiosa y especializada bibliografía232. Este capítulo se refiere a la vida en Jujuy alrededor de 1810, por tanto sólo nos centraremos en algunos elementos que influyeron en la cotidianeidad y que marcaron cambios trascendentales en la vida de sus habitantes. El arribo de la vanguardia del Ejército Auxiliar del Norte, al mando de Antonio González Balcarce, llegó a Jujuy a fines de septiembre de 1810, lo que suscitó que, de un día para otro, se terminara la calma provinciana y Jujuy se convirtiera en un cuartel de campaña, mientras su población debía proveer al abastecimiento y equipamiento de un ejército que superaba al número de sus habitantes. En las instrucciones secretas que la Junta Gubernativa de Buenos Aires diera a su delegado en el ejército, Juan José Castelli, establecía claramente que entre sus obligaciones estaba la de “Hacer acopiar víveres en Jujuy y Salta” 233, lo que efectivamente, como veremos en los apartados
siguientes, realizaron los jefes del Ejército Auxiliar, cada vez que éste acampó en territorio jujeño. Al mismo tiempo que las tropas revolucionarias llegaban a Jujuy, desde el Cuzco avanzaba el brigadier José Manuel de Goyeneche con un ejército de 4.000 hombres para sofocar la revuelta del Río de La Plata. Ya en El Alto Perú, el ejército de Goyeneche recibió el apoyo del Mariscal Nieto, gobernador de Charcas, con cuya ayuda pudo
232
Para leer sobre el desarrollo de las guerras de la Independencia en Jujuy, se pueden consultar muchos autores, a todos los cuales nos es imposible citar por cuestión de espacio. Véase, por ejemplo, Félix Best, Historia de las guerras argentinas, Buenos Aires, Peuser, 1960. Emilio Bidondo, La Guerra de la Independencia en el Norte Argentino, Buenos Aires, EUDEBA, 1976. Emilio Bidondo, La Expedición de Auxilo a las Provincias Interiores (1810-1812), Buenos Aires, Círculo Militar, 1987. Joaquín Carrillo, Jujui provincia federal arjentina. Apuntes de su historia civil, Buenos Aires, 1877 [reimpresión: Jujuy, Talleres Gráficos del Boletín Oficial e Imprenta del Estado de la Provincia de Jujuy, 1980]. Viviana Conti, con la colaboración de Emma Raspi, “De las guerras de la independencia a la organización del Estado. 1810, 1852”, en Ana Teruel y Marcelo Lagos, Jujuy en la historia. De la colonia al siglo XX , Universidad Nacional de Jujuy, 2006, páginas 87 a 137. Bernardo Frías, Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la independencia argentina, Buenos Aires, Depalma, 1973. Guillermo Solá, El gran Bastión de la Patria, Salta, Maktub, 2005. Miguel Ángel Vergara, Compendio de la Historia de Jujuy, Jujuy, Talleres Gráficos del Boletín Oficial e Imprenta del Estado de la Provincia de Jujuy, 1968. 233 Emilio Bidondo, La expedición de auxilio…, op. cit., anexo 8, “Instrucciones secretas que la Junta Provisional Gubernativa imparte a su delegado en el Alto Perú, doctor Juan José Castelli (Buenos Aires, 12 de septiembre de 1810)”, artículo 4º.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 avanzar rápidamente con rumbo a Jujuy; en octubre de 1810 la vanguardia de las tropas realistas armó su cuartel en la villa de Tupiza. Todas estas noticias se conocieron en Jujuy junto con la novedad del fusilamiento del ex virrey Liniers (héroe de la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas) quien, se decía que había padecido bajo las tropas porteñas por pronunciarse leal al Consejo de Regencia –que gobernaba España y las colonias en nombre del Rey cautivo de Napoleón Bonaparte-. En ese contexto no había espacio para manifestar lealtades o deslealtades. La Revolución despertó sentimientos encontrados entre los habitantes de Jujuy: entusiasmo por las ideas liberales y de emancipación, temor por la movilización de masas que retraía a los recuerdos de los levantamientos indígenas de tres décadas atrás, desconfianza por la ruptura con los principios del Antiguo Régimen que constituían el sustento simbólico en la mentalidades de la época, temor por la presencia de los ejércitos en territorio propio. En líneas generales había entusiasmo moderado por parte de la población y la esperanza de que el conflicto se solucionara en tiempos relativamente cortos. Sin embargo, la guerra duró 15 años, durante los que se consumieron vidas, manifestado en el descenso de la población; se consumieron recursos, exteriorizado en la destrucción del sector productivo y se dilapidaron fortunas, derivada en el empobrecimiento del sector hacendado y mercantil; la vida cotidiana se trastocó definitivamente; hombres y mujeres se enfrentaron en distintas lealtades patrióticas, produciéndose divisiones en el seno de la sociedad, las amistades y las misma familias. Aquí nos referiremos sólo a los efectos que las guerras de la independencia provocaron en los habitantes del territorio jujeño y veremos el impacto de las mismas en la sociedad de Jujuy de 1810. Para ello tomaremos como variables de análisis las consecuencias de la guerra en la demografía, en la economía y en la vida política y cotidiana locales, partiendo de la imagen proyectada en los apartados precedentes que nos permitieron observar cómo era la cotidianeidad durantes los últimos años coloniales.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
1. LOS EFECTOS DE LA GUERRA EN LA DEMOGRAFÍA Cuando hablamos de las secuelas que la guerra dejó en la demografía local, nos referimos fundamentalmente al consumo de vidas, manifestado en la pérdida de hombres jóvenes y en edad productiva que, desde sus actividades –como es el caso de los arrieros- o por el sólo hecho de ser hombres aptos para la guerra, dejaron sus vidas en la coyuntura bélica. Sin embargo, la merma demográfica que sufrió Jujuy no siempre significó la muerte, ya que en la disminución de la población también hay que considerar a aquellos hombres que se “engancharon” en los ejércitos y no regresaron al terruño –aunque sobrevivieran a la guerra-, los que abandonaron sus tierras de manera compulsiva y no volvieron –por lo menos hasta el final de la contienda- o los que huyeron para salvarse de esos mismos “enganches”. No hay datos precisos de la pérdida demográfica que significó la guerra en la jurisdicción de Jujuy, sin embargo en base a los padrones de la ciudad de San Salvador, los especialistas estiman una disminución del 25% en el período de las guerras de la independencia, sólo en la población urbana, en especial entre los años 1812 y 1823. En el campo, la falta de cifras de población es aún mayor, pero por la información que se posee sobre las levas y enganches en los sectores rurales, la reducción de la población rural parece haber sido mucho más aguda, lo que habría redundado en la extrema escasez de brazos para las actividades agrícolas –hecho denunciado continuamente por el cabildo- y la ausencia de hombres en edad productiva en toda la campaña. El crecimiento de la población, aunque en forma muy lenta, se comenzó a verificar recién entre 1823 y 1843234. Desde la primera campaña del ejército Auxiliar (1810), Jujuy debió aportar a la causa revolucionaria con los arrieros de su territorio para que llevasen los pertrechos militares hacia el Alto Perú. Como vimos en el apartado anterior, en Jujuy la arriería era un trabajo que contaba con gran cantidad de mano de obra calificada y dueños de recuas de animales destinados a la arriería, por lo cual las necesidades de flete de los ejércitos 234
Raquel Gil Montero, “La ciudad de Jujuy y su campaña circundante: algunos aspectos de su población entre fines del siglo XVIII y mediados del XIX”, en: Marcelo Lagos (coordinador), Jujuy en la Historia, Avances de investigación II , Universidad Nacional de Jujuy, 1995, página 64.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 para llevar los suministros, víveres, forraje y equipo fueron cubiertas con los arrieros locales. En 1810, el cabildo de Jujuy se encargó de pagar a los arrieros de su jurisdicción –como un aporte de la corporación a la guerra- para que llevasen las provisiones de las tropas hacia el Alto Perú. Su contribución consistió, además, en el pago de los fletes hasta Tupiza y, en algunos casos, hasta Potosí; en esos parajes los arrieros debían solicitar que los cabildos les pagasen lo que se llamaba “el segundo flete”. En Tupiza los arrieros jujeños encontraron serias dificultades en el cobro de sus transportes para continuar la travesía hasta Potosí, tal como indicaban los contratos verbales originales; el cabildo de Tupiza dio 3 pesos a cada arriero a cuenta del segundo flete, pero de allí en más no consiguieron que nadie les pagase para llevar las cargas hasta los lugares donde se desplazaba el ejército. Algunos de los arrieros que salieron de Jujuy en 1810 murieron en las contiendas, mientras que otros, aunque sobrevivieron, perdieron sus animales235. El reclamo de arrieros con sus mulas por ambos ejércitos (el revolucionario y el realista236) fue una constante. En 1813, mientras se organizaba la segunda Expedición Libertadora al Alto Perú, Feliciano Antonio de Chiclana, a la sazón Gobernador de Salta, ordenaba al Teniente Gobernador de Jujuy que “…embargue todas las arrias de burros que hubiese en el distrito” , especialmente aquellas que hacían el camino entre
Casabindo y Jujuy, a los efectos de enviarlas a Huacalera y Yavi, donde se encontraban acantonadas las tropas. El objetivo del embargue de arrieros con sus animales era utilizarlos en el transporte de charque o sea de las provisiones del ejército hasta Potosí 237. La misma documentación nos brinda un ejemplo puntual de estos decomisos: ante la noticia de que el arriero don Bruno Rosario Gotilla se encontraba en camino desde Rinconada hacia Casabindo “…con 6 pearas de burros para conducir cargas de
235
AHPJ, SRR, Caja V, Legajo 13, Documento 63. Informe de Teodoro Sánchez de Bustamante al Cabildo de Jujuy acerca de los problemas que afrontaron los arrieros de Jujuy, 8 de julio de 1811. 236 Durante las ocupaciones realistas en el territorio jujeño (1812, 1814 y 1817) el ejército Real exigió a los arrieros locales su colaboración, tanto en las campañas hacia el sur (Tucumán) como en sus retrocesos hacia el Norte (Alto Perú). 237 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., volumen IV, página 278. Salta, 27 de julio de 1813.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Salta”, Chiclana dictaminó el embargue de los animales para ser utilizados en la
conducción de los bastimentos del ejército238. Las requisas de mulas y arrieros continuaron durante todo el año 1813; poco después, el Gobernador Chiclana avisaba al Teniente de Gobernador de Jujuy acerca del arribo de seis carretas, procedentes de Santiago del Estero con destino a Potosí, cargadas con azogue y carne, y le ordenaba tener listas en Jujuy 170 mulas de carga239. Un mes más tarde, Francisco del Pico –Teniente de Gobernador de Jujuy- solicitaba al cabildo jujeño la provisión urgente de 60 mulas de carga con sus respectivos arrieros para poner a disposición del ejército revolucionario240. La exigencia de arrieros con sus recuas llegó a tal punto que, en 1815, después de cinco años de guerra, el cabildo de Jujuy estimaba que habían muerto 200 arrieros experimentados, con lo que se había mermado considerablemente la capacidad de transporte desde Jujuy hacia el Altiplano241. Otra causa de la disminución de población fueron las levas y enganches de gente joven de la población. Las levas tuvieron sus inicios en 1810, no bien arribó a Jujuy el ejército Auxiliar del Alto Perú. El entusiasmo juvenil por la causa de la independencia se hizo sentir entre los jóvenes de la elite local quienes, según sostiene Miguel Ángel Vergara, se plegaron rápidamente a la causa revolucionaria. La adhesión a la causa de la Independencia por la población de Jujuy es un tema complejo, del que nos referiremos más adelante. Por ahora sólo digamos que no todo fue como se lo quiso mostrar; hubo familias enteras que se revelaron comprometidas con la causa revolucionaria desde el comienzo, otras familias jujeñas apoyaron abiertamente la causa realista -el ejemplo paradigmático pero no único es el de la familia Marquiegui, emparentada con Olañeta242-, mientras que
238
Ibíd. Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., página 293. Salta, 14 de septiembre de 1813. 240 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documento 73, 2 folios, Jujuy, 20 de octubre de 1813. 241 AHPJ, SRR, Caja XLIV, Reglamento de la Arriería, Dado por Mariano de Gordaliza, encargado de elaborar un informe y redactar el Reglamento de Arriería, en San Salvador de Jujuy, septiembre 18 de 1815, 5 folios. 242 Véase mas adelante, en el apartado “Lealtades” la relación familiar entre el general realista Pedro Antonio de Olañeta y la familia jujeña Marquiegui. 239
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “otras más cautas, realizaron una resistencia oculta, pero intensa, cuando les fue posible”243.
En líneas generales el pueblo jujeño colaboró con hombres de todos los sectores sociales y étnicos que se enrolaron en el ejército Auxiliar y en las milicias gauchas; ya sea en forma voluntaria o como “leva obligatoria”, los hombres jóvenes engrosaron las tropas en cada oportunidad que éstas avanzaban hacia el Alto Perú. Así lo recordaba el cabildo de Jujuy a la Asamblea del Año XIII, en oportunidad de solicitar el reconocimiento de los aportes del pueblo jujeño a la causa encabezada por Buenos Aires, “…pr la generosidad, y entusiasmo con q e estos abitantes han puesto sus intereses en manos de las emergencias del estado, como así mismo las gloriosas victorias q e hemos obtenido contribuiendo, en una gran parte a ella los brabos y subordinados reclutas, que han sacado de esta ciudad, siendo estos (según expreciº de los gefes) los q e eran una arrogancia inexplicable, triunfaron en el Tucumán, y Salta de la soberbia de nuestros enemigº” 244.
Los sectores rurales formaron los contingentes de gauchos, compuestos por peones, arrenderos, jornaleros y labradores en general, que abandonaron sus tareas habituales para incorporarse al ejército o a las milicias. Gustavo Paz, quien se ha dedicado a estudiar este tema, sostiene que las primeras movilizaciones de la campaña jujeña dieron inicio en 1812, cuando Manuel Belgrano realizó los alistamientos entre campesinos, peones, labradores y gente de las haciendas y estancias de la jurisdicción. Esta leva de campesinos se fue incrementando en los años subsiguientes, especialmente con la movilización masiva de los años 1815 y 1816, para cuando Martín Güemes ya había puesto bajo su control a todas las milicias del territorio, lo que habría aumentado la escasez de peones y labradores en general245.
243
Miguel Ángel Vergara, Compendio de la historia de Jujuy, Jujuy, Imprenta del Estado, 1969, página 237. 244 AHPJ, SRR, Caja VI, Documento 86, folio 1. Jujuy, 25 de septiembre de 1813. 245 Gustavo Paz, “‘El orden es el desorden’. Guerra y movilización campesina en la campaña de Jujuy 1815-1821”, en Raúl Fradkin y Jorge Gelman (compiladores): Desafíos al orden. Política y sociedades rurales durante la revolución de la Independencia, Rosario, Prohistoria, 2008, páginas 83 a 101.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Hasta allí habría que rastrear los orígenes del gaucho jujeño, entidad que poseía una fuerte connotación militar, tanto por sus acciones combativas, en las que se destacaron por sus habilidades como jinetes y en el manejo de armas blancas, como por el hecho de que estaban sujetos al fuero militar –lo que los eximía de la justicia ordinaria-. Así, labradores, arrenderos, peones, jornaleros, hombres de campo, mayormente sin tierras propias –aunque generalmente propietarios de algunas cabezas de ganado-, étnicamente indígenas, mestizos y criollos, abandonaron sus hogares para enlistarse en las milicias de gauchos. La mayoría eran hombres jóvenes –entre 20 y 35 añostrabajadores rurales con familia constituida, que conocían perfectamente el campo y la geografía local -de allí su poder de ataque sorpresivo y rápida dispersión- y formaban, al mismo tiempo, el sector productivo más apto de la campaña246. ¿Cuántos de ellos sobrevivieron a la guerra y volvieron a su terruño? No existe información al respecto, sin embargo si tenemos en cuenta que sólo en territorio jujeño tuvieron lugar tuvieron lugar 124 encuentros, luchas y combates en los que participaron las milicias de gauchos247, es fácil deducir que el porcentaje de sobrevivientes sería escaso. A los campesinos no enganchados en las levas, se los solía requerir para cubrir otras responsabilidades de tipo militar, debido a su conocimiento, destreza y habilidades en la lucha. Era común que el cabildo los solicitase para formar la guarnición que debía proteger a la ciudad, en cada oportunidad que el ejército abandonaba la jurisdicción; en esas ocasiones, se ordenaba a los hacendados que enviaran gente de sus tierras para colaborar con la protección y formar una fuerza de 30 a 35 personas, que se reemplazaba cada 15 días248 “Y para el reemplaso de la fuerza armada q e ba á marchar para lo interior, y guarnese esta Plasa se hara saber a los SS hacendados presente cada uno un num o proporciondo de sus arrenderos el q e se graduara con respecto al numero de gente qe haya en sus terrenos advirtiendo á cada uno de los asendados prebenga á sus arrederos q e los qe queden 246
Gustavo Paz, op. cit. Agradecemos la información al Sr. Misael Soria, quien nos proporcionó la lista de Lista y combates librados por los gauchos jujeños en el actual territorio de la provincia de Jujuy, entre 1810 y 1821. 248 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 14 de septiembre de 1813. 247
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 exemptos deben cuidar de las labranzas de los demas q e bengan á esta guarnicion cuia fuerza debera de ser de treinta á treinta y cinco q e seran reelebados en cada quince dias, y esta
guarnicion
sera
por
el
tiempo
qe
se
estime
combeniente”249.
La mano de obra campesina, alistada a veces voluntariamente, otras veces en forma compulsiva entorpecía y hasta impedía las tareas agrícolas, de las cuales vivía toda la población. En ese contexto es que el cabildo de Jujuy se dirigió al Teniente de Gobernador solicitándole que liberase a los hombres enganchados, para que pudiesen levantar las cosechas “…todos los hombres lavradores de la Campaña a quienes hace dias los tiene encurtelados en circunstancias de tener sus trigos para cortarlos y proximos á perderlos p r quanto apuran las aguas y porque se pasan de maduros y ya tambien por ser la estacion mas oportuna para sementeras de mais y demas miniestras de qe asisten y proveen a este Pueblo y al Exersito de la Patria pidiendo en consecuencia […] de qe á dichos lavradores se les conseda licencia p r el tiempo qe necesiten para que pasen á asegurar la indicada cosecha de trigos y siembra de mais…”250.
En respuesta, el teniente gobernador sólo autorizó la libertad de los labradores acuartelados, “así como a los ancianos y demás hombres inútiles en el servicio de las armas”, dejando bien explícito que todos los hombres con posibilidad de pelear debían
ser mantenidos dentro de la guarnición de la ciudad. Otro mecanismo de reclutamiento, en este caso utilizado por el Ejército Auxiliar, fue la liberación de esclavos, a través de la compra a sus dueños, a los objetos de integrarlos en el Regimiento de Libertos. Esta práctica fue implementada durante la organización de la tercera campaña al Alto Perú; el General en Jefe del ejército, José
249 250
Ibíd. AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 11 de diciembre de 1813.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Rondeau, ordenó la adquisición de diversos esclavos a vecinos de Jujuy, por los cuales pagó el cabildo a sus dueños los precios del mercado (entre $200 y $300)251. Los desplazamientos de personas, expulsiones de familias enteras y emigraciones contribuyeron a la disminución de la población local. Durante la segunda ocupación de la ciudad por el ejército realista (1814), mientras que la mayoría de la población local se retiró hasta Tucumán en lo que fue el Segundo Éxodo Jujeño, algunas familias, a pesar de haberse adherido a la causa revolucionaria, no emigraron en el éxodo; se trataba de familias de escasos recursos, que fueron acusadas, por los jefes realistas, de actuar como espías y mantener clandestinamente la comunicación con el ejército revolucionario y, consecuentemente, expulsadas por las autoridades militares de Lima hacia Tarija. Carecemos de los apellidos de esas familias, aunque sabemos que pertenecían a los sectores humildes, ya que el cabildo intercedió por ellas debido a “…la pobreza en que se encuentran”
252
,
pero no pudo evitar su expulsión de Jujuy. Por otra parte, familias de la elite local, que habían participado abiertamente en apoyo de la causa del Rey, permanecieron en Jujuy durante el Segundo Éxodo y, por tanto, ocuparon puestos en el cabildo realista de 1814 y colaboraron con las autoridades enviadas desde Lima. Algunas de estas familias siguieron al ejército en su retirada y se exilaron en el Perú. Tenemos conocimiento sólo de aquellos cuyas propiedades en la ciudad fueron confiscadas por los revolucionarios y alquiladas a residentes adeptos253; se trata de doña Gabriela Goyechea y sus hijas Candelaria y María Francisca de la Bárcena - quienes fueron indultadas por Orden del Teniente Gobernador del 25 de septiembre de 1815-, don Tomás Gámez, don Ignacio Carrillo y el Dr. Don José Mariano de la Bárcena; aunque estimamos que el números de exilados debe haber sido 251
AHS, LH 193, Cuaderno Manual de la Tesorería Menor de Jujuy que va del 7 de septiembre al 19 de noviembre de 1814 y LH 187, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy que va desde el 19 de noviembre al 31 de diciembre de 1814. Los esclavos eran un bien muy valioso, cuya posesión eran símbolo de alto poder adquisitivo; el precio de un esclavo era equivalente al valor de una casa no lujosa en la ciudad o una chacra en los suburbios. 252 AHPJ, SRR, Caja II, Libro capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 10 de junio de 1814. 253 AHS, LH 193, Cuaderno Manual de la Tesorería Menor de Jujuy que va del 7 de septiembre al 19 de noviembre de 1814. LH 187, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy que va desde el 19 de noviembre al 31 de diciembre de 1814. LH 306, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy desde 1 de Enero de 1815 hasta el 16 de Noviembre de 1815. Se trata de tiendas, casas y cuartos-habitaciones, alquilados mensualmente a Teresa Guerreros, Vicente Galván, Tomasa Galván, al maestro Máximo Aguilar, al sastre Juan Bautista Reyes, Enrique Argañaraz, Joseph López, Felipe Cruz de Romero y Rafaela Olarte.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 mucho mayor, teniendo en cuenta la participación colaboracionista y la costumbre de exilarse con la parentela, sirvientes y esclavos. La práctica de “relocalizar” a aquellos considerados enemigos, no fue adoptada sólo por el ejército realista. El ejército revolucionario implementó la costumbre de enviar a territorio seguro –téngase en cuenta que Jujuy era territorio en disputa- a individuos con activa participación en la causa realista. En ocasiones en que estas personas no podían “internarse” rápidamente, o eran considerados útiles para la realización de tareas, que la población local había abandonado en función de su servicio en las armas, eran colocados en casas de familias confiables, quienes debían vigilarlos y coaccionarlos para el trabajo al que habían sido destinados. Durante 1814 y 1815, en circunstancias de la organización de la tercera campaña al Alto Perú, cuando la guerra ya había tomado un giro irreversible254, el General en Jefe del Ejército, José Rondeau, mandó elaborar una lista de los prisioneros de guerra, pertenecientes a los Regimientos 2º y 9º del ejército realista y ordenó su traslado a Santiago del Estero, para que desde allí se los internara en la frontera sur255. El cabildo jujeño intercedió, con el argumento de la falta de brazos en distintas labores, pidiendo que aquellos que fuesen aptos para el trabajo se los ubicase en los lugares donde eran necesarios para la producción local, especialmente en haciendas y estancias para las tareas agrícolas, pero también en los talleres artesanales de la ciudad; al mismo tiempo solicitó al jefe del ejército que, aquellos individuos signados de crear tumultos e intranquilidad, con miras contrarrevolucionarias, fuesen enviados a Tucumán y Santiago, a fin de evitar mayores conflictos en la jurisdicción de Jujuy. Fue así como un grupo de prisioneros de guerra permanecieron en Jujuy y fueron ubicados en casas de familias, reconocidas por su adhesión a la causa revolucionaria, a quienes el cabildo las comprometió a controlar a los prisioneros (todos ellos españoles nacidos en España)256.
254
Hasta ese momento aún existía, en el imaginario popular, la esperanza de que los conflictos se terminaran solucionando en forma pacífica, poniendo un punto final a una guerra que enfrentaba amigos y parientes; pero después de 1814, con la derrota de Napoleón y la vuelta al trono de España de Fernando VII, éste comenzó una etapa de “recuperación” de los dominios perdidos en América, empresa para la cual se enviaron batallones de soldados españoles veteranos de las guerras napoleónicas, que reconquistaron gran parte del territorio hispanoamericano revolucionario. 255 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op, cit., Tomo IV, página 350. Correspondencia de Gobierno y Guerra. Huacalera, 13 de marzo de 1815. 256 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta capitular del 23 de junio de 1815.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 El cabildo solicitó a los vecinos “confiables” que, aquellos que podían alojar y vigilar a los prisioneros, en un número no mayor de 5 personas por familia, se anotaran en una lista elaborada al efecto257. Sabemos que, en la ciudad, había 28 prisioneros trabajando en la maestranza258 –en la elaboración y reparación de armas-, 16 prisioneros se incorporaron al hospital de campaña, para trabajar en calidad de asistentes de los enfermeros; todos ellos habían sido ubicados en la casa de las familias de Manuel del Portal, Domingo Carenzo, Patricio Sánchez de Bustamante, Juan Manuel Sánchez de Bustamante, Isidro Fernández y Manuel de Tezanos Pinto. En el campo, se enviaron alrededor de 20 prisioneros a trabajar en la hacienda de José Eustaquio de Iriarte, en la hacienda de la familia Ovejero y en la hacienda San Lorenzo259. Si cruzamos los escasos datos demográficos disponibles para la época con la información aportada por el cabildo, se puede observar que ocho años después de comenzadas las guerras de la independencia, sin haber tenido un año entero de paz, con tres éxodos de la población, se había producido una reducción notable en el número de habitantes de la jurisdicción. El cabildo de Jujuy afirmaba que su población debió emigrar en varias oportunidades, encontrando a su regreso “Sus hogares incendiados, desolada y destruida su Población y campaña” , que muchos hombres ya habían muerto
en defensa de esas tierras, otros desamparados en tierras lejanas “han acabado sus días á fuerza de los infortunios, necesidades, hambres, y miserias” o debieron huir a las
montañas para salvar sus vidas, mientras que el resto de los sobrevivientes se vieron “… envueltos en la desesperación, precisos su brazos para el sobsten de las continuas imbaciones del Enemigo, para la agricultura, y la labranza, y para la misma existencia de esta digna Población. Perturba la fuerza del dolor al contemplar, y delinear cada punto de lo referido porque todos tocan á cerrar los ojos á la final destrucción de un Pueblo que hasta la presente há sido el desaogo de los demas de la libertad; pues en sus
257
Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, páginas 651-652. Véase más adelante “La maestranza”. 259 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, páginas 684 a 686. 258
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 sacrificios, entuciasmo, valor, y constancia descansa las autoridades de la Nacion.” 260
La conjunción de todos estos factores, las levas, los enganches voluntarios y compulsivos -como en el caso de los esclavos-, la muerte en el campo de batalla, los desplazamiento de personas, las emigraciones, los exilios, provocaron una fuerte caída en la demografía local. Esto fue así desde el mismo momento en que Jujuy se convirtió en campo de batalla y campamento de los ejércitos en pugna, verificándose en un descenso de población tal, como no sufrieron otras zonas del Río de La Plata. En los siguientes apartados analizaremos los impactos de la guerra en la vida de los hombres y mujeres que la padecieron, aquellos que debieron vivir en una sociedad militarizada y en constante jaqueo por los ejércitos beligerantes durante tres lustros.
260
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta Capitular del 25 de agosto de 1818
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
2. LOS EFECTOS DE LA GUERRA EN LAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS Consumo de bienes En 1810, el área andina estaba atravesando una coyuntura de sequías y consecuentes años de malas cosechas. Desde 1800, la sequía había afectado a distintas regiones del Alto Perú, el Río de La Plata y el Perú; la situación crítica perduró hasta 1805, lo que provocó la eliminación de los excedentes comercializables de cosechas y ganados, y trajo hambre y epidemias. Sabemos que en Potosí los precios agrarios aumentaron, hubo escasez y carestía de víveres y, finalmente, la peste llegó a la ciudad, provocando su abandono y la migración hacia el campo en busca de comida261. En Jujuy, a mediados de 1810, recién se estaba recuperando la producción agrícola desvastada por las sequías de los años precedentes. La militarización de la población campesina y el consecuente abandono de las tareas de campo, contribuyó a intensificar la escasez de bienes de consumo; la situación de insuficiencia de alimentos se incrementó con las exigencias de víveres por los ejércitos y se hizo endémica en los quince años de guerra. Recordemos que, con el arribo del ejército Auxiliar del Alto Perú en septiembre de 1810, la población debió abastecer a aproximadamente 1.200 hombres (número similar a los habitantes de la ciudad)262. La situación de sequía que venía sufriendo la región, agravó las condiciones y dificultó las primeras contribuciones populares al ejército revolucionario: “…por la imposibilidad en acopiar Granos, Arinas y miniestras, que no se hallan en esta ciudad y su jurisdicción, á causa de la esterilidad qe se há sufrido en cinco años consecutivos” 263.
261
Enrique Tándeter, Vilma Milletich y Roberto Schmit, “Flujos mercantiles en el Potosí colonial tardío”, op. cit., páginas 18 y 19. 262 Emilio Bidondo, La expedición de auxilio…”, op. cit., página 258. La ciudad, se calcula que tenía alrededor de 2.000 habitantes para 1810, entre los que están agregados mujeres y niños, cuya dieta es menor a la de los hombres adultos. Véase Primera parte. 263 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular 1800-1812, Acta Capitular del 6 de septiembre de 1810 y Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, página 56.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 La consecuencia inmediata de la duplicación de las bocas para alimentar, fue la carestía y la escasez de carne en toda la Jurisdicción, casi crónica en toda la coyuntura de guerra264. Entre la derrota de Huaqui y la segunda campaña al Alto Perú, el ejército estuvo acantonado en Jujuy, que se transformó en cuartel general de las tropas auxiliares durante ocho meses, lo que se tradujo en una continua transmisión de bienes de consumo, especialmente ganado vacuno y cereales. La comida de la tropa, llamada “el rancho”, se basaba casi exclusivamente en carne vacuna –reemplazada por la carne ovina cuando la vacuna escaseaba en las zonas por donde se desplazaban- acompañada de biscochos elaborados con maíz molido –el trigo era un lujo que se reservaba a la oficialidad-. Durante las travesías y expediciones, el rancho estaba compuesto de charque (tasajo de carne vacuna salada y secada) o chalona (tasajo de carne ovina) y sancocho de maíz (especie de guiso) o, en su defecto, sólo con maíz tostado. En el diario de un soldado encontramos descripciones de las comidas durante la marcha, así como de la predilección por la carne asada “Nuestra marcha duró unas dos semanas, durante cuyo tiempo casi vivimos solo de charqui, o lonjas de bueyes secas, y para variar, teníamos esta vez abundante provisión de maíz molido, que después de tostado y molido fue embolsado y colgado en nuestras sillas. La forma de prepararlo para alimento, era colocando una cantidad en nuestros vasos, hechos de astas de toro, y mezclándolo con agua. […] Nuestra forma de cocinar la oveja, era ensartando el costado de un animal en un palo de unos cuantos pies de largo, que nos servía de asador, cuyo extremo se clavaba en el suelo cerca del fuego. Así como la carne se iba dando vueltas y asándose, cada hombre se servia cortando con la espada o la navaja, una larga tira
264
Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra, página 249. Cuartel de Jujuy, 10 de noviembre de 1811.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 de la parte mas cocida, que se comía con la mano; y así se continuaba hasta que no quedaba mas carne” 265.
La carestía de carne para el abasto de la población local, en una zona productora de ganado vacuno para la exportación, fue un mal endémico durante todo el proceso de guerra. En 1815 en el seno del cabildo se discutía acerca de la posibilidad de obligar a los abastecedores de carne a proveerla, pero los cabildantes llegaron a la conclusión de la inutilidad de tal medida, pues el gobierno provincial y las tropas de ambos ejércitos en su paso por Jujuy, les habían quitado todas las reses destinadas a la matanza, con el agravante de que hasta ese momento no se les había reintegrado el valor de las mismas266. Todavía en 1818, los carniceros continuaban realizando denuncias ante el cabildo por el despojo del que habían sido objeto, por parte de los ejércitos y que habría provocado la falta de reses necesarias para abastecer al pueblo267. Además de víveres, las tropas “requerían” en las haciendas y estancias del camino “monturas u otros bagajes” , de los cuales solían apropiarse sin consentimiento de los propietarios268. La solicitud de ganado y cabalgaduras por parte del ejército, no sólo acontecía en los avances hacia el Alto Perú, sino que se reiteraba en los repliegues de las tropas, después de las derrotas sufridas en el campo de batalla. Así, después del “desastre de Huaqui” (junio de 1811) Juan Martín de Pueyrredón269 avisaba al cabildo de Jujuy que llegaría en su retirada con los restos del ejército derrotado, llevando consigo los caudales de Potosí y le solicitaba que reúna en el fuerte de Cobos 200 caballos de silla y 125 mulas de carga que necesitaría en el momento de su arribo270. Mientras Juan Martín de Pueyrredón organizaba a las tropas dispersas, en los ocho meses que el cuartel general se estableció en Jujuy271 y la población local debió 265
Antonio King, op. cit., páginas 42 y 43. El soldado aventurero Antonio King relata, en sus memorias, interesantes detalles acerca de la vida diaria en el seno de las milicias, las costumbres de las tropas, jornadas, “rancho” o comidas diarias. 266 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 15 de octubre de 1815. 267 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 14 de marzo de 1818. 268 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra, página 247. Cuartel de Jujuy, 31 de octubre de 1811. 269 Juan Marín de Pueyrredón, era hermano de Diego José de Pueyrredón y había sido designado por el Triunvirato como nuevo comandante en jefe del Ejército del Norte, para reagruparlo en Jujuy hasta la llegada del nuevo Comandante General, Manuel Belgrano. 270 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra, página 242. Tarija, 5 de septiembre de 1811. 271 Desde el arribo de los primeros contingentes dispersos después de la derrota de Huaqui, en diciembre de 1811, hasta el Éxodo de la población siguiendo al ejército hasta Tucumán en agosto de 1812, el cuartel
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 sostener a las tropas y contribuir para el parque de armas y vestimenta, fue cuando se hizo sentir con mayor premura la escasez de carne y de alimentos en general, en toda la jurisdicción de Jujuy272. Los éxodos de la población de Jujuy hasta Tucumán, terminaron de aniquilar la poca producción existente. El ganado se arriaba y transportaba junto con el vecindario; las cosechas se levantaban y llevaban y los sembradíos se quemaban, nada que pudiera ser utilizado por el enemigo quedaba en pie. El primer éxodo, ordenado por el General en jefe del ejército Manuel Belgrano en 1812, nos permite observar, a través del bando, en qué consistía la estrategia de “tierra arrasada ”, que sería empleada en otras oportunidades ante el avance y ocupación territorial de las fuerzas enviadas desde Lima: “Hacendados: apresuraos a sacar vuestros ganados vacunos, caballares, lanares i mulares que haya en vuestras Estancias, i al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarandoos además si no lo hicieseis por traidores a la Patria. Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos. Comerciantes: no perdais un momento en enfardar vuestros efectos i remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las mismas penas que aquellos, i ademas seran quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere, i a quien pertenezcan.” 273.
Durante la organización de la segunda expedición al Alto Perú (1813), el campamento general del Ejército Auxiliar se asentó nuevamente en Jujuy, se reorganizó general se estableció a las afueras de la ciudad de San Salvador, mientras que los regimientos que componían la vanguardia se acantonaron en Volcán y en Humahuaca. 272 Ibíd. Correspondencia de Gobierno y Guerra, página 249. Cuartel de Jujuy, 10 de noviembre de 1811. Pueyrredón se quejaba de la escasez de carne en toda la jurisdicción de Jujuy y culpaba de ello al cabildo, por no haber tomado las medidas necesarias para el abastecimiento del ejército, razón por la cual estarían sufriendo necesidades tanto el pueblo y como el ejército. 273 Bando firmado por Manuel Belgrano en el Cuartel general de Jujuy, 29 de julio de 1812. Trascripto por Joaquín Carrillo, Jujuy provincia federal argentina…, op. cit, página 171.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 la maestranza, se embargaron todas las arrias de burros que había en el distrito, a fin de utilizarlas en el transporte de charque del ejército hasta Potosí 274 y se ordenó a la población contribuir con los bienes que poseyeran para el equipamiento del ejército, en especial con mulas y ganado vacuno; también se confiscó el hierro que se podía encontrar en los almacenes y tiendas de la ciudad. “…todos los becinos Amerecidentes, asendados, y labradores y demás individuos de la comprenhención de esta ciudad, se presenten a la maior brebedad ante V. S., q e cada uno califiq e del modo posible los donativos de dinerº; Ganado Bacuno, Caballos, Mulas, Bronces, fierro, Madera y Tablas” 275.
En la organización de la tercera campaña al Alto Perú, el ejército revolucionario, reforzado con tropas veteranas de la guerra en Montevideo, alcanzó un número aproximado de 3.500 efectivos, que avanzaron desde Tucumán hasta Jujuy a fines de 1814. En septiembre, había llegado a Jujuy José Rondeau, quien inmediatamente solicitó un donativo popular para el ejército en camino, pero sólo consiguió juntar 17 mulas y 28 pesos276. Las tropas llagaron a Jujuy en diciembre de 1814 y permanecieron a las afueras de la ciudad hasta febrero, cuando Rondeau estableció el campamento general en Huacalera, dominando el estratégico paso de Perchel, por tres meses, mientras que las fuerzas de vanguardia se asentaron en la villa de Humahuaca. Durante cinco meses, hasta el avance hacia Potosí, aproximadamente 3.500 hombres vivieron de los que el suelo jujeño les daba. La tercera expedición al Alto Perú terminó con la derrota de Sipe- Sipe (29 de noviembre de 1815) un verdadero desastre para la causa revolucionaria, que motivó el repliegue de las tropas hasta Jujuy, siempre hostigadas por los realistas; los hombres estuvieron arribando en partidas dispersas, entre diciembre de 1815 y enero de 1816, cuando finalmente Rondeau logró llegar a Jujuy y reorganizar a los regimientos nuevamente en el campamento de Huacalera, custodiando el estratégico “angosto de
274
Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., volumen IV, página 278. Salta, 27 de julio de 1813. 275 AHPJ, SRR, Caja VI, Documento 86, folio 1. 276 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo II, páginas 239 a 241.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Perchel”, desde donde esperaban poder contener el avance de las tropas realistas que venían en su persecución. Hasta aquí hemos analizados el consumo de los ejércitos revolucionarios, los cuales, en teoría, debían devolver los bienes requisados; para ello, se implementó un sistema de “recibos” que los oficiales del ejército debían dejar a los propietarios de los bienes confiscados y que los gobiernos centrales –Junta, Triunvirato y Directorio- se encargarían de pagar277. En 1813, el cabildo les recordaba a los hacendados que “…el ejército de la Patria no les roba el ganado, como lo hacen los otros, sino que les paga el justo precio, aunque no sea en el momento 278.
Sin embargo, no eran sólo los oficiales del ejército regular quienes hacían requisas y confiscaban bienes. Según Gustavo Paz, a partir de 1815, las milicias gauchas, sujetas al fuero militar, realizaban frecuentes requisas de ganado en las haciendas jujeñas, sin entregar a los propietarios los recibos correspondientes279. Además, las ocupaciones de los ejércitos realistas (recordemos que fueron 12 invasiones a la jurisdicción con 3 ocupaciones de la ciudad), también consumían todos los bienes que encontraban a su paso, sin distinguir si se trataba de aliados o enemigos, el hambre y la necesidad tenían primacía. Así opinaba y ordenaba el Virrey desde Lima: “Esas provincias son ricas y pingües y por lo mismo es razonable y justo q e paguen lo qe han dilapidado y hecho gastar, no debiendo temer nada de parte de ellas por el modo en que usted las ha encadenado y puesto fuera de alcance de poder volverse a revolucionar…” 280.
Durante la primera ocupación de la ciudad (1812), los realistas confiscaron de las haciendas de la jurisdicción 2.000 mulas, por requerimiento del brigadier 277
Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra, página 247. Cuartel de Jujuy, 31 de octubre de 1811. Carta de Pueyrredón a la Junta Subalterna de Jujuy, donde le reiteraba que siempre que sus oficiales solicitasen montura u otros bagajes, deberían dejar recibos por duplicado, el duplicado deben enviárselo a él. 278 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo1, Documento 51, 4 folios, Jujuy, 30 de marzo de 1813. Firmado por Pedro Pablo Zavaleta. 279 Gustavo Paz, “El orden es el desorden…”, op. cit., página 95. 280 Archivo General de Indias (AGI), Diversos 2 A, 1812, R1, N2, D 5.1. Correspondencia del Virrey Abascal al brigadier Goyeneche, Lima, 26 de agosto de 1812.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Goyeneche281. En la correspondencia que mantenía José Manuel de Goyeneche con el virrey del Perú, donde le relata los avatares de la vanguardia realista a las órdenes de Tristán, expresaba el hambre y la fatiga de las tropas al llegar a Jujuy; en una carta recibida desde Cangrejos (ya jurisdicción de Jujuy), le decía que los hombres de Tristán no habían tenido una comida decente desde su salida de Tarija, porque pasaron “… por países en lo que nada hay sólo lo que lleve consigo” 282. Además, téngase en cuenta que se
trataba de batallones de diversos orígenes geográficos y adscripciones étnicas, con grandes conflictos en su interior y pocos en número, a punto tal que los dirigentes militares pensaban en la posibilidad de reclutar a desertores y traidores283. Ya en Jujuy, las tropas realistas saquearon las haciendas y estancias de los vecinos; en especial fueron despojadas las haciendas cuyos dueños habían emigrado a Tucumán con Belgrano. Según un informe elaborado por el cabildo jujeño en 1813, los hacendados que sufrieron las mayores pérdidas fueron Lorenzo Ignacio de Goyechea, Manuel Francisco Basterra, Mariano Sarabia, Domingo Martiarena, Manuel Ignacio del Portal, José Antonio del Portal, Borja Ruíz, José Antonio Soarola y María Cañisares284. El ejército procedente de Lima permaneció seis meses en la ciudad y jurisdicción, durante los cuales se apropió de todos los bienes que pudo encontrar. Según le informaba el mismo Pío Tristán al brigadier Goyeneche, logró juntar 1200 mulas chúcaras en Jujuy y 800 en Salta285, requisando las haciendas y controlando que todo el ganado vacuno que circulase por la Quebrada y Puna, fuese al abasto del ejército286. Son ilustrativas las palabras de las autoridades políticas al regreso del primer Éxodo. El Teniente de Gobernador Bolaños, precisaba la situación, con estas palabras: “…los padecimientos, y extorsiones de los honrados Hacendados q e pr su atención á la Sagrada causa p r ntra
281
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 2 de noviembre de 1812. AGI, Diversos 2A, Legajo 2, Ramo 1, N2. Correspondencia de José Manuel de Goyeneche al Virrey Abascal, 17 de agosto de 1812. 283 AGI, Diversos 2 A, R1, N2, D17, Campamento de Potosí 9 de diciembre de 1812. 284 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo1, Documento 51, 4 folios, Jujuy, 30 de marzo de 1813. Informe firmado por Pedro Pablo Zavaleta. 285 AGI, Diversos 2 A, 1812, R1, N2, D17.1. Correspondencia de Pío Tristán al brigadier José Manuel de Goyeneche, Salta, 30 de noviembre de 1812. 286 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 9 de enero de 1813 y Bando. 282
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Libertad Civil Cuias Haciendas han sido perseguidas y destruidas pr Exercito del Tirano” 287.
En el seno del cabildo, después de realizar un examen y averiguación pormenorizada de las pérdidas y perjuicios sufridos por el vecindario, durante la ocupación de las tropas realistas, se decidió enviar un informe a la Asamblea en Buenos Aires, donde se le manifestaba “…qe sirba V. S. informar a la Soberanª Asamblea sobre la notoria ruina q e sufrió este vecindariº en el tiempo q e esta ciudad fue ocupada p r los tiranos, en cuio tiempo quedaron las haciendas desamparadas p r sus dueños p r lo general al emigo de este abit ., en seguimientº de las banderas de la patriª, y los qe tuvimos la desgª de presenciar sus maldades, hemos sido espectadores de la extracción arbitraria de los cortos intereses de q e de modo qe han quedado nuestras asiendas en la ruina mas completa q e se pueda imaginar. Jujuy, septiembre 25 de 1813” 288.
En la segunda ocupación de la ciudad (1814) se impuso la contribución obligatoria en ganados y simientes289, las autoridades militares realistas enviaron a los alcaldes a recorrer la campaña y las haciendas, desde la hacienda San Lorenzo (en los valles subtropicales) hasta la hacienda Tumbaya (en la quebrada de Humahuaca), para recaudar lo que hubiese en ellas y mandaron comisionados para “…qe hallen pr conveniente pa qe corriendo la Jurisdicción intimen estos a todos los Labradores q e tubiesen trigo, se presenten dentro de las veinticuatro horas de la notificación…”290.
Durante la tercera ocupación (1817), arribó a Jujuy, el General De La Serna, con tropas veteranas de las guerras napoleónicas (3.300 hombres) a los que sumaron 3.600 de distintos batallones americanos, que tenían la misión de reconquistar el virreinato del 287
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 3 de abril de 1813. AHPJ, SRR, Caja VI, Documento 86, folio 1 289 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 5 de marzo de 1814. 290 AHPJ, SRR, Libro II, Legajo 2, Acta del 31 de mayo de 1814. 288
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Río de La Plata. Organizadas en distintos regimientos las fuerzas realistas se dispersaron por todo el norte rioplatense. Jujuy estuvo ocupada, por las tropas llegadas desde Lima, durante cinco meses. El saqueo y destrucción fue el peor de todos; a su regreso, los habitantes desolados buscaban sus pertenencias por doquier “… el Extravío qe han padecido, sin numero de Muebles, pertenecientes a varias familias, ocasionado p r la ocupación de esta Plaza…”
Situación que motivó que el cabildo ordenara la requisa, por los alcaldes de barrio, de toda persona que haya comprado al enemigo o haya sustraído bienes pertenecientes “a varias familias que salieron Emigradas” . Muchos de los cuales, no encontraron ni siquiera la estructura de sus viviendas291.
Empréstitos y contribuciones La otra modalidad de expoliación de la población fueron los empréstitos voluntarios y obligatorios, sobre una población que había consumido todos sus recursos y estaba imposibilitada de reproducir sus bienes, tanto por las exacciones a la que era sometida como por la imposibilidad de reanudar el ritmo de sus producciones y sus conexiones mercantiles. En líneas generales, según sus objetivos, se pueden diferenciar dos tipos de empréstitos: los que iban destinados al mantenimiento de los ejércitos y/o milicias y los que estaban dedicados a cubrir los gastos de los representantes de Jujuy ante las distintas autoridades supremas (Junta Gubernativa, Asamblea del Año XIII o Congreso de Tucumán). El primer empréstito solicitado a los habitantes de Jujuy fue voluntario y recibió el nombre “contribución patriótica”. Antes del arribo del ejército, en Cabildo Abierto, el vecindario de Jujuy dispuso la contribución voluntaria de sus vecinos para auxiliar al ejército “qe biene marchando de la Capital de Buenos Ays.” ; los aportes iban de 1 peso a 25 pesos (la excepción fue el hacendado Julián Gregorio de Zegada único en aportar 100 pesos); algunos vecinos ofrecieron su persona, para auxilio del ejército y nada de 291
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820.Acta Capitular del 12 de julio de 1817.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 dinero, otros ofrecieron una res o algunas mulas mansas de silla, “… por no tener más que dar”292.
El segundo empréstito, emanado de la orden de la Junta de Buenos Aires, era obligatorio y comprendía a todos los vecinos europeos de la jurisdicción; el cabildo le recordó a la Junta que, dichos vecinos, se encontraban “bajo la protección del Cabildo por ser miembros de la comunidad”293 y entendía que el vecindario ya no estaba en
condiciones de aportar lo solicitado por la Junta, por lo cual elaboró una lista de acuerdo a los capitales con que pudiese aportar cada vecino europeo294; no obstante, dicha lista fue desconocida por la autoridad central y meses después, a pesar de la coyuntura de guerra en la que estaba envuelto, el vecindario debió duplicar su colaboración inicial, a fin de completar la suma solicitada. La lista enumera 40 vecinos españoles europeos que debieron aportar entre diez y mil pesos per cápita, a los objetos de reunir los 9.500 pesos, solicitados por el Triunvirato295. Diez de estos vecinos europeos, se quedarían en Jujuy durante el Éxodo de 1812 y, desacatando la orden de Belgrano, colaboraron con el ejército arribado desde Lima. La mayoría de los empréstitos grababan a los comerciantes, obligándolos a aportar los montos establecidos, bajo la pena de incautación de sus bienes. En 1813, mientras se organizaba la segunda expedición al Alto Perú y Jujuy era campamento del ejército revolucionario, la Asamblea del Año XIII impuso un empréstito obligatorio sobre todos los comerciantes y especuladores de la jurisdicción, que se aplicó sobre veintitrés individuos, europeos y americanos296. Los montos solicitados en forma individual iban de doscientos a dos mil pesos; sin embargo, no había quién pagara la
292
Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, páginas 521 a 526: “Tributo de Vidas, Haberes y Famas”. 293 AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 6 de mayo de 1812. La mayoría de estos vecinos europeos apoyaron la causa revolucionaria y sus hijos se engrosaron las filas militares. 294 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, páginas 579 a 581: “Tributo de Vidas, Haberes y Famas”. 295 Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, páginas 579 a 581: “Tributo de vidas, haberes y famas”, Empréstito de comerciantes europeos. El Gobernador envió el monto solicitado al Cabildo y éste lo repartió entre la población europea, de acuerdo a sus capitales (AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 6 de mayo de 1812). Debido a la situación de guerra, el Gobernador Intendente hizo cumplir la orden con un auto del 28 de julio de 1812 y se terminó de recaudar el 12 de agosto de 1812. 296 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documentos 86, 87 y 88. Jujuy, septiembre 28 de 1813. Lo solicitado era 20.000 pesos, lo que provocó las quejas de la población y cabildo por la situación en la que se encontraba la jurisdicción, recién regresados del Éxodo.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 suma asignada, lo que provocó la queja generalizada del vecindario297, en momentos en que a la campaña de Jujuy comenzaban a llegar los primeros desertores de Ayohuma298. Aunque también representaron una transmisión de fondos para la guerra, es necesario distinguir estos empréstitos de las suscripciones voluntarias ante el avance y posible invasión de las tropas realistas. Después de la derrota del ejército revolucionario en Sipe-Sipe y ante la inminente invasión a la ciudad por las tropas veteranas españolas, se impuso un empréstito en dinero299 y otro en dinero y bienes para la defensa de la ciudad, donde se puedo recaudar 16.735 pesos, 100 monturas, 400 caballos y algo de ganado vacuno300. La situación se repitió en los posteriores avances realistas sobre la jurisdicción, en 1819301 y 1821302. Las tropas realistas, provenientes del Perú, también impusieron sus empréstitos sobre la población que permaneciera en la jurisdicción durante los éxodos. Durante la primera ocupación de la ciudad, gravó un empréstito obligatorio en moneda metálica303, lo que se repitió en 1814 en la segunda conquista 304. Hubo más solicitudes de empréstitos voluntarios y obligatorios, pero que no se efectivizaron debido a las distintas circunstancias por las que estaba atravesando la población: éxodos, saqueos de la ciudad, etc. A estos empréstitos hay que sumar los solicitados por el cabildo para la dieta de sus diputados ante las efímeras juntas y congresos nacionales. Así, en 1810, el cabildo arbitró nuevos tributos a la población para solventar la dieta y el mantenimiento del diputado por Jujuy ante la Suprema Junta Gubernativa de Buenos Aires, el canónigo Juan Ignacio Gorriti305. Similar medida se dispuso en 1816, para abonar los gastos derivados de la presencia del diputado al Congreso de Tucumán,
297
AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documentos 78, 79 y 80. AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documento 76. 299 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 15 de diciembre de 1815. 300 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 16 de mayo de 1816. No hubo quien quisiera aportar, sólo José Manuel de Alvarado ofertó $3.000; el resto del vecindario arguyó que no tenían dinero para pagar el empréstito. 301 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta Capitular del 20 de marzo de 1819. Sólo se pudo reunir 2.000 pesos, debido a que la población recién se encontraba de regreso del tercer éxodo. 302 AHPJ, SRR, Caja III, Libro Capitular de 1820-1825. Acta Capitular del 25 de septiembre de 1821 y Acta Capitular del 15 de octubre de 1821. 303 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2. Libro Capitular de 1812, Cabildo realista. Acta Capitular del 18 de noviembre de 1812. 304 AHPJ, SRR, Libro II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812, Cabildo realista. Acta Capitular del 5 de marzo de 1814. 305 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular 1800-1812. Acta Capitular del 20 de abril de 1811. 298
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 el Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante, para lo cual se impusieron nuevos derechos a la circulación de bienes y personas306. A todas estas exacciones, se sumaba la imposibilidad de reproducción de bienes y la perturbación de los negocios por la coyuntura de guerra. Hasta aquí hemos visto cómo la guerra de la independencia fue consumiendo los bienes existentes en el territorio de Jujuy; ahora pasaremos a estudiar los problemas que la situación bélica provocó en la reproducción de esos bienes, o sea, en las actividades mercantiles locales.
Perturbación y discontinuidad en los negocios mercantiles Teniendo en cuenta las variables analizadas hasta ahora, descenso demográfico y aporte de bienes, examinaremos la situación económica local, para lo cual es preciso recordar que, la economía de Jujuy, descansaba en dos negocios principales: la arriería y la venta de ganado vacuno y excedentes agrícolas a los centros mineros de Chichas. Estas actividades se complementaban con la intermediación de artículos varios entre los mercados del Alto Perú y Buenos Aires (tales como efectos de Castilla, yerba mate, tocuyos cochabambinos), la intermediación de producciones del interior rioplatense hacia los centros mineros (vinos, aguardientes, frutas, tabaco), el engorde, adiestramiento y venta de mulas y cabalgaduras en la feria de la Tablada y la exportación de excedentes productivos (jabón, cueros, azúcar y derivados). Como ya observáramos en los apartados anteriores, la arriería quedó prácticamente destruida durante la primera etapa de la guerra; recordemos que en 1815 el cabildo aseguraba la pérdida de 200 arrieros experimentados. La requisa y expoliación de mulas y animales de acarreo por los ejércitos hicieron el resto. La producción de granos y ganado fue arrasada continuamente por los ejércitos, sin mediar el tiempo necesario para su reproducción, de manera tal que la carestía de alimentos se sintió en el consumo de la población local, que padeció el hambre y la falta de comestibles. Veamos ahora qué aconteció con los negocios mercantiles. En la primera etapa de las guerras de la independencia, en la medida que existió un ejército regular que fue avanzando sobre el Alto Perú, detrás de cada avanzada se 306
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta Capitular del 30 de marzo de 1816.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 abrían los circuitos mercantiles, se reanudaban los negocios y la economía regional parecía querer encausarse nuevamente. En la segunda etapa, de guerra irregular, quedó cortada toda comunicación y comercio, salvo en los lapsos de la ocupación realista en todo el territorio. Hasta la derrota del ejército Auxiliar en Huaqui, en 1811, siguió abierta la comunicación con el Alto Perú, lo que se tradujo en la introducción de diversas mercancías desde Potosí, coca desde La Paz, tocuyos de Cochabamba, vino y azúcar de Chuquisaca, efectos de Castilla desde el puerto de Buenos Aires, frutas, vino y aguardiente de La Rioja, mientras que el ganado, compuesto por vacas y caballos producidos en los campos cercanos y mulas procedentes de Santiago del Estero, se siguió vendiendo en la Tablada de la ciudad307. Asimismo ese año se exportaron por la aduana de Jujuy 6.544 vacas, la mayoría con destino a Chichas (262 fueron a Cinti)308 y 1.829 mulas, con destino a Chichas, Tarija, Potosí y “provincias del Perú”309. Pagaron alcabala310 de reventa 37 pulperos y comerciantes minoristas311. Este panorama mercantil muestra un ritmo comercial dinámico, no demasiado diferente a los años anteriores, salvo en los volúmenes de exportación de ganados, ya que éstos, como observamos en las páginas precedentes, fueron sufrieron los decomisos del ejército. Pero, a partir de la derrota de Ejército Auxiliar en los campos de Huaqui y el consecuente avance de las huestes peruanas sobre el Alto Perú, hasta su invasión en la jurisdicción de Jujuy en agosto de 1812, se cortó toda comunicación mercantil y quedaron prohibidas las exportaciones y cualquier tipo de negocio con las regiones ocupadas por los realistas. La paralización de las actividades comerciales con el Alto Perú privó al cabildo jujeño de la posibilidad de cobrar los derechos (impuestos), con los cuales solventaba sus necesidades específicas y pagaba los “aportes” exigidos por las tropas revolucionarias, a la sazón acantonadas en Jujuy. Fue en esta coyuntura, que el cabildo jujeño informaba acerca de la desastrosa situación económica en la que se encontraba su jurisdicción: 307
AHS, LH 344, Libro Auxiliar del Ramo de Alcabalas de Jujuy de 1811. AHS, LH. 451, Libro Auxiliar del Ramo de Sisa de 1811 de la Sub - Tesorería de Jujuy. Salieron de febrero a julio y en diciembre: los meses de agosto a noviembre no hubo sacas (excepción de Ignacio Noble Carrillo que exportó 103 en septiembre) 309 Ibíd. Las exportaciones fueron en febrero y marzo de 1811. 310 La alcabala era un derecho (impuesto) que debía pagarse por la compra de cualquier bien, era porcentual al valor de bien en venta. 311 AHS, LH 344, Libro Auxiliar del Ramo de Alcabalas de Jujuy de 1811. La lista no incluye las tiendas. 308
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “... el estado decad te. de los pueblos, el atraso de su Com o. Agricultura e industria [...] pues amas de tener cortado su comercio de Bacas y Mulas con las Provincias del Perú, parado enteramte. el trafico de la Arriería, q e eran los dos pr ales. y casi unicos ramos de q e subsistian se halla esta casi del todo arruinada, y el Pueblo con mil acrehencias contra el Exercito Auxiliar, por el Ganado Bacuno, y Cabalgaduras q e. han franqueado sus Vecinos, y aun se les han tomado por la fuerza sin qe se les haya satisfecho su importe...” 312.
La primera ocupación realista a Jujuy (1812-1813) intentó abrir la comunicación mercantil con el Alto Perú a través de un bando especial que autorizaba la exportación de ganado vacuno con el fin de obtener recursos fiscales313, sin embargo, las apremiantes necesidades que padecía el ejército, de alimentos y cabalgaduras, impuso casi inmediatamente, una nueva prohibición sobre la comercialización314, que se complementó con la ordenanza que mandaba controlar el ganado vacuno que pasase por la Quebrada y la prescripción de enviarlo para el abasto del ejército realista. Con el regreso de los emigrados, mientras se organizaba la segunda expedición al Alto Perú, estando aún el campamento general en Jujuy, a fin de dinamizar el comercio y recaudar los fondos necesarios para la expedición, en marzo de 1813, ante el retroceso del ejército peruano hasta el Desaguadero, quedaron habilitadas nuevamente las comunicaciones con el Alto Perú : “Siendo un medio de proporcionar fondos al Estado, p a los injentes gastos del Ex to el franquear la libre introducción de los efectos de comercio, y habiendose verificado en gran parte el transporte de los utiles del Ex to., se dispondra VS q e todo
312
AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular de Jujuy 1800-1812. Acta Capitular del 13 de julio de 1812. AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documento 35, Jujuy, 9 de enero de 1813. Se autorizaron las exportaciones mediante una lista que deberían presentar los hacendados, expresando la cantidad de ganado que tenían dispuesto para la venta. 314 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documento30. Salta, 15 de enero de 1813. Firma Joseph Marqués de La Plata 313
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 comerciante pueda libremte internar sus efectos á estas Provincias”315.
Detrás del avance de Belgrano, se exportaron 2.130 vacas y 245 mulas a Porco316. El Libro de Alcabalas permite advertir un activo movimiento comercial durante los meses de julio, agosto, septiembre y octubre de 1813; en sólo cuatro meses ingresaron a Jujuy efectos de ultramar (mercancías europeas) valuados en 91.150 pesos, que los grandes comerciantes locales importaron desde Buenos Aires, ya sea comprados directamente en el puerto o, a través de casas revendedoras, en Santiago del Estero, en Tucumán o en Salta; estas mercancías se vendieron rápidamente en las provincias del Alto Perú. También observamos el arribo a Jujuy de comerciantes procedentes de Potosí, Chuquisaca, Cochabamba, con el objeto de adquirir efectos europeos en las tiendas de Jujuy. La actividad mercantil permitió, a su vez, a los deudores fiscales pagar derechos adeudados desde 1811. Además de las exportaciones de ganado, también se efectivizó, en esos meses, las reventas de yerba mate, tabaco del paraguay, cigarros, grana y arroz que fueron enviados a Chichas, Potosí, La Plata, Cochabamba y Tarija, así como jabón a Cinti y Tarija317. Las importaciones más relevantes de efectos de la tierra (productos americanos) eran los tocuyos y la coca procedentes de Cochabamba, aunque también verificamos la introducción de coca de La Paz, Suipacha, Tupiza y Cochabamba, efectos varios de Potosí y aguardiente de vino de Chuquisaca318. Las actas del cabildo, dejan entrever que aún, para esos momentos, existía la esperanza de recuperar lo perdido y reanudar las operaciones económicas, que habían sido habituales en la región: “…es de esperar, qe restablecido el comercio con las provincias del interior, qe han á llamado las armas de la Patria, se aumenten los ingresos del Ramo de Propios y Arvitrios, y sea con estos mas efectiba áquella dotacion, que lo fue en el T po en qe se mantubo serrada la comunicación con el Perú: pero que 315
Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., volumen IV, Correspondencia de Gobierno y Guerra. Nota de Feliciano Antonio Chiclana al Teniente de Gobernador de Jujuy, Salta, 12 de julio de 1813. 316 AHS, LH. 480, Libro Manual de Hacienda de la Tesorería Menor de Jujuy de 1813. LH 411, Libro Auxiliar del Ramo de Sisa para el año de 1813. El ganado era procedente del Interior rioplatense. 317 AHS, LH. 480, Libro Manual de Hacienda de la Tesorería Menor de Jujuy de 1813. LH 411, Libro Auxiliar del Ramo de Sisa para el año de 1813. LH 412, Libro Auxiliar de Alcabalas de Jujuy para 1813. 318 AHS, LH 412, Libro Auxiliar de Alcabalas de Jujuy para 1813.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 quando el éxito no corresponda á los deseos y esperanzas del Cabdo. , se busquen otros medios de poco grabamen que sirban á un obgeto en que se interesa la causa Publica, y del cual pende no solo el buen desempeño del Cab do.”319.
Las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma (octubre y noviembre de 1813) volvieron a desarticular los circuitos mercantiles. Con el avance de las tropas realistas sobre Jujuy, en 1814, durante la segunda ocupación de la ciudad de Jujuy, conquista de Salta y el segundo éxodo de la población jujeña a Tucumán, se abrieron nuevamente las comunicaciones mercantiles con el Perú, pero el clima de guerra imperante en todo el circuito y la carestía endémica de animales de carga y transporte tornaron impracticable el comercio –sólo unos pocos mercaderes aventureros se lanzaron a la empresa-. Durante la organización de la tercera expedición militar al Alto Perú, se mantuvo la prohibición de extender el comercio o el tránsito de los comerciantes más allá de la jurisdicción320. El movimiento comercial continuó siendo extremadamente reducido321; en esos meses, no se llevaron a cabo ni introducciones ni exportaciones de mercancías, el poco comercio local se refirió a algunos rubros destinados al abastecimiento del ejército revolucionario322. Recién con el avance de Rondeau hasta Potosí (1815) se abrió nuevamente la comunicación mercantil con el Alto Perú. A los efectos de recaudación fiscal, el cabildo fue autorizado a cobrar derechos de tránsito323. “Asimismo se acordó pasar la correspond te orden al mayordomo de propios pa qe consinne la Cobranza de un real por cada carga de efectos de la Tierra q e venga del Perú, y dos reales p r los efectos estrangeros que salgan de esta ciudad para el Perú, destinada para el ramo de Propios por el Gobierno Supremo, y hasta aquí suspendida p r las circunstancias de la Guerra que nos 319
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 19 de mayo de 1813. Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, página 350, Correspondencia de Gobierno y Guerra. Salta, 11 de marzo de 1815. 321 AHS, LH 346, Libro de Alcabalas de la Tesorería Menor de Jujuy desde el 19 de noviembre de 1814. 322 AHS, LH 193, Libro Manual de la Sub Tesorería de Jujuy que va del 7 de septiembre al 19 de noviembre de 1814. LH 187 Libro Manual de la Sub Tesorería de Jujuy que va del 19 de noviembre al 31 320
de diciembre de 1814. 323
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 20 de mayo de 1815.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 privó de la comunicación con el Perú, oy abierto según lo comunica el Sr G ral en Xeje Brigadier Dn José Rondeau por su oficio del onze del corr te dado en Potosí, q e se acaba de abrir en este instante, y se ha celebrado con repiques g rales. , salva de Artilleria dirigida pr el Sr Comand te. Don José Ramírez” 324.
Es así como, en el año 1815, se verificó una nueva reactivación mercantil, manifestada en una gran actividad en las ventas de productos locales y de artículos procedentes de otras regiones, cercanas y remotas. Observamos la exportación de 1.438 vacas a comerciantes de Chichas, quienes se trasladaron hasta Jujuy para adquirirlas en la Tablada de la ciudad; la reventa de yerba mate, compuesta por 1.337 arrobas que se exportaron a Cochabamba, Tarija, Potosí, Chichas, La Paz, Chuquisaca y Provincias del Perú y la exportación de 264 arrobas de jabón, vendidas a Tarija y Chuquisaca. En esos meses, también se surtieron las pulperías de campaña y de los pueblos de la quebrada de Humahuaca y de la Puna jujeña. La reactivación de los negocios de manufactura europea, generó un movimiento de capitales del orden de 94.318 pesos; estos artículos, vendidos por las tiendas de Jujuy, fueron adquiridos principalmente en Buenos Aires, aunque también en tiendas de lugares intermedios, de reventa, como Córdoba, Tucumán y Salta. En pocos meses, la totalidad de la mercancía europea se reexportó hacia Cochabamba, Tarija, Chichas, Cinti y Potosí. Estos negocios no estaban sólo en manos de los comerciantes de Jujuy, quienes importaban sus mercancías directamente desde el puerto de Buenos Aires, sino que también involucraba a comerciantes de Buenos Aires que iban a vender a Jujuy y comerciantes altoperuanos que compraban en Jujuy o que estaban en tránsito desde Buenos Aires325. La reactivación mercantil finalizó con la derrota de las fuerzas revolucionarias en Sipe-Sipe. Entre 1816 y 1822, ya no observamos movimientos comerciales de esas características. Las recaudaciones fiscales se limitaron al cobro de los derechos a pulperías, empréstitos, donaciones, alquileres que el cabildo cobraba sobre los bienes de 324
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 20 de mayo de 1815. AHS, LH. 306 y LH. 183 Libro Manual de Jujuy de 1815. LH.149 Libro Auxiliar del ramo de Sisa de Jujuy de 1815. LH 148 y LH 182 Libro Auxiliar del Ramo de Alcabalas de Jujuy de 1815. 325
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 los vecinos emigrados al Perú y pequeños montos en los ramos de Sisa y Alcabala que dan cuenta de un comercio de escasa envergadura, que no alcanzaba ni siquiera para solventar los gastos municipales326. El cabildo jujeño resumía la situación de su jurisdicción con estas palabras, que la ilustran mejor que cualquier descripción: “…obstruida la internación del Perú, paralizado todo el Comercio qe gira sobre aquellas Plazas, la Campaña desolada, consumidas sus producciones, recargado el Pais con el sostén del Cuartel Gral qe ha mantenido p r el t po de la rebolucion, arruinada la fortuna é interezes de los particulares, exhaustos los fondos nacionales, y agotados todos los recursos y medios de producción, no se presenta en el dia ramo alguno q e proporcione los fondos necesarios p a expensar al S or Diputado representante y sufrague otros gastos q e demanda la Policía, utilidad e interez general de esta Ciudad” 327 .
Cinco años más tarde, en 1821, después de más de una década de guerra y mientras continuaban las invasiones realistas al territorio jujeño, un informe del cabildo acerca de la situación económica local, estimaba que la única forma de reactivar la economía consistía en una veda de 12 años, durante los cuales no se le expoliasen hombres y recursos: “Teniendo en consideración, q e los unicos tres ramos q e le pueden reponer la fortuna perdida son las crías de Ganados bacunos, la Labranza y la Arriería. Siendo justo, que así como solo este país ha experimentado el deterioro, logre una franquicia exclusiva lo menos por doce años para que sus crías no sean interrumpidas con la petición de auxilios para tropas del Estado, ni ninguna otra clase de cargas anexas á facilitar víveres qe la Arriería empleable en los transportes del Comercio Interior sea peculiar á Jujuy, y su jurisdicción; y q e la labranza 326
AHS, LH 444, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy para 1816 ; LH 398, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy para 1817 ; LH 400, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy para 1818; LH 391 y 395, Libros Manuales de la Tesorería Menor de Jujuy para 1819; LH 395, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy para 1820; LH 403, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy para 1821; LH 216, Libro Manual de la Tesorería Menor de Jujuy para 1822. 327 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 1 de abril de 1816.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 goce tambien de la excencion que el Ganado con ampliación á exportar los granos á las Provincias de Chichas.” 328
328
AHPJ, SRR, Caja III, Libro Capitular de 1820-1825. Acta Capitular del 18 de enero de 1821, artículo 13 de las Instrucciones que el cabildo de Jujuy dio a su diputado Iriarte para llevar al congreso que se celebraría en Córdoba. El subrayado es nuestro.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010
3. LOS EFECTOS DE LA GUERRA EN LA VIDA POLÍTICA Y COTIDIANA La revolución de mayo de 1810 impulsó cambios en la organización política rioplatense, algunos de los cuales afectaron directamente a Jujuy. La extensión y el sentido de este trabajo nos impide hablar de cada uno de ellos, para lo cual invitamos a los lectores a consultar los estudios específicos que existen sobre el tema. Los cambios políticos más relevantes que llegaron de la mano de la Revolución fueron la Junta Subalterna, la disolución de la Intendencia y la consecuente creación de la Provincia de Salta y la novedad de la elección de diputados para representar a Jujuy en la Junta y en los congresos generales. La Junta Grande creó, por decreto del 10 de febrero de 1811, las juntas subalternas en las ciudades sufragáneas. Jujuy, como jurisdicción sufragánea de la de
Salta, creó su propia Junta Subalterna con tres miembros: el comandante de armas y dos individuos elegidos por los vecinos en forma indirecta, a través de los alcaldes de barrio, Manuel Francisco de Basterra y Celedonio Gorriti. “…congregados cada concurrente debe dar su voto franca y libremente por aquel sujeto que en su concepto fuese mas apto pª elector de seis, q e todo el pueblo debe nombrar para qe entre estos congregados a cuando se haga la elección de delegados q e con el comandante de Armas compongan la junta subalterna q e debe asistir en esta ciudad…”329.
La Junta entendía en todo lo que correspondía a los subdelegados de la Real Hacienda -cuyo empleo había quedado abolido-, velaban por la tranquilidad, seguridad y unión de los pueblos, fomentaban el entusiasmo por la causa revolucionaria, se encargaban de la disciplina e instrucción de las milicias y del auxilio para la defensa del territorio. Duraron hasta enero de 1812, cuando el Triunvirato las disolvió y restableció la autoridad territorial del Gobernador Intendente y de los tenientes de gobernador.
329
AHPJ, SRR, Caja XXXVII, Legajo 2, folio 91.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Según la costumbre, en Jujuy, el Teniente de Gobernador había sido designado por el Gobernador Intendente de entre los vecinos de la ciudad. Después de 1810 la forma de designación varió y, en algunas oportunidades, fueron nombrados directamente por los gobiernos de Buenos Aires, mientras que en otras, por los funcionarios realistas que arribaron a Jujuy con los ejércitos que ocuparon la ciudad. El Estatuto Provisional de 1815 estableció que deberían ser designados por el Director Supremo de una terna propuesta por el cabildo local; sin embargo, esto no siempre se cumplió y creó conflictos entre el Gobernador de Salta –quien se arrogó la potestad de su nombramiento- y el cabildo de Jujuy330. En medio de las guerras de la Independencia, que tenían a la Intendencia de Salta por escenario, el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de La Plata, Gervasio Antonio de Posadas, puso fin a la Intendencia de Salta el 8 de octubre de 1814, al dividirla en dos provincias, la provincia de Tucumán con capital en San Miguel de Tucumán y la provincia de Salta, con capital en la ciudad de Salta y jurisdicción sobre Jujuy, Orán, Tarija y Valle de Santa María331. La nueva provincia estaba regida por un “Gobernador Intendente y Capitán General” y las ciudades subordinadas continuaron gobernadas por los tenientes de gobernadores332. Una innovación en las costumbres de la política local, impuesta por la revolución de mayo, fue la elección de diputados para representar a Jujuy ante las reuniones generales de las provincias rioplatenses. Obedeciendo a lo dispuesto por la Junta Provisional Gubernativa que se había instalado en Buenos Aires, el 4 de septiembre de 1810333, en un cabildo abierto, fue elegido el canónigo Juan Ignacio Gorriti como diputado por Jujuy. La elección fue directa e individual por todos los presentes334. En febrero de 1812, en el seno del cabildo se eligió un apoderado para la Asamblea General que debía reunirse en Buenos Aires; se resolvió que éste debía ser residente de Buenos Aires “… para ebitar las demoras y costos del viaje seg n expresa
330
Véase: Viviana Conti (con la colaboración de Emma Raspi), op. cit. Miguel Solá, “Salta (1810-1821)”, en: Ricardo Levene (director), Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, Editorial El Ataneo, 1947, Tomo X, página 366. 332 Ibíd.. y Ricardo Rojas, Archivo Capitular de Jujuy, op. cit., Tomo IV, página XXIV. 333 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812, folios 242 a 246. Acta Capitular del 4 de septiembre de 1810. 334 Dionila Baldiviezo, op. cit. 331
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 dcha Superior orn …”335; la elección la hizo el cabildo junto con doce vecinos
nombrados por el mismo ayuntamiento y recayó en Juan de Larrea, pero posteriormente esta elección quedó sin efecto y en junio de 1812 fue seleccionado con el mismo procedimiento el doctor Pedro Vidal336. Una asamblea electoral conformada por ocho electores representantes de toda la jurisdicción, eligió como diputado por Jujuy, para el Congreso que habría de realizarse en Tucumán al año siguiente, al Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante quien obtuvo siete votos a favor, mientras que Juan Ignacio de Gorriti solo obtuvo un voto -el de Manuel Ignacio de Basterra-337.
Vivir en un territorio siempre en guerra Teodoro Sánchez de Bustamante, en sus “Reflexiones” escribía que Jujuy había sido el teatro sangriento de una guerra desoladora “el campo de gloria donde han sido abatidas, contenidas y escarmentadas de diversos modos las huestes enemigas […] mientras que las demás provincias podían respirar siquiera de las fatigas de la guerra y preservarse y reparar en parte sus ruinas, ella se mantenía constantemente con las armas en la mano, peleando una veces, persiguiendo otras al enemigo, y siempre expuesta a nuevas y más obstinadas invasiones ”338. De manera tal que la población de
Jujuy debió vivir durante quince años en un territorio en guerra, con ejércitos de hombres, la mayoría forasteros, que consumieron sus recursos e imponían sobre los habitantes locales el derecho que daba la fuerza de las armas. Jujuy fue campamento de los ejércitos en guerra desde septiembre de 1810. Como vimos los distintos destacamentos, revolucionarios y realistas, establecieron su cuartel general en Jujuy, tanto a las afueras de la ciudad como en distintas zonas de la quebrada. La elección de Jujuy para el asentamiento de las tropas se debía a su posición geográfica estratégica en la comunicación entre los valles y el Alto Perú, así como a sus
335
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816, folios 340 a 342. Acta Capitular del 28 de febrero de 1812. 336 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816, folios 355v a 356v. Acta Capitular del 22 de junio de 1812. 337 Dionila Baldiviezo, op. cit. 338 Teodoro Sánchez de Bustamante, “Reflexiones”, citado por Joaquín Carrillo, op. cit.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 características ecológicas que permitían el abastecimiento de hombres y bestias con la producción local. Los jujeños debieron abandonar sus hogares, en éxodos o en exilios, aprendieron a vivir con la carestía de alimentos y la militarización de su población, supieron lo que significaba estar en una ciudad sitiada por los enemigos, conocieron el saqueo, los robos y el pillaje de los ejércitos profesionales sobre la población civil. La derrota del Ejército Auxiliar en los campos de Huaqui y el arribo a Jujuy de los despojos del ejército revolucionario, pusieron a la ciudad y su campaña en una situación desesperante, que motivó que el cabildo comenzara a tomar “medidas extraordinarias” para proteger a su jurisdicción de las bandas salteadoras y de una casi segura invasión de los ejércitos de Lima. Los rumores que llegaban desde el Alto Perú, referidos a invasiones y represalias sobre los pueblos que habían dado ayuda a los revolucionarios, hacían temer por la seguridad del vecindario “…la necsidad de tomar alg as medidas qe al mismo t po qe afiansen la publica tranquilidad, aquieten los temores de la Gente
bulgar,
pues
conmotivo
de
las
desgracias
movimientos experimentados en alg s delos pueblos del Perú,
de
las
muchas
especies
exageradas
qe
frecuentemente se sucitan y divulg n principalmte a la llegada de pasajeros de arriba, por venir entre ellos algunos ignorantes o demasiado credulos, y otros malintencionados o desafectos al actual Govierno, temen algunos Vecinos q e llegue á ocurrir en éste alg a novedad Capaz de comprometer la quietud y Seguridad publica” 339.
En este contexto de inseguridad y desorden, rumores de invasiones y saqueos, presencia de vagabundos y salteadores, el cabildo adoptó las primeras medidas para la protección de la ciudad y el campo. Pidió a la Junta provincial de Salta que controle el “ punto de reunión de Tucumanos, Troperos y Carreteros y de la gente de Arriva ” que eran causa de disturbios en la campaña, así como una “multitud extraordinaria de Ladrones” pues en Jujuy no había suficientes hombres ni armas para formar las partidas
necesarias para el control y defensa de la haciendas340. 339 340
AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812. Acta Capitular de 26 de agosto de 1811. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular 1800-1812. Acta Capitular del 19 de marzo de 1811.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 A fin de preservar el orden en la campaña, asolada por desertores y vagabundos errantes, encargó a los alcaldes de la Santa Hermandad341 que remitiesen a la cárcel a cualquier individuo encontrado sin papeles de conchavo y sin bienes propios de subsistencia, así como a quienes encontrasen vagando por los campos con lazo y no estuviesen en compañía de capataces de las haciendas; también les ordenó que solicitasen pasaportes a toda persona que pretendiera salir o entrar de la jurisdicción, así como que ejercieran un mayor control sobre los mercaderes que extrajesen ganado, quienes tenían que presentarse previamente ante el Regidor con las marcas y la correspondiente justificación de compra. También intensificó el control sobre la venta de bebidas alcohólicas, responsabilizando a los vendedores en los casos de embriaguez, tanto en el campo como en la ciudad y dispuso que el expendio de chicha podía realizarse sólo en la plaza pública, bajo las normas prescriptas por el cabildo y no en las chicherías, como era costumbre342. En el ámbito urbano reforzó el control que estaba en manos de los alcaldes de barrio. Para ello dividió a la ciudad en seis distritos, controlados de un alcalde de barrio de la mayor confianza del cabildo. Basándose en el artículo 21 de la circular de la Junta de Buenos Aires del 10 de febrero de 1811, fraccionó a la ciudad en dos partes desde la calle Real y cada una de estas mitades las dividió en tres barrios, resultando la organización de seis cuarteles o demarcaciones, para los que se eligió, en el seno del cabildo, a vecinos probos en el mando y protección de cada uno de ellos. Lo alcaldes designados fueron Pedro José del Portal, Bartolomé de la Corte, José Manuel de Alvarado, José Diego Ramos, Francisco Menéndez y Francisco Velásquez. Los seis alcaldes recibieron del cabildo una serie de instrucciones destinadas a mantener el orden dentro del ámbito urbano343, entre las que constaba que su cargo era honorífico (sin remuneración); que usarían el bastón de mando con puño de marfil o plata para ser reconocidos por todos. Se renovarían cada dos años, debido a la escasez de vecinos; debían celar por el orden, quietud y seguridad de su cuartel, evitar borracheras, juegos prohibidos y personas vagas, ociosas, malentretenidas y sospechosas. Se les ordenó formar una matrícula con todos los vecinos de su cuartel y 341
Recuérdese que los alcaldes de la Santa Hermandad eran nombrados por el cabildo para mantener el control sobre la campaña (véase Primera Parte, capítulo 4). 342 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular 1800-1812. Acta Capitular del 9 de febrero de 1811. 343 AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular 1800-1812, Acta del 26 de agosto de 1811. Las instrucciones fueron dadas el 29 de agosto de 1811.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 estar al tanto del arribo de pasajeros, averiguar quiénes eran, dónde se albergaban y dar información al cabildo, si consideraban que entre ellos había personas sospechosas. “Tendrán especial cuidado de aberiguar y descubrir a los qe bierten y siembran especies sediciosas contrarias al Govierno y ó capaces de alterar la quietud publica… ”344.
Si encontrasen a alguna persona delinquiendo, debían tomarlos prisioneros y dar parte al cabildo si fuesen civiles y al comandante del ejército si fuesen militares y en caso de riña, homicidio o robo, cuando no estuviese presente el alcalde de barrio, cualquier vecino podía intervenir y aprender a los delincuentes. En general, era su deber cumplir con los bandos de policía y buen gobierno de la jurisdicción, velar el alumbrado de las tiendas y pulperías y cobrar las multas. Mientras el ejército revolucionario se reorganizaba en Jujuy, en el Alto Perú la revolución seguía en pie en Cochabamba y en Chuquisaca345, lo que motivó tremendas represalias por parte del ejército enviado desde Lima; el 26 de mayo de 1812 las tropas de Goyeneche entraron en Cochabamba, saquearon la ciudad y fusilaron a los revolucionarios. Estas noticias llegaban a Jujuy mientras Juan Martín de Pueyrredón entregaba el mando del ejército a Manuel Belgrano, arribaba el nuevo Teniente de Gobernador, Francisco Pico, nombrado por el Triunvirato346 y se organizaba la maestranza (véase más adelante). En ese clima, con las tropas revolucionarias asentadas en las cercanías de la ciudad durante seis meses y las noticias de lo acontecido en Cochabamba y de la marcha del Real ejército hacia Jujuy, para después avanzar sobre Tucumán, Córdoba y Buenos Aires, fue que el Triunvirato dio instrucciones a Belgrano de retroceder con el ejército y la población hasta Tucumán, no dejando a su paso nada de que puedan servirse los realistas. Los mayores temores radicaban en que se repitiese en Jujuy los episodios de Cochabamba, ya que el ejército revolucionarios no estaba en condiciones de defender la jurisdicción, ni siquiera la ciudad. En ese contexto se publicó el bando de 29 de julio que ordenaba a la población dejar la tierra arrasada y el éxodo hacia Tucumán -cuya
344
Ibíd. Emilio Bidondo, La guerra…, op. cit., p, 73 346 AHPJ, SRR, Caja V, Libro Capitular 1800-1812. Acta Capitular del 5 de abril de 1812. 345
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 primera parte hemos trascrito en páginas anteriores- y que amenazaba con las máximas penas a los que desobedecieran las órdenes militares “ Entended todos, que al que se encontrase fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso”347 .
Así comenzaba el primer Éxodo de la población jujeña. Días después de publicado el bando de Belgrano, los comerciantes comenzaron a fletar sus mercancías en carretas, burros y mulas hacia Tucumán; las carretas también llevaban a las mujeres, niños y ancianos de la familia; los hacendados empezaron la tarea de arreo del ganado que hubiese quedado en sus tierras, recoger los granos y quemar los sembradíos que no estuviesen en condiciones para la cosecha; los sectores más acomodados se desplazaron con sus posesiones, familias, sirvientes y esclavos. En la maestranza de la ciudad se trabajó hasta último momento en la fundición y reparación de armas. Los rezagados partieron el 23 de agosto, siguiendo al ejército revolucionario y custodiados por las milicias de gauchos y la retaguardia del ejército a las órdenes de Díaz Vélez. Como veremos en el próximo apartado, muchas personas se quedaron, colaboraron con las tropas realistas y no sufrieron las consecuencias anunciadas en el bando de Belgrano. El 24 de agosto las tropas realistas al mando del general Pío Tristán entraron en la ciudad de Jujuy, donde se hicieron fuertes para continuar hacia Salta y de allí a Tucumán, donde fueron vencidos y debieron replegarse sobre Salta y Jujuy. Desde Salta, Pío Tristán, le escribía al brigadier Goyeneche informándole que en la ciudad de Salta todo estaba tranquilo, pero no así en la campaña, “…donde hay riesgo es en el interior, donde quiero enviar fusiles: especialmente en Humahuaca, Guajra, Tumbaya y otros puntos; la caballería por allí es poco útil, sobre todo en el Río San Juan, donde los pastos están regulares, de allí es mejor llevarlos a Humahuaca, donde hay alfa y crecen
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Bando del 29 de julio de 1812, trascrito por Joaquín Carrillo, op. cit., página 171. La primera parte de bando se encuentra trascrita en “Los efectos de la guerra en las actividades económicas”.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 buenos pastos. Deben ir por allí, pues tienen mucha caballada y la zona no proporciona forraje suficiente ”348.
Jujuy quedó al mando del general Juan Ramírez, se reorganizó el cabildo con los vecinos que se habían quedado y la ciudad volvió a dividirse en dos cuarteles al mando de alcaldes e barrio adeptos a la causa monárquica. En el siguiente apartado trataremos de los vecinos que se quedaron en los éxodos, así como de las funciones que cumplieron y las actividades que desarrollaron. Por ahora nos concentraremos en que la mayoría de la población de la jurisdicción, ya sea por convicción o por coacción, marchó a Tucumán. Lamentablemente carecemos de información acerca de las condiciones de vida durante los éxodos, deuda insoslayable con la historia de Jujuy que sólo se podría salvar a través de documentación privada. La ciudad de Jujuy se mantuvo en manos realistas por seis meses349. Durante ese tiempo se saquearon las haciendas, en especial las de los emigrados, en la búsqueda de cualquier alimento que hubiese quedado350. Los exilados recién pudieron regresar después de la batalla de Salta; en marzo de 1813 se reabrió el Libro Capitular y en abril grueso del ejército ya estaba en Jujuy, reponiéndose para nueva empresa: la segunda campaña al Alto Perú. La ciudad volvió a dividirse en seis cuarteles al mando de Francisco Javier del Portal, Bartolomé de la Corte, Patricio Puch, Manuel Fernando Espinosa, Mariano de Eguren y Alejandro Torres351. La maestranza de la ciudad entró nuevamente en actividad y se realizaron más levas sobre la población civil; la escasez de hombres jóvenes era tal que el 25 de mayo de 1813 se decidió pasear la bandera a pie, debido a los escasos individuos que había en la ciudad que montaran “dignamente”352. Después de la derrota de Belgrano en Ayohuma, los restos del ejército revolucionario huyeron hacia Potosí y Jujuy, perseguidos por los realistas hasta Yavi353. 348
AGI, Diversos 2ª, 1812, R1, N2, D15.1. Cuartel Principal de Salta, noviembre 17 de 1812. Correspondencia de Pío Tristán, a José Manuel de Goyeneche. 349 Las Actas del Cabildo Realista van del 9 de septiembre de 1812 al 4 de marzo de 1813. AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812. Aunque sabemos que la ciudad estuvo ocupada desde el 24 de agosto de 1812. 350 AHPJ, SRR, Caja VI, Legajo 1, Documento 50. Jujuy, 30 de marzo de 1813. Denuncias al cabildo de cada saqueo efectuado por las tropas realistas. 351 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo2, Libro Capitular de 1812. Acta del 8 y 9 de junio de 1813. 352 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812- 1816. Acta Capitular del 23 de mayo de 1813. 353 Emilio Bidondo, La guerra de la independencia…, op. cit., pág. 96.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 El Alto Perú, abandonado por los ejércitos revolucionarios, se lanzó a una guerra de republiquetas354. Los gauchos custodiaban el camino real que conducía a Jujuy por la quebrada de la Cueva, donde se enfrentaron con tropas realistas en Cangrejos y en Humahuaca en enero de 1814; esas escaramuzas permitieron que el grueso del ejército, dirigido por Belgrano y Dorrego se replegase sobre Jujuy y organizase el segundo Éxodo de la población hacia Tucumán. Los realistas ocuparon Jujuy en enero de 1814, mientras San Martín recibía el ejército revolucionario de manos de Belgrano. En este segundo éxodo muchos vecinos de Jujuy permanecieron en la ciudad y haciendas de la jurisdicción; algunos por lealtades realistas, otros por negocios, otros porque no les dio tiempo para preparar las familias para el éxodo; la mayoría de los que se quedaron fueron mujeres, niños y ancianos, impedidos de realizar el viaje por la premura de los acontecimientos. Hubo mujeres que enviaban información a sus familiares en el exilio sobre las acciones y movimientos de los ejércitos realistas, ayudadas por peones y gauchos, que se movían libremente por los campos. En ese contexto las autoridades enviadas desde Lima ordenaron la expulsión de familias jujeñas a Tarija, a quienes acusaron mantener comunicación con los revolucionarios. El mismo accionar de las milicias del campo, que cortaban los abastecimientos y las comunicaciones de las tropas realistas, obligaron a los ejércitos reales a abandonar Salta y Jujuy en julio y agosto de 1814. Nadie se salvó de la acción devastadora de la guerra, ya para entonces estaba claro que la única opción de sobrevivir era el exilio. Algunas familias de Jujuy se marcharon con el ejército realista hasta Lima. La imagen se repitió agravada tres años después, cuando en enero de 1817, unos 7.000 soldados, entre fuerzas veteranas españolas y destacamentos americanos invadieron Jujuy para, desde allí, reconquistar el antiguo Virreinato del Río de La Plata. Durante cinco meses de ocupación, la ciudad fue arrasada, los edificios públicos y las iglesias utilizados como cuarteles para la tropa, las haciendas saqueadas y cualquier pertenencia que hubiese quedado de los exilados, fue requisada. Al regreso del éxodo los jujeños buscaban con pesar los restos de sus casas 354
Eran guerrillas o milicias irregulares, de las cuales se desconoce su número, aunque suelen citarse a seis grandes republiquetas con jefes permanentes y estratégicamente ubicadas en Potosí, Charcas, Cochabamba, Santa Cruz de la Sierra, Oruro y La Paz, a fin de cortar la comunicación de los ejércitos reales entre el Perú y el Río de La Plata. Véase: Ch. W. Arnade, “Republiquetas”, en Josep Barnadas (director), Diccionario Histórico de Bolivia, Sucre, Grupo de Estudios Históricos, 2002, tomo 2, página 711 y subsiguientes.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “… la ruina qe ha obrado, en muchas avitaciones, el furor de los Enemigos, y el considerable desamparo, y Errantes a que oy se ven reducidas…”
El cabildo, no encontraba la manera de ayudar o indemnizar a tanta gente desamparada, por lo que acordó que: “…las familias que se encuentren en el desamparo de no tener avitacion, se presenten a este Iltre. Cavildo, quien mirandolas con las mas altas consideraciones a que se han hecho acreedoras, e interponiendo su respeto, les facilitará viviendas, Exortando á los dueños de Fincas las miren con la mayor equidad en los Alquileres.” 355
La población de Jujuy aún no se había repuesto del tercer éxodo, los estragos sufridos en la ciudad y campaña, la desolación que encontró a su regreso, la búsqueda de sus bienes, la falta de un techo bajo el cual guarnecerse en el frío invierno, cuando en enero de 1818 la ciudad fue sometida al saqueo durante tres días seguidos por las tropas españolas dirigidas por Pedro Antonio Olañeta356. Un año más tarde la ciudad sufrió una rapacidad más devastadora donde, según las crónicas de la época, no se salvó ni siquiera la familia de Olañeta357. Las tropas españolas se entregaron a la rapiña y al pillaje, destruyeron la ciudad, rompieron hasta las acequias, quemaron y robaron todo lo que encontraron358. Mientras San Martín se aprestaba a invadir el Perú, desde el Alto Perú se organizó la séptima invasión realista a Jujuy con 4.000 soldados profesionales, a las órdenes de Ramírez de Orozco, Canterac y Olañeta. Entraron en Jujuy el 28 de mayo de 1820, siguieron avanzando hasta el río Pasaje, sin que se los pudiera contener, mientras que los gauchos del comandante de La Corte, sitiaban la ciudad para protegerla del saqueo. Sin embargo al año siguiente el jujeño Marquiegui y su cuñado Olañeta intentaron nuevamente la ocupación de la ciudad, pero esta vez el teniente gobernador de Jujuy general José Ignacio de Gorriti organizó las milicias y con ellas avanzó hasta 355
AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820, folio 31. Acta Capitular del 12 de julio de 1817. Pedro Antonio Olañeta estaba emparentado por su matrimonio con Josefa Marquiegui, con el hacendado Ventura Marquigui y su hijo Guillermo, ambos partidarios de la causa monárquica. El saqueo de la ciudad por las tropas realistas fue durante los días 14, 15 y 16 de enero de 1818. 357 Véase: Emilio Bidondo, La guerra de la independencia… independencia…, op. cit., página 179. 358 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1814-1820. Acta Capitular del 4 de abril de 1819. La ocupación y saqueo comenzó el 26 de marzo de 1819. 356
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 León, donde derrotó a las tropas realistas el 27 de abril de 1821359. El general Gorriti amenazó a Olañeta con fusilar a sus cuñados si volvía a atacar a la ciudad de Jujuy, con lo que se frenaron los saqueos a la ciudad, pero continuaron en la campaña hasta la muerte de Olañeta en 1825.
La maestranza Durante toda la guerra hubo una gran carestía de armas de fuego y de pólvora, en su reemplazo, ambos ejércitos, usaron sables y el arma por excelencia de los hombres de campo: el cuchillo; también se utilizaban machetes, lanzas, flechas y hondas. Las piezas de artillería más importantes llegaban desde Buenos Aires, fabricadas en el Parque de Artillería. En Córdoba había una fábrica de pólvora y en Tucumán se construían las cureñas para cañones, carretas, monturas, portafusiles y otros elementos necesarios para la guerra. En Jujuy, desde el arribo de Belgrano en 1812, se organizó la maestranza, donde se fabricó todos los artículos posibles para equipar al ejército
derrocado en Huaqui, desde uniformes hasta municiones y cañones. La maestranza era un establecimiento de grandes dimensiones, que concentraba gran cantidad de mano de obra, tanto especializada (artesanos) como no calificada y en su seno se producía una diversidad de bienes destinados al equipamiento de las tropas. La fabricación y reparación de armamento de guerra, tales como cuchillos, lanzas, sables hasta cañones, estaba dirigido por artesanos expertos, maestros armeros, herreros, plateros, talabarteros y hasta carpinteros, que en Jujuy en 1813 llegaron a un número de setenta trabajadores altamente calificados, muchos de ellos forasteros, que a su vez estaban organizados jerárquicamente en maestros mayores y maestros subalternos, mientras que la mano de obra no calificada se encargaba de los pasos productivos más rudimentarios360. Muchos de estos forasteros eran procedentes de la maestranza organizada por Belgrano en Tucumán durante el éxodo; recordaba un protagonista que “ Estableció también una maestranza completa, en la l a cual trabajaban todos, además de los principales maestros de carpintería y herrería. Se remontaban en ella todos los
359
Conocido como “El Día Grande de Jujuy”, porque sólo los gauchos jujeños salvaron a la ciudad de que fuera nuevamente saqueada. 360 Emma Raspi, “El mundo artesanal…”, op. cit., páginas 178 y 179.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 cañones, se construyeron lanzas, se compuso todo el armamento y hasta se trabajaron algunas espadas ”361
Mientras que los herreros, armeros y fundidores, se abocaron a la producción y reparación del armamento y herraduras, el trabajo de sastres y costureras tuvo gran demanda durante la guerra, en la elaboración de uniformes para las tropas. El trabajo del sastre gozaba de mayor consideración y a ellos se les encargaba la confección de uniformes para los oficiales de alto rango, que se pagaba según la calidad del artesano y del paño empleado. En general, el trabajo de las mujeres costureras estaba dirigido a la fabricación de las prendas de los soldados y sus remuneraciones estaban en relación a la cantidad de las ropas confeccionadas, no a su calidad. Los sombrereros también gozaban de gran requerimiento362, así como los zapateros que manufacturaban las botas. Una de las carestías que compartían ambos ejércitos (el revolucionario y el realista) era la falta de una vestimenta adecuada. El general realista Joaquín Pezuela relataba en sus memorias que los soldados reales iban mal vestidos, algunos semidesnudos y descalzos o con sólo una chaqueta y un sombrero blanco redondo, sin ninguna divisa militar. Por su parte en el ejército revolucionario la mayoría de los soldados vestían “a lo paisano” aún los oficiales363, de allí la importancia que se le diera a la confección de uniformes, especialmente con buenos paños. La maestranza fue una experiencia surgida de las necesidades de la guerra, que duró mientras ésta estuvo vigente. El conglomerado de gente que trabajaba en su seno comprendía a todos los sectores étnicos: esclavos y libertos pertenecientes a las castas, distribuidas entre negros, pardos, morenos y mulatos; indígenas, mestizos y españoles. Recordemos que, además de los trabajadores habituales, en 1815 José Rondeau, a petición del cabildo, envió a trabajar a la maestranza de la ciudad de San Salvador a un grupo de prisioneros españoles. Aparte de la manufactura y reparación de armas y uniformes, en la maestranza se fabricaban y reparaban monturas, caronas, aparejos, estribos, riendas, guardamontes y todo lo necesario para cabalgar, labores que empleaban a talabarteros y lomilleros. Cuando las tropas realistas abandonaron Jujuy en 1814, durante la apurada retirada fueron abandonando todo tipo de pertrechos, palas, picos, lanzas, bayonetas y 361
Gregorio Aráoz de La Madrid, Memorias del General Gregorio Aráoz de La Madrid, [1895], Buenos Aires, ediciones El Elefante Blanco, 2007, página 43. 362 Emma Raspi, op. cit. 363 Véase Antonio King, op. cit., en especial los relatos de la vanguardia.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 ropa, que los gauchos fueron recogiendo y enviando a la maestranza de la ciudad para su reparación.
Lealtades En toda América hispana, los primeros años de guerra, no fueron un enfrentamientos entre españoles peninsulares y criollos (españoles americanos), sino que los ejércitos en pugna se nutrieron de ambos sectores, así como también se disputaron la adhesión de diferentes parcialidades indígenas. Ser español era una categoría étnica, que contenía a los españoles nacidos en España y los nacidos en América (hoy llamados criollos), era una identidad social de la época. A su vez, las condiciones de realistas y de revolucionarios no eran categorías sociales o étnicas sino políticas, que englobaban distintos sectores sociales y étnicos; esto fue así sobre todo en los primeros años de la guerra, cuando la mayoría de los oficiales realistas eran españoles americanos (criollos); el brigadier José Manuel de Goyeneche, así como el general Pío Tristán eran arequipeños y más del 80 por ciento de sus fuerzas estaba compuesta por americanos y milicias indígenas de Cuzco, Puno y distintas zonas altoperuanas364. Esta composición de las fuerzas se mantuvo hasta la llegada de las tropas peninsulares después de la derrota napoleónica y el regreso al trono de Fernando VII en 1814-1815. En este contexto, la idea de lealtad estaba unida a la noción de patria y de fidelidad a las ideas, sentimientos y devociones. Estamos acostumbrados a vincular a la patria con la Revolución y el nacimiento de una nueva entidad política, una nueva patria; sin embargo, en los primeros años revolucionarios aún estaba vigente el sentimiento patriótico propio del Antiguo Régimen hispano, según el cual la patria era fidelidad al Rey y a la religión, pues monarquía, religión católica y patriotismo era la tríada sobre la que se sustentaba la sociedad hispanocolonial y sobre las que se basaban los juramentos de fidelidad patriótica a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, lo que despertó distintas lealtades. El término patria recién adquirió un valor político y militar en medio de la contienda de las guerras de la independencia, cuando sirvió de aglutinante social de los que apoyaban la causa de la independencia. Sin embargo, 364
Raúl Fradkin y Juan Carlos Garavaglia, La Argentina colonial, op. cit., . página 242.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 durante los comienzos de la guerra, seguía siendo un término ambiguo que remitía a diferentes valores simbólicos365. Téngase en cuenta que, por lo menos hasta fines de 1812, cuando después de derrotada la contrarrevolución de Álzaga en Buenos Aires, la revolución recién se encauzó hacia un camino decididamente independiente de la monarquía española, bajo la égida de la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro y se convocó a la Asamblea General Constituyente366. En Jujuy, la presencia de Manuel Belgrano, a fines de 1812, la militarización de la población y el reemplazo simbólico que el general del ejército Auxiliar hiciera de la tríada monárquica por la de religión-patria-libertad en el imaginario popular367, dio origen a una nueva concepción de patria unida a la libertad, la igualdad y la lucha contra los tiranos opresores encarnados en la monarquía española. En el Jujuy de fines de 1812 la expresión tomó mayor sustento político al conocerse las matanzas realizadas por los Reales ejércitos en el Alto Perú, en especial los episodios de Cochabamba, donde fueron fusilados todos los simpatizantes revolucionarios. Por tanto, en 1812 no se trataba de una guerra entre “criollos y españoles”, ni tampoco ambos bandos eran compactos en su ideología ni planteaban estrategias coherentes a su interior. Mientras que en el bando revolucionario reinaban la desavenencia y las intrigas entre los partidarios de mantener la guarda o depósito de la soberanía de Fernando VII (cautivo de los franceses) y aquellos que tenían ideas más proclives a la definitiva autonomía de España368, en el bando realista también existían serias diferencias entre los absolutistas monárquicos y los liberales, que contaban con el apoyo de las Cortes reunidas en Cádiz. De allí que no deba extrañarnos que muchos hombres y mujeres se sintieran más apegados a los principios de la monarquía (que también era entendida como sostenedora del orden social), que a los principios de la revolución (vista como el desorden y el caos), sobre todo en parajes tan alejados de la tumultuosa capital virreinal de Buenos Aires. Los vecinos de Jujuy que así lo sintieron y colaboraron con las tropas realistas durante la ocupación de Jujuy en 1812 lo expresaban de esta manera: 365
Véase Gabriel Di Meglio, “Patria”, en Noemí Goldman (editora), Lenguaje y revolución. Conceptos políticos clave en el Río de La Plata, 1780-1850. Buenos Aires, Prometeo, 2008, páginas 115 a 130. De acuerdo al autor, existía otro significado primigenio de patria, como lugar de nacimiento, como “pago chico”, que diferenciaba a los españoles europeos entre sí, por ejemplo gallegos, andaluces o cántabros. 366 Véase Marcela Ternavasio, Gobernar la Revolución. Poderes en disputa en el Río de La Plata, 18101816 , Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2007. 367 Véase en este libro “Viejas ceremonias y nuevos símbolos” 368 Véase Marcela Ternavasio, op. cit.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 “La Guerra en que estamos empeñados se dirige á conservar la Religión de n tros. Padres, y los preciosos d ros. de livertad civil, propiedad, y seguridad de que todos hemos de gozar vajo las leyes savias, y justas de ntra. gran Nación.”369
El arribo a Jujuy de las tropas de Buenos Aires provocó entusiasmo y la adhesión de muchos jóvenes de las familias notables, algunos de los cuales ingresaron rápidamente en sus filas370. No obstante, los jefes de familia, en ese primer momento de la guerra, mantuvieron una actitud más expectante, quizás prudente, frente a la ocupación de un ejército que duplicaba el número de los habitantes de la ciudad y al que debieron auxiliar con sus recursos. En muchos de ellos prevalecían las virtudes exaltadas en el Antiguo Régimen hispánico: lealtad, fidelidad y honor al Rey371. En 1812, las tropas enviadas desde Lima, leales al Consejo de Regencia –y por ende al Rey de España- habían sofocado los levantamientos del Alto Perú y saqueado la ciudad de Cochabamba, el último baluarte revolucionario altoperuano. El brigadier José Manuel de Goyeneche había establecido el campamento general realista en Potosí y desde allí se preparaba para ocupar toda la intendencia de Salta del Tucumán (inclusive la ciudad de San Miguel de Tucumán), para lo cual envió al general Pío Tristán con 3.000 hombres, quien estableció su cuartel general en Jujuy372; Goyeneche sabía por sus espías que las fuerzas revolucionarias estaban compuestas por 2.200 hombres, de los cuales sólo 1.400 estaban armados y llevaban 14 piezas de artillería y también le habían informado que contaba con súbditos leales al Rey de España que lo ayudarían en su misión de derrotar la revolución iniciada en Buenos Aires, por tanto consideró que esa cantidad de hombres era suficiente para sofocar la revuelta en el norte rioplatense373. No es muy difícil entender que en el imaginario de una parte de la población de la época, los revoltosos del Río de La Plata serían fácilmente derrotados por los Reales 369
AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812. Acta capitular del 18 de noviembre de 1812. El Consejo de Reclutamiento ya funcionaba en 1812 y, según las actas capitulares, parece originarse en septiembre-octubre de 1811. AHPJ, SRR, Libro Capitular de 1800-1812. Acta Capitular del 28 de julio de 1812. 371 Viviana Conti y Dionila Valdivieso, Símbolos de resistencia a la independencia americana, Congreso Internacional “La Constitución Gaditana de 1812 y sus repercusiones en América”, Universidad de Cádiz, 2009, en prensa. 372 AHPJ, SRR, Caja V, Legajo 7. 373 AGI, Diversos 2A, 1812, R1,N2, Correspondencia de José Manuel de Goyeneche al Virrey Abascal, Potosí, septiembre de 1812. 370
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Ejércitos –como lo habían sido las revueltas indígenas de tres décadas atrás-, que se pensara que era sólo cuestión de tiempo y, para corroborarlo, allí estaba el aplastamiento de la revolución en el Alto Perú y la presencia de las tropas virreinales en Jujuy. De lo que ambos bandos estaban convencidos para fines de 1812, era de que para entonces ya era muy difícil una salida pacífica al conflicto y la única vía parecía estar en la guerra “…y es visto que la lid no puede ser terminada sino por la fuerza de las armas. La nuestra mirada por todos aspectos es superior a la suya en numero, en disciplina y en provisión de toda especies, de un modo que siendo dirigida por el orden, prudencia, energía y precaucion, que nunca se deben perder de vista, no solo no tenemos nada que temer de una gente tumultuaria, sino que debemos estar firmem te. persuadidos de la terminacion de la lucha a nuestro favor, tanto por lo dicho como por la razon y justicia que nos guia.” 374.
Analizando brevemente el contexto de la época, es más entendible que no todos los vecinos de Jujuy acataran la orden de éxodo dada por el general Manuel Belgrano. En 1812, de los vecinos notables de la ciudad, diez españoles europeos375 y doce americanos, desobedecieron el Bando de Belgrano y permanecieron en Jujuy durante la ocupación de las tropas de Pío Tristán. Algunos participaron activamente con las tropas peruanas, como integrantes de los cabildos, dando alojamiento a oficiales en sus casas, suministrando víveres y vituallas o enrolándose en el ejército. Otros, simplemente permanecieron en el terruño, cuidando las heredades familiares. En un oficio enviado al cabildo de Jujuy, el brigadier José Manuel de Goyeneche, desde su cuartel general en Potosí, elogiaba a esa parte del pueblo que había permanecido fiel “a la Religión y al Rey” y desobedecido las órdenes de abandonar el territorio, a pesar de los sacrificios que esa actitud llevaban implícitos “…la unión y eroicedad con que la parte noble de ese vesindario contribuio a la gloria que el dia anterior 374
AGI, Diversos 2 A, 1812, R1, N2, D 18, folio 2. Correspondencia del Virrey Abascal al brigadier Goyeneche, Lima, 25 de enero de 1813. 375 Recuérdese que, según el impuesto cobrado a los comerciantes europeos en 1811, en Jujuy había 40 españoles europeos, sólo en el sector mercantil.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 consiguieron las Armas del Rey rebatiendo los Insurgentes […] un pueblo fiel a la Religión y al Rey puede todo lo que quiere en la defensa de tan sagrados derechos, la de sus Personas e intereses por mas que se vea amagado de la fuerza y el horror con que los impíos rebolucionarios del Rio de la Plata han estrechado y oprimido á todos los que han tenido la desgracia de sucumbir a su arvitrario despotico govierno. Me llena de la mas dulce complacencia el voto unánime general que V. S. me indica de los pocos vecinos que han quedado en esa Ciudad de mantenerse decididos y adictos a la Causa del Rey sin que los retraiga la desvastación que el furor y venganza del Caudillo Rebolucionario Velgrano ha causado en su Poblacion según lo tubo anunciado en su propio Bando de 29 de julio. Yo a nombre de Su Mag d doy a V. S. las mas expresivas gracias por su eroico celo y constancia, y espero que por conducto del Señor Sindico Procurador las transmita V. S. a todo ese honrado, y fiel Vecindario prometiéndole que mi protección elevará a noticia de su Mag d las ruinas y perjuicios que le ha producido el amor a su Soberanía p a que si por el q e antes tubo acreditado le fue concedido el Epíteto de muy Leal y Constante Ciud se la remunere con las gracias, y prerrogativas aque nuev te se ha hecho merecedora; pero que sean de un modo y calidad que su veneficio se extienda al fomento de su felicidad subcesiva para lo cual cuydara V. S. en su debido tpo.” 376
Sólo tenemos conocimiento de los vecinos distinguidos que permanecieron en Jujuy durante el primer Éxodo, ya que fueron los que ocuparon los cargos del cabildo dejados por quienes siguieron a Belgrano o participaron en la Jura de la Constitución de Cádiz; desconocemos a los no tan notables que los acompañaron, aunque era costumbre 376
AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812, Jujuy, Acta del 6 de noviembre de 1812. El remarcado es nuestro.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 que la familia, los sirvientes, esclavos y la peonada siguieran igual camino que sus señores y jefes. Por otro lado, la mayoría de los arrenderos, labradores y jornaleros, en general los hombres de campo libres de sus actos, se habían incorporado a las milicias de gauchos y marcharon con el ejército revolucionario a Tucumán. Por tanto, es difícil saber con exactitud cuánta gente siguió a Belgrano y cuánta gente lo desobedeció, pero los mismos testimonios del ejército realista dan cuenta de que era la minoría de la población la que había permanecido en Jujuy, tal como lo expresaba el mismo Goyeneche en el documento que transcribiéramos más arriba: “…los pocos vecinos que han quedado en esa Ciudad…”. No obstante, teniendo en cuenta la escasa población de
Jujuy, es destacable la cantidad de vecinos notables que permanecieron leales a la monarquía. Es conocido el caso particular de Ventura Marquiegui (nacido en Elgueta, España), quien llegó a Jujuy en 1775, contrajo matrimonio y se radicó como vecino hacendado y mercader. En 1789 su hermano Pedro Marquiegui, comerciante de Cádiz, viajó a América (Chuquisaca) con su sobrino Pedro Antonio de Olañeta (ambos eran solteros y nacidos en la villa de Elgueta)377. Olañeta contrajo matrimonio con la hija de Ventura Marquiegui, Josefa, por cuanto integró una red familiar que actuó de manera unida y compacta en el bando realista, durante todas las guerras de la independencia. Ventura Marquiegui fue electo Síndico Procurador General en el cabildo relista de 1813, pero renunció por motivos de salud. Su hijo Guillermo continuó las alianzas paternas, por las cuales fue acusado de dar alojamiento a oficiales de los Reales Ejércitos en la hacienda familiar. Pedro Antonio de Olañeta se enroló en el ejército Real e impulsó y encabezó las invasiones a Jujuy hasta su muerte acaecida en Tumusla (Alto Perú) en 1825. Sabemos que Martín Otero, español europeo, hacendado y mercader permaneció con su familia e integró el cabildo realista en 1812 como Alcalde de Primer Voto. Fue similar el caso de Juan Antonio Rodrigo, español europeo, quien fuera electo en el cabildo realista en 1812 en calidad de Diputado de Obras Públicas y en 1813 como Alcalde de Segundo Voto. Pedro de la Torre y Barela, vecino de Jujuy nacido en España, se enlistó como Capitán del Ejército Realista y fue nombrado Síndico Procurador de la ciudad en el Cabildo de 1812. Andrés Ramos (comerciante español) permaneció en 377
AGI, Contratación 5516, N21 y Contratación 5533, N2, R48.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Jujuy con su familia, de la cual se destacaron por su actuación sus dos hijos Andrés Francisco y Joseph Diego, ambos nacidos en Jujuy; este último integró el cabildo realista en 1813 como Alcalde de la Santa Hermandad. Joaquín de Echeverría, español europeo vecino de Jujuy, fue designado Teniente Ministro Sustituto de la Real Hacienda de la Caja Menor de Jujuy y su jurisdicción. El sacerdote José Miguel de la Bárcena, jujeño, era Cura y Vicario de la Doctrina de Tumbaya; fue electo Alférez Real y luego Alcalde de Segundo Voto en el cabildo realista de 1812 y Alcalde de Primer Voto en el cabildo realista de 1813; fue el religioso que realizó la exhortación de la Constitución de Cádiz. Gozaba de la simpatía del general Pío Tristán, quien lo recomendó al brigadier José Manuel de Goyeneche para que reemplazara al Cura Párroco de Tarija, al que acusaba de revolucionario y de dar sermones en contra de la causa del Rey “…el Dr. Barcena que esta en Jujuy y de quien te he hablado, conozco sus meritos sus servicios y acreedores pr ellos tambien resulta la conveniencia de que bean los pueblos colocados sus hijos y premiada su virtud” 378
Ignacio Noble Carrillo, español europeo, integró el cabildo realista de 1813, donde fue electo Síndico Procurador General; también permaneció en Jujuy durante el segundo éxodo en 1814, para marcharse a Lima junto con las tropas realistas luego de la batalla de Salta que confirmó el triunfo revolucionario en el Norte rioplatense. Muchos nacidos en el “pago chico”, tuvieron actuaciones similares, como Alejandro Torres, jujeño que integró el cabildo realista de 1812 como Defensor de Menores y Alcalde de Segundo Voto. Francisco Gabriel del Portal, jujeño, dueño de la hacienda El Brete, integró el cabildo realista de 1813, electo Defensor de Pobres y Menores. Saturnino de Eguía, americano que participó en el cabildo realista en 1813 en calidad de Alférez Real, luego fue relevado de su cargo en virtud de que se lo necesitaba para prestar auxilios al los Reales Ejércitos en Huacalera. Francisco Calderón, jujeño, fue electo Regidor de Obras Públicas y Diputado de Propios en el cabildo realista de 1813. Rafael Eguren, americano, integró el cabildo realista de 1813 en calidad de Alcalde de la Santa Hermandad y recibió el nombramiento de Diputado del Ramo de Sisa. 378
AGI, Diversos 2ª, 1812, R1, N2, D15.1. Cuartel Principal de Salta, noviembre 17 de 1812. Correspondencia de Pío Tristán, a José Manuel de Goyeneche.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Son menos conocidas las actuaciones de Manuel Salas, comerciante español que permaneció en Jujuy con su familia y su hijo Vicente Salas (jujeño). Juan Machuca era un americano, empleado del cabildo y encargado de publicar los bandos. Mariano Gordaliza, también americano, Abogado de la Audiencia Pretorial de Buenos Aires, a quien se le ofreció el puesto de Alcalde Primer Voto en el cabildo realista de 1813, cargo que no aceptó con el pretexto de su función como abogado de la Audiencia. Manuel Joseph Leaniz, americano, Cura rector y vicario foráneo de la ciudad de Jujuy, quien hizo la jura solemne de la Constitución de Cádiz. Juan José de Sandoval (jujeño), nombrado Interventor de los Reales Correos de Jujuy por José Manuel de Goyeneche, en mérito a su fidelidad. Así como de los vecinos presentes en la Jura de la Constitución Gaditana, realizada en la Iglesia Matriz: Tomás Gámez Fernández (comerciante español), también presente en la toma de posición de los cabildantes electos para 1813, Joseph Gómez, José Patricio de Sagardia (comerciante nacido en España), Miguel Antonio de Srasívar y Felipe Avendaño, ambos jujeños379. Además consta que Joseph de Iramain y Juan Esteban Guerrero (ambos americanos), fueron encargados por las autoridades realistas de reunir en la campaña las mulas que el ejército necesitaba380. Los funcionarios reales retomaron la antigua costumbre de nombrar Jueces Pedáneos de los Curatos de la Campaña , cargo capitular que en Jujuy era muy
irregular, pues se designaba alguno en momentos de disturbios en la campaña. Esta modalidad nos da información acerca de personajes cuya actuación a favor de la causa del Rey fue hasta ahora ignorada. El cabildo realista consideró “indispensable” nombrar jueces en los curatos “ para qe estén a la mira de los auxilios que necesiten las Tropas del Exto. Real a su tránsito ”, para lo cual se eligió “sujetos de conocida conducta y onradez”
381
. El cabildo designó como Juez Pedáneo del curato de Humahuaca a
Eugenio Aparicio, del curato de Tumbaya a Manuel Álvarez y Prado, del curato de Perico a Juan José de Herrera y del curato de Río Negro a Juan Francisco Almirón,
379
AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812, Acta del 23 de septiembre de 1812. Completado con los datos de las Actas capitulares del 9 de septiembre de 1812, 23 de septiembre de 1812, 14 de octubre de 1812, 20 de diciembre de 1812, 1 de enero de 1813 y 7 de enero de 1813. SRR, caja XLVII, documento 2, hoja 2 y documento 3, hoja 1 nueva carpeta. 380 Ibíd., Acta del 2 de noviembre de 1812. 381 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Libro Capitular de 1812. Acta Capitular del 7 de enero de 1813.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 todos los cuales fueron notificados de su designación382, aunque no existe constancia de su aceptación. Durante el segundo éxodo de la población jujeña a Tucumán, en 1814, sabemos que mucha gente se quedó en Jujuy durante la ocupación realista. Sin embargo, en esta ocasión los motivos fueron variados y las lealtades también. En esa oportunidad, la salida fue poco planifica, rápida, ante el avance arrollador del los ejércitos Reales vencedores de Ayohuma; la mayoría de la población masculina se trasladó hacia Tucumán, apoyados por los restos del ejército revolucionario y las milicias de gauchos, pero muchas familias debieron quedarse, por falta de transportes o, simplemente, por carencia de medios económicos para movilizarse. Por lo tanto, hubo quienes permanecieron en Jujuy para preservar los patrimonios familiares de posibles saqueos. También hubo personas que lo hicieron para pasar información a las fuerzas revolucionarias sobre la composición, estrategias y formas de abastecimiento de los ejércitos realistas. Familias enteras compuestas por mujeres, niños y sirvientes no pudieron seguir a los hombres que marcharon al segundo éxodo, debido a la insuficiencia de elementos para el traslado; por otro lado, la rapidez con que se ordenó la medida impidió tomar los recaudos para un viaje de tal envergadura. Algunas de estas familias fueron las que las autoridades realistas ordenaron relocalizar en Tarija, en Huacalera o en zonas donde no pudieran tener contacto con los revolucionarios383. Un grupo de mujeres, que permanecieron en Jujuy, actuaron como espías de las fuerzas revolucionarias, enviándoles informaciones sobre los movimientos de los realistas, a través de correspondencia que despachaban con sirvientes y peones. Es importante recordar que, a esta altura de los acontecimientos políticos y militares, muchas familias estaban divididas en sus lealtades y por ende sus integrantes tomaron diferentes caminos. Esta aclaración es relevante, pues generalmente suele asociarse a un apellido el pensamiento y la acción de todos los portadores del mismo apellido y la realidad muestra que, salvo algunas excepciones, no todas las familias actuaron de forma compacta. Quienes mantenían su lealtad a la Monarquía actuaron decididamente a su favor, colaborando en los cargos públicos y en el ejército Real. Muchos de esos vecinos de 382 383
Ibíd. Véase el apartado “Los efectos de la guerra en la demografía”.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Jujuy optaron por emigrar a Lima, hacia donde se trasladaron con sus familias junto a las tropas realistas en su retirada384. Los integrantes del cabildo Realista de 1814 fueron Tomás Gámes, como Alcalde de Primer Voto, Alejandro Torres en calidad de Alcalde de Segundo Voto, Pablo de Mena fue electo Alcalde Provincial, Joseph Ramos ocupó el cargo de Regidor Fiel Ejecutor, Julián de Zegada fue Defensor de Menores, Martín Otero electo Comisionado de Obras Públicas y Lorenzo de Goyechea (quien se encontraba enfermo) era el Síndico Procurador General, reemplazado después de su fallecimiento por Juan Antonio Rodrigo385. Como Alcaldes de Barrio para la ciudad fueron elegidos Tomás Fernández y Joseph Patricio Puch386. En el imaginario de estos cabildantes aún existía la esperanza de llegar a un acuerdo que evitara tanto derramamiento de sangre y enfrentamiento entre vecinos, amigos y parientes. En virtud de esas ideas el Defensor de Pobres, Menores y Ausentes, Julián de Zegada, se ofreció para actuar de mediador entre los vecinos exilados y los vecinos estantes en Jujuy, lo que fue aceptado por los cabildantes, otorgándole las credenciales para que, en su nombre, se dirigiese a Tucumán y se entrevistase con los vecinos que se encontraban en éxodo, “…a fin de terminar esta guerra desoladora ”387, tarea que cumplió, con sus propios medios, pero sin obtener el fin esperado. Pero, ¿qué había desencadenado en el seno del cabildo la discusión sobre la posibilidad de poner un punto final a la guerra y a sus consecuencias? La causa de las desavenencias en el seno del cabildo y con las autoridades realistas tenían un trasfondo moral y ético. Se había iniciado en la orden del general en jefe de los Reales ejércitos de confinar a un grupo de mujeres de la elite jujeña acusadas de actuar como espías, enviándole información a sus esposos, hijos y hermanos que se encontraban en Tucumán en el Éxodo. Estas mujeres eran doña Patricia Bustamante, doña Dolores Cuadra y doña Francisca Hereña y sus hijas. El comandante del ejército entendía que, como espías, debía confinárselas a un lugar lo suficientemente alejado y custodiado por los realistas, para lo cual se eligió el paraje de Huacalera. En un principio el cabildo aceptó, con la condición de que fuesen 384
Véase el apartado “Los efectos de la guerra en la demografía”, donde se dan nombres de los emigrados, algunos de los cuales con el tiempo regresaron a Jujuy, mientras que otros no volvieron más. 385 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 3, Actas Capitulares que van del 3 de febrero al 23 de julio de 1814. 386 Ibíd. Acta Capitular del 21 de marzo de 1814. 387 AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Acta del 10 de junio de 1814.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 acompañadas por el Regidor Fiel Ejecutor, para evitar vejámenes a esas mujeres. Sin embargo, Alejandro Torres, Alcalde de Segundo Voto argumentó que dichas personas “…havían jurado obedecer y guardar en todas sus partes la sabia Constit n. Nacionl. Española, y que por consig te., no encontraba acreedora a la pena que an sufrido ya, las familias
expatriadas
al
lugar
de
Guacalera
[…]
unicamente en el recelo q e se presente, en la correspond a con sus Deudos, ausentes, entre los enemigos…” 388
Independientemente de su actuación como espías, algo que es sumamente probable, ya que defendían sus propias lealtades, la moral y el orden vigentes entendían que “…siendo un cavildo el padre de su pueblo debe remediar, sus males, por los medios que dicta nuestra religión ”389.
Dos años más tarde, Martín Güemes acusaba a Patricio Sánchez de Bustamante de haberse quedado comerciando con el enemigo y a su hermano Marcelino de haberlo hecho con su consentimiento, causando perjuicio a las mujeres que habían sido desterradas390. Si bien los partidarios realistas contaban con espías que les adelantaban las acciones de los revolucionarios, ni bien pusieron un pie en territorio jujeño se encontraron con espías revolucionarios “espiones, poseídos todos de cobardia y naturalmente apatia”391, que tenían mil maneras diferentes de pasar datos a los
revolucionarios y sobre los cuales sería interesante conocer más y mejor su actuación en la guerra.
Viejas ceremonias y nuevos símbolos
388
AHPJ, SRR, Caja II, Legajo 2, Acta Capitular del 22 de julio de 1814. Ibíd. 390 AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812-1816. Acta Capitular del 11 de febrero de 1816. 391 AGI, Diversos 2ª, 1812, R1, N2, D15.1. Cuartel Principal de Salta, noviembre 17 de 1812. Correspondencia de Pío Tristán, a José Manuel de Goyeneche. 389
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 Cuatro meses después de la revolución de mayo en Buenos Aires, en Jujuy, durante las fiestas patronales celebradas los días 5 y 6 de agosto de 1810, como vimos392, la celebración incluyó el paseo del Real estandarte. “Porque en los días cinco y seis del próximo mes entrante se debe celebrar las festividades de nuestro patrono tutelar, enarbolando el real pendón, y paseándolo por las calles, en demostración segura de fidelidad y vasallaje a nuestro
amado
soberano
el
señor
don
Fernando
Séptimo…”393
La revolución se había hecho en salvaguarda de los derechos de Fernando VII, por lo que a los ojos de los vecinos el paseo del Real pendón no significaba un acto contrarrevolucionario, sino una continuidad en las festividades que, hasta ese momento, carecían de un valor políticamente simbólico.
Jura de la Constitución de Cádiz en Jujuy En España, durante el cautiverio del rey Fernando VII, bajo las ideas de los grupos liberales de la Península, se reunieron las Cortes en la ciudad de Cádiz –zona no ocupada por las tropas francesas- en septiembre de 1810; esas mismas cortes, autoproclamadas como representantes de la Nación Española, invitaron a los pueblos de América a enviar a sus representantes. En esos momentos la Junta Gubernativa surgida en Buenos Aires en mayo de 1810, se negó a enviar diputados a las Cortes de Cádiz, con la argumentación de la desigualdad de representación de las provincias españolas respecto de las americanas394. Las Cortes reunidas en Cádiz dictaron en 1812, una Constitución ideológicamente liberal, que fue jurada en todos los territorios de España, salvo en las regiones americanas dominadas por la Revolución. En el extremo norte de la Intendencia de Salta del Tucumán, (Salta, Jujuy y el Alto Perú) que, en esos momentos estaba ocupado por las tropas leales a la monarquía procedentes de Perú- la población estante, sí juró la constitución gaditana. 392
Véase “Fiestas Patronales”. AHPJ, SRR, Caja XXXVII, Legajo 1, documento 71. 394 Noemí Goldman, “Crisis del sistema institucional colonial y desconocimiento de las Cortes de Cádiz en el Río de la Plata”, en Manuel Chust (cord.), 1808. La explosión juntera en el mundo hispano, México, FCE, 2007, página 227. 393
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 En Jujuy, siguiendo las órdenes del Gobernador Intendente realista, Marqués de La Plata, el acto de juramento tuvo lugar el mismo día que en Salta y repitió igual protocolo: se adornaron las calles y se iluminaron durante tres noches, para que todos los habitantes y estantes concurriesen a oírla leer y prestar su juramento, el que tuvo lugar durante los días 30 y 31 de enero, siguiendo las prescripciones del Real Decreto del 18 de marzo de 1812395, que contemplaba el oficio de la Misa en la Iglesia Matriz con la lectura de la Constitución y su jura por el vecindario “… la mañana del treinta del mes anterior puesto el Cuerpo Municipal en la Plaza publica de esta Ciudad en concurzo de muchas gentes se Publico en alta voz dicha Constitución
Política
de
la
Monarquia
Española
Sancionada por las cortes extraordinarias de la Nacion. Este acto fue solemnisado con repique general de Campanas; y salva de Artilleria introduciéndose en todo el vecindario y gentes Comarcanas que concurrieron, el mayor regosijo, y alegría manifestado en las publicas aclamaciones
y
vozes
extraordinarias
Viva
n ta
Constitución: Vivan los Inmortales Savios españoles que la formaron: viva ntro adorado Fernando, y prospere el Concejo soberano de Regencia, á que se siguió un regosijo publico: el dia siguiente Domingo se celebró en la Santa Iglecia Matriz Misa Solemne de acción de gracias: se leyó la Constitución antes del Ofertorio: Peroró el Doctor d n Josef Mariano de la Barcena Cura y Vicario de la Doctrina de Tumbaia haciendo una exortacion completa al obgeto; y después de concluida la Misa del Celebrante d or d n Manuel Jph. de Leaniz Cura Rector, y Vicario foraneo de esta Ciudad hizo el Juramento bajo la formula prescripta en dicho Real Decreto, y Resivio al Clero, Ayuntamiento Vesindario y Corporaciones, con la misma solemnidad, concluiendose este digno acto con el Té Deum” 396 . 395 396
Véase Viviana Conti y Dionila Baldiviezo, op. cit. AHPJ, SRR, Caja II, Libro Capitular de 1812. Acta Capitular del 1 de febrero de 1813.
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 El ceremonial empleado para la publicación y el juramento del texto constitucional eran propios del Antiguo Régimen, así como la ceremonia litúrgica que lo acompañaba, donde el Tedeum obraba como un símbolo de la estrecha relación entre el poder civil y el religioso. La Jura de la Constitución reiteraba en los vecinos que habían permanecido en el territorio –y por tanto en la fidelidad a la Monarquía- su condición de súbditos de la Corona, pertenecientes a una corporación y, por tanto obedientes a la voluntad del Rey y a los principios del Antiguo Régimen ibérico397. Como veremos, los primeros gobiernos revolucionarios continuaron haciendo uso de similares ceremonias y simbología para legitimar su autoridad en el territorio rioplatense.
Los festejos del 25 de mayo en Jujuy En mayo de 1811, el cabildo de Jujuy, recibió un oficio de la Junta Provincial de Salta referido a los festejos que se debían realizar los días 24 y 25 de mayo “… forman la época grande en la hist a de la America se hace presiso, transmitir esta memoria ala posteridad con una impresión eterna. En su conseq a á acordado esta J ta qe en todas las Ciudades y Villas de este gov no se selebren estos días desde el presente Año sacando el R l Estand te con la pompa y solemnidad acostumbradas en el del Patrón.. .”398.
En obediencia al oficio, el cabildo de Jujuy mandó publicar un bando con motivo de la próxima celebración del aniversario de la Junta Gubernativa, invitando a la conmemoración a todo el vecindario, habitantes y estantes de la ciudad, para la cual dispuso su iluminación durante dos noches. Nótese que aún estaban vigentes los protocolos de las ceremonias estatales de la monarquía, representados en el paseo del Real estandarte. Estas ceremonias adquirieron otro valor simbólico a partir del año siguiente. Efectivamente, la conmemoración del 25 de mayo en el año 1812 contó con la presencia del Ejército Auxiliar (reorganizándose en Jujuy después del desastre de Huaqui) y de su 397
Viviana Conti y Dionila Baldivieso, op. cit. AHPJ, SRR, Caja IV, Libro Capitular de 1800-1812. Acta Capitular del 23 de mayo de 1811. El subrayado es nuestro. 398
LAGOS, Marcelo y CONTI, Viviana: Jujuy de la Revolución a nuestros días. 1810‐1910‐2010. EDIUNJU, 2010 nuevo comandante en jefe, Manuel Belgrano, quien ya había creado un nuevo estandarte, celeste y blanco -desconocido por el gobierno revolucionario de Buenos Aires- bajo cuyos colores se identificaba la tropa a su mando, a la que, además, había puesto bajo la protección de la Virgen de las Mercedes, nombrada patrona y generala de su ejército. Joaquín Carrillo, quien en la década de 1870 escribiera una historia de Jujuy, relataba los sucesos de 1812 y advertía el papel de Belgrano en la formación del nuevo aparato simbólico revolucionario, en el cual los festejos del 25 de mayo adquirirían una notable relevancia y de allí en adelante irían indisolublemente unidos al nuevo concepto de patria. Recordemos que las “fiestas de mayo” en Jujuy habían sido las fiestas relacionadas al natalicio del Rey Fernando VII que se realizaban con toda la pompa, solemnidad y protocolo de las principales celebraciones monárquicas399. Según Carrillo, “ En vez del natalicio de los reyes, comenzaba a marcarse en el calendario popular la festividad nacional del 25 de Mayo, dia de la libertad i de esperanzas. Jujui debía celebrarlo con pompa i solemnizarlo con una ceremonia memorable, que cumplió con entusiasmo sin igual en los periodos de sus glorias i sus trabajos […] El sentimentalismo patriótico de Belgrano tuvo fecundidad en la invención de una ritualidad patriótica para herir el corazón de los pueblos i retemplarlos en la fatiga, sublimándolos para el sacrificio en el ardor de las más rudas batallas ”400.
Ese 25 de mayo de 1812, Belgrano hizo formar a la tropa del 6º regimiento en la Plaza de Jujuy antes del alba, de manera que la primera luz del día mostró al pueblo reunido en la plaza a la bandera iluminada por los rayos del sol y, como símbolo de la Revolución, la bandera celeste y blanca fue aclamada por el ejército y la población civil, para luego ser llevada y escoltada a los balcones del cabildo. El acto fusionó el ritual revolucionario con el católico a través de la bendición de la bandera por el clero local, presidido por el vicario del ejército, canónigo Juan Ignacio Gorriti y las palabras de Belgrano “ No olvideis jamas que vuestra obra es Dios, que él os ha concedido esta bandera i que os manda que la sostengamos ”401.
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Véase en Primera Parte, “Fiestas y homenajes reales”. Joaquín Carrillo, Jujuy Provincia federal arjentina. Apuntes de su historia civil (con muchos documentos). Buenos Aires, 1877. Reimpresión, Jujuy, Talleres Gráficos del Boletín e Imprenta del Estado de la Provincia de Jujuy, 1980, páginas 167 y 168. 401 Ibíd., página 169, citando a Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano. 400