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EL MEDITERRÁNEO Y EL MUNDO MEDITERRÁNEO EN LA ÉPOCA DE FELIPE II
Traducción de MARIO MONTEFORTE TOLEDO, WENCESLAO ROCES y VICENTE SIMÓN
Hasta nuestros días, no se ha descubierto en el Nuevo Mundo ningún Mediterráneo como el que hay entre Europa, Asia y África... J. ACOSTA., Hist. nat. de las Indias, 1588, p. 94.
FERNAND BRAUDEL
EL MEDITERRÁNEO Y EL MUNDO MEDITERRÁNEO EN LA ÉPOCA DE FELIPE II
TOMO PRIMERO
5499
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO
Primera edición en francés, Primera edición en español, Segunda edición en francés, conegld» y t—iBüil i, Segunda edición en español, Primera reimpresión, Segunda reimpresión,
1949 1953 1966 1976 (España) 1981 1987
Título original: La Méditerranée et le monde méditerranéen a l'époque de Phüippe II © 1949,1966, Librairie Armand Colin, París D. R. © 1953, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA D. R. © 1987, F O N D O DE C U L T U R A ECONÓMICA, S. A. de C. v .
Av. de la Universidad 975; 03100 México, D. F.
ISBN ISBN
968-16-0775-9 (Tomo I) 968-16-0774-0 (Obra Completa)
Impreso en México
A Lucien Febvre, siempre presente, en prueba de reconocimiento y afecto filial
PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN ESPAÑOLA En la introducción y en la conclusión general de la edición francesa de esta obra, que se reproducen en ésta, he tratado de justificar puntualmente su estructura general. El lector a quien interesen los problemas metodológicos puede atenerse a ellas. Le será fácil juzgar por sí mismo sobre lo atinado o lo peligroso de la solución adoptada. Si la nueva historia debe ser, como creo, una reconstrucción del pasado captado en toda su amplitud y en toda su complejidad, tendrá que incorporar en sus cuadros y explicaciones la obra entera, tan rica, de las ciencias sociales, sus vecinas. Por consiguiente, el historiador tendrá que ser, desde luego, historiador, pero también y a un tiempo economista, sociólogo, antropólogo y hasta geógrafo. En este alcance imperialista de lo social (en el sentido amplio de la palabra), no nos extrañemos de que el historiador encuentre ante sí dificultades en verdad insuperables que hacen que la realidad de la vida humana, tanto en el presente como en el pasado, deba captarse en talleres diferentes, por ciencias particulares, y abordarse, en suma, simultáneamente por varios lados. Ninguna inteligencia puede captar hoy la realidad social de una vez y en toda su viviente amplitud. Este libro presenta un triple retrato del prestigioso Mediterráneo del siglo XVI, pero las tres imágenes sucesivas, la de sus constantes, la de sus tardos movimientos y la de su historia tradicional atenta a los acontecimientos y a los hombres, los tres aspectos se refieren, en realidad, a una misma y única existencia. El lector tendrá que combinar las sucesivas imágenes de este libro, y ayudar así al autor a reconstruir la unidad de un complicado destino, que sólo le ha sido posible captar y evocar volviendo a él hasta tres veces. Era complicada una tarea consistente en sobrepasar los métodos habituales, en no conformarse sólo con las falsas perspectivas de la historia tradicional y en buscar, en el movimiento eterno de la vida, lo que cambia con rapidez o con lentitud, a veces con demasiada lentitud. 9
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Pero no quiero defender una vez más mi solución. Conozco sus ventajas, que me sedujeron, pero no ignoro sus defectos ni sus riesgos. No todos ¿os escollos —dicho sea en lengua marinera— han sido evitados. ¿Extrañará a alguien? En el umbral de este libro {tan diferente en muchos puntos de su original francés, pues ha sido rigurosamente revisado y enriquecido), sólo querría expresar con sencillez mi reconocimiento a todos los amigos mexicanos de origen o de adopción que han hecho posible la presente edición en español en la magnífica colección del Fondo de Cultura Económica. Mi reconocimiento se debe en primer lugar al director de tan importante editorial, doctor Ama/do Orfi/a Reynal, y casi al mismo tiempo, al magnífico conocedor de la literatura y de la lengua francesas que es el profesor don Manuel Pedroso. a quien agradezco su cariño por este libro desde que apareció y que ha contribuido tan amistosa y eficazmente a su conocimiento. Por idénticas razones estoy agradecido al doctor Eduardo Villaseñor y al diligente bibliógrafo don Felipe Teixidor. No puedo olvidar tampoco la benévola atención que a mi obra y a mí mismo nos ha dispensado el profesor don Jesús Silva Herzog. el admirable maestro de la Escuela Nacional de Economía, el «buen maestro» de alma sensible, incansable en su misión de guiar a las inteligencias jóvenes y a los aprendices de todas las edades en el conocimiento de la economía y de México. Si una obra pudiera dedicarse dos veces, su nombre figuraría en la proa de este pesado navio. Permítaseme agregar en esta lista los nombres de algunos otros queridos amigos a quienes evoco de buen grado en estas páginas preliminares para que sea venturoso el camino de mi libro a través de las tierras y los mares de lengua española: don Alfonso Reyes, a quien quiero y admiro; don Jaime Torres Bodet. a quien tanto deben la cultura hispánica y la cultura francesa: don José Miranda, el erudito especialista en el siglo xvi mexicano; don Arturo Arnaiz y Freg. mi joven colega de la Universidad de México, apasionado por la historia económica y social de su país; mi ilustre amigo el profesor don Pedro Bosch-G impera; mis jóvenes alumnos don Pablo González Casanova y don Ernesto de la Torre Villar, que por escucharme fueron a París. Gracias también a mis traductores don Mario Monteforte Toledo y el doctor don Wenceslao Roces; a la ilustradora doña Elvira Gascón; a don Francisco González Aramburo y a don Julián Calvo, que han contribuido entre todos a llevar a buen puerto un trabajo largo y difícil. Me alegro de que mi libro sea una consecuencia de todos esos esfuerzos afectuosos y de que nazca bajo el signo de la amistad. Me alegro por mí mismo, pero también por mi patria y por mis colegas, los historiadores e
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intelectuales de Francia. En efecto, me parece indudable que los méritos de este libro, señalados por la critica fuera de Francia, deben inscribirse en el activo del país donde he vivido y pensado, en el activo de una manera de pensar que no es exclusivamente mía. Suelo repetir lecciones aprendidas desde hace mucho, suelo prolongar ideas afines. Los defectos de esta obra, en cambio, deben cargarse exclusivamente en mi cuenta. Me alegro, pues, de que. por encima de mi persona, a través de este libro que he compuesto con cuidado y con cariño, algo del pensamiento histórico francés sea difundido por todo el universo hispánico, gracias al poder de difusión de esa casa activa, admirable y simpática que es el Fondo de Cultura Económica. FERNAND BRAUDEL México, 12 de noviembre de 1953.
PROLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN FRANCESA Amo apasionadamente al Mediterráneo, tal vez porque, como tantos otros, y después de tantos otros, he llegado a él desde las tierras del norte. Le he dedicado largos y gozosos años de i studios, que han sido para mí bastante más que toda mi juventud. Confío en que, a cambio de ello, un poco de esta alegría y much J de su luz se habrán comunicado a las páginas de este libro. El ideal sería, no cabe duda, poder manejar a gusto de uno al personaje de nuestro libro, no perderle de vista jn solo instante, recordar constantemente, a lo largo de todas las páginas, su gran presencia. Pero, por desgracia o por fortuna, nuestro oficio no tiene ese margen de admirable agilidad de la novela. El lector que desee abordar este libro como a mí me gustaría que lo abordase hará bien en aportar a él sus propios recuerdos, sus visiones precisas del mar Interior, coloreando mi texto con sus propias tintas y ayudándome activamente a recrear esta vasta presencia, que es lo que me he esforzado en hacer en la medida en que he podido... Creo que este mar, como cada cual pueda verlo y amarlo, sigue siendo el más valioso de los documentos para ilustrar su vida pasada. Aunque no haya retenido más idea que ésta de las enseñanzas recibidas de los geógrafos que tuve por maestros en la Sorbona, la he hecho mía con una tenacidad que da su tónica y su sentido a mi obra. Tal vez alguien piense, y con razón, que otro ejemplo más sencillo que el del Mediterráneo me habría permitido destacar con mayor fuerza los nexos permanentes que unen la historia al espacio, sobre todo si se tiene en cuenta que, visto a la escala del hombre, el mar Interior del siglo XVI era aún mucho más vasto que en nuestros días. Es un personaje complejo, embarazoso, difícil de encuadrar. Escapa a nuestras medidas habituales. Inútil querer escribir su historia lisa y llana, a la manera usual: «nació el día tantos de tantos...»; inútil tratar de exponer la vida de este personaje bue12
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ñámente, tal y como las cosas sucedieron... El Mediterráneo no es siquiera un mar; es, como se ha dicho, un «complejo de mares», y de mares, además, salpicados de islas, cortados por penínsulas, rodeados de costas ramificadas. Su vida se halla mezclada a la tierra, su poesía tiene mucho de rústica, sus marinos son, cuando llega la hora, campesinos tanto como hombres de mar. El Mediterráneo es el mar de los olivos y los viñedos, tanto como el de los estrechos barcos de remos o los navios redondos de los mercaderes, y su historia no puede separarse del mundo terrestre que lo envuelve, como la arcilla que se pega a las manos del artesano que la modela. Lauso la mare a tente'n térro («Elogia el mar y quédate en tierra»), dice un proverbio provenzal. Por ello cuesta trabajo saber, exactamente, qué clase de personaje histórico es este Mediterráneo: necesitamos, para llegar a averiguarlo, poner en la empresa mucha paciencia, revolver muchos papeles y exponernos, evidentemente, a ciertos errores inevitables. Nada más nítido que el Mediterráneo del oceanógrafo, o el del geólogo, o el del geógrafo: trátase de campos de estudio bien deslindados, jalonados y marcados por sus etiquetas. N o así el Mediterráneo de la historia. Cien advertencias autorizadas nos previenen y ponen en guardia: el Mediterráneo no es esto, ni es aquello, ni lo de más allá; no es un mundo que se baste a sí mismo, no un prado con lindes bien definidas. Desgraciado, diríamos nosotros, aleccionados por la experiencia, desgraciado del historiador que crea que esta cuestión prejudicial ni se plantea, que el Mediterráneo es un personaje histórico que no hay por qué definir, que se halla definido desde hace mucho tiempo, como algo claro y nítido, que cabe reconocer a primera vista y que podemos captar sin más que recortar la historia universal, siguiendo la línea de puntos de sus contornos geográficos. ¿De qué sirven estos contornos para nuestras investigaciones? ¿Podríamos, en efecto, escribir la historia de este mar, aunque sólo fuese durante un período de cincuenta años, haciéndola detenerse, por una punta, en las Columnas de Hércules, y por la otra, en el pasillo marítimo cuyos bordes vigilaba ya la antigua Ilion? Y estos problemas del encuadramiento, los primeros que se nos plantean, traen en seguida consigo todos los demás: delimitar es definir, analizar, reconstruir y, cuando haga falta, elegir, incluso adoptar una filosofía de la historia. Es cierto que tenemos ante nosotros, para ayudarnos en esta empresa, una masa portentosa de artículos, de memorias, de libros, de publicaciones, de estudios, unos de historia pura y otros, no
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menos interesantes, escritos por nuestros vecinos, los etnógrafos, los geógrafos, los botánicos, los geólogos, los especialistas en tecnología... No hay en el mundo ámbito mejor esclarecido, más cargado de humanidad, mejor inventariado que este del mar Interior y el de las tierras iluminadas por su reflejo. Pero, hay que decirlo, aun a trueque de pasar por ingratos a los ojos de nuestros antecesores: esta masa de publicaciones abruma al investigador como una lluvia de ceniza. Muchos de estos estudios hablan en un lenguaje pretérito, anticuado en más de un respecto. Lo que les interesa no es el vasto mar, sino tal o cual minúsculo trozo de su gran mosaico, no su extensa y agitada vida, sino los actos o los gestos de los príncipes y los ricos, un polvo de hechos menudos, que nada tiene que ver con la poderosa y lenta historia que a nosotros nos preocupa. Muchos de estos estudios necesitan ser tevisados, reajustados para encuadrarlos dentro del conjunto, removidos para infundirles nueva vida. No cabe tampoco trazar la historia de este mar sin el conocimiento exacto de las vastas fuentes de sus archivos. Tarea ésta que parece superior a las fuerzas del historiador aislado. No hay, en el siglo XVI, Estado mediterráneo cuyos cartularios no estén, por lo general, repletos de documentos salvados de los incendios, de los sitios, de las calamidades de todas clases por las que pasó el mundo mediterráneo. Para inventariar y clasificar estas fuentes auténticas, para sondear estas minas del más bello oro histórico, harían falta, no ya una vida, sino veinte vidas, veinte investigadores, consagrado cada uno de ellos a esta tarea con su vida propia. Tal vez llegue el día en que no se trabaje en las canteras de la historia con nuestros métodos de pequeños artesanos... Ese día, acaso sea dable escribir la historia general sobre los textos originales, y no, como hoy suele hacerse, sobre libros más o menos de primera mano. Huelga decir que, por muy amplio que mi esfuerzo haya sido en este punto, no he podido consultar, ni mucho menos, todos los documentos de los archivos que he tenido a mano; que mi libro se basa en una investigación forzosamente parcial; que sé de antemano que sus conclusiones serán revisadas, discutidas, desplazadas por otras, y que deseo que así sea. Así progresa y tiene que progresar la historia. Por otra parte, y por su propia naturaleza, por sus realidades técnicas, por su situación cronológica poco favorable entre las últimas grandes llamaradas del Renacimiento y de la Reforma y esa época dura y ya de repliegue que ha de ser el siglo XVll (digamos
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también entre dos tajos de historia), el Mediterráneo de la segunda mitad del siglo XVI es, indudablemente, como escribía Lucien Febv r e «un tema engañosamente hermoso». ¿Hace falta señalar el interés que encierra? No creemos que carezca de utilidad saber qué sucede en el mar Interior en los umbrales de la época moderna, en el momento en que el mundo deja de girar en torno a él, de vivir para él, con él y ajustándose a su ritmo. La decadencia inmediata de este mar y de este mundo, de que tanto se habla, no me parece un hecho probado; o, más exactamente, todo parece demostrar lo contrario. Pero, al margen de este drama, tengo para mí que todos los problemas planteados por el Mediterráneo son de una excepcional riqueza humana y que interesan, por tanto, a historiadores y no historiadores. Y creo, incluso, que estos hechos ayudan también a iluminar el tiempo presente, que no se hallan desprovistos de «utilidad», en el sentido estricto de la palabra, tal como Nietzsche la exigía de la misma historia. No voy a extenderme más sobre el aliciente y las tentaciones que este tema encierra. Sus insidias, quiero decir sus dificultades, sus traiciones, ya las he enumerado. Añadiré, si acaso, otra, a saber: que no he podido contar, entre nuestras obras de historia, con ninguna que me brindara una guía segura. Un estudio histórico centrado sobre un espacio líquido encierra todos los encantos, pero también, y más todavía, todos los peligros de una novedad. Ante una balanza cuyos dos platillos, igualmente cargados, se equilibraban, ¿habré tenido razón al inclinarme, a la postre, por el lado del riesgo, al creer, atentando contra la prudencia, que valía la pena correr la aventura? Puede servirme de excusa la historia misma de este libro. Cuando lo emprendí, en 1923, fue bajo la forma clásica, indudablemente más prudente, de un estudio consagrado a la historia mediterránea de Felipe II. Mis maestros de entonces lo elogiaron mucho. Lo veían encuadrado dentro de los marcos de aquella historia diplomática bastante indiferente a las conquistas de la geografía, poco atenta (como la diplomacia misma con harta frecuencia) a la economía y a los problemas sociales; bastante desdeñosa para los grandes hechos de la civilización, las religiones y las letras y las artes, los grandes testigos de toda historia digna de su nombre; de aquella historia diplomática que, arrellanada en su partí pris. no se dignaba mirar más allá de las oficinas de las cancillerías, para contemplar las realidades de la vida, espesa y fecunda. Explicar la poli-
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tica del Rey Prudente significaba, ante todo, sopesar las responsabilidades que, en la elaboración de esta política, les cabían al soberano y a sus consejeros y las que incumbían al papel de las cambiantes circunstancias; equivalía a determinar los grandes factores y los factores de menor importancia; a reconstruir el mapa general de la política mundial de España, de la que el Mediterráneo no fue más que un sector, y no por cierto privilegiado. Al llegar la década de 1580, la fuerza de España se vio, en efecto, empujada de golpe hacia el Atlántico. Era aquí, consciente o no del peligro, donde el vasto imperio de Felipe II tenía que hacerle frente y defender su existencia amenazada. Un poderoso movimiento bascular lo empujaba hacia sus destinos oceánicos. Interesarse por este juego subterráneo, por esta física de la política de España, anteponiendo estas investigaciones a la clasificación de las responsabilidades de un Felipe II o de un don Juan de Austria, pensando, además, que estos grandes personajes, pese a las ilusiones que pudieran hacerse, fueron con frecuencia juguetes tanto como actores de los acontecimientos, equivalía ya a salirse de los cuadros tradicionales de la historia diplomática; preguntarse, en fin, si el Mediterráneo no había tenido, por encima de este lejano y agitado juego de España como potencia (juego bastante gris, por lo demás, si dejamos a un lado el gran acto pasional de Lepanto), su historia propia, su destino, su poderosa vida, y si esta vida no merecía otra cosa que el papel de un pintoresco telón de fondo; equivalía a dejarse llevar de la tentación de este inmenso y peligroso tema que a la postre me ha aprisionado. ¿Cómo podía no darme cuenta de ello? ¿Cómo perseguir, de archivo en archivo, el documento revelador, sin tener los ojos bien abiertos a esta vida, tan diversa y animada? ¿Cómo no volver la atención, ante tantas actividades nutricias y heterogéneas, a aquella historia económica y social, revolucionaria, que un puñado de trabajadores se esforzaba por elevar, en Francia, al rango que nadie le disputaba ya ni en Alemania ni en Inglaterra, ni en los Estados Unidos, ni siquiera en Bélgica, tan cercana a nosotros, o en Polonia? Captar la historia del Mediterráneo en su masa compleja era seguir el consejo de estos hombres, ponerse a la sombra de su experiencia, acudir en su ayuda, tomar partido por una forma nueva de historia, repensada y elaborada dentro de nuestras fronteras y que merece trasponerlas; una historia imperialista, sí, no cabe duda, consciente de sus problemas y de sus posibilidades, pero deseosa también, por hallarse obligada a romper con ellas, de destruir
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las formas antiguas, con más o menos justicia, por lo demás, pero e s to qué importa! ¿No era una excelente ocasión, al tratar de un nersonaje que no encaja en ninguno de los moldes establecidos, nara aprovecharse de su masa, de sus exigencias, de sus resistencias V de sus celadas, pero también de su brío, en el intento de construir la historia de otro modo del que nuestros maestros nos han enseñado? Toda obra se siente revolucionaria y pretende ser una conquista, se esfuerza en serlo. El Mediterráneo nos habría prestado un gran servicio, aunque sólo hubiese sido por eso, por obligarnos a salir de nuestra rutina. Este libro se divide en tres partes, cada una de las cuales es, de por sí, un intento de explicación de conjunto. La primera trata de una historia casi inmóvil, la historia del hombre en sus relaciones con el medio que le rodea; historia lenta en fluir y en transformarse, hecha no pocas veces de insistentes reiteraciones y de ciclos incesantemente reiniciados. No he querido olvidarme de esta historia, casi situada fuera del tiempo, en contacto con las cosas inanimadas, ni contentarme tampoco, a propósito de ella, con las tradicionales introducciones geográficas de los estudios de historia, inútilmente colocadas en los umbrales de tantos libros, con sus paisajes minerales, sus trabajos agrícolas y sus flores, que se hacen desfilar rápidamente ante los ojos del lector, para no volver a referirse a ellos a lo largo del libro, como si las flores no rebrotaran en cada primavera, como si los rebaños se detuvieran en sus desplazamientos, como si los barcos no tuviesen que navegar sobre las aguas de un mar real, que cambia con las estaciones. Por encima de esta historia inmóvil se alza una historia de ritmo lento: la historia estructural de Gastón Roupnel, que nosotros llamaríamos de buena gana, si esta expresión no hubiese sido desviada de su verdadero sentido, una historia social, la historia de los grupos y las agrupaciones. Cómo este mar de fondo agita el conjunto de la vida mediterránea es lo que me he esforzado por exponer en la segunda parte de mi libro, estudiando sucesivamente 'as economías y los Estados, las sociedades y las civilizaciones e •ntentando, por último, poner de manifiesto, para esclarecer mejor ffl i concepción de la historia, cómo todas estas fuerzas profundas entran en acción en los complejos dominios de la guerra. Pues la
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guerra no es, como sabemos, un dominio reservado exclusivamente a las responsabilidades individuales. Finalmente, la tercera parte, la de la historia tradicional o, si queremos, la de la historia cortada, no a la medida del hombre, sino a la medida del individuo, la historia de los acontecimientos, de Franqois Simiand: la agitación de la superficie, las olas que alzan las mareas en su potente movimiento. Una historia de oscilaciones breves, rápidas y nerviosas. Ultrasensible por definición, el menor paso queda marcado en sus instrumentos de medida. Historia que tal y como es, es la más apasionante, la más rica en humanidad, y también la más peligrosa. Desconfiemos de esta historia todavía en ascuas, tal como las gentes de la época la sintieron y la vivieron, al ritmo de su vida, breve como la nuestra. Esta historia tiene la dimensión tanto de sus cóleras corno de sus sueños y de sus ilusiones. En el siglo XVI, después del verdadero Renacimiento, viene el Renacimiento de los pobres, de los humildes, afanosamente entregados a la faena de escribir, de contarse las cosas, de hablar de los otros. Toda esta preciosa balumba de papeles es harto deformante, invade abusivamente este tiempo perdido, ocupa en él un lugar que desentona de la verdad. El lector que se dedicara a leer los papeles de Felipe II, como si estuviera sentado en el sitio de éste, se vería transportado a un mundo extraño, al que le faltaría una dimensión; a un mundo poblado, sin duda, de vivas pasiones: a un mundo ciego, como todo mundo vivo, como el nuestro, despreocupado de las historias de profundidad, de esas aguas vivas sobre las cuales boga nuestra barca, como un navio borracho, sin brújula. Un mundo peligroso, diríamos nosotros, pero cuyos sortilegios y cuyos maleficios hubiéramos conjurado de antemano, al fijar aquellas grandes corrientes subterráneas y a menudo silenciosas cuyo sentido sólo se nos revela cuando abrazamos con la mirada grandes períodos de tiempo. Los acontecimientos resonantes no son, con frecuencia, más que instantes fugaces, en los que se manifiestan estos grandes destinos y que sólo pueden explicarse gracias a ellos. Hemos llegado, así, a una descomposición de la historia por pisos. O, si se quiere, a la distinción, dentro del tiempo de la historia, de un tiempo geográfico, de un tiempo social y de un tiempo individual. O, si se prefiere esta otra fórmula, a la descomposición del hombre en un cortejo de personajes. Tal vez sea esto lo que menos se me perdonará, aunque afirme, defendiéndome de antemano, que también los recortes tradicionales fraccionan la historia
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viva y sustancialmente una; aunque sostenga, en contra de Ranke o de Karl Brandi, que la historia-relato no es un método, o no es el método objetivo por excelencia, sino también una filosofía de la historia: aunque asevere, y demuestre más adelante, que estos planos superpuestos no pretenden ser otra cosa que medios de exposición y no me abstenga, ni mucho menos, de pasar de uno al otro, sobre la marcha... Pero, ¿para qué alegar? Si alguien me reprocha que no he sabido ensamblar los elementos de este libro, espero que encontrará en él, por lo menos, piedras convenientemente cortadas, conforme a las reglas de nuestras canteras. Espero, también, que nadie me echará en cara mis excesivas ambiciones, el deseo y la necesidad que he sentido de ver las cosas en grande. No creo que la historia esté condenada a no estudiar más que los huertos sólidamente cercados. Si así lo hiciera, ¿no faltaría a uno de sus deberes actuales, que es también el de contestar a los angustiosos problemas de la hora, el de mantenerse en contacto con las ciencias, tan jóvenes, pero .tan imperialistas también, del hombre? ¿Puede existir, en este año de 1946, un humanismo actual, sin historia ambiciosa, consciente de sus deberes y de sus inmensos poderes? «Es el miedo a la gran historia el que ha matado la gran historia», escribía Edmond Faral, en 1942. ¡Ojalá pueda vivir! La lista de aquellos de quienes me siento deudor es larga. Para ser completa, exigiría un volumen entero. Citaré solamente los nombres esenciales. Mi gratitud se vuelve, ante todo, hacia mis maestros de la Sorbona de hace veinte años: Albert Demangeon, Emile Bourgeois, Georges Pagés, Maurice Holleaux y Henri Hauser, a quien debo mi primera orientación hacia la historia económica y social y cuya viva amistad me ha sostenido y reconfortado constantemente. En Argel, me ha servido de mucho la amistosa ayuda de Georges Yver, de Gabriel Esquer, de Émile-Félix Gautier y de Rene Lespés; y, en 1931, tuve el placer de oír allí las maravillosas enseñanzas de Henri Pirenne. Quiero dar las gracias muy especialmente a los archiveros españoles, que tanto me han ayudado en mis investigaciones y que fueron mis primeros maestros de hispanismo: Mariano Alcocer, Ángel de la Plaza, Miguel Bordonau, Ricardo Magdaleno, Gonzalo Ortiz... Los recuerdo a todos con placer, y recuerdo nuestras discusiones en Simancas, capital «histórica» de España. En Madrid, Francisco Rodríguez Marín me acogió con su gracia de príncipe del
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espíritu... Expreso también mi agradecimiento a los archiveros italianos, alemanes y franceses, a quienes abrumé de consultas, en el curso de mis investigaciones. Y debo mencionar aparte, en este capítulo de gracias, al señor Truhelka, reputado astrónomo e incomparable archivero de Dubrovnik, el gran amigo de mis viajes a través de los archivos y las bibliotecas. También es muy larga, y dispersa por varios países, la lista de mis colegas y de mis estudiantes en Argel, Sao Paulo y París, que, en una medida o en otra, me aportaron su ayuda. Debo dar las gracias, especialmente, a Earl J. Hamilton, Marcel Bataillon, Robert Ricard y André Aymard, quienes me prestaron su valioso concurso por diversos conceptos. Entre mis camaradas de cautiverio quiero citar a dos, que se asociaron a mis trabajos: Maitre AddéVidal, abogado en la Corte de Apelación de París, y Maurice Rouge, urbanista y a ratos historiador. Y no olvido tampoco la ayuda que jamás me ha regateado el pequeño grupo de la Rerue Historique —Maurice Crouzet y Charles-André Julien—, en los tiempos en que Charles Bémont y Louis Eisenmann protegían allí nuestra agresiva juventud. Pero la mayor parte de mis deudas de gratitud es la que tengo con los Anuales, con su enseñanza y con su espíritu. Sabido es que procuro hacer honor a ella lo mejor que puedo. Antes de la guerra, sólo pude mantener un primer contacto con Marc Bloch. Creo poder asegurar, sin embargo, que he procurado captar hasta los más pequeños detalles de su rico pensamiento. ¿Puedo añadir, por último, que este trabajo que el lector tiene entre sus manos no habría llegado a terminarse tan pronto a no haber sido por la afectuosa y enérgica solicitud de Lucien Febvre? Sus estímulos y sus consejos me ayudaron a salir de una larga zozobra con respecto a la razón de ser del empeño en que me había metido. Es casi seguro que a no ser por él, me habría engolfado una vez más en mis investigaciones y en mis legajos. El inconveniente de las empresas demasiado ambiciosas es que se pierde uno en ellas, a veces con complacencia. ' Mayo de 1946
1 En el curso de las últimas correcciones a mi libro, he tenido en cuenta las observaciones y sugestiones de Marcel Bataillon, Émile Coornaert, Roger Dion y C. E. Labrousse.
PROLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN FRANCESA He dudado mucho antes de reeditar El Mediterráneo. Algunos de mis amigos me aconsejaban que no cambiase nada, ni una palabra, ni una coma, arguyendo que no debía alterar un texto ya clásico. ¿Era justo que escuchase sus palabras? Con el aumento de nuestros conocimientos y los progresos de las ciencias sociales, vecinas de las históricas, los libros de historia envejecen hoy con mucha mayor rapidez que ayer. Basta que transcurran unos instantes para que su vocabulario quede anticuado, su novedad pase a ser tópica, y las explicaciones que ofrece, cuestionables. Por otra parte, El Mediterráneo no data, en realidad, de 1949, año de su publicación, ni tampoco de 1947, año en que se defendió, como tesis, en la Sorbona. El libro, si no escrito enteramente, estaba redactado en sus grandes líneas desde 1939, es decir, coincidiendo en la fecha con el final de la primera y deslumbrante juventud de los Annales de Marc Bloch y de Lucien Fevbre, de los cuales es resultado directo. Asi pues, el lector hará bien en no dejarse confundir por algunos de los argumentos que aparecen en el prólogo de la primera edición, y que son ataques contra posiciones viejas, olvidadas hoy en el mundo de la investigación, si no en el de la enseñanza. Nuestra polémica de ayer persigue, pues, fantasmas del pasado. Muy pronto advertí que una nueva edición implicaba una seria y extensa —si no total— revisión del texto, una puesta al día que no se podía limitar a la inclusión de aquellos mapas, esquemas, gráficas e ilustraciones que las dificultades materiales que imperaban en 1949 me habían impedido publicar. Las correcciones, las adiciones y las refundiciones son, a veces, muy considerables, dado que he debido tener en cuenta no sólo los nuevos conocimientos, sino a lgo que es mucho más ir. nortante: las nuevas problemáticas. Algunos capítulos han tenido que ser escritos de punta a cabo. 21
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Toda labor de síntesis —como tantas veces repetía Henri Pirenne— provoca una nueva ola de investigaciones especializadas. Tales investigaciones no han faltado, siguiendo la estela de mi libro. Comenzaron tras mis pasos, pero hoy me han arrollado. Necesitaría páginas y páginas para dar cuenta del inmenso trabajo que se ha llevado a cabo desde 1949, en terrenos que conciernen directamente a esta obra, con los libros y estudios, publicados o no, de Ómer Lütfi Barkan y sus alumnos, de Julio Caro Baroja, de JeanFranqois Bergier, de Jacques Berque, de Ramón Carande, de Alvaro Castillo Pintado, de Federico Chabod, de Huguette y Pierre Chaunu, de Cario M. Cipolla, de Gaetano Cozzi, de Jean Delumeau, de Alphonse Dupront, de Elena Fasano, de Rene Gascón, de José Gentil da Silva, de Jacques Heers, de Emmanuel Le Roy Ladurie, de Vitorino Magalháes Godinho, de Hermann Kellenbenz, de Henry Lapeyre, de Robert Mantran, de Felipe Ruiz Martín, de Frédéric Mauro, de Ruggiero Romano, de Raymond de Roover, de Frank Spooner, de Iorjo Tadic, de Alberto Tenenti, de Valentín Vázquez de Prada, de Pierre Vilar, y, finalmente, los trabajos del grupo formado por el llorado Jaime Vicens Vives y sus extraordinarios alumnos. He participado, a veces muy de cerca, en la elaboración de estos trabajos. Por lo que a mi se refiere, he añadido mucho a la información de la primera edición, en el curso de continuas investigaciones y lecturas en los archivos y bibliotecas de Venecia, Parma, Módena, Florencia, Genova, Ñapóles, París, Viena, Simancas, Londres, Cracovia y Varsovia. Ha habido que integrar todo el material recolectado, y entonces se me han presentado insidiosas cuestiones de método, como inevitablemente había de suceder en un libro de estas proporciones que toma como tema el espacio mediterráneo, considerándolo en sus más vastos límites o abarcando todos los aspectos de su densa y rica existencia. Aumentar la información trae necesariamente consigo el desplazamiento o la eliminación de los antiguos problemas, y la inevitable aparición de otros nuevos, cuyas soluciones se vislumbran difíciles y poco precisas. Por otra parte, durante los quince años que separan esta nueva edición de la redacción inicial, también el autor ha cambiado. Por ello resultaba imposible tocar el libro sin alterar automáticamente el equilibrio de ciertos razonamientos, e. incluso la articulación mayor en torno a la cual se había estructurado toda la obra: la dialéctica espacio-tiempo (historiageografía), que era la justificación original del libro. Me he viste
PROLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN FRANCESA
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obligado, esta vez, a acentuar perspectivas que apenas había esbozado en el primer texto. La economía, las ciencias políticas, una determinada concepción de las civilizaciones, y un estudio demográfico más atento son los puntos que más me han solicitado. He multiplicado aquellas nuevas perspectivas que, si no me equivoco, arrojan una luz nueva en la misma médula del libro. Sin embargo, el problema básico continúa siendo el mismo. Es el problema con el que se enfrenta toda empresa histórica: ¿Es posible aprehender, de una forma u otra, al mismo tiempo, una historia que se transforma rápidamente —cambios tan continuos como dramáticos— y otra, subyacente, esencialmente silenciosa, indudablemente discreta, casi ignorada por quienes la presencian y la viven y que soporta casi inmutable la erosión del tiempo? Esta contradicción decisiva, que debe ocupar siempre el centro de nuestros pensamientos, se revela como un magnífico instrumento de conocimiento y de investigación. Aplicable a todos los aspectos de la vida, reviste necesariamente diferentes formas según sean los términos de la comparación. Los historiadores se han habituado cada vez más a describir esta contradicción en términos de estructuras y coyunturas, las primeras denotando realidades a largo plazo, y a corto plazo las segundas. Es evidente que existen diferentes clases de estructuras, y lo mismo ocurre con las coyunturas, variando unas y otras en sus duraciones. La historia acepta y descubre múltiples explicaciones, y lo hace por desplazamientos verticales, de un plano temporal a otro. Y en cada plano se producen también conexiones y correlaciones horizontales. Esto es lo que ya explicaba, aunque en términos más simples e inequívocos, el prólogo de la p¡ Imera edición, donde, además, doy cuenta de mis intenciones originales y explico la sucesión de los capítulos de este libro. 19 de junio de 1963
Los mapas y diagramas de esta segunda edición han sido trazados, siguiendo mis indicaciones, en el Laboratorio de Cartografía de la VI Sección de la École de Hautes Études, bajo la supervisión de Jacques Bertin. Uuiero expresar mi agradecimiento a ia señorita Marthe Briata, a la señora Marianne Mahn, a A. Tenenti y a M. Keul por la ayuda que me han prestado cotejando la bibliografía y leyendo las pruebas.
PRIMERA PARTE
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Como su título indica, la primera parte de este libro se centra en torno a la geografía. Pero es una geografía muy sui generis, atenta especialmente a cuanto concierne a los factores humanos. Y no sólo eso: es también un intento de dar con una particular especie de historia. Aun en el caso de haber contado con datos más numerosos y perfectamente fechados, nO nos habríamos podido contentar con una investigación sobre la geografía humana, limitada estrictamente al período que va del año 1550 al año 1600, ni siquiera en el caso de haberla emprendido con la falaz intención de llegar a una explicación determinista. Y dado que ni mucho menos disponemos de testimonios completos, y que ni siquiera han sido recogidos sistemáticamente por los historiadores, no nos queda otra posibilidad, si queremos iluminar ese corto instante de la vida mediterránea que va de 1550 a 1600, sino la de interpolar y analizar imágenes, paisajes y realidades de otras épocas, sean anteriores o posteriores; y algunas son tan posteriores, que las hemos sacado del tiempo que estamos vivie.ido. El resultado de esta acumulación será un marco en el que, a través del tiempo y del espacio, se desarrolla una historia a cámara lenta que permite descubrir rasgos permanentes. En semejante contexto la geografía deja de ser un fin en sí para convertirse en un medio; nos ayuda a recrear las más lentas de las realidades estructurales, a verlo todo en una perspectiva según el punto de fuga de la duración más larga '. También la geografía puede, como la historia, dar respuesta a muchos interrogantes. Y en nuestro caso, nos ayuda a descubrir el movimiento casi imperceptible de la historia, a condición, naturalmente, de que estemos abiertos a sus lecciones y aceptemos sus divisiones y categorías. ' FERNANDBRAUDEL, «Histoire et sciencies sociales, la longue durée», en Anuales £• S. C. oct.-dic. 1958, pp. 725-53. 27
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
El Mediterráneo presenta por lo menos dos rostros. Está compuesto, en primer lugar, de una serie de penínsulas compactas y montañosas, interrumpidas por llanuras esenciales: Italia, la península de los Balcanes, el Asia Menor, el África del Norte y la península Ibérica. En segundo lugar, el mar insinúa, entre estos continentes en miniatura, sus vastos espacios, complicados y fragmentados, pues el Mediterráneo, más que una entidad singular, es un complejo de mares. Penínsulas y mares serán las dos especies de ambientes que consideraremos en primer lugar, para, gracias a ellos, establecer las condiciones generales de la vida de los hombres. Pero no bastará con ellos para llegar a saberlo todo. Por su parte sur el Mediterráneo está muy poco separado del inmenso desierto que se extiende sin pausa del Sahara atlántico al desierto de Gobi, hasta las mismas puertas de Pekín. Del sur de Túnez al sur de Siria el desierto se asoma directamente al mar. Más que un vecino, es un huésped, molesto algunas veces y exigente siempre. El desierto es, pues, uno de los rostros que ofrece el Mediterráneo. Por su parte norte el Mediterráneo se encuentra con Europa. Esta recibe de él múltiples influencias y, recíprocamente, le afecta con otras igualmente numerosas y a veces decisivas. La Europa del Norte, ese mundo más allá de los olivares, es una realidad con cuya presencia constante cuenta la historia del Mediterráneo. Y el auge de esa Europa, vinculada al Atlántico, será el elemento que decidirá el destino del mar Interior en los años finales del siglo XVI. Los capítulos I, II y III describen la diversidad del mar y trascienden espacialmente sus orillas materiales. ¿Se puede hablar, en estas condiciones, de una unidad física de este mar (capítulo IV, «La unidad física: el clima y la historia») o de una unidad humana necesariamente histórica (capítulo V, «La unidad humana: rutas y ciudades, ciudades y rutas»)? Estas son las etapas que cubre la amplia sección introductoria, la cual se propone dibujar los diferentes rostros y el rostro del Mediterráneo, para así poder comprender mejor, dentro de los límites de lo posible, su destino multicolor.
CAPITULO I LAS PENÍNSULAS MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS Las cinco penínsulas del mar Interior se asemejan. Si atendemos a su relieve vemos que están regularmente divididas entre superabundantes montañas, unas cuantas llanuras, escasas colinas y extensas mesetas. Sin afirmar que ésta sea la única manera posible de disecar sus masas, las dividiremos recurriendo a estas sencillas categorías. Cada una de las piezas de tales rompecabezas pertenece a una determinada familia y puede clasificarse de acuerdo con una evidente tipología. De modo que en lugar de considerar cada península como una entidad autónoma, trataremos de ver únicamente la analogía de los materiales componentes. Dicho con otras palabras: extendamos las piezas del rompecabezas y comparemos lo comparable. Incluso en el plano histórico aportará no poca luz esta fragmentación y su posterior reordenación. I.
EN PRIMER LUGAR, LAS MONTAÑAS
El Mediterráneo es, por definición, un mar rodeado de tierras, encerrado entre ellas. Sin embargo, hay que distinguir entre las tierras que abrazan y circundan este mar. ¿El Mediterráneo no es, ante todo, un mar entre montañas? ¿Y no conviene destacar esto con fuerza sobre el plano de la historia, ya que, generalmente, este hecho y sus múltiples consecuencias pasan inadvertidos? Características físicas y humanas Y no es que los geólogos ignoren ese hecho y dejen de explicarlo. El Mediterráneo, nos dicen, está situado todo él en la zona de los pliegues y las fallas de la Era Terciaria que se extienden por el "iejo Mundo, de Gibraltar a Insulindia; más aun, constituye exactamente una parte de esta zona. Pliegues recientes, de la edad de 'os Pirineos los unos, los otros de la edad de los Alpes, han removido y puesto en acción los sedimentos de un Mediterráneo secundario mucho más grande que el nuestro, principalmente enormes yacimientos calcáreos cuyo espesor excede a veces de 1 000 me29
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tros. Muchas veces, estos violentos pliegues han venido a depositarse sobre moles de viejas y duras rocas, que casi siempre se han realzado (formando, por ejemplo, las Cabilias), incorporándose otras veces a poderosas cadenas montañosas, como en el caso del Mercantour, y de numerosos macizos axoideos de los Alpes y los Pirineos, y que, en ocasiones, con mayor frecuencia aún, se han hundido —en relación con algún fenómeno más o menos volcánico—, para ser recubiertos por las aguas del mar. Aunque interrumpidas por las cuencas marítimas, las montañas se entrelazan de un borde a otro de las fosas líquidas, formando sistemas vastos y coherentes. Un puente comunicó en tiempos Sicilia con Túnez; otro, el puente bético, unió a España y Marruecos; el puente egeo se tendía de Grecia al Asia Menor (su desaparición es tan reciente —en términos geológicos— que coincidiría con el diluvio de que nos habla la Biblia); sin referirnos a los continentes, como la Tirrénida, de los que sólo quedan algunas islas como testigos y fragmentos adheridos al litoral. Todo esto suponiendo, claro está, que las hipótesis geológicas respondan a la realidad, pues se trata solamente de hipótesis. 1 En todo caso, puede afirmarse como 1 No he creído necesario detenerme en esta controvertida cuestión. A. PniLIPI'SON, Das Mittelmeergebiet. 1904 (cuarta ed., Leipzig, 1922), que me ha servido de guía general, evidentemente es un texto envejecido, y, a este respecto, ias ediciones posteriores nada cambian en cuanto al fondo. Para explicaciones geológicas más nuevas habría que recurrir a libros clásicos, como el de BIBNOFF Geologie ron Europa. 1927; a un libro, de carácter general, a pesar de su título: VON SEIDLITX, W., Discordanz undOrogenese am Mittelmeer. XXIV-615 pp., Berlín, 1931, o a STHXE, H., Beitráge zur Geologie der uestlicben Mediterrangebiete. hrsg. im Auftrag der Gesellschaft der Wissenschaften, Góttingen, 1927-1935; o bien a estudios de detalle, como los de ASCHAI FR y J. S. HOLLISTER, «Ostpyrenáen und Balearen» (Beitr. z. Geología d. icestl. Mediterrangebiete. n.° 11), 208 pp., Berlín, 1934; WILHF.LM SIMÓN, DmSierra Morena der Prorinz Se:illa, Francfort, 1942; o al profundo y nuevo estudio
de PAI'L FALLOT y A. MARÍN sobre la cordillera del Rif, publicado en 1944 por el
Instituto de Geología y Mineralogía de España (cf. Académie des Sciences, sesión del 2-é de «bril de 1944, comunicación de M. JACOB). Deliberadamente, no hago las innuijfgrables indicaciones que sería necesario hacer de los trabajos de P, BlROT, de J. BoiTttART, de G. LF.COINTRE... El retorno a la hipótesis, en apariencia pasada de moda, de los puentes y los continente.» sumergidos, me lo sugiere LE DANOIS, VAtlantiaue. histoire et rie d'nn ocian. Albin Michel, París, 1938. El libro claro y dinámico de RAOUL BLANCHARD Géograpbie de l'Enrope. París, 1936, hace hincapié en que, para él, las montañas del Mediterráneo son una familia aparte, para la cual propone el nombre de Dinárides. Sobre las Dinárides propiamente dichas, v. J A O Q I F S Boi'RCART, Noi/velles obseriations sur la estructure des Dinárides adriatiq/ies. Madrid, 1929. TERMIER, A la gloire de la Terre. quinta edición, contiene un capítulo sobre la geología del Mediterráneo occidental. Repito que no he querido entrar en estos problemas geológicos, ni en los problemas geográficos de la cuenca del Mediterráneo, acerca de los cuales pueden encontrarse explicaciones en las obras generales. Estado actual de las cuestiones y bibliografía puesta al día en el manual de P. BIRET y J. DRESCH, La Méditerranée et le Moyen-Orient. 2 vol., París, 1953-56.
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hecho innegable la unidad estructural del espacio mediterráneo, ruvo «esqueleto» son las montañas; un esqueleto macizo, desmesurado, omnipresente, que por todas partes atraviesa la piel. Las montañas acusan su presencia por todas partes en torno al mar salvo algunas interrupciones de insignificante extensión, como el estrecho de Gibraltar, el umbral de Narouze, el corredor del Ródano y los estrechos que van del Egeo al mar Negreo. Sólo encontramos una laguna —muy extensa, es cierto—, la que se extiende desde el sur de Túnez hasta Siria, a lo largo de muchos miles de kilómetros: la mesa del Sahara, con una serie de ondulaciones, que llega directamente hasta el mar. Montañas altas, anchas, interminables: los Alpes, los Pirineos, los Apeninos, los Alpes dináricos, el Cáucaso, las montañas de Anatolia, el Líbano, el Atlas, las cordilleras de España. Se trata, pues, de poderosos y exigentes personajes. En unos casos, por razón de su altura; en otros, por sus formas compactas, tendidas a lo ancho y mal cortadas por valles poco accesibles, profundos y encajonados. Todos vuelven sus rostros imponentes y huraños hacia el mar. 2 El Mediterráneo no son, pues, sólo los paisajes de viñedos y olivares, las zonas urbanizadas y las franjas frondosas; es también, pegado a él, ese otro país alto y macizo; ese mundo erguido, erizado de murallones, con sus extrañas viviendas y sus caseríos, con sus «nortes cortados a pico». 3 Nada recuerda aquí al Mediterráneo clásico y risueño en el que florece el naranjo. Los inviernos, en estos parajes, son desoladores. La nieve cae abundante en el Atlas marroquí. Lo supo bien León el Africano cuando, al franquearlo en invierno, tuvo la mala fortuna de que le robasen el bagaje y la ropa... 4 Pero, ¿qué viajero del Mediterráneo no ha conocido también los tremendos aludes de la época invernal, los caminos bloqueados por la nieve, los paisajes siberianos y polares a unos cuantos kilómetros solamente de la costa soleada, las casas montenegrinas sepultadas bajo las nevadas o la garganta de Tirurdat, en la Cabilia, donde se concentran espantosos torbellinos y llegan a caer hasta cuatro metros de nieve en una sola noche? Los 2 Pone muy en daro este carácter compacto de las montañas llamadas Dinárides R. BLANCHARD, Géogr. de l'E/irope, pp. 7-8. LE LANNOU, Patres et Paysans de la Sardaigne, 1941, p, 9. 3 La expresión es de STR/.YGOWSKI. En Grecia, señala A. PHILIPPSON, op. cit., P- 42, al subir se puede con frecuencia sobrepasar la zona de los naranjales y de los olivares, atravesar todas las zonas vegetales europeas y casi alcanzar las nieves eternas. LEÓN EL AFRICANO, Descript. de l'Afriq//e, tiene partie du Monde, Lyon, 1556, P- 34.
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Vig. 2
Los plegamientos del Mediterráneo
Los macizos hercinianos corresponden a las zonas rayadas; en negro, los pagamientos alpinos; las líneas blancas indican la dirección de las cadenas montañosas. Al sur, la plataforma sahariana, en blanco, bordea el Mediterráneo desde Túnez hasta Siria. Al este, las fracturas tectónicas del mar Muerto y del mar Rojo. Al norte, las planicies intra-alpinas y extra-alpinas, en blanco. La línea de puntos marca el límite extremo de los antiguos glaciares.-
esquiadores de Crea pueden deslizarse en una hora hasta Argel, cubierta de rosas, mientras a 120 kilómetros solamente de allí, en ei Yuryura, cerca del bosque de cedros de Tindja, los indígenas se hunden en la nieve hasta la rodilla. ¿Quién no conoce también, en estos parajes, las nevadas tardías que duran, a veces, hasta bien entrado el verano y que, según dice un viajero «enfrían los ojos» i 5 Las nieves perpetuas salpican de manchas blancas la cima del Mulhacén, mientras a sus píes Granada se asfixia bajo un calor sofocante; se amontonan en el Taigeto, a la vista de la cálida planicie de Esparta; se conservan sin fundirse en los ventisqueros de las montañas libanesas o en los «glaciares» de Crea. 6 5 Presidente CHARLES DE BROSSES, Lettres familieres krries en Italia, París, 1740, I, p. 100. 6 Con mucha facilidad podría ampliarse la lista: el Mercantour, atrás de Niza; el Olimpo, «con su verdeante corona de nieve» (W. HELWIG, Braironiers de la mer en Grece. Leipzig, 1942, p. 164); las nieves de Sicilia, advertidas por EUGENE FROMEN. TIN en su Voyage en Egypte. París, 1935, p. 156; y «ese terrible desierto de nieve», cerca de Erzeroum, del que habla el conde de SERCEY (Une ambassade extraordinaire en ferse en 1839-1840, París, 1928, p. 46), a propósito de las montañas de Armenia. Ver también en GABRIEL ESQUER, Iconographie de l'Algérie, París, 1930, aunque no sea más que la estupenda litografía de Raffet sobre la retirada de Constantino en 1836, que se creería más bien un aspecto de la campiña rusa. O Jos detalles que da
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Estas nieves perpetuas nos explican la larga historia del «agua de la zona del Mediterráneo, que ya Saladino dio a beber Ricardo Corazón de León y de ¡a que el príncipe Carlos abusó hasta encontrar la muerte, en el caluroso mes de julio de 1568, estando preso en el palacio de Madrid. 7 En la Turquía del siglo XVI, el «agua de nieve» no era siquiera un lujo de los ricos. En Constantinopla, y en otros lugares —Trípoli de Siria, por ejemplo j s los viajeros mencionan a vendedores de agua de nieve, trozos de hielo y sorbetes, artículos que se pueden comprar por unas pocas monedillas. 9 Belon du Mans nos refiere que la nieve de Brusa llegaba a Constantinopla en cargamentos enteros. , 0 Podía obtenerse en cualquier época del año, dice Busbec, quien se sorprende al ver que los jenízaros la beben diariamente en Amasia, en Anatolia y en los campamentos del ejército turco. ' ' El comercio de la nieve es tan importante que los Pachas se interesan en la explotación de las minas de hielo: Mehemet Pacha ganaba con ellas, según se dice en 1578, hasta 800 000 cequíes al año. 12 En Egipto, donde relevos de veloces caballos la llevaban de Siria a El Cairo; en Lisboa, adonde se hacía venir de muy lejos; n en Oran, el presidio español de África, adonde la nieve llegaba de España en •
n i e ve»
ARMSTRONG (Grey Wolf. Mnstafa Kímal. 1933, p. 68 de la trad. Mustapha Kémal. 1933) sobre los 30 000 soldados turcos sorprendidos por el invierno en las montañas de la frontera turco-rusa durante la guerra de 1914-1918, quienes mueren apretados unos contra otros por calentarse, y cuyos cadáveres encontraron largo tiempo después las patrullas rusas. Sobre la persistencia de la nieve africana hace notar P. DIEGO DE HAEDO, Topografía e historia general de Argel. Valladolid, 1612, p. 8, v.: «... en las montañas más altas del Cuco o del Labes (donde hay nieve todo el año)». Fueron las abundantes nevadas las que salvaron a Granada, en diciembre de 1568. DIEGO DF. MENDOZA, Guerra de Granada. Biblioteca de Autores Españoles, t. XXI, p. 75. 7 Sobre don Carlos, el mejor libro sigue siendo el de Louis PROSPER G A CHARD, Don Carlos y Felipe 11. París, 1867, segunda edición, 2 vols. Vuelve a tratar el problema, un poco pesadamente, LUDWIG PíANDL,Johanna die Wahnsinnige, Fr. i. Br. 1930, pp. 132 ss. Debe rechazarse la tesis de VIKTOR BIBL, Der Tod des Don Carlos. Viena, 1918. * Voyage faict par moy Pierre Leualopier. manuscrito H. 385, Escuela de Medicina de Montpellier, ff. 44 y 44 v, publicado en una edición abreviada por ÉDOUARD CLERAY, con el título: «Le voyage de Pierre Lescalopier Parisién de Venise á Constantinople l'an 1574», en Reiue d'Histoire diplomatique, 1921, pp. 21-55. 9 SALOMÓN SCHVCEIGGER, Ein Nene Reissbesihreibung auss Tentschland nach Constantinopel undJerusalem. Nuremberg, 1639, p. 126. 10 BELON DU MANS, Les observations de... singularités. París, 1553, p. 189. 1 ' Lettres du Barón de Busbec. París, 1748, I, p. 164; II, p. 189. 12
S. SCHWEIGGER, Op. Ctt., p . 1 2 5 .
, u J. SANDERSON, The Tratéis of John Sanderson ¡n ibe Leíant !931, p. 50, n. 3.
(1584-1602).
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los bergantines de la Intendencia; 14 en Malta, donde los caballeros, si hemos de creerlos, morían cuando no les llegaba la nieve proveniente de Ñapóles, pues, por lo que parece, sus enfermedades requerían «este remedio soberano», 15 era, al contrario, artículo de lujo. En cambio, tanto en Italia como en España parece ser que estaba bastante extendida la consumición de agua de nieve. Eso explica el temprano desarrollo, en Italia, del arte de confeccionar sorbetes y helados. , 6 Tan productiva era su venta en Roma que se convirtió en monopolio. I7 En España se metía la nieve en grandes pozos, donde se conservaba hasta el verano. I8 Sin embargo, peregrinos occidentales encaminados a Tierra Santa se muestran sorprendidos cuando ven, en 1494, en la costa siria, que el propietario de su barco recibe el regalo de «un saco lleno de nieve, la vista del cual en este país, en pleno mes de julio, colmó de asombro a la tripulación». I9 Y en esta misma costa siria, en 1553, un veneciano nota con sorpresa que los «moros, ut nos utimur saccharo, iter spargunt nivem super cibos et sua edulia», 20 «ponen nieve en sus platos y alimentos del mismo modo que nosotros les ponemos azúcar». En pleno corazón del cálido Mediterráneo, estas regiones nevadas acusan su poderosa fuerza de originalidad. Sus masas ubicuas dominan las planicies, la franja frondosa del litoral, todas esas creaciones brillantes, pero diminutas, esas comarcas «felices», siempre necesitadas de hombres, como más adelante veremos, y que reclaman vías de comunicación para su abundante tráfico. Se imponen a las tierras bajas, pero les infunden temor. El viajero, cuando puede, procura sortear los obstáculos, circular, por así decirlo, sin salir del piso bajo, de planicie en planicie, pasando de un valle a otro. Sólo cuando no tiene más remedio se aventura por ciertas sendas escarpadas, por desfiladeros de siniestro nombre. Pero sale de ellos lo antes posible. El viajero se siente, se sentía sobre todo hasta ayer, prisionero de las tierras llanas, de los jardines, del deslumbrante litoral, de la vida abundosa del mar. 14
B. M. Add. 28 488, f. 12, hacia 1627. A. N. A. E. B ' 890, 22 de junio de 1754. Sobre los helados y sorbetes, FRANKLIN, Dict. hist. des Arts, pp. 363-4; Enciclopedia Italiana, Treccani. art. «Gelato». 17 JEAN DELI'MEAU, La vie konomique a Rome, 1959, I, p. 398. Proposición de un impuesto sobre la nieve, A. d. s. Ñapóles, Sommaria Consultationum, 7, ff. 41820, 19 de julio de 1581. 18 ORTEGA Y GASSET, Papeles sobre Velázquez y Goya. Madrid, 1950, p. 120. 19 PETRUS CASÓLA, Viaggio a Gerusalemme. 1494 (edit. Milán, 1855), p. 55. 20 Museo Correr, Cicogna 796, ¡tinéraire de Gradenigo. 1553. 15
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Y, a decir verdad, ¿no le ocurre también al historiador algo arecido? También él se entretiene morosamente en la planicie, en • escena teatral en que se mueven los príncipes y los poderosos de la hora; no parece en absoluto deseoso de internarse en las altas y cercanas montañas. Más de uno se sorprende al descubrirlas, pues rara vez el historiador se aleja de las ciudades y de sus archivos. Y, s in embargo, ¿cómo es posible que pasen inadvertidos esos grandes y encumbrados actores de la historia, esas montañas pobres, medio salvajes, pero en donde el hombre brota como una planta vivaz, y, al mismo tiempo, sin embargo, semidesiertas, puesto que el hombre siente el impulso de abandonarlas continuamente? Es difícil ignorarlas, pues muchas veces llegan hasta el mismo mar y terminan en largas costas escarpadas, en los más clásicos paisajes mediterráneos. 2I El montañés es un tipo de hombre conocido de toda la literatura del Mediterráneo. Ya según Homero los cretenses desconfían de los salvajes de sus montañas, y Telémaco, de vuelta en Itaca, evoca aquel Peloponeso cubierto de bosques, donde vivió entre mugrientos aldeanos «comedores de bellotas». 22 Definición de la montaña ¿Qué es exactamente una montaña? Sería una inútil minuciosidad pretender dar una definición precisa diciendo, por ejemplo, que en su conjunto las tierras mediterráneas sobrepasan los 500 metros de altura. De lo que se trata es de fijar los límites humanos, forzosamente inciertos y variables, y, por tanto, difíciles de se21 Cf. este bello pasaje de una carta de 1552, de Villegaignon al rey de Francia: «Toda la costa del mar, de Gaeta a Ñapóles y de Ñapóles a Sicilia, está circundada por altas montañas, al pie de la cuales hay una playa azotada por todos los vientos del mar, como sería la costa de Picardía azotada por el vendaval, excepto que en una costa hay ríos donde uno puede refugiarse, y en la otra no...», comunicación del abate MARCHAND con el título de «Documents pour l'histoire du régne de Henri II», en Bulletin hist. et pbil. du Comité des travaux hist. et scietit.. 1901, Pp. 565-8. 22 V. BERARD, Les Navigations d'Ulysse, II, Penelope et les Barons des ¡les. 1928, Pp. 318-9. Es imposible no ver a estos montañeses, lo mismo ahora que antaño: anteayer, emigrantes montenegrinos se fueron a la América; ayer, soldados de la. guerra por la independencia turca, estos compañeros de Musfafá Kémal, de los que ARMSTRONG (Mi/stapha Kémal. op. cit., p. 270 de la trad. francesa) ha dado una descripción tan pintoresca: irregulares del «ejército verde» de Edén, «salvajes, de c ara feroz», los guardias de Mustafá, de la tribu montañesa de los lazzes (costa sur del mar Negro), «grandes salvajes esbeltos..., ágiles como gatos», que por privilegio conservaron sus trajes y sus danzas nacionales; la danza del «Zebek». Señalaremos, además, el ejemplo de los kurdos: sobre sus tiendas negras, sus galletas, con más Paja que trigo, su queso de cabra, sobre su vida en general, algunas notas de viaje
del conde de SERCEY, pp. 216, 288, 297.
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ñalar sobre el mapa. Raoul Blanchard nos advirtió hace ya bastante tiempo: «Es casi imposible dar una definición de la montaña que sea a la vez clara y comprensiva.» 2i ¿Diremos, entonces, que las montañas son algo así como los barrios pobres del Mediterráneo, sus reservas proletarias? Esta afirmación podría ser cierta, muy a grandes rasgos. Pero en el siglo XVI nos encontramos con muchas regiones pobres enclavadas más abajo de los 500 metros, como las estepas de Aragón o las marismas pontinas... Por lo demás, hay numerosas montañas que, si no muy ricas, se hallan por lo menos bastante favorecidas por la Naturaleza y relativamente pobladas. Algunos de los valles más altos del Pirineo catalán son capaces de absorber «parte de sus propios emigrantes, de un pueblo a otro». 24 Y hay muchas montañas que son ricas a causa de las abundantes lluvias: según Arthur Young, importa poco el suelo en el clima mediterráneo: «la lluvia y el sol se encargan de todo». Los Alpes, los Pirineos, el Rif o las Cabilias, todas estas montañas que miran hacia el oeste y están expuestas a los vientos del Atlántico, son comarcas verdegueantes, con jugosos pastos y espesos bosques. 2S Otras montañas son ricas, en cambio, por su subsuelo, por sus recursos minerales. Otras sé hailan muy densamente pobladas, por haberse replegado sobre ellas poblaciones de las tierras de abajo, circunstancia ésta que se ha repetido incontables veces. La montaña, como atestiguan tantos documentos y la misma Biblia, es un baluarte contra los soldados o los piratas. 26 A veces, de baluarte temporal se convierte en refugio, definitivo. 27 Lo demuestra con bastante claridad el ejemplo de los puszto-válacos, que desalojados de las llanuras por los campesinos eslavos y griegos, vagaron como nómadas durante toda la Edad Media a lo largo de los
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Prefacio a JULES BLACHE, L'homme et-la Montagne, op. itt.. p. 7. PlERRE VILAR, La Catalogue dans l'Espagne moderne. I, 1962, p. 209; la frase de Arthur Young está citada ibid., p. 242. 25 El Rif y el Atlas, «donde el plato típico son las reconfortantes gachas de harina, habas y aceite». BLACHE, L'homme et la montagne, pp. 79-80. 26 Josué, II, 15-6. Después del fracaso de su conspiración en Florencia, Buondelmonti busca refugio en los Apeninos toscanos (AliGUSTiN RENAUDET, Marbiarel. 1941, p. 108). Escapando de los corsarios y de los navios turcos, los cretenses se refugiaron en las montañas de su isla (B. N., París, Ital. 427, 1572, f. 199 v.). 27 Este es el punto de vista de PAUL VIDAL DE LA BLACHE, Príncipes de géogr. humaine, París, 1922, p. 42. Entre los ejemplos dados, los Alpes de Transilvania, donde se reconstituye el pueblo rumano; los Balcanes, donde análogamente, aunque en pequeña escala, se reconstituye el pueblo búlgaro; el Cáucaso, etcétera. 24
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acios libres de los Balcanes, de Galitzia a Servia y al mar Egeo, mpujados sin cesar, pero empujando, a su vez, a otros. 28 Igualan, j o s ciervos «en ligereza, bajaban de las montañas para hacerse n algún botín», escribe un viajero del siglo XII. 29 «Pasearon sus rebaños de ovejas y sus capotes negros por toda la península, hasta el cabo Matapán y Creta, encontrando su mejor refugio en los dos macizos más altos, el Hemus y el Pindó. De estas dos montañas descendieron sobre los llanos para irrumpir bruscamente en la historia bizantina, a comienzos del siglo XI.» 30 Todavía en el siglo XIX (os vemos merodear en torno a esas dos montañas, como pastores y agricultores y, sobre todo, como arrieros de esas caravanas de muías que constituyen el más importante medio de transporte en Albania y el norte de Grecia. 31 Son, pues, muchas las montañas que, en la cuenca del Mediterráneo constituyen otras tantas excepciones a aquella regla de pobreza y desolación, de que encontramos tan abundantes pruebas en los viajeros y en otros testigos del siglo XVI. Desolados eran los parajes de la Alta Calabria que, en 1572, atravesó el embajador de Venecia para reunirse en Mesina con don Juan de Austria; 32 desoladas la sierra Morena en Castilla, 33 y las sierras de Espadan y de Bernia, 34 en el reino de Valencia, acerca de las cuales hicieron averiguaciones en el año 1 564 las autoridades de Madrid, temerosas de que se agitaran en ellas los moriscos y se encendiera de nuevo la guerra en aquellos abruptos parajes, en los que ya levantiscos de 1526 habían resistido a los lansquenetes alemanes; más desolados aún, eternamente desolados, los montes agrestes y pelados del in-
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ANDRÉ BLANC, La Croatie accidéntale, 1957, p. 97. BENJAMÍN DE TIÍDELA, Voyage du célebre Benjamín aiitoiir dn monde commencé tan MCLXXill. trad. Pierre Bergeron, La Haya, 1735, p. 10. ,0 VÍCTOR BF.RARD, La Tiirquie et l'bellénisme conlemporain, 1893, p. 247. " F. C. H. L. DE POI'QUEVILLE, Voyage en Grece. 1820, t. 111, pp. 8 y 13; V. BÉRARD, op. cit., pp. 79, 83 y 247. Sobre los válacos y los aromunes existe abundante Iiteratuta. Algunos detalles en BLACHE, op. cit.. p. 22; Cvinc, La Péninsnle Mkanique. París, 1918, pp. 115, 178, 178 n. 1, 202,3. LUCA MICHIELI, 25 oct. 1572, Relazioni, A. d. S., Venecia, Collegio Secreta, filza 18. Don Quijote, episodio de Cardenio, «la razón que os ha traído (interroga el caballero) a vivir y a morir en estas soledades como bruto animal». Discurso sobre las sierras de Espadan y de Bernia (1564 o 1565). Sim. Eo •'• Creo que hay que relacionarlo con el documento B. N. París, Esp. 177; Ins'•lícion a vos Juan Baptista Antonelli. para que vayáis a reconoscer el sitio de la Sierra de Ver "ia (sin fecha). 29
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terior de Sicilia, y tantas otras montañas estériles, hostiles incluso a la vida pastoril. 3S Pero éstos son los casos extremos. Según el geógrafo J. Cvijic, 36 la montaña —él se refiere a las de la zona balcánica, pero sus observaciones pueden extenderse a todo el mundo mediterráneo— es la zona del habitat disperso, de las aglomeraciones de tipo aldeano; la llanura, en cambio, es el medio propicio a las poblaciones urbanas, a la ciudad. Esta distinción es válida para la Valaquia y, en grado mayor aún, en Hungría, en las enormes aldeas de la Puszta y la Alta Bulgaria, donde las aglomeraciones aldeanas, en otro tiempo medio pastoriles, se conocen con el nombre de kolibé. Así sigue ocurriendo todavía hoy en Servia, en Galitzia y en Podolia. Claro que todo esto es exacto solamente en términos relativos. En muchos casos nos sería difícil marcar sobre un mapa, con precisión, la zona de las poblaciones de tierra baja —a veces, verdaderas aglomeraciones urbanas— y las de los caseríos de las regiones altas, que suman a veces solamente un puñado de casas, pertenecientes en ocasiones a una sola familia. Un concienzudo estudio del mismo autor sobre los confines servio-búlgaros, entre Kumanil y Kumanovo, 37 lleva a la conclusión de que es punto menos que imposible establecer una delimitación precisa. Además, ¿podríamos extender esta realidad del continente balcánico, sin más, a la cercana Grecia 38 y, principalmente, a este Occidente, tan influido también por la vida del mar, que ha vivido largos siglos bajo el temor de los piratas, siempre en guardia contri las agresiones de la llanura, tantas veces saqueado y devastado y, para colmo de males, en tantas
35 Cf. las observaciones de DESCAMPS, Le Portugal, la fie sacíale actuelle. 1935, a propósito de la sierra da Estrela, pp. 123-4, con su vida pastoril menos desarrollada que la del norte. ' 6 Sobre este tema, v. las dos páginas luminosas de VIDAL DE LA BLACHE, Principes de Géographie hiwiaine. 1922, pp. 188-9. Las ideas de Cvijic a este respecto están expuestas de manera bastante gris en su libro en francés, La péninstile balkaníque. 1918. A propósito de las aldeas de montaña, VIDAL DE LA BLACHE apunta: «Es de estos pueblos de (os que Constantino Porfirogeneta escribió: 'no pueden sufrir que dos cabanas estén una junto a la otra'», op. cit.. p. 188. 37 «Grundlinien der Géographie und Geologie von Mazedonien und Ak-Serbien», en Petermanns Mitteiltingen a/tsj. Perthes Geographiscber Anstalt. Ergánzungsheft, n.° 162, 1908. 38 Un hermoso cuadro de la «aldea-ciudad» de Grecia: ANCEL, Les peuples et nations des Balkaus. 1926, pp. 110-1. A título de prueba viva, ver en MARTIN Hl'RLlMAN, Griecbenland mil Rbodus i/nd Zypern, Zurich, 1938, p. 28, ¡a magnífica fotografía de la población griega de Arajova, a 942 m. de altitud en las faldas del Parnaso. Población conocida por sus tejidos.
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eiones azotado por un clima malsano? Nos vienen al recuerdo las des ajdeas de Córcega, de Cerdeña, de Sicilia, de la Provenza, i j a s Cabilias y del Rif. Pero una cosa es cierta: tanto sí habita en pequeñas aldeas como en pueblos grandes, la población montañesa resulta, por lo general, insignificante en comparación con los vastos espacios, de difícil tránsito, que la circundan. Son centros de población parecidos a los primeros del Nuevo Mundo, también ellos sumergidos en un espacio superabundante y en gran parte estéril 3 9 u hostil, y carentes, por tanto, de contactos e intercambios, sin los cuales nunca puede renovarse la civilización. 40 La montaña se ve forzada a vivir de sí misma en cuanto a lo esencial; debe producirlo todo, como sea: cultivar la vid, el trigo y el olivo, aunque ni el suelo ni ei cuma sirvan para eilo. Sociedad, civilización, economía: todo presenta aquí un carácter acusado de arcaísmo y de pobreza. 4I Muy a grandes rasgos podemos hablar, pues, de una población montañesa diluida, y más exactamente aún, de una civilización incompleta, truncada, insuficiente, efecto de la escasez de población -" AROUE, Géngr. aes Pyrénées franqises, 1943, p. 48, señala que el espacio cultivado de los Pirineos franceses, según el cálculo del inspector general Thierry, «puede compararse a un departamento medio». Observación bastante esclarecedora. 40 Sobre Córcega, v. la carta de reprimenda de F. Borromeo al obispo de A|accio (14 nov., 1581, public. por VITTORIO ADAMI, «I Manoscritti della Biblioteca Ambrosiana di Milano, relativi alia storia di Corsica», en Archivio storico di Corsica, 1932, 3, p. 81). A través de estas reprimendas se evoca la vida agitada de! obispo, desplazándose con su pequeña caravana de bestias de carga a través de la montaña. Comparar esto con las dificultades de) viaje de San Carlos Borromeo, en 1580, es verdad que en los Alpes, o con las del obispo de Dax, en invierno, a través de las montañas nevadas de Esclavonia (su carta al rey, enero de 1573, ERNEST CHARRIÉRF, Négociations de ¡a France daris le Letant 1840-1860, III, pp. 348-52). Transitar por las vecinas montañas de Ragusa en invierno es una hazaña «que trae, de ordinario, consecuencias muy fastidiosas para la salud», y aun mortales (12 nov. 1593, documento publicado por VLADIMIR LAMANSKY, Secrets dt-tat de Vetiise, 1844, p. 104). Antes de 1923, aún se necesitaban tres días para nacer llegar las mercaderías de Viana de Castelo a ia desembocadura del Lima (DES •CAMPS, op. cit..
p. 18!.
RENE MAUNIER, Sociologie el Droil rumain. 1930, p. 728, ve en la familia kabila agnática una familia patriarcal, una gens romana, muy alterada, desde luego Sobre el arcaísmo económico de la montaña, con frecuencia señalado, cf. C H . M U RA ' E , Introduction a l'histoire konomique. 1943, pp. 45-6. Sobre lo que CVIJIC. llama el «patriarcalísmo perfeccionado» de las regiones dináricas, v. ha pétiins/ile balkaniine- op. cjt., p. 36, Prefiero su expresión de islas montañosas (ibid.. p. 29). Monte" e gro, esa fortaleza, y otras regiones altas, dice, han evolucionado «desde el punto e vista social como islas». Sobre ¡a zadruga, otro ejemplo de arcaísmo social, se contienen algunas líneas de esclarecimiento y de orientación bibliográfica en R. Bl 'scn ZANTNER, Albanien. Leipzig, 1939, p. 59.
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humana. En un bello libro, Heinrich Decker 42 ha estudiado el florecimiento de una cultura artística en los Alpes; es cierto, pero los Alpes son los Alpes, es decir, una montaña excepcional por sus recursos, sus disciplinas colectivas, la calidad de su población, la abundancia de sus vías de comunicación y la importancia extraordinaria de sus contactos. Cuando se habla de las montañas del Mediterráneo no hay que referirse precisamente a los Alpes, sino más bien a los Pirineos, a su historia violenta, a su crueldad primitiva. Y aun podríamos decir que los Pirineos son, por su parte, una región bastante privilegiada; en rigor, podría hablarse, incluso, de una civilización pirenaica, dando a esta palabra su prístino sentido de auténtica civilización. ¿Acaso no ha habido en el Pirineo catalán —región a la que habremos de referirnos con frecuencia— una vigorosa arquitectura románica, 43 nacida en los siglos XI y XII y llamada a sobrevivir, caso curioso, hasta el XVI? 44 Muy otra cosa acontece en el Aurés, en el Rif o en las Cabilias. Montañas, civilizaciones y religiones Por lo común, la montaña es un mundo adusto. Un mundo marginal, situado a extramuros de las civilizaciones, que son producto de las ciudades y de las tierras llanas. Su historia consiste en no tenerla, en permanecer casi siempre al margen de las grandes corrientes civilizadoras, que discurren lentamente, pasando de largo ante el mundo de la montaña. Capaces de extenderse amenamente en Sentido horizontal, estas corrientes parecen impotentes para ascender en sentido vertical y se detienen ante un obstáculo de varios centenares de metros de altura. Para estos mundos encaramados, sin contacto con las ciudades, ni la misma Roma, a pesar de la pasmosa duración de su poderío, significó gran cosa, 45 42 Bamkplastik in den Alpenlándern; 336 pp.. Viena, 1944. Sobre las condiciones sociales de los Alpes, v. el gran estudio, discutible y discutido, de A. GLNTIIER, Die Alpenldndische Gesellschaft. Jena, 1930. Sobre este tema, interesantes observaciones de SOLCH, «Raum und Gesellschaft in den Alpen» en Geogr. Zeitscbr.. 1931, pp. 143-68. 41 Cf. los bellos estudios de J. Pl'lG I CADAl-'ALC, L'arqnitectura románica a Catalunya (en colaboración), Barcelona, 1909-1918; he premier art román. París, 1928. 44
45
ARQI'É, op. cit..
p.
69.
En la Bética, Roma tuvo éxito en la región baja, a lo largo de los ríos, mucho más que en los altiplanos (G. NlEMElER, Siedliingsgeogr, Untersiichungen in Niederandaltisten. Hamburgo, 1935, p. 37). En el noroeste montañoso de España, debido, además, a la'lejanía, Roma penetró tarde y mal (R. KONET/.KE, Gescbicbte des sparttscben nnd portngiesischen Vo/kes. Leipzig, 1941, p. 31)
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no ser por los campamentos de las legiones que para su propia seguridad establecía el Imperio en los bordes mismos de estas moles insumisas; así surgió, por ejemplo, León, al pie de los montes Cantábricos; así Djemilah, en las estribaciones del Atlas berberisco- así nacieron Timgad y Lambesa, donde acampó la III legio augusta. Por la misma razón, el latín no llegó a prevalecer como lengua e n parte alguna de estos macizos hostiles del norte de África y de las Españas, y la casa latina tuvo siempre su asiento en las tierras llanas. 4f> Fuera de algunas infiltraciones locales, no tuvo nunca acceso a la montaña. Más tarde, cuando la Roma de los Césares dejó el sitio a la Roma de San Pedro, el problema siguió siendo el mismo. Sólo allí donde su acción pudo renovarse y reiterarse tenazmente, con insistencia pedagógica, logró la Iglesia ganar y evangelizar a aquellos indómitos pastores y campesinos. Y aun así, necesitó para ello muchísimo tiempo. En el siglo XVI estaba lejos de haberse coronado la tarea, tanto para el catolicismo como para el islamismo, que hubo de tropezar con el mismo obstáculo. Y aún en la actualidad, no puede decirse que los beréberes del norte de África, parapetados en sus montañas, hayan sido ganados del todo, o al menos discretamente, a la fe de Mahoma; y otro tanto ocurre con los kurdos, en Asia. 47 En Aragón, en Valencia o en las tierras de Granada, la montaña representa, a la inversa, una zona de disidencia religiosa, de supervivencia de ciertos vestigios de la fe musulmana, 48 del mismo modo que las altas colinas selváticas y desconfiadas de Luberón protegen todavía hoy a los restos de los valdenses. 49 Por todas partes, en el siglo XVI, vemos que las alturas de las montañas están unidas por hilos muy tenues a las religiones dominantes de la orilla del mar. Por todas partes, así en lo espiritual como en los demás aspectos de la civilización, encontramos desajuste, extraordinario rezagamiento en la vida montañesa. D A L I / . A T , Le rillage et le paysan
de Prance, p. 52.
CONDE DE SERCEY, op. cit., p. 104: «Sin embargo, se ve (puesto que danzan) que las mujeres kurdas, aunque musulmanas, no están secuestradas.» V. infra los capítulos sobre los moriscos, Segunda Parte, cap. V, y Tercera Pa »e, cap. III. En el corazón de las montañas de Lubéron, Lourmarin, Cabriéres, Mérindol y otra veintena de aldeas —donde pulula la vida salvaje, jabalíes, patos y lobos— !?" efugio de protestantes (VAI DOYER, Beantés de la Prorence. París, 1926, p. 238). 'No olvidemos a los vald enses de los Estados saboyanos y a los de los Apeninos, en J- reino de Ñapóles. El movimiento cátaro, escribe MARC BLOCH, había disminuido asta «convertirse en una oscura secta de pastores montañeses», en Anuales d'his">"•< socia/e, 1 9 4 0 , p. 7 9 .
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Una prueba de ello la tenemos en la facilidad con que, al amparo de circunstancias propicias, las nuevas religiones logran en las regiones altas conquistas masivas, aunque inestables. En el mundo balcánico del siglo XVI abrazaron la fe del Islam, en Albania y Herzegovina, alrededor de Sarajevo, zonas enteras de la montaña, lo que demuestra lo mal ensambladas que estaban con el cristianismo. Y hemos de ver que el mismo fenómeno se repite en la guerra de Candía, en 1647: un número importante de montañeses cretenses renegaron de su fe e hicieron causa común con los turcos. Veremos también cómo en el siglo XVII, ante la presión rusa, el Cáucaso se pasó al lado de Mahoma e hizo surgir, para su propio uso, una de las formas más virulentas del islamismo. , 0 En las montañas, la civilÍ2ación tiene, pues, un valor poco seguro. Pedraza, en su Historia eclesiástica de Granada, escrita en tiempo de Felipe IV, afirma: «No hay que admirarse de que los habitantes de las Alpujarras» (que son, como se sabe, unas montañas altísimas de la región de Granada) «hayan abandonado con tanta facilidad su antigua fe. Los que hoy las habitan son cristianos viejos, no corre por sus venas ni una gota de sangre impura, son subditos de su rey católico y, sin embargo, faltos de directores, y a consecuencia de la opresión en que viven, ignoran de tal modo lo necesario para su salvación, que apenas si quedan entre ellos algunos vestigios de la religión cristiana. ¿Cree alguien que si, lo que Dios no quiera, los infieles se enseñorearan de nuevo de su país, tardarían mucho en abandonar su fe y en abrazar las creencias de los vencedores?» 51 Como se ve, el texto es definitivo, Así surge una geografía religiosa aparte de los mundos montañeses, mundos que parecen constantemente destinados a ser conquistados o reconquistados espiritualmente. Esta observación da sentido a muchos pequeños hechos presentados sin comentario por la historia religiosa tradicional, muy especialmente durante la evangelización y predicación organizadas en los siglos XV y xvi entre los pobladores de estas regiones altas. -<0 El marudismo. Cf. Hoi/AR, «La Tragédie circassienne», en Reí/te des Denx Mondes, 15-6-19-13, pp. 434-5. 51 FRANCISCO BERMODEZ DE PEDRACA (Granada, 1637), f. 95 v. Cita y «aducción de RFINHAKT-PIETER A. Do/Y, a quien corresponde el mérito de haber encontrado ese bello texto IH. des Mi/sulmans d'Espagne. 1861, 11, p. 45, n. 1). En cambio el ABATE DE VAYRAC ittat présent de l'Espagne. Amsterdam, 1719, 1, p. 165) sostiene que los habitantes de las Alpujarras, aunque cristianos, son moriscos que han conservado «su antiguo estilo de vida, sus costumbres y su lengua particular, que es una monstruosa mezcla de árabe y español».
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Aunque de poco relieve, no deja de tener su significación el hecho de que Santa Teresa (que siendo niña soñaba con encontrar el martirio entre los moriscos de la sierra de Guadarrama) 52 fundara en Duruelo el primer monasterio de frailes carmelitas reformados. La casa en que se estableció el convento era propiedad de un hidalgo de Avila. «Un portal bastante espacioso, una sala con su desván y una pequeña cocina componían el edificio», según lo describe la santa, quien dispuso que del portal se hiciera una capilla, del desván el coro y de la sala el dormitorio. En este «perfecto cuchitril» se instaló San Juan de la Cruz con un compañero, fray Antonio de Heredia, quien pudo reunirse con él en el otoño, llevando consigo a otro fraile de su orden, el hermano José. Allí vivieron, entre las nieves del invierno abulense, la más frugal de las vidas monásticas; pero no una vida enclaustrada, pues salían a menudo, marchando descalzos por espantosos caminos a predicar el Evangelio a los campesinos como a salvajes. 53 Es todo un capítulo de la historia de las misiones el que nos deja entrever, por ejemplo, la literatura religiosa consagrada a la vida religiosa de la isla de Córcega en el siglo XVI; tanto más significativo cuanto que, algunos siglos atrás, el pueblo corso había sido catequizado ya por los franciscanos. ¿Qué huellas había dejado en la isla esta primera conquista espiritual de la fe católica? Múltiples documentos nos revelan que, en el momento en que la Compañía de Jesús llegó a la isla para imponer la ley y el orden romanos, la vida espiritual de sus pobladores habíase convertido en algo muy extraño. Los curas no sabían leer, no tenían la menor idea del latín ni de la gramática y, lo que era aún más grave, ignoraban hasta la forma del sacramento del altar. Vestidos con frecuencia como los seglares, eran toscos campesinos como los que trabajaban las tierras o en los bosques, y mantenían a sus hijos a los ojos de todo el mundo. El cristianismo de sus feligreses era harto singular, pues ignoraban hasta el Credo y el Padrenuestro; algunos no sabían ni siquiera santiguarse. Las supersticiones florecían por doquier. La isla era idólatra, bárbara y vivía a medias fuera de la Cristianidad y la civilización. El hombre, allí, era implacable para el hombre. Se mataban hasta en plena iglesia, y los curas no se quedaban atrás en el manejo de la daga tradicional y el trabuco, la nueva arma que había ,2 Cuando era niña, la santa se dirigió a la montaña con su hermano, en la esperanza de encontrar allí el martirio. SCHNI RER, Katbolische Kirche und Ki/ltnr in der Barockzeit, 1937, p. 179. Lotis BFRTRAND, Sainte Thérise, 1927, pp. 46-7. " E. BAUMANN, Uannean d'or des grands Mystiques. 1924, pp. 203-4.
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hecho su entrada en la isla hacia mediados de siglo, recrudeciendo y envenenando todavía más las querellas. Mientras tanto, en las iglesias desmanteladas llovía como afuera, crecía la hierba y se alojaban los reptiles... Aun descontando la natural exageración de los misioneros, aun de los mejor intencionados, no cabe duda de que el cuadro es sin embargo verídico en su conjunto. Un rasgo lo completa, y es que este pueblo semisalvaje era capaz, a pesar de todo, de grandes arrebatos espirituales y de un entusiasmo súbito y espectacular. Apenas llegaba al pueblo un predicador de fuera, la iglesia se llenaba de montañeses que no encontraban cabida en el templo; los últimos en llegar permanecían a pie firme bajo la lluvia y los penitentes acudían a confesarse hasta las horas de la media noche... 54 Y lo mismo en el país musulmán: lo que sabemos de la conquista morabita de las montañas de Sous, en el siglo XVI, a través de los hagiógrafos de la época —principalmente Ibn Askar— nos permite comprender la atmósfera de lo maravilloso en que vivían los santos y sus admiradores: «Los encontramos confundidos con una muchedumbre de intrigantes, de locos y de pobres de espíritu.» 55 No es de extrañar que el folklore de estas altas regiones revele una credulidad totalmente primitiva. La magia y la superstición llenan aquí la vida de todos los días, propiciando conjuntamente los arrebatos místicos y las peores supercherías. 56 Un relato del dominico Bandello 57 nos transporta a una pequeña aldea de los Alpes de Brescia, a comienzos del siglo XVI: unas cuantas casas, arroyos, una fuente, vastos graneros y, en medio de la aldehuela, el 54 Hay a b u n d a n t e d o c u m e n t a c i ó n sobre las deficiencias de la vida religiosa en Córcega: carta del cardenal T o u r n o n a Pablo IV, 17 de mayo d e 1556, p i d i e n d o la reforma de los abusos. M. FRANCOIS, «Le role du Cardinal Franc,ois d e T o u r n o n dans la politique franc,aise en Italie, de janvier á juillet 1556», en Mélangts... de l'École Francaise de Rnme. t. 50, 1933, p. 3 2 8 ; ILARIO RlNlERl, «1 vescovi della Corsica», en Archirio storico di Cársica, 1 9 3 0 - 1 , p p . 344 ss; PÉRE D A N I E L E BARTOI.I, Degli uomini et de' fatti della Compagniadi Gesii. T u r í n , 1847, III, 57-8; ABATE S. B. C A S A N O V A , Histoire de l'Église corsé. 1 9 3 1 , I, pp. 103 ss. 55 M O N T A G N E , Les Berberes et le Makbzen dans le Sud du Mame, 1930, p . 8 3 . 56 p e r 0 i ¿dónde encontrar la vasta riqueza folklórica d e esas montañas? Ver, a título de e j e m p l o , el bello c u e n t o d e los tériels, q u e relata L E O F R O B E N U S, Histoire de la ciiilisation africaine, 1936, p p . 263 ss., a p r o p ó s i t o del país kabila, q u e nos revela su lejana existencia consagrada a las grandes cacerías y no a la agricultura. En el m i s m o o r d e n d e ideas, ¿ d ó n d e e n c o n t r a r una colección d e canciones montañesas!-' Sobre la vida religiosa d e los Alpes y la localización d e los herejes, B O T E R O , Le relationi iiniversali. Venecia, 1559, III, 1, p . 7 6 . Sobre la visita del cardenal B o r r o m e o a Mesolina, ibid.. p. 17. 57 I V , Segunda Parte,.Norelle. ed. de Londres, 1709, II. p p . 2 5 - 4 3 . Se sitúa la anécdota en el Val di Sabbia, q u e forma parte d e los Prealpes d e Brescia.
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cura, ocupado en bendecir los umbrales de las casas, los campos, los establos, en predicar el bien y en dar ejemplo con sus virtudes. Pero apenas una joven montañesa llegaba a llenar su cubo en la fuente del presbiterio, el santo varón se inflamaba de amor y concupiscencia. «Estáis amenazados de fieros males —explicaba a su rebaño—; un monstruo dotado de alas, un grifo, un ángel exterminador, se abatirá sobre vosotros, en castigo por vuestros pecados. Tan pronto aparezca, haré sonar la campana; cuando la oigáis, os taparéis los ojos y os quedaréis inmóviles.» Dicho y hecho: nadie chistó hasta el segundo tañido de la campana... Y Bandello, el autor del relato, no cree necesario protestar de su veracidad. Este no es más que un simple ejemplo sacado del inmenso acervo de supersticiones campesinas que los historiadores aún no han investigado seriamente. Extensas y virulentas epidemias diabólicas se extienden de un extremo a otro entre las antiguas poblaciones europeas, aterrándolas, sobre todo en las zonas altas, cuyo aislamiento las mantiene en estadios muy primitivos. Brujos, hechicerías, prácticas mágicas primitivas, misas negras: floración de un antiguo subconsciente cultural del que la civilización de Occidente no consigue liberarse. Las montañas son el refugio por excelencia de estas culturas aberrantes, surgidas de la noche de los tiempos, que persistirán aún después del Renacimiento y la Reforma. A finales del siglo XVI hay montañas mágicas por todas partes, de Alemania a los Alpes milaneses y piamonteses; del Macizo Central, en efervescencia revolucionaria y diabólica, a los soldados ensalmadores de los Pirineos; del Franco Condado al País Vasco. En la región de Rouergue, en 1595, «los brujos reinan sobre las masas ignorantes»; la carencia de iglesias locales hace que la misma Biblia resulte desconocida. Y por todas partes el aquelarre viene a ser una compensación social y cultural, revolución mental a falta de una revolución social llevada adelante con coherencia. 5Í< El diablo recorre todos los caminos de Europa en el momento en que el siglo xvi toca a su fin, y más todavía durante las primeras décadas del siglo siguiente. Y parece ser que se adentra en España a través de los elevados pasos de los Pirineos. En Navarra, en 1611, la Inquisición castiga con severidad a una secta de más de 12 000 adeptos, los cuales «adoran al diablo, le levantan altares y tienen trato familiar con él». 59 S3 Estas indicaciones me las sugirió la obra de EMMANUEL LE ROY LADURIE, Les paysans de Languedoc. actualmente en imprenta, p. 407 (ed. 1966, n. del trad.). S9 A. S. V. Senato, Dispacci Spagna, Madrid, 6 de junio de 1611, Priuli al dux.
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Pero dejemos este interesante tema: lo que nos importa en este momento es el problema de la disparidad y retraso del mundo de la montaña en comparación con las tierras bajas. La libertad montañesa 60 Es indudable que la vida de las tierras bajas y de las ciudades penetra con muchas dificultades en este mundo primitivo de la montaña, infiltrándose en él lentamente, como con cuentagotas. Lo ocurrido con el cristianismo no es un caso aislado. El régimen feudal, sistema político, social y económico, y al mismo tiempo, instrumento de justicia, ¿no dejó fuera de su ámbito a la mayor pane de las zonas montañosas? Donde llegó a ellas, fue sólo de un modo muy incompleto. Es un hecho que se ha señalado con frecuencia en lo tocante a las montañas de Córcega y Cerdeña, pero que podría comprobarse con la misma claridad en esa Lunigiana que los historiadores italianos consideran como una especie de Córcega continental, enclavada entre la Toscana y la Liguria. 6I Y puede confirmarse donde quiera que la escasez del material humano, su débil espesor y su dispersión, han impedido la instauración de las instituciones del Estado, de una lengua dominante y de grandes civilizaciones. Una investigación sobre la vendetta nos llevaría a observaciones del mismo o parecido tipo: los países de la vendetta (países todos de montaña, bien entendido) son aquellos en que la Edad Media no echó raíces, no llegó a penetrar con sus ideas de justicia feudal, 62 los países beréberes, Córcega o Albania, por ejemplo. Señalando w Los contemporáneos la estudian. LOYS LE ROY «De ¡'exceüence d/i gourernement roya/. París, 1575, p. 37) escribe: «El país lleno de montañas, rocas y bosques, cómodo para los pastos, en el cual hay muchos pobres, como lo es la mayor parte de Suiza, es más propicio a la democracia... Las tierras llanas... donde hay muchos ricos y nobles, se prestan a la aristocracia.» JEAN BODIN, Les six tures de la Répnbliqne. 1583, p. 694, refiere que León el Africano se llenó de estupor ante la robustez de los montañeses del monte Megeza, en tanto que los habitantes de la llanura son pequeños. «La fuerza y el vigor hacen que el montañés ame la libertad popular, como hemos dicho de los suizos y los grisones.» La Edad Media corsa, dice DE BRADI, La Corsé inconnne, 1927, p. 35, es un período grandioso de libertad. «El corso no tolera jamás que se le arrebate el producto de su trabajo. La leche de su cabra, igual que la cosecha de su campo, eran muy suyos.» Y TAYNE, en su Voyage aux Pyrénées: «La libertad ha brotado aquí desde la más remota antigüedad, hosca y salvaje», 1858, p. 138. 61 ARRIGO SOLMI, «La Corsica», en Ar. st..di Corsiea, 1925, p. 32. 62 V., para una orientación general, el libro clarividente, pero demasiado jurídico, de jACQi'ES LAMBERT, La lengeance privée et les fondements dii dro/t internationa!. París, Sirey, 1936. En el mismo orden de ideas, la observación de Michelet sobre el
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los rasgos originales del pasado sardo en sus estudios sobre Cerdeña, Marc Bloch " hace notar que la Edad Media se encontró en aquella isla con una sociedad «plagada de señoríos, no feudalizada», porque Córcega había permanecido «durante largo tiempo sustraída a las grandes corrientes de las influencias continentales». Esto equivale a hacer hincapié en la insularidad dé Cerdeña y constituye, sin duda alguna, una fuerza tenaz y decisiva del pasado sardo. Pero, junto a ella, y con imperio no menos poderoso, ha estado la montaña. Esta es, tanto como el mar que rodea a la isla, y tal vez más aún, la responsable del aislamiento de aquellas poblaciones; es ella la que produce, incluso en nuestra época, esos bandidos patéticos y crueles, en Orgósolo y otros lugares, en rebeldía frente al sistema del Estado moderno y sus carabinieri: impresionante realidad que ha atraído a antropólogos y cineastas. «Quien no roba—dice un personaje de una novela sarda— no es hombre 64 ». Y otro: «Yo tengo mis propias leyes y tomo cuanto necesito 65 .» Si en Cerdeña, al igual que en Lunigiana, en Calabria y en todas las regiones en las que la observación (cuando es posible) nos revela una laguna con respecto a las grandes corrientes de la historia, se conservan muchos rastros de arcaísmo social (entre otros, el de la vendetta), ello se debe, sobre todo, a esta razón sencilla: que la montaña es la montaña, es decir, un obstáculo, una barrera, pero al mismo tiempo un refugio, un país para hombres libres. Todos los vínculos de coacción y sujeción que la civilización (en el orden social y político o en el de la economía monetaria) impone en otras partes, no pesan aquí sobre el hombre. Ninguna nobleza territorial echa aquí fuertes raíces (los «señores» del Atlas son creaciones recientes del Maghzen, datan de ayer); en el siglo XVI, el noble rural, el cavaier ¡aliatje, vive con sus campesino.;, roza como ellos las tierras, no desdeña el arar, ni el cavar la tierra, ni tampoco el acarrear leña o estiércol con su asno. Delfinado, donde jamás «el.feudalismo pesó como en el resto de Francia». Y también la siguiente observación de TAINE, op. cit.. p. 138: «Estos son los fueros de Béarn, de los que sólo se hizo mención en la antigüedad, pues en Béarn no había señor.» Sobre las venganzas de sangre en Montenegro y en la Alta Albania, v. AMI BOUÉ, La Turquie d'Europe, París, 1840, II, pp. 395 y 523. 63
MARC BLOCH, La Socittífhdak.
1939,1, p. 377. También en MARC BLOCH, las
observaciones atinadas sobre «Cerdeña», en Mélanges d'bistoire soc, III, p.194. 64 MAURICE LE LANNOU, «Le bandit d'Orgosolo», Le Monde, 16-17 de junio de 1963. La película fue dirigida por Vittorio de Seta, y el estudio antropológico lo realizó FRANCO CAGUETTA. Traducción francesa: Les Bandits d'Orgosolo, 1963; las novelas mencionadas son de GRA/.IA DELEDDA, La tía del male, Roma, 1869; // Oiudei ihenti, Roma, 1922. 65 Ibid.
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Es un oprobio constante «a ojos de la nobleza provenzal, esencialmente urbana, como la de Italia». 66 Aquí no hay clero rico, opulento, envidiado y ridiculizado, todo a un tiempo: el pastor es tan pobre como sus ovejas; 67 no hay una trama urbana compacta, ni hay, como consecuencia de ello, Gobierno, ni ciudades en el sentido estricto de la palabra; ni gendarmes, añadamos, para terminar. Los clérigos prebendados, la orgullosa nobleza y la severa justicia tienen su asiento en las tierras bajas, donde están las sociedades herméticas y opresoras. La montaña es el refugio de las libertades, de las democracias y de las «repúblicas» campesinas. «Los lugares más escarpados han sido siempre el asilo de la libertad», dice sabiamente el barón de Tott, en sus Memorias. 68 «Siguiendo la costa de Siria —hace notar a continuación—, 69 vemos que el despotismo (de los turcos) se extiende sobre toda 1.» costa y se detiene al llegar a la montaña, al topar con las primera; rocas, con el primer desfiladero fácil de defender; entre ellas conservan celosamente su independencia los kurdos, los drusos y los mutualis, los señores del Líbano y del Antilíbano.» ¡Menguado despotismo, el de los turcos! Dueño de rutas, ciudades y llanuras, su acción no llega a las tierras altas de los Balcanes, de Grecia y el Epiro, de Creta, donde los escafíotas, enrocados en sus cimas, desafían toda autoridad desde el siglo XVII, o de Albania, entre cuyas montañas afirmará más tarde su vida indómita Alí Pacha de Tebelen. El Walibé, instaurado en Monastir por la conquista turca del siglo XV, ¿llegó alguna vez a gobernar? Sobre el papel, su autoridad extendíase a las ciudades de Grecia y de Albania; pero, en la realidad, cada una de ellas era una fortaleza, un pequeño grupo independiente, un avispero dispuesto siempre al ataque. 70 ¿Puede sorprendernos, en estas condiciones, que los Abruzos, la parte más alta, más ancha y más selvática de los Apeninos, pudieran sustraerse desde el primer momento a la dominación bizantina, al Exarcado de Rávena y, más tarde, a la hegemonía de la Roma pon66
FERNAND BENOIT, La Fróteme et le Comtat Venaissini. 1949, p. 27. En el Alto Milanesado, v. Pi'GLiESK, «Condizioni economiche e tinanziarie della Lombardia nelle prima meta de! s. XVlli», en Mise, di Storia italiana, tercera serie, t. XXI, 1924. 68 Mímoins sur les Tures et les Tartans. Amsterdam, 1784, 11, p. 147; « ., e ] a s ¡ ] 0 de la libertad o —añade él— la reparación de la tiranía». Esto, a propósito de las instalaciones genovesas en Crimea. 69 Ibid.. 1, p. XXI. 67
70
209-10.
Cf. FRANZ SPUNDA, en WLRNER BENNDORE, Das Mittelmeerbmb.
1940, pp.
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tifical, a pesar de que estas montañas se alzan en ¡a vecindad de Roma y de que el Estado Pontificio se extendía hacia el norte, por la Umbría, hasta el valle del Po? 71 ¿Puede sorprendernos que, en Marruecos, el bled-es-siba. el país no sometido al sultán, sea principalmente la montaña? ¿Que siempre, en éstos como en tantos otros casos, el montañés haya desafiado a las autoridades de abajo? 72 Estas libertades montañesas han subsistido, a veces, hasta nuestros mismos días, aún visibles y pletóricas de vida, a despecho de las presiones y del imperialismo de los Gobiernos modernos. En el Alto Atlas marroquí —hace notar Robert Montagne— 73 «las aldeas que se escalonan en las soleadas laderas por las que se precipitan los torrentes, cerca de las inmensas extensiones regadas por las espumeantes aguas del Atlas, no encontraremos nunca las mansiones de los chikhs o los califas. En vano otearemos en estos valles, tratando de distinguir la casa del rico de la del pobre. Cada uno de estos pequeños cantones de la montaña forma un feudo aparte, gobernado por un consejo. Congregados sobre una plataforma del terreno, todos vestidos de lana oscura, los notables del lugar discuten gravemente, durante largas horas, los asuntos de la aldea; ninguno levanta la voz y nadie podría saber, viéndolos, cuál de ellos lleva la batuta». Todas estas libertades no están salvaguardadas más que allí donde el cantón montañoso está suficientemente alto, protegido contra las grandes rutas y donde tiene difícil acceso, caso relativamente raro hoy en día, pero infinitamente más frecuente en aquellos tiempos, antes de que se multiplicaran las redes de caminos y vías de comunicación. Así permaneció mucho tiempo al margen, lejos de las rutas de los vehículos, aunque unida al resto de la isla de Cerdeña por una planicie de fácil acceso, la serranía de Nutra. En un. mapa del siglo XVIII encontramos la siguiente inscrip-
71
A. PHILIPPSON, «Umbrien und Etrurien», en G. Z.. 1933, p. 452. Algunos ejemplos: Napoleón no pudo dominar la montaña alrededor de Genova, refugio de insumisos, a pesar de las batidas que allí organizó (JEAN BOREL, Genes sous Napoleón ler.. segunda edición, 1929, p. 103). Hacia 1828, la policía turca no consiguió dominar los brotes de bandolerismo entre los pueblos del Ararat (CONDE DE SERCEY, op. cit.. p. 95). Y aún hoy en día no logra mejor éxito en sus •ntentos de proteger las riquezas forestales de la montaña contra la voracidad de los rebaños (HERMANN WENZEL, «Agrargeographische Wandlungen ín der Türkei», en G Z.. 1937, p. 407). Lo mismo sucede en Marruecos: «En realidad, en el sur de Marruecos la autoridad del sultín se reduce a la llanura», escribe MONTAGNE, op. <"''•• p. 134. 73 lbid..p. 131. 72
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ción, estampada por los ingenieros piamonteses: «Nurra, pueblos no conquistados, que no pagan impuestos.» 74 Recursos y balance de la montaña Como vemos, la montaña rechaza la gran historia, no soporta cargas ni se aprovecha de sus beneficios; rehusa los productos más acabados de la civilización o, por lo menos, los acepta con reticencia. Sin embargo, la vida misma se encarga de mezclar indefinidamente a la parte de la humanidad refugiada en las alturas con la que mora en las tierras bajas. Físicamente, no hay en la cuenca del Mediterráneo montañas circundadas por límites infranqueables, como las que abundan en el Lejano Oriente, en China, en el Japón, en Indochina, en la India y aun en la península de Malaca, 75 y que, sin contacto ni comunicación con el piso de abajo, se constituyen en otros tantos mundos autónomos. La montaña mediterránea se abre a las rutas, y estas rutas son siempre transitables, por muy escarpadas, sinuosas e inseguras que sean; son siempre «una especie de prolongación de la llanura» y de su poder a través de las tierras altas. 76 Por ellas hizo avanzar sus jareas el Sultán de Marruecos, por ellas avanzaron las legiones de Roma y los tercios del rey de España, por ellas envió la Iglesia a sus misioneros y a sus predicadores ambulantes. 77 La vida mediterránea es tan poderosa, en efecto, que, obligada por la necesidad, derriba en múltiples puntos los obstáculos de la montaña y triunfa de sus relieves hostiles. De los veintitrés pasos de los Alpes propiamente dichos, diecisiete eran utilizados ya por los romanos... 78 Por otra parte, estas montañas están con frecuencia superpobladas o, por lo menos, pobladas en exceso para sus riquezas. La «poblacien óptima», lo que Jean Brunhes llama «el 74
M. LE LANNOU, Paires et paysans de la Sardaigne. 1941, p. 14, n. 1.
75
J. BLACHE, op. cit., p. 12. Sobre esta oposición, v. PIERRE GOUROU, L'hom-
me el la Ierre en Extreme-Orient. 1940, y la reseña crítica de ese libro por LuciEN FEBVRE, en Anuales d'hist. sor., XIII, 1941', p. 73. VIDAL DE LA BLACHE, op. al.,
p. 1*1-2. "> MONTAGNE, op. i'it., p . 17. 77
Pienso muy especialmente en los viajes de Sixto V, en su juventud y en su edad madura; según las indicaciones de Ll'DVViG VON PASTOR, Gescbicbte der Papste, Fribnrgo en Brisgovia, 1901-1931, X, 1913, pp. 23 y 59 (de la edición alemana); podría hacerse un croquis. 78 J k 'WOODBI'RN HYDE, «Román Alpine routes», en Memoirs of the American pbtlosophical society. Filadelfia, X, II, 1935. De un modo análogo, los Pirineos no han sido nunca la barrera que uno se imagina (SORRE, G. U.. t. VII, Primera Parte, p. 70, KONET/.KE, op. cit.. p. 9).
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punto de repulsión», ha sido alcanzada y sobrepasada rápidamente en estas tierras; de ahí que, periódicamente y a toda costa, tenga que derramar sobre la llanura su exceso de hombres. Y no es que sus recursos sean desdeñables: no hay montaña que no tenga sus tierras labrantías, en el fondo de los valles o en los bancales construidos por la mano del hombre a lo largo de las laderas. Aquí y allá, entre baldíos terrenos calcáreos, encontramos capas de flysch o de margas, donde se da el trigo, la cebada o el centeno. A trozos, la tierra es incluso fértil. Espoleto se alza en medio de una llanura bastante extensa y relativamente rica; Aquileya, en los Abruzos, cultiva azafrán. A medida que avanzamos hacia el sur, va elevándose más y más el límite superior de los cultivos y de los árboles útiles para el hombre. En los Apeninos septentrionales, el castaño se da hoy hasta en alturas de 900 metros; en Aquileya, el trigo, los cereales y la cebada prosperan hasta los 1 600 metros; en Cosenza se da el maíz, este recién venido del siglo XVI, hasta los 1 400 metros y la avena hasta los 1 500; en las faldas del Etna encontramos viñedos a 1 100 metros y castaños hasta los 1 500. 79 En Grecia, el trigo cuaja a una altura de 1 500 metros y la viña da fruto hasta los 1 250. 80 Y los límites de altura de los cultivos son todavía superiores en el norte de África. Una de las ventajas de la montaña es que ofrece los recursos más diversos, desde el olivar, el naranjo y la morera, que se dan en las laderas bajas, hasta los verdaderos bosques y los pastos de ovejas, en las alturas. Y a la agricultura y la arboricultura hay que añadir los recursos de la ganadería: ganado lanar y cabrío, pero también vacuno. Estos ganados pululaoan en otro tiempo, más numerosos que hoy, en los Balcanes e incluso en Italia y en África del Norte. He aquí por qué la montaña es también el reino de los productos lácteos y del queso 81 (barcos enteros cargados de queso sardo surcaban las aguas, en el siglo XVI, hacia el Mediterráneo occidental), de la mantequilla fresca o rancia y de la carne cocida o asada... La casa montañesa casi siempre es una morada de pastores y de ganaderos, más apta para el ganado que para los hombres. 82 En 1574, Pierre Lescalopier, al atravesar las montañas de Bulgaria, prefiere 79 PEAL/,, «Neue wirstchaftsgeographische Fragen Italiens», en Geogr. Ztitschr, 1931, p. 133. 80
81
PHILIPPSON, Das Mittelmeergebiet. op. til., p. 167.
VÍCTOR BÉRARD, La Turqiiie et l'hellénisme contemporain. op. cit.. p. 103, escribe al salir de Albania: «Después de tres días de comer a todas horas queso de cabra...» (p. 103). 82
ARQUÉ, op. cit..
p.
68.
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dormir soubs quelque arhre que en las casas campesinas construidas con tierra apisonada, donde los animales y las personas viven soubs un mesme toit... si ordement (tan suciamente) que n'en pourions porter l'odeur. 83 Debe añadirse que los bosques, en aquel tiempo, eran mucho más espesos que hoy en día. 84 Podemos representárnoslos, tomando por modelo el parque nacional de Val di Corte, en los Abruzos, con sus espesos hayedos, que trepan hasta alturas de 1 400 metros, y su abundancia de bestias salvajes, osos y gatos monteses. La abundancia del monte Gargano en robledales permite que viva allí todo un pueblo de leñadores y de tratantes en madera, que generalmente prestan sus servicios a los constructores de naves de Ragusa. Entre las aldeas montañesas y en contra de los señores propietarios, esos bosques son tan disputados como los pastos de las alturas. Entre la espesura del monte bajo hay terrenos de pastos, y a veces huertos de hortalizas; en ellos viven las abejas y la caza menor. 8S Otras ventajas dignas de mención son la variedad de recursos, la abundancia de agua —tan preciosa en e^tas regiones del Mediodía— y, por último, las minas y las canteras. De hecho, casi todas las riquezas del subsuelo mediterráneo están en las montañas. Pero estas ventajas no aparecen agrupadas globalmente en cada cantón de la montaña. Hay montañas pobladas de castaños (las de Córcega y los Cévennes), con su precioso «pan de árbol», 86 el pan de castaña, que sustituye a veces al de trigo. Hay montañas cubiertas de moreras: las que vio Montaigne alrededor de Luca en 1581, 87 o las de la región alta de Granada. El agente español Francisco Gasparo Corso explicaba a Euldj Ali, «rey» de Argel 83
Op. cit.. ff. 44 y 44 v. En las faldas del Vesubio había bosques. Sobre este problema del bosque en general, v. las observaciones siempre útiles de TuEOBALD FlSCHFR, en B. zi/r physiscben Geogr. der Mitte/meerlánder besonders Siciliens. 1877, pp. 155 ss. Sobre los bosques de Ñapóles, en Calabria y en la Basilicata, en 1558, cf. EI'GF.NIO ALBÉRI Relazioni degli ambasciatori veneti durante il s. xvi, Florencia, 1839-63, II, III, p. 271. Se conservan todavía los numerosos restos de grandes bosques antiguos, diríamos bosques-reliquias. Para Córcega, v. su enumeración en PHILIPPE LECA, prólogo de A. ALBITRECCIA, Guide bien de la Corsé. París, 1935, p. 15, véase también de este último autor La Corsé, son érolution au XIX" sísele et au debut du XX1' stecle. 1942, pp. 95 ss. 84
85
CONDE JOSEPH DE BRADI, Mémoire sur la Corsé. 1819, pp- 187, 195 ss.
86
VIDALDELA BLAC:HK,_»/>. cit.. pp. 88, 139, 178. V. las excelentes observacio-
nes de FAUCHER, Principes de géogr. agraire. p. 23. «El pueblo come pan de serrín», cerca de Luca, MONTAIGNE, Journal de royage en Italie (ed. E. Piion, París, 1932), p. 237. 87
MONTAIGNE, ibid. p. 243.
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88
en 1569, que la gente de Granada no era peligrosa. «¿Qué efeto podrían hazer los Moriscos que están dentro de su tierra (del rey católico) y gente mal pratica de guerra que en toda su vida no han hecho sino cavar y guardar ganado y criar gusanos de seda?» Hay montañas en que abundan los nogales; bajo estos árboles centenarios que se alzan en el centro de la aldea, se celebran en las noches de luna las grandes fiestas de la reconciliación en el Marruecos berberisco de hoy. 89 El saldo a favor de la montaña no es, pues, tan menguado como a priori se supone. La vida en ella es posible, aunque no fácil. ¿Qué penalidades no supone, en efecto, el trabajo agrícola en esas tierras empinadas, en las que no pueden emplearse animales domésticos? El hombre tiene que trabajar estos campos pedregosos, sujetando a duras penas la tierra que se escapa y se desliza a lo largo de las pendientes, y, a veces, llevándola en cestos hasta las cimas, donde se la retiene por medio de pequeños muros de piedras secas, entre las que se escalonan los cultivos. Trabajo penoso e interminable. Un solo instante de reposo, y la montaña recobra su salvajismo primitivo; y vuelta a comenzar. En el siglo XVIII, cuando los habitantes de Cataluña toman posesión de las altas tierras pedregosas de los macizos de la costa, los colonos se sorprenden al encontrar en medio de la maleza enormes olivos que todavía producen, y muros de piedras: prueba de que su conquista era, en realidad, una reconquista. 90
Los montañeses en la ciudad En esa vida dura 9I de la montaña su pobreza es, además, junto con la esperanza de una vida más cómoda y el cebó de salarios *" Relación de lo que yo. Fio. Casparo Corso, be hecho en prosecución del negocio de Argel, orig. Sim. Eo. 333 (1569). 89
90
MONTAIGNE, op. cit.. pp. 234-35. .
FRANCESCIII CARRERAS y CANDI, Geographia general de Catalunya. Barcelona, 1913, 4.°, p. 505. CARRERA PUJAL, Historia Política y Económica de Cataluña. 1946, t- I, p. 40. También BELON Di MANS, op. cit.. p. 140 v., hace notar que en las montañas de Jerusalén hubo cultivos en bancales, que él ya vio abandonados. 91 Pienso, entre otros ejemplos, en la vida de la Alta Provenza: «La tinca de Alta Provenza», escribe MARIE MAURON, «Le Mas provenc,al», en Maisons et lillages de France. 1943, prólogo de R. Cristoflour, p. 222, «que soporta los largos inviernos, el temor de los aludes, la vida reclusa durante largos meses, sin más horizontes que la nieve tras los cristales, replegada sobre sus reservas, como las hormigas sobre su establo, trabajando como prisionera...»
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remuneradores, lo que incita al montañés a descender de las alturas: baixar sempre, mountav no: descender siempre, no subir nunca, dice un proverbio catalán. 92 Y es que los recursos de la montaña, aunque variados y numerosos, son siempre escasos. Cuando la colmena se vuelve demasiado populosa, 93 deja de bastarse a sí misma y, por las buenas o por las malas, el enjambre tiene que emigrar. Todos los medios son buenos para encontrar espacio. Como se ha dicho con referencia a los montes de la Auvernia, y especialmente al Cantal de ayer, la montaña rechaza todas las bocas inútiles: hombres y niños, artesanos y aprendices, e incluso los mendigos. 94 Historia agitada y difícil de seguir. No por falta de documentos, que más bien existen en demasía. Cuando abandonamos la montaña, de historia oscura, entramos, al llegar a las llanuras y las ciudades, en el reino de los archivos. Recién llegado o reincidente, al bajar al llano, el montañés encuentra siempre alguien que registra su presencia y que hace su ficha o un esbozo más o menos divertido. Stendhal vio a los campesinos de la Sabina en Roma, el día de la Ascensión. «Bajan de sus montañas para celebrar la gran fiesta en San Pedro y asistir a la fiinzione. 95 Visten chaquetas de paño hecho girones; llevan las piernas envueltas en trapos, atados con cuerdas entrelazadas; sus ojos huraños se esconden detrás de negros y revueltos cabellos; apoyan contra el pecho sus sombreros de fieltro, a los que la lluvia y el sol han dado un color negro rojizo; acompañan a estos campesinos sus familias, igualmente salvajes... Los habitantes de la montaña entre Roma, el lago de Tirano, Aquila y Ascoli, representan bastante bien, a mi modo de ver, el estado moral de la Italia de alrededor del año 1400.» 97 En Macedonia, Victor Bérard encontró en 1890 a los albaneses de siempre,
92 MAX SORRK, Les Pyrénées méditerraiiienms. París, 1'13, p. 410. '•' Este exceso de población, que obliga al descenso hacia las llanuras, se señala también en la encuesta geográfica de WILHELMY, Hochb/ilgarien. 1936, p. 183. Pero hay otros motivos: vida que satisface o no al hombre. AI.BITRECLIA, er. PHILIPFE LECA, La Curse.... op. ti/., p. 129, que hace notar también a propósito de Córcega: «La ausencia, al igual que la presencia de caminos, provoca la emigración.» 94
95
J. BLANCIIE, op. al., p. 88, según PHILIPFE ARBOS, L'Amergm.
1932, p. 86.
Es decir, a la misa. PrumedaÜes dans Ruma. ed. Lli DIVÁN, 1931, /, pp. 182-3. 97 Ibid. p. 126. Cuadro análogo, pero a propósito del Cáucaso, en Sonreiiirs. del CONDE DE ROCIIKCHOLJART, 1889, pp. 76-7, con ocasión de la toma de Añapa por el duque de Richelieu: los guerreros circasianos, algunos con vestiduras de hierro, armados de flechas, evocan el siglo xm o el siglo XIV. M
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con sus pintorescos trajes de húsares. 98 En Madrid, Teófilo Gautier conoció a los aguadores, «muchachos gallegos vestidos de paño color tabaco, con calzón corto, chaqueta negra y un sombrero punriagudo». " ¿Irían ya vestidos de este modo cuanao se dispersaron por toda España en el siglo XVI (hombres y mujeres) posando en las ventas de que nos habla Cervantes, en compañía de sus vecinos, los asturianos? 10° Uno de ellos, Diego Suárez, soldado y cronista de las gestas de Oran a finales del siglo XVI, nos cuenta sus aventuras, su fuga de la casa materna, siendo aún niño, su llegada a El Escorial, donde trabaja unos días, encontrando allí el plato bueno. Pronto llegaron también sus padres, procedentes de las montañas de Asturias, sin duda para participar, como tantos otros, en las faenas agrícolas del verano en Castilla la Vieja, y Diego tuvo que alejarse un poco de allí, para no ser reconocido. "" Toda la extensión de Castilla la Vieja se veía continuamente atravesada por inmigrantes venidos de las montañas del norte, adonde acababan volviendo a veces. Esta montaña que continúa los Pirineos, de Vizcaya a Galicia, sólo muy difícilmente sustenta a sus habitantes. Bastantes de ellos son arrieros, como los maragatos, de quienes luego hablaremos, , 0 2 o los campesinos acarreadores del partido de Reinosa, que viajaban al sur con sus carros cargados de aros y duelas de tonel, volviendo después a sus pueblos y ciudades del norte con trigo y vino. I03 Una historia menuda entre mil. No hay una sola región mediterránea donde no pululen estos montañeses, indispensables para la vida de las ciudades y de las llanuras, pintorescos, ataviados con ropas de colores chillones, a menudo singulares por su atavío y siempre curiosos por sus costumbres... Espoleto, cuya cumbre
98
VÍCTOR BERARD, La Turan ie et l'heüínisme contemporain. op. cil., passim. Voyage en Espagne. 1845, pp. 65, 106. Sobre los gallegos cultivadores y emigrantes, ver Los españoles pintados por sí mismos. Madrid, 1843. En este relato se encontrarán: El Indiano, por ANTONIO FERRER DEL Río; El segador. El pastor trashumante y El maragato. por E. GIL y CARRASCO; El aguador, por ABENÁMAR... 100 En Toledo, en la posada del Sevillano, hay dos mocetonas que son gallegas I La i'-istre fregona, ed. GARNIER, II, 71). Gallegos y asturianos hacen en España los trabajos rudos, principalmente en las minas; CHASTENET, Godoy. 1943, p. 40. Sobre los cosecheros gallegos en Castilla en el siglo xvni, v. EUGENIO LARRIGA, Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España. Madrid, 1745, I, p. 43. 101 DIEGO SUÁREZ, manuscrito del ex Gobierno General de Argelia, según la copia que me comunicó gentilmente JEAN CAZENAVE, f. 6. 102 Verw/ra, pp. 594-5. 101 JESÚS GARCÍA FERNÁNDEZ, Aspectos del paisaje agrario de Castilla la Vieja. Valladolid, 1963, p. 12. 99
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cruzó Montaigne en 1581 camino de Nuestra Señora de Loreto, es un centro de emigrantes harto raros; merceros y buhoneros aptos para todos los cambalaches y comisiones que requieren astucia, olfato y pocos escrúpulos. Bandello los presenta en una de sus historias como charlatanes y cuentistas, audaces y listos, nunca cortos en argumentos, admirablemente elocuentes cuando se lo proponen. No hay como los espoletinos —nos dice— para embaucar a los pobres diablos dándoles la bendición de San Pablo, para sacar dinero a los incautos con culebras y víboras desdentadas, para mendigar y cantar en las plazas, para vender polvos de haba como ungüento para la sarna. Con una cesta colgada del cuello y sujeta bajo el brazo izquierdo, se pasean por toda Italia vendiendo sus bagatelas a grandes gritos... I04 La gente de Brescia y de Bergamasco l05 —a la última se le llama comúnmente en Milán la gente del Contado— no era menos conocida en Italia en el siglo XVI. Por todas partes se la encontraba. Son los peones de Genova y otros puertos. Desde más allá de Marignan vienen a repoblar las alquerías de los milaneses, abandonadas durante la guerra. ,06 Algunos años más tarde, Cosme de Médicis trata de llevárselos a Liorna, la ciudad de la fiebre, donde nadie quería vivir. Eran hombres rudos, pesados, torpes, avaros, pero resistentes a la fatiga. «Van por el mundo entero —hace notar Bandello l07 (en las obras del monasterio de El Escorial trabajó un arquitecto, Giovan Battista Castello, a quien llamaban "el Bergamasco") 108— pero nunca gastan más de cuatro quatrini al día y no duermen en cama, sino sobre la paja...» Cuando hacían dinero, se ponían sus mejores galas y comían hasta hartarse, pero no eran ni más generosos ni menos ridículos y groseros que antes. Verdade104 BANDELLO, Nove/le. ed. de Londres, 1791-3, VII, pp. 200-1. Los espoletinos servían como soldados, sobre todo en el extranjero ( V O N PASTOR, op. cit.. XVI, p. 267). Sobre su astucia, v. BANDELLO, ibid.. I, 418. 105 BANDELLO, op. cit.. II pp. 385-6. La pobreza obligó a los bergamascos a emigrar. A pesar de su sobriedad, cuando comen en mesa ajena devoran como lobos. No hay un solo lugar en el mundo donde no se encuentre- al menos un bergamasco. Lo's subditos venecianos instalados en Ñapóles eran casi siempre bergamascos, ALBÉRI, op. cit.. ¿\ppendice. p. 351 (159 7 ). 106 JACQI'ES HEERS, Genes a» w siicle. Aetiiití économique et problemes sociutix. 1961, p. 19. BANDELLO, op. cit.. IV, p. 241. También, después de la restauración deFrancisco Sforza, llegaron a Milán numerosos campesinos procedentes de Brescia. 107 Op. cit.. IX, pp. 337-8. ,0H L. PEANDL, Philippe II. trad. franc, 19-12, pp. 353- l. También eran bergamascos el célebre Colleoni y el jesuita JI.AN-PII.RRE M A I N i, autor de Lilis!, des ¡ndes. Lyon, 1603.
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ros personajes de comedia, eran, por lo general, maridos grotescos a quienes sus esposas enviaban a Corneto; tal ese palurdo de una novela de Bandello que tiene la excusa —suponiendo que lo sea— de haber encontrado mujer en Venecia entre las que, a la espalda de San Marcos, venden su amor por una piecetta. I09 Pero este retrato, ¿no tendrá mucho de caricatura? El montañés se presta de buen grado a que los señores de las ciudades y de las llanuras se mofen de él. Pero, además, inspira temor y desconfianza. Todavía hacia 1850, en Ardéche, la gente de la montaña bajaba a la llanura en las grandes ocasiones. Llegaban en muías enjaezadas, vestidos con ricos trajes de ceremonias; las mujeres, sobrecargadas de cadenas de oro, tiesas y pomposas. Los trajes de los montañeses se diferenciaban de los de las villas, aunque unos y otros fuesen regionales, y su rigidez arcaica tenía la virtud de excitar la hilaridad de las coquetas pueblerinas. También el campesino de las tierras bajas trataba irónicamente a los rústicos montañeses, y los matrimonios entre unos y otros eran raros. n o Se levanta así una barrera social y cultural que trata de reemplazar a la imperfecta barrera de la geografía, la cual se franquea sin cesar y de mil distintas maneras. Unas veces, el montañés desciende a la llanura con sus rebaños, y ya tenemos aquí uno de los dos momentos de la trashumancia; otras, va a establecerse a la región baja durante las faenas de la siega o la recolección, y surge así una emigración temporal muy frecuente y a menudo mucho más larga de lo que generalmente se cree: los saboyardos, ' " e n ruta hacia el Bajo Ródano, gentes de los Pirineos enganchadas para la siega cerca de Barcelona, los campesinos corsos que en el siglo x v iban a la Maremma toscana a trabajar todos los veranos. " 2 Otras veces, las gentes de Ja montaña se establecen definitivamente en la ciudad o pasan a trabajar como campesinos en las tierras bajas; ¡cuántas ciudades provenzales o contadinas recuerdan, con 3us calles tortuosas y empinadas, y sus casas colgadas, las pequeñas aldeas de Jos Alpes meridionales, m de donde llegaron sus habitantes! Hasta fel0
''
Op. cit.. IV, p. 335. Se trata de un bresciano establecido en Verona. Resultado de una investigación personal. En verdad, este contraste entre las regiones altas y las regiones bajas se encontraría también más hacia el norte. GASTÓN ROUPNEL lo señala en Le riei/x Garain, 1939, en la costa borgoñesa, por Gevrey y Nuits-Saint-Georges. Hacia 1870, los montañeses todavía usaban la blusa en las ferias de la región baja. 111 P. GEORGE, La región du Bas-Rbñne, 1935, p. 300: en los primeros años del siglo XVII grupos de saboyanos iban a levantar las cosechas en la región de Arles. 1 2 ' GROTANELLI, La Maremma toscana, Studí storici ed economía. II, p. 19. 110
1,3
GEORGE, op. cit.. p.
651.
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chas muy recientes, llegado el momento de la cosecha, arribaban estos montañeses en cuadrillas jóvenes de ambos sexos, hasta las llanuras y el litoral de la Baja Provenza, donde al gavot, el hombre arribado de Gap —en realidad, un nombre genérico—, se le considera «como el tipo de trabajador resistente a las fatigas, que viste sin elegancia alguna y que está acostumbrado a comidas muy rústicas.» " 4 Idénticas observaciones, más numerosas y sorprendentes, podemos hacer si incluimos las llanuras del Languedoc y la ininterrumpida marea de emigrantes que llega a ellas del norte, del Delfínado, y, sobre todo, del Macizo Central, Rouergue, Limousin, Auvernia, Vivarais, Velay y Cévennes... Esta marea se adentra en el Bajo Languedoc, pero lo rebasa regularmente en dirección de la rica España. Cada año se forma de nuevo esa procesión, casi a diario se puede decir, con campesinos sin tierra, artesanos sin empleo, trabajadores agrícolas venidos para la cosecha, la vendimia o la trilla, parias, mendigos y mendigas, predicadores ambulantes, giróvagos, músicos callejeros y, también, pastores con sus rebaños... El hambre montañesa es la gran espoleadora de esta multitud en su viaje de descenso. «Como base de este éxodo—dice un historiador— encontramos una evidente disparidad de nivel de vida a favor de las llanuras mediterráneas.» l l 5 Estos mendigos van y vienen, mueren por caminos y hospitales, pero contribuyen a la larga a renovar el material humano de las tierras bajas, haciendo persistir durante siglos un tipo humano aberrante: el hombre del norte, relativamente más alto, de cabello rubio y ojos azules... Casos típicos de diáspora montañesa La trashumancia es, con mucho, el más poderoso de estos movimientos de arriba abajo, pero es un viaje de ida y vuelta; la estudiaremos en detalle más adelante. Las otras formas de expansión montañesa no presentan la misma amplitud ni la misma regularidad. N o se observan sino casos particulares aquí y allá, a título de excepción, salvo en lo tocante a las migraciones «militares»; más o menos, todas las montañas son «cantones suizos». 116 Además de 114
'l5
ÍERNAND BENOIT, Op. cit.. p. 2 3 . EMMANUEL LE R O Y LADURIE, op. cit.. pp. 97 ss.
116 Imposible enumerar todos los ejemplos conocidos. Para el predominio del reclutamiento en las regiones montañosas y pobres de España, véase RAMÓN CARANDE, Carlos V y sus banqueros. Madrid, 1949, p. 14 (las tierras altas de Valencia y los montes de León). T H . LEFEBVRE, Les Pyrénées atlantiques. 1933, p. 286 (3 000 guipuzcoanos y navarros lucharon en la batalla de Pavía). Sobre los Pirineos aragoneses, FERNAND BRAUDEL, La Méditerranée..., primera edición, pp. 47-8.
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la gente errabunda y aventureros que siguen a los ejércitos sin recibir paga alguna, con la esperanza de combatir y saquear, son fuente de suministro de soldados regulares. Los corsos combatían al servicio del rey de Francia, de Venecia o de Genova, al grito de Carne, carne! Los soldados del ducado de Urbino y los de las Romanas, a quienes sus señores vendían por contrato, escogían generalmente a la República de Venecia. Pero cuando los señores traicionaban a sus banderas, como el día de San Agnadel en 1509, " 7 todos sus campensinos abandonaban, para seguirles, la causa de San Marcos. Siempre hubo en Venecia señores romanóles prófugos, cargados de crímenes, que demandaban a Roma la absolución de sus pecados y la restitución de sus bienes, " 8 a cambio de lo cual partían a los Países Bajos a servir la causa de España y del catolicismo..., sin citar a los albaneses, a los palikares de Morea y a los «bueyes de Anatolia», que Argelia y otros países extraían de las miserables montañas de Asia. La historia de los albaneses merecería una explicación aparte. " 9 Sensibles ante todo al amor por el «sable, los galones de oro y los honores», ,2 ° casi nunca dejaban sus montañas más que para servir como soldados. En el siglo XVI los encontramos en Chipre, l21 en Venecia, l 2 2 en Mantua, m en Roma, en Ñapóles l24 y Sicilia, y hasta en Madrid; iban allí a exponer sus proyectos o sus 117 PlERO PlKRl, La crisi militar: italiana tiel Rinascimento. Ñapóles, primera edición, 1934, p. 523. 118 H. de Maisse al rey, Venecia, 6 de junio de 1583, A. E. 31, ff. 29 v. y 30. 1,9 A título de orientación bibliográfica, ver R. Bi SCH ZANTNF.R, Albanien. 1939. Sobre las migraciones albanesas, provocadas en la Edad Media por la escasez, hacia las llanuras de Metohidja y de Podrina, cf. CviJlC, op. cit.. p. 150. Sobre sus maravillosos éxitos en el Imperio turco en el siglo XIX, ibid.. p. 17. En la Biblioteca Comunal de Palermo hay una memoria inédita de MONGITORE ANTONINO, Memoria de Greci remití dall'Albania in Sicilia, Qq E 32, f. 81. El albanés, gran bebedor de vino: M. BANDELLO, op. cit.. IV, pp. 350-1. Sobre los albaneses que abrazaban el cristianismo: un documento entre mil, Joan de Pallas, cónsul en Ragusa, al gran comendador de León, Ñapóles, 3 de abril de 1536, A. N., K. 1632. 120
VÍCTOR BÉRARD, La Turqnie..., op. cit.. p. 164.
121
En Chipre, donde son soldados de padres a hijos. Fr. STKFANO Ll SIGNANO DI CIPRO, Corograffia et brere historia uniíersale dell'isola de Cipro. Bolonia, 15 7 3 (B. N. París, 4.° G 459). 122 Constituían una parte considerable del ejército veneciano. C{. una serie de documentos edit. por L.AMANSKY, op. cit.. entre otros, p. 549 n. 123
124
BANDELLO, op. cit., III, 329 s.
Museo Correr, D. delle Rose 21, f. 80 sobre los grandes pueblos albaneses de Apulia, 1598. Con frecuencia muy temidos a comienzos del siglo. Se les prohibe 4 (3 ' e junio de 1506) salir armados de las ciudades y pueblos fortificados. Ll'DWiG VON TMALLÓC/.Y, «Die Albanische Diaspora», en Illyrisch-albaniscbe Forscbí/ngen. 1916, p. 339.
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dolencias, a reclamar toneles de pólvora o anualidades de pensión, siempre arrogantes, retadores y dispuestos a armar camorra. Italia, después, les fue cerrando las puertas poco a poco. Se encaminan entonces a los Países Bajos, l2S a Inglaterra, l 2 6 a la misma Francia, durante nuestras guerras religiosas, como soldados aventureros, seguidos por sus mujeres, sus hijos y sus popes. 127 Los regentes de Argel 128 y de Túnez los rechazaban, y tampoco los admitían los boyardos moldavos y válacos. En vista de ello, se enrolaron al servicio de la Puerta, como lo habían hecho al principio, en masa, a partir del siglo XIX. Poco les importaba la bandera bajo la que se enganchaban: «donde está el sable, está la fe». Peleaban por quien les daba para vivir. Y en cuanto expiraba su compromiso, tomaban, como en la canción, «su fusil por pacha y su sable por visir», l 2 9 se establecían por su cuenta y se volvían bandidos. A partir del siglo XVII, gran número de albaneses, ortodoxos en su mayor parte, se desparramaron por las tierras de Grecia, acampando como en territorio conquistado. Alteraron la estructura de la población de un modo tan visible, que Chateaubriand no pudo menos que advertir su presencia en 1806. I3 ° No menos curiosa y rica en enseñanzas es la historia de Córcega, de la Córcega extrainsular. En todas partes tiene algo que reivindicar, con más o menos razón, por lo demás. «En España, muchos insulares llegaron a ser ilustres», apunta De Bradi: '-" De Lecas, alias Vázquez, fue ministro de Felipe II (el dato es exacto y Cervantes llegó a dirigirle versos). Pero De Bradi continúa: el verdadero Don Juan era corso, de padre y madre corsos; hasta se nos da su nombre y el nombre de sus padres. Hay quien piensa, incluso, que Cristóbal Colón nació en Calvi... Sin llegar hasta Donjuán, se puede identificar a muchos verdaderos corsos que como marinos, chalanes, mercaderes u obreros agrícolas —cuando no pachas,
125
O. DI;TORNE, «Philippc et Henri de Guise», en Reine Historicjite. 1931, II,
p. 324. 126
En 1540, G. LEFEVRE PONTALIS, Correspondance po/ítíqne d'Odet de Sel ve. 61, 65, 351, 354. A. H. N. Lo. 3189, 1565, Inquisición de Valladolid, curioso asunto de Guillermo de Modon. 12s HAEDO, Topografía.... p. 121 v., señala a Alger Arnaut Mami y a un «renegado, también albanés y arnaut como él», p. 122 v. 1888,
127
129 130
PP.
VÍCTOR BERARD, La Tnrquie.... op. rit.. p. 26.
ltinérain de París ajérnsalem (ed. de 1831), i, pp. 111 y 175. ' " La Corsé inconnue p. 44, con indicaciones sobre una serie de corsos ilustres fuera de la isla.
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I3Z
renegados del gran turco y hasta algún rey de Argel—, vivían en torno del Mediterráneo, como hoy día viven tantos corsos en la metrópoli francesa, en el «continente», como se dice en la isla. Una migración secular desparramó también por el mundo a los montañeses de Milán. Ya hemos hablado de los bergamascos, subditos de Venecia. Pero no hay colmena montañesa que no tenga su enjambre siempre listo a levantar el vuelo; a menudo, también una segunda patria donde los exiliados se reúnen y reagrupan. Los quincalleros ambulantes de Val Vigezzo iban tradicionalmente a Francia, donde a veces se establecían definitivamente; de allí salieron, por ejemplo, aquellos Mellerio, hoy joyeros de la rué de la Paix. I33 Los vecinos de Tremezzo preferían la Renania; de sus filas salieron los Majnoni y los Brentano, banqueros de Francfort. ,34 A partir del siglo XV, los habitantes de Val Masino comenzaron a emigrar a Roma. 135 Los encontramos establecidos en las droguerías y las panaderías de la Ciudad Eterna, y también en Genova. De los tres «pievi» del lago de Como —especialmente los de Dongo y de Gradevona—, los hombres van hasta Palermo a probar fortuna como hosteleros. De ahí ¡a curiosa relación y ias huellas visibles que encontramos en el Val de Brenzio 136 en lo referente al vestido y al adorno de las mujeres. Pues los emigrantes retornaban con frecuencia a sus lares. En Ñapóles encontramos en el siglo XVI buen número de nombres típicamente milaneses; 137 «pero esos lombardos que vienen aquí a trabajar por millares —decía en 1343 el cónsul G. F. Osio—, en cuanto ganan algún dinero se vuelven a Milán a gastarlo...» 138 Albañiles lombardos —los mu ratón' (sin duda, gente de los Alpes)— construyen el castillo de Aquila, en 1543; 139 cuando llegaba el invierno se volvían a su tierra. Pero si siguiésemos a estos albañiles y tallistas de la piedra los veríamos 132 Por ejemplo, Hassan Corso, v. J. CAXENAVE, «Un corsé roi d'AJger 15181556», enAfriqí/e Latine, 1923, pp. 397-404. 133 Sobre los Mellerio, v. GIUSEPPE MELLERIO, Les Mellerio. kur origine, leiir histoire, París, Ollendorf, 1895. Sobre la emigración de los Alpes milaneses, CARLO ANTONIO VIANELLO, «Alcuni documenti sul consolato dei Lombardi a Palermo», en Arcbivio Storico Lombardo, 1938, p. 186. 134
135
VIANELLO, ibid.. p. 186.
ibid.. p. 186. ibid.. p. 187. 137 ibid.. p. 187. 138 G. F. Osorio, consolé dei Lombardi alia camera dei mercanti di Milano, Ñapóles, 21 de septiembre de 1543, publicado por VIANELLO, ibid.. p. 187. 139 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Partium 240, ff. 111-3, 15 de enero de 1544, con los nombres de los muratori. 136
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dispersarse por toda Europa y, seguramente, por toda Italia. Desde 1486 trabajaban lapicide lombardi en la construcción del Palacio Ducal de Venecia. 14° Incluso una región tan enquistada y continental como Armenia no logra escapar al inevitable destino de toda región montañosa. No creemos que deba darse crédito a la fábula del origen armenio de los Murat, cuyo verdadero nombre sería, de ser cierto, Muratjan, oriundos de Karabagh, en el Cáucaso; l41 sometida esta especie a examen resulta más inverosímil que la fábula del Don Juan corso. Pero conocemos con absoluta certeza la diáspora armenia hacia Constantínopla, Tiflis, Odesa, París y las Américas... Ocupa también un lugar importante en el desarrollo de la gran Persia del Shah Abbas, a principios del siglo XVII, a la que suministró, entre otros elementos, los indispensables mercaderes viajeros, 142 cuya presencia se acusa entonces 143 hasta en las ferias de Alemania, en los muelles de Venecia y en las tiendas de Amsterdam. 144 Otros, antes que ellos, habían intentado establecer estos nexos y fracasaron en el empeño. Si los armenios lograron éxito, se debe, en cierto modo, a que eran cristianos, pero, sobre todo, gente ruda, acostumbrada a pasarlo mal, resistentes y de pocas necesidades, verdaderos montañeses, en una palabra. «Cuando regresan de la Cristiandad —apunta Tavernier, que los conoció muy bien—, traen toda clase de mercancías y de quincallería de Venecia y de Nuremberg, como pequeños espejos, sortijas de latón y de esmalte, perlas falsas y otras cosas por el estilo, con las que pagan los víveres que sacan de las aldeas...» 145 Reunían por este medio 14(1
A. d. S. Venecia, Notatorio di Collegio 13, f. 121, 12 de octubre de 1486. De un artículo de prensa, «Eriwan, die Haupstadt der Armenier», en Frankfurter Zeitung, 9 de agosto de 1940. 142 JEAN-BAPTISTE TAVERNIER, Les six tvyages qu'il a faits en Tnrqnie. en Perse el aux ludes. París, 1681, 1, pp. 380 ss. 143 Entonces, es decir, en el siglo xvn. En el siglo xvi, en Constantínopla y en eJ este mediterráneo, la hora de los armenios todavía no había sonado, IORGA, Points de rué sur l'hhtoire di/ commerce de l'Orient a l'ípoque múdeme. 1925, p. 23- Por el contrario, en el siglo xvn, los armenios comerciaban hasta en el Mediterráneo occidental. Un navio armenio, El Armenio Comerciante, lleva trigo a Liorna (Mémoires dii Cheialier d'Ariienx. 1735, I, p. 13). Sobre la actuación de los armenios en la querella de los Santos Lugares en 1621, cf. TONGAS, L'ambassadenr L. Deshayes de Cormenin (1600-16321. 1937, p. 132. Sobre la actual dispersión de los armenios, las pocas palabras de WERNER SOMBART, Vom Menschen. 1940, pp. 178-9. 144 Se conservan en la actualidad manuales comerciales, escritos en armenio, escritos ex profeso para la gran ciudad del norte. 145 TAVERNIER añade: «Son tanto más hábiles para los negocios cuanto que viven con gran economía y sobriedad, ya por virtud, ya por avaricia. Cuando salen de sus casas para emprender largos viajes, hacen provisión de galletas, de carne 141
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grandes fortunas en dinero contante, y, de regreso en sus hogares de Zolfa, la rica colonia armenia de Ispahan, se daban una vida tan fastuosa como la de los persas, vestían suntuosamente a sus mujeres con brocados de Venecia y enjaezaban con bridas de oro y de plata sus caballos. Es verdad que jugaban sobre dos tableros, y, no contentos con los negocios de Europa, traficaban en las Indias, en Tonkin, en Java, en las Filipinas «y por todo el Oriente, con excepción de China y el Japón». I46 A veces iban ellos personalmente a negociar —Tavernier hizo el viaje de Surate y de Golconda con el hijo de un gran mercader armenio de Zolfa, a quien sus negocios llevaban por aquellos rumbos—; otras veces se aprovechaban de los puestos establecidos por ellos en la gran ciudad junto a los «banianos», esos importantes mercaderes hindúes, emisarios avanzados del comercio asiático en la capital persa. Algunos armenios poseían barcos que surcaban las aguas del océano Indico. 147 Esta emigración de finales del siglo XVI y comienzos del XVll explica el Renacimiento armenio de tipo veneciano con que nos encontramos en esa época. ¿Pero no es precisamente por haber rebasado sus límites por naturaleza, por necesidad, y con tantas ventajas como inconvenientes, por lo que desde el siglo XIV Armenia dejó de ser Estado, y hasta un medio humano de alto potencial? A Armenia la arruinó su propio triunfo. La vida montañesa, primera historia del Mediterráneo Eso es realmente la montaña: una fábrica de hombres para uso ajeno; su vida difusa y pródiga alimenta toda la historia del mar. 14S Y mañana tal vez haya sido ella misma, la montaña, la que produjo esa historia, en sus orígenes; pues la vida montañesa, movimiento más que vida sedentaria, ganadería antes que agricultura, parece
ahumada, cebollas, manteca, harina, vino y ("rutas secas. Se resisten a comprar carne fresca todo lo que pueden, salvo cuando encuentran en las montañas algunos corderos o cabritillos baratos.» Op. cit., 1, p. 380. 146 Sobre la riqueza y el lujo de los armenios de Zolfa, v. TAVERNER, op. cit.. I, p. 380. 147 Ibid., II, p. 3. 148 ¿La montaña? «Una zona de emisión de hombres» (DEPFONTAINES, JEANBRUNHES-DELAMARRE, BERTOQUY: Les problema de géographie humaine, 1939, p. 141. Sobre el contraste entre la llanura y la montaña, característico de la cuenca mediterránea, v. PARAIN, La Méditerranée. les bommes et leurs traianx, París, 1936, p. 191; SION, La France médit..., pp. 44 s.
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haber sido, en efecto, la vida inicial del Mediterráneo, cuya civilización, «lo mismo que la del Cercano Oriente y la de Asia Central, encubre y disimula a duras penas sus elementos pastoriles», l 4 9 que evocan un mundo primitivo de cazadores y pastores, una vida de trashumancia y nomadismo, con algún que otro cultivo apresurado en chamiceras. Vida geográficamente vinculada a las regiones altas, desde muy pronto pobladas, explotadas y organizadas por el hombre. ¿Las razones? Sin duda, la variada distribución de los recursos montañeses; pero también el hecho de que las llanuras fueron primitivamente el reino de las aguas estancadas y de la malaria, o bien de zonas a lo largo de las cuales discurrían aún las aguas de curso incierto de los ríos. Las llanuras habitadas, que hoy en día son imagen de la prosperidad, han sido la culminación tardía y penosa de siglos de esfuerzos colectivos. En la Roma antigua, en tiempo de Varrón, persistía aún el recuerdo de los días en que se navegaba en barca por el Velabro. La ocupación se extendió progresivamente de las alturas hacia las tierras bajas febriles, brillantes de aguas muertas. Abundan las pruebas de ello. En el bello estudio de P. George l 5 ° encontramos un mapa de los establecimientos prehistóricos de la región del Bajo Ródano: todos los centros reconocidos aparecen situados en las altas regiones calcáreas que dominan la depresión del delta, al este y al norte. Hasta miles de años más tarde no se iniciaron, con el siglo XV, los trabajos de saneamiento de las marismas del Ródano. I 5 ' Lo mismo ocurre en Portugal, donde no existen depósitos prehistóricos en las cuencas y en los valles. En cambio, las montañas están pobladas desde la Edad del Bronce; su desforestación no es reciente e iluminada por las luces de la historia, como la de Europa Central. En los siglos IX y X aún se vivía en las cumbres; las localidades más antiguas que se conocen, y que se remontan precisamente a esa época —la de los reyes asturoleo-
149
150
J I L E S BLACHE, op. cit.. p. 15. La misma nota en P. GEORGE, op. cit.. p. 352.
P. GEORGE, op.cit., p. 237;BOURRILLY-BUSQUET,H. delaProvence, 1944, p. 7:
«Se ha localizado a los habitantes más antiguos de Provenza en los alrededores de Ventoux, las montañas de Vaucluse, al sur de Lubéron, en los valles a la derecha del Durance, en la confluencia del Verdón; parecen estar en relación con la abundancia de yacimientos de sílice y de rocas duras pulidas por la corriente de las aguas.» De acuerdo con Louis ALIBERT, «Le Génie d'Oc», en Les Cahiers du Sud, 1943, p. 18: «La estructura esencialmente montañosa de los países mediterráneos ha favorecido la tijación y la permanencia de las razas prehistóricas y protohistóricas.» P. GEORGE, op. cit.. pp. 310-22.
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS
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n e s e s — , son casi siempre, y como por casualidad, los aleros más altos de las actuales poblaciones. I52 El ejemplo portugués nos lleva fuera de los límites del Mediterráneo. Pero ahí está el ejemplo de la Toscana, en el mismo corazón de este mar. Región de estrechas llanuras, naturalmente pantanosas, cortadas por valles encajonados entre las colinas que se elevan más y más a medida que vamos hacia el este y hacia el sur; y, en él, las ciudades. ¿Dónde encontramos las primeras, las más antiguas de todas? Exactamente en el último piso,' sobre las pendientes medias, hoy cubiertas de viñedos y olivares. Allí se alzaban las ciudades etruscas, las oppida, escalonadas a muchos centenares de metros sobre los valles, colgadas sobre las colinas: Hochrikkenstadte, las llama A. Philippson. 153 En cambio, Pisa, Luca y Florencia, ciudades de la llanura, adquieren rango tardíamente, en la época romana. ,54 La amenaza de los pantanos alrededor de Florencia continuará todavía por largo tiempo. 15S Todavía en el siglo XVI la región baja de la Toscana no estaba totalmente desecada. En conjunto, se observa durante ese tiempo, por el contrario, una especie de subida de nivel de las aguas perniciosas. Los pantanos ganan terreno en el Val de Chiana y en las márgenes de la llanura inundada del lago Trasimeno. Las fiebres se extienden en las marismas, en la llanura triguera de Grossetto, donde todos los esfuerzos de (a política de los Médicis —por otra parte, proteccionista en extremo— no llegaron a desarrollar el cultivo intensivo del trigo necesario para la gran exportación. , 5 6 Así pues, la pugna entre la llanura y la montaña es también una cuestión de período histórico. Los estudios agrarios hechos en la Europa Central y Occidental nos han enseñado a distinguir los suelos antiguos de los nuevos, el Altland y el Neuland de los historiadores y los geógrafos alemanes, ganado aquél por los agricultores neolíticos, y éste habilitado por las colonizaciones medieval y moderna. Viejas tierras, nuevas tierras... En el Mediterráneo casi podría decirse: montañas y llanuras. Quien desee comprender la vida
152 LAUTENSACH, «Die lánderkundiiche Gliederung Porrugais», en Geogr. Zeitschrifi., 1932, p. 194. ls3 A. PHILIPPSON, «Umbrien und Etrurien», en Geogr. Zeitschrifi. 1933, PP- 455, 457,461 y 462. 154 Ibid., p. 457. 15> ALFRED VON RF.UMONT, Geschichte Taskana's. Gotha, 1876, pp. 366-7. 156 Ibid., pp. 368 ss.
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LA INFLUENCIA DEL Í.ÍF.OIO AMBIENTE
mediterránea, debe encuadrarla dentro del marco de esta antítesis: sólo ella le da su sentido histórico y humano. II.
ALTIPLANOS, LADERAS Y COLINAS
Reconocemos, desde luego, que la imagen de la montaña, tal y como acabamos de esbozarla, es incompleta. Y es que la vida no se deja reducir nunca a líneas demasiado simples; la montaña es múltiple por sus relieves, por su historia, por sus costumbres y hasta por sus fechorías. Y, sobre todo, al lado de la montaña alta aparece esa semimontaña de las llanuras, de las colinas, de las laderas, semimontaña que en nada se parece, sino que más bien contrasta en cada uno de sus rasgos con la verdadera montaña. Las altas llanuras Las mesetas son grandes y altas llanuras descubiertas, de suelo seco —en el Mediterráneo, al menos— y, por consiguiente, duro, con raros tajos fluviales. Los caminos, las vías de comunicación, pueden abrirse aquí con relativa facilidad. Así, la meseta de la Emilia —que más bien es casi una llanura— está profusamente cubierta de caminos, y desde hace mucho tiempo, desde siempre, ha dado vida a brillantes civilizaciones, cuyo símbolo es Bolonia. El Asia Menor, con sus preciosas capas terciarias (sin ellas sería tan salvaje como el Zagros o el Kurdistán, sus vecinos), 157 sus múltiples calzadas, sus caravanas, sus caravanserrallos, sus ciudadesetapas, es el corazón de una incomparable historia caminera. Las altas mesetas argelinas son también como un ininterrumpido camino de estepas que se extienden desde Biskra y la depresión de Chott-el-Hodna, hasta la Muluya marroquí... 15s En la Edad Media, toda el Asia Menor, entre Ifriqyia y Marruecos, era, en realidad, una gran ruta de este a oeste, que conectaba los mercados con ese sistema dorsal, antes del florecimiento de Bujía, antes de la creación de Argel y de Oran y antes del auge del mar sarraceno en el siglo X... 1S9 En cuanto a las dos mesetas que en los umbrales de los Apeninos, ai oeste, se extienden sobre la Umbría y la Toscana, 157
158
PHIIJPPSON, Das Mittelmeergebiet. p. 20. E.-FÉLIX GAL¡TIER ha insistido con m u c h a frecuencia s o b r e el papel d e esta
espina dorsal del África del Norte, entre otras obras, en Le Passé de l'Afrique dn Nord. 1952, p. 115. 159
p. 121.
GEORGES MARCÁIS, en Histoire d'Algérk, por GSELL, MARCÁIS, YVER, 1927,
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS
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erosso modo, y al este sobre la Apulia, ¿podríamos llegar hasta decir, con Philippson, , 6 0 que han sido el escenario esencial de la historia y del desarrollo cultural de la península? Aunque así no fuera, no cabe duda de que su importancia ha sido grande. Baste señalar el hecho, ya bastante considerable de por sí, de que esas regiones han sido espacios de calzadas. En la región del oeste, sobre el altiplano de tobas del sur de Etruria, Roma tendió rápidamente las vías Flaminia, Amerina, Cassia, Clodia y Aurelia, que conservaron hasta el siglo XVI su trazo original, casi sin cambios. La Apulia, al este, estaba igualmente abierta a la circulación. Es una vasta meseta calcárea, 161 bastante baja, que mira hacia el mar, hacia Albania, Grecia y el Oriente. Larga fila de ciudades la atraviesa en dos líneas paralelas: una sobre la costa de Barletta a Bari y a Lecce; la otra, diez kilómetros tierra adentro, de Andria a Bitonto y a Putignano... , 6 2 Desde la Antigüedad es un foco de población situado entre el mar y la zona del interior, casi desierta, y ya desde entonces, un foco de cultura. Lo que la entrega a las influencias procedentes del oeste —pues esta región se latinizó 163 muy pronto sin dificultades— no es tanto su carácter de país abierto, de país caminero, como la influencia que sin cesar recibe del este, de Grecia y de Albania, por el mar, y que, en algunas épocas de su historia, da la impresión de que vuelve literalmente la espalda a la península. Evidentemente, es ésta una región sobre la que el hombre ha intervenido continuamente. 164 En el siglo XVI, la vasta y rica zona de la Apulia es conocida como un granero de trigo y un gran depósito de aceite. Todos llegan allí en busca de productos alimenticios; Venecia, sobre todo, que siempre soñó con instalarse en aquellas tierras —lo cual logró, por cierto, en dos ocasiones, en 1495, y en 1528—, y también otras ciudades del Adriático, como Ragusa, Ancona y Ferrara. I65 Por mediación del pequeño archipiélago de las Tremiti y los buenos oficios de los Frati della Carita que allí habitan, habrá un incesante contrabando de trigo a todo lo largo del siglo xvi. I66 "u 161 162
163
«Umbrierf...,» art. cit.. p. 450. JI'LES SION, G. U„ VII, 2, 1934, p. VIDAL DE LA BLACHE, op. cit.. p. 85.
326.
N. KREBS, «Zur politischen Geographie des Adriatischen Meeres», en Geogr. Zeitsch.. 1894, p. 375. 164 Pienso, al escribir esto, en el tritlli, y más aún en el sistema de riegos de k. a ltiplanicie, en el «acquedorro pilgüese». FRITZ KLUTE, Handbuch der geogr. Wissen¡chaft. Berlín, 1914, p. 316, da un buen croquis. Pero, ¿y su historia? 165 Según A. d. S. Ñapóles, Dipendenze della Sommaria, rasero 417, fase. I, 1572. 166 A. d. S. Ñapóles, Sommaria, Consultationum, II, 237-41.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Pero tal vez el más bello ejemplo de estas mesetas animadas sea todavía hoy el de las dos Castillas, en el centro de la península española. Una y otra, la Vieja y la Nueva, están surcadas de rutas, o más bien de veredas y de malos caminos de herradura. 167 Estos caminos no por ello dejan de verse transitados por el tráfago de los hombres, por la agitación de verdaderas caravanas de arrieros (los carreteros, cuyos defectos señala minuciosamente Cervantes, tienen aquí un papel comparativamente secundario). , 6 8 Estos interminables convoyes de bestias de carga, mulos y asnos desaparecen casi bajo sus cargas, atravesando las Castillas de norte a sur y de sur a norte, según el calendario de los pastos. Descendiendo hacia el sur en el invierno, subiendo hacia el norte en el estío, transportan todo lo que se ofrece a su paso: trigo y sal, lana y madera, cerámica o loza de Talavera, mercaderías y viajeros. Guzmán de Alfarache, el picaro de Sevilla, encuentra un arriero a las puertas de la ciudad de donde huye y viaja con él hacia el norte, en compañía de unos dignos eclesiásticos, que le cuentan una bella historia. Este movimiento de «acarreo» es el que permite a Castilla servir de nexo de unión entre las regiones periféricas de la Península que la rodean y la separan a menudo del mar. Es ese tráfico, y no Castilla solamente, como se ha dicho, 169 lo que ha hecho a España. Es ello lo que determina, y, si se quiere, lo que traiciona a la economía profunda del país. El hecho es que durante mucho tiempo, este movimiento de caravanas se desplaza hacia la vertiente oriental, principalmente a Barcelona, y Barcelona se convierte en el mercado de venta de la lana española; después a Valencia, que en el siglo XV, l7 ° sobre todo en tiempos de Alfonso el Magnánimo (1416-1458), llegó a obtener una gran fortuna, y, por último, a Málaga y a Alicante, ciudades que llegaron a ser, en el siglo XVI, los grandes puertos de embarque de la lana. En su trabajo sobre la Gross Ravensburger Gesellschaft, opina Schulte que el declinar de Valencia a fines del siglo XV se debió a que la circulación castellana, restablecida en todo su vigor bajo el régimen de los Reyes Católicos, viró ahora hacia el norte, hacia las activas ciudades de 167 GKORG FRIEDF.RU.I, Der Cbarakter der Entdeckimg nnd Eroheritng Ameritas durch die Eiiropaer. I, Gotha, 1925 y principalmente pp. 174, 179. 16,1 «El licenciado Vidriera», Nótelas ejemplares. 169 ORTEGA Y GASSET, España invertebrada: Madrid, 1934; encontramos esta misma reflexión en autores como Unamuno, Antonio Machado o Menéndez Pidal. 170 SCHULTE, Geschichte der grossen Ravens-burger Gesellschaft, 1923, principalmente I, pp. 285 ss. y p. 295.
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Medina del Campo, Burgos, Bilbao, gracias a lo cual se vinculó España más decididamente que nunca a la poderosa Europa septentrional... Es una hipótesis verosímil, que tiene en cuenta también este movimiento, este tráfico de caravanas sin el cual no se podría comprender ni a España en su conjunto, ni a Castilla en particular, con sus alineamientos de ciudades de norte a sur, a la vera de las rutas de la trashumancia, que fueron, como es sabido, los mismos caminos de la Reconquista. Castilla, tan perfecta y tan rápidamente sometida por sus reyes, después de Villalar, conducida por ellos con aquella «vara de hierro» de que hablaba un embajador veneciano en 1581 17 ' —¿acaso no es la facilidad de comunicaciones la primera condición para un gobierno eficaz?—, Castilla se conviene por todas estas razones en el centro histórico de gravedad de España. I72 Las comarcas en espaldera Las comarcas en que se juntan la montaña y el llano, l73 debajo de las laderas —en Marruecos se les llama Dir—, presentan estrechas fajas de vida arraigada y floreciente. Tal vez porque entre los 200 y los 400 metros —donde se encuentran situadas— está el nivel óptimo del ambiente mediterráneo, por sobre las miasmas de la llanura y, por otra parte, dentro de los límites en que pueden prosperar todas las plantas de la coltura mista. Además, el agua que baja de la montaña permite la irrigación y les sabios cultivos hortícolas, que dan belleza y vida a estas estrechas regiones privilegiadas. En Marruecos, desde que nos alejamos del Atlas por el Dir que une a las grandes llanuras del oeste, vemos aparecer en cada valle abierto los canales de riego, y con ellos, esos jardines y esos vergeles admirables que fueron la admiración del padre Foucauld. De un modo análogo, para el viajero que viene del norte, la impresión de Italia, o mejor dicho del verdadero Mediterráneo, no se fija sino mucho tiempo después de pasar los Alpes, cuando se llega 171
ALBERI, Relazioni. I, V. (Francesco Morosini), p. 293. VIDAL DE LA BLACHE, États et Nations de l'Europe. 1889, p. 358. 171 SORRI:, Les fnndements biologiques de la géograpbie hiimaine. París, 1934, P- 386: «El clima de las bajas montañas y el de los primeros altiplanos es más favorable al esfuerzo, al menos en el Mediterráneo, que el de las regiones bajas.» Un buen esbozo en ANDRIÍ SIHGI-RIF.D, V//e genérale de la Míditerran'ee. París, 1913, a propósito de las «laderas» (p. 108).-Laderas o rebordes |«revermonts»|, diremos, generalizando la palabra de la zona del Jura, entendiendo por ella toda estribación, inclusive la curiosa línea del Piamonte, esa línea festoneada tan importante principalmente en Andalucía. V. Las observaciones de G. NlEMElER, op. dt.. p. 109. 172
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
a las primeras estribaciones de los Apeninos, que tienden, de Genova a Rímini, en la raíz de la península, sus laderas a veces quebradas, pero sembradas por todas partes de oasis maravillosos. Es impresionante, hace notar uno de estos viajeros, salir de la llanura del Po en primavera y llegar a esas regiones verdegueantes, esmaltadas de flores, con sus campos cultivados, en los que se conjugan la viña, el olmo, el nogal, el olivo y las blancas ciudades, mientras que en la llanura del Po los árboles desnudos —el álamo, el sauce, la morera— parecen aún azotados por el frío invernal. Porque estas regiones de coltura mista —mezcla de huertos, jardines y a veces prados— están frecuentemente localizadas a lo largo de las faldas, sobre la línea de las laderas. «A esta altitud (entre los 200 y los 400 metros) —apunta Vidal de la Blache— ,74 alrededor de la campiña romana se despliega la línea de castelli romani; allí se levantaban las antiguas oppida, que bordeaban sobre los montes Volscos la franja desértica (todavía lo era en tiempos de Vidal) de las lagunas pontinas, y las antiguas ciudades dominaban las orillas casi desiertas de la vieja Etruria... El jardín aparece en el primer plano; al fondo emerge la montaña gris. Las oppida, antiguas ciudades fortificadas, se elevaban sobre los espolones, en las partes no cultivables. No existía allí una vida urbana propiamente dicha, sino una vida cantonal bastante poderosa, que la mano de Roma reunía en un haz... La pureza y la vivacidad del aire conserva y reforma un material humano que antaño suministrara a Roma el mejor contingente de sus legiones, y que ahora le proporciona la mano de obra que recluta para la explotación de la Campagna.» El mismo paisaje en espaldera encontraremos frente al Adriático, sobre el largo reborde de los Alpes dináricos, desde los alrededores de Istria hasta la altura de Ragusa o de Antivari. ,7S Un estrecho festón de vida mediterránea bordea la montaña casi junto a la costa, insinuándose en las brechas de los relieves hacia el interior, por el paso de Carniola hasta Postojna, por la garganta de Prolog hasta Livno, en Bosnia, o por el cálido valle del Narenta hasta Mostar, en Herzegovina. Se trata, aun con esos anejos, de un 174
Op. cit.. pp. 92-3. Sobre toda esta cuestión, v. el libro de Cvilic, La péninsule balkaniqíie, trad. franc, ¡918. Para la parte decorativa y pintoresca, R. GERLACH, Dalmatinisches Tagfbticb. Darmstadt, 19-10. Para la descripción geográfica, MiLOinvic, Littoral et lies dinariques dans le Royanme de Yougoslaite (Mém. de la Soc. de G., vol. 2), Belgrado, 1933. 175
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS
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espacio filiforme, no comparable a la enorme Zagora, ese alto país de los karst, que es tan ancho a la altura de Ragusa como los Alpes sobre el meridiano de Munich, y que sirve de barrera del lado del continente balcánico. ¿Podríamos ni soñar contraste más impresionante de paisajes y géneros de vida? Al oeste, anchos países montañosos, desolados por los rigores del invierno y por las sequías catastróficas del verano, regiones ganaderas y de vida inestable, verdaderos países colmenas, que desde la Edad Media, que nosotros sepamos —pero, probablemente, desde siempre—, sobre todo Herzegovina y Montenegro, vuelcan sus hombres y sus rebaños sobre los países de más abajo, hacia la Servia moraviana, con sus cuencas fluviales mal desecadas; hacia la Chumadia antaño impenetrable, con sus bosques; hacia Croacia-Eslovenia, al norte y hasta Syrmia. No es posible concebir, cualesquiera que sean los encantos y las finuras de su civilización, región más ruda, más patriarcal y más atrasada... Es una de las zonas de reservas humanas más ricas de la península, y siempre ha abierto sus esclusas —es decir, sus desfiladeros y sus puertos— a una multitud de emigrantes. Por añadidura, en el siglo XVI era también una zona de guerras, un país fronterizo enfrentado a los turcos. Los zagorcis son soldados natos, bandidos o prófugos, hajdtik o uskok, «rápidos como el ciervo» y de un valor legendario. Por otra parte, la montaña favorecía sus golpes de sorpresa, y mil cantos populares, mil pesma, nos hablan de sus hazañas, de los beys azotados, de las caravanas asaltadas, de las hermosas muchachas raptadas... No debe sorprendernos que esta montaña salvaje se desborde también hacia la Dalmacia. Pero estos desbordamientos no tienen nada de la anarquía de los del este o del norte, en dirección al interior; son, por el contrario, disciplinados y cuidadosamente filtrados. Se hacía una guerra eficaz contra los tropeles de los zagorcis; podrían esparcirse por la Baja Albania, pero no por los campos estrechos y por los vergeles de la costa. Apenas se insinuaban aquí y allá, especialmente por la depresión del Narenta. El hombre, por su parte, se domestica; se convierte de bandido en gendarme; el colono eventual se dirigía a las islas y aun más lejos, a través de Venecia, en dirección a Istria, donde el trabajo y las tierras sin cultivar abundaban más que en otras partes. m 176 Tomamos de la síntesis de Cvijic lo que antecede a propósito de los movimientos «metanastásicos». Sus alumnos han continuado los estudios sobre el gran problema de las emigraciones de la montaña eslava. Así, J. MAL, LJskoke seobe i slovenske pokrajine (las migraciones de los uscoques y de las regiones eslovenias), Lu-
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LA INI'LUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
El invasor se encuentra aquí con un mundo eminentemente estable y tranquilo; un mundo que ignora, si no el movimiento, por lo menos las migraciones en masa y los gestos de loco de los países altos; un mundo rural cerrado, que había desarrollado pacientemente sus huertos de frutas, sus viñedos y sus prados, en el que las pendientes no eran demasiado fuertes, y que en los lugares menos propicios había ido plantando huertos a golpe de azada entre pequeños muros de contención. Toda una serie de aldeas urbanizadas, de pueblecillos con estrechas calles y de altas casas apretadas una contra otra, ocupaban las bahías, los draga, los promontorios y los istmos de la costa. La gente, en estos lugares, era laboriosa, paciente, equilibrada y acomodada, aunque no rica, pues la pitanza, aquí, es exigua, como en todo el Mediterráneo, ya que hay que luchar contra la Naturaleza, contra el enorme Zagora amenazante, contra el turco, y, por si todo ello fuera poco, contra el mar. Todo esto exigía un trabajo coordinado, y no gente libre para obrar a su voluntad; desde el siglo XIII, el campesino de Ragusa tenía la situación de un colono, de un campesino en estado de semiservidumbre. Un catastro del siglo XV nos revela una situación análoga en los países cerca de Spalato. En el siglo XVI, alrededor de las ciudades venecianas de la altra ¡ponda, una agricultura precaria se cobijaba bajo la protección de los soldados. Cuadrillas de campesinos obligados a trabajar partían por la mañana y regresaban al atardecer bajo la protección de la tropa. 177 Todo ello no contribuía, ciertamente, a estimular el individualismo ni las agitaciones campesinas, de las que, sin embargo hay pruebas e indicios. i78 Por otra parte, toda la sociedad dálmata se mantiene jerarquizada y disciplinada. En Ragusa había un enjambre de familias nobliana, 1921, muestra la utilización de esta migración para la organización de los confines militares turcos, venecianos y austríacos. R. BUSCH ZANTNER, op. cit., p. 86, llama la atención sobre la presión albanesa, que determina los movimientos migratorios servios hacia el norte; presión albanesa, no turca. 177 De J. N. TOMK:, Naselje n Mktackoj Dalmaciji. Nich, 1915, t. I, 1409-1645, un corto estudio sobre los lazos de dependencia personal y económica de los campesinos en los dominios venecianos de Dalmacia. Este régimen tiende a expandirse en las islas y el interior de Istria. El peligro turco causa pérdidas que la inmigración servia de Bosnia y de Herzegovina no consigue reparar. Entraña la organización de milicias obligatorias contra los ataques provenientes de los turcos, de los corsarios o de los bandidos. Sobre la Dalmacia veneciana en el siglo xvi, V. LAMANSKY, op. cit.. principalmente, p. 552, los enjambres de soldados dálmatas que se posaban hasta en Inglaterra, y la utilización de otros contingentes en el ejército y en la flota venecianos, así como en barcos extranjeros, donde les atraían condiciones de vida más favorables que las de la flota veneciana. 178 Documentos leídos en el Archivio di Stato de Venecia, pero de los cuales no he tomado nota.
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS. MESETAS, LLANURAS
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bles. Hasta ayer mismo vivía en la ociosidad, sobre las espaldas de un proletariado humildísimo de hortelanos y pescadores, toda una clase de Sjor, de Signori. «El pescador —nos dice Cvijié— pesca para él y para un Sjor, al cual está estrechamente asociado; el Sjor le considera como a uno de los suyos, y al pescador le repugna vender a otro su pescado.» A fuerza de ser estables, continúa diciendo Cvijic, estas sociedades están «como congeladas, estáticas...». Lo cual es, a la vez, cierto e inexacto. Porque se trata de humanidades más bien que de sociedades estables. En efecto: las apacibles «laderas» evolucionan socialmente, se transforman, bullen. Sobre todo cuando se trata de la Dalmacia o del extremo de los macizos catalanes, caso en el que podríamos habernos detenido con cuidado: lo complica el hecho complejo de que esta región no desemboque, como los castelli romani, en una llanura estrecha y limitada, sino en el mar, que todo lo complica y al mismo tiempo todo lo facilita. La franja dálmata está vinculada también por el Adriático a Italia y a un vasto mundo. Se abre ampliamente al exterior. Y Venecia, que la dominaba políticamente en el siglo XVI, la penetró, aun sin quererlo, con su civilización conquistadora. Las colinas El mismo problema encontramos cuando se trata de colinas, sobre todo de colinas de toba o de cal del terciario, que los hombres ocuparon inmediatamente, y que inmediatamente dominaron: las colinas de Languedoc, las de Sicilia; las de Montferrat, esas «islas» del norte italiano; las de Grecia, que a menudo siguen ostentando sus nombres clásicos; las colinas de Toscana, con sus célebres comarcas, sus ciudades y sus pueblos, que son casi ciudades, en la campiña más impresionante que existe en el mundo; por último, las Sahel del África del Norte, famosas tanto en Túnez como en Argelia. Entre el mar y Mitidja, apoyado contra ese macizo central en miniatura que es Buzarea, el Sahel de Argel constituye la esencia misma de Fahs, de la campiña argelina. 179 Una campiña toda ella urbanizada, repartida entre los dominios de los turcos argelinos, en que impera el dialecto de la ciudad próxima, estrecho oasis en medio de los dialectos «nómadas» 180 que rodean al centro urbano. 179 H. ISNARD, «Caractére récent du peuplement indigéne du Sahel d'Alger», en ¡I Congrh des Soc. sai: d'Afrique du N., 1936. 180 Sobre el tema cf. G. MILLÓN, «Les Parlers de la región d'Alger», en Congñs des Soc/étés sai: d'Afrique du Nord. 1937.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Arregladas, cultivadas y desecadas (se han descubierto en nuestros días las canalizaciones de la época turca), m estas suaves colinas son todo verdor. Los huertos, gloria y esplendor de tanta ciudad mediterránea, son cerca de Argel suntuosos, y rodean las blancas ciudades de árboles y de aguas brillantes que en 1627 fueron la admiración de un cautivo portugués, Joáo Carvalho Mascarenhas. I82 Admiración bien comprensible, porque aunque Argel era una ciudad de corsarios, que había brotado a la manera americana, era también una ciudad de lujo y de arte, muy italianizante a principios del siglo XVII. Es, con Liorna, que creció de ía misma manera, una de las ciudades más ricas del Mediterráneo en aquella época; en todo caso, una de las mejor dispuestas a transformar su riqueza en lujo. Es evidente que si consideramos estos ejemplos a la ligera, corremos el peligro de hallarnos ante problemas de muy simple naturaleza y específicos de estas regiones. La luz que arroja el reciente trabajo de Rene Baehrel sobre la Baja Provenza durante los siglos XVII y XVJII 1S3 nos previene frente a semejante actitud. Sometido a examen minucioso, nada hay más complejo y más variable en el tiempo que esta frágil economía del cultivo en terraza en el flanco de las colinas. Entre los pequeños muros de contención, la franja de tierra, denominada restanque o, más frecuentemente, o/diere, se ensancha o se estrecha, según sea más o menos pronunciada la pendiente de la ladera. «La viña se plantó al borde de la oulfere, y los árboles un poco por todas partes»; entre viñedos y árboles crecen el trigo, la avena mezclada con las almonas (para las muías) y, sobre todo, las legumbres (lentejas, guisantes, farouns). Estos cultivos hubieron de competir entre sí, a tenor de los precios del mercado; también han de competir con los productos de las regiones vecinas e incorporarse a la riqueza o pobreza de economías de mayor amplitud que la propia. A finales del siglo XVI, el campo alrededor de Vicence da la impresión de tener unidas todas sus tierras, constituido por una «sucesión ininterrumpida de huertos», y eso a pesar de estar formado por planicies, valles y monti. 184 En cambio, en el interior, en el Languedoc abundan las colinas desérticas que no 181 M. DAIXONI, «Le probléme de l'alimentation en eau potable de la ville d'Alger», en B. de la Soc. de Géog. d'Alger. 1928, p. 8. 182 BERNARDO GOMES DE BRITO, Historia trágico-marítima, Lisboa, t. VIII, 1905, p. 74. 183 RENE BAEHREL, Une croissance: la Basse-Prorence rurale, fin du xvr siecle1789. París, 1961, p. 125. ,í<4 Biblioteca Marciana de Venecia, 5838, C II, 8, f. 8.
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS
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merecen eí esfuerzo que requieren ias rompudes (rozas). , 8 5 Cuando los tiempos son difíciles se abandonan con frecuencia los pechs pedregosos. No siempre le compensa ai hombre el gastar sus fuerzas en cultivos en terraza. No debemos dar, en suma, una importancia excesiva a estos mundos de las colinas, que son, en su conjunto, poco numerosos. En algunos casos poseen los grupos humanos mejor enraizados del Mediterráneo, los más estables que allí se conocen. De aquí a ver en ellos los verdaderos puntos de apoyo de la civilización mediterránea, sus únicas patrias creadoras, no hay más que un paso, y Luden Romier lo ha franqueado, 186 pero con los peligros inherentes a una simplificación tan exagerada. El ejemplo de las colinas toscanas o el de las colinas de Languedoc no deben inducirnos en tentación hasta el punto de que sus límpidas aguas nos hagan olvidar las otras fuentes nutricias del gran cuerpo mediterráneo...
III.
LAS LLANURAS
Y aún es más fácil equivocarse en lo referente al papel que desempeña la llanura en el Mediterráneo. Si decimos: la montaña, el eco responde: austeridad, aspereza, vida atrasada, población dispersa. Si decimos: la llanura, responde un eco de abundancia, de comodidad, de riqueza, de alegría de vivir. En el tiempo en que nos situamos, y tratándose del ámbito mediterráneo, es más que probable que el eco engañe a quien lo escucha. Es cierto que hay en el Mediterráneo planicies pequeñas y grandes encajadas entre los pliegues alpino-pirenaicos de las cadenas montañosas, frecuentemente producidas por hundimientos seguidos de terraplenes: el producto del trabajo paciente de los lagos, de los ríos o de los mares. Huelga decir que, más o menos extensas (sólo una docena de ellas son importantes, si no por sus recursos, al menos por sus dimensiones) y también más o menos cercanas al mar, estas llanuras presentan un aspecto totalmente dis185
186
EMMANUEL LE R O Y LADURIE, op. cit.,
pp. 223
ss.
Plaisir de Frunce, 1932, pp. 119-20: «El espíritu del Mediodía se formó en las costas», no en «¡a montaña, que ya era demasiado pobre y de donde la ¿ente desertaba periódicamente». Sobre esta gente de la región de las colinas y las huellas que dejan a su paso, véase lo que escribe ISABELLE EBERHARDT, Notes de route, 1921, hablando del Sahel tunecino (p. 221), o MARCEL BRION de Toscana y de «su paisaje adaptado a las dimensiones del hombre», Laurent le Mcignifitft/e. 1937, p. 282.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
tinto al de las montañas que las circundan. No tienen la misma luz, ni los mismos colores, ni las mismas flores, ni el mismo calendario. Mientras que el invierno se eterniza en la Alta Provenza y en el «Delfínado», «no dura más de un mes» en la Baja Povenza, «de sorte qu'en cette saison mesme. o ti y roid des-roses, des oeillets el des fien rs d'oran ge». 187 El embajador De Breves, que el 26 de junio de 1605 va, junto con sus compañeros de viaje, a ver los cedros del Líbano, se sorprende de las diferencias que produce la altitud: «Aquí [en el Líbano] viñas y olivos apenas estaban comenzando a florecer y el trigo a amarillear, y en Trípoli [en la costa] ya se veían uvas, las olivas estaban gordas, el trigo segado y los demás frutos muy adelantados.» 188 Un flamenco, Pierre Coeck d'Alost, presenta un informe, acompañado de dibujos, acerca de las dificultades que ha encontrado, además de la pluye. vent. neige o gresle. al cruzar las montañas de Efclavonia. «Cuando se llega a la zona de las planicies, todo se hace m¿.s afable: mujeres griegas... se acercan a vender a los viajeros todaespc cié... de provisiones de boca y artículos útiles, como son herraduras, cebada, avena, vino, paño tortas cocidas en la ceniza caliente.» 189 Del mismo modo, en 1573, Philippede Canayese regocijaba de encontrarse, ala salida de los nevados montes de Albania, con las risueñas planicies de la Tracia. 190 Muchos otros, al igual que él, se han sentido conmovidos ante la gracia de las cálidas planicies que parecen propicias al hombre. I91 Parecen. Porque es indudable que, aunque fuesen poco extensas, estas llanuras se han sometido siempre con facilidad a la voluntad del hombre. 192 El hombre se posesionó inmediatamente de las eminencias, de los altozanos estratégicos, de las terrazas fluvia187 Anónimo (Claude de Varennes), Voyage de Frunce, dressé pour l'instruction et la commodité tant des Vrancais que des étrangers. Ruán, 1647, p. 136. ,8S Op. cit.. pp. 56-7' 189 B. N. Estampes (Od 13, pet. in-fol): Les moeurs et facbc. is defaire des Turcz... contrefaictes par Pierre Coeck d'Alost l'an 1533190 PHILIPPE DE CANAYE, sieur de Fresne, Le royage du Lecant. 1571. ed. H. Hauser, 1897, p. 40. 191 Cf. V. BÉRARD, La Turquí*.... p. 93: contraste entre Albania, sus montañas. sus ríos «violentos y removedores de suelos», sus gargantas guardadas por los dervendjis. y Macedonia, con sus aguas tranquilas y sus espumeantes cascadas. V., en PAUL BovKCPCrSemations d'ltalie. 1891, pp. 88-90, el paso de Toscana a Umbría. En Toscana, brusquedad, pero con pureza, en tanto que sobre las encinas y los viñedos de Umbría se extienden las brumas y se cierne el drama de la fiebre. 192 Sobre esta precocidad de las pequeñas llanuras, estoy de acuerdo con H. LEHMANN, «Die geographischen Grundlagen der kretisch-mykenischen Kultur», en Geogr. Zeitschr., 1932, p. 337. De igual manera, son los pequeños oasis los que, en el Cercano Oriente, han sido creados primero por los hombres, como se ha supuesto con verosimilitud.
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les ' 9 3 y los rebordes montañosos. Plantó en ellas grandes aldeas apretadas, y a veces, hasta sus ciudades. Por el contrario, en el fondo de los valles —siempre amenazados por las aguas—, la dispersión del habitat fue a menudo la regla. Así vio Montaigne la llanura de Luca, y Belon du Mans la de Brousse; así hemos visto siempre la llanura de Tremecén, valorizada ya por los romanos: en el centro, los huertos, los campos regados; en los bordes, los plantíos y los viñedos; un poco más lejos, la hilera de las aldeas célebres; el mismo espectáculo que tuvo bajo los ojos y que describió hacia 1515 León el Africano. 1Q4 Lejos de estos centros habitados se sitúan, como en virtud de la ley de los círculos de Thünen, las grandes propiedades de cultivo extensivo. 195 Las vastas planicies mediterráneas no han sido objeto de fácil conquista. Durante mucho tiempo no fueron aprovechadas por el hombre más que de modo imperfecto y transitorio. Hasta hace muy poco, en 1900, 196 no se acabó de valorizar la región de Mitidja, detrás de Argel. Solamente en 1922 logró la colonización griega triunfar, en la llanura de Salónica, sobre las marismas. I97 Y hasta en vísperas de la segunda guerra mundial no se dio cima a los trabajos de saneamiento en el delta del Ebro y en las lagunas pontinas. 198 Esto nos advierte que en el siglo XVI las grandes planicies no eran tan ricas como generalmente se cree. Por aparente paradoja, presentaban con mucha frecuencia cuadros de tristeza y desolación. Enumeremos. ¿La campiña romana? Un semidesierto, a despecho de una serie de poblaciones fundadas en el siglo XV y proseguidas durante el XVI. ¿Las marismas pontinas? Una cañada para unos cuantos centenares de pastores, y refugio de hordas de búfalos salvajes; en esta comarca solamente abundaba la caza de toda especie, incluyendo el jabalí, índice seguro de una esporádica ocu193
1,4
PlERRF. VlLAR, op. cit..
I, p . 2 2 3 .
Op. cit., pp. 243 ss. G. MARCÁIS,«Tlemcen, ville d'art et d'hist.», e n / / Cong. soc. sar. d'Afrique du N., t. I, 1936. 195 G. NIEMEYER, op. cit., p. 28. Esta observación es de gran alcance. Por la aglomeración en pueblos y en ciudades —y en función y a partir de ella—, hay una organización del espacio rural. 196 Sobre este punto, v. los trabajos de Jl'LlEN FRANC, La Mitidja. Argel, 1931, y de É.-F. GAITIER, «Le phénoméne colonial au village de Boufarik», en Un siecle de colonisation, Argel, 1930, pp. 13-87. 197 J. ANCEL, La plaine de Saloniqíie. 1930. 198 Sobre el delta del Ebro, v. E. H. DOBBY, «The Ebro Delta», en Geogr. Journal. Londres, mayo 1936. Sobre las lagunas pontinas, SCHILLMANN, «Die Urbarmachung der Pontinischen Sün'spfe», en G. Wissenscbaft, 1934.
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pación humana. Igualmente desiertas las tierras del Bajo Ródano, apenas abordadas hace solamente una veintena de años por algunas «bonificaciones» ribereñas. ' " Vacía, totalmente vacía, la llanura de Durazzo; todavía lo está ahora, por lo demás. El mismo delta del Nilo estaba insuficientemente poblado. 200 Y el del Danubio era lo que continúa siendo: un impresionante pantano, un mundo anfibio, casi inextricable, con islas flotantes de vegetación, bosques cenagosos, tierras febriles, y en este ambiente hostil, donde pulula la vida salvaje, algunos miserables pescadores. En Anatolia, hacia 1554, Busbec recorrió más allá de Nicea llanuras sin pueblos ni casas; es aquí, observa, «donde pastan las cabras cuya piel sirve para hacer camelotes», lo que vale tanto como decir que esta zona queda cerca de Ankara. 201 Por el mismo tiempo, en Córcega, en Cerdeña, en Chipre, las planicies interiores ofrecían también una estampa de desolación. En Corfú, el provisor Justiniano atravesó en 1576 una llanura casi desierta. 202 Y las corsas de Biguglia y de Urbino son una llaga incurable. 203 £1 problema del agua: la malaria Pero no pretendemos hacer un inventario de todas las planicies que en el siglo XVI aún no habían nacido a la riqueza. Nos basta con saber que este nacimiento supone largos esfuerzos, y la solución de un doble, si es que no de un triple problema. Para comenzar, el problema de las inundaciones. Las zonas montañosas son zonas donde los arroyos se despeñan; en cambio, las planicies son, casi siempre, colectoras de aguas. 204 Durante el invierno, estación normal de lluvias, su suerte es permanecer inundadas; 20S para evi1,9 P. G E O R G E , op. cit., p p . 2 9 6 - 9 , 3 1 0 - 2 2 , 3 4 8 . D e l siglo x n al siglo x v i , la Camarga se hizo p a u l a t i n a m e n t e más insalubre, p . 6 0 6 . 200
J. L O / . A C H , Le Delta du Nil.
1 9 3 5 , p. 50.
201
Op. cit.. I, p p . 142-3. O t r o s ejemplos, la multiplicación d e los arroyos cerca d e Andrinópolis (ibid., II, 10). En I G N A C I O DE A S S O , Hist. de la economía política de Aragón, 1798 (reedición 1947), cf. detalles sobre el «tremedal» d e Benavarre (p. 8 4 ) , en la llanura d e H u e s c a (72-3), d e Zaragoza (94 s.), d e T e r u e l (186). 202 B . N . París, Ital., 1220, f. 3 5 . 203
P H I L I P P E LECA, La Corsé...,
op. cit.,
p p . 2 1 3 y 2 7 0 ; J. DE B R A D I , op.
cit.,
p. 2 5 . 204
En la estación lluviosa, las llanuras son lagos o campos d e lodo (J. J. T H A RAL'D, La bataille a Sc/itari. 1927, p . 5 3 , a p r o p ó s i t o d e las llanuras albanesas); las extensiones cenagosas y las marismas q u e crea el B o j o n a d e s b o r d a d o (ibid., p . 148). 205 p o r e j e m p l o , en 1940, e n el sur d e España; en e n e r o d e 1 9 4 1 , en Portugal; en febrero d e 1 9 4 1 , e n Siria; en o c t u b r e d e 1940, en la cuenca del E b r o (informaciones d e prensa). Inundaciones en C ó r d o b a , 31 d e dic. d e 1554 y 1.° d e e n e r o d e 1555,
F R A N C I S C O K. D E U H Á G O N , Relaciones históricas
pp. 39 ss.
de los siglos xvi y xv/i,
. ,
1896,
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tar este desastre hay que tomar mil precauciones, construir presas, embalses y canales de desagüe. Pero, a pesar de todos los esfuerzos, no hay hoy en todo el Mediterráneo, en Portugal o en el Líbano, una planicie que no se halle bajo la amenaza de estas peligrosas aguas. Todavía La Meca se sumerge algunos inviernos bajo las torrenciales lluvias. 206 En 1590, grandes inundaciones anegaron la marisma toscana, causando de golpe la ruina de las sementeras. La marisma era, con el Val de Arno, el verdadero granero de Toscana; de ahí que ante la inmensidad del desastre, el gran duque se viera obligado a ir hasta Danzig (primera vez que ocurre esto) a conseguir trigo para salir a flote. A veces, las grandes tormentas de verano provocan por sí solas semejantes catástrofes. Las aguas de la montaña descienden como torrentes embravecidos, sin que nada las contenga. Cauces secos en el estiaje se convierten muchas veces, durante el invierno, en torrentes impetuosos. En los Balcanes, los puentes turcos son muy altos, construidos en arco y sin pilares centrales, con el fin de ofrecer la menor resistencia posible a las súbitas crecidas de los ríos. Una vez que alcanzan las tierras bajas, las aguas no siempre se abren paso fácilmente hasta el mar. Las que descienden de los montes Albanos y de los Volscos se estancan a lo largo de 30 kilómetros entre las montañas y el mar, creando así las marismas pontinas. El defecto está en las débiles desigualdades de relieve del terreno, en la lentitud de las corrientes que eso determina y en la poderosa línea de dunas que hacen de dique de contención a la orilla del mar. En el caso de la región de Mitidja, la planicie, bordeada al sur por el Atlas, está literalmente bloqueada del lado del norte por las colinas de Sahel, que apenas abren las brechas de Ued El Harrach y de Ued Mazagan, al este y el oeste de Argel. Las razones pueden variar de un caso a otro, pero, en definitiva, en casi todas estas planicies se produce un estancamiento de aguas más o menos abundante. Y las consecuencias son en todas partes las mismas: acqua, ora vita, ora morte; sólo que, en este caso, el agua no quiere decir vida, sino muerte. Inmóvil, forma inmensos pantanos erizados de juncos y cañaverales; y en el verano conservan, cuando menos, la peligrosa humedad de los bajos fondos o de los tremedales, bordeados por los característicos laureles rosados. De J(lf ' G. ED. BRÉMOND, op. cit.. p. 17. Del mismo autor, Yemen et Sanndia, 1937, p. 11, n. 6.
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aquí las temibles fiebres palúdicas, flagelo de las planicies durante la estación cálida. Antes del empleo de la quinina, la malaria era un mal con frecuencia mortal; aun en sus formas benignas, provocaba una disminución de la vitalidad y del rendimiento del hombre. 207 Consumía a sus víctimas, haciendo que la demanda de mano de obra fuese más frecuente y más intensa. Nos encontramos, en realidad, ante una verdadera enfermedad del medio geográfico. Por muy peligrosos que sean la peste y el cólera, transportados desde la India y la China por las relaciones a gran distancia, estos azotes fueron siempre extranjeros de paso por el Mediterráneo. La malaria se establece en él. Constituye, «el fondo del cuadro de la patología mediterránea». 208 Hoy día se conocen las relaciones de este azote con los anofeles y los hematozoarios del género plasmodium, los agentes patógenos del paludismo, del que los anofeles son los portadores. Hacia 1596 dice Thomas Platter de la comarca de Aiguesmortes 207 Los libros que se pueden consultar sobre la malaria forman legión. Puede buscarse orientación en JULES SlON, «Étude sur la malaria et son évolution en Méditerranée», en Scientia. 1938; en la obra de M. SORRE Les fondements biologiques de la géogr. hum., 1942, y en el excelente artículo de M. LE LANNOU, «Le role géographique de la malaria», en Annales de Géographie. XLV, 1936, pp. 112-35. Lo interesante sería poder medir y cartografiar el brote de la malaria durante la última guerra mundial en el Mediterráneo, a causa de la falta de quinina. Para la historia, los trabajos más importantes son los de ANGELO CELLI, «Storia della malaria nell'agro romano», en AI. R. Ac. dei Lincei, 1925, 7.a serie, vol. II fase. III; The history of Malaria tn (he Román Campagna from ancient times, Londres, 1933, y ANNA CELLIFRAENT/.EL, «Die Bedeutung der Malaria für die Geschichte Roms und der Campagna in Altertum Mittelalter», en Festschrift B. Nocht, 1927, 2 pl., 1 mapa, pp. 49-56; «Die Malaria im xvn. Jahrhundert in Rom und in der Campagna, im Lichtezeitgenóssischer Anschauungen», en Arch. f. Gesch. der Medizin, XX, 1928, pp. 101-19; «La febbre palustre nella poesia», en Malariologia, 1930. Sobre la malaria en
Crimea, CONDE DE ROCHECHOUART, Mémoires, op. cit., p. 154.
Algunos detalles del siglo Xvi. La reputación de insalubridad de Chipre a causa de la malaria es tal, que en los contratos que se firman entre los peregrinos de Tierra Santa y los capitanes de las embarcaciones, éstos se comprometen a no hacer escala por más de tres días en Chipre, REINHOLD RÓHRICHT, Deutsche Pilgerreisen nach dem Heiligen Lande, 1900, p. 14. Según G. BOTERO, op. cit., marismas pestíferas cerca de Salses, p. 5; ciudades malsanas, Brindisi, Aquila, Roma, Rávena, Alejandría de Egipto, I. 1, p. 47; Albenga, sobre la costa genovesa, posee una llanura muy rica, «ma l'aria n'é pestilente», p. 37. Los vecinos de Pola abandonan la ciudad durante el verano a causa de las fiebres y sólo regresan en invierno. PIULIPPE CANAYE, Le royage du Levant, op. cit., p. 206. Paludismo (?) de la reina de España en Segovia, en agosto de 1566, CÉLESTIN DOLÍAIS, Dépeches de Al. de Fourqueraux, ambassadeur de Carlos IX en Espagne, 1565-1572, París, 1896-1904, III, p. 10; acceso de paludismo de Felipe II en Badajoz, M. PHILIPPSON, Ein Ministerium unter Philippll, Berlín 1895, p. 188. 208 M- SORRE, op. cit., p. 388. En sept. de 1566, las fiebres cundían por toda España (Fourquevaux dirigiéndose a la reina, Segovia 11 de sept. de 1566, DOUAIS, op. cit.. III, 18).
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«que da pena ver lo infestada de mosquitos que está durante el tiempo de verano». 209 Tal es el complejo malárico de los biólogos, complejo vinculado en realidad a toda la geografía de las regiones bajas del Mediterráneo, la única grave y tenazmente infestada, pues en comparación con ella el paludismo de montaña carece de imporrancia. 210 De modo que la conquista de la planicie ha significado, desde siempre, ante todo, triunfar sobre el agua malsana y acabar con la malaria, 2 n y después, utilizar de nuevo el agua viva, corriente, para el riego. El hombre es el elemento operante de esta larga historia. Si drena el agua, si conquista la planicie para los cultivos, extrayendo de ella la mayor parte de sus alimentos, el paludismo retrocede; el remedio contra la malaria, dice un proverbio toscano, es una olla bien colmada. 2 I 2 Si, por el contrario, descuida la construcción de los canales de drenaje y las acequias de riego, si a su lado se desbordan las torrenteras de la montaña cegando las vías de circulación del agua; si, por una u otra razón, la población de la llanura disminuye y se relaja el dominio que sobre ella ejerce el campesino, la malaria se extiende sin remedio y todo lo paraliza. No tarda en hundir de nuevo a la planicie en su primitiva condición de desierto y de marisma; el proceso es automático. Este fue, al parecer, el caso de la antigua Grecia. Asimismo sostienen algunos que la malaria fue una de las causas de la decadencia del Imperio romano. Es muy difícil pronunciarse en favor o en contra de esta tesis, por su naturaleza tan amplia y tan categórica. La malaria progresa cuando el hombre afloja en su esfuerzo y se afirma en sus perniciosas recurrencias, tanto como causa que como efecto. Parece, sin embargo, que la historia de la malaria acusa épocas de mayor o menor virulencia. 2 U Las fiebres palúdicas pudieron agravarse a finales del Imperio romano, y —como lo asegura Philipp Hiltebrandt, desgraciadamente sin dar referencias— a partir de 209
Op. ctt., p. 263. JULES LECRERCQ, Voyage en Algérie, 1881, sacudido por los escalofríos del paludismo en la región baja de Argelia, escribió, p. 178: «Si los europeos no pueden vivir en los valles, ¿por qué no crean poblaciones en la montaña?» 2 " Entre el número de problemas que surgieron, todavía hasta hace poco, para la instalación de la capital turca en Ankara, figura la lucha contra la malaria de la llanura vecina: NOELLE ROGER, En Asie Mineure, 1930, p. 46. 212 Citado por M. SORÍIE, Fondements biologiques, p. 344. 213 W. H. S. JONES, Malaria, a neglected factor in the history of Greece and Rome, Londres, 1907. 210
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los últimos años del siglo XV. Nuevos elementos patógenos pudieron haberse presentado entonces. La América, recién descubierta, pudo haber obsequiado a los viejos mundos del Mediterráneo, además del treponema pálido, la malaria tropicalis o perniciosa, hasta entonces ignorada en estas tierras. Una de las primeras víctimas fue, en 1503, nada menos que el Papa Alejandro VI. 214 Es muy difícil para un historiador pronunciarse en uno u otro sentido a este respecto. En la Antigüedad y en la Edad Media se conoció una fiebre muy parecida a la malaria tropica/is, aunque ciertamente más benigna, puesto que Horacio atravesó sin peligro las marismas pontinas,. a pesar de las picaduras de los mosquitos. 2IS Y, sobre todo, este detalle harto más elocuente: en septiembre de 1494 el ejército de Carlos VIII —que era por lo menos de 30 000 hombres— acampó sin novedad alrededor de Ostia, en un sitio que en esa época era particularmente peligroso. No se vaya a creer que estos ejemplos bastan para plantear, y mucho menos para resolver, el problema. Para escribir la historia de la malaria haría falta una documentación mucho más rica que la que hoy poseemos. ¿Era malaria o disentería la enfermedad que diezmó el ejército de Lautrec en julio de 1528, en la inundada campiña de Ñapóles? 216 Habría que conocer con exactitud las regiones afectadas en el siglo xvi. Desde luego, sabemos perfectamente que Alejándrela, que servía de escala para Alepo, a partir de 1539 hubo de ser abandonada a causa de las fiebres. Sabemos, asimismo, que los habitantes de la ciudad de Bahía, en el golfo de Ñapóles, huyeron de la peste en el siglo XVI; en tiempo de los romanos, Bahía era el lugar de cita de la sociedad elegante y ociosa, y Petrarca alabó su encantador paisaje en una carta que dirigió al cardenal Giovanni Colonna en 1343. Pero aun estos casos particulares nos dejan algunas dudas. En lo tocante a Alejandreta, por ejemplo, sabemos que la ciudad fue recuperada más tarde por cónsules ingleses y franceses, y que ha sobrevivido. ¿Cómo? ¿En qué condiciones? 217 En cuanto a Bahía, ¿no fue acaso porque la ciudad se estaba mu214 P. H11.TEBRANDT, Der Kampf ums Mittelmeer, Leipzig, 1940, p. 279. León X, gran cazador, habría de sucumbirá un acceso de paludismo (GONZAGUE TRUC, Léon X, 194l,pp. 71 y 79). ¿No murió el Dante de malaria, como Cavalcanti veinte años antes? (L. GILLET, Dante, 1941, p. 340). Hacemos esta suposición con todas las reservas del caso. 215 P. HlLTEBRANDT, ibid., p. 279216 BERNARDO SEGNI, Storie Fiorentine... dali'anno 1521 al 1555, 1723, p. 4. 217 J. B. TAVERNIER, Voyagis, .1, p. 110, habla de las marismas de Alejandreta, en 1691.
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tiendo ya, dos generaciones o menos antes de que Tasso desembarcara allí en 1587, por lo que la fiebre se enseñoreó de ella? 218 Debemos recordar, por otra parte, que una veintena de años antes de Colón, en 1473, la flota veneciana que estaba operando frente a la costa albanesa, durante el primer sitio de Scutari, fue diezmada por la fiebre y hubo de poner rumbo a Cattaro para reorganizarse. Murió el provveditore Alvise Bembo, y Triadan Gritti estuvo en trance de muerte. Pietro Mocenigo decidió de pronto ir a Ragusa per farsi medicar. 219 No es posible sustraerse, sin embargo, a la impresión de que en el siglo XVI se produjo un recrudecimiento de este mal. Aunque quizá ello se debiera simplemente al hecho de que el hombre va a enfrentarse ahora a su viejo y terrible enemigo de las tierras bajas. Todo el siglo XVI, y ya todo el XV, se lanzan, en efecto, a la búsqueda de tierras nuevas. ¿Dónde encontrarlas más tentadoras, más prometedoras, que en estas llanuras húmedas y susceptibles de ser transformadas? Pero nada más nocivo que el primer contacto, la primera remoción de tierras infestadas. Colonizar la planicie equivale con frecuencia a morir; de sobra se sabe cuántas veces fue necesario repoblar en un principio las villas de la región de Mitidja, donde sólo el penoso esfuerzo realizado en el siglo XIX logró triunfar de la fiebre. También la activa colonización del interior que se organizó por todo el Mediterráneo en el siglo XVI costó harto cara. Fue especialmente activa en Italia. Si Italia falla en la conquista de colonias lejanas, si permanece al margen de ese gran movimiento, ¿no es, entre otras razones, porque estaba ocupada en conquistar dentro de sus propias fronteras todo el espacio susceptible de aprovechamiento según las técnicas de la época, las planicies inundadas de agua hasta las cumbres? «Italia está cultivada hasta la cima de sus montañas», escribía orgullosamente Guicciardini al comienzo de su Historia de Italia. 22° 218
K. ESCHMID, en WERNER BENNDORF, Das Mittelmeerbucb, Leipzig, 1940, p.
22. A propósito de la expansión de la malaria, ¿qué hay detrás de estas líneas de STENDHAL (Promenades..., II, 164): «Creo que M.Metaxa, médico célebre, ha hecho un mapa de los lugares atacados por la fiebre.»? 219 A. d. S. Venecia, Brera, 54, f. 144 v. 220 FRANCESCO GUICCIARDINI, La historia ¿'Italia, Venecia, 1568, p. 2 «(Italia tranquila) cultívala non meno ni luoghipiii montuosietpiü sterili, che nellepianure, et regione sue piü fertili.» Cf. las sorprendentes observaciones de MONTAIGNE, op. cit., p. 237: en torno aLuca, después de unos cincuenta años (1581), los viñedos han sustituido en las montañas a «los bosques y a los castañares», p. 248, «... el método que tienen de cultivar las montañas hasta la cima». No estoy de acuerdo con el hermoso pasaje de
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La bonificación de las planicies La conquista de las planicies: un sueño, un bello sueño que se remonta a los albores de la historia. El tonel de las danaides es, quizá, un recuerdo de la introducción del riego perenne en la planicie de Argos. 221 Es probable que en una fecha en extremo temprana los ribereños del lago Copáis hubieran comenzado ya a aprovechar las cenagosas orillas. 222 En todo caso, desde la época neolítica, múltiples canalizaciones subterráneas —cuyos restos ha revelado la arqueología— surcaban la campiña romana. 223 Se conocen también los trabajos primitivos de los etruscos en las planicies angostas de la Toscana. Entre estas primeras tentativas y las grandes bonificaciones de tierras en los siglos XIX y XX —que ya hemos enumerado—, aunque el esfuerzo ha decrecido a veces, nunca se ha interrumpido. El hombre del Mediterráneo siempre ha estado en lucha contra las tierras bajas; vaciarlas de aguas malsanas, dotarlas de un riego fertilizador, surcarlas de caminos, sin los cuales el transporte y la agricultura serían imposibles: tal ha sido su permanente tarea. Mucho más dura y penosa que la lucha contra el bosque y la maleza, esta colonización ha sido el rasgo verdadero y original de su historia rural. Así como la Europa del Norte se ha constituido, o por lo menos ensanchado, a expensas de sus bosques cenagosos, el Mediterráneo ha encontrado en las planicies sus países nuevos, sus Américas interiores. Ya en el siglo XV, y durante todo el siglo XVI, se llevaron a cabo innumerables bonificaciones de tierras, aun con los escasos medios de que se disponía: fosas, acequias, canales, bombas rudimentarias. En el siguiente siglo, los ingenieros holandeses pusieron MICHELET, La Renaissance. París, pp. 131-2. PH. HILTEBRANDT, op. cit., p. 268, ve el problema en el mismo sentido que yo. Los italianos participan en los grandes descubrimientos —¿acaso Venezuela no significa pequeña Venecia?—. Pero en aquella época la población italiana no carecía de espacio; su burguesía no sabía ver más allá del horizonte mediterráneo; por último, faltan en la península esas querellas religiosas que empujaron a los ingleses y a los holandeses más allá de los mares. 221 HERBERT LEHMANN, «Die Geographischen Grundlagen der kretischmykenischen Kultur», en: Geogr. Zeitschr., 1932, p. 335. 222 AüGHSTEj ARDE.LÍJ Cereales dans l'Antiquit'e grecque, 1925,p. 71, referencias a Estrabón. A. PHILIPPSON, «Der Kopais-See in Griechenland und seine Umgebung», enZeitscbr. derGesellschaftfürErdkundezu Berlín, XXIX, 1894, pp. 1-90, P. GUILLON, Les Trépieds du Ptoion, 1943, pp. 175-95. 223 M. R. DE LA BLANCHÉRE, «La malaria de Rome et ie drainage antique», en Mélanges d'Arch. et d'hist., pub. por l'École Frangaise de Rome, II, 1882, pp. 94 s.
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en práctica métodos nuevos y más eficaces. 224 Pero en la época de que hablamos la experiencia de los ingenieros holandeses aún no s e conocía. Dada la pobreza de los medios de que se disponía y la limitación de las empresas, se atacaba al paludismo sector por sector. De ahí los fracasos. Cuando, en 1581, Montaigne encontró en Venecia, en el valle del Adigio, «una infinita extensión de tierras cenagosas, estériles y cubiertas de cañaverales», 225 antiguos pantanos que el Señorío había intentado desecar «para obtener terreno labrantío», le pareció que «más se ha perdido que ganado en los esfuerzos por hacerlo cambiar de forma». Tampoco obtuvieron mejor éxito —a pesar de lo que pudiera decir la «prensa» de la época, es decir, los cronistas oficiales— las tentativas del gran duque Fernando en la marisma toscana y en la depresión del Val di Chiana. 226 Los grandes duques, desde Cosme, trataron de crear una región cerealista en la marisma (empresa equivalente, pero en mayor escala, a la que Genova intentaba llevar a cabo en la planicie oriental de Córcega). De ahí las medidas en favor de la colonización, los préstamos en dinero y víveres, los reclutamientos de mano de obra y, en algunos lugares, los trabajos de saneamiento; Grossetto, en la Ombrona, se convirtió en puerto de exportación de granos con destino a Liorna... Reumont, en su vieja Historia de Toscana, cita claramente las razones por las que esta tentativa fracasó a medias. 227 Los grandes duques perseguían dos objetivos contradictorios: crear una planicie cerealista, lo cual implicaba fuertes gastos, y establecer un monopolio de compra de granos en su propio beneficio, es decir, un sistema de ventas a bajo precio. Debería, por el contrario, haberse abierto el mercado a Ja competencia de todos los compradores del Mediterráneo. Porque las operaciones de bonificación de las tierras son muy onerosas, y el rendimiento, la utilita,
224 ¿Es el primero de esos «holandeses», de esos nórdicos, el ingeniero—dijkmeester— a quien a petición del papa envió el nuncio a Ferrara en 1598, y que para bombear el agua parece que recurrió a los molinos de viento? Correspondance de Frangipani, publicado por ARMAND LOUANT, 1932, t. II, Bruselas, 13 y 17 de junio, 25 de julio y 13 de agosto de 1598, pp. 345, 348, 362-3, 372. 225 MONTAIGNE, Voyage en Italie, p. 138. 226 A. VON REUMONT, Geschichte Toskana's, I, pp. 358 ss. Sobre este mismo tema. v. O. CORSINI, Ragionamento istorico sopra la Val di Chiana, Florencia, 1742; V. FosSOMBRONI, Memorie idraulico-stortcbe sopra la Val di Chiana. Florencia, 1789; MiCHELET; Journalin'edit, pp. 169-70. En el siglo xvi hubo trabajos ineficaces para habilitar las tierras del lago de Castiglione, A. VON REUMONT, op. cit., I, p. 369. 227 I, pp. 366 s.
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no siempre guarda proporción con las inversiones. En 1534, los oradores de Brescia hicieron notar en el Senado de Venecia que el «encauzar y retener las aguas exige infinitos gastos; a tal punto, que numerosos conciudadanos nuestros se han arruinado por haber querido ocuparse de empresas semejantes. Por añadidura, las aguas reclaman gastos continuos de mantenimiento, de modo que calculándolo todo, y en el mejor de los casos, se encontrará poca diferencia entre las inversiones y los beneficios». 228 Sabemos que, en tales circunstancias, los vecinos de Brescia imploraban misericordia, buscaban pretextos y se lamentaban de su pobreza para evitar el pago de demasiados impuestos. Lo que no impide que estas bonificaciones de tierras sean siempre ambiciosas empresas que requieren poderosos recursos financieros. Son empresas de obras públicas por excelencia. En Toscana, es un Gobierno «ilustrado» el que se encarga de ello, o como en 1572, un príncipe de la familia ducal: el futuro duque Fernando, interesado por razones eventuales en las mejoras del húmedo Val di Chiana. 229 En el Valle di Ambrogio, en el centro de la vasta zona pantanosa del delta del Po, y gracias a la iniciativa del duque de Ferrara, se lleva a cabo en 1570 lo que fue llamado la grande bonifica estense, dificultada por los sentamientos de tierras y el reflujo de las aguas corrompidas, y condenada finalmente por el taglio de Porto Viro, que permitió a Venecia, en 1604, desviar hacia el Sur, por la brecha abierta, el curso del Po. 23° En Roma es el Gobierno pontificio. 231 En Ñapóles, el virrey pone en marcha un proyecto oficial de desecación de las vastas marismas de Cherranola y de Marellano, en los alrededores de Ca-
228 A. ZANELLI, De/le condizioni interne di Brescia, dal 1642 al 1644 e del moto delta borghesia contra la nobilta nel 1644, Brescia, 1898, pp. 242-3229 A. VON REUMONT, op. cit., I, pp. 363-4. Debe citarse, y también en Toscana, hacia 1550, Jos proyectos de saneamiento de la marisma de Ansedonia (G. VENEROSI PESCIOL1N1, «Una memoria del secólo XVI sulle palude di Ansedonia», en La Maremma, VI, 1931). H. WATJENhace notar que la gran preocupación en Toscana, bajo el reinado del gran duque Fernando, era el desecamiento de la marisma: Díe Niederlander im Mittelmeergebiet, 1909, p.'35. Sobre un proyecto de habilitación de la marisma de Siena, propuesto al rey de Francia en 1556, cf. LUCIEN ROMIER, Les origines politiques des guerres de religión, 1913-1914, II, pp. 397-8. 230 HANSJORG DONGUS, «Dic Reisbaugemeinschaft des Po-Deltas, eine neue Form kollektiver Landnutzung», en Zeitschrift für Agrargeschichte und Agrarsoziologie, octubre de 1963, pp. 201-2; C. ERRERA, «La bonifica estense ne! Basso Ferrarese», en Rirista Geogr. Ita/., 1934, pp. 49-53. 231 Sobre las bonificaciones de tierras en el Estado Pontificio en tiempo de Pío V,
v. PASTOR, op. cit., XVII, p. 84.
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púa. 232 En Aquila es el Gobierno imperial. 233 En Turquía, por lo poco que sabemos, parece que la bonificación de terrenos fue obra de aquellos señores emprendedores que crearon nuevas aldeas de siervos —tschiftliks—, sobre todo a partir del siglo XVII, en las regiones bajas y pantanosas de la llanura de Durazzo o en las márgenes del Vardar. 234 Grandes aldeas muy características, con sus chozas apretadas en torno a la alta casa del señor, que las domina y las vigila... También en Occidente surge una serie de bonificaciones de tierras debidas a la iniciativa individual de grandes capitalistas. Fueron ellos los que, en el siglo XVI, hicieron plantar en lo más hondo de la Lombardía arrozales que adquirieron un desarrollo tan rápido que, según se sabe, comenzaron a exportar sus productos a Genova hacia 1570, y tal vez aun antes. Un viejo patricio de Venecia —tachado de la lista de los nobles por una injusticia, según dice él, pero dotado de una buena fortuna— trató de poner su mano sacrilega en las lagunas venecianas, pero las autoridades se inquietaron. ¿Transformar las lagunas en tierras labrantías? ¿Podía alguien pensar seriamente en eso? ¿No era de temer que se provocaran cambios de nivel? El asunto se archivó con dictamen desfavorable. 235 También en el Bajo Languedoc son los capitalistas quienes inician las mejoras, con las obras de drenaje comenzadas a partir de 1592 y que se prolongarán con más o menos ímpetu y éxito hasta 1660-1670. Trabajos idénticos se habían emprendido en las proximidades de Narbona a partir de 1558, cuando se comenzó a esgoutter las charcas. Pero a finales de siglo, con las primeras nivelaciones de terrenos en torno al lago Launac, se aceleraron las activi232 B. N. París, Esp. 127, ff. 20 v. y 21. Se trata de un proyecto estudiado por la «Camera» en 1594, al cual finalmente se renunció. Sin embargo, el conde-duque de Olivares se interesó mucho en él. Las autoridades estaban dispuestas a apoyar la empresa. 233 Sobre una eventual bonificación de tierras en Aquila, v. Giacomo Soranzo al dux, Viena, 7 de agosto de 1561, G. TURBA, Venet. Depeschen, 13, p. 191. 234 Así interpreto yo el libro, oscuro a causa de la abundancia de datos, de RICHARD BUSCH-ZANTNER, Agrarverfassung, Gescllschaft undSiedlung in Siidosteuropa, Leipzig, 1938, el cual creo que debe aclarar. Para él, al contrario que para Cvijic, el tscbiftlik no es un poblado antiguo que se remonte a la Edad Media (pp. 104-5). Es una aldea reciente nacida dentro del cuadro mismo de la cronología de este libro, con una multiplicación segura en el siglo XVII. Es, pues, un poblado de colonización moderna, resultado de la bonificación de tierras. Está situado en el fondo de las planicies, cerca del agua de los lagos y de los valles, expuesto a frecuentes inundaciones (p. 124). Ómer Lütfi Barkan está de acuerdo con mi interpretación. 235 R. CESSI, «Alvise Cornaro e la bonifica veneziana nel sec. xvi», en Rtnd. R. Accademia nazionale dei hincei, Se. Mor., St. e FU., serie VI, vol. XII, pp. 301-23. Informe de F. BRAUDEL, en Ann. d'Hist. Sociale, 1940, pp. 71-2.
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dades. Ingenieros provenzales, especialistas en hidráulica y discípulos de Adam de Crapone prestan allí su concurso. Un grupo (Laval, Dumoulin, Ravel) dirige la operación y las que luego le siguen en otros puntos alrededor de Narbona. Bernard de Laval, señor de Sault, será quien proporcione el primer dinero necesario, y más adelante, las sumas complementarias. 236 Estos programas de bonificación responden a las necesidades de las ciudades. En los siglos XV y XVI, su población crecía sin cesar, haciendo necesario adoptar medidas urgentes para incrementar los víveres, desarrollando y mejorando los cercanos cultivos, ya fuese instalándolos en nuevos terrenos, ya practicando la irrigación en mayor escala. Con este motivo surgieron muchas dificultades, pero también muchos convenios fructíferos. «Se obtendrá una buena provisión de agua por las derivaciones del Oglio —decían los oradores de Brescia en 1534—, pero eso significará una cadena de litigios ruinosos con la gente de Cremona. Sin contar con eventuales asesinatos, como el que ya se ha producido.» 237 En 1593, los rectores de Verona hacen demoler —con el apoyo de Venecia— las obras de los mantuanos para retener las aguas del Tártaro, lo que trajo consigo interminables altercados. 238 En el siglo XVIII, las ciudades de Aragón seguían querellándose por las mismas razones, y cada una de ellas trataba de robar el agua a sus vecinas. 239 En cambio, en el siglo XV, las localidades ribereñas del Bajo Ródano se asociaban para los trabajos de canalización, los cuales no hubieran sido posibles sin los capitales de los inmigrantes italianos y sin la mano de obra procedente de los Alpes. 240 De cualquier manera (ya fuese como resultado de la cooperación o de las pugnas), lo cierto es que el esfuerzo de las ciudades fue fructífero. Plantaron en las inmediaciones de sus lonjas y sus mercados los huertos de hortalizas, las vegas y los campos trigales que tanto necesitaban. Un embajador veneciano que atravesó Castilla llegó a la conclusión de que la región sólo estaba cultivada alrededor de las ciudades. Los grandes páramos de ovejas y los secanos reservados al trigo, esas llanuras amarillas donde hasta las mismas casas, hechas de adobes, se confundían con la tierra parda, le 236 E. LE ROY LADURIE, op. cit., pp. 442 ss. Adam de Craponne, 1519-1559, ha construido el canal que lleva su nombre y riega la Crau por la fecha de 1558, entre el Durance v el Ródano. 237
A. ZANELLI, op. cit.,
238
A. d. S. Venecia, Annali di Venezia, 11 de abril de 1593 ss. I. DE Asso, op. cit., pp. 72-3'.
239 240
p.
243.
P. GEORGE, op. cit., p P . 292-4.
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dieron la impresión de campiñas desiertas, mientras que alrededor de las ciudades castellanas encontró las manchas verdes de los cultivos de regadío. En Valladolid, los huertos y plantíos cubrían las orillas del Pisuerga. En el mismo Madrid, Felipe II no pudo ensanchar el Prado más que comprando viñedos, jardines y huertos: poseemos las cartas de venta que dan fe de ello. 241 En Toledo, la Vega, «llena de manzanos, salpicada de árboles y de cultivos», se encuentra a la sombra de la ciudad. El mismo desarrollo de los aledaños cubiertos de huertos de hortalizas, el mismo lazo entre la ciudad y el esfuerzo agrícola encontramos en la Provenza y el Languedoc. En el siglo XVI se ganaron nuevas tierras en Mandolieu, en Biot, en Auribeau, Vallauris, Pégaumes, Valbona, Grasse, Barjols, Saint-Rémi, Saint-Paul de Fogossiéres, Manosque... A todo lo largo del Durance se ven esplendorosos huertos de hortalizas. 242 En el Bajo Languedoc, «los orts y los prados regados constituyen, en realidad, una parte muy pequeña de los terrenos (como en España)»; a decir verdad, «son cinturones urbanos, regados con aguas subterráneas gracias a la noria, la s eign e; ésta por sí sola constituye el 30 % del valor total de un huerto». 243 Se opera una amplia transferencia de inversiones urbanas hacia el campo. 244 La búsqueda de nuevos terrenos para el cultivo, en esta época, se había convertido en un interés público desde finales de siglo. Olivier de Serres, en su Théátre d'Agriculture, 245 se toma el cuidado de explicar ampliamente cómo hay que tratar las tierras de regadío, preocupación muy significativa. Pero este esfuerzo es lento y se corona trozo a trozo, a través del tiempo infinito que las planicies tardan en surgir a la vida. Esta costosa empresa, tan mal acabada en el siglo XVI, había comenzado hacía centenares de años. 241 Compras por la parte de la puerta de Vega, por la parte del puente nuevo de Segovia, del otro lado del Manzanares, alrededor de la Real Casa de Campo, llevadas a cabo por Felipe II. Ver particularmente Simancas, Patronato Real, las actas de venta nn. 3142 a 3168. 242 PlERRE IMBART DE LA TouR, Les origines de la Reforme, I, Melun, 1948, p. 218. Nos faltaría distinguir aquí la verdadera bonificación de tierras de la colonización en general de las tierras nuevas. El movimiento de conquista del suelo languidece en Francia después de mediados del siglo xv, lo mismo que en Inglaterra (RENE GANDILHON, Politique kon. de Louis XI, 1940, p, 147). En lo que se refiere a los dominios saboyanos, bonificaciones mal señaladas por el lib ro de segunda mano de F. H AYWARD, Histoire des ducs de Saivie. 1941, II, p. 40. 245
244
E. LE R O Y LADURIE, op. cit., pp. 86 y 87.
¿No es éste uno de los aspectos del drama económico de Barcelona: la burguesía barcelonesa invirtiendo su dinero en tierras, y no arriesgándose ya en empresas marítimas? 245 El drenaje por «pata de gallina», OLIVIER DE SERRES, Pagescboisies, 1942, p. 64.
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Así podemos afirmarlo de todas las planicies; de las vegas de Murcia y de Valencia; de las de Lérida, Barcelona y Zaragoza; de las de Andalucía y las planicies del Po; de la campagna felice de Ñapóles, de la Concha de Oro de Palermo o de los llanos de Catania. Cada generación aporta su grano de arena. Uno de los méritos del Gobierno ilustrado de Pedro de Toledo en Ñapóles fue el haber saneado, cerca de la gran ciudad, la región pantanosa de la Terra di Lavoro entre Ñola, Aversa y el mar; el haberla convertido, al decir de un cronista, en «la piii sana térra del mondo», con sus acequias y sus canales de desagüe, sus fértiles tierras labrantías y sus campos desecados. 246 Las pequeñas planicies fueron las primeras que se rescataron: las del macizo costero catalán fueron ganadas para el hombre y sus preciosos cultivos ya desde la Alta Edad Media. La construcción de «acequias» se remonta, según la tradición, al reinado de Hacam II, pero nada nos prueba que no sea más antiguo. En cambio, es seguro que Lérida, reconquistada en 1148, ya en esa época estaba fertilizada por los canales del Clamor; que Tortosa tenía sus acequias de riego desde la época de los árabes; que Camarasa, en el momento en que se reunió al condado de Barcelona en 1060, poseía sus regadíos arroceros. Siguiendo el modelo de los musulmanes, los condes de Barcelona habían profundizado el sistema de irrigación del territorio de la ciudad y de la planicie del Llobregat. Al conde de Mir (945-966) se atribuyen el famoso rech condal de Barcelona —o regó mir— y la construcción de otro canal, del Llobregat a Cervelló. Desde entonces, esta preciosa herencia medieval ha sido cuidada, conservada y enriquecida sin descanso. 24 . 7 Las etapas son las mismas en el caso de la planicie de Zaragoza, esta gran zona de tierras de riego, que es también obra del hombre. La parte esencial se logró al expulsar de la ciudad a los musulmanes (en 1118); pero, desde la conquista, continuó la empresa. Así el Gran Canal, que proyectado en 1529 se puso en servicio en 1587, aunque no fue terminado sino en 1772, en una época en que, bajo el impulso de los agrónomos, dentro del Siglo de las Luces, todo el Bajo Aragón revisa y completa su red de canales de riegos. 248
246
«Vita di D. Pietro di Toledo», en Ahhivio Storko Italiana, IX, pp. 21-2. F. CARRERAS y CANDI, Geografía General de Catalunya, Bafttlona, 1913, pp. 471-472. 248 Principalmente I. DE Asso, op, cit., pp. 94 s. 247
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El ejemplo de Lombardía Pero el mejor ejemplo de estas conquistas progresivas —porque es el más claro que tenemos ante nuestros ojos— es el de Lombardía. 249 Eliminemos sus zonas más altas: de un lado, los Alpes, estériles a partir de los 1 500 metros, grandes masas pedregosas con pastos y bosques escalonados entre los 700 y los 1 500 metros; del otro lado, los Apeninos, vertiendo sobre la planicie furiosos torrentes alternativos, que han cavado sobre los flancos de la montaña enormes lechos que llegan hasta los suelos profundos, y cuyas tumultuosas aguas arrastran enormes cantidades de grava y de materias calizas, pero que llegado el verano están completamente secos, hasta el punto de que el agua falta tanto para los arrozales como para beber. Por encima de los 1 000 metros, los Apeninos están tan pelados como los Alpes a una altitud de más de 2 000 metros; en el verano sólo ofrecen manchas de raras yerbas, buenas para las cabras y las ovejas. La Baja Lombardía es una compleja formación de colinas, de mesetas, de planicies y de lechos fluviales, encajonados entre estas dos laderas. En las colinas crecen los olivos y los viñedos, y hasta los naranjos y limoneros, cerca de los grandes lagos alpinos. No hay altiplano propiamente dicho, sino en la parte norte; un altiplano no irrigado, cuya masa rectangular se apoya hacia el sur sobre la línea que va de Vicolungo a Vaprio, en las riberas del Ada. Lo cubren extensiones estériles de espinos, y está dedicado, sobre todo, al cultivo de la mora. Le sigue una planicie baja e irrigada formando un triángulo cuyo lado meridional puede trazarse de Magenta, sobre el Tessino, a Vaprio, en el valle del Adda; en él prosperan el trigo, la morera, los prados y los arrozales. Pero lo que por el momento nos interesa de esta región lombarda es la gran planicie aluvial enclavada entre este altiplano irrigado y las colinas que anuncian la cercanía de ios Apeninos, o, para decirlo con otras palabras, el fondo de la cuenca, zona clásica de arrozales, de prados y praderas artificiales de no menos importancia. No en vano se ha intentado demostrar por el precio de venta 24 * Lo que sigue está tomado, sobre todo, del notable artículo de S. PuGLlESE, «Condizioni economiche e finanziarie della Lombardia nella prima meta del secólo xvín», en Mis. di st. it., 3 a serie, t. XXXI, pp. 1-508, que en sus primeras páginas contiene una buena descripción geográfica de Lombardía y numerosos datos relativos al siglo xvi.
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Fig. 3 Los grandes rana/es de la llanura lombarda Según CHARLES SINGER, History of Technology, 1957, tomo III. El área de puntos representa la zona de colinas y depósitos morrénicos al pie de los Alpes.
del heno lo que fue el movimiento general de los precios en Milán, por el siglo XVI. 2S0 El hombre ha transformado enteramente esta planicie. Fue él quien aplanó las eminencias naturales, hizo desaparecer los pantanos, empleó con inteligencia el agua que los largos ríos traían desde los glaciares de los Alpes. Esta domesticación de las aguas comenzó lo menos en 1138, con los trabajos de los benedicti250 A. FANFANI, «La rivoluzioni dei prezzi a Milano nel XVI e xvu secólo», en Giornale degli economisti, julio, 1932.
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nos 251 y de los cistercienses, instalados en «Chiaravalle». Pero sería una larga historia relatar en detalle la construcción de esta planicie, cortada por diques y por canales. En 1179 comenzaron los trabajos del Naviglio Grande, que terminó en 1257 el podestá Beño Gozzodini. De este modo, las aguas del Tessino llegaron a Milán por un río artificial de más de 50 kilómetros de largo, destinado al riego y a la navegación. Antes de 1300 se construyó la derivación de Sessia, la Roggia Basca, y más tarde fue desecada para crear la Roggia Biraga, la de Bolgara y otras que servirían para la irrigación de las tierras de Novarese y la Lomellina. En 1456, Francisco Sforza mandó abrir el canal de la Martesana, de más de 30 kilómetros de largo, que lleva a Milán las aguas del Adda. Una ampliación llevada a cabo en 1573 lo hizo navegable. Como Ludovico el Moro ya lo había unido al Naviglio Grande, en 1573 los dos grandes lagos lombardos, el de Como y el Mayor, se comunicaron en el propio corazón del Estado. 252 Milán se convirtió así en una importante estación de agua, lo que le permitió recibir a menor costo el trigo, el hierro y, sobre todo, la madera, y expedir en dirección de Po y de Ferrara las grandes piezas de artillería que se fundían en la ciudad; así pudo obviar Milán su defecto capital: ser una ciudad enclavada entre tierras. 253 Estas indicaciones, que en realidad sólo se refieren a la historia de las vías acuáticas, demuestran cuan lenta ha sido la conquista del suelo. Se ha hecho por etapas, y a cada una de ellas ha correspondido la localización de nuevas generaciones de hombres, de modo que las tres Lombardías, que están como encajadas unas dentro
E. LUCCHESI, / Monaci benedittini lallombrosani in Lombardía, Florencia,
1938. 252
253
S. PUGLIESE, art. cit.,
pp.
25-7.
G. de Silva a S. M., 17 de abril de 1573, Sim. Eo. 1332.
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más bajas de todas se extienden los arrozales de los capitalistas. 254 Su audacia y su espíritu emprendedor revolucionario resolvieron el problema del cultivo de las tierras inundadas. Gracias a ello se logró un positivo progreso económico. Pero, ¿también social? En términos humanos, el arroz de Lombardía sale caro. Representa un trabajo hecho en espantosas condiciones físicas, una esclavitud de trabajadores tanto más desheredados cuanto que, por no estar unidos y organizados, no podían quejarse. Los arrozales no requieren una mano de obra permanente, sino considerables masas de trabajadores ocupados por temporada, durante unas cuantas semanas, para las faenas de la siembra, el trasplante y la recolección. Todo este cultivo descansa sobre las migraciones temporales de los obreros agrícolas. No requiere la presencia permanente del propietario sobre el terreno, más que para ajustar los salarios y vigilar las faenas. Siglos más tarde, Cavour recorrió así sus tierras de Leri, en el Bajo Piamonte vecino, ajusfando él mismo los salarios y vigilando desde la aurora el trabajo de los jornaleros. 255 Con casi todos los cultivos de las planicies ocurre, sobre poco más o menos, lo mismo. Estas tierras, fáciles de trabajar, en las que los surcos pueden tirarse a cordel, se prestan para el empleo regular de bueyes o de búfalos, para la fuerza animal. Sólo en la época de las cosechas o de la vendimia requieren una abundante mano de obra de montañeses ajustados a destajo. Después de unas semanas de trabajo, los peones se vuelven por donde vinieron. Son verdaderos proletarios rurales; también lo son frecuentemente, claro está, los campesinos sedentarios establecidos de un modo permanente en estas tierras.
254 A. SCHULTE, np. cit.. I, 252, cree que el cultivo del arroz llegó de España a Lombardía antes de 1475. La exportación de arroz hacia Alemania la hizo, en primer lugar, Balthasar Irmi, de Basilea. Luis XII introdujo el arroz, MARCO FORMENTINI, // Ducato di Milano. Milán, 1876, II, pp. 600 s. Sobre el problema general, S. PUGLIESE, arl. cit., p. 35. 255 MALIRICE PALÉOLOGUE, Un grand réaliste. Cavour, 1926, p. 21. Sobre esta gran cuestión de ¡a mano de obra agrícola que requieren regularmente las planicies, v. el ejemplo que pone GEORGES LEFEBVRE (La Grande Peur de 1789, París, 1957, p. 17) relativo al Bajo Languedoc, que en la época de la Revolución francesa traía a sus trabajadores de los altiplanos calcáreos del sudoeste de los Cévennes y de la Montaña Negra. Otro ejemplo que se estima válido para el siglo XVII es el de Tracia, que hace venir a sus obreros agrícolas de la Alta Bulgaria (HERBERT WILHELMY, Hochbulgarien, Kiel, 1935, p. 235). Tesalia (cuyas exportaciones de granos conocemos por Voló) sacaba los suyos de la Grecia media, especialmente del Ática (VAUDONCOURT, Memoirs on the lonian hland, 1816, p. 215). Sobre estos dos ejemplos balcá-
nicos, v. R. BUSCK-ZANTNER, op. cit., p. 94.
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La información abierta en 1547 por los españoles 2S6 sobre la propiedad en Lombardía reveló que los campesinos no poseían ni el 3 % de la fértil región de las tierras bajas; en cambio, como ya lo hemos dicho, les pertenecía la gran mayoría de las tierras pobres de la altura. Nada revela mejor que estas cifras la condición humana de las planicies. En condiciones miserables de higiene y salubridad, el campesino, en estas tierras, tiene que vivir, además, ganando muy poco. Todo tiene dueño, y lo que produce es para el amo. El campesino, que es con frecuencia un recién llegado, un hombre sencillo arrancado a su montaña, se deja engañar por la gente de la planicie, el terrateniente o su administrador. En muchos casos es, de hecho, una especie de esclavo colonial, cualquiera que sea, sobre el papel, su condición jurídica. Grandes propietarios y campesinos pobres Comparemos las planicies bonificadas del Mediterráneo con los bosques roturados de la Europa del norte. Como toda comparación, ésta tiene sus límites. En medio de las tierras desforestadas, en las nuevas ciudades, ha surgido un mundo más libre, a la manera americana. Uno de los dramas del Mediterráneo (aparte de algunas regiones nuevas que facilitan el individualismo agrario), 2S1 una de las razones de su tradicionalismo y de su anquilosamiento, es que aquí las regiones nuevas se hallan bajo el control de los ricos. Un hacha o un pico bastan en el norte, como más tarde bastarán en América, para roturar y cultivar la buena tierra nutricia. En el Mediterráneo hace falta contar, para ello, con el permiso del rico y el poderoso. Los terrenos van bonificándose poco a poco, y sólo al cabo de los años logran aprovecharse extensiones de alguna consideración. Y esto sólo se logra mediante el empleo del elemento humano, en grandes masas, trabajando codo con codo, con sujeción a una disciplina que supone un orden social estricto. ¿Estaban, o podían estar, poblados de campesinos libres Egipto o la Mesopotamia, en el siglo XVI? En España, cada vez que se pasa del secano al regadío, se pasa también de la zona de un campesino relativamente libre a la de un campesino literalmente esclavo. Por otra parte, el español heredó del musulmán todas sus grandes obras de irrigación, una vez consumada la Reconquista. Las tomó intactas, y
256 257
S. PUGLIESE, art. cit. P. GEORGE, op. cit., p.
354.
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por añadidura, con la mano de obra servil necesaria para su buen funcionamiento. ¿Qué eran sino fellahs los hombres que en el siglo XVI cultivaban las vegas de Lérida, y la Rioja del Ebro, y Valencia, Murcia y Granada?; fellahs. o más exactamente moriscos, a quienes el señor ibérico amaba y protegía como a un capital, del mismo modo que protegió a sus esclavos del Nuevo Mundo. Pese a los recursos naturales de la región, el campesino de las tierras llanas sobrelleva una mísera existencia. Las novelle de Bande11o nos hablan de los medieros de Milán; medieros mediatizados y celosamente vigilados. El propietario tiene su habitación, su cama hecha, en la finca que va a inspeccionar; y los productos de las tierras afluyen ininterrumpidamente a la casa de la ciudad. Por cada mediero que desaparece, diez bergamasquinos aguardan para ocupar el puesto que deja vacante. La planicie pertenece al señor. 25fi Hay que descender a las veigas portuguesas para encontrar las casas de los fidalgos, los so/ares, con sus enormes escudos blasonados. 259 La ancha y baja planicie de la marisma sienesa, en que hacen estragos las fiebres, al igual que en la vecina marisma toscana, está salpicada de castillos señoriales. Sus anacrónicas siluetas feudales dominan todo el paisaje, con sus torreones y murallas. Evocan, por sí solos, un tipo de sociedad, la abrumadora presencia de los señores territoriales que dominaban el país sin vivir siquiera en él, pues estos castillos sólo les servían de residencia momentánea. Por lo general, los señores vivían en Siena. Habitaban en las grandes casas de la ciudad que aún se conservan; son esos palacios en que suelen penetrar los 258 Al señor, y más aún a la gran propiedad, aun cuando ¡a llanura no esté bonificada. Esto ha ocurrido así casi hasta nuestros días (R. PFALZ, art. cit., en Geogr. Zeitschr.. 1931, p. 134): antes de los últimos parcelamíentos, el 38 % del suelo de la Campagna pertenecía a cuatro grandes propietarios. Por el contrario, «en general, las regiones montañosas permanecen reservadas a la pequeña propiedad» (ibid.). Juicio más detallado de J. SlON, France méditerranéenne, 1934, p. 143: «Las regiones más parceladas son las de colinas, relativamente arcaicas y pobres (hoy día); los grandes dominios se estancan en las llanuras de alto rendimiento, y particularmente en los pantanos recientemente conquistados a grande costo.» V., a este respecto, las revelaciones de G. NIEMEIER, op. cit.. pp. 29-30 y 59, sobre la oposición entre Córdoba, viejo centro de grandes propietarios, y La Carlota, ciudad nueva creada en el siglo xviii, con sus propietarios de parcelas. Personalmente, creo en el papel considerable de los monocuitivadores que invaden las llanuras (así ocurrió antaño con el trigo) y crean grandes propiedades. 259 P. DESCAMPS, Le Portugal, la ríe sacíale actuelle. París, 1935, p. 14. Cerca de Vieira, en el Miño, «la montaña es democrática; más abajo, y ya en Vieira misma, hay hidalgos de antigua nobleza. Todavía existen solares (casas solariegas) en Vieira y en algunas parroquias».
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enamorados de Bandello, con la ritual complicidad de los sirvientes, por las escaleras que suben al amplio granero donde se amontonan los sacos de trigo, o bien por los corredores que conducen a las piezas, siempre un poco abandonadas, del sótano. 26° Siguiéndoles, podemos adentrarnos en el seno de esas viejas familias y enterarnos de las comedias y de las tragedias cuyo desenlace sobrevendrá secretamente en los viejos castillos de la marisma, lejos de la ciudad, de sus comadreos y de la vigilancia familiar. ¿Cabe imaginarse mejor escenario para ejecutar, a la moda italiana del siglo, en medio del aislamiento creado por la fiebre y el sofocante calor, a la esposa infiel o sobre la que recaen sospechas de serlo? La explicación climática habría encantado a un Barres. Pero no debemos perder tampoco de vista la complicidad social que asegura al homicida la casi impunidad, en estas tierras del bajío donde él es amo y señor. La planicie es el feudo de los ricos. «En la llanura —escribe Robert Montagne 261 a propósito del Sous marroquí de hoy en día—, la separación entre los ricos y los pobres aumenta rápidamente. Los primeros poseen los huertos; los segundos los cultivan. Los campos de regadío dan cereales, legumbres y frutas en abundancia. El aceite de olivo y de argán constituye otra riqueza, que se transporta en odres hasta las ciudades del norte. La mayor proximidad de los mercados facilita la introducción de los productos extranjeros, de tal suerte que la vida de un notable de la planicie de Sous va pareciéndose cada vez más a la que se lleva en otras provincias donde el Maghzen ha reinado desde siempre. Pero al mismo tiempo, la vida de los jornaleros que trabajan los huertos —los klemmas— se torna más y más miserable.» Esta nos parece que ha sido la regla general de las llanuras del mundo mediterráneo. Una distancia considerable separa aquí al rico del pobre, pues los ricos son, en estas tierras, muy ricos, y los pobres, muy pobres. La gran propiedad sigue siendo aquí la regla. El régimen señorial —por lo general, fachada de ésta— encontró en esta región condiciones naturales para sobrevivir. En Sicilia, en Ñapóles o en Andalucía, los mayorazgos señoriales se han transmitido, sin desmembraciones, hasta los tiempos contemporáneos. Otro tanto ha ocurrido en las grandes planicies orientales de los Balcanes, en Bulgaria, en Rumelia y en la Tracia, en las regiones productoras de 0
M. BANDELLO, op. cit., I, cuento n.° 12.
1
Op. cit., p. 48.
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trigo y arroz, bajo el régimen turco, con sus grandes propiedades y sus poblaciones de siervos; este régimen se ha enraizado profundamente en estas regiones, al paso que casi se ha extinguido en el montañoso oeste. 262 Por supuesto, hay excepciones, de acuerdo con la localidad y las circunstancias, como la primitiva campiña romana o las actuales democracias campesinas de Valencia, del Ampurdán y el Rosellón. «Estas llanuras —escribe Max Sorre refiriéndose a las dos últimas— 263 han sido siempre regiones de pequeña y mediana propiedad.» ¿Siempre? Hay que entender que el autor se refiere exclusivamente a la época moderna. Porque no sabemos exactamente lo que ocurriría en esas regiones bajas antes de las revueltas agrarias del siglo XIV y, sobre todo, los grandes trabajos colectivos de irrigación llevados a cabo en ellas no fueron como los que emprendieron los templarios de Mas Deu en las cuencas rosellonesas de Réart y de la Cantarana... De todos modos, el ejemplo sigue en pie, y con él la aberración. En Provenza «es raro encontrar proletariado rural, salvo en la llanura de Arles, que está dividida en grandes dominios». 264 En Cataluña hubo una clase campesina próspera, al menos a partir de 1486. 265 Para atenuar toda explicación de conjunto, tal vez fuese necesario recurrir, y largamente, a las ideas falsamente simples de la pequeña y la gran propiedad (¿grande o poderosa?); distinguir entre las planicies según su extensión más o menos considerable, y también según que estén o no parceladas; por último, y sobre todo, convendría investigar, mediante explicaciones lógicas, si se dan cambios sucesivos en cuanto al régimen de la propiedad y la explotación agrícolas, parcelamientos o reagrupaciones, y de nuevo parcelamientos o desmembraciones, ya que nada es fijo o estable. Unas veces por el número de hombres, otras por la implantación de nuevos cultivos o la introducción de nuevos aperos, otras por la presión incontenible de las ciudades cercanas, 262 J. CVIJIC, op. cit., p. 172. Sobre el campesino búlgaro, su trabajo, su bienestar relativo en el siglo XV, susVarretas de madera tiradas por parejas de bueyes o de búfalos, v. I VAN SAKAZOV, Bulgarische Wirtschaftsgeschichte, Berlín-Leipzig, 1929, p. 197; el campesino de las llanuras, mucho más que el montañés o el citadino, está unido a su cuadro. Sobre el delta del Nilo, v. J. I.O/.ACH, op. cit.. p. 28. Desolación del delta en el siglo xvi, ibid., p. 50. 263 Pyrénées médit., p. 245. V., en Camarga, un caso análogo, los grandes dominios que allí poseía antes de la Revolución la Orden de Malta, J. J. ESTRANGIN, Etudes archéologiques, bistoriques et statistiqíies sur Arles, 1838, p. 307. 264 F. BENOIT, op. cit.. p. 26. 265 PlERRE VlLAR, op. cit., I, pp. 575 SS.
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el orden geográfico y humano de las regiones bajas cambia interminablemente, al paso que en otras regiones la tiranía del arado y de las tierras de trigo (para volver sobre las ideas de Gastón Roupnel) y el empleo del ganado de labor mantienen en pie el orden antiguo y la fuerza de los ricos. Este es el servicio que presta, que va a prestar, el trabajo innovador de Emmanuel Le Roy Ladurie 266 sobre los campesinos de Languedoc entre los siglos XV y XVIII. ¿Quién hubiera podido imaginar, con anterioridad a sus investigaciones, que este orden rural fuese hasta tal punto producto de la conjunción de circunstancias sociales, demográficas y económicas y, en consecuencia, sometido sin cesar a cambios y alteraciones? El problema radica en llegar a dilucidar si este calendario secular de órdenes campesinos sucesivos del Languedoc es aplicable o no a las otras regiones costeras y si nos encontraremos con que algunas de ellas van adelantadas, otras retrasadas, y unas terceras, las más numerosas, marcan la hora exacta; en el momento actual nos hallamos muy lejos de poder responder a esta pregunta. Cambios a corto plazo en las llanuras: la Tierra Firme veneciana Existe otro ejemplo por lo menos —el de Venecia— donde podemos intentar seguir estas mutaciones a corto plazo. En sus regiones bajas, las más ricas y también las más pobladas, la campiña veneciana es objeto de frecuentes bonificaciones, comenzadas aun antes de finales del siglo XV. Sospechamos la amplitud de tales trabajos, aunque, por desgracia, no conocemos su extensión geográfica ni su cronología exacta. Comenzadas muy pronto, estas costosas mejoras no parecen haber sido, en general, de provecho para los campesinos ni para las comunidades aldeanas. Nada más razonable, en apariencia, que el habitual proceso de bonificación, cuyo proyecto se mantiene invariable a lo largo del siglo en los procedimientos prudentes, generalmente supeditados a los precedentes, de la administración veneciana, confiada, a partir de 1561, a los Proveditori ai beni inculti. 261 266 267
V e r nota 58 de este capítulo. DANIELLE BELTRAMI, Forze di lavoro e proprieta fondiaria
nelle campagne venete
dei secoli xvn et xvm, 1961, p. 67, da la fecha de 1574; mientras no haya una mayor evidencia me inclino por la de 1566, que es la que da ANDREA DA MOSTO, Archivio di Stato di Venezia, 1937, t. I, p. 168: se instituyó el cargo de los Proveditori con la responsabilidad de supervisar los cultivos y drenaje de las aguas y promover la acti-
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Fig. 4
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Los canales de regularizarían ban salvaguardado la mitad de las lagunas venecianas
Mapa orientado hacia el noroeste. Estas obras han protegido las tierras bajas venecianas y las lagunas que rodean la ciudad. Pero la parte norte de la laguna se ha visto generosamente repleta por los sedimientos de pequeños cursos de agua, los ríos Piave y Sile, con frecuencia torrenciales. Toda esta región está cubierta de aguas estancadas. Al sur, en cambio, se consiguió, después de sucesivos trabajos, la domesticación del río Brenta y que la laguna estuviese vira de Chioggia a Venecia, animada por los movimientos de la marea. De ARTURO UCCELLI, Storia delta técnica dal Medio Evo ai nostri giorni, 1945, p. 338.
Cada bonificación, cada ritratto, establece para un área definida de terrenos indudablemente pantanosos un programa de diferentes obras hidráulicas: diques construidos o por construir (argine), tomas de agua (presi), canales y regueras de distribución de las aguas de riego (scalladori). A veces, embarcaciones pequeñas utilizan estos canales y se establece el pago de derechos de peaje; con eso se compensa parte de los gastos. Pero, en principio, los propietarios de las tierras han de correr con los gastos de estos onerosos trabajos, a razón de uno o dos ducados por campo, 26S según se trate de terreno cultivado, con viñedo, o simplemente plantado de árboles. Si un propietario no podía pagar su parte correspondiente en el 268 Algo más de la tercera parte de una hectárea, pero el campo varía de una región a otra; en el Vicentino vale 3 862 m 2 , D. BELTRAMI, op. cit., p. 53, n. 2.
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS
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momento requerido, se le tomaba como pago la mitad de su propiedad, lo que demuestra que la deuda por campo no era cosa menuda. El ritratto estaba, a veces, bajo la responsabilidad de una de las comunidades urbanas (por ejemplo, la communita de Este, 269 o la de Monselice); 27 ° o bien era propiedad de un auténtico sindicato de propietarios, que podían, por otra parte, recurrir a adelantos de la tesorería veneciana, con un interés muy bajo (4 % ) ; finalmente, también la administración veneciana puede participar en la empresa, reservándose entonces, una vez finalizados los trabajos, el derecho a vender la tierra que le correspondiese; la adjudicación tenía lugar, a veces, en el mismo Rialto. Se dividía cada ritratto en 24 quilates, del mismo modo que se hacía con los barcos, adjudicándose, sucesivamente, cada quilate en subasta pública, o como diríamos nosotros, a golpe de martillo; los documentos de la época estipulan: con la bachetta in térra del su in giu. Pero, ¿qué significan realmente todas estas meticulosas reglas? La realidad se deja adivinar aquí y allá a través de ciertos contratiempos y de auténticas catástrofes. Una determinada communita no consigue el dinero necesario para completar los trabajos: venderá, entonces, la mitad del ritratto a sus ciudadanos, y la otra mitad a aquel comprador dispuesto a pagar la primera postura (pues el comisario de la subasta la inicia con una determinada postura que luego va disminuyendo). Es frecuente que se constituyan sindicatos de propietarios consorti, o caratadori (compradores de quilates), que son auténticas asociaciones mercantiles; no es extraño encontrar a su cabeza los grandes nombres del patriciado veneciano. Un documento (15 de febrero de 1557) 271 menciona a un tal Hieronimo Dolfin (de una familia de grandes banqueros), que con sus asociados dirigía las negociaciones en lo tocante al ritratto del valle de San Biasio, junto a Lendinara, entre el Bajo Adigio y el curso inferior del Po; proyecto, sin embargo, en punto muerto a la altura de principios de 1561. 272 Dos años más tarde nos encontramos con otro patricio, Alessandro Bon, quien ha intrapreso a sue spese col permesso della Signoria la bonifica di tutte le valle che sonó tra Po e Bacchiglion e; 273 su proyecto tropieza con una resistencia, «el inesperado obstáculo de l&communita de Rovigo». Adivinamos, más que sa269 270 271 272 2
™
Seaato Terra 32, 16 de septiembre de 1560; 29 de noviembre de 1560. Ibid., 27, antes del 9 de mayo de 1558. Ibid., 25. Ibid., 32. Ibid., 67.
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bemos, que siempre se trataba de empresas ambiciosas; sólo unos estudios sobre este aspecto específico nos podrían dar la respuesta. Sin embargo, sabemos que basta con que se produzca un accidente, como ocurre el 5 de noviembre de 1554, cuando se rompe un dique en las proximidades de Rovigo, para que queden inundados 30 000 campi fertilissimi, y como la rotura no fue adecuadamente reparada, hay el peligro de que en la próxima cosecha se pierdan 40 000 stara di fermento, las mismas que en la del año presente. 274 Vemos, pues, que había en juego grandes cantidades de dinero, muchas riquezas e importantes negocios. El 11 de diciembre de 1559, el autor de un proyecto, quien, por desgracia, conserva el más riguroso anonimato, propone hacer, a expensas propias, una serie de ritratti; en compensación tomará un sólo campo de cada diez. 275 ¿Quién se esconde tras este hombre tan generoso? Aparte de estos pequeños detalles sabemos muy poco acerca de la real situación de los campesinos y propietarios del Véneto, mientras que en estos momentos conocemos a la perfección (por un azar en la tarea de investigación) a los rústicos del Languedoc y a sus señores. 276 Para poder juzgar con cierto conocimiento de causa haría falta un gran número de investigaciones afortunadas, que están sin hacer, y, a continuación, sopesar cuidadosamente las evidencias. ¿Cuál es el auténtico significado, en relación a las restantes y diferentes explotaciones agrícolas, de este esfuerzo de las bonificaciones, victoria a la larga de los arrozales (quizá desde 1584), que iba a asegurar el bienestar de las clases patricias y el equilibrio de la balanza de pagos de la Señoría, en el siglo XVII, sumando sus beneficios a los obtenidos entonces con el incremento de la producción de la seda? 277 En todo caso, estas vastas bonificaciones no tienen nada en común con las que realizan los canalistes del Languedoc. Por eso, terminado el siglo XVI, se abre en Venecia, para los beneficiarios de la renta sobre tierras, un período de prosperidad mayor aún del que disfrutaron en torno a Montpellier o Narbona los propietarios languedocianos. Cuando la riqueza de Venecia entró en acción en las campiñas de Tierra Firme, supo explotarla sabiamente. Pero todavía no conocemos con la seguridad deseable cómo se desarrollaron estos episodios de la historia 274
Ibid., 23. Ibid., 31. 276 Ver supra, p. 99. 277 DOMENICO SELLA, Commerci e industrie a Venezia nel secólo xvu, 1961, pp. 87 ss. 275
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de la tierra veneciana. Sólo sabemos que los campesinos se llenaron de deudas, que la economía siguió siendo generalmente arcaica, y que disminuyeron las tierras comunales... ¡Qué interesante tema de investigación! 278 Cambio a largo plazo: Las vicisitudes de la Campiña Romana Los cambios a largo plazo nos resultan, evidentemente, más fáciles de observar. La Campiña Romana es un excelente ejemplo de continuas vicisitudes que producen cambios. 279 El campesino tomó posesión de ella muy temprano, ya en la época neolítica. Es natural que, milenios más tarde, bajo el Imperio, el agro romano haya estado ocupado en toda su extensión. Contaba con importantes acueductos y la malaria causaba allí pocos estragos. La catástrofe llegó con los ostrogodos, en el siglo V, al cegarse los acueductos. La conquista del suelo no pudo emprenderse de nuevo sino uno o dos siglos después: Ostia renació entonces de las ruinas. Pero nuevas catástrofes sobrevinieron en el siglo XI, después de las cuales volvió a florecer la vida agrícola, a principios del siglo XIV y en el siglo XV. Ostia resurgió de nuevo, esta vez gracias al celo del cardenal de Estouteville. En los siglos XV y XVI surge también la gran propiedad señorial, y se forman grandes fincas con murallas como de fortaleza: los Casali, que todavía se distinguen hoy al borde de las grandes carreteras y cuya sólida construcción pone bien de manifiesto la inseguridad de la planicie, siempre amenazada por bandidos prontos a bajar de la montaña. Estas grandes fincas de tipo «colonial» practicaban la rotación de los cultivos (el trigo era la principal razón de su existencia) y la crianza de ganado vacuno en gran escala. Los Abruzos suministraban la mano de obra. Pero, ¿hasta dónde era sólida esta toma de posesión? La situación en el siglo XVI no era en modo alguno floreciente. Los cardenales tenían sus «viñedos» en la Campagna, pero estaban plantados en colinas bien aireadas, como el Casino de los Borghese, en el Palatino. Benvenuto Cellini, a quien le gustaba salir de caza por los alrededores de Roma, refiere detalladamente cómo se salvó por milagro, según asegura, de una larga enfermedad que 278 Sobre este extenso problema véase el libro precursor de DANIELE BELTRAMl, Forte di lavoro e proprieta fondiaria nelle campagne venete dei secoli XVII et XVlll, 1961. 279 He seguido el resumen de M. SORRE, Les fondements biologiques de la géographie humaine, pp. 397 ss. Lo completa C. DE CUPIS, Le Vicende dell'agricultura e della pastorizia nell'agro romano e l'Annona di Roma, Roma, 1911; PFALZ, art. cit., pp.
133-4, y en particular JEAN DELUMEAU, op. cit., II, pp. 521 ss.
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bien pudo ser un ataque agudo de paludismo. 280 Imaginémonos la campiña romana de antes, con muchos espacios vacíos, marismas y terrenos baldíos que, en realidad, sólo sirven para cotos de caza. Tenemos, por otra parte, la impresión de que una vida pastoril activa e invasora que desciende de diversas partes de los Apeninos viene a llamar un día y otro a los muros de la ciudad como en las lejanas épocas de su vida primitiva. Actas notariales suscritas en Roma hacia 1550 nos indican la presencia allí de numerosos mercaderes de ganado, entre ellos algunos inmigrantes corsos... 281 Teniendo que competir con el trigo extranjero, la agricultura se deteriora cada vez más. Y las cosas se/agravan aún más en el siglo XVIII. De Brosses nos dejó un cuadro angustioso de las miserias de la planicie, del abandono de sus propietarios y de las fiebres que azotaban la región. 282 Finalmente, «el agro romano se encontraba a comienzos del siglo XIX en una situación mas lamentable que nunca». 283 El primado de las llanuras: Andalucía Por lo general, el destino de las llanuras es menos agitado, o quizá nos parece así al no sernos bien conocido. Con todo, de la época romana a la nuestra han ocurrido notables variaciones durante la ocupación y explotación de las regiones bajas tunecinas, donde quedan pruebas abundantes de un antiguo esplendor. Y otro tanto se puede decir de la Baja Siria o de Macedonia, abandonada durante siglos y que sólo se despertó a partir de 1922, o la asombrosa Camarga, cuyo destino aún hoy continúa sorprendiéndonos. Sea de ello lo que quiera, estas vastas planicies representan la parte más esencial de la historia agrícola mediterránea; la última parte, la más difícil, pero también la que obtuvo el más magnífico 280 Vita di Benvenuto Cellini scritta da íui medesimo, tr. francesa, París, 1922, II, pp. 240-6. 281 C. TRASSELLI, «Notizie economiche sui Corsi in Roma (secólo xvi)», en Archivio storko di Cónica, X, oct-dic. 1934, pp. 576 ss. 282 D E BROSSES, Lettres d'ltalie, op. cit., I, pp. 312-3. 1740. Sobre el vaciamiento de la campiña romana: «Hoy día, son campesinos de la Sabina y de los Abruzos los que vienen de tiempo en tiempo a sembrar algunos cantones de la campiña, y regresan en la época de las cosechas.» La explicación de De Brosses sobre las causas de la despoblación, y principalmente la responsabilidad de Sixto V, ofrece muchas reservas. Pastor cree que si se agravó el paludismo pudo ser debido a la desforestación; la lucha contra los bandoleros en la época de Sixto V se traducía, en efecto, en incendios sistemáticos de las malezas que les servían de escondite. 283
M. SORRE, op. cit., p. 398.
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de los resultados, siempre y cuando que desde el punto de vista humano no paremos mientes en el alto precio que hubo de pagarse para triunfar sobre las aguas. Cada una de esas conquistas fue una gran hazaña histórica, rica en consecuencias. A tal punto, que, a la vista de cualquiera de los acontecimientos históricos más importantes, debemos preguntarnos si no tuvo por causa una de esas grandes empresas agrarias. Así podemos pensar, en efecto, en lo tocante a Egipto, Mesopotamia y Macedonia. Y lo mismo podría decirse de la primitiva campiña romana, disciplinada y rica en hombres; poco a poco, fue triunfando sobre todas las montañas que la rodean. Después hizo la unidad de Italia, y, por último, la del Mediterráneo. Recuérdese el importante papel que ha desempeñado la planicie del norte de Italia, el Piamonte, todavía montañoso y rústico hasta llegar a las diferentes Venecias y al Friul; y la gran acción —ya volveremos sobre ella— desplegada por las amplias llanuras balcánicas del mar Negro. No hay ejemplo más fascinante de tal primacía que el de las planicies de la Baja Andalucía. En el siglo XVI era ésta una de las más ricas regiones del Mediterráneo. Entre el viejo zócalo castellano, al norte, y las montañas ásperas y jóvenes que hacia el sur forman la alta cordillera Bética, las planicies andaluzas desarrollan sus suaves ondulaciones, sus praderas, que a veces evocan, hacia el oeste, la región del norte de Flandes, y que casi siempre están cubiertas de viñedos y de extensos olivares... Como todas las planicies, también ésta, hubo de ser conquistada trozo a trozo. En los primeros tiempos de Roma, todo el Bajo Guadalquivir era una marisma, 284 algo semejante al Bajo Ródano primitivo o a la Mitidja, antes de la colonización francesa. Pero pronto, y con relativa rapidez, Andalucía, la Bética, iba a convertirse en el corazón de la España romana, ese vergel de ciudades extraordinariamente hermosas, demasiado pobladas acaso y demasiado difíciles de mantener. Tal es, en efecto, el reverso que nos presenta la medalla de la riqueza de las planicies: especializadas en cultivos remuneradores y poco variados, éstas dependen en parte del exterior para su diario sustento. Exportadoras de aceite, de uvas y de vinos, de tejidos y de objetos manufacturados, las ciudades andaluzas viven del trigo 2S4 y e r c u £ n ¡ m p r e s i o n a c ] 0 s e muestra E. QUINET, Mes vacances en Espagne, 1881, p. 320, por las «marismas» del Guadalquivir. Se trata de los húmedos latifundios de las marismas, donde crecían toros casi salvajes, y que en primavera se transformaban en una vasta región de praderas en flor.
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del norte de África. Quien poseyera el trigo africano las tenía a su merced. Con su complicidad se posesionaron del granero los vándalos en el siglo IV; 285 cuando fueron desalojados por los bizantinos, en el siglo siguiente, éstos no tardaron en posesionarse de Andalucía. Y al llegar la hora de los árabes tampoco pudo Andalucía oponerles una larga resistencia... A cada nueva «conquista», Andalucía pasa a ser el florón de la nueva corona. Fue el corazón de la resplandeciente España musulmana, sin duda poco extendida por el norte de la península Ibérica, aunque siempre o casi siempre abierta en dirección del África Menor, de cuyas costas y de cuya rústica población y agitada historia nunca llegó a estar completamente separada... En este vergel de ciudades surgieron dos metrópolis: Córdoba y más tarde Sevilla. Córdoba llegó a ser escuela de toda España, de todo el Occidente musulmán y cristiano, pero ambas ciudades se erigieron en capitales de arte y centros de civilización. Esta grandeza seguía aún viva cientos de años después, en el siglo XVI, Había sido necesario, sin embargo, cicatrizar las grandes heridas abiertas por la reconquista cristiana en el siglo XIII, la cual había causado en la región andaluza, sobre todo en el sur, considerables estragos y abierto múltiples lagunas que la colonización primero militar y después pacífica tardó mucho tiempo en llenar. Este lento trabajo de reparación no había terminado todavía en el siglo XVI, 286 a pesar de ello, Andalucía era aún una región espléndida: «granero, huerto, bodega y establo de España», 287 del elogio ritual de los embajadores venecianos en sus Relazioni.., Por si faltara algo, el siglo XVI añadió a las glorias y a las riquezas de esta magnífica tierra el regalo de América. Por espacio de casi dos siglos, desde 1503, la América fue, en realidad, patrimonio de Sevilla. La América, es decir, la Casa de Contratación, las flotas que arribaban a las Indias y las que volvían del Nuevo Mundo cargadas con la plata de 285
E.-F. GAUTIER, Genséric, roi des Vandales, París, 1932, p. 109. Sobre estas cuestiones, v. la riquísima investigación de GEORG NIEMEIER, op. cit., pp. 37, 56-7, la devastación de la reconquista del otro lado del Guadalquivir. La colonización sistemática de Andalucía no empieza hasta Carlos III. Se organiza con colonos alemanes (p. 57). Con referencia a los vacíos que subsisten en 1767 véase fig. 8, p. 62 de la misma obra. Una sola colonización en el siglo xvi; la Mancha Real, fundada en 1540, en la estepa de Jaén. Hay una observación decisiva, en la p. 100, sobre la importancia de los años —y, en consecuencia, de la historia— para el régimen de la propiedad. A este respecto, comparación de una vieja comunidad, Córdoba, con una nueva, La Carlota, fundada en 1767. Sobre la exportación sevillana de aceite,, de 60 000 a 70 000 quintales, PEDRO DE MEDINA, Libro de las grandezas y cosas memorables de España, 1548, f. 122. 286
287
G. BOTERO, op. cit., p. 8.
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México o del Perú; los mercados de las densas y activas colonias abiertos al extranjero: todo quedó bajo el legítimo monopolio. ¿Por qué razones? En primer lugar, para gobernar más rigurosa y celosamente aquel tráfico, fuente de gran riqueza: era el punto de vista de los gobernantes. En segundo lugar, porque el camino de América dependía de los alisios y Sevilla estaba situada a la puerta misma de estos vientos. Pero detrás de esta singular fortuna, ¿no había como fundamento una ciudad privilegiada, admirablemente abastecida por las naves que descienden por el Guadalquivir y por los famoso carros tirados por dos pares de bueyes? Es la gran planicie vinícola y olivarera la que anima por debajo de cuerda el tráfico sevillano. Era el aceite y el vino de estos campos lo que los barcos del norte, bretones, ingleses u holandeses, venían a cargar a Sevilla, y no únicamente las lanas de Castilla, la sal de Sanlúcar —incomparable para la salazón del bacalao— y los productos importados de las Indias. La riqueza de Andalucía la empujó, pues, y hasta quizá la obligó, a salir de sus fronteras. En el siglo XVI," Sevilla y el interior de Andalucía, país que ha sido siempre mitad musulmán y apenas mitad cristiano, construían, humanamente hablando, con sus hombres, grandes extensiones de la América española: esos territorios llevan todavía el sello de origen. Carlos Pereyra lo ha dicho magníficamente. España arranca de sí a sus hombres en beneficio de estas regiones del sur abiertas al mar. He aquí lo que, en conclusión, debe ponernos en guardia contra la vivida expresión de Pierre George acerca de esas planicies, a las que él llama «células terrestres» vecinas del mar. En realidad, estas células distan mucho de encerrarse en sí mismas. Si extienden su influencia, generalmente es porque la economía de los inmensos espacios de mar viene en su ayuda, o, más exactamente, las toma a su servicio, las condena a los grandes cultivos de exportación. Los viñedos y los olivares progresan en la Baja Andalucía del siglo XVI bajo los auspicios del gran comercio sevillano. Paralelamente, al otro extremo del Mediterráneo y ya casi fuera de su órbita, el desarrollo del cultivo del trigo en Moldavia y en Valaquia en tiempos de Miguel el Valiente, en las postrimerías del siglo XVI, y el fortalecimiento del régimen señorial que lleva consigo, se hallan vinculados al comercio de granos en el mar Negro, también en pleno auge. Pondremos algunos ejemplos análogos, éstos ya fuera de los ámbitos del siglo xvr. el algodón y el tabaco, que contribuyeron a la bonificación de la planicie de Salónica; la granza, introducida en
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el condado veneciano en el siglo XVIII, y gracias a la cual se desecaron las tierras bajas de esta región y se acabó con los últimos restos del paludismo; o los viñedos que, alrededor del año 1900, contribuyeron a hacer salubre la zona de Mitidja... Podemos asegurar, en suma, que para hacer frente al desarrollo de las regiones bajas hay que contar con el aflujo de los grandes beneficios asegurados por el comercio, el gran comercio a larga distancia. Ahora bien, ¿este comercio no equivale, visto a corta distancia, a la proximidad de una gran ciudad compradora, rica en capitales y capaz de asumir las cargas, las responsabilidades y los riesgos de la empresa? Todas las bonificaciones de tierras llevadas a cabo en el siglo XVI y de que hemos hablado se encuentran precisamente en la órbita de influencia de las grandes ciudades: Venecia, Milán, Florencia... Del mismo modo, Argel hizo surgir, hacia 1580, como reflejo de su propia grandeza, una vida agrícola importante en Mitidja. Vida efímera, quizá, porque la planicie seguía aún prisionera, por aquel entonces, de sus aguas malsanas; pero, de todos modos, el campo se puso a producir, para la ciudad que se expandía y para las lujosas mansiones de los corsarios turcos y de los renegados —Dios sabe al precio de cuántas vidas humanas—, ganado, leche y mantequilla, habas, garbanzos, lentejas, melones, pepinos, palomas... Despachaba, para ser cargados en los barcos surtos en el puerto, cera, cueros y gran cantidad de seda. Cuenta con sus trigales y sus campos de cebada; y Haedo —que quizá no ha visto todo esto personalmente— concluye que aquello debía ser el jardín del Paraíso... De modo análogo, la ciudad de Valencia explica las huertas que la circundan y a las que, además, suministra abono. «Si las calles |de Valencia] no están pavimentadas —dice un viajero del siglo xvill—, 288 es porque sus detritus, mezclados con las inmundicias que las cubren solamente por unos instantes, se transportan fuera de sus muros para fertilizar los campos adyacentes, y porque existe la seguridad de que, de pavimentarlas, se privaría a ese gran vergel que rodea por todas partes a Valencia de una de sus principales fuentes de fecundidad.» Toda planicie ganada para los grandes cultivos acaba convirtiéndose en una potencia económica y humana, en una fuerza... Pero no vive para sí misma: ha de vivir y producir para el exterior. Y esto, condición de su grandeza, es también —en un siglo XVI 2S8
BARÓN JEAN-FRANCOIS BOURGOING, Nouveau voyage en Espagne, París,
1789, III, p. 50.
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donde nadie tenía seguro el pan cotidiano— la causa de su dependencia y miserias. Ya lo veremos en el caso de Andalucía, forzada, desde antes de 1580, a importar trigo nórdico. 289 IV. TRASHUMANCIA O NOMADISMO: DOS MODOS DE VIDA MEDITERRÁNEA Hemos dejado para el último momento la descripción del conjunto de los múltiples problemas que presentan trashumancia y nomadismo, desplazamientos regulares de hombres y ganados, que son una de las características del mundo mediterráneo. Pero no conseguiremos explicarlo todo acerca de estas continuas migraciones si nuestras observaciones se limitan exclusivamente a los continentes peninsulares. Será conveniente mirar con frecuencia y minucia hacia el este y hacia el sur e incluir, por lo menos en el razonamiento, la vida pastoril de los vastos confines desérticos. Este es el motivo por el que nos hemos demorado en abordar estos temas tan difícilmente aplicables a una determinada región geográfica. Las trashumancias 29 ° Hay diferentes especies de trashumancia: los geógrafos distinguen dos tipos, acaso tres. Tenemos en primer lugar la trashumancia «normal»: propietarios y pastores son, en este caso, gente de la llanura; viven en ella y 289
Ver infra. I, pp. 773 ss. A la, documentación histórica sobre la trashumancia hay que agregar los documentos relativos a los pastos de los «presidios» de Toscana (Sim. Secretarías Provinciales de Ñapóles, legajo n.° 1, 25 de enero de 1556, 20 de feb. de 1566, 15 de marzo de 1566). Una carta del duque de Alcalá al príncipe de Florencia (copia, Sim. 1055, f. 37) y la respuesta del príncipe (ihid., f. 66), a propósito de los impuestos establecidos por los toscanos sobre los rebaños trashumantes que llegaban hasta la costa de los «presidios». Un documento italiano, sin fecha, dirigido a Felipe II (indudablemente del año 1566), habla de los atractivos que para los propietarios de los rebaños tenían los pastos de la zona cálida de los «presidios», a la orilla del mar. El impuesto sobre la salida hacia los pastos, establecido por los toscanos, era de 10 liras por cada 100 cabezas de ganado, «di pecare, capre et altro besliame» (Sim. Eo. 1446, f. 45). Sobre el arrendamiento de estos pastos, cf. 24 de agosto de 1587, A. d. S. Ñapóles, Sommaria, fa.sc. 227. Sobre la enorme importancia del «aduanero» de Foggia para la trashumancia, ver B. N. París, Esp. 127, ff. 61 y 61 v. (hacia 1600), y la indicación del gran litigio en que se vio envuelto uno de los arrendatarios de este puesto aduanero, el marqués de la Paluda, cuyos abusos provocaron la intervención de la justicia. Puede consultarse igualmente una abundante literatura geográfica. Cf. la hipóte2,0
sis de DEFFONTAINES, resumida en JEAN BRUNHES, Gíographie bnmaine, 4. a ed.
1935, p. 184; P. GEORGE, op. cit. (355 s); el libro, tantas veces citado, de JULES BLACHE,
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sólo la dejan en el verano, estación desfavorable para los ganaderos en las tierras bajas. En este movimiento, la montaña no suministra más que el espacio. A veces, este espacio es propiedad de algún campesino de la llanura, aunque por lo general se la arrienda al montañés. En el siglo XVI, y quizá desde cuatrocientos o quinientos años antes, 291 Arles era la capital de una gran trashumancia estival, que alojaba los rebaños de la Camarga y, sobre todo, d^ la Crau y los expedía todos los años, por los caminos de la cuenca del Durance, hacia los pastos del Oisans, de Devoluy, de Vercors, hasta los aledaños de Maurienne y de Tarentaise. Esta «villa campesina» era una verdadera capital; en ella moraban los «capitalistas», 292 como se llamaba todavía hasta hace poco a los dueños de estos rebaños de ganado lanar; en ella residían los-notarios, encargados de otorgar las escrituras contractuales. Un ejemplo de trashumancia inversa a ésta era, en el siglo XVI, la de la Navarra española. Los rebaños de ganado lanar descendían aquí de las altas regiones de los éuskari. Las regiones bajas sólo desempeñaban la función de mercados, cuando se efectuaban transacciones. Esta trashumancia, harto tumultuosa, se llevaba a cabo en invierno. Huyendo de la montaña, al llegar los rigurosos fríos, ganados y pastores se descolgaban sobre la Baja Navarra como ejército en país conquistado. Las casas se cerraban a cal y canto al paso de los temidos huéspedes. Cada año hacía renacer así esa eterna guerra entre el pastor y el campesino. La tensión se mantenía hasta que los ganados llegaban a las partes abiertas no cultivadas de la planicie, donde están los pastos de las Bárdenas Reales, y se reavivaba en la época del retorno. Las Bárdenas Reales son una especialmente pp. 18 ss., 21 y 31. P. ARQUÉ, op. cit., p. 43. Un excelente resumen del problema del Mediterráneo, con un mapa de la situación actual (en 1938) en la cuenca entera, v. en el artículo de E. MULLER, «Die Herdenwanderungen im Mittelmeergebiet», en Peterm. Níitteilungen, 84, 1938, pp. 364-70, con bibliografía, y principalmente la mención de los grandes libros de J. FRÓDIN, Zentra/europas Almuirtscbaft, 2 vol., 1941, y MERNER, Das Nomadentum in Nord-Westlichen Afrika, Stuttgart, 193?. El gran problema no estriba solamente en elaborar una lista de las formas de trashumancia, sino también en buscar sus límites hacia el norte en relación con la vida pastoril de tipo alpino, y sus límites hacia el sur en relación con el nomadismo de la estepa, lo que, en suma, conduce a un ensayo de demarcación de las regiones mediterráneas. Los recientes trabajos de X. DE PLANHOL, de los que más adelante damos la referencia (notas 301 y 320 de este capítulo) resultan decisivas a este respecto. 291 J. J. ESTRANGINI, Et. archéologtques, historiques et statistiques sur Arles, 1838, pp. 334 ss. 292
' FERNAND BENOIT, en Encyclopédie des Bouches-du-Rhone. t. XIV, p. 628. So-
bre el papel de los «capitalistas», ver las notas breves, pero esclarecedoras, de ALBITRECCIA, op. cit.. pp. 256 s.
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estepa pedregosa en los confines de Aragón, donde las lluvias del invierno permiten que brote un pasto bastante pobre. 293 Esta trashumancia inversa la encontramos igualmente en Calabria; pastores y ganados se apiñan durante el invierno y la primavera en las estrechas regiones del litoral. «La mañana del día de Pascua —dice, en 1549, el obispo de Catanzaro—, unos sacerdotes se dirigían a la orilla del mar, donde se reúnen numerosos ganados, y tenían por costumbre celebrar la misa en un altar hecho con formes de queso; terminada ésta bendecían quesos y ganados y daban la comunión a los pastores. Al sacerdote se le regalaba todo el queso utilizado para levantar el altar. Yo he castigado a los sacerdotes que habían celebrado estos oficios y...amenazado con terribles penas a quienes se atrevan a repetirlos de ahora en adelante.» 294 Dos trashumancias. Hay, además, una tercera, menos importante, de tipo mixto, que combina la de invierno y la de verano. El punto de partida y las habitaciones se encuentran, pues, en las laderas, a medio camino entre los dos pastizales. Tal ocurre hoy día en los castañares corsos. Es punto menos que imposible, en efecto, ajusfar la realidad a una clasificación rígida. La trashumancia, fenómeno complejo, pone en acción toda suerte de condiciones: físicas, humanas e históricas. 295 En el Mediterráneo, según la definición más simple, es un desplazamiento en sentido vertical, de los pastos de invierno, situados en la llanura, a los pastos de verano de las cumbres. Y a la inversa. Es, digamos, una vida combinada en dos etapas. Pero es, al mismo tiempo, un desplazamiento de hombres. Estos hombres pertenecen a tal o cual poblado, a tal o cual grupo rural —o no rural—; son únicamente pastores, o bien, durante alguno de sus descansos, cultivan brevemente la tierra, quemando a veces la maleza en el otoño para abonar con sus cenizas el suelo. 296 Estos hombres habitan en las tierras altas o en las tierras bajas, de un modo permanente o transitorio. En resumen, las variaciones sobre el mismo tema son numerosas, pero, impuestas siempre por las condiciones locales, resultan 293 G. DESDEVISES DU DÉZERT, Don Carlos a"Aragón, Prince de Viane. Étude sur l'Espagne du Nord au x v suele, 1889, p. 27. 294 BUSCHBELL (artículo cuya referencia se ha extraviado), p. 7, n. 1. 295 296
JULES BLACHE, op. cit., pp. 22 s. M. LE LANNOU, op. cit., p. 62.
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virtualmente ineludibles. Mencionemos de paso una anécdota que lo merece: Corón, en la costa griega, era, en 1499, una avanzada de Venecia. El pacha de Morea quiso impedir a los albaneses y griegos de aquella pequeña ciudad el sembrar o llevar sus ganados a pastar en territorio del gran turco. Los Rettori de Corón se limitaron a replicarle dulcemente: «Si nuestros ganados van en verano a vuestro territorio, los vuestros vienen en el invierno al nuestro.» 297 Relieve topográfico y estación son los dos factores que determinan habitualmente en sus líneas generales lo más esencial de aquello que puede y debe ocurrir. En 1498, 29íi durante el tiempo de Carnaval, un grupo de stradiots hacen una correría por los alrededores de Pisa: el botín no resulta sorprendente considerando que esto ocurre en invierno y junto al mar: 300 cabezas de ganado mayor, búfalos y vacas, 600 corderos y algunas yeguas / muías. Otra incursión por los alrededores de Zara, en enero d< 1526, proporciona el siguiente botín: 2 500 animales. 2 " Un último ejemplo: en diciembre de 1649, i0° unos morlacos, dirigidos por un nuevo jefe, se apoderan, en la costa de Dalmacia, de «13 000 cabezas de ganado».
El nomadismo es más antiguo que la trashumancia Así definida, la trashumancia es una de las formas, regularizada y, en cierto aspecto, racionalizada, de la vida pastoril mediterránea, alternándose los pastos de llanura con los pastos de montaña. Una forma racionalizada, fruto de una larga evolución. La trashumancia, incluso la menos organizada, concierne sólo a un tipo de gente especializada: los pastores. Implica una división del trabajo, una agricultura omnipresente y, en consecuencia, una continuidad de cultivos, moradas fijas y pueblos. Estos pueden aligerarse de parte de sus habitantes de acuerdo con las diferentes estaciones, en beneficio, unas veces, de la llanura, y de la montaña otras. Abundante cantidad de documentos del siglo XVI mencionan estos pueblos medio vacíos de la montaña, donde sólo quedan ancianos, mujeres y niños. 297 298 299 300
M. SAÑUDO, Diarii, II, columna 557. M. SAÑUDO, op. cit., I, col. 898, Pisa, 1 de marzo de 1498. lbid., XL, p. 816, Zara, 1 de febrero de 1526. Recneil des Gazettes, año 1650, p. 88, Venecia, 26 de dic. de 1649.
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El nomadismo, al contrario, se lleva todo por delante en sus largos recorridos: gentes, bestias y hasta moradas. Pero, a diferencia de la trashumancia, jamás canaliza enormes masas de animales. Sus ganados, incluso los más importantes, se van diluyendo en un inmenso espacio, divididos en grupos a veces muy reducidos. Hoy día, el nomadismo —que, a decir verdad, sólo persiste en torno al Mediterráneo y en estado residual— está constituido por esos grupos de unas diez personas más o menos que se pueden ver a la caída de la tarde, en torno a un fuego, en los arrabales de Beirut; o también en Argelia, después de levantadas las cosechas, se puede ver, en medio de los rastrojos, camellos, corderos, asnos, dos o tres caballos, unas mujeres vestidas de rojo y unas cuantas tiendas negras hechas con pieles de cabra; o en la llanura de Antalaya, en Pamfilia, al sur del Tauro, donde se puede ver una veintena de tiendas dispuestas a veces —muy raramente— en forma, de herradura: reliquia de una tradición que se va perdiendo poco a poco. 301 Trashumancia y nomadismo parecen actividades que datan de épocas diferentes. ¿Es éste más antiguo que aquélla? Ante nuestros propios ojos, en toda la zona desértica y semidesértica que rodea el sur del Mediterráneo, continuando hasta el Asia Central y más allá, la política de sedentarización puesta en marcha por los Gobiernos actuales ha convertido el antiguo nomadismo en un estilo de vida pastoril actualizado (sea en el Sahara, en Tripolitania, en Siria, Turquía o Irán), un modo de vida que es en realidad una trashumancia con división de trabajo. Es, pues, probable ese orden cronológico. Debemos añadir que en el contexto del Mediterráneo de las montañas parece que la trashumancia inversa haya sido anterior a la trashumancia llamada normal por los geógrafos. Esta clasificación —nomadismo, trashumancia inversa, trashumancia normal— parece la más probable. Pero las cosas nunca han ocurrido de una manera tan simple como la sugerida por este «modelo» a priori. El pasado ha sido más fértil en catástrofes y revoluciones brutales que en evoluciones lentas. Por desgracia, las catástrofes en este terreno son mucho menos conocidas que las acaecidas en el de la política. Es evidente que cuando se estudian con detalle las estructuras pastoriles se descubre que aparecen mezcladas con frecuencia la 301 XAVIER, DE PLANHOL, De '. plaine pamphylienne aux lacs pisidiens. Nomadisme et vie paysanne, 1958, p. 194.
Fig. 5
Pastos de invierno y de verano de las ovejas de la Alta Provenza. hacia finales del siglo XV Tomado de THÉRÉSE SCLAFERT, Cultures en Haute-Provence, 1959, pp. 134 y 135, donde los nombres abreviados de algunos lugares aparecen en toda su extensión.
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trashumancia inversa y la normal. En la Alta Provenza 302 de los siglos XV y XVI, los propietarios de la zona alta (más ricos y numerosos) y los de las bajas utilizan los mismos pastizales. En tales condiciones es el régimen de propiedad lo que permite distinguir por sí sólo las dos formas de trashumancia. Esto nos obliga a abandonar el terreno geográfico y entrar en el terreno social de la propiedad e incluso en el de la política. Los pasos de ganado ofrecen de hecho recursos fiscales que ningún Estado se permitirá descuidar, sino que, muy al contrario, organizará y defenderá en toda circunstancia. Ya en tiempo de los romanos se había establecido la trashumancia inversa entre los Abruzos y el Tavoliere apulino, lo que explica las industrias textiles de Tarento. Ha subsistido, sometida a un régimen bastante liberal hasta 1442-1447, momento en que Alfonso I de Aragón 303 la organiza dentro de un esquema autoritario, con sus rutas ovejeras privilegiadas y obligatorias (tratturi) y sus caminos de enlace (tratturelli), sus apacentaderos de descanso y sus pastizales de invierno, además de disposiciones que obligan a vender lana y animales exclusivamente en Foggia, y pago de exacciones a todo lo largo del recorrido. Este sistema, una vez fijado, variará poco y será protegido contra la obstinada y regular costumbre de traspasar los límites fijados a ambos lados de las rutas por campesinos que plantarán viñas, olivares y, sobre todo, sembrarán trigo. En 1548, en una extensión de 15 000 carri (un carro equivale a 24 hectáreas) en Apulia, los pastizales reales representan más de 7 000 carri; además, las autoridades recuperan 2 000 carri de terreno labrado, invocando derechos más o menos relativos. La ganadería, .que contaba con un millón de cabezas, se incrementa en otras 300 000 en los diez años siguientes. Y su número sigue creciendo, dando las estimaciones oficiales la cantidad de 2 881 217 corderos, en octubre de 1591, mientras que regularmente e inmediatamente después de aquellos años en que ¡os cereales alcanzaban precios muy elevados (en 1560, 1562, 1567, 1584, 1589, 1590 y 1591) se han arrendado a campesinos, por períodos de seis años, los terrenos por los que pasaba el ganado en su recorrido; el rendimiento en trigo de estos campos fertilizados por el ganado de paso alcanzaba cifras del 20, y hasta del 30 por 1. Esto condujo en Ñapóles a 302 T H . SCLAFERT, Cultures en Haute-Provence, Déboisement et palurages au Mayen Age, 1959, pp. 133 ss., en particular los mapas de las pp. 134-5. 303 JOSEF IVANIC, «Über die apulischen Tratturi in ihrer volkswitschaftlichen und rechtlichen Stellung», enlllyrisch-albanische Forschungen, 1916, pp. 389 ss.
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movidas subastas a la luz del candelera 3
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de las Mandriole, zona montañosa que éstos habían alquilado; la cosa no tiene nada de sorprendente: los grisones conducían sus ganados al sur de los Alpes y en dirección a Venecia, 308 donde con frecuencia se establecían como carniceros. Pero el Vicentino tenía también sus propios montañeses, en esa parte de los Alpes conocida como los Sette Comuni, con sus leñadores, sus cazadores de pieles y, además, sus cultivos y ganados, especialmente en Galio, donde había de 50 a 60 000 corderos. Durante el verano permanecían en los terrenos de pasto de los Sette Comuni, descendiendo de nuevo en invierno para dispersarse por las campiñas del Vicentino, del Paduano, del Trivigiano, del Veronés e incluso del Mantuano. Esto es una prueba de que la vigorosa vida pastoril originada en la planicie vicentina no se ha apoderado del todo del espacio disponible para el pastoreo. Cada uno ha podido contar con su parte. La trashumancia castellana La trashumancia castellana es un magnífico ejemplo que avala todo lo afirmado hasta ahora. Como sus avatares han sido descritos cientos de veces, nos son ya familiares sus realidades, sus dificultades y su complejidad general. En principio, debemos distinguir entre una gran trashumancia, con desplazamientos que pueden llegar a los 800 kilómetros, y una trashumancia de cortas o muy cortas distancias. Aquí trataremos únicamente de la grande, esa que depende del ilustre sindicato ovejero de la Mesta (cuyos privilegios se remontan al año 1273). Como afirma un naturalista de finales del siglo XVIII, España «posee dos especies de ovejas»: las de primera, de lana ordinaria, transcurren su vida en el lugar de nacimiento, sin cambiar nunca de pastizales y volviendo todas las tardes al redil; las otras, las de lana fina, han de viajar cada año, y, después de haber pasado el verano en las montañas, bajar a las templadas praderas de las regiones meridionales del Reino, como lo son la Mancha, Extremadura y Andalucía. A esta segunda especie se la designa con el nombre de ovejas ambulantes. iW Como toda distinción, no puede ser sino aproximativa: no se consideraba ovejas ambulantes sino a aquellas que viajaban i"* A. d. S. Venecia, Cinque Savii, 9, f. 162, 2 de marzo de 1605. GuiLLAUME BOWLES, Introduction a l'histotre naturelle et a la géographie physique de l'Espagne, traducida del español por el vizconde de Flavigny, París, 1776, p. 470. 309
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—con sus preciosos vellones teñidos de arcilla roja en tiempo de invierno— hasta los extremos confines de Castilla, por las carreteras principales, las cañadas, en las que se encontraban con su buena docena de peajes reales. Pero había, además, otros tráficos pastoriles, por las rutas secundarias (cordeles, veredas). Estos rebaños ajenos al gran tráfico oscilan de acuerdo con las estaciones; se los denomina ganados travesíos, riberiegos o mercbaniegos —este último nombre cuando se dirigen a los mercados—. Una lucha larga y tesonera permitirá a las autoridades reales extender su control más allá de las rutas principales. Ello explica la veloz subida, hasta 1593-1599, 31° de las imposiciones sobre el ganado lanar. Pero no es éste nuestro problema. Nuestro problema consiste en reconstruir esta gran trashumancia a lo largo de las cañadas —cuyo mapa reproducimos aquí, tomado del libro ya clásico de Julius Klein; 3 n los animales se mueven siguiendo rutas meridianas: constantemente de norte a sur, y a continuación, de sur a norte. No hay duda posible a este respecto: no obstante la amplitud de los desplazamientos (por lo general, horizontalmente, o a través de un paso entre montañas), no nos encontramos ante un caso de nomadismo, puesto que esos corderos y ovejas van dirigidos únicamente por pastores especializados: los rabadanes, pastores jefes y pastores subalternos, armados de hondas y grandes cayados, acompañados de sus propias muías, de unos cuantos caballos, de sus calderos para cocinar y de sus perros. N o se trata en modo alguno de un pueblo que se desplaza. Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que nos hallamos ante una trashumancia inversa. Los ganados de lana fina van de las altas regiones del norte a las regiones bajas meridionales. Rebaños y propietarios (tanto los grandes como los pequeños) proceden del norte, en especial de las cuatro grandes ciudades que defienden en las Cortes los poderosos intereses de la Mesta: León, Segovia, Soria y Cuenca. Por otra parte, la totalidad del sistema depende de los pastizales de verano, es decir, de los del norte; al sur, las amplias y vacías llanuras de Extremadura, la Mancha y Andalucía permitían una expansión ilimitada. 312 Por eso, si los rebaños casrellanos no cruzan la 3,0 MODESTO ULLOA, La hacienda real de Castilla en el reinado de Felipe II, Roma 1963, p. 222 y todo el excelente capítulo, pp. 215-23. 311 JULIUS KLEIN, The Mesta: a study in Spanish Economic History 1273-1836, 1920, trad. esp., La Mesta, Madrid, 1936. Véase A. FRIBOURG, «La transhumance en Espagne», en Annales de Gépgraphie, 1910, pp. 231-44. 312 JACOB VAN KLAVEREN, Europaische Wirtschaftsgeschichte Spaniens im 16. und U.Jahrhundert. Stuttgart, 1960, pp. 200 ss.
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simbólica frontera portuguesa, no es sólo debido a la oposición de los vigilantes vecinos, sino también a que no existía el problema de la falta de espacio, pese a que los castellanos se quejaran constantemente de aquella restricción.
Fig. 6
Las trashumancias castellanas
Según JULIUS KLEIN, The Mesta, A Study in Spanish Economic History 1273-1836, Cambridge, 1920, pp. 18-9.
Dicho esto, dejaremos de lado por el momento todo lo referente a los innumerables conflictos entre campesinos y pastores (que aumentaban, sobre todo, en el camino de vuelta de los rebaños); tampoco nos ocuparemos de las luchas entre rebaños de cortas y largas distancias: a favor de los rebaños de establo, estantes o travesíos, intervienen ciudades que como Salamanca quedan fuera de la órbita de la Mesta, es decir, ciudades donde existía una aristo-
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LA. INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
cracia local de gentilhombres y propietarios. Tampoco nos detendremos a considerar las luchas entre ese grupo de presión que es la Mesta y las jurisdicciones hostiles a sus privilegios judiciales, ni en la lucha por los peajes entre el Estado, las ciudades, la alta nobleza y la Iglesia... Sin embargo, todos estos hechos —que conocemos bien— evidencian la complejidad del sistema de la trashumancia, apoyado como estaba en otros sistemas y comprensible únicamente a la luz de una larga evolución anterior. La cría de ovejas ha significado más para la economía española —dice, sonriendo, un historiador— «que el olivo, la viña, el cobre, y más, incluso, que los tesoros del Perú». 3 n Y tiene razón. Pero en ello debemos ver bastante más que una simple difusión, a la altura del siglo XIV, del cordero merino, producto del cruce entre corderos de España y corderos traídos de África del Norte. Han sido necesarias una conjunción de circunstancias y una complicidad de las coyunturas internacionales para la instauración (y crecimiento, hasta aproximadamente 1526) de la Mesta. Sin la crisis por la que pasó Europa durante los siglos XIV y XV, sin la atracción de los posibles bajos precios de la lana castellana, sin la bien conocida disminución de las exportaciones de la lana inglesa, sin la próspera actividad de las ciudades italianas, habría sido imposible e impensable el desarrollo del ganado lanar castellano con sus millones de ovejas itinerantes. 114 En resumen: el ejemplo de Castilla, con su espectacular expansión, nos lleva a una conclusión nada ambigua: toda trashumancia presupone complicadas estructuras internas y externas, e instituciones de gran peso. En el caso de la lana castellana, incluye ciudades y mercados, como Segovia; negociantes genoveses que compran la lana por adelantado y que, como los florentinos, cuentan con tinas propias donde preparar el vellón, sin contar los representantes castellanos de estos grandes comerciantes, los transportistas de las balas de lana, las flotas que parten de Bilbao en dirección a Flandes (bajo el control del consulado de Burgos), o las expediciones a Alicante o Málaga con destino a Italia; o, para tomar un ejemplo más simple, la indispensable sal, para los rebaños, que hay que comprar y llevar a los pastizales. Resulta imposible explicar la trashumancia castellana prescindiendo de este amplio contexto, del cual es ella origen y a la vez prisionera. 313 ROBERTO S. LÓPEZ, «The origin of the merino sheep», en Jetvisb Social Studies Publkution, vol. 5. Nueva York, 1953, pp. 161-8. 314
JACOB VAN KXAVEREN, op. cit., ibid., pp. 200 ss.
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ttl
Comparaciones y cartografía de conjunto El análisis de cada ejemplo, importante o no, llevará siempre a conclusiones análogas. 1. Todos los casos conocidos y estudiados detalladamente demuestran que la trashumancia está marcadamente institucionalizada, protegida por salvaguardas, normas y privilegios, y también, y en cierto modo, fuera de la sociedad, como lo demuestra bien la situación de los pastores, siempre una especie de raza aparte. Ciertas investigaciones —si bien referentes a la Alemania del Sur— 315 subrayan este aspecto extrasocial, intocable, del pastor: un signo, evidentemente, revelador. Y un admirable reportaje sobre el modo de vivir de los pastores trashumantes de la Provenza actual 3 I 6 abre al lector las puertas de un mundo y civilización completamente aparte. Es evidente que las previsiones a favor o en contra de la trashumancia habrán de variar de región a región, pero siempre existen. En el territorio de Arles, en Crau, se cometieron abusos en beneficio de los ganados extranjeros; en 1633 delibera el Consejo acerca de la cuestión y autoriza al capitán de la Ronda para que organice las inspecciones necesarias y para cobrar en beneficio propio una tasa especial como retribución. El Parlamento de Aix ratifica la decisión. No hace falta insistir más: nos encontramos ante todo un sistema perfectamente organizado. 317 En la Ñapóles de comienzos del siglo XVII 318 el cargo más importante fuera de la ciudad es el de jefe de Aduanas en Foggia. Es él quien se encarga de repartir los pastizales, quien redacta las citaciones y quien percibe los alquileres de los pastos. En su ausencia, la Administración estaba representada por un presidente de ia Cámara que hacía acto de presencia en el distrito dos veces por año, «al modo de la Mesta», puntualiza un informe anónimo. Sea justa o no, es una comparación sintomática. También la vida pastoril de Aragón está sometida a una Mesta, con sus privilegios, análoga a la castellana, pero hasta la fecha ningún historiador se ha dejado tentar por sus archivos. 2. En segundo lugar, toda trashumancia es el resultado de una situación agrícola exigente que, incapaz de soportar por sí sola el 31 s WOLFGANG JACOBEIT, Scbafhahung und Scbáfer in Zentraleuropa bis zum Beginn des 20. Jabrhunderts, Berlín, 1961. 316 MARIE MALIRON, La transhumance du pUj d'Arles aux grandes Alpes, 1952. 317
J. F. NOBLE DE LA LAUZIÉRE, op. cit., p. 461,
318
B. N. Esp. 127, ff. 61 y 61 v., s. f., principios del siglo xvil.
1632.
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peso entero de la vida pastoril y no queriendo, por otra parte, renunciar a las ventajas que ofrece, aligera su carga, de acuerdo con las posibilidades locales y las estaciones, volcándola sobre los pastizales de las tierras bajas o los de las montañas. De modo que cualquier investigación emprendida de modo lógico debería comenzar por la consideración de esta agricultura como motivadora de la situación. Ella es la que impone la separación entre pastores y campesinos. Un primer paso hacia la comprensión de la gran actividad pastoril que encuentra en el Tavoliere de Apulia su término y en los Abruzzos el punto de arranque requeriría considerar la situación, tanto en la parte alta como la baja, de los campesinos establecidos allí. En el caso de la trashumancia castellana, hemos señalado el papel motor del norte y de los campesinos allí arraigados. En el caso del Vicentino basta con pensar en el paese habitatissimo de la parte baja. Más aún, ¿no es cierto —lo tenemos ante los ojos— que tanto en África del norte, como en Turquía o Irán, el crecimiento de la población y el progreso de la agricultura han destruido el estilo de vida pastoril de antaño? Lo que ahora está ocurriendo ocurrió también en el pasado. 3. El único modo de pasar por encima de estos casos particulares es indicar sobre un mapa de conjunto del Mediterráneo todas las trashumancias conocidas. Esto es posible por lo que respecta a la época actual, y así lo hizo Elli Müller en 1938; reproducimos aquí su mapa, completado y simplificado. 319 Para el pasado hemos de recurrir a una reconstrucción por fragmentos sucesivos. Con una anchura de 15 metros, los caminos de la trashumancia se denominan con nombres diferentes según las regiones: cañadas, en Castilla; camis ramaders, en los Pirineos Orientales; drayes o drailles, en el Languedoc; carraires, en Pro venza; tratturi, en Italia; trazzere, en Sicilia; drumur oilor, en Rumania. Los vestigios antiguos y las pervivencías de esa red delatan una geografía de conjunto que nos ofrece un testimonio inequívoco. En el espacio mediterráneo del siglo XVI, la trashumancia está circunscrita especialmente a la península Ibérica, Francia meridional e Italia. En las demás penínsulas, Balcanes, Anatolia y África del norte queda aniquilada ante el predominio de un nomadismo o seminomadismo invasor. Sólo un sector del Mediterráneo posee una agricultura lo bastante densa, una población tan numerosa y una economía lo suficientemente vigorosa como para contener la vida pastoril dentro de unos precisos y estrictos límites. 319
Ver pp. 126-7.
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS
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Fuera de ese espacio todo se vuelve más complicado. Pero, como vamos a ver, este cúmulo de contradicciones se explica más aún que por la geografía —que, indudablemente, es un factor importante— por los avatares de la historia.
Dromedarios y camellos: las invasiones árabes y turcas En efecto, la historia proporciona las explicaciones más trascendentes. Hacia el este y hacia el sur el ámbito mediterráneo ha conocido dos invasiones, o, mejor dicho, dos series de cataclismos en cadena que han alterado la totalidad del orden reinante. Son «los dos tajos abiertos» de que habla Xavier de Planhol: las invasiones árabes, a partir del siglo Vil, y las invasiones turcas, a partir del XI; estas últimas procedentes de los «desiertos fríos» del Asia Central, y que acompañan o refuerzan la expansión del camello; las otras proceden de los «desiertos calientes» de Arabia, favorecidas e incluso explicadas por la difusión del dromedario. 32° Ambas bestias de carga difieren entre sí no obstante evidentes semejanzas y posibles confusiones. Occidente persiste en confundir a una con otra, y no sin motivos: Savary, en su Dictionnaire du Commerce (1759), define al dromedario como un camello doble, lo cual no es cierto. Son dos animales completamente diferentes: el camello, originario de Bactriana, es insensible tanto al frío como al calor; el dromedario, procedente de Arabia, es exclusivamente un animal característico de los desiertos arenosos y las zonas cálidas. En la práctica se demuestra incapaz de viajar por los caminos montañosos o de soportar temperaturas demasiado bajas. Incluso durante las frías noches del desierto sahariano o arábigo, su amo se cuida de proteger la cabeza del animal bajo la tela de la tienda. Los híbridos de dromedario y camello conseguidos en el Turquestán alrededor del siglo X sólo han desempeñado un papel local. La ecología de cada uno de estos animales tiene una importancia capital. Una muy amplia zona fronteriza separa sus territorios respectivos: se extiende de una línea que seguiría el límite sur del 320 Aparte de la tesis de XAVIER DE PLANHOL citada antes (n. 301 de este capítulo), es esencial la lectura de sus artículos «Caracteres généraux de lavie montagnarde dans le Proche-Orient et dans l'Afrique du Nord», en Afínales de G'eographie, 1962, n.° 384, pp. 113-29, y «Nómades et Pasteurs», I y II, enAnnales de l'Est, 1961, pp. 291-310, 1962, pp. 295-318. Debo mucho a estos magníficos estudios.
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Zagros y del Tauro (y que es la línea decisiva), a una línea esquemática trazada desde el extremo oriental del mar Negro hasta el sur dei mar Caspio y el recodo del Indo. 321 En sus líneas generales, esta zona coincide con la meseta del Irán, muy fría durante el invierno. El dromedario se adentró también en esta zona, participando en las activas caravanas que en el siglo XVI tenían a Ispahan como centro de sus movimientos. 322 El dromedario llegó hasta la India, donde se le valoró tanto que alcanzó precios iguales, cuando no superiores, a los del caballo, izi prueba de que se le consideraba un extraño en aquellas regiones. De hecho, ni las llanuras de Anatolia, ni las tierras altas del Irán, se le abrieron nunca de par en par, y si la conquista árabe ha fracasado en Asia Menor y siempre se ha sentido precariamente instalada en Persia, en buena parte hay que imputar el motivo al dromedario. En todo caso, cada una de estas zonas posee su historia particular. De Siria al Mogreb, el invasor árabe ha descartado las regiones altas, abandonando a su suerte las viejas y secas montañas del interior, de cara al desierto, y que el hombre había colonizado en tiempos muy tempranos, como es el caso del Aurés, en África del norte; del mismo modo ha bordeado las montañas desiertas al pie del mar, donde las precipitaciones abundantes explican esos bosques espesos de la Antigüedad, respetados por el hombre durante largo tiempo. En esta ocasión han servido de refugio a gentes que huían al paso de los conquistadores árabes. Entre los siglos VIII al XI, los maronitas y los drusos se instalan en el Líbano: desbrozan las tierras y fundan sus Estados. En África del norte, Berbería se puebla a partir del siglo X, y sobre todo, del siglo XI en adelante, como consecuencia del avance de los nómadas hilalianos. 324 La beduinización que siguió a la conquista árabe se extiende por todo el territorio comprendido entre esas montañas, tanto en las partes de población antigua como en las de reciente, rodeando a las regiones altas del mismo modo que el mar a las islas. Así quedó aislada en estas alturas una vida sustancialmente arcaica; algunas de sus características (el buey como animal de arrastre, cultivos de regadío en 321 Me baso en las indicaciones de EMIL WERTH, Grabstock, Hacke und Pflug, 1954, especialmente p. 98. 322 British Museum Royal 14 R XXIII, f. 22 (hacia 1611). 323 J. SAVARY DES BRULONS, Dictionnaire universel de commerce..., 1759, I, columna 804. 324 X. DE PLANHOL, art. cit., en Annales de Géographie, 1962.
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los valles, almacenamiento del grano en el sobrado, viviendas tro* gloditas donde conviven, juntos, hombres y animales) han persistido hasta, o casi, nuestros días. En las montañas del Asia Menor y, en menor grado, en los Balcanes (donde se dieron muchas excepciones), la intrusión de los camelleros turcos ha traído consigo cambios muy violentos, con frecuencia implacables, pero de naturaleza muy diferente. Cada vez que le fue posible, se instaló un nomadismo agresivo, que se extendió hasta las zonas más altas de la región montañosa, por encima del límite extremo de los bosques. Es posible que la causa se encuentre en el hecho de «lo que el término yayla —residencia de verano— representa en la lengua y el alma turcas: los conceptos de frescura, aguas corrientes y frías y lujuriosos pastizales se unen para formar la imagen de lo que debe ser el Paraíso». 325 Tan pronto como llega la primavera comienza el movimiento para abandonar «los cuarteles de invierno,pirelendi... plagados de pulgas... convertidos en morada de los gusanos»: marcharse de allí, ponerse en camino. Dice un proverbio turco (traducido libremente): «un yürük (un nómada, un caminante) no necesita dirigirse a parte alguna; lo importante es que se mueva» 326 obedeciendo a imperativos tradicionales tanto o más que a imperativos geográficos. La vasta historia de este nomadismo resulta confusa y difícil de desenredar: cuenta con marañas propias; además, se mantiene en perpetua lucha contra la resistencia constantemente presentada por los sedentarios; ha de franquear, o rodear, o quebrar las barreras que éstos le van colocando por delante, y, muchas veces, ceder bajo sus silenciosos avances. En Asia Menor, de los siglos XIII a XV, el nomadismo de los pastores ha sido rechazado gradualmente y eliminado con regularidad de las planicies y depresiones interiores, empujado hacia los márgenes montañosos y las llanuras periféricas, cuas ¿-desiertos, que, desde hacía siglos, habían vuelto a caer en «la insalubridad y el abandono, plagadas de terrenos pestilentos»: llanuras de Cilicia y Panfilia, valles del Meandro y del Gediz. A lo largo del siglo XVI no ha cesado el Gobierno turco de disciplinar a los yürüks, obligándoles incluso a asentarse, por medio de concesiones de tierras, y condenando a los más recalcitrantes a trabajar en las minas y en las fortificaciones, o deportándolos a Chipre, por ejemplo, turca desde 1572. X. DE PLANHOL, art. cit., en Annales de Géographie, 1962, p. 121. X. DE PLANHOL, De la plaine pamphylienne, op. cit.. p. 202.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Fig. 7
Las trashumancias actuales
Según ELLI MULLER, «Die Herdenwanderungen im Mittelmeergebiet», en Petermann's Mitteilungen, 1938.
tAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MISSTAS, ILANWtAS
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENrE
Pero era una tarea interminable. Si el nomadismo se debilita en Anatolia del oeste, prospera en el este, donde los nómadas llegados de Asia llevan el nombre genérico de turcomanos. Todavía hoy podemos ver a los turcomanos vagabundeando por las estepas anatolias entre Alepo y Damasco; persiste el problema de su sedentarización en uno u otro extremo de su trayecto. Desde el siglo XVI, y más aún desde el siguiente, gobernadores y recaudadores de impuestos otomanos se interesaron seriamente por estos nómadas turcomanos, a quienes nadie había molestado durante el anterior y brillante período de expansión turca. La Sublime Puerta se muestra ahora interesada en recaudar los impuestos y reclutar hombres para su Caballería. Las enconadas luchas contra los persas conducen al retroceso hacia el Irán de las tribus chutas; los sunnitas, al contrario, avanzan hacia el oeste y renuevan la raza nómada de los yiirüks. Una tribu que en 1613 se encuentra en la región de Karamán, al Sureste de Konya, la podemos ver setenta años más tarde en Kütahya. Hubo, incluso, grupos que pasaron a Rodas. Y un último renuevo: los vacíos dejados al este se verán colmados de nuevo, una vez que los kurdos, hasta entonces enclaustrados en sus montañas, decidan airearse un poco. En el siglo XIX «emprenden de nuevo, por propia cuenta, las grandes migraciones en sentido nortesur entre la alta meseta anatolia y las tierras bajas meridionales del Tauro», lo que evidencia la existencia de ciclos en la vida nómada, en los que se producen sorprendentes pausas, períodos de integración, permanencias y nuevas partidas. 327 El nomadismo en los Balcanes, Anatolia y África del Norte, visto por observadores occidentales Tratar de explicarlo todo por medio de estas invasiones —las del siglo vil, con sus consecuencias, y las del siglo XI, con las suyas—, no pasa de ser una simplificación, aunque permisible y necesaria. El dromedario no ha esperado a que se produjese la expansión árabe para alcanzar África del Norte y el Sahara, y el camello ha llegado a Anatolia con anterioridad a los primeros avances seleucidas. Pero la explicación resulta correcta en sus líneas generales. El Mediterráneo, lugar de encuentro de los desiertos cálidos y fríos que cortan en su totalidad la masa continental del Viejo Mun327 Las precedentes precisiones están tomadas todas de X. DE PLANHOL, «Géographie polítique et nomadisme en Anatolie», en Revue internationale des Sciences sociales, IX, 1959, n.° 4.
LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS. MESETAS. LLANURAS
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do, ve prolongarse en sí —aunque atenuado y domesticado ante la obstinada resistencia campesina— el estilo de vida propio de los nómadas venidos de Asia. La supervivencia de estas antiguas formas de vida completa la imagen de los mundos peninsulares del Mediterráneo del siglo XVI —los Balcanes, Anatolia, África del Norte—, donde la trashumancia, tal como la definen nuestras fuentes occidentales, se ha visto empujada, rechazada hacia zonas marginales o considerablemente modificada. Esta perspectiva de base nos ayuda a comprender el carácter de ciertos islotes montañosos, independientes pero aislados, mirados con desconfianza y con apenas unos malos contactos con el mundo exterior, como es el caso de Jebel Druz, enclave autónomo que lanzaba, sin aviso previo alguno, «expediciones de rapiña... contra moros, turcos y árabes»; 328 o Cabilia—el reino de Cuco, como se le denomina en los documentos españoles—, que había conseguido su independencia, pero no la libertad de movimientos. Sus gobernantes tratarán en vano, principalmente en la pequeña playa de Stora (cerca de la actual Philippeville), de entrar en contacto con los españoles... 329 En África del Norte todo resulta relativamente simple. Llegado el verano, los grandes nómadas ponen en movimiento sus ganados y se dirigen al mar; cuando se acerca el invierno, vuelven hacia el sur y el Sahara. Así hay una pausa para las gentes de la montaña, cuyos rebaños pueden marchar a las tierras bajas, abandonadas en el umbral del invierno. En Anatolia, como hemos visto, no se encuentra nada semejante, ni tampoco en los Balcanes, donde trashumancia y nomadismo se mezclan y entran en conflicto. En la parte este de la península, el Gobierno turco ha establecido —más o menos deliberadamente— colonias de nómadas —yürüks del Asia Menor— con la esperanza de hacerles adoptar una vida sedentaria y, en consecuencia, usarlos para robustecer la defensa militar turca. Pero estos hombres no son los únicos nómadas de la vasta península Balcánica. Estas diferencias tan claras, en comparación con el modelo italiano o el español, no han pasado inadvertidas a los observadores occidentales, tanto de antaño como de hoy. Los desplazamientos de los pastores nómadas (o más bien seminómadas) han sorpren328
FRANCOIS SAVARY, CONDE DE BREVES, Relations des voyages de monsieur...
tant en Terre Saínete el Aegypte, qu'aux Royaumes de Tunis et Arger, 1628, p. 37. 329 FERNAND BRAUDEL, «Les Espagnols en Algérie, 1429-1792», en Histoire tt Historien! de 1'Algérie, 1931, pp. 245-6.
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dido tanto a Diego Suárez 33° como al flamenco Busbec o a ese admirable viajero que fue Tavernier, o al curioso barón de Tott, o a Holland, el inglés contemporáneo de Chateaubriand. La descripción más vivida se la debemos a Holland, cuando relata el encuentro que tuvo en 1812 -"' con los rústicos pastores del Pindó, de camino con sus rebaños por el territorio entonces semidesierto de Salónica, o a lo largo de las orillas del golfo de Arta, una especie de mar interior de aguas poco profundas. Cada año, en cuanto llega el verano, reemprenden el camino de vuelta a sus montañas. Son nómadas sin duda, puesto que llevan con ellos sus mujeres e hijos... Detrás de la larga fila de corderos, cuyo paso determina la velocidad de la marcha, viene el convoy de los caballos, a veces hasta un millar, cargados con los utensilios domésticos y de campamento, tiendas... y niños que duermen metidos en cestas. Y también van los popes acompañando a sus rebaños espirituales. También eran nómadas aquellos hombres que vio Busbec 332 cerca de Ankara, en la región de las cabras de Angora y de los corderos de cola grasa denominados corderos beréberes en África del Norte. «Los pastores que conducen estos ganados pasan todo el tiempo, día y noche, en el campo; llevan consigo a sus mujeres e hijos en carretas que les sirven de casa, aunque hay algunos que llevan tiendas de pequeñas dimensiones. Vagan por amplias extensiones de terreno encaminándose a las llanuras o a las partes altas; la estación del año y los lugares de pastizales abundantes regulan su marcha y determinan su domicilio. En los confines de Armenia y Caldea, a cuatro horas de la ciudad de Erivan —escribe Tavernier 333 a mediados del siglo XVII—, existen montañas muy altas donde los campesinos que habitan la región cálida junto a Caldea vienen en verano, en número de hasta 20 000 tiendas, es decir, familias, a buscar los buenos pastizales para sus rebaños; y cuando el otoño toca a su fin, emprenden el camino de vuelta a su tierra.» Tampoco en este caso hay duda posible. Un siglo después, el barón de Tott encuentra a los mismos nómadas turcomanos, pero su testimonio nos deja un tanto perplejos:'«Los pueblos —escribe— que habitan en invierno el centro de Asia y que durante el verano llegan incluso a Siria, con armas y bagajes, para hacer pastar allí a sus 330
Ver infra, p. 233. HF.NRI HOLLAND, Traíel in the lonian ¡síes, Albania. Thessaly. Macedonia during the years 1812 and 1811, Londres, 1815, pp. 91-3. 332 Op. cit.. I, p. 144. 353 Op. cit.. I, p. 31. 331
LAS PENÍNSULAS; MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS
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rebaños, son considerados como nómadas, pero en realidad no lo son más que esos pastores españoles que, detrás de sus ganados, recorren a lo largo de ocho meses las montañas de Andalucía. 334 La discusión a que invita resulta útil, pero no requiere más que un breve paréntesis. La confusión entre rabadanes de Castilla y pastores turcomanos sólo puede ser posible al primer golpe de vista, cuando se considera las enormes distancias franqueadas por los rebaños ambulantes de la Mesta. No son mayores las distancias recorridas por los turcomanos, pero ellos —y ahí reside la diferencia— llevan consigo familia y morada. Además," la discusión se centra en torno al término nómada. Pero no olvidemos que la palabra culta nomadismo no aparece en el diccionario de Littré, y que para trashumánela sólo ofrece un ejemplo y con fecha de 1868. Los términos trashumancia y trashumante son recientes: el diccionario de Bloch-Wartburg (1960) cita el año de 1803 como la fecha más temprana en que se usaron dichas palabras. Si la palabra trashumante aparece en los escritos de Ignacio de Asso ya en 1870, 33s no parece tampoco ser un vocablo muy antiguo al otro lado de los Pirineos, y trashumancia no existe todavía. Pero no continuemos alejándonos de nuestro tema. Ciclos más que seculares Hemos observado, a lo largo del presente capítulo, la extrema lentitud de las oscilaciones, nómadas contra trashumantes, montañeses contra gente de las llanuras o las ciudades. Todos estos movimientos requieren siglos para completarse. Mientras una llanura nace a una vida más activa, vence a sus aguas salvajes y organiza caminos y canales, pueden muy bien transcurrir un par de siglos. Igualmente pueden pasar uno o dos siglos desde el momento en que una región montañosa comienza a perder sus gentes por emigración hasta aquel otro en que la economía de las llanuras ha absorbido todas las personas que necesitaba. Son procesos más que seculares, que sólo se pueden abarcar extendiendo al máximo el campo cronológico de la observación. Es norma general de la historia el interesarse sólo por las crisis y paroxismos de estos movimientos tan lentos. Pero sólo después de haber ocurrido un cúmulo de cosas previas se llega a tales situaciones y, además, les siguen interminables consecuencias. Y sucede que estos movimientos, en su lentitud, pueden a veces ir ,34
»5
Mémoires. IV, p. 76. Op. cit.. pp..l09, 112, 251, 295.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
cambiando poco a poco de signo. Se pueden descubrir períodos de construcción y deterioro de una estructura, alternándose indefinidamente. Una región montañosa puede alternativamente conseguirlo todo, perderlo luego o perderse en su propio triunfo. Cuando esta historia no se limita al simple accidente o al proceso local, se evidencia que estos ciclos geográficos (y permítasenos usar este término), de lentitud tan extrema, obedecen a sincronismos muy elementales. Así, cuando el siglo XVI toca a su fin, la montaña mediterránea, excesivamente superpoblada y constreñida, experimenta un estallido liberatorio. Esa guerra difusa se transmuta, haciéndose invisible a nuestros ojos, en esa forma de guerra social larvada e interminable denominada bandidismo, palabra vaga si las hay. Tanto en los Alpes como en los Pirineos, Apeninos y demás montañas, sean cristianas o musulmanas, un destino común parece unir a todas estas enormes guirnaldas montañosas en medio de las cuales alienta el mar. Ahora bien: en un marco vírtualmente casi inmóvil, estas lentas mareas no actúan ellas solas; estas oscilaciones de las relaciones generales entre el hombre y el ambiente en que vive r,e combinan con otras fluctuaciones: las de la economía, a veces también lentas, pero, por lo general, más cortas. Todos estos movimientos se entrelazan. Unos y otros gobiernan la vida, en modo alguno simple, de los hombres. Y éstos no pueden construir nada sin fundar sus acciones, conscientemente o no, en tales flujos y reflujos. O, dicho con 'tras palabras: la observación geográfica de los movimientos a largo término nos lleva hacia las oscilaciones más lentas que conoce la historia. La conciencia de ello ha orientado nuestro estudio tanto en este capítulo como en los que le siguen.
CAPITULO II
EN EL CORAZÓN DEL MEDITERRÁNEO: MARES Y LITORALES Abandonemos ahora la solidez de la tierra y dirijámonos al mar. Estudiaremos sucesivamente los espacios marítimos, las franjas costeras y las islas. Estas unidades geográficas dirigirán nuestro viaje, pero el análisis se ejercerá sobre los elementos idénticos y las comparaciones a que invitan. Obrando así nos resultarán más inteligibles esas unidades. I.
LAS LLANURAS LIQUIDAS
Evidentemente, debemos considerar estos espacios marinos a escala humana: de no hacerlo así, su historia resultaría incomprensible; incluso impensable. La navegación costera Cara a la inmensidad del mar, las tierras ocupadas por el hombre en el siglo XVI no pasan, en realidad, de unas cuantas franjas estrechas, minúsculos puntos de apoyo. En enormes extensiones, el mar estaba tan vacío como el Sahara. Sólo se animaba a lo largo de sus costas. En esta época, navegar equivale, sobre poco más o menos, a seguir la costa, como en los albores de la marinería. Es «saltar de roca en roca, como los cangrejos», ' «de promontorios en islas y de islas en promontorios» 2 Es costeggiare i rehuyendo la alta 1
ÉR1C DE BISSCHOP, Au déla des borizons loinlains, I, París, 1939, p. 344. Cita las palabras de CERVANTES: «navegando de tierra a tierra con intención de no engoltarnos», Nótelas ejemplares, 1, 254. Se trata de un viaje de Genova a España. 2 Pedro Mártir al conde de Tendilla y al arzobispo de Granada, Alejandría de Egipto, 8 de enero de 1502 (carta n.° 231) reeditada por Luis GARCÍA y GARCÍA, Una embajada de los Reyes Católicos a Egipto, 1947, p. 55, nota. 3 Costeggiare, costear, significa también navegar con prudencia: el dux de Venecia aconseja al duque de Ferrara que vaya costeggiando, A. d. S. Módena, Venecia 77 IX, f. 43, J. Tebaldi al duque, Venecia, 29 de abril de 1526. Hacer lo contrario, ir derechos, es s'engoulfer, ir a camin francese. El capitán general de la Mar, Tommaso Contarmi, escribe desde Corfú el 10 de julio de 1558: «... La notte, si comme le 133
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
mar, lo que Belon du Mans llama las «campiñas del mar». Es, más exactamente, si nos atenemos a las cuentas de cocina presentadas ante los tribunales de justicia en 1592, con motivo de algún pleito, por el capitán de una nave ragusina, la Santa María Bonaventura, 4 comprar la mantequilla en Villefranche, el vinagre en Niza, el aceite y el tocino en Tolón... O bien, según un cronista portugués, pasar de una a otra hospedería del mar, comiendo en una y cenando en otra. 5 Thomé Cano el Sevillano decía de los italianos: «No son marineros de altura». 6 Navegando por el Adriático, Pierre Lescalopier «se divierte viendo las máscaras» el Martes de Carnaval de 1574, en Zara; dos días más tarde, el 25 "de febrero, pasa ante San Juan de Malvasía y come el 26 en Sapalato. 7 Así navegaban los príncipes y los grandes, saltando de una ciudad del litoral a la siguiente, lo que servía de pretexto para fiestas, francachelas, visitas, recepciones y descansos, mientras tomaba su carga el navio o se aguardaba a que mejorase el tiempo. * Así navegaban también las flotas de guerra, que no entraban en batalla sino a la vista de la costa. 9 Cuando hojeamos los cuadernos de navegascrissi, levatomi me ne venni qui a camin francese, senza tocbar alcun loco...» A. d. S. Venecia, Proveditori da Terra e da Mar, 1078. Otra expresión, aunque menos precisa: vertiré de lungo. A. d. S. Venecia, Senato Mar 19, f- 34, 28 de diciembre de 1517, naves de grano, cargadas en Chipre... «sonó venute de longo a Venetia senza tocar Corpbú». Cf. La expresión española a largo mar, CODOIN LV, p. 8 (1628). 4 A. de Ragusa, referencia exacta extraviada. V. BERTRAND DE LA BORDERIE, Le Discours du Voyage de Constantinople. Lyon 1542, p. 6; BELON DU MANS (op. cit., p. 85) pasa tan cerca de la punta de Magnesia, «que hubiéramos podido tirar una piedra desde nuestro navio hasta la tierra». Navios prisioneros de la costa, Saco de Gibraltar, pp. 134, 136. 5 J. DE BARROS, Da Asia. Dec, I, lib IV, cap. XI (edición A. Baiáo, p. 160); «jantando em un porto e ceando em outro». 6
DAMIAO PERES, H. de Port., 1928-1933, IV, p. 214; THOMÉ CANO, Arte para
fabricar... naos de guerra y merchante..., Sevilla, 1611, p. 5 v. Escalante de Mendoza, 1575, distingue entre los «marineros de costa y derrota y otros de alta mar». N o son marineros de alta mar ni los que navegan de Vizcaya a Francia... ni los que van en dirección al Levante; HENRI LAPEYRE, Une famille de marchands: les Ruiz, 1955, p. 194. 7 Op. cit., p. 25. 8 Cf. el viaje de los archiduques Ernesto y Rodolfo (E. MAYER-LOEWENSCHWERDT, Der Aufenthalt der Erzherzbge R. und E. in Spanien, 1564-1571, Viena, 1927), o el del cardenal Camilo Borghese (A. MOREL FATIO, L'Espagne au xvr et au xvii'siecle, 1878, pp. 160-9), que en 1594 se detiene así en Liorna, Savona, Palamós y Barcelona, «costeggiando la riviera di Catalogna». A María de Médicis le costó veintidós días ir de Liorna a Marsella, 13 de octubre a 3 de noviembre de 1600. AGR1PPA D'AUBIGNÉ, Histoire Universelle, edit. para la Société de l'Histoire de France por A. de Ruble, 1886-1897, IX, pp. 338-339. 9 La Prevesa, Lepanto... Hougue, Abukir y Trafalgar. También en nuestros días se pierde la guerra en medio de los océanos. R. LA BRUYÉRE, Le drame du Pacific, 1943, p. 160.
MARES Y LITORALES
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ción o aquellos Arti di navigaTÍ, que no son, desde la primera página hasta la última, otra cosa que descripciones de los litorales, una sucesión de discorsi sobre los accidentes costeros del mar Interior, la modesta palabra que nos viene a los labios es ésta: cabotaje. Sólo en circunstancias excepcionales perdía de vista la costa el navio: cuando las corrientes o los vientos lo empujaban mar adentro, o cuando seguía una de las tres o cuatro rutas directas, conocidas y practicadas desde hacía largo tiempo. Unas veces, de España a Italia por las Baleares y el sur de Cerdeña, lo que solía llamarse «navegar por las islas»; otras veces, ganando directamente las costas de Siria desde los estrechos de Mesina o de Malta, por el cabo Matapán, el sur de Candía y Chipre; l0 otras, en fin, navegando directamente de Rodas a Alejandría de Egipto, viaje rápido cuando soplaban vientos favorables '' y que los barcos seguían ya desde la época helenística. En 1550, Belon du Mans navegó así de Rodas a Alejandría, por la mar abierta, «en línea recta». Pero éstas, en realidad, no son verdaderas travesías de alta mar. ¿Puede decirse que sea, en rigor, un gran crucero navegar de una isla a otra, buscando, en el sentido de los paralelos, abrigo contra los vientos del norte o aprovechándose, en el sentido de los meridianos, en el derrotero de Rodas-Alejandría, conocidísimo y además bastante corto, de los vientos que soplan ora del Septentrión ora del Mediodía? Esta misma hazaña se repetía, a veces, en trayectos más pequeños, para pasar de una costa a la de enfrente. Pero cuando, en enero de 1571, el Foscarini e Pañighetto, galeón veneciano que venía de Candía, se encuentra con la niebla, pasada Corfú, y se ve obligado a avanzar a ciegas, sin tierra a la vista, la desesperación se apodera de la tripulación. ' 2 Los barcos, en el Mediterráneo, se pegan tanto a la costa, que la ruta marítima, es prácticamente fluvial. Tan pronto como una embarcación cualquiera aparece en uno de los puntos de la costa, las autoridades ribereñas se presentan, exigiendo el pago de los derechos de portazgo. Podría pasar esto de reclamar la tasa de un derecho que corresponde, en los puertos, a un servicio efectivo. No era 10
PAUL MASSON, Histoire du commerce franjáis dans le Levant au XVII' siécle, 1896, pp. 487-8. Es la antigua ruta marsellesa, con la diferencia de que, en el siglo XIII, solamente un pequeño número de navios llegaban a Siria a partir de Mesina, sin hacer escalas. 1
'
12
BELON DU MANS, op. cit.,
pp. 82 v. ss.
UGOTUCCI, «Sur la pratique vénitienne de la navigation au xvr* siécle», en Annales E. S. C. 1958, pp. 72-86.
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éste, sin embargo, el caso cuando el duque de Monaco y el de Saboya, poseedores ambos de un pequeño trozo de la costa y, por ello mismo, tanto más ávidos de lucrarse con el abundante tráfico que pasa por delante de sus narices, alegan la pretensión de imponer un tributo a los navios por el simple hecho de costear sus playas. ¡Y ay del velero que tenga la desgracia de caer en las garras de sus galeras! " El tributo del 2 % de los de Villefranche, sazonado por el mal humor francés, llegó a provocar, en tiempo de Luis XIV, un enojoso incidente diplomático, aunque no grave, sí interminable. Nada indicaría mejor que esto hasta qué punto el tráfico marítimo se ceñía a las costas del litoral mediterráneo. La posesión, desde la paz de Cateau-Cambrésis, de los presidios de Talamone, Orbitello, Porto Ercole y S. Stefano, a lo largo de la costa toscana, da a Felipe II la posibilidad de interrumpir a su antojo la navegación entre Genova y Ñapóles, comprometiendo así la libre circulación marítima por todo el circuito occidental. I4 Se comprende entonces la gran importancia de La Goleta, en el litoral de Berbería. Bastaba con un pequeño punto de acecho para detener o entorpecer la marcha de los navios costeros. Si las prácticas de la navegación de altura no llegaron a penetrar en el Mediterráneo, no fue, evidentemente por falta de los necesarios conocimientos técnicos. Los marinos que navegan por el Medi13 Sim Eo. 1392, Figueroa al rey, Genova, 30 de abr. de 1563: el duque de Monaco había detenido tres «escorchapines» que venían de Tortosa cargados de lana porque no habían pagado el derecho de pasaje. Las mercancías iban destinadas a comerciantes españoles de Florencia. El duque pretendía que su privilegio estaba confirmado por Carlos V. A. d. S., Genova, L. M. Spagna, 10-2419: una galera saboyana capturó en la misma costa de Genova (oct., 1588), a una milla de la tierra, barcos cargados de aceite, porque no habían pagado el derecho de Villefranche. Sobre el derecho de Villefranche, que se remonta a 1558, v. PAUL MASSON, Histoire du commerce franc/iis dans le Letant ait xvi/' sikle. 1896, pp. 72-3, e Histoire du commerce franjáis dans le l^evant an xvnr sikle, 1911, pp. 192-3; C. S. P., VII, p. 229, 25 de junio de 1560; A. N. Marine B31; Genova, Manoscritti n.°-63, 1593; A. d. S. Florencia, Mediceo 2842, 11 de agosto de 1593; A. N. Affaires Étrangéres B l , 511 Genova, 17 de junio de 1670; Lettres de Henri IV. VI, p. 126. 14 La sola posesión de Piombino (se sabe que Piombino, Estado señorial independiente, fue ocupado por Cosme de Médicis de 1548 a 1557) se consideraba como capaz de romper la navegación de Italia. Es verdad que Piombino, en el caso de que Genova escapara a España, era el único puerto apto de relación entre España e Italia: Liorna no era un buen puerto, Monaco era «poco capaz» (Instrucción de J. de Vega a Pedro de Marqüina, BUSCHBELL, art. cii., p. 338, sept. 1545). Sobre Piombino, Arch. Hist. Nacional, Madrid, n.° de catálogo 2719; enorme documentación. H. Lippomano al dux (A. d. S. Venecia), Madrid, 26 de enero de 1587; el gran duque de Toscana estaba dispuesto a dar un millón en oro por la posesión de los presidios, incluso por uno solo. Felipe II se negó: «perché tra le abre cose non haverebbe dalle parte di Catalogna et da tulte le rive di Spagna fino a Napoli alcun porto di contó...».
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terráneo saben manejar el astrolabio tan bien como cualesquiera otros y emplean desde hace tiempo la aguja imantada. O, si no la emplean, podrían emplearla. ¿Acaso no fueron los italianos los antecesores y maestros de los ibéricos en las rutas del Nuevo Mundo? ' 5 Sabemos también que ya en esta época algunas naves mediterráneas —en España las llaman «levantinas»— hacen todos los años la travesía del mar Interior a Londres o Amberes. No ignoran, por tanto, el océano. Por último, ¿no hubo navios mediterráneos que ganaron en derrotero directo las costas del Nuevo Mundo, como aquella Pelerine de Marsella que, en 1531, tocó el Brasil y regresó, siendo apresada, a la postre, en aguas de Málaga por barcos portugueses? I6 En noviembre de 1586, llegado a Alicante el galeón del gran duque de Toscana, aceptaba ser fletado para las Indias; transportó municiones para la fortaleza de La Habana, trayéndose consigo, a la vuelta, unas mercancías dejadas por un barco que no se había sentido capaz de hacer la travesía. , 7 En 1610, dos naves toscanas desembarcaron en Liorna cargamentos embarcados directamente en las Indias... ' 8 Navios ragusinos doblaron el cabo de Buena Esperanza, poco después de haber coronado esta hazaña Vasco de Gama; 19 y seguramente llegaron hasta el Nuevo Mundo. No, si el Mediterráneo no ha renunciado a sus antiguos métodos de navegación, prescindiendo de las travesías directas de que hemos hablado, es porque este sistema de navegación le bastaba para satisfacer sus necesidades y respondía a los compartimientos que forman sus cuencas. En efecto: ¿cómo navegar en el Mediterráneo sin tropezar con tierras muy poco alejadas las unas de las otras? Y esta navegación, no cabe duda, tiene sus ventajas: la costa, que jamás se pierde de vista, es el mejor de los hilos conductores, la mejor de las brújulas. Orienta la navegación. Aunque sea baja, es un abrigo contra los fuertes vientos prontos siempre a desenca15
RICHARD EHRENBERG, Das Zeitalter der Fugger, 1922, I, 373; PAUL HERRÉ,
Weltgescbichte am Mittelmeer, 1930, pp. 229-31. 16 P. GAFFAREL, Histoire du Brésil franjáis, au xvr sikle. 1878, pp. 100-1. 17 A. d. S. Venecia, H. Lippomano al dux, Madrid, 19 de noviembre de 1586. 18 A. d. S. Florencia, Mediceo 2079, ff. 337 y 365 Las naves eran italianas probablemente. Viaje directo del Brasil a Liorna, pero parece que de una nave portuguesa, Mediceo 2080, 29 de nov., 1581. Se menciona también una nave enviada alie Indie por el gran duque Ferdinando para descubrir allí nuevas tierras, con fecha de 1609, en BALDINI CCI, Giornale di ricordi. Biblioteca Marciana, VI, XCIV. ¿Puede haber en la fecha un error de un año? El gran duque Ferdinando estaba de acuerdo con los holandeses para colonizar parte del Brasil a comienzos del siglo xvn: GIUSEPPE GINO GUARNIERI, Un audace impresa marittima di Verdinando l dei Medid, con documento e glossario indo-caraibico..., Pisa, 1928, p. 24, notas. 19 J. Cvijic, La péninsule balkanique, 1918, p. 377.
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denarse, especialmente contra los que soplan de tierra. Así, cuando en el golfo de Lyon sopla el mistral, lo mejor sigue siendo todavía hoy acercarse a la costa lo más posible para navegar por la estrecha vía de agua menos agitada cercana a las playas. Recordemos también que la «aguja imantada» entra tarde y mal en la vida del Mediterráneo. En 1538, a diferencia de las galeras de España, las de Francia no la emplean aún. 20 Repetimos que nada les impedía usarla. Además, seguir la línea de la costa no es solamente una garantía contra los elementos. El puerto próximo es un refugio contra el corsario que nos persigue. En caso extremo, se puede hacer encallar el navio en la costa y la tripulación escapar por tierra. Precisamente así fue como Tavernier, en 1654, escapó de la persecución de un corsario en el golfo de Hyéres; y hasta tuvo la suerte de que el navio saliese indemne de la aventura. Esta navegación de cabotaje permite, además, sacar el mejor producto del flete. Multiplica la ocasión de comerciar, de aprovecharse de las diferencias de precios. No olvidemos que cada marino, desde el pinche al capitán, lleva a bordo su lote de mercaderías, y los mercaderes, o cuando menos sus representantes, viajan con sus fardos. La travesía, que podía durar algunas semanas o algunos meses, era, de puerto en puerto, una larga sucesión de ventas, compras y trueques, entrelazados en un complicado circuito. Y, en el intervalo, el cargamento cambiaba a menudo de naturaleza. Se compraba y se revendía teniendo en cuenta que el barco iba a tocar en tal o cual puerto: Liorna, Genova o Venecia, donde podrían cambiarse las especias, el cuero, el algodón o el coral por dinero contante. Sólo los grandes navios especializados, portadores de sal o de trigo, presentan cierta semejanza con nuestros barcos de hoy y navegan directamente con su cargamento hasta el puerto de destino. Los otros tenían algo de bazares ambulantes: las múltiples escalas eran otras tantas ocasiones de efectuar distintas transaciones comerciales, sin contar con los demás placeres que brindaba al navegante un alto en tierra firme. 20 ÉDOUARD PETIT, André Doria, un amtral condottiere au xvr sikle, 1466-1560, 1887, p. 175. BELON dice, con razón, op. cit., p. 92: «Los antiguos tenían más dificultades en su navegación que nosotros hoy en la nuestra... y casi nunca perdían de vista la tierra. Más ahora, que todo el mundo conoce la virtud de la piedra de imán, la navegación es fácil.» Y señala el uso que los corsarios hacían de la aguja imantada. Pero, justamente, los corsarios tenían necesidad de navegar en alta mar y por travesías largas. ¿La brújula llegó de China al Mediterráneo en el siglo xn? No se sabe de seguro. F. C. LAÑE, «The Economic Meaning of the Invention of the compass», en The American Histórica! Revine; vol. LXVIII, n.° 3, abril 1963, p. 615.
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Sin contar, además, con las ventajas de reavituallamiento casi cotidiano de víveres, agua y hasta madera, tanto más necesario cuanto que los barcos eran de poco tonelaje y que los víveres, incluso el agua potable, se corrompen rápidamente a bordo. Las naves deteníanse, pues, frecuentemente, para «hacer aguada», como dice Rabelais. Esta lentísima manera de navegar ha sido la característica de las regiones costeras, pues por cada nave de gran porte, capaz de quemar etapas, encontramos decenas de buques y pequeños veleros de vocación procesionaria. Del mismo modo que a lo largo de las rutas terrestres —las que trazó Roma en los países de Occidente—, cada una de las etapas diarias ha marcado el nacimiento de un centro de población, con impresionante regularidad, lo mismo ocurre en las costas, a lo largo de las rutas del mar: los puertos están a una jornada de navegación unos de otros. Fuera de la desembocadura de los ríos, con frecuencia inutilizables por las arenas, se utilizaban para fondear las abras de los golfos. Entre ellas, la costa aparece muchas veces desierta. 21 A veces, en costas de regiones poco pobladas, como las del norte de África, Egipto o Túnez, encontramos con frecuencia un puerto, punto de reunión de barcos y de pescadores, con su indispensable muelle de atraque, sin que haya brotado en sus inmediaciones ciudad alguna, tierra adentro. Prueba, si fuese necesaria, de que las funciones de un puerto no siempre bastan para crear una ciudad. Todo esto es mucho más que el aspecto pintoresco de una historia llena de colorido: es su realidad subyacente. Tendemos demasiado a interesarnos únicamente por las comunicaciones esenciales; pueden interrumpirse o reanudarse; en consecuencia, nada se pierde o se salva definitivamente. Las embarcaciones procesionarias cosen y recosen incansablemente diferentes espacios de mar que pasan inadvertidos a los grandes movimientos de la historia.
21 Observaciones de D E BISSCHOP, op. cit., p. 332, sobre la costa árida de la España mediterránea. Nota de SIEGFRIED, op. cit., p. 319, sobre las costas áridas y a menudo desiertas del Mediterráneo. Análogas observaciones de R. RECOULY, Ombreet soleil d'Espagne, 1934, p. 174: en centenares de kilómetros no se encuentran ciudades ni pueblos. Costas desiertas, y también sin abrigo. Por ejemplo, ¡a costa de España, del cabo de Palos al cabo de Salón carece de refugios, sa'vo Valencia y Alicante, más que contra los vientos de tierra (Instructions Nautiques, n.° 345, p. 96). En toda la costa española del Mediterráneo no hay abrigo natural contra los vientos (ibid., p. 1). Costas montañosas y desnudas de Provenza, HONORÉ BOUCHE, Chorograpbie, ou des descriptions de la Provence..., 1664, p. 18.
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Los primeros tiempos de los descubrimientos portugueses Por último, resulta bastante interesante la consideración de cómo los portugueses de comienzos del siglo XV se han enfrentado con el grave problema de la navegación de altura por el Atlántico, una absoluta novedad para ellos. En la expedición contra Ceuta, en 1415, había resultado patente su inexperiencia: sólo con mucha dificultad habían logrado vencer las corrientes del estrecho de Gibraltar. 22 El cronista De Barros dice claramente que sus compatriotas, en aquella época, conocían la declinación magnética y el astrolabio, pero que hasta 1415 «no estaban acostumbrados a aventurarse mar adentro». n Un historiador ha podido incluso decir de los primeros descubridores portugueses que en tiempos de Enrique el Navegante recorrieron el interminable litoral africano que eran «tímidos y asustados navegantes de cabotaje, sin la menor audacia marinera». 24 En resumidas cuentas, y pese a frecuentar el océano, eran marinos mediterráneos. Sin embargo, una vez que pusieron a punto sus carabelas (esas naves revolucionarias, perfeccionadas en 1439-1440, con las que poder hacer frente a las dificultades que ofrecía el camino de vuelta de Guinea, con el viento de frente y las corrientes en contra), se lanzaron hacia las Azores, para, después de completar un amplio arco de círculo, alcanzar Lisboa. 25 A partir de entonces comenzaron a meterse progresivamente mar adentro, convirtiéndose muy pronto en verdaderos maestros. Los mares angostos, bases de la historia El Mediterráneo no es un mar, sino una sucesión de llanuras líquidas comunicadas entre sí por puertos más o menos grandes. Así se individualizan, en las dos grandes cuencas del oeste y del este del Mediterráneo, entre las diversas avanzadas de las masas continentales, toda una serie de mares angostos, de narrou'-seas. Cada uno de estos mundos particulares tiene sus características, sus tipos de barcos y de costumbres, sus propias leyes históricas; 26 y, por regla general, los más angostos son los más ricos en significa22
RICHARD HENNING, Terrae Incognitae, segunda edición, 1953, 111, p. 261. JOÁODE BARROS, Da Asia, Dic. I, libro I, cap. 2, Venecia, 1551, p. 7. 24 GEORG FRIEDERICI, Der Cbarakter der Entdeckung und Eroberimg Amerikas durch die Europder, 1936, II, p. 23. 25 VITORINO MAGALHÁES-GODINHO, L'Économie de l'Empire portugais aux xv et xvi' sueles. L'or et le poivre. Route de Guiñee et route du poivre, París, 1958, Tesis mecanografiada, Sorbona, pp. XLVIII ss. 26 Y. M. GOBLET, Le Temps, 30 de abril de 1938. 23
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ción y en valor histórico, como si el hombre se hubiese posesionado ante todo de los Mediterráneos de dimensiones restringidas. Estos pequeños mares siguen llevando hoy en día su vida local cada uno de ellos, tanto más pintorescos cuanto mejor se conserva en ellos el empleo de los viejos veleros de carga y de las arcaicas barcas de pescadores. 27 Ahí tenemos, en Sfax, el mar de los Sirtes, el mar sahélico, con sus mahonas de velas triangulares, las barcas de los pescadores de esponja, los Kamaki, armados por los djerbianos y los kerkenianos que practican la pesca con tridente. Duda uno, viendo este espectáculo, que vivamos en los tiempos modernos. 28 Se nos antoja doblar el cabo de Malea en compañía de Teófilo Gautier y entrar en el Archipiélago, con sus islas y sus aguas tranquilas; de pronto, «el horizonte se puebla de velas; los bricks, las goletas, las carabelas, los balandros surcan el agua azul en todas direcciones...». Tal es, todavía hoy, el privilegio y el sortilegio de los mares angostos. 29 La supervivencia de estas viejas formas de transporte, tan tenaces, de estos circuitos inmutables a lo largo de tantos siglos, plantea todo un problema. Sus cortas travesías, sus cargamentos de flete menudo, les confieren importancia hoy como ayer, y el círculo estrecho y familiar que los rodea les proporciona seguridad. Las dificultades comenzarían para estas embarcaciones en las largas travesías, si se viesen obligadas a abandonar su cuenca natal, a doblar los peligrosos cabos. «Quien dobla el cabo de Malea —dice un proverbio griego— debe olvidarse de su patria...» , 0 Se concibe que, con las rutas marinas que los unen y permiten las grandes travesías, estos espacios circunscritos revistan una gran importancia humana. En el siglo XVI son, desde luego, mucho más importantes que los dos anchos sectores del mar Jónico, al este, y de ese mar occidental inscrito entre las islas de Córcega, Cerdeña, Europa y África. Uno y otro (sobre todo el primero) son verdaderos Saharas marítimos que el comercio sortea casi siempre, o sólo surca por azar y sin detenerse. La vida marina del Mediterráneo tiene lugar en la periferia de 27 Los barcos multicolores y empavesados del Egeo (W. HELWIG, Braconniers de la rner en Grite, trad. frano, 1942, p. 133). En el mar de las Baleares, aún hoy día, las finas goletas portadoras de naranjas, R. RECOULY, op. cit.. p. 179. 28 EMMANUEL GRÍ.VIN, Djerba l'ile henreuse et le Snd Tnnisien. 1937, p. 35. 29 T. GAUTIER, Voyage a Constantinople. 1853. D. 36. Ver el esoectáculo actual del puerto de Cavalla (M. N., «Kawalla die Stadt am weissen Meer», Kiilnische Zeitung, 16 julio 1942): los veleros cargados de tabaco, de aceitunas, de calamares secos... 30
COMANDANTE A. THOMAZI, H. de la Navigation,
1941, p. 23.
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estos dos amplios espacios, hostiles por su masa: en la órbita de los mares angostos que se suceden de un extremo a otro del Mediterráneo. Al este, el mar Negro, que sólo a medias es un mar mediterráneo; el mar Egeo o del Archipiélago (en el siglo xvi se le designaba con el vocablo italiano Arcipelago, predominante incluso en francés); en el centro, el Adriático, y los mares entre África y Sicilia, que no tienen nombre propio. Al oeste del Tirreno, mar italiano por excelencia, «el mar etrusco», entre las islas de Sicilia, Cerdeña y Córcega, y la costa occidental de Italia. Finalmente, en el extremo oeste, entre el sur de España y la cercana África, un mar también sin nombre: ese «canal de la Mancha» mediterráneo que puede deslindarse hacia el este por una línea que iría del cabo Matifú, cerca de Argel, hasta el cabo de la Nao, no lejos de Valencia, y que el estrecho de Gibraltar comunica con el Atlántico. Aún cabría distinguir en el interior de estos mismos mares islotes más pequeños: no hay un golfo en el Mediterráneo que no sea una patria y represente, por sí sólo, un mundo muy complicado. 3 ' El mar Negro, avanzada de Constantinopla Lejano como meta de navegación, el mar Negro se halla cercado por una masa de regiones adustas (salvo algunas excepciones), a la par bárbaras y barbarizadas. Poderosas montañas lo circundan por el sur y por el este, montañas adustas entre las que se abren paso trabajosamente los caminos que de Persia, Armenia y la Mesopotamia conducen a la gran estación de Trebizonda. Al norte, en cambio, se extienden las inmensas planicies de Rusia, zona de tránsito y de nomadismo por excelencia, en las que los tártaros de Crimea montaban todavía la guardia en el siglo XVI. Fue en el siglo siguiente cuando las hordas cosacas, fuera de la ley rusa, llegaron a la orilla del mar, para entregarse allí a una peligrosa piratería, en detrimento de los turcos. Sin embargo, ya en el siglo XVI, y aprovechándose del invierno, los moscovitas irrumpen de vez en cuando en estas costas. i2 31 Para descripciones particulares, cf. sobre la bahía de Ñapóles, ¡nstriictions Nantiques, n.° 368, p. 131; sobre el golfo de Voló, con sus islas innumerables, HELWIG, op. cit., p. 16; sobre el golfo de Quarnero, H. HOCHHOLZER, «Die Küsten der Adria ais Kultur-Siedlungs-und Wirtschaftsbereich», en Geogr. Zeitsch.. 1932. 32 Dolu al obispo de Dax,.Constantinopla, 18 de feb. de 1561, E. CHARRIÉRE,»/>. cit., II, pp. 650-2: a propósito de las incursiones moscovitas contra Tana. Los moscovitas se aprovechaban de que los ríos estaban helados. Vuelven a sus tierras en primavera (cf. ibid.. pp. 647-8 y 671-2, 5 de feb. y 30 de agosto). Sobre las piraterías por mar de los rusos he encontrado una indicación relativa a 1608: Avisos
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En esta época, como a lo largo de toda su historia, el mar Negro es una zona económica importante. Contaba con lo que producían sus propias riberas, como pescados secos, las huevas y el caviar de los ríos «rusos», las maderas indispensables para la flota turca, el hierro que producía la Mingrelia, i} el trigo y la lana, este último producto almacenado en Varna y cargado, juntamente con los cueros, por las grandes naves ragusinas, y el trigo, acaparado por Constantinopla. Contaba, además, con las mercancías transportadas por sus aguas: lo que pasaba por él con destino al Asia Central y a Persia, y lo que le confiaban las caravanas, en tránsito hacia Constantinopla y el Occidente. Por lo que se refiere al siglo XVI, estamos desgraciadamente mal informados acerca de este doble tráfico con el este. Tenemos, no obstante, la impresión clara de que Constantinopla acaparaba el lejano y el cercano comercio del Ponto Euxino, haciendo de pantalla entre este extremo del Mediterráneo y el resto del mar. El mar Negro, tan al alcance de su mano, es la zona nutricia de la enorme capital del Bosforo, sin la cual no podría vivir. No podía contentarse para su avituallamiento con los tributos de los Balcanes (principalmente, con los envíos de ovejas), ni con lo que transportaban hasta el Cuerno de Oro las flotas de Alejandría cargadas de especias, de drogas y también de trigo, arroz y habas, traídos por las flotas de Alejandría, junto con las especias y las drogas. Belon du Mans 34 nos habla de la mantequilla transportada de Mingrelia a Constantinopla en «odres de buey y de vaca sin curtir... recién desollados». Probablemente a bordo de uno de esos innumerables caramusalis griegos que aseguran los transportes por el mar Negro, a pesar de ser más aptos para los cortos trayectos del Archipiélago que para este peligroso mar, 3S frecuentemente agitado y cubierto de niebla. En octubre de 1575, una tempestad hundió de Constantinopla, 12 de junio de 1608, A. N., K 1679- El pacha del Mar proyectaba enviar contra ellos galeras; pero las galeras, se le advierte, nada pueden contra esas embarcaciones ligeras. Era mejor enviar para batirlos «caicbes, que son barcos medianos». En 1622 hubo incursiones de los cosacos al servicio de Polonia contra los puertos del mar Negro, y, fue saqueada Caffa, «capital de Tartaria», Ñapóles, Storia Patria, XXVIII, B 11, ff. 230 y 230 v.; 1664; J. B. TAVERNIER, op. cit.. p. 274. 33 Mingrelia, hace notar TAVERNIER, op. cit., (I, p. 275), en 1664, siempre estaba en buenos términos con Turquía, «porque la mayor parte del hierro y del acero que se consume en Turquía viene de Mingrelia por el mar Negro». 34
35
BELON DU 'MANS, op. cit.,
p.
163.
«Ese furioso mar...», 19 de mayo de 1579, E. CHARRIÉRE, op. cit., III, p. 799. Los navios del mar Negro estaban a menudo mal lastreados. Cf., a propósito del naufragio de un navio cargado de planchas, TOTT, Mémoires. op. cit., II, 108.
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de golpe, cerca de Constantinopla, cien de estas pequeñas embarcaciones cargadas de trigo. i6 En el siglo XVI, el mar Negro estaba, pues, adscrito a Constantinopla, como antes había sido feudo de Mileto, de Atenas y más 1592-1609
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tarde, a partir de 1265, dominio de los italianos y los genoveses, ,7 que, instalados en Caffa y en el Tana, en la posición resguardada del 36
Aviso de Constantinopla 17, 18 y 24 de oct. de 1575. Sim. Eo. 1334. ' El mar Negro estuvo abierto a los italianos hacia 1265, por la decadencia política de Bizancio: G. BRATIANU, Eludes byzanttnes. 1939, p. 159. 3
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18
sur de Crimea, al abrigo de las montañas de la península contra los pueblos de las estepas del norte, e instalados también en ConstantinopJa (de donde no salieron hasta 1453), no fueron desalojados por los turcos de sus escalas de Crimea sino hasta mucho más
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Capturas de naves durante el mismo período (según la misma fuente)
tarde, en el último cuarto del siglo XV. Caffa cayó en manos de los turcos en 1479. Ello trajo como consecuencia un gran reajuste de las rutas terrestres que conducían al mar: estas rutas ahora ya no se 38 A. PHILIPPSON, «Das Byzantinische Reich ais geographische Erscheinung», en Geogr.. Zeitschrift. 1934, p. 448.
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Sicilia y Túnez cortan en dos el Mediterráneo
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dirigen hacia Crimea, sino hacia Constantinopla; es la venganza sobre el siglo XIII. En la región moldava, por ejemplo, las vías que llevaban a Kilia y a Cetatea Alba son desplazadas por la gran ruta comercial hacia Galatz, que va a dar salida en adelante al comercio danubiano y, por añadidura, al de Polonia. 39 Desde entonces, el mar Negro pasa a ser la reserva de pescado y de granos de la enorme capital turca. Sin embargo, los ragusinos se las arreglaron para seguir deslizándose hasta aquí por lo menos hasta por los años de 1590, yendo hasta Varna a cargar por barcos enteros las lanas y los cueros, montonini, rachini y buffalini. Al mismo tráfico se dedican, además, en el mar de Mármara, hasta Rodosto. 40 ¿Lo hacían así, tal vez, para evitar los derechos de aduana? En todo caso, hacia fines del siglo XVI, en condiciones y por razones que ignoramos, los ragusinos abandonaron casi al mismo tiempo las dos escalas. Desde entonces, el mundo del mar Negro se cierra más herméticamente que nunca al Occidente; por lo menos, del lado del mar, pues al parecer las rutas terrestres triunfaron entonces —ya volveremos sobre ello— sobre las vías marítimas. ¿Fue verdaderamente Constantinopla la que corrió el cerrojo que puso fin al papel de «plataforma giratoria del tráfico internacional» desempeñado por el mar Negro a finales de la Edad Media? 41 ¿No tendrá este cierre otros orígenes más lejanos? El mar Negro es, en efecto, desemboque de los caminos que conducen a Trebizonda y a Sinope, de lo que se ha convenido en llamar la ruta de la seda. Ahora bien, esta ruta cesó, a lo que parece, en los finales del siglo xv. Acaso el tráfico que la enriquecía tomase el camino de Persia, como tantos indicios lo sugieren. En todo caso, parece que la víctima de este cambio de ruta fue el Turquestán. Por otra parte, a mediados del siglo XVI se organiza, a lo largo del Volga, el descenso ruso. El janato de Kazan, una especie de reino de Granada enriquecido por el paso de las caravanas, cayó finalmente en manos 39
I. NlSTOR, Handel und Wandel in der Moldau, 1912, p. 23. El comercio occidental en el mar Negro presenta un gran problema. Para el comercio de Ragusa, v. infra, pp. 421-2. De tiempo en tiempo, Venecia avanzó sus navios hasta el mar Negro (Ho. Fo. al dogo, Pera, 25 de mayo de 1561, A. d. S. Venecia, Seno. Secreta, Const., Fza 3 C. Se trata de una pequeña nave veneciana que partió hacia Mingrelia). Nótese (A. d. S. Florencia, Mediceo 4274) que en el proyecto de capitulación entre Florencia y Constantinopla, los florentinos demandaron la libre navegación en el mar Negro, 1577. 41 G. I. BRATIANU, «La mer Noire, plaque tournante du trafic international á la fin du Moyen Age», en Reiue du Sud-Est Europkn, 1944, pp. 36-69. 40
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de los rusos, que siempre lo habían codiciado; pero por entonces se hallaba ya bastante arruinado por causas difíciles de desentrañar, producidas quizá a raíz del abandono de la ruta de Turquestán. Iván el Terrible se adueñó de Astrakán en 1556. Esta vez el cerrojo se corrió vigorosamente, a pesar de la tentativa turca de 1569-1570, este gran hecho histórico ignorado. 42 El Archipiélago, veneciano y genovés El Archipiélago, «el mar más hospitalario del globo», es una sucesión de islas pobres y de costas a veces aún más miserables. Tampoco este mar se comprende más que vinculado a una gran ciudad. En un tiempo fue la plaza de armas de Atenas. Más tarde pasó a ser la salvaguardia, la base misma de la talasocracia bizantina, que gracias a él pudo conservar el mar Egeo, y después rechazar al Islam, por un momento instalado en Creta, en el siglo IX. Este mar salvaguarda también, con ello mismo, las comunicaciones con el Occidente a través de los mares de Grecia, de Sicilia y las rutas del Adriático, aguardando el relevo de Venecia. Pasan los siglos. El Archipiélago se torna veneciano y genovés. Las dos ciudades rivales se reparten las islas más importantes, donde se instalan los patricios, guardianes del Imperio, señores de campesinos, plantadores, pero también.mercaderes, en realidad aristocracias coloniales permanentemente extranjeras en medio de poblaciones ortodoxas. Estas pueden «latinizarse» en sus costumbres, pero nunca se asimilan de verdad. Se repite aquí el drama de todas las colonizaciones, el que acaba colocando a todos los colonizadores, sean los que fueren, del mismo lado de la barrera. Cuando Venecia desalojó a Genova de Chipre en 1479, los plantadores de una y otra ciudad se entendieron entre sí sin demasiada dificultad: un caso tan evidente como inevitable de disciplina de clase... Los latinos defendieron sus posiciones en el Archipiélago más fácilmente, y sobre todo más eficazmente que en el mar Negro. Entre ellos y los turcos, el obstáculo del mar fue, durante mucho tiempo, una protección y se hicieron fuertes en sus, islas, luchando con presteza y denuedo, y con medios técnicos muy superiores durante largo tiempo a los de los atacantes turcos. No obstante, Negroponto (Eu42
Cf. infra, II, Tercera Parte, capítulo 3, sección 2. Sobre la gran cuestión del canal del Don al Volga, v. los acontecimientos en J. MA/./.EI, Política Joganaie differenziale. 1931, p. 40, y mejor todavía W. E. D. AI.I.EN, Prablems nf titrkish Power ¡n tbe Sixteentb Ceiit/iry. 1963, pp. 22 ss.
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bea) cayó en manos de éstos en 1479; Rodas, en 1522; Quíos fue ocupada en 1566, sin lucha; Chipre se perdió después de un fácil desembarco y dos sitios, ef de Nicosia y el de Famagusta, en 1570-1572; en Candía, en 1669, tras una guerra de veinticinco años. Pero Ja Jucha por eJ Archipiélago está muy lejos de reducirse a una historia de batallas. Vista día a día se presenta como una guerra social. Los indígenas «griegos» traicionaron a sus amos latinos en más de una ocasión. Tal ocurrió en Chipre, y después en Candía. El Archipiélago ayudó a la victoria turca, y, aun antes de esta victoria, los marineros griegos fueron tentados a enrolarse en las fuerzas navales del gran turco, cuyas tripulaciones provienen, por lo general, del Archipiélago. Eran, tal vez, los candiotas los que en mayor número acudían a alistarse en la nota del gran turco, al principio de cada verano, para la campaña que se abría. Cuando llegaba la hora, los reclutadores los encontraban en las tabernas de Pera, cerca del Arsenal. 43 Esto ocurría más de un siglo antes de que Candía cayera en manos de los turcos. Constantinopla ofrecía además a los griegos, con el enganche militar, las ganancias de los viajes por el mar Negro y Egipto. El abastecimiento de Constantinopla brindaba hermosas oportunidades a los caiques y caramusalis 44 que transportaban el trigo, a los gerbos que cargaban caballos y maderas y, en general, a todos o casi todos los veleros griegos del Archipiélago. Y durante las primeras décadas del siglo XVf comienza una nueva fase de la expansión griega a lo largo de todo el mar. La aventura de los Barbarroja, aquellos marinos islamizados de Lesbos establecidos en Djerba y después en Djidjelli, grandes transportadores de musulmanes españoles ansiosos de huir de la Península, también corsarios y desde 1518 los amos de Argel; esta aventura no es un simple accidente. Ni tampoco la de Dragut —que parece calcada de la anterior—, este otro griego a quien desde 1540 encontramos merodeando por las 43 J. W. ZlNKElSEN, Geschichtedes osmanischen Reiches i/i Eurnpa, 1840-1863, III, PP- 299 ss. 44 RoBERT MANTRAN, Istambuldans la secnnde moitié du xvil'siecle. 1963, enumera los tipos de barcos turcos cuyos nombres resultan reconocibles: firkata (fragata), zaika (caique), kalyon (galeón), p. 318, n. 2; ¿debe distinguirse entre el caique, barco griego por excelencia que transportaba el trigo por el Egeo y el mar Mármara, y el caramusali, (caramuzal) Haramürsel, que sólo se movía por el mar de Mármara, y que «debe su nombre al puerto de Izmit (Nicomedia), lugar donde ?e construyen», PP- 488-9: barco de medio puente, con tres velas y remos? Los textos occidentales no están de acuerdo.
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costas de Túnez y a quien, en 1556, vemos instalado en Trípoli de Berbería, ocupando el lugar de los Caballeros de Malta, a quienes los turcos habían expulsado de allí cinco años antes. El destino del Archipiélago en el siglo XVI se halla bajo el signo de la expansión griega. Entre Túnez y Sicilia Acaso sea más difícil poner en claro el papel de ese mar sin nombre, de ese espacio marítimo mal individualizado que entre el África y Sicilia despliega sus bajos fondos cuajados de peces, sus bancos de coral y de esponjas, sus islas (a menudo deshabitadas por su poca extensión): Favignana, Maretimo y Levanzo, en la punta oeste de Sicilia; Malta, Gozzo y Pantelaria, en pleno mar; Tabarca, La Galita, Zembra, Djerba y las Kerkenna, pegando a la costa tunecina. No obstante, los límites de este espacio marítimo son claros y definidos: corresponden a los del antiguo «puente» geológico tendido de Sicilia al África: al este, una línea trazada entre Trípoli y Siracusa; al oeste, otra raya entre Bona y Trapani. El eje esencial corre de norte a sur, de Sicilia al África. La vida de relación entre el este y el oeste, entre el Levante y el Poniente, lo llena de tráfico. Pero aquella vida se desplaza generalmente al norte, hacia la gran ruta del estrecho de Mesina, y en el sector Sicilia-África no tiene la densidad de las corrientes de norte a sur. Estas últimas lo han dominado todo, haciendo oscilar a ese conjunto en su totalidad tan pronto hacia el sur como hacia el norte. A capricho de la historia, ese conjunto es musulmán en la época de los aghlabitas, y desde 827, año en que comienza la conquista, hasta 1071, en que fue arrebatada al Islam su ciudadela de Palermo, fue normando o estuvo a punto de serlo a partir del siglo XI, pues la expansión normanda que pasó de Ñapóles a Sicilia no se detuvo con la reconquista de esta gran isla, sino que se desbordó sin tardanza hacia el sur por la guerra, la piratería, el comercio e incluso la emigración hacia las tierras africanas. Los angevinos y los aragoneses continuaron más tarde esta política dictada por la vecindad. Atacaron más de una vez el litoral africano, donde impusieron tributos a los emires de Túnez, y fueron dueños de Djerba de 1284 a 1335. Mientras tanto, el mercader cristiano se instalaba por doquier, especialmente en los suks de Túnez y de Trípoli, obteniendo privilegio tras privilegio. Por su parte, el soldado cristiano, y sobre todo el mercenario catalán, futuro dueño de Sicilia (las Vísperas Sicilianas datan de 1282), encontraban en África aventuras casi tan jugosas como en el Oriente. Muy pronto,
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desde el siglo XII, los marineros catalanes frecuentaron los bancos de coral de Tabarca. Ciertos sectores de Palermo y de Mesina no cesaron —todavía lo hacían en el siglo xvi— de sugerir proyectos de conquista en África a la vanidad y al sentido político de los virreyes de la Sicilia española: a Juan de la Vega, después al duque de Medinaceli y más tarde a Marcantonio Colonna. Todos estos proyectos expresan una necesidad vagamente sentida: la de poner en contacto las costas y las islas de aquel mundo medianero, la de asociar el trigo, los quesos y los barriles de atún de Sicilia al aceite de Djerba, a los cueros, a la cera y la lana de las tierras del sur, al polvo de oro y a los esclavos negros traídos del Sahara. Garantizar, manteniendo firmemente esta unidad marítima, la vigilancia de las costas, la seguridad de las almadrabas y la tranquilidad necesaria para que pudieran bucear en los bancos de coral de la Berbería los pescadores de Trapani, medio catalanes, y cuyas embarcaciones, a pesar de su pobre armamento, no reparaban en atacar a los barcos de los corsarios berberiscos en el siglo XVI. Finalmente, de ese modo se defendía también contra estos corsarios a los caricatori de trigo sicilianos, continuamente amenazados por la costa sur, pues en éste, como en los demás casos, la piratería tendía con frecuencia a restablecer el equilibrio natural falseado por la historia... Cuando se habla de Sicilia parece de rigor volver la vista hacia el norte, hacia Ñapóles, y decir que estas dos historias son rigurosamente antagónicas, que la grandeza de Ñapóles equivale a la postergación de Palermo, y a la inversa. Creemos, sin embargo, que sería más importante poner de manifiesto el nexo que une a Sicilia con el África; es decir, el valor de este mundo marítimo al que la imperfección de nuestros conocimientos o nuestra falta de atención ni siquiera nos ha permitido bautizar. La «Mancha» mediterránea El extremo del Mediterráneo occidental es un espacio autónomo, angosto, aprisionado entre tierras y, por tanto, más propicio a la apropiación humana: el «canal» mediterráneo, así denominado por Rene Lespés. Es también un mundo marino aparte, coherente, que va desde el estrecho de Gibraltar, al oeste, a esa línea que se puede trazar del cabo Caxino al cabo de la Nao, o, a grandes rasgos, de Valencia a Argel. De este a oeste nunca ha sido fácil la circulación. Dejar atrás este espacio en dirección este es desembocar en el vasto ámbito del
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Mediterráneo occidental; rebasarlo hacia el oeste es entrar en un mundo marino aún más vasto, el del Atlántico, al otro lado del estrecho, cuyo paso es de suyo difícil, a causa de las frecuentes nieblas, las fortísimas corrientes, los arrecifes y los bancos de arena en las riberas. Además, un estrecho, al igual que un promontorio saliente, denota siempre un cambio de régimen de las corrientes y ios vientos. En este caso el fenómeno es particularmente claro y la travesía del estrecho sigue siendo una operación complicada. En cambio, esta Mancha alargada que va de este a oeste es relativamente fácil de franquear en dirección norte a sur. No es una barrera líquida que se levante entre la masa continental del mundo ibérico y la del mundo norafricano, sino un río que une más que separa, que hace del África del Norte y de Iberia un solo mundo, un «bicontinente», según el término acuñado por el historiador y sociólogo Gilberto Freyre. 45 Lo mismo que el brazo de mar entre Sicilia y África, este pasillo marítimo fue conquistado por el Islam en la Edad Media. Conquista tardía, en el siglo X, en el momento mismo en que el califato de Córdoba adquiría su brusca solidez. El éxito de los Omeyas significaba, al mismo tiempo, la seguridad de obtener trigo, hombres, mercenarios de Mogreb, y de exportar a estas tierras, a cambio de ello, los productos de las ciudades andaluzas. La libre, o por lo menos la fácil utilización de esta ruta marítima, hizo que el centro de la vida marítima andaluza se desplazase de Almería, toda rumorosa de barcos, astilleros navales y telares de seda, a Sevilla, que en el siglo XI pasa a ser el nudo de la navegación mediterránea; tanta riqueza hizo afluir esta navegación al puerto del Guadalquivir, que Sevilla no tardó en eclipsar a Córdoba, la vieja capital continental. Parejamente con los esplendores de la primacía musulmana en el Mediterráneo, nacieron o se expandieron, en la costa del sur, grandes ciudades marítimas; Bugía, Argel y Oran, las dos últimas fundadas en el siglo X. Por dos veces, una bajo los almorávides, en el siglo XI, y otra bajo los almohades, en el siglo XII, la «Andalucía» africana salvó de la presión cristiana a la verdadera Andalucía. Debe hacerse notar que hasta el fin del Islam ibérico independiente —hasta el siglo XIII por lo menos, y aun más allá—, la «Mancha» está en manos sarracenas desde las estribaciones del Algarbe 45 Casa Grande e senzala, Río de Janeiro, 5.a ed., 1946,1,p. 88; PAULACHARD,Z. vie extraordinaire des freres Barberousse, op. cit., p. 53.
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portugués hasta Valencia, e incluso las Baleares. El Islam mantuvo en su poder este amplio sendero líquido más tiempo todavía que el Mediterráneo siciliano, hasta mucho después del suceso de Las Navas de Tolosa, en 1212, y, por lo menos, hasta la conquista de Ceuta por Dom Joáo de Portugal y sus hijos, en 1415. Conquista que, por lo demás, deseaban por igual los mercaderes italianos y ios fundadores de la dinastía de Aviz. Desde ese día quedó libre el acceso al África y fue condenado a desaparición ei mundo islámico residual de Granada, cuya existencia se prolongó solamente gracias a las largas discordias castellanas. Y cuando la guerra de Granada se reanudó, para dar paso al acto final de la Reconquista en 1487, los Reyes Católicos bloquean sus costas con navios de Vizcaya. Acabada la Reconquista, los vencedores cristianos se vieron empujados a apoderarse de la costa sur de la «Mancha» iberoafricana, aunque no llevaron adelante esta empresa con la firmeza y la claridad de miras que requerían los intereses de España. Fue una catástrofe, en efecto, para la historia de España el que, después de la ocupación de Melilla en 1497, de Mers-el-Kebir en 1505, del peñón de Vélez de la Gomera en 1508, de Oran en 1509, de Mostaganem, Tremecén, Tenes y del peñón de Argel en 1510, no se llevara adelante con toda decisión esta nueva guerra de Granada; que se sacrificara esta tarea ingrata, pero esencial, al espejismo de Italia y a las relativas facilidades de América. Que España no haya sabido, querido o podido desarrollar su triunfo inicial, tal vez demasiado fácil («parece —escribía a los Reyes Católicos en 1492 su secretario Fernando de Zafra— que Dios quisiera dar a Vuestras Altezas esos reynos de África»), que no haya llevado adelante esta guerra hasta más allá del Mediterráneo, constituye, tal vez, uno de los grandes capítulos de una historia frustrada. Como ha dicho un clarividente ensayista, 4b España es mitad europea, mitad africana. Faltó entonces a su misión geográfica, y, por primera vez en la historia el estrecho de Gibraltar «se convirtió en una frontera política». 47 Pero sobre esta frontera, la guerra sigue, incesante: prueba de que el azar había cortado ahí, como entre Sicilia y África, ligámenes esenciales... El cruzar el canal se había vuelto difícil. Se ve muy claro cuando se sigue la historia del avituallamiento de Oran, siempre precario en el siglo XVI. Desde Ir gran «estación reguladora» 46 47
GONZALO DE REPARAZ, Geografía y política, Barcelona, 1929, passim. E.-F. GAUTIER, Les sñcles obscurs du Magbreb, 1927, p. 280.
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de Málaga, los proveedores organizan convoyes, fletan barcos y navios con destino al «presidio». 48 Los expiden hacia el sur, sobre todo en el invierno, aprovechándose de las claras de buen tiempo, suficientes, por cortas que fueran, en esta breve travesía, lo cual no impedía que los corsarios lograran a veces apoderarse de los barcos de avituallamiento, para negociar en seguida su rescate recurriendo a regateos ya de rigor a la altura del cabo Caxino. En 1553, por los tiempos en que los argelinos tenían sitiada la plaza, quienes fuerzan el bloqueo son patronos de faluchos y de bergantines de Valencia o Andalucía. Estas pequeñas embarcaciones son análogas a las que «en otro tiempo» —como dice un estudio de 1565— 49 iban de Cartagena, de Cádiz o de Málaga a los puertos del norte de África cargadas de sombreros cordobeses o de telas de Toledo—. Y también a los barcos de pesca que, más allá de Gibraltar, seguían deslizándose por las aguas del Atlántico llevando a bordo todo un pueblo de marinos que, desde Sevilla, Sanlúcar de Barrameda o el Puerto de Santa María, iban a pescar hasta la altura de Mauritania y que los domingos oían misa en cualquiera de los presidios portugueses de la costa marroquí. 50 Análogas, en fin, a los barcos valencianos que transportaban a Argel el arroz y los perfumes de España y también, a despecho de todas las prohibiciones, mercaderías de contrabando. 5I Al finalizar el siglo, esta región casi sin vida del mar se anima y despierta bruscamente a una historia dramática, pero no a causa de los habituales competidores de España: los marinos de Marsella, acostumbrados desde siempre a hacer escalas en Berbería, o a partir de 1575 los liorneses, unos recién llegados que se sintieron atraídos por Túnez, en donde se demoraron, aunque a veces navegasen hasta Larache 52 y el Sous marroquí. " El acontecimiento nuevo lo constituye el arribo masivo de naves del norte, sobre todo a partir de 1590. Estos extranjeros han de franquear dos veces el estrecho en su camino de ida y vuelta. A la vuelta se les esperaba al acecho. ¿Será cierto que, como se ha pretendido, 5 4 los 48 Según los documentos de la serie Castilla, en Simancas. Cf. tnfra. II, pp. 278-9. 49 14 de marzo de 1565, Sim. Eo. 146. 50 R. RICARD, «Les Portugais au Maroc», en Bulletin de l'Ass. Guillaume Bi/dé. jul. 1937, p. 26. 51
52
D. DE HAEDO, Topograpbia..., op. cit.. p. 19 v.
F. BRAUDEL y R. ROMANO, Naiires et marcbandises a l'entrée du port de Lirourne, 1547-1611, 1951, p. 45. 53 Ibid.. p. 45. 54 J. DENLICÉ, L'Afrique au xvr suele et le commerce anversois, 1937, p. 12.
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holandeses han descubierto una forma nueva de pasar el estrecho y que este hallazgo se lo habrían enseñado a continuación a sus discípulos, los corsarios argelinos? Es posible, por no decir seguro. España, en todo caso, puso todo su esfuerzo en vigilar e incluso impedir el paso del estrecho por medio de sus galeras, empleadas durante el buen tiempo, en los meses tranquilos, y de sus galeones durante el difícil tiempo invernal. Podemos imaginarnos en el ámbito marino comprendido entre el cabo San Vicente, en la costa portuguesa, y Cartagena y Valencia, 55 y que con frecuencia incluye Mers-el-Kebir, Ceuta, Tánger y hasta Larache, ocupada el 20 de marzo de 1610, y La Mamora, ocupada en agosto de 1614, los puestos de vigilancia, las alertas, las patrullas y las luchas, por lo general nada gloriosas, continuándose así hasta finales del siglo XViil. 56 Los gobernantes de España, sus marinos y sus consejeros soñaron siempre con encontrar la solución definitiva: dotar a Gibraltar de cañones reforzados capaces de alcanzar infaliblemente a las naves intrusas, 57 fortificar la isleta de Perejil, al largo de Ceuta, s8 o bien, siguiendo los consejos del inglés Anthony Sherley, aquel loco y genial aventurero al servicio de España, apoderarse de Mogador y Agadir, con lo que, al tener Marruecos en sus manos, el Rey Católico se convertiría en absoluto señor de la Berbería. 59 ¡y esto en 1622! Pero esta lucha resulta inútil. El enemigo inglés, holandés o argelino pasaba a escondidas el estrecho, aprovechando una noche de invierno propicia, 60 o bien a la fuerza, dejando sólo muy raramente alguna nave en poder de sus adversarios, y maltratando la mayoría de las veces a las escuadras de patrullaje gracias a la superioridad de sus barcos y de su artillería. Poco espectacular, o al menos, poco conocido, este gran drama del Mediterráneo ha ocurrido a sus mismas puertas, casi fuera de sus aguas. Volveremos más adelante sobre el tema. 55 Felipe II al adelantado de Castilla, San Lorenzo, 4 de septiembre de 1594, Simancas Eo. Castilla 171, f. 107, ha sabido que el adelantado, que estaba en Ceuta con sus navios, tiene la intención de limpiar la costa hasta el cabo San Vicente, y quiere que siga hasta Lisboa. 56 USTARIZ, np. cit.. pp. 260-1 (1724). 57 A. d. S. Venecia, Alvise Correr al dux, Madrid, 28 de abril de 1621. Muy difícil empeño, nota el veneciano, «a causa de la gran distancia que separa las dos orillas del estrecho». 58 XAVIER A. FLORES, Le «Peso Político de todo el mundo» d'Anthony Sherley, 1963, p. 176. 59 Ibid.. p. 111. 60 A. d. S.Venecia, H. Lippomano al dux, Madrid, 19 de noviembre de 1586, sobre el paso de Amurat, rey corsario de Argel, «durante una noche oscura».
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La cuenca y el mar Tirreno El vasto mar Tirreno —«los canales de Córcega y Cerdeña», como dicen los documentos del siglo—... Demasiado abierto sobre los mundos cercanos, bordeado de tierras demasiado ricas, demasiado pobladas para no haber tenido un destino agitado, a imagen y semejanza de las tierras cuajadas de historia que lo circundan y se dan cita en él. Su primera y remota historia nos lo presenta dividido entre los etruscos, dueños de la Toscana, las ciudades helénicas de la Magna Grecia y de Sicilia, y ese mundo griego aparte que es Marsella, y, por fin, como los últimos copartícipes, los cartagineses, instalados en el oeste de Sicilia, en las costas de Cerdeña y en las de Córcega, pobladas también por los etruscos. A grandes rasgos, podemos decir que los etruscos poseían la parte central del mar de su nombre, mientras que los otros tenían en sus manos las desembocaduras o salidas de este mar: los griegos del sur, la ruta de Levante; los cartagineses, la ruta que va de Panormos (Palermo) al África, por Drepanon (Trapani), y los griegos de Marsella, la ruta que comunica el mar etrusco con el oeste y que controlaban un poco de lejos, exactamente hasta la altura en que hay que detenerse aguardando los vientos favorables que permiten a las naves franquear el golfo de León rumbo a España. Este primer rostro histórico revela ya los rasgos permanentes del mundo tirrénico. Señala el valor medianero de este lago, la importancia de los puertos marítimos que franquean su entrada y su salida. Permite también adivinar las razones para que este mar, demasiado vasto y abierto, no pertenezca nunca exclusivamente a un Gobierno o a una economía, ni siquiera a una civilización. Salvo los tiempos de la hegemonía niveladora de Roma, el Tirreno no fue nunca un mundo muy homogéneo. Ninguna marina llegó a tener una supremacía estable e indiscutida sobre sus aguas, ni la de los vándalos, a quienes Bizancio puso a raya, ni las flotas sarracenas, que jamás llegaron a apoderarse de Italia, ni las normandas o las angevinas, ya que las primeras se estrellaron contra Bizancio, y las segundas, a un tiempo contra el Islam y los catalanes. En cuanto a Pisa, siempre encontró ante sí la competencia genovesa. En el siglo XVI, el lugar predominante (ya volveremos sobre ello) correspondía a Genova, dueña de Córcega. Pero este predominio tenía sus lados débiles. En primer lugar, Genova recurre cada día más a barcos extranjeros para sus transportes marítimos. Es éste
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un primer repliegue. En segundo lugar, tiene que vérselas con una España que ha tomado fuertes posiciones en el mar Tirreno. Los primeros jalones los habían puesto los «aragoneses» cuando, en el siglo XIII, se apoderaron de Sicilia (1282), y más tarde, en 1325 (y a pesar de la oposición de Genova), de Cerdeña, que necesitaban como escala para Sicilia. La expansión catalana (es uno de sus rasgos originales) ha ido progresando directamente desde las Baleares hacia el Oriente, por Cerdeña y Sicilia. Los catalanes instalaron verdaderas colonias marítimas en estas islas: la de Alghero en Cerdeña, y la de Trapani en Sicilia, escalas en su navegación conquistadora. Expansión conquistadora, pero agotadora a la par. Habiendo llegado tarde, veíase obligada, para hacerse un sitio, a forzar las puertas, batallar y alternar la piratería con la navegación. Barcelona, que había sido el alma de ella, fue cediendo poco a poco el papel dirigente a Valencia, y son los valencianos quienes llevan a buen término la conquista del reino de Ñapóles, bajo el reinado de Alfonso el Magnánimo (1455). Conquista azarosa y llena de episodios sensacionales, que tropezó también con la enérgica oposición de Genova. Por lo demás, la hazaña valenciana terminó apenas comenzar, pues la Corona de Aragón cae muy poco después bajo el control de Castilla. En la época de las guerras de Italia se produce en el mar Tirreno un nuevo cambio: lo mismo en Ñapóles que en Sicilia, el castellano, soldado y funcionario, releva al aragonés. 6I Lo cierto es que España hizo sentir en el Tirreno, con sus galeras y sus tercios, el peso de una potencia marítima, militar y continental; pero ya no lo es mercantil: desde la época de Carlos V, y a pesar de los antiguos privilegios comerciales, Cerdeña y Sicilia cada vez importaban menos tejidos catalanes. Tan poco atento anduvo el emperador a los intereses ibéricos, que dejó a los mercaderes genoveses inundar con sus paños estos mercados. ¿Quiere esto decir que los genoveses se tomaron la revancha y restauraron su primacía sobre el mar Tirreno? Las cosas, sin embargo, no son tan simples. Hacia 1550, Genova abandona parte de sus actividades marítimas en el mar Tirreno y otros espacios marítimos y los ragusinos se aprovechan de ello. Con sus barcos de carga, los de Ragusa aseguran los transpor61 R. B. MERRIMAN, The Rise ofthe Spanish Empire. 1934, IV, pp. 248 y 434. ¿Es culpa de los aragoneses, demasiado ocupados en sus pequeños asuntos, como lo sostiene R. KONET^KE, op. cit., p. 148? No obstante, en este punto no me inclino a seguirle.
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tes de trigo y de sal de Sicilia y las travesías largas en dirección a España, el Atlántico y el Levante. El mar Tirreno habría llegado a ser entonces un lago ragusino, a no haber mediado la presencia de los marselleses (modesta al principio, esta presencia se acentúa después de 1570) y el posterior auge de Liorna. Auge que es a la par creación y resurgimiento, pues Liorna es a la vez Pisa y Florencía... y es, además, la política calculadora y eficaz de Cosme de Médicis y su gran interés por la Córcega genovesa. 62 Y para que el cuadro sea completo, no olvidemos tampoco que por la ancha puerta marítima que se abre entre Sicilia y Cerdeña penetraba sin cesar la inquietante presión del corso berberisco, quien amenaza con frecuencia hasta muy al norte la navegación por las costas de Savona, Genova, Niza y Provenza. La atalaya toscana de la isla de Elba, con su posición de Porto Ferraio, más bien sirve para señalar que para detener estas actividades de los berberiscos. Esta cuenca del mar Tirreno, dividida y compleja, está, pues, demasiado enlazada a la vida general del mar para tener un colorido muy propio. Sin embargo, su división y su mismo abigarramiento, permitiéndole vivir casi exclusivamente de sus propios recursos, le confieren una cierta autonomía. El trigo que comen sus ciudades y sus regiones, demasiado pobladas y demasiado pastoriles para alimentarse por sí mismas, viene de Sicilia, y hasta 1550 de Provenza, o por lo menos Provenza sirve de intermediaria, pues muchas veces este trigo procede de Borgoña y aun de más lejos. La sal viene de Trapani; los quesos, de Cerdeña; el vino greco o latino. de Ñapóles; la carne salada, de Córcega; la seda, de Sicilia y de Calabria; las frutas, las almendras, las nueces y las barricas de anchoas o de atunes, de Provenza; el hierro, de la isla de Elba; finalmente, el dinero, el capital, de Florencia, o, más frecuentemente, de Genova. Todo lo demás era importado: los cueros, las especias, el palo colorante, la lana, y, un poco más tarde, la sal de Ibiza... De estas dos vidas de relación empalmadas y entremezcladas, la una cercana, limitada a la cuenca interior, la otra lejana, exterior, no cabe duda de que la más rica es la primera. Esto explica por qué, a pesar de las diferencias de todas clases, se confunden tanto los pueblos, las civilizaciones, las lenguas y las artes. Y también, por qué este espacio marítimo, con sus aguas abrigadas y relativamente tranquilas, es ideal para los barcos. En un solo año, de junio de 1609 a junio de 1610, entraron a un solo puerto, el de Liorna, más de 2 500 embarcaciones. 6Í Cifra verdaderamente enorme. Estos barcos, por sí solos, aseguran innumerables contactos. Son los barcos, y sólo ellos, los que por el Tíber llegan a Roma, y su puerto 62 63
GIOVANNI Livi, La Cársica e Cosimo de i Medid, Florencia, 1885. A. d. S.' Florencia, Mediceo, 2080.
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de Ripa Grande, transportando ora los muebles y los enseres de un obispo que va a establecerse en la corte romana, ora las barricas de vino greco que algún eclesiástico mandaba a pedir al reino de Ñapóles. Todas las estadísticas, sean las del puerto de Liorna, tan abundantes durante este período, como las de Civita Vecchia, de Genova o Marsella (estas últimas tan mal conservadas), nos revelan la importancia prodigiosa de esta vida marítima de relaciones a escasa distancia: de cabo Córcega a Liorna o a Genova para el transporte de madera; de Grosetto y de Corneto a Liorna para los transportes de trigo; de Río, en la isla de Elba, al mismo puerto toscano, para el hierro. Todo se transporta a bordo de estas embarcaciones minúsculas: barcas, saete, laudi, Initi, tartanas, fragatas, polacras... 65 En Genova, los registros de aduanas dividen en dos clases a los barcos que arriban, remita magna y venuta parva, según que los barcos tengan una capacidad mayor o menor de 150 cantara (alrededor de 30 toneladas). El puerto de Genova recibía cada año unas cuantas decenas de grandes naves y un millar o dos de pequeñas: Al grandes y 2 283 pequeñas, en 1586; 40 y 1 921, en 1587; 66 107 y 1 787, en 1605... 67 (Estas cifras, inferiores a la realidad, no tienen en cuenta más que a los barcos sujetos al pago de derecho de entrada, del que están exentos los numeroso navios cargados de trigo, aceite y sal.) No cabe duda de que el cabotaje es, en todos los mares angostos, un hecho usual y diario, indispensable para la vida de las ciudades y la formación de las grandes corrientes comerciales. Pero, en el mar Tirreno, el cabotaje tiene una amplitud excepcional. Lo cual, unido a una documentación también excepcional, permite, en un sector especialmente movido, darse clara cuenta de lo que antes sólo vislumbrábamos: el considerable papel desempeñado por los pequeños veleros de carga en los cambios económicos. N o era raro ver llegar a Liorna al patrón de un barco corso con algunos toneles de carne salada y de queso, 6S y que, después de atracar su embarcación al muelle, se echase en persona por las calles de la ciudad a ofrecer su mercancía de puerta en puerta, a despecho de 64 JEAN DELUMEAU, Vie économique et sociale de Rome dans la secunde moitié du xvi'-siecle, I, 1957, p. 128. 65 DANILO PRESOTTO, «Venuta Terra» et «Venuta Mare» nel biennio 16051606, tesis mecanografiada, Facultad de Economía y Comercio de Genova, 1964, PP- 31 ss. 66 GlOVANNl REBORA, Prime Ricerche sulla «Gabella Caratorurn Sexaginta maris», tesis mecanografiada, Facultad de Economía y Comercio de Genova, 1964, P- 31. 67
DANILO PRESOTTO, iip. cit.,
68
A. d. S. Florencia, Mediceo, 2080.
p.
53.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
las protestas de los tenderos contra la competencia de este comercio ambulante. Pero los pequeños medios no bastan para todo. Si Cartago, encerrada en el «mar de Sicilia», Marsella, en la otra punta del mar Tirreno, y mucho más tarde Genova, pudieron llegar a adquirir tan gran importancia, no olvidemos que ello se debió a que, como lo hace notar Vidal de la Blache, 69 estas ciudades pudieron resolver el gran problema de la navegación hacia el oeste, venciendo los vientos del este, el peligroso levante y el mistral. Para ello hacían falta verdaderos navios. En la época de las guerras médicas, tanto Cartago como Marsella empleaban para la navegación por este mar barcos quizá más pesados que los de otras marinas de su tiempo; de ahí su éxito. Siglos más tarde, al expirar la Edad Medía, fue también mediante una innovación técnica —la ampliación del velamen latino—, como Genova logró resolver mejor que otros el problema de la navegación a larga distancia. Gracias a esta ventaja pudo, desde las postrimerías del siglo XIII, lan2ar a sus navegantes al otro lado del estrecho de Gibraltar, hasta Flandes. 70 Genova ha continuado prefiriendo los barcos de gran tonelaje. En el siglo XV recurre para los largos trayectos, desde Quíos o Pera a Flandes, a barcos, algunos de los cuales pasan de las 1 000 toneladas. «Qué lástima que no hayas visto la nave F ornara —escribe un capitán, a comienzos del año 1447, a su amigo florentino—: tu avresti avuto placer máxime a veden questa nave che ti parebbe in magnificenza». 71 No existía entonces un solo navio que lo superase en tonelaje. El día de San Martín del año 1495, las dos grandes «naves genovesas» que llegaron ante el puerto de Bahía, «y una vez allí echaron el ancla sin entrar en dicho puerto», hubieran podido —a decir de Commynes— cambiar la situación a favor de los franceses, «pues bastaba con aquellas dos naves para haber tomado de nuevo Ñapóles; pues las dos naves eran hermosas y grandes, una de 3 000 botte y la otra de 2 500 y una se llama la Gallienna y la otra la Espinóla...» 7Z Pero ninguna de las dos mostró la menor intención de abandonar Bahía para aproximarse a la cercana ciudad. Aunque otra cosa parezca, estos detalles no nos apartan del tema y del verdadero problema que estudiamos. El poderío, la supremacía y las zonas de influencia, cuando se trata de la vida de un sector marítimo, no son, con frecuencia, otra cosa que estos deta69 70 71
72
Principes de géogr. hum., p. 265. Ver infra, p. 396. JACQUES HEERS, Genes au xv- stecle. 1961, p. 275.
Mémortes de Messire Pbilippe de Camines, augmentes par M. l'abbé Lenglet du T'resnay, ed. Londres y París, 1747, IV, p. 103. Los barcos tenían una capacidad máxima que oscilaba entre 2 100 y 1 750 toneladas, y la mayoría de ellos entre 1 500 y 1 250.
MARES Y LITORALES
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lies técnicos: velas, timones, gobernalles, quillas y tonelaje de las naves. El Adriático 73 El Adriático es, quizá, la más coherente de todas las regiones del mar. Nos plantea por sí sólo y por analogía todos los grandes problemas metodológicos que entraña el estudio del Mediterráneo en su totalidad. Este mar, más largo que ancho, se presenta como una ruta de norte a sur. Por el norte lleva, como a una estela miliar, a ese hito de navegantes que es la silueta blanca del Adamello, la cual anuncia desde lejos las costas bajas que, de Pesaro y Rímini al golfo de Trieste, señalan el contacto de la llanura del Po con las aguas mediterráneas. Por el oeste lo bordea la costa italiana, generalmente baja y pantanosa, aunque flanqueada a poca distancia por el Apenino, que a retaguardia del sottovento proyecta hasta el mar una serie de eminencias montañosas, una de las cuales, clara y netamente destacada, es el monte Gargano, con sus célebres robledales. Por el este se alinean, pegadas a la costa, un rosario de islas montañosas, las islas dálmatas, que doblan inmediatamente los altos relieves estériles del continente balcánico, esa interminable muralla blanca de los Alpes dináricos, reborde de una enorme meseta de karst, vasto macizo calcáreo, despoblado, al que la costa de la Dalmacia vuelve, por lo demás, la espalda. Finalmente, por el sur, el Adriático se une al mar Jónico en el canal de Otranto, entre el cabo del mismo nombre, en Italia, y el de Linguetta, en Albania. El mar Adriático es un canal angosto, pues sólo mide, según las cartas marinas, 72 kilómetros de largo. Con viento favorable, ya en el siglo 111 a. C. las lemboi, con todo el velamen inflado, lo recorrían en una sola jornada de navegación. 74 Lo mismo, en el siglo XVI, las fragatas encargadas de llevar, por cuenta del virrey de Ñapóles, las nuevas de Corfú o de Cefalonia hasta las costas napolitanas, o viceversa. Una memoria 75 Mapa del mar Adriático, 1568, Sim. Eo. 540. Enorme literatura a este respecto: cf. las pocas líneas de LE DANNOIS, op. cit., p. 107; de A. PHILIPPSON, op. cit., pp. 40-1; de J. BOUCARD sobre «L'Histoire récent de l'Adriatique», en C. R. S. de la Soc. géologtque de Frailee. n.° 5, marzo de 1925. Por ejemplo, las medidas precisas que da H. HOCHHOLZER, art. cit., en Geogr. Zeitschrift, 1932, pp. 93-7: de Venecia al estrecho de Otranto el Adriático mide 700 km.; su superficie —140 000 km 2 — es, pues, sólo una sexta parte mayor que la del golfo de Finlandia. Reducido a un círculo, tendría 492 km. de diámetro. Sus costas continentales e insulares miden, respectivamente, 3 887 y 1 980 km., o sea un total de 5 867 km. Salvo en el litoral veneciano y albanés, hace una curva de 10 m. hacia dentro de la costa. 74 MAURICE HOLLEAUX, Rome, la Grece et les monarchies belléniques, 1921, pp. 176-7.
J62
LA INFLUENCIA DEI. MEDIO AMBIENTE
Ragusa
Fig,. ! I
Cattaro
Cor///, iit/iadci fni/te a Otruntn. contraía el ¡nares» e'i el Adriático
Nótense los lugares de los grandes combates navales: La Prevesa, 1538, y Lepanto, 15 7 1. Croquis dibujado por J. BERTIN.
española del año 1598 indica, entre otras cosas, que «desde el cabo de Otranto se ven las luces de Valona». 75 Desde el avión que le conduce a Atenas, puede el viajero de hoy contemplar en un mismo golpe de vista la costa albanesa, Corfú, Otranto y el golfo de Tarento, y parecerle que están muy próximos entre sí. Esta angostura al sur es el rasgo esencial de la cuenca del Adriático, la que le da la unidad y hasta la simplicidad de su historia. Dominar este angosto mar equivale a dominar el Adriático. Pero el problema estribaba en saber con exactitud cuál era el punto exacto desde donde vigilar mejor este espacio de mar. Las posiciones estratégicas no son los activos puertos de Apulia, Brindis, Otranto y Bari, ocupados por Venecia dos veces —aunque no por largo tiemB. N. París, Esp. 127, f. 7. Comienzos del siglo XVII.
MARES Y LITORALES Corfú
La Prevesa
Lepanto Levkas
163 Cefalofll»
Zante
po—, en 1495 y 1528, y que en beneficio de sus intereses comerciales piensa ocupar de nuevo en 1580. lb Los turcos se hicieron por breve tiempo con Otranto, después del saqueo de 1480, que estremeció de emoción a toda la Cristiandad italiana. Pero no se puede controlar la puerta del Adriático desde su parte italiana. Aquí la península está «inmersa en el mar hasta por encima de la cintura». El Adriático sólo se puede dominar desde la costa opuesta, la balcánica, lo que hace notar incidentalmente Saint-Gouard, embajador francés en Madrid, cuando escribe a Carlos IX: «Si es cierto que el gran turco logra forzar la embocadura del golfo de Quatero (Cattaro) para poder apoderarse más fácilmente del dicho Quatera, creo que llegará a señorearse del E. ALBÉRí, Relaziani Jegli ambasciatori leneti. II, V, p. 465.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
mar Adriático, y podrá luego establecer una escala en Italia para poder, de este modo, bloquearla por mar y por tierra, lo que le permitirá causar grandes males, si a ello no se pone prontamente remedio.» 77 En realidad, la posición clave se encuentra más al sur, en Corfú. Y Venecia la tenía en su poder desde 1386. Es aquí, al abrigo de la costa este, pobre, pero montañosa y por ende protectora, donde tiene que; rendir tributo la navegación. 7S Entrar en el Adriático o salir de él supone, por lo general, pasar ante Corfú. Esta isla, como dice un texto sentencioso del Senado (17 de marzo de 1500), es el «corazón» del Estado veneciano, «tanto en lo referente a la navegación como en cualquier otro aspecto». 79 De aquí que la Señoría consagrase a esta isla sus mejores cuidados. 80 Desde el momento mismo en que tomó posesión de ella no escatimó esfuerzo para fortificarla, invirtiendo en el empeño tales sumas, dice un documento del año 1553, 81 che chi potesse veder li con ti si s tupiría. En 1572, Fresne-Canaye admiró al pasar, en lo alto de la pequeña ciudad griega, capital de la isla, la enorme fortaleza, con sus cien piezas de artillería, que alcanzaban, según se dice, hasta Albania. El viajero se asombra, sin embargo, de que los turcos, bajo sus muros, osaran devastar la isla, un año antes, con 500 soldados de caballería. 82 Y aún tendrá menos motivos para sorprenderse quien siga leyendo el documento de 1553, la relación de un baile que informa de su mandato en la isla de Corfú: todos los gastos, dice, serán inútiles si no se completa el armamento de la antigua fortaleza, adaptándola a los nuevos métodos de guerra y de sitio. Los trabajos apenas se han iniciado y resultaron absolutamente ineficaces, a pesar de los 200 000 ducados invertidos en ellos. ¿Cuándo se terminarían? No muy presto, según era de esperarse, puesto que en una relación del año 1576 83 se queja aún amargamente de las imperfecciones de la fortaleza. Las costas estaban de tal modo, que el enemigo, sin «echar mano a la espada», podría llegar a emplazar su artillería al pie mismo de la contraescarpa... Quejas y advertencias parecidas 77 78
B. N. París, Fr., 16 104. La costa occidental, desprovista de puertos. Instructions Nautiques. n.° 408,
p. 32. 79
A. d. S. Venecia, Senato Mar, 15, f. 2. Venecia decidió fortificar Corfú a causa del peligro turco; obispo de Dax al rey, Venecia, 29 jul.-12 ago. de 1559, E. CHARRIÉRÍ, op. cil., IJ, pp. 600-1. 80
81 82 83
V. LAMANSKY, op. cit., pp. 610-1. P. CANAYE, op. cit., pp. 190-2, año de V.
LAMANSKY, op. cit.,
p.
611.
1573.
MARES Y LITORALES
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aparecen constantemente en los textos de todos los funcionarios venecianos durante la segunda mitad del siglo: las imponentes defensas de la Señoría resultaban completamente caducas y anacrónicas, y eran incapaces de cumplir su cometido y de impedir las incursiones de los corsarios. Los desgraciados pobladores de Corfú estaban en situación muy desventajosa, pues las montañas, desprovistas de agua, no podían servirles de abrigo y, quisieran o no, tenían que refugiarse en la fortaleza, precisamente en los fosos, con grave peligro de sus vidas. El turco, en consecuencia, se extendió en un país desierto, adueñándose de las aldeas abiertas y abandonadas por sus habitantes. El resultado fue que Corfú, que contaba 40 000 habitantes antes de «la guerra de 1537», no tiene sino 19 000 en 1588. 84 Desde luego, Venecia confiaba principalmente para defender la isla en sus galeras de dorada proa, que patrullaban el Archipiélago y el golfo. De hecho, con Corfú y con su flota, Venecia tenía en sus manos la entrada del Adriático; mejor dicho, el Adriático entero, pues al otro extremo del mar, hacia el norte, la propia ciudad detenta la posición clave, el punto de confluencia de los caminos marítimos y de los caminos continentales, que, a pesar de los Alpes, unían a la Europa Central con el Adriático y el Levante. La misión de Venecia consiste en establecer la ligazón. El Adriático era, así, verdaderamente su mar, su «golfo», como ella misma lo llama. Sus galeras, y sólo ellas, eran las dueñas y señoras de sus aguas. Venecia podía apresar a su antojo cualquier nave que se aventurase por el Adriático, y patrullaba este mar con astucia o con brutalidad, según los casos. Como Trieste la molestaba, demolió sus salinas en 1578; 85 sintiéndose molesta con Ragusa, despachó sus galeras a las aguas de Ragusa Vecchia para incautarse de los navios que abastecían de granos a la ciudad; contra sus dos enemigas levantó a los aliados de la Santa Liga en 1571; apoya, en 1602, a los subditos rebeldes de Ragusa en la isla de Lagosta, famosa por sus pesquerías 8f> y una vez más se apoderó de las embarcaciones de su rival en 1629. 87 Ancona la molestaba, y declaró 84
Correr, D. delle Rose 21, f. 29. FELICE TOFFOLI, «Del commercio dei Veneziani ai tempi della Repubblica, con accenni a Trieste», 1867, p. 24 extr. de l'Osservatore Trkstino, mayo 1867. 86 SERAFINO RAZZI, La storia de Raugia, "1595, ed. 1803, p. 260. 87 A. d. S. Venecia, Cinque Saiii alia mercanzia. Busta 4, copia (extracto de la historia de Gio. Batta. Nani). Son innumerables los incidentes anteriores. Cf. carta del rector de Ragusa al cónsul ragusino de Venecia (17 de enero de 1567), a propó85
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contra ella una guerra de tarifas. lis Ferrara la molestaba, y tramó nada menos que apoderarse del gran puerto. El turco la molestaba, y cuando llegó el caso, no reparó en golpearlo cuantas veces pudo hacerlo sin demasiada imprudencia. S9 La regla de oro, el ben noto principio, es, sin lugar a dudas, el que exponen los Cinque Savii alia Mercanzia: que ogni merce che entra nell'Adriatico o esce dall'Adriático deve toccar Venezia, es decir, que toda mercancía que se mueva por el Adriático debe pasar por Venecia; 90 una política de concentración autoritaria del tráfico comercial, típicamente urbana. 9I Sólo la Señoría podrá acordar dispensas en casos especiales; pero esas dispensas fueron raras. 92 Con esto regulaba el ir y venir de mercancías de acuerdo con lo que juzgaba servía a sus intereses: la defensa de su sistema fiscal, de sus mercados, de sus exportaciones, de sus artesanos y de su navegación. Todo gesto, hasta el más insignificante —como puede serlo la captura de un par de barcas triestinas cargadas de hierro—, n es parte integrante de una calculada política. En 1518, y con el fin de asegurar su monopolio, Venecia exige que los barcos mercantes no puedan abandonar Creta, Ñapóles, Rumania, Corfú o Dalmacia, sin sito de las mercancías incautadas por el conde de Corzola, que exige el 10 % como pago por derechos de aduana (A. de Ragusa, L. P., I, f. 34, A. d. S. Venecia, Cinque Sai ¡i, Busta 3, copia, 10 de agosto de 1597). 88 Venecia, Cinque Savii alia mercanzia, Busta 3, los cinco sabios al dogo, 29 de dic. de 1634, copia. Lucha contra Ancona y su comercio de cueros por la supresión de los derechos de aduana (de 1545 a 1572) sobre las nueces de agalla que llegaban de la Alta y de la Baja Rumania. 89 En 1559, el serio incidente de Durazzo: corsarios turcos que perseguía el proveedor Pandolfo Contarini, se refugiaron en Durazzo; el veneciano bombardeó la ciudad... Cf. CESARE CAMPANA, La vita del catholico... Filippo II, 1605, II, XI, pp. 82-3, y el obispo de Dax al rey, 30 de abril y 20 de mayo de 1 559, E. CHARRIÉRE, op. cit., II, pp. 573-5. En 1560, pacíficamente esta vez, se hizo ceder «treinta y tres casalz» en los alrededores de Sebenico, que el turco había usurpado (Dolu al obispo de Dax, Constantin., 21.de sept. de 1560, E. CHARRIÉRE, op. cit.. II, pp. 625-8). 90 A. d. S. Venecia, Cinque Savii. 9, f. 175. 91 Política evidente en lo que concierne a la sal de las salinas del Adriático, casi todas ellas bajo su control; y lo mismo ocurría con la sal importada de sitios más lejanos. Era, sin duda, una política necesaria: durante tres años, de 1583 a 1585, el comercio marítimo veneciano de exportación es de 1 600 000 ducados dentro del col/o fin a Corfú y de 600 000 fuera de él (A. d. S. Venecia, Papadopoli, códice 12, f. 22 v) Estas cifras se las debemos a un contemporáneo y están basadas en el datio della uscita del 5 % de las mercaderías. Para la sal, que fue una auténtica moneda suplementaria en el Adriático, cf. FERNAND BRAUDEL, «Achats et ventes de sel á Venise (1587-1793)», en Annales E. S. C. 1961, pp. 961-5, y el mapa adjunto. Los compradores de la sal de Venecia son los ganaderos de los Balcanes. 92 A. d. S. Venecia, Cinque Savii, 13 de mayo de 1514: autorización para cargar y transportar directamente a Alejandría de Egipto, aceites, almendras, nueces y castañas. 93 A. d. S. Venecia, Senato Mar, 186, 6 de mayo de 1610.
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dejar un depósito como garantía de que traerán sus mercancías a Venecia. Sobre el papel, todo perfecto. Pero he aquí que había olvidado Istria, y bastó con esta brecha para asegurar el libre paso de los paños de inferior calidad —rasse. sarze. gris/— fabricados en Istria y en Dalmacia y vendidos en grandes cantidades en la feria de Recanati, 94 Juego de guardias y ladrones, pues, una actividad de hábiles contrabandistas marinos del mismo modo que los había terrestres y fluviales; entre Venecia y Ferrara se movía un comercio de contrabando que ninguna suerte de barreras puede prevenir. Los pequeños vecinos de Venecia, obligados por ella a someterse a sus condiciones, hacen trampa siempre que pueden. En cuanto a los poderosos vecinos, éstos alzan la voz e invocan contra-principios. Los españoles se enredan con la República en continuas querellas por cuestiones de saludos y precedencias, y en frecuentes discusiones por navios apresados. Francisco de Vera, embajador español de Felipe II en Venecia, escribe en 1589 que «... sin ningún fundamento ha muchos años que se persuade (Venecia) que es suyo el golfo, como si Dios no hubiera criado esta parte de la mar como el resto para servicio de todos». 95 No parece, sin embargo, que este punto de vista fuera una norma del derecho de gentes, o por lo menos, surge la duda a la vista de cómo, más tarde, los ibéricos monopolizaron el océano Indico y los mares de las Américas. Por su parte, los venecianos replicaban sin inmutarse que habían comprado el golfo no con su dinero, pero sí con su sangre, «tan generosamente prodigada». Pero la Señoría no pudo impedir que sus poderosos vecinos abriesen puertas y ventanas sobre el Adriático e hiciesen uso de ellas. Los turcos están en Valona (1559); los españoles, en Ñapóles; el papa, en Ancona, esperando trasladarse a Ferrara (1598) y Urbino (1631); la Casa de Austria está en Trieste. Desde 1570, Maximiliano habló de reclamar a Venecia el negotium liberae navigationis. 96 Era éste un antiguo requerimiento formulado anteriormente por la Santa Sede. En la barahúnda que precedió a la batalla de Agnadello, Julio II propuso, en febrero de 1509, conceder la abso94
Ibid.. 19, 20 de junio de 1520. Francisco de Vera a Felipe 11, 7 de oct. de 1589, A. N. K 1674. El emperador a Dietrichstein, 2 de mayo de 1570, P. HERRÉ, Europáische Politik im cypriscben Kritg. ¡570-73- 1902, p. 148. Sobre las querelías y negociaciones entre Viena y Venecia, v. G. TURBA, np. cit.. XII, p. 177 n. (23 denov. de 1550), XIII, p. 148 (9 de junio de 1560). Alemania «no tuvo la vía libre del Adriático sino durante el reinado de Carlos VI», cf. KREBS, art. cit.. pp. 377-8, y mejor aún J. KuLISCHER, Allgemeint Wirtschaftsgeschicbte. 1928-1929, II, pp. 236-7. 95
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lución a los Venecianos a condición de que éstos permitiesen ia libre navegación por el Adriático a todos los subditos de la Iglesia. 97 Posteriormente se formularon repetidas veces idénticos requerimientos. Por último estaba Ragusa, con su flota de barcos de carga. La tenaz República de San Blas sabía aprovecharse hábilmente de su doble posición de protegida del Papado y vasalla del sultán. La situación de neutralidad es, a menudo, rentable: en un Mediterráneo hostil, las naves ragusinas circulaban casi siempre sin que nadie las molestara... Ancona y Ragusa por aquel entonces, como Trieste en el lejano porvenir, no eran adversarios despreciables. Desde principios del siglo, aquellas dos ciudades supieron aprovecharse de las dificultades de Venecia durante la crisis de la pimienta y las especias. Pero Venecia dominó la crisis; más aún, sus competidores se aliaron a ella, aunque sólo fuese por las ventajas de los seguros marítimos y las ganancias pecuniarias, amén de los transportes. Con frecuencia se volvieron sus servidores, y tan modestos, que no le ocasionaban sino muy pequeñas molestias en su reducido tráfico de una a otra orilla del Adriático; tráfico secundario que se ocupaba de los hierros de Trieste vendidos en Italia, de las telas de Occidente, de las lanas y los vinos de Apuiia exportados a Daimacia sin pasar por Venecia, a pesar de las exigencias de ésta. Las autoridades venecianas intentan descargar sus golpes sobre los subditos de la Señoría que, según ellos, se prestaban a este fraude, a esta especie de «mercado negro»; pero, como las amenazas y las sanciones menudean, es lógico suponer que no eran muy eficaces ni obedecían, sin duda, a razones dictadas por necesidades vitales. 9S Después de todo, sólo se trata de simples actos de rutina policíaca. La vigilancia de Venecia no se ejercía solamente sobre contrabandistas y rivales: también se dirige hacia los corsarios a quienes atrae el volumen del tráfico comercial del Adriático: trigo, vinos de alta graduación alcohólica, aceite de Apuiia y Romana, carne, quesos dálmatas, por no mencionar las naves que aseguran a la 97
A. LE GLAY, Négociations diplomatiques entre la Vrance et iAutriche durant les trente premieres anníes iln xvi' sieele. I, 1845, p. 232. 1)8 Así en A. d. S. Venecia, Ctnque Savii alia mercanzia, Busta 2, copia 26 de feb. de 1536. Los navios venecianos transportando mercancías cargadas en el Levante por cuenta de venecianos o de extranjeros iban con frecuencia a desembarcar directamente en las ciudades de Sotavento, a pesar de que lo tenían formalmente prohibido. Sobre los vinos de !a Apuiia transportados a Daimacia, cf. relación de Giustiniano, 1576, B. N. París, Ital. 220, f. 72, copia. Ya desde el 5 de oct. de 1408 encontramos formulado en los Cinque Sai ii alia mercanzia, Busta 2, la prohibición de exportar trigo fuera del «golfo».
MARES Y LITORALES
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Señoría las riquísimas importaciones y exportaciones a larga distancia. Venecia ha debido combatir contra estos corsarios una guerra esporádica pero constante; arrojado de un determinado espacio, vemos surgir al corso con obstinada regularidad en otro próximo. El siglo XV había sido testigo de los gloriosos años finales del corso catalán con base en Sicilia. Venecia, cuando la circunstancia lo exigía, sabía responder a este corso armando unos cuantos navios mercantes y dando caza, o al menos neutralizando, a su enemigo. Considerando retrospectivamente los resultados obtenidos, esta forma de corso por medio de grandes navios resulta más espectacular que peligrosa. " La piratería turca se hace más fuerte en el siglo XVI; l ü 0 se infiltra en el Adriático por los puertos de Albania, Stapola, Valona y Durazzo. Se agrava con la aparición de los berberiscos l01 y se hace más peligrosa con las amplias penetraciones de las flotas turcas, precedidas y escoltadas por naves piratas... Ei cuadro, sin embargo, no es tan negro como parece a primera vista. Se puede decir, en líneas generales, que hasta el último cuarto del siglo XVI, turcos y berberiscos hicieron muy pocas incursiones dentro del golfo propiamente dicho; lü2 el cambio ocurrirá a partir de 1580, pero no sólo en el Adriático, sino por todas partes. Una relación veneciana de 1583 describe este cambio: al cabo dé cierto tiempo, sobre todo cuando las costas de Apulia se erizaron de torres de vigía bien artilladas protegiendo a la vez al litoral y a los barcos que lograban ponerse al abrigo de sus cañones, los corsarios llevaron sus ataques más hacia el norte e invadieron el golfo. Sus incursiones son breves, pero frecuentes, lo que les permitía burlar la vigilancia de las galeras. l(B A tales desgracias viene a añadirse otra mucho más grave, que ya había comenzado a insinuarse antes de que el siglo llegase a su *' Numerosas referencias, entré ellas A. d. S. Venecia, Senato Terra 4, f. 123 v., f. 124, 27 de septiembre de 1459; Senato Mar 6, í. 89 v., 28 de septiembre de 1459. También sobre la piratería genovesa, Senato Mar 6, f. 196 v., 16 de junio de 1460. 100 Una de las primeras apariciones de los corsarios turcos, A. d. S. Venecia, Senato Mar 18, f. 119 v., 9 de septiembre de 1516; se trata del corsario Curthogoli con entre 12 y 15 velas a la entrada del golfo. "" 'En 153-3, a la altura de Valona, una falsa maniobra hace caer a'dos galeras venecianas en manos de 12 galeotas berberiscas, GIUSEPPE CAPPELLETI, Storia della Repubblica di Venezia del suo principio al suo fine, Venecia, t. VIH, 1852, p. 199. ">2 Y la situación empeoró a partir de 1570, Museo Correr, D. delle Rose, 481, 1 de octubre de 1570: los corsarios se llevaron entre aceite y vino un botín de 76 000 ducados. 103
V. LAMANSKY, op. fit..
pp. 600-1.
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primera mitad; 104 se trata de la incesante piratería de los uscoques de Segna y de Fiume. Estas ciudades, punto de cita de los aventureros eslavos y albaneses, están a un paso de Venecia y de su tupida red de tráfico comercial. Adversarios poco numerosos, a decir verdad: un millar de hombres, dice el provreditore Bembo en 1598; l 0 s de ellos, hay 400 a sueldo del emperador, y 600 sonó li rentnrieri che altro non fanno che corseggiare et del bottino virono. Un puñado de hombres, pero protegidos por el emperador y continuamente reforzados con proscritos de los Balcanes, per lo pin del paese del Turco. En todo caso, muy poco podían hacer los navios venecianos frente a sus minúsculas embarcaciones, movidas a gran velocidad con la ayuda de remos y tan ligeras que pueden navegar por los pasos menos profundos entre las islas, allí donde las galeras no pueden arriesgarse a seguirlos sin peligro de despanzurrarse la quilla: los ladrones tienen muy poco que temer de los policías que corren tras ellos. Resultaría más sencillo —dice un senador veneciano— cerrar a los pájaros la ruta del aire con las manos que la del mar, con-las galeras, a los uscoques. I06 Si una de éstas cae en una bien preparada emboscada (600 hombres) no tiene salvación: así ocurrió el 17 de mayo de 1587, junto a la desembocadura del Narenta (Neretva). I07 Y cuando un navio encalla, se apoderan de él. Envalentonados por sus éxitos, estos diaivli, estos ladrones, o como dicen los venecianos, estas persone... un ¿ti per rubbare, no respetan nada ni a nadie. Para ellos todo es una posible presa. Los turcos les amenazan con represalias en masa. Y Ragusa se armará contra ellos. Venecia se abandona a gestos de cólera, bloquea Fiume o Segna, quemando, en ocasiones, hasta las «ruedas de los molinos» y «colgando a los capitanes». Pero ninguna de estas acciones resulta decisiva. La metrópoli que incita a estos aventureros no es ni Segna ni Fiume (hubo un momento en que esta última ciudad trató de comercializar los productos de la piratería, pero no tuvo éxito en la empresa), sino Trieste, el gran centro donde todo se vende y se revende: los esclavos turcos que compra para sus galeras el gran duque de Toscana, o las finas vestiduras de oro y los camelotes robados a los venecianos. Trieste era un formidable enemigo, apoyado como estaba por los archiduques, los Habsburgo de Viena e, " ,4 Giacomo Tebaldi al duque de Ferrara, Venecia, 28 de marzo de 154}. A. d. S. Módena VeneziaXXIV, 2383/72: «QuellidiavoliScochihanopreso certinatilii ricbi et impicato tullí quelli t 'erario dentro, com'intesen cb'erano renetiani.» 105 Correr, D. delle Rose 21, f. 78. 106 Correr Cigogna, 1999 (sin fecha). •• • 107 A. d. S. Venecia, Papadopoli 12, f. 25.
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indirectamente, por los de España. Los mercaderes de Italia y de Venecia viajarán en vano a Carniola, Croacia y Estiria. El comercio del interior va cayendo progresivamente en manos de mercaderes ambulantes, campesinos y traficantes de telas y mercancías en directo contacto con el corso y el comercio exterior. Y Venecia ha de enfrentarse con todos estos enemigos, en su intento de mantener sus privilegios: tarea difícil que obliga a compromisos y está salpicada de sorpresas. Todas estas características y otras muchas, con las que sería fácil componer un libro sobre el Adriático, son testimonio y demostración de la unidad del golfo, unidad cultural y económica más que política, de sello predominantemente italiano. El golfo era, indudablemente, veneciano, pero más todavía en el siglo XVI, el ámbito de una italianidad triunfante en toda la ribera oriental del mar. La civilización de la península había tendido un tapiz demasiado tupido, demasiado brillante, para que pudiera pasar inadvertido. Lo que no significa, ni mucho menos, que Dalmacia sea «italiana», en el sentido en que lo sostenían los propagandistas de la expansión por la raza. La civilización no es, ni ha sido nunca, la raza. Toda la franja marítima de la Retroterra es hoy de población eslava. , 0 8 Con mucha mayor razón lo era en el siglo XVI, pese a determinadas apariencias. En la Ragusa de entonces, la italianidad resultaba cómoda: el italiano era la lengua comercial en todo el Mediterráneo levantino. Pero también algo de moda y de esnobismo: las familias prominentes enviaban a sus hijos a estudiar a Padua, y los secretarios de la República debían ser buenos italianistas y latinistas (los archivos de Ragusa están casi siempre escritos en italiano); las familias dominantes, dueñas de los negocios y de la política, se forjaban, sin andarse con grandes miramientos, blasones y genealogías italianos. Aunque descendieran, pese a su orgullo, de algún eslavo de la montaña, aunque los nombres italianizados delataran sus orígenes eslavos, aunque la montaña no cesara de enviar hombres a la costa, aunque el eslavo fuera la lengua corriente, la 108 El testimonio, entre otros cien, es de H. HOCHHOLZER, art. cit.. p. 150. N o deben aceptarse las exageraciones de los libros y alegatos de ATTILIO TAMARO, en VAdriático, golfo d'ltalia. 1915. Tomada esta precaución, se puede reconocer el valor y el talento de sus estudios, «Documenti inediti di storia triestina, 1298-1544», en Archeografo triestino. XLIV.,1931, o de su Storia di Trieste, 2 vol., Roma, 1924. Interesantes puntos de vista señalados por B o z z o BALBI, Visóla di Cherzo, prólogo de R. Almagiá, fase. 3, Studi geografici pubblicati dal Consiglio Nazionale delle Ricerche, 1934; las bases de ¡a italianidad en esa isla, bases sociales y económicas, fueron la gran propiedad y el armamento marítimo.
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lengua familiar de las mujeres del pueblo y también, a pesar de todo, la de la élite; en los documentos consultados en los registros de Ragusa se repite constantemente la orden formal de no hablar más que italiano en las asambleas de los rectores. Pero ya el simple hecho de que hiciese falta, para ello, una orden formal... Puestas las cosas en su punto mediante las anteriores aclaraciones, muy necesarias, no cabe duda de que el Adriático del siglo XVI se sentía atraído por la fina civilización de la cercana península y que giraba dentro de su órbita. Ragusa es una ciudad de arte italiano: Michelozzo trabajó en el palacio de los Rectores. Y, sin embargo, es, de todas las ciudades de la ultra sponda, la menos influida por Venecia, puesto que salvo breve intervalo, fue siempre independiente. En Zara, en Spalato, en la isla de Querso y en otras partes encontramos, si necesario fuere, en una abundantísima documentación, los nombres de maestros de escuela, de sacerdotes, notarios, hombres de negocios, y hasta de judíos llegados de la península, portadores y artífices de la civilización italiana que aquí florece. I09 Pero el Adriático no era exclusivamente italiano. Orientado no de norte a sur, sino, para ser exactos, de noroeste a suroeste, es la ruta de Levante, con un sistema de tráficos y relaciones muy antiguo; también, como luego veremos, estaba expuesto a las enfermedades y epidemias que venían del este. Su civilización era profundamente compleja: por su mediación se prolonga el Oriente y sobrevive Bizancio. Todo ello concurre para dar su originalidad propia a esta región fronteriza. Su catolicismo era una religión de combate frente a la ortodoxia que amenazaba desde lo alto de sus montañas y frente al inmenso peligro turco. Si Dalmacia, pese a tantos avatares, era fiel a Venecia, como lo señaló hace mucho tiempo Lamansky, es porque, por encima de la Señoría, su fidelidad miraba a Roma, a la Iglesia católica. Incluso ciudades como Ragusa son sorprendentes ejemplos de fervor católico, a pesar de encontrarse tan próximas a otros intereses, engarzadas a la vez en el mundo turco y ortodoxo, viviendo, en suma, en medio de pueblos cismáticos e infieles. Sus supuestos religiosos resultarían tan interesantes de investigar como sus estructuras económicas. El interés se mezcla —¿y por qué no?— con los aspectos más espirituales. Su fidelidad a Roma protege su frontera amenazada, como se 109 ANTONIO TEJA, «Trieste e l'Istria negli atti dei notai zaratini del 300», en Aun. del R. Ist. Tech. R/'smotido. 1935; SILVIO MlTlS, // gnverno delta rep. ven. nel/'isola de Cherso, 1-693, p. 27.
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vio en la terrible crisis del año 1571. Y cuando, en el siglo xvn, se produce el gran repliegue económico después de los esplendores de un Renacimiento que, como el de Venecia y el de Bolonia, se iluminaron tardíamente, Ragusa encuentra en la Iglesia magníficos canales que llevan por toda la Cristiandad, incluso hasta a la misma Francia, a los mercaderes y los banqueros convertidos desde hacía tiempo en príncipes y servidores de la Iglesia. Geografía, política, economía, civilización, religión, todo concurre, pues, a la formación de un mundo adriático homogéneo. Un mundo que desborda de los ámbitos del mar y que llega, a través del continente balcánico, hasta la frontera esencial entre la latinidad y el mundo griego. Del otro lado, por el oeste, traza de norte a sur, pasando por toda la península italiana, una línea sutil de tallado. Ordinariamente, sólo se advierte la marcadísima oposición entre la Italia del norte y la Italia peninsular, acentuada por las diferencias de clima y de color. Pero el contraste este-oeste, entre la Italia tirrénica y la Italia levantina, siendo menos ostensible, no es menos real, desde el punto de vista histórico y humano. En todo el pasado italiano ha jugado como un gozne secreto. Durante mucho tiempo, el Oriente predominó sobre el Occidente y lo desplazó de la península. En cambio, fue el oeste, Florencia y Roma, el que hizo surgir por sí mismo el Renacimiento. Sólo hacia las postrimerías del siglo XVI se transmitió el impulso a Ferrara, a Bolonia, a Parma y a Venecia. Y el mismo movimiento bascular ocurrió en el plano económico: cuando Venecia declina, Genova triunfa, y más tarde, Liorna se anuncia como la ciudad más progresiva de la península. Este, oeste: Adriático y Tirreno: ésos son los destinos de Italia, y también los de todo el Mediterráneo (más adelante volveremos sobre esto), que se ventilan así, alternativamente, en una parte y otra de la península, astil de una inmensa balanza. Al este y al oeste de Sicilia Los mares angostos son la parte animada del mar, el ámbito vivo de las embarcaciones. Desde el punto de vista económico y humano, son la parte esencial. Pero junto a ellos, las grandes extensiones del mar, por su misma vastedad, por su soledad, desempeñan también su cometido en la estructura y en la vida general del Mediterráneo. Este mar Interior, hoy día tan pequeño si lo medimos por la escala del universo y de nuestras velocidades habituales, contenía
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en el siglo XVI grandes regiones peligrosas, vedadas, territorios de nadie, separando mundos diferentes. El mar Jónico es la más vasta de estas regiones hostiles. Su extensión desértica prolonga sobre el mar el vacío terrestre de las tierras de Libia bañadas por él al sur, creando así una grande y doble zona inhumana, continental y líquida, que separa al Oriente del Occidente. u 0 Sin embargo, al otro lado de la «puerta de Sicilia» otro vasto espacio marítimo se extiende desde las riberas sicilianas o sardas hasta las Baleares, España y el Mogreb. Un mar (podríamos llamarlo mar de Cerdeña) que también es de difícil travesía, con sus costas inhóspitas para la navegación, y sus grandes y poderosos golpes de noroít y de levante. En el sentido de los paralelos, las dificultades de la travesía se empalman así las unas, a las otras, para mayor castigo de los navegantes. Es verdad que los navios vencieron pronto estos obstáculos y unieron al Poniente con el Levante, enlazando esos dos vastos Mediterráneos tan claramente dibujados por la Naturaleza. Vencieron los obstáculos, o mejor dicho, los sortearon. Por el norte, costeando de este a oeste, y en sentido inverso, siguiendo las costas balcánicas, y más adelante las costas napolitanas, para pasar en seguida por el estrecho de Mesina, preferentemente por la puerta de Sicilia, cuyo paso es extraordinariamente aleatorio. Esta gran línea de tráfico es una ruta cristiana. La ruta del Islam, menos cómoda y menos frecuentada, atraviesa en diagonal la puerta de Sicilia. Era el camino que solían seguir las armadas turcas, desde las costas de Albania hasta Valona, de Valona a las riberas de Ñapóles y de Sicilia, y, por último, de Sicilia a Bizerta y a veces hasta Argel. Pero nunca tuvo tanta animación comercial como la otra. Por el sur se esquivaba el obstáculo siguiendo las costas africanas, donde, a juzgar por la navegación cristiana —particularmente la de los Caballeros de San Esteban—, había un tráfico bastante vivo. ' " El problema era avistar desde lejos los barcos que venían de Egipto, por la ruta de Trípoli, de Djerba y algunas veces de Argel. A principios del siglo XVI, las galeras venecianas hacían aún la muda de las costas berberiscas y las alcanzaban también por la ruta 110
A. PHILIPPSON, «Das byzantinische Reich ais geographische Erscheinung», en Geogr. Zeitschr., 1934, pp. 441-5. 1,1 Instrucciones de Pandolfo Strozzi al general de las galeras enviadas en corso, Liorna, 1.° de abr. de 1575, A. d. S. Florencia, Mediceo, 2070, ff. 540 y v. La incursión debía hacerse por el itinerario siguiente: Mesina, cabo Passaro, cabo Misurata, pues cerca de ese cabo africano pasaban las naves que venían del Levante hacia Trípoli, Túnez, Bona y Argel.
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¿e las costas sicilianas. Al finalizar el siglo XVI, los ingleses y los holandeses costeaban a su vez el África del Norte, de Gibraltar a la puerta de Sicilia —por donde también atravesaban—, por las costas sicilianas, y se dirigían después a Grecia poniendo proa hacia Candía, el Archipiélago o Siria. Esto debíase casi siempre, sin duda, al deseo de evitar la dominación que los españoles ejercían sobre el estrecho de Mesina. Todos estos rodeos esquivaban el mar Jónico y el mar de Cerdeña. Constituían el gran lazo de unión entre el Mediterráneo del este y el del oeste, o, si se prefieren las fórmulas habituales —demasiado cargadas de sentido para ser precisas—, entre el Oriente y el Occidente, y esto les atribuye una importancia capital para la historia. Al lado de ellas hay que tener también en cuenta el tráfico terrestre a lo ancho de Italia. La península es, en rigor, un estrecho dique entre las dos mitades del mar. Ancona y Ferrara están vinculadas a Florencia, a Liorna y a Genova. Venecia irradia y exporta hacia Genova y el Tirreno. Al tráfico de Mesina y al de la puerta de Sicilia hay que añadir, pues, todo lo que transportan de una costa a otra de Italia las procesiones de caravanas muleras. Es probable que este tráfico adicional no sería muy importante a nuestros ojos, en cuanto al peso, el volumen y el valor, si dispusiéramos de estadísticas exactas; pero, sin embargo, decisivo con arreglo a la escala del siglo. Contribuye a crear la unidad del espacio mediterráneo, y la de este libro. ¿A qué unidad nos referimos? Conviene examinar esto un poco de cerca. . .• Dos universos marítimos Pretender que los obstáculos acumulados entre las dos cuencas del Mediterráneo las separan fuertemente a la una de la otra sería, evidentemente, un determinismo geográfico demasiado rotundo, pero no del todo inexacto. Es cierto que estas dificultades —tanto las de las rutas terrestres como las de las rutas marítimas— se han opuesto constantemente a las grandes migraciones humanas de una cuenca del mar a la otra. El general Brémond, en un libro que nos trae constantemente el recuerdo del estro de Émile-Félix Gautier, ha recordado que las invasiones árabes de los siglos Vil y XI no transformaron en lo más mínimo el África del Norte en el aspecto humano; que estos invasores fueron muy pocos, razón por la cual el África del Norte los asimiló. «Fagocitosis», diríamos. Es, si no estamos equivocados, la transposición de 1?. tesis de Hans Delbrück
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a propósito de las invasiones germánicas del siglo V. Poco importa. Lo que nos interesa, por ahora, es esta dificultad que la Naturaleza opone a los movimientos humanos de este a oeste, y viceversa, ya se hagan por tierra o por la vía del mar. Todo pasa aquí como a través de un filtro de finas mallas. Sin duda, en el siglo XVI nos encontramos con levantinos en las riberas occidentales, griegos en Liorna, chipriotas en las Baleares y en Cádiz, ragusinos en todos los puertos importantes, levantinos y asiáticos en Argel: los Barbarroja y los jenízaros argelinos procedían del Egeo y del Asia Menor. " 2 Y, a la inversa, hay no pocos rastros humanos de la colonización latina en el Oriente, y la legión de los renegados, más que los mercaderes, creó una nueva colonización del mundo turco. Pero estos injertos nunca llegaron a tener gran importancia numérica. A pesar de las relaciones provocadas por el tráfico y los intercambios culturales, las dos cuencas '.onservaron su autonomía, sus propios circuitos. Los auténticos entretejimientos de población se verifican en el interior de cada uno de ellos, desafiando aquí todas las barreras de raza, de civilización o de religión. En cambio, todo lazo humano tendido de un extremo al otro del Mediterráneo era una verdadera aventura, con frecuencia muy azarosa. ¿Ejemplos? Los fenicios se instalaron en Cartago, y desde aquí se expandieron con sus navios, victoriosos, por todas las largas rutas del Occidente mediterráneo. Por su parte, los griegos se establecieron en la Antigüedad en Marsella, desde donde se desparramaron. Y los bizantinos fueron un tiempo los dueños de Sicilia, de Italia, del norte de África y de la Bética. Y en los siglos vil, VIH y IX, los árabes se posesionaron del África del Norte, de España y de Sicilia. Pero estas grandes victorias, o no se proyectan en el tiempo o son seguidas de rupturas entre los grupos de avanzada y las metrópolis: ése fue el destino de Marsella, de Cartago y aun de la España musulmana, que en los siglos X y XI recibió del Oriente toda su savia cultural, sus poetas, sus médicos, sus profesores y sus 112 Sobre las emigraciones de una cuenca a la otra, conocemos el caso de dos griegos condenados en un auto de fe en Murcia, 14 de mayo de 1554 (A. H. N., L° 2796). Griegos que van a Madrid (Terranova a S. M., Palermo, 20 de diciembre de 1572, Sim. Eo. 1137). Sobre los griegos en Liorna en el siglo xvi hay numerosos documentos. Un griego de Cádiz cayó prisionero de los turcos en Argel en 1574, D. DE HAEDO, op. cit., p. 175 v. Un chrpiotra en Mallorca, 19 de feb. de 1589, RIBA Y GARCÍA, El Consejo Supremo de Aragón en el reinado de Felipe 11, 1914, p. 285. Griegos al servicio de la marina española, Tiépolo al dogo, 19 de agosto de 1560, Calendar of State Papers (Venetianl, Vil, 247.
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filósofos, sus magos y hasta las danzarinas egipcias, con sus faldas rojas. Después se vio separada de su base para adherirse al África beréber, viviendo desde entonces como una nación occidental. Los mogrebianos que iban al Oriente como peregrinos o en viaje de estudios se sorprendían de sentirse «casi en un mundo extranjero». «No hay Islam en el Oriente», se lamentaba uno de ellos. " 3 Esta historia recomienza al finalizar el siglo XVI, cuando el África de las Regencias turcas se sacude de hecho la tutela otomana. Y se realiza a la inversa en la cuenca oriental del mar, por la historia simétrica de las Cruzadas y de los Estados latinos. No es necesario insistir sobre este punto. La doble lección de los Imperios turco y español Todo mar tiende a vivir por sí mismo, a organizar sus circuitos de veleros y de barcos en un sistema autónomo: así ocurre en los dos vastos conjuntos marítimos, el occidental y el oriental. Se comunican y relacionan entre sí, pero tendiendo siempre a organizarse en circuitos cerrados; o, si se prefiere, a pesar de las mezclas, las alianzas y las interdependencias, viven sobre todo de sí mismos. En el siglo XVI, este hecho aparece subrayado por la política con una claridad quizá demasiado viva, pero, desde luego, útil. ¡Qué hermoso mapa geopolítico de la cuenca occidental entre mediados del siglo XV y mediados del XVI podría trazarse, señalando con flechas las direcciones antiguas y nuevas del imperialismo hispánico, las posiciones adquiridas y explotadas por él para apoderarse del mar occidental! Porque no cabe duda de que se apoderó de esta región: desde 1559, el mar occidental se convierte sin disputa en un mar hispánico, con el licénciamiento de la flota francesa y el relajamiento de los lazos políticos entre el Rey Cristianísimo y el sultán. El musulmán domina uno de los dos lados, y no el mejor por cierto: el del norte de África. Hacíase fuerte en él por sus corsarios, y su dominación, refrenada por la línea defensiva de los presidios españoles, estaba constantemente amenazada desde dentro y desde fuera. En 1535, Carlos V venció en Túnez; en 1541 llegó frente a Argel, pero sin mantenerse allí por mucho tiempo. ¿No había medio de conjurar esta constante amenaza? El Consejo de Guerra de Madrid guardaba siempre en sus gavetas algún proyecto preparado contra la ciudad de los reis, bastante avanzado y que el día menos pensado podía ponerse en vigor bruscamente. En la 113
J. SAUVAGET, ¡ntroduction a l'hist., de l'Orient musulmán, 1943, pp. 43-4.
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época de don Juan de Austria falló por una insignificancia, lo mismo que en 1601, con la brusca tentativa de Juan Andrea Doria. Simétricamente, el mar Jónico, el «mar de Creta», era el mar otomano. Dueños de las costas de la cuenca oriental después de la ocupación de Siria en 1516 y de Egipto en 1517, los turcos se vieron obligados a conquistar el mar y a crear una poderosa flota Tanto en un caso como en otro, cabe preguntarse si uno de estos grandes Mediterráneos provocó, propagó y creó de algún modo este doble imperialismo. Zinkeisen asegura que tal ocurrió en Turquía. ¿Acaso no ocurrió igualmente en España? " 4 Los dos Mediterráneos son, pues, en el siglo XVI, dos zonas políticas diferentes, de signo opuesto. No es de extrañar que, en estas condiciones, las grandes luchas marítimas de la época de Fernando el Católico, de Carlos V, de Solimán y de Felipe II se hayan localizado con tanta insistencia en la zona de confluencia de los dos mares aproximadamente, en su frontera: Trípoli (1511-1551), Djerba (1510, 1520, 1560), Túnez (1535, 1573, 1574), Bizerta (1573-1574), Malta (1565), Modon (1572), Lepanto (1571), Corón (1534), La Prevesa (1538)... La política no hace sino subrayar una realidad subyacente. Gobernados por dos amos enemigos, estos dos Mediterráneos son física, económica y culturalmente, distintos; cada uno es de por sí una zona de historia. Físicamente, el este tiene un clima más continental, de ritmos más bruscos, con sequías peores que las del oeste, con temperaturas de estío más elevadas, y, por consiguiente, con tierras más peladas si es posible, más despobladas, más salvajes —como habría dicho Teófilo Gautier—, y campiñas mas minerales que las del Occidente. En cambio, sus espacios marítimos son más humanizados. ¿Qué nos dirá el papel motor del mar Egeo en estas relaciones? Conviene insistir sobre las ventajas que el Oriente líquido ofrece a la navegación, puesto que el hecho no parece ser suficientemente conocido. Existe, sin embargo, a este respecto, un documento decisivo, que data de 1559- Un consejero deseoso de 1M El objeto que perseguía Fernando el Católico en 1509-1511, con las grandes expediciones de Pedro de Navarro, no era solamente cerrar los puertos de piratería del Mogreb y abrir las vías a una nueva guerra de Granada, en la cual el precio sería África (esto lo había previsto y soñado Isabel, y no su esposo). Era, sobre todo, crear una ruta marítima apoyada sobre la costa, entre el sur de España y Sicilia, tan rica en granos. Oran fue tomada en 1509, y ya en 1511 la armada española se había apoderado de Trípoli de Berbería. Esta rapidez revela el sentido de la misión. FERNAND BRAUDEL, «Les Espagnols et l'Afrique du Nord...» en Reme Africaine. 1928. LUCIEN ROMIER ha creído revelar una intención semejante en la campaña de Carlos V contra Provenza.
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que la Señoría de San Marcos armara en Chipre y en las demás islas venecianas cierto número de galeras, insistía en que, una vez armadas, no habría dificultad alguna para hacerlas pasar a Candía, lo cual podría llevarse a cabo mucho antes del día de San Gregorio (12 de marzo), fecha en que habitualmente salían las patrullas de Alejandría y de Rodas. Y añade el consejero: «li boni tempi usano in quelli partí piu a bona hora che in queste» (el buen tiempo comienza en aquellas partes mucho antes que en éstas). " 5 ¿Es ésta, acaso, la razón de la ventaja que parece llevar siempre la flota turca? La rapidez con que desencadenaba sus ataques se puede atribuir, sin duda, a las tempranas calmas del mar Egeo. Esto resultaba importante en una época en que el ritmo de las estaciones influía en el ritmo de la guerra. Más allá de la política Económica y culturalmente, las diferencias entre las dos zonas no hacen más que acusarse en el siglo XVI, al mismo tiempo que acaban de derribarse sus valores respectivos. Después del siglo XIII, el Oriente no deja de perder, una a una, las primacías de que antes había disfrutado, en tiempos de Roma y de Bizancio: los refinamientos de la civilización material y de la técnica, las grandes industrias, la banca, las fuentes del oro y de la plata. Su derrota culmina en el siglo XVI, conforme iba desarrollándose el drama económico sin precedente que, creando el Atlántico, suprimió el antiguo privilegio del Levante, antaño único depositario de las riquezas de las «Indias». Desde entonces, cada día fue en aumento la diferencia de nivel de vida entre el Occidente, revolucionado por los progresos de la técnica y la industria, y ese mundo rudo de vida barata, donde el dinero que llegaba del oeste se valorizaba automáticamente, adquiriendo un mayor poder adquisitivo. Pero esta diferencia de nivel recrea una cierta unidad económica de las dos cuencas, que la hace obligatoria, a pesar de todas las barreras, incluso las políticas, y por todos los medios, incluso los de la piratería (que a menudo expresaba la necesidad de restablecer un equilibrio económico trastornado). Es la diferencia de nivel de voltaje la que determina las corrientes eléctricas; y mientras mayor es el desnivel, más poderosa y más imperiosamente necesaria es la corriente. El- este siente una urgencia vital de asociarse " 5 V. LAMANSKY, Secrets d'État de Venise, San Petersburgo, 1884, pp. 563-4, relación veneciana de 1559.
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a la superioridad del Occidente, de participar de ella a toda costa: busca los metales preciosos de Occidente, es decir, el oro de América, y necesita absolutamente, en mayor o menor grado, acomodarse a los progresos de la técnica europea. Por su parte, la creciente industria occidental siente la necesidad de exportar sus sobrantes. Grandes problemas que más adelante estudiaremos. Todo se movía, pues, todo estaba gobernado, de cerca o de lejos, por estas profundas necesidades, por estas rupturas y estos restablecimientos del equilibrio, por estos cambios forzosos. " 6
II.
LAS FRANJAS CONTINENTALES
El Mediterráneo siempre ha parecido la tierra de promisión de los hombres de mar. Se ha dicho y repetido muchas veces. Claro está que no basta con que una costa sea irregular para que se halle poblada, y poblada precisamente de marinos. En realidad, el Mediterráneo carece de la profusión de razas marinas que tienen el mar del Norte o el Atlántico. No las produce más que en pequeño número y solamente en ciertas regiones. Los pueblos del mar Evidentemente, porque es incapaz de alimentar a más. El agua del Mediterráneo no es mucho más rica que su tierra. \x>% frutti di mare, tan ensalzados, son aquí de una abundancia bastante relativa; " 7 la pesca da un rendimiento mediocre, salvo en raros lugares, como las lagunas de Comacchio, las costas de Túnez o las de Andalucía (donde se pesca el atún). " 8 Le faltan al Mediterráneo, mar profundo, mar socavador, los bancos 'apenas sumergidos, las plataformas litorales en las que, hasta una profundidad de 200 metros, 116
Sobre el gran contraste entre Oriente y Occidente en la Antigüedad romana —que confirma mi afirmación—, v. G. I. BRATIANU, Eludes byzantines. 1939, pp. 59-60, 82-3. JACQL'ES PlRENNE, Les grands amrants de l'histoire iinherselle. 1944, I, p. 313. PIERRE WALTZ, La Qitestion d'Orient. dans l'Antiquité, 1943, p. 282. 117 R. PEAL/,, art. cit.. p. 130, n. 1, indica que en 1928 había en las costas de Genova 10 280 qq. de pescado, en tanto que las necesidades de la ciudad eran de 20 000 qq. El pescador italiano gana cuatro veces menos que el pescador francés y ocho veces menos que el pescador inglés; sin embargo, en Inglaterra y en Francia el pescado no es más caro que en Italia. " s Sobre la pesca de atún, Felipe II al duque de Alba, 4 de mayo de 1580 (C0D01N. XXXIV, p. 455), 19 de mayo de 1580 tibid.. p. 430), 18 de abril (ibid.. XXXII, p. 108), A. DE MORALES, Las antigüedades de las eii/dades de España. Madrid, 1792, f. 41 v., dice que en 1584 la pesca del atún en Andalucía proporcionaba a los duques de Medina Sidonia y de Arcos 70 000 ducados. Detalle pintoresco: en el
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pulula la fauna submarina. Casi en todas partes, un estrecho talud de rocas o de arena conduce del litoral hacia las fosas de alta mar. Según los oceanógrafos, el agua del Mediterráneo, geológicamente demasiado antigua, está biológicamente agotada. " 9 No existe, en estas aguas, la pesca en grande, la pesca de barcas migratorias, más que para el coral, que no es una pesca alimenticia. Para practicar esta pesca (lo mismo que para la del atún), los hombres se pegan a la costa... En nada se parece este sistema, por tanto, a los grandes desplazamientos de los marineros del norte hacia Terranova o Islandia, sin hablar de los bancos de arenques del mar del Norte. En febrero de 1605, y ante la carestía de pescado, la Señoría de Genova trató de limitar su consumición durante la época de Cuaresma. 12° La escasez de provisiones explica la escasez de pescadores, y por consiguiente, la de marinos. Hecho este cargado de grandes consecuencias, que siempre ha frenado insidiosamente las grandes empresas marítimas de las potencias mediterráneas. Entre los sueños de los políticos y las realidades se ha interpuesto constantemente este obstáculo: la escasez de hombres capaces de construir, de equipar y de manejar las flotas. Recordemos la difícil expansión de Liorna: fue necesario el trabajo de toda una vida, la de Cosme de Médicis, para dotar a la nueva ciudad de los marinos de que había menester, y hubo de buscarlos por todo el Mediterráneo. También hubo de concurrir todo un cúmulo de circunstancias para que los turcos pudieran construir la suya y para que se desarrollara el centro de la piratería argelina. Para todas las flotas que han luchado en el Mediterráneo, armar galeras ha sido siempre, ante todo, un problema de hombres. A no haber sido por los esclavos, los cautivos y los condenados a quienes se sacaba de las prisiones para encadenarlos a los remos, ¿dónde podían encontrarse los hombres necesarios para bogar? Desde principios del siglo XVI, los documentos repiten la queja de que escasean los remeros voluntarios, los buonavoglia. Los tiempos no son tan malos como para que los hombres se vendan a sí mismos, como sucedía antaño, arguye en 1541 el almirante veneciano Cristóforo da Canal. 121 Incluso V e momento de la pesca, «tócase a tambores y házese gente para yr a su tiempo a esta Pesquería con el atruendo y ruydo que se apareja una guerra». Pesca en Conil, de mayo a junio, el mar rojo de sangre, PEDRO DE MEDINA, Libro de grandezas y cosas memorables de España, ed. aumentada por D. PÉREZ DE MESSA, 1595, p. 108. "*
E. LE DANOIS, op. cit., pp. 197-8.
120
DANILO PRESOTTO, op. cit,,
121
ALBERTO TENENTI, Cristóforo da Canal, 1962, p. 82.
p.
364.
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necia tuvo que instituir un sistema de milicias, un verdadero servicio obligatorio para sus galeras de Candía y a partir de 1542-1545 a usar condannati en sus propias galeras. La crisis de hombres para las tripulaciones era también aguda. Los documentos publicados por Lamansky hacen hincapié, sobre todo, en la impericia y en la mala organización de Venecia: si se hace tal o cual cosa, si se toman tales o cuales medidas, y especialmente si se paga mejor, dicen casi todos los informes venecianos, los marinos de las posesiones venecianas no irán a servir en los barcos mercantes extranjeros, en las armadas turcas y hasta en las «ponentinas». Puede ser. Pero lo indudable es que no había suficientes hombres para equipar todos los barcos del Mediterráneo; y aunque, naturalmente, la gente sirviera a quien mejor ie pagase y ie ofreciese una vida más fácil, no había en el siglo XVI ningún país que pudiera jactarse de disponer de todos los hombres necesarios para sus barcos. Por eso desde fines de siglo los Estados y las ciudades del Mediterráneo enganchan o tratan de enganchar marinos del norte. Sabemos que en 1561 llegó a trabajar en una galera al servicio de España un escocés católico. , 2 2 Un documento posterior a la Armada Invencible revela que Felipe II y sus consejeros se preocuparon de reclutar marinos en la misma Inglaterra. 12-' En Liorna, un rasgo distintivo de la política de Fernando de Médicis era la preocupación por conseguir marinos no sólo en el Mediterráneo, sino también en la Europa nórdica. 124 Y el centro argelino siguió la misma regla de conducta desde finales del siglo XVI, aplicándola en gran escala en el curso del XVII. 12S El norte, mejor provisto en este aspecto que el Mediterráneo, suministró a éste, además de hombres, técnicas nuevas. Por ejemplo, el «coque», la Kogge, gran barco de transporte sólidamente construido, dotado en su origen de un solo mástil y de una gran vela cuadrada, capaz de afrontar los temporales de invierno; a partir del siglo XVI, este tipo de embarcación desplazó en el Mediterráneo al viejo barco redondo de dos mástiles y velamen latino. Los piratas vascos de Bayona fueron los primeros que demostraron en el Mediterráneo las magníficas cualidades de esta embarcación de 122 Carta patente de Felipe II, 1.° de oct. de 1561 en favor del escocés Chasteniers, que había armado una galera contra ios infieles, B. N. París, Fr. 16 103 ff69 y 69 v. 123 A. d. S. Florencia, Mediceo (referencia incompleta). 124 G. VIVOLI, Annali di Lhorno, IV, pp. 10-1. 125 Ibid., IV, pp. 10-1.
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origen nórdico. En los siglos XV y XVI, \aKogge se convierte en el barco redondo típico, tanto en el Báltico como en el Mediterráneo. Por el contrario, el viaje del Fierre de la Rochelle a Danzig unos ciento cincuenta años después, da a conocer a los vecinos de este puerto, maravillados, un nuevo tipo de barco, la carraca, indiscutiblemente originaria del Mediodía, derivada del coque; pero de un coque dotado de mástiles y de velamen múltiples —lo cual es una tradición mediterránea—, con velas cuadradas y latinas; pero de un Mediodía oceánico, puesto que, al parecer, sus inventores fueron los vizcaínos, antes de que, hacia 1485, se convirtiera en el navio mercante usual del océano y del Mediterráneo. I27 Es, pues, el océano el que se encarga de introducir las innovaciones necesarias de las nuevas revoluciones marítimas, aunque empleando para ello una herencia a todas luces mediterránea. Un defensor un tanto parcial de la superioridad nórdica ha llegado hasta pretender que el Mediterráneo, el mar Interior, nunca fue capaz de desarrollar otros tipos de barcos que los dotados de importancia puramente local. ,2S La verdad es que fueron los hombres del Mediterráneo quienes primero establecieron la navegación directa y regular entre el mar Interior y el Atlántico. En el siglo XIV dominaban ese tráfico; mas, posteriormente, se vieron suplantados. Al principio, en la etapa del Atlántico, recuérdese el importante papel que desde el siglo XV, y aun antes, desempeñaron los vizcaínos con sus balaneros, los bretones y los burques flamencos, que desde 1530 se adueñaron del tráfico entre España y los Países Bajos. Más tarde perdieron el trayecto entero; entre finales del siglo XV y 1535, los ingleses hicieron una aparición en gran escala en el Mediterráneo, y tras una interrupción, surcaron de nuevo esa ruta hacia 1572, adelantándose en quince años a los convoyes de navios holandeses. Finalmente, los hombres del Mediterráneo fueron desalojados por los marinos del norte y del Atlántico de la parte que a fines del siglo XVI les correspondía en la dominación del mundo. Deficiencias de los sectores marítimos Si los marinos son tan poco numerosos en el Mediterráneo, ello se debe a que los sectores del litoral, que siempre han servido de 126 127 ,2S
F. C. LAÑE, Venetian ships and shipbuilders of tbe Renaissance, 1934, ^p. 37-8. ibid.. p. 42. B. HAGEDORN, Die Entwkklung der wicbtigsten Schiffstypen, Berlín, 1914,
PP- 1-3 y 36; referencias en F. C. LAÑE, op. cit.. p. 41.
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base de vida a sus generaciones —dando la ilusión, por su actividad, de un mar donde pululan multitudes de navegantes—, también son ellos poco numerosos: la costa dálmata; las islas y las costas griegas; el litoral sirio (tan despoblado, en el siglo xvi, que podemos prescindir de él; en la correspondencia de los bailes venecianos de Constantinopla referente al período de 1550 a 1560 se menciona solamente un navio de Beirut); las costas de Sicilia (las occidentales, sobre todo); algunos puntos del litoral napolitano; las costas del cabo Corso; finalmente, la costa casi continua del país genovés, de Provenza, Cataluña, Valencia y Andalucía. En total, una pequeña parte de las orillas del mar Interior. Y aún más: ¿cuántos de estos sectores están poblados y llenos de campanarios, como la ribera genovesa? 129 La actividad de un extenso litoral se resume, con frecuencia, en unos cuantos puertos minúsculos pero activos, situados a bastante distancia entre sí. Lejos de Ragusa, la isla de Mezzo, 13° angosta y sin defensas, provee a aquel puerto de la mayor parte de los capitanes de sus grandes barcos mercantes. Perasto cuenta, a finales de siglo, l31 con 4 000 hombres da fatti (es decir, en estado de llevar armas) y 50 navios entre grandes y pequeños. Los perastanios están exentos de cualquier tipo de impuesto a cambio de asegurar la policía del extenso golfo de Cattaro, del que ellos guardan la entrada en beneficio de Venecia; gracias a ellos el colfo está sicurissimo de mala gente. Nos podemos imaginar, en el reino de Ñapóles, la vida activa y discreta de una serie de puertos pequeños como lo son Salerno , 3 2 o Amalfi, '-" cuyos nombres son famosos, o en la costa calabresa, S. Maffeo del Cuento, 134 Amantea, l35 Viestris 136 y Peschici. I37 Este último, centro activo de construcción de barcos, según los documentos napolitanos de la Sommaria, nunca se encon129
Instrnctiotis Nautiques, n.° 368, pp. 66-70. ANDREA NAVAGERO, // riaggio fatto in Spagna. 1563, p. 2 (1525); pésimos caminos de Genova a Rapallo, pero el país está muy poblado. 1 iu V. LisiCAR, Lopud. Eitie hhtorische tind zeitgenossiscbe Darstelhing. 1932; Lopud es la isla de Mezzo. '•" Museo Correr, D. delle Rose, 21, f. 17 (1584), f. 19 (1586), f. 70 v., (1594). 132 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Partium, volumen 559, f. 158, 9 de octubre de 1567, a título de ejemplo. 133 lbid., 532, 5 de noviembre de 1551. " 4 lbid.. 560, f. 209, 10 de junio de 1568. 135 lbid.. 543, f. 128, 10 de enero de 1568. ,3h lbid.. 575, f. 40, 17 de julio de 1567. 137 lbid.. <>11, ff. 37-9,'10 de octubre de 1568; ff. 89-93, 21 de enero de 1569.
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traba ocioso, tanto más que cuenta con la clientela de los constructores navales ragusinos. Desde sus orillas se botan grandes naves: en julio de 1572, una de 6 000 salme, es decir, 750 toneladas. 137b,5 Pobladas o no, estas provincias marítimas están situadas en su mayor parte al norte, á lo largo de las penínsulas del Mediterráneo, y en general cerca de montañas boscosas. Por su aridez, las monta- . ñas meridionales siempre han sido pobres en bosques, y, como consecuencia, en construcciones navales. Sin los montes que se encuentran excepcionalmente cerca de Bugía, no hubiera podido surgir una marina bugiota en los siglos XII y XIV, marina que encontró todavía activa Ibn Khaldum. ¿Acaso no fue la disminución de las reservas forestales del Líbano lo que constriñó la vida marítima de la costa siria? En Argel, no solamente había que hacer venir del extranjero los marinos, sino también la madera de construcción para los barcos, a pesar de la utilización de los bosques situados detrás de Cherchell; los remos se importaban de Marsella. Podemos decir de dónde procedía la madera de construcción en cada uno de los mundos marítimos prósperos (ya a la vista de documentos como la contabilidad de los arsenales —cuando se conservan—, como en el caso de Liorna y de Venecia; ya por la tradición o por ciertos rasgos del arte náutico). Ragusa, especializada como Portugal en la construcción de barcos de carga, encuentra su madera de los robledales del Monte Gargano (también se le llamaba Sant'Angelo). Como lo hace notar un tratado de 1607, 1,t! a ello debían la superioridad sobre los portugueses, que si hubieran poseído a su vez un monte Sant'Angelo, habrían construido los más bellos galeones del mundo. Los caramuzales turcos se fabricaban con gruesos tablones de plátano, excelente madera que se conserva muy bien en el agua. '-'9 Para estar bien construidas y para que duren bastante, las galeras deben emplear distintas maderas, según la pieza a la que se destinen: encino, alerce, pino, olmo, abeto, haya, nogal, etcétera. I4 ° Los mejores remos se hacían con la madera que venía de Narbona por el Aude y su canal. m Podrían multiplicarse los detalles; podríamos, por ejemplo, copiar aquel diario de ruta de un ragusino que viajó por la Italia del sur en busca de madera para la reconstrucción de una nave, de abril a '"bis 138
Ibid.. 596, ff. 193-6, julio de 1572. BARTOLOMEO CRESCENTIO ROMANO, Della náutica mediterránea.... 1607,
P- 4. 139 140 141
lbid.. p. 4. lbid., p. 7. FOÜRQUEVAI'X, Dépiches. I, p. 12, madera de los bosques de Quillan.
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agosto de 1601; l42 o los documentos relativos a las talas que se autorizaron y luego se revocaron a los españoles en los bosques de Toscana, l43 o a las compras que realizaba Genova también en Toscana, 144 o Barcelona en Ñapóles, l4S aunque Barcelona se proveía ante todo de los robles y pinos del Pirineo catalán, reputados de excelente calidad para la fabricación de galeras. 146 O buscar contratos como el que firma, con la Sommaria, Pier Loise Summonte,/or».''tore delle galere regie (que se construían en Ñapóles), contrato por el que se compromete a conducir de Calabria a Ñapóles la madera que hará cortar en los bosques de Nerticaro, Ursomarso, Altomonte, Sandonato, Policastrello... 147 Es evidente que lo importante es el conjunto, no la excepción. Esa terrible sed de madera que se adivina al leer los documentos de Venecia o los de España, esa desforestación general en el Occidente y en el centro del Mediterráneo que se acusa sobre todo en Sicilia y en Ñapóles (precisamente donde convergieron los grandes esfuerzos de los constructores de la flota de Felipe II). Faltaba, sobre todo, el encino indispensable para construir toda la quilla de las naves. Desde finales del siglo XV, esta madera empezó a escasear extraordinariamente en los territorios de Venecia, que tomó una serie de medidas draconianas para asegurar la desforestación y preservar lo poco que aún quedaba de los bosques. I4íi El problema fue haciéndose cada día más grave y angustioso para la Señoría durante el siglo siguiente. Italia tenía aún importantes reservas; pero durante todo el siglo XVI se hicieron allí grandes talas. Aunque la desforestación hizo rápidos progresos, el monte Sant'Angelo era considerado, por ejemplo, como una preciosa excepción. Los turcos estaban en mejores condiciones: disponían de los vastos e inagotables bosques del mar Negro y, en Mármara, los del golfo de Nicomedia (Ismit), 149 casi enfrente del arsenal de Constantinopla. Después de Lepanto, Venecia hizo toda clase de gestiones cerca de la Liga a fin de que diera muerte, pura y simplemente y a pesar del 142 Archivo de Ragusa, Diversa de Foris X, fí. 81 v. s.: Contó di spese di me Biasio Vodopia... 145 A. d. S. Florencia, Mediceo, 4897 bis, fí. 6 y 6 v., 15 de enero de 1566. 144 Ibid.. 2840, f. 3, 23 de jul. 1560. 145 Simancas, Eo. 1056, f. 185, 22 de ago. de 1568. I4h Geo&rapbia General de Catalunya, p. 336. 147 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Partium, 562, f. 83, 10 de septiembre de 1567. 148
149
F. C. LAÑE, op. cit., pp. 219
ss.
ROBERT MANTRAN, Utanbul dans la seconde moitié du xvw si'ecle, 1962, p. 445, n. 2, y passim.
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cuantioso valor que representaban, a todos los prisioneros turcos que sabían algo del oficio del mar: capitanes de galeras, corsarios, «oficiales» y gente de tripulación. Venecia temía que los turcos, por no carecer de madera ni de dinero, pudieran reconstruir fácilmente su flota. Si podía rihaver li homini, la flota turca volvería pronto a dar guerra; l5 °. el único elemento insustituible era el hombre. Los marinos mediterráneos habían adquirido gradualmente el hábito de ir a buscar lejos lo que no podían encontrar en sus propios bosques. En el siglo XVI, la madera nórdica llegaba a Sevilla por barcos enteros, en troncos o aserrada. Para la construcción de la Armada Invencible, Felipe II trató de comprar, y desde luego hizo marcar en Polonia, los árboles destinados a cortarse y transportarse. Con el fin de destinar al arsenal todas las reservas de su territorio, Venecia acabó por resignarse a derogar los reglamentos que prohibían formalmente a todos sus subditos la compra en el extranjero no sólo de madera, sino de quillas de naves que se acababan de habilitar en la propia Venecia, y aun los barcos enteramente terminados. Así, entre 1590 y 1616, le llegaron 11 barcos de Holanda; 7, de Patmos; 4, del mar Negro; 1, de Constantinopla; 1, del País Vasco, y 1, del estrecho de Gibraltar. ,51 No hay duda de que esta carencia de madera nos brinda una de las grandes explicaciones de la evolución de las técnicas y de las economías marítimas en el Mediterráneo. , 5 2 No es ajena a la reducción de los tonelajes, al aumento de los costes de producción y al éxito de los competidores del norte. Pero también otros factores han tenido su parte, entre ellos el movimiento de los precios y el alto coste de la mano de obra, pues no todo podía depender de la materia prima. ' » En todo caso, si al principio la vida marítima se organizó siempre en las proximidades de las montañas litorales no fue así sola150 V. LAMANSKY, pp. 83-9. Sim. Eo. 1329, Venecia, 25 de nov. de 1571. Parece que los esfuerzos de Venecia no tuvieron éxito. Aunque hubiera adoptado tal política, se puede dudar de su eficacia: una carta del embajador francés en Constantinopla, del 8 de mayo de 1572, anunciaba que en cinco meses los turcos ya tenían 150 barcos con artillería y tripulación (E. CHARRIÉRE, op. cit., III, p. 269). 151
152
F. C. LAÑE, op. cit.,
p.
232.
C. TRASSELLI, «Sul naviglio nórdico in Sicilia nel secólo xvil», art. inéd. aparecerá en el homenaje a Vicens Vives (en curso de publicación). ' " Un estudio sobre el precio de coste de los barcos resultaría difícil, pero, en todo caso, posible. Sobre el precio de la madera del norte, datos preciosos en: Dispacci scritti al Sena/o da! Secretario Marco Ottobon da Danzica da/li 15 novembre 1590 sino 7 setiembre 1591, copia A. d. S. Venecia, Secreta Archivi Propri, Polonia 2.
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mente debido a sus bosques, sino también gracias a que éstos presentan en la orilla norte del Mediterráneo una barrera natural que ofrece numerosos abrigos 154 contra el implacable viento del norte, ese gran enemigo de la navegación mediterránea. «Hazte a la vela con el viento joven del sur o con el viento viejo del norte», dice un proverbio del Egeo. , 5 5 Por otra parte, estas montañas dirigen su emigración, naturalmente, hacia el mar, hacia la tentadora llanura de agua que a menudo es el mejor camino y a veces el único, de un punto a otro de la costa. 1S6 Se establece, pues, una asociación entre la vida marítima, por una parte, y la economía montañesa, por la otra. Ambas se influyen y se complementan. 1S7 De ahí la asombrosa asociación de la labranza, los huertos y la pesca, es decir, de la vida agrícola y marinera. En la isla dálmata de Nijet, cuenta un viajero que todavía hoy el trabajo de los hombres se divide entre la tierra y la pesca. Y lo mismo ocurre en las otras islas dálmatas. 1S!i Idéntica situación encontramos en Panteíaria, donde a la pesca, los viñedos y las granjas se añade la crianza de una excelente raza de mulos... Sabia fórmula de vida, acorde con las viejas tradiciones marítimas del Mediterráneo, que combinan los escasos recursos de la tierra con los escasos recursos del mar. Todavía hoy, cuando este nexo se rompe, es a costa de provocar un verdadero drama social: los pescadores griegos de la región de Pelion, «cada vez más exclusivamente vinculados al mar, deben renunciar a su huerto y a su choza y transportar a su familia a los barrios del puerto». Pero, al salir del ambiente de su antigua vida equilibrada, van a engrosar las filas de los pescadores furtivos que sólo pescan con dinamita, a pesar de las
154 bistnic. Nulifiques. n.° 368, p. 7. El tiempo muy malo es raro en la costa entre Niza y Genova. En el puerto de Rosas, protegido contra todos los vientos, salvo los del sur, que son muy esporádicos, lnstrnc... n.° 345, p. 135. La calma constante del puerto de Antibes: Instruí.... n.° 360, p. 175. Fuerza del mistral, en la propia Valencia (en el golfo de Valencia, se entiende). N o es peligroso para un navio cerca de tierra, pero en alta mar le obliga con frecuencia a buscar refugio en las islas Baleares: Instruí.. n.° 345, p. 12. 155 WF.RNFR HELWIG, Braconniers de ¡a mer en Grece. trad. franc, 1942, p. 199. 15,1 Aún en la actualidad, ciertos puntos de la costa ligur no se alcanzan fácilmente sino por mar, R. LÓPEZ, «Aux origines du capitalisme génois», en An.. d'hist. écon.. et .un:. IX, 1937, p. 434, n. 2. El ferrocarril y la carretera corren hoy día, también, a lo largo de la «costa brava» de Cataluña. 157 V. el divertido pasaje de PAULMORAND: Lewis etlrene. 1931, p. 17,apropósito de Sicilia. 158
E. FECHNER, en BENNDORF, Das Mittelsmeerbuch. p. 99.
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1S9
prohibiciones gubernamentales, y es que el mar no es, por sí sólo, lo bastante rico para alimentar a sus hombres. Tampoco la tierra, en aquellas pobres montañas, y ésta es precisamente la razón del importante papel que han desempeñado las viejas aldeas rurales en la evolución económica de las costas vecinas. Dominando las aguas catalanas hay viejas aldeas cuyas blancas casas se columbran de lejos entre los árboles; estos aldeanos son los que han abancalado las faldas del gran macizo, perpetuando sus obras maestras de horticultura. A cada una de estas aldeas de arriba corresponde abajo un pueblo de pescadores, a veces pequeñísimo, casi construido sobre las aguas: Arenys de Mar, al pie de Arenys de Munt; Caldetas, al pie de Lievaneres; Cabrera, al pie de Cabries. 160 Lo mismo ocurre en la ribera genovesa, donde las viejas aldeas de lo alto tienen sus abras de pesca, sus sca/a, a la orilla del mar; ' 6 I cientos de ejemplos de esta misma asociación con un. continuo ir y venir de borriquillos de uno a otro nivel se encuentran en Italia y en otras partes. Y es que la aldea marítima, de fecha más reciente, es una creación del pueblo rural, al que permanece íntimamente asociada. Este hecho tiene su explicación y su razón de ser en la economía de los macizos costeños, a cuya azarosa existencia muchas veces no proporciona abundancia ni siquiera la asociación de los dos poblados; en Rosas o en San Felíude Guíxols, en Cataluña, a orillas de un mar bastante rico en pesca, no hace todavía mucho tiempo (1938) era característico que los víveres se pudiesen comprar en el mercado en cantidades muy reducidas: un puñado de legumbres, un cuarto de pollo... Por muy sonriente que sea allí la naturaleza, abundan demasiado los catalanes afanados en la búsqueda del pan cotidiano. I62 Es esto lo que los empuja al mar, como a los vecinos de Cassis, marinos y piratas eventuales que en 1543 culpaban a la pobreza que les obligaba «a traficar con el mar y dedicarse a la pesca, no sin gran riesgo y peligro para ellos». I6Í 159
160
WERNER HELWIG, op. cit.. passim.
PlERRE VlLAR, Op. cit., I, p. 249. "•' Entre los períodos de las poblaciones, el vaivén de los años: P. VIDAL DE LA BI.ACIIE, Principes ele Gínxyapbie hnmaim\ 1948, p. 86. '"- La observación sería igualmente justa con respecto a «esta famélica costa ligur», de que habla MlCHELET. "'•' A. C. de Cassis, B. B. 36. Bienes comunales, 24-25 de sept. de 13 43. De la investigación resulta que «los viñedos son numerosos, pero de poco rendimiento; los olivos dejan de producir hasta durante cinco años, a causa de la sequía; las tierras son, en general, imposibles de trabajar...». De JULES SlON, esta excelente observación; «Provenza ha corrido el peligro de ser una de las regiones mediterráneas donde lo exiguo de las buenas tierras y las articulaciones litorales inducen a los ribereños a vivir en Berbería», l:¡\init Méi/it.. 1934. p. 110.
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Así han brotado, de la miseria de un hinterland pelado y casi siempre montañoso, miles de aldeas de la costa mediterránea. Las metrópolis Pero las poblaciones marítimas, células básicas, no bastan por sí solas para crear una región viva del mar. Les falta el apoyo insustituible de una gran ciudad que las provea de mástiles, de brea, de telas para las velas, de aparejos, cordelería y de capital; una ciudad con sus establecimientos de mercaderes, sus fletadores, sus aseguradores y todas las múltiples formas que ofrece un medio urbano. Por ejemplo, sin Barcelona, es decir, sin el concurso de sus artesanos, de sus mercaderes judíos, de sus soldados aventureros y de los mil recursos del barrio de Santa María del Mar, se comprendería mal el auge marítimo de la costa catalana. Esta gigantesca empresa ha exigido la intervención, el insustituible codo a codo, el imperialismo de la gran ciudad. La costa catalana despertó a una vida marítima históricamente visible en el siglo XI. Pero su expansión no comenzó hasta dos siglos más tarde con el desarrollo mismo de Barcelona. Desde entonces, y a lo largo de tres siglos, el cortejo de naves que salían de los pequeños puertos de la costa catalana no cesó de animar con su ajetreo la playa barcelonesa, adonde venían a atracar además los veleros de las Baleares, los barcos de Valencia (siempre un poco rivales), los balleneros vizcaínos y los navios de Marsella y de Italia, clientes permanentes. Bien; pero cuando Barcelona perdió su independencia, cuando sucumbió después de larga lucha contra Juan -de Aragón, cuando perdió sus libertades y cuando veinte años después, en 1492, perdió su judería —acontecimiento no menos grave—; en fin, cuando sus capitalistas fueron renunciando poco a poco a los negocios arriesgados para anteponer a ellos las rentas regulares de la 7aula de Cambi, ,64 o sea la compra de tierras cercanas a la ciudad; cuando ocurrió todo esto, vino, al mismo tiempo, la decadencia de la gran ciudad mercantil y de la costa catalana unida a su vida. Hasta tal punto, que el comercio catalán desapareció prácticamente del ámbito mediterráneo, y el litoral del condado, indefenso, fue devastado, por los corsarios franceses primero —durante las guerras entre los Valois y los Habsburgos— y más tarde por los corsarios argelinos, no menos 164 A. P. USUER, «Deposit Banking in Barcelona, 1300-1700», e n / , of Eion. and Business. IV, 1931, p. 122.
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peligrosos, y que llegaron a establecerse casi de un modo permanente en las soledades del delta del Ebro. Marsella, Genova o Ragusa jugaron un papel idéntico al de Barcelona con respecto a los pequeños puertos vecinos. Y se da el caso a veces de que la metrópoli no está propiamente en la costa que de ella depende; l65 tal es el caso de Venecia con relación a la costa de Istria, al litoral dálmata y a las distantes islas griegas; y tal fue también, hasta cierto punto, el caso de Marsella, en la medida en que ésta atrae hacia sí, además del mundo agitado de las costas provenzales, que está enteramente a su servicio, una gran parte de los marinos aventureros del cabo Corso. O el caso de Genova, utilizando los transportes ragusinos... La fuerza de estos centros de atracción, a veces efímeros, es tanto más comprensible cuanto que los pueblos marineros, lo mismo en el Mediterráneo que en otras partes, son esencialmente vagabundos, propicios a las emigraciones y a las mudanzas. Y esto es así en todo tiempo y lugar. En 1461, el Senado veneciano se inquieta por la escasez de marineros y grumetes y pide información: «los marinos se van a Pisa... donde se les paga bien... con lo que nosotros perdemos y otros salen ganando». Buena parte de estos marineros escapan porque tienen deudas o han sido condenados a pagar fuertes multas por los Cinque Sarii o el Signar de nocte, es decir, la Policía nocturna de Venecia. ,fl6 Como consecuencia de una disputa legal en 1526, han llegado hasta nosotros la contabilidad de la nave Santa María de Begoña, que había navegado por el Atlántico, permanecido en Cádiz por algún tiempo y tocado en Lisboa y en la isla de Sao Tomé antes de alcanzar la isla de Santo Domingo, con un cargamento de esclavos negros. I67 Esto nos aleja de las aguas del mar Interior, pero entre los marineros y grumetes a bordo encontramos griegos, gentes de Lípari, de Sicilia, de Mallorca, de Genova, de Savona, un tolonés... ¡qué reunión de aventureros! En 1532 se oyen quejas parecidas en La Haya: los marineros, «prestos siempre a cambiar de sitio», abandonan Holanda y la región de Zelanda para marcharse a Lübeck. 168 En 1604, un 165
Lo mismo cuando se procura medir la importancia de la población marítima de una isla como Córcega, lo que hace JEAN BRUNHES, op. cit.. p. 69, me parece Peligroso no tener en cuenta a los marinos que están fuera de la isla. Todavía ahora, Marsella cuenta con numerosos marinos corsos. 166 A. d. S. Venecia, Senato Mar, 7, f. 2 v. 67 Archivo General de Indias, Sevilla, Justicia, legajo n. 7 . El proceso es de O30. Debo este hermoso documento a la gentileza de mi colega Enrique Otte. El lugar de origen de los marineros se deducía de sus apellidos. 168 R. HÁPKE, Niederliindische Akten inid Urkinidtii. 1913, I, p. 35.
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grupo de marineros venecianos, «no pudiendo continuar en los navios de la Señoría a causa de sus bajos salarios», escapaban a Florencia, y, sin duda, también a Liorna. 169 Hechos cotidianos de menor importancia, pero que, en determinadas circunstancias, se multiplican y pueden llegar a indicar que se preparan cambios a gran escala. Los altibajos de la vida marítima Esas migraciones sin cesar reiniciadas y siempre activas acaban de explicar, en general y de una manera harto simple, la vida de los sectores marítimos. Independientemente de las condiciones esenciales para su fundación —condiciones geográficas y humanas, sin las cuales no hubieran sido posibles—, están vinculadas a la vida general del mar y vegetan, mueren, renacen, se animan según los dictados de esta vida general. Tomemos una vez más el ejemplo de Cataluña; es claro que un hecho exterior, un impulso venido del exterior intervino —y no, por cierto, en pequeña parte— en su nacimiento. Gracias a las lecciones y enseñanzas recibidas de ios inmigrantes italianos, genoveses y písanos, a partir del siglo XI, Cataluña nació a la gran vida del mar, dos siglos antes de la gloriosa época de Pedro el Grande (Pere lo Gran). Ahora bien, tarde o temprano, lo que la gran historia da, ella misma lo quita. Sabemos que la decadencia catalana, ya perceptible en el siglo XV, se hizo ostensible en el XVI. Su vida marítima se reducía entonces a los viajes de sus barcos hacia Marsella, y de las Baleares rara vez llegaba una nave hasta Cerdeña, Ñapóles ' 7 0 o Sicilia, y a veces hasta los presidios del África. En las postrimerías del siglo XVI se reanudaron algunos viajes entre Barcelona y Alejandría de Egipto. Pero hasta entonces era tal la paralización de la costa catalana, que cuando Felipe II, en el Gran Consejo de 1562, había resuelto emprender grandes armamentos marítimos, se vio obligado a pasar los.pedidos a los talleres de construcciones navales de Italia: para tratar de infundir nueva vida al arsenal de Barcelona '^ n. 1.
DoMENICO SLLLA, Cmiimeni e industrie a Veneziu iwl leiulo \\ II. 1961, p. 24,
10 Al iniciarse ei siglo xvi, los documentos napolitanos que he consultado mencionan con mayor frecuencia mercaderes catalanes instalados en Ñapóles que naves catalanas como esta de Joanne Hostales que va a Sicilia a cargar trigo y lo lleva a Ñapóles (abril-mayo de 1517, A. d. S. Ñapóles. Dipendenze della Sommaria, fascio 548). Pasada la primera mitad del siglo se hacen muy raras estas menciones.
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tuvo que mandar venir especialistas de Genova; es decir, de los astilleros de San Piero d'Arena... 171 Estas bruscas decadencias, tan frecuentes en el Mediterráneo, donde tantos pueblos de marinos se han pasado la antorcha unos a otros, se explican, generalmente, de este modo: ¡as provincias marítimas del Mediterráneo, poco ricas, poco abundantes en hombres, no pueden mantener largo tiempo lo que llamamos períodos de prosperidad y que no son, en realidad, sino períodos de trabajo y de usura. La vida marítima es en gran parte una vida proletaria a la que echan a perder la riqueza y su compañero, el ocio; en 1583, un proveedor de la flota veneciana dijo que el marino es como el pescado: no puede estar mucho tiempo fuera del agua sin corromperse... I72 Además, desde que se presenta un signo cualquiera de desgaste, en seguida lo explota y lo agrava, por lo general, la competencia. La presencia de los «balaneros» vizcaínos en el puerto de Barcelona, durante los primeros años del siglo XIV, es ya un índice temprano de este desgaste y de esta competencia. Otro fue, en la historia de Genova, la multitud de barcos de carga y de marinos de Ragusa que en el siglo XVI acuden a ponerse al servicio de la Dominante. Los que con ello salían perdiendo eran los marinos del cabo Corso y de las costas genovesas... Pero esta inaudita fortuna agotó, a su vez, las fuerzas demasiado pródigas del pequeño mundo ragusino, esta costa de unos cuantos kilómetros, flanqueada por algunas islas sin importancia. Entre 1590 y 1600 bastaron unos pocos incidentes para comprometer una prosperidad hasta entonces desbordante. Esto no quiere decir, por lo demás, que los períodos de depresión borren siempre la vida marítima y la hagan desaparecer por completo de regiones, hasta la víspera privilegiadas. Pero esta vida cae en una especie de sopor, en espera de días mejores, ya que, bajo su forma profunda de humilde vida cotidiana, es poco menos que indescriptible. Así se abotargaron las costas de Siria y de Cataluña durante el siglo XVI, al mismo tiempo que se reavivaba la actividad de los marinos sicilianos, napolitanos, andaluces, valencianos y mallorquines. En lo que a estos últimos se refiere, es evidente el nexo entre su decadencia y la presión destructora de los 171 Sim. £o. 331, Aragón, 1564: lista de 16 especialistas, carpinteros, calafates y patrones de galeras, enviados de Genova a Barcelona «para la fábrica de las galeras». 172
V. LAMANSKY, op. cit.,
p.
564.
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corsarios berberiscos. Aunque no se lanzara ya por las rutas habituales, la marinería mallorquína siguió viviendo y alimentando un activo cabotaje. Las rápidas fragatas de los corsarios que a finales de siglo vemos surgir en Alicante, en Almería —este viejo centro marítimo—, como los instrumentos eficaces de las revanchas sicilianas, no surgen pues, de la nada. Sólo algunos hechos menores señalan esta vida silenciosa, en el trasfondo de la historia. Ya hemos mencionado antes que los pescadores de coral de Sicilia y los de Trapani se arriesgaban siempre hasta los bancos de la costa africana, a despecho de los piratas berberiscos. Los documentos del consulado de Francia en Túnez, creado en 1534, hablan frecuentemente de barcos sicilianos y también de pequeños barcos napolitanos. 173 En cambio, es bastante curioso notar la ausencia de pescadores de coral napolitanos —los de Torre del Greco, entre otros— en los bancos de Cerdeña, adonde solían dirigirse en el siglo XV. ¿Hubo grandes razones que expliquen esta ausencia? Tal vez no, pues los barcos napolitanos no faltaban en Roma, en Civita Vecchia, en Liorna y en Genova. Las balancellas, las barcas y los bergantines hormigueaban en el litoral del sur ibérico, en dirección a las costas del norte de África. Un documento de 1567 señala la presencia en Argel de una serie de marinos valencianos, que probablemente iban allí a comerciar, puesto que allí eran libres. I74 A finales de siglo, otros valencianos se entregaban a la azarosa industria de las evasiones de cautivos de las mazmorras de Argel. Algunos de estos informes superan en belleza a los más bellos relatos de Cervantes. I75 En suma, la muerte aparente de un sector marítimo no es más que un cambio de ritmo en su vida. Alternativamente, pasa del cabotaje a las travesías largas, o, si se quiere, de la vida sin historia a la vida histórica, sustrayéndose casi totalmente a nuestra vigilancia y a nuestra curiosidad cada vez que retorna a su existencia oscura. Y todo ocurre como si una ley regular hubiera determinado el ciclo de la vida de los pueblos y del mar.
173 Sicilianos: P. GRANDCHAMP, La Trance en Tunisie, a la fin du XVI' s., Túnez, 1920, pp. 32, 36, 46, 63, 8 1 , 95. Napolitanos: lbid., pp. 30, 31, 33. 174 24 de enero de 1560, A. N., K 1494, B 12, n.° 18. 175 Ver infra, t. 11, pp. 295-8.
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Las islas l76 Las islas del Mediterráneo son mucho más numerosas, y sobre todo mucho más importantes, de lo que, por lo general, se supone. Algunas de las mayores —Cerdeña, Córcega, Sicilia, Chipre, Candía, Rodas— son, por su extensión, continentes en miniatura. Otras, menos extensas, forman con sus hermanas archipiélagos, familias de islas. Pequeñas o grandes, su importancia proviene de que son indispensables escalas a lo largo de los caminos del mar y de que forman entre sí, y a veces entre ellas y el continente, aguas relativamente tranquilas, siempre preferidas por la navegación. Al este, por ejemplo, se encuentra el archipiélago Egeo, disperso en el mar hasta el punto de confundirse con él; l77 en la región media del Mediterráneo tenemos el grupo de islas comprendidas entre Sicilia y el África; al norte, las islas jónicas y dálmatas, que se extienden a lo largo del litoral balcánico como un convoy de buques en cuya popa ondease el pabellón de San Marcos. Aunque más bien que de una, debiéramos hablar de dos flotillas de islas: una en el Jónico, de la que forman parte Zante, Cefalónica, Santa Maura y Corfú; la otra en el Adriático, formada por las islas dálmatas entreveradas después de Meleda y Lagosta, hacia el sur, hasta llegar a las de Quarnaro, Velia y Cherso, junto a Istria, por el norte. Entre los dos convoyes, el jónico y el dálmata, queda un espacio intermedio bastante extenso, que comprende la inhóspita costa de Albania y el pequeño territorio de Ragusa. Pero la cadena de estas islas, engarzadas como eslabones, lleva de Venecia a Creta, y de Creta arranca, como es sabido, una gran ruta comercial que, pasando por Chipre, va hasta las costas de Siria. En torno al gran eje de su poderío, estas islas constituyen una verdadera flota inmóvil de Venecia. No son menos importantes los grupos de islas del mar del oeste: en las proximidades de Sicilia tenemos la isla de Stromboli, las islas de Sotavento, las Lípari y, más al norte, el archipiélago toscano, donde a mediados del siglo XVI edificó Cosme de Médicis la fortaleza de Porto Ferraio en la isla de Elba; a lo largo de las costas de Provenza, las islas de Hyéres, las islas del Oro; más hacia el oeste, en medio de las grandes soledades marinas, está el archipié1 h Sobre las islas, v. el curioso y vigoroso artículo, de inspiración ratzeliana, de FRAX/OI.ÍHAI SM;N, «Inselpsychologie», en Külnhcbe Zeitinia,. 12, VII, 19-12. Sirvede base a sus observaciones el caso de la isla chilena Más-a-Tíerra, que fue la verdadera isla de Robinson Crusoe. Y recíprocamente, piénsese en el sentido etimológico de la palabra archipiélago.
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lago de las Baleares, que agrupa las islas de Mallorca, Menorca, Ibiza —la isla de la sal— y el difícilmente accesible peñón de Formentera. Este archipiélago ha tenido siempre una importancia decisiva; todo un sector de la historia del mar gira en torno suyo. Tales son las grandes y las medianas islas del Mediterráneo. Sería un vano esfuerzo enumerar las otras, las pequeñas y las minúsculas (aunque algunas de ellas sean muy célebres, como son, por ejemplo, la isleta de Argel, Jas de Venecia, Ñapóles y Marsella), pues no hay una sola porción del litoral mediterráneo, por muy limpio que su contorno aparezca dibujado en los mapas, que no se halle flanqueado por gran número de islotes y rocas. I7Í< A limpiar las costas de Sicilia de los corsarios que acechan la ocasión para renovar sus provisiones de agua potable, se le llama en la correspondencia de los virreyes de Sicilia «limpiar las islas», es decir, vigilar los puntos de anclaje de docenas de islotes que eran otros tantos nidos para las clásicas emboscadas. ¿Mundos aislados? Todas estas islas, pequeñas o grandes, cualquiera que sea su forma o situación, constituyen un medio humano coherente, en la medida en que pesan sobre ellas limitaciones análogas que las colocan a la par muy en retraso y muy adelantadas con relación a la historia general del mar; que las sitúan, siempre, de modo brutal, entre esos dos polos opuestos: el arcaísmo y la novedad. Tomemos r . r d e ñ a como ejemplo intermedio: a pesar de sus dimensiones, esta isla no ha desempeñado ningún papel decisivo en la vida mediterránea, por más que otra cosa digan los geógrafos de la época y los cronistas sardas de todos los tiempos. Para ello, Cerdeña está demasiado mar afuera, demasiado perdida en el mar, demasiado alejada de los contactos enriquecedores que, por ejemplo, mantiene Sicilia con la península Itálica y con el África. Además, es una isla demasiado montañosa, demasiado fraccionada por sus relieves, hostiles a la circulación y, por último, prisionera de su pobreza. I79 ' " Sobre un ejemplo localizado, las islas e islotes de las Bocas de Bonifacio: Instriut. nantiques n.° 368, pp. 152 ss. Sobre un ejemplo más amplio, las islas e islotes de la costa norteafricana, Instruct.. n.° 360, pp. 225, 231, 235, 2 3 7 , 238, 24 1, 242, 244,246, 247, 257, 262, 265, 266, 267, 277, 282, 284, 285, 287, 291, 29", 305, 308, 309,310, 311, 313-4, 331. 179 E. ALBÉRI, op. cit.. I, III, p. 267, la baratura del costo de la vida, su población «ordinaria». En 1603 su población era de 66 669 familias, o sea 266 6~3 habitantes con el coeficiente de 4 (FRANCESCO CORRIDORE, Storia dnatmentata dalla pupnlazione di Sardegna, Tun'n, 1902, pp. 19, 20).
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Vive esencialmente de sus propios recursos. Es un continente, un mundo aparte, con su lengua, l8 ° sus costumbres, su economía arcaica, su vida predominantemente pastoril —la misma que conociera ya en tiempos de Roma—. Tantas veces se ha señalado el arcaísmo de las islas —el de Cerdeña, entre otras—, su invencible tendencia de conservar durante siglos las formas viejas de la civilización y la miscelánea de su folklore, que parece inútil insistir sobre el tema. , x l Sabemos, por ejemplo, que Quíos, isla que pertenecía a Turquía desde 1566, conservó activa durante largo tiempo su Cristiandad católica, llegando a merecer el título de la «pequeña Roma» de Levante. Pero al mismo tiempo, y en contraste con ese relajamiento, cuando las islas entran en contacto con el mundo exterior, de tiempo en tiempo, lo hacen de un modo brusco', como por descargas eléctricas. Muchas veces, por un cambio casual de dueño o de fortuna; entran entonces de golpe y porrazo en un nuevo tipo de vida y de civilización; las costumbres, las modas e incluso la lengua, que han sido capaces de almacenar y conservar intactas durante largos siglos, quedan en pie como el testimonio vivo de revoluciones abolidas. Y es que el «aislamiento de las islas» es una verdad muy relativa. Tal vez sea cierto que el mar que las rodea las separa del resto del mundo más que otro medio cualquiera, cuando realmente quedan al margen de los circuitos de la vida marina. Pero cuando no ocurre así, sino que, por una u otra razón (razones con frecuencia procedentes de fuera y gratuitas), forman parte como un eslabón de estos circuitos, ocurre todo lo contrario: se enlazan activísimamente a la vida exterior y llegan a estar mucho menos separadas y «aisladas» de ella que ciertas montañas apenas unidas al mundo exterior por cualquier desfiladero infranqueable. Volviendo al ejemplo de Cerdeña, vemos que en la Edad Media se encuentra dentro del circuito de Pisa primero, y después del de Genova, despertando una solicitud muy interesada a causa de 180 Sobre el «sardo» y sus tres dialectos: OVIDIO y MEYER LÜBKE, en Grundriss ¿er román. Phitol. de G. GR.OEBER, 2. a ed., p. 551. "" Sabemos, por ejemplo, que Q n'os, turca desde 1566, continuó siendo catól'ca hasta mucho después, mereciendo ser celebrada como la pequeña Ruma del Léante. Todavía en el siglo XIX Chateaubriand comentaba su aspecto italiano. E, inversamente, Malta, la isla de los Caballeros, y Pantelaria, han conservado su población y sus dialectos árabes hasta nuestros días. Resulta tentador citar la curiosa analogía lingüística que ofrece Crimea, conservando sus dialectos góticos hasta tiempos de Lutero. Pero Crimea no es una isla, y nos falta, además, completa evidencia del "echo.
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sus minas de oro. En los siglos XIV y x v se apodera de esta estación de tránsito la expansión catalana. Alghero, en la costa occidental de Cerdeña, es un islote lingüístico donde todavía hoy se habla catalán y donde los eruditos señalan una curiosa arquitectura hispano-gótica. En el siglo XVI, y sin duda desde antes, esta isla era la principal exportadora de quesos del Mediterráneo. Il<2 Y ello le valió entrar en contacto con el resto del mundo occidental, pues desde el puerto de Cagliari exporta su queso carallo o saho por barcos y galeones enteros a la cercana Italia, a Liorna, a Genova, a Ñapóles e incluso a Marsella, a pesar de la competencia de los quesos de Milán o de la Auvernia y hasta de los de Barcelona. Otro camino de este contacto con la vida mediterránea en el siglo XVI era la constante amenaza de sufrir los ataques de la piratería berberisca. Piratería no siempre victoriosa, como lo demuestran los casos de capturas de corsarios, poco numerosos, por lo demás. Mucho más numerosos eran los sardos, pescadores o habitantes de la costa, a quienes los berberiscos raptaban anualmente y que pasaban a engrosar las filas de los desgraciados cautivos o de los ricos renegados de Argel. Cerdeña, a la que podemos describir como una isla encerrada en sí misma y casi impenetrable, ha tenido con mucha frecuencia, sin embargo, ventanas abiertas sobre el exterior. Tanto llegó a engarzarse con el mundo exterior, que a veces podemos descubrir desde ella, como desde una atalaya, la historia general del mar. P. A. di S. Filippo ha encontrado en los archivos de Cerdeña interesantes documentos sobre el precio de los esclavos musulmanes en Cagliari durante el siglo XVI, r s 3 y que revelan que, después de 1580, los precios se derrumbaron coincidiendo con un aumento considerable de la oferta de esclavos en el mercado de dicho puerto; y es que antes de 1580 sólo se vendían en la isla algún que otro berberisco de los arrojados a sus playas como náufragos o que residían allí por haber caído en manos de los isleños en algunas de sus incursiones. Ix4 Después de 1580, los cautivos vendidos en subasta ls - La relación era regular con Liorna. Exportación de quesos sardos a Valencia: Sim. Eo. 335, 6 de sept. de 1574, f. 46. ,s
'
PILTRO AMATDI SAN FILIPPO, «Della schiavitü e del servaggio in Sardegna»,
en Mise, di st. itai, 3. a serie, t. II, 1895. m Stefano Spinola al marqués de Mantua, Genova, 30 de abril de 1532, A. d. S. Mantua, A. Gonzaga, Genova 759, el mal tiempo ha lanzado sobre las costas de Cerdeña dos galeras, cuatro galeotas y un fuste de los turcos, cuyos marineros lograron escapar casi todos.
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tenían ya otro origen: los llevaban a la isla los barcos corsarios de los cristianos, sobre todo las ligeras y rápidas fragatas de Almería y Alicante, que hacían escala en Cagliari. En Cerdeña se representa, de este modo, el cambio decisivo operado alrededor del año 1580, por el renacimiento de la piratería cristiana activa, una especie de contrapiratería que tenía sus centros sensibles en las Baleares, el sur de España, Ñapóles y Sicilia. Cerdeña nos relata a su manera esta gran historia. Se nos dirá que quien puede hablar como testigo de mayor excepción es Cagliari y no Cerdeña, y que Cagliari es algo muy aparte, que se halla al margen y mira hacia el mar, dando la espalda al resto de la isla... Pero esto es, a la vez, mentira y verdad; porque Cagliari, que es, a pesar de todo, una ciudad sarda, está vinculada a la cercana planicie, a las montañas y al conjunto de la isla. Su misión es, a la vez, servir de escala en la ruta de Italia o de España, y gobernar la isla, organizando su economía exterior.
Vidas precarias Ahora bien, todas las islas tienen ciudades como Cagliari, sensibles a la gran vida del mar y, al mismo tiempo (aunque sólo sea porque todo el tráfico de importación y de exportación pasa por sus manos), vueltas hacia dentro, hacia ese lado que el historiador, preocupado por los textos de la gran historia, no advierte al principio: su vida retraída e inquieta, su biología en vaso cerrado, que los naturalistas han señalado desde hace mucho tiempo. l s 5 No hay una sola isla que no posea, además de sus peculiaridades humanas, sus curiosidades animales y vegetales, de las que tarde o temprano se entera el mundo exterior. En su descripción de Chipre, aparecida en 1580, el R. P. Estienne ,SÍ> (que afirma ser descendiente de la Casa Real de Lusignan) describe «las hierbas peculiares y perfumes» de la isla: e\apium blanco, apio silvestre que se come «confitado en azúcar»; el oldanum, que sirve para hacer el licor del mismo nombre; el árbol llamado de Chipre, semejante al granado y A.d.S. Mantua, A. Gonzaga, Genova 759, el mal tiempo ha lanzado sobre las costas de Cerdeña dos galeras, cuatro galeotas y un fuste de los turcos cuyos marineros lograron escapar casi todos. 185 P. VIDAL DE LA BLACHE, Tablean de la géographie de la France, 1908, pp. 25-6. THÉODORE MONOD, Lbippopotame et le pbi/usophe, 1943, p. 77.
""• R. P. F. ESTIENNE DE LUSIGNAN, Desiription de to/ite l'isle de Cypre. París, 1580, pp. 223 v. ss.
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que florece en racimos, como la vid, y de cuyas hojas en decocción se extrae el tinte naranja que se usa para colorear las colas de los caballos de los gentilhombres, «cosa que es costumbre ver allí». Y para nuestra sorpresa, las semillas del algodón, mezcladas con paja picada, sirven de alimento al ganado. ¡Y qué cantidad de hierbas medicinales! Como animales curiosos encontramos «bueyes, asnos y cerdos salvajes» y pájaros «de viña» (hortelanos), los cuales, conservados en vinagre, se importaban en barriles a Roma y Venecia. Pero estos curiosos recursos no se deben considerar nunca como índices de abundancia. Ninguna isla tiene asegurado el mañana. El gran problema en todas ellas, problema jamás resuelto o que se resuelve mal, es poder vivir de sus propios recursos, de su suelo, de sus campos, de sus rebaños; y si no lo logran, abrirse hacia el exterior para obtener ayuda y recursos. Todas, con algunas excepciones (especialmente Sicilia), son mundos hambrientos. El caso extremo es, quizá, el de las islas venecianas de Levante: Corfú, IX7 Candía 1SÍÍ o Chipre, constantemente amenazadas por el hambre en la segunda mitad del siglo. Para ellas es una catástrofe alimenticia el que los caramuzales no arriben a tiempo con sus providenciales cargamentos de trigo de la Tracia, y que las reservas de trigo y de mijo se vayan agotando en los almacenes de las ciudadelas. Por lo demás, en estas islas levantinas existe un verdadero mercado negro de cereales; de ahí las innumerables prevaricaciones de funcionarios que nos señalan las encuestas. No en todas partes es tan grave y precaria la situación. IX9 No 187 También Corfú carece de carne: PHILIPPE DE CANAYE, Le voyage du Levant, 1573, publ. por H. Hauser, 1897, p. 191. Sobre Corfú en 1576, la relación de Giustiniano, B. N. París, I tal. 1220,-ff. 35 s.: 17 000 habitantes. La isla, con sus llanuras fértiles, pero incultas, producía trigo solamente para cuatro meses; pero exportaba vino, aceite y rebaños al continente. 188 Aún en el siglo xvm hacía falta trigo en Creta (TOTT, Mémoires, Cuarta Parte, p. 3). Creta exportaba principalmente aceite y jabón íibid., p. 3). Trigo de los caramuzales a Candía, introducido un poco de contrabando, Hieronimo Ferro, 6 de oct. de 1560, A. d. S. Venecia, Seno. Secreta Consta. Fza 2/B, f. 274. Sin la ayuda de sus vecinos, Candía no podía vivir sino la tercera parte del año. De ahí las frecuentes escaseces y una perpetua inquietud; la cosecha era mala en Candía, y no había trigo turco disponible, explicó Giacomo Foscarini, proveedor general del reino de Candía, al Consejo de los Diez (Candía, 15 de nov. de 1574, A. d. S. Venecia, Capi del Consiglio dei Dieci, Lettere, Ba. 286, f. 5). En 1573, escasez en Zante, PHILIPPE
DE CANAYE, op. cit..
p.
184.
'^ Particularmente, lo cual puede parecer paradójico, en las islas primitivas y pobres menos pobladas, y, sobre todo, menos explotadas por los ricos cultivos de exportación. Así, Cerdeña podía a veces darse el lujo de exportar trigo, G. RIBA Y GARCÍA, op. cit., pp. 317-8 (1587), p. 320 (15S8). En los años malos, padecía de
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obstante, las Baleares apenas pueden alimentar a sus ciudades comerciales o militares. 190 Además, el cultivo del suelo estaba en estas islas poco adelantado: el despedregamiento de los campos de Menorca, en la planicie situada detrás de Mahón, no terminará hasta el siglo XVIII. 191 Había que contar, pues, con las importaciones de cereales procedentes de Sicilia, e incluso del norte de África. Las rentas de Menorca eran tan pobres, que ordinariamente su obispo no se decidía a vivir en la isla. Una situación parecida se daba en Malta. A pesar de los numerosos privilegios que permitían a la isla importar trigo a la vez de Sicilia y de Francia, la historia de Malta es siempre la de un pequeño mundo angustiado por el problema del avituallamiento, hasta el punto de que, al venir el verano, las galeras de los Caballeros apresaban frecuentemente a los navios cargados de trigo, al salir de los caricatori sicilianos, ni más ni menos que los corsarios de Trípoli... Las islas no sólo vivían amenazadas endémicamente por el hambre, sino también por el propio mar, eternamente belicoso, y que lo fue más que nunca en estos mediados del siglo XVI. 192 Las Baleares, Córcega, Sicilia y Cerdeña, para no hablar más que de las ya conocidas, eran literalmente plazas sitiadas. Vivían pendientes de la defensa, dedicadas a construir torres de atalaya que señalaran a tiempo la aparición de corsarios o de barcos sospechosos, a levantar, reforzar y artillar las fortificaciones, bien trayendo las piezas de fuera, bien encargando a los fundidores de fabricarlas sobre el terreno, por los procedimientos harto simples empleados para la
escasez, igual que las demás (virrey de Cerdeña a S. M., Caller, 22 de sept. de 1576, Sim. Ho. 335, f. 356). En Córcega, la explotación de trigo, declarada libre por cinco años en 1590, tuvo que suspenderse a causa de las malas cosechas, A. MARCELLI, «Intorno al cosidetto mal governo genovese dell'Isola», en Archirio Slorico di Cársica, 1937, p. 416. 190 E. ALBÉRI, I, III, p. 226, afirma categóricamente que Mallorca se bastaba a sí misma; esto, en 1558. En esa época, la isla tenía entre 45 000 y 90 000 habitantes (30 ciudades de 500 a 600 hogares cada una). Pero los años de escasez tampoco eran raros. Cf. en 1588 y 1589, por ejemplo, la isla no había podido obtener trigo de Oran, G. RIBA Y GARCÍA, El Consejo supremo de Aragón, pp. 288-9. 191 PIERRE MONBEIG, «Vie de relations et spécialisation agricole, Les Baleares au XVIII* siécle», en An. d'hist. kon. et soc, IV, 1932, p. 539. 192 El virrey de Mallorca a S. M., 20 de dic. de 1567: «... que todo el año están cercadas de fustas de moros de manera que muy pocos baxeles entran o salen que no se pierdan y este año se han formado siete u ocho bergantines y toda substancia se va en Argel...». Sobre este cer^o de las Baleares, véase también 10 de.enero de 1524, en Tomiciana, VIII, p. 301: M. SAÑUDO, op. cit„ VI, p. 236, 16 de marzo de 1532.
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fundición de campanas... 193 Finalmente, en cuanto venía el buen tiempo, y con éí la estación propicia para las operaciones, había que disponer de la necesaria guarnición de tropas de refuerzo. No era, pues, un problema fácil para España conservar la posición de Cerdeña, ni siquiera de una isla tan próxima como Menorca. ,94 Después del saqueo de Mahón en 1535, Carlos V previo la posibilidad de evacuar a la población de Menorca, trasladándola a Mallorca. 195 N o menos trágico es el caso de la isla de Elba, en el archipiélago toscano. Brutalmente sorprendida, en el siglo XV'í, por el avance de los corsarios berberiscos, habíase convertido en una frontera marítima constantemente asediada por el enemigo. Sus ciudades costeras —entendiendo por tales las grandes aldeas del litoral— se disolvieron por sí mismas durante estos años. La población se vio obligada a huir hacia las montañas del interior, hasta el día en que Cosme de Médicis emprendió, en 1548, la fortificación de Puerto Ferraio. Estas inferioridades latentes explican la pobreza de la historia que generalmente se aloja en el corazón de todas las islas, aun de las más ricas. Con mayor razón que en otras partes, en Córcega y en Cerdeña, donde ya hemos puesto de manifiesto el triunfo de una economía pastoril harto primitiva, y en toda la región alta de Chipre, en la que, como en las montañas de Creta, se extiende una de las tierras de nadie más características del Mediterráneo, refugio de pobres, de bandidos y de prófugos... Hasta en el interior de Sicilia, de la rica Sicilia, nos encontramos con un país sin caminos, con ríos sin puentes y con una ganadería tan pobre y con ganado de tan baja calidad, que para mejorarla hubo que recurrir en el siglo XVI a importar borregos de Berbería. 196
193 Ciudadela, 10 de jul. de 1536, A. N . , K 1690: Ciudadela, después de la incursión de Barbarroja. Cf. igualmente, a propósito de un fondo que tocaban los cascos, ibid., Mallorca, 29 de ago. de 1536. 194 Para la defensa de Cerdeña, v. infra, II, p. 269, la construcción de las torres. Para las tropas estacionadas en la isla durante el verano, he aquí, a título de muestra, varios documentos: 8 de sept. de 1561, Sim. Eo. 328; 25 de jul. de 1565, ibid. Eo. 332, 6 de ago. de 1565 y 5 de jul. de 1566. 195 Datos que me fueron comunicados en Simancas por Federico Chabod. So-
bre la isla de Menorca, cf. COSME PARPAL y MARQUÉS, La isla de Menorca en tiempo de
Felipe II, Barcelona, 1913. 196 B. Com. Palermo, Qq. D 56, ff. 259-73. Serie de cartas curiosas e interesantes.
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Las islas, en los caminos de la gran historia Vida precaria, estrecha, constantemente amenazada: tal es la suerte de las islas; su vida íntima, si se quiere. Pero su vida exterior, el papel que desempeñan en el primer plano de la escena de la historia, es de una amplitud 'que no se esperaría de mundos tan miserables. Aunque puede ser también que la vida exterior, que vemos mejor que la otra, tenga una amplitud que encubra su miseria. La gran historia, en efecto, pasa frecuentemente por las islas; acaso sería más justo, tal vez, decir que se sirve de ellas. Recordemos ei papel de puestos de relevo que ocupan en las transferencias de cultivos: la caña de azúcar, que llegó a Egipto de la India, pasó de aquí a Chipre, donde se implantó en el siglo X; de Chipre se transfirió después a Sicilia en el siglo XI, y desde aquí siguió rumbo hacia el oeste (Enrique el Navegante la llevó a Madera, que fue la primera «isla azucarera» del Atlántico; de Madera, este cultivo llegó a las Azores, las Canarias, las islas de Cabo Verde y, por último, a las tierras de América). El mismo papel de puestos de relevo desempeñan las islas en la expansión de la sericultura y en la mayor parte de las difusiones de cultivos, algunas de las cuales son tan complicadas. ¿No fue Chipre, no fue la suntuosa corte de Lucignan, la que en el siglo XV difundió hacia el Occidente, tardando en ello más tiempo del que tarda en llegar a nuestro planeta ía iuz de ciertas estrellas, aquellas modas procedentes de la antigua y caduca China de los Tang? Sí, los zapatos de punta remangada y las tocas triangulares, que para nosotros marcan con tanta fuerza una época de nuestra historia, que evocan por sí solos la vida un poco alocada de la Francia monárquica y señorial, la de Carlos VI y las Ricas Horas del duque de Berry, todo esto había aecho ya las delicias de los chinos del siglo V... Pues bien, esta lejana herencia llegó al Occidente por conducto de los reyes de Chipre. , 9 7 No debemos maravillarnos de cosas como ésta. En el camino de las poderosas rutas marítimas, las islas participan en las grandes relaciones. De este modo, un sector de la gran historia se sobreañade siempre a su vida cotidiana. Su economía sufre regularmente las consecuencias, incapaz como es, por su pobreza, de resistir a ciertos estímulos de esta vida de grandes relaciones. ¡Cuántas islas fueron invadidas de este modo por cultivos foráneos que no tienen razón de ser sino en relación con el mercado mediterráneo, y aun con ei mercado mundial! Estos cultivos destinados a la exportación 197
G. BRATIANU, op. a't., París, 1939, pp. 269 ss.
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amenazan con frecuencia el equilibrio de la vida insular; a menudo son responsables de las hambres de que ya hemos hablado. Podemos ver esto con gran claridad en el ejemplo acrecentado de las islas del «Mediterráneo atlántico»: Madera, las Canarias, Sao Tomé, todas las cuales han sido literalmente asoladas por el monocultivo invasor de la caña de azúcar. Como lo será más tarde el Brasil colonial del nordeste. Madera, que al principio era una isla cubierta de árboles (como su nombre lo indica), perdió rápidamente la mayor parte de su larga envoltura forestal, por culpa de los ingenios de azúcar y de sus exigencias de combustible. Y esta revolución se hizo únicamente en interés de una Europa que exige el precioso producto, y no en provecho de los propios insulares. Pues lo malo de la caña de azúcar es que allí donde se instala desaloja a cualquier otro cultivo o reduce automáticamente el espacio destin.do a los cultivos normales de víveres. Devastadora de antiguos eqi ilibrios, esta recién llegada era tanto más peligrosa cuanto que la sostenía un poderoso capitalismo que, en el siglo XVI, procedía de todos los horizontes, tanto de Italia como de Lisboa o de Amberes. Derribaba todos los obstáculos. Los pueblos insulares soportaron mal, en general, esta usura vital. En las Canarias, el azúcar seguramente contribuyó tanto como las brutalidades de los primeros conquistadores a la desaparición de los indígenas autóctonos, los guanches, y fue también ella, finalmente, la que impuso la solución de la mano de obra servil, la esclavitud de los beréberes de la costa africana, en la que los corsarios cristianos procedentes de las Canarias hacían verdaderas razzias de hombres, y, sobre todo, la esclavitud de los negros de Guinea y de Angola, que espoleada tanto por el azúcar como por las minas, llegaría a mediados de siglo hasta las costas del gran continente americano. Ejemplos oceánicos. Pero tampoco faltan los ejemplos estrictamente mediterráneos, aunque rara vez hayan sido tan trágicos para los habitantes. Recordemos el cultivo invasor del trigo en Sicilia, isla que era, por lo menos hasta 1590, e incluso bastante después, el Canadá o la Argentina de los mundos occidentales del mar Interior. En Quíos fue la almáciga, resina y bebida; l 9 8 en Chipre, 198
L. F. HEYD, Histoiredu Commercedu Levant au Mayen Age, 1885-1886, p. 336;
T. GAUTIER, Voyage a Constantinople. p. 54. J. W. ZINKEISEN, op. cit., II, p. 9 0 1 , n. 2.
JÉROSME JUSTINIAN, La description et l'bist. de l'isle de Scios, 1606. La isla de Quíos después de la conquista turca de 1566, con sus ciudades de desiertas calles y sus palacios derruidos: cf. JACOBUS PALÉOLOGUS, De Rebus Constantinopoli el Chii, 1573. Sobre la almáciga que se amasaba, cf. J. B. TAVERNIER, op. cit., p. 264.
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el algodón, la viña y el azúcar; ' " en Candía y en Corfú, la viña; 2Ü0 e n Djerba, el olivo. Economías todas impuestas desde fuera, extranjeras y con frecuencia funestas para lo que los alemanes llamarían su Volksivirtschaft. Chipre sufrió su prueba en 1572, cuando arrebataron esta isla a Venecia. En tiempos de la Señoría, su riqueza eran, además de los viñedos, las plantaciones de algodón y los campos de caña de azúcar, estos últimos mucho menos productivos a causa de las nuevas competencias lejanas. Riqueza; pero, ¿de quién? De una aristocracia genovesa cuyas suntuosas mansiones todavía podemos ver hoy en la parte antigua de Nicosia. Esta riqueza no beneficiaba en lo más mínimo a los indígenas, griegos ortodoxos. La conquista turca desencadenó una verdadera revolución social. Un marino inglés nos lo refiere en un curioso testimonio de 1595. Un mercader de Chipre le contó la historia de la isla, mostrándole los palacios deshabitados y en ruinas de los antiguos señores genoveses y venecianos, a quienes los turcos pasaron a cuchillo en 1571, en justo castigo, dice nuestro testigo, por las increíbles exacciones cometidas por ellos contra sus campesinos. 201 Por otra parte, en el mismo momento del desastre, los venecianos se han visto abandonados tanto por los griegos del campo como por los de la ciudad. Durante el ataque turco contra Nicosia, en 1570, «los habitantes de todas las condiciones sociales han continuado durmiendo casi todos en sus propios hogares». 202 Es cierto que a la partida de los venecianos siguió un descenso en las exportaciones de algodón hilado o en bruto y una decadencia de los viñedos tan acusada, que Venecia pudo adquirir al malbarato los preciosos En ciertos momentos, el trigo. En cuanto a los hilos de oro y de plata de Chipre, creo, como J. LESTOCQUOY fMélanges d'hist. soc. 1943, III, p. 25), que se trata sólo de un nombre. Chipre también exportaba barricas de pájaros hortelanos: J. A. TAVERNIER, op. cit., 200
I, p.
181.
BARÓN DE BL'SBEC, op. cit.. p. 178, bebió en Constantinopla «mucho vino de la isla de Creta». 201 R. HAKLUYT, The principal navigalwns.,., Londres, 1600, p. 309. Sobre la complicidad de los campesinos semisiervos de la isla en 15 7 0-15 7 1 después de la conquista turca, cf. Julián López a S. M., Venecia, 26 de oct. de 1570, Relación de Venecia, 28 sept. 1570, Sim. Eo. 1327. El cardenal Rambouillet a Carlos IX, Roma, 5 de nov. de 1570, E. CHARRIÉRE, III, p. 134. En 1548-1549, los habitantes, deseosos de liberarse de la «Mahona» ofrecieron la isla a Cosme de Médicis, quien prudentemente no la aceptó (DORONI, «L'isola di Chio offerta a Cosimo dei Medici». Rassegna Nazionale, 1912, pp. 41-53). Podría escribirse un bello libro sobre Venecia y Genova, y sus sistemas de explotación tanto económica como social. Abundante documentación a este respecto, en el precioso estudio de V. LAMANSKY sobre Venecia. 2 A. d. S. Venecia, Annali di Venezia, Famagusta, 8 octubre 1570.
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odres que sirven para ía fabricación del vino, y que se habían hecho inútiles en la isla. Pero esto no quiere decir necesariamente que Chipre declinase. Nada nos indica que la dominación turca haya traído consigo un descenso en el nivel de vida de los habitantes de la isla. 2W Candía y Corfú nos ofrecen materia para análogas reflexiones. En estos casos, como en el de Chipre, imaginémonos un paisaje desforestado, donde el hombre se ha dedicado exclusivamente a trabajar las viñas, es decir, a producir uvas secas y vinos de Malvasía. En Corfú, la vid emigra de las montañas y colinas para instalarse en las llanuras, le pianure. donde su cultivo es más cómodo, 204 y desaloja al trigo en provecho propio. Pero en estos monocultivos hay siempre posibilidad de crisis por superproducción o baratura. En Creta, y por mandato oficial, se arrancan las viñas en 1584, entre gritos de cólera que bien podemos suponer. Los perjudicados llegan al punto de declarar que para ellos «no habrá diferencia alguna entre el hecho de ser subditos de la Señoría o del turco». 205 Esta economía colonial conoce, evidentemente, éxitos y fracasos. Se requiere una amplia concatenación de circunstancias para que el sistema funcione adecuadamente, asociando a viticultores, propietarios, marinos, mercaderes y lejanos consumidores. Vinos y uvas eran objeto de un comercio antiguo en un área muy extensa, mercadería de lujo. «Estaba tan emocionado, tan deprimido —dice Bandello de un personaje de sus Novelas—. que ella fue a buscarle un vaso de vino de Malvasía...» Un último ejemplo de monocultivo es el de Djerba, al sur de las costas tunecinas. Así como las islas venecianas eran el reino del vino, Djerba era la isla del aceite. En condiciones mal conocidas, mientras la Tunicia continental había perdido su bosque de oliva-'" Sobre la suerte de Chipre bajo la dominación tutea, no olvidar, ante todo, que la isla estaba vacía y poco poblada en la época veneciana (en i 5 70, 180 000 habitantes, entre ellos 90 000 siervos y 50 000 villana liberi «e il restante e nelle citta et ierre». B. N. París, Ital. 340, f. 55. El turco procedió a Ja repoblación con campesinos de Anatolia (H. KRETSCHMAYR, Gesch. ion Venedig, 1920, III, p. 62). Todos los campesinos se encontraban sometidos al mismo estatuto, el de subditos; las antiguas categorías estaban confundidas. Caída del clero latino. Muchos chipriotas se hicieron turcos para escapar del «kharadj». No obstante, en todo este complejo cuadro persistió la civilización italiana, como ya dijimos. J. B. TAVERNIER escribió en 1650'. «todos están vestidos a la italiana, tanto hombres como mujeres» (op. cit., I, p. 180). -HJ Museo Correr, D. delie Rose, 21, f. 32 v. 205 Marciana, 7299, 9 de junio de 1584. Sobre los disturbios en Candía, desde I5"l, hay abundante documentación, en especial en los Annali di Venezia, 20 de agosto, 22 de agosto, 30 de agosto y 16 septiembre de 1571.
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207
f es,
tan extenso en la época de los romanos, Djerba conservaba el suyo; y esta riqueza salvaguardada le valía aún en el siglo XV] una especial importancia. 206 Esta isla era una excepción, un oasis de aceite, en medio de los países tunecinos y tripolitanos que, en general y sobre todo hacia el sur, eran el reino de la mantequilla rancia. El aceite de Djerba era excelente, barato y adecuado a todos los usos, incluso para el tratamiento de las telas; un aceite que se exportaba muy fácilmente, como lo hizo notar León el Africano a principios de siglo. Después de 1590, los ingleses iban a buscar a Djerba el aceite que necesitaban, como antes lo había hecho España. Pero la geografía no señala a Djerba sino como una isla baja, con canales donde se acusan mareas sensibles, 207 y la gran historia sólo nos habla de ella como de un campo de batalla donde se desarrollaron los combates de 1510, 1520 y 1560. Pero no nos dice que durante el último de estos combates —el más importante de todos— jugó su papel el aceite. La flota cristiana se había detenido en Djerba, por no poder avanzar hasta Trípoli o por no atreverse a eilo. £e dejó sorprender por la armada turca de Piali Pacha, a pesar de saber que ésta se acercaba, porque los navios cristianos se demoraron más de la cuenta cargando mercancías, y principalmente aceite. Esto es lo que dice el informe del visitador Quiroga después del desastre. 20,s Sin embargo, cuando no proceden de un monocultivo demasiado destructor, estas actividades en gran escala son la riqueza esencial necesaria para su vida y les ganan una bien merecida reputación. Ibiza es la isla de la sal; también la sal de Naxos es famosa, como su vino, «tanto el blanco como el clarete»; 209 Elba es la isla del hierro. Recordemos también Tabarca, la isla del coral, feudo de los Lomellini, isla, por otra parte, de múltiples recursos (exportación de trigo y cueros, y rescates de prisioneros que encontraron refugio en ella). Y también las famosas pesquerías de la Galúa, en la costa berberisca; o las pesquerías de Lisena, isla dálmata : "" Hay que advertir que en Djerba, junto a los olivos, se encuentran las palmeras; pero, asimismo, perales y manzanos. También desde este punto de vista es un mundo singular. Además, Djerba, como conservatorio insular, abrigaba comunidades judías cuyo arribo se remonta a las persecuciones de Tito, y, sobre todo, es un pequeño mundo kharediita, análogo a Mzab, depositario de viejos ritos y de atvtiauísimas prácticas arquitectónicas. : 17 ' histrmt. Naiitit¡im. n.° 360, pp. 338, 359-63. 20 " Ver infra, II, p. 439 y n. 61. 209
J. B. TAVERNIER, op. cit.,
I, p.
286.
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de la que según un documento de 1588 se marchan un buen día los bancos de sardinas para instalarse junto al peñón de Pelagosa. 21° Rodas pudo aprovecharse de su posición, que le garantizó, en tiempo de los Caballeros primero, y luego, a partir de 1522, con los turcos, «el dominio sobre las otras islas, y el almirantazgo del Mediterráneo entero». 2 n Patmos, en el Archipiélago, produjo, a falta de algo mejor, «el pueblo más pendenciero de todos los insulares, después de Samos»; vivía prácticamente del producto de sus rapiñas, tanto sobre los cristianos como sobre los turcos. 212 Emigrados insulares Pero la manera más corriente que tienen las islas para mezclarse con el resto del mundo es organizar emigraciones. Todas las islas (como todas las montañas; muchas islas mediterráneas son, a la vez, montañas) son exportadoras de hombres. 2 ' 3 A riesgo de incurrir en repeticiones, recordemos aquellas emigraciones griegas que afectaron al Archipiélago entero, incluyendo a la gran isla de Candía. De cualquier modo, es dudoso que en el siglo XVI hayan tenido la amplitud que en la isla de emigrantes por excelencia: Córcega. Demasiado rica en hombres, por lo menos en relación con sus recursos, esta isla se despobló en todas las direcciones a la vez; y seguramente no habrá un solo acontecimiento mediterráneo en que no haya estado mezclado un corso. 2 I 4 Había corsos hasta en Genova, la execrada Dominante, pues la necesidad de vivir se imponía a todo... Los había en Venecia. Ya en el siglo XV marchaban a trabajar a las tierras de la marisma toscana, y en el siglo XVI los campesinos de Niolo, por lo menos los que no se prestaban a emigrar a Genova, se iban a colonizar aquellas pestíferas tierras italianas y hasta a Cerdeña, donde con frecuencia hacían fortuna. 2 I 5 En Roma, donde algunos se instalaban como tratantes de ganado, abundaban los corsos, 2 I 6 y sus barcos frecuentaban el Jl
"
2.1
2.2
Museo Correr, D. delle Rose 21, í. 29. CONDE DE BREVES, op. cit., p. 18.
Ibid., p. 15. 211 Lo mismo hoy día: ejemplo de la gente de Dierba. desparramada por todo el norte de África y por el mundo entero, o los cultivadores de hortalizas de Malta y de Mahón, P. VIDAL DE LA BLACHE, Principes de Géograpbie humaine, p. 97. 214 Hay hasta un tal Sylvestre Corso en las listas de los bombarderos de Goa, en 1513. FORTUNATO DE ALMEIDA, H. de Portugal: 1926-1929, III, p. 267.
R. Rl'SSO, «La política agraria dell'officio di San Giorgio nella Corsica (1490-1553)», en la Rir. st. ¡tal., 1934, p. 426. 216
CARMELO TRASSELLI, «r¿. cit.. en A. st. di Corsica, 1934, p. 577.
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209
puerto romano de Tibre, Civita Vecchia y Liorna. 217 En Argel, los emigrantes corsos pululaban literalmente, sobre todo los Capocorsini- Cuando Sampiero pasó por la ciudad en el mes de julio ¿c 1562, durante el dramático viaje que debía llevarlo hasta Consrantinopla, todos sus compatriotas se precipitaron al puerto para saludarlo «como a su rey»; así lo refiere un informe genovés. 2IS Debe de haber sido muy popular y amado entre los suyos este Sampiero, enemigo de Genova y amigo de Francia, que fue a implorar al sultán ayuda para sus compatriotas. Los corsos de Argel, ¿qué eran? Algunos, capataces de forzados; otros, marinos y mercaderes que traficaban en el puerto. Pero más de uno se instaló permanentemente entre los ricos renegados de la ciudad; por ejemplo, Hassan Corso, que fue uno de los «reyes» de Argel. Un informe español fechado en 1568, 219 estima que de los 10 000 renegados que había en Argel, 6 000 eran corsos. A juzgar por algunos documentos genoveses, a finales del siglo la ciudad hervía de intermediarios corsos, agentes eficaces para rescatar cautivos y también agentes oficiosos de potencias extranjeras. Uno de ellos, aquel enigmático Francisco Gasparo Corso, domiciliado en principio en Venecia, y que en 1569 se instaló en Argel, adonde lo había destinado el virrey de Valencia. En el momento crítico de la guerra de Granada sostiene conversaciones con Euldj Alí, tratando de ganarlo para los intereses del Rey Católico. Pero, ¿quién era este hombre en realidad, y cuál su verdadero nombre? Todos los datos de aquel tiempo lo describen mal. Se sabe que iba y venía entre Valencia y Argel, en un bergantín cargado de mercaderías autorizadas, es decir, que no figuraban entre el «contrabando», prohibido por la ley española: sal, hierro, salitre, pólvora, remos, armas... Se sabe que tenía un hermano en Argel, uno o varios en Marsella y otro en Cartagena, y que su correspondencia con ellos abarcaba, por tanto, todo el Mediterráneo occidental. Añadamos como única aclaración que en un acta autorizada por un notario improvisado en las mazmorras de Argel, un cautivo español acusó a Gasparo Corso de dedicarse al contrabando y de ser un
-17 En Liorna, Mediceo 2080. En Roma, llegada de múltiples barcos corsos cargados de vino, Ho. de Torres a Zúñiga, Roma, 29 y 30 de enero de 1581. Cartas y A '«"(, p. 33. 218 Llegaría a Constantinopla en enero de 1563- Su paso por Quíos, A. d. S. Genova, Sezione Segreta. n. g., 5 de junio de 1563. : 1 ' ' Sim. Eo. 487.
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agente doble. 22° Sin tratar de dilucidar este pequeño problema —quizá insoluble—, fijémonos solamente por ahora en la dispersión de esta curiosa familia insular en torno al Mediterráneo. Otros corsos están en Constantinopla, Sevilla y Valencia. Pero lo mismo en el siglo XVII que en nuestros días, su ciudad predilecta era Marsella; ciudad corsa a medias, por lo menos en el puerto, tal como puede comprobarse en los documentos de que disponemos. 22 ' De esta emigración no podemos culpar ni absolver a los gobernantes genoveses de la isla. El hecho indudable en el siglo XVI es que los corsos soportaban mal el gobierno de Genova. Que tal juicio se fundara o no en la equidad no es una prueba convincente para acusar de todos los males a las intrigas francesas y al oro de los Valois. Lejos de nosotros la idea de negar la evidencia de este lazo entre la isla y Francia, de recusar tantas pruebas concordantes como existen: los frecuentes envíos de emisarios, de fragatas, de pólvora y, por supuesto, de dinero. Francia llevó en Córcega el mismo juego que Cosme de Médicis; con menor consistencia en las ideas, con menos medios, pero con más fortuna. Ahora bien (y esto es lo importante en el debate, y nos lleva de nuevo a nuestro tema): si la política francesa agita, solivianta a los montañeses corsos con una facilidad increíble y casi sin quererlo, fue menos en virtud de planes preconcebidos, que de aquella vital conexión, establecida de una vez por todas entre una Francia entonces rica en espacio y una isla demasiado rica en hombres. Porque Francia se abría a la emigración corsa como el más ancho y el más fructífero de los campos de expansión, mientras que Italia se hallaba demasiado poblada y consideraba, al contrario, a Córcega como una tierra coloni220 Sobre Francisco Gasparo, v. supra. capítulo I, n. 88. Sobre la familia y sobre Francisco, v. conde de Benavente (quien tenía bastante jnala opinión de los corsos) a S. M., Valencia, 13 de nov. de 1659, Sim. Eo. 333. Información hecha en Argel a 1.° de jun. de 1570, a pedto. del cap. Don Gerónimo de Mendoca, 13 de jun. de 1570, Sim. Eo. 334. Don Jerónimo de Mendoza a S. M., Valencia, 7 de junio de 1570, Sim. Eo. 334. Conde de Benavente a S. M., Valencia, 8 de jul. de 15 7 0: Francisco era, probablemente, un agente doble: «... Estos son criados en Francia y tratan allí en Argel y Valencia y tienen su correspondencia en Marsella.» En fin, cartas de los hermanos de Francisco, de Marsella, fechadas el 24 y el 29 de julio de 15 T 9, con noticias del Levante, sin gran interés (copia A. N., K 1553, B 48, n.° 77). 221 Sobre los Lenche y la gran cuestión del coral, v., además de P. MASSON, Les Compagnies du cnrail. 1908, el libro de P. GlRAUD, Les origines de l'Empire francpis nordajricain.... 1939. Sobre el papel que desempeñaba en Marsella Thomas Corso en favor de los insurgentes corsos, v. numerosas indicaciones en la correspondencia de Figueroa, embajador español en Genova, y, sobre todo: Figueroa al rey, Genova, 9 de enero de 1566, Sim. Eo. 1394.
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zable en interés propio. Esto sin añadir la ventaja que para los corsos representaba la protección del Muy Cristiano, eficacísima en el mar. Los corsos instalados en Marsella convertíanse en subditos del rey de Francia y, como tales, participaron en la expansión de la ciudad después de 1570. En el siglo XVII había conos establecidos en el Bastión de Francia, frente a Tabarca, la isla genovesa de los Lomellini, en ese litoral que un documento procedente de estos mismos Lomellini llama «la co^ta che guardano li Francesi in Barbería». 222 Es por demás curioso que en esta costa coralífera los corsos se encontraron de nuevo frente a su enemigo, la Dominante, bajo la forma de la fortaleza de Tabarca, ante la cual debería perecer Sansón Napollon en su tentativa de mayo de 1633. Y las islas que no circunvala el mar En este mundo del Mediterráneo, tan excesivamente compartimentado, donde la ocupación del suelo deja grandes vacíos —sin contar los del mar—, hay otras islas, además de las verdaderas. Otros mundos casi estrictamente aislados, casi islas —la palabra es evocadora—, como Grecia y otras regiones que, encerradas entre murallas terrestres, no tienen otra salida que el mar. ¿No era una isla, en este sentido, el reino de Ñapóles, bloqueado en el norte por la barrera de las montañas que forman sus fronteras con Roma? En nuestros manuales se menciona una isla de Mogreb, Djeziratel-Mogreb, la isla de Couchant, entre el océano, el Mediterráneo, el mar de las Syrtes y el Sahara. Un mundo sujeto a los más bruscos de los cambios, como lo señala Émile-Félix Gautier. Se dirá de la región lombarda que, a su manera, es una isla, una isla continental, enclavada entre los Alpes y los Apeninos, por una parte, y el rústico Piamonte y la zona a medias bizantina de Venecia, por la otra. Asimismo y de análogo modo se dirá, exagerando poco, que toda una serie de islas periféricas, Portugal, Andalucía, Valencia y Cataluña, están unidas a las masas ibéricas por las Castillas. Recordemos que también Cataluña, abierta sobre el mar, ha estado dispuesta siempre a orientarse según soplasen los grandes vientos de la historia, ora hacia Francia, con los carolingios y más tarde en la época de los trovadores y de las cortes de amor, ora hacia el Mediterráneo, en los siglos Xlil, XiV y XV; y, finalmente, en el siglo XVIII, hacia las regiones rudas y todavía no industrializadas de la Península... En cuanto a España en su totalidad, Maurice :
"
Le Bastión de Frailee. Argel, 1930, n." 1.
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Legendre llega hasta llamarla una «más que isla», queriendo significar con ello su inaccesibilidad, su irreductible originalidad, su alma encastillada. Al este, en el otro extremo del Mediterráneo, también es una isla Siria, este espacio sitiado entre el mar y el desierto, centro de donde todo irradia: los hombres, las técnicas, los imperialismos, las civilizaciones, las religiones. Todo lo ha regado esta región como un buhonero por el mundo mediterráneo: el alfabeto, el arte del vidrio, el colorido púrpura de las telas, los secretos del dry farming (en tiempos de los fenicios), es decir, los cultivos de secano; dio emperadores primero a Roma y más tarde a Bizancio, y dominó con sus barcos el mar fenicio, que nos parece casi el primer Mediterráneo de la historia; por último, en 1516 —como en el 634—, el Islam conquistador (los árabes en el siglo VIII, los turcos en el XVI) se posesiona de este mundo decisivo y ello le permite elevarse de golpe hasta el plano de la más grande historia mediterránea. No cabe duda de que estamos abusando ampliamente a ese respecto de la noción de la insularidad; pero lo hacemos en beneficio de una exposición más clara. Los países del Mediterráneo son, en verdad, colecciones de regiones aisladas entre sí, 223 que sin embargo se buscan y se atraen constantemente las unas a las otras; de aquí que haya entre ellas un constante vaivén, a pesar de las jornadas de camino o de navegación que las separan; vaivén que el nomadismo de los hombres del Mediterráneo facilita. Pero los contactos que estos hombres establecen son como descargas eléctricas, violentas y discontinuas. Como una fotografía ampliada, la historia de las islas resulta ser la que nos revela la más nítida explicación de esta vida mediterránea, permitiéndonos comprender mejor por entero que cada provincia mediterránea ha podido conservar una originalidad tan irreductible, un perfume regional tan poderoso, en medio de la más extraordinaria mezcla de razas, de religiones, de costumbres y de civilizaciones que jamás haya habido en la tierra. Las penínsulas La vida del Mediterráneo no entraña únicamente en su estela esos fragmentos de tierra que soa las islas o esas angostas franjas 225 A. PHILIPPSON, op. cit., p. 32: «Jedes Land ist ein Indiriduum fiir sich» [«cada país es un individuo de por sí»]. Es lo que dice, a propósito de las grandes islas del Archipiélago, J. W. ZlNKEiSEN, op. cit., III, p. 7: «... jedes fi/r sich... eim eigei/e Welt» [«cada una es de por sí... un mundo aparte»].
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que son las costas; repercute hasta las profundidades del continente. Confunde con su propia existencia, sin ningún esfuerzo, a esos mundos particulares orientados hacia ella, y sobre todo a esos vastos bloques de tierra que son las penínsulas. Con mayor razón cuanto que interpone entre sus diferentes masas espacios marítimos que las bordean en frentes extremadamente extensos. Las penínsulas forman otros tantos continentes autónomos: la península Ibérica, Italia, la península de los Balcanes, el Asia Menor, el África del Norte, esta última mal separada, en apariencia, del continente africano, pero separada de él, en cambio, por la inmensidad del Sahara. Lo que dijo Théobald Fischer de la Iberia —«es por sí sola un mundo»— puede aplicarse a las otras penínsulas, que son comparables entre sí porque están hechas de los mismos materiales: montañas omnipresentes, altiplanos, llanuras, guirnaldas litorales, cortejos de islas. Porque están fraguadas sobre el mismo plan unitario. Entre sus paisajes, lo mismo que entre sus tipos de vida, se establecen por sí mismas correspondencias. Todas pertenecen a la misma familia. Al conjuro de las palabras Mediterráneo, clima y cielos mediterráneos, surgen en el espíritu brillantes imágenes: todas se refieren a esos grandes bloques terrestres, más o menos engarzados, pero engarzados todos ellos al mar. Por medio de estos países, sobre todo Italia y España, han establecido casi siempre contacto con el mar Interior los viajeros de Occidente. Pero no cabe duda de que es un error dejarse llevar de la impresión de estas primeras imágenes, no ver sino estos mundos privilegiados, como si sólo ellos constituyeran el Mediterráneo entero. Porque son lo esencial, pero no son todo. En efecto. De una península a otra se tienden regiones que sirven de nexo de enlace: en el golfo de León, el Bajo Languedoc y el Bajo Ródano, esta especie de Holanda; en el Adriático, la Baja Emilia y las Venecias; más hacia el este, al norte del mar Negro, las regiones esteparias y desnudas que van desde el delta del Danubio hasta la extremidad del Cáucaso; finalmente, por el sur, esa larga franja de costas ciegas, a menudo tan difíciles de abordar, que corre desde la Siria meridional hasta el Túnez de Gabés y de Djerba, larga y pobre fachada, y fachada de un mundo extranjero sobre el mar Interior. Lo cual no impide que las penínsulas sean la parte esencial del espacio mediterráneo, la más rica en hombres y en posibilidades de v 'da. Ellas son los persom es decisivos, los que siempre han lleu d o la batuta, acumuladores de fuerza, y, cada uno a su hora, pro-
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digos de esta fuerza. Son casi personas, para usar la expresión tan verídica de Michelet a propósito de Francia; personajes más o menos conscientes de sí mismos. Su unidad parece evidente; sin embargo, no tienen el acento, ni la coherencia, ni la confianza en sí mismas de la Francia de los Valois, ni la vehemencia de aquella Francia que ya entonces era capaz de abandonarse a transportes de pasión política y nacional, como en 1540, cuando fue arrojado del poder Montmorency, partidario de la colaboración con los Habsburgos; 224 o como en la crisis de 1570 a 1572, que contuvo, sin evitarla del todo, la Noche de San Bartolomé; o, mejor aún, a finales de siglo, esa otra crisis que representó el triunfo fulminante de Enrique IV. Pero quizá los hombres no aman esas unidades peninsulares demarcadas por la naturaleza con la misma pasión que la unidad más artificial de Francia. Sin embargo, el nacionalismo español es evidente. A ello se debió que en 1559 fueran removidos de los principales cargos los consejeros no españoles de Felipe II. Y a ello se debieron también, del otro lado de los Pirineos, los juicios tantas veces repetidos contra los franceses de aquel tiempo, gentes pendencieras, ergotistas, indignas de confianza, que se desanimaban ante cualquier fracaso, pero porfiadas y dispuestas siempre a negar sus derrotas o a revocar sus concesiones. Es evidente que el nacionalismo español distaba mucho de ser homogéneo y de expresarse de un modo sostenido. Fue formándose poco a poco, conforme fueron acumulándose los años de grandeza, hasta manifestarse a la luz del día, con sus temas propios, dejándose llevar por el espejismo de la idea imperial. Bajo esta forma compleja no llegó a revelarse todavía en la época de Carlos V o de Felipe II, estos grandes luchadores y constructores, sino con mucho retraso, en el siglo XVII, cuando el Imperio se estaba ya agrietando, en tiempos del rey «Planeta», Felipe IV, y del conde-duque de Olivares, en la época de Velázquez, de Lope de Vega y de Calderón. Coherencia semejante no la encontramos en Italia. Sin embargo, también aquí apunta un innegable nacionalismo, por lo menos un orgullo de la ítalianidad, con la convicción que late en cada italiano de pertenecer al mundo más civilizado, aureolado por el 224 Falta un estudio de este sentimiento nacional. De RARFLAIS, en Gargantiía. ed. Les Belles Lettres, 1955, (p. 137), este bello exabrupto: «Por Dios que daría una zurra a esos fugitivos de Pavía». Y en el Libro Cuarto {Bellas letras, prólogo, p11): «Este tan noble, tan antiguo, tan beüo, tan floreciente, tan rico reino de Francia.»
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pasado más glorioso. En cuanto al presente, ¿acaso es tan miserable? «Constantemente se repite que los españoles y los portugueses han descubierto el Nuevo Mundo, cuando fuimos nosotros, los italianos, los primeros en abrirles el camino», escribe Bandello altivamente, al principio de uno de sus cuentos. 225 El historiador Di Tocco ha enumerado minuciosamente las quejas y las cóleras que inspiró a los italianos «patriotas» el fin'de las libertades de la península después del Tratado de Cateau-Cambrésis y la victoria, a partir de entonces irremediable, de los españoles. 226 ¿Y cómo olvidar tantas políticas, tartos sueños de unidad, y los gritos apasionados de un Maquiavelo, y a un Guicciardini, presentando en un solo bloque el pasado italiano durante los años que acababa de vivir?227 Por muy dispersos que aparezcan, son signos evidentes e innegables de nacionalismo y de unidad. Otro signo más importante aún (pues la política no es lo esencial de esos destinos coherentes) es el del desarrollo de la lengua toscaca. E, igualmente, el de la lengua castellana, que en el siglo XVI se expande por toda la península Ibérica, convirtiéndose desde entonces en la lengua literaria, empleada por los escritores de Aragón desde la época de Carlos V. Un noble aragonés, contemporáneo de Felipe II, escribió en castellano su diario. 228 La lengua castellana se adueña incluso de los medios literarios de Lisboa, en la gran época de Camoens. La adoptan también las clases altas de España entera, asimilándose con ella, junto a los temas literarios de Castilla, sus temas religiosos, sus formas de culto. Es curiosa la historia del patrono de Madrid, San Isidro, el santo labrador, que va hasta Cataluña a destronar a los antiguos santos de la devoción campesina, San Abdón y San Senén principalmente, patronos de numerosas cofradías de la tierra. Lo único que de ellos queda son las imágenes conservadas en las iglesias antiguas: los labradores de Cataluña los abandonan en el siglo XVII para ir detrás del recién llegado, de San Isidro, patrono de todos los labriegos de España. 229 Este episodio nos cuenta, a su manera, la historia de la formación de la unidad española. Esto atrae nuestra atención hacia la coherencia de los espacios históricos que, al amparo de los horizontes peninsulares cerrados, 225
BANDELLO, op. cit.,
226
V. DI Tocco, Ideali d'independenza in Italia, 1926, pp. 1 ss.
II, p.
208.
227
A. RENAUDET, Machiavel. 1942, p. 10.
228
Algunas efemérides de MIGUEL PÉREZ DE NUEROS, en Feo.
BELDA Y PÉREZ DE
NUEROS, MARQUÉS DE CABRA: Felipe Segundo, sin fecha (1927), pp. 30 ss. 229 G. G. de Catalunya, pp. 496 s.
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LA INFLUENCIA
DEL MEDIO
AMBIENTE
tienden a la unidad. Las fronteras de la península, sin embargo, no tienen nada de infranqueables: no existen esas fronteras «eléctricas» que Ramón Fernández imaginaba en torno a España. Semejantes fronteras no han existido nunca, ni en los Pirineos, ni en el sur de los Alpes, ni en el Danubio, o en los Balcanes, o en las montañas de Armenia, región de rutas y de mescolanzas étnicas por excelencia; ni en las montañas del Taurus, del Atlas o del Sahara, al sur de la Pequeña África. Lo cual no es óbice para que las penínsulas estén bordeadas de obstáculos que entorpecen los intercambios y las relaciones reduciéndolas a lo más esencial, a lo más preciso e incluso, diríamos, a lo excepcional. Y esto es importante. Parafraseando la fórmula de Metternich, A. Renaudet dice de la Italia del siglo XVI, fraccionada, imprecisa en sus contornos (aunque no sea más que del lado del Piamonte), que es simplemente una expresión geográfica. 23° Pero, ;acaso una expresión geográfica es tan poca cosa como eso? Es el destino de un conjunto histórico, en la medida en que es el de un espacio trabajado y surcado fácilmente por los mismos grandes acontecimientos, acontecimientos que han sido, en cierto modo, prisioneros de ese espacio y que han tropezado siempre, sin poder franquearlo, con el obstáculo de sus límites. Para Gioacchino Volpe esto es aproximadamente lo que hay que entender cuando se habla de unidad italiana. Lo mismo podría decirse de la península Ibérica; el drama de la conquista musulmana y de la Reconquista, drama que ocupó el centro de su vida durante siete siglos, permaneció en sus rasgos esenciales prisionero dentro de sus fronteras. Precisamente eso fue lo que consolidó lo fundamental de su unidad, lo que hizo capaz para transformar las influencias de fuera; para aceptar de Europa el gótico, aunque sobrecargándolo de las fiorituras del plateresco y del arte mudejar: y tomar más tarde el barroco, del que sale, por último, el churrigueresco. Del mismo modo que el norte de África, invadido por el Islam, imprimió a éste muy pronto su tonalidad particular y se dejó gradualmente «desislamizar, desorientalizar y berberizar» por sus marabús. 231 Los altos muros que bordean las penínsulas hacen de cada una
230 A. RENAUDET, L'ltalie et la Renaissance italientu (Curso en la Sorbona, Sedes, 1937), p. 1. 231 AUGUSTIN B ERQUE, «Un mystique moderne», en // Cong. Soc. Sai: d'Afrique du N., Tremecén, 1936 (Argel, 1938), t. II, p. 7 4 1 En el mismo sentido, R. MON-
TAGNE, op. cit.. p.
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de ellas un mundo marginal, con su originalidad, su sabor y su acento propios. 2 ' 2 Cada vez que una de estas unidades peninsulares se afirma en el plano político, se produce algún cambio histórico de importancia. Recordemos, en el lejano pasado, las consecuencias de la unidad de Grecia, llevada a cabo por los macedonios, o las de la unidad de Italia, realizada en provecho de Roma. A principios del siglo XVI, los Reyes Católicos forjaron la unidad española: ¿no fue la suya una fuerza verdaderamente explosiva? Y es que, si las penínsulas permanecen bastante cerradas del lado de las masas continentales, lo mismo las de Europa que las de Asia o África, en cambio se abren ampliamente sobre el mar, agresivamente cuando son fuertes, o para ser conquistadas cuando son incapaces de defenderse. ¿Es ésta, acaso, la razón que las lleva a vivir tan curiosamente asociadas por parejas? Es verdad que Italia llegó a dominarlas a todas en tiempo de Roma, porque supo hacerse la dueña del mar; pero esto no pasa de ser una excepción. En general, las conquistas de península a península no presentan semejante amplitud triunfal; se reducen más bien a simples abordajes e,ntre dos barcos. Por ejemplo, el que permitió al Asia Menor apoderarse de la enorme península de los Balcanes, a fines del siglo XIV y comienzos del XV, despejando así el camino para la gran conquista turca; o el que precipitó al África del Norte sobre la vecina Iberia a comienzos del siglo VIII. Así se han formado, por períodos más o menos largos, esos bicontinentes de que antes hablábamos: el de Anatolia y los Balcanes en tiempos de Bizancio y más tarde del Imperio turco; el del norte de África e Iberia en la Edad Media, recia asociación,233 pero que la ruptura de 1492 habría de destruir para muchos siglos, a pesar de los esfuerzos de portugueses y españoles por reconstituir la unión medieval. Asociación tan fructífera que nunca llegará a morir del todo... Dos nuevos abordajes se produjeron durante el 2.2 La originalidad de los Balcanes por el hecho de su posición euroasiática BUSCH-ZANTNER, op. cit., p. IV). El modo como nos es extraña a nosotros, ios occidentales libid., p. 111). Unidad del Asia Menor, esa otra península Ibérica (ULRICH VON HASSEL, Das Drama des Mitle/meers. 1940, p. 22). 2.3 «La península Ibérica y sus islas siempre dominarán al África del Norte.» P. AcHARD, Barberousse, op. cit.. p. 53, n. 1. «El mundo ibérico parece inseparable de los países del Atlas hasta las Canarias, inclusive," y aun de las grandes islas del Mediterráneo occidental, Cerdeña y Córcega», P. VIDAL DE LA BLACHE, Tableau géogr. de la ¡"ranee, p. 28. «Andalucía... aparece como una prolongación del Mogreb», GEORGF.S MARCÁIS, Historie du Mayen Age, III, 1936, p. 396, en la Histoire genérale de GUSTA VE
GLOTZ.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
siglo estudiado en este libro: uno entre España e Italia, cuya unión, sellada en 1559, estaba llamada a durar más de un siglo, pese a los espacios que entre ambos países interponía el Mediterráneo occidental, y a tantas hostilidades como se produjeron; 214 otro, entre los Balcanes y el norte de África, este barco durante tanto tiempo privado de capitán y del que los turcos, como es sabido, no llegaron a apoderarse más que a medias. Estos desposorios, estas vidas dobles, unas que se deshacen y otras que se establecen, resumen lo esencial de la historia del mar. Alternativamente conquistadores y conquistados, los universos peninsulares preparan, durante los períodos silenciosos de su vida, las futuras explosiones. Así, antes de que los beréberes conquistaran España en el siglo VIII, se produjo el poderoso ascenso demográfico del Mogreb; del mismo modo que, mucho después, antes de la conquista de los Balcanes por los turcos, se advierte una progresiva superpoblación del Asia Menor, donde parece operarse el cambio del nomadismo a la vida semisedentaria, cosa ya de por sí reveladora. Y, a la inversa, toda conquista es un desgaste; Italia se despobló desde el momento en que, en la época de Roma, llevó a cabo la monstruosa conquista de todos los países del Mediterráneo. Así pasa de península a península la primacía política, y con ella, las demás, la de la economía y la de la civilización. Pero estas transferencias no se producen todas a un tiempo. Rara vez colman a una península de todos sus dones al mismo tiempo. De ahí la imposibilidad de clasificar a esos mundos en movimiento los unos en relación con los otros. ¿Por qué razón éstos son más fuertes, más brillantes o más desarrollados que aquéllos? La respuesta nunca es fácil. Por ejemplo, el Mogreb no ha sido el eterno rezagado que Émile-Félix Gautier nos presenta en sus libros: tuvo 234 Para VON HASSEL, op. cit., pp. 20-2, la injerencia de España en Italia tuvo un carácter más dinástico que político (en el sentido de una política dinástica). Esto es muy discutible. V., en cuanto a las relaciones culturales, las obras de BENEDETTO CROCE. En cuanto a la aportación de España en el plano institucional, v. FAUSTO NICCOLINI, Aspetli delta vita italo-spagnuola nel Cinque e Seicento, Ñapóles, 1934. En el plano de las relaciones literarias, HUGUES VAGANAY, «L'Espagne en Italie», en Rev. Hispan., t. IX, 1902. LEOPOLD VON RANKE, Les Osmanlis et la monarchie espagnole pendant les xvi'et xviirsiécles, 1839, pp. 383-7. ParaW. PLATZHOFF,
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también sus períodos de esplendor y hasta de supremacía. ¿Quién podría ignorar la importancia de la Cartago púnica? ¿Y la de la conquista de las Españas en el siglo vm, la de Sicilia en el IX y la de Egipto en el X? No olvidemos, por último, que en el terreno espiritual, el norte de África era, en tiempos de Apuleyo y de San Agustín, el gran baluarte de la Iglesia y de la cultura latina, mucho más que Italia, en aquel tiempo menos rica culturalmente que aquella provincia. 235 Las hipótesis de Ugolini, 236 construidas un poco precipitadamente con ocasión de unas importantes excavaciones arqueológicas de Malta, suponen que la civilización del mar Interior nació, no en el Oriente, como se pensaba, sino en el Occidente, en España y el norte de África, mucho antes del segundo milenio anterior a la Era Cristiana. De España y de África, la civilización, según esta hipótesis, pasó a Italia y al resto de Oriente; después, pero solamente después, el movimiento refluyó hacia el oeste. Nos place imaginarnos, aunque el itinerario indicado no sea exacto, esta carrera de relevos a través del interminable pasado, a lo largo de todas las costas y de las rutas del mar, en que la antorcha va pasando de una isla a otra, de una península a otra. A la vuelta de las centurias o los milenios, la llama vuelve a pasar por donde ya brillaba antaño. Pero nunca es la misma. ¿Sueños quizá? Sin embargo, en esta larga noche del pasado, ha hecho sentir su fuerza una ley de física, más o menos imperiosa. Se cree, y ello es muy probable, que la gran fuerza de la vida del mar se apoderó, ante todo, de las parcelas más ligeras del suelo, más ingrávidas, de las islas, las porciones del litoral, impeliéndolas desde entonces sin descanso, como los mares, en las mareas del norte, impelen los guijarros en las playas. 2 ' 7 Al hacerse más fuerte, más exigente, esta vida de conjunto atrae a su flujo a cuerpos más pesados, como las penínsulas: entonces la historia del mar alza el tono... Pero las verdaderas grandes horas son aquellos momentos en que el mar llega a atraer a masas continentales enteras. Son las horas en que César llega a las Galias, en que Germánico cruza el Elba, en que Alejandro pasa el Indo, en que los árabes llegan a la China o los marroquíes acampan junto al Níger...
2,5
- 16
237
E. ALBERTINI, en Mé/anges Paul Tbomas. Brujas, 1930. L. M. UGOLINI, Malta, origini della civilta mediterránea, Roma, 1934. A. PHILIPPSON, Das Nlittelmeergebiet, op. cit., p. 37.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
En estas grandes horas, el Mediterráneo histórico se expande sin límites. Pero, ¿hasta dónde se expande en el espacio, hasta dónde agranda sus dominios? Esta pregunta envuelve por sí sola un problema, problema en verdad difícil y discutible. Tal vez el problema por excelencia, cuando se trata de dilucidar el destino del Mediterráneo.
CAPITULO III
LOS CONFINES: EL MEDITERRÁNEO MAYOR El presente capítulo presenta varias dificultades. Es posible, sin embargo, que el lector no se aperciba inmediatamente de ellas. Se le invita a viajes que le llevarán muy lejos de las orillas mediterráneas; y es posible que desee emprenderlos. Pero al hacerlo acepta inmediatamente un agigantamiento en apariencia excesivo del campo de estudio. Pretender que en el siglo XVI existe un Mediterráneo global que abarca las Azores y el Nuevo Mundo, el mar Rojo y el golfo Pérsico, el Báltico y el gran meandro del Níger, puede parecer como un intento de exagerar en exceso sus confines. Se rebasan los límites convencionales. Los trazados por los geógrafos son los más familiares y restrictivos: para ellos, la región mediterránea se extiende desde el límite norte del olivo al límite norte de los grandes palmerales del sur. Con el primer olivo que encontramos ' viniendo del norte, entramos ya en el espacio del mar Interior; y lo abandonamos en cuanto encontramos, siguiendo hacia el sur, el primer palmeral compacto. La definición geográfica concede una gran importancia al clima, que, indudablemente, es un factor decisivo en la vida del hombre. Pero si aceptamos esos límites nos quedamos sin nuestro Mediterráneo máximo. Tampoco podemos aceptar los límites establecidos por geólogos y biogeógrafos: unos y otros lo definen como una larga zona filiforme, simple línea sin importancia, considerada a la vasta escala de la corteza terrestre; para los geólogos es un interminable cinturón que va del Atlántico al océano Indico, y en el que se asocian fracturas tectónicas y plegamientos recientes; para los biogeógrafos es esa estrecha zona que se extiende en el sentido de los paralelos, lugar natural de ciertas plantas y animales característicos, desde las Azores hasta el remoto valle de Cachemira. 1 FÉLIX Y THOMAS PLATTER, Journal, op. cit., p. 20. Félix llega a Montelimar el *« de octubre de 1552 «y por la noche a la villa de Pierrelatte, donde pude ver los Primeros olivos. Los árboles estaban cargados de olivas, verdes unas, rojas y medio maduras otras, y negras y completamente maduras otras. Las probé todas y me pareCle ron malas y muy amargas».
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IA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
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E! Mediterráneo a escala del mundo
Según orientemos esta carta, que podemos hacer girar sobre sí misma, se acentuarán sucesivamente los diferentes horizontes mundiales del Mediterráneo: el Sahara, el Atlántico, el océano Indico y Europa. Hemos preferido dar a este mapa una orientación nada frecuente, porque así se hace más patente la inmensidad desértica del Sahara agobiando a este mar. Se extiende desde sus orülas hasta las selvas tropicales de África. El Mediterráneo funciona como frontera de estas tierras ingratas, las separa de la Europa Meridional (que llega hasta los bosques del norte) y, P°r medio del mar Rojo, el océano Indico y el golfo Pérsico, rompe su unidad. Las áreas punteadas corresponden a las zonas en que el hombre se ha establecido en tiempos muy tempranos (aprovechemos ¡a ocasión para hacer notar, como contraste, los vacíos de las zonas montañosas de las penínsulas mediterráneas). Comunicaciones terrestres y marítimas, cuyas rutas y escalas se extienden en todas las direcciones qu e el lector pueda suponer, crearon el espacio-movimiento del Mediterráneo MáximoMapa dibujado por JACQI ES Bl.RTlN.
LOt CONFINE!
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Un Mediterráneo de dimensiones históricas Ahora bien, según las exigencias de la historia, debemos considerar el Mediterráneo como una amplia zona que se prolonga en todas direcciones, más allá de sus propias orillas. Para entendernos, lo podemos comparar a un campo de fuerzas, sea magnético o eléctrico, o, de modo más simple, a un núcleo luminoso cuyos rayos fuesen perdiendo potencia a medida que aumentase la distancia, sin que se pueda trazar de modo preciso la línea que separa radicalmente la zona de luz de la de sombra. Pues, ¿qué fronteras podemos trazar, cuando no se trata de plantas o animales, ni del relieve o el clima, sino del hombre, de ese hombre a quien no contiene ningún límite y que franquea todas las barreras? El Mediterráneo (y su compañero el Mediterráneo Mayor) es tal como el hombre lo hace. La rueda de los destinos humanos fija el suyo y ensancha o acorta su espacio. Roma logró convertir el mundo mediterráneo propiamente dicho en un sistema cuasi-cerrado, taponando las rutas que llevan a él o de él salen y renunciando al obrar así (y ése fue quizá su error) a la posibilidad de controlar los límites extremos de Europa, a lograr libre acceso al océano Indico y a las profundidades de África y a establecer contactos provechosos y abiertos con sus mundos- lejanos. Pero este cerrarse en sí mismo —a fin de cuentas muy relativamente efectivo— ha sido más bien la excepción que la regla a lo largo de la historia del Mediterráneo. La regla ha sido que la vida del mar se difunda mucho más allá de sus orillas, en amplios avances equilibrados por continuos retrocesos. Lo que partió del mar vuelve luego a él, y a continuación reinicia su avance. Los ochavos, esas pequeñas monedas de plata acuñadas en Castilla con el metal blanco americano, inundan los mercados de Europa durante la segunda mitad del siglo XVI; pero también en India y China podemos encontrar estas piezas de a ocho reales. Este ir y venir de hombres y bienes, tangibles o inmateriales, va trazando diferente frontera sucesiva alrededor del Mediterráneo: aureolas. Habría que hablar no de una, sino de cien fronteras a la vez: unas políticas, otras económicas o culturales. Cuando Goethe visita Italia, no llega al Mediterráneo cuando, como él dice, cruza el paso del Brennero, ni más tarde al franquear el Apenino toscano. Lo había alcanzado antes, mucho más al norte, cuando entró en Ratisbona, puesto avanzado del catolicismo sobre la gran frontera cultural que delimita el Da-
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
nubio. O quizá más al norte todavía, exactamente al comienzo de su viaje, en la propia Francfort, la ciudad del Romer. Si no tenemos en cuenta esta extensa zona de influencia, este Mediterráneo Mayor, nos va a resultar más de una vez difícil comprender la historia del mar Interior. Concentración de tráficos, de riquezas acumuladas que luego cambian de manos, perdiéndose sin remedio algunas veces, el Mediterráneo se puede estudiar de acuerdo con sus irradiaciones. Es con frecuencia más fácil de leer su destino en sus márgenes externos que en el mismo centro de sus múltiples actividades. Obstruida en una zona, la vida general del mar sabrá encontrar en otra la indispensable compensación, de acuerdo con una ley de equilibrio que no siempre resultó evidente a los observadores contemporáneos, y que algún que otro historiador cree haber conseguido vislumbrar. Así, en el siglo XV, el avance turco molesta a las regiones del Levante: el comercio europeo se concentra entonces, con mayor insistencia que nunca, sobre África del Norte. 2 Igualmente, a fines del siglo xvi, determinadas presiones económicas empujan la vida mediterránea en dirección de la Alemania del Sur y de la Europa Central y Oriental: se trata, sin duda, de una forma de la ley de compensación. La supervivencia de Italia hasta 1620, e incluso más tarde, sería inimaginable sin estas aventuras hacia el norte y el nordeste. Venecia fue durante muchos años una puerta abierta hacia estas posibilidades. Los primeros signos de decadencia —decadencia, en todo caso, muy relativa— aparecen respecto a las relaciones a larga distancia entre el océano y el mar Interior. Resumiendo: la historia del mar se inscribe en sus diferentes formas, en las masas de tierra y los espacios marítimos que le rodean, se hallen distantes o cercanos.
I.
EL SAHARA, SEGUNDO ROSTRO DEL MEDITERRÁNEO
El Mediterráneo linda por tres lados con la inmensa cadena de desiertos que se extiende sin interrupción a lo largo del Viejo Mundo, desde la costa atlántica del Sahara hasta ¡a China del norte: al sur de la costa libia se extiende el Sahara; al este del AntiLíbano se encuentra el desierto sirio, «muy cerca de una de las más importantes civilizaciones nómadas del mundo»; 3 al norte del mar 2 3
p. 61.
ROBERT BRUNSCHVIG, La Berbérie Oriéntale sous les Hafsides. 1940, I, p. 269. JACQUES WEULERSSE, Paysans de Syrie et dii Procbe Orient, cuarta ed., 1947,
LOS CONFINES
225
Negro terminan las estepas rusas del sur, umbral del Asia Central. Desde estos vastos frentes, un abundante movimiento de caravanas es tá en contacto con el comercio mediterráneo, haciéndose imprescindibles uno a otro. Los contactos no ocurren solamente en los centros principales, como lo son Egipto y Siria, por donde pasa, en el siglo XVI, todo el prestigioso comercio del Levante, sino en toda la extensión de sus confines. Oran, que la conquista española, en 1509, ha separado netamente del interior, era todavía, a mediados del siglo XVI, el centro de un comercio en pequeña escala de negros, lo bastante importante aún como para inquietar a las autoridades de aquella pequeña plaza.4 Hay, pues, en el campo de la historia mediterránea, además del polo europeo, un vasto polo desértico. El Mediterráneo se siente atraído por estas costas desoladas y a su vez ejerce su atracción sobre ellas: nos ofrece la originalidad y la paradoja de extender una enorme masa de agua frente a un continente desértico, penetrando incluso en su mismo cuerpo a través del mar Rojo y el océano Indico. El Sahara: límites inmediatos y límites remotos La cadena de desiertos que se extienden del Atlántico a China se divide en dos al alcanzar las altas mesetas del Irán: al oeste se dilatan los desiertos cálidos; al norte y al este, los desiertos fríos. Pero hay continuidad entre estos espacios áridos y su circulación caravanera, reemplazando el camello, en Anatolia e Irán, al dromedario de los desiertos centrales y occidentales. De todos ellos, es el Sahara, en su sentido amplio (es decir, la totalidad de los desiertos cálidos hasta el Irán y Arabia), el que se halla en especial relación con el Mediterráneo. La ruta de las estepas del sur de Rusia conduce a los grandes desiertos fríos del Asia Central, pero alcanza al Mediterráneo por la puerta de atrás —podríamos decir—, y sólo esporádicamente juega un papel importante. Por ejemplo, en los siglos xin y xiv, período de esplendor de la «ruta mongola». s Esta información se la debo a FFXIPE RUIZ MARTÍN. He extraviado la referencia exacta. Sobre el tráfico negrero de las caravanas encaminadas a Tremecén y Mostahanem, Diego Suárez, manuscrito B. N. Madrid, capítulo 35. s MAURICE LOMBARD, «Le commerce italien et la route mongole», en Ármales ~- $• C. 1948, p. 382: «La ruta continental a las Indias considerada por los italianos d °s siglos antes de que los portugueses abriesen la ruta marina.»
226
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
El Sahara, en su sentido amplio, africano y asiático, se puede encuadrar en dos especies de fronteras, unas próximas y otras muy alejadas del Mediterráneo. Es conveniente trazar sumariamente estos dos límites para lograr una primera aproximación a nuestro tema. Respecto a la proximidad con el Mediterráneo, aunque la transición resulte raramente violenta, la línea de demarcación, fácil de trazar, coincide con el límite norte de la larga zona puntiforme de palmerales compactos que, casi sin interrupción, va de este a oeste del Pendjab —pasando por Irak, Siria, el Bajo Egipto, Tripolitania y las diferentes regiones situadas al sur del Atlas— hasta el océano Atlántico. Considerada como un límite sumario, esta línea es tan
Fig. 13 La implantación de los palmerales desde el Indo al Atlántico Los números romanos indican milenios; ios números arábigos, siglos. Cuando van precedidos del signo — se refieren a antes de Cristo. Las cifras en itálica no indican la fecha de la primera aparición de la palmera, sino la de la primera vez que contamos con un documento que atestigua su presencia. Este mapa está tomado del Atlas provisional de la historia de las plantas cultivadas —de próxima publicacióncuyos autores son J. J. HÉMARDINQUER, M. KEUL y W. RANDLES. Demuestra la
lentísima progresión del esfuerzo humano creador: es evidente que palmerales y rutas están interrelacionados en toda la vasta zona de la palmera datilera, del Indo al Atlántico. • •
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digna de confianza como la que pudiera deducirse de los índices de aridez. 6 Nuestro mapa (fig. 13) la muestra con claridad: todo este espacio de palmeras y palmerales ha sido creado con suma lentitud por el hombre. Pero, ¿cuáles son al sur y al este los límites de esta inmensidad? Es evidente que se encuentran a miles de kilómetros del mar Interior. Para llegar a ellos necesitamos transportarnos con la imaginación hasta el meandro del Níger, el Alto Nilo, las montañas de Abisinia, el mar Rojo, Arabia, Irán, el Indo, el Turquestán, la India y el océano Indico... Universo desértico que nos asombra con sus colosales dimensiones: lo que en el Mediterráneo, de una ciudad a otra, requiere una jornada o una semana de viaje, reclama aquí semanas y meses. Cuando el veneciano Giacomo Soranzo habla de Persia en su relación de 1576, 7 define con una sola frase su desaforada vastedad: «se puede viajar durante cuatro meses por el país sin salir de él». El calendario de distancias que ofrece el libro antiguo y erudito 8 de Aloys Sprenger lo dice también con toda claridad: cuando se va del Mediterráneo al Sahara crecen las etapas y los espacios; se produce un cambio total de escala. Se acentúa la importancia capital de los transportes y todo lo domina. A lo largo de estos recorridos interminables hay que recurrir para guiarse —nota Didier Brugnon— «a la brújula y el astrolabio como si se viajara por el mar». 9 La superabundancia de espacios tan vastos condena a sociedades y economías a un movimiento perpetuo, más oneroso que en otras partes. La extrema movilidad de sus gentes, la amplitud de los desplazamientos pastoriles, el antiguo y pujante tráfico caravanero y la actividad de las ciudades, son respuestas, o intentos de respuesta, a este imperativo. Las ciudades quedan debilitadas por el esfuerzo. Si los «pueblos abandonados» constituyen una de las características de Europa Occidental, las «ciudades abandonadas» son la característica más notable de la historia de los países áridos. En unos pocos años la arena de las dunas engulle una capital con sus casas, calles y acueductos. , 0 El voraz espacio es como el «incultivable mar» de Home6 FRITZ JAEGER, «Trockengrenzen in Algerien», en Pet. Mitt., Erganzungsheft, 1935, y Natunvissenscbaft, Berlín, XXIX, 31 de oct. de 1941. La isoyeta de 100 milímetros pasa entre Laghouat v Ghardaia, y entre Biskra y Touggourt. 7
s
E. ALBÉRI, op. cit-, III, 2, p'.
199.
ALOYS SPRENGER, Die Post-und Keherouten desOrients, 1846. D\DIER BRUGNON, Relation exacte concernant les caravanes en cortige des marthands d'Asie, Nancy, 1707, p. 73. 10 MARGUERITE VAN BERCHEM, «Sedrata, una ville du Moyen Age ensevelie sous 'es sables du Sahara algerien», en Documents Algériens, 11 septiembre 1953. 9
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ro, el hombre sólo tiene acceso a él «como viajero y huésped de paso», '' no pudiendo hacer un alto en él más que a título temporal. «Es un mar sin agua», más vasto que el Mediterráneo mismo. Pobreza y miseria Inmensidad y vacío, es decir, miseria y pobreza: «sé encerrar mi hambre en los repliegues de mis entrañas como la hábil hilandera sostiene firmemente en la mano los hilos que sus dedos tuercen», canta un poeta árabe. Y un compañero de Mahoma, Abu Horaira, dice del profeta, «salió de este mundo sin haberse saciado ni una sola vez de pan de cebada...» I2 Aun en el corazón de países opulentos, en Bagdad, por ejemplo, ¡cuántos pobres sueñan, como los humildes de las Las Mil y una Noches, con comer una galleta untada de mantequilla y con la flor de la harina! Ni siquiera se come en todas partes el pan negro o el indigesto cuscús —el máacb— de los pobres del Mogreb: por lo general, hay que contentarse con la galleta de grano toscamente amasada, la hessera primitiva, hecha de cebada y rara vez de trigo. País pobre, país sin agua desde tiempo inmemorial; país sin fuentes, ríos, plantas ni árboles. Llaman «pasto» a una mísera vegetación herbácea; la madera es rarísima. Con la zona árida comienzan las casas de arcilla; la interminable fila de aldeas que se extiende desde la India hasta el África tropical, son, como se ha dicho, «campos de barro». Las construcciones de piedra, cuando las hay, constituyen, aquí, una obra de arte excepcional; los canteros construyen según una técnica especial consistente en colocar las piedras sin apoyarse en ninguna armazón de madera. Porque no hay madera: hay que recordar el precio que alcanzan en las tierras del Islam los preciosos cofres de cedro. Pensemos, por contraste, en los bellos muebles del Renacimiento italiano, en los arcones y los bargueños que el arte toledano gustaba de realzar con aplicaciones de oro. Aquí, el problema no es la construcción de galeras o de navios, como en el Mediterráneo; es la simple cocina cotidiana, el humilde fuego, que el campesino prende entre dos piedras. En las profundidades del desierto, todo sirve de alimento: alguna ramita, raíces, hierbas secas, la paja o el esparto, la corteza de palmera datilera, «el estiércol de camello», de caballo o de buey que se ha secado "
12
ARNOLD TOYNBEE, L'Histoire. Un essai d'interprétation, París, 1951, p. 187. Cit. por el gral. ÉDOUARD BRÉMOND, Berbires et Árabes, 1942, p. 37.
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sol. ' 3 Ni siquiera las ciudades privilegiadas consiguen librarse ¿e esta constante penuria. En El Cairo la gente usa como combustible el estiércol seco, o la paja de la caña de azúcar, o la muy rara y costosa leña que naves y galeras traen de Asia Menor y Alejandría. Soluciones precarias todas ellas: en noviembre J e 1512 14 hay tal falta de combustible que incluso las cocinas de los altos dignatarios dejan de funcionar, pues, dónde encontrar leña cerca de El Cairo? A pesar de todo, plantas, animales y hombres han perdurado y se han mantenido en este espacio hostil, verdadero anoekoumene, como si hubiera, no sólo un horror físico, sino un horror biológico de la naturaleza al vacío.' 5 Así ha dicho un geógrafo. De hecho, en el curso de las amplias oscilaciones y catástrofes climáticas del Cuaternario, el hombre, al igual que los demás seres vivos, se ha visto con frecuencia sorprendido, atrapado y obligado a adaptarse lo me jor que ha podido: se pueden encontrar poblaciones residuales tanto entre los árabes de Arabia como junto a los tuaregs. En todo caso, salvo en los oasis, que raramente cubren áreas extensas, los hombres sólo han podido mantenerse en pequeños grupos. Pero sin sus rebaños, ni siquiera esto habría sido posible. Estos desiertos han sido durante milenios la patria del asno, del caballo, del camello y del dromedario. En el Sahara corresponde al dromedario el papel predominante. «El hombre es el parásito del camello», dice una expresión habitual. Y con él comienza la gran historia de los desiertos. Sin embargo, «al hacer posible la nomadización y, paralelamente, un asentamiento humano menos localizado, el dromedario ha dado al hombre la facultad de explotar la vegetación en áreas cada vez más amplias y variadas», siendo, según un experto, 16 «el agente intermediario responsable de la persistencia del desierto». Lo cual parece muy posible. En el mejor de los casos, muy difícilmente llega a vivir el camellero de la leche, la mantequilla y el queso de sus animales; y su carne apenas la come. Conoce todos los «alimentos de la carestía»: los tuaregs de Air 17 utilizan más de una veintena de plantas salvajes, al
13 Le voyage d'Outremer de JEAN THÉNAUD, París, 1884, p. 7. En El Cairo «... la leña es enormemente cara y hay que pagar mucho por una pequeña cantidad de ella», •bid., pp. 209-10. 14 Journald'un bourgeois du Caire, Chronique d'lbn lyds, transcrito y anotado por
GASTÓN WIET, I, 1955, 15
16
p.
266.
KONRAD GUENTHER, en Geographiscbe Zeitschrift. 1932, p. 213.
VINCENT MONTEIL, ver infra, n. 29 de este capítulo. JACQUES BERQUE, «Introduction», en Revue Internationale des Sciences Sociales, ^ 1 . 1959, n.° 4, pp. 504-5. El número está dedicado a los nómadas y nomadismos en !a zona árida. 17
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en especial las semillas del drim, del mrokba, del fonio silvestre, del cramcram, del tawit y los rizomas y tallos frescos del berdi.^ Los tubu, a quienes podríamos llamar sus vecinos, obtienen su pan del fruto del dam.]9 A esto se añaden los productos de la caza. En el siglo XVI todavía había corderos, asnos, bueyes y camellos, todos ellos en estado salvaje, además de gacelas y antílopes, y, en el Fars Iranio, la caza de la perdiz y la avutarda da lugar a animadas competiciones. 20 «Entre Babilonia y Alepo —nota un viajero del siglo XVII21— sólo hay cerros de arena, alcaparros y tamariscos que sirven de alimento a los camellos... y los únicos animales salvajes que he visto han sido asnos, caballos, gacelas y ciervos, que a veces pasaban en tales cantidades por delante de la cáfila (caravana) que nos cortaban el paso.» La pieza de caza más codiciada en el corazón del desierto siríaco es una variedad de rata, cuya carne se considera un manjar. 22 Que esta vida era muy dura, es fácil imaginarlo; que tenga —con la ayuda de la poesía y la fantasía— sus encantos, resulta aceptable. Un escritor moderno iraquí ha dicho: «Quien prueba una vez la comida de los beduinos queda hechizado para siempre por ella.» 23 Los nómadas dependen, por tanto, de los pastizales, y se ven obligados a moverse siempre de un sitio con agua a otro. Durante el período seco ningún ganado se puede alejar más de 50 kilómetros de un pozo. Cruzar los tanezroufts es siempre una hazaña y requiere cargar los camellos con paja y agua de reserva. Y hasta por la posesión del más magro de los pastizales surgen conflictos. Estas tierras, en apariencia res nullius, están gravadas por derechos de propiedad tradicionales, firmemente establecidos, pero que es preciso defender; el resultado: disputas y pillajes. Pero resulta más provechoso atacar al sedentario. Contra estas incursiones, contra estas picaduras de insectos, pudieron oponer muy poca resistencia la Siria y el Egipto del siglo XVI. Pedro Mártir de Anglería, el humanista que los Reyes Católicos envían al Sudán y que llega a Egipto en 1502, se dio inmediata cuenta de ello: si estos innumerables nómadas, semper versans, semper in motu, no estuviesen tan 18
JACQUES BERQUE, ibid. JACQUES BERQUE, ibid. 20 JACQUES BERQUE, ibid. 21 Anónimo, Brihe description d'un voyage fait en Levant, Pene, Indes Orientales, Chine, s. f. (siglo xvn), B. N. Fr. 7503, n. a. 22 H . POHAUSEN, Dans Wanderbirtentum undseine Vorstufen, 1954, p. 109. 23 JACQUES BERQUE, art. cit., p. 509. 19
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divididos entre sí, se habrían apoderado en el acto del país del fjilo.24 Por cada expedición punitiva coronada por el éxito, ¡cuántas no vuelven con las manos vacías o únicamente con el magro botín de unos pocos cautivos, mujeres y niños beduinos. 25 A diario, o mejor dicho, siempre que les viene en gana, los nómadas llegan hasta las mismas puertas de Alepo, 26 de Alejandría 27 o de El Cairo. Será preciso, en noviembre de 1518, enviar una guarnición de soldados a Akaba para, desde allí, proteger los efectos de los peregrinos «de las incursiones de los beduinos, cada vez más numerosas». 28 Vistas desde dentro, a la luz de estudios sobre el terreno, todas estas sociedades del desierto, tan sencillas a primera vista, revelan complicadas organizaciones, jerarquías y costumbres y sorprendentes estructuras legales. Pero consideradas desde fuera, parecen polvo humano llevado por el viento. Comparadas con éstas, las sociedades que en el Mediterráneo nos parecían extremadamente móviles, en particular las de las montañas, nos resultan súbitamente inmóviles y anquilosadas. Los grandes nómadas Pero también entre los grupos humanos del desierto hay que distinguir aquí dos razas, dos tipos de nómadas. En primer lugar los nómadas montañeses, con un pequeño radio de desplazamiento. Bajan al desierto para pasar el invierno en él; esto hacen hoy todavía los /dad sidi cheikh del sur de Oran, los tuaregs de Ajjers y del Hogar y los regueibat, que van al «acantilado de Zemmur», en el Sahara Español. Al segundo tipo pertenecen los nómadas que pasan el verano fuera del Sahara, en las estepas vecinas. Con frecuencia cubren grandes distancias, como las de rwalla, que van del desierto de Siria al Mediterráneo; o los beni barba, quienes, de acuerdo con el ritmo de las estaciones, van y vienen por los 800 kilómetros que hay entre Laghouat y las altas mesetas de Tiaret, a las que llegan en mayo y junio; o, en este caso, volviendo la espalda al Medite24
Una embajada de los Reyes Católicos a Egipto, traducción, introducción y notas
de Luis GARCÍA Y GARCÍA, 1947,
pp.
90-2.
Journald'un bourgeois du Caire, 1, p. 2 7 (nov. dic. 1468), p. 112 (julio 150 7 ). Alonso de la Cueva a S. M., Venecia 6 de junio de 1609, A. N., K 1679, «los Árabes que corrían la campaña robando todos los pasageros». 27 Daniele Badoer al dux, Pera, 8 de abril de 1564, A. d. S. Venecia, Senato Secreta Constantínopolí, 4 D. Journal d'itn bourgeois du Caire. II, p. 266. "
s
26
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rráneo, los moros que durante la estación seca llegan a orillas del río Senegal. 29 Aquí nos ocuparemos solamente de esos grandes nómadas que vuelven regularmente al Mediterráneo de acuerdo con las estaciones. Cada invierno las depresiones atlánticas invaden el Mediterráneo, llevándole la lluvia. En el sur y en el este, estas lluvias sobrepasan los límites estrictos del mar. En la región de La Meca, las precipitaciones invernales de origen mediterráneo son cortas, pero a veces violentas. «He visto hasta un metro de agua en las calles de Djedda», apunta el general Brémond. Las lluvias distan mucho, naturalmente, de ser regulares. Harían falta mapas que no poseemos, relativos a la época que nos ocupa, para poder calcular exactamente el papel de la humedad que así aureola al Mediterráneo. Estas precipitaciones (una lluvia cada dos años, y cada cuatro en las regiones más lejanas) crean las estepas nutricias de los grandes nómadas, los pastos inmensos, infinitos, pero ralos y efímeros. Incluso, en las anchas depresiones de los oueds. los manchones de hierba crecen a veintenas de metros de distancia unos de otros. Pero, sobre todo, efímeros: la hierba, que brota con el invierno, va secándose poco a poco de sur a norte, desde finales de primavera. Huye delante de los rebaños y los conduce regularmente hacia las orillas del Mediterráneo, adonde llegan en verano, después de las cosechas. Pero hasta los rastrojos y las hierbas secas son un alimento para los animales del desierto. Hoy en día, las tierras cultivadas de los elevados altiplanos argelinos se emplean como pastos de ovejas. Cuando termina el verano, los rebaños descienden otra vez hacia los nuevos pastizales que van a brotar. Este vaivén tiene sus dificultades. Para las largas etapas, hay que aprovecharse de las primeras lluvias del otoño o de las últimas lluvias de la primavera, porque en el Mediterráneo la estación lluviosa empieza antes del invierno y termina después de él; mas con frecuencia puede haber retrasos, y siempre etapas sin el menor asomo de pasto: paso obligado de zonas muertas. Pero en los años de sequía (el de 1945 fue uno de ellos, particularmente duro y mortífero), los pastos del sur se agostan totalmente mucho antes de tiempo. Entonces, las ovejas mueren por millares a lo largo de las rutas, las jibas de los camellos extenuados se hunden peligrosa-" " VINCENT MONTEIL, «L'évolution et la sédentarisarion des nómades sahariens», en Rente Internationale des Sciences Sociales, 1959, p. 600.
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fíente y los nómadas se apartan de sus derroteros habituales en busca de la hierba que es su vida. En el siglo XVI, los viajeros señalan con frecuencia a los pastores nómadas con los que se encuentran. Y es que entonces estos pastores llegaban hasta la orilla del mar en número mucho mayor que hoy en día. El bloqueo que los sedentarios establecen, y que consolidan actualmente ante nuestros propios ojos, era muy frágil en aquella época. En Asia Menor y en Siria los nómadas están en su propia casa. Belon du Mans los vio en el verano, cerca de Adana. 30 Grandes rutas de vida nómada cruzan la región del Mogreb de norte a sur; en particular, a través de la estepa tunecina, donde no encuentran obstáculo alguno, o a través de las grandes planicies, .secas y abiertas, al oeste y detrás de Oran. Todos los años, hacia finales de julio, ve Diego Suárez acercarse a Oran, donde él durante tanto tiempo estará de guarnición, a los uled abdala: han sembrado algunas tierras costeras el otoño anterior y tratan de proteger sus cosechas contra las incursiones de las tribus vecinas. El soldado-cronista, que ha visto a los árabes con sus camellos cargar contra los arcabuceros españoles, ha podido también observarlos en tiempo de paz y lo suficientemente cerca como para familiarizarse con su modo de cocinar, de conservar la carne frita en su propia grasa, de comer alcuzcuzu (el cuscús) y de beber la leche agria que ellos llaman lebent.}'x En Túnez se da la misma alternancia. Si en octubre de 1573 pudo don Juan de Austria recorrer Túnez sin contratiempos, fue gracias a que los nómadas habían abandonado ya las costas de Tunicia. En agosto de 1574, los turcos se apoderaron de la ciudad y el fuerte de La Goleta porque los nómadas tomaron partido por ellos y les sirvieron de preciosos auxiliares para los transportes y los acantonamientos. Es la eterna historia: ya en 1270, los nómadas que servían en las filas del ejército tunecino, en cuanto llegó el final del otoño (San Luis acababa de morir) amenazaron con «volverse, según su costumbre, a los pastos del sur». 32 Empuje e infiltraciones de la estepa Este vasto movimiento que empuja a los nómadas desde las estepas hacia el mar y del mar hacia el desierto, ¿no será una de las 30
BELON DU MANS, op. cit.,
p.
163.
1
lg
DIEGO SUÁREZ, Historia del Maestro último que fue de Mantesa..., Madrid, 89, pp. 46, 284-5. 2
R. BRUNSCHVIG, op. cit.,
I, p.
61.
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grandes exigencias de la historia del Mediterráneo, o si se prefiere, uno de sus ritmos, infinitamente repetidos? Todo marcharía bien si el flujo y el reflujo se sucedieran con la precisión de las mareas; pero, aparte de las sequías, otras mil causas vienen a desajustar el complejo mecanismo y a incitar al nómada a no contentarse con el terreno que se le cede. De aquí las mil ocasiones que se le presentan para chocar con el hombre sedentario. La vida nómada reclama, por sobre todo, pastos, no cabe duda. Pero también, eventualmente, tierras de labor y centros de población que le sirvan de puntos fijos de aprovisionamiento y de bases para sus construcciones políticas. Un ejemplo. Allá por el año 1550 la desértica zona sur de Tunicia fue testigo de la historia discretamente embrollada del pequeño Estado de los chaabias. -13 Al principio, los chaabias eran simplemente una tribu nómada. En circunstancias difíciles de precisar, lograron aproximarse por el norte a la ciudad de Kairuán, es decir, hasta el auténtico Mediterráneo de los olivos, los trigales y los campos de cebada. Kairuán era, además, una ciudad santa, una causa más, muy poderosa, de atracción y expansión. Los chaabias se apoderaron de la pe.queña ciudad, aprovechándose de los desórdenes y la decadencia de los hafsidas, señores de Túnez y de su reino desde el siglo XIII, pero amenazados por el retraso económico del África Menor y por la intervención extranjera de cristianos y turcos. Sin embargo, teniendo por único punto de apoyo la ciudad de Kairuán (pues fracasaron en sus intentos de apoderarse, por el este, de los grandes conglomerados urbanos de Sahel y de sus eventuales tributarios), los chaabias fueron fácilmente desalojados cuando los turcos y Dragut tomaron la ciudad en 1551. El pequeño Estado de Chaabia, sin raíces, no tardó en morir como tal. Sin mayor precisión, las fuentes de información refieren que esta dinastía desapareció hacia el oeste dejando tras de sí una estela de santidad. Y eso fue todo: habiendo saiiüo ue la nada esteparia, retornó a la estepa para perderse de nuevo en ella, sin haber logrado asirse a la vida sedentaria más que por un instante. Historia mil veces repetida. En el siglo XVI existían alrededor de Trípoli otros Estados nómadas, que habían surgido, sin duda, en las mismas condiciones para desvanecerse con igual rapidez, sin haber tenido tiempo de cosechar los frutos de la estabilidad ni para 33
1936.
CHARLESMONCHICOURT, «Études Kaírouannaises»,enRep. Tunisienne, 1932-
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tomar parte en la gran historia. Pero, en realidad, ¿acaso no fueron del mismo tipo que éstas las grandes aventuras de los almorávides, ¡os merínidas y los filalienos, que tan prolongada y profundamente modificaron el mundo marroquí? Pero junto a estos grandes acontecimientos históricos, hay también invasiones casi silenciosas. Una aventura de este género prodújose en Anatolia a finales de la Edad Media.' 4 Cuando Marco Polo la atraviesa, los campesinos habíanse levantado contra las ciudades en que vivían los land-lords griegos. Al abrazar la religión del Islam y abrirse sus filas al nomadismo turco, y cuando las ciudades se pasaron también al Islam, ocurrió la gran transformación de que hemos hablado: un mundo que poco a poco se puebla, se apacigua, se sedentariza. 35 Porque, en los países mediterráneos, el nómada echa raíces. El que no se adapta a las agriculturas cuasitropicales de los oasis, se deja domesticar a veces por los hombres sedentarios del Mediterráneo, y se pliega por propia voluntad a los métodos simples y con frecuencia rudimentarios de cultivo. Marruecos nos ofrece sobrados ejemplos a este respecto. En el curso de los siglos se han producido innumerables tránsitos de la estepa al Mediterráneo, planteando siempre de diferentes formas el problema del destino humano de la estepa, que es un problema de historia y de espacio. Hoy en día, el sedentarismo ha hecho enormes progresos. El obstáculo opuesto al empuje de la estepa se ha reforzado considerablemente; lo cual no impidió que en 1912 los saharianos trataran de revivir la hazaña de los almorávides, con El Hiba, el «Sultán Azul», hijo del marabú Ma-el-Ainin. Entraron como vencedores en Marrakex; pero el ejército francés los rechazó en seguida, haciéndoles retroceder hasta el desierto.' 6 En 1920 y 1921, esta vez en el sur argelino, las autoridades francesas viéronse obligadas —o tuvieron, por lo menos, el buen acuerdo de hacerlo— a agrupar en campos a la gran tribu de los larba, que se moría de hambre y había perdido dos terceras partes de sus ganados. No es difícil imaginarse lo que esta gente hubiera sido capaz de hacer para librarse del hambre. Y lo mismo en 1927 en el Nedj, esa especie de acumulador automático de los pueblos nómadas de Arabia —para usar una expresión de Lawrence—: las fuerzas amotinadas y ociosas del desierto amenazaban con explotar; «sin el control de la policía inglesa —escribe Alfred Hettner—, " se reanui4 15 36
37
CARL BROCKELMANN, Gescbkhle der islamiscben Volker, 1939, p. 284. Ver supra, pp. 217-8. HENRI-PAUL EYDOUX, L'homme et le Sahara. 1943, p. 101.
«Der Islam und die orientalische Kultur», en Geogr. Zeitscbrift, 1932, p. 402.
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dan las invasiones árabes». Desde Siria, habrían podido obtener nuevos refuerzos, como ocurrió antes, pues debido a la relativa abundancia de lluvias en el Líbano, los confines sirios siguen siendo todavía hoy una gran región de nomadismo. Ejemplos dramáticos; pero hay además otros. Entre 1940 y 1945, privado el norte de África de sus medios normales de transporte, surgieron nuevamente allí los transportadores nómadas, en mayor número y, sobre todo, transportando hacia el norte una cantidad mucho mayor de mercancías que en los años anteriores a ía guerra. Abandonados los camiones por falta de combustible, transportábase ei trigo, como antes, en enormes sacos gemelos atados a ambos lados de la jiba de los camellos; sacos de pelo de cabra o de camello tejidos a mano por las mujeres del desierto. Fue, sin duda, este tráfico comercial el que contribuyó a difundir de nuevo por el África Menor las grandes epidemias de otros tiempos y muy principalmente el tifus exantemático. Las relaciones entre el beduino y el sedentario no se presentan solamente bajo el aspecto de un continuo conflicto. Ei beduino es frecuentemente llamado a la casa que codicia. La agricultura del Mediterráneo, tal cual es hoy, y tal cual era ayer, entraña un rápido agotamiento de los suelos, cuya fertilidad agota en grado mayor aún que las depredaciones de las que suele acusarse a las ovejas y las cabras de los nómadas. La instalación de éstos puede corresponder a la necesidad de largos reposos de la tierra. Dice un geógrafo. 38 «No cabe duda de que el nómada y el sedentario son adversarios irreconciliables; pero al mismo tiempo se complementan: y aún mejor, se llaman los unos a los otros. Por su absurda obstinación en trabajar siempre el mismo campo —absurda, en un país árido, se entiende—, el cultivador aventurero de más allá del Tell abre el camino a los pastores; pero en cuanto se establece el imperio de éstos, se consolida la seguridad y los transportes se hacen regulares y fáciles, el nómada cae en la vida sedentaria, como ocurre hoy en la estepa tunecina.» Estas observaciones son de una gran importancia. El conflicto teórico entre el nómada y el sedentario, deux ex machina de tantas obras, es desplazado por otro conflicto mucho más próximo a la realidad y a la vida. Es cierto que el mejoramiento de la agricultura, la instalación de una técnica moderna que practica la rotación y el despla2amiento de los cultivos, va eli38
R. CAPOT-REY, en Rerue Afrka-itie, 1941, p. 129, informe de JEAN DESPOIS,
La Tunisie oriéntale, Sabel el Basse Steppe, 1940.
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minando de un modo seguro la vida nómada. A la vuelta de unas cuantas decenas de años, el cultivo de los elevados altiplanos de Tia*'et P o r ' o s colonos argelinos, que los transformaron en tierras trigueras, alejó de allí a la casi totalidad de los camelleros que antes pululaban por aquellas tierras. Es un problema análogo al que contrapone al montañés y el campesino en la planicie. Pero el conflicto entre el Mediterráneo y el desierto vecino es algo más que la rivalidad entre el arado y el rebaño; es un conflicto mucho más amplio y también más difuso. Se enfrentan las economías, pero también las civilizaciones, las sociedades y las maneras de vivir. Para los historiadores rusos, todo avance de la estepa tiene como prólogo un cambio de estructura de las sociedades: el paso de estadios primitivos a formas «feudalizadas».39 Conocemos también el papel que han desempeñado ciertos períodos de misticismo religioso en los movimientos conquistadores del Islam; y también ciertos ascensos demográficos. El nómada se aprovecha, asimismo, de todos los infortunios, de todas las debilidades del sedentario, además de los reveses agrícolas. Sin esas complicidades, queridas o no, del medio sedentario —entendiendo por tai una civilización bien asentada— no podríamos comprender nada de ese drama oscilante, oscuro y más o menos silencioso. Émile-Félix Gautier piensa que el norte de África, en el siglo XVI, estuvo dominado por los nómadas más que en ningún otro tiempo.40 Pero también la península pasaba entonces por una serie de crisis: la crisis económica resultante de la perturbación del tráfico sahariano, la crisis causada por las guerras extranjeras, por las conquistas portuguesas, españolas y turcas. Estos últimos restablecieron el orden en el centro y en ei este del Mogreb; pero no sin oposición, pues las prolongadas dificultades habían creado una situación incierta, dramática, revolucionaria. Refugiados hasta en los oasis del Tuat, los desterrados andaluces ayudaron a las metrópolis religiosas del desierto a predicar la guerra santa y a actuar. Es evidente que esta retirada de los centros marabúes hacia el desierto del sur, tan clara entre el siglo XV y el siglo XVIII, es un gran hecho histórico.41 Prodújose, así, algo verdaderamente inesperado: en Marruecos, restablecieron el orden los jefes procedentes de Sous; la "
B. GREKOV y A. IAKOUJOWSKI, La Horde d'Or, tr. fr.
1939.
Además de las indecisas indicaciones de este libro ai respecto, me apoyo en conversaciones que sostuve con el autor en Argel, por lo demás, puramente '«males. ""
ROBERT MONTAGNE, Les Beriéres..., op. cit.. p. 410.
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pacificación la hizo, en rigor, el desierto. En las regencias de Argel Túnez y Trípoli, las dificultades surgidas a finales del siglo xvj guardaban relación con la agitación de los «alárabes», como dicen los textos españoles refiriéndose a los árabes nómadas, quienes a menudo estaban en connivencia con los «moros» de las ciudades en contra del invasor turco. Esto es lo que explica la importancia de la agitación que, durante los diez últimos años del siglo XVi, adquiere carácter endémico en la costa sur del Mediterráneo, desde Gibraltar hasta Egipto. Parece, pues, que los nómadas han tenido un papel cada vez más importante en el África Menor, pero sería más exacto decir que toda esta región resultó afectada por el movimiento de la época, progresando tanto el nomadismo como las demás formas de vida. Por otra parte, el nómada no logrará triunfar de los arcabuces y artillería turcas ni de los cañones de los jerifes marroquíes. Podrá lograr de vez en cuando éxitos locales, golpes de sorpresa y levantamientos de enormes regiones; pero no pronunciará nunca la última palabra. Y es que, militarmente hablando, la táctica había cambiado. El nómada, hasta entonces vencedor, soldado nato, jinete incomparable, es puesto fuera de combate por la pólvora de cañón, que impondrá durante siglos —y todavía hoy— las nuevas reglas de la guerra. Lo mismo contra los nómadas de Kazan en el Volga, que contra los mongoles del norte de China, o contra las tribus del África y el Cercano Oriente. 42 Las caravanas del oro y las especias La historia corriente de los nómadas debe distinguirse de las grandes comunicaciones caravaneras, viajes a larga distancia que conducen de un extremo a otro de los desiertos y unen el Mediterráneo, desde hace siglos, al Extremo Oriente por una parte, y por la otra, al beled-es-Sudan, al África negra. Difieren tanto una de otra como la navegación de cabotaje de la de altura. Las caravanas son asunto de mercaderes, y, en consecuencia, de ciudades y economías activas en un contexto a escala mundial; son un lujo, una aventura, una operación complicada. El siglo XVI las ha heredado; se sirvió de un elemento no creado por él, conservándolo intacto y entregándolo a los siglos posteriores sin mayores cambios. Las declaraciones de Gobineau, de G. Schweinfurth, 43 de Rene Caillé, de 42
RENE GROUSSET, L'Empire des steppes, 1941, p. 11.
•"
G. SCHWEINFURTH, lm Herzm von Afrika, Leipzig, 1874, pp. 50 ss.
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Brugnon, 44 y de Flachat 45 reproducen las de Tavernier, y encajan, e n igualdad de circunstancias, .con las de aquel inglés anónimo que e n 1586 siguió a la suntuosa caravana de peregrinos que partieron ¿e El Cairo hacia La Meca. 46 Esta caravana se formó en «Birka», a tres leguas de El Cairo, veinte días después del fin del Rhamadán. Agrupaba unas 40 000 muías y camellos y uno 50 000 hombres, entre comerciantes ansiosos de cuidar sus mercancías y que marchando a la vanguardia vendían a veces a lo largo de la ruta seda, coral, estaño, trigo y arroz, que trocaban sobre todo en La Meca, y peregrinos despreocupados que no tenían otra cosa que defender que sus personas y formaban la retaguardia. Este pueblo en marcha de pobres y ricos tenía un jefe de armas, el «capitán» de la caravana, y guías que, durante la noche, alumbraban el camino con antorchas. Pues la caravana poníase en marcha, de preferencia, entre las dos de la mañana y la salida del sol, para aprovechar las horas frescas de la noche. Formaban la escolta dispuesta contra los árabes salteadores de las orillas del mar Rojo 200 spahis y 400 soldados, más una pequeña artillería de campaña, seis piezas tiradas por una docena de camellos, destinadas a aterrorizar a los beduinos y a hacer salvas a la entrada de La Meca, «to make triumph», como dice el narrador. Caravanas enormes, como vemos, medio religiosas, medio comerciales, y que marchaban a buen paso por el desierto. Esta de que hablamos cubrió en cuarenta días el difícil recorrido entre El Cairo y La Meca. Cada caravana llevaba una gran abundancia de bestias de carga (para aprovisiojiar al ejército turco se llegaba a la requisa de hasta 30 000 y 40 000 camellos a la vez) y gran cantidad de viajeros, sometidos a la estricta disciplina del convoy, viviendo por sus propios medios, sin pedir en las regiones que atravesaban más que el agua y el combustible necesarios para cocinar y para mantener a los animales... El poner en movimiento tan costoso medio de transporte requería un tráfico muy remunerador: en el Sahara, el comercio de sal, de esclavos, de telas y de oro, y en Siria e l pingüe negocio de las especias, de las drogas y de la seda. Este tráfico era, por lo común, más o menos regular y permanente. DIDIER BRUGNON, Relation exacte..., op. cit., versupra, nota 9 de este capítulo. FLACHAT, op. cit., I, 345 (1766) hablando de las caravanas que salen de oochorest (Bucarest): por la noche... «un gran recipiente con lumbre que un hombre " e la caravana llevaba por delante de nosotros». R. HAKLUYT, op. cit., II, p. 200. A description oftheyearly voyage orpilgrimage of 'w Mahumitans Tiirkes and Moores into Mecca in Arabia. 45
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Es muy probable que en los siglos XV y XVI el volumen del comercio sahariano haya aumentado en general, más o menos rápidamente, después de los grandes descubrimientos portugueses y a pesar de ellos. Sin duda a partir de 1460, y la ocupación portuguesa de las costas de Guinea ha orientado en esta dirección una parte del comercio sahariano; de ahí la larga crisis del oro, de la que luego hablaremos. Pero esto no ha impedido que las grandes rutas saharianas continuaran en el siglo XVI canalizando el metal precioso en dirección de África Menor y Egipto, 47 y de atraer hacia el sur las consiguientes corrientes compensatorias de hombres y de mercancías. Sería tentador explicar por las intermitencias de las exportaciones de oro aquella incursión de Salah Rais, «rey» de Argel que en 1556 llegó hasta Uargala, o el raid mucho menos conocido, y sin duda más importante —puesto que atr wesó el Sahara de parte a parte—, que llevó al Pacha Djuder, con .us marroquíes y sus renegados españoles 4S hasta Tombuctú eu 1591. ¿Explicaría acaso esta expedición por qué tres años más tarde, en 1594, el inglés Madoc vio arribar a Marrakex treinta muías cargadas de oro? 49 Esta veloz visión de conjunto refleja la naturaleza fragmentaria de nuestra información. Con una claridad igualmente imperfecta se identifican los tráficos que animan el valle del Nilo, ruta natural del comercio de Abisinia a Egipto, y a la inversa. Por esta ruta llegabaí a Turquía las plumas de avestruz con que se empenachaban los jenízaros y los spahis.50 Era también ésta, esencialmente, una de las rutas importantes del oro, de lo cual encontramos pruebas en el siglo XVI. Tavernier la señala aún en el siglo XVII.51 En la época de Felipe II, mientras Europa pasaba al régimen de la plata, de la plata americana, el Islam turco, por lo que parece, seguía viviendo del oro de África. No se puede decir, sin duda, que recibiera este oro 47
VITORINO MAGALHAES-GODINHO, L'konomie de l'Empire portugais aux xiv et
XV sueles. Tesis mecanografiada, Sorbona, 1958, pp. 14 ss. Según las fuentes portuguesas, el oro de Tacrour, es decir, del Sudán Occidental, requiere en 1511 la formación de dos caravanas anuales que por la ruta de Fezzan llevan el metal amarillo «en grandes cantidades» a Egipto, ibid., p. 43. 48
EMILIO GARCÍA GÓMEZ, «Españoles en el Sudán», en Revista de Occidente,
1935, pp. 93-117; la entrada en Tombuctú el 30 de mayo de 1591, J. BÉRAUDVILLARS, L'Empire de Gao. Un État soudanais aux XV et XVI' sueles, 1942, p. 144. 49 ROLAND LEBEL, Le Maroc et les écrirains anglats aux XVI', XVII' et xvilf sueles. 1927; J. CAILLÉ, «Le commerce anglais avec le Maroc pendant la seconde moitié du XVI' siécle. Importations et exportations», en Retue Afrieaine, 1941. Sü
BELON DI: MANS, op. eit.. pp. 98, 189 v. y 190; N. IORGA, Ospiti romeni i»
Venezia, Bucarest, 1932, p. 150. 51 Ruta del Nilo, una de las rutas del oro, J. B. TAVERNIER, op. cit., II, p. 324.
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Fig. 14 Caravanas saharianas, siglos XVy X\'l Mapa tomado, en lo esencial, de la obra de VITORINO MAGALHÁES GODINHO, Os descubrimientos e a economía mundial, 1963, que hace particular referencia al siglo XV. Las rutas a través de África del Norte apenas han sido esbozadas. La prosperidad de Argel no se consolida hasta el siglo xvi, en las últimas décadas de la centuria. Naturalmente, las rutas del Mogreb al África negra se vieron sujetas a desplazamientos y a actividades cambiantes. En cuanto a Abisinia, será el Nilo la ruta principal que Heve a ella.
en abundancia, pues importaba metales preciosos de la Cristiandad en mayores cantidades cada vez. Sin embargo, es curioso que a tíñales del siglo y después de algunos pequeños incidentes, Turquía se afirmara como una zona de oro, a diferencia de la Persia de los ^afévides, que era una zona de plata.52 Había dos líneas caravaneos esenciales en el Cercano Oriente: una correspondía a la ruta de 52
HAKLUYT, II, p. 171 (1583).
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La Meca, con punto de partida en Siria o en El Cairo; otra iba de Alepo al Tigris." Según Tavernier, la navegación se apartó del Eufrates a causa de sus molinos, por lo menos hasta 1638, fecha en la cual el ejército turco lo utilizó como vía de comunicación. 54 El Tigris sólo era navegable a partir de Bagdad. ss Ambos complejos de rutas se dirigían al océano Indico, una en dirección al golfo Pérsico, la otra en dirección al mar Rojo, llegando a los puertos egipcios de Tor y Suez, o a Djedda, puerto de peregrinos y estación final de las navegaciones que unían al mar Rojo con la India y la Insulindia. 56 Estos enlaces existían desde hacía siglos, y su prosperidad, iniciada en los siglos XII y XIII, se mantenía todavía boyante en el siglo XVI. Ellos proporcionan el lazo de unión entre los transportes marítimos y el tráfico de las caravanas, aunque de vez en cuando se produjesen, según las circunstancias, retrasos y fallos de enlace en las etapas o presencias de competidores: con todo, el sistema siempre se reajusta en un modo u otro y continúa resultando eficaz. Lo que no quiere decir que el Mediterráneo y el mundo que lo prolonga hacia el océano Indico sean «un solo ser viviente», como dijo tan elocuente como exageradamente Jacobo Burckhardt. Es indudable que la geografía dictaba de antemano las rutas, a causa de la estrecha franja de tierra que separa a Siria del golfo Pérsico, y el todavía más estrecho istmo de Suez. Pero no todo fue dictado por estas circunstancias naturales, y, por otra parte, el paso por estas tierras desérticas ha representado siempre un obstáculo, sólo superable a costa de un gran esfuerzo. Antes y después de la llegada de Vasco de Gama, el océano Indico es un universo autosuficiente; recibía el trigo de Diu, las telas de algodón de Cambaya, los caballos de Ormuz, el arroz y el 53 Todavía a finales del siglo XIX había bateleros nestonanos en el Tigris, oriundos de la población de Tell Kell, cerca de Mosul, EDUARD SACHAU, Am Buphrat und Tigris. 1900, p. 24. Dificultades para remontar el Tigris a mediados del siglo xvn: las barcas debían remolcarse por medio de hombres, y el viaje de Basora a Bagdad duraba sesenta días, J. B. TAVERNIER, op. cit., I, p. 125. 54
J. B. TAVERNIER, op. cit.,
I, p.
55
125.
W. HEYD, Histoire dn commerce dn Lerant, trad. fr. de Furcy-Raynaud, 2 vol-, 1885-1886, reimpresión, 1936, II, p. 457. 56 A. PHILIPPSON, op. cit., pp. 46-7, señala la importancia de los transportes terrestres hacia el mar Rojo, y las dificultades de la navegación en ese mar. De mayo a octubre, los vientos del norte no permiten subir de Djedda a Tor o a Suez sinodurante las primeras calmas del viento dominante, gracias, entonces, al viento de tierra. Sobre la competencia entre el mar Rojo y las rutas de Siria, ver la obra clásica de W. HEYD, Histoire du commerce du Lerant. op. cit., y el estudio siempre útil de OPESCHEL, «Die Handelsgeschichte des Roten Meeres», en Deutsche Virteljahrscbrift, III, 1885, pp. 157-228. Sobre las dificultades de las caravanas en el istmo de Suez, v. BELON DU MANS, op. cit.,
p.
132.
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azúcar de Bengala y el marfil, los esclavos y el oro de la costa austral de África. Estas tierras tenían de qué vivir; las necesidades y la producción estaban en ellas bien equilibradas. El Indico requiere ¿t\ exterior lo superfluo. Del Pacífico, la seda, la porcelana, el cobre, el estaño y las especias; y en el Occidente europeo los tejidos y, en mayor grado, las piezas de plata. A no ser por la continua oscilación de los valores de las monedas de plata, la larga ruta del océano Indico no se hubiera dejado suplantar fácilmente por la del Mediterráneo. En el Mediterráneo había demanda de pimienta, de especias, de seda, una demanda acuciosa y febril: pero sin la pasión de la India y la China por el metal blanco esta demanda podía, posiblemente haber quedado insatisfecha. El comercio de levante acusa una extrema tensión: no es ni natural ni fluido. Supone una continua sucesión de esfuerzos, de etapas, sin los cuales la ruta no sería posible, y ello hace que se torne muy frágil y complicada. Cualquier choque un poco violento, y todo el sistema se trastrueca. Basta pensar en lo que significa la conservación de un saco de pimienta procedente de la India, o de un saco de clavo o de canela importado de Insulindia, hasta llegar a alguna tienda de Alepo y de allí a Venecia, o a Nuremberg... Los oasis Nomadismo de rebaños y de hombres, caravanas de transporte, incesante movimiento de pueblos eternamente en marcha: tales son las características más evidentes, para un occidental, de las regiones áridas. Sin embargo, el desierto no es solamente movimiento. Si olvidásemos esto, menospreciaríamos las ciudades inmóviles y las tierras preciosas que las rodean, obras de arte de civilizaciones rurales sabiamente creadas para la explotación del agua fluvial, del agua de las fuentes o del agua subterránea. Esta victoria, obtenida desde hace milenios por el hombre del Cercano Oriente, comenzó quién sabe cuándo, hace muchísimo tiempo, tanto en el Egipto como en Mesopotamia o Irán, en el Turquestán y en las márgenes del océano Indico, y transmitida, enseñada, y a la par renovada y enriquecida, se propagó hacia el norte de África y el Mediterráneo meridional. Estos oasis son apenas puntos, minúsculos puntos de apoyo. En e ' siglo XVI, Egipto era una doble franja de campos cultivados, con Un delta mal conquistado por el hombre. En la época de su ant'guo esplendor, la Mesopotamia era una extensión de 20 000
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a 25 000 kilómetros cuadrados 57 de fértiles jardines con gran abundancia de aguas: extensión casi imperceptible sobre el mapa. Pero los oasis son puntos de concentración de población, de verdadeías ciudades agrícolas, donde las calles corren paralelas a los canales de irrigación. Su vida puede comprenderse examinando los actuales jardines-huertos del sur argelino, cercados por muros de tierra, con su sabia irrigación, su legislación sobre las aguas, sus Gobiernos diligentes, su régimen de cultivo, aún más tiránico que el de las llanuras del Mediterráneo. ¿Qué es el régimen de trabajo de los arrozales de Lombardía, comparado con la vida reglamentada por el código de Hammurabi? En Valencia y en otras regiones donde los riegos han introducido sus leyes estrictas, hay, a pesar de todo, lugar para el individualismo, para una semilibertad. El oasis impone una coacción total; y a semejanza de las más auténticas llanuras, reclama brazos, exige y consume gran número de hombres. En este clima hostil, el hombre se desgasta; hacen mella en él una serie de epidemias, además del paludismo. En su viaje a Egipto, Belon du Mans tenía la cara tan plagada de picaduras de mosquitos que pensó que tenía sarampión." La vida del oasis exige, pues, un constante reaprovisionamiento de hombres. La esclavitud de los negros existió en los oasis saharianos mucho antes que en América, Y lo mismo en Egipto, que durante todo el curso de su historia ha sostenido lazos permanentes con el Sudán y Abisinia; de ahí los rasgos negroides que marcan a tantos fellahs de las orillas del Nilo. En cuanto a la Mesopotamia, parece haber sido tributaria de las montañas que la rodean por el norte y el este. En la Edad Media, era una sucursal de Persia, que encontró aquí campo propicio para esparcir las flores de la civilización y para situar en estas tierras sus grandes peregrinaciones y sus capitales. Se dice que la incuria de los turcos acabó con los jardines persas de la Mesopotamia. ¿Pero es esto exacto? ¿No lo harían más bien deliberadamente? Al separarla del Irán, la Mesopotamia quedaba corrada de su indispensable fuente de aprovisionamiento de hombres. Al beduino ya no le era difícil llevar sus rebaños hasta los confines de ese país moribundo, ni instalar allí, a menudo, su rudimentaria agricultura de aprendiz de sedentario. Excelente ocasión para medir de nuevo cuan frágiles son los 57 Según HERMANN WAGNER, »Die Übertschátzung der Anbaunáche Babyloniens», en Nacbricbten K. Ges. Wissensch.. Gotinga, Ph. hist. Klasse, 1902, II, pp224-98.
"
BELON, op. cit., p. 107.
, .
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cultivos agrícolas —los de las planicies o los del oasis—, en cuanto s0 n una obra que constantemente hay que recrear, asegurar y defender contra enemigos naturales siempre en acecho; en el caso de Mesopotamia, estos enemigos son la arena, el azolve de los canales y la ruptura de los diques, además de esos seres casi primitivos que vagan nómadas por las estepas vecinas y de los cuales hay que protegerse como de la langosta. Todavía a finales del siglo XIX no había en Mesopotamia una sola ciudad que no poseyera su torre y sus vigías para señalar las incursiones de los pastores. 59 Por otra parte, el beduino no se adapta bien a la vida tropical del oasis, ni a sus aumentos, en su mayor parte vegetales. Pertenece a este tipo atlético de nómadas de piernas flacas y de tórax estrecho, a la Brustrasse, como la llaman los antropólogos alemanes. El hombre del oasis, en cambio, pertenece a la Baucbrass, a la «raza abdominal», tipo de campesino ventrudo a lo Sancho Panza, inflado por los alimentos vegetales. Es un hecho comprobado que el nómada que se sedentariza se instala generalmente en las márgenes mediterráneas, y no en el oasis. Recordemos el papel que los sedentarios de origen iranio desempeñaron en la historia de Ferghana. Fueron ellos, al parecer, quienes se posesionaron del valle del Syr Daria, desforesrando Jas laderas, con frecuencia cubiertas de bosques impenetrables, y drenando las marismas entre los espesos cañaverales; todo esto fue obra suya, y no de los nómadas y los seminómadas que pululaban a su alrededor. 60 No cabe duda que los oasis, grandes y pequeños, no son bases de poderío. Aprovechados desde hace mucho tiempo, han sido los islotes fértiles sobre los cuales se erigió «la civilización oriental», que milenios después iba a producir el Islam. Fueron los primeros «paraísos», con sus árboles, sus aguas frescas y sus rosas. Si no fue aquí, en verdad, donde se encontraron tantas plantas útiles y tantos utensilios agrícolas como el arado, sí fue, desde luego, donde antes se aprovechó todo ese material. Lo cual no implica que, como pretende Alfred Hettner, hayan sido los oasis toda la base del Oriente. Parece que para basar sus explicaciones, los geógrafos se obstinan frecuentemente en optar entre uno de los dos elementos opuestos y complementarios de la vida del desierto, como si estos elementos Pudieran separarse; como si el nómada no se alimentara de la estabilidad de las ciudades, y la ciudad de las rutas del nómada; y,
60
E. SACHAU, op. cit., principalmente pp. 43-4.
V. NALIVKHINE, Histoire du Khanat de Khokand, París, 1889.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
sobre todo, como si uno y otro no fueran dos elementos íntimamente asociados en una historia más grande que la suya, elementos necesarios, ambos, para comprender la grande y singular historia del Islam, que es hijo del desierto. El área geográfica del Islam Pues «el Islam es el desierto», como reafirma el ensayista Essad Bey.61 Es su vacío, su dureza ascética, su misticismo inherente, su devoción por el sol implacable como principio unitario de los mitos, y las mil consecuencias de su carencia de hombres. También las civilizaciones del Mediterráneo se engrandecieron sobre el determinismo del vacío del mar. Aquí se anima la circulación de naves y de barcas; allá, la circulación de caravanas y de pueblos eternamente nómadas. Al igual que el mar, el desierto es movimiento; lo es también, por tanto, el Islam. N o menos que las mezquitas y los minaretes, dice Vida! de la Blache, los bazares y las posadas de las caravanas son las características de su civilización.62 Y el desierto debe a esta movilidad su innegable homogeneidad humana. «Comparad a un tártaro manchú con un tártaro de la Besarabia, y en vano buscarais el intervalo de las mil quinientas leguas que los separan: él clima difiere poco, el gobierno es el mismo...» Así escribía el barón de Tott; 6 ' y es muy cierto. Huyamos, sin embargo, de reducir lo complejo a lo simple y, más aún, a lo excesivamente simple. El Islam es la totalidad de las realidades humanas que implica el desierto, concordantes y discordantes, el complejo de esa familia de problemas geográficos que ¡nos señalado. Enumeremos una vez más: las grandes rutas caravaneras, creadoras de ciudades, de riquezas y civilizaciones milenarias; las zonas ribereñas, pues el Islam ha vivido de esos Sahels, de esas franjas de vida sedentaria desplegadas frente al Mediterráneo. a lo largo del golfo Pérsico, del océano Indico y del mar Rojo, y en contacto también con la región sudanesa; los oasis y su acumulación de poder, que Hettner juzga esencial; la estepa, en fin, gran agente de circulación y de ventilación, y, en términos humanos, responsable del dinamismo del Islam, del empuje que lo llevó en todas direcciones y especialmente hacia el mar Interior. El Islam es todo eso: es la unidad política y cultural de ¡a inmensa zona, que 61 62 61
A/lab est grcind. París, 1937, p. 11 Op. cil., p. 290. Op. cit., I, p. 111.
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como una larga ruta tendida entre el océano Atlántico y el océano pacífico, atraviesa la enorme y rígida masa del Viejo Mundo. No fue otra la obra de Roma cuando constituyó la unidad del Mediterráneo. El Islam es, pues, la circunstancia histórica que a partir del siglo vil ha funcionado como unificadora del Viejo Mundo. Entre estas totalidades densamente pobladas, Europa en sentido lato, las Áfricas Negras y el Extremo Oriente, detenta los pasos cruciales y vive de su provechosa función de intermediario. Nadie puede transitar por allí sin su consentimiento o tolerancia. En este mundo sólido, a cuyo centro falta la flexibilidad de las amplias rutas marítimas, el Islam es lo que será más tarde la Europa triunfante a escala mundial: una economía y una civilización dominantes. Forzosamente habrá de tener debilidades esta grandeza: carencia crónica de hombres; una tecnología imperfecta; querellas internas en las que la religión es tanto el pretexto como la causa; la dificultad congénita, para el primer Islam, de controlar los desiertos fríos, o al menos hacerse con ellos al nivel del Turquestán o del Irán. Ese era el punto débil del sistema, junto o detrás de las puertas de Dzungaria, entre la doble amenaza mongola y turca. Y como última debilidad: el Islam resulta muy pronto prisionero de su propio triunfo, de la agradable convicción de ser el centro del mundo, de haber dado con las soluciones efectivas y no necesitar buscar otras. Los navegantes árabes conocen los dos perfiles del África Negra, el Atlántico y el Indico, y sospechan que el océano los pone en contacto, pero no se molestan en buscar la confirmación.64 Así las cosas, llega, con el siglo XV, el resonante triunfo turco: un segundo Islam, un segundo orden islámico, unido esta vez a la tierra, al jinete, al soldado, un Islam nórdico, que por la posesión de los Balcanes, se adentra profundamente en Europa. El primer Islam había alcanzado España al final de su impulso. El centro mismo de la aventura otomana se encuentra en Europa, en una ciudad marítima que iba a triunfar sobre ellos y a traicionarlos. La determinación con que Estambul se dedica a sedentarizar, organizar y planificar es de estilo europeo. 65 Por su causa se embarcan los sul64
RICHARD HENNIG, Terrae Incognitae, segunda ed., 1956, IV, pp. 44 ss. Naturalmente «estilo europeo» si es un historiador quien lo contempla. Para un viajero europeo, el alemán SALOMÓN SCHWEIGGER, que ha cruzado Turquía en 1577 (Eine neue Reissbeschreibung auss Teutschland nach Konstantinopel und'Jeruialem, cuarta ed., Nuremberg, 1639) la verdad sería lo contrario: «El hábito de llevar vida nómada, que es uno de los rasgos distintivos de los pueblos asiáticos, es aún carac65
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
tañes en conflictos periclitados y son incapaces de distinguir cuáles son los verdaderos problemas. En 1529 los turcos renuncian a abrir un canal de Suez que ya habían comenzado a excavar; en 1538 no se lanzan a fondo en la lucha contra los portugueses, dedicándose, en cambio, a mantener una lucha fratricida contra Persia, en la tierra de nadie de sus respectivos confines; en 1569 fracasan en el intento de conquistar el Bajo Volga y en el de la reapertura de la Ruta de la Seda, y se gastan en las inútiles guerras del Mediterráneo, cuando el problema radicaba en la necesidad de salir de ese círculo encantado; desaprovecharon todas sus oportunidades. 66
II.
EUROPA Y EL MEDITERRÁNEO
Las tierras de Europa flanquean el Mediterráneo por el lado norte, desde el mar Negro hasta el estrecho de Gibraltar. Si, en este caso, el historiador se empeña en trazar límites, tropezará for. zosamente con más dudas que el geógrafo y, a fortiori, que el geólogo. «Europa, noción confusa», escribió Henri Hauser. Para el historiador es un mundo doble o triple, formado por seres y espacios diferentes y trabajados de modo distinto por la historia. En la medida en que se posesiona, en que impregna fuertemente el Mediodía de Europa, el Mediterráneo ha contribuido no poco, por su parte, a oponerse a la unidad de Europa, a la que atrae hacia sí y divide en provecho propio. Los istmos y sus rutas meridianas La masa de tierras que Europa interpone entre las aguas azules del Mediterráneo y esos otros Mediterráneos del norte que son el Báltico, el mar del Norte y el de la Mancha, se adelgaza progresivamente hacia el oeste y aparece cortada por una serie de rutas meridianas, de istmos naturales que todavía hoy son decisivos para los cambios de la historia: el istmo ruso, el istmo polaco, el istmo alemán y el istmo francés. terístico de los turcos actuales», citado por IVAN SAKAZOF, Bulgarische Wirtscha/tsgeschichte, Berlín-Leipzig 1929, p. 206. 66 Así lo explica, con su estilo brillante y original, el breve ensayo de W. E. D. ALIEN, Problems ofTurkish Power in the Sixteenth Century, Londres, 1963.
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Por el oeste, también la península Ibérica presenta rutas transversales, pero orientadas de oeste a este, del mar al océano: tales las rutas que llevan de Barcelona a Navarra y a las Provincias Vasco ngadas por la cuenca del Ebro; tal la importante transversal de Valencia a Medina del Campo y a Portugal, o esas rutas terrestres de Alicante y de Málaga a Sevilla,67 que permiten sortear el paso por Gibraltar. No nos interesarán, por el momento, estas rutas de España. Su orientación las coloca muy aparte; además, sigue en pie el viejo problema de si España forma o no parte de Europa. Sin embargo, para comenzar nuestra investigación, tenemos como punto de partida la gran línea que los geólogos trazan en los mapas desde el golfo de Gascuña hasta el Cáucaso. Para nosotros, son las rutas situadas al norte de esta línea las que plantean el verdadero problema histórico y geográfico, mejor dicho, la serie de verdaderos problemas, de los lazos entre Europa y el Mediterráneo. Esta Europa reducida que queda al norte del espacio mediterráneo dista mucho de ser homogénea, a pesar de contrastar violentamente con el Mediterráneo y las tierras mediterráneas: frente a los vergeles y a los viñedos del sur, es, por excelencia, el país de los tupidos bosques, 68 las planicies descubiertas, las praderas de los grandes ríos navegables; sólo excepcionalmente posee los árboles y arbustos nutritivos que son la salvaguarda de la vida mediterránea: el olivo, la higuera, la vid, el castaño... y nunca los posee todos a la vez; por sus grandes espacios, es la región de los vehículos, hasta el punto que Dantiscus, el embajador polaco, yendo de Anvers a Brujas y Calais, en el otoño de 1522, escribe, como la cosa más natural: ex Antverpia per currus ut hic fieri solet, es decir, como aquí es costumbre; 69 mientras que el sur es la tierra de las caravanas de muleros. La futura reina de España Isabel de Valois, y su séquito, apenas llegaron a la frontera de este país en enero de 1560, con sus carrozas, sus bagajes y sus personas, hubieron de transbordar a los lomos de las bestias de carga, que las trasladaron hasta el corazón de la Península. 70 Lo mismo le ocurrió, medio siglo más tarde, en 1502, a Felipe el Hermoso, en su primer viaje a España. 67 GONZALO MENÉNDEZ PIDAL, LOS caminos en la historia de España, Madrid, 1?51, p . 85. Sobre la ruta Málaga-Sevilla, por ejemplo, THEODORE DE MAYERNE lURQUET, Sommaire description de la France, Allemagne, Italie et Espagne, 1629, p. 309. 68 Las hermosas páginas de JEAN BRUNHES sobre la riqueza forestal del norte de fcuropa y la región desforestada del sur, Géogr. Hum.. 4. a ed., p. 51. .. Dantiscus al rey de Polonia, Londres 12 de oct. 1522, Biblioteca Czartoriski, 19, ff. 33-4. L. PARÍS, Négotiations... relathes au regne de Francois 11, 1841, p. 187.
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El Norte es el país de la cerveza, de las bebidas de granos fermentados. Ya lo era en los tiempos de la Germania de Tácito. Las primeras fábricas de cerveza se instalaron en Constanza en el siglo XVI; 71 los dominicos introdujeron la cerveza en Lorena; pronto penetró en Inglaterra, como dicen los refranes populares, al mismo tiempo que el lúpulo y que la Reforma. 72 Marco Ottobon, el secretario enviado por Venecia a Danzig, en el invierno de 1 590-1591, para comprar trigo, se asombra, al verano siguiente, de la llegada de 200 navios holandeses, todos ellos en estado lamentable y pésimamente equipados, que vienen a llevarse el grano de clase inferior, gli grani per birra. A un individuo mediterráneo, estos países (y no sólo Polonia) le resultan extraños: allí el vino es un lujo que alcanza precios inimaginables. En 1513, Bayard, durante el breve tiempo que estuvo prisionero en( los Países Bajos, y pese a carecer de fortuna, se permitió muy buenos banquetes, aunque «hubo días en los que llegaba a gastar hasta 20 escudos en vino». 7 3 Si el extranjero es mediterráneo, juzgará a estas gentes como rudas y carentes de refinamiento: unos auténticos «bárbaros», muy religiosos (sean los alemanes anteriores a Lutero 74 o los normandos de la época de Francisco I) 75 y honestos (Ottobon dice que uno puede viajar por Polonia l'oro in mano senza pericolo di essere offeso). Y además, otra gran ventaja: allí la vida es más barata que en Italia. En Danzig—nota nuestro veneciano— «por dos táleros a la semana por persona, puedo decir que me han regalado con dos banquetes diarios». 76
71 FRIEDRICH WIELANDT, Die Bierbrauerei in Constanz. 1936. El primer cervecero, Jacob Wuederfranck, procedía de Budwitz. 72 Una copla popular de aquel tiempo (GEORGE MACAULAY TREVELYAN, History of England, Londres 1943, p. 287, n. 1) dice: Hops, Reformation. bays and beer Carne into England a/1 in one year. 71 La tres joyeuse et tres plaisante Htstoire composée par le Loyal Servitenr des faits, gestes, triomphes... d/j bon cbevalier sans paour et saris reprouche Le gentil seigneur de Bayart, publicado por J. C. BUCHÓN, Col. «Le Phantéon littéraire», 1886, p. 106. 74 D O N ANTONIO DE BEATIS, Voyage dn Cardinal d'Aragón (1517-1518), traducido del italiano por M. Havard de la Montagne, París, 1913, p. 74. 75 A. d. S. Mantua, Serie E., Francia 637, el deán de Bayeux al marqués áe Mantua, Bayeux, 16 de abril de 1529: che a dir il vero li rescovi di qui son havuti i" maggior rererentia che in Italia. 76 Las copias de la correspondencia de Marco Ottobon forman un registro, Dispacci scritti al Senato dal Secretario Marco Ottobon da Danzica delli 15 novenv bre 1590 sino 7 settembre 1591. A. d. S. Venecia, Secreta Archivi Propri, Polonia. El registro no está foliado. Las cartas a las que nos referimos aquí: 13 y 22 de diciembre de 1590.
LOS CONFINES
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Pero no generalicemos: el Mediterráneo no es el reino exclusivo de la bestia de carga, lo mismo que la Europa que parte de él hacia el norte no es la zona indiscutida de la cerveza y del transporte rodado. En Francia y otros lugares la bestia de carga forma parte importante de los transportes. A menudo, los vehículos no ruedan en estos parajes, sino en las proximidades de las ciudades, en el escaso perímetro de los oasis urbanos y carreteros, excepciones que se encuentran también hasta en el corazón de los países mediterráneos. También el Mediterráneo tiene sus regiones atrasadas, de religión primitiva y medios de vida elementales. Europa es, repetimos, auténtica diversidad. La civilización ha penetrado en ella por caminos y en fechas diferentes; muy al principio, por las rutas del sur y con un innegable acento mediterráneo; después, desde el oeste y el Occidente cristiano, por la línea de los paralelos y a la vez por las rutas del mar (recordemos cómo el derecho de Lübeck irradió por el Báltico) y por las rutas terrestres (recordemos cuan lejos se expandió, aunque menos rápidamente, el derecho conquistador de Magdeburgo). Por tanto, el mundo mediterráneo se encuentra con regiones, sociedades y civilizaciones que no son las mismas ni por sus orígenes ni por su nivel cultural y aun por su nivel económico. Estos elementos no presentan el mismo aspecto ni la misma edad y experimentan, en diversos grados, la fuerza de atracción del Mediterráneo. A grandes rasgos, cabe hablar por lo menos de cuatro grupos europeos; cuatro grupos que corresponden a los grandes ligámenes mediterráneos de los istmos, cuatro fuentes de historia relacionadas más o menos estrechamente con el mar cálido, vehículo de riquezas, pero también relacionadas entre sí, lo que no simplifica la tarea de observación.
El istmo ruso: hacia el mar Negro o hacia el Caspio No sería difícil decir, y casi demostrar, que en el siglo XVI no había un istmo ruso que desempeñara el papel de eslabón y condujera hacia el Mediterráneo movimientos importantes de intercambio. Todo el sur de Rusia estaba vacío, solamente atravesado por las bandas nómadas de los tártaros de Crimea, que, al paso rápido de sus caballos, se trasladaban ora al confín septentrional del Cáuc aso, ora a las orillas del Caspio y a M^scú —incendiada por ellos
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
en 1571—, 77 o hasta el corazón de las regiones danubianas, que devastaron terriblemente. 78 El mismo vacío encontró aquí la colonización rusa a finales del siglo x v m . Una inmensa tierra eriaza habitada sólo por unos pocos nómadas bandidos, criadores de camellos y de caballos.79 Claro está que las incursiones de estos salteadores no poblaban la inmensa estepa (donde no se encontraba ni una sola ciudad) mejor de lo que los corsarios poblaban el mar; pero bastaban para convertirla en una tierra peligrosa. Apoyados en la Crimea, a la que protege su relieve por el lado de tierra, y apoyados por los turcos, que tenían aquí algunas plazas fuertes —como Caffa—, aquellos tártaros del sur no lograron ser sometidos por el «Gran Duque», como los de Kazan y Astracán. Los turcos los habían provisto de arcabuces y de artillería, eliminando así la única ventaja que los rusos habrían podido tener sobre ellos. 80 A cambio de ello, los tártaros, al término de sus incursiones, proveían de criados y de obreros eslavos a todas las plazas y a los campos turcos. Cantidades enormes de esclavos rusos y a veces de polacos llegaban por su mediación hasta Constandnopla, donde eran muy apreciados y se 77 R. HAKLUYT, op. cit.. I, p. 402. Paolo Lamberti al embajador de Venecia en París; Ruán, 11 de agosto de 1571. C S. P., pp. 473-4: Moscú incendiado, 150 ooo personas muertas, entre ellas mercaderes flamencos, ingleses, alemanes e italianos que allí residían. La toma de Moscú hizo impracticable durante muchos años el comercio de Narva, en el cual se empleaban, por cuenta de Lamberti, embarcaciones fletadas en Dieppe. KARI. STÁHLIN, Gescbichte Russlands ron den Anfangen bis zur Gegenwart, 1923, t. I, pp. 282-3, explica las cifras inverosímiles de víctimas que se han dado (800 000 muertos, 130 000 prisioneros). 78 Aún en la época de J. B. TAVERNIER, Voyages, I, p. 310, esas incursiones las llevaban a cabo puñados de jinetes. «He indicado... que yendo de París a Constantinopla, me encontré entre Buda y Belgrado con dos bandas de esos tártaros, una compuesta por sesenta jinetes y la otra por ochenta...». Sobre el papel representado por estas «tropas irregulares» del ejército turco, J. SZEKFÜ, État et Nation, París, 1945, pp. 156-7. Sus terribles invernadas. Viven por donde pasan, con mujeres, niños y rebaños. La cronología de sus hazañas era seguida muy de cerca en Venecia (A. d. S. Venecia, Annali di Venezia, 9 de octubre de 1571, 7 de marzo de 1595; Marciana 7299, 15 de abril de 1584; 5837 C II. 8, 11 de enero de 1597; Museo Correr Cicogna 1993, f. 135, 23 de julio de 1602, etc.); en Polonia, Museo Czartoryski, 2242, f. 256, 1571; JOHANN GEORG TOCHTERMANN, «Die Tartaren in Polen, ein anthropogeographischer Entwurf», en Pet. Níitt., 1939. Todo ataque de los tártaros contra Polonia provoca vivas reacciones, así en 1522, Acta Tomhiana, VI, p. 121; y en 1650, Recueil des Gazzettes, nourelles ordinaires et extraordinaires, por THÉOPHRASTE
RENAUDOT, pp. 25 a 36. 79
80
BARÓN DE TOTT, Mémoim, II, p.
29.
G. BOTERO, Relaz. univ., II, pp. 39-40. W. PLATZHOFF,op. cit., p. 32, ve demasiado a los tártaros como un Estado-tapón, inerte entre los rusos y los turcos. Sobre los carros de los tártaros, sus jinetes miserables, y sobre ios innumerables jinetes rusos capaces de servirse del arcabuz, E. ALBERI, Reiazioni. III, II, p. 205, 1576.
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les pagaba a muy buen precio. 81 Estas batidas para aportar mercancía humana eran tan importantes que, en 1591, Giovanni Botero las señala como una de las causas de la escasa población de Rusia.82 La falta de hombres explica posiblemente el hecho de que en el siglo XVI los rusos no trataran de apoderarse de las orillas del mar Negro; contentábanse con lanzar sobre esta región inhumana algunas contrabatidas durante el invierno, cuando la congelación de los ríos facilitaba los movimientos de sus tropas. A principios del siglo xvir, los cosacos, gentes fuera de la ley, especie de uscoques o de haiduks, armaron barcas ligeras y empezaron a hostilizar el tráfico de los turcos por el mar Negro. Ya en 1602, una galera se cruzó con cosacos «polacos» en la desembocadura del Danubio. 83 Si el contacto de los rusos con el sur era todavía débil, ello se debía en buena parte a que no hicieron esfuerzos serios en esta dirección porque se sentían atraídos, a través de las primitivas tierras del norte, por el desarrollo económico del Báltico, que entonces se hallaba en la plenitud de su poderío, 84 y por los países europeos que tenían enfrente hacia el oeste: Polonia y Alemania. Finalmente, porque se hallaban sobre el eje del mar Caspio y tendían hacia Persia. El sureste, y no el sur, orienta su vida. Rusia no es todavía Europa, 8 5 pero, en aquel entonces, empezaba a europeizarse. Por las rutas del oeste, a través de los Alpes y de las regiones de Bohemia y Polonia, llegan a Moscú los canteros-arquitectos italianos constructores de las cúpulas en forma de bulbo. Llegaron también del oeste hacia aquellas tierras las preciosas técnicas de la pólvora de cañón. Cien veces se quejaron los polacos del peligro de estas transferencias. 86 AI apoderarse el zar de Narva —que conservó en su poder de 1558 a 1581— 87 abría así una ventana al Báltico. El rey de Polonia se alarmó ante las posibilidades que ahora se le brindaban al moscovita. El único modo de contenerlo habría de ser el de dejarlo «en su barbarie e ignorancia». Han hecho bien los habitantes de Danzig —escribía el rey Segismundo a la reina Isabel el 6 de diciembre de 1559— en detener las naves in8!
G. BOTERO, ibid., II, p. 34. Ver, a este respecto, los importantes textos publi-
cados por V. LAMANSKY, op. cit., pp. 380, 381, n. 1, 382, 38382 G. BOTERO, ibid., II, p. 34.
"•' Museo Correr, 1993, 11 de septiembre de 1602. L. BEUTIN, en Vierteljabrschrift fiir S u.W. Geschichte. 1935, p. 83, a propósito del libro de AXELNIELSEN, Danische Wirtschaftsgescbichte, 1933. S5 P. HERRÉ, Eurúpáische Politik in cyprischen Krieg, 1902, p. 152. 86 A. BRÜCKNER, Russische Literaturgescbichte, 1909, I, p. 51. 87 WALTER KlRCHNER, The rise o/the Baltic Question, 1954, pp. 10-j. 1,4
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glesas encaminadas «al Narva». 88 La discusión se prolongó tediosamente y no se limitó sólo a los ingleses. En junio de 1570, u n navio francés de Dieppe, el Esperance, era capturado, cuando se encaminaba a Narva, por unos falsos corsarios de Danzig. 89 En 1571, el duque de Alba prevenía al Reichstag alemán contra la exportación de cañones y material de guerra que podían ser utilizados para armar a los enemigos de Alemania y, quizá, de la Cristiandad entera. 90 Estos hechos y otros muchos demuestran que el centro de gravedad de la economía rusa se va desplazando gradualmente hacia el norte, pero el sur, en sentido amplio, y en especial el sureste, continuó manteniendo su importancia. Hay en Moscú mercaderes griegos, tártaros, válacos, armenios, persas y turcos. 91 Existe, principalmente, un tráfico a lo largo del Volga: hacia abajo, de soldados, artillería y trigo; hacia arriba, de sal y esturiones secos.92 Después de la ocupación de Kazan y de Astracán por los rusos en 1551 y 1556 93 quedaba controlado todo el curso del río y los tráficos regulares sólo eran molestados a muy largos intervalos por las incursiones de los cosacos y los tártaros nogais. 94 Así, cuando los turcos, apoyados por los tártaros, trataron de avanzar hasta Astracán (con la intención de construir un canal del Don al Volga que les consintiese avituallar, por el Caspio, a sus tropas en lucha contra Persia), 95 su intento, al chocar con una notable resistencia rusa, se concluirá con la derrota de 1569-1570. Este tentáculo meridional es el que aseguraba a Moscovia sus contactos con los nómadas del Sureste y con Persia y su antigua economía monetaria: el zar percibe tributos en moneda de sus pro** R. HAKLUVT, op. cit., I, pp. 237-8.
1,9 Carlos IX a la villa de Danzig, Blois, 16 de octubre de 1571. Archivos de Danzig, 300.53630. 90 J. JANSSEN, Geschichte des deutschen Volkes, seit dem Ausgang des Mittelalters, 1885, p. 313, n. 1. 91 J. VON HAMMER, Histoire de /'Empire Ottoman depuis son origine jusqu'a nosjours, 1835-1839, VI, p. 118: el sultán escribió al zar en 1558 para recomendarle a los mercaderes turcos que iban a Moscú a comprar peletería. R. HAKLUYT, op. cit.. I» p. 257. 92
R. HAKLUYT, op. cit., 1, p.
364.
93
F. LOT, Les invasions barbares, II, 1937, p. 36; W. PLATZHOFF, op. cit., p. 31, fija en 1552 la toma de Kazan; WERNER PHILIPP, han Peresnetor und seine Scbriften zu> Erneuerung des Moskauer Reiches. 1935; HEINRICH VON STADEN, Aufzeichnungen iiber den Moskauer Staat. pub. por F. EPSTEIN, Hamburgo, 1930, capital sobre la incorporación de las dos ciudades tártaras del Bajo Volga. 94
95
Tal en julio de 1568, R. HAKLUYT, op. cit., 1, p. 394.
Detalles útiles en la correspondencia del baile veneciano. Constantinoplai 30 de abril de 1569, 8 de enero de 1570, A. d. S. Venecia, Annali di Venezia: ver W. E. D. ALLEN, op. cit., pp. 26 ss.
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vincias del sur, mientras que las del norte incrementan, por lo gene96 Estas pieles, por otra parte, ra [ s u tesorería con cueros y pieles. alimentan un importante comercio ruso en dirección a los Balcanes, Constantinopla y Persia,97 una vez que las relaciones rusoturcas habían mejorado en 1570 gracias a la misión diplomática de Novosiltsov.9* Pero para la historia general lo más interesante es la tentativa inglesa de enlace en dirección, no del mar Negro (pues era ocioso desembocar en un lago turco y bien guardado), sino del mar Caspio, entre 1556 y 1581. Tratábase ni más ni menos que de una tentativa para sortear el Mediterráneo, no por una ruta marítima, como los portugueses habían logrado hacerlo en 1498, sino por una vía mixta, marítima y continental. 99 No olvidemos, en efecto, que a mediados de siglo, los barcos ingleses desaparecieron del Mediterráneo, y con ellos los beneficios del intercambio con el Oriente que estos viajes directos aseguraban a los mercaderes britanos. Estos sentían cada vez más la ambición de asegurarse una participación en el fructífero comercio de las Indias, monopolio hasta entonces de los mediterráneos y los ibéricos. La asociación de «Mercaderes Aventureros» de Londres lanzó sus barcos y sus exploradores hacia las regiones árticas, con la esperanza de encontrar una nueva ruta, de realizar por el norte la hazaña de Magallanes. Uno de estos barcos, el de Chancellor, fondeó por casualidad ^n 1553 en la bahía de San Nicolás, no lejos de Arkángel. Esta casualidad no dejó de ser explotada y los recursos del país, cera, aceite de ballena, pieles, lino, cáñamo, dientes de foca, madera y bacalao, tomaron muy pronto el camino de Inglaterra a cambio de telas y dinero. Muy pronto se percató la «Moscovie Companie» de que el proyecto primitivo era realizable a través del espacio ruso; de que por el Caspio se podían obtener especias, pólvora, seda..., etcétera. Un agente inglés llegó a Persia en 1561 con sus mercancías, y " ' E. POMMIER, «Les Italiens et la découverte de la Moscovie», en Mélanges "Arcbéologie et ¡¡'Historie publiés par l'École Franc/tise de Rome. 1953, p. 267. 97 NlCOLAY (NICOLÁS DE), Les quatre premiers livres des navigations et pérégrina'ions orientales, Lyon, 1568, p. 75, el bajo precio de las pieles en el «Besestan». 98
99
J. VON HAMMER, op. cit.,
VI, pp.
340-1
Una excelente puntualización: I. LUBIMENKO, Les relations commerciaks et po'itiques de l'Angleterre arec la Russie avant Pierre le Grand, 1933, Bibliothéque de l'Éc. * ; Hautes Études. Un resumen en KARLSTÁHLIN, op. cit., I, pp. 279 ss. Ibid., p. 228, tre mta años antes de los ingleses, Genova, con Paolo Centurione, había tratado de <-ambiar por las rutas rusas, en dirección al Asia, el monopolio geográfico turco fle ' comercio de Levante.
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pronto se establecieron viajes regulares; todas las maravillas del Oriente remontaron el Volga durante algunos años para ir a almacenarse en las bodegas de los barcos londinenses, fondeados en la bahía de San Nicolás. Es verdad que este tráfico sólo duró algunos años; el fracaso final del proyecto debióse a razones políticas y al hecho de que, a partir de 1575, los ingleses emplearon de nuevo el camino directo del Mediterráneo. Los largos viajes hacia el Caspio y Persia perdieron entonces su interés. Pero continúan: los rusos no quieren renunciar a Persia, su aliado más importante del este; ,0° cuando más tarde, en 1581, son expulsados de Narva, se interesan por Arkángel, última ventana de las que dan al gran norte que les queda abierta, 101 y muy pronto los holandeses enviarán allí sus na102
ves. Pero volvamos a la aventura inglesa, que, por cierto, no desplazó grandes cantidades de mercaderías (suficientes, con todo, para producir jugosos beneficios a los mercaderes ingleses y algunas inquietudes a los españoles de Londres); sin embargo nos ofrece un testimonio del conjunto de la vida mediterránea, de los entorpecimientos del tráfico entre el océano y el mar Interior, con la subsiguiente reapertura del Mediterráneo a los nórdicos. En suma, el comercio anglo-mediterráneo trató de abrirse paso durante algunos años a través de Rusia. La empresa, según los cálculos de sus promotores, aspiraba a ser mucho más ambiciosa; tratábase de apoderarse, atacando por detrás, de todo el comercio portugués, por una parte, del sirio por la otra. Todavía en 1582 pretendía Londres promover un acuerdo anglo-turco que hubiera permitido desviar por el Caspio, pasando por el mar Negro, el comercio de especias, centralizándolo en Constantinopla. Proyecto grandioso de un.monopolio en parte inglés, pero irrealizable, en aquella época, por más de una razón. Cosa curiosa: en 1630, el padre José pensará, por su parte, en utilizar el rodeo por Rusia,1 w pero no para entenderse con los turcos, sino, por el contrario, para esquivar por esta ruta sus disposiciones y sus privilegios comerciales. Este proyecto, como el precedente, subraya el valor del istmo ruso como ruta 100 HORST SABLONOWSKI, «Bericht über die soviet-russische Geschichtswissenschaft in den Jahren 1941-1942», en Historiscbe Zeitschrift, 1955, t. 180, p. 142. 101 «Russia and the World Market in the Seventeenth Century. A discussion of the connection between Pnces and Trade Routes»,por ARNEÓHBERC. VADSTENA, en Scandinavian Economic History Reiiew, vol. III, n.° 2, 1955, p. 154. 102 JACQUES ACCARIAS DE SERIONNE, La richesse de la Hollande, Londres, 1778,1, p. 31. 103 P. J. CHARLIAT, Trois sueles d'économie maritime francjiise, París, 1931, p- 19-
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hacia Levante, y el interés que tiene para la historia del mar observa r ciertas profundidades continentales, aunque a primera vista parezcan muy lejanas o muy impenetrables. Recordemos el papel de ,04 en algunos curiosos eStas mismas rutas rusas en la Edad Media proyectos italianos anteriores a la tentativa inglesa,105 o a continuaron de ella, en el siglo XVIII;106 por sí solas y en circunstancias favorables, son capaces de perturbar los tráficos del mar entero. Y puesto que determinan los ritmos de la economía rusa, unen ésta con la vida del resto del mundo. Esto lo ha demostrado un a reciente estudio sobre los movimientos de precios en el Estado ruso del siglo XVI,107 los cuales varían siguiendo las fluctuaciones generales en Europa. Una vez establecida esta relación, podemos suponer, aventurándonos hasta dónde permiten los límites de la prudencia, que la gran regresión del siglo XVII debe tener su parte de culpa en la desorganización de Rusia, devorada entonces por agitaciones sociales y afligida por fracasos exteriores, al menos a partir de I6l7.'0s Pese a estos avatares y pese a los ataques a lo largo del Volga de bandas de cosacos contra alguna que otra Staritza (caravana), la gran ruta sigue hormigueando de bateles, bestias de carga y, en invierno, trineos.' 09 De los Balcanes a Danzig: el istmo polaco " ° El istmo que llamamos polaco no está, o ha dejado de estarlo, en el siglo XVI, unido al mar Negro, sino a la península de los Balcanes. Claramente inclinado hacia el oeste, conduce del Báltico al Danubio, y, por una ruta tortuosa, hasta Estambul (y quizá más allá). ¿Debe pensarse, acaso, que, al volverse genovés y turco, el 104 ijp HEYD, Histoire du commerce du hevant au Mayen Age (trad. francesa) (1885-1886, reimpresión, 1936), I, pp. 66 ss. 105
106
E. POMMIER, art. cit..
pp. 253
ss.
PAUL MASSON, Histoire du commerce franjáis dans le Levant au XVIII" siecle, 1911,p. 396. 107 A. G. MANKOV, Le mouvement des prix dans l'Etat russe du XVI" siecle. 1957. 108 B. PORCHNEV, «Les rapports politiques de l'Europe occidentale et de l'EuroPe oriéntale a l'époque de la Guerre de Trente Ans» (Congres International des Sciences Historiques, Rapports, IV, Estocolmo, 1960, p. 142), pone especial énfasis en la paz de Stolbovo, 1617, que consagra el triunfo sueco. 09 Recueil des Voyages de l'abbé Prérost. Voyage des amhassadeurs du Holstein, traducido por Wicquefort, t. II, 1639, pp. 76-7. 10 No he tenido tiempo de utilizar el valioso artículo de M. MALOWIST, «Die "oblematik der sozial-wirtschaftlichen Geschichte Polens vom 15. bis zum 17. Jh.», * n La Renaissance et la Réformation en Pologne et en Hongrie, Studia Histórica, 53, ""dapest, 1963.
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mar Negro perdiera su fuerza de atracción sobre Polonia? Sí y n 0 Si bien la ocupación turca de Caffa (1475), Kilia (1484) y Biel0grado (1484) ' " h a interrumpido un comercio hasta entonces activo, hay que tener, por otra parte, en cuenta las crisis del comercio del Levante. Y la inseguridad de las rutas meridionales, a causa de los tártaros, ha jugado también una parte importante. Declinó un tráfico continental a larga distancia que desde el siglo Xiil había aprovisionado a Polonia desde el mar Negro, en especial desde Caffa, de los productos del Levante, principalmente pimienta y especias. Pero sobrevive la antigua ligazón: todavía a mediados del siglo XVii, Tavernier señala que existían transportes por carro entre Varsovia y Caffa, los cuales hacían el viaje en cincuenta días. 112 Pero no deberíamos valuar en exceso ni las rutas antiguas ni aquellas activas que por Moldavia permitieron a Polonia el acceso directo a los Balcanes y a las mercancías tanto de Turquía como del Levante. Si el país polaco presenta la curiosa característica de ser una especie de zona de comercio libre o, para ser más precisos, una zona de libre paso con unas aduanas y peajes mínimos, también es un inmenso espacio como dos veces Francia, como dice el informe que sobre Polonia dirige M. de Valence a Carlos IX y Catalina de Médicis (1572)."' Como es natural, los transportes por tierra resultan enormemente caros. Un last de trigo dobla largamente su precio en el trayecto de Cracovia a Vilna." 4 Así, pues, siempre que resulte posible, hay que recurrir a las rutas acuáticas y aprovechar los tráficos regulares (los de la sal, por ejemplo) o limitarse al transportes de mercancías ligeras y valiosas. Como se ve, abundan las dificultades. A Polonia le ocurre lo mismo que a Moscovia: está sujeta a la dominante economía del Báltico, y con ello a las exigencias del mercado de los Países Bajos, que compran trigo, centeno y productos forestales. Amsterdam controla a distancia precios y fluctuacio,n El nombre de la ciudad (la ciudad blanca) es idéntico en rumano (Cetatea Alba), en eslavo antiguo (Bialograd) y en turco (Aqkerman). Tomada el 7-8 de agosto de 1484 por los turcos, N. BELDICEANU, «La campagne ottomane de 1484, ses preparatifs militaires et sa chronologie», en Reme des Études Roumaines, 1960, pp. 67-77. 112
J. B. TAVERNIER, op. cit.,
p.
277.
"•' Museo Czartoryski, Cracovia, 2242, f. 199, Relación de Jean de Monluc, obispo de Valence. 114 ROMÁN RYBARSKI, Handel i polityka bandkwa Polski w xvi Stulecin, Poznan, 1928, p. 14.
LOS CONFINES
n es.
259
115
En estas condiciones, el papel de Danzig resulta al mismo tiempo importante y limitado. Es el centro comercial más próspero y mejor situado «del lado de acá del estrecho de Dinamarca». Es el lugar donde se debe comprar, indica un veneciano 116 en 1591, y n o en los vecinos centros menores de Kónisberg o Elbing, «porque allí son más seguras las personas con quienes se trata y más ricas y menos bárbaras que en cualquier otra parte». También resultaba bastante cómodo ir a Danzig para beneficiarse de los descuentos que se hacían en la feria de Santo Domingo, que tenía lugar en la ciudad misma, a las ferias de San Bartolomé, en Gniezno, o a la de San Miguel, en Poznan (Posen). Además estaba Nuremberg, que ofrecía facilidades financieras, valederas en Viena, Breslau, Cracovia y en la misma Danzig. Pero entre la economía subdesarrollada de Polonia y de las regiones vecinas que Danzig explotaba en nombre del sacrosanto principio de freí Handel und Commercien, por un lado, y Amsterdam que la domina, por otro, la ciudad desempeñaba un papel muy limitado: era la intermediaria en un sistema que constantemente la rebasa. Su papel consistía en comprar los granos (y también otros productos, pero principalmente grano) en las ferias de invierno que tenían lugar en Thorun (Thorn) y en Lublín. Era allí donde los nobles vendían sus cosechas (trilladas durante el invierno y transportadas entre abril y mayo, después del deshielo). Danzig las almacena, comprueba su calidad y se apresura a venderlas, pues, en el mejor de los casos, se trata de trigo del año anterior y es imposible mantenerlo almacenado mucho tiempo. Sonó bisognosi di danaro, añade Ottobon, necesitan numerario para hacer nuevas compras, reinversiones e, incluso, pagos por adelantado, en dinero efectivo, sobre Nuremberg, por los cuales se recibía normalmente una comisión del 3 %; ¿podría ser ésta la razón que explica los humildes beneficios que a decir de nuestro veneciano —que ha vivido siete meses entre ellos— perciben los habitantes de Danzig? Es más, ¿no estarían cogidos entre dos fuegos a causa de las exigencias de los vendedores de trigo, por una parte, y las de los compradores holandeses, ingleses, franceses, españoles y, muy pronto, de todo el Mediterráneo, por otra? De hecho, se encontraban a la merced de 115 W. ACHULES, «Getreide, Preise und Getreidehandelsbeziehungen europáischer Ráume im 16. und 17. Jahrhundert», en Zeiticb.fi/rAgrargesd>. i/nd Agrariozkhgie. abril de 1959. 1 " Cartas de Marco Ottobon, citadas anteriormente, A. d. S. Venecia, Secreta Archivi Propri, Polonia, 2.
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I.A INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
quien les pudiera proveer del indispensable dinero efectivo, con el que poder manipular en los mercados arcaicos de Polonia y países vecinos. Marco Ottobon así manifiesta cuando define las dos condiciones principales para ia prosperidad del mercado de grano de Danzig: en primer lugar, la cosecha del año anterior, puesto que sólo se ofrece a la venta el trigo viejo; en segundo, la demanda portuguesa (mejor diría yo ibérica), que domina el mercado tanto por la relativa brevedad del viaje y la posibilidad que ofrece de pago en dinero efectivo, como en razón de su volumen, incomparablemente superior al de las exportaciones al Mediterráneo, excepto durante los años de crisis de finales del siglo.117 Finalmente, si Danzig se conforma con el papel de agente intermediario, y deja declinar su marina, ello obedece a que el ligero porcentaje que percibe gravaba cantidades enormes de grano: casi 80 000 toneladas a partir de 1562.' I s De todos modos, la economía de Polonia descansa sobre esta ciudad decisiva: Danziges «la ventana» por la que se asoma ai mundo, aunque evidentemente no siempre en beneficio propio. El centro de gravedad del país se va desplazando gradualmente hacia el norte. En 1569 se perfeccionó la unión entre Polonia y Lituania, hasta entonces unidas solamente por la comunidad del soberano. En 1590 se trasladó la capital de Cracovia a Varsovia.'" Durante los últimos años del siglo XVI, Polonia luchó contra Suecia y contra Rusia, en un combate «a la española», perdido de antemano, que evoca la tentativa acometida hacia la misma época por FeLpe 31 al final de su reinado para hacer entrar simultáneamente en razón a Francia e Inglaterra. Política y economía apuntan en la misma dirección, como prueban las estadísticas del comercio polaco, sacadas a la luz gracias a las investigaciones de R. Rybarski. I2Ü La balanza de pagos resulta favorable a Polonia y la acumulación de capitales beneficia a la nobleza, la ízlechta, atenta a vender su trigo, su centeno y su ganado (ganado vacuno engordado durante el invierno, al que se denominaba «ganado de los señores») y a obtener beneficios de todo, incluso de la " 7 M. MALOWIST, «The Economic and Social Development of the Baltic Countries from the 15rh t<> the P t h Centuries», en The Economk Htston Reiieu: 1959, p. 179, ti. 2. " K M. MALOWIST, «Les produits des pays de la Baltique dans le commerce International au xvi- siécle», en Rerue du Nord, abril-junio 1960, p. 179. U9 DOMANIEWSKI, «Die Hauptstadt in der Geopolitik Polens», en Gmpolitik. mayo 1939, p. 327. 120 Op. cit.. pp. 246-8.
LOS CONFINES
261
venta de cervezas de manufactura barata, para el consumo campesino. Se dan todas las condiciones para que Polonia abra sus puertas —y l a s a D r e — al comercio de lujo, a los mercaderes extranjeros que frecuentan sus ciudades y ferias y a los szkoci, l21 vendedores itinerantes de origen escocés que siguen a la Corte de un lugar a otro, protegidos por los grandes señores de manera muy semejante a los máscales del Brasil colonial de antaño, protegidos por sus clientes, los grandes propietarios, que eran «muy generosos y esplendidísimos», 122 igual que los polacos. Hacia el sur, dos zonas comerciales reclaman ahora nuestra atención: una muy próxima y activa, otra remota y más difícil de controlar. La que pasa próxima es la ruta regular de los vinos, que, partiendo de Moravia y Hungría, alcanza una Polonia que, prácticamente, carece de viñedos. La llegada del vino nuevo es Una ocasión anual de fiestas. Para prevenir posibles fraudes de los taberneros, todas las tabernas de Cracovia deben ostentar obligatoriamente en su enseña un montón de paja o un ramo verde, según sea moravo o húngaro l2i el vino que despachan. El vino llegaba a Lwow desde VaJaquia, donde lo producían colonias húngaras asentadas en el sur. 124 Además, esta ruta comercial próxima suministra, particularmente desde Moldavia, animales para carne, en vivo, bovinos en su mayor parte, pues los innumerables corderos de la llanura se requisan regularmente para satisfacer el insaciable apetito de Constantinopla. El ganado vacuno de Moldavia era la moneda de cambio usual del país, que de ese modo podía adquirir en las ciudades de Transilvania y Polonia los paños ordinarios de fabricación local y los útiles de hierro indispensables al campesino: rejas de arado, cuchillas de reja, guadañas, hoces, clavos, además de bramante, soga, cinchas y arreos. 125 Estos cambios tienen lugar en las ferias de la frontera, sobre todo en Siatyn, Sipeniti y Lintesti. 126 Pero el vacuno blanco de Moldavia también se exporta a Alemania, a Venecía y, según nos dice un historiador, a Danzig, desde donde emprende, a partir del siglo XV, el camino a Inglaterra. En 1588, el 121
Ibid., pp. 208, 228. La expresión es de Anthony Sherley (1622), X. A. FLORES, op. cit., p. 80. Archivos de Cracovia, Senatu Consulta (1538-1643). 1213, f. 3, 17 de diciembre de 1540. 124 I. N. ANGELESCU, Histoire écnnomique des Roumains. I, 1919, p. 311. 125 Ibid., pp. 300-1. I2 " Ibid., p. 317. 122
I2<
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
embajador inglés en Constantinopla concluye un acuerdo en virtud del cual los paños ingleses se cambiarán por «ganado blanco», que en su camino a Inglaterra transitará por Danzig. U7 Se le irán uniendo a este ganado moldavo en su ruta hacia el Norte bovinos de Podolia, Rutenia, Volinia, Lituania y de la misma Polonia, regiones todas ellas muy mal provistas de comunicaciones normales, y que se limitan a producir la cantidad de grano precisa para cubrir sus propias necesidades y exportan ganado. El ganado tiene la ventaja de transportarse a sí mismo, en largos convoyes encaminados a las ciudades del oeste, de Poznan a Leipzig, e incluso hasta Francfort del Maine. Según R. Rybarski,12* salen cada año de Polonia entre 40 000 y 60 000 cabezas de ganado vacuno. Documentos relativos a la frontera turco-polaca hablan, posiblemente exagerando un poco, de cientos de miles de animales; sea como fuere, nos produce en todo caso la impresión de una inmensa cantidad de animales ambulantes, algo así como ocurrió en la América colonial y con un paisaje de fondo en muchos aspectos similar: amplios espacios apenas hollados por el hombre, dilatadas ciénagas, poderosos bosques, viajes interminables y larguísimos convoyes de animales medio salvajes. Hacia el sur, más allá de Cracovia, Lwow y Galatz, evitando Hungría, país endémicamente castigado por las guerras, una larga ruta comercial conduce a los Balcanes, y, sucesivamente, a Constantinopla. Viajan en una dirección pieles, cueros, pequeñas cantidades de ámbar, paños polacos, tanto ordinarios como de lujo (en cuyo caso se reexportan), hierro y, posiblemente, monedas de baja aleación.129 A cambio, los mercaderes armenios y judíos (sobre todo a partir de 1550) y también los turcos y griegos (Andrea Carcacandella,' , ° mercader griego de Constantinopla, obtuvo en 1534, gracias al apoyo del sultán, el derecho a comerciar libremente en todo el territorio polaco) envían caballos y, con mayor frecuencia, especias y sedas. Un pleito dirimido en Cracovia la víspera del día de Santo Tomás del año 1538 nos informa de que Stanislas Zijemijanij, mercader polaco, ha llegado de Turquía con 40 piezas de camelote, petias czambeloti integras, valoradas cada una en 10 florines; 34 piezas pequeñas, a cuatro florines; 102 libras de macia y
127
Ibid., p. 317.
12S
R. RYBARSKI, op. cit., pp. 62-4.
129 1,0
X. A. FLORES, op. cit., p. 81 (1622). R. RYBARSKI, op. cit., p. 286.
•
LOS CONFINES
263
1
libras de nuez moscada. " Por lo que allí se dice se deduce el motivo que lo ha enfrentado con su acreedor: éste le había adelantado mercancías y dinero antes de iniciar su viaje desde Cracovia. En 1530 y 1531 encontramos también mercaderes armenios de Kamieniec en la feria de Lublín, con azafrán y arroz de origen turco. 132 En 1548, Lublín obtiene el privilegio de presentar, a modo de prueba, varias res aromatícele importadas de Grecia y Turquía. 1 - u Conoce entonces esta ciudad un período de considerable prosperidad, de la que sus ferias son testimonio elocuente. Situada entre LWOW —al sur— y Varsovia, resulta una cómoda etapa en la ruta de Danzig, con la ventaja, además, de ser una ciudad que no exige derechos de «etapa» —sklad—, a diferencia de Lwow, que goza de privilegios y los defiende. En Lublín las mercancías entran y salen a voluntad de los mercaderes, mientras que en Lwow se retienen y se ponen en la venta. A- esta última ciudad, lugar de reunión de mercaderes judíos, levantinos e italianos, afluye con ellos el comercio del sur. En 1571, un agente de la casa Hureau, mercaderes originarios de Valenciennes, afincados en Amberes, va de Danzig a Lwow, y a continuación sigue viaje a Constantinopla. " 4 En 1575, un italiano al servicio de uno de sus compatriotas establecido en Cracovia compra en Lwow vino de malvasía y moscatel: estas preciosas bebidas vienen sin duda, lo mismo que el vino dulce griego que se consume en la ciudad, de las orillas del Mediterráneo oriental." 5 Y con cierta regularidad pasa por Lwow, en su camino a Constantinopla, la que era llamada «caravana de Polonia», constituida por una multitud de mercaderes y carreteros que se detienen en los hans de las ciudades contando, aunque no siempre, con la protección de las autoridades; algunas veces hacen alto en pleno campo y en él establecen sus vivaques. Pero no siempre estamos enterados de lo que 131 Archivos de Cracovia, 437, ((. 69-70, 1538. Feria sexta vigilia Thomae Apostoli. Ver igualmente, 437, f. 86, 1539, Feria sexta die S. Antonii. 1,2
133
R. RYBARSKI, op. cit., p.
153.
Ibid., p. 153. 134 EMILE COORNAERT, Les Franjáis et le commerce international a Anvers, fin du Xv'-xvi' siecle, I, 1961, p. 187. Sobre esta firma comercial véase también K. HEERINGA, Bronnen tot Geschiedenis levantschen Handel, S'Gravenhage, 1917, I, 1, n.° 35, y ALBERTO TENENTI, Naufrages, corsaires et assurances maritimes a Venise (¡592-1609), '959, p. 560. 135 Archivos de Cracovia, 447, ff. 22-3, 1575, Feria quinta post festum S. Jacobi.
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LA. INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
transportan hasta el Bosforo esos pesados vehículos tirados por bueyes 136 o caballos. Por estos dificultosos caminos viaja un tal Tommaso Alberti mercader de Bolonia, quien nos ha dejado una relación, muy breve, de su viaje. Llega por mar a Constantínopla, ciudad que abandona el 26 de noviembre de 1612; pasa por Adrianópolis y cruza la Dobrudja. Como los carreteros son turcos, le abandonan el día del Beiram, y se marchan al pueblo más próximo a celebrar la fiesta. Las interminables llanuras rumanas le producen al viajero la impresión de ser un «mar de tierra firme». Es fácil extraviarse si no hay rodadas de vehículos precedentes que indiquen el camino. Llega a Jassy con la nieve. Seis días más tarde entra en Lwow, donde vende sus mercancías y compra otras; llegada la primavera vuelve a Constantinopla con 60 carros, tirado cada uno por seis caballos. El 23 de mayo de 1613 vuelca un carro durante la dificultosa travesía de los Balcanes. «Dentro de él había 30 sacos de reales españoles, conteniendo 500 cada uno, pieles de marta cibelina y otras mercancías.» Se pudo recuperar todo, y el día primero de junio entraba el convoy en Constantínopla, ciudad que nuestro mercader abandona de nuevo el 21. Llega a Lwow el 27 de julio, y sigue camino a Cracovia; finalmente, después de pasar por Praga, Nuremberg y Milán, pone pie en Bolonia el 25 de octubre." 7 A pesar de todos estos pintorescos pormenores, y considerado el evidente déficit de ¡a balanza de comercio polaca en sus relaciones con el sur, el volumen de estos tráficos no soporta una comparación con el de los múltiples intercambios comerciales laterales entre Polonia y la vecina Alemania, con Francfort del Oder con Nuremberg, que compra pieles, o con Silesia, escenario de disputas arancelarias suscitadas por la ambición, más de una vez defraudada, de los mercaderes de Wroclaw (Breslau). ,3S Tampoco admite comparación con esos tráficos en diagonal que por Breslau, Leipzig, Nuremberg, Augsburgo y la Alemania del Sur, corren hacia Italia y alcanzan Venecia, desde donde emprenden el camino de vuelta. En junio de 1564, la Señoría de Venecia concede permiso al agente del rey de Polonia para una entrega de armas que incluye 100 coseletes, 500 arcabuces y 30 alabardas. Ii9 De Italia ' 4 0 llegan constan136
I. N. ANGELESCU, op. rit., pp. 326
137
TOMMASO ALBERTI, Viagg/o a Constantinopoli, 1609-1621, Bolonia, 1889-
138
R. RYBARSKI, op. cit., pp.
,3
'
140
197 y
ss. 323.
A. d. S. Venecia, Senato Terra, 40, 13 de junio de 1564. J A N PTASNIK, CU Italiani a Cracovia da! xvi secólo al xvm. Roma 1909-
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265
teniente artistas, mercaderes y artesanos; tres de estos últimos instalan un tejar en Cracovia el año 1533. 141 Llegan también tejidos Je lujo o de seudo-lujo. En Venecía y Ñapóles se fabrican l 4 2 sedas de trama muy clara, a las que se da cuerpo sumergiéndolas en u n determinado preparado: ¡se las conoce con el nombre de robba per Po/onial Hacia 1565 l4"1 hay entre 15 y 20 botteghe d'ltaliani extendidas por Polonia, entre ellas la de los Soderini, mercaderes riquísimos. Pero a medida que avance el siglo irán llegando en mayor cantidad hombres y mercancías de Italia: movimiento análogo ai que encontraremos en Alemania del Sur, como si, ai finalizar el siglo, la invasión de hombres y mercancías de Italia por toda la Europa Central y del Este viniera a compensar la invasión del Mediterráneo por los nórdicos. En Polonia había mercaderes italianos por todas partes, y allí se quedaron largo tiempo, en Cracovia, Lwow, Varsovia, Lublín y Sandomir. El gran período de la presencia italiana va de finales del siglo XVI hasta mediados del XVII.144 El libro de cuentas de uno de estos mercaderes muestra, con fecha de 1645, l4S sus actividades en las ferias polacas, especialmente en las de Lublín. Están anotadas las monedas manipuladas, los precios, las cantidades, los gastos en vehículos de transporte y una sorprendente cantidad de paños de diferentes orígenes vendidos en Lublín: tafetán verdegaio a onde de Londres, terciopelo verde piano de Florencia, caravaccia ñera de Ñapóles, raso azuro piano de Venecia, paño rosa seccha, raso ñero de Lucca... Estas denominaciones no son fáciles de identificar y los nombres de los lugares de procedencia no son, seguramente, genuinos. Pero testimonian, como las memorias de Tommaso Alberti, sobre la presencia italiana mucho después del siglo XVI. Lo mismo se podría decir de la vecina Transilvania, donde mercaderes, obreros, arquitectos, albañiles, tallistas de la piedra y soldados de Italia desarrollan una evidente actividad.146 Lo dicho ayuda a explicar la situación general de Polonia. Lo que le falta a ésta en el siglo XVI no es desde luego un impulso 141
A. de Cracovia, 151, 24 de diciembre de 1533.
u
R. RYBARSKI, op. ci..,
'
p.
180.
'•" Relazione di Polonia, de PAOLO EMILIO GIOVANNI (1565), enScriptores Rerum Polonica'rum, Analecta Romana, 15, p. 196. 144 HERMANN KELLENBENZ, «Le déclin de Venise, et les rela,ions de Venise a vec les marches au Nord des Alpes», en Decadenza económica veneziana nel seco' Xm, 1961 (Fondazione Giorgio Cini), p. 156. 145 Archivos de Cracovia, leal., 382. 146 S. GOLDENBERG, «Italianos y ragusinos en la vida económica de la Transilv ania del siglo xvi» (en rumano), en Revista de Istorie, 1963, n.° 3.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
vital del que dio múltiples pruebas, sino una economía monetaria activa y de amplio radio de acción. Si el Estado polaco es tan frágil en profundidad, y su rey lo es «más por representación que por ejercicio del poder», 147 la razón hay que buscarla en el orden político y social de la «república» y en la imposibilidad de centralizar suficientes reservas de moneda, y en consecuencia, poder disponer de un ejército moderno. En las fronteras que tocan con los turcos y los tártaros se confía la defensa de éstas a cosacos «bandoleros agregados de todas las naciones», dice un texto español, 148 y añade: «gente belicosa, siempre en movimiento e inquieta, cruel y capaz de resistir las mayores fatigas, y también, la más infame que se pueda encontrar en el mundo». En todo caso, unas gentes que pueden actuar según les parezca, no un ejército moderno. En enero de 1591, el pago a los soldados estacionados en la frontera moscovita plantea difíciles problemas a la Dieta, que se había reunido en Varsovia. Mientras tanto, los soldados viven del país, que devastan, con idéntica indiferencia, tanto a un lado como al otro de la frontera, 149 lo que también ha ocurrido, como bien sabemos, en los países más ricos de Occidente. Las consideraciones económicas explican por qué la política polaca se interesa en especial, como ya hemos visto, por los asuntos del norte, siempre en la misma dirección en que discurren los tráficos, disputando con Moscovia tanto a causa de Narva y del Báltico como de las zonas de frontera indecisa entre los dos países. La política polaca es, en consecuencia, decididamente pacifista en cuanto al sur. Turcos y polacos no tienen el menor interés en venir a las manos. Los aliados de la Santa Liga pierden su tiempo cuando en 1572 tratan de persuadir a Polonia para que se lance contra el gran turco. Los turcos, por su parte, apoyan, en 1573, la elección del duque de Anjou como rey de Polonia. En 1590, en vísperas de la guerra turco-húngara, intervienen los ingleses para que se establezca un arreglo amigable entre turcos y polacos. Estos últimos se muestran premurosamente conciliantes. En enero de 1591, ante las quejas del gran turco por los abusos cometidos por los cosacos polacos, el rey, de acuerdo con los barones de la Dieta, acepta pagar, o mejor dicho, ofrecer cento timpani de zibellini, valoradas en la considerable cantidad de 30 000 florines. También es cierto que, para proveer a este pago, se impuso inmediatamente un impuesto 147
X. A. FLORES, Le «Peso político de todo el mundo» d'Anthony Sherley, p. 79Ibid., p. 81. 149 Marco Ottobon al dux de Venecia, Thorun, 12 enero de 1951, y Danzig, 1 de febrero de 1591, A. d. S. Venecia, Secreta Archivi Propri, Polonia, 2. 148
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¿e un florín por cabeza, para el solo año de 1591, a todos los judíos del reino. 150 De modo que se estaba en paz con el sur, circunstancia que por sí sola no basta para explicar la sorprendente difusión por Polonia ¿e los modos de vestir y las tiendas suntuosas de Turquía, de las qUe aún hoy podemos ver ejemplos en los museos. ¿Habremos subestimado quizá las relaciones comerciales con el sur? El istmo alemán: vista de conjunto Por istmo alemán entendemos toda la Europa Central en sentido amplio, de Francia, al oeste, hasta Hungría y Polonia, al este; del mar del Norte y del Báltico, al norte, al Adriático y el Tirreno, al sur. Nos encontramos, en total, con un notable conjunto de países, intercambios y rutas comerciales, como muy bien nos muestra en sus líneas generales el mapa tomado de F. von Rauers ,SI que aquí reproducimos. 152 Podemos limitar este espacio por medio de dos líneas: una que va de Genova (de Marsella, si queremos ser precisos) a Londres y otra de Venecia a Danzig; líneas, evidentemente, algo arbitrarias, pero que nos consienten una imagen general. Este vasto bloque de Europa Central está limitado, tanto al norte como al sur, por sus costas: mar del Norte, Báltico y el Mediterráneo. O, más exactamente, se prolonga por estos espacios marítimos esenciales. No hay duda de que podemos prolongarlo más allá de los mares septentrionales hasta incluir Suecia (tanteada con curiosidad por el comercio veneciano a finales del siglo XVI y comienzos del XVII), l53 Noruega y, sobre todo, Inglaterra, que, aunque empeñada en la gran aventura atlántica, siguió firmemente amarrada a Europa. Una de las actividades más importantes del comercio inglés era la de los paños, que se exportaban, según fuesen las circunstan150
El mismo al mismo, Danzig, 1 feb. 1951, ibid. «Karte der alten Handelstrassen in Deutschland», en Petermann's Mittei"ingen. 1906. 152 La mejor guía para las referencias bibliográficas es HERMANN KELLENBENZ, art - cit., supra, nota 144 de este capítulo. 153 A. d. S. Venecia, Cinque Savii, 142, ff. 6 y 6 v., 28 de agosto de 1607. ALBERTO TENENTI, Naufraga, corsaires et assurances maritimes a Venia, 1592-1609, [/59, indica dos barcos venecianos que van a Suecia, en 1591 y 1595, pp. 23 y 159. ^IUSEPPE GABRIELLI, «Un medico svedese viaggiatore e osservatore in Italia nel secólo XVII», en Rendiconti delta R. Academia dei Lincei, 7-12 nov. 1938. 151
Pig. 15 Las rutas del istmo alemán Este mapa, tomado de F. VON RA( FRS y reproducido aquí a escala mucho menor, nos permite ver claramente la densidad de la red de carreteras de la Alemania del siglo XV y de las grandes vías transalpinas. Aunque las carreteras que vemos al oeste, en Francia, no son tantas, se debe a que están reducidas a sus líneas esenciales, pero en realidad formaban una retícula tan espesa como la alemana. Los puntos negros representan ciudades de transportistas y carreros: resultan evidentes a lo largo de las rutas de los Alpes, y subrayan la importancia de las carreteras principales. También resalta en este mapa la conexión Praga-Linz, de la que no hablamos en el texto, pero sobre la que contamos ahora con una excelente documentación aportada por el artículo de JoSF.r JANACKK, «Die Handelsbeziehungen zwischen Prag und Linz im 16. Jahr.», en Historisches Jahrbuch der Stadt Linz, 1960. 268
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Fig. 16 La barrera de los Alpes Este mapa, deliberadamente esquemático, muestra la angostura de los espacios de Italia del Norte comparados con las tierras allende los Alpes. Esta Italia del Norte está cerrada por montañas al oeste, al norte y al este (los Alpes Diñárteos). I-as grandes rutas alpinas (Mont-Cenis, Simplón, San Gotardo, Brennero, Col de Tarvis y otros pocos más) rompen esta barrera. El mapa indica el curso de los grandes ríos sólo a partir de aquellos puntos en que comienzan a resultar navegables en «tan escala.
cías, por la ruta de Emden, , 5 4 Hamburgo, 155 Bremen, olade Amberes l56 (y por Ruán, en algunas ocasiones). Así Inglaterra —y el comercio de sus paños no es sino el más perfecto de los ejem,S4 B. de Mendoza a Felipe II, 10 de mayo de 1559, CODOIN, XC1, pp. 56, 364. s J. A. VANHOUTTE, «Lesavvisidu fondsUrbinat...», enBulletin de la Commis<"»/ Royale d'Histoire, LXXXIX, p. 388, 24 de septiembre de 1569. ,S6 Feria a Felipe II, 10 de mayo de 1559, CODOIN. LXXXVII, p. ¡84: '0 000 piezas de paño inglés trae a Amberes la «flota de paños».
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3
270
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píos— se asocia al continente vecino, y en particular, a esa zona de la que ahora estamos tratando. Zona activa, eso es evidente; quizá el modelo más acabado de una economía basada en los transportes por tierra, el equivalente de lo que han debido ser las ferias de Champaña en los siglos XII y xili —formas tempranas, potencialmente explosivas, de la relación entre sur y norte—. Este espacio, considerado en su conjunto, presenta una forma muy peculiar: estrechándose hacia el sur en la Italia del norte, se dilata hasta convertirse en una vasta masa continental, al otro lado de los Alpes. Una carta enviada a Amberes el 25 de julio de 1522, por el rey de Polonia, y que Dantisco, su embajador ante Carlos V, espera con la mayor impaciencia, no llegará hasta el 12 de septiembre, después de un viaje de casi cincuenta días. I57 O para considerar otra dimensión: en 1590, Marco Ottobon invierte treinta y nueve días en el viaje de Venecia a Danzig —durante el invierno, eso es cierto—, incluidas las paradas. 158 No existe, en realidad, parangón posible entre las concatenadas llanuras del Piamonte, Lombardía y Venecia, poco alejadas de sus puertos marítimos, y los vastos espacios continentales al norte de los Alpes; las rutas convergen hacia el sur, pero hacia el norte se abren en abanico. Los Alpes, constituyendo barrera larga y ancha, dividen en dos la zona central de Europa, 159 siendo cada una de las partes, tanto geográfica como históricamente, de muy diferente importancia. El istmo alemán está formado por, Italia, en particular Italia del norte, los Alpes y las inmensas llanuras y planicies de Europa Central, entre el Meser y el Rhin, por un lado, y el Oder y el Vístula, por el otro. Italia no necesita presentación. Este libro encontrará muchas veces ocasión de volver a hablar de sus ciudades y paisajes, tan decisivos en la historia mediterránea. Pero debemos dedicar cierto espacio a los Alpes, montañas milagrosas, donde hasta lo más difícil puede ocurrir normalmente. Son una muralla montañosa que se levanta como un obstáculo ante la zona central de Europa. Resulta difícil circular por ellos y surgen soluciones espontáneas. Sus sociedades y pueblos parecen haber existido con el expreso propósito de organizar los modos de franquear «los montes» y prolongar más allá, y en ambas direcciones, sur y norte, esa circulación benéfica. 157
Johannes Dantiscus al rey Segismundo, Amberes, 18 de septiembre de Museo Czartoryski, 274, no. 16 Ref. ind. supra, nota 76 de este capítulo. 159 JEAN-FRANCOIS BERGIER, Les foires de Genive et l'íconomie tnternationak dt u Renaissame, 1963, p. 17. 1522,
,S8
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Los Alpes Y ello a causa de que los Alpes se levantan en una geometría del espacio que hace aliarse entre sí sociedades y economías que se encuentran a diferentes niveles: aldeas y pueblos situados en los límites superiores de las zonas de cultivo, pueblos enormes en los valles profundos; ciudades modestas a orillas de los ríos, en las que se abre a veces la tienda de un representante de una casa comercial de los «lombardos», y unos pocos talleres artesanaHs, y, finalmente, en la periferia, en contacto con las planicies y la circulación de las flotillas de lagos y ríos, donde el tráfico comienza de nuevo a acelerar su ritmo, encontramos las ciudades del piedmont: Ginebra, Basilea y Zurich; Salzburgo, Villach y Klagenfurt; Susa, Vercelli, Asti, Como, Bérgamo, Brescia y Verona, y con frecuencia ciudades de ferias (Zurzach, Hall, Linz, y Bolzano), que son muchas veces centros de importantes firmas de transportes.(Chur, Chíavenna, Plurs), y no faltan nunca las ciudades «mediadoras» entre el sur y el norte en las que el montañés puede encontrar todo cuanto necesita para su vida cotidiana: «paños ordinarios para vestirse, metales para sus útiles y, sobre todo, la sal, tan esencial en la cría del ganado». 160 Hay, pues, una circulación propia de las regiones alpinas que pone en movimiento a hombres, bestias, rebaños y mercancías. A este tráfico cotidiano se le superpone otro de diferente especie, que utiliza los mismos hombres y los mismos medios, recorriendo toda la red en toda su extensión y direcciones. Estos recorridos no serían posibles sin los pueblos de carreteros y arrieros, celosos guardianes y defensores de los beneficios que les proporciona la ruta comercial. En el valle del Brenta, en los Alpes de Vicenza, Primolano era, en 1598, una viletta de apenas 50 familias, donde «casi todos sus habitantes viven de lo que ganan transportando mercancía con sus carretas». I51 Y se podrían citar centenares de pueblos que se encontraban en la misma situación. Es regla establecida que todos los pueblos a lo largo de una ruta, ya en vías de formación o establecida, colaboren de acuerdo entre sí, se repartan el trabajo, fijen las etapas, organicen los medios necesarios para la seguridad de transportes y viajeros, y, a veces, les provean, por una cantidad suplementaria, de la posibilidad de continuar ininterrumpidamente e n viaje tanto si es de día como de noche... La ruta de Septimer l62 160
161
J.-F.
BERGIER, op. cit.,
p.
31.
Marciana 5838, C II, 8, f. 37. Relación de Francesco Caldogno, 1598. ALOYS SCHULTE, Geschichte des mittelalterlkhen Handels und Verkehrs zwische » Westdeiitschland und Italien, I, 1900, pp. 37 ss.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
puede servir como excelente ejemplo, pero no es ni mucho menos el único que se podría citar. Por lo que parece, estos movimientos coordinados ocurrían con gran perfección. La llegada del invierno no los interrumpe: éste ofrece la relativa comodidad del uso de trineos. , 6 3 En Ginebra el 16 de diciembre de 153 7 , un contratista de tranportes de Verceil tomaba a su cargo 132 balas de mercancía, comprometiéndose a entregar 42 en Ivrea el 4 de enero del año siguiente, saulve le temps. Marco Dándolo, que parte para Francia como representante de la Señoría de Venecia, cruza, llevado en su litera, el Mont-Cenis, en pleno mes de diciembre de 1540,' 64 si bien es cierto que guarda muy mal recuerdo de semejante viaje, lo mismo que Girolamo Lippomano, cuando pasó por el mismo lugar en abril de 1577: «Caballos y muías se hundían hasta el vientre en la nieve y sólo con gran dificultad podían seguir adelante, pero—añade— una multitud innumerable de viajeros pasa por allí a diario, camino de Italia, Francia o Inglaterra, y bastantes de ellos van a España.» El pueblo de Novalesa, que no tiene ni granos ni vino, abastecía de guías, marroni, a los que por cierto nunca faltaba trabajo. Y le parecía una región verdaderamente rara aquella que se extiende de la Saboya montañosa, «que sólo tiene sol tres meses al año, y que de sus campos sembrados de trigo obtiene solamente el dos por uno como cosecha», hasta la región de Lansleburgo, donde los viajes cuesta abajo se hacen en trineo, o, mejor incluso, hasta Saint-Jean-de-Maurienne. 16S ¿A qué conclusiones podemos llegar después de considerar todas estas anécdotas y tantas otras, además de las evidencias sobre la Edad Media que ha ido reuniendo la paciencia cuidadosa de Aloys Schulte? lf,h A la siguiente: que, siempre que se diese un mínimo de circunstancias favorables, podían utilizarse los 21 pasos de los Alpes. Han quedado consignados en grandes cantidades éxitos, éxitos a medias e intentos seguidos de desistimiento: toda una historia comparativa y una inmensa cantidad de archivos se ofrecen a nuestra curiosidad. Naturalmente las ciudades y los mercaderes han tenido su parte en todo aquello. Han sido los mercaderes de Milán quienes han construido, en el siglo XII, la entonces revolu163
164
J.-F.
BERGIER, op. cit., p.
131.
Marco Dándolo al dux, Lyon, 12 de diciembre de 1540; B. N., Ital. 1715 f11, copia. I6Í «Voyage de Jéróme Lippomano», en Collection de documents inédits sur i'histoire de France, Relations des ambassadeurs vénitiens, compilada por N. TOMMASEO, 1838, t. 11,274-5. i66 Véase supra, nota 162 de este capítulo.
LOS CONFINES
273
c j 0 naria
carretera del San Gotardo; más adelante, y para alcanzar el valle Alto del Rhin, aprovecharán los pasos de Splügen, la Maloja y Septimer, famosos luego, en la historia política del siglo xvill cuando la ocupación de la Valtellina. Estas rutas, demasiado próxim a s unas de otras, compiten o se sustituyen entre sí de acuerdo c o n las coyunturas políticas o comerciales, e incluso como resultas de avatares ocurridos en caminos muy distantes de los Alpes. Cuando, en 1464, 167 Lyon obtiene autorización regia para recibir directamente la pimienta y las especias, Aiguesmortes y la ruta del Rhin pierden su posición de privilegio en beneficio del Mont Genévre, el Mont-Cenis y del Pequeño y Gran San Bernardo. Toda disputa, grande o pequeña, requiere un meticuloso estudio. En 1603, cuando Venecia ha concluido una alianza política con los Grisones, se completa la carretera de Morbegno a Chiavenna, acaparando ésta, en beneficio de Bérgamo, parte del tráfico en dirección al Milanesado: pequeño detalle que nos descubre, una vez más, la vigilancia ejercida por Venecia sobre los tráficos alpinos. ,6S Como es natural, estos cambios no ocurren de la noche a la mañana: la geografía crea obstáculos y ventajas permanentes que difícilmente se pueden pasar por alto. Por ejemplo: la necesidad de comunicar con las rutas lacustres y fluviales, el Iser, el lago de Bourget, el lago de Genova, el de Constanza, el Ródano, el Rhin, el Inn, o, por el Sur, con los lagos italianos, que han jugado también su papel, y particularmente con un río como el Adigio, donde las cadenas que tienden sucesivas administraciones no logran impedir ni el transporte de troncos flotantes ni el realizado por medio de pequeñas embarcaciones. Son ventajas permanentes, pero que actúan unas contra otras. Las estadísticas del año 1534 al 1545,! 69 referentes a los transportes de Amberes a Italia, demuestran la clara prioridad del paso del San Gotardo, que se beneficia de su situación central: conduce tanto hacia Genova como hacia Venecia. El Brennero, situado al este, es la otra gran encrucijada. Es el más bajo de todos los pasos alpinos (1 374 metros) y cuenta con la ventaja de poder utilizar dos cursos de agua divergentes (el Inn y el Adigio) y de conducir a Venecia. Ofrece, además, un camino accesible a esos grandes carros alemanes, que del lado de acá de los Alpes llaman carretón!, los cuales van a buscar, después de la venMARC BRÉSARD, Les/o¿res de Lyon aux x\" et xvr sHeles, 1914, pp. 44 y 168. " 69
au
HERMANN KELLENBENZ, art. cit.,
pp.
124-5.
WILFRID BRULEZ, «L'exportation des Pays-Bas vers l'Italie par voie de terre, milieu du x v r siécle», en Annales E. S. C, 1959, PP- 469-70.
274
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
dimia, el vino nuevo de Venecia, e incluso el de Istria, gigantesca operación comercial que se repite cada año, a no ser cuando Venecia la prohibe, como en 1597, l7 ° pero ésta sólo raras veces se decide por semejante medida. De ordinario la permite, prefiriendo para el propio consumo los vinos más vigorosos de Le Marche y ¿e las islas. Con la ayuda del comercio del vino, el Brennero es desde el comienzo del siglo XVI, y en mayor grado a sus finales, una de las rutas más activas de los Alpes, pero sin detentar la primacía absoluta. A partir de 1530, la ruta de Tauern, hasta entonces un simple Saumweg, es decir, un camino de herradura, se convierte por obra del arzobispo de Salzburgo,' 71 en una carretera apta para el tráfico rodado; los Estados Provinciales del Tirol, defensores, y con motivo, del Brennero, se oponen a semejante competencia y tratan en vano de conseguir la oposición categórica de Fernando, rey de los Romanos. Baste con este ejemplo, que habla por sí mismo de la elasticidad de las rutas alpinas: el hombre las construye y conserva, pudiendo también cambiarlas si llega el caso. El tercer personaje: una Alemania de rostro múltiple Al otro lado de los Alpes se extiende una Europa verdeante, con sus bosques, sus anchos ríos, por los que navegan grandes barcos, y sus caminos, por los que van y vienen vehículos..., y muy fría en invierno. En 1491 cayó tanta nieve que los mercaderes de Nuremberg pudieron ir en trineo desde su ciudad hasta Ginebra.172 A Alemania la podemos abordar sea de sur a norte, siguiendo los meridianos, o de oeste a este, según los paralelos. Son dos maneras diferentes de acercarnos a ella, pero no las únicas; es un país de múltiples rostros. Si, viniendo de Italia, seguimos la línea de los meridianos, el acento recaerá sobre la Alta Alemania, que, para nuestros propósitos, se extiende hasta Colonia, Francfort y Nuremberg. Profundamente italianizada, cliente de los vinos del sur de los Alpes, hace ya muchos años que está en contacto con las ciudades de la península, en especial con Genova, Milán, Florencia y Venecia, pero también con Roma, Ñapóles y El Aquila, la ciudad donde se compra el azafrán, además de todas las ciudades a lo largo del camino. Esta 170
A. d. S. Venecia, Cinque Savii, 21, f. 45, 25 de octubre de 1597. OTTO STOLZ, «Zur Entwicklungsgeschichte des Zollwesen innerhalb af* alten Deutschen Reiches», en Viertelj. für Soztal-und Wirtscbaftgeschichte, 19' 4, p. 18, n. 40. 171
172
J.-F. BERGIER, op. cit.. p. 131.
LOS CONFINES
275
Alemania culmina hacia el Sureste en el Fontego deil'odescbi, 173 una especie de Alemania en miniatura, con controles y privilegios; es u n enorme edificio sobre el Gran Canal, frente al puente y la plaza je Rialto, que será suntuosamente reconstruido después del incendio de 1505. Tienen los mercaderes alemanes allí sus oficinas titulares l74 y allí almacenan sus mercancías. Y sucede que algunas veces el Fontego está lleno hasta el techo de piezas de fustán (ese tejido revolucionario hecho de urdimbre de lino y trama de algodón). También se almacenaban en el Fontego cobre, estaño, plata y artículos de quincallería. Las especias, la pimienta, las drogas y el algodón (südfrüchte) se reexpedían al norte. 175 También Venecia está llena de viajeros alemanes, tanto famosos como desconocidos: peregrinos en marcha a Tierra Santa, aprendices de mercader como Jacob Fugger, artistas como Alberto Durero, estudiantes y criados de estudiantes de paso hacia la Universidad de Padua, uno de los cuales, Bernard Müller de Dillingen, lleva un arcabuz al hombro, por lo que la policía veneciana considera prudente arrestarlo. 176 También se ven soldados, a pesar de que la paz de Cateau-Cambrésis (1559) ha puesto fin, de este lado de los Alpes, a los grandes días de los mercenarios suizos y los lansquenetes del Wurtemberg. Abundan, con frecuencia, los alemanes humildes: oficiales panaderos, sirvientes, artesanos de la lana, mozos de taberna y de posada que, en el ejercicio de su oficio, hacen la competencia a florentinos y ferrareses. 177 Venecia tiene, como no podía menos de ocurrir, sus posadas alemanas: el León Blanco y el Águila Negra, 178 y lo mismo otras ciudades italianas: en 1583 había en Ferrara una posada llamada El Halcón, y en Milán 173 Fontego, forma veneciana de Fondaco; del mismo modo, Todeschi por 1 edesAi. El libro clásico de HENRY SIMONSFELD, Der Fondaco dei Tedeschi und die deutschi'"iet¡anischen Handelsbeztehungtn. Stuttgart 1887, 2 vol., se resiente de la mediocridad de los documentos conservados. 174 Un pequeño detalle: el 30 de noviembre de 1489 prudentes mercatores Henr 'cus Focber et fratres solicitan que la cámara que ocupan jam diu y en la que han hecho grandes gastos de instalación se les adjudique definitivamente; como su pericón contaba con el beneplácito del Soberano Pontífice y el rey de los Romanos, su deseo fue satisfecho. Estos Focher eran los Fugger. A. d. S. Venecia, Notatorio di c °Hegio, 14, 1. p ' " Y no sólo de Venecia y el Véneto, sino de toda la Italia del Norte. FRITZ °PELKA, «Südfrüchte vom Gardasee nach Graz», en Bldtter für Heimatkunde, 1951. , A. d. S. Venecia, Senato Terra, 88, 16 de agosto de 1583. El documento cita 0s posadas alemanas: ;'/ Falcone en Ferrara e ;' Tre Reí en Milán. 177
HENRY SIMONSFELD, op. cit., II, pp. 263 ss.; BANDELLO, op. cit., VII, p.
169.
R. RÓHRICHT, Deutsche Pilgerreisen nach dem Heiligen Land, Berlín, 1880,
276
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
encontramos otra: los Tre Rei. m La Alemania del sur creció y maduró a la sombra de la grandeza de Italia del norte y, a la vez gracias a las deficiencias de ésta. En el empeño común correspondieron a Alemania '.as tareas inferiores: el trabajo del algodón, ersatz textil del siglo XIV, tejidos baratos, el trabajo del hierro, del cobre y del cuero. Sin su apoyo constante serían inpensables el comercio de Genova, el de Venecia y las actividades económicas de Milán. «Alemanes y venecianos —escribe Girolamo Priuli en 1509— somos todos unos, a causa de nuestra antigua colaboración comercial». 180 Habría sido más exacto si hubiese dicho: alemanes e «italianos». Esta vida en común trae consigo una extraordinaria difusión hacia el norte de la civilización italiana, reconocible hoy a la simple vista de las fachadas de las casas.181 También comporta la evidente explotación del norte por el sur. Pero más de una vez las crisis italianas han redundado en provecho de la Alta Alemania. Fueron los protestantes huidos de Italia quienes introdujeron en Nuremberg la industria de los brocados y terciopelos de seda. Is2 Las bancarrotas florentinas del siglo XIV habían traído consigo no pocos beneficios a los mercaderes alemanes. Y, por su parte, también se ha extendido la civilización alemana hacia el sur, invadiendo muy pronto el valle del Alto Adigio y llegando hasta el sur de la sede episcopal de Trento. N o ha sido mal observador ese veneciano recibido allí por el obispo, en 1492: las tres mesas eran quadre, more germánico; la comida comienza con la ensalada, de acuerdo con la costumbre alemana, y la carne y el pescado se sirven juntos, con pan de trigo moreno, al estilo de Baviera. "^ Si queremos abordar ahora Alemania según el sentido de los paralelos deberemos iniciar por el Rhin nuestro viaje. A medida que avancemos hacia el este se nos irá mostrando Alemania como un país cada vez más nuevo y cada vez menos desarrollado. El rápido surgir de una industria minera en el siglo XV y durante las primeras décadas del XVI ha creado una sucesión de ciudades nuevas, momentáneas, que se forman rápidamente y que declinan a continuación como consecuencia de la competencia de la plata ve179
Ver sufra, nota 176 de este capítulo. .. Citado por H. KRETSCHMAYR, Gescbichte Venedigs, 1905-1920, II, p. 46/. E. HERING, Die Fugger, 1939, pp. 204-5. En Augsburgo, arquitectura veneciana a lo largo de las orillas del Lech, y a orillas del Wertach, fachadas de casas siguiendo el estilo que estaba de moda en Genova. IS -' JosEF KllLlSCHER, Allgemeine Wirtschaftsgescbkhte des Mittetalters nnd «er Neuzeit. 1958, II, p. 251. IS1 Marciana, Ital. Vil, 7679, f. 30, 1492. 180
181
277
LOS CONFINES
aida
de América a partir de 1530, o, para ser precisos, de 1550, si es que la verdadera responsable de ello no fue la depresión económica que tiene lugar a mediados del siglo xvi. Durante la subsiguiente recuperación, que durará hasta finales de siglo e incluso hasta más tarde, Alemania, y, de modo general, la Europa Central, conocerá un renacimiento industrial multiforme, del que las telas de lino de Bohemia, Sajonia y Silesia constituyen el elemento más importante, pero no el único. No es cierto, por tanto, que Alemania (como tampoco las regiones vecinas) comience a declinar después de la muerte de Lutero (1546). 184 La paz de Augsburgo (1555), que fue muy duradera, aportó sustanciales beneficios. E incluso lejos, hacia el este, la buena salud y el vigor de las ciudades son signos inequívocos de ello. Pierre Lescalopier, en 1574, queda admirado ante las ciudades alemanas de Transilvania, y la primera que encuentra Brasov, «que los sajones llaman Coronestat», es tan hermosa, que le produce la impresión de estre arrivé a Mantoue tañí la ville esí belle, toute peinte en buile le debors des Maisons.tliS Las dos trayectorias que hemos seguido nos han mostrado dos Alemanias. Y todavía hay una tercera, que, en contacto con los Países Bajos, se afirma a orillas del mar del Norte, en Emden, Bremen y Hamburgo. Estas ciudades se benefician al mismo tiempo del comercio atlántico que llega a ellas, de la vecindad de los Países Bajos (primeramente, Amberes, y después, Amsterdam), de su alto voltaje económico y también de las discordias que van a resultar de ello. Hamburgo, la más vigorosa de todas ellas, inicia una triunfante carrera que ni siquiera la guerra de los Treinta Años logrará interrumpir.' 86 Sus mercaderes se han beneficiado del levantamiento de los Países "Bajos; son neutrales o, como dice un corresponsal del presidente Viglius, «siendo como son ambidiestros, obtienen, en consecuencia, grandes ganancias y beneficios».187 Además se está gestando algo muy importante en los Países Bajos y esa parte de Alemania en contacto con las aguas del mar del Norte; a 'go que sacudirá al mundo germánico hasta los propios cimientos. no
184
JOHN U. NEF habla incluso de decadencia, arl. cit., p. 431, n. 1. Voyage fait par moy Pierre Lescalopier... Biblioteca de la Facultad de Medicina de Montpellier, Ms. H 385, f. 49 v.,supra, capítulo 1, nota 8. Los pasajes omitidos en (? edición de EDMOND CLERAY han sido cuidadosamente reproducidos por PAl'i I. RNÍ OVODEANU, en Studii si materiale de Istorie Medie. IV, Bu;arest, 1960. . GüNTHER FRANZ, Der Dreissigjáhrige Krieg und das dentscbe Vo/k. Jena, U4 0> p. 16. ,, Dr. Gehr van Oestendo^ al presidente Viglius, Brernen, 30 de enero de 5
'4, pub.
por RICHARD HAPKE, op. cit..
II, pp.
308-9.
278
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
A orillas del Báltico, un orden antiguo, colonial en más de un aspecto, continuará manteniendo las apariencias. Todas estas imágenes sucesivas encajan sospechosamente bien en la ya antigua interpretación (1908) que proponía el historiador Johannes Müller. 188 Para él el centro de las diferentes Alemanias, antaño en Colonia, se había desplazado en dirección al este, hasta Nuremberg, ciudad situada en el mismo corazón de la Alemania Media, a mitad de camino entre este y oeste, y también a mitad de camino entre el italianizado sur y un norte tocado ya por los vientos del mundo moderno, e hijo del Atlántico. El centro es Nuremberg, no Augsburgo, la ciudad de los Fugger. Considerado todo ello en conjunto se ofrece al historiador como una tentación: Jean-Francois Bergier ha sucumbido a ella en su reciente libro: «La Alemania meridional —escribe— se convierte, en los albores de la época moderna, en el auténtico centro de gravedad del mundo occidental, y ello en mayor medida que lo pueda ser la Italia del norte, los Países Bajos, la Francia de Lyon o de Marsella, y más aún, incluso, que la Viena imperial.» 189 Eso es mucho decir. Pero debemos evitar cuidadosamente la creencia de que, en el umbral de la Modernidad, los triunfos sonados y las innovaciones del capitalismo mercantil han afectado únicamente a Lisboa, Sevilla y Amberes, ciudades privilegiadas por su contacto con el mar: el impulso del siglo XVI se ha adentrado hasta las profundidades continentales de Europa. De Genova a Amberes, y de Venecia a Hamburgo: las condiciones de la circulación Como hemos visto, la vida mediterránea se lanza, prolongándose, hacia el norte, por medio de una circulación terrestre excepcional, si consideramos los medios con que contaba la época. Aunque no todo es modernidad y actividad bulliciosa al norte de los Alpes, en el espacio comprendido entre Lyon y Viena, sí podemos afirmar que estaba animado por una vitalidad superior quizá a la de Francia, particularmente si incluimos en dicha zona a Lyon, ciudad de los Alpes, y el valle del Ródano. Evidentemente, es una zona que presenta múltiples rasgos modernos. Crecen allí numerosas firmas, cuyas raíces se hallan a la vez en las ciudades de Italia y en las de los Países Bajos y de la península Ibérica. Las grandes firmas fami188 JOHANNES MÜLLER, «Der Umfang und die Hauptrouten des nürnbergischen Handelsgebietes im Mittelalrer», en Viertelj. für Sozial-und Wirtschaftsgesihkhte, 6, 1908, pp. 1-38. 189
J.-F. BERGIER, op. cit., p.
155.
279
LOS CONFINES
liares, de proporciones colosales, inclinadas siempre a encerrarse en s í mismas (los Fugger, los Hochstetter, los Welser, los Affaitati), han dado paso a firmas más pequeñas, pero más numerosas y, sobre todo, más activas de lo que se puede imaginar leyendo nuestras historias generales: los Della Faille, en los Países Bajos —sobre los cuales ha aparecido un libro recientemente—; 190 los Torrigiani, Bartolomeo Viatis (y su socio, Fürst), en Nuremberg y Breslau; los Pestalozzi, Bartolomeo Castello, en Viena; los Montelupi, en Cracovia,'91 por citar solamente algunas firmas italianas de las establecidas a final de siglo en países extranjeros. Pero se podrían añadir a estos nombres varias decenas de otros. 192 Aparece una nueva práctica: estas firmas trabajan a comisión, apoyándose en otros mercaderes conformes en representarlas y actuar en su nombre. Esto reduce notablemente los gastos operativos. «El notable aumento del número de mercaderes a menor escala —escribe un historiador 193— constituye el nuevo e importante elemento de la evolución comercial del siglo XVI.» Esta tendencia se hace general en toda la Europa Central. Contemporáneamente, ciertas casas se especializan en el transporte, que se convierte en una actividad en sí. Sabemos de importantes casas de transportistas en Amberes y Hamburgo: la de los Lederer, 194 los Cleinhaus, 195 los Annoni , 9 6 y otras muchas, con frecuencia de origen alpino. Lo mismo ocurre en Lyon ' " y en la propia Venecia. Así lo testimonia un documento veneciano —sin fecha— del siglo XVII: «Las mercancías que se llevan de Venecia a Lombardía 198 y a Alemania, las 1911 WILFRID BRULEZ, De Firma della Faille en de Internationale Handel van tlaamse Firma's in de 16e Eeuw, 1959. ' " Estas indicaciones se han tomado de las cartas de Marco Ottobon 15901591, véase referencia supra, nota 76 de este capítulo. Bartolomeo Viatis se separa de su socio en 1591. Bartolomeo Castello, mercante conosciutissimo qui (en Viena) e di moho negocio in Ongaria. 192
HERMANN KELLENBENZ, art. cit.. pp.
131
ss.
193
WILFRID BRULEZ, De Firma della Faille, pp. 53-5, 106-8, 363-5 y en el excelente resumen en francés que cierra el libro, pp. 580-1. 194 Piezas de carisea enviadas a Ragusa por la firma ragusina de los Menze, per l 'ia d'Amburgo in condotta di Lederi, A. de Ragusa, Diversa de Foris XV, ff. 119 v. y 120, 24 de junio de 1598. 19s Sobre los Cleinhaus y los Lederer, WILFRID BRULEZ, op. cit., p. 577 y numerosas referencias en el índice. 196
197
WILFRID BRULEZ, op. cit.,
p.
467.
R. GASCÓN, op. cit., (no publicado aún), cita unas Lettres de voiture enviadas a mercaderes de Lyon. 198 Museo Correr, Cicogna, 1999, Aringhe varié (s. f.). La ruta de Mantua, dice ^ texto, ha sido utilizada al tempo de ¡a peste; se puede referir tanto .i la peste de 629-1630 como a la de 1576. La alternativa no nos sirve para fechar el documento.
280
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
confían los mercaderes a los transportistas (conduttori). Estos, una vez convenido el precio, se comprometen a entregarlas en los lugares indicados, en buenas condiciones y en el plazo de tiempo fijado por ambas partes.» A su vez, estos conduttori recurren a los servicios de los spazzadori, quienes transportan los cargamentos en barcas, en vehículos o a lomos de animales, de posada en posada; el posadero les provee de los animales y vehículos que puedan necesitar. 199 Un último detalle: estos conduttori, y seguramente estos spazzadori, no son venecianos, sino «extranjeros», gentes de los Alpes y del norte. En todo caso, es evidente que existía la división de trabajo, con las consiguientes racionalización y especialización. De un modo semejante se organizan las postas del servicio de correos, y no sólo por obra de la grande y célebre familia de los Tassis, que detentó el monopolio del transporte de cartas en los dominios de los Habsburgo. 20 ° Como consecuencia de esto, aumentó la actividad mercantil, ahora más accesible a aquellos mercaderes que se iniciaban en el mundo del comercio y disponían de poco dinero líquido. 201 Y se desarrolla en esta Alemania de la línea central una industria textil de tipo capitalista, en contacto con mercados lejanos, que había de ser de importancia decisiva:202 se trata de las ya citadas industrias de lino de Sajorna, 20 ' Silesia y Bohemia. 204 Aprovechando las guerras en los Países Bajos, comienzan a progresar tanto en Alemania como en los cantones suizos industrias productoras de artículos de seda y de semilujo.205 El comercio a larga distancia había de limitarse necesariamente al de mercancías cuyo valor fuese capaz de compensar y amortizar los gastos de transporte: el cobre, la plata, la quincallería, la pi199 Ibid., para Lombardía las mercancías iban en barca hasra Este; para Alemania iban en barca a Porto Gruaro. 200
201
JOSEF KULISCHER, 0p. at., V, p . 3 7 7 .
WRFRID BRULEZ, «L'exportation des Pays-Bas vers l'ltalie par voie de terre au milieu du xvi* siécle», en Anuales E. S. C. (1959), p. 465. 202 ARNOST KLIMA', «Zur Frage des Übergangs vom Feudalismus zum Kapitalismus in der Industrieproduktion in Mitteleuropa(vom 16. bis 18. Jh.)», en Probleme der Ókonomie und Politik in den Beziehungen zwiscben Ost-itnd Westeiiropa vom 17Jabrhundtrl bis zurGegenuart, hgg. von Karl Obermann, Berlín, 1960. Este ingreso en la vida moderna se debió, más que a las minas, a la industria textil, pp. 106-7. 203
G. AUBIN y ARNO KUNZE, Leinenerzeugung und Leinenabsatz im ijstlicben
Niitteldeutschland zur Zeit der Zunftkáufe, Ein Beitrag zur Kolonisation des deutscben Ostens, Stuttgart, 1940, G. HEITZ, Landliche Leinenproduktion inSachsen, 1470-15.5.5. Berlín, 1961. 204
ARNOST KLIMA, art. cil., supra, n. 202, y G. AUBIN, «AUS der Entstehungs-
geschichte der nordbóhmischen Textilindustrie», en Deulsches Archiv für Landesund Volksforschung. 1937, pp. 353-7. 205
HERMANN KELLENBENZ, art. cit., p. 114.
LOS CONFINES
281
mienta, las especias, el algodón de Levante (del que Venecia continúa siendo el principal puerto de importación y reexportación hacia el norte), la seda, las Südfrüchte, y finalmente, y en especial, los paños, siempre prioritarios. En una dirección se mueve un tráfico de piezas de carisea inglesa («una de las más importantes bases del comercio en cualquier lugar del mundo», decía ya en 1513 un documento veneciano), 206 telas, estameñas (de Hondschoote, y más tarde, de Leyden), gorgoranes (de Lille), tejidos «mixtos» (fustanes, buratos y bombasíes) y telas de las ciudades alemanas y suizas. En la otra dirección, partiendo de Italia, terciopelos, tafetanes, paños de lana de primera, paños de seda con hilo de oro o plata y telas de gran lujo. La casa Della Faille, de Amberes, establece una filial en Venecia y otra en Verona, que se encargan de comprar sedas crudas, que a continuación hilan in situ con tal perfección que la calidad de sus productos no conocerá rival. 207 Las cifras que aparecen en los libros de cuentas de la casa no producen, en absoluto, una impresión de decadencia, sino todo lo contrario. El movimiento de mercancías conlleva un movimiento de dinero, del norte al sur y del sur al norte. 208 De modo que el gran acontecimiento de 1585, la promoción de Francfort del Maine, conocida ya por sus ferias mercantiles, al rango de ciudad y feria con cambio de moneda, ocurre en el momento más indicado. A este acontecimiento le siguen otros: la fundación, en 1609, del Banco de Amsterdam (de importancia mundial, como es bien sabido); la del Banco de Hamburgo, en 1619, y la del Banco de Nuremberg, en 1621. 209 Aunque no era nueva toda esa circulación, la nueva circunstancia ayuda a fijar sus rutas, sus medios de transporte y los puntos de parada. Emigración y balanza comerciales ¿Qué conclusiones podemos sacar una vez consideradas rodas esas transacciones, políticas o no, y después de analizar unas circunstancias más supuestas que conocidas? Creemos que se pueden 206
A. d. S. Venecia, Senato Mar, 18, f. ^5, 8 de julio de 1513.
207
WILFRID BRULEZ, op. cit.,
2 K
p.
579.
" G. AL'BIN, «Bartolomáus Viatis. Ein nürnberger Grosskaufmann vor dem Ureissig jáhrigen Kriege», en Viertelj. fiir Sozial-und W irtscbaflgescbichte, 1940, PP- 145 ss. 209 R. Fl cus, Der Bancho publico ZII N/irnberg. Berlín, 1955, 86 p. (Niirnb. A-bh. ZII den Wirtschafts-imd Sozialuissenscbafteri, Heft 6). La fecha de 1621 aparece en J- SAVARY DES BRULONS, Dictionnaire unirersel de commerce, V, p. 373.
282
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
reducir perfectamente a dos constataciones: 1.° La balanza comercial se inclina decididamente en beneficio del sur. 2.° Es evidente la amplia invasión de mercaderes italianos en todos los lugares de Alemania, invasión que se inicia, probablemente, alrededor de 1558; 21° es flujo compensador no declina ni siquiera ante los desastres alemanes en la guerra de los Treinta Años. Nada más natural que este balance resulte desfavorable al norte. Sus ciudades, sus mercaderes y sus artesanos son unos alumnos con la atención puesta en sus maestras, las ciudades del sur. Los hombres de negocios se han aprovechado durante largo tiempo de la ignorancia y el atraso del sur. Lo que el mercader de Nuremberg fue para la Europa Central, lo fue el mercader milanés o veneciano para Nuremberg y las demás ciudades alemanas. Todo aprendizaje se paga, y a veces durante largo tiempo. Los productos del sur, más numerosos y más caros por unidad, superan a los productos importados del norte. De este desequilibrio y de los pagos en numerario que de él resultan nos quedan pruebas tangibles: en Venecia y en Florencia hay siempre letras de cambio (sobre los países del norte) a disposición de los compradores; los genoveses están muy bien informados de dicha circunstancia, y recurren con frecuencia a este método cuando hay que pagar en el norte las sumas de dinero previstas en sus asientos con el rey de España: evidencia de que la balanza comercial era claramente favorable a Italia, por lo menos en estas dos ciudades esenciales. Una prueba todavía más evidente nos la proporcionan las repetidas quejas de las ciudades alemanas en el siglo XVII. Hacia 1620 (es decir, una fecha tardía) se les reprocha a los mercaderes de Augsburgo el enviar «grandes cantidades de preciosas monedas a Italia». 2 " La misma acusación se les hace más tarde a los mercaderes de Francfort. 212 Y existen otros ejemplos. 213 Según el testimonio de los Cinque Sarii, cuando los holandeses llegan a Venecia, su balanza, a la altura de 1607, era deficitaria. 2 M Así Alemania, y el norte, en general, contribuyen a la prosperidad italiana, ofreciéndole apoyo, ventajas y asociándola abiertamente a su propia actividad económica. Esta última continuaba to210
Ver pág. siguiente, n. 218.
2
HERMANN KELLENBENZ, art. cit.,
"
p.
119.
212
Ibidem. Ibidem. 214 A. d. S. Venecia, Cinque Sarii. Risposte, 1602-1606, ñ. 189 V.-195, 1 enero [1607]. 213
de
LOS CONFINES
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¿avía viva en las primeras décadas del siglo XVII. Augsburgo llega al ápice de su riqueza efectiva en 1618, 215 y Nuremberg ve prosperar su actividad bancaria hasta 1628. 2 I 6 Venecia, por su parte, continúa desempeñando su función de clearing house para los pagamentos compensatorios, como dice en pocas palabras un mercader italiano (de Cremona): auf Frankftirt gezogen und... gen Venedig remittiert, girado sobre Francfort y enviado a Venecia. 217 En segundo lugar tenemos la enorme operación de penetración de las ciudades alemanas por los mercaderes italianos. Venecia, a partir de 1558, irá en cabeza. 218 Los mercaderes alei.ianes del Fondaco habían tenido hasta aquel momento el monopolio, al norte de los Alpes, de todas las compras con destino a Venecia, salvo caballos, armas y vituallas.219 Durante la segunda mitad del siglo XVI cae en desuso la antigua prescripción y los mercaderes venecianos intervienen cada vez más activamente en los mercados alemanes. Más que de venecianos de Venecia, se trata aquí de venecianos de la Terraferma, una nueva generación de mercaderes. Este es el caso de Bartolomeo Viatis, un bergamasco que había ido a vivir a Nuremberg en 1550, contando doce años de edad, y que a fuerza de puños se abre paso hasta el lugar más alto, con el mismo rango que los Koch. 220 Trafica a gran escala, en telas, productos de Levante, plumas de avestruz y píeles de camello; posee varias habitaciones en el Fontego dei Todeschi, y con ocasión de la misión de Marco Ottobon a Danzig deja de lado sus propios intereses y pone su crédito, que era considerable, a disposición de la Señoría de Venecia. Cuando, cargado de años y de familia, muere, en 1655, deja una fortuna evaluada en más de un millón de florines. Naturalmente, no todos los mercaderes italianos alcanzan triunfos tan espectaculares, pero sus negocios representan por lo general sumas muy considerables, tanto en Colonia (a pesar de numerosas quiebras) como en Nuremberg, Praga 221 o Augsburgo, e igualmente en Francfort y Leipzig, dos ciudades que van a más cada día que pasa. Es indudable que estos mercaderes inmigrados han ayudado a 215
2,6
HERMANN KELLENBENZ, art. cit.,
p.
135.
Ibid., p. 147. 217 lbid., p. 152; los italianos eran los principales cambistas de Nuremberg en 1 625, p. 149. 218 lbid, p. 128. 219 lbid., pp. 128, 143 ss. 220 lbid., p. 144. 221 JOSEFJANACEK, Historia del comercio de Praga antes de la batalla de la Montaña blanca (en checo), Praga 1955.
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sus ciudades a adecuarse a una Alemania que va encontrando poco a poco, durante el siglo XVII, «sus nuevos puntos cardinales», y cuyo eje se va a establecer entre norte y sur, sobre la nueva línea de Francfort a Leipzig y, más o menos, sobre el eje HamburgoVenecia. La batalla que libran los mercaderes italianos contra los mercaderes locales, y en mayor grado, contra los negociantes holandeses —esos calvinistas contra los que Leipzig se levanta, en mayo de 1593— 222 es un combate llamado a durar largo tiempo. En 1585, cuando se establecen en Francfort las ferias de cambio, vemos que 22 firmas de un total de 82 que habían pedido esta innovación en la ciudad, son italianas. 22í Así sucede en el siglo que toca a su término y así sucederá en el que comienza. En 1626, un informe holandés dirigido a los Estados Generales de Holanda señala que los venecianos no sólo aprovisionan a sus vecinos, «sino también a Alemania, a precios notablemente más bajos que los holandeses, en todas las mercancías de Levante». 224 En Colonia, en Francfort, en Nuremberg y en Leipzig se mantiene la presencia de mercaderes italianos —muy sensible a partir de 1580— hasta más allá del 1600. Todavía a la altura de 1633, cuando los suecos toman Nuremberg al asalto, se ve a los venecianos izar muy alto el estandarte de San Marcos para proteger sus almacenes, prueba evidente, en cualquier caso, de su presencia allí. 225 Y en 1604, Venecia, que había preservado casi intacto el monopolio del suministro de algodón a las industrias alemanas de fustanes, exige que se quintupliquen los medios de transporte existentes tanto para el viaje de ida a Alemania como para el de vuelta. Así Italia, y, por su mediación, el Mediterráneo, influye durante largo tiempo sobre los vastos espacios de la Europa del Norte, y permanece sólidamente afincada en Amberes, centro financiero que conserva siempre su importancia, a despecho de (o, posiblemente, por su causa) la guerra endémica de los Países Bajos. La Embajada, en 1603, de B. C. Scaramelli 226 restablece las buenas relaciones con Inglaterra. Poco después, en 1610, 227 se establecen 222 ERNST KROKER, Handelgeschkhte der Stadt Leipzig, 1926, p. 113, 19-20 de mayo de 1593. 223 A. DIETZ, Frankfurter Handehgeschichte, t. III, 1921, p. 216. 224 Haga a los Estados Generales, en HEERINGA, Bronnen tot Geschiedenis Uvantschen Handel, I, 1, n.° 251, pp. 532-3. 225 B. BENF.DETTI, ¡ntorno alie relazioni mmmerciali della Repubblíca di Venezia e di Norimberga. Venecia, 1864. 226 A. d. S. Venecia, Dispacci, Inghilterra, 2. 227 P. J. BLOK, Relazioni veneziane, 1909; A. d. S. Venecia, CinqueSavii, 3, f. 35, 1 de febrero de 1615, se reconoce a Edigio Overz como cónsul de los Países Bajos-
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relaciones amistosas entre Venecia y Amsterdam. En 1616, los procónsules y senadores de Hamburgo piden a Venecia que instale un consulado en su ciudad. 228 En fecha tan temprana como la de 1599, Sebastian Koch, cónsul de Hamburgo en Genova, se ofrece para representar también los intereses de los capitanes de Danzig.229 En resumen: por muy engañoso que pueda resultar a veces un cuadro descriptivo, podemos considerar probable el que este área comercial de la línea central alemana haya mantenido abiertas sus puertas en ambos sentidos hasta bien entrado el siglo XVII.
El istmo francés: de Ruán a Marsella El istmo francés se puede considerar como comprendido dentro de una línea que pasa por los caminos que van de Marsella 23° a Lyon,231 sigue luego por Borgoña 232 hasta dar en París, y finalmente llega a Ruán. Pero un examen más detenido nos demuestra la insuficiencia de semejante delimitación. Hay cuatro rutas que llevan de Lyon a Marsella: el propio Ródano, que se encuentra en Beaucaire con la carretera principal que lleva a España, pasando por Montpellier y Narbona; la carretera principal, usada sobre todo por los convoyes de muías, que va paralela a la orilla izquierda del río; una segunda carretera que tuerce hacia el este y que, pasando por Carpentrás, llega a Aix, y, por último, una carretera que penetra en los Alpes por el col de la Crdix-Haute y por Sisteron, acabando igualmente en Aix de Provenza. Entre Lyon y París corrían tres rutas: una, que por Roanne, utiliza el Loira, al menos hasta Briare, 233 y sigue hasta Orleáns, y dos ramales que se separan en Chalón, pasando uno de ellos por Dijon y Troyes, y el otro por Auxerre y Sens. Además, esta red enlaza, por el este y el oeste, con los caminos reales de la Europa Media. De Lyon arrancan dos rutas en dirección a Italia, una por Grenoble y la otra por Chambery: se vuelven 228 2; 29
Ibid., 144, f. 74, 30 de abril de 1616. Genova, 28 de febrero de 1599, Archivos de Gdansk, 300-53/147. De la colección Histoire dii commerce de Marseille, vol. III, 1951, editado por
JOSEPII BlLLlOl'D, pp. 136 SS. Sobre Lyon, además de RENE GASCÓN, ver R. GANDILHON, La politiq/ie
«onomique de Louis XI. 1941, p. 236, y, hacia 1573, NICOLÁS DE NICOLAY, Descrip"<"•genérale de la rille de Lyon. ed. de 1883. H. DROI'OT, Mayenne et la Boi/rgogne. 2 vol., 1937, I, pp. 3 y 4. El canal de Briare, comenzado en 1604.
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a encontrar en el Mont-Cenis y más allá, en «el paso de Susa», puerta de Italia tanto para mercaderes como para soldados. Susa es una de las estaciones más activas de las rutas alpinas, con un constante llegar y partir de concoyes de muías o, como se los llamaba, de grandes carros. Y también de Lyon arrancan una o dos carreteras hacia el Rhin, pasando por el Jura, además de otras dos que conducen a Amberes, una por la Lorena y otra por Champaña. Que esta red de carreteras del istmo francés se haya sentido atraída hacia el este, interesada por su activo ir y venir de mercancías, es algo muy importante. En apoyo de lo dicho podemos citar un par de ejemplos. Primer ejemplo: se calcula que Lyon recibía buena parte de su pimienta y especias por el camino del MontCenis, al menos entre 1525 y 1535, cuando todavía era muy modesto el papel de Marsella. Segundo ejemplo: la importancia del enlace con Amberes 234 queda demostrada de manera sorprendente en un mapa donde se represente la distribución y redistribución por medio de Amberes de las mercancías pertenecientes a mercaderes franceses, llegadas por mar y tierra al puerto de Scheldt, o depositadas allí y que, sin duda, en buen número de ocasiones no son de origen francés. Pero el enlace ha quedado claramente establecido. También la red de carreteras francesas se inclina al suroeste, hacia España. Ya he mencionado antes la ruta de Beaucaire. También corre una ruta activa de Lyon a Bayona: atraviesa el macizo Central por Limoges, donde se cruza con la carretera principal de París a España. Esta carretera real, que comienza en la capital, precisando, la rué Saint-Jacques. no es solamente el antiguo camino de Santiago de Compostela, sino también el lugar de paso más activo de la Francia de la segunda mitad del siglo XVI. La demostración de lo dicho queda establecida en el libro de Frank Spooner: 235 la totalidad de la costa oeste del Atlántico estaba prendida en las redes de la moneda española; por eso Bayona, estación fronteriza, era uno de los principales puntos de parada, aunque, desde luego, no el único. El otro era Rennes, a causa de los viajes de las embarcaciones bretonas cargadas con el. trigo del que se alimentan Lisboa y Sevilla. N o hay parangón posible entre el oeste, rico en monedas
234
EMILE COORNAERT, Les Franjáis et le commerce International a Anvers, 1961FRANK SPOONER, L'konomie mondiale et les frappes monétaires en France. 1493-1680, 1956, pp. 275 ss. 235
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F/g. 17
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Lyon y las especias, de acuerdo con algunos documentos entre 1525 y 1534
Según R. GASCÓN, «Le siécle du commerce des épices á Lyon, fin x v siécle, fin xvi'- siécle», en Anuales E. S. C julio-agosto, 1960. En la concentración del tráfico en Lyon, predominio de las rutas de Marsella y de los Alpes a partir de Chieri.
de plata, y la pobre Borgoña, reducida a sus piezas de cobre. 236 Esta ruta del dinero español fue durante muchos años provechosa fuente de beneficios para Lyon. La ciudad era, como Ginebra, una creación del capitalismo italiano, y no simplemente el resultado de una inspiración de Luis XI; es una ciudad de ferias que se embolsa el dinero contante y sonante que produce el activo de los mercaderes italianos en Francia. Es una puerta que durante largo tiempo permaneció abierta a esas fugas de numerario. El desempeño de este papel es la culminación de una amplia escala de actividades. Uno de los grandes momentos decisivos del destino de Francia será aquel en que el centro financiero del país pasará de Lyon a París. 237 Resultó ser un cambio tan importante y difícil de explicar como el del paso de la primacía de Amberes a la de Ams216 HENRI HAUSER, «La question des prix et des monnaies en Bourgogne pendant ' a seconde moitié du XVI- siécle», en Aúnales de Bourgogne. 1932. 257
FRANK SPOONER, up. cit..
p.
279.
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terdam. En resumen: hablar del istmo francés trae consigo, antes o después, una consideración de todo el ámbito francés. Ya lo habíamos insinuado anteriormente. Una vez trazado este cuadro podemos volver al corredor del Ródano, tan esencialmente relacionado con el Mediterráneo. Hay, río abajo, un inmenso tráfico. Orange, emplazada a distancia del Rhin, proyectaba en 1562 abrir un canal hasta Camaré 218 para empalmarlo directamente con el tráfico del río. Lo que las barcas del Rhin transportaban esencialmente era trigo, el trigo de Borgoña sobre todo, que viajaba en toneles (como en Toscana, ese otro país vinícola) y se encaminaba hacia Arles. Por esta razón la Provenza pudo facilitar al Mediterráneo una importante exportación de granos. El trigo de Provenza fue a menudo, para el rey de Francia, un medio de influir en Genova. Por el contrario, después de 1559 no hay rastros de una exportación importante, salvo algunas excepciones, como el descenso de barcas cargadas de trigo desde Aviñón hasta Roma. El trigo de las regiones provenza! y del Ródano quizá se consumiera, después de esa época, en el mismo lugar de producción. Los barcos del río transportaban también, con los toneles de trigo, los «brocz» de carbón de piedra (provenientes, sin duda, de la cuenca de Ales), que valieron a Marsella el privilegio de llegar a ser la única ciudad del Mediterráneo que se calentaba con carbón en el siglo XVI.239 Además del tráfico fluvial, había un tráfico terrestre: el de los libros, que en su mayor parte salían de las prensas lionesas y se exportaban por fardos enteros hacia Italia y España, y el de los paños de todas las procedencias —ingleses 24U y flamencos, de París y de Ruán—. Nos hallamos en presencia de unas-corrientes de tráfico antiguas y bien asentadas, que aumentan en el siglo XVI en provecho de la producción artesanal de la Francia del oeste y del norte, que impide el paso a los demás productos, sean catalanes o 238 A. YRONDELLE, «Orange, p o n rhodanien», en Tablettes d'Aiignon et de Provence, 9-16 de junio de 1928, separata, 1929. La mención del año 1562 procede de los Archivos Comunales de Orange. 23,> El carbón también podía servir a los «caleros», a los herradores y a los fabricantes de armas, ACHILLF. BARDON, L'exploitation du bassin honiller d'Alais sous l'ancien régime. 1898, pp. 13 y 15. Marsella importaba hierro en barras de Cataluña. A. des Bouches-du-Rhóne. Almirantazgo de Marsella, B IX, 14. El primer envío indica 300 barras procedentes de Collioure, 2 de mayo de 1609 (el registro no está foliado). Por tanto, una industria del hierro. 240 Según los pórtate de Liorna, A. d. S. Florencia, Mediceo 2080. V. también JACOB STRIEDER, «LevantinischeHandelsfahrten»,<7r/. cit.. p. 13. Creo que el historiador alemán expresa un contrasentido a propósito de las cariseas.
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¿e Italia. Grandes cantidades de buhoneros y comerciantes rurales marchan hacia las ciudades y ferias del Sur. En Pézenas y Montaenac, en el Languedoc, bastaría con la sola relación de los tejidos llegados del norte para llenar páginas y páginas: «paños de París y de Ruán, rojos, negros, amarillos, violetas o gris ceniza...», telas de Auvernia, de Berry, de Borgoña y, sobre todo, de Bretaña, «para vestir a los pobres, para forrar las capas y para hacer sábanas y colchones para los hospitales». 241 En el comercio río arriba colaboraban los transportes fluviales y las caravanas de muías. Los barcos del Ródano transportaban, sobre todo, grandes cantidades de sal, tan necesaria en los países del norte. Desde los tiempos de Luis XI, los capitalistas de Montpellier interesábanse por este lucrativo comercio que, más tarde, ni siquiera llegaron a interrumpir nuestras guerras de religión. 242 Por agua se transportaban también las lanas crudas de Languedoc y de Provenza, o el cardenillo de Montpellier. Por las vías terrestres, bastante defectuosas, frecuentemente cortadas por marismas y pantanos, sobre ambas orillas del Ródano, subía todo lo que Marsella enviaba hacia el interior de Francia: especias, pimienta, drogas, lanas y cueros berberiscos, quesos sardos, barriles de pescado, y, a veces, cajas de dátiles y naranjas de Hyéres, 243 alfombras turcas, sedas, arroz de Levante, acero del Piamonte, alumbre de Civita Vecchia, vino de malvasía...244 Extractamos esta lista de un registro marsellés de 1543, que se ha conservado por casualidad,245 en el cual se indican también las ciudades que, por ser clientes directos de este comercio, trazan sobre el mapa la zona económica de Marsella. El eje esencia] de este tráfico es el Ródano, hasta Lyon. Se organizaban algunas expediciones, aunque raras, hacia Toulouse, y menos todavía hacia París; en general, todo el comercio marsellés es absorbido, en el interior, por una serie de ciudades-etapas, hasta desvanecerse a una distancia más o menos grande del mar —en Arles, Beaucaire, Pézenas— hasta desaparecer totalmente, la misma que la de las demás ciudades del Mediterráneo: ninguna estaba en condiciones de acompañar hasta el fin de su destino a las mercaderías despachadas tierra adentro. 241
242
E. LE R O Y LADURIE, op. cil.,
p.
125.
J. F. NOBLEDELALAUZIERE, Abrégé chronologique de l'histoire d'Arles. 1808, pp. 393, 420. 243 A. des Bouches du-Rhóne, Almirantazgo de Marsella, B IX, 198 ter. 244 N. DE NICOLAY, op. (•//.. pp. 164, 175, 188-9. *45 Ver nota 243 de este capítulo.
290
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Resulta evidente la modestia del comercio de Marsella, tal como aparece en el citado registro de 1543. Por esta época, la ciudad era dueña y señora de los ríos provenzales; todos los puertos vecinos estaban a su servicio, unos para llevarle el trigo de Arles, otros para enviarle, en vísperas de la recolección de los melocotones, los indispensables toneles, traídos de Fréjus. Como se sabe, Marsella, por esta época, ejercía una atracción bastante fuerte sobre el cabo Corso. Sin embargo, el desarrollo marsellés no debió preceder a las Capitulaciones de 1569, o más claramente aún, a la guerra de 1570-1573, que inmovilizó a Venecia y entorpeció extraordinariamente sus relaciones directas con Levante. Fue esta crisis la
Fig. 18 Marsella y el mercado interior francés. 1543 Las cantidades indicadas han sido calculadas de modo muy aproximativo
que produjo la gran fortuna de Marsella, multiplicando los viajes de su flota mercante al mismo tiempo que aumentaba el tráfico del corredor del Ródano, aunque no fuera más que por razón de haberse desviado parte del comercio alemán vía Lyon y Marsella.246 246
JACOB STRIEDER, art. cit., passim: cf. también el estudio de KARL VER HEES,
en Vj. f. S. u. W. Gescb.. 1934, pp. 235-44, sobre las firmas alemanas que operaban en la plaza de Lyon (A. Municipales de Lyon, H. H. 292, n.° 14); en total 73 firmas: 24 de Nuremberg, 35 de Augsburgo, 6 de Ulm, 6 de Estrasburgo, 1 de Constanza y 1 de Colonia, sin contar, por supuesto, los comercios subsidiarios.
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En 1580, las barcas y los galeones de la ciudad fócense surcaban las aguas del Mediterráneo en toda su extensión. Es indudable que el comercio marsellés no está alimentado totalmente por las rutas del istmo. 247 Se nutre también con el tráfico por mar: las «barcas» de Marsella estaban sirviendo a Genova, a Liorna, a Venecia y a los puertos de España y África. Como los barcos de Ragusa, viven del mar y de su comercio de cambio. Además el siglo XVI todavía no era la época de Colbert: detrás de Marsella no había una industria francesa poderosa. Pero ya estaba Francia, Francia y sus mercados, y la gran ruta que corta Francia de parte a parte y hace de Marsella uno de los puertos para dar salida al Mediterráneo a los tejidos ingleses y las sargas de Flandes. La agitación civil después de 1560 no interrumpió estas corrientes comerciales; las crisis y las largas perturbaciones vinieron después de 1589, lo cual, en todo caso, nos incitaría a revisar nuestros juicios de conjunto acerca de la crisis interior francesa.248 Pero es necesario decir que una gran ruta continental no es solamente una ruta mercantil; mil corrientes entremezcladas de historia la siguen. El eje francés no es solamente el envío de tejidos al norte, o la importación de paños de aquellos países; es también la presión conquistadora de la lengua francesa después de 1450, penetrando hacia el sur, a través de la civilización y de la lengua occítana, hasta el mar Interior. 249 Es, en el siglo XVI, la llegada de una 24/ Con respecto a los Países Bajos, surge con insistencia, en especial de 1550 a 1580, el gran problema de sus relaciones con el Mediterráneo. Este dilatado problema no se resuelve con el pequeño ejemplo piamontés que hemos citado, aunque sí puede decirse que esclarece uno de sus detalles. En 1575 se concertó un acuerdo entre el duque de Saboya, Emmanuel Filiberto, y el Gobierno de los Países Bajos (P. EGIDI, Emmanuele Filiberto. 1928, II, 127). Se rebajaron a la mitad todos los derechos sobre las mercaderías que se cambiaran y sobre las que estaban en tránsito. En los años precedentes, el duque de Saboya había tratado de airear sus Estados por medio de acuerdos con Genova y Valtelinaí/¿/í/.. p. 127). Al mismo tiempo, se esforzó por medio del español Vitale Sacerdoti, en entablar relaciones con el Levante y las Indias, y con este fin, en entenderse con los turcos. Advirtamos que estas primeras negociaciones se llevaron a cabo en 1572, época en que Venecia (la guerra de la Liga ocurrió entre 1571 y 1573) tenía serias dificultades para comerciar con Levante, y todos se aprovechaban de estas dificultades para sus propios negocios. La tentativa de Emmanuel Filiberto no tuvo éxito entonces, ni ello era posible sin la ayuda de los mercaderes judíos; trató de protegerlos y de atraerlos, pero no pudo vencer en este punto la oposición de Roma y la de España (1574). Lo que no fue óbice para que esto formara parte de una política comercial de largo alcance, y de la idea, como lo anota PIETROEGIDI, de hacer derivar hacia Piamonte y hacia Niza una parte de las grandes corrientes transcontinentales que, por Francia o por Milán, bordeaban al Estado saboyano (ibid.. 127). 248 V. Segunda Parte, cap. VI. 249 A. BRUN, Recherches bistoriques sur l'intrndiation du franjáis dans les prm¡tices du Midi. 1923, cf. el informe de LuciEN FEBVRE, en Reí. de Synthése. 1924.
292
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abigarrada mezcla de italianos, capitalistas, artistas, obreros, artesanos y peones, esos centenares y millares de italianos pendencieros y temperamentales, a quienes nos imaginamos sentados a la mesa de las posadas francesas, donde ya no impera la sobriedad mediterránea; en aquellas hosterías, cuya abundancia hacía extasiarse.al propio Jerónimo Lippomano, embajador de la opulenta Venecia: «hay en París —escribe— hosteleros que os dan de comer a todos los precios: por un tostón, por dos, por un escudo, por cuatro, por diez y hasta por veinte por persona, si lo deseáis». 250 Esos italianos equivalen a grandes capítulos de historia: aquí, el desecamiento del valle del Ródano; allá, el desarrollo de la bolsa de Lyon; son, en su conjunto, el Renacimiento, el arte de la Contrarreforma, esas potentes pulsaciones de la civilización mediterránea. Ahora bien, cuando el largo pasillo traga con avidez las aportaciones y las riquezas del Mediterráneo, lo hace, en cierto modo, en detrimento del mar; así se va consolidando el triunfo del istmo, de la plataforma giratoria francesa. Del siglo XII al Xin, con la primacía de las ferias de la Champaña. Después sigue un gran eclipse. El pasillo se reanima al finalizar la guerra de los Cien Años, 251 a partir de 1450 o, mejor dicho, de 1480. La ocupación de Provenza y Marsella dio entonces a la Francia de los reyes su amplia fachada al frente mediterráneo, y una creciente influencia francesa se afirma en la costa. Esta influencia fue, desde el primer momento y por encima de todo, una gran fuerza política; mas pronto la acompañó una nueva proyección de la cultura francesa, sin duda aún modesta en el siglo del Renacimiento y del Barroco, y, sin embargo, ostensible en mil pequeños signos, anuncio de lo que había de llegar a ser una influencia desbordante y resplandeciente. Es la admiración que se apodera de las damas de la corte de España cuando la «Reina de la Paz», la pequeña Isabel de Valois, con quien Felipe II acaba de desposarse, saca de su equipaje sus vestidos a la francesa. Es la moda de Francia, que comienza a desbordarse por sobre las fronteras, llegando a imperar hasta en Venecia, capital de la elegancia femenina y masculina hasta el siglo XVII.252 Es la marquesa de
250
EDMOND BONNAFFÉ, Voyages et royage/irs de la Renaissance, 1895, p. 92
(1577). 251
YVES RENOI'ARD, «Les relations économiques franco-italiennes a l a fin du Moyen Age», en Cooperazione intellett/tak. sept.-dic. de 1936, pp. 53-75. 252
H.
KRETSCHMAYR, op. cit..
II, p.
378.
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293
Gast, en Ñapóles, que se engalana para conquistar al gran prior, cuando éste la visita, en 1559: «La señora marquesa —escribe Brantóme, quien asistió a la cena— saludó a la francesa, y después se desarrolló la entrevista. Encareció a sus hijas que atendiesen y agasajasen al gran prior a la francesa, esto es, sonriendo, bailando, jugando y conversando, modesta y honestamente, como se hace en la corte de Francia.» 2S3 Es la canción francesa, que emprende hacia el sur su viaje de conquista, lo bastante pronto para no encontrarse en el camino a la ópera italiana, que se difundió en todas direcciones a finales de siglo. Pequeños signos, en verdad, y que parecen superficiales. Pero no deja de tener importancia que, en esta Italia, siempre triunfante durante el siglo XVI, fuera el francés —tal como io imaginamos: gesticulante, inclinando la cabeza en complicadas reverencias, llevando en la ciudad una vida ostentosa y agitada, sin dar respiro a sus lacayos— quien sirviera de modelo a la sociedad refinada de la época. 254 Europa y el Mediterráneo Los istmos europeos trazan, como hemos visto, las líneas esenciales de transmisión de la influencia mediterránea, líneas esenciales, cada una de las cuales agrupa en torno suyo una masa continental más o menos autónoma; porque frente al Mediterráneo no hay una Europa solamente, sino varias, digamos varios cuadrantes europeos, con frecuencia mal unidos entre sí por rutas transversales, de rendimiento limitado. Pero, pese a su importancia, las rutas norte-sur no han bastado para trabajar toda la masa de países y de pueblos por los que atraviesan; las distancias, y muchas veces los relieves del terreno, han sido con frecuencia más fuertes. Las murallas que se levantan entre el Mediterráneo y el norte de Europa han servido, indudablemente, de freno. Las influencias del sur sobre el norte no se propagan por oleadas continuas (cualesquiera que sean las imágenes que de vez en cuando acuden a nuestro espíritu). Cuando penetran profundamente tierra adentro, es por estrechas fisuras meridianas que siguen las grandes rutas comerciales, apegándose a ellas hasta las más lejanas tierras. Y repitámoslo: a veces hay que ir hasta allí a buscar la explicación de la historia del mar. Pero estas líneas profundas, trazadas frecuentemente sobre tie253 254
BRANTÓME, Mémo/res. ed. Mérimée, XII, p. 263. GONZAGUI: TRI (, Uon X et son suele. 19-11, p. 12 7 .
294
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
rras completamente extrañas —las de Rusia, por ejemplo—, no son sino la armadura de una Europa más o menos mediterránea. En realidad, la influencia del mar no se proyecta y se extiende mediante las múltiples ramificaciones de sus arterias esenciales más que a poca distancia de sus orillas. Solamente aquí nos encontramos con los verdaderos dominios de la impregnación mediterránea. Zona privilegiada, pero cambiante: basta pensar en la religión, en la cultura, en la vida misma, para ver que su superficie se extiende o se retrae. Un ejemplo, tomado de la historia económica, puede precisar nuestro pensamiento. Ya hemos hablado de Marsella, y, en general, de todos los puertos comerciales de la costa cuyos servicios son acaparados hasta cierta distancia por otros centros urbanos. En la Europa Occidental y Central, la línea que uniera a esos relieves interiores pasaría por Lyon, Ginebra, Basilea, Ulm, Augsburgo, Viena, Cracovia y Lwow. Las miradas de estas ciudades, curiosamente mixtas, que son a la vez norte y sur, se dirigen hacia el norte del Mediterráneo y hacia el Mare lnternum. Es innegable que este eje medio es algo así como una gran cicatriz, una grandiosa bisagra del complejo europeo. Tampoco puede negarse que la Europa que acabará siendo hostil al Mediterráneo comienza al norte de estas ciudades mixtas: la Europa abierta a la Reforma, la Europa de los países nuevos, 255 agresivos en sus avances, y cuyo advenimiento marcará lo que llamamos la Época Moderna. Decimos esto sin querer esquematizar demasiado. Europa son también los mares del norte y el inmenso océano Atlántico. Y después de los grandes descubrimientos, un océano Atlántico dominado en su plenitud, conquistador, comunicado por Magallanes con el Pacífico y por Vasco de Gama con el Indico.
III.
EL OCÉANO ATLÁNTICO
Puede parecer paradójico terminar un capítulo sobre las fronteras del Mediterráneo hablando del Atlántico, como si éste no fuese más que una dependencia del mar Interior. Pero sucede que en el siglo XV¡ todavía no existe el océano con plena autonomía. Los hombres están apenas comenzando a hacerse una idea de él y construyéndole una identidad, todo ello remitiéndose a los ante255 Cf. las excelentes observaciones de MARC BLOCH sobre las antiguas ciudades del sur y las nuevas ciudades del norte, en Reme historiqne, 1931, p. 133.
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cedentes que pueden encontrar en Europa, del mismo modo que Robinson se construye la casa con lo que ha podido salvar de su navio. Varios Atlánticos El Atlántico del siglo XVI es la asociación y la coexistencia más o menos perfecta de diferentes espacios parcialmente autónomos. Existe el océano transversal de los ingleses 256 y los franceses; el Gulf Stream, con sus rutas sembradas de tempestades, es su eje habitual, y Terranova la primera línea costera. El Atlántico de los españoles es una elipse de la que Sevilla, las Canarias, las Antillas y las Azores marcan el trazado, siendo a la vez puertos de arribada y sus fuerzas motrices. 257 El Atlántico de los portugueses 258 es ese inmenso triángulo del océano central y austral: el primer lado va de Lisboa a Brasil; el segundo, del Brasil al cabo de Buena Esperanza; el tercero es esa línea que siguen los veleros en su viaje de vuelta de las Indias, de Santa Elena a lo largo de la costa africana. A estos diferentes Atlánticos, asociados a historias nacionales, no les ha sido difícil encontrar sus respectivos historiadores. Pero existe otro Atlántico que no ha sido tenido en consideración, quizá porque unifica todos esos sectores particulares y sólo puede alcanzar su pleno significado a la escala de una historia global del océano Atlántico que todavía no ha sido escrita. Sin embargo, es el más antiguo de todos ellos, es el Atlántico de las navegaciones medievales y también de las antiguas: de las Columnas de Hércules a las Casitérides; es ese mar angosto, de tempestades frecuentes y salvajes, situado entre las costas de Portugal, España, Francia, Irlanda e Inglaterra, virtualmente una mera ruta norte-sur, rival de las rutas terrestres de los istmos europeos. De él han surgido todos los océanos Atlánticos de los siglos XV y XVI: él es el semillero de la exploración atlántica. Mar traidor, a decir verdad; un mar por el que resulta difícil navegar: el golfo de Gascuña, con sus fuertes oleajes y sus furiosas aguas, gozaba de una mala reputación tan justificada como la que tiene en el Mediterráneo ¿l golfo de Lyon. No hay barco que pueda estar seguro, al dejar España al sur, de acertar con la entrada 25< i D. A. FARNIE, «ThecommercialEmpireofthe Atlantic, 1607-1783», enTfc Economic History Reiieu. XV, 1962, n.° 2, pp. 205-6. 257
PIERRE CHAI'NI:, Séiille et l'Atlantique,
258
FRÉDÉR1C MAURO, Le Portugal et l'Atlantique au xvir siecle, 1570-1670,
1960.
1959, 3 vol.
296
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
—a pesar de su amplitud— de la Mancha, al nordeste. En 1518, Fernando, el hermano menor de Carlos V, se ve, junto con la flota en que venía de Laredo, y contra su voluntad, empujado al largo de las salvajes costas irlandesas. 259 Cuando se viene del norte, como Felipe II en agosto de 1559, nunca se tiene la segundad de poder navegar en derechura a los puertos de profundo calado de la costa cantábrica.260 El embajador Dantiscos, durante tanto tiempo representante de Polonia en la corte de Carlos V, hace, en diciembre de 1522, la experiencia de este viaje de Inglaterra a la Península. Y afirma que no hay nada en el Mediterráneo o en el Báltico que se pueda comparar con la horrible violencia del «Mar de España». «Ni aunque fuese el imperio mundial el premio de semejante viaje, me lanzaría yo jamás a tan peligrosa aventura», exclama. 261 Y, efectivamente, el premio del «imperio del mundo» se ha obtenido después de soportar los peligros del Atlántico próximo y del golfo de Gascuña. Europa hizo sobre esas terribles aguas su duro aprendizaje oceánico y preparó la conquista del mundo. El Atlántico, en la escuela del Mediterráneo ¿Cómo influyeron estos océanos en la vida del Mediterráneo y cómo actúa éste en sus inmensos espacios? La historiografía tradicional no distinguía entre diferentes Atlánticos y los consideraba como una totalidad, la cual era el enemigo número uno del mar Interior: una vasta extensión que subyuga p ^tra menor. Esto es simplificar las cosas. Y puestos a exagerar, tanto valdría decir que el Mediterráneo ha dominado durante mucho tiempo a su inmenso vecino, y que su decadencia se puede explicar, entre otras razones, desde el momento que ha perdido el control de aquél. Vale la pena repetirlo: la historia no la hacen los espacios geográficos, sino los hombres que dominan o descubren estos espacios. En el siglo XVI, el Mediterráneo mantiene evidentes prerrogativas en el oeste del Atlántico. La prosperidad oceánica le beneficia: participa de ella en todas las circunstancias. Barriles de bacalao de Terranova, azúcar de las islas (Madera, Sao Tome), azúcar y madera de tinte del Brasil, oro y plata de la América Española, 259
LATRENT VITAL, Premier royage de Charles Qmnt en Espagne. 1881, pp.
279-83. 260 261
1523.
Ver infra. II, pp. 400 ss. Museo Czartoryski, Cracovia, 35, f. 35, f. 55, Valladolid, 4 de enero de
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pimienta, especias, perlas y sedas del océano Indico, todo ello traído en barcos que doblan el cabo de Buena Esperanza: el Mediterráneo tendrá su parte de estas riquezas remotas y de esta nueva actividad mercantil. Y no será durante el siglo XVI ese universo olvidado y empobrecido, arruinado, como se supone, por los viajes de Colón y de Vasco de Gama. Muy al contrario: el Mediterráneo da forma al Atlántico, y reinventa y proyecta su propia imagen en el Nuevo Mundo de los ibéricos. Historiador ha habido que al comentar la primera edición de este libro ha lamentado que el asno, símbolo de la vida cotidiana del Mediterráneo, no haya recibido el amplio espacio que se merece. 262 En México, ver pasar unos campesinos a lomos de asno nos hace evocar inevitablemente —añade— gentes y paisajes del Mediterráneo. Pero las ocasiones que invitan a evocar ese Mediterráneo se presentan por todas partes: los cereales sembrados tan pronto como es posible, las viñas inmediatamente plantadas en Perú y Chile, las caravanas de arrieros, las iglesias, la Plaza Mayor de las ciudades españolas, los rebaños traídos de la península Ibérica, que muy pronto se reproducen en libertad, la asombrosa floración del Barroco colonial: toda una vida nueva, con raíces mediterráneas. 263 Enlaces y cambios se efectuaron a lo largo del siglo, por medio de naves tanto mediterráneas como atlánticas, lo que nos enfrenta con un problema en sí muy importante. Pero sería excesivo pensar que cada vez que un navio o un comerciante del Atlántico penetra en el Mediterráneo, pudiera este mar perder un punto. La prosperidad de Ñapóles, a fines del siglo xvi, como centro de compra de los productos nórdicos y de exportación de los productos mediterráneos, se debe precisamente a la arribada de gentes y naves atlánticas. Y de igual manera los barcos holandeses que transportan directamente a Venecia la lana de España explican, en parte, la espectacular prosperidad, a fines del siglo XVI, de la industria de los paños en esta ciudad. 264 Resumiendo: no es tarea fácil contabilizar el haber y el debe de ambas partes.
262
ROBERT RlCARD, en Bidletin Hispaniq/te, 1949, p. 79. CHARLES VERLINDEN, «Les origines coloniales de la civilisation atlantique. Antécédents et types de structures», en Cabiers Internationai/x d'Histoire. 1953. Este artículo resume los demás artículos del mismo autor, p. 382, n. 4. 264 Ver infra. p. 386. 265
29*
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
El destino atlántico en el siglo xvi Resultará más útil a nuestros propósitos esbozar una historia del Atlántico desde el punto de vista de sus relaciones con el Mediterráneo. Desde el comienzo del siglo hasta 1580, los ibéricos, es decir, gentes del Mediterráneo, han organizado el gran océano transversal comprendido entre Sevilla y las Antillas —«el Atlántico de Sevilla», como lo ha denominado Pierre Chaunu—. También han controlado, arrancando de Lisboa, el interminable océano de los portugueses. Excepción hecha de algún que otro corsario francés, ningún otro barco se aventura en aguas tan bien guardadas. Nada viene a interrumpir o distraer su crecimiento económico. El Atlántico sevillano alcanza, al otro lado del istmo de Panamá, la ruta marítima del Perú hasta Arica, puerto de las minas del Potosí. A partir de 1564, el galeón de Manila cruza regularmente el Pacífico, de Acapulco a las Filipinas, enlazando de modo eficaz con la economía china.265 Los portugueses, ya desde el primer momento, comenzaron a enviar barcos a la India, y más tarde, hasta más allá de Insulindia, China y Japón. 266 También han organizado el gran comercio de esclavos entre África y América, por no mencionar la exportación clandestina de la plata del Potosí a través de las rutas interiores del Brasil y, en mayor grado, por Buenos Aires y las pequeñas embarcaciones del Río de la Plata.267 Nos encontramos, pues, ante un enorme y complejo sistema de drenaje de la economía mundial. Experimentará algunos contratiempos y conocerá algunas «pérdidas de ritmo», pero la prosperidad de esta economía ibérica se mantiene, en su conjunto, hasta por lo menos 1580. Prueba de ello la podemos encontrar en el aumento de las arribadas de plata a Sevilla y de las diferentes mercancías venidas de las Indias: cueros, palo de Campeche, cochinilla —esta última figurando entre las «mercancías reales» por el beneficio de las cuales disputaban los mercaderes, y cuyo curso vigilaban atentamente. Otra prueba la suministra la amplia diversidad de seguros marítimos del Consulado de Burgos, donde el valor de la prima del seguro fue, durante un considerable período de tiempo, más bajo 265 PIERRE CHAUNU, Les Pbilippines et le Pacifique des Ibériques txvr, XVII'. ,\TW sieclesi. Introduction méthodologiqíte et índices d'actiiité. 1960. 266 C. R. BOXER, The great Ship /rom Amacon. Lisboa, 1959. 267 ALICE PIITER CANABRAVA, O commercio portugués no Rjo da Prata, ¡5801640. Sao Paulo, 1944.
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el Atlántico que en el Mediterráneo. 268 Y Lisboa conservó su importante puesto en el comercio de las especias hasta mucho más allá del año 1600. Y finalmente, cuando ante las primeras embestidas serias del corso protestante, las cosas comienzan a ponerse mal, los dos colosos, España y Portugal, unen sus fuerzas. Nadie, a la altura de 1580, podía sospechar que aquello era de hecho la unión de dos monumentales debilidades. Hay que añadir sombras, y muy negras, a este cuadro optimista: el Atlántico próximo, ese que se extiende en la dirección surnorte, se pierde muy poco después. Era una ruta conquistada por los mediterráneos unos siglos antes. En 1297, las galeras genovesas habían realizado su primer viaje directo a Brujas; una veintena de años más tarde les siguieron las galere da mercato venecianas (entre 1310 y 1320, probablemente en 1317) y otros muchos barcos 269 Este movimiento coincide (sin ser forzosamente su causa o consecuencia) con el declinar del esplendor de las ferias de Champaña. Como consecuencia, muchos mercaderes italianos se marcharon a los Países Bajos e Inglaterra, donde se instalaron como en país conquistado. Este triunfo marítimo redundó inmediatamente en provecho de Italia: apoyada en sus colonias del Levante y sus oficinas de contabilidad del norte, se desprende de las economías retrasadas que la rodean, y se convierte en más moderna y rica que cualquier otro. Otra consecuencia, ésta inesperada: la animación del frente atlántico de Europa, o al menos, de algunos de sus sectores, Andalucía y Portugal, será el necesario preludio de la época de los grandes descubrimientos. 27° Cuando se inicia el lento pero poderoso avance de mediados del siglo XV, será de nuevo el sistema italiano, continental y marítimo a la vez, quien obtendrá los mayores provechos. Venecia y Genova son señoras, entonces, del comercio inglés y flamenco. Sólo a partir del siglo XVI comienza a declinar este sistema. Así, hacia 1550, 271 el tráfico entre el mar del Norte, Portugal y Andalucía corre a cargo de los navios del norte. Veinte años después, en
68 De acuerdo con las conclusiones preliminares del trabajo todavía inédito de MARIE HELMER sobre los seguros marítimos de Burgos. 269 RF.NKE DOEHAERD, Les relatinns commerciales entre Cenes, la Belgiqne et l'Ontremont. Bruselas-Roma, 1941, 1, p. 89. 70 G. DE REPARA/, (hijo), La época de los grandes descubrimientos españoles y portugueses. 1931, p. 90. 271 A partir de 1549, A. BALLESTEROS, Historia de España y su influencia en la historia universal. 1927, IV, 2, p. 180.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
durante la crisis hispano-inglesa de 1568-1569, 272 los ibéricos se verán constreñidos de hecho a abandonar la ruta del norte. Los veleros nórdicos, una vez afianzados en su carrera, se lanzarán de inmediato hacia Gibraltar para emprender esa conquista del Mediterráneo que ya habían logrado a medias a la altura del 1550. Pero el avance será lento. Un anciano español (tenía entonces ochenta y siete años) que en 1627 evoca sus recuerdos cuenta haber conocido la época en que Inglaterra apenas era capaz de mantener quince navios de guerra. 273 Por todas partes, esos años traen al Mediterráneo una serie de pérdidas tanto directas como indirectas, pero que no habían de resultar necesariamente catastróficas a los países que le rodean. España y Portugal movilizan sus fuerzas preferentemente para asegurar sus grandes circuitos atlánticos. El caso de Vizcaya resulta revelador: esta provincia suministra los mejores navios de la «Carrera de Indias», sus galeones zarpan para las Indias, pero sus zabras, que antes de 1569 llevaban las lanas y la plata de España a Amberes, se hacen ahora cada vez más raras en las líneas del norte. Con todo, y pese a múltiples avalares, la relación vital entre Sevilla y el norte continúa manteniéndose. Para los navios nórdicos que traen trigo, pescado, madera, hierro, cobre, estaño, pólvora, paños, telas, quincallería y naves totalmente terminadas resultaba muy beneficioso el viaje a España gracias a la sal, vino y plata que podían cargar en su viaje de vuelta: la Península se puede permitir pagar alegremente sus servicios. Pérdidas por todas partes, pero quedan compensadas en un sistema mundial abierto ampliamente a los mercaderes italianos. Se les ve desde los primeros momentos en Lisboa y Sevilla. Genoveses fueron quienes empujan a Sevilla a su destino y quienes proveen ampliamente a la indispensable y lenta circulación de capitales, a falta de los cuales nada se puede llevar a término de una parte a otra del Atlántico. 274 La economía española provee la base de sus actividades y también de la más discreta pero siempre importante de los florentinos. Los capitalistas de Italia, milaneses y venecianos, se suman al concierto, y se hacen con todas las rutas clave que
272 273
y
e r
jnfra_
p p . (,37
ss.
CODOIN. LV, pp. 7-8. 274 ANDRÉ-E. S AYOI'S, «Le role des Génois kws des premie» mouvements réguliers d'affaires entre I'Espagne et ie Nouvetu Monde», en C. JL de tMadímie dfí Inscriptions et Belks-Lettres. 1930.
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301
llevan a los Países Bajos. Se les encuentra a unos y otros en Ambe; es, en Nuremberg e incluso en el otro extremo del mundo: Ormuz, Goa. Evidentemente, el Mediterráneo no ha quedado excluido del juego; o, mejor aún, no ha quedado excluido de juego alguno. Por medio de los genoveses controla las finanzas imperiales de España, y por las llamadas ferias de Besancon, 275 el núcleo de todos los movimientos de capital de Europa. Este sistema se demostró dotado de una gran capacidad de supervivencia. El Mediterráneo no sufre ninguna catástrofe de gran envergadura hasta que las naves holandesas de Cornelius Houtmann doblan el cabo de Buena Esperanza, en 1596 a la ida, y en 1598 a la vuelta. Sólo en ese momento resultó alcanzado el sistema en sus puntos vitales; sólo entonces se viene abajo la armazón secular. Cuando ocurren derrumbamientos de esa especie, por lo general afectan en primer lugar a las más acabadas realizaciones del sistema. Pero en este caso no se producirá cambio brusco alguno. Posiblemente las fechas más características son las comprendidas entre 1620 y 1630, cuando los marranos portugueses, esos noros christáos convertidos sólo a medias, y que con frecuencia son hombres de paja del capitalismo del norte, se instalan en el núcleo mismo de las finanzas de España. Ocupan un lugar decisivo junto a los «hombres de negocios» genoveses. El 8 de agosto de 1628 «la armada y flota» de Nueva España, que se encuentra al largo de Matancas, cerca de La Habana, es rodeada y capturada por los navios holandeses de Piet Heyn. 276 A mi entender, estas fechas tardías minimizan la importancia generalmente concedida a la de 1588, es decir, el año de la Armada Invencible. Hay bastantes y buenas razones para ello: 1.° España ha sido capaz, después del desastre de 1588 —debido tanto como al enemigo, a los vientos y tempestades, y a la ausencia de pilotos expertos capaces de sortear los bancos de arena del mar del Norte—, de lanzar otras dos expediciones contra la isla, en 1597 277 y en 1601, 27ft y de mantener en Irlanda una guerra de diversión que ha debilitado los recursos financieros de Isabel; 279 2.° este desastre
275
Ver infra. pp. 503, 667, ss.
276
HIJGUETTF. y PIERRE CHAUNU, op. cit..
277
V, pp.
169
y 170,
nn.
10,
11 y
12.
R. BALLESTEROS, Historia de España y su influencia en la historia universal. *926, t. IV, p. 169 278 Ibid.. p. 200. 279 GEORGEMACAULAYTREVELYAN, History nf Enzland. op. cit.. p. 361.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
se produce en una época de prosperidad general donde toda herida puede aún cicatrizar; 3.° El corso inglés disminuye por propia voluntad su actividad; continúa, desde luego propinando golpes muy duros al adversario (el saco de Cádiz en 1596 había afectado más al prestigio de España que a su riqueza), pero, poco a poco, las islas y costas de España se van fortificando, y el corso inglés comienza a ser una industria cuyos dividendos son cada vez menores y además se obtienen con mayor dificultad. Lo dicho ha quedado demostrado por un historiador inglés;280 el conde de Comberland, después de quince años de luchas y de expediciones contra España, se ve agobiado de deudas, renuncia entonces a sus onerosas aventuras, y se retira a sus posesiones: «De ahora en adelante no debo pensar en el modo de interceptar carracas, sino en cómo sembraré mi trigo; tampoco me habré de ocupar en equipar navios, sino en criar corderos»; 4.° Si bien es cierto que Inglaterra ha preparado el hundimiento de España, no lo es menos que no ha sacado ningún provecho inmediato de ello. Es importante notar que ha firmado la paz con el rey católico en 1604, seis años después que Francia y cinco antes que las Provincias Unidas. Todo esto cuadra perfectamente con la imagen que nos transmiten los documentos españoles de final de siglo. La lucha contra Inglaterra se libró innumerables veces en las vastas soledades del océano. Los ingleses, señores del canal de la Mancha, pueden lanzarse hacia el océano mucho antes que las escuadras del adelantado de Castilla pudieran aprestarse y salir contra ellos desde Cádiz o Lisboa; pueden llegar tranquilamente a las Canarias o a las Azores, e incluso hasta el mismo estrecho de Gibraltar, guardado por las galeras, galeones y tropas de España. Sólo después de que, al final del verano, los navios ingleses han regresado a sus puertos, se lanzan los españoles Gibraltar arriba hasta El Ferrol. Su operación de limpieza casi siempre funcionaba en el vacío. Se producen —es cierto— algunos encuentros, por lo general inofensivos. En noviembre de 1602, por ejemplo, seis galones españoles salen de Lisboa «para patrullar por los mares de La Coruña», encontrándose finalmente con varios navios enemigos, que, mejor armados y más eficaces maniobreros cjue los españoles, les dejan aproximarse, disparan unos cuantos cañonazos, y acto seguido «sueltan el trapo y se marchan como jugueteando» (quasi scherzando). se lee en un aviso 280 L. STONE, «Anatomy of Elisabethan Aristocracy», en The Economic Histo^ Retieu; 1948, p. 17.
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281
veneciano. Era una guerra costosa, pero no mortal; y no siempre inútil. Navios ingleses y holandeses fuerzan el estrecho de Gibraltar, pero no les resulta tarea fácil. Los navios ingleses, a decir de los representantes de la Levant Company, lo franquean en invierno, para mayor seguridad, «cuando la mar está muy agitada en el estrecho y no hay probabilidad de encontrarse con los galeones patrulleros españoles, entonces en el fondeadero». 282 Y llegan cada año las flotas del Nuevo Mundo, cada vez con mayores riquezas, como si «fueran llevadas por la mano de Dios». Y eso era lo que realmente importaba a España y a sus aliados del Mediterráneo. Una decadencia tardía Así, este último viaje en busca de un Mediterráneo Mayor complementa a los otros. Ese mar estrecho, en el corazón mismo del inmenso espacio que le rodea, será hasta 1600 escenario de una economía activa, ágil y dominante. La gran historia no lo ha abandonado precipitadamente con armas y bagajes al iniciarse el siglo XVII. La hora de su retroceso sonará bastante más tarde. Y ahora, después de haber esbozado la idea general de nuestro tema, tiempo es de considerar sus aspectos más importantes y de calibrar los detalles con el mayor cuidado. 281
Contarini al dux, Valladolid, 24 de noviembre de 1602.
282
DOMENICO SFLLA, op. cit,,
p.
10,
n.
5.
CAPITULO IV
LA UNIDAD FÍSICA: EL CLIMA Y LA HISTORIA «... las andanzas de Ulises, sin salir de un solo clima.» J. DE BARROS, Asia, I, IV, p. 160.
A ese mundo extenso, complicado y mal delimitado que acabamos de describir tan por extenso no se le puede reconocer otra unidad que la de ser un lugar de encuentro de muchas gentes y un crisol ' de historias. Resulta decisivo, sin embargo, el hecho de que en el mismo núcleo de esta unidad humana, ocupando un °spacio menor que ella misma, exista una determinante unidad fís ca, un clima, unificador de paisajes y de géneros de vida. Su significación queda demostrada en contraste con el Atlántico: es una unidad humana, y la más poderosa del mundo actual; también él es un encuentro y una aleación. Pero a esta trama del océano le falta ese corazón monocromo, ese mundo de luz idéntica que brilla en el centro mismo del Mediterráneo, de un extremo a otro del mar de los olivos. De un polo a otro, el océano, presenta, por el contrario, todos los climas de la Tierra. Este Mediterráneo del olivo, con su clima uniforme, se reduce, sin duda, a las estrechas franjas continentales, a las exiguas tierras literalmente bañadas por el mar. Sin embargo, para volver sobre la unidad, debemos situarnos en este corazón angosto. No creemos que ésta sea una falsa maniobra. Si ese espacio no es toda la historia del Mediterráneo, no deja de tener su importancia el que el organismo mediterráneo adquiera su ritmo central en ese núcleo uniforme de vida y de clima, tan particular y tan homogéneo, que constituye la zona a la que corrientemente se califica como «mediterránea». Y es natural que esta presión tenga amplias repercusiones, puesto que registra todos los movimientos que van hasta el Mediterráneo o salen de él. Esas tierras, por muy angostas que ellas sean, circundan toda la extensión del mar. Su clima no se limita, pues, a las franjas que ocupan; es, más bien, el clima de todos los espacios líquidos del mar, y esto, por sí sólo, entraña importantes consecuencias. Mundos idénticos se encuentran a orillas de regio1
PAUL VALÉRY, «Réflexions sur i'acier», en Acier, 1938, n.° 1. 304
LA UNIDAD FÍSICA
305
n es tan lejanas y tan diferenciadas en su conjunto como Grecia, España, Italia y el norte de África; y, sin embargo, estos mundos están animados por el mismo soplo e intercambian sus hombres y sus bienes sin sufrir despla2amiento alguno: estas identidades vivas implican la unidad viva del mismo mar, y son mucho más que una bella decoración teatral.
Fig. 19 El «auténtico» Mediterráneo, del olivar a los graneles palmerales El límite de los palmerales es el de los grandes palmerales compactos. El límite de la palmera datilera, aislada o en pequeños grupos, se establece mucho más a! norte (ver figura 13, p. 226).
I.
LA UNIDAD CLIMÁTICA
Sobre el Mediterráneo terrestre y acuático se extiende un Mediterráneo aéreo, casi sin ningún vínculo con los paisajes de abajo; '".dependiente, en realidad, de las condiciones físicas locales. Construido desde fuera por una doble respiración: la del océano Atlántlc o, su vecino por el oeste, y ia del Sahara, su vecino por el sur. Lo que vale tanto como decir que el Mediterráneo propiamente dicho n ° es responsable del cielo que lo ilumina.2 EMMANUEL DE MARTONNE, Kjéngrapbie Umrerselle. t. VI, I, 1942, p. 317:
"•• no es el aliento del Mediterráneo el que da su cielo a la Provenza.»
306
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
El Atlántico y el Sahara Los dos artífices de este clima trabajan sucesivamente en su campo mal cerrado: el Sahara produce la sequía, la luminosidad, el cielo inmenso y azul; el Atlántico, cuando no prodiga las nubes y la lluvia, esparce profusamente esa bruma gris, ese polvo de agua, esa ceniza que llena el cielo mediterráneo durante «el semestre de invierno». Los pintores orientalistas de la primera hora nos indujeron para siempre a error con sus paletas rutilantes. En octubre de 1869, Fromentin, alejándose en barco de Mesina, escribía: «cielo nublado, viento frío, chubasco, algunas gotas de lluvia sobre la tienda. Es triste; se diría el Báltico». 3 Ya en febrero de 1848 había huido hacia el Sahara ante el gris obsesionante del invierno mediterráneo: «aquel año no hubo intervalo entre las lluvias de noviembre y los grandes aguaceros del invierno, que duraron tres meses y medio casi sin un solo día de interrupción». 4 Todos los argelinos han tenido alguna que otra vez ocasión de ver a un recién llegado aterrado ante las lluvias diluvianas de Argel. Así ha ocurrido siempre en esa región. En Florencia —escribe un memorialista, con fecha del 24 de enero de 1651— 5 hace ya cinco meses que dura la inclemencia del tiempo per aven durato a piovere quasi cinque mesi. El año anterior Capua había resultado enaguachada por lluvias torrenciales. 6 Ni un solo invierno dejaban los ríos de romper sus diques ni las ciudades se libraban de los horrores y destrucción propios de las inundaciones. Naturalmente, Venecia, era la más afectada: en noviembre de 1443, 7 sufre enormes pérdidas, quasi mezzo million di ducati; el 18 de diciembre de 1600 se produce una catástrofe idéntica, los lidi, diques, casas, almacenes particulares situados en los pisos bajos, y los almacenes públicos de la sal, el trigo y las especias han sufrido inmensos daños, con daño di un million d'oro, lo que, de paso, prueba que los precios han subido entre una y otra inundación. 8 En invierno, o más exactamente durante el semestre invernal, desde el equinoccio de septiembre hasta el equinoccio de marzo, 1 4 5
Voy age d'Égypte. 1935, p. 43. Un été au Sabara, 1908, p. 3. BALDINLICCI, dómale di ricordi, 24 de enero de 1651, Marciana, I tal., *'•
XC1V. * Recueil des Gazettes, año 1650, p. 1557, Ñapóles, 2 de noviembre de l°5l>7 A. d. S. Venecia, Cronaca véneta, Brera 51, 10 de noviembre de 1443; 8 Marciana, Cronaca savina, f. 372, 18 de diciembre de 1600; durante las Navidades de 1598 hay también un período similar de lluvias continuas (per tve fi continuil, ibid., ff. 371 y 371 v.
LA UNIDAD FÍSICA
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prevalecen las influencias atlánticas. El anticiclón de las Azores deja pasar las depresiones atlánticas, que, unas tras otras, llegan en largas filas procesionarias sobre las aguas calientes del Mediterráneo, procedentes unas veces del golfo de Gascuña, después de atravesar la Aquitania, y otras veces del estrecho de Gibraltar y las costas de España, como los barcos... Cualquiera que sea la puerta de entrada, atraviesan el Mediterráneo a paso rápido de oeste a este. De este modo comunican al clima invernal una extremada inestabilidad. Traen la lluvia, provocan los bruscos cambios de los vientos, agitan, atormentan sin fin al mar, que, bajo los golpes del mistral, del «noroeste» o del «bora», se llena de espuma hasta parecer una inmensa llanura cubierta de nieve, o, como dice un viajero del siglo XVI 9 «sembrada de cenizas». Por encima de Toledo, la humedad atlántica contribuye en invierno a la formación de esos cielos turbulentos y patéticos, de tormenta y luz, que ha pintado el Greco. Así cada año y, con frecuencia, de modo violento, el Atlántico rechaza al desierto hasta muy lejos, hacia el sur y el este. En invierno, llueve en los confines argelinos y a veces hasta en el propio corazón del Sahara. Llueve hasta en las montañas de la Arabia Occidental... El antidesierto no es el Mediterráneo, como lo escribiera Paul Morand; es el océano Atlántico. Cuando se acerca el equinoccio de primavera, todo cambia bruscamente; es, según el calendario mogrebiano, la buena estación para injertar los árboles y cuando empieza a cantar el ruiseñor. 10 Una verdadera primavera, cuando la hay: ocho días fugitivos que hacen brotar bruscamente las hojas y las flores. En cuanto se acaban las lluvias del invierno, el desierto empieza a ocupar el espacio del mar, incluyendo las montañas de los alrededores, hasta sus más altas cimas. Se expande hacia el este y, sobre todo, hacia el norte, transponiendo los límites más avanzados del mundo mediterráneo; en Francia, los Alpes meridionales se llenan todos los veranos con el aire cálido del sur que invade buena parte del pasillo del Ródano —tan extenso—, la cuenca de Aquitania y aun las regiones del Gatona, las lejanas costas meridionales de Armórica son castigadas por la rigurosa sequía." El verano tórrido reina entonces sin disputa en el centro del espacio mediterráneo. El mar se calma, sorprendentemente, y en 9
PEDRO MÁRTIR, op. cit.,
p.
53,
n.
10
Annuaire du monde musulmán. 1925, p. 8.
"
E. DE MARTONNE, op. cit..
p.
296.
308
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julio y agosto se torna aceitoso, de un azul tirando a negro. Los viajes son rápidos y fáciles; los barcos salen a alta mar y las galeras se aventuran sin temor de puerto en puerto.' 2 El semestre de verano es la época buena para el tráfico marítimo, para la piratería y para la guerra. Las razones físicas de esta estación tórrida y seca son muy sencillas. Al remontarse el sol hacia el norte, el anticiclón de las Azores crece de nuevo; echado el cerrojo, la marcha de las depresiones ciclónicas hacia el este se interrumpe. Este cerrojo no se descorre sino en vísperas del otoño, en que comienza de nuevo la invasión atlántica del semestre de invierno.
Un clima homogéneo Los límites extremos de este clima deben situarse bastante lejos de las orillas del Mediterráneo sí se les sigue, de una parte, a través de Europa, hasta los países a los que llega, en verano, la sequía sahariana, y de otra, a través de Asia y el África, hasta las regiones adonde llega, en invierno, la lluvia de las depresiones atlánticas, en el mismo centro de las inmensas zonas de la estepa. Pero, ¿quién no se da cuenta de que tales fronteras son demasiado anchas? El clima mediterráneo no es precisamente tal o cual de los aspectos que acabamos de señalar, es más bien la adhesión, la superposición y la mezcla exacta de todos ellos al mismo tiempo. Basta con que se acentúe uno de esos elementos para que el clima mediterráneo se deforme inmediatamente, para que pase en el este o en el sur al clima estepario y desértico, o se deslice en el sentido contrario, por el norte, hacia el franco predominio de los vientos del oeste. La verdadera zona climática del Mediterráneo es, pues, en realidad, bastante estrecha. Es muy difícil, por lo demás, analizar los límites en detalle. Sería preciso atender a lob menores hechos, y no solamente a los físicos, porque el clima no se mide exclusivamente por las medidas habituales de la temperatura, la presión, los vientos y las lluvias, sino que se expresa en el suelo por miles de signos humanos. André Siegfried lo sugiere, a propósito de la región de Ardéche. Leo Larguier lo indica así con respecto a los límites entre Langue12
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ERNEST LAVISSE, «Sur les galéres du Roí», en Reme de París, nov. de 1897Vue genérale de la Méditerranée. 1943, pp. 64-5.
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doc y Lozére ' 4 y Vaudoyer en lo referente a las transiciones entre las diversas Provenzas... 15 Todas ellas verdades de detalle, por lo demás. En su conjunto, debemos atenernos sin discusión a la observación repetida de los geógrafos: el clima mediterráneo se encuadra entre el límite del olivar y el de los grandes palmerales. Inscribamos, pues, entre estas fronteras la península italiana (o más bien apenina), Grecia, la Cirenaica, Túnez y otras estrechas bandas costaneras que no exceden de los 200 kilómetros de ancho. Muy pronto surgen los biombos de las montañas. El clima mediterráneo no es, con frecuencia, sino un clima de espaldera o de riviera, en torno al mar, una delgada franja que apenas llega a ser fachada, una decoración escénica apenas, como la franja de costa que encontramos apenas desembarcar en la Crimea: la higuera, el olivo, el naranjo y el granado brotan allí en plena tierra; 16 aunque sólo en la zona meridional de la península. Y como este endeble mundo terrestre no se basta a sí mismo, se asocia, tiene por fuerza que asociarse a los espacios que lo rodean. Pero, precisamente por su misma estrechez, este angosto y alto decorado al borde del mar es de una innegable homogeneidad climática, tanto de norte a sur como de este a oeste. De norte a sur, porque en escala mundial esta ribera marina no pasa de ser un trazo longitudinal sin demasiado espesor. Su anchura meridiana más notable es de 1 100 kilómetros, desde el fondo del África hasta la costa tripolitana; y es anormal. En realidad, las anchuras máximas vienen a ser de 600 a 800 kilómetros, con un promedio de 600 kilómetros en la cuenca oriental, y de 740 de Argel a Marsella. Espacios marítimos y continentales forman, pues, en su conjunto, un largo huso de una parte a otra, desde los 37° y los 38° de latitud norte. La amplitud de las variantes en latitud es bastante débil, y ello explica, indudablemente, los contrastes entre las márgenes del norte y las del sur, éstas más calidas que aquéllas. La diferencia media de temperatura es de 4 o C entre Marsella y Argel. En enero, la isoterma de 10° sigue poco más o menos el gran eje del mar, seccionando el sur de Francia y de España, tierras más africanas que europeas. Pero, en general, en el Mediterráneo predomina sensiblemente el mismo clima «geométrico». 14 LEO LARGUIER, «Le Gard et les Basses Cévennes», en Maisotu et tillages de Frunce., op. cit., I, 1943. 15 Op. cit.. p. 183. Sobre la región de Volterra, PAUL BouRGET, Sensations d'ltalie. 1902, p. 5. 16 CONDE DE ROCHECHOUART, Souvenirs sur la Réinlution, l'Empire et la Restauraron. 1889, p. 110: viñas de Madera y de España, aclimatadas en Crimea.
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De este a oeste también se acusan algunas variantes, debidas al hecho de que la humedad atlántica es menos pronunciada, y también más tardía, a medida que nos desplazamos hacia el este del mar. N o cabe duda de que todas estas variaciones tienen su valor. En una época en que los climatólogos se muestran atentos al detalle, el Mediterráneo les parece, y con razón, una familia de climas que hay que distinguir los unos de los otros. Lo cual no borra, sin embargo, el parentesco y el aire de familia que tienen entre sí, su innegable unidad. No es indiferente para la historia encontrar en todas partes los mismos ritmos de las estaciones, la misma vegetación, los mismos colores, y, si la configuración arqueológica se presta a ello, los mismos paisajes (parecidos hasta la obsesión). Y, en fin de cuentas, los mismos géneros de vida. Para Michelet, el Languedoc interior y «pedregoso» evoca Palestina. Para centenares de escritores, Provenza es más griega que Grecia, y no es extraño encontrarse con la Grecia por excelencia en alguna parte de Sicilia. Las islas de Hyéres no estarían fuera de sitio en medio de las Cicladas, salvo que éstas son más verdes. 17 El lago de Túnez evoca la laguna de Chioggia. Marruecos es una Italia más calcinada.18 En todas partes encontramos la misma trinidad, hija del clima y de la historia: el trigo, el olivo y la vid; en otras palabras, la misma civilización agraria, la misma victoria de los hombres sobre el medio físico. Es decir: las regiones del mar no se complementan unas a otras. 19 Encontramos en ellas los mismos graneros, las mismas bodegas, los mismos molinos de aceite, las mismas herramientas, los mismos rebaños y, con frecuencia, las mismas tradiciones agrarias. Lo que prospera en unos sitios, puede y debe lograrse también en otros. En el siglo XVI todas las regiones del mar producían cera, lana, cueros montonini o vaccbini; todas cultivaban o podían cultivar la morera y criar el gusano de seda. Todas producían, sin excepción, la viña y el vino, incluso la tierra musulmana. ¿Quién ha cantado el vino mejor que el poeta del Islam? Hay viñedos en Tor, sobre el mar Rojo, 20 y hasta en la remota Persia, cuyo vino de Chiraz es famoso. Identidad de producciones: ello permite aprovisionarse de los mismos géneros en cualquiera de las regiones del mar. En el si17
JULES SION, La Frunce médit,, 1929, p. 77.
'* J- y J- THARAUD, Marrakech nu les seigneurs de l'Atlas, 1929, p. 135. 19 20
A. SIEGFRIED, op. cit,, pp. 148, 326. BELON DU MANS, op. cit., p. 131.
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glo XVI hay el trigo de Sicilia y el trigo de Tracia; el vino greco o latino de Ñapóles, éste más abundante que aquél, 21 y el que se embarca en grandes cantidades en Frontignan; el arroz de Lombardía y el de Valencia, el de Turquía y el de Egipto. Había también, para establecer comparaciones con productos de modesta calidad, la lana de los Balcanes y del África del Norte. Los países del Mediterráneo se hacen, pues, la competencia unos a otros, o debieran hacérsela; tienen más que cambiar fuera de su mundo climático que dentro de sus límites. Pero el siglo XVI es una época de cambios poco voluminosos, de precios modestos y de viajes cortos. Hay que arreglárselas, cueste lo que cueste, entre vecinos, entre regiones abundantes en hombres y regiones poco pobladas, y la cuestión más importante es siempre la del aprovisionamiento de las ciudades, que están ansiosas de todo lo que sirva para comer, y principalmente de lo que puede transportarse sin demasiado quebranto, desde los sacos de almendras de la costa provenzal, hasta las barricas de pescado, de atún o de carnes saladas y los sacos de habas de Egipto, sin olvidar los barriles de aceite y de trigo, la mercadería codiciada por excelencia... La identidad de producciones no perturbaba, pues, los cambios en el interior del Mediterráneo; al menos, en el siglo XVI. Desde el punto de vista humano, la unidad climática 22 entraña consecuencias muy distintas. Prepara desde un principio el camino para la existencia de idénticas civilizaciones agrícolas. A partir del primer milenio a. O , la civilización del olivo y de la vid desbordó los marcos orientales del mar hacia el oeste. Esta uniformización esencial proviene, pues, ya de los tiempos más remotos. La naturaleza y el hombre trabajaron de consuno. Ello hacía que un mediterráneo del siglo XVI, de cualquier parte que fuera, no se sintiera expatriado en ninguna de las orillas del mar Interior. Cierto es que, en el pasado, en los tiempos heroicos de los primeros viajes fenicios o griegos de la Antigüedad, la colonización era un drama; pero no siguió siéndolo. Colonizar, desde entonces, es plantar los mismos árboles, las mismas plantas, tener delante de los ojos los mismos paisajes y colocar sobre la mesa los mismos alimentos; es vivir bajo el mismo cielo y ver sucederse las estaciones familiares. Ovi21 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consukationum, 2 f. 223, 2 de oct. de 1567. Durante los años precedentes el reino de Ñapóles había producido, unos años con otros: vini latini, 23 667 busti; vini grecchi. dulcí et Mangiaguera. 2 319 busti. 12 «La analogía de los cumas... favorece la infiltración, guía la habituación»,
P. VIDAL DE LA BLACHE, np. cit..
p.
113.
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dio se queja de encontrarse en las márgenes del Ponto Euxino pero le apena, sobre todo, estar lejos de Roma y de sus amigos. Los verdaderos desarraigados son extranjeros, como el fundador de la dinastía de los Omeyas, Abderrahmán, que en Córdoba, con melancólico placer, siente la añoranza de Damasco, de sus palmeras y de las márgenes del Eufrates, y se consuela contemplando en un jardín de Razafa una palmera, imagen de su propio exilio, «trasplantada también ella a tierras de Occidente, lejos del país habitado por sus semejantes». En cambio, cuando un hombre mediterráneo abandona las orillas del mar Interior se lamenta y se desazona: así les ocurrió a los soldados de Alejandro cuando cruzaron la Siria y se dirigieron hacia el Eufrates, tan caro al príncipe de Córdoba, 23 o a los españoles del siglo XVI, que en los Países Bajos renegaban de vivir entre las «nieblas del norte». Para Alonso Vázquez y los españoles de su tiempo (y sin duda para los españoles de todos los tiempos), Flandes era «el país donde no se daban la lavanda, el tomillo, los higos, los olivos, los melones ni las almendras; donde el perejil, la cebolla y la lechuga no tenían jugo ni gusto; donde se cocinaba —cosa increíble— con manteca de vaca en vez de aceite...». 24 El cardenal de Aragón, que se presenta en los Países Bajos, en 1517, con cocinero y provisiones propias, comparte la misma opinión: «A causa de la leche y de los lacticinios, que tanto se consumen en Flandes y Alemania —concluye—, están estos países llenos de leprosos.» 25 ¡Extraños países! Un clérigo italiano que en el verano de 1529 va a parar a Bayeux, en Normandía, se considera for del mondo, 26 2S
A. RADET, Alexandre le Grand, 1931, p. 139. ALONSO VÁZQUEZ, LOS sucesos de Flandes... extractos publicados por L. P. GACHARD, Les Bibliothéques de Madrid..., Bruselas, 1875, pp. 459 ss., cit. por L PiANUL,Jeanne la Folie, trad. franc. deR. de Liedekerke, 1938, p. 48. Relacionar el problema con estas observaciones de MAX SORRE, Les Fondements biologiques de la géographie humaine, 1943, p. 268, «una de las particularidades de los pueblos que vivían en la periferia del mundo mediterráneo que más asombraba a los antiguos era el uso de la manteca de vaca; los consumidores de aceite de oliva se escandalizan ante esto. Aun un italiano, como Plinio, manifiesta este sentimiento, sin pararse a pensar que, después de todo, el uso del aceite de oliva no era tan viejo en Italia». 25 ANTONIO DE BEATIS, Itinerario de Monsignor il cardinale de Aragona... incominciato nel atino 1517.... ed. por L. PASTOR, Friburgo en Brisgovia, 1905, p. 121. Comida cuando menos corrompedora dos estómagos, dice un portugués, L. MENDES DE VASCONCELLOS, DO sitio de Lisboa, Lisbpa, 1608, p. 113. Esto se refiere a las nac'oes do Norte e em parte de Franca e Lombardia. 26 El deán de Bayeux al marqués de Mantua, A. d. S. Mantua, Gonzaga, Francia, serie E, f. 637, 1 de junio de 1529. > 24
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Esto explica la facilidad con que el hombre mediterráneo circula de puerto en puerto; no se trata de un verdadero desarraigo, sino de un cambio de domicilio: él nuevo inquilino se siente en seguida a gusto en la casa donde se instala. Pensemos, en cambio, lo dura que debió de ser para los ibéricos la colonización del Nuevo Mundo. Con más o menos exactitud, la historia tradicional conserva los nombres de las mujeres y los hombres que primero sembraron y plantaron el trigo, el olivo y la viña en el Perú y en la Nueva España; eran gente que, a pesar de la hostilidad del clima y del suelo, querían hacer brotar un Mediterráneo en el trópico. Pero sus esfuerzos fueron baldíos: la civilización agraria y alimenticia del país natal, a pesar de éxitos esporádicos, no encontró un terreno propicio en la América hispanoportuguesa, zona del maíz, de la manioca, del pulque y del aguardiente de caña... Los grandes abastecimientos transoceánicos procedentes de Iberia servían cabalmente para mantener en el Nuevo Mundo, de un modo artificial, esta civilización alimenticia del mar Interior: de ahí los navios cargados de harina y de aceite, que durante siglos partían ritualmente de Sevilla o de Lisboa hacia la otra orilla del océano. 27 Recordemos, sin embargo, que sólo el hombre del Mediterráneo prospera en aquellas tierras nuevas. Tal vez su éxito proviniese de que ya estaba adaptado de antemano a las rudas condiciones de un clima como el mediterráneo, no siempre favorable para el organismo humano, y endurecerse en la lucha contra las endemias maláricas y los flagelos regulares de la peste y del cólera. Quizá, también, porque ya en su propio país natal se había educado en la gran escuela de la sobriedad y la frugalidad. Pues es una verdad indiscutible que el clima falsamente acogedor del Mediterráneo puede ser, a veces, un clima duro y mortífero. Es éste el filtro que impide a los hombres de sus lejanos confines expanderse por los bordes del mar cálido. Llegan como conquistadores, son los bárbaros de ayer, hoy enriquecidos; pero, ¿cuánto tiempo resisten «los veranos devoradores y la malaria» ? 28 «Los dueños vienen y desaparecen, los otros se quedan; es un romance sin palabras siempre idéntico», dice Walter Bauer, hablando de Sicilia.29
11 FRANCOIS CHEVALIER, «Les cargaisons des flottes de la Nouvelle Espagne vers 1600», en Revista de Indias, 1943. 28
1943,
29
P. VIDALDELABLACHE, op. cit., p. 114; BONJEAN, eaCabiers du Sud, mayo de PP.
329-30. E n O . BENNDORF, op. cit., p. 62. COLETTE, La Naissame dujour, 1941,pp. 8-9.
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La sequía, azote del Mediterráneo El gran defecto de este clima para la vida del hombre consiste en la distribución anual de las lluvias. Llueve mucho, y en algunas partes, desmesuradamente. 30 Pero las lluvias llegan en otoño, en invierno y en primavera, principalmente en primavera y en otoño; a la inversa, en general, de los climas del monzón, que saben organizar el encuentro fructífero del calor y el agua. El clima mediterráneo divorcia más o menos estos dos importantes factores de vida, con los resultados que es fácil colegir. Los «cielos esplendorosos» del semestre de verano tienen sus fuertes contrapartidas. En todas partes la sequía determina la supresión o la disminución de las aguas corrientes y del riego natural: la región mediterránea es la zona de los ueds y de los fiumari. Provoca la supresión temporal de toda vegetación herbácea; de aquí que tanto los cultivos como las plantas tengan que adaptarse a la sequía,31 saber utilizar lo más rápidamente y lo mejor posible las preciosas distribuciones de agua. El trigo, «planta de invierno», 32 se apresura a madurar y a terminar el ciclo de su vida activa entre los meses de mayo y junio; en Egipto y Andalucía, desde el mes de abril.33 Para madurar sus frutos, los olivares de Túnez aprovechan las decisivas lluvias de otoño. Al parecer, los cultivos de secano fueron practicados empíricamente desde un principio, 34 y no sólo desde las experiencias fenicias. La irrigación, con sus diversos métodos sin duda provenientes del este, penetró desde muy pronto en la zona mediterránea. Hoy día (ver el mapa de K. Sapper), 35 el límite de la. Kunstbeivasserung es, sensiblemente, el límite del clima mediterráneo... Y de seguro que, por los mismos caminos que estas técnicas hidráulicas, llegaron también al Mediterráneo numerosas plantas (herbáceas o arbustivas) que al cabo de mucho tiempo se adaptaron a los países secos. En el primer milenio a. C se opera, como ya dijimos, un gran desplazamiento de cultivos —la viña y el olivo— del este al oeste del mar. 36 Como se ha dicho, el Mediterráneo está predesti30
Cuatro metros cada año en el golfo de Cattaro. Ver el artículo de SCHMIDTHÜSER, «Vegetationskunde Süd-Frankreichs und Ost-Spaniens», en G. Z.. 1934, pp. 409-22. Sobre la deforestación, v. H. VONTROTHA TREYDEN, «Die Entwaldung der Mittelmeerlánder», en Pet. Mitt.. 1916, y su bibliografía. 32 La afirmación es de WoiEKOF, cit. por JEAN BRUNHES, Géograpbie húmame. 4. a ed., p. 133. 31
33 34
G. BOTERO, op. cit.. I, p. 10. ANDRÉ SIEGFRIED, op. cit., pp.
84-5; JEAN BRUNHES, op. cit..
p.
261.
35
«Die Verbreitung der künstlichen Feldbewásserung», en Pet. Mitt., 1932.
36
MAX SORRE, Les fondements.... op. cit., p. 146.
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nado a los cultivos arbustivos. Es, al mismo tiempo que un jardín, un huerto, el país de los árboles nutricios, providenciales. Por el contrario, su clima no favorece a los árboles ordinarios y a las formaciones forestales: o, por lo menos, no los ha garantizado. El bosque, formación primitiva del espacio mediterráneo, fue atacado desde muy pronto por el hombre, que manejó desmesuradamente el hacha. Mal que bien, los bosques se repoblaron. De ahí la importancia de los matorrales y la mata baja, formas degeneradas del bosque. Comparado con las regiones nórdicas de Europa, el Mediterráneo fue, pues, desde un principio, una zona desforestada. Cuando Chateaubriand atravesó la Morea, estaba ya «casi enteramente desprovista de árboles». 37 Jean Brunhes apunta que de Herzegovina, desnuda y pedregosa, a Bosnia, cubierta de boscaje, se pasa de un mundo a otro. 18 La madera es cara casi en todas partes, 39 con frecuencia excesivamente cara. En Medina del Campo, «más rica en ferias que en montes» (entiéndase montes arbolados), el humanista Antonio de Guevara concluye, después de considerar su capítulo de gastos: «en resumidas cuentas, la leña nos cuesta tanto como lo que hemos hervido con ella en la olla». 40 Otra consecuencia de la sequía es la escasez de verdaderos pastos, lo que explica el pequeño número de cabezas de ganado vacuno, tan útiles para una agricultura próspera; ésta necesita de buenos abonos, como en los países del norte, donde el suelo, deslavado por las lluvias, pierde sus elementos fértiles, mejor conservados, es cierto, por la sequía mediterránea. Únicamente encontramos ganado vacuno en grandes cantidades en el Egipto y en los húmedos Balcanes, en las orillas nórdicas del Mediterráneo o en las tierras altas, mejor regadas que las otras. Cabras y corderos (estos últimos interesan más por su lana que por su carne) no podían compensar la deficiencia de carne en la alimentación. Recordemos el divertido discurso que Rabelais pone en boca de un monje de Amiens tout fasché (todo escandalizado e irritado) cuando, junto con sus compañeros de viaje, contempla las maravillas de Florencia. «En Amiens —explica— en menos de la cuarta parte —incluso en menos de la quinta— del camino que hemos recorrido durante nuestro contemplar, os podría haber mostrado más de catorce antiguas y aromáticas tiendas donde se 17
llinéraire de París a Jérusalem, 1811, p. 120. •'* Géogr. hum., 4. a ed., p. 51, n. 1. ,9 También en Constantinopla, ROBERT MANTRAN, Istanbnl dans la monde moit'é du xvw siecle. Essai ¿'historie institi/tionnelle. konomique et sociale, 1962, p. 29. 40 Biblioteca de Autores Españoles (B.A.E.), XIII, p. 93.
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venden asados de carnes. Yo no sé qué placer os puede proporcionar la contemplación de leones y africanos (así denomináis vosotros, según tengo entendido, lo que ellos llaman tigres) junto al campanario, o viendo los puercoespines y los avestruces en el palacio del señor Filippo Strozzi. A fe mía, hijos, que preferiría ver un ganso hermoso y graso espetado en un asador.» 41 A propósito del Mediterráneo me escribía humorísticamente un geógrafo: «Demasiados huesos y demasiado poca carne.» 42 Ya en el siglo xvi le parece al hombre del norte deficiente el ganado mediterráneo, los bueyes esqueléticos las más de las veces, y de poco peso los corderos. En 1577, Montmorency y su ejército se comen 8 000 corderos, provenientes todos ellos del Languedoc. Peso medio l'ung portant l'autre: 30 libras cada animal, es decir, alrededor de unos 12 kilos. Esto es muy poco y el animal no valía casi nada: 4 libras cada uno, es decir, algo más de un ecú por cordero... 43 En Valladolid el cálculo hecho sobre 11 312 corderos sacrificados entre el 23 de junio y el 5 de diciembre de 1586 da una media de 11.960 kilos de carne por animal (26 libras castellanas). Del mismo modo, de los 2 302 vacunos sacrificados durante el mismo período no pasa de los 148.12 kilos (322 libras castellanas) la carne producida por unidad. 44 Animales con falta de peso; y lo mismo ocurre con los caballos. En el Mediterráneo hay caballos muy hermosos, turcos, berberiscos de Ñapóles, corceles andaluces y árabes del norte de África, pero son caballos de silla, vivos, rápidos, que pasarán de moda durante el siglo siguiente, que verá la popularidad de los grandes caballos, asnos y muías del norte. Cada vez en imyor grado, para los relevos de la postas, para las carrozas ya decididamente de moda, para tirar de los carros, cureñas y armones de la artillería, la fuerza de tiro de los animales será el criterio decisivo. Dantisco, que desembarca el 4 de diciembre de 1522 en Codalia, en la costa cantábrica, se pone en camino hacia León con seis caballos de carga non tamen bonis, escribe, ut sunt apud nos qui plumbum ferunt ex Cracovia in Hungariam...AÍ La comparación que establece con los caballos que transportan el plomo de Craco41
Le quart livre dn noble Pantagruel. ed. Garnier, II, c. XI, p. 58.
42
Carta de PIERRE GOUROU, 27 de junio de 1949. E. LE R O Y LADURIE, op. cit., pp. 118-9.
43
44 B. BENNASSAR, «L'alimentation d'une ville espagnole au xvi» siécle. Quelques données sur les approvisionnements et la consommation de Valladolid», en Annales E.,S. C, 1961, p. 733. 45 Dantiscus al rey de Polonia, Valladolid, 4 de enero de 1523, Biblioteca Czartoryscki, n.° 36, f. 55.
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via a Hungría es demasiado espontánea para ser errónea. Además, ¿de qué se alimentan estos caballos del sur? La avena acaba de hacer apenas su aparición en algunas regiones, como el Languedoc 46 y la cebada se la disputan las personas a los animales. Compadezcámonos de aquellos caballos franceses que, en cuanto cruzan la frontera hacia España, comienzan a relinchar de disgusto —según nos dice Barthélemy Joly— cuando se ven sometidos a partir de ese momento a una dieta de «paja corta y nada apetitosa». 47 Sin pretender explicarlo todo con ello, debemos señalar que si el arado común, que apenas hace algo más que rascar la superficie de la tierra, sobrevive en el espacio de las tierras mediterráneas, no es solamente a causa del leve espesor del mantillo, sino también debido a que las yuntas de bueyes y los tiros de muías carecían del vigor necesario. Se multiplican los laboreos superficiales, repasando los surcos hasta siete y ocho veces al año. 4íi Mejor habría sido, como el tiempo ha venido a demostrar, arar profundamente, como en el norte, donde el arado de ruedas con juego delantero ha sido un importante instrumento del progreso. En el Languedoc la mousse, seudo-arado imitado del norte, no logrará hacer sus veces y será muy poco usado. 49 Los pobres aratnres del Languedoc «se cansarán en vano rascando una y otra vez el barbecho»: no hay comparación posible con los poderosos charrueurs de l'lle-de-France o de Picardía. 50 El hecho es que el Mediterráneo ha debido luchar contra una pobreza esencial, agravada, aunque no enteramente creada, por las circunstancias. La vida es precaria, a pesar de las aparentes o reales facilidades. Pero todo el mundo se deja seducir por su dulzura y su belleza, tantas veces descritas. Todos —algunas veces, hasta geógrafos tan sagaces como Philippson— se extasían, como los viajeros de los países del norte, con el sol, los colores, la tibieza, las rosas de invierno y los frutos tempranos. Como Goethe se maravillaba en Vicenza de la vida popular de la calle, con sus tiendas abiertas de par en par, y ansiaba disfrutar, de vuelta en su tierra, de una bocanada del aire esplendoroso del sur. Incluso cuando estamos enterados de la realidad nos resulta difícil asociar estos paisajes de luz y alegría a 46
E. LE ROY LADURIE, op. cit., p. 181.
47
BARTHÉLEMY JOLY, Voyage en Espagne. p. 9.
48
E. LE ROY LADURIE, op. cit.. p. "8.
49 50
Ibtd., p. 80. Ihid.. p. 79.
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imágenes de miseria, de luchas y penalidades físicas. Pero la realidad es que el hombre del Mediterráneo vive con dificultad y se gana el pan de cada día a costa de penoso esfuerzo. Grandes cantidades de terreno permanecen sin cultivar o apenas aprovechadas. La tierra productiva es sometida en casi todas partes a la rotación bianual de cultivos, lo que excluye que puedan ofrecer grandes cosechas. Michelet comprendió mejor que nadie la gran rudeza de casi todas estas tierras de poesía, comenzando por nuestra Provenza. Y, sin embargo, hay una prueba bien evidente de ella: la frugalidad de los meridionales, que nunca ha dejado de impresionar al hombre del norte. Este se sorprende, pero un poco por incomprensión y otro poco por malevolencia, habla en seguida de pereza. Estando en Anatolia, el flamenco Busbec escribía en 1555: «Creo poder asegurar, sin faltar a la verdad, que lo que un flamenco come en un día, bastaría para que un turco viviese durante doce... Los turcos ignoran la cocina y cuanto a ella se refiere; son sobrios hasta el exceso y poco exigentes en cuanto a la comida; si tienen sal, pan, ajo o cebolla, con un poco de leche agria, ya no piden más, y con todo eso se hacen sus guisos... Conténtanse, no pocas veces, con mezclar agua bien fría con la leche; con esto sacian su apetito y apagan la sed ardiente causada por los grandes calores.» 5I Se ha hecho notar varias veces que esta sobriedad era una de las causas de la superioridad del soldado turco en campaña, quien se contenta con un poco de arroz, polvo de carne secada al sol y un pedazo de pan toscamente cocido sobre la ceniza. 52 El soldado occidental era más exigente, influido tal vez por el ejemplo de los numerosos alemanes y suizos. 53 Pero el campesino y aun el hombre de la ciudad en Grecia, Italia o España, comen aún menos que aquellos turcos cuyos frugales alimentos describía hace apenas un siglo Teófilo Gautier, asombrándose de que los hermosos caidjis, musculosos a fuerza de remar rudamente, pudieran pasarse días enteros en sus caiques, alimen51
Lettres.... pp. 161-2.
52
G.
51
BOTERO, np. cit..
II, p.
124.
Requerido por Felipe II para proveer de víveres de boca a los soldados españoles y alemanes en viaje de Italia a España, el gran duque de Toscana prefirió reservar la carne salada, de la que no había suficiente cantidad, para los alemanes. Los españoles habían llegado los primeros, pero sin poner el grito en el cielo, se contentaron con arroz y galleta. FELIPE RUIZ MARTIN, introducción a Lettres emoyées de F/orence a Simón Ruiz. obra en prensa.
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tándose exclusivamente de pepinos crudos. 54 Alexandre de Laborde escribe, en su Itinéraire descriptif de l'Espagne (1828): «En Murcia, no podría encontrarse una sirvienta durante el verano, y muchas de las que están empleadas dejan las casas al llegar el estío. En esta época del año les es fácil procurarse ensalada, algunas frutas, melones y sobre todo pimientos.» 55 «Invité a cenar a todo el mundo —escribe Montaigne, añadiendo (la escena ocurre en los baños de Luca)—, porque en Italia los festines equivalen a una de nuestras comidas más ligeras, en Francia.» S6 En cambio, Commynes no se cansa de maravillarse de la abundancia de todo en Venecia. Tiene la excusa de ser un extranjero, y Venecia es una ciudad famosa por sus productos alimenticios. El propio Bandello se dejaba deslumhrar por los mercados de la ciudad, por «l'abbondanza grandissima d'ogni sorte di cose da mangiare», 57 y su testimonio no puede ponerse en duda. Pero nosotros, los historiadores, sabemos cuan difícil es aprovisionar estos pictóricos mercados de una ciudad riquísima y bien situada, y cuántas inquietudes y qué incesante vigilancia le costaba ello a la Señoría. ¿No se ha notado cuan pocps banquetes y comilonas figuran en la literatura mediterránea? Las descripciones de comidas, a no ser que se trate de mesas principescas, nunca hablan de abundancia.5* Nada tienen de común con las francachelas de Flandes o los suntuosos festines de los Valois de Borgoña. En las novelas de Bandello, lo que se llama una buena comida son unas cuantas legumbres, algunos embuchados de Bolonia, grasa y un trago de vino. El hambre es un personaje familiar en la literatura española del Siglo de Oro, tomado de la propia realidad de la vida. Nos lo testimonian el ultraclásico Lazarillo de Tormes y su hermano en picardías Guzmán de Alfarache, comiendo una gruesa hogaza de pan duro sin tener la cortesía de dejar caer a tierra la más pequeña migaja que pudieran aprovechar las hormigas. 59 «Líbrete Dios de la enfermedad que baja de Castilla y de la hambre que sube de la Andalucía», dice Guzmán. 60 Recordemos, por añadidura, las comidas de Don
54
Voyage a Constant/'nople. 1853, p. 97. P. 112. Journal de voyage en Italia. Colección «Hier», 1932, tomo III, p. 242. 57 'üp. cit., 111, p. 409. 58 Ibid.. IV, p. 233, p. 340, VI, pp. 400-1. Excepto en el norte de Italia. 59 MATEO ALEMÁN, Vida del picaro Guzmán de Alfarache, 1, Primera Parte, 3, p. 45. 60 Ibid.. Segunda Parte, 2, p. 163. 55
56
320
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Quijote, o este proverbio: «Si la alondra quiere cruzar las tierras de Castilla, tiene que llevar en el pico su propia semilla.» 6I Por mucho que varíen, en algunas partes, los complementos que el huerto, la tierra o el mar puedan proporcionar, la mesa siempre está mal abastecida. Y todavía en nuestros días prevalece aquí un régimen «que, en muchos casos, llega al límite de la infraalimentación». 62 De ahí la proverbial frugalidad, que no es precisamente virtud, falta de «sensualidad», como pretende Busbec, sino pobreza. El suelo mediterráneo es un poco responsable de la pobreza que impone a sus pueblos, con sus baldíos terrenos calcáreos, sus vastas extensiones esterilizadas por la maldición de la sal, esos campos cubiertos de «nitro», de que nos habla Belon du Mans, w sus raros retazos de tierras de labranza y la precariedad de los suelos arables. Las delgadas capas superficiales de mantillo que sólo el arcaico arado de madera araña sin llegar a la roca, están a merced del viento o de las aguas torrenciales. Sólo se conservan por un esfuerzo denodado del hombre y una celosa organización; todo un capital-trabajo... En estas condiciones, si deja de vigilar la tierra durante largo tiempo, no desaparece solamente el campesino, desaparece también el suelo que le alimenta. Durante los azares de la guerra de los Treinta Años la población campesina alemana se diezmó; pero la tierra siguió en su sitio y con ella la posibilidad de. recuperarse. Es una ventaja de los países del norte. En el Mediterráneo, el suelo muere cuando deja de estar protegido por el cultivo; el desierto invade la tierra laborable y ya no suelta su presa si no se le arranca. Es un verdadero milagro que el trabajo del campesino pueda conservarlo o reconstruirlo. Veamos lo que dicen las cifras actuales: fuera de los bosques, los pastos y las zonas específicamente improductivas, la tierra cultivada representaba hacia 1900 el 46 % del suelo de Italia, el 39.1 % del de España, el 34.1 % del de Portugal y solamente el 18.6 % en Grecia. En Rodas, de 144 000 hectáreas, 84 000 permanecen hoy baldías.64 Y en la costa sur del Mediterráneo, las cifras son todavía más catastróficas. Pero, ¿qué producen las mismas tierras cultivadas? En general,
"' BORY DE SAINT-VINCENT, Guide du voyagtur en Espagne. p. 281, cit. por CH. WEiss, LEspagne depi/is Philippe II. 1844, t. II, p. 74. 62
MAX SORRE, op. cit..
63
Op. cit.. p. 317 v. C H . PARAIN, La Míditerranie. les hommes et lei/rs traiaux.
64
p.
267.
1936, p. 130.
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muy poco, salvo condiciones excepcionales (el riego, por ejemplo), y también de esto es responsable el clima. Por otra parte, las cosechas, en el Mediterráneo, se hallan a merced de los elementos, y de elementos particularmente inestables. Si el viento del sur sopla en vísperas de la cosecha, el trigo se seca antes de haber madurado y alcanzado su tamaño normal; y si ya está maduro, se desgrana. En España, para evitar este desajuste, el campesino cosecha a menudo en plena noche, con la fresca, el grano demasiado seco que se ha desprendido de la espiga durante el día.65 Cuando las inundaciones devastan las tierras bajas durante el invierno, las siembras se ven comprometidas. Si el cielo aclara antes de tiempo al llegar la primavera, y la cosecha está ya en avanzado estado de madurez (el mes de las cosechas en el Mediterráneo es el de junio), se abaten sobre ella, a veces, irremediablemente, las heladas. Hasta el último instante, el campesino no está seguro de poder recoger algún fruto de sus desvelos. A finales de enero de 1574, las cosechas se anunciaban espléndidas en Candía; las lluvias habían sido abundantes y se había sembrado mucho más que lo ordinario. Pero las más bellas esperanzas podían desvanecerse, en este país castigado por «las nieblas pestíferas que queman el grano». 66 Estos violentos golpes del viento sur que se levantan en el Archipiélago hacen que se pierdan con frecuencia las cosechas maduras de Corfú.67 Son los mismos vientos tan temidos todavía hoy en el norte del África cerealícola, el sirocco, contra el cual nada puede hacerse, y que en tres días puede destruir el trabajo de todo un año entero. A esta lista de catástrofes que amenazan el campo en el Mediterráneo hay que añadir, por último, el flagelo de la langosta, mucho más virulento ayer que hoy. 68 Es raro que una cosecha salga con bien de todos los peligros que sucesivamente la amenazan. Los rendimientos son, pues, por término medio, muy pobres, y a la vista de la reducida superficie 65
ALONSO DE HERRERA, op. at.. ed. 1645, p. 10 v. (especialmente cierto en
cuanto a la cebada). 66 A. d. S. Venecia, 22 de enero de 1574, Capi del Co. dei X, Lettere, Ba. 286, ff. 8 y 9. 67
68
G. BOTERO, Dell'lsole. p. 72.
G. VIVOLI, A. d. Liorna, 1842-1846, III, p. 18, invasión de langosta en Toscana (1541); en Verona, agosto 1542 y junio de 1553, LL'DOVICOMOSCARDO, Historia de Verana. Verona, 1668, pp. 412 y 417; en Hungría, Tebaldo Tebaldi al duque de Módena, Venecia, 21 de agosto de 1543, A. d. S. Módena; en Egipto, 1544 y 1572, Museo Correr. D. delle Rose, 46, f. 181; en Chipre, 13 de septiembre de 1550, A. d. S. Venecia, Senato Mar, 31, ff. 42 v. a 43 v.; en Camarga, 1614, J. F. NOBLE DE LA LAUZIÉRE, op. at..
p.
446.
322
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
de los sembrados, el Mediterráneo está siempre al borde del hambre. Basta conque se produzcan unos cuantos cambios bruscos de temperatura o falte la lluvia, para poner en peligro la vida del hombre. Todo cambia entonces: hasta la política. Si se contaba con una cosecha abundante de cebada en los confines de Hungría (como se sabe, en el Mediterráneo la cebada es el equivalente de la avena nórdica), podía tenerse la seguridad de que el gran señor no se empeñaría en una guerra activa, pues no tendría con qué cebar los caballos de sus spahis. Si, al mismo tiempo, faltaba el trigo —lo que no era nada raro en los tres o cuatro graneros del mar—, cualesquiera que fuesen los planes belicosos concebidos durante el invierno o la primavera, la gran guerra de las escuadras se paralizaría por fuerza en la época de las cosechas, que era también la de las calmas marítimas y la de las operaciones navales. Pero, al mismo tiempo, se recrudecían el bandidaje en el campo y la piratería en el mar. En estas condiciones, ¿puede alguien sorprenderse de que el único detalle de la vida cotidiana regularmente anotado en las grandes correspondencias políticas se refiera con tanta insistencia a las ' cosechas? Abunda o escasea tal o cual grano; el trigo no creció bien; los pronósticos, en Sicilia, son satisfactorios, pero la cosecha de Túnez no es buena; el gran señor seguramente no dejará salir '. el trigo; este año quizá sea un año de «carestía», como aún se decía entonces... Era el eterno problema de cada primavera, y aun antes, en cuanto podían hacerse los primeros pronósticos sobre la cosecha. ] En la austera Colección de documentos inéditos para la historia de \ España, podemos leer las cartas, por otra parte bastante grises, que j el mayordomo Francisco Osorio escribió a Felipe II en 1558. Estas i cartas informaban prolijamente al rey, alejado en el norte, sobre el , tiempo que hacía en la Península. ¡Qué atención la del mayordo- ; mo, vecino de Valladolid, por el color del cielo, el estado de las cosechas o el precio del pan! El 13 de marzo de 1558 escribía que «... hasta ha dos días, el tiempo en estas partes ha estado claro y con , harto sol y vientos, y no ha llovido de mediado enero acá, y el pan ] se ha subido algo y hase hecho prematica del valor que de aqui adelante ha de tener, y luego otro día que se pregono ha hecho nublado y da muy grande esperanza de agua que se hará agua de abril, y en el Andalucía y Extremadura y en el reino de Toledo, ha llovido y esta el tiempo muy prospero y el pan ha bajado mucho». 69 , 69
C0D01N,
XXVII, pp. 191-2.
LA UNIDAD FJS1CA
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El 30 de octubre de 1558, el mismo Osorio informaba: «Cógese harto pan y hay medianamente vino en todo el reino y la sementera es muy buena generalmente, y a los veinte y seis de este nevo aqui toda una mañana muy grandes copones de nieve, y llovió después muy bien, que fue muy grande provecho para la sementera: y pues aqui hizo esto, bien cierto estoy que en Bruselas, no haria calor. El pan ha bajado mucho en todo el Reino.» 70 Felipe II se mantenía minuciosamente al tanto de las fluctuaciones del tiempo desde la época de la siembra; el precio del pan bajaba o subía según las lluvias... Todos estos detalles consignados en correspondencias en las que en vano se buscarán otros detalles de historia económica, revelan la importancia de la situación alimenticia en el Mediterráneo, durante el siglo XVI. No se trata de un simple problema «económico», sino de un problema vital. Cuando se piensa en el siglo XVI, no hay que olvidar jamás estas preocupaciones (que, por lo demás, podemos comprender perfectamente hoy, a través de los difíciles años de la segunda guerra mundial). Pesaban mucho sobre toda la vida económica, política o militar del Mediterráneo. No es posible pasarlas por alto. Y es que el hambre, la verdadera hambre que hace morir a la gente en las calles, era una realidad en el siglo XVI. Cuenta el veneciano Navagero que en 1521 «hubo tal hambre en Andalucía, que murieron incontables animales y el país quedó desierto, pues murió también gran cantidad de gente. La sequía fue tal que los trigos se perdieron y no se hallaba la menor hierba en los campos; ese año desapareció buena parte de la raza de caballos andaluces y hasta hoy día (1525) no se han recuperado». 7I Ejemplo extremo, pero sabemos que en los años sucesivos se registraron muchas «carestías»; todos los Gobiernos se echaron a buscar trigo y hubo que organizar repartos .públicos de granos para impedir, sin lograrlo siempre, que la gente muriera de hambre. Durante la segunda mitad del siglo se produjo una crisis especialmente grave que afectó a todo el Mediterráneo entre los años de 1586 y 1591, y esta crisis abnó los puertos de este mar a los barcos del norte de Europa. Ni siquiera en los años normales era fácil ni abundante la vida. Recordemos que, a finales del siglo XVI, los toscanos ricos en labores, viñedos y moreras «con tutto ció non raccolgo vettovaglie per un terzo dell'anno». Y sopesamos también en todo lo que 70 71
Ibid.. pp. 194-5. ANDREA NAVAGERO,
// viaggio fatto in Spagna..., Venecia, 1563, pp. 27-8.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
vale el párrafo que en la novela Guzmdn de Alfarache expresa la queja de que «era el año estéril de seco y en aquellos tiempos solía Sevilla padecer, que aun en los prósperos pasaba trabajosamente». 72 En el corazón de la historia mediterránea anida siempre la pobreza, y, lo que es más grave, la incertidumbre ante el mañana. Ahí hay que buscar, tal vez, las razones de la prudencia, de la frugalidad y del espíritu industrioso del hombre del Mediterráneo, y también el móvil de ciertos imperialismos tan reiterados como instintivos, irreflexivos, que a veces no son otra cosa que el aguijón del pan cotidiano. Para vivir, el Mediterráneo ha tenido que hacer frente a deficiencias, actuar, salir de su marco para sacar recursos de países lejanos, asociándose a sus economías. Así logró engrandecer considerablemente su historia y construir su radiante civilización.
II.
LAS ESTACIONES
El clima del mar, con sus dos estaciones tajantes y bien definidas, hace vivir al cuerpo mediterráneo en dos fases muy distintas la una de la otra, y que cada año se repiten de manera monótona. Es como si todos los mediterráneos se alojaran en sus cuarteles de invierno, luego en los de verano, y así sucesivamente. Las innumer-'Jes indicaciones que nos hablan de las características y naturaleza del tiempo se pueden clasificar sin referencia al año: sólo importan los meses, y casi invariablemente nos encontramos con la misma actitud. Las «puertas del año» se abren y cierran como está previsto. Puertas del año es la denominación con la que se conocen solsticios y equinocios entre los berberiscos. Y cada vez se les abre a los hombres una nueva estación que trae consigo su destino: pan de cebada o hambre. 73 Las pausas del invierno El invierno comienza pronto y termina tarde: se teme su llegada y nunca se está seguro de que haya terminado. El calendario, por 72 G. BOTERO, np. cit., I, I, p. 40; MARCO FOSCARI, Kelaztone di Firenze. 1527; E. ALBÉRI, op. cit., II, I, p. 25.
73
JEAN SERVIER, Les portes de l'année, 1962, p. 13.
LA UNIDAD FÍSICA
325
motivos de prudencia, lo anuncia con discreta antelación: el 9 de septiembre, essendo hormai il fine dell'estáte, dice un documento del Senado veneciano; a continuación, el 20 de septiembre, venendo hora il tempo del invernó; y el 23 de septiembre, aproximándose il tempo del invernó.1* ¿Qué hay detrás de esto?: el deseo de no dejarse sorprender, desarmar a tiempo las galee grosse, las navi, las galeras ligeras, y licenciar toda tropa innecesaria. Cada uno deberá entonces preocuparse por su salud personal, que si sufre el más ligero atentado puede ser afectada por la malignita de la stagione. Da principio a todo un cortejo de calamidades, fatigas, restricciones y actividades abandonadas; es la stagione hórrida, tan dura para con los hombres como para con las cosas: lluvias continuas, di e note, inundaciones que no respetan ni campos ni ciudades, nevadas intempestivas, tormentas, tempestades marinas y el frío, cruel con todos, y sobre todo, con los pobres, incommodo omnium et máxime pauperum.is Los hospitales se llenan de pobres gentes. Y nunca se sabe lo que puede ocurrir luego, aunque los árboles estén ya otra vez cubiertos de flores y las llanuras en torno a Montpeíiier azuleen de jacintos. 76 En Bolonia, el 15 de abril de 1594, cinco días después de la Pascua «ha caído una gruesa nevada después de que ya había comenzado una hermosa primavera y todos los árboles estaban en flor. ¡Que Dios nos ampare!» 77 En Florencia, el 23 de mayo de 1633, después de la lluvia del 21 llega un tal golpe de frío que se ha de encender el fuego, come per li gran freddi di gennaio, y las montañas se cubren de nieve. 78 De todas las vidas que entonces se repliegan, la del campo es aquella que resulta más afectada y paralizada.79 El campesino, como decía Aristófanes, se ve forzado a descansar mientras Zeus moja la tierra.80 Durante las escampadas, siembra la cebada si no lo ha hecho en octubre, y el trigo en diciembre, y a comienzos de la primavera el maíz. En el siglo XVI este grano acababa de llegar de América. Pequeñas faenas todas, que no requieren el trabajo en masa del verano o la ayuda de los vecinos, el trabajo por favor, como se dice en Portugal. A pesar de las faenas hortícolas y de otros traba74 75 76
77
A. d. S. Venecia, Senato Mar 18, f. 45 v.; 23, f. 97; 31, f. 126. lbid., 4, f. 26, 12 de diciembre de 1450. THOMAS PLATTER, op. cit.,
p.
33,
en
enero de
1593.
GALIANI, Cronaca di Bologna, Marciana, 6114, CIII, 5. " GIOVANNI BALDINUCCI, Quaderno di ricordi, Marciana, VI-XCIV. 79 «... El invierno seguía siendo la estación temida durante la cual lo más importante era conseguir sobrevivir.» M. LE LANNOU, op. cit.. p. 52. 80 V. el clásico pasaje de TAINE, La philosophie de L'Art., 20. a ed., II, p. 121. 78
326
LA INFLUENCIA DEL MFDIO AMBIENTE
jos, el invierno es, para el campesino, la estación del ocio y de las fiestas. Una de ellas en los países cristianos era la de la matanza del cerdo, en diciembre. Boccaccio nos habla de ella en sus novelas. 81 En las montañas de las Cabilias se celebra, en el mes de enero, el solsticio de invierno con la fiesta del Ennayer, que señala la separación entre los ciclos solares: las copiosas comidas que con esta ocasión se consumen, y que se prolongan hasta bien entrada la noche, agotan reservas preciosas, pero es necesaria esta glotonería generosa para propiciarse el año venidero. 82 Bloqueados por las nieves, la mayoría de los macizos montañosos se ven abandonados, en beneficio de las tierras bajas, por pastores y rebaños. Los montañeses que no bajan al llano han vendido en las ferias de otoño las crías y los animales jóvenes que no pueden alimentar. Así sigue ocurriendo todavía hoy en las faldas del Pirineo; 8J y por la misma razón, sin duda, se vendían la ternera y el cordero por buen dinero en los baños de Luca, cuando Montaigne pasó por allí en 1581. 84 La montaña se ve abandonada, en esta época, por el pastor y por el viajero; es inútil pretender cruzar, en estos meses de invierno, las altas regiones cubiertas de nieve, con grave riesgo de dejar allí la vida y todo lo que se lleve. El embajador de Francia en Constantinopla escribía desde allí, el 12 de febrero de 1578: «Sire, las nevadas han sido aquí tan continuas y tan grandes, durante cincuenta días, que me han tenido sitiado, impidiéndome partir la semana pasada, como lo tenía resuelto.» 8S Gédoyn «el Turco», cónsul francés en Alepo en 1624, refiere las peripecias de un viaje a través de las montañas balcánicas en invierno; poco faltó para que pereciera de frío o devorado por los osos y los lobos. 86 En el Atlas marroquí, según nos informa León el Africano, formidables tormentas de nieve sorprendían con frecuencia en la montaña a los mercaderes que transportaban dátiles y otros productos del sur. Nadie salía con vida. Los mismos árboles desaparecen bajo el enorme sudario. 87 También en las regiones bajas es penosa muy a menudo la circuSl
8.a Jornada, relato VI.
82
JEAN SERVIER, op. cit.,
83
pp.
287
ss.
P. ARQUÉ, Géographie des Pyrénées franc/iises, p. 43. 84 Voyage en Ita/ie. pp. 227-37. 85 E. CHARRIÉRE, Négociations de la Yrance dans le l^vant, III, p. 713. 86 Le Journal et les lettres de Gédoyn «le Turo-, ed. por Boppe, París, 1909, PP- 37 y 38, «... y me dejó solo en el bosque lleno de osos, de lobos y de otras bestias salvajes, como lo demostraban suficientemente sus frescas huellas». 87 Description de l'Afrique, tiene partie du monde, pp. 33-4.
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lación; a causa de las lluvias continuas los ríos se desbordan y rompen los puentes, a tal punto que, según refiere Bandello al comienzo de una de sus novelas, «los mantuanos que tienen sus propiedades al otro lado del Po no pueden aprovechar los frutos de sus tierras». 88 En octubre de 1595, creció el río de tal manera que «los de Ferrara, con quienes estábamos en guerra, se dispusieron a abrir una brecha en nuestros diques», escribe un veneciano. 89 Otra vez es el Tíber el que se desborda: en 1598 se lleva la mitad del puente «Aemilius», que había sido reparado en 1575. 9 0 En 1594 fue el Amo. Ese año los ríos se helaron en Toscana y el hielo acabó con todos los árboles frutales.91 Los canales venecianos se hielan durante algunos inviernos particularmente rigurosos. 92 Pero, en el mejor de los casos, los viajeros en el siglo XVI veíanse bloqueados con frecuencia por el mal estado de los caminos, cortados por zanjas, intransitables, anegados por la nieve y la lluvia, como lo estaban los de España en febrero de 1571, 91 o los de los Balcanes en diciembre de 1592, 94 éstos, hasta ayer mismo, siempre «tan cubiertos de lodo, que apenas se reconoce el color de las ropas del viajero». 9S Pausa en la navegación También el mar se vuelve hostil. Tan es así, que la navegación, en la época romana, se paralizaba desde octubre hasta abril, dándose a las embarcaciones la orden de invernar; así lo aconsejaba la prudencia de los navegantes. 96 Así, podemos enterarnos en los Wirstüche de los exegetas alemanes, a propósito de los viajes por mar de San Pablo, que el Boniportus de Creta no era apto «ad 88
Op. cit.. I, XVI, p. 360. Museo Correr, Dona delle Rose, 23, f. 449 v. 90 STENDHAL, Prometíales.... ed. Le Diván, 1932, II, p. 258. 91 G. MERCATTI, Storia cronológica.... II, p. 790. 92 G. de Silva a Felipe II; Venecia, 2 de enero de 1573, Sim. Eo. 1332, el Bosforo se helaba en tiempos del emperador «Copronimo», Constantino V, 718-75, 89
G.
BOTERO, op. cit.. 93
p.
105.
Mario al cardenal de Como, Elves, 19 de feb. de 1581, A. Vaticanos, Spagna 26, orig. f. 124. 94 A. d. Ragusa, Lettere di Levante. 38, f. 27 v. 95 A. BouÉ, La Turquie d'Europe, 1840, IV, p. 460. 96 J. M. PARDESSUS, CWfa-f/»» de lois maritimes. I,pp. 73, 179, referencia a PLINIO,tiist. nat.. II, 47. ROBERTDE SMET, Les assurances maritimes. 1934, p. VI. A. SCHAUBE, Handelsgeschichte..., 1906, pp. i52-4. WALTER ASHBURNER, The Rhodtan Sea Lau. Oxford, 1909; CXLVIII. E. DE SAINT-DENIS, «Mare clausum», en R. E. L.. 1947.
328
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
hiemandum», 97 y fue preciso que el navio alejandrino que había de transportar al Apóstol invernara en Malta. 98 Siglos después encontramos estipulaciones análogas a las de la época romana en los códigos marítimos de las ciudades medievales, en el Constitutum Usus de Pisa, en 1160, 99 que establecía como obligatoria la suspensión de los viajes por mar desde la fiesta de San Andrés hasta las calendas de marzo (tempore hyemali post festum Sancti Andreae... ante Kalendas Martii); en el Estatuto marítimo veneciano de 1284; 10° en el de Ancona de 1387. 101 El legislador mantuvo, pues, durante varios siglos, la precaución y la prohibición aconsejadas por la experiencia. Hasta finales del siglo xvill, los levantinos no navegaban sino desde el día de San Jorge (5 de mayo) al de San Demetrio (23 de octubre). 102 Sin embargo, se multiplican las victorias que, sobre todo desde el año de 1450, la navegación logra sobre el obstáculo del invierno. Pero hay que advertir que sólo se trataba de victorias muy parciales y discutibles, y, además, siempre erizadas de peligros. Frecuentes naufragios recuerdan cada año la furia del invierno. Hasta el punto de que Venecia ratifica en 1569 las prohibiciones de antaño, aunque atenuadas, puesto que ya no imponían la veda de las rutas marítimas, sino entre el 15 de noviembre y el 20 de enero, «su'l cuor dell'invernata». I03 En materias tales no es posible, sin embargo, volverse atrás: las nuevas leyes fueron tan mal acatadas que la Señoría hubo de reiterarlas en 1598. 104 Esta legislación veneciana es muy sintomática, e indica el precio que todavía en esta época costaba cada año el invierno a la navegación. Peligro real, que las catástrofes confirmaban a cada instante. El 1.° de diciembre de 1521, arrastradas por el viento «greco», naufragaron en el Adriático muchas embarcaciones cargadas de granos, una de ellas en el propio puerto de Ragusa;105 el 11 de noviembre de 1538, 38 galeras 97 98 99 100 101 102
Actus Ibid., J. M. Ibid., Ibid.,
Apostolorum, XXVII, 12. XXVII, 13. PARDESSUS, Collection de lois maritimes. IV, 1837, p. 578. VI, p. 46. V, p. 179.
JEAN CHARDIN, Journal du royage en Perse. 1686, I, pp. 110 s. VÍCTOR
BÉRARD, Les Naiigations d'U/ysse, II, Pénélope el les Barons des tiles, 1930, p. 33, n. 1. «Es curioso que los musulmanes hayan adoptado para las épocas de pago sistemas de arrendamiento que estaban en uso entre los cristianos desde la época del Imperio griego; es decir, para el día de San Jorge, 5 de mayo, y para San Demetrio, 23 de octubre». A. BouÉ, op. cit., III, p. 120. 103
104 105
J. M. PARDESSUS, op. cit., V, pp. 71-2, ley del 8 de junio de 1569-
Ibid., V, p. 81, ley del 18 de junio de 1598. S. RAZ/.I, La storia di Raugia, p. 121.
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de Barbarroja fueron lanzadas de un solo golpe contra la costa, destrozadas por la furia del mar, y los pocos hombres y bienes que escaparon del naufragio fueron asesinados o despojados por los albaneses; 106 el 9 de noviembre de 1544, siete naves ragusinas perecieron víctimas de la tempestad; 107 en enero de 1545, una ráfaga de «greco tramon.tana» echó a pique cincuenta barcos en el Adriático, entre ellos rres naves venecianas que iban a Siria, con más de 100 000 ducados a bordo; , 0 8 el 29 de diciembre de ! 570, durante la racha de la «mejor suerte» que haya tenido el Adriático, naufragaron dos navios en pleno puerto de Ragusa.109 Se producen innumerables hechos análogos; por ejemplo: toda la flota de las galeras de España embotellada en la bahía de la Herradura, en octubre de 1562; un centenar de navios y doce galeras arrojadas a la costa por la furia del mar frente a Constantinopla, en octubre de 1575, n o etcétera. Quien navega en invierno debe saber que se halla a merced de los elementos, estar alerta y dispuesto a ver encenderse en las noches tormentosas, en uno de los palos del barco, los fanales de tempestad, los «fanales de borrasca» de que habla el Guzmán de Alfarache.xxx Los viajes, que en invierno son siempre más largos y azarosos que en verano, se vuelven más escasos. Todavía a comienzos del siglo XIX, en Venecia y en Odesa, disminuían las salidas en cuanto se acercaba octubre," 2 y era difícil encontrar barco. Con mayor razón en el siglo XVI. En 1572, Vincenzo degli Alessandri, a su regreso de Persia, pasó por esa experiencia en el mar Negro. Con tiempo despejado, las embarcaciones podían hacerse a la mar en pequeños viajes sin mayor peligro y en travesías de algunas horas. Los grandes barcos muy marineros y capaces de capear las tormentas invernales se aventuraban también, a pesar del mal tiempo, en viajes que la mala estación hacía precisamente más lucrativos. Pero en conjunto, la escasez de la navegación comercial en esta época del año saltaba a la vista. Las galeras permanecían completamente inmóviles, al abrigo, en lo más recogido de los puertos, bajo las bóvedas de los arsenales, bien protegidas y en seco, mientras los galeotes se desmoralizan sin hacer nada. A Marcel 106 107 108 109 110 1.1 1.2
lbid., p. 141. lbid.. p. 156. lbid. lbid., pp. 169-70. Avisos de Constantinopla, 17, 18, 20 oct. 1575, Sim. Eo. 1334 M. ALEMÁN, op. cit., II, Segunda Parte, IX, p. 219. CONDE DE ROCHECHOUART, Mémoires, op. cit.,
pp.
75,
103.
330
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Fig. 20
Un viaje a España que acabó en Tabana, enero de 1597
Cesare Giustiniano se embarca en Genova en una galera de esta República. Hacen escala en Pomégues, una pequeña isla frente a Marsella. Después de haber atravesado el golfo de León, el mistral sorprende a la nave al largo del cabo de Creus. En ¡ugar de alcanzar España, donde había de representar a su República como embajador ante Felipe II (es decir, inmediatamente después de aquella bancarrota de 159Ó que tan duramente había afectado a ¡os hombres de negocios genovesesl, ve su nave empujada hacia el sur por la tempestad. Por último, la galera toca en una bahía desierta de la costa africana, entre Djidjelli y Collo, permaneciendo allí por espacio de seis días. Al resultar imposible enfilar de nuevo la ruta del norte, se ven obligados a dirigirse a la isla genovesa de Tabarca. La galera ha resultado seriamente dañada, y Cesare Giustiniani viaja a Cerdeña en un barco mercante, y de allí, finalmente, a España. Reconstrucción del viaje gracias a la correspondencia de Cesare Giustiniano, A. d. S. Genova, Lettere Principi.
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Maus, que se ha ocupado de la influencia del invierno sobre la vida religiosa y social (es cierto que entre los esquimales), le haría gracia cierto pasaje del Itinéraire de Chateaubriand. Los capuchinos franceses, dice el escritor, «tienen su residencia principal en Nápoli (de Rumania, en Morea), a causa de que las galeras de los beys van a la fiesta de San Jorge, que es el día en que se hacen de nuevo a la mar, llenas de forzados cristianos, a quienes hay que instruir y dar ánimos, que es de lo que se ocupa, con tanto celo como fruto, el padre Bernabé de París, en la actualidad superior de la Casa de Atenas y de la de Morea»." 3 Estamos hablando del año 1806, cuando las galeras, prácticamente, habían desaparecido de Occidente; sin embargo, para las que aún quedaban en Malta o en el Oriente subsiste el mismo determinismo geográfico de la época de Solimán el Magnífico. En el siglo XVI, las escuadras, las fustas o las galeras de los corsarios estaban sujetas también a la necesidad de invernar. «Era entonces invierno en el mes de diciembre de aquel año de 1573 y, por tanto, todos los corsarios y arraezes, o invernavan fuera de Argel, o tenían en el puerto los baxeles desarmados»," 4 cuenta Haedo. En diciembre de 1579, según el testimonio del mismo Haedo, el reis Mami Arnaut invernó «en el río de Bona»," 5 que no puede ser sino la desembocadura del Seybouse... Lo mismo hacían las escuadras: el Gobierno español gustaba de maniobrar con las suyas en plena estación invernal, en la seguridad de que en ella se replegaban sobre el este las peligrosas armadas turcas. Así lo hacían también ciertos corsarios, juzgando que valía la pena correr el riesgo y que los peligros del mar no eran, después de todo, más temibles que los de las grandes armadas enemiga* activas durante los meses de verano. Pero los marinos al servicio de España no dejaban de protestar contra estas navegaciones de invierno. «Por el celo del servicio de V. Magestad—escribía en agosto de 1561 el príncipe de Mein, ala sazón «general de la Mar» de Felipe II, y que, como se ve, gustaba de tomar anticipadamente sus precauciones—: N o puedo dexar de dezir que hazer navegar las galeras en invierno es en evidente peligro de perderse y tanto más en la costa d'España, tan larga y sin puertos, y que ya que no se pierdan, se consumirá la 113
Itinéraire.... p. 157.
114
P. DIEGO DE HAEDO, Topographia.... ValJadolid, 1612, p. 174.
115
Ibid., p. 230.
332
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Ruta antes del mistral
Fig. 21
RUTA DESPUÉS P(-L WIISTR^i. barco en buen estado barro en mal estado
Ddrco Hundido
fechas
Efectos del mistral, el 19 de abril de í569 y en días sucesivos
La escuadra de las galeras del gran comendador de Castilla, don Luis de Requeséns, se hace a la vela rumbo a las costas de España. Su intención era tocar en el litoral del reino de Granada, cuya frontera se encuentra al sudoeste de Cartagena: los moriscos se habían levantado la noche de Navidad del año anterior. Las galeras tenían la misión de interceptar las expediciones de los berberiscos, que proporcionaban hombres y armas a los insurgentes. El mistral sorprendió a la escuadra en el golfo del León y empujó la mayor parce de las galeras hacia las costas de Cerdeña. Nótese el viaje contra el viento de una galera que llega a Aigues-Mortes; la arribada a Palamós, el día 27, de la galera de don Luis de Requeséns, donde ha sido precedido por soldados que se habían separado de la escuadra en Marsella y se habían dirigido a pie a España; los dos viajes que llevan a una galera a Pantelaria y a otra a Agrigento, donde arriba ésta el 7 de mayo. El mapa se ha construido a base de los datos de un buen número de documentos que he examinado y resumido en Simancas: con ellos, J. GENTIL DA SILVA y JACQUES BERTIN han dibujado el que aquí
reproducimos. También habría sido posible cartografiar del mismo modo la forma en que el suceso fue conocido y, a continuación, comunicado: por lo que parece, Genova ha sido la principal fuente de información que ha permitido a España llegar a enterarse de lo ocurrido.
chusma y todo lo demás de manera que no podrán servir a su tiempo» (para la nueva estación). ' l 6 No: ¡a guerra de galeras no era posible durante el invierno, verdad ésta que los expertos en el asunto debían repetir sin cesar a las autoridades políticas, tan sor116
Sim. Eo. 1051, f. 131.
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das a sus observaciones. Don García de Toledo, que también era «general de la Mar» de Felipe II, expresó en noviembre de 1564 sus razones para no lanzar toda su flota contra la rebelión de Córcega, como Genova lo pedía. «Es verdadero y muy claro —escribió i n al embajador español en Genova, Figueroa— que todas las empresas que se hazen en ymbierno es gasto perdido..., se gastara dinero sin sacar fruto, lo cual ha sucedido ya otras vezes y sucederá perpetuamente si en esta sazón se emprende.»Y (como las tropas que a bordo iban venían de la empresa del peñón de Véiez de la Gomera y estaban fatigadas) se corría, además, el riesgo de comprometer las operaciones de primavera a cambio de una pequeña ganancia, o, para decirlo con las propias palabras de García de Toledo, «... assi que temo tomásemos la paloma por la cola podiendola tomar por la cabera..» Sería arriesgado, aun cuando se tratara de un simple paseo militar, la travesía del canal de Piombino, «es una navegación arto larga, yncíerta y peligrosa», que, además planteaba aquel año problemas de aprovisionamiento difíciles de resolver. En resumen, las galeras que no se sometían a las reglas del invierno exponíanse al desastre. El poco calado de sus quillas no les permitía capear las marejadas y tempestades. 118 Adivinamos las razones por las que Carlos V trató de tomar por sorpresa Argel en octubre de 1541. Pero fue víctima de la estación por él elegida, la época «que los moros llaman Cassem», que quiere decir «sección», e indica el paso de la estación del buen tiempo a la del malo." 9 En el invierno de 1554 zarparon de Marsella, con rumbo a las playas romanas, las galeras de Francia al mando de Piero Strozzi, acompañadas de varias embarcaciones cargadas de harina. Una borrasca dispersó el convoy, haciendo naufragar algunas barcas y una galera; las demás unidades se desperdigaron y regresaron a Marsella desarboladas, sin remos ni velas. 120 Y en su momento oportuno nos ocuparemos de ¡a catástrofe de La Herradura, bahía abierta cerca de Málaga, donde el mar tragó a la flota española en octubre de 1562. El pasillo de Málaga, muy expuesto a los vientos del este, es durante todo el invierno sumamente peligroso, tal vez más peligroso 1 7 Sim. Eo. 1054, f. 20, el mismo caso a propósito de un viaje a La Goleta, virrey de Ñapóles a S. M., Ñapóles, 24 de enero de 1562, Sim. Eo. 1052, f. 12. 118 P. DAN, Histoire de Barbarie. 1637, segunda edición, p. 307. VÍCTOR BÉ-
RARD, op. cit.. p. 34, n. 1. 1,9 PAUL ACHARD, La ríe extraordinaire des /reres Barberousse, 1939, p. 231. 120
Vil,
PP.
Cor. Mor. al Rey, Roma, 8 de enero de 1554, Corpo Diplomático Portuguez, 298-9.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
aún que el golfo de León. N o sólo en invierno, sino también en primavera: en abril de 1570, dos galeras fueron arrojadas a tierra en Málaga y otras tres se perdieron. 121 En 1566 naufragaron allí varios buques más. 122 Al año siguiente, en febrero, veintisiete barcas y navios, casi todos procedentes de Flandes con armas y salazón, se fueron a pique frente a Málaga. 123 Tampoco el golfo de León desmintió su fama: en abril de 1569, el viento que dispersó las veinticinco galeras del gran comendador de Castilla —en ruta hacia las costas de Granada—, haciendo temer un desastre completo, fue tan poderoso que ciertas galeras aparecieron en las costas de Cerdeña, y la de Ambrosio Negrón no logró tocar tierra hasta Pantelaria. 124 En resume'n: lo mejor que se puede hacer en el mal tiempo es no moverse del puerto,'o se verá uno obligado, como le ocurrió a Cario Doria en enero de 1603, a volver a él: trató en vano de salir de la playa de Barcelona, siendo empujado de nuevo hacia ella numerosas veces y resultando de ello muchos mástiles y antenas partidos y la pérdida de 300 galeotes. 125 Invierno: época de paz y proyectos El mal tiempo, pues, era una tregua obligada en las grandes guerras marítimas; y también, no menos regularmente, por lo demás, en las guerras terrestres, imposibles de proseguir «con el invierno a las costillas». 126 Cierto es que oficialmente la guerra no llega a paralizarse del todo, pero el amortiguamiento de las operaciones es considerable y evidente. Así ocurre a propósito de la dramática guerra de Persia combatida entre 1578 y 1590, y también en cualquiera de las guerras libradas en el Mediterráneo, o cerca de él. «Al acercarse el día kasim (el día de San Demetrio, 26 de octubre), tocan a su fin, habítualmente, las campañas turcas por tierra y por mar», anota Hammer en su precioso libro sobre el Imperio otoma121
Fourquevaux a Carlos IX. Córdoba, abril de 1570, C. DOUAIS, op. cit., II,
p. 214. 122
CESÁREO FERNÁNDEZ D U R O , La Armada española desde la unión de Castilla y
Aragón, 1895-1903, II, p. 104. ¿Se confunde con 1567? 123 P. Verdugo a Felipe II, Málaga,'19 de marzo de 1567, Sim. Eo., 149, ff. 277-8. 124 Franco, de Eraso a Felipe II, 16 de mayo de 1564, Sim. Eo. 1446, f. 131. 125 Contarini al dux, Valladolid, 11 de enero de 1603, A. d. S. Venecia. 126 Mémoires de Guillaume et Martin du Bellay, ed. por V. L. BOURRILLY y F. VlNDRY para la «Société de l'Histoire de France», t. I, 1908, p. 39.
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no. 127 Y es que la guerra se alimenta del país mismo. Tiene, por tanto, que aguardar (esto es razón primordial) a que se levanten o estén a punto de levantarse las cosechas. Para seguir refiriéndonos a los turcos, el historiador Zinkeisen escribe a propósito del sitio de Belgrado, por los otomanos, en 1456: «En el curso del mes de junio, precisamente en la época en que los trigos comienzan a madurar, el ejército de sitio otomano se dirigió sobre Belgrado.» 128 En la paz como en la guerra se impone, pues, el calendario de las estaciones. Podría ilustrarse esta verdad con mil ejemplos. 129 En suma: el semestre de invierno es un período tranquilo y pacífico. Las guerras entre los Estados sufren un compás de espera, y también las pequeñas guerras, salvo alguna que otra acción inesperada, pues tanto en el mar como en la tierra el mal tiempo es un buen aliado de la sorpresa. Fue un invierno cuando las bandas protestantes llegaron hasta la propia frontera del Rosellón, en 1562; en septiembre de 1540, los corsarios argelinos trataron de sorprender a Gibrakar, y lo pasaron muy mal con el mistral durante su retirada; los «ponentini» solían ir en galeones o en galeras reforzadas a piratear por los mares agitados de Levante a finales del invierno. Durante este período de constante «sin novedad» sólo lenguas y plumas siguen activas. El 20 de marzo de 1589, el cónsul español en Venecia, Juan de Cornoca, escribía: «Estamos sin nuevas del turco, el invierno ha cortado los pasos..., nunca hemos estado tan privados de noticias.»130 De verdaderas noticias, tal vez; pero ello no impedía, antes al contrario, que circulasen los rumores y las cabalas. El invierno, al amortiguar o suspender los viajes, contribuía a la difusión de noticias falsas. Era también la época de las bravuconerías fáciles y sin peligro. El nuncio escribía refiriéndose a los imperiales: «Ahora que es invierno, dejan a los franceses que se engallen a su manera...» 131 Las informaciones eran entonces más abundantes que sustanciales para los Gobiernos que las solicitaban. Para ellos mismos era también la hora de los proyectos y de las grandes elucubraciones. 127 Histoire de l'Empire Ottoman, (se da por error la fecha de 30 de noviembre), VII, pp. 268-9. us Op. cit.. II, pp. 81-2. ' 2 9 El ejemplo, bastante bueno, de la guerra de Molinella, en Laurent ie Magnif'iue. pp. 169-70. u " A. N., K 1674, ong. '"" Innsbrück, 8 de enero de 1552, Nuntiaturberkhte aus Deutschland, I, XII, P- 140.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
El trabajo burocrático de los estados mayores tomaba alas. El invierno era la época del papeleo. Hoy, diríamos, el «papeleo de invierno», de donde han salido muchos legajos que los historiadores deben consultar siempre con grandes reservas. Nada apremiaba. Buena ocasión para deliberar, para discutir, para proyectar, y finalmente para construir sobre el papel. Si ocurría esto o aquello, debería hacerse tal o cual cosa; sin embargo, si el turco o el rey de Francia... Y páginas tras páginas se cubrían de tinta. Las grandes ideas, los maravillosos planes que los historiadores analizan con respeto y convicción, maduraban muchas veces al calor de la lumbre o de un brasero durante los meses de invierno, en un despacho confortable, mientras afuera, en Madrid o en todas partes, soplaba el cierzo, la brisa helada de las montañas. Nada parecía entonces demasiado grande o demasiado difícil. Bloquear los Países Bajos, privarlos de sal, acaparar todo el trigo hanseático del que se alimentaban, cerrarles las puertas de España, proyectos de invierno. En 1565-1566, después del descalabro de los turcos delante de Malta, en medio del pánico del verano que acababa apenas de terminar, se prevé la posibilidad de enviar a La Goleta 12 000 hombres, tanto italianos como españoles.' 32 Ahora bien, ¿cómo alojar a tanta gente en el minúsculo «presidio», que seguía siendo demasiado pequeño aún después de las ampliaciones que acababan de hacérsele? La cosa no tenía importancia; se les acamparía bajo los muros, del lado del cabo Bon, que en el mapa parecía un buen emplazamiento. Todo estaba previsto; y como de costumbre, nada se ejecutó. El verano, al menos desde este punto de vista, era si no más razonable, al menos más realista; o, dicho más exactamente, durante el verano los acontecimientos se desarrollaban por sí solos, sin que los Estados pudieran siempre controlarlos. Un trabajo positivo se desarrolla, sin embargo, durante el invierno, uno sólo: las negociaciones, las discusiones diplomáticas, las resoluciones pacíficas. Desde este punto de vista, el invierno era un alto saludable. Cuando estudiemos los tratados de paz, de los que se hablará en este libro, veremos que fueron concertados siempre en los meses de invierno y son anteriores a los tumultos y a los hechos irreparables del verano. La paz de Cateau-Cambrésis salió de las pláticas mantenidas en el invierno de 1558-1559, y se firmó el 2 y el 3 de abril de 1559. Las treguas hispano-turcas tienen lugar en pleno invierno, y la de 1581 fue firmada el 7 de febrero. V. infra, II, pp. 4S>5 ss.
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La paz de Vervins data del 2 de mayo de 1598. La tregua de los doce años se firmó en La Haya l 3 3 el 9 de abril de 1609. La única excepción a la regla es la paz hispano-inglesa, firmada el 28 de agosto de 1604. 134 Pero, ¿acaso no era ya, antes de firmarse, un hecho desde la muerte de Isabel, en marzo de 1603, y desde antes del viaje de donjuán de Tassis, conde de Villamediana, a Inglaterra (junio de 1603)? Estamos muy lejos de pensar que el simple vaivén de las estaciones rija el complicado juego y los enmarañados hilos de la diplomacia. Sin embargo, la fecha de los acuerdos tiene su importan>_,a. ¿Cuándo se producen? A comienzos del invierno, apenas s inician las conversaciones; cuando el invierno está a punto de expirar, el debate llega a su punto culminante, ¿no era el temor, la aprensión del verano y de sus enormes gastos militares, lo que hacía razonables a los Gobiernos? Las penurias del invierno He aquí, pues, el Mediterráneo bajo el signo del reposo y de la paz, dulces imágenes que sugieren otras: la de los al parecer soleados meses de enero, que tanto ponderan los carteles de propaganda de la Costa Azul; o la de las bandadas de pájaros migratorios que descienden sobre las tierras de Mediodía —como un maná—, especialmente en el Egipto, que Belon du Mans " 5 vio «todo blanco» de pájaros, sin duda por la época en que, en aquellos campos, se pueden coger con la mano las codornices. Pero el invierno mediterráneo, como el de Europa, es una realidad mucho menos seductora. En las ciudades especialmente, y a menudo en la montaña, representa una dura prueba para los pobres. El 6 de noviembre de 1572, Juan Andrea Doria escribía a don Juan de Austria: 136 «V. A. sabia que como no se coge trigo en aquella tierra y muy poco de todo lo demás que es menester por el sustento de la gente, assi ay mucha pobreza no solo en las montañas, pero también en la propia ciudad de manera que passan los pobres trabajo en vivir y lo passan tanto mayor en el invierno quanto que a la necessidad del pan se añade la del vestir y les falta la forma de trabajar...» Y la carta termina diciendo que «es posible 133
A. BALLESTEROS, op. cit..
134
lbid., p. 201.
135
BELON DU MANS, op. cit., p. 101 v., «desde que se ve que blanquean los
IV,
1, p.
200.
campos y las praderas y principalmente las cigüeñas». 1,6 Sim. Eo. 1061, f 133.
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reunir en Genova, para la primavera que viene, forzados para la tripulación de diez galeras voluntarias». Es éste, si no me equivoco, un documento abrumador para la Genova de los banqueros y para el invierno del Mediterráneo. 137 No diremos, claro está, que el invierno del Mediterráneo sea glacial. Pero sí mucho menos tibio de lo que generalmente se piensa, y a menudo húmedo. Es, sobre todo, un personaje extraño que se presenta bruscamente después de seis meses de calor y contra el cual el Mediterráneo no ha podido o sabido nunca precaverse. Todo ocurre cada año como si el mar se viera sorprendido por las ráfagas de frío. Las habitaciones mal cerradas, con sus enlosados en vez de entarimados de madera, mal calentadas y, sobre todo, difícilmente calentables, no están hechas para la lucha contra el frío. Sólo saben defenderse contra el calor. Dicen que Fernando de Aragón acostumbraba a decir, en contra de la opinión predominante, que había que veranear en Sevilla e invernar en Burgos, 138 pues, aunque el frío de Burgos fuese muy riguroso, había, al menos, medios para defenderse de él. ¡Cuántos viajeros no han pensado, como Fernando de Aragón, tiritando en las glaciales habitaciones, de una casa de Argel o de Barcelona, que nunca han sentido tanto frío como en el Mediterráneo! El verano y su vida precipitada Al llegar la esplendorosa primavera, generalmente húmeda, cálida, con sus vientos impetuosos... «que hacen brotar las yemas en los árboles» | 1 9 (una primavera muy corta, pues los almendros y los olivos se llenan de flor en unos cuantos días), la vida se anima, se precipita. A pesar de sus peligros, el mar conoce en abril uno de los períodos más activos del año. En los campos, terminan las últimas faenas. 140 Inmediatamente, a un ritmo activo, se suceden todas las cosechas: la de la mies en junio, la de los higos en agosio, la vendimia en septiembre, la de la aceituna en otoño. Y las labores de la tierra se reanudan con las primeras lluvias del otoño. 141 Los 137 El invierno: miseria de Aragón, C. DOUAIS, op. cit., III, p. 36, 13 de feb. de 1567. 138 G. BOTERO, op. cit., I, p. 10, «... che il Re Ferdinando diceva d'estate bisognara dimorare in Sitiglia come d'invernó a Burgos, che i freddissima citta ma con mirabili ripari contra il fredo...». 139
140
LEÓN EL AFRICANO, op. cit., p.
37.
JOAN NISTOR, Handel und W'andel in der Moldau bis zum Ende des xvi.Jahrhunderts, 1912, p. 9141 J. SAUVAGET, Alep. Essai sur les origines d'une grande tille syrienne, des origines ait milien du XIX' siecle, 1941, p. 14.
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campesinos de Castilla la Vieja deben tener sembrado ya su trigo para mediados de octubre, para que la planta tenga tiempo de formar las tres o cuatro hojas que le ayudarán a resistir los intensos fríos del invierno. 142 Así pasan en el espacio de unos pocos meses las hojas más importantes del calendario agrícola. Hay que darse prisa, aprovecharse de las últimas lluvias del otoño, de los primeros días buenos o de los últimos. Toda la vida agrícola, es decir, lo mejor de la vida mediterránea, se halla bajo el signo de la premura. El invierno está en puerta, con todos sus temores: hay que apresurarse a llenar las bodegas y los graneros. Hasta en las casas de la ciudad se pone las provisiones a buen recaudo: l4< el vino, el grano, la leña indispensable para la calefacción y para la cocina. Antes de que llegue el invierno, hacia septiembre, para poder pagar los indispensables pastos y los gastos del año, vemos a los pastores españoles, en Medinaceli y en otras partes, vendiendo sus lanas por anticipado a los mercaderes de Burgos. Después, en mayo, habrá que apresurarse para entregarlas a los acuciosos acreedores. Pero el medio millón de ducados que reciben por adelantado significa la seguridad durante el invierno. 144 Los silos subterráneos de los árabes en Orania y las zanjas de los campesinos de Apulia y de Sicilia son otra manera de prepararse ante la contingencia futura. 14S Con el verano se precipita también, ya lo hemos dicho, la guerra bajo todas sus formas: las operaciones por tierra, la guerra de galeras, la piratería y el bandidaje en las campiñas. Al mismo tiempo, el tráfico se activa a lo largo de las rutas. Por tierra, el único enemigo del viajero, en esta época, es el calor; cabía, sin embargo, el recurso de viajar de noche o en la madrugada, con la fresca. 146 En el mar, el Sahara trae con su soplo el buen tiempo y, sobre todo —lo que no es menos importante—, condiciones atmosféricas estables. En el mar Egeo los vientos estivales soplan regularmente de norte a sur, entre mayo y octubre, 147 hasta que llegan las precoces tormentas de otoño. 148 Dice el barón de Tott que de Creta a Egipto, «los vientos que en esta época ljunio| 142 JESÚS GARCÍA FERNÁNDEZ, Aspectos del paisaje agrario de Castilla la Vieja, Valladolid, 1963, p. 25. 143
144
M. BANDELLO, op. cit., I, p. 279 y passim.
R. CARANDE, Carlos V y sus banqueros, Madrid, 1943, pp. 57 ss. 145 Diego Suárez, Ms. de la B. N. de Madrid, cap. 34. 146 A. BouÉ, op. cit., IV, p. 460, Granvella al cardenal Riario, Madrid, 15 de jun. de 1580, A. Vaticanos, Spagna, 17, f. 135. 147 148
P. VIDAL DE LA BLACHE, op. cit., G. HARTLAUB, op. cit., p. 20.
p.
265.
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soplan de oeste a norte sin agitar nunca el mar, permiten a los navegantes calcular el momento de su llegada a Egipto». 149 Son los mismos vientos que permitieron a Belon du Mans en 1550 hacer un viaje seguro de Rodas a Alejandría. Más rápidos y de duración previsible, los viajes son, por otra parte, relativamente seguros y tranquilos a lo largo de todo el mar. El viejo príncipe Doria acostumbraba a decir: «en el Mediterráneo hay tres puertos: Cartagena, junio y julio». ,5 ° La navegación se activa con la calma del verano con tanta mayor razón cuanto que el período de las cosechas incita a los cambios. Las grandes transacciones coinciden con la siega, la trilla, la recolección de frutos y la vendimia. La aparición de los vinos nuevos es una gran coyuntura comercial. En Sevilla, por ejemplo, la vendeja es una especie de feria de vinos que se celebra en fecha fija: «entre el 17 y el 19 de octubre..., por el tiempo que llamamos de la vendeja», escribe en 1597 el duque de Medina Sidonia. ' 5 1 Los barcos del norte llegaban a buscar los vinos de Andalucía, además de la sal, el aceite y las mercancías de ultramar. Cervantes nos cuenta en el Coloquio de los perros ' 5 2 las trapisondas de una muchacha de vida alegre que trabaja en Sevilla en complicidad con un compadre, un alguacil bribón. La muchacha se ha especializado en explotar a los bretones (es decir, a los ingleses y gentes de los países nórdicos en general); ella y una amiga «andaban siempre a caza de extranjeros, y cuando llegaba la vendeja a Sevilla y Cádiz, llegaba la huella de su ganancia, no quedando bretón con quien no embistiesen». Pero la vendimia es, además, en todo el Mediterráneo, la hora del regocijo, la francachela y la licencia. En Ñapóles, los vendimiadores interpelan a su antojo a cuantos encuentran a su paso, mujeres y hombres, religiosos o seglares, lo que da pie para muchos 149
Mémoires. Parte IV, p. 5. P. ACHARD, op. cit., p. 204, confunde Mahón con Cartagena, G. BOTERO, op. cit.. p. 7. Sobre la seguridad portuaria de Cartagena, Instruct. naut.. n.° 345, p. 95151 El duque de Medina Sidonia a Felipe II, Sanlúcar, 20 de nov. de 1597. Sim. Eo. 178. Sobre la importancia del comercio de vinos en Sevilla, G. BOTERO, op. cit., I, 10, «... che si dice che quando non entraño in Siviglia 4 000 arrobe di riño al di, bisogna che il Datio fallisca». 152 Novelas ejemplares, ed. FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN, Espasa Calpe, 1943, t. II, p. 261, n. 13. Es incorrecto traducir vendeja por vendimia; vendeja significa en realidad, venta, mercado, como explica MARCEL BATAILLON, «Vendeja», en Híspanle Reiiett. XXVII, n.° 2, abril de 1959. Pero la confusión es comprensible, pues el «mercado» es esencialmente el de vinos. Un documento de comienzos del siglo xvn (B. N. París, Fr. 4826, f. 5) dice textualmente: «... la flota de la vendimia estaba a punto de partir de Francia para ir a los puertos de España durante todo el mes de julio...». 150
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abusos. Pedro de Toledo, virrey de Ñapóles, campeón de la onestita, enemigo de estas costumbres paganas, llegó a dar un edicto contra semejantes licencias. , 5 3 No se nos dice si la medida fue eficaz. Porque no es fácil luchar contra estas tradiciones, contra la complicidad del verano y del vino nuevo, ni poner freno a las francachelas colectivas desatadas con ocasión de la cosecha de higos, I54 o de hojas de morera, como en las planicies de Murcia. 155 En Ragusa, ciudad prudente, excesivamente prudente, aunque obligada a serlo más que cualquier otra, la vendimia era para las autoridades un período de zozobra y de alarma; vigilábanse los cuerpos de guardia, las murallas y los extranjeros para saber si estaban armados, y especialmente a la gente de la Apulia, como ocurrió en agosto de 1569: «lipugliesi—decían los rectores—, quali intendiamo essere molti nella citta et scandalosi...». 156 El verano es también la época de la pesca abundante. El pescado, especialmente el atún, depende de los tropismos de las estaciones. En verano funcionan las almadrabas; el duque de Medina Sidonia, que tenía el monopolio de las almadrabas andaluzas en la época de Felipe II, hacía sonar en verano el tamboril para reclutar la mano de obra necesaria. Recluta que equivalía, ni más ni menos, a la de un ejército. Al cambiarse la estación (antes y después del invierno), funcionaban las fabulosas pesquerías del Bosforo. 1S7 A finales de invierno —por ejemplo, en abril de 1543—, llegaban a Marsella en vísperas de la estación de la pesca barcos enteros cargados de barriles vacíos, que Fréjus enviaba para las salazones: 1 800, el 17, en tres barcos; 200, el 21; 600, el 26; 1 000 el 30 de abril. 158 Las epidemias de verano Pero los calores también desencadenan males endémicos sólo apaciaguados en el invierno. El barón de Tott hace notar que la peste «comienza a hacer estragos desde la primavera y dura de 1S3
«Vita de Pietro di Toledo», en Architio storico italiano, IX, p. 22. En Cabilia, J. LECLERCQ, De Mogador a Biskra, 1881, p. 194. A. MOREL FATÍO, Ambrosio de Salazar, Toulouse, 1901, p. 16. 156 A. d. Ragusa, L. P. 2 ff. 26 y v., 27, 30 de agosto de 1569. G. BOTERO, op, cit.. p. 105, a principios del invierno y a principios de la prim avera. Description du Bosphore.... Colección de Crónicas Nacionales, BUCHÓN, r - 'II, 1828. Archives des Bouches-du-Rhóne, Almirantazgo de Marsella. Registro de j*rtificados de desembarco de mei andas. Descargas de barcos, B IX 14 (1543), ff. LX V v. y LXVI, LXVII v., LXIX, LXX. iS4
155
342
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
ordinario hasta que se aproxima el invierno». l 5 9 Lo mismo podría decirse con respecto a las demás epidemias del Mediterráneo (salvo el tifus exantemático, mal endémico en el norte de África, que remitía a la llegada del verano). Las ciudades eran, como siempre, las más castigadas. En Roma, la fiebre hacía estragos todos los veranos. Los cardenales huían, en estos meses, a sus casas de campo, a sus viñas, que, en contra de lo que decía Scarron, 160 no eran solamente un lujo ostentatorio y cuestión de vanidad. Cuando el cardenal de Rambouillet, embajador del rey de Francia, llegó a Roma en julio de 1568, advirtió que «los señores cardenales de Ferrera y de Vitelli» se habían ido «huyendo de los calores», l 6 1 y con ellos muchos otros. El propio Sixto V siguió más tarde el mismo sistema y todos los años se iba a veranear a su casa de campo —bastante mal situada, por cierto—, cerca de Santa María Maggiore, en un rincón del Esquilino, 162 o al nuevo palacio pontificio construido sobre el Quirinal. 163 En mitad del verano, Roma era hasta hace poco una ciudad desierta, «sofocante y como maldita, a causa de la fiebre». 164 Por todas partes —en Roma, en Aviñón, en Milán o en Sicilia—, los ricos, los nobles y los burgueses, los seglares y la gente de iglesia, abandonaban en verano las calurosas ciudades para irse al campo. Felipe II no iba a El Escorial en busca únicamente de soledad, sino también de frescura, huyendo del implacable verano de Castilla. 165 ¿Quién mejor que Bandello —comensal y cronista de toda esta gente acomodada— podría decirnos lo que eran estas emigraciones estivales? ¡Qué felicidad poder pasar la canícula en un jardín fresco, en Milán, cerca de la Porta Beatrice, comiendo sabrosas frutas y bebiendo «un generoso e preziosissimo vino blanco»! 166 «El último verano —refiere Bandello—, huyendo de los calores, que son excesivos en Milán, fui... con el señor Alejandro Bentivoglio y su señora, su señoría Hipólita Sforza, a su residencia del otro 159 I, p. 23. Fiebres de verano. Fourquevaux a la reina, 20 de jul. de 1566, DOUAIS, Dépecbes..., II, 7-8 (Fourquevaux guardó cama, pero no se da ningún detalle); G. MECATTI, op. cit., II, p. 801 (en Hungría en 1595); N. IORGA, Ospeti romeni, op. cit., p. 87, J. B. TAVERNIER, op. cit., I, p. 72, en Esmirna la peste «reina de ordinario durante los meses de mayo, junio y julio». 160 Román comique, primera parte, 1651, 2° p. 1657; ed. Garnier, 1939, p. 64. 161 B. N . París, Fr. 17 989. 162
L. VON PASTOR, op. cit.. X, p. 37.
16J
Ibid., p. 47.
164
RAINER MARÍA RILKE, Cartas a un poeta joven, 1937', p. 54.
165
LouiS BERTRAND, Philippe II a ¡'Escorial, 1929, p. 170. Op. cit., VIII, p. 208.
166
LA UNIDAD FÍSICA
343
lado del Adda, al palacio, como se dice, y descansé allí por espacio de tres meses.» I67 Otra vez fue a San Gotardo, más allá de Brescia. Leyéndole, nos sentimos a nuestras anchas en su compañía, y, de sobremesa, encontramos, como él, que la ocasión es propicia para hablar de los «beffe che da le donne, o a le donne si fanno». 168 Otra vez, la pequeña sociedad de una de sus novelas acampa en un pequeño prado de los alrededores de Pinaruolo, sobre el fino césped, mientras allí cerca canta en un canal el agua fresca y límpida. Otras veces se come, se conversa y se reposa cerca de un arroyo rumoroso y cantarino. Es el mismo cuadro que, siglos antes, pintara el Decamerón. El clima mediterráneo y el Oriente El ritmo de las estaciones del desierto es el reverso del que prevalece en la vida mediterránea. En efecto, aquí la paralización de la vida, o por lo menos su amortiguación, se debe más bien al verano que al invierno. El verano, con su calor abrasador, lo detiene y suspende todo. Después de octubre o de noviembre, cuando pasa la cosecha de dátiles (que es también el período de las peregrinaciones a La Meca), la vida y el comercio se reanudan. Tavernier nos dice, sin embargo, que las caravanas llegaban a Esmirna en febrero, junio y octubre; 169 pero Esmirna y el Asia Menor quedan fuera del verdadero desierto. No siempre los camellos que llegaban a Egipto en septiembre y octubre l7 ° venían de lejos; las grandes caravanas aparecían en El Cairo en abril, mayo y junio. 171 De Sercey (su testimonio se refiere al siglo XIX) sostiene, por su parte, que no es posible atravesar el desierto entre Bagdad y Alepo durante el estío. Hacia 1640, la actividad caravanera que partía de Ormuz duraba desde el 1 de diciembre hasta el mes de marzo. 172 En el sur oranés del siglo XX las grandes caravanas siguen organizándose en el mes de noviembre, ,7i y esta actividad reiterada recuerda un poco la del Mediterráneo en el mes de abril. El desierto se anima, pues, en el momento en que más al norte y más al oeste todo se adormece. Los rebaños que habían abando167 168 169
Ibid., VIII, p. 175. Ibid., VIII, p. 165. Op. cit., I, 73; P. MASSON, Le commerce franjáis du heraní au xvil'siecle, p. 419.
170
BELON DU MANS, op. cit.,
171
JoAo DE BARROS, Da Asia. I, lib. III, caps. III y VIII.
172 173
p.
136.
Según LA BOULLAYE LE G o u z , cit. por P. MASSON, op. cit., p. 373.
ISABELLE EBERHARDT, Notes de route, 1921, p. 7.
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LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
nado las estepas en verano regresan a los pastos retoñados y, como las caravanas, recorren de nuevo las rutas del desierto. La estación incierta ha terminado; la vida se torna fácil, más abundante y a la vez más industriosa. El arqueólogo Sachau se sorprendió de ver en pleno invierno, en Kut el Amarna, a las gentes entregadas al trabajo, reparando los canales y cultivando las legumbres. ! 7 4 Y, sin embargo, no hay en ello nada de anormal; todo marcha perfectamente de acuerdo con e! ritmo habitual de la vida esteparia. El ritmo de las estaciones y las estadísticas en el siglo xv« Claro está que habría que estudiar un poco más de cerca estos grandes problemas, tan mal comprendidos hasta hoy por la literatura histórica. ¿Es posibie recurrir a las estadísticas? Las relativas al siglo XVI son muy raras y con harta frecuencia incompletas. De todos modos, vale la pena consultarías. Ya hemos dicho, basándonos en los datos marselleses de 1543, cómo el envío de envases vacíos «para el pescado salado», procedentes de Fréjus, acusaba la importancia del mes de abril, en vísperas de la estación de pesca. He aquí ahora una estadística de los seguros marítimos contratados en Ragusa en el año de 1560. I75 Este documento destaca también la importancia decisiva de los meses de abril y mayo. Los barcos se aseguraban, como es natural, en vísperas de los grandes viajes. Los datos de las pórtate de Liorna l7e> nos proporcionan detalles acerca de los cargamentos desembarcados en el puerto, con el número de barcos y el nombre de la ciudad de donde proceden. Se puede, con ayuda de estos documentos, afirmar que la seda llegaba de julio a octubre; la pimienta, procedente de Alejandría, de enero 174
175
SACHAL\ np. cit., pp.
74-7.
A. d. Ragusa. Diversa di Cancellaria, 145, ff. 165, 165 v., 172-173, 174 v„ H 5 , 176, 176 v., 177, 177 v., 180, 180 v., 188 a 192 v., 196, 197, 201 v. a 203; 146, ff. 6 v., 7, 12, 12 v., 13, 13 v., 14 v., 17 v., 24, 33 v., 40, 40 v., 43, 43 v., 46 v., 47. 47 v., 48 a 49 v., 50 v., 104 v. a 107, 133 v., 134, 145 v. a 148, 150 a 153, 155 a 161 v., 164 a 165, 167 a 168, 1 7 0 v . a l 7 1 v . , 174, 182 a 183, 193 a 194, 198 v. a 203, 208 a 209, 211 v. a 213, 215 v. a 218, 226 a 229. Como se ve, los seguros no se transcriben por orden, sino mezclados con otros documentos. Sólo aparecen en unidad separada y continua a partir del comienzo del primer registro de la serie Noli e securta, con fecha inicial de enero de 1 563. 176 Los pórtate de Liorna, a los que a menudo me referiré, constituyen, ante todo, los registros Mediceo 2079 y 2080 del A. d. S. Florencia. F. BRAUDEL y RROMANO, Narim el marchandites a l'entr'ee du port de hnourtie, París, 1951, passim.
LA UNIDAD FÍSICA
345
a julio; los quesos sardos, después de octubre. Aunque cada uno de es tos, pequeños movimientos de temporada merezca ser estudiado, hay que advertir que el calendario de Liorna no es exactamente igual al de otros puertos mediterráneos, incluyendo a Genova, su vecino mas cercano. I77
NUMERO DE SEGUROS MARÍTIMOS EN RAGUSA EN 1560 Cómputo mensual. Cada signo x — un seguro. Tomada en los datos de los .ircbirns de Ragusa
X
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X
X
ene. 9
feb. 6
mar. 5
abr. 14
may. 20
jun. 2
jul. 1
agos. 5
sept. 6
oct. 4
nov.
dic. 6
No creo, sin embargo, que estos documentos nos permitan conocer con toda claridad y de una sola vez las oscilaciones económicas debidas a las estaciones. Las estadísticas de Liorna no nos proporcionan una respuesta tan simple y tan clara, porque son estadísticas del siglo xvi, es decir, imperfectas y basadas en unidades de medida muy diversas. N o podríamos, por ejemplo, calcular el tonelaje bruto de mercaderías desembarcadas en uno u otro mes, 'o que sería la indicación más válida. Los pórtate de Liorna registran Los estudios actualmente en curso sobre ei tráfico del puerto de Genova, que realizan GIOVANNI REBORA y DANILO PRESOTTO, ofrecerán sin duda, una vez
llevados a término, completa información acerca de las variaciones del tráfico naval se gún las estaciones.
346
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
la llegada de barcos de los más diversos tonelajes: barcas, góndolas, galionetti, scafi, leuti, falúas, saetas, navicelloni, caramuzales, tartanas, galeones y naves, categorías, estas dos últimas, que corresponden a los mayores barcos de transporte de la larga lista. Contar cada uno de estos tipos de navios por unidades nos proporcionaría cifras muy discutibles: sería algo así como sumar kilos y toneladas. Clasificarlos por categorías no conduciría tampoco a nada, salvo en lo que se refiere a las naves y los galeones, cosa que intentaremos hacer. Dicho esto, he aquí las cifras que podemos obtener desde el punto de vista que nos ocupa. N o cabe duda de que si algún historiador se decidiera a estudiarlas con referencia al comercio de Liorna en particular, al desarrollo de este puerto en las postrimerías del siglo XVI y a las actividades desplegadas por las firmas comerciales de Florencia (generalmente, los documentos indican el nombre del comerciante a quien van destinadas las mercancías), sacaría interesantes conclusiones, de las que, por el momento, prescindimos aquí.
ENTRADAS EN LIORNA EN LOS ANOS 1578, 1581, 1582, 1583, 1584 Y 1585
Años
Buques de todas clases * que entraron al puerto del 1 de abril al 30 de septiembre (semestre de verano)
Buques de todas clases * que entraron al puerto del 1 de octubre al 31 de marzo (semestre de invierno)
1578 1581 1582 1583 1584 1585
171 84 199 171 286 147
126 107 177 171 182 160
Total
1 058
923
Total
297 191 ** 376 342 468 307
1 981
Galeras no incluidas. No 181, como dice, por error, en F. BRAUDEL y R. ROMANO, op. cit., apéndice, cuadro 1.
DATOS MENSUALES DEL TRAFICO DEL PUERTO DE LIORN Año 1578 1581 1582 1583 1584 1585 TOTAL
Ene.
Feb.
Ala rzo
Abril
21 13 27 22 57 34
40 4 27 18 36 27
40 5 33 21 31 17
49 9 38 37 36 20
180
152
147
189
Mayo
Junio
Julio
24 7 29 22 46 33
27 15 44 28 55 17
30 20 52 27 46 25
161
186
200
ENTRADAS DE NAVES Y GALEONES EN EL PUERTO DE LIOR Enero
Eeb.
9 11 5 0 8 1
7 4
TOTAL POR MES TOTAL DE OTROS BARCOS *
Año 1578 1581 1582 1583 1584 1585
*
Marzo
Abril
Mayo
Jimio
Julio
Ago 3 4
2 2 7
3 3 4 5 6 9
3 4 ó 1 3 2
4 6 0 1 6 0
2 3 3 3 2 2
1 0 1 0 2 3
3 1 0
34
23
30
19
17
15
7
1
146
129
117
170
144
171
193
Galeras no incluidas.
189
348
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Como se ve, estas cifras son incompletas siempre es fácil trabajar sobre la base de los El determinismo de las estaciones no puede luz de estos datos, lo cual es de lamentar. cosas enseñan y sugieren!
e imperfectas, 178 y no datos que suministran. aclararse de golpe a la Sin embargo, ¡cuántas
Según las estadísticas mensuales, hay tres meses más activos que los otros: abril, a la salida del invierno, en el momento de ¡a necesaria liquidación de las existencias; julio y agosto, inmediatamente después de las cosechas. Los dos meses menos animados son los de septiembre y octubre. En nuestra escala, abril, 189; julio. 200; agosto, 201; en cambio, septiembre, 120, y octubre, sólo 130; la baja salta a la vista. Los datos sobre las naves y los galeones se refieren a los grandes transportes y a los viajes a larga distancia. La actividad de estos buques se distingue de un modo muy curioso de la de los barcos de menor tonelaje. Estos trabajan en abril, julio y agosto; aquéllos, por el contrario (las naves y los galeones), alcanzan su índice más bajo en julio y agosto, y los más elevados en enero, con 34; en marzo, con 30; en febrero y octubre, con 23. La llegada en masa de las naves nórdicas acentúa este desajuste en el tráfico de Liorna. !79 En julio y agosto, las embarcaciones transportaban trigo a corta distancia, como lo indican nuestros pórtate, en tanto que los viajes que necesitaban mayor tiempo se hacían en grandes transportes. Las mercaderías lejanas recurrían también a sus servicios. Por lo menos, en el sector occidental del Mediterráneo, cuyas características nos revela el caso de Liorna —y quizá en todo el mar—, el obstáculo del invierno fue en parte superado para las grandes y las pequeñas distancias. Habían pasado a la historia ios tiempos en que la ley de Rodas prohibía los seguros marítimos de invierno partiendo de la premisa de que no había o no debía haber viajes durante el invierno. La llegada de la Kugge nórdica en el siglo XV parece haber marcado el principio de esta victoria mediterránea sobre el mal tiempo. Las galeras de Venecia osaban ya hacerse a la mar durante el mal tiempo, y esta evolución continuada a lo largo de todo el siglo xvi fue acentuándose cada vez más hasta 178 Cuando en los registros faltan las indicaciones, no puede decirse si es por culpa de los escribanos o del mal tiempo. 179 J. B. TAVERNIER, dp, cit.. en n. 1, I, p. 3, «las dos flotas inglesa y holandesa entraban ordinariamente en Liorna en la primavera y en el otoño».
LA UNIDAD FÍSICA
349
el siglo XVII, a tal punto que Tavernier pudo escribir: «la navegación en los mares de las Indias no se hace en cualquier tiempo, como en nuestros mares de Europa». 18° En el siglo XVI, solamente la galera y sus afines eran incapaces de navegar con muy mal tiempo. Para los otros barcos, sobre todo para el gran barco redondo de los mercaderes, los riesgos también eran grandes, pero no un obstáculo insuperable. Y los progresos de la técnica iban reduciendo cada día más esos riesgos. Por otra parte, acercábase el momento en que hasta la propia galera iba a desaparecer, para dejar el sitio al buque de línea, capaz de navegar y combatir con mar gruesa. Desde el siglo XVII, los corsarios tripolitanos emplean en invierno navios de alta mar, y sólo arman sus galeras en verano. 181 Las pórtate liornesas nos informan muy poco sobre estos importantes problemas. Tienen, además el inconveniente de darnos sólo las entradas de buques en el puerto. Cuando menos la mitad del tráfico escapa a nuestro control: el de las salidas. Y no seremos más afortunados con las relaciones de los viajes de los peregrinos alemanes a Tierra Santa, vía Venecia, de 1507 a 1608: en total, una treintena de itinerarios descritos por el precioso y erudito estudio de Róhricht: 182 Todos estos viajes pueden compararse entre sí a lo largo de todo el siglo. Por regla general, la partida de los peregrinos tenía lugar en junio o julio, es decir, en plena estación favorable; en 24 casos precisos, observamos las siguientes partidas: en mayo, 1 (20 de mayo); en junio, 10; en julio, 11; en agosto, 1, y en septiembre, 1. Los barcos llegaban a Jaffa o a Trípoli de Siria en julio o en agosto; de 23 casos tenemos: 1 en junio, 7 en julio, 11 en agosto, 10 en septiembre, 1 en octubre, 0 en noviembre y 1 en diciembre. El viaje de ida y vuelta a Jerusalén, incluyendo dos o tres días de estancia en los Santos Lugares, era rapidísimo —la peregrinación completa dura de tres semanas a un mes—; los peregrinos regresaban generalmente en el mismo barco en que habían ido. Los barcos zarpaban de Jaffa, Beyrut, Trípoli o Siria, generalmente en agosto (de 12 casos, 1 en junio, 6 en agosto, 2 en septiembre y 3 en octubre) y, por lo general, los peregrinos regresaban a Venecia en. el curso del mes de diciembre (de 13 casos, 4 en noviembre, 7 en diciembre, 1 en enero y 1 en febrero). '«o Is
'
182
Ibid., II, p. 2. P. MASSON, op. cit.. p. 41, Trípoli en
Deutsche Pilgerreisen, Gotha, 1889.
1612.
350
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
Estas escasas cifras nos permiten una comparación interesantísima entre la duración de los viajes en verano y en invierno; viajes todos ellos de ida y vuelta. Duración de los viajes Venecia-Tierra Santa IDA
VUELTA
1507 1507 1517 1520 1521 1523 1523 1546 1549 1551 1556 1561 1561 1563 1565 1565 1583 1587 1604 1608
50 46 29 72 43 49 57 39 33 35 40 47 62 26 40 38 26 40 49 44
1507 1507 1519 1521 1523
86 152 79 92 101
(18 días de escala en Chipre) 1523
90
(salida contada desde Jerusaién) 1527 1553 1561 1581 11587 1608
80 79 112 H8 731 65 Promedio, 93 días.
Promedio, 43 días, en números redondos.
Duración de los viajes realizados por los mismos barcos a la ida y a la vuelta
Ida 1507 1517 1521 1523 1523 1608 Promedio
Días
Días
50 29 43 49 57 44 45
86 79 92 101 90 65 85.5
Vuelta
Proporción vuelta-ida 1.72 2.7 2.1 2.06 1.57 1.47 1.9
La diferencia de duración entre los viajes de ida y los de vuelta es casi la misma que en los promedios anteriores (43 y 93).
LA UNIDAD FÍSICA
351
Como se ve, la proporción entre los viajes de ida y vuelta es casi de uno a dos. ¿Se debe ello solamente a las estaciones? ¿No intervendrán también en esto las dificultades surgidas a causa de los vientos dominantes al emprender la ruta en dirección contraria? Esta última explicación es poco convincente. Si consideramos, en efecto, la cifra de 73 días relativa al año de 1587, veremos que esta cifra corresponde a un viaje de ida y no de vuelta, pero un viaje que no se ha efectuado precisamente en verano: el buque en cuestión partió de Venecia el 29 de septiembre de 1597 y no llegó a Trípoli hasta el 11 de diciembre. 183 N o queramos sacar demasiadas conclusiones de las magras estadísticas precedentes. Sería temerario, evidentemente, pedir demasiado a los escasos datos estadísticos transcritos; sin embargo, nos ayudan a comprender que los viajes de invierno eran más lentos que los de estío. En este caso, las cifras responden a las hipótesis y a todas las observaciones que han podido recogerse en los documentos de las gentes de la época. Para mayor seguridad, hemos establecido un último cuadro, en el cual sólo figuran, por lo menos según todas las apariencias, los viajes de ida y vuelta hechos por los mismos buques. Determinismo y vida económica Es obvio que tales cálculos, que aparecieron en la primera edición de este libro, no nos sirven para resolver adecuadamente los problemas que estamos tratando. Después de aquella fecha he estudiado analíticamente el caso de los pórtate liorneses, sin conseguir añadir nada nuevo al debate. 184 Dudo mucho que un estudio de los registros portuarios cuya existencia conocemos (en Barcelona hay archivos, pero es difícil acceder a ellos; en Ragusa-Dubrovnik, sólo a partir de 1563 I 8 5 están ordenados los datos y resultan fácilmente accesibles; en Genova hay una tal ingente cantidad de documentos que desanima a cualquier investigador), 186 dudo mucho, digo, que un estudio sistemático pueda llevarnos lejos. La impresión que se va imponiendo, sea justa o errada —pero que yo sosPecho justa—, de que el determinismo ocasionado por la sucesión 183
Ibid., pp. 286-7. F. BRAUDEL y R. ROMANO, Navires et marchandises a l'entrée du port de Linurne, 1951. 185 Ver supra, nota 175 de este capítulo. 184
186
Pero dos jóvenes historiadores, DANILOPRESOTTOV GIOVANNI REBORA, han
emprendido un análisis sistemático de los documentos aduaneros de Genova, tesis Manuscrita de la Facoltá di economía e commercio de Genova.
352
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
de las estaciones, evidente cuando se trata de la vida rural, se ve continuamente contrarrestado por la voluntad del hombre, particularmente en las ciudades. El invierno en e) mar es un obstáculo, pero las barcas lo superan en las distancias cortas, y los grandes veleros en ios viajes largos, aunque siempre dispuestos a arrojar por la borda, en caso de peligro, las balas de lana o los toneles de trigo, y más de una vez cabalgan sobre una ola, al menos por unos instantes, a semblanza di velocí delfini, , S 7 No hay duda de que el invierno en las montañas era un obstáculo, sobre todo en los Alpes, pero ya hemos visto antes cómo, pese a ello, se las franquea regularmente. Ducados 60004000-
-*
n
(
20000-
i
M
fig. 22
A
M
J
J
1
A S 1561
O
N
D
E !
F 1562
Movimiento de negocios de! « Fondaco dei Tedescbi» en Venecia
Según los censos pagados a la Señoría. Este documento, como otros que podrían señalarse, no muestra las fluctuaciones estacionales que podrían permitirnos sacar conclusiones sobre la casi paralización del comercio en la época invernal. Pequeño detalle: recordamos que el año comienza en Venecia el 1 de marzo.
Abundan pruebas irrebatibles de esta vida invernal replegada. La más inesperada es, probablemente, ia que nos proporcionan los Bancos napolitanos invirtiendo regularmente durante el invierno en rentas el dinero de sus clientes, mientras en verano lo emplean en la compra de gran cantidad de productos agrícolas del reino, lo que les permite provechosas especulaciones. , 8 8 Pero el invierno era también la gran estación de los trabajos domésticos y de la activi187 Museo Correr, D. delle Rose, 45, 1 de enero de 1604, relato de Lamberto Siragusano, que salió de Alejandría de Egipto, en invierno, en compañía de un marsellés, Theodolo, que se le había unido en su barco. Al comienzo todo va bien: a velas desplegadas, se deslizan como delfines, pero en la costa de Asia Menor, cerca de Satalia, estalla una repentina tempestad. 188 A d. S. Ñapóles, Sommana Consultationum (referencia extraviada).
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dad de los telares. El 8 de diciembre de 1583, Baltasar Suárez, un mercader español de Florencia que se convertirá por matrimonio en pariente del gran duque, se lamenta a su corresponsal en Medina del Campo, Simón Ruiz, de no tener suficiente lana (acababa de recibir un poco y la había vendido a buen precio): «Veo con pena —escribe— perderse muy buenas ocasiones, pues ésta es la época del año en que se trabaja más, y, por no tener lana, hemos de permanecer con los brazos cruzados.» 189 Conseguir una buena producción durante el invierno era la preocupación de las autoridades urbanas, cuando éstas eran juiciosas. Como dice el provveditore del Arte della Lana, en Florencia, en octubre de 1604, hay que ayudar a los artesanos, cueste lo que cueste, «ahora que llegan el frío y las noches largas y ellos necesitan luz y ropa, además de comida...» 190 De modo que intervienen múltiples excepciones: la vida humana responde a los dictados del medio, pero intenta a la vez evadirse de ellos y controlarlos; al hacer esto último cae en nuevas redes que los historiadores podemos individuar con variada fortuna.
III.
¿HA CAMBIADO EL CLIMA DESDE EL SIGLO XVI?
¿Nos atreveremos a formular semejante pregunta, a sabiendas de que, para poder contestarla, habría que revolver un dossier voluminosísimo de documentos no siempre dignos de crédito, y dar oídas a una literatura periodística bastante insegura? Es evidente que todo cambia, hasta el clima. Nadie cree, hoy día, en la inmutabilidad de los elementos de la geografía física. No hace falta llamar la atención hacia las ínfimas variaciones —pero variaciones, al fin y al cabo— de las longitudes. Gerhard Solle m sostiene que la masa de los Alpes del este avanza en dirección a Baviera a una velocidad ridicula (1 centímetro por año); pero avance suficiente, con todo, para poder determinar en puntos neurálgicos los desmoronamientos y deslizamientos de tierras, a veces verdaderas catástrofes, que registra la historia alpina. Desde hace mucho tiempo, la atención de los geógrafos se ha parado, en la *9 B. Suárez a Simón Ruiz, Florencia, 8 de diciembre de 1583. A. Provincial Valladolid. A. d. S. Florencia, Mediceo 920, f. 355. Esta referencia está tomada de un trabajo inédito de Maurice Carmona (informe al C. N. R. S.). «Gebirgsbildung der Gegenwart in den Ost-Alpen», en Natur und Volk, l - 69, p p . 169-76.
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zona del Mediterráneo, sobre los cambios históricos de la línea de la costa. Algunos de ellos, apoyándose en ejemplos precisos, como el de la isla de Délos, han llegado a la conclusión de su perfecta inmutabilidad. 192 Pero otros, como Th. Fischer, R. T. Günther y Alfred Philippson, opinan lo contrario. El problema básico estriba en saber si estamos o no ante cambios estrictamente locales. ¿Habrá períodos alternos de retraimiento o de rebalse de las playas marítimas, como sostienen los estudios de Agostino Arrigo , 9 3 y Dina Albam? 194 Cualquiera que sea la conclusión a que se llegue, el hecho es que nos encontramos con fases sucesivas de erosión y sedimentación a lo largo de las costas de Taormina, en la costa oriental de Sicilia, por períodos de quince años. Después de mediados del siglo XIX hubo (con algunas reacciones continentales en sentido contrario y una agravación de conjunto a partir de 1900) un repliegue general ante el mar, y lo mismo sucede a lo largo del litoral norafricano, en las costas del monte Gargano o en el contorno del delta del Nilo. Nada nos dice que un buen día el movimiento no pueda cambiar de sentido. Todo esto evoca variaciones cíclicas análogas a las que Le Danois trata de fijar en lo tocante a la vida compleja del océano Atlántico. , 9 5 Pues bien, tal vez ocurra lo mismo con respecto al clima. No ¡ cabe duda de que «todo cambia, los climas al igual que todo lo I demás». 196 Pero estos cambios se deben frecuentemente al hom- j bre; aquí, a causa de las vastas desforestaciones; allá, al suspenderse ; los riegos o los cultivos —lo que acarrea a veces consecuencias \ catastróficas en las regiones áridas—. 197 Para Th. Fischer es innegable que el clima de Sicilia es hoy más seco que antes de la conquista musulmana. Pero cabe también la posibilidad de que los responsables hayan sido los elementos, y no el hombre. En su preciosa Geografía Histórica, 198 Goetz habla de un agostamiento de las fuentes superficiales, que precedió a la conquista musulmana; los 1,2
M. L. CAYEUX, en Annales de Géographie, XVI, 1907. Ricerche sul regime dei litorali nel Medit., Roma, 1936. Indagine sulle mentí variazioni della linea di spiaggia delle coste italiane, Roma, 1935. Cf. las referencias de A. PHILIPPSON, op. cit., pp. 22-3, y los estudios de 193 194
C. COLD, Küstenteranderung im Archipel, Munich, 1886, y de THÉOBALD FISCHER,
Beitrage zur physischen Géographie der Mtttelmeerlander, besonden Siziliens, Leipzig, 1877. 195
E D . LE DANDIS, VAtlantique,
196
T H . MONOD, L'hippopotame et le philosophe, op. cit., p. 100.
1938, p. 162.
197
A. PHILIPPSON, op. cit.. pp. 134-5.
198
Historische Géographie, 1904, p. 188.
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conquistadores del sur remediaron la escasez de agua con su sabio sistema de riegos. En todo caso, una abundante literatura actual acepta cambios del clima producidos ayer y que siguen produciéndose todavía ante nuestros propios ojos. En el Ártico, parecen haber retrocedido los bancos de hielo a partir del período 1892-1900, ' " mientras que el desierto ha ganado terreno tanto en el sur como en el norte de África. 20 ° Los libros y estudios de ayer, por el contrario, llevaban todos a la conclusión de la inmutabilidad del clima. No obstante, sus argumentos no son absolutamente convincentes. Desde Partsch 2<" se repite constantemente que el lago de Djerid, en el sur tunecino, no ha cambiado apenas de contornos, puesto que las aldeas de Nefta y Tozeur, situadas en sus orillas, corresponden a las antiguas ciudades romanas de Thusurus y Nepta. Y se asegura, asimismo, 202 que las crecidas del antiguo Nilo son comparables a sus desbordamientos actuales, y que la flora de la Creta minoica (a juzgar por los testimonios del arte cretense), por ejemplo, los lirios, los jacintos, el azafrán y las clavelinas, pertenecen a la actual flora primaveral del Mediterráneo. 203 O que la reforestación de pinos en torno a Valladolid en el siglo XVI es en su mayor parte resultado de la iniciativa del hombre. 204 Todas estas afirmaciones, y otras, nada prueban de manera decisiva. Sobre todo, no resuelven el problema. Encontrarse, en tal o cual momento del pasado, con un clima que parece corresponder exactamente al del momento actual, no constituye ninguna prueba ni se contradice en absoluto con las variaciones periódicas del clima. El verdadero problema estriba en saber si hay o no una periodicidad del clima, hipótesis hacia la cual, al parecer, propenden cada vez más los autores. «Una periodicidad de unos treinta años sobre poco más o menos no es, ni mucho menos, inverosímil», concluye un maestro en estos problemas. 205 Sin contar, añadiremos nosotros, otros ciclos e interciclos subyacentes... Por tanto, el clima cambia y no cambia; varía con relación a posiciones de equilibrio, de las que, por otra parte, nada nos dice que no estén también sujetas a cambios; pero, en tal caso, si199 200 201 202 20i
A título muy general, W. PAHL, Wetterzonen der Weltpolitik, 1941, pp. 226-7. FERDINAND FRIED, Le tournant de l'konomie mondiale, 1942, p. 131. Citado por A. PHILIPPSON, op. cit., pp. 133-4. FRITZ JAGER, Afrika, I, p. 53. HERBERT LEHMANN, en G. Z., 1932, pp. 335-6.
B. BENNASSAR, Valladolid au xvr siecle (tesis en prensa). os
EMMANUEL DE MARTONNE, Géographie Universelle, VI, I, 1942, p. 140.
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guiendo pendientes muy poco inclinadas. Esto nos parece de una gran importancia. Es posible que a las fases A y B de Francpis Simiand 2l)f> tengamos que añadir un día los historiadores fases más o menos secas, y más o menos húmedas, más o menos cálidas o más o menos frías. Veamos lo que, con relación al año 1540, nos dicen Le Danois o Gastón Roupnel, protestando contra «los historiadores |que] niegan la existencia histórica de las graves perturbaciones climáticas que, desde el siglo XUI al XV, han venido a transformar las condiciones de la vida europea. 207 Así está planteado el problema. Nos limitaremos a unas cuantas indicaciones generales, a una o dos hipótesis, en lo que se refiere al Mediterráneo. Es probable que haya oscilaciones climáticas. Claro está que habría que establecer su duración y su sentido. En todo caso, sus huellas son visibles en los Alpes. Según U. Monterin, 208 esta cadena montañosa se secó y calentó a partir de 1300, y, por el contrario, se enfrió y volvió más húmeda, como consecuencia del descenso de los glaciares, a partir de 1600. En 1900 se inicia una nueva fase: los Alpes se desecan de nuevo y los glaciares retroceden en su conjunto, como se sabe. El actual retroceso en los Hohe Tauern ha dejado al descubierto altas minas de oro, explotadas en la época de los romanos y todavía en la Edad Media. 209 Estamos muy lejos de los períodos de treinta años que aceptaba Emmanuel de Martonne, pero falta ver si esta escueta historia del cuma de los Alpes tiene fundamento científico. No sabríamos decirlo. Los glaciólogos, generalmente, no ven el problema con tanta claridad (incluyendo al viejo Walcher en sus Nachrichten ion den Eisbergen in Tyrol, Viena, 1773). Por otra parte, ¿podemos aceptar que las variaciones del clima de los Alpes se acusen a su vez en las variaciones del clima de todo el Mediterráneo, o que éstas están vinculadas a aquéllas? Así parece sugerirlo el tiempo presente, puesto que, tanto en el Cáucaso como en los Alpes, los glaciares retroceden en la actualidad, 21 ° mientras que en el sur de la Pequeña África, el Sahara aumenta poco a poco sus dominios. 206 IGNACIO DE Asso, op, cit., 1798, p. 78, habla de una sequía de unos veinte años en Huesca. 207 Histoire et destín, 1942, p. 62. 208 // clima stdle Alpi ha • mu tato in eta storicaP. Bolonia, 1937. 209 H A N S HANKE, en Frankfurter Zeitschrift. 23 de enero de 1943. 210 B. PLAETSCHKE, «Der Rückgang der Gíetscher írn Kaukasus», enPet. Mitteilungen, 1937.
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Fácil es adivinar las consecuencias que se desprenden de este esquema, caso de ser aceptado. Por lo menos, es curioso comprobar que con el suspenso calentamiento de los Alpes hacia 1300, los colonos alemanes se instalaron en las altísimas laderas meridionales del monte Rosa. 2 ' ' Y no es menos curioso hacer notar que, en condiciones análogas, hacia 1900, y sobre todo en estos veinte últimos años, se produce una emigración procedente de las poblaciones montañesas italianas de las alturas superiores de los Alpes y de los Apeninos septentrionales, por ejemplo en los Alpes apuanos y en el Val Venosta, donde se desarrollan nuevas poblaciones fijas situadas entre los 1 500 y los 2 000 metros, en la zona llamada de los «Stavoli» {abitazioni di mezza stagtoni). 2i2 Con mayor razón aún, si se supone que vivimos sobre un terreno sólido y que allá hacia el 1600 se produjo efectivamente un aumento de la pluviosidad y del frío, ello explica las heladas catastróficas para los olivares 2 " y las repetidas inundaciones que asolaron las cosechas de Toscana en 1585 y en 1590; sin contar un aumento de las regiones pantanosas y, por consiguiente, de la malaria, es decir, en conjunto, de condiciones más difíciles para la vida del hombre. Todo el drama social del hambre que domina las postrimerías del siglo puede tener su verdadera causa en la perturbación, aunque ligera, de las condiciones atmosféricas. Llevado esto al extremo límite de la prudencia, ¿qué podría decirse? Acerca de ese drama de fines de siglo no escasean, por cierto, las explicaciones demográficas o económicas, pero nada nos asegura que el clima no haya tenido su parte en tales hechos y que no deba ser considerado, en general, como un factor variable de la historia. Es difícil asegurarlo, pero algunos hechos lo demuestran bastante claramente. 214 211
212
N.
KREBS, en
G.
Z.,
1937,
p.
343.
R. PFALZ, en G. Z.. 1931- La misma observación en DENIJER, A. d. Géogr., 1916, p. 359, las razas de las aldeas altas de los Alpes Dináricos. 211 En Provenza, mortalidad de los olivos, a causa de las ráfagas del mistral, 1507, 1564, 1599, 1600, 1603, 1621-1622. P.GEORGE,O/>. «/., p. 394. Diferente cronología en RENE BAEHREL, Une croissance: La Basse-Provence rurale (fin du XVI' siecle^ 789.', 1961, p. 123, «los inviernos catastróficos» para los olivos: 1570, 1594, 1603, 1621, 1638, 1658, 1680, 1695, 1709, 1745, 1748, 1766, 1768, 1775, 1789. En Verana, en 1549, «per il gran freddo si secarrona quasi tutti gl'oliii, le vite e altri alberi», LODOVICO MOSCARDO, op. cit., p. 416. En Pépieux (Aude, arr. de Carcassonne), en 1587, nieve y olivos helados, J. CUNNAC, Histoire de Pépieux, Toulouse, 1944, P- ' 3 . En Toscana se helaron los olivares en 1594. G. MECATTI, Storia cronológica..., n . P- 790. 14 Lo cual se deduce del libro de MA.UB.ICE CHAMPION, Les inondatinns en trance, 1861, III, pp. 212 s.
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En el curso del siglo XVI se producen en la cuenca del Ródano repetidas inundaciones; en julio de 1501 se desborda el mismo Ródano en Lyon; en 1522, el Ardéche; en febrero de 1524, el Drac y el Isére; en agosto de 1525, el Isére; en octubre de 1544, el Gére en Vienne; en noviembre de 1544, el Ródano y el Durance; en noviembre de 1548, el Durance y el Ródano; el 9 de septiembre de 1557, el Ródano en Lyon; el 25 de agosto de 1566, el Durance y el Ródano inundan las tierras aviñonesas; el 2 de diciembre de 1570 el Ródano conoce, especialmente en Lyon, una de las crecidas más espantosas de toda la época; en 1571 vuelve a desbordarse el Ródano, lo mismo que en octubre de 1573 (inundación de fleaucaire); en septiembre de 1579 se desborda el Isére en Grenoble; el 26 de agosto de 1580 el Ródano inunda Aviñón; en 1578 el Ródano inunda Arles y las aguas cubren una parte del Bajo Languedoc, desde octubre a febrero; en 1579, inundación de Arles, que se repite en 1580 (el hombre del Ródano, se dijo entonces, no recuerda ninguna otra mayor que ésta); el 5 de enero de 1581, inundación del Ródano en Aviñón y del Durance, que se recrudeció el 6 de febrero; en 1583 el Ródano cubre la Camarga; el 18 de septiembre de 1586, crecida del Ródano en Aviñón; el 6 de noviembre de 1588, inundación del Gére; en 1590, nueva devastadora crecida en Aviñón... Estos datos dan la impresión de que las cosas se agravan hacia fines del siglo. Pero, desde nuestro punto de vista, estas inundaciones del Ródano no hacen más que acusar las vicisitudes del clima mediterráneo. Parece, no obstante, que las precipitaciones pluviales aumentaron durante las últimas décadas del siglo, en la medida en que podemos fiarnos, es cierto, de los testimonios de aquel tiempo. En su République Séquanoise, de 1592, Louis Gollut trae a cuento las desforestaciones causadas por los herreros y los señores ávidos de contar con nuevos «subditos... y nuevos censos». Pero añade que «... desde hace veinte años, las lluvias son más frecuentes, más largas y más abundantes...». 215 En el mejor de los casos, cabe pensar que esto es aplicable a Dole. Pero henos aquí en Aix, entre los años de 1599 y 1600. El historiador del Haitze dice en su,historia manuscrita: 2 I 6 «el frío y las nieves se hicieron sentir hasta finales 215 Mémoires historiques de la République séquanoise, Dole, 1592, in-f., libro II, cap. XVIII. 216 Citado por CH. DE RlBBE, La Provence au point de vue des bois, des torrents et des inondattons avant et apris 1789, 1857, p. 20.
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de junio (1599), y ya no llovió desde entonces hasta diciembre. Las lluvias cayeron a partir de este mes en tan gran abundancia que la tierra parecía anegarse». Veamos ahora el caso de Calabria, según la pretendida narrazione de Campanella: «ed entrando l'anno 1599, venne nova, che in Roma prodigiosamente aveva inondato il Tevere, e non si potettero celebrar le feste di Natale, e in Lombardia il Po: e in Stilo (localidad de Calabria) non si poteron celebrar, la Simana Santa, gli ufficii divini per le molte gran pioggie che aliagavano tutte le chiesse...» 217 Bastaba con que llegase un hombre de Ferrara que había visto las inundaciones del Tíber, 218 para que empezara a hablarse en la montaña de signos milagrosos, anunciadores del fin del mundo... Sobre todo porque el siglo tocaba entonces a su fin, y esta «mutazione di secólo» hacía trabajar hasta las imaginaciones menos calenturientas. Al año siguiente, en junio de 1601, verdaderos diluvios se abatieron sobre los Balcanes asolando las cosechas y provocando catastróficas crecidas, «análogas —dice una noticia— a las del Po y a las de los grandes ríos de Lombardia», 219 «lluvias tan torrenciales», dice otra noticia, que se temía «una corrupción del aire». Tales son los hechos, pero ¿qué conclusiones se desprenden de ellos? ¿Que el clima del Mediterráneo se trastornó a finales de siglo? Debemos reconocer que entre la hipótesis, las cavilaciones y las pruebas que hemos expuesto, y esa enorme conclusión, la distancia es enorme. Habría que reexaminar todo el dossier, el cual podría suministrarnos hechos precisos, que una investigación más a fondo podría y debería sacar de él. El problema sigue en pie, sin que podamos ignorarlo, aunque, dado el estado actual de nuestros conocimientos, no nos sea dable llegar a resolverlo. Los historiadores no son en modo alguno los únicos que pueden hacerlo. Pero no habríamos perdido el tiempo si nuestros esfuerzos llevaran, por lo menos, a la conclusión de que, aunque no resuelva el problema, el historiador sí tiene algo que decir y alguna responsabilidad que asumir con respecto a él. Nota complementaria No he introducido ningún cambio sustancial en el párrafo precedente, el cual, en 1947, al ser publicado por primera vez, había 217
Archivio storico italiano, IX, p. 622. Ibid., p. 624. Francisco de Vera al rey, Venecia, 30 de junio de 1601, A. N., K 1677. Constantinopla, 3 y 4 de jun. de 1601. Ibid. 2,8
219
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suscitado muy vivas controversias. Al lector le sorprenderá saber que en aquella época fue considerado temerario por algunos críticos. Gustav Utterstróm, en un reciente artículo (1958), 22 ° ha sido tan amable como para considerarme tímido, juzgado retrospectivamente. Así es el mundo de la investigación y no seré yo quien se lamente de ello. Lo importante es que durante estos últimos quince años se ha continuado investigando acerca de estos problemas decisivos. Muy pocos de otra especie alcanzan pareja importancia. A través de las variaciones del clima, una voluntad ajena al hombre se afirma y reclama la parte que le corresponde en nuestras explicaciones, incluso en las más cotidianas. Nadie pone hoy en duda la importancia de estas variaciones. Siguiendo el sencillo método al que recurría mi estudio original —que era una colección de detalles descriptivos—, he completado la información que necesitaba. Nos informan ante todo de los crecientes rigores que padece el final del siglo: lluvias continuas, inundaciones catastróficas y fríos rigurosos e «inusitados». Por ejemplo: la crónica de Luis Cabrera de Córdoba nos dice que durante el invierno de 1602-1603 «los fríos y las heladas han sido tan generales este invierno en toda España, que es imposible encontrar una sola localidad donde no se hayan quejado del rigor del tiempo. Incluso en Sevilla, y en otras ciudades marítimas, pero en especial en Sevilla; han escrito que se ha helado el Guadalquivir, cosa nunca vista anter¡ /mente. ¡Qué diferencia con el año pasado, que en ninguna parte notamos el invierno!...». 221 En Valencia se sucedieron las heladas con el siguiente orden: 1589, 1592, 1594, 1600 y 1604. 222 En cuanto a las lluvias continuas, inundaciones, nevadas y visiones delfindel mundo hay numerosos testimonios en todo el Mediterráneo tanto en los años finales del siglo como en buen número del siguiente. El reciente estudio de Emmanuel Le Roy Ladurie menciona hechos análogos: el Ródano se hiela totalmente al punto de poder cruzarlo muías, cañones y carros en 1590, 1595, 1603, posiblemente en 1608, en 1616 y en 1624. El mar se hiela en Marsella en 1595 y en 1638, «cuando se heló el agua en torno a las galeras». Sobre los olivos del 220 «Climaric Fluctuations and Populación Problems in Early Modern History», en Scandinavian Economic History Revieu-, 1955. 221 Luís CABRERA DE CÓRDOBA, Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España desde 1599 basta 1614, p. 166, Valladolid, 25 de enero de 1603. 222 J. CASTAÑEDA ALCOVER, Coses envengudes en la ciutat y regne de Valencia. Dietario de Mosenjuan Parear, capellán de San Martín (1589-1629), Madrid, 1934, I, pp. 3, 4, 10, 47, 71.
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Languedoc se repiten las heladas: 1565, 1569, 1571, 1573, 1587, 1595, 1615 y 1624... 223 «Estos asesinatos de olivos acaban por desanimar a los plantadores» 224 del Languedoc, y, a no dudar, de otros lugares. Parece evidente que durante los últimos años del siglo XVI y los primeros del XVII ha hecho más frío que en tiempos anteriores. Y también ha llovido más. De 1590 a 1601, un historiador hace notar a propósito del Languedoc: «nieves tardías y persistentes en primavera, grandes fríos en pleno verano, lluvias torrenciales en el Mediterráneo, acompañadas de carestías y la famosa invasión del trigo del norte en el mar Interior». 225 En cambio, de 1602 a 1612, e incluso más tarde, hubo «como una bocanada de calor y luz», 226 una vuelta de la sequía, o al menos una inadecuada distribución de lluvias. En Valladolid se hicieron rogativas pidiendo la lluvia en 1607, 1617 y 1627; 227 en Valencia, en noviembre de 1615, havia molts mesos que ; no ploguia; en octubre y noviembre de 1617, 228 no caiga un solo | chaparrón. N o estamos seguros de que, como afirma Ignacio Olagüe, España haya sido entonces víctima de un largo período de sequías que han preparado el camino de su decadencia. 229 Pero es más que posible que el paisaje de la Mancha fuera más verde en la época de Cervantes que en tiempos posteriores. 23° En Europa (incluido el Mediterráneo), el mecanismo de las lluvias depende de las rutas que siguen las depresiones atlánticas, sea hacia el norte, por el canal de la Mancha, el mar del Norte y el Báltico (durante todo el año), sea hacia el sur, por el mar Interior, del equinoccio de otoño al equinoccio de primavera. Gustav Utterstróm sugiere que durante el siglo XVII esta doble circulación resultó bloqueada al norte por fríos intensos y, en consecuencia, por la formación de zonas anticiclónicas de altas presiones. Al quedar obstruida la vía septentrional, quedó, en compensación, más abierta que de costumbre la mediterránea. Pero, ¿qué razón puede haber para que una vía se abra cuando la otra queda medio cerrada? ¿Y
221 224 225 226 227 228
229
E. E. E. E. B.
LE ROY LADURIE, op. cit., p. 48. LE ROY LADURIE, op. cit.. p. 46. LE ROY LADURIE, op. cit., p. 39. LE ROY LADURIE, op. cit.. p. 37. BENNASSAR (tesis todavía inédita, Valladolid au x\'i< siecle).
J.
CASTAÑEDA ALCOVER, op. cit..
pp.
222
y
324.
IGNACIO OLAGÜE, La decadencia de España. 1950, tomo IV, c. XXV. IGNACIO OLAGÜE, «El paisaje manchego en tiempos de Cervantes», en Anuales Cervantinos, III, 1953. 230
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cuál ha sido la duración de las oscilaciones, si es que las ha habido? Se trata en realidad de detalles, de explicaciones a corto término. Las nuevas investigaciones van mucho más lejos y obedecen a dos tendencias racionales: en primer lugar, establecer largas seríes de índices; en segundo, ampliar el campo de observación para incluir, además del Mediterráneo, Europa, o mejor aún, el mundo entero. Para lo dicho me apoyo particularmente en los trabajos ejemplares del Dr. P. Shove, 231 en Inglaterra; del geógrafo Pierre Pédelaborde 2 ' 2 y del historiador Emmanuel Le Roy Ladurie. 233 Al extender nuestras informaciones sistematizándolas, agrupando las informaciones dentro de cuadrículas establecidas de antemano —colocando cada pormenor descriptivo en el lugar que le corresponde: humedad, sequedad, frío o calor, según las estaciones y los años—, trascendemos de lo pintoresco para entrar en una consideración genuinamente cuantitativa de la historia. Se trata de agrupar lo análogo: las fechas de las vendimias, la fecha en que llega al mercado el primer aceite nuevo, la del primer trigo, la del primer maíz, las informaciones provenientes de la tala de árboles, el caudal de agua de los ríos, las floraciones, los primeros hielos de un lago, el primer o el último banco de hielo del Báltico, los avances y retrocesos de los glaciares, las variaciones del nivel del mar. Con todo ello podemos reconstruir cronologías de todas las variaciones climáticas, cortas o largas. El segundo paso consiste en encuadrar todos estos problemas e informaciones dentro de hipótesis y pruebas de conjunto. La hipótesis deljet Stream seguirá posiblemente el mismo destino de tantas otras explicaciones generales: se mantendrá en su puesto durante cierto tiempo, quizá bastante. Según esta hipótesis, existe en torno al hemisferio norte una continua corriente, un anillo de aire en movimiento que, a velocidad variable, gira por encima de la superficie terrestre a una altura de entre 20 y 30 kilómetros. Si su velocidad aumenta, se distiende y se embute en el globo como un sombrero demasiado grande en la cabeza de su propietario; si, por el 231 Como introducción a sus múltiples trabajos, véase su contribución a «Discussion: post-glacial climatic change», en The quarterly Journal ofthe Royal Heteorological Society, abril de 1949. 232 Le climat du Bassin Parisién; essai d'une m'ethnde rationnelle de climatologie physique, 1957. 233 En particular en tres brillantes artículos suyos, «Histoire et climat», en Anuales E. S. C, 1959; «Climat et récoltes aux xvu 1 et x v u r siécles», ibid.; «Aspect historíque de la nouvelle climatologie», en Revue Historique, 1961.
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contrario, disminuye, forma meandros y se retrae en dirección al Polo Norte. Pues bien, si nuestras observaciones son exactas, el Jet Stream aceleró su velocidad a finales del siglo XVI, y, al acercarse al Ecuador, y, por tanto, al Mediterráneo, trajo hacia el sur el frío y la nieve. Es evidente que nuestras hipótesis quedarían plenamente demostradas si contásemos con una serie ininterrumpida de evidencias, lo que, y nadie sería capaz de negarlo, no es el caso. Según los términos admitidos en el estado actual de la presente discusión, a mediados del siglo xvi —sea un poco más pronto o un poco más tarde— habría comenzado lo que se ha llamado, en palabras del Dr. Schove, la pequeña época glaciar, la cual continuará durante todo el siglo de Luis XIV. Quedan en suspenso importantes interrogantes. ¿Nos encontramos en presencia de una fase larga? Si es así, el siglo XVI habría iniciado un largo período de alza del frío y de la lluvia. Quiero mencionar, sin atribuirle en modo alguno fuerza demostrativa, una curiosa indicación sobre el nivel de la commune, en Venecia, es decir, el nivel medio de las aguas que marca con una línea negra la parte baja de las casas al borde de los canales. Un documento afirma que este nivel se ha ido elevando regularmente a partir de 1560, a lo largo de tres siglos. 234 Si esta observación es cierta —harían falta pruebas—, queda aún por saber si el nivel del agua en la laguna veneciana está exclusivamente determinado por las precipitaciones atmosféricas, y no por determinadas circunstancias locales. En todo caso, vale la pena tener presente este testimonio. Otra cuestión: queda también en suspenso la incidencia eventual de esta pequeña época glaciar en la vida de Europa y del Mediterráneo. ¿Declinará el historiador la responsabilidad de asumir una serie de problemas relativos a la vida rural, a la salud pública o a las comunicaciones, consignándolas a una nueva área de investigación? La prudencia requiere que al tocar estos temas se recurra a amplias encuestas colectivas: todavía no disponemos de ellas. Por eso no nos precipitaremos a hacer el diagnóstico tentador y decir: ¡a finales del siglo XVI, más cría de ganado y menos trigo!; al visitar el frío y la lluvia con tanta insistencia el Mediterráneo han desor234 Correr, D. delle Rose, 20. Me limito a mencionar brevemente esta amplia cuestión y la inmensa bibliografía en torno a ella a partir de la publicación del libro de LUIGI CORNARO, Trattato di acque del Magnifico Luigi Cornaro nobile Vinitiano, Padua, 1560. La mejor guía la ofrece ROBERTO CESSI, «Evoluzione storica del problema lagunare», en Atti del convegno per la conservazione e difesa della laguna della citta di Venezia, 14-15 de junio de 1960 (Istituto Véneto), pp. 23-64.
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ganizado ciertos esquemas, pero las proporciones en que lo han hecho escapan a nuestra consideración. También al hombre le corresponde su parte de responsabilidad, pero el grado de ésta no ha sido todavía determinado. Como Le Roy Ladurie ha demostrado, el progresivo desplazamiento de la vendimia a fechas más tardías hay que achacárselo al hombre, que ha preferido arrancar más tarde los racimos para obtener de estos frutos tan maduros un contenido alcohólico más elevado. 235 Resulta evidente —y ése es el progreso más considerable en este terreno— que la historia del clima es «una y la misma» en todo el hemisferio norte. El caso del Mediterráneo está unido a una constelación de problemas en la misma escala: el retroceso actual de los glaciares de Alaska, que devuelve a nuestros ojos los antiguos bosques que habían echado abajo en su avance original; la serie de datos exactos de la floración de los cerezos en Tokio (cada una marcada por una fiesta ritual), los anillos concéntricos de los árboles de California, «acontecimientos» todos enlazados entre sí por la historia unitaria del clima. Coajet Stream o sin ella, existe una unidad, existe un director de orquesta. La primera mitad del siglo XVI se vio favorecida en todas partes por la bondad del clima; la última sufrió, también en todas partes, a causa de las perturbaciones atmosféricas.-
*** Op. cit.
CAPITULO V
LA UNIDAD HUMANA: RUTAS Y CIUDADES, CIUDADES Y RUTAS l Pasar del Mediterráneo propiamente dicho, tal como lo define su clima, al Mediterráneo Máximo, sobre el que ejerce su influencia, es pasar de una unidad física a la unidad humana hacia la que se orienta nuestro libro. Unidad humana que no es un simple resultado de la naturaleza, o más específicamente, de las aguas mediterráneas. El agua es, sin duda, todo lo que se ha dicho que es: unión, transporte, intercambio y acercamiento; pero a condición de que el hombre consienta en ello, y más aún, a condición de que esté dispuesto a pagar lo que cuesta. El mar también es, y lo ha sido durante largo tiempo, una separación, un obstáculo, barrera que ha sido menester franquear. Y esta victoria no es de las que se obtienen de una vez y para siempre; ha representado y sigue representando un esfuerzo continuo, una hazaña sin cesar renovada. El arte de navegar, ¿nació tal vez en época muy remota, en las cuencas de tranquilas aguas entre las islas egeas y la costa del Asia, o en el cercano mar Rojo? Nunca lo sabremos con certeza; en todo caso, al principio de los tiempos hubo una época larguísima, interminable, en que el mar aún no había sido dominado por el hombre. Poco a poco, las embarcaciones fueron venciéndolo, tendiendo sus líneas, construyendo por grados el conjunto coherente del Mediterráneo del hombre y de la historia. Para ello, hubo de ser construido, entiéndase bien, y construido por la mano del hombre. Todavía en nuestros días, cuando el mar Interior ya no es, medido por la escala de las velocidades, más que un simple río sobre el cual se tienden puentes aéreos, no existe un Mediterráneo del hombre sino en la medida en que lo continúa creando su ingenio, su trabajo y su esfuerzo. No es el agua la que une las regiones del Mediterráneo, son los pueblos del mar. Verdad evidente y banal, que, sin embargo, es necesario repetir, ante un tema como éste, donde tantas 1 En la primera edición de este libro, este capítulo se titulaba: Las rutas y las ciudades. El título actual es un tributo a un comentario hecho por Lucien Febvre en una primera lectura de estas páginas.
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fórmulas e imágenes de una poesía fácil y desorientado» suelen desparramarse tan generosamente. I.
RUTAS TERRESTRES Y RUTAS MARÍTIMAS
Si el Mediterráneo tiene unidad, es gracias a los movimientos de los hombres, a las relaciones que implica, que en torno a él se tejen, a las rutas que lo surcan. Lucien Febvre escribía, hace poco: «El Mediterráneo son las rutas», 2 rutas de tierra y de mar, de arroyos y de ríos, una inmensa red de nexos regulares y fortuitos, de distribución perenne de vida, de cuasicirculación orgánica, vasto contingente de espacio y victoria del hombre sobre ese espacio... Lo importante no es mostrar lo pintoresco y lo doméstico, por muy vivos que sean sus colores, acompañar a Cervantes por ios caminos españoles «de venta en venta», ni navegar leyendo los diarios de a bordo de los barcos mercantes o de los corsarios, ni descender por las aguas del Adigio a bordo de burchieri hasta más allá de Verona, o de «hacerse al agua para ir a Venecia», a Fusina, a orillas de la laguna, entre el bagaje de Miguel de Montaigne. 3 Lo importante es ver lo que esta red de comunicaciones significa como acercamiento, como historia coherente, y hasta qué punto el movimiento de los barcos, los animales y la carga, los vehículos y los pueblos, hace del Mediterráneo una unidad, uniforme desde un determinado punto de vista a pesar de las resistencias locales, unánime a pesar de sus genios opuestos. Considerado como un todo, el Mediterráneo es un espacio-movimiento vasto, vivo, eficaz. Cuanto lo aborda (guerras o sombras de guerras, modas, técnicas, epidemias, materiales ligeros o pesados, preciosos o viles), todo es arrastrado por su vida sanguínea, transportado a lo lejos, depositado, expandido de nuevo, desplazado sin fin y hasta arrojado fuera de sus límites... Sin las rutas, ¿cómo sería posible todo esto? Pero éstas no son sencillamente cintas sobre el suelo, surcos en el mar, caravanas que marchan por el camino de Alepo; largas filas de caballos, de acémilas y camellos por el camino de Estambujol (la ruta de Estambul, por la vía del Maritza); o aquellos carros en marcha con que Busbec se encontró en 1555 transportando hacia Constantinopla los hombres, mujeres y niños capturados por los turcos en Hungría. 4 No hay rutas de tierra o de mar sin sus etapas: 2 3 4
An. d'hist. soc, II de enero de 1940, p. 70. Journal du royage en Italia (colección «Hier», 1932), p. 132. Op. dt., II, 1, p. 195.
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un abra, una rada abierta, un caravanserrallo o un han; en la Europa occidental, un albergue perdido en la montaña y, antaño, un castillo fortificado... La mayor parte de las veces estas paradas, estos refugios sin los que no habría rutas vivas, son ciudades, grandes altos hacia los cuales se marcha con ansia y a los cuales se llega con alegría y con un sentimiento rayano en la gratitud, como Guzmán de Alfarache, el héroe picaresco, cuando entró entusiasmado en Zaragoza, 5 maravillándose de los bellos monumentos, de la buena policía y, quizá más que de todo, de la abundancia de víveres, «tan de buen precio todo que casi daba de sí un olor de Italia». Se tiene prisa en llegar a estas etapas, tanto más cuanto que las rutas mediterráneas no discurren de poblado en poblado, pues éstos suelen quedar desviados de ellas. Todavía hoy, en Bulgaria o en Anatoüa, el viajero que recorre las grandes rutas atraviesa regiones que le parecen casi desiertas, mucho más desiertas de lo que en realidad son. 6 Debemos imaginarnos la gran ruta mercantil de Oriente un poco a la manera de lo que son las autopistas de nuestros días, grandes vías transversales que sólo excepcionalmente pasan por las aldeas y que saltan, dejándolas a un lado, de ciudad en ciudad. En el Mediterráneo, la unidad humana son, a la vez, esta red de rutas y este espacio urbano, estas líneas y estos centros de fuerza. Ciudades y rutas, rutas y ciudades forman un solo y único aspecto del equipo humano del espacio. Cualesquiera que sean su forma, su arquitectura o la civilización que la ilumine, la ciudad mediterránea es siempre hija del espacio, creadora de rutas y, al mismo tiempo creada por ellas. Vidal de la Blache lo dice, refiriéndose a la ciudad americana; 7 pero en el siglo XVI el espacio mediterráneo (y hay que tomar esto en toda su extensión, cuando se trata de las ciudades) es también inmenso y desmesurado. En el siglo XVI, ninguna región del mundo ofrecía tan poderosa red urbana. París y Londres están todavía en los umbrales de su modernidad. Las ciudades de los Países Bajos y de la Alta Alemania (éstas tan iluminadas por los reflejos del Mediterráneo, y aquéllas animadas económicamente por los mercaderes y los marinos meridionales), y más al norte las ciudades laboriosas pero pequeñas de la Hansa; todos estos centros urbanos, por muy bellos o animados que fuesen, no formaban, con todo, conjuntos urbanos tan densos y complejos como los del mar Interior, donde las aglomeraciones urbanas se 5
Op. ctt., II, 3, I, p. 331.
6
A. PHILIPPSON, Das Mittelmeergebiet, p. 219.
7
Op. ctt., p. 295.
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sucedían en guirnaldas interminables, donde no faltaban los grandes centros: Venecia, Genova, Florencia, Milán, Barcelona, Sevilla, Argel, Ñapóles, Constantinopla, El Cairo. Estas tres últimas ciudades estaban incluso superpobladas; Constantinopla, según se dice, contaba a la sazón 700 000 habitantes, 8 es decir, el doble que París y cuatro veces más que Venecia. Y a esta lista habría que añadir el cortejo de ciudades menores que también participaban en el juego general de los cambios y tenían bastante más importancia de lo que permite suponer su número de habitantes. Quizá la animación y la actividad aventurera de las pequeñas ciudades mediterráneas hagan comprender por qué el Extremo Oriente, que contaba con ciudades aún más populosas y más pletóricas de hombres que las metrópolis del Mediterráneo, no poseía, en realidad, una red tan dinámica de vida humana. Estas ciudades limitábanse, a menudo, a aglutinar enormes masas de hombres, pero no estaban animadí s por el movimiento de una verdadera urbe; eran, si se quiere, .1 exponente de la superpoblación del Asia, más bien que el de su organización económica. 9 El Mediterráneo es una región de ciudades: verdad banal y mil veces repetida que nosotros no descubrimos, pero que debemos repetir y enlazar con todas sus consecuencias. El orden de las rutas y el de las ciudades es, por excelencia, el orden humano del Mediterráneo. Todo lo domina. Por muy modesta que sea, la agricultura desemboca siempre en la ciudad, y con mayor razón cuando es de gran aliento. A causa de las ciudades, la vida de los hombres se desenvuelve a un ritmo más precipitado que el requerido por las condiciones naturales. Gracias a aquéllas, las actividades comerciales predominan sobre todas las demás... Toda historia, toda civilización del mar, es obra suya. Tiene razón Ferdinand Lot l0 cuando, en contra de Émile-Félix Gautier, atribuye a las ciudades hasta las mismas invasiones musulmanas. Todos los caminos van a aquéllas. La historia del Mediterráneo ha resultado, con frecuencia, determinada por el triunfo de una ruta, de una ciudad, a expensas de otra ruta y de otra ciudad, incluso en el siglo XVI, cuando todo parece pertenecer, aunque todavía no pertenece, a los grandes Imperios y a los Estados territoriales. 8 G. BOTERO, op. cit.. I, p. 106, y II, p. 118, «casi dos veces tan poblada como París». JACQUES BONGARS, en ANQUEZ, Henri IV et l'Allemagne, 1887, p. XXIV. 9 KONRAD OLBRICHT, «Die Vergrosstádterung des Abendlandes zu Beginn des Dreissigjáhrigen Krieges», en Petermanns Mitteilungen, 1939. 10 F. LOT, Les inrasions barbares et te peuplement de l'Enrope. 1937, I, p. 110.
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Las rutas nutricias Las rutas del Mediterráneo son, en primer lugar, las del mar, establecidas principalmente, ya lo hemos dicho, a lo largo de las costas. n Vienen a continuación las múltiples rutas terrestres: unas, bordeando el litoral, de puerto en puerto, como esa interminable sucesión de rutas, carreteras y caminos estrechos y malos que van sin interrupción de Ñapóles a Roma, a Florencia, a Genova, a Marsella y de allí al Languedoc y el Rosellón, a la ruta litoral de España, a Barcelona, a Valencia y Málaga... Otras, que corren per-
Fig. 23 Red de las carreteras de la península Ibérica en 1546 Según el ¡ibro de GONZALO MENÉNDEZ PIDAL, LOS caminos en la historia de Espana , 1951. Las carreteras están representadas por líneas de trazos más o menos gruesos de acuerdo con el número de veces que aparecen mencionadas en la guía del vaanciano Juan Villuga (Medina, 1546). De esta «ponderación» se puede deducir que loledo era el centro de todo el tráfico y, en consecuencia, la ciudad más heterogénea de la Península. Otras importantes encrucijadas: Barcelona, Valencia, Zaragoza y Medina del Campo. La hora de grandeza de Madrid, capital a partir de 1556, no "abía sonado aún.
Cf. supra. pp. 133 ss.
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pendiculares al litoral, como las vías naturales del Nilo o del valle del Ródano, como los caminos que conducen a los Alpes, o las pistas caravaneras que llevan de Alepo al Eufrates, o del África Menor al Sudán. Y hay, además, las numerosas rutas ístmicas, como las llamó Víctor Bérard; por ejemplo, la ruta sur-norte que de Siria atraviesa por la puerta de Cilicia y pasa por el Tauro, surca Anatolia y llega a Constantinopla directamente por Eskischir o rodeando por Ankara; o las vías transversales de los Balcanes, orientadas en general de este a oeste, de Salónica a Durazzo, a Valona o a Cattaro, de Uskub a Ragusa, de Constantinopla a Spalato (ya tendremos ocasión de referirnos a la brusca expansión económica de esta última ciudad en las postrimerías del siglo XVI). O esa serie de caminos del Adriático al mar Tirreno, que cruzan de un lado a otro de la barrera italiana: la ruta de Barletta a Ñapóles y Benevento, la más importante de estas rutas transversales en el sur (por el puerto de Ariano), 12 o, más al norte, lo que podría llamarse el eje comercial toscano —de Ancona a Florencia y a Liorna— y el eje genovés de Ferrara a Genova. Y, para terminar, más al oeste, las transversales españolas de Barcelona al golfo de Gascuña, de Valencia a Portugal, de Alicante a Sevilla. Pero téngase en cuenta que estas rutas del istmo poseen con frecuencia varios caminos a la vez. Así, entre Lombardía y Romana por un lado, y Toscana por otro, los viajeros de la época pueden elegir entre ocho itinerarios, todos difíciles, dado que todos franquean los Apeninos; el más cómodo, el único accesible a la artillería, era el más meridional, el de Rímini, por el valle de la Marecchia, hasta Arezzo y Sansepolcro. 13 Para que la enumeración sea completa bastará añadir las rutas fluviales, que a menudo se hallan en la periferia del mundo mediterráneo; por ejemplo, los ríos navegables de la planicie de! norte de Italia, el Adigio, el Po y sus afluentes, el Adda, el Oglio y el Mincio; 14 los ríos «rusos»; los cursos de agua de Portugal; el Guadalquivir hasta Sevilla y por encima de Sevilla, hasta Córdoba; , 5 el Nilo, cuya enorme masa de agua dulce llega hasta más allá del delta «totalmente enturbiado y amarillento» l é en pleno mar. Yríoautén'- GiNoLuiMATTO, Storia económica diVetiezia dell'xialXVI secólo. Venecía, 1961, p. 42. En esta ruta, indicaciones de transporte de cueros de búfalo por vehículos de Barletta a Ñapóles; Ñapóles, 22 de mayo de 1588, A. d. Ragusa, D. de Foris, Vil, f. 245. 13 ARNOLDO SEGARIZZI, Relazioni d.g/i ambasciatori reneti. Florencia III, 1.a parte, 1927, pp. 10-3. 14
G. BOTERO, op. cit.. 1, p. 50.
15
Ibid.. p. 9.
16
CONDE DE BREVES, Voyages.... op. cit.. p. 229.
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Fig. 24
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Las rutas a través de los Apeninos táscanos
El camino real de Rímini a Milán, la antigua vía Aemilia, bordea el límite este de los Apeninos. Las numerosas rutas perpendiculares a aquél que en este reducido sector de la península van en dirección a Luca y Florencia dan idea de la multiplicidad de rutas que la recorrían transversalmente de extremo a extremo en toda su geografía. La ruta de Bolonia a Florencia, vía la Futa, corresponde a la gran autopista actual. El documento que ha servido para trazar este mapa se limita a enumerar las rutas transapeninas que partían de Florencia y Luca.
ticamente mediterráneo, el Ebro, con sus barcos de fondo plano que llevan viajeros y trigo aragonés hasta Tortosa, y el último tramo de algunos de los ríos valencianos y granadinos. 17 En Italia, el Bajo Tíber, abierto hasta Roma a las embarcaciones del mar, surcado por curiosas barcas fluviales con gobernalle lateral y las dos puntas levantadas que permiten, como si fueran escaleras, desembarcar en las escarpadas márgenes del río. 18 17
Mi., p. 5.
18
BELON DU MANS, op. cit.,
p.
103.
}72
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Todas estas rutas que podrían señalarse en un mapa siguiendo los itinerarios de Estienne, , 9 Turquet 2 0 y Daü'Erba, 2I constituyen la base, la trama, la razón de ser de la vida general del mar. En su conjunto, las rutas del siglo XVI difieren muy poco de las que hicieron posible la expansión de Roma o la del Mediterráneo medieval. Pero, cualquiera que sea su trazado, variable o no a lo largo de los siglos, reflejan siempre, más allá de las costas, el imperio de las economías y de las civilizaciones del mar Interior y gobiernan su destino. La vida de la ruta declina o prospera. Los comercios, las ciudades y los Estados decaen o florecen con ella. Muy justificadamente todas las grandes explicaciones históricas han hecho hincapié en las catástrofes y los accidentes en estas rutas. Para Arthur Philippson, 22 la navegación directa abierta a partir del siglo III a. C , en la cuenca oriental, arruinó a los países griegos, privándolos de los beneficios de las escalas. En las postrimerías de su grandeza, Roma declinó al perder sus rutas en beneficio de las del Cercano Oriente, por donde se fugaban los metales preciosos —así se decía antes—, o como consecuencia de la gran actividad del eje comercial Danubio-Rin —así se sostiene hoy—, en detrimento del movimiento general del mar. 23 Tan pronto como este mismo movimiento general se puso al servicio del Islam, en los siglos VIH y IX, el centro de gravedad del total de las fuerzas mediterráneas se des19 CHARLES ESTIENNE, La Cuide des Cbemins de Frunce, 2. a edición, 1552; Les royages de plusienrs endroíts de Frunce et encoré de la Ierre Saínete, d'Espaigne, d'ltalie et autres pays. 1552. Nuevas ediciones, con variantes: París, 1553, 1554, 1555, 1556, 1558, 1560, 1570, 1583, 1586, 1588, 1599, 1600; Lyon, 1566, 1580, 1583, 1610; Ruán, 1553, 1600, 1658; Troyes, 1612, 1622, 1623. Para detalles ver: SiR HERBERT GEORGE FORDHAM, Les ñutes de Frunce, Catalogue des Cuides routiers, 1929, y Les gr/ides routiers, Itiníraires et Curtes Routieres de l'Europe, Lila, 1926. 20
THÉODORE MAYERNE DE TURQUET, Sommuire description de la Frunce, Alie-
magne. Italie. Espagne. avec lu Cuide des Chemins, Ginebra, 1591-1592, 1618, 1653; Lyon, 1596, 1627; Ruán, 1604, 1606, 1615, 1624, 1629, 1640, 1642. 21 GlOVANNI DALL'ERBA, Itinerario delle poste per diverse partí del mondo, Venecia, 1561. Otras guías de la misma época: GUILHELMUS GRATAROLUS, De Regimine iter agentium re/ ec/uitum. vel peditum. ¡el mari, vel curru. seu rhedu, Basilea, 1561; CllERUBiNlS DESTELLA, Poste per diterse partí delmondo. Lyon, 1572; Anónimo, Itinerarium Orbis Cbrutiani, 1579; RICHARD ROWLANDS, Tbe post oftbe World. Londres, 1576; Anónimo, Kronn und Ausbundt aller Wegueiser..., Colonia, 1579; MATTHIAS Ql/ADT, Delíciue Galliue site Itinerarium per itnitersam Galliam..., Francfort, 1603; OTTAVIO CODOGNO, Nuoro Itinerario delle Poste per tutto il Mondo,.,, Milán, 1608; PAULUS HENT/.NERUS, Itinerarium Germaniue, Galliae, Angliae. etc., Norimbergae, 1612. 22 Das Mittelmeergebiet (4. a ed.>, pp. 222-3. 23
ANDRÉ PIGANIOL, Histoire de Rome. 1939, p. 522.
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plazo, y el Occidente cristiano vióse privado de la red nutricia de las rutas y los caminos del mar o dependientes de él. Finalmente, para circunscribirnos aproximadamente a la época de nuestro libro, los grandes descubrimientos, al abrir las lejanas rutas del Atlántico y del mundo, uniendo el océano Atlántico y el océano Indico por una vía marítima continua, tomaban por la retaguardia las vivas rutas del Mediterráneo, asestando un rudo golpe a todo este mar y empobreciéndolo. En mayor grado aún que cuando escribí la primera edición de este libro estoy convencido de la importancia de estas comunicaciones. Forman la infraestructura de toda historia coherente. Pero nos encontramos con difíciles problemas al tratar de determinar el papel preciso que desempeñaron. Arcaísmo de los medios de transporte Desde 1550 a 1560, no parece a primera vista que se haya producido ninguna gran revolución en los transportes marítimos y terrestres; siguen navegando los mismos barcos, circulan los mismos convoyes de bestias de carga, los mismos vehículos rudimentarios; son idénticos los itinerarios e idénticas las mercancías transportadas. Mejoraron los caminos y la navegación, la velocidad y la regularidad de los correos, bajó el coste de los transportes, pero ninguno de estos cambios alcanzó nunca dimensiones revolucionarias. La prueba de ello la tenemos, indudablemente, en que las pequeñas ciudades sobrevivieron a las muy numerosas transformaciones políticas y económicas del siglo; las pequeñas ciudades, es decir, las paradas secundarias. N o subsistieron, como creía Stendhal, porque las grandes ciudades, por rara bondad de corazón o por amplitud de espíritu, dejaran que las pequeñas siguiesen viviendo y cumpliendo sus destinos. Si las pequeñas ciudades no fueron exterminadas, se debió a que supieron defenderse oportunamente, y, sobre todo, debido a que las grandes ciudades Tro podían prescindir de ellas, pues no podía viajarse a lo largo de las rutas sin cambiar de tiros en los relevos y sin albergarse en alguna parte. La vida de estos lugares de parada está unida a la aritmética de las distancias, al promedio de la velocidad a lo largo de las rutas y de las travesías marítimas, realidades todas ellas que no han cambiado apenas en un siglo todavía mal pertrechado desde el punto de vista técnico, en el que seguían utilizándose las viejísimas rutas (todavía en pleno siglo XVI se sigue viajando por las calzadas de los tiempos de la
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grandeza romana), 24 y sólo se conocían los barcos de escaso tonelaje (los gigantes de los mares no desplazaban, ordinariamente, más de 1 000 toneladas), y se recurría con mayor frecuencia a los servicios de las bestias de carga que a los vehículos. 2S Estos se conocían ya en el siglo de Felipe II, pero su progresión es tan lenta que resulta insignificante, si realmente la hubo, entre 1550 y 1600. Pensemos que todavía en 1881 los carruajes eran desconocidos en Marruecos; 26 que en el Peloponeso no aparecieron hasta el siglo XX, y que su empleo supone siempre una revisión, la creación de rutas, es decir, casi una revolución, como lo dice Cvijic refiriéndose a la Turquía del siglo XIX. 27 Así pues, no nos anticipemos: en el siglo xvi, España no era aún el país de las diligencias, con sus pintorescos arreos de muías tintineantes de campanillas; ni Italia el país de los vetturini, los célebres carricoches de la época romántica. Aquí y allá empezaban a verse los vehículos (algunos perfeccionados, otros todavía primitivos) tirados por caballos, por muías, por bueyes o por búfalos. Los vehículos rodaban por el Estambujol, en la campiña de Brousse, 28 en el Constantinois (como lo señala León el Africano), 29 en la ruta del Brennero, 30 por casi toda Italia. Las pipas de vino se transportaban sobre ruedas en las cercanías de Florencia; 31 Cervantes se burla de los cocheros de Valladolid, 32 y cuando el duque de Alba invadió Portugal en 1580, 3 3 se aseguró numerosos «carros» para los servicios de su e-jército. El traslado de la Corte de Felipe III de Valladolid a Madrid, en 1606, se lleva a cabo recurriendo a carros tirados por bueyes. 34 Los vehículos, pues, cumplían su cometido cerca de las ciudades y a la retaguardia de los ejércitos, que exigían transportes en masa. Pero, ¿qué ocurría en otros lugares? Cuando en 1560 se proyectó hacer llegar hasta Ñapóles el 24
JEAN DELUMEAU, Vie konnmique et sacíale de Rome, I, 1957, pp. 81 ss. JULES SION, «Problémes de rranspora dans l'amiquité» (reseña crítica de la obra de LEFEBVRE DES NOETRES, L'attelage. Le cheval de selle a traten les ages), en An. d'hist. écon. et soc, 1935, pp. 628 ss. 2b JULES LECLERQ, De Mogador a Biskra: Maroc et Algérie, 1881, p. 21. 27 ha Péninsule Balkanique, 1918, p. 195. 28 BARÓN DE BUSBEC, op. cít., I, p. 103, tomando como prueba un detalle anecdótico, base evidentemente frágil. 29 Description de l'Afrique, tiene partie..., ed. 1830, II, pp. 16-7. 25
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31
E. VON RANKE, art. cit., en Vj. f. S. u. W. Gescb., 1924,
p.
79.
B. N . Florencia, Capponi, 239, 26 de enero de 1569. Novelas ejemplares, «El licenciado Vidriera». 33 C0D01N, XXXIV, 1.° de mayo de 1580, p. 442; 4 de mayo de 1580, p. 453. 34 Franceschi al dux de Genova, Valladolid, 31 de mayo de 1606, A. d. S. Genova, Spagna 15. .... ... ....... 32
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trigo de la Apulia por tierra y no por mar —como se acostumbraba, hasta entonces, a causa de la larga e incierta circunnavegación de la Italia meridional— se pensó que haría falta establecer una línea de carretas entre la ciudad y la región productora —tal era el proyecto de Madrid—, haciendo para ello transitables los caminos de la Apulia. Dice la misiva de Felipe II al duque de Alcalá, virrey de Ñapóles: «Procurar de aderecar los caminos que vienen de Pulla cerca de Asculi.» 35 Finalmente, y aquí era donde queríamos llegar, estos caminos serían puestos en buenas condiciones «de manera que pudiéndose carretear como se hace en Alemania y otras partes, se trayga el trigo por eíios a Ñapóles». 36 Como se hace en Alemania: faltaba mucho, pues, para que los vehículos sean de uso general en el sur de Italia. Para que reinen allí a la moda de Alemania, aunque ya a fines de siglo tomaron posesión, al parecer, de la ruta transversal de Barletta a Ñapóles, 3 7 que documentos oficiales de 1599 y 1603 38 califican como imperfecta, y aún no terminada, a pesar o tal vez a causa de los proyectos de la ciudad pontificia de Benevento, ansiosa de apoderarse del tráfico por dicha ruta. Incluso en Francia son poco numerosas las rutas carrozables existentes a fines de siglo. 39 En espacios enormes, la primacía seguía correspondiendo a la bestia de carga. En los siglos XVII y XVIII, la red de caminos del Imperio otomano, que era la admiración de Europa, estaba formada por estrechas cintas pavimentadas de un metro de ancho para los jinetes y, a ambos lados, las calzadas para los rebaños y los peatones, que duplicaban su anchura. 40 Pero, al parecer, por estas vías casi no circulaba ningún vehículo. ¿Aumenta la importancia de las rutas terrestres hacia el año 1600? Sin embargo, y pese a todo, el tráfico continúa su ir y venir por estas rutas tan deficientes, y lo que es más, aumenta de volumen a finales del siglo XVI. Causa y consecuencia de este auge se produce 35
Ver ¡a nota siguiente. Felipe II al virrey de Ñapóles; Toledo 13 de oct. de 1560; B. Com. de Palermo, 3 Qq., E 34, ff. 8-11. 37 22 de mayo de 1588. A. d. Ragusa, D. de Foris, f. 245. 38 Ar. st. it., IX, pp. 460 y 460 n. 1; 468 y 468 n. 1. 39 ALBERT BABEAU, Les toyageurs en France, 1885, pp. 68-9 (viaje de Paul Hentzner, 1598). 36
40
VÍCTOR BÉRARD, Pénílnpe..., op. cii., p. 307; CHATEAUBRIAND, Itinírain.
«>., p. 7.
op.
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un aumento bastante general del número de muías, al menos en las penínsulas europeas; en España, donde un agrónomo contemporáneo de Carlos V, Alonso de Herrera, 41 considera el hecho como una lamentable calamidad; en Italia, principalmente en Ñapóles, donde, para salvar la cría del caballo —que era un animal de guerra— hubo necesidad de prohibir a los ricos, bajo amenaza de las más severas penas, que engancharan muías a sus carrozas; 42 en Chipre, donde en 1550 la cría de muías y muletos provocó una catastrófica disminución del número de caballos; 43 en Andalucía, donde se hicieron necesarias draconianas medidas para proteger a éstos; 44 finalmente, en los Balcanes, donde después de la guerra turco-imperial de 1543-1606 los cristianos se apoderan, entre el botín de guerra, de gran cantidad de muletos. 45 Haedo señala que un moro viajó de Argel a Cherchell a lomo de muía, 46 y, en 1592, Sicilia envió acémilas para los trabajos de La Goleta. 47 Esta historia merecería por sí sola una investigación; el hecho es que desde entonces —siglo XVI— la victoria del ganado mular es indudable, aunque haya sido vehementemente combatida por los Gobiernos en aras de las necesidades de la guerra. Parece que en el Mediterráneo la multiplicación de los caballos (de labor y de tiro) tuvo la misma importancia que en la Inglaterra isabelina. 4* La muía no es solamente un instrumento agrícola, como lo explica Herrera detalladamente con referencia a España; es también un maravilloso animal de transporte, sufrido y resistente. Rabelais, que por todo se interesaba, lo apunta en el Libro Cuarto: «muías, bestias muy poderosas y poco delicadas, más resistentes al trabajo que las demás». Herrera calcula que en España se utilizaban 600 000 muías para el trabajo y 400 000 para la «caballería», 49 esto es, para el transporte. Con un poco de imaginación podemos comparar este triunfo del transporte a lomos de muía con lo que luego ocurriría, en el siglo x v m , en la América hispanoportuguesa, donde el hom41
Libro de Agricultura, 1539, pp. 368 ss. de la edición de 1598 (primera edición,
1513). 42
A. st. it., IX, p. 255, 2 de mayo de 1602. V. LAMANSKY, Secrets d'Etat de Venise, p. 616, 7 de dic. de 1550. Sobre las razones de la decadencia de la cría caballar, Cría de los cavaílos, Granada, Sim. Eo. 137. 45 GiuSEPPE MECATTI, Storia cronológica Mía cita di Firenze, II, pp. 802-3, en 1595. 43
44
46
D. DE HAEDO, Topographia.... p. 180.
47
El duque de Terranova al rey, Palermo, 22 de abr. de 1572, Sim. Eo. 1137. G. TREVELYAN, History of England, p . 287.
48 49
A. DE HERRERA, op. cit., p. 368.
LA U N I D A D HUMANA
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bre conquistó un espacio sobrehumano por medio de interminables caravanas de muías. Y surge otro interrogante: ¿serán las muías las responsables del incremento del tráfico terrestre a expensas del marítimo? Erbalunga, gran burgo marino del cabo Corso, edificado a medias sobre las aguas, era casi una pequeña ciudad en la época en que su misión consistía en asegurar la circunnavegación del cabo con algunos veleros de carga. En el siglo XVII se abrió una ruta hasta el arranque mismo del cabo, y esta vía terrestre, que era más corta, prevaleció rápidamente sobre las largas rutas marítimas. Desde entonces, Erbalunga decayó rápidamente. 50 Si fuera necesario, este minúsculo ejemplo nos pondría en guardia contra la creencia tan general de que las rutas marítimas vencen siempre sobre las terrestres. Esto no es verdad para las noticias y las cartas, que se transportaban generalmente por correos terrestres; sólo a título excepcional se recurría a la vía marítima. Y tampoco era verdad en lo tocante a las mercaderías más valiosas, porque los transportes por tierra (transportes de lujo, sin duda) entraban dentro de sus posibilidades. Así vemos que, a finales del siglo XVI, las sedas en bruto de Ñapóles llegaban por tierra a Liorna, desde donde se despachaban también por tierra hacia Alemania 51 y los Países Bajos. 52 Entre 1540 y 1580, 5 3 las telas de Hondschoote llegaban también por tierra a Ñapóles, donde más de sesenta casas especializadas en este comercio se ocupaban en redistribuirlas. Finalmente, en el Mediterráneo oriental se advierte muy a finales del siglo un predominio manifiesto de la ruta terrestre en detrimento del mar. Ragusa, que durante todo el siglo XVI había vivido de cien comercios marítimos distintos, unos próximos y otros lejanos (entre éstos figuró durante mucho tiempo el del mar Negro), renuncia a este tráfico en los últimos años del siglo y se repliega al mar Adriático. N o es que los cueros y las lanas de los Balcanes hayan cesado de afluir a Ragusa; lo que ocurre es que a partir de ese momento vendrán del gran centro de Novi-Bazar por los caminos terrestres. Estos habían reemplazado a tas rutas marítimas. En el 50
«Notizie», en A. si. di Corsita. 1932, pp. 296-7. Ar. st. it., IX, p. 219: mercancías de valor de Ñapóles a Florencia por vía terrestre. Conexiones entre Ñapóles y Alemania por Florencia, a partir de 1592, G. Vivou, »p. cit.. III, pp. 198 y 350. Sobre los portes, cf. la evidencia negativa de 51
J. PERRET, Siris, 1941, y respuesta de ANDRÉ AYMARD, R. E. A.. 1943, pp. 321-2. 52
WILFRID BRULEZ, De firma della Faille. p. 578. EMILF. COORNAERT, Un centre industrie! d'aiitrefois. La draperie-sayetterie d'Hondschoote (xv i'-xv i i i' sudes). 1930, pp. 252-3, n. 3. 53
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siglo XVii, igualmente, la fortuna esplendorosa de Esmirna, s 4 en la extremidad terrestre del Asia Menor, debe interpretarse, en parte, como una victoria de las rutas terrestres. Esmirna atrajo hacia sí, por aquel tiempo, una parte del tráfico nutricio de Alepo (principalmente, el que procedía de Persia), quizá porque pudo desplazar más hacia el oeste el punto de partida del intercambio marítimo con el Occidente. Este mismo desplazamiento explica la aventura de Spalato que mencionan algunos eruditos venecianos porque guarda íntima relación con ciertos incidentes con Turquía, aunque, por lo demás, no figure en la gran historia. 5 5 Venecia poseía sobre la altra sponda en la región balcánica, una serie de vigías y de ciudades, y dos útiles conexiones comerciales: una, en dirección a Cattaro, por donde se organizaba en invierno el servicio del correo con Constantinopla y Siria; otra, hacia el estuario del Narenta, fuera de las posesiones de la Señoría, desde donde multitud de pequeñas embarcaciones conducían a Venecia las mercaderías que las caravanas llevaban hasta aquel estuario: lanas, cueros y ganado de la península de los Balcanes. Lo que, a partir de 1577 y más aún de 1580, incitó a tomar en consideración los proyectos de Michel Rodríguez, judío instalado en Venecia, famoso por su inteligencia comercial, fue, seguramente, que el comercio entre el Narenta y Venecia se puso en peligro por la piratería de los uscoques, y, más tarde, por la competencia de Ragusa y de Ancona, que, sin hacer caso del monopolio que reclamaba para sí Venecia, se adueñaron regularmente de la línea 54 Esmirna era ya un centro importante en 1550, BELON DUMANS, op. cit.. p. 89; los ragusinos iban ahí a cargar aígoción; PAULMASSON, Histoiredu Commerce franjáis dans le hevant au xvir si'ecle, 1896, p. 125; J. B. TAVERNIER, op. cit.. I, p. 68;
GUILLAUME DE VAUMAS, L'Éreil missionaire de la Frunce, 1942, p. 102; P. HENRI
FOUQUF.RAY, Histoire de la Compagnie de Jésits en France des origins d la suppression. 1925, IV, pp. 342 ss.; GÉRARD TONGAS, Les relatinns de la France avec l'Empire ottoman diirant la premien moitií du XV //' siecle et l'ambassade de Philippe de Harlay. comte de Císy. 1619-1640, 1942, p. 208; BARÓN DETOTT, Mémoires. op. cit., IV, pp. 85-6. 55 Lo que sigue está tomado de una historia inédita de NicoJó Conra/ini, V. LAMANSKY, op. cit., pp. 513-5. El hecho, señaladotambién por H. KRETSCHMAYR y por F. C. LAÑE, aunque incidentaimente. Superabundante documentación inédita: A. d. S. Venecia, Papadopoli, códice 12, f. 23; en 1585, 16 000 colli de mercancías variadas fueron transportadas en barco del Neretva a Venecia, prueba de que este amplio rodeo estaba preparando el camino de la expansión de Spalato. Otras referencias: Cinque Savii, 138, ff. 77 v a 79 v,, 16 de junio de 1589; ibid., f. 182, 24 sept. de 1592; ibid., 139, ff. -54 y 54 v., 23 de noviembre de 1594; Marciana, Notizie del mondo, 5837, 25 de enero de 1596; Museo Correr, D. delle Rose, 42, f. 35 v., 7 d e septiembre de 1596; ibid., 21, 1598, 1602, 1608; Cinque Savii, 12, f. 112, 2 de septiembre de 1610. Sobre la construcción del Lazzaretto de Spalato, A. d. S. Venecia, Senato Zecca, 17, 22 de abril de 1617.
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Narenta-Venecia. Los proyectos de Rodríguez tendían a habilitar a Spalato —ciudad hasta entonces despoblada, aunque provista de un excelente puerto y unida al interior balcánico— como punto de escala y la organización de convoyes protegidos, de Spalato a Venecia. Los proyectos no se realizaron antes de 1591, debido a la oposición de un prestigioso senador, Leonardo Donato, enemigo de las empresas azarosas o que parecían serlo; eso es, al menos, lo que dice Nicoló Contarini, y parece muy posible que sea verdad. Piénsese también que en Venecia no se sintió la urgente necesidad de recurrir a este expediente hasta 1591Una vez adoptada esa solución, las consecuencias, muy considerables, no tardaron en hacerse sentir. Los venecianos construyeron en Spalato una ciudad nueva: aduanas, almacenes y hospitales para la cuarentena, «pues las epidemias no pueden ser más frecuentes en el país turco». Repararon también los muros y las fortificaciones de la ciudad. Por su parte, los turcos vieron con buenos ojos los caminos que iban a Spalato y establecieron fechas fijas para los viajes, a fin de que los mercaderes pudieran hacerlos en grandes grupos, «lo que llaman caravanas», cree necesario añadir Contarini. Inmediatamente surgieron la abundancia y la riqueza en la escala dálmata: con las posibilidades del mar abiertas ante sí, la ruta terrestre atrajo lejanísimas mercancías. De Siria, de Persia y de las Indias, llegaban por mar mercaderías a Spalato, meta de las largas navegaciones continentales. Ello provocó una revolución en los sistemas de comunicaciones. Dice Contarini: «Así, de Spalato a Venecia se veían llegar... sedas, perfumes de diversas clases, tapices, ceras, lanas, pieles, camelotes (cambellotti), telas de algodón y todo lo que producía o fabricaba para su uso el hombre de los países orientales.» 56 En sentido inverso, Venecia enviaba por la misma ruta sus brocados de oro y plata. Grandes galeras mercantes (más cortas y más planas que las que antes hacían el viaje de Venecia a Southampton, 57 pero bien protegidas contra los barcos de los uscoques) asegurarán el corto tráfico marítimo en los dos sentidos entre Spalato y Venecia. Los competidores y adversarios de Venecia supieron desde entonces que para combatirla había que luchar contra Spalato. Desde el verano de 1593, los ragusinos, que hacían la competencia a los venecianos a lo largo de la nueva ruta, emprendieron una campaña de descrédito contra los venecianos cerca de los turcos. 56 57
V. LAMANSKY, op. cit., p. 514. F. C. LAÑE, op. cit.. p. 2.
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Al embajador enviado por ellos cerca del pacha de Bosnia en mayo de 1593, le recomendaron que denigrase a la empresa, «di blasmarla», y explícase que «el único fin y el único destino de los venecianos era atraer hacia esta escala a los turcos y a otros barcos del gran señor, con el fin de poder apoderarse de ellos en caso de guerra...» En 1596, 58 mientras ocurrían los turbios incidentes de Clissa (pequeña plaza turca de la que por traición se apoderaron los uscoques y que los turcos recuperaron con bastante rapidez, pero a costa de inmovilizar allí grandes medios que les habrían sido necesarios en el norte para luchar contra los húngaros), en el momento en que los imperiales y el Papa trataban de arrastrar a Venecia a la guerra contra el turco, y en que se producían múltiples dificultades en los dominios venecianos de Dalmacia a causa de aquella guerra —la de Clissa—, el conde-duque de Olivares, virrey de Ñapóles, intrigó para producir una sublevación en Spalato... Este año de Clissa ocasionó a Venecia buen número de inquietudes, y mil inconvenientes al puerto de escala de Spalato. Nada puede revelar mejor lo importante que era para Venecia el apoderarse de la ruta del comercio terrestre con Levante. 59 Nos encontramos ante una relación destinada a perdurar, no ante un éxito fugitivo. Spalato se convierte en el centro de operaciones en todo lo referente a las relaciones entre Dalmacia y Venecia, relaciones acerca de las cuales contamos con algunas indicaciones estadísticas: un promedio de 11 000 colli de mercancías se despachan anualmente entre 1586 y 1591; 16 460 de 1592 a 1596; 60 14 700 de 1614 a 1616; 15 300 de 1634 a 1645. 61 Evidentemente, esos colli (palabra que significa simplemente fardos grandes) no se pueden aceptar como unidad regular de medida; también es evidente que el tráfico propio de Spalato no ha sido adecuadamente separado del volumen total de los tráficos dálmatas en dirección a Venecia (aunque los Cinque Sari i mencionan, en julio de 1607, 12 000 balas [baila = eolio] de mercancías sólo para el puerto de Spalato, «además de sumas de dinero contante», oltre li contadi in bona suma. 62 Los documentos cuentan por centenares los caballos de las caravanas y muy pronto llegan los mercaderes a Venecia en tropel:
58
V. LAMANSKY, op. cit..
59
Ibid.. p .
pp. 504
ss.
60
DOMENICO SELLA, op. cit..
61
Ibid. Cinque Sari,. Riposte 141, fí. 28 y 29, 19 de julio'de 1607.
"
pp. 2 y 55.
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algunos incluso vienen de Brousse; 63 los hay armenios, judíos, griegos, persas, válacos, gentes de Bogdiana y de Bosnia. 64 Tanto el cuidado que se tomará Venecia en defender estos enlaces próximos, por ejemplo durante la peste que azotó a Spalato en el verano de 1607, 65 como el fortalecimiento de un comercio en dirección a Moreanos, indican que la conexión con los Balcanes se ha estabilizado y, dejando de ser un expediente, se convierte en una solución permanente. En cuanto a las causas exactas de esta captura, gran parte de la responsabilidad recae sobre la piratería de los uscoques, cristianos y musulmanes; ya hablaremos de la agresiva y creciente actividad de los corsarios mediterráneos en las postrimerías del siglo. Nicoló Contarini lo asegura en su historia: el auge de la piratería en las aguas del Mediterráneo determinó el florecimiento de Spalato. 66 Pero aunque los corsarios fuesen la causa principal de ello, no fueron la única. La creciente e insólita preferencia por la ruta terrestre —«cosa non piu usata», dice el mismo Contarini— puede y debe tener, además, otras causas. Plantea ante nosotros una cuestión de precios de coste y coyunturas comerciales en un momento en que todo anda trastornado, con el encarecimiento de los precios y posiblemente por el enorme aumento del tráfico. ¿Precios de coste? La seguridad ha tenido que representar aquí su parte, como veremos a fines de siglo por la incidencia de la prima del seguro marítimo, que tan desventajosa resultaba para los navios venecianos, pese a sus tripulaciones mal pagadas y sus fletes de bajo costo. 67 ¿Deberíamos considerar la posibilidad de que en el territorio turco fuese bajo el precio de los transportes por caravana, al tratarse de una región donde los efectos de la subida general de precios se sintieron mucho más tarde que en Occidente? 68 Este es el factor que nos hacen entrever nuestros colegas los historiadores turcos. 69 En cualquier caso, poseemos pruebas, correspondientes al final del siglo y a principios del siguiente, de un aumento de las actividades por las vías terrestres en los Balcanes. En lo que se refiere al trán-
63 64 65
Cingue Savii. 4, f. 1083, 19 de septiembre de 1626. ¡¿id.. 1% ff. 103 y 104, 20 de mayo de 1636. Ver supra n. 62 de este capítulo.
66
V.
67
Ver infra. pp. 385-6, y DOMENICO SELLA, op. cit.. pp. 41 ss.
68
LAMANSKY, op. cit..
p.
514.
Ver infra, I, p. 685, fig. 43. Utilizo las notas que tomé durante la intervención del profesor Látfi Gucer en el coloquio de junio de 1957, en la Fundación Giorgio Cini. M
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sito de Ragusa, cienos documentos mercantiles de 1590-1591 (precisamente en vísperas del florecimiento de Spalato) 70 revelan la actividad de los tráficos con el interior; así lo evidencia también la construcción, junto a la ciudad, de un nuevo bazar para los mercaderes turcos. Y en 1628 se provee, en un extremo del puerto, un edificio de cuarentena más espacioso. 7I Este detalle, insignificante en sí, sugiere, sumado a otros, que estos contactos por tierra han eliminado o, al menos, reducido las paradas en Siria y Egipto y los largos viajes de transporte marítimo entre el este e Italia; han acentuado también el movimiento hacia el oeste de los mercaderes y mercaderías del Levante. En Yenecia, el Fontico dei Turcbi, en San Giovanní DecoIIato, data de 1621. 72 También Ragusa ve afluir a ella mercaderes judíos y turcos. 73 Si el siglo XVii conoce una recrudescencia de la peste, especialmente en Italia, y según Ior jo Tadic también en los Balcanes, 74 hay posiblemente una relación de causa y efecto entre esta recrudescencia y la renovación de los transportes por tierra. El problema intrínseco de la ruta terrestre El aumento dei tráfico en las rutas de los Balcanes presenta en sí problemas de la mayor relevancia. Problemas que lo son, a la vez, de estructura a la larga y de situación inmediata. Estos problemas se perfilan con claridad a finales del siglo XVI, pero ya existían desde mucho antes y continuaron presentándose mucho después. La competencia entre diferentes medios de transporte es tema de todas las épocas. Pero nosotros, los historiadores del primer período moderno, hemos cometido el frecuente error de creer que todo mar o río descalifica automáticamente a la ruta terrestre y se adjudica la prioridad; suponemos que todo camino terrestre confrontado con la competencia de una vía acuática está conde70 Los rectores a O. de Cerva, Ragusa 20 de mayo de 1593, A. de Ragusa, Lettere di Levante, 38, f. 113. También hubo sin duda una animación creciente de los transpones terrestres en África, alrededor de Oran, DIEGO SI'ÁREZ, op. cit., pp. 36, 47, 50, 86, 275 y 314. 71 DR. M. D. GRMEK, «Quarantaine á Dubrovnik», en Symposium Ciba, abril de 1959, pp. 30-3. 72 GIUSEPPE TASSINI, Curios/ti Veneziane, 1887, pp. 277-8. Con anterioridad a esta fecha se habían reagrupado los mercaderes turcos en Venecia, Senato Terra 67 (15 de mayo de 1575). Abundantes referencias sobre los mercaderes turcos y armenios en Cinque Savii, 3, 4, 13, 15, 17, 18, 19 (de 1622 a 1640). 73 También en A. de Ragusa, Diversa di Cancellaria. 192 a 196. 74 En su carta ya citada del 7 de noviembre de 1963.
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nado infaliblemente a desaparecer o a declinar. Pero la realidad demuestra que tanto los vehículos como los animales de carga son muy resistentes cuando se trata de soportar la competencia y que no es tan fácil como pudiera parecer eliminarlos. Es innegable, por poner un ejemplo, que el istmo alemán debe su prosperidad, entre otras causas, y a partir del siglo XV, al aumento de la velocidad y la modernización de los vehículos con ruedas. Renée Doehaerd sostiene incluso 7S que la fortuna terrestre de Amberes a fines del XV y comienzos del XVI es el resultado de una determinada política de control del tráfico rodado, gracias al cual esta ciudad tuvo acceso al intenso ir y venir de mercancías que ocurría en Alemania y, mks a\\k, en Italia y Polonia... Esta prosperidad de Amberes contrasta radicalmente con la prosperidad marítima de Brujas en los siglos precedentes, simple etapa hacia el norte del triunfante navegar de los navios mediterráneos. Resulta evidente que entre la Europa del Norte y la mediterránea, las rutas marítimas y las rutas terrestres compiten y coexisten unas con otras; la distribución de las mercancías a transportar se hace por lo general, si no siempre, del siguiente modo: lo pesado y barato, para unas, y lo ligero y precioso, para otras, 7 6 operando todo este vasto sistema sobre un tablero inmenso, más amplio pero más fácil de observar que el de los Balcanes. N o creo, actualmente, como creía cuando la primera edición de este libro, que la ruta atlántica y la invasión de las naves nórdicas —de todo esto volveremos a hablar más adelante— hayan desvalorizado en el acto, a finales del siglo XVí, y de una vez para siempre, las grandes rutas alemanas y francesas que se encaminan al Mediterráneo. En su libro sobre la firma de Amberes de los Della Faille, Wilfrid Brulez 77 nos ofrece la evidencia de-lo que acabamos de afirmar. En su comerciar con Italia, de 1574 a 1594, la firma de los Della Faille ha preferido nueve veces de cada diez las rutas de los Alpes a las del mar. N o es pequeña cosa que hayan mostrado su preferencia por aquéllas en lugar de éstas, considerando que basta echar un vistazo a las cifras para comprender que la elección estaba dictada por el más estricto interés. No es que la ruta terrestre estuviera exenta de desventajas —que las tenía—, pero era relativamente segura, y la media de beneficios que procura (16.7 %) su75 RENNÉE DOEHAERD, Eludes anversoises, Documents sur le commerce International a Anvers, 1488-1514, I, 1963, lntroduction, p. 66. 76 JACQUES HEERS, «II commercio nel Mediterráneo alia fine del secólo xiv e nei primi anni del xv», en Arcbirio Storico Italiano. 1955. 77 Op. cit„ p. 578.
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pera a la que da la larga ruta marina (12.5 %), con fluctuaciones enormes que van de 0 (o, para ser más precisos, de un balance negativo) a 200 %. La ruta terrestre resulta mucho más regular (con un beneficio máximo del 30 %). Este ejemplo particular se refiere naturalmente a mercancías de lujo. No hay evidencia alguna de que si hacemos una comparación de conjunto entre la ruta del Atlántico y los caminos transversales que cruzan Europa de norte a sur, resulte que por aquélla se movían (o no) más mercancías que por éstas (seguramente sí en cantidad de peso, pero ya es más dudoso si en valor). En todo caso, la ruta terrestre mantiene su actividad tanto en los itinerarios de Estambul a Spalato, como en los de Hamburgo a Venecia, o de Lyon a Marsella. Posiblemente sólo a partir del siglo x v n la vía marítima vence a la terrestre, gracias al empuje de los navios del norte, la generalización de los seguros marítimos y la constitución, en el norte, de poderosas firmas comerciales. Estas consideraciones generales tienen su importancia, pues si bien no nos resuelven los problemas del Mediterráneo, arrojan, por lo menos, alguna luz sobre ellos. El doble testimonio de Venecia De todo lo dicho podemos concluir con certeza que durante la segunda mitad del siglo XVI se produjo un incremento de los tráficos terrestres y que algunas de las antiguas rutas, que habían sido abandonadas, volvieron a entrar en uso. Nos queda por saber lo que ocurría en aquella misma época con los tráficos marítimos. Por lo que sabemos, no experimentaron una disminución correlativa al aumento del comercio terrestre; más bien ocurrió lo contrario: parece mantenerse un cierto equilibrio entre ambos a favor del aumento general. Podemos ilustrar lo dicho con el ejemplo de Venecia. Contemporáneamente a la aventura de Spalato, e incluso con anterioridad, se produce —eso resulta evidente— una notable reducción de la flota veneciana. Sin duda ha sido éste uno de los elementos que han llevado a hablar de la decadencia de Venecia. Domenico Sella la fecha alrededor de 1609. 78 Alberto Tenenti considera que los signos precursores se dejan ver ya a la altura de 1592. Ambos son, quizá, de un pesimismo excesivo, pues el tráfico del puerto sigue siendo idéntico en volumen hasta por lo menos el año 1625, si nos DOMENICO SELLA, op. cít.,
p.
12.
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atenemos a las cifras que da el propio Sella: 1607-1610, un promedio de 94 973 colli, (de los cuales unos quince mil aproximadamente venían de los puertos de Dalmacia y de las rutas balcánicas); en 1625, 99 361; en 1680, 83 590; en 1725, 109 497. No hay duda de que naves extranjeras han debido compensar las deficiencias de la flota veneciana. Los estudios de Alberto Tenenti 7 9 han demostrado que, efectivamente, así ha ocurrido. En su libro analiza los registros de los siniestros marítimos hechos en presencia de dos notarios de Venecia: Andrea Spinelli y Giovan Andrea Catti, uno y otro especialistas en lo referente a los transportes por mar, y reuniendo entre ambos la casi totalidad de ios posibles clientes. Tan pronto como se tenía conocimiento de un desastre, las partes interesadas acudían a registrar su póliza de seguro como paso previo para la consiguiente reclamación. Durante un período de dieciocho años cruciales (1592-1609) entre siglo y siglo, esta lista de desgracias registra más de un millar de casos, de los cuales unos 660 (es decir, casi 37 al año) corresponden a naufragios o capturas por los corsarios, y el resto a accidentes o desventuras más o menos graves. Esta relación, de una amplitud francamente inusitada, establece tanto la decadencia de la marina veneciana, que ya conocemos, como el incremento del número de navios del norte que tocan en Venecia, sea viniendo del Poniente, sea yendo allí, o bien ocupados ya en el ir y venir de los tráficos del Levante. Sin duda podemos hablar del declinar de Venecia como poder marítimo, pero no de disminución del tráfico global de su puerto, realidad que nos ocupa en estos instantes. Un pequeño detalle insólito es que el precio de los seguros continúa siendo el mismo durante todos estos años difíciles, 80 al menos hasta 1607, en lo que concierne a los navios venecianos. 8I Lo que quiere decir que ocurre una de estas dos cosas: o los astutos financieros genoveses y florentinos que controlaban los seguros de Venecia, y que constituían auténticos lobbies, eran ciegos a sus propios intereses y aseguraban mercancías, barcos y fletes por pura filantropía, o hay un error en nuestros 79 ALBERTO TENENTI, Naufraga. corsa ira et asi«ranas maritimes a Ven ¡se 11592-1609). 1959. 80 Ibid., pp. 59 y 60, tanto por ciento exacto de los seguros en Ragusa, Iorjo Tadic, carta del 7 nov. 1963 ya citada. 81 Cinqtm Savii. 141, fí. 32 a 33 v., 24 septiembre 1607. El precio de costeo de los seguros era, para Siria, de 8, 9 y 10 por ciento a la ida y otro tanto al regreso. Su precio (sólo ida o sólo vuelta) es por lo general, en 1593 y 1594, del 5 c/í. A. d. S. "eneda, Miscellanea, Carte Prívate 46. ¿Están exagerando los Cinque Savii con el hn de lograr autorización para exportar plata a Siria?
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cálculos. Supongamos, y la hipótesis no carece del todo de razón, que el coste medio de los seguros sea del 5 %. Para que el asegurador compense pérdidas y ganancias necesita que transcurran veinte viajes sin incidente alguno, contra uno en que se produzca un desastre total. En este cálculo, en exceso veloz, se consideran los navios como equivalentes unos a otros y el desastre acaecido al número veintiuno como total, lo que evidentemente es simplificar demasiado: en primer lugar, porque el desastre nunca resultaba total para el asegurador puesto que éste estaba reasegurado; en segundo lugar, es propietario de toda mercancia que se pueda recuperar; en tercer lugar, si reembolsa a la víctima, se beneficia por lo general de una reducción sobre el importe total del seguro; y, finalmente, en cuarto lugar, si hay igualdad entre pérdida y ganancia, habrá entre tanto obtenido los intereses de las sumas recibidas durante todo el tiempo del seguro. Estas circunstancias complican el problema, pero no lo convierten en insoluble... En resumen, y aquí es donde queríamos venir a parar, no es en modo alguno absurdo suponer que los naufragios quedan compensados por los numerosos viajes llevados a término sin contratiempo alguno. Por 37 barcos perdidos se habían cumplido, al parecer, 740 viajes en el mismo año. 82 De hecho, el puerto de Venecia mantiene a fines del siglo XVI una actividad mucho mayor que la calamitosa que generalmente se le supone. Es cierto que Venecia, en 1605, sólo posee 27 navios de gran porte, 83 pero si la proporción entre barcos grandes y pequeños es la misma que en otras partes, podemos deducir que contaba con unos 200 navios pequeños (la media general era de 10 pequeños por uno grande). En todo caso, en la lista del ancorazzo (del 1 de septiembre de 1598 al 1 de septiembre de 1599) M he contado 46 marciliane, venecianas probablemente, y también naves más pequeñas que éstas. Sin duda este ancorazzo de 1598-1599 registra solamente la lista de los doscientos pagos efectuados, pero cada uno de ellos se puede referir a más de un viaje, y además estaban exentas las barcas. A este respecto, una investigación afortunada y minuciosa resolvería el problema. La cuestión es la siguiente: ¿cuántos viajes puede representar uno solo de estos pagos? Pero incluso en el actual e imperfecto estado de nuestros conocimientos podemos afirmar que no obstante el aumento de la actividad de las grandes rutas de los Balcanes, es del todo falso 82
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Evidentemente una hipótesis optimista. Ibid,. p. 567. Ibid.. pp. 563 ss.
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imaginarse un Adriático y un Mediterráneo inertes, o bien perezosos o vacíos. Muy al contrario, yo creo que a finales de siglo el tráfico del Mediterráneo ha alcanzado un volumen muy importante. Pues, en caso contrario, ¿cómo explicarse la prosperidad que por entonces ha conocido la piratería? En Ragusa ha disminuido sin duda el número de naves ragusinas, pero mirando al azar los registros de la cancillería de esa pequeña ciudad aparecen un inglés, un francés de Marsella, incluso un catalán, este último, al parecer, capitán de barco. 8S Se ha producido un relevo. No ha habido victoria de uno sobre otro en la competencia entre tráficos terrestres y marítimos; por lo menos hasta el siglo XVI. La prosperidad reinante beneficia a un tiempo a unos y otros. De lo que podemos estar seguros es de la constancia, en líneas generales, de las posiciones adquiridas por cada sistema de transporte, por lo menos en lo referente al valor relativo de las mercancías transportadas. Venecia nos ofrece otra pequeña evidencia en lo concerniente al tema de la rivalidad entre transportes terrestres y marítimos. El azar ha querido conservarnos el registro de las balas de lana llegadas del Poniente, es decir, de España, desde 1508 a 1606. 86 Se hace distinción entre las balas venidas directamente por mar y las que lo han hecho por tierra, a través de los caminos transversales de Italia. La preferencia por la primera ruta se debía a la cuasi-franquicia concedida, en 1598, a toda entrada de lanas venidas directamente por mar. Los navios holandeses se encargaron de estos transportes directos. Y sin embargo, a pesar de estas ventajas y estos navios de primera, la ruta de tierra, por Genova, y en mayor grado aún por Liorna, no sólo se mantiene, sino que aventaja a la vía competidora. ¿Por qué? La razón es fácil de adivinar. En primer lugar, la fuerza de la costumbre y los intereses creados. Sabemos que los genoveses y los florentinos poseen el monopolio de compras en España; que corre toda una línea de pagos (de hecho, una especie de crédito por control remoto) desde Medina del Campo hasta Florencia (y viceversa), como testimonia la correspondencia de Simón Ruiz; 87 que los mercaderes venecianos compran lana por el sistema de comisión, es decir, a crédito, sobre Florencia y que esta ciudad goA. de Ragusa, Diversa di Camellaria. 192 a 196, y en especial 192 (f. 139, 30 ae mayo de 1604, f. 176 v., 14 1604, el catalán); 194 (f. 44 v., 2 de mayo de 1605). Museo Correr, Prov. Div. C 989 (Mercatura e traffichi III). FELIPE RUI/. MARTIN, Letlres marchandes échangées entre Florence et Medina del c «»ipa. 1965, pp. CXVI ss.
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zaba de la facultad de escoger las lanas que más le gustasen, correspondiéndole a Venecia el segundo lugar en dicha elección. El papel de intermediario representado por Venecia explica la frecuente utilización de la ruta de tierra; y es muy posible que la importancia de las cantidades totales que llegan a Venecia a finales del siglo XVI sea resultado del precoz colapso de la industria florentina de la lana, que habría liberado la materia prima. Nos encontramos, pues, ante un excelente ejemplo, insuficiente por sí sólo, eso es evidente, para decidir la cuestión de la no elasticidad competitiva entre las dos categorías de rutas, y de la complejidad de los factores operantes. Pero se puede descubrir una permanencia estructural de las relaciones, válida como hipótesis de trabajo. Circulación y estadísticas: el caso de España Otro ejemplo, que esta vez comprende un espacio mayor, es el de Castilla, que estaba rodeada por una serie de aduanas continentales y marítimas, desperdigadas unas y otras a lo largo de ¡as costas y de las fronteras terrestres, encontrándose algunas de estas últimas en el mismo interior del territorio castellano. Los pi/ertos secos (es decir, terrestres) son los 39 puestos aduaneros en las fronteras de Navarra, Aragón y Valencia, por los que se accede a las rutas principales y secundarias de Castilla: los puertos altos se hallan en los confines de Navarra y Aragón; los puertos bajos controlan ios tráficos en dirección a Valencia. Los puertos de Portugal, 46 en número, algunos de ellos de menor importancia, controlan los accesos terrestres a Portugal. A lo largo de las dos fronteras marítimas, en el golfo de Vizcaya y en la costa de Valencia a Portugal, se perciben por una parte los diezmos de la mar, de los que se ha apoderado la autoridad real en 1559 8S (hasta entonces habían correspondido a los descendientes del condestable de Castilla), y por otra los múltiples derechos aduaneros derivados del vasto complejo fiscal que es el Almojarifazgo Mayor de Sevilla, institución existente desde los tiempos de los reyes moros y que controla todos los accesos por mar, contando algunas veces con puestos aduaneros situados tierra adentro, pero consistiendo más frecuentemente en una serie de puertos (Sevilla, Cádiz, Sanlúcar de Barrameda, Puerto de Santa María, Málaga...). A estos derechos, que vienen de muy atrás, se S8 MODKSTO Ul.LOA, La hacienda real de Castilla en el remado de Felipe 11. Roma, 1963, p. 187.
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suma el Almojarifazgo de Indias, que sólo se ejerce sobre las mercancías llegadas de Indias, es decir, de América, o sobre las que a ella se encaminan. Así Castilla se encontraba rodeada de puestos aduaneros, representados, en Simancas, por una enorme masa de papeles y estadísticas cuyo valor ha sido puesto de manifiesto por los recientes trabajos de Ramón Carande 89 y de Modesto Ulloa. 90 ¿Nos ofrecen una balanza donde pesar las proporciones relativas de transporte por tierra y transporte marítimo? La respuesta es sí y no; sí, considerada su relativa continuidad y su gran volumen; la vasta escala de los documentos consiente compensar los errores. No, porque el sistema fiscal castellano trabuca las cifras, con lo que disminuye su posible valor, y sobre todo porque esta Castilla que estamos considerando resulta más útil para el estudio del Atlántico, que dominaba la totalidad de su'vida económica, que para el del Mediterráneo, al cual había dado la espalda. En cualquier caso, no buscaremos en estos documentos más que indicaciones comparativas y órdenes de magnitud. La primera conclusión que sugieren es que esos tráficos —y los derechos aduaneros— han aumentado notablemente. 1.° Si 100 representa los ingresos del Almojarifazgo de Indias, en 1544, alcanza una media anual de 666 entre 1595 y 1604, es decir, se ha más que sextuplicado en cincuenta años, cálculo éste confirmado por los estudios de Huguette y Pierre Chaunu. 2.° Si los del Almojarifazgo Mayor los representamos por 100 en 1525, vemos que llegan a casi 300 en 1559, a 1 000 en 1586-1592, y (valor de inflación) quizá 1 100 en 1602-1604. 91 3.° Para los diezmos de la mar: 100 en 1561, más de 300 en 1571, 250 en 1581, 200 en 1585, un poco más de 200 en 1598. Resulta evidente que es en el sur de España donde se deja sentir, como bien se podía esperar, el gran auge marítimo del siglo. 4.° Los puertos secos: 100 en 1556-1566, 277 en 1598. 5.° Los puertos de Portugal muestran una progresión más débil: 100 en 1562, 234 en 1598; pero es cosa sabida que son los caminos por excelencia del contrabando. Sin embargo, si se quiere medir el aumento comparado de las aduanas de tierra y de mar, es preciso, dado que las series son de longitud variable, aplicar el índice 100 al año 1560. Si hacemos así, l
RAMÓN CARANDE, Carlos V y sus banqueros. La hacienda real de Castilla. 949, pp. 292 ss. 90 ha hacienda real.... pp. 137-200. 91 Simancas, Escnvania Mayor de Rentas, 1603-1604.
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vemos que da, en esta fecha, 38 millones de maravedises de ingresos de derechos de aduana para el tráfico terrestre, y 115 millones para el marítimo, o sea, que la relación es de 1 a 3. Si hacemos el mismo cálculo en 1598, nos da 282 millones de maravedises contra 97: se mantiene, pues, la relación de 1 a 3- De modo que según todas las apariencias, nada había cambiado estructuralmente en la relación de las circulaciones castellanas en el curso de la segunda mitad del siglo XVI. Habían avanzado al mismo ritmo, siguiendo curvas muy semejantes, para hablar con el lenguaje de las gráficas. Esto nos proporciona una evidencia mayor que la suministrada por los anteriores ejemplos de que hay un cierto equilibrio entre ambas circulaciones consideradas frente a frente: en conjunto variarán muy poco sus proporciones relativas. A la larga el problema es doble No se puede llegar a conclusiones, y mucho menos se puede generalizar partiendo de unos cuantos ejemplos particulares dispersos en el tiempo y el espacio. Toda solución en este terreno —en el que la investigación persiste en averiguar no tanto el volumen exacto de cada una de estas circulaciones, como la manera en que evolucionan o parecen evolucionar la una respecto a la otra— procedería sólo de una investigación que trabajase sobre un período de tiempo mucho más amplio que los cincuenta años a los que se limita este libro: sería cuestión de considerar varios siglos, al menos del XV al XVII o al XVIII, y que no se limitase únicamente al Mediterráneo, por muy vasto y diverso que éste sea. La seductora hipótesis de Hermann van der Wee 92 limita muy bien el área de la cuestión. Sugiere que en el siglo XV se produjo en Europa y el Mediterráneo, de Venecia a Brujas, un incremento del volumen de la navegación; y sólo a la altura del siglo XVI este impulso exterior dio vida a una economía transcontinental que llevó a las rutas de tierra y a las marítimas desarrollarse al mismo ritmo. Con el siglo XVii, las áreas donde la vida económica prosperó o continuó prosperando se limitaron predominantemente, una vez más, a las zonas costeras, y sólo a partir del siglo siguiente el conjunto de transportes —tierra y mar— reemprenderá su avance simultáneo. En este aspecto considero muy posibles grandes fluctuaciones. Y en todo caso, nos pueden servir de marcos problemáticos en los que encajar nuestras investigaciones. Nuestro siglo —el XVI— mo92 Tbe Growth of the Antuerp Market and the European Eionomy, 1963 H> pp. 311 ss.
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verá simultáneamente sus piezas en dos tableros. Podemos aceptar como regla general a priori el hecho de que todo aumento experimentado por el tráfico terrestre deberá ir acompañado grosso modo del equivalente progreso del marítimo, y viceversa. Sólo en el siglo XV, con los navios italianos, predominará la ruta marítima, y lo mismo ocurre en el XVII, ésta vez con navios holandeses. Si dicha hipótesis es correcta, deberá resultar confirmada por las hipótesis locales. Pero es muy poco probable que estos ritmos se produzcan ineludiblemente en todas partes y al mismo tiempo. La época de la supremacía holandesa no suprime automáticamente la actividad, ni siquiera la posibilidad de incremento, de ciertas rutas terrestres. En los registros de los Cinque Savii 93 y con fecha de 8 de mayo de 1636 podemos leer che molte mercancie che venivano per via di mare habbino preso il camino di térra da Genova a Lirorno. De modo que, a la altura de 1636, los caminos terrestres se mantienen cara a cara con los marítimos. No deberíamos aceptar nunca las grandes teorías simplíficadoras si no presentan pruebas evidentes que las hagan buenas.
II.
LA NAVEGACIÓN: TONELAJES Y CIRCUNSTANCIAS CAMBIANTES
Sabemos los nombres, tonelajes aproximados, cargas e itinerarios de miles de navios del Mediterráneo. Pero no resulta tarea fácil poner en orden y concierto todos estos múltiples testimonios. Espero que el lector sabrá perdonarnos por haber abordado el problema desde diferentes ángulos, y en primer lugar, por haber extendido tan ampliamente el campo cronológico de la observación, yendo con frecuencia del siglo XV al siglo XVII; en segundo lugar, por tratar el Atlántico a la par del Mediterráneo. Las razones que nos han llevado a estas inesperadas actitudes irán emergiendo a lo largo de lo que a continuación exponemos. Para comenzar se impone la presentación de tres o cuatro reglas generales, por el valor que ofrecen de clarificación del problema. 1. La navegación por el Mediterráneo no es fundamentalmente diferente de la navegación por el Atlántico. Difieren las prácticas, el precio de los seguros y los intervalos entre viaje y viaje, pero los instrumentos que se usan y el barco de madera movido por los vien95
A. d. S. Venecia, Cinque Savii, 4, bis, f. 44, 8 de mayo de 1636.
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tos presentan las mismas limitaciones técnicas. No puede exceder de un cierto tamaño, de un determinado número de tripulantes, de una cierta superficie de vela ni de una determinada velocidad. Otra característica unificadora: apenas aparece un nuevo tipo de nave en el Atlántico, vemos muy poco después otras del mismo tipo navegando por el Mediterráneo. Incluso en Venecia, cuyos navios poseen características propias, y que tan reacia es a introducir cambios en ellos, hay carabelas desde los tiempos de juventud de Marino Sañudo, es decir, desde finales del siglo XV, y galeones y bertoni desde mucho antes de finales del XVI. Incluso los turcos usaban en esta época galeones de tipo oceánico, 94 navis gravis, navis oneraria, los más pesados de los navios mercantes, explica Schweigger, un viajero alemán que los ha visto en Constantinopla y otros lugares en 1581. 9S 2. Tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo existe un aplastante predominio de las naves de pequeño tonelaje. Capaces de cargar rápidamente, se hacen a la vela aprovechando el primer golpe de viento; proletarios del mar, venden, por lo general, sus servicios a bajo precio. Dos capuchinos emprenden en junio de 1633 el viaje de vuelta de Lisboa a Inglaterra: el patrón de una narigueta de Honfleur (35 toneladas), cargada de sal y limones, se ofrece a llevarlos a Calais, 96 por ocho libras por pasajero. En abril de 1616, cuando el embajador veneciano Piero Gritti se dirige a España, prefiere embarcarse en Genova en una falúa provenzal, simple barca de dos mástiles; tiene prisa en cumplir su viaje, y reserva plazas a su familia en una gran nave que se dirige a Alicante. 97 La falúa, escribe el R. P. Binet, en 1632, «es la más pequeña de todas las embarcaciones a remos». 98 Así, pues, mayoría de pequeños tonelajes; sus nombres varían según los puertos, las regiones o las épocas: grippi o marani o marciliane, en el Adriático; falúas o tartanas, en Pro venza; barcas como dicen a veces a secas las listas de los puertos... Estas pequeñas embarcaciones, por debajo de las 100 e incluso de las 50 toneladas, animan con su pulular tanto el Atlántico como el Mediterráneo. .
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97
R. MANTRAN, op. cit., p. 489. S. SCHWEIGGER, Op. cit., p . 2 4 1 . B. M. SLOANE 1572, ff. 50 v. y 51, 2 de julio de
1633.
A. d. S. Venecia, Dispacci Spagna, P° Gritti al dux, Genova, 30 de abril de
1616.
98
p. 97).
R. P. BINET, Essay des merveilles de nature et des plus nobles artífices (ed. 1657,
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Según las estadísticas del puerto de Valencia, de 1598 a 1 6 1 8 " hay diez de estas naves por cada una de gran tonelaje. Cuando venimos a saber que la Venecia del año 1599 10° posee 31 navi (es decir, barcos mercantes de gran tonelaje) nos imaginamos en torno a ellas varios centenares de pequeñas embarcaciones. 3. Hay que resignarse definitivamente a quedarse sin saber cuáles eran exactamente los tonelajes del siglo XVI, y más aún, a ignorar ese tonelaje medio que nos permitiría, conociendo el número de entradas y salidas de las naves a puerto, calcular su tonelaje total. Yo he sugerido la cifra media de 75 toneladas, ,01 basada en las estadísticas de los puertos andaluces. Pero probablemente esta cifra es demasiado elevada. En todo caso, nunca son muy precisos los tonelajes indicados: los expertos los calculaban según las medidas de la nave (largo, ancho, alto...). Cuando se trataba de alquilar un barco a otro Estado, se exageraba la cifra, lo que estaba abiertamente admitido cuando España era el cliente. Pero supongamos todas las honestidades reunidas: nos quedaría todavía la tarea de traducir salme, stara. botte, cantara y carra a nuestras medidas actuales. Llegados a ese punto nos encontramos con unas cuantas sorpresas: la conversión de los precios nominales en gramos de plata nos ofrecería menos dificultades que esta tarea, porque los tonelajes nominales del siglo XVI disminuyen automáticamente en cuanto entran en el puerto de Sevilla, circunstancia ésta que ha ocasionado no pocos problemas a Huguette y Pierre Chaunu. Yo he tenido la ocasión de estudiar, aunque brevemente, ciertos documentos consulares franceses (A. N. serie B III) que recogen, para una serie de puertos extranjeros, las listas de llegadas de barcos con sus cargamentos, en este caso en el siglo XVIII. Y muchas veces el mismo barco —con el mismo nombre, el mismo patrón, las mismas indicaciones de ruta a seguir y el mismo cargamento transportado— aparece descrito en estos papeles oficiales como de diferente tonelaje de unos a otros puertos y consulados... En resumen: nuestros cálculos no pueden ser sino aproximados, con todas las desventajas que ello implica. 1)9
Según el trabajo todavía inédito de Alvaro Castillo Pintado. Museo Correr, D. delle Rose, 217. De acuerdo con Simancas E° 160, ver infra pp. 402-3. A título de curiosidad, de gran interés en lo referente a la historia de las técnicas, A. DELATTE, «L'armement d Une caravelle grecque du xvr siécle, d'aprés un manuscrit de Vienne», en Miscellan J
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4. Sin duda, los testimonios más numerosos se refieren a los navios de tonelajes grandes y gigantes. Esto nos lleva no a la línea divisoria entre tonelajes medianos y grandes, que se podría establecer alrededor de las 100 toneladas, sino al límite superior, en torno a las 1 000 e incluso 2 000 toneladas. No es de suponer que los proveedores españoles tratasen de embargar una barca bretona de unas 30 tonoladas, o una carabela donde pudiesen acomodarse un máximo de diez caballos, como se hizo en 1541, 102 cuando la expedición contra Argel. A ellos les interesan los navios de gran porte, los cuales aceptan la situación con más calma que puede parecer, pues el Estado español les concede magníficas subvenciones, les proporciona fletes excelentes y los avitualla con liberalidad. En esta época, un navio de 1 000 toneladas es un extraño gigante. El 13 de febrero de 1597, Thomas Platter, l 0 3 un médico de Basilea que acaba de completar sus estudios en Montpellier, se encuentra en Marsella. En el puerto sólo tiene ojos para un enorme navio genovés que los marselleses acaban de capturar. «Era uno de los mayores bastimentos que jamás haya navegado por el Mediterráneo. Parecía una enorme casa de cinco pisos surgida en medio del mar. Calculo que la carga que llevaba pesaría por lo menos 16 000 quintales [unas 800 toneladas actuales]. Contaba con ocho o diez velas en dos gruesos mástiles de altura prodigiosa, y a lo alto de los cuales subí por unas escalas de cuerda. Desde aquella altura alcancé a ver muy largo en todas direcciones; vi el castillo de If, y junto a él, un molino de viento semejante a los de la ciudad.» Nos basta con este ejemplo, aunque se conservan miles de descripciones de la misma especie. 5. El problema que se nos presenta, si queremos establecer la media aproximada de los tonelajes para así conseguir una idea de conjunto, es el de descubrir la relación exacta de estos gruesos tonelajes respecto a los demás. Será bueno que desde el principio tengamos presente lo siguiente: a) Que los tonelajes gigantescos no han seguido una progresión continua, a no ser que las cifras impresionantes que nos da el siglo XV y que están a la altura de las realizaciones del siglo XVII, sean falsas, lo que no creo en modo alguno. 104 102 Simancas, Guerra Antigua, XX, f. 15, 15 de septiembre de 1541. El transporte de caballos requiere un tonelaje mínimo de 20 toneladas por caballo. 103 THOMAS PLATTER, en Félix et Thomas Platter a Montpellier. 1892, p. 303104 Según Louis DERMIGNY, La Chine et l'Oaident. Le Commerce a Cantón a¡< xviir iiecle. 1719-1833. 1964, el 'tonelaje de los grandes Indiamen era inferior a las 2 000 toneladas; el Hindustan tiene una capacidad oficial de 1 248 t. y desplaza en realidad 1 890, t. I, pp. 202 ss., 212 y 213.
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b) Que los navios de gran tonelaje se emplean para largas distancias; durante mucho tiempo monopolizan los viajes interminables. Detalle suplementario: detrás de ellos se encuentran siempre los Estados, con sus exigencias y sus recursos, sus ciudades, e, invariablemente, sus ricos armadores. c) Que estos enormes barcos de carga se dedican generalmente al transporte de mercancías ponderosas y voluminosas, de precio bajo por unidad y que, lógicamente han de ser llevadas por agua. En esas condiciones son posibles los fletes a bajo precio. d) Que antes de la revolución que producirá —bastante tardía por lo demás— la artillería naval, estas enormes fortalezas flotantes eran todo un símbolo de la seguridad. Estaban expuestas, igual que la más ligera de las barcas, a los azares del mal tiempo, pero podían afrontar muy bien un ataque enemigo. ¿Qué pirata podía buscar un encuentro con un barco de tan numerosa tripulación, lleno de soldados, honderos y arqueros? El navio de gran tonelaje es el gendarme ideal al servicio de los ricos. Los dos grandes navios que la Señoría está equipando lentamente y a precio de oro en junio de 1460 se construyen con la intención de que sirvan de spavento a tutti, que sean el espanto de los corsarios. 105 e) Que los navios de gran tonelaje no eliminan la competencia, pese a los favores de los ricos y de las ciudades mercantiles y pese, también al atractivo que despiertan en los Gobiernos despilfarradores (en El Havre, el rey de Francia hace construir en 1532 una nave de smisurata grandezza tal che si stima dover esser innavigabile). 106 f) Que, en determinados momentos, los grandes navios se adecuaron a todo tipo de transporte. Son las é p c ^ s de monopolio de derecho o de hecho que ha conocido la primera parte del siglo XV, y que el siglo XVI reintroducirá en relación con la América española y las Indias portuguesas. Pero si por una u otra razón se rompían estos monopolios, aparecía inmediatamente un enjambre de naves medianas y pequeñas que se precipitaban alegremente en ese espacio. Estas revanchas de los navios de pequeño tonelaje parecen haber ocurrido casi siempre durante periodos de incremento del intercambio comercial. Cuando encontramos navios grandes solos es señal de que los negocios van mal; pero si a los navios grandes les acompañan otros pequeños las cosas van, sin duda, excelentemente. Aun105
A. d. S. Venecia, Senato Mar, 6, f. 185, 30 de junio de 1460. B. N. París, I tal. 1714, f. 109, J. A. Venier al dux, Ruán, 22 de febrero de '532, copia. 106
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que este patrón de juicio cuente con todas ¡as probabilidades de ser válido, lo discutiremos más adelante. Ahora pedimos al lector que lo acepte a beneficio de inventario. Navios grandes y navios pequeños en el siglo XV La próspera carrera de los grandes tonelajes por el Mediterráneo ha comenzado en el siglo XV. Los barcos mediterráneos cruzan de extremo a extremo el mar Interior, y se alejan hasta Londres y Brujas, siendo, por lo general, los viajes más largos patrimonio de Genova. Esto le valió a Genova la primacía en la carrera de los grandes tonelajes, 107 y más, considerando que esta ciudad se había virtualmente especializado en el transporte de mercancías pesadas y voluminosas, sobre todo, alumbre de Focea, en el Asia 1 lenor, y los vinos de las islas del Levante, que lleva directamente a Brujas e Iglaterra. La carraca genovesa, que ronda las mil toneladas, y que a veces las rebasa, ha sido durante mucho tiempo la solución racional de un difícil problema técnico. Venecia sigue este movimiento, pero con enorme retraso. En primer lugar, se encuentra menos alejada que Genova del Levante, que sigue siendo el centro de sus actividades esenciales; en segundo lugar, su sistema de galere da mercato, , 0 8 eficientemente organizado por el Estado, fracciona el tráfico en viajes particulares: galeras de Tana, de Trebisonda, de Rumania, de Beirut, de Alejandría, de Aiguesmortes, de Flandes, de Berbería y del trafego (que incluye las costas de Berbería y las de Egipto). De ese modo se dividen dificultades y riesgos; los viajes directos del Levante a Brujas, es decir, al estilo genovés, fueron prohibidos, para así hacer pasar todas las mercancías por Venecia y percibir esos derechos de los que vive la Señoría. Es también posible, finalmente, que la conexión con las rutas del istmo de la Europa de la línea central fuese mucho más vital para Venecia que para Genova. En resumen: si este complicado sistema, constantemente puesto al día, puede sobrevivir, es por el hecho de haber nacido en 1339 de las dificultades de la regresión del siglo XIV, lo que implica, como consecuen107 JACQUES HEERS, Genes au XV siecle. Actirité konomique et problemes sociaux. 1961, p. 278. ios Nuestro texto utiliza los primeros capítulos de un trabajo inédito de ALBERTO TENENTI y CORRADO VIVANTI sobre el sistema veneciano de las galere da mercato, que ha servido de base para ei artículo: «Le film d'un grand systéme de navigation: Les galéres marchandes vénitiennes xiv-xvr siécles», publicado por estos dos autores en Anuales E. S. C. XVI, 1961, n.° 1, pp. 83-6.
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cia, que muy pronto las rutas más aleatorias recibiesen oportunos subsidios. En cualquier caso, las galere da mercato no pasan apenas, a finales del siglo, de las 200 a las 250 toneladas. 109 Por otra parte, sólo transportan mercancías de lujo: pimienta, especias, paños valiosos, sedas, vinos de Malvasía... En dichas condiciones, es mejor repartir los riesgos entre diversos cargamentos. Únicamente las galeras de Flandes, al volver del norte, cargan en Inglaterra, junto a las cariseas y el ámbar, balas de lana, de plomo y de estaño, pues de lo contrario volverían de vacío. Sin embargo, será la práctica lograda en viajes más largos, al mar Negro por una parte y a Inglaterra por otra lo que lleva a aumentar el tonelaje de las galeras (en el siglo XIV tenían una capacidad de unas 100 toneladas), y, más tarde, a multiplicar su número. Al margen de las galere da mercato, existía en Venecia una navegación privada, o controlada sólo a medias. Se hacía por medio de naves grandes, los cascos, que se especializaron sobre todo en transportar las voluminosas balas de algodón provenientes de Chipre y Siria. n 0 El algodón se había convertido en un tejido importante a partir del siglo XIII, al venir a subsanar la insuficiente producción de la lana; su triunfo se produce con el auge de los fustanes (urdimbre de lino y trama de algodón). El algodón se transportaba en dos mude anuales: una, la importante, en febrero (alrededor de media docena de navios), y la otra, en septiembre (limitándose a veces a dos navios). Las voluminosas balas requieren espaciosos bastimentos. Un documento del Notatorio di Collegio, ' " con fecha del 1 de diciembre de 1449, da la lista de los nombres y los tonelajes de los seis navios redondos que constituirán la muda del mes de febrero próximo: 1 100, 726, 732, 566, 550 y 495 botte, o sea, oscilando entre las 250 y 550 toneladas. Tonelajes muy respetables, incluso para el siglo XV. Otra ventaja de los navios gigantes: saben defenderse de los corsarios. Una nave catalana de 2 800 botte (unas 1 400 toneladas), en agosto de 1490, " 2 da caza a las galeras berberiscas, que se han de refugiar en el puerto de Siracusa. En 1497 1 U menciona Sañudo ,0
*
110
111
GlNO LUZZATTO, op. at.. Ibid., p. 76.
p p . 41 SS.
A. d. S. Notatorio di Collegio, 355, f. 104 v., 1 de diciembre de 1449. En la misma serie: 372, i. 108 v., 12 de abril de 1450 (915, 1 150 y 1 100 botte); 97, f. 29 v -> 11 de junio de 1461 (2 500 botte); 343, f. 87, 18 de febrero de 1471; 368, f. 96, ° Je junio de 1471 (una nave nueva de más de 1 000 botte). 112 A. d. S. Mantua, A° Gonzaga, Serie E, Venezia 1433, G. Brognolo al marqués de Mantua, Venecia, 7 de agosto de 1490. 3 " Op. cit.. I, p. 684, 26 de junio de 1497; pp. 802-3, octubre 1497.
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una nave veneciana de 3 000 botte, una barque francesa de 3 500 y una nave genovesa, la Negrona, de 4 000. Dos años más tarde, en 1499, U 4 anota indicaciones sobre el tonelaje de los navios venecianos que van a unirse a la flota francesa. El tonelaje medio de los 30 navios (de ellos siete extranjeros) es de 675 botte, o sea, alrededor de las 338 toneladas, media exageradamente alta a ojos de cualquier historiador del siglo XVI. A título de comparación digamos que en julio de 1541, n s 52 navios registrados en Cádiz y en Sevilla en vísperas de la expedición de Carlos V contra Argel arrojan un tonelaje total de algo más de 10 000 toneladas, o sea, una media de 200 toneladas por navio. Debemos admitir, por tanto, que el siglo XV ha conocido tonelajes tan elevados como los registrados en el siglo XVüi: algunos de los Indiamen 1!6 que practicaban entonces el comercio «con la China» tenían alrededor de las 2 000 toneladas. Las primeras victorias de los barcos de pequeño tonelaje En un determinado momento (sea un poco más pronto o un poco más tarde) entre los siglos XV y XVI se produjo una reducción del número de los grandes veleros y un rápido incremento de los barcos de pequeño tonelaje. Este acontecimiento se puede señalar en Venecia a mediados del siglo XV: en 1451, una deliberación senatorial " 7 menciona la boga de los pequeños navios para los viajes a Siria y Cataluña: et ad viagia Sirte et Cathallonie omnes magis desiderant nares parras. Poco después de esta fecha se multiplican por toda la extensión del Mediterráneo los pequeños navios del Atlántico, esos intrusos vascos, portugueses y españoles che prima non solevano passar il stretto de Zibilterra, dice una curiosa deliberación del Senado fechada el 21 de octubre del año 1502. 118 Texto tan curioso como inesperado a esa altura de los tiempos. Venecia, si hemos de creer lo que dice, está pasando por unos momentos catastróficos: sus grandes navios, de 300 que eran (eso es una exageración) dal 1420 sino al 1450. han quedado reducidos a l ó , cada uno de ellos con una capacidad mínima de 400 botte. y en su mayor parte aptos sólo para el desguace; además de estas " 4 Ibid.. II, pp. 1244 ss. Relación similar: Correr, D. delle Rose, 154, f. 69, 1499. " 5 La lista se confeccionó en Málaga, en julio de 1541, Simancas, Guerra Antigua, XX, f. 10. 116
1,7 118
L o n s DFRMIGNY, op. cit.. t. 1, pp. 202 ss.
A. d. S. Venecia, Senato Mar, 4, f. 28 v., 16 de enero de 1451. Museo Correr, D. delle Rose, 2509, 21 de octubre de 1502, in rogatis.
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grandes naves, había unas cuantas pequeñas, incluidas las carabelas ¿e Dalmacia y las marani... No faltan motivos que explican esta crisis: los gravámenes que agobian a la navegación; fletes tan bajos que resultan ridículos; la prohibición de ir a cargar la sal del Languedoc in mar de Lion, la autorización dada a los navios extranjeros para embarcar vinos directamente en Creta, y además, esos intrusos recientes que han franqueado el estrecho de Gibraltar y «se enriquecen a expensas no sólo de los cittadini. sino también del Estado, al que ponen en situación muy difícil, de las mude, de las galeras y de nuestras naves». Los intrusos recientes eran, naturalmente, los pequeños navios... Y el proceso es el mismo en el Atlántico, en el canal de la Mancha y en el mar del Norte. Aloys Schulte lo ha descrito en su maravilloso libro sobre la Grosse Ravensburger Gesellschaft, donde encontrará cuanta información precise aquel que sepa buscarla. 119 Las grandes naves o naus de Genova y otras ciudades mediterráneas resultan derrotadas por las elegantes y ligeras cara relies, la nueva y joven esperanza del mundo. Andrea Satler escribe en Brujas, en 1478: Die kleinen babén die grossen Schiffe ganz vertrieben. La diferencia entre las dos categorías es enorme; en 1498, cuatro naves cargan e
Op. al.. III, p. 413.
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Los pequeños navios de los descubridores desaparecen muy pronto de estas rutas privilegiadas. De las tres naves de la flota de Colón, la Santa Alaría tenía 280 toneladas; la Pinta, 140, y la Nina, solamente 100. Cincuenta años más tarde, las Ordenanzas de 1552 no aceptaban en los convoyes de América sino embarcaciones que pasaran de 100 toneladas de desplazamiento y que tuvieran cuando menos una tripulación de 32 hombres; una orden de Felipe II, emitida el 11 de marzo de 1587, elevó a 300 toneladas el tonelaje mínimo. 12° Rara era la embarcación de las que en el siglo XVi hacían la travesía a las Indias Occidentales que alcanzara un desplazamiento de 500 toneladas, tanto más cuanto que ya los veleros de 400 toneladas pasaban dificultosamente la barra de Sanlúcar de Barrameda, del Guadalquivir, en la ruta de Sevilla. Hasta la segunda mitad del siglo XVIJ no empezaron a abundar los galeones de 700 a 1 000 toneladas, 121 lo que planteó con caracteres agudos la necesidad de trasladar la Casa de Contratación y el monopolio del comercio con las Indias de Sevilla —adonde no podían llegar estas embarcaciones— a Cádiz. , 2 2 En Lisboa, donde la entrada del puerto estaba libre de obstáculos, no eran raros los navios de mayor tonelaje, desde el siglo XVI. En 1558 la nave Garga, que transportó a las Indias portuguesas al virrey Constantino de Braganca, desplazaba 1 000 toneladas. Claro está que era el mayor barco que jamás había hecho la travesía de las Indias. 123 En 1579, de acuerdo con lo que dice un embajador veneciano, las navi grandissime que había en Lisboa son de 2 200 botte (más de 1 100 toneladas). 124 A fin de siglo se sobrepasa con frecuencia este tonelaje. La carraca Madre de Deus, de la que Clifford se apodera en 1592 125 y que lleva al puerto de Darmouth, no puede, al 120 HlGt'ETTE y PlERRE CHAUNU, Sé ville et l'Atlantique. 1955, t. I, p. 127, n. 3, sobre las ordenanzas del 13 de febrero de 1552 y del 11 de marzo de-1587; limitación también de los tonelajes máximos: 400 t. en 1547 y 550 en 1628 para los navios viajando en flota. 121 J. Ki.LiscHER, Allgemeine W irtschaftsgescbkbte des Mittela/ters r/nd der Ne r/ze it. 1928 (reimpresión, 1958), II, p. 385. 122 ALBERT GlRARD, La r/'ialrté commerciale de Séirlle et de Cadix an xxiir siecle. 1932. 123
BARRADAS,
en
BERNARDO GOMES DE BRITO,
Histoire tragico-maritima,
1904-1905, I, p. 221. 124 Journal de royage de... Zane (1579), inédito, P. R. O. 30. 25. 2 56, f. 32 v. 125
ALFREDDE STERNBECK, Histoire des flibtrstiers. 1931, pp. 158 ss. ABATE PRÉ-
VOST, Hrstoire Genérale des royages, 17-46, t. I, p. 355. ¿Habrá sido este hecho el que habrá inspirado la alusión a la carrera portuguesa que hace CERVANTES en La española inglesa, una de sus Novelas Ejemplares?
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parecer, remontarse hasta Londres a causa de su calado. Sobrepasa los 1 800 toneles, y lleva 900 toneladas de mercancía, más 32 piezas de ordenanza y 700 pasajeros. De proa a popa mide 166 pies, y su mayor anchura, en el segundo de sus tres puentes, es de 46 pies y 10 pulgadas; tiene un calado de 31 pies; su quilla alcanza 100 pies de longitud, y su palo mayor, 120 pies de altura y 10 de circunferencia, y la admiración que ha causado entre los ingleses aumentó cuando se hace pública para su subasta, el 15 de septiembre, la interminable lista de sus mercancías. Cuarenta años más tarde, los portugueses seguían construyendo navios de esta importancia. En 1634, admira un viajero ' 2 6 una carraca de 1 500 toneladas que se estaba construyendo en el puerto de Lisboa. «Los portugueses —cuenta— tenían antaño la costumbre de hacer navios de este tamaño y aun mayores. La cantidad de madera que requiere su construcción es increíble: un bosque de varias leguas sería insuficiente para hacer dos de ellos. La construcción de uno solo de estos barcos requiere el trabajo de 300 hombres, quienes necesitan por lo menos un año para terminarlo. El hierro de los clavos y demás partes metálicas necesarias alcanza un peso de 500 toneladas. En otros tiempos las carracas eran de 2 000 a 2 500 toneladas. Para construir el mástil, escogían 8 pinos de los más altos que encontraban y los montaban en un único fuste por medio de aros de hierro; precisa una tripulación de 400 hombres.» En una fecha tan posterior como la de 1664, Varenios reconoce, en su Geographia Generalis, que son los ibéricos quienes construyen los navios más grandes: Hodie maximae sunt naves Hispanorum sen Lusitanorum quas tocant carracas. 127 Pero para esa fecha, hacía ya largo tiempo que estos colosales bastimentos habían perdido la batalla frente a las ligeras naves holandesas. La disminución del número de estos gigantes y la multiplicación de los pequeños y ligeros veleros habían comenzado en el siglo XVI. Esta segunda circunstancia es la que debemos considerar ahora. Las naves con las que los ingleses consiguieron sus grandes éxitos del siglo XVI, sea en los viajes de descubrimiento o las incursiones de su corso, eran por lo general inferiores a las 100 toneladas. 128 En 15 72, Drake navegaba a bordo de la Pasca, barco d e 7 0 t o 126
B. M. Sloane, 1572. B. VARF.NH'S, Geographia Generalis. Amsterdam, 1664, p. 710. V. G. SCAMMF.LL, «English merchant Shipping at the end of the Middle Ages: some East Coast Evidefice», en The E conomic History Re¡ ieu. 1961, p. 334; el tonelaje ™edio era de 42 toneladas en una fecha tan tardía como es el año 1572. 127
128
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nekdas solamente, 129 y el Primrose de Londres, 13° en 1585, desplazaba 150. En 1586, las tres naves de Cavendish tenían, respectivamente, 140, 60 y 40 toneladas. , 3 4 En 1587 llegó a España la noticia de que en las riberas de Londres había 14 barcos ingleses que desplazaban entre 80 y 100 toneladas cada uno. 132 Todavía en 1664, Francia poseía en total algunos millares de embarcaciones de más de 30 toneladas, sólo 400 que apenas pasaban de 100 y 60 únicamente de más de 300 toneladas. 133 La parte esencial de los lazos marítimos franceses con el Báltico, por ejemplo, estaba asegurada por unidades que desplazaban entre 30 y 50 toneladas. En el siglo XVI, al igual que en el XVII, debemos imaginarnos los mares y océanos surcados por pequeños veleros. De 1560 a 1600, los arsenales de Lubeck construyeron 2 400 navios, según estudios y cálculos de Baasch; su tonelaje medio era de 60 lasten, o sea 120 toneladas, 134 y, sin embargo, había en Lubeck grandes navios: El Grande Barque, capitaneado por «Roqueresbart», de 600 toneladas, fondeó en 1595 en Ja bahía de Cádiz, y eíjosué de Lubeck, de 300 toneladas, echó anclas casi al mismo tiempo en Sanlúcar. 135 Las ciudades hanseáticas enviaban a España grandes naves, que ios sevillanos arrendaban o compraban para los viajes al Nuevo Mundo, y los portugueses hacían lo mismo para sus travesías al Brasil y al océano Indico. Tal el filibote La Esperanza, de 160 toneladas, de matrícula de Hamburgo, capitaneado por Jean «Nevé» y armado con 20 piezas de artillería, que pasó por Cádiz en marzo de 1595 destinado al Brasil por «los contratadores de la provisión de la frontera de la Corona de Portugal». 136 El promedio que da Baasch de 120 toneladas indica que junto a los grandes navios navegaban gran cantidad de pequeños veleros a los que no asustaba el viaje a España. Un censo de 1538 da una lista de cuarenta navios, barcas y chalupas, surtas en los puertos de Asturias, con un tonelaje medio
129
JOHN HARRIS, Naviganti/im atqite itinerantittm• bibliotheca, Londres, 1746,1,
p 115. 130
R. HAKLl'YT, The principal Nangations,
Voiages..., II, segunda parte, pP-
112-3. 131
132
1929,
133
J.
HARRIS, op. cit..
I, p.
134
J. KULISCHER, op. cit..
135
Sim Eo. 174. Ib id.
136
23.
La Armada Invencible. Doc. pub. por Enrique Herrera Oria, V alladolii p. 24. P. CHARLIAT, Trois siecles d'économie maritime francjiise, 1931, p. XXXII,
p.
1572.
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de 70 toneladas. 137 En 1577, 1578 y 1579 una lista , 3 8 de los barcos extranjeros arribados a Andalucía da la cifra anual de 800 bastimentos, con una capacidad total de 60 000 toneladas, es decir, la modesta media de 75 toneladas por unidad. Naturalmente, las cifras son mucho más elevadas cuando se trata de grandes navios extranjeros requisados para el transporte de tropas, como los reseñados en 1595 en tres listas hechas en los puertos de Sanlúcar y de Cádiz. En un primer lote de 28 barcos, inscritos el 29 de marzo de 1595, 139 el tonelaje medio era de unas 200 toneladas; un segundo lote de 37 barcos registrados el 3 de agosto y en el que figura parte o la totalidad de los que pertenecen al lote precedente l40 arroja un tonelaje global de 7 940 toneladas. La artillería de toda esta flota comercial comprende 396 cañones y sus tripulaciones 665 hombres, de lo que se deduce que, por término medio, cada unidad desplazaba 214 toneladas (cifra muy elevada, pero hay que tener en cuenta que se trata de naves extranjeras y escogidas), llevaba 10 piezas de artillería y tenía una tripulación de 18 hombres. Digamos, simplificando, que cada pieza de artillería equivale a 20 toneladas, y cada marinero a 10. En un último lote de 54 navios, 14t el tonelaje global era de 8 360, o sea 154 toneladas por unidad (desplazamiento más bajo, no porque se trate del tráfico de otoño, sino porque la lista se extiende esta vez a todos los navios que entraron a puerto). Este lote incluía las «urcas», grandes navios de tipo nórdico, y pequeños veleros a los que el texto da el curioso nombre de filibotes (palabra, sin duda, de la misma familia que filibustear, piratear). Sin meternos en explicaciones lingüísticas, diremos que eran pequeñas embarcaciones destinadas a filibustear por las aguas del océano, tales como el Cbien d'Or de Estocolmo, de 80 toneladas; la Fortune de Dunquerque (60), la Sainte-Marie de Esto137 Simancas, Guerra Antigua, XI, s. f.; en 1538, ibid., f. 56, Relación de las naos y carabellas que se han hallado entrados los puertos deste rey no de Galicia, indicaciones sobre las barcas cargadas de sardinas que van de Cartagena a Barcelona, sobre carabeas portuguesas, una cargada de azúcar, y la otra de cueros traídos de Irlanda. En medio de estos pigmeos, una carraca de 1 000 toneladas en Vivero, «que a co> mn °Pmión es el major navio que ay desde Levante a Poniente». 138 Sim Eo. 160. «Relación de los navios q. se han detenido en la baya de Cádiz y puerto de *an Lucar de Barrameda y de sus partes, bondad, gente de mar y artillería en 29 de m wco 1595.» Sim Eo. 174. „ «Relación particular de los navios q. están detenidos en los puertos de ^diz, San Lucar, Gibraltar, Huelva.» Sim. Eo. 174. , «Relación de las urcas y filibotes que han entrado en este puerto de San u car de Barrameda desde los 3 de octubre hasta los 21 del dicho de 1595 y en la ba ya de ía ciudad de Cadix y lo que viene en cada uno dellos.» Sim. E. 174.
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colmo (80), el Saint-Pierre de Koenisberg (80), el Cbarité de Dunquerque (80) y el Chasseur de Estocolmo (60), para citar solamente los primeros nombres de esta lista, de barcos del norte, de Noruega, Dinamarca, las ciudades hanseáticas y los Países Bajos fieles, que después habían arribado a Sevilla y a otros puertos anexos desde 1586, a relevar a los barcos ingleses y holandeses que el Católico Rey ya no quería ver en los puertos de la Península; barcos pacíficos cargados de velas, de madera, de tablones, de planchas, de trigo... y que, para evitar la vigilancia inglesa, daban a veces la vuelta a Escocia por el norte. Pero los barcos ingleses y holandeses arrojados de la Península se dedicaron todavía con mayor furia a la piratería de una orilla a otra del océano, saqueando las costas mal resguardadas y atacando a los grandes, a los enormes galeones de las Indias. En estos encuentros triunfaban a menudo los pigmeos, gracias a su mejor artillería, a su mayor rapidez, a su gran resistencia contra el mar y el viento, y a causa también de su artillería, pues como esplicaría mucho más tarde (1626) un contemporáneo de Richelieu, 142 contrariamente a lo que ocurría antaño, un navio de 200 toneladas puede hoy «llevar tantos y tan grandes cañones como un navio de 800...»: esta invención, «la quintaesencia del mar», permite a estos pequeños navios caer como insectos sobre las unidades excesivamente grandes, torpes y lentas de los ibéricos. Cuando tomaban alguna de estas fortalezas flotantes, la incendiaban, después de desmantelarla por completo. Consultado en 1596 el príncipe Juan Andrea Doria aconseja emplear en adelante barcos más pequeños y más rápidos en la travesía de las Indias. I43 El Almirantazgo español, adoctrinado por la experiencia y ya antes de la captura del Rerenge en 1591, 144 ordena la construcción de barcos veleros más ligeros. Lippomano lo decía en 1589 en su relación al Senado de Venecia; 142 Chevalier de Raiilly a Richelieu, Pontoise, 26 de noviembre de 16¿6, B. N., París n.a., 9389, f. 66 v. 143 CODOIN, II, p. 171, 12 de mayo de 1594. 144 ¿El navio capturado (HENRl HALISER, Préponderance espagnole. 2. a ed., 1940, pp. 148 y 154; R. HAKLUYT, ed. J. M. Dent and Sons, 1927, t. V, pp. 1 ss.) sirvió de modelo a los españoles? Afirmación muy discutible, pues el Rerenge se hundió, poco después de su captura, durante una tempestad, GARRET MATTINGLY, en The Amencan Histórica) Reí iew. IV, n. 2, enero de 1950, p. 351. En cualquier caso, es evidente que en una determinada fecha de finales del siglo XVI, las técnicas inglesas llegaron a España y el Mediterráneo. Armadores ragusinos (Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, Segunda época, 904, 20 de febrero de 1590) estaban construyendo galeones de tipo inglés, índice de la Colección de documentos de Fernandez de Naiarrete qi
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embajador español envía un resumen de ella a Felipe II: 14S «El Rey Católico está resuelto a seguir adelante con la empresa de Inglaterra, confiado en poder triunfar en ella, subsanando las faltas pasadas, construyendo navios más pequeños, mejor adaptados al océano, provistos de piezas más largas y más ligeras.» Felipe II subraya en el informe las palabras «naves más pequeñas y mejor adaptadas al océano», y añade al margen: «creo que se procede al revés y será bueno recordárselo a P.° Menéndez Márquez». Por tanto, si el problema no estaba resuelto a raíz de la Armada Invencible, por lo menos había sido puesto de manifiesto en las altas esferas. Respecto al plano comercial se produce la misma evolución: los pequeños desplazan a los grandes, pacíficamente o por las malas. En agosto de 1579, el «Govierno» de Vizcaya discutió el problema. I46 Era el suyo un territorio muy pequeño, ampliamente abierto por sus «rías» sobre el océano. Las viejas ordenanzas vizcaínas estatuyen el derecho preferente de carga de los navios grandes en detrimento de los pequeños, y de los barcos nacionales sobre los extranjeros, provocando largas discusiones en el seno del «Govierno». Esto nos da pie para saber que todo el hierro de Vizcaya se despachaba en pequeños barcos, los cuales podían cargar y descargar en sitios donde los grandes no tenían posibilidad alguna de entrar, «en muchos puertos de Francia y Galicia, por ser pequeños y de poca agua». I 4 ? Los grandes navios tardaban en hacerse a la mar, pues la tarea de llenar las bodegas de estos mastodontes era larga y pesada... En cambio, los pequeños permitían partidas más frecuentes. Fraccionan, también, los riesgos. Los navios de gran tamaño reservan sorpresas desagradables. Después de acaecida una de ellas, Marco Ottobon, secretario de la Señoría, que en el verano de 1591 está fletando navios en Danzig para llevar el trigo a Venecia, da preferencia a los navios de 120 a 150 lastri (de 240 a 300 toneladas), «de los cuales hay una buena cantidad; su capacidad de el
idamente fechado entre 1570 y 1580. Para una fecha más tardía y más exacta: wegorio de Oliste a Felipe III, Ñapóles, 13 de enero de 1604, se ocupa activárosme «de la fábrica de los 12 galeones que V. M. me mandó hazer mediante el as| ento». Simancas, Ñapóles, Estado, 1 100, f. 8. Numerosas referencias, A. d. S. NáMes, Sommaria Consultationum, 14 (ff. 229-33); 29 (ff. 44-5); 30 (ff. 31, 38-46, 49 -53, 58-80, 158-9, 221-5). Referido por Feo. de Vara al rey, Venecia, 29 de jul. y 5 de ago. de 1589. A - N., K 1674. 46
FIDEL DE SAGARMINAGA, El Gobierno... de Viscaya. 1892, I, p. 73.
Antonio de Quintaduem a Simón Ruiz, Ruán, 16 de abril de 1565, citado P° HENRI LAPFYRE, Une famille de marebands. les Ruiz. Cotitribution a l'étude di/ """"'ene entre la F ranee et l'Espagne ati temps de Pbilippe II. 1955, p. 212, n. 169. r
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carga es reducida, pero a consecuencia de ello, el trigo corre menos peligro de perderse en ruta... y, como no estamos asegurados, siempre resultará menor cualquier pérdida eventual». I48 Y lo más importante es que questi vaselli di mediocre grandezza espediscono piu presto ilviaggio che ligrandi, 149 «despachan» su viaje con mayor rapidez que los grandes. Otra ventaja importante es que en ellos se puede cargar el trigo directamente en los pañoles, a rifuso, lo que elimina la necesidad de sacos o toneles... ¡No eran pocas las ventajas que ofrecían los navios de pequeño porte! ' 5 0 En el Mediterráneo Tal es, en efecto, la verdad del Atlántico. Nos hemos detenido bastante en esto porque era necesario, ya que esta verdad ayuda también a comprender la historia de los transportes en el mar Interior, prefigurando o confirmando su evolución. Para simplificar la cuestión, comencemos con una revolución técnica, que concierne en particular a Venecia. Pero Venecia es Venecia, y su importancia, de primer orden. La galera, que había debido afrontar no poca competencia durante el siglo XV, se verá prácticamente eliminada en el curso de los primeros treinta años ,51 del siglo XVI por la nave: el gran buque de carga elimina al largo, fino y poderoso barco de remos, no sin que éste se mantenga en boga todavía en Venecia, por ejemplo, por razones difíciles de explicar. Las galeras de Beirut eran, en la época de Bandello, 152 un elemento característico de la vida veneciana. Las galeras aseguraban. , las comunicaciones con Berbería hasta 1532, con Egipto, 153 por lo menos hasta el año 1569, en que sabemos que dos galeras hacían todavía el viaje hacia Alejandría y Siria, 154 y seguramente hasta más tarde. A finales del siglo, la galera seguía en servicio
148 Informe final de Marco Ottobon, a su regreso de Danzig, 1591, referencia supre, p. 250, nota 76. 149 Ibid.. Carta a los Proveditori alie Biave, Danzig, 7 de julio de 1591. 150 Sobre todos estos problemas (tonelajes, construcciones a carie/ y a «'"• nombres de navios y embarcaciones pequeñas) véanse texto y notas de HENRI LA-
PF.YRE, op. cit.. 151
pp.
206
ss.
FRF.DERK: C. LAÑE, Venetian Sbips and Shipbnilders oftbe Renaiisame, \9iA-
p. 27. 152
Op. cit.. VI, p. 71. Hasta 1564, nos dice F. C. LAÑE, «The Medit. spice trade», en A. H- " t. XLV, p. 581. 154 J. López al rey, Venecia, 2 de jul. de 1569. Sirn. Eo. 1326. 153
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407
155
entre Venecia y Spalato, ya que había interés en mantener en servicio, en esta corta distancia, a un tipo de barco dueño de su ruta y apto por sus medios de a bordo —cañones y hombres— para vencer las dificultades de ios peligrosos corsarios uscoques, que se han mantenido durante largo tiempo como protagonistas de la escena, con una capacidad media de unas 600 toneladas, 156 llevando vinos a Inglaterra, transportando cereales y sal por todo el Mediterráneo, y yendo y viniendo a Siria. El embajador veneciano Navagero hizo en 1525 el viaje entre Genova y España en una nave genovesa nueva, de 15 000 a 16 000 «cantars» (un «cantar» equivalía a 89 kilos), o sea de 1 300 a 1 400 toneladas; 157 en 1533, una nave ragusina de 1 200 botti (= 600 toneladas) fue aprehendida y luego dejada en libertad por los turcos en el puerto de Quíos; 158 en 1544, en el puerto de Mesina, se quemó la nave más grande del Mediterráneo (aunque la pretensión no sea forzosamente exacta), que desplazaba también 1 200 botti; 159 el 8 de marzo de 1565 fue requisada en el puerto de Alicante una gran nave veneciana, un barco de 6 500 salmas (alrededor de 975 toneladas), armada con 60 piezas de artillería. ' 6 0 Un barco de carga genovés de 450 toneladas y otro carguero portugués de 225 161 fueron requisados al mismo tiempo que la nave veneciana. Una serie de listas de naves, en su mayoría recien construidas, en los registros de la Sommaria 162 en Ñapóles, para los años 1561, 1568 y 1569 nos ofrecen diez cifras seguras de tonelaje (cinco de las cuales corresponden a navios ragusinos). Son, en toneladas, y en orden decreciente: 1 000, 700, 675, 450, 300, 270 y 190. Una lista de naves del puerto de Liorna en 1579 163 arroja el tonelaje siguiente: 1 nave marsellesa que iba a Venecia a cargar seda, 90 toneladas; 1 urca que se dirigía a Ñapóles, 195; 1 nave veneciana, 175; 1 nave española en viaje hacia Alicante, 165; 1 " DR. Ji'LES SOTTAS, Les Messageries maritimes a Venise anx xiv et . \ v sihies. 1936, p. 136. 156 157
158
F. C. LAÑE, op. cit.. NAVAGERO, op. cit..
p. 47. p. 1.
S. R.A/y.1, La Storia di Raugia, ed. 1903, p. 128. Ibid.. p. 156. 8 de marzo de i 565. Sim. Eo. 486. 161 Ibid. 162 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Partium: 540, f. 51; 546, f. 229 v.; 559, ff. 267 v. y ^68; 560, f. 73, f. 115 v., f. 185; 562, f. 55 v., f. 237 v.; 561, f. 101 v.; 594, f. 28 v. nave \f. de 1 000 toneladas —800 carri— que se estaba construyendo en Ragusa); 595 > ff. 161 v. y 162. 163 6 de mayo de 1579, A. d. S. Florencia, Mediceo 1829, f. t>7. 159
160
408
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
nave ragusina, el Sto. Spirito et Santa María di Loreto, capitaneada por Antonio di Veglia, que iba a Genova a descargar sal y lana, 1 125 toneladas. En 1538, en la flota que el marqués de Santa Cruz conduce alas Azores, hay tres naves catalanas, de 733 toneladas cada una; siete naves ragusinas, de 726 toneladas; cuatro venecianas, de 586; dos naves genovesas, de 449 (estas cifras son las de la media obtenida del total de cada uno de los grupos. 164 En 1591 se hace mención de una nave ragusina de 375 toneladas, I65 de una nave de 450, construida en Antibes en 1593; 166 en octubre de 1596 entró en Cartagena una nave ragusina de 750 toneladas 167 cargada de pólvora y mechas de arcabuz; el mismo año los turcos revendieron a los ragusinos por la suma de 60 000 aspros una nave de 350 botti, o sea alrededor de 175 toneladas, que Cigala había apresado el año precedente; l 6 8 en 1599 se estacionó en Trapani una nave ragusina de 250 toneladas, 169 y en 1601, otra también de Ragusa de 600 toneladas, cargada de sal, la Santa María di Montenegro.
,70
Nos encontramos muy lejos de las cifras tope del siglo XV. Se evidencia la crisis de los grandes tonelajes en Venecia, en Ragusa, 171 por todo el Mediterráneo, donde se afianza el éxito de los veleros de pequeño porte. En Venecia, en efecto, la prohibitiva elevación de los precios veda a los particulares, desde el año de 1573, al terminar la espantosa crisis de la guerra turco-veneciana, la construcción de grandes unidades navales. Un documento oficial lo precisa: , 7 2 «Desde 1573 (el documento lleva fecha de 4 de noviembre de 1581) al presente, el precio de las cosas ha subido de tal modo, como todos saben, que ya rara vez se aventura alguien a construir grandes navios; y en la actualidad sólo nos quedan siete.» Desde entonces, para fabricar navios de gran porte, en Venecia 164 A. d. S. Venecia, Senato Dispacci Spagna, Zane al dux, 15 de julio de 1583, las cifras se pueden encontrar en Museo Correr, Dona delle Rose, 154, f. 101. 165 31 de mayo de 1591. A. de Ragusa, D. de Foris, V. f. 15. 166 2 de junio de 1591. A. Civico, Genova, Consolato Francese 332. 167 Miguel de Oviedo al rey, Cartagena, 19 de oct. de 1596. Sim. Eo. 176. 168 4 de marzo de 1596, A. de Ragusa, D. de Foris, IV, f. 85. '*' Trapani, 10 de mayo de 1599. A. de Ragusa, D. de Foris, VIH, f. 25 v. ,7 ° El duque de Maqueda, virrey de Sicilia, a los jurados de Trapani, 21 de agosto de 1601, A. de Ragusa, D. de Foris, ff. 203 y 203 v., navio de 4 000 salmas. 171 IORJO TADIC (carta del 7 de noviembre de 1963). 172 A. d. S. Venecia, Capitolari, II C 112,4denov. de 1581, citado por G. LuzZATTO, «Per la storia delle construzioni navali a Venezia nei secolixve xvi», enMiscellanea di studi storki in onore di C. Manfroni, Venecia, 1925, p. 397.
409
LA UNIDAD HUMANA
había q u e contar con subvenciones del Estado, las cuales fueron elevándose sin cesar: de 2 7 0 0 ducados para navios de más de 500 botti, s e elevan en 1561 a 3 5 0 0 ducados y más tarde a 4 0 0 0 y 4 5 0 0 , cantidades q u e cubrían el costo de la construcción cuando se trataba de navios de 4 0 0 toneladas. A partir de 1590 se concedían subvenciones hasta de 8 0 0 0 , 9 0 0 0 y 10 000 ducados para barcos de 8 0 0 a 1 0 0 0 botti. 1 7 3 Se trata de la ya mencionada antes crisis de fin del siglo. En Candía sobrevino una crisis análoga, según informa el proveedor Foscarini al salir de su cargo e n 1577. I 7 4 Antes, los candiotas navegaban e n galeones con velas latinas. Estos grandes navios requerían una numerosa tripulación: «erano scuole, nelle quali si facevano de buoni marinari»; es decir, eran «escueTONELAJES MEDIOS DE LOS NAVIOS REGISTRADOS O REQUISADOS EN LOS PUERTOS DE ESPAÑA, 1551-1554 FECHAS
NUMERO DE NAVIOS
TONELAJE MEDIO EN TONELADAS
expedición contra Argel
27 junio 1541
12
170
Cádiz y Sevilla l 7 6 (naos y urcas) expedición contra Argel
julio 1541
52
202
Málaga 177 expedición contra Argel
14 septiembre 1541
24
170
Cádiz, Sanlúcar, Puerto de Santa María 178
(1550) probablemente 1541
27
190
abril 1552
23
267
1554
31
237
PUERTOS
Cádiz
,75
Sevilla
l79
«las naos que están en el río de Sevilla» Todos los puertos de Guipúzcoa y Vizcaya l8 ° (barcos nuevos) "3 174
176 177 178 179 180
G. LUZZATTO, ibid., pp. 392 ss. V. LAMANSKY, np. cit., p. 560.
Simancas, Guerra Antigua, XX, f. 13. Ibid.. f. 10. Ibid.. {. 15. Ibid.. f. 9. Ibid.. XLVI, f. 204. Ibid.. Lili, f. 206.
410
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
las» en las que se formaban buenos marinos, aptos para el manejo de las galeras; no así, en cambio, aquellos navili que se habían introducido «navigando alia vela quadra» (navegando con vela cuadrada). Estos pequeños navios no aparecieron solamente en Candía; poco antes o poco después, veíanse en todo el Mediterráneo: por ejemplo, los vascelli quadri de Liorna en el siglo XVII, cuyo gran especialista pasaba por ser un capitán inglés, Roberto Torton. 181 El pequeño navio, nunca ausente de los tráficos del mar, asumía las más diversas formas según las regiones. En el Adriático eran los marciliane, que eliminaron a los grippi, pequeñas galeras que, en tiempo de Sañudo, , 8 2 invertían veintidós días en transportar a Venecia el vino nuevo de Candía, o los maraní, que, en sus orígenes, en el siglo XV, habían transportado la leña y la piedra de Istria, pasando a emplearse después para travesías más largas. Los marciliane son más ventrudos que las naves, pero con el mismo velamen; tenían la popa cuadrada y la proa muy maciza. Desde 1550 participan en el comercio de Apulia (aceite, azúcar y trigo). Por su pequeño tonelaje, acapararon el tráfico del Adriático en las postrimerías del siglo XVI, y después salieron de las aguas de aquel mar angosto, para tocar en las islas venecianas... En 1602, Venecia disponía de 78 marciliane; algunos tenían cuatro mástiles, y desplazaban de 140 a 150 toneladas, , 8 3 y excepcionalmente hasta 250. 184 Era éste un signo del triunfo de las embarcaciones de escaso tonelaje en las márgenes del Adriático. Otro signo característico fue que el ducado de Ferrara, cuyos puertos sólo eran accesibles a las embarcaciones que los venecianos llamaban marciliane, no se preocupara de agrandarlos. 18S Sin embargo, la Señoría puso obstáculos a esta clase de barcos desde 1598, 186 y en 1602 prohibió que llegaran hasta- Zante... Su número descendió de golpe a 38 en 1619. I87 Esto prueba que Venecia habíase obstinado en mantener a todo trance los grandes tonelajes. Todavía entre los años 1630 181
GIUSEPPE VIVOLI, Annali di Lh-orno. Liorna 1842, III, p. 425. Diarii. LIO, p. 522. Según AUGUSTE JAL, G/ossaire nautique. 1848. 184 F. LAÑE, op. cit., p. 53; CASONI, «Forze militari», en Venezia e le sue lag«nt. 1847, p. 195. 185 ALFREDO PINO-BRANCA, La vita económica iiegli Stati italiani nei seco/i .vi''• XV;/. Wlll. secando le relazioni degli ambasciatnri vetieti, Catania, 1938, p. 209. 186 4 de nov. de 1589, Consejo de Pregadi, A. de S. Venecia, Busta 538, i884. 182
183
187
F. LAÑE, op. cit..
p.
52,
n.
52,
p.
53,
n.
57.
LA UNIDAD HUMANA
411
y 1632, Stochove, que hizo un viaje a Levante, se refiere a los navios mercantes de Venecia, 188 «tan pesados y tan mal construidos que n o podrían navegar con poco viento, lo cual hace que a menudo carden de tres a cuatro meses en llegar a Constantinopla. Por el contrario, los barcos de Provenza son pequeños y ligeros, de modo que, por poco viento que sople, ganan camino...». La prosperidad de Marsella, desbordante desde 1570, se explica por mil razones: el aflujo de mercancías francesas, inglesas y alemanas por la ruta del Ródano; el desplazamiento de Venecia, de 1570 a 1573, a causa de su guerra contra los turcos; los privilegios entre el Cristianísimo Rey y los turcos berberiscos. Pero debióse también, entre otras causas, a la ligereza de los barcos de Marsella y de Provenza, naves, galeones, tartanas, saetas o barcas, como las enumera la nomenclatura liornesa. Estos nombres no deben sorprendernos, ni siquiera los de naves y galeones: una nave, la SanteMarie-Bonaventure, en 1597, 189 desplazaba 700 «cantars» (unas 60 toneladas); un navio del mismo nombre (que era el más corriente de los barcos marselleses), 150 toneladas. Tampoco era una gran «nave» la que capturó Pedro de Leyva en Trapani el 5 de mayo de 1596, «inventaque sunt in ea coralla... et alia...». 190 Se ignora el tonelaje de los «galeones» marselleses que traficaban con Trípoli de Siria en 1591; 191 el del galeón La Trinidad, que tenía por capitán a Nicolás Sicart (5 de abril de 1591); el del galeón La Foy, capitaneado por George de Bellet (5 de abril de 1591), o el del galeón Siant-Victor, que cargó en Alejandreta el 7 de mayo de 1594. Pero seguramente ninguna de estas unidades podía compararse a los gloriosos galeones de que antaño disponía el duque de Provenza. 192 En 1612, un cónsul veneciano en Siria habla de los barcos marselleses de 400 botti... Generalmente, como dice un capitán marsellés, no pasan de ser galeonettos que navegan cargados de habas, cueros y quesos entre Cagliari y Liorna. 193 En este 188 189
Voyage du Levant. p. 25. PlERRE GRANDCHAMP, La Frailee en Ti/nisie a la fin du XVI' suele. 1920,
P. 88. 1,0
B. Com. Palermo 3 Qq D 77 n.° 9, 26, 32. A. Com. Marsella. Serie H H , no clasificada. O al galeón marsellés de 450 rons. que en 1561 hizo el viaje de Constantinopla, cargado de alumbre, y tocó en Quíos; Noticia del Levante, 12-14 de abr. de '561, Sim. Eo. 1051, f. 55. 93 A. Civico Genova, sept. de 1594, Consolato Francese, 332. Sobre el peRueño tamaño de los navios marselleses véase el censo de las saettie francese llegadas a Venecia de 1581 a 1585, A. d. S. Senato Terra, 96. Un total de 37 arribadas: 6 en '581; 9 en 1582; 7 en 1583; 9 en 1584; 6 en 1585. El más grande desplaza 164 '"
2
412
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
fin de siglo, las saetas marsellesas desplazaban de 30 194 a 90 toneladas. , 9 5 Una nave de 3 000 «salmas» (450 toneladas), construida en Antibes durante el verano de 1593, fue vendida por mitad a un genovés, Giovanni Battista Vivaldo. 196 Las barcas, las tartanas, las saetas, los galeones y gali'ometti, navios y naves marselleses, fueron poblando poco a poco el ancho mar, en el siglo XVI. No había un puerto del África del Norte donde no anclaran, ni un puerto de España donde no se peleasen con las autoridades locales, ni un puerto de Italia donde no fueran familiares, inundando los muelles con la muchedumbre de mercaderías que transportaban. En Venecia ofrecieron e impusieron sus servicios desde 1560. Viajaban a todo lo largo del mar en flotillas enteras granjeándose el odio de los grandes navios. Cuando en 1574 l 9 7 una nave mercante ragusina lograba apresar una nave marsellesa, la saqueaba, la hundía y echaba al mar a sus tripulantes, desde el capitán hasta el grumete; y no sólo por espíritu de lucro, sino por competencia y por celos. La crisis del transporte afectaba seriamente al comercio de los grandes barcos de carga ragusinos. Todavía surcaban el mar de Levante a Poniente, de Sicilia a España. En pos de las armadas de Felipe II, avenrúranse en las aguas del Atlántico y perecen en ellas a fines de siglo. Hasta que,, a la vuelta de diez o veinte años, Ragusa se repliega, como Venecia, y más aún que ella, sobre el pequeño marco del Adriático. Todo ello siguiendo ritmos que no encierran ningún misterio ni tienen nada de excepcional. En todos y cada uno de los casos fueron dictados por la época y las circunstancias. Marsella cuenta con muchos barcos a finales de siglo, pero son de tamaño mediano, aunque, en 1526, en un requerimiento a Francisco I, declara que su puerto estaba equipado con grosses nefzs, navires, galions, para comerciar con Siria, Egipto y Berbería. m Es evidente que el puerto había cambiado en el transcurso del siglo. Ragusa, que, según un testigo, cuenta en 1574 ' " con los navios de mayor porte del botte (unas 82 toneladas), y 54 bntte el más pequeño (27 t.). He dejado a un lado cuatro navios cuya capacidad viene dada en stara (440, 440, 460 y 305). La media para los otros 33 se establece algo por encima de los 90 botte. o sea 45 t. 194 14 de feb. de 1590, P. GRANDCHAMP, La Frunce en T/tnisie a la fin du XVI' sikle. 1920, pp. 30-1. 195 6 de ago. de 1596, ibid.. p. 81. m 2 de jun. de 1591, A. Cívico, Genova, Consolato Francese, 332. • ' " Ver infra II, p. 289, n. 144. 1 ,9 * Histo/re du Commerce de Marseille, t. III, p. 193. 199
P. LESCALOPIF.R, op. ai.,
p.
26.
LA UNIDAD HUMANA
413
Adriático, después de un largo eclipse que había durado lo que el s¡glo XVII, renace a una vida marítima apreciable, a partir de los años 1734-1744; lanza entonces, por todas las rutas del Adriático y por otras externas a éste, decenas y decenas de barcos pequeños: naves, polacras, fragatas, marciliane, falúas, pataches, vachette, tartanelle, trabaccoli... Como era de esperar, han cambiado los nombres, formas, accesorios y navios. 200 En el siglo XVI los pequeños navios surgen por todas partes, hijos de la evidente expansión de las actividades comerciales. El archipiélago griego contaba con sus navios ligeros, y Provenza con sus barcas (no sólo las de Marsella). En Venecia pagan en 1599 ocho caramusali 20! su ancorazzo, de los cuales cinco por lo menos están capitaneados por patrones de Mitilene (Lesbos); y mucha mayor importancia tenían los navios venidos del norte, los llamados corrientemente bertoni. Estos últimos penetraron en el Mediterráneo en dos oleadas, la primera anterior a 1550 y la segunda después de 1570, con el curioso intervalo representado por los veinte años que corren entre la primera invasión y la segunda. Pero las auténticas dimensiones del problema sólo se pueden percibir gradualmente. Todo ha representado un papel: la subida de los precios, el aumento del nivel de vida, los fletes del viaje de vuelta, las oscilaciones de la coyuntura... Así razona un veneciano anónimo 202 en un documento que, aunque sin fecha, debe ser de comienzos del siglo XVII. Sí —dice—, en los viejos tiempos, cuando las buenas gentes eran di modesto guadagno, todo iba mejor. Hoy es muy diferente: todos obran guiados por el interés. «Lo que hoy cuesta 100 ducados, se obtenía antaño por 25.» El resultado es la desaparición de los grandes navios venecianos: franceses, ingleses y holandeses invaden el puerto con loro nari minori; además, pagan más alto por las mercancías y arruinan los negocios de los demás. ¡Si se les pudiese eliminar de Chipre, cuya sal y algodón resultan un lastre providencial, savorna, en los viajes de regreso! ¡Ah, aquellos sí que eran tiempos: barcos grandes y viajes que duraban cinco meses! Este discurso —muy abreviado— refleja el modo en que un veneciano podía apreciar, desde su propia ciudad, la pérdida que acababa de sufrir el mar Mediterráneo en todo lo referente a los tráficos a larga distancia y sus monopolios, y estimar además, esa J
JosiP Ll'ETlC, 0 bnmortsviib Diibrmacke Repablik u XYlll sloljecu. Dubrovnik, 959, p. 190. 201 Museo Correr, D. delle Rose, f. 217. 202
Ibid..
ff. 8 s s .
• - . - . ,
414
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
subida general de los precios que continuaba desde hacía tiempo su curso ascendente. Pero, en realidad, la economía de Venecia no declinó a la par de su marina. Y el enjambre de pequeños barcos que en el siglo XVII invadió el Mediterráneo era, al contrario, un signo de la prosperidad de este mar, una muestra de su capacidad de enrolar a los proletarios del Atlántico y pagar sus servicios. Volveremos más adelante sobre este importante problema. 203 III.
LAS FUNCIONES URBANAS
Por muy prestigiosas que puedan ser, las ciudades del Mediterráneo se hallan sometidas a los mismos procesos regulares que experimenta toda comunidad urbana. De modo idéntico que cualquier otra ciudad, viven de un control del espacio que ejercitan gracias a las redes de rutas que de ellas arrancan, del encuentro con otras rutas, de su constante adaptación a condiciones nuevas y de sus evoluciones lentas o bruscas. Son verdaderas colmenas, que enjambran y construyen hasta lejos, muy lejos. Un ragusino aparece en Potosí, otro en Diu, 204 y millares de ellos andan repartidos por el mundo. Dice un proverbio, y no se equivoca, que en cualquier rincón del mundo que se vaya, se encontrará siempre un florentino. Encontramos marselleses en Transilvania, 205 venecianos en Ormuz, 206 genoveses en el Brasil... 207 Las ciudades y las rutas Sin mercados y carreteras no podría haber ciudades: éstas se nutren del movimiento. El corazón de Constantinopla era el «basestán», 208 con sus cuatro puertas de ingreso, sus grandes bodegas de ladrillo, sus mercaderías corrientes y sus productos preciosos, y el mercado de hombres, a quienes se palpa como a los animales en la feria: los compradores les escupen a la cara y, luego los frotan 203
yer
jnfra
pp. 798
ss.
204
V. Infra. II, p. 145, n. 15. 205 N. IORGA, Ospeti rnmeni in Venezia 11570-1610), 1932, p. 75. 20,1 UGOTI.'CCI, «Mercanti Veneziani in India alia fine del secólo xvi», en Stnii in rmrire di Armando Sapori, 1957, pp. 1091 ss. 207 GILBERTO FREYRE, Casa Grande et senzala, Río de Janeiro, 1946, t. I. p. 360. 208
BRANTÓME, Mémoires. XI,
p.
107.
1.Calle de los mercaderes de vestidos para señora. 2. Calle de los dibujantes impresores de la tela.3.Calle de los mercados. f Mercaderes de ágata. J.Calle de tos Doradores í.Ca(fe de tos mercaderes de seda.
7- Calle de los fabricantes de cintas.
I.Calle del Han de los mercaderes de paño. APasaie del jete de taller
Fig. 25
El gran bazar de Estambul en los siglos xvi-xvu
El gran bazar era el corazón de las actividades mercantiles de Estambul; estaba emplazado, aproximadamente, en e¡ mismo lugar que el actual bazar. Comprendía en primer lugar dos Bedesten-s (la palabra es una corrupción de Bezzazistan, de ahí el frecuente uso de la expresión Bazestán con todas las variaciones ortográficas imaginables; la raíz originaria de la palabra es bez —tela—, siendo al principio el bazar de los mercaderes de telas). El primer Bedesten había sido construido por Mohamed el Conquistador después de ¡a toma de Constantinopia. Es el edificio central, con cuatro puertas y dos calles principales, en el interior del cual se lee Mercado de las Joyas. El nuevo es elSandal Bedesteni (de sandal, un tejido fabricado con un 50 0f de seda). En torno a estos dos grandes edificios corrían calles comerciales y artesanales. Los nombres impresos con trazos más gruesos indican los patios de los ban-s (conocidos por lo general en Occidente con el nombre de Khani. Se trata de almacenes estrictamente controlados donde se guardaban las reservas de alimentos para abastecer al serrallo y la ciudad; los mercaderes al por mayor vendían allí sus mercancías. El plano ha sido dibujado por OSMAN ERGIN (1945) y reproducido por ROBERT M ANTRAN en su libro —al que varias
veces h e hecho referencia— sobre Constantinopia.
Para comprobar si los mercaderes los han maquillado para embellecerlos. 209 Tanto da que el bazar aparezca enclavado en el centro mismo de la aglomeración —situado siempre en la parte más baja, c Qmo si todo tuviera que fluir hasta ahí, por ley natural— o de la Cl udad, fuera de la aglomeración, como ocurre en la zona dinárica de 'a colonización turca, donde las ciudades —Mosta, Sarajevo, etPHILIPPE DE CANAYE, Le voyage du Lerant. p. 114.
416
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
cétera— son «exobazares» 2 , ° , como ayer todavía era Tánger. 2 U Cualesquiera que sean su forma y su emplazamiento, el bazar, el mercado, la ciudad, es siempre el punto en que desemboca una multiplicidad de movimientos. En Argel son los borricos cargados de madera, que casi desaparecen bajo su carga y que llegan del próximo Atlas para ganar Bab-el-Oued, la puerta del norte; 212 los camellos procedentes de Mitidja o del Gran Sur, que se estacionan ante Bab-Azoum, la puerta meridional; los barcos piratas, los barcos de presa, los barcos mercantes que pululan en los muelles, cargados de mantequilla rancia de Bona, de telas, de paños, de madera de Marsella, de aceite de Djerba, de perfumes de España, amén de las mercaderías cristianas, a lo largo y a lo ancho de todo el mar, o del dinero de los rescates, procedente de Valencia, de Genova y otras partes. Todo esto nutre y construye a Argel. Cualquier ciudad está, los mismo que ésta, hecha de movimientos, que atrae y absorbe, reteniéndolos en beneficio suyo, acumulándolos para expelerlos después en dirección contraria, por las mismas rutas por las que vinieron. Todas las imágenes evocadoras y explicativas de la vida económica son imágenes de movimientos, de rutas y de viajes. Hasta las letras de cambio, que los autores del siglo XVI comparan a barcos o a cargamentos de barcos bogando con mayor o menor seguridad: de ahí el agio, una especie de seguro marítimo —tal el símil— proporcionado al riesgo. 2,0 RICHARD BUSCH-ZANTNER, «Zur Kenntnis der osmanischen Stadt», en Geographiscbe Zeitschrift. 1932, pp. 1-13. 211
J. LECLERCQ, np. cit.,
1881, p. 21.
212
D. DE HAEDO, op. cit.. 178 v. En Argel, dos mercados por semana, con gran consumo de gente de las planicies y las montañas vecinas. Los dos planos de la página de al lado, tomados de D. BELTRAMI, Storia della popólazione di Venezia.... 1954, pp. 39 y 53, nos enfrentan con el mismo problema: el de la organización del espacio urbano. Para orientarse el lector deberá partir del Gran Canal, por medio del cual pasa la línea que divide los diferentes barrios de Venecia; a continuación localizará el puente de Rialto en el minúsculo cuadrado, único puente que cruza el Gran Canal; la plaza de San Marcos; la mancha blanca al noroeste representa el Arsenal; hacia el sur, la isla de San Giorgio y la Giudecca, separadas del resto de la ciudad por el amplio canal de las Zattere; la punta entre el gran canal y las Zattere corresponde a ¡a Aduana. Los seis barrios son: San Marco; San Polo, sobre la orilla derecha del Gran Canal, a la izquierda del puente de Rialto; Castello (el Arsenal); S. Croce (tercer barrio de la orilla derecha); Cannaregio, al lado-norte, donde está el ghetto; y Dorsoduro. El centro de la ciudad está entre Rialto y San Marcos. Más allá del puente, en medio de la mancha negra de las tiendas del segundo plano, la plaza de Rialto (pequeña superficie blanca) es el lugar de reunión cotidiana de los mercaderes. El ghetto, al noroeste de la ciudad, alcanza una enorme densidad de población, resultado de las medidas de segregación. Los barrios se subdividen a su vez en parroquias, cuyos límites resultan más o menos visibles según los casos en uno u otro de ambos planos.
'••'-' imrrniTwr witfim
417
íSSí1
1 Población en 1586 Cada punto representa diez habitantes,
2 Las tiendas en 1661 Cada punto representa una tienda. Fig. 26
El corazón de Venecia
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Cuando se ve entorpecida en sus comunicaciones, la ciudad perece o sufre. Así, por ejemplo, Florencia en 1528: sus nexos con el sur quedaron cortado, a partir del saqueo de Roma en 1527, y ] a ciudad perdió por culpa de ello los 8 000 ducados semanales que le proporcionaba su clientela romana, además de los 3 000 que extraía de las compras de Ñapóles. 213 Sufrió también un desastre por la parte del norte, por donde todos los caminos que iban a Francia quedaron cortados por culpa de Genova, y los que conducían a Alemania, por culpa de Venecia. Entonces Florencia se ve obligada a disminuirla fabricación de sus «pan ni garbi, 214 o finí, o d'oro», y a recurrir a las rutas tortuosas y desacostumbradas del contrabando para poder seguir viviendo, y a exportar sus géneros por la vía marítima hacia Francia y Lyon, más allá de Asóla, Mantua e incluso Trieste, y por tierra hacia Alemania. Los Estados territoriales ricos en espacio tienen la ventaja de poder bloquear o estorbar a su antojo las relaciones entre las ciudades y comprometer a distancia el equilibrio de estas vidas siempre complicadas. Genova acusó a Francia de dar alas a las revueltas de los corsos, pero, como escribe Fourquevaux en febrero de 1567, si Francia quería hostilizar a Genova, ¿acaso necesitaba recurrir a esos actos indirectos? Habríale bastado con vedar tranquilamente el uso de las sedas y otras mercancías genovesas dentro de su propio territorio, y con prohibir a los provenzales comerciar con Genova y toda su costa, a la que proveían de trigo y de vinos. 215 En 1575, con motivo de los disturbios de Genova, una de las primeras preocupaciones de España, temerosa de que ocurriera lo peor, fue cerrar a aquella ciudad el granero siciliano. 216 Todos los bienes materiales e inmateriales arriban a.las ciudades por las rutas. Lo decíamos a propósito de Augsburgo, ciudad medio alemana, medio italiana, y que, desde el punto de vista arquitectónico, tiene incluso su faz genovesa a lo largo del Lech, y su faz veneciana a lo largo del Wertach. El Renacimiento, en Florencia, el aflujo a ella de los artistas de toda la Toscana, y en Roma, la concentración en la Ciudad Eterna de toda suerte de artistas, florentinos los unos, y otros, los más, oriundos de la Umbría. Sin este mundo vagabundo, siempre dispuesto a dispersarse, que va de 213
214
A. PINO-BRANCA, op. cit., p.
257.
Panni garbi: paños de primera calidad. A la reina, 13 de feb. de 1567, DOUAIS, Dépeches..,, III, pp. 36-7. 216 El duque de Terranova al rey, 28 de ago. de 1575, Sim. Eo. 1144; 18 ¿e feb. de 1576. Eo. 1145. 215
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pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, reanudando aquí un fresco sin acabar y allá un cuadro o un díptico, construyendo la cúpula de una iglesia abandonada por el primer constructor, el Renacimiento italiano jamás habría llegado a ser lo que fue en realidad- Más tarde, los elementos arquitectónicos de lo que se ha convenido en llamar el «barroco» italiano serán llevados al norte por los albañiles y los canteros de ios Alpes, 2 1 7 que llegaron hasta muy lejos, practicando sus artes y sembrando tras ellos, a lo largo de las rutas, los modelos de ornamentación y decoración en los que posteriormente habrían de inspirarse las generaciones de escultores de las ciudades y las aldeas. Naturalmente, el mapa de las ciudades mediterráneas en el siglo XVI coincide, en el conjunto y en el detalle, con el mapa de las rutas. El eje que va de Tarento hasta el Po, pasando por Bari, Ancona, Bolonia, Módena, Parma v Piacenza, constituye una sarta de ciudades. Y lo mismo podemos decir de esa otra vía a la que tantas veces nos hemos referido ya, más curiosa precisamente por menos citada, que une a Medina del Campo con Valladolid, Burgos y Bilbao, ciudades especialmente activas: la ciudad de las ferias, la capital de Felipe II (hasta 1560), la gran plaza de los mercaderes de la lana y, por último, como terminal, la ciudad de los marinos y del transporte. A su paso, la ruta va distribuyendo sus faenas entre estas ciudades, como obreros que trabajasen en cadena. Se ve claro, en fin, cómo en el Mediterráneo occidental las grandes ciudades se aglomeran junto al mar, que es la ruta universal, mientras que tierra adentro escasean más, porque aquí sólo cuentan con las rutas terrestres, de menor rendimiento. Al sur y al este del Mediterráneo, por el contrario, vemos grandes ciudades islámicas replegadas sobre el interior, obedeciendo al reclamo muy preciso de las poderosísimas rutas del desierto. Un lugar de encuentro de las diferentes rutas de transporte Las grandes ciudades, todas en el cruce de las grandes rutas, no nacen forzosamente de su confluencia y por el solo hecho de la encrucijada (aunque no cabe duda que Piacenza, por ejemplo, nació del encuentro del Po con la Vía Emilia), pero sí viven de ella. Diremos, siguiendo la fórmula consagrada, que «derivan su importancia de su posición geográfica». Y es que el encuentro de las 217
y 17.
JACOB BURCKHARDT, Geschkbte der Reinassance in lía/ten, ed. 1920, pp. 16 - • .
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rutas señala, a veces, un cambio en los medios de transporte, y, por ende, un alto obligatorio. En Arles, las flotas del Ródano enlazan con los barcos de cabotaje de Martigues, de Bouc y de la costa provenzal, que aseguran los transportes hasta Marsella. De Verona parte la navegación por el Adigio, que, río abajo, se combina con los convoyes de acémilas y de carros del Brennero. En Trípoli de Berbería, en Túnez y en Argel, las caravanas se detienen al llegar al mar. La ciudad de Alepo no debió su nacimiento tanto a los recursos del lugar en que está enclavada, como a la necesidad de un eslabón entre el Mediterráneo y el golfoPérsico. 218 Es, como dice Jacques Gassot, 219 la avanzada de las mercaderías de las Indias «y de las telas, las sargas y otras mercancías que vienen del Poniente». Las caravanas que venían de Bagdad se detenían allí, delante del macizo del Líbano, relevadas por otras caravanas, formadas principalmente por muletos, caballos o pequeños asnos, los mismos que llevaban y traían a los peregrinos de Occidente en el cercano trayecto de Jerusalén a Jaffa. Todos los puertos están, por definición, en el cruce de los caminos de mar y tierra, y su misión consiste en asegurar los necesarios transbordos. N o hay un solo puerto que no sea al mismo tiempo la terminal de una ruta de tierra o de agua dulce —de tierra sobre todo, pues, en el Mediterráneo, los ríos son peligrosos en su desembocadura, porque azolvan un mar sin mareas. Además, la tierra que se alza detrás de las costas mediterráneas está bloqueada por las montañas; por eso no hay aquí un solo puerto que no tenga su brecha del lado del continente. Genova está situada frente a los cortes del próximo Apenino, por donde pasan rutas como la de los Giovi; el destino de la ciudad está unido a ese decisivo desfiladero. Sabemos que Genova, situada en una costa accidentada y salvaje, en la que desde el primer día se refugiaron minúsculas aglomeraciones marinas, ha sido durante mucho tiempo una ciudad de segundo orden, por no decir que una_ aldea. Y es que, aunque bien abrigada en la punta extrema de su golfo, se hallaba aislada del continente, mal soldada a la gran ruta comercial de la Edad Media, aquella Via Francigena que serpenteaba hasta Roma desde el norte de los Apeninos. Genova no alcanzó su dignidad hasta el siglo XI, cuando se deteriora la primacía de los sarracenos en el mar y cuando la gente del norte, interesada desde hacía mu2.8 2.9
BARÓN DE TOTT, Mémoires, IV, pp. 71-3. Le distnurs du voyage de Venise a Constantinople, 1547, p. 31.
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tiempo en el tráfico de Europa y experta en la práctica de las utas de la montaña (principalmente la gente de Asti), llega hasta r Genova para apoderarse del lucrativo tráfico del mar. Genova nació de esta captura continental, de la valorización del desfiladero de los Giovi. 220 La ruta de tierra continuó conservando su importante papel en la vida de esta ciudad. Al lado de las Venuta di mare había siempre las Venuta di térra, y ambas servían de vehículo a provechosos intercambios. Genova es hija, tanto como de sus navios, de los convoyes muleteros que, al llegar a las calles de la ciudad, debían seguir el camino de enladrillado que les estaba reservado y que fluía como un sendero en medio de la calzada de piedra... Todos los puertos presentan este doble rostro. Marsella, por sus enlaces con la ruta del Ródano; Argel, por su solidaridad con el Mogreb central; Ragusa, que es, indiscutiblemente, una ciudad creada por el mar, no ha estado jamás ausente ni por un solo instante del vasto mundo balcánico, cuyas costas y cuyo interior fueron explorados por ella. En un tiempo habíase interesado por las minas de plata de Servia, donde aseguró el avituallamiento de los centros de extracción y la vida de las ciudades y las ferias vecinas, tales como Uskub, Prilep, Prizen y Pek. 221 En el siglo XVI, su comercio con el este echa un brote innegable. 222 Sus mercaderes avanzan entonces a través de Bosnia y de Servia, hasta Vidin; ejercen su influencia sobre las provincias danubianas; en Uskub, punto de partida de un camino carretero hacia Constantinopla, 223 forman una colonia densa y poderosa; se infiltran en Bulgaria, adonde durante mucho tiempo se les había hecho difícil llegar a causa de los mercaderes genoveses procedentes del mar Negro; se les puede encontrar en Belgrado vendiendo paños ingleses a los oficiales turcos que vuelven de la guerra de Hungría; se presentan en Andrinópolis, acogiendo a su paso a los embajadores cristianos; y, por supuesto, en Constantinopla. La asombrosa potencia de la ciudad de Ragusa en el siglo XVI está en íntima relación con estas colonias de mercaderes establecidas en el interior de los Balcanes; con los cientos y cientos de tiendas en que los comerciantes revenden a cr édito o al contado las cariseas inglesas y las telas venecianas y .
"" RENEE DOEHAERD y Cu. KERREMANS, Les relations nnimeniales entre Genes. Mgique et IVittnmtmt, 1952, I, pp. 77-8. "~ A. MEHLAN, «Die grossen Balkanmessen in der Türkenzeit», en Viertel'"brschrift für Sozial-nnd Wirlscbaftsgeschichte. XXXI, 1938, pp. 20-1. V, "" J- TADIC, Ditbmnani ¡m jiiznnj Srbiji u. xvi sto/ea< Glasnik Sknp ñaue dr<>. U V 2- I1I, 1930, pp. 197-202. L BERNARDO, Viaggio a Constantinopoli. Venecia 1887, p. 24, 1591. k
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florentinas; y con los viajes de los mercaderes compradores de cueros que chalanean con los pastores, algunos de cuyos largos y estrechos cuadernos de cuentas se conservan en los archivos de R?gusa. Toda la vida de Ragusa sería, por tanto, inconcebible sin los espantosos caminos que iban hasta Sarajevo por el norte, y hacia Uskub, parada esencial hacia el este, por las cumbres montenegrinas y albanesas. La ciudad de Ragusa es la conjunción de dos movimientos: uno que se explaya por las rutas de los Balcanes, y otro que se vale de los ilimitados caminos del mar y que, en el siglo XVI, llevaba a los ragusinos a todos los países del Mediterráneo, sin excepxión, a veces hasta la India e Inglaterra, y una vez, que sepamos, hasta el Perú. De la ruta a la banca Las rutas y los intercambios han permitido la lenta división de trabajo de la cual han ido surgiendo las ciudades, distinguiéndose al principio muy a duras penas de los campos circundantes, individualizándose frente a ellos a costa de ininterrumpidos esfuerzos. Estos esfuerzos producen a su vez unos determinados efectos en el interior de la, misma ciudad, organizando sus diferentes actividades, transformándolas internamente, de acuerdo con modelos que, como es natural, sólo son regulares tomados en su sentido más amplio. En este proceso, que conoce mil variantes, todo parte, sin duda alguna, de una actividad mercantil omnipresente, primordial y origen de toda la organización económica. Verdad que resulta evidente tan:o en Venecia y Sevilla, como en Genova, Milán o Marsella... La afirmación es innegable en cuanto a esta última, donde sólo existen unas cuantas industrias textiles 224 y jaboneras. Pero también con respecto a Venecia, que distribuía en el Oriente sus propias telas y sederías, y las lanas y terciopelos de Florencia, los tejidos de Flandes y las cariseas de Inglaterra, las felpas milanesas y alemanas, y también de Alemania, la quincallería y el cobre... En cuanto a Genova, ya en la Edad Media era proverbial aquello de «Genuemis, ergo mercator». No es, pues, abusivo, hablar en nuestra clasificación de un «capitalismo comercial», designando con dicha expresión una forma ágil, ya moderna e indiscutiblemente eficaz de 224 Una fábrica de escarlatas, Consejo del 20 de nov. de 1575, A. Com. Marsella, BB 45, f. 330.
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j a vida económica del siglo XVI. N o todas las actividades contribuyen a su progreso, pero un buen número de cosas dependen de su dinamismo y poder magnético. Los imperativos del comercio a gran escala y a largas distancias, y sus acumulaciones de capital funcionan como fuerzas motrices. Precisamente en el espacio definido por las circunstancias de la economía mercantil se anima la vida industrial de Genova, Florencia, Venecia y Milán, particularmente en las nuevas y revolucionarias industrias textiles del algodón y la seda. La teoría clásica de Paul Mantoux era ya válida en el siglo XVI: el comercio es el que guía, el que lanza la vida industrial. Y más que en ninguna otra parte, en el Mediterráneo, donde la regla e s el intercambio, el transporte y la reventa... La vida comercial lo mueve y transporta todo, incluidas las simientes de la actividad industrial, como el viento arrastra lejos las semillas... Pero estos gérmenes, estas semillas, no siempre encuentran en las ciudades el terreno propicio para germinar. En 1490, Piero del Bantella, un florentino, introdujo en Ragusa «l'arte di fabricare i panni alti di lana»;22S en 1525, un hombre del terruño, Nicoló Luccari, 226 importó en la ciudad el arte de la seda. Pero ninguna de estas dos industrias tuvo gran fortuna; Ragusa contentábase con producir algunas telas para su consumo propio y con teñir o reteñir algunas de las que transitaban por ella. Los mismos intentos se hicieron en Marsella con la lana y la seda, hacia 1560; en lo que a la seda se refiere, Botero nos dice que fue la falta de agua lo que impidió llevar adelante la industria. 227 En términos muy generales se puede decir que las funciones comerciales e industriales se suceden en el tiempo, 22B éstas impulsadas y sostenidas por aquéllas y a la sombra, por tanto, de cierta antigüedad económica (entre otras muchas condiciones, se entiende). La ciudad industrial del Mediodía francés es Montpellier, 229 que tiene tras sí todo un pasado económico, toda una riqueza adquirida, de capitales disponibles y un contacto vivificante con el exterior. Lo que Colbert quiso hacer en el siglo XVII: desarrollar a la sombra del comercio francés de Levante una industria textil, se habían encargado de crearlo ya por sí mismas, desde hacía mucho 225
GIACOMO PEDRO LUCCARI, Annali di Ransa. Venecia, 1605, p. 120.
226
lbid.. p. 139.
227
G.
228
BOTERO, op. cit..
I, p.
35.
MARC BLOCH, en Mélanges d'bist. soc. 1, pp. 113-4. FRANCESCO GUICCIARDINI, Diartn del viaggio di Spagna, Florencia, 1932, p - 46. p a r a u n a comparación, Nimes en 1592, P. GEORGES, op. cit.. pp. 621-2. 229
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tiempo, las circunstancias. La industria de Venecia se desarrolló en el siglo XIII, pero como su actividad comercial crecía paralelamente y a un ritmo más veloz, esta industria medieval no tardó en resultar insignificante en proporción al volumen del comercio exterior. El gran impulso industrial de Venecia llegó más tarde, en el siglo XV, y sobre todo en el XV], por medio de la gradual y lenta transición del almacén al taller; tentativa tal vez no deliberada, pero sí guiada, impuesta por la coyuntura del siglo. Venecia tiende entonces a convertirse en un puerto industrial. Y fue tal vez el éxito de Francia y de la Europa del Norte, en el siglo siguiente, lo que impidió que aquel proceso de transformación llegara a culminar. 23° Si la industria en gran escala es la segunda fase de la evolución de la ciudad, ¿debemos considerar la banca como la tercera? Es indudable que desde la misma infancia de una ciudad están en curso todas las actividades económicas, tanto las financieras como las otras. Pero este comercio no se singulariza sino tardíamente; es el último en alcanzar la plena autonomía. Durante un largo período de tiempo todo es confusión: mercancía, taller y banca están en las mismas manos. En Florencia, los Guicciardini Corsi, que adelantan dinero a Galileo, tienen también intereses en el trigo siciliano y en la venta de paños y pimienta; los Capponi, cuyos grandes libros mayores se han conservado hasta nuestros días, se ocupan tanto de transportar vinos, como de asegurar navios y emitir o aceptar letras de cambio; los Médicis, con más de la mitad de sus intereses en la banca, poseen, en el siglo XV, talleres propios para la elaboración de la seda. Esta multiplicidad y esta confusión que se da en el mundo de los negocios es una regla antigua; de ese modo se dividen razonablemente los posibles riesgos. El comercio del dinero, es decir, los préstamos a particulares (más o menos encubiertos, pues la iglesia prohibe prestar con interés), las sumas de dinero adelantadas abiertamente a ciudades y príncipes, las inversiones (las accomatidite, como se decía en Florencia), los seguros marítimos, todas estas actividades puramente financieras resultan difícilmente separables de las otras formas de comercio. Sólo en la Amsterdam de finales del siglo XVII se afirmará la actividad financiera como una totalidad particular. Con todo, ya en el siglo XVI las transacciones financieras alcan2,0 Deradevza enitiumka reiieziana nel secólo xvii. Coloquio de la Fundación Giorgio Cini (2 7 de junio a 2 de julio de 1957), 1961, pp. 23-84.
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za n
un alto nivel, apareciendo cada vez en mayor número banquea s cuasi-especializados, a quienes se conocerá en España con el nombre de «hombres de negocios». En la Francia del siglo XVlllseles habría más bien llamado «financieros» al servicio del Estado. En cualquier caso, este fenómeno sólo se afirma en unas cuantas ciudades, mercantiles desde mucho antes, que alcanzan ahora la plena madurez. En Venecia, donde la existencia de bancas y banqueros se remonta al siglo XiV e incluso al Xlll; en Florencia, cuyas grandes casas comerciales han controlado Europa y el Mediterráneo, de Inglaterra al mar Negro, a partir del siglo Xlll; y sobre todo en Genova, la cual, a despecho de lo que ha afirmado Michelet, 231 no ha sido «una banca antes de ser una ciudad», pero donde la Casa di San Giorgio ha sido el organismo de crédito más perfecto que ha conocido la Edad Media. Un detallado estudio 232 'demuestra que la ciudad ya era moderna, que ya iba muy por delante de su tiempo, en el siglo XV; vemos que allí se manejaban a diario endoses de letras de cambio y acuerdos de ricorsa, una forma primitiva de obtener dinero en efectivo por medio de letras falsas o cheques sin fondo. El papel que inmediatamente ha representado Genova entre Sevilla y el Nuevo Mundo, y su alianza definitiva con España en 1528, hicieron el resto: se convirtió en la primera ciudad financiera del mundo en el período de ascenso de la ola inflacionista y próspera que caracterizó la segunda mitad del siglo XVI —el siglo de Genova, esa ciudad donde dedicarse al comercio comienza a considerarse como una actividad plebeya. Los Nobili Veccbi pueden, ocasionalmente, especular en gran escala con el alumbre, las lanas o las salinas de España, pero el comercio se lo dejan a los Nobilt Nuovi, dedicando sus esfuerzos a la especulación con el oro y la plata, los bonos del Estado y los préstamos al rey de España. Sin embargo, y en aparente contradicción con la simple imagen que hemos presentado, surgen múltiples centros financieros, piazz e, por toda Europa, en ciudades casi nuevas. Pero estas eclosiones bruscas e importantes, ¿qué ocultan detrás? Simplemente, las ramificaciones de la banca italiana, ya entonces con solera. Ya en tiempos de las ferias de Champaña, eran sieneses, luqueses, florentinos 0 genoveses quienes siempre tenían en sus manos las balanzas de cambios; también habían sido ellos quienes, en el siglo XV, habían hecho la fortuna de Genova, y, más tarde, la de Amberes, Lyon y Mi ^ ' Bani/mt. p. 17, citado p o r Til. Su-IARTKN, Les roya fíes et les séjo/irs de WicMet en halle. París, 1934, p. 101. JACQIES
HnERS, np.
cit..
pp.
74
ss.
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Medina del Campo. Y también están presentes cuando Francfort del Maine establece, en 1585, su feria de cambios. A ojos de los no avisados, su oficio tiene, evidentemente, algo de misterioso, e incluso diabólico. Un francés se muestra sorprendido, hacia 1550, ante «estos mercaderes y banqueros extranjeros» (es decir, italianos) que llegan con las manos vacías, «sin traer de sus respectivas tierras otra cosa sino sus propias personas, amén de un poco de crédito, una pluma, tinta y papel, y su industria en saber traficar, dar la vuelta y combinar los dichos cambios de una región a otra, de acuerdo con las informaciones que reciben acerca de las plazas donde el dinero es más caro». 233 En resumen: un pequeño grupo de hombres bien informados, que se mantienen en contacto por medio de una activa correspondencia, controlan, en Europa, la entera red de cambios tanto en letras como en numerario, y dominan así todo el campo de la especulación comercial. De manera que no nos debemos dejar sorprender demasiado por esta aparente difusión de las finanzas. Hay muchas diferencias y grados entre las piazze: algunas son predominantemente comerciales; otras, industriales, y otras, parcialmente financieras. En 1580, cuando Portugal se une a España, los hombres de negocios españoles se asombran a la vista del retraso técnico que muestran los cambios en la entonces íntegramente comercial plaza de Lisboa. Las inversiones en Marsella proceden, todavía a comienzos del siglo XVII, de Lyon, Montpellier y Genova. Ragusa, tan próspera comercialmente, depende financieramente de las ciudades italianas: en el siglo XVII, toda su fortuna se apoyará en los bonos del Gobierno de Ñapóles,.o de Roma, o de Venecia. El ejemplo de Venecia resulta aún más revelador. Un largo informe de los Cinque Savii, en enero de 1607, 234 indica que toda la actividad capitalista, como decimos nosotros ahora, está en manos de los florentinos, los cuales poseen casas en la ciudad, y de los genoveses, proveedores de plata, controlando entre unos y otros todo el movimiento de los cambios. Al librar sobre Venecia, genoveses y florentinos pueden especular en los cambios (principalmente en las llamadas ferias de Besancon, que tienen lugar en realidad en Plasencia) con el abundante dinero de los inversionistas venecianosDe ese modo se hacían con el numerario de que disponía la ciudadEl piamontés Giovanni Botero se da cuenta de esta situación cuando, en 1589, compara Genova con Venecia, mostrando su prefe233 234
B. N. París, Fr. 2086, ff. 60 v., 61 r. A. d. S. Venecia, Cinque Sarii. Risposte 1602-1606, ff. 189, v., 195-
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renda por esta última. En Genova han prosperado prodigiosamente los manipuladores de dinero, pero ello va en detrimento de otras beneficiosas actividades de la ciudad. Su industria (tanto la textil como la de construcciones navales) ha experimentado un retroceso; los arti, como es natural, eran imprescindibles para que el pueblo bajo genovés, muy pobre en general, pudiese subsistir. En comparación con su gran rival, Venecia aparece como una ciudad menos evolucionada, en la que se ejercen casi todas las funciones económicas. Por eso sus habitantes son menos desdichados que los de Genova, y las diferencias entre ricos y pobres, menos marcadas. 235 Ciclo urbano y regresión Si la vida urbana progresa por estadios, también se deteriora por estadios. Las ciudades nacen, progresan y declinan de acuerdo con las pulsaciones de la vida económica. Y cuando declinan, van abandonando sector tras sector los atributos de su pujanza. ¿Será pura casualidad que, en Genova, el primer signo negativo (la presencia de barcos mercantes ragusinos) afecte a los transportes, fuente primera de la riqueza de las grandes ciudades, mientras, al otro extremo de la escala, aquello que resiste más tiempo es precisamente el total de las actividades bancarias, es decir, la forma de riqueza que había aparecido en último lugar durante el proceso evolutivo? En el siglo XVIII, cuando Genova y Venecia alcanzan el punto más bajo de su decadencia, son todavía importantes centros bancarios. Pese a lo que se ha dicho en otros sentidos, el drama de la Barcelona del siglo XVI es consecuencia inevitable de su propio pasado: es el precio que ha de pagar por una prosperidad conseguida con excesiva rapidez y nunca consolidada a nivel bancario. Lo que paralizó a esa ciudad en el siglo XVI fue la falta de numerario, la falta de facilidades de cambio de giro, como había hecho ya notar Capmany. 236 ¿Será posible concluir, llevando el tema a sus últimas consecuencias, que el desarrollo de la fase industrial indica por lo genera l que hay deficiencias en la vida comercial de la ciudad, y que la 'ndustría es, considerada desde cierto punto de vista, una forma de re spuesta a ese declinar del comercio? En todo caso, es sintomático ^ e la industria florezca preferentemente en las ciudades alejadas " 5 Op. at.. I, p. 38. 56 ANTONIO DE CAPMANY Y DE MONTPALAU, Memorias históricas sobre la Mah""• Comercio y Artes de la antigua ciudad de Barcelona. Madrid, 1779, I, pp. 205 ss.
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del mar, es decir, en las que su emplazamiento les impide cumplir todas las funciones que deben ser propias de un centro de comunicaciones; así ocurre en el caso de Luca, patria de los tejedores de la seda, y también en ti de Milán, o Como, e incluso en el de la misma Florencia. También florece la industria en todas aquellas ciudades que en el siglo XVI se ven amenazadas en sus transportes o mercancías, como ocurre con Florencia y Venecia. ¿Es lícito ir aún más lejos y afirmar que la actividad bancada crece en importancia en la exacta medida que el comercio y la industria tropiezan con dificultades? Es decir, que cualquier actividad que surge lo hace en detrimento de otras y no necesariamente en armonía con ellas. Mi intención al decir esto no es la de conseguir explicarlo todo gracias a ello, sino la de indicar, con la mayor brevedad y rapidez, la totalidad de la problemática que presenta el dinamismo urbano. Una tipología muy incompleta La tipología general de las ciudades que acabamos de esbozar es inevitablemente incompleta. Todo se conjuraba para venir a complicar la vida de las ciudades. Cada una de ellas está encajada dentro de un particular marco económico. A nivel local, esto implica relaciones con el campo que la circunda y con las ciudades vecinas, tanto si su papel es de dominadora como si lo es de dominada. A nivel nacional o internacional implica sistemas de relaciones, según distancias dentro del mar Interior o incluso dentro del Mediterráneo Máximo. Y además existen ¿as circunstancias que los cambios políticos traen consigo. Estos cambios políticos serán los que arruinarán, en el siglo XVI, la antigua independencia de las ciudadesEstado; cambios que minarán las bases de la economía urbana tradicional, creando e imponiendo nuevas estructuras. Un historiador 237 que está completando un estudio sobre la tipología de las ciudades de Castilla en el siglo XVI ha establecido la siguiente distinción: ciudades burocráticas, como Granada y Madrid —esta última, creciendo a un ritmo tan rápido que plantea problemas de abastecimiento de una población improductiva; se ha visto, dice una relación de 1615, «faltar el pan durante días y días y algunas gentes, por la calle, dinero en mano, tratando de conseguirlo 237 Felipe Ruiz Martín, catedrático de la Universidad de Bilbao, que me ha comunicado las líneas generales de su próximo libro.
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y pidiéndolo/vr l'amor di Dio »—;238 ciudades comerciales, como Toledo, Burgos y Sevilla; ciudades industriales (en el sentido de que la industria moderna se instala en ellas con las formas capitalistas del yerlagssystem, que no era específico de Alemania), como Córdoba y Sevilla; ciudades industriales, pero en manos de los artesanos, como Cuenca; ciudades agrícolas, dependientes de la campiña circundante, y no pocas veces invadidas por ella, como Salamanca o Jerez de la Frontera; ciudades clericales, como Guadalajara; una ciudad ovejera, Soria... Había además algunas ciudades militares, que en el siglo XVI resultaban tan difíciles de distinguir de las otras ciudades como los navios de guerra de los simples barcos mercantes. Esta clasificación nos da ya cierta idea de la complejidad del problema. Y queda por hacer la posible distinción entre ciudades de primera y segunda fila y considerar también (dentro de un contexto específicamente europeo) la interacción entre una ciudad principal y las ciudades de segundo orden vecinas a ella. Se presenta además otro problema, y es que tan pronto como se logra fijar el marco donde encuadrar a una ciudad, se comprueba que ésta se ha salido de él. Sevilla, que se incorpora tarde al comercio financiero (aunque posee sus propios bancos), es al mismo tiempo burocrática, rentista y artesana; ciudad de lujo, éste reclama sus derechos: para mantenerlo hay un proletariado, que nos podemos imaginar viviendo amontonado en casas compartidas por varias familias pobres, como en el barrio de Triana, donde se manufacturan lejías y jabones. 239 Salamanca es una ciudad rural, pero a la par es el gran centro intelectual que todos saben. Padua, brillante ciudad universitaria, es también una metrópoli rural. En el pasado (antes de 1405), en su lucha contra Venecia, los señores de Carrara, que controlaban la ciudad, «con el fin de encarecer los productos a su rival», habían establecido impuestos sobre todas las gallinas, capones, gansos, huevos, pichones, verduras y frutas que saliesen de la ciudad... Con este conservatismo de las ciudades, del que tenemos pruebas más que abundantes, estos derechos, aunque perjudiciales para Venecia, se Mantuvieron hasta 1460, 240 es decir, hasta mucho después de que Padua hubiera quedado sometida a la República de San Marcos. 1615.
A. d. S. Venecia, Dispacci Senato Spaena, Fo. Moro al dux. Madrid...,
La admirable serie de documentos de Simancas, Expedientes de Hacienda, '0, donde se puede encontrar, por añadidura el padrón de la ciudad en 1561. 40 A. d. S. Venecia, Senato Terra, 4, f. 138, 22 de marzo de 1460.
Fig. 21
Población de las ciudades de Castilla 430
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Sin embargo, Padua se mantenía como inmersa en su clima rural, y Bayardo y sus compañeros, en 1509, la pueden contemplar dedicada de lleno a las tareas agrícolas: «se siega diariamente una eran cantidad de heno —cuenta Le Loyal Serviteur— y tienen por costumbre cargar tanto sus carretas, que cuando éstas han de cruzar una puerta sólo con muchos esfuerzos consiguen franquearla». 241 Y este mismo espectáculo lo podemos ver en Brescia, donde la puerta de San Stefano, por la que se va al Broletto, presenta una abertura tan estrecha que «quando vi si trova qualche carro di feno o paglia o legne, per ti non pbnno transitar gli uomini». 242 Situación similar, si no espectáculo idéntico, ofrece Lucera, pequeña ciudad de Apulia que celebra activas ferias. Cuenta también, para su tormento, con capitanes nombrados por el marqués del Vico, los cuales le procuran muchos sinsabores, pues no sólo matan, roban y se dan al juego, sino que además avasallan: «han metido antes de la fecha autorizada una gran cantidad de cerdos en el territorio de la ciudad, en detrimento de los demás cittadini... por no mencionar el gran daño que los dichos cerdos causan en los campos de grano, aguas y pastizales». 243 Este episodio nos descubre que se criaban cerdos dentro del mismo recinto urbano. Estas escenas de la vida agrícola, con frecuencia en conflicto con el arte de las defensas militares o con la honestidad de quienes detentan el poder, nos muestran hasta qué punto están abiertas —a cualquier precio— las ciudades del siglo XVI a la zona rural en que están asentadas. Y de no hacer así, ¿cómo podrían subsistir? IV.
LAS CIUDADES, TESTIGOS DE SU SIGLO
A estas ciudades tan diferentes unas de otras, cuyas actividades se dosifican siempre de forma original, las debemos interrogar ahora acerca de los rasgos que todas ellas poseen en común; debemos descubrir lo que se repite en ellas al estar sometidas a una determinada circunstancia, que es idéntica o casi idéntica en todas «s partes del Mediterráneo durante la segunda mitad del siglo XVI. Respecto a las que conocemos bien, las evidencias concuerdan: la población de las ciudades aumenta; pese a los avatares de su vida ^41 Le Loyal Serviteur, op. cit., p. 42. * A. d. S. Venecia, Senato Terra 27, Brescia, 5 de marzo de 1558; el prole ma se había planteado anteriormente, ibid.. 24, Brescia, febrero-marzo 1556. A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum 2, ff. 75 v. y 76, 7 de julio de 5550.
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cotidiana, que no faltan, se puede afirmar que, a la larga, siguen adelante, puesto que crecen cada vez más; en todo caso, es evidente que superan todas las crisis y dificultades; sin embargo, todas las ciudades ven —y no hay una sola que se libre de ello— restringidas sus libertades frente a los Estados territoriales, que crecen más velozmente que ellas; éstos las cercan, las subyugan, y hasta las expulsan de las posiciones alcanzadas. Comienza una nueva época de la política y de la economía. Desde este punto de vista el Mediterráneo ha sido precoz. El crecimiento demográfico 244 Conocemos apenas una milésima parte de lo que los historiadores podrían descubrir sobre los movimientos de las pobk ciones urbanas en el siglo XVI. Basta con lo que tenemos, sin emb¿ r go, para poder ofrecer un diagnóstico aceptable. Para dar una idea más precisa reproducimos una gráfica (fig. 27, p. 430) del movimiento de población de las ciudades castellanas. 245 Su mensaje es evidente: todas las curvas —con unas pocas excepciones que confirman la reglaindican claramente un constante crecimiento, hasta los años finales del siglo XVI. Y esta misma curva presentan —grosso modo— las gráficas concernientes a Italia 246 y Turquía 247 (tanto la europea como la asiática). Podemos permitirnos, sin correr grandes riesgos, la afirmación de que —siempre en líneas generales— la situación es idéntica en todo el Mediterráneo, tanto musulmán como cristiano. El aumento de población fue la característica fundamental del largo siglo XVI. lo mismo en Europa que en el Mediterráneo; la base de la que todo, o casi todo, depende. Todas las categorías de ciudades participan en idéntico grado de este movimiento de alza, tanto las modestas y medianas comunidades como las considerables, tanto las artesanales como las industriales, tanto las burocráticas como las comerciales... N o hay discriminación, como la hubo más tarde cuando la regresión de 244
Véase la amplia nota bibliográfica, itifra, pp. 524-5. , Que sería necesario revisar a la luz de las fuentes poco y mal utilizadas Simancas. Esperemos contar pronto con los resultados de la investigación de Fe"P Ruiz Martín. . , 246 El acontecimiento más importante en este terreno ha sido la aparición 245
tomo III y último de KARL J U L H S BELOCH, Bevolkermigsgesfhichte Italiens. Ben1
1961.
247
La nueva línea revolucionaria de los estudios de Ómer Lutfi Barkao-
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248
XVII, momento en que se produjo el auge o la estabilidad de algunas ciudades privilegiadas, París, Londres, Madrid y la misma Estambul, mientras que otras ciudades eran víctimas del vasto reflujo. No nos sorprendemos, pues, si vemos que a lo largo del siglo XVI todas las ciudades aumentan simultáneamente su actividad, si vemos alzarse incontables edificios tanto públicos como privados e n Verona, Venecia, Pavía, Milán...; la producción artesana se anima en Cuenca y Segovia; las construcciones marítimas se incrementan simultáneamente en el Mandracchio de Ñapóles y las playas de Sorrento y Amalfi. Nos hallamos ante un período de prosperidad general de la que participan en una medida u otra todos los núcleos urbanos. Las jerarquías de las ciudades, sus comportamientos recíprocos y sus relaciones mutuas, permanecen casi inalterados. Un cuadro de los niveles de la vida urbana en el reino de Granada en 1591 puede, a pesar de sus imperfecciones habiendo sido construido a partir de los registros fiscales {millones), darnos una idea de lo que era esta decisiva geografía interurbana, tan difícil de alterar... 249 Las grandes ciudades conservan su predominio, con las ventajas que traen consigo los precios elevados, los salarios altos y la amplia variedad de clientes que pueden comprar en sus tiendas; mientras tanto, las ciudades satélites giran en torno a ellas, les sirven y se sirven de ellas. Estos sistemas planetarios, tan típicos de Europa 25° y del Mediterráneo, continuarán funcionando sin contratiempos. Sin embargo, se producen ruidosos y decisivos cambios que no pueden ser ignorados, y que son, también ellos, inevitablemente lógicos. En primer lugar: todo crecimiento demográfico jamás actúa en sentido único: es, sucesivamente, fuente de fuerza y de debilidad, ue equilibrio y de fragilidad. Muchos de los antiguos males persisten » y, algunas veces, se agravan: el siglo XVI no ha tenido ni el suficiente valor ni la suficiente fuerza para erradicarlos. En segundo lu gar: no sólo las ciudades dirigen el mundo. Su reinado prívileE. HOBSBAWM, «The Crisis ofthe 17th Century», en Past and'Presera, 1954, ^ P P - 33-53, n.° 6, pp. 44-65. , " ALVARO CASTILLO PINTADO, «El servicio de millones y la población del Reino . ^ranada en 1591», en Saitabi, Rerista de la facultad de t-llosojía y Letras de la "'[midad de Valencia. 1961. • " OTTO BRUNNHR, Nene Wege der Sozialgeschicbte Vortrdge /ind Aitjsátze. Gót, Sen, 195(5^ p 87^ y p BRAUDEL, «Sur une conception de l'Histoire sociale», en "tales E. S. C. abril-junio 1959.
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giado, que se extiende a lo largo del primer momento ascendente de Europa y el Mediterráneo, o sea, del siglo XI al siglo XIV, comienza a ser contestado en el mismo umbral de los tiempos modernos, por los Estados territoriales, los cuales, muy lentos en su evolución durante los siglos anteriores, ocupan bruscamente el centro de la escena en los nuevos tiempos. Y por último: la población rural continuaba siendo mayoría. Es muy posible que hayan progresado d urante el siglo xvi menos velozmente que las ciudades que se nutren de ellas. Estas han experimentado un crecimiento que sabemos fue extraordinariamente veloz, aun cuando no conozcamos cifras exactas. 251 Las ciudades alcanzaron las máximas cotas posibles, y hasta es fácil que las rebasaran. Cuando en el siglo XVII se produzca el reflujo de la población, como en el caso de Venecia, donde gracias al material conservado son posibles algunas estadísticas sólidas, 2S2 las ciudades declinarán más velozmente que la zona rural circundante. ¿Ha cambiado el cuadro en el siglo XVill? M. Moheau 253 afirma que la Francia rural creció entonces con mayor rapidez que la Francia urbana. Estas rápidas comparaciones nos ayudarán a comprender mejor el destino, decisivo y frágil a un tiempo, de las ciudades del siglo XVI. Penurias de antaño y penurias nuevas: Las carestías y el problema del trigo N o siempre ha sido amable el siglo XVI con las comunidades urbanas. Hambres y epidemias castigan una y otra vez a las ciudades. A causa de la lentitud y el precio muchas veces prohibitivo de los transportes, y la asombrosa irregularidad de las cosechas, toda aglomeración amenaza con provocar la escasez a cada paso, en cualquier día del año. La menor sobrecarga es causa de agobios. Cuando el Concilio de Trento se reunió por tercera y última vez en 1561 (a pesar de reunirse en la gran ruta del Brennero y el Adigio, la ruta del trigo de Baviera, del que la ciudad de Verona se abastecía a veces) los padres del Concilio hubieron de enfrentarse e°
251 EARL J. HAMILTON, El florecimiento del capitalismo y otros ensayos de histo"1 económica, 1948, pp. 121-2. 252 DANIELE BELTRAMI, Forze di lavoro e proprieta fondiaria nelle campagne >'e"' dei secoli xvil e xvni, 1961, pp. 5 ss. 253 M. MOHEAU, Rechercbes et considérations sur la population de la Fn""- ' 1778, pp. 257-8 y cuadro p. 276.
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seguida al difícil problema del abastecimiento, que inquietó a Roma con toda razón. Ejemplo pequeño, pero harto revelador. 254 En el Mediterráneo y hasta fuera de él, la carestía es de hecho u n accidente banal. Azota con frecuencia a regiones enteras. g n 1521, el hambre de Castilla coincide con los comienzos de la guerra contra Francia y con la sublevación interior de los comuneros. La falta de pan aflige a nobles y villanos en ese año que los portugueses llaman el año de la Gran Penuria. En 1525, una espantosa sequía arruinó la tierra andaluza. En 1528, la escasez provoca en la Toscana hechos abominables: Florencia tuvo que cerrar sus puertas a los campesinos hambrientos de su territorio. En 1540 se repite el drama: nuevamente se proyectaba cerrar las puertas de la ciudad y abandonar el campo a su suerte cuando vinieron a salvar la situación, como por milagro, los navios que llegaron a Liorna con trigo de Levante. 255 En 1575, el país rumano, a pesar de ser tan rico en granos, también viose desolado por un hambre espantosa; los rebaños murieron en masa y hasta los pájaros caían muertos de inanición, sorprendidos en pleno marzo por las nevadas; los hombres se mataban por un pedazo de pan. 2S6 El año de 1583 fue de terrible escasez en toda Italia, y especialmente en el Estado Pontificio, donde la gente moría de hambre. 257 Pero de ordinario el hambre no azota a regiones enteras, sino que es una plaga urbana. Lo singular de la escasez toscana de 1528 es que se extendió a todo el vecino país de Florencia, forzando a la ciudad a cerrar sus puertas a los campesinos que acuden a ella. En Perusa, en 1529, no se encontraba un solo grano de trigo en 50 millas a la redonda. Pero estas catástrofes eran muy raras. Por lo general, el campesino sacaba de su tierra, por lo menos, lo estrictamente indispensable para vivir. En cambio, las hambres urbanas, circunscritas a los muros de las ciudades, eran frecuentísimas en el s 'glo XVI. Florencia, que no está situada en modo alguno en una región particularmente pobre, sufrió ciento once períodos de hambre o escasez entre los años de 1375 y 1791, a cambio de dieciséis c °sechas muy buenas que se registraron en el mismo lapso. 2S8 Los "5" Los legados del Concilio en Borromeo, Tremo, 7 de agosto de 1561, SUSTA, "" romiscbe kurie und das konzil von Trient unter Pius IV, 4 vols., Viena, 1904-14, I, p P- 67-8 y nn. 68-9. 255
56 57
8
G. VIVOLI, op. cit.,
III, pp.
15 y 24, n.
17.
N. IORGA, Ospiti romeni in Venezia, op. cit., p. 35. G. MECATTI, op. cit.,
II, p.
766.
Almanacco di economía di Toscana dcll'anno 1791- Florencia, 1 7 91.
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mismos puertos de redistribución del trigo, como Mesina y Genova, 259 veíanse a veces afligidos por terribles hambres. Aún a prin. ripios del siglo XVII Venecia gastaba millones en oro en su abastecí. miento. 260 A causa de sus necesidades y de sus medios, los grandes compra. dores de trigo son los centros urbanos. Podría escribirse todo un libro sobre la política del trigo en Venecia o en Genova, ciudad, esta segunda, siempre alerta a todas las oportunidades de abastecimiento y que, en el siglo XV, dirigió sus pasos con este objeto hacia Francia, Sicilia y el norte de África; Venecia, por su parte interesábase por el comercio de trigo de Levante, y desde 1390 negociaba con el turco a este fin, lo que, desde luego, no le impedía mantener también relaciones con otros proveedores, como eran Apulia y Sicilia. Además Venecia recurre a permanentes regulaciones, así en 1408, 1539, 1607 y 1648, prohibe formalmente toda exportación de trigo fuera de su «golfo». 261 En el siglo XVI, todas las ciudades de alguna importancia tenían lo que en Venecia se designaba con el nombre, extrañamente moderno, de «Oficina del Trigo» (desgraciadamente, su documentación relativa a los años que nos interesan se ha perdido). Su organización es verdaderamente maravillosa. 262 La Oficina controlaba las entradas de trigo y de harina y las ventas de estos productos en el propio mercado de la ciudad. La harina sólo podía venderse en dos «lugares públicos»: uno cerca de San Marcos y otro en «Rivoalto». 2 " Diariamente, debía informarse al dux del movimiento de las existencias en almacén. En cuanto se calculaba que la ciudad sólo tenía trigo para un año u ocho meses, se prevenía en debida forma al Colegio, e inmediatamente la Oficina del Trigo por una parte, y por otra los mercaderes, a quienes se adelantaba inmediatamente el dinero necesario, adoptaban las providencias oportunas. Los panaderos, únicos que tenían el privilegio de hacer pan, estaban también sujetos a vigilancia, y debían suministrar al público pan «de buen grano», blanco y con un peso que variaba según la 259 Así, en 1539, ROSARIO RUSSO, art. cit.. en Rivista storica italiana, 193-4-P' 435; así también en 1560, Sim. Eo. 1389 (19 de junio de 1560). Y en 157 7 , en Mesina, Sim. Eo. 1148, 9 de mayo de 1757. . 260 A. SERRA, «Breve trattato delle cause che possono far ahondare 1¡ r e £ n d'oro e argento dove non sonó miniere», en A. GRAZIANI, Economisti del Cin Sekento. Bari 1913, p. 164. 261 A. d. S. Venecia, Cinque Savii..., Busta 2. 262 B. N. París, Fr. 5599. 263 Es decir, Rialto.
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abundancia o la escasez del abastecimiento, pero cuyo precio por utiidad continúa siendo el mismo, tal como era la regla en todas las ciudades de Europa. No es que en todas y cada una de las ciudades existiera una reproducción exacta de dicha oficina, que sólo funcionaba en Venecia; _ero, aunque con nombre y organización distintos, todas poseían organismos o departamentos encargados de velar por el abastecimiento del trigo y la harina. La Abbondanza de Florencia fue trasformada por los Médicis (quienes tomaron en sus manos las compras de granos en el extranjero), pero la institución subsiste, por lo menos para funciones de menor cuantía, hasta después del bando de 1556, que, según la opinión más corriente, pone fin a sus actividades. 264 En Como desempeñaban esta misión el Consiglio Generale de la ciudad, un Ufficio di Annona y los Diputati di provvisio265 Donde no existía un organismo autónomo encargado de esne. tas tareas, incumbía el deber de dirigir la política del trigo a los encargados del gobierno de la ciudad o de su administración. En Ragusa, demasiado mal situada para ignorar la escasez, fiscalizaban la distribución del trigo los mismos rectores de la República. Y en Ñapóles, el propio virrey en persona. 266 Cuando amenaza la escasez de trigo se toman idénticas medidas en todas partes. Primer acto: se prohibe a son de trompeta la salida del grano de la ciudad, se doblan las guardias, se hacen registros y requisas, se levanta un inventario de las reservas. Si el peligro se agrava o se perfila, comienza el segundo acto: se procura reducir todo lo posible el número de bocas: ciérranse las puertas de la ciudad, o bien se expulsa de ella a los extranjeros, que era la medida habitual en Venecia, a menos que se comprometan a introducir en la ciudad una determinada cantidad de trigo, proporcional al número de bocas de su séquito o de su casa. 267 En 1562, 268 fueron expulsados de Marsella por este motivo los reformados: doble ganancia para 'a ciudad, enemiga de los hugonotes. En Ñapóles, después de la grave escasez de 1591, fue la Universidad la que pagó las consecuencias del desastre: se cerraron sus puertas y se envió a todos los pD _
G. PARENTI, Prime ricerche sulla rivoluzione dei prezzi in Firenze, 1939,
GITSEITE MlP.A, Aspetti dell'economia cnmasca all'irnzio dell'eta moderna, Co" \ 1 9 3 9 . pp. 239 ss. Ver infra, p. 460. Ul 268 Sim. Eo. 1326, 29 de sept. de 1569-1.° de oct. de 1569. Consejo del 13 de dic. de 1562, BB 4 1 , ff. 25 ss.
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estudiantes a sus casas. 269 La medida subsiguiente era, por lo general, la de racionar a la población, como aconteció en Marsella en agosto de 1583. 27° Lo primero que se hacía era, naturalmente, lanzarse por todas partes en busca de granos, al precio que fuera; en primer lugar, entre los proveedores habituales Marsella recurre ordinariamente al interior del país, al amparo de la bondad del rey de Francia, o apela a «sus muy caros y amados amigos», los cónsules de Arles, y a los mercaderes de Lyon. Como una reserva, encima de Lyon, estaba el granero de la Borgoña, de donde se transportaba el grano hasta Marsella cuando los barcos de los ríos «Shomne y Rosne», desbordados, podían pasar «los puentes... sin gran peligro». 271 Los inquisidores de Barcelona suplicaron a Felipe II, en agosto de 1557, que se les autorizara a solicitar el envío de un poco de trigo de Rosellón, al menos para uso personal. 272 Al año siguiente, los inquisidores de Valencia 273 solicitaron que se les permitiera importar trigo de Castilla, solicitud que renovaron en 1559. Mientras tanto, ante la expectativa de una mala cosecha, Verona pidió a la Serenísima que le permitiera comprar trigo en Baviera. 274 Ragusa se dirigía a Sandjak, la Herzegovina, y Venecia demandaba al gran señor autorización para conseguir cereales en Levante. Todo esto representaba para las ciudades, cuando ocurría, un cúmulo de negociaciones, expediciones y ajetreos, y, desde luego, grandes gastos. Por no mencionar las promesas y primas a los mercaderes. 275 Y si todo esto fracasa, el gran recurso de las ciudades era volver los ojos hacia el mar proveedor, vigilar el paso de las naves cargadas de granos, apoderarse de ellas y pagar después el cargamento a su verdadero dueño, tras los obligados regateos... Marsella se apoderó así de dos barcos genoveses que cometieron la imprudencia de atracar en sus muelles; el 8 de noviembre 269
270
GIUSEPPE PARDI, «Napoli attraverso i secoli», en N. R. sí., 1924, p- 7 '-
Medidas solicitadas contra los pescadores del «barrio» de San Jehafl, «quienes salen del puerto, consiguen y se llevan mucho más pan del que necesitan...», 7 de agosto de 1583, A. Común. Marsella, BB 45 f. 223. , 271 A l e x a n d r e Agulftequi (?) a los cónsules d e Marsella, Lyon, 11 de nov. 1579, A. C o m . Marsella. J(1 6
272
28 de ago. de 1577, A. H. N., Inquisición de Barcelona, Libro I, *• 3 W ' 12 de oct. de 1558, Inquisición de Valencia, Libro I, A. H. N. 274 A. d. S. Venecia, Capí del Co. dei X, Ba. 594, f. 139, proyecto de comp 23 de jun. de 1559; la misma petición, 16 de mayo de 1560, ibid., í. 144. 275 En Marsella, Consejo del 4 de mayo de 1572, prima de 6 sueldos por c a los mercaderes, BB 43, ff. 144 s. A. Com. Marsella. 273
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¿e 1562 las autoridades dieron a una fragata, sin más trámites, la orden de incautarse de todos los navios cargados de trigo que se encontraran a la altura de la ciudad. 276 En octubre de 1557, las autoridades de Mesina ordenaron descargar a las naves cargadas de 277 Los Caballeros tr igo de Levante y de Apulia surtas en el puerto. ¿e Malta, que distaban mucho de estar bien aprovisionados, vigilaban con admirable regularidad las costas de Sicilia, comportándose de un modo que no se diferenciaba en nada del de Dragut y los corsarios de Trípoli. Desde luego, pagaban; pero abordaban los barcos como verdaderos piratas. Sólo ellos y Venecia practicaban este detestable método; cuando atravesaban una situación difícil, no había buque cargado de trigo que se sintiera seguro en el Adriático. Todo era buena presa, y los venecianos no tuvieron empacho en situar delante de Ragusa Vecchia una o dos galeras, que ante las mismas narices de los ragusinos se apoderaron de las naves cargadas de granos destinadas a los rectores de Voló, Salónica y los puertos venecianos de Albania. Otras veces salían en busca de mercantes cargados de trigo a las costas de Apulia, y los llevaban a descargar a Corfú, Spalato o directamente en Venecia... Los venecianos no pudieron mantenerse en la costa de Apulia, donde se habían instalado por dos veces; perdieron, así, este granero provisional de trigo y de aprovisionamiento de vino y aceite. Pero no se resignaron: cuantas veces era necesario, regresaban a las playas de Apulia, donde se aprovisionaban de grado o por fuerza. Todo terminaba, generalmente, por medio de un arreglo con Ñapóles, no sin que éste, y desde luego España, hubiesen protestado enérgicamente aduciendo razones tan justas y tenaces como inútiles: las naves de las que la ciudad de Venecia se aproderaba, sin otro ar : gumento que su apetito, eran, generalmente, naves que la ciudad de Ñapóles había fletado para su uso. En consecuencia, las presas que hacía Venecia amenazaban con provocar una crisis o un motín en Ñapóles, donde los pobres formaban un verdadero enjambre. 278
276 A. Cora. Marsella, BB 4 1 , ff. 1 s. " 7 Pietro Lomellino a la Señoría de Genova, Mesina, 8 de oct. de 1557, A. d. S. "énova, Lettere Consoli, Napoli, Messina 1-2634. 78 En agosto de 1607, la escasez provocó una revuelta en Ñapóles, Archivio s, °ruo italiano, IX, p. 266. Escasez decisiva más tarde en la insurrección de Mesina e í. 1647. Numerosas referencias: 23, 26, 27 de dic. de 1559; 2 de eno. de 1560, *'m- Eo. 1050, f. 3; 28 de eno. de 1560, Eo. 1324, f. 72; 5 de nov. de 1562, Bo. 324 > f. 154; 16 de diciembre de 1562, ibid., f. 147; 8 de abr. de 1563, f. 110;
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Todo esto resulta, a la larga, financieramente oneroso. Pero ninguna ciudad podía librarse de estas pesadas cargas. En Venecia, la Oficina del Trigo registraba, por lo general, enormes pérdidas, ya que, por una parte, entregaba importantes primas a los mercaderes, y, por otra, revendía con frecuencia a precio inferior del de compra, el trigo y la harina que había adquirido. Y aún era peor la cosa en Ñapóles, donde el miedo hacía que las autoridades se sintieran no ya liberales, sino pródigas. En Florencia, al decir de los cronistas, era el gran duque el encargado de saldar la diferencia. En Córcega, la ciudad de Ajaccio tomaba dinero prestado de Genova. 279 Pero, por lo general, las ciudades tenían que arreglárselas por sí solas. Tal era el caso de Marsella, buena administradora de sus dineros. Para sus compras regulares de granos concedía empréstitos. Pero, siempre previsora, en vísperas de la cosecha prohibía la entrada de trigo y liquidaba sus reservas, cuando las tenía. Por lo demás, así procedían muchas otras ciudades. Políticas difíciles y siempre aleatorias. Traen penalidades y desórdenes como resultado. Penalidades para los pobres, aunque, a veces, para toda la ciudad. Desórdenes para las instituciones y las mismas bases que sustentan la vida urbana. ¿Estaban estas estrechas unidades y economías medievales a la altura de los nuevos tiempos?
Miserias antiguas y miserias nuevas: Las epidemias Sería posible trazar un mapa general, incompleto, pero elocuente, de la incidencia de la peste, ese terrible visitante del Mediterráneo. Si al lado de cada ciudad señalásemos los años en que este azote la había castigado, comprobaríamos que ni una sola ciudad queda sin su cifra correspondiente en este mapa sumario. La peste se nos muestra en él como lo que realmente es: una estructura del siglo. Las ciudades del este reciben sus golpes redoblados con mayor frecuencia que las otras. En Constantinopla, la peligrosa puerta por la que se accede a Asia, se instala el azote de modo permanen18 de mar. de 1565, A. d. S. Venecia Senato Secreta Dispacci Napoli, n.° 1: 7 ¿e feb. de 1566, Sim. Eo. 1555; f. 25: 18 de eno. de 1570; Sim. Eo. 1327; 3 de marde 1571, Sim. Eo. 1059, f. 68; 28 de feb. de 1571, ibid., f. 60. 279 1527, MARIOBRANETT), «Notizie diFonti etDocumenti», en Archhio storu» di Corsita, 1931, p. 531.
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te, convírtiendo a la ciudad en el gran foco desde donde las oleadas ¿e la epidemia se extienden hacia Occidente. De 1575 a 1577, Venecia fue azotada por una epidemia tan espantosa que perecieron 50 000 personas, es decir, la cuarta o la tercera parte de la ciudad. 28° Entre 1575 y 1578 hubo en Mesina unos 40 000 muertos. En 1580 se extendió por toda Italia, después de la peste, una mortífera epizootia, el mal del montone y del castro281 que, a su vez, amenazaba la vida del hombre. Las cifras que n(i consignan los contemporáneos de tal desastre sugieren, por su propia exageración, el espanto ocasionado por tanto sufrimiento. Bandello nos habla de 230 000 víctimas en Milán, en tiempo de Ludovico Sforza. 282 Según otro informante, en 1525 desaparecieron las nueve décimas partes de la población de Ñapóles y de Roma, 2 8 3 y en 1550, la mitad de la población de Milán; 284 en 1581, la peste sólo dejó con vida en Marsella a 5 000 personas, 285 y acabó en Roma con 60 000... 286 Estas cifras distan mucho de ser exactas, evidentemente; pero indican, sin lugar a engaño, cómo hasta la cuarta o la tercera parte de una populosa ciudad podía desaparecer bruscamente, tragada por la peste, en una época como ésta, en que los conocimientos en materia de higiene y de medicina le podían ofrecer muy poca defensa contra el contagio. 287 Y concuerdan con los espeluznantes relatos que todos conocemos: los muertos se hacinaban en las cailes, por las que circulaba sin cesar el carretón de la muerte con su cargamento de cadáveres, tan numerosos que ya no se les podía dar sepultura... Estos azotes despoblaban las ciudades, pero al mismo tiempo las renovaban. Cuando la peste soltó su presa y se fue de Venecia en 1577, la ciudad era ya otra, otro su personal dirigente. L'n inmenso relevo se había operado. 288 Un frute di San Domenico, predicando en Ñapóles, en marzo de 1584 (¿pura coincidencia?), sostiene que, «desde hace algún tiempo, Venecia se está comportando poco sabiamente, pues los jóvenes han 280
H. KRETSCHMAYR, op. cit., III, p. 41. G. MECATTI, op. cit., II, p. 764. 282 M. BANDELLO, op. cit., V, p. 167. En 1524, SAL VA TORE FUGÚESE, Cvndizione tnnomiche e finanziarie della Lombardia nella prima meta del secólo xvm. 1924, p. 55, habla de 100 000 muertos. 283 G. Vrvou, op. cit., III, p. 268. 284 Ibid. 285 Ibid. 286 Ibid. ...-•287 «Un picciol popólo e facuérnente consúmete d* una ptstiltnza», G. BOTE&O, "&• "'•• II, Proemio (p. 1), sin paginación en 1» edición ét 1599288 V. supra, n. 280. 2
"
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quitado el gobierno a los viejos» («pokhe i giovanni havevano tolto U governo a vecchi...»). 289 Más o menos velozmente, todas estas heridas se van cerrando Y si Venecia no vuelve a recuperarse del todo después de 1576, 290 ello es a causa de que las circunstancias del siglo XVJI son, en general, negativas: La peste y demás epidemias sólo resultan graves cuando coinciden con épocas de dificultades materiales y falta de alimentos. Que hambres y epidemias van siempre de la mano es una verdad que Occidente conoce desde antiguo. Y también desde antiguo intenta cada ciudad encontrar el modo de protegerse contra el mal, usando desinfectantes a base de hierbas aromáticas, destruyendo por medio del fuego los objetos pertenecientes a los apestados, obligando a guardar cuarentena a personas y mercancías (en este terreno Venecia ha sido una auténtica iniciadora), reclutando médicos, exigiendo certificados sanitarios, las cartas de salud de España, fedi di sanita en Italia. Los ricos buscan siempre salvación en la huida precipitada. En cuanto aparecen los primeros signos de la enfermedad, escapan con rumbo a las ciudades vecinas, o, con mayor frecuencia, a sus preciosas casas de campo. «Nunca había visto una ciudad que como ésta estuviese rodeada de tal cantidad de granjas y casas de campo —escribe Thomas Platter 291 al llegar a Marsella en 1587—. Ello se debe a que, llegada la peste (cosa frecuente a causa del gran número de gentes que llegan de todos los países), sus habitantes buscan refugio en el campo.» Por «sus habitantes», debemos entender «sus ricos», pues los pobres se quedan en la ciudad alcanzada por el mal, y desde ese momento, sitiada, mirada con desconfianza y liberalmente provista de cuanto necesita por los de fuera para que los de dentro se mantengan tranquilos. Ahí radica, como ha indicado Rene Baehrel, 292 un viejo conflicto, origen de un permanente odio de clases. En junio de 1478 sufre Venecia los efectos de la epidemia y en el acto, como siempre 289 Marciana, i tal. 7299, Memorie publuhe dal anno 1576 al 1586, 18 de marzo de 1584. 290 Sobre la peste de 1576, véase el admirable estudio de ERNST RODENWALDT, «Pest in Venedig 1575-1577. Ein Beitrag zur Frage der Infektkette bei de" Pestepidemien West-Europas», en Sitzungsberichte der Heidelberger Akademie «• Wissenschaften, Mathematiscbnaturuissenschaftlicbe Klasse, Heidelberg, 1953, PP' 119 ss. 291 Op. at., pp. 315-6. 292 RENE BAEHREL, «La haine de classe en temps d'épidémie», enAnnales E. S- Í-1952, pp. 315-50, y más especialmente, «Économie et Terreur: histoire et sociol"' gie», en Annales bist. de la Révolution franc/tise, 1951, pp. 113^46. . 293 A. d. S. Venecia, Senato Misti, 19, ff. 72 v. y 73, 3 de junio de 14/»-
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ocurría, comienzan los saqueos; la casa de un miembro de la Ca'Balastreo es enteramente saqueada, y la misma suerte corre un almacén ¿e la Ca'Foscar, y, enRtroalto, la Oficina de los cónsules de los mercaderes. Esto porque, hoc tempore pestis communiter omnes habentes facultatem exeunt civitatem, relictis domibus suis, aut clausis aut cum una ierva, vel fámulo... Así dice, literalmente, el Capucin Charitable, del espectáculo que se puede contemplar en la Genova apestada de 1656. 294 Sin embargo, las grandes epidemias de la primera parte del siglo XVII: Milán y Verona en 1630; Florencia en 1630-1631; Venecia en 1631; Genova en 1656, e incluso en Londres, en 1664, parecen haber sido mucho más serias que las del siglo anterior. En comparación con ellas, las que castigaron a las ciudades durante la segunda mitad del siglo XVI resultan relativamente menos severas. En el acto nos vienen a la mente las explicaciones pertinentes: el aumento de la humedad y el frío, y las relaciones más directas que Italia ha establecido con Oriente. Pero, entonces, ¿a qué se debe que también en Oriente, en la misma época, aumente la incidencia de la plaga? Pero la peste no es la única enfermedad que ataca a las ciudades del siglo XVI. Las enfermedades venéreas, la fiebre miliar, la tos ferina, la disentería y el tifus también las afligen. Tampoco perdonan a los ejércitos, verdaderas ciudades ambulantes, más vulnerables que las fijas. Durante la guerra de Hungría (1593-1607), una especie de tifus, el llamado ungarische Krankheit, 29S diezma a los soldados alemanes, pero perdona a los turcos y húngaros; luego se extiende por Europa hasta alcanzar Inglaterra. Las ciudades son los centros naturales de difusión de estas enfermedades contagiosas: en 1588, una gripe que se inicia en Venecia, donde ataca a toda su población, aunque sin destruirla, enviando de golpe a la cama a todos los miembros del Gran Consejo —hazaña que jamás se había podido apuntar la peste— alcanza a Milán, luego a Francia y Cataluña, y a continuación salva de un salto el océano y se planta en América. 296 Este régimen de epidemias tiene su parte de culpa en el clima de inseguridad en que se vivía la existencia ciudadana: verdaderas Matanzas sociales que no acabarán —y aun entonces no del todo— hasta el siglo XVIII. 294 PADRE MAURICE DE TOLÓN, Préservatifs et remedes contre la peste ou le Capucin Charitable, 1668, pp. 60 ss. 295 Op. cit.. II, p. 14. 2,6 PARE P. GIL, Libre de la historia cathalana..., f. 81 r.
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El indispensable inmigrante Otro rasgo habitual de las ciudades mediterráneas: el proletariado de las ciudades sólo podía mantenerse estable, y mucho menos aumentar, gracias a las inmigraciones constantemente renovadas. La ciudad tiene el privilegio y la obligación de atraer a su seno, además del eterno inmigrante de la montaña, candidato a todas las faenas así agrícolas como urbanas, a toda una masa de proletarios y aventureros de todas las procedencias, que casi siempre cubrían su demanda de brazos. Ragusa, por ejemplo, sacaba su mano de obra de las montañas vecinas. En ¡os registros de los Diversa de Foris figuran innumerables copias de contratos de aprendices domésticos que se enganchaban por uno, dos, tres o siete años, percibiendo jornales que, en 1550, arrojaban un promedio de tres ducados de oro anuales, pagaderos, por lo general, al expirar el contrato. Un famulus, por ejemplo, se obligaba por los términos del contrato a servir a su amo in partibus Turckorum, en tierras de los turcos. Todos reciben comida y ropa, y algunos la promesa de enseñarles el oficio de su patrono 297 o de recibir una determinada suma, en oro, al expirar su contrato de cinco, ocho o diez años. 298 ¿Cuántos entre ellos, aunque los textos no lo digan, eran, junto a los hombres del terruño, hijos de Jos campesinos del territorio ragusino o de Morlachi, por ejemplo, y, por ende, más o menos subditos del turco? En Marsella, el más visible y el más típico de los inmigrantes era el corso, y especialmente el capoconi'no. En Sevilla, el inmigrante (aparte los que soñaban con ir a las Indias, que afluían de todas partes), el proletario permanente, era el morisco. Procedente de Andalucía, pulula por la ciudad, hasta el punto de que las autoridades, a fines de siglo, llegaron a temer que surgiesen sublevaciones, ya no en la montaña, sino en la propia ciudad, en relación con los desembarcos de los ingleses. 2 " En Argel, los recién llegados son cristianos, que vienen a engrosar las filas del corso o el número de cautivos; fugitivos andaluces o aragoneses (que aparecen con los finales del siglo XV y los comienzos del XVI), artesanos y tenderos cuyos nombres encontramos todavía hoy en el barrio de los Tagarinos. 30 ° Por aquel entonces, como anteriormente, los ba297 298 2,9 300
ces).
A. de Ragusa; véase también la serie Diversa di Cancellaria, 137. Ihid,, 146, ff. 32 v., 140, 187 v., 205, 213 v., 215, etc. A. d. S. Florencia, Mediceo 4185, ff. 171-5. D. DE HAEDO, op. cit.. p. 8 v. (sobre los cabileños), p. 9 (sobre los andalu-
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jos fondos de la población tangerina los formaban los beréberes de [as montañas cercanas de la Cabilia. Haedo nos los pinta llenos de miseria, cavando los huertos y jardines de los ricos, con la única ambición de llegar, si tenían suerte, a sentar plaza de soldado en la milicia; sólo entonces podían dar por seguro su sustento. N o había en todo el Imperio otomano, pese a los controles y defensas del Estado y las reservas de las corporaciones, una sola ciudad a la que no estuviese afluyendo constantemente una riada de emigrantes procedentes del agro desheredado o superpoblado. «Esta mano de obra clandestina y desesperada redunda en ventaja de los ricos, que obtienen a bajo precio la servidumbre que requieren sus jardines, establos y casas...» Estos desgraciados podían incluso competir con el trabajo esclavo. 301 En Lisboa, donde constantemente afluían los emigrantes, los más miserables son los esclavos negros. En 1633 su número pasa de los 15 000, para una población global de alrededor de 100 000 personas. Todos estos negros desfilan por las calles de la ciudad el día de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves, en cuya ocasión llevan taparrabos y telas multicolores. «Sus cuerpos están muy bien hechos y son más bellos que los de los blancos —dice un capuchino—, 302 y un negro desnudo tiene un aspecto más hermoso que un blanco vestido.» En Venecia, el inmigrante llegaba de las ciudades vecinas (Cornelio Frangipane, escritor friulano de mediados del siglo, 303 cuenta un poco prolijamente cuan desesperante era andar errante por aquellas ciudades, ignorado en medio de su tráfago), y de los campos y montañas de las inmediaciones (el Tiziano era de Cadore). Si los de Friuli —los furlani— son excelentes para los servicios domésticos y las tareas pesadas, lo mismo que para los trabajos agrícolas fuera de la ciudad, los elementos peligrosos, que los hay, vienen todos, o casi todos, de la Romana o de las Marcas. Tutti li homeni di mala lualita, dice un informe de mayo de 1587, 304 o la maggior parte di loro che capita in questa citta sonó Romagnoli e Marchiani. Visitantes indeseables y generalmente clandestinos, penetran de noche en la ciudad, por los pasos regulares, usando los servicios del primer barc aroul que encuentran, quien no puede negar la entrada en su barca ' OMER LUTFI BARKAN, Conferencias inéditas pronunciadas en la École des u Pautes Etudes, p. 11. '"
B. M. SLOANE, 1572, f. 61, julio-agosto 1633.
B. GEROMETTA, 1 forestieri a Venezia, Venecia, 1852, p. 9. A. d. S. Venecia, Senato Terra, 101, mayo 1587.
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a esos hombres, que las más de las veces llevan un arcabuz de chispa, de roda, y que por las buenas o por las malas se hacen cotíducir a la Giudecca, a Murano o a alguna otra isla. Impedir el paso a semejantes visitantes sería el único modo de frenar la criminalidad, pero para ello sería preciso una constante vigilancia y espías locales. El Imperio veneciano y las regiones vecinas también aportan su cosecha de hombres: los albaneses, siempre dispuestos a echar mano del puñal y a dejarse cegar por los sanguinarios celoslos griegos, honorables mercaderes de la «nación griega», 30S o pobres diablos que prostituyen a sus mujeres y a sus hijas para ganar el primer dinero que necesitan para establecerse, y que después le toman el gusto a este fácil comercio; 306 los morlachi de las montañas dináricas. El muelle de los esclavonios no es solamente el muelle del que arrancan los barcos... Hacia fines de siglo, Venecia se orientaliza más que nunca con la llegada de persas, armenios 307 y turcos, estos últimos acantonados desde mediados del siglo XVI en una dependencia del palacio de Marco Antonio Bárbaro, 308 aguardando a que en el siglo XVII se fundara un Fondaco dei Turchi. Venecia se convierte también en la etapa más o menos temporal utilizada por las familias judías de origen portugués para trasladarse desde el norte europeo (Flandes o Hamburgo) al Oriente. 309 Venecia era, además, refugio de exiliados y de sus descendientes. Los descendientes del gran Scanderberg vivían todavía allí en 1574: «la raza perdura... en condiciones dignas». 31° Estos indispensables inmigrantes no siempre eran hombres de poco pelo o de mediana calidad. No pocas veces, traían consigo técnicas nuevas, no menos indispensables que sus personas para la vida urbana. Los judíos, inmigrantes muy especiales a quienes se perseguía por su religión y no por su miseria, representaron un papel excepcional en las innovaciones técnicas de la época. Los judíos expulsados de España, mercaderes al por menor en Salónica y Constantinopla, fueron desarrollando poco a poco sus negocios hasta competir victoriosamente con los comerciantes ragusinos, 305
G. Hernández al rey, Venecia, 17 de junio de 1562, Sim. Eo. 1324. f. 13oN. IORGA, op. cit., p. 136. Al lado de los griegos, armenios, circasianos y válacos. 306
M. BANDELLO, op. cit.,
IV, p.
68.
307
Nicoló Crotto a Antonio Paruta, Angora, 2 de mayo de 1585; Cucina a Paruta, Venecia, 16 de abr. y 25 de jun. de 1509. A. d. S. Venecia, Letlere Com., ter, y N. IORGA, op. cit.. p. 19. 308
G. DE ARAMON, op. cit..
309
E. de Vera a Felipe II, Venecia, 23 de nov. de 1590, A. N., K 1&74-
3,0
P. LESCALOPIER, op. cit..
p. 3. p.
.,¿ 29.
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armenios y venecianos. Llevaron a las dos grandes metrópolis de Oriente la imprenta, las industrias de la lana y de la seda, 3 U y, si hacemos caso de ciertos rumores, el secreto de la fabricación de las cureñas de la artillería de campaña. 312 Regalos nada desdeñables, por cierto. Algunos judíos expulsados de Ancona por Pablo IV fueron también los que llevaron la prosperidad —una prosperidad mU y relativa, es cierto— a la ciudad de Valona,- escala de los turcos. 3 ' 3 Otros emigrantes de calidad, además de los judíos, son los artistas vagabundos que se sienten irresistiblemente atraídos por las ciudades, a cuyas construcciones y engrandecimiento tanto contribuyen; o los mercaderes, especialmente los mercaderes y banqueros italianos, animadores, cuando no creadores, de Lisboa, Sevilla, Medina del Campo, Lyon y Amberes... Para construir un mundo urbano, todos son necesarios, incluso los ricos. La ciudad los atrae lo mismo que al proletariado, si bien por razones muy distintas. En el gran problema de l'inurbamento, tan discutido por los historiadores italianos, 3 I 4 no son solamente los pobres contadini quienes se agolpan en la ciudad vecina; son también los señores, los ricos terratenientes. A este respecto, y a título de interesante comparación, arrojan gran luz los bellos trabajos del historiador y sociólogo brasileño Gilberto Freyre. Las primeras ciudades del Brasil acaban atrayendo a los fazendeiros y hasta a sus propias casas. Es una mudanza completa hacia la ciudad. En el Mediterráneo, también la ciudad parece absorber de golpe a castillos y castellanos. Más de un señor sienes tenía su castillo en la Marisma y su palacio, su castillo urbano, en la ciudad de Siena, uno de esos palacios que Bandello nos describe, con su piso bajo rara vez habitado y sus salas de respeto llenas de brocados. Estos palacios son los grandes testigos de una historia que precede a una nueva emigración de los ricos fuera de las ciudades, a su retorno al campo, a las tierras y a los viñedos; a esa búsqueda burluesa del aire libre, tan evidente en Venecia, 315 Ragusa, 316 Flo-
511
G. BOTERO, op. cit.. I, 103. J. W. ZINKEISEN, op. cit., III, p. 266. 3.3 G. BOTERO, op. cit., I, p. 99. 3.4 V., especialmente, el libro de J. PLESNER, L'émigration de la campagne libre ie Florence au xnr ñecle, 1934. 3I! ' H. KRETSCHMAYR, op. cit.. III, p. 194. 6 N. DE NlCOLAY, Navigations et pérégrinations orientales, op. cit., p. 157, las ^as ragusinas en Gravosa y sus huertos de naranjos y limoneros. 312
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rencia 3ÍT y Sevilla, 3ts y que llegó a ser general en el siglo xv. Era ésta, sin embargo, una emigración de temporada, que no tenía, nj con mucho, el mismo sentido social de la otra; aunque retornase a menudo a su casa de campo, el señor que había construido su pala. ció en la ciudad era ya un vecino de ésta. La casa de campo es un lujo más para el hombre de la ciudad, y. con harta frecuencia, una exigencia de la moda. «Los florentinos —escribía en 1530 Foscari embajador veneciano— salen al mundo en busca de fortunacuando han ahorrado 20 000 ducados, se gastan 10 000 en un pa. lazzo fuera de la ciudad. Cada cual sigue en esto la moda del vecino... Se han construido en las afueras de la ciudad tantos palacios, y tan suntuosos y magníficos, que constituirían por sí solos una segunda Florencia.» 3 I 9 Lo mismo podríamos decir con relación a Sevilla: las novelas de los siglos XVI y XVII nos hablan con frecuencia de las mansiones construidas en los alrededores de la ciudad y de las magníficas fiestas que en ellas se daban. Y lo dicho vale para las quintas, llenas de árboles y fuentes, de los alrededores de Lisboa. 32 ° Evidentemente estos gustos y caprichos pueden dar paso a decisiones más razonables y de más amplias consecuencias. En el siglo XVII, y en mayor medida en ei XVIII, los ciudadanos ricos de Venecia comienzan a mostrar mucho interés por convertirse en hacendados. La Venecia de la época de Goldoni deja que sus palacios urbanos más hermosos amenacen ruina, y concentra todo el lujo en las villas que se levantan a orillas del Brenta. Sólo los pobres continúan en la ciudad cuando llega el verano, los ricos están en sus tierras. Modas y caprichos, como siempre que se trata de ricos, no lo explican todo. Villas, casas de campo donde el propietario vive al lado de sus campesinos, bastides, como se las llama en Provenza, son también los jalones que marcan la conquista social de las tierras en beneficio del dinero de las ciudades. Es un amplio movimiento que no respeta las tierras fértiles del campesinado. En Ragusa (donde tantos contratos campesinos se conservan en sus archivos oficiales), en el Languedoc y en Provenza, las evidencias no admiten duda alguna a este respecto. El mapa de la commune provenzal, a orillas del Durance, que aparece en ¡a tesis de Robert Livet, nos permite comprobarlo al primer golpe de vista. Las tierras que ro3
"
3,8
V./a/ra, nota 519. l{ MATEO ALEMÁN, De la vida del picaro Guzmán de Alfarache, 1615, I, PP- "'
y 29. 319
Citado por G. LUZZATTO, op. cit., p. 145.
320
B.
M.
SLOANE,
1572.
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jgan el pueblo de Rognes están desde el siglo. XV, y más aún a continuación, salpicadas de bastides, cada una con sus respectivas y afllplias tierras propias; en el siglo XVI pertenecen «a forains, es decir» a propietarios que no viven en Rognes. En su mayor parte son ¿e Aix», los nuevos ricos de Aix de Provenza. 321 De modo que se da un alternativo flujo y reflujo entre la ciudad y el campo. Durante los siglos XVI y XVII el flujo va en sentido campo-ciudad, tanto en el caso de los pobres como en el de los ricos. Milán, entonces, al convertirse en una ciudad de señores, cambia de tono. Por la misma época, los propietarios turcos de tschiftliks abandonan sus aldeas y sus siervos, para ir a instalarse en las ciudades vecinas. 322 A finales del siglo XVI, muchísimos señores españoles dejan también sus campos para irse a vivir a las ciudades castellanas, y especialmente a Madrid. 323 El cambio de clima que se opera en España entre el reinado de Felipe II y el de Felipe III, imputable a tantas variaciones, está también relacionado con la incorporación de la nobleza española a los marcos urbanos, donde hasta ahora sólo moraba de vez en cuando y provisionalmente. Quizá esto explique también Ja llamada reacción feudal que se produce durante el reinado del sucesor del Rey Prudente. Las crisis políticas urbanas Estos problemas de las ciudades, su cotidianidad gris, no tienen el porte dramático de los conflictos políticos en que la evolución del siglo las sumerge despiadadamente una tras otra. Sin embargo, no debemos exagerar demasiado esta historia espectacular. Y lo que debemos evitar especialmente es juzgarla de acuerdo con los sentimientos de las gentes de la época, siempre verdugos o víctimas; por ejemplo, debemos guardarnos muy bien de juzgar a Florencia con la rudeza que lo hacían los písanos, y tratar de comprender el proceso que las aprisiona entre sus engranajes, o parece "acedo. El hecho es que, aunque triunfen los Estados, las ciudades sobreviven, tan decisivas después de haber inclinado la cerviz como lo habían sido antes. Los cronistas y las historias políticas de la época nos ofrecen Ur >a interminable relación de catástrofes urbanas. A veces, catástroR.OBERT LlVET, Op. a!., J2j
p.
157.
Según R. BUSCH-ZANTNER, op. cit., cf. infra, II, pp. 97-8. L. PFANDL, Introducción al Siglo de Oro, Barcelona, 1927, pp. 104-5.
450
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fes de grandes proporciones. N o afectan solamente a las instituciones, los hábitos o las vanidades locales; afectan también a la economía, a la aptitud del hombre para crear y a la misma felicidad de las comunidades urbanas. N o obstante, en la mayoría de los casos lo que se derrumbó carecía en general ya de base, y con frecuencia los conflictos se arreglaron amigablemente sin aparente drama y l 0s nuevos frutos, a veces amargos, tardaron mucho tiempo en madurar. Para ver los primeros signos de esta larguísima crisis hay qUe remontarse a comienzos del siglo XV; por lo menos en Italia, que, una vez más, manifiesta en esto una singular precocidad. En unos cuantos años sucumbieron Verona, tomada por los venecianos en abril de 1404; 3 2 4 Pisa, que en 1405 pasó a manos de los florentinos; 325 Padua, que en 1406 fue tomada por los venecianos; 326 y en 1426 y 1427, respectivamente, Brescia y Bérgamo, en las lindes del Milanesado, pasaron a ser, hacia el oeste, las avanzadas siempre en guardia de la Tierra Firme veneciana. 327 Pasan los años, y las crisis interiores, las interminables querellas y las dificultades económicas precedentes y consiguientes hacen vacilar a la misma Genova. En los cuarenta años que van de 1403 a 1443 estallan catorce revoluciones. 328 La presa era tentadora, y por fin se apoderó de ella el rey de Francia en 1458, y más tarde los Sforza, en 1464; Genova se desembarazó de sus ocupantes para volver a llamarles más tarde: primero a los Sforza y después a los reyes de Francia. Sin embargo, perdió su imperio sobre el mar Negro. Perdió también, en su propia vecindad, Liorna. Fue un milagro que lograra rehacerse, a pesar de sus dificultades, 329 entregándose a medias a la Francia de Francisco I y traicionándola en 1528, con Andrea Doria, en favor de España, con motivo de lo cual se dio una constitución oligárquica. 33° Pero aun antes de esa fecha era ya lo suficientemente fuerte para defender lo suyo y posesionarse de lo ajeno. En 1523, las milicias genovesas se apoderaron de Savona; de 1525 a 1526, 3 3 1 el vencedor se encarnizó sobre su presa, demolió el dique que protegía el puerto, cegando éste, y poco des324 325 326
327 328 329 330 331
H. KRETSCHMAYR, op. cit., II, p. 251. G. VIVOLI, op. cit., II, p. 52. H. KRETSCHMAYR, op. cit., II, p. 254.
Ibid., pp. A. PETIT, Ibid., pp. Ibid., pp. Cf. infra,
337-8. André Doria..., op. cit., p. 6. 32-3. 216 ss. n. 333 de este capítulo.
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'
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pU és,
en 1528, a raíz de una tentativa de la ciudad para rebelarse y entregarse a los turcos, 3 3 2 volvió a tomarla por asalto y demolió sUs torres con la mira de construir en su lugar fortalezas para vigilarla y hacer frente al peligro saboyano. 333 Pero ya para entonces mucho se habían producido en el Mediterráneo catástrofes mayores. En 1453 fue la caída de Constantinopla, hecho simbólico en más de un respecto; en 1472 capitulaba Barcelona ante las tropas je Juan II de Aragón. Así caía por tierra una ciudad imperio, y una ciudad dotada de un gran territorio, pues Barcelona venía a ser un Estado dentro del Estado. En 1480, y de una manera amigable, el rey de Francia se posesionó de Provenza y de Marsella. Granada sucumbía en 1492. Había llegado la gran hora de la derrota de estos Estados-ciudades, demasiado angostos para sobrevivir en la lucha contra los grandes Estados. Desde entonces, estos últimos señalan el derrotero. A comienzos de siglo, algunas ciudades se apropiaron de otras, ensanchando su territorio: Venecia constituía la Tierra Firme, Milán creaba el Milanesado, Florencia se convertía en la Toscana. Los vencedores, en adelante, serán el turco, el aragonés, el rey de Francia y los reyes asociados de Aragón y de Castilla. Los incendios, largo tiempo apagados volvieron a arder, pero brevemente. Pisa, conquistada en 1406, recobra su libertad en 1494; subyugada de nuevo en 1509, es abandonada ahora por sus habitantes que, en masa, se refugian en Cerdeña, Sicilia y otras regiones. 334 Estallaron, incluso, nuevos incendios: en 1521, las vigorosas y orgullosas ciudades de Castilla fueron reducidas al orden en Villalar... El Estado-ciudad, a lo largo de la costa del Mediterráneo, resistíase a morir. En 1540 le llegó la hora a Perusa, que hubo de doblegarse ante el Soberano Pontífice en el curso de la Guerra del Sale, conflicto puramente fiscal y sin gloria... 335 Por la misma época, en 1543, el catastrófico endeudamiento de las ciudades napolitanas bastó para dar al traste con sus últimas libertades. 336 La ciudad de Aquila, en los Abruzos, es un cuerpo mutilado, por lo menos desde que Filiberto de Chalón la despojó, "2
P. EGIDI, Emmanuele Filiberto. 1928, p. 114. SCOVAZZI y NOBARESCO, Savona, según las observaciones en Kivista Stori"• 1932, p. l i ó . 333
334
G. BOTERO, op. cit.,
335
Sobre Perusa, v. los buenos estudios de TORDI y de A. BELLUCCI, y Archivio IX, pp. 114 ss. Archivio storico italiano, t. IX, p. 47.
p.
39.
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en 1529, de sus preciosos castelli y peajes, en 40 millas a la redonda. 337 A comienzos del siglo XVII, Alonso de Contreras 338 mandaba la guarnición de soldados españoles allí estacionada; maltrataba imprudentemente a los regidores y atrepellaba a sus magistrados. Esta querella de campanario se podría, quizá, considerar como una de las últimas llamaradas de los incendios que ardieron durante casi dos siglos. La historia interior de Roma y de Ñapóles ofrecería millares de anécdotas y hechos diversos de la misma mediocre pero significativa importancia. ¿Qué era lo que desaparecía en esta larga crisis? La ciudad, la ciudad medieval, dueña de sus destinos, con una política de puertas adentro, firmemente enclavada entre huertos y jardines, sus viñedos y sus trigales, los litorales y las rutas cercanas y a mano de sus vigías. Esta ciudad desapareció, como suelen desaparecer los paisajes y las realidades históricas, dejando tras sí una estela de recuerdos, testimonios y asombrosas reminiscencias. La Terraferma veneciana continúa siendo una federación de ciudades, con sus libertades, sus aduanas y su semiindependencia. Lo dicho vale también para Luca, que podemos contemplar con los ojos de Montaigne, sin sonreír demasiado ante la vigilancia militar de la minúscula República. O, mejor aún, detengámonos ante Ragusa. En pleno siglo XVI, era la imagen viva de la Venecia del siglo XIII, uno de aquellos Estados urbanos de antaño, semejantes a los que pululaban en las costas comerciales de Italia. Las viejas instituciones urbanas estaban en vigor, intactas, bien aceitadas, en pleno funcionamiento, y todavía hoy podemos estudiar los preciosos documentos referentes a ellas. Cuando los historiadores nos quejamos de no encontrar nunca en su sitio los documentos del siglo XVI, culpamos de ello a la negligencia, a los incendios, a las destrucciones y saqueos que a ello contribuyeron. Acusamos también, más aún, al tránsito del Estado urbano al Estado territorial, a estos múltiples desajustes institucionales, que lo embrollan todo. Aquí, el Estado-ciudad, con su meticulosa vigilancia, está ya fuera de sitio, y el Estado territorial aún no ha venido a desplazarlo; salvo quizá en Toscana, donde el «despotismo ilustrado» de los Médicis facilitó el cambio. Pero en la impertérrita Ragusa todo esta admirablemente ordenado en el Palacio de los Rectores: los documentos judiciales, los registros ae 337
Sobre este pequeño caso de historia urbana, v. los estudios de LEOPOU*
PALATINI, VISCA y CASTI. 338
Les aventures du capitaine Alonso de Contreras, 1582-1633, ed. por JACQUE
BOULENGER, 1933, pp. 222
ss.
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| 0 s atestados, los títulos de propiedad, las correspondencias diplomáticas, los seguros marítimos, las copias de las letras de cambio... Si hay alguna posibilidad de llegar a comprender el Mediterráneo del s¿glo XVI, es en este centro privilegiado y mal investigado, tanto ¡Has cuanto que los barcos mercantes ragusinos recorrían el mar en toda su extensión, entre el Islam y la Cristiandad, desde el mar Negro a las columnas de Hércules. Pero, ¿estamos ante la realidad o ante una falsa decoración? Ragusa se avino a pagar tributo al turco. Gracias a ello, salvó sus tiendas diseminadas por las ciudades de los Balcanes, su riqueza y la mecánica precisa de sus instituciones... Manteniéndose neutral se aprovechó de las horas indecisas y agitadas del siglo. Neutralidad mantenida, hay que decirlo, con heroísmo y habilidad. Amenazada, sabía erguirse en su defensa. N o ceja en la afirmación de su causa y de sus intereses. Sabe suplicar a Roma y a la Cristiandad, pues, ¿no es, acaso, una ciudad fervorosamente católica? Pero a los turcos les habla con firmeza y decisión... El capitán de navio ragusino de quien nos habla Haedo, capturado por los argelinos contra toda ley, se queja, chilla, vocifera, hasta que, por último, los de Argel lo arrojan al agua con una piedra atada al cuello. 339 N o siempre los neutrales salen bien librados. Falso decorado, sin duda alguna, el de Luca, protectorado apenas encubierto de los españoles del Milanesado. La única ciudad, dice candorosamente Cervantes, donde los españoles gozan de simpatías en Italia. 340 Pero las excepciones, a lo sumo, no hacen más que confirmar la regla. Las ciudades no han podido sobrevivir intactas a la larga crisis política de los siglos XV y XVI. Han sufrido los embates de la tormenta y no han tenido más remedio que adaptarse, lo que significó, a la vez, ceder, traicionar, discutir, perderse y recuperarse, abandonarse o venderse, como hizo Genova, o luchar, como hizo Florencia, de manera más apasionada que lúcida; o bien luchar, y m as aún, resistir y sostenerse, como supo hacerlo Venecia de un m odo sobrehumano. De un modo o de otro, adaptarse, único mec "o de poder sobrevivir. Las privilegiadas ciudades bancadas ab
Los Estados victoriosos no pueden controlar y asumir la respon'lidad de todo. Son pesadas máquinas incapaces de llevar a tér-
34o
D. DE HAEDO, Topograpbia..., p. 173 v.
Novelas ejemplares, «El Licenciado Vidriera», I, p. 263.
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mino tantas tareas nuevas y sobrehumanas. La que denominamos economía territorial en las clasificaciones de nuestros libros de texto no podía permitirse asfixiar a la economía denominada urbana, Laj ciudades continúan siendo las fuerzas motrices. Los Estados qUe incluyen a estas ciudades en su territorio no tienen más remedio que llegar a acuerdos con ellas y tolerarlas. Estos acuerdos son per. fectamente naturales considerando que las ciudades, incluso las más independientes, necesitan usar un espacio que pertenece a los Estados territoriales. Toda la Toscana no alcanza por sí sola a sostener a la riquísima Florencia de los Médicis. Esta no produce siquiera un tercio del trigo que consume anualmente. Los aprendices de las tiendas del Arte della Lana vienen de las colinas toscanas, pero también de Genova, de Bolonia, de Perusa, de Ferrara, de Faenza y de Mantua. 341 Hasta alrededor de 1581-1585, las inversiones de capital florentino (las accomandite) se mueven de punta a punta de Europa, e incluso alcanzan Oriente; 342 las colonias de mercaderes florentinos están presentes en todas las plazas importantes: en España son mucho más influyentes de lo que se piensa normalmente; predominan en Lyon, y a comienzos del siglo XVII 343 ocupan una posición dé primera fila en la propia Venecia. A partir del advenimiento del gran duque Ferdinando (1576) se inicia una más precisa búsqueda de nuevos espacios y mercados. Entre estos intentos, no son los menos curiosos los cruceros de las galeras de Saint-Étienne, o las asociaciones con los holandeses para llegar al Brasil y a las Indias. 344 Estas grandes ciudades del siglo xvi, con su capitalismo ágil y peligroso, están en condiciones de controlar y explotar el mundo entero... Venecia no se explica únicamente por su Tierra Firme, o por su gran imperio de costas y de islas, tenazmente explotado. En realidad, se nutre también de la grasa del Imperio turco. Como & hiedra del árbol a que se agarra. Tampoco Genova se contenta con nutrir su vida opulenta (la °e sus banqueros, se entiende) de las pobres costas de Poniente y de Levante, o de las de Córcega, que era una preciosa y embarazosa 541
De acuerdo con la tesis inédita de MAURICE CARMONA sobre Florencia Toscana en el siglo xvn. •• i c» 342 MAURICE CARMONA, « Aspeas du capitalisme toscan aux x vi' et xvirsiecle »> en Reine d'Hist. moderne el contemporaine, 1964. 343 Véase supra, especialmente p. 427. 344 Véase supra, capítulo 2, p. 137 y n. 18.
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f0 piedad.
El drama de su existencia en los siglos XV y xvi no está destinos políticos, que son una resultante y, las más de las veces, una simple apariencia; el drama está en que Genova pierde un imperio y reconstruye otro. Y el segundo en nada se parece al primero. El primer imperio genovés estaba formado esencialmente por colonias comerciales. Dejemos a un lado, a este respecto, las ideas ¿e Sombart sobre la expansión feudal agrícola de las ciudades italianas en la Edad Media, que conducen a la integración de vastos dominios territoriales, lo cual es verdad, sin duda, en los casos de Siria, Creta, Chipre y Quíos, donde los genoveses permanecieron hasta 1566. Pero lo esencial de la gran prosperidad de Genova, son las colonias plantadas por esta ciudad más allá de Constantinopla, en los límites del Imperio bizantino, en Caffa, Tana, Soldaia y Trebizonda. Son, todas, factorías. Otra de ellas, Tabarca, organizada por los Lomellini en la costa norafricana, extraña ciudadela comercial, muy viva todavía durante el siglo XVI, de la que fluyen hacia Genova los fabulosos beneficios de la pesca del coral... El segundo imperio de Genova se vuelve hacia el oeste; se apoya en antiquísimos centros, viejas y potentes colonias comerciales existentes de antemano y que bastaba con sostener, en Milán, Venecia, Ñapóles. En Mesina, la colonia genovesa percibe en 1561 su crecida parte alícuota sobre el tráfico del trigo, la seda y las especias; oficialmente, según un documento consular, dicha parte alícuota arrojaba 240 000 escudos por año. 345 Diez, veinte, treinta colonias de este tipo se extendían alrededor del Mediterráneo. Pero el imperio con el que Genova se resarció de los desastres de Oriente sobrevenidos a finales del siglo XV no se edificó allí, sino en los dominios hispánicos, en Sevilla, Lisboa, Medina del Campo, Vaüadolíd, Amberes y América... Su carta de fundación hay que buscarla en la convención pacífica de 1493, firmada en Sevilla entre Genova y los Reyes Católicos, 346 que reconocía a las colonias genovesas el derecho a elegir un cónsul de su nación, «consulem ubditorum suorum», y relevarlo a su voluntad. Pero estas colonias occidentales, que habían de modelar tan profunda y duramente la Materia financiera y fiscal de España en vísperas de su grandeza africana, estas colonias son algo muy aparte; son, a decir verdad, colonias de banqueros. Genova se rehízo de su desastre comercial n s us
¡
El cónsul Raffaelo Giustiniano al duque y gobernador de Genova; Mesina, j e junio de 1561, A. d. S. Genova Lettere Consoli, Mesina, 1-2634. A. d. S. Genova, Giunta di Marina, Consoli nazionali ed esteri 1438-1599.
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en el Oriente con una victoria financiera en el Occidente. Esta fór_ muía es excesivamente simple, pero dice lo esencial. Los genoveses crearán los negocios sevillanos hacia América por medio del arte de los cambios; por medio de los mismos hilos se apoderarán muy pronto de los grandes monopolios de la sal y de la lana, y tendrán asido por la garganta al mismo Gobierno de Felipe II, desde mediados del siglo... ¿Podemos decir que fue ésta u na victoria genovesa? Sí y no. Este imperio del dinero, cuyas mallas se extendieran en 1579, con la creación de las ferias de Piacenza, sobre todo el mundo occidental, como ayer el poderío de la plaza de Londres, es el imperio de las grandes familias patricias, de los nobili veccbi, de los viejos nobles, y no el de la ciudad, que desde 1528 estaba toda ella en manos de aquellas familias, las cuales seguirán dominándola, en realidad, a pesar de los nuevos nobles, de las pasiones populares y de la gran ocasión que se presentó en 1575. Esta extraordinaria aristocracia financiera devorando al mundo es la mayor aventura urbana del siglo XVI. Genova parece subsistir milagrosamente. No tiene flota propia, o no tiene, por lo menos, una flota suficiente: surgen, en el momento preciso, las naves ragusinas primero y los barcos marselleses después. En 1566, pierde sus colonias en el mar del Norte, y después Quíos, centro de sus operaciones mercantiles en el Levante. Pero el registro de los caratti del mare, de 1550 a 1650, demuestra que siguen llegando a ella la seda del Asia Central y las ceras blancas por Rusia y la «Khazaria», igual que durante los siglos XIII y XIV. 347 El turco no le concede el «tratado del trigo», pero se alimenta, cuando le conviene, de trigo turco... El siglo XVII asiste a un repliegue de las economías, pero Genova se mantiene poderosa y agresiva, declaró su puerto libre en 1608. 348 Son simples milagros del dinero, que no es, de por sí, un milagro simple. Todo afluye a esta riquísima ciudad de los hombres. Bastaba con que un genovés comprase algunas acciones de un navio ragusino, 349 para que éste entrara inmediatamente al servicio de la Dominante. Bastaba con que situara un poco de dinero en Marsella, para que los barcos de toda la ribera de la Provenza vinieran a ofrecer a Genova sus servicios. ¿Por qué la seda blanca no había de llegar hasta Genova desde las profundidades del 347
R. Di T u c a , «Relazioni commerciali fra Genova ed il Levante», en La Gran»1 Genova, nov. 1929, p. 639. 348 G. Vivou, op. cit., IV, p. 23. 349 Nicoioso Lomellino, por ejemplo, poseía 8 carati en la nave ragusina Sa» Nunciata, cuyo patrón era Vo. Basilio, A. de Ragusa, Diversa de Foris, XII, '• 4 de mayo de 1596.
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Asia? Para lograrlo bastaba entregar a cambio un poco de metal precioso. Y Genova es, a partir de los años 1570-158Ó, el centro je redistribución de la plata americana, controlada por los señores Je las finanzas, los Grimaldi, los Lomellini, los Spinola y otros muchos. El dinero que no emplean en sus altos y maravillosos palacios eje Genova lo invierten en compras de tierras o feudos en Milán, en Ñapóles o en el Montferrato inferióte (las pobres montañas genovesas no eran en modo alguno lugar donde invertir de modo seguro el dinero) o en rentas en España, Roma o Venecia. 3S0 En España, donde el pueblo detesta por instinto a estos orgullosos mercaderes, y donde Felipe II los trata muchas veces como a criados y llegado el caso, los hace detener, 351 está todavía por hacer la lista de sus fechorías. Un historiógrafo marxista 352 ha compilado la lista de los estragos ocasionados por el capitalismo comercial de Nuremberg en Bohemia, Sajonia y Silesia, y le atribuye la responsabilidad del retraso económico y social de estas regiones, separadas del mundo exterior y comunicando con él sólo a través de estos intermediarios abusivos. Y la misma acusación se puede hacer a los genoveses en España: Han bloqueado el desarrollo de un capitalismo español —los Malvenda de Burgos y los Ruiz de Medina del Campo no son más que personajes de segunda fila, y los responsables de las finanzas de Felipe II, de Eraso y Garnica al marqués de Auñón, con sus recién estrenados títulos, prebendas y prevaricaciones, no pasan de ser personajillos, gentes a las que se puede comprar y compradas. Así, mientras los Estados territoriales adquieren espacio a manos llenas, son incapaces de explotar sin ayuda ajena las inmensas unidades económicas que resultan de su acción. Esta incapacidad abre de nuevo las puertas a ciudades y mercaderes. Ellas y ellos, ocultos tras la máscara de la subordinación, prosperarán cada vez filas. E incluso donde podrían hacerse los amos sin esfuerzo, es decir, en su propio territorio y con sus propios subditos, vemos a 'os Estados haciendo concesiones y llegando a compromisos. Sevilla y Burgos 353 serán dos ciudades privilegiadas durante el reinado 50
Museo Correr, Relación de Santolone sobre Genova (1684). . J. PAZ y C. ESPEJO, Las antiguas ferias de Medina del Campo, 1912, pp. 13
352
53 0
LASZLO MAKKAI, are. cit., ver infra, p. 513, n. 151.
Sobre Burgos, A. DE CAPMANY, op. cit., II, pp. 323-4 y las importantes
°servaciones de R. CARANDE, op. cit., p. 56.
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de los Reyes Católicos, y Marsella y Lyon, en tiempos del Cristianísimo Rey. Y la lista se podría alargar. Las ciudades reales e imperiales N o puede sorprender, entonces, si pese a estar sometidas a los Estados territoriales, las ciudades del siglo XVI, favorecidas por el auge de la coyuntura económica y por las funciones que el Estado abandona en sus manos, siguen creciendo en población y riqueza algunas veces en grado desmesurado. Podríamos detenernos en el caso de Madrid; capital tardía, suplanta a Valladolid en 1560 y le cede de nuevo la primacía —muy de mala gana— de 1601 a 1606. Pero Madrid no conocerá su gran momento hasta el reinado pródigo y poderoso de Felipe IV (1621-1665). También podríamos detenernos a considerar el caso de Roma, sobre la que, por cierto, se acaba de escribir un libro muy iluminador, 354 pero Roma es una ciudad que por muchas razones debemos considerar como caso muy aparte. Como perfecto modelo de ciudades que han pactado con el diablo, en este caso el Estado territorial, contamos con los ejemplos de Ñapóles y Estambul. Notemos que ambas han pactado muy pronto: Ñapóles, desde el nacimiento del Reame, sobre todo desde el reinado innovador de Federico II (1197-1250), 355 el primer déspota ilustrado que ha conocido Occidente; y Estambul, desde 1453, cuando el mapa de Europa no conocía ni Ja fuerte Inglaterra de los Tudor, ni Ja Francia recosida de Luis XIV, ni la España explosiva de los Reyes Católicos. El Imperio otomano es el primer Estado territorial que se establece como poder mayor y, en cierto modo —por el saco de Otranto en 1480— ha iniciado, catorce años antes de Carlos VIII, las guerras de Italia. Además, Ñapóles y Constantinopla eran entonces las dos ciudades más pobladas del Mediterráneo, verdaderos monstruos urbanos y parásitos monumentales. Faltaba todavía bastante tiempo para que Londres y París emergiesen como ciudades colosales. Parásitos: un Estado es una concentración de dinero y medios; y las ciudades capitales viven de esta concentración; a medias siervas, y algo más que a medias rentistas. Hacía faltar estar loco, como 354 JEAN DELIÍMEAI', Vie'economiqueet sociale de Rome dans la seccnde motié du \> si"ede, París, 2 vol. 1959. 355 GEORGES YVER, Le commerce et les marcbands dans l'Italie méridionale au *" et au XIV suele, 1903, pp. 1 a 5 y passim.
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Sixto V, para pretender que Roma, parásito urbano perfecto, se 3S6 Prueba evidente de que no c0 nvierta en una ciudad laboriosa. jnecesaria dicha transformación nos la ofrece el hecho de que la e a Roma del siglo x v n pudiese continuar llevando su vida ociosa, viviendo de los demás y creciendo sin esfuerzo, 357 sin haberse sometido jamás a la ingrata disciplina del trabajo. Dentro de la Cristiandad no había otra ciudad equivalente a papóles. Su población—280 000 habitantes en 1595— es el doble je la de Venecia y el triple de ía de Roma, cuatro veces mayor que la de Florencia y nueve veces la de Marsella. 358 A ella afluían gentes de toda la Italia meridional, tanto los ricos, a veces muy ricos, como los pobres más irremediablemente miserables. La superabundancia de su población explica que se fabricasen entonces en ella tantos artículos de lujo. En el siglo xvi, los artículos de Ñapóles eran un poco los del París actual: encajes, cordones, fruslerías, artículos de bisutería, sedas, telas ligeras (tafetanes), lazos y moñas de seda de todos los colores, telas de calidad... Podemos encontrar estas mercancías, y en grandes cantidades, incluso en Colonia. 359 Los venecianos afirman que las cuatro quintas partes de los obreros de Ñapóles viven de la industria de la seda, y sabemos que el Arte di Santa Lucia gozaba de una reputación que iba mucho más allá de los límites de la ciudad y comarcas vecinas. Piezas de seda denominadas de Santa Lucia se revenden incluso en Florencia. En 1624, la amenaza de imposición de leyes suntuarias en España, lo que habría perjudicado las exportaciones napolitanas de sedas y artículos de seda, puso en peligro rentas fiscales que llegaban a los 335 220 ducados. 36° Pero no son éstas las únicas industrias: hay muchas más, algunas establecidas sólidamente y otras que tratan de aclimatarse, atraídas por la superabundancia de la mano de obra disponible. Campesinos de todas las provincias del vasto reino, montañoso y pastoril, afluyen a la ciudad. Vienen atraídos por las arti de la lana y la seda; por las obras públicas de la ciudad, comenzadas en la época de Pietro di Toledo y continuadas sin interrupción mucho 356 J
"
JEAN DELUMEAU, op. cit., pp- 365 ss. K. JULIUS BELOCH, op. cit., III, p. 357.
358
JOSEPH BILLIOUD, Histoire da commerce de Marseille, 1951, II, p. 551, no epta que la ciudad pasase de un número de habitantes que oscilan entre los 30 000 y 45 000, mientras que la propia Marsella se atribuía 80 000. Archives c °mmunaies de Marseille, BB 45, f. 207, 23 de marzo de 1583.
ac
ls
'
60
E.
VON RANKE, art.
cit..
p.
93.
A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum 31, fí. 110, 111, 7 de febrero de 1624.
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después de él (a la altura de 1594, algunas de ellas no están todavía terminadas); 361 por la posibilidad de entrar en el servicio doméstico de las casas nobles, precisamente en el momento que se va afirmando entre los señores la moda de vivir en la ciudad y desplegar el lujo de que son capaces; y si todas estas posibilidades de trabajo fallan, siempre pueden contar con los innumerables establecimientos eclesiásticos, con sus enjambres de sirvientes y mendigos. Al buscar empleo, fácil de encontrar en «no importa qué estación», 362 los campesinos se libran automáticamente de las gravosas obligaciones feudales debidas a un señor que quizá ha heredado o comprado —como hacían frecuentemente los mercaderes genoveses— su título y tierras, y que, por otra parte, siempre están a disposición del mejor postor que se presente. El proverbio dice que «el aire de la ciudad hace libre», pero esto no quiere decir que haga dichoso o bien comido. De modo que la ciudad no deja de crecer: «después de erar creciendo durante treinta años —dice una relación de 1594— 3 6 3 en casas y habitantes ha aumentado en dos millas su circunferencia y sus barrios nuevos están casi tan llenos de casas como los antiguos». Pero ya en 1551 se interesaban los especuladores por los terrenos sin edificar que había a ambos lados de la muralla nueva que se había construido de la Porta de San Giovanni a Carbonara a Sant'Elmo, al lado de los jardines del príncipe de Alife. 364 El inevitable problema que se presentaba en esta enorme aglomeración era sin duda el del avituallamiento: era el más importante y perenne. Por medio del prefecto de la Annona, al que nombra a partir de 1550 (y que se puede considerar como un verdadero ministro del abastecimiento, encargado de las compras, del mantenimiento de reservas, de las reventas a los panaderos y a los mercaderes ambulantes de aceite), el virrey controla este servicio estrictamente municipal. 365 La ciudad no podría, por sí sola, asumir esta gestión deficitaria. En 1607, un documento digno de crédito indica que la ciudad gasta un mínimo de 45 000 ducados al mes, mientras 361
Archivio storico italiano, t. IX, p. 247. Ibid. Ibid. 364 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, 1, fí. 79-84, 27 de febrero de 1551. ( 365 Para más amplios detalles sobre la posición ocupada por este prefecto en e cuerpo ejecutivo napolitano, el Tribunal de San Lorenzo, ver BARTOLOMEO C APASS » Catalogo ragionato dell'Arckivio municipale di Napoli, 1876, I, p. ¡20. - '"
363
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que sus ingresos no alcanzan los 25 000. 3 6 6 Con frecuencia el trigo v el aceite se venden con pérdida. Los préstamos cubren la diferencia, pero, por desgracia, no sabemos en qué condiciones. El secreto ¿ e la existencia de Ñapóles se esconde en parte en este déficit que et a ya de tres millones en 1596, y que alcanzaba los ocho millones 367 ¿Era quizá el presupuesto del reino (que no mejoró con en 1607. el paso de los años) el que liquidaba la diferencia? ¿O las virtudes de una economía todavía sencilla y robusta? ¿O la arribada de navios del norte 368 que estimulaban la actividad económica de Ñapóles y que al traerle trigo y pescado del norte facilitan su vida cotidiana? Esa vida de todos los días estaba llena de problemas: el abastecimiento de agua potable (traída de los manantiales de Fórmale en 1560), 369 el mantenimiento de las calles, la organización de la circulación del puerto... El malecón que protege los navios anclados estaba a finales de siglo tan lleno de inmundicias, de deyecciones del alcantarillado y de la tierra que descargan allí los constructores de casas y edificios públicos, que en 1597 se plantea seriamente la cuestión, no de limpiarlo, sino de sustituirlo por uno nuevo. 37 ° Ñapóles era excesiva en todo: consumía anualmente 40 000 salme de trigo de Apulia, y en 1625 importa la increíble cantidad de 30 000 cántaros de azúcar (1 500 toneladas) y 10 000 cántaros de miel, reexportando una gran cantidad en forma de símpate, paste e altre cose di zucaro, pero, inútil decirlo, nada de esto va a parar a las bocas de los pobres. 371 Nos podemos hacer sólo una débil idea de toda esta actividad. Sabemos que las autoridades españolas han tratado de hacer más lento el crecimiento de la enorme ciudad, 372 pero sin decidirse jamás a tomar medidad radicales. Y, bien pensado, ¿era conveniente suprimir esta auténtica válvula de seguridad, indispensable dada la continua ebullición a que estaba constantemente sometido aquel
366
Anhivio storico italiano, t. IX, p. 264, n. 1.
167
B. CAPASSO, op. cit., p. 51. WILFRID BRULEZ, op. cit., p. 576.
368
369 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consukationum, 1, í. 235 v., 4 nov. 1560. "° lbid., 13, f. 373 v., 20 de junio de 1597. . " Para el trigo de Apulia, ibid., 5, 13 de abril de 1576; para el azúcar y la m '^'hd., 33, f. 13, 135-7, 4 de febrero de 1625. 2 Sobre el intento de las autoridades españolas de frenar el crecimiento de M a " Poles, G. BOTERO, op. cit., I, p. 114; 22 de marzo de 1560, Sim. Eo. 1050, f. 23; j 6 8 . Sim. S. P. Ñapóles, 1; Anb. st. it., t. IX, p. 247; B. N . París, hacia 1600, Esp. J7, fí. 17 y 19 v ; GIUSEPPE PARDI, art. cit., p. 73; y passim en el libro esencial de
''"SEPPE CONÍGLIO citado antes.
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vasto reino? 3 " De modo que Ñapóles continuará siendo lo n ü era: una ciudad superpoblada e inquietante. Nunca se logró man tener el orden en ella, y, llegada la noche, la voluntad del m ¿ s fuerte o la del más hábil es la ley imperante. Ciertamente, y íü¡. mitigando las fanfarronadas e historias que tan gustosamente salen de las plumas de algunos soldados españoles, 374 Ñapóles es la ciudad más asombrosa y deliciosamente picaresca del mundo. Es desde luego, más laboriosa de lo que se deduce de su mala reputa. ción, pero, con todo, la reputación la tiene bien merecida. Tan pronto había que tomar medidas contra los vagabundos que inundaban la ciudad, 37S como actuar contra sus cofradías más o menos organizadas y que ofrecían ya el marco en el que se encuadrarían los lazzaroni. i16 Ñapóles corresponde a las dimensiones de Italia del Sur, del Reame; Estambul refleja en sí el inmenso Imperio turco, tan velozmente creado. La ciudad ha seguido en su conjunto la curva de esta evolución. En 1478, poco después de haber sido conquistada, cuenta, quizá, con unos 80 000 habitantes; 400 000 entre 1520 y 1535; 700 000, a decir de los occidentales, al finalizar el siglo. 3 " Prefigura lo que será el desarrollo de Londres y París en los siglos XVII y XVIII: ciudades privilegiadas cuya preeminencia política les consiente todas las paradojas económicas, siendo la principal de ellas el vivir por encima de lo que sus medios y su propia producción les permiten. Constantinopla no era una ciudad, sino una aglomeración, un monstruo urbano. Su emplazamiento la convierte en una ciudad dividida, y precisamente en esta circunstancia radican a la vez su grandeza y sus dificultades. De que hace su grandeza no cabe duda: sin el Cuerno de Oro —el único abrigo seguro entre el mar de Mármara, tan frecuentemente expuesto a los temporales, y el mar Negro, que tan merecida tiene su fama de mar peligroso—, sin el Bosforo, ni Constantinopla ni su heredera Estambul serían concebibles. Pero, como consecuencia, el espacio urbano resulta fraccionado por planos de agua sucesivos y extensos frentes 373 FELIPE RUI/. MARTÍN, «Fernando el Católico y la Inquisición en el Reino de Ñapóles», en V Congreso de la Corona de Aragón, oct. -1952. 374 En especial, MIGUEL DE CASTRO, Vida del soldado español Miguel de Castro (Colección Austral), 1949, y también Les aventures du capitaine Alonso de Contreras (u°¿~ 1633), op. cit., esp. pp. 17-20. 575 Simancas, Ñapóles Eo. 1038, 1549. 376
377
FELIPE RUI/. MARTÍN, art.
cit.,
p.
320.
,
Para estas cifras y la discusión de su veracidad, ROBERT MANTRAN, ¡ I " " ? dans la seconde moiti'e du xvii' siecle. Étude d'histoire institutionnelle, konomique el >*<"'* ' 1962, pp. 44 ss.
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¿e costas. Una población de marineros y barqueros tripula los miles de barcas, caicas, perames, mahonnes, barcazas y barcos de puertas ^ a ra el transporte de animales de Scutari a la costa europea) que p0r allí transitan. «Rumeli Hisar y Besiktas, ál sur del Bosforo, son ¿0s prósperos pueblos de barqueros», 3 7 8 este último para las mercencías y el otro para los viajeros. Para esta tarea interminable y agotadora, necesaria para mantener la unidad de una ciudad separada, siempre hay enganche abierto. Pierre Lescalopier, que liega a Constantinopla en k primavera de 1574, lo indica: «en las parmes ¡perames o barcas de tránsito) hay cristianos (esclavos) que con el permiso de sus amos están ganándose el dinero necesario para su rescate». 379 De las tres aglomeraciones, Constantinopla, o Estambul, o Istanbul, es la más importante. Era la ciudad triangular entre el Cuerno de Oro y el mar de Mármara, defendida por el lado de tierra por murallas dobles, «por cierto, no en muy buenas condiciones» 38° «y a lo largo de las cuales hay bastantes trozos en ruinas». 381 Tiene un perímetro que oscila entre las 13 y las 15 millas, 382 mientras que Venecia no pasa de 8. Pero este espacio urbano está lleno de árboles, de jardines, de plazas con fuentes, 383 depraderas y paseos y cuenta con más de 400 mezquitas, todas cubiertas de techos de plomo. Y alrededor de cada una de ellas se extiende un espacio abierto. La mezquita de Solimán el Magnífico, la Suleymania, con «su explanada, sus medreses, su biblioteca, su hospital, su imaret, sus escuelas y sus jardines, ocupa en conjunto el espacio de un barrio grande». 384 Finalmente, las casas se apiñan unas contra otras, son bajas y hechas «a la turca», de madera, con «paredes de tierra» 385 y de ladrillos mal cocidos; sus fachadas, «enlucidas con diferentes colores: azul pálido, rosa, amarillo». 386 Las calles son «estrechas, tortuosas y desiguales», 387 no siempre pavimentadas, y con frecuencia, en pendiente. Se circula a pie o caballo, raramente en vehículos. Los incendios son frecuentes y no respetan ni el mismo Serrallo. En el ^
Ibid., P . 84. , , . ' . . , Voyage fait par moy, Pierre Lescalopier..., f. 35.
380
G. DE ARAMON, op. cit., p. 93. P. LESCALOPIER, Voyage..., f. 31 v. G. DE ARAMON, op. cit., p. 25.
379
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Ibid., p. 93. R. MANTRAN, op. cit., p. 40, y ÓMER LUTFI BARKAN, «L'organisation du tra-
J* ' dans le chantier d'une grande mosquee a Istanbul au xvp siécle», en Annales k s - } C, año XVII, 1962, n. 6, pp. 1093-106. 85 P. LESCALOPIER, Voyage..., f. 32. , .-•.,.. 386 387
R. MANTRAN, op. cit., p. 29. Ibid., p. 27.
..
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otoño de 1564 un incendio destruye de un solo golpe 7 500 tiendas de madera. 388 Otra ciudad en el interior de esta gran ciudad la con s . tituye el Besestán, «una especie de feria de St.-Germain», dice Lescalopier, que admira allí las «amplias escaleras de noble piedra y Jas hermosísimas tiendas de los merceros, en las que se venden tejidos de algodón bordados en oro y seda... y toda suerte de cosas bellas y encantadoras». 389 Otra ciudad era el Atbazar, el mercado de caballos. 39 ° Y finalmente, la más suntuosa de todas, el Serrallo, situado en el extremo sur de la ciudad; una sucesión de palacios, kioscos y jardines. Estambul era predominantemente una ciudad turca: los turbante blancos superan ampliamente en cantidad a los otros que se pueden ver; constituyen el 58 % de su población, tanto en el siglo XVI como en el XVII. Luego están los griegos, con sus turbantes azules, judíos de turbantes amarillos, y también armenios y zíngaros. 391 Galata, situada al otro extremo del Cuerno de Oro, ocupa el conjunto de orillas meridionales comprendidas entre el Arsenal de Kasim Pasa, que cuenta con alrededor de cien bóvedas de piedra, cada una lo bastante amplia como para poder construir bajo ella una galera... 392 y, más al sur, el segundo Arsenal de Top Hane, donde hacen la pólvora y la artillería. 393 Galata es el único puerto que visitan los navios occidentales; allí están los comisionistas judíos, las tiendas, los almacenes y las famosas tabernas donde se sirve vino y arak; detrás de las colinas están las Viñas de Pera, lugar en que el primero de todos los representantes de Occidente, el embajador de Francia, había fijado su residencia. Es la ciudad de los ricos, «muy grande, populosa, construida al estilo francés», habitada por mercaderes latinos y griegos, estos últimos por lo general muy ricos, vestidos a la turca, viviendo en casas espaciosas y cubriendo a sus mujeres de seda y joyas... Estas mujeres, excesivamente dadas a la coquetería, parecen más bellas de lo que realmente son, pues se acicalan mucho y gastan todo su haber en vestidos y en múltiples anillos con los que llenarse los dedos y joyas para adornar sus 388 E. CHARRIÉRE, Négociations..., op. cit., II, pp. 757-9, cf. TOTT, Mimoirts, opcit., 1, p. 75. Para la lista de 22 incendios de 1640 a 1701, R. MANTRAN, op. «'•< pp. 44 ss. 389 P. LESCALOPIER, Voyage..., f. 33 v. 390 lbtd., (. 33 v. 391
392
R. MANTRAN, op. cit.,
pp. 44
ss.
P. LESCALOPIER, Voyage..., f. 37 v., nota que sólo son treinta y q" e «simples armazones de madera». 393 Ibid., f. 37 v.
s0
LA UNIDAD HUMANA
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aunque la mayor parte de éstas son falsas. 394 Galata y Pera juntas, que los viajeros confunden, forman «una ciudad comparable a Qrleans». 395 Griegos y latinos no son aquí ni mucho menos los que mandan, pero pueden vivir y practicar sus cultos del modo que mejor les parece. Es notorio que «la religión católica se practica en eSta ciudad con toda libertad, incluidas las procesiones italianas de los flagelantes, y el día del Corpus se adornan las calles, bajo la vigilancia de dos o tres jenízaros a los que se les da dos o tres aspros» (monedas de plata). 396 Emplazada en la orilla asiática, Escútari (Usküdar) 39? es casi una tercera ciudad diferente de las otras dos. Es la estación terminal de las caravanas de Constantinopla, el punto de llegada y partida de las inmensas rutas que atraviesan Asia. Lo demuestra claramente el número de sus caravanserrallos y de sus hans, lo mismo que la importancia de su mercado de caballos. Por el lado del mar carece de un solo puerto que sea un buen abrigo: por eso las mercancías han de pasar por allí apresuradamente, y confiando siempre en la buena suerte. Ciudad turca, Escútari está llena de jardines y residencias principescas. El sultán tiene en ella su palacio y es todo un gran espectáculo verle salir del Serrallo y pasar, en una fragata, al lado asiático «para su esparcimiento». 398 No sería completa la descripción de la aglomeración si no mencionásemos el arrabal más importante de Constantinopla: Eyüp, situado en el lugar donde las Dulces Aguas de Europa se encuentran con el Cuerno de Oro, y la profusa guirnalda de pueblos griegos, judíos y turcos a ambas orillas del Bosforo, pueblos de jardineros y pescadores, donde los ricos han comenzado muy pronto a construirse sus residencias veraniegas, las yali-s, con basamentos de piedra, constituidas por un piso bajo y un primer piso, hechos de madera; sobre e, Bosforo, donde, dada la distancia de orilla a orilla, n o puede haber vecinos indiscretos, se abren «numerosas ventanas s 'n celosías». 3 " No es exagerado comparar «estas casas de recreo y l^dinería» 4 0 0 con las villas de la campiña florentina. El conjunto de todos los elementos citados formaba un enorme e inados,
JM
Ibid.. i. 38. Ibid.. f. 36 v. , Ibid.. f. 37. ' " R. MANTRAN, op. cit., pp. 81 ss. Sobre los caballos de Escútari hay muchas "Wencias de viajeros. 3,5
8 3 4
'
Cf. P. LESCALOPIER, Voyage..., fí. 32 v. y 33. R. MANTRAN, op. cit.. p. 85. P. LESCALOPIER, Voyage..., í. 52.
466
LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE
conglomerado urbano. En marzo de 1581, ocho navios que llegan de Egipto cargados de trigo no le dan de comer más que un solo día. 401 Relaciones de cuentas de 1660-1661 y 1672-1673 402 n o s permiten conocer las dimensiones de su apetito, que sigue siendo el mismo del siglo anterios. Cada día la ciudad consume de 300 a 500 toneladas de trigo, elaboradas por sus 133 panaderos (en la Constantinopla propiamente dicha, de 84 panaderos, 12 hacen pan blanco); se consumen anualmente 200 000 bovinos, de los cuales 35 000 se emplean para hacer carne salada o ahumada, fapastirma, y (al llegar a este punto hay que leer las cifras dos o tres veces antes de poderlo creer) casi cuatro millones de carneros y tres millones de corderos (para ser exactos 3 965 760 y 2 877 400 respectivamente). Además de esto, barriles de miel, de azúcar, sacos y odres de queso, caviar y 12 904 cántaras de manteca fundida traídos por mar, sumando el total alrededor de las 7 000 toneladas. Estas cifras, demasiado precisas para ser exactas, pero demasiado oficiales para ser enteramente falsas, nos dan idea de cómo procedían las cosas. Es seguro que Constantinopla hace un uso desmesurado de las riquezas, de las inmensas riquezas del Imperio, según un sistema organizado por un Gobierno tan meticuloso como autoritario y dirigista. Las zonas de avituallamiento se elegían de acuerdo con la conveniencia de los métodos de transporte; se fijaban los precios y, si era preciso, se requisaba. Estrictas regulaciones fijan los puntos donde se deben descargar las mercancías llegadas a los muelles del puerto de Estambul. Por ejemplo, era obligatorio descargar en Un Kapani el trigo llegado del mar Negro. Pero como es natural, no todo el comercio discurre por estos cauces oficiales. Por su propio volumen, la ciudad ejercía un enorme poder de atracción. Podemos darnos cuenta del papel que representan en el comercio del trigo los grandes negociantes que se dedican a explotar a los pequeños transportistas del mar Negro, y el de los capitanes griegos y turcos de Yeni Kóy, en la orilla europea del Bosforo, 401 Salazar a S. M., Ver.ecia, 5 de marzo de 1581. Simancas Eo. 1339: '
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de Top Hane, muy próxima a los muelles de Galata, dueños de enormes fortunas personales, que se dedicaron a hacer de intermediarios y transportistas, y más de una vez estuvieron envueltos en contrabandos de trigo enviado a Occidente desde las islas del Archipiélago. 403 Constantinopla consume los mil diferentes productos del Impelo, y además, paños y objetos de lujo de Occidente; la ciudad no da nada a cambio, nada o casi nada, excepto balas de lana y cueros de carnero, vaca o búfalo que transitan por su puerto. No hay punto de comparación entre esta ciudad y esos grandes puertos, centros de exportación, que son Alejandría, Trípoli de Siria y, más tarde, Esmirna. La capital goza del privilegio de los ricos: otros trabajan por y para ella. 0
A favor de las capitales Pero no podemos permitirnos condenar sin más a las ciudades gigantescas. Y si lo hacemos, debemos indicar a continuación que si semejantes conglomerados urbanos han existido, es porque tenían su razón de ser. El historiador puede lanzar un veredicto de no culpabilidad después de haber considerado debidamente estos admirables instrumentos políticos e intelectuales que fueron dichas ciudades: en realidad, el invernadero de toda civilización. Además crean un orden. Y ese orden se echaba dolorosamente en falta en ciertas florecientes regiones de Europa: en Alemania, donde ninguna ciudad era capaz de imponer una dirección en aquel inmenso espacio; en Italia, descuartizada entre sus diversos polos, urbanos. Las ciudades creadas por las unidades nacionales o imperiales crean, a su vez, estas unidades decisivas: Londres y París, por ejemplo, ¿es que no llevaron a término una tarea importante? En España, la unidad peninsular ha carecido de una capital poderosa. Abandonar Valladolid, en 1560, para irse a Madrid, capital escogida arbitraria y geométricamente, no fue, por cierto, una decisión muy sabia. El historiador J. Gounon-Loubens 404 afirmó hace ya mucho tiempo que el error mayor cometido por Felipe II fue el de no convertir a Lisboa, donde el Rey Prudente había residido de 1580 a 1583, y de la que a continuación se marchó definitivamente, en la capital. Podría haber hecho de la ciudad una especie de 403
.
S5
404
R. MANTRAN, op. cit.,
pp.
184 y
189.
J. GOUNON-LOUBENS, Essais sur l'administration de la Castille au xvr sikle, 0, pp. 43-4.
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Ñapóles o de Londres. Este reproche siempre me ha causado u na gran impresión. Felipe II, estableciendo su corte en Madrid, es una anticipación de lo que vendrá después: Gobiernos que fijarán arbitrariamente sus capitales en ciudades preferidas; así el propio Felipe II elegirá El Escorial, y Luis XIV Versalles... Pero tratar de corregir la historia no pasa de ser un juego, una forma de argumentar y familiarizarse, a falta de algo mejor, con un tema demasiado ampli0 que escapa a nuestros intentos de hacernos con él. En el siglo XVI estas ciudades especiales, las capitales, comienzan a emerger, pero habrán de esperar al siglo siguiente para convertirse definitivamente en directoras; quizá porque entonces, en plena regresión económica, el Estado moderno ha sido la única entidad capaz de imponerse y prosperar contra corriente. Desde finales del siglo XVI comienzan a ser visibles ciertos signos de decadencia y comienza a marcarse la distinción entre las ciudades que cuentan con su pan seguro, sean cuales sean las circunstancias que se den, y aquellas otras que viven íntegramente del trabajo propio. Estas últimas habían ya experimentado momentos de estancamiento, resultado de la disminución de la corriente de la vida económica: sus aguas pierden velocidad y sus ruedas giran más despacio. Coyunturas y cambios En cualquier caso, la dinámica de las ciudades nos aleja de nuestro propósito original. Teníamos la intención, en este primer libro, de concentrarnos en los rasgos constantes, en lo que es permanente, en las estadísticas bien conocidas y estables, en todo aquello que se repite, en la estructura de la vida mediterránea, en la arcilla que constituye sus fundamentos, en sus aguas tranquilas, o que nos imaginamos tranquilas. Las ciudades son una especie de motores, funcionan, se calientan, se agotan... y vuelven a comenzar de nuevo. Sus averías nos introducen en ese mundo todo-movimiento que va a ser objeto de nuestro segundo libro. Su mensaje nos habla de evolución y de condiciones cambiantes, dejándonos adivinar su destino futuro: la decadencia que tantos signos anuncian a finales del siglo XVI, y que el x v n acentuará. Podríamos decir que entre el 1500 y el 1600 los motores habían funcionando bien, pero que mucho antes de la llegada del nuevo siglo sus aceleradores se habían atascado: se multiplican las averías y los ruidos sospechosos, aunque no obligan todavía a hacer un alto.
SEGUNDA PARTE
DESTINOS COLECTIVOS Y MOVIMIENTOS DE CONJUNTO
En la primera parte de este libro hemos tratado de individuar, partiendo del espacio, todo lo que es repetición, lentitud, perma» tienda. En nuestra búsqueda de lo inmóvil o lo cuasi-inmóvil no hemos vacilado en rebasar los límites cronológicos de un estudio restringido en principio a la segunda mitad del siglo XVI, ni en utilizar testimonios de otras épocas, incluso de la actual. Con sus propios ojos descubrió Victor Bérard los paisajes de la Odisea, en el mundo mediterráneo. Pero sucede con frecuencia que, además de Corfú, la isla de los feacios, o Djerba, la isla de los lotófagos, podemos encontrar también al propio Ulises, un tipo de hombre inmutado frente al pasar de las centurias. 1 En contraste con esta perspectiva a larga escala temporal, nuestro segundo libro se propone tratar una historia de ritmo más próximo a lo individual: la historia de los grupos, de los destinos colectivos, de los movimientos de conjunto. Se trata de una historia social: todo arranca en ella del hombre, del ser humano, y no de las cosas como diría Maurice Halbwachs, o, usando otra expresión, de lo que el hombre ha construido a partir de las cosas. De hecho, este segundo libro obedece a propósitos contradictorios. Se interesa por las estructuras sociales, las cuales están provistas de mecanismos que soportan bastante bien el paso del tiempo; pero también se interesa por el modo en que se mueven dichas estructuras. Auna, en consecuencia, lo que en nuestra jerga de especialistas llamamos estructura y coyuntura, lo inmóvil y lo animado, la lentitud y el exceso de velocidad. Estas dos realidades, como "'en saben los economistas 2 —y de hecho es a ellos a quienes '
GABRIEL AUDISIO, Sel de la mer, 1936, pp. 177
ss.
JEAN WEILLER ha expuesto su punto de vista en «Les préférences nationales de tructure et le desequilibre structurel», en Revue d'Économie politique, 1949, y ha u elto a tocar el tema varias veces, especialmente Problemes d'Économie Internationale, ' "> 1950 y L'konomie internationaie depuis ¡950, 1965. Un útil resumen en el «>ajo colectivo Sens et usage du terme structure dans les sciences hamaines et sociales, U6 2, Mouton, pp. 148 ss. 471
472
DESTINOS COLECTIVOS
debemos esta distinción—, se presentan asociadas en la vida de to dos los días, desgarrada constantemente entre lo que cambia y i0 que persiste. Pero no es fácil abarcar con una sola mirada este complejo es pectáculo. Los capítulos que siguen se han repartido entre ellos la dificultad y así abordan por turno sucesivo los problemas relativos a las economías, a los Estados, a las sociedades, a las civilizaciones a los indispensables intermediarios, y finalmente, a las diferentes formas de guerra. Pero el lector no resultará desviado del objetivo final. Son esfuerzos orientados, uno tras otro, hacia una visión única y comprensiva del tema, lo que habría sido imposible lograr de un solo golpe. Estas subdivisiones son tan convenientes como necesarias. No le resultan demasiado satisfactorias al espíritu, pero todo esquema es válido en alguna medida cuando permite la mejor explicación posible con el mínimo de repeticiones.
CAPITULO I
LAS ECONOMÍAS: LA MEDIDA DEL SIGLO Se trata, antes de nada, de encontrar la medida, las dimensiones económicas del siglo XVI. Nuestra mira se asemeja un poco a la de Lucien Febvre, quien en el último cuadro del tríptico de su Rabelais ' trata de inventariar el utillaje mental del siglo XVI, de tomar, en suma, su medida intelectual, para desembarazar los problemas actuales de las falsas soluciones que los deforman, ya que se hallan en flagrante contradicción con las posibilidades y el nivel intelectual de la época. Nos interesa también indicar a grandes rasgos lo que pudo ser el instrumental económico y los límites del poder del hombre del siglo XVI, antes de estudiar lo que con todo ello construyó, o trató de construir en el Mediterráneo.
I
EL ESPACIO, ENEMIGO NUMERO UNO
Hoy comienza a faltarnos el espacio: el mundo resulta cada vez más estrecho. Pero en el siglo XVI sobraba, lo que era una ventaja y a la vez una desventaja. De todos los temas que la literatura tamiza en torno al Mediterráneo, el de «el mar a la medida del hombre», es uno de los más huecos. ¡Como si la medida del hombre fuese siempre y donde quiera la misma! Es indudable, de todos modos, que el Mediterráneo no se ajustaba a la medida del hombre del siglo XVI; este hombre dominaba su espacio excesivo tan a duras penas como, hasta hace poco, el hombre del siglo XX la extensión del Pacífico. Cara los que escriben: El tiempo que se pierde en ir y venir Para darse cuenta de ello, basta con escuchar las quejas de los nombres que consideran las circunstancias en que transcurren sus ed
Leprobtéme de l'incroyance au XVI' siecle. La religión de Rabelais, 1.a ed. 1942, 2. a - 1947, pp. 361 ss. 473
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DESTINOS COLECTIVOS
vidas. El espacio devora su tiempo y sus esfuerzos: ¡os que escriben piensan con amargura en lo mucho que tardaba el correo, en «lo qUe se pierde en ir y venir», como escribía la emperatriz a su hermano Felipe II. 2 Dirigiéndose a Del Viso, a quien había tardado en contestar, Calvino confesaba: 3 «... Pensando en el tiempo que mis cartas tardarán en llegar a su destino, no sé cómo no he resistido más todavía al cumplimiento de mi deber...» Cuando una carta llega pronto, el destinatario se asombra: «Para venir de tan lejos como lo es de Valencia a Granada—escribe a un amigo el humanista Antonio de Guevara— vuestra carta ha sido diligente, pues habiendo sido enviada el sábado, ha llegado aquí el lunes.» En Valladolid, una carta enviada al condestable de Castilla le llega en un tiempo record: «si hubiese sido una trucha habría llegado aún fresca». La imagen le persigue, pues varios años más tarde escribe al marqués de Los Véíez: «vuestra carta me llegó con la mayor diligencia, más fresca que el salmón que nos traen aquí de Bayona». 4 Excepciones que, como es de rigor, confirman la regla. Si observamos de cerca la vida de los embajadores y de los hombres políticos a quienes solemos atribuir grandes y apasionantes pensamientos, descubriremos que lo que más a menudo les preocupa es la llegada de un correo. Don Luis de Requeséns escribía el 24 de febrero de 1575, desde Amberes, a don Diego de Cuñiga, embajador de Felipe II en París: «No sé como le va a V.S. de cartas d'España porque yo no tengo ninguna del rey en materia de negocios destos estados desde xx de noviembre con que padesce harto su servicio.» 5 Es una angustia, una continua ansiedad la que causan los correos que pasan o van a pasar. Ni siquiera los correos ordinarios tenían hora, y a veces, ni aun día fijo. «Esperando de ora en ora passase el ordinario de Flandes», apunta Chantonnay en diciembre de 1561. 6 Esta ansiedad no era, desde luego, privilegio exclusivo de los embajadores del Rey Católico. Sin embargo, los agentes franceses en España, en Italia y en otras partes están mejor relacionados con sus señores, y se mantienen tal vez más en guardia que los españoles para utilizar y despachar correos de a pie o de a *
28 de mayo de 1568. C0D01N XXVII, p. 6. , 19 de jul. de 1558. Lettres de Jean Calvin, publicadas por BoNNET, 1«-"' p. 207. , f 4 ANTONIO DE GUEVARA, Epistres dorées, morales et familiares traduites d'esp"in en francflis par le seigneur de Guterry, 1558, pp. 79, 40, 63. En español, en Btbw" de Autores Españoles (B.A.E.), 1850, t. XIII, pp. 86, 96, 103. 5 A. N., K 1337, B 38, n.° 15, copia. 6 A Felipe II, Poissy, 21 de dic. de 1561, A. N., K 1495, B 13; n.° 105, ° r *' 3
LA MEDIDA DEL SIGLO
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ca baIlo,
aunque fuese a sus expensas. Razón de más para que echasen pestes contra los retrasos de los despachos que recibían. Estos retardos motivan las quejas del cardenal de Rambouillet a Carjos IX «por la haraganería y el poco celo que ponen los oficiales de posta en despachar a través de Francia los envíos de Vuestra Majestad; tan grande es el descuido, que se da con frecuencia el caso de que los dichos envíos se estén detenidos hasta un mes o seis semanas en Lyon, después de haber salido de la Corte. De suerte que cuando llegan a mis manos han pasado ya, muy a mi pesar, el tiempo y la ocasión para ejecutar los mandatos que en ellos se contienen...». 7 En parecidos términos se lamenta Fourquevaux: «Cinco o seis correos con las armas del Rey —escribía desde Madrid, en enero de 1567—, 8 vecinos del susodicho Lyon, que corren la ruta de Roma, se hacen pasar, a veces, por gentes del señor de Nemours, para recibir mejor trato de los postillones.» Estos se encargaban de circular el dinero y los despachos de Jos banqueros de todas las nacionalidades. Sabemos, por ejemplo, que uno de ellos «llegó en diligencia uno de estos últimos días con destino a los gennevoises, 9 pasando por esta Corte (la de España) con cartas de otros banqueros genoveses residentes en el susodicho Lyon». Sin embargo, los correos del Rey Cristianísimo se quedaban por el camino. Otras veces, la correspondencia sufría por culpa de los «maestres de las Landas», 10 dando como resultado inverosímiles retardos. Longlée, agente de Enrique III en España, escribía en febrero de 1584 que estaba sin noticias de su Gobierno desde hacía dos semanas, " pero que «muchas cartas se hallaban detenidas en Burgos, y llegarían por la ruta de Valladolid». Y así, mil accidentes e incidentes. Unas veces, la correspondencia no alcanzaba el correo ordinario; I2 otras veces, había quedado cortada la ruta normal, o los correos, asustados por los asaltos de los bandoleros, se tornaban de pronto prudentes y decidían no viajar de noche. Y cada vez que estas cosas ocurrían se producían inesperados e importantes retrasos en lugares lejanos: el virrey de Ñapóles no sabía qué hacer por falta de instrucciones; el Gobierno del Rey Prudente dejaba de saber, de pronto, en qué estado se hallaban los negocios de los Países 7
Roma, 30 de enero de 1570. B. N. París, Fr. 17989, f. 142. 5 de enero de 1567, Dépkhes de Fourquevaux, III, p. 31. Es decir, ios genoveses. Longlée a Vüleroi, Barbastro, 8 de dic. de 1585, ed. Albert Mousset, op. cit.,
•>• 211. " El mismo al mismo, Madrid, 1.° de feb. de 1584, ibid., p. 17 12 Villeroi a J. B. de Tassis, París, 31 de enero de 1584, orig. A. N., K 1563.
476
DESTINOS COLECTIVOS
Bajos; y en Madrid, el embajador veneciano está sin noticias de Italia durante sesenta días. u Se trataba, sin duda alguna, de accidentes, de casos anormales, imputables a faltas de los hombres, al azar de las circunstancias o al mal tiempo; pero era una «anormalidad» frecuentemente repetida y que venía, simplemente, a agravar una situación siempre endémica. La lucha contra la distancia es cuestión de vigilancia, de casuali. dad, de suerte. En el mar, un golpe de viento favorable, una sucesión de días buenos, y en una o dos semanas se lograba lo que de otro modo requería seis meses. Belon du Mans hizo en trece días la travesía de la Propóntida a Venecia, viaje en el que con frecuencia se invertía medio año. 14 Y otro tanto sucedía en los viajes por tierra, donde los inconvenientes no eran menos grandes: una guerra, una alarma, un temporal de lluvias que destrozaba los caminos, una nevada demasiado fuerte que obstruyera un puerto de montaña, y se producían los retrasos más imprevistos. Esta incertidumbre en las velocidades lo complica todo; indica, con largos razonamientos, hasta qué punto el hombre no era, entonces, dueño de las distancias. Desde el punto de vista humano, el espacio no tenía una sola extensión: había diez, cien medidas distintas, y nadie estaba nunca seguro de antemano de los retrasos con que tropezaría al avanzar, al desplazarse, al obrar o querer obrar. De hecho, los hombres del siglo XVI estaban resignados a todas las lentitudes. Una carta, para llegar de España a Italia, buscaba su camino por Burdeos y Lyon o por Montpellier y Niza. En abril de 1601, una carta dirigida a Enrique IV por M. de Villiers, su embajador en Venecia, llegó a Fontainebleau vía Bruselas. 15 Entre 1550 y 1560, los embajadores del rey de Portugal en Roma recibían con frecuencia sus cartas por la vía de Amberes. 16 Y es que la duración de los trayectos dependía menos de la distancia que se había de recorrer que de la calidad y la frecuencia de los correos. Además, el hábito mandaba: tres o cuatro días más o menos no 13 A. d. S. Venecia, Senato Dispacci Spagna, P° Priuli al dux, Madrid, '9 noviembre 1612. 14
15
BELON DU MANS, Les observatioñs..., p. 78.
EUGÉNE HALPHEN, Lettres inéd. du roi Henri IV a M. de Villiers, 1887, p- 2'O esta carta de Fr. Jorge de Santiago al rey, escrita en Bolonia, el 28 &e mayo de 1548: «Porque pola lia de F'rundes que sera mais em brete por ser postA escrevemos carta común a Vossa Alteza...». Corpo diplomático portuguez, VI, P- *•' ' O estas cuantas líneas de Nicot al rey de Francia, Lisboa, 28 de mayo de 156' «Llegaron noticias a Flandes por la vía de Alejandría, de que hay gran emoción t motines en las Indias...», E. FALGAIROLLE, Jean Nicot, ambassadeur de France "f ?"'' tunal au xvi' siec/e, sa correspondance inédite, 1887, p. 148. 16
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tenían
importancia. A fines de 1587, habiendo ocupado los protestantes del «Príncipe de Béarn» la región del Lemosín, quedó cortada la comunicación normal entre don Bernardino de Mendoza, qUe se hallaba en París, y el Gobierno de Felipe II. Hubo que encaminar los despachos por nuevas rutas a lo largo de las cuales no había, desgraciadamente, postas organizadas («por donde no hay postas»), con los previsibles y consiguientes retrasos. Al margen del despacho en que se le informa de esto a Felipe II, estampa estas palabras: «Mas importaría el venir seguros que no unos pocos quatro dias mas, sino fuese en alguna ocasión que importase mucho la brevedad.» 17 Las dimensiones del mar: Algunos records de velocidad Las cifras sobre las cuales podemos trabajar difieren mucho unas de otras. Están, además, esparcidas y rara vez forman series completas y homogéneas. Sin embargo, tendremos una idea bastante exacta de las distancias netas deduciéndolas de las velocidades excepcionales señaladas por los contemporáneos y que nos dan, en términos generales, las dimensiones mínimas del mar. t 8 Las mayores velocidades, de 200 o más de 200 km. ppr día, sólo se lograban por mar, 19 con buen tiempo y, de preferencia, con galeras reforzadas. Por ejemplo, la que envía donjuán de Austria desde Mesina, en junio de 1582, y que alcanza las costas de Cataluña (Palamós) en seis días. 20 El momento era dramático: donjuán trataba de hacer anular a toda costa la orden que le había dado Felipe II de permanecer inactivo en Mesina con la mayor parte de su flota. La galera encargada de llevar el mensaje hizo el viaje sola, bien armada —según una correspondencia toscana— y navegando " B. de Mendoza a Felipe II, París, 28 de nov. de 1587, A. N., K 1566, Ma autógrafa de Felipe II. 18 No es fácil deducir la velocidad diaria del tiempo empleado en la totalidad «el viaje, pues sólo en raras ocasiones sabemos los recorridos exactos. He salvado es te obstáculo, calculando las velocidades según distancias directas, a vuelo de ave, en el mar, y, por tierra, según las distancias actuales; lo que presenta el inconve"lente de acortar las distancias reales. P ' • Salvo las asombrosas carreras de relevos sobre los 400 y pico kilómetros de J°ma a Venecia; tres de ellas, entre 1496 a 1530, que señala Pietro Sardella, de un la y medio cada una, lo que da una velocidad de 10 a 15 km. por hora. La distancia * cubría en un promedio de cuatro días. Ver las tablas de PIETRO SARDELLA, op. cit., y cuadro que tomamos de él, infra, p. 483. j 20 Ver infra, Tercera Parte, cap. IV. Nobili al príncipe, Barcelona, 25 de jun. e !572, A. d. S. Florencia, Mediceo, 4903.
n
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sempre per golfo senza mai toccar térra, 21 es decir, en línea recta. g n realidad, la hazaña no era inusitada. Dos años antes, y en invierno (diciembre de 1570), Gian Andrea Doria había hecho en cinco días el trayecto de Genova a Palamós; la distancia y la velocidad son menores, pero las dificultades superadas, comparables. 22 Y sesenta años antes el cardenal Cisneros había franqueado en un solo día los 200 kilómetros que separan a Oran de Cartagena, el miércoles 23 de mayo de 1509. Viaje milagroso, «como si tuviera el viento en la manga». 23 Era más o menos la velocidad de los viajes «prósperos» entre Rodas y Alejandría que, según Belon du Mans, 24 se hacían en menos de tres días con sus noches. En simples barcos mercantes, bien entendido. Por tierra, excepciones aparte, las velocidades eran menores pero más regulares que por el mar, razón por la cual, para las comunicaciones postales, casi siempre se prefería la ruta terrestre, aunque resultaba mucho más costosa, a la marítima. En Europa, las mayores velocidades las alcanzaron, probablemente, los correos de la organización postal de Gabriel de Tassis, en el recorrido ItaliaBruselas vía Tirol, itinerario cuidadosamente estudiado, en el que los retrasos de estacionamiento se habían reducido al mínimo, y en el que, especialmente en Eifel, se utilizaban, por lo regular, atajos. Él mismo trazo de esta ruta postal era ya, en sí mismo, una hazaña. Los 764 kilómetros de extensión se franqueaban en cinco días y medio, a la velocidad de unos 139 km por día. 2S Velocidad que dista todavía bastante de las grandes velocidades excepcionales por mar, pero muy superior, por otra parte, a las velocidades ordinarias 21 G. del Caccia al príncipe, Madrid, 30 de jun. de 1572, A. d. S. Florencia, Mediceo, 4903. 22 Leonardo Dona al Senado, Madrid, 21 dic. 1570, en La corrispondanza da
Madrid deU'ambasciatore Leonardo Dona, 1570-1573, pub. p. MARIO BRUNETTI y ELIGIÓ VÍTALE, 1963, I, p. 167. 23 L. FERNÁNDEZ DE RETANA, Cimeros y su siglo, 1929-1930, I, p. 550. El
mismo tiempo, dos días, para ir de Oran a Valencia emplearon las galeras de Venecia, en octubre de 1485, A. d. S. Mantua, Genova 757, 3 noviembre de 1485. 24 Op. cit., p. 93 v... Datos diversos: A. THOMAZI, H. de la navigation, l ^ 1 ' ? ' 26; VÍCTOR BÉRARD, Pénélope..., op. cit., p. 181; G. de Toledo al rey sobre Deni, 16 de julio de 1567, Sim. Eo. 149, f. 22: «... por tener por mucho más b r e v e d e e camino de la mar que el de la tierra»; pero esta convicción entraña un error D. García, quien, zarpando de Sicilia para España, pensó que era inútil prevenirse'0 rey por tierra: partió el 27 de junio y no llegó a Denia hasta el 16 de julio. S0""* carestía de los viajes terrestres, un ejemplo que parece de actualidad: el transp0 por mar de América a Genova costaba menos que el trayecto más corto por tie de la misma mercancía, entre Genova y el interior de la península. ¡s 25 E. HERING, Die Fugger, 1940, p. 66. Sobre los servicios de Thurn y de Tas ' TZG ver mapa n.° 102, Zur Geschkhte der deutscben Post (¡506-1521) del Atlas de PU
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j e la ruta continental. Por ejemplo, la sensacional noticia de la jíoche de San Bartolomé (24 de agosto de 1572) no viajó ni a 100 km por día de París a Madrid; llegó a Barcelona el 3 de septiembre y sólo el 7 de septiembre por la noche alcanzaba la capital de España. 26 Seguir la pista a la difusión de las grandes noticias es también una manera de medir velocidades excepcionales. Las noticias tien en alas. La toma de Nicosia, el 9 de septiembre de 1570, se conoció en Constantinopla el 24 del mismo mes; en Venecia, vía Ragusa, el 26 de octubre, y en Madrid, el 19 de diciembre. 27 Las nuevas de la batalla de Lepanto, ocurrida el 7 de octubre de 1571, arribaron a Venecia el 18 de octubre, a Ñapóles el 24, a Lyon el 25 y a París y a Madrid el 31. 28 La paz turco-veneciana, concertada secretamente el 7 de marzo de 1573, divulgóse en Venecia el 4 de abril, 29 el 6 del mismo mes se conoció en Roma, en Ñapóles el 8, y en Palermo y Madrid ei 17. 30 La noticia de la toma de La Goleta y de Túnez, el 25 de agosto de 1574, llegaba a Viena el 1 de octubre, a la vez que Pierre Lescalopier, quien había salido de Estambul en misión diplomática, y había atravesado Bulgaria, Valaquia y Transilvania para alcanzar, agotado, la capital de los Habsburgos. La noticia le indujo a numerosas reflexiones: Personalmente había asistido a la partida de Constantinopla de esta armada victoriosa del turco, el 15 del mes de mayo precedente, sólo dos semanas antes de que él emprendiese su propio viaje. 31 ¡Cuántas cosas había tenido tiempo de llevar ésta a cabo mientras él iba de camino! Estos datos, que revelan las ondas de propagación de los sucesos de Nicosia, Lepanto, Venecia y Túnez, sólo nos permiten como mucho establecer medidas aproximadas. ¿Diremos, apoyándonos 26 Saint-Gouard a Carlos IX, Madrid, 14 de sept. de 1572, B. N. París, Fr. •6105. París-Barcelona: 1 001 kms.; París-Madrid: 1 060. 27 Fourquevaux al rey, Madrid, 19 de dic. de 1570, Dépkhes..., II, p. 307. 8 Y no el 8 de nov., como escribe R. MERRIMAN, The rise of the Spanish Empi*• Nueva York, 1918, IV, p. 145; C. DOUAIS, Dépkhes de fourquevaux, II, p. 97; N °bili al príncipe, 16 de nov. de 1571, A. d. S. Florencia, Mediceo, 490. 29 G. de Silva al rey, Venecia, 4 de abril de 1573, Sim. Eo. 1332. 30 7 de abril de 1573, C0D01N, C II, pp. 72-81; 8 de abril de 1573, Sim. Eo. 33 ' 2; 17 de abril de 1573, Palmerini B. Com Palermo Qq D 84; 23 de abril. A. v «icanes Spagna 7, ff. 198-9; Candía, 25 de abril, Capi del Co. dei X Lettere Ba ^ 5 . f. 165. Felipe II a G. de Silva, Madrid, 25 de abril de 1573, Sim. Eo. 1332; 22 de TÍ/0» noticia de la paz publicada en Constantinopla, G. MECATTI, Storia cronológica tel1 " Citta di Firenze, Ñapóles, 1755, II, p. 753. Voyage faict par moy, Pierre Lescalopier, ff. 41 y 64 v.
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en el primer ejemplo, que el Mediterráneo medía noventa y nueve días de largo? La cifra sería excesiva. El hecho es que la noticia de la toma de Nicosia tardó en salir de la isla sitiada; podemos estar bien seguros de que Venecia no mostró ninguna prisa en transmitirla hacia el oeste. En cualquier caso, toda medida debe considerarse con precaución, desde el momento que está confinada en una sola cifra. Y no nos olvidemos de lo que realmente estamos midiendo La velocidad de las noticias y el ir y venir de las cartas no es más que un capítulo de la lucha contra el espacio. Las velocidades medias La dificultad es aún mayor si, dejando de lado las velocidades máximas, buscamos las medias. Aun con los documentos necesarios para calcularlas según las reglas de la estadística, no tendrían demasiado sentido o utilidad, puesto que la duración de un mismo viaje podría variar, supongamos, entre uno y diez días. Lo esencial que debemos notar aquí es la extrema variedad, la amplitud tan considerable de los tiempos empleados en un mismo trayecto: tiene valor de estructura. La moderna revolución de los transportes no sólo ha aumentado extraordinariamente las velocidades, sino que ha suprimido (lo que no es menos importante) el factor de incertidumbre y de variación que los elementos imponían antaño al hombre. En nuestros días el mal tiempo no significa más que un poco más o menos de incomodidad para el viajero, y salvo accidentes excepcionales, no influye en los horarios de nuestros viajes, pero en el siglo xvi todos los horarios dependían de este factor. La irregularidad era la regla, y nadie se sorprendía a causa de ello. En enero de 1610, un embajador veneciano, en viaje a Inglaterra, deberá esperar durante catorce días en Calais frente a un mar tan amenazador que ningún barco se atreve a afrontarlo. 32 Otro ejemplo, minúsculo: el embajador Francesco Contarini, que Venecia envía a ocupar su puesto en la capital turca en 1618, " tarda seis horas en franquear el amplio pero poco profundo rio Maritza, después de no pocos esfuerzos. En junio de 1609, una nave veneciana que arriba a Constantinopla debe permanecer dieciséis días al abrigo de la isla 32
Londres, P. R. O., 30/25 f. 65, Francesco Contarini al dux, Dover, 26 enero 1610, copia. 33 Londres, P. R. O., 30/25 f. 46: Viaje de Francesco Contarini a Constantinopla.
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¿e Quíos, en la playa abierta de Santa Anastasia, en espera de que pase el mal tiempo. 34 Así, pues, no pidamos demasiado a estas extrañas medias, tan peligrosamente simples. ¿Cuál es su única ventaja?: ellas hablan a la imaginación y permiten revivir el pasado, dejando a un lado la moderna revolución de los transportes, de cuyas tremendas y radicales consecuencias no siempre nos damos cuenta. La consideración de esas cifras nos ayudará a descubrir lo que representaba la perspectiva de un viaje para un contemporáneo de Felipe II, La travesía por mar de Constantinopla a Alejandría hacíase en quince días, incluyendo las escalas, y en ocho días sin contar las paradas. 35 Desde la salida de los castillos del Helesponto a la isla de Quíos había dos días de navegación. 36 En octubre o noviembre de 1560, una nave ragusina va de Mesina a Alejandría fra novi giorni, y este tiempo no viene considerado como un record. 37 La travesía del mar, en su zona central, variaba según las estaciones, los barcos y los itinerarios. El mismo barco que iba en nueve días de Malta a Trípoli tardaba diecisiete en llegar de Trípoli a Mesina. 38 En abril de 1562, una nave hizo en seis días el recorrido de Trípoli a Sciacca, en la costa meridional de Sicilia. 39 De Túnez a Liorna, una serie de viajes (uno en 1600, dos en 1608, ocho en 1609 y dos en 1610) arrojan las siguientes duraciones: seis, siete, ocho, nueve, nueve, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, catorce y veinte días, o sea una duración media de alrededor de once. Los dos viajes más rápidos —seis y siete días—, como para desafiar todas las interpretaciones, hiciéronse en enero de 1600, por una nave, y en julio de 1609, por una «barca». 40 Poseemos poca información acerca de la duración de las travesías entre Marsella y España, por una parte, y el norte de África por otra. Tratábase a menudo de viajes hechos a escondidas. El embajador del Cristianísimo Monarca, d'Aramon, empleó, viajando 34 TOMMASO ALBERTI, Viaggio a Constantinopoli, pub. p. ALBERTO BACCHI DE1A LEGA, Bolonia, 1889, p. 13. 35 BELON DU MANS, op. cit., p. 93 v.
36
Ibid., p. 85. A. de Ragusa, Diversa di Cancellaria 146, f. 46 v. 8 enero 1561. 38 25 de enero-3 de feb.-lO de abril-27 de abril, de 1564, Sim. Eo. 1393. 39 16-22 de abril de 1562, Sim. Eo. 1052, f. 26. 4Ü A. d. S. Florencia. Mediceo 2079, ff. 212, 271, 274, 296, 297, 302, 304, J°8,311, 320, 323, 333,405, 408. Una memoria española de dic. de 1595 (B. N . Ma•H ms. 10454, f. 34) afirma, no obstante, que se iba de Sicilia al África en unas pintas horas; las galeras de J. A. Doria hacían el viaje en una jornada (v. Tercera Ute , cap. IV) de La Favignana a La Goleta. Pero éstas eran hazañas de las galeras.
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DESTINOS COLECTIVOS
en las galeras del rey y con buen tiempo (por lo menos, a partir del segundo día), una semana en cruzar de las Baleares a Argel. 4I Dos viajes hechos en 1609 y uno en 1610, en el trayecto de Argel a Liorna, duraron, respectivamente, trece, quince y cinco días; 42 entre cinco y quince días, o sea una variación de uno a tres. Las diferencias pueden ser muy grandes en las largas distancias. En octubre-noviembre de 1570, 43 una nave veneciana navegó de la isla de Candía a Otranto en doce días; en mayo-junio de 1561, 4 " otra atravesó casi todo el mar Interior, de Candía a Cádiz, en un mes. En cambio, en julio de 1569, dos galeras argelinas arribaron a Constantinopla después de setenta y dos días de navegación; el 7 de enero de 1564, una nave zarpó de Alejandría, y llegó Mesina el 5 de abril, después de un viaje de ochenta y ocho días. Las cifras «normales», en el siglo XV, con respecto al trayecto de Venecia a Jaffa, oscilaban —según asegura un historiador— entre cuarenta y cincuenta días, 45 pero como ya hemos dicho, 4Ó los viajes entre Venecia y Tierra Santa arrojaban promedios más elevados. Los pórtate liorneses 47 nos ofrecen la posibilidad de precisar un poco. Cinco viajes hechos de Alejandría a Liorna (dos en 1609, uno en 1610 y dos en 1611) arrojan las siguientes cifras: veintitrés, veintiséis, veintinueve, treinta y dos y cincuenta y seis días, o sea un promedio de treinta y tres. Ocho viajes (cinco en 1609 y tres en 1610) de Cartagena o Alicante a Liorna dan las siguientes duraciones: siete, nueve, nueve, diez, quince, veinticinco, treinta y cuarenta y nueve días, lo que hace un promedio de diecinueve. En rigor esto representaría un total de cincuenta y dos días para el viaje de España-Liorna-Alejandría, 48 aunque no podemos considerar esta cifra como una media. Fijándonos en la duración media de los viajes, podríamos llegar a la conclusión de que, cuando se trataba de atravesar el Mediterráneo en el sentido de los meridianos, había que contar de una a dos semanas, y cuando la travesía era a lo largo, debía calcularse de 41 42
-
43 44 45
N . DE NICOLAY, Navigations, périgrinatwns et voyages..., Amberes, 15 76, p- 'A. d. S. Florencia, Mediceo 2079, ff. 305, 306 y 345. Cádiz, 2 de junio de 1561, Sim. Eo. 140. 2 de junio de 1561, Sim. Eo. 140. O sea, una media de 80 kms. diariosD R . SOTTAS, op. cit., p. 183.
' 46 Ver supra, p. 350. " " Es decir, los registros portuarios de las llegadas de barcos y mercancías48 A. d. S. Florencia, Mediceo 2080.
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¿os a tres meses. Añadamos que estas dimensiones continuarán siendo las mismas en el siglo XVII, e incluso más tarde.
LA ELASTICIDAD D E LAS N O T I C I A S (Según Pietro Sardella)
Alejandría Amberes Augsburgo . .. Barcelona Blois Bruselas Budapest Burgos Calais Candía Constan tinopla Corfú Damasco . . . . El Cairo Florencia Genova Innsbruck .. . Lisboa Londres Lyon Marsella Milán Ñipóles Nauplia Nuremberg . . Palermo París Ragusa Roma Ttani Trento Udine v alladolid . . . Viena Zara
11
III
IV
266 83 110 171 345 138 317 79 62 56 365 316 56 41 387 215 163 35 672 812 26 871 682 295 39 118 473 95 053 94 205 552 124 145 153
19 13 19 16 53 24 39 13 15 16 46 39 17 13 103 58 41 9 78 225 7 329 180 56 11 23 62 18 406 14 82 214 15 32 28
89 36 21 77 27 35 35 42 32 81 81 45 102 10 13 15 16 69 52 25 21 8 20 60 32 48 34 26 9 30 7 6 63 32 25
65 20 11 22 14 16 18 27 18 38 37 19 80 7 4 6 7 46 27 12 14 3 9 36 20 22 12 13 4 12 3 2 29 14 8
VI
VII
55 16 12 19 10 10 19 27 14 33 34 15 76 8 3 6 6 43 24 13 12 3 8 34 21 25 12 14 4 12 3 2 23 13 6
17 8 5 8 4l/2
9 7 11 12 19 15 7 28 3 1 2 4 27 9 1 4 18 8 8 7 5 I1/2
4 1 I1/2
12
I indica las localidades en relación con Venecia; II, el número de casos estudia°S; III, el número de casos normales; IV, el tiempo máximo (en días); V, ei propio aritmético ponderado (en días); VI, el tiempo normal (en días); VII, el 'topo mínimo (en días); VIII, el tiempo normal, calculado sobre la base del tiempo nimo = 100, o, en otros términos, la proporción entre el tiempo mínimo y el "e,nPo normal.
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Las cartas: un caso especial Sería mucho mejor que estas aproximaciones poco satisfactorias poder contar con una serie de medidas homogéneas. Es lo qu e ofrecen las cartas (¡otra vez las cartas!) enviadas por Gobiernos embajadores, mercaderes y particulares. De 1497 a 1532, Marín Sañudo, que está siempre al día de los dichos y hechos de la Señoría de Venecia, ha mantenido un fiel registro de la llegada de cartas y noticias, lo que nos provee de un total de 10 000 datos utilizables. Esta enorme masa de material ha sido sometida por Pietro Sardella a las leyes del análisis estadístico 49 y los resultados obtenidos son los que resumimos en el cuadro de la pág. 483 y el mapa de la figura 28 (p. 488). Con todo, debemos ser muy prudentes si queremos interpretar con exactitud el testimonio que ofrecen estas noticias que llegan a Venecia, y nunca pedirles más de lo que nos pueden brindar. Una cosa es cierta: es muy heterogéneo el espacio que comprenden: falta en absoluto la isotropía. Si tomamos la distancia París-Venecia como radio y describimos un círculo teniendo a Venecia como centro, habremos trazado un espacio isótropo, circular, en el que las noticias (como la luz, aunque más lentamente) se propagan uniformemente desde todos los puntos de la circunferencia hacia su centro. Pero como es natural, nada ocurre así en el espacio que estamos considerando: las noticias aflojan el paso al toparse con los obstáculos naturales, como lo son los Alpes, el canal de la Mancha o el mar. Los movimientos rápidos dependen de la buena voluntad de los hombres, de sus cálculos y de sus necesidades. De 1497 a 1532 Venecia está constantemente pendiente de cualquier decisión del rey de Francia, lo mismo que de todo rumor o noticia proveniente de este país, y desde París corren a ella estas preciosas mercancías. Nuestros mapas imponen una regularidad artificial a los viajes realizados por estas noticias en movimiento. En la realidad sus viajes son extremadamente imprevisibles y muy amplias las oscilaciones del tiempo en que los realizan (véase la columna VII: relación de tiempos mínimos a normales) y éstas serían mayores si compara sernos el mínimo con el máximo. Una pequeña sorpresa: el coeficiente de irregularidad parece estar en razón inversa a la distancia recorrida. Y la cuestión se agrava —aunque era de esperar-— cuando entra en juego el mar. Por eso no puede sorprender 1 u e ""
Nouvella et spéculattons a Venise, 1948.
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Zara establezca una marca (de 1 a 6), considerando que reúne dos condiciones: la primera, estar muy cerca de Venecia; la segunda, estar separada de ella por el imprevisible Adriático. En resumen: este cuadro nos proporciona una base de conjunto para comparaciones y comprobaciones. Su único defecto (o su virtud, según se mire) es que todos los tiempos así establecidos son relativamente rápidos. Nos testimonian la vigilancia y los medios de que podía disponer una ciudad tan rica como Venecia. Corresponden a un sistema de comunicaciones en constante alerta. Saber lo que está pasando en París, en Valladolid o en Constantinopla no es para Venecia cuestión de curiosidad, sino de prudencia. Si pasamos a considerar otros complejos de noticias comprobaremos que la vivacidad es muy diferente. En las oficinas de Felipe II se amontonan las cartas llegadas de todas las ciudades de Europa. Era costumbre escribir al dorso de la última página (la carpeta) 50 las fechas de envío y de llegada y, no menos preciosas pero más raras, las de la respuesta. Cientos de miles de datos se ofrecen así a la paciencia del investigador dedicado al análisis estadístico. Felipe II, salvo algunos viajes a Córdoba, Lisboa, Zaragoza o Valencia, apenas si se ha movido del corazón de Castilla después de su vuelta de los Países Bajos en 1559. Si se producen a veces dudas acerca de sus corresponsales o acerca del trayecto seguido por las cartas, estas dudas por lo general se pueden aclarar. Era tentador utilizar estos datos encontrando en ellos medidas análogas a las de Pietro Sardella, tomando de nuevo a Venecia como centro de coordenadas. Para el trayecto Madrid-Venecia (si admitimos que es equivalente al trayecto Valladolid-Venecia de los cálculos de Sañudo) vemos que de los cuarenta casos considerados a finales del siglo XVI, en cuanto a la correspondencia de los representantes de España en Venecia, el tiempo más breve es de 22 días (contra 12 que nos da Sañudo), y el más largo, de 85 (he omitido un caso aberrante de 145 días). La media aritmética, no estadística, es de 40 días (frente a 29, media estadística de P. Sardella). Para la distancia Constantinopla-Venecia, 16 casos registrados durante estos mismos años dan una duración mínima de 29 días y una máxima de 73; la media se establece alrededor de cuarenta y un días y "oedio. S1 Esta vez nos encontramos más cerca de las cifras de SarVer al final de este capítulo (p. 611) la reproducción de una carpeta. Los cálculos precedentes están basados en la correspondencia de españoles ^tableados en Venecia entre 1589 y 1597, y conservada (antes de la guerra) en los Ar chivos Nacionales, K 1674, 1675, 1676, y en Simancas, Eo. 1345. He tomado
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della (establecidas, es cierto, a partir de un número mucho mayor de ejemplos), aunque siempre por encima de ellas. Conclusión: ¿será posible que las comunicaciones a lo largo del eje más ancho del Mediterráneo les resulten a la España y la Venecia de fin de siglo tan difíciles e inseguras como lo habían sido en los primeros tiempos? Necesitamos más pruebas antes de poder contestar con certeza esta pregunta. En todo caso, tanto en nuestros cálculos como en los de P. Sardella, Venecia resulta estar a mitad de camino (muy a gnsso modo) entre Madrid (o Valladolid) y Constantinopla: 40 ó 41,5 en nuestras medias, 29 y 37 según las de Sañudo, es decir, un universo Mediterráneo cuya longitud máxima oscila entre los 80 y 66 días, cifra superior en todo caso a la dimensión de 52 días que habíamos obtenido arbitrariamente sumando el tiempo Alejandría-Liorna al tiempo Alejandría-Cartagena. 52 Es evidente que no son estrictamente comparables, puesto que la distancia entre Alejandría y Cartagena no es la misma que la distancia —también reconstruida— Constantinopla-Venecia-Madrid. N o nos queda más remedio que resignarnos ante la imposibilidad de medir el mar con un cierto grado de exactitud, pese a contar con la ayuda de la preciosa correspondencia de los políticos y mercaderes. La noticia, mercancía de lujo La noticia, mercancía de lujo, vale más que su peso en oro. «No se encuentra un solo correo —escribe al duque de Ferrara su agente en Venecia— que nos exija menos de un ducado por carta», 53 y eso entre dos ciudades, Ferrara y Venecia, que están muy cerca una de algunos ejemplos de las Lettere Commerciali, 12 ter A. d. S. Venecia. Notemos que el viaje de P.agusa a Constantinopla requería un mes en tiempo de invierno. La media que propone un cálculo contemporáneo (A. d. S. Venecia, Papadopoli, Códice 12, f. 26 v., hacia 1587) es en exceso optimista: en verano, el viaje de Constantinopla a Cattaro requeriría unos 16 o 17 días... «Da Cattaro poi a Venetia con k /regale ordinarie secando i tempi ma ut plurimum in otto giornt»; es decir, un total de 24 o 25 días. Sobre el trayecto Venecia-Madrid, damos a continuación algunas cifras extraídas de la correspondencia de dos embajadores venecianos en Madrid, P° P" u '' y P° Gritti: el 19 de noviembre de 1612 lleva ya Priuli 60 días sin noticias; ¿OÍ cartas recibidas en Madrid el 5 y el 9 de diciembre de 1612 habían tardado 18 y 2 días respectivamente, habiendo sido enviadas ambas desde Venecia por correo urgente; el número de días que tardaron en llegar algunas cartas a manos de Gritti es 33, 45, 21, 27, 26, 20 y 20... A. d. S. Venecia, Senato Dispacci. 52 Ver supra, p. 482 y n. 48. . . " A. d. S. Módena, Cancellaria Ducale d'Este, Venezia 77. VI/10. J. Tebald' ¡" duque de Ferrara, Venecia, 19 de enero de 1522.
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0 tra.
A comienzos del siglo XVI, las tarifas entre Venecia y Nuremberg 54 varían de acuerdo con la mayor o menor brevedad del tiempo requerido en el trayecto: cuatro días, 58 florines; cuatro días y seis horas, 50; cinco días, 48, y seis días, 25 (notemos de pasada que la mayor velocidad registrada por P. Sardella es dos días más larga que esta última). Estas eran, evidentemente, comunicaciones ultrarrápidas que sólo se podían permitir los mercaderes ricos, en este inicio del siglo XVI, cuando, si no nos equivocamos mucho, las diferencias de precios entre mercado y mercado eran más grandes que nunca. Compensa gastar sumas de dinero muy elevadas a veces en enviar, cuando la circunstancia lo requiere, las oportunas órdenes del modo más rápido posible. Más adelante la situación se regulariza. La correspondencia de Simón Ruiz durante la segunda mitad del siglo XVI produce la impresión de que por entonces ya no era tan importante el envío ultrarrápido de órdenes e informaciones. 55 Sólo los grandes banqueros y los Gobiernos continúan permitiéndose tales lujos, cuyo precio no ha cesado de aumentar a medida que transcurre el siglo. El 14 de julio de 1560, 56 Chantonnay, entonces embajador de Felipe II en la corte de Francia, despacha un correo de Chartres a Toledo y camino de vuelta; éste recorre un total de 179 postas y gasta 358 ducados (o sea, seis ducados por posta). Es una suma enorme, muy por encima del salario anual de un profesor de la Universidad de Padua o de Salamanca. Estas postas se debían hallar de diez a doce kilómetros unas de otras, y si el correo las ha recorrido a un promedio de 18 leguas 57 diarias nos encontramos ante un viaje llevado a término en un tiempo record... Los ricos pueden pagar estas proezas sobrehumanas. Para concluir: los resultados son paradójicos si medimos las lentitudes inherentes al espacio a partir del tiempo empleado por quienes llevaban cartas. Incluso cuando se da la circunstancia de que van lentamente, siempre lo hacen más aprisa que los otros viajeros. 54
K. O. MÜLLER, Welthandelsbrduche 1480-1540, reimpresión, 1962, p. 29. Excepción que confirma la regla: los genoveses envían correos especiales de Madrid a Amberes, con la intención de beneficiarse de la largezza del Norte, V. 55
VÁZQUEZ DE PRADA, op. cit., 56
I, p.
36.
Simancas, Consejo y Juntas de Hacienda, 28; en una lista de gastos de Chantonnay fechada a 14 de julio de 1560. 57 Francés de Álava al rey, 6 marzo 1567, A. N., K 1507, n. 70, citado por H. 'ORNERON, Histoire de Philippe ¡I, 1881, t. II, p. 219, n. 1. Este correo fue enviado P°r los rebeldes de los Países Bajos a Montigny, que estaba entonces en España. "er V. VÁZQUEZ DE PRADA, Lettres marchandes dAnvers, 1960, I, p. 40.
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Figuras 28, 29 y 30: Noticias camino de Venecia Las líneas isócronas, que representan intervalos de una semana, indican a grandes rasgos el tiempo requerido para que una carta llegue a su destino. Todas ellas se orientan hacia Venecia. El primer mapa se basa en las investigaciones de P. Sardella (cfr. nota 49 en la pág. 484), 1500, o para ser precisos: 1469-15 34. El segundo y el tercer mapas se apoyan en la evidencia suministrada por los avvisi conservados en el Record Office de Londres, y analizadas para mí por F. C. Spooner. La anchura de las líneas sombreadas aumenta en relación con la mayor velocidad media de las comunicaciones. En ciertas direcciones, las diferencias entre mapa y mapa pueden parecer muy marcadas. Son resultado de la variable frecuencia de las comunicaciones, dependientes éstas de la urgencia de ¡as Circunstancias. Podemos observar, en líneas generales, que las comunicaciones resultan igualmente lentas en lo? mapas primero y tercero, mientras que Jas del segundo discurren con mayor velocidad. Pero no debemos considerar esto como una prueba definitiva. En principio, las velocidades se deberían relacionar en distancias definidas por líneas isócronas susceptibles de comparación, pero carecemos de certeza respecto a tales distancias. Sin embargo, si probamos a superponer los mapas, nos resultarán —en líneas generales— muy equivalentes, dado que una extensión en determinada dirección resuita compensada por una reducción en otra. No creo sea necesario advertir que el paso de áreas expresadas en kilómetros cuadrados a velocidades diarias sólo se puede dar después de extremas precauciones.
Esto sería ya en sí una razón para abstenernos de hacer un análisis sistemático de los registros postales de la burocracia de Felipe II, o de estudiar las cartas del mercader Simón Ruiz (unas
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100 000), 5 8 pues es más que probable que estas operaciones conclu. yan sin enseñarnos nada que no supiéramos ya. Las cartas dependen tanto de correos regulares como irregulares, estos últimos menos ¡m. portantes que aquéllos desde un punto de vista estadístico. Estudiar estas cartas es encontrarnos, antes o después, con los correos regulares, cuyos tiempos oficiales ya conocemos. La firma de los Tassis se comprometió a llevar cartas de Roma a Madrid en 24 días, en las fechas comprendidas entre el 1 de abril y el último día de septiembre; y en 26 días durante el otro semestre, es decir, el invernal. Estas cifras son las que realmente nos indican no el tiempo medio empleado por las cartas de los mercaderes y embajadores S9 (p Ues las promesas de los administradores de las postas muy raramente se cumplían), sino el límite superior de las velocidades normales. A partir de dichos tiempos, podemos, con la ayuda de estudios como el de Valentín Vázquez de Prada 6 0 (para el trayecto MadridAmberes) calcular y predecir la escala de las velocidades reales. Una segunda y muy importante razón para no lanzarnos a este océano de cálculos: tomando de nuevo como centro a Venecia y usando esos avvisi que tan profusamente redacta y distribuye esta ciudad y de los que se nos conservan enormes cantidades manuscritos en el Archivio di Stato, la Marciana y hasta en el Record Office de Londres, se pueden hacer para los siglos XVII y XVín unos mapas análogos al trazado con los datos suministrados por Sañudo. Dos de estos mapas, establecidos por Frank Spooner para los períodos 1681-1701 y 1733-1735, fijan las zonas de escucha de la curiosidad veneciana. 61 Los tiempos de desplazamientos que en ellos se indican son, grosso modo, los mismos del período 1497-1532, más breves en el siglo XVII que en el XVIII. La conclusión no consiente ambigüedad alguna. Habíamos esperado encontrar en este material la medida coyuntural del espacio físico peculiar al siglo XVI, pero podemos adivinar, antes incluso de haber terminado nuestro análisis, que dicho espacio se mantiene constante; nos encontramos, una vez más, en presencia de un rasgo estructural persistente. El hombre puede atacar al espacio como 58 HENRI LAPEYRE, «El archivo de Simón y Cosme Ruiz», en Moneda y Crea' "• junio 1948, ., *» British Museum, Add 14009, f. 38, Consulta de Consejo de Italia, Mad""' 2 octubre 1623. 60 V. VÁZQUEZ DE PRADA, Lettres manhandes d'Anvers, I, pp. 241-2. 61 Cálculos y cartografía de Frank Spooner, basados en mis cálculos. Sena P sible trazar un mapa de las distancias relativas en el siglo xvi. R. GASCÓN ha n uno con centro en Lyon, op. cit., en esp. p. 308.
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mejor le parezca, hacer saltar en pedazos los remos de las galeras reforzadas, reventar los caballos de las postas, o imaginarse, cuando el viento es favorable, que vuela sobre el mar, pero el tiempo le resiste oponiéndole su inercia y vengándose a diario de sus ocasionales éxitos. Esto no impide que algunos de dichos triunfos despierten nuestra curiosidad del mismo modo que despertaron la de ¡os contemporáneos: La noticia de la muerte de Carlos IX viajó de París a Cracovia en trece días, según nos informa Sully; 62 la noticia del nacimiento de un nieto de Francisco I, en enero de 1544, vuela en dos días de Fontainebleau a Lyon (420 kilómetros), 63 y una estafeta turca irá en cierta ocasión de Estambul a Erzurum en dieciocho días, reventando un buen número de caballos, 64 con far creppar molti cavalli. Todas estas hazañas tienen su valor, y lo mismo otras que se podrían citar, y es útil comparar sus tiempos con las medias alcanzadas recurriendo a los sistemas ordinarios. 6S Pero no es esto lo esencial: lo importante es que medias y cifras que constituyen una marca son sensiblemente las mismas antes y después del siglo XVI. Mercancías, barcos y gentes viajan tan aprisa, o tan lentamente, en la época de los Papas de Avignon, 66 o en Venecia durante la primera mitad del siglo XV, " c o m o se viajaba durante el siglo de Luis XIV. No habrá cambio importante alguno hasta los últimos años del siglo XVIII. Comparaciones actuales «Si tomamos en cuenta todos los factores —escribe un economista—, 68 vemos que el espacio de la economía mundial, en la antigüedad romana, podía recorrerse de cuarenta a sesenta días, 62
Mémoires du Duc de Sully (nueva edición), 1882, I, p. 68. R. GASCÓN, op. cit, (texto escrito a máquina), p. 318. A. d. S. Venecia, el baile al dux, Constantinopla, 8 agosto 1605. 65 R. GASCÓN, ibid., p. 308, da para el siglo xvi las siguientes velocidades (medias): las mercancías viajaban de 17 a 44 kms. diarios (44, por la ruta de Lyon a '°s Países Bajos, pasando por Amíens; 17 por la de Burgos al Macizo Central); ¡>aona arriba, de 14 a 25, y Ródano abajo hasta 90. Entre Roane y Tours el transporte era veloz, 65 kms. diarios. Velocidad media de los viajeros a ¡omos de caballo, ™> y 90 viajando en la posta. Los correos rápidos a Italia, entre 170 y 200. 66 • YVES RENOUARD, «Comment les Papes d'Avignon expédiaient leur courrier», et > Revue Historique, 1937. Véase en particular el cuadro de la página 59 (tirada apar% estas velocidades, dice el autor, «son, que sepamos, las más rápidas de la época». .. ease también su elevado precio, ibid., p. 29. Para conclusiones análogas a las desarropas en nuestro parágrafo: ARMANDOSAPORI,Studidistoriaeconómica, 3. a ed., 1955, PP-B5-6. FREDERIC C. LAÑE, Andrea Barbarizo, merchant ofVenice (1418-1449), 1944, 63 64
el"ss'
FERDINAND FRIED, Le tournant de l'écon. mondiak, 1942, pp. 67-8.
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utilizando los mejores medios de transporte; este espacio se extendía entre las Columnas de Hércules y las fronteras del reino de 1QS partos, entre la desembocadura del Rin y la franja del desierto afrl cano. En nuestros días (1939), tardamos también, sobre poco más o menos, de cuarenta a sesenta días en cubrir todo el espacio de la economía mundial moderna. Esto, suponiendo que se empleen solamente los medios normales de transporte de mercancías y Se prescinda de los territorios carentes de importancia económica y desprovistos de medios de transporte.» N o suscribo las medidas tan rápidas ni las cifras que da el autor acerca de la velocidad de los medios de transporte en la época romana, cuyo promedio sería, según esto, de unos 50 km. diarios. 69 Pero no se trata de dar medidas exactas; lo más que se puede pretender es descubrir un orden de magnitudes. En este sentido, el Mediterráneo del siglo XVI seguía teniendo, grosso modo, las dimensiones «romanas», es decir, las de mil años antes. O, dicho de otra manera, el Mediterráneo del siglo XVI corresponde, mutatis mutandis, al mundo de 1939, visto en su conjunto. Es, pues, inmenso, desmesurado. Sólo comparativamente merece su reputación de «humano» cuando el hombre del siglo XVI comienza a debatirse con otros monstruos, como el océano Atlántico, para no hablar del Pacífico, junto a ios cuales el Mediterráneo parecía un animal doméstico, aunque no era en modo alguno el «lago» del siglo XX: patria sonriente de los turistas y los yates que pueden tocar tierra en todas direcciones en unas cuantas horas y que el Oríente-Express recorría ayer velozmente. Para comprender lo que era entonces este mar necesitamos inflar su espacio todo lo que nos permita la imaginación. Recurrir a las imágenes anacrónicas de aquellos viajes en los que hay que emplear meses y años, y, a veces, toda una vida. N o es difícil descubrir paralelos con el siglo XX: por ejemplo, ios viajes de esos mercaderes tártaros, contemporáneos nuestros, y que Aldous Huxley nos describe en su Vuelta al mundo, que cruzan el Himalaya para llegar hasta Cachemira y la India, después de haber llenado sus bolsas de monedas de oro (las monedas de diez rublos de antes de la revolución, precisa Huxley). 70 Románticos personajes que pueden evocar en nosotros lo que eran, en el sig'° XVI, los viajes a Siria, al extremo del Mediterráneo, donde se en69 70
Ibid., pp. 66-7. Tour du monde d'un sceptique, 1932, p. 37.
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Rentaban y relacionaban entre sí mundos diferentes, que no podían confiar el uno en el otro. La letra de cambio no tenía curso allí; todas las operaciones se hacían por medio del trueque y por dinero contante y sonante. Los mercaderes de la época tenían que ¡r cargados de metal amarillo o blanco, como los tártaros de nuestros días. ¿Se creerá que recurro a una fácil paradoja si pretendo relacionar las guerras de religión de Francia con la China de ayer, con sus monstruosas guerras civiles, sus invasiones extranjeras, sus matanzas, sus hambres y —en medio de vastos espacios— sus ciudades encerradas en sí mismas, rodeadas de murallas cuyas puertas se cierran al caer la noche? Deslizándose entre las ciudades, un puñado de guerrilleros puede abrirse paso impunemente y llegar desde el alto Setshuem hasta Chantung. Así se agotó la Francia de los últimos Valois, en cuyo territorio se perdían a cada paso las bandas de aventureros, forasteros o autóctonos. N o hay riqueza que no se consuma a la larga, y, sin embargo, sabe Dios cuan rica era Francia en el siglo XVI: un auténtico cuerno de la abundancia. Giovanni Botero, 71 maravillado, calcula todos los soldados que podían vivir sobre su territorio, oficialmente reclutados o no, como voraces nubes de langostas sobre el inmenso país. ¡La inmensa Francia del siglo XVI] Un documento veneciano de la misma época (1587) habla «del tropel de extranjeros en armas que están entrando en Francia». 72 Parecerán extrañas estas- digresiones, pero hacen sensible la impresión de espacio desmesurado, para nosotros tan difícilmente imaginable cuando se trata del Mediterráneo. N o basta repetir —por muy legítimas que sean— las expresiones empleadas por los historiadores economistas alemanes: Welttbeater y Weltwirtscbaft, «escenario mundial», «economía mundial», con tanta frecuencia empleadas por ellos para referirse al conjunto histórico y vivo del Mediterráneo, queriendo sugerir con ellas que, como un universo en sí mismo, como una economía-mundo, este mar vivió mucho tiempo de sus propios recursos, dentro de su circuito de sesenta "'as, sin entrar en contacto con el resto del mundo y, muy especialmente, con el Extremo Oriente, más que para lo superfluo. nuestro objetivo es descubrir las dimensiones de ese universo, y fle qué modo esas dimensiones han determinado su estructura, G. BOTERO, op. cit., II, pp. 8 ss. A. d. S. Venecia, Annali di Venezia, f. 185, 26 septiembre 1578.
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tanto política como económica. Para lograrlo será preciso un cons. tante esfuerzo de imaginación. Imperios y espacios Comprender la importancia de las distancias es percibir desde un nuevo ángulo los problemas que planteaba la gobernación de los imperios en el siglo XVI. Y, en primer lugar, el inmenso Imperio español, para aquel tiempo una gigantesca empresa de transportes por mar y tierra Además de los incesantes desplazamientos de tropas, exigía la transmisión diaria de centenares de órdenes y de noticias; lazos silenciosos, pero vitales. La política de Felipe II exige estos lazos necesita estos ejércitos en movimiento, estas transferencias de metales preciosos y estas letras de cambio. Son, todas, cosas esenciales capaces de explicar buena parte de los gestos de Felipe II y la razón de la importancia que tenía para él Francia. Se ha dicho de ésta que estaba cercada por las posesiones de los Habsburgo. Pero si el Imperio le amenaza desde fuera, ella, a su vez, lo amenaza desde dentro: ¿quién se atrevería a decir cuál de los dos peligros es más grande? La Francia de Francisco I y Enrique II se había mostrado cerrada a España y hostil; durante toda su vida —y salvo su rápida travesía por el país en 1540— Carlos IV ha circulado alrededor de esa nación sitiada procurando mantenerse en toda ocasión tan apartado de sus fronteras como le fuese posible. Al contrario, y durante treinta años (de 1559 a 1589), el camino de Francia tuvo sus puertas más que entreabiertas a los servicios del Estado Mayor político y a los de la tesorería de Felipe II. Si el Rey Prudente no se movió de España, si pudo permanecer en el centro de su tela de araña, fue por múltiples razones, la de la primacía financiera y económica de Castilla y la de la conexión vital con América, entre otras, pero también porque las fronteras francesas ya no estaban completamente cerradas para él. Por tanto, sentarse junto a Felipe II y leer con él sus papeles es una de las formas de poder saber cómo era entonces Francia, conocer su maquinaria postal, las rutas en las que había relevos de tiros y las que no los tenían; es registrar, en el movimiento renovado de los correos, las interrupciones y los rodeos que imponían, en uno u otro lugar, las guerras de religión, y medir de este modo su extensión, su duración y su gravedad relativa. Es conocer, por añadidura, todos los incidentes de las rutas del dinero, especialmente las d e dinero de las letras de cambio en su viaje hacia las plazas bursátil •
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Un Estado, pues, no libra una sola lucha contra el espacio, sino jjez. El Imperio español, mal situado a causa de su dispersión euf0 nea y mundial, consagró a ello sus mejores fuerzas. Sin embargo, se había sabido adaptar mejor que otros a estas tareas obligatorias y se había organizado en función de ellas. A pesar de lo que se ha dicho, no cabe duda de que, en materia de transportes, transferencias, enlaces y transmisiones de mensajes, este Imperio ha igualado, y aun sobrepasado, a los mejores. Es harto significativo que a partir de los años de 1560 España contara con un funcionario especializado en organizar los transportes de tropas y material de guerra: aquel Francisco de Ibarra, cuya actuación y la de sus émulos seria interesante conocer mejor. La literatura histórica apenas ha prestado atención a este enorme esfuerzo de la maquinaria española. Nos habla de la «lentitud» del «rey papelero», el monarca burócrata, de pies de plomo, «él mismo señor y secretario, que es gran virtud...», como decía de él ya en 1560 el obispo de Limoges. 73 Y «enteramente dedicado a sus asuntos y que no pierde una sola hora, pasándose el día entero entre sus papeles». 74 Un rey abrumado de trabajo y que un cuarto de siglo más tarde no quiere abandonar su tarea sobrehumana, a pesar de las protestas del cardenal Granvella, 75 deseoso, en vano, de innovaciones. 76 Debemos saber distinguir entre las diferentes «lentitudes» de España. Está la lentitud de los" correos: la lentitud con que llegaban las informaciones, la lentitud con que caminaban las respuestas y las órdenes. Todos los Gobiernos del mundo están sometidos a estos contratiempos. Y el español más que cualquier otro. Pero, a igualdad de espacios y de distancias, éste, en general, no vale menos que los demás. Sus debilidades eran las mismas. El Imperio turco, por ejemplo, es una asociación de lentitudes, de extremo a extremo. De Constantinopla al Adriático, a Cattaro o a Spalato, el viaje requiere, en el mejor de los casos, dieciséis o diecisiete días. 77 En el 73 Comunicación del obispo de Limoges al cardenal de Lorena, 27 julio 1560, en L PARÍS, Négociations... relatives au regne de Frangís 11, 1, p. 49. 74 Ibid., p. 562, el obispo de Limoges al cardenal de Lorena, 26 septiembre 1560. 75 MARTIN PHILIPPSON, Ein Minislerium unter Philipp II. Kardinal Granvella *i spanischen Hofe (1579-15861, 1895, p. 76. 76 Memorie politiche dal 1576 al 1586, Marciana, 7299, 18 marzo 1584, «Che il *e di Spagna haveva molti ministri che desiderano novita come ti Cardinale Granvella et ^n Joan di (Idiáquez...)». 77 A. d. S. Venecia, Fondo Papadopoli, Códice 12, f. 26 v. (1587), es la velocidad media de las cartas del baile veneciano en el trayecto de Estambul a Cattaro 'según un estadístico de la época).
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mar Negro, el Mar Maggiore, eran en extremo impredictibles tanto el itinerario como la duración del viaje. En el mar Egeo, el mar Blanco de los turcos, las velocidades más altas que conocemos resultán ridiculamente lentas. A la altura de 1686 se considera noticia digna de mención (bien es cierto que ocurrió en diciembre) el que una galera turca hubiera cubierto en ocho días la distancia entre Estambul y Negroponto. 78 En 1538, la flota de Solimán Pacha79 emplea dos meses en hacer la travesía del mar Rojo. Se trata de distancias irreductibles, en las que es imposible hacer mella y que, por así decir, han permanecido inmutables a lo largo de siglos. Pegolotti, en la Pratica della Mercatura (1348), señala que el viaje de Trebisonda a Tauris (Tabriz) requiere de 12 a 13 días si el mercader va a caballo, y de 30 a 32 si va en caravana. En 1850, Goedel, cónsul de Austria en Trebisonda, asegura que se requieren de 27 a 30 días para hacer este mismo recorrido «cuando la ruta está a n buenas condiciones». 80 Pero hay otra forma de lentitud: la de las deliberaciones y las decisiones que precedían a la expedición de las órdenes. A este respecto, los testimonios de los contemporáneos son concordantes: franceses e italianos sentíanse de distinto temperamento que aquellos hombres flemáticos, tan lentos para decidirse como hábiles para disimular. Pero no es seguro que semejante retrato de los españoles del siglo XVI, tantas veces trazado por los extranjeros, sea del todo exacto. La imagen que un extranjero suele concebir y expresar de una nación extranjera es, con frecuencia, tan irreductible como falsa. No obstante, parece que la lentitud gubernamental, o, como dice el obispo de Limoges, «la anchura de aquel país», 81 está fuera de discusión. Cuando, en 1587, llegan a Roma las nuevas del éxito de Drake en Cádiz, el Papa exclama «que su Majestad era una personalidad de poca envergadura, que sólo se decidía a actuar cuando la ocasión había pasado. En París, «no sólo circuló este juicio de boca en boca, sino que ha sido publicado, añadiendo que la rueca de la reina de Inglaterra valía más que la espada del rey de España...». 82 78
Londres, P. R. O., 30/25, 21, Venecia, 14 dic. 1686. Florencia, Laurentiana, Ashb. 1484. «La retentione delle galee grosse della Illustrissima Signoria di Venetie...». 80 Precisiones y referencia a Pegolotti en W. HEYD, Histoire du commerce du Levant, II, p. 120, n. 3. 81 3 de julio de 1561, B. N. París, Fr. 16103, f. 3 v.: «la tardita con la quw caminarlo qua tutti i negotii», G. de Nobili al duque, Madrid, 20 de marzo de 15W, A. d. S. Florencia, Mediceo 4898, f. 41. 82 B. de Mendoza a J. de Idíáquez, París, 16 de julio de 1587, A. N., K 144879
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Maledicencias, sin duda; no obstante, si una vez más nos atenernos a la correspondencia diplomática, parece que el Gobierno francés, por ejemplo, era mucho más expeditivo para el despacho je sus asuntos y para contestar a las consultas de sus agentes. Pero, • era siempre por culpa del rey, que, encastillado en su despacho de Madrid, quería leerlo todo, o debía achacarse más bien a las distancias españolas, tan considerables? El español movíase en los ámbitos de una vida imperial mucho más dilatada que la vida francesa o la inglesa; Felipe II, para adoptar sus decisiones, tenía que escuchar voces que le llegaban desde mucho más lejos. Así coadyuvaban las dos causas de lentitud que acabamos de considerar. A sus lentitudes propias, la máquina española asocia las de la navegación a través del Atlántico, el Indico e incluso el Pacífico; está obligada a responder a los requerimientos del primer sistema económico y político que se extiende por todo el mundo conocido. Esta es una de las razones por las que el pulso de España late a un ritmo más lento que el de los otros países. Y aún se hace más lento cuando, en 1580, conquista Portugal. Consideremos lo que escribe Sassetti, un florentino que va a las Indias Occidentales en 1585, y del que se nos ha conservado la preciosa correspondencia. Si la gente se hiciese una idea—escribe desde Cochin, el 27 de enero de 1585, a su amigo Piero Vettori, residente en Florencia— de lo que va a ser este viaje de siete meses «viviendo de galleta y agua salobre, confinados en un reducido espacio con otras 800 ó 900 personas, atormentados por el hambre, la sed, el mareo y la incomodidad» 83 habría muy pocas personas interesadas en ir a las Indias. Pero ocurre que cuando uno ve un barco siente deseos de navegar en él. Y también las órdenes del rey de España han de sufrir estos siete meses de viaje, cuando no mucho más. N o hay duda: la lucha de España contra las distancias era dura, y testimonia mejor que cualquier otra prueba 'oque era «la medida del siglo XVI».
Las tres misiones de Claude du Bourg (1576 y 1577) Lo ilustraremos con un pequeño ejemplo. Se trata de un aventurero francés, Claude du Bourg, personaje famélico y enigmático. ¿Era un genio o simplemente un excéntrico? Lo podrá descubrir 1uttá quien se decida a estudiar los múltiples documentos inéditos Lettere edite e inedite di Fiiippo Sasetti, public. por ETTORE MARCUCCI, Floren' 1855, p. 279. . „ . ,,.-, -. ..
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que conserva la Bibliothéque Nationale. Pero lo que nos interesa ante todo no es la personalidad de este individuo, sino los tres viajes, bastante curiosos, que hizo a España: el primero, en may0 de 1563; el segundo, en septiembre-octubre del mismo año, y e? tercero, en julio-agosto de 1577. Las dos primeras veces llegó al a Península como encargado de los intereses del duque de Alencon y, añadiendo a la comisión, sin duda, mucho de su coleto, negoció en nombre del príncipe su posible matrimonio con una de las infantas, hija de Felipe II, quien aportaría como dote a su esposo los Países Bajos; la tercera vez —hay que leer y releer los textos para creerlo—, Claude du Bourg actuó en nombre de Enrique de Béarn, quien solicitaba un empréstito y la intercesión del Rey Católico para que una de sus hermanas se casara con el príncipe de Saboya. Cada una de estas extravagantes misiones plantea los más complicados problemas, y para redondear la comedia, desencadenaron los furores del embajador de Francia, Saint-Gouard. La primera vez, nuestro personaje regresó con una carta más o menos vaga para su señor, llevándole, además, una cadena de oro que valía cuatrocientos ducados. En el segundo viaje, el rey trató de detenerlo; y he aquí lo que escribió a su embajador en París, el 4 de octubre de 1576: «No creía que Claude du Bourg fuese a regresar, sobre todo después de vuestras cartas de 30 de julio y 13 de agosto.» Sin embargo, el 2 de septiembre, el indeseable estaba de nuevo en Barcelona. Detenerlo, inmovilizarlo y evitar, por lo menos, serios incidentes con el embajador del rey de Francia, tratándolo todo por escrito, era cuestión de rapidez, de presteza en la expedición de las órdenes oportunas. Cayas escribió, en efecto, dos o tres veces; pero Claude du Bourg no quiso escuchar, se escurrió por entre las mallas, y «cuando me trasladaba de El Escorial a El Pardo —escribe Felipe II— se interpuso en mi camino al llegara Galapagar, el 22 de septiembre por la mañana, y me mostró u"a carta manuscrita del duque de Alencon fechada el 19 de agosto, proponiéndome más abiertamente que la primera vez la negoc<3' ción del matrimonio entre el duque de Alencon y una de las infan" tas, mis hijas. Le di la respuesta por medio del duque de Alba-»' El desarrollo de la intriga deja de interesarnos, a partir de este momento. Sólo las lentas y difíciles comunicaciones de la ép°c pueden explicar la hazaña de que un hombre solo —que era, ad más, un indeseable— pudiera deslizarse subrepticiamente a trav de toda España y, a pesar de haber sido señalado por los servia de vigilancia, escapar a todos los controles y a todas las barfef
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para surgir de improviso ante el mismísimo Rey Prudente en el centro mismo de su corte. 84 Espacio y economía Toda actividad económica tropieza con la resistencia que ofrece el espacio: éste la constriñe y la obliga a acomodarse. Condenada a la lentitud, a los preparativos interminables y a los estancamientos inevitables, la economía mediterránea sólo se puede considerar adecuadamente desde una perspectiva de las distancias. Ni las mismas letras de cambio, siempre mercancías privilegiadas, pueden escapar a la ley general de la inercia. Los tiempos empleados en los recorridos se añaden regularmente a los plazos de pago previstos por las letras. A comienzos de siglo, y partiendo de Genova, 85 las demoras son: 5 días para Pisa; 6 para Milán; 10 para Gaeta, Avignon o Roma; 15 para Ancona; 20 para Barcelona; 30 para Valencia y Montpellier; dos meses para Brujas, y tres meses para Londres. El dinero contante viaja con mayor lentitud. Cuando los arribos de las flotas a Sevilla durante la segunda mitad del siglo XVI se convierten en el elemento predominante de la economía europea, mediterránea y mundial, resulta posible seguir cada año la ruta de cada nuevo envío de plata que viene a incrementar el stock monetario y que, de plaza en plaza de Occidente circula según un calendario de etapas muy espaciadas, como los diagramas de José Gentil da Silva 86 nos indican. Las mercancías se encuentran ante dificultades idénticas: se elaboran con lentitud, se eternizan en los almacenes y cambian de mano según diferentes ritmos de lentitud. Por ejemplo, las lanas de España importadas por Florencia: transcurren meses entre el proceso de compra del vellón y el acabado de las prendas fabricadas con é l , 8 7 y una vez en esta forma nueva 84 Sobre este incidente, v. numerosos documentos en Simancas, A. N., serie K: 2 junio 1576, K 1541; 3 oct. 1576, K 1542 n.°4 A; 3 o t e , ibid., n.° 3; 4 oct.,ibid., n.°4; 8 oct. \°>16,ibid., n.° 11; 12oct. 1576, ibid., n.° 15; lioa.,ibid., n.° 16; Uoct.,ibid., ">-° 17; 15 oct., ibid., n.° 19; 17 oct., n.° 20; 18 oct., n.° 21; 18 oct., n.° 22; 21 oct., K 1542, 23 oct., n.° 30; 25 oct., 30 oct., n.° 35; 18 nov. y 19 dic. 1576 (n.° 64); Enrique (de Navarra) a Felipe II. Agen, 3 abril 1577, 29 abril 1577, K 15<3, n.° 38 A; Felipe II a M. de Vendóme, 8 abril de 1577, K 1542, n.° 62; 2 julio, n.° 52; 12 ¡"lio, n.° 45, 2 agosto, K 1542; 4 agosto 1577, n.° 59, 12 agosto, n.° 61; 17 agosto, n° 62; 19 agosto, n.° 69. 85 K. O. MÜLLER, op. cit., p. 39. Los días extra se contaban a partir de la llegada de las letras. 86 J. G. DA SILVA, Stratégie des affaires a Lisbonne entre 1595 et 1607, 1956, p. "2, lámina V. 87 FEDERICOMELIS, Aspettidella vita económica medieíale, 1962, p¡. 455ss.,estua el problema a finales del siglo Xiv. Y la situación apenas ha cambiado en el Slgl0
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pasarán, quizá, meses o años, antes de que lleguen a sus clientes de Egipto, Nuremberg y otros lugares. Ya hemos mencionado anteriormente el caso característico del trigo y el centeno de Polonia vendidos un año después de haber sido cosechados, y consumidos de seis a doce meses más tarde, y aún más si se envían por el Mediterráneo. 88 Más aún: las mercancías se han de esperar unas a otras al término de largos recorridos previos. En Aquila, en los Abruzos, el activo comercio del azafrán atrae todos los años gran concurso de mercaderes. Pero el azafrán no acude a esta cita como mercancía única: debe ir empaquetado en sacos de lino (ocho sacos por carga), y estos sacos han de ir a su vez envueltos, de cuatro en cuatro en cubiertas de cuero. Además, los pagos se hacen en barras de cobre que utiliza la Casa de la Moneda de Aquila, que acuña monedas pequeñas, cavali y cavaluzzi. De modo que el azafrán dependía (y viceversa) de la llegada de las telas de lino y de las placas de cobre que venían de Alemania, y de las balas de cuero provenientes de Hungría. 89 Ambas procesiones habían de encontrarse. De idéntico modo las especias, pimienta, drogas, sedas y algodón del Levante acudían a la cita concertada con las monedas de plata y los tejidos de lana de Occidente. Respecto a la ruta que va de Ragusa a Venecia y de Venecia a Amberes y Londres se conservan datos discontinuos acerca de los cambios de mercancías, negocio del que viven los Góndola, familia de mercaderes ragusinos instalados en la propia Ragusa y con filiales en Ancona y Venecia (y según parece, se instalaron más tarde en Mesina) y en la misma Londres, que era el centro de operaciones. Se encargaban del trueque de pasas, uve passe, o curanti, como se las llamaba en un italiano contaminado por el inglés, importadas del Levante, y rosarios (paternosters), estos últimos de difícil comercialización, a cambio de caríseas manufacturadas en el campo inglés. El transporte se hace por tierra y por mar, vía Ancona o Venecia, pero las transacciones son tan lentas en llegar a término que en 1545 se hace preciso, para salir del punto muerto en los pagos, que la casa recurra por intermedio de los buenos oficios de los Salviati 90 a los cambios de Lyon. Esta lentitud en los circuitos es un mal general. Mercancías, dinero contante y letras de cambio viajan en todas direcciones, se cruzan, se pasan o se esperan unas a otras. Cada centro comercia 88 89 90
Ver supra, pp. 258-60. K. O. MüLLER, op. ctt., p. 49. A. de Ragusa, Diversa di Cancellaria 131, ff. 1 a 6.
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vive de esta compleja y siempre cambiante circulación de mercancías, de numerario y de letras de cambio, o para decirlo de forma más exacta, de sus compensaciones mutuas. Estas lentísimas circulaciones hacen que estén demasiado tiempo en camino mercancías, monedas y letras de cambio. Es natural que todo mercader desease recuperar su capital lo antes posible, puesta decisiva en un juego que recomienza constantemente. No hay duda de que el colapso de las bancas privadas, en el siglo XVI, es consecuencia de su costumbre de lanzar desconsideradamente el dinero depositado por sus clientes en circuitos comerciales excesivamente lentos. Si sobrevenía un pánico o una emergencia no había la posibilidad de reembolsar en el plazo de unos cuantos días, puesto que el dinero estaba en el camino, prisionero de las lentitudes mortales del espacio. Que el tiempo es oro lo sabe muy bien todo mercader con «los dedos manchados de tinta» a fuerza de escribir cartas y cartas. La expresión estaba ya en el aire: en marzo de 1590, Baltasar Suárez, español establecido en Florencia, expresa su exasperación por el retraso de un galeón que le va a salir muy caro «por el tiempo que pierde la mercancía». 91 La prudencia aconsejaba dividir las partidas (sea en dinero o en mercancías) entre varios circuitos con itinerarios diferentes, o entre varios navios que hacen la misma ruta, y, lo más importante de todo, escoger el circuito más breve, es decir, el que restituirá más rápidamente nuestro dinero y beneficios. A comienzos del siglo XVII los mercaderes prefieren las rutas terrestres venecianas antes que la cómoda ruta del Po. «Sí —dice un veneciano—, 92 la ruta acuática es siempre más cómoda y conveniente que la peligrosa ruta terrestre, incómoda y dispendiosa.» Pero sucede que a lo largo del río hay demasiadas jurisdicciones privadas, y que en ellas han de detenerse los barcos para sufrir exámenes y extorsiones, operaciones que requieren tiempo, y es este último factor el que hace desequilibrar la balanza en perjuicio del mercader. Nadie se podía permitir el lujo de perder tiempo. Si un determinado mercader veneciano del siglo XV prefiere traficar con. algodón de Siria, 93 ello obedece a que es un negocio que se puede concluir en un plazo máximo de seis o siete meses, tiempo francamente más corto que el requerido por los largos viajes en dirección ü.
' B. Suárez a Simón Ruiz, Florencia, 30 marzo 1590, Archivo Ruiz, Archivo "'stórico Provincial, Valladolid. 2 Arringhe varié, Museo Correr, 1999 (sin fecha). 93
F. C. LAÑE, op. cit., pp. 101-13.
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a Inglaterra o Flandes. Sólo los más grandes capitalistas de su ép 0 ca, los más hábiles y afortunados —los genoveses—, han sido capa. ees de organizar con Sevilla como centro 94 los pagos a través del Atlántico. Era una operación de inmensa envergadura. Pero para el establecimiento de relaciones comerciales regulares entre Lisboa v el océano Indico —empresa todavía más extraordinaria— ha sido preciso que el Estado portugués intervenga con todo su crédito y que el rey se haga comerciante de pimienta; aun así, se acabará descubriendo que la tarea está por encima de los medios. Es inevitable que cuanto mayor sea la distancia que han de recorrer los productos comerciables, tanto mayor habrá de ser la cantidad de dinero que se deba invertir y tanto mayor tiempo permanecerá ese numerario prisionero de la ruta. El comercio por vía marítima, de Sevilla a América o de Lisboa a Asia, nunca habría sido posible sin las previas concentraciones de capital llevadas a cabo en la Alta Alemania y en la Italia del siglo XV. 95 Cubrir estas distancias comerciales implica siempre una proeza. Proezas de resistencia de quienes emprenden estos viajes: en julio de 1602, un gran navio de los llamados de Indias toca la orilla a pocas millas de Lisboa, con más de dos millones en oro a bordo, pero sólo quedan treinta hombres vivos del total de su tripulación. Los corsarios ingleses se apoderan sin esfuerzos de esta nave extenuada ante las mismas narices de las galeras de defensa. 96 En septiembre de 1614 ocurre un caso similar (aunque esta vez sin acabar mal): un navio llega a Lisboa de las Indias con un millón y 16 supervivientes a bordo, de 300 hombres que eran al embarcar. 97 Un caso extremo, esta vez en el Pacífico: en mayo de 1657 llega a Acapulco un galeón de Manila sin una sola persona a bordo, 98 pero -
94
Ver supra, p. 300, n. 274.
, ,
9S
HERMÁN VAN DER WEE, op. cit., II, pp. 319 ss.
96
Museo Correr, Cicogna, 1933, ff. 162 y 162 v., 30 julio 1602. A. d. S. Venecia, Dispacci Spagna, F. Morosini al dux, Madrid, 22 septiembre 1614. 98 Diario de Gregorio Martín de Guijo, 1648-1664, publ. por M. R. DE TERREROS. 1953, 2 vol., t. II, p. 76. En lo que concierne a los largos viajes a las Indias Orientales, FRANCOIS PYRARD escribe a comienzos del siglo xvii: «... llegaron a Goa cuatro grandes carracas... eran cinco al partir de Lisboa, pero no sabían qué había ocurrid0 con la quinta... En cada carraca iban embarcadas hasta mil personas, y cuando Ue" garon a Goa, apenas quedaban 300 en cada una, y la mitad de ellas estaban enfermas», Voyage de Francpis Pyrard de Laval, contenant sa narigation aux Indes orientales1619, II, p. 385 (sic por 285), citado de otra edición y en términos ligeramente diferentes, por STEFAN STASIAK, Les Indis portugaises a la fin du xvi' siiele d'aprh » Kelation du royagefait a Goa en 1546 par Christophe Pawlowski, gentilhomme polo"*"1' Lwow 1926, p. 33, n. 122. Ver también Os Lusiadas, V, 81-2. 97
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todas las riquezas de su carga están completas y el barco fantasma llega por sí mismo al puerto. También se requerían grandes proezas económicas, como luego veremos. Había que movilizar inmensos recursos, como nos revelan las enormes fluctuaciones que regularmente se dan en los centros comerciales. Así veremos que Venecia, en marzo de 1464 " se queda completamente sin numerario al enviar todo el disponible en las galeras que se hacen a la vela hacia Siria. Sus existencias de dinero, todos sus arzenti, están desde ese momento sobre las olas, sonó navegati per questi navi di Siria; la ciudad queda exangüe, repentinamente paralizada. El mismo espectáculo ofrece Sevilla cien años más tarde, aunque en aquel momento la ciudad estaba en la cumbre de su prosperidad. Aún no había partido la flota de Indias (no franqueará la barra de Sanlúcar sino entre el 24 y el 29 de marzo de 1563) 10° y ya le escribe a Simón Ruiz lo que sigue su corresponsal de Sevilla el 15 de febrero: 101 «hace días que nadie ha conseguido en esta plaza el préstamo de un solo real ni aun pagando el precio que sea». Todo el dinero disponible se había gastado en las compras de último momento de mercancías que se querían mandar al extranjero, y habrá que esperar la vuelta de las flotas para que haya de nuevo abundancia, largezza, de dinero contante. El año anterior, 1562, como la flota tardase, los mercaderes, ya endeudados, hubieron de pedir nuevos préstamos a no importa que precio: «desde hace un mes —hace notar una carta oficial— 102 la gente está pidiendo a préstamo con interés, con más del 4,5 por ciento de pérdida, redundando la cosa en beneficio de los extranjeros». Y, precisamente, se acerca la hora en que vencen los pagos en la feria de Medina del Campo: ¡Si Su Majestad quisiera graciosamente prorrogar la fecha de vencida y salvar a los mercaderes! Las ferias: retícula complementaria de la vida económica Los centros comerciales son los motores decisivos de la vida económica: quebrantan la hostilidad del espacio, lanzan las grandes corrientes de tráfico, las cuales, moviéndose todo lo aprisa que " A. d. S. Mantua, A° Gonzaga, Serie E, Venezia 1431, Giovanni de Strigi al a r q u e s de Mantua, Venecia 17 marzo 1464. 100 HuGUETTE y PlERRE CHAUNU, Séville et l'Atlantique, III, p. 36. ,0, Gerónimo de Valladolid a Simón Ruiz, Sevilla, 15 febrero 1563, A. P. Va"adolid. 102 Simancas, Consejo y Junta de Hacienda, 46, prior y cónsules de Sevilla a s -M., Sevilla, 2 julio 1562.
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permite la época, triunfan a cualquier precio sobre las distancias. A éstas vienen a unirse otras actividades, siendo las más importantes las de las ferias, a las que conviene considerar como cuasi-ciudades centros comerciales temporales, diferentes unas de otras como lo pueden ser entre sí las ciudades, unas menores, otras medianas y algunas excepcionales, evolucionando estas últimas de ser ferias de mercancías a serlo de cambio. , 0 3 Pero nada tiene carácter definitivo en este terreno. Las ferias de Champaña se extinguen en el siglo XIV, para resucitar en Chalon-sur Saóne, en Genova, y, más tarde, en Lyon. En la Italia del Norte y en los Países Bajos, comarcas en las que existía una intensa actividad urbana, las ferias, todavía esplendorosas en el siglo XVI, comienzan a declinar. Y allí donde subsisten, como en Venecia, son, en el mejor de los casos, simple fachada. Cuando se celebra la Ascensión en la plaza de San Marcos la espectacular feria denominada precisamente de la Sensa 104 (por el nombre de la fiesta religiosa), ocasión de grandes festejos y de los célebres desposorios del dux con el mar. Pero ése ya no era el corazón de Venecia: latía ahora en la plaza y puente de Rialto. En este constante diálogo entre las ciudades (o, si se prefiere, centros comerciales) y las ferias, serán aquéllas las que al operar sin interrupción (en Florencia se cotizaban los cambios todos los sábados) se acabarán imponiendo a éstas, que no pasan de ser, a fin de cuentas, sino reuniones excepcionales... O mejor dicho, deberían hacerlo, pero nada evoluciona en sentido único. Siempre son posibles las sorpresas y los colapsos. En la Italia del Norte el establecimiento en Plasencia, en 1579, de las ferias (de cambios) de Besancon, es, desde el punto de vista de la historia del capitalismo, el acontecimiento más importante del siglo. En Plasencia queda emplazado, y por muchos años, el exigente corazón de la economía mediterránea y del Occidente entero. Volveremos luego sobre este importante acontecimiento. De hecho, no es la ciudad de Genova, sino las cuatro discretas reuniones anuales de un centenar de hombres de negocios en Piacenza, las que dictan el ritmo de la vida material de Occidente. 103 Lo mismo había ocurrido antaño en las ferias de Champaña, y después en muchas otras, cfr. ROBERT HENRI BAUTIER, «Les foires de Champagne», en Recueils de la Société Jean Bodin, V, La foire, 1953, pp. 97-145. 104 Esta feria de la Sensa de que habla M. SAÑUDO, op. cit., I. columna 959 (mayo 1498), y que citan las correspondencias mantuanas, hacía venir a la ciudad buen número de mercaderes extranjeros. A. d. S. Mantua, Venezia 1431, de Strigi al marqués, Venecia, 10 mayo 1461. Quizá la han subestimado los historiadores de Venecia.
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Un veneciano nos dice —y exagera apenas— 105 que lo único que allí cambiaba de manos eran los papeles, pero nunca una sola moneda. Y sin embargo, todo —idas y venidas, sangre arterial y sangre venosa— culmina en este polo decisivo, que distribuye operaciones de banca y descuentos, deudas y créditos, saldos de cuentas y utilidades, oro y plata y transacciones simétricas y asimétricas, sin todo lo cual los cambios perderían sentido y vigor. Pero las ferias locales representan también su papel, aunque sea a un nivel más modesto; un papel de la misma especie que el de las más ilustres ferias comerciales, Lyon, Medina del Campo, Francfort del Maine, y más tarde, Leipzig. Investigaciones recientes nos han ido proporcionando más detalles sobre la historia de esas innumerables ferias regionales: ferias de Lanciano, 106 de Salerno, 107 de Aversa, de Lucera, de Reggio de Calabria en el Reino de Ñapóles; ferias de Recanati y de Sinigaglia en los Estados Pontificios, las ferias conectadas entre sí de Lombardía, 108 sin contar las que Venecia autoriza en Bérgamo o en Brescia, o las de Bolzano, en el Tirol, que tan prósperas llegaron a ser en el siglo XVII, ,09 o, en Siria, la feria marítima de Djeblé y, tierra adentro, a 100 kilómetros al sur de Damasco, la feria caravanera de Mzerib (El Muzeirib). n 0 Y estaban además las ferias minúsculas, poco más que mercados semanales y que siembran de puntos explosivos todo el espacio de Occidente y el de los Balcanes. 1 U Sólo en Castilla la Nueva, podemos contar entre los años 1575-1580 22 de ellas 112 en plena actividad, y las hay a docenas en Portugal. 113 Todas, hasta las más humildes, eran como ciudades construidas a toda prisa allí donde poco antes sólo había —como en Medina del Campo— una 105 Museo Correr, Dona delle Rose, 181 f. 62, informe del zorna/ier del giro di banco (de Rialto) Giovan Battista Pereti (?), julio 1604: «et ilpiit delle volte non fie un quatrino de contati». 106 CORRADO MARCIANI, Lettres de change aux foires de Lanciano, 1962. 107 ARMANDO SAPORI, Studidistoria económica medievale, 1946, pp. 443 ss. sobre «La fiera di Salerno del 1478». 108 GIUSEPPE MIRA, «L'organizzazione fieristica nel quadro dell'economia della Bassa Lombarda alia fine del Medio Evo e nell'etá moderna», en Archivio storko lombardo, 1958. 109 GIULIO MANDICH, «Istituzione delle fiere veronesi (1631-1635) e riorganizzazione delle fiere bolzanine», en Cultura Atesina, 1947. 1,0 ROBERT BRUNSCHVIG, «Coup d'oeil sur l'historie des foires a travers l'Islam», en Recueils de la Sociétéjean Bodin, V, La foiré, 1953, pp. 58-9. 111 J. CVIJIC, op. cit., pp. 196-7, y MEHLAN, «Die grossen Balkanmessen in der Türkenzeit», en Vierteljabrschrift fúr Sozialgeschichtel 1938. 112 Verinfra, p. 507, n. 122. 1 J ' VIRGINIA RAU, Subsidios para o estudo das feiras medievais portuguesas, 1943.
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calle —la Rúa— y una amplia plaza; o bien un vasto terraplén a las afueras de la ciudad, como en Lanciano. ' 1 4 Quince días de actividad febril, quizá tres semanas; un mes a lo sumo: eso es lo que supone la celebración de la feria. En Daroca, en Aragón, la feria principal comienzo del día del Corpus: con tal ocasión los hermanos de la Trinidad sacan fuera de su iglesia hostias milagrosas antaño transformadas en carne y sangre (e cib si vede cbiarissimamente, dicen con convicción unos jóvenes viajeros venecianos, en mayo de 1581). Esta feria, que dura ocho días, reúne una multitud de tratantes de muías, vendedores de animales de labor, de silla o de tiro, estos últimos capaces de arrastrar esos vehículos que en España son siempre de dos ruedas solamente u s (notemos, de paso, este detalle). Pasada la feria, todo vuelve a la normalidad. La decoración de este espectáculo se desmonta y se lleva a otro sitio (algo así como la de los pueblos que Potemkin enseñaba a su emperatriz). Mercaderes, mercancías y bestias de carga pasan de una ciudad a la ciudad vecina. Una feria termina y otra comienza. Los siete u ocho mercaderes flamencos que se marchan de Lanciano en septiembre de 1567, en la feria «de agosto», pueden llegar a tiempo —tal como desean— a la segunda feria de Sorrento, que comienza el 21 de ese mismo mes. " 6 En abril de 1567 " 7 un cierto Speranza della Marca, a quien menciona un documento napolitano, «acompañado de sus agentes», in giro per il Regno, visita sin duda todas las ferias, vendiendo artículos de mercería, paños de seda, zagarelle, 118 hilos de plata y de oro, peines, gorros... Quizá hace felices a sus clientes vendiéndoles esos sombreros españoles que una moda imitadora ha introducido en Ñapóles. Estas ferias eran siempre lugar de cita de importantes mercaderes muy familiarizados con las letras de cambio y el mecanismo de los créditos (en Lanciano se han encontrado montones de paquetes de letras de cambio) " 9 y que importan especias, drogas y tejidos. Pero, incluso en Lyon (marzo de 1578), 120 y a decir de los posaderos, «por cada mercader que viene a las ferias a caballo y que puede permitirse gastar dinero y tomar un buen alojamiento, hay diez que 1.4
CORRADO MARCIANI, op. cit.,
1.5
Viaje de Francesco Contarini, mayo 1581, P. R. O., 30, 25, 157, f. 6 6 *' A. d. S. Ñapóles, SommariaPartium 566, ff. 216 v. y 217,2 septiembre 15&'A. d. S. Ñapóles, Sommaria Partium, 528, f. 204. Una especie de pequeñas cintas.
116 117 118
p. 4.
1,9
CORRADO MARCIANI, op. cit.,
120
R. GASCÓN, op. cit., p. 284, A. Communales Lyon, BB 101, (• 58-
pp.
1 y
9-10.
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llegan a pie y que se contentan con encontrar acomodo en la más humilde de las posadas». Las ferias atraen también a los vendedores ambulantes más modestos, representantes genuinos de un mundo campesino que pone a la venta sus productos: animales, tocino, barriles de carne salada, cueros, pieles, quesos, toneles nuevos, almendras, higos secos, manzanas, vinos corrientes, y crudos tan famosos como el mangiaguerra, barriles de anchoas o de sardinas, seda cruda... Lo importante de estas ferias que tienen lugar en el sólido reino de Ñapóles, y cuyo lado pintoresco es el que acabamos de atisbar, es que ponen en contacto las grandes rutas comerciales con los caminos campesinos y senderos de muías, «capilares» que bajan de la montaña a espaldas de Lanciano «siguiendo las depresiones excavadas por las aguas corrientes». Evidentemente esto da un importante impulso a los cambios y la circulación y también a todo un cortejo de transacciones tanto en dinero como en especies, un vasto movimiento que se beneficia de las exenciones de peajes, pues uno de los obstáculos opuestos por el espacio es ese complejo de puestos aduaneros, derechos de puertas de las ciudades y portazgos. 121 El cuadro es idéntico, donde quiera que miremos. Tendilla, 122 una ciudad de Castilla la Nueva, en la provincia de Guadalajara, era, hacia 1580, un lugar muy poco conocido. ¿Qué geógrafo la podía situar, de memoria, al pie de la sierra de la Calderina y a orillas del Guadiana, el cual después de pasar por delante de ella sigue su camino hacia Ciudad Real, Badajoz y, finalmente, Portugal? Con sus setecientas casas, es en esta época una vasta villa señorial de unos 3 000 habitantes. Y una de sus dos ferias, la de San Mateo, que tiene lugar precisamente al final del invierno, es durante todo un mes el escenario de una enorme actividad. Era una feria que ícontecía en el momento justo: los artesanos habían trabajado durante todo el invierno tejiendo sus paños y ésta era la primera feria del año, «feria de coyuntura que todo el imbierno [sic] se han labrado los paños, y ser la primera del año». Llegan a ella mercaderes de todas las ciudades vecinas, e incluso «mercaderes gruesos» de Madrid, de Toledo, de Segovia, de Cuenca, además de mercaderes vizcaínos de telas e hilos, y portugueses, «más numerosos aquí que en ninguna otra feria de Castilla». Este concurso de gentes y la abundancia de 121
JACOB VAN KLAVEREN, op. cit., p. 198, y REGLA, en Historia Social de Espa-
ña, de J. VICENS VIVES, III, p. 351. 122 NOEL SALOMÓN, La campagne en Nouvelle Castille a la fin du xvi' siecle, d'apres les «Relaciones Topográficas», 1964, pp. 119-20.
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puestos evocan la Alcaicería 123 de Granada. ¡Cuántas mercancías!: telas de toda especie y de todos los lugares, sedas, especias, drogas palo del Brasil, marfil, piezas de orfebrería y, junto a ellas, mercancías más cotidianas. Por su parte, el conde de Tendilla percibe cada año 1 200 000 maravedises en concepto de alcabala, muy ligera por cierto: sólo el 3 %• Esto nos da un volumen de transacciones de unos 40 millones (40 cuentos) de maravedises, es decir, más de 100 000 ducados. Con semejantes resultados, las ferias rompían las economías locales, de ordinario replegadas en sí mismas, y hacían posible el establecimiento —o al menos, la formación— de los «mercados nacionales». Las zonas económicas de escaso radio El Mediterráneo es, en efecto, un conglomerado de zonas económicas semicerradas, mundos pequeños o grandes organizados para sí mismos, con sus innumerables unidades locales de medidas, sus costumbres y sus dialectos. Su número es impresionante. ¿No están Cerdeña y Córcega, en general, al margen de la gran calzada de relaciones? En Cerdeña 124 nunca se le ha pedido al campesino que produzca más, que se arriesgue en nuevos cultivos o rompa con los viejos moldes de producción; sigue practicando las chamiceras (narboni) y no conoce el cultivo de barbechos. Algunas regiones de la isla, como Orosea y Posada, en la costa oriental, y Gallura, al norte, todavía ignoran, a la altura de 1860, los vehículos de ruedas, y el comercio «siempre se hace a lomos de caballos». , 2 5 Esta isla, más pastoral que agrícola, ignoraba la moneda en el siglo XVI. Los padres jesuítas, instalados en Cagliari desde 1557, se veían colmados de regalos en especie: aves de corral, pan, cabritos, algún que otro capón o cochinillo, pichones, carneros, vinos de calidad, terneras. «Pero —se puede leer en una de sus cartas— 126 las limosnas que recibimos en dinero nunca llegan a los diez escudos.» En Córcega, cada pieve es por sí mismo una isla y sus relaciones con el valle que se extiende entre los montes son muy poco frecuentes. Más allá del Ajaccio, los habitantes de Cruzzini, de 123
JULIO CARO BAROJA, LOS moriscos del Reino de Granada, 1957, p. 95, n. 189.
descripción de la Alcaicería, con sus sedas y sus tejidos, según Bermúdez de Pedrac> 124
125
M. LE LANNOU, op. cit., p. 56.
M. LE LANNOU, op. cit., p. 13, según ALBERTO DELLA MARMORA, Voya&f Sardaigne ou description physique et politiqut de cette"tle,2. a ed., 3 vol. París y Tuno, 1839-1860. 126 MIGUEL BATTLORI, «Ensenyament i finances a la Sardanya cincentista», efl Hispanic Studies in Honour of I. González Llubera, Oxford, 1959, separata, pp- *"'•
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Bocognano y de Bastelica son extraños los unos para los otros; 127 cada grupo se ve obligado a producir para cubrir todas sus necesidades alimenticias (tal vez esto explique por qué cocinan con manteca de cerdo mezclada con aceite de oliva) y de vestuario. Visten con telas bastas fabricadas en las propias casas de los campesinos. La isla protestaba cuando los mercaderes genoveses trataban de vender estas telas en sus almacenes. Y se quejaban también de que la Dominante (cuya culpa no se ve muy clara) no favoreciese el comercio interior «di luogo a luogo». 128 No cabe duda de que la geografía, el terreno, la dificultad de los caminos de montaña, son los principales responsables de estos obstáculos permanentes. La isla permanece casi enteramente fuera de la órbita de la economía monetaria: los impuestos se pueden pagar en trigo, en castañas, en capullos de gusano de seda, en aceite o en legumbres secas; el maestro que enseña a leer y escribir recibe ordinariamente como paga dos bacini de trigo al año (entre 20 y 40 litros). En tales condiciones, un historiador corso del siglo XVI dice, a propósito de la carestía de 1582: «a pesar de semejante escasez, el trigo no pasó de cuatro scudi la mera, pues la isla era pobre en dinero; si éste hubiera abundado, el precio habría subido a más de ocho scudi...». 129 Sicilia, pese a sus riquezas, no goza de mejor situación que Córcega, en su zona interior. Paga contribuciones para la construcción de puentes; pero el Gobierno se gasta el dinero en otras atenciones, y a ello se debe que el interior de la isla no haya contado con rutas importantes hasta el siglo xvtll. Todavía en 1726 se concedían privilegios a todos los mercaderes que abrieran almacenes tierra adentro. 1 3 0 No nos asombremos de que, en el siglo XVI, las telas de consumo popular se fabricaran, como en Córcega, en los hogares campesinos. 131 La región de Jaca, en el Alto Aragón, llevaba también una vida económica confinada. El ideal y la necesidad allí era producirlo todo: el trigo (en las zonas de riego o en los montes), la vid (aunque las condiciones del suelo y, sobre todo, la altitud, no sean las más adecuadas), el olivo, a pesar de las terribles heladas y los granizos- de la montaña; las indispensables legumbres, cuya calidad y 127
J. ALBITRECCIA, en P. LECA, Guide..., p. 16. A. MARCELLI, lntorno al cosidetto..., pp. 415-6; dic. 1573. A. P. FILIPPINI, Istoria di Corsica, 1.a ed., Turnon, 1594, I v. 2. a ed., Pisa, 1827-1831, 5 vol., Libro XII, vol. 5, p. 382, citado por F. BoRLANDi, op. cit., P- 70, n. 9. 130 HANS HOCHHOLZER, «Kulturgeographie Siziliens», en Geogr. Zeitscbrift, '935, p. 290. 128
129
131
E. ALBÉRI, op. cit.,
II, V, p. 477,
1574.
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sabor elogiará dos siglos más tarde el economista Ignacio de Asso Para el vestido no faltaban las telas campesinas, los cordélales aragoneses, cuya reputación tampoco era mala. Todavía en el siglo XVin en algunos distritos de la montaña se trocaba trigo por aceite. En el partido de Huesca se cocinaba con aceite y con mantequilla de oveja. 132 La misma Castilla, tal como nos la describen las Relaciones topográficas 133 —estos preciosos estudios hechos en los años de 1575 y 1577 por orden de Felipe II—, nos ofrece gran profusión de ejemplos de estas economías de radio limitado: para las poblaciones vivir era comer lo que producían recurriendo lo menos posible al aceite, vino o trigo de la población vecina... Losestudios sobre las estructuras agrarias de Castilla la Vieja dejan entrever en el siglo XVI una pluralidad de cultivos, y cada vez que el suelo o lo abrigado del lugar lo permiten, el olivo hace acto de presencia, a despecho de los rigores del clima: 134 la autarquía es el ideal y el dinero hace sólo breves apariciones desvaneciéndose a continuación tan rápidamente como había surgido. Cuanto más cerradas en sí mismas eran estas economías arcaicas, tanto más altamente eran estimados el oro y la plata en sus raras apariciones. La vida en Cerdeña, anota un veneciano en 1558, es cuatro o cinco veces menos cara que en Italia, 135 evidentemente para quien cuenta con una bolsa bien provista. Del mismo modo, cuando una circunstancia imprevista obliga a una nave veneciana a hacer escala, el día de la Ascensión de 1609, en Fasana, pequeño puerto vecino a Pola, en la costa de Istria, viajeros y marineros bajan a tierra y encuentran provisiones en abundancia: la ternera a tres soldi la libra, un cabrito por 40 soldi, el aceite a tres soldi, el pan y el vino a precios muy bajos, insomma —dice un viajero— buonissimo vivere. 136 Los países mediterráneos (lo mismo que los de Europa) es132
IGNACIO DE Asso, op. cit., pp. 53-8. " Sobre esto, v. el libro general de J. ORTEGA RUBIO, Relaciones topográficas de España, 1918, y, sobre todo, las publicaciones relativas a la provincia de Guadalajara 1
(J. C. GARCÍA y V. VILLAMIL, 1903-1915), y a la diócesis de Cuenca (P. J. ZARCOS CUEVA, 1927). Véanse también los importantes estudios de CARMELO VIÑAS YMEY
y RAMÓN PAZ, Relaciones de los pueblos de España ordenadas por Felipe II, I, Madrid, 1950; II, Toledo, 1951; III, Toledo, 1963. De importancia general es el libro ya citado de NOEL SALOMÓN, cf. supra, p. 507, n, 122. 134 JESÚS GARCÍA FERNANDEZ, Aspectos del paisaje agrario de Castilla la Vu]a< 1963, pp. 4 ss. 135
136
E. ALBÉRI, op. cit., I, III, p. 267.
TOMMASOALBERTI, ViaggioaCostantinopoli, 1609-1621, Bolonia, 1889,P- 6 -
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tan punteados de estas regiones baratas, que, en cada caso, constituyen universos al margen de la vida económica general. En la Europa Occidental estas regiones de precios bajos son de reducidas dimensiones. En el este pueden ser muy grandes, como ocurre con algunas áreas de los Balcanes que viven en su mayor parte de lo que ellas mismas producen, de sus cosechas, de sus salazones, de su carne seca. 137 Refiriéndose al Belgrado del verano de 1555, escribe Busbec: 13s «... Todo en este país es muy barato; el pescado que nos sirvieron habría bastado para dar de comer a cuarenta personas y no pagué por él más que la mitad de un talento...» Este pequeño ejemplo nos demuestra el interés que tenía para los ragusinos, los venecianos y otros extranjeros abastecerse en el enorme mercado de los Balcanes, y la furia que de ellos se apoderaba cuando alguien les importunaba en este tráfico. En enero de 1582, un veneciano, Fabio Canal, se queja enérgicamente ante el Consejo de los Diez de la fuerte alza del precio de los caballos en la región situada detrás de Spalato. La causa de este nuevo y deplorable estado de cosas eran las compras en masa de los franceses (con motivo de las guerras civiles). 139 La multiplicidad de estas regiones, pequeñas unas y vastas otras, pero todas situadas al margen de la economía o mal encajadas en ella, no eran un privilegio ni una característica del Mediterráneo. En Alemania, en Francia, a orillas del Báltico, en Reval, en Estonia y en Finlandia, la realidad es la misma, a veces incluso más acusada. Un veneciano que se dirige a Polonia e'n diciembre de 1590 hace en Viena provisión de cuanto necesita, incluidas las velas 140 y tiene sus buenas razones para obrar así. ,41 En Francia los viajeros nos suministran ejemplos muy significativos. No existe provincia más retrasada e incómoda que Bretaña: en febrero de 1532, Francisco I proyecta ir allí (e irá) «contra la opinión de toda la Corte, 137
Acerca de los países búlgaros, v. I. SAKAZOV, op. cit., p. 212. Op. cit., I, p. 201. Casi un siglo más tarde Tavernier nota, en Belgrado, la misma abundancia: dos escudos diarios por 14 personas (y aunque había subido el coste de la vida, el pan, el vino, la carne, todo es excelente «y no cuesta casi nada en esta ciudad»), Histoire genérale des Voyages de John Green, traducción y continuación del 138
ABATE PRÉVOST, X , p . 1 18. 139
Fabio Canal al Consejo de Jos Diez, Spalato, 21 de enero de 1582, A. d. S. Venecia, Lettere ai Capi del Consiglio dei Dieci, Spalato, Busta 281, f. 67. 140 Ver supra, c. III, p. 259, n. 116. 141 L.ÉOPOLD CHATENAY, Vie de Jacques Esprinchard Rochelais el Journal de ses voyages au xvi' siecle, 1957, p. 148: los viajeros deben procurarse por sí mismos en las «hostelleries de Poulogne la cama en la que han de dormir... e incluso la carne, las bebidas y la luz».
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que teme a este viaje tanto como al propio Infierno». 142 En Inglaterra, 143 el espectáculo es el mismo: todavía en tiempos de Cromwell bastaba apartarse de los «main highivays», de las grandes calzadas, para encontrar una Inglaterra arcaica, forestal o cubierta de maleza, en la que seguía vagabundeando el hombre. ¿Y qué decir de Escocia o de Irlanda 5 144 N o es al Mediterráneo a quien hay qu e culpar de ello, sino más bien al siglo XVI, a su insuficiente economía monetaria, a la impotencia de sus hombres para coordinarlo todo. Y más que al siglo XVI, a un ancien régime de la economía que ni comienza ni acaba a la par de esa centuria. Sin embargo, las economías más cerradas tenían, en realidad, sus ventanas y sus puertas abiertas; dejaban escapar hacia las regiones vecinas pequeñas corrientes que, unidas unas a otras, permitían y animaban la vida general del conjunto. Desconfiemos, pues —siguiendo el consejo de Marc Bloch—, de afirmaciones o de comprobaciones demasiado rápidas, en lo tocante a las economías cerradas. También los pievi corsos, por ejemplo, efectuaban intercambios con el exterior por medio de los pastores, y según las circunstancias, trocaban puercos y castañas por aceite, telas o dinero... Hablando de islas, y con otros motivos, hemos demostrado que la ceñuda Cerdeña no estaba herméticamente cerrada al mundo mediterráneo. 145 Huelga decir que aún menos lo estaba Sicilia, granero de trigo, o Castilla, mercado internacional de la lana. Sí es útil subrayar que tampoco lo estaban otras regiones, por muy lejanas y perdidas, por perfectamente encerradas dentro de sí mismas que nos parezcan, como la comarca de Huesca y todo el Alto Aragón. N o podemos olvidar que por el partido de Huesca pasaba la gran vía de Canfranc, que desde la Edad Media había sido la ruta de los vinos de Guyena y de las telas inglesas, 146 ruta que los mercaderes alemanes frecuentaban todavía en los siglos XV y XVI, camino de Zaragoza para el comercio del azafrán. La pera del deanato y la manzana de Api, que los bearneses llaman «la manzana de Dios», llegaron a las huertas de Jaca a través de los Piri142 G. Antonio Vemer al dux, Ruán, 22 febrero 1532, B. N. París, I tal., 1714. f. 189, copia; véase también M. SAÑUDO, op. cit., LVI, col. 244-5, 15 abril 1532. 143 JOHN BUCHAN, Oliver Cromuell. Londres, 1934, p. 22. 144 P. BOISSONNADE, «Le mouvement commercial entre la France et les lies Britanniques au xvi' siécle», en Reme Historiqí/e, mayo-septiembre 1920. 145 V. supra, p. 198. 146 Col. de doc. in'ed. del Archivo Gruí, de la Corona de Aragón, t. XXXIX, p. 281.
IGNACIO DE Asso, op. cit..
p. 384.
A. SCHULTE, op. cit..
I, pp.
308
ss.
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147
neos, probablemente de Béarn, y e l trigo aragonés bajaba antaño por el Ebro hacia Tortosa y Cataluña, tendencia que aún conservaba en el siglo XVI; durante mucho tiempo, Jaca tuvo su moneda (las libras jaquesas); 148 los cordelates 149 se exportaban hasta más allá de Aragón y, por último —lo que no es menos importante—, Aragón se castellanizó en el siglo XVI y alguno de sus señores, contemporáneo de Felipe II, escribió en lengua castellana su diario. I5 ° Y así, por caminos que no conocemos enteramente, hasta el pobrísimo y desértico Aragón entreabría su ciudadela al aire de fuera. Por otra parte, era inevitable el diálogo entre regiones adelantadas y regiones subdesarrolladas. Entonces como ahora no había vida económica sin diferencias de nivel, o, valga la expresión, de voltaje. El mercader genovés de las ciudades corsas obedece a una ley económica que le constriñe —a él antes que a nadie— y que al mismo tiempo, y en el fondo, le excusa. Lo mismo le ocurre al veneciano en Alepo u Ormuz, al ragusino en Uskub, en Sofía, en Temesvar o en Novi Bazar, al mercader de Nuremberg en Bohemia o en Sajonia: todos se benefician de una mano de obra y un coste de la vida muy baratos. 15t Las ciudades no pueden pasarse sin estas regiones pobres situadas delante de sus puertas (y que ellas mantienen, deliberadamente o no, en la pobreza). Cada ciudad, por muy brillante que sea —y Florencia es brillante—, debe, para lo esencial, abastecerse dentro de un círculo de unos treinta kilómetros de radio, trazado teniéndola a ella como centro. I52 De ese círculo que la rodea sacará Florencia su madera, su aceite, sus legumbres, sus productos de granja, un fantástico número de toneles de diferentes vinos, caza y pájaros, que los campesinos venden en manojos a sus puertas. 153 Se produce, pues, el contacto entre dos economías, una viva, la otra lenta. Si Valladolid 154 está bien 147
IGNACIO DE ASSO, op. cit.,
148
Ibid.. p. 263. En el siglo xvi se fabricaban paños en la misma Jaca, 1. DE Asso, op. cit..
149
pp.
5 7 -8.
P. 208. 150
151
F. BELDA Y PÉREZ DE NUEROS, Felipe 11. op. cit..
pp. 30
ss.
LAS/.LO MAKKAI, «Die Entstehung des gesellschaftlichen Basis des Absolu''smus in der Lándern der ósterreischischen Habsburger», en Ét lides historiqí/es. Pub. p. la Comisión Nacional de Historiadores húngaros, 1960, tomo I, pp. 627-68. 152 GIUSEPPE PARENTI, Prime ricercbe sulla rivoliizioni dei prezzi in Firenze. '939, especialmente p. 76: la zona normal de abastecimiento de Florencia no exce de las 30 miglia, y a veces, menos, p. 94... 153 A. d. S. Florencia, Mise. Medicea, 51. 154 B. BENNASSAR, op. cit., y en especial 2. a parte, capítulo II, Les moyens de honomie (texto escrito a máquina).
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provista se lo debe a la rica Tierra de Campos que tiene ante sus puertas. Segovia hace venir el vino tinto y el vino blanco que nece sita de las comarcas vecinas de Medina del Campo, de Coca, de Cebreros, a su mercado de todos los jueves, donde los habitantes urbanos van a aprovisionarse. Y podríamos seguir citando casos v más casos... Si Venecia es una ciudad bien alimentada, lo debe a su red de vías fluviales que le permiten traer la comida de todos los días y los quesos de oveja desde regiones tan alejadas como Casalmaggiore, en Lombardía; 155 también lo debe al hecho de que las rutas marítimas son especialmente cómodas cuando se trata de transportar trigo, aceite, vino, pescado y ganado vivo, y —puesto que el invierno es frío— la leña necesaria; barcas cargadas hasta arriba de ésta venían de Istria y del golfo del Quarnero. ,56 El cuadrilátero: Genova, Milán, Venecia y Florencia Hemos mostrado el pro y el contra, los factores que estimulan y a la vez restringen la organización económica de un espacio donde la distancia es un obstáculo. En otras palabras: una división geográfica del trabajo. Y esta división también existe, perfectamente visible, en el Mediterráneo considerado como unidad total. Ese mundo de sesenta días de longitud es, hablando grosso modo, una Weltwirtschaft, una economía-mundo, un universo en sí, No impera un orden estricto y autoritario, pero se insinúan las líneas generales de un esquema coherente. Toda economía-mundo acepta un centro, una región decisiva que actúa como estímulo de las demás y establece, por sí misma, la unidad necesaria. Resulta actualmente claro que este centro mediterráneo es durante los siglos XV y XVI un pequeño cuadrilátero urbano constituido por Venecia, Milán, Genova y Florencia, con sus conflictos y su rivalidad entre ciudades, todo ello influido siempre por la importancia relativa alcanzada en determinado momento por cada una de ellas: se puede observar el centro de gravedad desplazándose de Venecia, donde permanece todavía a comienzos del siglo, a Genova, donde se establece brillantemente entre 1550 y 1575. En el siglo XV Venecia es, sin duda alguna, el centro vigoroso del mar Interior IS7 y también de esa doble o triple unidad surgí de la vinculación de ciertas zonas de Europa al Mediterráneo- ^ en * 155 Y así estaba haciendo desde 1444, A. d. S. Venecia, Notatorio di C o l W j 8, í. 1, 10 de julio de 1444: las barcas, barcbiele, «teniunt Venetias cum casto- <" de Casali Mal orí, Bessillo et alus locis Lombardie...». 156 Museo Correr, Dona delle Rose, 451. 157
ALBERTO TENENTI, Cristoforo da Canal, 1962, p. 176.
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t ro evidente, pero en modo alguno exclusivo. Venecia era secundada en sus actividades por la ciudad de Brujas, otro polo decisivo, del que hoy se discute si ha estado o no a la altura de la tarea que le correspondía, 158 situado al otro extremo de las rutas acuáticas que llevaban mercancías hacia el norte, hasta el Báltico, el mar del Norte, el hinterland de la Alemania del noroeste, y más importante aún, de cara a Inglaterra. Para poder ser soberana Venecia se apoya también en las poderosas ciudades vecinas, Milán, Genova y Florencia. Y si hiciese falta un documento para probar lo dicho bastaría con el célebre discurso del dux Mocenigo, en 1423: 159 Hacia Levante, donde se encuentran las más prósperas conexiones de la riqueza comercial de Venecia, despacha ésta los terciopelos de Genova, las telas de oro de Milán, los paños de lana de alta calidad de Florencia; vive del trabajo industrial de estas ciudades y del comercio que encauzan hacia ella. Esta colaboración múltiple no va adelante sin dificultades. Celos, rivalidades y guerras desgarran este estrecho espacio que es el centro del mundo. Y la historia ha estudiado paso a paso esas comedias, esos engaños y esas tragedias (no pocas). Hasta abril de 1454, , 6 0 hasta el crucial viaje de la paz de Lodi, la Italia aventurera, urbana y principesca ha vivido a su propio estilo esos conflictos económicos y sociales, y a la par, políticos que acostumbramos a agrupar bajo la engañosa etiqueta de guerra de los Cien Años; unos tiempos que la recesión general de todas las actividades ha convertido en sombríos, cuando no en salvajes. Ciudades contra ciudades, Estados contra Estados. Querer interpretar esos conflictos como una búsqueda de una unidad italiana entrevista pero inmediatamente esfumada ante los ojos de los políticos más clarividentes es acordar demasiados honores a una ingloriosa crónica. En todo caso la paz de Lodi ha tenido un mérito: ha marcado el retorno a una v ¡da más tranquila, y, en consecuencia, ha conducido a un incremento de la actividad comercial. Sus efectos durarán hasta la inoportuna llegada de Carlos VIII y sus tropas, en septiembre de 1494. Durante esta bonanza continuó ininterrumpidamente la hegemonía de los cuatro grandes. Y Venecia era soberana. A la Señoría
~8 J. A. VANHOUTTE, «Bruges et Anvers, marches natwnaux ou internationaux Xiy au xvi' siécle?», en Reme du Nord, 1952. 9 Uno de los textos clásicos de la historia veneciana, reproducido con freCu encia, por ejemplo en Bilanci Generali, 1912, vol. I, tomo I, pp. 577 ss.
du
'60
CORKADO BARBAGALLO, Storia Universale, III, 1935, p. 1107.
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le importan menos la política diplomática que el dinero, las letras de cambio, los tejidos, las telas y las cuestiones de navegación. Su estilo natural de comportarse es casi increíble. En mayo de 1472 161 el Consejo de los Diez se reúne diariamente en Venecia «con \a.zonta de los 35», para deliberar y discutir largamente como no lo había hecho gran tempo fa. El tema que se discute no es el de la guerra turca, reanudada en 1470, sino el de la necesidad de despreciar y finalmente prohibir la circulación de las monedas de plata, grossettt y grossoni. y en primer lugar las que no habían sido acuñadas en la Zecca de Venecia. Hay que poner término a la invasión de mala moneda: Venecia ya ha conocido y sufrido otras invasiones de la misma especie y ha aprendido a reaccionar frente a ellas de modo despiadado. Se sabe ya en esta época, mucho antes de Thomas Gresham, que la mala moneda ahuyentará la buena, che la cativa cazara via la bona, como escribe el agente de los Gonzaga, en junio de 1472. 162 «Aquí —añade este mismo informador— no hay nada nuevo, excepto que a nadie parecen importarle nada los turcos. N o se toma ninguna medida contra ellos.» Así, Venecia, que ha perdido Salónica en 1430, y que acaba de abandonar poco antes, en 1470, la isla triguera de Negroponto, permanece encerrada en sí misma, pues se siente segura de sí, de su riqueza y de su superioridad respecto al mundo exterior; la flota turca había copiado el modelo veneciano; sus plazas fuertes, provistas de artillería y regularmente mantenidas y avitualladas por el Arsenal, no conocen otras que se les puedan equiparar. Y sus negocios van viento en popa. A través de la totalidad del espacio mediterráneo, y, más allá, hasta Flandes, el sistema distributivo de las galere da mercato funciona en provecho de los patricios que alquilaban estas naves propiedad del Estado. La Señoría ha perdido, bien es cierto, algunas plazas esenciales: Salónica (1430), Constantinopla (1453), «en verdad ciudad nuestra», dice un texto del Senado; Negroponto (1470), y La Tana, en el mar de Azov (1475), lugar de donde partían galeras y naves con rumbo a Venecia, una de ellas —según dice un texto tardío—carga de schiave et salumi, cargada de esclavas y carne salada. 163 Cada uno 161 A. d. S, Mantua. A° Gonzaga. B. 1431, Johannes de Strigys al marqués, Venecia, 16 mayo 1472 y cartas siguientes. 162 Ibid.. el mismo al mismo, 6 junio 1472. ,6 -< A. S. V. Venecia, Brera 51, Cronaca Véneta, f. 105 v. 1 marzo 1448. VM* información sobre la decadencia de La Tana, 22 mayo 1453, A. d. S. Venecia, $eni}? Mar, 4, f. 181. Encomiarnos todavía un «cónsul Tañe», nombrado el 28 marzo l4(w>
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de estos golpes hace su mella, pero los flexibles sistemas de tráfico de la Señoría transfieren inmediatamente sus bases a otros puntos, como Creta o Chipre, de la que Venecia es señora indiscutida desde 1479. Aunque los resultados de cualquier comparación son siempre demasiado artificiales, podemos afirmar que la ocupación de Chipre, con la consiguiente expulsión de los genoveses, es, en su época, lo que será la ocupación, o el inicio de la ocupación, de la India por los ingleses a costa de los franceses, después de la batalla de Plassey (1757). Además, las naves y los mercaderes venecianos continúan presentes físicamente a finales de siglo, e incluso más tarde, tanto en Estambul como en el mar Negro. Y también están en Siria y Egipto, las dos puertas del comercio del Levante, la primera importante, la segunda crucial. En 1489 Alejandría le representa posiblemente a Venecia un beneficio de 3 millones de ducados. 164 En 1497, y junto a sus preciosas mercaderías, la Señoría envía a Siria y Egipto más de 360 000 ducados en efectivo. En el acto, el marco de plata (pues plata era ya el metal usado) aumenta su precio en más de 5 grossi el marco. 16S Venecia se queda así sin plata con el fin de que sus barcos traigan en el viaje de vuelta —y como siempre se hacía— pimienta, especias, drogas, algodón, lino y seda. Era un comercio regular, perfectamente establecido (¿quién podía sospechar la posibilidad del periplo de Vasco de Gama?) y, en cierto modo, políticamente garantizado: Siria y Egipto estaban unidas bajo el Estado de los Mamelucos, y sus tradiciones victoriosas databan de muy antiguo. ¿Cómo podía sospechar nadie las futuras victorias de los turcos contra los sultanes de El Cairo en 1516 y 1517? De modo que Venecia vive en la beatitud de los ricos. Protesta sonoramente contra el lujo excesivo de los vestidos femeninos, contra los despilfarros escandalosos de los festines, contra los trajes bordados de los hombres. Pero, ¿quién, en el fondo de su corazón, no admira, como Sañudo, esas dotes suntuosas que se estaban convirtiendo en la regla de los matrimonios patricios, y que nunca están por debajo de los 3 000 ducados, pero sí, muchas ve-
: ! ' ' f- 163; consideraciones sobre el comercio de esclavas compradas en Caff'a, 2 luhoJ474, A. d. S. Mantua, A° Gonzaga, Serie E. Levante a Corte Ottomana, 795. A w - Guidoni al duque de Módena. Venecia, 12 septiembre 1489, A. d. S. Rodena, Venezia VII-54, 11-8. Cifras conocidas de oídas. Cierta correspondencia Ola de 2 000 000 de ducados que «según los venecianos» (secondo loro) habían traído su vuelta las galeras, de Alejandría y de Beirut Giovanni di Strigi al marqués i 6 a , ntUa ' V e n e c i a ' 2 8 febrero 1471. A. d. S. Mantua, Serie E, Venezia, B 1431. M.
i
SAÑUDO, op. cit.,
I, col.
734.
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ees, por encima de los 10 000? 166 Algunos gritos lanzados delante del palacio ducal por marineros de galeras que reclaman sus sueldos, 167 alguna que otra queja de los desgraciados del Arte della Seta o della Lana, y un decreto pesimista emanado por el Senado, que habla de la crisis de los grandes tonelajes' 168 son las únicas y diminutas notas discordantes en el brillante espectáculo. Pero el siglo que nace se va a encarnizar con las ciudades demasiado ricas. Venecia se salva milagrosamente después de la derrota de Agnadello en 1509. Por turno sucesivo, Genova, Milán y Florencia sufren desastres irreparables. Si el saco de Roma (1527) no hubiera superado a todos los horrores aníeriores, el saco de Genova en 1522 , 6 9 tendría la triste fama que merece. No se respetó nada en la ciudad conquistada, excepto —detalle significativo— las letras de cambio de los mercaderes, que fueron entregadas por los soldados obedeciendo órdenes superiores. Finalmente, en 1528, Genova se aliaba a Carlos V, sellando de ese modo su destino. Los milaneses, por su parte, supieron gritar, según la coyuntura, viva Francia, l70 o viva el Emperador, y finalmente se acomodaron a vivir bajo los españoles, como antes se habían acomodado al señorío de los Sforza, y anteriormente a ellos, al de los Visconti. Además, bajo el control de la autoridad española, una aristocracia local de altos funcionarios se hizo cargo de Milán y la Lombardía. m Todo cambia, pero ellos se mantienen en posición segura. Resumiendo: las ciudades no podían ser fácilmente eliminadas del mundo de los vivos y de los poderosos. Su posición continuará siendo buena al menos hasta 1530. En un nuevo universo donde Sevilla y Lisboa ocupan puestos importantes, un rosario de ciudades que va de Amberes a Venecia domina el mundo, con Venecia 166 Ibid., I, 885-6. Sobre el lujo de la vestimenta masculina, Senato Terra 15, ff. 86 v. y 87, 7 enero 1506; contra los excesos gastronómicos, ibid., f. 42, 21 noviembre 1504; contra la extravagancia del vestido femenino, ibid., ff. 190 y 191, 4 enero 1508; contra los festines, M. S ANUDO, oA cit., I, col. 822. Pero Sañudo enumera con complacencia la lista de platos suntuosos que ha degustado en los festines venecianos. 167 A. d. S. Venecia, Senato Mar, II, f. 126;-21 febrero 1446. i68 Ver supra, pp. 398 ss. 169 Jacobo di Capo al marqués de Ferrara, Genova, 31 de mayo 1522, A. d. S. Mantua, A° Gonzaga, Serie E. Genova 758 y J. Tebaldi al duque de Módena, Venecia, 8 junio 1522, A. d. S. Módena, Venezia, 15-77, VI, 67. 170 JEAN D'AUTON, Chronique, I, p. 55, 1499, «et n'y avoit ne Guelfe ne Gibeli» qui pour l'heure ne fussent bons Francpis...». Milán acababa de ser ocupada. 171 FEDERICO CHABOD, «Stipendí nominali e busta paga effettiva di funzionari dell'amministrazione milanese alia fine del Cinquecento», en Miscellanea in onore d< Roberto Cessi. Roma, 1958, pp. 187-363.
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manteniendo su supremacía en el Mediterráneo oriental. Supremacía mantenida no sin esfuer20, pues no habrá paz duradera con el turco sino a partir de 1574. También mantiene sus posiciones en Europa Central. En el África Menor, al contrario, lo pierde todo o casi todo 172 después de las empresas españolas de 1509-1511. 173 Respecto al Atlántico, Venecia, demasiado al este y demasiado metida en el mar Interior, nunca llegó a representar un papel de importancia. El balance sería negativo si Venecia no se hubiera beneficiado de la prosperidad de sus industrias —sedas y manufacturas de lana, artes del vidrio, prensas de imprenta—, prosperidad que durará más que el siglo. Añádase a esto que la ciudad participa —y lo hace de lleno— en el progreso general del segundo siglo XVI, como muy bien demuestra la curva de sus presupuestos y las cifras de sus aduanas, hasta 1620. 174 Cada año, la Zecca acuña alrededor de un million de monedas de oro y otro million de monedas de plata. 175 Sus mercaderes están dispersos por todo el mundo, de Nuremberg a Ormuz, es decir, en lugares muy apartados. Proporcionan a su ciudad una especie de imperio capitalista, cuya importancia no es fácil valorar, aunque en este terreno nos esperan unas cuantas sorpresas. En 1555, con ocasión de la reorganización de una sociedad, se descubre la actividad de mercaderes venecianos en Sevilla: Antonio Cornovi, Andrea Cornaro, Giovanni Correr, Lorenzo Aliprandi, Donato Rullo y Bald. Gabiano. 176 En 1569, un documento napolitano 177 nos da los nombres de los quinientos mercaderes venecianos que compraban trigo y aceite en Apulia, y principalmente en Bari; entre los documentos inéditos del Consulado francés de Argel, aparece desde 1579 , 7 8 un importante prestamista, Bartholomeo Soma, mercader veneciano. A la altura del 1600 los cofres del teso172
Véanselos cuadros de la figura 31, P- 521: en 1525 se interrumpen los viajes de Berbería; JACQUES DE MAS LATRIE, Traites de paix et de commene, 1868, p. 273 (22 mayo 1518); también sobre el declinar del comercio con Berbería, M. SAÑUDO, op. cit., XXV, col. 338. 173 F. BRAUDEL, «Les Espagnols et l'Ainque du Nord de 1492 á 1577», en Reiue Africaine, 1928. 174 y e r [ as gráficas de la figura 57, infra, II, p. 44. 175 Museo Correr, Dona della Rose, 26, ff. 191 y 194 (1588). A título de comparación, 6 julio 1671, Marciana VII, MCCXVIII, 18, la Zecca acuñó más de un millón de ducados en monedas de plata. 176
177
CLEMENS BAUER, op. cit.,
p. 151, n. 47 de la pág.
48.
A. d. S. Ñapóles, Sommaria Partium, 591, ff. 225-35, 22 diciembre 1569. 178 Archivos de Bouches-du-Rhóne (Bocas del Ródano) IX B 171, f. 6 v., Argel, 7 mayo 1579. ....
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ro público veneciano están llenos a rebosar de dinero; 179 en el puerto de la ciudad entran y salen anualmente —si nuestros cálculos son correctos— de siete a ochocientos barcos. 180 Venecia es, ante todo, una ciudad donde abunda el dinero contante; l 8 1 quizá la mejor provista de toda la Cristiandad: forse —dice un texto veneciano, y no exagera— in Europa non si trova altra piazza piu commoda. 182 Naturalmente, los eternos criticones y los perfeccionistas no están satisfechos con la situación. Convendría, dice uno de ellos, establecer impuestos sobre los cambios de moneda, que representan las cuatro quintas partes del tráfico de la plaza, quali sonó li quattro quinti del traffego della piazza. 183 Por eso no sorprende descubrir que en el transcurso de tres meses, del 24 de mayo al 9 de agosto de 1603, los libros de una banca de cambio, la del veneciano Bernardo Navagero, anoten un movimiento en parte ficticio, pero que llega casi a los tres millones de ducados. 184 Venecia sufre varios reveses, pero continúa siendo opulenta, y con los últimos años del siglo XVI y los primeros del XVII, se abandona, una vez más, a las delicias de la vida y de la mente. Su tardío Renacimiento nos suministra la prueba. Pero esta brillante fachada no nos puede engañar. Venecia, más rica ahora posiblemente que en el siglo XV, ha declinado en cuanto a importancia relativa. Ya no es el centro del mar Interior. Al bascular del este al oeste, las actividades comerciales mayores del Mediterráneo han favorecido inexorablemente a la cuenca occidental, en detrimento de la oriental, que durante tanto tiempo había sido la esencial distribuidora de riquezas. Este movimiento bascular ha aportado muy pocas ventajas a Milán, pero ha hecho pasar a Florencia y Genova a primer plano. Genova, por su parte, se ha 179 6 000 000 de ducados, en 1605; 9 000 000, en 1609 en los cofres del «Depósito Grande de la Zecca». Numerosas referencias sobre el tema en los legajos de Senato Zecca. F. BRAUDEL, en La civiha veneziana del Rinascimento, Fundación Giorgio Cini, 1958, p. 101. 180 Ver supra, pp. 384-5. 181 Posiblemente a partir de 1575-1580 si he interpretado bien un documento de texto muy impreciso, Museo Correr 161, f. 2, 14 diciembre 1593: la complejidad de los cambios y recambios fue introducida en la plaza de Venecia por corredores cambistas extranjeros, per il piu fiorentini. 182 E. MAGATTI, «II mercato monetario veneziano alia fine del secólo xvi», en Archivio Véneto. 1914, pp. 289-92. 183 Museo Correr, Dona delle Rose, 42, f. 27 v. (sin fecha, finales del siglo xvi). 184 Ibid., 181, (í. 61 y 65 v., se trata de un extracto del zoma! de ziri, la suma total: 2 979 090 ducados y 17 denari. Otro diario, según se le dijo al investigador, contiene la lista de los cambios che non girano, o, dicho con otras palabras, secchi-
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Figuras 31 y 32: Venena: los viajes de las galere da mercato Los cuatro mapas de la parte superior, procedentes de la larga secuencia publicada por ALBERTO TENENTI y CORRADO VIVANTI en Annales E. S. C. (1961), resumen
las etapas de deterioro del viejo sistema de galere da mercato y de sus convoyes (Flandes, Aigues-Mortes, Berbería, el Trafego, Alejandría, Beirut y Constantinopla). Todas estas líneas funcionaban en 1482. A la altura de 1521 y 1534 sólo sobreviven los fructuosos enlaces con el Levante. Para simplificar los mapas, los trayectos se han ftarcado a partir de la salida del Adriático y no desde la de Venecia. El cuadro que sigue resume la historia cuantitativa de estos convoyes (una laguna de la documentación interrumpe la secuencia a finales del siglo xv y comienzos del xvi). El deterioro del antiguo sistema de convoyes queda sin embargo compensado Por una navegación privada que, aunque siempre había existido, aumenta con el paso del tiempo.
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quedado con España y América, es decir, con la parte del león; Florencia ha promocionado a Lyon y se ha quedado con Francia, aunque sin perder su posición en Alemania. Y también está ampliamente representada en España. Estas ciudades serán a partir de ahora las dos fuerzas dominantes del cuadrilátero, y tanto más, cuanto que no limitan su actividad a la simple mercancía, en el más humilde sentido de la transacción, sino que practican en grande la actividad financiera. En la segunda mitad del siglo, Genova toma las riendas. Los geógrafos hablan de capturas fluviales; aquí, los activos ríos de dinero han capturado innumerables comercios, en beneficio de los financieros de Genova y Florencia. En primer lugar, capturas internas: En Florencia —ciudad en la que los historiadores podemos ahora ver con mayor claridad—, el crédito desciende hasta extenderse por los niveles más modestos de la vida cotidiana. 185 Capturas externas (son las más importantes): por medio de ellas Genova y Florencia se hacen con el control de todas las regiones económicamente subdesarrolladas, se encuentren éstas en la Europa del Este o en la Italia meridional, en los Balcanes o en Francia , 8 6 o bien en la península Ibérica. En este proceso, incluso una ciudad tan invulnerable y poderosa como Venecia acabará envuelta, como vimos antes, , 8 7 en las sutiles redes de la explotación extranjera. Evidentemente, estas actividades no son nuevas; pero la amplitud que alcanzan no conoce precedentes. Nunca había circulado anteriormente en Europa semejante caudal de dinero y de títulos de crédito. Esta circulación domina la segunda mitad del siglo XVI, produciendo un rápido crecimiento y una rápida maduración, a los que sigue un rápido declinar (antes, incluso, de la crisis de 16191622), 188 resultado de una especie de explosión estructural, o que a nosotros nos lo parece. En todo caso, con la fundación, en 1579, de las grandes ferias de cambio de Plasencia, los banqueros genoveses se convierten en los amos de todos los pagos internacionales, y de la fortuna tanto de Europa como del mundo; y también a 185 Así lo indican los trabajos actualmente en curso de Maurice Carmona acerca de la Toscana del siglo xvn. 186 Cf. la afirmación de un mercader florentino del siglo XV, citada por A. MONTEIL, Histoire des Franjáis, VII, pp. 424-5: «Vosotros los mercaderes franceses sólo sois unos vendedores al por menor y almacenistas». 187 Ver supra, p. 426 y n. 234. 188 RUGGIERO ROMANO, «Tra xvi e xvn secólo. Una crisi económica: 16191622», en Rivista Storica Italiana, 1962, pp. 480-531, y «Encoré la crise de 1619-1622», en Annales E. S. C, 1964. pp. 31-7.
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partir de dicha fecha, o quizá ya desde 1577, en los señores discutidos pero inamovibles de la plata política de España. Todo está a su alcance y pueden tomar lo que les plazca. Y por un momento parece, en 1590, como si quisiesen arrebatar a los portugueses el contrato de la pimienta, que había salido a subasta. Son, en verdad, —dice de ellos I89 un mercader español establecido en Florencia y que no les tiene ninguna simpatía— «una clase de gentes a quienes el mundo entero les parece una nadería de la que ellos pueden encargarse». La «época de los Fugger» ha sido corta y ahora ha terminado definitivamente; la de los genoveses comienza tarde y no tocará a su fin hasta los años 1620-1630, cuando la prosperidad de los «nuevos cristianos» portugueses abra paso al capitalismo híbrido de Amsterdam. Desde la perspectiva actual, 190 estos amplios horizontes de la historia resultan claramente visibles. El capitalismo genovés gana su batalla en el curso de los años decisivos 1575-1579, 191 después de haber soportado con éxito una dramática prueba de fuerza contra Felipe II y sus consejeros. La caída de Amberes (saqueada por los soldados en 1576), las dificultades y los fracasos de las ferias de Medina del Campo, la debilidad creciente de Lyon a partir de 1583, son todos ellos signos que acompañan al triunfo de Genova y al de las ferias de Piacenza. A partir de ese momento no hay posibilidad de igualdad, ni de equilibrio, entre Venecia y Genova, ni entre Florencia y Genova, y, a fortiori, entre Milán y Genova. Genova derriba todos los obstáculos , 9 2 y subyuga a sus vecinas. Y éstas no podrán tomarse la revancha —si es que de cumplida revancha se puede hablar— hasta el siglo siguiente. D. LA POBLACIÓN HUMANA Es evidente que la cuestión esencial, muy por encima de todas las otras, y que nos da el sentido y la medida del siglo, es la que se 189 Baltasar Suárez a Simón Ruiz, Florencia, 15 enero 1590, «Cierto es gente que les parece todo el mundo es poco para barcarle», Archivo Provincial, Valladolid. 190 En cuanto a las investigaciones acerca de estas cuestiones de polaridad, señalemos las excelentes páginas de FEDERICO MELIS, «II commercio transatlántico di una compagnia florentina stabilitata a Siviglia a pochi anni dalle imprese di Cortés e Pizarro», en V Congrao de Historia de la Corona de Aragón, 1954, especialmente pp. 183 ss. Nuestro colega está pensando en Florencia, centro del mundo durante el primer siglo xvi. Pero, ¿por qué no Lyon? Recomendamos también los trabajos todavía inéditos de Felipe Ruiz Martín y de J. Gentil da Silva. i9i Ver infra, pp. 662 ss. 192 A. d. S. Genova, Materie politiche, privilegi, concessioni, trattati diversi ex negoziazioni 15-2734, n.° 67. Trattato di commercio stipulato tra il Soltano Hacmet Han, Imperatore degli Ottomani a la República di Genova.
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refiere al número de hombres. ¿Cuántos son? Es éste el primero y más difícil interrogante. ¿Aumenta su número, como todo hace suponerlo? H e aquí la segunda pregunta, no menos difícil que la primera, en especial si uno se propone distinguir diferentes etapas y porcentajes de crecimiento y comparar unas poblaciones con otras. Un mundo de 60 ó 70 millones de hombres No disponemos de cifras seguras a este respecto. Sólo algunas aproximaciones son posibles y aceptables en lo que se refiere a Italia y a Portugal, y no demasiado aventuradas en lo tocante a Francia, a España y al Imperio otomano. 193 En cuanto al resto de los países mediterráneos, la ausencia de datos seguros es crsi total. Del lado occidental, las cifras verosímiles, a fines de s glo, 194 son las siguientes: España, 8 millones de habitantes; Porugal, 1; Francia, 16; Italia de \2\k a 13; es decir, un total de 38 millones. Faltan los países del Islam. Con respecto a la Turquía europea, 193 Todos los problemas relativos a la demografía del Imperio otomano han sido puestos al día por Ómer Lutfi Barkan y sus alumnos. El enorme esfuerzo de analizar los documentos relativos a los censos turcos del siglo xvi está a punto de llegar a su término. Gracias a la amabilidad de nuestro colega de Estambul, he podido utilizar los resultados todavía inéditos que resume el mapa del tomo II, pp. 16-7. Para una descripción de los objetivos y etapas de estas investigaciones, véase
OMER LUTFI BARKAN, «La Méditerranée de F. Braudel», en Annales E. S. C. 1954,
«Quelques observations sur l'organisation économique et sociale des villes ottomanes des XVI et xvn siécles», en Recueils de la Société Jean Bodin, VII, La Ville, 1.a parte, 1955, pp. 289 ss. A estos estudios se debe añadir ¡a transcripción escrita a máquina de las lecciones del profesor Barkan en la École des Hautes Études (1963). 194 La mejor exposición de conjunto sobre este tema continúa siendo el artículo de Ju'Llus BELOCH, «Die Bevólkerung Europas zur Zeit der Renaissance», en Z. f. Socialivissenschaft, III, 1900; con respecto a Italia, se completa con la obra postuma del gran historiador alemán, Bevólkerungsgeschicbte ltaliens. t. I, 1937, t. II, 1939; t. III, 1961. Con respecto a Francia, no ha sido superada todavía la vieja obra de LEVASSEUR, La population francflise, 1889-92. Sobre Portugal, Lucio de Azevedo y otros historiadores portugueses aceptan una población de un millón de habitantes, Bibliogr. G. FREYRE, Casa Grande, 1946, p. 166; R. KONETZKE, op. cit., p. 271. Con respecto a España, caso muy debatido, v. la obra de KoNRAD HAEBLER, Die Wtrtschaftliche Blüte Spaniens, 1888 (criticable, y que critica insuficientemente el artículo de J. BELOCH), de ALBERT GIRARD, «Le chiffre de la population
de l'Espagne dans les temps modernes», en Reí. d'Histoire múdeme, 1928, preciso, bien informado, pero discutible en sus conclusiones; del mismo autor, «La répartition de la population en Espagne dans les temps modernes», en Revue d'hist. écon. el soc, 1929, pp. 347-62. Tampoco creo en el valor decisivo del trabajo de FUENTES MARTIÁÑEZ, Despoblación y repoblación de España (1482-1920), Madrid, 1929. Una vez más, la cifra de la población de España me parece exagerada en la época de los Reyes Católicos. Sobre la difícil cuestión de los vecinos, el coeficiente de 4.5 me parece, como a J. Beloch, justo o, cuando menos, justificable. Fuentes Martiáñez se detiene en la cifra de ocho millones, a fines del siglo Xvi. Sobre Castilla exclusí-
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Konrad Olbricht cree aceptable un cálculo de 8 millones en el año 1600. Dada la habitual equivalencia de los cuadros asiático y europeo en el Imperio turco (con cierta ventaja del primero), 196 podríamos atribuir también, grosso modo, la misma cifra de 8 millones a la parte asiática de Turquía. Quedaría el norte de África en sentido amplio. ¿Podríamos asignar de 2 a 3 millones de habitantes a Egipto y al África del Norte? I97 Tendríamos, entonces, un máximo de 22 millones de habitantes para el Islam y los pueblos que vamente, adoptamos las cifras clásicas de Tomás González, que he reproducido en cuadro. En Simancas, Eo. 166, encontré un documento, Consulta del Consejo de Guerra sobre la introducción de la milicia de 30 U hombres en estos reynos, 13 de enero de 1589, copia. La población de los reinos de Castilla se estima allí en 1 500 000 vecinos, o sea, al coeficiente de 4.5, 6 750 000 habitantes. Las cifras de R. KoNETZKE, op.cit., pp. 260-1, son demasiado bajas. A pesar de estos cálculos demográficos, las bases son demasiado poco sólidas. En manera alguna valen más que las de G. BOTERO, op. cit., (II a, pp. 64-5), en las cuales, que yo sepa, no se ha reparado lo suficiente (Italia menos de 9, Francia 15, Sicilia 1.3, Alemania 10, Inglaterra 3; Italia más que España). De G. BOTERO (Dell'isole, pp. 62 y 79), tomo estas otras dos cifras: Córcega, 750 000 habitantes, y Chipre, 160 000, y, sobre todo, su oposición entre Cristiandad e Islam (II, p. 1 ¡9), la primera que sufre la abundancia de hombres, y el segundo de penuria de hombres. El peligro viene de estimaciones exageradas para aquel viejo tiempo; por ejemplo, en el caso de Milán en el siglo xv, como lo ha demostrado A. FANFANI (Saggi, p. 135) contra S. PUGLIESE, O en él caso de los Reyes Católicos. Y viene también de que nuestros censos son censos fiscales. K. J. Beloch lo ha dicho bien, pero no por ello ha cesado en sus sumas. Tanto como el crecimiento demográfico, medimos el progreso de las contribuciones. Y aún queda el fraude: en 1613, ANTONIO SERRA, Brete trattato delle cause che possuno far ahondare li Regni d'oro e argento... con applkatione al Regno di Napoli, Ñapóles, 1613, p. 38, piensa «giudicando all'in grosso» que había en Ñapóles un millón de hogares («fuegos») «con li franchi e fraudati». 195 KONRAD OLBRICHT, «Die Vergrosstádterung des Abendlandes zu Beginn des dreissigjáhrigen Krieges», en Peí. Mit., 1939, p. 3-49, con bibliografía y una carta. Evidentes errores en las cifras y las rutas, y además errores materiales. 196 Si comparamos así el número de circunscripciones administrativas o si se compara los reclutamientos de spahis o de remeros. Sobre este último punto, había en 1594 en Anatolia 478 000 hogares sometidos al reclutamiento para las «chusmas», y 358 000 en Grecia, E. AI.BERI, op. cit., III, V, p. 402, Relación de Matteo Zane. Una indicación: Aviso de Constantinopla, 6-26 de feb. de 1591, A.' N., K 1675, habla de un millón de hogares, pero, ¿en Grecia sola o en Grecia y Asia juntas? 197 A ciegas, en lo que concierne al norte de África propiamente dicho (pero repito que esta región se hallaba tremendamente despoblada en el siglo xvi), tomando para Egipto las cifras de principios del siglo xix, que parecen un máximum. RICHARD y QUÉTIN, Guide en Orient, 1852, p. 303(2 213 015). ¿Será un abuso establecer la fórmula Egipto = África del Norte? En 1830, solamente para Argelia, mas sin pruebas sólidas, se habla de dos millones de habitantes, y un cálculo proporcional daría como población total entre cuatro y cinco millones de habitantes. J. C. RliSSELL, «Late ancient and medieval population», en The American Philosophical Society, junio 1958, p. 131, propone la cifra de 3 500 000 para la población de África del Norte (de los cuales corresponderían un millón a Túnez) basándose en los documentos pub. p. ELIE DE LA PRIMAUDAIE en Revue Africaine, 1877.
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de él dependían a orillas del Mediterráneo. Lo que daría una cifra global de población de unos 600 millones para todo el Mediterráneo.
Fig. 33: La población de la Terra Ferma veneciana en 1548 Según D. BELTRAMI, Forze di Lavoro e proprieta fondiaria, 1961, p. 3- La densidad se ha calculado por regiones muy vastas. El dogado es el territorio inmediatamente en torno a Venecia que ella poseía antes de la conquista de su Terra Ferma.
En estos cálculos, la primera cifra de 38 millones es relativamente segura; no ocurre lo mismo, por supuesto, con la segunda. Pero la evaluación de conjunto debe considerarse verosímil. Me inclino a disminuir la cifra del primer grupo y aumentar la del segundo. De las comparaciones demográficas a través del tiempo se desprende, en efecto, una proporción válida en términos generales: en el siglo XVI, los pueblos islámicos del Mediterráneo representaban aproximadamente el doble del volumen de la población de Italia. Si la proporción era exacta en 1850, 198 cuando el bloque A contaba con 79V2 millones de habitantes (Francia 35, Italia 25, España 15 y Portugal 3V2), el Islam, o mejor dicho, el Islam más los pueblos balcánicos, debería de contar unos 50 millones de habitantes. 199 La breve comprobación que he podido hacer me lleva apro198
Cifras tomadas del Traite de d'emographie, de ADOLPHE LANDRY, 1945, p- 57' " Cifra superior a la que da la Guía, de RICHARD y QUÉTIN, relativa a 1852; para un cálculo muy aproximado, he elegido la cifra de unos 40 millones, más bien que la de 50.
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ximádamente a estas cifras; pero habría que calcular esto de una manera precisa. En todo caso, en 1930 había de una parte 113 millones (42, 4 1 , 24 y 6) y de la otra 83; se mantenía, pues, la proporciom. 20° N o hay, evidentemente, ninguna razón para que esta proporción haya sido eternamente la misma, pero, teniendo en cuenta las posibles variaciones, puede llevarnos a una cifra en bruto. Esta medida nos daría para el siglo XVI la cifra de 26 millones de habitantes, que no se aleja mucho de los 22 que ya habíamos calculado para el Islam. Es lícito imaginar, como hace Ómer Lutfi Barkan 201 que el Islam mediterráneo cuenta con una población de 30 o incluso de 35 millones de habitantes, pero es un cálculo más bien optimista. Pero si disminuimos la primera cifra y aumentamos la segunda, nos encontraremos con un total de 60 millones de habitantes, lo que me parece —admitiendo un margen de error del diez por ciento— una estimación aceptable para el final del siglo XVI. ¿Qué consecuencias resultan de ello? En este mundo de 60 millones de habitantes, la densidad de población era de 17 por kilómetro cuadrado, sin incluir dentro del espacio mediterráneo la zona de los desiertos. Cifra sorprendentemente baja. Había, por supuesto, grandes diferencias entre unas y otras regiones. En 1595, la densidad del reino de Ñapóles era de 57, 202 la de Campania alrededor del Vesubio de 160; 20i hacia 1600, la densidad de población en el área comprendida entre el Tesino y el Mincio, auténtico centro de gravedad de la población italiana, era de 100 por kilómetro cuadrado, y algunas veces, mayor (117 en Cremona y su región; 110 en Milán, incluidos sus distritos rurales y Lodi; 108 en la llanura de Bérgamo; 103 en la de Brescía); esta densidad decrece tanto hacia el este como hacia el oeste (49 en el Piamonte; 80 en la todavía rica región de Padua...) La densidad media para toda Italia era de 44 204 —cifra enorme—; en Francia era solamente de 34; 205 en España y Portugal apenas llegaba a 17. 206 Estas son las cifras que dimos en la primera edición de esta obra. Desde entonces se han llevado a cabo detalladas in200
Según A. LANDRY, op. cit., y los diversos volúmenes de VIDAL DÉLA BLACHE y
GALLOlS, G'eogr. Unirerselle. 201 Art. cit., «La Méditerranée...», p. 193. 202 J. BELOCH, Die Berolkerungsgeschkhte, I, p. 234. En el viejo artículo, la cifra que se da es la de 54. 203 Ibid., p. 235. 204
205
J. BELOCH, op. cit.. III, pp. 379 ss.
J. BELOCH ha aumentado la cifra total de la población francesa, art. cit.. p. 783. Toda evaluación en este sentido no puede ser sino aproximativa. 206 Ibid.
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vestigaciones y se han podido presentar en cifras las nuevas estimaciones. Pero ellas no obligan a modificar las cifras dadas. La única discusión que permanece abierta concierne, como era de esperar, a los países del Islam: creo que no es aceptable estimar en 5 ó 6 millones la población marroquí en el 1500; rechazo esa cifra, a pesar de la competencia del autor que la propone. 207 Parece razonable un incremento de la cifra total, tal como lo propone Omer Lutfi Barkan, 20S pero sigo sin estar convencido de que ambos grupos, la Cristiandad y el Islam, fuesen equivalentes. Una pequeña prueba adicional nos la ofrece el hecho de que las cifras a que llegamos son las de los observadores contemporáneos, no sólo las de Giovanni Botero, 2 0 9 sino también las de Rodrigo Vivero, ese espíritu curioso cuyos papeles serán próximamente publicados. 21 ° Los vacíos mediterráneos 2 n La densidad de población era, en realidad, menor de lo que indican las cifras, pues desde el punto de vista humano, el espacio era entonces mucho más vasto que ahora. Para ponernos en la realidad, tendríamos que imaginarnos una población tres o cuatro veces menos numerosa que la actual y diluida en un espacio mucho más considerable y más difícil de dominar. En el Mediterráneo había entonces verdaderos desiertos humanos. Con ayuda de la anormal concentración humana y de la aridez natural acaban dando a la población ese carácter de oasis, que sigue siendo uno de los rasgos característicos del Mediterráneo. 212 Inhóspitos y hostiles desiertos, a veces grandissimi, separaban a los 207
VITORINO MAGALHÁES G O D I N H O , Historia económica e social da expansáo por-
tuguesa, I, 1947, pp. 145 ss. 208 Art.cit., «LaMéditerranée...»,p. 193, «... el número de habitantes del Imperio otomano no es de 20 a 22 millones (cifras de F. Braudel), sino de 30 o incluso 35». 209 Op. cit., II, a, pp. 64-5. 210 B. M. Mss Add. 18287, Ps 5633. 211 Algunas notas y referencias al margen de los ejemplos citados en el texto: En Turquía, «deserti grandissimi». E. ALBÉRI, op. cit.. III, III, p. 387 (1594); las fieras en África del Norte en el siglo xv, R. BRUNSCHVIG, op. cit., I, p. 267; los desiertos en Siria, G. BERCHET, op. cit., p. 60 (16 de abril de 1574, los 8/10 del país estaban vacíos); I. DEASSO, op. cit., p. 176; Actas de las Cortes.... I,pp. 312-3(1548); G. BOTERO, op. cit..
p. 35, a propósito de la Provenza; G. NIEMEYER, op. cit., pp. 51, 57, 62 (mapas de los desiertos andaluces en 1767); C. BERNALDO DE QIURÓS, LOS reyes y la colonización interior de España desde el siglo xvi al xix, Madrid, 1929; MARCH BLOCH, «Les paysages agraires: essai de mise au point», en An. d'bist. écon. et soc, mayo de 1935, P47; ARQUÉ, op. cit., p. 172, ALBITRECCIA, op. cit., p. 18... El renegado que llega a
Toledo por los «montes y los despoblados», Inquisición de Toledo, Lo. 191,
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citado por F. RODRÍGUEZ MARÍN, El ingenioso Don Quijote, 1916, IV, p. 99, n. 7212 A . SlEGFRlED, op. cit., p . 106. JlJLES SlON, France médit.. p p . 159 ss.
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países mediterráneos. Sus orillas, como las costas marinas, eran lugares privilegiados para los centros urbanos, donde, antes de franquear el obstáculo siguiente, el viajero descansaba plácidamente o, por lo menos, tranquilamente en los fonduks. El catálogo de estas Arabias desoladas de todas las dimensiones que interceptaban el espacio y la vida en el Mediterráneo sería interminable. Contentémonos con unas pocas imágenes. N o lejos del Ebro, de sus cultivos de regadío, de sus filas de árboles y de sus laboriosos fellahs, se extiende la estepa miserable que es el rasgo característico de Aragón, proyectando hasta el horizonte sus monótonas extensiones de brezos y romerales. Francesco Guicciardini, enviado por Florencia a la corte de Fernando el Católico, marchó en la primavera de 1512 a través de ese «... paese disertissimo nel quale non si trova allogiamiento alcuno, ne si vede pur un arbore: ma tutto é pieno di rosmarini e salvie, per esser térra aridissima». 2 n Las mismas indicaciones encontramos en otros viajeros, como el veneciano Navagero (1525). 214 Un libro francés de 1617 21S registra: «En Aragón, cerca de los montes Pirineos, hemos andado jornadas enteras sin encontrar un solo habitante.» Y eso que la más pobre de las regiones aragonesas —porque hasta en esto hay grados— no es ésta, sino el partido de Albarracín. 2 I 6 Verdad de Aragón, verdad ibérica. G. Botero 217 observa que España estaba poco cultivada porque estaba poco poblada. Cervantes no inventa nada cuando hace peregrinar normalmente a Don Quijote y Sancho Panza por parajes solitarios. En Portugal vemos que la población va perdiendo densidad a medida que se desciende hacia el sur, en las regiones de Algarve, Alentejo y Beira. 218 En los mismos alrededores de Lisboa hay desiertos, perfumados por el embriagador olor de las hierbas salvajes. 219 Todas las regiones del Mediterráneo tienen sus desiertos; todas suenan a hueco. «En Provenza, los dominios asignados al hombre y los reservados a la Naturaleza se distinguen claramente. Al hombre le pertenece una cuarta parte: los fondos de las depresiones del terreno, oasis de cosechas, de olivares, de viñedos y de cipreses de adorno; la Naturaleza manda sobre 2,3 FRANCESCO GIÜCCIARDINI, Diario del liaggio in Spagna, Florencia, 1932, t>- 79; otras anotaciones análogas, pp. 54, 55, 56. 214 Op. cit., p. 5 v. 2,s DAVITY, Les estats. empires et principautez du monde. París, 1617, p. 141. 216 I. DE Asso, op. cit.. pp. 180 ss. 2,7 Op. cit., p. 232. 2i8 FORTUNATO DE ALMEIDA, Historia de Portugal, III, pp. 242-3. 219 B. M. Sloane, 1572, f. 42 v., 1633 (junio o julio).
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las tres cuartas partes restantes del paisaje, masas rocosas de color rojizo o gris plateado.» 22° Y aquí y allá el hombre ha de arrancar a esas rocas la estrecha banda de los belts de las colinas, y transformar en terrazas los flancos de las lomas, 221 para practicar una agricultura ágil y móvil: es poco, pero aquí, como en tantos otros lugares, el campesino ha de sacar su sustento de terrenos muy reducidos. A medida que se va hacia el sur o hacia el este, estos vacíos humanos van creciendo como heridas irremediables. Busbec se abrió paso hacia el Asia Menor a través de verdaderos desiertos. 222 León el Africano, viniendo de Marruecos y antes de llegar a Tremecén, atravesó el desierto de la Muluya, 223 donde las manadas de gacelas huían ante los viajeros. La vida animal hace su paraíso de estos territorios sin pueblos ni casas. Se explica que las montañas rebosen literalmente de fíeras: En el Delfinado, tierra natal de Bayardo, pululan los osos. 224 En la Córcega del siglo XVI, para proteger a los rebaños, había que organizar inmensas batidas de jabalíes, de lobos y de ciervos; la isla exportaba fieras para los cotos de caza de reyes y príncipes en el continente. 225 En España abundan las liebres, las perdices y los conejos, y esta caza es vigilada cuidadosamente por los servidores reales en los bosques de Aranjuez. 226 Pero la caza más importante la constituyen las zorras, los lobos y los osos, incluso alrededor de Toledo 227 y en la sierra de Guadarrama, y Felipe II, en los últimos momentos de su vida, salía a cazar lobos a la sierra de Guadarrama. 228 En Andalucía, para acometer a los señores, los campesinos se avisaban unos a otros con gritos que imitaban los aullidos del lobo. 229 Nada más cotidiano que la desgracia que le ocurre a 220
Louis GACHÓN, en Nouvelles Littéraires, 10 febrero 1940.
221
ROGER LIVET, op. cit., especialmente p. 428.
222
Op. al., pp. 138-9. LEÓN EL AFRICANO, Description de l'Afrique, tiene partie du monde, ed. 1896, II, pp. 308 ss. 224 Le Loyal Serviteur. p. 2. 225 Sobre las fieras en Córcega, v. GIUSEPPE MICHELI, «Lettere di Mons. Bernardi» (1569), en A. st. di Cársica. 1926, p. 187. 226 FERNANDBRAUDEL, «Daos l'Espagne de Charles Q u i n t e t d e Philippe II», en Anuales E. S. C 1951. Para el bosque de Segovia y el Prado, sept. 1581, P. R. O. 30.25.57, f. 87. 225
227
CARMELO VIÑAS y RAMÓN PAZ, op. cit.. II, p. 90, en Menasalbas, «los mas
animales que hay son zorras y lobos»; Carlos V, en marzo de 1534, caza en los alrededores de Toledo durante cuatro o cinco días, haxendo morto et porciet lupi. A. d. S. Mantua, Spagna 587, Gio: Agnello al marqués, Toledo, 3 abril 1534. 228 En agosto de 1597 sale a cazar lobos por cuatro o cinco días, A. d. S. Genova, Spagna 12, Cesare Giustiniano a la Señoría de Genova, Madrid, 7 agosto 1596. 229 M. ALEMÁN, Guzmán de Alfarache, op. cit., I. Parte Primera, VIII, p. 140.
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LA MEDIDA DEL SIGLO
Diego Suárez, de niño, cuando pastorea rebaños en las marismas del sur español, despobladas por la piratería berberisca y por el temor a ella: un buen día, los lobos devoran el borrico del infortunado pastor y éste huye de la heredad antes de que su amo se entere de lo ocurrido. 23° En Granada, la guerra de 1568-1570 agrava la situación general, al crear en esta región, antaño tan próspera, zonas de eriazo donde la caza ha comenzado a multiplicarse de manera increíble: 231 conejos, liebres, jabalíes, ciervos y corzos (estos últimos en grandes rebaños), además de lobos y zorras. Idéntico espectáculo, aunque más vistoso, si pasamos a África del Norte. En octubre de 1573, donjuán de Austria caza leones y toros salvajes en el mismo lugar que antaño se erguía Cartago. 232 Un tránsfuga español que trataba de entrar en el presidio de La Goleta, contó que su compañero de viaje había sido devorado por los leones. 233 En el siglo XVI, los duars del norte de África organizaban la defensa común contra las hienas y los chacales por medio de cercas de espinos. 234 Haedo apunta que en los alrededores de Argel se daban grandes batidas de jabalíes... 235 La misma Italia, prototipo de la riqueza del siglo xvi, estaba aún llena de desiertos, de bosques infestados de bandidos y de fieras, muy abundantes en tiempo de Boccaccio; 236 el cadáver de un personaje de Bandello —un albanés asesinado no sin sus motivos— es abandonado sin sepultura cerca de Mantua a la voracidad de los perros y los lobos. 237 En la Provenza abundaban ordinariamente la liebre, el conejo, el ciervo, el jabalí y el corzo, que andaban «en bandadas», así como el zorro y el lobo. 238 Este último no desapareció de las extensiones semidesérticas de la Crau hasta mediados del siglo XIX. 239 Se podría escribir un libro muy extenso sobre los animales salvajes en el siglo XVI, y no hay duda de que todos los países del 230
M a n u s c r i t o del G. G. de Argelia, f. 13, hacia 1574.
231
P E D R O DE M E D I N A , op. cit..
232
B. N . Florencia, C a p p o n i . C ó d i c e , V , ff. 343 V.-344 (relación d e la t o m a d e
p.
172.
Túnez). 233 A l o n s o d e la Cueva a Felipe II, La Goleta, 16 d e m a y o d e 1 5 6 1 , Sim. Eo. 4 8 6 . 234
G. B O T E R O , op. cit..
I, p. 185. M e j o r aún D . S U A R E Z , op. cit..
235
pp. 45, 49,
50.
Op. cit.. p . 7 7 . 236 Decamerón, novela III. 231 Op. cit.. III, p . 3 3 7 . 238 QuiQUERAN D E BEAUJEU, La Prorence louée, Lyon, 1614, p p . 2 2 1 , 2 2 5 , 226, 261. 239
F.
B E N O I T , op.
cit..
p.
180.
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DESTINOS COLECTIVOS
mundo se disputarían el primer puesto, que, por cierto, nunca le podría corresponder al espacio mediterráneo. Las miríadas de imágenes que nos ofrece no son ni originales ni exclusivas. En el Mediterráneo, lo mismo que en otros espacios, el hombre era ya el más fuerte, aunque no todavía el señor absoluto que es hoy virtualmente. Como era de esperar, en el densamente poblado Occidente había menos terreno salvaje que en los países del Islam. El Islam, con sus vastos desiertos, naturales o creados por el hombre, es el universo animal por excelencia. Junto a las fronteras de Servia «el país es desierto —nota Lescalopier en 1574—, lo que impide huir a los esclavos cristianos y a los demás». 240 En estas extensiones vacías la vida animal prolifera generosamente. Durante su estancia en Constantinopla, Busbec se entretendrá en transformar su casa en un jardín zoológico. 241 El vacío humano de los países del Islam explica la gran importancia de su ganadería y, por tanto, de su fuerza militar, porque lo que defendía a los Balcanes y al norte de África de la Europa cristiana era, en primer término, la inmensidad de aquellas regiones, y también la profusión de caballos y camellos. Los camellos, a la zaga de los turcos, dieron cima a la conquista de las grandes planicies de la península de los Balcanes, desde Constantinopla hasta el reborde de las montañas dináricas al oeste, y por el norte, hasta Umbría. Los camellos abastecieron al ejército de Solimán el Magnífico delante de Viena, en 1529- Naves «especiales» (con «encierros» para el embarque de las bestias) transportaban sin descanso camellos y caballos de Asia a Europa; este ajetreo formaba parte del espectáculo del puerto de Constantinopla. 242 Sabemos también que las caravanas de camellos realizaban inmensos recorridos por el norte de África... Los caballos, los asnos y las muías superan las dificultades de las montañas, en los Balcanes, Siria, Palestina y las de las rutas de El Cairo a Jerusalén. 243 Frente a Europa, a lo largo de la frontera de Hungría, una de las fuerzas más poderosas del Islam y de sus inmediatos vecinos fue, durante largo tiempo, su maravillosa caballería, envidiada y elogiada sin cesar por los cristianos. ¡Qué caballería no parecería lenta y torpe comparada con la de los turcos! De ella decía Giovanni Botero: «si te derrota, no puedes recurrir a la fuga para escapar 240
,
241 242
243
P. LESCALOPIER, Voyage..., p. 27.
Op. dt.. II, pp. 21 ss. BELON D U M A N S , op. cit..
Ibid.
p.
135.
LA MEDIDA DEL SIGLO
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de ella; si se desbanda ante tu ataque, es inútil que la persigas, pues son como halcones: tan pronto se lanzan sobre ti como se alejan, siempre a gran velocidad». 244 Calidad y cantidad. Tan conocida era esta doble riqueza, que cuando don Juan de Austria trataba de desembarcar en Morea y en Albania, en diciembre de 1571, fue de opinión de que no había por qué ocuparse de los caballos: bastaba con llevar a bordo de la flota las sillas y los aparejos necesarios, y suficiente dinero para comprar los animales. 24S En cambio, en la Cristiandad, hasta en las regiones más famosas por su ganado caballar, como Ñapóles y Andalucía, los caballos eran rarezas celosamente cuidadas y mercancías de contrabando por excelencia. Felipe II se reservaba la concesión o denegación de los permisos para exportar caballos andaluces y examinaba personalmente los expedientes con esto relacionados. Resumiendo: unos tienen demasiados hombres y muy pocos caballos; los otros, demasiados caballos y un número insuficiente de hombres. Es posible que ese desequilibrio explique la tolerancia del Islam, ansioso siempre de hombres, vengan de donde vengan, y cualquiera que sea el modo de conseguirlos. ¿Un ascenso demográfico del cien por cien? En el siglo XVI el hombre se ha multiplicado en todas partes de modo profuso. Una vez más, Ernst Wagemann 246 tiene razón en sus obstinadas afirmaciones. Todo gran aumento demográfico —afirma— ocurre simultáneamente a nivel de la Humanidad entera. No hay duda de que el siglo XVI ha experimentado ese privilegio de universalidad. Es evidente, en todo caso, que la regla es aplicable a la totalidad humana en torno a las orillas del Mediterráneo. A partir de 1450, o lo más tarde, de 1500, comienza a crecer el número de personas en Francia, España, Italia, los Balcanes y el Asia Menor. El reflujo comenzará a partir del año 1600, y no será general y perceptible sino desde 1650 en adelante. Bien entendido, este amplio movimiento presenta, si lo consideramos en sus detalles, roturas de ritmo a nivel particular, avances y retrasos; no es como un chorro continuo: se puede comparar más bien con esas 244
Op. cit., II, p. 31. Lo que paresce a D. Juan de Austria, Mesina, 4 de dic. de 1571, Sim. Eo. 113. 246 F. BRAUDEL, «La démographie et les dimensions des sciences de l'homme», en Annales E. S. C, mayo-junio 1960, y en especial p. 497. 245
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DESTINOS COLECTIVOS
procesiones donde los penitentes dan dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás: el resultado es que van cubriendo el recorrido previsto. Saltando por encima de dudas y prudencias, que en este momento no son buenas consejeras, digamos que, en líneas generales, ha podido muy bien duplicarse la población mediterránea en el período comprendido entre el año 1500 y el 1600. Pasa de 30 ó 35 millones a 60 ó 70, lo que representa una tasa de progresión media anual muy próxima al 7 por 1 000. El vivo y revolucionario incremento durante el primer siglo XVI (1450-1550) se atenúa, en general, durante el segundo (1550-1650) (las fechas sólo tienen valor aproximativo). Esta es la imagen de conjunto que proponemos, aunque sin garantías, al comienzo de este debate; lo hacemos con la intención de que el lector no corra el peligro de perderla de vista entre tantas pruebas y argumentos imperfectos como vienen a continuación. Debe saber, ya de principio, que el movimiento de incremento de la población ha sido de carácter general, que afectó igualmente a Jas regiones ricas y a las pobres, a las poblaciones de las llanuras y a las de las montañas y las estepas, a todas las ciudades, cualquiera que pudiese ser su tamaño, y a todos los distritos rurales. Y estará dispuesto a aceptar que esta revolución biológica ha constituido el factor más importante en los sucesos que nos ocupan, más importante que la conquista turca, o que el descubrimiento y colonización de América, o que la vocación imperial de España. Además, ¿podrían haberse escrito todas estas brillantes páginas de la historia si los hombres no se hubieran multiplicado del modo que lo hicieron? La revolución demográfica es mucho más importante que la revolución de los precios: posiblemente la ha provocado, antes incluso de las arribadas masivas de la plata americana. 247 Este crecimiento es el responsable de los triunfos y las catástrofes de un siglo al principio del cual el hombre era un obrero eficaz, y en sus últimos años, una carga cada vez más molesta. El año 1550 marca el punto crítico: los hombres son tan numerosos que comienzan a estorbarse unos a otros. Hacia el 1600, esta sobrecarga detiene toda expansión y prepara, con el bandidaje, crisis social cuyos efectos se dejaron sentir en todas o casi todas partes, los futuros días amargos del siglo XVII. Y una vez dicho 247
Véase el ensayo de RENE GRANDAMY, «La grande régression, hipothese sur l'évolution des prix réels de 1375 á 1875», en JEAN FOURRASTIÉ, Prix de tente et prix de revient, 13. a serie, París, 1964, pp. 3-58. 248
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esto a guisa de rápido prólogo, pasemos ahora a la evidencia, a los signos de la pleamar. Niveles e índices Lo ideal sería poder apoyarse en largas series de cifras, pero no disponemos de ellas. De modo que quedamos reducidos a utilizar el imperfecto material con que contamos y a contentarnos con seis o siete fuentes; son pocas, pero tienen la ventaja de ser claras y coherentes. 1. La Provenza, del siglo XIV al siglo XVI, es una de nuestras mejores fuentes de información, aunque presenta lagunas. Provenza, considerada en su sentido más amplio, e incluyendo el condado de Niza —que pasará más tarde a ser un dominio de Saboya—, cuenta a comienzos del siglo XIV con 80 000 vecinos, es decir, de 350 a 400 000 habitantes. Aquí, lo mismo que en el Languedoc, cuyo destino es análogo, la peste negra (1348) incide con la mayor brutalidad: Provenza pierde un tercio o la mitad de sus habitantes. Sólo a partir de 1470, o sea, mucho más de un siglo después, comienza a aumentar de nuevo su población. «El número de vecinos creció [entonces] tan rápidamente que en 1540 había triplicado el de 1470.» 249 La población de Provenza vuelve a alcanzar el nivel en que se encontraba la víspera de la epidemia. No sabemos lo que ha ocurrido con esta población durante el segundo siglo XVI y el XVII, pero es posible que, del mismo modo que sucedió en todas partes, creciera y, más tarde, experimentara un movimiento de reflujo;.es posible, pero nos falta la certeza: los historiadores medievalistas y los de la Edad Moderna no han conseguido llenar el hueco. Pero este problema, aunque importante, no es el esencial. El esencial consiste en que la mayor parte de la progresión demográfica del siglo XVI haya sido una recuperación, una compensación, y que su velocidad, grande antes de 1540, comience probablemente a disminuir a partir de la segunda mitad del siglo XVI. 2. En el Languedoc, nos encontramos con una evolución idéntica: el siglo XV ofrece el espectáculo de un país despoblado, invadido por la vida salvaje y la proliferación de los árboles; el siglo XVI conoce una primera expansión rápida y revolucionaria, que declina pasado el año 1550; a la altura del 1600 resulta evidente que el proceso se ha detenido, y después del 1650 se inicia un retro249 ÉDOUARD BARATIER, La démographie proveníale du Xlll' uu xvi" sikle, 1961, P- 121. La medida en que este incremento es una recuperación lo explica ROGER
LIVET, op. cit., pp. 147-8.
536
DESTINOS COLECTIVOS
POBLACIÓN
DE LAS CIUDADES DE LA CORONA 1530
Burgos Soria Valladolid . León Zamora . .. Toro Salamanca . Avila Segovia . . Guadalajara Madrid . . , Toledo . . . Murcia Cuenca . . . Sevilla Córdoba . , Jaén Granada . ,
Vecinos . . Habitantes
83 440 29 126 43 749 28 788 31398 37 117 122 980 28 321 31878 24 034 12 399 53 943 29 740 73 522 31 735 24 469
DE CASTILLA
1541
63 684 32 763 43 787 59 360 86 278 41230 133 120 31 153 33 795 26 257 13 312 80 957 19 260 33 341 80 357 34 379 35 167 41 800
1591
96 166 38 234 55 605 97110 146 021 51 352 176 708 37 756 41413 37 901 31932 147 549 28 470 65 368 114 738 46 209 55 684 48 021
686 639 880 000 1 316 237 3 089 875 3 960 000 5 923 066
El número de habitantes se calcula con el índice 4.5. La denominación vecinos equivale a la nuestra de hogares.
ceso tan dramático como catastrófico. Esta es la secuencia cronológica que propone el reciente y sólido trabajo de Emmanuel Le Roy Ladurie. 25 ° • 3. En Cataluña se repite la misma secuencia: flujo y reflujo, produciéndose el paso del uno al otro alrededor del 1620. z51 4. En Valencia, el avance es lento, poco perceptible entre 1527 y 1563, pero muy marcado de 1563 a 1609 (más del 50 % en su totalidad y casi un 70 % entre los prolífícos moriscos). 252 2S0
>•
2S1
252
Op. cit., 2. a parte, cap. II. J. NADAL y E. GIRALT, La population cata/ane de 1553 a 1717, 1960, p. 198-
HENRI LAPEYUE, Géographie de l'Espagne marisque, 1959, pp. 29-30-
LA MEDIDA DEL SIGLO
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5. En Castilla, resulta evidente que durante el siglo XVI se produce un poderoso avance demográfico, avance que resulta más claro todavía si descartamos las cifras exageradas que se daban para la población de la España de los Reyes Católicos (las de Konrad Hábler y Albert Girard entre otros). En el siglo XVI el incremento de población sigue, por lo que parece, un ritmo ascendente regular. En todo caso, así lo demuestran las cifras que ofrece el viejo estudio de Tomás González 2S3 para los años que corren entre el 1530 y el 1591, a pesar de las serias críticas que se les pueden hacer. 254 Los errores de los vastos cálculos de González —y ciertamente los hay— no invalidan los resultados de conjunto. En sesenta y un años, la población castellana se habría simplemente duplicado (con una tasa anual de crecimiento por encima del 11 por 1 000) y eso pese al obstáculo de las guerras y el de la emigración al Nuevo Mundo, la importancia de la cual no deberíamos exagerar. 255 En cualquier caso, dos evaluaciones globales contemporáneas poco conocidas no contradicen esta evolución de conjunto: la primera, que se basa en el censo de 1541, fija en 1 179 303 256 el número de vecinos castellanos, es decir, una cifra superior a la de Tomás González; la otra, fechada el 13 de enero de 1589, y emanada del Consejo de Guerra, habla de 1 500 000 vecinos. 257 Estas cifras, cuyo valor no es indiscutible, no echan por tierra el cálculo final de Tomás González. Es evidente que estos resultados no satisfacen nuestra curiosidad ni agotan las enormes posibilidades que siguen ofreciendo los documentos guardados en Simancas y otros lugares. En el curso de nuestras investigaciones en Simancas, hemos encontrado múltiples referencias acerca de un vasto censo realizado en 1561, y que muy probablemente da el padrón de todas las ciudades 258 y sus partidos. Si conociésemos esas cifras resultaría más fácil trazas la evolución demográfica entre 1530 y 1591- N o hay prueba alguna—y Ramón Carande 259 tiene razón a priori— de que el flujo haya alcanzado su punto más alto exactamente en 1591; la fecha ha sido fijada a falta 253 TOMÁS GONZÁLEZ, Cerno de la población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo xvi, 1829254 Sobre todo en io que concierne al reino de Granada. De modo que hemos tenido que corregir la última cifra del cuadro: no son 71 904 vecinos, sino 48 021. Esta corrección quedará justificada por las investigaciones, de próxima publicación, de Felipe Ruiz Martín y de Alvaro Castillo Pintado. 255 Ver infra, p. 552 y notas 313-4. 256 C0D01N, XIII, pp. 529-30. 257 Simancas Eo. 166, f. 3, 13 enero 1589258 Para Sevilla, ver Simancas, Expedientes de Hacienda, 170. ™ Op. cit., pp. 43-4.
Población de Castilla en 1541
Densidad de población por Km2 coe»".: 4.5 menos de 5 hab/km2 6 a 10 hab/km2 l l a l í hab/km2 Ü Ü más de 15 hab/kn
Población de Castilla en 1591
Densidad de población por km2 coef..- 1.5 menos de 10 hab/km2 11 a 20 hab/km2 21 a 30 hab/km2 más de 30 hab/km2 figura 34 Hemos adoptado el coeficiente de 4.5 habitantes por vecino. Estos mapas y los dos siguientes se han tomado del artículo de ALVARO CASTILLO PINTADO, aparecido en Annales E. S. C. Las divisiones corresponden a las diferentes provincias de Castilla-
Incremento de la población 1541-1591
Segunda distribución de los MILLONES - 1593
Distribución por provincia ten maravedises por /.w^un Menos de i" • i 500 mrs/hogar I •' • i 300 a 400 mrs/hogar Í00 a 450 mrs/hogar Í50 a 500 mrs/hogarQIIin}
Figura 35 El mayor incremento de población corresponde (mapa superior) al crecimiento de la nueva capital, Madrid. En el segundo mapa, la redistribución de los millones, nuevo impuesto sobre el consumo, demuestra, en líneas generales, que las regiones más pobladas son las menos ricas. Más que de distribución, como el título indica, se trata aquí de reparto del impuesto.
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DESTINOS COLECTIVOS
de mejor evidencia. Es evidente también que ese momento exacto que no podemos fijar es el instante crucial del destino de España. Y, finalmente, sería muy útil poder saber cómo se repartía la población entre las diferentes provincias de la Península. Se ha afirmado que hubo un movimiento general hacia el sur, 26° lo cual es cierto en el caso de la riqueza y (también) en el de gentes indeseables, pero no respecto a la población del norte, sólidamente arraigada, y que sigue sin moverse de su espacio cuando el siglo acaba. 261 6. También Italia ofrece un testimonio significativo y fácilmente accesible: todas las cifras han sido coleccionadas y criticadas por Karl Julius Beloch en una obra impresionante, cuyo último volumen no salió a la luz hasta 1961, treinta y dos años después de la muerte del autor. 262 Y las cifras, tanto locales como nacionales, concuerdan. Veamos en primer lugar los censos por regiones. Sicilia, en 1501, 263 contaba con una población de poco más de 600 000 habitantes; en 1548 eran 850 000; en 1570 sobrepasaban el millón; en 1583 se registran 1 010 000; en 1607, 1 100 000. La población de Sicilia permanece estacionaria durante el siglo XVII, y en 1713 se eleva a 1 143 000. La curva es análoga en lo que atañe al reino de Ñapóles; 264 si nos atenemos a los censos españoles, calculados por hogares, se ve que la población es de 254 823 hogares (es decir, más de un 1 000 000 de habitantes) en 1505; de 315 990, en 1532; de 422 080, en 1545; de 481 345, en 1561; de 540 090, en 1595 (que es el censo más seguro de todos); la cifra desciende en 1648 a 500 202, 26S y en 1969 a 394 721. Tomando como 100 la cifra de 1505, vemos que el índice de población del reino pasa sucesivamente a 124 en 1532, a 164.9 en 1545, a 187 en 1561 y a 212 en 1595, para bajar a 190 en 1648 y a 155 en 1669- Con respecto al medio siglo que nos interesa (15451595), se acusa, pues, un cambio del índice de 164.9 al de 212, o sea un aumento de más del 28 %, sin que se produzca un descenso demográfico hasta llegar el siglo XVII. En este siglo se registra un 260 261 262
PlERRE CHAUNU, op. Clt., 1, p p . 2 4 7 SS. Según las investigaciones en curso de ALVARO CASTILLO PINTADO. KARL JULIUS BELOCH murió en 1929. Su Bevó/kerungsgeschicbte Italiens es
una obra en tres volúmenes, tomo I, 1937, tomo II, 1940, tomo III, 1961. 2
«
!"
K. J. BELOCH, Dte Beviilkerung..., I, p. 152.
Ibid., p. 215. Encuentro ese mismo censo, Sim. S. P. Ñapóles, 268, pero techado en 1652. 265
541
LA MEDIDA DEL SIGLO
estancamiento en Sicilia y un sensible decrecimiento en Ñapóles: 190 en 1648 y 156 en 1669, lo que hace retroceder al reino hasta una situación inferior a la de 1545 (el índice baja de 165 a 156). Y el Estado Pontificio pasa de 1 700 000 en 1550, a 2 000 000 en 1600. 266 habiuna' 1.000.000
SOO.000
600.000
400.000
1501
1548
83
95
1615 23
F/'g. 36: La población de Sicilia.
36 42
70
81
1716
1501-1716
Según JULIUS BELOCH. Las cifras del censo oficial sólo indican una breve regresión entre 1636 y 1670.
Florencia, sumando la población de la ciudad y la de su territorio, pasa de 585 918 habitantes en 1551 a 648 798 en 1622. 267 En Milán y el Milanesado el incremento va de 800 000 en 1542, a 1 240 000 en 1600. El Piamonte cuenta con 800 000 habitantes en 1571 y 900 000 en 1612. 2 6 8 Para Venecia y sus posesiones italianas las cifras de la progresión son: de 1 588 741 en 1548, 269 a 1 850 000 en 1622. 27° Y por último, el caso de Cerdeña: censos levantados con fines fiscales, censos incompletos y con un gran margen de errores y de 266
K. J. BELOCH, op. cit..
III, p.
352.
267-268 ibjj p . 351. p a r a Florencia y la Toscana, 870 000 en 1561. VICENZO Ff.DELl, Relatione di sua ambasciata irt firenze nell'anno 1561. f. 15, Marciana. 269 DANIELE BELTRAMI, Storia della popolazione di Venezia dal secólo XVI alia caduta della República. 1954, pp. 69-70. 270
K. J. BELOCH, op. cit.. III, p. 352, da en 1557 la cifra de 1 863 000, y en
1620, 1 821 140. Y (art. cit.. p. 178) 1 650 000 en 1548.
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fraudes, nos dan a pesar de ello una idea del1 ascenso demográfico. El censo de 1845 arrojó la cifra de 26 163 hogares; 271 las tierras de la Iglesia representaban 742 hogares, las de los feudos 17 431 las del rey 7 990. El donativo de 15 000 liras se reparte del siguiente modo: 2 500 para las tierras eclesiásticas, 7 500 para las tierras señoriales y 5 000 para las tierras de la Corona; no hay duda que la población total era de cien mil habitantes y pico, correspondientes, sobre poco más o menos, a la cifra de hogares indicada. Un historiador nos habla de 150 000 habitantes en Córcega; el censo de 1603, 272 con sus 66 769 hogares, significó, evidentemente, un enorme aumento, aunque para computar el número de hogares por el de habitantes tomemos el coeficiente, muy bajo, de cuatro. Entre 1485 y 1603, el aumento del censo de población, suponiendo que las cifras sean exactas, fue de unos 100 000 habitantes, lo que significó una gran sobrecarga para la isla. Si todas estas cifras indican un aumento general de población, resulta difícil ver cómo éste se ha ido desarrollando. Hubo, no hay duda, un crecimiento diferencial, pero no sabemos el curso que siguió ni cuáles fueron sus causas. Al considerar la situación de conjunto, somos conscientes de que aparecen unas cuantas dudas, las mismas que se le presentaron a K. Julius Beloch, 27} y que nosotros deberíamos tratar de resolver de modo diferente a como él lo intentó. Es cierto que respecto al 1500 es muy deficiente el material que podemos manejar; de él se deduce que Italia tenía un número muy bajo de habitantes, un total que inquietaba —quizá innecesariamente— a K. Julius Beloch. ¿Nueve millones y medio de personas son muchas o más bien muy pocas para la península que la invasión de Carlos VIII había encontrado desprevenida? Muy pocas, incluye nuestro guía, y sugiere la posibilidad de un mínimo de 10 millones. Hacia 1550, el total sería de 11 591 000 (flujo, a pesar de las llamadas guerras de Italia) y 13 272 000 hacia 1600, bajando a 11 545 000 hacia 1658. Es decir, progresión y, luego, disminución. Pero no nos encontramos ante un caso obedeciendo la regla de la población que se duplica, regla que habíamos propuesto al inicio de nuestras explicaciones. No hay motivo que nos impida pensar que el crecimiento de la población en Italia fue más lento que en otros lugares. Era ya de comienzo un país más rico que los demás, y la riqueza 271 FRANCESCO CORRIDORE, Storia docitmtntata delta popolazione di Sardeg>">. 1902, 2.a ed., p. 12. 272 Ibid.. pp. 19 y 20. 273
K. J. BELOCH, op. dt..
III,
p.
352.
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es, desde este punto de vista, mala consejera. Pero nada nos autoriza tampoco a aceptar esas otras cifras más altas que propone Beloch. Ni sabemos mucho acerca del momento preciso en que comenzó el reflujo. Aceptemos, pues, mientras carezcamos de más amplia información, que hubo dos momentos cruciales: el primero, en 1630, cuando las pestes azotan el norte de la península; el segundo, en 1656, el año que la peste castiga cruelmente Genova, Roma y Ñapóles. Pero se trata de fechas tardías, elegidas a falta de mejores puntos de referencia. 7. Los censos del Imperio otomano son una de las más preciosas conquistas de la investigación histórica de los últimos años. 274 Una población que en la época de Solimán (hacia 1520-1530) era de 12 o 13 millones, pasó a ser de 17 a 18 millones hacia 1580, y posiblemente a 30 o 35 hacia 1600. Estas cifras son discutibles, pero no imposibles. Lo que queda fuera de toda discusión es el evidente incremento, incluso aun cuando no haya alcanzado las revolucionarias proporciones que sugiere nuestro colega de Estambul. Nos encontramos evidentemente ante evaluaciones aproximativas, pero que se apoyan en censos actualmente en curso de análisis, y cuyos resultados provisionales hemos utilizado con la autorización de los autores. Y una vez más lo esencial es la correspondencia entre Oriente y Occidente. Si sumamos la población de las cinco ciudades mayores hacia 1501-1509—Venecia, Palermo, Mesina, Catania y Ñapóles— obtendremos un total de 349 000 habitantes. Si volvemos a sumarla, pero esta vez en 1570-1574, nos da 641 000 habitantes, o sea un aumento del 83.6 %• Doce ciudades turcas totalizan, antes del 1520, 142 562 habitantes, y 271 494 hacia 1571-1580, o sea un crecimiento de alrededor del 90 %. 27S Los dos movimientos demográficos que ocurren en las dos mitades del Mediterráneo son equiparables. Reservas y conclusiones De modo que todas nuestras cifras concuerdan. Esas cifras, sin embargo, pueden engañarnos. Ya lo advertía Julius Beloch en un artículo publicado el año 1900: esas cifras cada vez mayores son un poco como las de un sistema fiscal que fuese mejorando su técnica y, en consecuencia, perfeccionase sus listas de contribuyentes y les exigiese cada vez más. Y es evidente que en el siglo XVII se había 274 275
ÓMER LlITFI BARKAN, art. cit.. p p . 191-3. Ibid., cuadro 1, p. 292.
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perfeccionado notablemente el sistema censual. 2 7 é Sin embargo, una vez expresadas estas reservas y después de aceptar la posibilidad de que errores de semejante naturaleza hayan podido agigantar el crecimiento ocurrido en el siglo XVI, y, al contrario, ocultar el descenso demográfico del XVII, el período 1500-1600 continúa siempre bajo el signo de la multiplicación humana. Nos quedan abundantes pruebas, ingenuas unas y singularmente brutales otras. Ejemplo de ingenua: no hay duda de que ha aumentado el número de habitantes de nuestro pueblo —dicen en 1576 unos campesinos toledanos—: 277 la iglesia se ha quedado demasiado pequeña para el número actual de fieles; y, en los pueblos vecinos: «Si se han multiplicado —dicen unos testigos, hablando de los habitantes de Puerto de San Vicente— es porque han venido al mundo y se han casado.» 278 Ejemplo de prueba brutal lo encontramos en el informe de cierto provveditore veneciano (por cierto no muy diferente a algo que dijo Napoleón la víspera de la batalla de Eylau): «Muchos cretenses han sido muertos durante la última guerra [1570-1573], al servicio de la Señoría de Venecia —dijo, de vuelta de esta isla—, pero en unos cuantos años se cubrirán las bajas (sera raiffatto il numero), pues hay muchos niños de diez a quince años, sin contar los que son aún más jóvenes...» 279 Son pruebas directas; y las hay en abundancia. Y no son menos importantes las pruebas indirectas. Por lo que sabemos de las regiones mediterráneas entre 1450 y 1550, parece que con el transcurrir de los años se pasa a situaciones cada vez más tensas. Por todas partes, tanto en Castilla como en Provenza, y sin duda en las demás regiones, se multiplican las fundaciones de pueblos y ciudades menores. Castilla puede parecer muy poco poblada aún a la altura del año 1600, pero en ese caso la habremos de considerar desierta entre el 1465 y el 1467 si la vemos a través de los ojos de un viajero muy observador, un noble bohemio llamado León de Rosmithal. 28° Lo mismo ocurre con el trigo, con la producción general de cereales y con el abastecimiento de víveres de boca de las ciudades: esa constante y fastidiosa carestía, tan común entre 1550 y 276 277
K. J. BELOCH, art. cit., p. 767. CARMELO VIÑAS y RAMÓN PAZ, Relaciones de los pueblos de España ordenadas
por Felipe ¡l, Reino de Toledo, 2. a parte, t. 2, Madrid 1963, p. 767. 278
279
CARMELO VIÑAS y RAMÓN PAZ, op. cit., passim y II, p. 299.
Luca Michiel, A. d. S. Venecia, Relazioni B a 63, f. 286 verso. Varias ediciones. Útil compilación de G. GARCÍA MERCADAL, Viajes de extranjeros por España y Portugal, t. I, 1952, pp. 259-305: Viaje del noble bohemio león de Rosmitbal de Blatina por España y Portugal hecho del año 1465 a 1467. 280
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1600, no se produce en los años precedentes. Sé muy bien que un tratado de agricultura no merece nunca una fe total y menos aún el escrito por G. Alonso de Herrera, aparecido en 1513 281 y que todavía conoció una nueva impresión en una fecha tan posterior como es la de 1620. 282 ¡Cuánto no debe a los antiguos agrónomos romanos! El autor, además, tiende demasiado a evocar los viejos buenos tiempos. Pero eso de los viejos buenos tiempos no siempre es un mito, pues precisamente en ellos Castilla exportaba su trigo hacia las regiones periféricas, mientras que ahora ha de importarlo. También es cierto que entonces la vida era barata (por lo menos, hay precios de antes de la inflación). Situación análoga, en lo referente al trigo y los alimentos, se adivina en la Italia anterior al año 1550, o mejor aún, de antes del año 1500; se tiene la impresión de que su población estaba viviendo entonces con un confortable margen de holgura. Es cierto que las ciudades tropiezan con dificultades en la cuestión del avituallamiento, pero esto, a ojos del historiador acostumbrado a los espectáculos dramáticos del segundo siglo XVI, es un problema de menor cuantía... 283 Confirmaciones y sugerencias Recientes e importantes estudios sobre Valladolid, 284 Palencia, 28S Pavía, 286 Bolonia, 287 Udine 288 y Venecia 289 nos aportan confirmaciones y sugerencias. Confirmaciones: la confirmación más importante concierne obviamente al trend de alza: las cifras de bautismos, matrimonios y defunciones concuerdan con nuestras estimaciones. Un historiador, B. Bennassar, ha establecido de modo incuestionable este movimiento ascendente para Valladolid y los pueblos de su campiña, buena parte de ellos fértiles y activos. Pero 281
ALONSO DE HERRERA, Libro de Agricultura, 1513, en especial f. 3, v. y f. 5. Otras ediciones en 1539, 1598—la de 1620 (Madrid) está en la B. N . París, Res. 379—. 283 En Italia el período 1550-1602 se caracterizó por amplias fluctuaciones en el precio del trigo. DANTE ZANETTI, Problemi alimentari di una economía preindustriak- 1964, p. 93. 284 BARTOLOMÉ BENNASSAR, tesis inédita ya citada, cap. VIH, Les hommes du siecle. 282
285
GUILHERMO HERRERO MARTÍNEZ DE AZCOITIA, La población palentina en los
'ig/os xvi y XVII, 1961. 286
GlUSEPPE ALEATI, La popolazione di Paria durante il dominio spagnuolo, 1957. ATHOS BELLETTINI, La popolazione di Bologna da! secólo XV all'uniftcazione "altana. 1961. 287
288
RUGGIERO ROMANO, FRANK SPOONER, U G O T u c a , Les prix a Udine, tra-
bajo inédito. 289 D. BELTRAMI, op. cit., ver supra, p. 541, nota 269.
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especifica que los movimientos ascendentes conocen un hiato entre 1540 y 1570, es decir, que se produce una pausa coincidiendo con la mitad del siglo, y que el descenso de la tendencia mayor comenzó sin duda hacia 1580-1590, es decir, antes de la fecha establecida por el estudio ya antiguo de Earl J. Hamilton. 290 Esta década será la que marque el momento de la crisis biológica de la grandeza de España, con anterioridad al episodio de la Armada Invencible, y bastante antes de que comenzase el declinar del comercio sevillano (lo que no ocurre antes de 1610-1620). Esta década de los años 80 resulta ser cada vez con mayor claridad el eje crucial del destino de España, década en la que Portugal se somete a su poderoso vecino, y en la que comienza a declinar la prosperidad de Córdoba, Toledo y Segovia; década también, en la que las alcabalas o impuestos sobre el consumo detienen su auténtico ritmo de crecimiento, y durante la cual se multiplican las epidemias. 291 Nuestros problemas se solucionarían si se pudiese probar que la situación de Valiadolid era característica de toda España, pero esto está por demostrar. Considerado en sus líneas generales, el cuadro es análogo al que resulta de estudiar Pavía o Bolonia, o la misma Udine. 292 El siglo XVI es testigo de un espectacular aumento: en Pavía, de 1550 a 1600, la población pasa de 12 000 habitantes a 26 000, pero alrededor del 1650 ha bajado hasta 19 000. El número de bautismos en Bolonia es de unos 1 000 en 1515 y 3 500 en 1585. Pero, ¿para qué seguir multiplicando estos ejemplos concordantes? Mejor será que nos dediquemos a otros problemas generales más importantes. •'• ••-'.•'"'.
Algunas certezas
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Todas las poblaciones que vamos a considerar pertenecen a lo que ha sido definido como d'ancien régime, es decir, anterior a los nuevos equilibrios del siglo xvni. Todas ellas se caracterizan por agudas fluctuaciones, por tasas de mortalidad terriblemente superiores a las de natalidad, y la vida esforzándose mientras tanto, y pacientemente, en equilibrar lo desequilibrado. La larga curva di290
EARLJ. HAMILTON, «The decline of Spain», en 1'be-Economic Hislory•Rerieu: 2 mayo 1938, pp. 169, 171, 177. 291 Ibid., p. 177, para las epidemias en Andalucía en 1560-1570, 1599, 1600, 1648-1649, 1677, G. NIEMEYER, op. cit., p. 51. 292
Trabajo inédito de R. ROMANO, F. SPOONER, U. T u c a , op. cit.
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3 500 3 000 2500 2000 1 500 1000
500
1551
1560
1570
1580
1590
1600
Fig. 37: Bautismos en Florencia, 1551-1600 La curva asciende hasta 1570; a continuación se produce una cierct estabilidad hasta el año 1600, con una media anual de 3 000.
bujada por los bautismos de Florencia 293 evidencia con toda claridad las fluctuaciones de la coyuntura biológica natural, sometida probablemente a fluctuaciones de orden puramente económico. Ancien régime: las tasas de natalidad y mortalidad corr'sponden, grosso modo, en todos los casos que nos son conocidos, a los de las naciones subdesarrolladas de un pasado reciente e incluso de hoy, y que se establecen más o menos en un 40 por 1 000. En Tudela del Duero, un gran pueblo vitícola cercano a Valladolid, 294 la tasa de natalidad oscila, entre 1531 y 1579 (para los períodos 1531-42, 1543-59, 1561-70, 1572-78 y 1578-91), del 42.7 por 1 000 al 49.4, 44.5, 54.2 y 44.7. El coeficiente record, 54.2 (para el período 1572-78), es ficticio, pero las cifras están muy por encima de la natalidad natural, que es de 40 por 1 000, cantidad que, por otra parte, no alcanza Palencia, 295 ciudad de Castilla, 293
Véase gráfica n.° 37. Todos los datos que vienen a continuación han sido tomados del trabajo inédito de B. BENNASSAR ya citado. 294
295
G. HERRERO MARTÍNEZ DE AZCOITIA, La población palentina en los siglos xvi
y XVII, 1961, p. 39. A partir de 1599, después de la peste, el porcentaje de nacimientos subió directamente al 50 e incluso al 60 (máximo 66,87) por mil.
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en el período comprendido entre 1561 y 1595, en cuyos años la tasa de natalidad oscila entre 34.81 y 37.48 por 1 000, pero no hay que olvidar que Palencia es una ciudad. Cifras semejantes a las de Palencia las podemos encontrar en Bolonia (1581, 37.6; 1587, 37.8; 1595, 35.8; 1600, 34.7; 1608, 34.6 por 1 000), y ligeramente inferiores en Venecia (1581, 34.1; 1586, 31.8). Pero evitemos caer en la tentación de decir que el coeficiente de nacimientos crecía en razón inversa al de la riqueza, pues las robustas cifras casi campesinas que ofrece Florencia lo contradicen (1551, 41.1; 1559, 35.6; 1561, 46.7; 1562, 41.9). 296 Pero volvamos a los pueblos que rodean a Valladolid. El porcentaje de matrimonios en Villabáñez (1570-1589) era de 8 por 1 000, con intervalos de treinta y tres meses entre nacimientos; y la relación entre nacimientos y matrimonios, de 4.2 o un poco más baja. En Simancas (1565-1590) el porcentaje de mortalidad era del 38.3 por 1 000. Sabemos la razón: aquí, como en todas partes, la mortalidad infantil hacía estragos. Durante el período 1555-1590 hay 2 234 bautismos y 916 entierros de criaturas, es decir, de niños de corta edad, lo que representa el 41 por 100 del total de decesos. La edad que se tiene en el momento de casarse, indicador de primer orden, resulta ser en el pueblo de Villabáñez —modelo pequeño pero válido— algo menor de los veinte años para las mujeres, y entre los treinta y los treinta y cinco para los hombres. Debo añadir que la edad en que aquí se contrae matrimonio es más temprana que la que se conoce o supone en otras partes, aunque es imposible generalizar partiendo de un estudio que se limita aquí a unos cincuenta casos. 297 Era un mundo de existencias frágiles, con pocas esperanzas de vida para el individuo que acababa de nacer. Lo sabíamos antes de conocer estas cifras. Sabíamos también que la longevidad femenina era superior a la masculina, esto gracias a los registros de los pueblos castellanos entre 1575 y 1577, donde tantos nombres de viudas aparecen. 298 En Venecia, en julio de 1552, 2 " había 48 332 hombres y 55 422 mujeres (los niños de ambos sexos se suman juntos y dan la cifra de 49 923). Los demógrafos preferirán sin duda las más detalladas cifras de Zara, con sus cuatro apartados 300 2,6
Los porcentajes precedentes son los que ofrece ATHOS BELLETTINI, op. cit.,
p. 136 297 2.8 2.9 300
Trabajo inédito de B. BENNASSAR, op. cit. Sobre las Relaciones en general ver N. SALOMÓN, op. cit.. supra. p. 507, n. 122. Referencia extraviada. Correr, Dona delle Rose, 192.
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(Zara ciudad; Zara, islas vecinas; Zara tierra firme; y Zara, inmigrantes morlacos, que han venido da labrar in aquel contado): 5 648, 5 419, 2 374, y 2 000, o sea, un total de 15 441 anime. Sólo las tres primeras cifras aparecen subdivididas en vecchi, homini da fatti, donne, putti e putte. Escasean los ancianos: 181, 190 y 94, es decir 365 viejos para una población de 13 441 personas. Los niños varones: 1 048, 559, 1 170; niñas: 893, 553 y 1 215. En total 2 777 niños y 2 261 niñas: como era de esperar, ligera ventaja de aquéllos. Homini da fatti (de dieciocho a cincuenta años): 1 156, 1 023 y 505; en total 2 648 frente a 4 854 mujeres (2 370, 1 821 y 663); la mayoría femenina resulta evidente. La misma situación encontramos en Creta, que nos servirá de ejemplo final: 301 su curva demográfica general es, más o menos, la que ofrecemos a continuación: 1525, 100 000 habitantes (según cálculo de Sañudo, que se queda un poco corto); 1538, 198 844; 1606, 212 000; 1608, 220 000; 1636, 176 684. Pero no tomamos sino una parte de la isla, el territorio propio de la ciudad de Candía. En 1636 cuenta con 98 114 habitantes, de ellos 23 169 hombres (entre los dieciocho y cincuenta años), 21 362 muchachos y viejos y 48 873 mujeres. Es evidente que hay que sumar las dos primeras cifras para obtener el número de las personas de sexo masculino. El resultado es 44 531 hombres para 48 873 mujeres. Es más o menos la misma proporción que encontramos en la más antigua descrittione de la población de Bolonia, en 1581: 19 083 hombres y 22 531 mujeres. Y la población femenina sigue siendo mayoría quince años después, en el 1596. 302 Estas cifras indican la alta proporción de población activa. Hombres, mujeres y niños, todos, o casi todos, trabajan. Esta era la única ventaja de estas poblaciones jóvenes, en las que apenas hay lugar para los viejos y los inútiles, sobre todo para los viejos. Cada uno se gana su pan cotidiano. Pero las pocas indicaciones y cifras en que se apoyan no nos consienten en modo alguno resolver el problema de la proporción existente entre población femenina y población masculina. Podemos aceptar como regla que las mujeres eran en mayoría, pero se 301 SAÑUDO, «A «"/.. XL, 25, Constantinopla, 24 agosto 1525. Correr, Dona Delle Rose 21 (1542), A. d. S. Venena. Capi del Cons 0 dei X. Lettere B a 285 f. 88, Candía, 30 sept. 1557, duque, capitán y consejeros a los Die2. La población de Candía había aumentado de manera considerable. Correr 1586; P. D. 975, 1636. 302
ATHOS BELLETTINI, op. at., p. 9, n. 9. La población de Bolonia, en 1596,
Galiani Cronaca di Bologna (Marciana 6114. C 1II-5) era de 58 941, de los cuales, 4 651 religiosos y religiosas, 15 595 hombres, 18 079 mujeres, 7 626 niños, 6 166 niñas, 2 760 sirvientes masculinos y 4 064 femeninos.
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presentan excepciones. En Venecia, por ejemplo, comprobamos que la regla se cumple en 1548, pero las cifras del libro ya clásico de Daniéle Beltrami 303 vienen inmediatamente a contradecirnos: en 1563, en 1581 y en 1586 hay más hombres que mujeres (51.6, 51.3 y 51 % del total). Sin embargo, en 1643, y posiblemente un poco antes, se vuelven las tornas (49-3). Venecia, ciudad en que el inmigrante joven representa un gran papel, nos ofrece así un testimonio que no sabemos si es específicamente suyo o válido para todas las ciudades donde continuaba creciendo la tasa de nacimientos y que por ello tenían una población predominantemente masculina. Es tentador suponer que esto ocurre a causa de las oscilaciones que se producen alternativamente en un sentido y en otro. Otro índice: las emigraciones Si el Mediterráneo hubiera vivido de sí mismo, si no hubiera abierto sus puertas por todas partes, especialmente por el oeste, sobre el Atlántico, habría tenido que resolver por sus propios medios el gran problema del excedente de población; es decir, se habría visto obligado a absorber el exceso de hombres, repartiéndolo a través de su espacio. Algo de esto fue, por lo demás, lo que sucedió. Una prueba de la superpoblación de la Europa mediterránea la tenemos en las repetidas expulsiones de los judíos desde finales del siglo XV: en 1492 fueron arrojados de Castilla y Portugal, en 1493 de Sicilia, de Ñapóles en 1540 y 1541, de Toscana en 1571, y por último, de Milán en 1597. 304 De estos emigrantes involuntarios, los más numerosos, los judíos ibéricos, llegaron hasta Turquía, Salónica, Constantinopla y el norte de África, donde arraigaron. En los países demasiado poblados para sus recursos —y tal era quizá ya el caso de la península Ibérica en tiempo de los Reyes Católicos— la religión ha sido el pretexto como la causa de estas persecuciones. Es la misma ley del número que, andando el tiempo se volvería también contra los moriscos, en la España de Felipe III. Y, más tarde, en Francia, contra los protestantes de la 3ÜJ
Op. cit., pp. 80 ss. 9 El 31 de enero de 1492, de Sicilia (ejecución del deto. de 18 de sept., I 8 de dic); de Ñapóles, en 1539, GIOVANNI DI GIOVANNI, L'ébraismo della Sicilia. Palermo, 1748, in-8.°, 424 pp., y en especial FELIPE Rmz MARTÍN, «La expulsión de los judíos del reino de Ñapóles», en Hispania. t. XXXV, 1952; LEÓN POLIAKOV, Les hanchieri juifs et le Saint-Siege du xur au XVir siecle, 1965. 3 4
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época de Luis XIV, como hace tiempo lo hizo notar Georges Pariset. 305 Otra prueba: los diversos descensos en masa de la población de las regiones montañosas hacia las planicies y hacia las ciudades. Ya hemos tratado ese tema detenidamente. Del mismo modo, los múltiples desplazamientos de los hombres de la Cristiandad hacia las tierras del Islam tienen todos los caracteres de movimientos compensatorios. La ciudad de Argel, que creció «a la americana», era, en realidad, una ciudad de inmigrantes. Paralelamente, se produce una continua emigración italiana que se desparrama hasta muy lejos, hacia el norte europeo, los países islámicos y hasta las Indias, llevando a las nuevas tierras una mano de obra cualificada de artesanos, artistas, mercaderes y artilleros. En las postrimerías del siglo, sabemos que vivían en el Cercano Oriente de 4 000 a 5 000 familias venecianas. 306 Aquí y allá se pueden descubrir emigraciones semejantes; por ejemplo, la de los obreros de Como que, a fines del siglo XVI, se establecen en Alemania y en Moravia, 307 o la de los peones agrícolas que en 1587 dejan Liguria y se marchan a las planicies corsas, 308 o la de los técnicos 309 a quienes nos encontramos casi en todas partes, especialmente en Francia, implantando los procedimientos de fabricación de la península italiana, ya se trate del arte de tejer la seda para hacer brocados de oro, o los secretos de la vidriería a la moda de Murano 31° o las mayólicas de Albissola. 3 U Inventores, artistas, canteros y albañiles italianos esparcidos por todas las rutas de Europa. 312 Pero, ¿cómo hacer la 305 G. PARISET, L'Etat et les Eglises de Prusse sous Frédéric-Guillaume I er , 1897, p. 7 8 5 . 306 v e r infrc¡: p 7 4 i ( n o t a s 127-8, lo cual no quiere decir q u e la cifra no sea exagerada. 307 G. ROVELLI, St. di Como, 1 8 0 3 , III, 2, p p . 116-7, 145-7, cit. p o r A. F A N F A N I , op. cit., p . 146. 308 F. BORLANDl, Per la storia della popolazione della Corsica, 1940, p p . 6 6 , 6 7 ,
71,
74, 309
82;
cit.
por
A. F A N F A N I , op. cit.,
p.
146.
U . FORTl, Storia della técnica italiana, 1940. 310 A u n en Inglaterra; A. F A N F A N I , op. cit., p . 146. 311 R e f e r e n t e a los orígenes d e las porcelanas d e N e v e r s a partir d e 1550, LouiS GuÉNEAU, Vorganisation du travail a Nevers aux xvw et xviw siecles, 1919, p. 2 9 5 . 312 Sobre la dispersión italiana a través del m u n d o , e n o r m e d o c u m e n t a c i ó n impresa e inédita. Se tendrá una idea d e su extensión p o r dos estudios: u n o sobre la emigración hacia Lisboa, v. PERAGALLO, Mise, di st. it., 1944, y el o t r o hacia G i n e bra, v. PASCAL, «Da Lucca a G i n e v r a » , en R. st. italiana. 1932, a m b o s notables. Falta hacer estudios sobre la emigración de soldados. S o b r e el papel d e los Comaschi y d e los habitantes del Val de T e s s i n o , en el arte del barroco, observación ya citada d e J. B U R C K H A R D T , Die Renaissance, op. cit., p p . 16-7. S o b r e los ingenieros arquitectos italianos, consultar el índice, voz «Fratin», o, p o r e j e m p l o , Jean-Baptiste Toriello, e n D O U A I S , op. cit., II, 110, etcétera.
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lista de estas aventuras, a menudo individuales, o calcular, en sentido contrario, las insistentes emigraciones hacia Italia procedentes de Alemania? Se ha tendido tal vez con exceso a creer que sólo se trataba, en uno y otro caso de un pequeño número de gentes. Pero los pequeños números, sumados unos a otros, acaban formando grandes masas, por lo menos, medidas por la escala del siglo XVI. Los cien mil españoles 313 que en esta época pasan de la Península a las tierras de América constituyen una importantísima emigración, cuyas consecuencias habrán de ser considerables; cien mil a lo largo de una centuria, es decir, mil por año: no muchos, según nuestros patrones actuales. Pero observemos cómo se inquieta, hacia 1632, Rodrigo Vivero: «Tal como van las cosas —escribe—, España se va a quedar sin gente», y las Indias corren el riesgo de arruinarse con estos perezosos recién llegados (Vivero había nacido en Nueva España, y padece los prejuicios propios de esa circunstancia). Y en cuanto desembarcan, «los que eran zapateros remendones se creen señores, y los destripaterrones no quieren volver a tomar un pico entre las manos...». 3 ! 4 El problema está sin duda analizado desorbitadamente por los contemporáneos y por todos aquellos que habiendo visto Sevilla, reflexionan acerca del destino de la España de su tiempo. A la inversa, ha imperado un silencio casi total sobre el tema de la corriente de emigrantes franceses con destino a España; la amplitud de aquélla en el siglo XVI ha sido puesta al descubierto por estudios recientes. 315 País típicamente superpoblado, Francia vierte en la península vecina un torrente de artesanos, mercaderes ambulantes, aguadores y braceros agrícolas. Procedían principalmente, pero no exclusivamente, del sur de Francia. Cataluña recibe grandes contingentes de estos trabajadores, quienes con frecuencia se asientan definitivamente en ella; ya en agosto de 1536, un bando español señala que más de la mitad de la población de Perpíñán es francesa. 3 I 6 Como también lo será la mayoría de la población catalana de comienzos del siglo XVII, «habiendo oído decir que 313
WILHELMY, en Geographische Zeitschrift, 1940, p. 209. B. M. Add. 18287. 315 G. NADAL y E. GIRALT, La population catalane de Í553 a lili, 1960. 316 A. N., K 1690, F. de Beaumont a la emperatriz, Perpiñán, 20 agosto 1536. «Esta villa está llena de franceses que Son muchos más que los naturales.» Dice lo mismo (B. M. Add. 28368 f. 23 v.) Fc° de Salablanca a S. M., Madrid, 16 junio 1575: Perpiñán está perdiendo sus habitantes «y son todos gente pobre y gran parte dellos franceses...». 314
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hay un tercio más de franceses que de naturales», comenta un viajero 317 en 1602; Barthélémy Joly —que ése es su nombre— indica además que «todos los días» llegan a Cataluña gentes de Rouergue, Auvernia, Gevaudán y Gascuña. 318 ¿Procederá quizá del nombre de Gevaudán el apodo de Gavaches 3 ' 9 que los catalanes aplican a esos pobres inmigrantes franceses? Parece poco probable. 320 Lo que es indudable es que nos encontramos ante un caso importante de emigración. Estos recien llegados van incluso a Aragón: artesanos atraídos por los altos salarios, «porque en España son caras las manufacturas»; 321 gentes sin oficio que se alquilan como pajes y en el acto «se les viste de librea, pues esos caballeros [sus amos] se huelgan de tal vanidad» 322 —o campesinos, mejor acogidos aún, «a causa de la pereza de los naturales»—; es evidente que quien habla es francés; y añade: «se casan siempre que pueden con las viudas de sus amos»; 323 vienen huyendo de las en exceso abrumadoras tailles de Francia, y atraídos por los encantos de las prostitutas españolas, esas hermosas damas, perfumadas con almizcle, cubiertas de afeites y vestidas como princesas de Francia. 324 Pero Cataluña y Aragón no eran las únicas regiones a las que se dirigían. En Valencia 32S hay franceses venidos de no se sabe dónde como pastores y mozos de labranza en los pueblos de los Cristianos Viejos. En Castilla, la Inquisición nos informa abundantemente acerca de esos artesanos franceses de lengua demasiado atrevida, de los salmos que cantan, de sus andanzas y de las tabernas en que acostumbran a reunirse. Cuando se les mete en prisión se denuncian unos a otros... Con tal motivo se mencionan todos su oficios: tejedores, tundidores de paños, caldereros, fabricantes de palas, herreros, orfebres, cerrajeros, cocineros, vendedores de carne asada, cirujanos, jardineros, campesinos, marineros, capitanes de barco, mercaderes, o mejor dicho, vendedores ambulantes de libros, mendigos profesionales... Por lo general son gente joven, de menos de veinte años a veinticinco. Resulta asombroso verlos lanzarse 317 «Voyage de Barthélémy Joly en Espagne, 1603-1604», pub. p. L. BARRAU DIHIGO, en Revue Hispanique, 1909, separata, p. 29318 Ibid., pp. 21 y 29. 319 Ibid., pp. 21 y 29. 320 Littré deriva gavache del español gavacho: ¡el problema sigue en pie! 321 «Voyage de Barthélémy Joly...», p. 82. 322 Ibid. 323 Ibid. 324 Ibid. 325 T. HALPERIN DONGHI, «Les Morisques du Royaume de Valence au xvi« siecle», en Anuales E. S. C, 1956, p. 164.
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a ese viaje, viniendo de todas partes de Francia, como en el caso de esos impresores de cartas de la baraja, que habiendo salido de Ruán encuentran su trágico destino final en Toledo. 326 Aunque esta emigración cese, como se ha supuesto, hacia 1620, 3 2 7 es seguro que muy pronto ha reemprendido su flujo. «Por Bearne —dice un texto de 1640— 328 pasa cada año una inmensa multitud de segadores de heno y de trigo, castradores de ganado y otros diferentes trabajadores que alivian sus casas de la carga de la nutrición de sus personas y vuelven con algunas ganancias para sus familias...». Hasta ayer se creía que sólo Auvernia 329 había respondido con emigrantes temporales o definitivos al atractivo de los altos salarios de España. Hoy sabemos que no fue así. Y esa multitud de emigrantes ha podido —a mi juicio— cubrir ampliamente los huecos dejados por quienes partían a Italia o hacia las Indias. ¿Es posible construir un modelo de la economía mediterránea? ¿Contamos con el material suficiente que nos consienta medir el Mediterráneo considerado como una totalidad y construir un modelo general donde todo quede incluido —y calculado (si ello es posible)— en bloque? La unidad resultante podría entonces compararse con otras economías-mundo que bordean o tocan el espacio mediterráneo. Un intento a esta escala nos puede proveer en el mejor de los casos de indicaciones de órdenes de magnitud, de líneas generales. A decir verdad, ésta es la única forma de presentar el material. Un modelo de esta especie —si se logra construir— no pretende representar un año determinado o un período particular, sino la totalidad del siglo, por encima de sus crisis y prosperidades. Lo que nos ofrecería —en el caso de ser posible— sería la media, la línea de flotación de las sucesivas experiencias. Es evidente que semejante objetivo no es posible, pero vale la pena de intentar la empresa, pese a las dificultades que implica y la cantidad de obstáculos que previamente se habrán de salvar. ¿Podemos decir que el Mediterráneo es una zona coherente en sí? La respuesta debe der afirmativa, a pesar de los límites indefini326
1902, 327
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ERNST SCHAFER, Geschichte des spanischen Protestantismus, 3 t. en 2 vol.,
vol. 1, t. 2, pp. 137-9. J. NADAL y E, GIRALT, op. cit., p. 198.
P. DE MARCA, Histoire du Béarn, 1640, pp. 256-7, citado por HENRI CAVAILLÉS, La vie pastorale et agrkole dans les Pyrénées des Ganes de l'Adour et des Nestes, Burdeos, 1932, pp. 137-8, 329 Response dejean Bodin d Al. de Malestroict, ed. HENRI HAUSER, op. cit., p. 14.
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bles y particularmente variables de los volúmenes continentales que lo cierran y de los confines marítimos que lo bordean: mar Negro, mar Rojo, golfo Pérsico, estrecho de Gibraltar y océano Atlántico. Cuestiones todas que ya hemos abordado anteriormente sin poder llegar a conclusiones fijas. 33° Yo creía, cuando la primera edición de este libro, que era posible evocar estas diferentes dimensiones del Mediterráneo del siglo x v i multiplicando los ejemplos y seleccionando una serie de detalles importantes y significativos: 331 una ciudad de 700 000 habitantes, Estambul; una flota triguera que unos años con otros ha transportado un millón de quintales de trigo u otros cereales; esas 3 000 toneladas —más o menos— de lana almacenadas en 1580 en los muelles de Liorna; 332 los quizá 100 000 hombres entre turcos y cristianos que el 7 de octubre de 1571 combaten en la batalla de Lepanto; esas 600 naves que forman la expedición de Carlos V contra Túnez en 1535 (sumando, quizá, 45 000 toneladas); el tráfico máximo de Liorna (150 000 toneladas de entrada registra su puerto en 1592-3, cifra probablemente exagerada), o esas cantidades anuales tan diferentes que arrojan los totales de Ñapóles: 1 300 000 ducados del negocio de los cambios, contra 60 000 o 70 000 en seguros. 333 Pero esto significaría dejar enormes espacios en blanco entre minúsculas manchas de color; nos podría ofrecer, como mucho, una leve noción de la distancia que separa nuestro mundo del mundo periclitado del siglo XVI. El lenguaje que hoy más me atrae es ese que los economistas llaman contabilidad nacivnal. Desearía echar las cuentas del Mediterráneo del siglo XVI, no para juzgar su mediocridad o modernidad 330
V e r supra, cap. III. La Méditerranée..., 1. a e d . , p p . 342 ss. 332 F. B R A U D E L y R. ROMANO, Navires et marchandises a l'entrée du port de Livourne, p . 1 0 1 . Cientos d e indicaciones d e esta especie merecen ser citadas: exportaciones extra regnum de vinos napolitanos: de 1563 a 1566 el v o l u m e n m e d i o es el siguiente: vini latini, 23 667 busti, vini grechi dulcí et mangiaguerra, 2 3 1 9 busti (Sommaria C o n s u l t a t i o n u m 2, f. 2 2 3 , 2 o c t u b r e 1567), « a n u a l m e n t e se v e n d e n en Apulia u n o s 8 0 0 0 0 rubii de lana», ibid,, f. 7 5 , 8 agosto 1 5 6 4 ; el comercio francés en ei Levante, q u e Savary de Breves evaluaba en 30 millones d e livres a comienzos del siglo XVII, había disminuido a la mitad en 1624. E. F A G N I E Z , op. cit., p. 324; cifras d e las fortunas personales de algunos i m p o r t a n t e s m e r c a d e r e s d e G e n o v a : muchas superan los 500 0 0 0 ducados, la d e T o m a s o M a r i n o m u y a m p l i a m e n t e , y la de A d a m o C e n t u r i o n e se acerca al millón, M u s e o C o r r e r , Cicogna..., ff. 2 y 2 v.; el total d e los ingresos del rey de España, 11 millones d e ducados en 1572. Marciana 8 3 6 0 C V I I I - 3 , f. 11 v.; la circulación monetaria en E u r o p a a finales del siglo XV: mil millones (de livres), P. R A V E A U , L'agriculture et les classes paysannes, 1926, p . II, n. 1 ( p o r desgracia n o se indica claramente la unidad). 331
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A. d. S. Ñ a p ó l e s , Sommaria C o n s u l t a t i o n u m , 1, f. 2 1 6 , 28 abril 1559.
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a ese viaje, viniendo de todas partes de Francia, como en el caso de esos impresores de cartas de la baraja, que habiendo salido de Ruán encuentran su trágico destino final en Toledo. 326 Aunque esta emigración cese, como se ha supuesto, hacia 1620, 3 2 7 es seguro que muy pronto ha reemprendido su flujo. «Por Bearne —dice un texto de 1640— 3 2 8 pasa cada año una inmensa multitud de segadores de heno y de trigo, castradores de ganado y otros diferentes trabajadores que alivian sus casas de la carga de la nutrición de sus personas y vuelven con algunas ganancias para sus familias...». Hasta ayer se creía que sólo Auvernia 329 había respondido con emigrantes temporales o definitivos al atractivo de los altos salarios de España. Hoy sabemos que no fue así. Y esa multitud de emigrantes ha podido —a mi juicio— cubrir ampliamente los huecos dejados por quienes partían a Italia o hacia las Indias. ¿Es posible construir un modelo de la economía mediterránea? ¿Contamos con el material suficiente que nos consienta medir el Mediterráneo considerado como una totalidad y construir un modelo general donde todo quede incluido —y calculado (si ello es posible)— en bloque? La unidad resultante podría entonces compararse con otras economías-mundo que bordean o tocan el espacio mediterráneo. Un intento a esta escala nos puede proveer en el mejor de los casos de indicaciones de órdenes de magnitud, de líneas generales. A decir verdad, ésta es la única forma de presentar el material. Un modelo de esta especie —si se logra construir— no pretende representar un año determinado o un período particular, sino la totalidad del siglo, por encima de sus crisis y prosperidades. Lo que nos ofrecería —en el caso de ser posible— sería la media, la línea de flotación de las sucesivas experiencias. Es evidente que semejante objetivo no es posible, pero vale la pena de intentar la empresa, pese a las dificultades que implica y la cantidad de obstáculos que previamente se habrán de salvar. ¿Podemos decir que el Mediterráneo es una zona coherente en sí? La respuesta debe der afirmativa, a pesar de los límites indefini326
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ERNST SCHAFER, Geschkhte des spanischen Protestantismus, 3 t. en 2 vol-> vol. 1, t. 2, pp. 137-9. J. NADAL y E, GIRALT, op. cit.,
p.
198.
P. DE MARCA, Histoire du Béarn, ¡640, pp. 256-7, citado por HENRl CAVAILLÉS, La vie pastorale et agricole dans les Pyrénées des Gaves de l'Adour et des Nestes, Burdeos, 1932, pp. 137-8, 329 Response dejean Bodin a Ai. de Malestrokt, ed. HENRI HAUSER, op. cit., p- l 4 '
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bles y particularmente variables de los volúmenes continentales que lo cierran y de los confines marítimos que lo bordean: mar Negro, mar Rojo, golfo Pérsico, estrecho de Gibraltar y océano Atlántico. Cuestiones todas que ya hemos abordado anteriormente sin poder llegar a conclusiones fijas. 33° Yo creía, cuando la primera edición de este libro, que era posible evocar estas diferentes dimensiones del Mediterráneo del siglo XVI multiplicando los ejemplos y seleccionando una serie de detalles importantes y significativos: 331 una ciudad de 700 000 habitantes, Estambul; una flota triguera que unos años con otros ha transportado un millón de quintales de trigo u otros cereales; esas 3 000 toneladas —más o menos— de lana almacenadas en 1580 en los muelles de Liorna; 332 los quizá 100 000 hombres entre turcos y cristianos que el 7 de octubre de 1571 combaten en la batalla de Lepanto; esas 600 naves que forman la expedición de Carlos V contra Túnez en 1535 (sumando, quizá, 45 000 toneladas); el tráfico máximo de Liorna (150 000 toneladas de entrada registra su puerto en 1592-3, cifra probablemente exagerada), o esas cantidades anuales tan diferentes que arrojan los totales de Ñapóles: 1 300 000 ducados del negocio de los cambios, contra 60 000 o 70 000 en seguros. 333 Pero esto significaría dejar enormes espacios en blanco entre minúsculas manchas de color; nos podría ofrecer, como mucho, una leve noción de la distancia que separa nuestro mundo del mundo periclitado del siglo XVI. El lenguaje que hoy más me atrae es ese que los economistas llaman contabilidad nacimal. Desearía echar las cuentas del Mediterráneo del siglo XVI, no para juzgar su mediocridad o modernidad 330 331 332
V e r supra, cap. III. La Méditerranée..., 1. a ed., p p . 342 ss. F. BRAUDEL y R. ROMANO, Navires et marchandises
a l'entr'ee du port de Li-
vourne, p. 101. Cientos de indicaciones de esta especie merecen ser citadas: exportaciones extra regnum de vinos napolitanos: de 1563 a 1566 el volumen medio es el siguiente: vini latini, 23 667 busti, vini grechi dulcí et mangiaguerra, 2 319 busti (Sommaria Consultationum 2, f. 223, 2 octubre 1567), «anualmente se venden en Apulia unos 80 000 rubii de lana», ibid,, f. 75, 8 agosto 1564; el comercio francés en el Levante, que Savary de Breves evaluaba en 30 millones de livres a comienzos del siglo XVII, había disminuido a la mitad en 1624. E. FAGNIEZ, op. cit., p. 324; cifras de las fortunas personales de algunos importantes mercaderes de Genova: muchas superan los 500 000 ducados, la de Tomaso Marino muy ampliamente, y la de Adamo Centurione se acerca al millón, Museo Correr, Cicogna..., ff. 2 y 2 v.; el total de los ingresos del rey de España, 11 millones de ducados en 1572. Marciana 8360 CVIII-3, f. 11 v.; la circulación monetaria en Europa a finales del siglo XV: mil b i l l o n e s (de livres), P. R A V E A U , L'agriculture
et les classes paysannes,
1926, p. II, n. 1
(por desgracia no se indica claramente la unidad). 333 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, 1, f. 216, 28 abril 1559.
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relativas, sino para determinar las relaciones esenciales entre los diferentes sectores de su actividad; en suma: para captar las estructuras mayores de su vida material. Proyecto tan difícil como azaroso. Los riesgos que comporta resultarán evidentes a cualquier economista que haya estudiado la economía de aquellos países subdesarrollados que no han sido nunca plenamente penetrados por la economía monetaria. Lo mismo ocurría en el siglo XVI. Y la diversidad de monedas, reales y ficticias, haría que todo cálculo fuese complicado aun en el caso de disponer de datos precisos, 334 los cuales, naturalmente, nos faltan. Se debería también tener en cuenta la desenvoltura con que los textos de la época barajan ducados o coronas en España y, ducados, escudos o florines en Florencia. Así nos encontramos, en Florencia, con lo siguiente: Ducati 1 000 d'oro di maneta di lire 7 per ciascun scudo. Lo importante aquí es la referencia a la moneda de siete lire. 33S La agricultura es la industria más importante Está generalmente admitido que el consumo anual de trigo y otros cereales era del orden de dos quintales (actuales) por persona. 336 Esta cifra oculta sin duda amplias oscilaciones de consumo. Pero la podemos aceptar, grosso modo, para la totalidad mediterránea del siglo XVI. Si su población es de 60 millones de habitan334 Que el lector no se escandalice en exceso al ver que expresamos en ducados, sin posterior especificación, los cálculos aproximativos que le ofrecemos. Había en realidad muchas clases de ducados,'venecianos, genoveses, florentinos, napolitanos, españoles... Y cada uno tiene su valor particular y provisional. Estos ducados se convertían todos, más tarde o más temprano, en moneda imaginaria. Lo lógico sería no hablar de ducados sin más, sino calcular su equivalencia en oro o en plata. Los contemporáneos, cuando escriben sobre sumas de dinero, hablan, sin precisar más, de millones de oro, es decir, millones de ducados. En los documentos de las autoridades financieras españolas, el ducado se indica y abrevia por medio de un triángulo, la letra delta A; el escudo de oro, moneda real, por un triángulo invertido V Entre ducado y escudo la relación ha sido durante mucho tiempo, en España, de 350 maravedises (ducado) a 400 (escudo). Los hombres de negocios estaban naturalmente al corriente de estos valores recíprocos de los ducados (entre sí) y de los escudos, a causa, en particular, de que los cambios varían notablemente de acuerdo con la oferta y la demanda. Sin embargo, y una vez dicho esto, podemos aceptar el ducado en nuestros cálculos aproximados como una unidad válida, sin referencia a su valor local ni a su cotización al cambio. El error queda absorbido por la naturaleza altamente incierta de nuestras medidas. 335 MAURICE CARMONA, «Aspects du capitalisme toscan aux xvi* et xvn* siécle», en Revue d'histoire moderne, 1964, p. 85, n. 5. 336 Ver particularmente J. GENTIL DA SILVA, «Villages castillans et types de production au xvi* siécle», enAnnales E. S. C, 1963, pp. 740-1, que acepta, en las ciudades castellanas, un consumo anual de dos quintales de trigo. Se podría discutir mucho acerca de esta medida. Según SUNDBORG, en 1891-1893 el consumo per captta sena: 1.2, en Italia; 1.5, en España; 2.5, en Francia. Cf. DR. ARMAND GAUTIER, L'alimen-
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tes, el total del consumo anual es de unos 120 millones de quintales de trigo u otros «cereales panificables». El resto, carne, pescado, aceite y vino, es simple complemento de lo indispensable. Si aceptamos que el precio medio del quintal es, hacia 1600, de 4 ó 5 ducados venecianos, 337 el consumo mediterráneo (suponiéndolo igual a la producción) debe haber llegado de los 480 a los 600 millones de ducados ai año, es decir, a un nivel que no admite comparación con esos «seis millones en oro» que llegan anualmente a Sevilla. 338 El trigo se basta a sí mismo para establecer de una manera aplastante la superioridad de la producción agrícola sobre cualquier otra. La agricultura es la industria más importante del mar Interior, tanto más cuando los cereales sólo constituyen una parte de la renta agrícola. El cálculo precedente no ofrece más que un límite inferior. Las cifras que se encuentran en el curso de las investigaciones son por lo general más elevadas. Venecia, por ejemplo, 3 3 9 consume, hacia 1600, sean los años buenos o malos, alrededor de 500 000 staia de trigo (aparte de arroz, mijo y centeno). La ciudad tiene en aquellos momentos 140 000 habitantes; pero si contamos los territorios anejos (el Dogado) hemos de añadir por lo menos otras 50 000 personas; en resumen, una población de 200 000 habitantes y un consumo individual de 4 quintales si las cifras se refieren únicamente a Venecia, o de 3.1 quintales si se incluye toda la aglomeración urbana. A dos quintales por cabeza, el avituallamiento podría haber alimentado a 300 000 personas. Es muy posible que detrás de las cifras que hemos dado se esconda este último número de posibles consumidores. También es posible que Venecia, ciudad de altos salarios, consuma más que cualquier otra ciudad. Consideremos otro ejemplo: cierto corresponsal veneciano en Madrid 340 se hace eco de una noticia según la cual se pagaría una tation et les régimes chez l'homme saín et chez le malade, 1908, p. 296; ANDRÉ WYCZANSKI habla, en 1571, de un consumo de 2.2 quintales de centeno en lastarostia polaca de Korczyn, Kwartalni bistorii Kultury materialej, VIII, 1960, pp. 40-1; I. BOG, Die bauerliche Wirtschaft im Zeitalter der Dreissigjahrigen Krieges, Coburgo, 1952, p. 48, consumo de 2.5 quintales en Nuremberg; de 1.9 en Ñapóles en el siglo xvi, W. NAUDE, Getreidepolitik der europaischen Staaten vom 13. bis 18. Jahrkundert, Berlín, 1896, p. 156. Para Francia da Vauban, 3.4 quintales (3 setiers); el abate Expilly (1755-1764), 2.7 quintales, etcétera. 337 Ver tnfra, pp. 787 ss., sobre ios precios del trigo en Venecia. 338 Según los cálculos de F. Ruiz Martín. 339 Museo Correr, Dona delle Rose, 217, f. 131, 1 julio 1604; ibid., 218, f. 328 [1595], 468 000 staia. 340 A. d. S. Venecia, Dispacci Spagna, Alvise Correr al dux, Madrid, 11 febrero 1621.
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tasa de dos reales por fanega de trigo (ch'e come un mezzo staio veneziano) antes de la molienda del grano en los molinos y fanno contó di cavar da questa impositione nove millioni d'oro l'anno. Nueve millones de oro, es decir, nueve millones de ducados (un ducado = 350 maravedises; un real = 35), o sea, 45 millones de fanegas para una población global de 6 000 000 de habitantes, a siete fanegas y media por cabeza, o, digamos, a siete fanegas, ya que la cifra de población es teórica; a 55,50 litros por fanega, nos encontramos con la enorme cifra de 388 litros por persona, lo que demuestra o bien que los cálculos fiscales eran optimistas o bien que los castellanos del año 1621 consumían mucho, en una época en que Castilla no exportaba prácticamente trigo alguno. Otro ejemplo, también castellano: en 1576 -341 diez pueblos toledanos suman, entre todos, 2 975 vecinos, o sea que cuentan con un número de habitantes que oscila entre los 12 y los 13 000, en su mayor parte campesinos; la producción de cereales que declaran es de 143 000 fanegas (aproximadamente 64 000 quintales). La media por cabeza es de unos 5 quintales, de modo que debe haber un margen que se exporta a las ciudades, sobre todo considerando que el menos cerealero de estos pueblos (puesto que ha empleado en viñedos buena parte de sus tierras) dispone de dos quintales por habitante. Los datos que a continuación exponemos nos aportan argumentos más convincentes, pero no decisivos. La primera serie de cifras nos la proporcionan las provincias productoras de cereales del reino de Ñapóles que dan al Adriático y al golfo de Tarento, es decir, los Abruzos, la provincia de Bari, la Capitanata y la Basilicata, en enero de 1580; la segunda serie nos la suministra el célebre Censo de la riqueza territorial e industrial de España en el año 1799, 342 cuyos números nos pueden servir de patrón retrospectivo de referencia y control para el siglo XVI. Las provincias napolitanas citadas, y que constituyen una importante porción del reino, nos ofrecen sus cifras en un precioso documento de la Sommaria; vemos que en aquel invierno de 1579-1580 cuentan con 173 634 hogares o familias (siendo 475 727 el total de las del reino) 3 4 3 y, según el coeficiente adoptado (4 ° 4.5) con un número de habitantes oscilando entre los 700 000 y 341
CARMELO VIÑAS y RAMÓN PAZ, <¡p. cit.. II, pp. 99,
397-8, 342-3, 348, 408, 426, 470. 342 Reeditado en 1960. 343
G.
CONIGLIO, op. cit.,
p.
24.
132,
140,
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309,
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760 000. En la recolección se han cosechado, según los censos oficiales, más de 100 000 carra de trigo. Como hay que descontar 8 500 carra de tratte (permisos de exportación) quedan 92 000 carra a disposición de la población, o sea alrededor de 1 200 000 quintales.actuales y una cuota individual evidentemente inferior a los dos quintales. Y de esa cantidad hay que restar todavía el grano destinado a la siembra del año siguiente. Sin embargo, al mismo tiempo que nos proporciona estas cifras, la Sommaria nos dice que el consumo individual es de 6 tomoli al año, es decir unos 220 kilos. ¿Se contradice? No, puesto que per ordinario, non si revela tutto il grano che effettivamente sí raccoglie, y la Sommaria cuenta con este excedente no declarado para completar el abastecimiento necesario. 344 Aunque el Censo de 1799 es muy posterior a la época a que nos estamos refiriendo los porcentajes son casi idénticos a los del siglo XVI. En una España de 10.5 millones de habitantes, la producción de trigo se eleva a 14 500 000 quintales (en números redondos). Si la consumición se iguala con la producción, la parte que le corresponde a cada individuo es, por año, ligeramente inferior a 1.4 quintales. Y si añadimos los restantes cereales y las legumbres secas, habrá que sumar 13 millones de quintales al total obtenido. 345 Al hacerlo, la cifra se duplica, y si bien no todos estos cereales secundarios los utiliza el hombre para su alimento, resulta con todo evidente que nuestro promedio de dos quintales por persona queda prácticamente cubierto o rebasado. Las legumbres secas eran sin duda muy importantes (más de 600 000 quintales) 346 ya en el siglo XVI. Los documentos venecianos hablan una y otra vez del drama que representa para algunos pueblos perder, a causa de una repentina tormenta de verano, sus plantas de judías y lentejas. Pero basta ya de cifras de esta especie. Y puesto que estamos bastante seguros de que la cantidad total es cierta, vayamos a las consecuencias: 1. El trigo transportado por vía marítima totaliza como mucho un millón de quintales, o sea el 0.8 % del consumo, lo que representa al mismo tiempo, tanto un enorme tráfico (considerando las posibilidades del siglo) del que pueden depender un millón de personas, como un tráfico insignificante si se compara con la totalidad A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, 7, f. 204, 18 enero 1580. Censo, p. XIII. Ibid.
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de lo consumido. Gino Luzzato 347 tiene razón cuando lo minimiza, y yo también cuando en la primera edición de este libro 348 le concedí preeminencia. La dramática crisis del año 1591, sobre la cual volveremos más adelante, hizo arribar a España e Italia, incluida Venecia, entre' 100 000 y 200 000 quintales de trigo del Norte, cantidad muy grande si la consideramos en términos de transporte, pero pequeña en relación a lo que se consume cotidianamente. Sin embargo bastó para salvar de la muerte por hambre a ciudades enteras. Pero antes y después de esta crisis, el Mediterráneo ha vivido siempre y esencialmente de los productos de su propia agricultura. No hay nada aquí que se parezca a lo que ocurre en los Países Bajos con Amsterdam o, mucho más tarde, en la Inglaterra del libre-cambio. Los universos urbanos no quieren confiar a los de fuera el cuidado de aprovisionarlos. El «trigo del mar»" será u •>. expediente, un último recurso, un alimento para los pobres, pues los ricos prefieren el trigo de las campiñas próximas: en Lisboa, el apreciado trigo de Alentejo; 349 en Marsella, el de las llanuras provenzales; 35 ° en Venecia, el trigo nostrale. «Se nos está dando ahora —dicen los panaderos de Venecia, en 1601— ciertos trigos traídos de fuera que no dan tan buen resultado como los nuestros»; se están refiriendo al trigo padoan, al trivisan, al polesene y al friul. 3S1 Y eso que estos trigos forestieri proceden, en su mayor parte, del Mediterráneo. 2. La agricultura no sólo asegura al mar Interior su vida diaria, sino la posibilidad de exportar sus productos a altos precios, a veces en cantidades limitadas, como el azafrán y el comino, pero otras en grandes cantidades, como en el caso de las llamadas pasas de Corinto, uve passe, los vinos de calidad como la malvasía, que continuó siendo el vino más apreciado hasta la aparición del Oporto, el Málaga y el Madera; o los vinos de las islas y vinos de mesa corrientes que un sediento mercado alemán iba a buscar cada año, después de la vendimia, al pie de los Alpes meridionales. Y tam347 G. LuzzATTO, «II Mediterráneo nella seconda meta del Cinquecento», en Nuova Rivista Storica, 1949. 348 1.a edición de La Méditerranée..., 1949, pp. 450 ss. 349 L. MENDES DE VASCONCELLOS, DO sito de Lisboa, 1608, ed. Antonio Sergipe. p. 114. 350 En el siglo XVín, R. ROMANO, Commerce et prix du ble a Marsei/ie au XI"»' síicle, 1956, pp. 76-7. 351 Museo Correr, Dona delle Rose, 217.
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bien aguardiente, poco después, por no mencionar el aceite, las frutas del sur, naranjas, limones, y sedas crudas... Estos excedentes se combinan con las exportaciones industriales para compensar las compras de trigo, de pescado seco y azúcar procedentes del Atlántico (además de las de plomo, estaño y cobre del norte), y en una fecha tan tardía como la de 1607, la balanza de pagos entre Venecia y Holanda se inclina todavía a favor de aquélla, a decir de ios Cinque Savii. 353 3. De modo que el Mediterráneo continúa siendo un mundo de campesinos y terratenientes, de estructuras rígidas. Los métodos de cultivo, el equilibrio entre los diferentes cereales o entre los cereales y los magros pastizales, viñas y olivos, estos dos últimos haciendo rápidos progresos e invadiéndolo todo en Andalucía, Portugal, Castilla y —aún en mayor grado— Venecia, apenas cambian, a no ser bajo fuertes presiones provenientes del mundo exterior. Las demandas de la América colonial llevan a Andalucía a incrementar su producción de aceite y vino. Y no habrá ninguna revolución interna hasta la intrusión del maíz, que, al parecer, llegó muy pronto a las provincias vascas y a Marruecos, 3S4 pero que tardó bastante en alcanzar otros lugares. N o hizo su aparición en las campiñas venecianas 35s antes del 1600, y hasta 1615 en el Tirol del Norte. 3S6 La revolución del moral, menos profunda, ha sido más precoz. 4. La tierra continúa siendo la más deseada de las posesiones. Toda campiña, tanto en el Mediterráneo como fuera de él, constituía un confuso laberinto de rentas, censos, hipotecas, arrendamientos y alquileres de tierras, con numerosas propiedades sujetas a vínculo, y un continuo ir y venir entre ciudades y campos de dinero prestado y reintegrado. En todas partes se repite monótonamente la misma historia. Contamos con la suficiente, evidencia, gracias a estudios recientes, para detectar en las campiñas que rodean a Genova 357 una articulación de dinero, a corto término, iniciada 352 Sobre el aguardiente de Candía, A. d. S. Venecia, Cinque Savii 1, f. 14, 6 octubre 1601 y 14 marzo 1602, aguardiente y zumo de limón soliti condursi per Ponente. El aguardiente no hace su aparición en las tarifas aduaneras de Venecia hasta los últimos años del siglo xvi. 353 Ver supra, p. 426, n. 234. 354 V. MAGALHÁES GODINHO, «O milho maíz - Origem e difusáo», en Revista de Economía, vol. XV, fase. 1. 355 Según el trabajo inédito ya citado de R. ROMANO, F. SPOONER, V. T u c a , s °bre los Prix a Udine. 56 HANS TELBIS, Zur Geografhie des Getreidebaues in Nordtirol, 1948, p. 33. 357
J. F. BERGIER, op. cit., pp. 82 ss.; la cita p. 83.
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en el siglo XV, factor decisivo «en una economía de circuito cerrado y perpetuamente jadeante», donde la usura practicada por los de la ciudad no necesita disimularse (en los países protestantes) bajo la forma de arrendamientos y censos. Un «arbitrista» español del siglo XVI, Miguel Caxa de Leruela, 358 señala la natural tendencia a invertir dinero en tierras o viñedos próximos a la ciudad. «Como se vio que 2 000 ducados producían 200 por año, y que el capital se podía reembolsar en seis años, se consideró una inversión interesante.» Muy raramente ofrecen los hombres de negocios o el Estado tan buenos beneficios a los prestamistas. Así vino la tierra a competir con ellos: la tierra era una garantía sólida y visible (si el campesino no puede pagar los intereses o no devuelve lo prestado se le puede quitar la tierra). Y el prestamista puede ver con sus propios ojos prosperar su dinero en una viña o en una granja. Esta seguridad no tiene precio. Y como la agricultura era la fuente más importante de ingresos que conocía el Mediterráneo, una inmensa cantidad de riqueza dependía de este sector. No hay motivos para dudar de las palabras de Valle de la Cerda en 1618, cuando afirma que, en aquel momento, había en España más de cien millones de ducados prestados en ducados a censos. 359 La enorme cantidad de 400 a 600 millones de ducados depositada por los cereales en nuestra balanza puede parecer, a la vez, mucho y poco. Los cereales sólo representan la mitad del producto agrícola, si aceptamos los porcentajes recientemente establecidos respecto a la producción agrícola de Francia (bien es cierto que en el siglo xvm) 36 ° y de España en 1799- 361 Sería posible hablar —en términos muy generales— de una producción agrícola general con un valor entre los 800 y los 1 200 millones. La estimación está hecha, evidentemente, muy a la larga. Los precios del mercado veneciano del que hemos partido son elevados y por lo tanto sólo valen como representativos de la economía de una ciudad rica. En segundo lugar, y lo más importante, no todo el trigo consumido ha pasado por la economía del mercado. De manera que nuestra esti358
MIGUEL CAXA DE LERUELA, Restauración de la abundancia de España, 1713,
p. 50. 359
Luis VALLE DE LA CERDA, Desempeño del patrimonio de S. M. y de los reynos si» daño del Rey y vassalos, y con descanso y alivio de todos, 1618, citado por J. VlCENS VIVES. Historia económica de España. 1.a parte, sin fecha, p. 300. 369 J. C. TOUTAIN, «Le produit de l'agricukure franc,aise de 1700 á 1958», e n Cahiers de l'lnstitut de Science Économique appliquée, n.° 115, julio 1961, partic p. 212. 361 Ver supra, p. 558, n. 342.
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mación queda muy en el aire, y es lógico que sea así. Volviendo al ejemplo de los pueblos castellanos de 1576, que citamos anteriormente, deben éstos haber consumido 26 000 quintales de los 60 000 que producen, es decir, algo más del 50 %; pero la mitad restante no tiene por qué pasar necesariamente por el mercado, y parte de él va directamente a los graneros de los del diezmo o de los propietarios urbanos. Así el 60 ó 7 0 % de la producción global del Mediterráneo escapa a la economía de mercado en la que nuestros metodos de contabilidad la habían encajado a la fuerza y por las buenas. 6. Este largo porcentaje del producto agrícola que queda fuera del tráfico de la economía monetaria, y en consecuencia, fuera también de la elasticidad relativa que ésta procura, viene a acrecer la falta de flexibilidad de la que era, tanto en el Mediterráneo como fuera de él, la actividad económica predominante. Además, tanto las técnicas como el rendimiento son mediocres. Todavía en el siglo XVIII el trigo que se siembra en Provenza 362 da solamente el 5 por 1, y ése es, sin duda, el promedio que se puede encontrar en todas partes. Para obtener sus 120 millones de quintales anuales, el Mediterráneo debe arar y sembrar un mínimo de 24 millones de hectáreas: superficie enorme si uno se detiene a pensar que estos 24 millones anuales suponen en un sistema de rotación bianual la disponibilidad de 48 millones de hectáreas, la mitad de las cuales reposan mientras las otras fructifican. Y en 1600 Francia sólo dispone de un total de superficie laborable de 32 millones de hectáreas. 363 Estos cálculos son muy aproximativos y las cifras resultantes muy poco seguras, pues el trigo (y los demás cereales) no en todos los lugares se cultiva según el sistema de rotación bianual. Hay tierras que sólo se siembran cada tres o cuatro, o incluso diez años. Aunque, por otra parte, también hay campos que producen más del 5 por 1. En Chipre, donde sólo se cultiva una vigésima parte de la totalidad de su suelo, el trigo da el 6 por 1 y la cebada el 8 por 1. 364 En Apulia, en las nuevas tierras que resultan del abandono de la vida pastoral, el grano da el 15, y hasta el 20, por 1. Pero es la excepción. 365 Además hay que contar las malas cosechas y las ca36Z RENE BAEHREL, op. cit., p. 152, Los rápidos cálculos que siguen suponen un quintal de semilla por hectárea. 363 J. C. ToUTAIN, art. cit., p. 36. 364 Biblioteca Casanatense, Roma, Mss 2084, ff. 45 ss. 365 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, n.° 2, f. 140, 13 marzo 1563, rendimiento del 20 por uno.
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tástrofes. Los accidentes climáticos son los que mandan, y el trabajo de los hombres, por muy tenaz que sea, no puede conjurar su peligrosidad. De modo que la agricultura no es elástica. Las cifras de importaciones agrícolas que conocemos, y que cuando componen series muy largas, mantienen una cierta correlación con la producción, muestran por lo general un nivel constante, sea cuando se trata de la lana exportada de España a Italia, o bien cuando se trata del trigo y la seda de Sicilia enviados a los mercados exteriores, 366 representado gráficamente, y muy grosso modo, por líneas paralelas al eje de las abscisas. Era posible a veces algún progreso. Técnicamente considerada, la sustitución, en Castilla, de los bueyes por las muías, 367 como animales de tiro, trae consigo una aceleración del laboreo de las tierras, que ahora se pueden arar más veces, y en consecuencia, producen más grano. Pero esta sustitución ha sido muy imperfecta. El arado del Norte hace su aparición en el siglo XVI, en Languedoc, 368 pero el papel que allí representa es más bien modesto; y también se emplea, sin duda, en la Italia Septentrional. 369 Pero el arado clásico continúa siendo el útil dominante: un instrumento que no voltea adecuadamente la tierra ni permite una buena ventilación de los suelos. Ya hemos hablado antes de las bonificaciones, 37° auténticas conquistas y mejoras considerables. Es indudable que durante el siglo XV, cuando la población era pequeña, los campesinos del área mediterránea han podido contar con tierras nuevas. Se ha producido una expansión, o mejor dicho, una recuperación de la prosperidad de otros tiempos, la que reinaba en el siglo XIII. Ruggiero Romano tiene razón cuando sostiene que una revolución agrícola ha precedido y sustentado todos los movimientos de expansión del siglo XVI. Pero este impulso hacia delante se ve finalmente detenido a causa de la específica falta de elasticidad de la agricultura, y lo hace exactamente del mismo modo —en ías mismas condiciones— que en el siglo XIII. Todas estas tierras nuevas rinden, por lo general, poco. El número de bocas que hay que alimentar aumenta 366 367 368
V e r la gráfica n.° 5 1 , p. 790, y cuadro 52, p . 7 9 8 . V e r supra, p p . 375 ss. E. LE R O Y LADURIE, op. cit.
369 El admirable libro de CARLO PONÍ, Gli aratri e ¡'economía agraria riel Bolognese dal xvn al xix secólo. 1963, comienza, por desgracia en el siglo xvm. El arado pió. citado a partir de 1644 (p. 4), ha debido hacer su aparición más temprano, pero el texto es poco claro. 370 Ver supra, pp. 84 ss.
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más rápidamente que el alimento, y ya se deja ver la lógica de los argumentos que más tarde presentará Malthus. El siglo cambia íntegramente de signo quizá hacia 1550, y más ciertamente a la altura del 1580. Se inicia una crisis latente en el mismo momento que se acelera la circulación de la plata (digamos circulación; evitemos por el momento el empleo de la expresión revolución de la plata). Historiadores especializados en España se inclinan a pensar que las inversiones agrícolas tropiezan, tarde o temprano, con dificultades: a los campesinos comienza a resultarles más difícil encontrar crédito, los acreedores que no cobran se apoderan de ¡as propiedades 371 e incluso los grandes terratenientes se ven afectados por la crisis financiera de los años 1575-1579, 372 cuando, como luego veremos, los genoveses dejaron repercutir las propias pérdidas sobre quienes les prestaban el dinero. Estas explicaciones y las que sugiere el análisis del caso del Languedoc 373 son posibles y válidas. Pero la explicación básica es la de la falta de elasticidad de la producción agrícola, metida ahora en un callejón sin salida. Esta situación en punto muerto ocasionará la refeudalización del siglo XVII, o lo que es lo mismo, una revolución agrícola al revés. Un balance industrial Hablando de la Europa de comienzos del siglo XVII, John U. Nef 3 7 4 sugiere que en su población de 70 millones de habitantes debía haber unos dos o tres millones de artesanos. Un número semejante se podría dar sin duda para ese universo de también 60 ó 70 millones de personas que es nuestro Mediterráneo. Si las ciudades representan más o menos el 10 % de la población total, es decir, cuentan con un número global de habitantes que oscila entre los 6 y 7 millones, es imposible que entre ellos haya dos o tres millones de artesanos, o dicho con otras palabras, que 1 ó 2 de cada tres de sus habitantes lo sea. Pero en el caso particular de Venecia comprobamos, si hacemos los cálculos, que ésa era la proporción. Veamos: 3 000 obreros en el Arsenal 3 7 5 más 5 000 la371
B. BENNASSAR, obra inédita ya citada. Esta es la explicación que propone FELIPE Ruiz MARTÍN en su importante introducción a hettres marchandes échangées entre Medina del Campo et Florería, op. cit. Tan pronto como los genoveses tuvieron la ocasión de saldar sus cuentas con sus acreedores en juros, han hecho gravitar sus pérdidas sobre hombros ajenos. Como es natural, entre sus clientes había muchos propietarios de tierras. 372
373
374
E. LE R O Y LADURIE, op. cit.
JOHN U. NEP, Industrial Europe...», p. 5. 375 R. ROMANO, «Asperti economici degli armamentí navaii veneziani nel secólo xvi», en Rivista Storica Italiana, 1954.
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naioli y 5 000 setaioli, 377 suman 13 000 artesanos, a los que hay que añadir sus familias: en total, 50 000 personas; y la ciudad tiene en esos momentos 140 000 habitantes. Y no hemos incluido los artesanos de los múltiples arsenales privados de los que conocemos nombres y actividades; 378 tampoco hemos contado el numeroso grupo de los albañiles, los muratori: los hay en enorme cantidad en una ciudad que no cesa de construir y reconstruir, ni de reemplazar la madera por el ladrillo y la piedra, y que constantemente se debe preocupar de dragar sus rii, tan propicios al encenagamiento. Y podríamos incluir los tundidores de paños de Mestre, 3 7 9 que está junto a Venecia. Y más allá, el personal de los molinos que muelen el grano para ella o trituran los trapos de los que se hará el papel, o que sierran las tablas y tablones que necesita la ciudad. También se podrían incluir los caldereros, los herreros, los orfebres, los especialistas de las refinerías de azúcar, los vidrieros de Murano, los talladores de la piedra y los obreros que trabajan el cuero, 38° estos últimos en la Giudecca. Y aún podríamos incluir otros más, por no mencionar a los impresores: la Venecia del siglo XVI produce una parte muy importante de la totalidad de los libros impresos en Europa. 381 Podemos aceptar, quizá, la cifra dada por John U. Nef, si aclaramos que se trata de 2 o 3 millones de personas en las que están incluidos todos aquellos que viven gracias a la actividad artesanal: maestros, obreros, mujeres y niños, es decir, tanto los activos como los no activos en ella. Ese es el modo de hacer los cálculos cuando se trata de Venecia: 20 000 personas —se decía comúnmente a finales de siglo— viven del trabajo múltiple que brinda la lana. 382 Conviene añadir a esta cifra global la masa de artesanos rurales. N o hay pueblo, por modestas que sean sus actividades, que no cuente con artesanos propios, o que carezca de sus actividades industriales menores. Pero éste es un terreno en el que al historiador 376 Museo Correr, Dona delle Rose, 42, f. 77 v. [1607], de los cuales 3 300 eran tejedores, a razón de un maestro tejedor por dos obreros. 377 Es decir, tantos como lanaioli. evaluación seguramente exagerada. 378 Ver R. ROMANO, «La marine marchande vénitienne au x v r siécle», en Actes du IV Colloque International d'Histoire Maritime. 1962, p. 37. 379 A. d. S. Venecia, Senato Terra 53, 7 mayo 1569. 380 A. d. S. Venecia, Senato Terra 2, 17 sept. 1545. 381
LUCIEN FEBVRE y HENRI JEAN MARTIN, L'apparition du lirre, 1958, pp. 280,
286, 287, 293. 382 Vern. 385 y CinqueSaiii. 140, ff. 4-5, 11 marzo 1598, «rf/ numero di 20 [000] et piu persone computando le famiglie et figlioli loro».
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cuantitativo se le escapa todo o casi todo. Además, si este historiador ha cedido a los hábitos adquiridos, tendrá tendencia a subestimar el trabajo oscuro y sin embargo decisivo de los distritos rurales pobres, muchas veces, el único modo de tener acceso a las preciosas circulaciones monetarias. Hasta hace muy poco el historiógrafo se ha sentido exclusivamente atraído por la nobleza de las profesiones urbanas, pero los oficios rurales habían existido desde siempre en Aragón, en los Pirineos, en torno a Segovia 383 en algunos humildísimos pueblos de Castilla 384 y León 385 y en el entorno rural de Valencia. 386 Su presencia es evidente en los alrededores de Genova. 387 Los pueblos que rodean a Alepo 388 trabajan la seda y el algodón. De hecho, no hay una sola ciudad que no haga surgir, más o menos próximas a ella, las industrias que necesita y que por falta de espacio, materias primas o fuerza motriz no puede instalar dentro de sus muros. Eso explica todas esas fraguas, esos molinos e industrias papeleras en las montañas a espaldas de Genova; y también las múltiples minas, fraguas y fábricas de pólvora diseminadas por el reino de Ñapóles y particularmente en las proximidades de Stilo, en Calabria; 389 eso explica la serrería sobre el Adigio, a las mismas puertas de Verona, 390 donde los barcos que transportan troncos y tablones se detienen gustosos, por ser un sitio ideal para el contrabando; y todos esos molinos que muelen el trigo que nutre a la ciudad vecina (más de 80 en los alrededores de Venecia) y las hileras de molinos a orillas del Tajo y río abajo de Talavera de la Reina 391 o, al otro extremo del Mediterráneo, los treinta molinos de viento que son visibles desde la ciudad de Candía. 392 El Languedoc cuenta con sus industrias urbanas, pero en los Cévennes y en el Macizo Central encontramos muchos pueblos in383 384
J. VAN KLAVEREN, op. cit., p. 182 [1573]. CARMELO VIÑAS y RAMÓN PAZ, op. cit., II, p. 217, por ejemplo en Peña
Aguilera, un pueblo donde hay carboneros de carbón de leña, picapedreros «e algunos laborantes de lana». 385 Manufactura de paños campesinos y duelas de toneles en los pueblos de la Maragatería, cf. infra, p. 594, n. 491. 386
T. HALPÉRIN D O N G H I , art. cit., en Annales E. S. C,
1956, p. 162: industrias
de la seda, cerámicas, fabricación de alpargatas, de esparto las destinadas al uso diario, y otras más finas hechas de cáñamo. 387
388
JACQUES HEERS, op. cit., pp. 218 ss. V e r infra, p . 7 2 7 , n. 4 9 .
389 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, innumerables'referencias: 13 ff. 389-90; 21, f. 51; 31, ff. 139-46, 180-4; 37, ff. 41 v., 42... 390 A. d. S. Venecia, Senato Terra, 30, Verona, 1 marzo 1559391 392
CARMELO VIÑAS y RAMÓN PAZ, op. cit., II, p. 448. S. SCHWEIGGER, op. cit., [1581], p. 329.
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dustriales. 9i Y lo mismo ocurre dentro de un amplio radio en torno a Lyon: 394 la ciudad vive de ese trabajo barato de las campiñas próximas y lejanas. ^ Es probable, sin embargo, que las industrias rurales del Mediterráneo nunca han llegado a alcanzar nada que se pareciese a la importancia que ya habían adquirido en Inglaterra (la manufactura de cariseas) o en la Europa del Norte; nunca toman la forma de vastos archipiélagos rurales, controlados a distancia por los mercaderes urbanos, como era frecuente en la Francia del siglo XVIII. 395 Creo incluso que la constelación de industrias rurales en torno a Lyon, en el siglo XVI, no encuentra equivalente en el Mediterráneo, o al menos no nos consta por evidencia alguna. Si la observación es correcta puede probar dos cosas: primera, que las campiñas del Mediterráneo poseen un equilibrio interior superior al de buena parte de las zonas rurales del Norte (el cual es sin duda posible porque la viña y el olivo son con frecuencia el equivalente de las industrias rurales de los países septentrionales: 396 la arboricultura reequilibra los presupuestos campesinos); y, segunda: la industria urbana de las ciudades grandes y medianas es capaz de cubrir, en cuanto a lo esencial, los requerimientos de un inmenso mercado. Pero a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, nueve veces de cada diez la industria preferirá instalarse en una ciudad pequeña o en un pueblo en vez de hacerlo en una ciudad grande. 397 Este movimiento subraya las realidades y virtualidades rurales y semirrurales ya presentes al comenzar el siglo XVII: cuando Murat toma posesión del reino de Ñapóles viste a su ejército (con la intención de no tener que recurrir al costoso paño rojo inglés) con el paño negro campesino, el mismo que usaba la gente de campo. 398 Si aceptamos estas proporciones que acabamos.de vislumbrar, deberemos considerar la posibilidad de que la industria rural del siglo x v i sea capaz de soportar una comparación en plano de igualdad con la industria urbana, en lo referente al número de personas que requiere, si no en la calidad o en el total de ingresos. No 393
E. LE R O Y LADURIE, op. cit.
395
R
' G A S ; C ° N , op. cit., de próxima aparición. Ver a titulo de ejemplo evidente, FRANCOIS DORNIC, Vindustrie textile dans le Mame et les débouchés internationaux, 1650-1815, 1955. ROGER DION, Histoire de la vigne et du vin en France, des origines au XIX' stecle, 1959, p. 26. 397
Méditerranée..., 1." ed„ pp. 345 ss.; GIUSEPPE ALEATI, op. cit,, p. 125, lo ve
como una crisis del encarecimiento de la vida, en los casos de Pavía, Cremona, Como, Milán... 398 Información que debo a R. ROMANO.
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hay nada que lo demuestre, pero tampoco nada que lo contradiga. La totalidad de la comunidad manufacturera al servicio de la economía del mercado mediterráneo debe haberse elevado a un máximo de tres millones de personas pertenecientes al medio rural y otros tres millones pertenecientes a las clases pobres de la ciudad. De ellos, podemos calcular que 1 500 000 constituían el elemento activo. Supongamos que su salario medio fuese equivalente al de los mineros de las minas de cobre que Venecia poseía en Agordo, 3 " o sea, 15 soldi diarios o 20 ducados al año (no se trabaja los festivos, pero se cobra al día); esto nos da un total de unos 30 millones de ducados en salarios. La cifra es, probablemente, baja, pues los salarios que paga la ciudad son bastante más altos (precisamente a causa de estos salarios excesivamente elevados se hundió más de una industria urbana). En Venecia, a finales de siglo, el artesano del Arte delta Lana cobra 144 ducados al año y aún pide más. 400 De modo que nuestra cifra debería, o al menos podría, elevarse hasta los 40 ó 50 millones. Salto final, prácticamente en el vacío: si consideramos el valor de la producción industrial como el triple o cuádruple de la suma total pagada en salarios, llegaremos a una cifra global máxima de 200 millones. 401 Aun cuando hubiésemos de aumentar esta cifra, seguirá quedando todavía muy lejos de los 860 o 1 200 millones atribuidos teóricamente a la agricultura. ¿Nos puede sorprender que, en las discusiones del Mercado Común, hayan podido decir los expertos que la comercialización de la carne constituye hoy la mayor industria del mundo? En cuanto a la industria del siglo XVI, la masa de sus productos era más frecuentemente absorbida en la economía del mercado que los cereales, el aceite y el vino, aunque también aquí se daba un elevado grado de autosuficiencia. Pero ésta tendía a disminuir. Thomas Platter 402 nota a propósito de Uzés, en 1597: «Cada familia hila su lana en casa y la lleva luego a tejer y teñir, para emplearla en diferentes usos. Utilizan tornos de hilar como nosotros (en Basilea; Thomas Platter estaba estudiando medicina en Montpellier), y no se ve nunca una rueca, pues sólo los pobres hilan cáñamo. Esas telas las compran también los mercaderes y se venden más baratas que las hiladas a mano.» Apostaríamos que la expansión de la industria textil y 399 Museo Correr, Cicogna, 2987, agosto 1576; había treinta hombres trabajando en aquel ¡ugar. 400 A. d. S. Venecia, Cinque Satii, 1, 139, 20 abril 1603. 401 Censo, cuadro n.° 3, la proporción es de 1 a 4.448 entre producto natural y producto industrial en la España de 1799. 402 Op. cít., p. 328.
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de la venta de tejidos encuentra sus causas tanto en el aumento demográfico como en la concentración de talleres y en un probable declinar de la autarquía. El «Verlagssystem» y la expansión de las industrias urbanas A partir de 1520-1540 ha-comenzado en el Mediterráneo un decisivo período de expansión de las industrias urbanas; es una segunda racha del capitalismo que afecta al mismo tiempo al Mediterráneo y Europa. La «primera revolución industrial», de la que John U. Nef hace a Inglaterra protagonista única a partir de 1540, 403 o la expansión del «gran capitalismo industrial», que J. Hartung 404 señala hace ya mucho en la Alemania posterior a l 5 5 0 , 4 0 5 son grosso modo, dada su insuficiente diferenciación, acontecimientos representativos de aquella Europa y de aquella totalidad mediterránea. Estudios futuros demostrarán probablemente que vinieron a compensar el reflujo terriblemente brutal que más tarde o más temprano había de cercenar la expansión del siglo XVI. Cuando el capitalismo mercantil hubo declinado, tomó el relevo un capitalismo industrial que sólo iba a actualizar todas sus potencias en la posterior etapa metálica del siglo. En todas partes, la industria compensaba la recesión. Y casi en todas partes (allí donde la observación es posible) esta industria es de tipo capitalista, conforme al modelo habitual del y erlagssystem 406 de los historiadores alemanes, expresión que yo traduciría por sistema de anticipos: el mercader, el emprendedor o Verleger proporciona al artesano la mercancía que ha de trabajar y le paga un salario. Este sistema no data del siglo XVI, pero durante este período llega a lugares donde no era'conocido (como parece ser el caso de Castilla) o por donde todavía era poco practicado (como en Venecia). Donde quiera que hace acto de presencia lesiona a las corporaciones artesanales, arti italianos o gremios españoles, y beneficia a los mercaderes que financian el lento proceso de la producción y se quedan con los beneficios de las ventas y exportaciones. El papel de estos mercaderes qui faciunt laborare es 403 Cf. el n u e v o p u n t o d e vista de F. R u i z M A R T I N en relación a Castilla, op. cit.; J O H N U . N E F , « T h e progress of technology and t h e g r o w t h of large scale industry in G r e a t Britain, 1 5 4 0 - 1 6 6 0 » , en Tb'e Economic History Review, 1934, y los comentarios d e HENRI HAUSER, en Anuales d'histoire économique et sociaie, 1936, p p . 71 ss. 404 J. H A R T U N G , « A U S d e m G e h e i m b u c h e eines d e u t s c h e n H a n d e l s h a u s e s im XVI. J a h r h u n d e r t » , en Z. für Sozial-und Wirtschaftsgeschichte, 1898. 405 p e s e a [ a s diferencias técnicas (uso d e carbón en Inglaterra) y de m e d i o s , los p u n t o s d e contacto son más n u m e r o s o s q u e las divergencias. 406 p a r a ¡ a t r a c j u c c j ó n de esta difícil palabra, véase M . K E U L , en Anuales E. S. C. 1963, p. 8 3 6 ; n. 3.
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todavía más decisivo en el proceso —relativamente reciente— de la seda que en el más antiguo de la fabricación de los tejidos de lana. La concentración de los telares resultaba muy visible en los talleres grandes, por ejemplo, en Genova, aunque nadie hizo, aparentemente, ningún intento de poner fin a dicha concentración; 407 también era evidente en Venecia, pero allí suscitó protestas inmediatas y la intervención del Estado. La Ley del 12 de diciembre de 1497 había prohibido a todo tejedor de la seda tener más de 6 tellari a su servicio. 408 La cuestión se replantea en 1559, cuando se comprueba que «la avidez de ciertas personas, que tienen funcionando 20 ó 25 telares, está causando evidentes perjuicios a otros». 409 De modo que el mercader adelantaba las materias primas y el dinero de los salarios, y se reservaba la comercialización de los productos. El más nimio detalle resulta significativo y nos consiente reconstruir, por medio de él, la totalidad del sistema. Por ejemplo: encontramos en Venecia, durante el invierno del 1530, a Rodrigo Niño, 410 embajador de Carlos V, a quien su señor ha encomendado la tarea de comprar sedas-, damascos verdes, azules, rojos y carmesíes. Niño dice que enviará algunas muestras y que discutirá los precios, pero que, en cualquier caso, hay que adelantar 1 000 ducados al hacer el pedido, pagándose el resto de la cantidad establecida una vez que el trabajo esté terminado. El tejedor, en efecto, debe comprar la seda al mercader que la hace venir en madejas de Turquía, y trabajarla a sus expensas. En este caso, el comprador hace las veces de mercader, y a él le corresponde entonces adelantar en forma de dinero la materia prima. En Cattaro, en agosto de 1599, ocurre un pequeño incidente que nos habla con mayor claridad. 4 H En este rincón perdido en el mar, los filatogi se dedican a trabajar la seda cruda que compran directamente, contraviniendo con ello una ley de 1547 que prohibía trabajar per contó suo a los hilanderos. El Senado decide restablecer el orden: de ahora en adelante los filatogi hilarán las sedas de los mercaderes a fin de que éstos no se vean obligados a comprar las hilaturas a los 401 LaM'editerranée..., 1.a edición, p. 342, siguiendo a H. SIEVEKING, «Diegenueser Seidenindustrie im 15. und 16. Jahrhundert. Ein Beitrag zur Geschichte des Verlags-Systems» (artículo muy importante), enjahrbuch fiir Gesetzgebung, Verwaltung und Statistik im Deutschen Reiche, 1897, pp. 101-334o« yer n o t a siguiente. 409 A. d. S. Venecia, Senato Terra 30, 11 noviembre 1559, se recuerda la parte del 12 diciembre 1497. 4,0 Rodrigo Niño a Carlos V, Venecia, 1 diciembre 1530, Simancas, E° 1308. . 4 n A. d. S., Senato Terra 29, 16 agosto 1559.
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precios que les dé la gana imponer a estos filatogi demasiado independientes. La transparencia de este ejemplo es cristalina. Otras imágenes: un artesano de Genova dice, testimoniando acerca de otro, 412 en 1582: «Sí, sabe muy bien lo que dice por haber sido compañero de trabajo de Agostino Costa, filatore, y por haber visto muchas veces en el taller del dicho Agostino al dicho Battista Montorio [el mercader], que le traía la seda cruda y se llevaba las sedas terminadas.» Diez años más tarde, en España, en Segovia, con ocasión de la llegada, en 1570, de la reina Ana (la última esposa de Felipe II) se organiza el desfile de los gremios; en cabeza van los obreros de la Moneda, luego los «tratantes en lana» y a continuación «los fabricantes de paños, a quienes el vulgo llaman impropiamente mercaderes —dice un historiador del siglo XVII—, cuando en realidad son unos verdaderos padres de familia que, en sus casas o fuera de ellas proporcionan a mucha gente el modo de ganarse el pan (a veces a doscientas o trescientas personas), fabricándose así por obra de tantas manos una gran variedad de paños muy finos...». 4 U El sistema resulta próspero No sólo debemos considerar el papel predominante del mercader, sino también el éxito económico del sistema y la resistencia que será capaz de ofrecer cuando las circunstancias dejen de serle favorables. El sistema condujo a la concentración y expansión de la industria, a una división más racional del trabajo y a un incremento de la producción. Esto es lo que evidencian ciudades tan apartadas entre sí como lo son Segovia, Córdoba, Toledo, Venecia, y, naturalmente, Genova. Su vitalidad a finales de siglo contrasta con ciertos centros industriales al antiguo estilo, como es el caso de Florencia, donde el antiguo arte de los paños de lujo y de la seda da no pocas muestras de esclerosis y mezquindad. ¿Nos encontramos ante un problema de estructura? Si es así nuestros argumentos se habrán enriquecido de golpe con la aportación de un elemento de interés excepcional, como sostiene cierto avisado historiador. 4 1 4 0 bien —razón obvia que nos viene a la mente a priori— Venecia ha resultado víctima del alto coste de vida que impera en ella. Y más que cualquier otra ciudad (si exceptuarnos Genova) resulta afectada 412
Archivio Comunale, 572, Genova, 1582. DlEGO DE COLMENARES, Historia de la insigne ciudad de Segovia. 2. a edic, Madrid, 1640, p. 547. 414 Esta es la explicación que ofrece FELIPE RUI/. MARTÍN, en su introducción a Lettres manhandes.,., op. cit. 413
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por la llegada de los metales preciosos y la aguda alza de precios que produjeron. Y además la banca y la tierra, que hacen la competencia a las arti, a las cuales, en una Europa desgarrada por la guerra, les es muy difícil —excepto en el caso de España— encontrar quien compre sus productos de lujo. Cualesquiera que fuesen las razones, es evidente que a partir del año 1580 comienza el declinar de la actividad industrial de Florencia. En cambio, las demás ciudades, y Venecia en particular, continuarán hasta el siglo próximo su impulso ascendente. Todo ha contribuido a ello, la abundancia de la mano de obra y las nuevas técnicas, entre otros factores. Los paños de Venecia son de mediana calidad, manufacturados con lana española de segunda clase, y adaptados a los gustos de sus clientes del Levante, que continúa siendo su principal cliente; del mismo modo los paños de Segovia, las sedas de Toledo y Córdoba se adecúan a los requerimientos del mercado español y del americano. A esto hay que añadir las características de ios hombres nuevos que controlan la producción en esta época. En Venecia, al menos, estos empresarios son, por lo general, extranjeros, y un buen día, después de quince o veinte años de leales servicios, solicitan de la Señoría el derecho de ciudadanía que, en su opinión, se han ganado ampliamente en virtud de haber fabricado cientos y miles de piezas de paño. 4 ! S En suma, han entrado en juego muchos elementos nuevos: novedades en las instalaciones, novedades en los métodos, y hombres nuevos tanto a nivel empresarial como artesanal. Nada más móvil que la mano de obra industrial. ••»•>>-•• , « ^ Una mano de obra itinerante
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La comunidad artesana del siglo XVI está compuesta por gentes procedentes de los más diversos lugares, y sólo muy raramente es autóctona. Los gremios florentinos empleaban, ya en el siglo XIV, obreros de Flandes y Brabante. 416 En el siglo XVI, los lugares de procedencia de los aprendices del Arte della Lana, en Florencia, se inscriben en una amplia área de reclutamiento que, como ya hemos 415 Por ejemplo, A. d. S. Venecia, Senato Terra 74, 18 abril 1578; 106, 7 marzo 1584, 112, 24 noviembre 1589. Negrin de Negrini, responsable de ¡a manufactura de 1 884 paños de lana desde el año 1564. Espíritu innovador de algunos empresarios, ibid., Cinque Satii, 15, f. 21, 7 febrero [1609]. 416 ALFRED DOREN, Wirtschaftsgescbkhte Italiens im Mittelaíter, trad. ital., 1936, p. 491.
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dicho, rebasa los límites de la Toscana. 417 En Verona, que ha obtenido de la Señoría de Venecia el derecho de la fabricación de los velluti neri, había, en 1561, 25 maestros; 418 ni uno solo de ellos es veneciano (algo que la Señoría no habría tolerado); 14 son de Genova, tres de Mantua, dos de Verona, dos de Brescia, uno de Vicenza y uno de Ferrara. En cuanto a los mercaderes che li fanno lavorare, sólo son cuatro, dos de Verona y dos de Genova. Consideremos estos ejemplos citados como un pequeño tragaluz abierto sobre la movilidad de la vida artesanal y mercantil. También Brescia nos ofrece el mismo espectáculo: el Arte della Ferrarezza, que manufacturaba armaduras, armas blancas y arcabuces, no cesaba de dilatarse o contraerse de acuerdo con las circunstancias, perdiendo sus obreros en beneficio de las ciudades vecinas, y recuperándolos más tarde... para volverlos a perder de nuevo. Y así sucesivamente. A finales de siglo, y por iniciativa de Francesco Molino, 4 ' 9 nuevo Capitana de la ciudad, recupera ésta uno de sus maestros armeros que se había marchado a Saluzzo llevándose consigo mucho lavoranti; también se recuperan obreros que estaban en Pistola y Milán ( 3 1 a expensas de esta última ciudad) y el número de botteghe de estos maestros sube inmediatamente a 23. A continuación se produce una nueva crisis a causa de las dificultades que encuentran para aprovisionarse de hierro y porque el número de mercaderes es escaso: harían falta uno o dos más. La industria depende de los mercaderes, es decir, de sus capitales: en la primavera del 1610, 420 Tommaso Contarini, en viaje a Inglaterra, adonde se dirige como embajador de Venecia, hace un primer alto en Verona, y luego, en su camino hacia Trento, pasa por Roveretto. Cuál no sería su sorpresa al encontrar en esta pequeña localidad un activo negocio delle sede, que ocupa a un buen número de filatogi, y más de 300 telleri che lavorano ormesini: estos obreros se habían marchado poco antes de Verona. Cuatro años más tarde, en mayo de 1614, la Señoría de Venecia acepta 421 la singular proposición que a continuación referimos: de una persona 417 Según MAURICE CARMONA, vetsupra. p. 454, n. 341. Habiendo sido diezmados los obreros en 1608 por una epidemia (la de laspeiecchie) se traen obreros de Milán para fabricar los exquisitos paños que requiere la boda del príncipe, Haus-Hof-und Staatsárchiv, Viena, Staatskanzlei Venedig, Faszikel 13, f. 359, Venecia, 9 mayo 1608. 418 A. d. S. Venecia, Senato Terra, 35, 15 diciembre 1561. 4,9 Museo Correr, Dona delle Rose 160, ff. 53 y 53 v. 420 A. d. S. Venecia, Senato Secreta Signori Stati, Tommaso Contarini al dux, Bolzano, 23 marzo 1610. 421 A. d. S. Venecia, Cinque Sarii, 1, 200, 27 mayo 1614.
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que mantiene el anónimo, y que se ofrece a dar a la justicia los nombres de los obreros y maestros de importantes sectores de la industria y en particular del Arte de ía Seda che intenciono partiré, obtendrá a cambio de este servicio la libertad de un bandito, que estaba en la cárcel. Y, por la misma época, Venecia, amenaza con represalias sobre sus personas y sus bienes a todo obrero o maestro de sus refinerías de azúcar (pratico o professore di raffinare zuccari) que se marche de la ciudad para ir a ejercer su oficio en otro lugar. 422 Estos viajes o fugas de los artesanos obedecían a la coyuntura. Una mano de obra desplazándose a distancias más o menos largas respondía constantemente a las oscilaciones de la demanda. Este movimiento que va de las ciudades grandes a las medianas o a las pequeñas será moneda corriente a finales del siglo XVI. Y en un área más extensa contamos con el ejemplo de la difusión de la industria de la seda por toda Europa durante el siglo XV y a lo largo del siglo XVI. En la Italia del siglo XVII se produce la expansión de la industria de la seda en el Mezzogiorno, que conoce así una segunda juventud industrial. Pero en la década de 1630 423 cesa de golpe esta prosperidad: la fortuna sonríe ahora a las pequeñas ciudades del Norte, que substituyen a las ciudades meridionales en el trabajo de la seda. Este cambio brusco habrá de ir inevitablemente acompañado de emigración artesana. i Movimientos generales y movimientos locales No podemos saber a priori si todas estas actividades en rápida evolución admiten los mismos ritmos de conjunto. Es posible, aunque a condición de imaginar que existían compensaciones y excepciones. En realidad, el conjunto de estas actividades continúa siendo un misterio para nosotros. En lo concerniente a las industrias textiles —las más importantes junto o inmediatamente después de las de la construcción, pero en modo alguno las únicas— contamos con una evidencia de carácter comprensivo, dado que conocemos la cantidad de alumbre que se exportaba a partir de España y de los Estados Pontificios, y en consecuencia, las cantida422 423
Ibid., 16, f. 53, 15 noviembre 1611. Según J. GENTIL DA SILVA, estudio inédito sobre las ferias italianas del
siglo XVII.
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des totales de este mordiente, indispensable para el teñido de los tejidos, o mejor dicho, para la preparación del tinte. Es una guía infalible, y su respuesta, clara: las oscilaciones son las de ía coyuntura general, alcanzando su nivel más alto entre 1590 y 1602. 424 Pero queda por saber si todas las industrias obedecen a estos ritmos generales (lo que es posible e incluso probable). Los historiadores ansiosos de señalar las conexiones entre la actividad industrial y las demandas de los mercaderes 425 nos han instado a que así lo creamos, a que consideremos a los mercaderes como los directores de escena. Pero aceptemos que a la corta o a la larga se deben haber producido excepciones, pues la industria también podía ser una forma de compensación o de sustitución. La industria de la construcción, por ejemplo, podía ir a veces a contracorriente de estos movimientos de conjunto. 426 Y comenzamos a contar con evidencias de primera mano de que se producen peculiares coyunturas locales. Conocemos, por ejemplo, unas cuantas curvas de la producción textil. Lo curioso del caso es que, cualquiera que sea la fecha, se parecen mucho unas a otras. Todas las curvas de expansión industrial siguen una trayectoria de flecha: suben derechas y, una vez alcanzado el punto más alto, se lanzan hacia abajo tan dramáticamente como ascendieron. En Hondschoote 427 la curva de la producción de estameñas sigue la trayectoria de un cohete: sube casi verticalmente y, en determinado momento, se precipita hacia abajo; en Leyde la producción textil sigue una doble curva claramente discernible; en Venecia (según Pietro Sardella 428 y Domenico Sella) 429 toma la forma clásica de parábola. En Florencia las cifras que poseemos se ordenan, pese a su insuficiencia, en una curva análoga. 430 En Mantua, 4 3 i ejemplo menor, se confirma la regla; y es probable en el caso de las industrias laneras de Brescia y
424
JEAN DELUMEAU, op. cit., especialmente la gráfica de las páginas 132 y 133.
425
R. GASCÓN, op. cit., p. 89; CLEMENS BAUER, op. cit.. p. 9, sobre Amberes,
siguiendo a Goris y Strieder. 426 ANDRZEJ WYROBISZ, Budownictwo Murowane w Malopolsce w xiv i XV wieku (Los oficios de la construcción en la Pequeña Polonia en los siglos XIV y XV). 1963 (resumen en francés, pp. 166-70). 427
EMILECOORNAERT, op. cit.. pp. 493 ss., y diagrama V bis.
428
PIETRO SARDELLA, art. cit., en Annales E. S. C, 1947. DOMENICO SEÍXA, art. cit., en Annales E. S. C , 1957.
429
430 RUGGIERO ROMANO, «A Fiorence au xvir siecle. Industries textiles et conjoncture», en Annales E. S. C, 1952. 431 ALDO DE MADDALENA, «L'industria tessile a Mantova nel 1500e all'iniziode 1 1600», en S.tudi in onore di Amintore Fanfani, 1962.
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del Val Camónica. 432 Resulta evidente en Segovia, Córdoba, Toledo 433 y Cuenca... ¿Será una regla general? En todo caso, parece suceder lo mismo incluso en las industrias más modestas. Venecia, por ejemplo, puso especial empeño en eliminar toda suerte de competencia en la costa este del Adriático, tanto si se trataba de navios como de manufacturas o comercio; aunque no siempre lo consiguió. Las galere da mercato y otras naves procedentes de Venecia tenían por costumbre hacer escala en el pequeño puerto de Pola, en Istria, para completar allí sus tripulaciones, sus remeros y sus provisiones. Y a estos hombres ya embarcados o a punto de hacerlo, Pola les resultó el mercado mejor provisto de tejidos fabricados a partir de la lana ordinaria de las islas, esas rascie y grigie de las que ya hemos hablado, 434 provenientes de las zonas del interior de Istria y Dalmacia. Hacia 1512 estos tejidos hacen acto de presencia en las ferias del Sottovento, Sinigaglia, Recanati y Lanciano, donde se hacen tan populares que Pola acaba quedándose sin la que había sido su mercancía habitual y característica. La situación se prolongará unos diez o quince años, hasta el día en que, hacia 1525, la Señoría intervenga para restablecer el orden. En el intervalo ha habido tiempo suficiente para que se haya producido una expansión y un descenso. También en el Imperio otomano se pueden descubrir movimientos análogos. Su industria estaba, por lo general, en manos de los inmigrados, cautivos cristianos que, en Constantinopla y demás lugares del Imperio, se convierten casi siempre en maestros 43S y fabrican paños preciosos; 436 y, en mayor grado aún en las de artesanos judíos. Estos últimos habían introducido la industria de paños en Constantinopla y Salónica. 437 Sabemos que en Salónica la producción de paños de algodón comenzó a declinar a partir de 1564, y que los rabinos, verdaderos amos de la comunidad judía, 452 A. ZANELLI, Dalle condizioni interne di Brescia..., p. 247, sitúa hacia 1550 el momento más importante de la producción de paños, 18 000 pie2as; yo me inclino a situarlo hacia 1555; todo ha sido determinado por las medidas aduaneras de Venecia, Senato Terra 1, 20 mayo 1545. Fue imposible luego reestablecer la situación: los maestros que se habían marchado no volvieron ya nunca. 433
434 435
Según los estudios inéditos de FELIPE R U I Z MARTÍN.
Ver supra, p. 167, y Senato Mar 7, f. 26 v., 18 agosto 1461. Conferencias pronunciadas en la École des Hautes Études por ÓMER LUTFI
BARKAN. 436 A. d. S. Florencia, Mediceo 4279, un mercader judío trata de comprar en Trípoli esclavos cristianos que sepan trabajar el terciopelo o el damasco. 437 I. S. EMMANUEL, Histoire de ¡'industrie des tissus des hraelites de Salonique. 1935.
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tomaron múltiples medidas, encaminadas a evitar la decadencia (prohibición de poder comprar lana libremente, obligación de vestirse con productos fabricados en la ciudad...). Los datos que poseemos nos permiten fijar alrededor del 1564 el punto más alto de la producción. Y nos lo confirma Safedo, capital de Galilea, pequeña ciudad a orillas del lago Tiberiades, que, gracias a los inmigrantes judíos y a los telares que trajeron consigo, 438 conocerá una rápida prosperidad lanera de 1520 a 1560-80. En 1536, escribe un viajero: «La industria textil prospera de día en día. Se dice que este año se han fabricado en Safed más de 15 000 cariseas, sin contar otros tejidos menos ligeros. Algunos son de tan buena calidad como los de Venecia. Todo aquel que se ocupa, hombre o mujer, de una tarea que tenga que ver con la lana, se gana muy bien la vida... Yo he comprado algunas pocas cariseas y otros tejidos y los he revendido con buenos beneficios...» La fiscalización turca nos confirma la prosperidad de la pequeña ciudad: en 1525-1526, los tintoreros pagan un impuesto de 300aspros; hacia 1533 ha subido a 1 000, y en 1555-1556 hay cuatro tintorerías que han de pagar 2 236 aspros. Se inicia muy poco después de esta última fecha la decadencia, de modo que, en líneas generales, hay coincidencia entre el declinar de Safed y la crisis de Salónica. En 1584 los judíos abandonan Safed, y la industria sufre un inmediato colapso (en 1587 se cierra un taller de impresión que había sido fundado diez años antes). Y a la altura del 1602 no queda en el lugar una sola manufactura. Este testimonio es una evidencia más que añadir al probable proceso de pauperización que afecta a las comunidades judías del Próximo Oriente, como un índice de la salud general del Imperio otomano después de transcurrida la primera mitad del siglo. Entre las circunstancias causantes de esta decadencia podemos incluir el hecho de la dificultad cada vez mayor de proveerse de lana, y la llegada, durante la década de 1580, de los tejidos ingleses traídos directamente al Levante por barcos ingleses. También hay que tener en cuenta la expansión de la industria italiana, y, en mayor grado, la crisis monetaria y económica que va a sumergir al Imperio otomano en los infortunios en cadena que provoca la inflación. 439 En todo caso, los vértices de las curvas de la actividad industrial tienen su propio y particular interés. Y nos permiten descubrir: 438 S. SCHWARZFUCHS, «La décadence dé la Galilée juive du xvi' siécle et la crise du textile du Proche-Orient», en Rerue des Etudes juires, enero-junio. 439 Ver infra, pp. 712 ss.
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1. Que entre 1520 y 1540 comienza casi en todas partes un período de expansión general; 2. Que los vértices de las curvas ocurren hacia 1564, 1580 y 1600. 3. Que si bien la industria no es todavía esa potencia sin rival que llevaba camino de ser en el siglo XVin y que definitivamente será en el XIX, posee ya una vivacidad excepcional. Su progreso es veloz. 4. Que su declinar es tan espectacular y relativamente más fácil de observar que el tiempo del impulso ascendente. En Venecia, por ejemplo, parece ser que la industria de la lana se inició triunfalmente hacia 1458; 440 que se produjo un evidente marasmo hacia 1506 441 —al menos en el territorio continental—, y que, a partir de 1520, 442 tuvo lugar una recuperación que conocería una larga vida, pues sólo a la altura de los años 1600-1610 se observan los síntomas del agotamiento de este enorme impulso, 443 precisamente en el mismo momento en que se inicia —1604— el período de expansión de las industrias textiles en los Países Bajos protestantes. 444 Expansiones y decadencias se responden en el espacio entre lugares que con frecuencia pueden estar muy lejos unos de otros. La industria —o mejor aún, la pre-industria— está sometida a un continuo ir y venir; se convierte en el espacio de un continuo new deal, de una incesante redistribución de las cartas. Cuando se ha jugado una mano, vuelve a comenzar el juego. El perdedor puede tener suerte en la próxima partida, y Venecia parece probarlo. Pero el último llegado a la mesa de juego será siempre el favorito. La victoria de las nuevas ciudades de Italia y España, en el siglo XVI, así lo prueba. Y la victoria del Norte, en el siglo XVII, sea cual fuere la antigüedad de las actividades textiles en la encrucijada de los Países Bajos, es la de un joven rival. 440 A. d. S. Venecia, Senato Terra 4, f. 71, 18 abril 1458: «se ha principiado adesso el mester de la lana in questa citta et lavorasse u grandissima furia de ogni sorte pañi et principaliter garbi...», 441 Ibid. Senato Terra 15, f. 92, 23 enero 1506: «... el mestier de la lana che solera dar alimento a malte terre nostre et loci nostri hora e reducto in tanta extremita che piu esser non patria...». 442 Ver la nota de P. SARDELLA y el artículo tantas veces citado de D. SELLA. Dificultades en la propia Venecia, Senato Terra 15, ff. 93 ss. 9 febrero 1506 y todavía más evidentes A. d. S. Venecia, Consoli dei Mercanti, 128, 29 septiembre 1517. 443 Ibid. 444
EMILE COORNAERT, op. cit.,
p.
48.
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Las industrias surgen por todas partes instalándose en cualquier lugar, incluso en ciudades tan humildes que ningún historiador habría podido sospechar previamente que tal cosa pudiese ocurrir; y también en ciudades tenidas siempre por ociosas, ciudades que, como Ñapóles, caldea el sol. 445 Son como innumerables pequeños fuegos, encendidos en una vasta llanura de hierba seca. 446 Son fuegos que se propagan fácilmente o que a veces se apagan, para reavivarse más allá. Un golpe de viento en una determinada dirección y la llama prende en hierbas intactas hasta el momento. Y todavía hoy, en 1966, sucede, con frecuencia, lo mismo. 447 El volumen de las transacciones comerciales El comercio es una actividad múltiple que escapa a cualquier control o cálculo. Comercio puede ser la fruta que una campesina vende en el mercado o el vaso de vino que se toma un pobre a la puerta de la bodega de un rico (pues los ricos practican con frecuencia este tipo de comercialización al por menor), o los tráficos de las galere da mercato en Venecia, o los de la Casa de la Contratación en Sevilla. Es inmensa la cantidad de actividades que puede abarcar. Además no todo está comercializado en el siglo XVI, sino muy al contrario. La economía de mercado es sólo una fracción de la vida económica, que se ve desbordada en todas partes por formas más primitivas, como lo son el trueque y la autarquía. Si se acepta la definición 448 de que el comercio es el estadio final del proceso de producción, o, dicho con otras palabras, si se acepta que añade un valor suplementario a las mercancías que mueve, se habrá de reconocer que esta plusvalía, y especialmente el beneficio, resultan difíciles de calcular, incluso cuando se trata de un caso del que —aparentemente— estamos bien informados. Por los años de la década de 1560 llegaban anualmente a Europa unos 20 000 quintales de pimienta, procedentes de la India e Insulindia^ En Ca445 A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, 7, ff. 33-9, 28 febrero 1578: en 1578 se produjeron 26 940 canne-áe paños de seda. 446 También era muy precaria la situación de las industrias de paños en Brescia: entorpecidas por el control aduanero de las lanas, no pudieron seguir abasteciéndose en Vercelli, Senato Terra 1, 20 mayo 1545. 447 Cf. las observaciones de FRANCOIS SIMIAND, Cours d'Économie Politique, 1928-1929, II, passim y pp. 418 ss. 448 L. F. DE TOLLENARE, Essai sur les entrares que le commerce éprouve en Europe, 1820, p. 3, un producto «no es completo, no tiene todo el valor de cambio del que es susceptible, hasta que no está al alcance del consumidor. El comercio es lo que le da el toque definitivo...».
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licut se podía comprar la pimienta a 5 cruzados el quintal ligero (unos 50 kilos), y se vendía en Lisboa a más de 64, es decir, a más de doce veces el precio de compra. Pero es evidente que no es el mismo individuo quien hace la compra y quien se beneficia más tarde de la venta: los gastos de transporte, los impuestos y los riesgos de la operación eran tan grandes y complejos que no podemos saber con mediana seguridad cuántos de esos 1 300 000 cruzados que se obtenían al vender el producto iban a parar a la bolsa del mercader. Más aún: la mercancía no es sino unp de las múltiples ocupaciones del mercader del siglo XVI; así nos .'o demuestran sus libros, y, mejor aún, los interminables balances de quiebra. Todas las operaciones y especulaciones aparecen entremezcladas: compras de tierras o casas, inversiones en empresas industriales, actividades bancarias, seguros marítimos, loterías, 449 rentas urbanas y rurales, cría de ganado, anticipos de los Monti di Pieta, especulación con los cambios... Auténticas transacciones de mercancías aparecen anotadas junto a las transacciones ficticias del dinero. La importancia de lo ficticio y todas sus posibles sofisticacíones no cesa de aumentar en la misma medida que el mercader es importante, y según transcurren los años, relativamente prósperos, de finales del siglo XVI. Era cosa sabida que se podían resolver las operaciones mercantiles en las ferias de un modo casi milagroso. Hablando de las ferias de Lyon, dice De Rubis en 1550: «a veces se paga... sin desembolsar una sola moneda, un millón de libras en una mañana». 450 Cincuenta años más tarde, Giovan Battista Pereti, que lleva el giornak de cambios del Banco de Rialto, explica en un informe a la Señoría de Venecia que en cada feria de Plasencia se negocia por valor de 3 ó 4 millones de escudos y que, la mayor parte de las veces, no vi e un quatrino de contanti. 4S1 El cambio y el re-cambio, los convenios de 449
No solamente en la vida de la nobleza (en particular a final de siglo) ocupa el juego un lugar preminente, sino también en la de los mercaderes. Cualquier cosa podía servir de pretexto para hacer una apuesta: el número de cardenales que se iban a nombrar, la muerte o supervivencia de personas famosas, el sexo de los niños que iban a nacer... En Venecia, cuando se apostaba (al 25 % de prima) que Pavía había caído en manos de los franceses, un español llamado Calzerán se obstinó en apostar contra corriente. Sin duda tenía conexiones con Lannoy o Pescara, pero el caso es que ganó una fortuna. A. d. S. Módena, Venezia 8.16.77 VIII, f. 66,). Tebaldi al duque, Venecia, 15 mayo 1525. 450
Citado por R. GASCÓN, op. cit., p . 177, CLAUDE DE RUBYS, Histoire véritable
de la vilk de Lyon, 1604, p. 499. 451 Museo Correr, Dona delle Rose 181, julio 1603, f. 53.
;
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ricorsa 452 que en el siglo XVII extienden y multiplican sus buenos y no siempre leales servicios, habían comenzado su carrera en una fecha mucho más temprana: en el siglo XV en Genova; 4S3 y a finales del XVI se habían difundido más o menos por todas partes; 454 Lyon nos brinda, a la altura de 1584, 45S un ejemplo típico: dos mercaderes italianos consienten en adelantar dinero al obispo de Langes y sus dos hermanos; un tercer mercader, un tal sieur Guicciardini, toma la suma as cambium et recambium. Y ahora, intentemos una estimación. Los resultados serán, sin duda, falsos, pero el ejercicio resultará instructivo. Y la primera puerta que se nos abre es la de los documentos fiscales de Castilla. N o hace falta que nos detengamos a explicar hasta qué punto son imperfectos. Pero las alcabalas fluctuaban de acuerdo con las circunstancias reinantes, y por ello nos resultan guías nada despreciables. Indican además los diferentes grados de actividad, riqueza e ingresos en las diferentes ciudades y regiones. En Valladolid, en 1576, 456 el ingreso de 22 millones de maravedís (la alcabala representaba en principio la décima parte de todas las ventas) debe corresponder aproximadamente a un volumen de negocios de 220 millones de maravedises, y, para cada uno de los 40 000 habitantes que tenía la ciudad entonces, 5 000 maravedises (o sea, algo más de 15 ducados), lo que no significa, dicho sea de paso, que cada habitante se haya beneficiado de su teórica alícuota en los beneficios obtenidos en las transacciones. Era el flux de los negocios efectuados en la ciudad. Como el lector adivinará muy bien, la actividad comercial, que con frecuencia ocurría en circuito cerrado, abarcaba una amplia escala de transacciones compensatorias unas veces, especulativas otras y falaces unas terceras. Y es posible que la cifra de 220 millones se quede muy por debajo de la real, porque las ciudades estaban abonadas a los impuestos: pagan una cifra anual previamente establecida, y, luego, se reembolsan, a veces con beneficios. Pero pasada la década de 1580, las ciudades dejan de pagar así los impuestos, y las alcabalas, que ya no dan los beneficios de antaño, se someten al control central. 457 En todo 452
GlULlO MANDICH, Le pacte de ricorsa et le marché italien des cbanges. 1953.
453
JACQUES HEÉRS, op. cit., pp. 75, 79 ss.
454 F. BRAUDEL, «Le pacte de ricorsa au service du Roi d'Espagne...», en Studt in onore di Armando Sapori, II, 1957. 455 A. d. S. Florencia, Mediceo 4745, s. f. enero 1589. 456 457
MODESTO ULLOA, op, cit., p. 108. Según opina FELIPE R U I Z MARTÍN.
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caso, las cifras de 220 millones y de 15 ducados por cabeza, en 1576, denotan un nivel relativamente elevado. Y encontraremos cifras más altas en la Sevilla de 1597, 458 pues la ciudad era más rica que Valladolid y entre 1576 y 1598 la inflación ha hecho su labor. La cifra resultante es de 15 000 maravedises por sevillano (100 000 habitantes, y alcabalas de 159 millones de maravedises), es decir, el triple de la cifra de Valladolid en 1576. Pero dejemos ya estas cifras locales (que nos proporcionan una reveladora imagen geográfica de la riqueza castellana) 459 y pasemos a la cuestión más general de la evaluación del volumen total del movimiento del comercio. En 1598, y a la escala de Castilla, el volumen de la alcabala (con el que se incluyen, por desgracia, el de las tercias) se eleva a mil millones de maravedises (las tercias representan los 2/3 de ciertos diezmos pagados a la Iglesia; como es natural, deberían ser excluidas de nuestros cálculos). Pero nuestra hipotética cifra de diez mil millones de maravedises nos da una idea de la escala del volumen total alcanzado por los cambios del comercio interior. Si lo repartimos per capita, obtendremos 1 500 maravedises por habitante, es decir, exactamente 4 ducados. La cifra es inferior a la que arroja Valladolid en 1576 y a la de Sevilla en 1598, pero el hecho no debe sorprendernos: las economías urbanas son siempre las más dinámicas. Las aduanas para el comercio exterior nos pueden servir de base para algunos cálculos (aunque no permitan conclusiones seguras). Calculando arbitrariamente dicho comercio según la base de 1 a 10 entre derechos de aduana y valor de los tráficos, se llega a una cifra de 3.63 miles de millones de maravedises (importaciones). Y aunque la balanza de pagos sea desfavorable a España, no resulta arbitrario suponer 3.63 miles de millones en exportaciones: añadamos 700 millones para las entradas de metales preciosos, y —sin justificarnos en exceso— sumemos los 10 000 millones correspondientes a las alcabalas y los 7 960 millones del comercio exterior, con lo que alcanzaremos un total de unos 18 000 millones de maravedises, o 9 ducados por cabeza (en una Castilla de 5 millones de habitantes). Ya habrá notado el lector que la relación entre comercio exterior (importación) y comercio interior es, aproximadamente, de 1 a 3. 458
MODESTO ULLOA, <¡p. cit..
459
ALVARO CASTILLO PINTADO, «El servicio de millones y la población del
p.
132.
reino de Granada en 1591», en Saitabi. 1961.
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Segunda puerta que se nos abre: la Francia de los años 15511556. En este caso conocemos una cifra segura: el valor total de sus importaciones 460 es de 36 millones de livres tournois, de las cuales, dice la fuente de estas cifras, 14 o 15 millones representan artículos de lujo, inútiles bifferies, como los llama. Estos 36 millones (a 2 livres y 6 sous el écu) equivalen a 15.7 millones de écus. Doblaremos esta cifra para obtener el total de las importaciones y exportaciones, con lo que obtenemos 31.4 millones, los que multiplicaremos por 3 para obtener el volumen del comercio interno (47.1 millones). El total se eleva entonces a 78 millones y medio de écus. Si Francia tiene en ese momento 16 millones de habitantes (cifra que, como es bien sabido, aceptan todos los historiadores, pero para la que se carece de pruebas), le corresponderán 5 écus a cada habitante. Si expresamos esta cifra en ducados españoles nos da alrededor de 5.6. Esta cifra, aplicable únicamente al período 1551-1556, es, como era de esperar, más baja que la española de finales de siglo. Pero Castilla es más rica que Francia; además la cifra española de 1598 está afectada por la inflación, y por lo que respecta al divisor del caso francés, 16 millones, no tenemos certeza definitiva. Pero todas estas incertidumbres juntas no nos pueden privar de la satisfacción de ver cómo estos dos índices soportan una confrontación. ¿Se puede usar el más débil de ambos como baremo a escala del Mediterráneo, considerado éste como un todo? Hay buenas razones en pro y en contra. Solucionemos la cuestión redondeando la cifra del índice francés, y concluyamos diciendo, sin la menor garantía de certeza, que el volumen total de las transacciones comerciales es, para los 60 millones de mediterráneos, de unos 300 millones en oro.
Esta cifra es tan poco sólida que ningún economista la aceptaría. Sin embargo podemos decir: 1.° que este volumen es muy superior al beneficio, a la renta del mercader, que puede elevarse muy bien al 10, 20 o 30 % del volumen de negocios efectuados; 2.° que la puesta en juego de las transacciones comerciales —suponiendo que nuestra cifra sea exacta— sólo asciende, y apenas, a un tercio de la producción; 3.° que en este contexto, i \perfecto sin duda, pero revelador, es importante descubrir la parte que representa el comercio a largas distancias, el Fembandeln, auténtico corazón del 460 ALBERT CHAMBERLAND, «Le commerce d'importation en Fratice au milieu du xvi1' siéde», en Revue de Géographie, 1894.
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capitalismo comercial La cuestión merece, como es natural, algunos comentarios. Significado y limitación del comercio a largas distancias La razón de ser del comercio a largas distancias es que pone en contacto, y a veces con no pocas dificultades, regiones donde determinados productos se pueden comprar a precios bajos con otras donde se pueden vender a precios elevados. Citemos unos ejemplos conocidos: comprar cariseas o mandarlas hacer en los Costwolds ingleses y venderlas en Alepo o en Persia, o comprar telas en Bohemia y revenderlas en el Brasil, o comprar pimienta en Calicut y revenderla en Lisboa, Venecia o Lübeck. Estas largas rutas suponen amplias diferencias de voltaje, enormes en verdad a comienzos del siglo XVI, particularmente en Lisboa, donde los beneficios comerciales crecieron como plantas tropicales. B. Porchnev 4 6 1 tiene razón en lo que afirma acerca del comercio báltico en el siglo XVII: lo que cuenta no es tanto el volumen de los tráficos como el tanto por ciento final de los beneficios. El capitalismo, dotado entonces de la agilidad propia de todo cuerpo joven (pues en ese momento era la fuerza económica más moderna y alerta), se sentía atraído por esos elevados beneficios y sus rápidas acumulaciones. Resulta evidente a la larga que todas las diferencias de niveles de precios tendían a ser eliminadas, particularmente cuando los negocios iban bien. El comercio a largas distancias debió entonces cambiar sus opciones. Así conocerá períodos más o menos fastos: muy fasto, la primera mitad del siglo XVI; 462 en su segunda mitad se estabilizan los beneficios; y en el siglo XVII se produce una renovada prosperidad. Ha sido posiblemente la baja relativa del comercio lo que ha decidido a un gran número de hombres de negocios a invertir en préstamos al Gobierno y en los cambios; esto acabó culminando en una especie de capitalismo financiero. Entendámonos: no se trata de diagnosticar un descenso en él volumen del 461 B. PORCHNEV, Congreso de Ciencias Históricas de Estocolmo, 1960, t. IV, 137. 462 Para G. VON BELOW (Über historiscbe Periodisierungen mit besonderem Blkk aufdie Grenze zwischen Miltelalter undNeuzeit, Berlín, 1925, pp. 51-2) este período representa una cumbre tanto económica como artísticamente. Para Lucien Febvre es un período feliz, antes de que lleguen los tristes hommes de 1560 y después. FRANZ LINDER, «Spanische Markt-und Borsenwechsel», en Ibero-amerikanisches Archh; 1929, p. 18, asegura incluso que 1550-1600 es el período del Ricorsa-Wecbselgescbaft.
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comercio, pues continuó creciendo durante ese período. Nos referimos exclusivamente a los beneficios obtenidos por los mercaderes importantes. El historiador Jacques Heers 463 protesta contra la excesiva importancia generalmente atribuida al comercio de especias y drogas, como si en el siglo XVI fuese éste más importante que el de cualquier otro producto. Y añade: «Cuando, después de la historia del alumbre, 464 se escriba la del comercio de vinos y granos, la de la sal, la del algodón y hasta la del azúcar y la seda, surgirá ante nosotros una historia económica del mundo mediterráneo muy diferente, en la que la pimienta y las drogas ocuparán un lugar menos importante, en particular del siglo XIV...» Todo depende del punto de vista. No hay duda de que Jacques Heers tiene razón en el plano de una geografía económica. Pero está equivocado si se trata de un estudio sobre el primer gran capitalismo. Deberíamos tener in mente la observación de B. Porchnev: Lo que verdaderamente cuenta en este terreno son los porcentajes y los beneficios fáciles, es decir, la acumulación de capital. No cabe duda de que el volumen del comercio del grano es mucho más importante que el de la pimienta. Con todo, Simón Ruiz no se sentía muy animado a comprar trigo, porque la operación conlleva no pocos riesgos para el mercader. El trigo no es, como la pimienta o-como la cochinilla una mercancía real, relativamente exenta de riesgos. Quien negocia en trigo ha de contar con las exigencias de los transportistas, y también con la vigilancia de las ciudades y los Estados. Excepto cuando estaban en juego enormes cantidades de dinero, como ocurrió en 1521 465 y en 1583, 4 6 6 o con ocasión de las compras masivas de los años 1590-1591, el capitalismo de altura no participa de
-s:
46J
JACQUES HEERS, en Revue du Nord, enero-marzo 1964, pp. 106-7. J. FINOT, «Le commerce de l'alun dans les Pays-Bas et la bulle encyclique du Pape Jules II en 1506», en Bull. bist. etphiki, 1902;JEANDELUMEAU, L'alun de Rome, xv-xiX' sude, 1962; «The Alun Trade in the fifteenth and sixteenth Centuries and the beginning oí the Alun Industry in England», en The collected papers of Rhys Jenkins, Cambridge, 1936; L. LIAGRE, «Le commerce de l'alun en Flandre au Moyen 464
Age», en Le Moyen Age, 1955, t. LXI (4. a serie, t. X); FELIPE R U I Z MARTÍN, Les
aluns espagnols, Índice de la conjoncture honomique de l'Europe au x v r suele (en preparación); G. ZIPPEL, «L'allume di Tolfa e il suo commercio», en Arth. soc. Rom. itor. patr., 1907, vol. XXX. 465 Abundante documentación, A.d. S. Ñapóles, Sommaria Partium, 96: 1521, fí. 131 v., 133 v., 150, 153, naris aleriter suum tiagium exequi posset (una nave genovesa), 166 v. (para Cataluña), 177 (para Oran), 175; 1522, í£. 186 v„ 199, 201, 221, 224-5, 228 v. y 229, 232, 244, 252 v. 466 Según FELIPE Ruiz MARTÍN, ver infra, p. 777, n. 311.
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modo continuo en el comercio de cereales, 467 al menos durante la segunda mitad del siglo; ni tampoco en el vigiládísimo comercio de la sal. Vemos, pues, que el comercio a largas distancias depende siempre de coyunturas muy precisas. Toda la historia económica de Castilla bajo la influencia genovesa lo evidencia claramente desde que Felipe Ruiz Martín 468 ha analizado el funcionamiento de sus mecanismos. Sólo cuando encuentran dificultades en exportar de España la plata de América, compran los genoveses alumbre, lana, aceite e incluso vinos andaluces, para obtener por estas mercancías el dinero contante que necesitan tanto en los Países Bajos como en Italia. El último boom de la lana en Venecia parece haber sido resultado de una de estas operaciones. 469 Estoy seguro que un sistema semejante, dirigido desde arriba, funcionaba en el reino de Ñapóles para cualquier compra eventual de azafrán, seda, aceite o del mismo trigo de Apulia. Todo un ejército de mercaderes milaneses, florentinos, genoveses y venecianos (en especial bergamascos) se asienta en las ciudades del reino de Ñapóles; son en su mayor parte, pese a los aires que se dan y la cantidad de mercancías que contienen sus almacenes, comerciantes de poca monta; su tarea consistía en permitir beneficiarse a sus amos o sus corresponsales de los privilegios y franquicias adquiridas iocalmente en el transcurso de los años. Operan solamente obedeciendo órdenes, del mismo modo que los mercaderes marselleses que compran de golpe grandes cantidades de moneda contante 470 en Alepo o Alejandría se están limitando a ejecutar las órdenes de los mercaderes lioneses, que eran quienes movían estos largos hilos de acuerdo con las oscilaciones del mercado. Y de manera idéntica los mercaderes españoles estaban al servicio de los grandes negociantes extranjeros. 471 De modo que el alto capitalismo mercantil era el resultado de una serie de atentas elecciones; o si se quiere, un sistema de vigilancia y control que sólo interviene cuando hay esperanzas de ganar mucho, y sin riesgo. Se adivina toda una estrategia (es más: a veces se nos presenta a plena luz) que interviene tan pronto en un lugar como en otro de acuerdo con la variación del precio de las 467 y e r ¡nfra¡ pp 795.6. *6* En un estudio de próxima publicación. 469 Ibid. 470 Ver infra, p. 748, n. 164, y MlCHEUNE BAÜLANT, Lettres de negociants marseíllais: les fferes Hermite, 1570-1612, 1953. 471 Cf. F. Ruiz MARTIN, Introduction aux lettres de Florería, XXXVI-XXXVII.
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mercancías y con el grado de riesgo posible. Se puede ganar más con la mercancía pura que con los cambios, pero también se pueden sufrir pérdidas mayores. Giovanni Domenico Peri, informador seguro, nos lo dice: «por lo general hay más posibilidades de ganar con 1 000 escudos en mercancías que con 10 000 en cambios». 472 Pero sabemos que en los cambios los hombres de negocios comprometen más el dinero ajeno que el propio y que el movimiento de esas enormes sumas estaba concentrado en muy pocas manos. Tampoco hay duda de que se podían conseguir mayores ganancias generales con los cinco millones de ducados que pueden representar el tráfico marítimo de los granos del Mediterráneo a finales del siglo que el millón en oro que pueda valer la pimienta asiática a su llegada a Europa. Pero en el primer caso hay comprometidas muchas partes, mientras que en el segundo unas pocas firmas poderosas dominan el juego del mercado. Y la acumulación de capital opere da funciona a su favor. Los Marranos portugueses que en 1627 desplazan a los banqueros genoveses son, en su origen, mercaderes de pimienta y especias. Y, del mismo modo, los todopoderosos banqueros y financieros genoveses sólo llegan a controlar, en los días de su mayor esplendor, un sector, en modo alguno mayoritario, de la vida económica de la España imperial. Pero consiguen grandes beneficios gracias a ser ellos muy pocos. Los contemporáneos se dan cuenta con frecuencia de su importancia relativa. En junio de 1598 vemos a los financieros genoveses tratando de conseguir que se prorroguen las ferias de Medina del Campo, ocasión para ellos de conservar más tiempo en sus manos el dinero que les habían confiado ios inversores. Pero los mercaderes de Burgos, antaño sus leales secuaces y ahora sus más encarnizados enemigos, se niegan a cooperar. Y explican que en el volumen total de los negocios que se han hecho en la feria, los de los asentistas que prestaban dinero al rey son inferiores a los tratos de los mercaderes ordinarios y en ningún modo comparable con éstos. «A decir verdad —explican los demandantes— podemos asegurar a Vuestra Majestad que las cantidades que deben de pagar en las ferias los que no están incluidos en el decreto son muy superiores a lo que deben pagar los mercaderes mencionados en el mismo.» 4 7 3 (El decreto mencionado es el del 29 de 472 Citado por MAURICIO CARMONA, «Aspeas du capitalisme toscan aux x v r et xvii1' siécles», en Revue d'histoire moderne, 1964, p. 96, n. 2. 473 Archivo Ruiz, 117, citado por FELIPE Ruiz MARTÍN, en El siglo de los Genoveses, en preparación.
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noviembre de 1596.) El testimonio es claro, pero no liquida el problema que nos preocupa. El hecho esencial es que en ciertos sectores se ha establecido la concentración de negocios como característica permanente. Las concentraciones capitalistas Esta concentración de empresas ha sido un proceso muy frecuente a lo largo del siglo XVI. Pero según las diferentes coyunturas ha experimentado retrasos o aceleraciones bruscas. Durante el primer siglo XVI, ese momento que todo va tan aprisa, surgen las grandes empresas familiares, los imperios de los Fugger, Welser, Hochstátters y Affaitati. 474 Después de la recesión de mediados del siglo comienza a presentarse una situación diferente que favorece la aparición en grandes cantidades de pequeñas empresas. Desde ese momento aumentan la difusión de la información y las posibilidades de especulación, como Wilfrid Brulez 475 ha demostrado en su estudio sobre Flandes. Para integrar estas pequeñas empresas en el vasto mundo, es preciso que el transporte se haga autónomo, que se generalice el trabajo a comisión, que se normalice y se extienda el papel del corredor, y que el crédito resulte más fácil de conseguir y en consecuencia más peligroso. Y sucesivas rachas de quiebras irán marcando, a partir de 1550, todo cambio brusco de la coyuntura. Muy poco sabemos de lo que pasaba en las altas esferas del capitalismo mediterráneo. El silencio de los archivos genoveses nos condena a explicaciones incompletas. Sería interesante poder ver cómo estos altos sectores del comercio, las finanzas y la banca se apoyan en los estratos más bajos, es decir, dependen de los pequeños mercaderes y de una gran cantidad de inversores más o menos ingenuos. Sin los pequeños negocios, verdadero campo de cultivo de la vida económica, los bancos, tanto en Ñapóles como en cualquier otro lugar, no habrían podido subsistir. Y sin los cargamentos a cuenta de clientes muy modestos, las mismas flotas del Nuevo Mundo habrían encontrado no pocas dificultades. Y, para terminar .¡ sin el ahorro español e italiano, que ellos fueron los primeros en movilizar, los asentistas de Felipe II nunca habrían podido llevar a término sus enormes operaciones financieras. 474
Para una discusión de estas cuestiones véase el magnífico libro de CLEMENS
BAUER ya citado. 475
Op. cit., pp. 580 ss.
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La firma familiar, tanto a altos como a bajos niveles, y las asociaciones a corto término, raramente renovadas, son las características del capitalismo mediterráneo. El codo con codo, los divorcios y los nuevos matrimonios son eficaces a cierta escala. Así los genoveses que prestan dinero al Rey Católico constituían ya una asociación permanente, sin que ninguna fórmula jurídica les una formalmente antes del medio general de 1597: operan de dos en dos o de tres en tres, y con frecuencia todos juntos en tiempos de crisis o cuando hay buenas operaciones a la vista. Su pequeño número y su solidaridad de clase los mantienen firmemente unidos. Se les conoce comúnmente bajo el nombre genérico de la contratación, lo que demuestra, si hiciera falta probarlo, que constituyen un grupo. Las casas que no estaban unidas por la necesidad constituían ententes que podían resultar muy beneficiosas, como claramente demuestran los estudios genealógicos que tan minuciosamente ha realizado Hermann Kellenbenz, los cuales arrojan una luz muy viva sobre la compleja red de matrimonios, lazos familiares, amistades y complicidades que se extiende de Amsterdam a Lisboa, Venecia y las Indias portuguesas, y que preparan —o se integran en él— el gran vuelco geográfico de la riqueza mundial que marca la transición del siglo XVI al XVII. 4 7 6
Es muy posible que basten estas costumbres y estas soluciones para explicar la razón por la cual el Mediterráneo nunca ha sentido como el Norte la necesidad de las grandes compañías, las Joint Stock Companies, a quienes acabará perteneciendo el futuro. El tonelaje real de las flotas mediterráneas 477 En nuestro intento de calcular el tonelaje total de lasflotasmediterráneas vamos a contar con cifras que valen muy poca cosa. Inglaterra, Francia, los rebeldes Países Bajos y España tenían cada una, en la década del 1580, 200 000 toneladas de navios, siendo seguramente los Países Bajos 4 7 8 quienes poseían más (unas 225 000 toneladas en 1570), y estando las otras tres naciones muy por debajo de ellos: España con unas 175 000 (cálculo para el año 476 Sobre todo el frente hispano-portugués contra la India y el papel de una agencia de información al servicio de los intereses de los mercaderes alemanes y
flamencos: HERMANN KELLENBENZ, Studia,
1963, pp.
477
263-90.
Para establecer útiles comparaciones, R. ROMANO, «Per uría valutazione della flotta mercantile europea alia fine del secólo xvni», en Studi in onore di Amintore Fanfani, 1962. 478
Según J. KULISCHER, op. cit.
II, p. 384. .
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479
1584), y Francia e Inglaterra muy por debajo de esta cifra, aunque no sabemos con cuántas toneladas contaban. Si se acepta el total de 4 000 navios que da Saint-Gouard 480 (quien, para ser exactos, dice: de 4 a 5 000 navios) como efectivo de la flota francesa y se acepta un tonelaje medio por navio de 40 o 50 toneladas, el resultado —contando por lo bajo— se coloca en las 160 000 toneladas. Si aceptamos que la flota inglesa contaba con 2 000 navios en 1588 481 la cifra más elevada a que llegaremos será la de 100 000 toneladas. Y, según el mismo baremo, habrá que aceptar para 1629 482 la cifra de 200 000 toneladas, teniendo en cuenta la prosperidad marítima de Inglaterra. Asi que en el Atlántico se movían unas 600 o 700 000 toneladas de barcos, cifra obtenida sin contar los de las otras marinas del Norte, pero tampoco sin restar los que pertenecían a los puertos mediterráneos de Francia y España. Pero poco importan, porque estas cifras relativas al Atlántico sólo tienen un interés marginal en relación con el problema que nos ocupa. Si intentamos ahora calcular el tonelaje mediterráneo durante los treinta últimos años del siglo podemos comenzar concediéndole un máximo del tercio de la flota española, o sea, 60 000 toneladas. Venecia cuenta, en 1605, 483 y de acuerdo con cifras bastante dignas de confianza, con 19 100 toneladas contando sólo los barcos grandes, y de 30 a 40 000 toneladas si incluimos también los pequeños. Concedamos esta misma cifra de 40 000 toneladas a Ragusa, Genova y Marsella respectivamente, y también la misma a las marinas de Ñapóles y Sicilia; si, para terminar, añadimos la turca, concediéndole el doble que a cada una de estas últimas, tendremos un máximo de 280 000 toneladas, que, sumadas a las 60 000 de España, dan una cifra total mediterránea inferior a las 350 000 toneladas. Aun así, la diferencia entre el Mediterráneo y el océano no es exagerada: 300 o 350 000 toneladas el primero frente a las 600 o 700 000 el segundo, es decir, una proporción de 1 a 2. Por una parte el nada insignificante Mediterráneo y por otra el Atlántico y los Siete Mares. Y los viajes por el Mediterráneo eran, como es natural, más numerosos que los de los largos itinerarios oceánicos: 479
R.
KONETZKE, op. cit.,
p.
203.
480
Saint-Gouard al rey, Madrid, 21 mayo 1572, B. N., Fr. 16104, ff. 88 ss. 481 S. LILLEY, Men, Machines and History, Londres, 1948, p. 72, y J. U. NEF, The Rise of the British Coal Industry, Londres, 1932, I, p. 173. 482
483
S. LILLEY, ibid., p. 72.
Museo Correr, Dona delle Rose, 271, f. 46 v., 7 marzo 1605. Ver igualmente ALBERTO TENENTI, Naufrages, corsaires et assurances. pp. 563 ss.
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es muy corriente que una nave ragusina haga dos o tres viajes por año. ¿Deberíamos incluir en el activo del Mediterráneo los barcos del Norte que comienzan a irrumpir en sus aguas a partir de 1570? Posiblemente suman un centenar de unidades, y si calculamos para cada uno de 100 a 200 toneladas, nos encontramos con 10 o 20 000 toneladas más que añadir a la cifra dada anteriormente para el Mediterráneo. Pero, puesto que este tonelaje está en la proporción de 1 a 15, o de 1 a 35 con el total del de dicho mar, la cifra final no varía de modo significativo. Tampoco hemos contado el centenar de naves redondas de los corsarios berberiscos —unas 10 000 toneladas quizá a comienzos del siglo xvn—. En resumen, pese a la incertidumbre respecto a nuestras 300 o 350 000 toneladas, nuestros cálculos establecen: 1) que el Mediterráneo pertenece prioritariamente a los barcos y tripulaciones mediterráneas; 2) que los barcos del Norte son un accidente y que su presencia no altera drásticamente las estructuras de la navegación mediterránea, que como hemos visto estaban sólidamente establecidas; 3) que la mitad al menos de estos barcos del Norte estaban al servicio de las ciudades y la economía mediterráneas, navegando en torno al mar, de puerto en puerto, cargando fletes, cruzando una o dos veces el estrecho de Gibrahar para volver en seguida sobre sus pasos. N o debemos, pues, exagerar, ni tampoco minimizar, el papel de estos navios, al servicio —de hecho— de ciudades demasiado ricas para poder permitirse el ser autosuficientes. Un historiador 484 nos ofrece una serie de cifras seguras sobre el tonelaje de la flota de Ragusa: 55 000 toneladas hacia 1570, 32 000 hacia 1600; sobre el número de hombres que las tripulaban: de 3 000 a 5 000; sobre su valor total: 200 000 ducados hacia 1540, 700 000 hacia 1570, 650 000 hacia 1600; y, finalmente, su renta anual: de 180 a 270 000 ducados. ¿Podemos extender estas cifras, basadas en una sólida documentación, a todo el Mediterráneo? Si hacemos así, el valor total en dinero de este conjunto de cuerpos flotantes alcanza grosso modo unos 6 millones de ducados, su renta se aproxima a los 2 millones y el total de sus tripulaciones a 30 000 hombres. Si, como en el caso de Ragusa, por lo menos la mitad del beneficio de los fletes es para pagar a la tripulación, y el resto va a las manos de los propietarios de las partes, los ingresos 484 IORJOTADIC, «Le port de Raguse et sa flotte au xvi* siecle», en MlCHEL MOLLAT, Le navire et l'économie maritime du Aloyen Age au xvur siecle. Traraux du Deuxieme Colloque International d'Histoire Maritime, 1959, pp. 15-6.
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anuales de un marinero son de unos 30 ducados al año, suma modesta. Estos salarios, sin embargo, inciden seriamente en el beneficio de los propietarios, a cuyo cargo corre entretener un navio que requiere cuidados y reparaciones: una vez será un gobernalle, otra un mástil (siempre difíciles de conseguir), otra unos simples barriles o un esquife... Y hay que proveer las mesas de los oficiales y la marinería. Además los seguros sobre casco y flete son por lo general de un 5 % o más del capital invertido. Basta que aumenten los salarios de los marineros y de los oficiales, o que aumente el precio unitario de la tonelada de construcción (o de venta), sea en Lisboa 48S o en Venecia, 486 para que el mercader capitalista comience a pensar si no será mejor abandonar esta poco rentable actividad: dos o tres millones de ducados de renta es, desde luego, mucho, pero repartidos entre 10 000 navios, significan muy poco para el propietario de un barco. En Venecia, si el módulo en que apoyamos nuestros cálculos es exacto, los barcos dejan de 180 000 a 200 000 ducados: una buena rebanada de pan y nada más. Pero todo esto no pasa de ser un ejercicio conjetural. Sabemos muy poco acerca de las cuentas de las naves: unas hojas a todas luces insuficientes, un cuaderno en el Archivio di Stato de Venecia, 487 un documento muy posterior (1638) concerniente al gran galeón veneciano Santa María Torre di Mar.., 488 Deben existir bastantes documentos, pero hay que dar con ellos. Y, para terminar, es muy probable que nuestros cálculos sean más indicativos de los movimientos a largas distancias que del puerto a puerto del cabotaje: importante omisión. Pero una cosa es cierta: a finales del siglo XVI ios enlaces marítimos son un trabajo abandonado (excepto en. el caso de algunos ricos propietarios) en manos de hombres de negocios de inferior o mínima categoría. Si se están armando unos galeones en Ñapóles, bastará enviar unos pocos reclutadores a los puertos de Apulia para encontrar los marineros necesarios. 489 Y cuando un navio llega al final de su carrera después de más de veinte años de buenos servicios, vendrá otro más pobre y pequeño a ocupar el puesto que deja vacante.
485
B. M. Add. 284/8, f. 238, abrí! 1594: «... se deve ter considerado ao pre\o das,
cousas ser mayor». 486 y e r supra¡ 487
488 489
p p , 384 ss.
Debo a la gentileza de Ugo Tucci el haber podido hojearlo. A. d. S. Venecia, Senato Zecca, 39, 12 junio 1638. A. d. S. Ñapóles, Regia Camera della Sommaria, Reg. 14, 1594, 1623-1637.
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Los transportes terrestres Ya hemos indicado, 490 de acuerdo con las cifras españolas, que la relación de tráficos entre vías terrestres y marítimas podía ser, más o menos, de 1 a 3. Si tres millones representan el volumen del transporte marítimo, el tráfico terrestre sería, por sí solo y a escala del Mediterráneo, de un millón de ducados. N o creo en absoluto en la validez general de esta proporción. Pero aun en el caso de que supongamos igualdad de tráfico entre ambas circulaciones, el valor que resulta, 6 millones de ducados, aparece como muy insuficiente y casi absurdo. Debemos conseguir, en efecto, encuadrar dentro de este magro espesor monetario la múltiple agitación de las rutas mediterráneas, que, como ya hemos visto, es una de las características esenciales (entre otras tantas) del mar Interior. Es inevitable que se deslicen errores en nuestros cálculos. Pero de lo que no cabe duda es de la pobreza, de la modesta vida de los transportistas, marineros unos y campesinos otros; estos últimos dividen su tiempo haciendo unas veces de arrieros, y cultivando las tierras, criando animales, ejerciendo de artesanos otras. Contamos, por ejemplo, con algunas informaciones circunstanciales, de finales del siglo XVI, sobre los arrieros de la Maragatería, la región de Astorga, en el reino de León. 491 Los maragatos eran verdaderamente indigentes y externamente lo seguirán pareciendo aún después de haber hecho fortuna, más adelante, en los siglos x v m y XIX. A finales del reinado de Felipe II, su ocupación consiste en cargar pescado, especialmente sardinas, en los puertos del Cantábrico, y traerlo a Castilla, además de trigo y vino. Eran los camioneros de aquella época, y la distribución del pescado que realizaban por todas las ciudades de Castilla 492 era ya notable en el siglo XVI. El problema de cómo se ganaban la vida se aclara al estudiar los detallados censos de 1561 y 1597, cuando nos damos cuenta de que el traginero asocia a estas actividades los recursos de la cría de ganado, la agricultura, el artesanado y el comercio. El que se limite sólo al transporte será sempiternamente pobre, como es el caso del joven Juan Nieto, que transporta pescado «e mas vezes traia alquilado que por sus dineros». Quien vive mejor es el traginero que compra y revende el pescado que transporta. 490
Ver supra. pp. 388 ss.
491
JOSÉ LUIS MARTÍN G A U N D O , «Arrieros maragatos en el siglo xvm», e n
Estudios y Documentos, n.° 9, 1956. 492
PEDRO DE MEDINA, op. cit.. p. 209, en el caso de Alcalá de Henares.
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Siempre al borde de la miseria, el transportista no era sólo transportista, sino también campesino o artesano. Lo mismo ocurre en toda Europa hasta mucho después del siglo XVI. Las embarcaciones que llevan la sal Ródano arriba, en el siglo XVII, desde las salinas de Peccais hasta los cantones suizos, no pueden ir más allá de Seyssel. Desde allí se transportaba la sal en carros a Genova. Pero estos transportes se han de supeditar a hacerse fuera de la época de la siembra o de la recolección, pues los campesinos sólo están dispuestos a transportar mercancías durante las pausas de sus propias faenas agrícolas. 493 La industria del transporte no se puede separar fácilmente de la vida campesina que la anima y tampoco de la vida de las pequeñas ciudades que de él derivan buena parte de sus ingresos. Cartagena, a comienzos del reinado de Felipe II, resulta ser esencialmente una ciudad especializada en transportes, en acarateo. 494 De manera que la circulación de mercancías estaba asegurada por múltiples actividades, mal retribuidas tanto en mar como en tierra, que resultaban atractivas a marineros y arrieros por los pequeños beneficios que se obtenían con el constante cambio, puesto que cada uno acarrea las mercancías por cuenta y riesgo propios. De este modo, el transportista, con frecuencia en contacto con una economía primitiva, entraba en relación con la economía monetaria; su posición de intermediario tiene necesariamente sus ventajas cuando, de vuelta en su pueblo, lleva a término sus transacciones. Sin embargo, desde un contexto general, los transportes eran baratos en el siglo XVI, y esa baratura relativa se fue acentuando con el paso de los años, yendo la retribución de los transportistas muy por detrás del movimiento de los precios. 495 Circunstancia que sin duda ha servido de estímulo a la actividad comercial. El Estado, principal empresario del siglo Los Estados del siglo XVI se afirman cada vez más como grandes recaudadores y redistribuidores de rentas; por medio de impuestos, venta de servicios, rentas y confiscaciones, se apoderan de una enorme parte de los diferentes productos nacionales. Este múltiple acaparamiento de fondos resulta muy efectivo porque el conjunto 493 Archivos de Brigue, Papeles de Stockalper, Sch. 31 n.° 2939, Ginebra, 10 julio 1650, y n.° 2942, 14 julio 1650: pausas debidas a la siega. Esta información se la debo a M. Keul. Pausas en tiempo de sementera, ibid., n.° 2966, 18-28 septiembre 1650. 494 495
Información proporcionada por FELIPE R U I Z MARTÍN. B. BENNASSAR, op. cit.
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de los presupuestos estatales fluctúa a ia par de la coyuntura general y sigue la marea de los precios. 496 La irrupción de los Estados en el centro mismo de la vida económica no es un accidente, ni tampoco una fuerza intempestiva, como ha pensado, quizá un poco precipitadamente, Joseph A. Schumpeter. 497 Lo haya pretendido o no, el Estado se ha convertido en el empresario más importante del siglo. De los Estados dependen las guerras modernas, con su constante y creciente requerimiento de efectivos humanos y dinero; y lo mismo ocurre con las mayores empresas económicas: la Carrera de Indias, con base en Sevilla, la ruta entre Lisboa y las Indias Orientales, a cargo de la Casa de Indias, es decir, del rey de Portugal. La Carrera de Indias es mutatis mutandis el sistema veneciano de las galere da mercato, prueba evidente de que este capitalismo de Estado ha rebasado su estadio inicial. Permanece muy activo: en el Mediterráneo, el Arsenal de Venecia 498 y su copia, el doble arsenal de Gálata son los mayores centros manufactureros del mundo de entonces. También dependen del Estado todas esas Casas de la Moneda 4 " activas tanto en la Cristiandad como en el Islam, en la Cristiandad frecuentemente bajo el directo control del Estado, y cedidas por contrato en el Imperio turco y en la Regencia de Argel, pero estrictamente supervisadas por el Estado. También dependen del Estado —y volveremos más adelante sobre el tema— las bancas públicas, cuyo momento de gloria llegará con el final del siglo. Pero aquí eran los Estados urbanos, o, si se prefiere, de carácter esencialmente urbano, los que dirigían la marcha. Los Estados territoriales habrán de esperar todavía largo tiempo, y la primera de sus bancas será la de Inglaterra (1694). so ° Felipe II no prestará atención, en 1583, a los consejos del flamenco Peter van Oudegherste, 5 0 1 que en vano tratará de persuadirle a crear una banca de Estado. Estas ausencias no impiden que sea larga la lista-de..Ias,_o/>é'ro«É>496 497 498 499
quía.
Ver las gráficas de las figuras 56, 57 y 58, vo¡. II. Op. cit., ("edición italiana), I, p. 174. RUGGIERO ROMANO, art. cit. en Rivista Storica Italiana, 1954. ALI SAHILI OGLU, trabajo inédito sobre las acuñaciones de moneda en Tur-
500 No olvido el antecedente de la Banca de Estocolmo (1672) ni el de ¡a de Amsterdam (1609). Pero se trata en esos casos de una banca específicamente urbana. Bien es cierto que ia Banca de Inglaterra tiene sus orígenes en ia de Londres. 501 La primera tentativa se remonta al 1576; Felipe Ruiz Martín me hace notar a este respecto la existencia de un importante documento en Simancas, E° 659, f. 103.
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nes públicas. Como dice un historiador, las grandes instalaciones puestas a punto por el Gobierno Pontificio en Tolfa y Alumiere para la explotación de las minas de alumbre representan un verdadero complejo industrial. S02 El mismo Gobierno turco, más dirigista que cualquier otro, cuenta en su activo con múltiples creaciones; la rápida construcción de la mezquita Suleimaniya S03 (y contamos ahora con un reciente y magnífico estudio sobre las obras in situ de la construcción) nos ofrece un excelente ejemplo. Y si ampliásemos lo que llamamos capitalismo de Estado en Occidente a ciertas operaciones mixtas, capitalistas y públicas, como lo es la construcción de El Escorial, 504 obra tan notable por lo que se refiere a las técnicas de construcción empleadas, alargaríamos notablemente la lista de semejantes realizaciones. Por medio de todas estas actividades, el Estado reintegra al torrente circulatorio el dinero llegado a sus arcas, y, en caso de guerra y si las circunstancias lo requieren, gasta sumas superiores a las de sus ingresos. Guerras, obras públicas y empresas son, en grado mayor de lo que se puede suponer, incitaciones económicas. Lo verdaderamente desastroso para la economía es que el dinero se vaya amontonando en los cofres, en el tesoro que amasa Sixto V en el Castillo Sant'Angelo, S05 en las arcas de la Zecca de Venecia o en las de Suliy en el Arsenal... Una vez dicho esto, no nos resultará muy difícil calcular la riqueza de los Estados. Sabemos hoy muchas cosas sobre sus presupuestos y podríamos, sin esfuerzo, saber muchas más. Si aceptamos para finales del siglo XVI las cifras que vienen a continuación, y que son las de los presupuestos que conocemos, 9 millones de ducados para Castilla, S06 5 millones para la Francia de Enrique IV, 507 3-9 millones para Venecia y su Imperio, 5 0 8 6 millones para el Imperio turco, 509 es decir, un total de 24 millones para una población de unos 30 millones, y si multiplicamos esta cifra por dos de acuerdo 502
503
JACQUES HEERS, en Revue du Nord, 1964.
ÓMER LUTFI BARKAN, «L'organisation du travail dans le chantier d'une grande mosquee á Istanbul au x v r siécle», en Anuales E. S. C. 1961, pp. 1092-106. 504 Me estoy refiriendo al trabajo de la piedra, a la utilización del plomo, a las máquinas de elevar, particularidades que sugiere la visita al monasterio y ai museo consagrado a su construcción. 505 Cf. las indicaciones de PAUL HERRÉ, Papsttum und Papstwahl im Zeitalter Vhilipps 11, Leipzig, 1907, p. 374. 506 £i cálculo y la gráfica (vol. II, fig. 58) son de Alvaro Castillo Pintado. 507 A. PoiRSON, Histoire du r'egne de Henri IV. 1866, IV, pp. 610-1. 508 Bilanci Generali, op. cit., vol. I, t. I, p. 466, y Museo Correr, Dona delle Rose 161, f. 144. 509 ÓMER LUTFI BARRAN, «Le budget ture de l'année 1547-1548 et le budget ture de l'année 1567-1568», en turco, en Iktisat Fakültesi Mecmuasi. Estambul, 1960,
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con los 60 millones de personas que pueblan la totalidad del mundo mediterráneo, llegaremos a una cifra final, indudablemente artificiosa, de 48 millones de ducados. Según este baremo, cada hombre proporciona menos de un ducado anual a su príncipe (y otro ducado, sin duda, a su señor...). Estoy seguro que después de las elevadas cantidades que hemos estado barajando antes, esta cifra parecerá muy baja. Los Estados, tan agobiantes, reclaman exclusivamente para sí todo el escenario de la historia, ¡y si sólo se conformasen con eso! Es posible, sin embargo, que estas cifras sean las más exactas de todas las que hemos ofrecido hasta ahora. Pero no estará de más tener presente que los Estados, incluido el Imperio turco, han ido más allá del estadio de la economía no monetaria. Los tributos anuales exigidos por ellos se pagan con la sangre velocísima de la circulación de las monedas contantes y sonantes, mientras que las evaluaciones que habíamos efectuado hasta aquí eran una traducción en lenguaje monetario de transacciones que escapan en buena parte a la economía de mercado. Así, esos Estados poseen la agilidad de la economía moderna. Acaba de nacer el Estado moderno, armado hasta los dientes y, a la vez, indefenso, puesto que no es autosuficiente para llevar a cabo sus tareas: para hacer la guerra, percibir los impuestos, administrar sus propios intereses y hacer justicia, debe supeditarse a los hombres de negocios y a una burguesía hambrienta.de promoción social. Pero esto es a la vez clara señal de su original energía. En Castilla (que nos provee de un ejemplo particularmente claro) mercaderes, grandes señores, letrados, todo el mundo participa en empresas estatales. Había comenzado la escalada de honores y beneficios. Tarea laboriosa: incluso de los más modestos secretarios del Consejo de Hacienda y Junta de Hacienda conservamos informes, cartas, pruebas de devoción al rey y al bien público, pero junto a ello, también peticiones y denuncias dictadas por el interés personal. Queda abierto el debate para saber si ha sido o no beneficiosa esta expansión del Estado. En cualquier caso, era tan inevitable como el capitalismo vigilante de los grandes mercaderes. Se opera en beneficio del príncipe una concentración de medios de una envergadura hasta entonces desconocida. Cuarenta o cincuenta millones de ducados (no supuestos con el fin de permitir nuestros cálculos, sino reales) funcionan como una excelente palanca de mando.
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Metales preciosos y economía monetaria
Tanto en el campo de la historia como en el de las otras disciplinas científicas las explicaciones clásicas pierden su fuerza, se gastan, a fuerza de ser repetidas. Y hoy ya no vemos al siglo XVI como el siglo tumultuoso de los metales preciosos y los precios incontrolables que nos presentaba Francois Simiand. 510 Frank Spooner y yo s u hemos tratado de calcular el volumen total de moneda en circulación en Europa y el Mediterráneo antes del descubrimiento de América. Nuestra cifra, obtenida a partir de ecuaciones simples pero no seguras, ronda un total de 5 000 toneladas de oro y 60 000 de plata. La llegada de lingotes de América durante el siglo y medio que va del 1500 al 1650 representa, según los cálculos de Earl J. Hamilton, S I 2 16 000 toneladas de metal blanco y 180 de metal amarillo. Si suponemos por el momento que, muy en líneas generales, todas estas cifras son correctas, veremos que alteran ciertos problemas y confirman otros. Es decir: 1.° Nos ofrecen un cuadro más optimista de la situación anterior al 1500, y, en consecuencia, del siglo XV, punto de vista que entre nosotros, los historiadores, S13 cuenta con sus defensores. Podemos anotar en su activo el enorme avance experimentado en Occidente por la economía monetaria: a la altura del 1500 ya había conquistado toda la esfera de los impuestos debidos al príncipe, y una parte de lo que se había de pagar a los señores de las tierras y a la Iglesia. 2.° Francois Simiand creía que los minerales americanos habían representado el factor decisivo. Según él el stock monetario se habría duplicado de 1500 a 1520, duplicado de nuevo de 1520 a 1550, y finalmente, más que duplicado de 1550 a 1600. «Lo que da, para el total del siglo XVI —escribía— un aumento del stock superior a las cinco veces. En el siglo xvn, en el siglo XVIII y en la primera mitad del XIX, vemos, al contrario, que incluso considerando períodos de cien años apenas si sellega a una duplicación del stock.» 514 Hoy ya no podemos aceptar semejante interpretación. El siglo XVI no ha conocido una marea de riquezas sin precedentes en la historia. El crecimiento demográfico, las devaluaciones monetarias, la relativa 510 511 512 513
Op. cit., p. 128. Cf. nuestro capítulo en la Cambridge Economic History. Op. cit., p. 42. J. A. SCHUMPETER, op. cit.,
M O N D DE R O O VER... 514
Op. cit., p. 128.
I, partic. p. 476,
n.
1; JACQUES HEERS, RAY
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expansión de la vida económica, y, sin duda, la acelerada circulación del dinero contante y otros medios de pago pueden valer también para explicar esas altas cotas y esas revoluciones o seudorevoluciones del siglo XVI. S1S Pero ya volveremos luego sobre este problema. 3.° En cualquier caso, el Mediterráneo, pese a la expansión del crédito, no contaba en el siglo XVI ni con ei numerario ni con ei papei equivalente que le consintiera contabilizar cada año, aunque fuese por un solo instante, ios cambios y salarios de una masa de 60 millones de seres. Insuficiencia que era endémica. En Venecia, en 1603, y aunque los cofres de la ciudad están repletos, llega un momento en que no hay monedas de plata para pagar el saiario de los obreros. 516 Cuánto mayor no sería su carencia en las regiones de economías retrasadas, donde el trueque omnipresente coima esta deficiencia. Por otra parte, hay que reconocerle ai trueque no poca agilidad: fue él quien preparó el camino a la economía monetaria, pero ésta sóio puede animarse y prosperar con los pagos en contante. A orilias del Báltico, las pequeñas cantidades de dinero que invierten mercaderes hanseáticos y occidentales ayuda a acelerar una economía todavía primitiva. Á finales de siglo se generalizan las letras de cambio, y quizá compensan ei retraso (si es que lo ha habido) 517 con que llegan de América ios metales preciosos durante la segunda y tercera décadas del siglo XVII. En 1604, 5 1 8 un veneciano nos habla de un tráfico anual de 12 a 16 millones de escudos en las ferias de Plasencia. Domenico Peri índica un tráfico de 30 millones hacia 1630. 519 Pero no son cifras seguras. Y estos cambios sólo animan la circulación en las cotas más aitas de la vida económica. 4.° N o hay duda de que la economía monetaria hizo progresos. En ei Imperio turco este progreso va acompañado de una serie de depreciaciones monetarias en marea creciente que alcanzan, virtualmente, dimensiones revolucionarias. A diario descubren ios historiadores evidencias de todas estas realidades. Todos ios pre515 CARIO M. CIPOLLA, «La prétendue révoiution des prix. Réflexions sur l'expérience italierme», en Annales E. S. C, 1955, pp. 513 ss. 516 Museo Correr, Dona delle Rose, 181. 517 Las informaciones holandesas que me indica Morineau sugieren que durante este período decisivo ha habido más importaciones clandestinas de ias que se suponen. 5,8 Museo Correr, Dona delle Rose, 181, f. 62, 3 a 4 millones de escudos por feria. 519 GlNO 1.UZZATTO, Storia económica dell'eta moderna e contemporánea, I, 1932, pp. 179 ss.
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cios suben. Se rompen todos ios antiguos modelos sociales y los dramáticos cataclismos de Occidente se prolongan aquí casi de modo independiente: mismas causas e idénticos efectos. s2 ° 5.° Pero la importante y nada sorprendente conclusión es la que sigue: La circulación monetaria (y para mí existe con cualquier tipo de moneda, por muy baja que sea) sólo penetra determinadas áreas de la vida humana. La viva circulación de los ríos sufre el efecto de la ley de la gravedad y desciende hacia las regiones bajas. Pero la circulación monetaria se encaminó más bien hacia las altas regiones de la vida económica. Y eso ha ocasionado enormes disparidades: desigualdades entre las regiones de alto voltaje —las ciudades— y las regiones con poca o ninguna moneda, las rurales; disparidades entre zonas modernas y zonas arcaicas; entre países desarrollados y países subdesarrollados (porque ya existe entonces esta distinción, los primeros avanzando sin descanso, y los segundos, aunque haciendo progresos —como era el caso de Turquía—, sin poder alcanzar el pelotón de cabeza); desigualdad entre las diferentes formas de la actividad humana, pues sólo el transporte, la industria, y, sobre todo, el comercio y la fiscalidad estatal tienen acceso a la circulación del dinero; desigualdad entre el pequeño número de ricos {quizá un 5 %) y la gran masa de pobres y muy pobres, aumentando cada vez más la distancia que separa a aquella minoría de esta aplastante mayoría. Yo creo que si los evidentes intentos de revolución social han fracasado —es más, ni han llegado a formularse claramente— ello se debe a la intensa pauperización relativa de la mayor parte de la población. ¿Constituían los pobres de solemnidad un quinto de la población? En Málaga, 52í ciudad que tomaremos como ejemplo (y de los más favorables), una evaluación llevada a cabo con la ayuda de los curas de las parroquias da, en 1559, 3 096 vecinos, es decir, a cuatro personas por hogar, un poco más de 12 000 habitantes. Según los ingresos podemos distinguir tres ciases: razonables, pequeños y pobres. Entre estos últimos más de 700 viudas y 300 trabajadores 320
Información verbal que debo a Ómer Lutfi Barkan. Simancas, Expedientes de Hacienda, 122, 1559. También podía haber asado como ejemplo a Medina del Campo (1561) y haber recurrido a! excelente artículo de B. BENNASSAR, «Medina del Campo, un exemple des structures urbaines de l'Espagne au xvi1' siécle», en Rerue d'histoire économique et sociale, 1961. En Venecia los documentos oficiales distinguen siempre entre poveri, mendicanti y miserabili: hay una escala graduada de la pobreza, ERNST RODENWALDT, Pest in Venedig. art. cit.. p. 16. . .. .. ' • S2i
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(contándose como medio vecino las viudas y como uno los trabajadores), lo que da un total aproximado de 2 600 personas muy pobres, o, dicho de otra forma, más del 20 % de la ciudad. Los razonables (lo que no quiere decir ricos) eran unos 300 vecinos, es decir, 1 200 personas ( 1 0 % ) . Los pequeños constituyen la enorme mayoría, un 70 %, o sea unas 8 500 personas. La exactitud de estas proporciones es más que probable. Un 20 % de la población viviendo en la más extrema miseria, representa un margen muy amplio, pero perfectamente posible sea en el Mediterráneo o fuera de él. 522 Observadores contemporáneos señalan, además, las más espantosas miserias en el corazón mismo de las ciudades más ricas: en Genova, el invierno agrava la vida de pobreza; 523 en Ragusa, tan próspera y sin embargo tan mal equilibrada socialmente, donde en 1595, según nos dice un testimonio, «hay también mucha misería...». 524 Carecemos de pruebas que nos consientan saber si las cifras de Málaga pueden también valer para ciudades más o menos favorecidas que ella, y sobre todo, si esta escala de medidas se puede aplicar a las comunidades campesinas, donde los ingresos, estimados en moneda, son magros, pero donde la vida, aunque más ruda que en la ciudad, está más equilibrada. Si aceptamos esta proporción ello significaría que de 12 a 14 millones de habitantes del Mediterráneo estaban viviendo en la más extrema miseria: una cifra que aunque enorme no es de descartar. 52S El hecho es que no nos hallamos ante economías donde la totalidad de la mano de obra disponible tenga la posibilidad de encontrar trabajo. Sobre el mercado laboral pesa toda una masa de trabajadores mal utilizados, vagabundos o semivagabundos que son una de las constantes —podríamos decir mejor: una de las estructuras— de la vida europea y mediterránea desde al menos el siglo XII. 526 En cuanto al nivel de vida del campesinado, apenas sabemos nada. Nos permitiremos, en consecuencia, algunas incursiones en ese terreno aunque los resultados no pueden evidentemente pretender valor general alguno... 522 Por ejemplo, los cálculos reproducidos por HEKTOR AMMANN, Schaffbauser Wirtschaft im Mittelalter, 1948, cuadro de la página 306. 523 Ver supra, p. 337, n. 136. 524 Museo Correr, Dona delle Rose 23, f. 23 v. 525
HEINRICH BECHTEL, op. cit., p. 52, nota 6, en Erfurt, en 1511, 54 por 100
de la población incluida en el censo pertenecía a la categoría más baja de los propietarios, poseyendo de cero a 25 florines, y un 15 % eran personas obne jedes Vermogen. 526 Cf. L'Unterschicht, coloquio franco-alemán de 1962.
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El día 8 de mayo de 1555, 5 2 7 un pueblo de la región bresciana resulta destruido por un violento incendio. Dependiendo de la comuna alpina de Collio de Valnopia, el pequeño asentamiento de Tizzo mide nada menos que media milla de circunferencia y cuenta con 260 casas, que resultan todas tan afectadas por las llamas que el encargado del informe sólo encuentra las paredes en pie; y detalle final: paga 200 ducados en impuestos a la Señoría de Venecia. En estas 260 casas, 274 familias suman un total de 2 000 personas, lo que significa (si las cifras son exactas, y tenemos motivos sobrados para creerlo así) que en cada hogar había más de siete personas). Sin incluir el precio de las casas, se valoran las pérdidas en 60 000 ducados, o sea, 30 por persona. En julio de ese mismo año, un incendio destruye dos casas campesinas del Trevisano, una región de la planicie; una de ellas se valora en 250 ducados y la otra en 150. En la primera, muebles, forrajes y grano ascienden a 200 ducados, y en la segunda, el heno y los cereales valen uno 90, sin contar los muebles (¿han podido salvarlos?) Las dos víctimas de los siniestros se describen a sí mismos, al presentar su súplica, como poreri, y dicen que se han quedado nudi, expresiones, sin duda, naturales en quienes están pidiendo dinero, pero que, en todo caso, no debían estar en contradicción con la valoración oficial de lo perdido. Permitámonos, pues, suponer que estas cifras particulares pueden servirnos como unidad de medida. Y, volviendo a Tizzo, completemos el balance del desastre: cada casa, unas con otras, se estima como valiendo 200 ducados, lo que añade 52 000 ducados suplementarios al activo, con lo cual se llega a un total de 112 000, y el capital acumulado es de 56 ducados, en vez de 30, per capita. Y si suponemos que cada familia recoge una cosecha análoga a la del menos favorecido de nuestros dos siniestrados, es decir, de unos 100 ducados, el ingreso total del pueblo se establece entonces en 27 400 ducados, es decir a 13 ducados y 7/10 por cabeza. Esta serie de cálculos nos conduce al borde mismo de la pobreza, por no decir —aunque sería más justo— de la miseria absoluta. Pero no podemos saber con certeza por dónde corre esta línea divisoria. He descubierto, demasiado tarde para poder explotar plenamente su extraordinaria riqueza, los documentos de la Sommaria, la Oficina de Contabilidad de Ñapóles. Pues bien, todos estos documentos fiscales nos conducen por veinte mil caminos diferentes a 527 A. d. S. Venecia, Senato Terra 22, Treviso, 22 julio 1555; Treviso, 30 julio 1555; Brescia, 11 agosto 1555, incendio de Tizzo.
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un mundo de miseria y de vida difícil. Pescara, 528 en la orilla adriática, es una pequeña y miserable ciudad de 200 a 250 bogares, y unos 1 000 habitantes, todos ellos forasteros o extranjeros, tomagnuoli, ferrares!, comachiesi, mantovani, milanesi et slavoni. De este millar de emigrantes sólo «cincuenta famtlias [200 personas] poseen casa propia, viñas y practican alguna industria; los demás no poseen absolutamente nada si no es sus cabanas, o mejor dicho, sus chozas de paja; viven al día, trabajando en las salinas o cavando la tierra». El texto añade que todo iría mejor si los campesinos propietarios tuvieran bueyes con que arar el suelo, prueba evidente de que carecían de ellos. Nos encontramos ante un claro ejemplo de miseria. Y sin embargo, esta pequeña ciudad tiene su puerto, sus tiendas e incluso una feria, la de la Annunziata, en el mes de marzo. La Sommaria suministra también detalles acerca de los pueblos que vende y revende, de acuerdo con los azares de las sucesiones, a compradores de rentas señoriales. Lo general es que cada habitante pague un ducado al propietario de la tierra —ducado que abona bajo formas muy diferentes— y esta renta señorial se vende «al cinco o diez por ciento», es decir a 10 ó 20 ducados por cada ducado de renta. Esta regla del ducado por cabeza, que he deducido un poco precipitadamente, vale lo que vale. Otra regla: la renta per capita del campesino es del orden de los 10 ducados. Pero veamos un caso particular: Superfino, 529 en el territorio de Otranto, es, en mayo de 1549, un pueblo de 395 bogares, es decir, un pueblo grande, casi una ciudad pequeña. Tiene más habitantes que Pescara. Su riqueza la constituyen principalmente los olivos. Aquí la regla del ducado de renta señorial por cabeza funciona muy mal: había unos I 600 habitantes, y el señor percibía 900 ducados. Pero en este caso particular sabemos el diezmo que se pagaba en especies al señor y con ello tenemos la oportunidad de calcular la producción y los ingresos en moneda del pueblo: 3 000 barriles de vino, II 000 tomóla de trigo, 4 000 tomóla de cebada, 1 000 tomóla de avena, 1 250 tomóla de habas, 50 tomóla de garbanzos y lentejas, 550 galatri de lino y 2 500 staia de aceite, lo que representa 8 400 ducados en dinero. La renta, si la lista de nuestros ingresos es completa y si el diezmo era efectivamente una décima parte, resulta ser algo superior a los 5 ducados por habitante. Sin embargo, los pueblos de Castilla, y según las Relaciones 528
«»
A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum 2, {{. 68 v. y 69, 21 julio 1564. Ibid., f. 59 v., 22 mayo 1549.
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Topográficas de las averiguaciones de 1576 y 1578, nos ofrecen cifras más altas. El nivel de vida calculado por medio de una selección S31 es de 15 522 maravedises o 44 ducados por familia; de modo que si suponemos que cada familia se compone de cuatro miembros, la renta per capita es de 11 ducados. Podríamos seguir haciendo cálculos. Los copiosos archivos de los gremios no han sido todavía investigados seriamente. Sin duda, las contabilidades fiscales nos permitirían calcular en más vasta escala el producto nacional de cada una de las islas venecianas: Corfú, Creta y Chipre. Por lo que respecta a Sicilia, contamos con excepcionales series de documentos tanto en Palermo como en Simancas. Creo que se podría (con dificultad, pero se podría) calcular el producto bruto del Estado veneciano o del Estado toscano. Hubo un tiempo en que creí poder resolver estos problemas tomando como límite mínimo el precio de los esclavos o de los galeotes, o el salario de los forzados voluntarios, o incluso el de los soldados o los sirvientes domésticos. Pero no estoy ahora seguro de que los precios puestos al hombre sean realmente marginales. Los esclavos se venden, en Sicilia y Ñapóles, unos con otros, a treinta ducados por cabeza 532 en la primera mitad del siglo; pero se dobla su precio después de 1550. S33 N o se pueden sacar conclusiones de esto, porque el mercado de esclavos era muy restringido, y los precios se iban abajo cuando se producía un flujo temporal de esclavos: en junio de 1587, a la vuelta de una expedición de pillaje con sus galeras, Pietro di Toledo (hijo del célebre virrey de Ñapóles) vende los esclavos obtenidos a 30 ducados por unidad. 534 Añadamos que con frecuencia era posible procurarse mano de obra servil sin apenas aligerar la propia bolsa. A finales del siglo XVI, nos enteramos, con motivo de la liberación de los esclavosgaleotos ponentini, que habían estado amarrados al banco durante doce años, que habían sido enviados a galeras por el Provveditore de Cefalonia sin haber mediado forma alguna de proceso, y que desde ese momento habían ido pasando de galera en galera, stra530 pítulo. 531
v é a s e el estudio general d e N O E L S A L O M Ó N , citado, nota 122 d e este caJ. GENTIL DA SILVA, «Villagescastillansettypesdeproductionau xvr siécle»,
en Anuales E. S. C, 1963, n. 4, pp. 729-44. 532 A. d. S. Ñapóles, Notai Giustizia 51, f. 5, 17 octubre 1520, 36 ducados a pagar en paños nuevos; ibid., ff. 177 v. y 178, 24 agosto 1521, un esclavo negro de doce años, 36 ducados, ibid.. 66, ff. 151 v. y 152; el precio de un caballo, 33 ducados. 533 Ibid., Sommaria Partium, 595, f. 18, 28 enero 1569, un esclavo negro de treinta años de edad, comprado-en Lecce por 60 ducados. 534 Ibid., Sommaria Consultationum 9, ff. 303-5, Ñapóles, 18 junio 1587.
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balzati di galera jn galera. 53* Idéntica decepción en lo referente a los rescates pagados por los cautivos. 536 Los documentos que se conservan son los relativos a personas ricas e influyentes: el rescate no refleja el precio corriente del hombre, sino los recursos económicos que su amo le supone. En cuanto a los forzados voluntarios que eran pagados y alimentados a bordo de las galeras, un comentario del comendador Girón 537 nos aclara cuál era la situación. Se da también el nombre de forzados voluntarios o voluntarios a medias a los desgraciados que después de haber cumplido su condena continúan sirviendo en galeras; se les paga un ducado al mes, dice nuestro informador, mientras que en Italia se les da el doble. ¡Con tan alto salario, añade, sería muy fácil encontrar voluntarios en España! Es evidente que los soldados estaban muy bien pagados —los sueldos les atraían—, puesto que un soldado recibía, ya en 1487, tres ducados al mes. 538 En resumen, llego a la conclusión de que los remeros voluntarios, e incluso los esclavos, y en mayor grado aún los soldados y los sirvientes domésticos (en Ragusa, por ejemplo), 539 podían llamarse afortunados, pues la sociedad los consideraba sus servidores y se encargaba puntualmente, de que no les faltase de qué vivir —aunque fuese magramente—; la parte terrible 535
A. d. S. Venecia, Senato Mar 145, 24 marzo 1600. 536 Ver J. MATHIEX, «Trafk et prix de l'homme en Méditerranée aux xvii' et xvüi' siécles», en Annales E. S. C, 1954, pp. 157-64. 537 Simancas Ñapóles, E° 1046 f. 25, Com. Girón a S. M. Ñapóles, 17 septiembre 1554. 538 Museo Correr, Dona delle Rose, 46, f. 65, 11 marzo 1487: eran stradiosi empleados en Morea. Ver la frase atribuida a Carlos V, infra, II, p. 134. En 1522 los jenízaros recibían una paga de 3 a 8 aspros diarios, lo que a 50 aspros el ducado da una suma de menos de dos ducados a menos de cinco ducados al mes (OTTO ZIERER, op. cit., III, p. 29). En Zara, en 1533, un artillero gana 40 ducados al año. Pero los artilleros eran especialistas. 539 Las cifras que se pueden obtener en los archivos ragusinos hablan muy claro. Los numerosos contratos entre amos y servidores, conservados en los registros de Diversa de Cancellaria (por ejemplo, vol. 98, 122, 132, 146, 196) me han permitido un rápido sondeo. Para los aprendices, que se consideran en categoría aparte, no había paga alguna especificada formalmente, a percibir al final del período de aprendizaje, pero según era costumbre en la profesión, el nuevo artesano recibe un vestido, zapatos nuevos y sus útiles de trabajo. Los otros recibían el dinero estipulado en el momento que expiraba el contrato (lo que podía ocurrir al cabo de dos, cinco, seis, siete o diez años) y que era en adición al pago en especies (alojamiento, vestido, alimentación y cuidados en caso de enfermedad). Esta remuneración, que se calculaba proporcionalmente a los años de servicio, va aumentando poco a poco: de 1 a 2 ducados oro en 1505-1506; 2.5 en 1535; 3.4 y 4.5 en 1537 y 1547; 3 (ligeramente por encima o por debajo) en 1560-1561; 4 en 1607; 8 y 10 en 1608. Pero si tenemos en cuenta que el ducado había sufrido devaluaciones, llegaremos a la conclusión de que la situación apenas había mejorado con los años. Se trata de una cota máxima estructural.
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de la vida les tocaba a los otros pobres: los no incluidos en el funcionamiento del sistema. Un encasillado provisional Cualquiera que sea la exactitud de los cálculos y medidas precedentes y de la de los que podamos hacer más adelante, no erraremos mucho en la escala de valores retrospectivos si fijamos para los miembros activos de la población las siguientes cotas: un ingreso por debajo de los 20 ducados anuales es miserable; de 20 a 40, pequeño, y de 40 a 150, razonable. Esta escala no tiene en cuenta ni las variaciones locales entre zonas de precios diferentes, ni las variaciones con los años, que son muy importantes en tiempos de inflación. Considerémosla como una clasificación muy en líneas generales. 540 Cuando nos enteramos de que un profesor de la Universidad de Padua percibe un salario de 600 florines al año lo podemos clasificar ipso facto como miembro de la clase privilegiada, sin necesidad de saber que se trata de la primera cátedra de derecho civil primus locus kctionis ordinarie juris cirilis y que el hombre en cuestión es nada menos que Corrado del Buscio, y prescindiendo también de cuál era el nivel medio de los salarios en aquel verano de 1506. 541 Este casillero elemental nos va a resultar muy útil para ir contrastando los innumerables salarios que se citan en nuestros documentos: observar, por ejemplo, que en la Zecca de Venecia la pirámide de salarios comienza en su parte baja con la miserable remuneración de los muchachos encargados de la vigilancia (20 ducados anuales, en 1554), 542 y se eleva a 60 ducados cuando se trata del salario de un partidor (1557), 543 es decir el empleado encargado de separar el oro de la plata; la remuneración resulta decente a la altura de 180 ducados, que es lo que gana un contable 544 (aunque este dato corresponde a 1590, es decir, después de haber ocurrido la ya conocida subida de salarios; 54S ver que en el Arsenal un obrero recibía en 1534 546 el modestísimo salario de 24 soldi dia540 541
V e r el c u a d r o de H E K T O R A M M A N N , supra,
p . 6 0 2 , n. 5 2 2 .
A. d. S. Venecia, Senato T e r r a 15, f. 106. 542 M u s e o C o r r e r , D o n a delle Rose 2 6 , f. 106. 543 lbid., f. 4 8 v. 544 lbid.. f. 100. 545 Claramente establecido para el p e r í o d o 1572-1601 a causa de las reclamaciones d e los panaderos: e n el intervalo se han doblado los salarios, M u s e o C o r r e r , D o n a delle R o s e , 2 1 8 , f. 3 0 2 . 546 A. d. S. Senato Mar 2 3 , ff. 3 6 y 3 6 v., 2 9 s e p t i e m b r e 1 5 3 4 , es decir u n p o c o más d e 6 3 ducados al a ñ o .
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rios del 1 de marzo al 31 de agosto, y 20 soldi del 1 de septiembre al último día de febrero; el calafateador, obrero cualificado, percibe, este mismo año, 40 soldi en verano y 30 en invierno. De modo que eí Arsenal y la Zecca, 547 los dos centros de que dependía la pujanza de Venecia, se sustentan de una mano de obra modestamente retribuida. Incluso los secretarios nombrados por el Consejo de los Diez sólo ganan una media de 100 ducados anuales. S48 En comparación, ese inzegner al servicio de la Señoría, Zuan Hieronimo de Sam Michel, que interpela a ésta en marzo de 1556 para que su salario de 20 ducados mensuales io aumente a 25, nos parece envidiable: gana en un mes lo que un obrero en un año. 54S En resumidas cuentas: demasiados pobres, demasiados indigentes. Globalmente forman un vasto proletariado cuya existencia están empezando a conocer gradualmente los historiadores a fuerza de investigaciones sobre un material tan fragmentario como difícil. Un proletariado cuya presencia se deja sentir en todos ¡os sectores de la actividad del siglo, y cada vez en mayor grado a medida que sus años transcurren. Alimentará un persistente bandidaje, auténtica revolución social, larga e inútil. La miseria general reinante solucionará el conflicto, empujando despiadadamente a los pobres y desheredados de la fortuna hacia la cota cero de la vida social. En España la supervivencia de riquezas heredadas de antaño de modo persistente y un acentuado retroceso demográfico contribuyen en e! siglo XVii a la creación de una extraña categoría social, un proletariado similar a la plebe de la Roma imperial. Pobres auténticos, bribones urbanos que la novela picaresca ha hecho famosos, salteadores de caminos, mendigos falsos y auténticos, toda esta gente del hampa, todos estos hampones, han roto con el trabajo, pero antes el trabajo había roto con ellos. Como los pobres de Moscú en tiempos de los zares, se han instalado en su ociosidad menesterosa. ¿Cómo podrían haber seguido vivos sin la sopa que se distribuía a las puertas de los conventos? Son «sopistas», viven de la «sopa boba». Gentes harapientas que juegan a las cartas o a los dados en las esquinas de las calles, pero que también nutren las filas del supera547 Museo Correr, Dona delle Rose, 161, f. 80, 1606, había setenta y dos trabajadores empleados en la Zecca (cincuenta y cuatro para la plata y dieciocho para el oro). El total anual de sus salarios era de 5 280 ducados, es decir una media de casi setenta y dos por obrero. Por lo general se tendía a pagar más a los obreros de la plata. Y a veces un empleado cubre dos puestos. 548 Museo Correr, Dona delle Rose, 161, f. 208 v., 1*586, 28 secretarios; total de salarios 2 764 ducados. 549 A. d. S. Venecia, Senato Terra 23, Venecia, 20 marzo 1556.
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húndante servicio doméstico de las casas ricas. El joven conde Olivares tiene, cuando está estudiando en Salamanca, un tutor, veintiún sirvientes y una muía para que le lleve los libros de su domicilio a la Universidad. 5S0 Así ocurría en España y así ocurría también en la Francia de las guerras de religión, y en la Italia de Sixto Quinto e incluso en la Turquía de final de siglo. El peso muerto de la carga de tanto pobre bastaba por sí sólo para anunciar un cambio brutal de la coyuntura económica, cambio con el que los pobres del Mediterráneo no iban a obtener beneficio alguno. Lo que se come no puede servir de criterio adecuado: oficialmente la sopa es siempre buena y suficiente Todos estos cálculos y medidas requieren revisión: pueden resultar muy mejorados. Por el contrarío, y en lo que respecta a los estudios sobre las dietas alimenticias del siglo XVI, no debemos hacernos demasiadas ilusiones en cuanto a lo que nos pueden revelar. SS1 Y no es que carezcamos de documentos sobre el tema, porque basta buscarlos para encontrarlos; pero lo que nos dicen resulta sospechoso cuando se refiere a los niveles inferiores de vida. Si hemos de creerlos todo iba perfectamente. Que la mesa de la familia Spinola fuese variada y abundante es algo que no puede sorprender a nadie; ni tampoco que el menú de los pobres consista en buena parte en alimentos baratos como el pan o el bizcocho También se comía queso, carne y pescado. La lenta evolución que en toda Europa, y sin duda también en el Mediterráneo, ha ido reduciendo el consumo de carne, se había ya iniciado, aunque todavía muy débilmente. Pero estas investigaciones retrospectivas nos asombran cuando pesamos en la balanza de las calorías las raciones destinadas a los esclavos, marineros, galeotes y pobres de los hospicios: arrojan unas 4 000 calorías diarias por ración. De modo que nos encontraríamos en el mejor de los mundos, si no supiéramos que los menús oficiales eran siempre y sin excepción posible oficialmente buenos. Todo está muy bien en estos menús impresos o enviados a las autoridades responsables. Pero la duda surge en nuestros espíritus aun sin la evidencia de las innumerables disputas que estallan en las galeras a causa de la distribu550 551
JUAN REGLA, en J. VICENS VIVES, H. Social de España, III, p. 300. F R A N K C . SPOONER, «Régimesalimentairesd'autrefbis.proporcionsetcakiils
en calones», en Alíñales E, S. C, 1961, n.° 3, pp. 568-74.
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ción de la comida. Sin embargo, podemos consultar las cifras, y también los comentarios de ese veedor de las galeras de Ñapóles que lleva años dedicado a abastecerlas y que se expresa libremente ante los investigadores de la Sommaria. 552 Incluso a bordo de las galeras turcas, las raciones diarias incluyen generosas cantidades de bizcocho. 5S3 Resignémonos pues a aceptar lo esencial: la realidad de esa dieta equilibrada que describen y confirman tantos y tantos documentos; eso quiere decir que se considera a galeotes y soldados como servidores demasiado preciosos con cuya salud no se puede jugar. Y digamos también, y con énfasis, algo que nada de lo descrito hasta ahora podía advertirnos: son menús de privilegiados. Todo hombre que dispone de una ración regular de sopa, vaca salada, bizcocho, vino y vinagre... sabe que tiene la existencia asegurada. Siendo muy joven, Diego Suárez había trabajado en la obra de El Escorial y nos dice que alífera «el plato bueno». Los auténticos pobres son los que no han encontrado una intendencia oficial, sea belicosa o pía, que les asegure un sustento regular. Y forman legión. Son el dramático mundo entre bastidores de la escena del siglo, mundo que a veces irrumpe en ella —sólo un instante— de manera violenta: en Aix de Provenza, el 27 de mayo de 1597 —según nos cuenta una crónica—, los rectores y procuradores de la iglesia del Espíritu Santo «hacen un reparto de pan a los pobres, y por la precipitación de los dichos pobres, murieron seis o siete personas, niños, niñas y una mujer, habiendo caído a tierra a causa de los empujones, y resultando pateados y asfixiados, pues había allí más de mil doscientos pobres». 5S4 El valor de nuestros cálculos Si sumamos todas las diferentes fuentes de ingresos (aunque sean aleatorias y parcialmente solapadas) el producto bruto anual de Mediterráneo oscila entre los 1 200 y 1 500 millones de ducados, es decir, corresponden de 20 a 25 ducados per capita. Estas cifras no son dignas de confianza, y, ya en principio, demasiado altas. Es imposible que el nivel medio de ingresos haya alcanzado semejantes cotas. El error radica en que hemos abusado del sistema de calcularlo todo en términos de dinero, pero, por otra parte, no 5Í
A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum 3, ff. 204 y ss., 8 marzo 15 v 1 • PIRI RE'IS, Babrije. ed. por Paul Kahle, 1926, Introdnction. II, p. XLII554 FOULQUET SOBOL1S, Histoire en forme de jaurnal de ce qui s'est passé en Provence depuis l'an 1562 jusqu'a l'ttn ¡607. 1894, p. 245. -
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hemos tenido más remedio que proceder así, porque ésa era la única posibilidad. El nivel medio sería el que hemos establecido si todo pasase por la economía de mercado, lo que naturalmente no es el caso. Con todo, estas cifras teóricas no son absurdas, y mucho menos inútiles. Nuestro objeto ha sido trazar un esquema general, en el que poder relacionar las grandes regiones del Mediterráneo. Y dicho esto, demos vuelta a la página y abandonemos este modo de contar tan decepcionante, en el que jamás una estadística auténticamente válida se presenta a nuestros ojos. De aquí a diez años, si los senderos sugeridos se recorren e investigan de modo fructífero, será necesario volver a escribir de arriba abajo este capítulo.
CAPITULO II
LAS ECONOMÍAS: LOS METALES PRECIOSOS, LAS MONEDAS Y LOS PRECIOS Nunca como en el siglo XVI ha parecido tan importante el papel de los metales preciosos. Los contemporáneos no vacilan en asignarles el primer puesto y los economistas del siglo xvn son aún más enfáticos. Uno los considera «el caudal» del pueblo; ' según otro, «no vivimos tanto del comercio de mercancías como del oro y la plata». Y un veneciano llega a decir que el metal precioso, amarillo o blanco, es «el sostén de todo Gobierno; le da pulso, movimiento, cerebro y alma; es su ser y su vida [lesser et la rita]... Vence todas las dificultades, pues es el amo y patrón de todo: lleva consigo la necesidad de toda cosa; sin él todo permanece inerme e inmóvil». 2 Patrón del tutto: afirmación que hoy nos parece discutible. El dinero no es ese motor universal que en general se supone. El papel desempeñado por los metales preciosos depende no sólo de las reservas heredadas de épocas anteriores, sino también de las contingencias del pasado y, en igual grado, de la velocidad de circulación de las monedas, de las relaciones internacionales, de la competencia entre economías, del deliberado juego de los Estados y comunidades mercantiles e incluso «de las opiniones del hombre de la calle». 3 Con bastante frecuencia el dinero no es más que una pantalla —para emplear el lenguaje de los economistas— detrás de la cual se esconden las realidades, bienes, servicios y cambios... Por último, el oro y la plata (y lo mismo se puede decir del cobre) no se suman simplemente el uno a la otra para constituir una reserva metálica homogénea. Los metales usados para acuñar moneda colisionan unos con otros y se hacen competencia. 4 Así toda alza de precio de las monedas de oro (en relación con las de plata) produce una gran demanda de oro, éstas desempeñan 1
MATHIAS DF. SAINT-JEAN, Le Commerce honorable.... 1646, p. 102; el oro y la plata, «riqueza natural», según W. PF.TTY, Polit. Aritbm.. 1699, p. 242. 2 Museo Correr, Dona delle Rose, 161, ff. 239 v. y 240, hacia 1600. 3
4
A. DE MONTCHRESTIEN, op. «'/.. p . 9 4 .
J. VAN KLAVEREN, art. ti!., p. 3, sostiene infundadamente lo contrario. 612
METALES PRECIOSOS, MONEDAS Y PRECIOS
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entonces el papel de moneda mala favorecida arbitrariamente, desplazando la buena, en este caso las piezas de plata. Pero nunca ocurre esto de manera fortuita. Si, por ejemplo, se repite con obstinación en Venecia, ¿no será para facilitar la exportación masiva de plata, que era uno de los pilares esenciales del comercio de la Señoría con Levante? Nos encontramos ante un intento deliberado de forzar 5 el mercado con todas las consecuencias y límites que ello trae consigo: el alza del oro produce automáticamente el alza de los precios de los cambios y, también, el aumento del coste de la vida. Entre sus consecuencias podemos citar, por ejemplo, el hecho tan anormal de la vuelta de 250 000 cequíes 6 provenientes del Imperio turco; o, por la misma época, la especulación del gran duque de Toscana, quien, ocultándose tras un testaferro, vendió 200 000 escudos de oro a la Zecca de Venecia, obteniendo un beneficio neto de 12 000 escudos, «a consecuencia de nuestra ignorancia», dice un veneciano deseoso de que en su ciudad se fijase de una buena vez el valor del oro en relación con el de la plata, del mismo modo que lo estaba el de la harina respecto al del trigo. 7 Es fácil de adivinar el resto de la historia: la escasez relativa de piezas de plata abre las puertas más ampliamente que de costumbre a las monedas de plata rebajadas, de poco peso y mala aleación; Venecia se verá obligada, entonces, y con no pocas dificultades, a eliminarlas de la circulación. 8 ¿Vienen todos estos males —por lo menos en parte— de la necesidad de exportar plata a Levante? Esta explicación, que no es la propuesta por los contemporáneos, puede, sin embargo, dar sentido a la extraña situación por la que estaba pasando Sicilia, donde, desde por lo menos 1531, el oro había sido sistemáticamente sobrevalorado respecto a la plata (1 a 15). Como consecuencia de esta desproporción Sicilia padecía una constante pérdida de piezas de plata, que resultaba conveniente comprar a cambio de oro para refundirlas de nuevo, como hizo con frecuencia y con beneficios la Casa de la Moneda de Ñapóles. 9 5
Museo Correr, Dona delle Rose, 161, f. 2, 14 diciembre 1593. Movimiento insólito, contra corriente, ante el cual se asombra Zuan Batta Poreti en su informe a la Señoría, 1603, Museo Correr 181, f. 53 v. 1 Ibid. Cicogna 1999, s. f. Las aduanas se pagaban en Venecia en moneda de plata. « Ibid. 9 ANTONIO DELLA ROVERE, La cris/ monetaria siciliana (1531-1802). publicado por CARMELO TRASSELLI, 1964, en general y especialmente, pp. 30 ss. Forcing permanente del oro, al que se ajustan las emisiones intempestivas de cobre, entre 1602 y 1606 por ejemplo, en tiempos del duque de Feria, L. BIANCHINI, op. cit.. p. 336. 6
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Pero queda aún bastante por esclarecer en lo tocante a este permanente escándalo: saber a quién en particular beneficia y por qué se permitía que siguiese ocurriendo. En otras partes la relación entre oro y plata era más variada 10 en sus efectos, pero no escapaba a la observación una vez que los hombres se habían dado cuenta de la naturaleza y la acción recíproca de las diferentes monedas; las fuertes contra las débiles, las buenas contra las malas, las amarillas contra las blancas o incluso contra las negras (vellón y muy poco después las de puro cobre), y más tarde el metal contra el papel. El dinero, en el sentido general de riqueza o fortuna, nunca ha sido de una sola y misma naturaleza..
I.
EL MEDITERRÁNEO Y EL ORO DEL SUDAN
Las salidas de metales preciosos hacia el este Sin embargo nada tan sencillo, a primera vista, como la circulación de los metales preciosos en el Mediterráneo. Pasan los siglos sin que ella cambie nada, por lo menos en principio. De donde quiera que vengan los metales preciosos, según el siglo de que se trate: de las minas de plata de la vieja Servia, de los Alpes, de Cerdeña, de los lavaderos del Sudán o de Etiopía, o hasta de Sofala a través del norte de África y de Egipto; de las minas de plata de Schwaz, a un lado del valle del Inn, de Neuschl en Hungría, de Manzfeld en Sajonia, de Kutemberg cerca de Praga, de las minas del Erz Gebirge, en Sajonia, " o de las minas del Nuevo Mundo, a partir de los primeros años del siglo XVI... De donde quiera que vengan los metales preciosos, tan pronto como entran en la órbita de la vida mediterránea, alimentan una perenne evasión hacia el este. En el mar Negro, en Siria o en Egipto, el comercio medite,0 La subida del precio del oro podía hacer descender la demanda de moneda de plata, como reconoce e indica Zuan Batr 1 Poreti (referencia en nota 6 de este capítulo), y en consecuencia detener toda alza de los precios corrientes dado que éstos flotaban en relación con la plata; ésta es la hipótesis que presenta FRANK C. SPOONER en nuestra contribución común al vol. IV de la Cambridge Economic History. Zuan Batt a Poreti arguye que los cambios dependientes del oro deben subir y suben junto con él (f. 53): en Venecia el curso de los cambios se establecía a partir del ducado, moneda de cuenta, y éste, de acuerdo con el alza del oro (en este caso el cequí), se devalúa igual que un billete de banca, requiriéndose más ducados (alza del cambio) para obtener un escudo de marco en las ferias de Besamyn. Y no sólo esto, sino que además deben subir y suben todas las mercancías afectadas por los precios de tales cambios (las lanas de España, los colorantes). 11 Para estas últimas indicaciones, v. JOHN U. NEF, «Industrial Europe», art. cit.. p. 7.
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rráneo arroja siempre un balance deficitario; sólo logran llegar hasta el Extremo Oriente, gracias a los envíos de oro y de plata en detrimento de su propia sustancia metálica. Hasta ha llegado a decirse que esta sangría de metales preciosos había desorganizado el Imperio romano, lo cual, aunque discutible, no es imposible. El hecho es que las monedas de la época julio-claudia se han encontrado hasta en Ceilán. ' 2 Sin embargo, el Mediterráneo trató constantemente de poner coto a estas ruinosas exportaciones. En la época del Imperio romano, Alejandría saldaba, en parte, con vidriería sus compras en el Extremo Oriente. I3 En la Edad Media, la Europa occidental expedía esclavos en vez de oro y plata. Bizancio logró restringir las exportaciones de monedas hacia el Oriente, montando en su propio territorio la sericultura, en la época de Justiniano. I4 Todos estos ensayos no hacen más que subrayar la necesidad, constantemente renovada y a la larga agotadora, de hacer repetidos pagos en el Extremo Oriente, que tanto exportaba al Mediterráneo, importando a cambio de ello comparativamente poco. Así, en los siglos XVI y siguiente circulan por el vasto espacio asiático productor de especias, de drogas y de seda las preciosas monedas de oro y, sobre todo, de plata acuñadas en Venecia, en Genova, en Florencia y, más tarde, las célebres piezas españolas de a ocho, de plata. Esas monedas salen por el este del circuito mediterráneo, a pesar de la paciencia, el trabajo y la habilidad que muchas veces han sido necesarios para obtenerlas. Visto a grandes rasgos, el Mediterráneo se nos aparece como una máquina de recolectar metales preciosos, de los que, por lo demás, nunca dispone en cantidad suficiente. IS Los ahorra para acabar desprendiéndose de ellos en beneficio de la India, de la China o de la Oceanía. Los grandes descubrimientos hacen variar las rutas y los precios, pero no alteran esta realidad fundamental. Sin duda porque los occidentales salen ganando más al procurarse los preciosos artículos del Oriente, y, sobre todo, la pimienta, que, según un veneciano, «lleva consigo todas las demás especias»; y también, evidentemente, porque en el siglo XVI, lo mismo que antes, el poder adquisitivo de los metales preciosos es mayor cuando se cruzan los umbrales del Oriente que 12
ANDRÉ PIGANIOL, Rome. p.
13
G. I. BRATIANU, Eludes.... p. 80.
14
W. HEYD, op. tit..
15
I, pp.
389.
1 ss.
Véase a este respecto la acertada indicación de Gll'SEi'i'E MiRA, Aspetti dell'economia comasca all'inizio dell'eta moderna.... Como, 1939, p. 244 (1587).
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en los países cristianos. Según Antonio Serra, hacia 1613 Venecia exportaba todavía, cada año, más de 5 millones en metálico a Levante, 16 aunque, en un esfuerzo por ahorrar sus reservas metálicas, también envíe telas, vidriería, espejos, quincalla o cobre... De los factores y agentes que los mercaderes venecianos mantenían en todas las ciudades de importancia, «en los puertos» de Levante 17 y de Siria hasta el golfo Pérsico, era la de estar al tanto, «husmear», l 8 descubrir los buenos negocios, para también, día tras día, vender unas mercaderías por otras, dar a baratío o barattare, según la expresión usual; es decir, vender y comprar sin soltar la bolsa. Pero siempre era grande la tentación de abreviar este proceso y de recurrir a pagar en contante cuando la operación resultaba provechosa. El experto de la Banca de Rialto puede escribir todavía en 1603: l9 «di Levante i ¡enuto sempre li capitali in mercancie». «No es corriente —dice Tavernier hacia 1560— volverse con dinero de Levante, sino más bien emplearlo en buenas mercancías de las que se podrán obtener beneficios.» 20 Una relación veneciana de 1668 precisa que quien introduce en Egipto pezze da otto di Spagna 2I puede ganar hasta un 30 c/r. Estas prácticas comerciales, muy similares, en líneas generales, durante los siglos XVI y XVll, revelan la permanente preocupación del mundo mediterráneo ante las exigencias de los revendedores de especias y de seda... Nos permiten medir el peso de una situación unilateral y, por añadidura, llena de desconfianza. La letra de cambio, 21 que circula incesantemente de un lugar a otro a través de •.oda la Cristiandad, rara vez viaja hacia el Islam, y más rara vez todavía hacia el Oriente; hasta el punto que casi podemos decir 16
Op. cit.. p. 165. Bien entendido que la cifra es muy exagerada.
17
BELON DV MANS, op. cit.. p. 100 v.
18
lbid. 19 Museo Correr, Dona delle Rose, 181, f. 53 v. 20 Op. cit.. I, p. 270. 21 Marciana, 5729, Relazione d'Egitto. 1668. 22 V., acerca de esto, la carta de Idiáquez al marqués de Mondéjar, Venecia, 26 de marzo de 1579, A. N., K 1672, G 1, n. 33: imposible encontrar en Venecia un crédito sobre Constantinopla, aun para una simple compra. No había letras de cambio entre esas dos ciudades sino por cantidades muy pequeñas, N. lORGA, Ospiti.... pp. 38, 46, 62, 79, 80, 84-5, 88, 90, 92, 97-8, 100, 109, 121 (cambios de Valaquia a Venecia entre 1587 y 1590). Los ragusinos pagaban su tributo a Constantinopla por un juego de letras de cambio aceptadas en pago de los derechos de aduana causados por las mercancías ragusinas provenientes de los Balcanes, a la entrada de la ciudad, mercancías de sus compatriotas diseminadas en la parte europea del Imperio turco. Es la falta de numerario, su insuficiencia, lo que explica los «clearings» de Medina del Campo o de las ferias genovesas, J. KULISCHER, op. cit.. II, p. 345.
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que, prácticamente, este medio de pago no circulaba allí. El mercader cristiano no encontraba en Levante, acosado siempre por la necesidad de hacer pagos, quien le prestase más que con intereses usurarios, que iban muchas veces hasta el 40 %. Documentos ragusinos de 1573 23 registran préstamos concertados sobre estas bases por judíos portugueses de Egipto. También en Siria, en 1596, vemos a los mercaderes venecianos rivalizar enconadamente entre sí, precipitándose a comprar a cualquier precio, y, finalmente, tomando dinero prestado de los «turcos» al 30 y al 40 %. De aquí las quiebras y las bancarrotas, para deshonor de la nación entera. 24 Además, desde un principio existió en las ciudades del Occidente el mercado negro de monedas. En Venecia, pequeños bancos —banchetti— comerciaban clandestinamente, a puertas y ventanas cerradas, con las monedas, 25 a despecho de las intermitentes medidas primitivas del Consejo de los Diez. 26 Con el último cuarto de siglo, los franceses, los ingleses y los flamencos (es decir, los holandeses) vinieron a ocupar un lugar preeminente en el antiguo comercio de Levante, pues pagaban siempre al contado. Echaron por tierra los métodos tradicionales, crearon dificultades a las antiguas casas venecianas y, sobre todo, hicieron subir los precios vertiginosamente. Gentes inexpertas, estos recién llegados. Por lo demás, los franceses mantuviéronse siempre fieles a su sistema de comercio al contado, 27 pero los ingleses y los holandeses, en cambio, lograron imponer rápidamente en trueque sus mercaderías, la carisea, el plomo, el cobre y el estaño; en 1583, los ingleses sólo hacían la cuarta parte de sus compras con dinero contante. 28 Tenían, a pesar de todo, que procurárselas. Las grandes plazas comerciales del Mediterráneo, tales como Genova, Liorna, Venecia, Ancona y por un instante Ñapóles, suministraban a cambio de mercaderías o servicios algunas de las preciosas divisas... Pero, de hecho, todas ellas eran sólo fuentes secundarias, cuya plata proce23 A. de Ragusa, D. de Foris, XI, ft. 75 s . Lista de pagos hechos a los prestamistas judíos (veinticinco nombres) por G. Bonda y Stephan di Cerva. Diez pagos en total, escalonados entre el 3 de marzo y el 10 de oct. de 1573. Los préstamos eran concedidos por un plazo de uno a cuatro meses. 24
16 de feb.
de
1596,
G. BERCHET, op. cit..
p.
87.
25
A. d. S. Venecia, Busta 105 C. 838, 24 de nov. de 1585. Museo Correr, Dona delle Rose 26, f. 54, 26 mayo 1562: estos cambios estaban prohibidos ni in bottega ni in casa. 2 dio, 1605, Cinqne Sarii. 12, ft. 105-6. 26
27
J. B. TAVERNIER, op. cit..
28
John Newberie a Leonard Poore, de Londres. Alepo, 29 mayo 1583; R. HAK-
LUYT, op. cit.. II, pp. 246-7.
I, p.
73.
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día más o menos directamente de España, es decir, de Sevilla. Y si los ingleses preferían aprovisionarse de moneda en los puertos italianos, era porque, entre 1586 y 1604, no eran bien venidos en España. Es, en efecto, Sevilla, es la España rica en oro y en metal blanco, que pretende cerrarse con candados, pero que deja escapar en abundancia los metales preciosos; es este mercado privilegiado el que infunde vida y animación a todo el comercio del Mediterráneo y del mundo en general. Este aprovisionamiento es un hecho nuevo, que viene a revolucionar toda la economía mediterránea; más reciente, en verdad, de lo que llevaría a pensar la cronología de los grandes descubrimientos. •• - i
El oro sudanés: precedentes Antes del siglo xvt —antes del oro y la plata de América—, el Mediterráneo había encontrado aquí o allá, más o menos cerca de sus playas (generalmente, bastantes lejos), los metales preciosos indispensables para su tráfico. Es una historia larga, harto conocida en sus rasgos principales. Sólo el último capítulo, que culmina en sus líneas generales a mediados del siglo XVI y que nosotros denominaremos, para abreviar, capítulo del oro sudanés, es, quizá —o era hasta hace poco—, el menos conocido. 29 Los intrépidos sitúan en el siglo X el comienzo de los grandes tráficos saharianos. En realidad, todo permite suponer que comenzaron mucho antes precediendo, incluso, a la llegada del camello al desierto en el siglo 11 de nuestra Era, pues antes de esa fecha existía ya la conexión: «los caballos y los bueyes de los Guaramantes tiraban de los carros en el desierto de Libia». 30 Es probable que el oro en polvo procedente del Sudán llegara al África Menor ya antes del siglo X, y fuese la causa después del año 1000 31 de la formación en el sur de Estados coherentes y brillantes en la curva del Níger, mientras que, más hacia el norte, en el Mogreb, el metal precioso ayudaba al nacimiento de nuevas ciudades como Argel y Oran, y engrandecía los antiguos centros... La España islámica, cuyos due29 El problema ha sido excelentemente investigado por V. MAGALHÁKS G O DINHO, Víiiinnmie de l'Empire pnrlngais aux \ i ;• et \'\'//' sueles. 1958 (tesis mecanografiada, Sorbona), t. I, pp. 1-241. ,0 J. CARCOI'INO, Le Marín antiqíte. 1943, p. 139. •" RoBF.RTO S. LÓPEZ, Studi snll'economia genorese riel medio ero. 1936, observaciones de MARC BLOCH, en Mé/anges d'hist. soc. I, 1942, pp. 114-5.
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ños, en el siglo X, habíanse instalado en el importante puerto de Ceuta, 32 encontró también en el norte de África el metal para sus dirhems de oro. Pero el oro del Sudán no fue tan sólo la base de la prosperidad del norte de África y de la España musulmana, de este bloque del Islam occidental que, aislado en parte de las grandes rutas del mar en el siglo XII, se ve desde entonces obligado a vivir de sus propios recursos. Este oro se enlaza con la gran historia del Mediterráneo: entra en la circulación general de este mar a partir del siglo XIV, quizá a partir de la espectacular peregrinación a La Meca de Mansa Musa, rey de Mali, en 1324. 33 Poco a poco el norte de África proveedor del metal amarillo se convierte en el motor de todo el Mediterráneo. Los mercaderes cristianos lo invaden en el siglo XV 34 y se instalan a sus anchas: los encontramos en Tremecén, 35 en Bugía, en Constantina, 36 en Túnez, en Ceuta, en Tánger, en Oran y en Fez. Los siglos anteriores habían visto llegar al África soldados aventureros (aún quedaban algunos en el siglo XV). Habían visto raids. de piratería como el de Felipe Doria en 1354, contra Trípoli, «la ciudad rica en oro». 37 Habían visto también grandes proyectos de conquista, los de los aragoneses y los castellanos. 38 Pero, en el siglo XV, todo cae en manos de los mercaderes, en una historia que sólo nos habla de penetraciones pacíficas, de tratados comerciales, de privilegios, de compras y de cambios. Entorpecidos en el Oriente por la expansión turca, los mercaderes-cristianos encuentran aquí una compensación a sus dificultades y a sus desembolsos. 39 El Mogreb tenía la ventaja de estar abierto a todos: a los 12 En 9 3 1 . A n t e s , en 8 7 5 , marinos andaluces habían fundado T e n e s en la «costa argelina». 53 P. B É R A U D - V I L L A R S , L'Ernpire de Gao.,., 1 9 4 1 , p . 2 2 0 . 34 La m e j o r referencia es J A C Q I E S DE M A S - L A T R I E , Traites de paix et de commerce dirers amcernant les relations des Chritiens alee les Árabes, en AJriqí/e septentrioi/a/e an Muyen Age. 1866. 35 E. CouDRAY, «Les étrangers á T l e m c e n » , en Journal de lA/gérie nmuelle, 1897. Del mismo autor, sobre el m i s m o tema, un excelente trabajo manuscrito q u e m e permitió leer y utilizar. 36 C o m o G e o r g e s G r é g o i r e Stella, c o m p r a d o r d e lana y telas en Constantina,
en 1 4 7 0 , R O B E R T B R I N S C H V I G , La Berbérie....
I, p. 2 6 9 .
37
LAURENT-CHARLES FÉRAL'D, en Ármales tripolitaines. 1 9 2 7 , p . 16. * Proyectos d e Sancho IV d e Castilla y d e Jaime de Aragón. Zonas a una y a otra parte del Muluya. Los proyectos d e Enrique 111. D e s t r u c c i ó n d e T e t u á n e n 3
1400..., R. K O N E T Z K E , op. cit..
p.
84.
" RüBERT B R I ' N S C H V I G , La Berbérie oriéntale sons les Hafsldes des origines a la fin du xv" si'ecle. 1940, I, p . 2 6 9 , nota esta i m p o r t a n t e correspondencia. R e c u é r d e s e también q u e Venecia estableció las «galeras» d e Berbería e n 1440. Ibid., I, p. 2 5 3 . Penetración pacífica, aparte de la acción portuguesa en Marruecos.
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catalanes, a los marselleses, a los provenzales, 40 a los ragusinos, 41 a los sicilianos 42 y a los venecianos, que en sus viajes regulares hacían escala en Trípoli, Túnez, Argel, Bona y Oran; a los genoveses, cuyas antiguas cisternas, no el fonduk, encuentran en Túnez, en 1573, los españoles victoriosos. Todas las naciones de la Cristiandad se hallan representadas en Tremecén, «la ciudad de los mercaderes honestos». Los agentes de los Gonzaga, compradores de caballos de raza, se encontraban tan en su casa en Túnez y Oran como podían estarlo en Genova y Venecia, yendo y viniendo con letras de cambio sobre Berbería (a crédito de los mercaderes cristianos allí establecidos), o volviendo con sus caballos, incómodos compañeros de viaje, a bordo de las galeras venecianas. 43 En 1438, Alfonso el Magnánimo, que ha abastecido Trípoli y Túnez con trigo siciliano durante una época de hambre, usó el oro que había recibido en pago para hacer acuñar 24 000 ducados fenecíanos, que le servirían para financiar su lucha contra Ñapóles. 44 Con la ayuda del oro y el comercio de los esclavos la penetración de ¡os mercaderes alcanza puntos muy lejanos en su expansión hacia el sur: hasta Tuat y el Níger. 45 Todo lo que puede ofrecer la Cristiandad, y que figura en las calles de los mercaderes del norte de África, atraviesa el Sahara: telas, cariseas, quincallería, pacotilla, prestándose el Mogreb con tanta mayor facilidad a esta invasión y a 40
41
R. GANDILMON, np. cit.. p. 29.
A este respecto, había en los archivos de Ragusa, en 1935, toda una documentación inédita. 42 G. LA MANTIA, «La secrezia o dogana di Tripoli...», en Ar. st. sic, XLI, pp. 476-7, n. 1, a propósito de los duplae o dublé de Trípoli, 1438: «Et quoniam meras et mercimonia pro maiore parte hodie api d Barbaras expediiintiir ex quibus duplae teniunt quae iit ridetts (se trata de una carta del rey Alfonso al stratigotn de Mesina) non possunt iuxta ralorem situm facilem cursiim babere. qi/o fit ut magnum popitlis nostris detrimentiim seqiíatur.» En consecuencia, se ordena fundirlos «per contare maneta di ducati». Los doi/bks eran, en el país musulmán, piezas de oro, aún en el siglo xvi, en el África del Norte, R. HAKLLYT, op. cit.. 11, p. 176, 1584. 41 Por ejemplo A. d. S. Mantua, A° Gonzaga, Genova Til, 5 enero 1485; 7 julio 1485; Spagna 585, 6 diciembre 1486; 7 noviembre 1486; Genova 757, 21 julio 1487 (letra de cambio de Federico Crivelli); 25 agosto 1487 (letra de cambio sobre Túnez); 25 agosto 1487; 11 septiembre 1487, 200 dobie de Túnez valen 220 ducados; 15 octubre 1487, etcétera. 44 C. TRASSELLI, «Transports d'argent á desrination et á partir de la Sicile», en Afínales E. S. C 1963, p. 883. 45
RICHARD HENNING, Terrae incogr.itae. III, 1939; LEFÉVRE, «II Sahara nel
Medievo e il viaggio a Tuat del genovese Malfante», en Rii. de/le Colóme, 1936; C. DF LA RONCIÉRE, «Découverte d'une relation de voyage du Touat décrivant, en 1447, le bassin du Niger», en B. de la Section de Géogr. du Comité des Trata/ix Historiques. 1919. Sobre este tema, v. los estudios de G. PIERSANTELLI, P. SCHIARINI y R. Di Tuca...
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este tránsito cuanto que es una región poco coherente políticamente. En principio, se divide en tres zonas (las tres zonas geográficas, cultui"ales y políticas de su historia): el Marruecos de los merínidas, la Tremecenia de los wahabitas y la Ifriqya (la Tunicia) de los hafsidas. Pero cada uno de estos espacios está lleno de autonomías, de disidencias, de montañas salvajes y de ciudades independientes; Oran y Ceuta son, de hecho, repúblicas. Sería un error (y hasta los mejor informados lo cometen) considerar al África Menor como un conjunto de países rústicos. En los siglos XIV y XV se desarrollan aquí las ciudades a veces sin guardar la menor proporción con los países que las rodean. Pero éstas no viven vueltas únicamente hacia el mar Interior, también lo están hacia el sur, el País de los Negros, el Bled es Sudán. De los confines saharianos a las orillas del golfo de Guinea estos enlaces constituyen un antiguo sistema, estructurado. «de condiciones geo-económicas inmutables», según palabras de Vitorino Magalháes Godinho. 46 Cinco mercancías eran las señoras de las rutas comerciales: el oro en polvo (tibar), 47 los esclavos negros, el cobre, la sal y los tejidos. Los negros africanos son los dueños de las dos primeras. Los cambios se efectuaban allí donde las caravanas camelleras del norte se encontraban con las procesiones de porteadores o de piraguas del sur. En líneas generales, el norte, es decir el Islam, y detrás de éste los mercaderes de Occidente, es el más beneficiado en estos tráficos. Se decía que en Mali, en 1450, se cambiaba la sal por su peso en oro. 4ÍÍ En todo caso, a la altura de 1515, y según nos cuenta León el Africano, los tejidos venecianos se vendían en Tombuctú a precios exorbitantes y la aristocracia local estaba seriamente endeudada con los mercaderes levantinos y mogrebitas. 49 Así era la coyuntura económica general, pero la coyuntura económica local también representaba su parte: en última instancia la reserva de oro dependía de la elasticidad de la producción en las tres zonas donde se buscaban pepitas de oro por el procedimiento del lavado, zonas nada misteriosas que siguen siendo notorias en la actualidad: 50 el Alto Senegal, el Alto Níger y la costa guineana.
46 47 4
"
49
p. 90. 50
Op. cit.. I, p. 194. Hay pleonasmo en la expresión «el oro de tibar», ver injra. p. 629, n. 81. R. HI.NNIG, op. cit.. III, p. 286. LEÓN EL AFRICANO, Descripihn.... 111, p. 300, y P. BÉRAID-VILLARS, op. cit..
G. BALANDIKR, L'Afriqíie ambigiie. 1957, pp. 6 7 ss.
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Los portugueses en Guinea: continúa llegando oro al Mediterráneo El avance de los portugueses a lo largo de la costa atlántica africana fue un acontecimiento de la mayor importancia. Al llegar a cabo Blanco se produjo el primer contacto entre los descubridores y los Mouros Bramos de Berbería, y un poco de oro en polvo emprende la ruta del océano. Hacia 1440 llegan al golfo de Guinea, y el resgate de esclavos, del oro y del marfil tiene lugar en las desembocaduras de los ríos, en las ferias locales, a cambio de tejidos de colores vistosos, casi siempre de mala calidad, a cambio de anillos, brazaletes y escudillas de cobre, a cambio de tejidos de lana ordinaria, amén de trigo y caballos. En 1444 el primer convoy de esclavos negros pisaba en Lagos la tierra portuguesa. En 1447 se creaba el cruzado, la primera moneda de oro nacional de los portugueses. En 1460, fecha de la muerte de Enrique el Navegante, se podía considerar virtualmente cumplida la colonización de la costa de Guinea. La conquista se corona en enero de 1482 con la inesperada edificación, en el espacio de unas pocas semanas, dei castillo de San Jorge da Mina, construido con materiales traídos de Portugal, en particular piedras ya talladas. La inmediata prosperidad de los cambios (oro, esclavos, marfil y sustitutos de la pimienta, entre ellos la malaguetta) es evidente. En lo concerniente al oro las explotaciones se llevaban a cabo tanto en nombre del rey como en el de particulares. Es probable que durante el período 1500-1520 se hayan exportado unos 700 kilos de oro al año. Sl Se produce un evidente declive a partir de 1520, y hacia 1550 se inicia una larga crisis que va a durar por lo menos hasta 1580, o, para ser más exactos, hasta 1600. A partir de 1605 se inicia la explotación holandesa. De modo que podemos distinguir tres períodos en el comercio del oro africano: uno de conspicua actividad que va de 1440 a 1520-1550, al que le sigue una larga recesión entre 1550-1600, y, finalmente, un nuevo ímpetu que comienza con el nuevo siglo. 52 Ese largo período de recesión que va de 1520 a 1600 resulta muy difícil de explicar. Hay tres causas plausibles: en primer lugar la competencia inglesa, francesa y española durante estos años de 51
V. MAGALIIAKS GODINHO, np. cit.. 2. a parte, cap. 1, pp. 6 7 1 ss. del texto
mecanografiado. " Quizá antes. A. d. S. Venecia, Senato Dispacci Spagna, Zane al dux, Madrid, 14 febrero 1583, el Rey Católico hace molto artigliare un narilio con 150 soldados a bordo para enviarlo a la Mina a recoger una cierta cantidad de oro que allí se encuentra di ragion delta Carona di Portugallo.
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declive (contamos con pruebas evidentes y numerosas); en segundo lugar el aumento de los gastos de explotación que repercute en las armadas y guarniciones portuguesas, lo que convierte al oro en demasiado caro (argumento perfectamente plausible); y por último, la competencia del oro americano: el oro ha sido la primera exportación del Nuevo Mundo a Europa: 43 toneladas de oro desembarcadas oficialmente en Sevilla entre 1551 y 1560, es decir, más de cuatro toneladas al año frente a un máximo de 700 kilos suministrado por el África de las costas atlánticas. Pero lo más importante que debemos tener en cuenta es que la ruta atlántica del oro no ha interrumpido los viajes saharianos del oro a través del Sahara y el norte de África hasta el Mediterráneo. Prueba evidente nos la proporcionan las monedas acuñadas en Sicilia y las reexportaciones de oro tanto en moneda como en lingotes desde la propia isla. En 1489, " lo mismo que en 1455, los envíos masivos de trigo siciliano a África (75 000 quintales) traen como contrapartida la llegada de casi media tonelada de oro. La actividad de los venecianos nos proporciona más pruebas: las galere dt Barbería continuaban frecuentando los puertos del Mogreb y cargando allí oro. En diciembre de 1484 son capturadas dos de estas galeras por la flota de los Reyes Católicos, et una tum ingenti auri quantttate, se lamentan en Venecia. 54 En 1505 y 1506, Michiel da Leze, mercader veneciano, 5S da sus instrucciones a su agente a bordo de las galeras de Berbería. En cada uno de los dos viajes le confía monedas de plata y tejidos (la primera vez, 2 000 ducados en piezas de plata, di moneda di Zeccha. y paños escarlata; la segunda 3 000 ducados in mocenigi di Zecchia. camelotes de Alepo y cariseas). Todo ello debía ser cambiado por tanti bori boni, urj che sieno boni. Se trata de oro en polvo que el agente hará fundir en la Casa de la Moneda de Valencia una vez que las galeras toquen en España, y que usará en lo posible para comprar lana. Vemos que diez años más tarde el tráfico continúa manteniéndose. El 15 de julio de 1519 se da la orden de que tres galeras ligeras salgan de Corfú para llevar de Túnez a Zara // ori de li mercadanti de le galie nostre de Barbería et altro harer sottile, oro y mer53 CARMELO TRASSELLI, «Un áureo barbaresco battuti in Sicilia», en Numismática, 1965. 54 Simancas, Venecia, E° 1308, f. 2. El dux de Venecia a los Reyes Católicos, Venecia, 23 diciembre 1484. 55 Estas valiosas cartas, 1497-15 11, han sido clasificadas de nuevo, A. d. S. Venecia, Lettere Commerciale. XV, 9.
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cancías preciosas. Indicación similar en junio de 1521: los mercaderes piden que se lleve a Venecia // orí che se trovarono haver de Tunis. S1 Los archivos conservan otras muchas relaciones de semejantes viajes. 58 ¿Supervivencias de un tráfico agonizante? Pero ya hacía casi tres cuartos de siglo que los portugueses habían abierto una brecha en el Atlántico en beneficio de su comercio. La cronología es poco más o menos la misma en el caso de Francia: Le traficq de la Barbarie est fort perdu, se dice en la Casa de la Moneda de Montpellier, pero en 1518 se añade: «las paulóles (el oro en polvo) no vienen a parar a esta Casa sino a otras partes». «Ya no se trae oro de la región de Berbería a causa de las guerras», nos dice otra persona, pero esta afirmación tiene fecha del 10 de octubre de 1526. 59 En 1525 tendrá lugar el último viaje de las galere di Barbaria. Debió ser en las proximidades de estas fechas (precisando, hacia 1524), si es correcta nuestra interpretación de una decisión posterior del < Consejo de los Diez, 60 cuando Venecia vio declinar las arribadas de oro o de monedas de oro con destino a ser fundidas. Sin embargo, de 1524 a 1531 61 se acuñarán 29 617 marcos, es decir 4 231 al año: el triple del volumen del oro de la explotación del Sudán. Es evidente que Venecia no dependía únicamente de los mercados de oro del África del Norte. Sin embargo, y en ausencia de documentos claros, uno se puede preguntar qué es lo que se oculta exactamente tras los avatares del ducado. Este cesa de ser una pieza de oro real en 1517, y se convierte en una moneda de cuenta sometida desde ese momento a la invariable tasa de 6 tire y 4 soldi. Pero evitemos llegar a la conclusión —creyendo que la moneda de cuenta se puede parangonar con nuestros billetes de banco (aunque la comparación resulta aceptablemente valiosa por lo que ayuda a la comprensión) imaginándonos que la situación de 1517 es comparable a una de las múl5<> lbid„ Senato Mar 19, f. 101. 57 Ibid.. f. 166 v. 58 Ibid.. f. 152 v., 17 septiembre 1520. 59
Ver las relevantes notas de R. GANDILHON, op. cit.. p. 254; JACQUES RAY-
MONDCOLLIER, Histoire du Commene de Marseille. 1951, t. III, p. 123, sobre la concentración en manos de unos pocos mercaderes del comercio de la ciudad con el África del Norte. 60 Museo Correr, Dona delle Rose, 26, ff 23 v. ss., 16 julio 1532 (en Consig/io di X con le Zonta), evoca la creación, en 1524, del maestro di cecea, cuya función era acelerar las acuñaciones. Respecto a la escasez de plata para préstamos, A. d. S. Mantua, A° Gonzaga, Venezia, 1456, Venecia, 14 septiembre 1533. Ziambattista Malatesta al marqués, el oro ha subido de precio en Venecia en 1526, A. d. S. Venecia Senato Zecca, 36. 61 Museo Correr, Dona delle Rose, 26, ver nota precedente.
METALES PRECIOSOS, MONEDAS Y PRECIOS
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tiples inflaciones de nuestra época —evitemos llegar a la conclusión, repito, de que la moneda veneciana se ha separado del standard oro. El ducado, moneda viva, se limitó a alinearse en la misma categoría —y a encabezarla— que las monedas ficticias como el soldó y la lira. El cequí, moneda real, vale 6 lire y 10 soldi en 1517 (es decir 6 soldi más que el ducado); diez años más tarde, en 1526, vale 7 lire y 10 soldi. 62 ¿Se trata simplemente de una prima para atraer el oro? Ccqu í en lire
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1
1420
40
60
80
1500
20
Fie. 38. El curso delcequi cequí veneciano. i
Las responsabilidades de la coyuntura Estas prosperidades y estas crisis del oro están relacionadas unas con otras. El oro guineano ingresa en los grandes circuitos comerciales apenas llegado a Lisboa: en Amberes coincide con la plata de las minas alemanas, 63 y en el Mediterráneo reequilibra las balanzas de pagos. Del mismo modo, el oro de los primeros envíos americanos que llegan a Sevilla ingresa en estos circuitos obligatorios, y el Mediterráneo recibe su parte correspondiente. Ya antes del descubrimiento del Nuevo Mundo los mercaderes genoveses se abastecían en Sevilla de oro africano; más tarde harán lo mismo con el oro americano. Es probable que la crisis del oro sudanés durante la década de 1520, sensible en ambas costas, la atlántica y la mediterránea, sea una consecuencia de las importaciones americanas. El oro de Bambuk perdió entonces parte de su clientela ex62
A. d. S. Venecia, Senato Zecca, 36.
63
VITORINO MAGALHÁES GODINHO, op. cii..
pp. 124-7.
H.
VAN DER WEE, op.
cit..
626
DESTINOS COLECTIVOS
terior, conservando únicamente el mercado de África del Norte (latu sensu), circunstancia ésta de la que se conservan documentos que la atestiguan a todo lo largo del siglo. Pero la extracción de oro en América —tema del que hoy sabemos mucho más que ayer gracias a dos excelentes estudios, uno de ellos publicado 64 y el otro todavía inédito— 65 era empresa que no podía mantenerse largo tiempo a la altura de los requerimientos y se viene abajo, posiblemente en unas fechas tan tempranas como son los años comprendidos entre 1530 y 1534. Consecuencia probable de tal derrumbamiento es la devaluación que se produce en Castilla en 1537, cuando se sustituye el excellente de Granada por el escudo (o corona, o pistolete). 66 El ducado castellano se convierte en moneda de cuenta como veinte años antes le había ocurrido al ducado veneciano. De este modo la crisis cuyos primeros signos se habían manifestado durante la década de 1520 se confirma diez o veinte años más tarde. Ahora bien, en ese mismo momento, si hemos de creer a John U. Nef, 67 la producción de plata —en Alemania esta vez— alcanza su cota más alta hacia 1540. Por lo que parece todas estas actividades mineras funcionan a la par, juntas se elevan y juntas declinan. ¿Qué ha sucedido? Hasta aquel momento —parafraseamos las imágenes y argumentos de Frank C. Spooner— 68 la economía se había sentido estimulada por una inflación del oro relativa. Su misma abundancia favorecía indirectamente la prosperidad de las minas de plata y de cobre, puesto que el valor de la plata y el cobre crecía en relación con el del oro. Extraña inflación (el historiador deberá a propia cuenta y riesgo tratar de construir el modelo) que beneficia únicamente a los ricos, a los privilegiados, a los poderosos, es decir, a la cúspide de la pirámide social y económica. Pero esta fase durante la cual el oro fue relativamente abundante tocará a su fin durante los difíciles años que comienzan a partir de 1530 o 1540 y que van hasta el 1560. Se producen largos períodos vacilantes hasta el momento en que se llega a una enorme inflación de la plata acompañada de una serie 64 jEAN-PlERRE BERTHE, «Las minas de oro del Marqués del Valle en Tehuantepec (1540-1547)», en Historia Mexicana, 1958, n. 29. 65
ALVARO JARA, Trabajo inédito.
66
HENRY LAPEYRE, op. cit.,
67
p.
257.
JOHN U. NEF, «Silver producción in Central Europa», en The Journal of political Economy, 49, 1951. 68 L'konomie mondiale et les frappes monétaires en France, 1493-1680, 1956, pp. 8-9.
1440
1500
100»
1700
1700
Fig. 39- El oro contra la plata. Esta gráfica aparece en el tomo IV de la Cambridge Eamomic History (contribución de F. BRAUDEL y F. C. SPOONER. La media europea de la ratio metálica (relación oro-plata) no interrumpe su proceso de deteriorización general hasta comienzos del siglo XVIII, como indica la línea que limita la zona gris de la gráfica. Las variaciones entre las diferentes cotizaciones hay que verlas en relación con esta línea media (Europa); en la primera gráfica, la que hace referencia a Roma y Ragusa (pocos datos y dispersos); en la segunda se trata de Valencia y Castilla la Nueva, y de Austria en la tercera. Estas diferencias de nivel, sean espontáneas o provocadas, tr.'ían consigo movimientos de moneda, oro o plata según los casos. Nótese la fuert>: subida del oro en el siglo xvn.
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de previsibles cataclismos. A una «economía dominada por el oro» 69 le va a seguir, si se nos permite la expresión, «una economía dominada por la plata», destinada a durar hasta la década que se inicia en 1680, 70 momento en que entra en escena el oro brasileño. 71 El oro sudanés en África del Norte Abramos un paréntesis. No sabemos exactamente lo que ha podido ocurrir en África del Norte durante los años cruciales de 1520-1540, ni cuáles han podido ser las causas exactas de la crisis de los tráficos entre Occidente y Berbería. La irrupción española 72 (toma de Oran en 1509, de Trípoli en 1510 y de Tremecén en 1518) 73 se puede considerar como un posible factor. Y una causa todavía más convincente la podemos encontrar en ese impulso de reconquista islámica que, procedente de Turquía y Egipto, impide que el Mogreb pueda convertirse, lo que entonces era realmente posible, en un mercado europeo. 74 En cualquier caso, si las exportaciones de oro al Mediterráneo occidental se pueden considerar como prácticamente suprimidas, 75 el oro del Sudán continuará alimentando a las ciudades del norte de África, particularmente una vez que se restablece allí un cierto orden favorable a los turcos y a los jerifes. Las rubias, las zianas. las doblas y las soltaninas (o zequíes) de que nos habla Haedo, a finales del siglo XVI acuñábanse con el oro del Sahara. 76 Estas últimas monedas se fabricaban en Argel con metal fino; las otras en Tremecén, con oro de ley bastante baja, of course gold. apunta un observador inglés, 77 el mismo oro baxo con liga. 78 de que se hacían los brazaletes de las argelinas. El oro de 69
La expresión es de JACOB VAN KLAVKREN, np. cit..
p. 3.
70
Ibid. ROBERTO SIMONSEN, Historia económica do Brasil. 1500-1820. Sáo-Paulo, 1937, 2 vol. 72 F. BRAUDEL, «Les Espagnols et l'Afrique du Nord, 1492-1577», en Reme Africaine. 1928. 71
75
Ver nota precedente; R. B. MF.RRIMAN, Carlas V'. p. 210; FRANCISCO LÓPEZ
DE GOMARA, «Crónica de los Barbarrojas», en ,11. H. £.. VI, pp. 3 7 l-9. 74 J. DENUCE, L'Afrique aii \\v siecle et Anrers. p. 9. 75 Que todavía existían relaciones comerciales entre Venecia y África del Norte en 1533 (y sin duda más tarde) lo sugiere un incidente relatado por G. CAPPELLKTTl, Storia Mía Repi/bbiica di Venezta. 1852, VIII, pp. 119-20. Pero se produce un gradual declive, perceptible en pequeños detalles: A. d. S. Mantua, Genova T 59, Genova, 3 marzo 1534, Stetano Spinola al marqués, ya no se pueden encontrar frutas de Berbería en el mercado de Genova. 76 77 78
D. DE HAF.DO, np. cit.. pp. 24 y 24 v. 1584, R. HAKLI YT, t,p. cit.. 11, p. 18 i. D. DE HAF.DO, <¡p. cit.. p. 27 v.
METALES PRECIOSOS. MONEDAS Y l'RKCIOS
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Tremecén tenía curso al este hasta Túnez, por el sur hasta los países negros; penetró también en los macizos de las cabilias; circulaba en «Orania», en las provincias de Tremecén: «cuya moneda de oro —escribía Diego Suárez a fines de siglo— en aquellas provincias de Tremecén solía ser antiguamente más fina de quilates que aora después que los turcos ocuparon aquel Reyno». 79 El oro del Sudán servía también para acuñar los moticals marroquíes, que, hacia 1580, tenían prima en los abigarrados mercados monetarios de Argel. 80- En octubre de 1573, donjuán se apoderó de Túnez. Como estaba resuelto a mantenerse allí, envió a Madrid un largo informe, en el que se enumeraban de una manera bastante curiosa todas las antiguas rentas que percibían los soberanos hafsidas de Túnez. Además de los derechos de aduanas, de los impuestos y los peajes, mencionaba el polvo de oro de Tivar; el pleonasmo de la expresión importa poco, y seguramente no debemos tomar al pie de la letra esta argumentación del alegato de don Juan, deseoso de presentar a Túnez adornado de todas sus ventajas. Pero es poco probable que el detalle fuese inventado de los pies a la cabeza. 81 En todo caso, podemos estar seguros de que el polvo de oro llegaba a Trípoli, al mismo tiempo que los esclavos negros, que seguían afluyendo a aquella plaza gracias al tráfico sahariano (tenemos pruebas de que así sucedía en 1568). S2 83 No hay razón para suponer que en el siglo XVII el oro en polvo no llegase a Túnez, ciudad de enlaces fructuosos, verdadera Shangai 84 del Mediterráneo. Una última prueba: expediciones al Sahara, como las de los jerifes en 1543, 1583 y 1591 8S (esta última culmina, como es bien sabido, con la toma de Tombuctú) o la de Salah Reis en 1552 contra Ouargla, 86 serían difícilmente comprensibles sin el incentivo del oro y los esclavos provenientes del África Negra. Son de mucho peso los argumentos de V. Magalháes Godinho acerca de que '"
B. N. de Madrid, cap. 34.
80
D.
DE HAEDO, op. cit..
p. 27
v.
"' Relación que ha dado el secretario Juan de Soto..., copia, 20 de jun. de 1574. Sim. Eo. 1142. Se sabe que tibar o tirar = oro. 82 4 y 8 de nov. 1568, Sim. Eo. 1132. 83 Pero en la época de la ocupación cristiana, Trípoli había dejado de ser una ciudad del oro. M. SAÑUDO, op. cit.. XI, col. 112; Rossi, op. cit.. 193 7 , p. I 7 . 84 La expresión es de CARMELOTRASSELLI, «Note preliminari sui Ragusei in Sicilia», artículo en preparación. 85 EMILIO GARCÍA GOME/., «Españoles en el Sudán», en Revista de Occidente. 1935. 86
D.
DE HAEDO, op. cit..
p. 27
v.
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DESTINOS COLECTIVOS
el apogeo de los Cborfa marroquíes está en relación directa con el renacimiento del comercio del oro. En el mismo momento que el siglo XVI toca a su fin, el oro del Sudán reaparece en las rutas atlánticas 87 y en las del Mogreb. Este último encuentra así una razón extra para incrementar sus relaciones con los países de la Cristiandad, y experimenta entonces, si es que no nos engañamos al interpretar las evidencias, un estado de recuperación económica. 88 II.
LA PLATA DE AMERICA
América, que ha reemplazado en el Mediterráneo a las fuentes de abastecimiento del oro africano, ha sustituido aún en mayor grado a las minas de plata alemanas. Los tesoros de América y de España Todo lo que las cifras y los documentos oficiales pueden enseñarnos acerca de la llegada a España de los metales preciosos de América ha sido recogido y estudiado en los trabajos del economista Earl J. Hamikon. Los primeros embarques, bastante modestos, comienzan con el siglo XVI. Hasta 1550, los cargamentos eran mixtos de oro y plata. Pero desde mediados de siglo pierde toda importancia relativa el metal amarillo. A partir de entonces, los galeones transportaban a Sevilla solamente plata, en enormes masas, es cierto. Los mineros americanos habían comenzado a aplicar los nuevos métodos, tratando el mineral de plata con mercurio. Esta técnica de la amalgama, introducida en las minas de la Nueva España, en 1557, por el español Bartolomé de Medina, se aplica desde 1571 en el Potosí. 89 Esta revolución técnica decuplicó las 87
D. DE HAEDO, op. ch.,
p. 27 v.; J. GENTIL DA SILVA, op. cit.,
p. 89, muchos
navios holandeses intervienen en el resgate de oro a lo largo de la costa de Guinea. 88 Estoy pensando en los lazos comerciales entre España, Liorna y Venecia por una parte y el Magreb por otra y sobre los que existe abundante documentación. Obsérvense por ejemplo las negociaciones de Argel con Venecia por mediación del baile veneciano en Constantinopla, Cinque Savii 3, f. 721, 29 mayo y 22 junio 1600, el virrey de Argel ofrece salvoconductos a 8 ó ¡0 marciliane venecianos para que cargasen lanas, cera y cueros. Tratado comercial entre Toscana y el rey de Marruecos, A. d. S. Florencia Mediceo 4274, 1604. 89 JEAN CASSOU, Les conquistadora, pp. 213-4. Antes de procederse a la amalgama se utilizaban biiairas, pequeños hornos «penis de trous», ibid.. p. 211. GEROLAMO BocCARDO, Dizionario universale di economía política, e di commercio, 1882, I, p. 160. P. RIVET y H. ARSANDAUX, La métallurgie en Amérique précolombíenne, 1946, p. 21. Sobre la fecha de 1571, v. el texto esencial, LizÁRRAGA, Historia de Indias, II, p. 556.
METALES
PRECIOSOS, MONEDAS
Y PRECIOS
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explotaciones, que alcanzaron su máximo entre los años 1580 y 1630, coincidiendo con la gran época del imperialismo español. 90 En enero de 1580, don Juan de Idiáquez 9I escribió al cardenal Granvella: «Razón tiene su Magestad de dezir... que el Emperador... jamás tuvo tanto dinero junto para emprender cosas.» Las Indias comenzaron a «vomitar» sus riquezas, según la frase de Montchrestien. 9Z Este río de oro, y después de plata, se volcaba sobre un país singularmente proteccionista, atrincherado de aduanas por todas partes. Nada salía de España y nada en ella entraba —teóricamente al menos— sin la aquiescencia de un Gobierno suspicaz, que vigilaba con cien ojos las entradas y salidas de los metales preciosos. En principio, la fabulosa fortuna americana se vertía, pues, en un vaso cerrado. Pero la oclusión distaba mucho de ser perfecta. De otro modo no se explican las frecuentes quejas de las Cortes en 1527, en 1548, en 1552, en 1559 y todavía en 1563, " s ó b r e l a s salidas de metales preciosos, que no cesaban, a su juicio, de empobrecer al país. Ni se diría con tanta frecuencia que los reinos de España eran «las Indias» de otros reinos extranjeros. 94 La verdad es que los metales preciosos se escapan a todas horas de los cofres españoles, para circular por todo el mundo, con tanta mayor razón cuanto que cada salida de éstas representa una valorización inmediata de dichos metales. 95 Además, ciertos vendedores tienen sus exigencias... En pleno siglo XVII, Montchrestien escribía refiriéndose a la necesidad en que los españoles se veían de comprar a Francia las preciosas telas para las velas de sus barcos: «ellos tienen los navios, pero nosotros tenemos las alas». 96 Las telas para los velámenes y el trigo, para no citar otras, eran preciosas mercaderías, que no podían obtenerse más que pagando al contado. Dado que los mercaderes mediterráneos, y los no mediterráneos, necesitaban apremiantemente monedas, no es de extrañar, pues, que los fraudes de divisas fuesen innumerables. Un día, en el barco francés Le Croissant, de Saint-Malo, capturado en las costas 90
La observación es de L. VON R.ANKE, cit. por PLATZHOFF, op. cit., p. 17. Correspondance de Gramelle. ed. Piot, VII, p. 2, cit. por R. B. MERRIMAN, op. cit.. IV, p. 430, n. 2. 92 Op. cit.. p. 159. 93 Actas, I, p. 285. 94 B. N . Madrid, 9372, f. 41. ••-• 9S Hacia 1569,-PARÍS, op. cit.. 1, pp. 339-40. 96 Op. cit.. p. 66. 91
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DESTINOS COLECTIVOS
F/'g. 40.
Las dos épocas de la plata americana
La curva de Potosí, tomada de M. MOREYRA PAZ-SOLDÁN, «Cálculo de los impuestos del Quinto et del Ensayamiento en la Minería Colonial», en Historia, IX, 1945. La curva de las acuñaciones de moneda en Méjico está tomada de W. HOWE, The mining guild of New Spain. 1770-1821. 1949, pp. 453 ss. Potosí fue la primera fuente importante de plata americana. La producción de las minas mejicanas alcanzó a finales del siglo xvm alturas nunca logradas hasta entonces.
andaluzas 97 por contrabando de plata; otro día, dos barcas marsellesas detenidas en el golfo de León, con un cargamento de monedas españolas. 98 Francés de Álava señalaba, en 1567, grandes evasiones de dinero hacia Francia: " «Escribenme de León que por el 97
P. DE SEGISSON DE LONGLEE, op. cit., pp. 128-9; Requéte..., 1585, A. N.,
K156Í. '» 18 de marzo de 1588, Sim. Eo. 336, f. 153 (s. f.) y Eo. 336, f. 154. " F. de Álava a Felipe 11, París, 6 de mayo de 1567, A. N., K 1508, B 21, n. 6.
METALES PRECIOSOS. MONEDAS Y PRECIOS
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libro del aduana han visto una persona que ha entrado en aquella villa este año, de España, más de novecientos mili ducados y los quatrocientos dellos en oro, que estos han passado todos por Aragón entre los cueros de acá... Todo passa por Canfranc y aqui y a Rúan llegan sin licencia de Vuestra Magestad.» En 1556, el veneciano Soranzo calculaba que todos los años se evadían a Francia hasta 5 500 000 escudos de oro. ' 0 0 Algunos mercaderes extran-
Fig. 41 • La plata «política» española en El/ropa. 1580-1626.
Se trata del dinero gastado por el Rey Católico por medio de los asientos concluidos con los mercaderes. Este diagrama nos muestra que los gastos más grandes se hicieron —como era previsible— en los Países Bajos. Menos conocido —y en orden de importancia— es lo que sigue: gastos de la Corte y para la defensa de España (1580 vio el comienzo de la guerra en la vertiente atlántica; hay que defender las costas amenazadas de la Península), los gastos relativamente módicos en Italia y los gastos casi inexistentes en lo concerniente a Francia. Francia no se vendió a España, estaba ocupada en sus propias luchas interiores. Como es natural, estos pagos son los del Gobierno español y no representan el volumen total de los metales preciosos que abandonaban España en dirección a Europa. Mapa de F. C. Spooner, de acuerdo con las cifras y cálculos de ALVARO CASTILLO PINTADO.
100
E. ALBÉRI, op. cit.. II, p. 405.
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jeros establecidos en España dedicábanse a repatriar las especies monetarias evadidas. 101 El embajador portugués refería, en 1554, 102 que, cumpliendo una orden del príncipe Felipe —se había mantenido en secreto durante algún tiempo—, don Juan de Mendoza procedió a registrar a los pasajeros que viajaban en sus galeras de Cataluña a Italia. Resultado de ello: 70 000 ducados, confiscados, la mayor parte, a mercaderes genoveses. Asi pues, los tesoros de España no estaban demasiado bien custodiados. Y la vigilancia oficial (la única que, por lo general, facilita los datos a los historiadores) no nos dice todo lo que necesitamos saber. Además de la exportación clandestina, existían las salidas lícitas. I03 Toda entrada de cereales a España implicaba para el proveedor el derecho explícito a recibir en pago monedas libremente exportables. Pero las mayores exportaciones de plata debíanse al propio rey y a la política universal de España. En vez de gastar la plata dentro del país y hacerla fructificar en diversas creaciones —como los Fugger, que invirtieron en Augsburgo la plata de sus minas de Schwaz—, los Habsburgos dejábanse arrastrar cada vez más a los gastos exteriores, ya considerables en la época de Carlos V y fabulosos en la de Felipe II... Política desastrosa e insensata, se ha dicho muchas veces. Pero habría que saber —cosa que tantos críticos olvidan— si no era precisamente gracias a ello y a costa de semejantes sacrificios, como lograba mantener en pie el Imperio español, si no condicionaba eso su defensa y su integridad. El historiador Carlos Pereyra nos habla de la locura española en los Países Bajos, que devoraron una parte tan grande de los tesoros de América. Pero España, aunque hubiera querido, no podía abandonar aquellos dominios, pues eso habría sido lo mismo que traerse la guerra más cerca de casa. Sea de ello lo que quiera, lo cierto es que la Península, agobiada de tesoros, desempeñó —queriéndolo o sin quererlo— el papel de cauce de irrigación de los metales preciosos... Lo que interesa al historiador, sabiendo ya cómo llegaban los metales preciosos del Nuevo Mundo a España, es ver cómo se distribuían. 101 Por ejemplo, antiguamente los safranems alemanes, A. SCHl'LTE, op. cit.. I, p. 354. El fraude en dirección a Lisboa. 102 Roma, 20 de jun. de 1554, Corp. dip. port.. VII, p. 360. Otros fraudes genoveses (1563). Sim. Eo. 1392; fraudes ingleses, 10 de junio de 1578, C0D01N. XCI, pp. 245-6. 103 Siempre era lícito solicitar una autorización para exportar; por ejemplo, Giorgio Badoaro hizo una solicitud en abril de 159 7 , A. N., K 1676. Ordinariamente, la autorización se concedía para los gastos de camino.
METALES PRECIOSOS, MONEDAS Y PRECIOS
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Los tesoros de América, camino de Amberes Durante la primera mitad del siglo XVI, los metales preciosos de España salían hacia Amberes, verdadera capital del Atlántico, en la misma medida, si es que no mayor, que la de Lisboa o Sevilla. Los documentos de Amberes señalan los vínculos existentes entre la ciudad del Escalda y las lejanas regiones del océano: el África occidental y el naciente Brasil. Los Schetz poseían un engenbo —un ingenio de azúcar— cerca de Sao Vicente. En 1531 se creó la bolsa de Amberes. Desde entonces, el numerario de España llegó a Amberes y a Brujas a bordo de las grandes zabras de Vizcaya. En 1544, l 0 4 sigue utilizando los servicios de las naves vizcaínas, que ese año transportaron, además, infantería española, 105 y otro tanto ocurrió en 1546-1548 106 y en 1550-1552. , 0 7 Era en aquella época un hecho público y notorio: en la primavera de 1551, los embajadores venecianos informan a la Señoría que en los Países Bajos van a acuñarse 800 000 ducados venidos del Perú con el 15 % de beneficio. A cambio de ello, los Países Bajos proveerían a España de artillería y pólvora. I08 En 1552, el año de la sorpresa de Innsbruck, la trágica situación de Carlos V abre de par en par las cautelosas compuertas de España. I09 Se reducen entonces las exportaciones de moneda de los particulares, pero se aumentan considerablemente las del tesoro público. Lo que, a la verdad, no impide a las firmas extranjeras establecidas en España, para las que la salida de monedas era cuestión de vida o muerte, proseguir sus envíos, valiéndose no pocas veces hasta de los propios agentes de exportaciones del Gobierno. " ° En 1553 se recibió en Amberes un envío oficial de plata con destino a los Fugger. ' ' ' En cierta ocasión, por azar, hasta Inglaterra logró su parte. El viaje del futuro Felipe II, en 1554, hizo fluir a la isla importantes cantidades de plata, que ayudaron a la recuperación de la moneda 104
105 106
Cambios para Flandes, Sim. Eo. 500.
Mi.
Sim. Eo. 502. 107 Sim. Eo. 504. 108 Morosini y Badoaro al dogo, 5 de marzo de 1551, G. TURBA, Venet. Depeschen.... t. I, 2, p. 517, n. 109 El hecho es señalado por R. EHRENBERG, op. cit,. I, pp. 63, 160. 110
K. HABLER, Die wirtschaftl. Bliite..., p. 53; R. EHRENBERG, op. cit.. II, pp. 63,
150, 155, 155 n. 92, a propósito de los Silberzüge de los Fugger en los archivos de los Fugger. 1,1
R. EHRENBERG, op. cit.,
1, p.
158.
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inglesa, la cual había llegado, en 1550, al nivel más bajo de su cotización. " 2 Entre aquel año de 1554 y el de su regreso a España en 1559, Felipe II, estando en Inglaterra y en los Países Bajos, fue constantemente abastecido de plata por la vía oceánica. " 3 Este aprovisionamiento fue decisivo durante los aciagos años de la guerra de 1557-1558. La llegada de los navios cargados de metales era el gran acontecimiento en el puerto de Amberes. Hoy, 20 de marzo de 1558 —decía un aviso—, llegarán a Amberes cuatro barcos de España, después de un viaje de diez días; traen a bordo 200 000 escudos en plata contante y 300 000 en letras de cambio. " 4 «El dinero último que de ella ha venido en las zabras de Pero Menendez llego a muy buen tiempo para poder dar una paga a la infantería y caballería alemana que levantamos a nuestra cuenta», escribía Eraso a Carlos V el 13 de junio. " 5 Podrían citarse miles de documentos a propósito de la circulación de los metales preciosos; los más instructivos son sin duda los asientos —«partidos», dirían los franceses del siglo XVI— que Carlos V y Felipe II concluyen con sus prestamistas. A partir de la crisis de Innsbruck, los Fugger, y más tarde los banqueros genoveses, consiguen que sus contratos vayan acompañados de licencias de saca, es decir, del permiso para exportar de España el numerario equivalente a las sumas que habían adelantado. Por ejemplo los dos asientos concluidos en mayo de 1558 l l é con los banqueros genoveses Nicoló Grimaldi y Gentile, estipulan, entre otras condiciones, la transferencia de plata de Laredo a Flandes. Esta circulación de monedas y lingotes por la vía marítima, a considerable distancia de la Francia hostil, no ofrece gran interés solamente para el historiador que quiera reconstruir las grandes luchas del siglo XVI entre los Valois y la Casa de Austria. Indica también que los Países Bajos no eran simplemente una plaza de armas para el imperio de Carlos V, sino también un gran centro monetario a través del cual el metal americano pasaba a Alemania, el norte de Europa y las islas Británicas. El papel de esta redistribución de monedas es decisivo en las actividades europeas, que en modo alguno se engendraron a sí mismas. Se organiza todo un sis112
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SAL/MAN, op. tit.. p. 5.
Moderación de cambios, 1557, Sim. Eo. 514-5. «Correspondencia del factor Juan López del Gallo sobre cambios y provisión de dineros», ibid. "" H. VAN H O I T T E , «Les avvisi du Fonds Urbinat», 1926, pp. 369-70. 115 Bruselas, 13 de junio de 1558, A. E. Esp. 290, copia. 116 B. N. París, Fr. 15 875 ff. 476 ss.
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tema de cambios, de circulación, de operaciones bancarias a partir del gran puerto del Escalda, hacia la Alta Alemania e Inglaterra, llegando hasta Lyon, ciudad que ha vivido durante años actuando en combinación con la gran plaza del norte. Ahora bien, para señalar bien el papel de Amberes sería necesario seguir' de cerca ese aprovisionamiento de metales preciosos, más o menos importante según los casos, y que no siempre llegaba a tiempo. En 1554 " 7 se produce en Amberes una sensible escasez de plata, pues también andaba corta de este metal la Península, de la que dependía el puerto del norte. Y no era la guerra la única responsable. Thomas Gresham, la eminencia gris de las finanzas inglesas, hizo en 1554 un curioso viaje a España, que recuerda el que Antonio Malfane, el genovés, había emprendido un siglo antes a Tuat, pues Gresham fue a la Península en busca precisamente de metales preciosos. Desgraciadamente, sus exigencias y tal vez también sus maniobras contribuyeron a quebrantar un crédito ya de suyo bastante comprometido. Los bancos de Sevilla llegaron hasta a suspender sus pagos. «Llegué a temer —escribe Gresham— que pudiera ser responsable de la quiebra de todos.» " 8 Pero no es Gresham el verdadero culpable, sino la coyuntura económica general. En todo caso, perfecta o no, esta circulación, indispensable para la economía inglesa y la de los Países Bajos, tal vez explica por qué las relaciones entre España y los países nórdicos han sido durante largo tiempo anormalmente pacíficas. La política de reservas y de inteligencia entre Felipe II e Isabel fue posible mientras La reina y los mercaderes de Inglaterra conseguían participar de las riquezas de América por medio de los préstamos concertados en Amberes. " 9 Pero todo este orden y este equilibrio quedan en suspenso con la crisis de 1566 y con la retadora llegada del duque de Alba a los Países Bajos, en 1567. En 1568, Gresham, el «mercader de la reina», partió de Amberes, su residencia habitual. Todo cambió ahora en un enorme sector, ni más ni menos que el del Atlántico. Hasta entonces los piratas ingleses habían atacado frecuentemente a los navios y las posesiones españolas; pero generalmente contentábanse con lo que podríamos llamar una piratería amigable, que era más bien un comercio fraudulento que una verdadera pira117
R. Gómez a Feo. de Eraso, 6 de oct. de 155Í, A. E. Esp. 229, f. 85. Mayo de 155-í, R. EHRENBERG, op. nt.. 11, p, 6 í. C0D01N. LXXX1X, p. 32, í de sept. de 1564. La reina Isabel obtuvo un préstamo en Amberes todavía a finales de 1568, C0D01N. XC, p. 152, Londres, 6 de nov. de 1568. "*
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tería: Hawkins l2 ° operaba a menudo más o menos de acuerdo con las autoridades locales españolas. Pero a partir de 1568 comienza una época de piratería brutal y sin cuartel. I 2 ' Los corsarios ingleses atacan sistemáticamente a las zabras vizcaínas, cargadas de plata con destino al duque de Alba. I22 Por supuesto, a partir de ese momento la reina Isabel ha debido renunciar a cualquier intento de préstamos en Amberes, donde su crédito se derrumba de la noche a la mañana, y adoptar, con la ayuda de los mercaderes de su país, una nueva organización financiera. 123 Pero, ¿quién podría decir hasta qué punto esta política nacionalista , 2 4 fue, de una parte, deliberada, especialmente en cuanto a Gresham, y de otra parte, una política impuesta por las circunstancias. ' 2 5 La captura de las zabras vizcaínas no condujo, sin embargo, a la guerra. Inglaterra destinó el metal precioso conseguido en los navios apresados a la fabricación de nuevas monedas. I26 Se aprovechó, incluso, del fraude de los mercaderes españoles que enviaban plata de contrabando en navios supuestamente cargados de lana. Este comercio fraudulento fue una ganancia suplementaria para los ingleses. I27 Podríamos seguir hasta en sus menores detalles este feo negocio, pero lo que nos interesa del caso no son las responsabilidades de William Cecil, ni las subsiguientes e inútiles discusiones y recriminaciones que prolongaron la querella, l28 ni las decisiones de Felipe II, por un instante, en 1570, cargadas de intenciones belicosas, y que logró suavizar la prudencia del duque de Alba. 129 La alarma diplomática no debe impedirnos ver el alcance económico de la disputa. 120 ANTONIO RUMEU DE ARMAS lo acaba de demostrar de nuevo en su admirable libro Piraterías y ataques navales contra las islas Canarias. 1947, I, pp. 335 ss. 121 Documents concerning englisb loyages tú the spanish Mam. edít. por I. A.
WRIGHT, 1932, p. XVII. 122
18 de dic. de 1568, CODOIN. XC, p. 160. W. Cecil situaba sus economías en Hamburgo, CODOIN. XC, p. 227, Londres, 9 de mayo de 1569. 124 Gresham a W. Cecil, Londres, 14 de agosto de 1569, R. EHRENBERG, op. cit.. II, p. 34. Análoga medida, el cierre de Steelyard, en 1576-1577. Pero ese nacionalismo no excluye el recurrir a las plazas extranjeras, como hace, por ejemplo, Colonia, al menos en 1575, CODOIN. XCI, 10 de dic. de 1575. 125 CODOIN. XC, p. 184, 14 de feb. de 1569. 126 Ibid.. p. 185, 14 de feb. de 1569. 127 Ibid.. p. 254, 1.° de julio de 1569. 128 CODOIN. XC, pp. 173 ss., 178 ss.; CODOIN. XXXVIII, p. 11. 1211 O. DE TORNE, Donjuán d'Autriche. I, pp. 109 ss. Para particulares referentes al comercio, capturas de barcos, el primer bloqueo de Amberes, 1568, y el segundo, 1572-1577, ver V. VA/Ql'E/ DE PRADA, op. cit.. I, pp. 55 ss., 58 ss. 123
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Trastornado tal vez desde 1566, ° con el comienzo de las revueltas en los Países Bajos, el tráfico de metales preciosos entre España y aquella región por la vía del Atlántico quedó prácticamente bloqueado a partir de los años 1568-1569, lo que no quiere decir que la moneda española dejara de circular totalmente por esta antigua ruta. Sin embargo, los transportes perdieron importancia y dejaron de hacerse en condiciones fáciles. Sólo se efectuarán mediante flotas en toda regla, como la que en 1572 condujo al duque de Medinaceli, es decir, casi quebrantando un bloqueo. La comunicación por mar se había vuelto peligrosa, según escribían a la República genovesa, en julio de 1572, Lázaro Spínola, cónsul genovés en Amberes, y sus consejeros Gregorio Difranchi y Nicoló Lomellini. I31 La nación, decían, tiene deudas y no sabe cómo saldarlas, atiento il cativo temporale che corre alie mercantie per questi movimenti di guerra (se trataba, muy especialmente, de la tensión con Francia), con quali non si puo tratar in Spagna restando chiusa la narigazione. e per Italia difícilmente... La flota de Medinaceli en 1572 era relativamente modesta; proyectábase formar otra mucho más importante en Vizcaya en 1573-1574. Apenas exageraríamos su importancia si la llamásemos la primera Armada Invencible. Fue confiada al mando de un jefe prestigioso: Pedro Menéndez, pero éste murió en 1574. La falta de créditos y las epidemias que luego se presentaron hicieron que la flota se desintegrase antes de hacerse a la mar. I32 Así el año 1574 asestó un decisivo golpe al vigor de España del golfo de Gascuña a los lejanos Países Bajos. Cierto que siguieron manteniéndose las comunicaciones marítimas entre la Península y los países del Escalda. En 1575, por ejemplo, salió de Santander una pequeña flota al mando del comandante Recalde, rumbo a Dunquerque, adonde 130 Es sintomático que, en 1 567, el duque de Alba, con sus fuerzas, sus dineros y sus letras de cambio, ganase los Países Bajos por Genova, Saboya y el Franco Condado (LuciEN FEBVRE, Pbilippe ¡I et la ¥ ranche-Comtí. pp. 520 ss.), la Lorena y Luxemburgo. Detalle revelador: en 1568, 150 000 escudos destinados al duque de Alba fueron interceptados en el Rin por el conde Palatino. Los genoveses responsables del transporte, Luciano Centurione y Constantino Gentile, obtuvieron, mediante indemnización, la restitución del dinero incautado, Carlos IX a Fourquevaux, 24 de marzo de 1568, p. 169; Fourquevaux a Carlos IX, Madrid, 6 de abril de 1568, C. Doi AIS, np. cit.. 1, p. 345; aviso de Bruselas, 7 marzo de 1568, H. VAN Hoi TE, art. <•//.. p. 437. 131 Amberes, 31 de julio de 1572, A. d. S. Genova, Olanda, Lettere Consoli, 1 265. 132 Armada reunida en Santander para ir a Flandes, Sim. Eo. 561. C. DURO, Armada española. II, pp. 288 ss.
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llegó el 26 de noviembre. Hizo escala en la isla de Wight, lo cual indica que aún no estaban del todo rotas las relaciones con Inglaterra; pero nada nos asegura, por lo demás, que la flota de Recalde llevara a bordo dinero metálico. 133 De todos modos, aunque así hubiera sido, no habría podido hacer frente a la tarea. Es fácil comprobar el carácter anormal de algunos envíos de dinero efectuados por la vía atlántica. A raíz de la bancarrota de 1575, Felipe II —que la había provocado en su propio beneficio— disponía de varios millones de escudos de plata. Nada más sencillo, en apariencia, puesto que la demanda de los Países Bajos seguía en pie, que embarcar el dinero en Laredo o en Santander y expedirlo hacia el norte. Pero ningún mercader quería encargarse de la empresa. Hubo que suplicar a los Fugger para que accedieran a hacer llegar 70 000 escudos (que les fueron entregados en cajas selladas con el cuño real, para que no las detuvieran en la aduana) a Lisboa, donde obtuvieron de ciertos negociantes marranos de la plaza, a cambio de ello, letras de cambio libradas sobre Amberes, ya que dichos negociantes necesitaban aquel numerario para comerciar con las Indias portuguesas. Thomas Müller, el factor de los Fugger, tratándose de cantidades poco importantes como éstas, ha preferido utilizar el rodeo de Portugal y la sernineutralidad de sus mercaderes ante las disputas de los países del norte. Gracias a este subterfugio se podía transferir dinero sin que éste abandonase la Península. I34 Pero a veces sale de ella. En otoño de 1588, Baltasar Lomellini y Agustín Spinola arriesgaron, para asegurar los pagos en Flandes que debían hacer al duque de Parma, «una suma de dineros que ambian en tres zabras que han armado». I35 ' Un año después, en 1589, los Malvenda, mercaderes españoles de Burgos, l36 envían al puerto de El Havre l37 en una galeaza un crédito de 20 000 escudos. Ese mismo año y también por el océano, Agustín Spinola repitió la hazaña del año precedente, despachando dos pequeñas galeazas que había armado personalmente y que transportaron por su cuenta un cargamento de plata hasta los Países '-" Antonio de Guaras a Zayas, Londres. 29 de nov. de 1575, CODOIN. XC1, p. 108. 134 R. EHRF.NHF.RG, >,p. <•/'/.. I, pp. 180-1, 213, 215. '•'< Felipe 11 al duque de Parma, S. Lorenzo, 7 de sept. de 1588, A. N., K 1448, M. 1,6 R. EMRENBKRG pretende que estaban fuera de uso después de 1 5 7 7 , pero está equivocado, op. cit.. 1, pp. 362-3. 117 Felipe II a B. de Mendoza, Madrid, l 7 de marzo de 1589, A.N., K 1149.
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Bajos. Pero estas excepciones confirman la regla: lo cierto es que, como lo señala una gaceta veneciana 139 en 1586, la ruta oceánica se había vuelto extremadamente difícil y su rendimiento era ya muy escaso. Ahora bien, para España esta ruta era esencial. El rodeo francés La ruta de Laredo o Santander a Amberes había quedado inutilizada y había que sustituirla a toda costa. Felipe II tuvo que recurrir, para ello, a las rutas de Francia. Aunque eran cortas, estaban expuestas al peligro de quedar interrumpidas por las dificultades interiores; los transportes requerían largos convoyes y numerosas escoltas. Diremos, a título de ejemplo, que el transporte de 100 000 escudos de Florencia a París l40 requirió, hacia fines de siglo, 17 carros, escoltados por cinco escuadrones de caballería y 200 hombres de infantería... Para disminuir el peso, quedaba, en caso extremo, el recurso de transportar exclusivamente oro. Asi lo hicieron, en muchas ocasiones, hacia 1576, algunas personas seguras al servicio de España que, viajando de Genova a los Países Bajos, llevaban cosidos a sus ropas hasta 1 000 escudos de oro cada una. ,41 Pero éstas no eran, ni podían ser, más que soluciones excepcionales, desesperadas y peligrosas. , 4 2 El primer gran envío de metales preciosos a través de Francia, por cuenta de España, se efectuó en 1572, es decir, después de la Noche de San Bartolomé. I43 El duque de Alba, que desde su llegada a los Países Bajos se vio muy corto de dinero, se encontraba en situación desesperada. A comienzos de 1569 corrió el rumor de que había gastado ya 5 millones. 144 Dos años después, en 1571, la 138 El mismo al mismo, S. Lorenzo, 6 de mayo de 1589 y 14 de junio del mismo año, ibid. 139 BENEDETTI, Intorno alie relazioni cnmmerciali... di Venezia e di Norimberga. Venecia, 1864, p. 30. 140 L. BATII-TOL, La lie intime d'nne reine de France a/i X\ir siee/e. París, 1931, p. 18. 141 Idiáquez al marqués de Mondéjar, Venecia, 26 de marzo de 1579, A. N., K 1672, G 38, copia. Idiáquez recuerda un incidente de cuando era embajador en Genova; de aquí la incertidumbre de la fecha. 142 En 1590, seis correos que venían de Italia son despojados en las cercanías de Basilea de 50 000 escudos destinados a Ambrosio de Spínola en Amberes. Cada correo puede transportar 10 000 escudos en piezas de oro, V. VA/.QI'EZ DE PRADA, op. cit.. I, p. 37. 143 «Memorial de Ysoardo Capelo, en que dize de la manera que se podrá llevar a Flandes dinero de contado pasándolo por Francia», 1572, A. N., K 1520, B 33, n. 49, copia. 144 Fourquevaux a Carlos IX, Madrid, 13 de enero de 1569, C. DOUAIS, op. cit.. I, p. 46.
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crisis era aún más palpable; algunos documentos hablan insistentemente de la estrechez de dinero de que padecía el duque. Los mercaderes ya no querían negociar con él, aunque siguieran abundando las asignaciones para atraérselos. , 4 5 Pero, ¿de qué servían las asignaciones cuando los mercaderes sabían que era de todo punto imposible pagarles en metálico? Sin dinero líquido y con el crédito recortado, el duqe veía reducidas las posibilidades de recurrir a las letras de cambio, al igual que un banco, que nunca necesita más de sus reservas que cuando sus clientes sospechan que no cuenta con ellas. En 1572, la situación era tan grave 146 que en abril el duque de Alba se decidió a apelar al crédito del gran duque de Toscana. La solicitud fue coronada por el éxito, pero el Gobierno español, que tenía dificultades con el gran duque, sospechando que intrigaba en Francia y fuera de Francia contra la causa española, desautorizó la gestión del duque de Alba y el crédito concedido no llegó a utilizarse. 147 Entre tanto, Felipe II había hecho pasar por Francia 500 000 ducados en dinero contante. El monarca escribía a su embajador Diego de Zúñiga: 148 «... Queríamos enviarle (al duque de Alba) destos Reynos hasta en quantidad de quinientos mili ducados de contado en oro y plata y no se pudiendo llevar al presente por mar sin mucho riesgo por estar el passo tan cerrado, ha parescido que el medio más cierto y más commodo sería embiarlos por esse reyno si el christianissimo rey, mi hermano, tuviese por bien de permitir y dar orden que passasse con la seguridad que conviene, como espero que lo permitirá.» La autorización fue concedida y el dinero se transportó en varios viajes. El 25 de diciembre de 1572 Zayas previno al embajador de Francia, Saint-Gouard, 149 que, en virtud de la licencia concedida para el tránsito de los 500 000" escudos, Nicolás Grimaldi transportaría 70 000 en reales (es decir, en plata) y Lorenzo Spínola otros 40 000 en escudos castellanos (es decir, en oro). Desde luego, estos envíos oficiales no fueron los únicos. En 1574, Mondoucet escribía desde los Países Bajos: «A creer lo que aquí se dice públicamente..., los ducados de Castilla 145 El duque de Alba a Felipe II, Bruselas, 7 de junio de 1571, A. N., K 1523, B 31, n. 78. 146
147
C. DE MONDOUCET, op. cit.. I, pp. 71-2, Bruselas, 21 de oct. de
1572.
Del Caccia al príncipe, Madrid, 21 de sept. de 1572, A. d. S. Florencia, Mediceo 4903- MECATTI, op. cit., II, p. 750. Por consiguiente, error de LAVISSE, op. cit.. VI, 1, p. 123. 148 Felipe II a Diego de Cuñiga, Madrid, 25 de sept. de 1572, A. N., K 1530, B 34, n. 65. 149 Saint-Gouard a Carlos IX, Madrid, 26 de sept. de 1572, B. N. París, Fr. 16104.
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trotan por Francia para romper todos los buenos designios.» E1 dinero político no era el único que transitaba por los caminos de Francia; por las mismas rutas circulaba también el dinero de los mercaderes y el del contrabando, que eran, a menudo, una y la misma cosa. En 1576, Felipe II y sus servidores examinaron las ventajas que reportaría la ruta de Nantes, donde el sólido crédito del mercader español Andrés Ruiz podía servir de pivote para transportar el dinero a través de «Normandía y de Francia». Diego de Zúñiga, que hizo esta proposición, aprovechó el momento para indicar, de paso, las pretensiones francesas sobre el tránsito de divisas, y, principalmente, el propósito que tenían de «congelar», como diríamos hoy, un tercio del dinero en tránsito. El embajador español deploraba también, con este motivo, la mala organización francesa del crédito, del trato y del comercio. m lo cual era cierto. Por esta misma época, según nos dice Richard Ehrenberg —aunque sin ofrecer pruebas—, pasaba el dinero de Zaragoza a Flandes, vía Lyon. I52 Thomas Müller, el factor de los Fugger, utilizaba también para sus envíos el camino de Florencia y Lyon. Una carta veneciana de 1577 153 se refiere al envío de 200 000 coronas a Juan de Austria, vía París. Ese mismo año, los Malvenda de Burgos hicieron una remisión de 130 000 escudos, parte por Milán y parte por París, todo por cuenta de Felipe II. 154 No es de extrañar que ese mismo año de 1577 se pudiera hablar de que había en Francia una verdadera invasión de piezas españolas de oro y plata —«escudos de oro, doblones y reales de plata de España»—. A tal punto, que el Gobierno francés llegó a pensar, para sacar algún provecho de ello, en valorizar esta moneda extranjera, 15S lo que sería una manera de retenerla en tránsito. El tránsito de las monedas españolas prosiguió al año siguiente. En julio de 1578, Enrique II accedió a dar paso por Francia a un contingente de soldados y una cantidad de dinero español (150 000 ducados). I56 En julio de ese mismo año, el embajador Vargas se 150
Op. dt.. II, p. 136, n. 1, B. N . París, Fr. 127, ff. 181-2. Diego de ^uñiga a Felipe II, París, 1.° de dic. de 1576, A. N., K 1542, B 41, orig. D. 152 Op. cit.. II, p. 215. 153 C. S. P. Venet. VIr, p. 565, 19 de oct. de 1577. 151
154
155
R. EHRENBERG, op. cit.. 1, pp. 362-3.
Vargas a Felipe II, París, 12 d e d i c . d e 1577, recibido el 21, A. N . , K 1543, B 52, n. 113, D. 156 Vargas a Felipe II, París, 11 de julio de 1578, A. N., K 1545, B 43, n. 9, D.
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preguntaba —muy de acuerdo con la preocupación de la época— si estos envíos eran prudentes, l57 ya que los bandidos a sueldo del duque de Alencon merodeaban a lo largo de la ruta. Y añadía que sería mejor recurrir a «pólizas de mercaderes». 158 Las monedas de España continuaron circulando en Francia después de ese año de 1578, aunque sólo fuesen las destinadas por el Rey Católico a los propios franceses, como era el caso del dinero destinado a ser distribuido entre los Guisas 159 y otros. Un documento de 1582 160 revela que Philippe Adorne situó 100 000 escudos en Lyon y en París a disposición de Alejandro Farnesio. En 1585, Bartolomeo Calvo y Battista Lomellini remitieron 200 000 escudos a Lyon; l6V pero nada permite afirmar que este dinero fuera contante y llegara más allá de Lyon, hasta Flandes. A falta de mejores informes, consideremos que la ruta francesa no se empleó después de 1578, que se recurría a ella en último extremo. Y quizá se habría abandonado antes si no hubiese sido por las dificultades que surgieron, entre 1575 y 1577, entre Felipe II y sus acreedores genoveses. El acuerdo que firmaron en 1577 —el medio general— iba a dar la primacía a la ruta marítima de Barcelona a Genova.
La gran ruta de Barcelona a Genova y el segundo ciclo de los metales preciosos de América N o se podría precisar la fecha en que esta nueva ruta adquirió importancia. Quizá fue por la década de 1570, que coincide con el inicio de la enconada guerra contra los turcos en el Mediterráneo; como consecuencia lógica, los capitales españoles se desvían hacia Italia. No se trataba, evidentemente, de una creación ex nihilo. El oro y la plata de América ya habían llegado al centro del Mediterráneo en 1570, aunque nunca en cantidades comparables a la gran corriente que desembocara antes en Amberes. En octubre de 1532 llegan a Monaco galeras españolas con 400 000 escudos, destinados a Genova. I62 En 1546, Carlos V obtuvo de los genoveses un prés157 158 l5
'
IM)
p. 186.
El mismo al mismo, 27 de jul. de 15 7 8, ibicl., a. 22, D. Ibid. • O. DE TORNE, «Philippe II et les Guises», en Reí: Histnrique. 1935. Felipe II a J. B. de Tassis, Lisboa, 20 de agosto de 1582, A. N., K 1447,
161 Longlée a Enrique III, Zaragoza, 3 de mayo de 1585, Dépkhes de Ai. de Longlée. public. por A. Moi'SSET, p. 186. 162 A. d. S. Mantua, Serie E, Genova 759, 15 octubre 1532.
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,63
tamo de 150 000 ducados. Es probable que este anticipo representara, en compensación, una salida de metales preciosos hacia la Dominante. Una correspondencia portuguesa 164 indica, esta vez sin equívocos, que en 1551 se hizo un envío de dinero contante a Genova, a beneficio del Papa. Señala Ehrenberg —aunque sin las referencias precisas que serían de desear— que en 1552 llegaban a Genova grandes cantidades de dinero, al mismo tiempo que a Amberes. 165 Una carta dirigida por Baltasar Lomellini a Eraso en enero de 1564 habla de un pago efectuado por orden de Felipe II, en noviembre del año anterior, por 18 000 ducados, sobre Milán, a la cuenta de Nicoló Grimaldi, suegro de B. Lomellini. I66 En 1565 encontramos mención de un préstamo de 400 000 ducados aprobado por mercaderes florentinos y pagadero en Flandes. ¿Envolvían estos préstamos envíos de metales preciosos a la propia Florencia? I67 En 1566, Fourquevaux, embajador de Francia en España, registra dos préstamos genoveses, uno de 150 000 escudos y otro de 450 000, ,68 y el embajador toscano Nobili habla en mayo de un envío de 100 000 escudos a Genova. 169 El viaje del duque de Alba de España a Genova en 1567 fue acompañado de un transporte de tropas y de dinero. 17° Y de tiempo en tiempo era necesario proveer de dinero a Sicilia y a Ñapóles, a menudo por medio de cambios sobre las plazas de Genova y de Florencia, las cuales atraían forzosamente, en contrapartida, un bocado de los tesoros de América. m Podemos, por lo menos, presumirlo, y a veces existe la certidumbre de que así ocurrió. «En estos días pasados se han llevado 18 cargas de dinero a Barcelona destinadas a Italia», escribía Fourquevaux en diciembre de 1566. 172 Durante el verano de 1567, el representante toscano de España, Nobili, logró enviar una parte del dinero destinado a pagar la soldada de las gale163
R. EHRENBERG, op. cit., I, p. 343.
""' Cor. Mor. al rey, Roma, 1.° de nov. de 1551, Corpa diplomático portiiguez. VI, p. 38. 165 Op. cit.. I, p. 155. 166 Ginebra, 28 de enero de 1564, Sim. Eo. 1393. 167 Felipe II a Pedro de Mendoza (1565). Sim. Eo. 1394. 168
169 170
f. 357.
4 de febrero de
1566,
C. DOUAIS, op. cit..
I, p.
50.
Al príncipe, Madrid, 11 mayo 1566, A. d. S. Florencia, Mediceo, 4897 bis. El duque de Alba a Felipe II, Cartagena, 27 de abril de 1567, A. E. Esp. 4,
171 Garcés al duque, Madrid, 13 de junio de 1565, Mediceo 489 7 , f. 122 v. Virrey de Ñapóles a Felipe II, 30 de abr. 1566. Sim. Eo. 1055, f. 116, e igualmente ff. 137 y 184. 172 Op. cit.. 1, p. 153.
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ras toscanas al servicio del Rey Católico. Tarea trabajosa, ya que la asignación prometida de los pagos sobre las rentas de la iglesia se había dispersado a través de toda España. m De cualquier modo, Nobili proponíase, en el mes de mayo, enviar 25 000 «escudi» 174 de lo que había percibido; en junio anuncia la expedición de ocho malas con un cargamento de 280 000 «reali»; 175 finalmente, en septiembre —aunque sobre este punto carecemos de datos precisos— suponía que todo estuviera bien embarcado en las galeras. 176 Todos estos ejemplos, engarzados, no dan la impresión de una corriente regular: el dinero de contado ha seguido la ruta flamenca (que era la utilizada por los prestamistas genoveses en el 90 % de las veces) y ha alimentado poco y mal al Mediterráneo. Contamos con abundante evidencia negativa. Así tenemos la posibilidad de localizar las monedas que circulaban en Ragusa, donde las casas de comercio consignaban en los registros oficiales —algunos de los cuales obran en los Diversa di Cancellaria— las cantidades de monedas confiadas a sus agentes encargados de ir a hacer compras por su cuenta en los Balcanes o en Levante, o las que dichas casas comerciales desembolsan para pagar sus deudas o para la constitución del capital de una determinada sociedad. Las piezas de oro representarán durante muchos años un papel exclusivo, tanto si están acuñadas en Venecia, en Hungría en Rodas o en Quíos o Alepo. Esto plantea de un modo muy peculiar el problema monetario de las relaciones de Ragusa con el Levante en lo referente al oro. I77 Giugliano di Florio confiaba, el 5 de junio de 1551, 650 escudos d'oro in oro al capitán de una nave, Antonio Parapagno. Estos 650 ducados se descomponían en 400 sultanini, es decir, cequíes turcos, y 250 veneciano o cequíes de Venecia. 178 Otros cien escudos auri in auro se entregan a un ragusino, Johannes de Stephano, en noviembre de 1558, para un viaje de Ñapóles a Alejandría y de Alejandría a Genova. 179 Hieronimus Johannes de Babalis recibe 500, en oro, para un viaje a Alejandría. ' 8 0 Con frecuencia estas monedas de oro eran cequíes turcos. Cuando la plata ocupa finalmente el lugar que le corresponde, vemos a un tal Giovanni di 173 Nobili al príncipe, Madrid, 18 de junio de 1567, A. d. S. Florencia, Mediceo 4898, ff. 68 v. y 69. 174 E) mismo al mismo, 30 de mayo de 1567, ibid., f. 60 v. |7S Ibid., f. 64. 176 Ibid.. 20 de sept. de 1567, f. 99 v. 177 A. de Ragusa, Diversa di Cancellaria, 127, ff. 106 y 106 v., 3 octubre 1539. 178 A. de Ragusa, Dit. di Cancellaria, 139, ff. 23 ss 179 Ibid. 146, f. 34. 180 Ibid. 145, f. 23 v.
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Milo, socio de Andrea del Sorgo, recibiendo aspros turcos: estamos en agosto de 1560 y Giovanni de Milo, que parte para el Levante, llevará consigo mille quinquegentos aspros, 1 500 piezas pequeñas. Las monedas corrientes de plata, especialmente a partir de 1564, serán los talleri turcos o húngaros, 182 los reales españoles, los reali da otto no llegarán a Ragusa hasta mucho más tarde, entre 1565 y 1570. , 8 3 Henos aquí en Barcelona, en el año 1561. Por carta fechada el 26 de marzo, Felipe II acaba de pedir al virrey de Cataluña, don García de Toledo, que le procure 10 000 ducados para las ferias de octubre y de mayo. Imposible encontrar semejante suma, responde el virrey el 5 de mayo. 184 Razón: «... el ser esta plaqa tan estrecha y tener los mercaderes tan poco caudal...». A esto hay que añadir la falta de audacia, la excesiva prudencia de los hombres... «y crea V. M. que por ocho o diez mil ducados que yo he hallado aquí algunas vezes para socorrer a los soldados, ha sido menester dar flaneas de mercaderes de la mesma tierra y tras esto poner yo mi plata en prenda y con todo esto me llevavan nueve o diez por ciento de intereses a razón de año». Pasemos ahora a Ñapóles, en 1566, teniendo ante nuestros ojos el partido de los 100 000 ducados «de oro di Italia», concertado en Genova en abril. 185 Se trata de un asiento de tipo corriente, o más exactamente, si no me equivoco, de un capítulo de uno de aquellos arreglos con cláusulas múltiples que la monarquía concluía con los banqueros. A cambio de los 100 000 ducados pagaderos sobre la plaza de Genova, Felipe II concedía una asignación sobre el donativo de Ñapóles y, en su defecto, sobre un impuesto del reino, para reembolsar la suma adeudada al año siguiente. Ñapóles actuaba, pues, en este caso, de caja de reembolso. El partido, concertado en Genova gracias al celo del embajador español Figueroa, se envía al virrey de Ñapóles para que lo firme. Este examina, o mejor dicho, hace examinar por su tesorero y un experto, las cláusulas y modalidades del reembolso. Comprobado todo esto a satisfacción, el dinero se presta a la elevada tasa del 213A % de interés. «No he dejado de firmar la capitulación», escribe el duque de Alcalá, «a pesar de que el interés me parece demasiado gravo181
Ibid.. 146, f. 145, 20 agosto 1560. VUK VINAVER, «Der venezianische Goldzechin in der Repubük Ragusa», en Bolkttino dell'lstituto della Societa e dello stato veneziano, 1962, pp. 140-1. 183 Ibid., p. 141. 184 Barcelona, 4 de mayo de 1561, Sim. Eo. 328. 185 Sim. Eo. 1055, f. 137. 182
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so». ¿No es ésta una prueba de la «estrechez» de la plaza de Genova? Un detalle de esta exposición indica, además, que el dinero contante era más caro en Genova que en España, lo cual explica la prima del 2 % a deducir de los beneficios de los mercaderes —añaden los comentaristas—, puesto que el pago se hacía en Genova. Esta valorización sólo representa un poco más que los gastos de transporte y seguro. 186 Así, pues, en 1566, estrechez de crédito en la plaza de Genova. En Ñapóles, hacia la misma época, la situación era todavía peor. A comienzos de ese año de 1566 se había tratado de concertar un asiento de 400 000 a 500 000 ducados 187 para asignarlos al donativo de Ñapóles y fue esta negociación la que —si no me equivoco— llevó al cambio de los 100 000 ducados de que hemos hablado hace poco. A este respecto, el duque de Alcalá sólo recomendaba una cosa: que, por lo menos, el cambio no se efectuara en Ñapóles, porque la plaza no era apta para proporcionar préstamos, ni siquiera de 100 000 ducados, y los mercaderes, aprovechándose de ello, elevaban abusivamente sus exigencias; era preferible cerrar la operación en España o en Genova. Pero con los años 1570 y siguientes, aparece una situación nueva; en vista de los grandes armamentos del Mediterráneo, la maquinaria española veíase obligada a cambiar de orientación en cuanto a sus envíos de dinero en letras de cambio o en moneda contante. I88 En abril de 1572, Juan Andrea Doria indica a la República de Genova que se trasladará a Cartagena a recoger el dinero que los mercaderes genoveses preferían embarcar en este puerto, en vez de transportarlo por tierra hasta Barcelona, pues los caminos no eran seguros. 189 Los envíos no se interrumpieron ni siquiera con la segunda bancarrota del Estado español en 1575; bancarrota que sacudió a Genova hasta sus cimientos, pero que, si no nos equivocamos, contribuyó también a abatir lo que aún quedaba en pie del ciclo de Amberes. En abril de 1576, Felipe II quiso 186 El derecho de Hete, para la plata, era en 1572 del 1.5 r/r. Gio. Andrea Doria a la República de Genova, Madrid, 27 de abr. de 1572. A. d. S. Genova, L. M. Spagna 5.2414. 187 Virrey de Ñapóles a Felipe II, Ñapóles, 7 de feb. de 1566; Sim. Eo. 1055, f. 29. 188 Felipe II a Granvella, Madrid, 25 de marzo de 1572, Sim. Eo. 1061, f. 208. Granvella a Felipe II, 21 de abril de 1572, Sim. Eo. 1061, f. 27. G. del Caccia al príncipe, Madrid, 19 de dic. de 1572, Mediceo, 4903, 500 000 escudos en letras de cambio sobre Genova. 189 V. referencias en la nota precedente, Mediceo, 4 903.
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enviar 650 000 ducados de contado a Genova. Ese mismo año ofreció a los Fugger transportar para ellos 100 000 escudos «de oro en oro» en sus galeras, hasta Italia. I91 Por esta misma nueva ruta el factor de los Fugger pasará entre 1575 y 1578 hasta 2 000 000 de coronas destinadas a los Países Bajos. 192 En julio de 1 577 Felipe II dio a Juan Andrea Doria orden de trasladarse inmediatamente a Barcelona, para embarcar allí el dinero destinado a Italia. La nave capitana, después de completar su cargamento, debió partir rápidamente, con o sin el almirante de Castilla, que tenía que incorporarse al viaje. Importaba mucho, en efecto, que la galera apresurara su partida, pues la necesidad de dinero era urgente en Italia e importaba «que los corsarios no vengan a saber que se embia el dinero en una sola galera». 193 Dicho más claramente: la nueva ruta del dinero no termina en Italia. Genova había pasado a ser la estación reguladora de los movimientos de oro y letras de cambio hacia el norte. Lo cual no impedía, antes al contrario, que Italia entera recibiera su parte, comenzando por el gran duque de Toscana, que después de 1576 mereció la gracia de España y a quien Felipe II solicitó en 1582 un crédito de 400 000 ducados para la campaña de Flandes. I94 Con el incremento de la llegada de plata a Sevilla después de 1580, toda esta circulación esencial-se infló. Nada nos da mejor la medida exacta de lo que ocurría entre 1584 y 1586 —si no queremos perdernos en una enorme masa de documentos conocidos— 195 que las cartas, tan llenas de observaciones, del encargado de negocios francés en España, el secretario Longlée. Año de 1584, 18 de enero: 196 dos galeras se disponen a zarpar de Barcelona transportando plata a Genova; 12 de enero: se envía un millón de oro «a Milán para Flandes» y, tras esto, otro millón para tenerlo en reserva en el castillo de Milán; l97 22 de marzo: se expide una gran cantidad de plata a Italia para los negocios de 190
191
R. EHRENBERG, op. cit.,
II, p.
215.
Ibid.. p. 214. 192 Ibid., p. 179. En 1576, envío de un millón a don Juan por las galeras de Barcelona a Genova, O. DE TORNE, op. cit.. II, p. 30. 193 Felipe II al prior D. Hernando de Toledo, S. Lorenzo, 16 de jul. 1577, Sim. Eo. 335. El almirante se embarcó a bordo de la capitana, la cual hÍ2o el viaje con cuatro galeras. El prior D. H. de Toledo a Felipe II, Barcelona, 27 de agosto de 1577 (recibida el 31). Sim. Eo. 335, f. 402. 194 Felipe II al gran duque, Lisboa, 23 de dic. de 1582, Sim. Eo. 1451. 195 Para más detalles ver FELIPE Rinz MARTÍN, Lettres marcbandes..., op. cit.. pp. LXXXIV ss. 196 Dépeches de M. de Longlée, pub. por. A. MOUSSET, París, 1912, p. 9. 197 Ibid.. p. 19.
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Flandes; , 9 8 26 de mayo: Juan Andrea Doria embarca en Barcelona, entre el 18 y 20 de junio, al mando de 20 galeras y algunos otros barcos; a bordo de la flota van 2 millones para el Rey Católico, uno en «escudos-pistolas» y otro en «reales», y alrededor de un millón más en letras de cambio de los «Fueres» y de mercaderes genoveses. 1.° de junio: los genoveses conciertan «otro partido de 400 000 escudos pagaderos en Italia» en un plazo de cuatro o cinco meses; ' " Juan Andrea Doria, en sus galeras, carga más de 2 500 000 para el Rey Católico, «y alrededor de un millón» perteneciente a particulares, entre ellos el duque de Florencia, además de 300 000 escudos propiedad del mismo Doria, y de 300 000 a 400 000 escudos que lleva por cuenta de otros genoveses, y lo que «treinta a cuarenta señores y gentileshombres de Italia han retirado y llevado consigo al retirarse a Italia con el pasaje de las galeras. Además, 500 000 escudos para la casa de los Fueres en Alemania embarcados por cuenta y orden del Rey, según lo he visto en la memoria del dinero que sale de España». 20° El 30 de junio se sabe que este dinero de los Fugger les pertenece, en efecto: «el Rey Católico les ha prestado su nombre para hacerlo salir de España». 201 El fondo de reserva para Milán ascendía a 1 200 000 escudos. 17 de agosto: los banqueros italianos, J. B. Corbati, conceden un crédito de 80 000 escudos por cuenta del embajador J. B. de Tassis. 202 Año de 1585. 4 de abril: gran envío de plata a Milán y a Genova, de orden del rey. 203 25 de abril: 400 000 escudos son embarcados en Barcelona para Italia y sin duda para otras partes. 204 14 de mayo: 19 galeras de Genova y de Saboya, 8 de Ñapóles y 25 de España, mal equipadas, embarcan en Barcelona 5 000 hombres de tropa. Llevarán además, a Italia, 1 200 000 escudos; 76 cargas de plata pasan por Zaragoza hacia Barcelona. 205 9 de junio: una flota de galeras lleva 500 000 escudos al duque de Saboya. 206 15 de junio: la flota zarpa con 1 883 000 escudos para Italia, además de 198 lbid.. p. 42. ' l" lbid.. p. 77. 200 ••• lbid.. pp. 76-7. y 201 lbid.. p. 87 202 Entonces leedor general del ejército de Flandes. 100 000 escudos enviados a J. B. Tassis, sobre 692 722 expedidos en Italia, 23 de jul. de 1585. A. N., K 1583. , 203 Dépi(hes de Al. de Longlée. op. cit.. p. 120. 204 lbid.. p. 129. 205 lbid.. p. 139. 206 lbid.. p. 147.
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un millón no registrado. 207 20 de septiembre: nueva partida de galeras con 400 000 escudos para Italia; 300 000 escudos llegan a Moncon, donde a la sazón se encuentra Felipe II; 208 18 de septiembre: se concierta un «partido» con los Fugger para «obtener 500 000 escudos en Alemania». Año de 1586. 25 de marzo: envío de 1 200 000 escudos a Italia para los negocios de Flandes. 209 31 de mayo: 7 galeras transportan 600 000 a Genova, siempre para los negocios de Flandes. 210 29 de septiembre: «un partido» se ha concertado hace ocho días con los «Fueres», 1 500 000 pagaderos en Francfort, 250 000 en Besancon y 250 000 en Milán. 2 " 11 de octubre: se negocia otro «partido» para pagar de 700 000 a 800 000 en Italia... 212 En los años sucesivos, la corriente de metales preciosos aumenta todavía más; para comprobarlo, basta ver hasta qué altura se elevan los cambios durante los doce últimos años del reinado de Felipe II. En 1586, los Fugger le prestan, sin duda alguna, 1 500 000 en oro, pagaderos en Italia y en Alemania; 2 I 3 en 1587, Agostino Spínola le adelanta un millón de escudos; en 1589, los florentinos le proporcionan 600 000 escudos; 2 ' 4 este mismo año algunos mercaderes genoveses contratan un cambio de 2 000 000 destinado a los Países Bajos. Al año siguiente, Ambrosio Spínola paga a los Países Bajos 2 500 000. 215 En 1602, Octavio Centurione adelanta 9 millones, y más, incluso —suma elevada que han puesto en duda prudentes historiadores—, 216 aunque sin motivo justificado. 217 Encuentro también la indicación de un «partido» concer207
Ibid.. p. 149. Ibid., p. 175. 209 Ibid.. p. 242. 210 Ibid.. p. 269. 211 Ibid.. p. 312. 212 Ibid.. p. 315. 213 El embajador de Genova a la República, Madrid, 29 de marzo de 1586, A. d. S. Genova, L. M. 9-2418. 214 Felipe II al gran duque, S. Lorenzo, 17 de junio de 1589, Sim. Eo. 1452. 215 R. EHRENBERG, op. cit.. 1, p. 351. Se relaciona quizá con la indicación sobre A. Spinola de los notas de Longlée, 3 de marzo de 1590, op. cit.. p. 391. 208
216
ANTONIO DOMÍNGUEZ ORTIZ, «LOS extranjeros en la vida española durante
el siglo XVII», en Estudios de historia social de España, 1960, p. 304, n. 10. 217 Evidencia explícita en RALPH DETURRI, Tractatus de cambiis, Disp. 3. Qu. 13. No. 78; S. Contarini al dux, Valladolid, 16 diciembre y 30 diciembre 1602 (A. d. S. Venecia, Senato Dispacci Spagna); l^ttres missives de Henri IV, VI, p. 16. El rey a M. de Beaumount, 18 de enero de 1603, «el rey de España ha obtenido el contrato de once millones, a los que según se me ha informado se ha añadido otro millón...». El contrato se satisfará en el curso de tres años; 3 millones cada año para Flandes, más otros dos para la Real Casa. Estas cifras se aproximan mucho a la realidad. El asiento, firmado en Valladolid el 31 de diciembre de 1602, asciende
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tado en 1587 con Agostino Spínola por 930 521 escudos, aunque, al contrario de lo que afirma Ehrenberg, la deuda no habrá de liquidarse en Italia, sino en los Países Bajos, bajo la forma de una letra de cambio extendida a la orden del duque de Parma. 218 Los detalles importan poco en esta ocasión; lo que interesa retener es la enorme inflación del tráfico de especies monetarias y de créditos a través del Mediterráneo occidental, elevado al rango de ruta imperial del dinero. Nadie se atrevería a negar la importancia histórica de estos incesantes viajes de galeras cargadas de cajas o barriles de monedas. Cuando se habla del oro y la plata de América no se debe olvidar que además de los celebérrimos galeones de las flotas de Indias existían también las no menos importantes zabras y nave i vizcaínas y unas galeras que en cuanto volvía a reinar la paz en el Mediterráneo se ocupaban con la mayor eficiencia e.1 transportar, no combatientes, sino viajeros y montañas de monadas de plata. 219 Ocurren los inevitables accidentes. En abril de 1)82 una galera procedente de Barcelona, con destino a Genova, sorprendida por el mal tiempo, se ve forzada a arrojar por la borda parte de su preciosa carga: el mar se traga 56 cajas de reales, además de otra caja llena de escudos y otras monedas de oro. 22° Pero eran raros los accidentes de esta especie: la prima del 1,5 % del seguro nos lo testimonia por sí sola. Los accidentes por tierra registraban la misma frecuencia, si no mayor. En enero de 1614 221 y a seis leguas exactamente a 7 200 000 escudos (pagaderos en Flandes en 36pagas) y 2 400 000 ducados (pagaderos en 36 pagas en Madrid, Sevilla, Lisboa y Simancas), Contadurías Generales, 1.° 96. Es en esta serie donde se encuentra la colección entera de estos asientos, los cuales he examinado personalmente en 1951, dejando a Alvaro Castillo Pintado la tarea de conducir a término su estudio. Ver la gráfica, infra, II, ñg. 59, que ofrece las cifras completas; esto, en mi opinión, hace innecesario ofrecer una lista de todas estas referencias o corregir el texto original de mi libro, que se limitaba a introducir en el problema en líneas muy generales. 218 Felipe II a Juan de Lastur, S. Lorenzo, 4 de abril de 1587, A. N., K 1448, minuta. 219 AMEDEO PELLEGRINI, Relaz. inedite di ambasciatori lucchesi.... Roma, 1901, pp. 13-4, a propósito del viaje de Compagno Compagni en 1592, viaje en tiempo de invierno con naufragio de una galera (ahogándose 120 galeotes). La flota transportaba-de 600 a 800 000 escudos y cajas de monedas. Obsérvese la exactitud de las referencias de CERVANTES, La Gitanilla, I, p. 64, acerca de ese genovés que envía dinero de España a Genova por medio de las galeras y las oportunidades de viajar en galeras que parten de Cartagena. También se transportaba plata española, lícitamente o no, en naves mercantes, en la nave San Francisco, por ejemplo, que cargada en Alicante e Ibiza, llega a Liorna el 3 de marzo de 1585 con 21 700 reales a bordo, A. d. S. Florencia, Mediceo 2080. 220 Simón Ruiz a B. Suárez, Medina del Campo, 17 abril 1583. 221 A. d. S. Venecia, Senato Dispacci Spagna, Feo. Morosini al dux, Madrid, 18 enero 1614.
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de Barcelona, 140 000 escudos propiedad de banqueros genoveses caían en manos de un grupo compuesto por unos cien ladrones.
El Mediterráneo, invadido por las monedas españolas Esta prosperidad mediterránea es la exacta contrapartida del agotamiento de los tráficos atlánticos, de la decadencia de Amberes y, con ella, de todas las actividades que dependían del buen funcionamiento del centro del Escalda. Yo me inclinaría a creer que la caída de Amberes y de los Países Bajos ocurrió, pues, mucho antes del período decisivo de 1584-1585, cuya importancia no puede negarse, y aun antes del saqueo de Amberes en 1576 y de la segunda bancarrota española de 1575. Creo que podría fijarse en 1567, como lo ha hecho A. Goris, 222 y mejor aún en 1569. En este último año ocurren parálisis muy claras, como la del centro lanar de Hondschoote, a pesar de hallarse en plena prosperidad y de tener una importancia mundial. 223 A la llegada del duque de Alba, la industria textil estaba ya -tan quebrantada que el capitán español no encontró en plaza suficiente paño azul para vestir al personal de su palacio. 224 Es indudable que los saqueos de noviembre de 1576 no destruyeron, en Amberes, una ciudad en plena lozanía. 225 Una afirmación portuguesa que data de 1573 indica que todo el comercio de Flandes estaba arruinado desde el año anterior. 226 Pero ya en 1571 227 un mercader español tiene la impresión, a su vuelta a Amberes, de encontrarse en otra ciudad. Incluso la Bolsa «no es... lo que solía». La decadencia de Lyon data, sobre poco más o menos, de la misma fecha. Lo que quedaba de sus grandes funciones monetarias 222
V., en sentido contrario, el estudio de EMILE COORNAERT, en la Reí. dn N..
ya cit. 223
EMILE COORNAERT, op. cit.. pp. 28-9, la ascensión hasta 1569, p. 30, «en
1580,
cuando ya mucha gente se había ido...». 224 R. B. MERRIMAN, op. cit.. IV, pp. 285-6. ¿La alteración de las monedas en los Países Bajos en 1585 (E. COORNAERT, op. cit.. p. 46) es también una consecuencia, un último estadio? 225 En 1579 ya no quedaba en Amberes más que una casa española de importancia, 4 de Luca, 5 genovesas, 14 italianas, 10 portuguesas, R. EHRENBERG, op. cit., II, p. 192. 226 A. Vaneantes, SpagnaH, Le cause per le quale i/sermo Re di Portugallo..., 1573, ff. 161-2. Las dificultades bancadas de Sevilla en 1565-1567. 227
V. VÁZQUEZ DE PRADA, op. cit.. 1, p. 28, n. 30.
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se transfirió a París en la década el 70 al 80. 228 El auge de la gran plaza francesa había terminado, indudablemente, en 1577. En la plaza de los Cambios, verdadera ciudadela urbana, empezó a brotar la yerba. 229 Hacia la misma época se produce también el fin de las grandes ferias de cambio de Medina del Campo, ritualmente considerado por los historiadores como contemporáneo de la segunda bancarrota que desorganiza al Estado español (1575). Menos frecuente es citar, al norte de Medina del Campo, la doble caída, casi concomitante, de Burgos y de Bilbao. Se cerraron entonces, prácticamente, los importantes registros de seguros marítimos 23° del consulado de Burgos. Todo esto viene a romper el gran eje MedinaBilbao-Flandes, una de las grandes líneas directrices del Imperio español al comienzo del reinado de Felipe II. Sin embargo, el Mediterráneo se enriquece, al desviarse en su provecho una gran parte de la circulación monetaria del mundo. Como signo de los nuevos tiempos, vemos a Barcelona renaciente, con una vida próspera, reorganizar sus ferias de cambio en 1592, y a finales del siglo, reexpedir sus veleros hasta Ragusa y Alejandría de Egipto, más allá de Cerdeña, de Ñapóles y de Sicilia, que parecían señalar los límites extremos de su zona comercial. 231 Más aún; los metales preciosos invaden a Italia entera. El embajador Du Ferrier, durante tantos años representante de Francia en Venecia y que estaba al corriente de los negocios de Italia y de Levante, se inquieta en 1575 232 por las amenazas de guerra que pesan sobre la "* Según A. VON REIÍMONT, op. cit.. I, p. 355, fue en 1575 cuando las pocas firmas florentinas que allí quedaban abandonaron Lyon y se trasladaron a Besancjon, Chambéry y Avignon. ParaR. EHRENBERG, op. cit., 1, p. 306, en 1575 ya no quedaban en Lyon sino algunos italianos; los demás se habían trasladado a París. El único sobreviviente en 1592, el banco de Capponi, fue reconstituido en 1594 por el célebre Zameti, de Luca. Sobre este gran capítulo, v. L'HERMITTE DE SOLLIER, La Toscane franc/tise. París 1661, que trata de los banqueros italianos instalados en París. En el cuadro toscano, la caída de Lyon fue una de las causas del acercamiento hispanotoscano después de 1576. La manera cómo la vida toscana deriva hacia España, R. GALLI;/.I, op. cit., 229
230
R.
III, pp. 505
ss.
EHRENBERG, op. cit..
II,
p.
191.
Ordenanzas del Consulado de Burgos de 1538. editadas por ELOY GARCÍA DE QliEVEDO Y CONCELLON, Burgos, 1905. Larga introducción. ¿Decadencia desde 1566?, p. 71. La fecha me parece demasiado precisa. Según María Helmer, quien me confirma su punto de vista en una nota del 21 de marzo de 1965, los síntomas de la decadencia aparecen hacia 1566; hubo crisis en 1568, 1570 y 1572. La decadencia es un hecho cumplido en 1573 y sus efectos son irreversibles. 231 A. DECAPMANY, op. cit., IV, p. 337 (1594). En Barcelona creación del Nuevo Banco en 1609, «per mes ampliar la Taula del Cambi»; A. P. USHER, op. cit., p. 437. 232 Du Ferrier a Enrique III, Venecia, 8-13 de mayo de 1575, E. CHARRIÉRE, op. cit.. III, p. 595.
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península: teme que los españoles se aprovechen de las querellas civiles de Genova para apoderarse de la ciudad y con ella de toda Italia. Esta Italia en la que «nunca ha abundado el dinero», escribe en una carta al rey de Francia. ¿Qué decir, entonces, de la Italia de las décadas que se avecinaban? Un hombre tan sensato como lo era el duque de Feria escribía, en un largo informe, en 1595, que lo mejor que podía hacer Inglaterra era someterse a la autoridad de España, «siguiendo el ejemplo de Ñapóles, de Sicilia y de Milán, que bajo su actual gobierno florecen más que nunca». 233 Brindemos este párrafo a quienes se obstinan en hablar de la decadencia del Mediterráneo ya a principios del siglo XVI. La invasión de monedas españolas a través de todo el espacio del mar no disminuía. Pronto formaron parte de lo cotidiano. Veamos, por ejemplo, el caso de Argel, en 1580. En el mercado de la ciudad las monedas corrientes son el ducado español, el escudo español, de oro en oro, el real de plata, las monedas de a ocho, seis y cuatro, sobre todo las «de a ocho reales». Todas estas monedas tienen prima en el mercado, y son una de las grandes mercancías que se enviaban a Turquía, adonde se expiden por cajas enteras los reales1 de España. 234 Los registros del consulado francés en Argel, que acaban de descubrirse y que se remontan hasta 1579; 235 los del consulado francés en Túnez, 236 que comienzan en 1574, indican en un 90 por 100 de casos la primacía de las monedas españolas. Los precios de los rescates se fijaban, por lo general, en esa moneda. En febrero de 1577 algunos cautivos se insubordinan en Tetuán, a bordo de un navio argelino. Los turcos, asustados, se arrojan al agua precipitadamente, y bastantes de ellos, cargados de sacos de reales de oro, son arrastrados hasta el fondo por no querer soltar los pesados fardos. 237 En Liorna, además de los grandes arribos oficiales, las barcas que vienen directamente de Genova o España llevan entre los bultos de mercancías cajas de «reali». 238 En Ragusa, ya en vísperas de finalizar el siglo, en 1599, de dos registros de monedas destinadas a Rodosto y a Alejandría, el pri233 234
Sim. Eo. 343 (1595).
D. DE HAEDO, op. cit.. pp. 24 y 24 v.; R. HAKLL-YT, op. cit.. II, p. 176 (1584). R. Bl.'SQl'ET, «Les origines du consular de la nation franc,aise á Alger», en Inst. hist., Provenza, 1927. 236 P. GRANDCHAMP, op. cit., por ejemplo t. I, pp. 17, 18, 23, 87, etc. El hecho ya fue subrayado por A. E. SAYOUS, Le commerce des Européens a Tunis depuis le XII" siecle. 1929. 235
237
D.
238
A. d. S. Florencia, Mediceo 2080, 26 julio 1578, 3 marzo 1585.
DE HAEDO, op. cit..
p.
177
v.
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mero menciona talleri y reali, 239 el segundo únicamente «realid'argento di Spagna a reali otto per pezza». 240 El año anterior 241 una nave ragusina es abandonada en Cérigo por su tripulación, que prefiere alcanzar la tierra en una barca que caer en manos de la flota de Cigala. El capitán y los fugitivos llevan en su barca 17 000 «reales de a ocho». Otro detalle: en mayo de 1604 un marsellés reconoce en Ragusa que debe a un florentino dúo centum sexaginta tres peggias regaliorum de 8 regaliis pro qualumque pezzia. 242 Ragusa estaba, pues, en esta época, tan invadida de moneda española como, en general, el resto del Mediterráneo. Pero, ¿qué ciudad podía librarse de ella? Como ya vimos antes, los reales llegaron a Turquía, incluso desde Polonia, en los pesados vehículos que comunican Lwow con Estambul. 243 No es necesario ir a buscar ejemplos a Levante, donde la correspondencia comercial de los ragusinos, italianos, franceses e ingleses nos describe un espectáculo que ya nos figuramos de antemano. Pero estos ejemplos, fáciles de multiplicar, no nos deben hacer perder de vista lo esencial. Todo resultará más claro si aceptamos que a partir de 1580 ya no será España el centro real de dispersión de la plata, sino la Italia de las grandes ciudades. Italia obtiene enormes beneficios gracias a ese papel y se encarga de exportar al Levante (tarea tan cómoda como rentable) una parte de las superabundantes monedas de plata españolas; se encarga también de abastecer de monedas de oro —más difíciles de conseguir— y de letras de cambio a ese reducido espacio que son los Países Bajos, lugar donde España lucha para defender su Imperio y los futuros destinos del Catolicismo: el flujo de monedas contantes y sonantes que entra en el país sirve tanto para sostener a los rebeldes como a las fropas españolas y los subditos fieles. Italia se ha convertido en el centro de un sistema que crea enlaces, sincronismos y también asimetrías evidentes.
Italia, víctima de la moneda larga A partir de 1580 se incrementan las cantidades de metal precioso traído a Genova por las galeras de España. En junio 239 240 241 242 243
A. de Ragusa, D. de Foris, VIII, f. 172, 24 de agosto de 1599. ¡bid.. íf. 113 v. a 115 v. A. N., K 1676, Iñigo de Mendoza a Felipe III, 2 enero 1599. A. de Ragusa, D. di Cancellaria, 192, f. 139, 30 mayo 1604. Ver supra. p. 264.
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de 1598 se alcanza la que sin duda es la cifra récord: 2 200 000 escudos (200 000 en oro, 1 300 000 en lingotes de plata y 700 000 en reales) en un solo convoy. Es posible que este record sea inferior al establecido el 20 de junio de 1584, fecha en la que llegaron a Genova 20 -galeras, que a las órdenes de Gian Andrea Doria, transportaban, parece ser, de 3 a 4 millones de escudos, pero los datos que poseemos no son lo suficientemente precisos para permitirnos afirmarlo. 245 Una cosa es evidente: se efectuaban envíos masivos. De acuerdo con un cálculo realizado por la Contaduría Mayor en 1594, llegan anualmente a España diez millones de ducados, de los cuales se exportan seis millones, tres por el rey y los otros tres por particulares. Los cuatro millones restantes o bien se quedan en España o bien se exportan clandestinamente por correos, viajeros o marinos. Un historiador 246 supone que cada año, a finales de siglo, seis millones de ducados llegaban a Italia para dispersarse a continuación en todas direcciones dentro y fuera de ella. Estas masas de dinero resultan operantes aun antes de tocar Genova (o Villefranche, o Portofino, o Savona o Liorna). Bastaba la simple noticia de su próxima arribada para crear largezza en las plazas italianas, del mismo modo que ocurría en Sevilla, Madrid y Medina del Campo en cuanto se anunciaba que la flota de Indias estaba en puertas, estas galeras son una segunda flota de Indias. Abunda por todas partes el contante barato, esa moneda larga que tantos cálculos hizo fracasar, pues las operaciones propias del crédito sufren siempre que se produce un prolongado período de moneda barata, ya que viven del flujo y reflujo. Las letras de cambio se venden a quienes necesitan préstamos, pero, ¿quién recurrirá a ellos cuando el dinero abunda? Expliquemos cómo funciona este simple mecanismo: abunda'el dinero contante, lo que quiere decir que quien más quien menos, todos tienen su parte, de modo que el prestamista, es decir, el vendedor de letras de cambio, desaparece o a lo sumo es poco frecuente. Las letras de cambio escasean y su precio, en consecuencia, sube. En la situación inversa, es decir, cuando falta el contante, las letras de cambio se multiplican por todas partes y el prestamista las puede comprar a precios muy bajos. Simón Ruiz se muestra perplejo e insatisfecho durante estos años en apariencia tan fáciles. A su habitual ocupación de corredor 244 A . d. S. Florencia, Mediceo 5032, Zanobi Carnesechi al arzobispo de Pisa, Genova, 21 junio 1598. 245 FF.LIPE R U I / MARTÍN, Lettres marchandes..., p. XLVIII. 246 Tanteo general B. N. Madrid, 1004, citado por FELIPE Ruiz MARTÍN, ibid.
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de grandes negocios, añade el de prestamista y comprador de letras de cambio en la plaza de Medina del Campo. Esas letras se las venden usualmente los mercaderes de lanas que no podían llevar adelante sus negocios si no podían contar con anticipos, pues la lana comprada en España no se pagaba hasta dos meses más tarde en Florencia. Simón Ruiz compraba a bajo precio el papel que representaba su crédito, y lo expedía a su amigo y compatriota en Florencia, Baltasar Suárez, quien se convertirá por matrimonio en cuñado del gran duque de Toscana. Una vez llegado a su destino, la letra de cambio se transforma en dinero con beneficio. Pero este dinero hay que reexpedirlo a Medina del Campo por medio de una nueva letra de cambio, adquirida en Florencia. Si en el lugar reina la largezza en ese momento, la letra resultará muy cara y Simón Ruiz no podrá obtener beneficio de esta segunda operación. En pocas palabras, el banquero pierde en este juego, o, para ser más precisos, no consigue ganar en 6 meses ese 5 % al que está ya tan acostumbrado. No ganar es lo mismo que perder; es especular peligrosamente con «el dinero de la propia firma». Nada nos lo puede corroborar mejor que las quejas del anciano de Medina del Campo o las explicaciones y disculpas del amigo de Florencia. 247 «Tal como están las cosas actualmente —escribe este último—, quien tiene el dinero debe venderlo al precio que impone el comprador...» 248 Nada sería más peligroso, aclara el viejo amigo de Florencia, que tratar de nadar contra la corriente; «los que han intentado forzar el mercado florentino ("violentar la plaza") han obtenido ganancias mínimas», escribe el 9 de septiembre de 1591. 249 ¿Qué hacer frente a esa marea de monedas y lingotes de plata? Las reglas fundamentales a partir de las cuales tenía lugar el ejercicio del cambio habían resultado alteradas. Para que éste funcione adecuadamente se requieren fluctuaciones en el precio de las monedas; fluctuaciones que crean fructuosas diferencias de nivel. Esta inundación de Italia por el contado se puede considerar desde otro ángulo. Basta simplemente con estudiar las monedas que se acuñan en las diferentes Casas de Moneda de la península 247 Cf. las cartas intercambiadas entre Simón Ruiz y sus corresponsales de Florencia en el citado libro de F. Rui/. MARTIN. De particular interés una carta de la correspondencia de Baltasar Suárez, fechada el 24 febrero 1590 (acerca de los Buonvisi de Lyon): «No querían créditos sino débitos...; sta oy dia el cambio de manera que qien tiene el dinero lo a de dar a como quiere el tomador»; otra del 9 septiembre 1591, etc. 248 Ibid.. carta del 30 marzo 1590. 249 Baltasar Suárez a Simón Ruiz, Florencia 9 septiembre 1591.
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Ni una sola permanece ociosa. Es indudable que con la ayuda de los documentos existentes en la Sommaria se podría reconstruir algunas de las compras efectuadas por la Regia Zecca de Ñapóles. 25° Entre 1599 y 1628 251 se acuñará allí moneda por valor de 13 millones de ducados. Actividad similar en Palermo, Mesina 2S2 o Genova. 253 Las monedas comenzaban a circular apenas acuñadas y, sobre todo en el siglo XVII, abandonaban rápidamente su lugar de origen. La Zecca de Venecia 254 acuña sin pausa: va en ello la prosperidad de la ciudad. Se acuña a un promedio anual de un millón en oro y otro en plata. Como el cauce corriente de aprovisionamiento —es decir el que recurre a la mediación de los mercaderes que traen moneda circulante o verghe a sus mostradores— resulta insuficiente, la Zecca comienza a comprar bajo contrato. Con frecuencia estos contratos son muy altos: en 1584, 500 000 ducados (2 de junio) con los Capponi, 140 000 marcos con los Ott, agentes de los Fugger en Venecia; en 1585, otro millón con los Ott; un millón en 1592 con Agostino Senestraro, Marcantonio y Giovanni Battista Giudici; 1 200 000 ducados en diciembre de 1595 con Oliviero Marini y Vicenzo Centurione; un millón el 26 de marzo de 1597, a cargo de Hieronimo y Christoforo Ott... A partir de esta última fecha los contratos son menores, pero en marzo de 1605 se firma un contrato de 1 200 000 ducados con Giovanni Baolo Maruffo y Michel Angelo y Gio Steffano Borlotti. No trataré ahora de establecer la lista de las compras efectuadas por la Zecca de Venecia, sino de demostrar el insaciable apetito de las Cecas italianas, satisfecho en lo esencial por el dinero de la América española. Sería inútil, por otra parte, intentar descubrir a posterior!, por la simple adición de los totales de monedas acuñadas, el volumen de la producción americana. La cosa no es tan simple: monedas que se 250
A. d. S., Sommaria Consultationum 22, ff. 9-10, 8 febrero 1608. Según TURBÓLO, Discurso.... pp. 3-4, Ñapóles, B. di Storia Patria XXVIII, D. 8. Y sólo 10 500 000 ducados de 1548 a 1587, o sea 260 000 al año, en números redondos (A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, 9, f. 168, 29enero 1587) frente a 400 000, media anual de 1599 a 1628, lo que, considerando la devaluación del ducado, significa un incremento. 251
252
253
ANTONIO DELLA ROVERE, op. cit..
p.
43,
n. 40
bis.
UBALDO MERONI (publicado por), / «libri del/e úsate delle monete» della Zecca di Genova, dal 1589 al 1640. Mantua, 1957. 254 Doy a continuación las referencias que corresponden a las cifras mencionadas en el resto del parágrafo: Marciana 7299 [2 junio 1584]; Correr, Dona delle Rose, 26, f. 93, 2 junio 1584; ibid. (. 93 v., 13 julio 1584; ibid.. f. 95, 5 diciembre 1585; ibid.. (• 104, 14 junio 1591; A. d. S. Venecia, Senato Zecca 2 (1591); ibid., 4 diciembre 1595; 3 enero 1596; ibid.. 5, 26 marzo 1597; ibid.. 8, 19 marzo 1605.
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funden en un determinado lugar pueden luego refundirse en otro diferente; unos meses o unos años más tarde pueden descansar en el mostrador de otra Ceca. De 1548 a comienzos de 1587 la Zecca de Ñapóles acuñó unos diez millones y medio de ducados, y después de ello in tutto il regno non se siano settecento millia ducati, quedaban apenas 700 000. 255 De todos modos el hecho de haber circulado con tanta rapidez contribuyó a la abundancia de metal en Italia. Es evidente que Italia no debe este privilegio al simple hecho de encontrarse en el derrotero imperial de la plata española. Esta coincidencia le resulta provechosa, pero su activa economía constituye un factor más importante, actividad que los historiadores se obstinan en subestimar y que es tan vigorosa durante los últimos años del siglo como para mantener un equilibrio positivo en sus cambios con Alemania, el este europeo, los Países Bajos, Francia y España 256 (a excepción de un balance desfavorable a Florencia a causa de sus compras de lana castellana). Estos saldos positivos permiten a Italia acumular riqueza y liquidar ese déficit respecto a Levante y Turquía del que ya hemos hablado antes largamente, y cuyos provechosos resultados estimulan toda la actividad comercial e industrial de la península. Esta se convierte en el centro de un tráfico de metales preciosos y letras de cambio, dueña y señora de un circuito donde todo se interrelacioña. Cuando hay inflación de la plata, el oro se convierte en un valor seguro: el de la tesaurización y el de los pagos internacionales. Salvo en los casos en que se especifica lo contrario, las letras de cambio son pagaderas en oro. Y los soldados de Flandes exigen su paga precisamente en oro, si no la totalidad de su sueldo, al menos una parte. Finalmente, y como ya dijimos, el oro es el único metal que pueden transportar los correos. De modo que si Italia depende de España, ésta depende de aquélla para realizar los pagos de sur a norte, que con frecuencia hay que efectuar en oro cuando se trata de Flandes: se hacen a partir de Genova... Sólo las plazas monetarias italianas eran 255
A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultarionum, 9, f. 168, 29 enero 1587. Afirmaciones virtualmente ciertas; en el caso de Francia ver el artículo clásico de A. CHAMBERLAND, supra. p. 584, n. 460; para Alemania y los Países Bajos el simple hecho de que Venecia y Florencia cuenten con descuentos en el norte; sobre el desequilibrio entre Florencia y España, ver F. Rui/. MARTÍN, Lettres marchandes... La noción de balanza de pagos es a¡ena al siglo xvi, aunque en la respuesta de los hombres de negocios al Gobierno español [1575, B. M. Harl. 3315, f. 155] se puede leer esta importante frase: «... a estos reynos por ymportar mas las mercaderias que vienen a ellos que las que salen, y este inconveniente no es de poca consideración». 256
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capaces de proveer las monedas de oro y letras de cambio que acaban en Amberes entre las manos de los tesoreros-pagadores de los ejércitos españoles en Flandes. De modo que Italia se encontraba en la encrucijada de dos ejes: de una parte el eje sur-norte mantenido por la política española y los asientos genoveses, y de otra el eje según los paralelos, que llega hasta el Levante y el Lejano Oriente; una ruta del oro que va de Genova a Amberes se cruza con una ruta de la plata que llega hasta la remota China. No se producen sorpresas en este último eje: la plata circula prioritariamente, aumentando su valor en cuanto llegaba al Levante (el Imperio turco era una zona áurea ocasionada por Egipto y su fuente de abastecimiento africana); su valor aumenta a medida que se desplaza hacia el Este; cruza Persia y la India para llegar a veces a la encrucijada de las Filipinas o a la China: el oro chino se cambia a razón de «dos marcos de oro por ocho marcos de plata», es decir, la proporción es de 1 a 4, mientras que en Europa es al menos de 1 a 12. Este eje Italia-China, que arranca de América y da la vuelta al mundo sea por el Mediterráneo, sea por el cabo de Buena Esperanza, se puede considerar como una estructura, un rasgo permanente y primordial de la economía mundial que continuará en primer plano hasta el comienzo del siglo XX. El eje Genova-Amberes, al contrario, debía su existencia a una particular coyuntura. Durará todo el tiempo que España mantenga en su poder los Países Bajos, es decir, hasta 1714, o mientras persista la inflación de la plata controlada por ella, o sea hasta 1680. 257 En resumen: Italia es el punto de intersección de ambos ejes a lo largo de todo el siglo XVII. De la bahía de Cádiz, veleros ingleses y holandeses, barcos de Saint-Malo y a veces de Genova, «navios de guerra» o no de guerra, transportan a Genova y Liorna las piezas de a ocho, comúnmente conocidas entonces con el nombre de piastras. 258 Todo este tráfico llega a «Alejandría, el Gran Cairo, Esmirna, Alepo y otros lugares del Levante». Las piastras «son muy buscadas en todos los dichos lugares e incluso en la misma Persia...», escribe Samuel Ricard 259 (abuelo del famoso Ricardo), cuyo libro todavía se seguía imprimiendo en 1706. Monedas de plata, no de oro. Uno ouede ciertamente 257
Es la fecha que propone J. VAN KLAVEREN, op. cit., p. 3. JEAN MEUVRET, «La
conjoncture internationale de 1660a 1715»,en Bi/lletin de la Soaété d'Histoire Moderne. 1964, fecha que parece ser significa para él el momento inicial de una corta inilación. «¿Se trataba de una auténtica recuperación?» Nótese que después de 16041609, una parte de la plata de Amé, ca emprende el camino hacia la Europa del Norte. 258 La expresión es de SAMUEL RICARD, ver nota siguiente. 259 SAMUEL RICARD, Traite genera! du Commerce, 2. a ed. 1706, p. 371.
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—dice una relación veneciana de fecha muy anterior (1668)— 260 gastar en Egipto ungari o zechini senza perdervi cosa veruna; ma bisogna esserpratico, sin perder nada con ello, pero hay que saber el oficio. Por lo que respecta a la plata, se puede ganar hasta el 30 % con las piezas de a ocho. Por su parte, el eje sur-norte mantuvo su posición todo a lo largo de este período, y si es indudable que la preponderancia de Genova disminuye a partir de 1627, 261 todavía en 1650 vemos a sus banqueros efectuando pagos en los Países Bajos por cuenta de España. 262 El siglo de los genoveses
263
Estas observaciones preliminares nos ayudarán a entender mejor la época de los banqueros genoveses, que se intercala de 1557 a 1627 en la historia del capitalismo, inmediatamente después del breve período de los Fugger y precediendo a la aparición del capitalismo híbrido de Amsterdam. Confieso que preferiría dar la fecha de 1640 o la de 1650 con preferencia a la de 1627, 264 pero en cualquier caso la cuestión no es crucial. Es evidente que la fortuna de los genoveses no resulta de un simple golpe de varita mágica propinado en 1557, es decir, inmediatamente después de la extraordinaria bancarrota del Estado español, ni tampoco acaba de repente en 1627, coincidiendo con la quinta o sexta suspensión de pagos en Castilla cuando el conde-duque de Olivares eleva a los marranos portugueses al rango de principales prestamistas de la Corona de Castilla. Genova aún continuará siendo durante mucho tiempo uno de los pilares básicos de las finanzas internacionales. La riqueza de que disfrutaba Genova desde mucho antes y el radical cambio de frente político que decide en 1528 han allanado 260 261 262 263
Marciana 5729, Relazione d'Egitto, 1668. Eso es lo que opina F. Rui/. MARTIN, Lettres marcbandes... A. d. S. Genova, Spagna 38, documentos de 1647 a 1650. En las páginas que siguen he recurrido a dos trabajos de FELIPE RUI/. MAR-
T Í N , Lettres marcbandes
écbangées entre Florence et Medina del Campo
se trata de cartas
recibidas o expedidas por Simón Ruiz y más tarde por su sobrino Cosme Ruiz con destino a Florencia o viniendo de ella, de 1577 a 1606, precedidas por una larga y magnífica,introducción. El segundo trabajo, al que he tenido acceso antes de su próxima publicación, El siglo de los Genoveses en Castilla (1528-1627): capitalismo cosmopolita y capitalismos nacionales, es, en mi opinión el mejor libro sobre la España del siglo xvi, desde los trabajos ya clásicos de Ramón Carande. 264 fyjg ^a J e j a c | 0 s o r p r e n d i d o la e n o r m e cantidad de plata que llegaba masiv a m e n t e a G e n o v a incluso a finales del siglo. Ver a partir de 1670 la c o r r e s p o n d e n cia del cónsul francés en Genova, C o m p a n s , A. N . , Affaires Étrangéres B 1 5 1 1 , G e n o v a . Véase también la curva d e la m o n e d a acuñada en la Zecca de G e n o v a , en la publicación de U. M E R O N I , supra. p. 6 5 9 , n. 2 5 3 .
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el camino de su futura prosperidad; añádase a ello su implantación precoz en Andalucía y Sevilla 26s y su participación no sólo en el comercio entre España y las Indias —actividad hoy muy bien conocida gracias a los trabajos de André E. Sayous—, sino también en el de Sevilla con los Países Bajos, nutriendo un comercio al otro. Según Richard Ehrenberg, 266 los genoveses no consiguieron hasta 1555 el control sobre Amberes, pero ya estaban allí desde comienzos de siglo, siendo entre 1488 y 1514 los más importantes entre todos los mercaderes italianos del Escalda. 267 Es más que probable que hayan sido ellos quienes, a continuación, han financiado los enlaces norte-sur hasta al menos 1566. En todo caso supieron aprovechar la oportunidad cuando los Fugger y sus acólitos, fuertemente castigados por la dura recesión de mediados del siglo, dan claras muestras de debilidad y fatiga y abandonan (salvo cortas reapariciones en 1575 y 1595) el peligroso juego de los asientos. Los asientos son contratos de cláusulas múltiples cerrados entre el Gobierno castellano y los hombres de negocios. Consisten en préstamos a corto plazo, reembolsables principalmente con los metales preciosos que llegan a Sevilla: las arribadas de este tesoro son intermitentes, y el rey se ve necesitado de la alternativa de una tesorería regular que permita el pago mensual, usualmente en oro. de los sueldos y otros gastos de las tropas españolas en los Países Bajos. Los genoveses serán lo bastante hábiles —desde 1557— no sólo para recurrir a los múltiples medios con que cuenta el Católico Monarca tanto en Castilla como fuera de ella, sino también para servirse —con la intención de agrupar y garantizar sus cuantiosos anticipos— de la economía pública, tanto española como italiana. Y el rey (de 1561 a 1575) les concede juros de resguardo, 268 en teoría títulos de la renta pública, confiados como garantía del préstamo acordado, pero que los asentistas son libres de usar como mejor les 265 RAMÓN CARANDE, «Sevilla, fortaleza y mercado», en Anuario de Historia del Derecho español. 11, 1925 (separata), pp. 33, 55 ss. JACQUES HEERS, op. cit.. numerosas referencias en el índice, en la palabra Sevilla. 266 FRANK SPOONER ha observado que los genoveses han sabido aprovechar estos años de cambios en la valoración del oro, op. cit.. p. 21. 267
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RENÉE DOEHAERD, Eludes amersoises. I, 1963, p. 33.
Cf. F. Rii/. MARTIN, Letlres marchandes.... pp. XXIX ss., y el excelente artículo de ALVARO CASTILLO PINTADO «Los juros de Castilla, apogeo y fin de un instrumento de crédito», en Hispania. 1963. Los juros de caución no se podían vender. Para conseguir juros negociables (\os juros de resguardo). resguardos (que era así como se los denominaba), los hombres de negocios tenían acceso a la economía pública, tanto dentro como fuera de España, particularmente en Italia. Los resguardos vendidos a los inversores se reembolsaban en el momento de pagar el asiento (el finiquito)
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plazca. Y venden estos títulos no sólo a amigos y conocidos sino también a los suscriptores, los cuales se apresuran a adquirirlos. Bien entendido que los genoveses habrán de volver a comprar esos juros para devolvérselos al rey, pero no antes de que éste haya reembolsado el préstamo. Segunda astucia: se han prohibido de 1559 a 1566 269 las sacas de numerario, es decir durante los años de restauración de las finanzas castellanas: todas las deudas anteriores revertían sobre la Casa de la Contratación, la cual se convierte en una especie de Casa di San Giorgio, 170 usando sus recursos para asegurar el pago de los juros colocados sobre la Casa. Este era el objeto del importante saldo de cuentas que tiene lugar en Toledo en noviembre de 1560 271 y que los historiadores consideran como una bancarrota adicional, decidida como lo había sido la primera en 1557, con el tácito consentimiento de los hombres de negocios. Estos han recibido en juros el equivalente de buena parte de sus antiguas deudas, pero pueden pagar a sus propios acreedores con esa misma moneda. Con semejantes ajustes de cuentas los genoveses se resienten menos que los Fuggér. Si no pueden exportar sus beneficios en forma de numerario, sí pueden invertir éstos fácilmente en mercancías españolas, alumbres, lana, aceite, seda, etcétera, los cuales, exportados a Italia o a los Países Bajos, les proporcionarán el activo líquido que necesitan en estas plazas distantes. Es evidente que todo resultará mucho más cómodo cuando, a partir de 1566 272 y a causa de los disturbios en Flandes, se les autorice de nuevo a exportar monedas y lingotes de plata en cantidades que ellos mismos decidirán. Pero el problema esencial continuaba siendo el de las transferencias y pagos desde o hacia los Países Bajos. Para resolverlo, el Rey Católico se ve obligado a recurrir a los capitalistas internacionales, los banqueros de la Alta Alemania antes de mediados de siglo, y a los genoveses a partir de 1557. Felipe II se verá forzado a semejante recurso con mayor frecuencia que Carlos V. El es el señor de la plata que corre en el mercado internacional, pero no lo en títulos con el mismo interés. Así pues, los genoveses controlan un mercado todavía poco coherente, de rentas muy variadas en cuanto a intereses, naturaleza y asignación. Pero había sus riesgos: así Nicoló Grimaldo, príncipe de Salerno, sufre, en 1575, una bancarrota espectacular como resultado de sus especulaciones con los resguardos, ALVARO CASTILLO PINTADO, art. cit., p. 9. 26v
FELIPE RUI/. MARTÍN, Lettres marchandes..., p. XXXII. Simancas Consejo y Juntas de Hacienda, 37, Decreto sobre la paga de las mercedes y otras deudas, Toledo, 14 noviembre 1560. 271 Ibidem. 270
,
i n
FELIPE RUIZ MARTÍN, Uttres marchandes..., p. XXXII.
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es del cobre, ni de las letras de cambio, ni tampoco del oro. El cobre era en realidad una simple comparsa. Pero este humilde metal monetario era desconocido en la península Ibérica, que lo obtiene de Alemania al principio y de Suecia y el Japón más tarde (siglo XVII). España lo podía conseguir fácilmente pagándolo, y la situación sólo se hará difícil en Portugal, donde el alza del cobre alcanzará cotas fabulosas hasta 1550, 273 a causa de la demanda que de él había en las Indias Orientales. Todavía en i640 se contaba que en tiempos del rey don Manuel, las monedas de cobre eran más caras que el oro en Portugal. 274 En cuanto a las letras de cambio hay que establecer una distinción entre ias que funcionaban como instrumento de crédito —pasándose a veces de la raya— y esas otras letras que tratan de compensar las demasías de las balanzas comerciales. España, abrumada bajo el peso de sus riquezas americanas, tiene en todas partes una balanza comercial deficitaria; los países con excedente son (o habían sido) los Países Bajos y las plazas de Italia (donde continúa). Habrá que comprar el papel de estas últimas. Pues las letras de cambio, teóricamente pagaderas en oro, controlan los complicados circuitos de las monedas de oro. Pero como el abastecimiento de oro de Europa se hace mal a partir del Nuevo Mundo, estos pagamentos dependerán con frecuencia de las reservas existentes. En todas estas direcciones iba a establecer rápidamente su primacía el capitalismo genovés, pero ésta nunca habría sido alcanzada —conviene recalcarlo— sin la ayuda de toda Italia. Los genoveses, vendedores de plata, encuentran en su ciudad nativa y en mayor grado en el resto de Italia las monedas de oro y las letras de cambio que necesitan. En 1607, 275 los Cinque Savii hacen una breve alusión a este fenómeno, que se consideraba del todo normal: los genoveses, dado que son los proveedores de plata (y también de créditos para las compras de azúcar y pimiemta en Lisboa), hanno sicuro modo di estrazer da questa citta quanto oro voglino; están seguros de poder extraer de Venecia todo el oro que quieran. Y lo mismo pueden hacer respecto a las letras de cambio sobre Alemania y los Países Bajos. Cuando Ambrosio Spínola y Giovanni Jacomo Grimaldi exponen a la República de Genova la situación reinante des273
V. MAGALHÁES GODINHO, op. cil.. p. 420, en 1435 el quintal a 3 072 réais,
en 1564, 33 421. Se produjo un violento declive en 1568. 274 B. N., fí. 9093, f. 78 (16401. 275 A. d. S. Venecia, Cinque Savii, Riposte 1602-1606, ff. 189 v. a 195, 16 enero [1607].
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pues de la bancarrota de 1596, dicen que el problema del dinero que ellos han prometido entregar en los Países Bajos (a petición de Felipe II y en nombre de los otros mercaderes genoveses de la Contratación —del Sindicato diríamos nosotros—) radica en «que las plazas de Florencia y Venecia, por el intermedio de las cuales se solventaban ordinariamente tales provisiones, han sido afectadas por trastornos que las han conmovido casi de arriba abajo» 276 por las violentas consecuencias de la bancarrota. Sin ellas resulta imposible encontrar compradores regulares para los reales y los lingotes de plata, o proveedores de oro y créditos que harían posible evitar el envío hacia el norte de cantidades demasiado grandes de engorrosas monedas de plata —y a la vez la expedición del oro indispensable, repitámoslo. Los soldados estacionados en los Países Bajos exigen siempre que buena parte de sus sueldos sea pagada en moneda de oro, lo que les resultaba tan provechoso como conveniente. Las monedas de oro eran muy buscadas y permiten transportes fáciles debido a su pequeño volumen. Tenía lugar un continuo cambiar monedas de plata por otras de oro. Los mercaderes intentaron, eso es cierto, liberarse de esta onerosa obligación y para ello intentaron imponer las monedas de plata, o mejor aún, piezas de tela como parte de la paga de los soldados. En este respecto la evolución fue muy lenta y la plata no logrará imponerse en la paga de los soldados hasta el reinado de Felipe III y con las inflaciones del vellón que jalonaron sus primeros años; no antes, desde luego, de la lenta promoción al rango de moneda internacional aceptada por todos de los reales españoles. Para ser más precisos, este cambio no llegó a término hasta que no reinó una situación de paz internacional a finales del siglo y comienzos del siguiente, lo que desvalorizó las exigencias de los soldados y puso término a cualquier posibilidad de amenaza eficaz por su parte. Pero mientras llegaba ese momento, exigían monedas de oro, y la vehemencia con que las reclaman se convierte en uno de los rasgos esenciales de la gran circulación monetaria del siglo: característica estructural, como ha demostrado convincentemente Felipe Ruiz Martín. 277 Incidentes que de vez en cuando ocurren nos lo evidencian. En febrero de 1569, el duque de Alba, preparando una • fuerza expedicionaria al mando de Mansfeld para ayudar a los cató276
2 abril 1597, A. d. S. Genova, Spagna 12. En particular en Lettres marchandes..., capítulo II, «L'argent vassal de l'or», pp. Lili ss. 277
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lieos de FranciaPara aprovisionar de monedas de oro el carruaje tirado por tres caballos de Diego de Gueines, pagador de las tropas, se hubo de recurrir a los mercaderes de Ruán, París y Lyon, y cambiar, no sin gastos, las «monedas de plata como se recibieron de los mercaderes a escudos de oro en oro». Este pequeño episodio tiene la ventaja de permitirnos tocar con nuestras propias manos una determinada realidad cotidiana que nos permite atisbar un contexto mucho más comprensivo. El sistema general de los banqueros genoveses, que recibe su toque final en 1579 con la creación de las ferias de Plasencia y que habría de durar hasta más allá del final de aquel siglo, representa, visto desde los Países Bajos, una vasta operación de drenaje del oro que supone la existencia de una serie de circuitos anteriores para la circulación de mercancías, plata y letras de cambio: en una palabra, para todas las riquezas de Occidente. Era un juego en el que se salía ganando, pero que requería el respeto a ciertas reglas imperiosas. Las ferias de Plasencia La victoria de los genoveses no resultó manifiesta sino a partir del 21 de noviembre de 1579, 279 cuando por obra suya las llamadas ferias de Besancon se desplazan a Plasencia, donde permanecerán, salvo muy raras interrupciones, hasta 1621 280 bajo total control genovés. Es muy posible que el origen de las ferias de Besanqon se remonte a la fecha de 1534. 281 Los mercaderes genoveses habían encontrado tales dificultades en Lyon, provocadas por el rey de 278 Según el libro de cuentas, impreso por cuenta propia, de Francisco de Lixalde, pagador del exercito de Flandes, que se abre con la fecha de 12 marzo 1567. Este libro lleva manuscrito el título Tanteos tomados en Flandes al pagador Francisco de Lixalde hoja de catorze meses antes que falleciese, Simancas, p. 26. El mismo libro se publicó de una copia latina, por M. F. RACHFAHL, Le registre de Franciscus Lixaldius, trésorier general de l'armée espagnole aux Pays-Bas, de 1367 a '576. 1902, 187 p. en 8.° 279 L. GOLDSCHMIDT, Universalgeschtcbte des Handelsrechtes, 1891, p. 127. 280
G. LUZZATTO, op. cit., p. 180:
281
LuciEN FEBVRE me informa que, según los registros municipales de Besan(¡on (instancia de Thomas Doria a los magistrados de la ciudad, 27 julio, 1566), fue en 1534-1535 cuando la ciudad imperial comenzó a atraer a los banqueros genoveses «que habían abandonado sus residencias en las localidades de Lyon y Monluel y se establecían en la ciudad de Lons-le-Saunier». Sobre estas ferias véase: CASTAN, «Granvelle et le Saint-Empire», en R. Historique, 1876, t. I, p. 113, nota; P. HuVELlN, Droit des marches et des foires. 1907; el discurso de CONTARINI, 1584, en A. LATTES, La liberta del/e banche a Venezia. Milán, 1869, p. 121; R. EHRENBERG, op. cit., I, p. 342, II, p. 227; jACQl'ES SAVARY DES BRUSLONS, Dic. universel de Commerce. Co-
penhague, 1760, V, «Foire», II, pp. 679-80; L. GOLDSCHMIDT, op. cit., p. 237.
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Francia, que no les había perdonado la traición de 1528, y, posteriormente cuando se retiraron a Chambéry, tales dificultades con el duque de Saboya, quien, instigado por el rey de Francia, los expulsó de sus Estados, que no les quedó más remedio que fijar otro lugar de cita a sus hombres de negocios y sus respectivos corresponsales: el primero fue Lons-le-Saunier, a comienzos de 1536, en la Feria de los Reyes; el segundo, Besancon, con ocasión de la consecutiva feria de Pascua: aquí se iba a suceder una larga serie de ferias. No fue Carlos V, sino la República de Genova, quien fijó este emplazamiento, aficionándose inmediatamente a este lugar de citas, tanto más cuanto los franceses ocuparon en 1536 Saboya y el Piamonte y se podía ir directamente a Besancon por Lombardía, los Cantones suizos y el Franco-Condado; además, este distante punto de reunión, a pesar de ser inconveniente y fastidioso, tenía sin embargo la ventaja de su proximidad a Lyon y, en consecuencia, a las grandes cantidades de dinero y mercancías que sus ferias atraían y cuyos ritmos serán seguidos muy de cerca, durante largo tiempo, por Besancon. 282 Lyon por aquel entonces continuaba siendo la verdadera capital de las riquezas del mundo, a mitad de camino entre el Mediterráneo y Amberes, lo que explica el hecho de que los genoveses, siempre que tropiezan en Besancon con dificultades (de las que por cierto estamos muy poco enterados), transfieran sus ferias a Poligny, como probablemente hacen en 1568, 283 y más tarde a Chambéry, moviéndose siempre hacia el sur, pero permaneciendo dentro de la órbita lionesa. La proximidad a esta ciudad era vital, como bien nos lo demuestran una gran cantidad de pagos efectuados en Montluel, el primer centro de población importante que se encuentra en la ruta que va de Lyon a Savoya. 284 Así pues, la transferencia de las ferias a Plasencia, en el territorio del duque de Toscana, representa un paso decisivo. Es la ruptura con Lyon, separada ahora por el obstáculo de los Alpes del nuevo lugar de cita. Esta instalación en Plasencia es también el último acto de una larga crisis que había ocupado los cuatro años precedentes y cuyas verdaderas causas sólo ahora los historiadores 282 Sobre lo precedente, DoMENlCO GlOFFRÉ, Genes et les foires de change: de Lyon a Besancpn, 1960, pp. 115-9. 283
LUCIEN FEBVRE, op. cit..
p. 22,
n. 4, p.
110,
n. 3, he encontrado (en
los
archivos de Doubs, B. 563), la instancia presentada por los banqueros genoveses pidiendo autorización para celebrar sus ferias en Poligny, 13 agosto 1568; R. EHRENBERG, op. cit.. 284
II, p.
227.
J. SAVARY DES BRUSLONS, Dictionnaire universel de Commerce. II, p. 227.
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285
están comenzando a vislumbrar. Nos encontramos ante el episodio más importante de la fortuna genovesa. El sistema de los asientos asociados a los juros de resguardo (véase la gráfica de la fig. 60 en el volumen II de esta obra) se había desarrollado ampliamente como resultado de la inestable situación de Flandes a partir de 1566 y la multiplicación de licencias de saca, 286 a pesar de la ruptura de la ruta oceánica. Este insolente éxito de los genoveses, instalados ahora abiertamente en Madrid, la nueva capital, lugar obligado de firma de los grandes contratos, y donde organizan una plaza de cambio en conexión con Alcalá de Henares, no puede por menos que provocar violentos sentimientos de envidia en la opinión pública española y, lo que es más grave, entre las personas que rodean a Felipe II. De 1573 a 1575 las Cortes reaccionan vivamente contra estos extranjeros. 287 Pero una cosa era atacarlos y otra sustituirlos. Los consejeros de Felipe II, e incluso él mismo, han supuesto demasiado precipitadamente que se podía recurrir a los mercaderes españoles y a los de otras plazas extranjeras. El decreto del 1 de septiembre de 1575 es un golpe lanzado contra la fortuna de los genoveses. Se anulaban todos los contratos concluidos a partir del 14 de noviembre de 1560, considerándolos ilegales y fraudulentos. Todas las cuentas se deberían reemprender según las normas fijadas de manera unilateral por la Pragmática que aparece en diciembre de 1575 (aunque llevando fecha del 1 de septiembre). Esto ocasionó cuantiosas pérdidas a los genoveses. Protestaron y apelaron a recursos legales ante la jurisdicción de la Cámara de Castilla, pero sobre todo, bloquearon de modo eficaz el sistema de pagos en oro en dirección a Flandes. Y es probable que apoyasen a los rebeldes protestantes de los Países Bajos. Pero, en diciembre de este dramático año, Genova se alzaba, en el curso de una revolución política y social de carácter extremadamente violento (por desgracia muy mal conocida en lo referente a sus resortes más profundos): frente a los Nobili Vecchi, ocupados exclusivamente de las finanzas, se alzan los Nobili Novi (di San Pie tro), mercaderes comunes, apoyados por los arti, los gremios. Triunfan los rebeldes y se apoderan de las palancas de mando y suben los salarios. Los banqueros se retiran a los alrede285
En particular los estudios de FELIPE RUIZ MARTÍN, y de JOSÉ GENTIL DA
SILVA. 286
El parágrafo que viene a continuación se apoya en las explicaciones de FE-
LIPE RUIZ MARTÍN en sus dos trabajos citados supra, p. 662, n. 263. 287
Actas IV, pp. 225-6, 316, 411.
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dores de la ciudad, algunos a las tierras de Battista Spínola, en torno a Serravalle, junto a Novi, al lado de la ruta de Milán, 288 o a Saboya. Pero el partido vencedor se demuestra incapaz de dirigir la ciudad y menos aún de volver a poner en marcha la amplia máquina financiera, atascada por el decreto de septiembre de Felipe II, hasta el punto de que los Buonvisi se preguntaban inquietos en Lyon, en octubre de 1575, si se celebraría o no la feria de Pascua de Besancon. 289 A finales de 1575 ninguno de ambos adversarios conseguía ventaja sobre el otro en la partida. La lucha en Genova, la lucha en España, la competencia entre mercaderes genoveses y no genoveses en todas las plazas comerciales de Europa son episodios de una misma campaña. La victoria' total no la alcanzaron los banqueros genoveses hasta dos años más tarde: se la proporcionó un acuerdo, el medio general, firmado con el rey de España, el 5 de diciembre de 1577, que abrogaba las medidas draconianas del año 1575. Era una victoria debida enteramente a la incompetencia e inexperiencia de los mercaderes castellanos y de todos los servidores incondicionales de los Habsburgos, incluidos los Fugger, quienes también se habían arrojado al combate. El capital que adelantaron resultó insuficiente y trataron de reembolsarlo demasiado rápidamente, sin tener en cuenta que, además, se había movido con excesiva lentitud. Por otra parte, el embargo de las letras de cambio y el oro efectuado por los genoveses resultó muy eficaz. Estos tenían en sus manos las mejores cartas, y apenas les quedaba a sus competidores espacio donde maniobrar: se enviase por Florencia, Lisboa, Lyon o incluso París, el dinero de sus rivales nunca conseguía viajar con la velocidad requerida. Resultado: las tropas españolas no perciben sus sueldos y se amotinan, y después de una larga serie de incidentes saquean vergonzosamente la ciudad de Amberes en noviembre de 1576. 29 ° Estos dramáticos acontecimientos —sería tan ingenuo pensar que los hombres de negocios genoveses no hayan echado leña al fuego en estas circunstancias como suponer que los españoles no habían tenido nada que ver con el levantamiento de diciembre de 1575 en Genova— fuerzan al rey a la reconciliación. Hasta aquel momento había manifestado poco volunta di mitigare il rigore 288 J. GENTIL DA SILVA, de próxima publicación, p. 24 del texto mecanografiado. 289 Ibid., p. 21. 290
HENRI PIRENNE, Histoire de Belgique, IV, 1927, p. 78.
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dil decreto, como dice un corresponsal genovés. 291 Pero, ¿cómo proseguir con esa política rigurosa, cuando en el fondo de su corazón había secretas preferencias? En marzo de 1577 se inician conversaciones muy serias, que no cristalizarán en un acuerdo hasta el 5 de diciembre del mismo año: inmediatamente, los hombres de negocios ponen cinco millones de escudos de oro en oro a disposición del monarca, pagaderos en Genova, Milán y —si ello fuera necesario— en Ñapóles o Sicilia. Mientras tanto se restablecía el orden en Genova y con el apoyo de los banqueros del Milanesado y la Toscana se perfilaba una nueva solución: la de instalar ferias en Plasencia, en el territorio del duque de Parma. Salvo algunas interrupciones (en la Pascua de 1580 tienen lugar en Montluel, Saboya, muy cerca de Lyon) se mantendrán —lo mismo que el sistema que encarnan, y bajo control genovés— hasta 1621. Por medio de Genova el Mediterráneo se adjudicó durante largo tiempo el control de las riquezas del mundo. En Plasencia, 292 el espectáculo de esta victoria reviste una modesta apariencia. Estas ferias no se parecen en nada a las aglomeraciones que se producen en Lyon o en las ferias populares de Francfort y Leipzig. La discreción era el lema de Plasencia. Cuatro veces al año —en las ferias de la Anunciación (1 de febrero); de Pascua (2 de mayo); de agosto (1 de agosto) y la de Todos los Santos (2 de noviembre)— se reunían unos sesenta hombres de negocios. Eran los banchieri di contó, unos cuantos genoveses, milaneses y florentinos, miembros todos ellos de una especie de club, para ingresar en el cual se requería el voto de los miembros presentes y una fuerte cantidad de dinero (4 000 escudos) en concepto de fianza. Estos eran los hombres que llegado el tercer día de la feria fijaban el contó, es decir, el curso de los cambios, decisión cuya importancia no es necesario subrayar. Al lado de estos banquieri di contó figuran mercaderes-cambistas, o cambiatori, como se les denomina con frecuencia, autorizados bajo fianza (2 000 escudos) a seguir a las ferias y presentar en ellas sus pagos (o bilanci). En la tercera categoría estaban los heroldi (o trattanti), representantes de las ferias o corredores. En total un máximo de 200 personas, sometidas a la disciplina de un estricto reglamento; 21,1 A. d. S. Genova, Spagna 6.2415, Sauli y Lercaro a la República de Genova, Madrid, 17 julio 1576. 292 Los particulares que vienen a continuación están basados en la descripción del trabajo inédito de J. GENTIL DA SILVA (de próxima publicación).
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en caso de disputa la decisión final correspondía al todopoderoso Senado de Genova. Estas ferias funcionaban como un centro distribuidor —de virement ou de rencontre, dice Savary, 293 y de riscontro los italianos— Cada uno de los mercaderes se presenta allí llevando un libro encuadernado —el scartafaccio—, que contiene la relación de todas las letras de cambio que deben pagar o cobrar. Lo primero que hacen es poner en orden todas estas cuentas y obtener el reconocimiento de las sumas en cuestión; luego, una vez confrontadas todas las operaciones de la feria, se llegaba a una serie de compensaciones y anulaciones. El resultado final era un pasivo o un activo que no tiene nada que ver con las fantásticas sumas originales: éstas se han fundido como la nieve con el calor del sol. El reglamento de las ferias estipulaba que todas lr»s diferencias debían saldarse en oro, pero por lo general se movilizaba muy poco contante y el acreedor aceptaba una extensión de crédito aplicable en otra feria o plaza de cambio. De este modo la máquina creadora de crédito funcionaba en beneficio de los deudores. Como es natural los mecanismos de estas operaciones eran mucho más complicados y para darse buena cuenta de ello basta consultar el libro clásico del genovés Domenico Pieri, que con el título de // Negociante, vio la luz pública en Genova en 1638: 294 notaremos que la puesta en práctica de lo dicho tropezaba con dificultades numerosas y serias, a pesar de las tablas de cambios preparadas de antemano. Abundaban los litigios. Para ayudar a los participantes no familiarizados con las reglas, los responsables de las ferias repartían, a partir del quinto día, modelos de letras de cambio en las que al mercader le bastaba con rellenar los espacios en blanco. Enormes cantidades de dinero cambiaban de mano en estas ferias. Según Davanzati, 295 a partir de 1588 se producía un movimiento de más de 37 000 000 de escudos de marco, y uno años más tarde, si hemos de creer a Domenico Peri, 2 9 6 la cifra se elevaba hasta los 48 000 000. Las cotizaciones del cambio se pueden reconstruir gracias a la correspondencia comercial que ha sobrevivido. Pero mientras no se consigan encontrar las cuentas y correspondencia de al menos uno solo de los banqueros genoveses, úni293
Op. cit., en el artículo «Foire», tomo II, Copenhague, 1760, columna 68. Ai menos el primer volumen. Cf. Catálogo de la Kress Library, p. 23. He utilizado la edición veneciana (Gio. Giacomo Hertz) de 1682, en un solo volumen. 294
295
GlNO LÜZZATTO, op. cit., p.
296
lbid.
180.
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camente podremos tener una visión desde fuera de lo que ocurría en las ferias. Toda la fortuna de los genoveses se apoya en un mecanismo tan sutil como sutilmente utilizado. Su imperio es el del papel, como comentaba humorísticamente un agente de los Fugger en España, cuando les acusaba en 1577 «de tener más papel que dinero contante»: mehr Papier ais Baargeld. 297 El reino del papel La época del papel moneda negociable no comenzó en Plasencia en 1579, con la primera de sus ferias. Todo aquel siglo había preparado su advenimiento. Pero, a partir de 1566, o mejor aún de 1579, asume urna importancia tan grande que todos aquellos que en mayor o menos grado intervengan en el juego del mundo de los negocios lo advertirán. Desde el momento que comenzaron a diferenciarse las tareas específicas comenzó a distinguirse la ocupación de banquero de las otras actividades comerciales: banquero, o mejor aún, financiero, puesto que desde el primer momento las operaciones bancarias se ejercían con el dinero de los príncipes. Nosotros los historiadores debemos tratar de comprender lo nueva y extraña que les parecía a los contemporáneos semejante profesión, si queremos entender el asombro que les producía. Las personas sabias y honestas habían dado siempre por supuesto que el dinero sigue a las mercancías; para ellos, un cambio real es el que resulta de ese comercio leal. Pero que el dinero pueda permitirse una existencia propia, separado de las mercancías, o que —como ocurría en Plasencia— todo termine en un juego de papeles escritos, era algo que les resultaba muy difícil de aceptar. El propio Felipe II confesaba no entender nada en lo referente a los cambios; 298 ello puede haber contribuido en no pequeña medida a la hostilidad que demostró a los genoveses. En Venecia, todavía inmersa a medias en su propio pasado, el papel sera durante mucho tiempo un discreto visitante. Un documento veneciano de 1575 2 " calcula el total de los enormes préstamos de guerra concedidos en el período de la lucha contra los turcos en más de 5 500 000 de ducados. De esta cantidad, sólo 216 821 ducados, es decir, menos del 4 %, se habían suscrito en lettere di cambio. Pero este dato no es en sí conclusivo: los présta297
298
R. EHRENBERG, op. cit..
I, p.
350.
J. GENTIL DA SILVA, «Réalítés économiques et prises de conscience», en Afínales E. S. C. 1959, p. 737 (con fecha 11 febrero 1580). 299 Museo Correr, Dona delle Rose, 26.
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mos se hacían en plaza y era lógico pagarlos en lingotes de oro (57 772) o de plata (1 872 342) o en monedas (3 198 420). Pero nunca faltará un veneciano dispuesto a protestar siempre que haya una ocasión propicia contra la multiplicación del papel y las operaciones, honestas o no, que permite. Se convierten a veces en jueces muy severos, como en el caso de ese embajador veneciano que escribe desde Madrid a la Señoría, en 1573, 30 ° que los asentistas genoveses desprecian el auténtico y honesto comercio de las mercancías, y sólo se ocupan de la negoziatione dei cambi, declarando que ocuparse de mercancías sería cosa da bezarioto et da gente piu bassa, buena para quienes no tienen zapatos que ponerse y gentes de la más baja condición. Son comprensibles estos sentimientos a la altura del año 1573- Pero treinta años más tarde, en una Venecia que pasaba en aquellos momentos por un breve siglo de las luces —y que se desvanece con excesiva rapidez—, aparecen muchos espíritus interesados en cuestiones económicas: Leonardo Dona, por ejemplo, del que conocemos excelentes discursos —un poco floridos a veces, pero muy claros— sobre el comercio, la política y el dinero. Por eso resulta difícil comprender que siga habiendo gente atónita ante la proliferación del papel, ante la novedad de estos pagos que ahora se hacen a través del cambio en lugar di farsi con denari (en lugar de hacerse con numerario). En cuanto al re-cambio con su secuela de saltos y fugas de control, que se acaba de introducir en Venecia por iniciativa de los banqueros extranjeros, florentinos y genoveses, les parece un pernicioso et perpetuo ziro tramercante e mercante, godendo quali banchieri particolari la faculta de infiniti negocianti. 301 En resumen: los mercaderes y ricos de Venecia sólo a la fuerza han sido empujados dentro del mundo, para ellos aberrante, de las fieri di Bizensone. Pero, pese a ellos, ese mundo era un mundo razonable que poseía la llave del futuro, y las operaciones que en ese mundo se realizaban eran operaciones inteligentes, a despecho de las críticas de quienes no comprendían el juego. Este acontecimiento del papel, su difusión si no su primera aparición, marcan el comienzo de una nueva estructuración de la vida económica de una nueva dimensión suplementaria con la que habrá que contar a partir de ese momento. Los genoveses han sido los precursores a este respecto y muy pronto han disfrutado de todas las ventajas que traen consigo esas novísimas técnicas. Su error ha radicado en confiar en exceso 300 301
Citado por F. Rinz MARTÍN, Lettres manbandes.... p. XXXIX. Museo Correr, Dona delle Rose, 181, f. 53-
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en la superioridad obtenida en este campo y —lanzándose a proezas financieras— en abandonar el comercio atlántico —en el que estaban tan ventajosamente situados— en 1566. La economía atlántica, más o menos abandonada a sí misma, 302 se va a desarrollar y madurar, generando sus propios mercaderes y —muy pronto— sus propios financieros. La derrota de los genoveses no representa, como se ha afirmado con excesiva precipitación, el hundimiento de la finanza pura y del papel moneda y el triunfo del mercader que había permanecido fiel al comercio tradicional, sino la aparición de otro capitalismo con un centro de gravedad geográfico diferente, capitalismo que ya había apuntado desde el mismo momento del descubrimiento de América y que necesitará algo más de un siglo para alcanzar su madurez. Marca en última instancia el triunfo de los nuevos financieros, los prestamistas portugueses que van a operar en Madrid en 1627, teniendo a sus espaldas a los importantes prestamistas del norte. Etapa que es de hecho una de las del capitalismo holandés, el cual posee, desde por lo menos 1609, sus propias superestructuras, incluidas entre ellas las formas más modernas del mecanismo del crédito. Este capitalismo será el que reemplace al capitalismo mediterráneo, pero este último, tan pacientemente construido, le servirá de modelo en todos y cada uno de sus aspectos. De la última bancarrota de Felipe II a la primera de Felipe III La última bancarrota de Felipe II, en 1596, y la primera de Felipe III, en 1607, nos colocan frente a frente a estos problemas de magnitud colosal. N o es nuestra intención describir las peripecias de estos cambios, sino descubrir las causas subyacentes, los factores que actúan permanentemente; esto nos permitirá contrastar nuestros esquemas explicativos, que gracias a recientes investigaciones hemos podido mejorar de modo notable. En nuestra búsqueda de la perspectiva justa debemos evitar dejarnos deslumhrar por la dramática historia de los acontecimientos, que por lo general ha sido observada desde muy de cerca. Debemos tener siempre in mente que toda supremacía, sea política, económica, social o cultural, conoce un momento inicial, al que le sigue el apogeo y más tarde la decadencia, y que las etapas del 302 Ver el admirable artículo de H. VAN DER WEE, Anuales E. S. C. vol. 22, 1967, p. 1067, «Anvers et les innovations de la technique financiere aux x v r et xvir siécles».
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capitalismo, es decir, los momentos de su proceso en que ha sufrido interrupciones o alteraciones, encuentran paralelos en otras mutaciones. Como la época de los Fugger, como la de los genoveses más tarde, la de Amsterdam iba a durar apenas el tiempo equivalente a dos o tres generaciones humanas. Una vez dicho esto, y con la intención de ir directamente al grano, es conveniente especificar cuanto antes lo que sigue: 1. Que los conflictos entre el Estado castellano y los hombres de negocios ocurren siempre en dos etapas: primero se disputa y luego viene la reconciliación; en invierno se disputa largamente (nada apremia), y eso es lo que ocurrió en 1596-1597; después, con la llegada del verano, pasan al primer plano las necesidades urgentes del Estado, y las partes litigantes se apresuran a llegar a un acuerdo: el compromiso resultante es lo que se conocía con el nombre de medio general. Hubo un medio general en 1577, otro en 1597, dos en 1607 y uno en 1627. La querella, o para ser precisos, la suspensión de pagos, recibe el nombre de decreto. 2. Que si el Estado castellano acababa siempre derrotado es porque como enemigo no estaba a la altura de los hombres de negocios, que le llevaban siglos de ventaja. El odio que Felipe II sentía hacia los genoveses nos habla de su obstinación y de su voluntad contrariada, pero nunca de su lucidez. Habría sido lúcido si hubiera organizado una Banca de Estado como se le propuso en 1582, o un cierto número de Monti al estilo italiano como se le sugirió en 1596; habría sido lúcido si se hubiese embarcado de modo deliberado en una política inflacionista (pero, ¿habría sido capaz de controlarla?). Para terminar: me parece que Felipe II siempre se encontró en idéntica posición a la de los Gobiernos sudamericanos del siglo XIX: cuentan con una gran riqueza de productos y minas, cuentan con la riqueza de sus plantaciones, pero se encuentran desarmados en el mundo de las finanzas internacionales. Un Gobierno de esta especie puede evidentemente enfadarse, puede incluso pasar a la ofensiva, pero al final ha de acabar sometiéndose, entregar sus recursos y puestos de mando y ser comprensivo. 3. Que cada vez que el Estado se declara en bancarrota —solventando violentamente los contratos pendientes— hay siempre jugadores comprometidos en la gran baza que pierden, desaparecen por el escotillón o hacen mutis discretamente; en 1557, los mercaderes de la Alta Alemania; en 1575, los mercaderes italianos no genoveses; en 1596 y 1607, los mercaderes españoles; en 1627 les toca a los mismos genoveses, aunque éstos, del mismo modo que
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los Fugger en 1577, no se han retirado inmediatamente de escena. Pero es evidente que la regla se cumple. 4. Que, cada vez, las pérdidas repercuten larga y negativamente en los contribuyentes castellanos, materialmente aplastados bajo las cargas fiscales, y en detrimento de los pequeños ahorradores e inversores de España e Italia. Todo permite prever en 1590, y con mayor precisión en 1593 y 1595, la próxima bancarrota del Estado castellano. Sus gastos continúan aumentando sin límites a la par que sus ingresos declinan y decrecen visiblemente los impuestos fiscales. La depresión económica general es la causa de muchas bancarrotas y encarcelamientos por deudas. En medio de todas estas dificultades sólo se mantienen en alza las arribadas de la plata americana; en tan alto grado que toda la circulación metálica en Sevilla y Barcelona, Genova y Venecia, y a todo lo largo del Rhin, que se utilizaba para los transportes a los Países Bajos, no resultó afectada y siguió moviéndose normalmente. La abundancia de dinero puede alimentar —y alimenta de hecho— ilusiones y falsas tranquilidades incluso en los más curtidos hombres de negocios, pese a la envergadura de la lucha en que España está metida contra buena parte del resto de Europa, y pese a su habitual prudencia y las dificultades que provoca, una vez más, la suspensión de las sacas de plata a partir de 1589. El signo más alarmante es sin duda la tensión fiscal de Castilla, que en aquellos momentos estaba alcanzando el grado de insoportable. Todos los contribuyentes se ven atosigados: los grandes, la nobleza, la Iglesia, las ciudades, incluso los mercaderes si no los hombres de negocios, y se lanzan enormes sumas en juros sobre un mercado aún relativamente ansioso de comprar. Es decir, una situación que se presenta más explosiva ante los ojos de los historiadores sabedores de lo que ocurrió después que ante los de los grandes financieros de la época. Estos se quedaron literalmente atónitos 303 a la vista del decreto real aparecido a mediados de noviembre, por el cual Felipe II suspende todos los pagos y de un solo golpe recupera las rentas y sumas de dinero que estaban manejando los hombres de negocios. 304 Decisión imprevisible, se opinaba en Lyon 3flS en los últimos días de noviembre, puesto que acababan de llegar las 303
J. GENTIL DA SILVA, Stratégie des affaires a Lisbonne entre 1595 et 1607, p. 50, 22 noviembre 1596, en Lisboa, 27, en Lyon. 304 FELIPE RUIZ MARTÍN, El siglo de los Genoveses, de próxima aparición, he seguido fielmente su excelente análisis, tan sólido como original. 1956,
305
J. GENTIL DA SILVA, op. cit.,
p. 51,
27
noviembre
1596.
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flotas de Indias, después de haber atravesado el Atlántico con una velocidad mayor que nunca. 306 Previsible o no, la medida tuvo repercusiones inmediatas en todas las plazas, comenzando por las de España; en Europa miedos y errores de juicio vinieron a complicar más de lo que estaba la situación. «Con esta suspensión—escribía a Felipe II su embajador en Venecia, don Iñigo de Mendoza— 307 Vuestra Majestad, sin tener que echar mano a la espada, va a vencer a todos sus enemigos, cuya vitalidad y fuerza provenía de la plata que Vuestra Majestad derramaba fuera de su casa... Este mismo dinero es, como demuestra la experiencia... el que usan los turcos, los fraceses y todas las otras naciones...». Pero la situación real era mucho menos favorable a Felipe II de lo que estas palabras invitan a suponer, y desde luego en modo alguno tan simple como la describen. El rey, por sus propios medios, ha enviado a Italia enormes cantidades de dinero contante (posiblemente unos cuatro o cinco millones de ducados, 308 pero no sin enormes dificultades y no sin los accidentes a que tales transportes están expuestos. Dificultades que aunque a veces parezcan cómicas, no dejaban por ello de ser menos reales. Así vemos, por ejemplo, que las autoridades valencianas se oponen, en determinado momento, al embarque de un millón de ducados pertenecientes al monarca en las galeras que parten para Italia, aduciendo que todavía no ha llegado a sus manos el pasaporte regio, y éste hubo de ser enviado a toda prisa. 309 La prisa es una componente crucial si se quiere que no se desarticule el sistema de pagos en la explosiva región de los Países Bajos. Todo ello le produce al rey problemas que no puede resolver pese a esa obstinación tan reveladora de su carácter que le lleva a embestir de nuevo contra los odiados hombres de negocios. Pero también a éstos les ocasiona la situación graves problemas. El decreto les refresca en la memoria las duras consecuencias que produjo en Genova el decreto de 1575 y lo que vino después de él: la «antigua nobleza» se vio obligada a vender «la cubertería de plata de sus mesas, el oro, las perlas y todas las alhajas» de sus esposas... 3 I ° Y este final de año de 1596 cada «asentista» tenía sus buenos motivos para temer que fuesen cuestionadas todas sus operaciones llevadas a cabo en los últimos veinte años 306
Ibid.. p. 50 y VÍCTOR VON KLARWILL, The Fugger Netts-Lelters, Londres, 11, p. 283, n.° 573, Venecia, 25 octubre 1596. A. N., K 1676 (G. S.), Venecia, 4 enero 1597, Iñigo de Mendoza a S. M. 108 FELIPE Rl'i/, MARTÍN, El siglo de los genoieses.... de próxima publicación. ">v A. d. S. Genova, Spagna, 11.2420, Cesare Giustiniano al dux, Madrid, 20 enero 1597. 5,0 A. d. S. Genova, Relazione delle cuse di Genova, 1597, f. 26. 1926,
307
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y que se vería obligado a pasar por la tragedia de afanarse diariamente en hallar modo de cubrir sus pagos o de que quienes le debían lo hiciesen: retrasos semana tras semana, prolongación de las ferias de Medina del Campo y las de otros lugares (era imposible encontrar quien prestase un sólo real) 3 " eran soluciones temporales con las que se salía del paso pero que dejaban todo como antes. Al iniciarse esta prueba de fuerza, el Gobierno de Felipe II no puede evitar contactos, presiones y conversaciones, pero se defiende eludiendo cualquier tipo de compromiso. «No se toma la más simple decisión—nota un florentino—, y todo continúa en suspenso y muy confuso», moho confuso. 312 «Hasta el momento —escribe a su vez el embajador de Genova en Madrid— [se han tenido contactos] pero todavía no podemos dar buenas noticias...» 3 I 3 Resulta evidente que el rey y sus consejeros no deseaban metter per térra la contratatione, 3 ' 4 es decir, echar abajo el sistema de asientos y ese grupo de poderosos hombres de negocios conocido bajo el nombre genérico de la contratación. Lo que pretenden, y eso ya se sabía antes del decreto, es limitar las exigencias de los hombres de negocios, limitar los beneficios de los asentistas y obtener importantes préstamos a largo plazo, al menos por tres años, válidos incluso en el caso de que las «flotas de Indias no llegasen nunca», 315 lo que es evidentemente demasiado pedir, pues la circulación de las letras de cambio y de las cajas de plata sólo podía ser posible contando con este imprescindible suministro. El banquero pone en movimiento, anticipa y precipita esta circulación, operaciones todas ellas que resultan caras. Los interventores, los contador! reales que han revisado las cuentas (en español, tanteos) afirman que un asiento de 400 000 escudos sobre Flandes concluido con Ambrogio Spínola ha costado al rey el 35 c/c en gastos. 3 ' 6 La réplica de los asentistas, aunque no aceptan la cifra resultante del tanteo, reconoce en cambio que semejantes operaciones pueden ser muy costosas, pero niega que lo que el rey pierde vaya a parar a los bolsillos de los mercaderes: será mejor que sólo creamos a medias esta afirmación de los financieros. En resumen: se habría acabado por restablecer las relaciones, 311
J. GENTIL DA SILVA, op. dt.. p. 52, 30 diciembre 1596. Referencia exacta extraviada. 313 A. d. S. Genova, Spagna 11.2420, H. Piccamiglio al dux, Madrid, 25 noviembre 1596. Sin embargo, esperanzas de una solución rápida en la carta de G. Giustiniano, 25 diciembre 1596, ibid. 314 Ibid.. la expresión es de Piccamiglio, 7 diciembre 1596. 315 Cesare Giustiniano al dux, Madrid, 31 enero 1597. 3i6 Tjei m j s r n o a ] mismo, Madrid, 20 enero 159 7 . 312
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poco sinceras sin duda (pero, ¿podrían serlo de otro modo entre el rey y quienes le prestan dinero?) si no hubiesen intervenido los Fugger. Estos siguieron entonces, si nuestra cronología es correcta, o por lo menos acompañaron a los portugueses —los nuevos cristianos— que han adelantado en los Países Bajos 250 000 escudos 317 a Felipe II, sobre sus haberes en mercancías. Probablemente ofrecieron —se dijo— más de 4 millones de escudos, pero las negociaciones no cristalizaron en un acuerdo, quizá porque realmente no poseían esa cantidad (su hora llegará más tarde) o porque sus exigencias han parecido excesivas. 318 Los Fugger acudieron entonces en socorro del monarca, o para ser más exactos, a principios de diciembre uno de sus tres agentes en España, Thomas Carg, sin consultar con los otros dos, concluía un acuerdo con Felipe II: doce mensualidades de 300 000 escudos, pagadera cada una de ellas «a través de la rama local» en los Países Bajos, contra el adelanto, en contante, de la mitad del total, más las correspondientes asignaciones, 319 y la promesa de que sería pagado todo el monumental conjunto de deudas retrasadas. Los genoveses al principio no se tomaron en serio esta maniobra. Lo consideraron un artificio, un asiento aéreo, es decir, algo en el aire. 320 Además ellos ofrecían al rey condiciones mejores y por un lapso de tiempo superior, al menos eso sostenían con aparente sinceridad. 321 A la altura de febrero los genoveses comprendieron que el artificio no era tal, sino cosa seria, y que lo único que faltaba para que se convirtiese en un hecho cumplido era la aquiescencia de los Fugger de Augsburgo. 322 Las subsecuentes disputas y disensiones que ocurrieron en el seno de esta gran familia de banqueros, dividida en contra de sí misma, y el viaje lleno de acontecimientos de Antón Fugger a Madrid en abril de 1597 323 ofrecerían no poco material apasionante a los amantes de la pequeña historia. En lo referente a la cuestión que nos ocupa, la intervención de los Fugger le concedió a Felipe II un año de respiro, y explica el porqué de una descorazonadora serie de conversaciones estériles, traiciones entre sí de los trattan3,7
Del mismo al mismo, Madrid, 24 diciembre 1596.
318
J. GENTIL DA SILVA, op. cit. y referencias, p. 53, Roma, 25 enero 1597.
3 " A. d. S. Genova, Spagna 11.2420, C. Giustiniano al dux, Madrid, 5 febrero y 22 febrero 1597. Sobre el papel representado por Thomas Cherch (Carg), el mismo al mismo, Madrid, 2 marzo 1597. 320 El mismo al mismo, Madrid, 5 enero 1597, y 22 febrero 1597. 321 - El mismo al mismo, 22 febrero 1597. 322 Ibid. 323
Por ejemplo, ERNST HERING, Die Fugger, Leipzig, 1940, pp. 301 ss.
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ti, proyectadas unas y llevadas a término otras como, por ejemplo, en el caso de Battista Serra. 324 Pero con el final del año 1597 acaba también el entreacto de los Fugger y se llega, con bastante rapidez, a un acuerdo. El Gobierno de Castilla no se podía permitir el lujo de seguir posponiendo y esperando. Concluido entre dos ministros de Felipe II y cuatro representantes de los hombres de negocios, el acuerdo firmado el 13 de noviembre de 1597 se convertía en medio general el 29 del mismo mes. Las víctimas del decreto de 1596, los decretados, adelantaban al rey, en 18 pagos mensuales, 4 500 000 escudos en Flandes y 2 500 000 en España, entre final de enero de 1598 a final de junio de 1599. El rey, por su parte, les concedía una serie de ventajas sustanciales, y en particular les garantizaba una fuerte suma en juros; más de siete millones de ducados. Precisamente acerca de estos juros había sido muy viva la discusión respecto a si habrían de ser perpetuos o vitalicios, y en mayor grado respecto a sus tasas de interés, que los hombres de negocios de muy buena gana habrían querido elevar para poder luego revender mejor estos títulos y otras libranzas al público español. Así se verían todavía más comprometidos, si ello era posible, en la complicada especulación de los juros; de éstos se conocían mejor las reglas de conjunto que los pormenores: comprar a bajo precio y revender caro es más fácil de decir que de hacer. La relativa estabilidad del mercado (acompañada, con todo, de pérdidas que según sabemos eran del orden del 14 c/( en ciertos títulos de tasas revisadas) facilitó la gigantesca operación. 325 Como es natural, los genoveses y sus financieros han pagado a sus acreedores con esos papeles, a despechp de las protestas de éstos: habiendo pagado con dinero contante deseaban que se les devolviese del mismo modo. Pero desde el primer momento, los banqueros se negaron a pagar di altra moneta che di quella che li dará S. Alta. 326 Una crisis banal, pensará posiblemente el lector, y que no se puede comparar con las violencias de 1575. Pero sería equivocado pensar que este penoso año (casi día a día) de dificultades no ha tenido consecuencias. El resultado final se concretaba en un cerrar filas de los hombres de negocios, de ese sindicato, diríamos nosotros, de decretados de 1596, una auténtica sociedad constituida y regida durante varios años por un directorio de cuatro mercade324 325
326
J. GENTIL DA SILVA, up. cit. y referencias, p. 55, 12 junio 1597. Sigo el texto ya citado de FELIPE RUI/. MARTIN.
Sobre este tema se puede hacer referencia a toda la detallada correspondencia de Cesare Giustiniano.
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res, tres genoveses (Héctor Piccamiglio, Ambrogio Spínola y Juan Jacomo de Grimaldi) y un español, Francisco de Malvenda. Es indudable que esto llevó a una concentración de los negocios en beneficio de los decretados, en especial de. los más ricos entre ellos. Los créditos a los que se refería el propio decreto, en 1596, estaban divididos del siguiente modo: para los genoveses, en millones de maravedises, 2 050; para los florentinos, 94; para los alemanes, 4.5; y páralos españoles, 2 523; con otras palabras, una gran parte, la mayor de todas, correspondía a los españoles. En consecuencia, han sufrido más que los demás y muy posiblemente no han logrado descargar sus pérdidas sobre otros, como hicieron los genoveses en detrimento —sobre todo— de los inversores venecianos, seducidos éstos por las fáciles ganancias que se podían obtener con los cambii. Después del medio general las nuevas reparticiones fueron las siguientes (en escudos o ducados): para los genoveses, 5 581000; para los florentinos, 256 000; para los alemanes, 13 000, y para los españoles, 2 200 000. La repartición refleja a la perfección la composición del directorio: tres para los genoveses, una para los españoles... Los primeros se quedaban con la parte del león. 327 Alrededor de diez años más tarde recomenzaba de nuevo todo el proceso, como si el sistema implicase estructuralmente la necesidad de bancarrotas a intervalos más o menos largos. Me parece perfectamente inútil exponer aquí en detalle el decreto del 9 de noviembre de 1607 y el medio general del 14 de mayo de 1608, o detallar cómo España padeció una nueva crisis sólo diez años después de la última suspensión de pagos ordenada por Felipe II, a pesar de la política pacífica del duque de Lerma, y a causa del lujo del nuevo monarca, del saqueo de los fondos públicos y de la regresión general de la economía a partir de 1595. La resolución de 1608 creaba, en beneficio exclusivo de los genoveses, un sistema complicado pero sólido de amortización de la deuda flotante cuyos títulos estaban en manos de sus financieros. Estos últimos formaron un nuevo sindicato, bajo el nombre de Diputación del medio general de 1608. Lo más importante es que entre bancarrota y bancarrota se iba acentuando la concentración. Los mercaderes españo327
Según la información de FELIPE RUIZ MARTÍN. Sobre la bancarrota de 1607,
la correspondencia genovesa (A. d. S. Genova, Spagna 15 2424) es de evidente interés, pero no añade nada o casi nada al libro de FELIPE RUI/. MARTÍN, que tiene la ventaja de situar la crisis en el contexto de la historia económica y financiera de Castilla.
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les han desaparecido de la contratación después de una serie de espectaculares bancarrotas: en 1601, 328 las de Aguilar y de Cosme Ruiz Embito, sobrino y sucesor de Simón Ruiz; 329 en 1607, la de Pedro de Malvenda. 33° De modo que los genoveses quedan como únicos dueños del campo: se les detesta y se les desprecia. Y hubieron de soportar completamente solos el ataque, montado por el conde-duque de Olivares, de los financieros portugueses, quienes ya se habían hecho presentes en 1596, se habían visto solicitados en 1607, y ahora, en 1627, habían entrado en combate, en un momento en que ya habían conseguido ocupar una serie de importantes posiciones comerciales en las diversas ciudades de Castilla (y en particular en Sevilla). Su victoria coronará sus anteriores éxitos y marcará un cambio de dirección decisivo en la historia del capitalismo internacional, pero a la vez será el preludio de dificultades sin cuento con la altiva e implacable Inquisición. 331 III.
EL ALZA DE LOS PRECIOS
El alza de los precios, general en el siglo XVI, ha afectado profundamente a los países mediterráneos, sobre todo a partir de 1570. Desencadena en ellos sus múltiples y habituales consecuencias. La violencia y la duración de esta revolución —que se desborda ampliamente sobre el siglo XVII— han llamado forzosamente la atención de los contemporáneos. Les dan ocasión para reflexionar sobre el complejo problema de la moneda, sobre el nuevo y revolucionario poder de la plata, y hasta sobre el destino general de los hombres y los Estados... Los historiadores, por su parte, han tratado de encontrar el culpable o los culpables, y han creído con frecuencia haber encontrado la respuesta, pero el problema se complica a medida que van apareciendo casi a diario nuevos datos y a medida que la historia económica se está convirtiendo —es evidente— en una disciplina cada vez más científica. Pese a tantas reservas como ha suscitado, 332 continuaré usando, siempre que se presente la ocasión, el término revolución de los precios. Pueden diferir las opiniones respecto a sus causas, a sus 328
ibid.
'
. . • • • -
329
Ibtd. ' " ° Ibid. , ; " . . . 33i Ver infra. II, pp. 201 ss. 1,2 La más simpática: CARLO M. ClPOLLA; «'I* ptetendue "revotytipii des prix", reflexiones sur l'"expérience italienne"», en Annalis E. S. C, DCt.-dit. 1955,
pp. 513-6.
7
•"
"
Fig. 42.
Los precios del trigo en el Mediterráneo y Europa
Según F. BRALIDEL y F. C. SPOONER, tomo IV de la Cambridge Economic History. Utilizando unas cincuenta curvas del precio del trigo calculado en gramos de plata y en hectolitros, ha sido posible construir —para la totalidad de Europa— ¡a escala de las variaciones del cereal (línea máxima y línea mínima que delimitan la zona en gris), y trazar la media aritmética (línea de puntos) de todos esos precios. Bien entendido que la subida de precios fue de carácter universal todo a lo largo del siglo xvi. Sobre este fondo he superpuesto, en dos gráficos sucesivos con el fin de facilitar la lectura, varias curvas de precios mediterráneos. Nótese la coincidencia de la media aritmética de los precios europeos con la curva de Castilla la Vieja. Todas las demás curvas mediterráneas están muy por encima de la media, por lo menos hasta 1620, y en algunos casos, incluso más tarde. El Mediterráneo, o al menos el Mediterráneo cristiano (puesto que no disponemos de series de precios en lo referente a la parte oriental de este mar, aunque sabemos que eran más bajos), era una zona de pan caro, llegando casi su precio a los niveles superiores. A partir de mediados del siglo xvn los precios mediterráneos se aproximan en mayor grado a la media, pero se debe hacer notar que en general y durante este período los precios europeos tendían hacia la convergencia, como lo indica con toda claridad el pronunciado estrechamiento de la zona sombreada. La distancia entre el máximo y el mínimo seguirá disminuyendo a medida que vaya avanzando el siglo xvm.
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1500
1000
Debo a ÓMER LUTR BARKAN estos
ijrtit uta
neg™
1489 imaret de Bay ateto li
1616-17 Imaret de Bayaceto ¡l
1632-33 Imaret de Murad ¡l
Fiz. 43. Los precios en Brasa, 1489-1633
precios turcos, los cuales confirman que la subida de precios del siglo xvi también ha afectado a Turquía. Los ima retos son fundaciones piadosas donde se da de comer a pobres y estudiantes. Los precios se indican en aspros. Todavía no hemos perdido la esperanza de encontrar en los archivos turcos las series de precios que podrían ser decisivas para e] conocimiento de los movimientos generales del mundo mediterráneo. Nótese que estos precios nominales no tienen en cuenta la devaluación del aspro.
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auténticos motores y a su amplitud, pero no respecto al nuevo aspecto de brutalidad de su carácter. Un historiador 333 ha afirmado que nosotros, los hombres del siglo XX, hemos sido contemporáneos de una revolución de precios de mayor envergadura. Pero no es ésta la manera adecuada de acercarse a la cuestión. Lo que cuenta es el asombro de los contemporáneos de Felipe II a lo largo de un siglo que se inicia bastante antes del año 1500 y durante el cual no cesan los precios de dispararse hacia arriba. Tienen la impresión de estar viviendo una época sin precedente. A los buenos tiempos de antaño, donde nada costaba casi nada, les suceden ahora los durísimos años en que el costo de la vida se incrementa cada vez más. Emplear la palabra revolución para describir la situación en Italia, país muy curtido en las cuestiones de dinero y que cuenta con una economía aplicada, puede resultar cuestionable, pero en el caso de los Balcanes, de Anatolia, o mejor, de todo el Imperio turco, ¿cómo no hablar, ante tantos cambios violentos en cadena, de una revolución de los precios? Las situaciones dramáticas requieren expresiones dramáticas. Las quejas de los contemporáneos Son innumerables los testimonios sobre la subida de los precios. Su factor común lo constituye la estupefacción de los testigos y su incapacidad de comprender un fenómeno que sólo les resulta evidente en sus manifestaciones locales; una y otra vez lo oponen a los viejos tiempos: los salarios eran altos a finales del siglo XV, y el primer tercio del siglo XVI ha sido un período afortunado de vida relativamente barata, incluso en la misma Polonia. 334 Otros se pasaban el tiempo añorando los buenos tiempos pasados. «En tiempos de mi padre —escribe en 1560 en Francia un contemporáneo de Carlos IX— todos los días había carne, los víveres abundaban y se bebía vino como agua.» 335 Y quejas semejantes brotan de la pluma crítica del agrónomo español G. Alonso Herrera: «Actualmente [1513] una libra de cordero vale lo que antes un cordero entero, un pan lo que una fanega de trigo, una libra de cera o de aceite tanto como una arroba ayer, y lo mismo se puede decir de todo lo demás...». 336 333 GASTÓN ZELLER, La Vie économique de l'Europe au xvr siecle. Curso en la Sorbona, pp. 3 ss. 514 ST. HOSZOWSKI, Les prix a Litote (wr-xvir sueles), 1954, p. 60: el costo de la vida fue más bajo entre 1521 y 1525 que entre 1451 y 1500. 335 G. D'AvENEL, Histoire économique de la propriété... 1898, 111, p. 246. 336
C. ALONSO HERRERA, op. cit.. f.
353.
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A lo largo de todo el siglo se reiteran las quejas de las Cortes de Castilla. Pero su voz, poderosa aunque a la vez recoleta, sólo muy raras veces denunció la situación general. Es una voz que se lamenta sin cesar a causa del alto precio de los granos, a causa de la catastrófica exportación del oro, a causa del indiscriminado sacrificio de terneras y corderos; es una voz que protesta contra la exportación de cueros al extranjero, porque ello ha traído como consecuencia el aumento del precio del calzado... Truena también contra los especuladores extranjeros: ellos tienen la culpa de que haya subido el precio de la carne, de los caballos, de la lana y de los tejidos y las sedas... 337 Las Cortes de 1548, alarmadas por la demanda americana, llegan a proponer al emperador 338 que estimule el desarrollo de las industrias coloniales y que detenga las exportaciones —consideradas desastrosas para la economía española— de la Península al Nuevo Mundo. Las Cortes de 1586 (en Valladolid) le piden al rey «que no se tolere en adelante la importación de velas, cristalería, joyas, cuchillería y objetos análogos que llegan del extranjero: lujos inútiles que se cambian por oro, como si los españoles fuesen Indios...». 339 Así pensaban las personas razonables, y no siempre sin razón. 340 En 1580, un veneciano hace notar que en Ñapóles los precios han subido en más de dos tercios, atribuyéndolo, naturalmente, a las exacciones de los funcionarios, a las compras en masa y a los enormes aprovisionamientos del Rey Católico para la conquista de Portugal. 341 En Vizcaya, la explicación que se da es más divertida: si los precios suben, dice un documento oficial de 1588, es porque la gente de la tierra llana bebe y come sin tasa en las tabernas, adquiriendo hábitos viciosos de pereza, sin cultivar sus campos ni cuidar las frutas de sus huertos. En estír condiciones, no hay que asombrarse de que escasee la sidra y se venda a precios exagerados... Es decir, que, según esta explicación, la carestía era culpa de los pobres... 342 En su obra, vieja, pero siempre útil, Soetbeer 343 cita no menos 337 338
Un resumen en E A R L J . HAMILTON, op. cit.. pp. 283 ss. Actas.... V, pp. 472-4, citado por EARL J. HAMILTON, op. cit.. p. 286.
339 Citado por K. MARX, Zar Kritik der politischen Oekonomie (MARX/ENGELS, Werke. Berlín, 1961, vol. 13, p. 107). 340 A propósito de las quejas de las Cortes, F. R n / M A R T Í N observa que la subida de los precios fue particularmente notable en las mercancías que compraban los mercaderes genoveses. 341
E. ALBÉRI, op. cit.. II, V, p. 470.
542
Gobierno de Vizcaya, II, p. 406. Literaturi/acbueis iiber Gel- tind Mi/nzuescii. pp. 9-14.
343
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Fig. 44-
£/ movimiento de los precios en París, según los archivos de las instituciones de caridad. Obsérvese la discrepancia entre salarios y movimientos de precios: las alzas verticales de la sal; el precio del cordero representa la tasa media general de crecimiento. Según los archivos de los hopitaux parisinos. Trabajo inédito de MICHELINE BAULANT.
de treinta y tres autores antes de 1600 y treinta y uno entre los años 1600 y 1621, que discuten con mayor o menor fortuna el fenómeno del alza general de los precios, de que fueron a la vez testigos y víctimas. Sería fastidioso darles la palabra a uno tras otro... Prolongar la lista, lo cual no resultaría difícil, tendría al menos la ventaja de establecer la evidencia de que se trataba de una inmensa y patética toma de conciencia ¿Provocaron la situación las riquezas de América? Por lo que sabemos, no se propone antes de la segunda mitad del siglo XVI explicación general alguna. Las dos primeras exposiciones de la teoría cuantitativa (en 1556 y 1558) fueron prácticamente ignoradas por los contemporáneos: las obras de Martín de
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Azpilcueta, catedrático de la Universidad de Salamanca y alumno de Vitoria, no fueron publicadas hasta el año 1590, es decir, cuatro después de su muerte, en Roma. 344 El mismo destino sufrieron los trabajos de Francisco López de Gomara, historiógrafo de Carlos V, quien había sospechado que existiese una correlación entre la subida de los precios y la llegada de metales preciosos de América. 345 Pero su libro ha tenido que esperar hasta el año 1912 para encontrar quien lo publicase. El problema no se hizo público hasta la controversia que enfrentó a Jean Bodin y M. de Malestroit, de 1566 a 1568. 346 La mayoría de los contemporáneos se pusieron de parte de Bodin, subestimando quizá un poco precipitadamente las devaluaciones de la moneda de cuenta sobre las que insistía su oponente. A partir de aquel momento la explicación según la teoría cuantitativa se convirtió en un lugar común. En 1585, Noel du Fail, en sus Contes et Discours d'Eutrapel, 347 lo explica en forma resumida: «y ocurre a causa de los países recientemente descubiertos y las minas de oro y plata, que los españoles y portugueses se traen a casa, y que dejan marchar a esa perpetua mina que es Francia, pues no pueden prescindir del trigo y mercancías de ésta». Marc Lescarbot, en su Histoire de la Nouvelle France (1612), se expresa en términos aún más concretos: 348 «Antes de los viajes al Perú se podía guardar mucha riqueza en poco espacio, pero ahora que su misma abundancia ha abaratado el oro y la plata, se precisan enormes cofres para transportar lo que antaño se podía haber llevado envuelto en una pieza de tela de druguete. Se podía hacer un largo viaje con una simple bolsa en la manga, mientras que ahora hay que llevar un baúl y un caballo.» Por parte, Gérard Malynes (1586-1641), un mercader inglés experto en cuestiones comerciales, dice en 1601: 349 la subida general de los precios se debe «a los mares de monedas» llegadas de las Indias; «ellos han originado una disminución de la medida, lo que a su vez hace crecer las cifras con el fin de restablecer el equilibrio». La teoría cuantitativa nos ha llegado relativamente intacta. Fue 344
JOSEF HóFFNER, Wirtscbaftsethik i/nd Monopole, 1941, Berlín, 1892, p. 110.
345
E. J. HAMILTON, op. cit.,
346
p.
292.
HENRI HAUSER, La response de Jean Bodin a M. de Malestroit..., y Paradoxes inédits du Sieur de Malestroit touchant les monnoyes. edición Luigi Einaudi, Turin, 1937. 347 1585, p. 125. 348 P. 43 v. 349 Citado por E. HECKSCHER en su obra clásica, edic. española, La época mercantilista. 1943, p. 668, ed. alemana, 1932. 11, p. 207.
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restaurada en su forma moderna por el monumental trabajo de Earl J. Hamilton, quien continúa defendiendo la validez de sus bases; más recientemente ha sido defendida por Alexandre Chabert, 350 el cual la considera capaz de explicar los fenómenos monetarios en los países subdesarrollados de hoy, dado que conservan una cierta semejanza con las economías de antaño. A su juicio, el argumento más importante es el de la correlación entre las llegadas de metales preciosos a Sevilla y la subida de los precios tanto en España como fuera de ella. Teóricamente hablando, Francois Simiand 3S1 tenía razón cuando afirmaba que era mejor una curva acumulativa, y no las medias quinquenales, de las arribadas de metales preciosos —afirmación que implica una consideración del problema desde un diferente ángulo—. Pero el hecho de que coincidan los precios y las medias quinquenales demuestra que estas llegadas de metales han actuado como estímulos sucesivos que han sacudido la masa de circulación de las monedas, acelerando su movimiento, hasta el día en que esa masa ha llegado a ser excesiva y el impulso insuficiente para empujarla hacia arriba. Cada consigna de metal americano se dispersa en todas direcciones con enorme rapidez, casi como una explosión. Algunos argumentos en pro y en contra de la responsabilidad de las riquezas americanas El presidente Luigi Einaudi, 3 5 2 en el trabajo que ha consagrado a M. de Malestroit, dice que el 299.4 % del total aumento de precios, calculado en Francia de 1471 a 1598 como siendo del 627 %, se puede atribuir al aflujo de los metales preciosos. Es imposible demostrar la exactitud de semejante cálculo. Pero lo que no se puede negar, por ser evidente, es la afluencia de esos metales preciosos. Permítasenos, sin embargo, manifestar algunas reservas. 1.° La producción minera americana, instrumento de la inflación, no es necesariamente un primus movens. No funciona por sí misma. Fue el desarrollo económico de Europa y las exigencias que ocasionó lo que estimuló y dictó la actividad de los buscadores de oro y de los indios de las minas de plata. Veamos lo que dice a propósito de estas enormes masas de oro y, especialmente, de pla350 «Encoré la révqlurion des prix au xvi- siécle», en Annales E. S. C, 1957, pp. 269 ss., y Structure Economique et thíorie monétaire, 1956. 351 Recherches anciennes et nouielles sur l'histoire des prix, 1932, pp. 403-20, 457-78, 492, 546... 352 Paradoxes inédits,.., p. 23.
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ta, un documento de la segunda mitad del siglo xvni: «Es un fruto de América que habría continuado bajo tierra si el comercio [europeo] no hubiese forzado a los americanos, vendiéndoles mercancías, a sacarlo de las entrañas de la tierra.» 353 En este aspecto, y en último análisis, es posible afirmar que la coyuntura europea ha sido la responsable de la revolución de los precios. 300
Precio del rizal de centeno en p/enaings alsacianos. 200
225 100
200
-,225 ' " . 200 750 . 175 725 - 750 700 " 725 100
y _•' El cahíz de trigo en dineros (reducido en un décimoi. H
1
1
1
1
1
1
H
1-
1
7500
7470
Fig. 45-
1
1
1
1
h 7580
Estrasburgo conoció la subida de precios antes que Valencia.
Según RENE GRANDAMY en: J. FoiJRASTlÉ, Prix de vente et prix de rerient (serie 13, p. 26). La línea de trazo continuo representa la curva del precio del centeno en Estrasburgo, y la línea de puntos el del precio del trigo en Valencia (medias móviles de treinta años, 1451-1500 = 100). A la derecha, escala de porcentajes. Se observa que la curva de Estrasburgo asciende con mayor rapidez que la de Valencia. Resulta evidente que si la plata americana hubiese sido la causa única de la subida de precios, habría debido establecer un orden inverso.
2.° Es preciso admitir la existencia, antes del año 1500, de una reserva monetaria europea mucho más considerable de lo que se había supuesto hasta ayer. En el siglo XV emergen los Estados modernos con sus ejércitos a sueldo, sus funcionarios asalariados y sus impuestos en numerario; y estos Estados modernos desarrollan una economía monetaria que llega a la madurez en ciertos lugares 353
B. N. París, Fr. 10766, f. 100 (sin fecha).
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privilegiados (sobre todo en los países marítimos, Italia, España, Portugal, Inglaterra, los Países Bajos, en otras palabras, la orla activa del continente). Todo lo dicho presupone una sustanciosa circulación monetaria. Yo propongo, aunque sin creérmelas demasiado, las cifras de 5 000 toneladas de oro y 60 000 de plata, fundándome para este cálculo en el supuesto equilibrio existente entre el oro y la plata y en el débil descenso de 12a 15 de la ratio metálica 3S4 de 1500 a 1650. Si se calcula, dentro de lo posible, a partir de las circulaciones conocidas o al menos supuestas hacia 1600, la reserva metálica heredada de los siglos precedentes, se encontrarán órdenes de magnitud considerables, 3SS a las que debía adecuarse la teoría cuantitativa. En cambio, el metal americano, inversión gratuita, aceleró la circulación monetaria a un ritmo equivalente al de la subida de los precios. La llegada del nuevo metal produjo un efecto multiplicador. 356 3.° Pero la cuestión queda abierta a otras explicaciones. Las devaluaciones de las monedas de cuenta tuvieron su parte responsable, como el lector puede ver en nuestro cuadro de la página 699- Una evidencia de diferente especie se la debemos a Jean Fou354 Si x e y son las cantidades de oro y de plata en 1500 y existe equilibrio entre ellas, x (toneladas de plata) = 12 y toneladas de oro. Si las cantidades que se añaden entre 1500 y 1650 representan unas 18 000 toneladas de plata y 200 toneladas de oro, la segunda ecuación es: x + 18 000 = 15 (j + 200) 355 Se debería partir de evaluaciones y relacionarlas con una población dada y calcular proporcionalmente un orden de magnitud para las otras reservas monetarias. Al comienzo de 1587, Ñapóles, que tenía una población de más de 3 000 000 de habitantes, contaba con una reserva de 700 000 ducados; si aceptásemos ese promedio para toda Europa, ésta poseería más de 20 millones y el Mediterráneo 14... Este cálculo parece bajo al principio. La reserva monetaria ha sido considerada frecuentemente por los economistas como equivalente a la suma de las monedas acuñadas a lo largo de los treinta años anteriores. P. BoiSSONNADE lart, rit,. p. 198) habla de una suma de 4 millones de libras esterlinas para la Inglaterra del siglo xvi, RENE BAEHREL(«Économie et histoire á propos des prix», en Hommagea Lucien Febvte. Éventail de l'histoire vivante, París, 1953, t. I, p. 309, n.° 72) habla de dos millones de libras para la Francia de finales del siglo xvm. Contamos con muy pocas cifras y éstas no muy dignas de mucha confianza; todos nuestros cálculos se apoyan en una base insegura, pero nos ayudan a formarnos una imagen más clara de un sistema económico del pasado, a ajustar a ella nuestros modelos y a discernir sus realidades. Ver el poco convincente pero estimulante razonamiento de R. BAEHREL, op. cit.. passim y p. 40, n. 26. No Se puede construir ningún modelo válido sin un estudio, cuantitativo en lo posible, de la moneda menor, la que corría por las manos de los pobres. Las acuñaciones de estas monedas eran insignificantes en comparación con las de oro y plata. En Venecia, donde el total anua) de monedas acuñadas era de 2 millones de ducados, se acuñaron 60 000 ducados de bezzi en 1604, 15 000 de gazette y grossetti en 1606, A. d. S. Venecia, Senato Zecca, 9. 356
PlERRE CHAUNU, L'Amérique et les Amériques. 1964, pp. 93 ss.
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357
rastié y sus alumnos: los precios comenzaron a subir en Alemania en 1470, y en numerosas regiones francesas antes de que acabase ei siglo XV, es decir, más pronto que en los países privilegiados, Italia, la península Ibérica, los Países Bajos e Inglaterra. Si nos atenemos a las curvas de los precios nominales se desvanece cualquier duda que pudiera existir a este respecto; por lo que parece, los países pobres avanzaron demográficamente con mayor rapidez que los otros, en especial con mayor rapidez que los del Mediterráneo. En el corazón de Europa la revolución de los precios había comenzado antes de que Colón navegase hacia América. La revolución no llega al Mediterráneo hasta alrededor de 1520 y no se afinca allí hasta 1550.
1500
1440
1600 Fig. 46.
índice del salario real de los obreros de la construcción I 1700
Precios y salarios reales en
1760
Valencia
Según £. H . PHELPS B R O W N y SHEILA H O P K I N S : subida del coste de la cesta de la compra y baja concomitante del salario real.
4.° La curva de las llegadas de plata a Sevilla toma la forma típica de las curvas de producción industrial, muy semejante a la de Potosí, de acuerdo con las cifras de Paz y Soldán. Sube velozmente, desciende velozmente y culmina en 1601-1610: esos años marcan un cambio en el destino del mundo, y no simplemente en la historia del Mediterráneo. Los salarios El alza, presente en todas partes, produce por doquier sus consecuencias habituales. El rápido movimiento de los precios deja atrás la lenta carreta de los salarios, que a veces sigue a los precios remolonamente y a veces se para en seco. Ya hemos comprobado cuan difícilmente vivían los pobres. En Venecia, los obreros de las vidrierías de Mu357
y e r jnfra¡
gráfica 4 7 , p. 694.
. . ,
694
DESTINOS COLECTIVOS
400
300
200
700
I50Í1510 Fig. 47.
Precios reales de los cereales en Estrasburgo,
Lwow y
Valencia.
Según RENE GRANDAMY, en J. FOURASTIÉ, Prix de vente et prix de revient, serie 13, p. 31. Los precios están calculados en horas de trabajo de los peones de albañil. El descenso del nivel de vida es menos fuerte en Valencia que en las otras ciudades continentales.
rano ganaban jornales bajísimos. Los salarios nominales suben más o menos rápidamente con el alza de los precios, y en algún momento, durante algunas depresiones, parecen incluso altos; pero traducidas a salarios reales, todas las cifras hablan el mismo len-
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guaje y nos dicen de la espantosa miseria de los pobres. En España, sobre la base ele 1571-1580 = 100, los salarios, que en 1510 acusaban un índice de 127.84, descienden en 1530 a 91.35; en 1550 llegan a 97.61; en 1560 a 110.75; en 1570 a 105.76; en 1580 a 102.86; en 1590 a 105.85, y en 1600 bajan a 91.31. Hasta después de la crisis de 1600 y de las grandes epidemias que reducen considerablemente la población de la Península, no suben vertiginosamente los salarios, con la inflación del vellón, a 125.49 en 1610 y a 130.56en 1611.La revolución de los precios no hace aumentar los salarios en España; significa, para ellos, una regresión económica, 358 aunque les favorezca, es cierto, más que a los artesanos de Francia, Inglaterra, Alemania y Polonia. 3S9 La misma situación adversa se produce en Florencia, 36 ° donde el salario real disminuye como consecuencia del alza de los precios. Son visibles los signos monetarios de esto, pues el salario de los pobres, sus gastos y su vida cotidiana no dependían nunca de las monedas de oro y poquísimas veces de las monedas de plata y se tasaban casi siempre en vellón y cobre, en la moneda que, por oposición a la moneda blanca de plata, llamaban en Venecia moneta ñera. La moneda que interesaba a los pobres era la de cobre, explica Davanzati, y el agrónomo Alonso de Herrera precisa a su manera voluntariamente simple: «vengamos a las monedas de metales baxos, que en estas se conoce y entiende mejor la fertilidad y abundancia, pues con ella se compra por menudo lo necesario y cotidiano cada hora». 361 A continuación explica su teoría de la moneda baja, que nos llevaría muy lejos de nuestro tema. Habría que hablar en realidad de trimetalismo, y no de bimetalismo. Para reajustar las monedas de cobre o de vellón, se las retira continuamente de la circulación y se ordena que sean llevadas a las Casas de la Moneda... Se las acuñaba cada vez de menos peso y se las ponía de nuevo en circulación. Con frecuencia, esta constante devaluación del cobre no guarda proporción con la necesaria armonía de las monedas. En todo esto, el que salía ganando era el Estado y no el público, y menos aún los pobres. Esta manipulación comenzó temprano en el caso de España y de Sicilia, donde los piccioli se refunden y reacuñan desde 1563 y 1568. 362 358
J. KlJLISCHER, Op. cit.. I, p p . 2 8 0 - 1 .
359
Ibid., p. 281.
360
G.
361
PARENTI, op. cit..
p.
224.
Op. cit.. pp. 351 v. a 352. ' " L. BIANCHINI, Déla storia economico-ctvile di StriHé, Nipotes, 1841, I, pp. 331 ss. 362
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Las rentas sobre tierras La inflación afecta por igual a los ricos y a los pobres, pero no a todos los ricos. Afecta a los «industriales», a los mercaderes, a los financieros (y que se nos excuse el empleo de estas palabras cómodas, aunque sean anacrónicas). Afecta a cuantos, directa o indirectamente, se ven envueltos en los peligrosos y falaces remolinos de la moneda. Menos a los señores, a los terratenientes. Así lo evidencia el preciso estudio de Cario M. Cipolla sobre las Finanze dei Borghi e Castelli sotto il dominio spagnuolo, 363 sustancial artículo que se refiere al castillo de Tegiole, cerca de Alejandría, antiguo feudo del obispo de Pavía, a fines del siglo XVI y comienzos del XVII. Sobre el particular, comprueba que no todos los tributos en especie y censos se convierten en rentas en dinero (además, cuando los pagos se hacían en dinero, dependía siempre del señor o de su mayordomo la estimación del importe); y, finalmente, que junto a las rentas de carácter feudal, de valor bastante escaso, el castello contaba con otras modernas, podríamos decir, correspondientes a los arrendamientos y que obligaban a los contadini a entregar al señor sacos de trigo, avena, habas y fríjoles, barricas de vino, carretadas de heno, etcétera, rentas que representaban, en realidad, los ingresos esenciales del castello. Si, partiendo de estos pocos detalles, recordamos al embajador español Bernardino de Mendoza, 364 cuya hermana administraba sus tierras en ausencia del señor, procediendo cada verano a .vender el trigo de la cosecha, o si evocamos al duque de Alcalá, virrey de Ñapóles, que en 1559 adquirió 1 500 vasallos de los dominios reales; 36:> si rememoramos a los señores de Aragón, dueños de pequeños Estados, o a los grandes de Castilla, poseedores de grandes extensiones de tierras, rebaños y campos de trigo, o, por último, a los señores de Sicilia, vendedores de cereales, vino o seda, la impresión sigue siendo la misma: la tierra confiere a estos señores, tan diferentes los unos de los otros, un apoyo regular; en los períodos inestables de alza de precios, los mantiene al margen, fuera del torbellino de la inflación. Si este mundo señorial y terrateniente domina a Europa a comienzos del siglo XVII es porque su férula se ha aflojado mucho menos de lo que generalmente se piensa. La tierra había sido, una vez más, para quienes supieron 363
Bolletino Star, párese, VIII, 1945. ALFREDMORELFATIO, Études sur l'Espagne, 4. a serie, 1925, p. 373. LaprincesaJuanaaFelipelI, 13dejul.de 1559, Sim. Eo. 137,f. 22, 1 500vasallos cerca de Sevilla, por 150 000 ducados. 364
365
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aprovecharla, una fuente de riqueza. No andaban, pues, descaminados los mercaderes y los ricos de las ciudades que compraban con sus ganancias tierras o señoríos, ni al hacerlo obraban solamente por móviles de vanidad. Recordemos la voracidad con que los ricos toscanos y los riquísimos genoveses compraban señoríos y títulos en Ñapóles. Vanidad, tal vez, pero también prudencia, y cálculo, sabiduría de padres de familia. Hasta los menos afortunados se sentían atraídos por estos valores seguros. En el ocaso de su vida (muere en 1570), Benvenuto Cellíní se hace propietario de un pequeño dominio cerca de Florencia, que compra en marzo de 1560, en usufructo, a campesinos más o menos honestos. Podemos creer o no creer que éstos hayan pretendido, en realidad, envenenarlo. Benvenuto Cellini era hombre de imaginación viva y bastante exaltada. Lo que aquí nos interesa es el hecho de que el artista quiso asegurar la paz de sus últimos años, acogiéndose a la tierra. 366 Bancas e inflación Excepto la tierra, todos los sectores del mundo de los negocios se vieron sacudidos por la dura revolución de los precios, particularmente los bancos. 367 Todas las operaciones bancarias, que se hacían en moneda de cuenta y no en moneda real, estaban expuestas a las vicisitudes de la inflación. Pues estas monedas ficticias, li re venecianas y genovesas, onde o tari de Sicilia, maravedises y ducados de España y 'livres tournois francesas, estaban perdiendo constantemente su valor intrínseco. La onza siciliana, que ya en 1546 equivalía a 91.09 liras italianas de las de 1866, no llegó a valer más que 20.40 en 1572-1573. Lo mismo la libra tornesa, que traducida a francos Germinal, pasa de 4 en 1515 a 3.65 en 1521 (devaluación que era un modo de atraer hacia Francia, con una especie de prima, el numerario extranjero, y especialmente el oro de Castilla), a 3.19 en 1561, a 2.94 en 1573, a 2.64 en 1575 y a 2.46 en 1602. 368 De modo que hay un diálogo continuo entre las monedas reales y las monedas de cuenta, y de ambas, siempre eran las primeras las que 366 Vida de Benvenuto Cellini. II. En una región completamente distinta —las tierras de Arles— existía también, durante el siglo xvi, la aparcería a mitad o a
cuarto. QUIQUERAN DE BEAUJEU, op. cit., pp. 400-1. 367 Ningún otro historiador lo ha demostrado mejor que MARIO SIRI, La sralutaziime della maneta e il bilancio del Regno di Sicilia nella seconda meta del xvi secólo, Melfi, 1921, in 16, 22 p. 368 Según ALBERT DESPAUX, Les dívaluations monétaires dans l'histoire, París, 1936, p. 362.
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quedaban mejor situadas. Queda por averiguar en qué pasivo se inscriben las pérdidas. Si se paga, a varios años de distancia, un depósito bancario registrado en moneda de cuenta, de acuerdo con la misma tarifa del depósito antiguo, pierde el depositario. El tiempo trabaja contra el dinero contabilizado a poco que se le deje ocioso. Mario Siri cree que se producía un constante proceso de desgaste en todas las bancas y en todos los negocios del siglo XV. Desde un punto de vista teórico tiene razón: las pérdidas, tanto las sufridas por una parte como por la otra, se inscriben siempre dentro de un mismo sector: el de los negocios comerciales y financieros. Pero ya es otra cuestión saber si, a nivel individual, llegaban a equilibrarse beneficios y pérdidas. En todo caso, dado el habitual ritmo de los negocios (estoy pensando en los cambios de las ferias, oscilando cada tres meses) y dado también el tipo de cambio y la siempre creciente espiral de la inflación, es poco probable que se produjesen signos visibles del proceso diario de usura interna que pudiesen trascender al exterior. Ningún libro de ningún mercader habla de ella, lo que no quiere decir que este lento y continuo proceso de desgaste no haya producido a la larga sus efectos. Pero, por lo general, la quiebra de un mercader o de un banco está relacionada con las fluctuaciones a corto término de la coyuntura. Las bancas son numerosas y, en apariencia, gozan de una espléndida salud: la banca Pisani-Tiépolo, en marzo de 1583, 3<>9 el año anterior al de su quiebra, trae a Venecia, de una sola vez, 200 000 ducados en reales españoles. Pero todas ellas cometían el mismo error: hacer anticipos y, lo que es peor, emplear una parte del dinero depositado en ellas en negocios de lenta conclusión. De modo que si se producía una recesión a corto plazo, como ocurrió en 1584, los préstamos no se pagan, se retiran los depósitos y la crisis resulta irremediable. Así fue como quebró la banca PísaniTiepolo el 17 de marzo de 1584. 370 El historiador que desee adentrarse seriamente en esta cuestión deberá estudiar los enormes libros de contabilidad de los banchieri antichi que se conservan en el Archivio di State de Ñapóles, continuar y analizar los importantes estudios iniciados por A. Silvestri, 371 es decir, una ingente labor. 369
A. d. S. Florencia, Mediceo 3083, f. 417 v., 21 marzo 1583. Marciana, Crónica de Giroiamo Savina, f. 361 v. 371 A. SILVESTRI, «Sui banchieri pubblici napoletani nella prima meta del Cinquecento», en Bolletino dell'Archivio slorico del Banco di Napoli, 1951, «Sui banchieri pubblici napoletani dall'avvento di Filippo II al trono alia costituzione del monopolio», ibid. 370
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En todo caso, las quiebras bancarias se multiplican a partir de 1550-1570, agravadas por el período máximo del dinero, que es también el período máximo de inflación. La enfermedad es tan grave que el remedio llegó con las bancas de Estado, las cuales comienzan a aparecer una tras otra precisamente a causa de aquella coyuntura. De estos establecimientos públicos, el único que nace precozmente, en 1551, 372 es el Banco de Palermo, organizado bajo los auspicios y la garantía del Senado de la ciudad. Se instaló en el lugar llamado La Loggia. 373 Por sus-orígenes, guardaba sin duda cierta relación con la Taróla Communale o della Prefetia de Trapani, que se remonta a fines del siglo XV. 374 Esto explica, evidentemente, por qué el Banco de Palermo, institución excepcional por la fecha en que se funda, lo era también por su naturaleza: como los bancos públicos del Mediodía de Italia, a los que sirvió con frecuencia de modelo, se especializó en la cobranza, en el manejo de los dineros y en los pagos públicos. Acabó, por lo demás, aplastado bajo el peso de sus tareas políticas y administrativas, cuando, bajo el reinado de Felipe III, se le encomendó la obra, muy poco lucrativa, de sanear la moneda siciliana. El gran período de creación de los bancos públicos comienza como unos treinta años después de la fundación del Banco de Palermo. La Casa di San Giorgio reanudó en 1586 las actividades bancarias, a las que había renunciado más de un siglo antes, en 1444, durante la crisis del oro. El 23 de septiembre de 1587 se funda la Tavola della citta di Messina, cuyos estatutos no fueron sancionados por Felipe II sino hasta el 1.° de julio de 1596. Por medio de este banco esperábase, y no sin razón,_que sería posible poner término a las repetidas quiebras y a los fraudes de los colletori o recaudadores de contribuciones. El nuevo banco tenía el privilegio de recibir en depósito el dinero de todos los departamentos públicos. Operaba con la garantía y bajo el control de la ciudad de Mesina. 375 En 1587 376 se funda el célebre Banco della Piazza di Rialto, en Venecia, que en 1619 asume el nombre, no tan célebre ya, de Banco Giro. En 1593 se constituye en Milán el Banco di S. Ambrosio, con una administración autónoma, como «banco giro». Fi372
L. BIANCHINI, op. cit., 1, p. 340; G. LUZZATTO, op. cit., p. 183, fija su creación
en 1553. 373
G. LUZZATTO, ibid.
374
Ibid.
375
L. BIANCHINI, op. cit.,
376
I, p.
341.
Adopto la fecha de 1587 dada por G. LUZZATTO. Ecuentro en mis fichas que la banca fue autorizada por el Senado el 28 de jun. de 1584.
1440
1500
1600 Fig. 48.
Deialuaciones de las monedas de cuenta
1700
1760
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nalmente, por los mismos años, se organiza en Ñapóles la banca aneja al Monte de Piedad y al Hospital de 1-a Santa Casa dell'Annunziata, en Roma la banca incorporada al Hospital del Espíritu Santo, etcétera. El movimiento, bastante amplio y bien agrupado en el tiempo, tiene valor de testimonio. La interpretación de este testimonio no es, sin embargo, tan fácil como parece. En el norte, sobre todo, las funciones de los bancos de Estado se salen rápidamente de los marcos estrictos de las finanzas públicas... Por ejemplo, el Banco de la plaza de Rialto, a pesar de las prohibiciones en contra, se puso a prestar inmediatamente al descubierto, recurriendo para ello a los depósitos de los clientes, y difundió ampliamente una verdadera moneda bancaria para la que había mayor demanda que para la moneda metálica. Los bancos no innovaban nada al obrar de ese modo: se limitaban a copiar los métodos de los bancos privados. Su originalidad consistía, sobre todo, en conceder adelantos en una escala hasta entonces desconocida. Pero lo que nos interesa en la aparición de estos bancos y en las funciones desempeñadas por ellos es su papel con respecto a la historia de la inflación. ¿No habían sido las quiebras, la imperfección y la incertidumbre de los bancos privados las que provocaron esta brusca generación de bancos públicos? Gino Luzzato, en cuyos estudios nos hemos apoyado mucho para redactar las líneas que preceden, concluye con razón: «Aunque esos bancos públicos no creasen nada, por lo menos aseguraron a los clientes que en tan gran número acudían a ellos la tranquilidad y la seguridad que con tanta frecuencia les negaban los bancos privados...». 377 basta pensar, para comprender esto, en la larga serie de quiebras bancadas producidas en Venecia: en la bancarrota de Priuli en 1552, en la del segundo banco Pisani en 1584, 378 o en ,77
"*
G. L1V./.ATT0, op. 17/.. p. 188. H. KRETSCHMAYR, op. c//.. III, p. 187, dice
1582.
(Texto de la figura 48, de la página anterior.) Esta gráfica aparece en el capítulo escrito por F. BRAUDEL y F. C. SPOONER en el vol. IV de la Cambridge Economic History. Se han clasificado las diferentes monedas de acuerdo con su valor intrínseco estimado en gramos de plata. Hay monedas ligeras y monedas pesadas. Algunas son relativamente estables, como la libra esterlina; otras, muy inestables, como el grosz polaco, el aspro turco e incluso la Hire toiirnois. Las cifras para el rublo y el aspro son sólo aproximativas. PfPf. Recb = Pfund Pfennig Rethengulden. Fl. G/t. = florín, a partir de 1579, gnlder. Pf. HG. = Pfund Heller Gulden.
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la larga serie de los derrumbes financieros napolitanos que siguieron al crac del genovés Ravasquez (que no pasó de ser, en verdad, una quiebra a medias); todo lo cual redujo el número de bancos de once a cuatro alrededor de 1580. 379 Seguramente que en Ñapóles, lo mismo que en Venecia, estas quiebras fueron debidas, en muchos casos, a las intervenciones intempestivas de las autoridades públicas. Por ejemplo, en Ñapóles, el virrey se incautó, en 1552, 380 de las reservas de oro de Ravasquez sustituyéndolas por monedas nuevas, de valor inferior, que acababa de acuñar. En Venecia, la Señoría había obligado siempre a los bancos a concesiones y complacencias patrióticas, aunque sólo fuese para cubrir los empréstitos que necesitaba. Pero sin duda, en todos estos casos, el gran mal secreto era la inflación, que acarreaba siempre la ruina y la necesaria intervención del Estado. Un detalle de la nueva organización bancaria de la Casa di San Giorgio deja entrever algo de esto. En 1586, el banco abre a sus depositantes su cartulario-oro, su cuenta en oro; en 1606, su cartulario-argento, y en 1625, la más curiosa de todas las cuentas: una cuenta en monedas españolas de a ocho. ¿Qué quería decir esto? Sencillamente, que se abría crédito al depositante en la misma moneda de su depósito, que se le pagaba en la misma moneda, poniéndola a cubierto contra las devaluaciones mediante una garantía en oro o en plata. 381 De este modo, tanto la banca como los depositantes se precavían contra los peligros de la moneda de cuenta, apoyándose en las fuertes posiciones de las monedas metálicas reales. . Los «industriales»
, ".
Otras víctimas del alza de los precios fueron los «industriales». El hermoso libro de Giuseppe Parenti ha venido a disipar un poco de nuestra ignorancia acerca de este punto. Lo que este autor nos dice de Florencia, haciéndolo extensivo a toda Italia, a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, no pasa de ser un ensayo, pero de un valor evidente. El alza de los precios en Florencia y en todas las 319
Sim. Ñapóles, S.P. 4, Madrid, 7 de oct. de 1580.
380 ¡3¡ g r a n c o m e n d a d o r al rey, R o m a , 24 de sept. de 1532, Corpa diplomático portuguez, V I I , p p . 172-3.
381 G. Lir/.ZATTO, op. cit., p. 186. En e! mismo orden de ideas, este pequeñísimo detalle de una correspondencia marsellesa: Gilíes Hermite, en carta a su hermano, Genova (abril de 1593), Fonds Dauvergne, n. 47, relata un envío de trescientas piezas de a ocho con un capitán de barco «que os debe pagar en la misma especie de piezas de a ocho o de a cuatro, sin que pueda pagar el valor de éstas en otra moneda, como lo hemos acordado...».
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ciudades industriales de Italia produjo una inflación de los salarios nominales de los artesanos. En Florencia, del índice 100 para el período 1520-1529, se pasó al índice 99.43 en 1550-1559, para alcanzar el de 162.63 en 1590-1599 y el 178.95 en 1610-1619. Alza muy inferior, ciertamente, a la de los salados españoles (de 100 en 1520-1529, a 309.45 en 1610-1619), pero que está muy por encima de la subida de los salarios en Francia (100 en 15501559, 107.4 en 1610-1619) e incluso en Inglaterra (100 en 15201529; 144 en 1610-1619), y que rebasa también mucho, indudablemente, el alza de los salarios en Holanda. En Florencia, el alza de los salarios, que, sin embargo, no significó mayor bienestar para los trabajadores, restringió considerablemente los beneficios industriales o los mantuvo estacionarios en plena alza general. 382 Aunque fuesen mayores que las ganancias españolas —extraordinariamente bajas—, no podían compararse, ni de lejos, a las ganancias francesas o inglesas del mismo período. El alza de los precios vino a introducir, así, un elemento de debilidad hasta en el propio corazón de la industria italiana. ¿Fue ésta la razón de que no estuviera, a comienzos del siglo XVII, en condiciones de hacer frente a la victoriosa competencia de los Países Bajos y después a la concurrencia no menos peligrosa de Francia? Los Estados y el alza de los precios Los Estados, por su parte, afrontan la situación con menor quebranto. Su vida financiera incluye, en efecto, tres partidas: los ingresos, ios gastos ordinarios y las deudas. Automáticamente, la tercera partida, que no era la menos importante, veíase aligerada por la marea creciente de los precios. Los gastos y los ingresos aumentaban, mientras tanto, al mismo ritmo. Todos los Estados logran inflar, multiplicar sus ingresos, manteniéndose así dentro del flujo vivo del alza de los precios. Los gastos eran grandes, enormes; pero también los recursos para hacer frente a ellos eran enormes, medidos por la escala del siglo, y crecían sin cesar. Hace mucho tiempo que Richard Ehrenberg daba a los historiadores el consejo —que, por cierto, no han seguido— de que no se fiasen demasiado de los cálculos presupuestarios que con tanta frecuencia establecen los embajadores; ni de otros cálculos por el estilo, añadiríamos nosotros, por nuestra cuenta. La palabra presupuesto, cargada de sen382
G. PARENTI. op. cit., p. 235.
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tido y de precisión en nuestro tiempo, no encajaba en las realidades del siglo XVI. Sin embargo, las cifras, aunque sean inexactas, pueden dar, por lo menos, una idea del volumen y revelan bastante bien el alza general de las partidas de los presupuestos. He aquí dos presupuestos sicilianos en un cuarto de siglo. En 1546, los ingresos ascienden a 340 000 scudi, los gastos a 166 000, lo que arroja un amplío saldo favorable, aunque hubiese que amortizar, por otra parte, antiguas deudas. En 1573, ingresos por valor de 750 194; gastos, 211 032. Sobre el saldo positivo que arroja este < balance» recaen gran número de gastos extraordinarios, hasta el punto de que los ministros españoles en Sicilia se ven obligados a conseguir préstamos al 14 y el 16 %, para mantener la balanza en equilibrio. 383 En Ñapóles encontramos progresiones parecidas a ésta. 384 En España, los historiadores nos dicen que las rentas de la Corona se triplicaron durante el reinado de Carlos V 385 y que las de Felipe II se duplicaron en 1556 a 1573. 386 En 1556 eran de 10 943 000 ducados; 387 en 1577, de 13 048 000 ducados. 3 8 8 Después de medio siglo, hacia 1619, las rentas de Felipe III serían de unos 26 000 000 de ducados. 389 En los presupuestos de Felipe II podemos deducir y medir el enorme aumento de las deudas, consolidadas o no. En un presupuesto de 1562, 390 del cual no debemos fiarnos ciegamente, por supuesto, encontramos los siguientes apartados: para pagar los intereses de los juros de Castilla, 500 000 ducados; para los intereses de los juros de Flandes, 300 000 ducados; para los de Aragón, 50 000; para los de Sicilia, 150 000; para los de Milán, 200 000; para los de las islas atlánticas, 30 000; o sea un total de 1 230 000 ducados de intereses, correspondientes a un capital nominal que debía de elevarse de 12 000 000 a 24 000 000 de ducados, según que el interés global se calcule al 10 o al 5 %. 391 Fijemos este capital en una veintena de millones. Y en 1571-1573, las deudas 383
MARIO SIRI, art. cit., ver supra, p. 69 7 ,
384
L. BlANCHlNl, Della storia delle finanze delRegtw di Napoli, 1839, pp. 315 ss.
385
R. KONETZKE, op. cit.. p. R. B. MERRIMAN, op. cit., R. KONETZKE, op. cit.. p.
386 387
388
197. p. 443; 199.
n.
367.
HABLER, op. cit.,
p.
122.
lbid. J. DE SALAZAR, Política Española. 1617, p. 18. 390 «Memoria de las rentas y patrimonios del rey de España de 1562», A. E. Esp. 234. 391 Disminución de intereses en 1563, 1608 y 1621, Nueva Recop., librs. X y XIV 389
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eran 392 de 50 000 000, sin que esta suma global pueda descomponerse entre las diferentes deudas integrantes. En 1581, 3 9 3 un veneciano habla de 80 000 000 de deudas; es decir, que en menos de veinte años la deuda de Felipe II se había cuadruplicado. Habría que buscar cifras más abundantes y más exactas en la superabundante riqueza documental de Simancas. A base de este material, habría que calcular de un modo más exacto, con las cuentas del Rey Prudente a la vista, sus rentas, sus gastos, sus deudas y los intereses de éstas, y hasta sería, tal vez, posible llegar a trazar curvas de presupuestos-índices y, por último, presupuestos reales. Es evidente que, en este caso, lo mismo que en el de los salarios, la inflación de las cifras induce a error. Con respecto a los presupuestos de Sicilia, a que ya nos hemos referido, Mario Siri ha demostrado, reduciendo las cifras a cantidades de metal fino, que no había, en realidad, aumento sino disminución áe: un presupuesto a otro. Huelga decir que todo estudio descriptivo de los presupuestos deja de lado los verdaderos problemas, todos los cuales implican una medida del alza de los precios. En general, el creciente costo de la vida en esta época conduce al desarme progresivo de los Estados. De ahí su avidez en procurarse recursos, en remontar la corriente de los precios. Lo más claro de la historia de los Estados, en el siglo XVI, son sus luchas fiscales. La guerra de los Países Bajos, por ejemplo, no fue sólo un drama en torno a la libertad de conciencia y en defensa de las libertades; fue también una tentativa, por cierto fracasada, para asociar lucrativamente al Estado español la prosperidad económica de aquella encrucijada comercial del norte. Es un hecho que el imperio de Felipe II vio cómo todas sus posesiones europeas, una tras otra, iban dejando de ser fuentes positivas de rentas para él. En los Países Bajos, en Milán, Ñapóles o Sicilia, las «buenas rentas», como se decía en Francia, fueron viéndose progresivamente absorbidas en el mismo lugar en que se producían. Quedaba España, o más bien Castilla. La presencia de Felipe II en la Península permitió, con ayuda de la paz interior, mantenida hasta 1569, presionar a los contribuyentes, incluyendo a los nobles. «El Rey Católico —escribía el obispo de Limoges en 1561—, 3 9 4 se vuelve cada vez más ahorrativo, más preocupado por 3,2 393
394
R. MERRIMAN, op. cit., IV, p. 443. E. ALBÉRI, op. cit.. I, V, p. 294.
Madrid, 5 de sept. de 1561, copia, B. N. París, Fr. 16103, f. 45.
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el porvenir, cuidándose de todo lo que atañe a sus finanzas y a sus dominios; es tal el celo que pone en estos asuntos que, a la postre, puede exponerse al peligro de que se le tache de avaro...» El rey no se cansaba de consultar a sus expertos y especialistas en finanzas, de recabar su parecer... Estos consejos no habrían de faltarle nunca durante su largo reinado, tan dramático en lo tocante a la hacienda pública. Ya me he referido a la gran asamblea de Toledo y sus decisiones del 14 de noviembre de 1560. 395 A partir de ese momento la lista de los impuestos de Castilla aumenta sin cesar, y a medida que esto ocurre va deformándose también, por la creación de nuevas cargas y las modificaciones internas de los impuestos existentes. Las alcabalas, impuestos de consumo que las ciudades pagaban, ajustándose en cantidades fijas, representaban, en principio, la décima parte del precio percibido en todas las ventas. Se las sobrecargaba con cuatro adiciones de una centésima, con lo cual el porcentaje aumentaba al \A%. El importe global de las alcabalas, que en 1561 ascendía a 1 200 000 ducados, alcanzó de este modo, en 1574, 3 700 000 ducados. 396 En 1577 hubo necesidad de disminuirlo en un millón. Como es natural, los contribuyentes gemían y Castilla se quejaba. Había quejas parciales, como la de Cádiz, por ejemplo, que en 1563 397 declaró que su comercio se había arruinado a consecuencia de los impuestos decretados en 1560, y quejas de carácter general, cien veces presentadas ante las Cortes, las cuales, ante la inquietante alza de los precios, no piensan en relacionar la situación con el numerario de América, sino que sólo ven lo que tienen delante de los ojos, es decir, la creciente, abrumadora y monstruosa carga de impuestos del Gobierno real. Este aumentaba las contribuciones sin consultar siquiera a las Cortes. «Hay tales cargas y tan gran carestía de todas las cosas necesarias a la existencia de los hombres —dicen las Cortes de 1571—, 398 que son muy pocos los que pueden vivir sin dificultades...» Estos enormes impuestos, mal repartidos, se perciben con. los medios propios de aquel tiempo, lo que vale tanto como decir que sólo una parte de ellos va a parar a las cajas del Estado. Castilla es, sin duda alguna, el mejor contribuyente del Imperio, a veces por 395
Ver supra, p. 664.
396
R.
397
KONETZKE, op. cit.,
p.
199.
La Contaduría a Felipe II, Madrid, 13 de sept. de 1563, Sim. Eo. 143, ff. 59 y 60. 398 Actas, III, p. 357.
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actos voluntarios de generosidad —los gestos patrióticos de las Cortes abundan—, producto en buena parte de la voluntad del rey, demasiado próximo para ser desobedecido. ¿Cómo extrañarnos, a la vista de todo esto, de que la vida castellana se vea entorpecida, su industria embarazada, que el coste real de la vida aumente sin cesar? 3 " Lo sorprendente sería que ocurriese lo contrario. Ahora bien, ¿cuál era el resultado de todos estos esfuerzos, de estos actos generosos y de todos estos enredos fiscales? Un superávit muy pobre y a menudo incierto, que se perdía dentro del déficit general del Imperio. Superávit que, por otra parte, no siempre se producía: en Castilla, lo mismo que en el resto de Europa sometido a la férula de Felipe II, el déficit acabará convirtiéndose en lo normal. 400 Las tesorerías de Estado vivían todas en la mayor zozobra: en Florencia, país que de buena gana tomaríamos como modelo de administración, la explotación fiscal era tal en 1582, que, según algunas gentes de la época, provocó un éxodo de la población. 401 En Portugal, en vísperas de la conquista filipina, cobrábanse impuestos hasta del 20 % sobre las ventas y del 50 % sobre los productos de la pesca. 402 También en Francia se entregaba la Corona, huelga decirlo, a todas las locuras fiscales. A comienzos de 1587, el Gobierno francés proyectaba en serio doblar todos los impuestos de París, medida que después se haría extensiva a todas las ciudades del reino, a pesar del hambre espantosa que lo asolaba. 403 Eran, reconozcámoslo, los mismos procedimientos empleados por los turcos y los persas. Y es que en su forcejeo con un siglo hostil, los Estados no tenían mucho en qué escoger. Volviendo al ejemplo de España, vemos que el Gobierno modificó tres veces por lo menos, en beneficio suyo, la tasa de las rentas: en 1563, en 1608 y en 1621. 404 En el noventa por ciento de los casos, prorrogaba los plazos de vencimiento de pagos, o como se decía en los Países Bajos, «alargaba las ferias»; 4 0 s en 1566 valorizó el oro, el escudo de oro en oro creado por Carlos V en 1537, haciendo subir su valor de 350 a 400 399 400
C. PEREYRA, Imperio español, pp. 27-31. En 1581 las rentas ibéricas de Felipe II serían de 6 500 000, y los gastos de
7 000 000,
E. ALBERI, op. cit.,
I, V, p.
294.
401
A. SEGRE, Storia del commercio, I, p. 492, n. 3. JERÓNIMO CONESTAGGIO, Dell'unione del regno di Portogallo alia corona di Castiglia, Genova, 1585, p. 14. 403 Bo. de Mendoza a Felipe II, París, 8 de enero de 1587, A. N., K 1566. 404 Ver supra, p. 663, n. 268, A. CASTILLO, art. cit., pp. 14 ss. de la separata. 402
405
H.
LONCHAY, art.
cit.,
p.
945.
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maravedises. 406 En 1609 volvió a aumentar de 400 a 440 maravedises. 407 Por lo demás el Estado español recurre a toda una serie de bancarrotas sobre la deuda a corto plazo, en los años de 1557, 1575, 1596, 1607, 1627 y 1647. Se dedica a un constante saqueo de las fortunas de las ciudades, de los grandes, de la Iglesia, sin retroceder ante ninguna exacción que considerara provechosa. Un estudio completo de los presupuestos del siglo XVI, comparable a lo que conocemos de los gastos y los ingresos en Inglaterra en la misma época, permitiría tal vez dar una respuesta a la importante pregunta de si este torbellino de los precios sacudió a los Estados del Mediterráneo o a sus aledaños más o menos que a los otros. La afirmativa nos parece probable en lo que se refiere a España; particularmente si pensamos en los enormes gastos que la guerra impone al vasto Imperio. Un libelo francés de 1597 408 decía: «La guerra le resulta (a Felipe II) extraordinariamente gravosa, mucho más que a ningún otro príncipe; le impone, por ejemplo, la necesidad de una armada, y se ve obligado a sacar la mayor parte de las tripulaciones de los países extranjeros, distantes del suyo, las cuales le devoran una parte inmensa de sus recursos. Y las guerras terrestres, como la de los Países Bajos, que es la principal de todas, le salen seis veces más caras que a sus enemigos, pues antes de que pueda levantar en España un soldado y colocarlo en la frontera de Artois, presto a combatir contra un francés, le ha costado ya cien ducados, en tanto, que el soldado francés no costará a su rey más de diez...». Y lo mismo se puede decir de su dotación marítima, que debe responder a los requerimientos tanto de las luchas atlánticas como de los combates mediterráneos: una vez más, le toca a España la peor parte; pues los precios del material naval no cesan de subir. Tomás Cano explica en su Arte de Navegar409 cómo un navio de 500 toneladas, que en tiempo de Carlos V habría valido 4 000 ducados, vale hoy, en 1612, 15 000; un quintal de lona para confeccionar velas, de Flandes, que valía antes dos ducados y medio, cuesta ahora 8 ducados. Yo he llevado —añade— mercancías de Cartagena de Indias a 14 ducados la tonelada: hoy cuesta 52 «y, pese a ello, los navios ganan menos que ganaban antes». Con todos estos movimientos de precios, los salarios, y con mucha frecuencia los 406
407 408 409
EARL J. HAMILTON, op. cit., p. 62.
Ibid., p. 65. Plaaart et itécret..., 1597, B. N., París, Oc 241, in 12. 1 6 1 2 , p . 4 3 v.
.
•
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beneficios, resultaban muy bajos. Esto explica, al menos en parte, las dificultades de la marina atlántica española a finales del siglo xvi. Y lo dicho respecto a los grandes navios del Atlántico vale también para las delgadas galeras mediterráneas. En 1538 41 ° le costaba a España 2 253 ducados equipar una simple galera sin artillería (la galera propiamente dicha valía unos 1 000 ducados). En 1528 se habla de la posibilidad de que Gian Andrea Doria venda sus galeras a 15 000 escudos por unidad. Se trata meramente de una cantidad lanzada al aire, y no sabemos, por lo demás, si se refiere o no a galeras completas, es decir, con sus correspondientes tripulaciones y artillerías, pero la diferencia de precios es, con todo, enorme. La consunción de los «tesoros» de América Las importaciones de los tesoros de América se hicieron más espaciadas a partir del primer decenio —y en mayor grado a partir del segundo— del siglo XVII. Fuese un síntoma, una consecuencia o una cau.;a, lo cierto es que esta circunstancia marca un cambio de dirección en la historia del mundo. Se puede decir, de modo general que es un error explicar este acontecimiento recurriendo a causas exclusivamente americanas, como si América hubiese sido el primus morens en esta instancia. Se dice, por ejemplo, que sin duda habían aumentado los gastos inherentes a las explotaciones mineras, en concordancia con la regla de rendimientos decrecientes; la propia América, fraudulentamente y debido a sus propias necesidades monetarias, se había quedado con la mayor parte de su producción 4 " Los especuladores habían distraído buena parte del metal de la Nueva España en dirección al Extremo Oriente y China, en el galeón de Manila. 4 U Y una disminución catastrófica de la población indígena americana había hecho difícil y lenta la operación de reclutar mano de obra india, indispensable para la extracción de la plata. 413 No les falta su parte de verdad a todas estas explicaciones, pero han sido propuestas sin el posible apoyo que aportarían investigaciones que todavía están por hacer, no sólo en los archivos de Sevilla, sino también en Simancas y, sobre todo, en los archivos americanos. N o existen razones a priori para asumir que una población 410
Simancas, Guerra Antigua, IV, f. 108 [hacia 1538). EARLJ. HAMILTON, op. iit., pp. 36 ss. para todas las causas apuntadas. 412 Ibid., p. 37. 413 FRANQOIS CHF.VALIER, La formation des grands domaines au Mexique. Terre et Société aux xvr el xvir siecles. 1952, p. 235. 411
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en recesión no pueda ofrecer mano de obra a un sector particular tan privilegiado como el de las minas; respecto a los fraudes que hemos mencionado antes, parece evidente que en el Río de la Plata cesó toda actividad fraudulenta de importancia en simultaneidad con la recesión minera de carácter general que se inició alrededor de 1623; 4 I 4 y la fuga de metales preciosos en el galeón de Manila se interrumpe a partir aproximadamente de 1635. 4 I 5 Pero el defecto básico de estas explicaciones es obvio: se concentran esencialmente en América, como si el fraude, por ejemplo, no se produjese tanto a la partida como a la llegada. Y sobre todo, estos argumentos no tienen en cuenta los lazos económicos que unen, a través del Imperio español, la actividad motriz de Europa con la del Nuevo Mundo. O, dicho con otras palabras: no hacen alusión a la situación económica considerada en su totalidad, es decir, a esa recesión general que se observa en Europa a continuación de 1580, 1595 y 1619-1622, hasta llegar a la gran fractura de la década de 1640 y los subsiguientes problemas de España primero en Cataluña y Portugal, más tarde en Ñapóles, en 1647, y la supresión este mismo año de la flota de Barlovento, 416 que hasta aquel momento había servido de protección a las Antillas. Cualquier mención de la situación económica general lleva a hablar de los precios, de los costos, de los salarios y de los beneficios. Rodrigo Vivero, 417 buen conocedor del Nuevo Mundo, no cree, en 1632, que la máquina americana se haya averiado, y se equivoca de parte a parte; también yerra cuando habla de una producción anual de 24 millones de oro, de los cuales se enviaban 20 a Sevilla, pero tiene razón cuando describe a los propietarios de las minas como víctimas de la recesión general, «todos ellos endeudados, pues la sal y el maíz han subido de precio, se ha doblado el sueldo de los obreros indios, y aun así, los amos han de suplicar de rodillas para conseguirlos y obtener sus repartimientos, y es una mano de obra muy poco a propósito para el trabajo de la mina». Luego estaban las mesas de juego y los prestamistas, «sanguijuelas de los mineros», quienes en vez de pagar con plata lo hacen «con telas y otros géneros de mercancías con las que puedan obtener más beneficio, o lo que es 4,4 ALICE PIFFER CANNABRAVA, 0 commercio portugués no Rio da Plata 15801640. Sao Paulo, 1944. 415 PlERRE CHAUNI', Les Pbilippines et le Pacifique des lbériques w r . v r a r síteles. 1960, p. 41. 416 ALBERT GIRARD, Le commerce franc/tis d Síiille et a Cadix an temps des Habsboiirgs. 1932, p. 7. 417 B. M. Add. 18287, PS 5633.
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peor, con vino». Pero para ver más claro, habría que mirar también hacia España y Europa y considerar el problema en su contexto más amplio. Las monedas devaluadas y la falsa moneda En todo caso, a mediados del siglo XVII se cierra el gran capítulo, de importancia mundial, de la plata americana. Hace entonces su aparición, en gran escala, la moneda falsa. No queremos decir, con ello, que fuese desconocida en el siglo XVI. Pero al llegar al XVII, las piezas de aleación adulterada penetran en los canales de la circulación esencial del Mediterráneo, y son arrastradas por el torrente del comercio hasta Levante, mientras que en los cincuenta años anteriores había sido cuidadosamente descartada de esta animada zona. Por aquel entonces la mala moneda sólo circulaba a sus anchas por el norte europeo y las regiones islámicas, al margen del mar Interior, e incluso en esas dos zonas aparece tardíamente. En el norte, mientras la moneda inglesa restablecida por la reina Isabel no se movería ya del sitio, la moneda de los rebeldes Países Bajos pasa por incorftables altibajos, hasta su devaluación en noviembre de 1585. 4 I 8 Pero ya antes de esta medida, de tan graves consecuencias, habían estado operando los fabricantes de moneda falsa, especialmente en Lieja, por lo menos desde 1574, 419 año en el cual esas monedas llegan hasta los propios puertos de España y se truecan fraudulentamente por las buenas. El cambio fraudulento por moneda buena 420 era una manera tan útil como cualquiera otra de abrir una brecha en el monopolio español y tener acceso a una parte de los metales preciosos americanos. Este tráfico realizado en los propios puertos llegó a alcanzar un enorme desarrollo después de la firma de la tregua de doce años, en 1609. Los holandeses aportan entonces enormes cantidades de moneda fraccionaria, haciendo directamente lo que antes sólo habían podido hacer a través de intermediarios y gracias a las complacencias de los navios de Lubeck o de Hamburgo, o por medio de los mercaderes ingleses (Inglaterra firmó su paz con España en 1604) 421 o franceses. 4,8 EMILE COORNAERT, op. cii.. p. 46; no he leído Baja de la moneda. 1591, Sim. Eo. 601. 419 Felipe al gran com. de Castilla, 10 de feb. de 1574, Sim. Eo. 561, ff. 16 y 65. 420 Sim. Eo. 561, «Moneda falsa que venía de Flandes a España». 421 El Consejo de Estado al rey, 13 de enero de 1609, A. N., K 1426, A 37, n. 110.
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Estas pequeñas monedas, de baja aleación, llegaban ilícitamente y en cofres y barriles enteros. A la vuelta, las piezas de oro o de plata se escondían entre la sal. En 1607 había en y alrededor de Burdeos cuatro «Casas de la moneda» ocupadas en refundir las piezas españolas obtenidas por los medios más diversos y que, simplemente al pasar por los crisoles, reportaban un beneficio de más de 18 %. 422 En la época a que nos referimos, este comercio era, además, casi legal. Pero duró poco tiempo en este plano de relativa honestidad. A partir de 1613 se falsifican las monedas de vellón, sin duda imitando las monedas españolas. Fabricábanse, por este procedimiento, más de dos millones de pesos al año, y la producción aumentó más tarde. Según ciertos informes, estas falsificaciones arrojaban ganancias de más del 500 %. Fuera de los Países Bajos, este fraude florecía en Dinamarca, en Inglaterra y, más tarde, en Italia. Barcos enteros cargados de quartillos falsos llegaban por aquel entonces a la costa cantábrica o a Sanlúcar de Barrameda. 423 La moneda falsa, que ya circulaba a sus anchas en el tráfico del Atlántico, invade luego el mismo Mediterráneo. En 1595, por ejemplo, sabemos que la duquesa de Piombino mandó acuñar en su minúsculo Estado monedas de muy haxo quilate. 424 En la primera década del siglo XVII, la mala moneda, o si se prefiere, la «moneda baja», llegó por fin a los puertos de Levante; la intoxicación del mar es, entonces, completa. Una relación veneciana de 1611 42S indica que, en medio del tremendo desorden monetario de Alepo, las buenas monedas, que de ordinario tenían una prima del 4 al 5 % sobre la moneda, estaban llegando ese año a un alza del 30 al 35 9f- Las proyecciones de esta historia de la moneda falsa, que se salen de los marcos cronológicos de este libro, pueden estudiarse en la obra de Paul Masson Le commerce franjáis dans le Letant au XVII" siecle. 426 Durante nuestro período, vemos que el tráfico estrictamente mediterráneo resulta poco afectado por estas extraordinarias convulsiones, pero una grave crisis castiga a los territorios turcos, desde 422
El mismo al mismo, 27 de nov. de 1607, A. N., K 1426. 26 de abril 1613, A. N., K 1428, A 39, n. 28; ibid., K 1478, A 78, n. 173; ibid.. K 1479, A 80, 1624; ibid.. K 1456, 1622; Sim. Eo. 628. Valor de la moneda en Flandes, 1614. 424 B. N. París, Esp. 127, fí. 8 v. y 9. 423
425
426
G. BERCHET, np. cit.. p. 133.
Pp. 492 ss.
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Argel, por el oeste, hasta Egipto y Constantinopla, por el este. Se ha hablado demasido de las magníficas e inalterables finanzas turcas. Tal vez lo fueran durante el largo reinado de Solimán el Magnífico (1522-1566), pero el mismo año en que termina este glorioso reinado, es decir, al día siguiente del desastre turco en Malta, se produce en El Cairo, si los datos del viejo libro de Hammer 427 son exactos, una devaluación del 30 % en cuanto a la única moneda de oro acuñada por los turcos. Es posible que fuese un reajuste impuesto por la depreciación de la plata. Sin embargo, los documentos que he tenido a la vista no permiten confirmar el hecho. Sería interesante averiguarlo y saber si se produjo o no una devaluación después del gran esfuerzo de Malta en 1566, primer signo de fatiga del Imperio turco. De cualquier modo, en 1584 ya no hay duda posible; en este año se desencadena una gravísima crisis monetaria. 428 La moneda corriente en Turquía era una pequeña pieza de plata más cuadrada que redonda, 429 el aspro (en turco, akce), hecha de plata pura «no mezclada, sino purificada», precisa Belon du Mans. 430 Se probaba, dice un viajero, 4il arrojándola sobre una estufa al rojo. En peso, representaba la cuarta parte de un dracma de plata; su valor era de 10 a 11 denarios torneses, 432 de 7 xh quattrini venecianos y de 2 a 2'/2 kreuzer alemanes, y el equivalente a un bajocco romano o al antiguo marchetto veneciano. 433 «El aspro vale tanto como uno de nuestros carolus», dice Belon. 434 A comienzos de siglo representaba la 135. a parte del cequí o sultanino, hecho de oro fino puro, 435 ligeramente inferior, aunque apenas, «di bonta». al ducado de Venecia, pero igual y muchas veces superior a los mejores ongari de Alemania. 436 Al advenimiento de Selim I, el sultanino valía 60 aspros, según el cambio oficial, que al parecer no se modificó hasta 1584. Por tanto, si hubo devaluación en 1566, no afectó a la equivalencia de plata de la nueva fórmula del zequí. El tálero turco, 427
Op. ch.. VI, p. 213.
42S
AMI BorÉ, op. cit.. 111, p. 121; M. SIRI, art. cit.;). W. ZINKEISEN, op. cil.. 111,
pp. 798 ss. 429
PHIUPPE DE CANAYE, op. cit..
430
Op. cit.. p. 158 v.
431
G.
432
DE ARAMON, op. cit..
p.
p.
42,
11. 4.
42.
Ibid. 4.3 CANTASCI'SCINO, Commentaria. 11, p. 102, Luigi Bassano di Zara, en FRANCESCO SANSOVINO, Dell'historia uniíersale dell'origine et imperio de T/mbi. libro 3, Venecia, 1564, f. 43, r. y v.; S. SCHWEIGGER, Reiísbeschreibung.... op, cit.. p. 267. 4.4 Op. cit.. p. 158 v. 435 Ibid. 436 GEMINIANO MONTANARI, Zecca in consulta di stato... (1683), p. 253.
714
DESTINOS COLECTIVOS
moneda de plata ligeramente inferior al Kronenthaler austríaco y al escudo de Italia, valía 40 aspros (el Kronenthaler y el escudo valían 50). Varios documentos confirman estos valores: 437 en 1547, 300 aspros valían seis escudos. 438 El baile de Venecia indicaba, en 1564, que sus gastos ordinarios por tres meses se elevaban a 34 487 aspros, o sea 574 ducados y 47 aspros; lo que arroja, para el ducado, un cambio habitual de 60. Habiendo necesitado librar una letra de cambio por 9 170 escudos, obtuvo una equivalencia de 50 aspros por escudo. 439 En 1561, otro baile no pudo obtener, en vista de la escasez de plata en aquel momento, sino un cambio de 47 aspros por escudo; 440 en 1580 el cambio manteníase ya invariable en 50 aspros. 441 Para completar el cuadro de las monedas otomanas debemos referirnos a la última de ellas, la árabe, que circulaba en Egipto y en Siria y ocupaba el espacio situado entre el Mediterráneo, el golfo Pérsico y el mar Rojo: el maidin, especie de aspro que contenía una vez y media más metal fino. Cuarenta maidins equivalían a un zequí, 442 y 35 a un escudo o a un Kronenthaler. 443 Como dice el viajero inglés Newberie en 1583, 444 «40 medins maketh a ducakt». La gran devaluación de 1584 445 se produce a raíz de otra devaluación análoga efectuada en Persia, como consecuencia de los enormes gastos ocasionados por la guerra y por el aumento de tropas a sueldo. El sultán, a quien Egipto cedió en 1584 zequíes de oro al cambio de 43 maidines, los imponía, para sus pagos, á 85 maidines. El zequí permaneció invariable, y su valor pasó de 60 a 120 aspros. Claro está que al mantenerse intacto el zequí, se alteró la aleación del aspro, sustituyéndose por cobre una parte de su metal fino. En 1597, un dracma de plata ya no valía 4 aspros, sino 10 ó 12. Después de las dificultades de 1590, el zequí continúa variando y sube de 120 a 220 aspros. Según esto, nos encontramos en Turquía, a consecuencia de esta moneda de mala ley, con la 437 4,8
J. W. ZlNKElSEN. op. cit.. III, p . 8 0 0 . J. VON HAMMER, op. cit.. V I , p. 5.
43,)
Daniel Badoaro al dogo. Pera, 21 de abril de 1564, A. d. S. Venecia, Senato Secreta, Consta. Filza 4/D. 440 H. Ferro al dogo, Pera, 6 de mayo de 1561, A. d. S. Venecia, Senato Secreta... 3/C. 441 Doc. sin fecha (1577). Sim. Eo. 1147, copia. 442 Constantinopla, 16 de marzo de 1580, Sim. Eo. 1337. 443 444
445
J. W. ZINKEISEN, III, p. 800. R. HAKUIYT, op. cit.. II, p. 247.
V. Tercera Parte, cap. VI, sección 1.
METALES PRECIOSOS, MONEDAS Y PRECIOS
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equivalencia exacta de la inflación del vellón de Castilla, cuyos mecanismos y estragos entre 1600 y 1650 estudia Earl J. Hamilton. 446 Pero advirtamos que, en este caso, la crisis, que duró hasta mediados del siglo XVII, comenzó unos veinte años antes. Resultó difícil contenerla. Se produce una nueva inflación hacia 1625-1630: el zequí llega a los 240 aspros, y el thaler a 120; en 1642 una autoritaria devaluación del 50 c/r lievó al zequí a valer entre 151 y 157 aspros (no 120), pero volvió a haber alza a partir de 1561, y la larga guerra de Candía contra Venecia produjo el más profundo caos. Si en 1660 el zequí sigue valiendo 240 aspros en Servia, lo encontramos a 310 aspros en Sofía en 1663. 447 Estas devaluaciones repercutieron prodigiosamente sobre la salud económica del Imperio turco, donde el aspro hace a la vez de moneda real y de moneda de cuenta. 448 Tales son los aspectos más visibles de los desórdenes monetarios turcos; pero hay, además, otros. Tenemos, principalmente, la política de moneda baja de los argelinos, impuesta por la necesidad. El oro y la plata de España conseguían prima, automáticamente, en sus mercados. Era un modo de atraer, de acaparar las indispensables monedas extranjeras; había hasta una especie de escala móvil, y, en 1580, Iafer Pacha, considerando insuficiente la tasa, subió el escudo de España de 125 aspros argelinos a 130. 44* Como cree el erudito español Manuel. Gallardo y Víctor, es posible que esta devaluación afectara al rescate de Cervantes en 1580. 450 Pero antes de la devaluación del zequí turco de Constantinopla, que se cotizaba a 66 aspros turcos, valía 150 en Argel, lo que indica, en aquel entonces, una asombrosa prima pagada por la moneda de oro de los sultanes, atraída así hacia Argel del mismo modo que el escudo de España. 45 ' Si nuestros cálculos son exactos, éste obtendría casi siempre una prima del 30 % en el mercado de cambios de Argel. Tres edades metálicas Se nos relevará de entrar aquí en más amplias explicaciones. Los diagramas y las gráficas completan una exposición que a pesar 446
Op. cit.. pp. 211 ss. Según B. VINAVER, «La crise monétaire turque 1575-1650», en Publicalions bistoriaues de l'Académie des Sciences de Belgrado, 1958. 448 Según la tesis inédita de Ali Sahili Oglu sobre las acuñaciones de moneda turcas, traducción francesa en curso. 447
449
D.
450
Memoria escrita sobre el rescate de Cerrantes.... Cádiz, 1876, 8.°, 23 pp.
451
R.
DE HAEDO, op. cit.. HAKLUYT, op. cit..
p. II, p.
24
v. 176.
716
DESTINOS COLECTIVOS
de estar muy abreviada, peca de larga; tendremos ocasión de volver luego sobre los difíciles problemas de la situación económica general. En cualquier caso, resulta claro un esquema que se puede enunciar como sigue: Los historiadores atentos al pasado mediterráneo se hallan en presencia de tres estratos, de tres edades metálicas superpuestas: la del oro del Sudán, la del oro y la plata de América y, a continuación, lo que podemos llamar la era de la inflación del vellón, de la moneda falsa, autorizada o no, que aparece tímidamente a fines del siglo XVJ y que luego lo invade todo, en las primeras décadas del siglo XVII. Esquema simple, por supuesto, pues estas épocas monetarias no se disponen nítidamente, como algunos piensan, superponiéndose limpiamente unas a otras, sino entremezcladas y confundidas muchas veces, combinaciones que sería necesario estudiar y exponer con toda precisión. Período del oro: todos los pagos se hacen preferentemc nte en oro. En 1503, Bayardo captura, junto a Barletta, a un pagador del ejército español: Una vez de vuelta —escribe el Leal Servidor— se procedió a abrir sus cajas y se encontraron hermosos ducados —otra confirmación de la regla—. 452 Más aún: el rey de Francia pagando a sus soldados (en 1524) «con oro de España». 453 Todas estas batallas de los primeros tiempos del conflicto entre los Habsburgos y los Valois se combatían con monedas de oro. Basta el desplazamiento de un simple correo para que se pudiesen realizar pagos trascendentales. En mayo de 1526, el embajador de Carlos V se muestra inquieto: habían pasado por Mirándola «cuatro jinetes que llevan el numerario del Papa...»; tenía buenos motivos para sentirse alarmado. Más tarde, durante el largo reinado de la plata (de —quizá— 1550 a 1560 ó 1680), resultaron muy visibles los desplazamientos de la plata, pues el metal blanco es un viajero muy conspicuo: necesita de carros, barcos, animales de carga... por no contar las gentes que deben darle escolta —un mínimo de 50 arcabuceros cuando hay que transportar plata de Genova a Flandes, en diciembre de 1551—. 454 Los movimientos de grandes cantidades de oro pasan por lo general inadvertidos —fuera de los interesados nadie llega a enterarse—. Pero cuando se viene a saber, en septiembre 452
Le Loyal Serriteur, op. cit., p. 34. R. B. MERRIMAN, El Emperador Carlos V. p. 131, traducción del tomo 111 de su vasta obra Tbe rise of tbe Spanisb Empire in tbe Oíd World and in tbe Neu, 4 vol., 1918-1934. 454 Simancas, E° 504, 17 diciembre 1551. 453
METALES PRECIOSOS, MONEDAS Y PRECIOS
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de 1586, que Felipe II ha enviado a Italia 100 000 escudos en monedas de oro, todos comienzan a discutir, especulando acerca de cuál ha podido ser la urgencia interior que le ha forzado a este gesto tan desacostumbrado, pues, por lo general, el oro no sale de la Península. 455 Dada su rareza, era altamente estimado, y cada vez que entraba en juego, «dictaba señorialmente sus propias reglas». Los amos de las cecas y otros expertos llenan páginas y más páginas explicando a quien quiera prestarles atención que todo se arreglaría si el marco de oro valiese doce marcos de plata, tal y como decretaba la sabiduría tradicional, pero en Venecia, donde el oro se veía revalorizado constantemente, cálculos precisos demuestran que la proporción de antaño resulta anticuada. Asi lo explican, sin ningún entusiasmo, los responsables de la Zecca veneciana en noviembre de 1593. 456 Un marco de oro —explican— vale 674 lire y 9 soldi, doce marcos de plata 633 lire y 16 soldi, o sea, ventaja de 40 lire y 13 soldi del oro respecto a la plata: no es mucho, pero no deja de ser una indiscutible ventaja. Pasan los años y las monedas de cobre hacen su entrada en el calendario monetario de Europa. El triunfo de este metal coincide con el desarrollo de las minas de cobre de Hungría, Sajonia, Alemania, Suecia y el Japón. Portugal, vecino de una España donde la inflación alcanza sus cotas máximas, se ve inundado por las monedas de cobre, pero Portugal contaba con el exuterio de las Indias; incluso durante estos desastrosos años estuvo Portugal a corto de cobre: estaba en realidad tan altamente valorado allí el tercer metal que en 1622 había que dar no 12 sino 13 reales por un ducado pagado en pequeñas monedas de cobre. 457 Pero muy pronto volvería el oro a mostrar su rostro. Procedente del Brasil, reaparecerá a finales del x v n , en Lisboa, en Inglaterra, en Europa... También al Mediterráneo le tocará su parte, pero no hasta el punto de convertirse en el centro de la inflación del oro, como lo había sido durante largo tiempo de la inflación de la plata. 455 456 457
A. d. S. Venecia, Senato Dispacci Spagna, 27 septiembre 1586. Museo Correr, Dona delle Rose 161, 26 noviembre 1593. V. MAGALHAES GODINHO, op. cit.. texto mecanografiado, p. 422.
CAPITULO III
LAS ECONOMÍAS: EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE No es nuestra intención describir, en toda su complejidad, el comercio del Mediterráneo. Lo que aquí nos interesa es el panorama de conjunto. A la postre, sólo hemos retenido tres problemas: la crisis de la pimienta, la crisis del trigo y la invasión del Mediterráneo por los navios del Atlántico. Estos problemas atañen a todas las dimensiones de la vida económica del mar: considerados en conjunto nos ofrecen una idea bastante clara de lo que era este vasto espacio: de un lado, hasta el océano Indico, y del otro, hasta el Atlántico y esos otros Mediterráneos nórdicos que son el canal de la Mancha, el mar del Norte y el Báltico...
I.
EL COMERCIO DE LA PIMIENTA
El periplo del cabo de Buena Esperanza no puso fin bruscamente, de golpe y porrazo, como con tanta frecuencia se tiende a pensar y a sostener, al comercio mediterráneo de la pimienta. Han sido los historiadores alemanes los primeros en aclarar este punto, ya definitivamente incorporado a la historia. ' Y es natural que fuesen ellos. Forzosamente tuvieron que darse cuenta de que Alemania no había dejado de recibir las especias y la pimienta de Venecia, y de que los portugueses, por consiguiente, no se habían hecho con el monopolio de todas las corrientes de tan precioso tráfico. Después de los éxitos de Portugal se produjo, sin duda, una terrible crisis en Venecia, y cundió en esta ciudad la moda de las profecías pesimistas. Imaginábanse las consecuencias de los descubrimientos portugueses, y la catástrofe parecía irremediable... Para la ciudad de San Marcos, la pérdida de las especias era «como si un 1
J. KULISCHER, op: cit., II, p. 235; JOHANN FERDINAND ROTH, Geschichte des
Nürnberger Handels, Leip2Íg, 1800-1802, I, p. 252; CARL BRINKMANN, «Der Beginn der neueren Handelsgeschichte», en Historische Zeitschrift. 1914; ALOVS SCHULTE, op. cit., II, pp. 117 ss.; W. HEYD, op. cit., II, pp. 525-6;J. FALKE, Oberdet/tschland Han-
delsbeziebungen zu Siideuropa im Anfatig des 16. Jahrhunderts, p. 610. 718
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
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niño de pecho se viese privado de la leche y el alimento», escribía Girolamo Priuli en su diario, en julio de 1501. 2 Inmediatamente se producen pasmosas fluctuaciones de precios, quiebras e innumerables dificultades, sobre todo cuando el rey de Portugal, Dom Manuel, en 1504, fija el precio oficial de la pimienta y, dos años después, convierte «la especiería», concentrada en Lisboa, en monopolio de la Corona. 3 E n 1504, las galeras venecianas, en su travesía acostumbrada, ya no encuentran especias ni en Alejandría ni en Beirut. 4 El nuevo proveedor se apodera rápidamente de una parte considerable de los mercados europeos. Triunfó sin dificultad en la parte atlántica del continente: en los Países Bajos, ya desde 1501; 5 en Inglaterra, desde enero de 1504, con la llegada a Falmouth de cinco navios portugueses con un cargamento de 380 toneladas de pimienta y especias de Calicut. 6 Se introduce también en la Baja y en la Alta Alemania: la poderosa casa de Antón Welser y Konrad Vóhling, de Augsburgo, se vuelve en 1503 hacia el sol naciente de Lisboa; 7 la Magna Societas de Ravensburgo se decide, en 1507, a hacer sus compras de pimienta y especias en Amberes, estación de tránsito del mercado portugués; 8 los negociantes de Viena, en 1512-1513, se quejan de no poder conseguir en Venecia las cantidades necesarias de pimienta y de especias y piden al emperador que autorice a mercaderes extranjeros a surtirse de estos artículos en Amberes, Francfort o Nuremberg. 9 El nuevo proveedor triunfa también indiscutiblemente en el oeste de Francia y en Castilla, donde en 1524 —según un testigo— se vendía pimienta portu2
Citado por H. KRETSCHMAYR, Gescbichte, von Venedig, II, p. 473. A. SCHULTE, Op. Clt., II, p. 118. 4 Según Sañudo, no había cargamentos venecianos para Beirut y Alejandría a causa de la guerra turco-veneciana en 1499, 1500, 1504 y 1506. Sobre esta carencia en 1506, v. J. MA/.Z.EI, op. cit.. p. 41. Desde 1502, las galeras sólo encontraron en Beiru. cuatro bultos de pimienta, según W. HEYD, A. FANFANI, Storia del ¡atoro..., p. 38. Las reducciones del tráfico veneciano en 1512, A. FANHANI, op. cit., p. 39. Ordinariamente, estas difíciles cuestiones no se plantean bien ni se resuelven de una manera categórica. Para todo este párrafo me he servido del cuadro formado por V. MAGALHÁES GODINHO, «Le repli vénitien et égyptien de la route du Cap», en: Hommage a Luden Febvre. II, 1953, pp. 287 ss. 5 E. PRESTAGE, Portuguese Pionners, Londres, 1933, p. 295. 6 TAV/NEYyPowER,TndorEconomicDoa/men/s, II,p. 19, citado por L. F. SAL/MAN, English Trade in tbe Middle Ages. Oxford, 1931, pp. 445-6; Dr. SOTTAS, op. cit., p. 135. 3
7
A. SCHULTE, op. cit., II, p. 118.
" lbid., I, p. 279. 9
J. KULISCHER, op. cit., II, p. 234.
720
DESTINOS COLECTIVOS
guesa en Medina del Campo. 10 No cabe ninguna duda de que esta misma pimienta penetró muy pronto en el Mediterráneo, donde los veleros portugueses ocupan en esta época un puesto prominente. Tal vez ya desde 1503, en Genova: Venecía cierra su frontera de Tierra Firme, en junio de ese año, ' ' a los productos procedentes de Genova (tejidos de oro y plata, lanas, especias, azúcar..., se estipulaba concretamente) o de otras plazas extranjeras, y ordena que las ciudades de Tierra Firme vayan a aprovisionarse a la propia Venecia. Para incrementar las importaciones de pimienta y de especias de Levante, autorizó, en mayo de 1514, 12 su transporte en toda clase de barcos y no, como en el pasado, exclusivamente en las galere da mercato, las cuales, desde ese momento, hubieron de soportar una muy seria competencia; I3 suprimió, además, los derechos de aduana que habían de satisfacer a su entrada en Venecia. Pese a estas medidas, la Señoría se vio obligada, al año siguiente —1515— a ir a cargar a Lisboa el suplemento indispensable para su aprovisionamiento. 14 En 1527, el Senado veneciano propone al rey de Portugal, Juan III, comprarle en firme toda la pimienta que llegara de Lisboa, separando la parte necesaria para el consumo de los portugueses. El proyecto no prosperó; pero demuestra en qué situación tan precaria se encontraba Venecia por aquel entonces y la marcha triunfal del mercado de Lisboa. I5 Revancha mediterránea: la prosperidad del mar Rojo a partir de 1550 ¿Cuándo, cómo y por qué razones se restableció la situación —como, en efecto, se restableció— en beneficio de Venecia y del Mediterráneo? 16 Es difícil decirlo. ¿Tendrá esto algo que ver con el reflujo de los precios después de los años de 1540? ¿Sería esto lo que vino a entorpecer el próspero comercio de Lisboa? ¿Influiría también la calidad inferior de la mercancía portuguesa, a la que el largo viaje por mar hacía perder parte de su aroma, al decir de los conocedores? El rumor, esparcido por Venecia, no debía de care10
A. NAVAGERO, op. cit.,
p.
36.
11
A. d. S. Venecia, Cinque Saiii alia Mercanzia, Busta 2, 20 de junio de 1503. 12 A. d. S. Venecia, Senato Mar 18, 3 mayo 1514. 13 Dr. SOTTAS, op. cit., p. 136. En 1524 se restableció por diez años más el monopolio de las galeras; acabados éstos se suprimió definitivamente. 14
W. HEYD, op. cit..
I, pp. 531,
538; GORIS, op. cit.. pp.
195 ss.; J. KULISCHER,
op. cit., II, p. 234. 15 Vi/.CONDE DE SOVERAL, Apontamentos sobre as antigás relacpes políticas e commerciaes do Portugal com a República de Veneza, Lisboa, 1893, pp. 6 y 7. 16 Según V. MAGALHAES GODINHO, ejemplos lo menos desde 1514; semidetenciones en 1517, 1519, 1523 y 1529; buenos cargamentos en 1531.
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
721
cer de fundamento, pues lo encontramos recogido en un documento español de 1574 que no transpira ninguna simpatía por Venecia. I7 También es probable que el comercio mediterráneo, vinculado a los intermediarios árabes, haya sabido reservarse, pagándolos más caros en los puntos de embarque, Goa, Cochin y otros lugares, los productos de mejor calidad. ¿No habrán exagerado notablemente los portugueses al mantener en Asia precios de compra extremadamente bajos? 18 Es verdad que tenían que cubrir los gastos de la larga travesía, las frecuentes pérdidas de navios y, finalmente, los quebrantos de los propios cargamentos, que con frecuencia se averiaban por el camino. En cambio, el comercio por el Mediterráneo, con su espesa red de intermediarios, con sus trayectos más cortos y bien explorados desde hacía siglos, envolvía menores contratiempos e irregularidades. Para los venecianos, el riesgo se reducía al de la travesía de Egipto, y estaba compensado por jugosos beneficios, en vista de las enormes diferencias de precio entre el Oriente y el Occidente del Mediterráneo. En 1512, apuntaba Thénaud: «Ganan el ciento por ciento y aún más en mercaderías que son aquí de poco valor.» 19 Incluso en el caso de que faltase la pimienta (la única mercancía que dio lugar a un comercio masivo y que los portugueses se mostraron especialmente interesados en controlar), era posible traficar en especias de lujo, drogas y otros productos de Levante. Por su parte, los mercaderes orientales sentían una apremiante necesidad de los metales preciosos: el oro de Egipto o la plata de Occidente llegaban hasta el océano Indico gracias a las especias y a todo lo que las acompañaba por las rutas que desembocaban en el Mediterráneo. La India y el Extremo Oriente apreciaban altamente el coral, el azafrán del Mediterráneo, el opio de Egipto, los paños de lana de Occidente y el mercurio y la granza del mar Rojo. Apuntalando estos tráficos antiquísimos, había siempre en torno al océano Indico poderosas y bien organizadas sociedades comerciales, que el auge del comercio portugués había quebrantado, pero no suprimido, y que fueron capaces de reaccionar con enorme rapidez. Y, no habiendo perdido el comercio mediterráneo hacia el Oriente nada de su interés por los habituales intermediarios, es 17
Sim Eo. 564, f. 10. '* R. HAKLUYT, op. íit.. II, pp. 223-4. Relaciónde Lorenzo Tiepolo, 1554, p.21.
"
Citado por G. ATKINSON,É>/>. cit., p. 131; PADREJEANTHÉNAUD,LÍ voyage..., sin
fecha, B. N. Res. O 2, f. 998. V. también SAMUELE ROMANI.N, Storia doc. di Venezia. "I, p. 23 (1536), A. d. S. Venecia, CinqueSavü alia Mmanzia, Busta27, 26 de enero de 1536.
722
DESTINOS COLECTIVOS
evidente que habría podido descartarlo la fuerza, es decir, una vigilancia ejercida en las mismas fuentes de aprovisionamiento. Y los portugueses lo consiguieron en varias ocasiones; de hecho, cada vez que lo han intentado, tanto en el momento inicial de su penetración, propinando un duro golpe a los privilegiados tráficos del mar Rojo, 2 0 como en fechas mucho más tardías; por ejemplo, durante el invierno de 1545-1546, al largo de las costas de Malabar, «la escuadra portuguesa patrulla de modo tan efectivo que consigue evitar toda salida clandestina de pimienta», 2I o, por lo menos, logra reducir notablemente ese contrabando. Pero esta atenta vigilancia se relaja muy pronto, por decisión de los mismos portugueses. La presencia portuguesa, que tan rápidamente se había extendido por una inmensa área, a través del océano Indico y más allá, a causa, no sólo, de la necesidad de crear tráficos interregionales, sino también del espíritu de aventura o J e lucro, había culminado en la creación de un imperio inmenso y frágil. Por sí mismo, Portugal no era lo bastante rico para mantener esa vasta red, sus fortalezas, sus costosas escuadras y sus funcionarios. El imperio tiene que alimentarse siempre del imperio. Esta inferioridad financiera convirtió muy pronto a los portugueses en aduaneros; pero las aduanas no son provechosas más que cuando pasan por ellas torrentes de preciosas mercaderías. En estas condiciones, el fraude o lo que podemos llamar fraude (y que en realidad era necesidad) ha encontrado campo abonado. Era necesidad, en primer lugar, porque era imposible ocupar Ormuz, encrucijada esencial (1506), y cerrarlo inmediatamente a todo tráfico; en segundo lugar, porque los turcos se estaban instalando en Siria (1516), en Egipto (1517) y en Irak (1534). Para hacerles frente, los portugueses han tenido que buscar el apoyo de Persia, y, en consecuencia, mantener las comunicaciones esenciales entre India y Persia, y salvaguardar, en la medida que eso fuese posible, los tráficos comerciales que ésta mantenía con Siria y el Mediterráneo. La cuestión no puede reducirse al simple hecho de la corrupción de los funcionarios portugueses, ansiosos de enriquecerse lo más rápidamente posible y sordos a las órdenes que desde muy lejos les daba su Gobierno. Es evidente que esa corrupción ha existido, pero no funcionó como factor determinante: había mucho más detrás. Sin embargo, estas prudencias y estas políticas realistas no triunfaron de la noche a la mañana. El Imperio portugués necesitó 20
Ver supra. pp. 238 ss. . V. MAGALHAES GODINHO ha vuelto a analizar estos problemas: Os descubrimientos e a economía mundial. II, 1963, pp. 487 ss. 21
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
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tiempo para cimentarse sólidamente, y también al Imperio turco le costó su tiempo saber sus debilidades y sus limitaciones, comprender cuáles podían ser sus intereses razonables respecto al océano Indico, renunciar a sus proyectos iniciales de concentrar en Constantinopla todo el comercio de Levante, y por último, preparar un serio avance hacia el sur y hacia el este, al que se renunciaría, prácticamente, poco después, mientras que los portugueses, por su parte, hacían cuanto estaba en sus manos para evitar convertirse en blanco de tan formidable enemigo. Diez años dejaría pasar el turco antes de lanzar otra ofensiva desde el conquistado Egipto. Sólo en 1529 comienzan los trabajos para excavar un canal que habría de unir el Nilo con el mar Rojo, pero estos preparativos se han de interrumpir ante la necesidad de presentar batalla al enemigo en el Mediterráneo: 1532 es el año de Corón. 22 Nueva pausa de seis años hasta la expedición de la flota de Solimán Pacha que se apodera de Aden en 1538, pero que fracasa ante Diu ese mismo año. 23 En 1542, 2 4 los portugueses consiguen a duras penas mantener la Etiopía cristiana, y en 1546 2S salvan milagrosamente Diu, su fortaleza en la península de Gujarat. De todos los rincones de la India, de la lejana Sumatra, llegaban constantemente embajadores a Constantinopla, implorando la ayuda del sultán contra los portugueses, y aportándole los más raros presentes: loros y cacatúas de maravillosos colores, especias, finísimos perfumes, bálsamos, esclavos negros, eunucos... 26 Sin duda que, en 1551, a la salida del mar Rojo, se produjo el fracaso de las galeras que mandaba Piri Reis, 27 y en 1553, un nuevo revés, el de la flota de Sidi Ali, el poeta del Espejo de los Países, que salió del golfo Pérsico. 28 Sin embargo, después de la década de 1550 se registra un cierto aflojamiento en la tensión entre los portugueses y los turcos que contribuyó, probablemente, a favorecer el comercio hacia el Mediterráneo. 22
Ver R. B. MERRIMAN, Carlos V. 2. a ed. 1949, p.
182.
23
A. B. DE BRAGA'NCA PEREIRA, OS portugueses em Din.
pp. 2, 83 ss.; N. IORGA,
op. cit., II, p. 365; A. S. DE SOU/.A, Historia de Portugal. Barcelona, 1929, p. 129; F. DE ANDRADA, 0 primeiro cerco que os Turcos puzeráo na fortaleza, de Dio. ñas partes de India. Coimbra, 1589. 24 Corpo diplomático portugnez. VI, pp. 70-1. 25
A. B. DE BRAGANCA PEREIRA, op. cit..
p. 2; J. CORTE REAL, Successos do se-
gundo cerco de Dio, Lisboa, 1574; J. TEVINS, Commentarius de rebus in India apud Dium gestis anno MDXLVI, Coimbra, 1548. 26
27 28
1547,
J.
VON HAMMER, op. cit..
Ibid.. pp. 184-6. Ibid.. p. 186.
VI,
p.
724
DESTINOS COLECTIVOS
El hecho es que la antigua ruta de las especias se reanima y prospera a partir de mediados de siglo. Desde ese momento la zona de la pimienta mediterránea progresa en los bordes del mar occidental, rechazando hacia el Atlántico a la pimienta del reymercader de Lisboa, sin que se llegue, por lo demás, a una línea clara de demarcación. Así, la pimienta del Mediterráneo jamás deja de llegar a Amberes durante la primera mitad del siglo XVI, 29 y tal vez aún más tarde. En 1510, un buque establecía la comunicación entre Alejandría y Amberes. 30 Hacia 1540, la pimienta mediterránea influye sobre los precios del mercado del Escalda. Y el mismo año, al intentar un bloqueo de la pimienta contra Francia, 31 los ibéricos favorecen el tráfico rival de Marsella, que Francisco I parecía deseoso de proteger, puesto que rechaza, en mayo de 1541, todas las propuestas y promesas portuguesas en lo tocante a las especias, queriendo dar satisfacción, nota un veneciano «alsignor Turco» y no queriendo ayudar a Flandes, «donde, por lo que parece, Amberes se había convertido en la primera ciudad del mundo». 32 En todo caso, los datos de las exportaciones marsellesas referentes al año 1543 acusan envíos hasta Lyon —y probablemente hasta más allá—, así como también en dirección a Tolosa. 33 En 1565, estos envíos llegaban a Ruán y competían en Tolosa con la pimienta de Lisboa, revendida por Burdeos. 34 Hacia mediados de siglo, vemos a los franceses y los ingleses cambiar pimienta, principalmente en Rouen, La Rochela y Burdeos. 35 Tratábase, evidentemente, de productos distintos, procedentes de una y otra fuente. Las circunstancias favorecían tan pronto a la una como a la otra. Así, la implantación de derechos de aduana del 10 % ad valorem en 1559 perjudica en el mercado castellano a la pimienta lusitana, pero sin que ésta fuese eliminada, al parecer, de la Península, gracias, sin duda, a su proximidad. 36 Las importaciones liornesas de fines de siglo producen la misma impresión que los intercambios franco-ingleses; es decir, probablemente se trataba de dos pimientas distintas, que no compiten entre sí ni se eliminan forzosamente la una a la otra. De hecho 29 J. DENI.'CÉ, L'Afrique et Aniers. p. 71; M. SAÑUDO, op. cil., LVI1I, col. 678, sept. de 1533. 30
J. DENUCÉ, op. cit.,
31
«Prohibición de introducir especiería en Francia», Sim. Eo. 497 y 498. Donato al dux, Amboise, 2 de mayo de 1541, B. N., París, Ital., 1715
32
p.
71.
(copia). 33
34 35 36
A. des B.-du-Rhóne, Almirantazgo de Marsella, IX ter. PAUL MASSON, Les Compagnies du Cornil. 1908, pp. 123-5. P. BOISSONNADE, «France et Angleterre, au xvi' siécle», art. cit., p. 36. R. B. MERRIMAN, op. cit..
IV, p.
441.
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
725
y hasta finales del siglo XVI, e incluso más tarde, sólo hay un único mercado de pimienta. 37 Consideremos, por ejemplo, unas palabras al azar de un mercader español (29 de noviembre de 1591) establecido en Florencia: al saberse la noticia de que las «naos de Yndias» no vendrán este año a Lisboa, las especias han subido de precio. «El único precio que no ha variado ha sido el de la pimienta—observa—, pues desde Levante ha llegado a Venecia en grandes cantidades.» 38 Lo innegable es que el Mediterráneo recupera una buena parte, sin duda la mayor, del tráfico de la pimienta. El comercio de Levante prospera; numerosas caravanas lo animan, unas procedentes del golfo Pérsico, otras del mar Rojo. Al término de estas rutas continentales, mirando hacia el Mediterráneo, florecen dos dobles ciudades: de una parte, Alepo y la activa escala de Trípoli; de la otra, El Cairo y su puerto, Alejandría, que parecía haber quedado vaciado de su contenido por la vecindad de la desmesurada, enorme capital. Por el Occidente, el nuevo brote del tráfico favorece sobre todo a los venecianos, que siguen siendo los grandes señores del momento y al lado de los cuales los marselleses y los ragusinos aparecen muy en segundo plano. Sus mercaderes penetran curiosamente desde las tierras del interior de Alejandría a El Cairo (1552), 39 y desde Damasco, ciudad en decadencia y donde las intrigas individuales, los garbugli, dejan malparados los negocios de la colonia veneciana, 40 hasta Alepo, en la desembocadura de la ruta de caravanas de Babilonia. En Egipto, el desplazamiento obedece al deseo de desembarazarse de los intermediarios, negociantes y mercaderes de El Cairo, riquísimos competidores que, si no se les ponía coto, no se contentarían con ser dueños indiscutibles del comercio en las grandes ciudades de las caravanas, sino que se apoderarían también del tráfico marítimo de la Cristiandad. Por lo demás, los negociantes europeos se verán con mucha frecuencia obligados a trabajar en colaboración con ellos. 4I Pero, independientemente de estos problemas de organización local, la llegada de mercaderías venecianas, tanto a El Cairo como a Alepo, significa la prosperidad de estos mercados interiores, de sus capita31 38 39
Mediceo 2080 y también los papeles de los archivos de Guicciardini Corsi. Baltasar Suárez a Simón Ruiz, Archivo Ruiz, Valladolid, 29 nov. 1591. WILKEN, p. 44, cit. por F. C. LAÑE, op. cit., p. 582.
40
Sin contar la guerra turco-veneciana de 1538-1540. Sobre las dificultades de Siria y de Damasco, v. A. d. S. Venecia, Cinqtie Savii... Busta 27, 23 de enero de 1543, julio de 1543, 14 de junio de 1544, 7 de diciembre de 1548, 19 de dic. de 1548. 41
LORENZO TIEPOLO, Relatione... (1554), pub. por Ckogna, pp. 15-6.
726
DESTINOS COLECTIVOS
listas, de sus comunicaciones por medio de caravanas, y por encima de estas relaciones, eficaces compras de los mercaderes árabes en la India y en Oceanía. El Mediterráneo ha arrebatado al océano sus tesoros. Las rutas del comercio del Levante Mil documentos prueban indiscutiblemente esta recuperación. Señalemos aquí, sin embargo, ya que generalmente prevalece la opinión contraria, que ciertos detalles se prestan a confusión. Para no caer en error hay que saber que las dos rutas que llegaban de Alepo y El Cairo mantenían una rivalidad permanente. Con frecuencia, cuando la una se cierra, se abre la otra. Ahora bien, en estos años de recuperación general, Alepo tiene la mala fortuna de levantarse en el camino estratégico de Persia —lo que le perjudica, especialmente, durante la guerra de 1548 a 1555— y en el camino de Ormuz, es decir, de la guerra portuguesa. Con ocasión de la guerra turco-portuguesa de 1560 a 1563, también quedarán reducidas a su mínima expresión las caravanas de Basora. 42 N o es, pues, de extrañar que la ciudad de Alepo florezca un buen día 43 y que al día siguiente se vea asolada por un alza anormal de los precios. 44 En julio de 1557, Christófano Aüegretti, agente ragusino, se siente descorazonado y decide marcharse a Egipto. «Creo que ese país de Alepo nunca ha estado tan desprovisto de mercaderías, hasta el punto de que no se encuentra nada en él, como no sea jabón y ceniza. Las agallas de roble valen allí de 13 a 14 ducados, y con la llegada (a Trípoli) de cuatro navios franceses, creo que los precios subirán hasta las nubes. Hay más de ocho navios franceses que, en este momento, arruinan a todo el mundo, poniéndose a comprar a cualquier precio.» 45 Dos años antes, en 1555, y quizá a consecuencia de haber terminado las guerras turco-persas, numerosos mercaderes moros y venecianos de Alepo son passati in le Iridie, 46 se han marchado a las Indias, Es verdad que no todos los mercaderes hacen como este ragusino y estos viajeros que abandonan la plaza. Cuando Lorenzo Tiepolo llega a Alepo en 1560, 47 es 42
F. C.
45
Por ejemplo, en 1556, en 1563-1564.
44
En 1562, relación de L. TIEPOLO, op. cit., p. 40.
LAÑE, op. cit., p.
580.
45
Carta a Gozze y Andrea di Catharo en Mesina, Trípoli de Siria, 15 de sept. de 1557. A. de Ragusa, D. di Canc, ff. 37 ss. 46 A. d. S. Venecia, Relazioni B 31, Alepo, 10 juüo 1557, G. B. Basadona, cónsul de Siria, a la Señoría de Venecia. 47
L. TJEPOEO, op. cit., p. 30.
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
727
recibido por 250 mercaderes a caballo. En noviembre de 1563, el baile veneciano anunció, desde Pera, que las galee grosse han partido de Siria para Venecia. 48 El año anterior, un informe veneciano indica que Alepo alberga a 5 000 obreros tejedores. 49 A pesar de todas sus crisis, la ciudad seguía siendo un gran centro comercial e industrial; sus dificultades, en todo caso, eran puramente locales. No afectaban para nada al conjunto del Mediterráneo oriental. \ , sobre todo, no afectaban al mar Rojo, que seguía siendo casi el careno único, pero importantísimo, del comercio con el Extremo Oriente. «Este mar Rojo —escribe Belon du Mans, que veía sus orillas hacia mediados de siglo— 50 no pasa de ser ahora un estrecho canal, no mayor que el Sena entre Harfleur y Honfleur, donde se navega con dificultad y gran peligro, pues las rocas son aquí muy frecuentes.» Surcan sus aguas multitud de pequeños veleros, extrañas embarcaciones de planchas mal clavadas, o «ensambladas con cuerdas de fibra de cocotero y calafateadas con fibras de palma datilera empapadas en aceite de pescado». 51 Veíanse también grandes «huleas» y galeras, 52 estas últimas transportadas en piezas sueltas de El Cairo a Suez, puerto malo e «incómodo», 53 en medio de la arena y mal abrigado de los vientos. 54 Pequeños y grandes navios llevan hacia el norte, por Aden o por las costas de Abisinia, los tesoros de las Indias, de Sumatra y de las Molucas, además de los peregrinos de todo el Islam asiático. La necesidad de refugiarse de los temporales, catastróficos en estas difíciles costas, hace que se multipliquen en ellas los puertos: Suakin, Aden, Djedda —el puerto de La Meca—, y Tof, rival de Suez. En Djedda —«Juda», o también Zíden, como la llaman a menudo los textos— se congrega el mayor número de aquellos navios. De ahí que cerca de La Meca se reúnan enormes aglomeraciones de caravanas, hasta de 200 000 personas y 300 000 bestias a un tiempo. Aunque a veces faltase el trigo en la ciudad santa, siempre abundaba en ella la carne. 55 De Djedda, los navios y barcas parten de 48
A. d. S. Venecia, Senato Secreta, Consta. Filza 4/D.
49
L. TIEPOLO, op. cit., p. 39. BELON DU MANS, op. cit., p.
50
51
124.
SONIA E. HOWE, Les grands naitgateurs a la recherebe des épices. París, 1939,
p. 106. 52
BELON DU MANS, op. cit..
53
Ibid., p. 132 v. lbid., p. 120. R. HAKLUYT, »A cit., II, pp. 207-8, hacia 1586.
54 55
p.
131.
•*
728
DESTINOS COLECTIVOS
nuevo hacia Tor, desde donde las caravanas alcanzan El Cairo en nueve o diez jornadas. 56 Según el punto de partida de los grandes convoyes marítimos del océano Indico, Sumatra, Camboya (en la desembocadura de los países del Indo), la costa Malabar, Calicut, Bul, Cananor y otras regiones de sotavento, las especias llegan al mar Rojo en noviembre o en mayo de cada año. 57 La puerta, la difícil puerta del mar Rojo, estaba, pues, abierta de par en par sobre las Indias y el océano Indico, dando paso a un inmenso comercio. Bastaría para demostrarlo la presencia de porcelanas bastante costosas, sin duda procedentes de China, aunque Belon se niegue a creer que procedieran realmente de las lejanas «Indias», S8 ya que estos frágiles objetos acompañan siempre a un torrente de otras mercancías. En lo que se refiere a las especias, entre las que la pimienta ocupaba indiscutiblemente el primer lugar, vemos que, de 1554 a 1564, por ejemplo, el volumen de los cargamentos anuales es de 20 000 a 40 000 quintales ligeros. 59 En 1554, solamente los venecianos transportaron a Alejandría 600 colli de especias, 60 o sea unos 6 000 quintales. Y eso que los venecianos no absorben a lo sumo más que la mitad del comercio de Alejandría, y al comercio occidental hay que añadir el consumo de los países orientales, que ha sido siempre importante. Gran cantidad de documentos consulares de El Cairo indican la cifra anual de 12 000 quintales para las compras hechas por los venecianos entre los años 1560 y 1564, 6I cifra tan elevada como lo era en otro tiempo antes de Vasco de Gama, y que cuadra bastante bien con los cálculos del embajador portugués en Roma, quien evalúa en 40 000 quintales la cifra global del tráfico de Alejandría en especias. 62 En octubre de 1564, un espía al servicio de Portugal estimó ese mismo tráfico en 30 000 quintales, de los cuales 25 000 corresponden a la pimienta. 63 Y en mayo de 1565, el cónsul veneciano en El Cairo habla de 20 000 quintales de pimienta recibidos de Djedda. 64 En esa fecha aún no habían arribado los convoyes de 56
L.
TIEPOLO,
op.
al.,
p.
21;
D.
BARBÁRICO, en
E.
ALBÉRI, op.
cit.,
III,
II, pp. 3-4 57 Ibid., p. 21. 58
BELON DU MANS, op. cit..
59
A 50 kilos el quintal ligero.
60
L. TIEPOLO, op. cit., p. F. C. LAÑE, op. cit., p.
61
62
p. 20. 581.
Corp. dipl. pon.. IX, pp. 110-1; F. DE ALMEIDA, op. cit., III, p. 562; F. C.
LAÑE, op. cit., p . 5 . 63
64
134.
F. C.
Ibid.
LAÑE, op. cit.,
• p.
586.
.
.
.
-
.
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
729
Gujarat, de Calicut y de otras partes (los cuales llegaban, ordinariamente, en invierno), y 23 navios descargaban en el puerto de Djedda, en el mes de agosto. 65 Volvemos a parar, pues, a las cifras de 30 000 y 40 000 quintales, las cuales, recordémoslo, sólo incluyen el comercio egipcio, sintener en cuenta para nada el de Siria. De '30 000 a 40 000 quintales, decimos. Estas cifras no poseen ningún valor estadístico. Nos llevan, simplemente, a la conclusión de que por el mar Rojo pasaba un volumen de especias y pimienta mayor que nunca o, al menos, igual; trátase de cantidades iguales, por lo menos —superiores, afirma C. Lañe—, a las que llegaban a Lisboa por la misma época. 66 Podemos asegurar, en todo caso, que las especias desembocan en el Mediterráneo, durante este siglo, en enormes cantidades. Representan «millones de oro», como dicen las gentes del tiempo. Y con la pimienta y las especias, llegaban al Mediterráneo drogas medicinales, tales como el opio, el balsamo de Mitrídates, greda, perfumes y objetos de tocador, las «piedras de jaspe» o «lágrimas de ciervo», de que nos habla Belon, 67 piedras preciosas, perlas, etcétera. Comercio de lujo y de objetos superfluos, se le ha llamado; pero, ¿no es lo superfluo lo que el hombre, por instinto, estima como «lo más necesario»? 68 El comercio de especias seguirá siendo el primero de todos los tráficos mundiales en el siglo XVII, y, muy posiblemente, en el XVIII. 69 A partir de aquel momento grandes navios cargados de monedas o de mercancías de fácil salida se apresuran también hacia Alejandría y Siria. En enero de 1552, tres naves venecianas arriban a Trípoli con 25 000 doblas y 100 000 y pico de escudos. Este ruido de monedas pone sobre aviso al embajador portugués en Roma. 70 No abriga la menor duda acerca del empleo que se dará a esta riqueza. En la primavera de 1554 se apercibe en Alejandría un navio ragusino. 7I En el otoño de 1559, una nave ragusina, otra de Quíos y dos venecianas, todas cargadas de especias, son incautadas 65 66
ibid.
R. EHRENBERG, op. cit., I, p. 14, habla de 10 127 bultos de pimienta que llegaron a Lisboa para los Affaitati, concesionarios de pimienta. 67
E. CHARRIÉRRE, op. cit.,
II, p. 776,
n.; BELON DU MANS, op. cit..
68
p. 158
v.
ERNEST BABELON, Les origines de la monnaie consideréis au point de rué économique et historique, 1897, p. 248, citado por ALFRED POSE, La monnaie et ses institutions. París, 1942, I. pp. 4-5. 69
J.
70
23 de enero de 1552, Corp. dipl. port.. VII, p. 108. L. Tiepolo al dogo, El Cairo, Collegio Secreta, Busta 31 orig.
71
KULISCHER, op. cit..
II,
p.
258.
730
DESTINOS COLECTIVOS
por el capitán de Alejandría. 72 Una de ellas, la Contarina, regresa a Venecia, en enero, cargada de especias y pimienta. 73 Podemos calcular sobre poco más o menos lo que transportaban todas esas embarcaciones y las que les seguían en las rutas de Egipto, a juzgar por el cargamento del Crose, navio veneciano de 540 toneladas, que en 1561 transportó hacia Oriente cobre en bruto, en barras o elaborado, telas, lanas y sedas, cariseas, birretes, coral, ámbar, juguetería, papel y, por último, dinero contante. De regreso, cargó pimienta, jengibre de diversas clases y orígenes, canela, nuez moscada, clavo, incienso, goma arábiga, azúcar, madera de sándalo y otras mil mercancías. 74 En Lisboa, adonde llegaban en abundancia noticias tanto verdaderas como falsas, cundió muy pronto la inquietud. Se supo que aquel mismo año de 1561, los turcos, como si esta corriente natural del tráfico hacia sus puertos no fuera suficiente, habíanse apoderado en el océano Indico de veinte mil quintales de pimienta portuguesa, dirigiéndolos, por supuesto, hacia Alejandría. 7S De pronto corrió el rumor de que el virrey de las Indias portuguesas se había levantado contra su soberano y había, despachado hacia Egipto la pimienta de las flotas reales. 76 La situación, catastrófica, fue apreciada en todo su valor por las gentes de Lisboa, donde convergían las noticias-mensajes del servicio de información en Siria y en Egipto, y que tenía sus contactos en Chipre, Venecia y Roma. 77 Según los datos de sus informantes, el embajador portugués en Roma, experto en estos problemas, dedujo en noviembre de 1560 que, en vista de la enorme cantidad de pimienta y especias que llegaban a Alejandría, nada tenía de extraño que afluyese una cantidad tan exigua de esos productos a Lisboa. El embajador francés en Portugal, Nicot, se regocijaba abiertamente de ello en abril de 1561: 7 8 «Si ese tránsito por el mar Rojo se impone, los almacenes del rey de Portugal se verán muy mermados, que es la cosa que él más teme, y para impedir la cual han combatido tanto sus armas.» Lo que se temía, lo que se esperaba, era casi una revolución económica. 72 73
14 de nov. de 1559, Senato Secreta, Consta. Filza 2/A f. 190 v. G. Hernández a Felipe II, Venecia, 3 de enero de 1560. Sim. Eo, 1324, f. 27.
74
F. C. LANF., art. cit., pp. 581-3.
75
JEAN NICOT, Sa correspondance diplomatique, pub. por. E. FALGAIROLLE, 1897,
12 de abril de 1561, p. 127. 76
F. C. LAÑE op. cit., p. 585.
77
Corp. dipl. pon,, VII, pp. 215, 238, 258, 277; VIII, pp. 79, 97, 115, 250, 297, 372; IX, pp. 110-1, citado por F. C. LAÑE, op. cit., p. 585. 78
J. NICOT, op. cit., p. 127, 12 abril 1561.
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Una auténtica penuria de pimienta se declara por estos años en todos los países que constituyen la clientela portuguesa. Aun a riesgo de exagerar la nota, recordemos la tentativa de los ingleses de empujar desde Moscú hacia el mar Caspio y aun más allá, hasta Persia. El primer viaje de Jenkinsom data de 1561. 79 Los franceses, ante la imposibilidad de forzar las puertas del «almacén» portugués, que se les cerraron herméticamente, 80 recibieron de Nicot el consejo de ir a la costa de Guinea a cargar maiagueta, la falsa pimienta que aún siguió vendiéndose durante largo tiempo, principalmente en Amberes. 81 A partir de 1559, los Fugger organizan vía Fiume y Ragusa una conexión con Alejandría, adonde despacharon un factor. 82 En España se desencadenó una brusca subida de los precios de las especias. Estos precios, relativamente estables entre 1520 y 1545, regularmente aumentados más tarde, a consecuencia del alza general de 1545 a 1558, se elevaron vertiginosamente, a un ritmo mucho más rápido que el de los otros artículos, hasta llegar a triplicarse en Castilla la Nueva entre 1558 y 1561. 83 Earl J. Hamilton comprobó antes que nadie estas alzas anormales, señalando la probable incidencia de los altos precios de la pimienta sobre las premisas de la expedición de Legazpi a las Filipinas, en 1564. 84 Ahora bien, ya en 1558 se quejaban en Genova de los precios excesivamente altos de las «drogas» de Portugal. 85 La guerra turco-portuguesa (1560-1563), ¿fue una reacción de Portugal contra este estado de cosas? ¿O fue, por el contrario, un signo de su debilidad? En vano buscaremos respuesta a estas preguntas en las historias habituales. La guerra, otra vez más muy deshilvanada, se desarrolló frente a Bab el Mandeb y Ormuz, a la salida de los dos golfos.que los turcos dominaban con sus galeras. Pero Turquía dirigió sus esfuerzos, principalmente, sobre el golfo Pérsico, 86 cuando corrían rumores de traiciones de agentes turcos al servicio de los portugueses, en el Yemen. 87 Mientras tanto, en Constantinopla —sin que sepamos por qué— se suceden los embajadores de la India y del reino de Assi (Sumatra) con las manos 79 80
Ver supra, pp. 254 ss. J. NICOT, op. cit.. pp. 31, 107-8, XXXUI ss.
81
J. NICOT, op. cit., 12 de dic. de 1559, p. 39. F. C. LAÑE, op. cit., p. 588.
82
83
84 85 86
87
E. J. HAMILTON, op. cit., pp. 232-3.
Ibid., p. 233, n. 2. R. DI Tuca, Relazioni..., p. 639. I. NICOT, op. cit., 28 de julio de 1561, pp. 63-4.
H. Ferro al dogo, Pera, 16 de sept. de 1561, Senato Secreta Cotufa. Filza 3/D.
732
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cargadas de raras perlas. 88 Una de estas delegaciones viniendo por la ruta de Egipto llega a la capital de Turquía en las galeras turcas. 89 No es fácil encontrar los nexos que existen entre estos detalles. Es cierto que la guerra turco-portuguesa no fue tal vez, en realidad, una auténtica guerra con un comienzo y un final. En aquellos lejanos y enormes confines hacen falta meses y hasta años para descargar un golpe, y varios meses más para conocer el resultado. Tal vez estuviera en lo cierto Giovanni Agustino Gilli, agente secreto de Genova en Constantinopla, cuando señalaba que el sultán no tenía ningún deseo de inmiscuirse en aquellos lejanos asuntos. Regaló a cada uno de los jefes hindúes una túnica de oro y 20 000 aspros, pero no les dio artillería ni los maestros artilleros que necesitaban. 90 En las postrimerías de 1563 se hablaba ya seriamente de paz con los portugueses. Hay cartas que así lo confirman, enviadas el 7 y el 8 de diciembre de 1563 al virrey de Ñapóles por un agente de los servicios de espionaje español en Constantinopla, «una persona que tiene por costumbre escribir la verdad», precisa el documento que nosotros hemos consultado. «El embajador de Portugal —precisa el informante— ha negociado la paz con el turco, esforzándose en obtener para los portugueses el derecho de pasar sus mercancías de la India por el mar Rojo, desde donde podrían llevarlas por tierra a El Cairo, Alejandría y Siria, para venderlas. Pero nada ha sido concertado todavía.» El embajador, en efecto, pidió que se le dispensara de la inspección de aduana, «lo que hasta la fecha no le ha sido concedido». 91 Aunque no llegase a prosperar, vale la pena fijarse un poco en esta negociación. En este fin de año de 1563, cuando apenas han pasado sesenta y cinco del periplo triunfal de Vasco de Gama, parece repetirse aquí la historia de la también infructuosa tentativa veneciana de 1527. Significa el triunfo del mar Rojo, la revancha de Venecia y del Mediterráneo.
88 Gio. Agostino Gilli a la República de Genova, Constantinopla, 5 de jul. de 1563, A. d. S., Genova, Constantinopoli, 1558-1565, ri.° 1-2169. G. Hernández a Felipe II, Venecia, 10 de julio de 1563, Simancas Eo. 1324, f. 221; Petromol a Carlos IX, Const. 11 febrero, 22 abril 1564; E. CHARRIERE, op. cit., II, pp. 748-50; Daniel Badoaro al dogo, Pera, 6 de mayo de 1564, A. d. S., Senato Secreta Consta. Filza 4/D. 89
90 91
E. CHARRIERE, op. cit., II, pp. 748-50.
V. supra, n.° 88 de este capítulo. Sim. Eo. 1053, f. 10.
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Recuperación de la pimienta portuguesa No sabemos en qué condiciones se terminó la guerra del océano Indico. Tal vez la respuesta se encuentre en Lisboa. De todos modos, no terminaron en esta guerra, ni mucho menos, las desventuras del comercio portugués. En Europa, las revueltas de los Países Bajos alrededor de Amberes causaron a Portugal, forzosamente, enormes perjuicios. A partir de 1566, la casa de los Welser, en relaciones con este reino, sufre grandes trastornos a causa de las especulaciones, principalmente en torno a la pimienta y al comercio con las Indias en general. Los Fugger pagan las consecuencias de ello, con Rovalesca, su socio italiano. 92 Curiosas negociaciones se emprenden en 1569, cuya verdadera significación no se alcanza, para transferir el comercio de las especias portuguesas de Amberes a Londres. 93 Al mismo tiempo las riberas del océano Indico se hallan también agitadas, pero esta vez la intranquilidad parece afectar tanto a los turcos como a sus adversarios..En 1567, cuando se entera de que 40 galeras se están armando en Suez, Fourquevaux, desde Madrid, las ve ya navegando rumbo a Sumatra. 94 Si el turco logra romper la navegación de las Indias Orientales, «ello afectaría la soberbia portuguesa, y Francia obtendría las especias a mejor precio en Alejandría y en otros puertos de Surya (sic), si no siguieran enviándose a Portugal». En 1568 se anuncia desde Venecia que veinte galeras turcas se aprestan a lanzarse, partiendo de Basora, sobre los portugueses y arrebatarles la isla de Barheim y sus pesquerías de perlas. 95 Pero ese mismo año de 1558 se subleva Arabia. Se desencadenan largos conflictos, especialmente en el Yemen. 96 Saltando por encima de los inverosímiles detalles políticos que en torno a este caso se nos brindan, ni siquiera llegamos a saber qué ocurre con Aden, la puerta del mar Rojo. Hasta 1573 no se restablece el orden, gracias a aquel Sinan Pacha, a quien veremos más tarde convertido en gran visir... 97 No cabe duda de que Portugal se aprovechó entonces de las dificultades turcas. Aunque tuviese también las suyas (Goa fue sitiada durante catorce meses, 92
93
H. FITZLER, art. cit., pp. 265-6.
Felipe II al duque de Alba, 21 de nov. de 1569; el mismo al mismo, 23 de nov. de 1569, Sim. Eo. 542, ff. 9 y 22. 94 13 de nov. de 1567, C. DOUAIS, op. cit., I, p. 288; Aviso de Corfú, 27 de sept. de 1567, Sim. Eo. 1056, f. 86. 95 J. de Cornoqa a Felipe II, Venecia, 22 de mayo de 1568, Sim. Eo. 1326. 96 Ver infra, II, pp.543 ss. 9 ' Ibid., p. 665 n. 19 y p. 666 n. 20.
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en 1570, 98 y la fortaleza de Témate se perdió en 1575), vio tal vez disminuir la amenaza de las galeras del sultán. También la importante transformación de la organización portuguesa del comercio de las especias, en 1570, pudo desempeñar, por su parte, un importante papel. En efecto, por el regimentó de 1.° de marzo de 1570, " el rey Dom Sebastián abandona el monopolio de la Corona en favor de sus vasallos, reforma que algunos, y principalmente Pires, venían reclamando desde hacía tiempo. 10° Este mismo año, el virrey Luis de Ataide se vanagloria de haber montado tan bien la policía de los mares, que solamente dos naves, y no 16 ó 18, como los otros años, habían podido llegar de Calicut a La Meca. I01 Quizá se inicia un nuevo movimiento de báscula con la medida que adopta Venecia el 25 de noviembre de 1570, autorizando a los extranjeros a llevar especias a Venecia tanto en embarcaciones nacionales como extranjeras. 102 Pero esta medida pudo haber tenido muchas otras significaciones y es, desde luego, bastante anodina. Pero, muy pronto, la situación se vuelve contra Venecia. La guerra contra Turquía (1570-1573) es, para ella, una dura prueba. Todos sus rivales, los ragusinos, los anconitanos y hasta los marselleses, se aprovecharon de tal contingencia. Las pólizas de embarque expedidas de julio a septiembre de 1573 nos muestran a éstos (una vez por lo menos, para Mannlich el Viejo) transportando, de Alejandría a Egipto, cargamentos enteros de «zimbre» y de pimienta «d'assy». 103 Lo alarmante, decía un cónsul veneciano en abril de 1574, ,04 no es tanto la baja de los fardos de seda que llegan a Alepo (a causa de la guerra o, mejor dicho, de la amenaza de guerra con Persia), sino la ruinosa competencia de los mercaderes franceses que pululan después de la guerra. En cambio, no encontramos ninguna queja acerca del comercio de las especias, cuya gran ruta parece que vuelve a ser ahora la de Siria. En octubre de 1574, parte de Venecia una rica nave, la Ludovica, llevando a bordo 150 000 ducados en mercancías. Una tempestad la obliga a refugiarse en Ancona, y los gobernadores de la ciudad, después de inspeccionarla y descubrir su cargamento de cobre, la declaran buena ""
R.
99
Leis e prorisies de el Reí D. Sebastiáo. Coimbra, 1816, pp. 68 ss., cit. por F. DE
HAKLUYT, op. cit..
ALMF.IDA, op. cit.,
III,
p.
II,
p.
219.
562.
100
14 de febrero de 1560. Corp. dipl. port.. VIII, p. 355. B. N. París, Fonds Portugais, n.° 8, f. 197. 102 A. d. S. Venecia, Cmque Sarii..., Busta 3, 25 de nov. de 1570. 103 Fonds Dauvergne, núms. 113, 115 (relativo a Mannlich eJ Viejo), 117, 118, 122 a 125. Zimbre «belladin» o «méquin». 101
104
G.
BERCHET, op. cit..
p.
61.
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presa, por transportar mercancías de contrabando; se apoderan del barco y de su cargamento y ponen en prisión a patrones y marineros. 105 Por algunas cartas comerciales de 1574, I 0 6 se ve —aunque sin que poseamos gran información al respecto— que partieron de Siria o anclaron allí varios navios franceses (30 de enero de 1574), una barca francesa (3 de abril), una nave veneciana, la Moceniga, que se encuentra en Trípoli, primero en marzo y después en noviembre, y la saeta Altana, sin duda de matrícula de Venecia... Todas llevan a bordo corteza de nuez moscada, cbotoni, arsénico, algodón hilado, especias, jengibre y alguna que otra caja de microbolani. El 12 de mayo de 1575, , 0 7 la nave Girarda navega con algodón, peladi, sedas, drogas y especias. Así, pues, los tráficos de Levante no se interrumpieron, ni en dirección de Siria ni en dirección de Egipto. Sin embargo la pimienta portuguesa gana terreno en el Mediterráneo. Así se desprende con claridad de una deliberación del Consejo de Pregadi el 13 de septiembre de 1577. 108 Por informes de los Cinque Savii alia Mercanzia, el Consejo se entera de que cuatro navios han cargado en Lisboa, con destino a Venecia, «una buona suma di pevere» (pimienta), pero cambian de parecer, al enterarse de que deberán pagar en Venecia una tasa del 3 %, conforme a una vieja decisión que data de 1519 (la fecha tiene su importancia), y que gravaba tan sólo a las especias importadas de Poniente, pero no a las de Levante. Los navios juzgaron oportuno demorar el viaje, en la esperanza de lograr la suspensión de este tributo, que fue acordada, a la postre, por un período de dos años «considerando que esta mercancía (la pimienta portuguesa) —dicen los expertos— podría tomar el camino de otras plazas en detrimento de ésta y de los derechos de salida. Mejor será, pues, en vista de que se recibe poca pimienta de Alejandría, que se otorgue libre entrada a la pimienta del Poniente». Dos años más tarde, Cristóbal de Salazar escribe a Felipe II: «En Alejandría está destruido el negocio y tráfico, particularmente el de la especiería, porque se ha dexado el camino...» , 0 9 La pimienta portuguesa: proyectos y negociaciones Esto ayuda a esclarecer tres intentos hechos con el objetivo de apoderarse de los beneficios del comercio de pimienta. 105
G. da Silva a Felipe II, Venecia, 5 de nov. de 1574, Sim. Eo. 1333. • 106 Lettere commerc, 12 ter., A. d. S. Venecia. 107 SimEo. 1331. 108 A. d. S. Venecia, Busta 538, ff. 846 y v. 109 Venecia, 8 de julio de 1579, A. N., K 1672, Gl, n.° 84.
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El primero de los tres es la tentativa portuguesa, esbozada en una carta que con fecha de 10 de noviembre de 1575 escribe a Felipe II el hermano Mariano Azaro, carmelita descalzo y antiguo estudiante de la Universidad de Padua, muy versado en estas cuestiones. " ° Trátase de un proyecto para introducir la pimienta portuguesa en los dominios españoles de Italia, Milán, Ñapóles, Sicilia y Cerdeña, y eliminar de ellos la pimienta veneciana, que solía venderse allí; para tratar de envolver en el movimiento al Soberano Pontífice y a los otros potentados de Italia, y organizar en el Puerto de Santa María, en Cartagena, o en cualquier otro de la Península, un centro de redistribución para Italia y, si se quiere, otro en Amberes. El transporte, dice la carta, se hará muy fácilmente en las galeras del rey. El hecho de que tal proyecto indique de paso que la pimienta portuguesa conquista los reinos de España a partir de 1516 no aumenta mucho su valor. ¡Cuántas otras fantasías podríamos citar si tuviéramos a mano todos los libelos de los arbitristas de España! Tras el proyecto del carmelita descalzo encontrábanse dos, y quizá tres personajes de importancia: en primer término, Ruy Gómez de Silva, portugués, quien «poco antes que muriesse avia tomado a su cargo proponer a su Mag. cierto aviso que yo le di sobre las especierías de Levante»; el secretario Antonio Graciano, a quien ya había escrito el fraile, y el propio rey, preocupado en aquel entonces por el comercio de la pimienta y por el monopolio portugués, quien, informado por el secretario, había solicitado un segundo informe, este a que aquí nos referimos. Era, pues, un proyecto más serio que el del ataque en gran escala previsto contra Venecia. Puesto que el turco la dominaba por su trigo y sus especias, y traicionaba a la Cristiandad por vil interés, justo era que se la castigara en nombre de la moral y en mayor honra y provecho de la pimienta portuguesa, de procedencia mucho más honesta... ¿Acaso no se sabe, por lo demás (y esto era, indudablemente, la respuesta a los reproches de mala calidad que se hacían contra la mercancía de Lisboa), que el turco, después de servirse de las especias en cocciones para sus brebajes y sus aguas de hidromiel, las revende sin ninguna clase de escrúpulos en las ferias de Siria? La segunda tentativa es la toscana, o, mejor dicho, la de los Médicis. Entre los años 1576 y 1578, 1 U el gran duque Francisco 110
Sevilla, 10 de nov. de 1575, Sim. Eo. 564, f. 10. G. VivoLi,«e/>. cit., III, p. 155. Papel que en este asunto jugaron Jacome Barde y su agente Ciro Allidosio, B. N. París, Fond Portugais, n.° 23, ff. 570 y 571 v. 1,1
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se esfuerza en obtener l'appalto de las especias que llegan de las Indias y de Portugal. A este efecto especula con la promesa de créditos para aquel extraño descendiente de los reyes de Lisboa, para aquel auténtico cruzado Dom Sebastián, quien, obsesionado con la idea de combatir al infiel en Marruecos, tenía mucha prisa por conseguir el dinero necesario para lo que habría de ser su suicidio, el de su nobleza y el de su reino... Por lo demás, parece que el gran duque tenía, en aquel entonces, miras muy ambiciosas: negociaba al mismo tiempo con el sultán, y lo que estaba en juego era nada menos que el monopolio mundial de la pimienta, según los venecianos, que eran, en esto, tan buenos juicios como malas lenguas. " 2 Estos ambiciosos proyectos quedaron, a la postre, reducidos a la simple negociación para un préstamo de 200 000 escudos entre los mercaderes de Florencia, los Médicis y un embajador portugués, Antonio Pinto, " 3 que dio pie, a buen seguro, para una importación en masa de pimienta portuguesa en Liorna, como contrapartida. Sin embargo, y aunque por un pequeño margen, el monopolio de especias escapó de manos del gran duque, en 1578; " 4 lo cierto es que después de estos tratos y negociaciones se estrecharon las relaciones entre Florencia y Lisboa. La tercera y última tentativa corrió a cargo del propio Felipe II. Para él se trata, a la vez, de mantener bajo su tutela al reino vecino, de bloquear a los rebeldes de los Países Bajos (privándolos de la sal, el trigo y las especias) y de organizar un activo comercio hispano-portugués de sal y especiería. " 5 Y también de rendirse a las razones de los grandes hombres de negocios, deseosos de apoderarse desde lejos de la inmensa Asia, de un Roth o un Nathaniel Jung, ambos alemanes, y que desde 1575 venían soñando con lograr la contrata de la pimienta portuguesa. Ahora bien, lo que no era más que un proyecto se convierte bruscamente en realidad al apoderarse Felipe II de Portugal. El año 1580 marca para él, como el de 1547 para Carlos V, el apogeo de su poder. El reino de Portugal se le entregó para obtener la triple protección del dinero, de los ejércitos y de las flotas de Felipe II, y reforzar con estos tres lazos la dominación portuguesa sobre el océano Indico. Después de 1580 era lógico que Felipe II sintiera el deseo de cerrar las brechas por las que se alimentaba aún el 112 113 114 115
Ch. de Saiazar al rey, Venecia, 11 de sept. de 1577, Sim. Eo. 1336. El abate Brizeño al rey, Florencia, 26 de nov. de 1576, Sim. Eo. 1450. R. GALLI•/./.!, op. cit.. IX, p. 108; G. PARENTI, pp. 80 y 90. Felipe II a Requeséns, 23 de enero de 1576, Sim. Eo. 569, f. 60.
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comercio de Levante, destruyendo así de un solo golpe la fortuna de turcos y venecianos, en beneficio de su propio imperio. Pero decidido a organizar y a enlazar entre sí Asia y el Nuevo Mundo, Felipe II encontró muchos menos obstáculos en el océano Indico que en el Atlántico, especialmente en el Atlántico del norte. Tenía que luchar tan pronto con los protestantes como con los levantiscos Países Bajos y contra Inglaterra, en mayor grado que contra los turcos, con los cuales se mantenía en estado de paz latente, oficiosa... De aquí la extraña política del Rey Prudente, quien tan pronto se convirtió en señor de Portugal, trató de desarrollar y establecer en el Mediterráneo el negocio de la pimienta, que acababa de conquistar. Contaba con distribuir así el precioso maná por rutas mucho más seguras que los peligrosos caminos del Atlántico; y, sobre todo, con frustrar los esfuerzos de sus enemigos. Esta política, que va destacándose muy lentamente sobre los proyectos y las vacilaciones, sólo llegará a concretarse en el año 1586. Significa nada menos que la movilización de las fuerzas hispánicas hacia el Atlántico y hacia el norte; un lento y poderoso movimiento encaminado a desplazar toda una masa de historia que, movida con precaución, se derrumbará luego brutalmente. La pimienta portuguesa, ofrecida en Venecia La proposición hecha a Venecia a fines de 1585 para quedarse con la contrata de reventa de la pimienta portuguesa no era un golpe teatral. Desde hacía cuatro o cinco años el asunto flotaba en el ambiente. Su primera forma fue la oferta, sin duda española, transmitida a la Señoría a finales de 1581 por el embajador veneciano Morosino y por el cónsul veneciano en Lisboa, DaH'Olmo, de una expedición de «galeas a la capital portuguesa». " 6 E n diciembre, el Colegio deliberó sobre esta propuesta con todos los documentos en la mano. ¿Convenía enviar los barcos? Sí; pero la primera dificultad estaba en saber quién armaría las galeras. Ningún particular disponía de las sumas necesarias para ello y para las compras a Portugal. «Los venecianos no contaban con ningún crédito» en aquel país, con el cual no negociaban habitualmente, y no podían, por tanto, valerse de letras de cambio. La segunda dificultad estribaba en las mercaderías que podían enviar a cambio, puesto que la vidriería, la cristalería, la cerámica y otros artículos análogos estaban prohibidos en Portugal. Finalmente, como la situación de Portugal 116
Cf. Relación de DaH'Olmo en 1584, véase nota ¡18.
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no estaba aún estabilizada, los barcos se expondrían a los ataques de los corsarios ingleses, «normandos» y demás enemigos de Felipe II. Los partidarios de la aventura contestaban a estas objeciones diciendo que el crédito se encontraría, que la Señoría otorgara su aval, que el Rey Católico autorizaría la importación de las mercancías de intercambio, y, finalmente, que con dos o tres galeras de escolta, se garantizaría la seguridad del convoy. A la postre se decidió que, antes de ir más lejos, convenía esperar una relación más circunstanciada de Morosino... Tal es el resumen que del asunto hace el embajador español en Venecia, Cristóbal de Salazar, en su carta de 8 de septiembre de 1581. " 7 Todavía en 1584 se continuaba discutiendo sobre el tema, puesto que ese mismo año el cónsul veneciano Dall'Olmo enviaba a Venecia un voluminoso informe sobre los medios de restaurar el comercio de la Señoría en Lisboa. 118 De modo que habían precedido largas conversaciones a la proposición hecha a la Señoría en 1585. La proposición en sí no es menos singular y señala una repetición bastante curiosa del destino. Nada mejor para examinarla que el informe que rindieron en las postrimerías de 1585 los «expertos» Antonio Bragadino y Jacopo Foscarini. " 9 ¿Cuáles eran las proposiciones de España? Nada menos que la cesión a Lisboa de 30 000 «cantares» (unos 15 000 quintales ligeros) de pimienta cada año, a razón de 30 ducados el «cantar», pagaderos un tercio al contado y el resto escalonado en seis meses. Además de algunas otras ventajas no despreciables: la escolta de las galeras del rey de España desde la Península hasta Sicilia; tratas de trigo concedidas a las galeas a su llegada a la isla; por último, la rebaja en favor de la Señoría de las gabelas, tan pesadas en Portugal... Pero existen también ciertos inconvenientes. Acceder a entrar en las combinaciones de España, dicen unos, es colaborar en la ruina del comercio de Levante, del que ha vivido y sigue viviendo aún la República; es asestar un golpe demoledor a las artes de la lana y de la seda, interesadas en ese tráfico y que dan de comer a numerosas familias. Era, por tanto, exponerse a ir a pique bajo el peso de aquellos 30 000 «cantares». ¿No era mucha pimienta, de117
Sim Eo. 1339. Informazione nú commercio dei Veneziani in Portogallo e sai mezzi di ristorarlo, 1584, edit. por B. CECCHETTI, Nozze Tbiene da Schio, 1869. 1 " A. BRAGADINO y J. FOSCARINI, Parere intorno al trattatofra Venezia e Spagna sul traffico del pepe e delle spezierie delle Indie Orientali, 1585, edit. por Fr. STEFANI, Nozze Correr-Fornasari, 1870. 1,8
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masiada pimienta, de la que Venecia no sabía qué hacer? El precio mismo (30 ducados en vez de 36-38, que habitualmente se señalaba a los «contrattori») podía ser un señuelo. Tales eran los argumentos contra el proyecto que los informantes exponen para mejor rebatirlos. El tráfico del Levante se suspendería; bien. Pero, ¿acaso no estaba ya suspendido en lo tocante a la pimienta y las especias? «Se ve claramente que cada día disminuyen los tráficos de Levante... No sólo nuestros navios que vienen de Siria y de Alejandría no traen especias, sino que se sabe que, para su consumo, el propio Levante, en especial Constantinopla, tiene necesidad de aprovisionarse en Venecia de la pimienta y de las especias que llegan de Lisboa.» I20 Además, ¿acaso no está el Rey Católico en condiciones de establecer un bloqueo eficaz que aisle a las fuentes de aprovisionamiento de Levante? ¿Y no llevará adonde le convenga las especias de que dispone? Pero, si Venecia no acepta las proposiciones, se las puede hacer a Toscana. Por otra parte, aunque las especias escaseen en Siria y en Egipto, el comercio de Levante aún no se ha estancado; los viajes continúan; las telas venecianas se cambian por sedas, camelotes, algodones, agallas de roble, ceniza. m Y, en cuanto a la cantidad, es muy poco probable que fuera excesiva en una época en que la pimienta había doblado el precio 122 y en que los concesionarios vendían, no a 100 ducados, precio habitual, sino a 180. I23 Y los informantes concluyen recomendando que se haga la operación... Más que un dictamen, se trata, como se ve, de un alegato parcial y poco objetivo. Es verdad que la situación del comercio de especias y de pimienta en los mercados habituales de Levante era difícil y casi catastrófica en 1585. Pero este comercio subsistía, a pesar de todo. También la pimienta portuguesa pasaba por un trance difícil. En el propio alegato de los «informantes» decíase que Felipe II buscaba nuevos contrattori, porque los anteriores ya no cumplían, porque no habían transportado las cantidades señaladas y habían subido abusivamente los precios. Por su parte, los que habían ido a las Indias habían dejado allí stocks de mercancías «expuestos al contrabando y a la ruta del Levante». 124 120 121 122 123 124
Ibid.. pp. 12-3. Ibid.. p. 14. Ibid.. p. 15. Ibid. p. 10. Ibid.
tL COMKRCIO Y EL TRANSPORTE
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Por lo demás, el mirífico negocio no se llevó nunca a cabo. Pero no sólo por culpa de las minucias de Venecia, de las pasiones políticas y de su furioso y suspicaz antiespañolismo; aunque resulta evidente que todos esos factores han contribuido: desde los años de 1582-1583, el Senado era particularmente hostil a Felipe II, 125 a su poderío, acrecentado demasiado aprisa. ¿Fue error político lo que llevó a Venecia a rehusar la fortuna que se le brindaba? Así lo creen algunos, como el embajador Lippomano, quien, después de la negativa de la Señoría, se obstinaba en desarrollar el comercio entre Lisboa y Venecia. 126 ¿Era una locura o un intento de eludir una venganza turca y proteger los intereses de 4 000 familias venecianas arraigadas en Levante, en Damasco, en Alepo, en Alejandría, en El Cairo y hasta en Bagdad? 127 A mi parecer, este argumento peca un poco de exagerado, aunque es cierto que poseemos documentos que atestiguan la presencia de mercaderes venecianos en un punto tan lejano como Ormuz. 128 Por otra parte, no fue solamente Venecia la que rechazó el contrato. Tampoco lo aceptaron Milán, Genova y Florencia, 129 igualmente solicitadas. No; esta negativa general de Italia, a primera vista tan explicable, no puede interpretarse como una locura colectiva. El capitalismo desaprueba la empresa. El motivo de semejante actitud resulta evidente a la luz del gran contrato de los Welser y de los Fugger, entre 1586 y 1591, y de la doble historia del comercio de Portugal y Levante, es decir, la historia de esos ríos de pimienta y de especias que, por las más diversas rutas, desde las Molucas, las islas de la Sonda o la costa de Malabar, llegan a los países de Europa y del Mediterráneo. El contrato de los Welser y de los Fugger: 1586-1591 La pimienta portuguesa constituía dos grandes negocios y otro muy mediocre. El mediocre es su reventa en el propio Portugal. Los dos grandes negocios, el contrato de Asia y el contrato de Europa. El primero envuelve la compra de las especias y de la pimienta en las Indias, y su transporte hasta Lisboa. El segundo versa sobre la reventa de las mercancías. El reino, con sus enormes almacenes de la Casa de India, se encuentra en el punto de confluencia 125
126
H.
KRETSCHMAYR, op, cit..
III,
p.
179.
Ibid. lbid. 128 U. Tl'CCl, «Mercanti veneziani in India alia fine del secólo xvi», en Studi in onnn di Amando Supon. 1957, II, pp. 1091-111. 129 P. Ricardi al cardenal Médicis en Roma, Ñapóles, 12 de marzo de 1587, Archiii'o storico italiano, t. IX, pp. 246-7. 127
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de los dos contratos: se pagaba a los concesionarios de Asia un precio por la pimienta, y se la vendía al doble a los concesionarios de Europa. Lo que Felipe II había propuesto con tanta obstinación a los italianos era el contrato de Europa, con la mira principal de privar de especias a los holandeses y a los ingleses, habituados a comprar estos artículos en Lisboa. El proyecto relativo al contrato de Asia se lo presentó a Felipe II en Moncon un alemán, Giraldo París, el 29 de noviembre de 1585. El rey lo firmó en Valencia, el 15 de febrero de 1586, 13° y lo tomaron a su cargo varios capitalistas, entre ellos los Welser y los Fugger. Los detalles del convenio no hacen al caso. Finalmente, la pimienta, transportada por cuenta y riesgo de los concesionarios, se le vendía al rey a l ó cruzados, y éste la revendía a 37. Mattháus Welser, que en 1587 aparece negociando en Madrid, se entrega a fondo a este negocio. Había aceptado también el contrato de Europa, con la mira de interesar a los Fugger, quienes habían rechazado el negocio, al igual que los italianos. «No es un negocio para nosotros —manifiestan en noviembre de 1587—; ¿qué haríamos en semejante laberinto?» m No obstante, en 1591, con la esperanza —bastante vana, por cierto— de arreglar mejor sus difíciles asuntos en España, se dejan envolver en el contrato de Europa. 132 Este queda, pues, en manos de un vasto consorcio internacional: los Welser y los Fugger, por Alemania; los Rovalesca y Giraldo Paris, por Italia; Francisco y Pedro Malvenda, por España; Andrés y Tomás Ximenes, por Portugal. La asociación comprende 31 partes: 7 de los Fugger, 5 de los Welser, 4 de Rovalesca y su socio; 4 de los Malvenda y 11 de Ximenes y sus asociados. Tiene representaciones en Amberes, Middelbourg, Seeiand, Hamburgo, Lubeck y Venecia, donde los Welser abren una activa sucursal en 1588. Desde 1591 distribuyó enormes cantidades de pimienta; 14 000 quintales, por ejemplo, se embarcaron con destino a Lubeck. Grandes cargamentos se encaminaron hacia Venecia, y la Señoría se obligaba a proteger las mercaderías que se le despacharan y a obtener salvoconductos de los ingleses. 133 Sin embargo, esta enorme movilización de capitales y de capitalistas no llegó a ser un buen negocio. Sólo salió beneficiado con ella el Rey Católico. Y 130 R. KONETXKE, op. cit.. p. 126; F. DOBEL, «Uber einen Pfefferhandel der Fugger und Welser, 1586-1591», en Zeitschrifl der historischen Vereins f. Schuaben /'• Neuburg, XIII; HEDWIG FIT/LER, art. cit., pp. 248-50. 131
8 de
132
Ibid,. p. 267. Los Fugger a los Otti, Augsburgo, 24 de agosto de 1591, ibid., p. 268.
133
nov.
de
1587,
H. FITZLER, op. cit.,
p.
266.
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
743
en 1591, es decir, en el mismo año de su fundación, los Fugger se separaron prudentemente de la empresa y revendieron sus partes el 7 de julio a los Evora, marranos portugueses, asociados a los Ximenes y a los Caldeira. I34 Y es que la navegación por el Atlántico se había vuelto más difícil y peligrosa que nunca después del desastre de la Armada Invencible. La derrota de España significaba también la de sus asociados en el comercio de la pimienta. En más de un aspecto, esto implicaba un retroceso de la pimienta del Atlántico. Con el alza de los precios de venta, la pimienta del consorcio llegó a valer más que la de Levante en Venecia. Una carta de los Fugger a su factoría en Lisboa, fechada el 9 de noviembre y el 7 de diciembre de 1587, comprueba esta asombrosa verdad. I35 En vista de ello, muchos clientes del consorcio se vuelven de nuevo hacia el mercado veneciano. En suma: si Italia se negó sistemáticamente a aceptar las condiciones de Felipe II —convertido bajo el nombre de Felipe I en el rey-mercader de Lisboa— fue porque había encontrado la forma de abastecerse, hasta cierto punto, por las rutas de Egipto y la Siria. Y, por lo demás, ¿cómo las dificultades de la circulación por el océano Atlántico no habían de provocar, por segunda vez, un retorno a las actividades por los atajos del Cercano Oriente? Incluso la pimienta atlántica se ve obligada a pasar por Florencia. Así lo especifica un poco más tarde un mercader de Florencia en una carta que envía a Simón Ruiz, el 4 de mayo de 1589, y lo que dice vale también para los años precedentes: «como resulta imposible enviar pimienta a Flandes, Inglaterra y Alemania a partir de Lisboa, los mercaderes se van a ver obligados a enviarla a Italia en todos los barcos de que pueden disponer, puesto que los alemanes se aprovisionan de ella en Florencia y en Venecia...». I36 Incluso la pimienta atlántica toma el camino del Mediterráneo. La permanencia de las rutas levantinas de las especias Desde 1580 hasta finales de siglo, el Cercano Oriente permanece abierto al comercio de las especias hasta que los holandeses ejercen su completo dominio sobre el océano Indico. Los holandeses llegaron allí por primera vez, con Cornelius Houtman, en 1596; en 1625 ya se habían señoreado de la región y proyectaban 134 135 136
Ibid., p. 274. Carta a Krel, indicada por H. FIT/.LER, ibid.. p. 265. Biblioteca Municipal Valladolid, Archivos Ruiz.
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sobre América sus esfuerzos de conquista. Hacia 1625, sobre poco más o menos, 137 todo el negocio de Levante se ve irremediablemente afectado por este hecho. Un jalón anterior lo habían marcado ya el año 1609 y la Tregua de los Doce Años, que abrió oficialmente el océano Indico a la aventura comercial de los recién llegados. En 1614 se coloca otro jalón de esta decadencia con la aparición en el mar Rojo del primer gran navio holandés. 138 Estas capturas por la retaguardia, semiterrestres, semimarítimas, del tráfico de Oriente (entre otras cosas, de la seda de Persia), l39 la sangría abierta en Goa para captar la antigua circulación, y, por último, la difusión en este espacio de las telas holandesas y la llegada batalladora de los ingleses 14° y los franceses, 141 marcan el comienzo de la segunda era europea del océano Indico, inmediatamente más catastrófica para Levante que la imperfecta dominación de los portugueses. Dentro de este amplio contexto, y con la ayuda imperfecta que nos suministran nuestros documentos, trataremos de seguir, año tras año, el hilo de la crónica de, al menos, los veinte últimos años del siglo. Los ejemplos particulares que vamos a encontrar no siempre serán decisivos, pero sirven para apoyar (y esto es lo esencial) la conclusión de que el comercio tradicional ha sobrevivido, pese a haber conocido evidentes altibajos. Documentos marselleses del verano de 1578 hablan de compras de nuez moscada en Siria. 142 Aún en enero de 1579, alguna carta comercial de Alepo I43 señala la partida de dos naves venecianas (recordemos de paso que las naves venecianas eran siempre de gran tonelaje y, hacia fines de siglo, transportaban corrientemente 500 000 ducados de mercancías), la Balbiana y Constantina, capitaneada por Marcho Fachinetto, y la Gratarola, al mando de Candido di Barbari. Una tercera invernó en Salinas de Chipre y se proponía arribar a las playas de Trípoli en el curso del mes de enero. Se indica que la abundancia de estos barcos en aquellas aguas había hecho bajar los precios de los textiles, como es de rigor, y creció la demanda de buenas telas, principalmente las telas 137 B. N. París, Fonds Dupuy, n.° 22, fí. 89 s., 16.10. Declinación de las rentas portuguesas ai cabo de doce o trece años, «a causa del tráfico que los holandeses han hecho a las Indias». 138
Cl. HEERRINGA, op. cit., I, pp. 154-5, citado por J. DENUCÉ, op. cit., p. 71.
139
G. B E R C H E T ( 1 6 2 5 ) , op. cit., p.
140
Ibid.. p. 162.
141
G.
142
Fonds Dauvergne, n.° 111, 23 de julio de 1578. Enviada a Marco Rubbi, enero de 1579, A. d. S. Venecia,LettereCom., 12 ter.
143
ATKINSON, op. cit..
p.
163.
128.
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de Bérgamo, además de los perlete y paternostri de Murano, además de un «gropo» de moneda veneciana... Tenemos noticia, ese mismo año, de otra nave veneciana que, rumbo a Alejandría, tiene un mal encuentro con las galeras turcas de Modon. 144 Una .carta fechada en Alepo el 12 de mayo anuncia la llegada de una caravana con 200 cargas de seda y 250 cargas de especiería, acompañada por mercaderes persas y cristianos, subditos del sofí. El Sábado de Gloria se celebra un gran mercado. I4S En agosto, el cónsul veneciano en Siria anuncia la partida de dos naves venecianas, «ricamente cargadas de seda y especiería». 146 Finalmente, el 4 de julio del mismo año, las galeras toscanas de Saint-Étienne, haciendo un inventario de sus presas, enumeran 17 piezas de ébano (205 libras de peso), azúcar (936 libras), 1 balleta de seda (102 libras), incienso (1 185 libras), jengibre (150), clavo (1 114), nuez moscada (236) y, por último, pimienta (7 706 libras, en diferentes envases cuyo peso oscilaba entre 260 y 522 libras). Y ios barcos turcos no iban menos cargados que los venecianos. , 4 7 Después de esto, sobreviene una crisis bastante acusada durante los años de 1582-1583. En diciembre de 1582, una carta comercial de Alepo habla del pequeño volumen de negocios y lo calamitoso de los pocos que se hacían. I48 Sólo la seda mantenía sus posiciones. En julio de 1583 llegan a Venecia, vía Constantinopla, una serie de cartas no menos alarmantes. En Alepo, la situación era catastrófica; las cosas iban tan mal, que los capitales, en vez de fructiferar, se reembolsaban con una pérdida del 8 0f, y, según las últimas informaciones procedentes de Egipto, en Alejandría ocurría otro tanto. I49 El inglés Newberie escribe desde Bagdad, en julio de 1583: «Creo que jamás las telas, los kerseys y el estaño han estado aquí a un precio más bajo que el actual». 150 Sin embargo, desde 1583 soplan otros aires. Un negociante marsellés escribe a su hermano, el 10 de abril de dicho año, que el precio de la pimienta está subiendo demasiado, «aunque hay en Alepo muchas especias». Es incomprensible, añade, «y os aseguro que no hay un hábil mercader en todo el país que no se halle su144
J. de Cornoca a Felipe II, Venecia, 18 de junio de 1579, A. N., K 1672 Gl,
n.° 73. 145 146 147 148 149 150
El mismo al mismo, Venecia, 10 de julio de 1579, ibidEl mismo al mismo, Venecia, 9 de sept. de 1579, ibid. Mediceo 2077, f. 590. Dirigida a Zuane Balbiam, A. d. S. Venecia, Lettere Com. 12 ter. Ch. de Salazar a Felipe II, Venecia, 30 de julio de 1583, Sim. Eo. 1341. R.
HAKLI'YT, op. cit..
II,
p.
347.
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mido en la confusión». I51 En cuanto a él, proyectaba irse a las Indias en compañía de un negociante veneciano, para arriesgar 2 000 escudos «de lo nuestro». ¿Signo de crisis? En 1583, John Eldred describía Trípoli de Siria como el puerto más frecuentado por los comerciantes cristianos, 152 y Alepo como muy populoso. Entre Bagdad y Alepo hay, nos dice, un enorme tránsito. A Basora, donde advierte la presencia de 25 hermosas galeras turcas, llegaban todos los meses muchos navios de Ormuz, desplazando 40 a 60 toneladas, «cargados de mercaderías de las Indias, especias, drogas, índigo y tejidos de Calicut». No entra en mayores detalles. Sin embargo, cuando John Eldred regresa a Alepo en el verano de 1584, se une a una caravana de 4 000 camellos, «cargada de especias y de otras ricas mercancías». En Alejandría, hacia 1584, podían obtenerse «all sones of spices». I53 Según otra información, en 15S7 partían anualmente de Sumatra muchos navios hacia La Meca. I54 En 1586, la aduana de La Meca produjo 150 000 ducados (la mitad para el sultán, la otra mitad para el cherife de la ciudad); todos los años llegaban al puerto de 40 a 50 grandes embarcaciones cargadas de especias. Aún más: a las maniobras portuguesas en el océano Indico, correspondió, después de 1590, un desarrollo de las plazas comerciales que escapan a su control. Así fue como se engrandeció la escala de Chaul, en detrimento de Diu y de Goa. Todos los mercaderes que traficaban con La Meca y Ormuz estaban establecidos allí por su cuenta, lo cual significaba, para las aduanas del rey de Portugal, una pérdida hasta de 150 000 fardaos por año. 155 Poseemos otro testimonio, 156 decisivo, de un padre agustino, fray Agustinho d'Azevedo, portugués, que regresa de las Indias por tierra y rinde su informe a Felipe II entre 1584 y 1587, según me indican los historiadores 157 que han descubierto este hermoso texto; la fecha podría ser también el año 1593, diría yo, 151 Fonds Dauvergne, n.° 28, Gilíes Hermitte a su hermano, índica también canela de buena calidad, «belle robe». Sobre esos proyectos de viaje a las Indias en 1584, ibid., núms. 32, 34 y 35. 152
R.
153
Ibid.. 1, pp. 176-7. Ibid.. II, pp. 250-65, 1583-1591.
154 155
156
HAKLUYT, op. cit.,
11, p.
268.
A. B. DE BRAGANCA PEREIRA, OS Portugueses em Diu (sin fecha), pp. 227 s.
B. N. Madrid, Ms 3015, ff. 149 ss. Apontamentos para V. Mag ver sobre as cousas do Estado da India e Reyno de Monomotapa, por frey Agustinho Da2evedo, da Ordem de Santo Agosthino que veyo por térra da India, sin fecha. 157 El texto, descubierto por J. Gentil da Silva, me fue señalado por V. MGodinho. Su fecha (1584-1587), según los detalles que proporciona el texto sobre la India portuguesa.
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por mi parte. IS8 Pero no cabe duda de que este documento pertenece a las últimas décadas del siglo XVI, y tiene un valor extraordinario. Nos traza una imagen inolvidable de Ormuz, lugar abierto a todas las inmigraciones, a todos los negocios, a todos los contrabandos, los de venecianos, los de armenios, los de los propios turcos y los renegados portugueses, que nos asombra ver partir en gran número hacia Turquía y cuyo precioso conocimiento de las Indias sirve magníficamente al comercio de contrabando de todas clases: especias, perlas, ruibarbo, benjuí y madera de sándalo en un sentido, y en otro municiones y armas modernas. 0 melhor da India pasaba de este modo a Venecia, que, a cambio, pagaba sus compras con pacotilla, vidriería, espejos, perlas falsas y papeles pintados... ¡Y pensar que el piadoso agustino vio partir hacia Venecia, siempre dispuesta a entrar en relaciones con los turcos y con los heréticos ingleses, hasta 6 000 camellos cargados de tesoros, y que ante sus propios ojos zarparon de Alejandría cinco grandes navios de venecianos! ¿Puede llegarse a la conclusión de que, tras las dificultades de los años posteriores a 1580, especialmente ostensibles en el sector veneciano, sobrevino un período de bonanza? En el sector de Levante, a finales de siglo, se restablece la ruta de Alepo, sin duda a causa de su corta extensión, de su carácter continental (la piratería arrasó el océano Indico después de 1590) y, sobre todo, a causa de la seda y de su creciente importancia para la economía europea. No hay una carta veneciana o marsellesa fechada en Alepo, Trípoli o Alejandreta, que no hable de las sedas, 159 las sedas locales de los alrededores de Trípoli o las maravillosas sedas de Persia, que llegaban a Alepo acompañadas por los habituales mercaderes, armenios o tártaros. Durante muchos años, la guerra turco-persa (que terminó en 1590) perjudicó a Alepo. Es verdad que dicha guerra se desarrolló en el norte, alrededor del nudo de rutas de Tabriz, a lo largo de los caminos que, a ambos lados del Cáucaso, iban hacia el mar Caspio; pero llegó un momento en que descendió brutalmente hacía el sur, hasta Bagdad. En todo caso, desencadenó crisis monetarias en Turquía y en Persia, que forzosamente repercutieron sobre la plaza de Alepo. 160 Las dificultades para conseguir dinero habían aumentado, tanto 15» p o r e | hgj-ho ¿e q u e s e mencione que los venecianos utilizaban la escala de Alejandreta. 159 Cartas marsellesas, serie HH, 29 de marzo y 5 de abril de 1591, 7 y 11 de mayo de 1594; A. Com. Marsella. 160 Alvise Cucina a A. Parata, Venecia, 24 de dic. de 1588, Lettere Com. 12 ter.
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que, en junio de 1586, se hizo necesario elevar del 1 al 1.5 %, en beneficio del cottimo, los derechos de aduana de las mercancías que llegaban de Siria a Venecia. 161 A pesar de estas dificultades, el comercio se mantuvo en parte, como ya hemos dicho. Venecia, que en 1593 confiesa comerciar con Siria por valor de un millón en oro, 162 alcanza la cifra de dos millones en 1596. 163 Las mercaderías principales, añade el informe consular, eran las sedas y las especias. Precisemos que la cifra de dos millones se refiere a las exportaciones: telas, sedas, juguetería y cristalería descargadas en los suks de Alepo; los cargamentos que se habían obtenido en el intercambio se embarcaron en cuatro o cinco navios y aumentaron milagrosamente de precio al llegar a Venecia. Después de 1593, los barcos ya no partían de Trípoli, sino de Alejandreta, a donde los venecianos habían cambiado su escala, seguidos por los demás navios cristianos. La nueva escala no tenía los mismos inconvenientes que la antigua. Era más malsana, no cabe duda, pero estaba más próxima a Alepo. No obstante, la falta de almacenes para guardar las existencias de mercancías era un gran inconveniente, más para los venecianos (siempre fieles a su comercio a baratío y, por ello, cargados de pesados bagajes) que para los marselleses, que ordinariamente llevaban especias finas. I64 El auge del tráfico, esplendoroso en el caso de Venecia, no se debió, evidentemente, al cambio de ruta, sino más bien a la paz turco-persa. Quizá se debiera también, en parte, al término de la guerra turco-portuguesa, que de 1584 a 1589 fue mucho menos una guerra por la pimienta que por el oro de la costa africana del este, la Contra Costa de los portugueses. Le puso fin la derrota de la flota de Alí Bey en 1589. I65 Las Indias Orientales conocieron entonces una paz relativa sólo turbada por los príncipes indígenas y por los corsarios. Todo un servicio de informaciones, de relaciones directas entre España —mejor dicho, el Gobierno portugués— y las Indias, pasaba por la gran organización de la embajada española en Venecia, lo que un documento llama «las nuevas de India por Tierra». I66 Servían de intermediarios los judíos, los agentes de las casas comerciales, los factores de los Welser, por ejemplo, l67 o 161
A. d. S. Venecia, Cinque Satii..., Busta 27, junio de 1586.
162
G. BERCHET, op. cit., p. 77.
161
I bit/, pp. 79-80.
">4
Ibicl.. p . 1 3 2 ( 1 6 1 1 ) . H. FIT/.LER, art. dt.. pp.
165
166 167
254-5.
10 de abril y 10 de agosto de 1589, A. N., K 1674. J. de Cornoca al rey, Venecia, 8 de febrero de 1589, A. N „ K 1674.
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aquellos hermanos Bontempelli, Antonio y Hieronymo, que estaban al servicio del gran comerciante veneciano Agustín del Ponte. 168 Después de 1589, la cantinela de todas las noticias era la paz, la quietud de las Indias, y eso pese a la aparición de los corsarios malabares en el centro y en los bordes del océano. 169 Todo se alterará, pocos años después —a partir de 1596—, con la brutal invasión holandesa. Otra causa determinante: si las viejas ru.ta,s de las especias tenían importancia, era porque el Atlántico se había convertido en una ruta difícil, si no imposible. Los corsarios ingleses rondaban en torno a las islas-clave —las del Cabo Verde, las Canarias y las Azores—, y a veces llegaban hasta Santa Elena, donde a menudo recalaban los navios que volvían de Indias para hacer aguada y cazar cabras monteses, para variar un poco la comida de la tripulación. Una crisis de transporte se cernía sobre el océano. Y a los barcos capturados por los corsarios se añadían los numerosos naufragios. Los barcos de las Indias, demasiado grandes y demasiado pesados, se habían convertido, con el alza de los precios, en objeto de lujo; de ahí que se hicieran economías en la calidad de las maderas utilizadas en su construcción y también en la calidad de las tripulaciones. Los buques llevaban siempre exceso de peso.' Navegaban con velamen insuficiente y con gobernalles carcomidos; igual que en el Mediterráneo, los navios se carenaban a la italiana, es decir, sin sacar los elefantiásicos barcos a tierra. De ahí que, a lo largo de las activas rutas, se multiplicaran aquellas «tragedias del mar», cuya larga lista, recogida por G. de Brito, marca la curva de la caída, bien pronto inexorable, de Portugal, después de 1580: entre 1582 y 1602 se perdieron por vías de agua u otros accidentes técnicos, a veces en plena bonanza, 38 naves de las Indias. 17° Lo cual, al precio en que estimamos las naves venecianas, representa una pérdida de 20 o más millones en oro. Esas enormes pérdidas, los repetidos bloqueos de Lisboa (por ejemplo, el del invierno de 1597-1598) y las presas que por añadidura hacían los corsarios argelinos dificultan el tráfico de la pimienta portuguesa. En Castilla la Nueva, entre 1595 y 1599, el i68 p c o ¿e Vera al rey, Venecia, 12 de mayo de 1590, ibid. Sobre estas cartas, vía Venecia, 16 de mayo, 4 de julio de 1598. «Memoria para las cartas...», 1598, 25 de julio, 24 de agosto de 1598, Ormuz, 15 de mayo de 1599, Venecia, 14 de agosto de 1601, A. N., K 1678; 7 de marzo, 6 de junio, 28 de noviembre de 1609, 19 de febrero, 27 de marzo, 4 de junio de 1610, K 1679. 170 Op. cit.. II, pp. 530 ss. y 556. •, , ,, 169
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precio de la pimienta casi se duplicó. m Estas calamidades y alzas de precios contribuyeron a abrir las brechas en la retaguardia del viejo Mediterráneo. Una carta escrita por unos mercaderes alemanes, el 17 de febrero de 1593, anunciaba que había llegado la muda de Suez con 30 000 cantares, «lo que significa—escribe un historiador— que el mercado de Alejandría proveía la misma cantidad de pimienta que Lisboa». I72 Es cierto que el comercio de Levante era entonces muy activo; ya hemos citado los progresos de los venecianos. Esto se acusa claramente en 1586, al reducirse los impuestos del cottimo del 5 al 2 %. 173 Tres años después, en 1599, se registró una baja; pero el comercio veneciano alcanza todavía la respetable cifra de un millón y medio en oro, y el volumen de operaciones de toda la Cristiandad arroja cerca de tres millones, correspondiendo medio millón a los franceses, o a los mercaderes que traficaban bajo la bandera de la flor de lis. 174 Ese mismo año, después de enconadas luchas, los venecianos obtuvieron en Egipto muchos privilegios, entre otros la libertad de cargar linos y cueros, y, encubierta bajo otras palabras, la libertad del contrabando de trigo en Damieta y en Roseta, providencia del abastecimiento de Candía. !7S En 1600, las 16 casas venecianas de Alepo enumeradas en el informe consular de 1593 estaban en continua actividad. 176 En 1603, el comercio veneciano aún era en la ciudad de un millón y medio oro. I77 En 1599 —un signo más—, policías de aduanas marselleses informaban de la llegada a Alejandreta de remesas de índigo, nuez moscada y clavo. Concluyendo: en 1600, y en lo referente a la pimienta y las especias, el triunfo de la ruta oceánica dista mucho de ser completo. La lucha entre las dos rutas rivales duró más de un siglo, con sus altibajos en cada una de ellas, con sus crisis y sus períodos de florecimiento. Su desenlace se sale de los límites de las investigaciones de este libro, que no van más allá del año 1600, aproximadamente. Sería necesario precisar las fechas exactas y las circunstancias de la 171 172 173
174
E. J. HAMILTON, op. cit., p. H. KELLENBENZ, art. cit., p. G. BERCHET, op. cit., p. 81.
347. 447.
lbid., 12 de dic. de 1599, p. 103. A. PARUTA, Relaztone di Andrea Paruta..., edit. por LuiGi BASCHIERE, Venecia, 1893, pp. 9 ss. 176 A. d. S. Venecia, Cinque Savii..., Busta 26, 21 de abril de 1600. " 7 G. BERCHET, op. cit., 17 de febrero de 1603, p. 122. Aún en 1609 circulaba y se perdió en el mar una nave veneciana con un cargamento de 500 000 ducados que pertenecían a la nobleza. Alonso de la Cueva a Felipe III, Venecia, 1.° de mayo de 1609, A. N., K 1679. 175
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derrota del Mediterráneo. No estaba ya muy lejana cuando empezó el siglo XVII; pero aún no se había consumado cien años después de la fecha que oficialmente señalan la mayor parte de las historias generales como la de la muerte del viejo reino mediterráneo, destronado por el nuevo rey del mundo: el océano... Explicaciones posibles Lo que acabamos de decir no resuelve todos los problemas. Es incompleto y, como toda relación cronológica, tiende a confundir apariencias y realidades. Recientemente han aparecido tres o cuatro libros que nos facilitan la tarea de comprender lo que en realidad ocurrió en el Extremo Oriente, 178 es decir, en la otra punta del interminable camino de Indias. La capacidad y la falta de previsión de los portugueses en Insulindia, en las islas de las drogas, han desviado la corriente de las especias de lujo, que hasta entonces pasaba por Malaca. Los juncos javaneses establecen una corriente independiente, junto con las drogas de Insulindia y la pimienta de alta calidad de las islas de Java y Sumatra. Durante los últimos veinte años del siglo, estas corrientes, liberadas del control portugués, se centran en torno a Atjeh, en la isla de Sumatra, lugar de encuentro de los navios musulmanes, que a continuación saldrán de allí rumbo al golfo Pérsico o al mar Rojo. Incluso la canela fina que produce la isla de Ceilán ha de transportarse a Atjeh y una vez allí se carga en naves que harán las rutas del Mediterráneo. Esta fortuna de Atjeh, donde existirá una riquísima factoría turca a comienzos del siglo XVII, resulta más evidente si recordamos que, durante ese mismo período, las compras de especias de China, Indochina y de la India (aparte de la costa de Malabar) aumentan de modo considerable y reducen, en consecuencia, 1?.- posibles exportaciones de los portugueses por la ruta del cabo de Buena Esperanza. Esto no quiere decir que las exportaciones portuguesas no fuesen importantes, incluso durante los primeros años del siglo XVII, pero sirve como explicación que justifica la continua prosperidad de la ruta mediterránea. 178 A. P. MEILINK ROELOFSZ, Asían trade ana nuropean influence in the Indonisian Archipiélago between 1 500 an aboul 1640, La Haya, 1963. C. R. BOXER, The great ship from Anacom. Annals of Macao and the oldjapan trade, 1555-1640, Lisboa, 1959; F. GLAMANN, Dutch Asiatic Trade, 1620-1740, La Haya, 1958; V. MAGALHÁES GODINHO, l'économie de l'Empire portugais aux XV et XVI' siecles. L'or et le poiyre, route de Guiñee et route du Cap. publicaciones de la Ecole Pratique des Hautes Etudes, París, 1969; del mismo autor, Les finances de l'État portugais des lndes orientales au xvi' et au debut du xvii'siécle, tesis mecanografiada, París, 1958, Biblioteca de la Sorbona.
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Pero lo dicho no nos autoriza a exclamar, al estilo de los matemáticos: ¡queda demostrado lo que se quería demostrar! Pues, de hecho, todas estas explicaciones que tan pacientemente hemos ido coleccionando, a saber: la ingenuidad de los portugueses; la sagacidad de los turcos; las guerras de Persia y las del Atlántico; la gran expansión del Islam en Insulindia, y con él, la de un comercio de especias y pimienta; las dentelladas tremendas de las escuadras portuguesas a comienzos del siglo, o esa guerra turco-veneciana de 1 570-1573, que a la vez promocionó a Marsella y animó la ruta secundaria entre Tabriz y Polonia, Lwow y Danzig, todos estos éiénements de la guerra de la pimienta y las especias, tienden, de hecho, a oscurecer la visión de conjunto del problema, visible a escala mundial, de las minas de plata de América a las Molucas o a la punta oeste de la isla de Sumatra. Considerado en este contexto, ¿qué vemos?: En primer lugar, una circulación heteróclita, pero constante, de monedas de oro y plata moviéndose en dirección oeste a este, en el mismo sentido de la rotación de la tierra, arrastrando con ellas las más diversas mercancías que funcionan como una especie de moneda suplementaria, y poniendo en marcha, en sentido contrario un múltiple movimiento de variadas mercancías y bienes preciosos. En este sistema circulatorio cerrado que riega el Mediterráneo en ambas direcciones, todo cambio produce sus repercusiones. Y si entre 1550 y 1620 —fechas fijadas muy en líneas generales— la pimienta y las especias pasan por el Mediterráneo, ¿no será porque este mar ha sido durante muchos años el lugar de destino de la plata americana? Esta circunstancia fue el estímulo que puso el comercio en movimiento. En 1530, Piero Zen, un veneciano, hacía notar a los turcos, en Constantinopla, que l'arzento va dore e il piper —la plata va donde hay pimienta—. I79 Pero la recíproca es igualmente cierta. En este contexto los detalles tienen su importancia; por eso los historiadores —a falta de cifras precisas— discutimos acerca de cuál pudo ser la fecha inicial del renacimiento del comercio de Levante. Hermann Kellenbenz propone la del año 1540; yo dije y repito ahora 1550, y Vitorino Magalháes Godinho está de acuerdo conmigo. I80 Pero, a decir verdad, ni unos ni otros podemos afirmar nada con certeza: nos limitamos a suponer... Tengo la impresión de que la fecha exacta resultaría evidente el día que pudiésemos saber con precisión cuándo la escasez crónica de numerario en el Mediterráneo de comienzos del siglo XVI ha dado 179 11,0
M. SAÑUDO, XL, columnas 530-1, 7 agosto 1530. Op. cit., mecanografiada, pp. 1035 ss.
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paso a la relativa abundancia que existe durante su segunda mitad 181 (y en algunas ocasiones, por ejemplo en 1583-1584, se produce tal abundancia que no se sabe dónde invertir el dinero). Yo creo que si miramos —pongo por ejemplo— la perspectiva desde el punto de vista veneciano, se puede fijar el momento de la transición entre 1545 y 1560: el 9 de junio de 1545 , 8 2 los obreros de la Zecca están en paro forzoso porque llegan muy poco oro y plata a la ciudad. Para remediar a su grandissima potería y darles trabajo, se hace acuñar mil ducados en monedas muy pequeñas. En 1551 183 se ofrecen ciertas ventajas a aquellos que lleven oro a la Zecca: no tendrán que pagar el acostumbrado 3.5 % de derechos de acuñación. En 1554 184 los que querían cechini per navegar son tan numerosos que se restablece el derecho del 3 %. En 1561 ,85 hay tanta plata (no oro) almacenada en la Zecca que es imposible acuñarla en la forma de las pequeñas monedas al uso porque ello habría requerido más de un año de trabajo. Entonces se decide hacer lo que nunca se había hecho: acuñar monedas de plata de gran tamaño, ducati a"argento. Finalmente, en 1566, cualquier persona que desee acuñar oro en la Zecca ¡se ve obligada a someterse a toda una serie de condiciones! 186 En resumen, sería preciso localizar el momento en que la plata americana, que, por ejemplo, afluye masivamente en Amberes a partir de 1550, l87 llega a la zona del Mediterráneo italiano en suficiente cantidad como para restablecer el tráfico con Levante. Las coincidencias tienen su valor: la crisis de los años de la década iniciada en 1580 por la que pasa Levante, corresponde, a mi entender, a una fluctuación a corto término de la coyuntura económica general, con una clara recesión en todo el Mediterráneo en el momento que la plata española bascula hacia el Atlántico, coincidiendo con la anexión de Portugal y la gran crisis de cereales que sufre entonces la Península. II.
EQUILIBRIOS Y CRISIS EN EL COMERCIO DEL GRANO MEDITERRÁNEO El Mediterráneo no ha vivido jamás bajo el signo de la superabundancia de granos: su escasez y la constante búsqueda del modo 181
182 183 184 185 186 187
F. Ruiz MARTÍN, op. a't.
Museo Correr, Dona delle Rose, 26, f. 38. Ibid.. 26, ff. 45 v. y 46. ibid.. 26, f. 48. Bilanci genera/i. serie seconda, t. I, Venecia, 1912, pp. 595*6. Museo Correr, Dona delle Rose, 26, f. 56. J. VAN KLAVEREN, Op. íit..
p. 74.
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de remediarla le han obligado a desarrollar ciertas habilidades. Estudiar los problemas del trigo, por ejemplo, equivale a fijarse en una de las debilidades permanentes de la vida del Mediterráneo y, al mismo tiempo, a abarcar esa vida en todo su espesor. La pimienta y las especias dieron vida e impulso a un comercio de lujo, y al pensar en él acuden a nuestra mente los nombres de los grandes mercaderes del siglo XVI: los Affaitati, los Ximenes, los Malvenda, los Welser y los Fugger. El trigo, por su parte, no está rodeado de un nimbo tan brillante, pero fue objeto de un inmenso comercio: junto a algunos grandes intercambios, alimentaba toda una circulación de arterias y de arteriolas secundarias, que sería un error no tomar en cuenta. La parte principal del suministro de trigo se llevaba a cabo en los propios lugares de su producción, en economía cerrada o, a lo sumo, a pequeñas distancias. Las ciudades crecían a la sombra de los graneros que estaban a sus puertas. Sólo las grandes ciudades se podían permitir el lujo de importar de lejos una mercancía tan ponderosa. Los cereales Advirtamos que esos tráficos —tanto si son a corta como a larga distancia— no se reducían al trigo candeal o a los trigos de gran calidad, los que en Sicilia se llamaban gran i forti o grani di Roccella, , 8 8 trigos especialmente densos. En Florencia se distinguían tres calidades: cima delle cime, mezzano y debole. El grano di cima no tenía impureza alguna y pesaba 52 libras por staio, o sea 72.50 kilogramos por hectolitro. El precio, según la categoría, era de 7, 6 y 5 libras el staio, según la tarifa de 1590. 189 Los deboli eran trigos débiles del Levante —de ordinario, bastante malos—, de los Abruzos l 9 0 o del ducado de Urbino, un poco mejores, aunque la propia Venecia no los usaba; o el trigo que se producía en España y en otras partes en tierras de regadío, agotadas de tanto rendir. Al lado del trigo, los otros cereales eran pan cotidiano en las mesas mediterráneas; sobre todo, la cebada y el mijo. En 1550 llegaron de la Apulia a Ñapóles 10 navios cargados de cebada y de trigo. 191 Verona se quejaba en 1559 de una cosecha desastrosa de is8 virrey de Sicilia a Felipe II, Palermo, 8 de enero de 1563, A. N. A B IX, 596, copia. 189
190 191
G. PARENTI, op. cit., pp.
78-9.
Ar. st. itai, c. IX, p. 251. 7 de mayo de 1550, ibid.. p. 217.
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192
mijo, y proponía vender el que guardaba en reserva a un ducado el staro veneciano. En 1562, a causa de una terrible sequía, se produjo otra cosecha mala; se perdió todo «el mijo, y otros menudos con que se mantiene la pobre gente», explicaba el embajador español. 193 En los pueblos de Zante sólo se comía pan negro hecho con cebada. I 9 4 Philippe de Canaye comprobó que cerca de Troya, en el Asia Menor, en las poblaciones turcas, se comía pan de avena, a falta de trigo, 19S lo cual, por otra parte, dada la rareza de la avena en el Mediterráneo, era también un lujo. En Córcega, el sustitutivo era el pan de castañas, que la gente llamaba pan de árbol. El arroz, que en el Oriente, lo mismo que en la llanura del Po y en Valencia, ocupaba el lugar que conocemos, era un sustitutivo ocasional. Las legumbres secas, los garbanzos de la intendencia española, o las habas, en especial las de Egipto, de que con tanta frecuencia hablan los documentos de la época, eran considerados también, en el siglo XVI, como un pan de socorro. Alonso de Pimentel, el nuevo capitán de La Goleta, al recibir una cantidad de trigo y de cebada, se lamenta: «¡Qué lástima que no nos hayan mandado garbanzos!» 196 No todo el trigo es, pues, igual, y muchas cosas pueden colegirse del plural los panes, que con tanta frecuencia figura en los documentos españoles. Había un pan para los pobres y otro para los ricos, y sólo éste último era de trigo candeal. En Lisboa, el trigo nórdico, cuando es para los ricos, se selecciona cuidadosamente y se le quitan las piedras y otras impurezas, faena de la cual se ocupan las mujeres de Lisboa, a las puertas de sus casas. I97 Algunas reglas del comercio de granos Los historiadores acostumbramos a abordar el complicado juego de los mercaderes de granos partiendo de pequeños detalles: una determinada compra, el abastecimiento de cierta ciudad, una especulación aislada o un libro di cuentas particular. Y todo se confabula para hacer el juego aleatorio: la incertidumbre de las cosechas, las vigilancias de los Estados, en especial las de las ciudades, las especulaciones de los mercaderes, incluidos los más humildes re1,2 H. Zane al Consejo de los Diez, Verona, 19 de sept. de 1559, A. d. S. Venecia, B 594, f. 139. 193 G. Hernández a Felipe II, Venecia, 25 de agosto de 1562, Sim. Eo.- 1324, f. 156. 194
PHILIPPE DE CANAYE, op. cit., p. 184, escasez en Zante en 1573.
195
lbid., pp. 166-7. «Lo que D. Alonso Pimentel scrive...», 30 de nov. de 1570, Sim Eo. 1Í33.
196 197
FORTUNATO DE ALMEIDA, op. cit., III, p. 313.
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vendedores, la enormidad de las sumas puestas en juego, el riesgo de perder toda la carga si los marineros son poco escrupulosos... Y eso, sin contar los innumerables intermediarios. Y, para complicar más las cosas, esta profesión no se ejerce sola, sino asociada a otras actividades comerciales. Los registros de Jacopo y Bardo Corsi nos revelan a estos grandes mercaderes florentinos preocupados io mismo por adelantar dinero a Galilea que por revender a crédito pimienta y sedería, o por concertar en Palermo importantes operaciones de trigo para el gran duque de Toscana. Bartolomeo Corsini, que había trabajado bajo sus órdenes, hace el balance de las operaciones terminadas y pendientes. Por una serie de compras efectuadas en 1595, los florentinos adeudaban 11 766 ducados, 9.4. Habían negociado nuevos contratos en 1595, para la compra de 3 500 salmas de trigo en Palermo, a embarcar en los caricatori de Girgenti en dos naves ragusinas. Los gastos ascendían a 10 085 ducados, 12.12, o sea un poco menos de 3 ducados por salma de trigo, puesto en Liorna. Sigue una serie de cuentas no menos interesantes, referentes a 2 000, 7 000 y 6 000 salmas de trigo, almacenadas en diversos caricatori y listas para el embarque, y diversos detalles financieros relacionados con los reglamentos y los cambios, aparte de varias cuentas «deudoras» y «acreedoras». , 9 8 Se comprendería mejor las especulaciones sobre el trigo si se pudiera desentrañar el sentido de operaciones como las que explica el agente de los Corsi en 1598. Por razones no precisadas, una nave cargada de cereales pertenecientes a los Corsi descargó en Mesina 3 700 salmas, una hermosa cantidad, a la que se trataba de encontrar salida. Este trigo procedía de compras efectuadas en 1595, y se corría el riesgo no sólo de no poder amasarlo corno pan, sino de que tampoco sirviera para fabricar galletas y de que hubiera que dárselo a las gallinas. Se vendió, entonces, una parte de este trigo a crédito y el resto transformado en galletas, de difícil venta. De 2 500 cantares, se cargaron en junio 564; en agosto, 620 en las galeras toscanas, y aún quedaban 1 316 en almacén... Los precios bajan paulatinamente, de 37 taris a 30 y a 16; 199 el agente se queja de la mala fe de los compradores y de los panaderos encargados de fabricar las galletas. 200 Pone el grito en el cielo. Pero los napolita198
Arch. Gtiicciardini-Ctmi. V, VII, Ibid.. cartas de 4, 23, 25 de junio, y 21 de oct. de 1588, y 2 de julio de 1599. 2U0 Carta de 2 de julio de 1599. 199
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nos, que en tiempos de Osuna habían asesinado a un acaparador de trigo —o acusado de serlo—, un tal Starace, 201 no tenían, al parecer, la misma opinión acerca de los negociantes en grano. De todas las codicias y atenciones que concita el trigo, no es la menor la de los gobernantes. Todos los Estados intervienen en esto, aun los pequeños, como el ducado de Saboya y la Transilvania. Dice el historiador Bianchini que el trigo estaba rodeado de más vigilancia y espionaje que las causas de la Inquisición. Sobraban razones para ello. Lo mismo que con respecto a la sal, la avidez del fisco en lo concerniente al trigo era insaciable. Además, el comercio del trigo abría la puerta a una serie de favores y de gracias. Era una palanca de mando y un medio de presión; una manera de pagar servicios y de conferir privilegios. Recordemos aquel cónsul de la nación española en Venecia, llamado Tomás Cornoza, que al decir de un experto cumplía muy bien su cometido, y a quien los documentos portugueses nos presentan como un instrumento al servicio del rey-mercader de Lisboa pidiendo como recompensa, en 1573, una franquicia para llevar trigo de Piamonte a Grisón, a través del Estado de Milán. Era sólo un pequeño favor entre la muchedumbre de los que se otorgaban. 202 En Sicilia, las gratificaciones a base de trigo eran cosa aceptada. 203 Un recuento de las tratas de 1578 revela que J. A. Doria gozaba de «6 000 tratte», es decir, del derecho de exportar 6 000 salmas de trigo siciliano, lo que representaba, a razón de 2 escudos la trata, una renta de 12 000 escudos, 204 además de las 4 500 salinas que se le habían concedido solamente en 1566. 20S Para el abastecimiento de las plazas fuertes de Niza y de Villafranca, donde había guarniciones españolas y galeras saboyanas al servicio de España, el duque de Saboya solicitó de Felipe II, en 1566, una «tratta perpetua» de 6 000 salmas de trigo siciliano; 206 el rey se dignó otorgarle una trata de 1 500 salmas por una sola vez. Sabemos —aunque sin mucha precisión— que Emanuel Filiberto traficó con el trigo siciliano supuestamente destinado a los españoles y que se le había confiado. 207 Política idéntica sigue el «señor de Monaco», Cario Grimaldi, quien se beneficiaba desde 201
Architio storico italiano. IX, p. 218, n. 1. Silva al rey, Venecia, 23 de mayo de 1573, Sim. Eo, 1322. En 1522, la recompensa de Hugo de Moneada, J. E. MARTÍNEZ FERRANDO, Privilegios otorgados por el Emperador Carlos V..., 1943, p. 172, n.° 1543. 204 Notamento di tratte..., 1578, Sim. Eo. 1148, las tratas eran a 32 tari. 205 Nobili al príncipe, Madrid, 20 de febrero de 1566, Mediceo 4897 bis. 206 28 de febrero de 1566, Sim. S. R. Ñapóles I. 202
203
507
PIETRO EGIDI, op. cit.,
pp.
135-6.
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hacía mucho tiempo con una trata de 6 000 salmas en Sicilia. Una carta de Felipe II, fechada el 13 de octubre de 1584, le retira esta gracia porque, en vez de servirse de sus licencias para aprovisionar a Monaco, las había vendido, burlando el impuesto siciliano. 208 Los mismos turbios manejos ocurrían en otras partes: con motivo de una autorización para exportar otorgada en 1562 a los ragusinos, por 1 600 salmas aproximadamente, a embarcar en Valona, nos enteramos de que era éste un dominio particular de la Sultana Madre. 209 Pequeños detalles, sin duda, y pequeña historia. Pero nada vinculaba tan estrechamente a los Gobiernos con el tráfico de trigo —sin que ello diera nunca como resultado el simplificar este tráfico, ni en Turquía ni en la Cristiandad—, como el hecho de que las «tratas» de exportación fuesen, en manos de los Gobiernos, una fuente de rentas y una moneda de pago. Y la vigilancia de los Estados era cosa de nada en comparación con la obsesiva vigilancia de las ciudades. 210 Si se pensaba tanto en el trigo, era, naturalmente, porque escaseaba: las cosechas mediterráneas rondaban generalmente las cotas de la insuficiencia. Los cultivos de alto rendimiento, como la viticultura, y la ganadería, hacían una constante competencia a los cereales. 2 U Primera razón, que no era, sin embargo, la única. El trigo, en el Mediterráneo, era un cultivo extensivo; requería grandes superficies para rendimientos que no siempre eran elevados, tanto más cuanto que no se podía sembrar el mismo terreno todos los años. En Sicilia la regla era el cultivo bienal (trigo y barbecho), 212 y otro tanto ocurría en la región de la Tavogliere de la Apulia. 213 En España, el ideal era el suelo de tres hojas, con cultivo alterno cada dos años. Hay que añadir que las prácticas del cultivo de secano exigían labores superpuestas, unas profundas y otras superficiales, que suplían a las escasas lluvias. 214 Finalmente, todas las medidas gubernamentales para gravar al trigo con impuestos y reglamentar las ventas abrumaban a los campesinos, a quienes no 208
Consulta, Palermo 10 de enero de 1586, B. Com. Palermo 3 Qq E 70. Andrea Dándolo al dogo, Pera, 1.° de mayo de 1562, A. d. S. Venecia, Senaro Secreta Consta. Filza 3/C. 210 Ver supra, pp. 434 ss. 2.1 I. DE Asso, op. cit., pp. 108 ss. Los progresos de la viña en Andalucía y en 209
Castilla la Nueva, ÉARL J. HAMILTON, op. cit., p. 242; K. HÁBLER, op. cit., p. 40. 2.2 Felipe II al virrey de Sicilia, Toledo, 12 deoct. de 1560, B. Com. Palermo, 3 Qq Z 34, f. 7. 213 L. BiANCrtjNi, op. cit., 1, p. 359. 214 I. DE Asso,-op. cit., p. 77.
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quedaba más recurso que gemir o, en España, dejarse arrastrar a la vida del muletero o a la aventura americana. Añadamos el drama de las inundaciones de invierno y el drama de las sequías estivales, que no lograban conjurar ni las fanáticas procesiones. 215 El resultado más tangible era una extraordinaria variación en los precios, que oscilaban al conjuro de la menor noticia. Solamente al llegar el siglo XVII se buscó una explicación para comprender el mecanismo de esas variaciones, y pocos libros son más esclarecedores sobre este punto que uno anónimo (tal vez de Sestrini) que apareció en Florencia en 1793. 216 Este libro abunda en inteligentes reflexiones sobre la disparidad de los precios del trigo entre las distintas regiones del Mediterráneo, y se pone de manifiesto que lo mismo entonces que en el siglo XVI había una marcada diferencia entre el Oriente, con su pan barato, y el Occidente, donde el pan era caro. Explica también cómo una mala cosecha en tal o cual punto crea una zona de trigo caro, con la particularidad de que los precios se elevan más en la periferia que en el centro. 217 Así ocurría ya en el siglo XVI. Tan pronto se barruntaba la escasez en alguna zona, los mercaderes caían sobre ella con sus barcos y liquidaban sus existencias. El resultado era que los precios, muchas veces lejos de la zona de escasez, se elevaban, como consecuencia de esta marejada. Pero acontecía también que la afluencia de navios en el país de la carestía y el aflujo de granos hicieran bajar allí los precios... Curioso esquema para un curso de economía política. Fue lo que sucedió en Constantínopla en 1561, año por lo demás bastante malo para todo el mar; en Portugal, donde la primavera había sido de una «inusitada sequía»; 2 ' 8 en España, donde la cosecha fue catastrófica, 2 I 9 y en Sicilia, donde el precio de la salma después de la cosecha subió a 2V2 ducados. 22° En el Oriente, la situación fue menos mala, aunque desde la primavera cundió cierta inquietud. 221 Se obligó a una nave veneciana, la Colomba, a cambiar de rumbo en Nicomedia para llevar trigo desde allí a la capi2,5 216 2.7 2.8
2.9
1540, en Ñapóles, Ar. st. ¡tal, IX, p. 105. Confronto delta ricbezza dei paesi.. 1793. Ibid.. p. 17. J. NICOT, op. at.,
p. 127, 12 de abril de
1561.
Felipe II al virrey de Sicilia, Madrid, 19 de agosto de 1561, B. Com. Palermo, 3 Qq E. 34. 220 El virrey de Sicilia al rey, Palermo, 16 de octubre de 1561, Sim. Eo. 1126. 221 H. Ferro al dogo, Pera, 27 de agosto de 1561, A. d. S. Venecia, Dispacci, Senato Secreta Consta. Filza III/C.
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tal. Otras cuatro naves, también venecianas, que cargaban trigo en Voló, fueron capturadas por las galeras de la guardia de Salónica y enviadas a Constantinopla. 223 Pero la afluencia en masa de naves a ese centro de atracción pronto compensó el déficit y los precios bajaron: el «chilo» (que equivale a la novena parte de una salma) descendió a 17 V2 aspros, o sea, según la proporción de 1 ducado = 60 aspros, a poco menos de 3 ducados. 224 Al año siguiente el precio del trigo bajó, en los puertos griegos, a 12 aspros el «chilo», es decir, a menos de 2 ducados la salma. Otro ejemplo: en 1578, una tremenda escasez asoló España. El virrey de Sicilia, Marco Antonio Colonna, procuró despachar lo más rápidamente posible navios de socorro. Mercaderes que disponen de 24 000 salmas se comprometen a llevar a España 6 000; en cuanto al resto, no quieren aventurarse demasiado, «...diciendo que acontece muchas vezes concurrir todos a donde piensan que hay ganancia y resultar desto grande abundancia de trigo» (Marcantonio Colonna a S.M., Mesina, 23 de agosto de 1578) y otras catástrofes comerciales. 225 Es el caso que contemplaba en 1584 el redactor del informe que hemos citado. Ponía muy en guardia a las autoridades gubernamentales que iban a encargarse del transporte, contra el riesgo que corrían si los mercaderes se precipitaban hacia España, atraídos por el «olor de la ganancia». 226 La gran catástrofe, para un mercader, era que el navio fletado por él hacia el país en que existían dificultades de aprovisionamiento, cayera en poder de cualquiera de las ciudades por donde pasaba y que siempre imponían su precio —naturalmente mucho más bajo—. Fácilmente comprendemos el furor de aquellos negociantes genoveses cuyo navio, cargado de trigo en la Apulia, navegaba en 1578 hacia los precios altissimi de España cuando fue secuestrado por la República de Genova. 227 En teoría, el juego del mercader es fácil de comprender: Consistía en conocer cuándo el año era bueno o malo, y mejor aún (porque en aquella época los granos se conservaban mal y no podían almacenarse mucho tiempo), en cuál región se esperaba una 222
El mismo al mismo, 3 de marzo de 1561. Corfú, 10 de abril de 1561, Sim. Eo. 1051, f. 51. 224 H. Ferro al dogo, 29 de mayo de 1561, G. .Hernández al rey, Venecia, 8 de sept. de 1561, Sim. Eo. 1324, ff. 15-6. 225 Ver nota 226. 226 Sim. Eo. 1087, f. 209, 5 de dic. de 1584. 227 El cónsul Garbarino a la Rep. de Genova, Ñapóles, 11 de sept. de 1578, A. d. S. Genova, Lettere Consoli, Ñapóles, 2.2635. 223
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buena cosecha y en cuál otra una cosecha mala, para saber dónde y cuándo podían comprarse los excedentes de trigo. De este modo, las corrientes de intercambio variaban y se invertían según el capricho de las cosechas. Todo podía verse y todo se vio, en efecto, en materia de comercio de granos, durante el siglo XVI. No había una región costeña o próxima a las costas, ni un puerto que un buen día no ofreciera un excedente de cereales. Basta remontarse al siglo XV para descubrir que Corfú exportaba en aquel tiempo fermento grosso, 228 y a la primera mitad del XVI para ver a Chipre mandando trigo y, sobre todo, cebada a Venecia. 229 En 1570, el trigo turco de los alrededores afluyó a Spalato, que lo dejó partir hacia Venecia en el momento en que se apercibió de los armamentos del turco, 23° y, comprendiendo bruscamente el error cometido, retuvo todo el trigo que aún quedaba dentro de sus muros. Algunos años producíanse sorprendentes anomalías: en 1555, envíos de trigo español a Roma, 231 y en 1564, envíos de trigo andaluz a Genova, con una autorización del Rey Católico 232 otorgada en buena y debida forma; o el caso de Castilla, que abrió sus compuertas en 1571. 233 En 1587, el rey de Cerdeña se felicitó de sus hazañas: 4 000 salmas de trigo habían sido enviadas a Genova durante su gobierno. 234 Todo era posible... Hasta que Oran se convirtiera en puerta de salida del trigo africano; 235 Diego Suárez nos lo explica: alrededor del presidio de Oran el trigo indígena valía a menudo 4 ó 5 veces menos que el de España. 236 El beneficio era apreciable, con tal de que hubiera trigo.., lo que no siempre ocurría por cierto. 237 También Argel se encontraba alternativamente riquísimo o muy pobre, según las cosechas. 238 228 Una excelente mercancía que se vende en Venecia, Julianus de Picenardis al marqués de Mantua, Venecia, 20 mayo 14/3, Arch. Gonzaga, B 1431. 229 M. SAÑUDO, op. cil., II, col. 87: 301, Chipre, 9 noviembre 1498, trigo cargado con destino a Pisa. A. d. S. Venecia, Senato Mar, ff. 54 (1515), 116 v. (1516). Museo Correr, Dona delle Rose, 46, f. 43 v. (1519), 47 (1535). 230 Andrea Michiel, conde y capitán, a los X, Spalato, 10 de marzo de 1570, A. d. S. Venecia, Lettere di Capi del Consiglío dei X, Spalato, 281, f. 60. 231 7 de marzo de 1555, Esp. 232, f. 89. 232 Simancas Eo. 1293. Sobre los capítulos que dieron las personas... (1564) 233 Actas. III, pp. 373-4. 234
235
21 de agosto de 1587, V. RIBA Y GARCÍA, op. cit.. pp. 317-8.
-Ibid.. pp. 288-9. 236 Manuscrito del ex-Gobierno General de Argelia, p. 471. 237 Compras de trigo indígena en Mers el Kebir, 13 de marzo de 1565, Sim. Eo. 486. 238 R. HAKI.UYT, op. cit., II, p. 176, en 1584. En 1579, tal escasez que se tuvo que licenciar a las chusmas. J. de Cómoda a Felipe II, Venecia, 7 de julio de 1579, A. N., K 1672.
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Desgraciadamente, los graneros atestados no siempre bastaban para colmar las lagunas producidas por épocas de escasez tan frecuentes como violentas y homicidas. En 1554 hubo una «horribilissima in tutta Italia», 239 y cuando llegó la ayuda del extranjero ya habían muerto decenas de miles de personas, y el trigo de Florencia alcanzaba el precio de 8 liras el stagio. 240 El comercio del trigo, vinculado a las rutas marítimas El trigo es una mercancía ideal para el transporte, pero tiene el gran inconveniente de ser muy pesada. No obstante ser tan preciosa, soporta mal los grandes gastos de transporte que impone. Por las rutas terrestres, salvo, claro está, en caso de escasez o de un alza extrema de los precios, el trigo sólo hace trayectos cortos. He aquí, por ejemplo, un proyecto bien estudiado sobre el envío de granos de Italia a España, en 1584. 241 El embarque se llevaría a cabo en los presidios de Toscana, Orbitello y Talamone o «Puerto Hércules». Las compras (70 000 fanegas, medida castellana) haríanse en Corneto y Toscanela, en territorio pontificio; en Grossetto y en la marisma sienesa, que dependían del gran duque de Toscana; en Castro y Montalto, posesiones del duque de Parma. O sea, a 15, 25 y 30 millas, respectivamente, tierra adentro. Consecuencia: al precio de compra, es decir, 10 reales de España la fanega, había que añadir, en concepto de transporte por vía terrestre hasta el puerto de embarque, tres escudos por mogio, o sea tres reales por fanega. De modo que el precio de ese trigo aumentaba en un 30 9f después de un viaje relativamente corto. Son explicables las reflexiones del virrey de Ñapóles a propósito del proyecto español de 1560 de hacer transitable el camino que iba de la Apulia a Ñapóles. El 29 de julio de 1562 escribía, no sin cierto humorismo, tal vez involuntario: «... ni quiero tractar en lo que toca a abrir los caminos para poder por ellos acarrear la victualla a esta ciudad, a lo cual se atiende con toda la diligencia possible, pero diré bien que hecho la quenta de lo que costará la conducta del trigo que aquí se podrá acarrear desde Pulla, será tan caro que pocas personas emprenderán el traerlo.» 242 No; el trigo no podía circular de una a otra parte de la península italiana por ¡a vía terres21
"
240
G. MEGATTI, op. cit..
II, p.
693.
Ibid.. recuérdese la guerra de Siena y el hábito de los beligerantes de tagliare il grano, ibid.. p. 683. 241 Ñapóles, 5 de oct. de 1584, Sim. Eo. 1087. 242 Simancas, Secretarías Provinciales, Ñapóles I.
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tre. El grano pasaba, a veces, por la ruta napolitana; pero nada nos indica que hiciera todo el camino entre el Adriático y el Tirreno. Es poco probable que así fuera, puesto que, en- torno a Florencia, y solamente dentro de un círculo de 4 a 13 millas alrededor de la ciudad, los gastos de transporte bastaron para subir el precio del trigo en un 4.24
G. PARENTI, op. al..
244
Feo. Verdugo a Felipe II, Málaga, 21 de enero de 1559, Sim. Eo. 138,
p.
82.
f. 264. 245
A. d. S. Venecia, Secreta Archivi Propri Polonia, Marco Ottobon a los Provveditori alie Biave, Viena, 24 noviembre 1590. 246 E. LEVASSEUR, «Une méthode pour mesurer la valeur de l'argent», enjournal des Economista. 15 mayo 1856; «en la actualidad (1856), un hectolitro de trigo se vende a 29 francos en Argel y a 21 trancos con cincuenta céntimos en Oran, mientras que sólo cuesta 10 francos en Tiaret y Setif...».
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trigo hayan sido las del agua. La expansión del trigo de Borgoña hacia el sur no hubiese sido posible a no ser gracias a la ruta del Ródano. Los cereales extranjeros, necesariamente costosos, se enviaban a Florencia subiendo por el Arno lo más posible, hasta Signa, verdadero puerto fluvial de la capital. 247 La riqueza del territorio de Lentini (Leontino), en Sicilia, procedía de sus recursos agrícolas, pero también de una suerte suplementaria: no estaba demasiado lejos de la costa, y su fiume grande, el San Leonardo, era navegable hasta unas cuantas leguas de la ciudad; por lo menos, antes de 1483. 248 El transporte por mar era también relativamente barato. En el ejemplo que hemos puesto más arriba, del trigo italiano que se intentaba transportar a España, el precio de compra de la fanega ascendía a 10 reales de Castilla, los fletes por mar a tres reales, la tasa de exportación a cinco reales, y el transporte en una buena nave ragusina a 3V2 reales solamente. Es verdad que había que añadir los gastos de un seguro bastante alto, en vista de la época avanzada del año (9 % ad ralorem), o sea 30 maravedís más por fanega de trigo. El precio del transporte marítimo se elevaba, así, a unos cuatro reales la fanega, y el precio de ésta, en Alicante o Cartagena, a 22 reales y tres maravedís (el real se calculaba a 54 maravedís). En el desplazamiento del trigo, el transporte marítimo costaba menos, relativamente, que todas las demás operaciones: carretas, transporte en acémilas o autorización para exportar. Tanto más cuanto que en este precio no se tiene muy en cuenta la distancia exacta: es el mismo para los envíos a Italia o a Valencia y ya partiera el cargamento de Sicilia o de Toscana. Los capitanes de los navios estimaban que para ir a España era más ventajoso cruzar el «golfo», partiendo de Sicilia, que atravesarlo por el norte a la altura de los presidios de Toscana; zarpar de Sicilia, según declaraban, era «tener el golfo, más langado», estar en mejor posición para «engolfarse». Es, por tanto, la parte interior del mundo mediterráneo, alcanzada fácilmente por la vía marítima, la que puede permitirse el lujo de un gran comercio de granos. Comprobación que bastaría para explicar que solamente las ciudades que se hallan en comunicación directa con el mar pueden crecer (a excepción de ciertas ciudades privilegiadas, como Milán). Si las islas del Mediterráneo podían 247
G. PARENTI, op. cit.. p. 83; A. DOREN, Storia econ. dell'ltalia..., 1936, p. 366. MATTEO GAUDIOSO, «Per la storia... di Lentini», Ar. st. per la Sicilia Oriéntale. 1926-1927, p. 83. 248
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dedicarse tan a menudo a un monocultivo rico, que lo invadía todo, era porque contaban con el mar, por el que les llegaban los navios cargados de grano. Pasaban constantemente por dificultades alimenticias, pero con la misma frecuencia restablecían el equilibrio de su vida, importando trigo. Ritmo peligroso, que sólo el mar autorizaba o provocaba. Por agua, el trigo seguía rumbos inverosímiles. En Valencia, España; 249 en Genova o en Roma, se amasaba harina con el trigo de Egipto o del mar Egeo. En enero de 1572, el obispo de Dax escribió a Carlos IX, desde Ragusa: «En esta ciudad no se come un solo grano de trigo que no haya habido que ir a buscar a quinientas millas de aquí.» 25 ° Verdad mucho más vieja que el siglo XVI. Lo mismo viajaba el trigo aragonés por el Ebro, y luego, más allá de Tortosa, siguiendo la larga diagonal del mar, iba a socorrer la extrema penuria de los habitantes de Siria. 2 5 ' Puertos y países exportadores de granos Todos los mercados del comercio de granos, sin excepción, estaban situados a orillas del mar o de los cursos de agua. Tal es el caso de los pequeños puertos cuyas barcas convergen en Liorna: Grossetto, Montalto, Corneta, 2 5 2 o el de las abras de los Abruzos, donde una policía de seguridad vigilaba el activo tráfico hacia Venecia: Grottammare, Senigallia. 253 Y, con mayor razón, el de los grandes mercados: los de las llanuras danubianas, comunicadas por el gran río con el mar Negro (un aviso de Levante, que llegó a Venecia en diciembre de 1575, 254 indica que el trigo suministrado por Valaquia y Bogdiana, por orden de los turcos, debía transformarse en galletas y depositarse después en las márgenes del Danubio, donde seríainspeccionado); los del mar Egeo, vinculados a las grandes regiones del litoral productoras de trigo, como lo indica el emplazamiento de las escalas frecuentadas: la de Gallipoli, vinculada a Tracia; la de Patmos, cerca de la costa de Asia; la de Salónica, a la entrada de Macedonia, 255 y más aún la de Voló, gran centro 24
'
250
251
E. J. HAMILTON, op. dt.. p. 257, n. 4. E. CHARRIÉRE, op. dt.. III, pp. 244-9.
I. DE Asso, op. dt.. pp. 108-9. Mediceo 2079 y 2080. A. de Ragusa, D. de Foris, XI, ff. 56 s., numerosas indicaciones sobre tráficos a corta distancia, trigo de Fiume y de Spalato para Venecia. Lista de los seguros en que participó Pascual Cerva (1601-1602). 254 G. de Silva al rey. Venecia, 10 de dic. de 1575, Sim. Eo. 1334. 255 Ni un solo navio veneciano en la escala de los granos de Salónica, n. H. Ferro, al dogo, 16 de febrero de 1561, A. d. S. Venecia, Senato Secreta Consta. Filza 2/B, f. 334. 252
253
7
66
DESTINOS COLECTIVOS
abastecedor de los compradores del Poniente, que exportaba el trigo de la llanura tesálica. 256 En Egipto, el Nilo —igual que el Danubio— arrojaba hacia el mar enormes masas de trigo y de arroz, habas y garbanzos. En el Occidente, la geografía condicionaba el progreso de los grandes mercados exportadores: Apulia y Sicilia; esta última isla era el típico gran mercado, una especie de Canadá o la Argentina, tal vez más bien un Canadá, del siglo XVI. El caso de Sicilia merece, por ello, nuestro interés. Tiene, además, la ventaja de ser más claro que cualquier otro. Para los virreyes españoles, administrar, gobernar Sicilia, era, ante todo, ocuparse de la exportación del trigo. No hay una sola de sus cartas oficiales que no hable de las cosechas, de los precios, de las licencias de exportación, de las compras hechas por mediación de los negociantes extranjeros establecidos en Palermo, donde también vivían los señores sicilianos, enriquecidos por la gran producción triguera de la isla. 2S7 Este papel esencial de abastecedor correspondió a Sicilia en la cuenca occidental durante siglos, desde la Antigüedad, desde siempre y sin interrupción, aunque con sus altibajos. El contrato firmado por GénoVa en 1261 con el rey de Sicilia Manfredo, para la exportación de 10 000 salmas anuales (20 000 quintales), podría confundirse con un contrato del siglo XVI, si la cifra fuese más elevada. 258 Todo el Occidente soñaba con el trigo de Sicilia, y más que nadie, la vecina costa berberisca. Cuenta León el Africano que los árabes daban a sus hijos en prenda para obtener trigo siciliano. 259 Tan pronto los cristianos recuperaron Trípoli, se preocuparon en Sicilia de los impuestos que debería pagar el trigo destinado a África: sólo gozarían de exención las 2 500 salmas destinadas a la fortaleza. 26° Desde la época de Fernando el Católico estaba establecida la lista de los caricatori, o sea los embarcaderos de grano de la isla: Solunto, Termini, Roccella, Catania, Bruca, Terranova, Licata, Girgenti, Siculiano, Mazzara, Castellammare. Un recuento de las ex256 A. de Ragusa, Lettere di Levante, 33, ff. 11 v. a 13 v., rector y Consejo de Ragusa, Biaggio Vodopia, sopracarico. de la nave de Gio. Pasquale, enviada al Levante. Buena enumeración de caricatori del Egeo. Metellin, golfo de Marga, Cavalia, Salónica, Voló, Zotone... Mas por todas partes había caramuzales cargados de trigo, «perché per tutti quei luoghi se ne trorano sempre caramusali con li grani da tendere». ... 257 258 259 260
E. L. G. LA
ALBÉRI, op. oí.. 1574, 11, V, p. BIANCHINI, op. cit.. 1, p. 346. M. AMARI, op. cit:. III, p. 831. MANTIA, art. cit.. p. 487.
477.
IX COMERCIO Y EL TRANSPORTE
Fig. 49
767
Los «caricatori» sicilianos en 1532
Según L. Bianchini, op. cit.. I, p. 241. Los puertos exportadores de trigo corresponden a las llanuras y colinas de la isla. Salvo Castellamare, no había ningún puerto exportador en la costa norte; éstos se encontraban a lo largo de la costa sur. Sciacca detentaba el record de exportaciones (40 000 salme exportadas, de un total de 260 000, o sea, 520 000 quintales actuales).
portaciones de 1532 261 revela la primacía del sur siciliano y de sus colinas terciarias. La exportación oficial, en ese año de 1532, ascendió a casi 260 000 salmas, o sea 520 000 quintales de trigo, cantidad cuatro veces superior a la que se requería para abastecer Genova, según un cálculo de 1577. 262 Genova importaba anualmente de 60 000 a 70 000 salmas de trigo siciliano. 263 Pero desde hacía siglos no había ciudad en el oeste mediterráneo donde no se comiera el excelente grano isleño. Este viejo mercado de trigo estaba muy bien organizado. Comercialmente, se concentra en Palermo, que, aunque no participaba en los cargamentos ni en los transportes, era el lugar donde se trataba todo lo relacionado con el «negozio frumentario», 264 sin 261
262 26
'
2M
L. BIANCHINI, op. cit..
1, p.
241.
Relatione di quel che occorre al Duca di Terranova..., 1577, Sim. Eo. 1146. Ibid. E. ALBF.RI, op. cit.. 11, V, p. 243 (1574).
768
DHSTINOS COLECTIVOS
duda porque allí vivían los propietarios vendedores del grano, y, además, porque los agentes de los grandes mercados de Florencia y de Genova necesitaban estar cerca del virrey (quien residía tan pronto en Mesina como en Palermo), o, en todo caso cerca de sus oficinas y del portulano, funcionario que complicaba aún más el papeleo y las diligencias y gestiones necesarias para conseguir las tratas, las preciosas licencias de exportación. Licencias que, naturalmente, no eran gratuitas; su precio variaba segiin los baremos de una escala móvil, que Mario Siri 265 ha reconstruido en el siguiente cuadro, tomado de su libro. ESCALA MÓVIL SICILIANA PARA LA EXPORTACIÓN (Según Mario Siri) Precio por salma
Impuesto por salma
18 a 22 tari 22 a 26 » 22 a 30 » Más de 30 tari
6 tari 10 » 12 » 16 »
Estos gravámenes aumentaban considerablemente los precios del trigo siciliano. ¿Fue ésta, acaso, una de las razones de que, hacia 1550, 266 sobreviniera la fortuna del trigo del Levante, que era más barato, según Bianchini, historiador del XIX? ¿Se debió a ello la ruina de la flota siciliana de transporte de grano? ¿O bien, como parece más probable, coincidió esta ruina con el papel cada vez más importante que desempeñaban los pesados barcos de carga venecianos y ragusinos, especialmente, capaces de transportar el trigo por millones de salmas? En 1573, los navios que cargaban en Sicilia por cuenta de Venecia transportaron 4 000, 4 000, 4 000, 2 500, 2 000, 1 800, 1 500, 1 000 y 1 000 salmas, respectivamente. 267 Había nacido una flota, especializada en el transporte de productos pesados, como trigo, sal y lana, y que venía a completar el equipo, curiosamente perfeccionado, hasta en los más nimios detalles, del mercado siciliano. Este último poseía también grandes almacenes en los caricatori (elevadores, diríamos hoy), que, además, funciona265 266
267
MARIO SIRI, art. til. L. BIANCHINI, op. cit.,
1, p.
337.
Relatione delle navi venute a carricar di formenti in Sicilia per Veneciani le quali sonó state impedite. Sim. Eo. 1139.
IX COMERCIO Y EL T R A N S A R T E
769
ban como almacenes de depósito, con certificados que se entregaban al depositante. Aún no se ha escrito la historia de la cedola, el recibo que se daba al propietario deseoso de no vender inmediatamente su trigo, y que, sin embargo, necesitaba obtener un adelanto en dinero. ¿A quién vendía esta cedola en caso de necesidad? Todo tiene, como se ve, un curioso tinte moderno; pero para juzgarlo sena preciso conocer mejor esos almacenes, sus escrituras y documentos, y los proveedores de fondos o «capitalistas» que aceptaban las redóle, cosas todas que no aclara suficientemente el viejo libro de Bianchini. 268 También haría falta conocer mejor este sistema administrativo y capitalista que comprende tanto la producción como la comercialización del grano, sistema que deja ambos procesos en manos de quienes controlan los movimientos monetarios. Si bajan los precios del trigo, los campesinos (a quienes, cosa curiosa hoy, se designaba con el nombre de borghesi, es decir, gentes del burgo) no podían pagar a sus acreedores y habían de vender sus bueyes e incluso irse de sus tierras. En efecto, los campesinos pedían dinero al comenzar el año para comprar las simientes, los animales que habían de tirar del arado, y, también, para probar fortuna roturando tierras nuevas. «Incluso los mismos señores y los caballeros —dice un informe español de comienzos del siglo XVli— piden dinero con las mismas intenciones, dispuestos a reembolsarlo en trigo, y si no lo pueden pagar, se les cargan intereses muy ahos, en cuyo caso se apresuran a ir a ver al virrey y pedirle que se les conceda una atenuación de dichos intereses, y algunas veces obtienen lo pedido...» 2M Esta es la situación, campesina y señorial, que impera en Castilla, en torno a Valladolid, a comienzos del siglo XVli. 27ü Tenemos, además, la impresión de que, a la par, con el transcurrir del siglo XVI, este sistema caminaba hacia su destrucción. Extrañas especulaciones se urdían, en efecto, en torno a las cédulas o certificados de depósito. Se pusieron en circulación falsos documentos con la complicidad de los magazinieri: se vendía, de este modo, trigo inexistente, y en el momento de entregarlo, pretextábase averías y robos en los caricatori. Varios almacenes quebraron. En vano el Gobierno trataba de restaurar la fe del público, amenazando con la pena de galeras a los contraventores, exigiendo registros locales, prohibiendo las compras y ventas anticipadas de granos y los con268
Op. di.. I, p. 337. Memoria del gorerno del Rey no di Sicilia (sin techa). Biblioteca Comunale, Palermo, Qq. F. 29. 270 B. BENNASSAR, Valladolid an \ i r sieile. mecanografiado. 269
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DISTINOS COLF.CTIVOS
tratos usurarios, llamados alia roce e secando le mete, o las apuestas sobre el precio de las mercancías. :71 El escándalo continuó, y ciertos propietarios preferían dejar que se pudriera su trigo en los fosos donde lo almacenaban antes que entregarlo a los especuladores y estafadores de los puertos. A menos que se tratara también de un modo de especular con un artículo que, en la propia Sicilia, comenzaba a escasear en el siglo XVI. La situación era tal que las autoridades locales, y hasta el propio Gobierno, no vacilaban en incautarse del trigo de los caricatori. 272 En Apulia, donde había un floreciente comercio de exportación apoyado en los puertos de Manfredonia, Foggia y Trani, en dirección a Ragusa, Ñapóles y Venecia, funcionaba un sistema muy similar: las trate, permisos de exportación que se debían exhibir en las aduanas, las vendía el fisco real por adelantado y sin demasiado control en cuanto a su número. Estas licencias se depreciaban pudiéndose adquirir, entonces, a precios muy bajos. Según decían los mercaderes, de este modo Venecia lograba economizar hasta el 32 r/r en los pagos aduaneros. 273 Los granos del este Pero Occidente no podía sobrevivir recurriendo sólo a sus propios cambios y, en particular, a mediados de siglo, las reservas occidentales hubieron de completarse con envíos del Levante, menos poblado éste, aunque más rico en granos exportables, por lo general a menor precio. El Oriente disponía de tres inmensos graneros: Egipto, las llanuras de Tesalia, Macedonia, Tracia y Bulgaria, y las Tierjas Bajas de Rumania. El trigo rumano desapareció muy pronto de los circuitos mediterráneos, pues el enorme vientre de Constantinopla se tragaba todo su grano. Quedaban los mercados griego y búlgaro y la espaciosa alacena de Egipto. El cónsul Lorenzo Tiepolo estimó en 1554 que la Gran Señoría sacaba de Egipto 600 000 ribebe de trigo, cebada y habas (sin mencionar el arroz). 274 Estos 600 000 ribebe (sobre la base de 100 salmas sici271 Pragmática del 26 de agosto de 1559, tít. 61, n.° 4. Sobre la mee. que también se practicaba en Ñapóles, una apreciación más justa en G. CONIGLIO, >/p. tit.. pp. 21 s. El mercader hacía un adelanto al campesino que se comprometía a venderle su trigo al precio —a la vwe— del mercado futuro. 272
273
L. BIANCHINI, op. ctt..
I, p.
356.
KARL OTTO MCLLER, Welthiiitdelshni/iclx. 14HO-I54G. reimpresión, Wiesbaden, 1962, p. 54. 274 Reliiiiow. pub. por Cir.oGNA, p. 2Í.
IL C.OMF.RCIO Y 1:1. TRANSPORTI:
771
21S
lianas = 165 rihebe) correspondían a 363 636 salmas, y a 720 000 quintales. Era un enorme bocado, mayor que el que se sacaba de Sicilia. 276 Gran parte de este abastecimiento iba a Constantinopla; otra parte se quedaba en el país, destinada a los soldados turcos, y se concentraba en La Meca; además, el trigo del sultán no era solamente el de Egipto, pues las cifras que proporcionaba Tiepolo (incluyendo los 1 200 000 ducados que este comercio representaba para el sultán) apenas si tienen el valor de una indicación general. El mismo añade que todo variaba según las crecientes del Nilo, las epidemias y lo que podía llamarse la coyuntura de los precios. El informe incluye dos precios de la ribeba de habas y tres de la de trigo. 277 En todo caso, el trigo turco se embarcaba hacia el Occidente lícitamente y con la autorización de la Gran Señoría, desde Alejandría, Voló, Salónica, Valona, La Prevesa o San Mauro. Nueve de cada diez documentos ragusinos o venecianos lo confirman. Y en Constantinopla se escucha continuamente el eco de las demandas occidentales: desde 1528, las de Toscana, 278 y en 1563 las de Genova, 27<* rechazadas, como todas las demandas formuladas en 1580, incluyendo las de Francia. 28° Es verdad que el mercado oficial contaba poco junto al activo mercado negro, que no cesaba de evacuar hacia el oeste el gran turco, aun en períodos de prohibición. El centro de este mercado era el Archipiélago, algunas de cuyas islas, como Patmos, 28 ' cultivaban un trigo excelente; por lo general, se encontraban aquí granos de contrabando, procedentes de tierra firme, principalmente de Grecia, y transportados en ligeros caramuzales, estas embarcaciones merodeadoras, sin las cuales nunca habrían podido saciar su hambre. Era a menudo difícil aprovechar los servicios de estos proveedores, 282 y había que desembolsar fuertes cantidades; pero en los años de buenas cosechas, revendían grandes cantidades de granos. Así fue como en 1564 los cargamentos de los caramuzales comprados por los administradores 27> Según la correspondencia de medidas que da A. DI: CAPMANY, np. cit.. IV, apéndice, p. 63, y que por otra parte, toma de Pegolotti. 276 V. cuadro anexo, p. 7 90. 277 32 y 45 muiJini. la ribeba de habas, 41, 48, 60 para el trigo, ya fuera en ducados y por salma, 1.2; l. 7 ; 2.4. :7
"
279
Mí'LLKR, np. iit.. p. 2 7 5 . E. CMARRII-RI., np. i//.. II, p.
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2!i0
El sultán al rey, 15 de julio de 1580, Recital.... p. 21.
2
R. HAKLUYT, np. cit..
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peraj 6 j
e
II, p. 308,
1594.
octubre de 1560, A. d. S. Venecia, Senato Secreta 2/B, f. 274.
772
D1STINOS COLECTIVOS
venecianos de Candía proveyeron de más trigo que el que se necesitaba para la población de la isla; todo el excedente, una parte de él convertida en galletas, se transportó a Venecia. 283 Sin embargo, el comercio de granos en el Archipiélago era siempre peligroso y aleatorio, pues dependía de la cólera y de las exigencias del Sandjac, o de la brusca aparición de las galeras turcas, que solían merodear a lo largo de las escalas del trigo. 284 Para Venecia eran también un acontecimiento de importancia los nombramientos de «oficiales» turcos en el Archipiélago. En marzo de 1562, un tal Suil Pacha (no estoy muy seguro de la caligrafía) fue nombrado para el sandjacato de Metellin por el favor del sultán y de Mehemet Pacha, y estaba dispuesto a hacer honor a su cargo; «tengo ciertos deseos de no hacerle el presente habitual», comentaba el baile veneciano Andrea Dándolo, «en razón de los daños que últimamente ha causado a Vuestra Señoría; más, pensando que media poco camino de ese sandjacato a las escalas del trigo, donde los mejores granos valen actualmente 12 aspros el chilo, temo que se cobre por sí mismo...». Y el baile prefirió pagar. 285 Es curioso comprobar, que, en pleno siglo XVII, el Archipiélago seguía siendo un mercado de trigo de contrabando con los mismos navios griegos y merodeadores. 286 Equilibrios, crisis y vicisitudes Esta introducción más bien larga nos permite abordar mejor el e-:udio de las vicisitudes por que pasó el comercio de granos del siglo XV!. Existe el peligro de dramatizar en exceso en un terreno donde los juicios de los contemporáneos sólo muy raras veces son desapasionados. Sin embargo, podemos afirmar, en líneas generales, que el problema de la alimentación fue empeorando progresivamente a medida que el siglo avanzaba, y que la situación campesina se hizo cada vez más alarmante. La escasez aumentaba no en frecuencia —siempre había sido frecuente—, sino en intensidad. Las consecuencias eran tremendas. Seis carestie asolaron a Ñapóles entre 1560 y 1600: en 1560, 1565, 1570, 1584, 1585 y 1591. Las tres últimas fueron más graves que las tres primeras. 287 «No pro2,,, Al Consejo de los Diez, Candía, í de enero de 1563 (f. 102), 7 de enero (f. 103), Capí del Consiglio dei X, Lettere Ba. 285. :i<4 Zante, 31 de marzo-6 de abril de 1563, A. d. S. Venecia, Sen?to Secreta. 3/C ;s5 A. d. S. Venecia, el baile al dux, Pera, 22 de marzo de 1562.
-'" 2117
BARÓN D I : T o n , i,p. at.. IV, p. 88. Gil SLI'PI: PARDI, tirt. cit.. p. 85.
ix
773
cede de que sean peores los años que entone ~s —escribió un buen conocedor de las realidades napolitanas hacia 1600—, 288 sino de ia multiplicación de la gente de que consta por las numeraciones, pues la del año 1545 cresció 95 641 fuegos; la de 1561 cresció 53 739 fuegos y esta presente se juzga crescera 100 OOOyquando el grano es al justo, o con poca sobra del necessario, todos preverán de esconderlo.» Desgraciadamente, el mal no limitaba su reino a la ciudad de Ñapóles. En todas partes del Mediterráneo el hombre se había multiplicado excesivamente para los recursos de que disponía el mar. En consecuencia, resulta tentador hablar de una coyuntura mediterránea, de una crisis del trigo; pero eso seria simplificar, o, al menos, llegar a conclusiones con excesiva precipitación. En realidad, los únicos criterios de que disponemos para considerar la situación general son los concernientes al comercio internacional de los granos. Ocurrían importantes desplazamientos de granos, pero: 1 Como ya hemos visto, estos cambios sólo se producen en el contexto de una determinada vía minoritaria. 289 2 Estudiada a fondo, la privilegiada historia del trigo específicamente comercializado nos revela por lo menos cuatro grandes crisis: la llegada desde el comienzo y a lo largo de todo el siglo XVI del trigo del norte a los puertos y ciudades de la costa atlántica de la península Ibérica; el boom del trigo turco entre 1548 y 1564, testimonio, de hecho, de la crisis de la producción de granos italiana; la autosuficiencia italiana, milagro agrícola de las campiñas de esa península, entre 1564 y 1590; finalmente, la llegada a Italia, de 1590 a 1600 y aun más tarde, de cargamentos de trigo del norte. 3 Debemos hacer notar que estas crisis conducen a soluciones o compromisos, incluso la última de ellas, de la cual no debemos interpretar mal ni la amplitud ni el carácter relativo. Hablar, incluso, de crisis o de equilibrios es una forma de simplificar en exceso. Se produjo lo que los economistas llamaríaa una crisis marginal, cuyos equilibrios subyacentes —en profundidad— limitan la intensidad de catástrofes y tensiones. En plena crisis, el Senado veneciano puede decir, y con razón, el 16 de junio de 1591: «la experiencia ha demostrado que la cosecha habitual de trigo y granos en nuestro Estado es algo inferior a la requerida para cubrir nuestras necesidades», un poco men che bastero/i al bisogno. : 9 0 288
289 2,0
B. N . París, ]^sp. 127, f. 52. y e f supra pp 561-2.
A. d. S. Venecia, Senato Terra 120, 16 junio 1591.
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DliSTINOS COLECTIVOS
Creo, pues, que para empezar debemos estudiar estas cuatro crisis una a una, y —segunda precaución— no cargar nunca las tintas de un cuadro ya de por sí poco alegre. El drama de la importación del trigo, sea de lejos o de más lejos, nos da la medida del hambre de los hombres y —también— de la riqueza de los compradores. Primeras crisis: el trigo del norte en Lisboa y Sevilla Las evidencian la llegada de trigo del norte a Portugal y Andalucía. Portugal comenzó a importar muy pronto, ya a comienzos del siglo XVI; Andalucía, rica todavía en trigo propio, tardó mucho más en sentirse afectada, lo que ocurrió a partir de 1550, o, con mayor seguridad, a partir de 1570-1580. Nos encontramos en presencia, no de una crisis, sino de dos, la portuguesa y la española, análogas en sus procesos, y que dan, de antemano, el modelo evolutivo de la que más tarde padecerá Italia. En Portugal la expansión marítima ha creado un curioso Estado moderno. Podríamos decir, exagerando un poco, que era una versión temprana de Inglaterra, centrada como ésta en su capital, Lisboa, que, muy por encima de una miríada de pequeñas ciudades y villas grandes, las mantiene a todas —en particular después del advenimiento, en 1386, de la casa de Avis— en activa servidumbre. Un Portugal patriarcal, muy poco poblado, que produce los cereales necesarios para cubrir sus necesidades y aún le sobra para exportar a Inglaterra, 291 un Portugal que consume sus propios vinos, va poco a poco cediendo el puesto a un Portugal cada vez menos seguro de su pan cotidiano. Los árboles frutales, la viña y el olivo comienzan a conquistar espacio. Adivinamos que se hacen no pocos esfuerzos para aumentar la producción de cereales, como, por ejempio, ocurre en el Alemtejo, donde se aclimatan nuevas especies de trigo. Esta necesidad de trigo, este imperialismo 292 del trigo, impulsa a los portugueses a hacerse con el control de los mercados de las anchas llanuras marroquíes, y a introducir, aunque sea por breve tiempo, el cultivo de los cereales en Madera, y a implantarlos más tarde con total éxito en las Azores. Pero la solución mejor consiste en comprar fuera el trigo, y abandonar una actividad doméstica que había demostrado ser muy poco provechosa. Lisboa consumió muy pronto trigos extranjeros, importados durante largo tiempo de Andalucía y Castilla, y expedidos (aunque 2,1
GlLBKRTO FREYRU, Casa Grande e Sen tala. L9Í6, I, pp. 4U-2.
292
La expresión es de
VITORINO MAGALHÁK GODINHO.
EL COMERCIO Y KL TRANSI>ORTE
775
no siempre) desde Sicilia. Y a la altura del año 1546, Simáo de Veiga, embajador del rey de Portugal en Roma, hace a Palermo 293 un viaje tan apresurado como inútil. Los portugueses, en relación desde mucho antes con Brujas y, más tarde, con Amberes, recurren también a Flandes, posiblemente desde el siglo XV; en todo caso están comprando allí, en 1509, trigo muy bueno, o milito bom, a 10 pataques, y el mejor, o melhor, a 11. 29A Estas compras continuarán a todo lo largo del siglo. Este trigo del norte, provenga del Báltico o de otros lugares, se transporta por lo general en minúsculas barcas de Bretaña que llegaban a Lisboa en grupos de varios cientos. Siendo pobrísimos, ¿cómo los marinos de Bretaña no iban a sentirse tentados por los pagos en oro que recibían en Portugal, y que podían llevarse lícitamente? «Llegan aquí a diario —escribe desde Lisboa, el 4 de septiembre de 1559, el embajador francés Jean Nicot— trayendo grandes cantidades de trigo y sin ningún permiso [del rey de Francia). Yo estoy tratando de poner orden en la cuestión.» 295 Pero a decir verdad no tuvo mucho éxito en su intento. Pues, ¿no es Portugal, según sus propias palabras, «un país... portentosamente desprovisto de toda especie de cereal»? Y, casi un siglo más tarde, en 1633, encontramos noticia de un centenar de estas mismas barcas, secuestradas primero y luego liberadas por el Gobierno portugués. Para sobrevivir, los marineros venderían las velas, el gobernalle, incluso la misma barca, y aun así, acabarían muriendo de hambre. 296 Este tráfico medio ilícito de las barcas bretonas hace pesar un yugo, el qual es muy fuerte, 297 sobre la economía y la política portuguesas. Recurre a circuitos comerciales sin los cuales no sería posible este cráneo en apariencia tan espontáneo. En realidad, estos movimientos son posibles gracias a que los mercaderes de Bilbao, los de Burgos y Simón Ruiz en Medina del Campo los hacen posibles en este, año de 1558. 298 Por esa fecha ya ha llegado a Castilla el trigo que transportan las barcas bretonas, lo que le resulta harto dañoso a la economía castellana. 2 " Por Castilla debemos entender —aunque la cosa no 293
Roma, 18 abril 1546, en Carpo diplomático Portuguez. VI, pp. 35-6. BRAACAMP FRKIRE, «Maria Brandoa», en Archivo histórico portuguez. VI, 1908, p. 427. 295 Correspondance de Jean Nicot, op. cit.. p. 5. 296 British Museum, Sloane, 1572. 297 Simancas Eo. 171, Portugal, D. J. de Mendoza a S. M., Lisboa, 30 marzo 1558. 29(1 Archivo Simón Ruiz, Valladolid, Legajo I, ff. 75-6, por ejemplo, Benedito Ugonchery a Simón Ruiz, Lisboa, 27 agosto 1558, y muchas otras cartas. 299 Ver snpra. nota 297. 2,4
776
DESTINOS COLECTIVOS
sea exacta— los puertos de Vizcaya y Galicia. Estamos mal informados acerca de la primera llegada a Andalucía. Es, sin embargo, muy posible que Guión Solimán, un francés que, en agosto de 1557, vende el barco en el que había traído trigo a Cádiz, sea bretón. 30° En todo caso, a partir de aquellos años comenzaron a hacerse más frecuentes los viajes de las barcas bretonas, las cuales volvían a sus puertos de origen con oro rojo de Portugal, o plata de España, según hubieran sido sus escalas. En la medida que la riqueza americana arriba a Sevilla se produce en Cádiz, Sevilla, Andalucía y en el sur de España, hasta Málaga y Alicante, un modelo evolutivo similar al portugués. Esta riqueza recientemente conseguida estimula a plantar viñas y olivares. Pero la evolución ocurre con mucha lentitud a causa de que la región es muy rica en trigo. Mientras Sevilla se ve a corto de este cereal, las ciudades vecinas, Puerto de Santa María, la riquísima Jerez de la Frontera y, en mayor grado, la más lejana Málaga, no conocen dificultad alguna a este respecto. Durante largo tiempo los proveedores de las armadas encontrarán fácil su tarea: les bastaba con pagar uno o dos reales más por fanega 301 para obtener cuanto trigo quisiesen. Los precios eran mucho más bajos que en Cataluña 302 y casi tan bajos como en Ñapóles y Sicilia. 303 No era el grano lo que faltaba, sino los animales de carga para transportarlo. Le bastaba al Gobierno con requisar los animales para que el precio del trigo quedase a merced de los funcionarios. 304 Así las cosas, todo marchó bien hasta mediados del siglo. Todavía a la altura de 1551, los Fugger obtienen licencia para exportar de Andalucía y del partido de Calatrava 36 000 fanegas, de las que 16 000 eran para Barcelona. 305 Dos años más tarde, en agosto de 1553, el conde de Tendilla 306 reclama la concesión (ayuda de costa) de una licencia de exportación de 4 000 a 5 000 cahizes de trigo desde Málaga. Pero, dada la plétora del mercado, se le podría haber concedido una cantidad mayor, «sin poner en ello más que tinta y papel», y se habría descargado a los campesinos del molesto excedente de 300
A. N., K 1490, Cádiz, 4 agosto 1557. Mondéjar a Carlos V, Alhambra, 19 julio 1541, Simancas, Guerra Antigua, XX, t. 96. 301
302
R. C A R A N D E , Carlos V y sus banqueros, pp. 24-5. 303 M o n d é j a r a Carlos V, A l h a m b r a , 2 diciembre 1539, Simancas, Guerra gua, X V I , f. 145. 304 Ibid. 305
Anti-
Valladolid, mayo 1551, Simancas, Guerra Antigua, XLI, f. 247. El conde de Tendilla a Juan Vázquez de Molina, Málaga, agosto 1553, Simancas, Guerra Antigua. Lili, f. 43. 306
EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE
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sus cosechas. «Hemos tenido —escribe uno de los proveedores de Málaga 307 el 23 de noviembre de 1555— seis o siete años fértiles... Es de esperar que no lo sean tanto los venideros.» La situación no se deteriorará sino a partir de los años de la década de 1560. 308 En 1561, Sevilla protesta a grandes voces contra los genoveses, que controlan sus aduanas y le presionan para que pague los cereales (trigo y cebada) que la ciudad ha importado en grandes cantidades de Francia, Flandes y las islas Canarias. ¿Quieren, acaso, que los pobres se mueran de hambre? No son éstos, sin duda, los primeros cargamentos de trigo extranjero que llegan a Sevilla, pero todavía no se inicia con ellos el gran viraje; en 1564, 309 por poner un ejemplo, se hacen planes para exportar trigo andaluz a Genova (aunque no se llevó a efecto, el proyecto llegó a un estadio muy avanzado). La transformación se debe haber producido en un determinado momento entre el 1561 y el 1569, año de vacas flacas. Andalucía, que tiene más aceite, vino y plata que pueda necesitar, comienza ahora, de modo habitual, a importar trigo extranjero. Lo más tarde hacia 1560 310 la transformación se ha completado. La harina andaluza resulta insuficiente para la fabricación del bizcocho que necesitan las flotas. Y todos los años, sean buenos o malos, la Corona de España se ha de procurar 100 000 fanegas de trigo del norte (55 000 quintales), cantidad que es demasiada y poca al mismo tiempo. En 1583, la penuria se extiende por toda España y trastorna su vida económica. 3 " El problema reside en saber si este déficit (desde entonces, permanente) se puede o no considerar como una característica fundamental de la economía española y de su coyuntura campesina. Pedir respuesta a esta cuestión es pedir al historiador algo que está más allá de sus posibilidades reales, dado que no dispone siquiera, en lo referente a la múltiple realidad de las agriculturas de la Península (incluidas las portuguesas) de un esquema de conjunto comparable siquiera remotamente al libro de Marc Bloch sobre las características originales de la agricultura francesa 3I2 o a la reciente descripción de Emilio Sereni 3 I 3 de la Italia rural. Es muy pequeña 307 Francisco de Diego a Francisco de Ledesma, Málaga, 23 noviembre 1553, Simancas, Guerra Antigua, Lili, f. 40. 308 La ciudad de Sevilla a S. M., 7 agosto 1561, Simancas, Consejo y Juntas de Hacienda, 28. 309 Sobre los capítulos que dieron las personas..., Simancas Eo. 1389 (1564). 3,0
J.
311
F. Ruiz MARTÍN, op. al., p. CXXXV y n. 4. Les caracteres originaux de l'bistoire rurale franc\aise. 1931. EMILIO SERENÍ, Storia del paesaggio agrario italiano. Bari, 1961.
312 3,3
VAN KLAVEREN, op. cit.,
p.
155,
n.
1.
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DLSTINOS COLl-X/TIVOS
la suma de nuestros conocimientos. La Península se ha caracterizado siempre por su extrema diversidad; posee múltiples regiones pobres y retrasadas. Durante la invasión de Navarra, en 1522, los soldados franceses mueren de hambre en esta región donde se come pan de mijo, y, de vuelta en Bayona, después de su derrota, mueren algunos de ellos a consecuencia de un hartazgo. 3 ' 4 Y la Galicia de 1581 es una tierra desheredada donde se come un rústico pan de centeno que a un acomodado viajero veneciano le parece indigno de humanas bocas. 3 ' 5 Pese a ello, hoy sabemos que en aquellos momentos se estaba produciendo un renacimiento general de la agricultura; las raíces de este renacer venían de muy lejos, y el impulso se siguió extendiendo a lo largo de la primera mitad del siglo. El incremento del número de pares de muías, la relativa baratura de las bestias, 3 I 6 la energía con la que éstas tiran del ligero arado que se usa en las labores superficiales, 3I7 el desbrozado y cultivo de nuevas tierras, la extensión de olivares y viñedos (especialmente estos últimos, cuando el suelo y clima los permiten o toleran), la evidente disminución en múltiples espacios de la cría de corderos (incluso de los que producen lana de primera clase), son hechos que nos hablan claramente de la expansión y progreso de la agricultura. Investigaciones llevadas a cabo en las actas notariales en Valladolid 3 I 8 han sacado a la luz censos redactados con ocasión de compras de tierras. El capitalismo usurero de las ciudades y de las grandes villas resultó instrumental en esta coyuntura del renacimiento de la agricultura. La expansión se efectuó en detrimento de los montes blancos o albales, montes despojados de sus árboles y destinados a cultivos, a plantaciones o a recintos provisionales donde encerrar animales. Del día de la Candelaria al día de San Juan, todo campesino que lo desee se puede apropiar de una porción de esta tierra de nadie (y lo que al principio se consideró provisional, acabó convertido en permanente) y plantar árboles en ella, incluso olivos o pies de viña, y hasta cerrar una parte de pastizal para sus animales. Incontables documentos nos ofrecen testimonio de este largo combate contra 314
hoy al Seriitei/r. op. cit.. p. 102. " 5 Public Record Office, 30, 25, 157, Giornale autógrafo di Francesco Contarini da Venezia a Madrid, Lisboa... , " ' NoiíL SALOMÓN, La campagne de la Noutelle Canille a la fin dii XVI1 síecle d'apris les Relaciones Topográficas. 1964, p. 95 y n. 2. 317 Ib id. 31 * Según BARTOLOMÉ BFNNASSAR, op. cit. Todo lo referente a Valladolid en este párrafo se apoya en sus investigaciones.
Kl. (OMIÍRCIO Y IX TRANSI'ORTH
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el vacío de tierras hostiles y pedregosas, y también una serie de palabras procedentes del pasado (escaliar, roturar; artigar, desbrozar; presuras, tomas de posesión; baldíos, tierras sin cultivar; dehesas, pastizales comunales; ejidos, bienes comunales y terrenos sin cultivar a las puertas de la ciudad, en los que todos los campesinos tienen derecho a trillar sus cosechas...), palabras procedentes, todas ellas, del bajo latín y que volvemos a encontrar con variantes en Cataluña, en Andalucía y en Castilla, su lugar de origen, y que nos introducen, al parecer, en un núcleo de problemas que son poco más o menos los mismos de todas las comunidades rurales de Occidente. Nos introducen, al parecer... Pero valdría la pena tratar de medir esta expansión y ver si se mantiene (pues en España el crecimiento demográfico alcanza su cota más elevada antes de que termine el siglo), tratar también de calibrar esa prosperidad de la comunidad campesina que tanto han exagerado los estudiosos. La tan cacareada burguesía rural sólo fue un frágil fenómeno. 319 La crisis afectó a la zona rural apenas superada la primera mitad del siglo XVI. ¿Estaban agotadas las tierras? Una curiosa carta de Felipe II, con fecha del 12 de octubre de 1560 afirma exactamente lo contrario. 32° Lo que más abruma al campesino no es quizá el todavía pesado yugo del régimen feudal, sino el del régimen usurero: éste le ha sido útil durante el primer siglo XVI, pero a partir de 1550 se vuelve contra él y comienza a expulsarlo de su propiedad: las horas tristes de semejante coyuntura llegarán muy pronto. En 1571, sobre las tierras de los moriscos expulsados de Granada, 12 542 familias, reclutadas en Asturias, Galicia, Burgos y León, son instaladas en 400 pueblos que antes habían pertenecido a los moriscos. Veinte años más tarde, el informe oficial de 1593 nos revela el poco éxito de la operación: algunos campesino: han vendido su parte, otros han dejado la suya en manos de acreedores y emigrado Dios sabe adonde; sólo unos pocos privilegiados han sacado provecho de estas desventuras y comprado los olivos de uno, la mitad de las tierras de otro y ahora son tíllanos ricos. 321 Los informes sobre los pueblos de Castilla la Nueva (1575-1580) han hecho que un historiador 322 que ha estudiado a fondo este extraordinario dossier, haya sacado la conclusión de que las sombras -"'
320
N. SALOMÓN, op. cit.. pp. 302 ss. Felipe II al virrey de Ñapóles, Biblioteca Comunale Palermo, 3 Qq Z, 34,
t. 7.
121 JOAQI'ÍN COSTA, Colectivismo agrario en España (edición de Buenos Aires, 1944), pp. 214 ss. 322
N. SALOMÓN, op. cit..
pp. 48
ss.
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aumentan cada vez más en estos pueblos tan laboriosos: hay demasiada gente para trabajar unas tierras que ya no pueden crecer más, demasiados jornaleros (braceros) muy mal pagados, y comienza la emigración a las ciudades y a las Indias; los pueblos comienzan a declinar. Resulta evidente que la totalidad de la economía española hace un viraje a la altura de los años 1580-1590, 323 y que la agricultura fue el primer sector que dio señales de ir por mal camino, sin que nosotros sepamos cómo ni por qué, ni cuándo exactamente resultó claro que se había entrado en la vía de la recesión. Sí nos resultan evidentes los participantes y los elementos del problema: los rebaños trashumantes, los ganados estabulantes, el cultivo regular de los regadíos, los huertos irrigados, con sus naranjos, sus morales y otros árboles frutales; los secanos, tierras no irrigadas donde se asientan las viñas, los olivares, las siembras (un año cada des o tres, mitad de trigo y mitad de cebada), los barbechos, sembr: dos de habas. Pero es frecuente que los campesinos se arriesguen a sembrar de todo en los montes: «algunos años lábrase aquí algo» dice una antigua relación de 1492, refiriéndose a ciertas partes de Gibraltar. 324 Hacia finales del siglo XVI la batalla está perdida. 32S Y de ello no se puede culpar al trigo extranjero, que no es, en realidad, sino el síntoma precoz de un mal estado de salud. En Portugal, donde el mal tiene profundas raíces, los contemporáneos señalan extrañas consecuencias. El embajador español en Lisboa nota, el 1 de octubre de 1556: «el país está muy enfermo, y según se dice, en muchas de sus regiones mueren muchas personas a causa de las enfermedades que provocan los execrables alimentos que comían y siguen comiendo. Hay menos pan este año que el pasado, y todos se asustan cuando piensan en el futuro, a no ser que Dios ponga remedio. Aquí, en Lisboa, hay un poco de pan que se hace con el trigo que llegó por mar de Francia, pero se consume y desaparece en seguida...». 326 Es un país podrido por dentro, un enorme peso muerto del que Felipe II se encontrará dueño y señor en 1580, cuando lo conquis323
Este es el tema central de un próximo trabajo de Felipe Ruiz Martín. F. de Zafra a los Reyes Católicos, 20 junio 1492 (o 94) CODOIN. Ll, P p. 52-3. 325 Sobre este juego, ver los admirables trabajos de los geógrafos españoles y, a título de ejemplo, ALFREDO FLORISTÁN SAMANES, La Ribera tudelana de Navarra. 1951. 326 D. Luys Sarmiento a Juan Vázquez de Molina, Lisboa, 1 octubre 1556, Simancas, Diversos de Castilla, n.° 1240. 324
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ta. Tengamos particularmente presente la relación que existe entre subalimentación y enfermedades, porque no es casual. Las epidemias que van a castigar a España a finales del siglo —antes de que la regresión alcance otros lugares de Europa— encuentran su explicación en dicha relación. Se produjo la crisis de los equilibrios subyacentes. El «boom» del trigo turco: 1548-1564 La crisis de la producción agrícola italiana estalla a mediados del siglo. 327 La península conoce un período de malas cosechas, de evidentes penurias de abastecimiento de víveres de boca y de subida de precios. Las causas de estas dificultades no resultan claras: superpoblación, malas condiciones meteorológicas, disminución de las inversiones agrícolas, guerras en el extranjero: causas todas posibles, o para ser más exactos, causas que se suman y contribuyen a agravar más aún la situación cada vez que se produce una carestía di formento et altri grani que no perdona ni siquiera a una ciudad tan bien protegida como Venecia. 328 En cualquier caso, Italia ha encontrado muy pronto fácil remedio a sus dificultades, con frecuencia tan serias: basta con unos pocos pagos en plata y sus espaciosos barcos cerealeros, o los ragusinos, ponen rumbo a los puertos de Levante y el mercado turco. El tráfico era lo suficientemente importante como para conducir a un aumento de les tonelajes medios, que suben ahora a unas 600 toneladas e incluso más. Es característico encontrar entre estos grandes navios ciertas naves turcas especializadas en el largo viaje de Constantinopla a Alejandría de Egipto. Una de ellas, propiedad del gran visir Rustem Pacha, llegaba a Venecia, en diciembre de 1551, con una carga por cuenta de Zuan Priuli, y la Señoría le exime del pago de derecho de anclaje. 329 Es evidente que durante estos años hubo una activa complicidad por parte de los grandes dignatarios turcos, poseedores de tierras y granos, ávidos de plata en contante. Turquía —especialmente al comienzo— se encuentra en la posición de quien suplica, como quien no sabe qué hacer con sus excedentes. Cuanto más reservados se muestren nuestros mercade327 Todo este párrafo se basa largamente en el libro de MARCEL AYMARD, Venise. Ragiise et le commerce du ble dans la secunde moitié du XV l' siecle. París, publicación de la École Pratique des Hautes Etudes, 1966. El título lo he tomado de uno de sus capítulos. Se encontrará referencia completa a todos los documentos citados aquí sin nota a pie de página. 328 Marciana, Manuscrito italiano, 8386, 1550. 329 A. d. S. Venecia, Senato Mar 31, f. 153, 23 diciembre 1551.
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res —escribe el baile veneciano el 4 de septiembre de 1551— más fácil les será conseguir condiciones ventajosas, pues hay trigo en enormes cantidades, perteneciente tanto a los señores como al pueblo, y que a causa de la guerra con el Emperador, no encuentra otros compradores posibles que los venecianos y los ragusinos. En ese mismo año de 1551, testigo de la victoriosa expedición de Sinan Pacha contra Trípoli, Venecia importa de esos puertos cerealeros entre 300 000 y 400 000 staia (de 240 000 a 320 000 hl. o de 180 000 a 240 000 quintales). Si a esa suma se añaden los otros cargamentos, en especial los de las naves genovesas, acerca de las cuales no tenemos, por desgracia, informaciones precisas, nos encontraremos, posiblemente, con 500 000 quintales de trigo importados ese año de Turquía. Todos los puertos del Imperio turco han contribuido con su trigo, los de Egipto con cantidades pequeñas, las de Grecia en grandes cantidades, discretamente los del mar de Mármara, e incluso Varna, puerto del mar Negro. Barcos de carga ragusinos que, en principio, van a Rodosto a cargar cueros o lanas, se detienen clandestinamente en Voló para cargar trigo. Todo esto permite hacer muy buenos negocios, en especial a unos cuantos mercaderes venecianos establecidos en Constantinopla, y, a la cabeza de ellos a Antonio Priuli. Era tan grande la diferencia entre los precios de compra en Levante y los de venta en Italia —que puede ser el doble, el doble y medio, y hasta el triple— que los mercaderes están seguros de «no poder perder nunca». Sin embargo, sea en Venecia, sea en Ragusa —y sin duda en otras partes—, ese comercio privilegiado, provisto por las ciudades italianas de adelantos en plata y de primas a los mercaderes, con precios de venta garantizados (prueba de que al comienzo se tropezó con grandes dificultades para reunir el dinero contante necesario para las compras) ocasiona no pocas veces sorpresas muy desagradables. En los puertos turcos sube muy pronto el precio de este trigo tan demandado; continúa siendo un buen negocio, pero es posible que atraiga ahora a menor número de compradores venecianos, puesto que el 24 de octubre de 1554, el Senado exime a las naves extranjeras de pagar un derecho de anclaje superior al de las naves nacionales, a condición de que su cargamento consista únicamente en trigo. 33° Esta medida nos indica, en el mejor de los casos, que Venecia, pese a la amplitud de su flota, tropieza con dificultades cuando quiere asegurar los transportes de cereales procedentes de Levante. 1,0
Museo Correr, Dona delle Rose, 46, ff. 45 v. y 46.
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Después de 1555 comienzan a producirse escaseces locales de trigo, unas veces en Egipto, otras en Constantinopla o en Siria. Los precios siguen subiendo: de 51-55 aspros el chilo. en 1550-1551, pasan a 63-65, en 1554-1555, y llegarán a 100 en 1557-1559. " ' Y en 1555 los turcos promulgan la primera interdicción de exportar; esto explica los frecuentes ataques de las galeras turcas a los veleros occidentales en los alrededores de sus lugares de embarque habituales. s32 Inmediatamente aparece el contrabando, que pasa al ataque abriendo brecha en el cordón policial a la altura de La Canea, en la isla de Creta, donde se instala un activo comercio de contrabando, que cuenta con especialistas propios, tales como Tarabotto o Marchio di Poggio. Caicas y caramusalis llevan el trigo de contrabando a las grandes naves de los occidentales. Las monedas de oro y plata son capaces de resolver problemas que a primera vista parecían sin solución. La cosa llega al punto de que Piero de Medici puede escribir a Cosme I, el 14 de octubre de 1559, que «se ha enterado por una fuente digna de crédito que estos Signori [los venecianos] están a punto, gracias a sus manejos, de recibir como feudo Negroponto, de los turcos: se ofrecen a pagar un elevado tributo, tan alto que es muy dudoso que la isla pueda rendir tanto. Y lo hacen con el fin de tener grano bastante para sus necesidades, sin tener que pasar por Francia o por España». 3 " Decir esto después de Cateau-Cambrésis, en el momento que el turco lanza por segunda vez la prohibición de exportar —«disparo intimidatorio al aire» que no impide la prosecución de las actividades de contrabando—, es calumniar deliberadamente. En 1562, 1563 y 1564, los mercaderes venecianos, respaldados la mayoría de las veces por una Señoría preocupada por los intereses comunes y por los de sus hombres de negocios, continúan viajando a Levante con fines comerciales, incluso «con peligro de sus propias vidas». " 4 Sin embargo, y por lo que parece, estas dificultades han aumentado a partir de 1561; se producen incidentes: capturas de barcos cargados o todavía vacíos, y regresos sin carga. En 1564, la Señoría envía a Stefano Tarabotto a La Canea para organizar los tráficos clandestinos, pero no se llega a grandes resultados. Las galeras venecianas, a falta de algo mejor, se apoderan de barcos de carga ra3,1
332
M. AYMARD, op. cit.. p. 177, 4 abril 1561.
Informe de Zante, 31 marzo-6 abril 1563, Simancas Eo. 1052, f. 148. A. d. S. Florencia, Mediceo 2972, f. 551, citado por A. TENENTI, Cristofnro da Canal, p. 113, n. 52. 333
334
M.
AYNARD, op. cit..
p.
178.
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gusinos (diciembre de 1563, marzo de 1565, enero de 1566). Seis capturas de las que estamos informados representan un total ligeramente inferior a las 37 000 staia, es decir, alrededor de 22 000 quintales en un período de tiempo superior a los dos años. " 5 Pero estos botines carecen de la envergadura suficiente para resolver una situación comprometida. El boom del trigo turco había tenido una vida muy breve. Si Italia se ve obligada, a partir de ese momento, a buscar en otra parte su pan cotidiano, se debe a que en Turquía han comenzado los años difíciles. Un historiador ha clasificado ciertos períodos como catastróficos: de 1564 a 1568, de 1572 a 1581, y de 1585 a 1590; esto no significa que los períodos intermedios hayan sido de abundancia. Todos los males se dan cita en la enorme Estambul: penurias, subidas de precios, carestías espectaculares y, para redondear, la peste. «Entre 1561 y 1598 se cuentan, según la correspondencia del baile veneciano, 94 meses de peste (es decir, un total de casi ocho años), y es probable que la cifra sea inferior a la real.» 336 Estos testimonios son importantes, pero pueden, a veces, ocultarnos lo esencial de la situación real. Como consecuencia de sus victorias militares, que le han puesto en estrecho contacto con el resto del mundo (Siria, 1516; Egipto, 1517; Rodas, 1522; Belgrado, 1540; Hungría, 1541), y como consecuencia, también, de ese boom del trigo que duró un cierto número de años, un país, anteriormente retrasado, cuyas estructuras sociales, casi caro Ungías. se apoyan sobre un sistema de propiedad vitalicia (una especie de beneficia), se ve lanzado dentro de la órbita de una poderosa economía monetaria, lo suficientemente fuerte en ese momento como para hacer saltar los antiguos modelos, pero demasiado débil, a su vez, para crear estructuras verdaderamente modernas. Esta economía monetaria, con sus devaluaciones, sus alzas de precios, sus acumulaciones arbitrarias, y que se permite el lujo de la importación, se superpone a una economía arcaica, estableciendo en el interior de ella islas e islotes aberrantes. La crisis del trigo combinada con la crisis monetaria es en larga medida responsable de haber estimulado el desarrollo de la propiedad por herencia, es decir, de la transición del beneficium al feudo, el paso —como diríamos en Occidente— de una propiedad precaria dependiente de la buena voluntad del Estado a una propiedad total, como la que existía en los Estados contemporáneos de 1,5 336
Ibid.. p. 185. lbid.
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Hungría y Polonia. Los historiadores, al considerar Occidente entre los siglos XVI y XVIII, hablan de una refeudalización, palabra ambigua que, por otra parte, es la mejor de que podemos echar mano; pues bien, algo muy semejante está sucediendo en Turquía, aunque no sabremos cómo designar ese algo hasta que no conozcamos los resultados de estudios todavía por hacer. El primero en abrir brecha en este aspecto es el libro de Busch-Zantner. 337 El autor describe en él (aunque sólo para el período comprendido entre los ultirnísimos años del siglo XVI y los primeros del XVII) lo que fueron los tschiftliks, propiedades creadas —piensa— a la par con el ímpetu de las bonificaciones de tierras y particularmente en las regiones productoras 'de cereales. Omer Lutfi Barkan y sus alumnos han podido comprobar, a lo largo del inmenso trabajo de investigación que han emprendido, ese crecimiento de la propiedad moderna en provecho de esos sultanes y esos pachas que, como ya dijimos, se estaban beneficiando del boom cerealero: salvo excepciones que confirman la regla, se han reservado para sí la venta del trigo a los compradores de Occidente, prohibiendo al pueblo el derecho a este tráfico. Es fácil suponer que esta transformación tuvo amplias consecuencias. Turquía conoce entonces lo que Europa occidental conoció cuando sonó la hora de la evolución de los precios y la revolución agrícola: un crecimiento demográfico. Estas implicaciones son tan importantes para una historia comparativa que no nos atrevemos a llegar a una conclusión general aplicable al Mediterráneo como un todo, antes de que los problemas específicamente turcos no hayan sido concienzudamente estudiados. Hasta entonces, continuaremos sabiendo poco y mal acerca de las razones que ocasionaron la apertura primero y el cierre más tarde de los mercados turcos de cara a Occidente. Es evidente que hubo un crecimiento de población, y que las guerras a lo largo de sus fronteras hacen que los ejércitos, lo mismo que las ciudades, devoren los excedentes de cereal; 3 3 8 hubo también agitaciones económicas y sociales. Los estudios todavía por hacer serán los que decidan. Pero es evidente que a partir de 1560 comienzan a iniciarse los grandes cambios. 339 337 R. BUSCH-ZANTNER, op. cit., ver, infra, t. II, capítulo sobre Las Sociedades, pp. 69 ss. 338 Una de las tesis del libro de M. AYMARD. 339 Por ejemplo, el comentario de Andrea Malipiero, cónsul de Siria. Alepo, 20 diciembre 1564, A. d. S. Venecia, Relazioni..., B 31, Quivi si senté penuria grande di fromento, cosa moho insólita..., me parece muy significativo.
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Comer pan propio: la situación en Italia entre 1564 y 1590 « Virtuaimente evidente a la altura de 1560 y definitiva en 1570, la prohibición de los puertos de Levante deja a Italia abandonada a sus propios recursos y condenada a nutrir una población en aumento.» 34° Ahora bien: pese a los ejemplos dramáticos y dramatizados registrados entre 1564 y 1590, Italia ha sido capaz de sobrevivir; Italia, o mejor dicho, una cierta Italia: la de las grandes ciudades parásitas —Roma, Genova, Florencia y Venecia—, que siendo las únicas amenazadas, o, diríamos mejor, las más amenazadas, han logrado superar la prueba. Hay tres posibles explicaciones: 1. Esta Italia ha dispuesto de los excedentes de otra Italia todavía pródiga: Sicilia, Apulia, la Romanóla, las Romanas, los Abruzos, Córcega 341 y —alguna que otra vez— Cerdeña. Es la Italia arcaica, todavía no explotada bien por los mercaderes. Los casos de Genova, Roma y Venecia prueban la exactitud de esta explicación. Venecia podía recurrir a pequeñas soluciones suplementarias: la posibilidad de adquirir trigo de Baviera; las compras en los puertos turcos del Adriático; la pequeña, pero providencial, contribución de Albania, providencial pese a la exigüidad del mercado y la calidad inferior de un trigo, al que se le reprocha su sabor azucarado: en Albania, los compradores pueden hacer sin dificultad alguna sus adquisiciones; la nobleza local representa un papel similar al de los terratenientes polacos, y, puesto que la economía monetaria sólo muy débilmente ha hecho irrupción en la región, los precios se mantienen estables: una característica clásica del cambio colonial. 2. Se usan, en mayor grado que antaño, cereales diferentes al trigo. Esta afirmación revestiría la mayor importancia si fuésemos capaces de documentarla, pero es difícil dar con evidencias precisas. En la historia descriptiva se mencionan con frecuencia cereales funcionando como sustitutivos del trigo: por ejemplo, en Venecia, en julio de 1604, en vísperas de la nueva cosecha, hay almacenado en los depósitos de la ciudad tanto mijo como trigo. 342 Alimento de pobres, lo mismo que la carne importada de Hungría y que venia por propio pie, las legumbres secas, habas, guisantes, lentejas o el centeno, ese cereal, auténtico paño de muchas lágrimas a lo largo de siglos. Por otra parte, dado que el mijo se conserva mejor 340
541
M.
AYMARD, op.
cit.
La Abbondanza de Genova a Agostino Sauli y Gio: Battista Lercaro, Comri Generali in Corsica, Genova, 30 abril 1589, A. Cívico, Genova. 142 Museo Correr, Dona delle Rose, 217, f. 131.
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que el trigo (con frecuencia más de diez años), es el cereal por excelencia de los depósitos militares, en Tierra Firme, en Dalmacia o en Levante. Y ha sido cultivado a lo largo de centurias en el norte de Italia. En 1372, 3 4 4 durante la dramática guerra de Chioggia, Venecia, duramente acosada por Genova, se salva gracias a las 10 000 staia de mijo almacenadas en sus depósitos. En el siglo XVI, más que un cereal sustitutivo, el mijo es el único'pan de los pobres. Durante el invierno de 1564-1565, en Vicenza, ciudad muy vecina a Venecia, no habiéndose recogido aquel año cosecha alguna de trigo, «casi toda su población vive gracias al mijo». 345 En Venecia durante la carestía que se inicia en octubre de 1569 y que durará hasta la cosecha, por fortuna abundante, de 1570, el Fondego de las Harinas, en San Marcos, y el del Rialto distribuyen a diario harina procedente de las reservas municipales. Los tickets de racionamiento prevén dos panes al día por cabeza, mezo fermento, mezomiglio. 346 Veinte años más tarde, tambián en Venecia, el trigo, inmediatamente después de la cosecha de 1589, sube rápidamente a 5, 6 y 7 ducados. Se autoriza a los panaderos a hacer pan de arroz, a razón de tres partes de trigo por una de arroz. Pero «muy pronto se renunció a esta solución, porque este pan demasiado sabroso aguzaba el apetito». Con la intención de salvaguardar los auténticos intereses de los necesitados, la Señoría da la orden de cocer pan de mijo y venderlo a los pobres: era pésimo... 347 En 1590-91 la situación se hace aún más tensa y en 1592 habrá que traer trigo de Levante, Inglaterra y Baviera para poder salvar la emergencia. Y sin embargo, la emergencia había sido menos aguda aquel año, puesto que, ya de principio, la Señoría, aleccionada por la experiencia de años anteriores, ha permitido a los panaderos hacer pan con no importa cuál cereal, «mijo, centeno y otras mezclas, sin ninguna limitación en los pesos... de modo que se vendían por la ciudad panes hechos con las más diversas clases de mezclas y de las más variadas dimensiones, pues cada panadero se esforzaba en hacerlos buenos y grandes para así poder venderlos mejor». 348 343 A. d. S. Venecia, Senato Terra 120, 6 junio 1591, a los rectores de Bérgamo: una cantidad de mijo está a punto de estropearse por haber sido comprado fino l'anno 1579--- Sobre las zonas venecianas productoras de mijo, Museo Correr, D. delle Rose, 42, f. 39 v., 1602. 344 Marciana, 9611, f. 222. 345 A. d. S. Venecia, Senato Terra 43, 14 enero 1565. 346 Marciana, Crónica de Girolano Savina, ff. 325 ss. 347 Marciana, ibid.. ff. 365 ss. 34» Marciana, ibid.
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1586 Fig. 50
1588 Venena: trigo del mar y trigo de Terraferma
Según Museo Correr, 217. Venecia siempre se ha alimentado a un tiempo de su propio trigo y de trigo traído por mar. A finales del siglo xvi cesa el segundo de ser prioritario (por ejemplo en 1588). No hay duda de que este esfuerzo en la producción cerealera del territorio continental, esfuerzo que continuará durante el siglo XVII, es uno de los rasgos esenciales de la economía veneciana. Es de desjacar también la importancia, entre los trigos venidos por el mar, del trigo italiano procedente de los Abruzos y de las regiones al norte de ésta. Disminuye progresivamente el papel representado por el trigo procedente de Ñapóles y Sicilia. Por esas fechas ya no se trae consigo de Levante ni del Mediterráneo occidental. (La Romanóla es el norte de Romana, más exactamente la Romagna estense, el territorio de Lugo y Bagnacavallo.)
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De modo que los cereales secundarios se consumían en Venecia cuando llegaban las vacas flacas. ¿Será demasiado atrevido suponer que entre los pobres existía un mercado más o menos permanente de ellos? Suponer que este mercado estaba en alza ayudaría a reconciliar algunas cifras que nos han llegado concernientes a los abastecimientos venecianos, y que aunque contradictorias en apariencia, tienen muchas posibilidades de ser correctas. Marino Sañudo es la fuente de la primera de ellas: de octubre de 1511 a finales de agosto de 1512, es decir, durante once meses, Venecia ha metido en sus almacenes de grano más de un millón de staia de trigo (exactamente 1 080 721); si se suma la media mensual de estos once meses hasta hacer un año completo, la cifra ronda los 1 200 000 staia. En total, casi 700 000 quintales, che esta un grandissimo numero, 349 Pero documentos que hablan de los años 1548, 1552, 1555 y 1556 dan la cifra anual, años buenos con años malos, de 656 970 staia de harina (lo que en trigo daría una cifra mucho más elevada) y, en 1604, el consumo de la ciudad fue, según parece, de 515 257 staia de trigo. 3SÜ Como la población no ha disminuido durante ese tiempo, sino al contrario, ha crecido, sólo caben dos explicaciones posibles: o disminución relativa del consumo de pan, o disminución de la alícuota del trigo en los cereales panificables. Por mi parte me inclino por esta segunda explicación. 3. Y, finalmente, la explicación de conjunto más importante: Italia se salvó porque incrementó su propia producción. Se trata de un fenómeno a largo término, que posiblemente se inició en una fecha tan temprana como la de 1450. Este incremento fue resultado de métodos que ya hemos estudiado: cultivo de las colinas, conquista de las pendientes montañosas, saneamiento de toda especie de llanuras, división neta entre campos de cultivo y pastizales, desplazando cada vez más aquéllos a éstos y a los ganados que mantienen, en la medida que cada vez hace falta mayor espacio para los hombres. Esta necesidad entraña la destrucción de los árboles, de los animales salvajes y la reducción de los rebaños domésticos. Era un viejo proceso: en Lombardía las roturaciones del siglo XIII habían extendido los campos de trigo y, a la vez, causado la disminución del número de corderos. Franco Borland) 351 tiene razón cuando considera ésta como una de las causas de la crisis de 349
350
M. SAÑUDO, op. cit., t. XV, col. 164, 30 septiembre
1512.
Museo Correr, D. delle Rose, 217, f. 131; 218, f. 328. 351 «Futainiers et futaines dans l'Italie du Moyen Age», en Hommage a Lncien Febrre. Eventail de l'hhtoire vivante 1953, t. II, pp. 133 ss.
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OBSTINO» coucnvot
Millares de salme 200 r Trigo exportado J5¡>
. Trigo gravado 100
1557-58
58-59
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Fig. 51
61-62
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Las exportaciones sicilianas
Según documentos en los archivos, Simancas. En gris, el trigo exportado que ha pagado las traite; en blanco el que no las ha pagado. La media de estas cifras (indicada por la línea de puntos) es de unas 120 000 salme. Las variaciones se deben más a las diferencias de las cosechas que a las oscilaciones de la demanda. Cada tres o cuatro años Sicilia sufre una mala cosecha. Las exportaciones se mantendrán al mismo nivel durante el siglo xvn, y con las mismas fluctuaciones periódicas.
la lana y del éxito de los fustanes —mezcla de lana y algodón—: se trata de uno de los primeros sucedáneos. En el curso de este movimiento hacia delante, 352 el paisaje agrario se transforma. Las colinas, que la Antigüedad había dejado en manos de la Naturaleza y que sólo había usado como terreno de pastos, se convierten durante la explosión rural de la época medieval en series de terrazas sucesivas, cubiertas de árboles y viñas, cuyas hojas servirán de forraje a los ganados. La conquista prosigue en el siglo XVI, extendiéndose en altitud. Ya hemos citado antes el comentario de Francesco Guicciardini a propósito de una Italia cultivada hasta las cumbres de sus montañas. 3 " En 1580, Michel de Montaigne se maravilla al considerar el espectáculo que aparece ante sus ojos, en los baños de Luca: «montañas... todas muy bien cultivadas y verdes hasta la cima, pobladas de castaños y olivos, y otras de viñas que esas gentes plantan en torno a las montañas, en forma de anillos o terrazas. El borde externo de la terraza—un poco 352 E. SERENÍ, op. cit., y el largo comentario sobre ese libro por GEORGES DUBY, «Sur l'histoire agraire de l'Italie», en Annales E. S. C, 1963, pp. 352 ss. 353 Ver La historia ¿'Italia... op. cit. (Venecia, 1587), p. 1 v.
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levantado— está ocupado por la viña, y en la depresión interior crece el trigo...» 354 Pero los italianos han extendido también a las llanuras bajas y pantanosas sus esfuerzos metódicos encaminados a mejorar la agricultura. Era un proceso que cada vez requería más hombres y más dinero, y que ha conducido a notables inversiones por parte de las ciudades. Los terratenientes urbanos, de nobleza recien estrenada, han encontrado en la tierra ocasión de hacer fructificar su dinero, o de ponerlo al abrigo de sorpresas. Al obrar así han tropezado con un problema esencial: disciplinar y utilizar las masas campesinas, obtener lo que en lenguaje actual llamaríamos la plusvalía de su trabajo. Por desgracia, estamos muy mal informados acerca de este movimiento multiforme. En su explicación general —de la que nosotros hemos tomado mucho—, Ruggiero Romano 355 sostiene que las inversiones en tierras en el siglo x v y comienzos del XVI produjeron beneficios muy elevados. Se trata, en los primeros momentos, de pequeñas inversiones que producen muy altos rendimientos, es decir, nos encontramos con un modelo muy similar al de los comienzos del gran capitalismo mercantil de Lisboa, después del regreso de Vasco de Gama. 356 Eran los días dichosos de la juventud del capitalismo territorial, contemporáneo de un primer capitalismo mercantil que alcanza su auge máximo en la época de los Welser y los Fugger. Más tarde se deteriora esta situación. Lo dicho es, naturalmente, hipotético. En el caso de Venecia (pero es muy posible que Venecia, donde la evidencia es más manifiesta que en otras partes, se haya quedado a la zaga del resto de Italia) las grandes inversiones en el área de los beni inculti, especialmente tierras bajas y pantanosas, no comienzan, si nuestros documentos no nos engañan, antes de 1550... Sólo entonces las tensiones sociales entre campesinos y terratenientes comienzan a manifestarse. A los crímenes políticos, obra de los de arriba, suceden los crímenes agrarios, obra de los de abajo. Antes de que el siglo llegue a su fin, estas tensiones degeneran en revolución social larvada pues eso es en realidad, la auténtica naturaleza del bandidismo 354
Journal de royage d'ltalia, «Collection Hier», p. 327. R. ROMANO, «Rolnitwo i chlopi we Wloszech w XV i XVI wieku», en Przegladhistoryczny, LIII, n.° 2, pp. 248-50, ver también C. M. CiPOLLA, «Per la storia della térra in Bassa Lombardia», en Sti/di in onore di Armando Sapori, 1957, I, pp. 665 ss. 356 E.J. HAMILTON, «American treasure and theriseof capitalism», en Económica, noviembre 1929. 355
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DESTINOS COLF.CTIVOS
(volveremos sobre el problema más adelante), 357 cuya crónica va progresivamente aumentando sus proporciones a medida que el siglo se encamina a su fin. Llegados a este punto, uno tiene la impresión de que la gran fortuna de Venecia se está separando de la aventura comercial y se compromete, para bien o para mal, en los préstamos usureros de los cambios de Besanqon y aún en mayor grado en el campo y sus costosas bonificaciones. Con esto caminaba hacia su fin un ciclo clásico del precapitalismo. Todo lo dicho, probable pero no probado, nos sirve como fondo provisional sobre el que pintar la historia del trigo italiano, pues nos da una cierta perspectiva del problema y nos sugiere posibles líneas de prolongación. Por desgracia, nuestra información nos abandona en los momentos cruciales. El momento crucial de la coyuntura económica campesina se produjo, sin duda, pasado el 1550, y con mayor probabilidad no antes de 1600. Y la situación de los propietarios de tierras era muy diferente. Triunfaban porque los campesinos perdían: todo ocurría un poco como en Castilla. Resulta, sin embargo, fuera de toda duda que los amplios y múltiples esfuerzos de los campesinos italianos y la codicia de los propietarios han permitido, pese a múltiples sobresaltos, el equilibrio, real o aparente, de las reservas de trigo durante los años 1564-1590. La última vicisitud: las importaciones de trigo del norte a partir de 1590 De antemano, y durante largo tiempo, todos esos problemas del abastecimiento mediterráneo han ido preparando el camino a las importaciones masivas de trigo del norte, que los veleros holandeses, hanseáticos e ingleses transportan del Báltico al Mediterráneo a partir de 1590. Pero este trigo no era el primero que venía del norte. Además de la península Ibérica, Genova estaba importando grano desde mediados del siglo XV. 3S8 En 1527, Venecia recibía grano traído de Flandes o Inglaterra. 359 Y según parece, lo mismo hicieron los Strozzi hacia 1530 para abastecer a 357
Ver infra. II, 110 ss Cf. JACQUES HEERS, «L'expansion maritime portugaise», art. cit.. p. 7: dos navios vascos, de 5 000 cámaras cada uno (470 toneladas en total) llevan a Genova trigo de Middel burgo. 359 W. NAUDÉ, Die Getreidebandehpolittk der ei/ropáischen Staaten rom 13- bis zum 18. Jahrhundert., Berlín, 1896, p. 167. 358
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Roma. En octubre de 1539, un corresponsal de los Gonzaga en Amberes señala la salida hacia Italia (Genova, Florencia, Lucca) de 16 nave grosse cargadas de trigo, que él predice se va a estropear. 361 Es probable que ya desde la década de 1540, Cosme de Médicis haya importado trigo de Flandes, y que en 1575 Toscana haya tratado—por lo menos— de comprar trigo bretón. 362 Por cada cargamento de que tenemos noticia hay, sin duda, otros diez o veinte de los que no ha quedado testimonio escrito. Pero el movimiento no ha crecido en amplitud hasta que no ha habido toda una serie de malas cosechas que han castigado a Italia, en particular a partir de 1586, 3 6 3 y que han producido efectos acumulativos. La situación era desesperada a la altura de 1590: el gran duque de Toscana fue el primer imperante italiano que despachó agentes a Danzig, 364 y Venecia hizo lo mismo en cuanto llegó el invierno. 36s Existen datos indudables de la llegada, a partir de 1590-1591, de barcos a Liorna 366 y a Genova. 367 En 1591, el secretario veneciano Ottobon envía cinco desde Danzig. En junio del mismo año, «llueve tanto —escribe un mercader de Florencia— que se teme que la cosecha será tan mala como la del año pasado: el trigo, por lo menos el de las llanuras, ha quedado tumbado, y hay tanta humedad que, en lugar de madurar, se pudre». 368 Notemos, una vez más, la parte de responsabilidad que le corresponde a la circunstancia meteorológica. En septiembre, este mismo mercader escribe categóricamente: «estamos teniendo un año difícil a causa de la falta de trigo; el remedio mejor y más seguro lo esperamos de Hamburgo y Danzig». 369 De este modo se inician los viajes de los barcos trigueros del 360
R. EHRENBERG, op. iit,. I, p. 299: de Flandre ou de Bretagne. Baptista Córtese al marqués de Mantua, Amberes, 12 octubre 1539, A. d. S. Mantua, Archivos Gonzaga, Serie E Fiandra 568. 562 Méditerraiiée, 1.a edición, p. 469, referencia extraviada. 361
363
364
W.
N A I D E , op. at..
p.
142.
Ricardo Ricardi y Hiero Giraldi, llegados a Danzig, Relatione de negotti tanto di mercantie che cambi di Danzica (dic. 1590) con la firma de Ambrosio Lerice, A. d. S. Venecia, Secreta Archiví Propri Polonia 2. 365 ¡bid., y ver supra. pp. 257 ss. 366 B. Suárez a Simón Ruiz, Florencia, 26 febrero y 26 diciembre 1591, Archivos Simón Ruiz, Valladolid (la situación era más grave en Roma). 367 Por lo menos a finales del año 1591. Baltasar Suárez a Simón. Ruiz, Florencia, 29 de mayo de 1591, Ibid.. «En Genova del grano que va llegando de Osterdam y Amburgo se a vendido a 24 (escudos) la salma que es precio jamas oydo; pero como llegue la gran cantidad que se espera, no pongo duda sino que abajará». Are. Simón Ruiz. 368 Camillo Suárez a Simón Ruiz, Florencia, 17 junio 1591, ¡bid. 369 9 septiembre 1591, ibid.
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DESTINOS COLECTIVOS
norte. Los cargamentos realmente importantes no comienzan a llegar antes del invierno de 1592-1593. Los registros portuarios de Liorna indican, en 1593, una importación de casi 16 000 toneladas de trigo y centeno del norte, 37° casi la mitad de las cuales había venido por cuenta del gran duque y el resto por la de los mercaderes, los Buonvisi de Lucca, los Lucchini de Bolonia, los Vernagalli, Buonacorsi, Biachorali, Biachinelli, Capponi, Lanfranchi, Berzighelli, Orlandini, Mendes, Ximenes, Ricasoli, Melinchi, Bardi, Guardi, Taddi y Massei... de Florencia. Si fuera necesario, esta enumeración, sacada de los registros portuarios 3 7 1 (con algunas posibles faltas de ortografía) confirmaría la dispersión del comercio de granos. De 1590 a 1594, la demanda liornesa llegó a ser tan importante que los pagos a Inglaterra, Danzig y Holanda ascendieron a más de dos millones de escudos. 372 En 1596, continuando activa la demanda, el gran duque envía otro representante más a Polonia y Danzig y trata de hacerse con el control de todas las compras en el norte. 373 Así se instauraba un inmenso tráfico, del que el gran duque fue haciéndose el amo, poco a poco, gracias a los enormes recursos económicos de que disponía. Liorna debió su evidente prosperidad a este aflujo del grano; como puerto tenía muchas ventajas sobre los demás de Italia: se encontraba a sólo una semana de distancia de Gibraltar, decían los marinos de Danzig, y estaba en la misma línea del viento que les permitía atravesar el estrecho; allí podían cargar ellos alumbre, en el viaje de vuelta, y una o dos semanas más tarde, sal en España. Ir a Venecia era harina de otro costal. Pero el viaje a Liorna, emprendido por flotas enteras, no estaba exento de peligros, ni de obstáculos, ni tampoco de tentaciones. Bajar por el canal de la Mancha o contornear las islas Británicas por Escocia podía significar un encuentro con los ingleses, cfuienes les consentirían o no pasar, o un encuentro con el mal tiempo; en los puertos españoles existía el riesgo de embargo; en el Mediterráneo pululaban los piratas berberiscos. Además, era muy tentador, en Lisboa, Cádiz o Sevilla, a poco que el trigo presentase síntomas de deterioro, y cuando lo consentían las autoridades consulares competentes, descargar y vender el grano, y volver a casa lo 370 F. BRAUDEL y R. ROMANO, Navires et marchandises a l'entrk du port de Lirourne, pp. 106 y 117. 371 A. d. S. Florencia, Mediceo 2080. 372
W.
373
Ibid., ver también G. Vivoli, op. cit., III, p. 182, 317, 350.
NAUDÉ, op. cit.,
p.
142.
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antes posible. Finalmente, era la plata, la mitad del precio pagado de antemano, lo que hacía que Liorna y las otras ciudades italianas pudiesen contar con las pobres ciudades del norte. Bien entendido que la Toscana y las regiones vecinas no fueron las únicas necesitadas de este nuevo beneficio. Muy pronto toda Italia se había acostumbrado a ello, y según las necesidades y los puertos, también todo el Mediterráneo occidental, incluida África del Norte. Este comercio, nacido de la necesidad, se reveló pronto como una actividad muy provechosa. Simón Ruiz, el mercader de Medina del Campo, se mostraba muy escéptico al comienzo: «Deploro —escribía el 24 de abril de 1591, a su agente en Florencia— la falta de pan que hay en Italia. ¡Quiera Dios poner remedio a semejante situación! El trigo que se trae de Flandes y de Danzig no puede, creo yo, llegar en buen estado, dado que ya en Sevilla se encuentra en malas condiciones. ¡Cómo estará al llegar a Italia! No me parece que, por lo general, sea un buen negocio transportar el trigo por mar. Hablo por experiencia, que he pagado bastante cara. Si alguien se beneficia de ello—caso de que se beneficien—son los marineros que viajan en los mismos barcos que el trigo. He visto a bastantes hombres perder mucho dinero en semejantes negocios.» 374 Es evidente que Simón Ruiz habla por experiencia propia, puesto que, de joven, había participado en el abastecimiento de trigo a Lisboa. Pero en esta ocasión se equivoca. De los cinco barcos que Ottobon envía a Venecia, sólo tres llegan a su destino, 3 7 5 el cuarto ha tenido que descargar en Lisboa y el quinto se ha perdido. Y, sin embargo, desde el punto de vista comercial, la operación se ha cerrado con un ligero beneficio. En los grandes contratos, los Ximenes —y en particular Fernando Ximenes de Amberes, quien asegura que sus socios, los Veiga y los Andrade, se limitan a los contratos negociados por el gran duque de Toscana— pueden obtener, en los primeros tiempos, beneficios que llegan al 300 %. 376 Es que el transporte de granos del norte no es solamente una cuestión de barcos, fletes y compras de trigo, sino también de enormes transferencias de fondos sobre Amberes (al principio) y otras plazas del norte, que ya hemos señalado en rela374
Archivos Ruiz, Valladolid. Correspondencia ya citada de Marco Ottobon, ver supra, p. 259, nota 116 y A. d. S. Venecia, Papadopoli, Códice 12, f. 18, 16 octubre 1591. 376 Baltasar Suárez a Simón Ruiz, Florencia, 26 febrero 1591, «en que ganan larguísimo pues tengo por cierto ac.en con uno mas de tres», Archivos Ruiz, Valladolid. Sobre la enormidad de las sumas en juego: Venecia había invertido en 1590 más de 800 000 ducados del Tesoro Público, Marciana, Memorie di Malatie... 8235 CV1II, 5, ff. 198 v. y ss. 375
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DESTINOS COLECTIVOS
ción con el viaje de Marco Ottobon, y que testimonian las copias de las letras de cambio realizadas por la Abbondanza de Genova. Todas estas operaciones brindan la posibilidad de obtener beneficios. 37? Pero la crisis iniciada en 1590 no duró indefinidamente. Se tiene la impresión de que, a medida que se penetra en el nuevo siglo, se atenúa, y que Italia y el Mediterráneo, que han recurrido al trigo del norte en el momento de emergencia, vuelven a ser autosuficientes: a partir del año 1600, el maíz les será de preciosa ayuda. 378 Sin embargo, el problema sigue sin resolver. El asunto del trigo del norte requiere nuevos estudios. Habría que seguirle el rastro a la historia hasta muy entrado el siglo XVII y trazar la totalidad de su curva, que yo imagino declinante quizá a partir de 1607-1608; sólo así se podría situar dentro de un contexto histórico, lo cual vamos a hacer en cierta medida, a continuación, pues el trigo no es la única importación que se ha hecho venir del norte. Sicilia continúa siendo el granero del Mediterráneo No es el trigo del norte en sí lo que debe retener nuestra atención, sino el Mediterráneo mismo: su estructura y su centro vital —Italia— y no la coyuntura, que es episódica. En la primera edición de este libro 379 yo estaba persuadido, tanto por la evidencia documental como por las afirmaciones de los historiadores, de que este episodio era nada menos que un síntoma de la decadencia del Mediterráneo, pero ahora me parece que esta decadencia —y en especial, en Italia— ha comenzado mucho más tarde. Las grandes crisis económicas no comienzan hasta 1620-1621 y la gran crisis biológica no antes de 1630. 38° Cuando escribí la primera edición del presente libro, el argumento decisivo había sido, a mi modo de ver, lo que denominé la deficiencia del trigo siciliano. En aquellos momentos contaba con todas las razones necesarias para pensar así. Ahora bien, el trigo siciliano no faltó en el Mediterráneo. Dos series de argumentos me habían hecho pensar su posible falta. En primer lugar las malas cosechas y las carestías que sufre Sicilia después de 1590. Hay evidencia incontrovertible de que, a 377
Archivio Civico de Genova, Abbondanza Lettere 1589-1592. Trabajo inédito de R. ROMANO, F. SPOONER y U. T u c a sobre los precios en Udine. 379 1.a edición, 1949, pp. 466-7. 378
380
V e r supra,
p.
443.
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la altura de 1591, en la isla se pasaba hambre. Los precios se disparan a alturas increíbles, y el trigo se vende a 78 tari 10 en Palermo; por todas partes si trovanno le persone morte nelle strade per la fame. Este era el resultado, según los contemporáneos tanto de los desconsiderados impuestos como de las malas cosechas. La salma llegó a valer 40 escudos, precio al que, en memoria humana, nunca había llegado. Había ricos que vendían el trigo a precio de oro —a precio de sangre, como se dijo por entonces—. Palermo y Mesina, que han vendido trigo a precios por debajo del curso de la inflación, se endeudan muy seriamente, Mesina, por una cantidad que pasa de los 100 000 ducados. 381 La situación no mejorará hasta 1595. He ahí una razón que incitaba a dramatizar. Pero, en un determinado punto de mis investigaciones, encontré un artículo de Hans Hochholzer, combinando, según es su costumbre, historia y geografía y consagrado a Sicilia. 382 En dicho estudio ofrecía material que arrojaba luz sobre la cuestión: una estadística retrospectiva encontrada en los archivos de Viena y con fecha de 1724, es decir, de cuando la isla había sido, por breve tiempo, posesión de Austria. Concierne a las entradas de trigo en Mesina: el movimiento, iniciado en 1592, culminaba en 1640, y declinaba, después, para llegar a su casi desaparición, en 1724. El documento resolvía el problema: Sicilia importaba cereales regularmente desde finales del siglo XVI; eso significaba que había cesado de ser el granero del Mediterráneo occidental. Pero los documentos sicilianos —y de ello he tenido la prueba gracias a la publicación, en 1951, del Catálogo de Simancas consagrado a la serie Sicilia— indican lo contrario. Un estudio de los documentos 383 relativos al siglo XVII nos da resultados categóricos: Sicilia continuaba exportando trigo en el siglo XVII. Sólo quedaba una solución posible: encontrar, y examinar con detalle, el documento-clave de Viena. 384 Su fotocopia me ha deparado una amarga sorpresa. La interpretación de esta lista de cifras se apoya en una casi increíble cantidad de errores garrafales: la palabra introyte, que significa ingresos, entradas de dinero —y en este caso, derechos de aduana—, se ha interpretado como designando la entrada de mercancías; mientras que la palabra grani (que en este contexto significa una subdivisión monetaria del taro) ha 381 «Carestía di frumenti del 1591», B. Comunale Palermo Qq N 14 bis, íí. 144-7. 382 «Kulturgeschichte Siziliens» en Geogr. Zeitscbrift, 1935. 383 El estudio detallado de los siglos xvi y xvn ha sido hecho a petición mía por mi colega y amigo Felipe Ruíz Martín. 354 A. de Viena. Collectanea Siciliana, fase. 6.
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P»¿. 32 Sicilia después del 1593: un documento que no habla de importaciones de trigo. sino de exportaciones de seda Documento de los Archivos de Viena (Haus-Hof-und Staats-Archiv), col. Siciliana 6, Dogana di Messina, Mesina, 1 de enero de 1724.
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sido traducida como significando cereales; de modo que se dedujo que estaba entrando trigo en Sicilia, cuando en realidad el documento se está refiriendo a exportaciones de sedas, crudas o blanqueadas, como muy bien lo especifica el facsímil, ya en sus primeras líneas. Resuelta esta duda, todos los problemas se aclaran. Incluso durante la época de su máxima prosperidad, el mercado siciliano ha experimentado fuertes oscilaciones, dependientes éstas de la calidad de las cosechas. De 1590 a 1677 hubo varios períodos malos: 1550-1554, 1575-1580, 1605-1608, 1634-1641 y 1668-1677. 38S En este contexto, el período de depresión que va de 1550 a 1595 no pasa de ser más que uno de estos accidentes regulares. Aparte de estos baches, de ningún modo habituales, el trigo siciliano se ha continuado exportando al mismo tiempo al Mediterráneo occidental y al Adriático, y, si no me equivoco, las exportaciones se mantuvieron durante mucho tiempo a la misma altura que las de antaño, es decir, 1 500 000 salme por año (unos 300 000 quintales). La totalidad de las cifras exactas debe estar en algún lugar de los archivos sicilianos. En Simancas, por desgracia, sólo aparecen de manera "intermitente. Pero por lo menos hemos podido resolver este problema. Sicilia —la totalidad de Sicilia— sigue siendo, en el siglo XVII, la isla del trigo, bajo el control de sus comerciantes, que no le consienten abandonar el cultivo de los cereales (la cebada, que no ha sido mencionada, se exportaba tanto a Ñapóles como a España, usándose como alimento de los caballos y, a veces, de los hombres) ni tampoco ocupar demasiado terreno para la cría de animales o para huertas y árboles frutales. En Sicilia, los campos estaban protegidos por un sistema de tutela administrativa y capitalista del cual hemos descrito únicamente sus rasgos más generales, y que en sí mismo ofrece material lo bastante interesante como para tentar un día a algún historiador. No creo que exista mejor ejemplo, si se quiere hacer un estudio sobre la renta nacional en los siglos XVI y xvn, que el de Sicilia; se nos da todo en cifras: habitantes, animales de labor, rentas, tasas fiscales... En 1694, de enero a junio, un documento nos informa de todas las exportaciones de trigo de Sicilia, detallando, caricatore por caricatore, sus puertos de destino, el nombre de los barcos de transporte, los precios, los derechos de aduanas y los nombres de los mercaderes, ocasión que nos perSegún los documentos analizados por Felipe Ruiz Martín (ver nota 383).
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mite observar que la concentración del comercio ha funcionado en provecho de algunos entre ellos. Había quien llegaba a controlar un puerto como si fuera de su propiedad exclusiva. Eran unos auténticos señores del trigo. Resulta irónico el que en 1699 se exportase a Francia trigo siciliano; pero que ese mismo año se exportase también a Flandes, todavía lo es más. 386 Pero dejemos los meros detalles: Sicilia entera, tanto en el siglo XVI como durante buena parte del siglo siguiente, cuenta con una sana balanza comercial pese a los avatares inherentes a toda existencia material durante el ancien régime. En el siglo XVII las exportaciones de seda no declinarán sino a partir de 1619: 387 el trigo continúa siendo la mercancía principal; una navegación activa frecuenta las costas sicilianas, se dirige a Levante, e incluso más usualmente a la vecina Túnez, dejando en sus puertos, al menos hasta 1664, una parte de las considerables cantidades de plata que transporta; además, en Mesina y en Catania florece, o, para ser más precisos, revive, la industria de la seda. En resumen: en Sicilia, el declinar del Mediterráneo ha sido, en el peor de los casos, más bien tardío. Sobre las crisis del trigo Resumiendo: todas las crisis del trigo presentan una gran similitud de características. Y todavía se asemejarían más si hubiera mayor evidencia documental en lo concerniente a los países del Islam, donde nos son desconocidas en su mayor parte, puesto que su progresión escapa a nuestra observación. Obedecen sin duda a un modelo de cree-ciento demográfico benéfico hasta 1550 o 1560: cuanta más gente había, tanto más trigo se producía. Pero se llega a un momento en que comienza a funcionar la ley de rendimientos decrecientes. A un siglo XV y un primer siglo XVI de tranquila abundancia, siguen, antes o después, tiempos de dificultades crecientes. En Occidente eran, en parte, resultado de la competencia que le hacen al trigo los cultivos más seguros y más provechosos, la viña, el olivo... Otras causas responsables son el crecimiento del comercio, el aumento de las demandas de la población, la subida de los precios diferenciales y —algunas veces— ciertos factores socia386
Según los documentos analizados por Felipe Ruiz Martín. A. de Viena, Collectanea Siciliana, fase. 6. Digo deliberadamente 1619, no 1640 como Hochholzer, pues hay que tener en cuenta las variaciones en el derecho de exportación. 387
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388
les. Para enfrentarse con tales problemas, «jamás encontrados hasta aquel momento», dice un documento a propósito de Siria, 389 las soluciones consideradas estarán en relación con las riquezas disponibles. La compra de trigo procedente de lugares lejanos es, no hace falta acentuarlo, un síntoma evidente de prosperidad general, pese a que al mismo tiempo el hecho resulte catastrófico para los pobres.
III.
COMERCIO Y TRANSPORTE: LOS VELEROS DEL ATLÁNTICO
El mejor calibre del comercio Mediterráneo como un todo es el que nos ofrecen las dos arribadas sucesivas de los veleros atlánticos. Pues hubo (con sus diferencias y sus analogías) dos invasiones masivas: la primera, que en líneas generales podemos fechar como ocurriendo de 1450 a 1552, y la segunda, a partir de 1570, o mejor aún, de 1572-1573; con la segunda invasión, llevada a cabo exclusivamente por naves del norte, quedará abierta permanentemente al norte —con todas sus ventajas— la ruta del mar Interior. Ya hemos presentado antes estos problemas y propuesto una explicación: 39 ° la llegada de naves extranjeras al Mediterráneo responde a la creación de nuevas oportunidades como resultado de un renacimiento económico, tanto o en mayor grado que lo que haya podido influir la competencia (que, como es obvio, hubo de existir). Resumiendo: la llegada de estos barcos testimonia un cierto nivel de prosperidad. Cuando se encuentra en un período de expansión económica, el Mediterráneo tiene tareas más importantes que la de transportar mercancías, en particular si son pesadas. Si éste es el caso con que nos encontramos, la presencia de estas naves extranjeras será, entonces, un magnífico patrón de medidas que la historia narrativa ofrece a quien se dedica a las estadísticas. Y se suspenden las procesiones de navios oceánicos durante un período de veinte años. ¿Significa esto que la prosperidad del Mediterráneo se interrumpe a mediados de siglo? 388 ^ ¡ e e s t 0 y refiriendo en particular a la preferencia d e m o s t r a d a p o r los ricos p o r el pan blanco. 389 A. d. S. Venecia, Relaz. Ambasciatori, B 31, 20 diciembre 1564. 390 Ver supra, pp. 399-400 y 413.
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I ANTES DE 1550: LLEGAN LAS PRIMERAS NAVES No es fácil descubrir las rutas tomadas por los veleros atlánticos cuando la primera invasión del Mediterráneo, en parte porque se trata, con frecuencia, de barcos de mala muerte que no dejan en lugar alguno señal de su paso, y en parte, también, porque se trata de flotas mixtas donde van juntos ibéricos y nórdicos, lo que hace difícil distinguir unos de otros y establecer la fecha exacta de cada viaje. Naves vascas, naves vizcaínas e incluso naves gallegas Es muy posible que ya desde finales del siglo XIII los marinos del Atlántico ibérico hayan entrado en aguas mediterráneas. Cuando crece su presencia, pasado el 1450, ya son familiares en el mar Interior, por sus servicios prestados a Barcelona y Genova y por sus frecuentes visitas al sur y al norte de la cuenca occidental. Son unos simples transportistas: ni más ni menos. 391 Los pocos mercaderes vascos conocidos en Genova se contentan con la realización de modestas transacciones (por su.mayor parte, en lana); su principal función consiste en responder por los patrones de los barcos, gente cuya reputación nunca ha sido buena, y en prestarles las sumas necesarias para armar sus naves. Así las cosas, un buen día estos enormes veleros sobrepasan sus horizontes habituales y, al servicio de una u otra ciudad, entran en las aguas del Mediterráneo Oriental. Hacia 1495 cumplen viajes directos desde Genova, Málaga y, con más frecuencia desde Cádiz, a Quíos, llevando a la isla el azúcar atlántico. 392 Y así continuarán durante muchos años. Tampoco debemos olvidar sus viajes a Inglaterra y —en particular— a Flandes. En 1532, 3 9 3 un veneciano insiste en que Vizcaya (entendida la palabra en su sentido más amplio) es el florón de la corona de la potencia marítima de Carlos V, «pues de Vizcaya puede sacar tantos barcos como necesite». De hecho, estos barcos monopolizarán, hasta 1569, la ruta de Flandes, 394 y desde antes de esa fecha serán los animadores, con sus galeones, de la larga Carrera de Indias. 395 Durante muchos años, 391 J. HEERS, «Le commerce des Basques en Méditerranée au x v siécle», en Bulletin Hispanique, n.° 57, 1955, pp. 292-320. 392 J. HEERS, Genes au xv siécle, op. cit., p. 496. 393 E. ALBÉRI, op. cit., I, p. 1. Relación de Nicoló Tiepolo, 1532. 394 Versupra, p. 299. 395
PIERRE CHAUNU, op. cit., t. VIII ', pp. 254-6.
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estos vagabundos estarán mezclados en todos los tráficos del Mediterráneo, y se les ve también, de 1480 a 1515, «llevando vino marsellés a Londres y cueros de Irlanda a Marsella». 396 Habiendo sido los primeros que cruzan el estrecho de Gibraltar, se entretienen largo tiempo en el Mediterráneo, concentrándose preferentemente en torno a Genova, Marsella y Barcelona 397 y a lo largo de la extensa costa española. Siguen apareciendo en documentos del siglo XVI, cuando se les podría creer poco frecuentes o ya ausentes: un vizcaíno ancla su nave en Marsella en febrero de 1507 y se apresta a transportar vino a Flandes e Inglaterra; 398 otro, en 1510, que va, al servicio de Hans Paumgartner, de Bari a Amberes 3 " en 1511, lleva cariseas a Ragusa; 40 ° en 1521, durante la grave carestía de trigo que padece España, los documentos napolitanos nos hablan de mercaderes y marinos de Vizcaya entre aquellos que abastecen la Península con trigo de Apulia; 401 los volvemos a encontrar en 1526; 402 en enero de 1527, haciendo la ruta de Mesina con un cargamento de sardinas y atún procedente de Portugal; 403 en 1530, dos naves vizcaínas cargadas de sal son echadas a pique por Barbarroja; 404 en 1532, maltratado por los corsarios berberiscos, uno de sus veleros llega a Alicante. 405 En ruta de España a Italia, en 1531, 1535 y 1537, momento en que uno podría pensar que habían terminado de representar su papel en el Mediterráneo, un registro portuario contiene mención de nada menos que 12 naves vizcaínas; 406 y no serían éstas las últimas. 407 Es muy posible que sólo a mediados del siglo XVI, y con el final de la primera invasión de las naves atlánticas, dejen definitivamente de hacer acto de presencia en las activas rutas del Mediterráneo. 596
R. COLLIER, H. du Commerce de Marseille, op. cit., III, p. 118.
397
A. DE CAPMANY, op. cit., IV, apéndice p. 43, R. COLLIER, op. cit., III, p. 155.
398
399
1526.
K. O. MÜLLER, op. cit., p. 55, un cargamento de cominos, beneficio obtenido: 69 %. 400
401
S. RAZZI, op. cit.,
p.
116.
A. d. S. Ñapóles, Sommaria Consultationum, 96, f. 136, 3 septiembre 1521 y f. 151 v., 24 octubre 1521. 402 Ibid., 121, f. 160, 1 noviembre 1526. 403 lbid., 123, ff. 36 v. y 37, 18 enero 1527. 404 A. d. S. Mantua, A. Gonzaga, Serie E, Genova 759, Giovambattista Fornari al marqués de Mantua, Genova, 25 julio 1530. 405 M. SAÑUDO, op. cit., LVI, col. 238, Palermo, 5 abril 1532. 406 DOMENICO GIOFRÉ, «II commercio d'importazione genovese alia luce dei registri del dazio, 1495-1537», eaStudi in onore di Amintore Fanfani, 1962, V. p. 164. 407 Por ejemplo los barcos sardineros de Galicia, llevando lo que habían pescado a Barcelona, Valencia o Sevilla. El corregidor de Galicia a S. M., 20 febrero 1538, Simancas, Guerra Antigua, XI, f. 200.
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DESTINOS COLECTIVOS
Los portugueses Después de la toma de Ceuta, que les ha abierto de par en par la puerta de ingreso al Mediterráneo, los barcos portugueses se hacen tan numerosos y, muy en breve, tan activos como los de Vizcaya. Aun antes de la llegada de sus armadas, 408 los barcos mercantes portugueses han ofrecido sus servicios y los corsarios portugueses impuesto los suyos: estos últimos se apoderan de una nave veneciana cargada con vino de Candía en noviembre de 1498; 409 en octubre de 1501 capturan una nave genovesa al largo de las costas de Berbería; los pasajeros moros que van en ella habrán de dejar up rico botín en las manos de sus captores, en concepto de rescate. 4 I ° Como es natural, entran al servicio de las grandes ciudades comerciales; se les encuentra en torno a Valencia y las Baleares, en Marsella, utilizados por Florencia más que por Genova, aunque en modo alguno les rechaza ésta cuando le ofrecen sus servicios. 4 n En toda la cuenca occidental del Mediterráneo vemos muy pronto a los veleros portugueses transportando cueros cargados en Lisboa —un signo de que la economía portuguesa todavía se encuentra en un estadio muy arcaico—, trigo andaluz, sal de Ibiza, alumbre de España e Italia, azúcar de Madera y de otras islas atlánticas a partir de los años 1480 o 1490, en mayor grado después de una ordenanza del rey Dom Manuel, del 21 de agosto de 1498, que prohibe dedicarse al comercio del azúcar a todo aquel que no sea subdito portugués. 4 I 2 A finales del siglo XV se exportan todos los años, de acuerdo con las concesiones oficiales, 40 000 arrobas de azúcar portugués a Flandes, 7 000 a Inglaterra, 6 000 a Liorna, 13 000 a Genova, 2 000 a Roma, 15 000 a Venecia y 25 000 a Constantinopla y Quíos. 4 1 3 El azúcar llega a Venecia
408 A. d. S. Mantua, A. Gonzaga, Serie E, Spagna, 588, Gio. Agnello al marqués de Mantua, Barcelona, 3 mayo 1535; el 28 de abril entra en Barcelona la flota portuguesa: «fece l'entrata con molta cerimonia alia portoghese.,.». 409
4,0
M. SAÑUDO, op. cit., II, col. 138, 18 noviembre 1498.
A. d. S. Mantua, A. Gonzaga, Serie E, Venezia 1439, Francesco Trevisano al marqués de Mantua, 1 octubre 1501. 41 ' JACQUES HEERS, «L'expansion maritime portugaise á la fin du Moyen Age: la Méditerranée», en Revista da Faculdade de Letras de Lisboa. n.° 2, 1956, p. 18. 412 ViNCENTE ALMEIDA, Normas económicas na colonizacao portuguesa, Lisboa, 1921, p. 24. 413 DOMENICOGIOFFRÉ, art. cit., p. 130, nota 38, y del mismo autor, «Le reiazioni fra Genova e Madera nel 1.° decennio del secólo xvi», en Publicazioni del cívico lstituto Colombiano, Studi Colombiani. 1951, p. 455, nota 25. Una arroba = 11.5 Kg.
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en cararelle grosse. Según parece, los portugueses comenzaron a construir naves cada vez mayores con la intención de hacerse con el comercio de todo el Mediterráneo, y muy pronto se han encaminado a Quíos, Constantinopla, Levante y Egipto. El azúcar y la ligereza de las naves explican el éxito portugués en el Mediterráneo, mucho antes del periplo de Vasco de Gama. Como en el caso de los vizcaínos, tampoco sabemos con exactitud en qué momento desaparecen los portugueses del Mediterráneo. Debido a algunas menciones fortuitas sabemos, por ejemplo, que en una fecha tan tardía como es el año 1533 se señalan dos de sus carabelas al largo de Menorca; una de ellas cae en manos de Barbarroja, y es muy probable que la otra se perdiese con toda su carga y tripulación; 415 En Marsella, el 15 de enero de 1536, un mercader inglés compra su navio al ciudadano portugués Jean Ribere; 416 en 1549 llegan a Venecia dos navios portugueses. 417 Pero no dejemos que estos episodios y otros semejantes nos confundan. La aventura portuguesa estaba indudablemente en sus últimos instantes a mediados del siglo XVI. Otros barcos y otros marinos han llegado a ofrecer sus servicios, y yo creo que los transportes portugueses comienzan a resultar más lucrativos al oeste de los Columnas de Hércules que lo son al este. A no ser que hayan disminuido las oportunidades que ofrece el Mediterráneo. Normandos y bretones Los normandos y los bretones no tomarán inmediatamente el relevo; tardarán en entrar en escena, aunque unos y otros habían aparecido muy temprano en las costas atlánticas de España y Portugal. Es muy posible que desde 1466 haya existido un barrio bretón en Sanlúcar de Barrameda 418 (con la salvedad de que la palabra berton, en español, lo mismo que bertone en italiano, se usa durante todo el siglo XVI para designar a las gentes del norte en 4,4 La importancia adquirida por el comercio del azúcar aparece muy bien expuesta en D. GIOFFRÉ, art. cit., pp. 130 ss.; 9 carabelas llevan azúcar a Venecia, M. SAÑUDO, op. cit.. I, columna 640, 4 junio 1497; ibid., sobre los portugueses, I, 1032, y II, 138. 415 Luis Sarmiento a Carlos V, Evora 5 diciembre 1535, Simancas, Guerra Antigua, VII, f. 42. 416 J. BlLLlOUD, H. du Commerce de Marseille, 111, p. 228. 4.7 A. d. S. Venecia, Cinque Sarii, 3, 1549. 4.8 MICHEL MOLLAT, «Aspect du commerce maritime bretón á la fin du Moyen Age», en Mémoire de la Société d'Histoire et d'Archéologie de Bretagne, t. XXVIII, 1948, pp. 16-7.
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general). Sin embargo, si la piratería es síntoma de reciente arribada, no hay duda que se han presentado siguiendo la estela de las guerras de Italia, en 1496-1497, por ejemplo, o en 1502. 419 En enero de 1497, ciertas nave bertone piratean activamente en torno a Mallorca. 420 Pero por lo que parece, el comercio no vino a continuación, sobre todo en el caso de los bretones que, preguntados acerca de Venecia, en 1500, responden que «ellos apenas habían navegado por aquellas aguas». 42i Habrán de pasar todavía cuarenta años hasta encontrar una referencia a dos de sus navios en Gibraltar, en 1540; 422 un golpe de viento los había empujado dentro del Mediterráneo, pero no entrarían en él hasta poco antes de iniciarse la segunda invasión de naves atlánticas, y, por los datos que poseemos no pasarán más allá de los puertos del Levante español. En 1567 hay un barco bretón en Alicante; 423 en noviembre de 1570 ó 1571 hay otro en Málaga: se llama el Barón, y lleva a bordo al maestro Guillaume Potier y los mercaderes Étienne Chatón y Franqois Pin, además de un cargamento de telas de lona y unos pocos miles de quintales de pescado. Una vez vendido todo, compran uvas secas y otras mercancías por un valor total de 4 000 escudos, y están apresurando los preparativos para volver a Bretaña, cuando el proveedor de Málaga, embarga la nave, mete en prisión a uno de los mercaderes y decide que el barco, puesto ahora al servicio del rey, irá a Oran o al peñón de Vélez. Nos encontramos ante un caso de flagrante contravención del tratado firmado por ambos países, explica el embajador francés; y añade: «y no es la primera vez que un navio francés de la especie ha sido requisado en Málaga». 424 Y hasta 1571 no llegará a Civitavecchia el primer navio de SaintMalo. 425 Entre estos humildes y discretos visitantes, los más mencionados son los normandos. En 1499, uno de -us grandes navios, el Magdeleine, f"e capturado en Almería por un corsario portugués. 426 Diez años más tarde, los veleros normandos van a cargar 4,9
R. COLLIER, H. du Commera de Marseille, III, pp. 146-7.
420
M.
421
SAÑUDO, op. cit..
I, col.
471.
M. MOLLAT, art. cit., p. 10. Saco de Gibraltar, op. cit., p. 93. 423 Correspondance de Fourquevaux, I, pp. 178-9, 13 febrero 1567. 424 Reclamación del embajador de Francia al Rey Católico (1570 ó 1571). A. N . , K 1527, B 33, n.° 41. 425 JEAN DELUMEAU, L'alun de Rome xv-xiX' siécle. 1962, p. 241. 426 E. GOSSELIN, Documente autbentiques et inédits pour servir a l'histoire de la marine marchande et du commerce rouennais pendant les xvt"y Xvil' sueles. Ruán, 1876, pp. 8-11. 422
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regularmente en el Mediterráneo los alumbres necesarios para la industria textil de Ruán; este mineral viene de España, en cuyo caso procede de Mazarrón, o de los Estados Pontificios, y entonces se carga en Civitavecchia. De sus visitas al Mediterráneo en 1522, 1523, 1527, 1531, 1532, 1534, 1535, 1536 y 1539 427 estamos muy bien informados: decenas de estos pequeños veleros figuran en los registros de los tabellions (funcionarios públicos que hacían el papel de notario) normandos y en las listas del puerto de Civitavecchia. No faltan los incidentes en los puertos: por ejemplo, el 3 de febrero de 1535 se requisan en Cartagena tres pequeñas naves normandas cargadas de arenques, pescado salado et otras muchas mercaderías, en el mismo momento que van a levar anclas con rumbo a Liorna y Civitavecchia. Dos de ellas se llaman María, y una es de Dieppe y la otra de Saint-Valéry-en-Caux; la tercera, también de Dieppe, es La Loure. 428 La ruta más usual es la que toma La Fleur de Lys de Dieppe 429 (80 toneladas, 22 de mayo de 1536), que va a Ligorne et Civitegie (Liorna y Civitavecchia, y que descarga alumbre en Havre de Gráce, Londres, Amberes o Ruán; o también la seguida por La Francpise de Ruán (2 de octubre de 1535), que toca en Marsella, Villefranche, Liorna, Ñapóles, Mesina y Palermo. 430 Inevitablemente, los navios normandos acaban, a la larga, integrándose en otros tráficos, unas veces por contrato y otras por accidente: por ejemplo, en los de África del Norte, donde cargarán coral en las cercanías de cabo Negro, y finalmente, aunque no antes de 1535 o 1536, alcanzan el Mediterráneo Oriental, última etapa que más tarde o más temprano habrán de cubrir, en su. normal progresión, todos los navios. En 1539, 431 La Grande Martine de Dieppe hacía el trayecto de Marsella, Chipre, Constantinopla y Salónica. Llegados comparativamente tarde, los normandos prolongan su presencia en el Mediterráneo. Civitavecchia les proporciona abundancia de cargamentos en el período comprendido entre 1545 y 1552. Y viajes de mayor envergadura les llevan hacia el este y hacia el sur. En 1560 una nave de Dieppe cayó en poder de Euldj Alí; 432 reapareció luego en el mar Negro, indudablemente al ser427
428 429
430 431 432
M.
MOLLAT, op. cit.,
p.
241.
4 febrero 1535, Simancas, Guerra Antigua, VII, f. 59. E. GOSSELIN, op. cit..
p.
43.
Ibid.. pp. 42-3, 2 octubre 1535. H. du Commerce de Marseille, III, p. 221. E. CHARRIÉRE, Négociations dans le Levant, II, pp. 631-2, Const., 30 oct. 1560.
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'
vicio de los turcos, y allí se hundió. En 1561, otra desventurada nave de Dieppe fue devorada por el ogro, esta vez el español, cerca de las Baleares; había zarpado del puerto nórdico hacia Berbería con un piloto enganchado en Tolón, quien, a la vista de todo el mundo —ésta era, por lo menos, la versión francesa—, cargó remos, mercancía que en los países del Islam se consideraba como contrabando; a bordo de la nave iban también plomo y balas, según el almirante de Francia, destinadas a Dieppe y no al África, lo que le pareció inverosímil al maldicente y áspero Chantonnay, aunque parece que esta vez tenía razón. 4 " Otra nave de Dieppe, más afortunada, arribó a Liorna el 4 de enero de 1574: Le Coq, capitaneada por Le Prieur, con cargamento de plomo, barricas de arenques, cueros, estaño, algunas cariseas y, como una evocación de las glorias navales de Dieppe, 20 880 troncos de palo del Brasil; 434 o la nave Saint-Paul, capitaneada por Gérard, que llegó a Liorna el 22 de febrero de 1578, llevando consignadas a varios mercaderes de Luca barricas de arenques, guisantes, salmón, lino, cáñamo, tejidos y, una vez más, palo del Brasil (4 700 troncos). Pero se trata de viajes tardíos, excepcionales. No podrán resistir la segunda invasión inglesa, que como es natural no podremos comprender adecuadamente sino después de haber considerado cómo fue la primera e impresionante entrada de los ingleses en el Mediterráneo. 4 3 s Los navios flamencos Bastarán unas pocas palabras para tratar la cuestión de los navios flamencos —que, por cierto, nueve de cada diez veces son holandeses— que llegan en gran número al Mediterráneo en las armadas enviadas por Carlos V contra Túnez (1535) y contra Argel (1541). En 1535 se menciona en Barcelona uno de sus navios. Se hacen raros a partir de 1550. En junio de 1560 se vende a Venecia una urca, la Santa Pieta, que se encuentra en su puerto: no puede haber venido sola. 436 En junio de 1566 una nave flamenca (¿u holandesa?) llegó a Cartagena con cien piezas de artillería. 437 433 Chantonnay a Felipe II, Moret, 16 de marzo de 1561, A. N., K 1494, B 12, n.° 60; el mismo al mismo, 23 de marzo de 1561, ibid., n.° 62. 434 A. d. S. Florencia, Mediceo 2080. 435 Cf. infra, pp. 810-1. 436 A. de Ragusa, D. di Cancellaria, 146, ff. 27-9, 17 junio 1960. Urca, por lo tanto debe ser del norte. 437 Nobili al príncipe, Madrid, 6 de junio de 1566, Mediceo 4897 bis. Cf. C.
DOUAIS, op. cit.,
I, pp. 90 y 92.
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En 1571 una nave holandesa—por lo menos el capitán, Joan Giles, era «natural de Holanda»— zarpó de Amberes para Cádiz y Liorna, llevando a bordo mercancías y negociantes italianos (la mayor parte, si no todos, florentinos); de su propia voluntad, el capitán se dirigió a La Rochela y, robándose en definitiva a sí mismo, vendió su cargamento. 438 Los primeros veleros ingleses Siguiendo a Richard Hakluyt, siempre se ha dado la fecha de 1511 como la de la entrada de los primeros ingleses en el Mediterráneo. De hecho, ese año ve el comienzo de una sucesión de viajes prósperos a Levante, pero antes ha habido una etapa de aprendizaje larga y no siempre brillante. El navio inglés citado por dos documentos notariales 439 (30 de agosto y 6-7 de octubre de 1412) no tiene que significar necesariamente el inicio de una aventura que va a durar unos cuantos siglos, y lo mismo cabe decir de las dos empresas de Robert Sturmy, 44 ° mercader de Bristol, en 1446 la primera, y en 1456 —hay un intervalo de diez años— la segunda. En la primera ocasión, la Cog Ann, fletada por él, conduce, además de un cargamento de lana, paños y objetos de estaño, 160 peregrinos que van a Tierra Santa. Llegada la nave a Jaffa, desembarcan allí los peregrinos, quienes piensan hacer el viaje de vuelta por tierra o bien en otra nave. El 23 de diciembre, la Cog Ann, sorprendida por una tempestad, naufraga al largo de Modon y su tripulación de 37 hombres desaparece con ella. Diez años más tarde, Robert Sturmy, en persona, parte hacia Levante a bordo de la Katharine Sturmy. Su viaje iba a durar más de un año. En 1457, después de haberse detenido en «diferentes partes de Levante» (no tenemos detalles más concretos), se procura, por lo que parece, some green pepper and other spices to bave set and sown in England (as the fame want). Pero la expedición termina trágicamente, esta vez no a causa de la tempestad, sino como resultado de la envidia de los genoveses. 441 Estos esperan al inglés a la altura de Malta y asaltan su nave. El propio Sturmy desaparece durante la refriega. En 1461, los ingleses, en común con los franceses y los alema438
1519, 439
440
El duque de Alba a F. de Álava, Amberes, 13 de febrero de 157-i, A. N., K B 29, n.° 18. R.
DOEHAERD y C H . KERREMANS, op. cit.,
1952,
pp.
139
y
143.
ELEONORA CARUS-WlLSON, Medieval Merchant Venturen, 1954, pp. 64 ss. JACQUESHEERS, «Les Génois en Anglaterre: la crise de 1458-1466», en Studi in onore di Armando Sapori, II, p. 810. 441
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nes, abren un consulado en Ñapóles; 442 y ese mismo año inauguran otro, esta vez por cuenta propia, en Marsella. 443 Veinte años más tarde los encontramos instalando en Pisa el que va a ser un consulado esencial, prueba indudable de que tratan, usando Pisa, Florencia y la Toscana en general como bases, de presentar batalla al doble monopolio ejercido en Levante por Genova y Venecia. Es de notar que también Robert Sturmy había utilizado la escala de Pisa en su viaje de 1446. 444 Con todo, los progresos ingleses fueron lentos; y, sin duda, tuvieron que ponerse al servicio de otros Estados, lo mismo que hubieron de hacer todos los recién llegados: las preciosas anotaciones de los Caratorum Maris de Genova así parecen indicarlo. 44S Pero nos faltan pruebas suficientes para poder documentar la lenta progresión, los múltiples servicios prestados a lo largo de los dilatados recorridos transportando mercancías ponderosas y baratas. Es posible que los ingleses hayan tenido acceso más rápidamente y con menos gastos que los otros recién llegados al Levante y sus especias, y a Candía y sus preciados vinos. Pero todo esto no se logró de la noche a la mañana; en Barcelona, por ejemplo, no harán acto de presencia hasta 1535; 446 y sólo a comienzos del siglo XVI las mercancías inglesas —plomo, estaño, pescado en sal, paños campesinos— penetran realmente en el Mediterráneo, y en mayores cantidades que hasta ahora se ha supuesto. 447 El período de prosperidad (1511-1534) Conocemos muy bien tanto los nombres e historia de los navios como los incidentes de los viajes a Levante en el período comprendido entre el año 1511 y el 1534. 448 El Christofer Campion, el Mary Georg, el Mary Grace, el Trinidad, el Mathew of hondón y algunos otros navios de Bristol y de Southampton tenían un tráfico regular con Sicilia, Candía, la isla de Quíos, y a veces con Chipre, Trípoli de Siria y Beirut. Llevaban al Mediterráneo tejidos, cariseas 442
HEKTOR AMMANN, art. cit., en Vierteljahrscbrift für S.u.W.G., t. 42, 1955,
p. 266. 443
Ibid. DOMENICO GIOFFRÉ, «II commercio d'importazione genovese alia luce dei registri del dazio, 1495-1537», en Studi in onore di Amintore Fanfani, 1962, V, pp. 113 ss. W. CUNNINGHAM, The growth of Etiglisb Industry and Commerce, 1914, I, p. 373. 444
445
446
;
447 448
D. GIOFFRÉ, art. cit., pp. 121-2.
A. DE CAPMANY, op. cit., III, pp. 225-Ó; IV apéndice, p. 49. D. GIOFFRÉ, art. cit., pp. 122-3, no se olvide la parada en Cádiz. R. HAKLUYT, op, cit., II, pp. 96 ss.
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de todos los colores, y retornaban cargados de pimienta, especias, sedas, camelotes, malvasía, moscatel, aceites sin refinar, algodón, tapices, etcétera. Sus viajes eran frecuentes: por fortuna, escriben en Genova los dueños de la Mahonna de Quíos, en enero y febrero de 1531 hemos recibido algunas mercancías de Egipto y Siria, traídas por una nave inglesa (mercancías que, dicho sea de paso, no se encontraban en demasiado buenas condiciones). 449 Evidentemente los ingleses no se limitaban a sus propios navios para el tráfico de Levante: Todo este comercio no se hacía sólo por medio de las naves inglesas; los insulares confiaban a menudo sus mercancías a las galeras venecianas y a los navios ragusinos, candiotas, españoles o portugueses. 450 En Quíos, su punto de reunión al otro extremo del mar, los ingleses mantuvieron un «factor» hasta 1552. 451 En 1592, 452 Richard Hakluyt, el coleccionador de relatos de viajes y de descubrimientos, todavía escuchó de labios de John Williamson, enganchado como tonelero, en 1534, a bordo del Mathew Gonson de Londres, el relato de un viaje que hizo en dicho año a Candía y a Quíos. Su navio (300 toneladas y 100 hombres), pasaba entonces por una embarcación de importancia y viajaba en conserva con el Holy Cross, un short ship de 160 toneladas. Ambos regresaron del largo viaje al cabo de un año cargados de aceite y de vino en toneles tan descalabrados que fue necesario envasar de nuevo los líquidos antes de desembarcar. La mercancía era excelente, en especial cierta malvasía roja que (y era un viejo quien así hablaba) raramente se había visto en Inglaterra; además, la carga incluía tapices turcos, especias y algodón. El Holy Cross sufrió tales sacudidas durante su viaje de regreso, que después se le dejó pudrir en el puerto. La abundancia de documentos y cartas que Hakluyt pudo reunir, y la habitual precisión de sus observaciones, nos garantizan que el tráfico inglés era frecuente en la época del Renacimiento en el Mediterráneo, hasta los puertos del Oriente. Prosperó entre 1511 y 1534, prosiguió hasta 1552 «and somewhat longer», añade R. Hakluyt. Mas luego se interrumpió bastante bruscamente; fue «giben orer», nos dice el citado autor. 453 El último viaje que podemos 449
PHILIPPE ARGENTI, Chius viñeta, 1941, p. 13.
450
R. HAKLUYT, op. cit.,
II, p.
96.
451
Ibid., p. 98. Mercaderes ingleses en Constantinopla, 1544, Itin'erarie dejéróme Maurand, ed. Dorez, p. 126. 452
R. HAKLUYT, II, p. 98.
453
Ibid., II, dedicatoria a Robert Cecil, sin número de página.
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seguir en la recopilación de Hakluyt es el de la «barca» Aucher (1551), narrado por su capitán, Roger Bodenham, 4S4 viaje bastante accidentado, por cierto. Partió de Inglaterra en enero y hacia la primavera estaba a las puertas de Candía, adonde llegaban numerosos veleros «turcos» cargados de trigo. Acompañado de barcas que llevaban su carga a Quíos, el navio inglés llegó a la isla, que todavía era uno de los centros más activos del Oriente, con sus mercaderes genoveses, sus plantaciones de mastique, sus industrias de mantas de seda y sus múltiples navios. Zarpó precipitadamente de la hospitalaria isla, escapando a duras penas de las galeras turcas, avanzada de la flota victoriosa que regresaba de Trípoli y de Berbería. El barco inglés prosiguió hacia Candía, donde al pasar vio «bandidos» de la montaña convertidos en soldados para defender la isla, con botas hasta las rodillas, empuñando puñales, arcos y flechas, y borrachos como cubas. Después tocó en Zante, Mesina, Cádiz y arribó a Inglaterra. En relación con este viaje es interesante mencionar que iba en él Richard Chancellor, quien dos años después, en 1553, se aventuró hasta la desembocadura del Duina, en el norte de Rusia... N o hay en todo el relato una sola explicación válida sobre la suspensión de los viajes ingleses. Poco es lo que sabemos acerca del viaje del Jesús de Lubeck y del Mary Gonson, fletados en 1552 para un viaje a Levante. 4SS El relato del viaje de John Locke a Jerusalén en 1553, de un interés apasionante, se refiere solamente a un hombre que, abandonado por un navio inglés en Cádiz, logró llegar a Venecia, donde se incorporó a una nave de peregrinos venecianos que lo condujo, en septiembre, a Tierra Santa. En el viaje de regreso hizo numerosas escalas, de las que nos traza vividas descripciones, así como del grupo de peregrinos nórdicos, flamencos y alemanes, que soportaban mal el vino del mar Interior y se peleaban de continuo, terminando a cuchilladas. 456 Para explicar el repliegue inglés en el Mediterráneo, Richard Hakluyt cita el doble fin de Quíos en 1566 y de Chipre en 1571, explicación que adoptan los historiadores ingleses. 457 Pero, ¿cómo explicar la suspensión de ese tráfico en 1552 y en 1566? En efecto, la suspensión de los viajes ingleses coincide, en líneas generales, 454 455 456
457
lbid., II, pp. 99-101. JAMES A. WILLIAMSON, Maritime Enterprise, Oxford, 1913, p- 233. R. HAKLUYT, op. dt.,
II, pp. 101-2.
ALFRED C. WOOD, A history of tbe Levunt Company, Londres, 1935. p. 3, donde aparece que Quíos fue tomada por los turcos en 1570, el mismo año que Chipre (doble error).
F.L COMERCIO Y EL TRANSPORTE
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con el empuje de los turcos (1538-1571), pero no es necesariamente resultado de éste. Las razones más importantes que llevan a la suspensión de los viajes ingleses son de orden económico. Recordemos la depresión de la economía mundial entre 1530 y 1540 y la crisis inglesa que era innegable a mediados de siglo y que de sobra se conocía, puesto que se citaba cada vez que había necesidad de explicar la formación de la entidad de los Merchant Adrenturers, en gestación desde mediados del siglo, y que se constituyó probablemente en 1552, 4S8 como consecuencia del viaje de descubrimientos de Chancellor. Este viaje fue, como es sabido, una gran empresa, dirigida originalmente hacia Cathay en busca de las especias, por los peligrosos caminos del norte. El azar quiso que esta aventura diera por resultado el comercio con Rusia; 459 se alimentó entonces la esperanza de cambiar, gracias a ésta, la dirección del comercio con Levante. Desde sus comienzos la empresa iba encaminada a luchar contra el malestar económico, la baja de precios en los mercados ingleses y el descenso de la demanda extranjera, y, por tanto, contra la rigidez de los cambios y contra la insuficiente importación de los preciosos artículos coloniales. Examinando cuidadosamente en los propios mercados ingleses las condiciones del comercio de la época, quizá se encontrase la razón de por qué el viaje del Mediterráneo ya no era costeable para un mercader de Londres, lo cual, evidentemente, fue la causa de su abandono. No es muy lógico acusar de ello a los turcos. El obstáculo provino más bien de la competencia de los transportadores del Mediterráneo, de las rutas interiores de Europa y de la desfavorable coyuntura general durante esos años difíciles. II DE 1550 A 1573 El Mediterráneo para los mediterráneos A la par de los ingleses, todos los demás intrusos del másallá-de-Gibraltar han desaparecido del Mediterráneo. Se tiene la impresión de que se hubiese dado un gigantesco escobazo, y que pese a que después pueda quedar algo de polvo —una nave de 458 459
INNA LUBIMENKO, op. cit., pp. 20 y 27. R. HAKLUYT, op. cit., I, p. 243.
•
'
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Dieppe, un pequeño barco bretón o un velero de Saint-Malo—, no cabe duda alguna de que ese espacio ha quedado limpio de barcos del norte. El Mediterráneo se encarga de nuevo de resolver sus propias necesidades en cuanto al transporte, y lo hace durante una buena veintena de años, exactamente los que van de 1553 a 1573. Todas las mercancías voluminosas —sal, trigo, lanas y los embarazosos cueros— se transportan en navios ragusinos, cuya importancia aumenta por entonces, por ejemplo, en 1535 y 1541, en las flotas que Carlos V dirige contra Túnez y Argel; por las naves venecianas, cuyo número es evidente que aumenta (sabemos su tonelaje: 26 000 botti en 1498; 29 000, en 1560; 53 400, en 1567). 460 Estas cifras resultan elocuentes: Venecia ha llenado el vacío ocasionado por la marcha de la mano de obra atlántica. Y lo mismo comprobamos en Ragusa: la flota mercante totaliza, hacia 1540, 20 000 carri; y entre 1560 y 1570 —la década en que alcanza su apogeo— llega a los 35 000 carri, 461 Todos estos nuevos barcos de carga aparecen en el momento que las circunstancias así lo requieren; esto explica también que se vuelvan a ver grandes navios mediterráneos en el distante Atlántico y hasta en el mar del Norte. En realidad, los barcos de los meridionales 462 nunca habían abandonado del todo estas rutas. El año 1533 representa el final de los viajes oficiales en Venecia, pero en modo alguno el de los particulares. Un documento francés anticipa, en diciembre de 1547, la próxima salida de «grandes naves venecianas». 463 En marzo de 1548 el mismo documento anuncia la llegada a Antonne (Southampton) de «algunas naves aragonesas (ragusinas) y venecianas». 464 Después de 1550, o, mejor aún, de la década de 1560, se hacen mucho más frecuentes las referencias a estos viajes. Hacia 1551 465 «algunos de los gentileshombres de Venecia», Alessandro y Giustiniano Contarini y Alvise Foscarini, se lamentan de que el rey de Francia se haya apoderado de uno de sus navios que iba 460 R. ROMANO, «La marine marchande vénirienne au xvr siécle», en Les sonreís de l'bhtoire maritime en Europe du Moyen Age au XVIII'' suele, 1962. 461
462
I. TADIC, art. cit.. p.
15.
Algunas referencias, A. de Ragusa, Diversa di Cancellaria, 106, f. 247, 17 noviembre 1516, respecto a un navio ragusíno que hace el trayecto entre Londres y Ragusa; ibid., f. 180, Genova, 10 marzo 1515, un navio ragusino que va directamente de Quíos a Inglaterra; ibid., 122, f. 24, Cádiz, 21 febrero 1538, navio ragusino cargado en Southampton, con destino a Cádiz, Palermo y Mesina. 463 Selve al rey, 12 de diciembre de 1547, Correspondance..,, pub. por G. LEFEBVRE-PORTALIS, p . 2 5 2 . 464 465
Ibid.. p. 321. A. de Moscú, Fondo Lamoignon, 3, f. 128.
Fig. 53 Lista de todos los seguros marítimos registrados en Genova Para todos los trayectos que parten de Genova, Liorna y Venecia se adopta un origen común. Según el registro del A. d. S. Genova, San Giorgio Securitatum 1565-1571. Esta lista de todos los seguros marítimos registrados en Genova ha proporcionado los elementos para los seis mapas consecutivos (1566-1571), uno para cada año. Impresión inmediata: aumenta el volumen de los tráficos. Los aseguradores genoveses aumentan su clientela, particularmente en 1571; la guerra de Chipre y otras dificultades que padecen los venecianos permiten a los genoveses apoderarse de parte de los tráficos de su antigua rival. El mapa de 1571 resulta impresionante: muestra el tráfico de Genova y una parte del de Venecia y evidencia viajes al Adriático, a Levante y hacia el Atlántico, canal de la Mancha y mar del Norte. No se deje de tener en cuenta que estos seguros representan más y menos de lo que es el volumen total del tráfico procedente de Genova, del que vemos, además, los puntos de apoyo, Alicante y Palermo, y las rutas, éstas menos activas, en dirección a Levante. La necesidad de simplificar las múltiples indicaciones del registro ha hecho necesario fundir en un solo espacio los tres puertos de partida (Genova, Liorna y Venecia). Dos cosas que merecen destacarse: el progreso hecho por el capitalismo genovés en el sector de los seguros marítimos de Venecia, y esos navios mediterráneos que enlazan Genova, Venecia y Liorna con la Europa atlántica y septentrional. La Maremma del último mapa es la parte toscana de La Maremma.
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DESTINOS COLECTIVOS
camino de Inglaterra. En los Países Bajos, en mayo de 1522, «diez o doce naves, en parte vizcaínas, en parte portuguesas y ragusinas, en buen orden y equipadas...» se unirán a la flota principal, que entonces se estaba preparando. 466 El 17 de octubre de 1552 hay buenas noticias de los consoli reneziani a Londra. 4 6 7 De 1553a 1565, trece barcos genoveses (algunos de los cuales tienen una capacidad de 500 toneladas) transportan alumbre de Civitavecchia a Flandes. 468 En Venecia, el 20 de junio de 1556, se convoca a aquellos mercaderes que hacen el viaje de Londres, para discutir el modo mejor de elegir cónsul. 469 El 3 de diciembre de 1557, la propia Genova se lamenta de las raterías de un genovés, patrón de una urca, que viniendo del oeste a Cádiz, se ha dirigido en derechura a Ñapóles, en lugar de a Liorna y Genova, como se había estipulado. 470 En mayo de 1558, los franceses se apoderan, al largo de El Havre, de una nave veneciana. 471 Del 18 de diciembre de 1562 al 15 de febrero de 1563, una nave florentina, la Santa María de la Nunziata va de Amberes a Liorna. 472 El diario, inédito, de Francesco de Molin ñas lo presenta partiendo de Venecia el 21 de marzo de 1566, a bordo de un gran navio de Jacomo Foscarini y Jacomo Ragazoni; el barco hace escala en Zante, donde carga completa y exclusivamente uvas pasas; «y me pareció cosa notable —dice— cargar de semejante mercancía todo un navio de mil botte». El viaje prosigue por Malta, Mallorca, Málaga, Cádiz y Lisboa, y finaliza en Margata, 473 donde se descarga la mercancía y se expide a Londres; en octubre, el navio emprende el viaje de regreso. Sus desventuras en el mar, en particular al servicio de España, la cual se adueña del navio por medio de un embargo y lo manda a Flandes a su servicio, es tema que no consideraremos, por no tener relación alguna con el que ahora estamos tratando. En julio de 1567, en Málaga, una «gran nave veneciana» cargada de mercancías para Cádiz y de vinos candiotas para Inglaterra está también a punto de ser requisada. En 1569 se señalan seis naves venecianas viajando simultáneamente por la ruta del norte; 474 por lo que sabemos acerca de su 466
R.
467
A. d. S. Venecia, Senato Terra 67, f. 8.
468
J. DELUMEAU, op. cit.,
469
HAPKE, op. cit.,
1, p. p.
512. 241.
A. d. S. Venecia, Cinque Savii, 17, f. 10. A. d. S. Genova, Spagna, Negoziazioni, 2747, 3 dic. 1557. 471 M. FRANCOIS, Le Cardinal Francftis de tournon, 1951, p. 366. 472 A. d. S. Florencia, Mediceo 2080. 473 Marciana, I tal, 8812, CVI, 3, f. 10 v. Márgate en la desembocadura del Támesis. 474 C0D01N, XC, p. 288. 470
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tonelaje, podemos formarnos una idea de la importancia de este tráfico meridional. El mismo año (1569) los corsarios hugonotes de La Rochela se apoderaron de dos navios (eljustiniana, de 1 200 toneladas, que llevaba a bordo un cargamento de 130 000 escudos, más 70 piezas de artillería disimuladas bajo la sal, y una pequeña unidad, el Vergi), 475 dando origen con ello a reclamaciones e intercambio de notas, lo que, de paso, nos suministra indicaciones suplementarias acerca del tráfico ininterrumpido entre la Señoría y la isla del norte. Las cariseas, por ejemplo, figuraban entre las mercancías que los barcos mediterráneos traían de regreso, lo cual se ha llegado a dudar; 476 este detalle no escapó al espionaje del duque de Alba en los Países Bajos, 477 como lo demuestra la carta que dicho personaje escribió en agosto, manifestando que, en vista de la amenaza de guerra con España, los ingleses estaban exportando sus paños en naves ragusinas y venecianas. ¿Gozaban estas naves del privilegio de la neutralidad en el océano y en el Mediterráneo, aparte, desde luego, de los accidentes y de las sorpresas del corso? El embajador español en Londres presionó, en mayo de 1569, a las naves venecianas para que se alejaran cuanto antes de Inglaterra, 4 7 s con la idea de que, para aleccionar a los ingleses y hacerlos entrar en razón, era necesario suspender los viajes que hasta allí hacían las naves de Venecia y de Ragusa. Es muy extraño que los hugonetes hayan apoyado este plan. 479 Pero este renacimiento del tráfico mediterráneo es una consecuencia de la coyuntura. De 1550 (redondeando la fecha) a 1570, o más exactamente a 1575, se produce una evidente regresión. A todos les van mal los negocios. Pero cada Estado está obligado a asegurar sus propios servicios. Y si los Estados ricos presentan as475 Calendar of State Papen, Veneciano, VII, pp. 430, 441, 445-7, 454, 456, CODOIN, XC, pp. 236-7, 254, 288 y 327. 476 CODOIN. XC, pp. 236-7, 23 de mayo de 1569. 477 El duque de Alba ai rey, Bruselas, 8 de agosto de 1569, CODOIN, r>. 170. 478 CODOIN. XC, pp. 236-7. 479 Una decepción: sólo pude encontrar mencionados por su nombre (en A. di Ragusa, serie Noli e Sicuhta) dos viajes de naves ragusinas, uno en abril de 1563, de Zelanda a Liorna; el otro el 4 de julio de 1565, de Amberes a Ragusa. Pero muchas de las pólizas de seguro que cubren seis o doce meses no especifican el itinerario del barco; hay casos, además, de naves ragusinas aseguradas en puerto que no es el propio. En compensación se puede encontrar abundancia de datos en la serie Securitatum 1564-1571, A. d. S. Genova: partiendo hacia y desde el Mediterráneo, 3 viajes desde Lisboa, 10 viajes a Cádiz, 5 viajes al norte (Ruán, Amberes, Inglaterra, Flandes); a partir de 1569-1570, estos viajes al norte se multiplican en beneficio de las naves venecianas aseguradas en Genova. ¿Se aprovechó Genova de las dificultades de Venecia cuando ésta se e. ;ontraba en guerra con el turco?
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pecto próspero, ello se debe únicamente a que han logrado capear el temporal mientras los otros se iban a pique. Pese a los habituales y desastrosos accidentes de que son víctimas, los grandes cuerpos flotantes del Mediterráneo consiguen cumplir su cometido y asegurar las comunicaciones tanto interiores como exteriores. Luego vuelven a soplar buenos vientos económicos. Si no nos dejamos llevar por el deseo de simplificar en exceso, podre nos insinuar que la vuelta de la prosperidad es lo que ha puesto fin a los viajes mediterráneos hacia el norte, o si no fin, al menos los ha espaciado. En el prodigioso boom que se produce a finales de siglo, los ricos pueden permitirse, una vez más, el lujo de delegar en otros ciertas tareas. Y los navios ingleses primero, y luego los holandeses, reemprenden el camino del Mediterráneo, esta vez en mayor número que durante la primera mitad del siglc. La vuelta de los ingleses en 1572-1573 Los navios ingleses reaparecieron en el Mediterráneo por lo menos a partir de 1573; al menos en esta fecha registran la que para nosotros es su primera llegada a Liorna, aunque quizá hubieran tocado ya antes en algún punto del oeste. Por ejemplo, en 1572 llegaba a Civitavecchia un barco inglés de los que se dedicaban a la pesca del bacalao en los bancos de Terranova. 480 Y La Rondine, 481 capitaneada por «Gioianni Scotto. inglese», entró en Liorna el 25 de junio de 1573, procedente de Londres y de Southampton, donde había cargado tres fardos de carisea, dos barriles de estaño elaborado, algunas telas de algodón, 37 toneladas de campanas rotas, cinco campanas enteras, 380 barras de plomo y un barril de lengua salada; cargamento modesto, como se ve. Al mismo puerto llegó el 20 de julio la Sainte Marte de la Douleur, capitaneada por Sterlich, con mercancías que había cargado en Cádiz. Le Cerf Vo/ant, que tocó Liorna el 16 de diciembre de 1573, llevaba de Londres plomo, sosa, telas y estaño, todo destinado —detalle de algún valor— a mercaderes genoveses. Por sí solos, estos tres modestos navios anticipan lo que iba a ser el tráfico inglés a fines de siglo y aun más tarde: paños, plomo, estaño, etcétera. En el porvenir añadirían a esto innumerables barricas de arenques, bacalao y salmón en conserva. En todo caso, la nueva comunicación marítima ya no se interrumpió. Las entradas portuarias 480
JKAN DELl'MEAi', L'alun de Rome. op. cit.. p. 241. L'hirondelle. Mediceo 2080. La misma referencia para todos los barcos mencionados en este párrato. 481
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liornesas revelan la llegada de los siguientes navios ingleses: tres en 1573, nueve en 1574, dos (los datos relativos a este año son muy defectuosos) en 1575, tres en 1576, cinco en 1578, nueve en 1579, dos en 1580, trece en 1581, diez en 1582, cuatro en 1583, seis en 1584, ocho en 1585, seis en 1590-1591, tres en 15911592, y dieciséis en 1592-1593. Los ingleses habían encontrado de nuevo el camino del mar Interior. No es fácil explicar este retorno, el cual implica una comunicación marítima con regiones interiores del Mediterráneo, bastante alejadas de la puerta de entrada, que era dominio español. Quizá haya que traer a cuento los progresos de los velámenes y aparejos de los navios redondos, logrados hacia la mitad del siglo XVI, y que los hacía más fáciles de manejar en aguas tan bruscamente cambiantes. O la razón que se deduce de los pórtate de Liorna (los desembarcos de barricas de arenques blancos, de plomo y de estaño), o bien porque el Mediterráneo necesitara cada vez más de los recursos ingleses para calmar el hambre, estimulada por días de ayuno y de abstinencia, y para multiplicar sus armamentos. Fue por esta época cuando las piezas de artillería de bronce comenzaron a reemplazar a las piezas de hierro fundido. En todo caso es indudable que la demanda de estaño y de plomo se había generalizado en el Mediterráneo, en los países musulmanes y en Rusia. Desde 1580 se sospechaba que los navios ingleses que hacían escala en Sicilia llevaban a Constantinopla el estaño que las fundiciones de metal necesitaban para la artillería. 482 También aprovisionaban a Ñapóles 483 y hasta en Malta se les recibía bien, después del tratamiento un tanto rudo que habían tenido que soportar, por ejemplo, en 1581, la barca inglesa The Roe, capitaneada por Peter Baker, cargada de hierro, bronce y estaño, y en 1582 la barca Reynolds. 484 En julio de este año los Caballeros de Malta concedieron a los ingleses la libertad de traficar en la isla y de seguir rumbo a Levante, a condición de que no se dedicaran al contrabando. Pero este favor dio pie, naturalmente, para introducir pedidos de pólvora de cañón, arcabuces, salitre, estaño, acero, hierro, cobre, cariseas blancas ordinarias, paños bastos, balas y granadas de hierro, muelas finas de molino, mástiles y antenas para las galeras, etcétera, y tam482 Marcantonio Colonna al rey, Palermo, 26 de febrero de 1580, Sim. Eo. 1149, retransmite los datos que obtuvo de Bo. de Mendoza. 483 Aprovisionamiento indispensable, repitió el conde de Miranda a Felipe II, Ñapóles, 13 de julio de 1591, Sim. Eo. 1093. 484
R. HAKLUYT, op. cit.. II, pp. 145-6.
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bien carbón de piedra, «rosetta», lo que los mercaderes llamaban coal of Newcastle. Es algo que viene a añadir un detalle más a la historia del carbón inglés. Pero el retorno de los ingleses al mar Interior se presenta, sobre todo, como una respuesta a demandas precisas, como la del gran duque de Toscana, que, entre 1576 y 1578, llamó a los ingleses a Liorna. 485 Estas solicitudes y otras parecidas, como la de Horacio Pallavicino en 1578-1579, pudieron influir en los resultados. Pallavicino era un genovés, el último de los grandes banqueros y hombres de negocios italianos, 486 que había estado en Inglaterra y abrazó la Reforma. En 1578, de acuerdo con otro genovés, Battista Spinola, de Amberes, había proporcionado a los Estados flamencos (que por aquel entonces rompieron de hecho con Felipe II) un préstamo de 350 000 florines, garantizado u avalado —si se prefiere— por la ciudad de Londres; a cambio de ello, Pallavicino obtuvo el monopolio de la importación de alumbre por seis años, en evidente perjuicio de los alumbres que vendían los dominios de Felipe II. España tenía, pues, un doble interés en hacer algo a este respecto, pues se trataba, a la vez, de salvar su propio tráfico y de impedir las revueltas. De aquí que Pallavicino, previendo posibles dificultades, procurara trasladar inmediatamente hacia el norte el alumbre que poseía Genova en Milán y en los puertos de España. A fines de verano despachó hacia el sur una nave, la Santa María lncoronata, con 7 000 «cantares», hasta Alicante, Cartagena y Cádiz, para recoger una parte de sus existencias. 487 Prevenido, el Rey Católico se aprestó a requisar en Milán y a secuestrar a su paso por España las naves cargadas de alumbre. 488 La trampa estaba dispuesta, pero el genovés recibió aviso del peligro desde el propio Alicante y así decidió confiar a las naves inglesas el cuidado de transportar el precioso alumbre. Las naves tocaron Alicante en su viaje de regreso sin sufrir daños, y en número de siete llevaron a Londres, en 1597, 14 000 «cantares» (lo que da un promedio de 2 000 «cantares» y un calado de 200 toneladas por barco). La operación representaba, en total, la bonita suma de 60 000 escudos. Además, si no exageramos el sentido de otro documento, parece que Pallavicino expidió, vía Alemania, a Flandes, otros 2 000 «cantares». 489 485
486
G.
VIVOLI, op. cit.,
III,
p.
155.
Cf. L. STONE, An elizabethan: Sir Horatio Palavicino, 1956. 23 de sept. de 1578, CODOIN, XCI, pp. 287-8. 488 CODOIN, XCI, p. 297. 489 Ibid., p. 398. Sobre el negocio en conjunto, v. pp. 275, 287-8, 360, 375, 387-8 v 393. 487
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Otra evidencia sobre las arribadas inglesas nos la proporciona un documento de 1580: 490 se trata de un decreto del Senado veneciano dado el 26 de enero, que revela una vez más la crisis de Lepante «Antes de la última guerra —decían los senadores— nuestros mercaderes de Venecia tenían la costumbre de fletar nuestros barcos para el comercio y el tráfico del Poniente (es decir, de Inglaterra) y los despachaban a Cefalónica, Zante y Candía, donde cargaban pasas y vinos para el viaje del Poniente, y, de regreso, traían a esta ciudad carisea, paños de lana, estaño y otras mercancías», todo en gran beneficio de los mercaderes, armadores y de la gente de mar que, embarcada en cinco o seis naves, iban un año tras otro, con buen o mal tiempo, al mar del Norte. Pero después de la guerra (es decir, después de 1571-1573) «il detto riaggio e del tutto levato» —dicho viaje se interrumpió por completo—. Y si no se reanudó fue porque navios «extranjeros» iban directamente hasta las islas venecianas, donde cargaban pasas y vinos nuevos, con la complicidad de ciertos ciudadanos de Venecia que allí vivían, y, en cambio, dejaban cariseas, paños, estaños y monedas del norte... Esto indica que hay que volver siempre a la crisis veneciana de 1571-1573, la cual, así como asegura en el Oriente la fortuna tan evidente como breve de los marselleses, provocó el retorno de los ingleses al Mediterráneo. Pero aquí, lo mismo que en Levante, Venecia habría podido recobrar muy rápidamente su posición. Si no lo ha hecho, es porque a la altura de 1575 la coyuntura económica volvía a ser una vez más favorable, y, en consecuencia, las responsabilidades se delegaban con la mayor presteza. Es cierto que hasta finales del siglo se seguirán viendo algunos navios venecianos por las aguas del norte. En 1582, por ejemplo, en el trivial incidente de la repatriación de unos pobres portugueses que en número de unos cien «han venido casi desnudos» de Terceira a Inglaterra, se mencionan dos navi venecianas. 491 En octubre de 1589, la nave Santa María di Gracia (veneciana o ragusina) continúa cargando vino para Inglaterra en Creta y en Rétimo —al menos eso es lo que consta en su contrato de flete. 492 Pero, en líneas generales, y como ya dijimos, Venecia, lo mismo que la mayor parte de las grandes ciudades mediterráneas, va a recurrir cada vez más a barcos y mari490 491 492
Bilanci generali, segunda serie, vol. I, t. I, p. 439, n. 1. 29 noviembre 1582, C0D01N, XCII, p. 436. A. d. S. Venecia, Lettere Com., 12 ler, 20 octubre 1589.
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DESTINOS COLECTIVOS
nos extranjeros. Esta actitud explica mejor que nada el regreso de los navios del norte al Mediterráneo. 493 Las negociaciones anglo-turcas: 1578-1583 494 A los ingleses les faltaba todavía por conquistar los mercados de Levante. Richard Hakluyt pretende que esa conquista fue obra de dos mercaderes de Londres, Edward Osborne y Richard Staper, quienes en 1575 decidieron llevarla a término. Para ello, y a su costa, despacharon dos agentes a Constantinopla, John Wight y Joseph Clements, los cuales siguieron el camino de Polonia, y en Lwow —septiembre de 1578— se unieron al cortejo del embajador turco, Achmet Chaouch, que los condujo a buen puerto el 28 de octubre. El 15 de marzo de 1579 obtuvieron una carta del sultán para la reina de Inglaterra. Bernardino de Mendoza, quien desde Londres seguía la negociación mejor que Giovanni Margliani, el agente español en Constantinopla, hace notar en noviembre de 1579 que la reina recibió, por la vía de Francia, una carta del sultán donde se le hacían mil promesas y se le pedía que conservara y estrechara aún más su buena armonía con el Rey Cristianísimo, casándose con el duque de Anjou. La carta añadía que les sería dispensada a los mercaderes ingleses la mejor acogida, ya llegaran por tierra o por mar. «En realidad —escribía Mendoza—, los tur4,3
Dejo de lado dos órdenes de consideraciones menores: 1. Los marineros de Dieppe y de Marsella han podido servir muy posiblemente de guías a los ingleses en sus primeros viajes de regreso. Está demostrado que llegan barcos ingleses a Liorna de 1573 a 1584 y se indica que han cargado en Dieppe (una referencia, 4 de febrero de 1574), en Calais (cinco referencias, 3 de febrero de 1574, 25 de enero de 1576, 2 de febrero de 1576 —dos veces—, 14 de enero de 1579), en Francia(una indicación, 12deenerode 1579), en Flandes (una indicación, lOde enero de 1584), en Zelanda (una indicación, 24 de octubre de 1581). Un texto de A. DE MONTCHRESTIEN, 1615 (op. cit., pp. 226-7) parece (pero no lo es) perentorio: «Hace cuarenta años (o sea, hacia 1575) los primeros (ingleses) no mantenían todavía comercio alguno ni con Turquía ni con la Berbería, y sólo visitaban Hamburgo y Stade, lugares donde hacían escala. El capitán Anthoine Girard, actualmente vivo, y Jean Durant, marselleses, les enseñaron —cuando aquéllos eran jóvenes— las primeras nociones, y, más aún, pilotaron sus primeras naves. Por aquella época, los barcos marselleses eran los únicos que les traían las especias y todas las otras mercancías a través del estrecho, pero ahora...». 2. Las disputas entre Venecia e Inglaterra a c
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eos se burlaban del propuesto matrimonio»; lo que les interesaba era el estaño, «que los ingleses han comenzado a llevar a Levante desde hace algunos años», sin el cual no podrían «fundir su artillería». Cinco navios, con más de 20 000 escudos de estaño, estaban a punto de zarpar de Londres rumbo a Levante. 49S ¿Fue esta traición a la Cristiandad el motivo del éxito de las negociaciones inglesas? Debió de ser, en efecto, el estaño, más que los respetables mercaderes Edward Osborne y Richard Staper, a menos que las dos cosas no fueran sino una sola y que también ellos estuvieran interesados (Hakluyt no lo dice) en el «contrabando» del estaño... La reina confió su respuesta, fechada el 25 de septiembre de 1579, a Richard Stanley y al barco Le Prudent. 496 El momento era favorable para las negociaciones. Políticamente se abría la sucesión de Portugal; Felipe II estaba ocupado en enormes preparativos. La reina Isabel estaba más inquieta que nadie; no tenía más remedio que apoyarse en el turco. Durante el curso de las negociaciones llegó incluso a pedir que la armada otomana hiciera una salida. En todo caso, Inglaterra obtuvo en junio de 1580 los 35 artículos de sus primeras capitulaciones, entre las cuales se hallaba el libre comercio para sus subditos bajo su propia bandera, todo logrado a pesar de los franceses, cuyo prestigio e influencia disminuían en Levante, al decir de los ingleses, y después de haber sobornado al «difunto Mehemet Pacha», según el testimonio de los franceses, 497 quienes se dejaron embaucar 498 creyendo que, según ciertas promesas del turco, los recién llegados navegarían bajo la bandera de Francia. Los ingleses mantuvieron firmemente sus privilegios. En noviembre de 1580 un embajador turco, renegado italiano sin duda, 4 " llegó a Inglaterra. El 11 de septiembre de 1581 fue organizada por Isabel la Le van t Company, en beneficio de Edward Osborne, Richard Staper, Thomas Smith, William Garret y algunos otros. Su constitución no se logró sin causar serias fricciones con los ingleses más o menos libres que se habían embarcado en la aventura del Levante, y que, asociados en lo que era casi una compañía, comerciaban con Venecia. Pero los beneficios del nuevo tráfico organizado en gran escala no se tocaron inmediatamente, pues los asuntos moscovitas se embrollaron y se paralizaron y las 495
496
R. HAKLUYT, op. dt.,
II, pp. 136-7.
CODOIN, XCI, p. 439, 28 de 491 Instrucciones de Berthier, 5 de 498 Contra los ingleses, obraban de Maisse al rey, 27 de julio de 1583, A. 499 CODOIN, XCI, 13 de nov. de
noviembre de 1579. sept. de 1580, Recueil, p. 36. acuerdo con los venecianos, Hurault de E. Venecia, 31, ff. 103 v. ss. 1580, p. 523.
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naves danesas impidieron por la fuerza, en 1582, el comercio en la bahía de San Nicolás. 500 En noviembre de 1582 la Susanna, de Londres, zarpó rumbo a Constantinopla con presentes y una carta de la reina para el sultán. 501 La carta la llevaba el nuevo embajador que Isabel acababa de nombrar en Turquía, William Hareborne, S02 el Guillaume Harbron de los avisos franceses, 503 que resultó ser un firme pionero de la causa inglesa. En Sicilia no se enteraron del paso del navio sino hasta el 15 de marzo de 1583, 504 cuando ya había' llegado al Archipiélago. El 3 de mayo, William Hareborne besó las manos del sultán, «quien le honró más que a cualquier otro embajador de rey que hubiera tenido en su presencia», dice Maisse. 505 Ni contra él, ni contra los cónsules que nombró en el Oriente, pudieron hacer, a la postre, absolutamente nada los franceses ni los venecianos, esos «malicious and dissembling peoples», de quienes, según Hareborne, había que desconfiar. 506 El éxito de la navegación inglesa La Levant Company hizo desde un principio abundantes y magníficos negocios. Bajo su primera forma, es decir, según el régimen de la patente del 11 de septiembre de 1581, realizó beneficios hasta del 300 %. S07 Los progresos fueron aún superiores a partir de 1592, bajo la segunda forma que adoptó la compañía, después de su fusión en enero con la seudo Venice Company, fundada en 1583- 508 Desde 1595 la Levant Company disponía de 15 navios y de 790 marinos. 509 Frecuentaba especialmente las plazas de Alejándrela, Chipre, Quíos y Zante, y con menos frecuencia las de Venecia y Argel. 51° En 1599 contaba solamente en aguas italianas con 20 navios. En 1600 añadió a su flota ordinaria 16 navios suplementarios. 5 U Estos éxitos no eran obstáculo para que se la500
CODOIN, XCI, pp. 334, 396, 399 y 409; R. HAKLUYT, op. cit., I, pp. 453-4;
I. LUBIMENKO, 0p. CÍt., p . 5 1 . 501 R. HAKLUYT, op. cit., 502
p.
429.
Ibid.. II, p. 157. Recueil..., p. 36. 504 15 de marzo de 1583, Sim. Eo. 1154. sos Venecia, 2 de junio de 1583, A. E. Venecia, 31, ff. 15 y 15 v. 506 Hareborne a Richard Forster, Pera, 5 de sept. de 1583, R. HAKLUYT, op. cit.. II, pp. 172-3. 503
!07
A. C. W O O D , op. cit..
508
lbid.. lbid., lbid.. lbid.,
509 510 511
p. p. p. p.
20. 23. 23. 23.
p.
17.
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mentara de su pobreza y de innúmeras dificultades, como las que le ocurrieron casualmente en vísperas de la renovación de sus privilegios, el 31 de diciembre de 1600, 5 I 2 cuando aún vivía Isabel, y el 14 de diciembre de 1605, s u a comienzos del reinado de su sucesor, Jaime I. Algunas dificultades existían en realidad: la longitud de los viajes, la hostilidad de España hasta 1604, los peligros del corso berberisco, la violenta defensa de venecianos y marselleses, que no abandonaron sus posiciones sin lucha, amén de las extorsiones de los turcos y la pesada carga que significaba para la compañía tener un embajador en Constantinopla y una serie de cónsules en Berbería y en Levante. Sin embargo, el éxito recompensó el tesón de los mercaderes ingleses, la excelencia de sus navios, los bajos precios de sus telas y su buena organización. Unas cuantas decenas de navios de esta empresa lograron en Levante y en el Mediterráneo lo que difícilmente podían conseguir los marselleses con sus cientos de cascarones de nuez. 5 I 4 Entre las causas de su éxito hay que destacar el ingenioso sistema de convoyes que los ingleses pusieron en práctica en 1591, el dinero que les procuraba la balanza favorable de sus compras en Constantinopla y la mayor honestidad de sus mercaderes (con relación a venecianos y franceses, siempre dispuestos a engañar sobre la calidad o sobre la cantidad de sus tejidos). Todos estos argumentos, que ya aparecen en Hakluyt y que repiten historiadores posteriores, merecen ser tenidos en cuenta. Pero también debe señalarse que a los ingleses se debió la renovación del comercio con Levante, ya iniciado con motivo de las especias, y que el viejo mercado del Mediterráneo se aprovechó una vez más de las terribles luchas en el Atlántico. 515 N o fue pura casualidad el que, de 1583 a 1591, los agentes ingleses se abrieran paso por las rutas de Siria hasta el océano Indico, Persia, la India y Sumatra. Debemos a estos aventureros admirables descripciones de todas las rutas del Cercano y del Lejano Oriente. En Egipto, país cálido, los ingleses, comerciantes en paños gruesos, no pudieron lograr beneficios en dinero contante; además, tropezaban allí con la tenaz y hábil competencia francesa. 516 Era, pues, por Siria y sus rutas terrestres, por donde los ingleses pensaban organizar un comercio de trueque de mercancías, que se impu512
Ibid., p. 36. Ibid., p. 39. 514 En 1610 todavía se encontraban en Marsella mil navios, PAUL MASSON, Histoire du commerce franc/iis dans le Letant au XVII' siecle, op. cit., p. XXXI. 513
515 516
PAUL MASSON, ibid., p. XVI. A. C. W O O D , op. cit.. pp. 33-5.
826
DESTINOS COLECTIVOS
so, sin que lo destruyera de golpe el segundo descubrimiento del cabo de Buena Esperanza por los holandeses. Señalemos, de paso, que la East India Company, fundada en 1600, era hija o hermana de la Levant Company. s l 7 En pleno Mediterráneo, en Liorna, las-cifras nos hablan del creciente éxito de los marinos del norte; por ejemplo, el registro de las pórtate de naves venidas del Ponant (el texto no da detalles más precisos, y mezcla los barcos ingleses con los holandeses): 518 en el período comprendido entre octubre y diciembre de 1598 llegaron más de 5 000 barriles de plomo, 5 613 barriles de arenque ahumado, 268 645 pesci merluzzi, y 513 fardi de pesci stockfiss. La situación al finalizar el siglo A fines de siglo, los ingleses estaban en todas partes del Mediterráneo musulmán y cristiano, a lo largo de todas las rutas terrestres que comunicaban a la región con Europa o con el océano Indico. Desde 1588, les llamaban Moldavia y Valaquia. S19 Pero, ya desde muchos antes se maduraban en Londres grandes proyectos. 52° En 1583, el Hércules llevó de Trípoli el cargamento más rico que mercader inglés hubiese embarcado en un puerto de la isla; 521 este viaje, que era por lo menos el segundo del Hércules, fue un éxito simbólico. Pilotos españoles, griegos y marselleses ayudaron a los recien llegados a lograr, escala por escala, la conquista del mar entero, aunque no siempre sea posible fechar estas victorias sucesivas, dado que las primeras entradas a puerto fueron, generalmente, circunspectas y precavidas, y los documentos no las registran hasta que adquieren carácter de oficiales. El 26 de noviembre de 1590, Marsella decide recibir en su puerto a dos barcos ingleses: «se ha resuelto y ordenado que mientras la ciudad tenga necesidad de plomo y de estaño, dados los calamitosos tiempos en que vivimos, las mercaderías cargadas a bordo de los dos barcos entrarán en esta ciudad, junto con los capitanes que los mandan y los escribanos, para que vendan, truequen y negocien libremente con los comerciantes y habitantes de la susodicha plaza y compren otras mercaderías, si así les place, para cargar los dichos barcos, siempre que se trate de artículos no prohibidos». 5 2 2 No era la pri517 5,8 519
Ibid.. p. 31. A. d. S. Florencia, Mediceo 2079, ff. 210 y 210 v. R.
HAKLUYT, op. «/.,
II, p.
290.
520
CODOIN, XCII, pp. 455-6.
521
R.
522
A. Com. de Marsella, BB 52, f. 24 v.
HAKLUYT, op. cit..
II, p.
271.
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827
mera vez, por cierto, que los ingleses entraban en Marsella, ciudad con la que mantenían relaciones desde 1574; pero ahora sabemos que entraron en la plaza oficialmente. En unos pocos años cubrieron todas las rutas. Desde 1589, según un documento genovés, S 2 3 poseían una amplia red de Intelligence Service, que cubría todos los sectores del mar: en Constantinopla ocupábase de esto William Hareborne (quien por esa época se hallaba en Londres; 524 en Argel, John Tipton; en Malta, John Lucas; en Genova, Richard Hunto. Este último, cuyo nombre seguramente está italianizado, daba a los genoveses la impresión de ser enemigo de los católicos, «un enemigo muy malicioso y perverso», y tenía reputación de espía («l'inteligencero», dice el documento que consultamos, redactado en español) de Horacio Pallavicino. En enero de 1590, los ingleses se regocijaron abiertamente de haber impedido al nuevo agente español, Juan Estéfano Ferrari, que llevase a cabo su negociación. Estaban demasiado metidos en la vida del Mediterráneo para no llevar a ella su política. No era todavía una política de poder y de fuerza, pues los ingleses obraban con mucha suavidad y no pocas trapacerías (pero, ¿quién había que no obrase así?). Era un juego sobre dos tableros, el Islam y la Cristiandad, y hasta en tres, pues el otro era el tablero corso. Los ingleses habían sido corsarios desde los comienzos de sus andanzas en el océano, y los peores de los corsarios, que nada tenían que envidiar a las más reprobables costumbres del Mediterráneo. 52S Ya en 1581 uno de los veleros pirateaba contra los turcos. 526 Veinte años después, en 1601, un aviso de Londres refiere las lamentaciones de venecianos, genoveses y otros, con motivo de los saqueos de los veleros ingleses, y de las ventas de sus botines en las ciudades de Berbería. 527 Después de la paz hispano-inglesa 523
A. d. S. Genova, L. M. España 10.2419 (sin fecha).
524
R. HAKLUYT, op. cit.. II, pp. 289-90.
525 Innumerables referencias: piraterías contra los franceses, PAUL MASSON, op. cit., p. XXIV; contra los ragusinos, A. de Ragusa, D. de Foris, VII, f. 36 (Mesina, 26 de mayo de 1598), captura e incendio de la nave Af. D. de Lorette; otro ataque de los ingleses al largo de Cagliari, 8 de marzo de 1594. D. de Foris, II, ff. 127 v. ss.: captura de las naves Sainte-Trinité y Sainl-Jean-Baptiste. cerca de Zante, D. de Foris, V, f. 88, 12 de mayo de 1595. 526 Recueil..., p. 53; R. HAKLUYT, op. cit., II, pp. 145-6; C0D01N. XCII, pp. 60-1 (24 de junio de 1581). 527 22 de febrero de 1601, A. N., K 1630. La extraña aventura de un inglés, Richard Cocaine, quien en 1601 alquiló en Genova su nave, el hXarcband Royai a un ragusino, y el capitán del navio emprende corso contra los turcos. Mediceo 1829, f. 258.
828
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de 1604, Liorna se convierte en el refugio favorito de los corsarios ingleses retirados de sus negocios. 528 Es cierto que el corso constituye el arma de los débiles. El de los ingleses, en las postrimerías del siglo, revela lo poco que aún eran, por aquel entonces, en el mar de los grandes navios y las grandes ciudades. Habrán de pasar varios siglos para que se realice lo paradójico: un Mediterráneo inglés. La primera flota de guerra británica entra en este mar el año 1620; en 1630-1640 se abrirán en Genova diversas casas de comercio 529 filiales de las de la isla. Llegan los hanseáticos y los holandeses El retorno de los ingleses aparece vinculado al comercio del estaño. La primera entrada en escena de los hanseáticos y de los holandeses depende de las compras masivas de trigo efectuadas por los mediterráneos. Se debe, pues, al trigo, en mucho mayor grado que a la política torpe e ineficaz de aquellos pésimos guardianes de las puertas del Mediterráneo que eran ios españoles, aunque también ésta ha tenido su parte de responsabilidad. Las malas cosechas que ha padecido Italia de 1586 a 1590 53 ° alertaron a los holandeses y los hanseáticos, asistidos posiblemente por negociantes e intermediarios judíos, como han supuesto, no sin razón, Luzac, 531 De Jonge 532 y Wátjen. 533 Pero eso únicamente atañe a los detalles de ejecución, lo mismo que el hecho de que las iniciativas vinieran de Danzig, Lubeck y Hamburgo. Es muy natural que estas ciudades hanseáticas, situadas a las puertas de los grandes mercados de trigo, por largo tiempo especializadas en el comercio en cereales en gran escala, atendieran a la llamada del Mediterráneo. El gran duque de Toscana envió precisamente a Danzig, en 1590, a su agente Ricardo, acompañado de una comitiva, con el encargo de pasar del «granajo della Pollonia» a Lubeck y después a Holanda, Francia e Inglaterra. s 3 4 Es indudable que el enorme pedido que el gran duque hizo al norte ese mismo año —se dice que por un millón en oro— provocara por sí mismo la llegada de las flotas nórdicas del trigo. Los historiadores 528
R. GALLUZZI, op. cit..
529
A. d. S. Genova, Giunta di Marina, nota sobre el consulado inglés, sin fecha.
530
W. NAUDÉ, op. cit.. pp. 142-3, 331. ÉLIE LUZAC, Richesse de la Hollande, l, op. cit., 63. JOHANNES CORNELIS DE JONGE, Nederland en Venetie, Gravenhague, 1852,
531 532
III,
p.
270.
pp. 299-302. 533 534
H. WATJEN, op. cit.. II, p. 5. G. VIVOLI, op. cit., III, p. 181.
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829
EL TRIGO NÓRDICO EN LIORNA, ¡593 Lista de navios transportados (según Mediceo 2079, ff. 150 v. a 169 v.) Ciudades '/llanda
re* V Litbcck hmden
Navios procedentes de
12
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Novios cargados en...
7 28 uno solo de ellos en Zelanda
3
3 1 12 29
Los 73 navios llegaron a Liorna como sigue: 6 de enero (2), 9 de enero (1), 12 de enero (5), 13 de enero (37), 14 de enero (4), 16 de enero (1), 12 de enero (5), 13 de enero (37), 14 de enero (4), 16 de marzo (1), 14 de marzo (2), 1.° de abril (1), 29 de abril (1), 3 de mayo (1), 5 de mayo (1), 6 d'e mayo (2), 12 de mayo (1), 15 de mayo (1). Nada se indica a propósito de los retrasos en ruta sobre estos navios de 1593, pero en 1609-1611 (Mediceo 2079), la duración de los viajes reales, en semanas, era la siguiente: A) Amsterdam-Liorna (12, 6, 5, 5, 8, 5, 32 días, 16). B) Danzig-Liorna (14). C) Londres-Liorna (4, 8). D) Bristol-Liorna (12). E) Plymouth-Liorna, 28 días. Dejaremos que el lector deduzca de este cuadro las observaciones que sugiere (variación en la duración de los viajes, predominio de los viajes en invierno, indicación visible del papel de Amsterdam como centro de redistribución de cereales). Añadamos, sin embargo: 1.°, que en el año de 1593, 6 navios ingleses aportaron sus cargamentos habituales de plomo, de estaño y de arenques, pero que en su convoy se deslizaron un navio holandés (cargado en Inglaterra) y un navio de Emden, el Aigle Noir, cargado en Lisboa; 2.°, que, en total, sumado el centeno y el trigo, los nórdicos desembarcaron ese año en Liorna poco más de 1 5.000 toneladas de cereales, ¡o que da para esos veleros del norte un tonelaje medio de unas 200 toneladas; 3.°, la lista de los nombres de esos navios indica que entre ellos predominaban en gran mayoría los no religiosos.
pretenden que en 1591 trece veleros fueron secuestrados a su paso por España, a pesar del salvoconducto expedido por el Rey Católico. 535 Cuarenta llegaron a Liorna. 536 Habida cuenta de la cuantía de las demandas toscanas, nada tiene de extraño, como decimos, "5
Ibid., p. 317, referencias a GALLUZI y a RONDINELLI, p. 318.
536
Ibid.
830
DESTINOS COLECTIVOS
que los países nórdicos 537 respondieran a la llamada del Mediterráneo. Holandeses, hanseáticos e ingleses se mezclaron entre la flota triguera, como se desprende claramente de la lista de los pórtate liorneses de 1593. Del trigo a las especias: los holandeses conquistan el Mediterráneo A pesar de que los hanseáticos y holandeses llegaron al Mediterráneo al mismo tiempo, sólo los últimos lograron conquistar el mar. El hermoso libro de Ludwig Beutin s 3 8 lo explica por la competencia establecida entre los dos pueblos nórdicos. A principios del siglo XVII, los hanseáticos fueron eliminados, y sus navios ya no pasaron de la escala de Málaga. s39 Hay que establecer las causas de esta derrota. Sin duda, los hanseáticos, que durante las guerras entre los ibéricos y los nórdicos conservaron la ventajosa posición de neutrales, empezaron a perder sus ventajas después de los acuerdos de 1604 y de 1699- En el siglo x v m , a favor de las guerras europeas, nuevamente los hanseáticos extendieron su comercio por el mar Interior; pero a finales del siglo XVI mediaban otras circunstancias: tal vez el hecho de que los hanseáticos estaban vinculados a España y a las empresas oceánicas que ésta les proponía, y, por consiguiente, no carecían de las especias y de la pimienta que hubiesen podido atraerles hasta Levante; o el hecho de que, detrás de las ciudades marítimas, no se hallaba una industria poderosa y de que, por consiguiente, la Alemania del sur mantenía relaciones con Genova y con Venecia; o tal vez la falta de numerario. Por una paradoja a la cual, sin embargo, 537 Sobre la entrada de navios alemanes en el Mediterráneo, tres documentos ragusinos (Diversa de Foris, XV, ft. 123 v. a 124): Venecia, 24 octubre 1596, pormenores relativos ai seguro del navio Graissatit, capitán Hans Emens de Hamburgo, que ha transportado grano desde Hamburgo a Venecia; Venecia, 28 nov. 1596, seguro de la nave Satnte-Trmité. en Hamburgo, capitán Antinio (?) Luder, que ha traído trigo a Venecia; Venecia, 24 dic. 1596, detalles similares relativos a la nave Fortuna Volante, capitán Girardo Vestrevuola, que también ha traído trigo de Hamburgo. En el largo viaje entre el norte y Venecia se producen diversos incidentes: por ejemplo, en 1597 dos navios (capitanes Luca y Giacomo Neringhia) que habían cargado trigo en Danzig fueron descargados en Lisboa; cargan nuevas mercancías en esta ciudad y las llevan a Venecia, donde piden que se les exima de los derechos de anclaje, como se hacía en el caso de los barcos que llegan cargados de trigo desde países tan lejanos; se les concede lo que han pedido, A. d S. Venecia, Cinque Satii, Busta 3, 29 julio 1597.
538
0er
i¡eutschen Seehandel im Mittelmeergebiete
bis zu den napoteonischen
Kriegen.
Neumünster, 1933539 Barcos de Hamburgo en Italia se mencionan todavía en 1600, Simancas Eo. 617.
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debemos encontrar explicación, fueron los holandeses quienes, en 1615, y sin duda desde antes, 540 llevaron a Siria algunas mercancías alemanas, ámbar, mercurio, cinabrio, alambre de cobre, hierro, etcétera. No creo que esto deba atribuirse a una organización especialmente buena de la Hansa: la multiplicidad de propietarios de sus naves y la de sus aseguradores, bien puntualizada por Beutin, eran iguales a las que se observaban en todo el Mediterráneo. Tampoco era problema de barcos, porque los hanseáticos los tenían de todos los tonelajes. Quizá se debiera a la decadencia de los Estados-ciudades, en comparación con un Estado territorial mejor agrupado. De cualquier modo, es lo cierto que los holandeses fueron los únicos que triunfaron. Sólo ellos lograron llegar, en 1597, a la extremidad oriental del mar. Ese año, Balthasar Moucheron, enemigo de España, envió un navio a Trípoli de Siria, bajo pabellón francés. 541 Al año siguiente, todos los navios holandeses obtuvieron del rey Enrique IV autorización para traficar bajo esta bandera en los puertos turcos 542 (las primeras capitulaciones no las tuvieron sino hasta 1612). En 1599, el cónsul veneciano señaló que, en ese año, 543 «todavía llegó» un navio «flamenco» con más de 100 000 escudos en dinero contante, que causó no poco daño al comercio veneciano. El veneciano tenía interés en averiguar si los mercaderes de los Países Bajos se quedarían en Siria, y el «cónsul» holandés le declaró que de ninguna manera, siempre y cuando que continuaran en el océano Indico los progresos de sus compatriotas. Los venecianos los habrían despedido con el mayor gusto; pero los holandeses se quedaron, a pesar del viaje triunfal de Houtman (1595), de la ocupación de Java (1597), del reconocimiento de las Comores y la toma de la isla de Mauricio (1598) 544 y del regreso de la flota (1598). Se necesitaban muchos años para conquistar eficazmente el océano Indico y para que, al acomodarse las corrientes comerciales que esto traía consigo, de la Compañía de las Lejanas Tierras (Van Verne) se desprendiera, en 1602, la victoriosa Compañía de las Indias Orientales. Por otra parte, ¿habrían sido capaces de interrumpir el precioso tráfico de las drogas, aunque hubiesen sido atraídos a Levante por 540
J. Bl-RCHET, op. cit.. pp. 157-9.
541
J. DENI'CÉ, op. cit.. p. 17.
542
lbid., p. 71. Pero el «consulage» era ejercido por los ingleses.
545
G. BERCHET, op. cit.. p. 103. J. DENUCÉ, op. cit.. p. 68.
544
- , ':'
,
832
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&S-
j ^ 3 años
Fig. 54
1573-79 .- 1573-74, 1577-78.1578-79
Incremento de los navios del norte en Liorna: 1573-93
Según F. BRAUDEL y R. ROMANO, Narires et manhandises a l'entrée du port de Livourne. Estos cuatro mapas muestran el rápido crecimiento de los tráficos con punto de destino en Liorna (cada mapa muestra la suma de los tráficos de tres años).
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La importancia de Levante, que nunca ha sido muy grande, va a disminuir más (pese al gran valor de algunos cargamentos). E! tráfico mayoritario que viene del oeste es, sobre todo al principio, el de España y Portugal, y a él se suman unos pocos barcos procedentes de la zona del canal de la Mancha y del mar del Norte. Este estado de cosas cambia radicalmente con la llegada masiva, en 1590-1593, de navios del norte, cargados de trigo.
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el comercio de la seda (que pronto intentarían, sin éxito, desviar hacia el golfo Pérsico) y del algodón hilado?... Asi, pues, los holandeses se instalaron en el mar Interior como abejorros, y un tanto pesados, tan pesados, que cuando topaban con un vidrio lo hacían saltar en añicos. Su entrada es estrepitosa, brutal. ¿Podía esperarse otra cosa de quienes habían dado al mundo los piratas más crueles, al decir de los portugueses, quienes, después del saqueo «da nossa cidade» de Faro, S45 tenían sus razones para saberlo? Pero este modo de comportarse, ¿no se debería también al hecho de que, tanto en el Mediterráneo como en el océano, tenían que abrirse paso a codazos, conquistando el terreno que ya pertenecía a otros? Así habían procedido en los siglos XIII y XIV los catalanes, que también llegaron tarde y tuvieron que abrirse paso pirateando y saqueando. ¿Y qué otra cosa habían hecho los ingleses? Sus cañones no les servían sólo para forzar la entrada de Gibraltar y para defenderse contra las galeras españolas; disparaban tranquilamente contra todo lo que se oponía a su codicia: navios turcos, franceses, italianos, poco importaba; y pronto se ganaron una bien merecida fama como piratas. También los holandeses merecieron que se les inscribiera en las listas de los filibusteros. 546 Muy pronto se asociaron al corso berberisco, y yo añadiría (insistiré más tarde sobre esto) que lo transformaron, atrayéndolo, igual que al comercio oceánico, hacia el gran puerto de Liorna. 547 En todo caso, en 1610 548 desembarcan en el puerto toscano dos naves procedentes del océano Indico. No se precisa si eran mediterráneas u holandesas; pero el escribano pergeña toda una página para describir sus riquezas. Además, se cimentan relaciones bastante curiosas entre la Señoría de Venecía y Amsterdam, a veces por medio del rey de Francia, de una naturaleza tan complicada que no es fácil desentrañar. En Venecia se hacían entonces seguros 545 BERNARDO GÓMEZ DE BRITO, Historia trágico-marítima, Lisboa, 1904-1905, II, pp. 506-7, hacia 1604. 546 547
H. WÁTJEN, op. cit., p. 55. R. GALLUZI, op. cit., III, p. 270;
G. VIVOLI, op. cit.,
IV, pp.
7, 10; señalo,
como pequeño detalle enigmático, la llegada a Liorna, el 29 de noviembre de 1581, de una nave probablemente portuguesa (el Santo Antonio, capitán, Baltasar Días), cargada en el Brasil y que llevaba principalmente 460 cántaros de palo del brasil. Sobre las tentativas de «colonización» toscana en el Brasil, las curiosas e insuficientes notas de G. G. GUARNIERI, art. cit., p. 24, n. 1.
548 A. d. S. Florencia, Mediceo, ff. 337 y 365, la primera de esas naves, Ntra. Señora do Monte del Carmine, proveniente de Goa, llevaba 4 000 cántaros de pimienta, y llegó a su destino en 1610; el 14 de agosto de 1610 llegó la nave Nra. Signora di Pieta, proveniente de las Indias Orientales, llevando 4 170 cántaros de pimienta, piedras preciosas y 145 cántaros de telas de las Indias...
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marítimos para todas las regiones del mundo, incluyendo las Indias. 549 Podríamos decir que en esto intervenía el trabajo de los holandeses; pero no disponemos de pruebas. Falta mucho, por lo demás, para que la historia de Holanda en el siglo XVI, y con respecto al pequeño sector del Mediterráneo, sea enteramente inteligible. La hora de su triunfo en el cuadrante del mundo comienza a sonar en las postrimerías del siglo. ¿Por qué la victoria de los navios de Isabel sobre las pesadas flotas de Felipe II no fue seguida por un triunfo que parecía lógico? Inglaterra había ganado, y Holanda envió inmediatamente sus hombres, su tráfico, sus navios hasta la lejana Oceanía y China, y en el mundo entero. Y así siguieron las cosas hasta mediados del siglo xvn. Sólo hay una explicación plausible: por ser vecina de los Países Bajos católicos, por su tenacidad en forzar las puertas de España, y por la habilidad con que supo sortear las guerras, los saqueos y la violencia, Holanda permaneció en mayor grado que Inglaterra asociada a la península Ibérica y a sus tesoros de América, sin los cuales no habría podido animar su propio comercio. Pues sin dinero, sin los doblones tan pacientemente extraídos de España, el comercio holandés por los siete mares del mundo habría sido imposible. A comienzos del siglo XVII se estimaba en Inglaterra que era más ventajoso el comercio de la Levant Company, fácilmente equilibrado por las abundantes exportaciones hacia Turquía, que el de la East India Company, que no se concebía sin una considerable evasión de moneda. 55° ¿Existía entre España y Holanda una relación monetaria, reforzada por la paz de 1609-1621 y rota, como toda la fuerza de España, a mediados del siglo XVII, precisamente —y tal vez no por una simple coincidencia— en el momento en que la rueda de la fortuna iba a girar contra Holanda? De cómo los holandeses se apoderaron de Sevilla, a partir de 1570, sin hacer un solo disparo La brillante victoria de los ingleses y los holandeses en el siglo XVII sólo a escala mundial se puede interpretar correctamente. Fue, ante todo, resultado de una serie de mejoras técnicas en el arte de construir y hacer navegar lo navios; de esto hemos hablado ya anteriormente. 551 La aparición del velero nórdico de 100 a 200 toneladas, bien armado y fácilmente maniobrable, marca un punto 549 550 551
A. d. S. Venecia, Cinque Savii..., Busta 6, 15 de noviembre de 1596, copia. A. C. WooD, op. cit.. p. 43. Ver supra, pp. 398 ss.
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crítico en la historia marítima del mundo. De 1500 a 1600 la navegación ha hecho más progresos en los mares del norte que del año de la derrota de la Armada Invencible al año de Trafalgar. 552 Los marinos del norte aumentaron la capacidad defensiva de sus veleros, incrementando el número de sus tripulantes, multiplicando su artillería y despejando los puentes superiores, lográndose, en consecuencia, mayor capacidad de maniobra, como Ralph Davis ha demostrado de una manera a mi entender decisiva. 553 Siempre que contamos con registros de cifras, comprobamos que el número medio de hombres que componen la tripulación (en relación con el tonelaje del navio), es superior en el norte que en el mar Interior. S54 La desventaja que representa la menor carga queda compensada por una mayor seguridad y, por tanto, unos seguros más baratos. 555 Evidentemente las costosas galeras del Mediterráneo podrán, algunas veces, e incluso en el siglo xvn, lograr sensacionales revanchas: un barco de vela sólo es rey cuando el viento hincha sus velas y le permite evolucionar. 556 Pero cuando hay calma chicha, la galera, gracias a su agilidad, puede acercarse, aprovechando los puntos ciegos, a la inmóvil fortaleza, y apuntarse la victoria. Pero la excepción confirma la regla. La superioridad bélica y mercantil del norte es algo que no se puede cuestionar seriamente. Y los ingleses y holandeses han tenido muy pronto conciencia de ello, mucho antes de 1588. Ellos consideran «gallinas en remojo» a los navegantes portugueses. 557 Los portugueses, por su parte, describen a los vencedores como la hez de la tierra. Estos holandeses —dicen, todavía a la altura de 1608— S58 se contentan, cuando navegan, «con un mordisco de bizcocho, unas raspaduras de mantequilla, tocino, pescado y cerveza; así pasan meses y meses en alta mar». Los meridionales son mucho más exigentes a bordo, «porque no es552
551
L. VON PASTOR, op. cit., ed. alemana, t. X, p. 306.
«Influences de l'Anglaterre sur le déclin de Venise au xvir siécle», en Decadenza económica veneziana nel secólo XVII. Fundación Giorgio Cini, Venecia, 1961, pp. 183-235. 554 Sobre este punto véase supra, p. 403; C. S. P. East lndies. I, p. 107, octubre 1600, 5 barcos enviados a las Indias: 1 500 toneladas, 500 hombres de tripulación. R. DAVIS, art. cit., p. 215". en 1628, según el baile veneciano, «los ingleses transportan muchos marineros y cañoneros dejando mucho espacio libre para el combate». 555 R. DAVIS, art. cit., p. 215 (C. S. P.. Veneciano, 2 octubre 1627). 556 F. BRAUDEL, «L'économie de la Méditerranée au xvir siécle», en Economía e Storia, abril-junio 1955, reproducido en Les Cahiers de Tunisie. 1956, pp. 175 ss. 557 B. M. Sloane, 1572 (hacia 1633). 558 Citado por C. F BOXER, op. cit.. p. 76, nota 150. El texto es de Pedro de tíaeza.
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tamos, como ellos, criados en la miseria». Como es natural, son muy otras las razones que explican el éxito de los navios del norte. Pasemos ahora una rápida revista a las razones frecuentemente aducidas: que los ibéricos han sido unos pésimos guardianes de las puertas del Mediterráneo; que tratando de conjurar la tormenta, la han desencadenado al adoptar, en el Atlántico y frente al norte, una política cuya puesta en práctica estaba muy por encima de sus posibilidades. No hay duda de que esta explicación contiene una parte de verdad. En 1586, los españoles, que eran ahora tan señores de Lisboa como de Sevilla, multiplican los embargos y las prohibiciones contra los navios del norte. S59 Pero estas medidas no impiden que los ibéricos mantengan un activo comercio con el enemigo: el bloqueo continental resultó francamente inefectivo. 560 Y todo continúa, poco más o poco menos, como antes. Pero la cronología nos pone inmediatamente en guardia. Los ingleses vuelven al Mediterráneo en 1572-1573, con más de diez años de antelación sobre los embargos españoles, y los holandeses en 1590-93, es decir, con varios años de retraso respecto a aquéllos... Con toda la evidencia, la gran explicación de un vuelco económico de esta magnitud sólo nos la puede proporcionar, o al menos dejarla entrever, la situación económica general. El norte y el sur se han enfrentado como enemigos bastante antes del final del siglo: los Países Bajos se rebelan en 1566; los ingleses cortan las rutas marítimas españolas a partir de 1569- Pero estos enemigos complementarios 561 no podrían vivir los unos sin los otros. Luchan, pero luego llegan a un acuerdo o a un acomodo, según la entente establecida sea de carácter oficial o bajo cuerda. En consecuencia, la hoguera de la guerra en el Atlántico se enciende, se apaga, se vuelve a encender, siempre atemperada por interrupciones decididas entre bastidores. Y entre 1566 y 1570 se produce un importante turningpoint. Hasta entonces, el comercio oceánico había sido triple: los del norte (holandeses en primera fila, 562 bretones muy pronto en segunda posición, 563 559
Referencias, La Méditerranée..., 1. a ed., p. 493. J. H. KERNKAMP, Handel op den vijand 1572-1609, 2 vol. Utrechc, 19311934, continúa siendo todavía la obra esencial. Sobre la frecuente ineficacia de estas 560
medidas, V. VÁZQUEZ DE PRADA, op. cit. (1596-1598), I, p. 63. 561 La expresión la he tomado de GERMAINE TILLION, Les ennemis complémentaires, 1960; se trata en este caso de los franceses y argelinos de 1955 a 1962. 562
563
Desde 1550,
Ibid.
V. VÁZQUEZ DE PRADA, op. cit.,
I, p.
48.
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ingleses, y más tarde hanseáticos y pescadores escandinavos; S64 todos ellos aseguran los enlaces entre el norte y la Península, abasteciéndola de trigo, madera, pescado secos o en salazón, plomo, estaño, cobre, lienzo, paños y quincallería); los ibéricos, que han organizado a partir de España la Carrera de Indias y, a partir de Portugal, el enlace oceánico con las Indias Orientales; y finalmente los italianos y más en particular los genoveses de Sevilla, quienes financian este comercio de mercancías, encargándose la plata americana de nivelar, aunque siempre con un cierto retraso, los desequilibrios que se producen en las balanzas comerciales. El sistema recibe, entonces, dos duros golpes: a partir de 1566, los mercaderes genoveses, que están obteniendo del rey sacas de plata se desinteresan de la exportación de mercancías que hasta aquel momento habían facilitado sus pagos al norte. Y el movimiento de plata de Laredo a Amberes se interrumpe después de 1569. 565 Pero no por ello cesa el comercio atlántico; es más, incluso prospera y este sorprendente hecho es en sí una explicación clave. N o se trata de interrumpir este comercio de manera total, dicen los expertos en economía españoles a los consejeros del rey, pues eso traería consigo la ruina de la navegación y del comercio de Indias y disminuiría las reservas del tesoro. Así se dice en un largo informe de 1575. 566 Abandonado por el gran capitalismo genovés, el comercio de exportación de Sevilla encuentra nuevos patrocinadores. Las firmas de los Países Bajos, enriquecidas durante los años anteriores, adelantan sus propias mercancías y esperan para ser pagados que las flotas de Indias vuelvan con numerario. Dicho con otras palabras, los mercaderes sevillanos se convierten ahora en unos meros agentes con comisión: ven pasar las mercancías por delante y cobran sus porcentajes, pero, prácticamente nunca arriesgan lo suyo. Sus capitales van a servir para comprar tierras y pueblos, juros, o para constituir mayorazgos. De este papel pasivo a la completa inactividad sólo había un paso y ellos contemplan tranquilamente tal perspectiva. Así fue como se conquistó Sevilla, devorada desde dentro por las ocultas bocas de los termes, todo ello en beneficio de Holanda. En la interminable guerra que comienza en 1572, Amberes continuará siendo la capital del dinero político, como Saigón antes de 1953, durante el tráfico de las pias564 565 566
A. N., K 1607 B (B. 89). Ver supra, pp. 637-8. Simancas Eo. 569, f. 84 (sin fecha).
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tras. Pero Amsterdam atrae a los mercaderes de Amberes y, apoyándose en Sevilla, lanza su red sobre la inmensa América española. Es una victoria que nunca se habría conseguido sin mediar antes años de paciente trabajo, complicidades, hombres de paja, la lenta desintegración del mercado sevillano y la cooperación —por ejemplo— del duque de Medina Sidonia en lo tocante a la transmisión de plata desde su feudo, Sanlúcar de Barrameda. S67 Hacia finales de la centuria esta infiltración del tráfico sevillano se hace manifiesta y, durante el verano de 1595, el rey decide asestar un golpe a este comercio clandestino, demasiado desarrollado como para pasar inadvertido a una atenta inspección oficial. La orden fue ejecutada por el licenciado Diego de Armenteros, asistido por Luis Gaytán de Ayala. Visitaron sesenta y tres casas comerciales de Sevilla, pertenecientes a castellanos, portugueses, flamencos, franceses y alemanes, sospechosos todos ellos a causa de sus relaciones con Holanda, Zelanda e Inglaterra. 568 No hará falta decir que en ninguno de esos lugares se pudo encontrar un solo holandés, inglés o zelandés. «Es cosa harto sabida—escribe Armenteros— que ellos sólo trafican en España por medio de intermediarios de su confianza.» Los dos visitadores confiscaban papeles y libros de cuentas, cuando encontraban tales libros, dado que algunos mercaderes habían recurrido al extremo de esconder los suyos debajo de los colchones de sus camas. Todos estos papeles fueron examinados por los cinco contadores, expertos contables puestos al servicio de los investigadores. La gran cantidad de evidencias, las complicaciones y las oscuridades hicieron difícil y complicada su tarea: no era nada fácil descubrir quiénes eran los verdaderos propietarios de las mercancías, resultaba que en los Países Bajos, las provincias fieles a España traficaban con las zonas rebeldes. Y, a menos de instituir salvoconductos especiales concedidos por el gobernador de los Países Bajos, o hacer obligatorio y general este sistema entre las dos zonas en guerra de Flandes, era difícil saber si una determinada mercancía pertenecía a unos o a otros. La confusión procedía de que era imposible hacer pasar por Dunkerque o Gravelinas el tráfico de las provincias leales. Con los rebeldes al lado y Dover enfrente, ¿cuánto tiempo habría requerido? Y además, allí no había navios del rey. ¿Se debía en tal caso proceder a una investigación y 567 Toda esta gradual Passieverung de Sevilla, admirablemente explicada por J. VAN KLAVEREN, op. cit., en especial pp. 111 ss., de las que he tomado mucha de mi información. 568 1594, Simancas Eo. 174.
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buscar testigos? Nadie podría ni querría decir la verdad. Un mercader que, sometido a interrogatorio, permitiese que se le confiscasen ciertas mercancías, podía estar bien seguro de que su corresponsal se reembolsaría a expensas de mercancías suyas. Tales son las conclusiones que expone la carta colectiva enviada el 12 de julio, por el duque de Medina Sidonia y los dos inspectores, escrita de puño y letra de Diego Armenteros. 569 La situación resulta todavía más clara en otra carta del mismo Armenteros, escrita, un mes más tarde, probablemente a uno de los secretarios de Felipe II, amigo o protector suyo, y en todo caso figura política importante. 57 ° En los papeles confiscados, Armenteros ha encontrado numerosas pruebas de que los mercaderes incriminados comercian tranquilamente con los rebeldes de los Países Bajos y con los ingleses y que mantienen correspondencia con ellos y les envían sumas de dinero. Entre otros hay todo un lote de papeles concernientes a Francisco de Conique, Pedro Leymieri y Nicolás Baudaert, los tres residentes en Inglaterra, y David Leymieri, este último establecido en Amsterdam. Una carta enviada a Pedro Leymieri, que está en Inglaterra, le informa de «que nuestra flota ha regresado en un tal desorden que si ahora quisiera volver a salir se la podría capturar con toda facilidad con sólo unos pocos navios». Esta compañía (Leymieri y sus socios) es, según se le ha informado, la más rica de las establecidas en Sevilla. Seis navios con mercancías pertenecientes a esta firma han llegado a Saniúcar de Barrameda y el duque de Medina Sidona ha permitido desembarcarlas. También es cierto —añade Armenteros— que el duque gana en la operación 12 000 ducados. «No hay un solo extranjero que entre en Saniúcar —sigue diciendo— que no sea festejado y favorecido, e incluso ayudado para que se lleve plata.» Cuando encuentre una persona en quien se pueda confiar plenamente, le enviará los papeles concernientes al asunto Leymieri. Pero hasta ese momento lo mejor será —insta— guardar secreto: «Que no aumente el número de enemigos que me he procurado por servir a Su Majestad...» Existen evidencias de claridad todavía más cruda. Durante el año siguiente, 1596, 571 60 navios cargados para las Indias son sorprendidos en la bahía de Cádiz por la flota inglesa, cuando el saqueo de la ciudad. El valor total de las mercancías contenidas en 569 570 571
Simancas Eo. 174. 18 de agosto de 1595, ibid. Sigo aquí a JACOB VAN KLAVEREN, op. cit., pp. 116-7.
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eilos alcanza los 11 millones de ducados. Los ingleses proponen no quemarlos si se les pagan dos millones. El duque de Medina Sidonia rechaza la proposición, y los navios arden... pero no son los españoles quienes sufren la enorme pérdida, puesto que las mercancías no son suyas. Se podría escribir todo un libro sobre esa Sevilla: una ciudad donde la corrupción, las denuncias infames y los funcionarios prevaricadores están al orden del día; una ciudad donde la plata destruye las conciencias. Todas estas crudas realidades nos ayudan, si no a llegar a conclusiones, sí al menos a vislumbrar las explicaciones esenciales. Lo que hace bascular la historia del mundo no es la incompetencia de los agentes de Felipe II, ni la evidente eficiencia con que se guarda el estrecho de Gibraltar, sino, con toda evidencia, la bancarrota del Estado español, patente en 1596, y que aun antes de ser un hecho firmemente establecido, plantea de nuevo los problemas inherentes a la circulación de la plata y la repartición de las riquezas del mundo. Holanda, ahora en un momento de brusca expansión, busca y encuentra compensación en el Mediterráneo, por una parte, con el trigo y otros tráficos, y por otra, en las islas de la Sonda, gracias a sus especias. Detalle curioso: el avance de los holandeses, en especial en el Mediterráneo, aunque también hacía las Indias y América, fue precedido por la llegada de mercaderes portugueses, en su mayor parte cristianos nuevos, que vienen tanto de Lisboa como de Jas ciudades del Norte donde habían encontrado refugio. ¿Se produjo una conquista de Lisboa similar a la de Sevilla? He aquí una nueva y muy importante cuestión. Cristianos nuevos en el Mediterráneo Esta inmensa infiltración de un capitalismo del norte, atlántico e internacional, con sede en Amsterdam, no podía ignorar el rico Mediterráneo. Lo mismo que España, ignominiosamente saqueada, el Mediterráneo era un fruto muy tentador para un capitalismo joven y de buena dentadura, un capitalismo que muy pronto ha sabido lo que hay que hacer para encontrar cómplices sobre el propio terreno. Los ricos marranos portugueses entran en juego para preparar y facilitar —muchas veces sin pretenderlo— el camino a los holandeses: los Ximenes de Lisboa y de Amberes, por ejemplo, y sus asociados, Jos Andrade y Jos Veiga, que han organizado, para el gran duque de Toscana, los envíos de trigo del norte a partir de la década de 1590, consiguiendo considerables beneficios, y que
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también han participado en el comercio de la pimienta en dirección a Italia. Desde 1589 envían remesas de especias a Baltasar Suárez, a Florencia. Más adelante preferirán a Antonio Gutiérrez, un castellano que se acaba de establecer en Florencia, y que, siendo, en realidad, portugués no tarda en ponerse en relación con otros mercaderes de su país, como, por ejemplo, ese Manuel da Costa que le envía cajas de azúcar en mayo de 1591. 572 La correspondencia de Simón Ruiz con Florencia nos informa sobre esos portugueses que en esto de especierías 573 lo controlan todo, según dice Baltasar Suárez, quien espera la intervención de un amigo, en favor suyo, ante los poderosos Ximenes. Estos últimos han enviado, en 1591, 500 quintales de pimienta a Italia, en un solo viaje. 574 El año anterior habían hecho venir un navio de Brasil a Liorna, con 600 cajas de azúcar. 57S Todo lo que intentan les sale bien. La pimienta de Alejandría falla en el momento justo. «Son afortunados en cuanto ponen la mano», exclama Baltasar Suárez. 576 Tras sus huellas llegan a Italia otros portugueses. En febrero de 1591, dos de ellos, Fernández y Jorge Francisco consideran la idea de establecerse en Pisa. Si así lo hacen «no hay duda de que atraerán hacia ellos todos los negocios de Portugal». 577 En agosto de ese mismo año, «si es cierto lo que he oído decir —escribe Baltasar Suárez— los Ximenes han enviado a una persona para que abra negocio en su nombre e incluso han mandado a Pisa a Sebastián Ximenes Penetiques, su actual agente en Cádiz. De Amberes viene un hijo de Rui Núñez y, como se trata de personas ricas, el gran duque desea atraérselos y se apresta a ofrecerles privilegios 578 en abundancia». Estos detalles nos revelan un cierto cambio en la situación económica general: desde que comienza a ser difícil vender pimienta por las rutas del Atlántico, se difunde casi espontáneamente hacia Italia y Alemania, y, en consecuencia, durante cierto tiempo la emigración portuguesa se dirigirá hacia Italia. En Venecia, el embajador de Felipe II habla de esos judíos portugueses que vestidos como los cristianos se declaran «por judíos y se ponen el sombrero 572 Correspondencia de Simón Ruiz, Archivo Provincial de Valladolid, Antonio Gutiérrez a Simón Ruiz, Florencia, 20 mayo 1591. 573 Florencia, 20 mayo 1591, ibid. 574 Florencia, 17 junio 1591. 575 Florencia, 31 diciembre 1590. 576 Florencia, 9 septiembre 1591, ibid. 577 Florencia, 26 junio 1591. 578 Florencia, 12 agosto 1591.
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rojo que es el signo distintivo que llevan en este Estado». Venecia se muestra cada vez más tolerante con ellos: los acoge, los ayuda, los protege y se beneficia de su competencia. Destacan algunos nombres, algunos de ellos poco conocidos: dos hermanos, Rui Loppes y Diego Rodrighes, quienes en 1602, después de veinticuatro años de residencia en la ciudad, piden se les conceda la cittadinanza veneciana; 58° o ese Rodrigo di Marchiano, judío de Portugal, iniciador del comercio del azúcar con base en el cabo Ghir, en Berbería, 581 o esos otros marranos venidos de Flandes y Hamburgo, que pasan por Venecia camino de Levante. Por lo que parece, se insinúa entonces, discreta o no, eficaz o aparente, la prosperidad de ciertos mercaderes judíos, levantinos y occidentales que puestos de acuerdo entre sí trabajan juntos de Estambul a Salónica, Valona y Venecia, y por el oeste, hasta Sevilla, Lisboa y Amsterdam. No es pura casualidad que durante esos años los piratas españoles, toscanos y malteses se preocupen seriamente de limpiar los barcos mercantes, apoderándose de toda mercancía que pertenezca a los judíos, la ropa de judíos mencionada en los documentos españoles. Son cargamentos que, por lo general, valen la pena. 582 Y se impome la pregunta: esta prosperidad, ¿es el resultado de una entente, más o menos formal, entre holandeses y cristianos nuevos portugueses? Si es así, el Atlántico ha sido el responsable. No tenemos suficientes pruebas para afirmarlo categóricamente, pero es muy probable. Publicado en 1778 sin el nombre de su autor, La Richesse de Hollande es un libro muy hermoso, aunque no necesariamente muy veraz. Envueltas entre unos cuantos errores podemos leer las afirmaciones siguientes: «sólo a partir de 1612, y a imitación de ciertos judíos que se habían refugiado entre ellos, y de quienes se dijo habían establecido por todas partes oficinas de contaduría, los holandeses comenzaron a abrir las propias y a navegar por todo el Mediterráneo». 583
579
Don Alonso de la Cueva a S. M., Venecia, 30 mayo 1608, A. N., K 1678,43 *. A. d. S. Venecia, Cinque Savii, 141, f. 44, 22 mayo 1602. lbid., 22, f. 52, 20 noviembre 1598 y 16 agosto 1602. 582 Ver infra II, pp. 225 y 304. 583 Op. cit., t. I, pp. 63 y 501. En realidad el libro es de ÉLIELUZJ\C O, para ser más exactos, éste ha retomado el trabajo anterior de JACQUES ACCARIAS DE SERIONNE, aparecido en Amsterdam en 1765. 5 80
581
ABREVIATURAS A. C. A. Dep. A. d. S. A. E. A. H. N. A. N., K B. M. B. N . B. N. F. B. N. Madrid
Archivos Comunales. Archivos Departamentales. Archivio de Stato. Affaires Etrangéres (Asuntos Exteriores), París. Archivo Histórico Nacional, Madrid. Archives Natíonales, París, Serie K. British Museum. Bibliothéque Nationale, París. Biblioteca Nazionale, Florencia. Biblioteca Nacional, Madrid.
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Colección de documentos inéditos para la historia España. Museo Correr, Venecia. Calendar of State Papers.
Correr C. S. P. Instructions Nautiques Marciana P. R. O. Sim. Sim. Eo.
Servicio Hidrográfico de la Marina francesa. Biblioteca Marciana de Venecia. Public Record Office, Londres. Simancas. Simancas, Serie Estado.
ÍNDICES
I. ÍNDICE DE LAMINAS TOMO I Entre las páginas 112 y 113 Los Alpes entre Francia y el Piamonte. Regiones áridas. El delta del Rhin. Entre las páginas 240 y 241 Portulano (siglo XVI) del Mediterráneo oriental. Tapiz I: Detalle. El mar entre Genova y Túnez. Tapiz II: Detalle. El Mar de Berveria y España. El puerto de Barcelona. En el Bosforo. Entre las páginas 432 y 433 Navio redondo mercante. El Atlántico invade el Mediterráneo. Galeón veneciano. Entre las páginas 624 y 625 Velero del Atlántico. Toma de Cádiz por los ingleses. Veleros grandes y veleros pequeños. Galeras y navios redondos en el océano Atlántico. Navio redondo. Entre las páginas 752 y 753 Genova en el siglo XV. El Arsenal de Venecia (1500). Constantinopla. El Cairo. Plano de Venecia.
II. ÍNDICE DE FIGURAS TOMO I Páginas
1. Alturas y depresiones sobre y bajo el nivel del mar. frontispicio 2. Los plegamientos del Mediterráneo 32 3- Los grandes canales de la llanura lombarda 92 4. Los canales de regularización han salvaguardado la mitad de las lagunas venecianas 100 5. Pastos de invierno y de verano de las ovejas de la Alta Provenza, hacia finales del siglo XV 114 6. Las trashumancias castellanas 119 7. Las trashumancias actuales 126-127 8. Los naufragios de naves rumbo a Venecia, de 1592 . a 1609 , 144 9- Capturas de naves durante el mismo período 145 10. Sicilia y Túnez cortan en dos el Mediterráneo . . 146 11. Corfú, situada frente a Otranto, controla el ingreso •.en el Adriático ,162-163 12. El Mediterráneo a escala del mundo 222 13. La implantación de los palmerales desde el Indo al Atlántico 226 14. Caravanas saharianas, siglos XV y XVI 241 15. Las rutas del istmo alemán • 268 16. La barrera de los Alpes 269 17. Lyon y las especias, de acuerdo con algunos documentos entre 1525 y 1534 287 18. Marsella y el mercado interior francés, 1543 .. • 290 19. El «auténtico» Mediterráneo, del olivar a los grandes palmerales 305 20. Un viaje a España que acabó en Tabarca, 1597 . 330 21. Efectos del mistral el 19 de abril de 1569 y en días sucesivos 332 22. Movimiento de negocios del «Fondaco dei Tedeschi» en Venecia 352 23. Red de las carreteras de la península Ibérica en 1546 369 24. Las rutas a través de los Apeninos toscanos . . . . 371 25. El gran bazar de Estambul en los siglos XVI-XV1I. 415 26. El corazón de Venecia 417 27. Población de las ciudades de Castilla 430 28. 29 y 30. Noticias camino de Venecia 488-489 31. y 32. Venecia: los viajes de las galere da mercato. 521 33. La población de la Terraferma veneciana en 1548. 526
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ÍNDICE DE FIGURAS Páginas
34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44.
Población de Castilla en 1541 y en 1591 Incremento de la población, 1541-1591, 1593 . . La población de Sicilia, 1501-1716 Bautismos en Florencia, 1551-1600 El curso del cequí veneciano El oro contra la plata Las dos épocas de la plata americana La plata «política» española en Europa, 1580-1626 . Los precios del trigo en el Mediterráneo y Europa . Los precios en Brusa, 1489-1633 El movimiento de los precios en París, según los archivos de las instituciones de caridad 45. Estrasburgo conoció la subida de precios antes que Valencia 46. Precios y salarios reales en Valencia 47. Precios reales de los cereales en Estrasburgo, Lwow y Valencia 48. Devaluaciones de las monedas de cuenta 49. Los carkatori sicilianos en 1532 50. Venecía: trigo del mar y trigo de Terraferma . . . 51. Las exportaciones sicilianas 52. Sicilia después de 1593: un documento que no habla de importaciones de trigo, sino de exportaciones de seda 53. Lista de todos los seguros marítimos registrados en Genova 54. Incremento de los navios del norte de Liorna: 1573-93 Facsímil de la carpeta de una carta del embajador de Felipe II en Lisboa
538 539 541 547 625 627 632 633 684 685 688 691 693 694 700 767 788 790 798 815 832-833 611
III. ÍNDICE GENERAL TOMO I Páginas
Prefacio a la primera edición española Prólogo a la primera edición francesa Prólogo a la segunda edición francesa
9 12 21
PRIMERA PARTE LA INFLUENCIA DEL MEDIO AMBIENTE Capítulo I. LAS PENÍNSULAS: MONTAÑAS, MESETAS, LLANURAS I. En primer lugar, las montañas Características físicas y humanas Definición de la montaña Montañas, civilizaciones y religiones La libertad montañesa Recursos y balance de la montaña Los montañeses en la ciudad Casos típicos de diáspora montañesa La vida montañesa, primera historia del Mediterráneo II, Altiplanos, laderas • y colinas Las altas llanuras Las comarcas en espaldera '. Las colinas III. Las llanuras El problema del agua: la malaria La bonificación de las planicies El ejemplo de Lombardía Grandes propietarios y campesinos pobres . . Cambios a corto plazo en las llanuras: la Tierra Firme veneciana Cambio a largo plazo: las vicisitudes de la campiña romana : El primado de las llanuras: Andalucía IV. Trashumancia o nomadismo: dos modos de vida mediterráneos La trashumancia
29 29 29 3-5 40 46 50 53 58 63 66 66 69 73 75 78 84 91 95 99 103 104 109 109
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ÍNDICE GENERAL Páginas
El nomadismo es más antiguo q u e la trashumancia La trashumancia castellana Comparaciones y cartografía de conjunto . . . D r o m e d a r i o s y camellos: las invasiones árabes y turcas El n o m a d i s m o en los Balcanes, Anatolia y África del N o r t e , visto por observadores occidentales Ciclos más q u e seculares Capítulo II. E N EL C O R A Z Ó N DEL M E D I T E R R Á N E O : M A R E S Y LITORALES I. Las llanuras liquidas La navegación costera Los primeros tiempos de los descubrimientos ! portugueses Los mares angostos, bases de la historia . . . . El mar N e g r o , avanzada de Constantinopla . Ei Archipiélago, veneciano y genovés ,' Entre T ú n e z y Sicilia La «Mancha» mediterránea La cuenca y el mar T i r r e n o "' El Adriático : Al este y al oeste de Sicilia .". D o s universos marítimos La doble lección de los Imperios turco y español ' ' Más allá de la política II. Las franjas continentales Los pueblos del mar '' Deficiencias de los sectores marítimos Las metrópolis ". Los altibajos de la vida marítima III. Las islas ' ¿Mundos aislados? Vidas precarias , Las islas, en los caminos de la gran historia Emigrados insulares Y las islas que no circunvala el mar , Las penínsulas , Capítulo III. LOS C O N F I N E S : EL M E D I T E R R Á N E O •*< MAYOR »: Un M e d i t e r r á n e o de dimensiones históricas . . -, I. El Sahara, segunda rustro del Mediterráneo ... El Sahara: limites inmediatos y límites r e m o t o s '•> ; Pobreza y miseria •
112 117 121 123
128 131 133 133 133 140 140 142 148 150 151 156 161 173 175 177 179 180 180 183 190 192 195 196 199 203 208 . 21 í 212 221 223 224 225 228
ÍNDICE GENERAL
853 Páginas
Los grandes nómadas Empuje e infiltraciones de ¡a estepa Las caravanas del oro y las especias Los oasis El área geográfica del Islam II. Europa y el Mediterráneo Los istmos y sus rutas meridianas El istmo ruso: hacia el mar Negro o hacia el Caspio De los Balcanes a Danzig: el istmo polaco . El istmo alemán: vista de conjunto Los Alpes ' El tercer personaje: una Alemania de rostro múltiple De Genova a Amberes y de Venecia a Ham<• burgo: las condiciones de la circulación . . . Emigración y balanza comerciales El istmo francés: de Ruán a Marsella Europa y el Mediterráneo III. El uáano Atlántico Varios Atlánticos El Atlántico, en la escuela del Mediterráneo . . El destino atlántico en el siglo XVI Una decadencia tardía
;. • -'• ' .
231 233 238 243 246 248 248 251 257 267 271
' 274 278 281 285 293 294 295 296 298 303
Capítulo IV. LA UNIDAD FÍSICA: EL CLIMA Y LA HISTORIA 304 I. La unidad climática 305 El Atlántico y el Sahara 306 Un clima homogéneo 308 La sequía, azote del Mediterráneo 314 II. Las estaciones 324 Las pausas del invierno 324 Pausa en la navegación 327 Invierno, época de paz y proyectos 334 Las penurias del invierno 337 El verano y su vida precipitada 338 Las epidemias de verano 341 El clima mediterráneo y el Oriente 343 El ritmo de las estaciones y las estadísticas en ' el siglo xvi 344 Determinismo y vida económica 351 III. ¿Ha cambiado el clima desde el siglo XVI? . . . , 353 j¡, ) Nota complementaria ...! 359 Capítulo V. LA UNIDAD HUMANA: RUTAS Y CIUDADES, CIUDADES Y RUTAS I. Rutas terrestres y ¡utas marítimas
""! ' 365 366
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ÍNDICE GENERAL Páginas
II.
III.
IV.
Las rutas nutricias Arcaísmo de los medios de transporte ¿Aumenta la importancia de las rutas terrestres hacia el año 1600? El problema intrínseco de la ruta terrestre. El doble testimonio de Venecia Circulación y estadística: el caso de España . . . A la larga el problema es doble La navegación: tonelajes y circunstancias cambiantes Navios grandes y navios pequeños en el siglo xvi Las primeras victorias de los barcos de pequeño tonelaje El siglo XVI en el Atlántico En el Mediterráneo Las funciones urbanas Las ciudades y las rutas . Un lugar de encuentro de las diferentes rutas de transporte De la ruta a la banca Ciclo urbano y regresión Uno tipología muy imcompleta Las ciudades, testigos de su siglo El crecimiento demográfico , Penurias de antaño y penurias nuevas: las carestías y el problema del trigo Miserias antiguas y miserias nuevas: las epidemias El indispensable emigrante Las crisis políticas urbanas Las privilegiadas ciudades bancarias Las ciudades reales e imperiales A favor de las capitales • Coyunturas y cambios
369 373 375 382 384 388 390 391 396 398 399 406 414 414 419 422 427 428 431 432 434 440 444 449 453 458 467 468
SEGUNDA PARTE • DESTINOS COLECTIVOS Y MOVIMIENTOS DE CONJUNTO Capítulo I. LAS ECONOMÍAS: LA MEDIDA DEL SIGLO I. El espacio, enemigo número uno Para los que escriben: El tiempo que se pierde en ir y venir ,
473 473 473
ÍNDICE GENERAL
855 Páginas
Las dimensiones del mar: Algunos records de velocidad Las velocidades medias Las cartas: un caso especial La noticia, mercancía de lujo Comparaciones actuales Imperios y espacio Las tres misiones de Claude du Bourg (15761577) Espacio y economía Las ferias: retícula complementaria de la vida económica Las 2onas económicas de escaso radio El cuadrilátero: Genova, Milán, Venecia y Florencia La población humana Un mundo de'60 ó 70 millones de hombres Los vacíos mediterráneos ¿Un ascenso demográfico del cien por cien? Niveles e índices Reservas y conclusiones Confirmaciones y sugerencias Algunas certezas Otro índice: las emigraciones ¿Es posible construir un modelo de la economía mediterránea? La agricultura es la industria más importante .. Un balance industrial El «Verlagssystem» y la expansión de las industrias urbanas El sistema resulta próspero Una mano de obra itinerante Movimientos generales y movimientos locales. El volumen de las transacciones comerciales . . Significado y limitación del comercio a largas distancias Las concentraciones capitalistas El tonelaje real de las flotas mediterráneas . El Estado, principal empresario del siglo . .. Metales preciosos y economía monetaria . . . ¿Constituían los pobres de solemnidad un quinto de la población? Un encasillado provisional Lo que se come no puede servir de criterio adecuado: oficialmente la sopa es siempre buena y suficiente El valor de nuestros cálculos
477 480 484 486 491 494 497 499 503 508 514 523 524 528 533 535 543 545 546 550 554 556 565 570 572 573 575 580 585 589 590 595 599 601 607 609 610
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ÍNDICE GENERAL Páginas
Capítulo II. LAS ECONOMÍAS: LOS METALES PRECIOSOS, LAS MONEDAS Y LOS PRECIOS . . . I. El Mediterráneo y el oro del Sudán Las salidas de metales preciosos hacia el Este. El oro sudanés: precedentes Los portugueses en Guinea: continúa llegando oro al Mediterráneo Las responsabilidades de la coyuntura El oro sudanés en África del Norte II. La plata de América Los resoros de América y de España Los tesoros de América, camino de Amberes . . El rodeo francés La gran ruta de Barcelona a Genova y el segundo ciclo de los metales preciosos de América El Mediterráneo, invadido por las monedas españolas Italia, víctima de la moneda larga El siglo de los genoveses Las ferias de Plasencia El reino del papel De la última bancarrota de Felipe II a la primera de Felipe III III. El alza de los precios Las quejas de los contemporáneos ¿Provocaron la situación las riquezas de América? Algunos argumentos en pro y en contra de la responsabilidad de las riquezas americanas . Los salarios Las rentas sobre tierras Bancas e inflación Los «industriales» Los Estados y el alza de los precios La consunción de los «tesoros» de América . . Las monedas devaluadas y la falsa moneda . Tres edades metálicas Capítulo III. LAS ECONOMÍAS: EL COMERCIO Y EL TRANSPORTE I. El comercio de la pimienta La revancha mediterránea: la prosperidad del mar Rojo a partir de 1550 Las rutas del comercio del Levante Recuperación de la pimienta portuguesa . . . .
612 614 614 618 622 625 628 630 630 635 641 644 653 656 662 667 673 675 683 686 688 690 693 696 697 702 703 709 711 715
718 718 720 726 733
ÍNDICE GENERAL
857 Páginas
La pimienta portuguesa: proyectos y negociaciones La pimienta portuguesa, ofrecida en Venecia .. El contrato de los Welser y de los Fugger: 1586-1591 La permanencia de las rutas levantinas de las especias Explicaciones posibles Equilibrios y crisis en el comercio del grano mediterráneo Los cereales Algunas reglas del comercio de granos El comercio del trigo, vinculado a las rutas marítimas Puertos y países exportadores de granos . .. Granos del Este Equilibrios, crisis y vicisitudes Primeras crisis: el trigo del Norte en Lisboa y Sevilla El boom del trigo turco: 1548-1564 Comer pan propicio: la situación en Italia entre 1564 y 1590 La última vicisitud: las importaciones de trigo del Norte a partir de 1590 Sicilia continúa siendo el granero del Mediterráneo Sobre las crisis del trigo Comercio y transporte: los i cleros del Atlántico . . . 1. Antes de ¡530: llegan las primeras nares . . . Naves vascas, naves vizcaínas e incluso naves gallegas Los portugueses Normandos y bretones Los navios flamencos Los primeros veleros ingleses El período de prosperidad (1511-1534) . . . 2. De 1550 a 1573 El Mediterráneo para los mediterráneos . . La vuelta de los ingleses en 1572-1573 . . Las negociaciones anglo-turcas: 1578-1583 El éxito de la navegación inglesa La situación al finalizar el siglo Llegan los hanseáticos y los holandeses . . Del trigo a las especias: los holandeses conquistan el Mediterráneo
735 738 741 743 751 753 754 755 762 765 770 772 774 781 786 792 796 800 801 802 802 804 805 808 809 810 813 813 818 822 824 826 828 830
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ÍNDICE GENERAL Páginas
De cómo los holandeses se apoderaron de Sevilla, a partir de 1570, sin hacer un solo disparo Cristianos nuevos en el Mediterráneo . . . . Abreviaturas
835 841 844
ÍNDICES I. II. III.
índice de láminas índice de índice general
figuras
847 849 851
Al final del segundo tomo se incluye una amplia bibliografía, así como un índice de nombres propios y otro de materias tratadas.
Este libro se terminó de imprimir el día 5 de enero de 1987 en los talleres de Lito Ediciones Olimpia, S.A. Sevilla 109, y se encuardernó en Encuademación Progreso, S.A. Municipio Libre 188, México 03300, D.F. Se tiraron 3,000 ejemplares.