5.
¿ Qué es el conocimiento?
Parece que lo primero que debe hacer la teoría del conocimiento, es decir qué es aquello de lo que se ocupa: qué es el conocimiento. Esta preocupación viene de muy lejos, de Platón (428-347 a. e. c.), quien ya intentaba proporcionar una definición en el Teeteto. De su mano se introducía una preocupación que se convirtió en obsesión durante los años sesenta y setenta, una obsesión que, aunque últimamente ha remitido sin haber conseguido su objetivo, ha dado sus frutos en el tratamiento y comprensión de otros problemas epistemológicos, estrechamente relacionados. Se trata de decir qué es el conocimiento mediante una definición que recoja todos nuestros usos correctos de este concepto. Esa definición ha de consistir en ofrecer las condiciones individualmente necesarias y conjuntamente suficientes para decir de alguien que sabe algo. Es decir, debe proporcionar condiciones tales que, si se cumplen todas, no pueda darse el caso de que no haya conocimiento (condiciones suficientes) y, si falta alguna, no pueda darse el caso de que haya conocimiento (condiciones necesarias).
5.1 La definición clásica de conocimiento ¿Cuáles son esas condiciones? Parece que, para decir que alguien sabe algo, aquello que es creído debe ser verdad. Si creo que Cervantes nació en AImagro, cuando la verdad es que nació en Alcalá de Henares, no sé que Cervantes nació en Almagro. Si lo que creo es falso, no puedo saberlo, simplemente tendré una creencia falsa. Por otra parte, también parece obvio que no puedo saber lo que no creo. Si no creo que el sistema solar tiene nueve planetas (porque no tengo ni idea de cuantos tiene o porque creo que tiene diez), no puedo saber que tiene nueve. La creencia y la verdad serían entonces condiciones necesarias para saber. Parece que todo esto está suficientemente claro, y sin embargo, ¿basta con
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eso de estar justificado -y aquí no vale decir que ha sido una casualidad, ya que lo que justamente pretende una definición de este tipo es evitar las casualidades.
tener creencia verdadera para tener conocimiento? Es aquí donde comienzan los problemas para los filósofos y donde la teoría del conocimiento tiene trabajo por hacer. La descorazonadora respuesta que los epistemólogos han dado a menudo, es que no, que no basta con que lo que yo crea sea verdadero. Veamos una razón: Juan está jugando a la ruleta y acaba de apostar al 7; está convencido de que saldrá el 7 y se frota las manos esperando el premio. Finalmente sale el 7. ¿Podemos decir que sabía que saldría el 7? Si hubiese salido el 8, hasta ese momento él no hubiese estado menos convencido de que la bola se pararía en el 7. Otro ejemplo: a Pedro le ha dicho una vidente (una señora que estaba en paro y ha decidido hacer eso para ganarse la vida) que aprobará el examen que tiene mañana. Pedro sólo se sabe uno de los 31 temas que van a examen. Está tan convencido de que aprobará, porque se lo ha dicho la falsa pitonisa, que hoy, en vez de estudiar, se va al cine. Al día siguiente, en el examen sale el único tema que se sabe, y saca un 8. ¿Sabía Pedro que aprobaría el examen? Parece que no, que es necesario algo más: hay que tener evidencias o razones adecuadas, que aporten garantías a la creencia -si la razón por la que Juan estaba convencido de que saldría el 7, es que sabía que la ruleta estaba trucada con un imán bajo ese número, entonces sí le atribuiríamos conocimiento. Eso es lo que los filósofos denominan justificación. El conocimiento es la creencia verdadera justificada.
5.3 Soluciones al problema Gettier Desde que Gettier publicó su artículo en 1963, los intentos de solucionar ese problema se sucedieron a una velocidad sorprendente y los títulos de artículos dedicados a ese propósito pueden contarse por decenas, si no por centenares. Hay soluciones posibles para todos los gustos. Si nos fijamos, el anterior contraejemplo se apoyaba en los dos siguientes supuestos: 1) Se puede estar justificado en creer algo que es falso. 2) Si se está justificado en creer p y ésta implica q, (y esto se cree justificadamente) se está justificado en creer q. Este supuesto se denomina principio de cierre de la justificación.
a) Negar que los casos Gettier sean contraejemplos
5.2 El problema Gettier En esos términos definieron el conocimiento filósofos como Alfred Ayer y Roderick Chisholm, hacia 1950. En 1963 sin embargo, Edmund Gettier publicaba tres páginas (y no es un decir) en que desbarataba esa definición. Gettier, en su artículo, presentaba dos contraejemplos a esa definición, dos casos en los que se daban todas las condiciones requeridas, y sin embargo, no podía decirse que hubiese conocimiento. Un caso del tipo Gettier podría ser éste: estoy convencido de que mi amigo Carlos tiene un Nissan. Fui con él a pro bario el día después de que se lo comprase, le he visto conduciéndolo, etcétera. Podríamos decir entonces que estoy justificado en creer que Carlos tiene un Nissan. Si alguien me pregunta «¿Tiene algún amigo tuyo un Nissan?»,le contestaré que sí. A partir de la creencia de que mi amigo Carlos tiene un Nissan, infiero y creo que «Un amigo mío tiene un Nissan». Ahora imaginemos que Carlos se ha cansado del Nissan y se lo ha vendido esta mañana a otro amigo mío, Enrique, y que yo no lo sé. Mi creencia de que un amigo mío tiene un Nissan es verdadera y está justificada (porque la he deducido, siguiendo las reglas de la lógica, de «Carlos tiene un Nissan»), pero no podemos decir que sé que un amigo mío tiene un Nissan, ya que, mientras yo creo eso porque creo que es Carlos quien tiene uno, lo que hace que la proposición sea verdadera es que lo tiene Enrique, algo de lo que yo no tengo ni idea. Si Carlos se lo hubiese vendido a alguien que no fuese amigo mío, yo seguiría creyendo que un amigo mío tiene un Nissan, y esa creencia sería falsa. La consecuencia que cabe extraer de todo esto, es que el conocimiento no es la creencia verdadera justificada; al menos no lo es, si no precisamos qué es
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Las primeras reacciones consistieron en atacar esos supuestos, en decir que los casos Gettier no eran auténticos contraejemplos a la definición de conocimiento como creencia verdadera justificada, ya que descansaban en alguno de esos dos supuestos, que eran falsos. Así, había quien negaba que se pudiese estar justificado en creer algo que es falso. Como la creencia que permite la inferencia es falsa, no habríajustificación para creerla, y entonces tampoco habría justificación para creer la segunda, que deriva de ésta. En ese caso, al no cumplirse las tres condiciones, no habría conocimiento. A pesar de su atractivo aparente, esta propuesta no puede mantenerse. La justificación debe permitir el error, por diversas razones. En primer lugar, porque parece de sentido común reconocerlo así. Cuando alguien es llevado a juicio porque se considera que ha cometido alguna falta, es porque se tiene justificación para juzgarlo, aunque no la certeza: por eso es juzgado. Si sólo se pudiese llevar a juicio a alguien cuando está probado que ha cometido una falta, entonces no sería juzgado: sería condenado, simplemente. Si tenemos evidencia o buenas razones para creer algo, estamos justificados (autorizados) al creerla; aunque a veces las cosas que creemos justificadamente resulten falsas, la remota posibilidad de que una creencia resulte falsa no debe detenemos; por el contrario, tenemos la obligación de creerla si no hay razón alguna para pensar que es falsa -dejando a un lado que resulta psicológicamente difícil, sino imposible, dudar de aquello que no tenemos evidencia alguna en contra y sí toda a favor. Confiamos en nuestros sentidos siempre que no descubramos alguna anomalía. ¿Culparíamos a alguien por equivocarse ante una ilusión óptica, perfectamente diseñada para engañarlo? ¿Diríamos que no está justificado en creer lo que cree, aunque sea falso? Está claro que la justificación que exigimos varía según la importancia del asunto del que se trate -la justificación, como la creencia, tiene grados. Sin
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Josep Lluis Blasco y Tobies Grimaltos embargo, pedir que la justificación conlleve la verdad, es ir contra las condiciones en que aprendemos las cosas, es no considerar la naturaleza humana. En segundo lugar, esta restricción tampoco serviría de nada, ya que, como veremos, hay otros contraejemplos a la definición clásica de conocimiento que no se basan en la justificación de ninguna creencia falsa. Irving Thalberg (1969) por su parte, afirmó que la deducción no transmite la justificación (negó el principio de cierre de la justificación), pero era una afirmación tan poco plausible, que él mismo la rectificó en un artículo posterior (1974). Otros autores han aceptado que se pueda estar justificado en creer algo falso, y que la justificación se transfiera a través de la inferencia, pero han exigido que entre las creencias que justifiquen (o sirvan de apoyo) a aquello que puede ser objeto de conocimiento no haya ninguna que sea falsa, o al menos que no sean falsas aquellas que son esenciales para mantener la creencia. Una creencia es considerada esencial en apoyo de otra, en caso de que, dejando igual el resto de las cosas, el sujeto dejaría de creer la una, si supiese que la otra es falsa. El hecho de que haya otros casos Gettier que no incurren en este defecto, puede explicar por qué estas propuestas han tenido tan poco éxito. En consecuencia, la mayoría de los filósofos que se han ocupado de este tema han optado, o bien por definir de una manera más precisa qué requisito adicional debe satisfacer una creencia verdadera para que sea conocimiento, o bien por postular una cuarta cláusula. I
b) La búsqueda de la tercera o la cuarta propiedad Análisis causal del conocimiento Alvin Goldman (1967) ofreció un análisis del conocimiento que intenta neutralizar las casualidades que se producían en los ejemplos Gettier: lo que pasaría en esos casos, es que, mientras que nuestra creencia de que un amigo tenía un Nissan estaba basada en el supuesto hecho de que Carlos tenía uno, lo que hacía que fuese verdadera era que lo tenía Enrique. La solución, por tanto, estaría en añadir una cuarta condición a la definición de conocimiento, en los siguientes términos: la creencia del sujeto ha de estar apropiadamente causada por aquello que hace que sea verdadera. A pesar de su atractivo inicial, esta sugerencia tiene suficientes defectos como para ser excluida. Imposibilita el conocimiento del futuro (impide que cualquier predicción constituya conocimiento, fundamental para la ciencia), el conocimiento de verdades generales, y también el conocimiento matemático y de otras verdades a priori. En primer lugar, nunca podríamos saber que el sol saldrá mañana, porque la única forma de saberlo sería que esta creencia estuviese causada
l. En la introducción de Pappas y Swain (1978) puede encontrarse una buena exposición de estas posiciones con las referencias de quienes las han mantenido.
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¿Qué es el conocimiento? por el hecho de que salga el sol, yeso sólo puede ocurrir mañana. Tampoco podríamos conocer verdades generales, porque en el mundo los hechos son particulares. No hay un hecho como «Todos los naranjos producen flor de azahar», y en consecuencia, esa creencia no puede contar como conocimiento. Pero es que además, aunque existiese ese hecho general, sería algo que nadie ha experimentado jamás (nadie ha visto todos los naranjos pasados, presentes y futuros), y por tanto, no podría ser la causa de la creencia. Por la misma razón, no podríamos tener conocimiento matemático, ¿qué poder causal puede tener 22 + 4 = 64, por ejemplo? Como apunta Jonathan Dancy (1985), es cierto que, a pesar de la aparatosidad de estas críticas, algunas podrían superarse. Por ejemplo, tal y como dice David Armstrong (1973), la teoría causal podría permitir el conocimiento del futuro, si se refinase y permitiese el conocimiento en aquellos casos en que el hecho que hace que una creencia sea verdadera, es efecto de la misma causa que ha producido la creencia. No obstante, hay otras críticas muy difíciles de evitar. Por si fuese poco, el propio Goldman (1976) planteó posteriormente un contraejemplo a este análisis causal, con el siguiente caso: Henry y su hijo van en coche por la llanura norteamericana; Henry va instruyendo a su hijo, señalando las cosas que ven y diciéndole: «mira hijo: una vaca», «mira hijo: un prado donde pastan las vacas». En determinado momento, señala un granero y le dice «mira hijo: un granero». Imaginemos que esa zona está llena de fachadas de granero de cartón-piedra, que imitan los graneros reales hasta tal extremo, que desde la carretera son indistinguibles de los graneros de verdad -podemos pensar que estamos cerca de Hollywood y que esos graneros están dispuestos para rodar películas del oeste. Si Henry hubiese mirado uno de los decorados, en lugar de uno de los pocos graneros auténticos que hay, también hubiese creído que era un granero. La pregunta es: ¿sabe Henry que eso es un granero? Con todo, la creencia ha sido causada por el hecho que hace que sea verdadera: que eso es un granero.
Fiabilidad Eso ha llevado a algunos autores, como Goldman de nuevo (1976) o Armstrong (1973), a promover una nueva condición. En el caso anterior no hay conocimiento, porque el método mediante el que se ha obtenido la creencia no es fiable. Si hubiese mirado en otra dirección, no hubiese obtenido una creencia verdadera. El conocimiento es la creencia verdadera obtenida mediante un método fiable. Ahora bien, ¿en qué consiste un método fiable? ¿No es un método fiable la percepción sensorial, que ha llevado a la creencia de que eso es un granero? Quizá lo que queremos decir, es que no sólo el método, sino su aplicación concreta y particular en determinado momento, debe ser fiable. Pero entonces, ¿no consistirá el criterio de fiabilidad en el hecho de que proporcione la verdad? Si es así, entonces la fiabilidad se determina en términos de verdad, o se equipara con ella, y de nuevo estamos diciendo que no se puede estar justificado en creer algo que es falso, con todos los problemas que eso comportaba. Además, ¿podemos distinguir siempre qué es un defecto en el método, y qué es un defecto en la aplicación particular de ese método? 71
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la verdad
Robert Nozick (1981) ha ofrecido un análisis del conocimiento que puede calificarse de novedoso en tanto que rompe con el esquema de anteriores intentos. Para este autor, S sabe que p, cuando su creencia «sigue el rastro de la verdad» (en sus palabras). Es decir, cuando la creencia, además de ser verdadera, satisface las dos condiciones siguientes:
S no creería que p. ligeramente diferentes, p continuase siendo verda-
a) Si p no fuese verdadera, b) Si, en circunstancias
dera, S creería que p. Este análisis es más interesante de lo puede parecer a primera vista. Las dos condiciones están destinadas a evitar dos tipos diferentes de casualidades. La condición a) quiere evitar el tipo de casualidad que se daba en muchos casos Gettier vistos hasta ahora: como el padre del ejemplo de Goldman continuaría creyendo que aquello era un granero, aunque fuese un decorado, la condición a) no se cumpliría y por tanto no sabría que es un granero. La condición b) quiere evitar otro tipo de casualidad, que también puede producirse: que p fuese verdadera cuando las circunstancias se alterasen ligeramente, y que el sujeto dejase de creerla. Un ejemplo de Dancy (1985) lo aclarará.? Imaginemos que creo que hay un coche de policía en la puerta de mi casa, porque oigo una sirena. De hecho hay un coche de policía, pero el sonido de la sirena que oigo proviene del equipo de música de mi hijo. El coche no tiene la sirena conectada. En ese caso, en circunstancias ligeramente distintas (si mi hijo no tuviese conectado el equipo de música), sería verdad que hay un coche de policía en la puerta de mi casa, y yo no lo creería.' El mérito de esta definición de conocimiento, es que cuenta con las ventajas del análisis causal, sin ser tan restrictiva. La creencia está relacionada de alguna manera con la verdad, con los hechos, pero no necesariamente de una manera causal: así escapa a los defectos de aquel análisis. Con todo, tampoco es perfecta: además de entrañar problemas difíciles de explicar ahora, cuenta con sus propios contraejemplos, que son suficientes para descartarla como solución al problema Gettier. Valga aquí uno de ellos:" Jesse James acaba de robar un banco y escapa al galope con la cara cubierta por un pañuelo, al estilo vaquero. Justo cuando pasa frente a un curioso, se le cae el pañuelo y éste lo reconoce. Ahora el curioso sabe que quien ha robado el banco es Jesse James. No obstante, aunque nos encontramos ante un caso flagrante de conocimiento, la cláusula b) de Nozick no se cumple, y por tanto no tendría conocimiento, según este autor.
2. Puede verse también el ejemplo del amigo que iba a venir a visitamos, que aparece seguidamente, en el apartado dedicado a la cancelabilidad. 3. En ese caso, si la segunda carta (aquélla en que nos decía que no vendría) hubiese llegado antes que él, seguiria siendo verdad que vendria a visitamos (el congreso se había cancelado y al final había decidido venir), y ya no lo creeriamos; por eso no lo sabemos. 4. Véase Nozick, 1981, p. 193, Y Craig, 1990, p. 22.
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Aun siendo verdad que Jesse James ha robado el banco, el curioso no lo creería en circunstancias ligeramente diferentes -por ejemplo, si el pañuelo encubridor se hubiese caído un poco más tarde, en lugar de caer justo frente a él.' Cancelabilidad Una posibilidad, defendida por numerosos autores con algunas variantes, sería exigir no sólo que la creencia tenga justificación, sino que esa justificación no sea cancelada o cancelable. El análisis de John Pollock (1986) podría incluirse en esta línea: un sujeto S sabe que p, si cree p en virtud de algún argumento que permanece sin cancelar. Para entender eso, hay que prestar atención a su concepto de cancelabilidad. Veamos un ejemplo, al que antes aludíamos a pie de página. Imaginemos que esta mañana hemos recibido la carta de un amigo (persona absolutamente seria y responsable), en la que nos dice que vendrá a visitarnos la semana próxima. Según la terminología de Pollock, eso supone una razón prima facie para creer que nuestro amigo vendrá a visitamos la semana que viene. Sin embargo, al día siguiente de escribimos la carta, nuestro amigo recibe una invitación para presidir un congreso muy prestigioso, que tendrá lugar la semana que viene. Él acepta la invitación. Como es una persona responsable, una vez pasada la emoción que le ha producido la invitación para presidir el congreso, se da cuenta de que no podrá venir a visitamos y nos escribe otra carta para explicámoslo y decimos que ya nos veremos en otra ocasión. Para Pollock, eso supone un cancelador de la razón prima facie. Pero ocurre que al final el congreso se suspende y nuestro amigo decide visitarnos: para Pollock eso supone un cancelador del cancelador, que restituye la validez de la razón prima facie. Pues bien, en su opinión, tenemos conocimiento cuando la suma de las razones y los canceladores preserva la razón prima facie. En los casos Gettier, no hay conocimiento porque la razón prima facie que yo tenía para creer que un amigo mío tenía un Nissan, queda cancelada por el hecho (cancelador) de que lo ha vendido; y el hecho de que Enrique tenga uno, comporta una nueva razón, pero no un restablecimiento de la razón prima facie. A pesar de todo, creemos que la solución de Pollock no es una buena solución. Imaginemos que nuestro amigo viene a visitamos antes de que nos llegue la segunda carta (en la que dice que no vendrá), ¿sabíamos que vendría? Atendamos a los hechos más detenidamente. HI: Recibimos la carta de nuestro amigo que dice que vendrá a visitamos. H2: Nuestro amigo es una persona seria y responsable. 5. Quizá pudiésemos evitar éste problema, renunciando a la cláusula b) de la definición de Nozick. Al fin y al cabo, la cláusula a) también podría dar cuenta de este tipo de casualidades. En el caso del coche y la sirena, yo seguiría creyendo que hay un coche de policía, aunque fuese falso, porqu~ la causa de mi creencia es el sonido del equipo de música de mi hijo, y no el coche. En el caso del arrugo que iba a venir a visitamos, ocurre lo mismo: si el congreso no se hubiese suspendido finalmente, nosotros creeríamos hasta el último minuto que vendria a visitamos, aunque fuese falso. En nuestra opinión, no se trata realmente de dos tipos de causalidad o coincidencia, sino de dos características del mismo hecho: el de ignorar hechos relevantes. Con todo, todavía quedarían algunos problemas.
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Josep Lluis Blasco y Tobies Grimaltos H3: Después de escribimos, lo invitan a presidir un congreso y acepta (con lo que ya no puede venir a visitamos). H4: Nos escribe una carta en la que nos explica H3 y nos dice que no vendrá a visitamos. H5: El congreso se suspende y nuestro amigo finalmente decide visitamos. De todo eso, lo único que nosotros conocíamos era H 1 Y H2, esos eran los únicos hechos sobre el caso que estaban dentro de nuestro alcance cognitivo. Sin embargo y hasta donde nosotros sabíamos, podría haber sido absolutamente falso que nuestro amigo hubiese venido a visitamos la semana siguiente (a punto ha estado de no hacerlo). En esas circunstancias, no parece lícito decir que sabíamos que vendría a visitarnos. Parece que cuando existe algún can celador de la razón prima facie o de la evidencia, que el sujeto ignora, no podemos decir que haya conocimiento, aunque ese cancelador esté a su vez cancelado. ¿Por qué dice Pollock que si los canceladores están cancelados, sí hay conocimiento? ¿Por qué no se limita a una propuesta más sencilla (que cuando existe algún cancelador desconocido por el sujeto no hay conocimiento, sin que importe que esté cancelado o no)?" El hecho de que Pollock no acepte esta solución más sencilla, está motivado por ejemplos como el ofrecido por Keith Lehrer y Thomas Paxson (1969). Supongamos que veo entrar a un hombre en la biblioteca y llevarse un libro escondiéndoselo bajo el abrigo. Dado que estoy seguro de que ese hombre es Tom Grabit, a quien he visto a menudo cuando asistía a mis clases, informo que sé que Tom Grabit ha robado el libro. No obstante, supongamos además que la señora Grabit, la madre de Tom, ha asegurado que ese día Tom no se encontraba en la biblioteca: la verdad es que se encontraba a miles de millas de allí, y que el hermano gemelo idéntico de Tom, John Grabit, sí estaba en la biblioteca. Imaginemos también que yo ignoro totalmente que la señora Grabit ha hecho esas declaraciones. La afirmación de que ella ha dicho esas cosas cancelaría cualquier justificación que yo pueda tener para creer que Tom Grabit ha robado el libro... Lo anterior podría parecer aceptable hasta que concluyamos la historia añadiendo que la señora Grabit es una mentirosa compulsiva y patológica, que John Grabit es una ficción de su mente enferma, y que fue Tom Grabit quien robó el libro, tal y como se creía. Una vez añadido eso, resulta patente que yo sabía que Tom Grabit había robado el libro.' La pregunta es, no obstante: ¿es realmente ese falso testimonio de la madre de Tom Grabit un cancelador de la razón prima Jacie? Muchos autores entienden, con Pollock, que un cancelador viene a ser todo aquello que, en caso de que el sujeto fuese consciente de ello, comportaría que el sujeto dejase de tener la creencia que tratamos de dirimir si constituye conocimiento o no. En nuestra opinión sin embargo, el falso testimonio de la señora Grabit, dada su naturaleza,
6. Propuesta que ya había hecho Roderick M. Chisholm (1964) en términos de justificación. 7. Lehrer y Paxson, 1969, p. 228.
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¿Qué es el conocimiento? las circunstancias en que se produce, y la evidencia tan fuerte que proporciona el ejemplo, no puede suponer un cancelador. Es difícil determinar qué es un cancelador de la evidencia o de la razón prima Jacie, pero en cualquier caso, habría que determinarlo de una manera más objetiva, más sensible al peso objetivo que el hecho pueda tener sobre la evidencia, y no tanto a lo que el sujeto creería o dejaría de creer si fuese consciente. Es una labor complicada, que depende del tipo de evidencia que tiene el sujeto, y de cómo el posible hecho cancelador afecta a la probabilidad de que la creencia acabe siendo verdadera. Pondremos un par de ejemplos sobre la dificultad que conlleva esta labor.
EjempLo l. Imaginemos" que Pedro ha ido a la facultad en su coche y que cree que volverá a casa en él. ¿Tiene derecho a decir que sabe que volverá a casa en su coche, si se le ha agotado la batería sin que él lo sepa? ¿Supone este hecho un cancelador? La respuesta es: depende. Si ha aparcado el coche en una calle donde aparcan sus vehículos muchos profesores y alumnos, entonces ese hecho no es un cancelador, porque con toda seguridad encontrará a alguien que le ayude a arrancarlo. Sin embargo, si la probabilidad de que alguien pueda ayudarle es baja (por la hora que es o por el lugar en que está aparcado), entonces ese mismo hecho (que el coche se ha quedado sin batería) es un cancelador. EjempLo 2. Imaginemos? que Pedro ha escuchado en el diario hablado de las 8 de la mañana que alguien ha asesinado al presidente del gobierno. Inmediatamente después, se ha encerrado a trabajar en su despacho y ni ha hablado con nadie ni ha escuchado nada más sobre el asunto. Mientras tanto, tras dar la verdadera noticia del asesinato del presidente, todos los medios de comunicación se han dedicado a desmentirla «por razones de seguridad nacional»: después de las 8 de la mañana, todos los medios de comunicación han convenido en decir que quien en realidad ha muerto es uno de sus escoltas. La pregunta es: ¿sabe Pedro que han asesinado al presidente? Su única evidencia es una noticia que ha sido, a partir de entonces, desmentida -falsamente, pero desmentida. Cualquiera que haya escuchado las noticias subsiguientes, o ya no cree que el presidente haya sido asesinado, o no sabe qué pensar. ¿Es Pedro una de las pocas personas que saben que han asesinado al presidente? Parece que no podemos aceptar que eso sea así, pero el hecho que puede cancelar su evidencia también es un falso testimonio. Nuestra impresión es que cuando la fuente (el tipo de fuente) de la evidencia, es la misma que la que la niega, ésta negación sí que supone un cancelador, ya que el sujeto habría podido conocer sólo la negación; además, si la justificación viene dada por la autoridad de la fuente, es normal que ésta se pierda si la misma fuente niega la información. La cuestión es por tanto complicada: depende del tipo de evidencia que se posea, del origen del posible cancelador, y de cómo el putativo hecho cancelador afecte a la posibilidad de que la creencia sea
8. Este primer ejemplo lo tomamos de Grimaltos (2002). 9. Este otro ejemplo, basado en Harman (1973). plantea otros problemas a la hora de precisar el concepto de cancelador.
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Josep Lluis Blasco y Tobies Grima/tos verdadera. Quizá son demasiadas cosas para que sea posible una definición clara y precisa, una definición universal que valga para todos los casos. Con todo y a pesar de las dificultades que hemos mencionado, nos atrevemos a definir los tres tipos de canceladores siguientes: - (CEI) Cancelador de evidencia de tipo 1: Si e es una evidencia a favor de p, entonces e está cancelada si existe un hecho (expresable mediante q), tal que (e & q)~ no-p, O (e & q), hace que p sea improbable. - (CE2) Cancelador de evidencia de tipo 2: Si e es una evidencia a favor de p, entonces e está cancelada si existe un estado similar e' , que es indistinguible de e por parte del sujeto, tal que ni e' ~ p, ni e' hace que p sea probable, y tal que, dado como es de hecho el mundo, el sujeto podría disponer de e' en lugar de e, y continuaría creyendo que p. En palabras más sencillas: si hay muchas probabilidades de que la supuesta evidencia sea e' ,y el sujeto crea que es e, entonces la evidencia está cancelada -eso es lo que pasaba en el caso de Henry y el granero. - (CE3) Cancelador de evidencia de tipo 3: Si la fuente (o el mismo tipo de fuente) de la evidencia sobre e ha negado dicha evidencia y no hay razones accesibles al sujeto que justifiquen la creencia en que la negación es falsa, e está cancelada -como ocurría en el caso del asesinato del presidente del gobierno.
5.4 Los casos Gettier reexaminados Una cuestión clave, que en nuestra opinión ha pasado desapercibida en la larga y complicada discusión de los casos Gettier, ha sido la de establecer si estos casos (aun aceptando los supuestos en los que descansan) constituyen realmente contraejemplos a la definición tripartita de conocimiento. Tobies Grimal tos y Christopher Hookway (1995) defendieron que los casos originales de Gettier no eran en realidad tales contraejemplos, por la sencilla razón deque el sujeto en cuestión no tenía la creencia que se le atribuía. Merece la pena que nos detengamos un momento a considerar esta posibilidad. Reconsideremos el ejemplo de tipo Gettier que hemos comentado antes. Recordemos que, a partir de la creencia: (1) Mi amigo Carlos tiene un Nissan
yo infería y aceptaba (2) Un amigo mío tiene un Nissan
Ahora bien, ¿cuál es el contenido de mi creencia, cuando acepto (2)? Imaginemos que mis amigos son: Carlos, Enrique, Juan, y Pedro. Si (2) tiene que ser verdadera, su contenido tendrá que ser algo como: «Un amigo mío, sea quien sea, tiene un Nissan». Es decir, lo que yo tendría que creer es:
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¿Qué es el conocimiento? (3) O Carlos tiene un Nissan o Enrique tiene un Nissan o Juan tiene un Nissan O Pedro tiene un Nissan
Pero creer eso supone que, en caso de saber que Carlos no tiene un Nissan, yo debería concluir que o Enrique tiene uno o Juan tiene uno o Pedro tiene uno -
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Josep Lluis Blasco y Tobies Grima/tos 10.'0 Dicho de otra forma, creer que p con certeza es creer que se tiene evidencia suficiente de que p, creer que se puede aceptar el contenido en cuestión (p) sin tener que investigar más, creer que no hay hecho alguno que pueda cancelar la evidencia disponible y suponer la falsedad de p. Si yo digo que sé que mi amigo vendrá a visitarme la semana que viene, estoy descartando implícitamente cosas como H3 y H4. Así, creer que p con certeza es: Creer que p y creer que la evidencia disponible es suficiente (no está cancelada). Es una creencia conjuntiva,
con un contenido que podemos representar
¿Qué es el conocimiento? tiene suficiente evidencia y que no hay canceladores, tiene una creencia falsa; la existencia de numerosos graneros falsos constituye un cancelador de su evidencia (del tipo 2); hay una serie de alternativas relevantes (decorados) que harían que su creencia fuese falsa, y no está a su alcance descartarlas. De esta manera, su creencia (que p y que no hay canceladores) es falsa: existe un cancelador de la evidencia de tipo 2. Si observáis, no obstante, este análisis dice que S sabe si se dan estas tres condiciones, pero no dice que sólo sabe en caso de que se den todas. Dicho de otra forma, dice que estas son las condiciones conjuntamente suficientes para saber, pero no dice que las tres sean necesarias. Veremos por qué no lo dice, en los apartados siguientes.
como: p & no hay canceladores y está claro que una creencia conjuntiva es falsa si alguno de los conjuntos es falso. Si este análisis de la creencia cierta es correcto, podemos incorporarlo a nuestro análisis del conocimiento, y modificar el análisis clásico de la siguiente manera: S sabe que p si: 1) S cree con certeza que p; esto es, cree que p y que no hay canceladores. 2) Es verdad que p y que no hay canceladores. 3) La creencia de S de que p y que no hay canceladores, está justificada. En nuestra opinión, este análisis sería inmune a contraejemplos del tipo Gettier. 11 Imaginad que Henry y su hijo mantienen la siguiente conversación: - ¡Mira hijo: un granero! - ¿Cómo sabes que es un granero?-. Le pregunta su hijo. - ¡Pues porque lo sé! -contesta molesto Henry. Porque lo veo y sé como son los graneros. - Ya, pero es que Alvin me ha dicho que esta zona está llena de decorados que, vistos desde la carretera, son iguales que los graneros -dice temeroso su hijo. - ¡Ah!... si es así... El padre considera que no tiene suficiente evidencia para atribuirse conocimiento, que la evidencia ha sido cancelada. Henry no sabe que lo que ve es un granero, porque la evidencia de la que dispone ha sido cancelada; y si cree que 10. En esta línea se mueven aportaciones como la de Patrick Rysiew (2001), además de otras más clásicas, como diversos parágrafos de Wittgenstein (1969). 11. La verdad es que nos gustaría considerar este tipo de casos como casos similares al de Carlos y el Nissan; es decir, casos que nos son realmente contraejemplos a la definición clásica de conocimiento porque el sujeto tiene una creencia falsa, y por tanto, no exigirían una nueva definición de conocimiento. Desafortunadamente, todavía no disponemos de una explicación que sea lo suficientemente sencilla como para incluirla aquí brevemente.
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S.S Otras expresiones de conocimiento Aunque los análisis del conocimiento que hemos examinado no han tenido todo el éxito que deseaban quienes las propusieron (esperemos que el nuestro tenga más), sí han supuesto un avance en la elucidación de la naturaleza de la justificación. De hecho, pensamos que se puede avanzar más por esta segunda vía, intentando aclarar la naturaleza de la justificación, que por la primera, intentando un análisis del conocimiento en términos de condiciones necesarias y suficientes que esté libre de contraejemplos; exponemos nuestras razones a continuación, y en la sección dedicada a la justificación. Una cuestión que puede damos que pensar, es que el análisis del conocimiento presentado aquí, el clásico, es el del conocimiento proposicional, es decir el de aquellas expresiones de conocimiento del tipo «S sabe que ...", en las que lo que sigue a «que» es una proposición." Se trata por tanto de expresiones de conocimiento del tipo: Juan sabe que Pedro está enfermo Antonio sabe que ayer llovió Etcétera. Con todo, tal y como señala Hookway (1990), hay otra clase de expresiones de atribución de conocimiento que no son proposicionales, esto es, que no tienen como complemento una proposición, sino una pregunta indirecta. Son expresiones del tipo: S sabe quién escribió el anónimo S sabe dónde fue Pedro S sabe cómo escapó el preso S sabe cuándo sale el próximo tren a Barcelona S sabe por qué Fernando se fue de la fiesta Etcétera. 12. Por proposici6n suele entenderse aquello que significan las oraciones declarativas sinónimas. Así por ejemplo, «Llueve» e «It is raining» expresan la misma proposición. Véase Haack (1978).
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Josep Lluis Blasco y Tobies Grimaltos Quizá estas expresiones son más frecuentes que las proposicionales en la conversación ordinaria. Si reflexionamos sobre ello, podemos apercibimos de algunas peculiaridades del concepto de conocimiento -de acuerdo con Hookway, denominaremos «afirmaciones-Q» a estas expresiones, y «afirmaciones-P. a las proposicionales. Las afirmaciones-Q de conocimiento ejercen una función en nuestra actividad de obtener información: resolver nuestros problemas y responder nuestras preguntas, a través del testimonio de un tercero. Si yo quiero saber a qué hora sale el tren a Barcelona, y no está anunciado en el panel de información, necesito encontrar a alguien que sepa cuándo sale. Si alguien me dice que Pedro lo sabe, al preguntárselo a Pedro satisfaré mi necesidad de información, me libraré de la ignorancia en que me encontraba respecto a esta cuestión. Tal y como dice Edward Craig (1990), saber es una palabra que acredita una buena fuente de información. Decir que alguien sabe, es decir que tiene información fiable, buena. No queremos decir que ésta sea su única función, pero sí que parece ser una función muy importante. Para planear nuestras acciones, para decidir qué hacer, etcétera, necesitamos tener este tipo de información, necesitamos saber o encontrar a alguien que sepa. Hookway dice que nos servimos del término saber para aprender del testimonio de los demás, a través de inferencias del tipo: X sabe Q (cuándo sale el tren) La respuesta (sincera) de X a Q es p «
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¿ Qué es el conocimiento? riantes) podrían decir que no hemos probado que pueda tenerse conocimiento proposicional cuando no se cumple alguna de estas condiciones, y que es precisamente ese tipo de conocimiento el que ellos querían analizar. En todo caso, sí habríamos probado que puede atribuirse conocimiento (conocimiento-Q, aunque no conocimiento-P), incluso cuando falta alguna de estas condiciones.
5.6 La especialización del término conocimiento La conclusión que nos gustaría extraer, es que el término conocimiento es un término muy especializado -tal y como decía Wittgenstein. Que en algunas circunstancias es posible atribuir conocimiento a alguien, aunque no satisfaga alguno de los requisitos clásicos, y que en otros no podemos atribuírselo, aunque satisfaga los tres. Que el hecho de que podamos atribuir conocimiento o no, como acabamos de ver depende de si el complemento de la afirmación de conocimiento es una proposición o una pregunta indirecta. Otro condicionante es si la atribución se hace en primera o en tercera persona. En definitiva y como también decía Wittgenstein, el concepto de conocimiento es, como otros muchos conceptos filosóficos, un concepto de límites vagos; es decir, presenta la particularidad de que resulta muy difícil delimitar clara y definitivamente qué cuenta como conocimiento y qué no, al margen del contexto, al margen de las circunstancias particulares en que se produce la atribución. Para juzgar si un sujeto sabe, hay que tener en cuenta, en cada caso, la evidencia que tiene y hasta que punto ésta elimina (en ese contexto) la posibilidad de que su creencia sea finalmente falsa. De hecho, los contextualistas" afirman que «sabe" (o «sé») es una palabra que tiene diferentes significados en diferentes contextos, o dicho de otra forma, que «S sabe que P" puede tener condiciones de verdad diferentes en contextos diferentes, puede ser verdadera en un contexto y falsa en otro -siendo «S" y «P» las mismas en ambos contextos y sin que varíe la evidencia de que dispone el sujeto. Keith DeRose (1992) por ejemplo, expone un caso as.: Contexto 1: Miguel y su mujer van el viernes a ingresar dinero al banco. Como hay mucha cola, Miguel dice «ya vendré yo mañana». Su mujer le pregunta: «¿sabes si los sábados abren los bancos? «Sí», responde Miguel, «sé que los sábados está abierto: vine un sábado, hace dos semanas, y estaba abierto". Contexto 2: Esta vez es necesario ingresar el dinero antes del lunes, ya que entonces pasarán al cobro unos talones que se han firmado; si el lunes no están ingresados los fondos, tendrán verdaderos problemas. Como en el contexto 1, hay mucha cola, y Miguel dice que volverá al día siguiente. Esta vez, en cambio, cuando su mujer le pregunta si realmente sabe si abren los sábados, Miguel contesta: «Supongo que no lo sé. Merece la pena que esperemos e ingresemos hoy el dinero». 13. El contextualismo es de hecho una posición en boga, con importantes contribuciones a cargo de Cohen (1986) Y (1999) Y DeRose (1992) Y (1999) entre otros. Una interesante crítica a este planteamiento es la ya mencionada de Rysiew (2001).
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Josep Uuís Blasco y Tobies Grima/tos Según los contextualistas, en el contexto 1, cuando Miguel dice que sabe, lo que dice es verdadero; y en el contexto 2, cuando dice que no sabe, lo que dice también es verdadero. Sin embargo, dispone de la misma evidencia en ambos casos. Hemos dicho que cuando se trata de afirmaciones-Q de conocimiento, podemos hacerlas incluso cuando no se satisfacen todas las cláusulas de la definición tripartita de conocimiento. Ahora nos encontramos con que, si bien la justificación es (en apariencia, al menos) la misma, es correcto atribuir conocimiento o no según el contexto (según lo que haya enjuego). ¿Quiere eso decir que no es posible ofrecer un análisis del conocimiento en términos de condiciones necesarias y suficientes, que valga para todos los casos, sólo porque «saber» es una palabra polisémica, una palabra que significa cosas diferentes en circunstancias diferentes?
5.7 No hay que desesperar: la necesidad de justificación Nuestra respuesta sincera es que realmente no lo sabemos. No obstante, también aquí nos gustaría introducir algunas consideraciones. En primer lugar, el hecho de que la atribución de conocimiento sea apropiada a efectos prácticos, no quiere decir, por si mismo, que el sujeto sepa realmente, y la atribución sea verdadera. Pensemos que si consideramos las afirmaciones-Q de conocimiento, de lo que efectivamente se trata es de encontrar a alguien que nos saque de la ignorancia y/o que nos ayude a resolver nuestro problema. No nos interesa tanto su justificación, como la verdad de la creencia o de la información. Al fin y al cabo, incluso en el caso de que podamos atribuir conocimiento a alguien que no está justificado, nosotros debemos estar justificados para poder hacer esta atribución correctamente. Veamos por qué. En el caso del estudiante, lo que sucede es que, cuando decimos a B que C sabe, somos nosotros los que aportamos la justificación. Podríamos decir entonces que el conocimiento se obtiene de forma cooperativa. Quizá el estudiante no está justificado en creer lo que cree, pero cuando nosotros le decimos a alguien que se lo pregunte (porque sabemos que ha obtenido el resultado exacto), hacemos que nuestro interlocutor esté justificado al creer la respuesta que le dará el estudiante. El estudiante nos ha servido de instrumento para la obtención de conocimiento. Pensemos ahora en el caso de Miguel y el banco. ¿Es verdad que en el contexto 1 sabe que el banco abre el sábado, y que no lo sabe en el contexto 2? Esta cuestión tiene su buena parte de pragmática, de qué es apropiado decir según cuando. Consideremos el siguiente caso, por ejemplo. Juan tiene que ir de Valencia a Barcelona y llegar antes de las ocho de la tarde. Juan pregunta a sus compañeros de oficina a qué hora sale el primer tren de la tarde a Barcelona. Roberto dice que sale a las tres y diez.
¿Qué es e/ conocimiento? - Ya, pero... ¿no habrán cambiado el horario? -pregunta Juan, inquieto¿no lo habrán suprimido? ¿Sabes realmente que sale a esa hora? Mira que si no estoy en Barcelona a las ocho tendré problemas... - Hombre, yo creo que sí -dice inicialmente Roberto. Pero sabes lo que te digo... ique te vayas ya! -acaba diciendo Roberto, molesto. Lo que ese ejemplo revela, es que es difícil estar absolutamente seguros respecto del futuro, que todos sabemos que es difícil tener la completa seguridad, y que así lo asumimos en nuestras conversaciones y búsquedas de información, en las que asumimos que puede haber canceladores de nuestra evidencia, que en cualquier caso suelen ser excepcionales. Por eso no atrevemos a decir que sabemos: porque pensamos que de hecho no hay canceladores. Si en tales condiciones negásemo que sabemos, los demás creerían que tenemos motivos para pensar que hay canceladores: por eso no es conveniente decir que no lo sabemos. Sin embargo, si la pregunta es directamente sobre si podemos excluir esas circunstancias, o si las consecuencias de estar equivocado son graves, o si la pregunta (explícita o implícita) es si realmente lo sabemos, entonces la cosa cambia. Por otra parte, ese ejemplo también revela que las garantías (el grado de justificación) que exigimos al atrevernos a atribuir conocimiento a alguien o a nosotros mismos, pueden variar según las circunstancias -lo que no quiere decir que sea verdad que sepa. Si Miguel no sabe en el contexto 2, tampoco sabe en el contexto 1, pero en un caso es pragmáticamente conveniente decir que sabe, y en el otro no. Todo esto conduce al problema de la justificación. Aunque fuese posible atribuir conocimiento (conocirniento-Q) a un sujeto que no esté justificado, eso no quiere decir que dé lo mismo estar justificado que no. Queremos que nuestras creencias tengan garantías, queremos saber y queremos saber que sabemos, que estamos en lo correcto respecto de nuestras creencias, y necesitamos razones que nos convenzan de que es así. Tal y como veremos en la sección siguiente, el hecho de estar justificados en lo que creemos es una de nuestras preocupaciones epistémicas centrales, quizá la más importante. Parece que la justificación es uno de los ejes centrales del quehacer epistémico, y que estudiar su naturaleza es una de las labores primordiales de la epistemología. Una parte importante de esta disciplina deberá dedicarse por tanto a aclarar qué e la justificación. De hecho, en los tratados más recientes, la justificación se ha convertido prácticamente en tema único, O al menos central, sobre el ql!e basculan todos los demás. Tanto es así que, por ejemplo, Pollock (1986) afirma: « ... tradicionalmente, la epistemología se ha centrado más en la justificación epistémica que en el conocimiento. La epistemología debería denominarse doxastologia»," Los epistemólogos pueden haberse equivocado al haber concentrado tantos esfuerzos en intentar ofrecer una definición de conocimiento que solucione el problema Gettier, pero no en la necesidad de aclarar qué es eso de estar justifica-
- ¿Estás seguro? -pregunta Juan. - Sí -responde Roberto-, yo lo he cogido muchas veces. 14. Pollock, 1986, p. 7.
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Josep Lluis BLasco y Tobies Grimaltos dos, o por qué, normalmente, se necesita algo más que la creencia verdadera para decir que hay conocimiento. No sólo queremos tener creencias que sean verdaderas, sino que queremos que no lo sean por casualidad, queremos poder dar cuenta de su verdad, queremos saber que son verdaderas: queremos tener buenas razones o evidencias. Platón ya lo advertía en el Menón: las creencias verdaderas que no se fundamentan en razón son como las estatuas de Dédalo ... se escapan y nos abandonan. Es preciso atarlas a su fundamento para que permanezcan y devengan conocimiento. Parece que esa atadura es la justificación. En resumen, cuando decimos de alguien que sabe, a veces queremos decir simplemente que no ignora, otras veces queremos decir que tiene determinada información que puede sernos útil. Pero también hay otro uso (o el uso respecto del cual los otros no son más que concesiones hechas en contextos más relajados), el que nos preocupa cuando queremos afirmar nuestras creencias, cuando nos preguntamos si realmente sabemos, que se refiere a algo más que al hecho de no ignorar o al hecho de tener información, que se refiere a las garantías de nuestras creencias, a la justificación. Obviamente, este uso es clave para una disciplina que se denomina teoría del conocimiento.
6. ¿ Es posible el conocimiento? El problema del escepticismo
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El problema del escepticismo muestra con toda claridad que la justificación es un codiciado bien epistémico. ¿Sabemos algo? ¿Tenemos suficientes garantías para mantener nuestras creencias? Con preocupaciones similares a estas, Descartes conseguía, en la primera de sus Meditaciones metafísicas, emplazar la epistemología en un lugar filosófico destacado; pero lo hacía de la mano del escéptico: uno de los enemigos que la filosofía debe combatir, y también un aliado que nos obliga a ser críticos, a no dormimos en dogmatismo alguno. ¿Qué es el escepticismo? Se dice que escepticismo es un término relacional, es decir, un término que se define en relación a aquello que se opone o cuestiona. Se es escéptico respecto de determinada afirmación, teoría o creencia ajena, respecto del conocimiento ético, religioso, inductivo, etcétera. Pero lo que más ha preocupado a la filosofía, es que también existe un escepticismo global, que cuestiona la posibilidad de conocimiento en general, que duda que conozcamos, o incluso que podamos llegar a conocer, nada en absoluto. Parece que a la teoría del conocimiento como tal, debe preocuparle aquél escepticismo que suponga un mayor reto a nuestras inquietudes epistémicas, que más amenace a nuestra pretensión de mantener creencias que constituyan una concepción adecuada del mundo. Algunos filósofos han mantenido que el objetivo de un escepticismo así, el escepticismo más radical, no debe ser el conocimiento como tal, sino la justificación de nuestras creencias. El argumento es más O menos el siguiente: si definimos el conocimiento de una manera tan estricta que no se pueda alcanzar, pero seguimos pensando que nuestras creencias están justificadas y que es absolutamente razonable mantenerlas, entonces no tiene por qué preocupamos demasiado que el escéptico diga que no tenemos conocimiento. En cambio, si el escepticismo se sitúa a un nivel más básico, a nivel de la justificación, y nos hace ver que no estamos justificados para mantener las creencias que tenemos, entonces
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