Pío Baroja
La caverna del humorismo
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VI BILATERALIS He escuchado la conferencia que nos ha dado el doctor Werden, de Heidelberg, acerca del humorismo, dice el Guezurtegui. El doctor Werden se ha dedicado a la fantasía. Este profesor es grueso, rubio, vestido de claro; tiene unos anteojos de lentes muy convexos, que centellean cuando mueve la cabeza. Según el doctor Werden, la contemplación del mundo bilateral, binocular, es lo que nos lleva al humor. El doctor Werden ha planteado la tesis, la antítesis y la síntesis. La tesis, según él, está en el clasicismo; la antítesis, en el romanticismo; la síntesis, en el humorismo. El espíritu humano camina hacia su devenir, haciéndose cada vez más heterogéneo y complejo, y el momento literario actual, en su dirección al devenir, es el humor; pero el humor tiene todavía zonas que no son más que la idea, lo que no ha llegado a ser. Esto, según Werden, no lo pueden comprender los espíritus limitados, los espíritus miopes que han quedado sujetos a un maniqueísmo primitivo. Para ellos, a un lado está el ser; al otro, la nada; a un lado, el espíritu; al otro, la materia; a un lado, la risa; al otro, la pena; a un lado, la solemnidad; al otro, la farsa; a un lado, lo feo; al otro, lo bello. ¡Candidez! ¡Candidez! ¡E incomprensión! Para sentirse hondamente humorista, según el profesor de Heidelberg, hay que sentirse hondamente panteísta y haber bañado el espíritu en el éter de la sustancia única. El humor es una síntesis, y toda síntesis es optimista. Las impertinencias de Voltaire no significan nada contra Leibniz. Este mundo es el mejor de todos los mundos..., desde el punto de vista del humorismo. ¿Que hay deformidades? Mejor que mejor. ¿Que hay vicios morales? Magnífico. ¿Que hay infracciones delos grandes principios? Encantador. ¿Que hay guerras y pestes? Sublime. ¿Que hay pequeñas molestias? ¿El sombrero que se lleva el viento? ¿El dedo que se coge uno en una puerta? Optimo. ¿Que hay obscenidades? Superior. ¿Qué hay locos en la calle y cuerdos en los manicomios? Sublime. Todo esto, queridos amigos, ha dicho el doctor Werden, hace que exista el humorismo. Si no fuera por él, ¡qué mundo más solemne, más plúmbeo, más raciano, más chateaubrandesco sería el nuestro! Gracias a esas pequeñas oscuridades y manchas, el mundo puede ser shakespeariano, cervantino, dickensiano; gracias a esas pequeñas molestias, los hombres ríen y aun aquellos agelásticos, aquellos de los que dice Shakespeare que no muestran sus dientes en una sonrisa, aunque el propio Néstor jure que la broma ha sido buena, tienen que hacer: «¡Ah!... Ja..., ja...», contrayendo el diafragma, a pesar de su amor por lo sublime. ¡Lo artificial! ¡Lo injusto! ¡Qué admirable escuela de humor! Dadme un pueblo con pelucas, con togas, con miriñaques, con injusticias, con absurdos, y os traeré al momento el humor; pero con gentes que quieren sólo ser estúpidamente naturales o naturalmente estúpidas, ¿qué demonio se va a hacer? El humorismo tiene de bueno y de malo —ha dicho Werden—; si fuera bueno sólo, sería inferior a lo que es. Ya en lo que se llama sublime, entra la levadura de elementos de disgusto, que no existen en lo puramente bello. Lo puramente bello es como el pan ácimo; en cambio, el humorismo es pan literario, porque es lo humano sintético. Como Merlín, el encantador, fue engendrado por una religiosa y un diablo, el humorismo tiene en su origen lo bueno y lo malo. En el humorismo se mezclan también elementos racionales e irracionales, Apolo y Dionisios, el color y el dibujo, lo claro y lo oscuro, lo apasionado y lo comprensivo, lo musical y lo intelectual.