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Los autores de éste trabajo la han concebido como un homenaje al gran argentino Gustavo. A. Martínez Subiría prolífero escritor con 40 títulos publicados con más de 3.000.000 de ejemplares vendidos, su último trabajo fue AÑO X, editado en 1960 como un homenaje al 150° aniversario de la Revolución de Mayo. Bajo el Seudónimo de Hugo Wast tuvo la virtud y el coraje de enfrentar la corriente mitrista que nos distorsionó la historia nacional. Como dijo san Gregorio magno (Homilías sobre Ezequiel, VII, 5): “Debemos evitar el escándalo se PRODUCE POR LA VERDAD se debe permitir el escándalo” y eso es lo que concretó Martínez Zuviría. Provocó tal escánd alo que
AÑO X desapareció rápidamente de la venta en las librerías del país, como tampoco se lo puede encontraren las bibliotecas públicas, como para que los interesados en nuestra historia no pudieran brevar en otra fuente. Por esa razón hemos decidido ofrecer éste trabajo para que esté en todas las bibliotecas de nuestra provincia a través del Ministerio de Educación de la Provincia del Chaco, para lo cual serán entregados los CDs necesarios en un acto formal para tal fin. Gustavo A. Martínez Zuviría, nacido en Córdoba y graduado de abogado en la ciudad de Santa Fe, fue un destacadísimo escritor argentino, no solo por la cantidad de títulos sino por su valía, varias de sus obras fueron llevados al cine, una de ellas, FLOR DE DURAZNO, que fue un éxito de taquilla y fue el debut cinematográfico de Carlos Gardel en 1917. En 1918 publicó la novela Valle Negro que la Academia Española lo distinguió con su Premio Quinquenal, Diploma de Honor, y Medalla de Oro. En 1928, durante su estancia en España fue designado miembro correspondiente de la Real Academia Española. En 1933 presidió la Comisión de Prensa del XXXII Congreso Eucarístico Nacional celebrado en la ciudad de Buenos Aires y en 1935 recibió la Orden de San Gregorio Magno, otorgada por el Papa Pío XI, como premio al valor religioso de su obra literaria. En 1954 recibió la condecoración Gran Cruz de Alfonso X el Sabio por parte del gobierno de España. Fue diputado Nacional, Director de la Biblioteca que la recibió con 270.000 volúmenes y al abandonar el cargo la dejó con 700.000, fue miembro fundador fundador de la Academia Argentina de Letras, fue presidente de la COMISIÓN Nacional de Cultura, en 1941 fue designado interventor de la Provincia de Catamarca en 1943, fue designado Ministro de Justicia e Instrucción Pública, como buen católico instauró la enseñanza optativa de la religión católica en todas las escuelas del país. Resistencia, mayo de 2013 Santiago Frank, Oscar R. Fonseca y Néstor A. Mallat
Quédate hoy conmigo, y te mostraré él origen de todos los poemas... Y nada tomarás ya nunca de segunda ni tercera mano, ni mirarás más por los ojos de los muertos ni te nutrirás con el espectro de los libros. WALT WHITMAN "Canto a mí
mismo"
"La primera ley de la historia es no atreverse a mentir; la segunda, no temer decir la verdad." (LEÓN XIII.) "Los historiadores que de mentiras se valen habían de ser quemados como los que hacen moneda falsa." (Palabras de Don Quijote en Don Quijote de la l a Mancha, M ancha, Parte II, Cap. III.)
PRECAPITULO 5 verdades que todavía par ecen blasfemi bla sfemi as
I. La Revolución de Mayo fue exclusivamente militar y realizada por señores. II. Nada tiene que ver con la Revolución Francesa. III. El populacho (*) no intervino en sus preparativos, ni comprendió que se trataba de la independencia. IV. Mariano Moreno tampoco intervino en ellos y después su actuación fue insignificante cuando no funesta. V. Su principal actor fue el jefe de los militares don Cornelio de Saavedra, a quien debemos honrar como al primer gobernante de la República Argentina. Vamos a decir en voz alta l o que mu chos ar genti nos ya se está está n dici endo en en secreto
Este libro, que aparece en el 150° aniversario de la Revolución de Mayo, no pretende aportar novedad alguna. No hemos descubierto ningún filón de documentos desconocidos. Nuestra sola originalidad será la de no repetir las mentiras tan resobadas por la historia oficial y la de no callar las verdades que ella calla. De ahí vendrá la irritación. Hay quienes acogen y propalan tranquilamente cosas que saben que no son ciertas, mientras se ofenden y cierran los ojos ante el relámpago de una verdad. Hemos leído muchas veces y obedecemos la invitación del Psalmo 44: "Levántate y combate por la verdad, la piedad y la justic justicia." ia." (1) Empleamos el término populacho tal como lo emplea Mitre. Véase más adelante, capítulo 2.
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Dándonos cuenta de la gran responsabilidad en que incurríamos tocando estas cosas intocables, al investigar las supercherías que se nos hacen absorber como evangelios, hemos procedido siempre con extremo cuidado. Cuando asentarnos un hecho del cual surge un juicio muy severo, lo afianzamos con citas textuales o bien hemos dejado la palabra a las autoridades clásicas de la historia argentina, López o Mitre, sin perjuicio de rectificarlos alguna vez. Si a pesar de esto cuidado, hay quienes se enfurecen por nuestro sacrilegio, jalla ellos! No puede preocuparnos. Preferi mos que el lector mismo juzgue “ a verdad sabida y buena fe guardada". "Vale más el escándalo que la mentira", ha dicho un gran Papa, que es asimismo un gran santo, San Gregorio Magno. Consideramos que es hora de que en la historia argentina acaben las fábulas, aunque empiece el escándalo. Desafiamos a los historiadores a argüir de falsa ninguna cita de este libro, ningún hecho aducido; y a rebatirnos con razones concretas, no con lugares comunes o con injurias. Aquí nosotros presentamos hechos precisos, asentados en documentos que están al alcance de todo el mundo, y exigimos igual tratamiento; que se nos conteste con hechos y documentos existentes, no imaginarios. Por ejemplo: Las refritas hipérboles, las calumnias disimuladas, las parrafadas sin galladura, la mano en el pecho y los ojos en blanco, para hablar de Mariano Moreno nos harán sonreír. Ni "numen", ni "alma", ni "titán", ni "faro del pensamiento republicano", ni "fundador de la democracia argentina". ¡Lugares comunes! Nada nos importaría la opulenta biografía de este prócer s in hazañas si no se hubiera formado a expensas de la de otros hombres, con quienes las actuales generaciones son mezquinas e ingratas, por la historia mendaz que desde hace tantos años nos enseñan oficialmente. Y algo más que luego vamos a decir.
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Estamos seguros de que hay personas de buena fe que aprendieron en sus libros de colegio tales cosas, en globo y sin detalles, que pudieran descubrirles su vaciedad. Después no han tenido tiempo ni afición para rectificarlas, mirándolas con sus propios ojos y han de seguir, como dice con tremenda metáfora el poeta: "viéndolas por los ojos de los muertos". Eso ya no tiene remedio ni es lo más grave. Lo más grave es que el presentarnos a este procer como la figura central de la Revolución de Mayo, tiene su intención, pues con ello se pretende hacernos creer que nuestra católica, militar y españolísima Revolución, acta de independencia de un hijo que llega a su mayor edad sin renegar de su apellido, sea un retoño argentino de la Revolución francesa, maldecida hoy por los más grandes espíritus franceses que comenzó inventando una máquina para cortar cabezas y se las cortó luego a sus reyes en nombre de la libertad y de la fraternidad, y acabó, como acaban estas bacanales, besándole las plantas a un Emperador.
CAPITULO I UNA HISTORIA NUEVA CON MATERIALES VIEJOS Numerosos e ilustres historiadores historiadores franceses han escrito obras admirables estudiando, con verdadero espíritu científico, la Revolución francesa y demostrando que sus famosísimos actores no merecen la fama que sus panegiristas les han dado. Por ejemplo, los girondinos, presentados con la aureola de héroes y de mártires, y que se ganaron estatuas gracias a las historias demagogo-románticas de Thiers, Luis Blanc, Lamartine, Michelet, y a los relatos de Nodier y Dumas, y otros novelistas de su género, aquellos arquetipos de moderación, bravura, patriotismo, abnegación, sensibilidad, aparecen hipócritas, sanguinarios, cobardes, delatores, vanidosos, enfáticos, y viles. ¡Tales como fueron! Ya no se puede hablar ni del amor a la libertad de Condorcet, ni de la honradez de Brissot, ni de la fidelidad de Madame Roland, ni de las virtudes de otros mucho peores que ellos, como los jacobinos, sin suscitar la sonrisa de quienes no sean absolutamente impermeables al razonamiento. Hemos deseado siempre para la historia argentina, plagada como está de leyendas, una revista semejante, sin miedo y bien docum document entada ada.. Especialmente para el período más glorioso y más borroneado de ella, la época época de la Revolución, Revolución, 1810. No vacilamos en decir que es la peor peor conocida en nuestras nuestras escuelas, pues sus mitos han llegado a ser dogmas de fe republicana. Ni siquiera siquiera la la época época de Rosas Rosas contiene contiene tantas falsedades. falsedades.
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La razón es que la his tor ia de la Revolució Revoluciónn la han escrito escrito a fondo los los dos historiadores máximos de este país, hombres del mismo partido y de la misma tendencia, unitarios y especialmente liberales, Mitre y López, cubriéndola con su autoridad. No escatimamos el elogio a sus obras, indispensables y admirables por su copiosa información, por su estilo correcto, por su honestidad. Admiramos a los dos aunque discrepemos de muchas de sus conclusiones, erróneas a la luz de nuevas probanzas y de otro criterio. Pero después que ellos escribieron han pasado años de años, han hablado legajos y archivos con voces distintas, y se han descubierto millares y millares de documentos que ellos ellos ignoraron. "Nada envejece tan pronto como un libro de historia", dice Menéndez y Pelayo, en el prólogo de la segunda edición de aquella portentosa Historia de los Heterodoxos Españoles, en la que él mismo, su nobilísimo autor, no temió introducir enmiendas. Innumerables episodios de aquellos tiempos, que ellos relataron según versiones interesadas, se pueden referir de otro modo, con documentos en la mano. La extrema dificultad de esta empresa consiste ahora en que muchos do estos errores son las piedras sillares del pedestal de algunas grandes estatuas que se desmoronarían si se las removiera. O son dogmas de la caduca historia oficial que ahora aprove chándose del sesquicentenario, querrían remozarse. No ocurre lo mismo con la época de Rosas, mucho mejor conocida, a pesar de que se la ha historiado con inmensa pasión. Para nadie es ya secreto que muchas de esas historias o son novelas o se parecen bastante a ellas y no tienen en su abono los grandes nombres de Mitre y López ni sus errores son el pedestal de ninguna gran estatua. Además los archivos abundan en documentos de ese tiempo y hay numerosos periódicos de la época, elementos preciosos, no siempre fidedignos, pero siempre útiles, de que apenas se hallan muestras en los años de la Revolución.
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Aparte de ello, es permitida la discusión sobre dicho período, aunque cada cual tire para su lado. Se puede juzgar a sus actores sin que los juicios suenen a blasfemias. En cambio, sobre ciertos personajes de la Revolución, sólo es lícito repetir lo divulgado en las escuelas, así sean patrañas. Especialmente alguno de sus personajes es intocable. La historia oficial lo ha declarado "tabú". Tenemos que estudiarlo en biografías complacientes, confeccionadas por panegiristas que fueron sus parientes o sus partidarios, o por, sucesivas generaciones de copistas que los copiaron, y hay que abstenerse de señalar despropósitos y contradicciones resaltantes. ¡No nos resignamos a ello! Otro gran Papa, León XIII, extractando a Cicerón, dice: "La primera ley de la historia, es no atreverse a mentir; la segunda, no temer decir la verdad"* Y si esto puede afirmarse de la historia de la Iglesia, que, según prescribe el sabio pontífice en otro documento, debe ser escrita con entera lealtad, "sin disimular ninguna de las pruebas que sus hijos y aún sus ministros hayan hecho sufrir a esta Esposa de Cristo en el curso de los siglos" ( 1) ¿qué no habríamos de decir de nuestra historia argentina, todavía envuelta en la ganga de la leyenda y en las humaredas de los turiíerarios? No faltará quien piense, que aún teniendo razón es más prudente callar. Cuando una impostura tiene 150 años de existencia, hay tantos intereses afianzados por ella, que algunas buenas gentes, aunque sepan la verdad, prefieren callarla. Saben que se les echarán encima innumerables autores de libros, que ya no pueden enmendarse, porque dejarían de venderse en las escuelas, donde hay que enseñar la historia oficial. Tampoco faltan quienes piensen, o lo finjan, que no se debe mencionar a los próceres sino para ensalzarlos; y que sea antí(1)Encíclica del 8 de diciembre de 1899 a los obispos y el clero de Francia
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patriótico arrancar algunas piedras de sus pedestales, sus pedestales, o rectificar las fantasías con que la ignorancia o la malicia los adornó. Criterio pusilánime y farisaico. ¿Cómo puede nadie tener interés en perpetuar las mentiras en la historia? "Sólo hay en el mundo una obra digna del hombre: la verdad'^1), ha dicho el gran historiador Taine, a propósito, precisamente, del deber que incumbe a los historiadores de no falsificar la historia, ni siquiera en detalles que puedan ser gratos al chauvinismo de algunos. Si la rectificación sólo versa sobre algún accidente sin trascendencia histórica, cuya divulgación desluciría la personalidad del prócer, algún defecto de su vida íntima, algún secreto vulgar y bochornoso, realmente, nada gana la historia, ni el país con que se propalen tales cuentos cuentos de viejas. Pero si se trata de sucesos fundamentales, de noticias falsas y aún falsificadas, que han formado el criterio en beneficio de unos y en perjuicio de otros; si el restablecer la verdad significa restablecer la justicia, y dar a cada cual lo suyo, devolviendo a éstos la gloria que se les arrebató, la rectificación debe hacerse, aunque se destruyan las leyendas, aunque se derrumben algunas de esas estatuas sin cimientos. No negamos que el encogerse de hombros sea la actitud más cómoda y segura. Pero entraña una mezquindad. En historia, como en física y en química, nada se pierde y nada se crea. La gloria de la Independencia es una cantidad X que ha de repartirse entre todos los actores de la epopeya. Cada uno debe recibir la parte que le corresponda. Si a uno se le da de mas es porque a otro se le defrauda. Vayamos a un caso concreto: ¿Qué aprenden nuestros escolares sobre estos dos actores de la Revolución, Moreno y Saavedra? De Moreno se han dicho cosas descomunales, como no se han dicho ni siquiera del Padre de la Patria, San Martín. Taine, por V. Gíraud (1) Pages (1) Pages Chames de H. Taine, por Gíraud (Hachette, París, 1909) pag. 152. "
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"El primero de los patriotas y el alma de la Junta". (Gutiérrez). "Omnipotente secretario del nuevo gobierno y el verdadero numen de la revolución democrática". (Mitre). (Mitre). "Belgrano era el yunque de la Junta: Moreno el martillo". (Mitre) H. "El gran estadista, el hombre preciso y sin igual en el suelo argentino". (López). "El personaje más prominente del gobierno revolucionario". (Pinero). "El personaje simbólico y representativo de la Revolución Argentina". (Ingenieros). "El ilustre caudillo de la causa americana". "Casio genial y enfermizo". (Groussac). "El fundador de la democracia argentina". (Varios inocentes). "El espíritu de Mayo". (Varios no t an inocentes). "El doctor Moreno fue justamente el más estimable, el más ilustrado y probablemente el patriota más puro que jamás produ jo Buenos Buenos Aire Airess (2). Él fue el autor de la Revolución. Audaz, pers picaz, intrépido, intrépido, de altos principios, principios, dotado de una gran dulzura de modales, la irreprochable inocencia de su vida y la integridad de su conducta, su ardiente corazón y su honor inmaculado le ganaron el amor de sus conciudadanos y el respeto de sus enemigos". enemigos". (3). Saavedra, en cambio, es un militarote sin energía, sin talento, mediocre, de "vistas estrechas y limitadas", pero tan ambicioso, que pretendió coronarse emperador del Río de la Plata, y lo hu biera logrado de no habérselo habérselo impedido Moreno. Decir que Moreno fue el alma de la Junta, es dar a entender que los otros miembros de ella, entre los cuales estaban los más (1) "Y yo le pregunto: ¿quién era el herrero?" — comenta comenta Alberdi con certero sarcasmo. Belgrano y sus historiadores historiador es (Buenos Aires, imp. A. Mon-kes, 1897), pág. 68. ( 2 ) Quiere decir el Virreinato del Río de la Plata. (3) Robertson, J. P. and W. P., Letters on South America, London, John Murray, 1843. Tomo II, pág. 87.
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ilustres patriotas, eran peleles, sin alma, incapaces de pensar si él no les insuflaba su pensamiento. Decir que Moreno fue "el patriota más puro que ha producido Buenos Aires", es afirmar que Saavedra, Belgrano y San Martín, vienen a la zaga de él en cuanto a desinterés y valentía. Decir que Moreno fue "el ilustre caudillo de la causa americana" es enfilar a Bolívar, y a San Martín, y a O'Higgins detrás de él, como comparsas en sus iniciativas. Él los guió con su genio portentoso aún después de muerto. Si estas laudatorias recayeran en un procer que realmente hu biera realizado alguna obra grandiosa, ganado alguna batalla decisiva, escrito algún libro trascendental, trabajado en favor y no en contra de la causa de la cual se le dice caudillo y hubiera muerto en defensa de la patria, la exageración podría tolerarse. Pero cuando se analiza su vida, en presencia de testimonios incontrovertibles y se descubre que fue todo lo contrarío, uno siente que el silencio es peor que una cobardía, es una com plicidad. Vamos a probar en este libro algo que no se enseña en las escuelas, pero que algún día se enseñará, porque es una verdad argentina. La Revolución de Mayo se hizo sin Moreno, como se había hecho la Reconquista, como se hizo después la Independencia; pero no hubiera podido hacerse sin Saavedra, que fue la espada de la Revolución, por lo menos no se hubiera hecho en 1810; sin r él habría tenido que postergarse por muchos años. Se hizo sin Moreno, que no colaboró con los patriotas en ninguno de sus preparativos, que ignoró sus planes, que no asistió a ninguna de sus reuniones secretas, porque los patriotas tenían motivos para desconfiar de él; y que sólo entró a cosa hecha, cuando la Revolución había triunfado, al anochecer del 25 de Mayo de 1810, y aún así, todavía entró de mala gana y rezongando sobre su legitimidad, según lo demostraremos más adelante. Para ser más precisos, digamos que la Revolución se hizo contra las ideas de Moreno, pues si los íntimos propósitos de éste
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hubieran prevalecido, la independencia no se habría realizado, o se habría retardado largamente, como se retardó trece años por culpa suya la independencia de Bolivia. Todos sabemos que don Martín de Álzaga, el famoso Alcalde de primer voto, era un español a macha martillo, enérgico y organizador, que amaba ardientemente a su patria y que aún jugándose la vida, quiso atajar el movimiento de la independencia, que asomaba ya entre algunos americanos, y que iba nucleándose alrededor de Liniers, después de las invasiones inglesas. Sí, todos sabemos esto, pero casi nadie se acuerda más que de la segunda conspiración de Álzaga, aquella de 1812, en que el recio español acabó en el patíbulo, con casi cuarenta conspiradores más, fusilados en la plaza Mayor; y han olvidado la primera, la de tres años antes, mucho más grave que la segunda, como que su tesonero jefe estuvo a punto de apoderarse del gobierno del Río de la Plata para consolidar en estas tierras el dominio del rey, que empezaba a tambalear. El olvido de la primera conspiración de Álzaga no es del todo inocente. La razón por qué los historiadores pasan distraídamente sobre tan importante asunto, es que en esa conspiración "estuvo seriamente comprometido nada menos que el presunto "numen" de la revolución de Mayo. Moreno fue uno de los principales cómplices de Álzaga en esa anticipada contrarrevolución de la de Mayo que estalló el 1° de Enero de 1809, y que abortó gracias a la repentina y enérgica intervención de Saavedra al frente de su regimiento de Patricios. Si Álzaga hubiera triunfado aquella primera vez, la historia de América habría cambiado su curso, y la independencia argentina hubiera tardado tal vez tantos años como tardó la de Cuba. En los años heroicos de 1806 a 1810, en que los patriotas se jugaron enteros por la emancipación del Río de la Plata y en que héroes a quienes hemos olvidado perdieron fortuna y vida, Mariano Moreno, que usufructúa casi toda la gloria de la Revolución, no arriesgó nada, y ahorró tres cosas: 1°, su tiempo; 2°, su dinero; 3°, su sangre.
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No se mezcló con el pueblo para enseñarlo y enardecerlo, no pronun pronunció ció un solo solo discur discurso so ( 1 ) , no empuñó nunca un fusil, no fue visto jamás en la línea de fuego, f uego, ni en los sitios de peligro; y su nombre no figura, en ninguno de los grupos de conspiradores, que planearon la Revolución; ni figura tampoco, y esto es más desairado, en ninguna de las innumerables listas de donativos para la defensa de Buenos Aires. Hay constancia escrita de que muchos ciudadanos, no habiendo podido dar su sangre, dieron su dinero; y otros dieron su dinero y su sangre. El no¡ dio ni lo uno ni lo otro. Y esa actitud es tanto más chocante cuanto que en aquellos días gloriosos y ardientes, hasta los esclavos, hasta los muchachos por debajo de la edad militar, clamaban por un fusil para defender a su patria. Mencionaremos entre muchos otros pedimentos de permiso para sentar plaza, el de unos jovencitos que se dirigen a Liniers suplicándole que les autorice a "sacrificarse en honor de la nación y defensa de la Corona..." Liniers, por resolución del 15 de setiembre de 1806, los autoriza, no obstante su juventud, y los agrega a la artillería. ( 2). ¿Para qué vamos a decir que en ninguna de las notas en que se ofrecen voluntarios aparece Mariano Moreno? Nos han quedado quedado también listas de los personajes personajes que compocompo(!) A pesar de la pertinaz mudez de Mariano Moreno, cronistas e historiadores persisten en pintárnosl historiadores pintárnosloo como un formidable tribuno. El señor Groussac lo llama "Casio enfermizo y genial, cuya inflamada elocuencia..." (Anales de la Biblioteca Nacional, t. 3, pág. 327). Y en otro sitio sitio:: "Autorizad "Autorizadoo tribuno". tribuno". El diccionario de nuestra lengua dice que tribuno es el 'orador poli-tico que mueve a la multitud con la palabra elocuente y apasionada'. Lo cual no le pega a Moreno, de quien sólo consta que permaneció callado en las tres magnas ocasiones que jamás habría desperdiciado un verdadero tribuno. (2) Compilación de documentos relativos a sucesos del Río de la Plata desde 1806 (Montevideo, 1851), pág. 171.
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nían algunos batallones, como el de Milicias del Capitán Terrada, en donde figuran nombres conocidos. ¿Para qué decir que nunca se tropieza con el de aquel mozo de 27 años? La rumorosa biografía de Mariano Moreno es una de las fábulas más extraordinarias que se hayan inventado en la República Argentina. Casi todas las historias argentinas, especialmente las escritas para la enseñanza, dejan la impresión de que las figuras princi pales de nuestra independencia independencia son tres: San Martín, Belgrano, Moreno. Los demás personajes, hasta 1820, pasan a segundo o tercer plano: Saavedra, Pueyrredón, el Deán Funes, Rivadavia, Güemes y Las Heras, son modestos partiquinos, cuya aparición en la escena está en función de los movimientos de aquellos tres grandes actores. Pero como en estos últimos tiempos, Belgrano ha ido perdiendo posiciones posiciones y San Martín no es en realidad realidad un hombre de la Revolución, sino un guerrero de la independencia, poco a poco Mariano Moreno viene quedándose dueño exclusivo de aquel glorioso año de 1810 que otros prepararon con riesgo de su v44g. ¡Dueño del año 10! Digámoslo con la fórmula predilecta de sus biógrafos: Moreno Moreno es el espíritu espíritu de la la Revolución de de Mayo. ¿Qué muchacho argentino, que haya cursado en nuestras escuelas, no ha aprendido esa lección? Otros biógrafos discurren otras imágenes Moreno es el numen de la Patria, el genio de la Primera Junta. Por lo tanto más que Belgrano, que fue el yunque, según Mitre; más que San Martín, que fue la espada. Moreno fue el pensamiento que mueve las espadas y las forja sobre el yunque: mens agitat molem. Si esto fuera verdad, ¿cómo explicar que no se haya escrito ninguna historia exclusiva de Mariano Moreno, puesto que se han escrito de San Martín y de Belgrano? La explicación es sencilla. Cuando un historiador emprende la
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historia de Belgrano o de San Martín encuentra material de sobra para muchos volúmenes, sin salirse de s u personaje. Y la obra resulta grandiosa, y el que penetra en sus ámbitos escucha ecos inmortales: Salta, Tucumán, Los Andes, Chacabuco, Maipú, independencia de Chile, independencia del Perú. En cambio el biógrafo de Moreno tropieza con la más desalentadora de las dificultades: la falta de asunto. ¿Qué hazañas contar de aquel hombre que nació a la historia argentina cuando terminó la conspiración de Mayo, y que desapareció siete meses después, cuando apenas se iniciaban las guerras de la Independencia, que durarían catorce años? Podría agrandarse el cuadro, comenzando la vida de Moreno siquiera un año antes, para tener algo que contar, explicando su participación en la primera conspiración de Álzaga contra Liniers; y sus relaciones y consejos de abogado al Virrey Cisneros, fatales para los criollos asimismo. Pero los biógrafos prefieren no hablar de esto. No les queda otro recurso q ue renunciar a un gran libro por falta de asunto o apelar al artificio de escribir, no sobre Mariano Moreno, sino alrededor de Mariano Moreno, especie de Viaje alrededor de mi cuarto. En un libro así, abundarán las figuras retóricas, pero escasearán los detalles precisos. ¿No hay manera de decir acerca de este procer algo menos retumbante, pero más sustancial? Parece que no, porque si su historia se debiera ceñir a lo que él hizo, cabría en muy pocas páginas. Las propias Memorias de su vida, escritas por él mismo no tienen más de quince. ¡Es que murió joven! ¡Su vida fue un relámpago! [Esperanza tronchada! En efecto, Moreno murió joven: a los treinta y un años. Pero como la historia no trata de las cosas que un héroe pudo haber realizado, sino de las que verdaderamente realizó, es ocioso argumentar con promesas ni con esp eranzas. Además, cuando se es realmente un genio, a los treinta y un
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años, se ha tenido tiempo de demostrarlo. Hay en la historia muchos personajes — conquistadores, conquistadores, artistas, hombres de estado — que a esa edad ya habían hecho hazañas asombrosas, que sus biógrafos pueden relatar con lenguaje sencillo, sin ahuecar la voz para agrandarlas, porque son grandes por sí mismas. No fue, pues, la extrema juventud lo que impidió a Moreno dejar abundante material a sus futuros biógrafos. ¿Acaso le faltó escenario? Muchos hombres no logran dar su medida porque no tuvieron la suerte de vivir en una époc a propicia. propicia. Las grandes épocas no hacen a los grandes caracteres, pero sí los suscitan, los descubren dándoles el ambiente que necesitan. Otros hombres podrían reprochar al destino el que no les concediera vivir en un tiempo de héroes. ¿Puede Mariano Moreno quejarse de su época? Vamos a verlo. Tenía 27 años en 1806, cuando Buenos Aires, la ciudad en que vivía, fue invadida por una expedición inglesa. El suceso le produjo tanta impresión que él mismo en sus Memorias relata lo siguiente: "Yo he visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les entregaba; y yo Mismo he llorado más que otro alguno cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806 vi entrar 1.560 hombres ingleses, que apoderados de mi patria se alojaron en el fuerte y demás cuarteles de la ciudad" ( 1). Hay en la historia otras lágrimas famosas, las de Boabdil el Chico, último rey de Granada, que al alejarse de sus muros, conquistados por Fernando el Católico, se deshizo en amargo llanto. Su madre, la bravía Aixa la Horra, al verlo llorar lo azotó con estas palabras justicieras e inmortales: "Llora como mujer, lo que no supiste defender como hombre". En aquellos tiempos de las invasiones inglesas, vivían en Bue(* ) Vida y Memorias del Dr. Dr. Dn. Mariano Moreno, por su hermano Manuel Moreno. Londres, en la Imprenta d e J. M'Creery, 1812, pág. 100.
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nos Aires Pueyrredón, Saavcdra, Belgrano, etc., de cuyas lágrimas, si es que lloraron, nada nos cuentan sus biógrafos, porque tienen cosas más importantes que contarnos. En cambio nos refieren que montaron a caballo o empuñaron el fusil y corrieron a defender a su Buenos Aires, que era la puerta de todo el país. En suma, ellos repararon "la infamia con que se les entregó". Y mientras ellos se batían con el invasor, ¿qué hacía aquel mozo de 27 años, en la plenitud de su vigor físico y mental? ¡Extraña distracción la de nuestros historiadores, que han pasado sin leer el relato que él mismo nos ha dejado de sus ocupaciones en esos tiempos heroicos! Dice en el citado libro de sus Memorias, que le preocupaba mucho lo que pensarían los otros pueblos de la rendición de Buenos Aires y de sus causas. "El deseo de satisfacer tan justa curiosidad me inspiró el de formar una historia de esta conquista: hablé con varias personas capaces de desempeñarla dignamente, les insté emprendiesen una obra de tan conocida utilidad, pero el trastorno que ocasiona a todo el país la mudanza de dueño, les impidió dedicarse a un trabajo que ellos mismos deseaban. Todos se hallaban contraídos a buscar nuevos medios de subsistir; y en la inconstancia que presenta un pueblo recién invadido no se atrevían a separar separar un punto punto su atención de aquel principal objeto. "Desesperado de encontrar quien se dedicase a la formación de esta historia resolví componer unas memorias que supliesen su falta, para el conocimiento conocimiento de los principales principales hechos de esta conquista. La prolijidad con que apuntaba cada noche los sucesos del día, me proporcionó un diario, que extractado con fidelidad y reflexión presenta una individual individual noticia de todos los acontecimientos. acontecimientos. No refiero cosas que no haya visto, o que no estén atestiguadas por la uniforme deposición de personas formales y de respeto" ( 1). Así, pues, mientras los futuros colegas de Moreno construían la O) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, pág. pág. 85.
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historia argentina en los campos de batalla, él prefería espiarla de lejos y escribirla después en el abrigado rincón de su bufete. Los historiadores reconocen que la increíble victoria sobre las aguerridas tropas inglesas se debió al entusiasmo del pueblo por defender la patria y la religión. Todos los habitantes de Buenos Aires, hombres, mujeres, niños, se lanzaron a matar como soldados y a morir como mártires, pues perder la vida por defender de los herejes aquellas tierras católicas era una muerte santa y sublime. Sólo escapó al entusiasmo general el tranquilo cronista "que apuntaba cada noche, con prolijidad, los sucesos del día". Ninguno de sus biógrafos, ni su propio hermano, tan minucioso siempre, nos cuenta que haya empuñado un fusil o ayudado a empujar un cañón o participado en ninguno de los combates en que se jugaron la vida todos los que después f ueron los próceres de Mayo. , [Todos, con la sola excepción de Mariano Moreno! Nos han pintado a Moreno como un tribuno fogosísimo, clarovidente y patriota, él, que jamás pronunció un discurso, y que se murió sin haber previsto que aquellos sucesos, en que apenas intervino, eran una trascendental revolución, de la que surgiría una nueva nación. Más adelante demostraremos esto. Sus preocupaciones, en aquellos años no tenían nada que ver con la patria, a juzgar por el comentario que sale del corazón de su biógrafo, cuando nos refiere lo que ocurrió en seguida de la derrota de los ingleses. Esta victoria increíble, de un pueblo sin armas contra un ejército aguerrido y célebre en Europa por sus campañas, victoria esencialmente porteña, no enciende, el entusiasmo de Manuel Moreno, autor de la biografía de Mariano Moreno, sino en la medida en que devuelve al futuro procer los empleos que antes tuvo y de los cuales lo había privado la invasión. Es asombro que ningún biógrafo haya recogido estos pormenores. Dicho así Manuel Moreno, en su obra clásica, apenas leída por
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nadie, pero copiada por todos a través de los dos o tres historiadores que la leyeron y la citaron en un principio: "El 12 de agosto de 1808, día memorable para los hijos de Buenos Aires, en que volvió la plaza al dominio español por su bizarra reconquista, recuperó mi hermano la situación primera volviendo inmediatamente a reunirse a los tribunales, que se habían disipado con la dominación extranjera y todos los negocios a su orden antiguo. "A poco tiempo le fue necesario mejorar su personal establecimiento, ensanchándolo conforme al aumento que tomaban sus asuntos" (1). Parecería que aquella victoria tan grande, final de la primera invasión y preámbulo de los memorables combates del año 1807, en la segunda invasión inglesa cuando se rechazó definitivamente a los invasores, no hubiese tenido más efecto digno de mención que el de haber restaurado los asuntos profesionales de Mariano *Mor *Moren eno. o. No se crea cre a que la frase transcripta sea una distracción del biógrafo. En otro libro, sobre el mismo asunto, escrito 24 años después, repite con otras palabras el mismo concepto, lo cual demuestra, que si el doctor Mariano Moreno no se mezcló ni en los combates de la Reconquista de Buenos Aires, ni posteriormente en las arriesgadas conspiraciones de Rodríguez Peña, Belgrano, Saavedra, Vieytes, Viamonte, fue porque su bufete de abogado no le dejaba tiempo para cosas tan románticas. Esto parece muy fuerte, porque hasta ahora los historiadores no han dicho palabra de ello. Pero no solamente los historiadores tienen derecho a hablar: también los documentos tienen que ser oídos. El libro de Manuel Moreno, sobre su hermano Mariano, ha sido la principal fuente de información acerca de la vida del procer. Pero los biógrafos modernos muestran no haberlo leído, pues siguen utilizando sólo los fragmentos puestos en circulación por los Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, .... pág. 100.
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historiadores clásicos, que tampoco ex tractaron sino lo que les gustó. gustó. Y como ninguno de ellos ha publicado el dato que vamos ahora a destacar, ninguno de los biógrafos actuales ha parado mientes en una preciosa confidencia que se nos hace en la memorable memorable obra. Ya hemos visto que los negocios profesionales del procer aumentaron de tal modo al terminar las invasiones inglesas, que se vio obligado a "mejorar su personal establecimiento", esto es a transformar la casa en que vivía o a mudarse a una más cómoda, lo que era realmente indicio de prosperidad. "Una fortuna inde pendiente, dice Manuel, fue en tres años el fruto de su industria y economía" ( 1). Y en el otro libro a que aludimos arriba, agrega: "Los tres años desde estas invasiones hasta hacerse la Revolución, fueron la época más feliz de la vida del Dr. Moreno; en que dueño de sus inclinaciones dividía su tiempo entre el estudio y la familia: una numerosa clientela frecuentaba su casa, solicitando sus talentos en la dirección de los negocios; y el ejercicio de la profesión le ga-, naba cada vez más, un crédito considerable que no tenía rival" ( 2). Decimos que es preciosa esta confesión porque ella ilumina un período que han dejado en la sombra los biógrafos (3). (!) Vida y Memorias del Dr.- Dn. Mariano Moreno .. ., pág. ., pág. 101. ( 2 ) Colección de arengas en el foro, y escritos del Dr. Dn. Mariano Moreno, abogado de Buenos Aires y Secretario del Primer Gobierno en la revolución de aquel estado. Londres, Imp. Jaime Pickburn, 1836, prefacio, pág. XCVII. ( 3 ) En efecto, Mariano Moreno fue casi el único procer a quien sonrió la diosa Fortuna, tal como nos lo cuenta su hermano. Vivió en la holgura y murió con muchísimo dinero oficial en las faltriqueras: 20.000 duros que Saavedra le hizo entregar para sus gastos ear Londres, como representante do la Junta, "a nombre del rey Fernando VII", amén de otros 8.000 de su sueldo adelantado. (Véase la carta de Saavedra a Chiclana en el Capí-lulo IX de esta obra.) De Belgrano y San Martín sabemos que vueltos a la vida privada vivieron en apreturas financieras y murieron en la pobr eza. No es del caso aquí comparar los ser vicios que prestaron a su patria Aquel rico gestos dos pobres.
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Muchas veces nos habíamos preguntado, por qué no aparecería nunca el nombre de Moreno entre los patriotas que se reunían en diversos lugares a conspirar por la libertad de su país, desde la jabonería de Vieytes en la ciudad hasta la quinta de Saavedra en San Isidro. Después de leer a su hermano hemos comprendido la razón: el procer se había labrado labrado una fortuna fortuna independiente independiente y atravesaba el período más feliz de su vida. Todo su tiempo estaba repartido entre sus asuntos profesionales y la familia. ¿Y la patria? Otros pensaban en ella. Y entre estos otros, que realmente prepararon la Revolución de Mayo, hay no pocos olvidados por quiénes es inútil preguntar a los niños de las escuelas argentinas. Las estatuas de Moreno los han dejado en la sombra, a ellos, los verdaderos autores de la Independencia. En todas las escuelas de la república hay un aula presidida por su retrato, como la primera figura de aquella época. Entretanto Saavedra queda lejos y apagado, como un semi procer, a causa del odio que le profesó profesó Moreno, Moreno, odio que es el origen de los partidos políticos que han despedazado a la república durante muchas décadas. ¿En cuál de nuestras escuelas se enseña que Saavedra es la gran figura del 25 de Mayo y que él salvó dos veces a la Revolución arrojando su espada en el platillo donde estaba la suerte de la patria, una el 1 de enero de 1809, otra otra el 22 de de Mayo de 1810? Nadie se acuerda de de afirmar que Saavedra Saavedra fue el jefe militar de de aquella revolución, esencialmente militar, que si resultó incruenta, como algunos se complacen en decirlo para aminorar la participación de los militares, se debió a que Saavedra tenía en sus manos todas las fuerzas de Buenos Aires, y las puso íntegramente al servicio de la conspiración, con tal denuedo y a la vez tal prudencia que habría sido una insensatez resistirse. Cuando se descubren testimonios que lo prueban, un hombre
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sin prejuicios, no querrá ahogar la verdad, cualquiera que sea el daño personal que le cause el declararla. Parece increíble que el enriquecer la historia argentina con una verdad bien documentada pueda perjudicar a nadie, cuanto más que al hacerlo se devuelve el honor o la justa reputación a otros hombres a quienes ha defraudado la historia falsificada. No nos jactamos de haber descubierto ningún filón de papeles inéditos. Lo dijimos al comienzo de este libro. Todos los que vamos a explotar, si no son bien conocidos es porque los interesados en informarse no habrán querido conocerlo a fondo. Si este libro tiene alguna novedad sobre tantos otros, es como la de aquella aldeana industriosa que escribía a su hijo estudiante en la ciudad: "Te mando el traje nuevo que te he hecho con la capa vieja de tu padre". No basta acopiar acopiar papelotes: es necesario leerlos. leerlos. Pero tampoco basta leerlos: es indispensable querer comprenderlos, asimilarlos, sintetizarlos. "Un minuto de síntesis, por un año de análisis", decía el gran historiador historiador Fustel de Coulanges. Las cosas que aquí vamos a develar, son de ésas que una vez encontradas no se deben esconder, aunque los errores que destruyan tengan cien años. La historia no tiene prisa, porque no hay prescripción contra contra la verdad. verdad. Ya prevemos la impresión que va causar este libro. En unos será una gran decepción. ¿Qué fe se puede prestar a los historiadores sobre los demás puntos de la historia patria, si en éste, que parecía inconmovible, se descubren tantas inexactitudes? En otros será una gran indignación. Sin tomarse el trabajo de rectificar nuestras pruebas, rasgarán sus vestiduras y se mesarán las barbas condenándonos a la muerte civil. Moreno es para ellos más que un procer, es el oráculo del liberalismo, raro en aquellos tiempos y lo necesitan para enchufar la revolución argentina argentina en la revolución francesa, haciéndola demagógica y despojándola de su carácter militar y católico.
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"¡Este hombre blasfema!" — dirán dirán como los escribas del tiempo de Cristo ( J ) . La tentación de la impopularidad es tentación de corazones jóvenes. Los viejos o los envejecidos antes de tiempo, no se resignan a ser impopulares. ^Prefieren repetir lo que dice la mayoría, para asegurar su tranquilidad y gozar de eso que se llama "buena prensa". prensa". Nosotros debemos de ser bastante jóvenes, por dentro, pues no nos asusta aumentar la impo pularidad de que evidentemente ya gozamos. gozamos. Deploramos el disgusto que van a tener algunas buenas almas, cuando lean estas cosas que venimos diciendo, pero "es. casi im posible llevar la antorcha de la verdad por entre un gentío, sin chamuscar a alguien la barba" ( a). Si éste fuera un libro hipócritamente pornográfico, si enseñara a los jóvenes, con falso aparato ci entífico, la manera de burlar .las leyes de la vida, como los que están en todas las bibliotecas públicas y cuyos lectores son especialmente colegiales y colegialas; si fuera una obra anarquista y atea, que socavara los fundamentos de la sociedad, blasfemara de Dios, se mofara de la religión, de la bandera, del ejército, de la patria; si fuera una apología del "amor que no se atreve a decir su nombre" podría darse a luz sin levantar ninguna protesta, como no fuera la de la Iglesia romana, que lo pondría en el índice, lo que aumentaría su difusión. Pero se trata de un libro de historia limpio y serio, que no bien aparezca provocará alaridos, graznidos, maullidos y otra clase de rumores más o menos inteligentes. Se insultará a su autor; se decretará su muerte civil y, si no fuera peligroso, también la otra muerte por haber rebasado los límites de lo permitido en una sociedad liberal, como la nuestra. Se puede decir que Dios no existe, que Dios es el mal; que la patria no tiene fronteras; que la bandera argentina nos dice menos (1) Matth. (1) Matth. 9, 3. ( 2 ) LICHTENBERG, G. C. Afo C. Aforis rismos mos(Buenos (Buenos Aires, 1942), pág. 63.
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al corazón que la bandera roja; que no es una honra el ser argentino, y todo esto se ha dicho ¡hasta en el Parlamento!, donde algún diputado llegó a afirmar que su patria era el país donde le daban de comer. Todo se puede decir, sin rubor ni miedo, porque aquí reina eso que llama libertad de pensamiento y de prensa. Pero no se puede decir que Moreno no fundó la Biblioteca Nacional, sin que pretendan hacerle beber a quien lo diga bronce derretido, porque decir eso es atentar contra la democracia, fundada según lo propalan, por Mariano Moreno (véase más adelante el capítulo XVII). No está probado que nosotros no seamos demócratas; hasta creemos serlo en su verdadero sentido. "Sed buenos católicos, decía Pío IX, y seréis buenos demócratas". Pero sí está probado que no creemos que Mariano Moreno fundara la democracia argentina, ni la Biblioteca Nacional, ni La Gazeta, y allí está el peligro. En Francia, historiadores contemporáneos han podido revisar I tranquilamente la historia de la Revolución y descubrir la triste fisonomía de algunos semidioses. ¿Es lícito intentar aquí algo j parecido? parecido? Ya veremos veremos que no. No está de más recordar las palabras de Tácito, impresas como lema en las primeras páginas de la Gaceta de Buenos Aires: "Felices tiempos aquellos en que sea lícito sentir libremente y expresar con la misma libertad el sentimiento". Tácito, funcionario del Imperio, edil y pretor, escribía bajo la recelosa mirada de los emperadores romanos, páginas que muchas veces alarmaron a éstos. Nosotros escribimos en la plena libertad de una República, que se gloría de ser liberal, y por servir a la verdad. La historia es ejemplo. Comete una infidencia el que la falsifica, convirtiendo los sucesos del pasado en armas para los combates de hoy. La historia es la patria. Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la patria. "Los historiadores que de men-
tiras se valen — decía decía don Quijote — habían habían de ser quemados como los que hacen moneda falsa" (1). Y es intolerable y bochornoso, que los escolares argentinos aprendan verdadera historia de Francia, de España, de Estados Unidos, y estén condenados a no aprender nunca la de su patria, porque la historia dirigida, escrita Grosso modo, está enferma de mitos calculados y de sopesadas imposturas.
(1) Don (1) Don Quijote de la Mancha, p. Mancha, p. II, cap. III.
CAPITULO II
NUESTRA REVOLUCIÓN REVOLUCIÓN NO NO DEBE NADA A LA REVOLUCIÓN FRANCESA Para comenzar digamos algo que probablemente nunca se ha dicho: los patriotas del año X no entendían la palabra "pueblo" como quieren entenderla ciertos admiradores de la revolución francesa, falsificadores de la nuestra ahora. Los demagogos mutilan el sentido de esa palabra. Para ellos solamente es "pueblo" la masa plebeya, informe y enorme, caprichosa, infalible, sacrosanta, poseedora de todos los derechos y no atada por ninguna obligación. Es decir, la parte primitiva de la sociedad, más fácil de ser manipulada, engatusada con discursos y ganada con donativos. Para los patriotas del año X "pueblo" no era solamente la plebe, sino el conjunto de los habitantes del país, ignorantes e instruidos, ricos y pobres, capaces e incapaces de pensar por su cuenta, sacerdotes, militares, hacendados, abogados, comerciantes, artesanos, menestrales, pulperos, sirvientes, esclavos... iguales todos en sus derechos específicos, a los ojos de Dios, que los había creado y redimido con la Sangre de Jesucristo, pero desiguales en sus aptitudes y en sus derechos sociales, conforme a las circunstancias en que vivían. Los hombres de Mayo, que sabían su catecismo y por ello conocían esa igualdad esencial y esa desigualdad accidental, cuando trataban de resolver problemas de gobierno, que en aquellos tiempos se resolvían a menudo en asambleas del pueblo o cabildos abiertos, jamás convocaban a la plebe, a los esclavos, los sirvientes, los menestrales, casi siempre analfabetos y a quienes tampoco les atraía el meterse en tales honduras. Convocaban a los que las solemnísimas actas de dichas asambleas llaman "vecinos de calidad", o "vecinos de distinción", o como reza la más solemne de todas, la del 25 de Mayo de 1810,
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"la parte sana y principal del vecindario", que representaba por derecho natural, no por elección de nadie, a la totalidad d< I pueblo. Y esto sucedió no sólo en Buenos Aires sino en todas las ciudades y villorrios del virreinato. Los patriotas del año X, cuyo espíritu buscan afanosamente ciertos historiadores, deseándolo hallar distinto de cómo fue, in> creían que las discusiones y resoluciones de aquellas asambleas de vecinos de distinción, pequeña minoría en comparación d< los vecinos que no habían sido convocados, convocados, habrían de mejorar por que interviniera en ellas la parte menos principal del vecindario, es decir que la turbamulta, que es la inmensa mayoría. Esa inmensa mayoría sentíase perfectamente representada pin aquella minoría selecta, que conocía sus problemas y sabía defender sus intereses. Se ve, pues, que los hombre de Mayo, aunque tenían un concepto del "pueblo" más amplio y generoso que el que tienen los l os demagogos demagogos actuales, no eran partidarios del sufragio universal sino del voto calificado. ¡Horrenda blasfemia! Y bien, ya está dicha y vamos .1 decir otra peor, con la ayuda de Mitre. Mitre. Para mejor vulgarizar la fisonomía del 25 de Mayo de .1810, los demagogos nos describen, palabra más palabra monos, una plaza hirviente de frenéticos descamisados con el puño en alto. Ya no las anacrónicas figuritas pedagógicas de ciudadanos encapados y con paraguas. Ahora prefieren algo moderno y se los ocurre más argentino: una revolución en mangas de camisa, a pesar del frío y de la famosa f amosa lluvia de aquel glorioso 25 do Mayo. Siempre la imaginación, nunca la verdad. Por la historia sabemos que durante siglos lucharon crudamente en Roma los patricios, especie de nobles descendientes de las familias fundadoras de la ciudad, y los plebeyos que oran el po pulacho pulacho sin abolengo. En otras naciones antiguas antiguas se han producido producido estas mismas luchas de la nobleza contra la plebe. Traemos este recuerdo porque es conveniente, cuando queramos
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descubrir el verdadero espíritu de Mayo, no olvidar que el principal cuerpo de tropas en que se apoyó la Revolución, fue el Regimiento de Patricios, cuyo solo nombre es una definición. La Revolución de Mayo fue militar y católica y popular, vale decir, correspondió a los anhelos profundos de los criollos ansiosos de gobernarse ellos mismos. En ningún momento plebeya; y fue aristocrática, porque la hicieron verdaderos señores, que supieron imprimirle la impronta de su cultura, con un señorío que no apostató de su credo ni de la historia de España, de la que ellos fueron y nosotros queremos seguir siendo continuadores. Y aquí cedamos la palabra a nuestro historiador. "Tanto los patriotas que encabezaban el movimiento revolucionario — expresa expresa Mitre — , como los españoles que en el Cabildo abierto habían cedido al empuje de la opinión, todos pertenecían a lo que podría llamarse la parte aristocrática de la sociedad. Las tendencias de ambas fracciones eran esencialmente conservadoras en cuanto a la subsistencia de orden público y esto hacía que se encontrasen de acuerdo en un punto capital, cuál era el impedir que el populacho tomase en la gestión de los negocios públicos una participación activa y directa" (1). Así se hizo la nueva y gloriosa nación, que ahora quieren deshacer bastardeando su espíritu. ¿Y en esta Revolución sin crímenes, que fue la nuestra, se pretende encontrar un retoño de la francesa, que se prostituyó a los pies de la diosa razón y asesinó, fusiló, guillotinó a millares de ciudadanos, hombres, mujeres y hasta niños? ( 2) (!) B. MITRE, Historia Historia de Belgrano Belgrano y de la Independenc Independencia ia argentina argentina (Carlos (Carlos Casavalle, Buenos Aires, 1876), t. I, pág. 273. (-) "Según Collor d'Herbois, que tenia la imaginación a veces pintoresca "la transpiración política debía ser bastante abundante para no detenerse hasta lu destrucción de doce a quince millones de franceses". f ranceses". Artículo de Guffroy en su diario Le diario Le Rougiff: "Francia tendrá bastante con cinco millones de habitantes." 'I 'MNIÍ, Les Origines de la France contemporaine, tomo VIII, La Revolutiun, pág. 133.
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"la parte sana y principal del vecindario", que representaba por derecho natural, no por elección de nadie, a la totalidad del pueblo. Y esto sucedió no sólo en Buenos Aires sino en todas las ci udades y villorrios del virreinato. virreinato. Los patriotas del año X, cuyo espíritu buscan afanosamente ciertos historiadores, deseándolo hallar distinto de cómo fue, no creían que las discusiones y resoluciones de aquellas asambleas de vecinos de distinción, pequeña minoría en comparación de los vecinos que no habían sido convocados, convocados, habrían de mejorar mejorar por que interviniera en ellas la parte menos principal del vecindario, es decir que la turbamulta, que es la inmensa mayoría. Esa inmensa mayoría sentíase perfectamente representada pin aquella minoría selecta, que conocía sus problemas y sabía defender sus intereses. Se ve, pues, que los hombres de Mayo, aunque tenían un concepto del "pueblo" más amplio y generoso que el que tienen los l os demagogos demagogos actuales, no eran partidarios del sufragio universal sino del voto calificado. ¡Horrenda blasfemia! Y bien, ya está dicha y vamos .1 decir otra peor, con la ayuda de Mitre. Mitre. Para mejor vulgarizar la fisonomía del 25 de Mayo de .1810, los demagogos nos describen, palabra más palabra monos, una plaza hirviente de frenéticos descamisados con el puño en alto. Ya no las anacrónicas figuritas pedagógicas de ciudadanos encapados y con paraguas. Ahora prefieren algo moderno y se los ocurre más argentino: una revolución en mangas de camisa, a pesar del frío y de la famosa f amosa lluvia de aquel glorioso 25 do Mayo. Siempre la imaginación, nunca la verdad. Por la historia sabemos que durante siglos lucharon crudamente en Roma los patricios, especie de nobles descendientes de las familias fundadoras de la ciudad, y los plebeyos que oran el po pulacho pulacho sin sin aboleng abolengo. o. En otras naciones naciones antigu antiguas as se han produproducido estas mismas luchas de la nobleza contra la plebe. Traemos este recuerdo porque es conveniente, cuando queramos
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descubrir el verdadero espíritu de Mayo, no olvidar que el principal cuerpo de tropas en que se apoyó la Revolución, fue el Regimiento de Patricios, cuyo solo nombre es una definición. La Revolución de Mayo fue militar y católica y popular, vale decir, correspondió a los anhelos profundos de los criollos ansiosos de gobernarse ellos mismos. En ningún momento plebeya; y fue aristocrática, porque la hicieron verdaderos señores, que supieron imprimirle la impronta de su cultura, con un señorío que no apostató de su credo ni de la historia de España, de la que ellos fueron y nosotros queremos seguir siendo continuadores. Y aquí cedamos la palabra a nuestro historiador. "Tanto los patriotas que encabezaban el movimiento revolucionario — expresa expresa Mitre — , como los españoles que en el Cabildo abierto habían cedido al empuje de la opinión, todos pertenecían a lo que podría llamarse la parte aristocrática de la sociedad. Las tendencias de ambas fracciones eran esencialmente conservadoras en cuanto a la subsistencia de orden público y esto hacía que se encontrasen de acuerdo en un punto capital, cuál era el impedir que el populacho tomase en la gestión de los negocios públicos una participación activa y directa" (1). Así se hizo la nueva y gloriosa nación, que ahora quieren deshacer bastardeando su espíritu. ¿Y en esta Revolución sin crímenes, que fue la nuestra, se pretende encontrar un retoño de la francesa, que se prostituyó a los pies de la diosa razón y asesinó, fusiló, guillotinó a millares de ciudadanos, hombres, mujeres y hasta niños? ( 2) (!) B. MITRE, Historia Historia de Belgrano Belgrano y de la Independenc Independencia ia argentina argentina (Carlos (Carlos Casavalle, Buenos Aires, 1876), t. I, pág. 273. (-) "Según Collor d'Herbois, que tenia la imaginación a veces pintoresca "la transpiración política debía ser bastante abundante para no detenerse hasta lu destrucción de doce a quince millones de franceses". f ranceses". Artículo de Guffroy en su diario Le diario Le Rougiff: "Francia tendrá bastante con cinco millones de habitantes." 'I 'MNIÍ, Les Origines de la France contemporaine, tomo VIII, La Revolutiun, pág. 133.
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|Y éstos eran los oráculos de Moreno! Y éstos los modelos que nos proponen! ¡Qué aberración! El historiador historiador que diga otra cosa, no sabe lo que dice. O no dice lo que sabe. Sólo olvidando las causas, los métodos y los resultados de la Revolución francesa, puede comparársela con la Revolución «le Mayo. La Revolución francesa se hizo en contra del absolutismo reyes y los privilegios de los nobles y, agréguese, en contra de la Iglesia romana. En el Río de la Plata no había ni nobles ni reyes. Gobernaban el país, mal o bien, un virrey que qu e no tenía nada de absoluto y el Cabildo, genuina y antiquísima autoridad de origen popular, que "la parte sana y principal" del vecindario elegía libremente. La senc sencill illez ez de de las las costum costumbres bres y la pobreza pobreza del país , f a c i l i ta ba n la convivencia social. La Revolución francesa fue republicana, mientras que la Revolución argentina fue en sus c omienzos abiertamente monárquica. La Revolución francesa fue enemiga de la religión católica, desalojó a N. S. Jesucristo de los altares y puso en ellos a la diosa Razón, simbolizada por una prostituta a la que paseaban desnuda en un carro con un crucifijo a los pies (1). La Revolución de Mayo fue católica. El 30 de Mayo do 1810, a los cinco días de la revolución, concurre la Junta Gubernativa, con toda solemnidad, a una misa de acción de gracias, celebrando el cumpleaños del Rey y la instalación del nuevo gobierno (2) Poco después, el 18 de julio, el gobierno provee de sacerdotes capellanes al cuerpo expedicionario que marcha al interior, nom brando al efecto al Dr. D. Manuel Albariño y a fray Manuel Ezcurra, de la Orden de la Merced. Nosotros, que tenemos una gesta cristiana, sin crímenes, bendecida unánimemente por todos los argentinos, ¿por qué habríamos de envidiar a Francia aquella sangrienta bacanal, rnal(1) LAHAKPE, Du fanatis fanatisme me dar*s dar*s Je Jana Janane ne rcvoln rcvolntio tionnai nnaire. re.París, París, Mig Mignene-ret, ret, 1797, pág. 54. 2 ( ) Registro Oficial de la República Argentina,tomo Argentina, tomo I, pág. 28.
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decida según antes dijimos, por los más autorizados historiadores y sociólogos franceses y hasta por escritores modernos de la izquierda? Los que se empeñan en probar este bastardo parentesco, nos pintan al pueblo de Buenos Aires, nutrido por el dogma de la soberanía popular agolpándose en la plaza para arrancar su renuncia al Virrey e imponer su voluntad al Cabildo, que representaba al vecindario de la ciudad, es decir al pueblo mismo. Y a fin de marcar mejor el aspecto plebeyo de nuestra Revolución nos refiere que fue incruenta, con lo cual quieren decir desarmada y antimilitarista. Podría creerse, al leerlos, que en toda revolución hecha por gente de sable, la sangre corre a torrentes, y que a la inversa, cuando sólo interviene el pueblo, aquello es un agua de malva; no se esgrimen otras armas que las lenguas, y sólo se lucha con honrados argumentos y con votos conscientes. ¡Rusia, Méjico, España, Cuba, son ejemplos de lo incruentas que son las revoluciones no hechas por los militares! La Revolución francesa, modelo de movimiento demagógico, fue, según la fuerte metáfora de Barbey d'Aurevilly, una ancha zanja de sangre que cortó en dos la historia de Francia. ¿Debemos agradecer a nuestros historiadores el que por hacer más simpática (no sabemos a quiénes) la Revolución de Mayo, la despojen de todo carácter militar y nos la describan como un torneo de discursos entre cabildantes y abogados? Eso es falsificar la historia, y dar a las generaciones actuales y futuras una lección de ingratitud hacia los principales actores de nuestra Revolución, que fueron militares. La verdad histórica, nuestra verdad, es mucho menos enfática y mucho más hermosa. La grandeza de la emancipación argentina aparece cuando se la cuenta con límpida sencillez, no cuando se la enturbia atribuyéndole un contenido demagógico que no tuvo ni pudo tener. La revolución argentina no es una jamona sin hogar, venida a nuestras playas desde las orillas del Sena, despechugada y ronca,
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embadurnadas las mejillas con la hez del vino de los bistrots parisienses, e mpuñando con la mano izquierda un Contrato Social, y empujando con la derecha el carretón de la guillotina. Nuestra Revolución es una hermosa y valiente muchacha, hija legítima de familia hidalga, nacida aquí mismo, en las orillas del Plata, y que apareció por primera ,vez en las calles do Buenos Aires, con los cabellos adornados de diamelas criollas, empujando un cañón para tirar sobre los herejes invasores; y más tarde, en la plaza de la Victoria, blandiendo la espada que le entrega Saavedra, de dulce y pulido acero toledano, arma que en su mano parecía par ecía una joya, y que los historiadores han pretendido arrebatarle, ofreciéndole en cambio una traducción marchita del libro de Rousseau hecha por Mariano Moreno. ¡No! La Revolución de Mayo es netamente argentina y nuda tiene que ver con la Revolución francesa, y es indigno de historiadores criollos buscar agua en el Sena, para bautizarla cuando la tienen a mano y más abundante en el Río de la Plata. Desde luego, las fechas delatan el anacronismo. Cuando estalló nuestra Revolución ya habían pasado veinte años sobre la francesa, que en 1810 estaba harto desacreditada en el mundo, y especialmente en la América española, por sus crímenes y por sus resultados: después de Robespierre, y como reacción contra los desvaríos del pueblo soberano, Napoleón. Hacía veinte años que, por causa de su Revolución, Francia había perdido todas sus libertades. ¿Quién se las devolvería? ¿Quién daría vida a los huesos de cientos de miles de sus hijos que cubrían los campos de batalla de media Europa? Las pocas noticias que el pueblo de Buenos Aires tenía de la Revolución francesa, no podían suscitar ni su admiración ni sus deseos de imitarla. Dos años atrás — el el 2 de Mayo de 1808 — había había emprendido España contra los franceses su grandiosa guerra de independencia, verdadera cruzada santa en la que la acompañó de todo corazón toda la América española. ¿Qué influencia podían tener en el Buenos Aires de 1810 doc-
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trinas execradas, que habían arrasado el trono, la religión y todas las libertades públicas y engendrado el más violento imperialismo? imperialismo? ¿Qué ganas de implantar la guillotina habían de sentir los vencedores de los ingleses, héroes de la Reconquista, que no fusilaron a uno solo de sus prisioneros de guerra, sinceros católicos y monárquicos, que luego vieron a España, la madre patria, invadida y en guerra contra un déspota, hijo legítimo de la Revolución francesa? Si en el Río de la Plata alguien hubiera necesitado algún modelo de revoluciones para imitar, habría puesto los ojos en la de los Estados Unidos, cuyos frutos felices estaban a la vista. Se trataba de un país americano, colonizado como el nuestro por una nación europea. Un día sintióse capaz de gobernarse a sí mismo, proclamó su independencia y la afianzó con las armas, sin necesidad de asesinar a sus reyes, ni de renegar de s u religión. religión. Parecida evolución fue la nuestra. En él Río de la Plata no había reyes, ni nobles, cuyos privilegios irritaran al pueblo; es decir, faltaban los principales motivos de la Revolución francesa. En cambio existía un deseo intenso de libertad económica, y la justa ambición de que el país se administrase a sí mismo, que fueron exactamente las causas de la revolución norteamericana. Era un proceso natural, como la emancipación de un hijo que llega a la mayoría. Si los próceres de Mayo hubieran necesitado inspiración, la habrían buscado en nuestro propio continente, en una nación emancipada y feliz. "El acontecimiento extraordinario que más contribuyó a formar esta conciencia (la de la independencia) y a abrir los ojos a los mismos gobernantes, fue la emancipación de la América del Norte, que dio el golpe de muerte al antiguo sistema colo nial”!. 1 ) MITRE, B., Histo B., Historia ria de San San Martí Martínn y ¿Le la Emanc Emancipac ipación ión Sudam Sudameri-n eri-n(2» (2» edición - Félix Lajouane, Buenos Aires, 1890), t. I, pág. 41.
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Nuestra Nuestra Revolución Revolución tiro causas propias y métodos métodos absolutamente absolutamente criollos. En los comienzos de la nacionalidad, repugnaba al espíritu nativo eso de copiar cosas extranjeras. En ningún documento de la época, en ningún manifiesto de las autoridades, en ningún periódico de antes o de los días de la Revolución argentina hay el más leve recuerdo de la Revolución francesa, francesa, como inspiradora de la nuestra. Y cuando en algún papel privado surge alguna rarísima alusión a sus corifeos, como Robespierre, es con sarcasmo y repulsión. Aparte de las declamaciones desatinadas, sólo dos argumentos con alguna apariencia hubieran podido presentar, de haberlos sabido, los que sostienen ese parentesco. parentesco. El uno es cierto pasaje de la Autobiografía, de Manuel Rc 1-grano. El otro son las ideas de Mariano Moreno, que de pronto, sin anteriores síntomas de esa fobia, se precipitó en un jacobinismo frenético. Belgrano refiere efectivamente, que estando en España, en 1789, se aficionó a. las doctrinas de la Revolución francesa. Eso le ocurrió cuando tenía 19 años y fue un sarampión juvenil y pasajero, pasajero, del del cual se burla él mismo, mismo, como como lo prueba prueba el tono tono zumbón zumbón y sarcástico del párrafo. Dice así: "Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quien trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre fuese donde fuese, no disfrutase de un derecho que Dios y la naturaleza le habían acordado en su establecimiento, directa o indirectamente" (*). No necesita necesitamos mos percibir percibir la ironía ironía y la acerbidez acerbidez ron que Bel(1) BELGRANO, M., M., Autobiogr Autobiografía, afía, en en Memori Memorias as tj Autobiog Autobiografías, rafías, Publicación del Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, Imp. M. A. Rosas, 1910, t. I, pág. 92,
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grano habla de la Revolución francesa, en este único pasaje de su vasto archivo, para comprender el ningún aprecio que le ha quedado, si alguna vez se lo tuvo. No lo necesitarí necesitaríamos amos,, en efecto, efecto, porque no hacen hacen falta decladeclaraciones cuando toda una vida atestigua en contra de esas doctrinas. Si en 1810 había en el Río de la Plata algún hombre que abominara de la demagogia anticatólica de Marat, Saint Just, Dan-tón, Robespierre, era Manuel Belgrano, que a pesar de hallarse desencantado de un rey, Fernando VII, no creyó que la república fuese la mejor forma de gobierno para su patria, y se puso a buscarle buscarle otro rey, tal tal vez una una reina reina — la la Carlota — , y en último caso un Inca. Todo antes que la indisciplina y el caos. Y en esto sus sentimientos no fueron distintos de los de San Martín. Belgrano, que mandó cortar las tradicionales coletas de los Patricios, demasiado parecidas a las de los sans-culottes de 1789, y que nombró Patrona del ejército argentino no a la diosa Razón, sino a la Virgen de las Mercedes, y que mandaba rezar diariamente el rosario a sus soldados, no era ciertamente un alumbrado por la Revolución francesa. Vayamos a Moreno. Era un jacobino en retardo, pues hasta 1810 sólo demostró ser un absolutista devotísimo del Rey y palaciego del Virrey. Se incorporó al triunfo de nuestra Revolución, por la que antes nada había hecho, y se convirtió en un fanático de la fraseología jacobina. De las frases pasó a los hechos y a los delirios de Rousseau, cuyo Contrato Social tradujo e imprimió (1). Y cuyas ideas pretendió ejecutar. Que este libro adobó el ambiente de Francia y preparó el derrumbe de la monarquía, no hay duda. ¿Pero en qué medida influyó sobre la Revolución de Mayo? En ninguna; lo afirmamos categóricamente. Es posible que antes de 1810 alguien, en el extenso Virreinato, lo hubiese leído. Pero esto no pasa de ser una simple conjetura. (!) "Robespierre calca las ideas de Rousseau", TAINE, Origines-L'Ancien Regíme, vol. II, livre II.
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No se ha encontrado en ningún documento de esa época, la menor alusión. Lo seguro es que, tratándose de un libro prohibido por la Iglesia, no llegaran al país sino rarísimos ejemplares. No hay noticias de otro que el de Moreno. De Belgrano mismo, que tenía permiso para leer libros prohibidos, no consta que leyera el de Rousseau. Tal vez sí, tal vez no. Mal podía, pues, influir en. el espíritu de los patriotas una obra que casi nadie conocía, cuya traducción se imprimió después de la Revolución de Mayo, y no llegó a difundirse. Moreno quería distribuirla en las escuelas, extravagante ocurrencia pedagógica que demuestra la confusión de ideas que reinaba en aquella atormentada cabeza. Hay prueba de que el Cabildo, devolvió al impresor, 200 ejem plares comprados con ese propósito por alguien y rechazados re chazados por considerar que era una obra perniciosa. ¿No es ridículo, pues, afirmar que preparase la Revolución un libro que apareció después de ella y que ni siquiera llegó a circular? Nos replicarán: ¡No importa! Moreno bebió en esa obra el dogma de la soberanía popular y de los derechos del pueblo, Moreno fue "el numen de l a Revolución", y por lo tanto, a través de su temperamento, esa obra que preparó pre paró la Revolución francesa, preparó también la de Mayo. Esta argumentación tiene por base una mentira. Vamos a decir otra blasfemia: Moreno no fue tal numen, porque antes del 25 de Mayo ni siquiera sospechó los preparativos de la revolución; no concurrió jamás a una reunión de los conspiradores, y no entró en el movimiento sino con retardo, cuando ya todo se había consumado y todavía de mala gana, discutiendo su legitimidad o su justicia. Comprendemos que esta afirmación lastimará los hipersensibles tímpanos de algunos a quienes solivianta la discusión; pero es una verdad recia y fecunda, que alguna vez había que decir. Ya está dicha: ahora vamos a probarla. Cinco veces aparece Mariano Moreno en la historia argentina,
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antes de la instalación del primer gobierno patrio, es decir, antes del 25 de Mayo de 1810. El lector mismo va a juzgar si alguna de estas cinco furtivas apariciones lo califica como autor o siquiera como colaborador en los preparativos de la Revolución, y por lo tanto permite suponer que él le infundiera su espíritu. Y desafiamos a esos lastimados señores a presentarnos cualquier otra aparición de Moreno. 1º La primera vez, el 27 de junio de 1806, aparece llorando en la Plaza Mayor, al ver a los ingleses que se apoderan de la ciudad, conforme lo hemos relatado en el capítulo anterior. Si Saavedra, Pueyrredón, Belgrano y los demás patriotas, si las mujeres porteñas, que se cubrieron de gloria combatiendo contra los invasores, hubieran hecho lo mismo que Mariano Moreno, y limitándose a llorar en la Plaza de Mayo y a escribir de noche lo que otros ejecutaban durante el día, hoy la República Argentina sería colonia extranjera; y es probable que los admiradores del prócer anduvieran vestidos como el Mahatma Gandhi, ensabanados de blanco, las piernas desnudas y el porrón de leche de cabra en la mano. Gracias a los que no lloraron, pero se batieron y expulsaron a los invasores, esta tierra es soberana, sus habitantes visten trajes civilizados y son católicos. 2º La segunda vez, el I 9 de enero de 1809, en la asonada de los españoles, para derrocar al Virrey Liniers, porque lo sospechaban inclinado al partido criollo. En esta su primera conspiración, Álzaga, estuvo más cerca del triunfo que en la segunda, y si ella no le costó la vida, como ocurrió después, se debió a que uno de sus cómplices fue el que más tarde resultó abogado consultor del Virrey Cisneros, e intervino en el proceso. Ya volveremos sobre este caso jurídico. Allí hace Mariano Moreno su segunda aparición en la historia argentina. Pero no lo encontramos del lado de los argentinos (ya se llamaban así) sino de los españoles, como secretario de la Junta presidida por Alzaga, que habría atajado, sabe Dios por cuántos años, la independencia del Río de la Plata.
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3º Moreno aparece por tercera vez en la historia, redactando la Representación de los Hacendados, celebérrimo alegato que fue, según dicen sus panegiristas, el tiro de gracia dado al inicuo sistema del monopolio comercial. Pero este aserto es falso. La Representación de los Hacendados, tan manoseada como poco leída, no pudo tener ninguna influencia en los preparativos de la Revolución. No fue idea original, ni propia de Moreno. Desde mucho atrás los hacendados elevaban al Virrey periódicamente alegatos parecidos; y desde hacía 16 años Belgrano bregaba por el libre comercio. No fue la Representación una defensa de la amplia libertad comercial, según quieren hacernos creer, sino una solicitud para "otorgar la introducción de mercaderías inglesas... por el termino de 2 años..." Y no en beneficio del pueblo sino, corno reza su título: "para proporcionar ingresos al Erario". Erario". Para que la Representación hubiera podido influir en los preparativos preparativos de la Revolución, habría sido menester que se publicara antes de ella y no después, lo cual ocurrió y lo prueban los detalles tipográficos de su impresión. 4^ La cuarta aparición de Moreno tampoco lo califica como uno de los autores de la revolución. Ni es muy brillante. Sucedió la noche del 22 de Mayo de 1810, en el Cabildo abierto o asamblea de vecinos a quienes se consultó si el Virrey Cisneros debía o no continuar en el cargo. La reunión es tumultuosa. Españoles y criollos hablan y discuten. Hasta el modesto presbítero Chorroarín pronuncia un fundado discurso. Moreno permanece durante horas callado e inquieto, y cuando le toca el turno de votar, no se atreve a comprometerse y se limita a decir ¡desconcertante sobriedad en quien ha pasado a la historia con fama — ¡desconcertante de fogoso tribuno! — "que se adhiere a la opinión del anterior". — "que El "anterior" era don Martín Rodríguez, Comandante de Húsares del Rey.
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Después, a uno de los vecinos asistentes, don Vicente López y Planes que le preguntó si estaba satisfecho del resultado, le dice que no y que si ha votado con los patriotas, ha sido "por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez". (Ver capítulo V.) 5° aparición. Esa noche desaparece de la escena como por un escotillón. La explicación de su extraña actitud es muy sencilla. Temiendo, a pesar de sus precauciones, haberse comprometido y no sabiendo -cómo se desenvolverían los sucesos, quiere prepararse prepararse una coartada. coartada. Si los patriotas patriotas salen con la suya y deponen al Virrey, él podrá hacer mérito de haber votado la cesantía. Si los patriotas son vencidos, él se lavará las manos, alegando que su intervención fue insignificante y por compromiso con el Comandante de los Húsares del Rey. Sólo vuelve a aparecer el 25 de Mayo, a la hora de la instalación del primer gobierno patrio. De un hombre que confiesa haber votado la destitución del Virrey sólo "por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez", y después de votar se arrincona y se esconde; de un porteño que da esta prueba de derrotismo en los días sublimes de la Revolución; que desaparece en la noche del 22 y sólo reaparece en la noche del 25, cuando no hay peligro, porque todo está consumado, y que al saber su designación como miembro de la Junta se pone a discutir la legitimidad de lo que se ha hecho, y lamenta perder el sosiego disfrutado hasta entonces; de un personaje tal, ¿se puede decir que haya sido uno de los promotores o como dicen en galano estilo: el numen de la Revolución? El historiador no debe ser un simple cronista, amontonador de datos y de papeles, porque un amontonamiento de datos y de papele papeless no es una historia, historia, como como un montón de ladril ladrillos los y de arena no es una casa. El historiador debe tener criterio y en los casos apurados no limitarse a copiar servilmente a otro. Debe sobre todo escudriñar el significado de los hechos, para lo cual tiene que saber leer los papeles.
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3º Moreno aparece por tercera vez en la historia, redactando la Representación de los Hacendados, celebérrimo alegato que fue, según dicen sus panegiristas, el tiro de gracia dado al inicuo sistema del monopolio comercial. Pero este aserto es falso. La Representación de los Hacendados, tan manoseada como poco leída, no pudo tener ninguna influencia en los preparativos de la Revolución. No fue idea original, ni propia de Moreno. Desde mucho atrás los hacendados elevaban al Virrey periódicamente alegatos parecidos; y desde hacía 16 años Belgrano bregaba por el libre comercio. No fue la Representación una defensa de la amplia libertad comercial, según quieren hacernos creer, sino una solicitud para "otorgar la introducción de mercaderías inglesas... por el termino de 2 años..." Y no en beneficio del pueblo sino, corno reza su título: "para proporcionar ingresos al Erario". Erario". Para que la Representación hubiera podido influir en los preparativos preparativos de la Revolución, habría sido menester que se publicara antes de ella y no después, lo cual ocurrió y lo prueban los detalles tipográficos de su impresión. 4^ La cuarta aparición de Moreno tampoco lo califica como uno de los autores de la revolución. Ni es muy brillante. Sucedió la noche del 22 de Mayo de 1810, en el Cabildo abierto o asamblea de vecinos a quienes se consultó si el Virrey Cisneros debía o no continuar en el cargo. La reunión es tumultuosa. Españoles y criollos hablan y discuten. Hasta el modesto presbítero Chorroarín pronuncia un fundado discurso. Moreno permanece durante horas callado e inquieto, y cuando le toca el turno de votar, no se atreve a comprometerse y se limita a decir ¡desconcertante sobriedad en quien ha pasado a la historia con fama — ¡desconcertante de fogoso tribuno! — "que se adhiere a la opinión del anterior". — "que El "anterior" era don Martín Rodríguez, Comandante de Húsares del Rey.
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Después, a uno de los vecinos asistentes, don Vicente López y Planes que le preguntó si estaba satisfecho del resultado, le dice que no y que si ha votado con los patriotas, ha sido "por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez". (Ver capítulo V.) 5^ aparición. Esa noche desaparece de la escena como por un escotillón. La explicación de su extraña actitud es muy sencilla. Temiendo, a pesar de sus precauciones, haberse comprometido y no sabiendo -cómo se desenvolverían los sucesos, quiere prepararse prepararse una coartada. coartada. Si los patriotas patriotas salen con la suya y deponen al Virrey, él podrá hacer mérito de haber votado la cesantía. Si los patriotas son vencidos, él se lavará las manos, alegando que su intervención fue insignificante y por compromiso con el Comandante de los Húsares del Rey. Sólo vuelve a aparecer el 25 de Mayo, a la hora de la instalación del primer gobierno patrio. De un hombre que confiesa haber votado la destitución del Virrey sólo "por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez", y después de votar se arrincona y se esconde; de un porteño que da esta prueba de derrotismo en los días sublimes de la Revolución; que desaparece en la noche del 22 y sólo reaparece en la noche del 25, cuando no hay peligro, porque todo está consumado, y que al saber su designación como miembro de la Junta se pone a discutir la legitimidad de lo que se ha hecho, y lamenta perder el sosiego disfrutado hasta entonces; de un personaje tal, ¿se puede decir que haya sido uno de los promotores o como dicen en galano estilo: el numen de la Revolución? El historiador no debe ser un simple cronista, amontonador de datos y de papeles, porque un amontonamiento de datos y de papele papeless no es una historia, historia, como como un montón montón de ladrillos ladrillos y de arena no es una casa. El historiador debe tener criterio y en los casos apurados no limitarse a copiar servilmente a otro. Debe sobre todo escudriñar el significado de los hechos, para lo cual tiene que saber leer los papeles.
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Pues bien, he aquí un hecho sobre el que los historiadores nada nos han dicho hasta ahora: "Moreno el día 25 de Mayo estuvo oculto en casa de un amigo". Esta circunstancia, aseverada por su propio hermano, no puede ser escamoteada y está recla mando una explicación. Vamos a proponer dos, las únicas dos explicaciones posibles, y dejamos a los admiradores del prócer que elijan la que más les acomode. Es un dilema, del cual no se escaparán: Moreno, al esconderse después del 22 de Mayo o lloo hizo sin darse cuenta, o lo hizo con toda intención. En otras palabras: O se refugió en casa de un amigo para alejarse del tumulto de la plaza y de las calles, sin percatarse de lo que ocurría. O lo hizo calculando que después de haber votado la cesantía del Virrey, era prudente alejarse de los criollos y prepararse una coartada, por si aquello se malograba. No nos atrevemos a resolver cuál de las dos situaciones sea más lucida para un personaje de tanto fuste en la historia: si el confesar que el 25 de Mayo de 1810 (cuando Saavedra y Belgrano y todos los patriotas se jugaban el pescuezo por inde pendizar a su patria) pat ria) él no se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo. O si, habiéndose percatado de las responsabilidades y peligros de la hora, escurría el bulto, por temor de que los godos lo ahorcaran.... Se comprende que sus panegiristas no hayan querido ahondar la exégesis de este episodio; porque cualquiera do las dos explicaciones — indiferente indiferente a los sucesos, o preparando la coartada — , sería un golpe mortal para la gloria del héroe. Y éste es el prócer con cuyo nombre — como como el del más glorioso de los autores de nuestra Revolución — , en alguna época se bautizó el principal buque de nuestra escuadra; y millares y millares de valientes muchachos argentinos, han llevado en sus boinas un letrero que decía: Acorazado Acorazad o Moreno. Moreno .
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¿Sabían, acaso, historia argentina los que lo llamaron así? ¿No se les ocurrió que si el acorazado debía asemejarse a su patrono, el día de la batalla escurriría el bulto y habría que buscarlo en una caleta lejana y a su capitán en lugar seguro, "entretenido con un amigo en conversaciones indiferentes"? Y cuando lo hallasen y le dijeran: "Hemos vencido; y aunque usted no ha estado en el encuentro va a estar en las listas (Martín Fierro) y le daremos participación en el gobierno...", él volvería a su casa, "envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar el nombramiento"; discutiendo "la legitimidad de los procedimientos que acababan de suceder"; y exhalando su angustia con estas palabras dignas de grabarse en el pedestal de sus estatuas: "El sosiego que he disfrutado hasta aquí en medio de mi familia y de mis libros será interrumpido" (1). Después de leer el episodio que acabamos de revelar, tomándolo del más fervoroso de sus biógrafos, que nos muestra al prócer o bien ignorante de la formidable 'trascendencia de los sucesos — señal señal de que no los preparó ni le interesaron — o o bien temeroso de comprometerse junto con los patriotas revolucionarios, ¿puede nadie seguir llamándolo numen de la revolución? Por lo tanto, cualesquiera que fuesen las ideas de Mariano Moreno antes de la Revolución de Mayo, no pudo infundírselas, porque no intervino intervino en su preparación. Hasta el día de la Revolución había sido un acérrimo partidario del Rey y de su "suave gobierno"; pero trastornado por su ascenso al poder y sobre todo por ese mal aguardiente del Contrato Social llegó de repente a la e xaltación furiosa ( 2). Se convirtió en un jacobino de librería, gesticulador frío y am puloso. Su estilo, tan elogiado por algunos, que no lo han leído, era de penosa sintaxis, cosa rara en aquellos tiempos en que hasta los tenderos escribían con propiedad; y de mal gusto superlativo. (1) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, Pág. 214. ( 2 ) "La mauvaise mauvaise eau de vie vie du Contrat Contrat Social", TAINE: Les Origines da la France Contemporaine. L'Anarchie(París, L'Anarchie (París, 1908), t. II, Pág. 262.
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El retrato que ha hecho Taine de Robespierre se le puede aplicar letra por letra: "No hay en sus escritos como en su cabeza más que generalidades sin sustancia... Todo su vocabulario consiste en un centenar de palabras. Es el fruto seco del espíritu clásico. De la filosofía agostada no ha conservado sino el residuo muerto, las fórmulas aprendidas, fórmulas de Rousseau, de Mably, de Raynal, sobre el pueblo, la naturaleza, nat uraleza, la razón, la libertad, los tiranos, los facciosos, f acciosos, la virtud, la moral, un vocabulario ficticio, de expresiones demasiado anchas, cuyo sentido, ya mal fijado en los maestros, se evapora en las manos del discípulo. "No hay un acento verdadero en su palabra trabajosa; nada más que recetas, y recetas de un arte gastado, lugares comunes, griegos y latinos. Sócrates y su cicuta, Bruto y su puñal, metáforas clásicas... "A veces un gran tono de bravura, como se necesita en una parada; a menudo un airecito de flauta, porque en ese tiempo hay que parecer sensible... Lo más chocante es que Ja palabra termina en acción; que el Trissotín sentimental y declamador se convierte en jefe de Estado; que sus frases relamidas en el escritorio son pistoletazos apuntados tranquilamente contra pechos vivos, y que con un epíteto hábilmente colocado hace guillotinar a un hombre". "El contraste es demasiado fuerte entre el papel que desempeña y su talento. Con ese talento mezquino y falso como su inteligencia, ningún empleo le convenía menos que el do gobernar a los hombres" (1). Volvamos a decirlo: la Revolución de Mayo no debe nada a ninguna filosofía extraña a nuestro ambiente y a nuestras tradiciones y mucho menos al traspapelado jacobinismo de Mariano Moreno. La historia es la patria. Nos han falsificado la historia, porque quieren escamotearnos la patria.
TAME, H., Les H., Les Origines de la France France Contemporaine. La La Revolución.
CAPITULO III
LA REVOLUCIÓN DE MAYO FUE UNA REVOLUCIÓN MILITAR ¿Cuándo se podrá escribir en la Argentina una historia imparcial de la propia Argentina? ¿Cuándo se podrán decir ciertas verdades, sin que el decirlas signifique un escándalo? Seguimos pronunciando blasfemias. Nos damos cuenta de nuestra osadía. No es que sea prohibido blasfemar. Al contrario: en este hermoso país reina la más holgada libertad para ello. Uno puede escribir y decir lo que se le antoje contra Dios y los santos y también contra la patria, si bien ésta se halla un poco mejor defendida por el Juzgado Federal. Pero lo que vamos a decir nosotros, eso no se puede decir. Lo diremos, sin embargo, cometiendo casi un suicidio. Nuestra Revolución fue militar, militar, desde el primer minuto. minuto. El pueblo de Mayo tuvo una intervención tan desanimada en los sucesos de aquellos días, que se puede afirmar que sólo actuó a ratos, como espectador y no como actor. Quiso saber de qué se trataba, conforme a la celebérrima frase: el pueblo quiere saber de qué se trata; pero cuando se lo dijeron o no lo comprendió o quedó satisfecho y se marchó de la plaza. Bien es verdad que era la hora del almuerzo, y tenía hambre. Como en las comedias de Aristófanes. Nos imaginamos que los historiadores al escucharnos volverán a rasgar sus vestiduras, si es que las han zurcido después del capítulo primero, se mesarán las barbas y querrán conducirnos fuera de la ciudad para lapidarnos a su gusto.
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Tal le ocurrió al primer mártir cristiano, que tuvo la osadía de afirmar cosas insufribles para los judíos de su tiempo. "Al oír estas cosas — refieren refieren los Hechos de los Apóstoles — reventaban de rabia en su interior y crujían1 sus dientes... Y sacándolo fuera de la ciudad lo apedrearon" ( ). Vayamos a la prueba. Puesto que Voltaire es uno de los más acreditados profetas de la Revolución francesa y sus palabras son un evangelio para sus devotos, es bueno saber qué concepto tenía del pueblo. Hay numerosos pasajes en sus obras, que delatan el menosprecio con que consideraba lo que él llama "la canalla". Tomaremos uno de su correspondencia, por ser suficientemente expresivo. En la cara del 1º de abril de 1766 a su amigo Damínaville, al mostrar que no es partidario de que se enseñe al pueblo, se explica así "Creo que no nos entendemos acerca del concepto "pueblo", que vos creéis digno de ser instruido. Yo entiendo por pueblo al que no tiene más que sus brazos para vivir. Dudo que esta clase de individuos tenga nunca ni tiempo ni capacidad para instruirse. Me parece esencial que haya indigentes ignorantes. Si vos; explotaseis un campo; si vos poseyerais arados, estaríais perfectamente de acuerdo conmigo. No es al jornalero al que hay que instruir; es al buen burgués, al habitante de la ciudad; esta empresa es ya suficientemente suficientemente grande" ( 2). ¡No! Para nosotros el pueblo no está constituido solamente por los burgueses o las personas dueñas de campos y arados. Nuestro pueblo es el de Jesucristo, que murió por redimir a todos, a los que sabían leer y a los que no sabían leer; que incluía a los pobres (evangelizare pauperibus) a las turbas (misereor super turbam) y por ello ordenó a sus discípulos que fueran a enseñar (1) Hechos 7, 54-57. ( 2 ) VOLTAIKE, Oeuvres Completes (Garnier), t. 44, Pág. 257. Cit. Gi-BAUD, J., Historie Partidle, historie trate (Beauchesne, París, 1914), t. III,
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a todos (Docete omnes gentes), porque su amor y su gracia no hacían acepción de personas. Y ése fue el pueblo de Buenos Aires, durante las invasiones inglesas. Los que sabían leer como los que no sabían, los blancos y los negros, unidos y movidos por una misma religión e idéntico amor a la patria. Las escenas heroicas que la ciudad presenció entonces, no se repitieron en los gloriosos días de Mayo de 1810. En 1806 y 1807 aquel pueblo de artesanos, marineros, menestrales, tenderos, esclavos, sirvientes, pulperos, empleados de gobierno, magistrados, frailes, clérigos, mujeres y niños sintió en sus entraña la indignación de la ciudad invadida y de la Religión amenazada; y como era ferviente patriota y católico, se movilizó contra los herejes en una ardiente cruzada. No contó a sus enemigos, ni midió sus armas, ni calculó sus propias fuerzas. Sabía que los ingleses traían las mejores tropas del mundo. ¡No importa! La ciudad entera fue el campo de batalla. Lo mismo mismo se combatió en las plazas, que en las calles, calles, que desde las azoteas. Sir Home Popham, jefe de la escuadra inglesa, en su informe al almirantazgo, tratando de explicar la derrota del general Beresford, sostiene que la mayor parte de las bajas de los ingleses se las hicieron los que les tiraban desde los techos de las casas y hasta desde la torre de la Catedral (*). El fabuloso combate del 5 de julio de 1807 está descrito por oí propio general inglés, en los informes a su gobierno, y en esa descripción se muestra claramente el brioso corazón de nuestro pueblo. "Metrallas "Metrallas en las esquinas esquinas de las calles, fusilería, fusilería, granadas de mano, tejas y piedras arrojadas de lo alto de las casas, (!) Parte del Comodoro Sir Home Popham sobre la Reconquista de Buenos Aires al Lord del Almirantazgo. Compilación de documentos relativos a sucesos del Río de la Plata desde 1806. (Montevideo, 1851),
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cada hacendado defendiendo con sus negros su propia habitación…cada una de éstas era una fortaleza" (1). Un periódico inglés, el Daily Advertiser, concluye así el relato de este infortunio: "Buenos Aires se perdió para siempre; y no es esto solo, sino que la América española es inexpugnable para lo sucesivo. El ejemplo dará valor e infundirá esfuerzo a la misma cobardía" ( 2 ). ¿Por qué nuestros demagogos no se interesan nunca por celebrar al pueblo de la Reconquista, que ganó en forma providencial aquella guerra contra las mejores tropas del mundo? ¡Todo lo contrario! Cada año, en el aniversario de las fechas principales de la heroica defensa, cuyo recuerdo perpetúan dos o tres viejas calles, que ya estamos viendo desaparecer en esta innoble borratina de nuestras glorias ( 3), Buenos Aires presencia el increíble espectáculo de algunos patriotas que se reúnen en la Basílica de Santo Domingo, debajo de aquellas torres que conservan todavía el inmortal simulación de los cañonazos ingleses, a oír una misa en sufragio de los muertos de ambos ejércitos en aquellos combates que quieren hacernos olvidar. ¿Y qué ocurre? Que indefectiblemente, al entrar o al salir del templo, esos patriotas, sin miedo y sin tacha, son hostilizados por sedicentes argentinos, que desde prudente distancia, les gritan y los insultan. ¡Cuestión política! nos dirán para quitarle importancia al hecho. Y es verdad. Por inquina política se puede explicar la antipatía de muchas gentes de hoy contra la gloriosísimo historia de ayer. Hay fechas que las irritan por la razón que daba Donoso Cortés en estas penetrantes palabras: "en el fondo de teda cuestión política hay una cuestión religiosa". (1) Compilación de documentos relativos a sucesos del Río de la Plata2 desde 1806, Pág. 684. ( ) Compilación de documentos, etc., Pág. 685. ( 3 ) Como ha desaparecido ya el precioso nombre de Calle de la Victoria, desaparecerán los de Calle de la Defensa, Calle de la Reconquista, Calle del 5 de Julio.
Si ese día — 5 de julio — , los cabildantes se hubieran asomado a los balcones del Ayuntamiento, no habrían tenido razón de preguntar: "¿Dónde está el pueblo?" — pregunta irónica, que el; indico Leiva, ante la plaza desierta, el 25 de Mayo de 1810, dirigió a los militares que lo acorralaban, invocando al pueblo ausente. El certero sarcasmo de Leiva saca de quicio a los demagogos que querrían hacernos creer que ese día la plaza Mayor hervía de muchedumbre enardecida por la verba de sus tribunos civiles. ¡Calcomanías falsas y de mal gusto! Apenas existía en 1806 y 1807 (años de las invasiones) alguna insuficiente organización militar y hubo que improvisarla. De entonces datan los primeros regimientos argentinos que todavía conservamos, como los Patricios, (actual 1° de Infantería) y los Húsares de Pueyrredón (hoy 10 de Caballería). Pero todo el vecindario se moviliza para defender la ciudad. Españoles y criollos sin distinción de categorías sociales. Allí se recluían los soldados y no pocos jefes. Muy distinta cosa ocurrió en Mayo de 1810. Ya existían cuer pos militares disciplinados, disciplinados, exclusivamente exclusivamente criollos. criollos. Sus jefes fueron los autores y los actores del levantamiento. No hay noticias de que desertara un solo soldado. Y son los jefes los que exigen el Cabildo Cabildo abierto. Pero eso que ahora llamad pueblo, no actúa o su actuación es de segundo plano. Se han repartido 500 esquelas de convite a los "vecinos de distinción" para el Cabildo abierto y sólo concurren 234 vecinos, entre ellos muchos no invitados, que han introducido fraudulentamente fraudulentamente Saavedra y sus oficiales, según lo refiere Cisneros en su informe al Rey. El resto del vecindario o no fue convocado o no se dignó asistir. Esa es la verdadera fisonomía fisonomía de Mayo. A lo menos ése fue "el pueblo" que acudió a la votación votación y que que no estuvo de acuerdo consigo mismo, puesto que de los 224 vecinos que votaron, 155 se pronunciaron por la deposición del Virrey y 69 por su mantenimiento en el cargo .
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Falta aquella heroica unanimidad de 1806 y 1807. El Cabildo abierto del 55 de Mayo de 1810 despertó mucho menos interés en el pueblo de la ciudad de Buenos Aires, cabeza del Virreinato, que el Cabildo abierto de la ciudad de Chuquisaca, que el 13 de noviembre de ese mismo año se plegó a la causa de Buenos Aires. Mientras que en la gran ciudad del Río de la Plata sólo concurrían 224 vecinos, y el pronunciamiento se lograba apenas por 86 votos de mayoría, en la lejana ciudad del Alto Perú se reunían 196 vecinos y todos votaban en favor ( 1). En Buenos Aires los militares constituyeron buena parte del Cabildo abierto. La masa popular, cuya voluntad se jactan de interpretar allí algunos burgueses, más o menos adinerados, sin haber sido designados para ello en ninguna asamblea, o cruza indiferente por la plaza vacía o muestra una curiosidad tibia y momentánea, no una ansiedad patriótica. Cuando se percata de que algo va a ocurrir en su ciudad, quiere saber en qué andan aquellos personajes, pero no tiene la más mínima intención de intervenir ella misma. Y aquí vamos a prorrumpir en otra blasfemia: El pueblo de Mayo no pudo comprender los sucesos que presenciaba en aquellos días inmortales; no advirtió que el Virrey, los Cabildantes y los Militares, estaban representando un drama cuyo final sería la Independencia; y aunque ese pueblo, en algunas escenas llegó hasta subir al tinglado, en ningún momento desempeñó primeros papeles, como los había desempeñado desempeñado durante las invasiones invasiones inglesas. Prefirió quedarse de espectador, y lo peor del caso es que ni siquiera en la tercera jornada cambió de actitud, pues al llegar al nudo mismo del drama: ¡el 25 de Mayo a mediodía!, abandonó el teatro, como si la pieza lo hubiese aburrido. Hubo que mandarle emisarios que lo hicieran volver a toda ( J ) Registro Oficial de la República Argentina, t. I, pág. 85.
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prisa, porque su conducta se prestaba a equívocos: "¿Dónde está el pueblo?" — había había preguntado sarcásticamente el síndico Leiva, que salió al balcón y halló la plaza vacía ( 1). Es que la Revolución de Mayo no la hizo el pueblo, la hicieron los Comandantes de los cuerpos militares, con un grupo de eclesiásticos y de civiles, que venían conspirando secretamente. secretamente. El pueblo — lo lo que ahora llamamos pueblo — , no tuvo intervención en ello: ni conocía el complot, ni convenía que lo conociera. El pueblo nunca es motor, sino movido y siempre marcha disgregado, buscando instintivamente la gran personalidad que lo guíe. Cuando halla un jefe se convierte en una fuerza orgánica. Es verdad que ese jefe que lo subyuga y lo fanatiza, a cada paso lo invoca como si su poder le viniera del pueblo. Es que con esto legaliza su situación y mantiene su prestigio, haciendo creer que no trabaja en provecho propio, sino por el bien común; pero sabe que el amo es él mismo, porque es la idea y la voluntad. Si alguna vez un pueblo se ha manifestado apático para un gran movimiento ha sido el pueblo de Buenos Aires en los días de Mayo. No importa que pintores pintores complacientes complacientes nos muestren una muchedumbre frenética, agolpada bajo la lluvia ante el Cabildo y armada no con fusiles, sino con paraguas. Mentira histórica. Nuestro pueblo de antaño nunca se defendió de la lluvia con otra cosa que con el poncho criollo. Le repugnaba el paraguas como un adminículo afeminado, especie de bastón con polleras. Las actas del Cabildo desmienten esas oleografías paragüeras. Ninguna Ninguna de nuestras nuestras historias, ni las antiguas antiguas con sus cavatinas románticas, ni las modernas con sus ritornelos demagógicos, dan la impresión de vida ni logran el vigoroso naturalismo de esas ( J ) Esta ironía ha sido más fatal para la reputación del famoso famoso personaje, que todas sus trapisondas. Se le habría perdonado hasta su, traición a la 9 causa patriota el I de enero de 1809, como se le perdonó a Moreno lu camarada si hubiera simulado más respeto por el pueblo soberano.
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actas que muy pocos han leído y donde se ha protocolizado junto al pavor de los cabildantes el buen apetito y las ganas de sestear del pueblo del 25 de Mayo de 1810. Recordemos la sucesión de los acontecimientos inmediatos al gran día. El 18 de Mayo el Virrey Cisneros lanzaba una proclama con las últimas noticias traídas por un buque ultramarino, según las cuales, de la España invadida por los franceses, sólo quedaban en manos españolas Cádiz y la isla de León. Los conspiradores de Buenos Aires, un pequeño grupo de militares y civiles que acechaban una oportunidad, comprendieron que había llegado la hora. Don Cornelio de Saavedra, jefe del terrible regimiento de Patricios centro de la conspiración, se hallaba momentáneamente en San Isidro. A toda prisa se le avisó y él vino, y esa noche misma se reunieron jefes y oficiales y algunos civiles en casa de Viamonte (1). Al día siguiente, 19 de Mayo, el Alcalde de primer voto, Don Juan José Lezica fue visitado por el Teniente Coronel de los Patricios, don Cornelio de Saavedra, y por don Manuel Belgrano, mayor en el mismo regimiento ( 2 ) . Los militares exigieron al Alcalde la convocatoria de un cabildo abierto, para que el vecindario resolviera si hallándose España invadida por Napoleón, debían seguir obedeciendo al Virrey nombrado por una autoridad que por esta razón ya no existía; o si correspondía designar nuevo gobierno. La iniciativa, pues, partió de los militares. No le quedó a Lezica más recurso que comunicar a l Virrey aquella apremiante exigencia. (!) SAAVEDRA, C., Memoria Memoria autógrafa, autógrafa, en Memorias Memorias y autobiografías autobiografías,, publicación publicación del Museo Histórico Histórico Nacional Nacional (Buenos (Buenos Aires, Aires, 1910), 1910), t.t. I, pág. pág. 47. 2 ( ) El general Guido dice de Belgrano: "Mayor del regimiento de Patricios." GUIDO, Reseña histórica histórica ¿le los sucesos de Mayo. (Misma edición del Museo), t. I, pág. 15.
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Debemos leer y releer los documentos oficiales, especialmente informe informe que Cisneros, Cisneros, después de su dimisión, dimisión, eleva al Rey. Rey. H a y allí multitud de pormenores, que los historiadores han desdeñado, para prestar atención únicamente a esa historia predicada y declamatoria, que se ha dejado correr, sin fundamento, porque interesaba desfigurar la fisonomía de la Revolución para mejor adulterar el carácter militar y católico de la patria misma. Cisneros refiere al soberano, "que los sediciosos secretos, que desde el mando de mi antecesor [Liniers] habían formado designios de sustraer esta América a la dominación española... han ido ganando prosélitos". Y le cuenta que el día 20 de Mayo el Alcalde de primer voto, don Juan José Lezica, ha ido a informarle que el pueblo considera caduco el gobierno español y era el caso de convocar a "la parte sana del vecindario" para tratar de la s ituación. El Virrey Cisneros ha consentido aparentemente en esa convocatoria, pero como en su fuero íntimo no se halla conforme, no bien se aleja el Alcalde Lezica manda llamar a los Comandantes de los Cuerpos Militares de la guarnición. En mala hora para Cisneros, se le ocurrió a su antecesor Liniers disolver los cuerpos españoles que se habían sublevado el I 9 de enero de 1809, los catalanes, andaluces, Vizcaínos, etc. veteranos de las invasiones inglesas, valientes soldados peninsulares, que en la actual emergencia hubieran sido su baluarte. La disolución de los cuerpos españoles fue idea de Saavedra, u raíz de la primera conspiración de Álzaga, para que la fuerza militar del Virreinato estuviera constituida por soldados nativos con jefes adictos al país. Fue golpe .habilísimo, que demuestra la patriótica perspicacia ' I el que lo ideó, pues entregó a los criollos, especialmente al Jefe de los Patricios, que era él, la s upremacía militar. Cisneros piensa que si Saavedra se pone de su parte, cualquiera que sea la opinión que luego pueda tener el Cabildo abierto, no debe preocuparlo, pues con esas tropas podrá aplastar todo conato de rebelión.
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Así que llegan al Fuerte los comandantes y mayores de los Cuerpos Militares, don Baltasar Hidalgo de Cisneros les plantea el caso de confianza. "Les recordé — dice dice en el informe al Rey — , las reiteradas protestas y juramentos con que me habían ofrecido defender la autoridad y sostener el orden público; y los exhorté a poner en ejercicio su fidelidad en servicio de V. M. y de la patria. Pero tomando la voz, don Cornelio Saavedra, Comandante del Cuerpo Urbano de Patricios, que habló por todos, frustró mis esperanzas, se explicó con tibieza, me manifestó su inclinación a la novedad, y me hizo conocer perfectamente que si no eran los Comandantes los autores de semejante división y agitación, estaban por lo menos de conformidad y acuerdo con los facciosos" (1). Jamás hemos visto puesta detalladamente en relieve en las historietas oficiales que circulan en las escuelas, esta intervención de los comandantes militares, y la oportuna explicación de Saavedra, que frustra las esperanzas del Virrey. Es una escena olvidada por nuestros historiadores, que narran de oídas y sólo refieren lo que suponen que hizo el pueblo y pasan distraídos por encima de lo q ue realmente hicieron los militares. Volvemos a decir, no nos dejemos engañar por las reiteradas invocaciones al pueblo: el bienestar del pueblo, la voluntad del pueblo, la opinión del pueblo... Lo que se ve es el ir y venir de los comandantes; lo que se oye es el ruido de los sables, y lo que en definitiva se resuelve, es lo que ellos imponen al Virrey y al Cabildo, invocando siempre la salud del pueblo, que permanecía ajeno al asunto.' "Ocultos los vecinos en sus casas — explica explica el informe del Virrey — , contraídos los artesanos en sus talleres, lóbregas las calles, en nada se pensaba menos que en ingerirse e incorporarse a tan inicuas pretensiones, especialmente cuando bajo el pretexto de fidelidad, de patriotismo y de entera unión entre americanos y Registro Oficial de la República Argentina, t. I, pág. 41.
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europeos se descubrían sin disimulo los designios de independencia y de odio a todos los buenos vasallos de V. M." (1). Esta es la verídica pintura del espíritu público en esos días. El famoso Cabildo abierto, tan resobado por los declamadores, no fue una asamblea espontánea y popular, como quieren hacernos creer. Fue una reunión de vecinos calificados, la parte sana del vecindario (textual): el obispo, los militares, los magistrados, muchos eclesiásticos, algunos hombres adinerados de la ciudad, designados o introducidos por Saavedra, que votarían lo que él votase, con voto no secreto, sino "cantado". ¡Qué lejos estamos de la soberanía popular, que no hace "acepción de personas"! "El voto de D. Cornelio Saavedra — dice dice Mitre — fue el que arrastró tras sí la mayoría" ( 2 ) . ¿Cómo no había de arrastrarla, si a esa mayoría la había formado él? Hoy el pueblo se indignaría de esos representantes no elegidos por él, y no consideraría interpretada su voluntad por una reunión de frailes, militares y conocidos prosélitos de Saavedra. Además, la reunión se realizó en absoluta minoría. En aquella ciudad de más de 50.000 almas, los vecinos "de distinción", es decir, los que debieron ser llamados a resolver el asunto, eran unos 3.000, y el Cabildo invitó sólo a 500, de los que apenas concurrieron 224 y de ellos votaron 155 por la cesación del Virrey y 69 por su continuación en el mando. La diferencia de 86 votos es lo que algunos ampulosos historiadores llaman "el magno plebiscito del Cabildo abierto". . No somos muy devotos de los plebiscitos. La historia universal nos suministra ejemplos de plebiscitos desconsoladores. El primero que recuerda es aquél que tuvo lugar un viernes, en el año 33 (!) El Virrey Cisneros da cuenta al Soberano de la Revolución del 25 de Mayo de 1810. Registro 1810. Registro Oficial de la República Argentina, Argentina,t.t. I, pág. 42. ( 2 ) MITRE, BARTOLOMÉ, Historia Historia de Belgrano Belgrano y de la Independenci Independenciaa Argentina (3* edición), Buenos Aires, 1876. Imp. y libro. de C. Casavalle, t. I, pág. 270.
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de la era cristiana, en el pretorio de Jerusalén, bajo la presidencia de Poncio, gobernador de Judea, Poncio pidió al pueblo que eligiese entre el dulce Jesús Nazareno, que había traído al mundo aquella maravillosa palabra del Sermón de la Montaña: Misereor super turbara, y un ladrón, asesino, condenado a muerte, de nombre Barrabás. El pueblo plebiscitó a Bárralas y condenó a su Redentor. Después de ése y de otros plebiscitos históricos, es natural la desconfianza. Con todo, parécenos que a algunos declamadores les habría gustado que el escrutinio del Cabido abierto hubiese arrojado una sustanciosa mayoría de tres o cuatro mil votos, en vez de los 86 de que acabamos de dar cuenta. Por nuestra parte, creemos que 86 votos nominales, según quienes sean los votantes, valen más que 86.000 innominados; pero es conveniente desinflar ese infundio que hallamos en los textos de historia declamada, sobre el magno plebiscito del 22 de Mayo... ¡Ochenta y seis votos de mayoría! No vale argüir que se abstuvieron de concurrir al Cabildo los partidarios de Cisneros, por temor a las violencias de los militares. Es lo que alega el Virrey, y a los demagogos no les conviene repetirlo, pues se deduciría que la mayoría del vecindario era partidaria del Virrey, y que la resolución del Cabildo abierto fue contraria a la opinión pública, y por lo tanto ignominiosamente nula! ' Alguien nos preguntará, escandalizado de nuestra horrible afirmación: ¿Eso quiere decir que la concurrencia al Cabildo abierto no fue libre? ¿Eso quiere decir que la votación fue dirigida? ¿Eso quiere decir que hubo en "pucherazo", como llaman los españoles al fraude electoral? Sí, efectivamente: lo que acabamos de decir significa todo eso. La patria argentina fue engendrada en una noche de votos "cantados", como si las hadas hubieran querido pronosticarle que los pucherazos le traerían más suerte que los plebiscitos, plebiscitos, de los cuales cuales ya conocemos algunos, que terminaron a cañonazos.
El Virrey Cisneros nos pinta al Cabildo abierto en un cuadrito lleno de animación:
"El 22 fue día destinado a la celebración de la Junta, y el día en que desplegó la malicia todo género de intrigas, prestigios y maquinaciones... maquinaciones... Había yo ordenado que se apostase para este acto una compañía en cada bocacalle, de las de la plaza, a fin de que no se permitiese entrar en ella, ni subir a las casas capitulares, persona alguna alguna que no fuera fuera de las citadas, citadas, pero las tropas tropas y los los oficiales eran del partido, hacían lo que sus comandantes les prevenían secretamente secretamente y éstos éstos les prevenían prevenían lo que les les ordenaba ordenaba la facción, negaban el paso a los vecinos honrados y lo franqueaban a los de la confabulación; tenían algunos oficiales copias de esquelas de convite sin nombre y con ellas introducían a la casa del Ayuntamiento a sujetos no citados por el Cabildo o porque los conocían de la parcialidad o porque los ganaban con dinero; así es que en una ciudad de más de tres mil vecinos de distinción y nombre solamente concurrieron doscientos y de éstos muchos pulperos, algunos urbanos y otros hijos de familia, y los más ignorantes sin las menores nociones para discutir un asunto de la mayor gravedad... "Todas estas maquinaciones, las amenazas de muchos soldados del cuerpo de Saavedra, un considerable grupo de incógnitos que envueltos en sus capotes y armados de pistolas y de sables, paseaban en torno de la plaza, arredrando al vecindario, que temiendo los insultos, la burla y aún la violencia, rehusó asistir a pesar de las citaciones del Cabildo..."('). Cabildo..."('). Sería muy picante presenciar ahora una interpelación al Ministro del Interior en la Cámara de Diputados, por la votación fraudulenta del 22 de Mayo de 1810, cuando entre gallos y media noche, muchos militares, bastantes frailes y no pocos empleados públicos, públicos, se arrogaron arrogaron la representación representación del del pueblo. pueblo. Y sería muy curioso oír la defensa que el ministro no dejaría C 1 ) El virrey Cisneros da cuenta al Soberano, de la Revolución del 25 stro Oficial Oficial de la la Repúbl República ica Argentin Argentina, a, t. I, pág. de Mayo de 1810: Regi 1810: Registro 42.
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de hacer de la menos ejemplar, pero la más fecunda de las votaciones argentinas. Con cambiar 'alguna que otra palabra, poner en lugar de Saavedra el nombre de algún gobernador oligarca; con decir "libretas cívicas" o "boletas de veto" donde el Virrey dice "esquelas de convite", tenemos la copia fiel de una de esas votaciones, que en los tiempos actuales hacen bramar de indignación a los amadores de la soberanía popular, La concepción de la patria, argentina, engendrada en aquella noche, tiene todos los pecados de una elección realizada por las vitandas oligarquías de antaño, a saber: poquísima concurrencia de votantes, apenas el 8 % del "padrón"; libretas en blanco; votos comprados; presión de la policía; intimidación de los opositores por gentes armadas; intervención del ejército; sustitución de sufragantes; capotes, sables y pistolas a la vista. ¿Qué más ha brían necesitado ahora para pedir al Parlamento su anulación? Cualquiera que sea, — mucha mucha o poca — , nuestra confianza en los plebiscitos, no nos apresuremos a repudiar aquella primera votación argentina. La verdad es otra. Los concurrentes fueron pocos, porque los invitados al Cabildo abierto no eran muchos. Aquel pueblo que dicen que quería saber de qué se trataba, en realidad no se imaginó que se trataba de la independencia de la patria. ¡Si casi nadie lo sabía! Los que están más sumergidos en el río de la historia son los que menos lo advierten. A la mayoría de los vecinos afincados, no les interesaban los asuntos políticos, y al pueblo bajo mucho menos; y aunque la deficiente administración de los virreyes y la complicadísima legislación española dificultaban los negocios, a muy pocos se les ocurría pensar que el remedio consistiera en deponer al Virrey. Esta incomprensión de los sucesos no se descubre solamente en la masa anónima, que era poco sensible a las bellezas del dogma de la soberanía popular; se acusa también en la parte selecta del pueblo, en "los vecinos de distinción".
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Por una vez, al menos, para estudiar la historia de Mayo, prescindamos de los historiadores, acostumbrados a repetir las consabidas cantinelas, y vayamos a ver con nuestros propios ojos, o con los ojos de los muertos, las formas vivas, los documentos, especialmente las actas del Cabildo, minuciosas, llenas de detalles sabrosísimos, que les dan un timbre de verdad indiscutible. Así podremos decir lo que hayamos visto, sin necesidad de apuntadores. Leamos las Memorias y Autobiografías de testigos presenciales, ero leámoslas con criterio avisado, pues a menudo provienen e personas interesadas en dar una versión tendenciosa. Asimismo escudriñemos los numerosos papeles privados que suelen descubrirse descubrirse en archivos particulares. particulares. Vaya por vía de ejemplo: Don Gervasio Antonio Posadas no era un quídam, esto es, una ersona cualquiera, de segundo orden, cuya incomprensión de p biera parecemos natural. Era todo un señor, Notario Mayor del Obispado, de buena fortuna, con cuyo nombre, muy distinguido, corriendo el tiempo, se bautizaría una gran ciudad argentina, porque a principios de 1814 tendría la gloria de ser el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pues bien, don Gervasio Antonio Posadas no comprendió en toda su amplitud los sucesos de Mayo y no tiene de ello la culpa, ni tuvo reparo en confesar su ningún interés por aquel Cabildo abierto, que nuestros fáciles historiadores nos pintan como una delirante explosión de la naciente democracia argentina. ¿Y qué vamos a sorprendernos de que no los comprendiera quien vivía lejos de la política, si Mariano Moreno tampoco los comprendió? He aquí el sincero y humilde comienzo de Posadas en sus Memorias sobre la Revolución de Mayo. "No tuve de ella la menor idea, ni noticia previa. Yo vivía tranquilo en mi casa, con mi dilatada familia, disfrutando una mediana fortuna y ejerciendo el oficio de Notario Mayor de este obispado desde el año 1779. ... Me hallaba ocupado oc upado y éntrete-
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nido en las actas del concurso a la vacante Silla Magistral de esta Santa Iglesia Catedral en el mes de Mayo de 1810. Cuando recibí "esquela de convite" a un Cabildo Abierto que con anuencia del Virrey se había acordado para el día 22. No concurrí por hallarme legítimamente ocupado... "Aquella noche del 22 de Mayo, supe en casa de un amigo que se había declarado en Cabildo abierto a pluralidad de sufragios, haber caducado la autoridad del Virrey Cisneros y que el Ayuntamiento quedaba encargado de nombrar un gobierno legítimo a la mayor brevedad. En dicha casa se hallaba entre otros el Capitán del Ejército don Miguel Marín que se empeñó en oírme hablar sobre semejante novedad y algo acalorado le contesté que nada me gustaba, pues habiéndose depuesto ya dos virreyes, y desobedecido otro por la ciudad de Montevideo y su gobernador Elio, se habrían de seguir deponiendo y desobedeciendo otros muchos.-gobiernos" muchos.-gobiernos" ( a ). Es seguro que otros muchos personajes de alcurnia y de im portancia social y amantes de su patria patria se hallaban tan alejados de los acontecimientos que, ni siquiera después de votada la deposición del Virrey, comprendieron su verdadero alcance, ni estuvieron conformes con que se siguiera derrocando Virreyes. La idea de la emancipación concreta y urgente, aprovechando la situación de España en esos días, ardía inconteniblemente en el corazón de uncís cuantos criollos: Belgrano, Saavedra, Pueyrredón, los dos Rodríguez Peña, Vieytes... Pero los demás no la barruntaron y algunos de ellos, como Mariano Moreno, ni siquiera la desearon. El general Guido, refiriéndose a hechos anteriores, cuenta que la caída de Liniers satisfizo a los magnates españoles, derrotados en la asonada del 1? de enero de 1809, pero descontentó al propio tiempo a los Patricios... Empezaron a trabajar más desaho(!) POSADAS, GERVASIO A NTON Memoria ia en Memori Memorias as y auto autobio biogra gra- NTONIO IO, Memor fías, publicación del Museo Histórico Nacional (Buenos Aires, 1910), t. I, Pág. 135.
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gadamente, aunque en reuniones secretas, los pocos ciudadanos preocupados de la idea grandiosa de la emancipación de su patria. "Demarcóse, pues fácilmente la línea divisoria entre los naturales y los españoles, siquiera no fuese para la generalidad sino el resultado de rivalidades locales, no habiendo aún cundido entre el pueblo las ideas que agitaban a los promovedores de la Revolución de Mayo" ( 1 ). Si los patriotas hubieran tenido que esperar a que madurase en el pueblo la vocación de la independencia, habrían esperado muchos años. Prefirieron apurar los sucesos, consultando no a la opinión pública indecisa o confusa, sino al claro filo de sus espadas. Pues bien, el pueblo no comprendió el prodigioso alumbramiento del 25 de Mayo, y esta incomprensión es clara señal de que la patria no nació de sus entrañas. ¿Hay alguna madre tan distraída, que no sepa que acaba de dar a luz? Ni siquiera vecinos conspicuos conspicuos y amantes de su país advirtieron el nacimiento de la nueva nación. El ya mencionado don Gervasio Antonio Posadas, que habla como hemos visto del Cabildo abierto, no dedica ni una línea al 25 de Mayo de 1810, y don Mariano Moreno, conforme lo dijimos en páginas anteriores, ese día se hallaba en casa de un amigo "entretenido en conversaciones indiferentes", según su hermano. ¡Conversaciones ¡Conversaciones indiferentes el 25 de Mayo de 1810! La patria no nació de la entraña plebeya sino de la entraña militar. Andaban los militares con el pequeño grupo de civiles, "los sediciosos secretos", tan recelosos y vigilantes que, en seguida del Cabildo abierto descubrieron la tramoya con que el Ayuntamiento, investido del poder público, intentaba salvar al Virrey. (1) GUIDO, TOMÁS, Reseña histórica de los sucesos de Mayo, en Memorias y autobiografías, publicación del Museo Histórico Nacional, t. I, páginas 3 y 5.
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¿Cómo y quién organizó esa artera, contrarrevolución? El historiador López inculpa al doctor Leiva, síndico del Ca bildo y hombre muy sutil, y la inculpación no está fuera de lógica, dados los antecedentes de Leiva, que era abogado consultor de Cisneros, junto con Mariano Moreno. Historiemos los sucesos. En la noche del 22 de Mayo se había resuelto, por 155 votos contra 69, que el Virrey cesara en sus funciones y que se eligiera en su reemplazo una Junta de Go bierno. bierno. El Ayuntamiento se apresuró a elegir esa Junta (V), mas puso en la presidencia de ella al propio Virrey, conservándole el mando de las tropas, como Capitán General, lo cual era darle las fuerzas con que podría después imponerse y aplastar el alzamiento. Si los militares hubieran consentido en aquello, ahí no más, ha brían concluido los efectos del memorable Cabildo abierto. Pero no lo consintieron y en la primera sesión de esa Junta, Saavedra, que formaba parte de ella, expresó al Virrey el descontento "del pueblo", que en realidad era el descontento de los militares, por haberle quitado al propio Saavedra el mando de las tropas. Las frecuentes invocaciones "al pueblo", que tenía bien pocas noticias de lo que se maquinaba, las explica el propio Saavedra en sus Memorias con bastante frescura: "Era preciso para esta novedad cubrirla con el manto de la voluntad popular" ( 2 ) . Oigamos a Cisneros cómo lo relata al Rey: "En aquella misma noche al celebrarse la primera sesión o acta del Gobierno, se me informó por alguno-de los vocales ( 3 ) que (1) Esta Junta estaba constituida por el virrey y cuatro miembros: Saavedra, Castelli, el cura Soler e Inchaurregui; es en realidad la Primera Junta. La que se instaló después es Segunda Junta, aunque los historiadores no lo crean. ( 2 ) Cit. MARFANY, R OBERTO OBERTO H., El pronunciamiento de Mayo. (Ediciones (Edi3ciones Teoría, Buenos Aires, 1958), Pág. 29. ( ) Fue Saavedra. (Véase su Memoria autógrafa, autó grafa, en Memorias en Memorias y autobiografías, i, I, Pág. 52).
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alguna parte del pueblo no estaba satisfecha que yo obtuviese el mando de las armas, que pedía mi absoluta separación y que todavía permanecía en el peligro de conmoción, como en el cuartel de Patricios gritaban desaforadamente algunos oficiales y paisanos, y esto era lo que llamaban "pueblo", cuando es absoluta y notoria verdad que la masa general del pueblo, incluso todos los empleados y Tribunales de esta capital rebosaban de alegría como si hubieran salido del más apurado conflicto..." (1). No poca sal tiene esta observación del Virrey, que siente la oposición de los militares, pero cuenta seguro el apoyo de los empleados y de los Tribunales y de la masa del pueblo. ¿Cómo acogió Cisneros la notificación de Saavedra? "Yo no consentí que el gobierno de las armas se entregase como se solicitaba al Teniente Coronel de Milicias Urbanas don Cornelio Saavedra, arrebatándose de las manos de un General que en todo tiempo las había conservado y defendido con honor y a quien V. M. las había confiado como a su Virrey y Capitán General de estas Provincias... Pero por lo que a mí tocaba, mi autoridad era precaria y aparente y la de los asociados ( 2 ) estaba también pendiente de la voluntad de los comandantes, quienes en la misma noche anduvieron por sus respectivos cuarteles juntando a viva diligencia firmas de sus oficiales, sargentos y cabos, para pedir con este aparato mi entera separación a nombre del pueblo" (Pág. 43). ¡Firmas de oficiales, sargentos y cabos, recogidas durante la noche para pedir a nombre del pueblo la separación del Virrey! Allí está el origen de la famosa lista que al día siguiente el pueblo presentó, siempre por intermedio de los comandantes militares, a los miembros del Cabildo. Ya afianzaremos esto con más pormenores. Algunos historiadores, afanosos por deslucir la intervención de
O) Registro O) Registro Oficial de la República Argentina, t. I, Pág. Pág. 43. (-) Cisneros llamaba asociados a sus cuatro colegas, colegas, miembros miembros de esa junta que él presidía.
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los militares, nos pintan con desvaídos colores la gran figura de su jefe don Cornelio de Saavedra.; ros lo muestran indeciso, confabulado con el Virrey, ansioso de conservar su puesto de vocal en aquella primera Junta, presidida por Cisneros. ¡Increíble carencia de sentido crítico! ¡Qué había de interesarle a Saavedra ser vocal, cuando los cuarteles estaban reclamando que fuera Presidente de la Junta y tuviera el mando de las tropas! Y nótese bien, porque es de máxima importancia: gracias a él, que el año anterior hiciera disolver los cuerpos españoles (que prestaron apoyo a la revuelta de Álzaga) encontrábanse ahora los argentinos dueños de la fuerza: pero aun así era necesario proceder con prudencia, porque la idea de la emancipación no existía sino en muy pocos, y si Saavedra la exteriorizaba antes de tiempo, los peninsulares (y también algunos criollos que les hacían el jue; go, Leiva, Moreno, etc.), desencadenarían la reacción. El partido español era muy fuerte, y continuó siéndolo hasta que Rivadavia, en 1812, ahogó en sangre la segunda conspiración de Álzaga. Por eso vemos a Saavedra manejar los asuntos con habilidad para no provocar esa reacción, y con energía, para no dejarse envolver por los maniobreros cabildantes y más tarde cuando se eligen los miembros de la futura Junta de Mayo, procura que se le introduzcan algunos elementos españoles o partidarios de ellos, como fueron Mariano Moreno, Matheu y Larrea. Belgrano, nada amigo de Saavedra, reconoce en su Autobiografía su gran habilidad: "No puedo pasar en silencio — dice dice al hacer la historia de aquellos días — , las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se manejó nuestra revolución, en que es preciso, hablando verdad, hacer justicia a don Cornelio Saavedra" ( 1). Sólo una información de segunda o de tercera mano y ese impla-
(!) BELGRANO, MANUEL, Autobiografía, en Memorias y autobiografías, publicación publicación del Museo Histórico Histórico Nacional, Nacional, 1910, 1910, t. I, pág. 108.
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cable espíritu de partido, que ha adulterado la historia argentina, han podido desconocer los grandes aciertos de Saavedra en esta ocasión. No hay que negar, por cierto, la gran parte que tuvieron en el desencadenamiento de la Revolución hechos ajenos a los autores de ella, como la invasión de España por Napoleón. Precisamente sus noticias fueron la chispa que causó el incendio en Buenos Aires. El acreditado historiador Carlos Alberto Pueyrredón, en su notable obra "La Revolución de Mayo según amplios documentos de la época", cita un artículo publicado en la Gaceta Mercantil el 25 de Mayo de 1826, por don Cornelio de Saavedra, rectificando algún comentario que se habría hecho en aquella época, 16 años después de los sucesos acerca de los verdaderos autores de la gloriosa gesta argentina. "La Revolución la prepararon gradualmente los sucesos de Europa, dice Saavedra. Los patriotas de ésta nada podían realizar sin mi influjo y el de los jefes y oficiales que tenían las armas en la mano. Cuando llegó el momento de sazón, di los pasos para verificarla, con toda circunspección y energía, que es sabida por notoriedad y el voto público lo acreditó en destinos que me colocó, presidiendo el país- pues aun afortunadamente viven muchos de aquellos hombres; el que se atreva a desmentir esta aserción ¡preséntese!" ( 1). Continúa Cisneros su relato al Rey: "En la mañana del 25, obligado el Cabildo a oir esta nueva solicitud, se juntó en su sala no a deliberar sino a condescender con cuanto demandaban los revoltosos, que agolpados con armas ( 2 ) a las puertas del Ayuntamiento voceaban, intentaban
( ' ) Ci Cit. t. po porr MARFANY, R. H. El pronunciamiento de Mayo. (Ed.2 Theoría. Buenos Aires, 1958), pág. 40. ( ) En aquellos tiempos el pueblo no usaba armas. Esos que se agolpaban eran, pues, militares, o mejor dicho oficiales, puesto que afirmaban tener de su parte a las tropas o sea sea a los soldados.
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entrarse a la Sala Capitular y exigían prontísima resolución sobre el seguro que tenían las tropas de su parte" (o sea a los soldados del" Regimiento de Patricios). Que el Cabildo se reuniera, no a deliberar sino a condescender con los revoltosos amotinados en el cuartel de los Patricios, es un cargo injusto. ¡Qué más hubieran querido aquellos pacíficos y orondos señores, mandatarios genuinos de un pueblo indiferente, que resistir a los militares y sostener al Virrey! Pero no pudieron. La pluma imperturbable de su escribano de actas, el licenciado don Juan José Núñez, nos ha dejado la más fiel descripción de su resistencia, de sus zozobras y finalmente de su capitulación, llena de dignidad, digámoslo en su elogio, porque aún vencidos, dictaron condiciones, o sea un estatuto de once artículos y lo hicieron jurar de rodillas a los nuevos mandatarios. Esto parece que no lo recuerdan la mayoría de los historiadores, o que no lo saben. El Cabildo estuvo en su papel. Formado por cinco españoles y cinco criollos, todos monárquicos y partidarios del Virrey, y siendo como eran representantes de un vecindario español en gran parte, habría sido insensato exigirle que procediera de otro modo. modo. ¡Cuan pocos eran todavía, hacia fines de Mayo, los criollos que habían divisado la estrella de la emancipación con voluntad de alcanzarla! Y de algunos de ellos apenas hay una fría mención, cuando no un retrato rencoroso y falso, en las historietas que se escriben para los colegiales. Aunque entremos en alguna repetición, veamos cómo se describen los sucesos de Mayo en las Actas del Cabildo. La primera referencia a la Revolución que exista en documentos oficiales, aparece en el acta del acuerdo del 21 de Mayo: "Hicieron presente el señor Alcalde de primer voto y el Caballero síndico que algunos de los Comandantes de los Cuerpos de esta guarnición y varios individuos "particulares habían ocurrido a manifestarles que este pueblo leal y patriota, sabedor de los
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funestos acontecimientos de la península... vacila sobre su actual situación.(1). Realizada la asamblea de vecinos en la noche del 22 al 23 de Mayo, y votada la cesantía del Virrey, el Cabildo comunica a Cisneros haber nombrado una Junta que él presidirá. A lo cual el Virrey chicanero, todavía con la débil esperanza de que las tropas le sean fieles, contesta: "que juzgaba muy conveniente el que se tratase el asunto con los comandantes de los cuerpos de esta guarnición, respecto que la resolución del Excmo. Cabildo no parecía en todo conforme con los deseos del pueblo". Ante esta contestación ¿qué hacen los cabildantes?"Acordaron se convoque a los señores Comandantes de los Cuerpos y habiendo éstos personándose en la Sala... significaron que lo que deseaba el pueblo era el que se hiciese pública la cesación en el mando del Excmo. Sr. Virrey..." Salta a la vista que ni el Virrey, ni los Cabildantes se atreven a dar un paso sin consultar a los Comandantes, y éstos no se olvidan nunca de invocar la presunta voluntad del pueblo; pero no intentan interrogarlo, por no demorar el asunto, aparte de que están seguros de que el pueblo comenzará aceptando lo que los militares hagan y acabará pensando lo que ellos piensen. A pesar de la opinión de los Comandantes, el Cabildo vacila en excluir del todo al Virrey y resuelve instalar el nuevo gobierno, es decir, la primera Junta, y así lo hace, y le toma juramento el día 24. Esa noche los Patricios, cuyo Jefe era Saavedra, se amotinan y (según ya lo vimos antes) el propio Saavedra, en la primera reunión de la primera Junta en esa misma noche comunica al Virrey que debe ser eliminado en absoluto. E1 Cabildo consternado se reúne en las primeras horas del 25 de Mayo. Será una jornada agitadísima. El empingorotado (1) Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires (Buenos Aires, 1927), serie IV, t. IV, Pág. 108.
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Ayuntamiento Ayuntamiento o Cabildo realizará tres largos acuerdos antes de que se entre el sol de ese memorable día. Primeramente ha de consideran un pliego fechado a las nueve y media de la noche anterior, en que Cisneros le comunica lo que Saavedra le ha notificado: que debe eliminarse del gobierno. Mientras los Cabildantes dan "vueltas al asunto, con ninguna gana de ceder, se les llenan de gente los corredores de las Casas Capitulares, y "algunos individuos en clase de diputados ( 1), previo el competente permiso, se personaron en la Sala exponiendo que el pueblo se halla disgustado disgustado y en conmoción; que de ninguna manera so conformaban con la elección de Presidente vocal de la Junta hecha en el Excmo. Señor Baltasar Hidalgo de Cisneros y mucho menos con que estuviese a su cargo el mando de las armas". En tal aprieto los Cabildantes, dándose cuenta de quiénes son los que agitan "al pueblo", resuelven convocar otra vez a los Comandantes de los Cuerpos militares, para conocer sus intenciones. A las nueve y media de esa mañana, comparecieron quince jefes de los diversos cuerpos existentes en la ciudad: Patricios, Artilleros, Ingenieros, Dragones, Granaderos de Fernando VII, Húsares del Rey, Migueletes, Arribeños, etc. Ellos repiten lo que los Cabildantes ya saben: el disgusto es general en los cuarteles y en la ciudad y no les es posible sostener al gobierno. "Estando en esta ocasión — reza reza el acta — las las gentes que cubrían los corredores dieron golpes por varias ocasiones en la puerta de la Sala Capitular, y oyéndose las voces de que querían saber lo que se trataba y uno de los señores Comandantes, Don Martín Rodríguez, tuvo que salir a aquietarlo". Este detalle es precioso y nos indica quiénes eran los que in(!) Estos son los individuos armados do que habla el informe de Cisneros, es decir militares, como vimos a ntes.
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fluían sobre el famoso pueblo "que quería saber de qué se trataba". ¿Quiénes lo movían y quiénes lo calmaban? No sus representantes legales, los miembros del Ayuntamiento, elegidos por él cada primero de año, sino los Comandantes de los Cuerpos militares. Es decir, el pueblo que quería saber lo que se trataba, era un pueblo de encargo, dispuesto por el propio Saavedra y los Comandantes, para que se agolpara en los corredores y diera un susto a los auténticos representantes de la opinión pública, que se mostraban tan remisos y leguleyos. En vista de la situación, o como reza el acta: "conociendo que en tan apuradas circunstancias no se presentaba otro arbitrio sino que el Excmo. señor don Baltasar Hidalgo de Cisneros hiciese absoluta dimisión del mando", se le envían dos cabildantes para exigirle la renuncia. El Virrey, abandonado por todos, se resigna y firma su dimisión. "En ese estado, dice el acta, "ocurrieron otras novedades". Presentándose algunos individuos exigiendo el nombramiento de otra Junta, de la que había de ser Presidente don Cornelio Saavedra, que conservaría además el cargo de Comandante General de armas." La inaudita petición demuestra el gran prestigio de Saavedra, con cuyo nombre se estaba seguro de satisfacer los anhelos de los militares y de toda la ciudad. Sólo no habiendo leído las Actas, y escribiendo historia a bulto, se puede sostener otra cosa. Los cabildantes puntillosos, "después de algunas discusiones con dichos individuos les significaron que para proceder con me jor acuerdo, representase e l pueblo aquello por escrito, sin acusar el alboroto escandaloso que se notaba, con lo que se retiraron". En buen romance: "Ustedes vienen invocando la representación del pueblo. ¿Dónde y cuándo y cómo se las ha otorgado? Tráiganos ustedes un papel firmado y vamos a creerles." Do esto se deduce que los que armaban "el alboroto escan-
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daloso", con ser muchos para llenar Los corredores, no eran tantos como para llenar la plaza. Pues hubiera sido necio y peligroso poner en duda la personería de esos individuos y exigirles que llevaran escrito lo que diez mil personas estuvieran reclamando al pie de las' galerías. Eso es lo que querían los comandantes, que esa noche, según vimos, habían andado en los cuarteles recogiendo firmas de militares, en previsión de que los cabildantes reclamaran algún papel firmado por el pueblo. Ahora sus emisarios, después de haber recorrido los cuarteles, andaban recorriendo los conventos para juntar firmas de frailes. Cuando hubieron llenado unas cuantas carillas con las complicadas rúbricas que se estilaban entonces, y que "el pueblo" analfabeto en gran parte, no habría sabido poner, volvieron al Cabildo. "Después de un largo intervalo de espera — continúa continúa el acta presentaron los individuos arriba citados el escrito que ofrecieron, firmado por un considerable número de vecinos, religiosos, comandantes y oficiales de los Cuerpos. " ¡Religiosos, comandantes y oficiales, ése era el pueblo del 25 de Mayo! Este documento que contenía 401 firmas es lo que da pie a algunos historiadores para atribuir al pueblo de Buenos Aires la gloria de haber conminado al Cabildo a aceptar la lista de personajes propuestos para formar el primer gobierno argentino. El perspicaz y laborioso historiador Marfany ha estudiado con extraordinario fruto este extenso papel, cuyo original se encuentra en el Museo Histórico Nacional. "Nadie que sepamos, — dice dice Marfany — ha ha tratado de individualizar los firmantes para conocer quiénes eran esos patriotas que asumían abiertamente la responsabilidad en la hora decisiva, estampando sus nombres como pueblo de la Revolución... "Después de laboriosa búsqueda hemos logrado, felizmente, identificar a casi todos los firmantes. Ahora, ante un documento y una comprobación de tanta trascendencia, ya no puede existir ninguna duda de que esa imposición de la Junta Patria salió de los cuarteles, prohijada por los jefes y oficiales de los Batallones
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Urbanos, cuyas firmas, en la mayoría de las hojas agrupadas por unidad, llenaron casi todas sus páginas, rubricando así, de manera terminante, cuál era el pueblo de la Re volución" ( 1). Comprobación de tanta trascendencia, en efecto, que unida a la que surge de las palabras del Virrey, referentes a la composición del Cabildo abierto, celebrado tres días antes demuestra en forma indiscutible que la Revolución de Mayo no la hizo el pueblo, la hicieron los militares y los eclesiásticos y un grupo selecto de civiles. La admirable investigación de Marfany ha descubierto por sus firmas en la nota la presencia de 16 frailes mercedarios. Serían las tres o las cuatro de la tarde, cuando regresaron "Los individuos arriba citados" con su escrito. Entonces "los señores les advirtieron que congregasen al pueblo en la plaza, pues que el Cabildo para asegurar la resolución debía oír del mismo pueblo si ratificaba el contenido de aquel escrito; ofrecieron ejecutarlo así, y se retiraron". Podríamos imaginarnos que en tal día, tratándose de un asunto que debía mantener suspensa la atención de la ciudad, la plaza herviría de ciudadanos, y que a los individuos les bastaría decir: "¡Ahí está el pueblo congregado!" Pues no fue así. Pasó largo rato, sin que nada ocurriera, según lo refiere el frío y fidedigno documento: "Al cabo de un gran rato, salió el Excmo. Cabildo al balcón principal y el Caballero Síndico, Procurador General, viendo congregado un corto número de gentes respecto al que se esperaba, inquirió que dónde estaba el pueblo..." Pregunta muy razonable, que irritó a los que el acta llama "individuos", los cuales debían de ser militares de graduación según la respuesta que dieron. Pudieron contestar que el pueblo a esa hora tenía costumbre MARFANY, R. H. El pronunciamiento de Mayo (Ediciones Theoria, Aires, 1958), pág. 52.
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de almorzar y dormir luego la siesta. Pero fueron audaces y respondieron con arrogancia: "que las gentes, por ser hora, inoportuna, se habían retirado a sus casas, que se tocase la campana del Cabildo y el pueblo se congregaría a aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento, y que si por falta de badajo no se hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala y que se abriesen los cuarteles; en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar" ( ]). ¿Quiénes pueden mandar tocar generala y abrir los cuarteles sino los jefes militares? Los cabildantes oyeron esto, pero entendieron esto otro: Es de usanza y buena política hablar invocando el nombre — Es del pueblo; poro no seáis tan ingenuos que lo toméis a la letra. Si os empeñáis en ver gente, mandaremos tocar generala, abriremos los cuarteles y os llenaremos la plaza de soldados, hasta que el pueblo acabe de dormir su siesta y venga a saber de qué se trata. Aquí mandamos nosotros — los los militares — y es prudente no enredarnos enredarnos el juego". juego". Los cabildantes se allanaron. "Viéndose conminados de esta suerte — dice dice al Acta — y y con el fin de evitar la menor efusión de sangre, determinaron que por mí, el actuario, se leyese en altas e inteligibles inteligibles voces el pedimento presentado, presentado, y que los concurrentes expresasen si era aquélla su voluntad. Se leyó el pedimento y gritaron a una que aquello era lo que pedían y lo único que querían que se ejecutase." Con esta mojiganga de plebiscito, ante la plaza semivacía, los cabildantes se dieron por satisfechos, y nombraron la nueva Junta, eligiendo para vocales de ella, según reza el Acta, "los mismos individuos que han sido nombrados de palabra en papeles sueltos, y en el escrito presentado por los que han tomado la voz del pueblo, archivándose esos papeles y el escrito para constancia en todo tiempo".
(1)Los subrayados son nuestros.
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Esta Junta se hallaba formada así: Presidente: Coronel D. Cornelio de Saavedra. Vocal: Dr. Manuel Belgrano. „ „ „ „ „
Dr. Juan José Castelli. Comandante Miguel de Azcuénaga. Presbítero Manuel Alberti. D. Domingo Matheu. D. Juan Larrea.
Secretarios: Dr. Juan José Paso. Dr. Mariano Moreno Así quedó formada la Junta patriótica, no por elección del pueblo, sino por decisión de los militares que, habían tomado su voz, como reza el acta, y presionando a ratos con astucia, a ratos con energía, doblegaron doblegaron la voluntad del Cabildo, mostrándole mostrándole que en la Junta había miembros españoles, como Matheu y Larrea y criollos adictos al Virrey Virr ey como su abogado asesor ase sor Mariano Moreno. Moreno. Los cabildantes que sesionaban desde hacía diez o doce horas, levantaron la sesión. Poco después se volvieron a reunir en un segundo acuerdo, para legalizar los nombramientos y resolvieron convocar a los miembros elegidos, para que jurasen sus cargos. La ceremonia del juramento dio lugar al tercer acuerdo del 25 de Mayo. ¿Pero, a todo esto, dónde estaba Mariano Moreno? Ya lo apuntamos anteriormente: ese día Mariano Moreno no pensaba en la patria. Ya veremos cuál era su estado de ánimo y lo insignificante de su entretenimiento en ese día sublime en que un buen argentino, "ni ebrio ni dormido", podía tener otro pensamiento que el de la independen independencia. cia. Solamente al anochecer del 25 de Mayo de 1810 — cuando cuando todo estaba consumado — , apareció en el Cabildo aquel a quien Juan María Gutiérrez llama con estrepitosa imagen: "el primero de los patriotas y el el alma de la Junta". Junta".
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de almorzar y dormir luego la siesta. Pero fueron audaces y respondieron con arrogancia: "que las gentes, por ser hora, inoportuna, se habían retirado a sus casas, que se tocase la campana del Cabildo y el pueblo se congregaría a aquel lugar para satisfacción del Ayuntamiento, y que si por falta de badajo no se hacía uso de la campana, mandarían ellos tocar generala y que se abriesen los cuarteles; en cuyo caso sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar" ( ]). ¿Quiénes pueden mandar tocar generala y abrir los cuarteles sino los jefes militares? Los cabildantes oyeron esto, pero entendieron esto otro: Es de usanza y buena política hablar invocando el nombre — Es del pueblo; poro no seáis tan ingenuos que lo toméis a la letra. Si os empeñáis en ver gente, mandaremos tocar generala, abriremos los cuarteles y os llenaremos la plaza de soldados, hasta que el pueblo acabe de dormir su siesta y venga a saber de qué se trata. Aquí mandamos nosotros — los los militares — y es prudente no enredarnos enredarnos el juego". juego". Los cabildantes se allanaron. "Viéndose conminados de esta suerte — dice dice al Acta — y y con el fin de evitar la menor efusión de sangre, determinaron que por mí, el actuario, se leyese en altas e inteligibles inteligibles voces el pedimento presentado, presentado, y que los concurrentes expresasen si era aquélla su voluntad. Se leyó el pedimento y gritaron a una que aquello era lo que pedían y lo único que querían que se ejecutase." Con esta mojiganga de plebiscito, ante la plaza semivacía, los cabildantes se dieron por satisfechos, y nombraron la nueva Junta, eligiendo para vocales de ella, según reza el Acta, "los mismos individuos que han sido nombrados de palabra en papeles sueltos, y en el escrito presentado por los que han tomado la voz del pueblo, archivándose esos papeles y el escrito para constancia en todo tiempo".
(1)Los subrayados son nuestros.
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Esta Junta se hallaba formada así: Presidente: Coronel D. Cornelio de Saavedra. Vocal: Dr. Manuel Belgrano. „ „ „ „ „
Dr. Juan José Castelli. Comandante Miguel de Azcuénaga. Presbítero Manuel Alberti. D. Domingo Matheu. D. Juan Larrea.
Secretarios: Dr. Juan José Paso. Dr. Mariano Moreno Así quedó formada la Junta patriótica, no por elección del pueblo, sino por decisión de los militares que, habían tomado su voz, como reza el acta, y presionando a ratos con astucia, a ratos con energía, doblegaron doblegaron la voluntad del Cabildo, mostrándole mostrándole que en la Junta había miembros españoles, como Matheu y Larrea y criollos adictos al Virrey Virr ey como su abogado asesor ase sor Mariano Moreno. Moreno. Los cabildantes que sesionaban desde hacía diez o doce horas, levantaron la sesión. Poco después se volvieron a reunir en un segundo acuerdo, para legalizar los nombramientos y resolvieron convocar a los miembros elegidos, para que jurasen sus cargos. La ceremonia del juramento dio lugar al tercer acuerdo del 25 de Mayo. ¿Pero, a todo esto, dónde estaba Mariano Moreno? Ya lo apuntamos anteriormente: ese día Mariano Moreno no pensaba en la patria. Ya veremos cuál era su estado de ánimo y lo insignificante de su entretenimiento en ese día sublime en que un buen argentino, "ni ebrio ni dormido", podía tener otro pensamiento que el de la independen independencia. cia. Solamente al anochecer del 25 de Mayo de 1810 — cuando cuando todo estaba consumado — , apareció en el Cabildo aquel a quien Juan María Gutiérrez llama con estrepitosa imagen: "el primero de los patriotas y el el alma de la Junta". Junta".
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Sobre este sombrío y mal conocido aspecto de la biografía del "primero de los patriotas" volveremos a hallar en el capítulo V. Debió de ser bien entrada la noche, cuando terminó el juramento, que prestaron los electos, puestos de rodillas delante de un Crucifijo y con la mano derecha sobre los Santos Evangelios el primero de ellos y los otros sucesivamente sobre el hombro del anterior, en fila hasta el último, que era el "Espíritu de Mayo". Sólo un pintor, que sepamos, ha representado esta escena, real, pero olvidada, que prueba una vez más la ninguna influencia in fluencia de la la Revolución francesa sobre el espíritu católico de los hombres de Mayo. La plaza fue llenándose de ciudadanos que acudían, como es pectadores retardados, a la última escena del drama. ¡Qué oportunidad para un tribuno! El discurso que se pronunciaría desde aquellos balcones sería el más famoso de la historia argentina: por primera vez hablaría la nueva nación por boca de un hombre. ¿Quién tendría la gloria de articular la primera palabra de la patria? ¿Un soldado? ¿Un tribuno, ya que la elocuencia no suele ser privilegio de las espadas? Si a un niño de nuestras escuelas, que se imagina a los próceres tales como se los han pintado, le preguntasen quién sería el orador de esa noche, respondería sin vacilar: "¡El alma de la Junta, el Espíritu de Mayo, Mariano Moreno!" Otra vez los hechos despiadados desautorizan las declamaciones. Esa noche se pronunciaron dos discursos. En la Sala Capitular, en seguida del juramento, habló el Presidente de la Junta, don Cornelio de Saavedra, exhortando al auditorio "a mantener el orden, la fraternidad, la unión..." Ese fue el primer discurso. La noche es fría y se ha puesto lluviosa. Las ventanas están cerradas. "La muchedumbre del pueblo que ocupaba la plaza", (para usar los términos que emplea el actuario), desea que le expliquen lo que ha ocurrido. Será la ocasión de un segundo discurso.
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La Junta sale hasta el balcón principal del Cabildo, y numerosos oyentes escuchan por primera vez una gran palabra argentina. ¿Quién pronuncia este otro discurso con que se abre nuestra historia? Otra vez un soldado. Es de nuevo Cornelio de Saavedra. Estaba escrito que todo en la Revolución de Mayo, hasta los discursos, lo harían los militares. No habrá sofisma, ni artificio capaz de destruir la afirmación que estampamos aquí: la historia no ha conservado ni rastro de ningún discurso de Mariano Moreno ni en esa ocasión ni en ninguna otra, y sólo se sabe que en las tres grandes oportunidades en que debió hablar permaneció callado: una vez en la noche del Cabildo abierto, y dos veces en la del 25 de Mayo. Y sin embargo los historiadores han conseguido hacerlo llegar hasta nosotros con la fama de tribuno fogosísimo. Raro ejemplo de mudez elocuente. Nos hemos referido anteriormente a la proclama del 29 de Mayo. Vamos a reproducirla ahora. El primer gobierno patriota sintió que debía dar un inmediato y resonante testimonio de gratitud a los autores de la Revolución, que eran los verdaderos constructores de la nueva nación, para enseñanza de las futuras generaciones. Tal hizo la Junta en la proclama del 29 de Mayo de 1810. Fue, pues, una pieza meditada tranquilamente en cuatro días del nuevo gobierno. ¿A quién expresa su reconocimiento? ¿Al pueblo? ¿Al Ayuntamiento? ¿A los "vecinos de distinción", que formaron el Cabildo Abierto? ¿A los religiosos? ¿A los hacendados? ¡No, nol Lo dirige A los Cuerpos Militares de Buenos Aires. Esta proclama, sobre la cual los historiadores también han pasado distraídamente, no es un documento inédito, pues figura en el Registro Oficial de la República Argentina, tomo I, página 28. Vale la pena de citarlo, ya que los que debieran mencionarlo jamás se acuerdan de él. "¡Cuerpos militares de Buenos Aires!"
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"La energía con que habéis dado una autoridad firme a vuestra patria no honra menos vuestras armas que la madurez de nuestros pasos distingue distingue vuestra generosidad y patriotismo. patriotismo. .. "¿Quién no respetará en adelante a los cuerpos militares de Buenos Aires? Si examinan vuestro valor, lo hallarán consignado por las más gloriosas gloriosas victorias; victorias; si se meditan esas esas intrigas que que más de una vez dieron en tierra con los pueblos esforzados, temblarán al recordar la gloriosa escena que precedió a la inauguración de esta esta J unt a. .."(') .."(').. "Esta recíproca unión de sentimientos ha fijado las primeras atenciones de la Junta sobre la mejora y fomento de la fuerza militar de estas provincias; y aunque para la justa gloria del país es necesario reconocer un soldado en cada habitante, el orden público y seguridad del Estado exigen que las esperanzas de los buenos patriotas y fieles vasallos reposen sobre una fuerza reglada, correspondiente a la dignidad de estas provincias. La Junta establece una clara diferencia entre el ejército permanente o de línea y el pueblo, que, en caso de apuro, puede ser armado: "cada habitante un soldado." Y categóricamente atribuye a los Cuerpos Militares la gloria de haber dado al país una autoridad firme, librándolo con su energía de "esas intrigas que más de una ve/, dieron en tierra con los pueblos pueblos esforzados" esforzados" (-). Retengamos esta alusión a la innoble politiquería que ha desnaturalizado otras bien justificadas revoluciones militares nuestras y que estuvo en un tris de hacer abortar la do Mayo, si Saavedra no hubiese desbaratado la tramoya de los politiqueros. Marfany, citando al historiador Juan Cánter, que la publicó (1) Registro (1) Registro Oficial da la República Argentina, Buenos Aires, 1879 t. I, pág. 28. ( 2 ) Recuérdese la escena en que el Síndico, asomado al balcón, pregunta: "¿Dónde está el pueblo"?, y los militares le contestan: "Vamos a mandar tocar generala y abrir los cuarteles." Con osa altanera contestación deshicieron la intriga de los Cabildantes.
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en 1943, reproduce una sabrosísima carta de Saavedra, dirigida al coronel Juan José Viamonte, en que alude con severidad a don Nicolás Rodríguez Rodríguez Peña, sin sin desconocer su su mérito. Uno Uno de sus, párrafos dice así: así: "Es verdad que Peña, Vieytes y otros querían de antemano hacer la revolución, esto es desde el 1° de enero de 1809 y que yo me opuse porque no consideraba tiempo oportuno. Es verdad que ellos y otros incluso Castelli, hablaron mucho de esto antes que yo, pero también lo es que ninguno se atrevió a dar la cara en lo público, aun cuando yo les decía que lo hiciesen y que aseguraba no hacer oposición a nada. En sus tertulias hablaban, trataban planes y disponían: mas personarse para realizar lo mismo que aconsejaban o querían ¿quién lo hizo? ¿Se acuerda usted cuántas veces me tocó estos negocios movidos por estos hombres? ¿Se acuerda Vd. que mis respuestas fueron siempre: no es tiempo, y lo que se hace fuera de él no sale bien? ¿Se acuerda usted que el 20 de Mayo me llamó usted de San Isidro mostrándome los papeles y proclamas que el mismo Cisneros dio a luz; dije a usted ya es tiempo y manos a la obra? ¿Quién desde aquel momento dio más la cara que yo? ¿Quién movió al Cabildo para que se hiciese el cabildo abierto en que se oyese al Pueblo? ¿Quién habló al Virrey Cisneros con el carácter y firmeza que en aquella época se requería sino yo? ¿Quién... Pero para qué me canso en recordar hechos con un sujeto que es testigo presencial de todos ellos."( 1). Al leer estas palabras sencillas y vigorosas, que nos muestran la fecunda actividad de Saavedra, uno piensa en la estéril y medrosa figura de su antagonista, Mariano Moreno, que no tuvo la más mínima intervención en aquellas arriesgadas vísperas del 25 de Mayo. Es increíble que la biografía de este procer haya amenguado la gloria del verdadero jefe de la Revolución de Mayo, a quien (') Cit. por MARFANY, R. H. El pronunciamiento pronunciamiento de Mayo (Ediciones Theorin, Buenos Buenos Aires. 1958), pág. 41.
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han querido borrar la historia argentina ¡porque era militar y católico! Ya desde el año 10, en el seno mismo de la Junta, nace el espíritu que emponzoñará para siempre la historia argentina. "Casi con la Revolución de Mayo tuvieron nacimiento los partidos que han despedazado después la República", afirma el General Paz en sus interesantísimas y extensas Me morias ('), Mientras unos construían el país, exponiendo la vida en les campos de batalla, otros, agazapados en el seguro de las oficinas, en las logias masónicas, en las redacciones, infiltraban en su joven organismo el virus de la perversa política que prolongó la guerra de la independencia, inmoló millares de víctimas y retrasó la organización del país. Recórranse los papeles de esos días, públicos y privados, y no se hallará el menor fundamento para que se haga de la Revolución de Mayo un alzamiento civil, de abogados o pendolistas, coreado por miles de ciudadanos sin más armas que un voto y un paraguas. Con esas pinturas, halagüeñas para los demagogos, que son siempre antimilitaristas, se ha desfigurado la historia nacional. No comprendemos semejante aberración. Sobre todo no com prendemos que haya quienes crean que una empresa empresa gloriosa de por sí, se deshonre porque la realicen los soldados, con riesgo de su vida y en cambio se engrandezca cuando la realiza la masa anónima que arriesga infinitamente menos, como que solamente sus jefes suelen pagar las consecuencias de una derrota y a menos precio que un militar. Piensen ellos lo que piensen, la historia es la relación de los sucesos tales como fueron, y no como les gustaría que hubieran sido. Durante los gloriosos días de Mayo no hubo seguramente en los cuarteles ningún oficial, ningún soldado remiso o distraído ante los grandes hechos que iban sucediéndose. (1)PAZ, GRAL. José M., Memorias póstumas, 2° edición, La Plata, 1892, t. I. pág 4.
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En cambio en el pueblo, con excepción de los pocos civiles que estaban en la conspiración, aún personajes de mucho fuste se desentendían de todo lo que pudiera comprometer el sosiego de que habían disfrutado hasta entonces; y unos confiesan que no tuvieron la menor noticia de la revolución y de otros se sabe que pasaron el 25 de Mayo en casa de un amigo, entretenidos en "conversaciones indiferentes..." (Textual). En otros países lo común e s que las revoluciones que triunfan y cambian un gobierno las realicen los civiles. La revolución norteamericana, la francesa, la fascista, la nacional — socialista, socialista, la rusa, últimamente la cubana. En la Argentina, fuera de la rebelión radical de 1890 y la del mismo carácter de 1905, que no triunfaron, han sido militares las más trascendentales y victoriosas. ¿Es eso un mal? ¿es un bien? No es tema para este libro; bástenos asentar el hecho, tan cierto y arraigado en los espíritus que, cuando un gobierno va muy descaminado y se ve que el país se hunde, se oye a cada momento preguntar: ¿Qué hacen hace n los militares que no enderezan esto? Porque se tiene más confianza en la capacidad y patriotismo de los militares que de los políticos. Eso sí, cuando la revolución ha triunfado y hay un nueve gobierno, se alza una grita general reclamando que los militares vuelvan a sus cuarteles y no intervengan más en política. ¡Votos sí, botas no! Es de justicia acordarse que cuando un militar entra en una revolución, va arriesgando mucho más que un civil. Si no gana, pierde la carrera y casi siempre la vida. Es por lo tanto más reprobable la mezquindad de regatearle nuestro reconocimiento. Y si la gran figura del 25 de Mayo es don Cornelio de Saavedra, fray que declararlo así, aunque esto desagrade a los antimilitaristas de hoy y pueda desacreditar algunos libros de segunda o tercera mano escritos para el uso de las escuelas como aquellos que antaño se adobaban ad usura Delphini, para la enseñanza de los príncipes. príncipes.
COMO COMO NACI NACI
CAPITULO IV CÓMO NACIÓ LA LEYENDA En llegando a esta altura, y aunque pareciera falta de método, vamos a examinar las fuentes de la fabulosa biografía de Mariano Moreno. Pudimos haberlo hecho al principio, o bien dejarlo para el final. Pero al principio corríamos peligro de que el lector salteara una introducción, que no le despertaría mayor interés. Y al final sería demasiado tarde para explicar lo que ahora parece inexplicable. En efecto, el lector debe de estar impaciente, formulándose este pregunta: ¿Cómo del Moreno que emerge de estos testimonios irrefutables se ha podido sacar el Moreno de las estatuas y de las historietas derramadas en las escuelas argentinas? Hemos apuntado ya la razón: Moreno, más que un procer de la independencia, es un procer elevado, después de muerto, a la categoría de símbolo del liberalismo y así ha llegado hasta la época actual. Lo inventaron por su irreligiosidad, rara en aquellos tiempos, los librepensadores del siglo pasado y lo ascendieron a semidiós semidiós los librepensadores librepensadores de hoy. hoy. En el seno de la Junta, él representaba la demagogia liberal, contra la tradición católica y democrática, que encarnaba Saavedra. Por eso, los modernos demagogos, los masones ( 1), los (1) ¿Fue masón Mariano Mariano Moreno? Lo ignoramos. ignoramos. La masonería en e] Río de la Plata, hacia 1810, era apenas conocida y no sabemos de nadie
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anticatólicos en cualquier partido que militen (socialistas, comunistas-etc.) comunistas-etc.) descubren en Moreno su primer antepasado en la historia argentina. argentina. Desaparecido Moreno, desterrado y perseguido Saavedra, persistió persistió la tendencia tendencia morenista, morenista, escondiendo escondiendo,, bajo las apariencias apariencias lo la política, lo que en el fondo era una prevención inextinguible contra la Iglesia católica. Moreno había muerto, pero los liberales de la primera mitad del siglo XIX, arrojaban ya su nombre como un santo y seña. Sus descendientes heredaron su inquina mezcla de liberalismo y de regionalismo, y así fue inflándose en las historias aquella figura, que poco a poco acabó por ser lo que ninguno ninguno de los contemporáneo contemporáneoss que realmente lo conocieron y trataron, pudo imaginarse que llegaría a ser: ¡el verbo de la Revolución! No había en aquellos tiempos archivos organizados. organizados. Los historiadores valíanse a menudo de tradiciones familiares o de relatos r elatos de testigos, que contaban las cosas a su modo. En la correspondencia de San Martín, hay una carta de diciembre de 1827, al general Guido, en que el gran hombre exhala su desprecio por la historia y su temor de que la suya fuese escrita con pasión y embustes. Afortunadamente no lo fue, pues un gran historiador dio la pauta en buena hora, para los libros que se habrían de escribir sobre el Libertador, con tal conciencia y acopio de datos, que fijó para siempre el juicio de la posteridad. ¡Que no hiciera otro tanto con Saavedra! Dice San Martín: "Sin embargo de estos principios y del des precio que yo puedo tener por la historia, porque conozco que las pasiones, el espíritu de partido, la educación y el sórdido interés son en general los agentes que mueven a los escritores, que la profesara. En un libro reciente (1958) del señor Alcibiades Lappas, l.
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no puedo prescindir de que tengo una hija y amigos, aunque pocos, a quienes debo satisfacer" (1), Quien haya tenido la curiosidad de ver en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires, donde se conservan preciosamente muchos de los libros que formaron la. biblioteca privada de San Martín, comprende que este desprecio del gran soldado era por la historia mendaz, la historia falsificada, que miente a sabiendas, para hinchar a ciertos personajes y denigrar a otros. Porque la mayoría de los libros que poseyó San Martín fueron libros de historia. Cuando se trató de escribir sobre la revolución, los escasos libros que existían de la primera época, fueron oráculos y aprovechados hasta el hueso. Los primeros historiadores, que no conocieron sino de oídas al personaje, se abrevaron en la Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, publicada en Londres por Manuel Moreno, en 1812, agua turbia que bebieron sin filtrar. De ese libro han sacado cien noticias imaginarias que hoy son dogmas en nuestras escuelas. Hasta el más discreto de sus biógrafos, el doctor Norberto Pinero, en el prólogo que puso a su edición de los Escritos de Mariano Moreno, confiesa lo siguiente: "Los datos relativos a los estudios, las lecturas, las luchas, la vida, en suma, de Mariano Moreno en Chuquisaca, han sido extraídos de la biografía escrita por su hermano Manuel Moreno." (2). Él lo declara honestamente, pero otros, que se han documentado en forma igual no tienen el valor de confesarlo, para dar al lector la idea de una investigación personal, que jamás llevaron a cabo. Y como los primeros biógrafos copian de aquel libro, que es hoy una rareza bibliográfica, los posteriores ni siquiera intentan (!) San Martin, su correspondencia (2* edición del Museo Histórico Nacional), t. X, pág. 171. ( 2 ) PINERO, NOBBEHTO, Los escritos escritos de Mariano Moreno Moreno (Librería y casa editora de Jesús Menéndez, Buenos Aires, 1938), pág. 13.
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buscarlo buscarlo y tranquilam tranquilamente ente reprodu reproducen cen lo copiad copiadoo por aquéllo aquéllos, s, y a su vez son recopilados, y así continúan reeditándose las mismas especies, contra las cuales nadie nadie ha osado levantar la voz. voz. ¿Quién se atreverá a negar que Moreno dijese al morir: Viva mi patria aunque yo perezca? ¿Quién tendrá la audacia de discutir que Saavedra exclamase al recibir la luctuosa noticia: Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego? Ambas frases pertenecen al tesoro de la historia argentina, y desacreditarlas es, a los ojos de esos historiadores, crimen de lesa Patria. La suerte de Moreno fue el haber dejado como albacea de su gloria mundana, a ese incansable propagandista suyo, su hermano Manuel, que no se contentó con ensalzar al que era de su propia sangre, sino que creyó que ella debía fundarse en la ignominia de don Cornelio de Saavedra. De no haber sido indiscutible la .grandeza moral de Saavedra tan insignes sus hazañas, ya no nos acordaríamos de su nombre. Moreno lo ha eclipsado. Casi no hay historiador, que contagiado por el odio morenista, morenista, no haya reproducid reproducidoo alguna invención de Manuel, para arrojar sobre el verdadero jefe de la Revolución de Mayo un puñado de barro o un borrón de tinta. Saavedra, militar y católico, enfrentándose con Moreno, civil y sectario, no podía esperar ni simpatía ni justicia de los libre pensado pensadores res que que han han inspira inspirado do en en gran gran parte parte la histori historiaa argentin argentina. a. Aquella extravagante ocurrencia que tuvo Moreno de reimprimir en Buenos Aires el Contrato Social de Rousseau, para distribuirlo en las escuelas, ya lo hace simpático a dos gremios numerosos y andariegos: los enemigos de la Iglesia Católica y los que creen en Rousseau. Mas para para disimular disimular las verdade verdaderas ras razones razones de su simpatía, simpatía, esos esos panegir panegiristas istas de Moreno Moreno se guardan guardan bien de presentá presentárnos rnoslo lo según era en verdad, un demagogo trasnochado, al estilo de Robespierre, Robespierr e, y nos lo muestran como como un católico fervoroso, casi fanático, cuyos delirios de crueldad, atribuyen a arrebatos místicos.
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Este seudo catolicismo de Moreno aparece desmentido por sus trabajos, como el haber reimpreso en Buenos Aires y prologado el Contrato Social, del cual suelen decir, dorándonos la píldora, que expurgó algunos pasajes donde Rousseau "ha delirado sobre materias religiosas". religiosas". La obra de Rousseau, prohibida carias veces por la Santa Sede, podía leerla quien tuviera el debido permiso, pero nunca se habría atrevido a reimprimirla sino quien estuviera de hecho fuera de la religión, porque la autoridad eclesiástica eclesiástica jamás hubiese autorizado su reimpresión, ni siquiera con la maliciosa precaución de amputarle algunas páginas. En aquellos tiempos de rígida observancia, eso era una rebeldía, cuya gravedad no puede escapar a nadie que sepa su catecismo. No es necesario ser canonista. Don Vicente Fidel López se empeña en hacernos creer que Moreno era devoto fronterizo del éxtasis, "alma ascética devorada por una actividad asombrosa.. . se había entregado a las elucubraciones1 místicas de Tomás Kempis y a las disciplinas de la penitencia" penitencia" ( ). ) . Dejemos pasar aquí eso de la "actividad asombrosa", porque de ello nos ocuparemos hacia el final de este capítulo. Hablemos de las "elucubraciones místicas" a que según López se entregaba Moreno. Su hermano nos relata algunos episodios que revelan cuán lejos de la Imitación de Cristo y de los cilicios andaba nuestro héroe. Tras de habernos pretendido maravillar, contándonos que en Chuquisaca leía libros prohibidos, encontrados en la biblioteca del canónigo Terrazas (quien seguramente tendría licencia para leerlos) nos refiere cómo, a poco de llegar a Buenos Aires, con su título de doctor, el primer cliente que le salió al paso fue un canónigo, que estaba en pleito con el obispo. ( 1 ) LÓPEZ , VICENTE FIDEL, Historia de la República República Argentina Argentina (Buenos Aires, Carlos CasavaJIe, editor, 1883), t. III, pág. 225.
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No hay nada más más odioso que que estas trifulcas trifulcas de clérigos, clérigos, alzados contra la jerarquía eclesiástica. Por uno que pleitea con rain, hay cien agitados por ruines resentimientos. Se comprende, pues, que los abogados de nota les hagan ascos a estos clientes. Moreno en cambio, no tuvo escrúpulos en hacer frente al obispo, patrocinando al canónigo, canónigo, y puso tal pasión en el pleito, que lo vemos abandonar a su propio padre agonizante, para acudir al tribunal a hacer un alegato. alegato. ¡Es cuanto puede decirse decirse de su piedad filial! (1). (1 ). "Esta causa fue la primera de varias de esa clase eme siguieron después — afirma afirma el biógrafo — sobre contener al obispo dentro de los límites de la equidad y de las leyes" ( 2 ). Si la primera causa de este dudoso género no es indicio bastante para juzgar al abogado, va que puede existir un canónigo que tenga motivos justos de pleitear contra su obispo, las "otras varias de igual clase", que en un foro tan pequeño parecen demasiadas para que fuesen todas igualmente fustas, nos permiten conjeturar que el joven leguleyo no tardó en acreditarse de liberal y que lo asediaban clientes que otros desahuciaban, v que su fama de católico debía de andar muy por los suelos; lo cual prueba que la gente de izquierda no se ha equivocado en ver en Mariano Moreno al personaje de aquella época que mejor encarna sus antipatías antirreligiosas. antirreligiosas. Más adelante, en los capítulos XV y XVI, donde tratamos de la "pérdida del Alto Perú" y del 'Inicuo Plan de Operaciones", veremos en detalle cómo fructificó el espíritu sectario de Mariano Moreno, interpretado por Castelli, Monteagudo y otros en los sacrilegios y atrocidades que cometieron muchos jefes y oficiales del Ejército del Norte, en aquella funesta campaña. Son cuadros que los argentinos deben aprender v recordar para enseñanza propia, por más que muchos historiadores traten de que los olvidemos. Y ya que hemos hablado aquí de los pleitos del procer, no (1) Colección de Arengas en el foro, prefacio foro, prefacio,, p. XLVII. XLVII. (2) Id., pág. XLVI.
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vendrá mal echar una ojeada a sus escritos jurídicos para descubrir otra faceta de tan extraordinario brillante. En la mencionada colección de sus Arengas cítase un expediente con motivo de cierta causa entre un rico y un pobre. El rico, que es propietario de un "caserío" (nombre de los conventillos de entonces), quiere desalojar a un pobre inquilino que le ocupa una pieza. Si hemos de atenernos a lo aprendido en la escuela acerca de Mariano Moreno, "el fundador de la democracia argentina", juraríamos que si el eminente jurisconsulto se resignaba a actuar en un mísero pleito, lo hacía sólo para defender a un pobre inquilino, a quien mi voraz propietario pretendía arrojar a la calle con sus bártulos y su familia, simplemente porque no le pagaba el alquiler. Los autores de las historietas que corren como textos de enseñanza desearían que así hubiera sido, para agregar una simpática pincelada al retrato. Desgraciadamente los hechos inflexibles destruyen las complacientes calcomanías. En esta ocasión vemos a Mariano Moreno ponerse decididamente de parte del rico propietario, y escarbar en la jurisprudencia universal mil argumentos para pedir al juez la expulsión del "grosero" (sic) inquilino que no podía pagar. El abogado contrarío — nos nos cuenta él — había había acumulado en veinte fojas sus probanzas contra el propietario y Moreno se enfurece delante de esos argumentos que pintan muy desfavorablemente a su patrocinado, el rico propietario. "Se estampan quejas de inquilinos, — dice dice — que ya no lo son, se atribuye con desacato y procacidad a un vecino de las circunstancias de don... (aquí el nombre del propietario) una conducta reprensible con sus inquilinos, violencias continuas agitadas de la codicia y una constante arbitrariedad en el asunto de los alquileres..." (1). (8) MORENO, MARIANO, Colección de arengas en el foro de escritos. (LONDRES, 1836), pag. 53.
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"Era muy fácil a mi parte (') haber formado una completa prueba que desmintiese esas esas calumnias: le era (sic) muy fácil acreditar los perjuicios que recibe en los arriendos de sus casas: que éstas debían producirle el doble de lo que reditúan y que la generosidad, compasión y condescendencia han sido las únicas armas que ha opuesto a la petulancia petulancia y altivez de gentes groseras, groseras, m que es preciso celebrar l a mayor parte de sus locaciones" pág. pág. 54). Increíble arrogancia en la pluma de un democrático de tantas campanillas, que en tal forma desprecia a los inquilinos pobres, gentes groseras, etc. "El ingreso de Troncoso a esta casa — prosigue — se se verificó de un modo que es muy común en esta ciudad; se pone a precio por el propietario con concepto a cada mes: el inquilino se compromete a satisfacer este arrendamiento normal y no se trata de determinar un tiempo fijado... "No habiéndose prefijado un determinado número de años, debemos creer circunscripta la sustancia de la locación a aquel mes que sirvió de término para fijar el precio..." (p. 58). "Ahora pues, si el inquilino Troncoso se halla facultado para mudarse cuando quiere de casa de... (aquí el nombre) ¿cómo podrá negar a éste autoridad autoridad de lanzarlo de de ella?" A lo largo de 33 páginas impresas, en el libro, que habrán sido 40 ó 50 fojas del expediente original, el procer, con una locuacidad desproporcionada para asunto de tan escasa cuantía, acumula argumentos extraídos de Cujacio y de las Partidas y de Gregorio López y cita al emperador Zenón y las leyes de Aragón y de Noruega y el estatuto de Dinamarca, y trae a colación en latín, nada menos que al Cardenal de Luca, todo para demostrar que, no habiendo plazo, su cliente tenía acción para expulsar a Troncoso en cuanto venciera el primer mes de alquiler. (1) "Habría sido muy fácil", quiere decir, pero lo dice con su acostumbrada acostumbr ada sintaxis.
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El biógrafo no nos cuenta si el biografiado ganó o perdió el pleito.
Si en los tiempos que corren, un personaje de las derechas fuera sorprendido haciendo esta laya de alegatos ¿cómo lo pondrían los censores de izquierda que seguramente son admiradores de Moreno? Y si supieran que en algún pleito ha patrocinado a ambas partes v sacado provecho de los dos contendientes, ¿qué no dirían de tal personaje? Hemos leído ya, en otro capítulo, aquella confidencia de su biógrafo. Manuel Moreno, que nos muestra a su hermano, cuando era Relator de la Audiencia, actuando secretamente como abogado de las dos partes en litigio, pues al mismo tiempo que redactaba los escritos que la Audiencia elevaba al Rey, atacando al Cabildo, aconsejaba y aún dictaba los escritos en que el Cabildo acusaba a la Audiencia ante el mismo soberano. Y pensar que escritos de este juez han bastado para que existan escuelas de derecho donde el retrato de Mariano Moreno preside la galería de jurisconsultos argentinos! ¿Cómo se ha llegado a tamaña ofuscación? Algunos historiadores para no aparecer debiendo todas sus noticias al muy discutible discutible testimonio del hermano, hermano, simulan extraerlas de otros autores, y citan al General Miller o a los hermanos Robertson. Todo viene a ser lo mismo! Son copias de copias de copias. Fotografías sucesivas del primer daguerrotipo, lo cual no lo refuerza en manera alguna. El propio hermano publicó en 1812 una biografía biografía bajo su firma firma v otra en 1836, bajo el seudónimo de "El Editor", en esta segunda biografía cita como autoridades... ¡a los que le copiaron a él de la primera biografía! Vayamos a las pruebas: En la página CXLV de la secunda biografía, hablando de la Biblioteca Pública, para comprobar que no solamente él le atri-
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buye la fundación sino que hay historiadores extranjeros que también asignan a Moreno dicha gloria, dice: "Un autor estimable observa que el monumento más honroso a la memoria de Moreno es esta obra: La Biblioteca de Filadelfia posee la estatua de su fundador Franklin; en la de Buenos Aires no se ve todavía el busto o retrato del suyo." Al pie de la página menciona a John Miller en la obra Memorias del General Miller. Como el General Miller no conoció los asuntos de Buenos Aires sino por terceras personas, hemos tenido la curiosidad de indagar la procedencia de ese dato; y hemos descubierto d escubierto en la obra o bra citada por Manuel Moreno la interesante confesión de que todo lo que sabe Miller acerca de los primeros días de la independencia lo ha aprendido en el libro de ¡Manuel Moreno! "Para la formación de los cuatro primeros capítulos — dice dice Miller — se han consultado las Noticias Secretas de Ulloa, publicadas por Mr. Bary; la Vida del Dr. Moreno, escrita por su hermano, y Bosquejo de la Revolución de América Española, por un Americano del Sur" (1). Tanto la obra del Americano del Sur como la de Mr. Bary, no se refieren a Buenos Aires. La noticia, que nos interesa, proviene pues, de la obra de Manuel Moreno. ¿Se comprende por qué la cita de Miller no refuerza en nada el testimonio de Manuel Moreno? Cosa peor ocurre con los hermanos Robertson, cuya obra suelen mencionar algunos biógrafos de Moreno, como una valiosa autoridad extranjera. Los hermanos Robertson, como los hermanos Miller, admiradores de los hermanos Moreno, no se han limitado a consultar las dos biografías aderezadas por el hermano Manuel, sino que lo han hecho colaborar en su libro y a fin de que no apareciera (1) Memorias (1) Memorias del general Nicolás cíe Vedia, citado por Mitre, en Nuevas en Nuevas hermano!), traducidas al castellano por el general Torrijas, amigo de ambos. Londres (Longman, Rees, Orme, Brown y Green, 1829, p. XXXIX).
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nada que no fuera a su paladar, le han consentido la revisión de los originales, "antes de ser enviados a la imprenta". Lo cuentan ellos mismos con desaprensiva ingenuidad: "No podríamos hallar un testimonio de más alta y preciosa veracidad que el suyo acerca de los detalles históricos de nuestra obra, la cual antes de ir a la imprenta fue sometida en manuscrito a su examen" ('). Manuel Moreno luí publicado, según acabamos de decirlo, dos biografías de Mariano Moreno. Moreno. La primera ron el siguiente título Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, por su hermano Dn. Manuel Moreno, Londres. En la imprenta de J. M. Creerey, 1812. Al leer este título, Vida y Memorias..., el lector imagina que, aunque las Memorias de Mariano Moreno no alcancen a formar los -10 tornos que ocupan las Memorias de Saint Simón, harán siquiera un par de tomos, o por lo menos un mediocre tomo. ¡Ni siquiera eso! El volumen de Vida y Memorias contiene 333 páginas, pero las Memorias, que deberían ser lo sustancial de la obra, no ocupan más de 15. La segunda biografía apareció 24 años después y se titula Colección do Arengas en el Foro y Escritos del Doctor Dn. Mariano Moreno, lomo I. Londres. Impresa por Jaime Pickburn 1836. Lleva un extenso prefacio de 176 páginas suscrito por El Editor. Este prefacio en letra menuda, es tan largo como el resto del libro y reproduce, agregando poca cosa, la biografía de 1812. No hay duda de que lo escribió Manuel Moreno, y bajo el nombre de él lo reimprimió crítico tan avisado como Don Juan María Gutiérrez, que siendo muy joven trató amistosamente con Moreno. Aunque se indica en la portada que se trata de un primer tomo, nunca se publicó el segundo. ( 1 ) J. P. and W. P. R OBERTSON on South America t OBERTSON , Letters on III pág. 316.
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De la misma manera que el título del otro libro, Vida y Memorias, daba una idea falsa de su contenido, el título Colección de Arengas en el Foro es también una ficción, pues no se contiene allí ninguna arenga, ni en el foro, ni en ninguna otra parte. Lo que encontramos es lo siguiente: 1ro Una disertación sobre la obligación del marido o la mujer 'casados en segundas nupcias, de reservar los bienes obtenidos en el primer matrimonio para los hijos habidos en él (trabajo de sus tiempos del Alto Perú). 2do.Un escrito en un juicio de desalojo de una pieza de conventillo. 3ro. Memorias sobre la Invasión Inglesa. 4to.Representación de los Hacendados. 5to Dos extensos artículos tomados de la "Gaceta". 6to El decreto de de supresión de honores al Presidente de la Junta. ¡Y ninguna arenga! Sin embargo, a este afortunado título debe Moreno la fama de ardiente orador con que ha llegado a nuestros días. Cada uno de estos libros lleva un retrato que dicen que es Mariano Moreno. El primero, en la edición de Vida y Memorias, es una litografía de perfil, retrato de fantasía, muy feo. El segundo, en Colección de Arengas, es un grabado en cobre, de frente, muy poco o nada parecido al anterior. Se adivina que ambos retratistas pintaron de oídas, del mismo modo que los historiadores han escrito la biografía. Ninguno de estos retratos fue bastante bastante bonito a juicio de los artistas modernos, que inventaron una tercera efigie, la de un romántico joven, en nada semejante a los otros dos, y que es la que todos conocemos, difundida billones de veces en los libros escolares, en las estampillas y en todas las galerías de próceres, donde donde la de San Martín puede faltar, pero ésa nunca falta. Con toda seguridad ésa es la más falsa de todas y hoy podemos afirmar que de Moreno no existe ningún retrato auténtico. Núes-
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pro prócer nació bajo una falaz estrella: ni sus litografías son ciertas. ¿Por qué fue publicado este larguísimo prólogo que no es más que una repetición? Manuel Moreno debió comprender que su primer panegírico perdía autoridad por ser suyo, y anheló que otra pluma escribiera otra biografía. Mas pasaron 24 años y ninguno de los que habían tratado de cerca al procer escribió nada, como si los verdaderos actores de la Revolución no tuvieran nada que decir del "alma de la Junta", "el numen de la Revolución", "el fundador de la democracia argentina". Fue necesario que el hermano recomenzara la tarea en otro libro, mas para no engendrarlo con el mismo pecado original, lo echó al mundo bajo un seudónimo. En el larguísimo prólogo que ha puesto a esa colección de escritos, y que firma "El Editor", remacha y da carácter perdurable a la más afortunada, aunque la más inverosímil de sus invenciones, a saber, que su hermano lo hizo todo en la Junta. En tal forma ha hecho llegar hasta nosotros esta aserción, que cuando uno lee las historias actuales que tratan de esa época, en cada página tropieza con expresiones como éstas: "Moreno ordenó", "Moreno dispuso", "Moreno mandó esto y eso y aquello". Nadie lo ha puesto en duda; nadie se ha tomado el trabajo de ir a las fuentes de la historia y de averiguar lo que haya de verdad en el aserto. Par a sostener tan temeraria afirmación, ya que Moreno no era más que el segundo secretario de la Junta, sería preciso presentarnos alguna prueba, pues en los cuerpos colegiados nunca son los secretarios sino los presidentes los que mandan. Afírmese que Moreno lo hizo todo, porque: ¡Era el alma de la Junta! Pero ¿por qué dicen que era el alma de la Junta? ¡Porque lo hizo todo! Petición de principio. No importa que las resoluciones, las proclamas, los decretos,
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contengan siempre esta frase u otra parecida: "La Junta ha resuelto..."; ellos siguen empecinados en sostener que la resolución fue de Moreno, atribuyendo toda acción, toda iniciativa de la Junta a su segundo secretario. Para ellos la Primera Junta, como la llaman, estaba constituida por ocho títeres manejados por un genio. "El Dr. Moreno — dice dice la segunda biografía — tomó tomó a su cargo los departamentos más laboriosos y más delicados de la administración en tales tiempos, es decir la secretaría de gobierno y la de guerra, a que se unían las relaciones exteriores, dejando a su compañero el Dr. Paso el departamento de hacienda..." "La Junta se congregaba diariamente desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde, y desde las cinco hasta las ocho de la noche... Pero los negocios de la revolución no tenían hora exceptuada ni lugar señalado y se despachaban por el Secretario o en el retrete de gobierno, o en el departamento o en su casa según la urgencia" ( 1). Y en el otro libro: "Cuando en un país se halla a la frente de los negocios un hombre de genio, por muy apuradas que sean las circunstancias, se obran prodigios que admiran a las almas vulgares" (2). Éste es el único fundamento del mito colosal que ha desfigurado la historia argentina de esta época. Con un mediocre sentido crítico, cualquier historiador, fuese o no una de esas almas vulgares, que dice Manuel Moreno, habría desconfiado de su asombrosa afirmación. ¿Quién que conozca a los políticos puede creer que permitieran a un mozo, que no había intervenido en los preparativos de la Revolución, y que era sospechoso de connivencia con los españoles, apoderarse del gobierno, prescindir de sus colegas, hacer a un lado al presidente y de propia autoridad disponer cuáles serían sus atribuciones y cuáles dejaría a su compañero (1) Colección de arengas en el foro, etc., p. CXL. ( 2 ) Vida y Memorias Memorias del Dr. Dr. Dn. Mariano Mariano Moreno, Moreno, pág. 262. 262.
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Paso, y llevar a tal punto su absolutismo que despachara los negocios en el retrete de gobierno y hasta en su casa? ¿No es ridículo pensarlo? ¿Quién puede creer que hombres como Saavedra, Belgrano, Azcuénaga, militares fogueados en los combates contra los ingleses y políticos hábiles, que habían tejido la trama de la inmensa revolución, se dejarían suplantar por Moreno, que nada había hecho, y arrebatar toda iniciativa y se resignarían al deslucido papel de coristas suyos? suyos? Y se nos cuenta eso nada más- que por haberlo afirmado quien sabía que no era verdad lo que afirmaba. Manuel Moreno había sido oficial de la secretaría de su hermano, y por lo tanto no podía ignorar que los secretarios secretarios carecían de facultades hasta para nombrar a los empleados de su propio despacho. Por un decreto del 9 de julio de 1810, sobre organización de las secretarías, lo más que se les concedía era el derecho de proponer amanuenses; ni siquiera nombrarlos. "Por lo que respecta a los amanuenses... el Secretario encargado de este ramo propondrá los individuos que considere aptos para ese destino" ( 1). ¡Y pretenden hacernos creer que aquel Secretario, que no po-, día nombrar un amanuense, lo hizo todo! Porque eso es lo que nos cuentan, y eso ha llegado a ser un dogma en los textos donde aprenden historia nuestros escolares. No importa que la lógica, el buen criterio, la simple perspicacia estén clamando. El estudiante sin juicio propio acaba por aceptar la idea de que se halla delante de un hombre genial, dotado de una actividad devoradora, rodeado de colegas ineptos! ¡Moreno despacha los negocios de la Revolución hasta en el retrete de Gobierno, hasta en su casa! Lo dice su hermano y lo copian los historiadores aunque los documentos de la época desautoricen tamaña especie. Leamos, por ejemplo, el relato que apareció en la "Gaceta de Buenos Aires" del 16 de agosto de 1810. Es E s un episodio revela(J) Registro Oficial de la República Argent ina....,t. ina...., t. I, pág. pá g. 50.
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dor de que los dos secretarios de la Junta — Paso Paso y Moreno — , no daban más órdenes que las que recibían del Presidente. El 14 de agosto de 1810 llegó a Buenos Aires el capitán de fragata José Primo de Rivera, que se decía enviado por el Su premo Consejo de Regencia español. Con el mayor despejo se dirigió a Saavedra, quien no quiso conversar con él, si no presentaba un nombramiento oficial, que le diera categoría de em bajador. bajador. Dice la Gaceta: "El Sr. Presidente se negó a toda contestación distinta de las atenciones que exige la urbanidad entre personas de rango." Convocada la Junta, ésta no quiso tampoco recibirlo, y todo lo más que le concedió fue hacerlo atender por el segundo secretario. He aquí los términos en que lo trató Moreno, según la Gaceta (1): "Después de saludar a D. Primo le dijo: Soy secretario de la Junta, y ésta me ha ordenado reciba de manos de Vd. las órdenes o credenciales con que el Supremo Consejo de Regencia autoriza su persona, para que comunique instrucciones verbales al Superior gobierno de estas Provincias. "D. Primo no contestó directamente y empezando a referir unas expresiones del Excmo. Sr. Castaños al tiempo de su despedida, le repuso el Secretario: "Sr. D. Primo; yo no vengo autorizado para entrar con Vd. en discusiones; mi venida tiene el preciso objeto de recibir y pasar a la Junta las credenciales u órdenes escritas del Supremo Consejo de Regencia que Vd. haya conducido. Entonces sacó un manojo de papeles sueltos y separando de ellos un pliego abierto lo entregó al Secretario... "La Junta después de un maduro acuerdo ordenó al Secretario intimase a D. Primo la resolución que se había adoptado (de no (1) La (1) La Gaceta de Buenos Aires, 16 de agosto de 1810, pág. 185 (Real Imprenta de los Niños Expósitos).
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Recibirlo) y acompañado aquél del Escribano de Gobierno D. Ramón Basabilbaso desempeñó su comisión". ¡Qué enorme distancia hay entre el Moreno de la leyenda y el Moreno que nos muestran estos documentos! Aquí no aparece como el amo, que absorbe el poder y eclipsa a todo el mundo. Aquí es un empleado a quien se le ordena que reciba a los visitantes de jerarquía y luego los ponga en la calle. Y él cumple lo que se le manda y hasta se excusa con el visitante de no poder ir más allá... A veces en un relámpago de lucidez, el estudiante perspicaz sospecha que sus libritos pretenden embaucarlo y se hace esta reflexión: "Si tanta era la influencia de Moreno, ¿cómo se contentó con una secretaría y no se apoderó de la presidencia? "Y si no pudo hacerlo al principio, porque la Revolución lo sorprendió "entretenido en conversaciones indiferentes", ¿cómo no lo hizo después? Y cuando se peleó con Saavedra, ¿cómo en vez de expulsarlo se dejó expulsar del gobierno y enviar a Europa, diplomática manera de sacarlo de en medio?" Nunca se ha dicho lo que ahora vamos a decir: la ponderada y devoradora actividad de Moreno, es otra fábula: el único asunto que se le confió lo dejó inexcusablemente abandonado. Ese único asunto fue la Secretaría de la Junta, ya que era Secretario. Por su negligencia se ha perdido sin remedio para la historia argentina, la relación auténtica de los debates de la Junta, pues no se han labrado actas de sus sesiones, según es práctica, tratándose de un gobierno colegiado. Desde siglos atrás el Cabildo tenía sus libros de actas voluminosos, puntualísimos, donde se asentaban sus deliberaciones; y tales documentos llevados por modestos secretarios, de cuyos nom bres no nos acordamos, son fuente irreemplazable de nuestra historia. Si la actividad devoradora que se atribuye a Moreno fuese verdad, poseeríamos centenares de actas de la Junta. Sólo nos
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han quedado dos, la de instalación en el 25 de Mayo, que no redactó Moreno, y la del 18 de diciembre, cuando él renunció. Replicarán prestamente sus biógrafos: "¡No labró actas pero hizo cosas de mayor importancia!" Y nosotros preguntamos sin ninguna esperanza de obtener res puesta: ¿Cuáles ¿Cuáles fueron esas cosas? Seamos sobrios en declamaciones: vengan los hechos. Y escucharemos la contestación de su hermano: "Cuando en un país se halla a la frente de los negocios un hombre de genio..." Hay aquí dos afirmaciones de Manuel Moreno, que han pasado a todos los libros de historia argentina: I9 — Que Que estaba al frente de los negocios; 29 — Que Que era un hombre de genio. La primera es falsa: era secretario y no estuvo nunca "a la frente de los negocios del país". La segunda, que era un genio, debería surgir de hechos precisos y no de palabras altisonantes. Veamos los puntos en que el propio biógrafo pretende fundar la afirmación de que su hermano era un genio. "En cinco meses se aseguró la tranquilidad del territorio" ( 1). ¿Quién será tan ignorante de la historia argentina que crea que siete meses después del 25 de Mayo, quedó tranquilizado el país? ¡Si apenas se iniciaba la guerra y todavía no había comenzado la anarquía que ensangrentó la nación durante varias décadas! "Las tropas destinadas a la pacificación del Paraguay se hallaban en las puertas de su capital." (p. 262) Otra invención. La verdad histórica es que las tropas argentinas enviadas no para pacificar, sino para someter al Paraguay, sí es que llegaron a las puertas de su capital, tuvieron que volverse, derrotadas en Paraguay, y aquella rica provincia del Virreinato del Río de la Plata quedó separada para siempre. Continúa la pintura de la obra del genio. "Los enemigos interiores reducidos a silencio... (p. 263) Mon(') MORENO, MANUEL, Vida y Memorias, etc., pág. 262.
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tevideo temblando por sí misma... (p. 263) El reino de Chile solicitaba su estrecha unión... (p. 263)". Cualquiera que sepa un poco de nuestra historia juzgará debidamente estas afirmaciones fantásticas de cosas que no se realizaron nunca o quo se militaron muchísimos años después, y que Manuel Moreno dice llevadas a cabo por el genio de su hermano dentro de los 7 meses de la Revolución, es decir mientras él formó parte de la Junta. Junta. Vienen aquí muy a pelo unas juiciosas palabras del historiador Groussac: "Es hoy un lugar común de la crítica, así como del procedimiento judicial, la escasa fe que merece el testimonio único, por más sincero e imparcial que sea el te stigo. Otro principio principio y corolario del primero es no aceptar, aun condicionalmente, cualquier opinión opinión del interesado, sino en la parte que parezca contraria o por lo menos indiferente a su interés"(1). Esto significa que los historiadores en vez de copiarlos servilmente, debieron desdeñar como fuente de información acerca de Mariano Moreno los panegíricos de su hermano Manuel, grave y fundadamente sospechosos de- parcialidad. Significa también que sólo pudieron aceptarlos en los pasajes desfavorables al interés personal del autor. Eso está en la lógica de las cosas. Pero han procedido exactamente al revés del sano consejo del insigne Groussac, que él mismo en ocasiones olvidó. Recibieron como versículos del Evangelio aquellos pasajes donde descubrían un rasgo heroico de su personaje; y desdeñaron penetrar el sentido de otros pasajes, de los cuales se podía desprender sin esfuerzo una consecuencia contraria. Pero más que los hechos valen para la imaginación popular las frases rimbombantes atribuidas a Mariano Moreno. (i) GHODSSAC, P., Estudio P., Estudioss de Historia Historia Argentina Argentina (Buenos Aires, 1918, pág. 170).
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"Viva mi patria aunque yo perezca", diz que fueron sus últimas palabras en su lecho de muerte. No hay historiador grande o chico que no las repita, agregando el comentario que, atribuyen a Saavedra: "Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego." Y no hay personaje que, al renunciar a un cargo o una carga (que no le interesa o no puede conservar) no se atrinchere en la otra frase que dicen que dijo Moreno, al declinar la Secretaría de la Junta: "La renuncia de un hombre de bien, es siempre irrevocable." Las tres frases, que millones de estudiantes letanean (permítasenos el neologismo) en miles de escuelas argentinas, son falsas, y peor que falsas, inverosímiles y tendenciosas. Ni fueron pronunciadas, ni pudieron pronunciarse lógicamente. Manuel Moreno las inventó. Ningún historiador, ningún cronista, ningún periódico de la época, ningún documento oficial, ninguna correspondencia privada las afianza. Y como no faltaron testigos de las escenas en que pudieron ser pronunciadas, el unánime silencio de los contemporáneos es un indicio fatal para la leyenda. Junto al lecho de muerte de Mariano Moreno estaba otro personaje, quien después fue el general Guido, que ha dejado interesantes Memorias y abundante correspondencia con datos proli jos, algunos de ellos imaginarios. Jamás Guido, a pesar de que como liberal fue morenista, confirmó la versión de Manuel Moreno. Cuando ha relatado los sucesos, ni siquiera ha mencionado la campanuda frase del uno y el comentario atribuido al otro. No es exceso de malicia presumir que no quiso ni ratificar, porque eran falsas, las noticias propaladas por su amigo Manuel, ni creyó amistoso desmentirlas. Además, la lógica también desautoriza su invención. "¡Viva mi patria aunque yo perezca!", quedaría bien en labios de una víctima ilustre de una patria injusta, porque su sentido es éste: "Aunque mi patria me proscriba, yo muero amándola y bendiciéndola."
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No era el caso de Mariano Moreno, que no pereció víctima de su patria, sino de una apendicitis, agravada por un purgante que le suministró el capitán del buque; y tampoco murió desterrado, sino yendo de embajador a Londres con 20.000 duros en el bolsillo, amén de 8.000 de sueldo o sean cinco mil más de lo que había percibido hasta entonces, entonces, y dos secretarios a su cabecera, muy bien remunerados también ellos (1). Ni Belgrano, ni San Martín, murieron con tanto dinero oficial oficial en las faltriqueras y no por ello pensaron pronunciar frases adobadas, que implicaban un reproche a su país. La otra expresión: "Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego", es también una f ábula. ¡Qué habría de decirla Saavedra, que conocía muy bien al escurridizo secretario de Álzaga en la asonada del 1? de enero de 1809, al agazapado votante de la noche del Cabildo abierto! El fuego es símbolo de entusiasmo y de valor, las dos cualidades más ajenas al alma de Moreno, jacobino yerto y amilanado, al estilo de Robespierre. ¿Tanto fuego el glacial abogado, que abandonaba la cabecera de su padre agonizante para ir a los tribunales a pronunciar un alegato contra su obispo? ( 2). ¿Tanto fuego el concurrente derrotista del Cabildo 'abierto, que por miedo de que que los godos godos "le echaran el guante" desapareció desapareció de la escena en la noche del 22 de Mayo y se escondió hasta la tarde del 25 de Mayo, en que fue menester buscarlo para llevarle la noticia de lo que otros habían hecho? ( 3). No, esa frase no pudo pronunciarla Saavedra, pues sabía que de los cuatro elementos de la naturaleza, el menos parecido al procer era el fuego. (!) Decreto del 2 de enero de 1811. Registro Oficial de la República Argentina, t. I, pág. 98. ( 2 ) Lo refiere así su hermano en Colección ¿le arengas en el foro y otros escritos. .., p. XLVII. (3 ) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano, págs. 213 y 214.
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En una carta de Saavedra a Chiclana, del 15 de enero de 1811, leemos algo que desmiente en forma rotunda lo que Manuel Moreno le achaca. "El Dr. Dn. Mariano Moreno — dice dice Saavedra — , desplegó su emulación y envidia contra mí y quiso vengarse bajamente de la burla que le hice el I9 de enero de 1809. Este hombre, de baja esfera, revolucionario por naturaleza, soberbio y helado hasta el extremo, se figuró que la benevolencia que el pueblo me manifestaba era sólo debida a él y entró en celos y recelos... (1). La tercera frase, que hemos citado, es todavía más inverosímil. "¡La renuncia de un hombre de bien es siempre irrevocable!" lo cual dicen que dijo cuando presentó su renuncia de secretario de la Junta. O él nunca dijo tal cosa, o él mismo no se consideraba un hombre de bien, pues, según veremos en el capítulo XIII, siguió como Secretario recibiendo prebendas en tal carácter. La frase la inventó también el otro Moreno y la han difundido los panegiristas, tomándola de la página CLXIX del Prefacio de la obra Colección de Arengas en el foro, etc., o copiándola unos de otros. No nos hacemos grandes ilusiones sobre el resultado inmediato de esta rectificación. Los mitos tienen la piel muy dura y es difícil extirparlos, pero la historia no tiene prisa. Más fuerte que el documento que demuestra una impostura, es el amor propio que no quiere dar el brazo a torcer. A manera de síntesis, proponemos a los historiadores la solución del siguiente doble enigma, que ya hemos apuntado en páginas páginas anterio anteriores. res. I9 — Si Si Moreno fue el alma de la Junta, es decir la influencia preponderante en ella, lo lógico habría sido que él desplazara a sus colegas para gobernar sin el contrapeso de esos "viejos carcamanes conservativos", que según el biógrafo "tenían la nece-
(1) LEVENE, R ICARDO ICARDO, Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno (Buenos Aires, 1921), t. II, pág. 501.
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sidad de imaginar que los destinos de la patria los llamaban a dormitar sobre las sillas de que acababan de salir los mandatarios españoles" (1). Algo así sucedió en el Paraguay, donde también se formó un gobierno, compuesto por dos cónsules: Yegros y Francia. Éste, que en verdad era el alma del gobierno, no tardó en eliminar a su colega, quedándose único dueño y señor de la Re pública. pública. A Moreno, en cambio, sus compañeros al séptimo mes se lo sacaron de encima. ¿Dónde estaba, pues, su omnipotencia? 2° — Si Si es verdad que fue el alma de la Junta, debería haberse advertido, cuando él salió, que ella se quedaba sin alma; y observarse el desconcierto en los otros vocales "desalmados". Pero ocurrió lo contrario. Nunca el gobierno fue más activo, menos palabrero y más enérgico que a partir del año 11. La guerra de la Independencia se desencadenó con vigor y la cuidadosa acción diplomática que ese año comenzó demuestra que allí había hombres decididos y de mucho entendimiento. Ni antes de Moreno careció de rumbo la Revolución, ni después de Moreno se vio jamás que el gobierno lo necesitara en el timón. Algunas otras informaciones de Manuel deben recordarse para que el lector acabe de figurarse al procer. En la segunda biografía refiere que siendo niños, una vez se encontraron en la calle con el Virrey Loreto, y que Mariano se arrodilló al paso del insigne personaje e hizo arrodillar a su hermanito menor. Enternecedor cuadrito que sus turiferarios no querrían distri buir en las escuelas: ¡El fundador de la democracia argentina arrodillándose y haciendo arrodillar a su hermanito a los pies del Virrey! "¿Quién hubiera anunciado al Virrey — exclama exclama el biógrafo (1) LEVENE, R ICARDO ICARDO, Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno (Buenos Aires, 1921), t. II, pág. 501.
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emocionado — que que aquel niño que le doblaba la rodilla había de arrojar al último Virrey de Buenos Aires, y poner fin a la dominación española?"(1) ¿Pero, cuándo hizo tal? — podríamos podríamos preguntarle preguntarle nosotros nosotros — . ¿Se ha olvidado usted, señor biógrafo, de lo que nosotros ahora sabemos por lo que resulta de los documentos, algunos de ellos de su propia pluma, que su hermano estuvo siempre de parte de los peninsulares y fue asesor y amigo de ese e se último Virrey Virre y hasta el último día? ¿No sabe usted que si el Virrey Cisneros fue arrojado de Buenos Aires, no lo fue por el pálido voto de Mariano en el Cabildo abierto, sino por la acción de Saavedra y de los Comandantes militares? Acuérdese de que Moreno se alejó del país el 24 de enero de 1811 y murió el 4 de marzo subsiguiente, cuando apenas se había iniciado la guerra de la independencia que duró hasta 1824 (Ayacucho) en que terminó la dominación española en América. El Cid Campeador, que después de entregar el alma a Dios, todavía ganó batallas por tres días, queda muy pequeño al lado de Mariano Moreno, que según afirma su hermano siguió granándolas hasta doce años después de su muerte. Si Manuel se hubiera limitado a inflar las virtudes de su hermano, un poco por cariño fraternal y otro poco por la honra que resulta de ser pariente próximo de un procer, podría disculpárseles. Pero es que por enaltecerle ha denigrado a otros personajes, especialmente al más digno de la gratitud argentina, al jefe de la Revolución de Mayo, a quien estas afirmaciones extravagantes han despojado de la mayor parte de su gloria. En multitud de pasajes de esos dos libros se advierte el pro pósito — logrado logrado por desgracia — de de hacer odiosa o despreciable la pura y patriótica figura de don Cornelio de Saavedra.
(1) Colección de arengas en el foro, etc., p. CLXXV.
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Después de haber descrito el triunfo de la Revolución y la formación de la Junta presidida por Saavedra dice: "Todos los vocales designados a componer el nuevo gobierno, correspondieron plenamente a la confianza que se hacía de sus talentos y su celo, menos el presidente". "En general, apenas se sabía otra cosa de él sino haberse opuesto con firme/a u la asonada del 1' de enero ( 1). No tenía por consiguiente una reputación señalada en lo civil o militar; pero estando al frente del cuerpo, que fue el brazo de la revolución, esta circunstancia y la necesidad de conciliar la fuerza armada hizo se le eligiese presidente. En este alto puesto descubrió una ambición pequeña y un carácter taimado y rencoroso, sin docilidad de consejo, ni dirección en sus pasiones, que pudieran aligerar sus faltas o suplir su mediocridad" ( 2). Más adelante, relatando la renuncia de Moreno y su alejamiento del país, siembra cautelosamente la perversa calumnia de que murió envenenado por sus enemigos. Y en diversos pasajes señala a Saavedra como el principal de esos enemigos. "Presagios fúnebres ocurrieron sobre la suerte de este viaje. Una noche se entregó en la puerta de calle, por persona desconocida, un paquete sellado y dirigido a la señora de Moreno, que, abierto por ella, se halló contenía un velo negro, un abanico de luto y un billete anónimo diciendo: "Mi estimada señora: como sé que Vd. va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos que pronto corresponderán a su estado" ( 8). El 24 de enero de 1811 el procer se embarca para Europa. "Un cruel destino (continúa el biógrafo) había dispuesto que se diera la preferencia a una embarcación de comercio, mandada (1)
Esta fue la causa del odio de Moreno a Saavedra: el haber desbaratado la primera conspiración de Álzaga, en que Moreno estuvo de parte de los españoles y en contra de los criollos. Saavedra la hizo abortar y Moreno jamás se lo perdonó. ( 2 ) Colección de arengas en el JOTO JOTO , etc., cit, p. CXXXV. (*3) Misma obra, pág. CLXXI.
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por un desconocido, quizá perverso, sin auxilio facultativo f acultativo para caso de enfermedad y sin más que ocho marineros, por ser de porte (1). "El accidente mortal que cortó esta vida, fue causado por una dosis excesiva de emético (4 granos de antimonio tartarizado) que le administró el capitán en un vaso de agua, una tarde que lo halló solo y postrado en su gabinete. "Es circunstancia grave haber sorprendido al paciente con que era una medicina ligera y restaurante, sin expresar cuál, ni avisar o consultar a la comitiva antes de presentársela. Si el Dr. Moreno hubiese sabido se le daba a la vez tal cantidad de esta sustancia, sin duda no la hubiera tomado, pues a vista del estrago que k causó, y revelado el hecho, dijo que su constitución no admitía sino una cuarta parte de grano, y que se reputaba muerto. "Aún quedó en duda si fue mayor la cantidad de aquella droga u otra sustancia corrosiva lo que se administró, no habiendo las circunstancias permitido la autopsia cadavérica." "A ella siguió una terrible convulsión que apenas le dio tiempo para despedirse de su patria, de su familia y de sus amigos... a migos... Sus últimas palabras fueron: ¡Viva mi patria aunque yo perezca!" El devoto fronterizo del éxtasis, el alma ascética, entregada a las elucubraciones místicas de Tomás de Kempis...", según nos lo pinta don Vicente Fidel López, parece, a juzgar por el relato que de su lamentable muerte nos hace su hermano, no tuvo al morir ningún pensamiento para Dios. Murió no como un devoto lector de Kempis, sino como un empedernido traductor de Rousseau. Lo cual puede ser muy del gusto de sus panegiristas ateos, pero llena de congoja a un alma cristiana. El biógrafo prosigue: "El pabellón inglés a media asta y descargas de artillería anunciaron a los otros buques la desgracia sucedida en " La Fama" ( 2). (!) Colección de arengas en él foro, etc., cit., p. CLXXII. ( ~ ) Paece raro que en un buque sólo tripulado por 8 marineros, pudieran rendirse tan grandes honores con artillería y todo.
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"Cuando supo Saavedra la noticia de este fallecimiento dijo fríamente;: "Tanta agua era menester para apa gar tanto fuego." "Poro los buenos ciudadanos, amigos o extraños, tuvieron este ac on te ci mi en to por calamidad general... general... aumentábase aumentábase el enternecimiento con la voz generalmente repartida de que había muerto envenenado, Es verdad que la relación de su hermano nada firma (1), pero compara la muerte del Dr. Moreno a la de Sócrates, que es indicar bastante la sospecha de aquella iniquidad (2) Estos párrafos pertenecen pertenecen al Prefacio Prefacio de la Colección de Arengas, publicada en 1836. Dicho Prefacio lleva la firma de El Editor, pero es tan evidente que fue escrito por el propio Manuel Moreno, que según dijimos ya, un íntimo amigo suyo, conocedor de su estilo y de sus asuntos, don Juan María Gutiérrez, reimprimió éste libro de las Arengas y reemplazó reemplazó el seudónimo por el verdadero nombre del autor Al hacer h acer esta sustitución, no advirtió advir tió Gutiérrez que desbarataba des barataba mi propósito del cauteloso prologuista, quien había querido disimularse bajo el seudónimo, para hacer creer que era otro el autor de la segunda biografía, y dar con esto más autoridad a sus afirmaciones; y tampoco advirtió que con el párrafo que acabamos de reproducir -"es verdad que la relación de su hermano nada afirma" , se intentaba hacer colar la superchería del enve — nenamiento sin arriesgar las consecuencias de la calumnia. A nadie que crea en el envenenamiento de Mariano Moreno se le va a ocurrir que lo dispusiera el desconocido capitán del barco, por su propia cuenta, sino que fue pagado y dispuesto por don Cornelio de Saavedra. Afortunadamente, Afortunad amente, a la mayoría de nuestros nu estros historiadores historiad ores les ha ha repugnado aceptar el balurdo del envenenamiento, pero adoptan el resto del relato, como si no fuera de la misma pluma. (') Aquí el simulado Editor se refiere al otro libro que apareció bajo el nombre de Manuel, como si el Editor y Manuel no fueran una2misma persona. persona. ( ) Colección de arengas en el foro, etc. p. CLXXV.
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El biógrafo nos habla en seguida de un soneto que se compuso al ilustre muerto y que se atribuye a fray Cayetano Rodríguez, y eso le sirve de oportunidad oportunida d para lanzar otro flechazo contra Saavedra. "Por temor a Saavedra -dice- no pudo reimprimirse por entonces, mas después de la caída de éste publicada con otras poesías dedicadas a la digna memoria del Dr. Dn. Mariano Moreno, y se s e hallan en la obra o bra interesante, inter esante, titulada titu lada Lira Argentina..."(1) Este detalle basta para comprobar lo infundado de la imputación. Saavedra cayó del poder en 1811; la Lira Argentina se publicó en 1824. 1824. Si era el temor a Saavedra lo que impidió la publicación, pareciera inútil aguardar trece años, cuando desde 1812 ya pudieron imprimirse aquello s malos versos, que comienzan así: Arrebató la Parca…¡Parca fiera
Del joven más vil homicida!
En el afán de presentar a su hermano como una víctima, perseguida persegui da de Saaved ra, el biógrafo biógr afo en su panegíric p anegírico. o. Y lo peor es que estos libros escritos con tanta hiel y que arrojan tanto lodo sobre una de las más austeras y brillantes figuras de la historia argentina, argentin a, constituyen constitu yen la única base de otros que de buena fe, en algunos casos han desparramado esas patrañas. patrañas . ¡Así se ha enseñado durante muchos años la historia argentina! Un recurso les queda a los panegiristas de Moreno, para amortiguar el el efecto de nuestras nuestras revelaciones: gritar que también nosotros extraemos noticias de los libros de Manuel Moreno. Es verdad, pero estamos dispuestos dispuest os a eliminar toda afirmación fundada solamente en la palabra de ese autor, siempre que ellos borren también de sus libros las noticias que deben al hermano del procer. (1) Colección de arengas en el foro, etc. P. CLXXV
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¡No lo harán! Recusar el testimonio de Manuel Moreno, que han explotado durante siglo y medio, copiándolo directa o indirectamente es dejar al prócer con la piel y los huesos nada más, porque todo todo su magnífico magnífico atavío atavío salió de ese ropero. ropero. Es cierto que alguna luz pueden arrojar los dos libros de Manuel, si se aplica a su lectura el avisado criterio que preconiza Groussac, a quien mencionamos anteriormente: la confesión de parte interesada puede hacer fe cuando es contraria ni interés persona personal. l. Para nuestra demostración nos bastan las Actas del Cabildo y el texto de la Representación de los Hacendados, en su primera edición y los diversos documentos oficiales que ya hemos citado o vendrán luego, algunos de ellos apenas leídos, otros totalmente ignorados. Si los panegiristas renunciaran a lo que saben por su Manuel Moreno, los panegíricos desaparecían. Adiós las frases famosas, que los escolares aprenden. Adiós la afirmación de que él lo hizo todo en la Junta. Adiós la fábula de que lo envenenaron en alta mar. Adiós la ponderada elocuencia del tribuno, que no ha dejado rastros de ningún discurso. Adiós la fundación de la "Gaceta", Adiós la organización del ejército. Adiós la fundación de la Bi blioteca blioteca.. Porque ninguna de estas noticias tiene base en ningún documento fidedigno, ni siquiera en testimonio alguno de aquella época.
CAPITULO V LAS 6 OCASIONES DE SAAVEDRA Y ALGUNAS DE MORENO En seis oportunidades previas trabajaron, jugándose la vida por la todavía remota independencia, los patriotas de Mayo. I9 — En En las invasiones inglesas. 29 — En En las reuniones de c onspiradores. 39 — En En los cuarteles, entre el elemento militar. 49 — En En el pueblo, propagando la idea emancipadora. 5? — Ante Ante el Virrey Cisneros. 6º --- En el Cabildo abierto del 22 de Mayo. Algunos de ellos, por circunstancias especiales, como Belgrano o Pueyrredón, o Vieytes, tuvieron la fortuna de servir a su país en dos o tres o más situaciones de ésas; pero sólo uno, por azar, extraordinario, pudo servirlo en las seis. Ese único personaje, que actuó en todas partes, como factor decisivo o como jefe de los revolucionarios, fue don Cornelio de Saavedra. Vayamos a cuentas. I9 — En En las invasiones inglesas. Todos los historiadores declaran que en los combates librados contra los ingleses, el elemento criollo descubrió su capacidad para organizarse, defenderse y gobernarse, sin desmedro, en comparación de los peninsulares. Al adquirir esta conciencia de que habían llegado a su mayoría de edad, se produjo el primer hecho revolucionario, la deposición del Virrey Sobremonte, el 10 de febrero de 1807, su envío a España prisionero y su reemplazo por Liniers. Primero
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y último ejemplo en la historia, de un Virrey designado por el pueblo, o mejor dicho por los militares, designación que luego el Rey tuvo que confirmar. Durante la reconquista y la defensa de Buenos Aires, el jefe del glorioso regimiento de Patricios, don Cornelio de Saavedra, desempeñó papel preponderante; y después del triunfo prestó firme apoyo al nuevo Virrey, que secundó las esperanzas de los patriotas y suscitó la desconfianza de los españoles. 29 — En las conspiraciones. Adquirida la conciencia de su capacidad, algunos personajes criollos comenzaron a tramar la independencia. Muy pocos fueron los iniciados en el complot, que Saavedra controlaba. Belgrano elogia en su Autobiografía el pulso con que Saavedra condujo la revolución (1). En cierto momento sus cantaradas lo apremiaron para que la hiciera estallar, y él, cauto y prudente, respondió: "las brevas no están maduras", hasta que un día, hallándose en su quinta de San Isidro, recibió a Viamonte que le comunicó las noticias recién llegadas de España. Había sonado su hora; regresó en el acto a Buenos Aires para encabezar el movimiento. 39 — En En los cuarteles. Más de un año antes, el I 9 de enero de 1809, estuvo a punto de torcerse el curso de la historia argentina, pues poco faltó para que el partido español decapitara al partido criollo derrocando a Liniers. "El partido patriota — dice dice Mitre — , representado por los nativos, apoyaba decididamente a Liniers, cuyo carácter indeciso y ligero, aunque fogoso, aceptaba la popularidad, sin imprimir a los sucesos la dirección de una poderosa voluntad. "El pueblo de Buenos Aires veía personificada en él su gloria, veía en su autoridad su propia hechura... "El partido español, que más tarde fue el partido realista, realista, reco(1) BELGRANO, MANUEL, Autobiografía, en Memorias y autobiografías, autobiografías, t. I, Pág. 108
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nocía por cabeza al Alcalde de primer voto D. Martín de Álzaga, carácter enérgico, lleno de ambición y de soberbia, que reunía todas las calidades de un jefe de partido, ya fuese para acaudillar una revolución, ya fuese para contrarrestarla" ( l ) . Precisamente se trataba de contrarrestar el espíritu revolucionario, que los peninsulares, especialmente los que constituían el Cabildo, sentían que se iba afianzando, y que en reiteradas y urgentes notas habían denunciado a la Corte, implorando el envío de otro Virrey, que reemplazara al sospechoso Liniers. Una de esas apremiantes notas a la Junta de Sevilla, muy significativa, y que Manuel Moreno afirma fueron aconsejadas o dictadas por su hermano (2), está fechada el 13 de setiembre de 1808, y dice refiriéndose a Liniers: "No podemos descansar en él sin zozobras y sobresaltos... Prémiense sus servicios; el Cabildo lo suplica encarecidamente, pero no sea conservándolo en el mando de esta Provincia, porque caminaría a pasos muy veloces hasta su última ruina... Sírvase esa Suprema Junta propender sin pérdida de momento a la felicidad, conservación y defensa de estos dominios." ( 33) Se comprende que los panegiristas de Mariano Moreno se hayan olvidado de estas notas, tan apremiantes y tan anti argentinas. De haberlas tomado en cuenta la Junta de Sevilla, sin pérdida de momento, como se pedía, sabe Dios cuánto habría tardado en realizarse nuestra Revolución. Y Mariano Moreno — que que las había aconsejado o dictado — tendría hoy tantos panegiristas en la Madre Patria como en el país de su nacimiento. nacimiento. Cuando llegó a Buenos Aires la noticia de que José Bonaparte (') MITRE, BARTOLOMÉ, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, 3* edición, t. I, Pág. 211. ( 2 ) MORENO, MANUEL, Vida y Memorias del Dr., Dn. Mariano Moreno, Pág. 106. ( 8 ) Antecedentes Antecedentes políticos, económicos y administrativos administrativos de la Revolución de Mayo. (La Plata, Taller de Impresiones Oficiales), Oficiales), t. I, libro III, Pág. 112.
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había sido coronado rey de España, Liniers, que se aprestaba a proclamar a Fernando VII (ceremonia ( ceremonia fijada para el 21 de agosto de 1808) lanzó un manifiesto el 15 del mismo mes, invitando a sus gobernados a esperar noticias más completas sobre la suerte de la Metrópoli, para acatar la autoridad que realmente representara su soberanía ('). Lo cual dio pie a Elío, gobernador de Montevideo, para pedir la deposición del Virrey Liniers; y los españoles de Buenos Aires se alarmaron comprendiendo que Liniers quería dilatar la ceremonia y aprovechar cualquier circunstancia para independizarse. La demora en proclamar a Fernando VII fue uno do los más claros síntomas revolucionarios. Los realistas pusieron el grito en el cielo, y Manuel Moreno en su libro publicado en 1812, tres años después, todavía enrostra a Liniers esa demora, como un cargo. Porque todavía en esa fecha el biógrafo no había comprendido los sucesos del Río de la Plata. ¡Qué había de comprenderlos él si ni siquiera su hermano los había comprendido! Manuel Moreno estampa esta inconcebible declaración: "No ha habido país alguno en toda la América española en que no se haya jurado a Fernando VII con los mayores transportes de entusiasmo y en Buenos Aires se hizo a mediados de agosto de 1809, contra las miras de los mandatarios europeos que maliciosamente detuvieron hasta entonces la ceremonia"^). En otra obra, Mitre refiérase también a la discordia entre patriotas y realistas. "Contribuyó mucho a ello, — dice dice — , el que los cuerpos de milicias estuviesen organizados por nacionalidades, o más bien dicho, por denominaciones étnicas, con sus divisas y su espíritu propio, y que los criollos fraternizando entre sí, se llamasen desde entonces argentinos." (!) LAMAS, Colección de memorias y documentos, Pág. 468. ( 2 ) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, Pág. 178. El subrayado es nuestro.
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"Esta rivalidad había asumido una forma militar, casi de guerra, agrupándose los tercios españoles en torno de la personalidad de Álzaga y del Cabildo y los batallones criollos aclamando al Virrey Liniers, como su héroe y su caudillo natural" ('). El I9 de enero de 1809 estalló la inevitable rebelión planeada por Álzaga por Álzaga contra Liniers y sus soldados argentinos, que eran los Patricios. Los cuerpos españoles apostados en la plaza Mayor prestaban su fuerza al Cabildo, que votó la deposición de Liniers y su reemplazo por una Junta de peninsulares, presididos por Álzaga, con sus secretarios, Mariano Moreno y Juan de Leiva. Una delegación de ella se introdujo en el Fuerte, y afrontó al Virrey, que amedrentado por el tumulto, redactó su abdicación y la entregó a los amotinados triunfantes. En ese momento, verdadera encrucijada de la historia argentina, apareció providencialmente don Cornelio de Saavedra, que llenó la plaza con sus Patricios. Penetró en el Fuerte, espada en mano, arrebató el papel con la malhadada renuncia, expulsó a los peninsulares, entre ellos dos criollos, Leiva y Moreno, e invitó a Liniers a continuar en el mandó, imponiéndole una medida que cortó de raíz las .asechanzas de los enemigos de la independencia. Esa medida fue la disolución de los cuerpos militares puramente españoles, en que se apoyaban Álzaga y sus secuaces. No es difícil imaginar lo que habría sucedido si éstos hubieran triunfado el I 9 de enero de 1809. Álzaga, jefe del partido español, irritado y poderoso y sostenido por los famosos tercios de Vizcaínos, Catalanes y Gallegos, y el numeroso cuerpo de Artilleros de la Unión, que el Cabildo mantenía a sueldo ( 2), hubiera hecho más o menos, lo que seis meses después hizo Cisneros con los amotinados en La Paz. (') MITRE, BARTOLOMÉ , Comprobaciones históricas (Buenos Aires, Aires, Casavalle, 1881), Pág. 311. ('•) MITRE, BARTOLOMÉ , Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina (3» edición, Buenos Aires, 1876), t. I, Pág. 211.
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Los españoles tenían la mano dura (y también los americanos, justo es decirlo) y así como los criollos del Alto Perú, fueron ahorcados, lo habrían sido también los criollos de Buenos Aires. Allí habrían terminado su historia los próceres argentinos, so fiadores de la libertad, constructores de la nación, los "sediciosos secretos", como los llama Cisneros. Y Mariano Moreno, que fue ese día elegido secretario de aquella Junta de españoles, presidida por Álzaga, probablemente tendría hoy una estatua en Madrid, como el numen de esa otra revolución de cuyo nombre sus panegiristas no quieren quieren acordarse. Por haberle desbaratado esta confabulación, en que él entraba tan a gusto, Moreno concibió contra Saavedra un odio implacable, que su hermano heredó y de que dio muestras en sus dos libros. Este sentimiento ha corrompido durante mucho tiempo la política argentina y contaminado las fuentes de nuestra historia, de tal manera, que ahora les es más fácil a los niños argentinos aprender historia francesa, o inglesa, o española, que aprender verídica historia argentina, llena como está de lagunas. Saavedra, con esa imprevisión y generosidad de los espíritus magnánimos, no dio importancia a aquel odio y fue débil y en varias ocasiones, por no desairar a sus enemigos, consistió en resoluciones precipitadas y funestas. Disueltos por Liniers los cuerpos peninsulares, toda la fuerza militar quedó constituida por tropas criollas que ya se llamaban argentinas, ( J) bajo el mando directo de Saavedra. Su prestigie era enorme, y cuando en las vísperas del 25 de Mayo de 1810 se sublevaron los cuarteles contra la Primera Junta presidida por (1)Las exequias fúnebres en honor de los muertos de la defensa (1807) se celebraron en el templo de Santo Domingo. . . Bajo la media naranja se leía esta inscripción ornada de palmas y laureles: A los guerreros argentinos que por su tierra natal insultada, por sus hogares, sus hijos y sus esposas, rindieron gloriosamente la vida." Histori a de Belgrano y de U Independencia Argentina (3* MITRE, Historia edición, Buenos Aires, 1876, C. Casavalle Pág. 201.
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Cisneros Cisneros,, que se constituyó a raíz del Cabildo abierto, los oficiales exigieron la eliminación de Cisneros y su reemplazo por Saavedra. El jefe militar de la ciudad era, desde los tiempos de Liniers, el hombre más influyente, y entre los criollos, el primero de todos. todos. declara “Nada podía hacerse entonces en Buenos Aires — declara Mitre- el hombre con el apoyo de Saavedra. Después de Liniers, era el hombre que más poder tenía, debiendo la influencia de que gozaba a la circunstancia de haber sido el domador de la revolución del 1 de enero, enero, y estar a la cabeza del del terrible regimiento de patricios, de cuyas voluntades era dueño” (1) 4º En el pueblo . De la popularidad de Saavedra es claro
indicio que refieren las actas del Ayuntamiento. El pueblo (religioso y militar, en su mayoría movido por oficiales) soliviantado contra el Cabildo, se agolpaba en la plaza reclamando por la inmediata disolución de aquella 1Junta, 1Junta, presidida por el Virrey. Los cabildantes asustados llamaron a don Cornelio Cornelio de Saavedra y le "suplicaron "suplicaron encarecidamente encarecidamente pusiese en planta sin la menor demora, los medio todos de su prudencia y celo para hacer que se retirase de la plaza aquella gente”. Y Saavedra accedió y según reza el acta, consiguió que
la gente toda se retirase de la plaza. (2)
5º Ante el Virrey Cisneros. Consta en los informes de Cisneros al Rey, Rey, que a raíz de la visita de de don Juan José de Lezica, Alcalde de 1er voto, voto, el 20 de Mayo, y antes de aprobar la convocatoria del vecindario para un Cabildo abierto que temía le resultaba fatal, invitó invitó a los Comandantes militares para saber si podía contar con u apoyo a fin de resistir aquella imposición.
Los Comandantes acudieron al Fuerte, y declara el Virrey en su informe que don Cornelio de Saavedra "frustró "fr ustró sus esperanzas (1 ) MITRE MITRE,, BARTOLOÉ BARTOLOÉ,, Historia de Belgrano, t. I, pág. 225. (2) Acta capitular, Registro Oficial de la República Argentina, Págs. 3 y 4.
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y habló en nombre de todos". ¡No podía contar con las fuerzas militares ('). En la primera reunión de aquella 1ª Junta, amasada, según dijimos por el habilísimo Leiva, don Cornelio de Saavedra, miem bro de ella, planteó enérgicamente la cuestión de la renuncia de todos los que la formaban, porque en los cuarteles se veía con malos ojos que el Virrey depuesto conservara, merced a esa artimaña, el mando de las tropas. Cisneros, a pesar del apoyo que le prestaba el Cabildo, como consta en las actas del día 25 de Mayo, no tuvo más remedio que dimitir, porque la voluntad de Saavedra era terminante. 69 — En En el Cabildo, abierto del 22 de Mayo. Esto que diremos ocurrió días antes. Una asamblea de vecinos, convocados por el Ayuntamiento mediante "billetes de convite", que no se dirigían sino a las personas de confianza, hubiera votado la permanencia del Virrey en su puesto, pues la mayoría del vecindario de calidad era monárquica. Pero Saavedra, trabajando con sus oficiales, como lo refiere Cisneros en el ya citado informe, y valiéndose de billetes de convite falsos, había introducido en la reunión elementos que le respondían. Y en el momento peligrosísimo de la votación, se pronunció categóricamente categóricamente por la cesantía del Virrey. "El voto de D. Cornelio Saavedra — confiesa confiesa Mitre-, fue el que arrastró a la mayoría" ( 2). Así, pues, en las seis ocasiones o lugares donde se preparó la independencia, independencia, aparece Saavedra en primera fila con extraordinaria eficacia, como jefe a quien todos reconocen y acatan. ¿Y entretanto qué hace Moreno, cómo trabaja por su patria?
(1) Oficio del Virrey Cisneros al Rey, refiriéndole los detalles de la Revolución, en 22 de junio de 1810. Registro Nacional de la República Argentina, Pág. 41. ( 2 ) MITRE, BARTOLOMÉ, Historia de Belgrano y de la Independencia Ar gentina gentina (3* edición, Buenos Aires, 1876, INP. y libro. de C. Casavalle), t. I, Pág. 27.
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Apartémonos de las declamaciones de los que se copian unos a otros, y analicemos los documentos. 1°- Aparece por primera vez en aquel anticipo de la revolución de Mayo, que tales fueron la Reconquista y la Defensa, contra los ingleses. Los intensos combates de esos dos años, 1806 y 1807, dieron a los criollos la conciencia de su capacidad y de su fuerza. No vemos a Moreno en parte alguna de peligro. Ni su nombre, ni el de su hermano se lee en ninguna de las numerosas listas de vecinos, que aportaron su brazo o su dinero para contribuir a la Reconquista y después a la Defensa. Pero lo hallamos en la Plaza Mayor como él mismo nos refiere en su Auto biografía, el día de la entrada de los ingleses, llorando amargamente: "he llorado más que otro alguno", dice ( 1). Y para que no se perdiera la memoria de aquellos sucesos, ni de aquellas lágrimas, se puso a escribir un diario que su fiel hermano ha dado a luz. En el abrigo de su bufete, hilvanaba durante la noche, la historia de lo que otros hacían en los puestos de combate durante el día. Los otros dieron a la patria el oro y la sangre. Él le dio su llanto y su tinta. 2º — En los cuarteles. Era allí un desconocido. El centinela del — En cuartel de los Patricios le impidió la entrada el día de la fiesta por la batalla de Suipacha, porque ignoraba quién fuese. No hay el menor rastro de que Moreno tuviera relación con militares. Es de creer que abominaba las armas. La única vez que se mezcló en una acción, fue el ya mencionado 19 de enero de 1809, día en que Moreno estuvo en la plaza, pero no con los criollos, sino con los peninsulares que, al decir de Mitre, intentaron decapitar en la persona del Virrey Liniers al partido criollo. Desde tiempo atrás, en aquellos conflictos que despedazaban al vecindario porteño, la Audiencia y el partido criollo se había (1) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, Pág. 100.
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puesto del lado de Liniers, mientras que el Cabildo y el partido español estuvieron con Álzaga. Lógicamente, Mariano Moreno, no sólo por ser criollo, sino también por ser empleado (Relator) de la Audiencia, debió ponerse de parte de Liniers, o por lo menos renunciar al empleo. Oigamos lo que su hermano nos cuenta con asombrosa mezcla de candor y de frescura. "El Dr. Moreno so hallaba colocado entre dos partidos, en cuyas contiendas debía tomar alguna parte: como Relator de la Audiencia era ocupado por los Oidores en formar representaciones al Rey contra el Cabildo; y por éste, como Abogado particular, presidía a todas sus determinaciones determinaciones y reglaba los pasos que debían darse para aniquilar una conspiración infame" ( 1). La conspiración infame era el complot de los patriotas por la independencia del país, que el Cabildo no se cansaba de denunciar a la corto española, clamando porque eliminaran cuanto antes a Liniers. Dos páginas antes, el misino biógrafo nos había hecho esta singular confidencia: confidencia: "En todos los puntos más delicados de aquella época arriesgada, los consejos del Dr. Moreno reglaron generalmente la conducta del Cabildo y las proclamas y otros documentos importantes que éste (el Cabildo) produjo entonces fueron dictadas por aquél" ( 2). Este juego de cartas dobles significa ser secretamente abogado de las dos partes en litigio. Y eso de confabularse con los enemigos de la libertad de su patria, ora mucho más grave que la payasada que tanta ira le produjo, de aquel Atanasio Duarte, que hallándose borracho en una fiesta, ofreció a la esposa de Saavedra una corona de caramelo. Mitre lo excusa de este modo: "Tan indecisa era la opinión de los partidarios en aquel momento — dice dice el historiador — , que don Mariano Moreno, el (!) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, etc., Págs. 107 y 108. ( 2 ) Miaña obra, Pág. 106.
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futuro repúblico y numen político de la revolución, era considerado como afecto al partido español, sea por su desafección a Liniers, sea porque buscaba su camino en las tinieblas de aquella situación, según la imagen del poeta. "El hecho es que, según consta del proceso que se formó con ese motivo y lo confiesa su mismo hermano, fue de los poquísimos criollos que concurrieron al Cabildo abierto del complot, votando públicamente por que debía formarse una junta gubernativa que sirviese de contrapeso al virrey y garantía de la tranquilidad exterior" ( 1). Esta justificación no nos parece satisfactoria. No es e s exacto exact o que fuese tan indecisa i ndecisa la opinión de los partidarios. Desde hacía por lo menos tres años, es decir, desde las invasiones inglesas las tendencias políticas estaban perfectamente deslindadas: los criollos con Liniers; los peninsulares con Álzaga. El propio Mitre confiesa que fueron poquísimos los criollos que concurrieron al Cabildo abierto del complot de Álzaga. Fueron poquísimos, porque nadie se llamaba a engaño; todos sabían muy bien lo que andaban maquinando unos y otros; y los poquísimos criollos que en aquellas horas estuvieron de parte de Álzaga, no fueron hombres que buscasen su camino en las tinieblas, sino enemigos de la independencia. Mitre mismo en su gran obra Historia de San Martín desautoriza la justificación que intenta de la conducta del prócer al describir el estado de ánimo: "La emancipación — dice dice — , era un hecho que estaba en el orden natural de las cosas, una ley que tenía que cumplirse y en ese rumbo iban los espíritus. Cuándo y cómo eran cuestiones de mera oportunidad y de forma. La revolución estaba en la atmósfera, estaba en las almas y era ya no un solo instinto y una gravitación mecánica, sino una pasión y una idea." De las cuales no participaba, agreguemos nosotros, Mariano (1) MITRE, BARTOLOMÉ , Comprobaciones Comprobaciones históricas a propósito de la Historia de Belgrano (Buenos Aires, 1881, Imp. y Libro. de Mayo), Pág. 314.
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Moreno, que en eso primero de enero quiso torcer "el orden natural de las cosas". Algunas páginas después cita Mitre una carta de uno de los generales ingleses que actuaron en las invasiones y que ya en aquella época se dio cuenta de lo que pasaba y de la infl in fl ue ncia nc ia que en ello tenía el ejemplo de la independencia norteamericana. Veamos su interesantísima carta, que dice así: "La opresión de la madre patria ha hecho más ansioso en los nativos el anhelo de sacud sac udir ir el yugo yugo de España y quisieran quisieran segu ir loa pasos pasos de los norteamericanos exigiendo un estado independiente. Si les prometiéramos prometiéramos la independenci independencia, a, se levantarían levantarían inmediatamente contra su gobierno y la gran masa de sus habitantes se nos uniría. Ninguna otra cosa que no sea la independencia puede satisfacerlos"('). No eran pues t an densas las tinieblas en que los hombres de entonces buscaban su camino como para justificar el que Mariano Moreno se confabulase con Álzaga, el mayor enemigo de la independencia de su patria y trabajase contra los que arriesgaban su vida por lograr su emancipación. 3º - En las reuniones secretas de los conspiradores . Tampoco hay rastros de la presencia de Moreno en ninguna reunión de los que conspiraban por la independencia. Y se comprende: ponerlo a él sobre aviso, hubiera sido entregar a Álzaga o a Cisneros los detalles de la conspiración. No podían confiar ni en su fidelidad, ni en su discreción. Tampoco eran necesarias sus luce luces. s. Esto explica por qué ni los más ardientes panegiristas de Moreno nunca han osado afirmar que estuviese presente en ninguna de las memorables y peligrosas reuniones de los conspiradores. 4º — Entre el pueblo . Tampoco hay indicios de que jamás haya trabajado en el ánimo de las clases populares, para difundir la
(i) MITRE, BARTOLOMÉ, Historia de San Martín y de la Emancipación Sudameri cana (Buenos Aires, Félix Lajouane, 1890), t. I, Pág. 50.
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idea de la independencia. Por el contrario; lo que se sabe de él es que era abogado de los ricos y de los ingleses. Su indiferencia por la emancipación de su patria fue absoluta. En las vísperas de la revolución desapareció del escenario, y el 25 de Mayo de 1810, habiéndose escondido en casa de un amigo, por no comprometerse, comprometerse, fue buscado para comunicarle comunicarle su elección de segundo secretario de la nueva Junta; y lo hallaron "entretenido en conversaciones indiferentes". 5° — Ante Ante el Virrey Cisneros . Algunos historiadores que nos han ponderado la influencia de Moreno sobre el Virrey Cisneros, llegan hasta presentárnoslo como abogado y consejero suyo. Sea como fuere, esta influencia jamás se ejercitó en favor del partido criollo y he aquí la prueba: Cisneros, al llegar a Buenos Aires, se aseguró el consejo de dos abogados que por los datos que le dieran en España, eran los únicos criollos que merecían su confianza: fueron don Julián de Leiva y don Mariano Moreno. Escuchemos lo que nos refiere a este respecto don Manuel Moreno: "Los informes que el nuevo jefe (Cisneros) recibió antes de su salida de Cádiz de las luces y acendrado patriotismo (1) del Dr. Moreno... le hicieron formar un concepto muy ventajoso de sus conocimientos y consiguientemente lo honró con su más entera confianza eligiéndolo por uno de los dos consultores sobre los asuntos en que se iba a pronunciar" ( 2). También el distinguido historiador historiador Levene conoce y confirma el hecho: "Requirió (Cisneros) el informe de dos abogados de crédito, juiciosidad juiciosidad e ilustración", ilustración", dice, citando citando palabras de antiguos antiguos tes-
(1) En esos momentos el "acendrado patriotismo" que podría dar privanza ante el nuevo Virrey no era otra cosa que un "acendrado españolismo", virtud legitima y encomiable en un español, pero inoportuna y sospechosa en un argentino, especialmente en vísperas de la Revolución. Revolución. (2)Vida (2)Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, etc., Pág. 111.
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timonios. Y agregaba sus nombres: "Son los doctores Julián de Leiva y Mariano Moreno" (1). (1). Cisneros se encuentra, pues, con que tiene que resolver dos procesos de d e mucho bulto, bu lto, que aguardan a guardan su fallo. El uno, contra los españoles sublevados subleva dos en Buenos Aires el I 9 de enero de 1809. El otro, contra los criollos sublevados sublevad os en Chuquisaca Chuquisa ca el 25 de Mayo de 1809, pri mer grito grit o de independencia ind ependencia en el Virreinato Vi rreinato del Río de la l a Plata, P lata, que determinó, determin ó, por contagio, contagi o, otro o tro alzamiento alzamie nto en La Paz, el 16 1 6 de julio del mismo a ño. Y Cisneros, asesorado por Moreno y por Leiva, falla ambos procesos. procesos. Los españoles, españoles , rebeldes en Buenos Aires contra el Virrey Liniers tachado de criollismo, criollis mo, fueron indultados indulta dos o apenas castigados y el fallo se explicó y justificó con una proclama, en que el Dr. Levene cree descubrir el estilo de Moreno (-). Mientras que los criollos, criollos , alzados en el Alto Perú contra los gobernantes goberna ntes españoles, españ oles, en su mayoría m ayoría fueron f ueron ahorcados. aho rcados. Es lástima l ástima que el Dr. Levene no haya estudiado estudiad o también t ambién el es tilo de este otro fallo para establecer quien lo redactó. El pueblo de Buenos Aires recibió con irritación irritació n fallos tan contradictorios, en que, usando las palabras de Mitre, "se puso de manifiesto la política parcial del gobierno peninsular, que castigaba con el destierro y el último suplicio en una parte, el mismo hecho que había alentado y premiado en Montevideo, sólo porque unos eran americanos american os y otros eran españoles" españole s" ("). Se re fiere a la reb elión de Eli o, parecida parecid a a la de Álzaga. 6º-En el Cabil do abierto del 22 de M ayo de 1810 . ¿Cómo votó Moreno? (1) LEVENE , R , R ICARDO LEVENE ICARDO , Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo (Buenos Aires, 1921), t. I, Pág. 375. y Mariano Moreno ( s2 ) LEVENE , R , R ICARDO , misma obra, t. I, Pág. 377. ( ) MITRE , B , B ARTOLOMÉ , Historia de Belgrano y de la Independencia ARTOLOMÉ Argentina (3* edición, Buenos Aires, Imp. y Lib. de Mayo, 1876), t. I, Pág. 236.
LAS 6 OCASIONES DE SAAVEDRA Y LAS DE MORENO 125 A pesar de que los historiadores suelen andar a caza de menudencias menudencias para demostrar alguna originalidad, ninguno de ellos ha analizado nunca la actuación de Mariano Moreno en el Cabildo abierto. Y sin embargo, bien vale la pena, tratándose del presunto numen de la revolución y de un suceso perfectamente documentado documentado en las Actas del Cabildo y en las Memorias de algunos principales actores del suceso. Vamos a hacer nosotros lo que ellos han omitido, porque el caso no tiene desperdicio. Principió la votación vo tación de aquella a quella célebre noche, n oche, por los más prominentes personajes de la reunión; y parece par ece que hubo 150 personas consideradas considerad as de más fuste f uste que Moreno, pues a él le tocó votar el 151°. Cuando se podía esperar que expusiera sus razones, como otros lo hicieron, se expidió con estas palabras complacientes y de menor compromiso: "Dijo que reproducía en todas sus partes el dictamen del señor D. Martín Rodríguez" Rodríguez" (1). Es todo lo que respecto de él consta en el acta de esa magna noche. No les parecerá mucho a los que habrán esperado que el pretendido fogoso tribuno hiciera allí un gran discurso. Y naturalmente, querrán saber cómo había sido el voto de Martín Rodríguez, al cual se adhirió. Helo aquí, según la misma acta: "Por el señor Comandante Don Martín Rodríguez, se dijo: que en la imposibilidad de conciliar la permanencia de la autoridad del gobierno con la opinión pública, reproducía en todas sus partes el dictamen del señor Don .Cornelio Saavedra, y el de que el señor Síndico tenga voto activo y decisivo en su caso, es decir activo cuando no haya discordia y decisivo cuando cu ando la haya"( haya"( 2 ). Este agregado que Rodríguez hace al voto de Saavedra, Saaved ra, lo desvirtuaba y requiere una explicación. (J) Antecedentes políticos, económicos y administrativos2 de ¡a Revolución de Mayo de 1810, t. I, Lib. III, Pág. 220. ( ) Misma obra, Pág. 219.
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Saavedra había votado rotundamente por la eliminación del Virrey y su reemplazo por el Cabildo, "ínterin se forma la cor poración o Junta que debe ejercerlo (al mando)". La proposición de Rodríguez, que agregaba al voto do Saavedra las líneas que hemos subrayado, significaba que mientras gobernase el Cabildo, se incorporaría a sus deliberaciones el Dr. Leiva (que era el síndico) con doble voto, simple en los casos en que no hubiera empate y decisivo en los casos en que; la hubiera. Vale decir: que Leiva sería el dueño de sus resoluciones, desde que su voto prevalecería en forma decisiva cuando hubiese empate y cuando no la hubiera sería porque los otros miembros estarían conformes con él. Según el historiador López, este agregado que hizo Martín Rodríguez al dictamen de Saavedra, fue sugerido por el propio síndico, que quería quedarse con la sartén por el mango para hacer abortar la revolución. Muchos asistentes, y no de los menos importantes, cayeron esa noche en la trampa. "El Cabildo y el doctor Leiva — explica explica López, estaban confabulados con el Virrey y con el partido conservador para que el movimiento revolucionario se detuviese en un término medio, que no importase ni el triunfo completo de los unos ni la derrota de los otros" ( 1 ). Si es verdad que Leiva y el Cabildo y el Virrey estuvieron confabulados esa noche para hacer abortar la revolución, Moreno, que votó por Leiva, también lo estuvo, de la misma manera que había estado con Leiva en el complot del 1º de enero del año anterior. Esa noche, pues, según el historiador López, Moreno que conocía muy bien a Leiva quiso poner en sus manos la suerte del futuro gobierno, pero algunos meses después, cuando lo vio en desgracia, pretendió ajusticiarlo. Este rasgo de Moreno, el encarnizarse sin necesidad con el
hombre caído, de quien antes fuera cómplice, merece una breve digresión. Por cierto sus biógrafos no mencionan jamás el hecho, que empero consta en documentos oficiales: Veamos cómo: El 17 de octubre de 1810, cinco meses después de la Revolución, la Junta lanzó un decreto destituyendo a los miembros de aquel cabildo, que actuó el 25 de Mayo y al síndico de él, don Julián Leiva. La Gazeta del 23 de octubre siguiente, al publicar el decreto, trajo un extenso comentario, que ha sido recopilado en las modernas colecciones de Escritos de Mariano Moreno, considerándolo producto de su pluma. He aquí sus palabras: "Pasarán muchos años sin ver repetida la conducta del síndico Leiva, que insensible al candor y buena fe, con que los patriotas ponían en sus manos la suerte del país, combinaba secreta mente con el déspota los medios de frustrar el justo resultado de nuestro congreso”(1). Esto confirma la opinión de López de que hubo una secreta combinación entre Leiva y el Cabildo y no coloca en muy gallarda postura a Moreno, que en el mes de Mayo votó como Leiva deseaba y en el mes de Octubre pretendió ajusticiarlo por un hecho parecido. Es claro que un hombre de nobles sentimientos se habría abstenido de encarnizarse con el que antes fue su camarada y estaba a la sazón caído e indefenso y mucho más de que lo señalara a él, particularmente, siendo diez los inculpados. Pero hay quienes gustan de estas artimañas y hasta las elogian como pruebas de un carácter firme. Mitre siempre honesto en su información y generalmente muy .seguro en sus juicios, incurre, sin embargo, al llegar a esta parle, en varios errores, de escasa cuantía, es cierto, pero que han inspirado y hasta dado autoridad a socorridas láminas pedagó-
Historia Argentina Argentina (Buenos Carlos (!) LÓPEZ, VICENTE FIDEL. Historia Air Casavalle, editor, editor, 1883), t. III, Pág. 43.
(' ) ) Escritos de Mariano Moreno, con un prólogo por N ORBERTO PIÑERO (Buenos Aires, Imp. P. E. Coni, 1896), Pág. 357.
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gicas y descripciones de la misma laya muy usadas en la escuelas. Nos presenta como lo haría un pintor, al describirnos describirnos la asamblea del día 22 (el Cabildo Abierto) un cuadro de pura imaginación. Ya nos lo dice él mismo, y que se ha valido de lo que a él le contaron algunos actores o testigos de aquellas escenas, a quienes él conoció en su mocedad. Ya que esa noche "el fogoso tribuno" permaneciera callado y como aburrido, Mitre intenta prestar algún color a esta desairada actitud. Nos lo muestra en la sala, entre los concurrentes de primera fila, en uno de los escaños donde se hallaban sentados Castelli, Paso, Bernardino Rivadavia, Belgrano y el joven teniente (después general) Nicolás Nicolás de Vedia. Moreno Moreno permanecía permanecía de pie, pie, apoyado apoyado en el respaldo respaldo del del escaño, escuchando lo que otros decían (J). Lo cual es un error. El solo hecho de que a Moreno le tocara votar el número 151 ya indica que no pudo estar en las filas de los primeros votantes. Pero es que además no estuvo apoyado tan elegantemente en el respaldo de aquel escaño, sino acurrucadito en un rincón de la sala en uno de los últimos bancos. El caso está descrito vigorosamente por el mismo historiador don Vicente Fidel López, a quien se lo refirió su padre, don Vicente López y Planes, autor del Himno Nacional y actor principal esa noche. He aquí la escena, según el historiador porteño, que fue — no no está de más decirlo — gran gran panegirista del prócer: "No todos los que habían contribuido al triunfo de la mayoría habían quedado satisfechos del voto que habían dado. Muy tarde ya, al pasar don Vicente López por delante de una de las bancas más excusadas, reparó en el doctor Mariano Moreno, que
(!) B. MITRE, Historia Historia de Belgr Belgrano ano y de la Indep Independe endencia ncia argentin argentinaa (Buenos Aires, 1876, C. Casavalle), t. 1, Pág. 267.
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Acurrucado en un rincón (la noche era extremadamente fría y húmeda) parecía cabizbajo. cabizbajo. — ¿Está ¿Está usted fatigado, compañero? Estoy caviloso y muy inquieto. — ¿Por ¿Por qué? Todo nos ha salido I líen. No, amigo; yo he votado con ustedes por la insistencia y majadería de — Martín Rodríguez, pero tenía mis sospechas de que el Cabildo podía traicionarnos; traicionarnos; y ahora le digo a usted que estemos traicionados. Acabo de saberlo; y si no nos prevenimos, los godos nos van a ahorcar antes de poco: tenemos muchos enemigos, y algunos que andan entre nosotros y que quizás sean los primeros en echarnos el guante" (1). La preocupación de Moreno aparece también documentada en las Memorias del general don Nicolás de Vedia, testigo presencial y votante en el Cabildo abierto. Tras el discurso del Obispo Lúe y del Regente de la Audiencia, que abogaron por el mantenimiento del Virrey con plena autoridad, se produjo un momento de vacilación. Había que contestarles, pero era arriesgado exhibir ideas americanistas. El recuerdo de los ahorcados en La Paz estaba fresco en la memoria de todos. Y dice el General Vedia: "Los principales sujetos que habían de tomar la voz en nombre del pueblo, eran los más próximos a las autoridades de uno y otro lado. El famoso doctor don Mariano Moreno, se había colocado tras de los bancos del pueblo, como excusándose de presentarse cual uno de los actos principales del momento ( 2 ). Imaginamos, con estos datos, la colocación de los personajes en la escena del Cabildo abierto. En la primera fila el Obispo, los Cabildantes, las autoridades, el secretario, (tomando prolijas notas), el brigadier Ruiz Huidobro, los patriotas principales que fundarían su voto: Saavedra, Paso, Castelli, Belgrano... En seguida sacerdotes, militares; luego los (1) LÓPEZ, VICENTE FIDEL, Historia Historia de la República República Argentin Argentinaa (Buenos Aires, 1883), t. III, Pág. 44. ( 2 ) Memorias Memorias del general Nicolás Nicolás de Vedia, Vedia,citado citado por Mitre, en Nuevas en Nuevas comprobaciones históricas (Buenos Aires, Imp. y Lib. de Mayo, 1882), Pág. 173.
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que no eran ni militares ni sacerdotes, los comerciantes, comerciantes, a quienes se llamaba "el pueblo" y "tras de los bancos del pueblo, como excusándose de presentarse..." ¡el numen de la revolución! Por lo cual se advierte en qué grave error histórico incurren los mal informados pintores que, al imaginar un cuadro del Cabildo abierto, nos inventan un arrogante Moreno en primera fila semiarrebozado en una airosa capa española y con el puño en alto declamando en pro de los derechos del hombre. Si bien, por lo que sabemos de su vinculación con el Virrey como asesor letrado y de su amistad con el gran español Álzaga, sus ideas republicanas todavía no serían muy firmes. Los historiadores que han rebañado tantas fruslerías de la historia para alargar un poco la biografía de este prócer de hazañas tan cortas, han pasado por alto su cariacontecida figura en aquella famosísima noche, en que se jugó la suerte de su patria. No fue muy gallarda, como acabamos de ver, y es seguro que no le inspiró al autor del Himno Nacional ninguna de las marciales imágenes de su canción. Y sin embargo, esta escena olvidada es muy interesante para completar el retrato moral del que ahora llaman "el espíritu de Mayo". Y todavía hay un rasgo, olvidado también, y mucho más pro batorio que el el que acabamos acabamos de referir. Ninguno de sus biógrafos biógrafos ha osado averiguar dónde dónde se escondió Mariano Moreno desde el final del Cabildo abierto hasta el anochecer del 25 de Mayo, cuando, habiendo pasado todo peligro, se encontró con su hermano que lo buscaba para comunicarle las noticias. Refiere su hermano que al cabo de mucho tiempo lo halló en casa de un amigo ¡entretenido en conversaciones indiferentes! Mitre, informado por la tradición oral, que en este caso tam poco se funda en documentos de la época,, menciona menciona dos o tres veces a Mariano Moreno en compañía de otros patriotas que realizaban ciertas diligencias, en esos días de tremenda agitación. Es otro error de nuestro gran historiador, a quien tiene que haberle preocupado la repentina y desairada desaparición del futuro
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Numen, después del cabildo cabildo abierto y en los días días supremos y de mayor peligro. Pero la verdad es que nuestro hombre se volatilizó en aquellos días. No habiendo intervenido jamás en las conspiraciones secretas de los patriotas (a lo menos ningún historiador solvente le atribuye, con fundamento documental, ninguna actuación en ellas), es inverosímil que después de su pálido voto en el cabildo abierto se arriesgara a mostrarse públicamente con hombres cuyos pescuezos peligraban, en los días 23 y 24. Y que precisamente cuando el gran drama llegaba a un desenlace favorable, el 25 de Mayo, abandonara el magnífico teatro y desapareciera de la escena, en forma que ningún historiador se ha animado a mencionar dónde estuvo ese día. Salvo su primer biógrafo Manuel Moreno, que nos hace un relato nada honroso para el prócer. Leámoslo, porque pocos lo han leído y nadie lo cita. "Muchas horas hacía que estaba nombrado secretario de la nueva Junta y aún estaba totalmente ignorante de ello, entretenido en casa de un amigo en conversaciones indiferentes. Al cabo de mucho tiempo en que yo mismo lo había buscado para avisarle lo ocurrido lo vi entrar en casa, envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar el nombramiento. La legitimidad de los procedimientos que acababan de suceder; lo serio de las funciones que se le encomendaban... eran otras tantas cuestiones que ocupaban su reflexión... Me decía: "El sosiego que he disfrutado hasta aquí en medio de mi familia y de mis libros será interrumpido"^). ¿En qué podían fundarse las dudas de Moreno acerca de la legitimidad de la revolución de Mayo? En dos cosas: o bien pensaba que el pueblo argentino no tenía derecho a independizarse y debía seguir perpetuamente en el carácter de colonia, bendiciendo "el suave yugo del Rey", que él tanto alaba en su Representación de los Hacendados. (') Vida y Memoria del Dr. Dn. Mariano Moreno, etc., Págs. 212214. Los subrayados son nuestros.
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O bien creía que la escasa concurrencia de votantes y la aún más escasa mayoría que había resuelto la deposición del Virrey no podía fundar una nación. El problema es interesante, pero ningún historiador se ha ocupado en dilucidarlo. No lo intentaremos nosotros. Bástenos apuntar que de todos los próceres de Mayo, el único que osó* discutir "la legitimidad de los procedimientos que acababan de suceder", es decir la Revolución, o sea los derechos a la vida independiente-de su patria fue Mariano Moreno. ¡El único también que, cuando lo invitaron a tomar parte en la Revolución, se preocupó, más que de la patria, de la interrupción de su sosiego!
CAPITULO VI POR QUÉ ENTRÓ MORENO EN LA JUNTA Hemos llegado al 25 de Mayo de 1810. La Revolución está triunfante y va a comenzar la guerra de la Independencia, que durará 14 años. Hemos visto cuál fue la parte de Mariano Moreno en su preparación. Con una sola palabra podemos resumirla: ninguna. Probablemente en esa época ni siquiera imaginaba una patria libre. Era un sincero partidario del Rey absoluto. El yugo de la servidumbre, según el mismo lo dice en la Representación de los Hacendados, sólo es insoportable para los que padecen miseria, y él no la padecía, pues como nos lo refiere su hermano, atravesaba el período más próspero y feliz de su vida. Quizás por eso mostrose hostil en todo momento a la independencia. Mostrose hostil cuando se confabuló con Álzaga para derrocar a Linier, acusado de criollismo, a fin de que fuera suplantado por una Junta de peninsulares, en la que él entró como secretario. No está de más repetirlo: a no haber sido s ido la fulmínea intervención de Saavedra, esa primera conspiración de Álzaga hubiera impedido o demorado muchos años la Independencia. Mostrose hostil, cuando aconsejó a Cisneros benevolencia para con los españoles procesados por esa rebelión y no aconsejó lo mismo para con los criollos de Chuquisaca y La Paz, que por idéntico delito fueron desterrados o ahorcados. Mostrose hostil ya en plena víspera de la Revolución de Mayo, en ose trabajo tan elogiado y que casi nadie ha leído, de la Re-
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presentación de los Hacendados, donde hay expresiones increíbles en la pluma de un argentino. Llega a sostener allí que Buenos Aires prefiere seguir siendo colonia, y que para los americanos la peor injuria es suponerlos incómodos bajo el dominio español, pues "han derramado su sangre por una dominació dominaciónn que aman y veneran" veneran" (Pág. 82), y "no se atreverían a sacudir un yugo ligero y suave para buscar una independencia que les privaría de la protección de su Madre" (Pág. 83), y aun "se glorían de haber dado constantemente lecciones de su subordinación a los mismos europeos" (Pág. 84). Mostrose hostil, cuando incitó al Virrey Cisneros a proceder conforme "a la prudente máxima" que el Supremo Consejo en los tiempos de Carlos V impartió al Licenciado La Gasea: "Guárdese la tierra para el Emperador mi Señor y gobiérnela el diablo" (Pág. 22), queriendo decirle: "Apele Vuecelencia a cualquier medida de gobierno, que siempre será buena, con tal de que impida el que cundan ideas de emancipación en el Virreinato". El examen del expediente que se formó con motivo de las franquicias comerciales, comprueba que lo que nos han ensoñado en el colegio sobre "la enorme influencia" de la Representación de los Hacendados en la Revolución, Revolución, es historia mendaz. No sólo no no ejerció ejerció ninguna, ninguna, sino sino que desagra desagradó dó a sus mandan mandantes, tes, los Hacendados, quienes se desprendieron de Moreno y encargaron a Castelli y Azcuénaga, que los representaran en actuaciones posteriores posteriores,, como como se advierte advierte examin examinando ando el expedie expediente nte.. De esto no hablan jamás los panegiristas de Moreno; porque semejante actitud de los Hacendados demuestra el desentono de la tan ponderada Representación con la voz que sonaba ya en la conciencia conciencia de los patriotas. Mostróse hostil, en la noche del 22 de mayo, cuando pretendió justificarse justificarse,, alegando alegando haber votado, votado, no por convicción convicción,, sino por complacencia; y doblemente hostil, cuando temeroso de com prometerse prometerse demasiado, demasiado, desaparec desapareció ió del escenario escenario;; y todavía todavía más, cuando de nuevo se asomó a la calle y al saber lo que otros
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habían realizado, se puso a cavilar si era justo que las colonias españolas se independizaran. Para quien había dicho que los criollos amaban y veneraban la dominación española (Representación de los Hacendados , Pág. 82) y que la carga de la servidumbre sólo es insoportable cuando el siervo padece miseria (Pág. 83), tal aspiración a la independencia en los habitantes del Río de la Plata que no la padecían, realmente resultaba injustificada. Mas para Saavedra o Belgrano, Pueyrredón o Rodríguez Peña, que estaban arriesgando la horca, aquella duda era inconcebible en un argentino. Hemos visto anteriormente que ya los criollos comenzaban a llamarse argentinos. El 25 de Mayo de 1810, una vez consumado el movimiento li bertador, ningún argentino "ni ebrio ni dormido", podía sin traicionar a la naciente patria ponerse a sopesar la legitimidad de la Revolución, porque eso equivalía a negar que la nueva nación tuviese derecho a vivir. Y sin embargo Moreno, cuando lo hallaron "entretenido en conversaciones indiferentes", y le dieron la noticia de la más sagrada de nuestras revoluciones, se puso a discutir su legalidad y a lamentar su tranquilidad perdida, si aceptaba la secretaría de la Junta. ¡Adiós mis libros, adiós mi dulce hogar! Nos imaginamos que estas cosas que venimos diciendo, apoyándose a cada paso en los mismos viejo documentos tan citados como poco leídos, serán para muchas personas de buena fe una revelación. Así lo fueron para nosotros cuando las leímos por primera vez. vez. ¿En qué forma se explica que este Moreno disconforme u hostil resultara elegido secretario del nuevo gobierno? Ningún historiador contemporáneo ha podido, hasta ahora, revelarnos sin copiar a alguno de los historiadores clásicos, cómo se formó la Segunda Junta Gubernativa, que conocemos con el errado título de Primera Junta. Y es porque han querido desconocer la verdad: que la lista de los candidatos que por mandato de los militares y de los pocos
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civiles revolucionarios tenía que adoptar el Cabildo para que formaran la Junta de Mayo, se confeccionó en los cuarteles, con intervención directa de Saavedra. Esta lista fue luego firmada por más de 400 vecinos, en su gran mayoría militares, con no pocos frailes, para que no tuviera tan subido color castrense y tal como salió fue llevada al Cabildo que no introdujo en ella ninguna enmienda, ni la introdujo el pueblo que poco después escuchó su lectura en la plaza Mayo y la aclamó tal como se la leyeron. Esa es la verdad. La versión que atribuye a Beruti el haberla redactado en un rapto de inspiración, es fantasía pura. Si Antonio Luis Beruti lo hubiera hecho, como eso habría sido un blasón para su digno apellido, en alguna carta, en algún documento suyo encontraríamos tal noticia. No hemos hallado rastro de tal cosa. Pero hace bastantes años, tuvimos ocasión de obtener de un distinguido hijo del doctor Dardo Rocha permiso para sacar copia de cierto importante manuscrito perteneciente a la biblioteca de su ilustre padre, titulado Memorias curiosas o Diario de Juan Manuel Beruti, extensísimo relato que luego hicimos pu blicar en la Revista de la Biblioteca Nacional, que nosotros había mos fundado a fin de hacer conocer antiguas piezas inéditas interesantes para la historia. Pues bien, Juan Manuel Beruti era hermano de Antonio Luis, Si éste, en verdad, hubiera sido el que confeccionó la lista de los miembros de la Junta, de ninguna manera lo hubiera olvidado en el minucioso y larguísimo Diario, donde refiere menudamente los sucesos de aquellos días, perfectamente conocidos por él. Tiene pormenores sobre la formación de la Junta, pero ni una sola palabra que autorice a creer lo que algunos historiadores afirman, sin prueba ninguna, como de costumbre ( 1). Beruti, amigo de Moreno y adversario" de Saavedra, jamás hubiera Revista de la Biblioteca Nacional, N» 31, pág. 167.
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puesto a Saavedra Saavedra el primero y a Moreno precisamente precisamente el últi último. mo. El doctor Levene, cuya opinión es de mucho peso, da del nombramiento de Moreno una versión original. "En cuanto al nombre de Moreno — dice dice — aparte aparte de su reputación como letrado y autor de la Representación de los Hacendados, existen documentos que permiten afirmar que los ingleses tuvieron intervención en los sucesos del 25 de Mayo, circunstancia que acaso haya decidido favorablemente con respecto a la personalidad de Moreno ( 1). O en otras palabras: los ingleses, agradeciendo a Moreno el apoyo que les había prestado en el asunto de las franquicias comerciales, lo hicieron elegir miembro de la Junta. No disimularemos nuestra nuestra decepción. Aunque suele suele decirse que los ingleses han tenido en épocas diversas grande influencia sobre algunos políticos nuestros, no nos parece verosímil que ya el primer gobierno argentino resultara manipulado por ellos. Nos han ponderado tanto lo democrático de aquella primera elección, que la noticia de este autor nos causa verdadera congoja. Y nos resistimos a creerla... Si la complicada elección hubiera sobrevenido meses después, la explicación tendría más visos de certeza, pues podríamos pensar que los ingleses quisieron agradecer algo de mayor sustancia que la Representación de los Hacendados, y sería aquel misterioso y secretísimo Plan de gobierno, que Moreno redactó para uso de la Junta, aunque después no se aplicara. Efectivamente, en el artículo 4 9, inciso 7 9 de ese Plan, Moreno propone ceder a Inglaterra la isla Martín García "para que poblándola poblándola como una pequeña pequeña colonia y puerto franco a su su comercio, disfrute de ella como reconocimiento de gratitud a la alianza (1) LEVENE, R ICARDO ICARDO, Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo, i II, Pág. 87, nota.
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y protección que nos hubiese dispensado en los apuros de nuestras necesidades y conflictos'^ 1). Pero habiendo ocurrido los sucesos de Mayo meses antes de que existiera el Plan, la explicación no se justifica, afortunadamente, porque nada gana gan a la dignidad de la nación con que q ue los extranjeros aparezcan influyendo en la elección del "alma de la Primera Junta". Nuestra explicación es más razonable y menos deslucida des lucida para el procer. Moreno entró en la Junta, no por la confianza que tuvieron en él los ingleses, ni los criollos, sino los peninsulares. En el Buenos Aires de 1810, el partido español era más fuerte, a causa de sus posiciones y riquezas, que el criollo; y los patriotas comprendieron que convenía no exasperarlo con una total exclusión del gobierno, para no producir una reacción peligrosísima, tal vez fatal en los comienzos. A eso respondió el hecho, tantas veces comentado, de que la nueva nación siguiera invocando la autoridad de Fernando VII y que sus ejércitos pelearan contra los soldados españoles, bajo la misma bandera española. Y a eso respondió también la designación de Mariano Moreno, criollo de nacimiento, pero en ideas más godo que muchos peninsulares, que el año anterior (1809) había formado parte de la Junta de Alzaga, como secretario de ella. Además de Moreno, considerado por lo menos españolizante, fueron designados para formar la Junta de Mayo dos españoles de verdad, Matheu y Larrea.
í1) Escritos de Mariano Murena, con un prólogo por Norberto Pinero (Buenos Aires, imprenta de Pablo E. Coni, 1896), pág. 516.
CAPITULO VII
¡CUAN POCOS HAN LEÍDO LA REPRESENTACIÓN DE LOS HACENDADOS! No es serio, y ya lo dijimos en anteriores capítulos, ofrecer a la veneración de las gentes, como una de las causas de la Revolución de Mayo, la Representación de los Hacendados, que sólo se publicó después de la revolución y antes permaneció encerrada en un voluminoso expediente inédito. Los que incurrieron en esta plancha, pueden estar orgullosos de haber puesto la carreta delante de los bu eyes. Veamos lo que fue la Representación de los Hacendados a la cual le ocurre lo que al ave Fénix: todo el mundo habla de ella, pero ninguno la ha visto. Permítasenos una previa explicación, acerca de las circunstancias de aquel escrito. El gobierno había concedido a Cádiz, el privilegio de ser el único puerto español autorizado para recibir exportación o frutos, como se decía, de las colonias americanas y expedirles las mercaderías europeas que ellas quisieran importar, pero siempre en buques españoles. Era el monopolio comercial, que los políticos de aquellos tiempos defendían como un gran sistema económico y que ahora sirve des invariable cantinela para denigrar a España. No hay escritor de historias, que, en llegando llegando a este capítulo, tío se crea obligado a arrojar un par de piedras contra nuestra Madre Patria, como si ella hubiera sido la inventora del monopolio y la única que lo implantara en sus colonias.
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¿Ignoran esos triviales honderos que todas las naciones colonizadoras hicieron lo mismo, desde los romanos hasta los ingleses? Es claro que lo ignoran. Es preferible ser acusado de ignorancia que de mala fe. Por ejemplo, el gobierno inglés durante siglos se empeñó en contener el desarrollo industrial y comercial de sus colonias, creyendo buenamente que eso beneficiaba a la Metrópoli. Era el sistema colonia de la época. La célebre Acta de Navegación de Cronwell, disponía en 1651, que las colonias no comerciaran sino con Inglaterra, sobre buques construidos, poseídos y tripulados por ingleses; y que ninguna mercadería extranjera entrase en Inglaterra, sino transportada en buques ingleses, desde la quilla hasta el capitán. El Board of Trade, o sea el comité de comercio, filtro por el cual debían pasar todos los negocios de América, tenía, como la Casa de Contratación de Sevilla , la misión de defender el comercio metropolitano contra la concurrencia de las colonias. A mediados del siglo XVIII empezaron a gruñir y mostrar los dientes las colonias norteamericanas, irritadas por aquella expoliación; hasta que en 1778, a causa de un cargamento de té, que despectivamente llamaron "té oficial" y que los norteamericanos no quisieron recibir y arrojaron al mar, estalló la guerra de la Independencia. Lo que España hizo en sus colonias no fue peor que lo que hicieron los ingleses, ni le produjo mejores resultados. El monopolio tuvo dos efectos: 1° Empobreció a la Metrópoli y al erario fiscal, pues el comercio de América, trabado por tantas restricciones, fue reemplazado por el estéril contrabando; 2° Hizo germinar en los hispano-americanos la idea de hacerse independientes para librarse de aquella intolerable esclavitud. Digamos de paso, que la esclavitud comercial contra la cual parece obligatorio declamar, no es más obtusa, ni menos irritante que el totalitarismo espiritual, llamado enseñanza oficial, por el cual el gobierno se arroga el monstruoso privilegio de proveer de
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doctrinas las cabezas de los maestros, para mejor manipular las meninges de los discípulos. El totalitarismo enseñante es más pérfido y pernicioso que el monopolio del comercio. Éste impide la libre circulación de las mercaderías; aquél la libre propagación de las ideas, contra el derecho esencial de los padres de elegir los maestros de sus hijos. ¿Para qué decir que el monopolio de la enseñanza encuentra sus más fervorosos partidarios entre los más encarnizados denigradores de España, por el otro monopolio? ¡Y por otras cosas! ¡Como si no fuera infinitamente peor entregar los niños atados de pies y manos a los maestros oficiales, que pueden ser y suelen ser ateos, ácratas, comunistas, etc., que entregar el comercio de las colonias a los mercaderes de Cádiz! Perdónesenos la disgresión y vayamos al inmortal escrito d« Mariano Moreno. Preciso es detenerse, porque la Representación de los Hacendados es su obra capital. ¿Qué elogios no se han hecho del autor y de la obra? Titánica expresión del pensamiento americano; verbo de la Revolución; mazazo que derrumbó el monopolio comercial en el Río de la Plata; primer grito de independencia que sacudió a toda América; expresión valiente de un cerebro genial. Se ha llegado hasta decir, que para castigar al que osó arrojar tan resonante alarido libertario, "el Virrey pensó en alejarlo del país mandándolo a la Península, aplicándole el destierro, como lo hizo con Elío y lo ensayó con Liniers..." ( 1). Se ha sufrido aquí una verdadera alucinación. Todo eso está equivocado, de buena fe en algunos casos. Porque la Representación de los Hacendados, desde la primera línea hasta la última, lejos de ser un vigoroso grito emancipador emancipador es una (!) LEVENE, R ICARDO obra Rumbos de una nueva ICARDO, prólogo de la obra nación, vol. 2 de la Colección de Grandes Escritores Argentinos, dirigida por Alberto Palcos (Buenos Aires), p. XXVIII.
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melosa algarabía de elogios al Rey, al Virrey y al régimen español, "yugo ligero y suave", "dominación que aman y veneran", por cuyo mantenimiento, según asegura Moreno, los criollos derramaron su sangre en las invasiones inglesas. Véanse algunos pasajes, que huelen a incienso y a la vez com prueban algo que no recordamos haber hallado en ninguna historia: que el Virrey tuvo y manifestó desde el primer día de su mando y antes que lo hiciera Moreno, la intención de conceder franquicias comerciales a los extranjeros. "Es doloroso que el bien general de una provincia necesite — "Es
abogado que lo defienda, aun cuando el primer jefe propende generosamente a su fomento", (página 9) ( J). "La expectación pública reposa sobre las benéficas intenciones — "La que V. E. se ha dignado manifestar", (pág. 9). "V. E. ha reconocido la necesidad de un libre comercio con la — "V. nación inglesa", (pág. 11). "Habiendo V. E. indicado la necesidad do abrir el comercio con la — "Habiendo Gran Bretaña", (pág. 11). "¿Qué puede detener a V. E. para una resolución tan magná — "¿Qué nima?", (pág. 22). "[Gracias a Dios que no vivimos en aquellos oscuros siglos, en — "[Gracias
que separados los intereses del vasallo de los del soberano se reputaba verdadera opulencia al acopio de tesoros que dejaban a los pueblos en la miseria", (pág. 24). (!) MORENO, MARIANO, Represen Representació taciónn que él Apoder Apoderado ado de de los Hacendados Hacendados de las campañas del Río de la Píate dirigió al F.xcmo. Sr. Virrey en el expediente promovido sobre proporcionar ingresos al Erario por medio de un franco comercio con la nación inglesa. Buenos Aires, en la Real Imprenta de los Niños Expósitos, año 1810.
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"Vivimos por fortuna bajo un Príncipe benigno, nacido en — "Vivimos tiempos ilustrados y formado por leyes suaves..." (pág. 24). "Nuestro jefe es prudente, es ilustrado", (pág. 48). — "Nuestro "V. E. ha empezado a ser el objeto de sus bendiciones, porque — "V. ha puesto en movimiento los únicos resortes que podrían labrar su felicidad", (pág. 50). "Es un justo homenaje a las benéficas intenciones de V. E.", — "Es (página 54). "Luminosos principios... Benéficas intenciones... Resolución tan magnánima... Príncipe benigno... Jefe generoso... Jefe prudente... Jefe ilustrado... Objeto de bendiciones... ¡Gracias a Dios que no vivimos en aquellos oscuros siglos... I" Podríamos hacer inacabable esta letanía con sólo recoger las cosas que el fundador de la democracia argentina discurrí; para sahumar al Rey y al Virrey en la Repr esentación de los Hacendados. Es seguro que el Virrey, si llegó a leerla, juzgó a su autor un perfecto cortesano y no un conspirador peligroso, pe ligroso, a quien tenía que desterrar... "como lo hizo con Elío y lo ensayó con Liniers". Pero son mucho peores y antipatrióticas las expresiones en que exhala su temor de que el rey pueda perder sus dominios en América. "Guárdese la tierra para el Emperador y gobiérnela el día lo" — "Guárdese (pág. 22), dice citando antiguos instrucciones al licenciado la Gasca, comisionado que Carlos V envió al Perú. "La gran necesidad que obliga a sacrificarlo todo para que se — "La guarde la tierra" (pág. 23).
Es decir: hay que facilitar el comercio y la prosperidad de los pueblos, pueblos, aunque aunque se se sacrifique sacrifiquenn ciertos ciertos prejuicio prejuicioss económico económicos, s, pa-
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ra que los habitantes del Virreinato no piensen en independizarse. Con tal de que el rey conserve estas tierras, que el diablo se lleve todas las doctrinas comerciales o políticas. ¡No! La Representación de los Hacendados no podía enojar al Virrey, pero sí indignar a los patriotas. Podemos pensar que desagradó profundamente a los mismos Hacendados, cuyos sentimientos Moreno no supo interpretar, porque designaron para el mismo asunto a otros representantes, como en seguida veremos. En el caso de usar las propias palabras de Moreno en el decreto del 6 de diciembre: "un habitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener impresiones contra la libertad de su país". Si los que citan y alaban esta pieza, un día tuvieran la precaución de leerla, quedarían atónitos y abochornados. A ambos Morenos — Mariano Mariano y Manuel — les les agrada mucho una expresión que ya repugnaba a los patriotas y contra la cual Belgrano protesta. El término de colonias aplicado al Virreinato del Río de la Plata, humillaba a los argentinos, y sin embargo Moreno lo pronuncia y lo prodiga y rebusca en su biblioteca razones para justificar su desapego desapego por la libe rt ad de su patria. patria. Seguimos presentando pasajes do la Representación. Dígasenos, de buena fe, si las siguientes expresiones pueden haber soñado en el Virreinato como un conato conato de independencia. Había dicho el abogado de los comerciantes de Cádiz que era peligroso que se entablasen relaciones entre "las colonias" y los ingleses, porque se fomentarían ideas do emancipación. Mariano Moreno le contesta enfurecido, afirmando que eso es una injuria mortal, y exclama con exaltación: "Es esta última prueba de lo que es capaz un comerciante — "Es agitado por la insaciable sed de codicia", (pág. 82). "Por lo que hace a nosotros es una injuria, que solamente po — "Por dría esperarse de un mercader en los transportes de la avaricia... — Es demasiado notoria la fidelidad de los americanos" (pág. 82).
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"Los ingleses mirarán siempre con respeto a los vencedores — "Los del 5 de julio... ( J) hombres del país que defendieron la tierra en que habían nacido, derramando su sangre por una dominación que aman y veneran" (Pág. 82). "Es esta una materia sobre la que no quiero discurrir por — "Es evitar transportes a que provoca la gravedad de la injuria; así permítame V. E. transcribir lo que qu e dice el gran Filangieri sobre este punto: "No se me oponga que estas colonias si llegaban ( 2) a ser ricas y poderosas desdeñarían de estar pendientes de su madre. La carga de la dependencia sólo se hace insoportable al hombre cuando va unida con el peso de la miseria y de la opresión. Las colonias romanas tratadas con aquel espíritu de moderación que habían inspirado el interés y la política del Senado, lejos de aborrecerla se gloriaban de su dependencia que constituía su gloria y su seguridad. "Su condición era envidiada aun de aquellas ciudades que in — "Su corporadas con Roma y bajo el importante nombre de municipios habían juntado todas las prerrogativas de ciudadanos romanos... Muchas de estas ciudades procuraron el título de colonias " (página 83). "Lo mismo sucedería con las colonias modernas: felices bajo — "Lo su metrópoli no se atreverían a sacudir un yugo ligero y suave para buscar una independencia i ndependencia que las privaría de la protección de su Madre..." (Pág. 83). Tras de citar a Filangieri, Moreno continúa por cuenta propia: "El apoderado del Consulado podía haber sido instruido que — "El ( 1 ) Día de un célebre triunfo sobre los ingleses. El subrayado es nuestro. ( 2 ) Quiere decir "sí llegaran" o "si llegasen", pero nada hay más inseguro que la gramática de Mariano Moreno, escribiendo por su su cuenta cuenta o traduc traduciendo iendo a otro. otro.
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ese mismo Cádiz de cuyo interés se manifiesta tan celoso, solicitó del pueblo romano ro mano el título de colonia prefir iéndolo al de municipio, por el suave gobierno de aquella Metrópoli... Podía en los años que lleva de América haber conocido el carácter de nuestras gentes y abstenerse de inferir tan alta injuria a la fidelidad de unos hombres que desde el descubrimiento de las Amé-ricas se glorían de haber dado constantemente lecciones de subordinación a los mismos europeos" (pág. 84). En cada foja de la Representación hay un lavapiés al Rey o al Virrey, encomia su prudencia, ilustración, benéficas intenciones y la suavidad de las leyes, que hacen envidiable el ser colonia española, y dulce el vivir y hasta el morir por perpetuar en América una dominación que los hombres del país, — ¡así ¡así lo dice! — aman y veneran. ¿Y éste es el espíritu de Mayo? Las más innocuas medidas del gobierno lo exaltan hasta el frenesí. frenesí. Por ejemplo, aquella cédula que Cisneros trajo de Cádiz con tantos aspavientos y que los argentinos recibieron con desabrida cortesía, aquel reconocimiento de que las colonias eran elevadas al rango de provincias de la monarquía y que en adelante se les permitiría enviar a las Cortes un diputado — ¡un ¡un diputado para todo el inmenso virreinato, mientras cada una de las más pequeñas provincias españolas podían enviar dos! — , aquella interesada y tardía limosna arranca a Moreno sollozos de admiración. Véase de qué modo exhala su entusiasmo. Hay que convenir en que su retórica no es maravillosa. "Uno de los rasgos más justos, más magnánimos fue la declaración de — "Uno que las Américas no eran una colonia... y en consecuencia de este nuevo ser... se llamaron estos dominios a tomar parte en la representación nacional, dándoles voz y voto en el gobierno del reino" (pág. 36). — "Esta "Esta proclamación que formará la época más brillante para la América..." (pág. 36).
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"La nación española, que nunca se presenta más grande que en los — "La apurados males que ahora la han afligido, procedió con la honradez y veracidad que la caracterizan, cuando declaró una perfecta igualdad entre las provincias europeas y americanas... premió con la magnificencia de una nación grande la fidelidad y la estrecha unión..." (pág. 37). "El vocal que sostenga en la Junta Central nuestra representación, no contará distintos privilegios de los que adornan al representante de Asturias o cualquiera otra provincia... (pág. 37). Compárese la exuberancia de estas expresiones con el severo juicio que nos hace del mismo asunto el historiador don Vicente F. López: "Hay actos — dice dice — que que no siendo justos y completos indignan más que la negativa absoluta, que tiene por base la costumbre y la tradición legal" (1). Se ha dicho que Moreno redactó la Representación de los Hacendados en momentos en que la causa del comercio libre parecía perdid perdidaa (2). Basta leer lo que parece que nadie ha leído: las fechas del expediente original, para comprobar lo equivocado de esta afirmación. Vayamos a cuentas: La Representación de los Hacendados lleva en el manuscrito la fecha del 30 de s etiembre de 1809 (pág. 106 de la edición origin original) al).. El 20 de agosto, el Virrey había dirigido al Cabildo un oficio pidiéndole pidiéndole considerase el mismo asunto y manifestándole manifestándole su voluntad favorable a las franquicias (¡40 días antes que Moreno!) ( 3). (1) LÓPEZ, VICENTE F., Historia de la República Argentina (Buenos Aires, 1883), t. II, pág. 370. ( 2 ) I. EVFNTE, R ICARDO ICARDO, El Fundador de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, pág. 26. (3 ) Antecedentes Antecedentes Políticos y Administrativos Administrativos de la Revolución Revolución de Mayo, pág. 162-164. El subrayado es nuestro.
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El Cabildo discute largamente la nota de Cisneros, en su reunión del 31 de agesto y por mayoría de votos da una resolución favorable a los deseos del Virrey (¡30 días antes que Moreno!) El 6 de setiembre Belgrano, secretario del Real Consulado de Comercio, presenta un notable alegato en que reproduce sus viejas ideas favorables al libre comercio. (¡24 días antes que Moreno!) Tiene su escrito más dignidad y patriotismo que la Representación de los Hacendados. Acabamos de ver a Moreno citando a Filangieri para demostrar que un pueblo debe preferir ser colonia a ser municipio libre; y elogiando el yugo ligero y suave de los procónsules procónsules romanos. Escuchemos ahora las dignas y viriles palabras de Belgrano. ¡Qué distinto sonido! El calificativo de colonia repugnaba a los argentinos patriotas. Podían consentir en que el Virreinato fuese una provincia es pañola, pero no una factoría. Por ello, en ese escrito, que en el mismo expediente está codeándose con la Representación de los Hacendados, Belgrano habla así: "Estas Provincias, que tienen la gloria de contarse como parte integrante de la monarquía y lograr los mismos derechos de las de la Península, formando un estado indivisible y sin el epíteto de colonia..." (1). Prosigamos el examen de las fechas. El 12 de setiembre el Cabildo eleva un extenso oficio en que dice al Virrey (¡18 días antes que Moreno!): "Teniendo en consideración que las fábricas de la península o están ocupadas por el enemigo o faltas de brazos que den abasto a nuestras necesidades, como también que es inevitable el contrabando en tan dilatadas costas, no ocurre ni se presenta otro
(1) Documentos referentes referentes a la guerra de la Independencia Independencia y emancipación política de la República Argentina, t. 1, pág. 218.
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arbitrio más aceptable que el mismo que ha propuesto V. E. .. ."(1). Coincidían, pues, en favor del libre comercio tres máximas autoridades: el Virrey, el Real Consulado y el Cabildo, cuyas opiniones se manifestaron mucho antes del 30 de setiembre, fecha de la Representación de Moreno, que ni siquiera se publicó ese año sino al siguiente, 1810, después de la Revolución. ¿Si todos estaban de acuerdo en dar franquicias al comercio, puede afirmarse en conciencia que la causa estaba perdida y que Moreno la salvó? Esta pregunta que hacemos es terminante y debe ser contestada sin salirse de la cuestión. ¡Prevemos que no lo será! Se reeditarán las parrafadas ampulosas para ocultar la sencilla verdad. Todavía en el mismo expediente hay otras opiniones favorables a la misma tesis. La del fiscal Villota: "En vano sería resistir la introducción de efectos extranjeros" (páp. 248). La del doctor Julián Leiva: "Se sigue por consecuencia que la permisión de un un comercio franco con los extranjeros extranjeros puede ser ser útil a la misma Metrópoli" (pág. 253). Estas dos vistas son posteriores al alegato de Moreno, pero en ellas no se descubre la más mínima influencia de éste, como que piden un comercio franco con iodos los extranjeros y no solamente con los ingleses, como pidió Moreno. Los que a tantos años de distancia afirman que la Representación tuvo tan enorme influencia, sufrirán tremenda decepción al saber otra verdad, que vamos a comunicarles y es que los Hacendados confiaron a otros el honor de seguir representándolos en el mismo asunto. En efecto, después de acumuladas aquellas informaciones en un grueso legajo, el Virrey convocó una Junta de notables para la definitiva resolución. Concurrieron además del Virrey Cisneros, 23 personajes: militares, magistrados, comerciantes. El cuer-
1 Doc Documen umentos tos referentes referentes a la uerra etc.
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po de Hacendados y Labradores, para quienes trabajó Moreno, gozó del derecho de designar dos delegados y ninguno de ellos fue el autor del alegato. Este detalle es significativo. Explíquelo quien pueda. Moreno fue suplantado por el doctor Juan José Castelli y por don Miguel de Azcuénaga, que actuaron en la famosa Junta como representantes de los Hacendados. Otra prueba del ningún aprecio que se hizo del largo informe de Moreno, es que en los días mismos en que, (según quieren hacernos creer los historiadores), estaba la ciudad conmovida por esa expresión de independencia, se volvió a reunir la Junta y se leyeron los escritos más dignos de considerarse, según constancias del expediente. A pesar de encontrarse allí dos representantes do los Hacendados, la famosa Representación, de Moreno, ni se; leyó ni se mencionó. Y la resolución de la Junta ni siquiera la tuvo en cuenta, pues fue menos anglófila y más amplia que el pedimento de Moreno. Ella autoriza "a admitir... a cualquier buque amigo, neutral o nacional, procedente de puertos extranjeros, con cargamento de frutos y efectos..."( 1). No tiene, pues, fundamento fu ndamento alguno el afirmar que dicha resore solución fuese arrancada al Virrey por "la formidable dialéctica" de Moreno. En cambio es verdad que éste se limitó a pedir franquicias nada más que para los ingleses y sólo por dos años. Es, por lo tanto, un evidente error lo que manifiesta el historiador antes mencionado al decir: "Moreno iba mucho más lejos de las pocas franquicias concedidas por Cisneros" (2). La libertad de comercio fue en Buenos Aires iniciativa del Virrey, en un momento en que estaban reclamando lo mismo otras
(1) Antecedentes (1) Antecedentes Economice?, etc., pág. 256. ( 2 ) LEVENE, R ICARDO Revolución de de Mayo tj Mariano ICARDO, La Revolución Moreno, t. II, pág. 208.
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ciudades de América, donde no había la menor noticia de la pieza de Moreno, que ni siquiera se había escrito aún. "Si recordamos lo anteriormente anteriormente estudiado — dice dice el historiador Molinari — — vemos que en Buenos Aires, como en Caracas y en Cuba, se producen los mismos procesos, obedeciendo a las mismas fuerzas generales, actuando en el mismo sentido". Es curioso el dato siguiente, jamás apuntado por ningún historiador, hasta que lo descubrió el doctor Molinari, yendo a las fuentes documentales. En el expediente original no figura ni una sola vez el nombre de Mariano Moreno, y el que firma la Representación es don José de la Rosa. Podemos deducir de esta omisión que la firma del redactor no daba mayor autoridad a la pieza, y por ello se omitió. Pero no podemos deducir deducir que la pieza no sea suya, suya, pues se publicó publicó bajo su nombre a mediados de 1810. El doctor Molinari sintetiza su juicio acerca del asunto, en esta forma: "La publicación de la Representación se verifica luego de haberse producido los sucesos de mayo. Por lo tanto, mal pudo tener la influencia decisiva e independiente que se le atribuye en éstos" (1). Y mucho menos puede sostenerse, "ni ebrio ni dormido" que con los encomios al Rey y al Virrey que contiene la Representado los Hacendados haya fundado Moreno la democracia argentina.
(i) MOLI N NABI Los, La Repre Represen sentac tación ión de los los Hacend Hacendado adoss de ABI, DIEGO Los, La Mariano Moreno. Su ninguna influencia en la vida económica del país y en los sucesos sucesos de Mayo de 1810 (Buenos (Buenos Aires, Imp. Coni Hnos., 1914), pág. 151.
COMPRENDIÓ MORENO LA REVOLUCIÓN?
CAPITULO VIII ¿COMPRENDIÓ MORENO LA REVOLUCIÓN? Es punto muy dudoso. Si vamos a creer lo que nos dice su primer biógrafo, fuente casi única de todas las biografías que se han hecho después, se murió sin comprenderla. ¿Y cómo había de comprenderla Mariano, si en 1812, cuando Manuel publicó en Londres su libro "Vida y Memorias del Dr. etc." se vé que todavía éste ignoraba lo que la Revolución de Mayo tenía en sus entrañas? En ese libro sostiene que jamás América había dado el menor motivo para dudar de su fidelidad hacia la Madre Patria. Y que juró con todo entusiasmo a Fernando VII. Y que de, ninguna manera excusará él (Manuel) a los pueblos que hayan tratado de sustraerse a la Madre Patria. Pero lo que más lo aflige es pensar que alguien pueda calumniar a su hermano considerándolo metido en este asunto de la independencia. Como es tan nuevo lo que estamos diciendo, si bien consta en un libro viejísimo, muy citado, repetimos, pero poco leído, parécenos prudente reproducir las palabras textuales del fraterno biógrafo, que fue una prolongación de Mariano, pues había ha bía sido su confidente y participaba de sus ideas. En 1812, y aún años después, Manuel Moreno no tuvo la menor sospecha de que la revolución de Mayo era una gesta emancipadora, y siguió creyendo que fuese nada más que un motín doméstico contra el Virrey Cisneros, solamente porque su autori-
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dad había caducado al haberse disuelto en España, a raíz de la invasión napoleónica, la Junta Central que lo nombró. Según Manuel Moreno, reflejando las ideas de Mariano, la revolución se hizo porque era intolerable que las "colonias" (siempre brota bajo su pluma la abominable palabra) fuesen gobernadas por quien carecía de poderes. "Es indudable — dice dice — que que la Junta Provincial de Sevilla no tenía derecho alguno para arrogarse exclusivamente la representación tación del Monarca cautivo..."( cautivo..."( '). "Jamás ha dado la América un motivo fundado de poner en cuestión su fidelidad ejemplar hacia la Madre Patria..." ( 2). "No ha habido país alguno en toda la América española en que no se haya jurado a Fernando VII con los mayores trasportes de entusiasmo y en Buenos Aires se hizo a mediados de agosto de 1808, contra las miras de los mandatarios europeos que maliciosamente detuvieron hasta entonces ¡a ceremonia." ( 3). La expresión "contra las miras de los mandatarios europeos" (el Virrey Liniers) quiere dar a entender que si Buenos Aires hubiera podido actuar libremente habría jurado a Fernando VII mucho antes de esa fecha. "¿Quién debería entretanto gobernar las Provincias de América a nombre del cautivo Monarca? ¿Cuál era el derecho que tenía Cisneros para retener un mando que en sí no era otra cosa que una delegación de la Junta Central ya extinguida?" ( 4). "Con todo, la sombra de independencia, que tanta inquietud ha causado al gabinete de Madrid y después al de Sevilla y Cádiz, jugada astutamente por los contrarios de los criollos, alarmó el ánimo de la Junta Central..." ( 5). Es decir: lo ocurrido el 25 de mayo y todo lo que vino des(1) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, etc., pág.176. (2) Ibíd., pág. 177. (3) Ibíd., pág 178. (4) Ibíd., pág. 187. (5) Ibíd., pág. 181.
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pues, no significaba significab a que los criollos tuviesen la más "mínima intención de independizarse. ¡Era apenas una sombra...! Y si a algún criollo se le ha ocurrido semejante insensatez, no esperé encontrar un defensor en Manuel Moreno. "No es mi intención — dice dice — hacer hacer la apología de los acontecimientos de las colonias españolas, ni vindicar la conducta de los pueblos que han tratado de sustraerse a la dependencia de la Madre Patria o re formar su constitución" cons titución" ( 1 ). Y más allá, explicando por qué escribe su obra, añade: "Yo no he podido dejar de afligirme con el temor de que se le considerase considerase [a su hermano] agente de la rebelión" (2). En resumen, res umen, la revolución re volución fue para p ara Manuel M anuel Moreno, que era er a la prolongación prolongació n del procer, eso que se dice en los tribunales: una excepción de falta de personería. Había que establecer quién gobernaba el Río de la Plata "entretanto volvía del cautiverio Fernando VII". Pero no se le ocurría discutir los derechos de éste; y se indignaba de las intrigas de "los contrarios de los criollos" que para asustar a la Junta Central, habían hecho jugar "una sombra de independencia"; y se horrorizaba de que alguien pudiera imaginarse que su ilustre hermano fuese un "agente de la rebelión" y hubiese intentado sugerir a los criollos ideas de emanciparse. Ideas que, por lo que q ue se ve, él no tenía, ni l as tuvo su hermano. herma no. Mucho mejor mejo r que Mariano y que Manuel M anuel vio Cisneros desde d esde los primeros días día s lo que palpitaba palpit aba en las entrañas entra ñas de la Revolució Revo lución. n. "Confieso a V. M. — dice dice en su informe al Rey — , equivoqué eq uivoqué mi anterior concepto, que había fundado en las repetidas seguridades que me tenían hechas los Comandantes, especialmente Saavedra... que sostendrían mi autoridad... Tan escandaloso atentado, cuyo objeto es el de una absoluta independencia de estas Américas..." (22 de junio de 1810) ( 3 ). (!) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, etc., pag. 128. ( 32 ) Ibíd., pág. Ibíd., pág. 196. ( ) Registro Oficial de la República Argentina, t. I, pág. 41.
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No, Mariano Moreno ni quiso la Revolución, ni llegó a comprenderla. Cuando Mariano Moreno abandonó las páginas de la historia española en que había trabajado contra nuestra independencia y entró en las de la historia argentina, la Revolución ya estaba consumada. Mitre dice que "al empezar el año 1810 la revolución argentina estaba consumada en la esencia de las cosas, en la conciencia de los hombres y en las tendencias irresistibles de la opinión, que hacían converger las fuerzas sociales hacia un objetivo objeti vo determinado determinado"" ( 1 ). Iban a comenzar las campañas guerreras; y él ni siquiera tuvo tiempo de presenciar las hazañas de nuestros ejércitos, pues se separó del gobierno y murió antes de ellas. La victoria de Suipacha, en el Alto Perú (7 de noviembre de 1810) — la la única de que alcanzó noticias — , no es su obra, aunque su hermano pretende atribuírsela, como organizador del ejército. Mientras Saavedra y Belgrano, como lo hizo más tarde San Martín con visión estratégica, comprendieron la necesidad de herir al poderío español en sus puntos vitales y lejanos (Alto Perú, Chile, Lima) el doctor Moreno — refiérenos refiérenos su biógrafo — "fue de opinión que las tropas de Buenos Aires debían ceñirse a cubrir nuestros pueblos, y que la agresión intentada contra el territorio de jurisdicción diferente ni era justa, ni bien meditada" ( 2 ). Por fortuna para la independencia de Sud-América, Sud-A mérica, tan estrechísima idea no fue tenida en cuenta y se confió la organización del ejército a Azcuénaga y se despachó la Expedición auxiliadora, que obtuvo su primera victoria en Suipacha, pero que fracasó cuando pudo trasponer el límite del Virreinato y penetrar en el Perú, por los tristes motivos que pronto veremos. También fue desechada otra idea suya, la de que Buenos Aires debía gobernar a todo el país sin intervención de los represen(1) MITRE , B , B ARTOL , Historia de Belgrano, t. I, pág. 250. MITRE ARTOLOM OMÉ É ( 2 ) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, etc., pág. 279.
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tantes de las provincias del interior, más allá del municipio de Buenos Aires. Esta concepción antidemocrática, que violaba lo resuelto y altamente pregonado, precipitó su caída. Se opuso obstinadamente a la incorporación de los diputados correctamente elegidos por las provincias, pero fue vencido en la votación y eliminado del gobierno. La Junta no se preocupó por su ausencia y siguió adelante, sin él. Que sus miembros no necesitaban de sus servicios lo demuestran los hechos. Así como la Revolución se había hecho sin Moreno o más bien contra las ideas de Moreno, la guerra de la independencia se hizo sin él y no se ganó con los dos artículos de la Gaceta que su hermano reproduce como suyos, sino en los campos de batalla, adonde él no se acercó nunca. Y la nación se constituyó también sin Moreno y contra sus planes totalitarios, pues en vez de un país unitario, gobernado desde Buenos Aires, sin participación de las provincias, tenemos una nación compuesta por estados federales. Moreno ha sido la más notoria expresión del liberalismo en una época profundamente católica y a dio se debe la devoción que sienten por él los historiadores liberales. Para ellos el fracasado localismo de Moreno, su sectarismo intolerante, que infestó el ejército de Castelli, no se consideran defectos, ni lo desprestigia su absoluta incapacidad para el gobierno. Todo se le perdona, porque fue una semilla de futuros libres pensadores. pensadores. Pero no se crea que todos sus delirios fueron estériles. Cuando la Expedición libertadora partió al mando de Balcarce, en lo militar, pero bajo la superintendencia de Castelli, que había presidido el fusilamiento de Liniers, Moreno quiso aprovechar el ejército para propagar sus doctrinas, insuflando a sus
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amigos íntimos que iban con las tropas, consejos y aforismos terroristas. Veamos de qué manera. Los pueblos del Alto Perú estaban más que maduros para la independencia. Un año antes que en Buenos Aires — según según ya dijimos — se habían alzado los criollos de Chuquisaca y La Paz contra los gobernantes españoles. La inútil crueldad con que el Virrey Cisneros, muy probablemente asesorado por Moreno y Leiva, castigó aquel comienzo de revolución, confirmó en ellos la aspiración a la independencia. El Alto Perú aguardaba, pues, con los brazos abiertos, a los ejércitos de Buenos Aires que vendrían a reforzar su rebelión. Pero las sanguinarias instrucciones de Moreno, autor del inicuo Plan de operaciones, que analizaremos en el capítulo XVI, conforme a las cuales procedió Castelli, verdadero procónsul, mataron las simpatías de los naturales del país, y concitaron el odio y la repulsión contra los "porteños", que entraban a sangre y fuego en poblaciones amigas, haciendo gala de una irreligiosidad cuyo recuerdo subleva todavía ahora a los descendientes de los que la sufrieron. Con extraordinaria rapidez, en muy pocos meses ocurrió este fenómeno: la demagogia impía y desenfrenada repugnó de tal modo a los criollos, que buscaron la defensa de su religión y de sus hogares incorporándose al ejército español del general Goyeneche y después al de Pezuela. "El ejército — dice dice Mitre — que por dos ocasiones había derrotado a los ejércitos argentinos, primeramente a las órdenes de Goyeneche y últimamente a las de Pezuela, y subyugado en ambas las Provincias del Alto Perú, estaba organizado con elementos puramente americanos, que tenían espíritu y cohesión”(1). ( 1 ) MITRE, BARTOLOMÉ, Histor Historia ia de San Martín Martín(2°edición), (2°edición), ParísBuenos Aires, t. I, pág. 226.
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Los soldados de Buenos Aires no encontraron más que encarnizados enemigos, en donde antes tuvieron fervientes partidarios. Suipacha y Aruhuma fueron en esa campaña, las únicas victorias, de los argentinos la primera y de los cochabambinos plegagos a nuestra causa la segunda. El gran ejército argentino tuvo que retirarse derrotado y maldecido del país en donde entrara vencedor y aclamado. Esto es más humillante, porque la victoria de Suipacha, si bien de poca importancia como acción de guerra, tuvo una enorme influencia política y en su momento pareció haber afianzado definitivamente nuestras armas en el Alto Perú. Empero la torpeza de aquellos enviados nuestros desencadenó casi en seguida, una insurrección general, la que condujo al ejército a la bochornosa y nunca más remediada derrota de Huaqui o Desaguadero. "La derrota de Huaqui — dice dice Alberdi — — fue debida al dio despertado en esos pueblos por la mala conducta de los libertador liberta dores" es" (J). Trataremos este punto en un próximo capítulo, donde se esta blecerá claramente lo que la Argentina actual debe a las ideas de la Revolución francesa, que propugnaban los buenos amigos de Moreno en aquel entonces, conduciéndonos al desastre, como siguen sus buenos amigos de hoy sosteniendo el misino absurdo para llevarnos a peores derrotas, materiales materiales y espirituales.
(1) ALBERDI, JUAN B., Belgrano y sus historiadores (Buenos Aires, Imp. Monkes, 1897), pág. 230.
CAPITULO IX EL BAUTISMO DE SANGRE "Enhorabuena que al Dr. Moreno no se le conceda el atributo de la clemencia" (1) — dice dice casi con orgullo el primer biógrafo del procer, anticipándose a defenderlo contra la inculpación de sanguinario que podría hacerle la posteridad. En esto se engañó: la posteridad no le ha hecho cargos, sino elogios. Los que denunciaron su psicosis sanguinaria fueron los hombres de su tiempo, sus contemporáneos, que lo conocieron de cerca. Su biógrafo no rechaza la imputación, por el contrario la acepta con cierta jactancia y se limita a explicarla por eso que llaman razón de estado, que ha servido a los déspotas de toda época para justificar los más horrendos crímenes. No tenía el doctor Moreno el atributo de la clemencia para los demás, pero la reclamaba para sí, cuando se veía en trance de ser juzgado. Léanse las últimas palabras de su disertación ante los profesores de la Universidad de Chuquisaca, en 1802, al graduarse de doctor en derecho, y se verá a qué extremos llegaba en su propio interés quien se jactaba de carecer de aquel nobilísimo atributo. Palabras tan melosas y suplicantes mejor quedarían en labios de una colegiala tímida, delante de la mesa examinadora, que en los de un muchacho de 23 años, sobre cuya descomunal energía se hacen lenguas sus turiferarios. (1) Vida y Memorias del Dr. Dn. Mariano Moreno, etc., pág. 259.
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"Notorios males, — dice dice al impetrar misericordia, aludiendo a una reciente enfermedad que acababa de sufrir- han arruinado en mi los escasos conocimientos que había adquirido y en mucho tiempo estaré inhábil para mi reposición. Si con este triste recuerdo logro excitar hacia mi vuestra consideración, yo habría recogido de ellos un abundante fruto” (1)
Es decir: Aunque mi examen no os parezca bueno, os suplico que me aprobéis, y creáis que mis deficiencias se deben al haber estado enfermo. Los contemporáneos de Moreno, que nunca lo vieron en sitios de peligro y mucho mucho menos menos en los campos campos de batalla, batalla, conocieron, sin embargo, su pusilanimidad y sus odios. "El miedo engendra el odio", dice Tertuliano. El teniente inglés Ramsey, mandaba la goleta “Misletoe”, que condujo a Moreno cuando abandonó Buenos Aires, hasta embarcarlo en la fragata mercante "La Fama", a bordo de la cual murió. El teniente Ramsey escribe el 17 de enero de 1811 al Almirante Courey, comunicándole las últimas noticias del Rio de la Plata, cuya política interna siempre ha interesado grandemente a los ingleses, y al darle cuenta de los recientes cambios de gobierno, le explica: "El Dr. Mariano Moreno era jefe de una fracción que profesa los principios de Robespierre y a él se debe la muerte de Linier”"(2). Don Cornelio de Saavedra, en carta a don Feliciano Chiclana, enviado por la Junta a regir los asuntos de Potosí, le comunica la caída de Moreno, a raíz de la incorporación de los diputados de las provincias, que Moreno pretendió resistir con el absurdo y antidemocrático empeño de que Buenos Aires gobernase a todo
(!) Colección de arengas en el foro, etc., pág. etc., pág. 19. ( 2 ) Anexo 8 del Despacho del Marqués de Wellesley, Wellesley, 4 de marzo de 1811. Estado: América en general. Legajo 2. (19 ) en el Archivo de Sevilla
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el Virreinato. A las provincias había que pedirles su sangre y su dinero, mas no su opinión! En esa carta, Saavedra refiere a Chiclana: "El sistema robespierrano que se quería implantar en ésta, a imitación de la revolución francesa que intentaba tener por modelo, gracias a Dios que ha desaparecido". Esta denuncia de la extraviada ocurrencia de inyectar en la revolución de Mayo el sanguinario espíritu jacobino, repugnante por exótico y perverso, coincide exactamente con lo que asevera el teniente Ramsey. Y porque Chiclana podía tener informaciones erróneas sobre los motivos que hicieron salir de la Junta a Mariano Moreno, Saavedra se apresura a darle detalles. "Este hombre de baja esfera, revolucionario por temperamento, soberbio y helado hasta el extremo, se figuró que la benevolencia que el pueblo me manifestaba, era sólo debida a él, y entró en celos y recelos; para esto su lengua maldiciente y alma intrigante empezó a buscar medios de indisponer los ánimos de algunos en la Junta y poco a poco fue ganando terreno. Él era el que vociferaba lo que se decía en la Junta y me lo atribuía; él no me nombraba sino por la segunda parte de Liniers y su mira es que lo sea en todo; él finalmente valiéndose del brindis del borrachón del cuartel la noche que nos convidaron en celebridad de nuestras armas y de un obsequio que le hicieron a Saturnina de una corona de dulce que guarnecía una de las fuentes y ella me la pasó a mí y yo se la devolví, armó el alboroto de mi pretendida coronación y proclamación en el Cuartel y en la noche del día 5 de diciembre trató se me prendiese y aún se me asesinase y si no se hizo fue porque no halló apoyo en ninguno. Entonces fue que salió con el reglamento de la Gazeta del día 8 (1), que habrás visto, y yo accedí para hacerles ver su ligereza y el inicuo modo de pensar. "En efecto, conseguí lo que me propuse. El pueblo todo (el
(1) Es el decreto del 6 de diciembre de 1810.
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sensato digo) elogió mi modo de pensar y ha mirado con execración a este demonio del infierno. "De aquí resultó la incorporación de los Diputados de las Ciudades interiores, y por conocer se le acababa el preponderante influjo que tenía en la Junta, hizo dimisión de su cargo. Yo fui el primero en no admitirla y entonces me llamó aparte y me pidió por favor se le mandase de Diputado a Londres: L ondres: se lo ofrecí bajo mi palabra; lo conseguí de todos: se le han asignado 8.000 pesos al año mientras esté allí, se le han dado 20.000 pesos para que lleve para gastos; se le ha concedido el llevar a su hermano y a Guido, tan buenos como él, con dos años adelantados de sueldo y 500 pesos de sobresueldo, en fin, cuanto me ha pedido tanto le he servido, y el pago ha sido hacer un partido en mi contra, concitar a French, Beruti, y éstos actualmente a algunos alcaldes de barrio, para qué sé yo qué ideas, todas terminadas a que se me separe de la Comandancia de Armas... Yo me río de todos ellos, porque sé que sería otra tan bien gobernada como la del 1° de enero de 1809... "Matheu es uno de los secuaces de este bárbaro por lo cruel y sanguinario..." ( 1). Esta carta de Saavedra es el más puntual retrato que se haya hecho de Mariano Moreno, y alumbra crudamente muchos rincones oscuros de su biografía. El secretario de la Segunda Junta, que hurtó el cuerpo en las invasiones inglesas, y se arrinconó en la noche del cabildo abierto, pretendió intimidar con el asesinato y el terror. Y aunque los demagogos lo presentan como una encarnación de la democracia, fue todo lo contrario de un verdadero demócrata. Su irritada oposición contra los diputados de las provincias, es el gesto más antidemocrático que ofrezca nuestra historia en aquellos (1) Cit. por LEVENE, R ICARDO ICARDO, La Revolución de Mayo y Mariano Moreno, Buenos Aires, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, 1921, t. II, pág. 501.
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años. Al lado de esa violenta aspiración al despotismo, los fraudes electorales que ahora nos escandalizan, son pecadillos veniales. Nada más contrario al espíritu criollo, siempre hostil a toda infiltración de métodos políticos extranjeros, que el pretender implantar en el Río de la Plata los procedimientos de la Revolución francesa. Fue providencial para la joven patria el que Moreno no tuviera garra política con que realizar sus delirios. Las pocas veces que escribió alguna cosa pregonó con palabras campanudas amor a la' libertad de pensamiento y de imprenta, pero trató de aniquilar sin juicio previo a quien osara hablar o escribir, o siquiera pensar de otro modo que el suyo. A la manera de aquellos tartufos de la libertad, a quienes la historia conoce con el nombre de Girondinos, contradecía en los hechos sus soflamas habladas o escritas. "Todo hombre — proclamaban los Girondinos en su Declaración de Derechos — , es ubre de manifestar su pensamiento y sus opinion opiniones" es".. Pero en su proyecto de Constitución castigaban con pena de muerte a quienquiera se atreviese a discutir por la prensa o de palabra los actos actos de gobierno gobierno ( 1). El fusilamiento de Liniers y de sus cuatro desventurados cama-radas es clara muestra de ello. Liniers no fue más culpable que el propio Moreno, que el 19 de enero de 1809 se alió con Álzaga y aceptó el ser secretario de una Junta encaminada a voltear al Virrey Liniers, a quien sospechaban como favorable a la emancipación del Río de la Plata. En estricta justicia, era cien veces peor la culpa del nativo que se oponía a la libertad de su país, que la del infortunado francés que permanecía fiel al Rey de España a quien había servido tantos años.
(1) BIRÉ, E., La Légende des Girondins, (París, Víctor Palmé, 1881), pág. 253
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Liniers fue fusilado y Moreno tiene estatuas. No toda la responsabili responsabilidad dad de este absurdo crimen debe recaer sobre Moreno, pues se repartirá siempre entre Saavedra y los demás miembros de la Junta, que carecieron de energía para contener a quien habiendo sido tan avaro de su propia sangre en los campos de batalla, se mostraba mostraba tan generoso generoso de la sangre sangre ajena en el cadalso. cadalso. Si Saavedra apareciera como único responsable del fusilamiento de Liniers, es seguro que hoy la mayoría de nuestros historiadores abominarían de la más repugnante iniquidad de la historia argentina. Pero como se sabe que fue una de las pocas resoluciones de la Junta inspirada por Moreno, discurren mil sofismas para acallar la humana repulsión y convertir ese horror en un motivo de encomio, por la tremenda tremenda energía que allí allí descubren. descubren. Es falso que para salvar la Revolución fuera necesario sacrificar al vencedor de los ingleses, una de las más puras glorias argentinas. Habría bastado asegurar su persona. Liniers, a quien Moreno (según antes demostramos), por cuenta del Cabildo había acusado de criollismo en notas al rey, era menos peligroso pelig roso para la Revoluc Revolución ión que que Álzaga Álzaga,, acérrimo acérrimo reali realista. sta. Y sin embargo Álzaga conservó su libertad y sus bienes y pudo seguir conspirando en el propio Buenos Aires. ¡NO! Liniers no fue sacrificado por la salud de la nueva patria. La verdad histórica hay que descubrirla y denunciarla: Liniers fue entregado por pusilanimidad de los otros miembros de la Junta a la venganza de Moreno que lo odiaba, con un encono que no sació ni siquiera la muerte, y del qué hacen fe los dos libros de Manuel Moreno, quien se encarniza con esa ilustre figura y habla de "su corrupción", "su prodigalidad", "su necia intrepidez", "sus vicios" y "la execración que le han merecido sus manejos públi públicos". cos". Si no totalmente falsas, estas imputaciones son sobremanera exageradas y demuestran una persistente aversión, no satisfecha ni con la matanza de Cabeza del Tigre, lugar donde lo fusilaron.
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La orden de sacrificar a Liniers fue una disposición que obtuvo Moreno de la complacencia inexcusable de Saavedra y sus colegas. La sentencia de muerte lleva fecha del 28 de julio de 1810 y manda "arcabucear" a don Santiago de Liniers, a don Juan Gutiérrez de la Concha, al Obispo de Córdoba, monseñor Orellana, al doctor don Victorino Rodríguez, al coronel don Santiago Alejo de Allende y a don Joaquín Moreno. Documento monstruoso que no dice por qué crimen se inmola a aquellos hom bres, ni siquier siquieraa aduce el más liviano pretexto. pretexto. Unas pocas líneas ampulosas, en el estilo falaz de los terroristas, una invocación hipócrita a "los sagrados derechos del Rey..."y nada más. ¡Los sagrados derechos del Rey! En la Representación de los Hacendados hay frases parecidas. Moreno no abandona jamás esta prosa bombástica y servilona. Se comprende que los historiadores, empeñados en hinchar su gloria, hayan evitado el publicar la pieza, a fin de esconder su falta de fundamento jurídico, apenas paliada con los lugares comunes de la literatura jacobina. Reproduzcámosla aquí. Es realmente el estilo de aquél, que simultáneamente simultáneam ente y con la misma pluma escribía informes al Rey, acusando al Virrey Liniers por cuenta del Cabildo, y notas al mismo Rey acusando al Cabildo por cuenta de los Oidores ( 1). Lo triste para el alma argentina es ver al pie de ella las firmas ilustres de Saavedra y de Belgrano. "Los sagrados derechos del Rey y de la Patria, — reza reza el escrito — , han armado el brazo de la justicia y esta Junta ha fulminado sentencia contra los conspiradores de Córdoba, acusados por la notoriedad de sus delitos y condenados por el voto general de todos los buenos. "La Junta manda que sean arcabuceados Dn. Santiago de Liniers, Dn. Juan Gutiérrez de la Concha, y el Obispo de Córdo-
(1)Vida y memoria del Dr. Dn. Mariano Moreno (Londres, 1812) pág. 107.
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ba. Dn. Victorino Rodríguez, el Coronel Allende y el Oficial Real Dn. Joaquín Moreno. En el momento en que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cuales fuesen las circunstancias se ejecutará esta resolución, sin dar lugar a minutos que proporcionaren ruegos y relaciones capaces de comprometer el cumplimiento de esta orden y el honor de V. S. “Este escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo sistema y una lección para los jefes del Perú, que se abandonan a mil excesos por la esperanza de la impunidad y es al mismo tiempo la prueba fundamental de la utilidad y energía con que llena esa expedición los importantes objetos a que se destina. “Dios guarde a V. S. muchos años. Buenos Aires 28 de Julio de 1810 Cornelio de Saavedra, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Domingo Matheu, Juan Larrea, Juan José Paso, Mariano Moreno. "A la Junta de Comisión de la Expedición a las Provincias .
interiores” (1).
Los así condenados, sin ley, sin culpa, sin proceso, no eran conspiradores, ni rebeldes; y uno de ellos, que en su desgracia envolvió a todos, había caído del poder en 1809 por su adhesión a la causa de la emancipación, que en aquel año combatía uno de los firmantes de su sentencia de muerte. ¿Qué habría costado atraer a Liniers si precisamente se le había derrocado antes y proscrito porque se le debía partidario de la independencia? No eran ni rebeldes, rebeldes, ni ni conspiradores, conspiradores, sino fugitivos, fugitivos, a quienes quienes su mala estrella hizo caer en manos de la patrulla que desprendió Ocampo en su persecución. Una vez que los tuvieron presos, Ocampo, el jefe militar y Vieytes el auditor, suspendieron la ejecución y escribieron a Buenos Aires haciendo valer ante la Junta razones, para no fusilarlos; (1) ROSA A LEJANDRO RO , Meda ROSA A LEJAND , Medallas llas y Moneda Monedass de la Repú Repúblic blicaa Argen Argentina tina
Aires, Imprenta M. Biedma, 1898), págs. 34 y 35. 35.
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razones no solo de justicia y de humanidad, sino de la política. El frenesí que se apoderó de Moreno al recibir estas comunicaciones comunicaciones está patente en una carta nunca citada por los historiadores, y que se conserva entre los manuscritos de la Biblioteca Nacional, en copia autenticada por don Juan María Gutiérrez, fervoroso liberal y como tal morenista, que tuvo en su mano el original. A pesar de que contiene un término de una grosería inaudita, vale la pena reproducir el documento, aun a riesgo de escandalizar el pudor de algún fariseo melindroso. La carta es a don Feliciano Chiclana, que formaba parte de la expedición al interior, y está fechada en Buenos Aires a 17 de agosto de 1810. Empieza con un latinajo sarcástico contra el jefe de la expedición. Encuentra ridículo, como el ratón que parieron las montañas, el que toda una expedición de 1.000 hombres armados no haya hecho más qué tomar prisioneros, sin matar a nadie todavía El discípulo de Robespierre está impaciente porque se derrame sangre ajena. "Amigo del alma: parturient montes, nascetur ridiculas mus. Después de tantas ofertas de energía y firmeza pillaron nuestros hombres a los malvados, pero respetaron sus galones y c... ( 1) ni las estrechísimas órdenes de la Junta, nos los remiten presos a esta ciudad. No puede Vd. figurarse el compromiso en que nos han puesto y si la fortuna no nos ayuda, veo vacilante nuestra fortuna por este solo hecho. “Con qué confianza encargaremos obras grandes a hombres que se asustan de su ejecución?... ( 2 ). A toda prisa la Junta despachó a Castelli, cuyo temperamento era a propósito para interpretar a Mariano Moreno. Castelli no se (1) Ensuciándose… letras de la Ensuciándose… Pero lo escribe con todas las letras
torpísima, torpís ima, que no osamos osamos transcribir transcribir aquí. aquí. .
(2) Biblioteca Nacional, Nacional, Sección Manuscritos, Documento N 9 5154.
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hizo rogar, y ya veremos cómo cumplió no solamente en esa oportunidad, sino después en Potosí, las instrucciones despiadadas de Moreno. El 26 de agosto de 1810, cerca de la posta llamada Cabeza del Tigre, en la provincia de Córdoba, Castelli, encontró la patrulla que conducía a los prisioneros hacia Buenos Aires. Inmediatamente les comunicó que debían prepararse para morir. El Obispo Orellana, preso con ellos por la misma culpa, pero indultado por temor a que el sacrilegio de su ejecución sublevara al pueblo, impartió los auxilios espirituales a sus desgraciados compañeros. Tres horas después caían bajo el plomo de soldados a quienes Liniers había conducido a la victoria, en memorables batallas batal las que que enaltec enaltecen en la hist historia oria argen argentina. tina. En el lugar de la tragedia, donde se dio sepultura a los muertos, una mano desconocida fijó un cartel con los nombres de las cinco víctimas dispuestos en acróstico, que formaba la palabra Clamor: C oncha L iniers A llende M oreno O rellana R odríguez Los panegiristas de Moreno que llaman a este asesinato "el bautismo bautismo de sangre de la revolución" revolución" son los mismos — ¡oh ¡oh contradicción! — — , que se felicitan y nos felicitan a todos porque la revolución del 25 de Mayo fuera f uera incruenta, es decir, una revolución no hecha por soldados belicosos, sino por inofensivos votantes. "Esta tragedia — dice dice el historiador José Manuel Estrada — , puso sangre en la bandera revolucionaria ¿y por qué velar mi pensamiento? sangre inútil y cruelmente derramada... Una vez muerto Liniers, su pacífica mansión en Alta Gracia f ue atronada por el alboroto más inmoral, porque los turbulentos agentes de la
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revolución, no satisfechos con secuestrar sus propiedades, insultaron su santo hogar y sus hijos lloraron de hambre como los hijos de Belisario" (1)Castelli había empezado a cumplir los planes terroristas de Moreno, cuyos amargos frutos para la patria veremos pronto.
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(') ESTRADA, J. M., Lec Leccion ciones es sobr sobree la Hist Historia oria de la Rep Repúbli ública ca Argentina, Argentin a, t. II pág. 13. Cit. VICENTE GAMBÓN en lecciones de Historia Argentin Arge ntina, a, Buenos Aires, Ángel Estrada y Cía., t. I, p. 15, nota.
LAS 9 HAZA 9 HAZA AS QUE REALIZ
CAPITULO X LAS 9 HAZAÑAS HAZ AÑAS QUE REALIZÓ Se le atribuyen tres menos que a Hércules, lo cual parece lógico pues éste era un semidiós de veras. Vamos a examinarlas, según los pormenores que nos trasmite prolijamente la biografía escrita por su hermano. Hemos agregado solamente la presunta fundación de la democracia argentina, que allí no figura, ignoramos la causa. Podemos imaginarnos que el biógrafo no tenía gran devoción por ella. Parece evidente que la primordial obligación de un secretario fuese la de organizar su secretaría; y ya hemos dicho a qué punto la descuidó Mariano Moreno, que no labró una sola acta de los centenares de sesiones de la Junta durante su gestión; negligencia irremediable, que ha hecho perder para nuestra historia una preciosa e insustituible documentación. No era, pues, de una actividad tan devoradora como nos cuen tan sus panegiristas. Su hermano, que a toda costa quiso crearle fama de escritor, se ha visto en figurillas para llenar un librejo de 266 páginas, titulado pomposamente Colección de Arengas en el Foro y escritos del Dr. Dn. Mariano Moreno, sin una sola arenga; y aunque arrambló con todo y metió allí hasta la tesis doctoral y el alegato frondosísimo de un trivial y despiadado juicio de desalojo, no pueden compararse esos escritos a los de otros personajes como Belgrano, como San Martín, como el General Paz, que a pesar de no haber sido papelistas, sipo soldados, aparte de lo que realizaron con la espada, nos han dejado voluminosas obras de su pluma, memorias o correspondencias interesantes y útiles.
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Pero si lo escrito por este procer es insignificante, ¿puede afirmarse que su labor de estadista le haya merecido el lugar que han asignado? Para darnos la ilusión de su tremenda actividad, han debido despojar a los otros miembros de la Junta de todo talento, de todo patriotismo, de toda iniciativa y atribuir a Moreno cuanto allí se pensó y realizó. realizó. Si fuéramos a creerles, allí hubo ocho cabezas huecas, incapa ces de un pensamiento propio, ocho títeres movidos por aquel inconmensurable genio. En concreto, su primer biógrafo que es el que mejor lo conoció atribuye las siguientes hazañas: 19Haber organizado el ejército. 29Haber echado al último Virrey. 3°Haber desalojado a un inquilino de un conventillo. 4°Haber fundado la Gaceta. 5°Haber habilitado el puerto de la Ensenada. 6°Haber habilitado el puerto de Río Negro... ¡para el tráfico de esclavos! 7°Haber proyectado la fundación de un club, "que no llegó a formalizarse y que se disolvió" (!) ( 1 ). 89Haber fundado la Biblioteca Pública. 9°Haber fundado la democracia argentina (de esto no habla el biógrafo). biógrafo). Lo demás que se dice: que era un genio, que era el alma de la Junta, que era un fogoso tribuno, etc., son clamores sin más sustancia que la que podría extraerse de esos nueve puntos, si fueran verdad.
1° Que organizó las fuerzas armadas. A esto se debe el que llevara su nombre uno de los más pode(1) Tomamos esta enumeración de la obra tantas veces titulada: Vida y Memorias etc., pág. 279. Y de allí lo han copiado los historiadores de la primera época, a quienes recopilaron los que vinieron después y así sucesiva-
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rosos acorazados que tuvo en cierta época la escuadra argentina. ¿Pero de dónde ha salido este infundio? ¿En qué documentos reposa? ¿Qué decreto de la Junta lo autoriza, aunque en algún documento se le llamara Secretario de Gobierno y de Guerra? De las doscientas resoluciones, órdenes, notas, proclamas, circulares, etc. emanadas del gobierno patriota en los últimos siete meses del primer año de 1810 (los únicos en que él pudo actuar), unas aparecen con las firmas de todos los miembros de la Junta, otras con la del Presidente y un Secretario, otras con la de un Secretario solo y se refieren a todo género de asuntos, los más dispares, desde las graves instrucciones para la expedición militar al interior del país, hasta la destitución de la Abadesa de las monjas capuchinas. Sólo son veintisiete las que tienen relación con asuntos militares, y de éstas apenas seis llevan la firma de Moreno, que, como Secretario, comunica una resolución del superior. En siete de esas actuaciones se encomiendan misiones de carácter militar a algún miembro de la Junta. Se designa a Azcuénaga, a Vieytes, a Belgrano, a Castelli, considerándolos cons iderándolos más capacitados para tratar tratar asuntos militares. Jamás se menciona a Moreno, señal de que esos temas no eran ni de su competencia, ni de su gusto, y que sus funciones como Secretario de los asuntos, de la guerra fueron exclusivamente burocráticas, para redactar los papeles, para poner poner los sellos y nada nada más. más. Insistimos en este detalle de que en las resoluciones militares jamás se le nombra, porque cuando en notas de otra especie ha llegado a nombrársele, sus panegiristas han hecho de esa mención una prueba de que la iniciativa pertenecía al procer y no a la Junta. Es decir, cuando se le nombra — muy muy rara vez — para cualquier cosa en el texto de alguna resolución, gritan que es el autor de la iniciativa; y cuando no se le nombra, y se menciona en cambio a otros miembros, siguen gritando que es también el autor de esas otras iniciativas, porque ¡era el alma de la Junta! ¡Y esto es escribir historia imparcial y con sentido crítico!
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En aquella proclama del 29 de mayo de 1810, en que la Junta reconoce a los Cuerpos militares de Buenos Aires como los únicos autores de la revolución, se nombra cuatro veces al vocal coronel don Miguel de Azcuénaga, y se le encomiendan los asuntos militares, y no se alude ninguna vez a Mariano Moreno. Lo cual significa que la organización del ejército estuvo desde el 29 de mayo de 1810 en manos de Azcuénaga y posteriormente de Belgrano y de Vieytes. Su contacto con el ejército fue absolutamente nulo. En el Buenos Aires de entonces, todas las personas de alguna Importancia eran perfectamente conocidas. Pues bien, Moreno hacía seis meses que estaba en el gobierno v todavía era un desconocido en el cuartel de los Patricios, el principal cuerpo de tropas, a tal punto que la noche en que se /ó allí una fiesta celebrando la batalla de Suipacha, el cena no lo dejó entrar, porque no sabía quién fuese. lo cual prueba su ninguna relación con los asuntos del ejército. A él se le reservan misiones de carácter literario, como cuando se lo elige, en compañía de Belgrano y de Castelli bajo la dirección de Alberti, para redactar la Gazeta (2 de junio de 1810). Nada Na da má más. s. 2° Haber echado al último Virrey. Que echó al último Virrey de Buenos Aires y acabó con la dominación española. Pero cuándo realizó esta hazaña? Antes del 25 de Mayo él tuvo más intervención que el asistir al Cabildo Abierto (22 de Mayo) "por la majadería de Martín Rodríguez", según él mismo lo dijo. Después desapareció, temeroso "de que los godos lo ahorcaran" y se escondió hasta el anochecer del 25 de Mayo en que reapareció para incorporarse a la Junta. Pero a esa hora ya el Virrey había abdicado, bajo la imposición de los militares. Noticia que le llegó porque se la contaron
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de modo que se presentó cuando ya no había nada que temer : de los "godos". En cuanto a la dominación española en Sudamérica, tampoco terminó por obra suya, sino después de la batalla de Ayacucho ganada por Sucre en 9 de diciembre de 1824. Ya hacía más de trece años que Moreno había muerto. 3° H aber aber echado a un i nqui li no de cierto conventil lo.
Bueno, esto es más fácil que echar a un Virrey. Habría sido una verdadera hazaña en los tiempos actuales, bajo nuestra ley de alquileres, mas no era difícil en aquéllos en que él vivía, sobre todo si el ilustre abogado patrocinaba al rico contra el pobre. Como ocurrió en realidad. Para lograr este triunfo, del cual dimos pormenores en el capítulo IV, Moreno escribió más de 50 páginas llenas de erudición, que su hermano ha coleccionado con no poco orgullo en su libro Arengas en el foro, etc. Sin embargo nos parece que este episodio curialesco no enaltece mucho al futuro fundador de la democracia argentina. Si las cosas hubieran pasado al revés y él hubiera sido abogado del pobre contra el rico, esta hazaña ya habría sido repicada por los panegiristas, que ahora la olvidan. Pero siendo auténtica, como lo demuestra el escrito recopilado, no hay por qué desperdiciarla. . 4 H aber aber f un dado la Gazeta Gazeta 9
Por su importancia dedicamos a este zarandeado asunto un ca pítulo aparte, donde probamos que no es verdad. 9
5 H aber aber h abili tado el el Puer to de la En senada. senada.
El biógrafo atribuye a Moreno haber habilitado el puerto de la Ensenada. ¿En qué se funda? En que la comunicación de la Orden de la Junta, del 12 de octubre de 1810 (disponiend o que los buques que no puedan entrar al canal de balizas, se sitúen en el puerto
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de la Ensenada para cargar y descargar), lleva esta firma: Dr. Mariano Moreno, Moreno, secretario. secretario. No advierte que arriba dice: "Orden de la Junta", y en el texto se lee: "ha resuelto la Junta..." Era indispensable que el secretario comunicase las resoluciones de la Junta, pero eso no quiere decir que lo resuelto fuese obra suya. En la Gazeta del 6 de noviembre n oviembre de 1810 (1) hay otra Orden le la Junta , disponiendo franquicias para los que quieran instalar hornos de ladrillos en la Ensenada. Esta comunicación está firmada por el otro secretario, Paso. A nadie se le ha ocurrido atribuirle a Paso iniciativa. iniciativa. El estilo es el de todas las notas: "deseando la Junta, etc." 9 . 6 H aber habi li tado el puert o de Rí o Negro
Como el fraterno biógrafo escribía en Londres, y para personas que no tenían la menor idea de nuestra geografía, podía, tal ta l vez, asombrarlas con esta noticia. Pero nosotros n osotros que sabemos la distancia a que está de Buenos Aires Carmen de Patagones, que es el puerto que se dice habilitado por el procer, podemos calcular la importancia económica que tuvo el hecho en aquella época. Y mucho más que, según lo refiere el biógrafo, fuese habilitado "ara el tráfico de esclavos...! "Por primera vez — agrega agrega el biógrafo — , este hermoso puerto ha obtenido la atención del gobierno y empieza a figurar en la escala de los lugares que el negociante debe frecuentar o co nocer” (2 ). 'El negociante", es decir, el infame traficante que realizaba en aquellos años el negocio de importar negros. Afortunadamente, Afortunada mente, el opósito d el "numen" murió muri ó con él. 7° H aber pr oyectado oyectado l a fu ndaci ón de un cl ub.
( 1 ) Gazeta de Buenos Aires (Extraordinaria), 6 de noviembre de 1810, pág 6 (2) Vida y Memorias ¿leí Dr. Dn. Mariano Moreno, pág. 291.
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"Como el célebre Burke — refiere refiere el biógrafo — el el Dr. Moreno estableció un club en Buenos Aires... pero no llegó a formalizarse hasta el punto en que debía quedar; y su disolución fue una consecuencia de la ausencia del fundador" ('). ¡Y que un libro lleno de estas nimiedades y despropósitos haya sido el único abrevadero de nuestros historiadores en puntos principalísimos! Pero hay que inflar su figura y para ello se recoge luego todo lo que se halla a mano, aunque no sea verdad ni tenga relación con él. 8° Haber fundado la Biblioteca Pública. Esto es asunto que merece capítulo aparte y se lo dedicaremos a su tiempo. 9° Haber fundado la democracia argentina . Hemos de tratar el punto en el capítulo XI. Aquí terminan las hazañas concretas atribuidas al procer; y uno queda atónito al ver que con este insignificante material se haya construido tan descomunal estatua. En la historia de todos los países, alguna vez se han colado inexplicables infundios; pero no creemos que exista ejemplo de una complacencia equivalente a la de nuestros historiadores, que han aceptado estas menudencias referidas por su hermano como una cosa seria.
(1) Vida y memorias, etc., pág etc., pág.. 278. 278.
CAPÍTULO XI EL FUNDADOR DE LA DEMOCRACIA ARGENTINA Uno de esos personajes enfáticos, que tienen difícil el verbo, pero fácil la verba, díjonos cierto día: — Y bien, supongamos que Mariano Moreno no haya realizado nada en concreto. Pero fundó la democracia argentina y eso basta para justificar su inmensa gloria y la gratitud de las generaciones hasta el fin de los siglos... Cuando le interrogamos en qué circunstancias había ocurrido esa fundación, se enredó enredó en su habitual habitual palabrería, echó echó una perorata, "miró al soslayo, soslayo, fuese y no hubo hubo nada..." A la afirmación rotunda, pero vacía de que Moreno fundó la democracia argentina, tratemos de aplicarle un poco de buen sentido crítico, para ver qué sustancia contiene. Como esos advenedizos afortunados, que un día sienten el antojo de crearse antepasados ilustres y se inventan una genealogía, así los demagogos y sus "compañeros de ruta" repugnando las vigorosas y nítidas figuras de Saavedra, Belgrano, San Martín, que tienen (para ellos) la tacha imperdonable de ser militares y católicos, se han abrazado a la estatua de Moreno, Moreno, a pesar de que éste no puede ser su su abuelo por ninguna ninguna rama de tan complicado complicado árbol árbol genealógico. genealógico. Aprincipios del año 1940, en un colegio nacional de la Capital Federal, se inauguró pomposamente una placa de gran tamaño, donde, a vueltas de las consabidas juncianas, se afirma en letras gordas que el patrono del establecimiento "Fundó la democracia argentina".
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En qué apuros pondríamos al que redactó la inscripción si le pidiésemos la fecha y el lugar y algún dato preciso sobre esta fundación. Mas por lo que pudiera suceder, averigüemos qué es democracia. Democracia, responden los técnicos, es el gobierno de una nación, ejercido por los representantes que el pueblo eligió para que gobiernen en su nombre. Así, pues, la elección de representantes del pueblo es lo característico de una democracia. De aquí, poco a poco ha llegado a hacerse sinónimo de democracia todo régimen electoral. Donde hay elección hay democracia. La libertad electoral encierra todas las libertades. La democracia es una religión y su iglesia el Congreso o Parlamento, donde se juntan los representantes elegidos por el pueblo, para manifestar concretamente su voluntad. Los representantes del pueblo, divididos divididos en sus sus opiniones opiniones por insalvables insalvables abismos abismos políticos y religiosos, están íntimamente asociados para hacer la felicidad del país, mediante mediante las leyes que el Parlamento Parlamento sancion sancione. e. ¿Por qué es tan sacrosanta cosa una ley? Porque expresa la voluntad del pueblo. Se supone que la mitad más uno de los diputados que asisten a la sesión cuando se vota una ley representan, por lo menos, la mitad más uno de todos los electores del país. Y se supone asimismo que una cosa que satisface a la mitad más uno de todos los electores del país debe ser sagrada sagrada como un un dogma. Pues bien, la iniciativa argentina de este sistema que reconoce la absoluta soberanía del pueblo, dicen que pertenece a Mariano Moreno, según reza la placa mencionada. ¡Mariano Moreno fundó la democracia argentina! ¿Por qué, dónde, cuándo, cómo, en qué momento de su vida pública o privada se demostró demócrata, es decir, inclinado al pueblo y no no a la dictadura, dictadura, defensor del del pobre y no del rico? Quisiéramos saberlo. Enseñar al que no sabe es obra buena, pero que enseñe el que no sabe, ni quiere saber, es obra pésima.
Tatemos de averiguar nosotros en qué momento se demostró demócrata. -¿En los combates de las invasiones inglesas? No puede haber lo, porque él no asistió a ninguno de ellos: se limitó a llorar nido vio entrar a los invasores. ¿Llorar en la plaza pública a. 27 años, es democracia? -¿En la conspiración contra el Virrey Liniers del I 9 de enero 1809? Tampoco pudo ser, porque Moreno estuvo de parte de i. españoles, como secretario de la junta que presidió don Martín de Álzaga pertinaz realista y en contra de los argentinos, que ya conspiraban contra el absolutismo del Rey y buscaban los caminos de la independencia. La democracia abomina de los reyes I absolutos. -¿En su actuación como abogado? No se sabe de él sino que fue junto con don Julián de Leiva asesor del Virrey Cisneros, Cisneros, cuando éste mandó ahorcar o desterrar a los americanos de la Pas y de Chuquisaca que habían lanzado un grito de independencia, un año antes que en Buenos Aires. Y la única pieza jurídica que se le conoce, aparte de la Representación de los Hacendados, fue la extensísima defensa que hizo del rico propietario un conventillo, en cierto juicio de desalojo contra el pobre inquilino de una habitación, por falta de pago. ¿Es democracia? ¡Vamos! -¿En la Representación de los Hacendados? Menos aún, por ese ponderado alegato, rara vez leído por nadie, es una furibunda defensa de la política del Rey y de los actos de su migo el Virrey Cisneros. Lo cual no es democracia.» -¿En el Cabildo abierto del 22 de mayo? ¡Pero si él acudió sin ganas "cediendo a la insistencia y majadería de Martín Rodríguez”, y después se arrepintió de su indeciso voto! ¿Puede ser lo democracia? -¿En el glorioso día del 25 de mayo? Tampoco, pues lo pasó de un amigo, "entregado a conversaciones indiferentes". -¿En sus instrucciones a Castelli, Castelli, Jefe del Ejército del Norte,
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para que sembrara el terror en las poblaciones indefensas del Alto Perú? Eso es terrorismo y absolutismo, no democracia. -¿En su iniciativa, cuando estuvo en el Gobierno, de habilitar el puerto de Carmen de Patagones para la importación de esclavos, según su hermano refiere? ¿Es cosa democrática la trata de negros? ('). -¿En la tremolina que armó en el seno de la Junta, pretendiendo impedir la incorporación al gobierno de los diputados de las provincias del interior, perfectamente elegidos por aquellos pueblos? ¡No! Esa a ctitud no correspondía a un demócrata sino a un totalitario secuaz de la dictadura. ¿En qué quedamos? -¿En los artículos de la Gazeta, acaso? Pero habiendo habido cuatro personas que pudieron escribirlos — el el Director y los varios redactores — ¿quién ¿quién puede en conciencia decir que los dos artículos sin firma ninguna que su hermano le atribuyó, él los escribiera? ¿No serían de Alberti, que como Director tenía derecho de escribir? ¿No serían de Castelli? ¿No serían de Belgrano o del Deán Funes, que también escribió allí? ¿Y qué tenía que ver esa prosa con la fundación de la democracia? -¿En el último documento que extendió la Junta a su nombre, cuando Saavedra lo mandó a Londres en carácter diplomático? Menos que menos. En ese documento para ante el Rey de Inglaterra, sí Moreno hubiera llegado vivo a Inglaterra, se hubiera exhibido en los palacios como representante de la Junta de Gobierno "de las provincias del Río de la Plata a nombre del señor Don Fernan do VII". ¿Habrían creído los ingleses que ese hombre acababa de fundar la democracia argentina? ¡Y pensar que este documento con sus reverencias a dos reyes, lo redactó Moreno de su puño y letra! ¡Y que fue su postrera palabra republicana! Véanse las pruebas pr uebas de lo que decimos en el capítulo XIII. ¿Dónde y cuándo, pues, fundó la democracia argentina este Vida y Memorias del Dr., Don Mariano Moreno..., pág. 291.
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procer adicto a los reyes, enemigo de los diputados elegidos correctamente por el pueblo, abogado de los ricos en contra de los pobres, promotor de un puerto especial para fomentar la trata esclavos? Un estudiante imbuido en la devoción morenista, nos daría al punto la siguiente respuesta: Moreno fundó la democracia argentina en los tres actos capitales de su vida pública:, I9 En su escrito la Representación de los Hacendados. 29 En su decreto del 6 de diciembre de 1810, suprimiendo los honores del Presidente de la Junta. 3°En su renuncia a la secretaría de ella. Ya sabemos qué pensar de ese sahumerio de incienso al Rey, y al Virrey, que es la Representación de los Hacendados, estudiado en el capítulo VII. Como es la costumbre, desde hace más de cien años, el pobre alumno que la elogia repite una lección aprendida, y ni él leyó la pieza famosísima ni pensó leerla el maestro que lo aleccionó, repitiendo lo que le había enseñado otro maestro tan intonso |como él, que a su vez lo aprendió de otro, etc., etc. Limitémonos ahora a las otras dos afirmaciones. Aunque en diversos pasajes hemos tocado algunos de estos asuntos, conviene dedicarles mayor atención, porque han sido siguen motivo de inagotables declamaciones. declamaciones. ¡Cuán numerosos asimismo son, los que tampoco han leído el Decreto del 6 de diciembre ! ¡Y cuan pocos los que saben que la famosa renuncia de Moreno a la secretaría de la Junta Junta no merece el nombre casi heroico de renuncia, pues no pasó de ser un simple amago, que no se tradujo en un real alejamiento ni del empleo ni del sueldo. Estudiemos estas circunstancias en que Mariano Moreno podría haber realizado esa fundación que le atribuyen, y comprobaremos, al final, el crédito que merecen tales ditirambos.
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CAPITULO XII SUPRESIÓN DE HONORES AL PRESIDENTE A principios de diciembre de 1810 ocurrió este campaneado episodio, origen de algunas de esas frases que todos los argentinos tenemos la obligación de fijar en la memoria, so pena de ser reprobados en la escuela. Aconteció que el día 5 de diciembre de 1810, los oficiales del regimiento de Patricios dieron un baile, celebrando la victoria de Suipacha. Deseoso de asistir, llegó al cuartel el Secretario de la Junta, doctor Moreno, pero el centinela que guardaba la entrada y no lo conocía, le cerró el paso. El numen no atinó a justificar su identidad como miembro de la Junta y se retiró furioso. Equivocaciones de esta índole suceden todos los días. Un centinela, que recibe la consigna de guardar una puerta, no debe dejar pasar sino a aquellos a quienes les corresponda entrar y se den a conocer, si él no los conoce. Si alguno, con derecho a entrar, es rechazado por no ser conocido, más que al centinela, debe culparse a sí mismo, que no lleva o no muestra sus papeles. En estos casos es donde se descubre la buena educación de una persona, que no toma a ofensa lo que en realidad no puede ofenderla, y que no considera humillación el explicar su identidad a un humilde soldado. Nunca los historiadores que nos relatan, con deleite y a veces con malicia, este suceso, han parado mientes en que sin querer nos hacen descubrir que Mariano Moreno no podía ser ni el activo organizador del ejército, ni el tribuno prestigioso que nos pintan, cuando varios meses después de hallarse en el gobierno
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todavía era un ilustre desconocido para los centinelas del cuartel de los Patricios. Señal evidente de que seguía viviendo arrinconado en su bufete, y también señal de que no tenía ninguna vocación democrática. Ni él conocía al pueblo, ni el pueblo lo conocía a él. Y Buenos Aires era entonces una pequeña ciudad donde no resultaba difícil identificar a las personas de distinción. Vuelto esa noche a su casa, mientras mascaba su humillación, llegaron algunos amigos con sabrosos comentarios del baile. Un oficial del regimiento, a quien se le habían subido los vapores del alcohol, tomó de entre los dulces del ambigú una corona de alfeñique, adorno de alguno de aquellos monumentales y sabrosos budines que confeccionaban nuestras tatarabuelas, y la obsequió galantemente a doña Saturnina, la esposa del Presidente de la Junta, J unta, y ella convidó a su marido. ¡Válganos Dios, la escandalera que desde hace un siglo y medio mueven los historiadores alrededor de esta pavada! ¡Todo por denigrar la insigne insigne figura de Saavedra! Sostienen que Mariano Moreno fundó la democracia argentina, porque esa noche don Cornelio Saavedra es tuvo en un tris de coronarse emperador del Río de la Plata, y él lo impidió como vamos a verlo. Nada menos significa el brindis de Atanasio Duarte al ofrecer a doña Saturnina una diadema de alfeñique. Si ésta no fuese, punto por punto, la necia historia que nos han endilgado en las escuelas, con el ruin propósito de enseñarnos desde niños a execrar a don Cornelio de Saavedra, nos avergonzaríamos de relatar semejante paparrucha. Pero esta es la historia oficial argentina, y al estudiante que se presenta a examen sin saberla, lo reprueban inexorablemente. Por fortuna para la democracia argentina el numen de la revolución esa noche todavía no se había metido en cama, y escuchó el relato que sus amigos le hicieron del ominoso l atentado ( ). ( 1) Hay historiadores que afirman que Moreno asistió a la escena, porque
SUPRESION DE HONORES AL PRESIDENTE En acabando de oírlos, sentóse al bufete, y de un huelgo redactó eso que llaman Decreto de supresión de los honores al presidente. Y con su pluma de ave, más poderosa que la espada de Roldan, que hendía las montañas, Mariano Moreno fundó esa noche la democracia argentina. Quien ahora se informa de estos sucesos no sabe de qué asom brarse más, si de aquella susceptibilidad de damisela enfurecida, que arroja los platos por el balcón, o de la ligereza de los historiadores, que atribuyen tan desmesurada importancia a una reacción nerviosa, indigna de un hombre de gobierno. •
Si esa noche el centinela hubiera reconocido a Mariano Moreno y le hubiera presentado armas, el quisquilloso mancebo no habría pensado que estaban de más los honores a las autoridades de la nación y la democracia no se habría fundado. Pero como no se los rindieron a él, porque no lo conocieron, transformó la minúscula cuestión personal, en una cuestión de estado y... fundó la democracia en el famoso decreto. ¡El democrático fundador un mes después partiría para Londres como Embajador a nombre del Rey Fernando VII para ante el Rey Jorge III! Las honras a los altos magistrados de una nación civilizada tienen un gran sentido. El orden, la disciplina, la armonía de los complicados elementos que forman la sociedad, no se pueden mantener sin el reconocimiento de los valores jerárquicos, entre los que mandan y los que obedecen; y tal reconocimiento no consiste sólo en un acatamiento íntimo, que no se ve, sino en ciertas exterioridades que ayudan a la obediencia y fortalecen la autoridad. El protocolo no es un entretenimiento de príncipes fatuos y aburridos El protocolo es el conjunto de reglas de urbanidad que deben
logró entrar a la fiesta después de justificar su identidad ante e] centinela del Fuerte. Lo cual, si fuera cierto, no mejoraría su posición, porque atribuyó desmesurada importancia importancia a una tontería de borracho que él presenció.
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observar los pueblos, cuando tratan con quienes los gobiernan. Pretender que el último patán tenga derecho, so pretexto de que vivimos en un país democrático, de enfrentar mano a mano a los prim pr imer er os magistrados del país, es falta de seso y sobra de guaranguería. El protocolo no se ha inventado sólo para defender a los jefes de las familiaridades familiaridades de sus subordinados subordinados sin educación, educación, pues los q u e la tienen, aun sin protocolo, protocolo, no incomodan, incomodan, sino también para salvaguardar el tiempo y la salud y la tranquilidad de los altos funcionarios, indispensable condición, si queremos que trabajen con holgura y acierto en el bien común. Las naciones más democráticas del mundo observan el más rígido protocolo y rinden a sus autoridades honores que son garantía de la buena convivencia social. Lo peor del caso nuestro es que el repiqueteado decreto del 6 de diciembre de 1810, "que salvó la democracia argentina", nos avergüenza menos por su inconcebible trivialidad, que por la falta de carácter que revela. Los hombres de la Junta tuvieron ese día un instante de flaqueza, en el deseo de consolar al Secretario, ofendido por el centinela. Pero su debilidad ha arrojado un borrón en la historia argentina, esta vez no trágico, como el del fusilamiento de Liniers, sino risible, porque con la mayor seriedad del mundo han firmado una porción de incoherentes simplezas, muy mal escritas, dicho sea de paso. "Habrá desde este día — reza reza el decreto — absoluta, perfecta e idéntica igualdad... " (Toda igualdad es así, idéntica, absoluta absoluta y perfecta, y por esa razón, a pesar de los decretos, ella no existe, ni puede existir en el mundo sublunar, en que la ley biológica es la lucha por la vida y la supervivencia de los más aptos, o sea el reconocimiento por la naturaleza misma de la desigualdad como condición de vida.) "Habrá absoluta, perfecta e idéntica igualdad entre el Presidente y demás vocales de la Junta..." "Ni el Presidente ni algún otro individuo de la Junta en par-
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ticular revestirá carácter público (¡qué galimatías!) ni tendrán comitiva, escolta o aparato que los distinga de los demás ciudadanos". "Se retirarán todos los centinelas del palacio dejando solamente los de las puertas de la Fortaleza y sus bastiones. "Se prohíbe todo brindis, viva o aclamación pública en favor de individuos particulares de la Junta. Si éstos son justos, vivirán en el corazón de sus conciudadanos; ellos no aprecian bocas que han sido profanadas con elogios de los tiranos" (1) . "No se podrá brindar sino por la patria, por sus derechos, por la gloria de nuestras armas y por objetos generales concernientes a la pública felicidad." "Toda persona que brindase por algún individuo particular de la Junta será desterrada por seis años. "Habiendo echado un brindis D. Atanasio Duarte, con que ofendió la probidad del Presidente y atacó los derechos de la patria, debía perecer en un cadalso; por el estado de embriaguez en que se hallaba se le perdona la vida; pero se le destierra per petuamente de esta ciudad; porque un habitante de Buenos Aires ni ebrio ni dormido debe tener impresiones contra la libertad de su país". "No debiendo confundirse nuestra milicia con la milicia mercenaria de los tiranos, se prohíbe que ningún centinela impida la libre entrada en toda función y concurrencia pública a los ciudadanos decentes que la pretendan. El oficial que quebrante esta regla será depuesto de su empleo. "En las diversiones públicas de toros, ópera, comedia, etc., no tendrá la Junta palco, ni lugar determinado: los individuos de (1) Esto es lo que se llama escupir al cielo. Ninguna boca había sido más profanada por esa laya de elogios que la de Mariano Moreno, que en la Representación de los Hacendados ponderó el suave y ligero yugo del rey, afirmando que los criollos estaban prontos a "derramar su sangre por una dominación que aman y veneran". De lo cual no podía culparse ni a Saavedra, ni a Belgrano, que jamás adularon a nadie
ella, que quieran concurrir, comprarán lugar como cualquier ciudadano..." "Desde este día queda concluido todo ceremonial de iglesia con las autoridades civiles... No habrá cojines, ni sitiales ni distintivos entre los individuos de la Junta" ( 1). Como ocurre siempre, mucho se ha hablado y poco se ha leído este decreto. Leyéndolo con mediana atención se advierte la malicia de los historiadores que lo llaman "Decreto de supresión de los honores del Presidente", por haber copiado el título que le da Manuel Moreno en la recopilación de los escritos de su hermano. Por el tal decreto no se suprimen los honores del Presidente, sino los de todos los miembros de la Junta. Si los historiadores se personalizan con el Presidente, es sólo porque tienen la comezón comezón de presentar presentar a Saavedra Saavedra como un ambicioso frente al desinteresado fundador de la democracia argentina. El famoso decreto se reduce en definitiva: I9 A declarar que todos los miembros son iguales entre sí e iguales a todos los ciudadanos decentes y que en la calle ni el Presidente "ni algún otro ciudadano" de la Junta tendrán escolta ni aparato que los distinga. 29 Que cuando quieran ir "a los toros o a la comedia", com prarán prarán su localida localidadd "como "como cualqu cualquier ier ciuda ciudadano dano". ". 3° Que cuando vayan a la iglesia no se les reservará sitio ni se les pondrá reclinatorio, ni cojín... 49 Que se retirarán los centinelas del palacio, y que en los lugares donde los haya, ningún centinela atajará a ningún "ciudadano decente". 59 Que no se podrá echar brindis "en favor de los individuos particulares de la Junta", sino por la patria. El biógrafo, que tanto elogia la democrática simplicidad impuesta por este decreto, se guardó por su parte de acatarla cuando fue ministro de gobierno del gobernador Dorrego, en 1827.
(1) Registro (1) Registro Oficial de la República Arg entina, t.I, t. I, pág. 93.
SUPRESIÓN DE HONORES AL PRESIDENTE
He aquí lo que nos refiere el grave historiador don Vicente Fidel López "No es raro, sino bastante común, que muchos de los hombres más señalados por su carácter recio y pesado en el mando, sean asustadizos, o de una cobardía si se quiere sorprendente, delante de los peligros personales, o de las cavilaciones que los inspiran. En estos días de desórdenes y agresiones personales, vióse con asombro a don Manuel Moreno salir del ministerio y atravesar las calles seguido por un soldado con fusil al hombro. Entre los círculos informados se decía que Dorrego lo miraba desde las ventanas de su despacho "descostillándose" de risa. Algo de muy nervioso inquietaba su espíritu; pues se le vio muy pronto firmar un decreto de substituciones ministeriales para los casos de enfermedad o de otros impedimentos. Después de esto, el señor Moreno se excusó de aparecer en el despacho y aun en las calles. Otros ministros siguieron firmando las resoluciones del ramo, mientras él quedaba así en receso sin renunciar". Así pues, renegó en 1827 de la sencillez republicana que tan admirable le pareciera en 1810, en aquella frase del escrito que prohibía a los miembros del gobierno hacerse acompañar por alguien que en la calle los escoltara, mas pudo alegar en su descargo que no renegó de ella por afición al aparato, sino por miedo, debilidad que no es incompatible con la democracia. Supongamos que actualmente un ministro pretendiera asistir a una fiesta en el Jockey Club, y que el portero no lo dejase entrar, por no conocerlo, ni haberse él dado a conocer; y él se retirase airado a su casa, y redactase una resolución mandando quitar los porteros del Jockey Club, y las guardias de la casa del presidente, y el reclinatorio que le ponen a éste cuando (rara avis) va a la Catedral, y suprimir el palco oficial del Teatro Colón y del Cervantes y los automóviles con chapas de bronce y las motocicletas de la custodia presidencial, ¿quién sostendría, en serio, que ese ministro supersensible acababa de refundar la democracia argentina? ¿No creeríamos, más bien, que era el momento de darle las
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gracias por los patrióticos servicios prestados y mandarlo de em bajador a tierras tierras lejanas? ¡Y pensar que en Buenos Aires se perdía tiempo en redactar decretos semejantes, cuando los días tenían alas, y a causa de las ridiculas rencillas de la Junta, se desatendía la guerra y la revolución se acercaba vertiginosamente a la fatal batalla de Huaqui, donde fue vergonzosamente pulverizado aquel gran ejército, confiado a Castelli y a Balcarce!
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CAPITULO XIII EMBAJADOR DEL REY FERNANDO VII Podemos imaginarnos el estupor de los diputados de las provincias, al ver la desmedida atención que los hombres de Buenos Aires concedían a aquellas naderías, malgastando sus horas escasas y envenenando la opinión pública con rivalidades, que, en esos momentos frente al enemigo, eran crimen de lesa patria. Nueve; diputados del interior ambulaban por las calles de la gran aldea, aburridos de perder semanas y meses en cabildeos, cuando todas las fuerzas morales y materiales del país debían concentrarse en la guerra. El 18 de diciembre de 1810, doce días después del decreto que acabamos de comentar, tuvo lugar en el seno de la Junta la más grave trifulca sucedida hasta entonces. El motivo fue la incorporación al gobierno de esos diputados que enviaron a Buenos Buenos Aires las provincias del interior, invitadas a ello por la circular del 27 de mayo de 1810. Moreno, que se opuso a la incorporación, fue derrotado y presentó su renuncia, con palabras altisonantes, como era su estilo". …y luego la retiró calladito, detalle que ignoran o quieren olvidar las historias. ¿Qué derecho tenían los diputados de las provincias a formar parte de la Junta? Si el gobierno de Buenos Aires iba a ejercer su autoridad sobre todo el territorio del Virreinato, imponer contribuciones y leyes y levantar ejércitos, no era posible negar a los pueblos del interior el derecho más elemental de todo pueblo, bajo un régimen
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democrático, el derecho de participar en ese gobierno, a menos de pretender que la revolución se había hecho y la guerra de la independencia se estaba haciendo, para trocar el absolutismo de los reyes, por el absolutismo de la Junta. Era tan evidente ese derecho que se asentó como el principal postulado de la Revolución, Revolución, en aquella acta del 25 de mayo de 1810, que fue la primera constitución argentina, porque en ella se fijaron las condiciones con que el Cabildo nombraba la Segunda Junta provisional, la Junta de Mayo. Leamos siquiera sea en parte el solemnísimo documento del 25 de mayo de 1810. "Y los señores, habiendo salido al balcón de estas casas capitulares y oído que el pueblo ratificó por aclamación el contenido de dicho pedimento... acordaron: que debían mandar y mandaban se erigiese una nueva Junta de Gobierno, compuesta de los señores expresados... mientras se elije la Junta General del Virreinato..." Se enumeran luego las condiciones en que la nueva Junta, mal llamada Primera Junta, debía funcionar, y al llegar a la 10° condición, se dice: "Que los referidos señores (los miembros de la Junta) despachen sin pérdida de tiempo órdenes circulares a los Jefes de lo interior y demás a quienes corresponda, encargándoles muy estrechamente y bajo de responsabilidad, hagan que los respectivos Cabildos de cada uno, convoquen por medio de esquelas la parte principal y más sana del vecindario, para que formado un congreso de solos los que en aquella forma hubiesen sido llamados, elijan sus Representantes, y éstos hayan de reunirse a la mayor brevedad en esta Capital Capital para establecer establecer la forma de gobierno gobierno que que se considere más conveniente" ( 1). Esa misma tarde del 25 de Mayo, "hincados de rodillas y po(1) Segundo acuerdo del Cabildo. 25 de Mayo de 1810. Antecedentes Políticos, Económicos y Administrativos de la Revolución de Mayo de 1810, Buenos Aires, Tip. G. Kraft, 1924, t. I, libro III, pág. 269.
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niendo la mano derecha sobre los Santos Evangelios" (1), los miembros de la Segunda Junta, prestaron solemne juramento de acatar aquellas disposiciones. Entre los que juraron estaba Mariano Moreno. Puesto que ahora tanto se nos habla del "espíritu de Mayo", es decir de la vocación con que los fundadores de nuestra nacionalidad iban ¡i trabajar por el bien común, y se los atribuye una intención multitudinaria, digna de un marxista de hoy y se quiere hacer del pobre Mariano Moreno el vocero de ese espíritu, como de muchas otras cosas que él no soñó, examinemos el punto con nuestros propios ojos, no con los ojos vacíos de las calaveras demagógicas, que han descubierto tantas fábulas para enseñarnos historia. Ya el verdadero espíritu de Mayo se advirtió en la noche del Cabildo abierto, al cual no fueron invitados más que 500 "vecinos de distinción". distinción". Iba a resolverse el destino de la patria, y a pesar de las lecciones de la. Revolución francesa, o precisamente escarmentados por esas lecciones, los miembros del Ayuntamiento no convocaron a eso que ahora llamamos "el pueblo", porque sabían que las más de las veces el inocente pueblo se convierte, tal vez sin pensarlo, en el trampolín por donde llegan al gobierno los dictadores palabreros y estériles, que casi nunca hacen las revoluciones, pero casi siempre son los que las aprovechan. En las líneas que acabamos de citar de la solemnísima acta del segundo acuerdo del 25 de Mayo de 1810, hallarnos el mismo propósito de seleccionar a los votantes, lo que llamaríamos "el voto calificado". Y luego, en la proclama del 27 de Mayo, la resolución de enviar a las provincias del interior una expedición de 500 hombres, para afianzar con las armas los resultados de las elecciones. Fue, pues, el espíritu de Ma yo católico y jerárquico, y en ningún momento plebeyo.
Es claro que Mariano Moreno, con sus conatos jacobinos y sus remezones totalitarios totalitarios (véase el "Plan de operaciones", cap. XVI) no podía ni comprenderlo ni sufrirlo. "No bien se recibieron del gobierno — dice dice el historiador Ló pez — , trataron los miembros de la Junta de dar cumplimiento a esta resolución, que era, como es fácil verlo, la piedra angular en que la Revolución de Mayo debía apoyar todas sus ulteriores medidas y reformas" (1). ¡Ese era, pues, "el espíritu de Mayo"! Y en efecto, el día 27 de mayo el nuevo gobierno pasó una extensa nota a los gobernadores de las provincias del interior, comunicándoles los sucesos y conminándolos a hacer elegir por sus vecindarios los diputados que habían de concurrir a la Capital para incorporarse incorporarse al gobierno. gobierno. La nota reza así: así: "Esto ha sido el concepto de proponer el pueblo al Excmo. Ca bildo la expedición de 500 hombres para lo interior, con el fin de proporcionar proporcionar auxilios militares para hacer observar el orden, si se teme que sin él no se harían libre y honradamente las elecciones de Vocales Diputados, conforme a lo prevenido en el artículo X del bando citado, sobre que hace esta Junta los más eficaces encargos por su puntual observancia y la del artículo XI". "Así mismo importa que Vd. quede entendido que los diputados han de irse incorporando en esta Junta conforme y por el orden de su llegada a la capital... Por lo mismo se habrá da acelerar el envío de los Diputados" (2). Parecería que estas clarísimas disposiciones, inspiradas en un sano sentido de la realidad, adoptadas por unanimidad, proclamadas desde los balcones del Cabildo, aclamadas por el famoso pueblo del 25 de Mayo, Mayo, juradas de rodillas por por los miembros de la nueva Junta, comunicadas a los gobiernos de las provincias y apoyadas por las bayonetas del primer ejército argentino, no darían asidero a ninguna chicana.
(1) El espíritu de Mayo era, como se ve, católico a machamartillo. No aceptaba juramentos ateos, ni siquiera toleraba que se prestasen sino con toda reverencia, de rodillas y la mano sobre el L ibro Sagrado.
(1) LÓPEZ, VICENTE FIDEL, Historia de la República Argentina (Buenos Aires, C. Casavalle, 1883), t. III, pág. 306. (2 ) Registro Registro Oficial de la República Argentina, t. I, pág. 26.
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Los que de buena fe creen que Mariano Moreno engendró la democracia argentina, nunca hubieran pensado que aquel a quien nos presentan como su padre pretendió ahogar a la criatura desde su primer vagido. Fracasó en su propósito. Se advertía pronto su insuficiencia política, su ambición impaciente y la intemperancia de su trato; carecía de cordialidad y de largueza. Chocaban asimismo su carencia de valor personal y de dotes oratorias, defectos irremediables en un demagogo. A veces atacábale un espasmo de verborrea jacobina, que ante el populacho podría haber producido alguna impresión, pero entre gente de mayores alcances sonaba a destiempo. Mas como él, por una invencible cortedad, jamás hablaba al pueblo, nunca logró hacerse popular y era desconocida su figura hasta de los centinelas que custodiaban el cuartel de Patricios. Sentía cada vez más su impotencia y su descrédito entre sus colegas de la Junta, como en seguida lo veremos por sus propias palabras. palabras. Al principio creyó que conseguiría dominar el espíritu sencillo de los diputados de las provincias y que sus reminiscencias clásicas sobre los tiranos, la libertad, la soberanía del pueblo y los derechos del hombre deslumbrarían a aquellos aldeanos de tierra adentro. Pero se equivocó. Las provincias no estaban culturalmente atrasadas con respecto a Buenos Aires y enviaron sus me jores espadas, comenzando por el Deán Funes, mucho más pers picaz e ilustrado il ustrado que Moreno. El más simple de ellos poseía una astucia de que él carecía; y engranaba mejor con el presidente Saavedra y los otros vocales. Entonces comprendió Moreno que si estos diputados se incorporaban a la Junta, su carrera política habría terminado y discurrió una argucia curialesca para impedir que en Buenos Aires se escuchara la voz de los pueblos del interior. Manuel Moreno intenta justificar esta triquiñuela antidemocrática de su hermano con una increíble explicación. Dice que la
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Invitación a los gobernadores de provincias para que nombrarán diputados, había sido hecha por error. "La Junta — escribe escribe Manuel Moreno — , había encargado su redacción al Dr. Castelli en horas de mucho trabajo y firmándola sin detenerse en leerla" (1). Con esto quiere expresar que no se advirtió el error sino cuando empezaron a llegar los diputados y a reclamar su incor poración al gobierno. gobierno. De esta inverosímil explicación lo único que sacamos en limpio es que no debía de ser tan devoradora la actividad de Mariano Moreno cuando al segundo día del gobierno (27 de mayo) se encomendó a Castelli y no a él (a quien legalmente le correspondía como secretario de gobierno), la redacción de una nota de tal importancia; y que él luego, sin tomarse el trabajo de leerla hizo firmar en barbecho y la firmó a su vez con igual ligereza. Esto daría risa, si no causara desdén. En la sesión del 18 de diciembre, en que se trató de las credenciales o diplomas de los representantes del interior, intervinieron a la vez con los miembros de la Junta, como es de práctica en los cuerpos colegiados, los nueve el electos. Diez y seis resultaron los votantes: catorce votaron por la aceptación de los diputados y sólo dos, Moreno y Paso, votaron en contra. En el colmo de la humillación Moreno alega que la incorporación es contraria al bien de los Pueblos y a la dignidad del Go bierno; y como no se toman en cuenta sus argumentos y com prueba el menosprecio con que se le trata, presenta su famosa dimisión, fundada en que "no pudiendo ser provechosa al pú blico la continuación de un magistrado magistrado desacreditado, renuncia u su empleo, sin arrepentirse del acto del 6 de diciembre, que le ha producido el presente presente descrédito..." Esta extemporánea alusión al baile de los Patricios, demuestra lo pueril y terco de su temperamento. (1) Colección de Arengas en el Foro..., prefacio, p. CLXIX.
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En llegando a esta encrucijada de la historia del procer, que desembocó en su muerto política, formularíamos cinco preguntas a sus ardientes panegiristas. Algunas de ellas las liemos apuntado al pasar, en otro sitio, pero conviene agruparlas, si bien no tenemos ninguna esperanza de que se nos dé cumplida respuesta. I9 Si hubiera sido verdad que Moreno fuese el numen de la Revolución y el alma del gobierno ¿cómo sus colegas se atrevieron ese día a provocar su renuncia y. a arrojarlo por la borda como se arroja al mar un cadáver? ¿Cómo aquellos señorones de la Junta no se dieron cuenta de que cometían un suicidio, pues iban a quedarse sin alma y sin numen? 29 Si por inconsciencia lo cometieron ese día ¿cómo es que continuaron trabajando, sin numen y sin alma y mejor que nunca, según lo demuestra la historia, como si se hubieran desembarazado de un lastre inútil? 39 Si Moreno era tan poderoso, ¿cómo es que no arrastró consigo más que el voto del secretario Paso? 4° Si fue el fundador de la democracia argentina, ¿cómo se explica eme en aquella ocasión trascendental, se obstinara en un totalitarismo furioso, al pretender el rechazo de los representantes perfectamente elegidos por los pueblos del interior del inmenso Virreinato y al sostener que los nueve señores nombrados el 25 de Mayo por el Municipio de Buenos Aires debían ser los únicos que gobernaran todo el país? 59 Si esto ocurrió aquel día, según rezan los documentos, ¿cómo se puede insistir do buena fe en las afirmaciones que hemos visto y vamos a seguir viendo? ¿Cómo se puede pretender que Moreno representa el "espíritu de Mayo"? Esto descubre el poco respeto con que algunos historiadores tratan a la verdad histórica. Cuando el fraterno biógrafo llega a este punto, en ese libro tan poco leído por los modernos panegiristas, dice así: "El desinterés ejemplar del Dr. Moreno, con el cual renun-
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ciando a su empleo confundió a los oscuros opositores de su pers person ona" a"(1 (1)) Lástima grande que ese "desinterés ejemplar" no pasó de las meras palabras. Ya mostramos en el capítulo IV, cómo Mariano Moreno no pudo decir que la renuncia de un hombre de bien era irrevoca ble, porque habría habría sido declarar que que él mismo no era hombre hombre de bien, puesto que incontinente retiró su renuncia. Vamos a probarl pro barlo. o. En la Gazeta Extraordinaria del 26 de diciembre de 1810, aparece publicada una circular en que la Tercera Junta, (la Junta Grande la llaman los historiadores) comunica su nueva estructura a las autoridades del país y proclama una vez más su "fidelidad y vasallaje a nuestro desgraciado Fernando". Alguien ha dicho que esta circular fue redactada por el Deán Funes, pero de ello no ha dado ninguna prueba. El estilo de la pieza, engolado y ripioso, es el característico de Moreno, y la firma de éste va tranquilamente al pie de ella, en su carácter de Secretario, ¡ocho días después de la renuncia! Ningún panegirista de Mariano Moreno debe dejar de leer esta pieza, de la que se desprende: 1° Que "el hombre de bien" había revocado su renuncia. 2° Que seguía empeñado en acreditar "su fidelidad y vasallaje a nuestro desgraciado Fernando" (palabras textuales). 3° Que había reconocido la autoridad de los diputados del interior. 4° Que la sesión de la Junta del día 18 de diciembre, en que él presentó su renuncia, renuncia, y que los historiadores historiadores nos nos describen como una terrible marimorena fue "una discusión pacífica en que la verdad, la sinceridad, y la buena fe por parte del gobierno y de los diputados decidieron su incorporación... "(2).
Moreno, pág. 311. ( 2 ) (!) Vida y Memorias del Dr. D. Mariano Moreno, pág. Gazeta de Buenos Aires, Extraordinaria Extraordinaria del miércoles 26 de diciembre de 1810, pág. 47.
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Esa declaración de que la buena fe estuvo de parte del gobierno y de los diputados que iban a incorporarse (no de parte de los dos secretarios que so opusieron) tiene mucho jugo, redactada como está y firmada por Mariano Moreno. Debe de haber en las historias pocos ejemplos de un mea culpa más rápido y más terminante. El 28 de diciembre hallamos de nuevo la firma do Moreno en un nombramiento que se le hace a Segurola; y luego volvemos a hallar su nombre con la designación de su cargo de Secretario en todos los documentos que se extienden con motivo de su plenipotencia en Londres. Nunca ha prodigado tanto tanto su firma, en su carácter de Secretario, como después de su airada renuncia. Señal de que continuó siéndolo. Confesamos que al descubrir estas sabrosas minucias, nos ha enternecido la sumisión con que se puso al servido de los di putados de las provincias y consintió en redactar con su pluma y autorizar con su nombre manifestaciones tan contrarias a las ideas que sus biógrafos le atribuyen. Veamos el oficio con que la Junta, el 24 de diciembre, comunica al Marqués de Wellesley, Ministro de Relaciones Exteriores de Su Majestad Británica, la designación de Mariano Moreno (1): "Excmo. Señor: Habiéndose incorporado a la Junta Provincial los Diputados de las Provincias, ha revestido el Gobierno un nuevo carácter, que, dando a sus resoluciones una firmeza de que antes carecían... "... los Diputados de las Provincias deseando fomentarlas (las relaciones con Gran Bretaña) han conferido toda su representación y poderes al Secretario de Gobierno, Dr. D. Mariano Moreno, para que pasando a esa Corte..." Esto fue lo que él le pidió "por favor" a Saavedra (véase capí(1) Esta nota se halla transcripta in externo al final de la obra Vida y Memorias del Dr. Mariano Moreno, pág. 314 y lleva las firmas de todos los miembros de la Tercera J UNTA menos (por tratarse de un nombramiento personal) la del interesado.
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tulo IX) y cuyo decreto se apresuró a redactar él mismo y fue firmado el 24 de diciembre de 1810, verdadero regalo de Navidad de sus compañer compañeros os de la Junta Junta Grande. Grande. Puesto que fue su último empleo y la muerte no le dejó tiempo fiara cambiar de opinión, resulta evidente que los aspavientos que; hizo por aquella corona de alfeñique que un oficial borracho ofreció a Saavedra en el famoso baile de los Patricios, no los hubiera hecho dé habérsela ofrecido a él y ser una corona de verdad. Nuestro personaje, digan lo que quieran sus panegiristas, panegiristas, no le hacía ascos a las testas coronadas. Vale la pena de rememorar estos hechos, aunque sean desairados, porque arrojan mucha luz sobre cosas que los ponderadores ponderadores del republicanismo republicanismo de Mariano Moreno siempre han ocultado y que tal vez nadie recuerda ahora, aunque se hallan asentados en documentos auténticos e ineludibles, si se pretende escribir historia de de verdad. De no haber sucumbido en alta mar, quizás a causa de aquella maléfica medicina que le propinó el capitán de su barco y haber llegado vivo a Londres, con sus papeles redactados de su puño y letra y bien en regla, amén de una fortunita en el bolsillo, no se habría exhibido Mariano Moreno en los salones del rey de Inglaterra como el fundador de la democracia argentina, ni siquiera como un jacobino arrepentido, sino como el primer emba jador de nuestra nuestra patria, patria, representante representante de uno uno de los reyes de más más triste figura en aquellos tiempos. Aflige y hastía que con tan estruendosa algazara, a 150 años de distancia, se nos quiera hacer creer que este buen señor fue una altísima cumbre entre los próceres de Mayo y el que mejor encarna el espíritu de la Revolución. ¡Pobre Secretario de Gobierno reducido al carácter de representante de aquellos mismos Diputados de las Provincias, contra los cuales armó tan inútil y tan antidemocrática oposición! Más sorprendente aún es el dato que vamos a dar, y esta vez permítasenos permítasenos a nosotros usar el argumento argumento del puño puño y letra, con la buena lógica de Aristóteles. Este argumento del puño y letra lo esgrimió contra nosotros
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en 1937 la Academia Nacional de la Historia, por boca de uno de sus miembros más conspicuos, al anunciar que iba a presentar un documento de puño y letra, del procer para desbaratar nuestra demostración de que Mariano Moreno no había fundado la Biblioteca Nacional. Pero pasó el tiempo, [pasaron más de 20 años! y el documento terminante no fue presentado, como que no fue encontrado en ningún archivo, pues sólo existía en la imaginación y en la promesa. promesa. "De su puño y letra" (de Moreno) es, en efecto, la credencial que atestigua el carácter de diplomático otorgado el l de enero de 1811 por la Tercera Junta al "Secretario de Gobierno y Guerra de la misma". ¡Seguía siendo lo que renunció! Evidentemente el procer no percibía que tratándose de un nom bramiento a su favor, habría sido más elegante ele gante que lo plumease otra mano que la suya. Aquí sí que sobraba su puño y letra, y aquí, sin embargo, lo encontramos, como si temeroso do que le soplasen la dama, se hubiese apresurado a redactar él mismo los papeles. Y nos viene viene muy bien que así haya sido. sido. Debemos agradecer al Archivo General de la Nación el habernos suministrado en fotocopia el borrador del nombramiento de Mariano Moreno, escrito de su puño y letra, pues nos muestra, de paso, que el fundador de la democracia argentina no le hacía tantos ascos, como se imaginan por allí, al amado Fernando VII. Ni al Rey de Inglaterra ( 1). El documento no tiene desperdicio. Comienza con la expresión de ritual: "La Junta Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor D. Fernando Séptimo..." (1). Esto prueba lo infundado que es lo que nos afirman, que Moreno hubiese ya, por esa fecha, "arrojado la máscara de Fernando VII", y que fue la Tercera Junta (la Junta Grande), la que, aprovechando su alejamiento del país, volvió a calársela, es decir, (1) Véase la interesante fotocopia en la obra: Misiones Diplomáticas, publicación publicación del Archivo General de la Nación (Buenos Aires, Kraft, 1937), t. I, frente a la pág. 52.
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que la Junta hizo retroceder la idea de la independencia, que estaba en marcha ya gracias a la audacia de Moreno ('). Los documentos, de puño y letra del numen, dan fe de que Mariano Moreno murió con la máscara puesta, como que la llevaba en su viaje a Londres. Quien primero demostró con hechos haber comprendido esta realidad, no fue ciertamente Moreno, sino Belgrano, mucho antes que la mayoría de sus c ompañeros. Fue Belgrano quien acabó de veras con aquella ficción, desobedeciendo al gobierno, cuando creó una bandera propia, a fin de que los soldados argentinos no se batieran a la sombra de la misma bandera que sus adversarios. El 27 de febrero de 1812, como Jefe de las tropas que guarnecían la entonces pequeña ciudad del Rosario de Santa Fe, sobre el filo de la barranca del río Paraná, enarboló por primera vez en nuestra historia una bandera celeste y blanca y la hizo aclamar por sus soldados. soldados. El gobierno del Triunvirato, que había reemplazado a la Junta Grande, dominado por la voluntad de Bernardino Rivadavia, desaprobó severamente lo hecho por Belgrano y le ordenó arriar la bandera nueva nueva y enarbolar la la española. "Haga pasar como un rasgo de entusiasmo — le le decía en la áspera nota que le envió — , el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente y sustituyéndola por la que se le envía, que es la que hasta ahora se usa en esta fortalez fortaleza.. a.. ." ( 2). Belgrano acababa de ser nombrado general en jefe de los míseros restos de aquel gran ejército del Alto Perú, que fue deshecho en Huaqui, por el general Goyeneche. A causa de que partió de (!) "La Junta Grande volvía a colocarse la máscara de Fernando arrojada audazmente por Moreno." R ICARDO LEVENE : La Revolución de Mayo y Mariano Moreno,t. Moreno, t. II, pág. 373. ( 2 ) MITRE, Historia de Belgrano y de la Independencia argentina (Buenos Aires, 1876), t. 1, pág. 398.
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Rosario para ocupar ese destino, no recibió la agria nota del Triunvirato. Una vez en Jujuy, en presencia del ejército que había empezado a reorganizar, el 25 de Mayo de 1812, hizo bendecir su bandera celeste y blanca y la paseó por las calles de la ciudad, después que las tropas la hubieron aclamado. Nueva y tremenda amonestación del gobierno y orden terminante de que bajara a Buenos Aires con sus tropas, abandonando a los realistas todo el norte del país. Belgrano se negó a pasar de Tucumán y obtuvo la gran victoria del 24 de setiembre de 1812. Sintiéndose fuerte, en vez de bajar a Buenos Aires, subió hasta Jujuy con su ejército victorioso. Se detuvo a la orilla del río Pasaje y allí hizo jurar la bandera desaprobada. Puso en cruz sobre el asta de ella la hoja de su sable y cada uno de su soldados la besó jurando morir por ese radiante emblema de la patria. Y bautizó el río con otro nombre, grabando en el tronco de un gran árbol de su orilla el nuevo con que ha llegado hasta nosotros: Río del Juramento. Poco después logró la gran victoria de Salta. Ya había otros personajes en el gobierno y nadie pensó en amonestar a Bel grano por su inmortal desobediencia, sino en e n adoptar la bandera que él había creado. Volvamos ahora al año X. A los empecinados en sostener que Mariano Moreno fundó la democracia argentina, les quedaría el recurso de alegar que, si bien no la fundó en fecha, ni sitio, ni circunstancia determinada, insufló en el pueblo el espíritu democrático con su pluma y su elocuencia. Estaríamos de acuerdo, si nos dijeran dónde hizo tal. Jamás pronunció un discurso y en cuanto a producciones de su pluma se conocen bien pocas, y aún de esas pocas, ninguna se refiere especialmente a las instituciones democráticas; y los artículos de la Gazeta que se le atribuyen ya que aparecieron sin firma de autor, nadie está seguro de que no hayan sido de cual-
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quiera otro de los varios redactores que simultáneamente escri bían allí. allí. Nos remitimos a lo dicho sobre sobre esto en otros otros capítulos, Pero hay dos escritos que indudablemente le pertenecen: la Representación de los Hacendados, y el Plan de operaciones; más como ambos respiran tal amor por la monarquía absoluta y el despotismo, es preferible olvidarlos, cuando se quiere demostrar que Mariano Moreno fundó la democracia argentina. Los documentos son despiadados con las estatuas. A veces una hoja de papel que no pesa un gramo, aplasta a un ídolo de bronce o de piedra que pesa diez toneladas, incluso el pedestal y las sucesivas placas llenas de encomios que le van incrustando. Y esto ocurre especialmente en nuestro país, donde la ligereza ha sembrado nuestras plazas de estatuas sin cimientos. "El estudio de los documentos me ha hecho iconoclasta" (1) dice el gran historiador Taine, explicando a M. Havet, que se muestra horrorizado y escandalizado por la lectura de los Orígenes de la Francia Contemporánea, la razón de aquella su obra maestra, que pasó como un tanque aplastador sobre las leyendas de la Revolución Francesa. La revisión de la historia, a pesar de los gemidos de los unos y de las maldiciones de los otros, se pudo hacer en Francia, país de verdadera cultura, sin peligro y hasta con honra de quienes se atrevieron a realizarla. ¿Podrá hacerse también en la República Argentina, donde dicen que irá Constitución garantiza la libertad de expresión? Estamos intentándolo. Nada nos sorprendería comprobar que para nosotros, escritores católicos, la Constitución fuese letra muerta. Pero no importa. Podemos decir con palabras de un salmo que se lee en la misa d e San Pío X: "Yo no he tenido miedo de hablar." (Ps. 39, 10.) (1) TAINE, EL Pages Choisies, Choisies, par Víctor Víctor Giraud Giraud (París, Hachette pág. 39.
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Y no tenemos miedo de terminar este capítulo con una pregunta: ¿Qué hay bajo el afán de presentarnos como al espíritu de Mayo a este procer veleidoso, que tan pronto, en un espasmo de jacobinismo proponía que les cortaran la cabeza a los diez miembros del Cabildo; tan pronto daba una vuelta de ciento ochenta grados y quería salir de la gran aldea, pequeño escenario para sus ansias, y aparecer en las cortes europeas con el oropel y los dineros de un embajador real y suplicaba a Saavedra, su adversario, que lo designara representante del amado Fernando VII? ¿Hay sinceridad en esta artificiosa agitación alrededor de un glorioso aniversario que nunca les interesó mayormente? ¿Y de un personaje que la masonería considera suyo? En estos tiempos empapados en marxismo el amor a la patria con fronteras no está de moda. Lo que mueve a los títeres filo-comunistas es una vergonzante pasión antimilitarista y anticatólica y un gran apuro de adulterar la verdadera tradición argentina, para que la nación olvide sus orígenes y sea infiel a su destino. Así estará mejor dispuesta para unirse a los compañeros de ruta del comunismo, en un solo montón con las republiquetas últimamente formadas o deformadas e irremediablemente avasalladas por el príncipe de este mundo (Juan 14, 50).
CAPITULO XIV EL PADRE DEL PERIODISMO ARGENTINO La verdad es que este pálido procer \de la historia argentina, que ha acaparado casi toda la gloria de la Revolución, no pensó nunca ser numen de nada. Su aspiración de buen padre de familia — bonus pater vir, como decían los romanos — fue fue vivir en el seno de los suyos, en el sosiego de sus libros, labrándose una desahogada posición, con su clientela de ricos propietarios y curas en pleito con su obispo. A lo menos así nos lo pinta su primer biógrafo. Pero como después de muerto, a los siete u ocho meses de vida pública, lo han hecho estandarte de una tendencia, sus panegiristas se encuentran en el compromiso de agregarle algunos hechos más eminentes, atribuyéndole escritos que no escribió, palabras que no pronunció, hazañas que no realizó. No queremos decir que haya nacido bajo el signo de la mentira, ya que él no es culpable de las opulentas biografías que le han fabricado cuando él ya no estaba en condiciones de protestarlas. Esto le ha ocurrido merced no a las calidades, sino a las deficiencias de su temperamento. Lo han semiendiosado los que no lo conocieron porque es el hombre de aquellos 'tiempos heroicos, que mejor conjuga las tres negaciones modernas. Se le atribuyen los tres odios que agitan al mundo actual: odio "a la casta militar", odio a la religión (1), odio a la jerarquía.
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Por lo menos el odio a la jerarquía, especialmente la de los reyes, parece que no lo tuvo tan arraigado, ya que fue contertulio y asesor o consejero del Virrey hasta las vísperas mismas de aquel 25 de Mayo, que sólo conoció al anochecer; y fue partidario del Rey hasta el día mismo de su muerte en alta mar, como que tal desgracia lo sorprendió llevando en el bolsillo, además de 20.000 pesos fuertes, qu que; e; le había hecho entregar Saavedra, una credencial de Embajador del Rey de España ("el amado Fernando", lo llama él en cierto documento transcripto aquí), para ante el Rey de Inglaterra, Jorge III, que entonces era gran amigo de España. ¡EI amado Fernando! Subrayemos esta palaciega expresión que más de una vez hallaremos en los papeles firmados por el fundador de la democracia argentina. Sus panegiristas sólo citan de él frases airadas y copetudas, a menudo inventadas por ellos o escritas por otras plumas; pero su lirismo tenía vibraciones enternecedoras cuando se refería a su amado Señor. Lo que sus biógrafos quieren no es relatar su vida sino inventarle una arrogante figura, que corresponda al grandioso papel que después después de muerto muerto debe desempeñar. desempeñar. Quieren hacerlo pasar por el "espíritu de la Revolución de Mayo" y en efecto, lo es para una cantidad de gentes muy alejadas entre sí, al parecer, como los laicistas, o los masones, o los comunistas y hasta los anticuados energúmenos que querrían "ahorcar al último rey con las tripas del último fraile". Sin contar con los católicos liberales, tímidos y atolondrados compañeros de ruta de los comunistas. Para todos ellos Moreno encarna lo que llaman "espíritu de Mayo". Como ese falso espíritu de Mayo que se pretende insuflar en luterana, calvinista, judía, mahometana, ortodoxa, ni siquiera el espiritismo ni el paganismo y mucho menos el ateísmo, con sus diversas supersticiones, preocupan a los librepensadores. Solamente la católica, es decir, la religión verdadera es la que consideran peligrosa. peligrosa.
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la historia argentina, tiene que fundarse en alguna cosa que haya dicho el numen, a cada paso se nos ofrecen gerundianos aforismos, frutos verbales de aquel cerebro prodigioso: Moreno afirmó... Moreno dijo... Moreno escribió... Cuando se cita a Isaías o a San Pablo o a San Agustín, todo orador o escritor solvente, indica el pasaje del Antiguo Testamento, o la Epístola, o el Libro de donde extrajo lo citado. Pero los que citan a Mariano Moreno, temen darnos esos detalles, no sea que entremos en curiosidad de confrontar la cita y descubramos que proviene de un discurso o arenga que él nunca pronunció, (porque (porque la oratoria no era su fuerte) o de un artículo de la Gazeta, que otro colega escribió (porque tampoco el periodismo fue su vocación). Le atribuyen no solamente los artículos más sonoros de la Gazeta, sino hasta la fundación del periódico mismo, lo cual les permite consagrarlo consagrarlo como el padre del periodismo periodismo argentino. argentino. Cuando se.nos refiere que el miércoles 1° de abril de 1801 apareció en Buenos Aires el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiógrafo del Río de la Plata, nuestro primer periódico impreso, fundado fundado por el abogado español don Francisco Antonio Cabello y Mesa, su Director hasta fines de 1802, creemos que es verdad, porque tenemos la referencia de personas responsables, que han investigado el punto y escriben de primera mano, en excelente prosa castellana, limpia de afeites sin oquedades ni ditirambos ( 1). Y sacamos en limpio que ése es el primer periódico argentino, aunque fuese fundado por un español. Si en la misma obra hallamos que el 1? de setiembre de 1802 apareció el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio, de Juan Hipólito Vieytes, que lo dirigió hasta su último número el 11 de febrero de 1807, debemos creer que ése es el segundo (!) ÁNGEL RIVERA y R AÚL QUINTANA, Aparici Aparición ón de los género géneross periodístico periodísticoss en la época colonial (Buenos Aires, 1945, Imp. Coni, pág. 31). 31).
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periódico fundado en Buenos Aires y que Vieytes fue el primer periodista periodista argenti argentino, no, Otra noticia recogemos en la obra de Rivera y Quintana, digna de entera fe, por lo concienzudo de la investigación, a mil leguas de esos refritos que nos descorazonan en otros libros, copias de copias, plagadas cada vez de más errores. Tal noticia es que el Virrey Cisneros fundó un nuevo periódico con el título de Correo de Comercio, que empezó a publicarse el 3 de marzo de 1810, bajo la dirección de Manuel Belgrano y duró hasta el 6 de abril de 1811. Fueron sus principales redactores, Belgrano y Vieytes ( 1) . El Correo de Comercio vivió diez meses bajo el gobierno de la Junta de Mayo, más tiempo, que bajo el gobierno del Virrey. No puede negarse que fue un periódico argentino, reconocido y hasta elogiado por la Junta de Mayo en el decreto de fundación de la Gazeta. Hasta aquí estamos seguros de lo que se nos relata. Desgraciadamente la obra de Rivera y Quintana termina ahí, porque su propósito ha sido historiar solamente el periodismo colonial. El acierto con que lo ha realizado nos hace lamentar que no alcanzara a cubrir por lo menos el período de la Independencia. Con su información intergiversable hubiera hecho imposible el nacimiento del nuevo dogma, que quieren imponernos, de que Mariano Moreno fue el primer periodista argentino, Fundador y Director de la Gazeta de Buenos Aires, nuestro primer periódico. Dicho dogma, echado a rodar hace un siglo y medio por Manuel Moreno, pero nunca tomado verdaderamente en serio, se ha consolidado gracias a que lo ha prohijado el Círculo de la Prensa de Buenos Aires, entronizando en su sala de honor un gran retrato del numen, a quien se le declara padre de los periodistas argentinos. Con esto solo, sin ningún argumento, debemos acatarlo. Negarlo es hoy una herejía tan grave como aquella otra que
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Ob. Ob. cit. cit. á . 13 134. 4.
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hace veinte años causó tanta alharaca en el cotarro, cuando afirmamos que Mariano Moreno no fue el fundador de la Biblioteca Naciona Naci onal.l. Pues bien, pese al retrato y sin temor a la nueva excomunión que nos arrojarán, declaramos que eso también es falso. Para probar la falsedad nos basta echar un vistazo al decreto del 2 de junio de 1810, por el cual el primer gobierno patrio dispuso funfu ndar un periódico oficial. Es claro que si había de ser oficial, no podía ser resolución de un particular. En sus considerandos dice la Junta: "El Pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus Representantes... Para el logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Aires, el cual sin tocar los objetos que tan dignamente se desempeñan en el Semanario de Comercio [el Correo de Comercio] anuncie al público las noticias exteriores e interiores que deban mirarse con algún interés. "En él se manifestarán igualmente las discusiones oficiales de la Junta con los demás Jefes y Gobiernos y el estado de la Real Hacienda. "La Junta, a más de incitar a los sabios de estas Provincias para que escriban sobre tan importantes objetos, los estimulará por otros medios que les descubran la confianza que pone en sus luces y en su celo. "Todos los escritos relativos a este recomendable fin, se dirigirán al señor Vocal, Dr. D. Manuel Alberti, quien cuidará privativamente de este ramo, agregándose por la secretaría las noticias oficiales" (1). Se establecen, pues, tres puntos: I 9 que fue la Junta de Mayo la fundadora de la Gazeta; 2° que se trataba de un periódico oficial, nuevo, es decir: no prohijaba un periódico fundado antes por nadie; 3° que lo ponía bajo la dirección del Vocal, Dr. Dn.
(1) Registro Oficial9 de la República Argentina, Argentina, t. I, pág. 30. Caseta de Buenos Aires, n 1, 7 de junio de 1810.
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Manuel Alberti, quien cuidaría privativamente privativament e de este asunto y a quien se le dirigirían todos los escritos. Así pues, ningún colaborador (de los que la Junta invitaba a escribir) se manejaría por su cuenta, sino que que le enviaría a él sus colaboraciones. colaboraciones. En aquellos tiempos no se estilaba llamar director al Jefe de un diario, pero sin llamarlo de ningún modo se fijan sus atribuciones, que ejercería privativamente. Según el Diccionario de la Real Academia Española y según el sentido de la lengua que todos poseemos, (más o menos) el adverbio primitivamente significa "con exclusión de todos los demás". ¿Y qué papel tenía Moreno, cuyo solemne retrato decora hoy el Círculo de la Prensa como padre del periodismo argentino? ¡Ninguno! El decreto no lo alude en ninguna forma. En cambio la Junta, que no lo reconoce fundador, ni lo nombra director del periódico, lo designa luego, en otro documento, redactor, en compañía de Castelli y de Belgrano. Como la redacción de la Gazeta era anónima y todos los artículos se publicaban sin la firma del autor, es imposible saber quién los escribió. Los señores panegiristas, que desde hace cuatro o cinco años nos recuerdan casi diariamente que hay que honrar a Moreno como a Fundador y primer Director de la Gazeta no ignoran este decreto, pues mencionan la fecha de su publicación, 7 de junio, y han hecho declarar tal fecha como el "Día del periodismo", que cada año todos los diarios del país solemnizaran absteniéndose de aparecer. Si a pesar de conocer el decreto continúan sosteniendo la anterior falsedad violan a sabiendas la primera ley de; la Historia, según el Pontífice León XIII, que encerró en afortunada síntesis el precepto de Cicerón. La hemos impreso en la cubierta de este libro y no queremos volver a imprimirla aquí porque abochorna;] pero ellos deben volver volver a leerla porque es saludable. Han violado también la ley natural de dar a cada uno lo que le corresponde, que en derecho romano se expresa con este aforismo: suum quique tribuere.
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Nuestra ley civil no autoriza la averiguación de quién sea el padre carnal de una criatura. Pero en nuestro caso, sin andar en búsquedas prohibidas, surge por sí sola esta verdad: el verdadero padre del periodismo argentino es Vieytes que había fundado en 1802 el Semanario de Agricultura, publicado hasta 1807. Pudiera discutirle el honroso título de padre de nuestro periodismo aquel abogado español, fundador del Telégrafo Mercantil en 1801, el primer periódico impreso en el Río de la Plata; pero si hemos de referirnos solamente a periodistas argentinos, a nadie, ni siquiera a Belgrano, que colaboró en el Telégrafo en 1801, le corresponde ese honor. Sin embargo, el retrato de Vieytes no figura en ninguno de los lugares en que se honra al padre del periodismo argentino. Le han arrebatado esa paternidad para atribuírselo al imaginario fundador de la Gazeta de Buenos-Aires, que ni la fundó ni la dirigió ni apenas colaboró en ella. Algunos historiadores, advirtiendo lo absurdo de sostener esta pretendida hazaña de Moreno, se retiran a posiciones menos comprometidas y se contentan con afirmar que fue "el alma de la Gazeta". Las diversas metempsícosis del procer, que unas veces se encarna aquí, otras allá, y siempre es el al ma de algo insigne, son fabulosas y además inverosímiles. Se dice que una persona es el alma de alguna institución, cuando concentra en sí toda o casi toda la labor y supera y desborda con su propia actividad la acción de sus colaboradores. ¿Hizo esto Moreno en la Gazeta? Veámoslo con cifras escuetas, pero elocuentes. Desde el 7 de junio de 1810, en que apareció por primera vez hasta el 12 de setiembre de 1821, en que la suprimió Rivadavia, publicáronse 810 números. Ajustando más el cálculo: Desde el 7 de junio de 1810, hasta el 17 de diciembre del mismo año, fecha más allá de la cual no hay que pensar que
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escribiera nada, pues preparaba su viaje a Europa, se publicaron 29 números ordinarios, 23 extraordinarios y 3 suplementos. Estos 55 números contienen 209 artículos, de los que su hermano Manuel, que conocía a su personaje, sólo ha recogido 2, como de su redacción. (Ya demostraremos que uno de esos artículos fue de Belgrano). El doctor Pinero, que no lo conocía, le atribuye 19, pero sin explicarnos en qué se apoya, pues aparecieron sin firma de autor. Si mientras vivió, colaboró tan poco, es seguro que después de muerto no mejoró su aporte; a menos que se diga que durante doce años envió a la Gazeta sus artículos de ultratumba por intermedio de una mesita de tres patas. ¡Era tan sobrehumana la actividad de este hombre! Pero nuestros católicos abuelos no eran dados al espiritismo. Y de este parsimonioso redactor, de quien no se sabe de cierto que escribiera casi nada, vienen a decirnos que fue el alma, etc. Si éstos que tal cosa propalan fueran de verdad periodistas y leyeran lo que con seguridad sabemos que fue labor de aquella pluma, comprobarían que no hay estilo menos periodístico. periodístico. Ampuloso, aburrido, de penosa sintaxis y mechado de citas clásicas, entremezcladas con alusiones pueriles y fanfarronadas de chisperos, no merecía ciertamente el honor que ha logrado, de figurar en algunas antologías de clásicos argentinos. En prueba de que no exageramos, he aquí algunas perlas tomadas de una Orden de la Junta, sobre "ruptura de hostilidades con Montevideo", fechada el 13 de agosto del mismo año, que lleva solamente las firmas de Saavedra y de Moreno. La paternidad del procer sobre esta pieza es más segura que la de cualquiera de los artículos de la Gazeta que le atribuyen. Por lo menos en ella está su firma. Véanse algunos pasajes. Arrumacos a Fernando VII. "La Capital había jurado solemnemente la fidelidad a su amado monarca el Sr. Dn. Fernando VII y la guarda constante de sus augustos derechos, y desafía al mundo entero a que se des-
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cubra en su conducta un solo acto capaz de comprometer la pureza de su fidelidad... fidelidad... " Es el tono meloso y a la vez pendenciero de la Representación de los Hacendados en que también se desafía al mundo a que se busque en los los criollos señales señales de vacilación vacilación en su fidelidad. Pedantismo clásico. "Haber visto renovada la mediación de Filipo." "La república, dice Cicerón en la oración 47 por Sextio, etc." Grotesco. "Aunque se perdiere la esperanza de repetir las campañas en el café de Marcos, se embarcarían en su buque, bien provistos de municiones de boca". Risible. "La misma campaña que su inexperiencia cubrió de nuestros cadáveres en el ataque de los ingleses..." (1). Que Moreno hable de nuestros cadáveres, refiriéndose a los valientes criollos que murieron en las invasiones inglesas, se pasa de cómico, porque su cadáver siguió viviendo lejos de los campos de batalla, donde caían cadáveres ajenos. Nada sería que los panegiristas se hubieran inventado este semidiós para su uso privado. Lo intolerable es que habiéndose apoderado de la dirección de la enseñanza de todo el país, obliguen a nuestros escolares a absorber todo ese viento, para que en el 7 de junio de cada año, tengan que volver los chicos deses perados a sus casas a pedir a sus padres que les ayuden a fraguar un deber enalteciendo al Fundador de la Gazeta, al Fundador de la Biblioteca Nacional, al Fundador de la democracia, al Padre del periodismo argentino... Esta labor pertinaz de adulteración de la historia tiene aspectos cómicos, porque no es empresa lucida ni fácil inflar a un procer; pero también los tiene tristes. Volvemos a decirlo, poco o nada nos importaría la vida fabulosa «lo Mariano Moreno, si no fuera que la han imaginado con el proGaceta de Buenos Aires, 16 de agosto de 1810.
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pósito inconfesable de socavar los cimientos católicos de nuestra patria, fundada, como toda nación de origen hispánico, en la verdad, en la jerarquía y en la libertad. En otras palabras: en la religión católica, en el ordenamiento social y en la voluntad de vivir libres, conforme a tradiciones seculares, valiéndonos de las fuerzas armadas para mantener todo eso que es lo mejor de la historia argentina, continuación de la historia de España. Al aprovecharse del jacobinismo frenético, si bien postizo, de Mariano Moreno para convertirlo en precursor, pretenden dar a este sentimiento carácter de cosa venerable, haciéndolo arrancar nada menos que de las entrañas de la Junta de Mayo. Algunos han caído de buena fe en esta conjuración antinacional. No lo dudamos y para ellos escribimos. Además con esta fábula quieren borrar o por lo menos retacear la gloria de los verdaderos próceres de Mayo. Si uno solo de ellos es el gran obrero, el numen, el pensamiento, el alma de aquella Revolución ¿qué les queda a los demás? Ser unos fantoches, que él manejó, y que si de algo sirvieron fue porque se dejaron manejar por él. Él en los siete u ocho meses que vivió después del 25 de Mayo, les dio "el puntapié inicial" y ellos siguieron rodando por la historia, conforme a la dirección que él les imprimió. "Puntapié inicial" que a 150 años de distancia se nos quiere imprimir también a nosotros, que ya no estudiamos la historia en los libros de esos señores. Contra esa pertinaz falsificación, que es al mismo tiempo una defraudación a nuestros héroes y una desfiguración de la fisonomía de Ja patria, hemos escrito y si Dios nos da vida seguiremos escribiendo. Mariano Moreno, más que el padre del periodismo argentino, es el hijo del periodismo liberal, que lo ha inventado, lo ha canonizado y lo ha entregado a la adoración de los que no creen en Dios, pero creen en estos semidioses de papel.
CAPITULO XV LA PÁGINA NEGRA DE LA HISTORIA MILITAR ARGENTINA Cronistas de aquellos tiempos, testigos de los sucesos, nos pintan a Vieytes como a un personaje contagiado del terrorismo de Moreno. A pesar de eso encontró tan monstruosa la orden de “arcabucear" a Liniers y sus ilustres compañeros, que vaciló en cumplirla, y eso le perdió. "Los señores Moreno, Castelli y Vieytes — dice dice un autor de aquella época, en un libro impreso mucho después — , en el seno de la Junta Gubernativa eran los representantes de la doctrina de esta secta política que pretendía, a ejemplo de la que le servía de modelo, regenerar el orden político y social de estos países por medio de la sangre y del crimen..." (1). Vieytes, representante civil de la Junta y Ocampo, jefe militar de la expedición, fueron destituidos y reemplazados por otros considerados más capaces de cumplir las tremendas instrucciones de Moreno, que aprovechó ese fugaz momento de influencia política. En lugar de Ocampo se puso al frente del ejército a Antonio González Balcarce; y en vez de Vieytes, a Castelli, con el cargo de Diputado o Comisario del Gobierno en Campaña. Las tropas marcharon hacia el Alto Perú. Omnímodas, como las de un rey absoluto fueron las facultades con que partió Castelli, y muy por encima de las del propio jefe militar de la expedición. Milicianismo avant la lettre. "La Junta de Comisión de la expedición — reza reza textualmente (1)URIBURU,, DÁMASO, Memori Memorias as (Buenos Aires, 1934), pág. 31.
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el decreto en que se lo nombró — , reconocerá a dicho Dr. Castelli por representante de la Junta, obedecerá ciegamente sus órdenes, y no ejecutará plano, medida ni providencia alguna sino con su aprobación... Y los pueblos interiores recibirán al Dr. Juan José Castelli como un órgano legítimo de la voluntad y sentimientos de esta Junta…”(1).
Como ésta se había arrogado todas las atribuciones del Rey, y no reconocía cortapisas de ninguna especie, y decretaba ejecuciones sin formas de proceso, su representante, investido de todas sus facultades, se vio poderoso como un procónsul. Vamos a ver la manera en que usó de su desmesurada autoridad. López nos describe el temperamento de Castelli. "No hay duda — dice dice — , que Castelli había entrado en la Revolución animado de un espíritu inclemente e imbuida toda su alma en esa doctrina ya expuesta. Pero no era tanto por su propia índole, cuanto por la convicción de que su país y sus compatriotas habían abierto una lucha tremenda, en la que el terror debía imponerse como el arma más formidable, para someter y anonadar las rebeldes resistencias de los realistas contra la soberanía nacional. Su carácter apasionado, los compromisos que había tomado con sus amigos y con la opinión pública, de aterrar a los enemigos del nuevo régimen, para quitarles hasta la idea de hacer frente a nuestras tropas, le habían dado una naturaleza nueva, un temple artificial.. ."( 2). El historiador Gambón observa a este propósito: "La historia imparcial no puede callar que estos procedimientos de Castelli fueron contraproducentes" contraproducentes" ( 3). Era el espíritu papelero y trasnochado de Moreno, era su estilo (1) Decreto del 6 de noviembre de 1810. Registro Oficial de la República Argentina, t. I, pág. 74. (2) LÓPEZ, VICENTE FIDEL, Historia de la República Argentina, t. III, pág. 247. (3) GAMBÓN, VICENTE, Lecciones de Httorto Argentina (Bueno» Aires, A. Estrada y Cía., 1907), t. II, págs. 20 y 22.
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rimbombante. Afirmación a gritos de los derechos abstractos del pueblo, conforme a trasnochadas trasnochadas lecturas, pero pero ningún respeto real por los derechos derechos concretos de nadie. En el Alto Perú, Castelli no tenía necesidad de "anonadar rebeldes resistencias de los realistas", ni de "aterrar a los enemigos i del nuevo régimen", porque aquella extensa provincia estuvo dispuesta para la causa revolucionaria mucho antes que Buenos Aires. La revolución de Chuquisaca estalló el 25 de mayo de 1809, un año antes que la de Buenos Aires. Poco después, el 16 de julio del mismo año se levantaron los criollos en La Paz contra los españoles. Que las autoridades tomaron estos levantamientos colmo cosa seria nos revela el hecho de que de sus autores unos fueron desterrados y otros ahorcados. Diversos conatos que remontan a 1805 y aún más atrás, prueban que el país estaba maduro para la independencia, independencia, y no mereció los vejámenes a que lo sometió Castelli. Meses antes de que llegara él con la Expedición Auxiliadora, las solas noticias de Buenos Aires, habían sacudido los ánimos de los criollos del Alto Perú. El 11 de agosto de 1810, desde Chuquisaca, el gobernador español, Mariscal Nieto, escribe al gobernador de Córdoba, Gutiérrez de la Concha (que quince días después sería fusilado con Liniers en Cabeza del Tigre): "en esta ciudad hay mucho partido contrario a la buena causa y necesita mantener en ella la guarnición de cuatrocientos hombres" ( 1). Luego Cochabamba una de las más pobladas provincias, se subleva encabezada por don Esteban Arce. El coronel don Francisco del Rivero y el comandante don Melchor Guzmán se apoderan de la guarnición, niegan obediencia al gobernador Mariscal Nieto, presidente de la audiencia de Charcas y apoyan el reconocimiento reconocimiento de la Junta de Buenos Aires, que efectúa el (') Archivo de Gobierno de Buenos Aires, capítulo 58, 3».
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Ayuntamiento diez días después. Castelli a esas horas todavía estaba a centenares de leguas del Alto Perú, pero toda la región ya se manifestaba públicamente por la independencia. El mariscal Nieto que había convocado sus milicias, viendo que "en La Plata hasta las piedras parecían patriotas", y que aun el mismo Arzobispo, español como era, "no le prestaba apoyo en sus empresas, ni moral, ni materialmente..." avanza al encuentro del enemigo, para destruirlo en un desfiladero que hay entre Suipacha y Tupiza. (1) . El coronel Rivero conducía una división de dos mil cochabambinos, mal armados, pero entusiastas. La ciudad de Oruro se hallaba plegada ya a la revolución, y hasta en las poblaciones poblaciones indígenas cundía el fermento fermento patriótico. patriótico. Entretanto, lentamente, por falta de elementos de movilidad, iba aproximándose la Expedición Auxiliadora, por otro nombre el Ejército del Norte, que llegaba, no a producir sino a apoyar una revolución ya realizada. La vanguardia realista, que había llegado a Tupiza, temió el choque y se atrincheró en la estrecha garganta de Santiago de Cotagaita. El 27 de octubre apareció la Expedición Auxiliadora, cuyo jefe era Balcarce, y allí se trabó la primera batalla del Alto Perú, que fue una derrota para nuestras armas: Cotagaita. En su retirada Balcarce pudo reforzar sus tropas con soldados y municiones, que le trajo el después famoso general Güemes y eso le, permitió reorganizarse a orillas del río Nazareno y aguardar a los realistas que avanzaban al mando del general Córdoba. El 7 de noviembre de 1810 se libró la batalla de Suipacha, primera victoria de la Independencia, Independencia, que no costó al ejército de Balcarce, según el historiador Frías, más de un muerto y doce
(1) FRÍAS, BERNARDO, Historia del General don Martín Güemes y de la provincia, de Salta (Casa Editora de A. Grau, Buenos Aires, 1907), t. II, pág. 90.
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heridos y a los enemigos cuarenta muertos(1). Empero sus resultados fueron decisivos, porque el ejército realista se desbandó, (perdió sus cuatro cañones, su parque y sus muías y dos cargas de plata sellada. Casi al mismo tiempo y por su lado las tropas de Cochabamba, con pésimos cañones que reventaban al disparar, con hondas que os indios manejaban muy bien y garrotes a falta de sables — las las legendarias "macanas" de los cochabambinos — , se enfrentaban con otra columna realista. El 15 de noviembre, el coronel cochabambino Rivero derrotó I coronel Piérola, en la pampa de Aruhuma, llamada en las historias Aroma, que hoy nadie recuerda, si no tropieza con su nombre equivocado en la tablilla de una callejuela de cincuenta palos de largo, detrás del Ministerio de Obras Públicas, en Buenos Aires, donde tan generosamente se ha inmortalizado en avenidas imponentes a personajes extraños y sucesos de mucho menos y asta de ninguna importancia en nuestra historia. Estas dos acciones, Suipacha y Aruhuma, fueron las primeras y últimas victorias de la Revolución en el Alto Perú y ganaron para el gobierno de Buenos Aires una inmensa región, hasta el río Desaguadero, límite del Virreinato del Perú. ¿Cómo la la administró el representante representante de la Junta, Junta, doctor Castelli? En manera funesta, implantando a contrapelo, por puro jaco binismo, "la política política terrorista de Moreno, que en mala mala hora vino i iniciarse y que sólo sirvió para que la revolución bajara al crimen, rindiera su altura moral y se labrara su propio desprestigio"( 2)) Haciendo gala de corrupción y befa de toda idea religiosa o símbolo católico, Castelli y Monteagudo y los oficiales que siguie(1) FRÍAS, BERNARDO, Historia del General don Martín Güemes, etc., II, pág. 115. (2) Misma obra, t. II, pág. 81.
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ron su ejemplo, animados por las instrucciones despiadadas de Mariano Moreno, dieron pie a que sus enemigos que espiaban sus acciones, convencieran al pueblo sencillo del Alto Perú de que combatir contra los porteños era defender la moral y la religión y que el que moría peleando en favor de los españoles se iba al cielo como un mártir. "Los misterios más graves de la religión, las cosas más santas del culto — dice dice el historiador Frías — , fueron objeto de su pifia y de su risa" ( l). Núñez, cronista contemporáneo y empleado que fue en la secretaría de Moreno, decidido morenista, cuyo testimonio no pueden recusar sus partidarios nos pinta este cuadro fiel y horrible: "El curato de Laja donde fijó su residencia el Representante (Castelli) no fue el centro de la autoridad militar, sino el foco de una licenciosa democracia... Los diferentes campamentos eran otras tantas ferias diurnas y nocturnas, donde entraban y salían discrecionalmente los hombres y las mujeres de comarcas inmediatas, donde se bailaba, se jugaba, se cantaba y se bebía como en una paz octaviana... Se desbandaban por las poblaciones para propagar sus doctrinas anti fanáticas, llevando el alarde que hacían de su despreocupación, término entonces muy a la moda en el partido liberal, hasta el grado de haber inducido a los indios o naturales a quemar una cruz en la misma capital de la provincia de La Paz, y a que algunos cometiesen el enorme sacrilegio para aquellos pueblos de revestirse sacerdotalmente sacerdotalmente y cantar misa en el templo del curato de Laja, en cuyo pulpito predicó el Secretario Monteagudo un sermón sobre este texto: La muerte es un sueño largo" (2). Anotemos esta alusión a cierto vago partido liberal porque ésa es la única fundación de Mariano Moreno. Tales atrocidades cometidas por quienes estaban imbuidos de (1) FRÍAS, Historia del General Güemes, II, 194. ( 2 ) NÚÑEZ, IGNACIO, Noti Noticia ciass histó históric ricas as de la Repú Repúbl blica ica Argen Argenti tina na (Buenos (Buenos Aires, Imprenta Argentina, 1857), pág. 358.
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Su espíritu anti fanático, fueron la primera expresión del liberalismo argentino y le atraen los sufragios de los incrédulos de antes y de los de hoy. El doctor Facundo de Zuviría, también contemporáneo de los sucesos, recuerda con indignación y amargura aquellos sacrilegios "por los millares de prosélitos que quitaron a la causa de nuestra libertad e independencia: el sermón de Biacha predicado por uno de nuestros primeros hombres y que hasta hoy se recuerda en el Alto Perú; el ultraje al signo de nuestra redención, arrastrado por las calles de Chuquisaca a presencia de los representantes de nuestro primer gobierno; la persecución de todos los obispos y pastores que secundaban el entusiasmo político de las autoridades"(1). El fusilamiento en Potosí de los generales Nieto y Córdoba y del intendente Sanz, prisioneros después de la batalla de Suipacha, fue una ejecución sin sentido militar que inspiró repulsión, una verdadera torpeza política, porque no se trataba de enemigos extraños, que pudieran luego ser peligrosos, sino de adversarios vencidos e impotentes a quienes se podía atraer al partido de la Revolución, Re volución, que en ese tiempo, combatía bajo la misma bandera española por el mismo Re y. El propio Mariano Moreno, que escribía a Castelli dándole esas instrucciones despiadadas contra los españoles, dos o tres meses después no tuvo escrúpulos de aceptar el cargo de embajador en Londres, designado por Saavedra, a nombre del Rey Fernando VII. Ni Belgrano, ni San Martín fusilaron nunca a los generales vencidos, lo que sobre ser horrendo habría sido impolítico. El astuto general Goyeneche, americano de origen, que tomó el mando de los realistas, negoció un armisticio de 40 días y comenzó a preparar su ejército a orillas del río Desaguadero. Ex(1) ZUVIRÍA, FACUNDO DE, El principio religioso como elemento político, social y doméstico (París, Imp. de J. Clave, 1860), págs. IX y X.
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plotó sagazmente la indignación que en el pueblo iba cundiendo contra los "porteños herejes", como ya se llamaba a los patriotas. Nada hay más enconado y tenaz que las luchas en que se in jertan motivos motivos religiosos. religiosos. Los pueblos más pacíficos se electrizan cuando se les obliga a defender no solamente su suelo sino también su fe; y en aquellos tiempos era todavía más insensato que hoy el herir en sus creencias a poblaciones probadamente probadamente católicas. "Goyeneche — afirma afirma el general Paz — aprovechándose aprovechándose hábilmente de nuestras faltas, había (sin ser tan religioso como el general Belgrano) fascinado a sus soldados en términos que los que morían eran reputados mártires de la r eligión..." eligión..." "Además de política era religiosa la guerra que se nos hacía y no es necesario mucho esfuerzo de imaginación para comprender cuánto peso añadió esta última circunstancia a los ya muy graves obstáculos que teníamos que vencer" ( 1). Hasta en el corazón sencillo de los soldados rasos la idea religiosa infundía verdadero heroísmo. Así refiere el general Paz, joven oficial entonces entonces del ejército ejército y testigo testigo irrecusable, el siguiensiguiente episodio: "Habiéndose pasado un soldado del enemigo a nuestras filas se desertaba para volver al ejército Real, cuando fue capturado. Juzgado y convencido de espía, fue sentenciado a muerte. En medio del cuadro fatal y a dos varas del suplicio, con una serenidad digna de un héroe, dijo: Muero contento por mi religión y por mi Rey" Rey" ( 2). Estamos tocando en lo vivo una importantísima razón de la gloria de Moreno, porque fue el precursor del liberalismo argentino, yuyo extraño y pernicioso en nuestra patria. Su impiedad cayó en gracia a los historiadores liberales, que luego, no más, rivalizaron en la tarea de inflar a pedal su figura,
porque descubrir un librepensador en la Junta de Mayo, era dotar de un abuelo ilustre a los ateos y enemigos de la Iglesia que sobrevendrían con el tiempo. La irreligiosidad de "los porteños" era tan extrema, que ni siquiera se atenuó después de la derrota, según nos lo refiere tam bién el general Paz en sus Memorias Póstumas. Dice así: "Cuando se retiraba el ejército derrotado en el Desaguadero, se detuvo Castelli algunos días en Chuquisaca y sus ayudantes... acompañados de otros oficiales locos, pasando una noche por una iglesia, vieron una cruz en el pórtico, a la que los devotos ponían luces: alguno de ellos declamó contra la ignorancia y el fanatismo de aquellos pueblos y otro propuso, para ilustrarlos, arrancar la cruz y destruirla; así lo hicieron, arrastrándola un trecho por la calle" (1) . Digamos al pasar que la justicia de Dios, escarnecido en tan horrorosa forma, no tardó en abatir la soberbia de esos hombres. Castelli murió a los pocos meses y Moreno, casi al mismo tiempo, desamparado en alta mar. Monteagudo los sobrevivió quince años. 101 28 de enero de 1825 murió apuñaleado misteriosamente en las calles de Lima, y no por motivos políticos, según quieren algunos hacernos creer. creer. Y como si la irreligión, la crueldad y la corrupción no fueran bastantes, Castelli quiso agregar otro motivo para que aquellas poblaciones que lo habían aclamado cuando llegó, lo apedrearan a pedrearan cuando partió. Con un inoportuno fanatismo demagógico, que allí no podía fructificar, se entregó a perseguir a la aristocracia, y I nerón aristócratas para él todos los que significaban algo por su ilustración, su abolengo o su fortuna. Todavía no se había librado la batalla definitiva, pero ya con eso preparaba el desastre. Se malquistó con los hombres de mayor influencia en el país y
(1) PAZ, JOSÉ MA., Memorias ., Memorias Póstumas, 2* edición (La Plata, Imp. La Discusión, 1892), t. I, pág. 50. (2) Misma obra, t. I, pág. 50, nota.
(1) PAZ BRIGADIER GRAL., José M. PAZ, Memorias Póstumas (Buenos .Aires, 1855, t. I, pág. 19, nota). GAMBÓN cita este pasaje en sus Lecciones de Historia. Argentina (Ángel Estrada y Cía., Buenos Aires, 1907).
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no logró captar la voluntad de la masa popular; y atosigado por la adulación y el placer de mandar, se olvidó de la guerra, y da que a la otra banda del río Desaguadero estaba el enemigo organizándose y aprovechando el tiempo que él perdía en farolerías y francachelas. Un día, realiza una asamblea de indios en la región del lago Tiahuanaco, impregnado aún de la doliente gloría del imperio de los Incas. ¿A quién se le ocurriría en ese marco y ante ese auditorio perorar sobre la soberanía popular y los derechos del hombre, en el estilo incomprensible y pedantesco de los jacobinos? Ante las imponentes ruinas, restos seculares del templo del Sol, cerca de las aguas sagradas donde el astro engendró a Manco Capac, Castelli, declama contra el despotismo de los reyes, sin recordar que Mariano Moreno en la Representación de los Hacendados ponderaba la dominación de ellos como una bendición bendición del cielo; y luego luego pinta con charros charros coloretes coloretes la libertad, libertad, la igualdad y la fraternidad; y propone a los indios que elijan entre uno y otro sistema. "Aquél es el gobierno de los déspotas. Éste es el gobierno del pueblo. Decidme vosotros: ¿qué queréis?" Y le responde como un trueno la gritería de la indiada: ¡Abárrente, Tatai! (¡Aguardiente, Señor!). Los indios carecen del sentido de la ironía. Su mentalidad primitiva, no tiene la sutileza refinada y a las veces enfermiza que descubre lo grotesco de una situación. Empero, la respuesta a la pregunta de Castelli encerró una punzante ironía. Equivalía a decirle: Ustedes, los "porteños", "porteños", nos han prometido la independencia. No sabemos qué es eso. Pero los vemos perseguir a los señores que nos dan de comer y quemar nuestras cruces y arruinar las iglesias y eso es malo. Mire, Tatai, si quiere darnos algo que valga la pena, denos una botija de aguardiente del bueno. Castelli, derramando sobre las impermeables cabezas de los indios eso que llama Taine "el aguardiente falsificado del Contrato Social", al igual que Moreno, reimprimiendo para las es-
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cuelas (1) ese libro de Rousseau, nos dan prueba irrebatible de absoluta incapacidad para el gobierno. Fueron teorizantes engreídos, sin contacto con la realidad. Lo demuestran sus devotos para elogiarlos elogiarlos no encuentran en su acción política una sola disposición visible de buena administración, sino atropellos terroristas, y palabras rimbombantes. Si la revolución no hubiera tenido otros hombres, que rectificarán sus desaciertos, ellos habrían enterrado en poco tiempo a la luciente patria. Produce indignación o tristeza, según la índole de quien lea, el iterarse de las causas que atrajeron la pérdida del Alto Perú. El general Paz, hombre de mucho seso y experiencia, explica por qué tras de haber sido esa región la cuna de la independencia, se transformó en el taller de los ejércitos enemigos que se forjaron para combatirla. combatirla. "Forzoso es decir — expresa expresa — que que la aristocracia del Perú nos era desafecta, desde que Castelli con poquísimo discernimiento ofendió, provocando los furores de la democracia. Creo hasta lora que ésta ha sido una de las causas que han hecho del Perú último baluarte de la dominación española y el taller de esos ejércitos que volaron a todas partes para conservarla y extenderla" (1). Unos por adulación, otros por propia tendencia, no pocos de oficiales del ejército imitaron el mal ejemplo que les ofrecían algunos de sus jefes. ¡"Deberemos aún consignar — dice dice Frías — como como última prueba la relajación de costumbres e indisciplina de aquel ejército, que individuos pasaban las noches, casi sin interrupción, en baile continuó; y tomando para mayor agravante de la falta, ejemplo y lección de su mismo jefe, el representante Castelli, ministro de Junta de Mayo, en cuya casa, nada menos se consumaban muy aves escándalos porque sucedía que en los bailes que en ella daban, sus propios edecanes, al par de otros oficiales jóvenes, 1(1) PAZ, José M., Memorias póstumas (La Plata, 1895), t. I, pág. 95.
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que por esta circunstancia parece que lo eran sus más allegados y protegidos, como gente de la casa, llegaban en el apurar de los licores hasta la embriaguez y hasta embriagar también para aumento de vergüenza a las mozas de la diversión, y hasta acontecía que se notaban en sus acciones con ellas visibles atentados al pudor, lo que acabó de colmar el desconcepto en que tanto la oficialidad como el doctor Castelli habían caído por allí... Y esto lo hacían en aquella Plata (Chuquisaca) donde hacía tan poco había entrado en medio de las aclamaciones que daba casi llorando de alegría un pueblo harto confiado y patriota (1). Tan graves cargos los aseveran escritores contemporáneos de los hechos, como Paz, Zuviría, Torrente, Núñez, y constan en el proceso que el gobierno argentino levantó contra Castelli, Balcarce, Monteagudo y otros de los jefes vencidos en el Desaguadero, según vamos luego a señalar. Los realistas, sabedores de la desmoralización del ejército argentino, se aprestaban a tomarse el desquite de Suipacha. Al otro lado del Desaguadero, en su campamento inaccesible inaccesible de Zepita, el general Goyeneche iba concentrando y disciplinando tropas, no de españoles, sino de americanos, enfurecidos contra los "porteños herejes". Cuando se creyó bastante fuerte, vadeó el ancho río por el antiquísimo puente de mimbres y totoras, fabricado en el tiempo de los Incas. Ocupó un lugar estratégico de suma ventaja, violando el armisticio que había celebrado y esperó el momento más propicio. propicio. Como entretanto llegaran de Buenos Aires noticias de la caída de Moreno, cuyas inspiraciones cumplía Castelli, éste concibió el proyecto de segregar el Alto Perú, alejándolo de la obediencia de la Junta y formando un Congreso local en Chuquisaca o Potosí ( 2).
Semilla de separatismo traicionero, que no pudo hacer germinar, porque él carecía de aptitud para atraer voluntades. Las pruebas de esta tentativa se hallan en el proceso por la derrota, que ha publicado don Adolfo P. Carranza. "Era, pues, esto conspirar contra el gobierno establecido; preparar una conflagración general del país abriendo de lleno las puertas a la guerra civil en frente del enemigo común; y lo que era más grave aún, se corrompía el ejército con tan pernicioso ejemplo, lanzándolo a la funesta escuela de los pronunciamientos militares y de la insubordinación; escuela maldita que tanta sangre y lágrimas nos ha costado y que tantos males ha acarreado a nuestro país. "A haber sido aprehendido Castelli por el gobierno y a haber seguido éste inspirado por las doctrinas terribles del doctor Moreno, que tan sin misericordia ejecutara en Córdoba y Potosí su Representante, el generalísimo rebelde y alzado contra la autoridad de quien dependía y que le tenía confiada a su lealtad sus armas, hubiera sido sacrificado con el mismo rigor, con la misma razón, con la misma justicia y por las mismas causales que él sacrificó a Liniers, a Córdoba y demás jefes rebelados contra la autoridad de la Junta" ( J). En el mes de junio Castelli, que se veía señor del mayor ejército reunido hasta entonces, de 14.000 hombres, sin contar los indios que servían para conducir los bagajes ( 2), resolvió atacar a Goyeneche, que sólo tenía 8.000. Mitre da cifras inferiores para ambos. El 17 de junio de 1811 celebróse en Huaqui, pueblo no lejano del Desaguadero una junta de guerra, que fue más bien una desconcertada algazara de jefes y oficiales y bajo tales pronósticos se resolvió la batalla, para el 20 de junio.
(1) FRÍAS, BERNARDO, Historia del General dan Martín Güemes, t. II, págs. 198 y 199. (2) Misma obra, t. II, págs. 236 y 237, Archivo General de la República Argentina, Año 1813, t. VII, págs. 202.
(1) FR ÍAS ÍAS, BERNARDO, Historia del General don Martín Güemes, t. II, pág. 237. (2) LÓPEZ, VICENTE FIDEL, Historia de la República Argentina, t. III, pág. 605; FR ÍAS ÍAS, BERNARDO, Historia del General don Martín Güemes, t. II, pág. 246: Gazeta Extraordinaria del 26 de Junio de 1811, pag 5.
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Aunque los historiadores modernos tratan muy a la ligera la batalla de Huaqui Huaqui o del Desaguadero cuando cuando no la olvidan olvidan del todo, por no verse en el compromiso de explicar sus causas, es una de las más trascendentales de la historia argentina y pudo ser decisiva en la guerra de la independencia independencia de Sud América. Las tropas argentinas habían recorrido con inaudita fortuna, más de las dos terceras partes de la distancia entre Buenos Aires y Lima, y llegado a la frontera misma entre el Virreinato del Perú y el del Río cíe La Plata. Habían traspuesto todo el Alto Perú, hoy Solivia. Para alcanzar a Lima y herir en el corazón el poderío español solamente les faltaba recorrer 300 leguas, de caminos difíciles, es verdad, pero bien conocidos desde los tiempos de los Incas, como que eran la ruta comercial que ligaba las dos inmensas regiones. De haberse ganado la batalla, el Virrey del Perú no habría podido contener contener en 1811 a los los argentinos triunfantes, triunfantes, como no no pudo resistir al ejército ejército de San Martín que en 1814 1814 después de haber cruzado los Andes y sojuzgado la Capitanía de Chile, le llevó la guerra por el mar. San Martín no utilizó el camino de los Incas para llegar a Lima, porque después del infortunio de Huaqui, todo el Alto Perú, que antes fuera provincia del Río de la Plata, ardientemente decidida por la causa de Buenos Aires, se perdió para las armas argentinas y se transformó en una fortaleza que resguardó a las armas españolas durante trece años. Si los argentinos hubieran obtenido la victoria del Desaguadero en 1811, la dificilísima campaña de San Martín a través de los Andes, sus sangrientas victorias en Chile y la memorable proeza de llevar por mar la guerra al Perú, no habrían ocurrido en la forma que conocemos. Es seguro que la guerra de la independencia se habría abreviado en varios años y muchos miles de soldados no habrían perdido la vida en cien campos de batalla en que todavía tuvieron que luchar. Y es probable que la guerra libertadora de las naciones del norte de Sud América vigorosa y triunfalmente llevada
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por Bolívar, habría sido sido menos cruenta y más breve y no menos menos gloriosa. La impiedad y los sacrilegios que mancharon nuestras armas no nos hicieron merecedores de la victoria, y el Dios de los ejércitos en aquella triste ocasión no nos ayudó. Todo el gran ejército se perdió en una sola jornada. Los jefes mismos traspusieron a uña de buen caballo las serranías, para librarse de caer prisioneros, lo que importaba una muerte segura, porque no habiendo tenido misericordia con los generales vencidos en Suipacha, no podían esperar que la tuviera con ellos el vencedor de Huaqui. Sin más escolta que una docena de soldados, buscaron refugio en diversas ciudades, de donde luego escaparon perseguidos a pedradas y hondazos por la indignación de los mismos pueblos que antes los habían aclamado. Monteagudo lo confiesa en el expediente del proceso. Dice que habiendo llegado a Oruro el día 24, con varios oficiales y soldados, tuvieron que salir de la villa apenas entraron; "que resultas de estos desórdenes fue consiguiente el no poder sofocar la conjuración del pueblo, acaecida a las dos de la tarde de aquel día; en que no teniendo más fuerzas de confianza que la guardia de doce a catorce hombres preponderó el furor del pueblo apoyado en la guarnición de Potosinos que se hallaba allí: en este conflicto fue necesario salir precipitadamente atropellando la multitud armada y burlando la dirección de los tiros de piedra y bola con que nos seguían seguían ”(1). ¡Qué distinta conducta la de Belgrano, después de sus derrotas de Vilcapugio y Ayohuma! No huye despavorido, ni es apedreado en las poblaciones que debe cruzar y que antes lo aclamaron. Se retira con disciplina y serenidad, rehaciendo su ej ército, (1) Proceso del Desaguadero. Declaración del Dr. don Ber nardo de Monteagudo. Archivo General de la República Argentina, publicación hecha por don Adolfo P. Carranza, Carranza, t. IV, pág. 58.
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que se concentra con nuevos soldados alrededor del jefe. Afronta dignamente la responsabilidad; sólo le preocupa la suerte de su patria, a la cual sigue sirviendo con una abnegación que hace olvidar su infortunio. Después del desastre del Desaguadero, todo el país cayó en poder de Goyeneche, y el Alto Perú, que era parte del Virreinato del Río de la Plata, quedó separado para siempre de las Provincias Unidas. La infeliz tentativa de introducir en el verdadero espíritu de Mayo los métodos sanguinarios y el anti catolicismo de la Revolución francesa, malogró la campaña del primer gran ejército que logró formar la naciente república. Y eso no es todo. Lo peor fue que convirtió en odio a los argentinos la ilusión con que se les esperaba en aquel país, que antes sentíase unido a la suerte de Buenos Aires y que se había pronunciado por la Junta de Mayo y enviándole sus diputados para que formaran parte de su gobierno. gobierno. Las sacrílegas mojigangas liberales, el terrorismo, las vejaciones humillantes al pueblo, la impolítica propaganda demagógica, hicieron en poco tiempo enemigos terribles de los que eran aliados naturales y lo que pudo ser una rápida y triunfante campaña por la independencia resultó una larga y azarosa guerra civil. Bajo las banderas de Goyeneche, que no era español sino americano, no fue preciso ya alistar españoles, para combatir a los "porteños", así se les decía, aunque en el Ejército del Norte hubiera ciudadanos de todas las provincias. Acudieron a enrolarse millares de criollos para defender su tierra y sus tradiciones, aún a costa de perder la vida porque era a sus ojos morir mártires por su Re y y su religión. En el Alto Perú se reclutaron los inextinguibles ejércitos realistas que unas veces fueron vencidos en Salta y Tucumán y otras nos vencieron, en Sipe-Sipe, Vilcapugio y Ayohuma. Allí se prepararon no menos de siete invasiones al desgarrado territorio argentino. Su tenacidad habría acabado por forzar la victoria para las armas del Rey, si el homérico Güemes con sus
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luchas indomables, hoy casi olvidados, no hubiera construido muralla detrás de la cual San Martín forjó paciente y sabiamente el Ejército Libertador de Chile y Perú Así aquella rica y vasta provincia que maduró para la libertad antes que Buenos Aires tuvo que esperarla trece años más, sangrándose y desangrándonos. desangrándonos. Suerte y gloria fue para los hijos de la Gran Colombia. El genio del Libertador del Norte, Simón Bolívar, un día puso en el mapa de sus proezas aquella porción del Virreinato del Río de la Plata, en que se estrellaron estrellaron los secuaces de Moreno y con ellos el ejército argentino y resolvió independizarla no sólo del poder del Virrey del Perú, que desalojado de Lima por San Mar tín, había hecho su reducto del Alto Perú sino también de la influencia de las dos naciones que la encuadraban, el Perú y la Argentina, interponiendo entre ellas otro gran estado, que llevó su nombre. Trece años después de la afrentosa derrota del Desaguadero se libró la batalla de Ayacucho, 9 diciembre de 1824, que gano Sucre, el más brillante de los generales de Bolívar, entre cuyas tropas combatieron los restos del ejército de San Martín. Y con esta definitiva campaña terminó la dominación española en Sud América (1). Y aquel pueblo que no quiso recibir la independencia de manos de los trasnochados jacobinos que se la ofrecieron en 1811, porque venía acompañada del deshonor de sus hogares, de la destrucción de sus cruces, de la profanación de sus iglesias y de la orgullosa altanería que desentonaba con su nativa humildad, la recibió alborozado de manos de Bolívar y por gratitud llamó Bolivia a la nueva nación y Sucre a su capital. (l) Podría decirse que el último baluarte español de Sudamérica fue El Callao, en cuya fortaleza fortaleza se amuralló el heroico Rodil todavía largos meses con una tropa de soldados tan valientes valientes como él. Pero ésa fue una hazaña que pinta bien el temple temple español, que debemos admirar, pero no fue una acción de guerra que pusiera en peligro la victoria de Bolívar.
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Pena y bochorno produce el rememorar la más negra página militar de la historia argentina, pero hoy es necesario hacerlo, porque a 150 años de de distancia sigue sigue habiendo quienes quienes la escriben en forma de que las actuales generaciones no conozcan su tremenda lección y continúen ignorando las causas profundas que llevaron a la patria a un desastre que no merecía y le arrebataron una provincia y una gloria que pudieron ser suyas. Estos amargos sucesos, cuyos pormenores casi nunca nos ofrecen los historiadores, son el primer ejemplo de liberalismo impío aplicado como sistema de gobierno, inspirado en la Revolución francesa. Desgraciadamente hay ahora síntomas de que, pese a diplomáticas melifluidades melifluidades con la jerarquía eclesiástica, se quiere repetir el experimento, librando una batalla decisiva para descristianizar y desmilitarizar el país. Dios no lo ha de permitir. El pueblo argentino de sólida raigambre hispánica y católica, no ha de aceptar nunca el ser llevado a la apostasía por hombres sin fe, sin esperanza, sin caridad y, para colmo, impregnados de marxismo. No querrían ellos ser tachados de comunismo, pero no tienen inconveniente en declarar su simpatía, a lo menos teórica, hacia las doctrinas de Marx. Lo cual es tirar la piedra y esconder la mano, pues el comunismo no es otra cosa que el marxismo en acción. Lenin calificaba duramente a estos "compañeros de ruta". Nada agregaremos a su despectivo sarcasmo, que ha dado la vuelta al mundo. "¡Compañeros de ruta e idiotas útiles!" Lo que les ha dicho Lenin y lo que les dirá su conciencia es suficiente. Sin contar con lo que les dirá Dios en el dies irae, en el día en que se enfrenten con Él y tengan que explicarle su odio gratuito a su Hijo, el Redentor de los hombres y a su Iglesia. Que Dios tenga piedad de ellos y que salve a nuestra patria de la alevosa comunicación que le preparan.
CAPITULO XVI EL INICUO "PLAN DE OPERACIONES..." En presencia de esta irremediable desventura, ¡cuán falsas y petulantes suenan las palabras que se atribuyen a Mariano Moreno, como pronunciadas en octubre del año 1810: "¡Estamos ciertos de que mandamos en los corazones!" ('). Un hombre puede encaramarse a una alta posición por un azar o una intriga; y ésa es la aventura de casi todos los demagogos; pero una vez arriba le resulta imposible continuar embaucando. Tarde o temprano llega la hora de acabar con las soflamas y rendir cuentas. La historia no se construye con peroratas. "Mandamos en los corazones', dicen que exclamaba Moreno después de los fusilamientos de Cabeza del Tigre y poco antes de los fusilamientos de Potosí. Y acabamos de ver cuán poco tardaron sus ejecutores en salir perseguidos a pedradas de esos mismos pueblos, cuyos corazones se jactaba su jefe espiritual de haber conquistado. Por desgracia los desatinos y crímenes que los condujeron a tan lastimoso final, no afectaron sólo a sus personas, sino que pusieron a dura prueba la suerte de la patria y mutilaron para siempre su territorio, amputándole un tercio de su superficie. Con la pérdida del Alto Perú, (la noble y bien querida nación boliviana), se se perdió una región tan extensa extensa como Francia, Francia, Italia (!) LEVENE, R ICARDO ICARDO, Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno, Buenos Aires, 1921, t. II, pág. 113.
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y España reunidas (1.350.000 kilómetros cuadrados) opulenta en recursos naturales y poblada ahora por casi 4 millones de habitantes, que eran hermanos nuestros. Pero más responsable que Castelli de aquel desastre fue el que lo aleccionaba en instrucciones y cartas secretísimas, hinchándolo con ese jacobinismo que manchó de sangre inútilmente derramada y de inauditos sacrilegios sacrilegios aquella campaña. ¿Cuáles fueron esas instrucciones y qué responsabilidad tuvo en ellas la Junta? Vamos a establecerlo. En el año 1893 el Dr. Norberto Pinero, (que no era un historiador profesional, sino un jurisconsulto de vasta cultura, escritor de buen castellano y gran probidad), recibió del Ateneo de Buenos Aires el encargo de compilar los escritos de Mariano Moreno. Al confiárselo este cometido, se había tenido en cuenta su ferviente y casi militante devoción por el procer. La edición apareció en un tomo de 580 páginas, precedidas da un extensísimo prólogo, erudito y fundamental. No se había hecho hasta entonces, ni después se hizo, trabajo más completo sobre el asunto. Sin embargo pocos libros en el país, fueron peor r ecibidos que ese primer volumen de la Biblioteca de aquel Club: Escritos de Mariano Moreno, a pesar de que por que por la justeza justeza de las notas notas y la honradez de los comentarios y hasta por su esmero tipográfico, no merecía sino aplausos. Ahora nos explicamos la desfavorable algazara que promovió la inocente compilación de escritos de Moreno, porque debiendo haber servido para su apología, resultó precisamente, a causa de la honestidad con que fue realizada, el retrato fiel y crudelísimo de aquel minúsculo imitador de Robespierre. La razón de la furia que desató, fue que el doctor Pinero había incluido entre los escritos de Mariano Moreno además de la comprometedora Representación de los Hacendados uno encontrado en el Archivo de Sevilla, sólo publicado antes, en parte, pero muy muy extenso y muy sustancioso. sustancioso. Titulábase Titulábase "Plan de
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las operaciones que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata debe poner en práctica para consolidar la grande obra de nuestra libertad e independencia". La publicación íntegra de ese extenso trabajo, que antes no habían querido realizar los apasionados devotos del semidiós, fue el pecado del doctor Pinero. A toda costa había que desacreditar su hallazgo, alegando que el documento era apócrifo y por añadidura blasfemo, "la injuria más atroz que se haya inferido a Moreno". Tan destemplada censura fue ciertamente exagerada. El que, sin prevención, relea la polémica, llega a sospechar que todo el barullo no fue más que un indicio de ese espíritu profesional que se escandaliza y se alarma si alguien, ajeno a la cofradía de los historiadores, se atreve a cazar en su coto cerrado y a tirar sobre una pieza que ellos querían dejar viva. Pocas veces se habían arrojado contra una personalidad argentina de los quilates y de la bondad del doctor Pinero, jabalinas más mortificantes que las que le dirigieron desde la revista La Biblioteca, publicación oficial. A tal extremo que el entonces ministro de Justicia e Instrucción Pública, doctor Luis Beláustegui, creyó del caso intervenir y amonestó severamente al autor de los artículos, que era el mismo Director de la revista y a la vez de la Biblioteca Nacional (1)
(1) Por tratarse de un suceso que tuvo en su época gran resonancia y acarreó la supresión de la interesante revista La Biblioteca, reproduciremos aquí la nota del ministro Beláustegui y la contestación del funcionario: "Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación. Buenos Buenos Aires, Aires, marzo marzo 19 19 de 1898. 1898. Al señor señor Pablo Groussac Groussac,, Director de la revista La revista La Bibliot Biblioteca. eca. "El número de esa revista correspondiente al mes de febrero próximo pasado, contiene un artículo que se relaciona con la edición de las obras del doctor Mariano Moreno hecha por el Ateneo, y que lleva un prólogo escrito por el doctor Norberto Pinero. En el citado artículo se exceden los justos límites de la crítica literaria, para llegar hasta la injuria al doctor Pinero. Esto, y las inconvenientes inconvenientes apreciaciones que consigna con respecto a la representación diplomática que el Gobierno le ha confiado en la Re-
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El señor Groussac sensible a la admonición ministerial suprimió para siempre su revista. En mala hora se le ocurrió al doctor Pinero provocar las iras de los morenistas, publicando un documento tan significativo, no descubierto por ninguno de ellos. ¿Qué era, pues, el Plan? El doctor Pinero lo explica muy bien. Escuchémoslo: "En el Plan aludido, que redactó por mandato secreto de la Junta, aconsejaba el empleo del rigor contra el enemigo, la astucia, la intriga, la vigilancia sigilosa, el espionaje, el soborno, la seducción, el engaño y las maquinaciones, como medios para coadyuvar al triunfo de la Revolución. Indicaba que no se desdeñase los servicios de ningún individuo, por malos que fueran sus antecedentes y sus cualidades; que se llamara a los criminales y prófugos y a los desertores, bajo promesa de perdonarles pública de Chile, no encuadran, de manera alguna, con los propósitos y fines de una publicación costeada por el Tesoro público, y que ha reemplazado, hasta ahora, la Revista de la Biblioteca sa ncionada en la l a Ley de Presupuesto . "He querido hacerle así presente a Vd., .pomo protesta que el caso exige y como apercibimiento de que no tendrá repetición, a fin de que la revista del señor Groussac pueda seguir prestando los servicios que se han tenido en cuenta al fomentarla. Saluda a Vd. atentamente. (Fdo.) Luís Beláustegui." El Director Directo r de La Biblioteca, Bibl ioteca, contestó: cont estó: "Buenos "B uenos Aires, A ires, 20 de abril de 1898. Al Excmo. señor Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, Púb lica, doctor don Luis Beláusteg ui. "Después de una ausencia de algunas semanas (en uso de la licencia concedida al director de la Biblioteca Nacional), he recibido la nota n9 5220, de 1^ de marzo próximo pasado, dirigida por V. E. al director de la revista La Biblioteca, con el objeto de censurar la forma de un artículo literario dado a luz en dicho periódico, y apercibir al que suscribe por la índole general de «una publicación costeada por el Tesoro público, y que ha reemplazado, hasta ahora, la Revista de la Biblioteca, sancionada en la l a Ley de presupuesto». presupuesto». "Acatando la autoridad del señor Ministro y conformándome con el espíritu de la mencionada comunicación, tengo el honor de avisar a V. E. que, desde el próximo mes de mayo, la revista La Biblioteca dej ará de aparecer. aparecer . "Saludo al V.E. con respeto. (Fdo.): P. Groussac."
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sus delitos, borrarles toda nota desfavorable y entregarles sus causas, para que desapareciese cualquier rastro de sus hechos, empre que se alistasen en las filas revolucionarias. "Creía que la menor infidencia, la menor falta, el menor ponimiento de un hombre contra el nuevo sistema, era un delito-, y que la más leve denuncia de un patriota contra un opositor, debería atenderse aunque no fuera cierta, y motivar la imposición de una pena al segundo, A la inversa, se debería ser benévolo y tolerante con los amigos, con los adherentes a la revolución, y disimularles las desviaciones, las faltas y hasta los crímenes que cometieran. Proponía la pena capital para los adversarios principales, para los que hubieran desempeñado los primeros cargos en los pueblos no sometidos desde el principio, para los gobernadores, capitanes generales, mariscales de campo, brigadieres, coroneles y para los individuos de talento, riqueza y prestigio. Proponía el extrañamiento a Malvinas, a Patagones y a lugares determinados, para otras personas. Proponía Proponía también las confiscaci confiscaciones ones de de bienes. bienes. Pensaba que se podría tener moderación con individuos de categoría inferior, pero nunca hasta eximirlos de pena. La penalidad aconsejada por Moreno era realmente draconiana, era la penalidad excesiva, dura, cruenta y formidable de las épocas revolucionarias. Quería producir el terror por la crueldad y por medidas excepcionalmente severas"(1). Después de explicarnos el sentido del Plan el doctor Pinero lo excusa de la siguiente manera: "Moreno obraba como político, como hombre de acción, conocedor de la naturaleza humana y de las necesidades del momento histórico en que intervenía" ( 2). Por lo que ocurrió a Castelli en el Alto Perú, podemos juzgar el valor de esta justificación, justificación, puesto que las violencias y cruel-
(1) Tomamos todos estos pormenores de una edición hecha en 1938 por el propio doctor PINERO con el título: Los Escritos de Mariano Moreno (Lib . y Casa Editora de Jesús Menéndez, M enéndez, 1938), págs. 40 y 41 2 ( ) PINER , N ORBERTO , Ibíd.,., pág. 42. PINERO O , N ORBERTO , Ibíd
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dades aconsejadas por Moreno, revelaban una crasa ignorancia "de las necesidades del momento histórico" y del espíritu de aquellas poblaciones y perjudicaron sin remedio la causa patriota y especialmente a los argentinos. argentinos. Con razón la Junta echó al canasto el desatinado escrito de su secretario. Se comprende que los morenistas, al ver revelado el misterioso documento, documento, más que de explicarlo, tratasen de hacerlo pasar por apócrifo. El señor Groussac lo llama aborto disforme y bestial de un malvado e imbécil, y califica su exhumación de atroz injuria o afrenta a "la memoria pura de Moreno". Vamos a dar sus argumentos, despojándolos de las duras expresiones que en su tiempo pudieron causar alguna gracia, porque afrentaban afrentaban a un personaje personaje político oficial, oficial, pero que ahora ahora resultan penosas de leer. Los extraemos de los dos extensos artículos publicados en "La Biblioteca", año I, tomo I, 1896 y año II, tomo II. A renglón seguido pondremos la contestación del doctor Pinero, punto por punto, a fin de que el lector pueda juzgar por su propia cuenta. Tomamos la respuesta del doctor Pinero de la reedición que él mismo hizo en 1938. Digamos, ante todo, que el Plan exhumado llevaba fecha de 30 de agosto de 1810: dice el señor Groussac — al menos 1° “"Voy a demostrar — dice así lo espero, que el célebre documento, extraído del Archivo de Sevilla con tanta pompa oficial, sobre no ser inédito, es absolutamente apócrifo; y que el historiador, sólo preocupado de la verdad, tiene el derecho y el deber de arrancar esas páginas del libro de Moreno y de lavar esa pura memoria de la afrenta con que, sin mala intención, por supuesto, mas con pavorosa ligereza, se acaba de mancharla”. "Desde luego, el hecho de no ser propiamente inédito... Los artículos o reflexiones del Plan habían sido publicados sesenta y
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siete años ha, en lugar tan visitado y visible como la obra do Torrente..." (La Biblioteca, t. I, p. 148). A lo cual responde el doctor Pinero que eso no prueba nada en contra de la autenticidad, pues un documento podrá no ser inédito, pero ello no significa que sea falso. Y allí está toda la cuestión. Dice además que Torrente reprodujo sólo dos páginas, mientras que el Plan, tal como él lo ha publicado, tiene 119. Prácticamente pues, era inédito. 29 Porque en los documentos que acompañan al Plan se llama doctor a Belgrano y vocal a Moreno, siendo que "no hay documento oficial ni privado contemporáneo en que se les designe así". (La Biblioteca, t. I, p. 150 nota). ' Contesta el doctor Pinero demostrando que el señor Groussac no debe de haber leído los documentos más importantes de aquella época, como son las actas del Cabildo, pues en una, solemnísima, labrada nada menos que el 25 de Mayo de 1810 cualquiera puede ver las dos expresiones que él niega. En esa acta, cien veces reproducida hasta en forma facsimilar, se expresa que el pueblo exige al Cabildo (y aquí vienen palabras textuales) "proceda a hacer nueva elección de vocales que hayan de constituir la junta de gobierno; y han de ser los señores don Cornelio Saavedra, presidente de dicha Junta y comandante general de armas, el doctor don Juan José Castelli, el doctor don Manuel Belgrano, don Miguel Azcuénaga, doctor don Manuel Alberti, don Domingo Matheu y don Juan Larrea, y secretarios de ella los doctores don Juan José Paso y don Mariano Moreno" (1). Allí aparece la expresión que el señor Groussac, con "pavorosa ligereza", (para emplear sus propias expresiones), dice que nunca se usó en aquella época: doctor Manuel Belgrano. Allí también se lee que debía nombrarse un Vocal con cargo específico de presidente y dos, como secretarios. secretarios. El doctor Pinero cita además la resolución de la Junta del 5 de junio de 1810, que que establece la remuneración que han de go(1) Registro (1) Registro Nacional, t. I, (1810-1821), pág. 22.
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zar sus miembros: 8.000 pesos el presidente y 3.000 pesos los vocales y vocales-secretarios (1). En otro documento de la misma época se lee que "por orden de la Junta gubernativa, entró al salón principal de la Real Fortaleza en compañía del señor secretario vocal de gobierno doctor Mariano Moreno..."(2) "Moreno, por lo tanto — dice dice el doctor Pinero — , es siempre vocal, secretario-vocal o vocal secretario, como se prefiera. Esta es la verdad estricta... Es incierto en consecuencia que (cita al señor Groussac) Moreno es siempre secretario y nunca vocal." (3). 3° Reproduce el señor Groussac algunas palabras de un párrafo del Plan, p. 489, en las que se indica la conveniencia de sublevar la Banda Oriental, de atraer al partido de la Revolución... al capitán de dragones don José Rondeau y al capitán de blandengues don José Artigas; y agrega que Moreno no pudo escribir eso en agosto de 1810... ¿Se preguntará el lector por qué no pudo escribir eso? Respuesta del doctor Pinero, resumiendo las palabras del señor Groussac: "En cuanto a Artigas, porque entonces su adhesión a la causa española era absoluta, y porque su despacho de capitán de blandengues lleva la fecha f echa de setiembre 5 de 1810; en cuanto a Rondeau, cuyo título de capitán de dragones el señor Groussac pone en duda, porque no llegó a Montevideo procedente de Europa hasta el 26 ó 28 de agosto de 1810, porque considera imposible que Moreno pudiera saber nada de este oficial entonces obscuro, en todo el mes de agosto y porque juzga inadmisible, aún más que en el caso de Artigas, que hablara a la sazón del partido o prestigio que tenía Rondeau en la campaña". Veamos ahora a qué reduce el doctor Pinero estas objeciones.
¿Que en agosto de 1810 no se podía hablar de atraer a Artigas a la causa revolucionaria porque su adhesión a la causa española era absoluta? ¡Pues precisamente por eso! "En buena lógica — arguye arguye el doctor Pinero — porque porque Artigue no pertenecía aún de hecho al partido de los patriotas y porque su apoyo sería importante, se podía y se debía tratar de atraerlo y de incorporarlo a las filas revolucionarias. Si hubiese pertenecido antes a éstas, habría sido inexplicable la indicación para que se buscase su concurso." (1). El otro argumento sobre el grado militar de Artigas es refutado por el doctor Pinero con la misma holgura y eficacia. "Para demostrar que Moreno no pudo llamar a Artigas capitán de blandengues en agosto de 1810, se ha debido probar, no que el despacho expedido por el brigadier Joaquín de Soria es de septiembre, sino que en aquella fecha el referido Artigas no desempeñaba o no tenía en realidad el grado de capitán, ni se le atribuía este cargo al designarlo... Cabalmente sucedía todo lo contraria... El doctor López dice que los propietarios de la campaña recabaron y obtuvieron del Virrey don Joaquín del Pino que lo nombrase (a Artigas) comandante general de la campaña del Uruguay con el grado efectivo de capitán de blandengues. Este nombramiento se produjo en 1797. Empero, como el señor Groussac no presta mucha fe a don Vicente Fidel López el ilustre autor de la Historia de la República Argentina, invoquemos otras autoridades. El general Vedia, contemporáneo de Moreno, en la Memoria ya citada, afirma: "Cuando el 25 de mayo de 1810 se instaló en Buenos Aires el primer gobierno patrio... don José Artigas se hallaba en la Banda Oriental sirviendo al rey en el empleo de capitán de blandengues" (2). El doctor Pinero invoca además otro documento de 1804, que
(1) Registro (1) Registro Nacional, 1. I, pág. 32. (2) Gaceta de Buenos Aires, correspondiente al 16 de agosto de 1810, pág. 185. (3) Piñero, NOHBERTO, Óp. Cit,, pág. 133. 13 3.
(1) PIÑERO, ob. cit., pág cit., pág.. 136. 136. cit., pág. 138. (2) Colección Lamas, t. I, pág. 93; P IÑERO, ob. cit., pág.
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comprueba lo dicho: que Artigas ejercía el cargo y se le llamaba capitán de blandengues blandengues.. Se debe ser muy parco en hacer afirmaciones demasiado enfáticas, cuando no se tiene la prueba absoluta en la mano. Los que poseen alguna experiencia en estos asuntos, suelen poner en remojo hasta los dichos de los maestros. Vaya por vía de ejemplo el siguiente caso: El 27 de febrero de 1812 el gobierno del triunvirato nombra general en jefe del Ejército del Perú, en reemplazo de Pueyrredón, al entonces coronel don Manuel Belgrano: "enviando al coronel D. Manuel Belgrano para que se reciba del mando del Ejército del Perú... "(1). Pues bien, si alguien pretendiera deducir de esto que es apócrifo un documento anterior a esa fecha en que se llamase general a Belgrano, se equivocaría grandemente. grandemente. Porque existe nada menos que un decreto de la Junta de Gobierno, del 9 de agosto de 1811 — seis seis meses antes — en que "se declara que el general Manuel Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la patria" (2). Porque en aquellos tiempos no se tenía mayor cuidado en las designaciones y nomenclaturas, que después se han ido ajustando mucho. 4° De igual fuerza es el otro argumento, la duda de que Rondeau en agosto de 1810 fuese capitán de dragones. El doctor Pinero la rebate con palabras del propio Rondeau, quien en su Autobiografía (") asevera que fue "graduado de ca pitán el 12 de febrero de 1807". Refiere después cómo se trasladó a España donde sirvió en la guerra contra los franceses, y fue uno de los oficiales elegidos para formar un cuerpo de caba(1) Gazeta. De Buenos Bu enos Aires, N' Aires, N' 28, 13 de marzo de 1812. 1812. (2 ) Gazeta de Buenos Aires, N Aires, N9 63, jueves 22 de agosto de 1811. (3) Colección Lamas, t. I, págs. 5 y 12.
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llería denominado Dragones del General..." Regresó a América con el grado de capitán de dragones. 5° Y todavía más floja es la objeción de que no pudo Moreno aludir a Rondeau en agosto de 1810, porque en esa época ti futuro general era "un oficial oscuro", vale decir, desconocido; y sólo llegó de Europa a Montevideo a fines de ese mismo mes de agosto. "La circunstancia de que no arribase a Montevideo hasta fines de agosto, — observa observa con toda razón el Dr. Pinero — , nada importa. No era menester que Rondeau hubiese regresado para que Moreno pudiera hablar de él... "Es enteramente inexacto que en agosto de 1810, Rondeau fuese un oficial obscuro... "El general Nicolás de Vedia en su Memoria, afirma que el 25 de mayo de 1810 los oficiales Rondeau y Artigas gozaban ya de opinión, por los servicios considerables que habían prestado en este territorio, el de la Banda Oriental, ya en persecución de contrabandistas y malhechores, ya en la guerra contra los portugueses en 1802, también contra los ingleses en 1807" ( 1). El historiador español Torrente, que publicó su obra en 1829, explica el fracaso de Elío en Montevideo, cuando combatió contra Buenos Aires, porque "se le desertaron varios oficiales de valor y prestigio, cuales cuales fueron Rondeau Rondeau y Artigas.”( Artigas.”(2). 6° El señor Groussac cree descubrir una alusión al fusilamiento de Liniers en estas palabras del Plan: "El haber quitado algunos jefes y castigándo castigándolos, los, es porque porque habiéndos habiéndoseles eles encontrado encontrado contestaciones con la Francia, trataban de intrigar y adherir hacia las miras inicuas de Napoleón..." Como el fusilamiento de Liniers ocurrió el 26 de agosto en la provincia de Córdoba, Córdoba, y el Plan está fechado el 30, arguye de esto su falsedad, porque en 4 días no podía llegar la noticia y aún dar tiempo a escribir tantas páginas después de aludir a ella. (1) PINERO, ob. cit., pág. cit., pág. 142. 142. (2) TORRENTE , M., Histo M., Historia ria de de la la Revolu Revolución ción Hispano Hispano American Americanaa (Madrid, 1829), t. I, págs. 163 y 164; PINERO, ob. cit., pág. cit., pág. 142.
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El doctor Pinero desmenuza también este argumento, recordando las instrucciones a Ocampo, entre ellas la orden de arcabucear a Liniers y sus compañeros, expedida el 28 de julio. ¿Por qué en un documento fechado el 30 de agosto, no puede hablarse de un castigo dispuesto un mes antes? Tanto más cuanto que allí no se dice que se haya llevado a efecto tal o cual castigo, sino simplemente que se había separado y castigado a ciertos jefes, sin nombrar a ninguno, ni expresar en qué forma se les había castigado. "En el momento en que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cuales fueren las circunstancias, se ejecutará esta resolución..." — así así rezaba la orden. Ni hace falta el hacer argumentos de lógica, cuando tenemos hechos rotundos demostrativos de que en Buenos Aires el gobierno creyó mucho antes del 30 de agosto, que Liniers y sus compañeros habían sido ejecutados. El 14 de agosto, tal vez antes, había ya noticias de la prisión de algunos de ellos. Se esperaban más pormenores. La relación de la Cazóla dice así: "El parte de nuestro General es muy conciso; pero ofrece aprovechar los primeros momentos, para re mitiros un detalle circunstanciado de tan gloriosa empresa". En otro párrafo del mismo artículo se lee: "He aquí el fatal término a que conduce el egoísmo de esos hombres, que creyeron alucinar a un pueblo ilustrado, y empeñarlo en guerra y ene mistad con los hermanos de la Capital. He aquí igualmente un justo castigo de la ingratitud con que Dn. Santiago Liniers juró la ruina y exterminio de un pueblo generoso.. ." (1) El "término fatal", el "justo castigo", significaban mucho más que la prisión, la muerte que se había ordenado y que se podía creer realizada ya, aunque todavía no hubiese confirmación de ello, porque faltaba apresar a alguno de los c ondenados. Uno por uno van desfilando todos los argumentos acumulados por un ingenio erudito y minucioso, para demostrar lo apócrifo del Plan. (1) Gazeta de Buenos Aires, 16 de agosto de 1816, pág. 178.
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Y uno por uno, con mucha clase y puntería infalible, el doctor Pinero los va arrimando contra la pared y ejecutándolos. No deja en pie ni uno solo, ni siquiera esa nimiedad que el riguroso crítico denomina "la prueba ideográfica" (en castellano se diría idiomática) según la cual el estilo del Plan no es el estilo de Moreno y por lo tanto no debe considerarse obra suya. Nada más difícil que analizar con procedimientos policíacos los matices de un estilo, para descubrir a los fautores de un anónimo o hallar los rastros de una falsificación. Los que se creen peritos en estas investigaciones caen en trocatintas divertidísimas. divertidísimas. La em presa se vuelve más ardua cuando la inquisición la realiza alguien que conoce el idioma, pero no lo ha mamado, sino que lo ha aprendido de grande. Forzosamente se le escapan algunos de esos elementos imponderables de la lengua, secretos de la sintaxis, que sólo se asimilan en la niñez. Una lengua aprendida a los veinte años, será siempre una lengua extraña y ése fue el caso del señor Groussac, autor de hermosos libros, escritos con singular donaire, lo cual no impedía que alguna vez en ciertos giros demostrase que pensaba en otra lengua. lengua. El señor Groussac arguye que el Plan no puede ser de Moreno, porque el autor de aquél escribe mal y usa términos y locuciones jamás empleadas por Moreno. Ya veremos en seguida a qué deja reducido el Dr. Pinero este rotundo y categórico jamás empleadas. Pero antes digamos que nadie puede, sin exceso sentimental, elogiar el estilo de Moreno. En aquellos tiempos en que hasta los covachuelistas de la Plaza Mayor escribían clara y correctamente, asombra el lenguaje en tarascado de Moreno, de mala sintaxis, desesperadamente declamatorio, y atiborrado de citas de colegial, que quiere mostrar sus recientes lecturas; y que para decir "sale el sol" necesita tantas páginas, que el lector lector llega al final de ellas en plena plena oscuridad. Suplicamos al que ponga en duda nuestra afirmación que intente leer la más famosa de las producciones del personaje, la Representación de los Hacendados, que todos citan y nadie sería capaz
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de leer de cabo a rabo, con centinela de vista. Es un argumento heroico y definitivo. Hablar del bello estilo de Mariano Moreno sin haber leído la Representación de los Hacendados debería considerarse ilícito. Ni se le debe juzgar por la lectura de tal cual artículo publicado en la Gazeta, que puede ser excelente, pero que nadie sabe quién lo escribió y no hay razón de atribuirle a Moreno todo lo bueno que allí apareció sin firma alguna. A la nimia objeción de que en el Plan se usan términos nunca usados por Moreno, el doctor Pinero da una respuesta muy razonable: "El dato — dice dice — si si fuera efectivo nada probaría, porque no puede sorprender a nadie que, en alguna parte un escritor use, por primera y también por única vez, ciertas palabras o locuciones. Empero, la afirmación es inexacta" ( a). El señor Groussac había observado en el Plan el término "benéfico" puesto en lugar de "benévolo", y afirmaba rotundamente que el empleo equivocado de esta palabra "no se encuentra una sola vez en la obra de Moreno". El doctor Pinero, destruye la categórica afirmación de su adversario con una cita irrecusable, extraída nada menos que de la Representación de los Hacendados, donde su autor dice al Virrey: Virrey: "Una reclamación de rigurosa justicia hace servir la alta autoridad de V. E. a los sentimientos benéficos de su corazón" ( 2). Y como si no bastara un ejemplo, el doctor Pinero agrega otro, también de la Representación: "Es un justo homenaje a las benéficas intenciones de V. E." ( 3). Con la misma minuciosidad y parecida fortuna, el señor Groussac analiza el título del documento publicado para encontrar una prueba de su falsedad. Arguye así: (1) PINERO, ob. cit., pág cit., pág.. 170. (2 ) ídem, pág. ídem, pág. 155.
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"Cuando el improvisado editor (se refiere al doctor Piñero) transcribe solemnemente (1) el título, que él llamaría epígrafe, del famoso documento apócrifo: Plan de las operaciones que el Gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río do la Plata, etc." no sospecha que suministra allí mismo la prueba irrefutable de su "apocrifidad". Ante un juez informado, no habría necesidad de leer una línea más: "la expresión Provincias Unidas no puede ser de 1810" (2). No dice el criterio en qué se funda, porque es más prudente dejar la observación un poco esfuminada, pero es seguro que alude al hecho de que la expresión Provincias unidas del Río de la Plata se estampó oficialmente en el artículo 8 del Estatuto provisional provision al del 22 de noviembre de 1811, que dispuso: "El gobierno se titulará Gobierno Superior Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, a nombre del señor Don Fernando Vil". Tal fue desde ese momento, la denominación oficial del gobierno, pero es seguro que ese día ni la inventaron ni la usaron por primera vez. Lo que que hicieron fue terminar con la anarquía de de tantas designaciones y adoptar una sola de las muchas que se usaban. Cuando el Presidente Sáenz Peña resolvió llamarse Presidente de la Nación Argentina en vez de la República Argentina, no inventó la primera expresión, y sería ilógico deducir la falsedad de todo documento anterior a su decreto que contuviera la expresión oficializada, pero no creada en ese momento, como que la emplea en su texto la Constitución de 1853. La "unidad de las provincias" fue la permanente preocupación de los hombres de Mayo, y ambas palabras, "provincias" y "unidad" se usaron ya en los primeros documentos. La memorable circular a las autoridades del interior, 10 de ju-
(1)
¿Por qué solemnemente? El doctor Pinero se había limitado a transcribir el título, sin quitarle ni ponerle, y esto no es solemnidad, sino fidelidad y si se quiere probidad, prob idad, y no merec merecee sarcasmos sarcasmos sino elogi elogios. os. (2) GROUSSAC, PATO-, -, La La Bibl Bibliotec ioteca, a, año II. t. VII, pág. 297.
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nio 1810, informa acerca de "los motivos que ha tenido el pueblo de esta capital para proceder a la instalación de su junta provisional gubernativa en que ha recaído el mando do las Provincias. .." y "asegura a V. S. que cuenta con su f idelidad..." y fía en la adhesión de ese pueblo... "para con" los de esta Capital conservándose en unidad”
En aquellos tiempos las expresiones no eran muy ajustadas, lo hemos dicho ya, ni siquiera en las relaciones oficiales. Basta echar una ojeada a los papeles antiguos para descubrir que ni la suprema autoridad, la Junta, tuvo una designación uniforme. Unas veces se denomina "Junta provisional gubernativa”, otras veces "Junta Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata", otras "Junta Gubernativa", otras "Junta Superior de Gobierno",, otras "Junta de Gobierno", y muchísimas veces con más sencillez: "La Junta". ¿Puede inducirse de esa anarquía de denominaciones que unos documentos sean auténticos y otros apócrifos? Las provincias igualmente, unas veces en los documentos se llaman "Provincias interiores", otras "Provincias del Río de la Plata", otras "Provincias Unidas del Río de la Plata" y esta denominación se oficializó a fines de 1811, pero eso no significa que un año antes en documentos reservados, como (ira el Plan, o en conversaciones no se empleara la expresión, puesto que la idea existía. Tenemos el derecho de ser recelosos para aceptar, sin más pruebas, las afirmaciones de los maestros, pues acabamos de palpar su inconsistencia. Términos que ellos declaran no hallarse ni una vez en todos los escritos de Mariano Moreno, se descubren varias veces sin necesidad de leer más que uno solo de esos escritos. Las expresiones doctor aplicada en el Plan a Belgrano, y vocal a Moreno, son para el señor Groussac una prueba eruditísima y aplastante de su falsedad. Y lo afirma tan rotundamente que el lector se impresiona: "No hay documento oficial ni privado con
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temporáneo — declara declara — , en que Belgrano y Moreno so designen así" (1). Esto equivale a afirmar que el acta capitular del 25 de mayo de 1810 no es un documento oficial ni privado de aquella época, pues allí se llama doctor a Belgrano y vocal a Moreno. ¿Será también apócrifa esa acta? ¿No será más bien erróneo el argumento? ¡No, pues! La historia no puede fundarse en este chisporroteo de sutilezas. El genuino e innegable talento de un escritor se desmenuza y esteriliza de ese modo. El verdadero argumento en contra de la autenticidad del Plan no lo han hecho sus impugnadores; ni siquiera lo han intentado. Habría consistido en probar que su tendencia o su espíritu son contrarios al espíritu de Mariano Moreno. Mal podríamos suponer de San Juan de la Cruz un romance de Quevedo, ni de Perrault un cuento de Maupassant. Pero atribuir a Moreno una pieza totalmente conforme con sus delirios, conocidos por otros documentos jamás discutidos, es lógico y no debiera causar tanta protesta. Cuando se comparan las ideas de gobierno vertidas en el Plan, y las que aparecen en cartas auténticas de Moreno, uno se asombra de la escandalera que los morenistas han armado alrededor de este asunto. ¿Por qué si son las mismas ideas, si es el mismo frenesí demagógico, expuesto en idéntico estilo? Y uno se pregunta si el señor Groussac no fue demasiado lejos al afirmar que unas pocas líneas del Plan bastarían para deshonrar la causa americana en la persona de su ilustre caudillo (2). Es decir, que si se aceptara su autenticidad, Moreno quedaría irremediablemente deshonrado y con él la causa americana. En cuanto a la causa americana estemos tranquilos. Nada de lo que deshonre a Moreno puede ni siquiera salpicar a la sagrada Biblioteca, ca,t.t. I 1896, pág. 150, nota. (1) GROUSSAC, PAUL AUL, La Bibliote ( 2) GROUSSAC, PAUL Biblioteca teca,, t. I pág. 150. AUL, La Biblio
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causa de nuestra independencia, pues el autor de la Representación de los Hacendados, no la representa en ninguna forma, como que intentó lo que pudo por hacerla fracasar y no creyó en su legitimidad, ni siquiera el día de su triunfo, el 25 de Mayo de 1810. No es solidario, pues, de esa causa. Si el Plan deshonra al "ilustre caudillo" será porque propugna planes inicuos, y en tal caso la cuestión estriba en saber si esas ideas son o no son las mismas que aparecen en otros papeles de Moreno, de cuya autenticidad no se duda. Vamos a probar que así es. ¿Qué es lo que caracteriza el Plan y lo hace por extremo repugnante? 1° El terrorismo, para imponer a sangre y fuego el dogma revolucionario, procedimiento que los demagogos encuentran muy adecuado, siempre que se trate de difundir sus propias opiniones. 2° La perfidia, para engañar engañar y captar voluntades. voluntades. 3° La ingratitud y el cinismo para traicionar, si conviene, a los más íntimos amigos o benefactores. ¿Pero es que estas tres cosas — terrorismo, terrorismo, perfidia, ingratitud-solo se descubren en el Plan? ¿No se advierten, por ventura, en su correspondencia, en sus papeles de puño y letra o en las instrucciones que llevan correcciones manuscritas suyas? ¿No lo pinta así su proyecto de cortarles la cabeza a diez miembros del Cabildo, lo que fue atajado por Saavedra? Habiéndose descubierto que los cabildantes porteños mantenían secretas relaciones con el Consejo de Regencia de Cádiz, Moreno planteó delante de sus compañeros de la Junta nada menos que la necesidad de cortarles la cabeza a todos, nueva manera de matar, que él deseaba introducir. Tamaña atrocidad, ejecutada en diez personas principales, hombres de bien, emparentados con la mejor sociedad de Buenos Aires, habría hecho odiosa la causa revolucionaria y provocado un levantamiento en el pueblo, que antes eligió a los cabildantes como representantes representantes suyos. Al virulento alegato de Moreno respondió enérgicamente don
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Cornelio de Saavedra con estas palabras, que podemos leer en sus "Instrucciones a su apoderado en el juicio de residencia" (1), y que fueron una frenada en seco: "Eso sí, doctor, echo Vd. y trate de derramar sangre; pero esté Vd. cierto que si esto se acuerda no se hará; yo tengo el mando de las armas y para tan perjudicial ejecución protesto desde ahora no prestar auxilio". Los capitulares salvaron así sus vidas. "Cuando menos pensábamos, — dice dice Saavedra — , aparecía u n a lista de sujetos, vecinos, vecinos, padres de familia, negociantes, etc., para que se les hiciese salir para estos y los otros destinos" (2). El Deán Funes escribe a su hermano Ambrosio que está en Córdoba: "El hijo de Viola y un panadero rico llamado Juan González fueron pasados por las armas ayer por la mañana, por tener correspondencia con los marinos del bloqueo". Y en otra carta: "Moreno y los de su facción se van haciendo muy aborrecibles". aborrecibles". Las delaciones privadas, con largas listas de presuntos enemigos a los cuales había que eliminar, llegaban a la Junta, apadrinadas por Moreno, aunque se fundaran en simples sospechas. Un puede ser, un se supone, bastaba para que se pretendiera condenar a un hombre. Esto provocaba violentas discusiones en que Saavedra intervenía con su acostumbrada prudencia y una firmeza indomable. indomable. "Una noche en que sucedió un lance de esta clase — escribe escribe Saavedra — se enardeció la disputa y habiéndose dado por razón la de que podía ser cierto lo que se decía y sospechaba por el que había formado o dado la lista, en el fervor de la discusión le dije: "¿Es posible que por un puede ser hemos de llegar a desconfiar unos de otros, envolvernos en discusiones y recelos? Porque puede ser no es posible que se les corte a Vds. la cabeza. ¿Será justo
(1) ZIMMERMANN SAAVEDRA, A., D. A., D. Cornelio Saavedra (J. Lajouane y Cía., Buenos Aires, 1909), pág. 177. cit, pág. 174. (2) Ob. cit, pág.
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entren Vds. en desconfianza de mí y resuelvan mí exterminio o cuando menos mi confinación al más remoto presidio?" La resuelta actitud do Saavedra, que tenía en su mano la fuerza militar, hizo mudar de color a Moreno, que desde entonces conspiró para remover aquel obstáculo que atajaba sus planes terroristas. Por lo visto y esto se desprende claramente de las palabras de Saavedra, Moreno acariciaba la idea de implantar la guillotina o una imitación de aquella máquina de cortar cabezas, no satisfecho con los fusilamientos. En el Plan de operaciones dice: "No debe escandalizar el sentido de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a toda costa... Y si no ¿por qué nos pintan a la libertad ciega y armada de un puñal? Porque ningún estado envejecido o provincias, pueden renegarse ni cortar sus corrompidos abusos sin verter arroyos de sangre" ('). Y en otro lugar del mismo escrito: "La menor semiplena prueba de hechos, palabras, etc., contra la causa, debe castigarse con pena capital" (pág. 473). Más adelante un consejo despiadado y exactamente igual a otra de las instrucciones que dio por escrito a Castelli, según veremos luego. Aquí vuelve a aparecer su deseo de implantar la guillotina. "Cuando caigan en poder de la Patria de estos segundos exteriores o interiores (se refiere a los enemigos declarados) como gobernadores, capitanes generales... y cualquiera otra clase de personas de talento, riqueza... debe decapitársele" (pág. 475). Castelli cumplió esta disposición en Potosí, fusilando a los jefes prisioneros. prisioneros. Otro consejo del Plan. "Los bandos y mandatos públicos deben ser muy sanguinarios... sanguinarios... (pág. 477). (1)Escritos de Mariano Moreno con un prólogo por Norberto Pinero (Biblioteca del Ateneo, Buenos Aires, 1896, pág. 467).
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Otro verdaderamente abyecto. "Debe tener el Gobierno en esta Capital seis u ocho sujetos que se empleen en escribir cartas anónimas... en que su contenido sea el siguiente..." (pág. 490). ¿Que el Plan era apócrifo? ¿Y cómo es que en otros papeles indiscutiblemente de Moreno había instrucciones equivalentes''' ¿Y cómo es que Saavedra, hombre probo y sin tacha, acusa a Moreno de proyectos parecidos? ¿Cómo es que el Deán Funes lo acusa igual? En 1924, cuando todavía era posible hablar de Mariano Moreno sin alborotar el cotarro, el insigne historiador doctor Carlos Ibarguren pronunció una erudita conferencia en la Junta de Historia y Numismática sobre el terrorismo del procer. Al publicarse la interesante pieza en el Boletín, se anunció como parte de un libro libro en preparación. preparación. Debemos lamentar que otras importantes tareas impidiesen al distinguido escritor dar a luz ese libro, que habría sido un valiosísimo valiosísimo aporte a la historia argentina. Entretanto podemos aprovechar lo publicado. "Moreno, dice el doctor Ibarguren, introdujo en la Junta la lista de proscripciones contra vecinos denunciados de sospechosos por el Club revolucionario... El reglamento para la Junta, hecho por Moreno el 28 de mayo de 1810 y firmado solamente por éste, en su cláusula décima invitaba a los vecinos a que se dirigieran por escrito o de palabra a cualquiera de los vocales comunicando cuanto creyeran conveniente a la seguridad pública y felicidad del Estado. Esta era la incitación a las denuncias de carácter político. Las pasiones y las venganzas encontraron un excelente instrumento en las delaciones secretas..."(1) Según dijimos en páginas anteriores, lo que caracterizaba a nuestros jacobinos era la abyecta y aparatosa declamación en favor de los derechos del pueblo, en abstracto, unida a un abso(1) IBARGUREN , CARLOS, El terrorismo terrorismo de Moreno,en Moreno, en Boletín Boletín de de la junta de Historia y Numismática, y Numismática, año 1924, t. I, pág. 181. 181.
luto desprecio por los derechos concretos del mismo pueblo. El que clamaba, con la mano sobre el pecho, su adoración por la libertad de ideas, era el mismo que atropellaba alevosamente a los que él se imaginaba que pensarían de otro modo. Un puede ser bastábales a aquellos tardíos imitadores de Robespierre, lectores del Contrato Social , para condenar a muerte a un hombre o para proscribirlo, sin forma de proceso. No los detenía ni el recordar los eminentes servicios que la patria debía a aquellos hombres, como en e n el caso de Liniers, ni su posición social, ni su edad, ni siquiera el carácter sagrado de los sacerdotes, a quienes se sujetaba a iguales violencias por el sólo hecho de ser españoles. Véase esta instrucción que envió a Chicana, en viaje para el Alto Perú. "Perezca Indalecio y no le valgan las antiguas relaciones con el buen patriota Alcaraz: la patria lo exige y esto basta" (1). ¿Quién es este Indalecio a quien Moreno aconseja matar sin la menor forma de proceso? Un acaudalado comerciante de Potosí, que no tenía más culpa que ser español. Seguramente tratábase de persona distinguida, a la que conoció familiarmente cuando él vivió en Chuquisaca, pues la designa por su nombre de pila solamente. Y así dispone que se la mate, mejor dicho que se la asesine, pues no tiene noticia de que haya cometido ningún delito, y carece de autoridad para disponer su muerte. ¿Y éste es el demócrata? ¿No es más bien un demagogo estilo Saint Just Marat Las notas a Castelli cuando fue a hacerse; cargo de la Expedición Auxiliadora, son terrible-s y al decir de Ibarguren "parecen agitadas por un soplo de furor. Alternan en ellas la política del terror y del exterminio, la del engaño y la del halago al interés personal" ( 2). (1) Cartas de Mariano Moreno a Feliciano Chiclana, Biblioteca Nacion Nacional, al, Secció Secciónn Manu Manuscr scrit itos. os. (2) Ibarguren, Carlos, El terrorismo de Moreno, en Boletín de la Junta de Historia y Numismática, 1924, pág. 184 .
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En esas instrucciones dictadas por Moreno a Azcuénaga, que era, a ratos, por su buena caligrafía, el pendolista de la Junta, y corregidas de puño y letra por aquél, se halla esta otra monstruosa disposición, a la cual debemos los argentinos el odio de muchos bolivianos, que heredaron el horror de sus antepasados, testigos o actores en aquella época. "En la primera victoria que logre dejará que los soldados hagan estragos en los vencidos para infundir el terror en los enemigos". Y esta otra no menos iracunda y cruel: "El presidente Nieto, Córdoba, el gobernador Sanz, el Obispo de la Paz, Goyeneche, y todo hombre que haya sido principal director de la expedición, deben ser arcabuceados en cualquier lugar donde sean habidos". Con excepción del Obispo y de Goyeneche, "que no fueron habidos", a los otros los ejecutaron en Potosí. La perfidia y el cinismo que el Plan propugna, también se aconsejan en las comunicaciones a Castelli. El estilo es el hombre. "Procurará establecer relaciones ocultas y mandar comisarios a los pueblos, establecerá negociaciones con Goyeneche y otros oficiales enemigos, alimentándolos de esperanzas, pero sin creer jamás sus promesas y sin fiar sino en su fuerza". fuerza". Por desdicha para la patria, Castelli entabló negociaciones con Goyeneche, Goyeneche, y trató de engañarlo, pero el otro era más capaz que él como militar y más ladino, y se fingió engañado, para prepararse el formidable formidable desquite desquite de Huaqui Huaqui o del Desaguadero. Desaguadero. El artículo más repugnante de esas disposiciones es aquél en que se ordena mandar a Buenos Aires a los principales españoles del Alto Perú, con diversos pretextos y engaños, destierro que en tales tiempos y en muchos casos equivalía a una sentencia de muerte. "Entre las víctimas — dice dice el doctor Ibarguren — Moreno incluía al Dr. Matías Terrazas, Deán de Charcas, que había sido su protector y que le había ayudado en su vida como un verdadero padre. El revolucionario inflamado por su pasión sacrificó
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todos sus sentimientos, no sólo de afecto y gratitud, sino de piedad, para ser inexorable en el castigo que creía salvador sal vador para su obra" ('). Recordemos que el canónigo Terrazas lo alojó, le costeó los estudios, le facilitó su biblioteca, lo trató como a un hijo. ¿Cómo nació tan provechosa protección para Mariano Moreno? Manuel Moreno, en la biografía con que comienza el libro de las Arengas nos refiere que un sacerdote del Perú, el doctor Felipe Insiarte, que había bajado a Buenos Aires por ciertas diligencias, conoció al joven Mariano Moreno, le tomó simpatía, y puesto que en la capital no había universidad, le propuso que fuera a estudiar a la de Chuquisaca, ofreciéndole su protección y "una regular mesada". Moreno aceptó y marchó al Alto Perú con una carta de Insiarte para Terrazas, en la cual le decía "que le hacía presente de un joven que sería un tesoro y el ornamento de su profesión y que retribuiría con usura cualquier favor que se le confiriese" (2). El canónigo Terrazas — añade añade el biógrafo y hermano, en el otro libro antecedente al de las Arengas — , lo recibió "le franqueó habitación en su propia casa y todos los demás recursos de que podía necesitar un forastero" ( 3). ¿Se imaginaría el digno canónigo cómo le recompensaría su protegido, aquel tesoro que su amigo Insiarte le ponderaba como un futuro ornamento de su profesión? El motivo de salvar la obra de la revolución es hipócrita y falaz, en un caso en que la víctima señalada era un anciano inocente y venerable. En el fondo era uno de esos innobles pretextos que algunas personas discurren para pelearse con un bene(1)IBARGUREN, CARLOS, El terr terrori orismo smo de More Moreno, no,en en Bol Bolet etín ín de la Junta de Historia- y Numismática,1924, Numismática, 1924, pág. 185. (2)Colección (2)Colección de arengas en el Foro, etc. Londres, 1836, p. XXVII. XXVII. (El subrayado es nuestro.) (3)MORENO, MANUEL, Vida y Memorias del Dr. Mariano Moreno Moreno,, Londres, 1812, pág. 47.
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factor, saldando así con la desaparición del acreedor, una vieja ¡leuda de gratitud, que no tienen intención de pagar. Después de haber leído lo que dicen del terrorismo de Moreno hombres como Saavedra y el Deán Funes y de hallar en los más auténticos papeles de Moreno, incitaciones o reflexiones como las que estamos viendo y en prosa igual a la del Plan ¿a qué viene el escandalizarse por su publicación y el motejarlo de superchería inventada para deshonrar la causa americana? ¡SI son idénticos el estilo y los sentimientos! La misma ausencia de delicadeza profesional con que Moreno, abogado, dictaba notas acusando al Cabildo, por cuenta de la Audiencia, y notas acusando a la Audiencia, por cuenta del Cabildo, según nos lo refiere su biógrafo, brilla en el Plan y en la correspondencia privada. ¿Acaso no resulta impresionante que el que fue cómplice del fiscal Leiva en la rebelión de los españoles contra Liniers, y colega y compañero como asesores ambos de Cisneros, propusiera su decapitación y la de todos los demás miembros del Cabildo apenas pasado un año, por connivencia con el enemigo? En el Plan propone la cesión de la isla Martín García a Inglaterra (1) y en un artículo de la Gazeta que se le atribuye, se extasía ante el parlamentarismo inglés, y nos ofrece a Albión como "el gran modelo que los tiempos modernos presentan" (2). Se ha levantado mucha bulla alrededor de una carta que lord Perey Clinton Sídney Smith, vizconde de Stamford, embajador inglés en el Brasil, escribió a Moreno sobre los asuntos del Río de la Plata. Esta carta, fechada en Río de Janeiro el 3 de noviembre de 1810, es muy conocida por la reproducción que ha hecho López en su texto francés (3) y citada como prueba de que hasta el re(1)PIÑERP, NORBERTO, Los escritos de Mariano Moreno, Buenos Aires, 1938, pág 57 (2)PIÑERO, NORBERTO, ob. cit., pág. 68. (3)LOPEZ, VICENTE FIDEL, Historia de La República Argentina, Buenos Aires, 188 3, t. III, pág 635.
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presentante de la Gran Bretaña pensaba que Moreno era el alma de la Junta (1). Basta leerla, sin embargo, para darse cuenta de que el inglés no sabía de Moreno sino lo que le había contado Manuel Aniceto Padilla, aquel agente criollo, que por el sueldo cíe 300 libras anuales, mantuvo Inglaterra bajo cuerda para averiguar las cosas del Río de la Plata (2). La carta de lord Strangford comienza en esta forma: "Nuestro común amigo el señor Padilla me ha incitado a iniciar una correspondencia amistosa con usted, de quien respeto el carácter y las luces, aunque no he tenido todavía el placer de conocerlo personalment personalmente". e". Lord Strangford, que buscaba adictos para la política inglesa, se dirigió a Moreno porque el "común amigo" se lo había pintado como bien dispuesto para ello. En otra carta de lord Strangford, que también ha dado a conocer López, del 17 de noviembre de 1810, le vuelve a hablar del amigo Padilla, agente sospechosísimo, cuyo prontuario, asaz, cargado, existe en nuestros archivos diplomáticos. Pero en ninguna de las dos cartas se advierte que lord Strangford tuviese la idea de que Moreno fuese el alma de la Junta; más bien la de que fuese un segundo Padilla, de quien pudiera servirse en Buenos Aires, así como se ser vía del primero en Londres y en Río y en todas partes. Por lo demás, al mismo tiempo que a Moreno, escribía a la Junta, comprendiendo sin duda que no era bastante escribirle a aquél. Sus cartas figuran en el tomo correspondiente, publicado en 1941 por el Archivo General de la Nación. Volviendo al Plan, citemos aquí la autoridad del historiador Antokoletz, que después de estudiarlo a fondo y extractarlo, dice: (1) "Repárese que que el Dr. Moreno Moreno fue el alma de la Junta en todo aquel tiempo", dice su hermano en su libro Vida y Memorias, pág. 201. Archivoo Genera Generall de la Nació Nación, n, Misione Misioness Diplomá Diplomáticas ticas (2) Archiv (Buenos Aire^, 1937), t. I, pág. 60.
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"Los unos afirman que se trata verdaderamente de un estudio emanado del ilustre secretario, puesto que coincide con su manera de pensar y de obrar ”. "Los otros niegan la autenticidad, a causa de la crueldad excesiva que se observa en las medidas aconsejadas para mantener el orden en el interior ”. "Sin embargo la mayoría tiene tendencia a creer que el documento es la obra de Moreno o que por lo menos refleja fielmente1 las ideas políticas del primer secretario del gobierno de Mayo" ( ). En todo caso la mejor prueba de su autenticidad la ha suministrado imprevistamente el señor Groussac, al sostener que esta superchería "bastaba a deshonrar la causa americana en la persona de su ilustre caudillo'' y que debió ser "obra de encargo de algún chapucero español, errante por aquí: "algún José Presas, más degradado y menos listo que el amanuense de la Infanta Carlota". O en otras palabras: que los enemigos de la independencia de América inventaron esa falsificación para hacer odiosa nuestra causa ante la opinión pública del mundo entero. Cuando el señor Groussac adujo este argumento no advirtió que esgrimía por la hoja un cuchillo de doble filo. Si el Plan era una pieza de propaganda ¿cómo explicar que la sepultasen en archivos secretísimos, y que el propio Torrente, que la descubrió y era español, no la divulgase y se limitara a publicar apenas 2 de sus 120 páginas? ¿Se concibe mayor incongruencia que el componer una larga exposición con el propósito de deshonrar una causa, y en vez de difundirla en innumerables ediciones, según se hace con esos infundios, la ocultaran celosamente, como si el descrédito pudiera resultar de que todos la ignorasen y no de que la conociesen? "Es inconcebible y contradictorio que se fabricara un extensísimo documento, lleno de reglas e indicaciones sobre la política (1)ANTOKOLETZ, DANIEL, Historie de la Diplomatie Argentina, Argentin a, París, Buenos B uenos Aires, Air es, t. I. pág. 94
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externa e interna, destinado a desacreditar al jefe visible de la revolución; que después de escrito se lo mantuviera en el más absoluto secreto, substraído al conocimiento de todos, sin que persona alguna sospechara su existencia; y que descubierto en 1829 por el historiador Torrente, adversario de la Revolución, éste transcribiera de él, en nota, sólo dos páginas escasas. Para que un documento desprestigie es preciso que se publique y que sea leído"(1). Puesto que la Junta de Gobierno desechó la innoble pieza, no era el honor de la causa americana el que podía padecer con su publicación, sino el de su redactor, cuya persona en 1829 no interesaba mayormente a los historiadores. El señor Groussac comprendió la fuerza de la réplica y abandonó su posición, apelando en otro artículo a una explicación todavía más sorprendente: que esta pieza forjada para desacreditar a la revolución no era de un enemigo español sino de un amigo de la revolución, desacertado y torpe, un maladroit ami...! Retirada estratégica. Hasta que el doctor Pinero lo exhumó, el Plan permanecía inédito y sus detalles eran ignorados aún de los especialistas, pero su existencia era bien conocida, por la fragmentaria publicación de Torrente, y nadie puso en duda jamás que fuese obra de Mariano Moreno. El señor Eduardo Madero, que lo descubrió en el Archivo de Sevilla, obtuvo una copia y se la envió al General Mitre, quien la ofreció al Ateneo para que se incluyera en la compilación de los escritos de Moreno, lo que significa que el ilustre historiador consideraba indiscutible su autenticidad. El Ateneo aceptó el ofrecimiento, pero el general Mitre al ir en busca de la pieza halló que alguien la había escamoteado de su biblioteca, sin duda para hacerla desaparecer. Fue necesario procurarse otra copia, la cual se obtuvo oficialmente por inter-
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medio del Ministro de Relaciones Exteriores doctor Amancio Alcorta. A nadie se le ocurrió entonces que el gobierno argentino estuviese complicándose" en una falsificación para "deshonrar la causa de la independencia americana en la persona de su ilustre caudillo". Fue el señor Groussac quien proclamó la superchería fundándose en los argumentos, que uno por uno el doctor Pinero ha ido rebatiendo con eficacia. Ahora resulta perfectamente lógico acompañar a Mitre y a Pinero en su convicción de que el Plan fue obra de Mariano Moreno, tan auténtica como las instrucciones a Castelli o la carta a Chiclana, que nadie ha tachado de apócrifas. Pero además resulta indudable que la Junta, por cuyo encargo preparó Moreno" su trabajo, después de leerlo no quiso apadrinarlo y lo desechó Esta es la razón de que el documento permaneciera ignorado o apenas conocido de poquísimas personas.
LA FU NDACI N DE LA BIBLIOTECA NACIONAL NACIONAL
CAPITULO XVII LA FUNDACIÓN DE LA BIBLIOTECA NACIONAL Hasta 1936, todos cuantos escribieron aun de refilón sobre Mariano Moreno habrían considerado incompleta su historia de no repetir en ella la afirmación de que "fundó" la Biblioteca Nacional Nacional.. Este suceso era presentado como una hazaña hercúlea, y ningún historiador hubiera osando omitirlo, por ser el único hecho concreto en la retahíla de afirmaciones grandilocuentes que constituyen su biografía. Sin embargo, la fundación de nuestra Biblioteca Nacional por Mariano Moreno, es el más endeble artificio de la historia argentina. Ha circulado un siglo sin observación de nadie, pero ha entrado ya en el período de una galopante desmonetización. desmonetización. Citemos unas palabras de Mitre, que otrora de buena fe constituyen su espumosa biografía. "Así es como la crítica histórica — dice dice — , apoyada en los documentos va destruyendo los juicios infundados y vulgares de esa especie de tradición, que no es sino la murmuración póstuma, póstuma, que llega a confundirse con aquélla. Pasa de boca en boca, como corre de mano en mano la moneda de mala ley, confundida con la buena, hasta que a 1alguno se le ocurre ensayarla y encuentra que es falsa" ( ). Exactamente eso venía desde tiempo memorial.
(1) MITRE MITRE , B., , B., Estudio Estudioss Histó Históric ricos, os, pág. 104.
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Nuestros historiadores recibieron y fueron pasándose aquella moneda y así anduvo por cátedras y escuelas, hasta que a alguien se le ocurrió ensayarla y descubrió la falsificación. ¿Pero por qué motivos causó tanto escándalo una denuncia de falsedad, que en otra oportunidad habrían agradecido aun los que inocentemente cayeron en el error? Porque la figura di; Mariano Moreno es tabú, y la fundación de la Biblioteca era su mejor título de gloria. Como el libro ha llegado a ser el símbolo de nuestra civilización, cualquier libro, hasta el más inmoral y pernicioso, adquiero a los ojos de ciertas personas un carácter divino, y las bibliotecas son sus templos sacrosantos. El libro es un dios; la biblioteca es un templo, y puesto que Mariano Moreno fundó la Nacional, hay que venerarlo más que a Belgrano, que fundó la bandera, más que a San Martín, que fundó la patria. ¿De dónde salió la primera versión, que como bola de nieve rodó cuesta abajo y se transformó en la imponente patraña que tanto nos ha costado poner en tela de juicio? Ningún otro capítulo de la historia argentina ha sido tan adulterado como éste. Unos con malicia y otros con ingenuidad, sin averiguar los fundamentos de la noticia, la han reproducido y la han afianzado. Decimos que la han afianzado, porque nunca dijeron de dónde la habían tomado. Si lo hubieran dicho, se habría visto que todos copiaban textualmente a alguien, cuyo testimonio era muy discutible. Es claro que un historiador no puede allegar él solo todos sus materiales. Forzosamente ha de aprender algo de otro. Hay hechos aceptados universalmente, que es necedad y presunción ponerse a discutir. Pero no conviene trabajar con herramientas prestadas, ni mirar siempre las cosas con los ojos sin ojos de las calaveras. Confesamos no ser fácil rastrear el origen de ciertas especies que habiendo circulado durante mucho tiempo, en libros de todo tamaño, aspiran a convertirse en axiomas históricos, que no se
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demuestran. El historiador que repite asertos vulgares nunca dice de dónde los toma. Sólo cuando una afirmación ha sido extraída personalmente de un documento inédito, de un archivo inexplorado, suele agradarle referir la procedencia de sus datos. Pero cuando los toma de otro autor, mayormente si es un autor de segundo orden o de poco crédito, considera indigno mencionarlo. Con sospechosa unanimidad y usando casi las mismas palabras, los historiadores dan como fundador de la Biblioteca Nacional a Mariano Moreno. Es indudable que si se hubiera podido decir que la noticia sobre la fundación de la Biblioteca se hallaba en alguna obra insospechada, por ejemplo en tal libro del Deán Funes, adversario de Moreno, o en tal carta de Belgrano o de Rivadavia, o en tal decreto oficial, no se habría omitido la referencia, porque ella imprimiría al dato un sello de autenticidad. Pero declarar que lo de la pretendida fundación no lo dice ningún contemporáneo, ni aparece en ningún papel de la época, y solamente figura en una biografía que se publicó en forma anónima del procer, que no es historia, sino panegírico, y cuyo autor después se descubrió, fue su hermano don Manuel Moreno, declarar eso equivalía a quitar toda veracidad a la noticia. Por eso los primeros que la divulgaron abstuviéronse de explicar su fuente, y los que vinieron luego la tomaron por cosa juzgada y así la repitieron. repitieron. Hasta 1936, Moreno apareció sin disputa como el fundador de la biblioteca. Pero ese año se realizó en Buenos Aires el Congreso Internacional de Historia Americana; y una de sus solemnes sesiones, que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional, fue abierta con un discurso del Director de la casa, sobre Mariano Moreno, cuya estatua decora la galería del salón de lectura. Los historiadores, que hasta entonces habían sostenido sin una sombra de discrepancia que "Mariano Moreno fundó, etc.", escucharon la escandalosa cuestión que alguien, que no era historiador, se atrevía a plantear en contra de "la verdad oficial". Y no
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pocos de ellos pensaron que el que había osado descubrir esa verdad no oficial, se había suicidado administrativamente. En aquella oportunidad dijo el Director de la Biblioteca Nacional que creería pecar de pusilánime si no sometía a su aud it orio un modesto problema histórico, que, de tiempo atrás, lo llenaba de escrúpulos. Él también, en diversas publicaciones de la Biblioteca Nacional, había atribuido a Mariano Moreno el honor de su fundación. Lo había hecho por pura ignorancia, repitiendo como un loro, lo que todo el mundo decía, hasta que un día se propuso investigar el punto detenidamente y sorprendióse de no hallar la más mínima prueba, no ya un documento, pero ni siquiera un indicio en que pudiera apoyarse la conocida afirmación. Prosiguió estudiando no solamente en los libros, sino en los archivos y sin poder declarar que hubiese agotado los documentos, porque toda búsqueda de papeles es interminable, un día pudo afirmar categóricamente, que nada autoriza a presentar a Moreno como fundador de la Biblioteca Pública de Buenos Aires (actual Biblioteca Nacional), y que, por el contrario, hay pruebas de que su intervención en el asunto fue insignificante y hasta hasta perjudicial. La confusión en que han incurrido tantas personas de buena fe, se explica porque se limitaron limitaron a repetir, sin mayor análisis, lo que dijo el primer biógrafo de Mariano Moreno, don Manuel Moreno, en sus laudatorias del personaje, o lo que otro dijeron copiándolo. copiándolo. Se comprende que para historiadores, preocupados de temas de mayor envergadura, la cuestión carezca de interés. Mas para los que trabajan en la Biblioteca Nacional, no es cosa tan baladí esto de seguir repitiendo un lugar común tan fofo. La más completa historia de la Biblioteca Nacional que conozcamos, la ha escrito, con sustanciosa y elegante brevedad, el que durante 44 años (1885-1929) fue su Director, don Pablo Groussac, en el magistral Prefacio Prefacio del Catálogo Metódico, Metódico, publicado en 1893. Por ser la primera y a pesar del cuidado con que acopió sus
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materiales y de la limpieza de su redacción, no podían dejar de de filtrársele algunos errores. Allí, en ese Prefacio, se ha autorizado y difundido el mencionado error. Se lee allí lo siguiente: "A los pocos días de decretarse la fundación de la Biblioteca, afluyeron de todas partes las dádivas en libros y en dinero, que formaron la base primitiva de la Institución. El Cabildo eclesiástico hizo entrega de los libros dona dos por por el Obispo Obispo Aza mo r. .. El Colegio Colegio de San Carlos incor poró toda su librería, y su rector, don José Luis Chorroarín, le agregó la suya particular. Igual desprendimiento mostraron don Manuel Belgrano, la señora de Labardén, el doctor Agüero, el protomédico Miguel O’ Gorman y algunos otros. Arrastrada por
el entusiasmo irresistible de Moreno, la población urbana, sin distinción de nacionalidad, tuvo a honra responder al alto llama do. Contribuían los ricos con centenares de pesos, los pobres con su óbolo más meritorio aún... Hasta el venerable Registro de Donaciones, que se empleó hasta 1875, es regalo del Vocal de la Junta, don Juan de Larrea" ( 1). Estas líneas nos despertaron una doble curiosidad: 1° ¿Cuándo y dónde había hecho Moreno ese "alto llamado", en favor de la Biblioteca? 2° ¿Cómo habían respondido él y su hermano Manuel a ese llamado tan irresistible que arrastró "a la población urbana sin distinción de nacionalidad"? Era fácil saberlo, pues por fortuna consérvase el precioso Registro de Donaciones, iniciado en el mismo año de 1810. Sobre la primera cuestión, no hemos hallado, ni creemos que exista nada que pueda denominarse "llamado de Mariano Moreno", o sea una invitación suya entusiasta e irresistible al pueblo de Buenos Aires para contribuir con donativos a formar la Biblioteca recién creada. (1) Catálogo Metódico de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires, Imp. Coni, t. I, pp. XIV y XV.
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Existe, publicado en la Gazeta del 13 de setiembre de 1810, un artículo que comienza: "Los pueblos compran a precio muy subido la gloria de las armas..." Ese artículo termina así: "esperando que los buenos patriotas propenderán a que se realice un pensamiento de tanta utilidad, abre una suscripción patriótica para los gastos de estantes y demás costos inevitables, inevitables, la cual se recibirá en la Secretaría de Gobierno; nombrando desde ahora por bibliotecario al Dr. D. Saturnino Segurola y al Reverendo P. Fray Cayetano Rodríguez, que se han prestado gustosos a dar esa prueba de patriotismo y amor al bien público, y nombra igualmente por Protector de dicha Biblioteca a el Secretario de Gobierno Dr. D. Mariano Moreno, confiriéndole todas las facultades para presidir a dicho establecimiento y entender en todos los incidentes que ofreciese" ( 1). El artículo es anónimo y no hay razón valedera para atribuir a Moreno su paternidad, y sí sobrados motivos para pensar que fuese de Manuel Belgrano, redactor del periódico en aquel tiempo. Ya veremos esto más adelante. Tampoco era tan irresistible su "alto llamado" a contribuir con donaciones, pues el mismo Moreno y su propio hermano supieron resistirlo, como también se verá en seguida. En la paternidad de ese artículo periodístico llamado por el historiador Levene "brillante decreto" pretenden ver la prueba de que Moreno fue el fundador de la Biblioteca. Pero en buena lógica de allí sólo se desprende que la Junta lo designó Protector. ¿Qué significaba aquel cargo de Protector? ¿Era acaso el reconocimiento reconocimiento de que la idea de la fundación había sido suya? De ninguna manera. En las instituciones antiguas existía generalmente un personaje a quien se le confiaba la protección de sus intereses de sus privilegios, en una forma que lo comprometía a dedicarle toda su diligencia. (1) Gazeta de Buenos Ares, N» Ares, N» 15, del del 13 de setiem setiembre bre de 1810, 1810, pág. 236.
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Así por ejemplo, en las antiguas universidades se designaba solemnemente un Conservador de los Privilegios, cargo equivalente al que se usó en el Río de la Plata, de Protector de diversas instituciones. Y así como a nadie se le puede ocurrir atribuir a un Conservador de los privilegios de la universidad de París el que se le haya designado tal porque él fuera su fundador, a nadie se le debe ocurrir que el haber sido Moreno protector de la Biblioteca, signifique que también fue su fundador. Máxime, cuando sólo de nombre fue su protector, pues bien poco se acordó de ella, cosa que también veremos en seguida. seguida. ¿Cómo se concibe que si la obra de la Biblioteca hubiera sido suya, habría permanecido tan remiso, en medio del entusiasmo general? En el Registro de Donaciones y en las copiosas listas de suscriptores que publicaba la Gazeta, se leen los nombres más variados y los donativos más diversos; y algunos, por ejemplo los de Belgrano o Chorroarín, se repiten y figuran con una interminable relación de ricos libros; mientras que el nombre de Mariano Moreno sólo aparece una vez como donante de una obra en latín: Comentarios de Baldo, de escaso interés, y el de Manuel Moreno no aparece ninguna. Ambos, sin embargo, hombres de letras, poseían bibliotecas privadas; y el segundo cuando murió en 1857, dejó a sus herederos la más rica biblioteca que hasta entonces había en Buenos Aires (1). Existe en el Archivo General de la Nación una nota original de Mariano Moreno, dirigida al Cabildo en 12 de noviembre de 1810, que es una confesión palmaria de, que la iniciativa de la Biblioteca era una idea vieja, que no le pertenecía a él ( 2). (1) GUTIÉRREZ, JUAN M., Noticias M., Noticias históricas sobre él origen y desarrollo de la enseñanza' pública superior en Buenos Aires, Buenos Aires, 1868, pág. 802. ( 2 ) Archivo General de la Nación, Gobierno Nacional, 1811, Gobierno, Leg. n 9 16 (copia legalizada en Biblioteca Nacional, manuscritos).
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Moreno invoca allí su calidad de protector, no de fundador, y pide al Cabildo recursos para abonar el sueldo de dos bibliotecarios, y como justificación de tal pedido en tiempos de tanta penuria, les recuerda que la Biblioteca fue proyectada antes de las invasiones inglesas, por el Cabildo mismo. Leamos esto que Moreno escribió de su puño y letra: "El honroso cargo que la Excma. Junta me ha conferido de protector de la Biblioteca pública de esta Ciudad, me pone en la obligación de solicitar todos los arbitrios conducentes a la firmeza y duración de este establecimiento. "Cuando entraron en esta Capital las tropas del general Berresford se disponía ese Excmo. Cabildo a costear con sus fondos una Biblioteca; y aún los capitulares expulsos no se hallaban distantes de auxiliar la que se está formando". ¿Puede nadie creer que si él hubiera sido el fundador, habría dejado de aludir a su propia iniciativa, para concedérsela únicamente al Cabildo? Por el contrario, les recuerda así: los cabildantes anteriores a ustedes, que fueron expulsados por la Revolución, tuvieron ya, desde antes de las invasiones inglesas la idea de una Biblioteca pública y el deseo de ayudar la que se está formando, sin los recursos oficiales, que yo vengo a pedirles ahora. Ya veremos más adelante cómo había sido el canónigo Chorroarín el que antes de las invasiones inglesas promovió la fundación de una biblioteca pública. Entretanto ya se está viendo, por manifestación del propio Moreno, que él no es más que el protector de una institución cuya idea no le pertenece, pues viene de lejos. En cuanto a la protección que le dispensó fue bien escasa, y m algunos momentos del todo perjudicial. Hay, en efecto, también en el Archivo General de la Nación, a carta de D. José María Romero a don Bernardino Rivadavia, m 18 de febrero de 1812, demostrativa de que Mariano Moreno 10 fue considerado por sus contemporáneos como fundador de Biblioteca, sino simplemente como Protector oficial de ella; y
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en este sentido le prestó tan escasa atención, atención, que más bien perjudicó, privándola de donaciones que se le habrían hecho, hecho, ero que él, "con su indiferencia o desprecio" rechazó. Esa carta nos revela que Moreno se había interesado por el Donativo de cierto Atlas, pero su dueño, don José María Romero, tío lo tenía ya cuando él lo pidió y ofreció otros libros, que Moreno rechazó desabridamente, ofendiendo al generoso ofertante. Si Moreno hubiera sido el fundador de la Biblioteca, no habría manifestado tal desabrimiento hacia quien ofrecía lo que tenía y lio podía dar lo que ya no tenía; puesto que él mismo, hombre; de libros, como abogado que era, no dio a la naciente institución más que una obra, que hace bien pobre figura junto a las cuantiosas donaciones de Belgrano, de Chorroarín, de Segurola, de todos los contemporáneos que de verdad se interesaban por la Institución. El poco entusiasmo de Moreno por la Biblioteca Pública se advierte mejor todavía en el hecho de que, a pesar de los muchísimos libros y del abundante dinero que le entregaron desde el ¡principio, no apresuró su inauguración; y más bien intentó descargarse de esa preocupación pasándola al presbítero presbítero Chorroarín. Y no se diga que fuera imposible andar más rápidamente. También la Escuela de Matemáticas se fundó en 1810. La Gaceta del 23 de agosto, anuncia que el Vocal de la Junta, Dr. Manuel Belgrano, como Protector de ella, prepara con actividad su instalación. Veinte días más tarde — 12 12 de setiembre — , se realiza, en efecto, la solemne inauguración y pronuncia el discurso de apertura el propio Belgrano y lo sigue en la palabra don Felipe Sentenach, el cual elogia "las virtudes y patriotismo que adornan al ilustre Mecenas, quien protege a la Academia" Academia" ('). Esta alusión a Belgrano revela que la protección dispensada era efectiva y se traducía en acción y en dinero de su bolsillo. Si Belgrano fue tan diligente Protector de la Escuela de MaGazeta de Buenos-Aires, Extraordinaria del 17 de setiembre de 1810,
pág. pá g. 7.
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temáticas, y si además la ayudó como Mecenas y la inauguró personalmente, ¿por qué n o se dice que él fuera su fundador? ¿Y por qué se dice que Moreno fundó la Biblioteca Pública, si solamente fue Protector de nombre y ni siquiera la vio funcionar En las listas de donaciones encontramos una del famoso y maltratado obispo Lúe, que entrega 500 pesos fuertes, y otra de don José Martínez de Hoz, que da tres onzas de oro junto con una preciosa y valiosísima Geografía Universal, de Blaeu, en 10 gruesas in folio con admirables grabados. Pero los hermanos Moreno, ni libros, ni dinero. Cuando pocos meses después Mariano Moreno se embarcó para Europa, llevándose la representación diplomática del país, y 20.000 pesos fuertes en el bolsillo, amén de un sueldo fabuloso para la época (8.000 duros al año) (') pudo acordarse de su fundación, y dejarle algún dinero, mas no se acordó. De esto se deduce lógicamente, que si a Mariano Moreno no le interesaba aquella criatura, es porque no era su padre. ¡Cómo contrasta su actitud con la de San Martín y la de Belgrano Belgrano!! Después de la batalla de Chacabuco, el Cabildo de Santiago de Chile, en nombre de la nación que acababa de libertar, envía a San Martín 10.000 pesos fuertes en onzas de oro. El mensajero lo alcanza en plena cordillera, camino de Mendoza. El general agradece el obsequio y lo devuelve destinándolo íntegramente a la fundación de una biblioteca pública en la capital de Chile (2). Veamos a Belgrano. Cuando después de la batalla de Salta el gobierno argentino obsequió al general Belgrano la suma de 40.000 pesos fuertes, el gran hombre procede en la misma forma, y con generosidad y sin discursos, rehusa el enorme donativo, destinándolo íntegramente República Argentina, decreto del 2 do de 1811, (1) Registro (1) Registro Oficial de la República t. I, pág. 98.
(2 ) Documentos del Archivo de San Martín, t. X, pág. 440.
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para fundar fundar cuatro cuatro escuela escuelas, s, cuya reglamen reglamentac tación ión él mismo mismo redacta. ¡Qué alaridos triunfales no lanzarían los panegiristas de; Moreno, que han hecho tanto ruido alrededor de hazañas insustanciales, si pudieran referir de su héroe algo como esto Pero no hay en toda la historia argentina ejemplo de fortuna más parsimoniosamente administrada que la de Mariano Moreno. Mariano Moreno no podría afirmar haber costeado ni un ladrillo de la casa que ha venido a ser, por obra de la historia dirigida, parte principalís principalísima ima de su pedestal. pedestal. No le dedicó su dinero, dinero, dirán sus devotos, devotos, pero le consagró sus afanes y su tiempo. ¡Tampoco eso! Éste fue otro de los motivos que nos infiltró la duda acerca de la veracidad de nuestra historia oficial, que es historia dirigida. La displicencia de Moreno hacia la Biblioteca no se mostró sólo en la exigüidad de sus donativos, sino muy especialmente en el descuido de sus deberes de Protector. Ejemplo de esa incuria es el retardo en el nombramiento de los indispensables bibliotecarios, anunciado como que se hubieran hecho ya en el artículo de la Ga/eta, y que no se hizo, porque el Protector demoró dos meses en pedir al Cabildo los fondos para paga pagarlo rlos. s. Designados los empleos que iban a crearse y hasta los candidatos que se nombrarían, en la Gazeta del 13 de setiembre, sólo el 12 de noviembre, dos meses después, Mariano Moreno dirige aquella nota que los panegiristas han llamado "Un documento terminante", y que lo único que pone de manifiesto es una morosidad inexcusable: "El honroso cargo que la Excma. Junta me ha conferido de protector de la Biblioteca pública de esta ciudad me pone en la obligación de solicitar todos los arbitrios conducentes ... Nada se habría adelantado con la formación de la Bi-
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blioteca blioteca pública.. pública.... si al mismo mismo tiempo no se provee la dotació dotaciónn de los dos Bibliotecarios. . ."(1). Esta comunicación, en que los panegiristas quieren hallar una prueba terminant terminantee de que el numen fue el fundador y se desvivía desvivía por su fundación, fundación, y alguna alguna de cuyas cuyas frases se han inscripto inscripto en ostentosas placas de bronce, más les valiera haberla olvidado, atendida su fecha, pues constituye un testimonio de su falta de interés y de cariño hacia la institución . . . ¿Por qué tardó dos meses en hacer un pedido tan simple y tan necesario? Mucho más diligente fue el Cabildo, que no bien recibió la retardada nota se reunió en acuerdo y en el mismo día concedió lo solicitado (2). Ahora que ya estaban dotados de sueldo los bibliotecarios, ¿creerán los lectores que el Protector — alma alma de la Junta — apre apresuraría sus nombramientos, para que de una vez emprendieran sus tareas? Pues no fue así. Dejó pasar todo el mes de noviembre, y casi todo el siguiente mes, y sólo el 28 de diciembre se extendió el decreto. ¡Demasiado tarde! Ya fray Cayetano Rodríguez a quien se deseó nombrar, según refiere la Gazeta, no podía encargarse del asunto. Don Juan María Gutiérrez, que conoció a fondo la historia de la enseñanza en el país, no menciona a fray Cayetano Rodríguez, quien no ocupó jamás ningún cargo en la Biblioteca Pública a pesar de que los historiador historiadores es le atribuyen atribuyen estas funciones, funciones, sin ninguna prueba. Ni en la historia de la enseñanza, ni en la biografía del insigne conventual, al aludir a sus trabajos en la biblioteca de San Francisco, se dice palabra de lo que haya hecho en la (1 ) Archivo General de la Nación, copia existente existente en la Biblioteca Nacional bajo el número 14.640. 14.640. (1) Acuerdos del extinguido Cabildo Cabildo de Buenos Aires, Aires, acta del 12 de noviembre de 1810, serie IV, t. IV, pág. 275.
Biblioteca Pública, omisión inexplicable si hubiera algo que decir (1). El nombramiento de bibliotecario se limitó a Segurola. Tampoco éste, ocupadísimo en la difusión de la vacuna antivariólica antivariólica recién conocida entonces, pudo aceptarlo. aceptarlo. Nombrado el 28 de diciembre, renunció el 31 . No obstante lo cual suele ponerse en letras letras de molde su nombre como como el del primer primer Director de la casa. Después de esta comprobaciones, sacadas nada menos que del documento terminante, puede nadie venir a ponderarnos la diligencia sobrehumana sobrehumana (2), los desvelos de Mariano Moreno por la Biblioteca? Resumamos: Reduciendo Reduciendo a cifras todo lo que han arrojado los Archivos antiguos en 150 años de afanosa búsqueda, como prueba de la actividad devoradora de Mariano Moreno en este glorioso capítulo de su historia, hallamos lo siguiente, desde el 22 de agosto de 1810 – fecha fecha de su primera actuación en el asunto-, asunto-, hasta el 28 de diciembre, fecha de la última. 1° Nota del 22 de agosto, el gobernador de Córdoba, sobre los Libros del Obispo Orellana. (Esta nota tiene 10 líneas). 2° Nota del 2 de septiembre, al Admirador de Temporalidades, pidiendo una una casa para la biblioteca. biblioteca. (Tiene (Tiene 5 líneas) 3° Nota del 7 de setiembre, (fecha enmendada: un 7 sobre un 6) Al presbítero Chorroarín; pidiéndoles los libros del colegio San Carlos. (Tiene 15 líneas). 4° Nota del 7 de septiembre (fecha también enmendada: un 7 sobre un 6) al Obispo, pidiéndole los libros del Obispo Azamor. (Tiene 11 líneas). 5° Nota del 15 de septiembre, a Chorroarín, agradeciéndole sus libros. (Tiene 9 líneas). (1)GUTIERREZ, JUAN M.: Noticias históricas sobre el origen y desarrollo de la enseñanza pública superior en Buenos Aires, 1868; Ídem: Apuntes biográficos de escritor es, etc. (Buenos Aire, 1860), pág. 131 (2)Se ha empleado ésta palabra retumbante para calificar la labor del prócer; por eso la traemos a cuenta; también se la ha calificado de devor adora
6° Nota del 24 de diciembre, al Provincial de San Francisco, pidiéndole permita a fray Cayetano Rodríguez desempeñar el empleo de Bibliotecario. (Tiene 7 líneas). 7° Nota del 1° de octubre, al Tribunal de Cuentas, pidiéndole una pieza para ampliar la Biblioteca. (Tiene 8 líneas). 8° Nota del 12 de noviembre, al Cabildo, pidiéndole fije el sueldo de los bibliotecarios. (Tiene 20 líneas, y se llama con énfasis: Un documento terminante, y le han dispensado los honores de la difusión en facsímil, como a la Magna Carta de Juan Sin Tierra, o al testamento de Isabel la Católica). 9° Decreto del 28 de diciembre, nombrando a Segurola. (Tiene 13 líneas). Resumen: 8 notas y i decreto, con un total de 98 líneas, a las que, para ser enteramente justos, deberíamos agregar 2 líneas más por pieza, correspondientes a la fecha y a la firma del procer. Ciento diez y seis líneas, a distribuir en 128 días de Protectorado. No alcanza a cumplirse el laborioso aforismo latino: Nulla dies sine línea , porque hay 12 días en que la portentosa actividad del Protector se tomó el merecido descanso. Nuestros lectores deben recordar aquel juicio j uicio de desalojo de una pieza de la Recova, que siguió el numen, contra un inquilino cuando ejercía su profesión. Pues bien, para echar a la calle con su familia y sus bártulos a un pobre hombre, que no podía pagar el alquiler, nuestro procer elaboró un expediente en que el solo alegato de bien probado ocupaba no menos de cincuenta fojas, o sea diez veces más que todos los trámites que realizó en favor de aquella criatura cuya paternidad le atribuyen. ¡Y a esto le llaman fundador de la democracia y fundador de la Biblioteca!
EL DESESPERADO ARGUMENTO DEL "PUÑO Y LETRA"
CAPITULO XVIII
EL DESESPERADO ARGUMENTO DEL "PUÑO Y LETRA" En el año 1938 se publicó todo un libro (1) sin otra miga que ese solitario decreto (nombramiento de Segurola, que no aceptó) y esas ocho notas, cuatro de ellas en facsímil, para demostrar que Moreno las escribió "de su puño y letra", detalle que subrayaron como prueba terminante (sic) de que él fue el fundador de la Biblioteca. A pesar de la bulla y pretensión de novedad con que se nos había anunciado este libro, es oportuno aclarar que más que publicación publicación resultó una republicación, republicación, porque las notas que pretende alumbrar ya eran conocidas, como que habiéndolas publicado Trelles en 1879 ( 2), fueron en diversas ocasiones requetepublicadas juntas o separadas, recortadas o enteras. La precaución del fotograbado no podía agregarles nada, porque no estaba en discusión su caligrafía, sino su contenido. Sólo se necesitaba saber leer de corrido para comprobar que de ninguna de esas notas se desprende que Mariano Moreno fuese el fundador, pues todas ellas hacen saber a cada uno de sus destinatarios que la Junta ha resuelto establecer una Biblioteca pública...
Pero como cuatro de esas notas aparecen escritas de puño y
(1) El (1) El -fundador de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, Aires, Buenos Aires, Talleres Gráficos de la Penitenciaría Nacional, 1938.
(2) TBELLES, MANUEL R., Revis R., Revista ta de la Bibliote Biblioteca ca Pública Pública,, t. I.
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letra (1) de Mariano Moreno, sus panegiristas han promovido una aturdidora algazara alrededor de este detalle, porque esto para ellos significa — (¡oh, (¡oh, manes de Aristóteles y de Stuart Mili!) — que él fundó la Biblioteca Pública... Parece mentira que publicaciones oficiales hagan estas trocatintas, en un país cuyos ciudadanos no tienen blanda la mollera más allá del primer año de su vida y donde hay hay no menos de doscientos profesores de lógica. Perdónennos los inventores de tan desesperado argumento, pero ¿creen de veras que tiene alguna importancia la caligrafía de esos papeles, cuando ella es la del secretario de la Junta, que por su empleo tenía que escribirlos de "su puño y letra"? En aquellos tiempos en que no había máquinas de escribir, es seguro que se encontrarán muchos documentos de letra de los secretarios de todas las instituciones, pero eso, para un mediano sentido común no quiere decir que las iniciativas fueran suyas. A menos que pretendan hacernos creer que Mariano Moreno, como secretario de la Junta, no comunicaba sino aquellas resoluciones de que él era autor... El pobrísimo argumento del "puño y letra", a pesar de todo, se ha hecho, más aún se ha campaneado en forma resonante, difundiendo en periódicos, revistas y libros, los costosos fotograbados y esa trivialidad es la última trinchera en que se han refugiado los panegiristas. En el texto de esas notas no hay nada que justifique las ilusiones de los que ahora las republican. Todo lo contrario; lo acabamos de decir, en cada una se vuelve a leer el mortificante estribillo: la Junta ha resuelto fundar la Biblioteca. Jamás, ni do soslayo, se apunta que Mariano Moreno fundara o por lo menos hubiese acariciado la primera idea de la fundación. Citemos de nuevo las notas, enumeradas ya en el capítulo anterior, y reproduzcamos las frases más expresivas de ellas: 1° Al gobernador de Córdoba (sobre los libros del Obispo Orellana) "el benéfico objeto a que esta Junta los ha destinado". destinado". 2°Al administrador de Temporalidades, Temporalidades, pidiéndole pidiéndole desalojo
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una casa "por necesitarla el Gobierno para una Biblioteca pública ” A Chorroarín: "Habiéndose dispuesto por emanación de una Biblioteca pública"... Y en otro lugar de la misma: "estando advertido que el Secretario Dr. D. Mariano Moreno está nombrado por la Junta protector protector de dicha dicha Bibliotec Biblioteca. a. 49 Al Obispo: "Habiendo dispuesto la Junta la formación de una Biblioteca pública". 59 A Chorroarín: "La Biblioteca pública que ha determinado establecer la Junta…” 69 Al Provincial de San Francisco: "Habiendo sido destinado el Reverendo P. Fray Cayetano Rodríguez al servicio de la Biblioteca pública..." No se dice quién lo destinó, pero es claro que debió de ser el Gobierno, pues nadie más podía tomase tal atribución. El Provincial contesta a la Junta y, no a Moreno. 7° Al Tribunal de Cuentas: "Necesitándose urgentemente la pieza que hace esquina en los altos de ese Tri bun al de Cuentas para darle la indispensable extensión a la Biblioteca pública… dispondrá V.S. que sin pérdida de momento quede totalmente franca, pues esta Junta tiene noticia..." 8° Este es el ampulosamente a mpulosamente denominado: “Un documento terminante", que se ha volcado en bronce eterno. Está suscrito únicamente por Moreno y comienza así: "El honroso cargo que la Excma. Junta me ha conferido de protector de la Biblioteca pública…”
La respuesta del Cabildo a la nota anterior no se dirige a Moreno, a pesar de que era su solo firmante, sino a la Junta, reconociendo así que Moreno, por si solo, carecía de autoridad y empieza de ésta manera: El Señor Protector de la Biblioteca Pública…ha ocurrido al Cabildo…”
9° Decreto nombrando Bibliotecario, “ La Junta Provisional Gubernativa…ordena y manda se le reconozca (a Segurola) por Bibliotecario segundo …”
A descubrirnos esto se ha reducido la mas reciente, vistosa y trompeteada investigación de nuestra Academia Nacional de la
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la Historia. Publicar estos nueve papeles para demostrar documentalmente que Moreno fundó la biblioteca, es confiar demasiado en que a esa clase de papeles no las leas nade. Pero también es arriesgarse mucho, porque alguien puede leerlos y preguntarse: ¿De dónde saca este buen señor que esto prueba lo que él quiere probar? Publicarlos para demostrar la actividad devoradla, "sobrehumana" (sic) del Protector en favor de su protegida, es peor aún, porque por que se se document documentaa fotográfi fotográficame camente nte e1 retar retardo do con con que realizó realizó sus insignificantes diligencias, que no llegan a sumar una línea de manuscrito por cada día de ProtectoradoEl que cuatro de esas notas, estén redactadas de puño y letra del secretario, no significa sino que el hombre no había abandonado totalmente sus obligaciones de secretario, y que de tiempo en tiempo alguna nota escribía. Con ese mismo criterio, si hubiéramos de atribuir la paternidad de las iniciativas a los pendolistas de la Junta, después que salió Moreno y lo reemplazaron varios otros sucesivamente en la secretaría, por ejemplo el vilipendiado doctor Campana, diríamos que éste es el autor de cuantas medidas de gobierno existen escritas de su puño y letra. Si Moreno no hubiera sido secretario de la Junta, y se hallaran algunos borradores suyos con resoluciones del gobierno, entonces sí podría pensarse que su intervención en tales casos no había sido la de un simple amanuense, sino amanuense probablemente había inspirado la idea. Tenemos a mano un ejemplo, que sin advertirlo, nos lo ha brindado el distinguido compilador de las ocho notas y un decreto. Nos referimos al fotograbado fotograbado frente a la página 31, que contiene la renuncia de Segurola, con esa aclaración; "Facsímil de una parte del texto de la renuncia de Saturnino Segurola en su condición de segundo Bibliotecario y decreto marginal, nombrando en su reemplazo a Luis José Chorroarín, do fecha 30 de enero de 1811, nombramiento pedido por Mariano Moreno según manifestación del propio Chorroar ín”. ín”.
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Hay un detalle, que se les ha escapado y que tiene mucho sentido, y es que el decreto marginal, por el cual se nombra bibliotecario a Chorroarín, es de puño y letra... del mismo Chorroarín. ¿Cómo no lo han advertido y cómo no se han dado cuenta de lo que significa? Si Chorroarín hubiera sido Secretario de la Junta, esto es: si por su empleo hubiese tenido la obligación de redactar los decretos, el detalle carecería de importancia. Pero como no lo era, el haber escrito esas líneas de su propia mano, significa que el gobierno entregaba a su arbitrio los asuntos de la Biblioteca, lo cual revela que reconocían en el modesto sacerdote al verdadero hombre de la institución, como que él la ideó y la organizó y la inauguró. En cuanto a que debió a Moreno su nombramiento, es un dato que nosotros dimos a conocer en aquel folleto que tanto escándalo produjo, y que sin embargo ha sido aprovechado sin mencionar la procedencia. No tenemos inconveniente en introducir una pequeña rectificación a lo que entonces dijimos, y esperamos que ésta sea utilizada en la misma forma, con o sin mención nuestra. La rectificación consiste en esto: el nombramiento que Chorroarín obtuvo por influencia de Moreno, no fue el de Bibliotecario, sino el de Director. En cambio el decreto marginal nombrándolo Bibliotecario, es del 30 de enero de 1811, cuando Moreno ya no estaba en Buenos Aires. Este nombramiento se lo debió a sí mismo, como que de su propia mano se extendió. No se ha hallado el decreto, muy anterior a éste designándolo Director, pero existen numerosas referencias oficiales que lo reconocen por tal. Fue pues, el primer Director y también el primer Bibliotecario, ya que fray Cayetano Rodríguez nunca llegó a ser nombrado y Segurola no aceptó, cuando con retardo lo designaron. Los que tanto han ponderado los imaginarios desvelos de Moreno, jamás se acuerdan de los reales servicios de Chorroarín,
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que trabajó gratuitamente, pues el cargo de Director era honorario, y en cuanto al sueldo de Bibliotecario lo destinaba a pagar la limpieza de la casa. "En el día exerce estos ministerios serviles un negro esclavo del Colegio llamado Antonio, que por no querer servir a su dueño, lo traje a la Biblioteca, en la que sirve gustoso, y lo visto y lo mantengo de cuenta del sueldo de los Bibliotecarios..."(1). En la indagación do la paternidad de la Biblioteca los morenistas hacen mucho hincapié en aquel artículo de la Gazeta, que comienza: "Los pueblos compran a precio muy subido la gloria de las armas", publicado el 13 de setiembre de 1810, en el cual se anunció por primera vez la fundación. ¿Por qué motivo se menciona esta pieza? ¡Porque, dicen, que la escribió Moreno! En ese artículo, sin embargo, volvemos a encontrar el estribillo "La Junta ha dispuesto...", "La Junta ha resuelto..." y ni por asomo una insinuación que directa o indirectamente equivalga: "Mariano Moreno ha fundado o ha ideado o ha sugerido". Léase en el párrafo 3°: "La Junta se ve reducida a la triste necesidad de crearlo todo..." Y en el párrafo 4°: "Ha resuelto la Junta formar una Biblioteca pública..." pública..." Y en el párrafo 7 °: "La Junta ha resuelto fomentar este esta blecimiento. ...” Se nos podría alegar que no se estila en los decretos decir de quién es la idea de tal decreto. Ya lo sabemos. Por eso decimos que para probar que la idea fue de Moreno tendrían que aportarnos otras piezas, en vez de estas notas y artículos que nada aclaran al respecto. Pero no las aportan, a pesar de haberlas buscado y hasta de haberlas prometido solemnemente.
(1) Nota de Chorroarín al Gobierno (29 de enero de 1812): V.: La Biblioteca Nacional Nacional en 1937, por 1937, por Gustavo Gustavo Martínez Zuviría, Zuviría, pág. 119.
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Señal de que no las han encontrado porque no existen. Pues bien: ese artículo de la Gazeta, del 13 de setiembre, es lo que algún ilustre historiador llama: "el brillante decreto de Mariano Moreno" (1). Ni es brillante. brillante. Ni es decreto. decreto. Ni es de Mariano Moreno. Añadamos que no es tampoco de la fecha que le atribuyen: 7 de setiembre. Esta fecha, que con toda industria intentan hacer circular como fecha de la fundación de la Biblioteca, carece de toda seriedad. Poco ha faltado, sin embargo, para que la inscribieran en bronce, olvidando que hay dos notas anteriores, una del 22 de agosto al gobernador de Córdoba, y otra del 2 de setiembre al Administrador de Temporalidades, pidiéndole libros a aquél y a éste una casa para la Biblioteca Pública, que ya existía por lo menos en los papeles. He aquí categóricas palabras del autor de la recopilación: "El mismo día del escrito de fundación de la Biblioteca, 7 de setiem bre, Mariano Moreno Moreno redacta dos notas dirigidas al Obispo y al Rector del Colegio San Carlos" (2). ¿Pero de dónde saca el distinguido historiador que el escrito de fundación, llamado por él mismo en algún li bro brillante decreto y en otro lugar decreto de creación, sea del 7 de setiembre? Se publicó en la Gaceta del 13, pero no lleva fecha ninguna, y hoy nadie puede, sin contar demasiado con la ignorancia o la candidez de sus lectores, afirmar que sea del día 7 (3).
(1) LEVENTE, R ICARDO Revolución ión de Mayo y Mariano Mariano ICARDO, La Revoluc Moreno, More no,t.t. II, pág. 255. 2 ( ) LEVENE, R ICARDO -fundador de la Bibliote Biblioteca ca Pública Pública de ICARDO, El -fundador Buenos Buen os Aires (Bs. As., 1939), pág. 37. (3) También se confunde el distinguido historiador cuando afirma que el día 7, Moreno redactó dos notas. Esas dos notas llevan la fecha 7, como enmienda de la 6, puesto aquel número sobre éste, lo cual significa que fueron redactadas el 6, y que no habiéndose despachado ese día, sino al
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Que Moreno redactara ese día dos notas (y más adelante veremos que ese día no redactó ninguna) no autoriza a sostener que ese mismo día escribiera también el zarandeado artículo. En buena lógica, nosotros, que acabamos de comprobar lo menguado de su actividad, deduciríamos lo contrario, es decir, que habiendo redactado dos notas con 26 líneas en total, ese día so agotó y no escribió más, pues según el cálculo del capítulo anterior, a razón de una línea por día, ya había realizado la labor de cuatro semanas. Haremos, entonces, otra pregunta: ¿Con qué propósito se pretende atribuirle fecha a un documento que no la tiene? Responderemos de nuevo: Hay que inventar una data cualquiera; todas serán buenas, con tal de que sirvan para suplantar la única legítima e indiscutible que podría festejar la Biblioteca, el 16 de marzo de 1812, día de su solemne inauguración. Como este día tiene para los morenistas el pecado de haber caído un año después de la muerte de su héroe, prefieren borrarlo, porque su celebración pone de manifiesto que el pretendido fundador, no vio ni siquiera abrir las puertas de su fundación. Preguntaremos también, sin esperanza de obtener contestación: ¿por qué a un artículo de diario se le llama brillante decreto? La fecha y las firmas son detalles esenciales en todo decreto, y este artículo no tiene ni fecha ni firma de nadie. ¿Se concibe un decreto anónimo y sin fecha? Tampoco reviste las otras formas habituales en toda disposición gubernativa, y aunque al final se anuncie el nombramiento de dos Bibliotecarios, eso no es más que una noticia de lo que se pensó realizar y que no llegó a realizarse. siguiente, se les corrigió la data. También podría significar que su redactor no sabía exactamente en qué día vivía. Hacemos esta observación inocente — pero muy al estilo de las que suelen hacer los más avisados historiadores cuando quieren ejercitar su sagacidad y asombrar al lector — , para que se vea cuan peligroso es tratar do minucias insignificantes.
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Porque si el tal artículo hubiera sido un decreto, brillante u opaco, el nombramiento de Segurola dataría de allí, y no habría sido necesario hacer otro nombramiento, de la misma persona y para el mismo cargo el 28 de diciembre, en un verdadero decreto, según antes vimos. Aquí sí que habría tenido valor el presentar documentos de su puño y letra, porque el autor de un artículo anónimo sí descubre examinando los papeles originales. Habría sido una oportunidad de perlas para probar con los borradores, que el artículo publicado sin fecha el 13 de setiembre era obra da Moreno. ¿Pero dónde están esos borradores? Mucho se anunció que estaban en el Archivo General de la Nación, preciosamente custodiados, y se prometió por los diarios presentarlos, pero cuando llegó la hora de hacerlo, no se acordaron más de la promesa. No ignoramos que Manuel Moreno cita ese artículo como obra de su hermano. Pero nadie ignora tampoco la poca confianza que merecen las invenciones del fraterno biógrafo, que atribuye a su héroe todo aquello que se imagina puede refluir en su honor. No sólo le atribuyó lo que era ajeno, sino que con una una frescura enorme, hasta adulteró el texto de artículos que reproducía, para acomodarlos a las ideas que quería asignar al procer (1). El fraterno biógrafo es de una generosidad sin límites para enriquecer a su hermano a costa de otros, especialmente a costa de Belgrano, a quien despoja de sus ideas y hasta de sus trabajos e iniciativas. Vayamos a las pruebas. En las dos biografías, Vida y Memorias, pág. 287, y Colección de Arengas en el Foro, Prefacio, Pr efacio, p. CXLVI, Manuel Moreno ensalza a Mariano por la idea que tuvo de fomentar oí puerto de(1) Véase: VEDIA y MITRE, MARIANO DE, Curso de Derecho Políti Político, co, Bibliote Biblioteca ca Jurídica Jurídica Argen Argentina tina(Buenos (Buenos Aires, 1929), t. II, pág. pág. 129. 129. GROUSSAC, PABLO, Estudios de Historia Argentina, pág. 340 (nota). (nota). Ambos Ambos mencionan mencionan flagrante flagrantess adulterac adulteracione ioness de Manuel Moreno,
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nominado Ensenada de Barragán, para contrarrestar el exclusivismo de Montevideo. Pues bien, esta idea no fue de Mariano Moreno: fue de Manuel Belgrano, quien la propugna en un extenso artículo que apareció en dos números del Correo de Comercio, en 5 y 12 do Mayo de 1810, antes, pues, de que existiesen ni la Junta ni la Gazeta, antes también de que comenzara la sobrehumana labor gubernativa del procer. En la mismas dos biografías, página 248 y CXLI, respectivamente, el biógrafo dice que: "El Dr. Moreno sin contar con ayuda extraña ni colaboradores estableció la Gazeta de Buenos Aires... de que fue único editor mientras permaneció en el país". En el capítulo XIV hemos estudiado esta impostura, que despoja a otros argentinos de una gloría cierta y justa. A falta de documentos que demuestren quién fue el autor del escrito titulado Educación aparecido en la Gazeta el 13 de setiembre (el que llaman decreto de fundación de la Biblioteca) o debemos abstenernos de atribuirlo a nadie, o debemos estar a lo que surge de los indicios. Y los indicios, en este caso están en favor no de Moreno, sino de Belgrano. Parece mentira que los historiadores profesionales, tan aficionados a examinar con lupa los sucesos, no hayan advertido la asombrosa similitud de estilo del artículo en cuestión con otros de Belgrano, mucho más que con los de Moreno. Precisamente, de todos los miembros de la Junta, fue Belgrano el que dio mayores pruebas de capacidad para el periodismo, pues aparte de sus numerosos trabajos como secretario del Consulado, redactó en 1810 el Correo de Comercio. Moreno, en cambio, nunca escribió en ninguno, y cuenta su hermano que cuando el Virrey en 1807 lo invitó a fundar un periódico para contestar a la Estrella del Sur, que publicaban publicaban los ingleses en Montevideo, él se negó a hacerlo. Prueba de que no tenía vocación para el periodismo (1). ( J ) Colección de Arengas en el Foro, prefacio, Foro, prefacio, p. XCII. XCII.
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Designado Belgrano por la Junta, redactor de la Gazeta y habiendo permanecido en Buenos Aires por lo menos hasta el 22 de setiembre de 1810, fue sin duda el autor del artículo titulado Educación, tema que trataba a menudo. La preocupación de Moreno nunca fue educacional, sino política. Entre sus escritos no hay uno solo que se refiera a tales asuntos. Belgrano por el contrario, no escribía jamás de política, pero en cada número del Correo de Comercio trataba do la educación del pueblo con tal insistencia que en el número 21, corres pondiente al 21 de julio de 1810, en la página 167 exclama: "Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que les hablemos tanto de escuetos..." Esos artículos llevan siempre como título, una sola palabra: Educación. Y éste es precisamente el del artículo de la Gazeta, título que nunca más volvió a estamparse allí, lo que se comprende, porque Belgrano, que lo usaba siempre, abandonó el periódico, para comenzar sus campañas militares. Así, pues, el terna y el título del artículo eran de la predilección de Belgrano y jamás lo fueron de Moreno. Además el estilo en el artículo de la Gazeta es el mismo que en los artículos de Belgrano en el Correo de Comercio, y exactamente como el del discurso que pronunció en la inauguración de la Academia de Matemáticas publicado en la Gazeta del 17 de setiembre de 1810, cuatro días después que el artículo que estamos analizando. La misma cadencia de los párrafos, idénticos giros, parecida estructura del razonamiento, que se inicia con una sentencia a la manera de un principio general, del que surgirán luego diversas consecuencias. Asegúrese la propensión a las imágenes y a las citas clásicas, en lo cual ambos, Belgrano y Moreno, son de igual escuela. Vamos a comparar el estilo de otros artículos de Belgrano, pu-
EL DESESPERADO DESESPERADO ARGUMENTO ARGUMENTO DEL "PUÑO Y LETRA"
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blicados por el Correo de Comercio, con el estilo del artículo Educación, aparecido en la Gazeta. Ya hemos dicho que este título, Educación, no lo empleó mucho Moreno ni antes de ese día, ni después, como que jamás trató trató de asuntos asuntos educacionales. Belgrano comienza generalmente sus artículos con una frase sentenciosa, algo hinchada, conforme al gusto de su época. El prospecto del Correo de Comercio principia con esta imagen bélica: "El ruido de las armas, cuyos gloriosos resultados adivina el mundo... "(1). Es exactamente el mismo timbre del párrafo con que empieza el artículo de la Gazeta: "Los pueblos compran a precio muy subido la gloria de las armas..." En el artículo titulado Educación, en el Correo de Comercio (17 de marzo de 1810) Belgrano censura así a los gobiernos, que se atemorizan por la difusión de la enseñanza: "Hubo un tiempo de desgracia para la humanidad en que se creía que debía mantenerse al Pueblo en la ignorancia y por consiguiente en la pobreza, para conservarlo en el mayor grado de sujeción". Leamos ahora el segundo párrafo del artículo (atribuido a Moreno) titulado también Educación en la Gazeta: "Los buenos patriotas lamentaban en secreto el abandono del Gobierno o más bien su política destructora que miraba como un mal de peligrosas consecuencias la ilustración de ese Pueblo". No sólo es la similit ud del estilo, es t ambién la identidad del concepto. Dice Belgrano en el Correo de Comercio, número del 28 di; julio de 1810, página 169: Correo de Comercio, Buenos Aires, Real Imp.
t. I.
de Niños Expósitos, 1810,
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"¿Cómo es creíble que haya hombres tan insensibles a los males que padece la patria..."? Y leemos en el primer párrafo del artículo de la Gazeta: "Insensibles los hombres a todo lo que no sea desolación y estrépito..." El reiterado empleo de los mismos giros denuncia el mismo origen. Dice Belgrano en el Correo de Comercio, 14 de abril de 1810, artículo Educación: V "Los presentamos al público público como modelos tanto tanto más acreedores de imitación imitación cuanto que en uno y otro..." (p. 55). Y en otro artículo del mismo periódico (21 de julio de 1810) titulado asimismo Educación, Belgrano vuelve a balancear el re buscado buscado giro: giro: "Tanto más acreedora a la admiración, cuanto más privado se halla de medios..." (p. 167). Y en el artículo de la Gazeta (atribuido a Moreno), y titulado igualmente (¡oh, casualidad!) Educación, en el segundo párrafo volvemos a encontrar: "Una libertad tanto más peligrosa, cuanto más agradable..." (pág. 234). Belgrano emplea profusamente la palabra "establecimiento", con el significado de institución, fundación. En su discurso de; apertura de la Academia de Matemáticas, la hallamos tres veces: "Nuestro gobierno gobierno se ha apresurado a dar principio a un esta blecimi blecimiento ento". ". (Gazet (Gazeta, a, pág. pág. 396.) 396.) "Sí, en este establecimiento establecimiento hallará el joven... joven... (Id.). "Contraerse tanto como quisiera hacia este establecimiento" pág. pág. 39 397) 7).. Y con igual abundancia encontramos igual expresión en el artículo de la Gazeta, atribuido al numen: "Descuidan aquellos establecimientos.. establecimientos.. ." (Gazeta, pág. pág. 384). "Han visto destruirse destruirse aquellos establecimientos". establecimientos". (Id.). "Fomentar este establecimiento". (Id. pág. 385). Los términos sabiduría, sabios, buenas costumbres, usados
EL DESESPERADO ARGUMENTO DEL "PUÑO "PUÑO Y LETRA"
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Cu cada párrafo del artículo de la Gazeta, aparecen también a cada momento en los artículos de Belgrano en el Correo de Comercio; y también se tropieza en ellos con citas copiosas en latín y alusiones a la historia antigua. La palabra ilustración, en sentido de instrucción o de cultura, Belgrano la trae con mucha frecuencia. Correo de Comercio: "Nuestros Reyes constantemente se han empeñado en la ilustración de sus Pueblos" (pág. 18). "Cuanto más privado se halla de medios de ilustrarse..." (pág. 55). "Que la distingan entre todas las naciones por ilustradas que sean..." (Discurso en la inauguración de la Academia de Matemáticas). Leamos ahora el artículo de la Gazeta: (atribuido a Moreno). "Miraba como como un mal... mal. .. la ilustración ilustración de este pueblo" pueblo" (pág.234). "Como uno de los signos de la ilustración de los pueblos" (pág. 235). "Las -naciones verdaderamente ilustradas se propusieron..." propusieron..." (pág. 235). "Roma en los tiempos de su mayor mayor ilustración ilustración " (pág. (pág. 235). Hay modos de escribir que son como impresiones digitales, que identifican a su autor mejor que una firma. En resumen: "El brillante decreto de Mariano Moreno, del 7 de setiembre de 1810 creando la Biblioteca Pública..." (según dice un historiador). Ni es brillante, brillante, sino enfático, enfático, lo que no es igual. igual. Ni es decreto, decreto, sino artículo artículo periodístico. periodístico. Ni es del 7 de setiembre, pues no tiene fecha y apareció pu blicado el día 13. Ni es creando la Biblioteca Biblioteca Pública, Pública, que ya estaba estaba creada, como lo demuestran las notas anteriores del 22 de agosto y del 2 de setiembre, a que antes aludimos, ni es inaugurándola, pues so inauguró al año siguiente, muerto ya Mariano Moreno. Ni es de Mariano Moreno, ¡sino de Manuel Belgrano!
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El que Manuel Moreno se lo haya atribuido — y ése es el único argumento — nada nada prueba, porque el fraterno biógrafo se tomó el empeño de atribuir a su hermano glorias y trabajos ajenos, especialmente de Belgrano. ¡Cuán fácil les resultaría a los panegiristas rebatirnos, con solo presentar los originales originales "de puño y letra" de su autor! Así lo anunciaron en resonante polémica periodística, así lo prometieron y hasta señalaron en qué carpetas del Archivo General de la Nación estaba ese autógrafo más precioso que los originales del Corán, que trajo un arcángel a la tierra. (Dicho sea entre paréntesis, nadie creyó que cumplirían tal promesa). Y llegado el día de exhibirlos, después de laboriosas búsquedas, sea que no los encontrara sea que no les conviniera mostrarlos, han olvidado su promesa, contentándose con reproducir esas cuatro notas que ya habían sido publicadas por Trelles en 1879, ¡hace ochenta años!, y que nada prueban, pues si algo probaran, todo este debate no se habría podido hacer. Comprendemos que los morenistas no se rindan ante ninguna demostración. Los árboles les impiden ver el bosque. El morenismo no es una fe, sino una frenética obstinación obstinación que se mantiene a despecho de todo razonamiento. Esto no nos preocuparía, antes bien nos resultaría divertido como un espectáculo, si no fuese que tal actitud implica el vilipendio de los principales personajes de la historia de Mayo.
CAPITULO XIX
¿QUIÉN FUK, PUES, EL FUNDADOR? Y todavía hay otros argumentos que tienen un valor moral considerable. No existe ningún escritor contemporáneo de Moreno que le atribuya la fundación de la Biblioteca. Tal pretensión no se encuentra en ningún libro, en ningún periódico, en ninguna de las muchas Memorias de personajes de la época, en ninguna carta pública o privada, en ningún monumento de entonces. ¿Cómo se explica que los contemporáneos ignorasen aquel hecho, si hubiera sido verdad y que jamás aludieran a él? Han llegado a nosotros numerosas Memorias de hombres que actuaron a la par de Moreno, y que escribieron acerca de él, y que fueron sus partidarios. Ni uno sólo de ellos menciona, ni alude siquiera a un hecho sobre el cual los repetidores de historia, un siglo después, hacen tan categórica afirmación. Poseemos la autobiografía del General Guido que fue su secretario; la del general Martín Rodríguez que fue su amigo; la del doctor Agrelo también su amigo; la extensa crónica de Beruti; los, detallados apuntes históricos de Ignacio Núñez; los del canónigo Gorriti, todos morenistas, y pasamos por alto las memorias de los que no lo fueron, pero lo trataron, y nos aportan pormenores minuciosos para reconstruir los sucesos del año 10, las de Belgrano, Saavedra, Posadas, Funes, Uriburu, etc. ¿Cómo se explica que ellos no supiesen lo que todos nosotros pretendemos saber, porque nos. lo enseñaron en la escuela?
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Cosas de las más chocantes es que Ignacio Núñez, que fue em pleado en la secretaría secretaría de Moreno Moreno y su frenético partidario partidario se refiera expresamente a la fundación de la Biblioteca en la página 14 de su obra Efemérides Americanas, sin mencionar a su supuesto autor. "El 13 (de setiembre de 1810) -dice Núñez- se decretó el establecimiento de la Biblioteca Pública, nombrando Protector al Dr. Don Mariano Moreno". (1). Si Moreno hubiera sido realmente el fundador, Núñez lo hu biera sabido y no lo habría callado. Que no fue distracción suya en esa obra, lo prueba el hecho de que al hacer en otro libro la biografía de Moreno, a pesar de que nos refiere hasta el grado y los minutos de latitud y longitud de la alta mar, donde fue arrojado su cadáver, no nos dice ni media palabra de la pretendida fundación, que es su mayor gloria. Esos detalles geográficos los había tomado seguramente de la obra de Manuel; pero no quiso recoger de allí lo de la Biblioteca porque lo sabía falso. Este silencio sepulcral y universal de los documentos y de los testigos contemporáneos, no tumo una sola excepción (no contamos naturalmente al inventor de la especie) y parécenos que debiera ser considerado por los historiadores, si no estuvieran tan apasionados por su ídolo. Aun en tiempos cercanos a nosotros, se observa el mismo silencio en hombres como Sarmiento, que seguramente conocía la fábula, popularizada por López y Mitre, pero que no quiso copiarles. En un extenso estudio sobre bibliotecas que figura en el tomo 22, página 157, de sus Obras Completas, refiriéndose a la Biblioteca Pública de Buenos Aires, rememora y elogia a algunos de sus antiguos Directores, entre ellos a Manuel Moreno, que lo
(1) NÚÑEZ, IGNACIO, Efem Efemér éride idess Amer Americ icana anass (Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1857), pág. 14.
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fue en 1823, y a quien se refiere así: "Hermano del ilustre Secretario de la Junta. ...” (1). ¿Se concibe que si Sarmiento hubiera creído que fuese verdad la noticia ya muy vulgarizada en esa época, no habría agregado: "fundador de la Biblioteca Pública?" Si Sarmiento omitió el dato, que actualmente ningún historiadorr omite, fue porque él también lo consideraba falso. historiado ¿Pero cómo había Sarmiento de creer en esa historia, si no la creía ni siquiera el padre que la engendró, el propio Manuel Moreno, que si de la tumba al/.ara la cabeza, se volvería a morir, pero de risa, viendo la acogida que hemos dispensado a su criatura? Vamos a demostrar su incredulidad. El siguiente hecho es muy significativo: En el larguísimo Prefacio, que puso al libro de su hermano: Colección de Aminas en el Foro..., leemos esta frase: "La biblioteca de Filadelfia posee la estatua de su fundador Franklin: en la de Buenos Aires no se ve todavía el busto o retrato del suyo" (2). Esta acusación de ignorancia o de ingratitud contra los Directores de la casa estámpase en 1836. Lo que no nos cuenta Manuel Moreno es que la acusación recaía directamente sobre su propia cabeza, porque él mismo había sido Director de la Biblioteca en 1823, y pudo, si realmente hubiera creído que la institución debía a Mariano el homenaje, haber colocado en ella su busto o si se quiere su retrato. Si no lo hizo fue porque ni él lo creía, ni el gobierno, ni el público, que entonces conocían mejor que ahora los hechos, habrían tolerado que se falsificara la historia, para satisfacer la vanidad fraternal. Después se ha hecho eso, y ahora los concurrentes a la Biblioteca pueden extasiarse ante un gallardo busto de mármol y una
(1) SARMIENTO , D. F., Obras, Imp. Y Lit, Mariano Moreno, 1899), t. XXII, pág. 172. (2) MORENO, MARIANO, Colección de Arengas en el Foro, etc. (Londres, 1835), p. CXLV.
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placa de bronce que cantan la gloria del Protector, que por toda protección regaló a su hija una obra apolillada y escribió cuatro notas con un total de 60 líneas... ¡de su puño y letra! amén de otras tantas de letra ajena. No es bueno destruir las leyendas, que son poesía, si no ha de ser para reemplazarlas por la verdadera historia. Pero más que bueno, parece obligatorio destruirlas, cuando al hacerlo se paga una deuda histórica o se repara una vil injusticia. No nos empeñaríamos por ejemplo en desvanecer la gloria de Falucho, aunque pudiéramos probar que el legendario negro nunca existió, porque su leyenda no usurpa laureles a ningún otro procer, ni su pedestal está hecho a costa de la reputación ajena. Pero al atribuir a Mariano Moreno una hoja de laurel que no le pertenece, su hermano Manuel ha despojado al insigne y modesto sacerdote doctor Luis José Chorroarín, dando injusta base al ya secular olvido con que la Biblioteca Nacional ha retribuido al más grande de sus benefactores. ¿Un fraile más? — preguntará alguien, de ésos que creen equivocadamente que todo religioso o persona que lleva sotana es fraile. Así es. La historia argentina está llena de ellos. Frailes en las primeras escuelas. Frailes en la primera imprenta. Frailes en la primera universidad. Frailes en el primer hospital. Frailes en la primera Biblioteca Pública. Frailes en la Primera y en la Segunda y en la Tercera Juntas Gubernativas. Frailes en todos los congresos de la Independencia. Frailes hasta en los campos de batalla. Algunos de éstos, malos frailes, pero excelentes soldados. Comprendemos que esto resulte monótono. ¿Pero qué vamos a hacerle, si las cosas vinieron de ese modo? Hay que referirlas como fueron o hay que renunciar al oficio de historiador. Ya dijimos, y pedimos excusa por repetirlo, que la primera idea práctica de una biblioteca pública pertenece al obispo de Buenos Aires, don Manuel Azamor y Ramírez, quien al morir en 1796
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legó con ese objeto a la Curia eclesiástica su librería, asombrosa en aquellos tiempos, y riquísima todavía ahora. El erudito investigador don Manuel Ricardo Trelles, que fue director de la Biblioteca, lo recuerda al hacer una breve historia de los comienzos de la institución: institución: "El señor Azamor y Ramírez — dice dice — concibió el primero y dejó una base real para la institución, que realizó luego la memorable Junta revolucionaria de 1810, poniéndola bajo la protección inmediata de su ilustre secretario Mariano Moreno". (Se advierte que tampoco Trelles cree en el fundador.) ( 1). Pasaron algunos años sin que la biblioteca de Azamor se incor porase a la vida vida de la ciudad. ciudad. Por entonces comienzan las diligencias del canónigo Chorroarín, rector del Real Colegio de San Carlos, quien quería hacer con esa base la anhelada Biblioteca Pública y llegó a convencer a los cabildante, y hallábase a punto de realizar su empeño, cuando se lo impidieron las invasiones inglesas y las turbulencias políticas de los años siguientes. siguientes. Pero vino la Junta J unta Gubernativa de 1810, presidida por Saavedra, quien prohijó el pensamiento de Chorroarín, y resolvió no aplazar por más tiempo tiempo tan útil empresa. empresa. Cometió, empero, el error de asignarle como protector a Mariano Moreno, el cual apenas le prestó una desabrida atención. Este descuido hizo demorar durante cuatro meses la designación de los bibliotecarios y por consiguiente la apertura de la Biblioteca, que sólo se inauguró después de desaparecido Moreno. Uno de los primeros actos de la Junta J unta fue comunicar a Chorroarín, rector del Colegio Colegio de San Carlos, la fundación fundación que acababa de hacer y pedirle para ella los libros del Colegio. La respuesta de Chorroarín Chorroarín revela su su alborozo. Por Por f i n un gobierno ha realizado, lo que él, hace tantos años viene; .suplí(1) TBELLES, M. R., Revi R., Revista sta de de la Bibliotec Bibliotecaa Públic Públicaa (Buenos Aires 1879), t. I, pág. 459.
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cando a todos los gobiernos, desde los tiempos de los virreyes hasta los de don Conidio de Saavedra. "La resolución de la Excma. Junta satisface enteramente mis deseos y me proporciona la complacencia de ver realizado un establecimiento que siempre anhelé y que ya estaba para realizarlo cuando Berresford ocupó esta capital. "Desde luego doy las gracias a la Excma. Junta y aseguro a V.E. que pondré a disposición del doctor don Mariano Moreno, no solamente los libros de la librería del Colegio, sino muchos de mi uso, que dejé en dicha librería cuando salí del Colegio, y aun algunos que saqué conmigo si se considerasen útiles". (10 de setiembre de 1810(1). ¿Qué motivos tenía Chorroarín para mostrarse tan reconocido? ¿Por qué beneficios daba las gracias y quedaba tan obligado que prometía regalar sus libros, como lo realizó en forma generosísima? generosísima? Está bien claro: Chorroarín agradecía a la Junta el que hubiese aceptado y realizado la idea, que él venía inspirando a todos los gobernantes, pero que hasta ese día no logró se llevase a cabo. La sinceridad de su alegría se ve en la amplitud de sus donativos. Nadie lo supera. Hay que leer la lista en el Registro de Donaciones y especialmente en el primer tomo de la revista de Trelles y relacionarla con otros datos de la obra ya citada de Gutiérrez. Chorroarín ordena y cataloga los millares de libros, acumulados ya; invierte los recursos, se ingenia en promover nuevos donativos, hace construir los anaqueles y el 16 de marzo de 1812 inaugura la primera Biblioteca Pública de Buenos Aires. Se ha dicho que la inauguración pasó inadvertida para el público, a causa de que ya no estaba allí Mariano Moreno, con su devoradora actividad. Es también falso. Lo ha demostrado en forma concluyente el (1) TRELLES, M. R., Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, 1879, t. I, pág. 460.
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laborioso historiador Palcos en una obra cuidadosa y honestamente afianzada en documentación de primera mano, lo cual ni deja de ser raro en los que escriben sobre la Biblioteca Nacional que casi siempre se copian unos a otros. El acontecimiento fue sobremanera solemne, con asistencia de gobernantes y altos funcionarios civiles y militares. Las bandas de música y el discurso de ocasión, pronunciado por el Dr. José Joaquín Ruiz, dieron pompa al espectáculo y motivo a la crónica de la Gazeta y El Censor (1). El 16 de marzo es la fecha que debe celebrarse en la Biblioteca, por ser la de su inauguración y no el 7 de setiembre, que han querido inventar y que no corresponde a ningún dato serio, sino a la fecha corregida de una nota vulgar. Chorroarín unía a méritos reales, una humildad reñida con todo lo que fuese ostentación y vanagloria. Si le hubiesen dicho que las futuras generaciones lo olvidarían y atribuirían a otros sus trabajos, nada hubiera hecho para remediarlo, porque no trabajaba para lograr aplausos en el mundo, sino por el bien del país y de sus conciudadanos. Por otra parte, en aquella época, nadie ignoraba que si la Biblioteca Pública, como institución oficial, no podía haber sido fundada sino por el gobierno, y no por un ciudadano, a él se le debió la iniciativa, la primera organización, buena porción de sus libros y, finalmente, su inauguración. Cuando Chorroarín, vencido por la enfermedad, dejó la dirección de la Biblioteca, el gobierno, reconociendo su valer, le decretó honores desusados y mandó poner su retrato en la Sala principal, a fin de "premiar todo mérito que se eleve de lo común". común". Falleció poco después, el 11 de julio de 1823, y fue inhumado en la calle central de la Recoleta, y sobre su sepulcro se puso (1) PALCOS, ALBERTO, La visión de Rivadavia Rivadavia (Editorial El Ateneo, Hm nos Aires, 1936), pág. 208.
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una lápida cuya inscripción no deja lugar a ninguna duda de quién fue el fundador: Dice así: "Hic jacet D. Ludovico Chorroarín Can. Presb. S. AE. C. Rectorcolegii Carolini 25 aun. Et fundator Bibliot. Obit die 11 Julii ann. 1823 Mille foro juvenes dedit hic altaribus armis Tot gratis linguis fama perennis erit. (Aquí yace don Luis Chorroarín, Presbítero de la Santa Iglesia Catedral, Rector por veinticinco años del Colegio de San Carlos. Fundador de la Biblioteca. Murió el día 11 de julio de 1823. Dio jóvenes innúmeros al foro, a los aliares, a las armas. Su fama será perenne por otras tantas lenguas gratas). No para pararo ron n en eso eso los los hono honore ress ofic oficia iale less al bene benemé méri rito to sacerdote. En el libro de acuerdos del Senado Eclesiástico, correspondiente al año 1823, y al día 15 de julio, hay asentada el acta de una sesión en que se da entrada y se transcribe una nota de Rivadavia expresando al Senado Eclesiástico el pésame del gobierno por la muerte de Chorroarín y las honras que se le dispensarán dis pensarán sobre s obre su tumba recién abierta. abierta. Los que con tanta ligereza han escrito acerca de estos asuntos, deberían echar siquiera un vistazo a esos documentos, donde consta el aprecio del gobierno hacia aquel hombre, y la desusada manifestación de duelo nacional, la disposición de que la nota se lea en todas las iglesias de la Provincia, después del Evangelio, durante tres domingos consecutivos y se fije en todos los templos del territorio del Estado. ¿Cuáles eran los títulos de Chorroarín para tanto duelo? La lápida puesta en su sepulcro expresa uno de ellos: Fundador Fundador de la Biblioteca Biblioteca..
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El Senado Eclesiástico contesta agradeciendo aquellas manifestaciones y declarando "que le era altamente satisfactorio registrar en las actas de esta corporación el monumento que el gobierno consagraba a su memoria". Los que ahora escriben historias ¿pretenderán negar a Rivadavia un mejor conocimiento de las cosas ocurridas ante sus ojos, que el que ellos tienen a 150 años de los sucesos y sin más base que las invenciones de Manuel Moreno? Moreno? El olvido es una segunda lápida, pero ya sin inscripción, que cae sobre algunas tumbas. Empero, no cayó tan pronto sobre la de Chorroarín. Tres años después de su muerte, el gobierno, mal satisfecho de los honores que antes le había decretado, mandó fundar un pueblo, en los terrenos de la Chacarita de los colegiales, que llevara su nombre. Y todavía no le bastó, pues pasados cinco años de la muerte del humilde canónigo, dispuso la erección de otro monumento, más pomposo aún que guardara sus cenizas. Todo esto significa que bastantes años después de alejado Chorroarín de la Biblioteca, seguía siendo considerado como su fundador por el gobierno y por el público, y sin que hubiera dejado partidos ni parientes que pregonaran sus hazañas, se le seguía honrando como a uno de los varones a quienes la patria debe gratitud. Naturalmente, el señor señor Groussac no ignoró estas disposiciones disposiciones que cita Gutiérrez (1) y que además pueden leerse en el Registro Oficial mas como destruyen su tesis de que Moreno fue "el verdadero y único fundador de la Biblioteca", intenta desacreditar el decreto que manda erigir el retrato de Chorroarín con esta explicación: "El homenaje pudo parecer excesivo; y con mayor razón, cuando dirigido a un vivo, dejaba en olvido a un muerto incomparablemente más acreedor a tal demostración. Entre los dos grandes obreros de la nacionalidad argentina, a pesar del anhelo común, la antipatía era completa, y Rivadavia no podía
(i) GUTIÉRREZ, Obra cit., pág cit., pág.. 732. 732.
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ignorar ni olvidar el cruel retrato que de él hiciera Moreno alguna vez"(1). Hablando claro, aquí se sugiere que Rivadavia mandó poner en la Biblioteca el retrato de Chorroarín, por vengarse de Mariano Moreno, que lo había tratado descomedidamente en un alegato ante los tribunales, quince o veinte años atrás, según refiere Manuel Moreno (2). Aun cuando el curialesco episodio fuera cierto, quien conozca el carácter do Rivadavia tiene que rechazar de plano la interpretación. Falsificar la historia, porque eso significa inventar una superchería para atribuir a Chorroarín la gloria que pertenecía a Moreno, muerto hacía diez años, por vengarse de él, implica tan desusado rencor, más allá de la tumba, que contradice el concepto del verdadero Rivadavia que conocemos. Recojamos al pasar la expresión con que saluda a ambos próceres el señor Groussac tan vehemente en sus juicios y tan elegante en su estilo: los llama los dos grandes obreros de la nacionalidad argentina. Esto equivale a declara'- que los otros no fueron sino pequeños obreros, porque esos dos fueron “ los grandes". Es decir que Saavedra, Belgrano, San Martín, Pueyrredón, Las Heras, etc., etc., poco tuvieron que hacer, porque la parte grande de la empresa de construir la nación ya había sido realizada por los dos grandes obreros. El señor Groussac merec merecee nuestro respeto y nuestra admiración, admiración, pero no fallamos fallamos ni a la una, ni al otro cuando cuando rectificam rectificamos os — siempre documento en mano — algunos algunos de sus conceptos, en que por exces excesiva iva afición afición a un pperson ersonaje, aje, ha sido sido injusto injusto con otros. otros. Psicológicamente la interpretación resulta inverosímil, pero a la luz de un hecho que vamos a presentar aparece abiertamente errónea. (1) Catálogo Metódico de la Biblioteca Nacional, t. I, prefacio, p. XX. (2) Colección de arengas y escritos del Dr. Mariano Moreno, prefacio Moreno, prefacio del editor, p. XIII, Londres, 1836.
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El decreto con que Rivadavia manda poner en la Biblioteca el retrato de Chorroarín, es del 22 de setiembre de 1821. Cuatro meses después — 5 de febrero de 1822 — , aparece otro decreto firmado por el propio Rivadavia, nombrando Director de la Biblioteca Pública... ¿se imaginan los lectores a quién? ¡Pues al propio hermano de Mar iano Moreno, a don Manu el Moreno Moreno!! (1) (1) Y cinco años después (1826), otro del mismo Rivadavia, presidente de la República, nombrando a Manuel Moreno plenipotenciario en Washingto n, empleo que no fue ace ptado(2) Se prueba, pues, que Rivadavia no abrigaba ningún rencor contra esa familia, y que la afirmación que comentamos no tiene fundamento. Podría quedar en los espíritus cavilosos alguna duda, si los honores a Chorroarín solamente se los hubiera rendido Rivadavia. Pero los decretos que acabamos de mencionar, corresponden a fechas alejadas y llevan diversas firmas. El primero, por el cual se mandó colocar el retrato de Chorroarín en la Biblioteca, como si él, que estaba vivo aún, fuera el símbolo de la institución, es del 22 de setiembre de 1821 y fue suscrito por Martín Rodrígue z, gobernador y por Rivadavia R ivadavia minis mi nistro tro (3) El segundo, cinco años después de la muerte de Chorroarín, destinando los terrenos de la Chacarita para un pueblo que perpetuara su nombre, es del 25 de setiembre de 1826 y apareció con la firma de Rivadavia presidente de la República y de Julián S. Agüero, ministro (4) (1) Registro (1) Registro Oficial del Gobierno de Buenos Buenos Aires,año Aires, año 1822 (Imp. de la Independencia), pág. 46. (2) GUTIÉRREZ, ob. cit., pá cit., pág. g. 80 800. 0. (3) Registro (3) Registro Oficial, Libro primero (Buenos Aires, Imprenta Imprenta de la Independencia), pág. 59. (4) Registro (4) Registro Nacional,Provincias Nacional, Provincias Unidas del Río de la Plata, 1826 (Imprenta del Mercurio), pág. 137.
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El tercero, que mandó erigirle un monumento en la Recoleta, es del 21 de noviembre de 1828 y lleva las firmas de Dorrego, gobernador, y de Tomás Guido, ministro (1). No es de creer que todos estos personajes se confabularan para honrar al bondadoso y benemérito viejo, contagiados por impro bables rencores de Rivad avia. No ciertamente. Lo que esos hombres de gobierno vieron de excepcional en Chorroarín, es lo que le reconocieron sus contemporáneos, lo que nadie vio en Moreno, y lo que se grabó en ese mármol que ha desaparecido o se ha hecho desaparecer: al verdadero fundador de la Biblioteca. Solamente el hermano de Mariano Moreno, entre sus contemporáneos, por pasión fraternal, le desconoció ese título. Nuestros historiadores alejados de la escena y del tiempo, ignoraron estos pormenores y recogieron la leyenda y la hicieron casi inmortal. A este propósito no está de más saber que en el Congreso do Tucumán, que declaró nuestra independencia y del cual Chorroarín fue uno de los más eminentes congresales, se le encomendó la honrosa tarea de diseñar la bandera de guerra argentina, considerando que la afortunadamente creada por Belgrano, estaba siendo usada como bandera civil. Chorroarín lo hizo con singular acierto, agregando a la bandera de Belgrano un sol de; oro. Gracias a 61 nos librarnos esa vez del resobado gorro frigio, emblema de los libertos romanos, muy del gusto de los revolucionarios franceses, pero en ninguna manera adecuado encasquetárselo a una nación que jamás había sido esclava. ¿Cuántos son los que conocen esta honrosa página de la vida del humilde sacerdote? Muy pocos y los que escriben historias, qué debieran saberla, no suelen acordarse de ella. (1) Registro (1) Registro Oficial de la Provincia de Buenos Aires,noviembre Aires, noviembre 30 de 1828, pág. 158.
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Una protesta en el "Argos". La inscripción latina puesta en la tumba de Chorroarín que lo proclamaba como Fundador de la Biblioteca, provocó un comunicado del periódico el Argos, que conviene transcribir aquí letra por letra, para que podamos apreciar su exacto valor. Dice así: "En la inscripción de la lápida del Dr. D. Luis José de Chorroarín, en el cementerio del Norte, se nota una falsedad o un error en titularlo Fundador de la Biblioteca. "Esto es tan distante de lo cierto que ese finado ni perteneció a la Biblioteca al tiempo de su fundación. Tiempo después fue nombrado Bibliotecario, cuyo destino sirvió hasta pocos años antes de su muerte, con sueldo y casa de balde, que no han tenido otros. Fue ascendido a canónigo de esta Santa Iglesia Catedral, pero siempre sería tan falso llamarlo Fundador de la Biblioteca, porque fue Bibliotecario, como fundador de la Catedral porque fue su canónigo. Para corregir este error (pues el fundador fue el Dr. Moreno) pueden los que lo hubieren cometido, ver el establecimiento de la Biblioteca hecha por el primer Gobierno Patrio, y consta en la Gazeta del 13 de setiembre de 1810. Allí verán estas palabras: "nombrando por ahora bibliotecario al Dr. D. Saturnino Segurola y al Reverendo Padre Fray Cayetano Rodríguez, que se han prestado gustosos a dar esta nueva prueba de patriotismo y de amor al bien público; y nombra igualmente por Protector de la Biblioteca al Secretario de Gobierno, doctor don Mariano Moreno. "Verán también en los siguientes los donativos públicos con que se erigió y en la del quince del mismo mes setiembre una carta de los comerciantes ingleses radicados en esta ciudad oblando considerables sumas a influjo y solicitud del Dr. Moreno" (1). Y firmaba Veritas. El autor se escondía detrás de un seudónimo, suponiendo que su firma no agregaría autoridad a la protesta. (1 ) El Argos, Argos, n' 80, 1823. 1823.
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La precaución resulta inútil, porque lo apasionado del tono y los giros del lenguaje delatan que Ventas es Manuel Moreno, Director en ese tiempo de la Biblioteca. Sin embargo, para nosotros este alegato resulta precioso: en él enumeran todas las pruebas favorables a la tesis de que Mo reno fundó la Biblioteca. Si no se dan otras, es porque no las hay, pues si las hubiera, Veritas las presentaría. ¿Y cuáles son osas pruebas? Dos, únicamente. Ante todo, el decreto de la Primera Junta que nombra a Moreno Protector. Pero Protector en el lenguaje burocrático de aquella época y también en el de ahora, no significa Fundador, sino "Comisionado para atender los asuntos de una repartición oficial". De tal manera que cuando se alejó Moreno de Buenos Aires, se designó a otra persona con igual título de Protector, sin que ello significara que se le reconociera asimismo como Fundador. Segunda prueba: la carta de los comerciantes ingleses, donando dinero y libros. Precisamente esta carta confirma lo que acabamos de decir. Está dirigida así: "Al Sr. D. Mariano Moreno, comisionado por la Excma. Junta para el establecimiento de la Biblioteca Pública" (1). Ni una palabra del texto de esa carta carta que hemos examinado (Veritas la citó creyendo que nadie iría a confrontarla) se refiere, no digamos a la calidad de Fundador, pero ni siquiera a que los donativos dona tivos se hicieran hicieran por por i nf lu jo o solicitud solicitud de Moreno. Moreno. Si a algo se alude allí reiteradamente es a la acción de la Junta, no de s u Secretario. . Ya dijimos que por aquellos mismos días, la Primera Junta nombró a su Vocal Dr. Manuel Belgrano, Protector de otra institución: la Escuela de Matemáticas. Allí sí se advirtió la protección, tanto que el Protector mereció el título de Mecenas de la institución y a las pocas semanas la (1) Gaceta de Buenos Aires, 15 de octubre de 1810, Pág. 12.
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inauguró, cosa que Moreno nunca llegó a realizar con la Biblioteca. Y sin embargo nadie pretende que Belgrano haya sido el Fundador de la Escuela de Matemáticas. Si el comunicado de Veritas hubiera aparecido con firma responsable y distinta del "testimonio único de interesado", y hubiera traído algún argumento concreto, habría presentado cierto interés. Pero querer destruir la fe que nos merece la inscripción categórica y solemne puesta en la lápida de un prócer, públicamente honrado por el gobierno, sin aportar otro argumento que esa única y vergonzante protesta bajo se udónimo, no tiene so mbra de sentido crítico. Si los partidarios de Moreno hubiesen podido aducir una prueba semejante a la que aducimos nosotros, — inscripción inscripción de esa lápida — ¿no es verdad que la considerarían concluyente? ¿Con qué derecho, pues, los que no aducen ningún argumento, rechazan los del contrario? La Parábola de Natham. Nos vienen a la memoria las palabras del profeta. Había dos hombres, uno rico en extremo, que tenía vacas y ovejas innumerables y otro pobre, que no tenía más que una ovejita, nacida en su casa y criada en su regazo, a la que él quería como a una hija. Un día el rico tuvo que agasajar a un convidado, mas no echó mano de sus vacas ni de sus ovejas, sino que sacrificó la única ovejita del pobre. El rico es Mariano Moreno. En todas las ciudades argentinas hay una calle, una escuela y una biblioteca que llevan su nombre. En casi todas una estatua. Uno de nuestros grandes buques condujo su recuerdo a través de los mares, bajo el sol de la bandera de guerra. Todo lo que asegura la gloria de este mundo, lo ha tenido y lo tiene.
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El pobre es Chorroarín. Sirvió a su patria durante larguísimos años, educando a la juventud. Le regaló sus tesoros que eran sus libros. Ya entonces valían una fortuna y hoy valen más. Se des prendió prendió de ellos porque iban a enriquecer enriquecer lo que fue su sueño sueño durante años y su creación de 1810. Ninguno Ninguno de los tres decretos con con que el gobierno quiso honrarlo honrarlo llegó a cumplirse. Lo único que le quedaba era aquella lápida con aquella inscripción que era su gloria, y ésta ha desaparecido, o la han hecho desaparecer.
CAPITULO XX ESCÁNDALO DE FARISEOS En estos últimos tiempos, uno de los episodios más deslucidos y entristecedores para el espíritu argentino fue el alboroto que se movió alrededor de la fundación de la Biblioteca Nacional, verdadero escándalo de fariseos. Deslucido, porque dio pie a una agresión alevosa y sin gallardía contra quien no podía defenderse. Entristecedor, porque delataba la existencia de un totalitarismo intelectual, repugnante en un país cuya Constitución garantiza a todos sus habitantes el derecho de pensar y de emitir libremente el pensamiento, guardan do, como es natural, fo rmas y estilo. ¿Cuál fue el pretexto del estridente y desproporcionado cacareo que se armó en aquella ocasión? ' Haber afirmado que el fundador de la Biblioteca Nacional no había sido Mariano Moreno, sino el presbítero Dr. don Luis José Chorroarín. ¿En qué país del mundo puede una rectificación histórica, hecha en términos comedidos, y previa venia del superior jerárquico, por nacerla un funcionario, constituir un delito? Ciertos historiadores corrieron desalados, rasgando sus vestiduras, pero no a los templos, como suele hacerse cuando ocurren calamidades públicas, sino a los palacios de los príncipes, para conjurarlos a asfixiar en el huevo, con gallina y todo, aquella expresión de disconformismo con la historia dirigida. Se dio por razón del pedimento el que la rectificación había sido hecha en una publicación oficial. ¡Scandalum Phariseaorum!
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¡Ay de vosotros, los que coláis el mosquito y os tragáis el camello! Se calló una circunstancia importantísima: que la publicación donde se afirmó lo que tanta irritación produjo, había sido — como era de trámite — previamente consultada a la autoridad jerárquica, y autorizada por resolución fundada y escrita y comunicada por nota. Es claro que si eso se hubiera dicho, todas las censuras, caso de que el restablecer una verdad histórica merezca censura, habrían debido recaer sobre el superior que autorizó, y no sobro oí inferior que consultó y pidió venia. Se calló esa circunstancia y se sincronizó la más desconcertante e inexplicable campaña periodística contra el que se había atrevido a extirpar un craso error en la historia argentina. Casi todos los diarios del país, grandes y pequeños; casi todas las revistas; casi todas las radios, como obedeciendo a una batuta invisible (y algo de eso hubo) echaron su cuarto a espadas y vapulearon a quien, dando pruebas de carácter y de independencia de juicio, había afirmado con documentos en la mano, una cosa original, en un asunto rnanoseadísimo, que ningún historiador había osado investigar y en que todos aprendían y enseñaban de segunda o de tercera mano, copiando a alguien, que a su vez había copiado a otro. Pero todos se resignan porque estaba prohibido (tácitamente prohibido) meterse meterse con un semidiós. semidiós. Fue un espectáculo entristecedor comprobar que un argentino, un escritor, que como funcionario había servido intensa y honradamente a su país, se hallaba como en tierra extraña, sin ninguna defensa, por lo mismo que no figuraba en los registros de ninguna logia, y que su silencio al igual que sus palabras podrían podrían servir para perderlo. perderlo. El blanco de aquella desairada conjuración no era ni un zopenco ni un malvado. Se había consagrado con alma y vida a la institución, y el hecho
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mismo que servía de pretexto para la campaña, demostraba su celo y su laboriosidad. Durante semanas y semanas fue zaherido a mansalva, y poco menos que puesta a precio su cabeza... administrativa; y como por minutos se aguardaba su decapitación, pululaban ya los can didatos a sucederle... Entretanto la Academia Nacional de la Historia se constituía en supremo tribunal de casación, para fallar aquel litigio planteado entre los que afirmaban que Moreno fundó la Biblioteca, y el hereje que se había animado a levantarse contra ese dogma. A cualquiera que tenga el menor sentido de la justicia, se le ocurrirá que si la Academia iba a fallar, no podía entregar el estudio de la cuestión y la redacción de la sentencia al elocuente panegirista de Moreno, que en e n cien ocasiones y e n diversas obras había afirmado lo que ahora alguien afirmaba que era inexacto. El distinguido autor de La Revolución de Mayo y Mariano Moreno, presidente entonces de la Academia Nacional de la Historia, estaba inhibido de opinar. La equidad le obligaba a abstenerse, aun cuando otros quisieran imponerle esa tarea, porque, como dicen los jurisperitos: le comprendían las general es de la ley. "El historiador — dice dice Sainte-Beuve — debe debe ser como la mujer del César: que nadie pueda sospechar de infidelidad". Es a todas luces evidentes, que el laborioso biógrafo de Mariano Moreno, no era en ese caso, como la mujer del César. Tenía opinión comprometida en libros famosos. Su posición no sería nunca la de un juez sino la del abogado de una de las partes, aunque anunciara que trabajaría en colaboración con otros dos miembros de la Academia, por muy ilustres que fueran. Se le ocurriría también a cualquiera que tuviese un mínimo concepto de la justicia, que para que la original sentencia de casación histórica no fuese una repetición de las afirmaciones que el sacrílego negador había destruido, el sentenciador tendría que allegar elementos nuevos, probanzas no discutidas, puesto que las conocidas se habían demostrado insuficientes.
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Finalmente, si el tribunal pretendía conservar cierta apariencia de imparcialidad, debía convocar a ambas partes y escuchar sus alegatos, antes de dar la sentencia. Un juez, aunque sea en cuestión de historia, no debe oír una sola campana. ¿Cuál fue, empero la actitud del tribunal? Adoptó una medida de aparente austeridad: no convocó a ninguna de las dos partes; se declaró bien informado con las publicaciones publicaciones que se habían hecho; ninguno de los litigantes presentó ningún alegato. En esto los dos quedaron puestos a igual altura. ¡Pero uno de ellos, precisamente el distinguido autor de la más importante biografía de Moreno, se encargó de redactar la sentencia! Y ésa tendría que ser la última palabra de la Academia Nacional de la Historia en aquel asunto. Al menos ellos creían que sería la última. Habría sido de cajón, que puesto que la Academia como cuerpo iba a pronunciar esa anunciada palabra, su redactor no la publicara en los diarios antes que el tribunal, tribunal, o sea la Academia Academia misma la considerase, la discutiese y la aprobase. Pero había impaciencia por acabar con la herejía y a las dos semanas, súbitamente, se publicó con asombrosa profusión y gran lujo de letras titulares y sombrías e ilegibles fotocopias, que impresionaban como una cosa seria, lo que iba a ser el veredicto de la Academia Nacional de la Historia. Lo extraño del suceso es que la futura sentencia se anticipaba al público con una sola firma, y antes de que los otros dos miem bros de la comisión comisión nombrada nombrada por la Academia Academia para proyectarla, proyectarla, hubiesen tenido el menor conocimiento de ella. Tan desusada rapidez, que pareció un error de procedimiento y hasta un desaire hacia los colegas, fue, como dicen los criollos: una "acertada". Porque de someterse a la discusión de los académicos el borrador del fallo, podría darse el pintoresco espectáculo que alguna vez se dio en el Ayuntamiento de cierto pueblo ibérico donde se pusieron a debatir si Dios existía o no existía. Discutieron tres días el asunto, hasta que rendidos rendidos a la fatiga más que al ar-
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gumentos, los ediles cerraron el debate y confiaron a una votación lo que tenía que ser su opinión en adelante. Se salvó Dios por el voto del cura que era edil y llegó un poco atrasado, pero todavía a tiempo. De haberse sometido a la Academia la herejía de que hablamos, la disputa habría sido interminable; se hubieran sacado algunos trapos al sol y quien sabe sí no hubiera ganado la herejía. Por ello, fue "muí acertada" publicar el fallo antes de que lo conociera la Academia, colocándola así en presencia de un hecho consumado. O se resignaba a prohijar el trabajo de uno de sus más doctos miembros o so ponía cada cual a estudiar de cerca el asunto. Optó por prohijarlo. La herejía pareció aplastada para siempre y recrudeció la cam paña periodísti periodística, ca, pero esta vez ya no fue sólo contra el excomulgado por la iglesia académica (que tiene de sinagoga y tiene de logia) sino contra la Academia misma, porque innumerables personas que no habían leído los trabajos del hereje, ni tenían la menor idea del asunto, leyeron la sentencia, y no tuvieron necesidad de leer más para convencerse de que el hereje tenía razón. Si después de vaciar los archivos, salían a la calle con los mismos documentos publicados por Trelles sesenta años atrás, era porque no había otras probanzas. Nada nuevo, pues, y nada concluyente. Las fotocopias no agregaban ninguna fuerza a un documento que de por sí no la tenía. El vulgo podía caer en el garlito, pero no todos eran vulgo. Aun algunos académicos empezaron a rezongar que les habían hecho hacer un triste negocio, pues el público, picada la curiosidad por tanta faramalla y tanto ruido, empezaba a discutir si la Academia tenía el don de la infalibilidad y se preguntaba si no habría en sus anales algún ejemplo clásico de lo que las, gentes eruditas llaman: lapsus, en latín, que en castellano familiar se traduce por plancha.
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Halláronse más de uno, pero uno de ellos tan gordo que merece recordarse aquí. El dogma de la infalibilidad de la Academia Nacional de la Historia no está aceptado. Hay gentes que no estiman bastante las historias oficializadas con el escudo de la docta corporación. Sucedió, pues, allá por 1917, que la Comisión Pro Monumento a Dorrego llamó a concurso de historiadores, ofreciendo un premio de 10.000 pesos, que equivalían entonces a varios cientos de miles de los escuálidos pesos actuales, por la mejor biografía del mártir de Navarro, Navarro, que que fusiló fusiló el general general Lavalle Lavalle.. En esos tiempos la Academia Nacional de la Historia se llamaba modestamente Junta de Historia y Numismática, y reunía en su seno u los más autorizados historiadores del país. La Comisión Pro monumento recurrió a ella para que un Jurado escogido entre los más sabios de sus miembros estudiara los libros que se presentarían y propusiera el más digno de ser premiado. premiado. Así se hizo y el fallo se dictó en agosto de 1919, aconsejando premiar premiar la Biogra Biografía fía del del Coronel Coronel Manuel Manuel Dorrego Dorrego,, de que que era autor autor el señor Carlos Parson Horne. Pero la mala suerte suerte de la Academia Nacional Nacional de Historia (que entonces se llamaba Junta de Historia), cuya reputación daba autoridad al fallo, quiso que el Jurado se metiera en dibujos. Ya lo dijo Cervantes: No te metas metas en dibú Ni en saber vidas ajéEl Jurado se metió en dibujos, declarando que era de lamentarse que el autor de aquel excelente libro no hubiese acompañado, como iconografía de Dorrego, más que unos retratos vulgares, harto conocidos. "La iconografía carece de valor — dice dice el fallo — . Falta el mejor y menos conocido retrato de Dorrego, de cuerpo entero, de pie, en traje de oficial de caballería, sombrero de paisano y el poncho echado con negligencia sobre el hombro..."
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Con esta descripción los sabuesos de la historia se largaron a buscar aquel retrato, el mejor de d e Dorrego, y lo hallaron ¡vaya si lo hallaron!, y en la edición que se hizo del libro, con gran lujo, se desdeñó todo otro grabado y sólo se publicó aquél, en regia fotocopia, con el agregado de una nota de explicación: "En efecto, es quizás la mejor iconografía de Dorrego que exista y por tal motivo hémonos empeñado en reproducir fototípicamente para la más fiel reproducción del original, que nos fue gentilmente facilitado por su dueña..." ¡Lástima grande que el mejor retrato de Dorrego fue la mejor fumada de que se haya hecho víctima a ningún historiador! Porque la tal pintura de Dorrego no era otra cosa que una fotografía del actor teatral argentino D. Eduardo C. Zucchi, que en el año 1918 representó el personaje de Dorrego en una película titulada Federación o muerte, argumento del doctor Gustavo Caravallo. Se encontró tan apuesto con su "traje de oficial de caballería, sombrero de paisano y el poncho echado con negligencia sobre el hombro", que en esa postura se hizo retratar y su foto apareció en las revistas ilustradas, de donde un pintor aprovechado la copió al óleo, en grande, para hacer el mejor retrato de Dorrego, que vendió a la familia y que ha hecho caer en éxtasis a los miembros de la Junta de Historia y Numismática, La Junta de Historia y Numismática ha cambiado de nombre, pero eso no la ha hech o infalible. Si algunos de sus miembros son sabios y hasta santos, no pocos de ellos siguen creyendo en brujas.
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CAPITULO XXI A LOS ARGENTINOS DEL AÑO 2000 Hemos deseado vivir hasta terminar este libro, porque creíamos que escribirlo era una buena acción. Y lo seguimos creyendo. Lo hemos escrito en servicio de Dios y de la Patria. Esto significa en defensa de la Verdad. Hemos llegado con optimismo al final de esta nueva historia de Mayo, tratando de cumplir con las dos leyes principales de Ja Historia, según el sabio Pontífice León XIII. Esas leyes son: I9 No atreverse a mentir. Podríamos habernos equivocado, pero, a sabiendas, no hemos estampado ninguna mentira. 2° No temer decir la verdad. No hemos vacilado nunca ante ninguna de esas verdades que son peligrosas de expresar porque contradicen la historia oficial, en muchos puntos falsa. En esto les llevamos ventaja a no pocos historiadores profesionales, que que aunque no digan digan mentiras, no se animan animan a decir ciertas verdades. La historia no es una cosa c osa baladí. La historia es la patria misma. Si Si desde hace 150 años la vienen "dirigiendo", es porque quieren que la patria sea infiel a su origen. Quieren hacerla apostatar de su vocación histórica. Nos han present presentado ado sistemáticamente sistemáticamente a la Revolución de Mayo con tres características: Como una obra de librepensadores, o sea anticatólica y anti — Como militarista. — Y de enemigos de España, nuestra Madre patria.
— Y de revolucionarios inspirados en la Revolución francesa, vale decir jacobinos o demagogos. Con ello desfiguran la fisonomía de la patria, que fue desde el día de su nacimiento: I9 Católica, aunque hoy harto envenenada por el liberalism liberalismo, o, por el marxismo y por esa puerta de todas las herejías: el catolicismo liberal. Una patria construida, desde sus comienzos, por militares que le infundieron amor al sacrificio y a la jerarquía (1). 2° Hispanófila. La historia argentina es una continuación de la española. A pesar de que hoy la Argentina es un crisol de razas y se mezclan aquí todas las .que hay en el mundo, tan fuerte es su entraña hispana, que ha logrado fundir un solo pueblo que, cuando no está infectado de marxismo, se mantiene fiel a su idioma y a su vieja estirpe, y ama y cuida los únicos puntales que sostienen la patria, su Iglesia Iglesia y sus Fuerzas Fuerzas Armadas, sanas sanas todav todavía. ía. 3° El jacobinismo de la Revolución Francesa, que Mariano Moreno intentó implantar en nuestra tierra, fue un yuyo dañino, que murió con él. Han querido resucitar su sanguinaria, antimilitarista y anticatólica escuela, so pretexto de democracia y desde hace más de 100 años están trabajando en ello las logias masónicas y no pocos de sus "compañeros de ruta", como decía Lenin. Y actualmente asistimos a una vocinglera conjuración para sofocar toda expresión que haga conocer la honesta verdad do Mayo. Querrían aprovechar este aniversario para salvar el fetiche tambaleante de Mariano Moreno. Este libro es un ensayo de historia independiente, fundado en los mismos viejísimos materiales que se han leído con ligereza y algunas veces con malicia o no se han leído nunca. Ya nos imaginamos la indignación que suscitará. Se nos dirá o se pensará, sin hacernos el honor de decírnoslo, que, no siendo nuestro oficio el de escribir historias, carecemos
(1) A nada tenía tanto horror el Padre de la Patria, San Martín, como al desorden. Había que evitarlo a cualquier precio»
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de competencia para rectificar las de ellos, que viven de ordeñar la historia. Efectivamente, no somos profesionales de la historia, poro ésa es una ventaja. No estamos comprometidos a mantener prejuicios por miedo de atropellar tantos lugares comunes, canonizados como dogmas. Por ejemplo, no estamos comprometidos a sostener que la revolución de Mayo fue una espontánea explosión del pueblo de Buenos Aires. Preferimos decir la verdad: fue una revolución militar, a la que el pueblo se asomó apenas para mirar, cuando ya estaba consumada. No nos preocupa la edad que tenga el error. En historia no hay prescripción en favor de la impostura; y aunque se haya repetido un millón de veces, durante 150 años y enseñado en las escuelas y hasta grabado en placas de bronce, una mentira no asciende un peldaño en la categoría de la verdad. Sigue y seguirá siendo mentira, hasta que la desbarate un escritor que escriba claro, con buena letra española, sepa lo que dice y no tenga miedo. Es casi seguro que ese historiador no será un profesional sino un diletante, contra el cual se levantará toda la cofradía, para aplicarle los cien vituperios del Herem, la terrible excomunión de los judíos. No importa. Sus cóleras y sus gritos serán como los silbidos de los muchachos cuando pasan de noche por un cementerio: silban para espantar a los fantasmas. Hay quienes viven de medias verdades y aun de mentiras completas, en la media luz o en las tiniebla absolutas. De tal manera se han acostumbrado a caminar tanteando en la penumbra de las mentiras convencionales, que una verdad plena, categóricamente expresada, los encandila y hasta los enoja. Envejecidos en su obscuridad se vuelven ciegos del todo cuando se les muestra un documento que rectifica algún punto en que tienen comprometida su opinión. No hay que esperar que se retracten. Es más fácil negar la luz que la propia infalibilidad.
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Por lo tanto no aceptarán nunca que otros descubran cosas nuevas en sus papeles viejos. Hace algún tiempo el Consejo Nacional de Educación encomendó a una comisión interna de entre sus profesores, especialmente de historia, la preparación de un plan para desarrollar el patriotismo en los niños de las escuelas argentinas (1). El plan se confeccionó y como expresión de motivos contenía estas líneas visiblemente multitudinarias: "Que comprendan (los escolares), que sientan, que vivan la ardiente argentinidad de Moreno, de Rivadavia, de Alberdi, de Sarmiento, de Mitre, de Avellaneda..." Uno se pregunta a/orado qué puede esperar la cultura argentina cuando la juventud está dirigida por pedagogos que así manipulean la historia. Según ellos, ni San Martín, ni Belgrano, ni Pueyrredón, ni Las Heras, ni Guemes deben ofrecerse a la juventud como modelos de "ardiente argentinidad". Para ellos, ésos no fueron patriotas, aunque hicieron la patria, de que otro se está aprovechando. ¿Por qué esa tirria, esa pertinaz ojeriza contra los héroes máximos de nuestra historia? ¿Por qué ese afán de exhibir como modelos a personajes incomparablemente más pequeños y algunos harto discutibles? Porque aquellos fueron militares y éstos son "héroes civiles". San Martín, Belgrano, Pueyrredón, Las Heras, Guemes, libraron batallas; mientras que Moreno, Moreno , Rivadavia, etc., etc., se diluyeron en palabras, palabras, palab ras. Excluyamos de la lista a Mitre y a Avellaneda, cuyo patriotismo es en verdad un gran ejemplo. Pero los otros, Moreno, Rivadavia, etc., ¿pueden ser propuestos por principales modelos de ardiente argentinidad? ¡La historia para los historiadores! es el grito de guerra con que los profesionales acometen al intruso. (1) Tenemos graves dudas sobre el patriotismo que puedan desarrollar los maestros comunistas de que están infestadas nuestras escuelas.
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Nada más contrario al progreso intelectual que esta especie de doctrina Monroe, que pretende convertir la historia en un campo recaído con alambradas de púas, para exclusiva explotación de los que se han declarado sus dueños. Con tan absurda resistencia a toda luz que venga de afuera, se eternizan las imposturas y adquieren personalidad las más fofas y a veces las más perniciosas patrañas. No son los historiadores historiadores profesionales, profesionales, casi siempre colegas do academias, los que suelen desvanecer los infundios. Unas veces la cortesía, otras el temor a las represalias, los obligan a transitar entre ellos c on cautela, sin chocarse gravemente. Alguna vez, ciertamente, después de alguna conferencia, suelen volver volver a su casa con un guardabarros abollado o un farol roto. Averías leves, que no alteran la regla de convivir sin complicarse la vida. Las rectificaciones realmente útiles para el adelanto de la historia, suelen venir tic los diletantes, que so "infiltran" en el coto cerrado, libres do esos prejuicios y de esas consignas que zumban en los oídos de los profesores: ¡Hay que ponderar u Moreno, el numen de la devolución! {Cuidado con Rivadavia, el más grande héroe civil do la patria! ¡Atención con Sarmiento! Estos próceres son sagrados, sagrados, l / u historiador profesional profesional se reconoce; por la benevolencia con que los trata. "La experiencia, escribe Goethe, comprueba que los diletantes han contribuido mucho al progreso de la ciencia, porque ellos llegan más a menudo quo el especialista a una de esas cumbres desde donde se divisa el panorama, sino en su totalidad, al menos en su mayor parte". Y Schopenhauer se declara convencido de que "las mayores cosas se debieron a los diletantes, diletant es, no a los lo s especialistas especialistas retribuidos retribuidos"" (1). En otro pasaje Goethe sintetiza así su pensamiento: "Demasiado saber engendra la esterilidad". S., La Gené Genése se du XIX XIX siéc siécle le(París, (París, Payot), Pág., CHAMBEMLAJN, H. S., La
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El autor del cual tomamos tales citas hace este comentario: "Yo creo que el verdadero diletante es una necesidad de nuestra cultura actual. Ni el sabio, para que su ciencia sea vivificada, ni el profano, para que su vida s«a fecundada por el saber configurador, sabrían suplir al diletante, el intermediario natural entre la vida y la ciencia... Entiendo por diletante al individuo que se ocupa de un objeto por amor, por pasión, sin ningún propósito interesado y egoísta. "Kant, que se abrevó toda su vida en las fuentes del saber y que hizo la diaria experiencia de lo que cuesta el aprender, proclama lealmente que una gran erudición es susceptible de debilitar el buen criterio. "Eso proviene, en parte, del cansancio de la memoria, en parte del hecho de que la esfera de los intereses se estrecha excesivamente, a lo cual debe agregarse la influencia desmoralizadora que ejerce, sobre la generalidad, el hábito de pontificar sin riesgo riesgo de ser contradich contradicho" o" ( 1). La intolerancia consentida y prepotente de los "especialistas" es uno de los mayores obstáculos para el progreso de las ideas, pues como dice el autor que acabamos de citar, "basta una sola celebridad para atajar todas las ideas nuevas, originales y fecundas que proceden de colegas menos notorios y para suscitar una generación de admiradores hipócritas y de orgullosas mediocridades" ( 2). Es hora de redimir la historia patria de las omisiones y de las exageraciones que la desacreditan. Una de ellas, tan grave que tiene ya caracteres de impostura, es la historia de Mariano Moreno, pequeña figura inflada por el liberalismo. Después de conocer sus confusas ideas tales como surgen, no de las insustanciales declamaciones de sus panegiristas, sino do sus propios documentos, uno se convence de que si los hombres de Mayo se hubieran dejado guiar por el pretendido numen de la (1) CHAMBERLAIN Ob. ctt., Pág. 1392. (2) Ibíd., (2) Ibíd., Pág. 1393.
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H U G O W A S T
Revolución, habríamos tenido que esperar la emancipación no de las fuerzas propias sino de las ajenas, o seguiríamos siendo factoría extranjera. Pero como se sospechaba que hubiera sido masón, cosa rarísima en aquellos tiempos, pero que ahora se nos afirma desembozadamente, el liberalismo, a pesar de la insuficiencia orgánica del personaje, se ha empeñado tenazmente en presentárnoslo presentárnoslo como al numen de la Revolución, para que las logias algún día pudieran sostener, esgrimiendo su retrato, que la masonería fue la promotora de nuestra independencia. ¡Parece que ha llegado ese día! Recientemente (febrero de 1960), la "Gran Logia de Libres y Aceptados Masones" (Argentina) se ha dirigido al gobierno nacional reclamando participación en la organización de los festejos del sesquicentenario do la Revolución de Mayo, por razón de que: "Ninguna institución tiene más títulos que la masonería argentina para preciarse e!<; ser la promotora tío aque aquell hec ho... " Casi todos los diarios importantes del país han acogido la novedad sin ninguna reserva, señal de que lo que habría hecho reír a carcajadas a nuestros próceros, corno Saavedra, Belgrano, Pueyrredón, verdaderos constructores de aquel Mayo de 1810, no causa ahora mayor impresión, porque 150 años de historia dirigida nos han hecho olvidar grandes verdades y aprender no pocas mentiras mentiras.. Tal es el juego en que han caído hasta historiadores de buena fe, que por cierto, nunca leyeron ni la Representación de los Hacendados ninguno de los dos libros del fraterno biógrafo. Se contentaron con ver las cosas por los ojos de los muertos. Pero este libro nuestro, que descubre ese ardid de guerra fría, no dejará de ser irritante y blasfemo antes de medio siglo. Por eso lo dedicamos a los argentinos del año dos mil. Y si lo publicamos ahora es porque porque alguno de ellos ellos debe de haber haber nacido ya.
Buenos Buenos Aires, Aires, febr febrero ero de 1960. 1960.
ÍNDICE PAG. Pre capítulo............... 7 I. — Una historia nueva con materiales viejos...... 11 II. — Nuestra Revolución no debe nada a la francesa. . . . 31 III. — La Revolución de Mayo fue una revolución militar... 47 IV. — C ó m o n a c i ó l a l e y e n d a . . . . . . . . . . . 82 — V. — Las 6 ocasiones de Saavedra y las de Moreno. . . . . 111 VI. — Por qué entró Moreno en la Junta........ Junta...... .. 133 VII. — ¡Cuan ¡Cuan pocos han leído la Representación de los Hacendados 139 VIII. — 152 — ¿Comprendió Moreno la Revolución? . . . . . . . — El bautismo de sangre . . . . . . . . . . . I. — 159 X. — Las 9 hazañas que realizó......... realizó.... ......... 170 XI. — El fundador de la democracia argentina . . . . . . 177 XII. — Supresión de honores al presidente........ 182 XIII. - Embajador Embajador del rey Fernando VII........ 190 XIV. — El padre del periodismo argentino........ argentino... ..... 205 XV. — La pági página na negr negraa de la hist histor oria ia mili milita tarr arge argent ntin inaa . . . . 21 2155 — La XVI. — El inicuo "Plan de operaciones" . . . . . . . . 233 XVII.-La fundación de la Biblioteca Nacional...... 262 XVIII. — El El desesperado argumento del "puño y letra ”..... 276 XIX. - ¿Quién fue, pues, el fundador? . . . . . . . . . 291 XX. — Escándalo de fariseos . . . . . . . . . . . 307 XXI.-A los argentinos del año 2.000 . . . . . . . . . 314
ESTE LIBRO ACAB SE DE IMPRIMIR EL 25 DE M ARZO DE 1960, 196 0, DÍA DE LA LA ANUNCIAC ANUN CIACIÓN IÓN DE IA SANTÍSIM SAN TÍSIMA A VIRGEN, EN LOS TALLE T ALLERES RES GRÁFICOS GRÁF ICOS DIDOT, DIDO T, S. H. I.., LUCA 2223, BUENOS BUEN OS AIBES
A la religión católi
AÑO X Este libro se ha escrito para restablecer la verdad adulterada |por la mayoría de los historiadores, que han maltratado a una de las más ilustres figuras de la historia argentina, la de don Cornelio de Saavedra, el Jefe de la Revolución de Mayo y el primer gobernante de la República Argentina. "Vale más el escándalo que la mentira", ha dicho un gran Papa, San Gregorio Magno. Es hora de que en la historia argentina, que ya tiene 150 años, acaben las fábulas aunque empiece el escándalo. Saavedra ha sido calumniado y empequeñecido para agrandar por contraste la diminuta figura de Mariano Moreno, procer sin hazañas, a quien sus panegiristas no mencionan nunca sin ahuecar la voz y repetir los cien lugares comunes cuya falsedad aquí se demuestra. Moreno, que ingresó en las páginas de la historia patria el 1° de enero de 1809 como enemigo
de la emancipación de su tierra natal y murió en alta mar el 4 de marzo de 1811 , yendo a Londres con la credencial de embajador argentino en nombre de Fernando VII, (uno de los reyes absolutos de más triste recuerdo en aquellos tristísimos tiempos), se ha quedado con la mayor parte de la gloria de aquel año sin igual. Nos lo han han present presentado ado como como el el numen de la Revolución y ahora pretenden que sea el "Espíritu de Mayo". Contra esa pretensión, nada inocente, se ha escrito este libro. Cualquiera que sea la acogida que le dispensen los historiadores, lo lean o afecten ignorarlo, estamos ciertos de que restablecerá algunas verdades importantes y con ellas la fisonomía de la patria; y de que en adelante la historia de Mayo no podrá inscribirse con tant ta nt a impunidad como lo ha sido hasta ahora.
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1 vol. de 320 pág. $ 90. —