No 23/2007 6,50 €
• Dionisio Daza Chacón 9 771695 088703
Marzo/Abril 2007
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El descubrimiento del otro • El contínuum de la homosexualidad
• Orígenes del cociente intelectual
• Visión en blanco y negro
• ¿Qué es la belleza?
• Carl Gustav Jung
• Sentido del gusto
SUMARIO Marzo / Abril de 2007 Nº 23
12 Sentido del gusto
Stefanie Reinberger La ciencia se adentra en el conocimiento de los receptores del gusto para descubrir la razón de nuestras preferencias y con la mirada puesta en el bloqueo de los sabores desagradables que suelen acompañar a los fármacos.
24 El descubrimiento del otro
Katja Gaschler El lenguaje, la empatía y la cultura se los debemos a un tipo peculiar de células nerviosas, las neuronas especulares. Quedan, no obstante, muchos cabos sueltos en esa tesis.
32 Imitación rehabilitadora
Ferdinand Binkofski y Giovanni Buccino Mediante las neuronas espejo nuestro cerebro imita lo que hacen otros. Podría aprovecharse ese fenómeno para ayudar a quienes han sufrido un ataque cerebral.
36 Visión en blanco y negro 54 Elde contínuum la homosexualidad
Robert Epstein La ciencia ofrece una respuesta clara y sorprendente a una cuestión muy controvertida.
Binet o los orígenes 74 Alfred del cociente intelectual Serge Nicolas Binet elaboró un test de inteligencia que fue el origen de los actuales tests de cociente intelectual. Se trata de una escala métrica que permite evaluar la inteligencia de un niño según su edad y determinar si tiene o no una inteligencia “normal”.
STEFANIE SCHMITT / GEHIRN&GEIST
Alan Gilchrist No es tan fácil la distinción tajante entre una y otra percepción.
SECCIONES 16
Maduración neuronal en el síndrome de Down Mara Dierssen Sotos y Jesús Flórez Beledo
En el síndrome de Down se registra una excesiva concentración de proteínas normales que altera el equilibrio que el cerebro requiere para su desarrollo anatómico y funcional.
ENCEFALOSCOPIO
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Alienación del autocontrol. Luz sobre un debate ético: vida aparentemente vegetativa Neuronas de fuente más segura. Evolución cultural en los chimpancés. La curiosidad ceba la E-popularidad. Sexo y violencia
61 Carl Gustav Jung Verena Kast Junto a Sigmund Freud, el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung es considerado el psicólogo más importante del siglo XX. Los complejos, los símbolos y los arquetipos tienen un papel fundamental en su doctrina del “inconsciente colectivo”.
66 Etica de la relación con los animales Thomas Metzinger Con cada nuevo experimento se confirma la sospecha sobre el sufrimiento animal, mucho más intenso y extendido de lo que se suponía.
RETROSPECTIVA
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Dionisio Daza Chacón (1510-1596) El tratamiento de las heridas cefálicas
ENTREVISTA
44
Stanislas Dehaene Un sentido universal por las matemáticas Joachim Funke Resolución de problemas complejos
70 En busca
de fármacos antitumorales Gary Stix El poder comprender, desde una nueva perspectiva, la biología subyacente bajo una terapia exitosa del cáncer quizá nos lleve a un medicamento indicado para tumores sólidos de diversa índole
MENTE,
CEREBRO Y SOCIEDAD
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Reflejos de la conciencia. Ejercitación de la conciencia. El mito de los dos cerebros. Acoso
80 ¿Qué es la belleza? Sixto J. Castro La belleza es una realidad que participa de lo sensible y lo intelectual; se caracteriza por presentar una “universalidad subjetiva” y por vincular al sujeto y al objeto mostrando que están perfectamente adaptados entre sí, de lo cual se deriva el placer que le es inherente.
SYLLABUS
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Tallo cerebral El tronco encefálico actúa de nudo central de comunicaciones del sistema nervioso: conecta el cerebro con la médula espinal, el encéfalo con el cerebelo y, además, mantiene nuestro organismo en funcionamiento.
LIBROS
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Innatismo moral
COLABORADORES DE ESTE NUMERO ASESORAMIENTO Y TRADUCCIÓN: DIRECTOR GENERAL
IGNACIO NAVASCUÉS: Sentido del gusto, El descubrimiento del otro, Reflejos de la conciencia; F. ASENSI: Imitación rehabilitadora; I. NADAL: Ejercitación de la conciencia, El mito de los dos cerebros, Etica de la relación con los animales, Entrevista: Un sentido universal por las matemáticas, Syllabus; JUAN AYUSO: Acoso, Entrevista: Resolución de problemas complejos; J. M. GARCÍA DE LA MORA: El contínuum de la homosexualidad; ANGEL GONZÁLEZ DE PABLO: Carl Gustav Jung; FELIPE CORTÉS: En busca de fármacos antitumorales; MARIÁN BELTRÁN: Alfred Binet o los orígenes del cociente intelectual; LUIS BOU: Encefaloscopio
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ENCEFALOSCOPIO Alienación del autocontrol
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no de los síntomas de la esquizofrenia consiste en sufrir alucinaciones y acúfenos, en oír voces. Un estudio de Olaf Blanke y sus colegas del Instituto Mente y Cerebro, integrado en el suizo Instituto Federal de Tecnología de Lausana, puede ahora indicarnos qué papel desempeña determinada región del cerebro en la generación de tan vigorosas ilusiones. El equipo de Blanke ha descrito el caso de una joven de 22 años, de historia psiquiátrica normal, que afirmaba percibir justo a sus espaldas la “sombra de un hombre” cuando los médicos le estimulaban la unión temporoparietal izquierda, mientras la preparaban para una intervención de neurocirugía. Cuando la joven, tendida en decúbito prono, se incorporaba, lo hacía también el hombre fantasma, lo que convenció a Blanke de que la mujer estaba experimentando en realidad una percepción distorsionada de su propio cuerpo. La paciente sentía que el hombre quería agarrarla y no iba a dejarla actuar libremente. Al describir cómo se sentía la paciente, Blanke decía que “la sombra parecía tener malas intenciones”, y señalaba que esta sensación incoercible de que hay una entidad imaginaria con tendencia a causarnos daño podría subyacer a la paranoia, la manía persecutoria, y el sentimiento de estar poseído por otros, un trastorno conocido por “alienación del autocontrol”. —Jonathan Beard
Luz sobre un debate ético: vida aparentemente vegetativa
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Owen se manifiesta con cautela sobre la posibilidad de generalizar los resultados de este estudio a otros pacientes. “Todos ellos son diferentes, como lo son sus probabilidades de recuperación”. No obstante, sí especula que mediante las técnicas de formación de imágenes, los médicos podrían mantener “diálogos” con algunos pacientes vegetativos, y lograr, quizá, que respondieran afirmativa o negativamente a cuestiones sencillas. —Kaspar Mossman
CORTESIA DE ADRIAN M. OWEN UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE
uede parecer, a primera vista, que un paciente en estado vegetativo permanente no hace más que descansar con los ojos abiertos. Pero tales pacientes no dan señales de reconocer lo que les rodea o interactuar con su entorno. La probabilidad de que lleguen a hacerlo disminuye con el paso de los meses. Parientes y médicos se enfrentan a un debate ético: seguir aplicando medios de mantenimiento vital o dejar de hacerlo, guiados solamente por datos estadísticos y el perfil clínico idiopático del paciente. La situación puede cambiar pronto. En un trabajo conjunto de las universidades de Cambridge y de Lieja, dirigido por Adrian M. Owen, se han detectado, apoyándose en la técnica de resonancia magnética, signos de consciencia en una mujer de 23 años que había permanecido en estado vegetativo durante cinco meses. El escáner cerebral evidenciaba que no sólo era capaz de comprender lo que se le decía, sino que también podía seguir instrucciones sencillas. Los investigadores observaron en primer lugar que el habla ordinaria producía en la paciente respuestas idénticas a las de voluntarios sanos. Dado que tal actividad podría ser automática, le pidieron a la mujer que imaginase que se encontraba en Wimbledon, jugando al tenis. Durante este ejercicio, se excitaron neuronas del área motora suplementaria. La petición de que se imaginase andando por su casa activó zonas responsables de la orientación espacial. Owen sostiene que estas respuestas prueban que estaba obedeciendo voluntariamente las instrucciones.
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Neuronas de fuente más segura
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BERNARDO CASTELLANO LOPEZ Y BERTA GONZALEZ DE MINGO
n el curso del desarrollo embrionario, las células madre neurales se transforman en neuronas especializadas, en glía y en otras células que componen nuestro cerebro. Los investigadores albergan desde hace mucho la esperanza de poder domeñar las células troncales y aportar neuronas que substituyan las degradadas en enfermedades degenerativas como el parkinson. Pero se corre el riesgo de que las células madre neuronales desarrollen tumores al ser implantadas en el cerebro del paciente. ¿Nos encontramos con una opción alternativa?
Células de la glía
El equipo dirigido por Dennis Steindler, de la Universidad de Florida, ha logrado extraer de la glía de cerebros humanos adultos una población de células progenitoras de neuronas. Las proteínas de la membrana celular de estas progenitoras permitían distinguirlas nítidamente de células troncales. Aun así, las células progenitoras poseían capacidades similares a las de las células madre, pero no mostraban tendencia a la formación de tumores. Las células gliales han sido tenidas por células de sostén mecánico y de mantenimiento del cerebro, en contraste con las neuronas, que se encargan de la gestión de mensajes. Por ejemplo, uno de los tipos de célula glial proporciona la vaina de mielina que envuelve a las neuronas y las aísla eléctricamente. Pero cuando el grupo de Steindler implantó en cerebros de ratón las células gliales humanas que había extraído, estas células, al crecer, se convirtieron en neuronas de distintas clases. Las progenitoras exhiben un fortísimo potencial de desarrollo en cultivo. En condiciones normales, las células gliales se dividen unas 20 veces en tubo de ensayo antes de extinguirse. En este estudio, se sumergían las células en un caldo de cultivo especial, que se sabe que nutre a las células madre. Las progenitoras superaron hasta 60 divisiones. Se supone que las hormonas del caldo de cultivo desencadenaron un mecanismo de protección del ADN celular, que acostumbra acumular defectos con el paso del tiempo. Aunque no se ha llegado todavía a la fase de ensayo en humanos, se espera que, en el futuro, la glía cultivada en laboratorio produzca factores biológicos capaces de proteger a las neuronas amenazadas por la enfermedad de Parkinson o el mal de Alzheimer. —Kaspar Mossman
Evolución cultural en los chimpancés
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os chimpancés que viven en libertad exhiben a menudo conductas regionales características, lo que ha llevado a los investigadores a sospechar que los chimpancés pueden conservar tradiciones locales a lo largo de muchas generaciones. En respaldo de esta teoría, el equipo liderado por Victoria Homer, de la Universidad Emory, ha demostrado que los chimpancés en cautividad pueden transferir conocimientos recién adquiridos a través de una cadena que remeda el paso de las generaciones. El estudio sugiere que el aprendizaje cultural puede estar arraigado profundamente en el seno del proceso evolutivo, y puede hacerse remontar hasta un antepasado común. El equipo entrenó a un par de chimpancés para que aprendieran a abrir la portezuela de una caja que contenía fruta. Pero a cada animal le fue enseñada una técnica diferente: a uno se le entrenó para abrir la puerta corriéndola hacia un lado, y al otro, a desplazarla hacia arriba. Cada uno de estos animales le mostró su técnica a otro, como si se tratase de una nueva generación. Una vez que los últimos tuvieron éxito en aplicar su método, pasaron a ser maestros de una tercera generación, y así sucesivamente. El experimento generó una cadena de seis chimpancés que se limitaba exclusivamente a elevar la portezuela, y otra cadena de cinco, que la desplazaban hacia un lado, corredera. El aprendizaje cultural determinó cuál de las dos técnicas era la utilizada por los chimpancés. Unos humanos nos valemos de cuchillo y tenedor; otros, de palillos. —Nicole Branan Mente y cerebro 23/2007
La curiosidad ceba la E-popularidad
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ué impide que sean unas cuantas sedes —las más populares de la Red— las que dominen totalmente el intercambio de ideas en Internet? Pues la curiosidad humana, propulsada por motores de búsqueda, afirman los investigadores. Los cibernavegantes acuden y se vinculan con mucha frecuencia a unos cuantos sitios de la Red, como Yahoo, eBay o MySpace, mientras que la gran mayoría de las páginas pasan sin pena ni gloria. Hay expertos que temen que buscadores como Google exacerben esa tendencia, porque uno de los criterios de preferencia para la ordenación de resultados de las búsquedas es, en parte, el predicamento de que ya goza el sitio. En consecuencia, las grandes sedes podrían seguir haciéndose cada vez más populares, y los sitios pequeños, perderse en la obscuridad, un resultado antidemocrático que ciertos críticos ridiculizan con el nombre de “Googlearquía”. Pero Filippo Menczer, que profesa ciencia cognitiva e informática en la Universidad de Indiana, ha observado que no es así como funciona el mundo real. Su equipo ha estudiado bases de datos de términos de búsqueda y de tráfico en páginas de la Red, y preparado seguidamente un modelo matemático con el que explicar las pautas observadas. Y resulta que aunque los buscadores priman en asiduidad a las páginas más populares, no dejan de transitar por sedes más remotas. El modelo de Menczer sugiere que este efecto se produce debido a que los usuarios se valen de buscadores cuando desean informaciones concretas. Por lo tanto, una sede pequeña que concuerde bien con sus intereses individuales puede vencer a otra mucho más popular que no encaje con lo que busca. Para Menczer se trata de un conjunto de datos conductuales que el modelo precedente no tenía en cuenta. Al no considerarlo, se da por supuesto que todo el mundo piensa lo mismo y que todos están interesados en unas mismas cosas. Nada más lejos de la verdad. Por ejemplo, si se busca “windows” en Google, la primera sede de la lista será Microsoft Corporation, que produce el sistema operativo Windows, y es una de las sedes más populares de la Red. Pero si uno busca “double-hung windows” nos
encontraremos con la página de Pelle Corporation, un sitio poco frecuentado, que corresponde a una fábrica de ventanas de Iowa. El modelo de Menczer sugiere que los buscadores presentan a los usuarios alrededor de un 20 por ciento más de sitios de la Red de los que encontrarían si se vieran obligados a ir bogando sin más de un sitio a otro, como tenían que hacer los internautas en los viejos tiempos, antes de los buscadores. —Kurt Kleiner
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Sexo y violencia e pelea como una chica o como un mozo, según le haya sido implantado en el sistema nervioso. Así ocurre, al menos, si se es drosófila. Un equipo de investigadores de la facultad de medicina de Harvard y del Instituto de Patología Molecular de Viena ha descubierto que en la mosca de la fruta existe un gen —fruitless, cuya intervención en el comportamiento de cortejo era conocida ya— que también cuenta con un papel importante en la biología de la agresión y gobierna patrones de lucha que son específicos de cada sexo. Las drosófilas macho y hembra tienen estilos de lucha peculiares y distintos. Las hembras se empujan o se golpean con la cabeza. Los machos prefieren las embestidas y una especie de boxeo. Pero cuando los investigadores intercambiaron las variantes masculina y femenina del gen, las moscas intercambiaron también
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sus roles. Los machos con gen fruitless femenino adoptaron tácticas más propias de las damas, mientras que las hembras provistas con la variante masculina del gen empezaron a pelear como los chicos. El descubrimiento de que interviene un solo gen en la programación de varias pautas conductuales que tienen especificidad sexual, en lugar de intervenir sólo en una, ha sido un hallazgo novedoso. El paso siguiente habrá de ser la identificación de los circuitos neuronales que son exclusivos de cada uno de los dos instintos. Aunque los humanos no tengamos genes análogos al fruitless, estos descubrimientos podrían contribuir a elucidar la base biológica del comportamiento humano. —Nicole Branan GETTY IMAGES
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RETROSPECTIVA
Dionisio Daza Chacón (1510-1596) El tratamiento de las heridas cefálicas José María López Piñero
acido en Valladolid, Dionisio Daza Chacón estudió en su ciudad natal y en Salamanca, licenciándose en medicina. Dedicó toda su vida a la cirugía, como únicamente hacían entonces médicos con título universitario en Italia y en España. En el resto de Europa, la práctica quirúrgica era considerada un “trabajo manual” de rango inferior propio de artesanos, según la valoración negativa procedente de la Grecia clásica, formulada principalmente en las Leyes de Platón y la República de Aristóteles. Conviene recordar que el significado original de “cirugía” (de khéir, mano + érgon, trabajo) es trabajo manual. En una fecha muy tardía, el alemán Friedrich Hoffmann llegó a decir: “El médico no debe cortar, ni quemar, ni colocar emplastos, cosas contrarias a la dignidad de un médico racional, puesto que por doquier se encontrarán barberos, bañeros y litotomistas”. La frase procede de su obra Medicus politicus (1738), destinada a que los estudiantes aprendieran las “normas de sensatez que un joven médico debe seguir en sus estudios y en su estilo de vida”. Daza Chacón fue durante largos años el principal cirujano de los ejércitos de Carlos V y más tarde de Felipe II, asistiendo también a célebres consultas, entre ellas, las motivadas por las heridas del príncipe Carlos, el hijo de Felipe II (1562). En los períodos entre las grandes campañas de Flandes, Alemania y el Mediterráneo, incluyendo la batalla de Lepanto, Daza ejerció en la Corte y en sus hospitales. Fue nombrado cirujano del Hospital Real de Valladolid en 1557, cirujano de la Casa Real en 1561 y cirujano de cámara de Juan de Austria once años más
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tarde. En 1580, “atento a su edad y a los años que ha que me sirve... y que está muy enfermo”, Felipe II le concedió la jubilación con todo su salario. Los años que le restaban de vida los pasó entre Madrid y Valladolid. Recogió el fruto de su dilatada práctica profesional en Practica y Theorica de Cirugia (1582-1595), que fue siete veces reeditada hasta 1678. Aparte de contener abundantes contribuciones originales, el tratado de Daza Chacón es una exposición sistemática de los saberes y las técnicas quirúrgicas, valorados críticamente a través de una comprometida y continua referencia a su experiencia personal. Ofrece una crónica de las contiendas de la época desde la perspectiva del cirujano, tan viva como los Voyages de Ambroise Paré. Está redactado en un castellano castizo y directo, porque sus destinatarios eran los cirujanos propiamente dichos. Daza justifica el uso de la lengua vulgar en los siguientes términos: “Te quiero decir la ocasión que me movió a escribir en nuestra lengua española antes que en latín... habiendo yo examinado en la Corte más de doce años a los cirujanos romancistas que se iban a examinar, vi muchos que tenían muy buenas habilidades, que por falta de tener libros en su lengua estaban muy atrás de lo que pudieran saber, determiné darles todo lo bueno que los antiguos y modernos dijeron acerca desta materia”. Por otra parte, Daza defiende la importancia de la práctica en una línea abiertamente opuesta al desprecio del trabajo manual propio del pensamiento tradicional y, al mismo tiempo, tiene clara conciencia de la superioridad del cirujano con estudios universitarios, frente a los meros empíricos, a quienes ridiculiza en numerosas ocasiones. Su
superioridad reside precisamente en el carácter práctico de su ocupación: “Muy poco me deleitan los médicos que demasiado se entretienen en la filosofía natural y no llegan al remedio de los rendidos a la enfermedad. Acaéceles a éstos lo que a las higueras locas, que convidan con su verdor y frescura a cualquiera que las mira y, llegados a ellas, por su esterilidad las maldicen... de las tres partes de la medicina, la más antigua, la más noble, la más difícil es la cirugía... La cirugía práctica, o agente, o factiva, como la quisiéredes llamar, es la verdadera cirugía, porque es saber poner por obra y ejercitar y hacer con las manos y con los instrumentos lo que el otro no supo muy bien parlar. Y ésta se pone entre las artes mecánicas, y no se alcanza ni puede uno ser perfecto en ella si no la hubiere ejercitado muchos años”. Complementó con datos de autopsia varias de sus excelentes historias clínicas, una de las cuales corresponde a la primera descripción de lo que hoy se llama blast injury: “Vi a dos en la guerra que al uno le pasó por entre las piernas una bala de una culebrina, y llevóle solamente los tafetanes de las calzas, y sin hacerle herida ninguna murió dentro de doce horas, con hacerle todos los beneficios posibles: hinchósele el muslo y inflamósele bravamente. Y sola la causa fue que, de la gran furia que llevaba la pelota, no solo el aire penetró en el muslo pero quebróle y desmenuzóle los huesos del; lo cual vimos haciendo disección de él”. Las aportaciones de Daza corresponden a los más variados campos quirúrgicos. Ideó, por ejemplo, una técnica para el tratamiento operatorio de los aneurismas, ligando el vaso por encima del saco e incidiéndolo después, y otra para la amputación, Mente y cerebro 23/2007
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DIONISIO DAZA CHACON. Entalladura en su Practica y Theorica de Cirugia (1582-1595).
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INSTRUMENTOS UTILIZADOS por los cirujanos renacentistas. Lámina de E. Gurtl (1898).
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con desplazamiento del colgajo cutáneo sobre el muñón. También son muy notables los estudios que dedica a los tumores malignos y a la trepanación craneal. No obstante, destaca su exposición de las heridas, tema sobre el que había acumulado una experiencia excepcional durante sus años de cirujano militar, siendo uno de los primeros que utilizó el tratamiento “suave” de las producidas por arma de fuego, en contra de la doctrina del “pus loable” y tras desmentir su naturaleza venenosa y combusta. Resulta lógico que concediera especial importancia a las heridas cefálicas, dedicándoles cuatro extensos capítulos de su tratado. En el primero, titulado De las heridas de la sumidad de la cabeza con fractura no penetrante, expone, entre otros, los siguientes criterios: “En estas heridas y en todas las demás de la cabeza... lo primero que habéis de considerar es con qué instrumento se hizo, si contundente o cortante, y éste si fue liso o áspero, si era mediano o notablemente pesado, si le dieron con gran fuerza o con poca, y porque cuanto menor fuese el golpe, tanto más resistiría el hueso. Y luego preguntarle si vomitó, si perdió la vista de los ojos, si perdió la habla, si le salió sangre por las narices o por los oídos, si cayó, si quedó sin sentido, como dormido, porque estos accidentes no vienen sino habiendo fractura. Pero si el herido sintiere un entumecimiento universal en todo el cuerpo, y perdiere el juicio, y si le viniere espasmo o perlesía [=parálisis], es indicio que la herida llegó y rompió las telas del cerebro... Se ha de considerar y averiguar luego si hay fractura o no, porque aunque no la haya, es negocio de gran consideración, principalmente si la membrana que cubre el casco, a la cual comúnmente llaman pericráneo, está cortada, que si lo está, aunque no hubiese fractura, se ha de estimar en mucho. Si hubiese fractura, hase de averiguar y considerar qué diferencia o especie de fractura es, de las que hemos puesto atrás en el capítulo quinto... Sobre todo, habéis de tener mucho cuidado que el pericráneo quede de todas partes muy
bien apartado... Porque una cosa os ruego y aún os lo amonesto, y es que la menos carnicería que pudiereis hacer, hagáis. Lo uno, porque ¿qué más virtud tiene vuestra navaja que la espada del enemigo? Esto digo porque hay muchos cirujanos, principalmente barberos, que piensan que toda la felicidad y buen suceso de la cura está, en viendo que hay fractura, hacer un per signum crucis muy grande y descubrir grandísima cantidad de hueso. Y tengo por peor caer en sus manos que en las de los ladrones robadores, porque éstos quitan os el dinero o la hacienda y dejaros ir vuestro camino, pero aquéllos lo primero os quitan el dinero y después la vida...” El segundo capítulo, De las cosas que se han de advertir en las heridas penetrantes, antes que se eche mano a las herramientas, expone con gran detalle seis normas: “La primera... es el tiempo, cuál será más acomodado para hacer la obra; la segunda, el lugar más conveniente; la tercera, la cantidad de hueso que se ha de sacar; la cuarta, con qué instrumentos se ha de hacer la obra; la quinta de qué manera se ha de hacer la obra; la sexta, qué medicinas se han de aplicar después de hecha la obra”. Como conocía muy bien el bajo nivel quirúrgico alemán, inicia el tercer capítulo, Si es posible curar las fracturas penetrantes o no penetrantes con sólo medicamentos, sin obra de las manos, con una de sus típicas sátiras: “Estando yo en Alemania, donde estuve muchos años al servicio del invictísimo emperador Carlos V... vi que los cirujanos de aquella tierra no sólo las heridas simples de cabeza, pero las compuestas y con grandes fracturas, las curaban con solas bebidas, a las cuales llamaban pigmenta, y en las heridas ponían unas hojas de berza... A los barberos de Alemania, si alguno acaecía a sanar (que eran pocos) era por ser robustos y fuertes, y tener grandísima y buena complexión. Pero dejando todo esto como cosa de risa, la verdadera manera de curar las fracturas...” El cuarto capítulo, De las herramientas para obrar en las fracturas de la cabeza, incluye sus criterios acerca del complejo instrumental utilizado en la época. 11
Sentido del gusto La ciencia se adentra en el conocimiento de los receptores del gusto para descubrir la razón de nuestras preferencias y con la mirada puesta en el bloqueo de los sabores desagradables que suelen acompañar a los fármacos
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andra tuerce el gesto. Si por ella fuera, arrojaría de inmediato las verduras que acaba de probar. Por amargas. Pero las reglas de la educación se lo impiden. Sus anfitriones, un compañero del Camerún y su mujer, las encuentran muy sabrosas, en cambio. Se trata del ndolé, plato nacional de su país africano cuyo ingrediente principal es la planta homónima, parecida a la espinaca. En el rechazo de Sandra hemos de buscar, sobre todo, los motivos genéticos. La percepción que tenemos de un sabor determinado no es cuestión exclusiva de la educación y las costumbres, sino que depende de la composición de los receptores del gusto, de carácter congénito. La investigación científica del sentido del gusto y, en particular, de la tolerancia de los sabores amargos se remonta a la primera mitad del siglo XX . Empezó en 1931 en los Estados Unidos con un accidente en el laboratorio de DuPont en Wilmington. Allí, Arthur Fox había sintetizado poco antes feniltiocarbamida —abreviada PTC—, un polvo químico que se disparó repentinamente al aire formando remolinos. Su colaborador, al que le había entrado polvo en la
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boca, se quejó de su sabor sumamente amargo. En cambio, Fox no lo encontró desagradable. La discrepancia avivó el interés investigador. La repetición del ensayo con otros ayudantes ratificaba la disparidad: a unos, la PTC les parecía amarga; a otros, insípida. Hoy se admite que una cuarta parte de la humanidad no saborea la PTC. Para otra cuarta parte, según datos recogidos por Linda Bartoshuk, de la Universidad de Yale, la sustancia, y otra emparentada de nombre PROP (6-n-propiltiouracilo), tiene un sabor muy intenso. Estas personas, con un fino sentido del gusto, perciben también con mayor fuerza las demás cualidades del sabor: dulce, ácido, salado y “umami”. El último, acuñado científicamente en 2002, designa el quinto sabor de las dietas ricas en proteínas. (Umami viene de la palabra japonesa umai, que significa carnoso, enérgico y lleno de sabor.)
Dotados de un sentido finísimo La peculiaridad de los “supersaboreadores” reside en la lengua, como se ha demostrado con una simple prueba de coloración: el número de papilas gustativas, que aparecen como puntitos de color rojo con el colorante azul de metileno, es mayor del normal y explica esa sensación gustatoria inten-
siva (véase la figura 2). Mientras que un saboreador normal tiene alrededor de 100 papilas gustativas, con forma de verruga, por centímetro cuadrado, la lengua de las personas más sensibles presenta casi el doble; existen, naturalmente, personas situadas en ambos grupos. Se conocen también casos de lenguas con la mitad de la dotación normal de papilas. Sin embargo, el número de papilas sólo se corresponde con la mitad de la verdad, sobre todo si hablamos del sabor amargo, el más diferente. El tipo de sustancias y la intensidad en la percepción del gusto dependen de la composición molecular de nuestros receptores gustativos. Con el cambio de siglo se descubrieron los primeros genes de los receptores del sabor amargo, así como la disposición hereditaria a una antena de sabores que detecta la PTC y el PROP. En el equipo de Un-Kyung Kim, del Instituto Nacional de Sordera y otros Trastornos de la Comunicación de Bethesda, que identificó el gen, se comprobó que existían diversas variantes entre saboreadores y no saboreadores. Sólo se trataba del principio. Wolfgang Meyerhof, del Instituto Alemán de Investigación Alimentaria (DIfE), en Potsdam, descubrió con sus colaboradores algunos receptores del gusto. Mente y cerebro 23/2007
JOACHIM HOLLATZ / GEHIRN&GEIST
1. Se han propuesto ahora conocer mejor nuestras antenas gustatorias. Para ello, Bernd Bufe, del grupo de Meyerhof, ha construido una “lengua artificial” consistente en células especialmente preparadas que, colocadas sobre una placa de cultivo, informan del tipo y de la intensidad con los que degustamos determinadas sustancias. Este biólogo encierra la información hereditaria de los receptores amargos dentro de células humanas, que expresan después sus antenas gustativas. Si se estimulan con sustancias amargas, aumenta la cantidad de calcio del interior celular después de que las sustancias se unan a sus receptores; todo ello se puede comprobar fácilmente con la ayuda de colorantes fluorescentes. Según la señal luminosa, se sabe si el receptor ha reconocido la sustancia de prueba y la sensibilidad con que reacciona ante ella. “Gracias al proyecto del genoma humano sabemos que la dotación cromosómica alberga 25 genes para los receptores amargos”, explica Bufe. “Los datos actuales permiten concluir que, en verdad, todos codifican receptores funcionales y entran a formar parte de las papilas gustatorias de la lengua.” Los primeros resultados indican que las diferentes moléculas detectoras son responsables de las distintas categorías de sustancias. Mente y cerebro 23/2007
Así, el receptor de PTC/PROP, denominado TAS2R38, sólo reconoce moléculas químicamente emparentadas con la PTC y el PROP; por ejemplo, las del brócoli, coles de Bruselas y otras crucíferas. Por el contrario, TAS2R16 se especializa en los denominados glucopiranósidos, a los que pertenecen también las sustancias que contienen cianuro; por ejemplo, las almendras amargas. El tercer aspirante ensayado en Potsdam con ayuda de la lengua artificial —el receptor TAS2R14— evidencia menos selectividad y reacciona por igual ante diversas sustancias. Nuestro sentido del sabor amargo, muy desarrollado, se distingue por su singularidad individual. Entre los 25 genes del sabor amargo conocidos, hay variantes; se han identificado ya hasta 104 tipos diferentes de receptores del sabor amargo. Es más, las personas heterocigotas, cuyos núcleos celulares contienen información hereditaria de dos subtipos diferentes de receptores, divergen también, en su sensibilidad frente a determinadas sustancias, de las personas que sólo portan una variante génica. Así pues, el sabor amargo ofrece una diversidad mucho más amplia que la alcanzada por los cuatro restantes. Podemos presumir que el “sabor amar-
EL SABOR AMARGO DEL CHOCOLATE negro es muy estimado. Sin embargo, la amargura no produce en todos la misma alegría para el paladar.
go” sea una señal de alarma, esencial para la supervivencia; así, muchas sustancias tóxicas, como la estricnina de la nuez vómica, activan los receptores correspondientes. Cuando un sabor tan espantoso como éste se extiende por la boca, arrojamos de inmediato el alimento, porque puede estar envenenado o putrefacto. Los individuos más atinados en el reconocimiento y diferenciación de las sustancias amargas en los albores de la humanidad tenían al propio tiempo las puertas abiertas a nuevos alimentos. Gozaban, pues, de ventaja para la supervivencia. Bufe, con Nicole Soranzo, del Colegio Universitario de Londres, aportó una prueba sólida en apoyo de esta tesis. En julio de 2005, ambos publicaron un amplio estudio en el que habían investigado la variabilidad genética del receptor de los glucopiranósidos (TAS2R16) entre 997 personas de 60 regiones diferentes del mundo. Se comprobó que el 98 % de las personas, que vivían fuera de Africa, portaban un tipo de receptor extraordinariamente sensible a las sustancias amargas de 13
PAPILAS
Papila de la pared
Papila filamentosa Botones gustativos
LENGUA
Tejido conjuntivo Célula gustativa
Nervio
SIGANIM / GEHIRN&GEIST
Microvellosidades
Poro gustativo
BOTON GUSTATIVO
esta categoría. La variante génica se originó, como mínimo, hace 80.000 años y es posible que exista desde hace más de 800.000. La versión menos sensible y más antigua, que se corresponde, por lo demás, con la dotación hereditaria de los primates, se da en un 13,8 % de los africanos. ¿Podría tratarse acaso de la descendencia última de una población residual, antes de que apareciera la mutación sensibilizante? Quizá. Pero cabría pensar, en opción alternativa, que el consumo de pequeñas cantidades de sustancias que contuvieran cianuro, facilitase cierta resistencia frente al paludismo. El hecho de que la mayor incidencia de la variante antigua coincida geográficamente con el territorio principal de extensión de esta plaga habla en favor de nuestra 14
explicación. Además, en la región se observan otros genes de resistencia al paludismo. En todos los demás casos, reconocer las sustancias amargas, incluso en pequeñas cantidades, y rechazar, por ende, su sabor constituye una ventaja. Entre los glucopiranósidos existen también sustancias cuyo metabolismo da origen al cianuro tóxico; pensemos en la amigdalina de las almendras amargas o la linamarina de la mandioca. Basta con una sola dosis de un miligramo de cianuro por kilogramo de peso para matar a un vertebrado. La modificación mínima en la dotación hereditaria del receptor TAS2R16 podría resultar decisiva para la conducta alimentaria, las posibilidades de supervivencia y la extensión de la humanidad.
2.
EL SECRETO DEL BUEN GUSTO se esconde en las papilas linguales, perceptibles a simple vista. Los botones gustativos se alojan en la profundidad; cada una de estas formaciones, parecidas a una cebolla, consta de varias células gustativas. Cuando una sustancia alcanza las microvellosidades, o prolongaciones digitiformes de las células gustativas, las excita eléctricamente. Las células nerviosas retransmiten la excitación al cerebro.
Medicina amarga Con todo, lo que el Homo sapiens primitivo aprovechaba podría resultar inconveniente para las personas del siglo XXI. Los receptores del sabor amargo responden enérgicamente ante muchas sustancias curativas naturales de carácter antibacteriano o analgésico. Citemos la salicilina de la corteza del sauce, una réplica natural del analgésico ácido acetilsalicílico, que es reconocida por el receptor de glucopiranósidos TAS2R16. Las personas muy sensibles a las sustancias amargas rechazan a menudo la dieta vegetal sana por razones gustativas, aunque su entendimiento les haga ver que el consumo de verduras disminuye el riesgo de algunas enfermedades cancerosas o cardiocirculatorias. Mente y cerebro 23/2007
Mente y cerebro 23/2007
VARIO PRESS
El consumo de alcohol y de nicotina depende, asimismo, de la tolerancia individual al sabor amargo. A la ciencia le importa saber hasta qué punto el mundo personal del sabor repercute en la conducta alimentaria y, en consecuencia, en la salud. A partir de ahí, se espera averiguar si resulta conveniente aconsejar a determinados grupos de personas con una gran sensibilidad por los sabores amargos que reduzcan el riesgo de determinadas enfermedades a través de sustancias complementarias de alimentación. La industria farmacéutica y alimentaria ha mostrado, por su parte, interés por la investigación de nuestro sentido del sabor amargo. Le importa, sobre todo, aprovechar ese conocimiento para enmascarar los sabores desagradables de las medicinas. Al igual que hoy se burla el sabor de la cafeína de los refrescos de cola con cantidades ingentes de azúcar o el de las patatas fritas con sal, los bloqueadores del sabor amargo podrían enmascarar el gusto de ciertos productos, que podrían incluso comercializarse como sustancias pobres en calorías o sal. Los laboratorios Linguagen han puesto ya en circulación una sustancia inhibidora de ese tipo. Sus investigadores, tras examinar el efecto antiamargo de algunas sustancias, descubrieron que el monofosfato de adenosina (AMP) —un nucleótido, presente de forma natural en el cuerpo— puede suprimir el sabor desagradable. Según parece, carece de efectos secundarios. A la postre, se trata de una sustancia presente en las células de todos los seres vivos y se ingiere también, en pequeñas cantidades, con la alimentación. El AMP no actúa directamente sobre el receptor sino que, se especula, interrumpe la transmisión de la señal desde el receptor hacia la vía nerviosa. El lugar nadie lo sabría decir en este momento. Quizás el AMP interacciona con una molécula de la membrana celular e impide así la transmisión de la señal. No se puede detallar más, de momento. Su posible socio no se ha identificado todavía y sigue envuelta en el misterio su acción sobre la cascada señalizadora.
3. NO PONDRIA ESA EXPRESION si lo ingiriera con un bloqueador del sabor amargo. Limonada con caldo de carne El organismo norteamericano que entiende de la idoneidad de la alimentación y medicamentos, la FDA, autorizó el AMP en septiembre de 2004. Sin embargo, habrá que demostrar que el bloqueador del sabor amargo de Linguagen cumple en la práctica lo que prometió en el laboratorio. En Europa se mantiene cierta cautela. La sustancia inhibidora posee un sabor propio, como ha descubierto Thomas Hoffmann: el AMP sabe a umami, es decir, a caldo de carne. “Además, hay que tener muy claro que este tipo de bloqueador del sabor amargo enmascara una función protectora natural”, reflexiona Bufe, quien se muestra especialmente escéptico frente al AMP. Con ello, los alimentos malos o descompuestos dejarían de ser reconocidos por los receptores de la lengua. Además, con una sustancia inhibidora como ésta, se distribuirían más fácilmente alimentos baratos, de menor valor. Algunos medicamentos pueden mejorar mucho con un inhibidor; sobre todo, los tratamientos pediátricos. Los niños rechazan las medicinas amargas, pero quizás aceptarían principios activos con un sabor mejorado. Es la razón por la que se les administra la vacuna de la poliomielitis junto con un terrón de azúcar.
La búsqueda del bloqueador ideal del sabor amargo, ya sea para la gastronomía o para la farmacia, entraña, en efecto, un ambicioso empeño de investigación básica. Se requiere analizar con la mayor exactitud posible los receptores gustativos y sus interacciones con las sustancias conocidas para decidir dónde actuar. Los análisis exactos de la estructura de las sustancias amargas y de sus lugares de unión a los receptores correspondientes deberían servir para identificar moléculas que enmascarasen el sabor de determinadas sustancias a través de un bloqueo pasajero de los receptores. Así, algún día sería posible enmascarar sólo los componentes nocivos del sabor que se encuentran en determinados medicamentos o alimentos, en lugar de suprimir todo el sabor amargo.
STEFANIE REINBERGER es bióloga. Bibliografía complementaria THE MOLECULAR BASIS OF INDIVIDUAL DIFFERENCES IN PHENYLTHIOCARBAMIDE AND PROPYLTHIORACIL BITTERNESS PERCEPTION. B. Bufe et al. en Current Biology, vol. 15, n.o 4, págs. 322-327; 2005. POSITIVE SELECTION ON A HIGH-SENSITIVITY HUMAN BITTER-TASTE RECEPTOR TAS2R16. N. Soranzo et al. en Current Biology, vol. 15, n.o 14, págs. 1257-1265; 2005. ALLELE OF THE
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Maduración neuronal en el síndrome de Down En el síndrome de Down se registra una excesiva concentración de proteínas normales que altera el equilibrio que el cerebro requiere para su desarrollo anatómico y funcional
CORTESIA DE E. TORCIDA
Mara Dierssen Sotos y Jesús Flórez Beledo
1.
LA PLENA INTEGRACION de las personas con síndrome de Down en nuestra sociedad es cada día una realidad más cercana.
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Mente y cerebro 23/2007
N
ació prematura, con intensa hipotonía y necesitó dos transfusiones sanguíneas que le causaron dos paradas cardíacas. Pasó dos años con problemas respiratorios. Vino un período de aprendizaje, duro y largo; la integración en la guardería, en el colegio, en la preparación laboral y, por último, en su trabajo actual de auxiliar de archivo de una clínica. Es lectora empedernida, se cartea por Internet con sus amigos, participa en las reuniones y da su opinión o expresa sus sentimientos. Practica la natación, baila y se divierte. Se siente feliz. Tiene síndrome de Down. Y su cociente intelectual está entre 45 y 50. En torno a uno de cada 850 niños nace con síndrome de Down, cuya causa genética es una trisomía del cromosoma 21. Aunque la frecuencia aumenta con la edad de la madre, y de forma exponencial por encima de los 35 años, dos tercios de los casos se producen en mujeres que no han alcanzado esta edad. El concepto de trisomía se refiere a la presencia de tres copias de todo o parte del cromosoma 21. Con tal dotación genética supernumeraria, se produce una sobrexpresión de las proteínas determinadas por los genes componentes de dicha estructura del núcleo celular. A la discapacidad mental, común en todos los afectados, se suman en grado variable otros efectos: cardiopatía congénita, anomalías intestinales, leucemia, aumento de la susceptibilidad a las infecciones, rasgos neuropatológicos de enfermedad de Alzheimer a partir de los 40 años, y rasgos faciales y físicos característicos.
La discapacidad intelectual Se manifiesta la discapacidad intelectual en las limitaciones del funcionamiento intelectual y de la conducta adaptativa, la interacción social, así como de las habilidades prácticas. Tales limitaciones salen a la luz antes de los 18 años. En las personas que presentan el síndrome, el cociente intelectual puede variar entre 40 y 80, pero lo más frecuente es que oscile alrededor de 50-60. Se trata, pues, de una discapacidad intelectual moderada, cuya causa reside en la alteración Mente y cerebro 23/2007
del desarrollo del cerebro y en una menor versatilidad neuroplástica de éste. El cerebro es un órgano de suma complejidad en cuyo desarrollo intervienen genes muy diversos. La alteración de su ontogénesis normal, ya sea por ausencia de un cromosoma (monosomía) o por copias supernumerarias (trisomía), repercute en la función intelectual. La selección se ha ocupado de que no prosperen la mayoría de los individuos con tales desequilibrios. En el síndrome de Down, el grado de alteración cerebral no guarda relación con la que pueda aparecer en cualquier otro órgano. Así, un individuo puede tener realzados los rasgos faciales o una malformación cardiaca congénita y, sin embargo, presentar una afectación cerebral menor. En la sobrexpresión proteica del cerebro no intervienen sólo genes del cromosoma 21 supernumerario, sino que participan también otros genes, amén de la interacción entre ellos en un proceso de epistasis. Con la influencia complementaria, determinante, de los factores ambientales. El cerebro, órgano extremadamente plástico, modifica su estructura y remodela sus conexiones en función de la experiencia y del entorno. No se puede prever, ni en el momento del nacimiento ni muchos meses después, el nivel cognitivo que alcanzará el niño con síndrome de Down. Pero el esfuerzo que se ponga en ello queda justificado por la plasticidad de las sinapsis nerviosas. En el momento del nacimiento, las conexiones nerviosas de zonas relacionadas con los procesos cognitivos son limitadas. Las neuronas, aunque alojadas ya en sus lugares de destino, habrán de desarrollar la mayor parte de sus arborizaciones y establecer las conexiones. El proceso se va completando a lo largo de los primeros meses de la vida, de acuerdo no sólo con su propio programa genético, sino también con las señales del microentorno celular y los estímulos externos. Por ello, un ambiente rico en estímulos facilita el pleno desarrollo neural y modula la extensión y calidad de los contactos sinápticos. Una estimulación adecuada
es tanto más necesaria cuanto más débil se encuentre el potencial de plasticidad cerebral.
Alteraciones cerebrales En el síndrome de Down apreciamos diversas alteraciones cerebrales, relacionadas, unas, con problemas de desarrollo que causan alteraciones morfológicas, y otras, con disfunciones en las vías enzimáticas, en particular con el metabolismo oxidativo. Desde el punto de vista anatómico, se registra una disminución de las neuronas granulares en determinadas áreas de la corteza. Este tipo celular, que constituye de un 15 a un 20 % de las neuronas corticales, se caracteriza por el confinamiento de su axón en el interior de la propia corteza; al establecer conexiones con las neuronas piramidales que se proyectan fuera de la corteza, participan en la modulación de la información eferente. Asistimos también a una reducción de la complejidad y tamaño del árbol dendrítico y del número de espinas dendríticas. A nivel macroscópico se restringe, además, el tamaño de hipocampo, corteza dorsolateral y cingulada, circunvolución superior del lóbulo temporal y cerebelo. Desde la vertiente fisiológica se aprecia una merma de eficacia en ciertas vías de señalización intracelular, así como alteraciones de los procesos electrofisiológicos relacionados con el aprendizaje y la consolidación de la información a largo plazo, a través de la potenciación a largo plazo (PLP) o la depresión a largo plazo (DLP). Repárese en que las estructuras cerebrales afectadas son las responsables de almacenar, recapitular e integrar la información, que posibilitan el desenvolvimiento de la memoria, la abstracción, la deducción o el cálculo. Por su parte, la alteración de los mecanismos bioquímicos de la plasticidad neuronal repercute en una reducción en la capacidad de almacenamiento de la información y en la capacidad de adaptación al entorno, con las secuelas de una demora y lentitud del desarrollo psicomotor, retardo en el desarrollo del lenguaje y dificultad de expresión verbal, morosidad en entender ciertas órdenes y retener las secuencias, resistencia 17
SEGUN MARIN-PADILLA EN J. COMP. NEUROL. 167: PAGS. 63-81; 1976
2.
SEGMENTOS DE DENDRITAS APICALES de neuronas piramidales gigantes de la corteza motora, que muestran variedades de espinas. Dendrita y espinas normales en el recuadro interno. Espinas dendríticas en la corteza cerebral de una niña con síndrome de Down de 18 meses de edad: muestra espinas con un tallo extremadamente largo, o muy corto, o segmentos carentes de espinas.
para cambiar de tareas o modificar una opción ya tomada. La atención precoz de los padres y pedagogos trata de compensar y superar estas limitaciones y de aprovechar a tiempo la plasticidad neuronal. Pero no basta la atención temprana; se requiere una atención permanente.
Un momento clave Durante el desarrollo fetal de un niño con síndrome de Down no se observan diferencias apreciables del cerebro, respecto de un niño normal, en lo concerniente a su tamaño y peso, morfología general y grado de mielinización. Las divergencias se manifiestan en el período posnatal. En el transcurso de la neurogenésis del cerebro, las neuronas van ocupando su lugar de destino, en cuya labor de direccionamiento participan las células de la glía. Se generan así los protomapas neurales. Los conjuntos integrados por neuronas y células gliales constituyen las columnas ontogenéticas. En el síndrome de Down pueden apreciarse aquí y allá pequeñas diferencias en los tiempos en que se van estableciendo las diferentes capas o láminas de algunas áreas de la corteza. Pueden aparecer áreas de microdigenesia, que repercuten en la organización histogenética de los mapas corticales. Estas alteraciones 18
se detectan sobre todo en las etapas finales del período fetal.
Los primeros años Durante el período de neurogénesis se establecen las primeras sinapsis. Los axones de las neuronas recién formadas siguen el recorrido exacto hacia su punto de destino para tender las conexiones sinápticas correctas. El período de ajuste, que se inicia in utero, se extiende a lo largo del período neonatal. La intensidad de activación de una neurona repercute en su trofismo, superando las fases de poda sináptica, o remodelación de la configuración inicial inmadura que contenía sólo un esbozo o insinuación de lo que será el modelo adulto definitivo. La maduración cerebral exige la orquestación temporal y espacial de un ingente número de marcadores moleculares. Las dendritas, sistemas de recepción de información, emergen del soma celular y exhiben pequeñas prolongaciones, las espinas dendríticas, donde se realizan las sinapsis. ¿Qué sucede en el cerebro de un recién nacido con síndrome de Down? A partir de los primeros meses del nacimiento, comienza a observarse un retraso en el desarrollo de las dendritas, en la formación de las espinas, en la densidad neuronal y en su distribución de las láminas, en el
grado de mielinización, en la densidad y en la longitud de las conexiones sinápticas. La situación se mantiene o agrava con el transcurso del tiempo de desarrollo.
Genes del retraso mental A las personas con síndrome de Down les cuesta consolidar la información en la memoria, proceso que comporta cierta modificación de los circuitos neurales. Los estímulos del entorno pueden instar esa modificación. Con otras palabras, la experiencia influye en diferentes niveles de integración, lo que se observa con particular nitidez durante los primeros años de la vida, cuando se torna crítico el desarrollo cerebral. La disfunción cromosómica del síndrome de Down perturba esa respuesta generalizada y masiva del potencial neuronal a los estímulos. Algo falla en el programa de las neuronas que les impide responder a los estímulos y facilita la aparición de anomalías morfológicas. Los responsables últimos, al menos en parte, de esos trastornos fenotípicos son los genes de la trisomía del cromosoma 21. Se barajan dos hipótesis para explicar de qué modo la trisomía 21 produce el fenotipo del síndrome de Down. De acuerdo con la primera, de inestabilidad genómica, la excesiva Mente y cerebro 23/2007
MEMORIA
A LARGO PLAZO
A CORTO PLAZO OPERACIONAL
No declarativa Implícita Instrumental
Reciente
Regiones cerebrales implicadas
Hábitos Habilidades
Remota
Refleja No condicionada
Episódica
Semántica
Almacenamiento en neocórtex, especialmente en regiones frontales y temporales derechas
Almacenamiento Ganglios basales en neocórtex, corteza motora especialmente y cerebelo en los lóbulos temporales
Reconocimiento inmediato
Perceptual
Asociativa Condicionada
MARA DIERSSEN SOTOS Y JESUS FLOREZ BELEDO
Declarativa Explícita
Conceptual
El reconocimiento inmediato perceptual reduce la actividad bilateral del neocórtex occipito-temporal
El reconocimiento inmediato conceptual reduce la actividad del neocórtex frontal izquierdo
Circuito cerebelar, hipocampo y neocórtex
3. BAJO EL TERMINO “MEMORIA” se agrupan diversos procesos cuyo sustrato tanto estructural como molecular es diferente. El diagrama muestra una categorización de los procesos cognitivos relacionados con el almacenamiento de la información. redundancia de material genético sería la causante del fenotipo observado, sin que pueda acotarse de qué genes en concreto se trata. A tenor de la segunda hipótesis, el exceso de carga génica explicaría la sobreexpresión proteínica. Lo que, a su vez, podría dar razón de la diversidad fenotípica. Así, la aparición de rasgos patológicos propios de la enfermedad de Alzheimer se deberían a la redundancia del gen APP. Podría pensarse que, si existen tres copias de un gen en vez de las normales, debería sintetizarse mayor cantidad de proteína, alrededor de 1,5 veces más. Sin embargo, cuando se mide el contenido de ARNm y se compara con los niveles de proteínas producidas en el cerebro de fetos con síndrome de Down, se comprueba que el efecto de dosis génica es aplicable sólo para algunos polipéptidos. La epistasis complica la interpretación de la relación entre genotipo y Mente y cerebro 23/2007
fenotipo. El exceso de dosis de genes del cromosoma 21 puede influir sobre los niveles de expresión de otros genes situados en éste u otros cromosomas, ya que muchos genes candidatos codifican factores de transcripción. La investigación ha revelado la existencia de modificaciones en la expresión de genes, por exceso o por defecto, que tienen que ver con procesos celulares muy diversos, como regulación de la transcripción, vías de señalización, dinámica del citoesqueleto, procesos de oxidación, procesos de guía axonal y otros.
Bases fundamentales del aprendizaje Aprender es el proceso por el cual adquirimos una determinada información y la almacenamos, para poder utilizarla cuando nos parece necesaria. El aprendizaje exige que la información acceda a través de nuestros sentidos, sea procesada y almacenada en
nuestro cerebro, y pueda después ser evocada o recordada para, finalmente, ser utilizada si se la requiere. Por ello, los cuatro procesos que consideramos esenciales son la atención, la memoria, la motivación y la comunicación. Los cambios neuroestructurales que observamos en el cerebro con síndrome de Down alteran el funcionamiento de estos procesos. Nos centraremos en la atención y la retención de la información.
Atención En todo proceso cognitivo intervienen la atención y la retención de la información. En la primera, los códigos o representaciones que se activan en forma de percepciones, imágenes, ideas o sentimientos, dependen de la excitación selectiva de unas columnas de neuronas que identifiquen el fenómeno. Se supone que es el tálamo la estructura que realiza tal selección de unas columnas corticales en detrimen19
4.
CORTESIA DE IGNASI SAHUN
UNO DE LOS PROBLEMAS que posiblemente aportará mayores posibilidades terapéuticas en el síndrome de Down radica en conocer los mecanismo intrínsecos que participan en las alteraciones del desarrollo que posiblemente subyacen a la discapacidad intelectual. En la foto, una imagen de ratones modelo de sobrexpresión de un gen candidato para síndrome de Down.
to de otras. Los desencadenantes de esa acción seleccionadora del tálamo pueden ser los impulsos aferentes o el control ejecutivo presente en la corteza prefrontal y relacionado con los mecanismos de memoria a corto plazo. La información debe ser retenida, evaluada y contrastada para decidir si vale la pena mantener la atención. El niño con síndrome de Down puede tener dificultades para fijar la mirada debido a su laxitud ligamentosa y bajo tono muscular. Aunque la atención auditiva parece mejor en las primeras etapas de la vida extrauterina, las dificultades de percepción y discriminación auditivas pueden llevarle a no oír. Una de las regiones a menudo afectadas es la circunvolución superior del lóbulo temporal, encargada de analizar los componentes cerebrales que intervienen en el procesamiento de los sonidos y, sobre todo, su significado lingüístico. Aunque el niño oiga, puede hallar dificultades para realizar operaciones complejas, verbigracia, la descodificación de los sonidos recibidos. El niño con síndrome de Down puede presentar un doble problema: uno referido al sistema de recepción y descodificación de los estímulos auditivos; el otro concierne al componente ejecutivo de la atención, que requiere el buen funcionamiento de la corteza cingulada anterior y las áreas prefron20
tales dorsolaterales y orbitofrontales. Los problemas de memoria auditiva secuencial le impiden mantener fija la atención durante el tiempo preciso. No es raro que el educador considere falta de atención el período de latencia en dar respuesta, en general más largo que el requerido por otros niños de su misma edad mental.
La memoria La memoria es un proceso que nos permite registrar, codificar, consolidar y almacenar la información. Resulta esencial para el aprendizaje. Los niños con síndrome de Down suelen presentar deficiencias en la memoria a corto plazo, es decir, para captar y retener imágenes de objetos, listados de palabras, listados de números y frases. Ello explica sus dificultades a la hora de responder con presteza mediante una operación mental o motriz; permite también comprender su carencia de iniciativa para recurrir a estrategias que le faciliten la retención. En el síndrome de Down las dificultades de la memoria a corto plazo son mayores cuando la información es verbal que cuando es visual, fenómeno que no ocurre en otras formas de deficiencia mental. Quizá la razón se esconda en la desestructuración de las áreas corticales de asociación auditiva, mayor que la de las zonas de asociación visual. En estos niños, la
memoria a corto plazo no aumenta con la edad a la velocidad con que lo hace en los niños normales. A los tres años, los individuos normales retienen tres dígitos en promedio y siete u ocho dígitos, a los 16. Los niños con síndrome de Down proceden con mayor lentitud. Se trata de uno de los primeros problemas que el educador debe afrontar de manera sistemática y rigurosa. Por fortuna, los ejercicios de intervención consiguen mejorar el rendimiento del niño con síndrome de Down. Si no se atiende a ese aspecto de la memoria a corto plazo, el retraso cognitivo se amplía y contribuye a que el grado de deficiencia mental persista en niveles bajos. No en vano la memoria a corto plazo es el primer escalón que se debe superar para entrar en el ámbito del conocimiento y del aprendizaje.
El proceso de consolidación Hay acontecimientos y lecturas que reconocemos y de los que somos conscientes gracias la memoria a corto plazo, pero que olvidamos rápidamente. Otros, en cambio, quedan recogidos, los recordamos y los podemos evocar durante un tiempo variable, incluso durante toda nuestra vida. Han quedado prendidos en forma de memoria a largo plazo. Para que los sucesos recogidos por la memoria a corto plazo sean transferidos a la de largo plazo se exige un proceso de consolidación. En un comienzo compete al hipocampo la codificación y consolidación temprana de la información. Mas, a medida que la memoria “madura” con el paso del tiempo, esa estructura se limita a orquestar la función de móMente y cerebro 23/2007
5.
dulos corticales concretos. Por eso, las investigaciones que se apoyan en técnicas de formación de imágenes revelan que la evocación de un recuerdo insta la activación cortical. El hipocampo suele hallarse resentido en el síndrome de Down. Los niños con síndrome de Down encuentran problemas de memoria explícita o declarativa. Lo que no significa que no recuerden hechos o no relacionen datos. Además, la intervención educativa consigue desarrollar sus capacidades. Pero suele ser habitual una escasa capacidad para indicar con precisión hechos y fechas, dificultades para generalizar una experiencia de modo que les sirva para situaciones similares, dificultades para recordar conceptos que parecían ya comprendidos y aprendidos, la lentitud con que captan la información y responden a ella y, por fin, el tiempo que necesitan para programar sus actos futuros. Les cuesta el razonamiento aritmético y el cálculo, procesos en los que han de intervenir la corteza prefrontal dorsolateral asociada a la memoria a corto plazo y la corteza parietal inferior del hemisferio izquierdo, vinculada con el procedimiento numérico. Entre ellas la información ha de fluir con rapidez, al tiempo que se imaginan los números cuyo significado es preciso conocer. Son muchos los procesos neurales y las áreas de la corteza que han de activarse y funcionar con rapidez, coordinación y precisión como para que un cerebro limitado, estructural y funcionalmente, se desenvuelva con agilidad y corrección. Pero se puede avanzar con oportunos programas pedagógicos. Mente y cerebro 23/2007
CORTESIA DE IGNASI SAHUN
LOS MODELOS EXPERIMENTALES genéticamente modificados han permitido avanzar de una forma muy notable durante los últimos años en el conocimiento de las bases neurobiológicas del síndrome de Down. La figura muestra una camada de ratones con trisomía parcial del cromosoma 16 murino, el ratón Ts65Dn, que se ha desvelado como uno de los modelos más interesantes para el estudio del síndrome de Down.
Menos debilitada se encuentra la memoria implícita o instrumental, merced a la cual se nos facilita el aprendizaje de actividades de la vida diaria. Como buena parte de este aprendizaje utiliza sistemas de transmisión refleja, condicionamientos y asociaciones entre estímulos y respuestas, cobra una particular importancia el principio de la contingencia o probabilidad de que concurran simultáneamente varios estímulos. Factores tales como premio y castigo, satisfacción y motivación cumplen su función y resultan eficaces en los procesos de aprendizaje. Esto no significa que el aprendizaje sea rápido. Habida cuenta de la desorganización difusa de las redes neurales, ciertos aprendizajes podrán costar más que otros, aunque, una vez aprendidos, se retengan bien. En los niños trisómicos, permanece en óptimo estado el estriado, estructura que interviene en este tipo de aprendizaje. La situación podría complicarse si se exige el recurso a un instrumental avanzado. Una respuesta motora —la realización de trazos y gráficos, por ejemplo— no sólo requiere entender lo que hay que hacer y saber hasta dónde hay que llevar la mano (unir dos figuras con un trazo, recorrer con lápiz un camino con curvas), sino también apreciar visualmente el campo y orientarse por él, mantener el equili-
brio, controlar la prensión del lápiz y ejecutar el trazo sin desviaciones por exceso o por defecto. Esta operación exige la participación de muchas áreas y núcleos cerebrales y cerebelosos que han de actuar simultánea y secuencialmente. Alguna puede estar alterada en el síndrome de Down, si no lo está el propio sistema de coordinación entre todas ellas. Por eso se tarda más en aprender a escribir y su caligrafía evidencia signos de imperfección. A la hora de establecer aprendizajes, será preciso distinguir cuándo el individuo no entiende la orden y cuándo la dificultad estriba en su ejecución. Ante una ejecución que estime difícil, podría negarse a acometerla. El educador puede interpretar la si-
En el hombre, buena parte de la información le llega a través del sentido del oído, elaborada en forma de lenguaje. El niño ha de empezar a descodificar, transformar y manipular el lenguaje para ir generando su propio conocimiento de la realidad. Los bebés y niños con síndrome de Down procesan con mayor dificultad la información auditiva que la visual, y responden a ésta mejor que a aquélla.
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tuación como que no ha entendido la orden (problema de inteligencia) o que no quiere ejecutarla (terquedad, problema de conducta), cuando en realidad no es ni lo uno ni lo otro; el énfasis habrá de ponerse en facilitar paso a paso el aprendizaje de la instrumentación y ejecución. Núcleos y áreas cerebrales relacionados con la conducta motriz se encuentran bien desarrollados. Desarrollan el aprendizaje visomotor, merced al cual pueden desempeñar trabajos motóricos, de acción simultánea o secuencial, con suficiente habilidad. El aprendizaje visoespacial, en cambio, se halla más alterado, pues depende en buenas medida del hipocampo. Presentan mermada la capacidad de entender o de situarse en un mapa o plano, aunque pueden alcanzar buenos niveles de reconocimiento espacial, de sitios y trayectos, que les facultan para trasladarse con autonomía por la ciudad.
Memoria emocional El mundo de las emociones y de los afectos es un campo fértil en las personas con síndrome de Down. Reconocen y aprecian los rasgos afectivos, positivos o negativos, que observan en otras personas. El mundo, pues, de los sentimientos no sólo queda resguardado, sino que incluso puede estar hiperexpresado por la falta o penuria de inhibición que las áreas neocorticales más frontales suelen ejercer sobre los núcleos primitivos del cerebro límbico implicado en la conducta emocional. La relación afectiva entre maestro y discípulo va a condicionar la actitud y la respuesta del alumno y, consiguientemente, su actividad de aprendizaje. La situación, sin embargo, no es sencilla, porque el individuo puede presentar problemas de percepción de los hechos y de su interpretación; puede aparecer hiporreactivo ante situaciones que para los demás tienen carga afectiva, y al revés, puede captar el tono emocional de un acontecimiento que para los demás resulte inexpresivo. En conjunto, el tono afectivo positivo favorecerá la adquisición de conocimientos, como también la percepción positiva de sí mismo. Al igual que ocurre con las 22
demás personas, situaciones de miedo y de rechazo bloquean el discurso de su mente.
Modelos experimentales En los últimos años se han identificado diversos genes que podrían explicar en parte el fenotipo del síndrome de Down. Se relacionan con sus alteraciones cognitivas los genes DSCR1, DYRK1A e ITSN1. Por otro lado, los modelos animales han permitido dar pasos significativos. El estudio sobre ratones transgénicos o con trisomía parcial del cromosoma 16, homólogo al cromosoma 21 humano, estableció que el exceso de dosis de un número limitado de genes no mutados producía alteraciones en la microestructura de la corteza cerebral similares a las descritas en personas con síndrome de Down. Se han observado, además, síntomas de disfunción cortical en este modelo animal (ratón Ts65Dn): hiperactividad, niveles de atención reducidos o disrupción de determinados patrones conductuales y de aprendizaje. La corteza cerebral de estos ratones transgénicos presenta una reducción del tamaño y ramificación del árbol dendrítico, con una merma notable del número de espinas dendríticas. Ello sugiere que las alteraciones conductuales podrían deberse a un desarrollo anormal de los circuitos cerebrales. En nuestra opinión, y la de otros, tras la discapacidad intelectual se hallaría una alteración en la conectividad neural. El estudio de los efectos del enriquecimiento ambiental en ratones Ts65Dn, en un ensayo que remedaba la intervención temprana en los niños con síndrome de Down, mostró una mejoría en tareas de memoria, aprendizaje y agudeza visual en los animales trisómicos, aunque menor que en los controles. Pero no se observó una respuesta estructural al enriquecimiento ambiental. De los resultados obtenidos se desprendía que el grado de plasticidad neuronal era inferior al de los animales control. Los resultados obtenidos muestran que el ratón trisómico posee plasticidad funcional en mayor grado que plasticidad estructural. Conocer los
genes fundamentales para que el cerebro mejore su plasticidad permitirá actuar concretamente sobre ellos. El reto, pues, para el futuro es identificar dianas moleculares que permitan generar herramientas terapéuticas capaces de actuar sobre los mecanismos moleculares que forman la base de esa plasticidad estructural, que es dependiente de la actividad en diferentes regiones cerebrales.
MARA DIERSSEN es investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, donde dirige un grupo de investigación interesado en patología del neurodesarrollo que afecta a los sistemas cognitivos. Es miembro de la junta directiva de la Sociedad de Neurociencia y expresidenta de la International Behavioral and Neural Society. Colabora en la docencia en la Universidad Pompeu Fabra. JESUS FLOREZ BELEDO es catedrático de farmacología y director del laboratorio de Neurobiología del Desarrollo en la Universidad de Cantabria. Es asesor científico de la Fundación Síndrome de Down de Cantabria y dirige el portal de Internet Canal Down21. Bibliografía complementaria VIVIR
CON EL SÍNDROME DE
DOWN: UNA
INTRODUCCIÓN PARA PADRES Y PROFESORES. S. Buckley, G. Bird, B. Sacks y J. Perera. CEPE; Madrid, 2005.
PITFALLS AND HOPES IN DOWN SYNDROME THERAPEUTIC APPROACHES: IN THE SEARCH FOR EVIDENCE-BASED TREATMENTS . M. Dierssen, J. Ortiz-Abalia, G. Arque, M. M. de Lagran y C. Fillat en Behavior Genetics, vol. 36, n.o 3, págs. 454-468; mayo, 2006. LA
TRANSCRIPCIÓN DE GENES EN LAS PER-
DOWN. J. Flórez y M. Dierssen en Rev. Síndrome Down, vol. 23, n.o 3, págs. 78-83; 2006. SONAS CON SÍNDROME DE
SÍNDROME DE DOWN: ASPECTOS MÉDICOS, Flórez y E. Ruiz en Síndromes y apoyos: panorámica desde la ciencia y las asociaciones, dirigido por J. A. del Barrio, M. García-Fuentes, págs. 47-76. FEAPS; Madrid, 2006. PSICOLÓGICOS Y EDUCATIVOS . J.
GENE-DOSAGE EFFECT ON CHROMOSOME 21 TRANSCRIPTOME IN TRISOMY 21: IMPLICATION IN DOWN SYNDROME COGNITIVE DISORDERS. P. Khalem en Behavior Genetics, vol. 36, n.o 3, págs. 416-427; 2006.
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CORBIS
El descubrimiento
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del otro Katja Gaschler
El lenguaje, la empatía y la cultura se los debemos a un tipo peculiar de células nerviosas, las neuronas especulares. Quedan, no obstante, muchos cabos sueltos en esa tesis
1.
UNA SONRISA DICE MAS... que mil palabras. ¿En qué se basa, en realidad, el entendimiento mutuo intuitivo?
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N
o se imaginaba Alicia el servicio que iba a prestar a la ciencia, inmóvil y embutida en el tubo angosto del tomógrafo de resonancia magnética. Junto al escáner, que mide la actividad cerebral de la joven, se halla su marido, que parpadea nervioso. Pero ella sólo alcanza a ver la mano derecha del esposo. En las manos de ambos hay implantados sendos electrodos, plaquitas metálicas que transmiten de forma alternante una corriente a ella y a su marido. A veces, producen dolor. “Las descargas resultan, en ocasiones, muy desagradables”, reconoce Tania Singer, que dirige el ensayo en el departamento de técnicas de formación de neuroimágenes de Wellcome. Pero no producen efectos secundarios. El comité de ética las consideró inofensivas y aprobó el experimento. Los investigadores andan tras la resolución de una cuestión clave: ¿en qué basan los humanos su facultad de ponerse en la piel del otro? ¿En virtud de qué mecanismo se tiende el puente entre tú y yo? Dicho de otra manera, ¿cómo surge la empatía? Muchos antes que el grupo de Singer se habían planteado el mismo interrogante. Para sentir la empatía, el individuo debe percibir la vivencia subjetiva más profunda del otro. Desde hace más de un siglo, la ciencia viene empeñada en descifrar el mecanismo de la empatía, de si ésta opera en algún momento determinado y de las condiciones marco
del comportamiento empático. Pero hasta hace un decenio, se desconocían los fundamentos neuronales de la empatía.
Conmoción en Parma Uno de los descubrimientos decisivos sucedió a comienzos de los años noventa, en Parma, ciudad septentrional de Italia. Una vez más, el azar vino en ayuda de los neurofisiólogos. La verdad es que Giacomo Rizzolatti, Vittorio Gallese y Leonardo Fogassi buscaban la forma en que el cerebro de los mamíferos planifica los movimientos. Estaban investigando la actividad de ciertas neuronas del cerebro de un macaco mientras éste sostenía distintos objetos: frutas, nueces o juguetes. Le habían implantado electrodos en la “F5”, región situada en la parte inferior de la corteza premotora, que se encarga de planear y ejecutar las acciones. En un momento del proceso de medición, Fogassi tomó por casualidad una pasa. El macaco, lleno de cables, no se movió pero observó la acción del experimentador. El aparato medidor registró el disparo de varias neuronas premotoras, exactamente las mismas que se excitaban en los ensayos anteriores, cuando era el propio macaco quien agarraba la golosina. ¿Se trataba de un error de medición? ¿Debíase a un problema del aparato? No, todo funcionaba bien. Tras repetir y confirmar varias veces el resultado, se convencieron de haber descubierto algo revolucionario:
Resumen/Neuronas espejo • Las “neuronas espejo” fueron descubiertas en la corteza premotora de una cría de mono. Las neuronas no sólo se excitaban cuando el animal agarraba un objeto, sino también cuando contemplaba cómo lo hacía otro individuo. • Los neurofisiólogos sospechan que las neuronas espejo permiten al individuo simular las acciones de otros y reproducir las intenciones ajenas. • La empatía humana conlleva la activación de regiones cerebrales que también participan en las vivencias emocionales propias. Todavía no está claro si este fenómeno se debe a una simulación extensa de las neuronas especulares.
una célula nerviosa premotora que no sólo se activa cuando el propio animal agarra el objeto deseado, sino también cuando contempla que lo hace otro individuo (véase la gráfica de la figura 2). Por fin se había descubierto el nexo entre percepción y movimiento. De hecho, la simple contemplación por el mono activó los circuitos propios que intervienen en la acción, por lo menos los de este tipo de células y, sin duda, de otras más. La neurona con la doble función parecía “reflejar” la escena observada “como un espejo”. De ahí nació la denominación de “neuronas especulares”. Al ampliar los ensayos, se descubrieron otras neuronas de la misma categoría. Todas desplegaban ese comportamiento singular: cuando el experimentador no tomaba el objeto deseado, sino que efectuaba un movimiento aleatorio en el vacío, suspendían bruscamente su colaboración. Otras, en cambio, no sólo se disparaban cuando el mono contemplaba cómo otro individuo de su misma especie extendía el brazo hacia un cacahuete, sino también cuando percibía el crujido de la cáscara. Apoyados en tales observaciones, los investigadores creen que la actividad de las neuronas especulares no representa tanto el proceso de movimiento, cuanto la intención asociada. Las neuronas especulares permitían entender la finalidad de las acciones ajenas, por la sencilla razón de que, con su ayuda, simulamos internamente la acción y nos anticipamos a su desenlace. Ahondando en la teoría de la simulación, parecía obligado plantearse algunas cuestiones: ¿qué ocurriría si observáramos un acto violento? ¿Cometería nuestro cerebro necesariamente el homicidio? ¿Aprendería, mediante la contemplación de la escena, a controlar los movimientos? ¿Qué sucedería si las células especulares rehusaran su servicio? ¿Podría ser ésta la causa por la que algunas personas se sienten marginadas en las reuniones sociales?
Profecía de Ramachandran Algunos expertos acogieron con entusiasmo la noticia de las neuronas
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Del mono al hombre Corteza motora primaria
Corteza motora primaria Area motora suplementaria (AMS)
Area motora suplementaria (AMS)
Corteza somatosensorial
Corteza premotora
Corteza somatosensorial
Corteza premotora
Lóbulo parietal
Lóbulo frontal
Lóbulo occipital
Area F5
MONO
Area de Broca (producción del habla)
Lóbulo temporal
SER HUMANO
especulares. Vilayanur Ramachandran comparó su hallazgo con el desciframiento del código hereditario: las neuronas especulares desempeñarían en psicología la función reservada para el ADN en biología. En ellas veía la clave para desentrañar facultades mentales rodeadas todavía de misterio. Según Ramachandran, a las neuronas especulares podría deberse también el desarrollo espectacular de la cultura humana hace cerca de 40.000 años. En cuanto alguien descubre algo, todos los demás le siguen y el descubrimiento se extiende cual reguero de pólvora. Pero si el razonamiento de Ramachandran fuera correcto, ¿por qué no se sientan hoy en el parlamento los macacos pues, en última instancia, también disponen de neuronas especulares? En todo caso, resulta raro que los macacos, a diferencia de nosotros, no sepan imitar. Y así ocurre también con la empatía, que Mente y cerebro 23/2007
depende, al parecer, de las neuronas especulares. No parece que el sistema especular de las crías de macaco alcance entidad suficiente, pues, que sepamos, desconocen la verdadera compasión. Las áreas especulares del cerebro han debido de experimentar un cambio determinante de su función a lo largo de la evolución. Sucedió así con la región F5, que en la especie humana corresponde al área de Broca, esencial en la producción del lenguaje. Las neuronas especulares, opina Rizzolatti, podrían justificar incluso la mayor conquista del Homo sapiens, el habla. El primer diálogo mundial habría surgido cuando nuestros predecesores imitaron los movimientos bucales del compañero para aseverarle que habían entendido su significado. Luego, lo habrían respaldado con sonidos. Tal hipótesis, cierto, no puede ni rebatirse ni demostrarse.
SIGANIM / GEHIRN&GEIST
Las neuronas espejo mejor conocidas son las del área “F5” de los macacos. Pertenecen a un grupo de áreas corticales situadas delante de la corteza motora propiamente dicha y responsables de la planificación del movimiento. En la especie humana, F5 corresponde al área de Broca, una zona imprescindible para el habla. Sin embargo, no se ha podido demostrar de una forma inequívoca si la región cortical en cuestión contiene estas neuronas mágicas con doble función: el comportamiento de las neuronas resulta muy difícil de explorar en la especie humana. Los experimentos con las técnicas de formación de imágenes indican, no obstante, fenómenos especulares de muchas regiones cerebrales, por ejemplo el área de Broca, la corteza motora primaria, la parte inferior del lóbulo parietal y la parte superior del temporal. También la parte anterior de la ínsula y la parte anterior de la corteza cingular (no se ve ninguna de ellas en la ilustración) muestran, al parecer, este tipo de procesos.
Pero se discute incluso la participación real de las células especulares de Rizzolatti en la simulación interna. Gergely Csibra, del Birkbeck College de Londres, critica el error lógico contenido en la conclusión: ¿Por qué no se dispara la célula especular de la región F5 del cerebro de los macacos cuando el experimentador ejecuta el mismo movimiento en el vacío? Según la tesis de los investigadores italianos, esta neurona debería intervenir en la simulación de la acción antes de saber que detrás de la misma no se esconde propósito alguno. Aquí es donde el macaco se muerde, por así decir, la cola. La denominación “neurona especular” supuso, sin duda, un gran acierto, ironiza el investigador de la cognición Dan Sperber, del Instituto Nicod del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de París. Pero eso no exime a los investigadores de 27
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su obligación de demostrar la función del “espejo”. Se habla a menudo como si nos encontráramos ante un nuevo tipo de neuronas, las “especulares”. No hay tal. No se aprecia ninguna diferencia morfológica de las demás. Ahora bien, nadie sabe exactamente qué hacen las neuronas especulares identificadas hasta el momento. Su activación, ¿guarda relación con la intención, el significado o la simulación de la acción contemplada? Sí y en todos los casos, defienden Rizzolatti y sus colaboradores. Algunas “representan” más un determinado movimiento y otras, su intención. Probablemente, su actividad sirva sobre todo a la idea de una acción. En román paladino: los investigadores andan todavía a tientas por ese terreno. Para mayor dificultad, los monos ni hablan, ni pueden aportar información de lo que sienten o piensan durante los ensayos. Además, las neuronas especulares humanas sólo pueden examinarse empíricamente en situaciones excepcionales, en el transcurso de intervenciones quirúrgicas, lo que exige que los cirujanos indaguen de antemano qué tipo de alteraciones podrían derivarse de una lesión del tejido cerebral. En 1999, el fisiólogo William Hutchison, de la Universidad de Toronto,
descubrió una neurona especular humana antes de una operación cerebral. La paciente había decidido someterse a una intervención porque sufría depresiones profundas. Los cirujanos le instalaron finos electrodos en la parte anterior de la corteza del cuerpo calloso.
Tu dolor es mi dolor Durante una de las pruebas, Hutchison pinchó el dedo de su paciente: “¿Le duele?” Antes de que la mujer lo confirmara, una de sus neuronas empezó a dispararse. Parecía directamente asociada a la percepción del dolor. Al momento, Hutchison se hundió una aguja en su piel delante de la paciente y, una vez más, respondió la célula de la paciente; la mujer dijo no haber sentido nada. No había ninguna duda: la cuestionada neurona se había disparado. Expresado de una manera
a
SIGANIM / GEHIRN&GEIST, SEGUN GALLESE ET AL., 1996
Frecuencia de las espigas Potenciales de acción (espigas)
b
Respuesta neuronal
El experimentador toma la pasa
El mono toma la pasa
2.
20 10 0 0
1
2
3 Segundos
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gráfica, había respondido no sólo ante el dolor propio, sino también ante el ajeno. Por supuesto, la actividad de una neurona individual no demuestra la participación de las neuronas especulares en las simulaciones internas y complejas, en las que se necesitaría su intervención por miles, si no por cientos de miles. Es como si quisiéramos contemplar un mosaico variopinto a través de una sola tesela. Para reconocer los procesos de simulación habría que sondear neuronas de distintos sitios y comparar su actividad durante la ejecución de un movimiento y durante la mera observación del mismo. Con ciertas limitaciones, la resonancia magnética funcional (RMf) y otras técnicas de formación de imágenes permiten estudiar dichos aspectos. Si se coteja con la implantación de electrodos, sus mediciones resultan imprecisas y no permiten conocer la actividad de diferentes neuronas. En 2003, el equipo de Bruno Wicker, del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Marsella, acometió el primer estudio basado en la RMf. Los probandos contemplaban, en el recinto del tomógrafo, videoclips en los que una persona husmeaba delante de un cristal para torcer después el gesto con asco. Acto seguido, los probandos debían oler el aroma desagradable del sudor o de compuestos de azufre hediondos.
4
¿QUE HACE ESE AHI? La neurona especular de la corteza premotora del mono se excita no sólo cuando extiende su mano para agarrar la pasa (b), sino también cuando observa cómo el experimentador toma la golosina (a). Mente y cerebro 23/2007
P. L. JACKSON ET AL., NEUROIMAGE, VOL. 24, PAGS. 771-779, 2005; CORTESIA DE ELSEVIER
3. QUIEN MIRA, HA DE SENTIR. La contemplación de estas instantáneas de accidentes domésticos activa en el cerebro del espectador diversas áreas del dolor. Los investigadores hablan de una “comunidad cerebral parcial” entre el observador y el pobre desdichado.
Los científicos podían así comparar la activación cerebral inducida con la obtenida al visualizar el vídeo. Existía una considerable superposición de las actividades en la zona anterior de la ínsula, una estructura del cerebro oculta en la profundidad de la cisura de Silvio. Este resultado se ajustaba perfectamente a una vieja observación: al ver una cara de asco, sentimos cierta compasión. El sentido biológico de este fenómeno es claro: si podemos reproducir la respuesta de un miembro de nuestra especie ante un posible alimento, entenderemos de manera intuitiva que no resulta agradable y que debemos desecharlo nosotros también. Se admite que la especie humana dispone de un amplio sistema de neuronas especulares. Las células nerviosas del área de Broca, de la corteza motora primaria, de la parte inferior del lóbulo parietal y de la parte superior del lóbulo temporal pertenecen a este sistema, como también las de la parte anterior de la ínsula y las de la zona anterior de la corteza del cuerpo calloso; la lista se va ampliando cada año. Se supone que no sólo unas áreas cerebrales privilegiadas disponen de neuronas especulares, sino que el mecanismo del “espejo” constituye, además, un principio de funcionamiento en la corteza cerebral.
Movido a la sonrisa Lo curioso del fenómeno de resonancia emocional es que sólo se deja modificar dentro de ciertos límites. La imitación involuntaria de la mímica de nuestro interlocutor es un hecho conocido desde hace tiempo. Ulf Dimberg, de la Universidad de Uppsala, demostró hace algunos años que ese mecanismo especular Mente y cerebro 23/2007
opera en todo momento y de una manera sutil. Dimberg presentó una serie de retratos de caras humanas a sus probandos con la instrucción de que no hicieran ningún gesto al contemplarlas. A primera vista, los probandos mantuvieron su cara de póquer. Pero tenían implantados unos filamentos delgados que controlaban el estado de tensión de sus músculos faciales: cada vez que aparecía un rostro alegre en una secuencia de retratos neutros, saltaba la alarma. Los probandos habían sonreído, aunque muy ligeramente. Llama la atención que estos experimentos puedan aplicarse igualmente al iluminar una fotografía sólo durante 40 milisegundos, es decir, durante un período tan corto, que casi no da tiempo a percibirla de manera consciente. ¿Por qué nos falla entonces el control voluntario? Los procesos inconscientes ofrecen indudables ventajas. Recordemos tres: son muy rápidos, no exigen ninguna atención (de la que a menudo no podemos despojarnos) y jamás mienten. Cuando conocemos de cerca a una persona, transmitimos, a través del espejo involuntario de su mímica, la sensación de entenderle. Al propio tiempo, detectamos de una forma intuitiva lo que esperamos de él y de su curso posterior. A diferencia del reflejo especular de los sentimientos, nos resulta fácil suprimir la imitación de los movimientos. Si alguien se agacha para atarse los zapatos, no reproducimos automáticamente sus movimientos; no tiene sentido. Sólo algunos pacientes con una demencia grave muestran ese comportamiento. Imitan de una forma casi refleja los gestos de los demás, con independencia de que el movi-
miento resulte útil, absurdo o peligroso. Este fenómeno de ecopraxia no sólo representa un síntoma de enfermedad cerebral degenerativa, sino también un indicio cabal de que reproducimos por dentro los movimientos observados y evitamos su ejecución real. Precisamente, este mecanismo inhibidor deja de funcionar entre los afectados.
El autismo, ¿un problema especular? Si el sistema propuesto de neuronas especulares está relacionado con la capacidad de empatía, las personas que tienen problemas graves para entenderse con los demás debieran presentar los trastornos neurofisiológicos correspondientes. Pensamos en la esquizofrenia, la alexitimia —incapacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos— o el autismo. Llama la atención que los pacientes esquizofrénicos no se contagien fácilmente de un bostezo enérgico. Los hijos suelen devolver la sonrisa de sus madres, mientras que los niños autistas casi siempre permanecen con un semblante serio. Además, las personas autistas suelen interesarse más por los objetos que por las personas. En 2005, Hugo Théoret, de la Universidad de Montreal, presentó a adultos autistas una película de vídeo de 10 segundos, en la que aparecían movimientos del pulgar. Mientras la corteza motora de las personas sanas se disparó, la de los probandos permaneció muda. Marco Iacoboni, director del Instituto Neuropsiquiátrico de la facultad de medicina de Los Angeles, extrajo una conclusión de largo alcance: el déficit en cuestión podría justificar 29
SUPERBILD
4.
ARTISTAS DE LA IMITACION DESDE EL NACIMIENTO. Un niño empieza a imitar con sentido las acciones que contempla a partir de los 18 meses de vida. La replicación espontánea, por ejemplo de la mímica, se consigue, sin embargo, desde mucho antes.
el retraso en el desarrollo psíquico que se observa con más frecuencia entre los niños autistas. En última instancia, los pequeños aprenden mucho por imitación. A comienzos de 2006, Mirella Dapretto, del grupo de Iacoboni, investigó la forma en que los adolescentes autistas reconocen la expresión facial de sus interlocutores. Los jóvenes debían examinar 80 rostros, alegres y tristes, temerosos, irritados o también neutros. A diferencia del grupo control, los probandos autistas no manifestaban actividad en su corteza premotora. En cambio, las áreas de la corteza de asociación visual derecha y de la parte anterior del lóbulo parietal izquierdo mostraban una actividad intensa. 30
A la hora de imitar los semblantes, los resultados de los autistas no desmejoraron los de los jóvenes del grupo de referencia. Para Iacoboni, la explicación es sencilla: así como las personas no autistas imitan y sienten las emociones observadas a través de su sistema especular, los autistas elaboran una estrategia consciente y alternativa. En el estado normal, cuando ven a alguien con una expresión facial triste, justifica Iacoboni, su cerebro simula la actividad neuronal que les lleva a ellos también a poner una cara triste. Las motoneuronas se comunican con los centros emocionales que, en seguida, perciben cierta tristeza. En cambio, las personas autistas no logran “vivenciar” el significado
emocional de la mímica reproducida a través de su estrategia alternativa. Aunque Iacoboni sobrevalora aquí la capacidad predictiva de sus hallazgos. La investigación cerebral tampoco ha podido resolver el problema de los “qualia”. Probablemente, la calidad de nuestra vivencia interna no se pueda reconocer con métodos científicos. En puridad, sólo una persona autista sabe qué es lo que siente. Ignoramos por qué el sistema especular de los niños autistas ha de estar dañado. ¿Se trata de un daño genético, un trauma en una fase precoz de la infancia o incluso durante la gestación? En condiciones normales, todos disponemos de cierta capacidad especular al nacer. Andrew Meltzhoff y M. Keith Moore, de la Universidad de Washington en Seattle, observaron a finales de los años setenta que los lactantes podían imitar la mímica de los adultos ya desde el primer mes Mente y cerebro 23/2007
de vida: si se le saca la lengua a un bebé, éste lo imita.
La empatía debe ejercitarse Con todo, esta estructura básica no garantiza la función posterior de los sistemas biológicos, en opinión de Joachim Bauer, de la Clínica Universitaria de Friburgo, autor de un libro sobre neuronas especulares. Sostiene que los sistemas especulares congénitos del lactante se despliegan y desarrollan si se estimulan a través de las interacciones sociales. Aunque tal postulado carece de respaldo empírico directo, resulta plausible: las comunicaciones nerviosas, que no se utilizan, se destruyen, declara un aforismo de la doctrina cerebral. Un niño pequeño de 12 a 14 meses puede anticipar y entender las intenciones de los actos que observa. A los 18 meses se manifiesta capacitado para seguir las acciones e imitarlas de manera consciente [véase “Desarrollo de la percepción de una intención”, por Gisa Aschersleben; M ENTE Y CEREBRO , nº 9]. Además, poco a poco se van activando sistemas neurobiológicos que, sin embargo, frenan la imitación. Posiblemente, esta inhibición provenga de la corteza prefrontal que —al igual que otras regiones de la corteza— necesita madurar a lo largo de los años. Se da por cierto que la corteza prefrontal, instancia reguladora de impulsos y decisiones, experimenta grandes cambios durante la pubertad. Si todo va bien, ya no hay ningún obstáculo más para el desarrollo de una personalidad madura y empática. El experimento de Tania Singer descrito al principio y publicado en 2004, en colaboración con sus colegas, en Science, subraya la tesis de que la empatía se corresponde con el “sentimiento compartido”. Los investigadores examinaron a 16 mujeres, cuyas parejas habían recibido corrientes eléctricas. Cuando las participantes, introducidas en el tomógrafo, creían por error que se “estaba torturando” a sus seres queridos, se producía una activación de sus propias áreas de dolor. En concreto, se activaban las neuronas Mente y cerebro 23/2007
de la parte anterior de la ínsula y las de la parte anterior de la “circunvolución del cuerpo calloso”. Mencionamos estructuras cerebrales que contribuyen decisivamente a la evaluación emocional de los dolores. La resonancia cerebral se intensificó tanto más cuanto más empatía había manifestado la mujer examinada en el cuestionario. Pese a todo, el estudio de Singer relativiza la idea de que la empatía sea únicamente una cuestión intuitiva y surja de forma automática, como reflejo instantáneo ante un semblante triste o como una reacción evolutiva, presumiblemente arcaica, de la madre al grito del bebé. Durante el experimento de Singer, las mujeres examinadas no podían ver la cara de su pareja, ni la contracción de sus músculos, ni siquiera oír sus gritos. Sólo a través de símbolos ocultos podían inferir si su pareja había recibido una descarga; se veían casi obligadas a imaginarlo. El uso de la razón no necesariamente comporta una pérdida de la compasión. De hecho, nos concede cierta libertad de decisión. Bibliografía complementaria BOTH OF US DISGUSTED IN MY INSULA: THE COMMON NEURAL BASIS OF SEEING AND FEELING DISGUST. B. Wicker, C. Keysers, J. Plailly et al. en Neuron, vol. 40, n.o 3; págs. 655-664; 2003. NEURONAS ESPECULARES. S. J. Ayan en Mente y cerebro, n.o 8, págs. 79-81; 2004. EMPATHY FOR PAIN INVOLVES THE AFFECTIVE BUT NOT SENSORY COMPONENTS OF PAIN. T. Singer, B. Seymour, J. O’Doherty et al. en Science, vol. 303, n.o 5661, págs. 1157-1162; 2004. EMPATÍA. T. Singer y U. Kraft en Mente y cerebro, n.o 11, págs. 60-65; 2005. WARUM ICH FÜHLE, WAS DU FÜHLST. INTUITIVE KOMMUNIKATION UND DAS GEHEIMNIS DER SPIEGELNEURONE. J. Bauer. Hoffmann und Campe; Hamburg, 2005. UNDERSTANDING EMOTIONS IN OTHERS: MIRROR NEURON DYSFUNCTION IN CHILDREN WITH AUTISM SPECTRUM DISORDERS. M. Dapretto, M. S. Davies, J. H. Pfeifer et al. en Nature Neuroscience, vol. 9, n.o 1, págs. 28-30; 2006.
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Imitación rehabilitadora Mediante las neuronas espejo nuestro cerebro imita lo que hacen otros. Podría aprovecharse ese fenómeno para ayudar a quienes han sufrido un ataque cerebral
Ferdinand Binkofski y Giovanni Buccino
H
asta hace poco se ignoraba el mecanismo por el cual nuestro cerebro reconoce las intenciones de los demás. Los neurofisiólogos investigaban los procesos que tienen lugar en el individuo, pero no se aventuraban en el terreno de las experiencias, pensamientos y sentimientos compartidos. Con el descubrimiento de las neuronas espejo, el panorama sufrió un cambio radical. En su morfología, las neuronas especulares no se distinguen de las otras células nerviosas. Pero sobresalen por la doble función que cumplen: se excitan ante determinadas acciones, las realicemos nosotros o las observamos ejecutadas por otros. Parece lógico que las neuronas espejo del cerebro humano abunden en las regiones encargadas de planificar e iniciar actos. Aludimos a la corteza motora primaria, que envía impulsos contractores a los músculos y, sobre todo, al área premotora y las áreas motoras suplementarias. Tienen la misión de planificar movimientos complejos y coordinar las etapas que deben atravesar. En 1995, un grupo de investigadores de la Universidad de Parma dirigidos por Giacomo Rizzolatti, descubrió, mediante tomografías funcionales de
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resonancia magnética (RMf), que la mera observación de acciones de los demás activaba áreas motoras del cerebro del espectador. La percepción ponía en marcha una suerte de imitación interior remedando internamente la acción ajena. En 2001 un equipo dirigido por Giovanni Buccino, también de Parma, profundizó en el estudio del fenómeno. Los investigadores registraron la actividad cerebral desarrollada por voluntarios que observaban imágenes grabadas en vídeo y en las que aparecían movimientos de boca, manos o pies. Según la parte del cuerpo cuyos movimientos se ofrecían en pantalla, la corteza cerebral motora del observador presentaba mayor actividad en unas áreas u otras. Las áreas más activas coincidían con las que dirigen la motilidad en las correspondientes partes del cuerpo. Los estímulos procedentes de tales áreas corticales eran subliminales, es decir, los observadores no experimentaban ningún movimiento. Se advertía una sintonía entre la visión de movimientos ajenos y la disposición a realizar los propios. ¿Cómo se produce semejante sintonía? ¿Podríamos aplicarla al tratamiento de trastornos neurológicos? Podría servir, en efecto, en sujetos que, a raíz de un ictus cerebral, padezcan déficits motores. Por culpa de la lesión cerebral, algunas partes del
cuerpo quedan paralíticas o imposibilitadas para realizar movimientos coordinados. Tales trastornos pueden superarse hasta cierto punto mediante ejercicios de rehabilitación: las áreas cerebrales vecinas asumen poco a poco las funciones de las lesionadas. En todo caso, los pacientes han de practicar intensos ejercicios durante largo tiempo. ¿Podría ayudarles la previa observación en otros individuos de los movimientos que pretenden recuperar? Es muy posible que la coordinación se vea facilitada si las neuronas espejo implicadas se someten a una especie de ejercicio en seco. Guiados por esa idea, desarrollamos en el Clínico Universitario de Schleswig-Holstein en Lübeck un programa rehabilitador para pacientes con lesiones en el área cerebral motora, subsecuente a una hemorragia intracraneal. Empezamos mostrando a los pacientes durante seis minutos la grabación de una secuencia de movimientos: extensión del brazo, apertura
1.
EJEMPLO CURATIVO. Los pacientes con daño cerebral han de esforzarse por volver a aprender los movimientos. ¿Puede acelerarse esta rehabilitación mediante la observación e imitación de lo que hacen los demás? Mente y cerebro 23/2007
DAS FOTOARCHIV
Mente y cerebro 23/2007
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TODAS LAS FOTOGRAFIAS DE AMBAS PAGINAS: FERDINAND BINKOWSKI Y GIOVANNI BUCCINO
2.
VOLUNTAD DE CONTROL. Para asir el objeto sin problemas es necesaria una complicada secuencia motora. Desplazar la naranja desde A hasta B requiere fuerza muscular.
de la mano, recoger una manzana que luego se lleva a la boca y morderla (véase la figura 2). Inmediatamente después, el paciente intenta realizar lo que ha visto para que la secuencia quede fijada en su cerebro. Se logró. Al cabo de cuarenta días, las capacidades motoras de los pacientes participantes en el estudio habían mejorado mucho más rápidamente que los pacientes control que no habían recibido videoterapia. En otro estudio reciente con 22 pacientes que habían sufrido accidentes vasculares cerebrales y tenían dificultades motoras en brazos y manos, pudimos corroborar el resultado anterior. El efecto positivo de la rehabilitación motora era más rápido en los pacientes a quienes antes de cada sesión de ejercicios se les habían presentado unas breves imágenes de movimientos cotidianos relativos a la prensilidad manual. Mediante la tomografía funcional de resonancia magnética realizada en paralelo a una mejoría motora —por
ejemplo, de la capacidad para asir un objeto con la mano— pudimos demostrar un aumento de actividad en la correspondiente área cortical. Se evidencia así que la actividad de cada región cerebral responsable de los patrones motores queda reforzada. Con ello la simulación interior facilitaría la recuperación de la capacidad motora. La investigación había demostrado con anterioridad que las neuronas espejo reaccionaban ante movimientos muy diversos. Las redes nerviosas se solapan mutuamente y se corresponden con los distintos movimientos: agarrar un objeto, morder una manzana o dar un puntapié a un balón. No es indispensable que los movimientos observados sean realizados por un individuo de nuestra propia especie. El grupo de Giovanni Buccino presentó a los pacientes grabaciones en vídeo de movimientos bucales de una persona, de un mono y de un perro. Los movimientos se dirigían a un objeto —se comía algo— o bien presenta-
3. HABILIDADES FILMADAS. Mediante grabaciones en vídeo los pacientes ven movimientos que han de practicar por sí mismos, por ejemplo coger una fruta y llevársela a la boca.
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ban sólo un carácter comunicativo. En la secuencia en cuestión, la persona movía la boca como para hablar, el mono arrugaba el morro y el perro ladraba. El sistema de las neuronas espejo es estimulado por la visión de movimientos de mascado, los produzcan el hombre o los realicen animales. Por el contrario, los movimientos comunicativos con los labios sólo provocan una resonancia neuronal en la misma especie de quien los ejecuta. Según parece, las neuronas espejo sólo reaccionan a las acciones que forman parte del propio repertorio motor. El ladrido del perro no forma parte de este repertorio en los humanos, por lo que no produce estimulación. En algunas circunstancias la actividad de las neuronas espejo depende también de cuán familiarizados estemos con las imágenes vistas. Por ello, en nuestro entrenamiento con las imágenes de vídeo, a los pacientes sólo se les presentan movimientos dominados con anterioridad. Las coordinaciones motoras, hasta entonces desconocidas, requieren un control mucho más consciente. Pensemos, por botón de muestra, en las coordinaciones que
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exige el aprendizaje de un nuevo deporte: quien no haya jugado nunca al tenis, ni haya sacado un servicio, no es probable que espontáneamente pueda imitar en su mente los movimientos precisos. Hay todavía otro detalle que pudiera ser importante para la aplicación clínica. Un mismo movimiento puede presentarse en contextos diferentes y realizarse con propósitos distintos. Cuando en la mesa del desayuno uno agarra la cafetera puede hacerlo para tomarse un café o para levantar la mesa. Al observar un movimiento, ¿han de concentrarse conscientemente los pacientes en una intención concreta para activar sus propios centros premotores? Marco Iacoboni, de la Universidad de California en Los Angeles, ha investigado experimentalmente esta cuestión.
Actuar en un contexto Las personas con quienes experimentó observaron cortometrajes que exhibían el mismo movimiento realizado con intenciones distintas: alguien tomaba una taza, en una ocasión para beber y en otra para fregarla. También se les presentaba el movimiento de asir la taza separado de su contexto, es decir, sin que apareciera la mesa de cocina servida; luego, el conjunto de plato, cubiertos y taza, aunque sin movimiento alguno. Resultó que ni la acción motora por separado, ni el entorno sin movimiento activaban las neuronas espejo con la intensidad con que se detectaba ante una combinación de ambos: sólo en esta postrera conjunción quedaba claro el objetivo del movimiento. El contexto en el que aparece la secuencia motora Mente y cerebro 23/2007
desempeña un importante papel. El “accionismo ciego”, sin un propósito palmario, puede resultar poco eficaz para el aprendizaje o la recuperación de la habilidad perdida. En cualquier caso, se necesitan más estudios para comprobarlo. Podemos asegurar con plena certeza, no obstante, que la estimulación interna mediante las neuronas espejo nos permite comprender intuitivamente las intenciones de los demás. Además, ese estímulo puede aprovecharse para que los pacientes que han sufrido un accidente vascular cerebral recuperen su capacidad y coordinación motora.
FERDINAND BINKOFSKI es neurólogo e investigador en el hospital clínico de la Universidad de Schleswig-Holstein, campus de Lübeck. Su colega GIOVANNI BUCCINO se halla adscrito a la Universidad de Parma. Bibliografía complementaria NEURAL CIRCUITS INVOLVED IN THE RECOGNITION OF ACTIONS PERFORMED BY NONCONSPECIFICS: AN FMRI STUDY. G. Buccino et al. en Journal of Cognitive Neuroscience, vol. 16, n.o 1, págs. 114-126; 2004. GRASPING THE INTENTIONS OF OTHERS WITH ONE’S OWN MIRROR NEURON SYSTEM. M. Iacobini et al. en Public Library of Science Biology, vol. 3, n.o 3, págs. 529-535; 2005. THE ROLE OF VENTRAL PREMOTOR CORTEX IN ACTION EXECUTION AND ACTION UNDERSTANDING. F. Binkofski y G. Buccino en Journal of Physiology, vol. 99, págs. 4-6, págs. 396-405; 2006. MOVEMENT OBSERVATION HAS A POSITIVE IMPACT ON REHABILITATION OF MOTOR DEFICITS AFTER STROKE. D Ertelt et al. en Neuroimage (en prensa).
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VISION
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No es tan fácil la distinción tajante entre una y otra percepción
EN BLANCO NEGRO Alan Gilchrist
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GETTY IMAGES
E
s frecuente asociar lo blanco y lo negro a situaciones o hechos de carácter simple y definición clara. Pero la extrema diferencia que hay entre el blanco y el negro podría hacernos creer que vayamos a percibirlos con igual claridad y sencillez. Cometeríamos un gran error. Tras la percepción aparentemente fácil de los dos extremos de la gama cromática —la ausencia de color y la integración de todos los colores— se esconde un formidable desafío al cerebro cada vez que miramos una superficie. Bajo una misma iluminación, por ejemplo, el blanco refleja hacia nuestros ojos mucha más luz que el negro. Pero una superficie blanca en la sombra puede muy bien devolver menos luz que una superficie negra expuesta al sol, y a pesar de ello conseguiremos discernir con precisión cuál es blanca y cuál es negra. Es evidente que el cerebro emite ese juicio mediante un programa específico que interpreta el contexto circundante y que está sumergido en el misterio para neurocientíficos como el propio autor.
ALAN GILCHRIST
1.
EL RECTANGULO GRIS dentro del panel negro parece más claro que un rectángulo idéntico rodeado por una superficie blanca.
Estudios recientes sobre nuestra percepción del blanco y el negro han dejado entrever el modo en que el sistema visual humano analiza la configuración de luz que le llega y calcula correctamente la tonalidad de cada objeto. Además de explicarnos mejor cómo trabaja nuestro cerebro, tal investigación quizá fuese útil para diseñar sistemas de visión artificial en robots. Sabemos que los ordenadores son desastrosos para reconocer formas que las personas distinguen con naturalidad. Un ordenador que tuviese mejor “vista” podría ofrecer nuevos servicios: reconocimiento facial para abrir cerraduras sin llaves, guiarnos por la ciudad, traer el periódico o recoger la basura.
Interrogar al cerebro
2.
ALAN GILCHRIST
PARA CONOCER LOS “ANCLAJES” que utiliza el cerebro en su apreciación de las diferentes porciones de gris de una imagen, el autor y sus colaboradores construyeron una cavidad semiesférica, por dentro pintada mitad en negro y mitad en gris. Quienes se prestaron a mirar el interior vieron blanca la mitad gris y gris la mitad negra, lo que demuestra que el cerebro toma como anclaje la tonalidad más clara de una escena.
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Los estudiosos de la visión obligan al cerebro a revelar sus secretos siguiendo un método que podría llamarse psicofísico. Por supuesto, no se le pide que hable en lenguaje llano sino que responda sí o no a veinte preguntas, tales como “¿Trabajas de esta o de aquella manera?” Para obtener una respuesta clara, se empezará formulando al menos dos hipótesis contrapuestas. Después se construirá con sumo cuidado una imagen de prueba que contenga una superficie crítica “objetivo”, que según una de las hipótesis deberá parecer gris claro, por ejemplo, y gris oscuro según la otra hipótesis. A menudo estas imágenes encierran sugestivas ilusiones visuales, como se verá más adelante. Para apreciar mejor la complejidad de ver blanca, negra o gris cierta superficie, conviene recordar conceptos físicos fundamentales. Las superficies blancas reflejan casi toda la luz incidente (alrededor del 90 por ciento). Con ellas contrastan —sin pretender un juego de palabras— las superficies negras que sólo reflejan en torno al 3 por ciento de esa luz. Cuando esa luz reflejada entra en el ojo a través de la pupila, el cristalino la enfoca en la superficie posterior interna, llamada retina, en modo muy similar a la luz que penetra en una sencilla cámara de cajón a través de una lente e impresiona una película. Los fotorreceptores de la retina pueden medir la cantidad de luz que les llega. Mente y cerebro 23/2007
ALAN GILCHRIST
3.
EL CONTEXTO SI IMPORTA: las letras de “blanco” son en realidad más oscuras que las letras de “negro” (arriba), como queda claro al suprimir lo que las rodea (inserto, abajo).
Hasta ahora, todo es normal. Pero sucede que la luz reflejada por el objeto que contemplamos no contiene, en sí misma, ninguna indicación de la tonalidad de gris de ese objeto, y ahí empieza lo interesante. La cantidad total de luz que recibe el ojo depende mucho más del nivel de iluminación existente en la escena que del porcentaje de luz que refleje cualquier superficie determinada. Aunque bajo una misma iluminación una superficie blanca refleje 30 veces más luz que una superficie negra contigua, esa misma superficie blanca reflejará millones de veces más luz bajo un sol radiante que a la luz de la luna. Es muy fácil que Mente y cerebro 23/2007
una superficie negra intensamente iluminada envíe más luz al ojo que una superficie blanca en sombra. (Por eso ningún robot actual es capaz de identificar la tonalidad de gris de un objeto comprendido en su campo visual. El robot sólo mide la cantidad de luz reflejada por un determinado objeto, la llamada luminancia, pero ahora ya sabemos que cualquier nivel de luminancia puede provenir de cualquier superficie.) Reconociendo que la luz reflejada por el propio objeto no contiene suficiente información, Hans Wallach sugería en 1948 que el cerebro determinaba la tonalidad de gris de una superficie por comparación con la luz
que recibe de superficies contiguas. Los estudios que dirigiera Wallach, primo de Albert Einstein, durante su larga estancia profesoral en el Swarthmore aportaron mucho al conocimiento de la percepción visual y auditiva: demostró que un mismo disco homogéneo podía manifestar cualquier tonalidad entre negro y blanco sin más que cambiar la intensidad de la luz circundante. Una clásica ilusión visual consiste en colocar un cuadrado gris sobre un fondo blanco, junto a otro cuadrado gris idéntico sobre fondo negro (véase la figura 1). Si la luminosidad percibida dependiera únicamente de la cantidad de luz reflejada, los dos cuadrados se verían en la misma tonalidad. Sin embargo, el de fondo negro parece más claro, lo que nos 39
ALAN GILCHRIST
4.
TRES DISCOS IDENTICOS pegados en diferentes puntos de la fotografía aparecen con tonalidades distintas, demostrando que el cerebro aplica un anclaje diferente en cada región de iluminación.
demuestra que el cerebro compara con las superficies adyacentes. Según pruebas más recientes, esta comparación con las superficies contiguas puede ser aún más sencilla que lo que pensaba Wallach. En lugar de medir la intensidad de luz en cada punto de la escena, el ojo parece que comienza por medir sólo el cambio de luminancia en cada borde de superficie. Wallach demostró que la luminancia relativa de dos superficies adyacentes es un elemento importante de la cuestión. Pero conocer esta propiedad todavía deja un gran margen de ambigüedad. Dicho de otro modo, si el brillo de una zona de la escena 40
quintuplica el de otra zona contigua, ¿cómo interpreta esto el ojo? Los tonos de una y otra podrían ser el gris medio y el negro, pero también el blanco y el gris. Así, la luminancia relativa por sí misma sólo puede informar de la diferencia entre dos tonalidades, pero no el matiz específico de cada una. Para determinar el gris exacto de una superficie, el cerebro requiere algo más: un punto de referencia respecto al cual medir los diversos matices, lo que ahora llamamos una regla de anclaje. Una regla de anclaje propuesta por el propio Wallach, y más tarde por Edwin Land, inventor de la fotografía instantánea, establece que la luminan-
cia más intensa de una escena automáticamente se vea como blanco. De ser cierta, fijaría un patrón al cerebro para comparar todas las luminancias de valor inferior. Otra regla se basa en la teoría de adaptación al nivel, creada en los años cuarenta por Harry Helson. Parte del supuesto de que la luminancia promedio de una escena se perciba siempre como un gris intermedio, y que por tanto las tonalidades más claras y más oscuras resulten de la comparación de esas luminancias con el valor promedio. Los que trabajan en visión artificial la denominan “hipótesis del mundo gris”. ¿Quién estaba en lo cierto? Mi equipo de la Universidad de Rutgers se Mente y cerebro 23/2007
Diferentes anclajes Cabe preguntarse si valdrá este sencillo algoritmo para las escenas de la vida real, harto más complejas. No puede extrañarnos que la respuesta sea negativa. Si el cerebro se limitara a comparar la luminancia de cada superficie con la máxima luminancia de la escena total, parecerían de idéntica tonalidad una superficie negra expuesta a luz intensa y una blanca en la sombra, siempre que ambas tuvieran la misma luminancia como sucede a menudo. Pero esto no es cierto: Mente y cerebro 23/2007
5.
TODOS LOS DISCOS SON IDENTICOS, pero los que están a la sombra parecen de un gris más claro. Los discos de los cuadros A y B muestran diferentes tonalidades de gris, aunque tienen idénticos contrastes locales (los cuadros A y B poseen la misma luminancia, aunque no lo parezca). Sin embargo, los discos situados a la izquierda y la derecha de la letra B se dirían iguales, pero tienen contrastes locales diferentes.
EDWARD ADELSON
propuso averiguarlo en 1994. Para ello ideamos un ensayo de estas reglas en las condiciones más sencillas posibles: dos superficies grises que cubrieran todo el campo visual de un observador. Pedimos a unos voluntarios que introdujeran la cabeza en un amplio hemisferio opaco, con el interior pintado de un tono gris medio en la mitad izquierda y de negro en la derecha. El hemisferio estaba colgado dentro de una gran sala rectangular con lámparas que creaban una iluminación difusa para el observador. Recuérdese que el cerebro no sabía en aquel momento cuáles eran las tonalidades de gris, sino únicamente su luminancia relativa. Si la regla de anclaje del cerebro se basara en la luminancia máxima, el tono gris medio se vería blanco y el negro, gris medio. Si, por el contrario, la base fuera el promedio de la luminancia, el gris medio aparecería como gris claro y el negro como gris oscuro. Un observador no vería blanca ni negra ninguna de las mitades del hemisferio. Los resultados fueron terminantes. La mitad de tono gris medio se vio totalmente blanca, y la mitad negra apareció en gris medio (véase la figura 2). Esto es, nuestra escala de percepción del gris está “anclada” en su extremo superior, no en su punto medio; podemos así intuir cómo procesa el cerebro la gradación de grises en escenas sencillas. La luminancia más intensa aparece como blanca, mientras que la tonalidad gris con que se percibe una superficie más oscura depende de la razón entre su propia luminancia y la de la superficie de luminancia máxima.
podemos discernir entre una y otra. El sistema visual debe, pues, aplicar un sistema de anclaje diferente en cada región de iluminación. Ciertamente, el análisis de numerosas ilusiones visuales demuestra las variaciones del anclaje. Si se pegan varios discos grises idénticos en una fotografía con muchas zonas de luz y de sombra, los discos situados sobre sombras parecerán mucho más claros que los que cubren luz solar (véase la figura 4). Podemos llamarlos “discos sonda”, porque nos permiten apreciar de qué modo procesa el sistema visual los tonos grises en cualquier parte de la escena. Dentro de una región de iluminación determinada, poco importa la situación exacta del disco, que aparece más o menos con el mismo tono de gris en toda la región. A efectos funcionales, cada región parece poseer su propio anclaje: la luminancia en la que el cerebro percibe como blanca una superficie. Programar un robot para procesar imágenes de este modo comporta un
magno desafío. Hay que fraccionar la imagen en regiones separadas con iluminaciones diferentes, y para ello el sistema visual ha de determinar dentro de la imagen los contornos que representan un cambio en la pigmentación de la superficie, y los que, a semejanza de las líneas que bordean una sombra, implican una alteración del nivel de iluminación. Este programa, por ejemplo, podría clasificar como borde la transición entre regiones de iluminación diferentes si fuera borrosa o como esquina si presentara una rotura plana. Ciertos teóricos como Barbara Blakeslee y Mark McCourt, de la Universidad estatal de Dakota del Norte, sostienen que el sistema visual humano tampoco necesita utilizar este tipo de clasificación de bordes, y defienden el filtrado espacial, un proceso menos artificioso. Según ellos, en nuestra imagen con discos grises, por ejemplo, la tonalidad de cada disco dependería sobre todo del contraste de luminancia local en 41
El poder de los grupos
MICHAEL WHITE (ARRIBA A LA IZQUIERDA); MAX WERTHEIMER Y WILHELM BENARY (ARRIBA A LA DERECHA); PAOLA BRESSAN UNIVERSIDAD DE PADUA (CENTRO); ELIAS ECONOMOU UNIVERSIDAD DE CRETA (ABAJO)
En cada una de las ilusiones ópticas siguientes hay regiones grises idénticas que parecen distintas dependiendo de que estén rodeadas de negro o de blanco. Estos efectos no pueden atribuirse únicamente al contraste entre regiones adyacentes, puesto que el contraste por sí solo debería hacernos percibir más oscuro el gris rodeado de blanco que el gris rodeado de negro. En cambio, la “inclusión” de una región dentro de otra parece ser el factor crítico para que el cerebro determine una tonalidad gris.
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el borde del mismo (en modo muy parecido a la primera propuesta de Wallach). Observaron que cada disco en la fotografía aparentaba una tonalidad solamente impuesta por la dirección e intensidad del contraste de luminancia entre ese disco y el fondo subyacente. Nos confirman esta sencilla idea unos discos colocados sobre las casillas de un tablero parcialmente en sombra (véase la figura 5). Aparecen con tonalidades diferentes discos que tienen idénticos contrastes locales. Por otro lado, un mismo tono gris puede observarse en discos con diferentes contrastes locales.
Todas las piezas unidas Consideremos otra ilusión visual, que arroja luz sobre el modo en que el cerebro decide los elementos que han de agruparse cuando discrimina patrones luminosos. Imaginemos un signo “más” negro, con dos triángulos grises (véase el recuadro). Uno de los triángulos se encaja en la zona blanca limitada por el “codo” de la cruz; el otro se inserta dentro de una de las barras negras. Los dos triángulos grises, idénticos, se hallan rodeados por superficies idénticas: blancas por la hipotenusa y negras por ambos catetos. Pero el triángulo de abajo, dentro de la barra negra, “pertenece” a la cruz negra, mientras que el de arriba parece formar parte del fondo blanco inmediato. Fijémonos en las intersecciones de bordes. Cuando se juntan bordes formando una especie de unión en T, el cerebro parece asociar las regiones divididas por el brazo vertical de la T, pero no las que separa el brazo horizontal. Esta interpretación de las uniones en T como guía para que el cerebro establezca grupos se aplica a otra ilusión óptica, creada por Michael White. Comprende una serie de barras negras horizontales apiladas, con espacios blancos interpuestos. Las barras grises con más negro que blanco alrededor parecen más oscuras (no más claras) que las barras grises rodeadas en su mayoría por blanco. Las uniones en T situadas en las esquinas de las barras grises sugieren que las barras grises de la izquierda están en el mismo plano que el fondo blanco; en cambio, las Mente y cerebro 23/2007
de la derecha parecen pertenecer al plano de las barras negras. Paola Bressan, del departamento de psicología de la Universidad de Padua, creó un efecto de “calabozo”, que profundiza en los mecanismos de agrupación del cerebro. Los cuadrados grises del recuadro “El poder de los grupos”, en su centro derecha, rodeados de negro, aparecen más oscuros que los del centro izquierda que están incrustados en blanco. Este efecto puede obedecer a que los elementos grises de la derecha parezcan estar en el mismo plano que el fondo blanco, y no así las barras negras de la reja carcelaria. A la misma conclusión llega un efecto de contraste inverso ideado por Elias Economou, de la Universidad de Creta. La barra gris (mismo recuadro, abajo, a la derecha) aparece más oscura, pese a estar totalmente rodeada de negro, probablemente porque forma parte del grupo de barras blancas. Estos divertidos efectos conducen también a una conclusión importante: para determinar los niveles de gris percibidos el cerebro no puede limitarse a comparar las luminancias de dos superficies contiguas. Tiene que hacer intervenir el contexto de un modo muy refinado. El hecho de que la mayoría de la gente no se entere de la dificultad del problema atestigua el extraordinario logro que supone el sistema visual humano.
Una visión de conjunto El consenso científico sobre el proceso cerebral del blanco y el negro sigue todavía sin alcanzarse. En la actualidad existen tres clases de teorías, de niveles alto, medio y bajo. Las de bajo nivel se basan en unos mecanismos neuronales de filtrado espacial que codifican el contraste local, pero fallan en la predicción de las tonalidades de gris que ve la gente. Las teorías de alto nivel tratan la computación de los tonos grises a la manera de un proceso intelectual inconsciente en el que automáticamente se toma en cuenta la intensidad de la luz que ilumina una superficie. Estos procesos pueden atraer intuitivamente pero no nos explican qué parte del cerebro interviene ni la manera de programar
un robot. Las teorías de nivel medio analizan múltiples marcos de referencia dentro de cada escena, cada uno con su anclaje propio. Estas teorías especifican las operaciones de procesamiento de los tonos blancos, negros y grises mejor que las de alto nivel; además, explican la percepción humana de las superficies grises más satisfactoriamente que las de bajo nivel. Para que podamos entender de verdad este aspecto de la visión —o programar un robot para que actúe como nuestro sistema humano— necesitaremos, sin embargo, comprender mejor la manera de procesar las transiciones. El ojo humano, igual que el robot, empieza por un análisis bidimensional de la escena. ¿Cómo determina las regiones de la imagen que han de agruparse y tener asignado un anclaje común? Los científicos de la visión seguirán formulando hipótesis y las someterán a prueba. Así, paso a paso, obligaremos al sistema visual a revelar sus secretos. La decodificación de los procesos visuales humanos tal vez sea el mejor camino que se nos ofrece para la construcción de robots. Pero aún tiene más importancia el que nos deje entrever cómo trabaja el cerebro.
ALAN GILCHRIST es profesor del departamento de psicología en la Universidad de Rutgers. Estudia la percepción visual, sobre todo el “soporte lógico” que utiliza el sistema visual para decodificar la imagen retiniana. Su último libro, Seeing Black and White, es fruto de 20 años de investigación. Bibliografía complementaria THE PERCEPTION OF NEUTRAL COLORS. Hans Wallach en Scientific American, vol. 208, n.o 1, págs. 107-116; enero de 1963. LA PERCEPCIÓN DE LOS BLANCOS Y NESUPERFICIES. Alan Gilchrist en Investigación y Ciencia, págs. 58-70; mayo de 1979. GROS DE LAS
LIGHTNESS PERCEPTION. Alan Gilchrist en MIT Encyclopedia of Cognitive Sciences. Preparado por R. A. Wilson y F. C. Keil. M.I.T. Press, 1999. SEEING BLACK AND WHITE. Alan Gilchrist. Oxford University Press, 2006.
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ENTREVISTA
Un sentido universal por las matemáticas No deberíamos dejar entumecerse nuestro sentido por los números, propone Stanislas Dehaene. Un sentido inserto en los genes
Michael Springer
Mente y cerebro: ¿Qué aspectos de nuestro sentido de los números hemos heredado en el curso de la evolución y cuáles son fruto del desarrollo de la cultura? Stanislas Dehaene: La investigación en psicología de los últimos decenios ha mostrado que los números no son meros constructos, que nos empezaron a inculcar en la escuela. Algunos aspectos de las cantidades ya son habituales en los niños pequeños antes de que se les inicie en la aritmética, antes incluso de que aprendan a hablar. Afirmaciones que valen también para la captación de conjuntos reducidos e incluso para la apreciación de cantidades algo mayores. Para mostrarlo, bastan unos experimentos muy sencillos: los bebés se acostumbran a un determinado grupo de objetos que aparecen en la pantalla, por ejemplo, ocho piezas. Para que no retengan simplemente el dibujo, se cambia cada vez la disposición de los objetos. Si se introduce, de pronto, otro número de objetos, pongamos por caso 16 (con características muy similares, como grosor de los objetos y luminosidad de la pantalla), entonces se aprecia una alteración considerable en la reacción de los pequeños: miran más tiempo a la pantalla. Myc: ¿A qué edad se desarrolla el sentido de la cantidad? Dehaene: A los cuatro o seis meses, los niños distinguen ocho puntos de 44
16; con nueve meses reconocen que ocho es distinto de doce y, para algunos, incluso de diez. Es decir, cada vez precisan más. Es verdad que los muy pequeños se revelan incapaces de distinguir entre un grupo de ocho y otro de nueve puntos. Pero logran estimaciones muy aproximadas. Myc: ¿Existe una capacidad innata para los números? Dehaene: No me gusta mucho la palabra “innato”, pues la investigación ha de explicar sobre todo cómo se pone al descubierto esta capacidad en el decurso del desarrollo individual; cierto que hay un fundamento genético y probablemente se ha adquirido porque esta capacidad era beneficiosa en la evolución. Está presente incluso en especies muy alejadas de la nuestra. Entre los primates, que evolutivamente se hallan mucho más cerca de nosotros, se encuentran unidades celulares específicas, que se activan ante un número determinado de objetos. Si un mono ve tres objetos, reacciona un grupo celular concreto; si ve cinco, se activa otro grupo celular. Myc: ¿Ocurre eso también con los bebés humanos? Dehaene: Sí; no se trata sólo de la capacidad de percibir números, sino, hasta un determinado grado, de manipularlos e incluso de prever los resultados de manipulaciones sencillas. Con unos experimentos elegantes, lo demostró Karen Wynn, de la Universidad
STANISLAS DEHAENE dirige la Unidad de Técnicas de Formación de Neuroimágenes del Hospital Frédéric Joliot de Orsay. Se dedica al estudio del conocimiento de los números.
de Yale: si se le enseña a un bebé un objeto y después otro, espera ver dos objetos al final. Recientemente, Wynn ha generalizado estos resultados: si a un lactante se le presentan cinco objetos, que se ocultan después tras una pantalla, y a continuación otras cinco cosas, entonces esperará que haya unos diez; y si, al final, se encuentra sólo con cinco, se queda perplejo. Es decir, está provisto de una capacidad de combinar, en una operación sencilla, Mente y cerebro 23/2007
Myc: ¿Cómo modifica nuestra cultura este talento para combinar cantidades? Dehaene: Añade un sistema de símbolos, sean éstos las palabras ‘uno’, ‘dos’, ‘tres’, ‘cuatro’ o las cifras arábigas correspondientes. Estos conceptos nos posibilitan designar cantidades exactas y, con ellos, diferenciar siete de ocho. Es obvio que presupone la capacidad de contar. El concepto de número y el contar son hallazgos culturales tardíos. Culturas cuyas lenguas sólo tienen unos pocos numerales, proceden según cabría esperar de acuerdo con nuestras investigaciones: permiten evaluar cantidades, pero no se hallan capacitadas para efectuar cálculos exactos. Este fue el resultado de nuestros estudios con las lenguas amazónicas. Myc: De sus investigaciones, ¿se pueden sacar recomendaciones de cómo enseñar a contar a los niños? Dehaene: En nuestro laboratorio experimentamos bajo condiciones muy artificiosas. Yo no me tomaría la libertad de evaluar una política educativa. Con todo, nuestra investigación evidencia que los niños tienen una viva intuición para la aritmética. Pero la pierden en la escuela. Estoy convencido de que todos tenemos la capacidad de desarrollar un buen sentido para los números y, a partir de aquí, progresar hacia la matemática superior. Myc: ¿Por qué pierden los escolares este sentido de los números? Dehaene: Al parecer, nuestra enseñanza no establece ninguna conexión entre los símbolos y la intuición. Los escolares consideran la matemática un mero juego formal, en el que no hay nada que entender; por así decir, su olfato no desempeña ninguna función. Acaban cometiendo fallos garrafales, por ejemplo, dando como resultado de una resta un número mayor que el minuendo, sin que les sorprenda. Myc: ¿Y qué significa en la práctica? ¿Hay que desterrar del aula la calculadora de bolsillo? Dehaene: Hay que fomentar, ante todo, la intuición infantil, y para lograrlo es más adecuado el ábaco Mente y cerebro 23/2007
mecánico, utilizado por los chinos, que la calculadora electrónica. En ese bastidor se juega con bolas de madera. Los niños aprenden plásticamente a observar y comprender números; el ábaco convierte objetos físicos en símbolos con los que se puede contar. Myc: Usted aboga por una maquinilla de cálculo anticuada... Dehaene: Sí; pues ese ingenio constituye probablemente la razón de que muchos países asiáticos se sitúen entre los primeros en el informe PISA. Opera de dos formas: fomenta la intuición y, a la vez, el cálculo exacto. Hay otros muchos utensilios equiparables, por ejemplo, los juegos de tablero, en los que se ha de mover la figura, contar casillas y valorar la distancia a recorrer. Estos artefactos fomentan la intuición infantil, pues relacionan las cifras con el sentido de distancia, de cantidad, etcétera. Si me pregunta por las calculadoras, creo que son una excelente herramienta para expandir las fronteras de nuestro cerebro. No somos muy buenos multiplicando; la calculadora lo puede hacer por nosotros. Pero los maestros no deberían introducirla a los escolares demasiado pronto, si no quieren que éstos pierdan la estrecha conexión entre cifras y su sentido por cantidades y objetos físicos. Myc: Como neurólogo, ¿qué puede usted aprender de niños que tienen dificultades con el cálculo? Dehaene: En primer lugar, aprendimos mucho con el estudio de adultos que habían sufrido un derrame cerebral o una lesión subsecuente a la extirpación de un tumor. Descubrimos que en el cerebro hay sistemas modulares, que son competentes en tareas específicas, de modo que un paciente puede perder la capacidad de multiplicar, pero no la de restar, o viceversa. Algunos pacientes no saben ya qué hacer con los números, no pueden ni siquiera distinguir si el cuatro es menor que el seis. Si estas personas contemplan un conjunto de puntos, no distinguen si son dos o tres (los han de contar), en tanto que nosotros, los sanos, captamos directamente la cantidad. En ocasiones, el mismo trastorno se presenta entre los pequeños. Estimamos que un cinco por ciento
STEFANIE SCHMITT / GEHIRN&GEIST
dos números; por supuesto, sólo como valor aproximado.
LA MAQUINA DE LA INTUICION. El ábaco conecta la visión concreta con el cálculo abstracto; en opinión de los neurólogos, el secreto del éxito de una buena clase de aritmética.
de los niños tienen un auténtico problema con el sentido de los números, es decir, sufren discalculia. Carecen de intuición para las cantidades. Entre los prematuros es más frecuente. Constituye también una enfermedad hereditaria, el síndrome de Turner, que sólo afecta a las mujeres; las niñas muestran una dificultad enfermiza ante la aritmética. Myc: ¿Y ahora la puede localizar en el cerebro? Dehaene: Sí. Cuando se hace una investigación anatómico-cerebral de estas dolencias, llama la atención el sulcus intraparietal. A esa zona profunda, que se halla en cada uno de los dos hemisferios, remiten no sólo los datos personales de pacientes infantiles y adultos, sino también los de las personas normales del grupo control: si comparamos números y pensamos en cantidades, activamos esa región. Por otra parte, en el cerebro de los monos hay un área análoga 45
donde encontramos los inicios de las mencionadas neuronas numéricas. Myc: ¿Es responsable esta región también de determinada discalculia? Dehaene: El sulcus intraparietal es un candidato muy bueno para situar en él la sede del “sentido por los números” o, dicho con mayor exactitud, del sentido de la cantidad aproximada. Si esta zona se lesiona en la primera infancia, los niños muestran problemas característicos en su trato con los números. Pero el cerebro es un órgano muy plástico. Se modifica sin cesar, aun cuando se haya dañado. Myc: Propone terapias... Dehaene: Una vez diagnosticada una discalculia, abordamos los programas de rehabilitación. Con Anna Wilson he desarrollado un software que se basa en un juego de tablero: en él los números abstractos se presentan en grupos espaciales, que, a su vez, se conectan con números arábigos. Confiamos, a través del entrenamiento de la conexión entre grupos, espacio, números arábigos y nombres de números, reestablecer la estrecha relación, que es normal en la aritmética infantil.
Myc: ¿Podrían aplicarse esos programas de entrenamiento en las clases de matemáticas? Dehaene: Si el mencionado software de rehabilitación funciona, será muy útil también para los niños sanos, al ofrecerles un sistema de retroactividad variado y rico, cuando se ocupan del paso de cantidades a símbolos. El proyecto Learning Sciences and Brain Research nos lo ha subvencionado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Fomenta nuevos programas de aprendizaje derivados de la investigación en neurociencias. Nuestro objetivo es que los niños vivan el contacto con los números como un juego y no como una clase de matemáticas. Pronto conoceremos su eficacia real. Para el futuro proyectamos estudiar, con procedimientos de formación de imágenes, el cerebro antes y después de la rehabilitación. De ese modo sabremos si hemos logrado no sólo superar la discalculia, sino también transformar las áreas cerebrales pertinentes. Myc: ¿Propone, pues, la investigación neuronal como formación del profesorado?
Dehaene: No quisiera dar la impresión de que todo niño que fracasa en la escuela padece una lesión cerebral, que está ligada a causas muy tempranas o hasta genéticas. A veces, los maestros se precipitan en responsabilizar al cerebro. Tras todo proceso de aprendizaje hay, por supuesto, procesos neuronales. Mas, a la inversa, tras todo déficit de aprendizaje no hay una lesión cerebral. Algunos escolares tienen, de hecho, déficits básicos y necesitan una ayuda urgente, pero otros probablemente sólo sufren la mencionada falta de conexión entre símbolos e intuición, y esto le puede pasar a cualquiera que, en la clase de matemáticas, se halla desmotivado por el maestro o sus métodos. Pero yo creo que podemos restablecer la autoestima, si jugamos con ellos unas partidas sencillas y les mostramos conceptos matemáticos en acción, en lugar de sólo en la abstracta situación de clase. Bibliografía complementaria DER ZAHLENSINN ODER WARUM WIR RECHNEN KÖNNEN. S. Dehaene. Birkhäuser, Basilea, 1999.
Resolución de problemas complejos Nuestro aparato cognitivo está capacitado para resolver problemas complejos, aunque con notable esfuerzo. Por eso deberíamos cultivar y educar esa facultad
Annette Lessmöllmann
l profesor Joachim Funke es, desde 1967, catedrático de psicología general de la Universidad de Heidelberg. Durante largo tiempo se ha venido dedicando a la investigación sobre solución de problemas en dominios complejos. Con él hemos pasado revista a la situación de ese tema de interés creciente en nuestra sociedad.
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Mente y cerebro: Profesor Funke, ¿qué sabe el Homo sapiens sobre la resolución de problemas? Joachim Funke: Mucho. Pisamos la Luna y nos espera Marte para el año 2040. Pero también somos capaces de transformar nuestro mundo en un oscuro desierto. Myc: ¿Un psicólogo interesado por la misión a Marte?
Funke: Algunas de mis doctorandas se ocupan justamente de los problemas que pueden surgir en la misión de Marte. Los astronautas habrán de pasar unos años en una estrecha cabina. En esas circunstancias, hasta las personas más templadas se exponen a situaciones límite, que les destrozan los nervios. ¿Cómo afrontar tales situaciones? Buscamos soluciones a tales problemas. Mente y cerebro 23/2007
Myc: ¿Qué estrategias propone su laboratorio? Funke: El método clásico se apoya en la comparación analógica: ¿qué problemas psíquicos acostumbran aflorar en las estaciones de la Atlántida? Existen semejanzas, aunque también diferencias palmarias; en los hielos eternos los investigadores se pueden mover con libertad. Una vez reconocido el problema viene la fase de exponer sugerencias novedosas o rutinarias. Myc: Algunas medidas parecen rutinarias, por obligadas, y sin embargo fracasan. Recuérdese lo que aconteció con la catástrofe de Nueva Orleans. Funke: El caso del huracán “Katrina” constituye un buen ejemplo de pésima solución de los problemas. Las inundaciones catastróficas no encierran ninguna novedad. Hay expertos que saben cómo abordar estos problemas. Lo que no sucedió con Fema (Agencia federal de gestión de las emergencias): ni evaluó las dimensiones del fenómeno, ni captó el núcleo de problema. Sufrimos las consecuencias. Myc: ¿Qué podría aportar un psicólogo de la cognición? Funke: Le responderé con un ejemplo. Los psicólogos sociales hablan del fenómeno “Social Loafing”, es decir, la hamaca social. En ese marco, los participantes carecen de motivación y se apoyan en la iniciativa de otra persona; al final, el rendimiento del grupo es escaso. En un ensayo realizado en nuestro centro, planteamos a los voluntarios problemas de distinto grado de dificultad, dejando campo abierto para que apareciera esa estrategia cómoda. En la situación más sencilla —los probandos tenían que sofocar un fuego simulado en el bosque, procurando el suministro el agua— la holgazanería es la causa de las consecuencias conocidas: toda la dirección es mala. Pero en la situación más difícil, en la que los probandos tenían que procurar además suministro de gasolina para los camiones cisterna y los helicópteros, esa misma dirección resultó sorprendente: cuando algunos individuos se retraen, se obtienen en general mejores resultados. Nuestra explicación a este fenómeno Mente y cerebro 23/2007
es que las personas, en determinados contextos, reconocen presto quién es la persona más apropiada para solucionar un problema y a ella le ceden la iniciativa. Ello nos indica por dónde se inclinan los sujetos ante una situación social problemática. Myc: ¿Por qué fracasamos tan a menudo en estas situaciones? Funke: Con frecuencia los problemas a resolver nos vienen dados de fuera. No nacen de una necesidad interna de los participantes. De ahí el desinterés a la hora de acometer la cuestión. En la extinción de un incendio la motivación surge de una situación de necesidad inmediata, de forma que la persona competente toma la iniciativa casi automáticamente, en vez de retraerse. Myc: Sus probandos resuelven problemas complejos en escenarios proyectados en una pantalla. ¿Hasta qué punto puede extrapolarse su comportamiento al mundo real? Funke: El experimento de laboratorio es sólo una vía, que debe completarse con la investigación de campo. Equipos de bomberos de Australia me han invitado a presenciar su sistema de sofocar incendios y a recomendarles métodos para mejorar su actividad. No es lo mismo que “jugar a bomberos”. En el laboratorio faltan algunos componentes: no hay olores, ni peligro de muerte. Además, in situ se percibe, por ejemplo, la consternación personal, algo que motiva mucho a los bomberos. Myc: ¿Y hay entrenamientos para aumentar la competencia a la hora de solucionar los problemas? Funke: Con simulaciones de ordenador podemos echar mano de la cámara rápida y, de este modo, reflexionar mejor sobre procesos lejanos en el tiempo. Y es que hay algo que el hombre no sabe hacer bien: prever el futuro. Myc: ¿Se dan colisiones de intereses contrapuestos? Funke: Siempre que se han de tomar decisiones en ambientes complejos aflora la contraposición de valores: si quiero pagarle un salario mayor al empleado, debo recortar el importe
JOACHIM FUNKE, nacido en 1953, se doctoró en 1984 en psicología, por la Universidad de Trier. Desde 1967 es catedrático en la Universidad de Heidelberg.
de mis ganancias. Pero, ¿no resulta acaso más rentable un empleado mejor remunerado? Todo ello son cuestiones que afectan a nuestra escala de valores: lo justo, lo conveniente, lo merecido, etcétera. No se trata sólo de procesos cognitivos. Myc: ¿Qué incidencia tiene el grupo cultural al que se pertenece? Funke: Stefan Strohschneider ha investigado las relaciones entre el mundo hindú y el alemán. Desde la vertiente de los procesos cognitivos, el solucionar problemas parece tener un recorrido igual por doquier. El hombre procede de forma similar, por encima de barreras culturales. Ello no obsta para que, cuanto más complejos son los problemas, tanto mayores resultan las diferencias culturales. Strohschneider demostró que el hindú intenta que sus acciones no alteren la estructura social: se esfuerza por caer bien a todos en su trabajo —sin acometer, por ejemplo, iniciativas personales— y prefiere acordarlo todo con el jefe. Los alemanes, por el contrario, se entregan a la cuestión sin prestar atención excesiva a la repercusión social de su forma de resolver los problemas. 47
MENTE, CEREBRO Y SOCIEDAD
Reflejos de la conciencia La ciencia avanza en el rastreo cerebral de los procesos mentales. ¿Se hará realidad algún día el viejo sueño de leer los pensamientos? n el año 2004, Uri Hasson y Rafael Malach, del Instituto Weizmann de Rehovot, idearon un ensayo de laboratorio insólitamente cercano a las condiciones reales de la vida. Mostraron a un grupo de voluntarios, imágenes del western clásico El bueno, el feo y el malo, mientras el tomógrafo de espín nuclear registraba su actividad neuronal. Los sujetos sólo tenían que contemplar, relajados, la película protagonizada por Clint Eastwood. Frente a un estímulo tan complejo como el de una película, la atención del espectador, cabe esperar, salta de un asunto a otro, diferentes entre sí, y forja asociaciones variopintas. Con todo, los científicos
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UNA MIRADA AL INTERIOR. Los progresos técnicos permiten elaborar algunas predicciones sobre la vivencia consciente de un voluntario a partir de las imágenes cerebrales.
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comprobaron con asombro que la actividad cerebral registrada entre los probandos coincidía en un 30 por ciento. Más todavía: Hasson y sus colaboradores revelaron que algunas escenas concretas estimulaban determinadas zonas cerebrales. Los primeros planos del protagonista estimulaban la parte posterior de la circunvolución fusiforme, decisiva en el reconocimiento de los rostros. El roce del revólver con los dedos disparaba las neuronas del surco poscentral que se ocupan de la percepción corporal. Al poco tiempo, otro grupo de la Universidad de Pittsburgh avanzaron un paso más: si se sabe en qué momento se disparan determinadas regiones cerebrales, ¿no se podría
averiguar si el sujeto en cuestión está viendo o escuchando algo, ríe o se encuentra triste? ¿Podríamos explorar por esa vía las percepciones conscientes o incluso leer los pensamientos?
Mira quién investiga Los investigadores norteamericanos tomaron por modelo de estímulo imágenes de la serie televisiva “Home Improvement” (“Un chapuzas en casa”). Elaboraron tres secuencias de 25 minutos a partir de varios capítulos de la serie y los presentaron a tres voluntarios. El tomógrafo de resonancia magnética registraba, entre tanto, la actividad cerebral. Por último, los probandos dieron su opinión sobre las escenas contempladas: ¿Hay diálogos en la escena? ¿Les ha gustado? ¿Había animación musical? Investigaron 12 categorías diferentes, desde la música hasta el grado de diversión, que los probandos habían percibido de manera consciente. El conjunto recogido de datos sirvió de punto de partida para un concurso. Se solicitó a grupos de científicos del mundo entero que descubrieran qué pasaba por la cabeza de sus respectivos voluntarios. Sobre la base de la resonancia magnética cerebral tomada en los dos primeros ciclos, incluida la información correspondiente, se decidió descifrar las percepciones de la tercera secuencia mostrada. En total, 44 grupos presentaron sus soluciones. A mediados de junio de 2006 se eligió al ganador en una conferencia celebrada en Florencia. El primer premio, dotado con 10.000 dólares, se adjudicó al grupo de Emanuele Olivetti, de la Universidad de Trento. Expertos en el análisis computarizado de cantidades ingentes de datos, Olivetti y sus colaboradores no se habían Mente y cerebro 23/2007
dedicado nunca a la investigación cerebral, hasta entonces. Tras un mes de trabajo de programación, desarrollaron un algoritmo que predecía, con una tasa de aciertos de hasta el 84 por ciento, lo que los probandos de Pittsburgh habían notado poco antes. El programa preveía los elementos de la música y del habla, pero tropezaba con más dificultades para reconocer los sentimientos del observador o su grado de concentración. Fracasaron con estrépito a la hora de adivinar si en las escenas correspondientes se había tomado o no algún alimento. La estrategia resolutiva de Greg Stephens, físico de la Universidad de Princeton, que ocupó la segunda plaza, tampoco provenía de la neurofisiología. “Nosotros reducimos el problema a un planteamiento matemático, como cuando se ha de trazar una recta óptima a través de varios puntos”, aclaró Stephens. “En cuanto obtuvimos el modelo, realizamos una estimación bastante acertada en fracciones de segundo.” ¿En qué lugar quedaron los investigadores del cerebro que parecían especialmente predestinados para estas tareas? Sorprendentemente, sus resultados fueron bastante peores; todos ellos se inclinaron menos por la estadística que por el procesamiento cerebral. En cambio, los vencedores del concurso acudieron a métodos matemáticos complejos, sin detenerse en demasía sobre el modo de funcionamiento del cerebro. ¿Significa el ensayo anterior que los conocimientos adquiridos a través de la investigación neural durante 20 años no ofrecen ninguna ventaja frente a la detección exclusivamente matemática de los patrones? Para Fabrizio Esposito, de la Universidad de Nápoles, los investigadores del cerebro se habrían limitado hasta ahora a experimentos sencillos, como la contemplación de caras o la audición de sonidos. Y no disponen de ningún modelo capaz de analizar secuencias complejas en las que sucedan muchas cosas al mismo tiempo. Según Walter Schneider, de la Universidad de Pittsburgh, el objetivo de la reunión era recabar mayor información sobre la regulación de los proMente y cerebro 23/2007
cesos cerebrales y la representación de las vivencias conscientes. Para Olivetti, no se cuenta con ninguna interpretación neurofisiológica de los datos. Tal es el salto de la estadística a la anatomía cerebral. Pero los investigadores del cerebro no se quedaron ociosos en el desciframiento de los contenidos conscientes. En el año 2000, Kathleen O’Craven y Nancy Kanwisher predecían con acierto, a partir de las señales cerebrales, si un probando estaba contemplado una cara o una casa. Sólo con el patrón de actividad neuronal podía discriminarse esa circunstancia en el 85 por ciento de los casos. Ante resultados de ese tenor, crece el número de investigadores decididos a encontrar métodos para conocer lo que están contemplando o pensando en ese momento las personas. Los avances en la interpretación de los datos de imagen son muy útiles: los nuevos programas descifran patrones complejos a partir de las proyecciones de la actividad cerebral. Este tipo de análisis permite, además, detectar contenidos perceptivos con datos recabados de la resonancia magnética que contienen algo de ruido y no demasiada resolución. Se reconocen incluso percepciones inconscientes de los probandos. A este respecto, John-Dylan Haynes, del Instituto Max Planck de Ciencias de la Cognición y Neurociencias de Leipzig, y Geraint Rees, del Colegio Universitario de Londres, adivinaron la orientación de una retícula presentada en la pantalla a los probandos, a partir de la actividad cerebral de éstos. El experimento, efectuado en 2005, consistió en inclinar 45 grados a la izquierda y después otros 45 grados a la derecha una retícula inicialmente vertical. A continuación, introdujeron el registro cerebral de la corteza visual primaria en un programa, que dio la respuesta correcta en 8 de 10 casos. Más aún, se alcanzó una tasa de aciertos del 60 por ciento —superior al límite del azar—, aun cuando los voluntarios no percibieran conscientemente las imágenes, ocultadas con otros estímulos en sucesión rápida. Más asombroso fue el resultado obtenido por los mismos investigadores en otro experimento. Ahora, los
voluntarios contemplaban, a través de un aparato especial, un círculo rojo en uno de los ojos y otro azul en el otro. Esta “rivalidad binocular” la resuelve el aparato visual fusionando uno y otro color; en ningún caso contemplando o mezclando ambos al mismo tiempo. La mayoría de las personas puede controlar de forma consciente el color que desea ver. De nuevo, Haynes y Rees introdujeron las señales de las regiones de la corteza visual en su programa de reconocimiento de los patrones y lograron establecer con un 90 por ciento de aciertos la percepción correspondiente. Pero, ¿no resulta acaso excesivamente pretencioso asociar la “lectura del pensamiento” a resultados de ese tipo? El estudio anterior de O’Craven y Kanwisher proporcionó indicios fiables de cuándo una persona veía una cara o un edificio. Qué cara o qué edificio, constituyen, de momento, una verdadera incógnita. Walter Schneider considera que el concurso adolecía, en este sentido, de un fallo: “Sabíamos desde el principio qué habíamos mostrado a los probandos”. Esta objeción no se puede esgrimir contra el estudio de Haynes con los círculos azul y rojo, pues los expertos ignoraban el tipo de estímulo que habían percibido los probandos. Toda la información debía extraerse exclusivamente del cerebro del participante. Los círculos de colores no constituyen, sin embargo, paradigma alguno de los pensamientos arraigados en la profundidad del cerebro. La ciencia sigue en su afán para descifrar las intenciones a través del espín nuclear.
STEPHAN SCHLEIM investiga en el hospital clínico de la Universidad de Bonn.
Bibliografía complementaria INTERSUBJECT SYNCHRONIZATION OF CORTICAL ACTIVITY DURING NATURAL VISION. U. Hasson et al. en Science, vol. 303, n.o 5664, págs. 1634-1640; 2004. DECODING MENTAL STATES FROM BRAIN ACTIVITY IN HUMANS. J.-D. Haynes y G. Rees en Nature Reviews Neuroscience, vol. 7, págs. 523-534; 2006.
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Ejercitación de la conciencia Cuanto más avanzan los investigadores en descifrar la neurobiología de nuestra conciencia, tanto más apremiante es la pregunta: ¿la abordamos correctamente? ay algo que apenas se puede discutir: el desarrollo acelerado de las ciencias cognitivas y neurológicas tiene muchos aspectos positivos. Ofrece sus aportaciones a los clásicos objetivos de la filosofía occidental, como al ideal del conocimiento de uno mismo. Nos acerca también el objetivo explícito de la Ilustración. Immanuel Kant lo caracterizó como “la salida del hombre de la autoculpable minoría de edad”. Estamos llamados a pensar por nosotros mismos, a mejorarnos a nosotros y a la sociedad con una comprensión racional, a entender las leyes de la naturaleza y a enriquecer nuestra vida. No debemos olvidar el beneficio reportado en los aspectos prácticos de la investigación del cerebro, con mejores medidas preventivas en casos de enfermedades nerviosas, con nuevos medicamentos, con una pedagogía examinada algo más minuciosamente, unos ordenadores algo más eficientes y un entorno mediático algo más atractivo. En pocas palabras: muchas nuevas ideas y posibilidades de actuar están a punto de llegar gracias a las neurociencias. Puesto que vamos aprendiendo cada vez más sobre los fundamentos biológicos de nuestra conciencia, desde hace algún tiempo caminamos hacia una teoría de los estados mentales. Sólo en el plano de la transformación técnica de este nuevo saber se abrirán en el futuro unas libertades de acción cada vez mayores, en las que no sólo fracasan nuestras intuiciones éticas y las concepciones clásicas de la moral. Las nuevas aplicaciones médicas —neuroprótesis, clasificadores afectivos o “reforzadores cognitivos”— representan sólo unos primeros indicios de un desarrollo más amplio. Las futuras técnicas neuronales y de la información podrían convertirse a menudo en “técnicas de la conciencia”.
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Nuestra experiencia subjetiva podría controlarse, gobernarse y manipularse más eficazmente. Necesitamos, pues, no sólo una ética aplicada de la investigación para las ciencias neuronales y del conocimiento, sino también una “ética de la conciencia”: si nosotros podemos influir cada vez más y con más precisión en nuestra propia conciencia, entonces hemos de reflexionar sobre qué estados de conciencia son realmente deseables. Defiendo la creación de una nueva especialidad de la ética aplicada, que podría abarcar los nuevos retos bajo un tema común: ¿qué entender por un buen estado de conciencia?
¡Mueve tu mente! Los planteamientos concretos serían del tenor siguiente: ¿Qué estados de conciencia podemos atribuir a los seres no humanos? ¿Qué estados de conciencia deben aprender nuestros hijos? ¿Con qué estados de conciencia deberían morir las personas en nuestra sociedad? ¿Qué estados de conciencia artificiales queremos poner en práctica? ¿Se han de prohibir, en nuestra cultura, las experiencias espirituales desencadenadas por productos psicoactivos o queremos integrarlos en nuestra forma de vida? Y sobre todo: ¿Qué estados de conciencia han de ser legales y cuáles ilegales? ¿Sería preferible disponer de algo así como una “protección de datos de contenidos de conciencia”, una especie de tranquilidad de conciencia de la esfera mental íntima? ¿Es lícito que se haga público todo lo que la investigación cerebral puede hacer público? En la ética de la conciencia se trataría de una valoración normativa no de las formas de actuar, sino de las formas de vivencia. Por lo tanto, se podría definir la ética de la conciencia como aquella rama de la neuroética aplicada que se ocupa de
las acciones cuyo objetivo primario es modificar, en una dirección determinada, el “contenido fenoménico” de los estados mentales de los seres dotados de sensibilidad. Mas para ello necesitaríamos que hubiera una “neurofenomenología normativa” convincente, es decir, una concepción de lo que son estados de conciencia absolutamente buenos y deseables. Y, evidentemente, se replantearían también aquí todos los problemas filosóficos tradicionales y conocidos: ¿se dan en realidad hechos o cualidades morales? ¿Podemos conocer qué es bueno y generalizar ideas de valores para todos los humanos o incluso afianzarlos mediante una fundamentación última? En principio, quizá resulte imposible configurar una ética de la conciencia vinculante para todos. Pero no podemos valorar debidamente, en su conjunto, el desarrollo actual, si nos limitamos sólo a ofrecer soluciones para aplicaciones específicas, tales como las huellas dactilares cerebrales o nuestro trato con los animales. En último término se trata, pues, de las clásicas cuestiones filosóficas: qué entendemos por una vida buena, cómo debemos tratarnos entre nosotros, etcétera. Para esto necesitamos mucha buena filosofía. Una expresión clave de la ética de la conciencia es la de “entornos informativos”. La mente humana ha surgido en el curso de la evolución natural y se halla inserta en un sistema de tratamiento de información y representación. Nos encontramos rodeados de una red, cuya espesura crece sin cesar, de sistemas técnicos de tratamiento de información y representación. El cerebro vive en medio de una jungla de información proveniente de la radio, televisión e Internet. Moramos en una dinámica nube global de datos, que, de un tiempo a esta parte, ha empezado a fijar el ritmo de la vida lo mismo en el ocio que en el trabajo. Mente y cerebro 23/2007
SIGANIM / GEHIRN&GEIST
DEFENSAS MENTALES. Para que los niños no se pierdan en la jungla mediática de la información, podrían ejercitar su capacidad de concentración, por ejemplo, con la meditación.
Los medios de comunicación son técnicas asociadas a la conciencia. Deberíamos, pues, preguntarnos qué sería en este contexto un estado de conciencia bueno, pues muchos detalles apuntan ya a que el encaje informativo del cerebro empieza a cambiarlo. Los sistemas técnicos se aprestan a reconfigurar a sus creadores. Nuestros mundos interiores y sociales se transforman: pensamos apoyándonos en Internet, lo utilizamos como memoria externa, como lugar de intercambio de opiniones e impresiones y de entretenimiento, como prótesis cognitiva. Vamos aprendiendo a hacer varias cosas a la vez. Nuestro intervalo de atención se acorta. Muchas de nuestras relaciones han adoptado un carácter “incorpóreo”. ¿Mira su correo electrónico con más frecuencia de lo que realmente sería necesario? ¿Le Mente y cerebro 23/2007
resultan molestas las visitas, porque preferiría navegar por la Red? Los psiquiatras han acuñado la expresión “adicción en línea” para designar el proceso. Aumenta el número de niños e incluso de universitarios que sufren trastornos de atención y han perdido capacidad de concentración en informaciones seriadas. La cultura de la lectura está en retroceso. El problema central de la ética de la conciencia reside, pues, en evaluar debidamente la “atención”. La capacidad de estar atento es un valioso recurso surgido en el transcurso de la evolución que nuestros cerebros ponen a nuestra disposición a escala limitada. Se requiere atención para escuchar a los demás (y a uno mismo). Se requiere atención para gozar de los sentidos, aprender o amar, para sintonizar con la naturaleza. En el fondo, no es imaginable una vida plena sin hallarse atento. Por otra
parte, existe una industria altamente especializada —”la depredadora de la atención”—, que agrede, desde la jungla de los medios de comunicación, no sólo a niños y jóvenes, sino también a los adultos, para arrebatarnos tan escaso recurso. En especial la industria de la publicidad y del ocio ataca cada vez más agresivamente nuestra actividad afectiva, nuestra “sensibilidad atencional”; y, por supuesto, se aprovecha de los recientes conocimientos de las ciencias del conocimiento y de la investigación del cerebro. La respuesta a este problema podría denominarse “gestión moderna de la atención” que, en la medida de lo posible, debería combinarse con la neuropedagogía (un segundo campo de aplicación concreta): una gestión de la atención en forma de una instrucción, ideológicamente neutra, de la meditación en los colegios sería un instrumento para transmitir con la debida antelación la capacidad decisiva de controlar con tino el grado de su conciencia. 51
Esto tendría varias consecuencias positivas: primera, los escolares podrían reconocer, en primer lugar respecto de sí mismos, la limitación del “recurso atención”; segunda, podrían aprender una técnica con la que entrenar, estabilizar y maximizar su propia vigilancia y capacidad de concentración; y tercera, poseerían, entonces, un medio con el que podrían defenderse con acierto contra los ataques de los depredadores de la atención.
Nace una nueva cultura de la conciencia Una ética racional de la conciencia en la pedagogía implicaría brindar formas secularizadas y desideologizadas de autoanálisis, por así decir, bajo el lema “¿cómo me las arreglo como es debido con mi cerebro?”. Se trata —siguiendo a Kant y con un sentido totalmente clásico— de hacer que los niños lleguen a ser sujetos mayores de edad. Para lograrlo, se podría enseñar en las escuelas no sólo técnicas de meditación, sino también técnicas de autorrelajación, de soñar despierto como percepción catatímica de imágenes, la mejora de la capacidad mnemónica de los sueños y el lúcido soñar. Esto posibilitaría a los niños buscar experiencias límite y descubrir, bajo su propia dirección, nuevos es-
tados de conciencia. Por eso la ética de la conciencia en la escuela podría significar ofrecer una “caja de herramientas neurofenomenológica” de destrezas básicas. Los instrumentos de esta caja consisten en técnicas sencillas de la conciencia que ayudan después al joven, cuando entra en contacto, a través de los padres o amigos, con el alcohol u otras drogas o se adentra cada vez más profundamente en entornos mediáticos para crearse un sistema de referencia de lo que realmente quiere. Cuando se presentan riesgos nuevos, necesitamos nuevas herramientas para defendernos contra ataques a nuestra propia salud mental. El instrumento de largo más importante es, en mi opinión, la capacidad de meditar. La cuestión básica sería aquí la misma: ¿Qué estados de conciencia queremos enseñar a nuestros hijos y cuáles no? Aquí no se trata de mi opinión personal sobre qué podría ser, quizás, un estado de conciencia valioso. Es una cuestión de principio: a la vista de las amplias posibilidades de manipulación, se ha de echar mano de los métodos clásicos y también del saber reciente, fruto de la investigación cerebral, para elevar la autonomía del individuo con el fin de que pueda hacer frente, con éxito, a los nuevos riesgos; pues ilustración tiene que ver
no sólo con desencanto, sino también con emancipación. He acuñado el término provisional “cultura de la conciencia” también con la segunda intención de estimular una discusión crítica de los problemas éticos y de desarrollar, por el trato autodeterminado con el cerebro propio, el nuevo contexto cultural que aún nos falta hoy. Una nueva cultura de la conciencia en la escuela debería sobrepasar el ideal formativo académico-intelectual; esta cultura facilita, a edad temprana, técnicas eficaces con las que los escolares pueden incrementar su autonomía en la relación con la mente y el cerebro propios. Evidentemente, éste es sólo uno de muchos ejemplos, y el desarrollo de una ética racional de la conciencia tendría que hacerse cargo aún de otras muchas funciones importantes.
THOMAS METZINGER es catedrático de filosofía en la Universidad Johannes Gutenberg de Mainz y presidente de la Sociedad de la Ciencia Cognitiva. Bibliografía complementaria DER BEGRIFF EINER BEWUSSTSEINSKULTUR. T. Metzinger en Jahrbuch 2002/2003 des Wissenschaftszentrums NRW, dirigido por G. Kaiser. Wissenschaftszentrum NRW; Düsseldorf.
El mito de los dos cerebros ¿Es del todo cierto que el hemisferio cerebral izquierdo es competente sobre la razón y el derecho sobre las emociones? e halla ampliamente difundida la idea de que el hemisferio cerebral izquierdo opera lógica y racionalmente y el derecho, en cambio, creativa y emocionalmente. Tal opinión tiene su origen en observaciones con pacientes que, tras un accidente o una enfermedad mental, habían perdido el habla. En 1863 Pierre Broca se percató de que semejante pérdida se manifestaba en
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pacientes con determinadas lesiones del hemisferio izquierdo. De lo que infirió que en él residía la capacidad lingüística. Andando el tiempo, Roger Sperry, premio Nobel de medicina, confirmó la “superioridad lingüística” del hemisferio cerebral izquierdo. Examinó a pacientes de cerebro disociado, a quienes se habían separado, por motivos terapéuticos, ambos hemis-
ferios. Después de la operación, los individuos podían reconocer los objetos en su campo de visión izquierdo (información visual elaborada por el hemisferio cerebral derecho, en virtud del cruzamiento de las vías ópticas), pero carecían de capacidad para nombrarlos. Con tal fin, la información debería ser trasladada del hemisferio cerebral derecho al izquierdo, que es competente en el lenguaje. Mente y cerebro 23/2007
Dado que el lenguaje, como logro máximo del ser humano, está asentado en la parte izquierda de la cabeza, los investigadores forjaron la idea de la “prevalencia” del hemisferio cerebral izquierdo. Hasta los años sesenta del siglo pasado, se consideraba al hemisferio derecho como “inferior”. Se conoció entonces el insospechado talento del hemisferio derecho en múltiples ejercicios espacio-visuales. Pacientes de cerebro escindido podían ordenar un rompecabezas mucho más rápidamente, si estaba a su izquierda (es decir, se ocupaba el “cerebro derecho”). No tardó en advertirse que el hemisferio derecho tiene una especial inclinación por las emociones; lesiones en la parte derecha del cerebro llevan, en ocasiones, a que a los afectados les cueste captar sentimientos en la cara del que está delante. Se dio, pues, por refutada la idea de dominancia y fue reemplazada por otra nueva: la actividad de la parte izquierda o la de la derecha va acompañada por determinados estilos de pensamiento: analítico, lógico y racional frente a creativo, holístico y emocional. Joseph Bogen (1926-
2005), uno de los pioneros en realizar disociaciones cerebrales, y Robert Ornstein, de la Universidad de Stanford, han llevado el tema al extremo: según ellos, el “hombre occidental” ejercita (con su focalización en el lenguaje, la escritura y el cálculo) preferentemente el estilo de pensamiento del cerebro izquierdo, mientras que posterga lamentablemente el derecho. Basándose en esta concepción, desarrollaron diversos métodos de enseñanza y aprendizaje, con el objetivo de liberar las fuerzas creativas del hemisferio cerebral derecho. Sin embargo, su fundamentación carece de apoyo suficiente: las asimetrías funcionales descritas del cerebro existen, pero quien deduzca de ahí estilos diferentes de pensar o incluso de personalidad, generaliza de forma improcedente los diagnósticos científicos para transferirlos a un nivel más elevado. No existen pruebas para sostener que una forma de pensar creativa y emocional corresponde al hemisferio derecho y, al izquierdo, una racional y lógica. Antes bien, todo parece indicar que ambos hemisferios participan en muchas capacidades complejas. Ha
quedado refutada la hipótesis de que el lenguaje es una cuestión exclusiva de la parte izquierda. La entonación y melodía de la frase se elabora con más intensidad por el hemisferio cerebral derecho. Hay investigadores que no aceptan que el hemisferio cerebral derecho tenga el monopolio de las emociones. Nuestro estado emocional es, al parecer, demasiado complicado como para que pueda ser controlado por una sola mitad del cerebro.
que la víctima misma se dirija a la policía. El código penal alemán no ve todavía en las persecuciones un hecho delictivo, por lo que a día de hoy no hay una jurisprudencia unitaria. Hasta ahora los funcionarios se remiten en su trabajo a otros delitos: allanamiento de morada, insultos o coacción. Sin embargo, los funcionarios pueden intervenir cuando existe una disposición judicial que prohibe al acosador acercarse a la víctima a menos de 150 metros de distancia; en el caso de no cumplir esta orden, la policía puede proceder contra él. Se prevé un endurecimiento de la legislación en un futuro próximo. Por encima de las diferencias de partidos
los políticos coinciden en que hay que proteger mejor a las víctimas del acoso. En una primera lectura del correspondiente proyecto de ley de 11 de mayo de 2006 el Congreso Federal alemán se pronunció por la creación del delito de “acoso grave”, que debe llenar el vacío legal existente. Y con este fin hay borradores que definen exactamente el hecho delictivo. Por ejemplo: “el acoso grave a través de los medios de comunicación”, o “la utilización abusiva de datos referidos a personas para promocionar productos”.
ULRIKE RIMMELE es neuróloga y etóloga en la Universidad de Zúrich. Bibliografía complementaria FMRI REVEALS BRAIN REGIONS MEDIATING SLOW PROSODIC MODULATIONS IN SPOKEN SENTENCES. M. Meyer, K. Alter, A. D. Friederici et al. en Human Brain Mapping, vol. 17, n.o 2, págs. 73-88; 2002. VALENCE, GENDER, AND LATERALIZATION OF FUNCTIONAL BRAIN ANATOMY IN EMOTION: A META-ANALYSIS OF FINDINGS FROM NEUROIMAGING. T. D. Wager, K. L. Phan, I. Liberzon et al. en Neuroimage, vol. 19, n.o 3, págs. 513-531; 2003.
Acoso El ejemplo alemán
os molinos de la legislación muelen despacio, para desgracia de las víctimas de acosos. Tomemos el ejemplo alemán. Policía y justicia se desenvuelven con limitaciones en su misión de ayudar a los afectados. La aproximación intentada a otra persona no constituye de suyo un hecho delictivo. Debe ser la víctima quien emprenda la iniciativa y formule la correspondiente denuncia. Bajo la presión de las cifras crecientes de casos de acoso entró en vigor en el año 2001 una nueva ley de protección ante la violencia. El artículo 1 protege contra acciones violentas y persecuciones. Bajo el supuesto de
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SABINE KERSEBAUM
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El contínuum de la La ciencia ofrece una respuesta clara y sorprendente a una cuestión muy controvertida
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homosexualidad Robert Epstein
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or la mañana de un típico sábado de verano, Matt y su esposa Sheila desayunaron en compañía de sus dos hijos de 5 y 8 años, cogieron después toallas, gafas de bucear y flotadores y, cargado todo en el coche, la familia se fue a pasar la tarde en la piscina. Matt y Sheila llevan felizmente casados 11 años. “Ella es mi compañera del alma”, afirma Matt. “Ni por todo el mundo cambiaría yo mi vida.” Pero habrá quienes digan que la vida de Matt se basa en una ilusión, que le resultará imposible ser marido y padre entregado. ¿Por qué? Matt había sido homosexual. Según la Organización Norteamericana de Varones Homosexuales y Lesbianas, y según al menos algunos expertos, los homosexuales no tienen ninguna opción alternativa respecto a su orientación sexual: el varón o la mujer que haya nacido homosexual, persistirá siempre homosexual. Y como Matt fue homosexual en su temprana juventud (de los 17 a los 24 años), continúan convencidos de que permanece en esa orientación. Presionado por una sociedad homófoba —una sociedad a la que le disgustan los homosexuales y los evita— lo único que ha hecho simplemente Matt es volver a “encerrarse en el armario”. El movimiento homosexual pone el énfasis, al menos en parte, en este enfoque porque los datos de las encuestas resaltan que las personas se muestran más comprensivos con la causa homosexual si creen que tal orientación es inmutable. La revelación pública hecha por James McGreevey al anunciar, en agosto de 2004 en una conferencia de prensa, su dimisión de gobernador
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de Nueva Jersey, parece corroborar esa opinión. Teniendo a su lado a su bella esposa, McGreevey reveló que estaba dispuesto a ceder a las solicitaciones y al acoso sexual de otro varón. Tal anuncio sugirió, por lo menos a algunos, que el dimisionario había sido siempre homosexual y que sus dos matrimonios y dos hijos serían menos auténticos. ¿Es válido tal enfoque? ¿O están en lo cierto quienes aseveran que la homosexualidad es mera opción voluntaria? Gran cantidad de datos científicos proporcionan una respuesta. Resulta claro que la orientación sexual casi nunca es perfilable con total nitidez, sino que existe en forma de un continuo en el que los genes y el entorno ambiental determinan de qué lado se inclinará el sujeto.
Proporciones bíblicas A la mayoría de las personas les es difícil pensar de un modo objetivo sobre la homosexualidad. Los prejuicios alcanzan proporciones literalmente bíblicas. Según el libro del Levítico, la homosexualidad —la masculina, al menos— está prohibida y se castiga con la muerte. En miles de púlpitos
norteamericanos se vienen repitiendo los preceptos bíblicos que fomentan en todos los estratos sociales la aversión contra la homosexualidad. Hasta hace escasos decenios, el prejuicio contra la homosexualidad persistía incluso entre profesionales de la psiquiatría. Por los años setenta, la mayoría de los terapeutas sostenía aún que la homosexualidad era un trastorno psicológico, una suerte de patología. En la edición de 1968 del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) —el indispensable instrumento diagnóstico usado por los terapeutas— se incluía la homosexualidad entre las desviaciones sexuales, ejemplo de una aberración en la que los intereses sexuales “se dirigen primordialmente hacia objetos que no son las personas del sexo opuesto”. Fueron en gran medida los propios homosexuales quienes —hartos de ser vistos como monstruos de la naturaleza— empezaron a sostener que su orientación sexual no era patológica. Un momento decisivo ocurrió el 27 de junio de 1969, cuando una redada de la policía en un bar homosexual de Greenwich Village, en la ciudad
de Nueva York, provocó una sonada algarada. Durante otros cinco días se siguió reuniendo allí una multitud que proclamaba sus derechos y protestaba contra la discriminación. Las algaradas de Stonewall, nombre del bar en cuestión, galvanizaron el moderno movimiento de los derechos de los homosexuales en Norteamérica y dieron comienzo al cambio hacia una mayor aceptación cultural de la homosexualidad. Sólo cuatro años después, en 1973, el comité de nomenclatura de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) dedicó una de sus sesiones a corregir la caracterización negativa asociada a la homosexualidad. Dirigió este cometido Robert L. Spitzer, de la Universidad de Columbia. A recomendación del comité, el término “homosexualidad” no apareció ya en la siguiente edición del DSM. Pero eso no sentenciaba la cuestión. En una encuesta de psiquiatras efectuada poco después de que la dirección de la APA votara que se hiciera el cambio, un 37 % dijeron que habían manifestado su oposición y algunos acusaron a la APA de “haber sacrificado principios científicos” al dominio de los “derechos civiles”; en otras palabras, de haber cedido a la presión.
“Verdades” que cambian Matt no abrigaba ninguna duda acerca de su orientación cuando, en su adolescencia, empezó a tener relaciones sexuales. En su etapa de instituto, a principios de los años ochenta, trabajó en un bar homosexual y tuvo cientos de compañeros sexuales. Durante cuatro años mantuvo una relación fija con otro hombre. Matt se conside-
1.
EL 27 DE JUNIO DE 1969, una redada policial en el Stonewall Inn, bar gay del Greenwich Village de Nueva York, provocó un motín callejero que duró varios días. Aquellos disturbios marcaron un hito en el movimiento gay y en la reconsideración social de la homosexualidad. El barrio madrileño de Chueca representa el gran cambio producido desde entonces.
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raba a sí mismo “fémina”. “Pesaba yo unos 65 kilos, llevaba largas las uñas, rubia cola de caballo y pendiente en una oreja”, rememora. “¡Estaba monísima!” Pero, cuando Matt tenía 24 años, su pareja volvió de un retiro de fin de semana con algunas novedades increíbles: no era cierto que fuera homosexual. Matt se sintió anonadado. “Toda mi vida”, dice, “era definida por aquel con quien yo estaba... por aquel del que podía servirme para compensar mis propias carencias.” Terminada su relación sexual, siguieron compartiendo habitación y siendo amigos. Pero luego, dice Matt, “empezó él a salir con aquella mujer”. Tal cambio fue otro golpe, especialmente porque Matt, por aquellas fechas, se citaba aún con muchos hombres. Estaba desconcertado pero también sentía curiosidad. “Un día”, recuerda, “decidí que quizá yo tampoco fuera homosexual, y me cité con una mujer. Resultó bastante bien”. Mente y cerebro 23/2007
Durante los dos o tres años siguientes, Matt sólo tuvo compromisos con mujeres. Logró cambiar sin terapia y sin ninguna influencia de grupos religiosos. Fue apoyado, dice, por amigos que le ayudaron a tratar “problemas acerca de su padre”. Le ayudaron a ir aprendiendo a sentirse cómodo con su virilidad. Matt efectuó el cambio sin asistencia profesional alguna; otros —a veces bajo tremendas presiones sociales de miembros de su familia o de grupos religiosos— recurren a terapias “reparadoras”. Floyd Godfrey —antaño homosexual— lleva seis años en Arizona ejerciendo como terapeuta reparador. Hay en su consultorio cinco clínicos y entre todos atienden cada semana de 30 a 40 clientes, muchos de los cuales son hombres que se esfuerzan para superar sus tendencias homosexuales. Godfrey dice que vienen porque están deprimidos, angustiados y tristes. Se sienten desplazados. Sus sentimientos no les parecen varoniles.
Algunos son jóvenes cuyos padres abusaron de ellos o los despreciaron. Sufrieron un padre distante o una madre sobreprotectora. Para Godfrey, el punto de partida arranca de la infancia, cuando se produjo la ruptura del vínculo que se forja entre padre e hijo, en condiciones normales. Una educación deficiente, opina Godfrey, puede a veces desembocar en atracciones hacia personas del mismo sexo. Dejemos aparte la cuestión obvia —si funciona o no la terapia— y consideremos un aspecto más fundamental: ¿por qué se la califica de “reparadora”? ¿No presupone este término que la homosexualidad es una incapacitación, que los homosexuales son como las lavadoras averiadas, necesitadas de reparación? En otras palabras, ¿no es esta terapia una recuperación del modelo patológico de la homosexualidad, que Spitzer y sus colegas retiraron hace ya más de 30 años? Así parece. Estas nociones tan arraigadas se manifiestan en el len57
¿Cambiar de acera? Robert L. Spitzer fue en su juventud un trotskista enardecido; su padre, maoísta. Robert alcanzó incluso la vicepresidencia de la Comisión Asesora de la Universidad de Cornell. Con semejantes antecedentes, se explica por qué cuando, en 1972, los psiquiatras presenciaron, por primera vez en una convención de psicólogos, una protesta homosexual, él se puso del lado de los contestatarios. Vio la injusticia social que padecían y se dispuso a ayudarles. Les dijo que, como miembro del comité encargado de revisar el nomenclátor del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM ) para la Asociación Psiquiátrica Americana, pediría a sus miembros que permitieran que el movimiento homosexual presentara sus opiniones. El comité acabaría por recomendar que se eliminara del DSM el término “homosexualidad”. Después, el consejo director del APA votó —13 a 0 (con 2 abstenciones)— que se aceptase la recomendación. Ello supondría un poderoso salto adelante para los derechos de los homosexuales en Norteamérica. Spitzer, ahora desde su puesto en la Universidad de Columbia, explica
guaje cotidiano. La propia expresión “preferencia sexual” refleja un sesgo a favor de la opción voluntaria de la homosexualidad. En cuanto a lo que sostienen Godfrey y otros sobre el origen paterno o materno de la inclinación, hemos de afirmar que no hay pruebas científicas que lo corroboren. Aunque es verdad que algunos homosexuales tuvieron durante su niñez malas relaciones con sus padres, carecemos de base para afirmar si tales progenitores despertaron tendencias homosexuales en sus hijos al rechazarlos o si ocurre que los rechazaron porque descubrieron modos afeminados en la progenie. En cuanto a la eficacia de la terapia reparadora, o de reorientación, los primeros trabajos publicados, incluido uno breve de 2002 firmado por Ariel 58
que ni él ni su comité tuvieron nunca intención de sugerir que la homosexualidad fuese un fenómeno normal o saludable. Sería un error extraer semejante conclusión. “Que algo no sea precisamente un trastorno mental, no significa en absoluto que sea un fenómeno normal”, aclara Spitzer.
Robert L. Spitzer
Y, prosigue Spitzer, lo que realmente revestía mayor interés era que el comité tuvo el cuidado de conservar una categoría de disfunción —que aún persiste en el DSM— que permitía a los homosexuales desasosegados
Shidlo y Michael Schroeder, sugirieron que tal terapia funcionaba poco o tan sólo en algunos casos. Pero en otra investigación ahora clásica que se publicó en los Archives of Sexual Behavior en octubre de 2003, Spitzer entrevistó a 200 varones y mujeres que se confesaban homosexuales, pero habían vivido después como heterosexuales por lo menos durante cinco años. La mayoría de estos sujetos se había sometido a alguna forma de terapia de reorientación. Además de determinar si tal terapia funcionaba, Spitzer quería saber hasta qué punto era obvio que las personas podían alterar su orientación. Para sorpresa suya, la mayoría de sus sujetos informaron que llevaban bastante tiempo (más de 10 años) viviendo como heterosexuales y declararon
intentar el cambio. La angustia por la orientación sexual de uno sigue constando en la lista como un trastorno. Una categoría que, por lo común, se aplica sólo a los homosexuales, no a los heterosexuales. “No creo que haya heterosexuales que deseen una atracción exclusiva por individuos de su mismo sexo.” Se produjo una sonada oposición a la eliminación de “homosexualidad” del DSM. ¿Cómo explica entonces Spitzer aquel voto unánime? “La dirección vino a decidir lo siguiente: Hay que hacerlo, nos guste o no. Hay que impedir que los homosexuales interrumpan nuestras reuniones. Hay que ayudarles.” Y añade: “La decisión aquietó a los homosexuales y consiguió que se les tratara mejor. Quizá no fuese científicamente correcta, pero no cabe duda de que lo fue desde el punto de vista social.” En 1999 Spitzer se vio de nuevo en medio de la refriega. En esta ocasión, junto a un grupo de autoproclamados ex homosexuales que hicieron oír sus protestas en una convención. Aquel suceso le inspiró su investigación reciente, polémica, que sugiere que algunos homosexuales pueden volverse heterosexuales.
también que habían experimentado “cambios en la atracción, la fantasía y el deseo sexuales”, coherentes con la heterosexualidad. Los cambios eran claros para ambos sexos. Sin embargo, no toda persona que se propone cambiar su orientación sexual lo consigue. ¿Cómo entender esta dinámica? ¿Por qué muchas personas quieren cambiar, por qué algunas pueden hacerlo y por qué otras se muestran incapaces de lograrlo?
Impera la continuidad En el centro de la controversia sobre la homosexualidad se hallan ciertos objetos microscópicos: las cadenas de proteínas determinadas por nuestros genes. Para nuestra comprensión de la homosexualidad son relevantes dos cuestiones genéticas. Primera: ¿DeMente y cerebro 23/2007
2.
sempeñan los genes algún papel en la orientación sexual? Y segunda: Si los genes contribuyen a determinar esta orientación, ¿crean dos distintos tipos —la homo y la heterosexual— o crean un continuo de orientación? Desde frentes diversos, la investigación sugiere la intervención de los genes en la homosexualidad. Aunque ningún estudio ha logrado resultados concluyentes, de los realizados sobre gemelos criados juntos, sobre gemelos criados por separado y sobre árboles genealógicos se desprende, al menos para los varones, que cuantos más genes comparte alguien con un pariente homosexual, más probable es que ese alguien sea homosexual, lo que constituye un indicio claro de que nos hallamos ante un carácter génico. Mayor interés reviste para nuestro propósito la cuestión de la existencia de un contínuum. En determinados rasgos, así el color de los ojos, los genes crean caracteres discretos. Pero respecto a muchos atributos, pensemos en la talla corporal o en la anchura de la cabeza, los genes crean continuidades. Las categorías “hetero” y “homo” no parecen discretas, lo que repercute de forma decisiva en nuestro modo de entender el debate en torno a la homosexualidad. Desde finales de los años cuarenta, cuando Alfred Kinsey publicó sus extensos informes sobre las prácticas sexuales en los EE.UU., ha quedado claro que, según indicara, “no se puede clasificar a las personas en dos grupos discretos de población, uno heterosexual y otro homosexual... El mundo de la vida es un contínuum en todos y cada uno de sus aspectos”. La Academia Americana de Pediatría (APA) y ocho organismos más se han reafirmado en la tesis del contínuum sobre orientación sexual. En otras palabras, la atracción sexual no es Mente y cerebro 23/2007
EL CONTINUUM DE LA ORIENTACION SEXUAL
Porcentaje de la población
LA CURVA HIPOTETICA del autor. Se trata de una extrapolación de datos estadísticos y muestra cómo se distribuye probablemente la orientación sexual en una población numerosa. La orientación sexual varía sobre un contínuum. No constituye un estado de todo o nada.
90 80 70 60 50 40 30 20 10 0
PRESION SOCIAL
Atracción Atracción Atracción Atracción exclusivamente principalmente principalmente exclusivamente hacia el mismo sexo hacia el mismo sexo hacia el sexo opuesto hacia el sexo opuesto
simplemente una cuestión dicotómica, de blanco o negro. Las etiquetas “hetero” y “homosexual” no reflejarían la complejidad subyacente. Por obvias razones evolutivas, la inmensa mayoría de las personas se sienten fuertemente atraídas por individuos del sexo opuesto. Tales relaciones engendran hijos que propagan la especie humana. Cierto número de personas, que se cifra alrededor del 3 al 7 por ciento total de la población, se sienten exclusivamente atraídas hacia sujetos del mismo sexo. Los hay, por fin, que se mueven en una zona intermedia. Si a una persona sus genes la aproximan a uno de los extremos de lo que yo llamo el “contínuum de orientación sexual”, esa persona nunca llegará a ser homosexual. Si sus genes sitúan a la persona en el otro extremo de la línea, es casi cierto que no podrá llegar a ser heterosexual, o, al menos, no lo será con plenitud. Y si un individuo se sitúa en un punto equidistante, el entorno puede resultar crítico, sobre todo cuando la persona es joven. Y como la sociedad favorece mucho la vida heterosexual, en la gran mayoría de los casos se pasará a la heterosexualidad. La manera en que la sexualidad acaba decantándose recuerda al proceso por el que las personas llegan a ser zurdas o diestras. Tal vez parezca contrario al sentido común, pero la investigación científica concede a los genes una moderada participación en la quiralidad. Su heredabilidad —un cálculo de la proporción en que la variabilidad de un carácter se atribuye a los genes— apenas es de 0,32, comparado con el 0,84 para la estatura y 0,95
para la anchura de la cabeza. Entonces, ¿por qué más del 90 % de la población son personas diestras? También aquí se debe al efecto de la presión cultural. Sutiles y no tan sutiles influjos hacen a los niños favorecer el empleo de su mano derecha. La isoquiralidad que probablemente tendrían de pequeños la perdieron al crecer. Aunque puedan usar su mano izquierda, el preferir la otra llega a estar tan asentado socialmente que les sería difícil, si no imposible, hacerse zurdos. Los estudios realizados por J. Michael Bailey, de la Universidad del Noroeste, por Michael King, de la Universidad de Londres, y por otros especialistas, aunque todavía provisionales, sugieren que la heredabilidad de la homosexualidad no es muy superior a la herencia de la quiralidad; puede que del orden de 0,25 a 0,50 para los varones y algo menos para las mujeres. Este hallazgo suscita una intrigante cuestión: Si a las personas se las criara en una cultura verdaderamente neutral respecto a la orientación, ¿qué orientación sexual revelarían? Aunque es improbable que la mitad de nosotros resultáramos homosexuales, está claro que sin la presión social revelaría homosexualidad una proporción de la población mucho mayor que la que ahora vemos.
La opción de Matt En cuanto a Matt, es probable que, como la mayoría de las personas que cambian de orientación sexual, no se hallara en un extremo del continuo. Pero no parece razonable la afirmación de que haya vuelto a un estado “natural”. Con un fuerte apoyo social, 59
¿En qué proporción es usted homosexual? Si quiere ver en qué punto o tramo del contínuum de orientación sexual se halla usted, efectúe este sencillo examen, ideado para generar una distribución estadísticamente correcta a lo largo de las líneas del continuo que figura en el gráfico. ¿Con cuánta fuerza es usted atraído hacia sujetos del otro sexo? 0 = MUY FUERTEMENTE 1 = MODERADAMENTE 2 = NADA EN ABSOLUTO ¿Se ha sentido usted alguna vez atraído sexualmente hacia un individuo de su mismo sexo? 0 = NO 1 = SI ¿Ha tenido usted alguna vez en sueños unión sexual con otra persona de su mismo sexo? 0 = NO 1 = SI ¿Ha tenido usted alguna vez, en estado de vigilia, fantasías sobre unión sexual con otra persona de su mismo sexo? 0 = NO 1 = SI ¿Ha tenido usted alguna vez voluntariamente contacto sexual (besos o caricias) con una persona de su mismo sexo? 0 = NO 1 = SI
ha elegido otro camino, un camino que sus genes le posibilitaban pero que no se le ofrece a toda persona homosexual, según parece. Sospecho que llegará el día en que las investigaciones psicobiológicas nos darán a conocer correlatos físicos de la orientación sexual, ya sean genes, circuitos nerviosos o quizá características físicas más sutiles. Pero ningún avance de la ciencia resolverá nunca por completo las cuestiones morales y filosóficas que la conversión de Matt plantea. ¿Tienen opción los homosexuales? Debido a la enorme presión que a todos desde muy jóvenes nos empuja hacia el extremo hétero del contínuum de orientación sexual, es razonable suponer que la mayoría de quienes viven actualmente como heterosexuales estaban al principio cerca del extre60
¿Con qué frecuencia fantasea o sueña usted sobre uniones homosexuales? 0 = NUNCA 1 = RARA U OCASIONALMENTE 2 = CON BASTANTE FRECUENCIA ¿Alguna vez se ha sentido excitado sexualmente al serle expuesta (mediante charla, vídeo o por algún otro medio) la escena de la unión sexual entre dos personas del mismo sexo? 0 = NO 1 = SI ¿Le gustaría a usted tener relaciones sexuales con alguien de su mismo sexo? 0 = NO 1 = TAL VEZ 2 = SI ¿Cuán frecuentes son sus relaciones homosexuales? 0 = NUNCA LAS HE TENIDO 1 = RARAS U OCASIONALES 2 = BASTANTE FRECUENTES Sume ahora los números y vea donde está usted: 0-1: Exclusivamente heterosexual 2-3: Predominantemente heterosexual 4-5: Predominantemente heterosexual, con tendencias homosexuales 6-7: Igualmente hetero y homosexual 8-9: Predominantemente homosexual con tendencias heterosexuales 10-11: Predominantemente homosexual 12-13: Exclusivamente homosexual
mo homosexual del continuo; en otras palabras, que probablemente tienen fuertes tendencias genéticas hacia la homosexualidad. Aunque abundan las pruebas inequívocas de que algunos homosexuales pueden cambiar su orientación sexual, la gran mayoría probablemente no puede; o al menos no les resulta fácil. Si el lector lo duda —y suponiendo que sea diestro—, trate de emplear durante un par de días la mano izquierda para comer...
ROBERT EPSTEIN, doctorado en psicología por la Universidad de Harvard en 1981, dirigió Psychology Today. Hoy enseña en la Universidad de California en San Diego. Agradece a Jill Nelson la ayuda prestada en la preparación de un primer borrador de este artículo.
Bibliografía complementaria HOMOSEXUALITY AND AMERICAN PSYCHIATRY: THE POLITICS OF DIAGNOSIS. Ronald Bayer. Princeton University Press, 1987. NEUROBIOLOGY AND SEXUAL ORIENTATION: CURRENT RELATIONSHIPS. Richard C. Friedman y Jennifer Downey en Journal of Neuropsychiatry and Clinical Neurosciences, vol. 5, n.o 2, págs. 131-153; 1993. SEXUAL BEHAVIOR IN THE HUMAN MALE. Alfred Charles Kinsey, Wardell Baxter Pomeroy y Clyde E. Martin. Indiana University Press, 1998. CAN SOME HOMOSEXUAL MEN AND LESBIANS CHANGE THEIR SEXUAL ORIENTATION? 200 PARTICIPANTS REPORTING A CHANGE FROM HOMOSEXUAL TO HETEROSEXUAL ORIENTATION. Robert L. Spitzer en Archives of Sexual Behavior, vol. 32, n.o 5, págs. 403-417; 2003.
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1875 Carl Gustav Jung nace el 26 de julio en Kesswil, en el cantón suizo de Thurgau. Jung, a los 17 años, junto con su padre, su madre y su hermana Gertrud
1879
1880
1870
Su familia se traslada a Kleinhüningen, cerca de Basilea, en donde el padre, Johann Paul Achilles, ocupa el puesto de pastor evangélico local.
BRIDGEMAN GIRAUDON (C. G. JUNG); CORTESIA DEL ARCHIVO FAMILIAR C. G. JUNG (FOTOGRAFIA FAMILIAR)
Carl Gustav Jung Junto a Sigmund Freud, el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung es considerado el psicólogo más importante del siglo XX. Los complejos, los símbolos y los arquetipos tienen un papel fundamental en su doctrina del “inconsciente colectivo”
Verena Kast
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ermanecer siempre dueño de sí, tranquilo y relajado, no importa cuán enervante venga hoy ese insoportable colega. Tal era al menos su intención. Pero ha bastado un pequeño comentario banal del compañero insufrible para que ocurra lo de siempre: enrojece de ira. Y el otro, desconcertado, se pregunta una vez más a qué viene reacción tan desproporcionada. ¿Por qué ocurre ese comportamiento tan común? Un psicólogo de la escuela
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de Jung lo explicaría apelando a los complejos. Carl Gustav Jung (1875-1961, véase el cronograma) acuñó la noción de complejo a comienzos del siglo pasado cuando, recién graduado en medicina, acometió en el “Burghölzli” —la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zúrich— el “experimento asociativo diagnóstico”. En el ensayo de marras, el director iba nombrando distintos términos y los probandos respondían con lo primero que les venía a la mente, sin dilación.
Al ejecutarlo, Jung comprobó que había palabras-estímulo, a menudo anodinas y comunes, ante las cuales los pacientes o bien no reaccionaban o bien lo hacían con cierto retraso. Así, ante la palabra “verde”. Lo que Emil Kraepelin (1856-1926) hubiera considerado un error sin mayor importancia, despertó el interés del veinteañero Jung. Así pues, espoleado por la curiosidad, indagó qué asociaciones desencadenaban las palabras-estímulo en cada circunstancia. Encontró en la mayoría de los casos que encerraban un sentido desagra61
1909
Carl y Emma: la foto de su boda
Freud y Jung viajan juntos a los Estados Unidos para dar una serie de conferencias. La Universidad Clark de Worcester invitó a las dos principales figuras del movimiento psicoanalítico.
La clínica psiquiátrica Burghölzli de Zúrich, lugar de trabajo de Jung durante muchos años
1903 Contrae matrimonio con Emma Rauschenberg, hija de un empresario rico.
1895
Imagen de grupo con el inconsciente: Jung (primera fila, tercero por la derecha) y Freud (a su izquierda) en los Estados Unidos
1902 Jung se doctora en medicina.
1907 Encuentro con Freud, 19 años mayor que él, en Viena. Da comienzo una complicada relación.
En su tesis doctoral aborda los fenómenos ocultos
dable, embarazoso o emocionalmente lastrado para el sujeto. A eso Jung lo denominó complejo. La teoría del complejo se convirtió, desde entonces, en piedra angular de la psicología de Jung. Consideraba éste la afectividad, es decir, la idiosincrasia intuitiva de nuestras reacciones, como el fundamento capital de la personalidad. Los complejos proceden de experiencias relacionales problemáticas que internalizamos y generalizamos de suerte tal que, ante situaciones semejantes, desencadenan a menudo el mismo tipo de actuaciones. Quien una y otra vez es recibido con desconsideración y rechazo y, por culpa de ello, sufre frecuentes sentimientos de vergüenza, rabia o impotencia, tenderá a lo largo de su vida posterior a reaccionar de la misma forma: en cuanto crea oír el mínimo rastro de burla o menosprecio en la voz de otra persona, volverá a responder con los viejos modelos estereotipados: con vergüenza, rabia o impotencia. Los complejos determinan el sentir y el actuar. Algunos salen a la luz con nimiedades y causan una reac62
ción desmedida, con el consiguiente sufrimiento del sujeto. Los complejos suelen vincularse a ciertas ideas: Jung habló de fantasías de temor y de expectación. Un sujeto cree, por ejemplo, que los otros tratan siempre de rechazarlo. La desconfianza que ello genera puede llegar al extremo de distorsionar todas las percepciones en su relación con los otros. Pero la cruz reside en que hablamos de procesos que acontecen de forma inconsciente. Sólo el enfrentamiento consciente con los propios complejos abre el camino, según Jung, para una conducta adecuada.
En el reino del inconsciente ¿Cómo podemos conocer entonces los propios complejos, si residen ocultos en el inconsciente? A través de la interpretación de los contenidos oníricos, respondería Jung. Pero, según su teoría, los complejos no provocarían los sueños sin más, sino que, en los sueños los complejos se elaborarían, modificarían y situarían en nuevos contextos. En esto concordaban en un comienzo Jung y Freud. Este, 19 años mayor que el
suizo, había escrito “La interpretación de los sueños”, su obra principal, en 1900. Jung la leyó con avidez. En 1907 coincidieron las dos cabezas rectoras del todavía joven movimiento psicoanalítico. Desde 1910, Jung ocupó la presidencia de la Unión Psicoanalítica Internacional. No tardaron en aparecer diferencias de opinión entre Freud y Jung, sobre todo cuando éste publicó “Transformaciones y símbolos de la libido” (1912). Freud miraba con recelo creciente el interés de Jung por el mundo de lo oculto. Jung no compartía la idea de Freud sobre la omnipresencia de lo sexual en el inconsciente. Freud intentó atraerle a su terreno: “Mi querido Jung —le escribió en cierta ocasión— prométame que nunca abandonará la teoría sexual. Es algo esencial. Tenemos que hacer de ella un dogma, un baluarte inexpugnable”. Las diferencias entre los dos analistas, en el fondo tan distintos, acabaron por hacerse insalvables. En 1913 se produjo la inevitable ruptura. El psicoanálisis freudiano se instaló enfrente de la “psicología analítica” establecida por Jung. Para éste, los Mente y cerebro 23/2007
BAUGESCHICHTL. ARCHIVO DE ZURICH (CLINICA PSIQUIATRICA); BIBLIOTECA CENTRAL DE ZURICH (TESIS DOCTORAL); CORTESIA DEL ARCHIVO FAMILIAR C. G. JUNG (CARL Y EMMA); CORBIS (FOTOGRAFIA DE GRUPO)
1890
1900
Tras conseguir el título de bachillerato en Basilea, empieza la carrera de medicina en la Universidad de Zúrich. Cinco años más tarde lo encontramos en la clínica psiquiátrica Burghölzli, dirigida por Eugen Bleuler (1857-1939).
“Sólo resta callar.” Con esta cita de Hamlet confirmó Jung el final de su amistad con Freud
La torre Bollingen
Dibujo en forma de mandala realizado en 1917
Su rechazo de la teoría freudiana de la libido supuso la ruptura.
Durante la Primera Guerra Mundial, Jung, convertido en un “exilado interior”, analizó profusamente sus sueños y ensoñaciones vigiles. En Zúrich, acudía regularmente a un “club psicológico” formado por jungianos.
1923 Jung construye en Bollingen, a orillas del lago Zúrich, una torre como su lugar de retiro y domicilio vacacional. Aprovechó sus viajes a Africa y Norteamérica, para acometer importantes estudios etnológicos.
1930
1916
CORTESIA DEL ARCHIVO FAMILIAR C. G. JUNG (CARTA Y DIBUJO); AKG BERLIN (TORRE BOLLINGEN)
1920
1913
procesos psíquicos se hallan siempre guiados a un objetivo final. Jung se esforzaba por estimular el potencial creador del paciente. Pensaba que el germen para una nueva conducta “más favorable” se hallaba en el complejo mismo. Mediante la concentración sobre el estado anímico y los propios sentimientos, así como sobre las fantasías aparecidas en sueño o en vigilia, se conseguía “autofantasearse” a través de símbolos donde se hacía visible el complejo. A modo de ejemplificación, el caso de la estudiante que padecía, durante la preparación de sus exámenes, de intensos ataques de náuseas. Su terapeuta le pidió que se concentrara sobre ese sentimiento y que percibiera con la mayor exactitud posible las imágenes que fueran surgiendo desde esa focalización. La paciente imaginó así una pequeña figura que estaba atada con cuerdas. Frente a ella se sentaba una mujer gigantesca en actitud risueña. Como mostraron las conversaciones ulteriores, la estudiante se identificaba en secreto con ambas figuras: la atada hacía de representante de sus propias angustias y limitaciones; la Mente y cerebro 23/2007
giganta sonriente, a su vez, de las elevadas exigencias que tenía para consigo misma. En el curso ulterior de la terapia se consiguió que ambas figuras convergieran en otra de talla humana. Y, cuando esto se logró, desaparecieron también las náuseas.
El sí-mismo como “trabajador de complejos” En 1916 Jung estableció el principio de la autorregulación de la psique, según el cual son las emociones ligadas a los complejos las que proporcionan la energía necesaria para que el individuo pueda conformar de nuevo su propia vida. Al paciente, por tanto, se le insta, primero, a sumergirse en sus sentimientos y a prestar atención a las fantasías y asociaciones que vayan emergiendo. A lo largo de la terapia, se le va incitando al sujeto a establecer relaciones entre estos “hallazgos fragmentarios” y sus problemas y metas actuales. La mayoría de las técnicas de tratamiento que Jung desarrolló durante su carrera profesional, remiten en último término a la ruptura con Freud. Jung subrayaba que le resultó beneficioso
representar las emociones en forma de imágenes. De esta manera, sus conflictos internos se hicieron más concretos, consiguió comprenderlos y pudo así elaborarlos mucho más fácilmente. El pintar y el modelar plásticamente se convirtieron para Jung en remedios que le permitieron hacer realidad esa necesidad básica de caracterizar lo psicológico como autorrealización; es decir, como esfuerzo para influir sobre su propia vida y configurarla de una forma activa. Por más que las influencias y las coacciones externas nos puedan limitar, Jung siempre confió en el poder de las imágenes internas, de los recuerdos y de las fantasías para contrarrestarlas. Su doctrina de los complejos no se reduce a una teoría de los conflictos psíquicos. Abarca los cambios que pueden realizarse a partir de la propia energía y recursos propios. El trabajo con los complejos y sus símbolos activa tales recursos psíquicos. La meta principal de la terapia jungiana consiste en despertar la creatividad de las personas: todo aquel que cambia su concepción del mundo, se cambia a sí mismo. 63
El “caballero con la espada”, una de las imágenes oníricas más conocidas del Jung pintor
1948 Fundación del Instituto C. G. Jung en Zúrich. El “hombre sabio” de Küsnacht disfruta de fama mundial.
1943 Se le concede una cátedra de psicología médica en la Universidad de Basilea. Por razones de salud, se retira poco después de la actividad académica.
1934
1939 Freud muere en su exilio londinense.
Retrato de Jung pocos años antes de su muerte
1930
1940
Jung se convierte en presidente de la Asociación Internacional de Psicoterapia. Algunos colegas le imputan su proximidad al ideario antisemita de los nazis. Jung se defiende de tales acusaciones.
En el núcleo de la terapia orientada desde la perspectiva de la psicología profunda se encuentra, según Jung, la individuación. Consiste en que el paciente siga los contenidos de su inconsciente, sobre todo los símbolos y las emociones, y los ponga en relación con la vida cotidiana consciente. La individuación, según Jung la entiende, requiere que el sujeto lleve a cabo un
proceso de integración de su inconsciente. Vale decir, en el transcurso de la vida descubrimos nuestro carácter poliédrico y nos percatamos de que siempre podemos ser de otra manera. Los sueños nos proporcionan a este respecto pistas importantes de lo que falta en nuestra vida y cuya presencia haría que la viviésemos de una forma más cabal y plena de sentido.
Individuación también significa para otros delimitación de uno mismo. Dicho de un modo distinto, la consecución de mayor autonomía y libertad a través de nuestra toma de postura ante las normas y las autoridades establecidas; por ejemplo, en el caso de la emancipación consciente de los padres. Naturalmente, esta individuación no se lleva a cabo de forma adecuada
El inconsciente se halla rodeado de misterio. Lo que no empece que los psicoanalistas jungianos cuenten con él en su labor terapéutica. Así lo sugiere un estudio de eficacia aparecido recientemente: basándose en el “Praxisstudie Analytische Langzeittherapien” (“Estudio de la praxis de las terapias analíticas a largo plazo”), la Sociedad Suiza de Psicología Analítica y el Instituto C. G. Jung de Zúrich sometieron al gremio a un test sobre su praxis. A lo largo de seis años se recogieron las autoevaluciones de
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un total de 37 pacientes y los informes de los médicos que les trataron. Fueron examinados por observadores externos diversos criterios valorables objetivamente, tales como el trato social o la expresión mímica de los pacientes. El resultado de esta investigación, dirigida por Guido Mattanza, fue que los sujetos que habían recibido terapia se desenvolvían mejor en las relaciones sociales; además, su sentimiento de bienestar subjetivo había subido con el transcurso del tratamiento.
Bibliografía complementaria SEELE
FORSCHUNG. EIN BRÜCKPSYCHOTHERAPIE. Dirigido por G. Mattanza, I. Meier, M. Schlegel. Krager; Basilea, 2006. UND
ENSCHLAG IN DER
STRUKTURELLE
VERÄNDERUNGEN IN BEHANDLUNG — ZUR PRAXISSTUDIE ANALYTISCHE LANGZEITTHERAPIE (PAL). G. Rudolf et al. en Langzeitpsychotherapien — Perspektiven für Therapeuten und Wissenschaftler, dirigido por U. Stuhr et al., págs. 238259. Kohlhammer; Stuttgart, 2001. PSYCHOANALYTISCHEN
Mente y cerebro 23/2007
ERBENGEMEINSCHAFT C. G. JUNG (PINTURA); CORBIS-BETTMANN (RETRATO)
Terapia y eficacia
“Mi vida es la historia de una autorrealización del inconsciente”. Así inicia Jung su Autobiografía, aparecida en 1961, el mismo año de su muerte
En busca del “inconsciente colectivo”
1968 1961 Muere en su casa de Küsnacht a orillas del lago Zúrich.
Las ideas de Jung, poco después de su muerte, encontraron muy buena acogida en la generación del 68, caracterizada por su rebeldía frente a la autoridad establecida.
VISUM (DERECHA)
1960
Jung se deja convencer para publicar una autobiografía, a pesar de que no otorgaba mucha significación a los acontecimientos externos de su vida.
1970
1957
sin un trabajo sobre los propios complejos y sin un enfrentamiento con los recuerdos difíciles o las experiencias actuales. Mediante ese trabajo, los recuerdos y experiencias se asocian a otros sentimientos, se reinterpretan y reciben un nuevo sentido en relación con nuevos símbolos. El trabajo terapéutico no se agota en los contenidos oníricos y fantasías individuales. Importan, y mucho, las imágenes arquetípicas, de larga historia cultural. Ilustrémoslo con un relato real. Un hombre, que había perdido a su mujer en una desafortunada avalancha, le narró un sueño a su terapeuta. En él, se ocupaba de un recién nacido. “El bebé, aunque de sólo unos días, hablaba conmigo, se servía de frases hilvanadas y quería nadar en el mar. Hablando con el niño, me sentía ridículo: ¿quién conversa con un bebé? Y, además, el bebé apareció con una actitud arrogante y exigiendo, lo cual me colocaba en una situación no sólo ridícula sino también comprometida.” Este sueño aquí esquematizado transmite una esperanza en lo nuevo. Sólo cuando hubo despertado, el soñador cayó en la cuenta de que su Mente y cerebro 23/2007
mujer había muerto hacía poco. Ese penoso conocimiento estaba encerrado en el sueño dentro del mito del “niño divino”, un símbolo antiquísimo del nuevo comienzo. De ese modo, la situación se hacía más llevadera y se mostraba la alegría sobre lo nuevo que estaba por venir. Tales imágenes y mitos arquetípicos representan, según Jung, modelos psíquicos fundamentales, firmemente arraigados en el hombre, que evocan una y otra vez ideas y formas de actuación semejantes. Forman parte de nuestra herencia biológica y constituyen lo que es común a todos los hombres: el “inconsciente colectivo”. Las imágenes internas, que se hacen visibles en los sueños y en los mitos, vehiculan sentimientos, les confieren un marco y posibilitan cambios en el actuar consciente. La psicología jungiana busca, por eso, descubrir los trastornos relacionales inconscientes y explicarlos, subrayando simultáneamente la estrecha unión que existe entre cultura e individuo, entre inconsciente colectivo y personal. Intervienen, además, las cuestiones religiosas y espirituales. Jung contrapuso a la experiencia externa
—científica, por así decirlo— la interna, que en última instancia tiene una naturaleza espiritual. Toda conmoción emocional se esclarece a través de un símbolo; por vía de ese esclarecimiento se puede ver su carácter religioso, en cuanto transmisora de un sentido profundamente vital. La psicología de Jung es mucho más que una mera técnica de tratamiento. Abarca una imagen del hombre y del mundo enriquecedora y particular.
VERENA KAST, profesora de psicología en la Universidad de Zúrich, ejerce la terapia analista en el Instituto C. G. Jung de la misma ciudad. Bibliografía complementaria DIE DYNAMIK DER SYMBOLE. GRUNDLAGEN DER JUNGSCHEN PSYCHOTHERAPIE. V. Kast. dtv; Múnich, 1996. DAS DUNKLE GESICHT. M. Dierks. Artemis & Winkler; Zúrich, Múnich, 1999. JUNG — EINE BIOGRAPHIE. D. Bair. Knauss; Múnich, 2005. ERINNERUNGEN, TRAÜME, GEDANKEN. (11a ed.). C. G. Jung. Walter; Düsseldorf, 2005.
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Etica de la relación con los animales Con cada nuevo experimento se confirma la sospecha sobre el sufrimiento animal, mucho más intenso y extendido de lo que se suponía
SIGANIM / GEHIRN&GEIST
Thomas Metzinger
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SERES SENSIBLES. Los animales son portadores de derechos morales. No obstante, disponemos de sus cuerpos y sus mentes a nuestro capricho. A los experimentos científicos les corresponde una fracción muy pequeña. El 99 por ciento del dolor y de las muertes a manos del hombre tiene lugar en las granjas industriales. Mente y cerebro 23/2007
¿S
e ha preguntado alguna vez el lector cómo se sentiría si fuera un cefalópodo? El calamar es un animal evolucionado, sorprendentemente inteligente incluso, según nos han revelado el estudio de su estructura cerebral y diversos ensayos sobre sus capacidades perceptivas y resolutivas de problemas. Está provisto de un amplio repertorio de conductas y de un sistema nervioso muy complejo. Hay quien especula que presenta cuanto se requiere para hallarse dotado de conciencia. De ser así, el conocimiento y la conciencia no estarían limitados a los mamíferos muy evolucionados, como los primates o los perros. Muchas aves podrían tener una conciencia, al menos sensorial, opina Anil Seth, del Instituto de Neurociencias de San Diego. Con probabilidad, existe un número de especies dotadas de conciencia (y, por tanto, sentimientos) bastante más alto del que acostumbramos creer. En cualquier caso, tamaña diversidad propicia una cuantía creciente de ensayos en los que los investigadores del cerebro examinan si los animales satisfacen o no determinados criterios de conocimiento y conciencia. Manuela Linnemann ha compilado una preciosa colección de textos, bajo el título Hermanos, bestias, autómatas, sobre lo que pensaron de los
animales los filósofos occidentales, de Empédocles a Wittgenstein. Un tanto decepcionante, pero poco sorprendentemente, los corifeos de la historia del pensamiento acentuaban sobre todo la diferencia entre el hombre y el animal: sólo el hombre gozaba de facultad racional, el animal puede, a lo sumo, percibir y tener sensaciones; sólo el hombre puede hablar, el animal carece de lenguaje; sólo el hombre tiene dignidad y alma, el animal es brusco, tosco y arrastrado por bajos instintos. En pocas palabras, por lo que se refiere a la ética animal, hasta ahora los filósofos no se han cubierto precisamente de gloria. Al mismo tiempo, nuestro trato con los animales no humanos muestra que nosotros nos comportamos con demasiada frecuencia como genuinos animales, cuando los utilizamos brutalmente para satisfacer nuestros apetitos.
Insensatez con marchamo Los dos máximos obstáculos para un trato moralmente responsable con los animales fueron, en la historia del pensamiento occidental, la doctrina cristiana del hombre como súmmum de la creación y el derecho romano, que clasificaba al animal como cosa. Pero la investigación neurobiológica presenta pruebas de que la mayoría de los animales son sujetos conscientes, capaces de percibir; si su cerebro
Glosario Especiecismo: Trato diferenciado de los organismos según su especie. Los antiespeciecistas reclaman igual consideración para todas las especies, incluida la humana, con independencia de la perspectiva estética, cultural o económica. El término especiecismo se usa siempre despectivamente (como racismo o sexismo). Patocentrismo: Actitud filosófica, que considera la capacidad sensitiva de los animales como criterio para actuar éticamente y se adhiere a Jeremy Bentham (1748-1832), uno de los defensores del utilitarismo, que propone introducir la capacidad de sufrir de los animales en las ponderaciones de intereses. En el pasado era difícil establecer criterios empíricos del dolor animal; la situación ha cambiado con la investigación del cerebro. Utilitarismo: Una familia de teorías filosóficas, según las cuales se mide la corrección moral de las acciones por cuánto contribuyen sus resultados a maximizar el bienestar de todos los afectados. A menudo se presenta bajo la variante del “utilitarismo negativo”: las repercusiones de una buena acción han de minimizar los sufrimientos.
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les permite tener sentimientos, pueden también sufrir en sus experiencias conscientes. Va siendo hora de que cambiemos de modo de pensar. Si realmente nosotros somos los únicos organismos racionales y morales sobre este planeta, entonces hemos de dar pruebas ahora de nuestra razón. En este sentido, la ética animal constituye, asimismo, una cuestión de autoestima. Hemos de afrontar los nuevos hechos y proceder a una discusión ética con argumentos sólidos. El criterio decisivo para el trato correcto con todos los seres, incluidos los animales, es la consciente capacidad de sufrimiento. Jeremy Bentham (1748-1832), iniciador del utilitarismo ético-social, declaraba que la cuestión “no era si podían pensar o si podían hablar. Se trataba simple y llanamente de si podían sufrir”. Hagamos un experimento mental, a este respecto. Supongamos que pudiéramos, por medio de ingeniería celular, producir, artificial y sanitariamente impecables, carnes animales (apetitosas ventrescas de bonito, finísimas pechugas de pavo o un sabroso solomillo), mediante cultivos celulares en grandes naves industriales. En ese caso, deberíamos elegir en el restaurante entre una pechuga de pavo a la plancha, producida biotecnológicamente y con sabor garantizado, y el mismo plato derivado de un animal real, cuya vida transcurrió en cautividad y murió de muerte prematura para satisfacer nuestro deleite. Los dos trozos de carne son absolutamente iguales en todos los aspectos y sólo difieren por su historia y por su extracción. Desde una perspectiva moral y con la mano en el corazón, ¿cuál debería elegirse?
Sufrimiento no verbalizado Hemos de partir de la probabilidad de que la inmensa mayoría de todos los animales de engorde (aviario, vacuno o porcino) sufran conscientes a lo largo de su vida. Aunque no pueden hablar ni pensar, estos animales no sólo poseen sensibilidad; se hallan también deseosos de una calidad de vida lo mejor posible, en una descendencia numerosa y en una larga vida. El carnívoro se aprovecha de su posición de poder y concede más importancia a sus 67
propios intereses que a los del animal. Por la compra y consumo de pechugas de pavo se genera una demanda, que mantiene viva la industria cárnica y conduce a nuevos estados de conciencia dolorosos. Preguntémonos muy seriamente: ¿No deberíamos convertirnos todos en vegetarianos ahora mismo o al menos impulsar tan insistentemente como fuera posible esa investigación que pudiera un día desembocar en la producción de carne artificial obtenida sin dolor? A lo sumo, se rebelarían todos los Arzak de este mundo y el conjunto de la industria cárnica contra la moderna ética animal, en alianza con la Iglesia. Es verdad que sólo son pocos los que creen en la figura cristiana del hombre como ser creado por Dios a su imagen y semejanza para dominar la tierra; y,
a la vista de la cadena ininterrumpida de escándalos, la credibilidad de la industria cárnica se encuentra harto hundida. Los mejores argumentos a favor de la actitud convencional ante los animales los tendrían, pues, probablemente aquellos que se ocupan de la moral sólo marginalmente y que se interesan únicamente por la mera estética del placer de la mesa. Desde un punto de vista estético, una carne genética, artificial, producida sin alma en las naves industriales, ¿no sería tan repugnante que apenas nadie querría comérsela? Pero, si forma parte de la estética del placer de la carne una sangre auténtica y la muerte de un animal real, entonces nuestra única alternativa se llama vegetarianismo. Quienes no prueban la carne aducen, por supuesto,
que se puede disfrutar de la cocina sin muertes ni estados de conciencia penosos. Pero el elemento históricamente nuevo en este viejo debate es la inversión de la carga de la prueba; antes, los vegetarianos eran considerados “gente rara y sensiblera”. Ahora son los carnívoros quienes se han de defender ante la moderna neurobiología de la conciencia y, por primera vez, han de mostrar con rigor qué animales carecen de capacidad de sufrir. Aumenta entre la población, filósofos incluidos, el número de vegetarianos. A paso lento, pero constante. Elke Brendel, de la Universidad de Mainz, señala el punto decisivo: no se trata sólo de la capacidad consciente de sufrir de los animales, sino de que éstos están vinculados, más o menos estrechamente, con deseos, objetivos, expectativas,
Indicadores neuronales de la conciencia En el año 2005 Anil Seth, biólogo, y los investigadores de la conciencia Bernard Baars y David B. Edelman, del Instituto de Neurociencias en San Diego, presentaron un elenco de 17 criterios, que facultan a los investigadores del cerebro para demostrar empíricamente si una especie animal alcanza o no una experiencia consciente. Del listado entresacamos los siguientes apartados: • Una signatura característica del EEG de la conciencia despierta, que se distingue por una actividad eléctrica rápida e irregular en la gama entre 12 y 70 hertz y por una amplitud baja. Todo ser que duerme, sueña y se despierta, se halla dotado de algún grado de conciencia. • La llamada cinta talamocortical: una experiencia consciente está estrechamente relacionada con la interacción entre el tálamo y la corteza cerebral. Se conecta o desconecta a través de procedimientos neuromoduladores en el tallo encefálico. • Estados conscientes van acompañados de una actividad ampliamente distribuida del cerebro, mientras un estímulo inconsciente va siempre acompañado por una actividad muy local y limitada en la corteza cerebral, como bajo los efectos de la anestesia. • El procesamiento consciente de la información en el cerebro se caracteriza siempre porque se generan, en paralelo, muchos contenidos diferentes: percepciones, imágenes, sentimientos, interiorizaciones, pensamiento conceptual, representaciones de movimiento y planes de actuación. • Los estados cerebrales conscientes son ricos en informaciones nuevas; las repeticiones nos resultan aburridas y el consiguiente estado se esfuma de la conciencia.
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• Un saber inconsciente se archiva en la memoria a largo plazo. La vivencia sensorial directa, por el contrario, es fugaz. • Las representaciones conscientes en el cerebro se muestran coherentes. Así, en caso de palabras ambiguas y equívocas, podemos siempre, en un instante, experimentar conscientemente sólo una de las posibles interpretaciones. Su capacidad se halla limitada, en concreto, a un contexto único, coherente y sin contradicciones; se producen en serie: mientras el cerebro trabaja entre bastidores, sólido y en paralelo, se suceden, en el escenario de la conciencia, la mayoría de los contenidos uno tras otro, como en una fila india mental. • El cerebro consciente puede fundir en objetos de percepción integrada rasgos percibidos con modalidades sensoriales muy diversas. • La experiencia fenoménica se adscribe, en circunstancias normales, a un yo consciente: se da un esquema de yo subjetivo, es decir, alguien, según la vivencia subjetiva, que tiene todos estos estados. • El campo de la conciencia posee un foco de atención y a la vez un “halo” formado por sentimientos de fondo difusos, presentimientos o saberes contextuales. Todos conocemos la sensación de tener algo en la punta de la lengua; es decir, se puede sentir que se sabe algo con detalle, aunque aún no se puede decir qué es. Otros aspectos de la lista de 17 apartados de Seth, Baars y Edelman son conocimientos generalmente admitidos. Verbigracia, la experiencia consciente fomenta los procesos de aprendizaje, la vivencia subjetiva es una condición necesaria de los actos voluntarios y decisiones no automáticas de acción, etcétera.
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convicciones y, por tanto, con intereses. A diferencia de las plantas, los animales, como portadores de derechos morales, evidencian un interés palmario por una vida acorde con su especie que les posibilite, entre otros, un bienestar físico y psíquico sin dolor y en un espacio suficiente para desenvolverse y relacionarse con sus congéneres. Pero la cría industrial es sólo uno de los temas espinosos. ¿Qué opinar de los experimentos con animales? Precisamente en la investigación de la conciencia y del dolor es poco menos que indispensable experimentar, sin anestesia, con animales muy evolucionados; por ejemplo, gatos o primates.
Los monos carecen de una teoría de la conciencia Sin embargo, el debate público en torno a los experimentos con animales deja ver que, lamentablemente, apenas si es posible llegar a una valoración diferenciada. En principio, es obvio que los objetivos que persigue la investigación sobre animales son siempre los objetivos del hombre. Resulta inmediato, además, que los frutos logrados por este medio (nuevos medicamentos) benefician en contados casos a los animales. En particular, una teoría general de la conciencia, para la que también nosotros, filósofos, contamos con cientos de pacientes macacos, es totalmente indiferente para la maltratada criatura: los macacos carecen de una teoría de la conciencia. En este punto conviene puntualizar. Hay clases muy distintas de objetivos en la investigación, clases muy distintas de animales de experimentación y tipos muy distintos de experimentos. Algunos experimentos apelan al instinto lúdico de los animales y les divierten. Otros, al menos no acarrean dolores, ni merman su expectativa vital. Para alcanzar una opinión segura en este punto, conviene adentrarse en las condiciones reales del experimento; por desgracia, los defensores radicales de los animales no suelen mostrarse dispuestos a esa observación. Por otra parte, los investigadores que experimentan sobre animales, ven amenazados sus intereses profesionales con el debate ético. A menudo, pasa inadvertido un dato significativo: el número de organismos que Mente y cerebro 23/2007
sufren y están destinados a morir en los ensayos de laboratorio representa menos del uno por ciento del número de animales que sufren y mueren en las granjas y mataderos industriales. En mi opinión, la discusión pública sobre experimentación animal en la ciencia forma parte de un proceso social de eliminación. Pues, en la irritación vanidosa sobre este tema, casi cualquiera puede tomar parte sin que le cueste gran cosa, incluso la señora que se desprende de la chaqueta de piel, para acabar comiéndose un exquisito asado de cordero, o el señor con el abrigo de ante que está de acuerdo con ella en cuán inmorales son los investigadores. El verdadero motivo de por qué el pronunciamiento poco informado sobre la experimentación con animales sea un juego social tan apreciado es que necesitamos un chivo expiatorio, un cabeza de turco. Todos sospechamos que nuestro trato con los animales se ha tornado hace tiempo insostenible desde una perspectiva ética. Y aquí se brinda proyectar el malestar reprimido en aquellos científicos, que, paso a paso, van proporcionando cada vez mejores argumentos a favor de una alimentación sin carne. Me refiero a los neurobiólogos. Con esto hemos llegado al núcleo de la exposición: ¿deberían tener los animales un derecho público a la existencia? No es lícito matar a ningún animal que percibe conscientemente su propio anhelo de seguir viviendo: animales con un patrón emocional propio que les habilita para sentimientos de angustia mortal, desesperación y pánico. Un punto de partida podría ser el principio del “utilitarismo negativo”: siempre que haya alternativas razonables de actuar, no deberíamos aumentar el sufrimiento global en el mundo, sino reducirlo. Los conocimientos de las neurociencias adquieren, a este respecto, una importancia decisiva. ¿Deberían tener derechos todos los animales? No. La cuestión a plantearse debería ser la siguiente: ¿a qué animales se les reconocen qué derechos? Malte Gruber argumenta que no se trata sólo de la proximidad psicológica del animal al hombre, sino también de la social. Según Gruber, moral y derecho deben tener en cuenta, en el futuro, el
nuevo conocimiento de que los animales no humanos cumplen, de cuando en cuando, los prerrequisitos subjetivos para comunicarse con los humanos o aproximárseles de otra forma. Pero se dan determinadas exigencias de las que podrían participar todos los grupos interesados: estetas hedonistas del bistec, representantes de la Iglesia y “veganistas” (miembros de la “Vegan Society”, escisión de la “Vegetarian Society” fundada por el inglés Donald Watson en 1944, que propugna un vegetarianismo más consecuente y radical. El nombre se forma de la contracción “vegetariano” y enemigos de los experimentos sobre animales). Podrían, por ejemplo, organizar un banco de datos accesible que impida que un mismo experimento se repita muchas veces en diferentes laboratorios. Pero la solicitud más apremiante, en la que podrían ponerse de acuerdo todos, se relaciona con un caso epidemiológico de alcance universal: la gripe aviaria y su expansión mundial. Quizá pronto sea necesario en Europa sacrificar millones de animales de granja. Deberíamos apoyar que esa masacre se haga de forma que ahorre el dolor posible y no, como en China o en Turquía, introduciéndolos vivos en bolsas, arrojándolos después en fosas, rociándolos de gasolina y prendiéndoles fuego. Hay, pues, unos primeros pasos en los que nos podemos poner de acuerdo. En última instancia se trata de nuestra propia autoestima moral lo que está en juego.
THOMAS METZINGER es catedrático de filosofía en la Universidad Johannes Gutenberg de Mainz. Bibliografía complementaria CRITERIA FOR CONSCIOUSNESS IN HUMANS AND OTHER ANIMALS. A. K. Seth et al. en Consciousness and Cognition, Special Issue: The Neurobiology of Animal Consciousness, vol. 14, n.o 1, págs. 119-140; 2005. RECHTSSCHUTZ FÜR NICHTMENSCHLICHES LEBEN. DER MORALISCHE STATUS DES LEBENDIGEN UND SEINE IMPLEMENTIERUNG IN TIERSCHUTZ-, NATURSCHUTZ- UND UMWELTRECHT. M. Gruber. Nomos; Baden-Baden, 2006.
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En busca de fármacos antitumorales El poder comprender, desde una nueva perspectiva, la biología subyacente bajo una terapia exitosa del cáncer quizá nos lleve a un medicamento indicado para tumores sólidos de diversa índole
Gary Stix
D
esde el momento en que se aprobó en 1998, el compuesto Herceptín de la compañía Genentech ha logrado un impresionante récord de seguimiento para un porcentaje de pacientes con cáncer de mama. Hablamos de un fármaco en la vanguardia de la primera generación de la terapia de diana. Algunas pacientes que lo toman viven más y el tamaño de sus tumores se mantiene bajo control, mejor que si se hubieran limitado a la quimioterapia estándar. Para crear el Herceptín, los expertos de la compañía Genentech se basaron en investigaciones sobre el mecanismo molecular de la célula cancerosa. Hay células de cáncer de mama que siembran su exterior con una sobreabundancia de receptores; éstos se emparejan y disparan una cascada de señales que provocan que la división incontrolada de las células, su resistencia a la quimioterapia y la promoción del crecimiento de vasos sanguíneos que faciliten la dispersión de células tumorales. Pero el Herceptín (trastuzumab) tiene como diana sólo del 20 al 25 por ciento de las pacientes con cáncer
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de mama: aquellas cuyas células tumorales portan en su superficie una sobreabundancia del receptor HER2. No ha podido demostrarse su eficacia en otros tipos de cáncer. H. Michael Shepard dirigió el equipo de Genentech que desarrolló el Herceptín y luchó denodadamente contra los intentos de suspender el programa por parte de los ejecutivos. En la actualidad, Shepard ocupa la jefatura de Receptor BioLogix, una pequeña empresa biotecnológica, cercana al gigantesco cuartel general de Genentech al sur de San Francisco. Receptor BioLogix está empeñada en que el Herceptín adquiera una posición ventajosa.
El gran apagón Shepard volvió a la investigación sobre receptores en 2003, tras haber abandonado Genentech y haberse dedicado a labores de asesoría científica para inversores financieros. En su vuelta recibió el primer empujón de un mensaje que le dejó en su contestador telefónico John Adelman, viejo compañero suyo en Genentech y a la sazón profesor del Instituto Vollum de la Universidad de Salud y Ciencia de Oregón (OHSU). Adelman aludía a una nueva proteína que podría re-
presentar una cura para el cáncer de mama. Mencionaba que en el laboratorio de Gail Clinton, de la OHSU, se había obtenido un compuesto químico dotado de propiedades farmacológicas prometedoras. A finales de los noventa, Joni Doherty, doctoranda de Clinton, había descubierto una variante de la proteína HER2. Clinton y Adelman le dijeron que se trataba de un mero artefacto y abandonara. Doherty no hizo caso del consejo y secuenció el material genético que codificaba la proteína. La secuenciación mostró que la proteína se asemejaba al dominio extracelular, pequeña parte del componente del receptor que sobresale de la célula. Carecía del fragmento que reside en el interior celular y serpentea a través de la membrana. Además, incluía algo que por entonces resultaba desconcertante. Se sabía que cuando una célula necesitaba una proteína, transcribía el gen correspondiente en una cadena simple de ARN y eliminaba los intrones, copias de segmentos de ADN que no se precisaban. El transcrito de ARN mensajero (ARNm) procesado resultante servía de molde para sintetizar la proteína. Sin embargo, la proteína de Doherty contenía una parte que estaba codifiMente y cerebro 23/2007
KEN EWARD / BIOGRAFX
cada por un intrón. (Se venía despreciando los intrones porque se suponían ADN “chatarra”. El Proyecto Genoma Humano, sin embargo, puso de manifiesto que la inclusión o exclusión diferencial de los intrones puede capacitar a genes individuales para dar lugar a más de un tipo de proteína.) Mente y cerebro 23/2007
Los científicos de la OHSU querían saber más acerca de la función de su extraña proteína. Aunque no se trataba de un receptor, actuaba como un señuelo que imitaba un aspecto del comportamiento de un receptor. En condiciones normales, una célula recibe un mensaje para empezar el
¡ALTO! Un nuevo fármaco potencial, Dimercept, representado en blanco, se acopla a un receptor (en negro) en la superficie de una célula cancerosa. Inhibe así las señales que inducen la división celular.
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En qué difieren el Herceptín y el Dimercept En su superficie, las células tumorales presentan con frecuencia más receptores de la familia de los HER que las células normales. Cuando algo provoca que los receptores se emparejen, esta “dimerización” conduce a que los receptores transmitan señales inductoras de una división incontrolada y de metástasis de las células cancerosas. Nuevas terapias, que incluyen el fármaco para el cáncer de mama llamado Herceptín y la droga experimental Dimercept, tienen como diana tumores sólidos: impedir la activación de tales señales, aunque de maneras diferentes. RECEPTOR
FAMILIA HER
CELULA CANCEROSA NO TRATADA DIMERO
HER1 HER2
MEMBRANA CELULAR NUCLEO
HER3 HER4
SEÑAL DE “DIVIDIRSE”
Así actúa el Herceptín
HERCEPTÍN
El Herceptín es un anticuerpo monoclonal que actúa contra los cánceres de mama caracterizados por una sobreabundancia de receptores HER2. Tales receptores pueden formar dímeros con copias de sí mismos. La unión del Herceptín frena la señalización por parte principalmente de los pares HER2-HER2.
Así actúa el Dimercept
MELISSA THOMAS
El Dimercept inhibe tanto el HER2 como otros receptores de su misma familia uniéndose a ellos en el sitio donde normalmente forman dímeros con copias de ellos mismos o bien con otros miembros de su familia. Inhibiendo la dimerización, esta unión puede prevenir que todas las combinaciones conocidas de pares de receptores HER envíen, hacia el interior celular, señales para la división mitótica.
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DIMERCEPT
proceso de la replicación después de que un receptor se une físicamente, o se “dimeriza”, a otro receptor. Este emparejamiento, a su vez, inicia la transmisión de señales químicas que inducen, en el núcleo, el comienzo de la división celular. El candidato a fármaco, llamado originalmente Hernstatín, se denomina ahora Dimercept porque “intercepta” la dimerización. La molécula se acerca de forma sigilosa a un receptor. Los aminoácidos codificados por el intrón parecen iniciar el contacto. Un pequeño brazo que sale, lateralmente, de la proteína interactúa con una protuberancia similar presente en el receptor e impide que dicho receptor se enlace con otro; ello provoca la inhibición de la cascada de señalización. Y lo que es más importante: el Dimercept ejerce el mismo efecto no sólo sobre HER2, sino también sobre otros receptores de la misma familia (la familia de receptores para el factor de crecimiento epidérmico): HER1, HER3 y, posiblemente, HER4. La proteína, sintetizada de forma natural en humanos, se encuentra en tejido fetal del hígado y el riñón, observación que mueve a sospechar que opera a la manera de un inhibidor del crecimiento durante las primeras fases del desarrollo. La capacidad de abortar la actividad del complejo entero de receptores HER explicaba la excitación del mensaje dejado en el contestador de Shepard. La inhibición simultánea de los cuatro receptores podría, en teoría, proporcionar un tratamiento para una población de pacientes con cáncer de mama que no responden al Herceptín, así como para pacientes con otros tipos de tumores sólidos que se presentan en cualquier sitio, del pulmón al páncreas o el cerebro. Los laboratorios farmacéuticos acostumbran enterarse de la existencia de un compuesto a través de trabajos publicados así como de las patentes. Pero OHSU decidió inicialmente no registrar el compuesto. Eso era incluso lo más inteligente, al no ser capaz de compartir las ganancias de las ventas de Gleevec, el exitoso compuesto anticáncer de Novartis Pharmaceuticals, aunque desarrollado en colaboración con Brian Druker, investigador de Mente y cerebro 23/2007
OHSU. Con el visto bueno de la universidad, Adelman llamó a Shepard, que estuvo de acuerdo en emprender la tarea de empezar la compañía en 2003.
Buenas ganancias En 2005, Receptor BioLogix ingresó más de 33 millones de dólares, unas ganancias espectaculares para el comienzo de una empresa biotecnológica, no digamos si se trata de una cuya base la constituye un fármaco que no ha alcanzado las pruebas clínicas en humanos. El trabajo en Receptor BioLogix no es distinto del que Shepard llevaba a cabo en Genentech. Ahora se ocupa de transformar el Dimercept: convertirlo de una curiosidad de laboratorio en un fármaco listo para los ensayos clínicos en humanos. Aunque el Dimercept tapona el receptor HER2, tal y como lo hace el Herceptín, nos hallamos ante dos moléculas muy diferentes. El medicamento de Genentech es un anticuerpo monoclonal, una molécula del sistema inmunitario que se une a una sola diana, o antígeno. Los monoclonales se fabrican cultivando células productoras de anticuerpos que se encuentran en el sistema inmune de ratones, extrayéndolas del bazo del animal, y llevando a cabo entonces un esmerado proceso de “humanización” de los anticuerpos, al objeto de que se eviten reacciones inmunitarias en los pacientes humanos. Al tratarse de una proteína presente de manera natural en el cuerpo, el Dimercept no desencadena inquietudes de índole inmunogenética. Pero la molécula plantea sus propios retos. Sólo del 20 al 30 por ciento de los lotes fabricados hasta ahora pueden usarse. La docena de científicos de Receptor BioLogix se afanan en conferir a la molécula un maquillaje completo. Tal y como se heredó de OHSU, el Dimercept contaba con 13 puentes disulfuro, los enlaces que conectan cisteínas, aminoácidos que cuelgan del esqueleto principal de la molécula. Algunos puentes disulfuro se ven alterados durante la producción; se trata de evitarlo. Se ha desatado la competencia científica en la exploración de métodos similares para inhibir receptores. Mente y cerebro 23/2007
Genentech ha iniciado ya ensayos clínicos para un anticuerpo monoclonal, llamado Omnitarg (pertuzumab), que impide que el receptor HER2 forme dímeros con otros receptores HER, proporcionando alguno de los mismos beneficios que se esperan del Dimercept en el tratamiento de diversos tumores sólidos. Los ansiados beneficios del Dimercept vendrían de su labor obstructiva, esto es, impedir que todos los receptores HER puedan unirse en cualquier combinación. Pero Mark Sliwkowski, un investigador en plantilla de Genentech, afirma que otros receptores HER prefieren acoplarse con HER2; al inhibir a este último, se entorpecería también la función de los otros. En Genentech se confía en las ventajas de su producto. Sobre todo, porque denuncian que existen pocos datos acerca de cómo Dimercept actúa, dónde se expresa, si es que se expresa, por qué se expresa, cuál es su papel biológico y cuál su potencial terapéutico. En igualdad de condiciones, prosiguen, un anticuerpo monoclonal tal como el Omnitarg sería preferible al Dimercept, porque permanece durante más tiempo en el cuerpo y por ello requeriría dosis más bajas y menos frecuentes. Shepard intervino durante los años ochenta en la creación del Herceptín y del Omnitarg, siendo este último uno de los otros anticuerpos que se consideró desde el principio que tendría como diana el HER2 para el cáncer de mama. Al final, Genentech apostó por la molécula que se convertiría en el Herceptín. Con un sentimiento de déjà vu, Shepard recuerda la larga lista de razones que los críticos, incluyendo algunos de Genentech, presentaron contra los anticuerpos monoclonales, que, aducían, no podrían funcionar. Espera que el problema con que se enfrenta el Dimercept se solucione. La compañía Receptor BioLogix está trabajando en 15 variantes de la molécula original producida en el laboratorio de Clinton. Ya se trate de Omnitarg o de Dimercept, la idea de evitar la formación de dímeros en la superficie de las células cancerosas podría resultar onerosa, por otras razones. Mark Pegram, de la Universidad de California
en Los Angeles, a quien se le encomendó el análisis del compuesto de Receptor BioLogix y el de Genentech, señala que ambos agentes muestran en ratones una actividad antitumoral prometedora. El obstáculo principal contre el éxito farmacológico de estas moléculas estribará, subraya, en el desarrollo de nuevas técnicas para identificar la subpoblación de pacientes que responden a ellas. Si Receptor BioLogix logra superar los múltiples obstáculos, técnicos y clínicos, de los que está sembrado el camino para que se apruebe un fármaco, tendrá que enfrentarse con Genentech. No sólo en el mercado. La posición de Receptor BioLogix en cuanto a patente es bastante fuerte, porque no son muchas las que posee registradas sobre proteínas codificadas con intrones de la familia HER de receptores. Otros fármacos, como el Erbitux, también interactúan con receptores HER individuales, mas, a diferencia del Dimercept, ninguno actúa indistintamente contra cualquiera de los cuatro receptores. En ratones no se ha detectado toxicidad, a pesar de la interacción de la proteína con múltiples receptores. La compañía espera comenzar los ensayos clínicos en 2008. Shepard se muestra asombrado de los avances en biología molecular desde los tiempos de su graduación a finales de los años setenta. Hace treinta años la gente no estaba segura de que existiesen siquiera receptores. Hoy, sus nombres bautizan empresas. Bibliografía complementaria HER2: THE MAKING OF HERCEPTÍN, A REVOLUTIONARY TREATMENT FOR BREAST CANCER. Robert Bazell. Random House, 1998. THE HER-2/NEU RECEPTOR TYROSINE KINASE GENE ENCODES A SECRETED AUTOINHIBITOR. Joni K. Koherty et al. en Proceedings of the National Academy of Sciences USA, vol. 96, págs. 10869-10874; 1999. HERSTATIN, AN AUTOINHIBITOR OF THE EPIDERMAL GROWTH FACTOR (EGF) RECEPTOR FAMILY, BLOCKS THE INTRACRANIAL GROWTH OF GLIOBLASTOMA. Julia A. Staverosky et al en Clinical Cancer Research, vol. 11, págs. 335-340; 1 de enero, 2005.
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Alfred Binet o los orígenes del cociente intelectual Binet elaboró un test de inteligencia que fue el origen de los actuales tests de cociente intelectual. Se trata de una escala métrica que permite evaluar la inteligencia de un niño según su edad y determinar si tiene o no una inteligencia “normal”
Serge Nicolas
D
e entre todos los trabajos de psicología de Alfred Binet (1857-1911), los que realizó sobre la medida de la inteligencia son, indudablemente, los que han ejercido mayor influjo. Jurista de formación, trabajó durante la década de los años ochenta del siglo XIX sobre la hipnosis en el hospital Salpêtrière de París bajo la dirección de Jean-Martin Charcot (1825-1893). A principios del decenio siguiente comenzó a interesarse por la psicología del hombre normal. Ingresó en el nuevo laboratorio de psicología experimental de la Sorbona. Con el nacimiento de sus dos hijas se centró en la psicología de la infancia y el desarrollo de la inteligencia. Y de una manera natural llegó a la cuestión: ¿cómo medir la inteligencia? ¿Debemos utilizar medidas físicas o medidas mentales?
La medida física de la inteligencia Las primeras medidas antropométricas de la inteligencia se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII. Vieron la luz con el nacimiento de las nuevas ciencias, entre ellas la psicología actual. Por un lado, Johann-Kaspar Lavater (1741-1801), siguiendo su propia ciencia de la fisiognomía, pensaba que el hombre interior coincidía con el hombre exterior y que las líneas y contornos de la cara permitían revelar el carácter del hombre. (Según la fisiognomonía, cuanto más abierto 74
es el ángulo facial, más desarrollados están el cráneo y el cerebro y mayor es el grado de inteligencia.) Por otro lado, gracias a la frenología, Franz Joseph Gall (1758-1828) y su discípulo Johann Gaspar Spurzheim (1776-1832) pensaban que la conformación de la superficie interna del cráneo se encontraba determinada por la conformación exterior del cerebro. Por lo tanto, el desarrollo del cráneo dependía de las ocho facultades superiores localizadas en el córtex, en la mitad superior de los lóbulos frontales y, por consiguiente, revelaba la inteligencia. Constituían dicho octeto la sagacidad comparativa, el espíritu metafísico y profundidad de espíritu, el espíritu cáustico, el talento poético, el sentido de lo justo y lo injusto, el talento de la imitación, la devoción y la firmeza de carácter. Binet no se sintió atraído por la frenología. Sí le interesó, en cambio, la investigación de las manifestaciones físicas de la inteligencia y, en particular, la medida de la capacidad de la caja craneana. Un empeño vano, pues hasta que no volcó su atención hacia los trabajos de eruditos extranjeros no entendió que debía estudiar la inteligencia basándose en las medidas mentales. James MacKeen Cattell (18601944) propuso en 1890 el primer test mental, tras un encuentro con Francis Galton (1822-1911). Primo de Charles Darwin (1809-1882), niño mimado y admirado por toda su familia, Galton es considerado muy pronto un niño prodigio. Pero cuando emprende
estudios universitarios, sus resultados no están a la altura de lo que se esperaba. En 1849, consulta a un frenólogo de renombre que le habla de sus capacidades intelectuales superiores, heredadas de sus antepasados, y susceptibles de expresarse en él de forma más eficaz en la vida cotidiana que en el ambiente universitario tradicional. Con esta explicación plausible de sus mediocres resultados académicos y ayudado por la herencia paterna, se convierte en explorador del continente africano. En 1859, la lectura de Sobre el Origen de las Especies de Darwin le emociona tanto, que decide ampliar las consecuencias de la selección natural al caso del hombre y de la sociedad. En la imaginación de Galton germinan dos ideas relacionadas: las capacidades intelectuales, lo mismo que los caracteres físicos, son innatas y la evolución intelectual humana puede acelerarse mediante un programa especial de selección. En 1883 inaugura un nueva ideología, la eugenesia. Pensaba Galton que los rasgos psicológicos eran hereditarios y que las capacidades naturales de ciertos individuos estaban unidas a las características innatas del cerebro y del sistema nervioso. Si en primer lugar creyó en la existencia de una correlación entre volumen cerebral e inteligencia, no tardó en percatarse de la falsedad de tal hipótesis antropométrica. Supuso, entonces, que la inteligencia resultaba a la vez del volumen del cerebro y de la eficacia Mente y cerebro 23/2007
global del sistema nervioso. Una de las medidas de la eficacia neuronal (y, por consiguiente, de la inteligencia) parecía ser el tiempo de reacción, tema de investigación desarrollado en la época por Cattell, que trabajaba en el laboratorio alemán de Wilhelm Wundt (1832-1920) en Leipzig. En el marco de su tesis en psicología, Cattell acometió diversos ensayos sobre los tiempos de reacción. Ideó un dispositivo que cronometraba el tiempo que tardaba en reaccionar un individuo ante determinadas preguntas, con la exigencia de que contestara con la mayor celeridad posible. Postuló que cuanto más inteligente era una persona, con mayor eficacia operaban los circuitos neuronales, más rápidas cursaban las señales cerebrales y más breves eran los tiempos de reacción. Cuando Galton contactó con él, le ofreció un programa científico amMente y cerebro 23/2007
bicioso: medir las diferencias interindividuales de la inteligencia con la ayuda de los procedimientos experimentales elaborados en Leipzig. Cattell acude a Inglaterra y ayuda a Galton en la creación de su propio laboratorio antropométrico en Cambridge, en 1887-1888. Pero en enero de 1889, Cattell torna a su patria contratado para enseñar psicología en la Universidad de Pennsylvania. Allí establece un nuevo laboratorio y comienza a formar estudiantes para ampliar el programa antropométrico de Galton. En este contexto publica, en 1890, el artículo Mental test and measurements, donde propone diez tests que miden lo siguiente: la presión dinamométrica (la fuerza reflejaría el control voluntario y las reacciones emocionales); la velocidad del movimiento (la rapidez reflejaría la inteligencia); la sensibilidad de las zonas sensitivas
1.
ALFRED BINET ideó numerosos tests para evaluar la inteligencia de niños y adultos, sanos o aquejados de patologías diversas. A la derecha, primera edición de la obra en la que se publicaron los tests de Binet-Simon.
(se aplican las dos puntas juntas de un compás sobre la piel de un sujeto, se van abriendo progresivamente y el voluntario debe decir cuándo percibe dos puntas separadas; la idea presume que, cuanto más distingue un sujeto las puntas cercanas como separadas, mejor es la inervación, más numerosas las fibras nerviosas y más inteligente el individuo); la presión dolorosa (se presiona en diferentes lugares del cuerpo y cuanto más bajo es el umbral del dolor, mejor es la inervación y 75
La escala métrica de inteligencia La escala métrica está basada en diferentes pruebas, clasificadas por orden creciente de dificultad. Según la etapa a la que llega el sujeto (niño normal en función de su edad, niño retrasado, adulto). Binet deduce si su desarrollo es normal o no y el grado de retraso. Entre estas pruebas encontramos tests sobre:
Frontera entre idiocia e imbecilidad: Conocimiento verbal de los objetos. Conocimiento verbal de las imágenes. Denominación de objetos señalados. Comparación de dos líneas de distintas longitudes. Repetición de tres cifras.
La mirada. Prueba de coordinación de cabeza y ojos.
Frontera entre imbecilidad y debilidad mental: Comparación de dos pesos. Sugestibilidad. Definición verbal de objetos conocidos. Repetición de frases compuestas de 15 palabras. Memoria de la diferencia entre varios objetos (prueba separando los niños de 5 y 7 años). Ejercicios de memoria sobre imágenes. Repetición inmediata de cifras. Memoria de las similitudes entre varios objetos. Comparación de longitudes. Ordenación de cinco pesos. Lagunas de pesos. Ejercicio sobre rimas. Lagunas verbales a rellenar. Resumen de una frase en tres palabras.
La prensión provocada por estimulación táctil. Prueba de coordinación entre una sensación táctil de la mano y un movimiento. Prensión provocada por estimulación visual. Prueba de coordinación entre la vista de una figura cúbica blanca de madera y su prensión. Reconocimiento de alimento. Prueba de discriminación entre un trozo de chocolate y una figura cúbica de madera de dimensiones análogas. Búsqueda de alimento complicada por una dificultad mecánica. Prueba que implica la memoria, la voluntad y la coordinación. Ejecución de órdenes simples (sentarse, agarrar un objeto) e imitación de gestos simples (aplaudir, levantar los brazos, etc.) Prueba destinada a investigar la existencia de diversas coordinaciones motrices y de asociaciones entre ciertos movimientos y la comprensión del significado de ciertos gestos.
más inteligente el sujeto); el umbral diferencial de peso (el sujeto compara dos pesos y se determina la diferencia mínima percibida, bajo el supuesto de que cuanto menor es ésta, más inteligente es); el tiempo de reacción auditiva (el tiempo mínimo para distinguir dos sonidos); el tiempo de denominación de colores (el sujeto debe enunciar unos colores con la mayor celeridad posible); la bisección de una línea de 50 cm; la percepción de la duración de 10 segundos; el número de letras memorizadas después de escucharlas. Los tests comienzan por unas evaluaciones más físicas que mentales. Abarcan desde medidas psicofísicas hasta medidas genuinamente mentales. Sin embargo, la aplicación de este test y de otros similares resultó un fracaso y anunció el fin de un programa antropométrico estadounidense en una época en la que Cattell abandonaba 76
Frontera entre menoscabo mental y normalidad: Respuesta a una pregunta abstracta. Inversión de las agujas de un reloj. Recorte de una hoja doblada en cuatro. Definición de términos abstractos.
la investigación psicológica y se embarcaba en la tarea editora. Dirigió la revista Science hasta 1944. Binet continuó los trabajos de Cattell. En 1896, convertido en nuevo director del laboratorio de psicología de la Sorbona, había ya subrayado las causas del fracaso de las tentativas estadounidenses. “En la mayoría de los casos, salvo las anomalías por enfermedad, las diferencias individuales en punto a sensaciones son leves e insignificantes, comparadas con las diferencias de las facultades superiores. Aunque previsible, resulta sorprendente que muchos autores parezcan ignorarlo o lo olviden completamente. En efecto, de los estudios sobre las diferencias individuales en las sensaciones extraen conclusiones demasiado generales.” No son las sensaciones, son las facultades psíquicas superiores las que hay que estudiar.
En adelante Binet se interesará por el estudio de los procesos superiores: memoria, representación mental, imaginación, atención, comprensión, sugestibilidad, sentimiento estético, sentimiento moral, fuerza muscular y fuerza de voluntad, habilidad y rapidez visual. El punto culminante de su investigación se alcanzará con la publicación del L’etude expérimentale de l’intelligence, en 1903, donde analizaba el desarrollo intelectual de sus dos hijas, Madeleine y Alice, conocidas en su libro bajo los pseudónimos de Marguerite y Armande, respectivamente. En esta época Binet no intenta definir los grados de desarrollo mental. Busca fundar una psicología de las diferencias individuales. Además, se da cuenta de que la inteligencia de sus dos hijas es completamente normal, aunque las niñas difieran en carácter y comportamiento. Tales diferencias, Mente y cerebro 23/2007
que conciernen a los modos de ideación, de representación mental, etcétera, son independientes de la edad. Binet expone con minuciosidad las pruebas experimentales; buena parte de los tests a los que ha sometido a sus hijas quedaría incluida, unos años más tarde, en su escala métrica. La concepción de esta escala surgió a raíz de la cuestión sobre la escolarización tardía de las niñas. En octubre de 1904 Binet es nombrado miembro de una comisión ministerial que se crea para tratar el tema de los niños retrasados. Competía a la comisión estudiar las medidas a tomar para asegurar la instrucción de los niños con dificultades. Se decidió que cada niño debía pasar un examen psicológico y médico, con el fin de determinar si debía ser admitido en una escuela especial.
2. BINET ELABORO MULTIPLES TESTS para evaluar la inteligencia de los niños, creando tablas de clasificación en función de la edad. Ciertos tests consisten en describir el mayor número de objetos que se observan en una imagen (abajo).
La escala métrica de la inteligencia
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G. Y G. BINET
En ese contexto, Binet y Théodore Simon (1873-1961), su colaborador, preparan un test que permita establecer un diagnóstico científico sobre los estados inferiores de la inteligen-
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LA MEDIDA DEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA NOMBRE Y APELLIDOS:.......................Fecha del examen:..................... Fecha de nacimiento........................Edad de inteligencia................ 3 años Señalar nariz, ojo, boca. Repetir 2 cifras. Enumerar un grabado. Decir el apellido. Repetir frase de 6 sílabas. 4 años Decir su sexo. Identificar llave, cuchillo, moneda. Repetir tres cifras. Comparar dos líneas. 5 años Comparar dos pesos. Copiar un cuadrado. Repetir frase de 10 sílabas. Contar 4 perras chicas. Juego de paciencia. 6 años Diferenciar mañana y tarde. Definir por el uso. Copiar un rombo. Contar 13 perras chicas. Comparaciones estéticas. 7 años Mano dcha., oreja izq. Describir un grabado. Hacer tres recados. 9 perras, de las cuales 3 son perras gordas. Identificar 4 colores. 8 años Memorizar 2 objetos. Contar de 20 a 0. Completar figuras. Decir la fecha de hoy. Repetir 5 cifras.
cia. Y así, indirectamente, buscando diagnosticar la debilidad mental, se resolverá la cuestión de la medida de la inteligencia: Binet elaboró su test para detectar a los niños atrasados, para distinguir con el mínimo de error entre los retardados debido a un déficit de inteligencia y los retardados debido a las condiciones desfavorables del medio y de la escolarización. Tuvo que definir pues, por una parte, la debilidad mental y, por otra, la 78
9 años Dar el cambio de 1 franco. Definir por el uso. Reconocer piezas de nuestra moneda. Enumerar los meses. Preguntas fáciles. 10 años Ordenar 5 pesos. Dos dibujos de memoria. Criticar frases absurdas. Preguntas difíciles. 3 palabras en 2 frases. 12 años Resistir a una sugestión de líneas. 3 palabras en una frase. Más de 60 palabras en 3 minutos. Definir palabras abstractas. Adivinar el sentido de frases desordenadas. 15 años Repetir 7 cifras. Hacer 3 rimas. Repetir una frase de 26 sílabas. Interpretar un grabado. Problemas de hechos diversos. Adultos Habilidad para recortar. Reconstruir un triángulo. Diferencias palabras abstractas. Preguntas del Presidente. Opinión sobre el escritor Hervieu.
inteligencia. La primera se distingue por cierto retraso del desarrollo mental. Se mide con una misma escala a los niños normales y a los que presentan dificultades. Van subiendo los mismos escalones, aunque a velocidades diferentes. La inteligencia se define por su génesis en el niño, sus grados son las edades sucesivas del desarrollo mental. Al niño problemático se le considera un niño de menos edad, en
3. EJEMPLO DE TAREAS que, según Binet, los niños deben poder cumplir en función de su edad. Para la evaluación, Binet sugiere proceder de la siguiente manera: si un niño realiza los cinco tests que corresponden a ocho años, tiene la inteligencia de esa edad. Si realiza más (por ejemplo tres tests de nueve años y dos tests de diez años) añadimos un año por cada cinco tests. En ese caso tenemos 8 + 1 = 9 años de inteligencia. Considera que el niño tiene una “inteligencia regular” si la que manifiesta corresponde a su edad, una “inteligencia avanzada” si la tiene superior a la de su edad, y una “inteligencia retardada” si es inferior a la de su edad. el que el desarrollo psicológico se ha detenido en el camino. Es decir, se identifica un nivel dado de retraso con una determinada edad de desarrollo normal. Pero Binet tardará todavía varios años (1905-1911) en elaborar una escala definitiva. La primera versión de este test se presentó en 1905. Apareció en la revista L’Année Psychologique, fundada por Binet. En el artículo titulado Méthods nouvelles pour le diagnostic du niveau intellectuel des anormaux, Binet y Simon aportaban diversos tests reagrupados en lo que ellos llamaban escala métrica de inteligencia. Los autores se limitaban aquí a proporcionar un instrumento susceptible de establecer el nivel intelectual de los niños retardados comparándolos con niños normales de la misma edad o de nivel análogo. La frontera entre la idiocia y la imbecilidad estaba marcada por la aparición de las primeras pruebas verbales. La frontera entre la imbecilidad y la debilidad mental parecía delimitada por las primeras pruebas de juicio. Y, finalmente, la frontera entre la debilidad mental y la normalidad venía dada por las posibilidades de abstracción y de trabajo en el espacio mental. La escala consta de una serie de pruebas de dificultad creciente. En la base, un nivel intelectual rudimentario. Se progresa hasta llegar al nivel de inteligencia media y normal. Mente y cerebro 23/2007
A cada prueba le corresponde un nivel mental diferente. Esta escala no pretende medir la inteligencia —puesto que, según Binet, las cualidades intelectuales no son longitudes que puedan superponerse—, sino que permite llegar a una clasificación de las inteligencias. Así, entre el niño y el adulto, y por la misma razón entre dos niños de edades y niveles mentales distintos, la diferencia no es de orden cuantitativo sino cualitativo, “aunque, por necesidades de la práctica, esta clasificación (cualitativa, jerárquica) equivale a una medida”. Binet y Simon querían que todos sus tests fueran simples, rápidos, cómodos y precisos. Intentaban, en lo posible, medir sólo la inteligencia natural, con independencia de la instrucción que hubiera recibido el sujeto. Esta inteligencia la encuentran en la facultad superior del juicio. Hay en la inteligencia una facultad fundamental, cuyo menoscabo o alteración redunda en la vida práctica: el juicio; o dicho de otra manera, el sentido común, el sentido práctico, la iniciativa, la facultad de adaptarse. “Juzgar bien, comprender bien, razonar bien, es lo que incumbe a la inteligencia; son sus mecanismos esenciales.” La escala aportada es el resultado de muchos experimentos realizados con niños normales y con niños con dificultades, primero en el Hospital de la Salpêtrière y luego en las escuelas de primaria de París. Pero en 1905, Binet y Simon se arriesgan a hacer una validación real de la escala. Se trata de un primer esbozo que completarán con otras investigaciones posteriores que darán como resultado un verdadero test de inteligencia. En octubre de 1905, Binet crea el laboratorio-escuela de la calle Grange-aux-Belles en París, que le proporciona la infraestructura necesaria para desarrollar sus ideas. En 1908 alcanzan su meta. Mientras que la escala de 1905 era poco precisa y no comportaba ninguna indicación de edad, la nueva está mejor graduada. En 1905, Binet y Simon precisan que “no se trata de construir un instrumento que permita establecer una jerarquía entre los niños normales”, sino de diagnosticar de forma rápida Mente y cerebro 23/2007
el retraso mental. Progresivamente, Binet se aleja de las referencias del asilo psiquiátrico para adaptar su escala a los niños de las escuelas. En el artículo de 1908 se sustituye la lista aproximada de pruebas sin indicación de edad por una gradación precisa de 3 a 13 años. El instrumento aproximado para reconocerlo es ahora un test que permite establecer una jerarquía entre los niños normales. En la escala de 1911, que será, con la muerte de Binet, la versión definitiva del test de inteligencia, el test clásico de Binet-Simon, no encontramos nada esencialmente nuevo. La principal modificación atañe a la presentación; posibilita un cálculo célere y ajustado del nivel mental. Esta escala tuvo reconocimiento mundial; se adoptó de inmediato en numerosos países. En 1916, Lewis Terman (1877-1956), de la Universidad de Stanford, acuña la expresión cociente intelectual (CI) y divulga la escala métrica de inteligencia de Binet en Estados Unidos.
De la inteligencia a las inteligencias A partir de entonces numerosos investigadores desarrollarán otras escalas basadas en una concepción global de la inteligencia. Las más conocidas son las elaboradas por David Wechsler (1896-1981). Como señalan Michel Huteau y Jacques Lautrey en Évaluer l’intelligence: Psychométrie cognitive: “Binet y Wechsler se imaginaban la inteligencia como una capacidad global. Sus escalas tenían por objeto principal proporcionar una evaluación que resumiera dicha capacidad en un solo índice de edad mental o CI. Sin embargo, la utilización de estas escalas mostró que los aciertos en los diferentes sub-tests podían ser heterogéneos; en razón de ello, los perfiles de éxito se interpretaron admitiendo que tales escalas medían distintos aspectos de la inteligencia. Esta práctica acepta la multidimensionalidad de la inteligencia”. El carácter multidimensional de la inteligencia se hizo evidente con los tests factoriales. Charles Spearman (1863-1945), que preconizaba una psicología basada en las correlaciones, se propuso estudiar la relación
entre la inteligencia y la discriminación sensorial (idea que había prevalecido durante las primeras tentativas, cuando se pensaba, como en la prueba del compás, que cuanto más bajo era el umbral de discriminación, mejor era la inervación y más inteligente el sujeto). Spearman descubrió una correlación perfecta, pero Binet, sorprendido, encuentra las pruebas sensoriales del autor poco fiables, así como su forma global de apreciar la inteligencia. Pero Spearman repitió con éxito sus experimentos y concluyó que todas las ramas de la actividad intelectual compartían una función fundamental, un factor general de inteligencia (conocido posteriormente con el nombre de factor g), y que existía una correspondencia entre la discriminación general y la inteligencia general. Este modelo unidimensional fue criticado a finales de los años treinta por Louis Thurstone (1887-1995), quien, analizando las correlaciones en un nutrido grupo de tests, no encontró un factor general, sino varios factores que correspondían a aptitudes independientes (aptitudes primarias: comprensión verbal, fluidez verbal, aptitud numérica, inferencia, aptitud espacial, rapidez perceptiva, memoria). Entonces, ¿es unidimensional o multidimensional la inteligencia? De hecho existe un componente unidimensional (factor g) y componentes multidimensionales. Aunque Binet elaboró una escala que evaluaba la inteligencia como una capacidad global, gracias a ella llegamos a entender que la inteligencia es de naturaleza multidimensional.
SERGE NICOLAS enseña psicología experimental en la Universidad René Descartes de París. Bibliografía complementaria LES TEST D’INTELLIGENCE. M. Huteau y L. Lautrey. La Découverte; 1997. L’ÉLABORATION
DU PREMIER TEST A. Binet y Th. Simon. L’Harmattan; 2004. D’INTELLIGENCE.
LA MESURE DE L’INTELLIGENCE. Dirigido por S. Nicolas y B. Andrieu. L’Harmattan; 2005.
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¿Qué es la belleza? La belleza es una realidad que participa de lo sensible y lo intelectual; se caracteriza por presentar una “universalidad subjetiva” y por vincular al sujeto y al objeto mostrando que están perfectamente adaptados entre sí, de lo cual se deriva el placer que le es inherente
1. Sixto J. Castro
A
propósito del tiempo, san Agustín reconocía que, en el mismo momento en que se preguntaba por su naturaleza, la pregunta parecía carecer de respuesta, mientras que en ausencia de la pregunta, la intuición precategorial, intuitiva, que tenía le bastaba para manejarse. Igual sucede con la belleza. Quizá no separamos qué sea, pero la reconocemos en cuanto nos sale al paso.
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Junto con la verdad y la bondad, la belleza es una de las grandes ideas platónicas. La verdad y la bondad no se confinan en los sentidos, sino que requieren de un ejercicio teórico o práctico. La belleza, en cambio, participa de lo sensible y de lo inteligible. En la antigüedad clásica, el conocimiento estético (de aísthesis) remitía al conocimiento obtenido a través de los sentidos, en contraste con el conocimiento eidético (de eídos), que deriva de la razón y el entendimiento. Esa ligazón de lo estético con lo sensible, sin re-
EN LA CONSIDERACION TRADICIONAL de la belleza son importantes las relaciones matemáticas, es decir, las proporciones, pero también la luz, es decir, la claridad.
negar de lo inteligible, la subrayaba en el siglo XIX Georg W. F. Hegel cuando declaraba que “la belleza es la manifestación sensible de la Idea”, una síntesis perfecta de lo sensible y lo intelectual, que acontece de modo privilegiado, si no único, en el arte. Mente y cerebro 23/2007
La vinculación esencial entre belleza y arte sucede sólo cuando se ha llegado al concepto de Bellas Artes. (Las artes han de ser bellas, y la belleza sólo se da en el arte, de modo, que, como afirmó Charles Batteux, el gusto es en las artes lo que la inteligencia es en las ciencias.) Hasta entonces, la belleza y el arte eran conceptos independientes, sin necesidad de mutua implicación. Tan arte era para los antiguos hacer unos zapatos como construir un templo. Y sin embargo, desde los orígenes, ciertas artes, quizá las que tenían una determinada finalidad, elevada, por así decir, tendían a encarnar propiedades que llamamos bellas. Tomás de Aquino explica que nadie fabrica algo si no es en orden a la belleza. La belleza es la causa final de la acción, sea ésta moral, teórica o práctica. Todo tiende a la belleza, porque la belleza es una de las propiedades trascendentales, una de las propiedades que tiene todo ser por el hecho de ser. En el siglo XX, Ludwig Wittgenstein establece una relación singular entre arte, belleza y felicidad: “Porque hay ciertamente algo en la concepción de que el fin del arte es lo bello. Y lo bello es lo que nos hace felices”. La belleza es promesa de felicidad, la cual, para Aristóteles, es el fin de toda vida humana. Arthur C. Danto, en El abuso de la belleza, cita el caso de un director de prisiones que defendía la necesidad de construir prisiones bellas, pues eso hacía que los presos se sintiesen importantes. De cajón es que si tuviésemos que elegir entre varios mundos posibles, dejando todas las demás cosas igual, optaríamos por aquel que albergase mayor belleza, aunque no la supiésemos definir.
¿Puede definirse la belleza? No es fácil saber qué es la belleza, aunque a lo largo de la historia se ha caracterizado con muchos términos. Se ha tratado de expresarla a través de las razones matemáticas (pitagóricos), de la idea de la proporción sensible (Platón), la simetría, el orden y la mesura (Aristóteles), la perfección ejemplar y un largo etcétera. Todas esas atribuciones comparten un mismo carácter: remiten a relaciones formales. Pero, se pregunta Plotino, ¿qué Mente y cerebro 23/2007
sucede entonces con los elementos simples? En lo simple no hay simetría, ni orden, ni proporción. Sin embargo hay belleza, porque hay luz y claridad. En cualquier caso, una de las reducciones más exitosas de la belleza a otro término es la que ha operado la explicación matemático-pitagórica. Desde muy pronto se equiparó el orden y la simetría existentes en la realidad con la presencia del número irracional ϕ, la llamada proporción áurea. Imaginemos la recta AC, divida en dos segmentos, uno mayor que el otro: AB > BC. La razón áurea nos dice que el segmento mayor (AB) es a la recta (AC) lo que el segmento menor (BC) es al mayor (AB). Muchas de las grandes obras de arte de la antigüedad y del Renacimiento están hechas conforme a ese número real, que hallamos inscrito en las circunvoluciones de las conchas de cefalópodos, en la filotaxis espiral de los vegetales o en las proporciones humanas. Parece, pues, que hay un cierto “orden” en la naturaleza, que san Agustín atribuía a la mano creadora de Dios. La mente de Dios sería, en cierto modo, matemática, y ese carácter matemático se plasmaría en su obra. Tal es la belleza que aprecian los renacentistas: la proporción. Se la reconoce porque Dios inserta, simultáneamente, el canon numérico de belleza en el alma. Sin embargo, no todos se identifican con esa idea. En el siglo XVIII Edmund Burke viene a decir algo así: dadme cualquier proporción y yo os haré la representación más horrible (y a la inversa). Podemos discutir si la proporción es condición necesaria de la belleza o no. Lo indubitable es que nunca es condición suficiente de la misma: no hay una palabra ni un número que nos dé la clave de la belleza. Al examinar sus propias obras para aprobarlas o para descalificarlas, los grandes artistas afirmaban que tenían o que les faltaba un nescio quid, un “no sé qué”. ¿Es, pues, indefinible la belleza? Parece innegable que hay un elemento que no se deja aprisionar en la definición. José Ortega y Gasset, en “La estética del tranvía”, deja entrever que, en presencia de lo no bello,
2.
DESDE EL BANQUETE DE PLATON se habla de una escala de la belleza, que transita de la belleza de los cuerpos a la idea de belleza, a través de la belleza de las almas, las conductas, las leyes y las ciencias.
sentimos que hay algo que no está en su lugar o que rompe cierta aura de perfección que debería tener el objeto. Ese carácter de perfección ya había sido reivindicado por Aristóteles. Mas no todos comparten o han compartido esa idea. David Hume en el siglo XVIII o Alfred. J. Ayer en el XX , con otros empiristas y positivistas lógicos, consideran que la expresión “bello” no afirma un hecho, sino que expresa sentimientos y demanda una respuesta. Hablan, sin embargo, de un acuerdo en el juicio sobre lo bello Denis Dutton y William Kennick. Este pro81
si nosotros hemos colocado los objetos del almacén, podamos averiguar, con un escaso margen de error, qué sacará de allá, lo que consideramos que debería recoger.
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El carácter condicional de la belleza
3.
LA SECCION AUREA.
puso en 1958 el “test del almacén”, destinado a manifestar que la comprensión de un concepto (en su caso, el de arte) implica saber qué decir y cómo comportarse de modo apropiado en diversas situaciones. Y saber qué decir y qué hacer no depende de haber entendido una definición del concepto en cuestión. Traslademos el test a lo bello: repartamos por el suelo de 82
un almacén una serie de elementos y pidámosle a alguien que nos traiga los objetos que le parece que tienen symmetria, o los que tienen proportio o claritas, o los que son utopía de la patria esperada, o los que encarnan el número ϕ. No podemos saber qué sacará el individuo de ese almacén. Ahora bien, digámosle que saque todo lo que le parece bello. Probablemente,
“Debería”, ésa es la clave. Al hablar de belleza, nunca hablamos de obligación, de deber en sentido absoluto, sino de un deber condicional. Kant, en su Crítica del Juicio (1790), desarrolló una de las teorías más importantes acerca de la belleza. A grandes rasgos, la belleza es el objeto de los juicios de belleza (lo que Kant llamaba juicios de gusto o lo que hoy llamaríamos juicios de valor estético o juicios del mérito estético). Dos rasgos son distintivos de estos juicios: objetividad y corrección. Los juicios de belleza tienen fundamentos subjetivos, es decir, se hacen sobre la base de una respuesta de placer o desagrado. Una idea que ya está presente en el diálogo Hipias Mayor de Platón, así como en Tomás de Aquino —pulchra enim dicuntur quae visa placent (dícense hermosas las cosas que agradan a la vista)— o en Hume y que ha sido contemporáneamente desarrollada por George Santayana con su concepción de la belleza como “placer objetivado”. Este es el componente pragmático de la belleza, que los juicios estéticos comparten con los juicios de lo agradable. Por lo que concierne al segundo rasgo distintivo, los juicios estéticos reivindican la corrección, exigencia que comparten con los juicios empíricos. Kant puso juntos estos dos rasgos al decir que los juicios de belleza y fealdad tienen universalidad subjetiva. Este tipo de explicación no se identifica con la opinión de que la belleza es una clase de proyección de nuestros placeres, ni con la tesis de que es una propiedad del mundo que conocemos a través del placer. Lo que a Kant le interesaba era subrayar el carácter de universalidad subjetiva como lo distintivo de los juicios de belleza y fealdad. Los juicios de belleza coinciden con los juicios de lo agradable (de la comida y la bebida, por ejemplo) en ser subjetivos. Difieren de éstos en Mente y cerebro 23/2007
Lo bello, placer puro Para Kant, bello es lo que place sin concepto y place universalmente. En lo bello no puede haber concepto, porque de ser así no habría lugar para las disputas en torno al gusto, pues todo concepto es universal. Y sin embargo, juzgar estéticamente es declarar de manera implícita que una respuesta por completo subjetiva es la que todo individuo debe necesariamente experimentar y que debe provocar el acuerdo espontáneo de todos. Cuando percibimos algo que consideramos bello, creemos que todo el mundo debería considerarlo bello. Así, la belleza, para Kant, no proporciona conocimiento, aunque el juicio de gusto, el que emitimos al decir “esto es bello”, esté provocado por Mente y cerebro 23/2007
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LA MUSICA es un ejemplo de la imposibilidad de reducir la belleza a proporciones matemáticas. Parece que hay un elemento que se escapa a la definición.
las estructuras que, en su práctica cotidiana, engendran conceptos. De este modo, dado que todos somos sujetos trascendentales que compartimos esas estructuras cognitivas, cabe pensar que lo que yo considero bello debería ser considerado como tal por todos los demás sujetos trascendentales, aunque esto no admite contrastación empírica. En la filosofía kantiana, hay una suerte de ley que opera en el juicio estético, pero que parece inseparable de la misma particularidad del artefacto. Tal legalidad pone entre paréntesis los prejuicios personales en nombre de una humanidad universal y común. Ya Hume, con su teoría de los jueces ideales, había supuesto que estos jueces, libres de prejuicios y falsas creencias, podrían emitir un
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que los juicios de belleza exigen validez universal. Divergen de los juicios empíricos al ser subjetivos, pero son como éstos al exigir validez universal. Lo bello no es lo que decide un sujeto, ni es lo que un solo espectador determina como tal. Para Kant se requiere cierta universalidad, aun cuando se trate de una universalidad peculiar, sin concepto, pero universalidad al fin y al cabo. Desde un planteamiento kantiano, la experiencia de la belleza no puede ser totalmente subjetiva ni solipsista. Aunque la respuesta estética acontezca en la mente, ha de comenzar por la experiencia sensible, que, para Kant, es un terreno común entre los sujetos. ¿Cabría que a la belleza sólo pudiese adjudicársele el estatuto de cualidad secundaria, en la línea de la distinción de John Locke entre cualidades primarias y secundarias, aquéllas objeto de la ciencia (que dice relación a la realidad) y éstas sólo de la percepción (es decir, a la ilusión)? George Berkeley no nos lo permitiría. En los Tres diálogos entre Hilas y Filonus protesta: “¡Qué sincero placer es contemplar las bellezas naturales de la tierra!... ¿Qué tratamiento merecen estos filósofos que privan a estas escenas nobles y placenteras de toda realidad? ¿Cómo deberían tomarse en consideración estos principios, que nos llevan a pensar toda la belleza visible de la creación como un resplandor imaginario falso?”
veredicto unánime de belleza. De modo parecido, Burke afirma lo siguiente: “No recuerdo que se haya mostrado algo bello, sea un hombre, una bestia, un pájaro o una planta, incluso a un centenar de personas, y no haya sido admitido como tal por todas ellas, pese a que alguna pudiera pensar que esperaba mucho más o que hay cosas todavía mejores”. No hay imposición de cánones, sólo constatación de hechos. No deja de ser curioso que la belleza, según la explicación kantiana, sea el lugar en el que el gozo producido en su contemplación permite al hombre experimentar la armonía de sus estructuras cognitivas con el mundo que conoce. Aquí se rompe la separación entre fenómeno (lo que aparece) y el noúmeno (la cosa en sí, lo que no es 83
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AL VALORAR ALGO COMO BELLO postulamos que todos deberían verlo de ese modo (universalidad), aunque esa valoración no se pueda fundamentar sobre conceptos, sino sobre el gusto (subjetivo).
a su objeto, se detiene y se vuelve sobre sí mismo, se olvida de su referente durante un momento y atiende al modo en el que su estructura parece adaptarse a la comprensión de lo real. Es, según afirma Terry Eagleton en La estética como ideología, como si el conocimiento fuera observado bajo otra luz, atrapado in fraganti. Lo estético y lo cognitivo no son esferas separables. Aunque tampoco esferas que puedan ser reducidas la una a la otra. Más aún: lo estético no es en absoluto una esfera, sino ese momento que abandona el mundo y se aferra al acto formal de conocerlo.
Distanciamiento y proximidad susceptible de comprobación empírica y sólo es postulable). En el ámbito de la belleza, el hombre sabe que su conocimiento está perfectamente adaptado al mundo; se sabe que sujeto y objeto son uno. Por eso la experiencia estética ha estado siempre, a lo largo de la historia, cerca de la experiencia mística y lo inefable se trata de traducir también en términos estéticos (los dos nescio quid se encuentran). Y esto porque, según A. W. Schlegel, lo bello es una representación simbólica de lo infinito. En un entorno que se vuelve cada vez más racionalizado, secularizado y desmitologizado, lo estético es, por tanto, la débil esperanza de que el objeto y el significado últimos no estén completamente perdidos. Para que haya conocimiento, nuestras facultades deben estar ajustadas a la realidad material. Para Kant es la contemplación de esta forma pura de nuestra cognición, de las mismas condiciones de posibilidad de ésta, lo que constituye lo estético. Lo estético deja de ser un mero suplemento a la razón, un sentimiento al que pueda reducirse la racionalidad. Constituye el estado en el que el conocimiento más común, en el acto de dirigirse 84
Algunos de los placeres de la estética surgen de la inmediata sensación con la que captamos la conformidad entre el mundo y nuestras capacidades. En lugar de subsumir sin más en cualquier concepto la multiplicidad de información que tenemos delante, experimentamos disfrute precisamente de la posibilidad general y formal de hacerlo. Aunque lo estético no nos brinda ningún conocimiento específico, sí nos ofrece la conciencia de que en el mundo tenemos nuestro hogar, porque el mundo se acopla a nuestras capacidades. Si esto es realmente cierto o no, no podemos afirmarlo, ya que no podemos saber qué es la realidad en sí misma. En palabras de Terry Eagleton, es como si en el juicio estético sostuviésemos en las manos un objeto que no fuésemos capaces de ver, no porque necesitemos usarlo, sino sólo por alegrarnos de su predisposición general a ser sostenido del modo en el que su propia convexidad parece amoldarse a nuestras manos y de lo bien diseñado que se muestra ante nuestras capacidades prensiles. En presencia de la belleza, experimentamos una exquisita sensación de adaptación de la mente a la rea-
lidad; pero ante la presencia turbulenta de lo sublime recordamos los límites de nuestras empequeñecidas imaginaciones y tomamos conciencia de que no nos es posible conocer el mundo como una totalidad infinita. En parte disfrutamos de lo estético por el conocimiento de que nuestra propia constitución como sujetos humanos nos predispone a una armonía mutua. Lo estético es, pues, esa experiencia en donde convergemos espontáneamente, sin necesidad de saber que, desde un punto de vista referencial, estamos de acuerdo. Esa solidaridad es una clase de sensus communis. En la respuesta a un artefacto o a una belleza natural, pongo entre paréntesis mis propias y contingentes aversiones y preferencias, me sitúo en el lugar de otro cualquiera y juzgo desde el punto de vista de una subjetividad universal.
Estética, belleza y bien El término “estética”, aplicado a la belleza y, en particular, a la belleza en el arte se debe a Alexander Baumgarten, quien, en el siglo XVIII, trató de mostrar la interrelación entre el arte, lo bello y la sensibilidad. Un siglo antes, René Descartes había distinguido entre res cogitans y res extensa. ¿Cómo sale el pensamiento al encuentro de la extensión, del mundo objetivo? Descartes hace coexistir en el espíritu dos especies de pensamiento: las ideas “claras y distintas” y las sensaciones, que, como las pasiones, son percepciones más o menos oscuras y confusas. En esa línea, Baumgarten plantea su proyecto así: la “estética es la ciencia del conocimiento sensible”, la hermana de la lógica, una especie de ratio inferior en el nivel de la vida de las sensaciones. La estética tiene por objetivo “la perfección del conocimiento sensible, es decir, la belleza” o, concretamente el “pensar-bello”. La belleza ya no está en la cosa declarada bella, sino en la intuición sensible del sujeto. El que haya belleza no dice nada acerca del mundo, sino que manifiesta la perfección de nuestro conocimiento sensible. Podemos conocer el mundo por la intuición, además de por la razón: Mente y cerebro 23/2007
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la capacidad de sentir lo bello está al mismo nivel que la capacidad de conocer lo verdadero, aunque a este respecto la intuición de lo bello es superior porque es más inmediata. Esta idea de que nuestra relación sensible con el mundo se equipara a la racionalización y la completa o la permite, funda la fenomenología, para la cual no podemos pensar si no es a partir de un ser-en-el-mundo del que nuestras percepciones y sensaciones son manifestación. Baumgarten afirma que los objetos que convenimos en designar como bellos, no a través de la argumentación o el análisis, sino al contemplarlos y mirarlos, hacen que emerja una especie de consenso espontáneo. Así pues, lo que había sido teorizado como un segmento de la experiencia, cruza todas las regiones del pensamiento: epistemología, ética, ontología, etc. Las ocasiones de encuentro con una obra de arte o de disfrute estético de lo natural se vuelven vitales para la comprensión de nuestro contacto moral y cognitivo con el mundo. Aparece esa idea ya en el Filebo de Platón: mientras estábamos cerca del Bien, a su lado, éste huyó y se escondió en la naturaleza de lo Bello, es decir, en la medida Mente y cerebro 23/2007
ERNST CASSIRER AFIRMA que, en la belleza contemplada, cada sujeto permanece dentro de sí mismo y queda puramente inmerso en su propio estado, mientras que, al mismo tiempo, queda privado de cualquier particularidad contingente y conoce que él es el portador de una sensación de totalidad que ya no pertenece al “esto” o al “aquello”.
y la proporción, y por eso lo bello revela el bien. Kant, y Schiller tras él, proponen que la manera en la que atendamos a la belleza y abdiquemos de nosotros mismos para adquirir la postura desinteresada requerida por el acto contemplativo, en vez de enfrentar lo estético y lo moral, unifica sus proyectos. La experiencia de estar descentrado ante lo bello contiene ese momento de distanciamiento en el que nos hacemos conscientes de que nuestra relación con el mundo ha cambiado. Dejamos de ser el centro de nuestro mundo, aunque no perdemos interés en él (ético o político); en ese momento extático, nuestra vida mental se expande. Es como si las cosas bellas hubiesen sido puestas en el mundo para servir como llamadas de atención a la percepción. Se nos alerta de la simetría entre lo estético y lo ético, o más específicamente, del paralelismo que existe entre el reconocimiento de la belleza y el de los acuerdos “justos” o “equitativos” entre
la gente. Igualmente, por analogía, de la simetría existente entre nuestra preocupación por nosotros mismos y nuestra preocupación por los otros. Abunda en ello hoy Roger Scruton, quien defiende que hay una analogía entre nuestra contemplación de la belleza y nuestra sensibilidad hacia lo verdadero y lo bueno. De modo semejante, Elaine Scarry, en On Beauty and Being Just, afirma que “el objeto bello —en su simetría y generosa disponibilidad sensorial— nos ayuda a volvernos hacia la justicia. Los otros dos vértices, el del perceptor y el del acto de creación, también revelan la presión que ejerce la belleza para la igualdad ética”.
¿Existe una belleza en sí? ¿Es la belleza algo subjetivo, algo determinado por el sujeto? ¿No son los objetos los que son bellos? Sí y no, no y sí. La historia de la estética, en lo que a la caracterización de la belleza se refiere, puede dividirse en subjetivistas y objetivistas. Para 85
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PARA KANT LAS BELLAS ARTES no buscan la representación de lo bello, sino representaciones bellas. Kant afirma que “una belleza natural es una cosa bella; la belleza artística es una representación bella de una cosa”. Así el arte tiene la capacidad de transfigurar en belleza, es decir, de vincular al sujeto y al objeto, superándolos en una especie de síntesis.
aquéllos, la belleza está en el sujeto, es el sujeto el que emite el juicio de gusto, mientras que las cosas no son en sí bellas. Los objetivistas, por su parte, apuntan que la belleza reside en las cosas. El observador se limita a constatar un hecho, a emitir una interpretación basándose en datos. A esa división podemos sumar la postura relativista, según la cual la percepción de la belleza se hace en el marco de una cultura dada, que determina los rasgos que han de tomarse en consideración para elaborar un juicio de gusto; la defiende, por ejemplo, Clifford Geertz. O podemos agregar la tesis absolutista, para la que sólo hay un concepto de belleza verdadero y supracultural; la propone Simone Weil, para quien “la belleza 86
es el único valor universalmente reconocido que existe”. Objetivismo y subjetivismo tienen que ver con la relación entre objeto y sujeto, mientras que relativismo y absolutismo añaden a este par un tercer elemento, a saber, la cultura. En cualquier caso, queda por decidir si objeto y sujeto son separables. El pensamiento contemporáneo se muestra proclive a superar esta distinción, pese a mantenerla vigente, aunque sea a efectos de análisis. Examinemos el objeto que llamamos bello, dotado de una serie de propiedades. ¿Son bellas esas propiedades? No, las propiedades del objeto son propiedades físicas (peso, color, forma, etc.) y sobre ellas, como ya afirmó Frank Sibley, se hacen los jui-
cios de gusto. Es lo que se llama, en jerga filosófica, superveniencia estética, es decir, las propiedades estéticas supervienen sobre las propiedades físicas. Sin propiedades físicas, no hay propiedades estéticas. El verdadero problema es cómo se pasa de propiedades físicas a propiedades estéticas, es decir, cómo pasamos de una forma o de un color a una forma bella o un color bello. Podemos aceptar la tesis de que el paso es natural, es decir, que determinadas formas o colores son en sí mismos bellos, lo cual nos llevaría a una petición de principio, pues se afirma lo que se pretende demostrar. O podemos hacer entrar al sujeto. Ahora bien, el sujeto no es, a pesar de lo que dijesen Descartes y sus herederos, una entidad cerrada en sí misma, una mónada leibniziana que no tiene ventanas. El sujeto es con el objeto. El sujeto es intencional, como sostiene la fenomenología. Cualquiera de sus actos está dirigido a un objeto y, en cierto modo, teñido por él, de manera que no se puede establecer una distinción tajante y artificial entre sujeto y objeto. Hay que hablar, como hace Martin Heidegger en su lenguaje peculiar, de ser-con, ser-cabe, ser-enel-mundo. Es aquí donde ese sujeto no autopuesto juzga, pero no es un juicio subjetivo, sino que incluye en sí al objeto. El hiato que existe entre propiedades físicas y propiedades estéticas es el que rellena el sujeto. La belleza es lo que más vincula al sujeto y al objeto, la verdadera existencia metaxológica, medial, como bien apreció Platón y como bien nos hacen tomar en consideración los filósofos contemporáneos: lo que hay entre el sujeto puro y el objeto puro —realidades ideales ambas— es la belleza, que es la otra cara de la verdad, como entrevió agudamente Santayana, para quien, una vez que despojamos a la verdad de su utilidad pragmática, se convierte en belleza.
Lo bello y lo útil En Hippias Mayor sostiene Platón que lo bello se opone a lo útil. Hay más. Lo bello puede prescindir de lo útil. Lo mismo dirá Kant, con su idea del placer desinteresado o su finalidad Mente y cerebro 23/2007
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PARA KANT, LA BELLEZA DE LA NATURALEZA ES LIBRE, pues no presupone un concepto de lo que la naturaleza deba ser. Así sucede con las flores, los colibríes, los papagayos... Pero un hombre o un caballo, al igual que un edificio, son bellezas dependientes, porque suponen un concepto de fin que determina lo que debe ser la cosa.
sin fin; o el carácter estéril del que habla A. W. Schlegel. De igual modo, F. Hutcheson, tras distinguir entre belleza absoluta y relativa, afirma que dado que la belleza gusta necesaria e inmediatamente, no tiene espacio para la asociación o intervención de intereses. K. P. Moritz relaciona la belleza con la autorreferencia, es decir, “lo perfecto en sí mismo”, de modo que hay que renunciar a la utilidad de lo bello (aunque exista). Por eso puede entenderse la belleza como el resultado de un juego que se da entre el perceptor y lo percibido y que da lugar a un agrado carente de interés. La belleza es una praxis, una acción tal, que la acción misma es el resultado. Se trata, empero, de una acción en la que sujeto y objeto cambian. Por eso no es definitiva, sino que se va ampliando.
Belleza libre y belleza dependiente No hay un concepto de belleza unívoco. Kant distingue entre belleza Mente y cerebro 23/2007
libre (pulchritudo vaga) y belleza dependiente (pulchritudo adhaerens). La belleza dependiente depende del concepto de una función. Puesto que algo cumple una función si tiene una historia, una cosa tiene belleza dependiente sólo si tiene una historia. La belleza libre es independiente de cualquier función, de su historia (y de su futuro), mientras que la belleza dependiente de una cosa se insiere en su historia en la medida en que la historia entra en su función. La belleza libre se da principalmente en la naturaleza; la belleza dependiente en las artes, aunque también puede aparecer belleza libre en ellas. Además, la belleza resulta inseparable de su percepción. No hay lugar para una belleza no percibida. Y, sin embargo, no se reduce a una percepción inmediata, sino que da lugar a un acto cognitivo. Tomás de Aquino, antes que Kant, vio esto con claridad: para la belleza se requieren simetría, proporción y claridad, propiedades que no existen sin sujeto. En realidad, son relaciones estéticas.
Tales propiedades y cualesquiera otras que se quieran exponer para definir la belleza son, en último término, propiedades relacionales, pues, de por sí, la proporción, por muy feliz que sea, no dice nada en relación a la belleza.
La belleza y el erotismo En el pensamiento occidental se da una vinculación entre belleza y erotismo. Lo bello nos atrae, como lo amado al amante. Platón, en el Banquete, nos relata el nacimiento de Eros. Con motivo del nacimiento de Afrodita, los dioses celebraron una fiesta y a ella acudió Poro, dios del recurso y de la capacidad de adquirir aquello de lo que se carece, hijo de Metis, diosa de la perspicacia y la prudencia. A mendigar ante la puerta se presentó Penía, diosa de la carencia y de la pobreza. Penía estaba falta de todo lo que Poro poseía. (Penía estaba en condición de a-poría.) Poro, borracho de néctar, penetró en el huerto de Zeus y se durmió. Penía se acostó con él y concibió a Eros. Por haber sido engendrado en la fiesta de Afrodita, Eros se convirtió en acólito de la diosa, es decir, en amante de la belleza (Afrodita). Al ser hijo de Penía y Poro, Eros adquiere los 87
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DESDE EL PUNTO DE VISTA PSICOANALITICO, el origen de la belleza reside en la añorada experiencia de perfección que se encuentra en el vínculo temprano entre la madre y el niño.
caracteres de la madre y el padre, es mediación y síntesis de carencia y posesión. En el relato platónico quedan determinadas las manifestaciones fenomenológicas de lo bello que suscitan amor. Desde el siglo XVIII se ha venido separando el impulso erótico de la atracción estética, aunque lo erótico no sea más que amor por lo bello. Se advierte ahí el influjo de Madame de Staël, quien interpreta la división kantiana de belleza libre y dependiente desde una óptica platónica y distingue dos tipos de belleza: “uno que está relacionado con el tiempo y con esta vida y el otro con lo eterno y lo infinito”. Hans-Georg Gadamer, en Verdad y Método, afirma que lo Bello (y por tanto el Eros que le está inseparablemente unido) “asume la función ontológica más importante que puede haber, la de la mediación entre la idea y el fenómeno”, la evocación de un orden íntegro. Delacroix y Victor Hugo, dos representantes de la estética francesa del siglo XIX, rechazan la idea de que exista un canon inviolable de belleza y subrayan la diversidad de las bellezas que se encuentran en tiempos y lugares diferentes. Lo mismo proclama la estética alemana, al insistir en que lo bello no puede determinarse a priori, por criterios o reglas, sino que debe ser juzgado por sus propios méritos 88
en un encuentro directo. Arte y belleza parecen quedar indisolublemente ligados, siendo el arte el vehículo apropiado para la belleza, quizás el que contribuye a sacar a la belleza del ensimismamiento en el que estaría sumida en el mundo natural, como deja entrever Hegel. La idea de Staël de los dos tipos de belleza, el eterno e invariable y el relativo y circunstancial, es continuada por Baudelaire, para quien, siguiendo también a Kant, la experiencia estética es subjetiva y universal a la vez. En ese sentido, y como dirá Ruskin, también en el siglo XIX, recogiendo una constante que viene desde Platón (la kalokagathía griega, la unión entre belleza y virtud) y que es desarrollada por los medievales en la doctrina de los trascendentales (el pulchrum), la percepción de lo bello es intrínsecamente moral, porque responde a la creación de Dios y belleza y moralidad se remiten a la misma facultad. En El malestar en la cultura, Sigmund Freud reconoce que el psicoanálisis apenas ha tenido nada que decir sobre la belleza estética, su naturaleza y sus orígenes. Aunque se muestra convencido de que emerge en el ámbito de la sensación sexual. Desde el punto de vista psicoanalítico, el origen de la belleza reside en la experiencia de perfección experimentada en la díada madre-hijo. De ahí que exista una relación necesaria entre el carácter de belleza y el de idealidad. La belleza es un aspecto de la idealización en la que un objeto o sonido se cree que poseen cualidades de perfección formal: equilibrio, integración y significado claro, a diferencia de lo sublime, relacionado con lo paternal y caracterizado por el poder, la carencia de forma, la oscuridad y la inmensidad. Cuando un artista expresa el significado por medio de formas culturales perfeccionadas, o una persona experimenta un amanecer
como bello, están entrando en aspectos arcaicos de la experiencia humana por los cuales los aspectos formales de nuestra relación con el mundo se consideran especiales y valiosos.
De la belleza al arte El arte se convierte en “mnemotecnia de la belleza”. No se trata sólo de una inteligencia del arte como campo acumulativo de hallazgos, sino también de una apuesta por el potencial mnemónico general del arte, como herramienta de rescate y reposición del pasado en el presente, como fuerza de retención del instante bello para lo eterno, como promesa de duración contra lo efímero del acontecimiento, como impulso de eviternidad contra la temporalidad del presente. Porque, si no es el arte el que investiga la belleza, ¿quién o qué será la fuente de nuestro concepto de belleza? ¿Quién o qué determina y educa nuestro gusto? ¿La publicidad, el cine de Hollywood, los vendedores de cosméticos...? Roger Fry, en Visión y Diseño, defi ende que cuando utilizamos la palabra “bello” solemos confundir dos usos distintos de la palabra. Unas veces designa un juicio estético favorable sobre una obra de arte; otras, elogia una belleza natural. Prefiere sustituir el término de “belleza” por “valor estético intrínseco”, “forma plástica expresiva” y, sobre todo, “diseño” para referirse a lo que provoca un “juicio estético favorable”. Del mismo modo, Clive Bell, en Art, opina que el hombre de la calle hace “bello” sinónimo de “deseable”, con un cierto componente sexual. No se da aquí un nexo necesario con una relación estética. Por eso, al hablar de arte, Bell sustituye el término belleza por la expresión “forma significante”, que es lo que provoca “emoción estética”. Lo que Platón había tratado de deslindar en el mundo griego aparece asociado de nuevo en el siglo XX. Más radicales, los teóricos enemigos de cualquier forma de belleza, como Barnett Newman, eliminaron el término belleza. Optaron por el de “sublime”, capaz de acoger realidades artísticas que bajo ningún aspecto podían caber en la idea de belleza. De lo sublime, un concepto de raigambre Mente y cerebro 23/2007
10. A FALTA DE UN CONTEXTO
clásica (lo encontramos en el Pseudo Longino), se había ocupado Kant. Hoy la noción se asocia a las propiedades de los objetos artísticos más que a la experiencia estética. En el siglo XX, la cuestión clave ha abandonado el viejo planteamiento de ¿es x bello? por el de ¿es x arte? Así pues, la estética kantiana puede servirnos para afirmar la belleza de algo, pero no para declararla obra de arte, por más que los formalismos contemporáneos, como es el caso de Greenberg, se hayan declarado deudores de Kant. No faltan quienes suponen que la belleza, del mismo modo que la verdad o el bien, es otra de las formas que toma la voluntad de poder para enseñorearse, en términos nietzscheanos, o para hacerse con el mercado, con el control de la opinión, o lo que fuere. En cualquier caso, no cabe duda de que la belleza es. Uno de los ataques más serios contra la belleza se produjo en el siglo XX. Lo denunció Walter Benjamin: los totalitarismos inmorales pusieron la belleza al servicio de sus intereses. De este modo, para algunos la belleza quedó deslegitimada. Mas, una vez superada esa protesta infantil hacia lo amado que nos ha traicionado o nos ha sido arrebatado, acuden en su rescate Dave Hickey, Wendy Steiner o Arthur C. Danto. Otros la reputan asunto del pasado, que debe reemplazarse por nuevas categorías. Pero como nos recuerda “El pintor de la vida moderna” de Baudelaire, una obra de arte pertenece al pasado en el que ha sido creada, sea la Venus de Milo o la última obra de un artista contemporáneo, pero su belleza está en el momento presente del juicio del observador. ¿Y cómo lo está?
Neurobiología de la belleza Para conocer la base cerebral de la belleza, un equipo de la Universidad de las Islas Baleares recurrió a la técnica de formación de imágeMente y cerebro 23/2007
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INSTITUCIONAL resulta difícil decir si algo es arte, pero aun así, se puede emitir un juicio de belleza. El mundo del arte no agota el mundo de lo bello.
nes. Basaron sus investigaciones en la resonancia magnética funcional. Publicaron los resultados en los norteamericanos Proceedings of the National Academy of Sciences, en 2004. Observaron que el área prefrontal del cerebro se activaba selectivamente al percibir objetos bellos. No obstante, reconocen que la formación artística modifica la percepción estética y que queda por desentrañar el papel de los sistemas subcorticales. Que el sistema nervioso interviene en la percepción de la belleza forma parte de ese conocimiento previo y tácito. El cómo aún no está claro. En fin, la belleza, en cuanto es el entre que ocupa el espacio medial del objeto y el sujeto, es lo que hace que el mundo sea un hogar que habitamos y en el que queremos vivir, y consigue que seamos flâneurs, como decía Walter Benjamin, y no pordioseros.
SIXTO J. CASTRO es profesor de estética en el departamento de filosofía de la Universidad de Valladolid y profesor invitado de la misma materia en la Universidad de Bayreuth. Bibliografía complementaria BEAUTY RESTORED. Mary Mothersill. Clarendon Press; Oxford, 1984. EL SENTIDO DE LA BELLEZA. George Santayana. Tecnos; Madrid, 1999. ACTIVATION
OF THE PREFRONTAL CORHUMAN VISUAL AESTHETIC PERCEPTION. Camilo J. Cela-Conde, Gisèle Marty, Fernando Maestú, Tomás Ortiz, Enric Munar, Alberto Fernández, Miquel Roca, Jaume Rosselló y Felipe Quesney en PNAS, vol. 101, págs. 6321-6325; 2004. TEX IN THE
HISTORIA DE LA BELLEZA. Umberto Eco. Lumen; Barcelona, 2004. VITUPERIO DE ORBANEJAS. Sixto J. Castro. Herder; México D.F. 2007.
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SYLLABUS
Tallo cerebral El tronco encefálico actúa de nudo central de comunicaciones del sistema nervioso: conecta el cerebro con la médula espinal, el encéfalo con el cerebelo y, además, mantiene nuestro organismo en funcionamiento Helmut Wicht
¿H
a intentado alguna vez partir una nuez y sacar el fruto de la cáscara? No es tan fácil. La cáscara es dura, el fruto blando y quebradizo y, además, están esos tabiques leñosos, que arrancan de la cáscara y separan partes del fruto. Con problemas muy similares pugna el anatomista que trata de extraer entero el cerebro de un cráneo. Todo es angosto, el hueso duro como la piedra y blanda la masa cerebral. Lo mismo que en la nuez, hay tabiques resistentes y pergaminosos entre los lóbulos del cerebro. Nos referimos a los septos que forman parte de la meninge, la duramater. Cuando el anatomista ha puesto al descubierto el cerebro, opera dos cortes, que dividen el órgano en tres partes. El escalpelo empieza por el durasepto posterior, en el llamado tentorium o tienda del cerebelo. El anatomista separa el encéfalo del resto. Aísla después el cerebelo (fácil de reconocer por sus finas sinuosidades). Lo que queda es la parte central del cerebro, que originariamente se hallaba en la incisura de Pacchioni y conectaba entre sí todo: la médula espinal con el encéfalo y, allí, el cerebro con el cerebelo. Esta estructura, del tamaño de un dedo pulgar, recibió ajustadamente el nombre de truncus cerebri, tallo o tronco encefálico. De él dependen todas las otras partes del sistema nervioso, como penden las ramas del tronco de un árbol. Una cosa debería quedar clara: sin el tallo no funciona nada. Amén de conectar entre sí todos los centros neuronales de mando, desempeña funciones de central técnica, por donde
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pasan todos los conductos de abastecimiento y se alojan las máquinas, bombas, reguladores y generadores, que mantienen funcionando el establecimiento. Allí encontramos los nervios cerebrales con los que nos comunicamos con el resto del mundo. Visto desde abajo, el tronco encefálico parece una “Y”, que se recubre de una gran “U” invertida. Los brazos de la Y son los pedúnculos cerebrales (crura cerebri). Están formados por fibras nerviosas que provienen de la corteza cerebral. Esta estructura debió estimular la fantasía de los neuroanatomistas de primera hora, varones casi en exclusiva. Con algo de imaginación se puede reconocer aquí un colage de rasgos sexuales femeninos, sólo que en el lugar que ocuparía el pubis entre los muslos se sitúan los cuerpos mamilares, en latín corpora mammillaria, dos llamativas estructuras semiesféricas. Junto a ellas aparece, a ambos lados, el tercer nervio cerebral, responsable de la mayoría de los músculos ópticos. Tras los cuerpos mamilares desaparecen los muslos de la Y debajo de la U invertida, que, como una amplia pinza, sujeta el cerebelo al tronco encefálico. Esta estructura debe su nombre a su forma: puente, en latín pons. A su lado emerge el quinto nervio cerebral, el trigémino, competente en parte de la transmisión de señales en la zona de la cabeza. Con su ayuda podemos masticar y tragar, pero también sufrir un dolor de muelas o una bofetada.
Estrechamiento Si nos dirigimos desde el puente en dirección a la médula espinal, la descripción resulta un tanto complicada.
En una angosta comisura entre el cerebelo y el puente se aprietan, uno junto a otro, cinco nervios cerebrales: uno es competente en el sabor y en la mímica (facial), otro en la audición y el sentido del equilibrio (estatoacústico), otro en la deglución (glosofaríngeo) y otro responsable de los dos músculos del cuello y la nuca (accesorio). Está, además, el nervio vago, que, como parte principal del sistema nervioso autónomo, desempeña un número increíble de funciones: desde el control de la laringe en la locución hasta la regulación de la actividad de los órganos internos. Por si todo esto no fuera suficiente, se acomoda otra estructura en el ángulo pontocerebeloso. Se parece a un minúsculo y apretado ramillete de diminutas floraciones; por eso se le llama también “ramillete o corpúsculos de Bochdalek”, en recuerdo del anatomista checo Vinzenz Alexander Bochdalek (18021883). En las preparaciones cerebrales en formol que es obligatorio contemplar en cualquier muestrario de anatomía recuerda la figura de un brécol podrido, marchito y gris. Sin embargo, en el cerebro vivo es de un rojo intenso, merced a su notable irrigación. A esa estructura le cumple producir la neurolinfa o líquido cefalorraquídeo (liquor cerebrospinalis) en el que flotan el cerebro y la médula espinal. Hacia el centro, el espacio se ensancha. De ello se beneficia el sexto nervio cerebral, el abductor, que sólo se ocupa de un músculo ocular. Además, aparecen aquí dos columnas finas debajo del puente que llegan hasta la médula. Algún aficionado a la arqueología egipcia les puso el nombre de pirámides, y así ha quedado. En Mente y cerebro 23/2007
Cerebro (sólo se muestran las partes centrales de los hemisferios)
Bulbo olfatorio
1.
CONSTRUCCION COMPLICADA. Visto desde abajo, dos “edificios” distintos dominan el tronco encefálico: el puente (pons) e inmediatamente debajo las pirámides. A su alrededor aparecen diferentes conductos, los nervios cerebrales, con los que el cerebro se comunica con las restantes partes del cuerpo.
Nervio óptico Hipófisis
Corpora mammillaria (cuerpos mamilares)
Oculomotorius (III) (nervio oculomotor)
Crus cerebri (pedúnculos cerebrales)
Throclearis (IV) (nervio troclear)
Pons (puente) Trigeminus (V) (nervio trigémino)
Trigeminus (V) (nervio trigémino)
Abducens (VI) (nervio abductor) Glossopharyngeus (IX) (nervio glosofaríngeo)
Facialis (VII) (nervio facial) Statoacusticus (VIII) (nervio estatoacústico)
Corpúsculos o ramillete de Bochdalek
Oliva Hypoglossus (XII) (nervio hipogloso)
Vagus (X) (nervio vago)
Pirámide
Accessorius (IX) (nervio accesorio)
Rafe
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Nervio espinal superior
Cerebelo
realidad presentan forma de obelisco. En las fibras nerviosas que pasan por tales columnas se dirigen los impulsos motores desde la corteza cerebral hacia la médula espinal; constituyen lo que se llama la vía piramidal o vía motora voluntaria. La mayoría de estas fibras se pasan, en el extremo inferior de la pirámiMente y cerebro 23/2007
de, al lado contrario. Lo cual explica por qué, después de un ataque de aplopejía en el hemisferio cerebral derecho, se paraliza la parte izquierda del cuerpo, y a la inversa. Estos “cruzamientos derecha-izquierda” se dan también en muchos otros lugares del sistema nervioso central. Sobre el sentido profundo del cruce especulan
los anatomistas. Después de todo, las vías nerviosas funcionarían igual sin cruzarse. A los lados de la pirámide hallamos el duodécimo nervio cerebral, el hipogloso, que inerva el músculo de la lengua. Descendiendo, saldrían al paso los nervios espinales. Junto al hipogloso sobresale una larga estructura 91
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2. Fálcula, hoz del cerebro
NUEZ CASCADA. Los “tabiques durales” penetran profundamente en el espacio intracraneal: como fálcula entre ambos hemisferios cerebrales y como tienda del cerebelo (tentorium cerebelli) entre el cerebro y el cerebelo.
oval. Como en el caso del ramillete de Bochdalek, un anatomista la asoció también con la flora y la bautizó “oliva”. Para ser más preciso, la oliva inferior, pues hay otra superior, pero ésta reside escondida dentro del tallo encefálico, debajo del puente.
¿Centro de la felicidad obsequiosa?
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Incisura de Pacchioni
Tentorium cerebelli (tienda del cerebelo)
Cerebro
Primer corte en el surco en el que está la tienda del cerebelo
Tronco encefálico Segundo corte que separa el cerebelo
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Cerebelo
En la línea central del tronco encefálico, entallada profundamente entre las pirámides, discurre una sutura vertical, el rafe. Debajo, en el tejido nervioso, se encuentran los núcleos del rafe. Se trata, según los casos, de los “centros cerebrales de la felicidad” o “de la infelicidad”: sus largas y muy ramificadas fibras nerviosas se extienden por casi todo el sistema nervioso; muchas de ellas terminan en el córtex cerebral. Allí distribuyen en abundancia el mensajero serotonina. Pero si se consumen todas las provisiones de serotonina o se dañan las células, el estado eufórico de ánimo se torna en abatida depresión. Hasta ahora sólo hemos explorado el tronco encefálico desde abajo. Si se le da la vuelta, se distingue entre los pies de los pedúnculos cerebrales (crura cerebri) y, bajo ellos, una lámina de la que destacan cuatro protuberancias: las lamina quadrigemina. Las dos elevaciones superiores se relacionan con la vista, las dos inferiores con el oído. En contra de un prejuicio muy extendido, la corteza cerebral no posee
3. TRIADA ANATOMICA. Después de dejar al descubierto un cerebro, el anatomista suele dividir, con dos cortes, la pieza en tres partes. El primer corte penetra en el surco en el que está la tienda del cerebelo; el segundo separa el cerebelo del tronco encefálico. Mente y cerebro 23/2007
Viaje al interior del tronco encefálico Nos hemos limitado a la superficie del tronco encefálico. Pero, ¿qué aspecto tiene su estructura interna? Por un Mente y cerebro 23/2007
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el monopolio de todas las percepciones sensoriales, sino sólo de las conscientes. Se comprueba en las personas que quedan ciegas a causa de una lesión de la corteza visual primaria. Si de repente se mueve algo en el campo visual de un afectado, éste dirige sus ojos automática e involuntariamente hacia el estímulo, aunque declara con seguridad que no ve nada. Un fenómeno análogo sucede con el oído. Estos reflejos visuales y acústicos vienen mediados por el par superior e inferior, respectivamente, de los tubérculos cuadrigéminos. Detrás de este último par aparece, además, otro nervio cerebral, el troclear. De finura sutil, inerva un solo músculo del ojo. Después viene un gran orificio. Apareció cuando el anatomista separó, con el segundo corte, el cerebelo de los pedúnculos que lo unían al tronco cerebral. Hay que tener en cuenta, además, que el cerebro está hueco por dentro. Este orificio forma parte, pues, de su cavidad interior. Adquiere una forma rómbica; de ahí su denominación de fosa romboidea (fossa rhomboidea). Detrás, y al lado, se distingue una fina membrana, prolapsada hacia fuera en el ángulo pontocerebeloso. Se trata, otra vez, del ramillete de Bochdalek. A través de los orificios de esa membrana, la cavidad interna se conecta con el espacio circundante. Estos orificios son sobremanera importantes, pues, si se obstruyen —y esto sucede a veces—, ya no puede fluir el líquido cefalorraquídeo. En este caso el líquido se estanca en el interior del cerebro y, por así decirlo, se hincha. En consecuencia, se produce la temida hidrocefalia. Nuestro recorrido aún no ha concluido. Volviendo en dirección a la médula espinal, se distinguen, en la parte inferior del tronco encefálico, unas estructuras columnares, parecidas a las pirámides. Por aquí no pasa ninguna fibra nerviosas motora, sino vías de informaciones sensoriales que provienen de la médula espinal.
Oculomotor (III)
Acueducto del cerebro Lámina cuadrigémina { Par superior Par inferior Troclear (IV)
Superficie de corte del pedúnculo cerebeloso Apertura lateral de la fosa romboidea Apertura medial de la fosa romboidea Vías espinales ascendentes
Substancia negra (gris) Crus cerebri
Cerebelo Fosa romboidea Corpúsculo de Bochdalek Accesorio (XI) Nervio espinal
4.
TERRENO MONTUOSO CON CRATERES. Si se contempla el tronco encefálico desde abajo, llama la atención, al principio, sobre todo la lámina cuadrigémina o lámina del techo del mesencéfalo (arriba) y el “gran agujero” abajo, la fosa romboidea. En la superficie del corte se ve un canal profundo, el Aquaeductus cerebri; desemboca en la fosa romboidea.
lado, encuentran albergue todos los grupos posibles de células nerviosas: “motores”, de los que se originan los componentes de los nervios cerebrales que son competentes en los movimientos; “sensibles”, los que llegan a las fibras sensoriales; amén de otros asociados a la distribución de información. Algunos conductos se limitan a pasar por el tronco encefálico; otros se encaminan, a través de nudos de conexión, hacia diferentes destinos. Entre tales relés sobresale la “sustancia negra” (substantia nigra), cuya lesión provoca los síntomas de la enfermedad de Parkinson [véase “Enfermedad de Parkinson”, por Konrad Schmidt y Wolfgang Oertel; MENTE Y CEREBRO , n. o 18]. En último lugar, pero no por eso menos importante, hallamos la formación reticular (formatio reticularis), la estructura principal del tallo. En algún aspecto semeja una porción de queso emmental, en el que el lugar de los agujeros lo ocupan grupos de células nerviosas claramente diferenciables al microscopio. Todo el resto —el océano neuronal que rodea a esta isla— es la formación reticular. Allí advienen ramificaciones desde todos los sistemas neuronales, aun cuando sus conductos den la impresión de tomarlo por zona de mero tránsito. Nada tiene de sorprendente
que se desarrolle en su seno todo lo básico y fundamental. Se genera el ritmo respiratorio, se adapta la frecuencia cardíaca, se regula la presión sanguínea y la fuerza muscular global; en pocas palabras: aquí reside la central técnica. No se trata, empero, de un espacio holgado. Los tabiques durales se juntan aquí y forman la incisura de Pacchioni. Tan estrecho es el emplazamiento, que podría incluso pinzarse el tronco encefálico bajo la presión de un hematoma o una tumefacción, cuyas consecuencias, con un riego sanguíneo estrangulado, podrían desembocar en la muerte. Por eso, ante la sospecha de una conmoción cerebral, que, en principio, siempre puede producir un hematoma o una tumefacción, rige la máxima de acudir de inmediato al hospital para una observación inmediata.
HELMUT WICHT es doctor en biología y profesor de anatomía en la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Frankfurt del Main. Bibliografía complementaria TASCHENATLAS DER ANATOMIE, VOL 3: NERVENSYSTEM UND S INNESORGANE. (9.a edición). W. Kahl, M. Frotscher. Thieme; Stuttgart, 2005.
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LIBROS
Innatismo moral MORAL MINDS: HOW NATURE DESIGNED OUR UNIVERSAL SENSE OF RIGHT AND WRONG, por Marc D. Hauser. Ecco, 2006. EVOLUTION ETHICS AND CONTEMPORARY BIOLOGY. Dirigido por Giovanni Boniolo y Gabriele de Anna. Cambridge University Press; Cambridge, 2006. NATURA SENZA FINE. IL NATURALISMO MODERNO E LE SUE FORME. Dirigido por Paola Costa y Francesca Michelini. EDB; Bolonia, 2006. a naturaleza humana, vieja cuestión disputada en la historia de la filosofía, ha cobrado especial auge en los últimos decenios, con una intensidad creciente. No se trata ya de un corolario a las preguntas famosas de Kant en la introducción a sus Lecciones de filosofía: ¿qué puedo saber?, ¿qué debo hacer?, ¿qué me
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cabe esperar? ¿qué es el hombre? Las tres primeras, proseguía, remiten a la última. El enfoque actual pretende en muchos casos sacar la cuestión del dominio de la antropología filosófica clásica para confinarla en el terreno de la biologización. Se perfilan dos corrientes fundamentales, la que ahorma toda las manifestaciones humanas, ética incluida, en el campo de la explicación darwinista, evolutiva (Moral Minds: How Nature Designed Our Universal Sense of Right and Wrong y diversas colaboraciones de Evolution Ethics and Contemporary Biology), y la que distingue entre una evolución biológica y una evolución cultural, ámbito este último al que pertenecería la ética (otros capítulos de Evolution Ethics y de Natura senza Fine. Il naturalismo moderno e le sue forme). El naturalismo ético interpreta los actos y los hábitos morales en términos de procesos naturales, en la estela
de Charles Darwin, quien reducía la moral a fenómenos de “selección” y “adaptación”. De acuerdo con su proclama fundamental, el axioma éticoevolucionista, el hombre, producto de la evolución, se halla condicionado en todo su actuar por la voluntad de supervivencia propia o de su especie. Cierto es que los principales teóricos contemporáneos de la ética evolucionista han abandonado la idea de una “reducción de la moral a leyes biológicas” que la fundamentaran y justificaran. Ahora se limitan a explicar las normas morales a partir de los efectos que las leyes en cuestión comportan. Así, Richard D. Alexander subraya la importancia del análisis evolutivo en la comprensión de nuestros sistemas normativos, aunque no puede orientarnos sobre la dirección que las leyes futuras deban tomar. El reconocimiento de que las normas no pueden anclarse en la biología le sirve a Michael Ruse para extraer la conclusión radical de que carecen de una fundamentación absoluta. Francisco Ayala es uno de los representantes más conspicuos de la distinción entre herencia natural y herencia cultural aplicada a la moral. Para él, los códigos morales y, con ellos, nuestra comprensión de los mismos se inscriben en el legado cultural, pero partiendo de unas facultades intelectuales alcanzadas en el curso de la evolución. Los humanos somos unos animales dotados de unas características genuinas y distintivas. A las peculiaridades anatómicas, hemos de agregar características conductuales únicas (individuales y sociales). Con la aparición del hombre, la evolución biológica no pudo acompasar su curso a la evolución cultural promovida por éste. En el marco de la evolución cultural surgieron la ciencia y la técnica, instituciones sociales y políticas complejas, religión y tradiciones éticas, lenguaje, literatura, arte, electrónica y comunicación. Sostiene Ayala que nuestra inteligencia adquirida en el curso de la Mente y cerebro 23/2007
evolución biológica es la que nos predispone para formar juicios éticos, pero los códigos morales que guían nuestro comportamiento ético no están biológicamente determinados, sino que son una conquista de la historia humana, lo mismo que las tradiciones sociales y religiosas. ¿De dónde venimos? Nuestros parientes biológicos más cercanos son los grandes primates. Con chimpancés y bonobos guardamos un parentesco más estrecho que con los gorilas y más aún que con los orangutanes. Hace de seis a ocho millones de años que nuestro antepasado común divergió en dos linajes, el del chimpancé y el homínido. Dentro del grupo prolífico de homínidos, lo que podemos llamar línea principal que lleva el hombre estuvo jalonada por la secuencia Australopithecus anamensis, Australopithecus afarensis, Homo habilis, H. erectus y H. sapiens. Al poco de su aparición en Africa oriental tropical y subtropical, H. erectus se dispersó hacia otros continentes del Viejo Mundo. Han aparecido restos fósiles de esa especie en Africa, Java, China, Georgia y Europa. Los restos fósiles de H. erectus encontrados en Java datan de hace 1,81-1,66 millones de años; los recuperados en Georgia, 1,6 a 1,18 millones de años. Se han encontrado fósiles de anatomía propia de H. erectus en España de hace 780.000 años. Los restos fósiles de homínidos neandertales (Homo neanderthalensis), con cerebros del tamaño del de H. sapiens aparecieron en Europa hace unos 200.000 años y persistieron hasta hace unos 10.000 años. Compartieron, pues, coetaneidad con los humanos modernos. Pruebas genéticas recientes avalan incluso un posible cruzamiento. Con todo, el origen de los humanos anatómicamente modernos es asunto controvertido. Para unos, habría una sucesión de H. erectus a H. sapiens arcaico y de éste a hombre moderno iterada y pareja en diversas partes del Viejo Mundo. Según este “modelo multirregional”, no sería infrecuente el intercambio genético, igual que observamos con otras especies. Pero no hay pruebas directas de ello, ni de los movimientos migratorios que respaldaran semejante cruzamiento. Mente y cerebro 23/2007
Contra el ritmo unísono de los procesos evolutivos en diferentes regiones que exige el modelo multirregional se objeta, además, la aparición de restos fósiles, pertenecientes a un mismo tiempo, de distintas especies (H. erectus y H. sapiens) o formas diferentes (H. sapiens arcaico y moderno) en China, Indonesia y otras regiones. Un modelo alternativo es la hipótesis “fuera de Africa”, que sostiene que los humanos modernos surgieron en Africa (o en Oriente Medio) hace entre 150.000 y 100.000 años, y, de allí, se expandieron hacia otros lugares, sustituyendo las poblaciones preexistentes de H. erectus o de H. sapiens arcaico. La genética molecular viene en auxilio de la hipótesis “fuera de Africa”. Entre las poblaciones africanas y las no africanas existen mayores diferencias que entre otros grupos humanos. Aunque no podemos excluir del todo cierta participación parcial de H. sapiens arcaico del Viejo Mundo en el origen de los humanos modernos. Se han encontrado rasgos anatómicos arcaicos en poblaciones modernas de Europa central, así como de huellas genéticas (en el ADN mitocondrial) procedentes de Australia. Pudiera ser incluso que hubiera dos oleadas migratorias desde Africa. La postura erguida en la locomoción bípeda y un cerebro voluminoso constituyen los dos rasgos anatómicos humanos más sobresalientes. Somos los únicos vertebrados que deambulan así; las aves son bípedas, pero su columna es horizontal, con la salvedad irrelevante de los pingüinos. Con respecto a la masa corporal, nosotros disponemos del mayor volumen cerebral y del encéfalo más complejo. Con su media de 1400 centímetros cúbicos, el peso del cerebro humano triplica al del chimpancé. La postura erecta, por su parte, entraña cambios en la columna vertebral, la pelvis y los pies. Otras características diferenciadoras son las modificaciones de las extremidades anteriores para adquirir una prensilidad genuina, cambios en la piel y en las glándulas dérmicas, reducción del vello en el cuerpo, ovulación críptica y extensión de la receptividad sexual de la hembra, desarrollo lento, modificación del tracto vocal y de la 95
laringe; reorganización del cerebro y, en un nivel determinante, factores de transcripción distintivos. Acostumbran calificarse de exclusivos del hombre los caracteres asociados a las emociones o pasiones, los dimanantes de sus facultades cognitivas (ideación, razonamiento, lenguaje y conciencia) con sus productos (artes, ciencia y técnica), así como los referidos a su compleja organización social y no digamos política. Todas esas creaciones podemos subsumirlas en el ámbito de la cultura. El hombre se halla sujeto, pues, a dos tipos de evolución, la biológica y la cultural, o, si se quiere, orgánica y supraorgánica. En nuestra herencia biológica no diferimos de las especies que se reproducen por vía sexual. De padres a hijos se transmite una información codificada en el ADN. En cambio, la herencia cultural transmite la información mediante un proceso de docencia-aprendizaje, entendiendo por docencia cualquier tipo de instrucción recibida del entorno. La herencia cultural posibilita que los humanos alcancen lo que ningún otro organismo consiga: la transmisión acumulada de experiencias de una generación a la siguiente. Los animales pueden aprender de la experiencia, pero no transmiten sus experiencias, sus “descubrimientos” (al menos no en una medida importante), a las generaciones siguientes. Los animales tienen memoria individual, pero carecen de “memoria social”. Los humanos han desarrollado una cultura que se acumula y evoluciona de generación en generación. Merced a la selección biológica, nos adaptamos al entorno; merced a la herencia cultural podemos transformar el entorno y acomodarlo a las exigencias de nuestros genes. Para extender su hábitat geográfico o sobrevivir en un medio cambiante (clima, fuentes de alimentación, competidores, etcétera), los organismos deben adaptarse a través de lentas acumulaciones de variaciones genéticas privilegiadas por la selección natural. El descubrimiento del fuego y el uso de abrigos e indumentaria permitió a los humanos instalarse en cualquier punto del planeta, excepto las regiones heladas de la Antártida. Gracias a la cultura no esperó a desarrollar alas para con96
quistar el aire, ni aletas para cruzar el mar. Ha sabido domeñar incluso la ingravidez. Además, las innovaciones culturales (descubrimientos y logros técnicos) pueden transmitirse a la humanidad entera en menos de una generación. ¿Dónde situar la ética? La cuestión de si el comportamiento ético se halla biológicamente determinado puede referirse a la capacidad de ética (facultad para juzgar buenas o malas las acciones humanas) o a las normas o códigos morales. La comparación con el lenguaje parece obligada, con su distinción entre capacidad de lenguaje simbólico y lenguajes particulares. Para algunos, el hombre ha adquirido en el curso de la evolución biológica la capacidad de distinguir el bien del mal de la mano de la adquisición de sus facultades cognitivas. En ciertos círculos las llaman condiciones posibilitantes. Desde el momento en que somos inteligentes podemos saber lo que está bien y lo que está mal. Con otras palabras, estamos preparados para anticiparnos a las consecuencias de nuestro operar, podemos emitir juicios de valor y gozamos de libertad para optar entre dos procederes alternativos. Por su propia naturaleza, el hombre sería un ser ético. Ahora bien, cuando se tratara de enjuiciar esta o aquella acción hemos de recurrir a unos criterios o tablas de valor, las normas, que se habrían adquirido en el marco de la evolución cultural. Para otros, las normas éticas humanas serían correlatos socioculturales de conductas promovidas por la evolución biológica. Lo que, parece obvio, resucita la falacia naturalista. (George Edward Moore se percató en 1903 de que la perspectiva filosófica dominante de su tiempo —el utilitarismo de John Stuart Mill— caía a menudo en la falacia naturalista, al justificar un principio moral determinado apelando a su carácter natural. Había cosas naturales que eran malas, así la poliomielitis, y cosas no naturales que eran buenas, verbigracia, las vacunas. No nos estaba permitido pasar de lo natural a lo bueno.) Sin negar que los códigos morales dependan de la existencia previa de la naturaleza biológica humana, y hayamos de admitir que las discrepancias
entre reglas morales aceptadas y supervivencia biológica no puedan llevarse hasta el extremo de comprometer la propia existencia de la especie. De la comparación de la ética con el lenguaje ha hecho Hauser su bandera. A la manera en que Noam Chomsky describía el lenguaje, producto de una facultad mental innata y universal, defiende que el hombre ha desarrollado, en el curso de la evolución, un instinto moral universal, que nos impulsa inconscientemente a emitir juicios sobre el bien y el mal. Y envía al limbo de las ilusiones toda fundamentación de la ética en la razón. Cierto que no es Hauser el primero en dar ese salto del lenguaje a la moralidad. Recogieron esa analogía John Rawls y John Mikhail. En el lenguaje Chomsky distinguía entre la competencia y la realización. La competencia lingüística es inconsciente: un angloparlante sabe que en la sentencia “John seems sleeping” hay algo que chirría, pero sólo los expertos conocen la razón. De forma similar, las intuiciones morales se hallan imperfectamente vinculadas a la acción —podemos conocer cuál sería un proceder recto, pero optamos por no seguirlo— y sólo los expertos pueden articular razonamientos adecuados para los juicios morales de sentido común. Por último, igual que existen principios innatos del lenguaje, existen principios innatos de pensamiento moral. El núcleo universal de la moralidad residiría en un conjunto de respuestas emotivas —disgusto, vergüenza, simpatía, culpabilidad, etcétera— desencadenadas en determinadas circunstancias. En otros aspectos el lenguaje diverge de la moralidad. Uno puede sentirse contrariado o ultrajado por lo que alguien nos dice, pero la sintaxis de lo enunciado resulta impecable. Los lenguajes son sistemas simbólicos combinatorios, pero no puede predicarse de la moral que sea un sistema combinatorio de la cognición. Nuestra facultad mental está dotada de una gramática moral universal, adquirida en el curso de la evolución que genera inconsciente y automáticamente juicios sobre lo que está bien y lo que está mal. LUIS ALONSO Mente y cerebro 23/2007