10 Historias Eróticas
Celos Aproveché de ir al baño mientras Tomás pagaba la cuenta de nuestra cena. El ambiente era cálido y la gente parecía disfrutar de la noche. Una noche mejor que muchas otras. Había salido de casa con el hombre que amaba y hasta el momento sólo había disfrutado. Todo era fantástico. Era una noche de romanticismo y caricias. Habíamos olvidado los problemas y las dudas en nuestra relación. La noche prometía. Entré al baño de mujeres y me encerré en un cubículo. Terminé mis necesidades básicas y luego quedé en silencio, pensativa. No parecía haber nadie en el amplio baño. Quizás había tenido algo de suerte. Fui a la puerta y la cerré con llave, luego de mi cartera saqué un espejo y en él deposité cocaína. Sólo lo hacía porque estaba cansada y necesitaba algo de energía. No soy una adicta, me dije. La necesitaba para continuar la buena noche con mi marido. Por su puesto, Tomás no sabía que consumía cocaína. Era mi pequeño secreto. Aspiré y la sensación pasó a través de la nariz a la tráquea, desde ahí a mis pulmones y luego a la sangre. Noté el efecto casi de inmediato. Me miré al amplio espejo del baño. Soy hermosa, lo sé. Maquillé mis carnosos labios y repasé mi sencillo maquillaje. Especialmente, alrededor de mis ojos turquesas. - Soy hermosa –repetí-. Y tienes un marido guapísimo. Hoy será una gran noche. Acaricié mis grandes senos, acomodándolos en el sujetador y el vestido. Perfecto. Él no podrá decir no esta noche. Tomás no podrá negarse a estas curvas, pensé. Al espejo vi a una mujer alta, segura y sensual. Una mujer que ningún hombre podía resistir. Salí del baño y caminé hasta nuestra mesa respirando confianza y derrochando sensualidad. Pude notar las miradas de media docena de hombres, especialmente a mis largas piernas o a mi trasero respingón. No me importó, yo era sólo de mi esposo esa noche. Yo le amaba y esperaba tener una gran noche con el hombre que me robaba los
pensamientos. Sin embargo, cuando llegué a la mesa Tomás conversaba con dos mujeres. Pero no sólo era que les conversaba, sino que se reía con ellas… en complicidad. Sentí un calor que subió por mi pecho hasta mi rostro. Sentí que todos mis sentidos se nublaban. Me detuve y me tomé segundo. Un frío escalofrío se apoderó de mis músculos y mis sentidos. Mi visión se nubló y de pronto me encontré frente a mi marido. - ¿Qué es esto? –dije con frialdad. La voz me sonó más alta de lo que esperaba y mi mirada asesina sorprendió a mi esposo. - Ana, mi vida –me dijo Tomás-. Recuerdas a Pamela y Lorena. Ellas fueron compañeras de la facultad… en la universidad ¿lo recuerdas? Claro que recordaba a esas dos zorras que se comían con la vista a Tomás desde la universidad. Lo peor era que todavía lo miraban con ojos de depredadoras. Malditas. - No, no recordaba a tus “amigas” –mentí. - Hola –me dijo una, Lorena al parecer. - Hola –repitió la otra. Las saludé (si es que se podía llamar saludo a lo que hice), manteniendo siempre una sonrisa forzada. Luego, dejé de prestarle atención y me fui a la barra para pedir una última copa. - Voy por una copa al bar –les dije y me marché con apenas un gesto indolente como despedida. Mi esposo pareció incómodo mientras me alejaba. Sin embargo, Tomás continuó cotilleando un poco más con las dos zorras. Yo pedí un whisky y mientras lo bebía tenía tanta rabia con Tomás que empecé a coquetear con el barmar primero y luego con un tipo que se sentó a mi lado. Mi esposo llegó poco después. - ¿Qué pasa, Ana? –me dijo-. ¿No entiendo por qué te pones así? Sólo conversábamos. - Esas zorras te comían con los ojos –le dije en un tono acusador-. Y tú no dejaba de lanzarles sonrisitas. - Vamos –trató de convencerme-. Sólo estábamos platicando. No es
para hacer un escándalo. Mi rabia creció más. Bebí de mi copa y lo ignoré largamente mientras me hablaba. No quería escucharlo. Quería que sufriera por la humillación que me había hecho pasar. Vaya que dejarme botada por un par de zorras. - Vamos a casa, Ana –me pidió-. Esta era una buena noche. Estábamos pasando un buen momento. - Ándate tú –le dije-. Yo me iré en taxi un rato más. - Vamos, Ana… Amor… No es necesario ésto –me suplicó-. Vamos a casa y conversemos. Tomás trató de convencerme largo rato, pero yo no di mi brazo a torcer. - No hagas una escena de celos, por favor –Tomás osó decirme. - ¿Celos? –le dije con una frialdad que brotó de la médula de mis huesos. - Amor… -trato arreglar el entredicho. - Vete –le dije con voz fría como el hielo -. Nos vemos en casa un rato más. Se marchó ante mi insistencia. Yo estaba endemoniadamente enojada y con ganas de matar a mi esposo. Pero sobretodo me sentía llena de rabia y terriblemente sola. Tenía ganas de llorar, pero me aguanté. Me marché al baño y aspiré más cocaína. La necesitaba. Volví a la barra y pedí otro whisky. De inmediato, llegó un tipo de camisa y corbata a mi lado. Se presentó como Pablo. Antropólogo y profesor de una universidad. Tenía el pelo oscuro, la tez blanca y los ojos color miel. Debía rondar los treinta y era atractivo. Conversamos un rato y luego de un evidente coqueteo me ofreció llevarme a casa. Acepté. Era mi forma de castigar a mi esposo por conversar con esas zorras. Yo lo amaba y él tenía el descaro de ponerse a hablar con un par de zorras. Pablo me condujo afuera con una sonrisa que no podía disimular. Yo le dejé llevarme de la cintura. Caminé junto a él y esperamos un taxi. En ese momento, la razón volvió a mi mente y cuando Pablo me preguntó dónde íbamos le contesté que a casa.
- Pero ¿Dónde? –preguntó algo confuso el antropólogo. - Voy a casa –le respondí-. Gracias por llevarme. - ¿Podemos tomar una copa en tu casa? –me preguntó Pablo. - No lo sé –le contesté-. Estoy casada y mi esposo me espera en casa. Él se quedó callado. Quizás algo mosqueado. Pero no se había dado por vencido. - Tienes que ver algo –dijo-. Hay algo especial que una mujer especial como tú debe ver. - ¿Qué cosa? –pregunté curiosa. - Es algo especial -aseguró-. Está en mi oficina en la universidad. - ¿Y quieres que te acompañe? –pregunté suspicaz. El sonrió. Por alguna razón desconocida acepté. Marchamos rumbo a la Universidad Católica de Sudamericana. Entramos por una alameda y enfilamos entre edificios y aulas de clases. Bajamos del taxi y caminamos bajo una noche estrellada. La luz era escasa y, salvo algún guardia, los pasillos estaban vacíos. Mis tacos altos resonaban en los recovecos. Con sólo mi minivestido y una chaqueta corta sentí frio. Pablo lo notó y me abrazó. Caminamos los últimos metros como dos enamorados. Llegamos a una puerta que mi acompañante abrió y dio paso a una amplia oficina. Pablo me hizo sentar en un mullido sillón mientras buscaba algo. Mis piernas enfundadas en las medias de liga quedaron bastante expuestas, pero lejos de cuidar mi apariencia dejé que mi acompañante gozara de la vista. Pablo volvió pronto y estiró la mano. En la palma había una piedra blanca y brillante. Era una cosa hermosa. - ¿Qué es? –le pregunte. - Un diamante en bruto –me dijo. Me lo ofreció y lo tomé en mi mano. Estaba tan embobada con la piedra preciosa que no vi el movimiento de Pablo. Se sentó a mi lado, muy cerca a mi cuerpo, ofreciéndome otras dos piedras. - Un rubí y una esmeralda en bruto –me dijo. Yo me quedé con las piedras en mi mano, admirada de la belleza de
las pequeñas aquellos lujosos guijarros. Iba a preguntar de donde había obtenido las piedras preciosas cuando sentí una mano sobre mi muslo. Pablo acarició mi muslo sobre las medias negras. Su mano era suave y la caricia produjo un escalofrío en mi espalda. - ¿Qué haces? –le pregunté tontamente. - Sólo aprecio tus piernas, algo más preciado y hermoso como esas piedras –me respondió. Aquella respuesta me gustó y dejé que la mano siguiera ahí. De una pierna pasó a la otra, acariciando desde mi rodilla hasta la mitad de mis muslos. Yo seguí como una tonta con las piedras preciosas en mis manos. No sabía qué hacer. Me sentía culpable por lo que dejaba hacer a aquel desconocido, pero mi cuerpo no me respondía. No sólo eran los agradables escalofríos que producían las caricias de Pablo, sino también empecé a sentir una ligera excitación. Era una sensación, una presión en mi bajo vientre y una pequeña tensión en mis pezones. Cerré mis ojos de forma involuntaria. Fue sólo un segundo, pero cuando me di cuenta él empezaba a subir por mis piernas, subiendo mi minivestido verde. - Por favor. Para –supliqué en un susurro-. Estoy casada. Amo a mi esposo. - Tranquila, preciosa –su voz también era un susurro-. No pasa nada. Sólo déjate llevar y disfruta. El subió un poco más mi vestido, dejando a la vista casi la totalidad de mis muslos musculosos, largos y femeninos. También dejaba ver el comienzo de mis medias de liga y un trozo de mis muslos desnudos. Ya casi mostraba mi pequeña tanga de color verde. - ¡Please! Let me free –le dije estúpidamente en inglés. Realmente estaba confundida. Quizás era el alcohol, la cocaína o la rabia que sentía aún contra mi esposo. Pero dejé que el subiera un poco más mi vestido. Apareció mi entrepierna cubierta por la verde tela. - Mira que belleza –dijo Pablo-. Es como una esmeralda perfecta. Una esmeralda que guarda un tesoro aún mayor.
No dije nada. El rozó el tanga y luego volvió a acariciar mis piernas desnudas, en la porción que iba desde la liga hasta mi pequeño calzón. - Para, por favor –le pedí otra vez. Pero mi ruego carecía de fuerza. Mi voluntad estaba sometida a aquellas peligrosas caricias que se acercaban cada vez más a mi entrepierna. Cuando empezó a acariciar mi coño (y digo coño porque en ese momento ya no era la vagina de una esposa leal, era un coño medio mojado de una perra en celo) le dejé hacer. La sensación dominó mi cerebro devolviendo impulsos por todas mis partes sensibles. Empecé a jadear, pero también hice un último intento por salir de aquel tortuoso y delicioso sinrazón en que me había metido. - Te lo pido por favor… aaahhh… -le pedía entre jadeos y con la respiración entrecortada-. Déjame ir… aaaooh… por favor… soy una mujer casada… amo a mi esposo…. Dios… aaaahhh. Pero la mano invasora seguía ahí, acariciando con mayor descaro. Incluso se atrevió a concentrar sus caricias en mi clítoris. Fue una sensación que me nubló la vista y me quitó el habla por un largo minuto. - Aaaaaaahhhhh… dios mio. Escuché mi propia voz y no la reconocí. Me pregunté quién era la otra mujer en la habitación. Mientras trataba de darme cuenta de dónde estaba y qué me pasaba, me di cuenta que tenía el rostro de Pablo frente a mi rostro. Su mano seguía acariciando mi clítoris y lo que hice me pareció lo más natural del mundo. Vi sus ojos observándome y sus labios estaban a sólo centímetros. Entonces, lo besé. No, besarlo era algo tímido comparado con lo que yo hacía. Lo morreé, le entregué mis labios y mis lenguas en un beso lascivo y malicioso. Tenía toda la intención de hacer pagar a mi esposo la humillación que me había hecho pasar, pero también estaba tentada a dejarme disfrutar. El beso continuó. Pero la caricia de Pablo, que había sido por sobre la tela (ahora mojada) de mi tanga pasó ahora a ser una caricia directa sobre mi coño depilado. - Estás toda mojada, putita –le escuché decir.
Yo sólo seguí besándolo, entregándole mi lengua. Dejando que sus dedos me penetraran y me arrancaran unos gritos que volví a desconocer en mi. - Ooooaagggrrr…. Noooooo…. Aaaoooogggg… -había un eco en la habitación. Hacía mucho que yo había dejado las piedras botadas en alguna parte y el tomó una de mis manos y la llevó a su abultada entrepierna. Era un pene grueso. Esa fue mi primera suposición. Lo acaricié con cuidado primero, tratando de medirlo y compararlo con los penes que me eran conocidos. Primero, con la hermosa verga de mi esposo. Después con las vergas de otros hombres. Aquel, el pene de Pablo, estaba por sobre la media que conocía. Eso me excitó. Empecé a tomar la verga con bravura, al ritmo que marcaba las penetraciones de sus dedos en mi coño. - Vamos preciosa, chúpamelo –me ordenó. Así lo hice. Me puse de rodillas frente a su entrepierna. Él se acomodó en el sofá y dejó que yo hiciera todo el trabajo. Le abrí el pantalón y aprecié el bulto en el bóxer blanco que usaba. Me gustó. Quería hacer algo con aquella erección. Primero la acaricié sobre el bóxer, mirando a los ojos a Pablo. El sonrió. Tenía una sonrisa agradable y picarona. Eso me impelió a besarlo larga y lascivamente antes de continuar con el trabajo que me había asignado. Saqué su pene debajo de la ajustada tela blanca. Era un pene grueso, como ya había supuesto, largo, pero no superaba los veinte centímetros. Estaba lejos de ser tan atractivo como el pene de mi esposo, pero si era grande y yo estaba caliente. Lo masturbé lentamente observando cómo era desnudado el glande. Observando las venas y el vello púbico. Admirando lo que muy pronto estaría en mi boca. Me acerqué lentamente, mis ojos turquesas observando de reojo la mirada de mi nuevo amante. Entonces, pasé la lengua por el glande muy rápidamente. Una y luego otras tres veces. Lamí desde la base hasta la punta y luego de arriba abajo repetidamente. El disfrutaba y cerró los ojos. Yo aproveché para meter la mitad de la verga en mi boca y mantenerla ahí unos treinta segundos. Quería hacerlo sufrir. El
tomó mi cabeza y me obligó a empezar la mamada. Yo no me resistí y empecé a subir y bajar en torno a ese grueso pene, metiéndome cada vez más adentro aquella bestia. Era una experta. Yo era una maestra a esa altura. Después de que mi belleza y sensualidad me permitieran gozar de diferentes hombres (y mujeres) en el corto tiempo en que había empezado a ser infiel a mi esposo, sabía muy bien cómo manejar una verga en mi boca. - ¡Oh dios! Que bien lo haces, putita… así… sigué así –sus palabras fueron mi recompensa. Seguí mamando aquella nueva verga. Profundizando la mamada hasta meterme gran parte de aquel pene en mi boca. Podía sentirlo muy profundo en mi boca y cerca de mi garganta. Sólo sacaba aquel delicioso pene cuando me faltaba el aire y, mientras boqueaba en busca de llenar mis pulmones del preciado gas, le masturbaba para mantener a Pablo excitado. El aprovechó esto para acariciar mis senos. - Son grandes y fantásticos –me dijo-. Vamos muéstramelos. Quiero que pongas mi pene entre esas tetazas. Yo saqué los tirantes hacia a un lado y bajé la parte superior de mi minivestido dejando a la vista un sujetador de copa verde que contenía mis grandes y firmes senos. Mi amante acarició mis senos sobre el sujetado de encaje y me sonrió. - Vamos, Ana –me dijo con una sonrisa maliciosa-. Sácate eso. Yo, en mi lujurioso estado, empecé a sacarme lentamente mi sujetador. Lo hice cuidando de tapar mis senos con mis manos y brazos, no quería darle el placer de ver mis senos de inmediato. El no aguantó y me quitó mis brazos de mis senos. Mis pequeños pezones rozados con el pezón mediano apuntando el techo quedaron al descubierto. Eran unos senos grandes y que gustaban a los hombres. Pablo se lanzó a lamerlos y besarlos como un becerro. Era una lástima que no tuviera una gota de leche. Hubiera sido excitante ver la leche manar y correr fuera de su boca, pensé. De todos modos aquellos besos en mis senos me excitaron aún más. Me mordí el carnoso labio y le tomé la verga para meneársela mientras él se divertía con mis tetas. - Vamos, preciosa –la voz de Pablo era imperativa-. Pon mi verga entre
esas fantásticas tetas. Así lo hice. Me acomodé en su entrepierna y, luego de lamerla y escupir su verga, escupí también entre mis tetas. Aquello era increíble en la mujer elegante y pudorosa que solía ser. Pero desde hacía más de un año que las cosas habían cambiado. Yo ya no era inocente y cuando estaba caliente me asemejaba cada vez más a esas actrices porno que tanto le gustan a los hombres y que la mayoría de las mujeres solemos despreciar. Sin embargo, mi elegancia empezaba a ser abatida por mi propia vulgaridad. Escupí de nuevo entre mis tetas y acomodé la preciada verga de Pablo entre mis dos mamas. Me ayudé con mis manos para mantener capturada aquella bestia en aquel lugar, subiendo y bajando, aprovechando de lamer la punta de su verga o atraparla con mis carnosos labios cuando era posible. - Dios… eres una belleza… pero pareces una puta de lujo –atestiguó Pablo. Yo le sonreí y continué haciendo uso de mis mamas para darle placer. El se dejaba hacer, medio ido. Entonces, volví a meter su verga en mi boca, yendo y viniendo. Tragándome su verga hasta la garganta. - Dios… nooooo –escuché el aviso de Pablo. El muy imbécil se corrió. Saqué la verga de mi boca, pero ya era muy tarde. El semen en mi garganta me produjo un exceso de tos. Casi quedo sin aliento y por poco vomité todo sobre la alfombra y el sofá. Fue el peor final para una mamada. Aquello me enfureció. Me dio rabia que mi macho no aguantara hasta entregar placer a su hembra. Pero aquella situación enfrió mi calentura. Rápidamente la rabia dio paso a dar cuenta de la situación. Yo, una mujer casada, estaba encerrada en una oficina con un desconocido. Ágilmente, me coloqué mi sostén y subí mi vestido. Me arreglé y tan rápido como pude salí de la oficina. Sentí los gritos de Pablo, pero yo me apresuré a desaparecer. En el camino llamé un taxi y esperé en la entrada de la universidad. Pablo apareció unos minutos después. Me suplicó que habláramos. Que volviera a su oficina. Pero ya la magia se había esfumado. Yo sólo quería volver a casa con mi esposo. El taxi llegó poco después y yo me subí a él para dejar a Pablo plantado en la entrada de la universidad.
- ¿Dónde vamos, señora Ana? –me dijo el taxista con una sonrisa maliciosa. El taxista me conocía. Pero me molestó su falta de delicadeza. - A casa –le respondí. El taxista mostró algo de decepción en su rostro, pero por suerte calló y manejó con premura hacia mi hogar. Llegamos una media hora después, yo me había quedado media dormida en el taxi y el taxista había aprovechado para tomar nota de mis piernas y mi entrepierna. Lo dejé estar. Le pagué y entré a mi hogar. Sentado en un sillón estaba mi esposo. - ¿Dónde estabas? –me preguntó-. Te he estado esperando como un loco. - Lo siento, caminé por el centro y pasé a la oficina –mentí. - Dios mío, Ana –me dijo Tomás-, te pudo pasar algo. El centro es muy peligroso de noche. - Lo siento –volví a repetir-. Estaba molesta porque estabas con esas dos zorras. - Esas dos zorras no son nada –me aseguró-. Tú eres mi esposa. Te amo. Vi que decía la verdad y me avergoncé de mis actos de esa noche. Los celos que sentía me volvían loca. Antes, hace poco más de un año, eran sólo rabia, llantos y una pelea ocasional con Tomás. Pero ahora, en la locura producida por la cocaína, el alcohol y mi actual lujuria podía hacer cosas muy tontas y sin sentido, pensé. Debía dejar de hacer eso, me dije. - Lo siento –volví a decir mientras las lagrimas afloraban de mis ojos-. Lo siento mucho. Realmente lo sentía. Me había comportado como una puta con otro hombre y sentir el abrazo de mi esposo, perdonándome mi estúpido comportamiento, sólo traía más lagrimas a mis ojos. - Tranquila, amor –las palabras de Tomás Matías eran tranquilizadoras. Me tomó en brazos, levantándome cual princesa. Con delicadeza me llevó por los pasillos de nuestro hogar y me depositó en nuestra cama
matrimonial. Lo sentía tan cerca y se veía tan guapo como el primer día en que lo vi. Mi cuerpo reaccionó a su atractivo rostro, a sus ojos claros, a su cabello despeinado, a los musculosos pectorales y el abdomen marcado de mi macho. Lo besé como siempre lo quería hacer, de forma cariñosa y hambrienta. Como una loba en presencia de su macho alfa. El respondió mi beso con pasión, acoplándose a mi ritmo y mi deseo. Era increíble como Tomás lograba entrar en mi ritmo, como podía conocer lo que quería. Rápidamente, como si hubiera leído mis pensamientos, bajó a mi entrepierna y me sacó el tanga. Así, desnuda mi pelvis, empezó a lamer mi sexo. A lamer y a soplar mi clítoris, lamiéndolo de una forma exquisita. - ¡Aaaaahhhh! –lancé un gemido casi explosivo. Giré el rostro, avergonzada. Porque lo que me daba placer no era solamente esa lengua habilidosa de Tomás, sino el recuerdo de que esa zona había sido lamida hacía una hora atrás por otro hombre. Tomás, desconociendo lo que me pasaba, tomó esto como un aliciente a continuar sin descanso con su trabajo. Se concentró en mi clítoris y soplaba sobre él, volviéndome loca. - Amor, te amo –le dije-. Penétrame. Hazme tuya. El no se demoró. Por alguna razón el también quería penetrarme con premura. Nos desnudamos. El tenía un cuerpo tan marcado, con los músculos definidos y sin una gota de grasa. Me sonrió con esa sonrisa de dientes perfectos y blancos. Pero no era sólo la sonrisa lo que hizo latir mi corazón con fuerza. Ahí estaba, ese pene grueso y largo que me trastornaba. Amaba ese pene tanto como a mi esposo. Era largo, debía medir unos veintitrés o veinticinco centímetros, y grueso en la proporción justa. Me mordí el labio del gusto y antes que me penetrara no pude evitar cambiar de posición para lamer y besar aquella belleza. - Dios, Ana –recitó mi esposo-. Eres una estrella… dios mío… me encantas. Nada de puta. O la chupas como una perra. Mi esposo era puro amor y delicadeza. Sus palabras eran dulces. Me amaba y no me veía sólo como un objeto. Me sentí la mujer más afortunada del mundo, pero a
la vez una parte de mi pensó que no estaría mal que me violentara con sus palabras. Aquello me horrorizó. Yo misma pidiendo ser vejada era algo que pedía ser tratado por un doctor por un psiquiatra, pensé. El dolor de aquel pensamiento debió transmitirse en mi cara. - ¿Qué pasa, amor? –me preguntó mi esposo. - Nada… es que odio ser tan celosa –le dije, desviando mis palabras de los verdaderos motivos de mi dolor-. Me pongo como loca. - Amor… yo sólo te amo a ti –me dijo Tomás. Las palabras fueron seguidas por un silencio que pareció durar mucho. - Yo igual te amo –contesté finalmente. Nos besamos con cariño primero, pero la pasión volvió a desbordar nuestros cuerpos. No tarde en besar y lamer la verga de mi esposo. Pero fui breve en mis caricias. Quería que me hiciera el amor y para eso me puse en cuatro, desnuda sobre la cama matrimonial. Luego, vi como tomás se me acercaba, acariciándome primero las caderas y probando mis glúteos. - Tienes un cuerpo que me encanta –confesó Tomás. - Tu igual me encantas, campeón –le contesté, deseosa de sentir su verga en mi coño. Tomás se acercó y acarició mis labios vaginales con su glande. Hizo danzar su pene desde el clítoris hasta el otro extremo de mi coño. Era una tortura deliciosa. El sabía cómo incitarme y excitarme. - Fóllame, amor –le pedí-. Métemelo, mi campeón. El se detuvo en las puertas de mi vagina. Acariciando mi glúteos y mi espalda con sus manos. Acariciando mis senos y mis pezones, jugando con ellos. Su pene, un pene enorme, un pene que yo amaba, empezó a abrirme. Debo decir que he probado una buena cantidad de penes, pero sólo el de mi esposo me roba orgasmos nada más entrar. - ¡Aaaaaahhhhh! ¡Dios! –grité. Tomás empezó a penetrarme lentamente, dejando que el interior de mi cérvix se adaptara a su enorme pene. Era estar en el cielo. Aquel momento era igual a morir y despertar en el paraíso. Sentirlo moverse dentro mío era un privilegio. Un privilegio destinado sólo para mi
cuerpo. La follada empezó a cobrar mayor rapidez. Las paredes de mi coño se tensaban ante la violencia de aquel pene, contactando cada fibra nerviosa y entregando un placer inigualable. - Aahhh… más… más fuerte, amor… fóllame, Tomás –le decía-. Quiero que me hagas correrme. Quiero que te corras en mi… hazlo, amor. Dame todo… así. Tomás empezó a taladrar mi coño. Su pene entraba a una velocidad increíble y luego volvía a salir. Era un maquina, mi dios personal del orgasmo. - ¡Aaaaoooooohhhh! –exploté en un nuevo orgasmo. Tomás salió de mi interior, dejándome vacía. Luego, se tiró en la cama. - Vamos, Ana –me dijo mi excitado esposo-. Ven arriba. Quiero que me folles. Así lo hice. Me puse sobre su erecto pene y bajé, ayudándome con la mano para guiar aquel hermoso pedazo de carne, en busca de la perfecta penetración. Sentirlo de nuevo me nubló la vista. Empecé a moverme mientras mi esposo acariciaba con una mano mi clítoris y con la otra jugueteaba con mis pezones y mi boca. Era hermoso. Me sentía en la gloria. Me moví, cada vez más rápido hasta que obtuve un tercer orgasmo. Llevábamos unos veinte minutos follando y yo ya llevaba unos tres orgasmos. Con pesar dejé escapar el pene de mi esposo y me lancé como un cuervo sobre su carne. Me metí el pene en la boca y empecé una mamada de antología. Le masturbaba y le devoraba aquella verga como una salida, como la puta en que me transformaba a veces. - Dios, Ana –me dijo mi esposo, sorprendido-. ¿Qué te pasa? - Nada, amor –lo tranquilicé-. Sólo disfruta. Continué con la mamada, dejándome llevar por mi lujuria. Quería ver el semen de mi esposo en mi cuerpo y para eso estaba dispuesta a dejar que viera la puta que existía en mi. Lamí sus testículos y me metí su verga hasta donde pude. Era muy largo para hacerlo entrar todo en mi boca. Luego, poseída por la puta que me dominaba a veces, le ofrecí lo que nunca le había ofrecido: mi cola.
- Amor… quiero que me cojas por la cola –le pedí-. Hazlo, por favor… me calienta que lo hagas. Mi esposo me miró un poco descolocado. Lo habíamos intentado otras veces, pero por mi miedo no había resultado. Lo que no sabía Tomás era que me había graduado en esa asignatura con otros amantes. Ahora, estaba segura que podía soportar la verga de mi esposo en mi culo. - ¿Estás segura, Ana mi amor? –me preguntó con los ojos brillantes por el deseo. - Si. Tómame, mi vida –le pedí. Me puse de nuevo en cuatro, como una perra lista para ser penetrada por un musculoso mastín. Mi esposo se acercó por la espalda y jugó como siempre con mi clítoris mientras con un dedo acariciaba mi ano. Fue muy delicado en su acercamiento, preparándome con saliva y un dedo primero y luego agregando dos y tres dedos. Incluso, se detuvo un momento para buscar vaselina y ayudarse en la penetración. Como verán, a esa hora sólo quería ser follada. Me encantaba el sexo anal, pero no podía salir de la nada diciéndole eso a mi esposo. Sería motivo de sospecha. Así que aguanté su acercamiento cuidadoso. Cuando finalmente puso su pene en la entrada de mi ano, di un salto por la sorpresa. - Tranquila, cariño. Iré con cuidado –me aseguró. - Gracias, mi vida –le agradecí. El empezó a penetrarme lentamente. La tensión en mi esfínter anal fue máxima. El dolor me nubló la vista. Respiré profundo y resistí las primeras embestidas. Sabía que era la peor parte y que si todo iba bien ahí el dolor pasaría en su mayoría y luego vendría el placer. Tomás masajeaba mi clítoris en tanto, como tratando de compensar el dolor con el placer que me entregaban sus dedos en mi coño. Al final, y casi sin darme cuenta, tenía alojado en mi recto buena parte de la verga de mi esposo. Tomás entonces empezó a moverse con cortesía, continuando con las caricias de sus dedos y animándome a resistir. No sabía que yo ya empezaba a disfrutar de la verga de mi esposo. - Ay, amor… sigue así… está bien rica tu verga, mi vida… sigue… dale –
le decía. Quería que se animara y mi esposo respondió a mis palabras. Empezó a tomarme cada vez con más ritmo. Entraba y salía con más premura, haciéndome arder mi ano, pero entregándome también placer. Tuve un pequeño orgasmo cuando mi esposo metió dos dedos a mi coño y luego sentí que él estaba listo. - Me voy a correr, Ana –me avisó. - Muy bien, amor… ay… aaaaaahhhh… córrete…. Córrete en mi ano –le pedí. Tomás apresuró “la marcha” de su follada. Era increíble cómo me taladraba con aquel enorme pene. Yo caía inconsciente en medio del dolor y de un orgasmo increíble. Justo en ese minuto lo sentí correrse en mis vísceras. Fue una corrida larga que llenó mi interior. Tomás salió de mi interior, regalándome los últimos chorros de semen sobre la piel de mis glúteos. - Oh dios… Ana… eres maravillosa –me dijo mi esposo-. Amo todo de ti. Hasta tus celos. Yo lo miré, coqueta. Agradecida. - Y yo amo las reconciliaciones. Nos besamos otra vez y nos abrazamos para dejar que nuestros cuerpos descansaran un momento. Esa noche no íbamos a dormir. De eso me aseguraría yo. Son las ventajas de las ventajas de ser un matrimonio joven. Son las ventajas de los celos y la reconciliación.
Profesor Las negativas a mi novio para que tuviéramos sexo, fueron constantes durante los casi diez meses que duró nuestra relación y a pesar de desearlo igual que él, de ponerme tan excitada y cachonda, con nuestros besos y caricias, siempre le dije que quería esperar al momento más adecuado. Él siempre respetaba mi decisión y entendía que más tarde o más temprano le concedería sus peticiones… Todo eso ocurrió hasta que llegó el día de su cumpleaños… fue entonces cuando quise convencerme a mi misma que tendría que cambiar, dejar de ser una ñoña y regalarle de una vez por todas lo que tantas veces me había pedido. Sin embargo no estaba muy segura de cómo era el mundo del sexo. A mis 18 años aun no había tenido ninguna experiencia al respecto, a pesar de haberle dicho a mi chico en todo momento que sí. Todavía conservaba mi virginidad y era totalmente desconocedora de todo lo referente a eso. Quizás por inmadurez, por inexperiencia, por timidez… nunca tuve la oportunidad de hacerlo con nadie y en cambio él si que había tenido varias experiencias anteriores. Cuando él me preguntaba le decía que yo también las tenía, pero que por eso prefería esperar al momento oportuno. Siempre me creía la mentira y además respetaba amorosamente mi decisión… Pobrecito, que paciencia tuvo siempre. No sabía a quién acudir, para preguntarle al menos las reglas básicas, saber que hacer en cada circunstancia, los pasos previos al menos, para que no se notara mi torpeza… pero esto también me causaba pavor, pues no podía ir con el chisme a mis amigas y decirles que aun era virgen cuando ellas ya me daban cien mil vueltas en ese mundillo. Aun no se como, pero saqué fuerzas no se de donde para hacerle algunas preguntas a mi tutor en el instituto, que al tiempo era el jefe de estudios y nuestro profesor más joven que nos impartía clases de literatura. Siempre tuvimos mucha confianza con él y no se por qué transmitía una serenidad ante todo, que animaba a contarle y preguntarle todo. Esperé a que toda la clase se quedara vacía y hasta
que él mismo me preguntó, debiendo notar mi nerviosismo: - ¿Qué te ocurre Paula? - No, nada… - Vamos mujer… que tenemos confianza, ¿qué te pasa? No sabía como empezar, pero necesitaba su urgente ayuda y su comprensión… - Ven, vamos a mi despacho y me lo cuentas más tranquila. Le seguí aun dudando de cómo planteárselo. Cuando se sentó en su mesa y yo en una silla frente a él el silencio parecía cortarse con un cuchillo. Él insistía: - Paula, te veo preocupada ¿Qué pasa? - No, es que te parecerá una tontería. - No lo debe ser viéndote la cara, anda chiquilla, cuéntame. - Es que mi novio y yo… - ¿Qué pasa? ¿tenéis algún problema? - No, no… - Venga chica, cuéntame, a ver si te puedo ayudar. - Pues que aun no hemos hecho… No se me puede olvidar su cara, mirándome fijamente. Fui yo la que le pregunté: - ¿Qué ocurre Pedro? - Nada, nada, pero que me cuesta creerlo. ¿Quieres decir que tu novio y tú no lo habéis hecho todavía? - Pues sí, tampoco es tan raro. - Pues según se mire, algo raro sí que es. - ¿Por qué te lo parece, Pedro? - Bueno, una chica espectacular como tú, y lleváis creo que casi un año ¿no? - Si… Creo que estaba avergonzada y en parte arrepentida por haberlo propuesto cuando ví que sonreía con cierta malicia… Me eché a llorar.
Se levantó y acarició mi pelo diciendo: - Hey, hey, hey… nena, perdóname, pero no me reía de ti. - No, la verdad es que soy una tonta. - Que no mujer… a ver no te preocupes, tampoco es el fin del mundo. Simplemente me chocaba que aun no hubierais tenido relaciones después de tanto tiempo. Agradecí su comprensión y no tuve más que sonreír cuando me guiñaba el ojo queriendo quitar hierro al asunto. - A ver, cuéntame, ¿Cómo te puedo ayudar? Sabes que puedes confiar en mí al cien por cien. - Pues en todo, Pedro, no sé como empezar… - Primero me tienes que decir que habéis hecho hasta ahora. - Nada. - ¿Cómo que nada? - Bueno, tocamientos, besos caricias… - Entiendo… - Pensarás que soy una estrecha y una idiota. - No mujer. Estás hecha un lío nada más. - Creo que no ha sido buena idea venir a preguntarte. - Que sí, tonta, te agradezco la confianza, de verdad. Y si está en mi mano, cuenta conmigo. Venga, dispara bonita. - Pues es que hoy es el cumple de mi novio y quiero estrenarme con él. Nunca hemos tenido sexo de verdad, ni tan siquiera sexo oral. La reacción de Pedro era extraña, por un lado me miraba con un cierto aire paternal, pero por otro, su entrepierna mostraba algo que se abultaba considerablemente. Él insistía en saber: - Paula, ¿nunca le has hecho una paja? Miré al suelo avergonzada… Él hablaba con naturalidad. - ¿Paula?... No te avergüences… no tiene importancia. - Es que estoy súper cortada. - Mira, lo que te ocurre es que esto no lo has hablado en su
momento, el sexo es la cosa más natural del mundo y no es nada horrible, ni pecaminoso, ni prohibido, ni malo, todo lo contrario. Todo es cuestión de probar, eres una chica preciosa, tu novio te quiere y vais a descubrir las maravillas del placer, no le des más vueltas. Así de simple, de verdad, no te atormentes. - Sí, pero nunca se lo dije. - ¿Cómo que no se lo dijiste? - Que nunca le conté que era virgen y él ya ha tenido experiencias… - Oh, vaya. ¿Le tenías engañado? Notaba como el bulto de su pantalón no desaparecía, pensaba que esa conversación sobre el sexo le estaba excitando y de paso a mí también. Le expliqué todo mi dilema: - Quisiera no confesarle la verdad… me moriría si supiera que le he mentido en todo este tiempo. Me daba vergüenza reconocer mi virginidad y mi inexperiencia. - Pero Paula, eso no se puede ocultar. - Sí, ya se que he hecho mal, pero no quería que pensara que era una mojigata, quería mostrar que era una mujer de mundo y no una torpe. - Pero chiquilla, si tienes 18 años… ¿qué va a pensar? Dile la verdad. - Vale Pedro, no lo entiendes… mejor me voy, perdona que te haya molestado. Justo cuando me puse en pie, dispuesta a irme, noté la mano de Pedro sosteniendo mi muñeca, el hecho de notarla tan caliente me dio mucho gusto, no sé si era el ambiente cargado, la mano de mi profesor tan admirado, mi propia excitación, pero el caso es que no quería irme, necesitaba que él me explicara... y así lo hizo. - Perdóname tú Paula… tienes un problema y no te estoy ayudando nada, el torpe soy yo. Vale, dime que quieres saber, pero va a ser difícil engañar a tu novio, él va a notar que no tienes práctica, porque él la tiene ¿no?. - Sí, él ha tenido otras novias y lo ha hecho. Pero pensaba que puedo seguir haciéndome pasar por una experta… si me explicas como
se actúa. - No sé como… - Pues dime, Pedro ¿cómo hay que masturbar a un hombre por ejemplo? Otro silencio se apoderó de la habitación, en una frase que había salido de mi boca casi tan precipitada como inconsciente. - Vale, siéntate de nuevo y te lo intentaré explicar. Pedro cogió un rotulador y me lo entregó. Me explicó que para empezar había que cogerlo con los dedos y me hizo la señal de cómo ir bajando por su longitud hasta agarrarlo con la mano y sacudirlo al principio suavemente y después a más velocidad, pero entre mi torpeza y el tamaño del rotulador, veía que aquello no tenía salida. No pude más que meter mi cara entre mis manos y echarme a llorar nuevamente. Estaba aterrada con la idea de que mi novio descubriese mi engaño. Pedro me levantó de nuevo de la silla y me abrazó. Notarle así me hizo sentir muy bien, porque era el cuerpo de un hombre de verdad pegado a mí, como nunca antes nadie me había abrazado, ni tan siquiera mi novio. Con sus pulgares secó mis lágrimas y me sonrió de nuevo. - No me gusta ver a esos ojos preciosos llorar… - Pedro, va a ser todo un desastre, no se como me he metido en esto, pero tengo miedo a que mi novio me deje… No sé que hacer. - Para nada, aquí estoy yo para ayudarte Paula. Veamos que se puede hacer. Volvió a invitarme a sentarme y allí de pie como estaba con toda la naturalidad del mundo se soltó el cinturón del pantalón, y este cayó al suelo. A continuación bajó sus boxers y se puso frente a mí mostrando un miembro que me pareció descomunal. No sabía que hacer, me quedé de piedra, pero no podía quitar la vista de aquel instrumento espectacular. Tan solo dirigí mi mirada a sus ojos como queriendo preguntar cómo se le había ocurrido hacer aquello. Solo añadió. - ¿Quieres que te explique como me masturbo yo?
La naturalidad de mi profesor convertía en sencillo lo que era inaudito. Se agarró la polla erecta y comenzó a sacudirla suavemente arriba y abajo mientras mis ojos atónitos no se despegaban de ese vaivén, completamente hipnotizada de sus movimientos. Casi sin poder escuchar sus explicaciones: - ¿Ves? La vas moviendo así, primero suavemente y luego más rápidamente, verás que no resulta complicado, eso sin dejar de mirar a los ojos de tu chico, eso te dará seguridad y parecerá que lo has hecho más veces. Su movimiento era continuo y mis ojos debían estar de par en par observando con todo detalle los movimientos. - Y ¿tengo que apretarla fuerte? - No con suavidad y con firmeza al mismo tiempo. - ¿Pero no le haré daño? - Mira, agárrala tú. Si momentos antes hubiera imaginado la escena, directamente no la hubiera creído, pero allí estaba sentada frente a la polla de mi profesor que se balanceaba exultante frente a mis ojos incrédulos. La agarré como me pidió y noté como una especie de sacudida por todo mi cuerpo… una sensación indescriptible al percibir como mi mano sostenía el miembro viril de mi profesor. Su tacto era suave y le notaba con bastante dureza… mis dedos se agarraron a él firmemente y Pedro dio un suave suspiro. - Muy bien Paula, muy bien… ahora comienza a mover tu mano. Estuve quieta durante unos instantes, luego comencé a masturbarle en una sensación nueva para mí, totalmente placentera, mirando unas veces a esa polla enorme y otras directamente a sus ojos. Creo que perdí la noción de todo y no era dueña de mis actos… estaba masturbando a mi profesor de literatura… - Que bien lo haces Paula, muy bien. Ese es el primer paso. - Esto no está bien, Pedro. - Vamos, sigue pajeándome, como si fuera tu novio. Lo estás haciendo genial.
Como una máquina continuaba masturbando a ese hombre que me estaba introduciendo en los mundos del placer, sintiendo un cosquilleo continuo desde mis pies hasta mi último pelo de la cabeza. - Ahora ponte en pie y sin dejar de mover tu mano, bésame con todas tus ganas. Así tu novio no notará tu inexperiencia. Hazlo Paula. - Pero, yo… - ¿Quieres que él lo note? Me puse en pie y sin dejar de mover mi mano aferrada a su verga tiesa me pegué instintivamente a su pecho para comenzar a besarnos. Eso fue la locura, sino lo era ya, porque al percibir su lengua en contacto con la mía, creí desfallecer y el hecho de estar masturbándole me embriagaba, me gustaba demasiado hacerlo. De pronto me ordenó: - Siéntate en la mesa, preciosa. Otra vez le obedecí, me subí a la mesa y mis piernas quedaron colgando. Metió sus manos bajo mi falda y como si fuera la cosa más normal del mundo, me sacó las braguitas y las dejó entre mis piernas. Luego levantó la tela y puso se quedó observando detenidamente mi sexo. Me tapé la cara con las manos. - Pedro, me muero de vergüenza. - Pero ¿Por qué mujer? Tienes un coño precioso. Esas palabras me provocaban más, me me relamía solo de oírlas por parte de él y más cuando lo repetía incesantemente. - Que chochito más lindo tienes Paula, tu novio va a alucinar… Además te lo has arreglado para la ocasión. - Si, me recorté los pelitos y me rasuré las ingles. - Mmmm, pues te ha quedado de maravilla. Está para comérselo. Una de las manos de mi profesor acariciaba mis muslos mientras la otra subía mi top a mi cuello y dejaba mis tetas ante su impresionada mirada. - Tienes unas tetas preciosas Paula. - Pero… son algo chiquititas. - ¿Qué dices? Son ideales.
Su mano se apoderó de una de ellas y pellizcaba mi pezón. Me estaba dando un gusto increíble… maravilloso. Nunca mi novio me había acariciado las tetas directamente, solo le había dejado por encima de la ropa y alguna vez se aventuró bajo mi camiseta, pero levemente y furtivamente. Ahora era mi profesor quién lo hacía directamente y me estaba dando un gusto inmenso. Uno de sus dedos alcanzó mi rajita y comenzó a acariciarla suavemente: Mis ingles, mis labios mayores, mi pubis… su boca se apoderó de mi pezón, lo lamía y lo mordía. - Pedro, por favor, no sigas. Quería detener aquello, no era normal, había ido a buscar su ayuda, pero eso ya era una locura. Estaba sentada sobre la mesa de su despacho, con mis piernas abiertas, mostrando mi coño en todo su esplendor y mi top subido al cuello, mis braguitas enredadas en mis tobillos… pero tampoco podía ni quería huir. - Paula, tranquila, verás como tu novio no va a notar nada, yo te enseño… soy tu profesor, ¿recuerdas? - Pero esto no… no es normal… Mi súplica quedó acallada cuando su dedo alcanzó mi clítoris, fue entonces cuando sentí dentro de mí un placer que nunca antes había experimentado ni tan siquiera cuando yo misma me acariciaba, pero cuando se agachó y el dedo maravilloso, fue sustituido por una lengua aun más maravillosa, creí morirme. Recuerdo que di un pequeño grito al notar la humedad de su lengua apoderándose de mi propia humedad, me estaba llevando al cielo, de la forma más increíble que nunca había soñado. Su lengua hacía maravillas en mi sexo, el lugar que nadie antes había explorado, el que ninguna lengua descubrió jamás. Mis manos acariciaban su cabeza y no ponía ningún tipo de objeción a esas lamidas tan maravillosas que me estaba proporcionando. Se incorporó y volvió a besarme, notando los jugos que mi propio coño había emanado y que llenaban su boca, también eso me gustaba, me estaba comportando de una forma que nunca imaginé. Su lengua invadía mi boca y yo la enredaba con la mía. Pedro puso su polla muy cerca de mi sexo, hasta que entró en
contacto con mis labios vaginales, fue entonces cuando me asusté. - Pedro ¿Qué haces?.... No, por favor. - Vamos chiquilla, no te asustes… - Pedro, no, soy virgen… no puedo… mi novio… - Pero Paula, ¿no querrás que tu novio note que le has engañado? Su glande se quería abrir paso en mi inexplorado agujero pero yo le empujaba, no quería que me penetrase, no quería perder la virginidad con él. Sin embargo mi cuerpo no me respondía, ya que esa cabeza rosada se juntaba con mi rajita húmeda y creía estar viviendo el mayor de los sueños, un gusto monstruoso. - No Pedro, no, por favor. Me va a doler… - Vamos, tu novio tiene que verte sin esos miedos. De repente se separó, se subió a la silla y después sobre la mesa. No entendía lo que hacía, le tenía allí a mi lado y comportándose de una forma salvaje, muy poco habitual en él, sin embargo eso también me dejaba a su merced y me sentía atraída por toda esa demencia. Tiró de mi pelo hacia atrás y colocó su polla sobre mis labios. - No Pedro, para… No hizo caso. Introdujo la punta y tiró más fuerte del pelo. - Vamos, no seas estrecha, demuestra que eres toda una putilla. Tu novio va a flipar. Mis labios, como autómatas, se aferraron a ese miembro erguido y comencé a hacerle mi primera mamada. Pedro me iba indicando como debía poner mi lengua, como apartar los dientes, como apretar los labios y como mirarle a la cara, poniendo la pose más viciosa que supiera. Así lo hice, pensé en mi chico, que en realidad no le estaba engañando en ese momento… que solo era la preparación para ese gran regalo de cumpleaños que iba a hacerle por la noche. Mi profesor seguía apretando su pelvis contra mí y su polla seguía entrando y saliendo de mi boca, cada vez más adentro, siguiendo sus instrucciones… me estaba gustando mucho esa mi primera experiencia y a él debía gustarle también, por las cosas que me decía. - Como la chupas chiquilla, eres una delicia… tu novio va a pasarlo
en grande con esos labios y esa lengua. Eso me animaba a hacerlo con más vehemencia, con todas mis ganas. Entonces dejó de meterla en mi boca, justo cuando yo estaba empezando a disfrutar de esa mi primera mamada. - ¿Qué pasa? - No te preocupes nena, primero voy a romperte el coñito virgen que tienes, luego me la sigues chupando si quieres. Sus palabras eran soeces, pero me gustaba que me tratase así, no sé por qué, pero sonreí pensando en la buena idea de haber acudido a él. Pedro se bajó de la mesa y de nuevo se puso entre mis piernas. Ubicó su glande empapado con sus jugos y mi saliva a la entrada de mi coño. Me miró y me sonrió. - Vas a ver que bueno, Paula. Introdujo su punta lentamente y poco a poco se fue abriendo paso, hasta que llegó a un tope, pero en un instante, a pesar de un pequeño escozor, noté como ese miembro enorme invadía mi cueva inexplorada y se metía hasta los huevos. - Ahhhh, ugggghhhh, Pedro que bieeeennn. - Que coño más bueno, nena. Empezó a follarme, a hacerlo con toda su energía. Mis tetas se movían en cada embestida y mis piernas abiertas se agarraron a sus caderas como queriendo sentirle aun más adentro, mientras mis manos se aferraban a su cuello. - Siiiii, que placer, que maravilloso, es… Mi profesor continuaba follándome con toda la energía y mi vista pasaba de sus ojos a la polla que se insertaba una y otra vez dentro de mí. No sabía que follar fuera tan maravilloso y él era sin duda, mi mejor profesor. No se cuanto tiempo estuvimos así, en la mesa de su despacho, ensamblados y disfrutando de un polvo salvaje, aquel que iba a ser el preludio de lo que iba a darle a mi novio y ahora era mi profe, mi tutor… quien estaba conduciéndome al aprendizaje más experto de lo que era follar en condiciones y más cuando sacó de mi interior todos
los placeres que se mantenían ocultos. Desde luego siempre pensé que era un buen profesor, pero entonces me cercioré aun más. Deseaba que aquello no terminase nunca. Los gemidos de Pedro se fueron haciendo más y más fuertes, hasta que note que se quedaba quieto, con toda su verga metida en mi interior y fue entonces cuando noté que me llenaba con su leche caliente hasta las entrañas… al percibirla todo mi cuerpo se transformó entonces cuando me di cuenta que lo mejor estaba por llegar, pues esa sensación de sentirme penetrada y bañada con su semen caliente, me llevó a un orgasmo que nunca antes había obtenido, de esa forma tan bestial, tan intensa, tan duradera. Solo mis gemidos y los suyos eran los únicos sonidos de aquel despacho y después nuestras respiraciones entrecortadas… La polla de Pedro salió aun con cierta dureza de mi sexo y arrastró mis flujos y algún resto de sangre. Después me besó tiernamente en los labios mientras me decía: - Creo Paula, que estás preparada, verás como ahora él no notará nada. Lo has hecho de maravilla. - Gracias, Pedro. Aun tuvimos tiempo de seguir ensayando, pues me abracé fuertemente a mi profesor, agradecida por el placer que me había hecho conseguir, lo mucho que me había enseñado y en poco tiempo estábamos follando de nuevo sobre aquella mesa. Y también después volví a chuparla y él a mí, en una sesión completa de aprendizaje sobre el mundo del sexo que duró toda la tarde. Esa misma noche, aun con mi sexo dolorido, le entregué a mi novio su regalo especial, y no solo no notó nada, sino que disfrutó de lo lindo gracias a las expertas enseñanzas de mi profesor, el que me estrenó.
Apostando Nada más coger el teléfono percibí en la voz de Juan que su llamada era alarmante. Se le notaba excesivamente alterado. Entre lágrimas y con expresiones entrecortadas me pedía que recogiera urgentemente los papeles que tenía en su cajón de la mesilla de nuestro dormitorio, donde guardamos todos los contratos, facturas y demás. Pero ¿qué pasa Juan? Me estas poniendo nerviosa – le decía yo sin saber qué le podía ocurrir. Tú tráelo, cariño, no te demores, vente al restaurante del polígono con todos los papeles... cuanto antes. Pero Juan, dime algo, no me tengas así… Estoy en un lío gordo, amor y necesito eso ya, anda. Ya te lo explicaré– repetía él al otro lado del teléfono con nerviosismo. Hice lo que me solicitaba, recogí todas las carpetas, las bolsas con tickets, otras con garantías y principalmente las que llevaban las escrituras del piso, tal y como me había recalcado. Lo metí todo en una pequeña bolsa de deportes y me dirigí a su encuentro a toda prisa. No conseguía entender en qué tipo de lío podía andar metido pero suponía que en todos aquellos papeles había algo que le solucionaría esos problemas. Llamé a un taxi y partí urgentemente hacia el polígono. El restaurante que él me había mencionado estaba cerrado, aun así, despedí al taxi y llamé a los cristales de la puerta persistentemente. No parecía que hubiese nadie dentro, hasta que después de insistir varias veces un hombre apareció en el interior y acudió a abrirme. Antes de hacerlo me observó detenidamente a través del cristal, repasando con una mirada viciosa todo mi cuerpo, de mi cabeza a los pies. Con las prisas no había reparado en que había salido a la calle con mi vestido veraniego, el que solo utilizo en casa porque me está demasiado corto, pero a él pareció encantarle, a la vista de su expresión y la boca abierta. Siempre he presumido de piernas bonitas, pero tanto como para enseñarlas hasta el comienzo de
mis braguitas, no precisamente. Me sentí desnuda con su mirada obscena. El restaurante está cerrado, guapa. – me dijo sin apartar la vista de mi canalillo. Perdona, soy la mujer de Juan… Juan Montero. – le rogué. Ah, eres tú… vale, pasa, pasa…te están esperando adentro. Me acompañó hasta la parte posterior del restaurante, justo en la zona que usan como almacén donde se estaba celebrando una timba de póker. Todos los tipos estaban enfrascados en la partida, riendo y vociferando, hasta que notaron mi presencia y se callaron al unísono. Volví a sentirme desnudada, esa vez por varios pares de ojos. Imagino que una chica joven con un reducidísimo vestido siempre causa sensación, pero en aquel ambiente creo que todavía más. Entre todo aquel rancio almacén y esos rudos hombres distinguí la figura de Juan, que se acercó apresuradamente hasta donde yo estaba. Cariño, ¿lo has traído? – me preguntó nervioso. Sí, pero ¿Qué es esto, Juan?, ¿Me vas a explicar? Calla, y dame la bolsa. – respondió bruscamente. Nunca antes Juan me había tratado de esa forma, se le veía tan desesperado que no entendía qué le había podido llevar a tanta agitación. ¿Así que esta es tu linda mujercita, eh Juan?- preguntó uno de los jugadores de la partida, un viejo verde que me miraba fijamente y que parecía ser el dueño del local. Se levantó de la mesa de juego dirigiéndose hasta mí, girando a mi alrededor. Su forma de mirarme era de lo más impúdica. Nenita, no vienen muchos bombones como tú por aquí. ¿Cuántos años tienes pequeña? Veintiuno. – respondí con turbación. Mmm, rubita, pero si eres una criatura preciosa. Déjala en paz, Moncho. – le increpó por fin mi marido, aunque sin mucho afán, ya que seguía rebuscando entre
los papeles que le había traído. Oye, no me habías dicho que estaba tan buena, vaya con la palomita. – insistió aquel tipo que seguía dando vueltas a mi alrededor. Al mismo tiempo todos los demás tíos seguían observándome desde la mesa y fijándose en la breve tela del vestido que me cubría y que yo intentaba estirar hacia abajo, todo lo que era posible. Me sentía acosada con sus desvergonzadas miradas. Seguía sin entender absolutamente nada, intentaba que Juan me defendiera un poco frente a tanto buitre mirón, pero no parecía estar en lo que celebraba, solo se limitaba a buscar revolviendo el interior de la bolsa con insistencia. ¿Has traído las escrituras? – me preguntó con el brillo de las lágrimas en sus ojos. Sí, cariño… pero ¿Me vas a explicar qué pasa? Me estás asustando… Juan me miró durante unos segundos pero no respondió, se sentó en una silla y continuó buscando entre los papeles con la bolsa en su regazo. El tipo asqueroso que seguía girando alrededor de mi cuerpo fue el que habló a continuación con su boca cerca de mi oído. ¿Quieres que te cuente yo lo que pasa, bombón? Afirmé con un movimiento de cabeza, muerta de miedo en aquel lugar tan tenebroso e intrigada por descubrir qué demonios podía estar ocurriendo. Verás, preciosa, tu marido… un mal jugador de póker… lo ha perdido todo en varias partidas. Primero, todo lo que llevaba encima, después se ha jugado el sueldo del mes… hace rato que perdió el coche, le hemos fiado nada menos que 100.000 euros más y ahora quiere recuperarse de todo apostando con la garantía de las escrituras de vuestro pisito. Eso es lo que pasa, nenita. ¿Cómo? – respondí alarmada dirigiendo mi mirada hacia Juan para que me confirmara tal disparate.
Volvió a callar enfrascado en encontrar los papeles como si no hubiera oído nada en absoluto. Juan, dime: ¿Es cierto eso? – volví a preguntarle acercándome hasta él y agarrándole del brazo para que me hiciera caso de una vez por todas. Sí… ¿Sí, Qué? Es cierto cariño… pero no te alteres, ahora me va a venir una racha de suerte, lo presiento, ya lo verás. Tú tranquila. Pero, pero… ¿Estás loco Juan? ¿Te vas a jugar nuestro piso? De ningún modo voy a permitir eso… - contesté totalmente enfurecida y arrebatándole la bolsa con todos los papeles y tirando igualmente de él para que me acompañara a la salida de ese antro. Me dirigí hacia la puerta con la bolsa y tirando de la mano de mi marido, totalmente ido, con la intención de abandonar aquel asqueroso lugar, pero el tipo que me había acompañado al principio me detuvo por orden del viejo llamado Moncho que intervenía como jefe de todo aquel tinglado. No tan deprisa, preciosidad. – añadió ese hombre – tú podrás largarte si quieres, pero tu maridito nos debe 100 verdes y los papeles del coche, así que él, de momento… se queda hasta saldar la deuda. Pues sí él se queda, yo también. – respondí firmemente - A lo que no estoy dispuesta es a que se juegue las escrituras de nuestro piso, de ninguna manera. El tipo, bastante gordo, con manchas de restos de comida sobre su camisa, de indefinible color, barba mal afeitada y un aspecto sucio, me observaba con lascivia, enfrascado en mi corto vestido que exponía mis piernas hasta buena porción de mis muslos, por no hablar de mi escote, que en tan reducida prenda parecía abultar aun más mi pecho. Él ya lo ha decidido por los dos… - añadió el viejo.
Pues él habrá dicho lo que quiera, pero el piso está a nombre de ambos y no permitiré entregarles nada a ustedes. – contesté airada mirando a mi esposo, totalmente consternado, sin saber defenderse. ¿Ah no? Y dime, muñeca, ¿cómo estás dispuesta a saldar la deuda? – eso último lo dijo observando mis piernas y mi escote con cara de cerdo. Pues no sé, habrá alguna forma de hacerlo legalmente, supongo… pidiendo un préstamo, no sé… Jajaja… Hay una cosa que no entiendes, preciosa. Nosotros no hablamos de legalidades, explícaselo tú, Juan. Mi marido levantándose de inmediato me llevó a un lugar apartado de aquella sala y entre susurros me describió sorprendentemente el lío que se traía entre manos con aquella gente. Llevaba, según decía, bastante tiempo jugando con ellos y había conseguido ganar algo de pasta jugando al póker, pero en las últimas semanas todo se le había complicado y a pesar de ello insistía en estar convencido de un cambio en su mala racha. Lo que me dejó más que clarito es que con aquella gente no se jugaba y que no podíamos ir a reclamar a ningún lado, ni hablar de futuros apaños o arreglos mutuos, que teníamos que pagar inmediatamente o él no saldría de allí, eran definitivamente un grupo de mafiosos que reclamarían a toda costa la deuda y no por cauces precisamente legales. Reconozco que me quedé bloqueada, aquello me impresionó tanto que no fui capaz de llorar, ni de gritar, ni de salir corriendo en busca de la policía, de un juez, de algo racional entre todo aquel infierno en el que me veía metida tan repentinamente… pero sí entendía perfectamente que no había posibilidad ninguna de cambiar las cosas. Intentaba pensar, pero no lo conseguía, parecía estar viviendo un sueño… o una pesadilla, más bien. Cariño… déjame jugar una baza más, verás cómo me voy recuperando. – volvió a insistirme Juan reclamando la bolsa con las escrituras. Pero, ¿No te parece bastante lo que has perdido ya?, ¿Tu
sueldo del mes, el coche, 100.000 euros más? Y ahora ¿Quieres perder también nuestra casa? No, querida, dame esta oportunidad. Las escrituras son mi aval, pero lo voy a recuperar todo, ya lo verás. No, del piso olvídate. Haremos otra cosa. – le contesté y me dirigí directamente al hombre que llevaba la voz cantante que por cierto continuaba mirándome con esa cara de puerco en el centro de ese inmundo almacén. Dime muñeca. ¿Qué podemos hacer?– contestó el jefe del clan. Pues quiero que mi marido recupere todo lo perdido pero no con las escrituras, sino con esta pulsera. Levanté la mano para que observaran mi pulsera de pedida. Era de oro con incrustaciones de brillantes, que le había costado a Juan toda una fortuna el día que me pidió en matrimonio. Vaya, muy bonita – contestó el gordo seboso – ¿Así que quieres apostar la pulsera? ¡No! – contestó Juan, sabiendo que aparte del precio material de aquella joya, tenía un gran valor sentimental para los dos. Creo que no tenemos más opciones cariño y desde luego no me voy a jugar el piso… - dije increpándole. Moncho cogió mi muñeca observando con detenimiento la pulsera. Creo que evaluaba su valor y sonriendo aceptó finalmente mi nueva garantía. Está bien, preciosa… No quiero que pienses que no soy un caballero. Haré una excepción y porque aprecio a tu esposo. Acepto tu pulsera como aval, pero evidentemente no podrá cubrir toda la apuesta, eso sería demasiado. Con ella pagarías… no sé, haciéndote un gran favor, el sueldo que se jugó tu maridito. – a continuación besó mi mano. Pero… ¿Qué dice? Esta pulsera cuesta muchísimo más – contesté retirando mi mano de su sucia boca y reclamando
su verdadero valor. Sí, es posible, que valga más, pero para mí está usada. Y a mí, nenita, no me gustan las cosas usadas. Tras pensarlo durante unos segundos y ante nuestra complicada situación acepté a regañadientes que se jugara la pulsera contra el sueldo del mes que había perdido aquella noche, confiando en lo que Juan me acababa de pronosticar minutos antes y que de una vez por todas se acabaría su mala racha recuperando todo poco a poco. Los cinco hombres se sentaron alrededor de aquel tapete verde y aunque me invitaron a hacerlo a mí también preferí continuar en pie, al lado de mi marido intentando darle todo tipo de suerte apoyando mi mano sobre su hombro. Por suerte, la partida fue buena para Juan, y pudimos recuperar el talón con el sueldo del mes que se había apostado anteriormente. Se levantó y nos dimos un abrazo… En ese momento debería estar dándole mil bofetadas y maldiciéndole por haber llegado a ese punto, sin embargo, me contagié de su alegría e intenté centrarme en recuperar todas las demás cosas que aquellos tipos querían arrebatarnos sin remisión. Juan recogió el talón de la mesa y con su mano acarició mi muñeca y de paso también la pulsera que casi estuvimos a punto de perder. En la siguiente jugada intentó apostar el talón nuevamente contra las llaves del coche, pero a Moncho y al resto de jugadores no les parecía suficiente como garantía, de modo que también puse la pulsera sobre el talón a pesar de que Juan insistiera en lo contrario. La fatalidad nos acompañó en esa segunda jugada perdiendo de golpe el talón y la pulsera, que recogió rápidamente Moncho entre risotadas que en ese momento sonaban indecentes... despreciables para mis oídos. Con las manos apretadas quería gritar de rabia, insultarles a todos, incluyendo a mi marido, pero solo una lágrima de impotencia era la que recorría mi mejilla y una desazón interior que me recomía por dentro. Creo parejita, que hoy no es vuestro día, me temo que vais a tener que poner las escrituras sobre la mesa si queréis
recuperarlo todo, jajaja. ¡No! – grité apoyándome sobre la mesa desafiando la mirada de Moncho – No me vais a quitar el piso, ¿Entiendes? Tranquila, muñeca, no te alteres, que os dejaré vivir en él, por un módico precio, jajajaja… Juan y yo nos mirábamos sin saber qué hacer, sabíamos que no teníamos ninguna alternativa y esa era nuestra única oportunidad, que no disponíamos de más propiedades, de más garantías con las que apostar… Mi marido resignado sacó las escrituras de la bolsa dispuesto a ponerlas sobre la mesa de juego. Todo me daba vueltas, no creía estar viendo como el piso de nuestra vida se escapaba de esa manera tan sencilla de nuestras manos, tenía que haber algo para detener aquello. Un momento, por favor. – dije deteniéndolo – Quisiera una segunda oportunidad para intentar recuperar mi pulsera y el talón. ¿Ah sí? ¿Y contra qué? No os queda nada. – añadió Moncho sin despegar su sucia sonrisa de la cara. ¿Y si me desnudo? – añadí de sopetón. Juan me miró con los ojos asustados, no comprendía mi extraño comportamiento. ¿Cómo es eso, preciosa? – preguntó con curiosidad el viejo verde echando un repaso por todo mi cuerpo. Pues que si ganamos, recupero mi pulsera y el talón. Si perdemos me desnudo delante de ustedes. – afirmé así de categórica. Suena bien… pero no sé… No te ofendas, veo que con ropa, tu cuerpo es una maravilla y sin ella imagino que más, pero ver una mujer desnuda no vale tanto, creo yo, por muy buena que esté y tú desde luego lo estás. Déjeme al menos hacerlo por la pulsera. Es muy importante para mí – fue mi reclamación desesperada.
Está bien nenita, tendrás una segunda oportunidad. Trato hecho. Creo que merecerá la pena esa visión. Si pierdes te quedarás en pelotas delante de todos durante el resto de la partida ¿No, chicos? – dijo esto refiriéndose al resto de jugadores que poco voto tenían, la verdad, pues allí quien decidía todo era Moncho, pero no dudaron en asentir sonrientes y complacidos. Mi marido no estaba dispuesto a que diera ese paso, pero le insistí aduciendo que él mismo me había convencido de jugar su mejor baza, que se lo pedía por lo que más quería, que en el peor de los casos solo iba a mostrarles mi cuerpo desnudo y nada más. Comprendió que no teníamos más alternativas y convencido de ganar, confiaba en su suerte y que mi cuerpo era uno de los mejores avales. De un tiempo a esta parte, Juan ya no me prestaba la atención de un año atrás, justo cuando habíamos decidido casarnos con tanta precipitación totalmente enamorados con tan solo veinte años cada uno. Por más que yo mantenía mi bonita figura, él parecía distante conmigo. Me compraba prendas atrevidas, lencería de lo más sugerente que la mayoría de las veces pasaba desapercibida para él. El hecho de pensar que en ese momento un grupo de hombres tenía posibilidades de ver mi cuerpo desnudo me resultaba raramente atrayente, aunque la situación no lo fuera tanto, pero sentirme deseada por todos ellos era algo que me faltaba por parte de Juan y la verdad no comprendía su falta de interés en mí, sabiendo que provocaba tanto al resto de los hombres. En el terreno sexual tampoco debería sentirse desatendido, pues soy una mujer ardiente y activa en la cama, entregada a todas sus peticiones… o casi todas, pues solo me negué a una: el sexo anal. Por lo demás, tenía mi cuerpo por entero para él. Y yo además intentaba complacerle en todo lo posible… El juego continuó en aquella mesa, complicándose una vez más. La mala fortuna se presentó de nuevo ante nosotros perdiendo esa mano, incluso llevando buenas cartas, ante una banda de canallas que se relamían. El gordo nos observaba y se reía viviendo nuestra situación más bochornosa.
Adelante bonita, queremos ver ese tentador cuerpo desnudo. – añadió Moncho invitándome a quitarme toda la ropa. Incapaz de mirarles a los ojos, totalmente avergonzada y con los míos llenos de lágrimas, me desabotoné el vestido y me lo quité dejándolo sobre una silla vacía. Al levantar la mirada todos, excepto Juan que hundía su cabeza entre sus manos, me observaban con lujuria. Lo percibía en sus miradas impúdicas. En ese momento volvían a mi mente los momentos de un año atrás con Juan, cuando se volvía loco cada vez que me desnudaba en su presencia, de la misma forma que estaba haciendo ahora para mis cuatro espectadores hambrientos de carne fresca. Mi conjunto de lencería que tan a propósito me había puesto en exclusiva para mi marido, era un reducido tanga de color burdeos con el sujetador diminuto a juego. Aparte de mi vergüenza, las miradas de admiración y unos piropos subidos de tono pronunciados por ese conjunto de hombres salidos me alentaba para quitarme la ropa con cierta sensualidad y así lo hice despojándome en primer lugar del pequeño sostén exponiendo mis tetas orgullosamente, pensando al mismo tiempo de qué otra manera podríamos salir de todo aquel embrollo sin tener que perder nuestra vivienda. No tengo un pecho excesivamente grande, pero si lo suficiente y bien puesto para que el guarro de Moncho lo hiciera público. ¡Preciosas tetas, nena! Casi como una autómata y ruborizada me deshice de mi tanga, que se ajustaba pegado a mi piel cubriendo ligeramente mi sexo abultado y colándose entre mis glúteos por detrás en una reducida tira de tela. Lo había escogido con todo el cariño, especialmente para mi esposo y poco a poco desaparecía entre mis muslos, ante las observaciones más pormenorizadas de ese público improvisado, hasta quedarme íntegramente desnuda. Sin ser excesivamente alta, mi juventud y mi figura se conservan en su plenitud, con mi piel morena, bien depilada, mi vientre plano y mi sexo arreglado, con el vello de mi pubis ligeramente recortado y depilado a la altura de mis ingles. Sin duda,
que ante aquellas sucias miradas, debía ser todo un reclamo sexual. Joder, sí que estás buena – afirmó Moncho relamiéndose. Intentaba juntar mis piernas y cruzar mis brazos abrigando mi desnudez ante aquellas miradas que disfrutaban de mi pecho desnudo y de mi sexo. Por otro lado algo me empujaba a lucir esa desnudez ante todos ellos a modo de demostración a Juan, para que viera cómo era una deseable carne apetecible para esos tipos hambrientos a pesar de que él no me prestara casi atención. Mi juventud, la tersura de mis tetas y mi culo respingón, provocaron distintos tipos de alabanzas por parte de la concurrencia y palabras que me hacían sentirme aun más deseada. No sé por cuánto tiempo permanecí en medio de aquella habitación siendo observada con detenimiento por aquellos hombres, pero no dejaba de pensar que no teníamos más posibilidades… ya que todo parecía haberse acabado. Aparte de lo ya perdido, debíamos más de 100.000 euros y solo contábamos con la garantía del piso, aquello que no quise perder desde el principio. Miré a Juan, que seguía descorazonado incapaz de ver mi cuerpo desnudo, ese que tanto había admirado. Le arrebaté las escrituras de la mano y las puse sobre el tapete. Las escrituras como garantía para todo lo que hemos perdido. – dije mientras todos seguían mirándome detenidamente sin apartar la vista de mis curvas. Era nuestra última oportunidad, la única en la que perderíamos todo en una noche: Nuestras pertenencias, nuestros ahorros, nuestra casa y nuestra dignidad. Yo permanecí desnuda, junto a mi esposo mientras Moncho repartía las cartas casi sin poder apartar la vista de mí. Juan apenas podía sostener sus cartas entre los dedos temblorosos, nunca le había visto tan mal. Yo debía estar igual, pero aun creía en los milagros y pensaba en cualquier resquicio de salvación. Creí morirme cuando volvimos a perder en esa nueva jugada… lo estaba viendo y no lo podía creer, todo se nos caía encima.
Bien, chicos, ha sido todo un placer jugar con vosotros, jajaja… ahora nos firmáis un contrato de compraventa y os podéis ir a casa… ah bueno, a mi casa, jajaja… - añadió el vil mafioso que nos había extorsionado de forma tan despectiva y cruel. Nunca he sido rencorosa, ni mucho menos conocía la palabra odio, pero si en ese momento hubiera tenido una pistola en mi mano, estoy convencida de que habría disparado contra aquel tipo hasta vaciar el cargador, sin inmutarme. A pesar de todo, no tenía fuerzas ni para insultarle, solo veía desaparecer de entre mis manos mis bienes más preciados. Ah, por cierto preciosa, ha sido un placer poder contemplar ese bonito cuerpo desnudo. No creas que no ha servido para nada, nos has hecho pasar un momento inolvidable. – dijo cuando me disponía a recoger mi vestido. No recuerdo el tiempo que había pasado desde que Juan me decía cosas así… Los hombres me miraban por la calle, me piropeaban constantemente, ahora, una panda de cerdos se relamían con mi cuerpo y de algún modo me devolvían la autoestima haciéndome sentir muy halagada y ciertamente excitada a pesar de la surrealista situación. Juan no reaccionaba, ni tan siquiera me miraba… mientras los demás no dejaban de comerme con los ojos. Miré hacia el techo, queriendo buscar fuerzas de donde fuera, pero no veía claro de dónde. Me sentía perdida, utilizada, traicionada… Necesitaba buscar una salida a nuestra ruina. Toda aquella locura, no podría llevar más que a la desesperación. Por eso creí encontrar una salida: Sabiendo que hablaba con un jugador empedernido, me tiré el último farol… un órdago como la copa de un pino. Me puse frente a él con las manos en las caderas y le desafié: Estoy dispuesta a ofrecerle mi cuerpo si podemos recuperar todo lo perdido. Se hizo un silencio sepulcral en aquel inmundo almacén, sin que nadie dejase de mirarme extrañado, Juan el primero, como si no me
conociera. El pobrecillo no se podía creer lo que oía y mirándome intentaba buscar en mis ojos un atisbo de cordura. ¿Qué estás diciendo cariño? – preguntó al fin mi esposo. Lo que has oído, Juan…- le respondí con rotundidad - En este momento no nos queda nada. Lo hemos perdido todo… absolutamente todo, hasta la vergüenza y todo ello gracias a ti. ¿Te das cuenta? Ahora deja que yo intente salvar lo poco que nos queda. Juan volvió a sentirse humillado, golpeado en su orgullo por mis palabras, más en ese momento por saberse perdedor de todo y ahora también del sexo exclusivo de su mujer. Es una buena oferta, preciosa – apuntó entonces Moncho – porque no niego que follar contigo debe ser una auténtica maravilla, imaginando que tu precioso coño sabrá adaptarse a las circunstancias, teniendo en cuenta que es uno de tus bienes más valiosos, sin embargo, como sabes no me gustan las cosas usadas… y tu chochito ya lo está… Ni siquiera esa última apuesta que yo le ofrecía a la desesperada parecía satisfacerle del todo. El muy canalla no se conformaba con nada, ni aunque nos rebajáramos aun más. De todos modos, muñeca, hay otra cosa que puede estar sin estrenar y me puede servir. -
¿El qué? – pregunté confundida.
-
Tu culito, evidentemente… ¿Lo tienes virgen todavía?
¡Noooo! – gritó Juan, intentando detener aquella barbaridad que me proponía el sucio y bastardo mafioso. Guardé silencio, permanecí mirando a ese hombre fijamente, con total descaro, sin que me importara permanecer desnuda ante su sucia mirada cargada de desprecio y arrogancia. Intentaba recopilar y reorganizar todas las ideas en mi mente, pero desde luego no contaba con la de tener que ceder la parte más sagrada: Mi culo. Pensé en las veces que Juan me lo pedía y las mismas que siempre se lo había negado, temerosa de que me hiciera daño, de algo que me
empujaba a no regalárselo como merecía, con todo mi amor, pero siempre desechaba esa opción, me horrorizaba y ahora me arrepentía a todas luces de no haberlo hecho. Pero en ese momento, ¿Qué otra alternativa tenía? Sí, soy virgen por ahí. – contesté totalmente hundida, pero intentando disimular mis miedos, mis odios, mis abatimientos… Vaya, que interesante… Podemos hacer negocio, entonces. Estoy dispuesto a hacer el intercambio. Tu culo virgen para mí a cambio de toda la deuda. Sin juegos ni trampas ¿Estarías dispuesta? ¿Contra toda la deuda? Sí…preciosa. Estoy de acuerdo, entonces. Parecía que ni él se lo creía y el pobre de Juan me miraba suplicante, con sus ojos llorosos y casi en un grito inaudible me decía "No" totalmente avergonzado, postrado a mis pies, pidiendo clemencia. Juan… No tenemos nada y esto es solo sexo. La decisión la tomo yo, del mismo modo que tú tomaste la tuya, llegando a esta situación. Te pido que no lo pongas más difícil, por favor. Algún día me agradecerás que te sacara de este lío… mejor dicho, que ambos saliéramos de este lío. Se sentó en una de las sillas con aspecto mareado y se echó las manos a la cabeza, pues sabe que cuando tomo una decisión, es irrevocable. Bien, si todos estamos de acuerdo, pongamos las condiciones. – sentenció Moncho con aquella estúpida sonrisa en sus labios. Adelante. – dije con mis brazos en cruz de forma retadora y chulesca. Tienes una mujer valiente y decidida. Te felicito. El jefe de la banda mafiosa se dirigía a Juan, pero este continuaba derrotado, mirando al suelo, con su cabeza entre las manos
Será un placer estrenar ese culito virgen –añadía Moncho-. Las condiciones entonces son, que sin jugada de por medio, yo os devuelvo las llaves del coche, los 100.000 euros, el talón, la pulsera y las escrituras del piso. A cambio, sobre esta misma mesa yo estreno tu precioso culo. ¿Estamos de acuerdo? Sí… - respondí con decisión. Hay un pero… solo yo disfrutaré de tu virginidad, eso está claro. Así que después de mí, tendrás que ceder tu perfecto trasero a los otros tres jugadores. No será virgen, pero al menos tendrán su buena parte de recompensa. No se ven culos así todos los días ¿Sigues dispuesta entonces? Me parece justo. Esto último lo dije dándome cuenta que la situación no me estaba incomodando tanto como yo pensaba en un principio. Si bien, sentirme empalada por semejante cerdo y sus compinches era la cosa más repugnante del mundo, mi sexo parecía pensar lo contrario y estaba empezando a humedecerse con la sensación de imaginar la situación de verme sometida, de ser casi suya. Cuantas veces había tenido esa fantasía, sentirme entregada a unos desconocidos, a cuatro hombres sedientos de mi cuerpo. Provocar esa sensación era excitante para mi incontrolable mente. Estreché la mano del despreciable ser que iba a desvirgar mi orificio posterior sin intentar pensar en las consecuencias, porque si le daba más vueltas, estaba segura de querer arrepentirme. Juan se agarraba arrodillado a mis piernas en un último intento por pedir algo de juicio por mi parte. No por favor, no lo hagas… por Dios… no me hagas pasar por esto. – repetía lloroso. ¿Pasar por esto? – Pensaba yo - Resultaba hasta gracioso escucharle decir eso, siendo yo, la única que iba a pasar por el duro trance de poner mi culo en prenda. Ni siquiera me atreví a contestarle, me limité a acariciar con cariño su pelo, pues los dos nos encontrábamos en la encrucijada, intenté pensar que ese era el precio que tendríamos que
pagar los dos: Yo, el ser sodomizada por cuatro cerdos y él… contemplarlo. El viejo verde se fue despojando de la ropa, hasta quedar desnudo, ofreciendo una imagen todavía más desagradable que incluso vestido. Su cuerpo amorfo y gordo, se mostraba repulsivo, velludo, sudoroso y con una enorme barriga. Su miembro se erguía vigoroso, sediento de alojarse en mi estrecho agujero. No sé de qué manera pero al mirar hacia mis pezones noté que estos estaban duros. Preferí no pensar en que aquella situación me estuviera gustando, sin embargo, era evidente que no parecía desagradarme del todo. Bien preciosa, ponte sobre la mesa boca abajo y deja tu culo en el borde. – me ordenó Moncho. No quise pensarlo durante más tiempo, de modo que pegué mi pubis contra el borde del tapete y apoyé todo mi cuerpo y mis tetas aplastadas contra la mesa en la que tanto nos habíamos jugado. Imaginaba que mi culo en pompa debía estar expuesto al completo ante aquellos tipos y esa sensación provocaba que mi sexo palpitara, sintiéndome observada y mi cuerpo enteramente codiciado, entregado a sus sucios placeres y ¿Acaso a los míos? Rápidamente noté entre mis glúteos los dedazos de Moncho que intentaba separar los cachetes para abrirse paso e ir allanando el terreno cercano a mi esfínter. Esos dedos hurgando mi perineo y rozando el final de mis labios vaginales me estaban provocando un gusto interno, absolutamente incontrolable. Nena, ponte los tacones, porque me quedas algo baja. – dijo sin dejar de sobar mi trasero, la parte interna de mis muslos y mi rajita que seguía emanando fluidos. Acaté su nueva orden. Me calcé los zancos y volví a ponerme en posición, hecha una "ele" tumbada boca abajo contra la mesa y agarrándome al borde del otro extremo. Enfrente de mí estaba Juan sentado en una silla mirando al suelo, incapaz de ver lo que se avecinaba. Chúpame los dedos, preciosa, lubriquémonos. – añadió el viejo acercando su mano hasta mi boca.
Sin darme tiempo a rebatir, los dedos gordezuelos de ese espécimen, se introdujeron entre mis labios hasta quedar fuera tan solo sus nudillos. Pensaba para mí, que el dolor podría ser insoportable sino se los chupaba, de modo que también accedí. Saqué toda la saliva que pude y la esparcí con mi lengua por esos dedos. Me sentía sucia de hacerlo, pero más teniendo a mi marido delante, me sentía como una vulgar puta. No podía verlo pero parecía que Moncho se untaba aquella saliva sobre su verga y a continuación en la entrada de mi esfínter que se abrió paso con cierta dificultad a uno de sus pulgares que pronto estuvo insertado casi en su totalidad. Di un pequeño grito al verme invadida de esa forma tan repentina. No dolía pero era del todo incómodo. Que estrecho, bonita, me vas a hacer ver las estrellas. Verás que bien que lo pasamos, princesita – añadía el gordo seboso – Y tu maridito se ha perdido este divino culo que yo voy a perforar ahora, no me lo puedo creer. Juan, ¿Cómo has dejado escapar semejante preciosidad? Metía y sacaba su dedazo de mi ano, al tiempo que soltaba risotadas nerviosas. Mi esfínter poco a poco se relajaba. Los demás disfrutaban de la escena y alguno había sacado su polla para masturbarse ante aquel show. Aquella situación tan extraña, estimulaba mis más oscuros sentimientos encontrados, por un lado la repulsión y por otro el hechizo de una fantasía incumplida. Nena, creo que debes relajarte sino quieres que te haga daño. – volvió a insistir el cerdo, introduciendo otro dedo. Mi respiración iba en aumento, me sentía tensa al notar como un segundo dedo quería hacerse paso, estaba aterrada y gimoteaba entre miedo y una sensación de placer extraña. ¿Ves como te gusta? Creo que con esta estrechez me vas a dejar bien seco, bonita. Aunque no sé si lo que más me gusta es romperte el culo o hacerlo delante del cornudo de tu marido… jajaja… Tendría que gritar, solo por oírle decir aquello, sin embargo a mí me
estaba pasando algo parecido, me sentía feliz de cumplir una de mis fantasías más soñadas, ser sometida por un ser despreciable y el morbo de que mi marido estuviera presente, tan cerca de mí. Recordé los momentos en los que Juan y yo éramos novios, aquellos en los que nos conocimos, cuando éramos tan felices y ahora la cosa estaba siendo bien distinta, ni siquiera nuestros encuentros sexuales llegaban a nada, en un polvo rápido de fin de semana. Y creo que hacía tiempo que no me sentía excitada, pues casi tenía que fingir mis orgasmos, medio apagados con él. Ahora un tipo asqueroso, al que no hubiera ni mirado a la cara en otra situación, estaba hurgando mi sexo y mi ano con sus torpes y calientes dedos, proporcionándome un placer desconocido. De pronto noté como la cabeza del miembro de Moncho intentaba adentrarse en mi culo lentamente. Me agarré con fuerza al borde de la mesa, arrugando el tapete verde entre mis dedos. Seguí pensando en los encuentros con Juan, nuestros besos, nuestras caricias, nuestras sesiones de sexo en la playa… intentando sacar de aquellas veces la comparación con una que ahora debía ser ultrajante, hasta que aquel corpulento hombre me penetró con fuerza, empalándome con su grueso pene al completo. ¡Ahhh!- Grité con todas mis fuerzas al mismo tiempo que Moncho comenzaba a bombearme con toda su verga en el interior de mi inexplorado orificio. Abrí los ojos y podía ver entre lágrimas la cara de asombro de Juan, viendo la mía, sufriendo ante aquella intromisión de mi parte más sagrada, la que nunca tuvo él ocasión de probar, a pesar de rogármelo en tantas ocasiones. Que apretadito nena, como me gusta, eres una maravilla. Exprímeme fuerte, preciosa… - seguía diciendo aquel hombre, mientras yo no dejaba de emitir lamentos y gritos ahogados. Me estaba gustando demasiado y quería a toda costa convertir mis gemidos en lamentos. Ese hombre me estaba sodomizando, me estaba humillando delante de todos… delante de mi marido… pero los músculos de mi esfínter
querían agarrarse desesperadamente a la carne que invadía mi interior, abrazándolo… el placer superaba al dolor y a medida que aquella verga se metía más y más adentro de mi culo, más me gustaba, hasta que cerrando los ojos, intenté reprimir un orgasmo que me invadió por completo, haciéndome estremecer de placer. Abrí los ojos viendo como Juan me miraba extrañado, viendo como me estaba corriendo mientras aquel viejo gordo me estaba follando el culo impunemente. Dirigí la mirada hacia su pantalón y note que estaba teniendo una erección, estaba excitándose viendo como se follaban a su mujer, como le partían el culo sin remisión, en una sensación seguramente incontrolada como el propio orgasmo que yo estaba viviendo tan gustosamente. Moncho resopló como un caballo desbocado y en pocos minutos se corrió en el interior de mi culo, percibiendo el calor de su semen inundándome los intestinos. Respiré ciertamente cuando detuvo sus embestidas, pero sentí incluso cierto dolor, cierto desasosiego cuando hubo extraído su miembro de mi oprimido agujero. Cerré los ojos intentando reponerme, pero duró poco tiempo… pues una segunda polla se estaba abriendo paso en mi culo para seguir embistiéndome, para seguir castigando mi dolorido ano y al tiempo enardecer todos y cada uno de los poros de mi piel, abordando placeres internos que desconocía por completo. No podía creer que algo tan delicioso pudiera estar ocurriéndome en una situación así de dramática. Volví a correrme una vez más cuando aquella nueva polla inundaba de semen mi culo y se desbordaba cayendo por mis temblorosos muslos. Preferí no mirar hacia atrás para saber quién era el que me estaba penetrando, prefería dejar pasar el tiempo lo más rápidamente posible, avergonzada de mí misma, de no querer reconocerme en algo que debería resultarme repugnante y no estar viviendo uno de mis mayores placeres… el mejor de mi vida, posiblemente. Intenté concentrarme en otra cosa y pasar el trago de mi atormentada mente de la mejor manera posible. Pero cuando un cuerpo lujurioso se ausentaba de mi espalda, volvía a soñar con otro, lo anhelaba. Por algún momento me olvidé de Juan y de cómo sería nuestro futuro a partir de entonces, a saber si nos podríamos perdonar mutuamente
todo… seguramente nuestro amor y el tiempo cicatrizarían las heridas. Intenté ahogar nuevamente el placer y hundí mi cabeza contra el tapete verde cuando el último jugador me folló el culo como un bestia y me adentré en un nuevo orgasmo que me hizo temblar, que me hizo estremecerme hasta lo insólito. Todo mi cuerpo se transformaba, se producían cascadas de placer que nunca antes había recibido. No sé muy bien si perdí el conocimiento tras ese instante o el cansancio me dejó dormida después de tanto dolor, tantas sensaciones, tanta locura. Cuando abrí los ojos, me encontré a Juan frente a mí, vistiéndome y esbozando un amago de sonrisa, intentando borrar nuestro padecimiento en algo que sabíamos había sucedido para salvar nuestro patrimonio, pero que nunca podríamos olvidar… y al mismo tiempo nos preguntábamos si salvaría nuestro matrimonio. Hoy no me arrepiento de que aquellos cuatro cerdos me desvirgaran el culo delante de mi marido… estoy más arrepentida de que aquello me hubiera gustado tanto y no estoy segura del todo, nunca se lo pregunté, pero creo que a Juan también le gustó.
Exploración Me siento más que feliz y contenta, pues al fin, tras unas duras pruebas de acceso, tests psicotécnicos y entrevistas varias, he conseguido llegar hasta el final de esa carrera de obstáculos para acceder, a pesar de mi juventud, al puesto de ejecutiva de ventas en una de las empresas más punteras del país; lo que siempre había soñado. Tan solo me queda el último requerimiento, la prueba médica y como gozo de una excelente salud, sé que voy a pasar sin problemas. Una enfermera, de mediana edad se acerca hasta la sala de espera donde me encuentro. Me mira de arriba abajo: Usted debe ser Laura. – dice con voz autoritaria. Sí, soy yo. Venía a hacer la prueba médica… Sígame. – es su escueta respuesta. Dándome la espalda, camina delante de mí por un interminable pasillo, adentrándonos hasta el último despacho, que resulta ser la consulta de la doctora jefe, como así he podido leer en cartel que reza en la puerta. Traigo a Laura Martínez. – afirma la enfermera en su rictus serio dirigiéndose a la doctora, otra mujer de unos cincuenta años que me mira por encima de sus gafas de pasta. Se me hacen interminables los minutos que se pasa observándome, de arriba abajo, sin despegar la más leve sonrisa al hacerlo. Me siento bastante cohibida, sin embargo intento mostrarme segura y decidida. Al fin habla: Laura, siéntese en la camilla. Su orden no suena muy educada que digamos, más bien todo lo contrario. Obedezco y entregándole el bolso a la enfermera me siento sobre la camilla. La doctora se pone a hablar con su seriedad inicial como si no se dirigiera a mí, sino haciendo una especie de discurso: Soy la doctora Ramos, jefa del departamento médico de la
empresa y soy la que va a llevar su expediente. No sé si le han informado del tipo de chequeo al que va a ser sometida. Ha pasado todas las demás pruebas de manera brillante, pero le advierto que esta no va a ser banal. Sí, he pasado todas las pruebas y espero poder pasar esta también – contesto sonriendo intentando mostrar mi simpatía y cierto tono de seguridad. ¿Quién le ha dicho que me interrumpa? – me increpa esa mujer que me ataca con su mirada autoritaria, dejándome totalmente cortada. Perdón… - contesto desconcertada por ese trato. Verá, como le estaba contando – continúa - esta prueba es mucho más completa que un reconocimiento médico habitual, porque para este puesto no solo se valora cómo se encuentra usted de salud, sino también si tiene capacidades físicas y psicológicas para desempeñar el puesto de trabajo requerido. ¿Me comprende? Sí… Pues bien, créame, cuando le digo que le haremos un examen muy completo es porque espero que colabore con nosotras… Para su tranquilidad le informo que en todo momento será atendida por personal femenino para que no se sienta cohibida en nada, pero necesito su compromiso para realizar el test. ¿Está de acuerdo? Sí, claro… pero no entiendo muy bien… Mire: A partir de ahora limítese a contestar sí o no o la pregunta concreta que le haga. ¿Correcto? Sí, señora. Bien, confírmeme los datos que tengo: su nombre es Laura Martínez, tiene 21 años, soltera y vive aquí en Madrid. Sí. Confírmeme sus medidas: Estatura 170 centímetros, pesa 60 kilos, usa talla 90 de sostén y una 42 de falda. Su cintura
son 60 centímetros. Sí… - vuelvo a contestar con cierta timidez. Tampoco entiendo muy bien para qué quieren mis medidas, aunque pienso que tal vez necesite algún tipo de ropa de trabajo de una marca concreta o algo similar. ¿Usa sostén? Pues a veces… - vuelvo a contestar algo confusa. ¿Y qué tipo de ropa interior utiliza? – insiste sin mostrar un ápice de sonrisa. No entiendo muy bien a qué viene esa pregunta porque no le veo ningún tipo de explicación. Se gira hacia la enfermera y esta se dirige a mí en el mismo tono mandón: ¿No ha oído a la doctora? ¿Quiere contestar a las preguntas, por favor? Sí… pero… Está bien – aduce la doctora – lo mejor es que suspendamos el examen médico. Pasamos el informe al director y se terminó el problema… Toda una ola de calor me sube desde los pies hasta la cara, no puedo creerme que me puedan echar para atrás por una absurda prueba médica, entonces intento reponerme y decirle que estoy dispuesta a contestar a todas sus dudas, al fin y al cabo, no puedo llegar a imaginar que pueda perder el puesto de trabajo por ese maldito test médico. Bien, prosigamos.. – añade la doctora con su inmutable mueca seria – ¿Qué braguitas usa? Bueno, depende, unas veces braguitas y otras, tanga. ¿Tiene novio o pareja? – añade como una autómata. Sí… tengo novio. ¿Cada cuanto tiempo tiene relaciones sexuales con él? Trago saliva, pues no me acabo de creer ese tipo de preguntas, pero no quiero hacerla enfadar nuevamente. Vuelvo a pensar durante unos
segundos para qué coño pueden querer saber eso, pero al final lo suelto con vergüenza, pero con seguridad al mismo tiempo. Pues, depende… dos o tres veces por semana más o menos. – apunto. ¿Solo? Bueno… sí… ¿Practica el sexo fuera de la pareja? ¡No!... Verá, quizás se pregunte por qué le hago estas consultas y es posible que le puedan parecer alejadas del terreno médico, pues nada de eso, pues son importantes para saber su grado de satisfacción personal, sin él no podremos contar con sus servicios. Yo… estoy satisfecha con mis relaciones… - añado totalmente fuera de juego. Ya, pero no vale con estar satisfecha, señorita Martínez, sino completamente satisfecha y cubrir todas sus necesidades, las físicas, las psíquicas, las sexuales… Usted puede creer que se encuentra bien, que es feliz, que no arrastra problemas a su terreno laboral, pero nosotras tenemos que estar completamente seguras de eso. Su trabajo le absorberá mucho tiempo y no puede venir medianamente contenta sino llegar al trabajo concentrada, única y exclusivamente en él. Es necesario que su vida personal no afecte a la profesional. Sí, sí, lo entiendo… Bien, entonces continuemos. ¿Hace felaciones a su novio? Perdón… ¿cómo dice? ¿Que si se la chupa? – lo dice como si fuera lo más normal del mundo. Eso me parece demasiado. No veo ni medianamente lógico que me pregunte aquello, pero la enfermera interviene: Estamos esperando su respuesta, señorita Martínez…
Pues sí, alguna vez. Anote enfermera – ordena la doctora a su ayudante - Y dígame, ¿Cómo lo hace? – añade. ¿Cómo hago qué? ¿Cómo se la chupa, mujer, que va a ser? Pues lo normal. No me entiende. A ver, ¿Se introduce su pene completamente, juega con su lengua con él, chupa todas sus partes, succiona sus testículos, se traga su semen? Estoy totalmente hecha un lío, no comprendo nada, pero después de la advertencia de mi nivel de satisfacción, intento contestar con algo de mentira. Es cierto que alguna vez le hago mamadas a mi chico, aunque intento mostrar mi lado más entregado, creyendo que es eso lo que buscan de mí. Sí, lo hago. Bien, eso está bien. Descríbame detalladamente como lo hace… por favor no se sienta cohibida. Díganos también qué siente su pareja cuando lo hace. Trato de poner en mi mente que esas mujeres que me incomodan son auténticas profesionales y que van a intentar sacar conclusiones del mismo tipo, así que me envalentono y les cuento. Me gusta jugar con su miembro, primero lo acaricio suavemente y noto como va endureciéndose por momentos. Normalmente nos besamos cuando le masturbo y sé cómo ponerle a tono. Luego bajo con mi boca por su tórax, su ombligo y acabo arrodillada frente a su sexo, que comienzo a besar suavemente A partir de ese momento me pregunta por nuestras relaciones íntimas, si mi novio está satisfecho, qué postura utilizamos habitualmente para hacer el amor, qué lugares y cosas por el estilo. Todas me parecen totalmente inauditas para ese tipo de examen y que voy contestando, algo exageradamente, pero tengo que hacerlo, mi puesto de trabajo no puede estar en juego por ese tipo de cuestiones.
Vale, señorita, casi hemos terminado por hoy. Pasado mañana vaya usted a esta dirección, porque una compañera mía le hará una exploración completa. Vaya en ayunas y no practique sexo durante estas próximas 48 horas. Salgo de aquella consulta totalmente desconcertada, pero con la profunda convicción de que el puesto tendrá que ser mío a toda costa. Me ha entregado una tarjeta con la nueva dirección a donde tengo que acudir dentro de 2 días para una nueva exploración y me ha extrañado de nuevo que me diga lo de no tener sexo en dos días. Creo que esta gente está un poco loca, pero bueno, pronto pasará todo. Cuando llego a casa, me doy cuenta que al desnudarme he mojado mis braguitas, señal de que aquella entrevista y la situación tan inaudita me han excitado más de lo que hubiera cabido esperar, pero creo que ese morbo que rodea toda la exploración y la conducta de ellas dos, me ha provocado algo raro en todo mi cuerpo. A los dos días acudo a la nueva consulta, situada al otro lado de la ciudad, pero perteneciente a la misma empresa. Del mismo modo me encuentro a dos mujeres en la consulta. Una es la doctora que me va a hacer la exploración física y junto a ella, otra mujer mayor, que imagino hace las veces de enfermera. Otra pareja, parecida a la anterior. Desnúdese y túmbese en la camilla. – me ordena la doctora sin tiempo a nada y con la misma rectitud que su colega de días atrás. Otra vez me siento cohibida y extraña por ese trato tan serio y poco amigable. Sin embargo sigo pensando en la suerte que he tenido de pasar todas las pruebas, de lo bien que me ha salido todo que ahora no quiero, bajo ningún concepto que por una tontería, todo se me venga abajo. ¿Dónde me puedo desnudar? – pregunto, mientras busco un biombo, un vestuario o algo parecido. ¿Dónde va a ser? Aquí. ¿Hay algún problema? Entiendo que tengo que despojarme de la ropa delante de ellas dos, pero que no están haciendo otra cosa más que mirarme fijamente, sin
ningún tipo de pudor, mientras yo estoy muerta de vergüenza. Suelto los botones de mi blusa mirando al suelo, pero al mismo tiempo fijándome por el rabillo del ojo como ambas mujeres me observan con detenimiento. Suelto mi falda y la dejo caer por mis muslos. Me quedo de brazos cruzados y las miro levantando ligeramente los ojos y no la cabeza, pues sigo muy cortada. ¡Desnúdese del todo! – apunta la enfermera que tiene ojos de viciosa. ¿Toda la ropa? – vuelvo a preguntar. Creo que de todas las veces que he acudido a una consulta, nunca me he sentido tan violenta como ahora, incluyendo las de mi ginecólogo, que es hombre… pero que siempre me había tratado con enorme respeto y permitiéndome guardar cierto margen de intimidad. La cosa ahora es bien distinta, me siento cohibida y extraña, Me quito el sujetador, sintiéndome atacada por sus miradas, a pesar de no ser capaz de levantar la mía para comprobarlo. Posteriormente deslizo las braguitas por mis piernas, quedándome desnuda… más desnuda que nunca. ¡Túmbese! - es la nueva orden reiterativa de la doctora. Obedezco cerrando mis ojos, pues se que de abrirlos descubriré sus miradas clavadas en mi cuerpo, lo noto sin verlo. Unas manos empiezan a recorrer mi cuerpo, en una especie de examen clínico en principio, aunque luego esos mismos dedos no parecen estar auscultándome precisamente sino, sobándome de manera totalmente descarada e impúdica. Abro los ojos y descubro que ambas estaban enfrascadas en mi cuerpo: una observándome entre mis piernas, dirigiendo concentrada sus ojos a mi sexo y tomando notas, mientras la otra, sin guantes, me acaricia la cintura, los pechos y el comienzo de mis caderas en un sobeteo de los lindos. Enfermera, ¿Nota usted algo de humedad? – pregunta la doctora. No, aun no… - contesta la otra. Yo sigo estirada y tensa. Las manos siguen tocándome por todas
partes, unas veces en el cuello, otras cerca de mis axilas, algunas veces colándose entre mis muslos… ¿Algún cambio? – insiste en preguntarle a su ayudante. No, nada. De repente uno de los dedos de la doctora, desprovistos de guantes, se cuela en mi sexo sin darme tiempo apenas a reaccionar… el suficiente para incorporarme sentada sobre aquella camilla. Pero ¿Qué hace? – pregunto asustada y totalmente confusa. Señorita, túmbese… necesitamos seguir explorándola… Pero es que esto… No sé si la doctora Ramos le puso sobre aviso, pero necesitamos conocer las distintas reacciones de su cuerpo. – alega la doctora, sin cambiar su gesto. Esto me parece demasiado. – insisto. Tiene que dejarnos trabajar, de lo contrario, tendremos que suspender el examen médico. Me limito a callar una vez más, totalmente resignada a que aquellas viejas, se están sobrepasando conmigo y que de algún modo ese es el único billete que tendré que pagar para acceder a mi nuevo puesto. Una vez tumbada de nuevo y cerrando mis ojos, dejo caer mis brazos entregada a sus manos. Esta vez ya no solamente son las manos de la doctora las que me acarician, sino que noto que la enfermera está comenzando a acariciar mis tobillos, a rozar suavemente mis pantorrillas. Ahora, ahora, doctora… se está mojando. – anuncia entusiasmada la enfermera. Está claro que mi cuerpo a pesar de esa extraña situación está reaccionando a sus estímulos, siento una sensación anormal por todo mi cuerpo y naturalmente es inevitable que eso se escape de mi control. Su trato, sus palabras y sus caricias están provocando una sensación de placer muy difícil de controlar. Ellas, lejos de detenerse, están continuando con sus manoseos, pero cada vez más intensos.
Continúo con mis ojos cerrados, intentando por todos los medios concentrarme en un punto en blanco, en algo que se aleje de ese lugar, en mi familia, en mi novio, en cualquier cosa que me pueda distraer de sus palpamientos, pero no puedo remediar sentir como todo ese calor me va invadiendo sin parar. Los dedos de la doctora siguen acariciando mis pechos, adentrándose entre ellos, dibujando sus formas con toda una serie de caricias sensuales, lo que provoca que mi excitación siga en aumento. Intento pensar… intento decirme a mi misma que aquello está mal, que no es normal lo que me está sucediendo, sin embargo, no soy capaz, sigo inmovilizada y cada vez más atraída por esos tocamientos. Está más mojada, doctora – vuelve a apuntar la asistente. De repente suena una llamada en la puerta y ambas se detienen en sus quehaceres con mi cuerpo, que noto temblar en cada una de mis respiraciones. Sin levantarme giro mi cabeza hacia la puerta, cuando hacen acto de presencia la Doctora Ramos y su enfermera. Esta vez, no intento cubrir mi desnudez cuando ambas se me quedan mirando con tanto detenimiento. Ya puestas… me da igual una pareja de pervertidas que doble pareja… ¿Y bien? – pregunta la doctora Ramos a su colega. Bueno, estamos probando los estímulos aparentemente normales. – responde esta.
y
son
¿Pero aun estamos así? A ver señorita Martínez… díganos ¿Cómo se siente? Intento pronunciar unas palabras incorporándome ligeramente apoyada en la camilla sobre mis codos, pero noto mi garganta seca y apenas suena una voz ronca. Pues me siento muy extraña… Bueno, es normal, como le dije el otro día, esto no es una exploración normal. Desde la dirección de la empresa nos están pidiendo cuales puedan ser sus reacciones ante los problemas y un estudio nos dice que una de las mejores maneras de comprobarlo es colocarla en situación límite,
en un ambiente ajeno al laboral, para ver cómo reacciona por impulsos… y qué mejor que los impulsos sexuales para descubrir su verdadera personalidad, sus verdaderas reacciones. ¿Me comprende? Sí… pero es que nunca había vivido nada así… Lógico, no tiene nada que temer, pero también tiene que tener en cuenta que este puesto requiere máxima responsabilidad y le van a poner en un brete en más de una ocasión, seguramente mucho menos explícita, pero sí mucho más grave para la empresa y va a tener que salir airosa de ella. Veamos… ¿Qué siente cuando acaricio su pecho? La mano de la doctora Ramos copia los movimientos que hizo su compañera segundos antes, centrándose en mi pezón derecho, que inevitablemente se endurece cuando las yemas de sus dedos lo pellizcan. Me siento rara… por un lado algo violenta y por otro, noto mucho gusto… Bien, eso es buena señal… ¿Y ahora, qué siente? Esta vez su pellizco se hace más intenso, casi doloroso, sin embargo, el placer es mayor que el dolor y de mi garganta sale un apagado gemido. ¿Se siente excitada? – vuelve a preguntarme. Creo que sí. Creer no es suficiente… necesito ponerla en esa situación. Esta vez, mientas su mano continúa estimulando mi pezón, la otra sigue una dirección recta, desde mi otra teta, hacia mi ombligo, pasando sus dedos por los vellos de mi pubis y alcanzando ligeramente el comienzo de mi sexo. ¿Y ahora? Ahora algo más… - contesto, al tiempo que me tumbo por completo de nuevo. Bien, señorita, imagino que usted no es lesbiana, pero
nosotras tampoco lo somos, simplemente hacemos nuestro trabajo y solo pretendemos llevar a cabo una prueba de ensayo sobre su conducta, es de vital importancia. ¿Le gustan las mujeres? Creo que no… Necesito saber una respuesta más clara. – insiste sin dejar de acariciarme. Es que no lo sé. Bien… desnudémonos todas. – ordena la doctora. Cuando abro mis ojos, no puedo creer lo que estoy viendo: Las cuatro mujeres, se van quitando la ropa, una tras otra, hasta quedar completamente desnudas, como lo estoy yo en este momento. Sigo tumbada pero mis ojos ahora están abiertos como platos. Bueno ¿Qué le parece? – me pregunta la señora Ramos. No sé… Entiendo que no somos jóvenes y que quizás nuestros cuerpos no son tan bonitos como el suyo, pero necesito solo saber si siente algún tipo de atracción. Sí… creo que sí… Bien, sigue sin ser directa. Veamos, cierre los ojos por un momento y escuche lo que le voy diciendo. Las manos de la doctora vuelven a sobar mis tetas estrujándolas entre sus dedos, acariciándolas de forma que es inevitable sentir un intenso placer, después no puedo verlo, pero advierto que ha ordenado al resto de sus compañeras que hagan lo mismo y de pronto me encuentro con cuatro pares de manos acariciando cada uno de los rincones de mi cuerpo. Una me acaricia las piernas, otra, los brazos, la doctora sigue centrada en mi pecho y la última hace giros suaves sobre mi pubis, acercándose por momentos a mi rajita que noto cada vez más mojada. Imagine que no se encuentra en este lugar, piense que no está en una consulta con nosotras cuatro, concéntrese todo lo que pueda y póngase en la situación que más le guste,
quizás que sean cuatro hombres con los que sueña, los que le están tocando, que ellos la desean con la misma intensidad que usted a ellos… Sí… - digo casi en un susurro. Nuestras manos están buscando aplacar su sed de sexo y multiplicarla con más y más placer… ¿Lo siente? Sí… lo siento… ¿Le gusta cómo le acariciamos? Sí… ¿Está excitada? – vuelve a preguntar esta vez con la voz suave. Sí… ¿Cuánto? Mmmm… mucho… Estoy viendo la imagen tal y como ella me ha estado diciendo, me he creído vivir una situación distinta a la real o quizás confusa, la estoy viviendo mucho más de lo que yo creo, intento pensar que no son ellas quienes me estan acariciando, sino cuatro hombres… pero reconozco que esas manos hábiles, esos dedos, me están dando más placer que todos los hombres que he conocido jamás. Unos labios se posan en los míos y tampoco vuelvo a decir nada, solamente me limito a recibir esos besos con el mismo ímpetu, con las mismas ganas que la doctora está poniendo. Abro mi boca para recibir la lengua que rápidamente se une al encuentro de la mía. Ahora son otros labios los que se posan en mis pechos, me succionan los pezones, juguetean con ellos, a la vez que otra boca se centra en mi cintura y la cuarta se apodera de mis muslos, siguiendo un rio de placer cada vez más cercano a mi sexo. Evidentemente ya no es que esté sintiendo placer, ya no es que sienta cierta excitación… estoy más cachonda que nunca en mi vida y me estoy entregando a ese particular examen con toda la devoción, tanta que con mi mano sostengo la nuca de la doctora para sentir su boca aun más unida a la mía, para sentir esa lengua enredada con la mía.
Nos estamos morreando como dos condenadas y sus compañeras venga a meterme mano por todas partes. Todo se ha vuelto loco como lo están los cuatro cuerpos que se revuelven a mi alrededor, proporcionándome todos y cada uno de los más intensos regodeos. Si minutos antes pensara en ello, estaría negándolo rotundamente… ahora me encuentro tumbada sobre una camilla y prodigada a una sesión de sexo que cuatro mujeres experimentadas me están regalando y que estoy gozando como pocas veces en mi vida… No, tampoco hubiera pensado que una mujer me pudiera dar lo que tanto ansío de un chico, para nada, es más, me considero una mujer heterosexual, o eso creía hasta ahora… porque estoy descubriendo un mundo nuevo y por cierto, me encanta. Una lengua avanza por mi cintura, hasta alcanzar el inicio de mi axila, otra está dibujando regueros de saliva sobre la parte interior de mis muslos. Unos dedos me pellizcan los pezones y unas manos exploran mis labios mayores… provocando más temblores de mi cuerpo sobre esa camilla. En un momento dado ya no puedo controlar nada, solamente dejarme llevar y observar cómo la doctora ha dejado de besarme. ¿Qué tal señorita Martínez? – me pregunta sonriente por primera vez. Le devuelvo la sonrisa en señal de agradecimiento, de comprensión por todos los acontecimientos que tan locos me parecieron en principio y que ahora hacen sentir tan caliente… tan dichosa. Me siento muy bien… ¿Ve? Ahora es usted misma. ¿Se siente excitada en este momento? Estoy enormemente excitada. Bien, entonces no lo dejemos así. Siga entregada al examen y disfrutará con él. Me besa suavemente para a continuación subirse sobre mi cuerpo. Ambas desnudas nos abrazamos, rozamos nuestros pechos, sus caderas acarician las mías y mezclamos nuestros muslos. Estoy
completamente estimulada, con un gusto interior gigantesco. Ahora soy yo la que se lanza a su boca, pidiendo más besos apasionados, mientras sus colegas no dejan de abordar mi cuerpo por los cuatro costados, acariciándome sin cesar. La doctora jefa se incorpora y se coloca entre mis piernas. Me mira, me sonríe de nuevo desde su nueva posición y me separa los muslos. Lo hace sin dejar de mirarme fijamente. Mi sexo se ofrece abierto y sediento frente a ella, lo noto hinchado, palpitante… y sé que no duda ni un instante para comenzar a devorarlo. El contacto de su lengua en mi sexo me hace estremecer, retorcerme de gusto sobre esa camilla, mientras creo estar viviendo uno de los momentos más alucinantes de mi vida. Percibo como la lengua de la doctora se abre paso por los pliegues de mis labios, como encuentra mi botoncito que rápidamente entra estimulado en oleadas de temblores que recorren toda mi anatomía, por dentro, por fuera… Las demás compañeras me están besando, chupando, lamiendo, acariciando… Irremediablemente cachonda, me entrego a un orgasmo, intenso, poderoso, inaudito y por mi boca exhalan enormes suspiros que llenando aquella estancia, convirtiéndose después en jadeos, en gritos… en lamentos, incluso demostrando a esas mujeres lo feliz que me siento. Nunca nadie antes me había llevado a encontrar el éxtasis… el paraíso del placer… … Ni que decir tiene que he pasado la prueba médica y tengo que reconocer que mis examinadoras han hecho un trabajo muy profesional… aquello que inicialmente me parecía una atrocidad, algo fuera de toda lógica, ahora, se me antoja necesario en un proceso de selección que se precie. Se nota que esta es una empresa seria.
El paseo Era el último año de secundaria, los chicos ya están inquietos por salir al fin del colegio, y lograr, la mayoría, su libertad al ir a estudiar a una universidad lejos de la presencia de sus padres. Angelita y Almendra, eras dos de las alumnas de ese salón. Ambas de 18 añitos, de cabellos largos castaños y ojos acaramelados, con unas piernas contorneadas que subían hasta unos culitos apretaditos y redondeados, con un par de tetas cada una de un tamaño normal, eran las más populares en el colegio, tanto por su físico como por su hiperactividad extrema. Como todas adolescentes, la rebeldía estaba a flor del día, sin embargo, sus travesuras no implicaban connotación sexual alguna, aunque para los ojos de alumnos y profesores, fueran unos manjares listos para devorar. Sucedió pues que se organizó un paseo de promoción, para lo cual entusiasmados todos los alumnos de ese salón, preparaban sus mejores provisiones para dicho acontecimiento. Las nenas, traviesas como siempre, habían conseguido unos pitillos de marihuana. - Por si acaso se presente la oportunidad, dijo Angelita a Almendra, guardándolos en su maleta lo más oculto posible para no ser descubiertas, dado que de lo contrario, podría hacerse acreedora inclusive de la expulsión del colegio, lo cual hubiera sido catastrófico para su familia, que era del estilo conservador. Salieron corriendo las nenas, vestidas con las falditas de porristas y un polito que apenas si tapaba sus crecientes senitos. Ambas, como toda adolescente coqueta, se habían vestido idénticas con dichos uniformes. - ¿Pero que es esto? Dijo Gabriel, el profesor responsable del viaje. Ustedes donde creen que van. No pueden salir así. - Por favor, Don Gabriel, déjenos ir así, es que tenemos mucho calor, por fa… ¿siii?, dijo Almendra, poniéndole su cara de niña inocente y acercándose lo más que podía a Don Gabriel, quién, por no ser de
piedra, ante la coquetería de la niña, accedió. Pasaron así la tarde conociendo sitios turísticos de la zona, hasta que llegó la hora de la cena. El punto de reunión: un lugar de comida rápida que quedaba en el centro de la ciudad. Los muchachos y muchachas procedieron a tomar sus respectivos asientos, menos Almendra y Angelita, quienes piden permiso para ir al baño. - Mira lo que he traído, le dice ya, en el baño, Angelita a Almendra, enseñándole la marihuana. - Huy, pero no se, no debiste traerla aquí, hay mucha luz, y si nos descubren, podemos ser expulsadas. - No te preocupes tontita, que por aquí no hay nadie, los vigilantes están en la zona de comidas, aquí no pasa nada, dijo Angelita, procediendo a prender uno de los pitillos. - ¿Qué se siente? Le pregunta Almendra a Angelita, ya que ella nunca había probado uno de esos. - Excelente, parece como si estuvieras en las nubes, replicó Angelita. - A ver, déjame probar, dice Almendra, procediendo a aspirar un poco. Así es como ambas nenas empiezan a disfrutar del pitillo en el baño, sin ser descubiertas por nadie, hasta que…. - Edgardo, ¿hueles? Le dice Julio a su compañero. Ambos eran dos muchachos que realizaban la limpieza del centro comercial, específicamente del lugar de comida rápida. - Sí, claro que huelo, es marihuana, replica Julio, y viene de acá, del baño de mujeres. - Abre la puerta, quizás sean esas turistas extranjeras que siempre vienen a hacer alboroto al centro comercial. Inmediatamente, abren la puerta y se encuentran con las dos nenas, quiénes están tiradas en el suelo, disfrutando de los pitillos en mención. Por la cara que tenían, parece que su vuelo ya estaba en lo más alto. - ¿Qué es esto, niñas? No pueden estar haciendo esto en este sitio,
señala enfadado Edgardo, quitándoles los pitillos. - Esto queda decomisado, párense inmediatamente, que tenemos que reportar esto a su profesor, replica Julio guardando lo que queda de los pitillos en una bolsita transparente. - No, por favor, no nos delaten, dice Almendra, intentando pararse, siendo inútil ello dado que vuelve a caer al piso, provocando que sus piernas queden a la vista de los muchachos, por lo pequeño de su vestido. - Haremos lo que ustedes quieran, dice Angelita, con la intención normal de evitar ser expulsada del colegio, no presagiando que su promesa daría ideas de otro calibre a los muchachos. - Bueno, van a tener que pagar caro nuestro silencio, dice Edgardo. - ¿Cuánto quieren? en estos momentos les pago, pero por favor no nos delaten, dice Angelita cogiendo rápidamente su bolso, pensando que Edgardo quería dinero de ella. -Guarda tu dinero, nenita, que eso no es lo que estaba pensando, le dice Edgardo a Angelita, ya agachado y acariciando las piernas de Angelita. - No se que quieren hacer entonces, dice Almendra un poco asustada. Edgardo sin responder, sube su mano que estaba por la rodilla de Angelita, llegando raudamente a su calzoncito, rozando en un rápido movimiento, la telita que cubría su vagina. Angelita, quién por los efectos de la marihuana no puede reprimir el ataque de Edgardo, lanza un suspiro, al primer contacto de una mano masculina sobre su conchita, aunque sea por encima de su calzoncito. - Angelita, tenemos que irnos, dijo Almendra, quién aún se conservaba lúcida por no haber consumido mucha marihuana. - ¿Adonde crees que vas, nena? Le dice Julio a Almendra, quien al voltear la cara para replicarle se encuentra con el pene de Julio apuntándole directamente. - No querrás repetir año, siendo expulsada por marihuanera, continuaba diciéndole Julio. Así que calla y paga mi silencio. - Almendra mira el pene de Julio, el cual estaba hinchado de la
excitación que le causaba ver las piernas contorneadas de aquellas nenitas. - Chúpamela, muñequita, que luego de esto soy una tumba. Almendra continuaba mirando el pene de Julio, absorta por sus dimensiones, pero se repone del susto y voltea hacia su compañera: - Vamos Angeli….., y no completa la palabra, al encontrarse con que su compañera estaba tirada en el piso cogiendo de la cabeza a Edgardo, quién le estaba lamiendo el coño de una manera brutal, provocando los retorcijones de Angelita. - Tu amiguita ya esta gozando, Almendra, le dice Julio, volteándole la cara con sus manos nuevamente hacia su pene, el cual ya está como roca al ver a Angelita retorciéndose de placer. Con cierto temor, Almendra coge la verga de Julio, empezando a lamer poco a poco su capullo, detalle que es interrumpido por julio, quién coge de la cabeza a Almendra e introduce medio pene en su boquita, poniéndose a entrar y salir suavemente de su boquita. Para esto, Angelita estaba siendo colocada de a cuatro por Edgardo, quien viendo su coñito dilatado fruto de las lamidas que le ha dado, coloca su pene en plena entrada. - No, dijeron que con el comienzo era suficiente, reaccionó Angelita, viendo que su virginidad iba a ser mancillada. No duró mucha su reacción, dado que Edgardo ya había metido la mitad de su pene en el coñito de Angelita, rompiendo su preciada virginidad. - Pero que coñito tan apretadito, gritó Edgardo, metiendo con dificultad centímetro por centímetro su verga en el estrecho agujerito de Angelita. - Por favor, no quiero perder mi virginidad, le suplicaba Almendra a Julio, quien ya la estaba colocando en la misma posición que su compañera. - Te doy lo que sea, pero por favor, quiero conservarme virgen. Los ojos de Julio se abrieron ante tal ofrecimiento, dado que la posición en la cual había cuadrado a Almendra hacía resaltar sus dos
grandes nalgas, las cuales se unían en un hoyito coquetón, que se avizoraba como un orificio profundo y delicioso. - En serio me darías cualquier cosa por mantenerte virgen, preguntó Julio a Almendra. - Sí, cualquier cosa, le contestó la niña. - Pero mira como jadea tu amiguita, le dijo Julio, señalándole a Angelita, quien se había montado sobre Edgardo, cabalgándolo y gimiendo como poseída. - Almedra miraba la escena atentamente, cuando siente una lengua caliente que recorre desde su coñito hasta su anito. Era Julio, quién la había agarrado de las nalgas, paseando su lengua por los dos orificios aún vírgenes de Almendra. - Nooo, por favor, nooo, decía Almendra. Pero era un no acompañado de gemidos, por lo que Julio entendió que la nena se estaba comenzando a calentar. Aprovecho esto para meter su dedo meñique en el esfínter de la nena, quién gemía levemente, pidiéndole a Julio que no siga. Julio seguía lamiéndole el coñito, lo cual provocó el primer orgasmo de Almendra, quién al verse atacada por la lengua y el dedo de Julio en ambos orificios, se entregó totalmente al placer. - Ahhhh, ahhhh, mmmmm, gemía Almendra, lo que le indicó a Julio que la mesa estaba servida. - Tu me ofreciste todo por no desvirgarte y, como soy buen chico, cumpliré tus deseos, le dijo Julio a Almendra, mientras le mordía suavemente la oreja. - ¿De verdad?, gracias, que bueno que er…ayyyyyy…. No pudo seguir nuevamente, dado Julio le había ensartado el pene por el culito, sin previo aviso. - Tranquila nenita, relájate y disfruta, recuerda que me dijiste que me darías todo por dejarte virgen. Simplemente estoy cobrándome ese todo, le dijo Julio, empujándole un poco más de verga en el estrecho agujerito a Almendra, que por su estado virgen no cedía fácilmente. - Por favor, sácalo, me duele, suplicaba Almendra.
- No nenita, tranquila, que ahorita empieza lo bueno. Julio acto seguido empieza a menearle el clítoris, provocando que Almendra se tranquilice y dilate su orificio anal, permitiendo que el grueso pene haga su ingreso triunfal hasta el fondo, llegando a chocar las bolas con las tiernas nalgas de Almendra. - Ahhhhh, ahhhh, solo se oía en ese baño, ambas nenas disfrutaban de sus respectivos penes, una penetraba vaginalmente, cabalgando y gozando como una golfa, y otra recibiendo las embestidas anales del pene de Julio. Ambas cruzaron sus miradas por primera vez, sonriéndose entre sí, fruto de la excitación. Ellos seguían disfrutando de las adolescentes, quienes aún conservaban su vestidito azul de porristas, aunque sus calzoncitos estén tirados en el piso. Finalmente, Julio lanza un gemido anunciando su vaciada, inundando el culito de Almendra con su líquido seminal, hundiendo un poco su dedo en la conchita de la nenita, comprobando su estado virginal. Por su parte Edgardo separa a Angelita, y parándose, vacía todo su semen en la carita de la muñequita, el cual cayó lentamente por las preciosas y delicadas tetas de la nenita. Tomen sus pitillos, y no se preocupen, somos una tumba, les dijo Julio a las chicas, devolviéndoles su marihuana y saliendo raudamente del baño de mujeres. Las chicas, exhaustas, recogieron sus calzoncitos y luego de unos minutos, se reunieron con sus respectivos compañeros de colegio, como si nada hubiera pasado. Luego de la follada que habían recibido, las nenas se unieron al grupo, tratando de aparentar frente a sus compañeros que nada había pasado. Sin embargo, por lo extremo del momento que habían tenido, se mantenían aún nerviosas, pensando que todos los ojos estaban puestos en ellas, como si todos supieran lo que había sucedido en aquél baño. Paso el momento del almuerzo, pasearon por algunos lugares
turísticos de la ciudad, hasta que llegó la hora de dormir. Obviamente, como Angelita y Almendra han sido amigas desde muy pequeñas, se les asignó un cuarto doble en el hotel. Uff, estoy exhausta, realmente ha sido un día con muchas peculiaridades, le dice Angelita a Almendra. Si, eso si, ha sido un bonito día, hemos conocido de todo, responde Almendra. Luego, se hizo un silencio entre las dos, realmente ninguna se animaba a comentar sobre lo acontecido en el baño esa tarde. Si, hemos conocido de todo, comentó Almendra nuevamente, después de unos segundos de silencio. Pero ese aprendizaje me ha dejado adolorido el culo. Dicho esto último, se hecho a reír en la cama. Jajajajaja, reía también Angelita, tirándose a la cama al lado de su amiga. Sí, realmente ha sido un duro aprendizaje, mi coño está aún rojo con la incursión de la tremenda polla de ese desgraciado. Bueno, pero no podrás negar que ha sido rico después de todo, verdad? Le pregunta Almendra a Angelita. Si, eso sí, pero al menos tú conservas tu virginidad, a mi no me dio tiempo el muy puto de elegir. Y así continuaron conversando los detalles de la primera follada que habían recibido en sus vidas, por dos desconocidos, con cierto grado de picardía como si se tratara de una más de sus travesuras. Tras la puerta, sigilosamente agazapado, se encontraba Don Gabriel, el profesor responsable del viaje, quién acostumbraba a escuchar detrás de la puerta de las chicas, para enterarse de algunas de sus travesuras para luego chantajearlas. Pero lo que escuchaba realmente era genial, no se lo esperaba, las dos nenas habían follado ese mismo día del paseo, con dos desconocidos. Pero Don Gabriel, viejo conocedor de las artes del chantaje, tenía que planear bonito el ataque, podía tener a las dos alumnas más ricas de su clase a su disposición, pero debía manejar bien la situación.
Esa noche, luego de escuchar los detalles, Don Gabriel se retiró a su habitación y, luego de una paja en honor de las pequeñas, quedó totalmente dormido. Pasó sin novedad el día siguiente, paseando y visitando lugares turísticos. Don Gabriel echaba el ojo de vez en cuando a las piernas torneadas de las dos pequeñas, imaginándose todas las posiciones en las que las podría follar a ambas nenas. En la noche, Don Gabriel se acercó nuevamente a la puerta de la habitación de ambas muchachas, sin embargo, se quedó estupefacto al oír de buenas a primeras, los gemidos incontrolados de las chicas. ¿Estarán follando con otros compañeros estas perras? Se preguntó Don Gabriel. Se puso a meditar sobre que paso tomar. Podía, como responsable del paseo, irrumpir y castigar a los involucrados. Pero optó por cerciorarse espiando la situación. Así, abrió sigilosamente la puerta de las chicas, encontrándose con una escasa penumbra que era aclarada tenuemente por la luna que ingresaba por la ventana. En la cama, no había chico alguno, solo se divisaban dos siluetas. Eran Almendra y Angelita, que se entrelazaban en un perfecto 69, lamiéndose a la vez sus respectivos coñitos, y metiéndose un consolador cada una en sus respectivos anitos. Don Gabriel no podía creer lo que veía, las dos chicas más preciosas y mejor contorneadas de la escuela estaban ante sus ojos, desnudas, con sus coñitos y anitos a disposición, mojados por sus propios flujos vaginales y por las lenguas de cada una. ¿Qué hago? Se preguntó Don Gabriel. Acto seguido, instintivamente, sacó su verga que luchaba por salir del pantalón apretado, por lo erecta que se encontraba, procediendo a meneársela, parado frente a ellas. ¿Pero qué diablos…? Gritó Almendra, quién estaba encima de Angelita, mirando a la puerta. ¿Qué hace Ud. en nuestro cuarto? Don Gabriel tenía que imponer autoridad, al fin y al cabo, era el responsable del paseo, así que tenía el mando sobre sus alumnos.
Eso me preguntaba yo, ¿Qué diablos están haciendo Ustedes? Sus gemidos se escuchan por todo el hotel, he venido a poner coto a esto. Angelita, con aparente miedo, optó solamente por cubrirse la cara con su almohada, como avergonzándose ante la situación. Muchachas, se han hecho merecedoras a la expulsión de la escuela. Ayer me enteré de su travesura en el baño, así que ya son dos faltas, no tengo más remedio, les dijo Don Gabriel, guardándose con dificultad su pene erecto en el pantalón. Don Gabriel, por favor, no nos expulse, suplicaba Almendra, quién estaba tomando las riendas de la conversación, dado que Angelita se había ocultando tras su almohada. No lo sé, es difícil su situación, no puedo hacer nada, hasta mañana, dijo Don Gabriel, saliendo del cuarto no sin antes dejarles una mirada directa sobre sus respectivos coños, dejando a las nenas en su cuarto, para que ellas mismas den el primer paso. ¿Y ahora? ¿Qué hacemos, ya nos fregamos? Dijo Angelita, tirando su almohada contra la puerta. No sé, pero creo que lo podemos solucionar, ¿o es que acaso no te diste cuenta que Don Gabriel se estaba masturbando frente a nosotras?, le respondió Almendra. Ponte tu bata, tenemos que pagar nuevamente, le siguió diciendo Almendra a Angelita. ¿qué vamos a hacer? Preguntó inocente Angelita. Sólo sígueme, a las finales, Don Gabriel no va a ser un sacrificio para nosotras, dado que el tío todavía está bueno. Acto seguido, salieron raudas de la habitación, dirigiéndose al cuarto de Don Gabriel. Toc, toc, podemos pasar, preguntaron las nenas con voz baja. Adelante, contestó Don Gabriel. Ingresaron al cuarto las pequeñas, el cual solo era alumbrado por una lamparita amarilla, dando un ambiente deliciosamente exótico. En la
cama, se encontraba Don Gabriel, totalmente desnudo, con el pene totalmente erecto. Sabía que vendrían, acérquense, les dijo Don Gabriel. Las nenas se acercaron, acostándose ambas al lado de su profesor, mirándole atentamente la verga venosa, que latía con fuerza ante sus miradas. Es toda suya muñecas, disfrútenla y háganla pasar un buen momento. Luego de ello discutiremos su expulsión o no del colegio. Angelita miraba a Almendra, quién ya había empezado a lamer el glande de su profesor. Angelita, animándose, empezó a acariciar los huevos de Don Gabriel, disfrutando de su textura. Después de ello, empezó a lamerle los huevos, poniendo su manito en la base del pene, meneándola lentamente. Almendra, poco a poco iba metiéndose el pene en su boquita calientita, haciendo que Don Gabriel se arqueé ante cada lamida. Angelita, lamía el tronco, de arriba abajo, rozando de vez en cuando los labios de Almendra. Eso alocaba a Don Gabriel, quién al ver que estaba a punto de terminar, se incorpora y ordena a Angelita ponerse de a cuatro patas, sobre la cama. Almendra se acomoda en la cabecera, metiéndose el dedo en su coñito aún virgen, como preparándose para disfrutar del espectáculo. Don Gabriel saca su vaselina, la cual llevaba siempre en los paseos, y procede a untarle un poco en el ano de Angelita, metiéndole lentamente el dedo en aquél culito aún virgen. No Don Gabriel, eso duele, por favor no, le implora Angelita, con una voz suave y temblorosa, por la incursión del dedo del profesor, el cual ya le estaba haciéndole sentir los primeros espasmos de placer. Tranquila pequeña, de acuerdo a lo que conversaron, este culito aún está para desvirgar, así que no me perderé la oportunidad de ser el primero.
Y es que realmente de sus nalgas, se sobremanera a Don dedo, metió tramo Angelita.
el culo de Angelita era precioso, por la redondez avizoraba un anito profundo, que excitaba de Gabriel, quién no resistió más y, reemplazando su a tramo su gran pene en el estrecho culo de
Ahhh, noooo, nooo, suavemente Angelita.
duele,
por
favor,
sáquelo,
gritaba
Almendra, al ver eso, se mete entre las piernas de Angelita y, ayudando a su profesor, empieza a lamerle el clítoris a Angelita, con el propósito de hacer menos dolorosa su desvirgada. Así, lentamente, en un mete y saca constante, Don Gabriel logra introducir todo su pene en el culo de Angelita, quién a esas alturas gemía como si la partieran en dos. Don Gabriel empieza a bombear, el mete y saca se vuelve más intenso, Almendra abajo sigue lamiendo el clítoris de su amiga, y de vez en cuando, le hecha una lamida a los huevos de su profesor. Angelita, se contornea gozando de su incursión anal, hasta que abre la boca completamente, y sin que salga gemido alguno, tiembla totalmente ante los brazos de sus dos amantes, anunciando un placentero orgasmo. Posteriormente, cae boca abajo a la cama, desprendiéndose del pene de su profesor, que continuaba aún erecto. Almendra miraba a ambos, con la cabeza en la cama y sus piernas al borde de la cama, lo que es aprovechado por su profesor para acercarse a ella, parado al borde de la cama y, cogiendo de las piernas a Almendra, procediendo a introducirle lentamente la verga en su coño húmedo. Almendra grita de dolor, ante la incursión extraña de tan inmensa verga, la cual chocando con su himen, lo destroza totalmente. Don Gabriel inicia el mete y saca parado al borde de la cama, observando como chorrean las lágrimas de dolor de la pequeña, pero a la vez, observando como esas dos tremendas tetas se bambolean ante sus empujones. Angelita se acerca un poco recuperada hacia su amiga, procediendo a lamerle las tetas, como agradeciéndole por el orgasmo provocado. Así,
queda en una posición de espaldas a Don Gabriel, quién mientras folla a su amiga, mete el dedo medio en el coño de la pequeña. El espectáculo era de los dioses, las dos nenas desnudas acariciándose frente a el, mientras un hilito de sangre destila del coño de Almendra, el cual es recogido por uno de los dedos de Don Gabriel, quién lo contempla como signo de victoria. Acto seguido, Don Gabriel no puede más y, saliendo del coño de Almendra, coloca a ambas nenas frente a su mástil, eyaculando en sus caritas preciosas, manchándoles sus tiernos y rosaditos cachetitos con borbotones de líquido seminal. Finalmente, las pequeñas han sido desvirgadas en sus dos correspondientes agujeros, esos dos días han sido geniales y laboriosos, pero aquellas, parecen ser insaciables…. Luego de la faena sexual con Don Gabriel, Angelita y Almendra estaban listas para disfrutar de cuanto pene se les atraviese, dado que ya habían sido desvirgadas por dos desconocidos en el baño de un restaurante (ver El Paseo de Promoción de dos Adolescentes I) así como por Don Gabriel (ver El Paseo de Promoción de dos Adolescentes II). Como les dije anteriormente, las dos nenas eran las más apetecibles del salón y más de un compañero de clase calentón quería darles marcha. Sin embargo, las nenas solamente habían gustado de calentar a sus compañeros cuidando su virginidad celosamente. Sucede pues que el paseo de promoción incluía visitas a distintos museos históricos, así como también por las noches visitas a las principales discotecas de la ciudad. Ambas, como siempre, solían vestir los atuendos más sugerentes y diminutos ya que gustaban ser el centro de atención. Solamente existía un día en el que no iban a salir en la noche a la discoteca, por lo que todos los alumnos se reunirían en el hotel a conversar tranquilamente. La orden de Don Gabriel, el responsable del paseo, era que ese día no debían salir a ningún sitio, dado que al día siguiente debían partir a tempranas horas de retorno a su ciudad de origen.
Aburridos como estaban, poco a poco los compañeros más tranquilos del salón decidieron, poco a poco, ir retirándose a sus respectivos dormitorios. Almendra y Angelita, continuaban charlando con los pocos amigos que quedaban. El grupo se fue reduciendo, hasta que solamente quedaron tres hombres, Almendra, Angelita y Xiomara, una preciosa jovencita alumna también, quién había sido convencida por las Almendra para quedarse conversando, dado que estaba atraída por uno de sus compañeros que continuaba en la conversación. Pues bien, Almendra propone al grupo subir al dormitorio de ellas para continuar conversando, de paso que se tomaban un trago que había comprado a escondidas del profesor responsable. Todos aceptaron y se dirigieron para el dormitorio de Almendra. Ya instalados, Jonathan, uno de los tres compañeros de clase, no paraba de mirar las piernas de Almendra, quién se había puesto cómoda con una pequeña bata celeste que no dejaba mucho a la imaginación. Tragos van y tragos vienen, cuando los chicos empiezan a hablar de sexo. Las chicas al unísono dicen no saber nada de eso, dado que nunca han tenido relación alguna, ocultando así lo transcurrido días atrás. Xiomara, aún virgen, obviamente, desconocía de esos artes. Los chicos empiezan a hablar de sus fantasías sexuales con total descaro, producto de los tragos que los desinhiben notablemente. Jonathan empieza: La verdad, es que yo desearía tener a la maestra de inglés entre mis piernas, totalmente desnuda, para meterle poquito a poquito mi pene en su ano. José le sigue la comparsa: Pero claro, si esa profesora tiene un culo maravilloso. No sé si se han dado cuenta, pero cuando camina lo hace cerradita, lo que quiere decir que no está estrenada. Qué delicia sería meterle lengua en ese culito redondito.
Xiomara, la más recatadita de todos, interrumpe: Cochinos, ¿como se atreven a hablar esas porquerías delante de tres damitas? Producto de los tragos, Almendra refuta a Xiomara: Ya pues, ya es hora que escuchemos eso, ya somos mayorcitas de 18 años. ¿Cómo que ya saben? Pregunta Luis, quién para ese entonces estaba callado. Ehhh, esteeee, bueno, en teoría, interrumpe rápidamente Angelita. Mmmmmm, para mí que ustedes tienen un secreto respecto al sexo, cuenten pues!!!!, señala José. No, nada, de verdad, dice Almendra. Ya pues, no se hagan, cuenten de una vez, increpa Jonathan. Bueno, pero no se lo digan a nadie ya, dice Almendra. Almendra! No!, interrumpe Angelita. No haciéndole caso, y producto de los tragos y la efervescencia, Almendra empieza a contar con lujo de detalles sus aventuras sexuales en el baño y en el cuarto con Don Gabriel. Los muchachos se quedan absortos, con sus penes al palo los cuales no se disimulaban ya que llevaban unos pantalones de buzo bastante pegados al cuerpo. Xiomara mira con la boca abierta, mitad por la impresión del relato y mitad por los penes de sus compañeros, que se notaban por debajo de las ropas de los muchachos. Xiomara, ¿quieres saber como se disfruta el sexo?, no te vas a arrepentir, señala Almendra. No sé, me da miedo, contesta Xiomara. Nosotros nos ofrecemos como tus instructores Xiomara, seremos muy pedagógicos al respecto, dice Jonathan, quien aprovechando la insinuación de Almendra, empieza a
desnudarse. Mirando los otros dos que no había oposición en las chicas, se desnudan raudamente, quedando los tres con sus penes apuntando al aire, ante la mirada atenta de Xiomara. Ya verás como se disfruta, dice Almendra, quién coge el pene erecto de Jonathan y se lo lleva a la boca, dándole los primeros lametones, causando que se estremezca el muchacho al sentir la cálida sensación de la boquita de Almendra. Inmediatamente, Angelita se abalanza a la verga de José, y empieza a chuparla como si fuera el último chupetín que existe en la tierra. Ambas chupan los penes de los muchachos con gran maestría, demostrando que los dos desconocidos y Don Gabriel, les habían enseñado muy bien esas artes. Xiomara seguía mirando, tan atenta que no se dio cuenta que José estaba debajo de ella, metiéndose sin que ella se dé cuenta, entre sus piernas. Raudamente, jala su calzoncito rosado y mete la lengua en la concha de Xiomara, quién da un brinco mezcla de la sorpresa y de la excitación producida por la primera incursión en su panochita. Para ese momento, Angelita ya se había montado sobre Jonathan, quién le sostenía ambas nalgas haciéndola brincar sobre su duro miembro. Ella gozaba, gemía y se tocaba los senos causándose más excitación. Y es que Jonathan realmente tenía un miembro prominente, lo que hacía que Angelita se erice cada vez que juntaba sus nalgas con los huevos del muchacho. A su vez, José tiene a Almendra como perrita, en cuatro patas, metiéndole dos dedos en su anito, mientras se masturbaba frenéticamente mirando toda la situación. Almendra se había acomodado de modo tal que alcanzaba el pene de Luis, quién seguía lamiendo la concha de Xiomara, quién seguía agarraba de la silla, como queriéndose librar de dicha incursión pero a su vez pidiendo más. Almendra en esa posición, recibía los dedos dilatadores de José sobre su anito y ante cada hundida, más se aferraba al pene de Luis, chupándolo insaciablemente.
Almendra, mientras chupa el pene de Luis, siente la caliente cabeza de la verga de José sobre su ano, cerrándolo instintivamente. ¿Qué sucede Almendra, le diste el culito a un desconocido mientras que a tu compañero de clase se lo niegas? Dice José, mientras que le pone las manos sobre sus nalgas, separándolas nuevamente. Acto seguido, continúa su incursión, haciéndola gemir de dolor a la adolescente, quién siente como la parte en dos el duro miembro del muchacho. Ahhhhh, le tenía unas ganas a este rabo, putita, lástima que no sea el primero, pero se siente tan apretadito que parece recién estrenado, dice José, mientras avanza a paso firme sobre el estrecho canal rectal de Almendra. Xiomara sigue mirando el espectáculo, recibiendo los lametones de Luis, quién no se desprende de la concha de la nena, dado que Almendra mientras recibe la verga de José, se aferra con su boquita al pene de Luis, no dejándolo cambiar de posición. Para esto, Angelita sigue siendo bombeada sobre el borde de la cama y en pose de cuatro patas por Jonathan, quién cada vez que mete su grueso pene hasta el fondo de su concha, se lo deja unos segundos para que la nena sienta todo su esplendor, lo que hace retorcerse de placer a la muñequita. Ante ello, Angelita ya no resiste más, y cerrando sus piernitas lo más que puede, llega al mejor de sus orgasmos tenidos en esos días, lo que provoca que Jonathan, ante la estrechez provocada por el orgasmo de la nena, lanza hondonadas de semen dentro de la conchita de Angelita. Almendra, continúa siendo penetrada por José analmente, recibiendo tres dedos dentro de su conchita, lo que provoca que también alcance un tremendo orgasmo, abriendo la boquita como queriendo lanzar un gemido estremecedor, el cual es callado por el esperma de Luis, quién no puede más y se viene en la boquita de la adolescente. Xiomara, quién también ha alcanzado el primer orgasmo de su vida, mira la escena con mirada lasciva, como pidiendo marcha sobre ella.
Los muchachos se dan cuenta de ello Xiomara, quién también ha alcanzado el primer orgasmo de su vida, mira la escena con mirada lasciva, como pidiendo marcha sobre ella. Los muchachos se dan cuenta de ello y se disponen a estrenar a la nena. Esperen, yo hice que alcance el primer orgasmo, dice Luis, con mis geniales lamidas, así que me corresponde estrenar esa conchita depiladita. Sí, pero yo le produje excitación al penetrar a Almendra por ese culito tan apretadito, así que a mi me corresponde estrenar ese culito tan rico que se ve, dice José. Bueno, como a mi me lo empezó a mamar Almendra, me corresponde penetrar esa boquita chiquita, así que yo voy primero, dice Jonathan, quien se recupera al igual que los muchachos de las excelentes folladas con las dos adolescentes. ¿Y quién les dijo que pueden repartirse a Xiomara? Señala Angelita, a manera de reproche. Son mañosos, no saben que es una nena, que hay que tratarla con cariño – continúa. Bueno, no te enojes Angelita, haremos lo que tu dices, con tal de disfrutar de ese cuerpito virgen. Acomódense los tres en el sillón, con las vergas apuntando al aire, dice Almendra. Los muchachos obedientes, se acomodan en el sillón, mientras Almendra le dice a Xiomara: harás todo lo que hacemos nosotras, ¿está bien? Xiomara no responde, solo mueve la cabeza afirmativamente, mientras no despega la mirada de los tres erectos penes de sus compañeros de clase, los que se están meneando en el sillón. Almendra y Angelita, se acercan a Luis y José, quienes se encuentran a los extremos, dado que Jonathan estaba en medio de ellos, sentado en el sillón.
Como Jonathan pidió ser el primero en recibir la boquita de Xiomara, nosotros le enseñaremos a mamar, ven para acá Xiomara, dice Angelita. Xiomara se acerca lentamente, con miedo, guiada por la mano de Angelita, quien poco a poco se va metiendo el pene de Luis, utilizando una mano para subir y bajar su pene y la otra mano para acercar la cabeza de Xiomara al pene de Jonathan. Así se hace amiguita, lentamente, lame primero la cabecita, así, hummmmmmm, dice Angelita, mientras se mete el pene nuevamente el pene de su compañero. Para esto, Almendra está mamando frenéticamente el pene de José, como si realmente su vocación no fuera la de enseñar, sino la de mamar. Xiomara lame lentamente el pene de Jonathan, quien gime ante el placer que, aunque se lo esté causando una principiante, es la gloria para él. Almendra, se separa de José, pero solo para sentarse sobre su verga, haciendo desaparecerla dentro de su conchita. Xiomara, no creas que he olvidado que tengo que darte clases, sígueme, siéntate sobre el pene de Jonathan, dice Almendra. Cuando Xiomara va a sentarse sobre Jonathan, Luis interrumpe sacando abruptamente el pene de la boca de Angelita: Esperen, a mi me toca desvirgarla, si es que estamos respetando el orden. Jonathan se molesta, pero rápidamente Angelita coge suavemente los huevos del muchacho, empezando a lamérselos. Déjalo, es su derecho, vas a ver que te recompensaré, le dice la muchacha, empezando a mamar frenéticamente el pene de Jonathan. Xiomara está ya de pie frente a su desvirgador, pero con un miedo tal que no le permite bajar y meterse el pene del muchacho. Viendo esto, Angelita deja por un momento el pene de Jonathan, y cogiendo las caderas de su amiga, le dice: déjate llevar. Xiomara no baja ni un solo centímetro, aterrada por el tamaño del
pene que le iba a entrar, así que Angelita opta por agacharse y empezar a lamerle la concha a la nena, quien empieza a relajarse, dejándose bajar por su amiga, gimiendo de placer. Poco a poco, con la ayuda de Angelita, la verga de Luis entra a la conchita de Xiomara. Sube y baja lentamente, le dije al oído Angelita a Luis, quien empieza a realizar suaves movimientos de pelvis, metiendo y sacando el pene en la chuchita de Xiomara, sin llegar a desvirgarla. Xiomara gime, y se toca instintivamente los senos. Luis se da cuenta que la nena está ya en las nubes y, ayudado por Angelita, bajan totalmente a Xiomara, llegando a topar los huevos del muchacho con las nalguitas rosaditas de la nena. Ahiiiiiii, grita Xiomara, grito que se apaga rápidamente con la verga de Jonathan, la cual aprovechando la boquita abierta de la recién desvirgada, se mete para esperar las mamadas de la muñequita, quien ante la desesperación y la excitación que está sintiendo, empieza a mamar frenéticamente. José hace señas a Angelita, mientras bombea a Almendra en pose de perrito, señalándole el culito, como insinuando que le toca desvirgar el apretado ano de Xiomara. Angelita, obediente a las señas, saca de un cajón vaselina, y se la unta en los dedos, procediendo a metérselos en el apretado ano de la adolescente, el cual primigeniamente se resiste a los dedos intrusos, hasta que cede dejándose penetrar. Ya está, dice Angelita emocionada. Raudamente, José se desprende de Almendra y dirige su pene al ano dilatado de la adolescente y, aprovechando que la nena está concentrada mamando la verga de Jonathan y brincando con la verga ensartada en su vagina, empieza a penetrarla analmente. Jonathan siente que Xiomara aprieta con sus labios su pene, y mira como su carita se transforma y da muestras de dolor, así que para evitar que trate de escaparse, la agarra de la cabeza, apretándola
contra su verga. José hace esfuerzos por seguir introduciendo su pene en la cola de la nena, la cual por ser primeriza está muy apretada, así que tiene que abrirle fuertemente las nalgas para lograr su cometido. Al cabo de unos minutos, Almendra y Angelita lucen de pie, atrás de la escena, mirando atentamente como su amiguita, recién estrenada por todos sus agujeros, luce mamando el pene de Jonathan, mientras que José y Luis la penetran vaginal y analmente con frenesí, mientras ella se contorsiona como si lograra múltiples orgasmos. Finalmente, la muchacha se suelta del pene que tiene en la boca, y lanza un grito desgarrador, el cual indica que alcanzó su segundo orgasmo, un orgasmo genial, desproporcionadamente excitante, tras los aplausos de sus nuevamente excitadas compañeras.
Rosas ¿Me quito el anillo?, frené el coche, si seguía avanzando chocaría contra un maldito poste por lo desconcentrada que estaba, ¿y quién me socorrería en medio de la noche citadina?, como mucho una prostituta me vería desgraciada en el suelo y aprovecharía para robarme como las carroñeras que son. Volví a fijarme en mi anillo, mirándolo mientras reposaba ambas manos en el volante, quitármelo sería librarme de una carga enorme, sería el primer paso para terminar con todo aquello que representaba mi patética vida. Amagué retirarlo pero lo pensé mejor, tal vez dentro de mí había algo de esperanzas de que todo pudiera arreglarse, esperanzas para encontrar alguna señal que me dijera que aún había motivos para vivir pese a que de momentos prefería mil veces la muerte que vivir una vida aburrida y sin sorpresas... no, no era vida la mía, sería capaz de arrancarme mi piel sólo para comprobar que dentro de mí ya no había vida, sino una mísera existencia sin más. Busqué mi cartera en busca de un cigarrillo... ¡mi cartera!, se había quedado dentro del restaurante que estaba abandonando, más precisamente, en la mesa donde mis amigas estaban. Volví para recuperarla con una sonrisa tímida, entré al lugar nuevamente y fue cuando las vi; lo que no soportaba de ellas eran sus pequeñas y casi silenciosas conversaciones cuando yo me retiraba, desde la distancia podía verlas riendo divertidas... Nunca supe si hablaban de mí, pero siempre que me acercaba, su conversación quedaba cortada y nunca más la retomaban. Sexto sentido mío, y podrían decirme egocéntrica, pero estaba segura que hablaban de mí... supongo que les causaba risa que yo haya tenido que dedicarme exclusivamente a las tareas del hogar, mi marido y a mi hijo, lo que me hacía la única del grupo que no trabajaba. - ¡Violeta, volviste! – exclamó una cuando me vio acercármelas. - Sí, es que me olvidé de... esto... – dije tomando mi cartera, sacando a relucir la llave de mi hogar.
- Una ama de llaves olvidánse de la... ¿llave? – rió, las demás la acompasaron como hienas. Y de las peores, con esas miradas que no tenéis idea de cuánto odiaba, esas miradas que escondían algún insulto silencioso tras los ojos. - Por cierto, que las vi muy divertidas cuando venía, ¿de qué hablaban? - Este... mira, no se lo digas a nadie, Violeta, pero.. - Es que ese camarero es muy lindo – interrumpió otra -... ¿lo ves? El que está atendiendo hacia la ventana, el rubio... - Sí, ya veo – dije mirándolo. Patrañas, ni ellas se lo creían, ¿acaso me creían tonta?, ni siquiera yo entendía por qué las seguía considerando amigas, creo que había algo masoquista en mí que me exigía verlas cada semana, algo en mí decía que ellas eran los últimos trazos de vida social que me quedaban y que por más desgraciadas que fueran, debía soportarlas – En fin, ahora sí me debo retirar, estuvo agradable la cena. - Adiós Vio, quedaremos para la semana que viene, ¿no? - Ocho de la noche, como siempre – Carroñeras. Salí para tomar el coche y me dirigí a mi hogar, atravesando rápidamente aquella ciudad tan enorme que me hacía sentir como una mísera hormiguita. Nunca en mi vida me había sentido tan sola pese a estar rodeada de tanta gente, como en casa, donde mi marido no tenía ojos para lo que no fuera la fusión de empresas que él estaba enfrentando desde hacía meses o mi hijo Andrés que ni siquiera se despidió de mí cuando viajó a Portugal para seguir sus estudios, o en mi vida social, donde sólo obtenía risas de parte de hienas. Muchos pensarían que yo era una mujer con la suficiente fortaleza para superar esos escollos, pero nadie, nadie jamás supo cuánto me desmoronaba por dentro. Una vez llegado, estacioné el coche en el garaje. Me percaté inmediatamente que mi esposo Genaro no estaba; no había señales de su portentoso Opel, supuse que se habría quedado en su oficina hasta tarde. Pero esa noche yo no estaba para más, ni siquiera lo llamaría para saber de él – ya que él nunca me llamaba desde su trabajo –lo que quedaba de esa noche sería para mí, llenaría la tina con agua tibia y me tomaría un baño con sal efervescente a la luz de las velas y con
música suave de fondo. Nunca hubo mejor terapia para mis pesares; desaparecían las risas hipócritas, desaparecían mis problemas y por breves instantes se moría mi soledad... durante esos momentos, mi existencia olía al champú de rosas. ----"... lluvias precipitadas para mediados de la semana y probablemente haya tormenta eléctrica. Con el servicio público de electricidad que tenemos, probablemente nos quedaremos sin energía la tarde del miércoles, así que iros preparando las velas para afrontar la noche, ¿genial, no? En otras noti..." De un fuerte golpe logré acertar el botón para apagar la radio. Tenía por costumbre programarla a las seis en punto de la mañana, se encendía sintonizando una emisora que me encantaba por la música que pasaban más el divertido hablar del relator. Miré al lado de mi cama, robóticamente dije "Buenos días, querido" pero quedé como tonta al notar que Genaro no estaba en la cama. Me levanté a duras penas, ni siquiera fui al baño o a la cocina, sino que directamente me dirigí hacia las calles para ver si el jodido Opel estaba estacionado. Y quedé con el ceño fruncido al no ver el coche, una vez más Genaro se había pasado la noche en algún hotel o en casa de sus compañeros. Decía que su empresa siempre costeaba el bar cuando trabajaban horas extras, supongo que él y sus amiguitos gozaron a lo lindo y fueron a dormir en quién sabe dónde. Hasta hoy día sigo pensando que parece un maldito niñato con vergüenza de que lo vea pasado de roscas, prefiriendo dormir en lo de sus amigos que en nuestro hogar, como temiendo algún regaño. Antes de volver a entrar a mi hogar, una extraña voz me había quitado de mis adentros; - ¿Disculpe? ¿Es ésta la casa de los Sosa? Se trataba de un joven de tez oscurísima que intentaba pronunciar cada palabra con gran esfuerzo. Pero ese acento tan bonito, portugués, no se lo escondía ni Dios, venía con una mochila y una gran sonrisa tan bonita que no pude evitar devolvérsela. - Así es, ¿en qué te puedo ayudar?
- Soy Mauricio Espinosa. - Ajá... entonces... - Ya le dije que soy Mauricio. - Se supone que me digas a qué vienes. - ¡Ah, sí! Soy el estudiante de intercambio... su hijo está ahora en Portugal en la secundaria donde yo estudio... estudiaba... intercambio... Mauricio E-s-p-i-n-o-z-a... - ¿Eres tú?, ¡¿viniste hasta aquí solo?! ¿No debías esperar a que te pasáramos a buscar? - Su esposo me dijo que usted me buscaría a las ocho en el aeropuerto. - Sí, ¡a las ocho! - Ya son las nueve menos cuarto– dijo mostrándome su reloj de pulsera. - ¿Ya?, creo que mi despertador se desprogramó... ¿será? - Cómo voy a saberlo yo, Señora. - Señorita – interrumpí con una mirada atigrada que creo hizo asustar el joven. Sé perfectamente que el título de señorita lo había perdido hacía años, pero me daba cierto goce oírlo aún - ¿Cómo hiciste para venir aquí, querido? - Tomé un taxi y le di la dirección de su hogar – inteligente -¿Entonces ya puedo pasar, señora- - -ita? - Aprendes lento. Y sí, adelante. Lo hice pasar y lo llevé hasta su habitación, que en realidad era la de mi hijo. Al entrar, Mauricio dejó su mochila en el suelo y se dispuso a recorrer la habitación con su mirada. Me apoyé en el marco de la puerta mientras jugaba con mi anillo, lo miré y me di cuenta que era el momento adecuado para hacerle saber algunas reglas sobre mi hogar, unos pequeños tips que me había memorizado para decírselo. - Ahora escucha, no tenemos sirvientas por expresa orden de mi marido – nunca confiaba en ellas – por lo tanto la ropa sucia la debes lavar tú mismo en el sótano, donde encontrarás el lavarropas.
- Por mí no hay problemas. - ¿En serio? Mira que mi hijo arma un infierno cada vez que debe lavar sus ropas... bien, no se permiten compañeritos o amiguitos en la casa salvo expresa notificación, así tampoco debes pasarte con el volumen de la música que escuches. - Bien por mí, seño... rita – respondió sentándose en la cama, mirándome con una sonrisa de punta a punta. - ¿De veras? ¿No parece una imposición sádica? – eso es lo que decía mi hijo. - Es lo lógico, no tengo por qué andar llevándole la contraria a la dueña de la casa. - No me lo puedo creer, eres más maduro que mi hijo... y mi esposo... juntos... oye, Mauricio, ¿qué... qué haces? Sin previo aviso se retiró la remera que llevaba, en un acto reflejo me fijé en sus abdominales bastantes marcados para un chico como él, mi marido quedaba a años luz de tenerlos, y Andrés sólo los tendría en sueños, realmente me impresionó la belleza de su torso, apenas pude ver un tatuaje en su hombro pero volví en mí a tiempo; - Mauricio, ¿no avisas? - Sólo me estoy cambiando la camisa. - Pues la próxima avisa – dije saliendo de la habitación, cerrando su puerta. En menos de cinco minutos había cruzado más palabras con él que en el último mes con mi hijo. Aún distaba de conocerlo, y yo más que nadie sabía que no debía apresurarme a la hora de formular juicios, pero él me caía bien, su sonrisa sobretodo me hizo cosquillas, algo que había visto pocas veces en los seres que me rodeaban, no parecía esconder insultos silenciosos tras los ojos y su risa no sonaba como las de las hienas carroñeras– ¡Por cierto! – grité para que pudiera oír tras la puerta. - ¿Qué sucede, señorita? – sonreí al oír esa palabra que le había impuesto, "señorita" con ese acento tan tierno. - Te espero en la sala para charlar, quiero conocer más de ti antes de
dejarte la casa... no te me enojes, soy así, es todo. - ¡No hay problema, señorita! ----- Parece que va a llover. - No mires la ventana, mírame a mí cuando te hablo – dije con la copa de vino en mi mano. - ¡Lo siento! - No te había dicho cómo me llamo. - Pensé que quería que le dijera "señorita", señorita. - Bueno, eso está bien – sonreí jugando con la copa cerca de mi boca – pero si esa palabra la oye mi marido, lo dejas patas arriba. Me llamo Violeta. - Violeta... me gusta. - A mí me gusta tu sonrisa. Me pareces tierno y no te veo con malas intenciones. - ¿Tierno? – preguntó buscando un librillo de su bolsillo. - Significa que eres adorable, muy bueno, es todo... oye, ya deja de buscarla en tu diccionario. - Gracias, señorita Violeta. - No tienes por qué mezclarlos, con decir Violeta estaremos bien. Y sigamos la conversación, ¿qué has dejado atrás? - Además de mi familia... pues como que extraño mucho a Luz, mi novia, de momentos sólo intercambiaremos mails pero no es lo mismo. - Ah vaya, Andrés aún no tiene novia, es muy tímido, ¿sabes? - Me parece raro, habiendo crecido con una dama tan hermosa – y otra vez vino esa sonrisita a la que me estaba haciendo adicta. - ¿Hermosa? No te lo crees ni tú... Bien, un día de estos saldremos rumbo la ciudad, ¿está claro? Daremos un paseo y continuaremos nuestra charla, me gusta hablar contigo. - Aún... aún no vi a su esposo. - Probablemente no venga hoy – bebí todo lo que quedaba en la copa,
que no era poco – pero no quiero hablar de él. Así que yo iré a bañarme porque no lo hice desde que desperté, si deseas puedes ver la televisión aquí. - ¿El ordenador de su hijo tiene conexión? - Sí, ¿deseas revisar tu correo o algo así? No hay problema, entonces cuando esté lista la comida te la llevaré en tu nueva habitación – le guiñé, dejando la copa en una mesita cercana. Mauricio se levantó, sonriente como no podía ser de otra forma, y subió las escaleras. Fue entonces cuando mis demonios internos me jugaron una mala pasada, contemplé su culito tras el jean que llevaba, parecía tan duro, probablemente el vino ayudaba a imaginarme apretándolo, me mordí los labios y seguí deleitándome del firme panorama hasta que él desapareció de mi vista... "Mauricio" susurré con una sonrisa y el dulce sabor del vino degustándose en mi boca. Buen tiempo después subí al baño, lo llené con las mismas sales de siempre, encendí la pequeña radio y un par de velas, lentamente mis ropas fueron cayendo al suelo y por fin logré introducirme en la tina. Por más de que no quisiera, mi mente no podía apartarse de Mauricio, apenas lo conocía hacía horas pero yo estaba tan necesitada de compañía, de calor corporal y de sinceridad, que veía en él más de lo que hubiera deseado... mi mano fue bajando hacia mi entrepierna, mis demonios reían y jugaban con mi imaginación mientras mis dedos fueron recorriendo los pliegues de mis labios, ingresando y saliendo raudamente mientras que con la otra mano me masajeaba un seno... ¿qué me sucedía? ¿Acaso mi desesperación era tan grande que me hacía ilusiones con el primer hombre que vi? Pero mis demonios no querían que pensara, sólo querían que mis dedos apresuraran el ritmo, y tras morderme fuerte el labio inferior, volví a susurrar el nombre de mi perversión... "Mauricio", ni siquiera necesité imaginar mucho con su cuerpo, ya había visto más de lo que debería, y lo peor de todo, estaba tan adicta de él que quería ver más y más. En mis fantasías Mauricio me hacía suya en mi cama matrimonial, tomándome de la cadera y reventándome mi sexo con el suyo, tan grande, feroz, haciéndome llorar una serenata de lamentos y berridos.
Me volví a morder el labio tan fuerte que sentí un frío hilo de sangre, lo recogí con mi lengua y tuvo un gusto especial, raro.. extraño... sangre sabor a rosas. Justo cuando dos dedos entraban en mí, tuve un plácido estallido que terminó llenándome de un deseo tan enfermizo, deseo por Mauricio, jamás me había sentido así, como una chiquilla adolescente embobada por un chico tierno, atento y gracioso. Jamás, jamás, jamás había pensado en destruir la promesa de mi matrimonio... supongo que para todo hay una primera vez. Pasaron los días y el pobre Genaro no se contentaba con dormir en la sala. Si esperaba un regaño de mi parte, se quedaba corto. Nuestra discusión duró días, tardes y noches, y como no podíamos estar juntos sin desatar una debacle, decidió dormir en el sofá de la sala durante los días en que estábamos peleados. Durante esas mañanas, Genaro y Mauricio charlaban amenamente en la cocina o en la sala, es increíble cómo el deporte hermandad a hombres tan diferentes, al parecer una charla sobre el Benfica y su campaña en la Champions los hizo mejores amigos en menos de una hora. De vez en cuando yo pasaba para tomar algo de la heladera o simplemente pasaba por la sala, y cortés como siempre soy, saludaba con mucho cariño a Mauricio sin siquiera dedicarle una mirada a mi marido. Pasados más días, Genaro y yo conversamos un poco más apaciguadamente y quedamos medianamente reconciliados. Follamos en la habitación para cerrar la jornada, él pensando que se había librado de mi enojo, yo... yo simplemente pensaba que follaba con Mauricio. ----- Parece que va a llover – dijo Genaro, mirando la ventana de la habitación mientras yo reposaba sobre su pecho. - El clima está así desde el sábado pasado... dudo que llueva hoy. - Menos mal que hoy no, Vio. - ¿Y eso por qué?
- Mauricio me contó que lo llevarás a la ciudad para que se vaya aclimatando. - ¡Es cierto! - ¿Te olvidaste? - Mejor me preparo, mira que aún es temprano. - ¿Temprano? Son las seis de la tarde, pensará que se trata de una primera cita – rió él. Reí forzadamente yo, y nuevamente los demonios de adentro dibujaron perversiones, yo poniéndole los cuernos a Genaro con el negrito estudiante de intercambio... acaso... ¿acaso estaba loca por excitarme con esa idea? Mi marido no dijo nada cuando me vio partir de la habitación con una falda que apenas llegaba a la rodilla, era la perfecta para dejar ver mis piernas cuando conducía mi coche, ni mucho menos se molestó cuando vio que me acomodé los senos frente al espejo. - Nos veremos más tarde, Genaro – le sonreí, dándole un beso de despedida. - Bueno, ¿pero justo debes salir hoy? – preguntó sonriendo, viendo mis pechos con esa conocida mirada, aquella que decía que quería follarme de nuevo – además no le has dicho en qué día saldrían, sólo le has dicho "la semana que viene", vamos que puedes postergarlo. - ¿Tanto me necesias? ¡Ja, no señor! Además ya me conoces, si no es hoy... no será nunca. - Pues bien, que se diviertan. Fui hasta la habitación de Mauricio y pegué mi oído en la puerta; no oía nada, apenas un dulce murmullo que no logré definir. Silenciosamente logré abrir la puerta, fijándome hacia donde estaba instalado el ordenador de mi hijo... quedé boquiabierta, Mauricio estaba mirando lo que parecía ser alguna página pornográfica. Lo peor de todo... o más bien lo mejor de todo, es que pude contemplar con tremendo asombro el tamaño inusitado de su sexo. ¡Se estaba masturbando lentamente!, no pude evitarlo, mi boca quedó abierta y babeando, jamás en mi existencia había visto algo de un tamaño como el de él. Envidia, eso fue lo que sentí luego, envidia por la novia de
Mauricio. Yo, pervertida, me quedé contemplando hasta el final cómo el muchacho se daba goce, y cuando lo vi largando todo sobre un pañuelo que tenía preparado en su otra mano, cerré nuevamente la puerta. Tuve ganas de ir baño para volver a masturbarme, sólo que esta vez, en mis fantasías, el sexo de Mauricio sería corregido en tamaño, el maldito la tenía mucho más grande de lo que fue en mi fantasía perversa con sangre sabor rosas. Pero debía ser fuerte, más allá de que en realidad yo era una mujer cayéndose a mil pedazos por día. - ¡Mauricio! – grité tras la puerta. - ¡Vio-Violeta! - ¿Estás listo? Saldremos en media hora, te espero abajo – Demonios, demonios, demonios... Cuando al fin salió de su habitación, me buscó en la sala para salir juntos. Él sonreía, yo moría pensando que me degeneraba más y más en mis fantasías. Y ya en el coche noté que de vez en cuando, Mauricio ojeaba mis piernas, muy descubiertas debido al corte diagonal de la falda que dejaba casi medio muslo a la vista, aquello me incomodaría... ¡años atrás me incomodaría, con un marido atento, un hijo leal, amigos verdaderos y una vida satisfactoria! Pero no me quedaba nada de eso, no me importaba arriesgarme, no me importaba pervertirme, pervertir al chico, que mis demonios me dominaran e hicieran de mí la mujer más maldita de todas, él me miraba, yo moría a pedazos pidiendo a gritos ser rescatada por un hombre que me hiciera volver a sentir viva. Por eso elegí la falda corta, por eso no me incomodó su constante mirada. Separé las piernas más de lo que ya estaban nada más al frenar en un semáforo rojo, con la visión periférica pude notar que Mauricio poco disimulaba en mirarlas, macizas, blancas como la leche pero hirviendo a un vivo rojo sangre. Y mis demonios festejaron porque mi juego estaba comenzando y todo salía de manera prometedora, y así, con las piernas obscenamente abiertas, pregunté; - ¿Y cómo se llamaba tu novia? – lo miré, pillándolo in fraganti. Mauricio miró automáticamente hacia delante, como si nada hubiera
pasado, el pobre quedó avergonzado durante el resto del viaje, tanto así que nunca hubo conversación en la heladería donde fuimos. Era una visión patética la nuestra, sentados en la mesita más apartada del lugar, yo intentando conversar, él sin saber dónde reposar la mirada. Le preguntaba más sobre su vida y gustos pero en cambio obtenía monosílabos vacíos, no sonreía, ¡estaba tan adicta a su sonrisa, que en nuestro incómodo silencio, casi le rogué que riera para hacerme sentir viva! Él se excusó para ir al baño del local mientras yo estaba muriéndome más y más, mi última carta de esperanza se estaba esfumando, Mauricio pronto se enfriaría conmigo por mi estúpido juego. Estaba tan desesperada por no perderlo, por no perderme en la soledad, y así, con el corazón partiéndose dentro de mí, tracé un plan desesperado para recuperarlo, para volver a sentirme viva... ----Cuatro días, pasaron cuatro días y ya no aguantaba. En cuatro días follé con mi marido pensando en Mauricio y me masturbé como posesa en el baño, ya no podía quitarlo de mi mente, cada poro de mi cuerpo me exigía a él, por ello mi plan estaba en marcha, por ello mi Pontiac estaba estacionado frente a la secundaria Montpellier donde estudiaba él. Llegó la hora de la salida, no fue tarea difícil verlo, venía tomado de los brazos con una nueva amiga, sonriente, picarón, pero toda su aura desapareció al verme, sonrisa incluída. Se despidió de su amiga y se acercó al coche con una cara de no creer; - Violeta... vi-viniste a buscarme... vaya, ¿a qué se debe? - Fui al mercado y como el colegio estaba de paso... ¿y quién es ella? La que se está yendo hacia la esquina. - ¡Ah! Es una nueva amiga, me está ayudando con algunas materias... Isabella. - Me alegra que hayas encontrado una niñata-cara-de-pendeja que te ayude en tus deberes... - ¿He? ¿Cara-que-qué? ¿Y eso qué significa?
- Nada. Vayamos a caminar – dije saliendo del coche. Tomé de su mano y lo llevé hasta detrás del estacionamiento, sin hacer caso a sus insistentes preguntas sobre a dónde íbamos. Y por fin ocultos de las miradas de los desconocidos, lo empujé contra la pared, con esa mirada atigrada tan mía, tan poderosa, la de una predadora lista para comerse a su tierna presa. El pobrecillo se asustó cuando me acerqué para besarlo, por fin agarré ese delicioso trasero mientras mi lengua se enterraba en su boca. Mis demonios festejaban, mi corazón latía apresuradamente porque la dulce boca de Mauricio sabía a rosas, las mismas rosas que olí durante mi masturbación en el baño, tuve ganas vampíricas de morderlo tan fuertemente para probar su sangre, para comprobar si ésta era tan deliciosa como la mía, pero él interrumpió bruscamente. - ¡Señorita! – volvió a sonreír, tímidamente, casi una sonrisa sosa, mezcla de sorpresa y agrado, pero sonrisa al fin y al cabo - ¿Pero qué su-sucede? - ¿No habíamos acordado que me llamarías por el nombre? - ¡Violeta!, ¿por qué... por qué sonríes así? - Sonrío porque sonríes – respondí sin soltar mi mano de su culo, a centímetros de un nuevo beso que fue correspondido. Juraría que mi existencia cesó su caída en ese instante, nunca había probado algo tan delicioso, tan morboso, ¿quién hubiera dicho que pecar contra el voto matrimonial sería la cura perfecta para mi desgracia? Mauricio, el pobre muchacho jamás entendió por qué lagrimeé un poco durante nuestro beso. Un beso bastante torpe, yo sabía perfectamente qué hacer y dónde poner las cosas... él... él aún tenía mucho por aprender. - Ahora responde bien... ¿quién era esa chica con quien estabas recién? - No era nadie, Vio. Nadie. - Me equivoqué cuando dije que aprendías lento – le guiñé, justo antes de volver a comerme su boquita de rosas, y al par de minutos, él se apartó del tonto morreo que hacíamos; - Aún así no entendí eso de cara-no-sé-qué... ¿eso está en un diccionario?
- Hummm, no perdamos el tiempo con tonterías... ¿por qué no volvemos al coche? - No se necesitaron más palabras, nos dirigimos inocentemente al coche sin que nadie en las inmediaciones del colegio se percatara la morbosa realidad. Quise maniobrar hasta el primer motel que se nos cruzara, pero yo estaba tan lubricada, tan fogosa, era tan grande mi necesidad de sentir a Mauricio dentro de mí que estacioné en una plaza, miré a mi acompañante con mis ojos atigrados, con una fina sonrisa, pícara, esperando que él entendiera todo sin necesidad de palabras ni de diccionarios. Se inclinó hacia mí, sus manos directamente fueron hacia mis pechos, pero antes de alcanzarlos, me alejé para empujarlo de nuevo hacia su asiento; - ¿Y ahora qué? – preguntó. - Sé cómo son ustedes, les encanta ir fanfarroneando sobre sus conquistas... - ¿¡Yo!? No, no, no, le juro.. - ¡Calla! Ahora escúchame– dije tomando el cuello de su camisa con un puño, acercándolo a mi boca – nadie creerá que un negrito como tú se acuesta con una casada como yo, así que ni te molestes en fanfarronearlo a algún nuevo amiguito – e inmediatamente lo besé con lengua, fuerte, animalesca, tomando terreno – y no creas que andaré complaciéndote en todo y en cualquier momento sólo porque te necesito para ciertos... menesteres. - ¿Son nuevas reglas? Porque con gusto las cumplo todas - preguntó con esa sonrisa preciosa, me derretiría del encanto que emanaba, pero yo debía demostrar fiereza. Y nuevamente se acercó para besarme. - Aprendes rápido – susurré dificultosamente, pues mi labio inferior era atrapado por los de él, y dicho esto me incliné para retirarle su cinturón, llevé mi mano dentro de su jean y tras sortear su ropa interior, pude sacar a relucir un miembro que, si bien no estaba del todo erecto, tenía un tamaño prometedor. Mauricio resoplaba, recostado sobre el asiento trasero mientras yo
introducía en mi boca su sexo... sabor a rosas, parecía que el destino preparó todo con sumo cuidado, aquel tremendo mástil que crecía y crecía en mi boca, tenía sabor a rosas. Repasé la lengua por todo el tronco con una cara de vicio que no había tenido desde hacía años, él masajeaba mi pelo dulcemente, mascullando quién sabe qué, y yo... yo simplemente lamía rosas. Pero todo tenía que terminar rápidamente, él tomó un puñado de mi pelo y me apartó del miembro que yo comía como niña golosa, un hilo de baba se me escapó de entre mis labios y mis ojos atigrados se amansaron, mirando a Mauricio, como rogándole que me dejara chupársela, nunca en mi existencia me había sentido tan deseosa, excitada, con cada centímetro de mi ser exigiendo a Mauricio, pero éste me apartó de su sexo, por eso mi mirada se apaciguó amargamente; - ¿Qué haces? Suéltame el pelo. - Tranquila, sé lo que hago. - ¿Ah, sí? ¿Qué va a saber alguien como tú? - Te sorprenderías, pero no lo averiguarás ahora. - ¿Y eso por qué? - Ahora no porque... la policía, a diez metros de aquí... ¡y acercándose! Giré la mirada, era cierto, un policía se acercaba hacia nuestro coche, y pese a que probablemente no veía del todo bien qué sucedía dentro, hizo que me asustara, mil pensamientos me nublaron la cabeza, ¿y si me descubrían?, ¿y si mi marido se enteraba?, ¿podría soportar mi existencia?, pero no tenía tiempo para hundirme en ello, no podía permitirme vencer tan fácilmente por el susto, velozmente ocupé el asiento del chofer y arranqué el auto; - ¿Volvemos a casa? – preguntó Mauricio. - ¿Quieres volver? - Dependiendo, su marido está en casa o... - Está en su trabajo. - Entiendo, pues entonces sí, quiero volver a casa. - ¿Acaso le tienes miedo o qué? – reí.
- No le tengo miedo pero sería mejor que él no estuviera, ¿no? - No quise decir que... Esto... mira, está... está empezando a llover... Es lo último que necesitaba... - ¿Y eso por qué? ----Era un espectáculo de otro mundo, el montón de velas dispersas en toda la sala debido al corte de luz que vino con la tormenta eléctrica que sucedía afuera, adentro parecía estar tan apaciguado, naranjezco, como un atardecer melancólico, treinta y dos velas esparcidas en el lugar, como treinta y dos soles ocultándose para darnos el espectáculo más maravilloso. Mi anillo lo dejé en la mesita de luz mientras Mauricio bajaba por las escaleras con sólo una toalla en su cintura, pude volver a ver su tatuaje en el hombro izquierdo, cuando él se acercó, pegué mi cuerpo al suyo para deshacerle de su toalla, besando justo sobre el tatuaje... una rosa negra, por fin pude verla... una jodida rosa, como si todo estuviera preparado. - Qué bonita rosa – susurré al tiempo en que su toalla volaba por la sala para detenerse en el suelo. - Me la hice en una plaza en Lisboa... fue el primer regalo que me dio Luz, una rosa. - ¿Una rosa negra? - En realidad era roja, pero me salía más barato si elegía la negra – rió. Volví a besar su hombro junto con una mordida pequeña que se marcó en su piel. - Ponte de cuatro en el suelo – dijo él bajando el cierre de mi falda. Un temblor recorrió mis piernas, de arriba para abajo, normalmente lo abofetearía y le diría que yo era quien mandaba, pero no podía, estaba tan excitada que me despojé de mis ropas y lo obedecí al instante. Las únicas, las velas eran las únicas que veían cómo yo, de cuatro patas en el suelo, estaba siendo sobada por la mano de Mauricio. Ya nada podía detenerme, ya el plan había terminado victorioso, casi babeando rogué a mi amante que me penetrara, que me hiciera suya de una
jodida vez, lo deseaba desde que lo conocí, ¡mi sexo rogaba por él, no por sus dedos, sino por su maldita tranca que me había penetrado sólo en imaginaciones! Cómo me estremecí cuando se comió mi sexo, el maldito sabía muy bien trabajar con la lengua, me tenía al borde de la locura con unos potentes lengüetazos que de vez en cuando se pasaban por mi culo, si todo seguía así me vendría un desmayo... separó mis labios con sus dedos y hundió su lengua, succionando todo lo que encontraba, pieles, jugos, vellos, todo en uno, mi cuerpo se convulsionaba como si tratara de una desesperada, arañaba el suelo, me mordía los labios pero era simplemente imposible. Me dijo algo, no entendí, pero el tono dulce me tranquilizó, apenas sentí una tibia carne reposando entre los pliegues de mis labios hinchados, lubricados con su saliva, deseosos... mi rostro se pegó al suelo, él habrá gozado con la imagen obscena que le regalé, postrada ante él, rindiéndome ante su maravilloso sexo. Tomó de mis caderas con sus manos, casi me sentí como un animal a quien debía sujetar por si el dolor se pasaba de los límites, y justo cuando susurró algo en portugués, sentí cómo su sexo se abría paso en el mío y cómo un dedo entraba raudamente en mi lubricado ano. Lo enterraba profundo y me lo sacaba, me lo metía y me lo volvía a sacar casi por completo para volverlo a meter, dedos y sexo, era una jodida locura, daba unos círculos dentro de mí, sus penetradas empezaron a adquirir vigor y supo darme los mejores minutos de mi vida. Soportó lo que más que pudo, noté que le vinieron unos espasmos potentísimos, apreté las paredes de mi sexo para que él me lo empalmara todo, para que cerrara la jornada de una buena vez mientras su dedo corazón entraba en lo profundo de mi esfínter. A las luces de las velas, pequé al matrimonio para salvarme de una existencia desgraciada y vacía, Mauricio me salvó, el vacío se llenó... él habrá pensado que lagrimeé por el dolor que causaba sus salvajes arremetidas, pero en realidad lloraba porque por fin sentí que mi existencia... que mi vida dejó de caerse en un pozo sin fin.
Cuando terminamos, giré hacia él para besarlo, y bajando por el cuello, nuevamente besé el tatuaje de su hombro mientras sus manos magreaban mi culo... mordí el tatuaje con fuerza; - Auchhh... Violeta, ¿y esa mordida? - Espero dejarte una marca para que me recuerdes... ¿y qué mejor lugar que en la rosa que te regaló tu noviecita? Él vio el tatuaje, un leve halo de sangre surgió y no tardé en lamer aquella rosa que poco a poco tenía un color rojo intenso, una rosa color sangre tatuada en mi memoria... juro que en ese instante mi vida tuvo sabor a rosas. - Me salvaste – le susurré, abrazándolo bajo las luces crepusculares de las velas. Sólo yo y él, sin anillos, sin diccionarios ni demonios, nunca me había sentido tan feliz y tan maldita a la vez... ----- ¿Está durmiendo ya? - Sí, señor... como un ángel. - Aquí está el dinero que te prometí. - ¿Pudo... ver todo? - Vi suficiente, aunque eso ya no es de tu incumbencia. - Entonces no me dirá por qué me ha pedido que me acueste con su esposa. - No era parte del trato, amigo, no te pago para preguntar. Pero mira – dijo alejándose de la sala con el halo del humo de su cigarro siguiéndolo - es que a veces pecando uno salva un matrimonio... Violeta estaba en un pozo depresivo del que ni yo podía salvarla, y cuando vi que se llevó la faldita corta y erótica sólo para llevarte a una heladería... ¿qué quieres que te diga, Mauricio? Vi en ti su salvación... – otra bocanada. - ¿Le dirá todo esto? – preguntó Mauricio sin hacerle caso, viéndola de reojo. - Lo dudo... mírala, durmiendo con una sonrisita que nunca antes había tenido, jamás me atrevería a confesarle que te pagué para que te acostaras con ella... sería quitarle esa hermosa sonrisa para siempre...
me molesta que no sea yo el causante de su repentina felicidad, pero es un pequeño precio que hay que pagar, ¿no lo crees? - Entiendo – respondió Mauricio, restregando el fajo de dinero por su nariz. - ¿Hueles el dinero? – sonrió Genaro entre el humo y los treinta y dos atardeceres de la sala - ¿es delicioso, eh? - Es extraño, señor... no sé por qué... pero huele a rosas...
Amor de chicas El colegio estaba prácticamente vacío a tan sólo minutos de haber sonado la campanilla. De entre el gentío que apresurado corría hacia la salida, una joven de unos 20 años caminaba en sentido contrario, dirigiéndose hacia dentro del lugar, con aspecto preocupado, apretujando sus cuadernos contra sus pechos, con su blonda cabellera dando saltos al ritmo de sus frenéticos movimientos, rebuscando con miradas rápidas en los pasillos del lugar donde sólo se presentaban vacíos a la vista. Tras minutos de intensa búsqueda, sonrió cuando la encontró al final de uno de los tantos corredores del colegio. Era su compañera y amiga, se encontraba en el suelo, con la espalda pegada en uno de los casilleros del lugar, y sus manos ocultando el rostro, con los cuadernos desparramados en el suelo. -Ashley?... Estás bien? –preguntó al tiempo en que se arrodillaba frente a ella, intentando separar sus manos de su rostro. Tras descubrir sus ojos sumidos en lágrimas, con sus ondulados y rojizos cabellos desbaratados en su rostro; -Pero que te pasa?... Apenas le respondió de entre sus sollozos, que el muchacho con la quien muy fascinada estaba, la había rechazado de manera brusca y vergonzosa. Sienna, así se llama nuestra protagonista, la abrazó, no sin antes reprimirle que le había advertido que declararse a un muchacho era arriesgado y tonto. La besó en su mejilla, sin importarle la inmensa cantidad de lágrimas que surcaban allí, ayudándola a levantarse. Rumbeando entre los vacíos pasillos, ambas calladas y tomadas de los brazos, Sienna dejó caer bruscamente su mochila, haciendo que sus cuadernos se desparramen por el suelo, tirando las hojas sueltas por doquier. Rápidamente Sienna los recogió, más su amiga Ashley se encontraba
con un pedazo de papel que cayó cerca de ella, lo miraba fijamente; -Que es esto?-preguntó aún con el rostro sollozante, mostrándole un enorme corazón dibujado, en el que estaban inscriptos tanto el nombre de una como la otra. Sienna quedó ensimismada, su rostro adquirió un color rojo intenso, sus piernas flojearon y pareciera que se mareaba al verla sosteniendo un papel que expresaba los sentimientos tan íntimos de ella. Su gusto, su amor hacia su mejor amiga estaba reflejado en un papel. Con velocidad lo arrancó de sus manos, arrugándolo y lanzándolo a un basurero cercano; -No es nada... –mintió, sin siquiera poder mirarla a los ojos -Cómo no va a ser nada?! Pusiste nuestros nombres en un corazón! Con la vergüenza invadiendo a Sienna, sus latidos haciéndose sentir fuertemente, se retiró a pasos apurados con la cabeza dándole vueltas. Ashley consiguió atajarla por la mochila, trayéndola hacia sí; -Es eso lo que sientes?... –Por un lado le extrañaba que una amiga de tantos años sentía aquello, más por otro, estaba bastante vulnerable por el reciente rechazo que había sufrido. Antes de que Sienna pudiese reaccionar, al darse media vuelta para mirarla, su amiga ya acercaba sus labios a unirse junto a ella. La unión fue eléctrica, mil y una sensaciones brotando de su cuerpo tras el impacto de los labios. Aquellos celestiales segundos fueron prontamente terminados cuando Ashley volvió a retirar su boca. Ahora era ella quien estaba sonrojada, aún así continuó; - Por qué me lo ocultaste? Presa del nerviosismo, atinó en responder; -No pensaba arriesgar nuestra amist... La volvió a besar de manera brusca, sorprendente. Sienna podía sentir las lágrimas de Ashley pegarse en su rostro. Los segundos pasaban, y una lengua ya atravesaba sin muchos inconvenientes los labios de una, jugando, liándose con la otra, mezclando los jugos salivales de ambas, con resonancias de succión que eran prodigiosos. Ashley sujetó su
rostro con ambas manos, al tiempo en que la otra, presa de la calentura, envolvió con sus manos la cintura de ella, presionándola hacia sí, sintiendo sus juveniles pechos pegarse a los de ella, claro, separados por las finas telas de las camisas. Ashley se volvió a retirar, totalmente confundida tras haberse lanzado, y dos veces. Con la cabeza gacha, se despidió fríamente, dirigiéndose rápidamente a la salida, dejándola a Sienna todavía parada, con la boca abierta y los ojos cerrados, totalmente sorprendida y por supuesto encantada de lo acontecido. Tras volver en sí, no tardó en recoger el resto de sus pertenencias, y volver para su casa, sin siquiera poder de dejar de pensar en Ashley tan sólo un segundo. No sabía si llamarla o no, o como enfrentaría las clases el día siguiente, más aún así, sonreía dentro de ella, pues una fantasía tan acallada durante años había sido cumplida con aquel primer tierno beso, que bien pudo haber sido producto de la vulnerabilidad del rechazo, o de una sexualidad que pudiera estar aflorando en ella. Al día siguiente, el clima estaba por lejos pésimo, las nubes negras atravesaban todo el cielo, los vientos eran fortísimos y se avecinaba una tormenta. La caminata rumbo al colegio fue poco amena, normalmente aprovecharía las condiciones del clima para faltar, más lo acontecido el día anterior la hizo reunir fuerzas. Como era de esperar, pocos compañeros fueron, ya se notaba tras las ventanas del aula, el tremendo chaparrón que inundaba el jardín exterior del lugar. Le extrañó que Ashley no viniese. Aprovechando el cambio de horario de profesores decidió escapar del aula, dirigiéndose al baño. Allí se mojó el rostro, pensando si volver a su hogar era la más adecuado, puesto no había venido ella; su razón, su amor. Su celular sonó, era un mensaje instantáneo, era Ashley! Ella también estaba en el colegio, y tras avisarle que estaba en el baño, no tardó en toparse allí con Sienna. Ni bien se vieron, se abrazaron, la pelirroja la besó en la mejilla, reconfortándola que no había olvidado el día anterior, es más, nunca lo
olvidaría. Sienna por su parte, no pudo evitar derramar leves lágrimas, corriéndole sus rojizas mejillas, ante tan sensibles y decorosas palabras, provenientes de una voz tan delicada y angelical. No pudo impedir culparse como es que lo había acallado tanto tiempo, tal vez por temor a no terminar una amistad de manera brusca, de no salir herida, de no echar por el suelo su dignidad. Pero ya no importaba, todo había acabado, estaba por fin con la joven de sus sueños, abrazándola con lágrimas de felicidad. Uniendo fuertemente sus pequeños cuerpos, sumieron su amor en un largo beso, que se producía al tiempo que uno de los rayos de la tormenta afuera golpeaba con intensidad. El sonido de la lluvia afuera era intenso, más ellas dentro de aquel cálido baño, decidieron entrar en una de las puertas para consumar su amor. Ashley quedó sentada sobre el inodoro, quitándose su camisa de colegiala, mostrando sus pequeños pechos que tenían una iluminación blanquecina por la luz reinante, abriendo sus piernas, recogiendo su falda, revelando sus muslos y blanca ropa interior, conjuntándose con una mirada hacia Sienna, una ojeada cargada de lujuria. Por su parte, Sienna cayó arrodillada frente a ella, arrancándose también su camisa, sin importarle siquiera que algunos botones se desparramaran por el suelo. Ashley tuvo que bajar el rostro para alcanzarla y caer así en otro beso, mucho más ardiente, ya que las lenguas de ambas jugaban, succionando con la boca, recorriendo las cavidades bucales, mordiendo labios, con las manos de ambas atajando los rostros. La arrodillada blonda, sin dejar de besarla mandó una mano hacia el sexo de su compañera, palpándola, sintiendo una leve humedad impregnarse en la ropa interior de Ashley, y por ende empapando su mano que tocaba sin pudor. Los gemidos eran leves, la respiración de ambas eran entrecortadas producto de los toqueteos, si bien inexpertos, al menos calmaban el placer y éxtasis de sentir la lengua de su amiga invadiéndola mientras tocaba insistentemente el sexo de ella. Recogió su mano, lamiendo sus dedos con un rostro dibujando un
placer infinito, sonriendo pícaramente allí de rodillas, mirándola lascivamente mientras se mordía el dedo que estaba impregnado de jugos. Habiéndose retirado las últimas prendas, Sienna dirigió su boca rumbo al fémino órgano de su amiga. Los sonidos de sus labios chupando superaban a los de la fuerte lluvia que acontecía afuera. Su lengua abriéndose camino entre los virginales labios, palpando los líquidos que la pelirroja derramaba a borbotones al tiempo en que Ashley mordía sus labios para no gritar del placer, pegando sus manos en las paredes del minúsculo baño. Empujó luego con ambas manos el rostro de Sienna, como queriéndola meter mucho más hacia su sexo. La sensación de ser invadida por una jugosa lengua la ponía a mil revoluciones, su corazón latía fortísimo, el placer también. Sienna se levantó, sentándose sobre los muslos de su amiga, volviéndose a unirse en un apasionado beso. La lengua de Sienna, impregnada de jugos de coño, danzando con la de su amiga, la llevaban a sentir la joven más dichosa. La saliva escapaba de las comisuras de los labios de sus bocas, atontadas de tanto amor, de tanto éxtasis. Alguna que otra vez Ashley se dirigía a chupar los lóbulos de la oreja, susurrándola que la amaba, la deseaba, la ansiaba ardientemente. Su amiga le correspondía con suaves y excitantes toqueteos al fémino órgano de ella, meciendo sus dedos entre sus vellos, sintiendo sus húmedos labios vaginales. Tras los intensos movimientos, jadeos, gemidos de placer, e incontables orgasmos acallados en besos, quedaron sumidas en un sentimental abrazo. Permanecieron abrazadas así, desnudas, una sentada sobre la otra, acariciando sus juveniles cuerpos sin siquiera darse cuenta que alguien podría haber entrado allí en el baño. De todas maneras el colegio estaba con poca asistencia por la lluvia. Por extraños motivos, ambas lloraban, tal vez de felicidad, de haber encontrado un alma gemela, que bien sabía regalar placer. Las lágrimas eran recogidas por las lenguas, consoladas con besos, y confortadas por palabras de cariño perpetuo.
Habiéndose vestido nuevamente, aunque bien Ashley tuvo que disimular su camisa sin unos cuantos botones, se dieron cuenta que habían pasado un par de horas y el colegio había suspendido las clases el resto del día. Se dirigieron felices, tomadas de las manos hacia la salida. La lluvia era fortísima, no obstante poco les importó, tomadas siempre de las manos, bien las mujeres lo hacen sin esperar sorpresas o perjuicios, corriendo entre las gotas de aguas que transparentaban sus camisas. Más de una vez pararon, escondiéndose tras un árbol, tras un auto, donde sea, a fin de unir sus dulces labios en apasionantes muestras de afectos, sellándolos con salivosas lenguas y excitantes toqueteos a los senos de ambas, allí bajo las aguas de la lluvia. Una tarde que esperaban ambas nunca terminase. Pasaron toda la noche hablando por teléfono, sin siquiera dejar de pensar en el día siguiente, lo que harían y todo lo demás. Planeaban dormir siempre en la casa de una, incontables noches de placer sucedían bajo las creíbles excusas de "estudiar más". Allí pudo conocer al padre de Ashley, un viudo de más de 50 años, quien siempre la saludaba con sonrisas y bromas. Resulta que el padre andaba bien feliz, considerando que su hija al fin tenía una amiga permanente, con la quien no estuviese peleándose todo el tiempo. Es más, planeaba mudarse a otra ciudad, pero al ver que su hija la estaba pasando bien ( y vaya que sí) decidió permanecer en el lugar para alegría de ambas. Las tantas noches en aquella habitación se encendían a mil sensaciones, con besos en sus desnudas pieles, bañadas de las leves luces del cuarto. Regodeándose bajo las sábanas de seda, pegando sus sudorosos cuerpos, donde las caricias se adentraban en sus sexos, palpándolos, meciéndolos, friccionando los dedos para sentir los chorreantes líquidos que surgían al tiempo en que las lenguas se entrelazaban, selladas con los húmedos labios de sus bocas, sintiendo los jadeos de una y la otra, la tibia respiración entrecortada por los gemidos de placer, moviendo sus cuerpos, restregándose mutuamente, con los pechos duros de ambas chocándose
constantemente, sintiendo el roce de las rebeldes y punzantes aureolas. Las palabras de amor eran pronunciadas en leves susurros, y ante vocablos tan sensibles, las lagrimas brotaban al tiempo en que sus bocas abiertas y jadeantes anunciaban un orgasmo que pensaban sólo en el nirvana podrían alcanzar. Resoplando y gimiendo al unísono en aquella lujuriosa habitación. Las noches corrían y diversas posiciones eran probadas, con un libro que decidieron comprar tras un tiempo de ahorrar. Si bien la inexperiencia en el campo era obvia, las ganas, el amor y la calentura las hicieron experimentar nuevas posiciones en donde el placer hacía derramar jugos a borbotones, líquidos que no tardarían ser succionados tanto por una y la otra, para luego fundirse en apasionantes besuqueos donde los brebajes de ambas se mezclaban con sus salivas, produciendo hermosos y considerables retumbos de chupadas. No había días en que una dejara de pensar en la otra, aquel amor que afloraba con el tiempo, se había convertido en una especie de droga. Pero la felicidad que impregnaban en sus besos, manoseando sus sexos, chupando los pezones y articulando palabras de amor, nunca duraría, mucho menos en este mundo. Habiendo pasado los días, el timbre en la casa de Ashley sonaba, quien fue a atender. Era Sienna, como siempre, quien al verla, se abalanzó chillando, abrazándola y besándola dulcemente en los labios. Los ojos enormes de Ashley, asustados, apartándola bruscamente, hicieron a la blonda preguntar; -Y eso porque?... Ashley no pronunció palabras, solo esquinaba sus ojos hacia la sala. Sienna entró, observando al padre, parado y con los brazos cruzados, mirándolas con los ojos semiabiertos. El color rojo en la cara de Sienna fue notable, más el silencio que reinaba en la casa era mucho peor. Ashley la tomó de los brazos y rumbearon afuera, preocupándose si en algún momento el padre ya
estuviese sospechando. Pasaban los días, y las sonrisas y bromas del padre se habían convertido en risas forzadas y miradas raras. La incomodidad era tremenda, más Ashley la tranquilizaba que aquello poco importaba, que ya era hora de pensar en la primera noche en que saldrían, y que incluso su padre se había ofrecido en llevarlas y traerlas, por lo que no pensara mal del hombre. Los días en el colegio pasaban rápidos, sentadas siempre juntas, apartadas del resto de sus compañeros. Nunca se las veía separadas, y más de una compañera habrá sospechado puesto que en los recesos no salían del baño. Nadie sabía que salían sonrientes por estar siempre intercambiando sus ropas interiores, mojadas de tantos toqueteos y caricias. Poco les importaba, se tenían a ellas, para sentir placer, llegar a los orgasmos más increíbles, para gozar como nunca podrían haberlo imaginado. Había llegado la ansiada noche, Ashley se vistió de una pequeña falda negra, un top rojo, semejando con sus cabellos, calzándose unos tacos negros. Maquillándose tan delicadamente posible fuera, resaltando sus ojos y pómulos. Los labios parecían adquirir más carnosidad ante el labial rojo. Subió al auto de su padre, quien se dirigió a la casa de Sienna. Allí la pelirroja la vio salir de la puerta del hogar, Sienna traía un corto vestido negro que intentaba dar la impresión de tener un gran escote. Sus torneados muslos regalaban mucho a la vista, brillando a la luz de la luna. Su maquillaje contrastaba con su rubia cabellera, venía sonriente. Se dirigía contoneando sus caderas al auto, saludando al padre, subiendo para ir al lugar. -Miren preciosas –habló el señor mientras conducía- tienen mi número por cualquier cosa, si no pasa nada, las buscaré a eso de las 2 de la madrugada... -Que!?-gritó Ashley- papá, es muy temprano! -No lo es-sonrió- para ser la primera fiesta a la que van... no lo es. No quedaron encantadas con la idea, pero tal vez tenía razón.
Bajaron frente al pub bailable, despidiéndose del señor, decidieron ir tomadas de las manos a formar la fila. Las miradas de los muchachos eran una constante, las palabrerías también. Bien supieron evitarlos hasta llegar por fin dentro. Era tremendamente caluroso, apenas se podía mover de entre el gentío que danzaba en el oscuro lugar, que de vez en cuando centelleaban las potentes luces. Ambas quedaron bailando juntas y con los cuerpos pegados, adhiriendo las manos en las nalgas, atrayéndose hacía sí, contoneándose al ritmo de la música, moviéndose para abajo, ciñendo sus caderas, subiendo nuevamente, sin siquiera dejarse de toqueteos intensos. Sus blancas ropas interiores brillaban a las luces de neón cuando se agachaban. En cuestión de segundos sus encajes ya se sentían en extremo humedecidos, estaban ambas excitadas, con la calentura y el alcohol corriendo sus venas. Se dejaron de bailes, poco tiempo les había dado el padre, por lo que sin más, se dirigieron a uno de los sofás apartados en las esquinas. Allí era más oscuro que el resto del lugar, apenas pudieron ubicarse de entre tanta gente sentada en los asientos allí, sembrando orgías de varias mujeres a un lado, y tres hombres y una joven al otro. Rodeadas de tantas muestras de placer y sexo, volvieron a los manoseos, caricias, arrancándose ambas la ropa interior, amasándolas dulcemente con sus delicadas manos al tiempo en que sus bocas no dejaban de darse muestras de constantes afectos. Las horas pasaron, ellas sin darse cuenta, de a poco el lugar se vaciaba, y las luces volvían, anunciando que la fiesta estaba terminando. Ashley miró su reloj; -Son las 3! Sienna apenas podía levantar cabeza del alcohol; -Mmmm.... mejor nos vamos.... -Pero mi pap.... Sienna selló su boca con unos dedos;
-No pasa nada, no quiero que me vea tan borracha... hip.. Ashley, cambió su rostro de preocupación a uno de sonrisas, le resultaba bastante gracioso verla así a su amiga. Se levantaron del sofá, despidiéndose entre risas de las tantas mujeres que allí continuaban con sus orgías. Salieron apenas afuera, sintiendo una fuerte lluvia cayendo, Sienna la acorraló en la acera, rodeándola de abrazos y besuqueos; -Te amo... –decía apenas con la lluvia bañándolas. Ashley le devolvía con otros intensos manoseos en sus senos; -Yo también... –respondió excitada- nunca me apartaré de ti! – expresaba mientras adentraba su lengua entre los labios de ella. El sonido fuerte de una bocina las sacó del hermoso momento. Un auto, el del padre de Ashley, estaba en medio del camino. Obviamente se habían tardado más de lo normal, por lo que el padre de ésta ya salió a buscarlas. Ambas quedaron boquiabiertas, mojadas por la lluvia y abrazadas. Bajó el padre, con el rostro de enojo tremendo, agarrando de bruces a su hija por el brazo, arrojando improperios a su amiga, quien aún no salía del trance de haber sido descubiertas. La llevó al auto, mientras la pobre lloraba y pataleaba impotentemente. El hombre aseguró el auto a fin de no dejarla salir, dirigiéndose a Sienna; -Conque eran más que amigas... me debí suponer que eras una puta lesbiana! La tomó por el brazo, blandeándola tal muñeca de trapo; -Pero es la última vez que la verás... La soltó, dejándola caer de rodillas, siempre sorprendida, observando impotente el auto alejarse. Sienna empezaba a asimilar, y no tardó en llorar, sumida bajo la tormenta, abrazándose a sí misma, sus cabellos desbaratados por las aguas. Sabía que nunca más la volvería a ver. Tal vez se mudarían a donde una vez el padre dijo irían. Cogió un taxi para poder volver. Los días pasaban y no la encontraba
ni en el colegio, ni en el ya vacío hogar de ella, en el que siempre venían camiones de mudanzas. Aquel mismo día en que pareciera haber perdido la esperanza, otra lluvia de aquellas se avecinaba. Recordándole sus primeros y últimos besos bajos las precipitaciones. Y mientras sollozaba desconsolada, mirando la lluvia en la ventana de su cuarto, se aseguró que nunca la olvidaría, que la buscaría hasta los confines de este impiadoso mundo, para rodearla de besos, caricias y palabras que ningún hombre podría ofrecer. Una desdicha, de un amor tan incomprendido, rechazado por una ignorante sociedad, de una pasión objetada, tan enorme como hermosa, tan especial. Ella sabía que no era un simple enamoramiento, era mucho más que amor de jovencitas, mucho más. Sólo un amor tan verdadero podría triunfar en semejantes adversidades, y por ende, sólo el tiempo y la esperanza lo dirán... y bien somos los últimos en perder la esperanza...
La cena Carla
- Pero bomboncito, ¿porque no te quedas en mi casa esta noche? Él me miraba desde la cama, desnudo, tapado tan sólo por la sábana, tras una tarde de sexo en su apartamento, mientras yo terminaba de arreglarme. - Sabes que ya he quedado, y no puedo decir que no. Mi prima está un poco depre, y sabes que no voy a dejar que pase la noche entera así. – decía mientras me pintaba - Lo sé, cielo, pero la verdad… me apetecía que nos quedásemos juntos y pasárnoslo bien…- dijo mientras se acomodaba y ponía su "carita de pena" - Anda… quédate Me subí a la cama gateando hacia él y puse mi cara frente a la de él dándole un besito muy dulce. - Sabes que volveré pronto para dormir contigo. Y cuando lo haga, vas a tener que estar bien descansado, porque te voy a exigir… mucho. Procuré poner mi cara más pícara mientras me apartaba de él y me libraba de sus manos. Cuando me puse en pie de nuevo y me dirigí al armario para escoger ropa, y tras unos minutos, ya tenía exactamente lo que buscaba. - ¿Esa falda?- me espetó él- ¿no es un poco… corta? - ¡Venga, hombre! ¡A ver si me vas a salir puritano ahora! ¡Si es la misma que llevaba ayer cuando fuimos a cenar! – ciertamente no tenía mucho donde elegir, ya que no me había llevado a su casa mucha variedad, y la que tenía era de salir por la noche. Me miró con cara de circunstancia. - Sí, claro, pero no es lo mismo que vayas tú sola a que vayas conmigo. Además, con esa camiseta - Es un top
- Sí, vale, un top, lo que sea. ¡Es que se te ve el sujetador con él! - No empecemos con desconfianzas y los celos- Le recriminé- que yo no te pongo pegas cuando te vas con tus amigotes de copas, sabiendo lo que le gusta a tus amigos buitrear a todo lo que tenga tetas.aunque llevábamos muy poco de relación, nos habíamos tomado las cosas muy en serio, o demasiado rápidas. Algo enfadada, me dirigí al baño para maquillarme un poco y terminar de vestirme. Cuando finalizé, me puse los tacones, recogí mi chaqueta, y tras coger el bolso, me dirigí hacia la puerta para irme. Mi novio, si es que nuestra relación se podía llamar así, había salido de la cama y me esperaba desnudo junto a la puerta con una expresión arrepentida en su rostro… - Venga… lo siento… no te vayas enfadada La verdad, por un lado, en ese mismo momento le habría mandado a paseo por ese comentario tan machista que me había hecho solo tres minutos antes - Vale, olvidado- le dije mientras le daba un beso de despedida- No te acuestes muy tarde viendo películas… - Te lo prometo. Y dale un beso a tus amigas de mi parte. -Lo haré- dije mientras cerraba la puerta de su casa. Ya en el ascensor, camino de mi coche, cogí mi móvil y llamé a mi prima: - Hola, guapísima, ¿qué tal?... Sí, se lo ha tragado. Ya sabes, si te pregunta, tu casa y después al Centro a dar una vuelta… sí, no te preocupes, lo pasaré bien. Cuando colgué ya estaba junto a mi coche, y durante un segundo me pregunté si estaba segura de lo que iba a hacer. Tras meditarlo otro segundo me contesté que sí, no tenía nada que perder a estas alturas. Pedro
Aquella mañana me había despertado temprano para dejarlo todo listo. Pasé la mañana casi entera limpiando bien mi minúsculo apartamento para la posible ocasión. Me repetía a mí mismo que no podía pasar nada, pero… en el fondo, no me lo creía creer... Hacía ya más de un año que conocía a "la diosa" Carla, como la llamábamos mi grupo de amigos y yo al hacer referencia a ella, pero nuestra relación simplemente se había basado en largas horas de conversación a través de Internet sin llegar nunca a vernos en persona, ya que ella en principio y como respuesta a mis insistencias para quedar, prefería seguir así, seguramente por una dosis saludable de desconfianza y desconocimiento. Ya ni recuerdo de cómo nos agregamos, pero eso era lo de menos. Nuestra pequeña amistad en principio solo se basaba en eso, pero hacía un par de meses que la cosa había empezado a cambiar. Ella comenzó a confiarme secretillos de "juergas" y "salidas nocturnas" que nadie, ni sus amigas, conocían, dejándome ver su carácter abierto y conocer sus facetas íntimas, lo que me habría provocado más de una erección espontánea, y por supuesto, lo selectiva y exigente que era en esos aspectos. Y yo, por mi parte, comencé a coquetear con ella al principio de manera inocente, y un poco más tarde y al ver qué pasaba de mí, de manera más directa. Es difícil no intentar algo con un cañón como éste, más cuando la estás viendo en sus fotos y te está contando las maravillas que te está contando. En las últimas semanas había empezado a fantasear con nuestro posible primer encuentro (que dijo que seguramente no ocurriría) y me daba cosquilla estomacales el mero hecho de pensarlo. Aunque por arte divino, la cosa cambió en una conversación que tuvimos una noche por MSN. Supuestamente la cosa quedaría en el ciberespacio, pero decidí que fuera como fuese, ya era hora de conocernos por fin en persona. "Un café para conocernos", le propuse una noche que llegó de juerga y se conectó, aunque viendo lo receptiva que se encontraba últimamente, me lancé un poco más y le comenté sobre alguna ligera cena en algún
lado concurrido, algo que aceptó poniendo algunas limitaciones y excusas que no supe muy bien que querían decir. Pero era lo de menos, tenía mi cita. Al llegar la tarde me puse a preparar los entrantes, y llegadas ya las ocho, me dispuse a arreglarme, ya que en solo dos horas habíamos quedado en un centro comercial cercano. Eran ya las nueve de la noche cuando acabé de vestirme, así que dedique el resto del tiempo a escoger de entre mi colección de música la selección apropiada para la noche, que, a pesar de mi negativa consciente, esperaba que fuese tan buena como en las últimas fantasías que había tenido sobre nuestro posible encuentro. Así pasé la última media hora en casa, antes de ir a recoger al angelito rubio que me iba a acompañar aquella noche.
Carla
Ya había aparcado el coche en el parking del centro comercial cuando miré la hora en mi móvil. Quedaban dos minutos para las diez, y podía empezar a sentir ciertos nervios en mi estómago. ¿Estaba cometiendo una locura al quedar con un extraño de internet? No creo, me auto convencía, después de todo, ya llevaba chateando con Pedro más de un año, y solo íbamos a ir a cenar para conocernos en persona. Tal vez el hecho de no haber quedado con nadie de internet ni cosas por el estilo me creara más nervios. Me disponía a salir del coche justo cuando mi móvil comenzó a sonar. Mi prima… - Hola, ¿qué pasa Laura? - Nada, que tenía curiosidad. ¿Ha llegado ya tu amigo?- Dijo en un tono bastante curioso.
- No lo sé. Acabo de llegar al parking y todavía no es la hora. - Me apuesto lo que quieras a que ya está allí esperándote. Pero, sabes como es, ¿no? - Sí, ya te dije que le he visto en fotos en varias ocasiones. - ¿Está bueno o no? Dime la verdad. - No seas mala. Solo hemos quedado para cenar y conocernos personalmente. ¿Que más dará? - Sí, claro, pero ¿lo está? - Bueno, es mono y tiene buen cuerpo, eso sí que te lo puedo decir, pero que te repito que esto no es para nada una cita de las que te piensas. Una cosa es mentirle a Pablo para irme a cenar con un amigo al que tenía curiosidad por conocer y otra es … - Jajajajaja… ¡eso mejor me lo cuentas mañana!, que te conozco prima! - No seas pesada. Mañana te contaré que fuimos a cenar, charlamos un rato, nos tomamos un par de copas si es que surge, y me volví a casa a relajarme con Pablito. Ya verás. - Bueno, ya veremos, pero tú no eres de las que queda por gusto... Te dejo, no vaya a ser que llegues muy tarde. Un besito - Otro para ti. ¡Y no pienses cosas raras! Colgué el teléfono, y de paso, miré que hora era: ya pasaban un par de minutos de las diez, así que decidí darme un poco de prisa. Subí por la salida del parking y me encaminé hacia la taquilla del cine, donde habíamos quedado. Ya a lo lejos le pude distinguí. Le reconocía por las fotos que había visto últimamente, pero claro, sin el uniforme. Era un tío bastante alto, grandote, con buenos hombros. No estaba muy segura de cuanto debía pesar, aunque seguro que pasaba de los noventa kilos, o tal vez más. Con su envergadura de hombros, podría ser bastante más, aunque no estaba muy segura. Sabía que tenía 33 años, pero por su perilla y su porte parecía algo mayor. Vestía unos chinos grises, con una camisa negra. Llevaba colgada del brazo una chaqueta marrón de lana y miraba a su alrededor, supongo que buscándome, sin parecer al menos impaciente. Iba con el pelo bien cortado, cosa normal teniendo en
cuenta que era militar. Estaba de pié junto a las taquillas, donde habíamos quedado, y, por lo que me di cuenta, aun no había reparado en mi presencia. Ya un poco más cerca, me vio. Me di cuenta de que tenía los ojos azules, y sí, como me había dicho en más de una ocasión, se le notaba algo la barriguita cervecera, aunque parece que había exagerado un poco. Sonrió un poco, de una manera agradable, y comenzó a andar a mi encuentro.
Pedro Había llegado justo a la hora, por lo menos, en lo que a mi reloj se refería. Me quedé en pié junto a las taquillas en el lugar más visible que encontré junto a una barandilla, teniendo en cuenta que sabía que ella llevaría su coche y que vendría por el parking. La verdad, me encontraba algo nervioso, y me empecé a pensar que era posible que no apareciese por cualquier problema. Ya me había contado que su último novio era un tipo bastante celoso y algo posesivo, así que cabía la posibilidad que no viniese, aunque no me había mandado ningún mensaje al móvil, lo cual era esperanzador. Estaba distraído pensando en todo esto y en la suerte que había tenido, cuando de pronto, vi como aparecía ante mis ojos. No pude por menos que sonreír y dirigirme hacia ella. Era, al menos, tan hermosa y linda como en las fotos que ponía en su Messenger. Veintidós años de poderío. Diría que 1´65, tal vez algo menos, aunque lo disimulaba bien con sus tacones. Tenía una hermosa cabellera rubia y unos preciosos ojos azules que irradiaban dulzura y brillaban en una carita, a la cual, si le hubiese tenido que poner una etiqueta, sin dudarlo, le habría escrito "Cómeme". Y menudos andares tenía… Vestía a la vez provocativa y con clase. Unos zapatos de tacón blancos haciendo juego con una minifalda, realmente mini, y una torera,
cerrada casi completa, blanca que dejaba ver unos pechos que ya sabía por fotos impresionantes para su edad, oculto, aunque no demasiado, por un top de color azul oscuro. Cuando caminaba hacia mí, no pude evitar fijarme en la cadencia de sus pasos, casi felina y ante todo, muy sensual. Podía notar como todos los chicos que se cruzaban a su paso dirigían miradas hacia su esplendoroso y armónico cuerpecito, y podía adivinar lo que pensaban, ya que, en el fondo, yo pensaba lo mismo que ellos. A cada paso que daba hacia mí, observaba el movimiento de sus caderas, y no podía evitar fijarme en las interminables piernas que lucía, y, sumándolo todo, imaginaba el aspecto que debía tener su cuerpo bajo esa ropa en directo y en persona, y no en bikini por fotos del Messenger que tantas alegrías me había dado. Al acercarme a ella no pude evitar ver sobresaliendo en su escote, el encaje blanco de su sujetador, cosa, que, de manera inevitable, me hizo hervir un poco la sangre, aunque tampoco pude evitar fijarme en la amplia y blanca sonrisa de dientes perfectos que asomaba en esos labios que parecían hechos expresamente para ser besados. - Hola- le dije - Estás guapísima Carla. Me incline para darle dos besos. Ella, un poco sonrojada, me contestó mientras respondía a mis besos - Gracias. Tú también vienes muy bien chiquillo jejeje Tras un primer segundo incómodo en que nos miramos sin saber bien que decir, me preguntó algo cortada - Bueno, y… ¿Dónde has pensado que vayamos? – me dijo dulcemente - La verdad, no se bien que decirte. Tengo algo de cena en casa, si te apetece. Si no… podemos ir a donde quieras, tomar algo, y ya veremos. Si quieres, mientras te lo piensas mientras tomamos algo por aquí. – tenía que conseguir que accediera a ir a mi pequeño apartamento si quería intimidad. - ¿En tu casa? Bueno…- dijo muy dubitativa. - Pensé en que así podríamos evitar que algún amigo de tu novio nos viese, y así evitarte problemas, pero si vas a estar más cómoda en otra
parte, no hay problema. – le dije como si le hiciera un favor, sin olvidar el trasfondo de mi proposición. Ella pareció tomarse su tiempo para pensárselo, y, tras unos segundos, su sonrisa volvió a iluminar su cara - Pensémoslo un poco con una copa en la mano – me dijo para romper el hielo
Carla
Habían pasado ya unos treinta minutos desde nuestro encuentro. Pedro me había llevado a una terraza en el propio centro y pedimos un par de tintos mientras charlábamos tranquilamente como si nos viésemos cada semana. En sus ojos se reflejaba tranquilidad, aunque había en ellos un brillo extraño que me turbaba, aunque no me incomodaba en absoluto. Al menos hasta que empezara a soltar indirectas como había hecho alguna vez por internet… Todo iba más o menos de una manera cómoda, cuando surgió un tema… - ¿Cómo va todo con tu novio? - Me preguntó Pedro Bajé levemente la cabeza un poco avergonzada, pensando en que le había mentido aquella noche para quedar con otra persona que encima ni conocía. - Va bien, ya sabes. Nos va - acabé respondiendo - Me alegro. La verdad, es algo que me ha sorprendido. - ¿Por qué lo dices? - dije con algo de curiosidad - Bueno… recuerdo que siempre me decías que eso de echarte novio… no iba contigo, de momento, al menos. Además, teniendo en cuenta lo que te gustan tus "aventurillas"… - haciendo seguramente alusión a mi más que variada y prolífica vida sexual Me sonrojé al recordar el como le había contado aquellas historias de
mis ligues de fin de semana. La verdad, era algo distinto contar algo de eso a una persona cuya cara no veías que él tener a esa persona de frente mirándote a los ojos. - Supongo que es algo natural. Alguna vez tenía que durar con alguien más de un finde, ¿no? – le dije sonriendo - No te digo que no, desde luego - me respondió - pero… teniendo en cuenta todo lo que me has contado en este tiempo… me extraña que renuncies a todo durante un tiempo, más que nada… - Bueno, verás, en realidad, la palabra "novio" no acaba de encajar con él… ¿Cómo podría…? Verás, es como… uno de mis rolletes – dije gesticulando- , pero la cosa se ha alargado más de lo habitual. Nos conocemos de bastante tiempo y… no sé… - Amigos de la infancia, ¿o del instituto tal vez? Sus ojos me estudiaban. Notaba como se clavaban en los míos analizando cada palabra que pronunciaba, aunque no dejaba de sonreír, cosa que hacía que me pusiese menos nerviosa. - Bueno… verás… trabaja en una discoteca a la que suelo ir bastante donde tengo mi apartamento. Una mañana, cuando cerraron nos pusimos a charlar tras una noche de miraditas y sonrisitas, y bueno… ya sabes… Desde luego decirle a él esas cosas mirándole a la cara con esos ojos que parecían estar leyéndome la mente no era lo mismo que por el Messenger. - Sí, tranquila, imagino como acabó todo. Aún así, la verdad es que te está durando mucho. Algo tendrá, ¿no? - Sí, claro… Es muy atento conmigo, es dulce, es guapo, es morboso…la verdad… - ¿Pero? Parecía leerme la mente. Sus ojos seguían sobré los míos y su sonrisa parecía revelar algo más. - Verás… Sí aun no me he lanzado es porqué es celosillo de más… esas cosas. A veces creo que… no sé… Se río levemente
- No te preocupes. Creo que entiendo lo que me dices. Por su mirada sabía que lo había captado perfectamente. Sonreí un poco nerviosa, y bebí de mi tinto. - No es lo mismo mirándote a la cara Ambos nos reímos de mi comentario y comencé a sentirme más relajada, y por que no admitirlo, un poco más curiosilla también. En un momento dado mientras conversábamos separé un poco la silla de la mesita para cruzar las piernas. Quería comprobar si las sospechas que tenía eran ciertas sobre una cosa... Y… lo eran. Le pillé mirando de un vistazo rápido. La expresión de sus ojos no había cambiado, así como su sonrisa. Eso me hizo sentir a la vez un poco violenta y halagada. - Perdona, vuelvo enseguida - Dije mientras me levantaba de la silla Me encaminé hacia el baño, y de paso, por el camino, le observé a través de un espejo que había en un escaparate y vi como no me quitaba ojo de encima. Así pues, continué caminando mientras pensaba "veamos quien se pone nervioso ahora". Cuando volví, había una nueva ronda en la mesa y él seguía allí, casi en la misma postura mirándome de la misma manera. Cuando me senté, pude observar un montón de pequeñas cicatrices en su brazo derecho, algunas de ellas recientes. - ¿Cómo te has hecho eso? - ¿Esto? - respondió - Verás, mi gata cree que le pongo poco de comer, así que intenta añadir carne a su dieta. Reímos de nuevo. - Al menos - añadió - solo me muerde el brazo derecho. ¡Imagina que manera de despertar si le diese por morderme en otro sitio! - Bueno, podrías aprovechar y hacerte un par de piercings!! Esta vez fue mi broma la que hizo que riésemos. Me senté de nuevo cruzando las piernas, en una pose que yo consideraba natural, aunque mirándolo desde un punto de vista masculino, estaba casi segura de que él se fijaría en mis piernas.
- Y, ¿Qué tal van las oposiciones? - No van mal - dijo acomodándose en su asiento - Hay días en que se me hacen más pesadas, pero más o menos vamos tirando. Lo que peor llevo y mejor me viene, es la preparación física, ya me conoces… - Si, si no es en una cama, no te mueves apenas - comencé a reír - Y eso que se lo digo al instructor, pero mira que no me hace caso. Ponme una cama y a alguna de las compañeras, ¡que ya veras como sudo! Parecía que los dos habíamos conectado a base de chistes mutuos, ya que seguimos así durante unos minutos haciendo bromas. Cuando las risas comenzaron a bajar de tono, me acomodé de nuevo en mi asiento, y, de manera deliberada, dejé que mi falda se subiese un poco más de la cuenta, solo con la intención de ver como reaccionaba él. Noté como sus ojos se desviaban a ratos hacia el borde de mi falda, pero procuraba disimularlo un poco. - ¿Has pensado que especialidad vas a coger dentro? - Había pensado en tráfico… Que me paguen por estar todo el día sobre una moto… no me desagrada Hablaba algo más despacio. Podía notar que estaba un poco desconcentrado, y la verdad es que me gustaba. - Seguro que te pasas el día parando a chicas inocentes para sacarles los teléfonos - Dije en tono de broma - Claro que sí - rió el también - Por cierto, ¿cuál era la matrícula de tu coche? De nuevo reímos con la conversación, aunque él cambió de tema. - ¿Y tú? ¿Cómo llevas la carrera? Tu padre debe estar deseando tenerte en la empresa, a ver si así te controla un poco más - Su sonrisa no mostraba malicia alguna en la frase. - No seas malo… No va mal. Ya solo me queda 1 año y se acabó. - Así que mientras, ¡de fiesta en fiesta! Claro, que te tocará estudiar de rato en rato. Tienes que aprobar los exámenes - Claro… Si no, no hay Ibiza, Londres, ni esas cositas…
Él comenzó a reír con mi comentario. Se me ocurrió entonces una idea que podría ser divertida. Tenía ganas de verle sufrir un rato, ya que por internet se me mostraba imperturbable, pero no había hecho grandes avances. Me fijé en el paquete de Lucky que tenía sobre la mesa, con su Zippo sobre él. Me incliné hacia delante para cogerlos dejando a su vista mi escote - ¿Te importa que te coja uno? - Le dije mirándole a los ojos Apartó sus ojos de mis tetas en el último segundo y recobró de nuevo esa sonrisa que hacía un rato me estaba poniendo casi de los nervios - Por favor, tú misma No solo no había conseguido lo que pretendía, sino que la verdad, me volví a sentir un poco intimidada de nuevo. Me llevé el cigarrillo a la boca y lo encendí. Fue cuando noté el leve sabor de la gasolina con la primera calada cuando me di cuenta de algo: "Vaya… esto no es lo normal". No suelo fumar, excepto cuando el tabaco va "cargado" con algo más, o en las ocasiones en que me siento nerviosa. - Empiezo a tener hambre. ¿Qué has preparado? – como haciéndole ver que no me parecía tan mala la idea la de ir a su casa. - Tengo pasta a la carbonara y algo de vino para regarlo. Si te parece un buen menú, está listo… Al final después de picarlo un poco le dije que sí, así que pagamos y nos encaminamos hacia su casa. Tardamos un rato en aparcar, ya que, a pesar de estar cerca de su piso, la zona no era la más indicada para buscar aparcamiento, y, tras buscar algunos minutos, pudimos encontrar sitio. Ya de camino hacia la casa se situó a mi izquierda y, de manera casi disimulada, aunque no demasiado, la verdad, puso su mano en mi cadera, pero sin atraerla hacia mí, sino más bien, a modo de guía. - ¿Sabes? La idea de venir a tu casa no era lo primero que se me había ocurrido…- dije - Recuerda lo que te dije antes. Así seguro que ningún amigo de tu chico nos ve, y te ahorramos problemas - Me guiñó el ojo de manera
cómplice - Bueno, la verdad es que pensé que ibas a buscar algún sitio discreto - Más discreto que aquí, imposible. Además, no te voy a comer… - Dijo con una sonrisa. - Seguro que serás todo un caballero - Respondí, pensando tal vez en no darle una imagen demasiado lanzada Llegamos al portal, y abrió la puerta - Las damas primero - dijo haciendo una reverencia - ¿Ves? Todo un caballero. Tal y como te dije
Pedro
La verdad, pensé, ser un caballero tiene sus ventajas. Y era completamente cierto, ya que cuando Carla comenzó a subir las escaleras delante de mí me di el gran gustazo de contemplar su maravilloso trasero contoneándose delante de mí, prácticamente a la altura de mis ojos. Agradecí que mi bloque no tuviera ascensor de una manera que jamás había imaginado. Era prieto y tentador. A cada escalón que subía podía ver como se movía haciéndome desear morderlo como si se tratase de una manzana. Deseaba que su minifalda subiese tan solo un poquito más, para dejarme ver el tesoro que había bajo ella. Llevaba ya media noche midiéndola con la vista, a falta de poder comprobar con mis manos directamente sus hechuras. Teniendo en cuenta su estatura y su complexión, no debía pesar más de 52 o 53kilos. Y vaya kilos más bien distribuidos… No estaba demasiado seguro, ya que tenía un cuerpo delgado. Sus pechos eran grandes y firmes. Tal vez una 95 o una 100, que ya había tenido el gusto de observar en alguna que otra foto cargada de sensualidad que había
puesto en su ventanita del maravilloso MSN para ronearse con cualquiera saber quién. Su cuerpo se estrechaba en una cintura de avispa, de, seguramente de menos de 60, y precedían a un maravilloso trasero que debía ser de más o menos una talla 90, el cual, en este preciso instante me estaba volviendo loco… Cuando íbamos por el tercer piso, su reacción fue la normal para toda aquella persona que había subido esas escaleras conmigo: Se paró y se inclinó un poco para tomar aire. - Buff… déjame descansar un poco… Descansar… Si en ese momento pensaba en algo no era precisamente en descansar, sino más bien en pegarme a su precioso culito, levantar su mini-falda hasta su cintura y hacérselo en el mismo rellano. - Tranquila - le dije - A mí a veces también me hace falta un respiro cuando subo. En ese preciso instante, cuando más ensimismado estaba con mis pensamientos, la puerta del tercero se abrió, y mis vecinos salieron de ella, no sé si pillándome con el enorme deseo que se reflejaba en mi cara. - Eh… buenas noches - Conseguí decir algo torpemente. Félix, un chico alto, delgado, rubio y de ojos oscuros fue el que respondió primero. - Hola, vecino, ¿Qué tal? - Pues nada, de cena con una amiga. Por cierto, Carla, mis vecinos Félix y Antonio - Dije indicando con los brazos hacia mis vecinos. - Encantada - Respondió Clara en un tono gentil. - Igualmente - Esta vez fue Antonio el que habló, que era un chico mas o menos de la misma estatura que Félix, delgado también, moreno, y con una cara de lo más amigable. - Bueno, ¿y vosotros? - Intervine en aquel momento Fue Antonio el que respondió - Nos vamos de cena a casa de unos amigos
- OK - respondí - Pasadlo bien, y a ver cuando subís a tomaros una cervecilla. - A ver si de una vez- respondió Félix. Venga, nos vemos. Carla había permanecido en silencio, un poco cortada por lo que pude observar, reacción que consideré normal, desde luego. Cedimos el paso a los vecinos para que bajasen la escalera, tras lo cual, me situé a su lado, y, cediéndole el paso nuevamente, le dije: - ¿Preparada para seguir? - Guiñé un ojo, y ella, con una preciosa sonrisa continuó subiendo por las escaleras, ofreciéndome nuevamente sin saberlo, la maravillosa vista que me tenía embelesado Carla
Unos segundos después, estábamos frente a su puerta, flanqueada a ambos lados por otras dos puertas metálicas, distintas a la suya que era de madera. - ¿Qué hay en esas puertas? - Pregunté con curiosidad - Esta - dijo señalando la de la derecha - es la de una habitación que tiene hecha la vecina del segundo, no sé bien para qué. Esta otra señalando a su izquierda - es la que da a parar en una azotea común. No la usa nadie, así que la tengo a mi disposición. Sacó sus llaves y se dirigió a la que, naturalmente, debía ser la de su piso. Nada más abrir la puerta, vi un gato gris y blanco salir de ella - Perdona, te presento a la señorita que me está machacando el brazo a mordiscos. Esta es Friki, mi compañera de piso. La cogió en brazos y me la puso frente a mí para que la acariciase - Pasa, por favor - me dijo indicándome de manera galante con su brazo El piso en cuestión, la buhardilla más correctamente, era pequeño, pero cálido. Tenía el suelo de madera, de un tono cerezo, y estaba bien
iluminado. A la izquierda se veía una pequeña cocina en naranja con la encimera de color negro, bien organizada y limpia, con un frigorífico pequeño, como los de los hoteles. La cocina parecía estar aislada del resto de la casa solo por el alicatado de esta, que era de losas rectangulares blancas y rojas, y la solería, a juego con el rojo de la pared. En el extremo del piso, más allá de la cocina, se veía una puerta abierta desde la que se veía un baño alicatado en azul y malva, con una encimera de mármol rematando un mueble de obra. Junto a la puerta del baño había un hueco irregular en el cual se encontraba un carrito de televisión de metacrilato, de gran tamaño, que tenía un televisor de unas treinta pulgadas que tenía sobre él una foto y dos figuras, una de ellas un dragón verde. En la parte inferior del carrito había un DVD apagado con dos altavoces de ordenador, y sobre el DVD, lo que parecía un ordenador portátil cerrado. En el trozo de pared que había entre el televisor había un mueble también en tonos cerezo donde tras una puerta de cristal espejado podía ver un montón de dvds., aparentemente originales. Frente a mí había una serie de cajoneras que ocupaban todo el largo del piso, un sofá más bien pequeño con una sábana cubriéndolo y frente a él, había un baúl de madera a modo de mesa en el que había dos pequeños candelabros con velas azules, en aquel momento apagadas. También había un mando a distancia de color gris, seguramente el del televisor, ya que tenía el mismo tono, y un cenicero de cerámica. Al entrar miré a mi derecha y vi lo que podría decirse que era el dormitorio. El ancho de lo que era el piso era completamente un armario del mismo tono que las cajoneras de en frente, que seguían el corte del techo. A mi lado, una mesita hacía las funciones de mesita de noche, en la que había una lamparita, un despertador, y algunos libros. También estaba la cama, que tan solo era un colchón en el suelo, hecha, eso sí. Sabía por lo que Pedro ya me había contado que el somier se había roto tras una "visita" de una amiga suya unos meses
antes, y que, teniendo en cuenta su actual sueldo, aun no había podido cambiar. La pared a la que estaba pegada la cama era de color azul, con cubos de cristal en el centro, y había en ella colgados a diferente nivel dos diplomas enmarcados. Justo al frente de la cama había un galán de noche también en metacrilato donde estaba colgado su uniforme del ejército del aire completo, con una boina negra colgada en la punta de este. El resto de las paredes de la casa, más bien, lo poco de pared que se veía estaban pintadas en amarillo, aunque con un tono que no era fuerte. Podría decirse que no era lo que se esperaba de un militar soltero. Era un ambiente muy cálido. Pasé, y me dispuse a quitarme la torerita, a lo cual el se situó detrás de mi para ayudarme - Permíteme Comenzó a ayudarme. Gracias a su altura y el ángulo en el que estaba, seguramente podía ver mi escote, pero no creí en aquel momento que lo hiciera. Al menos, hasta que vi mi reflejo en el armarito de los dvds y vi como su mirada estaba inclinada hacia abajo. Cuando acabó, me adelanté un paso hacia el sofá y él puso mi chaqueta junto a la suya en el cabecero de este. - Me gusta como la estás decorando – dije mirando el ambiente - Gracias - respondió - No sé si te dije que he trabajado unos años en muebles, y claro, más o menos he aprendido algo de decoración. Además… me dejo asesorar. Por favor, siéntate. Me senté en el centro del sofá mientras él soltaba su chaqueta y se dirigía hacia la cocina. - La cena estará en un par de minutos - me dijo - ¿Quieres tomar algo mientras? - No, no te molestes - Le contesté mientras seguía curioseando - ¿Molestarme? ¡Para nada! Espera… - Se acercó a la puertecita que había junto a mí, justo al lado del sofá - Hazme un favor, coge del mueble que hay sobre el fregadero un par de vasos de chupito.
- De acuerdo - Dije mientras me ponía en pié y me dirigía a ese mueble. Abrí ambas puertas, y en la parte superior del mueble, aunque colocados de una manera un tanto extraña, como si ese no fuese su lugar habitual, había unos vaso de chupito junto a un gran vaso que parecía de cerveza. - ¿Estos? – Dije girando mi cuello hacia donde se encontraba, cuando me lo encontré agachado en la posición que tenía antes pero girado hacia mi dirección con una botella de Southern Confort en la mano. - Precisamente - Dijo bajando un poco la mirada, como si le hubiese pillado haciendo algo como… Caí un segundo después: Mi falda seguramente se había subido un poco. Tiré de ella hacia debajo de manera disimulada, ya que tampoco quería causarle alguna incomodidad y me acerqué a sentarme de nuevo junto a él. Sirvió dos chupitos - A tu salud - A la tuya - dije antes de ingerir el mío - Si no recuerdo mal, ¿te gustaba el ron cola? - Sí, así es- Contesté - Pues te sirvo uno mientras se calienta la cena. – me dijo sin que tuviera oportunidad de responder Se acercó a una puerta que había junto a mí y sacó de ella una botella de Barceló y una de cola, así como una de limón con la que él también se sirvió una copa que tomó con el bourbon que había sacado antes. Encendió su ordenador portátil para poner algo de música, tras lo cual comenzó a calentar la comida que se encontraba preparada en el microondas. - ¿Aquello es el baño? - Pregunté - Sí, pasa si quieres, por favor
Pedro
La velada iba bastante bien, mucho mejor de lo previsto. Tras la conversación en el bar en el que hubo situaciones realmente excitantes para mí, y que nunca hubiera esperado vivirlas, ella se decidió por ir a mi casa, cosa que sinceramente deseaba, pues a cada mirada que le lanzaba, mi deseo de tenerla entre mis brazos desnuda aumentaba desmesuradamente. Y era algo normal. Recordaba el momento en que ella, de manera distraída dejó a la vista sus pechos. "Maravillosos" pensaba. Me preguntaba como serían sus pezones, y, sinceramente, en lo que me gustaría probarlos y ver la cara de goce que pondría al recibir mis caricias. De hecho, cuando comenzamos a subir las escaleras de mi casa y comencé a disfrutar de la visión de su maravilloso trasero, comencé a notar una erección, que, gracias a Dios, pude disimular cuando busqué las llaves de mi bolsillo en el rellano de mi puerta. Aún así, tarde en quitarme ese esplendido culo de mi cabeza: A cada paso que daba, veía como ese precioso manjar moviéndose haciéndome desearlo cada vez más. Tampoco pude evitar pensar en el momento en que empecé a ayudarla a quitarse la chaqueta. Desde donde estaba, podía ver sus increíbles tetas, y el como temblaban como un par de hermosos flanes a cada leve tironcito que daba de la prenda para ayudar a quitar las mangas. Pero procuré concentrarme un poco, ya que aun me quedaba bastante trabajo por hacer si quería conseguir lo que tantas veces había imaginado. Había conseguido una cita con una autentica diosa de la noche a la que conocí por azar, y sobre todo de mis sueños y fantasías, y por fin, después de tanto imaginar, la tenía en mi propia casa. Tenía de antemano seleccionada la música. Había hecho una selección de temas de mi época y de ahora, aunque nada demasiado lento. No quería montar una escena de peli romántica. También había preparadas velas, y todo lo que creí necesario para hacer que ella se
sintiese cómoda. Cuando salió del baño yo ya lo tenía todo casi listo. La fuente de pasta a la carbonara (la autentica carbonara, como le decía yo) estaba servida, los platos en la mesa, y la luz era tenue, cosa que logré con dejar solo la lámpara de mi mesita de noche y la luz de ambas velas como iluminación, algo que parece que le agradó. Ya con la fuente en la mano, me giré hacia el sillón y me tomé un segundo para contemplar la maravillosa imagen: Ella estaba allí sentada, con su ron cola por la mitad en una mano mientras con la otra acariciaba de manera suave a mi gata, la cual ronroneaba por el placer de su tacto (cosa normal, por otro lado). Sus interminables piernas estaban cruzadas, y desde mi posición daban la impresión de ser suaves y sedosas. Seguí su recorrido desde sus pies hasta el borde de su faldita que tapaba poco más de lo justo su maravilloso cuerpo. Empezaba a entender porque de su éxito con toda clase de tíos. Tenía en su mirada un toque de inocencia y dulzura que contrastaba con su cuerpo de vampiresa que hacía hervir hasta lo más profundo de mi ser. - Bueno, esto está listo. Espero que te guste. ¿Vino? - No estarás intentando emborracharme par aprovecharte de mi… - me dijo moviendo el vaso que aún tenía en su mano El gesto de su mirada era tierno, y denotaba que sus palabras eran tan solo una broma. - Nada más lejos de mi intención. Si haces una tontería, prefiero que seas totalmente consciente de tus actos – Contesté riéndome levemente, pensando que en realidad, el fin justificaba los medios. - ¿Por qué no? - me dijo dedicándome una sonrisa fresca - ¿Rosado, tinto o blanco? La verdad es que a la pasta le va más un rosado, pero el tinto tampoco le va mal. – dije mientras le cogía el vaso de ron y lo llevaba a la cocina - Tinto mejor Saqué del platero dos copas y descorché la botella de Marqués de
Cáceres - La guardaba para una ocasión especial… como esta - le dije dedicándole la mejor de mis sonrisas Tras servir las copas, levanté la mía - Por nuestro primer encuentro - Y que no sea el último - añadió mi invitada educadamente. Brindamos y tomamos un trago. Observé el como sus labios se pegaban al borde de la copa y de una sensual bebió un sorbo. Tras apartar la copa de su boca, pasó la lengua por sus labios para saborear los restos del vino con un gesto que sabía era natural, pero que de manera inconsciente estaba cargado de sensualidad. Comenzamos a disfrutar de la cena acompañando la comida con algo de charla, y sobre todo, tratando de que no le faltara ni una sola gota de vino. - Por cierto - le dije - No me has contado nada de tu viaje a Japón, y es una tierra que me encanta. - ¿No lo hice? Vaya… Bueno, no se que contarte, pero sí podría decirte que es un país totalmente distinto al nuestro - Al final no pude encargarte lo que quería - Y… ¿Qué era? - Preguntó curiosa - A falta de pasta, quería haberte pedido que me pillases algunos mangas de los que se dejan los ejecutivos en los monorraíles cuando van al trabajo - ¿Te gusta el manga? No lo recordaba - Respondió - Si lo llego a saber, te hubiese traído un montón. ¡La gente se dejaba miles en el metro! - Sí, lo sé - Dije sonriendo - Bueno, no te preocupes. Si vas el próximo verano, acuérdate de mí. Aunque espero no tener que esperar tanto como ahora para verte en persona otra vez. Se rió de una manera candida y me dijo: - Prometido. La próxima vez te los traigo. Pero… ¿cuales quieres? - Te daré una pista: ¿Recuerdas mi nick del Messenger?
- Ruronin kenshi, claro… no había caído - Es mi favorito, aunque en realidad, no me importa cual sea. He leído unos pocos, y a su estilo, me gustan casi todos, al menos. - ¿Tienes muchos? - Preguntó - Realmente no. Pero me traen muy buenos recuerdos. Aunque esto me haga parecer más viejo… Fue en mi generación cuando el manga llegó de verdad al público, y tuve muchos de los primeros. No sé de hecho si conocerás alguno. - No sé. Dime algún nombre a ver si los conozco Rió levemente y miró hacia arriba, como si recordase tiempos lejanos. - Baoth, Xenom, la saga completa de Akira… no solo lo que se ve en la peli, sino la colección completa. También, uno de mis favoritos, "el puño de la estrella del norte", y claro… Bastard!... Pareció pensar un poco - aparte de Akira… no me sonaba ninguno - La verdad - me dijo - tienes razón: No conozco ninguno - ¡Dios! ¡Me estás haciendo sentir de lo más viejo! Ambos estallamos en una carcajada - No era lo que pretendía - Jejejeje… no te preocupes… A ver, este casi seguro que lo conoces: ¿Ramma1/2? - ¡Sí, ese sí que lo conozco! Es de lo más divertido… ¿Alguno más? Si hubiese podido verme la cara en aquel momento, me habría dado cuenta de cómo mi sonrisa tornaba a la "sonrisa malvada" que se me pone en la cara en las situaciones "comprometidas" como aquella. - He leído otras cosas, sí, por ejemplo, bastante Heintai… miss 130, cosas así… - ¿Heintai? Sí… sé lo que es… Pareció sonrojarse un poco, aunque no noté en su mirar que se avergonzase como ya la había visto antes de venir a casa. - Eres de los pocos que se acuerdan de esas cosas: Mis viajes, y tal… Mis amigos a veces olvidan donde he estado. - Bueno, suelo tener buena memoria para algunas cosas
- ¿Para cuales? - me interrogó - Jejeje… No quieras saberlo todo sobre mí Su curiosidad pareció crecer - Noooooo… ahora me lo tienes que decir - Su carita acababa de pasar a ser la de una niña traviesa. - Por ejemplo…¿Recuerdas cuando empecé a contarte como me gustaría que fuese nuestro primer encuentro y lo que me decías? Ella bajó la cabeza y sonrió algo sonrojada - Jejejeje… la verdad es que sí… - No me negarás que al menos, te resultó divertido - Sí que lo fue, desde luego - Seguía un poco sonrojada, pero había levantado la mirada y tenía sus ojos clavados en los míos - Y… ¿cómo te está resultando la realidad, no soy tan malo, verdad? - Por el momento… mucho mejor - respondí con una mirada cargada de intención mientras tomaba un nuevo trago de vino. Poco a poco el vino iba desapareciendo de nuestras copas y la comida de nuestros platos. Normalmente uno de los dos se encargaba de rellenar la copa del otro cuando eso sucedía, y cuando nuestros platos se hallaban ya vacíos, los retiré de la mesa para servir el postre: Saqué del frigorífico una tarta de queso y un bote de nata montada, cogí dos platos, sendas cucharillas de postre, y me dirigí de nuevo hacia la mesa. - Tú me dirás - dije indicando con el cuchillo que me indicase que porción quería que le sirviese - Con esto es suficiente - Me dijo señalando una porción que yo consideraba al menos, escasa - No, no… Nadie viene a comer a mi casa y me pide una ración tan pequeña de nada - le dije mientras cortaba un trozo que fuese al menos, más generoso que el anterior - ¡Pero Pedro, que no me lo voy a poder acabar! - Protestaba ella, mientras vi como tenía los ojos un poco rojo y su actitud era ahora distinta. Bendito vino.
- Pues no te lo acabes - respondí - Hay una cosa que no sabes de mí, y es que discutir conmigo a veces es como hablarle a una pared. A una pared sorda, además. Nos reímos de aquella exageración que acababa de soltar, y abriendo el bote de nata, serví una ración acorde a cada plato.
Carla
Disfruté bastante de la cena, ya que Pedro, debo reconocer, era un buen anfitrión. De hecho, para llevar viviendo solo menos de un año, no se defendía mal en la cocina. Además, era un buen conversador, aunque un poco "malvadillo" como tantas veces habíamos dicho por Internet. Al principio sus comentarios no me incomodaban, aunque procuraba no seguirle el juego demasiado tiempo, ya que le conocía lo suficiente, pero… poco a poco fue dejando de importarme. Tal vez fuese el vino… o tal vez no. La cuestión es que cuando estábamos comenzando el postre, hubo un momento en que se me derramó un poco de vino en el suelo y, automáticamente cogí una servilleta para limpiarlo. - Déjalo, mujer, yo lo hago en un momento… - dijo inclinándose hacia delante - Si es solo un momento - dije yo mientras me agachaba para limpiar la mancha - Además, que es madera y se puede quedar… - Le miré y me di cuenta de que estaba de nuevo aprovechando que se encontraba en un ángulo superior para mirar mis pechos. Realmente no sé por que, pero me hice la tonta y seguí con lo mío hasta que me senté de nuevo. La sensación de estar con una persona extraña haciendo ese tipo de gestos me estaba poniendo nerviosa. Pero en el buen sentido. En ningún momento me acordé de Pablo. Me recosté un poco en el sofá cruzando mis piernas de una manera
elegante. Él siguió observándome y, tras unos segundos de silencio me dijo - ¿Sabes? Creo que hay pocas cosas más sensuales en este mundo que una mujer comiendo nata. Me recosté aun más mirando mi plano, y en un tono sexy le respondí - Muchas veces lo hacemos a posta, porque sabemos que a vosotros os gusta mirar la escena… Él rió suavemente - No nos gusta: Nos encanta - Ya me he fijado en lo que te gusta mirar - dije mientras acababa el plato claramente influencia por la ligereza que me habían dado tantas copas de vino. - Cielo - me respondió - Habría que estar muerto para no hacerlo - tras lo cual, dejó el plato en la mesa y cogió su copa para mirarme a los ojos de una manera casi hipnótica. - ¿Sabes qué? - le dije - me apetece bailar un poco. ¿Te importa si subo la música?- el efecto vino hizo su aparición - Estás en tu casa - respondió Deje mi copa en la mesa, y, aprovechando lo bajo que era el techo en la parte en la que estaba, gateé de una manera que al menos podría calificarse de morbosa hasta el ordenador, y dejé mi trasero bien a la vista de mi anfitrión. Incluso antes de agacharme, me las arreglé para levantar mi falda disimuladamente lo suficiente, para que, cuando quedé frente al ordenador, mostrarle bien mi trasero, y viese el tanguita blanco de encaje que había bajo la falda que él tanto había deseado quitar en lo que llevábamos de noche Subí el volumen de los altavoces un poco, aunque no demasiado y giré mi cabeza hacia él, que me miraba completamente complacido por el panorama. - ¿Te pongo… algo? - Dije usando un tono de voz pausado - Lo que a ti te apetezca
Me di la vuelta, cogí mi copa, y me acerqué hacia la cocina donde el techo era más alto para ponerme a bailar sin importarme demasiado las consecuencias.
Pedro
La cosa estaba poniéndose realmente bien, al menos para mí. Mi invitada me había dado dos grandes espectáculos en menos de un minuto, uno el ver su lengua limpiar la nata de la cuchara, cosa realmente estupenda y que hizo correr mi imaginación, y el otro, superior a todo lo visto, el como se puso ante mi a cuatro patas para poner la música más alta, a sabiendas de que yo estaba allí mismo, disfrutando de la vista de aquel estupendo culazo separado por un espectacular tanga blanco que me provocó mil calores y un aumento de tamaño. Y aún me quedaba algo mucho mejor por ver: Ella se situó frente a la cocina para bailar ante mí. Más bien para mí, ya que según veía, era totalmente consciente de lo que en ese instante se pasaba por mi cabeza. Decidí disfrutar al máximo de la situación, así que me senté al fondo del sofá, donde estaba antes ella para tener la mejor vista posible mientras me encendía un cigarrillo y acababa la copa de aquel estupendo vino. Allí estaba ella, con ese precioso cuerpo que se movía al compás de la música como un junco movido por el viento: de una manera suave y ante todo, muy muy sexy. De todo se me pasó por la cabeza ante semejante espectáculo. En los altavoces del ordenador acababa de empezar a sonar una canción que yo consideré cuando menos la más indicada para la situación. Se trataba de "Ella" de "La Unión" "Ella, ella, ella es un volcán…"
Sus manos recorría su cuerpo como si fueran las mías acariciándola. Subían y bajaban alternándose, mientras acariciaban sus caderas y se dirigían a sus piernas. "Es ardiente, siempre quiere mas…" Sus ojos se cerraban como si estuviese disfrutando del roce de mis caricias. Su mano derecha subió hasta la altura de su cara para acariciar sus labios, y vi como la punta de su lengua acariciaba la yema de su dedo índice. Ese gesto acabó por alterarme. "Mi nena sabe bien… lo que me gusta más…" Reconozco que estaba de lo más excitado viendo como se movía ante mí. Su pelvis se agitaba lentamente, más aun cuando su mano acariciaba su entrepierna. Sus caderas giraban al compás hipnotizándome. "Ella, ella, ella… es un volcán…" Por Dios que sí que lo era. Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia Carla. Me puse tras de ella. En ese instante, ella se recogió el pelo con los brazos hacia arriba, y con una sonrisa, giró su cabeza hacia la mía. - Hola - Su voz estaba tan cargada de sensualidad como el reste de su cuerpo Acerqué mis labios hasta su oído poco a poco, y, cuando mis labios estaban a escasos milímetros de él, susurré - Hola – mi nivel de excitación crecía al tener a este pedazo de bomboncito rubio en esa situación tan esperada. También entre susurros ella, echando su cabeza hacia atrás respondió - La cena estaba buenísima… - Su voz era como el terciopelo, muy sensual. Mis manos se pusieron en su cintura suavemente, para notar en ella el movimiento de sus caderas mientras bailaba. Aquel vaivén de su cuerpo era de lo más erótico. - Me gusta complacer a mis invitadas… en todo lo posible – le dije sin apartar la vista de sus ojos y procurando seguirle el juego.
Acerqué mi cuerpo al suyo lentamente para notar su espalda contra mi pecho, y sobre todo, su trasero sobre mi paquete. Ella, en ese momento, se giró despacio, y apoyó sus manos en mi cuello, manteniéndome a distancia sin ejercer la menor presión. - Oye… - se mordió los labios en un gesto de ingenuidad tentadora ¿eres tan atento con todas tus invitadas? – su aliento con sabor a vino me sobre excitaba. - Con todas no, desde luego, pero… - Mis brazos la rodearon un poco por la cintura más para acortar la distancia entre nosotros, pero aún tenía algo de espacio para bailar. Ahora podía notar sus pechos rozándose con el mío, y acerqué mi cara a la suya para que mis labios acariciasen los suyos con cada palabra - … a ti me gustaría darte un trato… especial. Comencé a besarla lentamente. Al principio solo jugábamos con nuestros labios, como si a posta quisiéramos retrasar el momento que creo que ambos estábamos deseando que llegara. Con calma, fui acercando mi cuerpo al suyo, y mis manos comenzaron a pasearse por su esplendido y deseado trasero. - Mmm… ¿Qué buen trato especial que me quieres dar?… - me dijo con los ojos casi cerrados. Por su boca escapaban suaves gemidos que hacían que estuviese aun más excitado. Subí mis labios hacia su oído y susurré - Esto es solo el principio, cariño… tengo un tratamiento completo… solo para ti. Noté como ella se elevaba de puntillas mientras apretaba su cuerpo contra el mío, creo yo que para hacerme notar aun más sus preciosas tetas en mi cuerpo mientras su lengua hacía las delicias de la mía. Me sentía un auténtico triunfador. - Voy a servirme- le dije mirándola a los ojos Comencé a deslizar mis labios desde su boca bajando por su cuello, ensalivándolo, a lo que ella me respondió con leves gemidos de placer que cada vez más se volvían pronunciados. Mi boca seguía bajando por su cuello en busca de sus grandes pechos para darme con ellos un
buen festín, no aguantaba más. - Nonono… nene malo… - Me dijo mientras agarraba mi pelo y tiraba de mi cabeza de vuelta hacia arriba hasta tener mi cara a la altura de la suya de nuevo - ¿A dónde piensas que vas? Que estas dos tienen dueño - Tras lo cual volvió a meter su lengua en mi boca - Voy… a probar esa carne que tienes… sin importarme de quienes sean. – dije sin aun porder creer lo que estaba pasando Intenté de nuevo bajar mi cabeza a la posición que ocupaba antes, pero lo volvió a impedir, y, con una sonrisa maliciosa respondió - ¿De qué carne hablas? Te vas a hacer daño en el cuello… Me dedicó entonces un guiño pícaro. Si lo que pretendía con todo eso era calentarme más, lo estaba consiguiendo con creces. Mi mano derecha, casi instintivamente, se introdujo debajo de su falda en busca de aquel tanguita blanco que hacía solo unos momentos me había mostrado solo con la intención de ponerme duro. Comenzó a besarme con más violencia si cabe mientras gemía. Mis dedos comenzaron en ese momento a realizar pequeños círculos en el triangulito de su tanga buscando masajear su clítoris. Notaba su piel caliente bajo la tela, y también lo que pensé con una sonrisa que era una manchita de humedad provocada por sus flujos. Menuda coño debía tener la rubia, pensé. No me permitió acercarme a sus pechos pero apenas puso resistencia cuando le ataqué la entre pierna. De pronto, a pesar del placer que parecía sentir, cruzó sus piernas levemente para cortarme ya el paso, aunque su boca estaba devorando la mía. Su lengua se tomó un respiro y, con la misma mirada traviesa, se dirigió a mí - Espérate un poquito… - dijo, mostrándome su carita que inequívocamente había recibido los efectos del alcohol. Empezó a empujarme con suavidad para apartarme un poco de ella, tras lo que, rodeándome, se dirigió hacia la encimera de la cocina dándome la espalda. Se movía como un felino jugando con su presa. Giró la cabeza hacia mí, y, con un gesto divertido, me sacó la lengua de manera juguetona.
Tras esto, se sentó en la encimera con sus piernas juntas para no dejarme ver nada, y, con su mano, me hizo un gesto sensual para que me acercase a ella…
Carla La situación no estaba yendo precisamente como yo pensé en un principio, ya que mis planes incluían una cena con un amigo desconocido y algo de charla, y no precisamente encontrarme sobre la encimera de una cocina con mi chochito chorreando mientras un chico intentaba desnudarme para hacérmelo allí mismo, aunque, sinceramente, no iba a quejarme mucho en ese momento… En pocos segundos se me vino a la cabeza la figura de mi novio, más porque estaba concentrada en disfrutar de la morbosa situación que yo misma me había buscado, que en preocuparme de lo que era o no era correcto. Sin duda, el hecho de que en anteriores ocasiones hubiera disfrutado de otras personas distintas a las que en ese momento compartían mi vida me hacían olvidar que estuviera haciendo algo malo, aunque de todas formas así fuese. Mientras estaba subida en mi nueva posición, Pedro se acercó a mí, así que abrí mis piernas un poco para que pudiese abrazarme mientras me besaba. Sus manos me acariciaban la espalda por debajo de mi ropa mientras nuestras lenguas producían con su jugueteo el único sonido que podíamos escuchar en aquel momento. Podía notar su paquete hinchado pegado a mi entrepierna y como me rozaba a cada movimiento de nuestros cuerpos. - Nene malo - comencé a decir - ¿A dónde ibas? Su mano derecha abandonó mi cintura y comenzó a recorrer mis pechos a placer - Para empezar… voy a ir por aquí - fue su respuesta - Y tal vez luego… - Su mano izquierda comenzó a rozar mi pierna derecha por la cara interior del muslo en dirección a mi chochito y se introdujo bajo mi
falda para masajeármelo sobre mi tanguita húmedo- …me dé una vueltecita por aquí - tras lo que apartó su mano despacio para subirla a acompañar a la que tenía en mi pecho - Llevas toda la noche mirándome las tetas - dije mordiéndome el labio inferior - ¿o es que creías que no te había pillado? Su lengua seguía haciendo vibrar la mía mientras sus manos seguían trabajándome los pechos con pequeños apretones y caricias sobre mi ropa. Yo, mientras, acariciaba su espalda de arriba abajo hasta un poco más debajo de la cintura, buscando su trasero. En aquel momento, su mano derecha subió hasta mi cuello, sujetándomelo - Jejeje… niña traviesa… Su otra mano se introdujo debajo de mi sujetador, dejando mi pecho derecho libre, aunque aun algo tapado por mi top. En aquel momento decidí ser un poco más lanzada, así que, mientras acariciaba su cintura con la mano derecha, mi mano izquierda la dio una buena pasada a su paquete para excitarle aun más, y, de paso, comprobar que tal andaba. Y andaba más que a punto… Aparté mis manos apoyándolas hacia atrás, liberando mis pechos del todo antes, y le abrace con mis piernas mientras sus labios seguían pegados a los míos. Durante unos segundos, los despegó solo lo justo para decirme entre besos - ¿Sabes que me apetece? Entre besos igualmente respondí yo - Dime - Estoy deseando pasear mi lengua por tus pezones Me eché hacia atrás apoyándome en mis manos en la encimera para separarme de él. Puse mi carita más "inocente", y le dije - ¿A qué estás esperando? - Recordé en ese instante todas sus miradas a mi escote durante toda la velada - Llevas deseándolo toda la noche – dije ofreciéndole mis pechos, a sabiendas de lo que atraen a la mayoría de tíos con los que me había acostado Su cabeza se inclinó hacia mi pecho izquierdo y pude sentir su lengua
acariciándolo mientras que con una mano sobaba el derecho suavemente, pero con firmeza. Su lengua comenzó a ir directamente hacia mi pezón izquierdo, que estaba totalmente erecto por la excitación. Miraba el como Pedro se comía mis tetas mientras él, de tanto en tanto, me dedicaba miradas cargadas de deseo. Hacía tiempo que no veía a un hombre tan excitado. Entre leves jadeos, alcancé a decir - ¿Qué te parecen? Su lengua pasaba por ambos pechos acompañadas por sus manos que los agarraban fuertemente excitándome cada vez más, y, en ese momento, subió su boca de nuevo para besarme, y, tras guiñarme un ojo de manera cómplice dijo - Que quiero más rubia. Su cabeza bajo de nuevo a seguir con su "trabajo" mientras yo echaba la cabeza hacia atrás mientras me mordía el labio inferior por la excitación que me estaba provocando. Con mi mano derecha acariciaba su pelo, prácticamente aplastando su cabeza contra mi pecho. Notaba como mordisqueaba mis pezones suavemente. Yo gemía sin parar. Le miré, y con una sonrisa le dije - Pareces un bebecito… Su mano derecha dejo mi pecho y subió hasta mi cuello, donde note como me agarraba del pelo sujetando mi cabeza hacia atrás, y entonces, subió de nuevo poniendo su cara a la altura de la mía. Rozó sus labios contra los míos - Con que un bebe… Noté como su mano izquierda bajaba poco a poco por mi vientre en busca de mi entrepierna que le esperaba húmeda. Incorporó mi cabeza para besarme y pude ver mis pechos brillantes por su saliva y el como su mano bajaba por mi cuerpo hasta mi conejito. Sentí su mano apartar mi tanguita y el como sus dedos comenzaron a jugar suavemente con mi clítoris, mientras, sencillamente, me dejaba
hacer. - Vaya… - Dijo - ¿Qué tenemos aquí? Excitada mientras comenzaba a masturbarme solo pude gemir - Mmm… Pedro… - El bebé va a tener que darte una buena lección por ser tan traviesa Dijo mientras notaba como su dedo corazón daba vueltas a mi clítoris Su mano seguía masturbándome volviéndome loca de placer poco a poco, más aun cuando su boca volvió a bajar a mis pechos para continuar comiéndoselos. Yo solamente podía gemir y disfrutar de lo que Pedro me hacía mientas mi lengua pasaba por mis labios humedeciéndolos. - Pedro… - dije entre gemidos - …me muero de calor - No te preocupes - respondió - Podemos hacer que te sientas mejor… quitándote algunas cositas - Había un brillo de malicia en sus ojos que me encantaba, y entendí perfectamente lo que estaba pensando Conseguí apartar su mano de mi rajita, y me baje de una manera juguetona de la encimera mientras él me besaba. Tras eso, me desprendí tanto de mi top como de mi sujetador, los cuales acabaron en la encimera, justo donde hacia un momento había estado yo disfrutando mientras Pedro me masturbaba y jugaba con mis pezones. Con un paso sexy me alejé de él un poco, con tan solo mis tacones, mi minifalda casi enrollada en la cintura y mi tanguita blanco tapándome solo a medias, ya que durante nuestros "juegos" se había descolocado y mostraban mis labios superiores. Me giré para que me viese de frente con mis pechos desnudos aun brillantes por su saliva. Noté como su mirada me recorría de arriba abajo prestando un poco más de atención a mi tanguita, que lucía en el triángulo una mancha de humedad que, estoy más que segura, Pedro advirtió. Me llevé mi mano al cierre de la minifalda, desabroché el botón y bajé la cremallera. Con un movimiento suave me quité la falda, y, tras arrojársela, le dije con mi cara más pícara
- ¿Te apetece algo más? – dije ya fuera de mi por el alcohol, la excitación, el morbo, y sobre todo, por las ganas que tenía a estas alturas de follar en el piso de un desconocido.
Pedro
Allí estaba yo, apoyado en la encimera de la cocina mientras ese increíble bombón que estaba punto de degustar por completo me arrojaba su minifalda y me miraba tan solo con un minúsculo tanga blanco y unos tacones. Podía sentir aun en mi boca el sabor de sus maravillosas tetas. - Más o menos - respondí a su pregunta Me acerqué a ella, y, mientras mis manos acariciaban ese maravilloso culo, mi lengua buscó la suya para seguir jugando. Sus manos comenzaron a desabrochar mi camisa, tras lo que empezó a acariciar mi pecho - Espera, preciosa. Aun voy a hacerte alguna cosita antes Comencé a guiarla hacia el sofá - Solo quería que no pasaras tanto calor Entonces, se sentó semi-echada en el sofá, pareciendo adivinar lo que iba a hacer. - ¿Qué esperas? - Su tono de voz me ponía aun más caliente de lo que estaba Me dirigí hacia ella - Ábrete de piernas - Le dije mientras llegaba a ella - Voy a darte algo… - me agaché buscando su conejito - … que sé que estas deseando - Espera - me dijo mientras sus manos empujaban con suavidad su tanguita para deslizarlo por sus piernas y dejarlo caer al suelo ante ella. Después, abrió sus piernas anticipándose al placer que estaba a punto de sentir.
Su chochito se me antojaba como alguna clase de dulce que estaba deseando devorar. Lo llevaba pulcramente depilado, y ya podía ver como brillaba por sus flujos que salían de su vagina después de las caricias que le había dado unos minutos antes en la encimera de la cocina. Acerqué mi lengua a su rajita y comencé a comérmela poco a poco. Con mi mano izquierda separaba sus labios para tener su clítoris más a tiro, mientas que usaba la derecha para introducirle un dedo al mismo ritmo en que le estaba comiendo su manjar. Estaba muy jugoso y caliente, y podía notar el como sus caderas se movían de arriba abajo poco a poco mientras no paraba de gemir. Tenía unos labios inferiores muy desarrollados, por lo que además del clítoris, me dediqué a succionar y lamer el que era el coño que más había deseado a mis 33 años. De cuando en cuando, dirigía mi vista a su cara, y la contemplaba disfrutando con sus ojos cerrados. Su mano derecha bajó hasta mi cabeza, agarrándola con fuerza debido a la excitación. Ciertamente, nunca imaginé tener una tía de este calibre… en esta posición en mi casa, y menos en mi sofá y en esa postura. Ahora sentía lo que habían tenido antes otros tantos y que ella misma me había contado en conversaciones algo íntimas. - ¿Te gusta mi coñito? - dijo entre gemidos. Interrumpí un segundo mi "trabajito" para responder - Me encanta Y continué disfrutando de su chochito con mi lengua - ¿Te esperabas esto? – me preguntó Sonreí antes de contestar, ya que, curiosamente, en mi cabeza se estaba cruzando una idea parecida en aquel momento - No lo esperaba… pero lo estaba deseando - acerté a decir mientras me deleitaba con sus jadeos. Se me pasó en la cabeza por un instante los polvos que su novio le habría pegado y como, por suerte, ahora me tocaba disfrutar a mí. - Pues sigue, por favor… - su respiración se hacia cada vez más y más
acelerada .Dejó escapar un fuerte suspiro provocado por las caricias de mi lengua. - yo ni mucho menos me esperaba esta comidita… Pensé un momento en sus palabras: ¿No se lo esperaba? Yo no acababa de estar muy seguro de eso. Aún así, le seguí el juego un poco. Pasé mi lengua por su pubis, disfrutándolo a placer. - Se nota preciosa, esto chorrea - Tras lo que seguí con mi tarea Noté como su mano dejaba mi cabeza para subir a sus maravillosas tetas, y, allí, junto con su otra mano, comenzó a darse un buen sobeo de pechos seguido de un toqueteo de pezones mientras yo seguía acelerando el ritmo de mi lengua para darle más placer sin perder detalle de sus tetazas. Decidí también introducir un segundo dedo en su chochito para hacer que disfrutase más, y comencé a masturbarla más rápido. Estaba deseando escuchar como se corría y notar en mi boca el sabor de sus flujos. Sus caderas se movían cada vez más rápido, siguiendo el ritmo de mi lengua, señal inequívoca de que estaba empezando a llegar al orgasmo. Sus gemidos inundaban mis oídos y me excitaban haciendo que mis dedos y mi lengua fuesen cada vez más rápida. - Pedro, pero que me haces… Mmm… - dijo mirando al techo con los ojos cerrados y poniendo una boca de placer con que me excité más. - Lo que te gusta, preciosa - respondí - Eres una niña muuuy traviesa… y voy a divertirme mucho contigo… Aproveché mi respuesta para parar un poco, y, poniendo mis manos en sus piernas, levanté un poco su cadera para tener a tiro además de su chochito, el agujerito de su culo, que estaba bañado en una mezcla de sus jugos y mi saliva. - Tú sigue así - respondió entre jadeos - y te divertirás mucho más… Mi lengua comenzó a recorrer ambos agujeros, disfrutándolos bien, metiéndose todo le dentro de ellos que pude. Mis dedos volvieron a su lugar favorito, pero esta vez, también usé un tercero para meterlo dentro del culito de Carla, que parecía decir a gritos "fóllame". Mi mano derecha no paraba de bombear en su coño mientras mi
lengua no daba a basta entre sus dos agujeritos, y mi mano izquierda subió entonces a sus tetas para ayudarla en su masaje. - Mmm… Dime… ¿Cómo estas?... Mmm… - su voz sonaba entrecortada pro sus propios gemidos - Estoy tan caliente que no puedo mas… Mi polla está reventando por meterse por todos tus agujeros - Respondí - Pero antes… voy a hacer que te corras en mi boca… - Si lo llego a saber… habría quedado antes contigo… - Si lo llego a saber yo, el primer polvo te lo echo en la mesa del bar de esta noche - le dije Tras decir eso, continué acelerando mis movimientos, con lo que también sus gemidos iban en aumento. Su coño se iba mojando más y más a cada embestida, y notaba como su culito se cerraba en torno a mi dedo con cada vez más fuerza - Ay… Sigue… Pedro, sigue, que me vengo… ¡más rápido! Notaba como su excitación crecía, y cuando vi que ya estaba llegando al clímax, decidí ser un poquito cabrón con ella: Cuanto más rápido me pedía que siguiese, más bajaba yo el ritmo. Sabía que eso la volvería loca, ya que así, su orgasmo tardaría más y sería mucho más intenso. Una de sus manos volvió a mi cabeza, pero esta vez ya no la agarraba con suavidad, sino que me cogía del pelo sin control mientras intentaba hacer que mi boca fuese más rápido. Viendo aquello, saqué el dedo de su culito para meter los tres en su coño que estaba realmente hambriento. - Ay, Pedro, madre mía que gustazo… ¡Me vas a matar de gusto! Sonreí antes sus palabras - Es lo que pretendo… Su culito se levantó un poco pidiendo más, mientras sus gemidos se convertían casi en gritos de placer - Vamos, niña mala… Si hubiese podido ver mi cara en aquel instante, habría visto que mi expresión estaba perdiendo todo su aparente control para reflejar la lujuria que me estaba poseyendo
- ¡¡¡Pedro, me vooooy…!!! - Dijo mientras me agarraba del pelo fuertemente con unos movimientos casi frenéticos de sus caderas. Separó en breve mis labios de su coño, pero mis dedos seguían dentro de ella masturbándola con fuerza. - Mmm… más despacio… - me dijo con la respiración entrecortada La contemplé con una sonrisa de satisfacción mientras mis dedos seguían entrando y saliendo de ella. Estaba sudada, con el pelo revuelto. Sus piernas se apoyaban en el sofá temblorosas por el fuerte orgasmo que acababa de tener. - ¿Has tenido suficiente? Ella me miraba sonriente con aspecto algo cansado - Pues yo no… - añadí - ¿No me irás a decir que ya estas cansada? Le dediqué un guiño mientras ella me miraba, y ví el sofá empapado como ella, y el como bajó su mano derecha a su chochito despacio, tras lo que comenzó a acariciarse para mí. Aproveché mi posición para subir por su cuerpo lentamente con mi lengua recorriendo su pubis, su abdomen, sus pechos, y su cuello hasta ponerme de nuevo frente a frente con ella. - ¿Está bien todo por… ahí? - dijo señalando con su vista a mi entrepierna - Está bien, pero… - dije con una sonrisa - tengo ganas de más… - Y yo… no creas que aquí se ha acabado: Aun queda mucha noche… ¿no crees? -dijo mientras se incorporaba. Se puso en pie dejándome ver su precioso cuerpo desnudo, vestida tan solo con sus tacones como en el mejor de mis sueños. Yo comencé a acompañarla mientras se ponía en pie con mis labios bien pegados a los suyos, disfrutando de su lengua juguetona. Mi mano acompañó a la suya mientras ella se toca muy suavemente. Entonces, tras unos segundos así, me empujó hacia el sofá, en el que quedé sentado mirándola con una pierna en el suelo y la otra apoyada sobre él. Mi camisa estaba abierta, y mi paquete estaba a punto de hacer reventar el pantalón. Carla se agachó delante de mí y avanzó
gateando. Se situó entre mis piernas, dejando sus grandes tetas justo a la altura de mi paquete y sus manos comenzaron a acariciarme los muslos, y subieron hasta mi pecho, única zona de mi cuerpo que no depilo
Carla
Pedro me había ofrecido un orgasmo como hacía tiempo que no tenía. Su cara de niño travieso era ahora la cara de un auténtico viciosillo del sexo, y eso en aquellos momentos me excitaba demasiado. Mi coñito aún palpitaba de la comidita que me había ofrecido mi anfitrión, así que antes de pasar a más, aunque no me faltaban ganas, iba a ofrecerle algo con lo que seguramente había estado soñando en más de una ocasión. Gateando me acerqué a él, muy lentamente, mientras el permanecía tumbado en el sofá mirando en mi dirección, ofreciéndome las vistas de su abultado paquete que ya me moría por conocer. -Vamos a ver cómo está por aquí…- dije desnuda y acercándome… Comencé subiendo lentamente por su pecho, dejando mis dos "amigas" golpear sus muslos y su vientre. De manera muy sensual fui quitándole su ya desabrochada camisa, mientras él se incorporó un poco para facilitar su tarea. Realizada la tarea la tiré detrás del sofá. En lugar de desabrocharle el cinturón, decidí bajarle la cremallera del pantalón ante su atenta mirada. Una vez bajada introduje mi mano izquierda, y le agarré la polla sobre sus calzoncillos, suavemente, magreándola y masajeándola de arriba había abajo. -Esto está más que interesante –le dije mientras le miraba sin parar de hacer el movimiento -Está lista para tí
-De eso no me cabe duda – tras lo que acerqué mi cara al hueco de su bragueta, que dejaba salir el calzoncillo ayudado por su polla y comencé a besarla con mucha dulzura. -Ufff – dijo complacido Mirándole a los ojos saqué mi lengua y le puse la cara de mas viciosilla pude y comencé a mojarle los calzoncillos y a emitir pequeños gemiditos. -¿Esto se lo haces a todos? – dijo en un tono de malicia evidenciando su estado -¿Piensas que se la chupo a todos los que me invitan a cenar? – realmente solo a los que me gustan demasiado -Humm en estos momentos ni lo sé ni me importa.. Metí la mano y le quite el único botón que tenían sus calzoncillos, permitiéndome así buscar su herramienta y dejarla al aire. Y por lo visto sí que tenía ganas de salir a tomar el fresco -Guau, que cosita más dura que escondes – Comenté mientras se la agarraba. Le mediría en torno a quince o dieciséis centímetros, no más, pero tenía un grosor considerable. Y sobre todo la tenía durísima. Una auténtica piedra que miraba al techo. Su glande, algo más gordito que el tronco y muy rojo, estaba algo mojado por la punta, indicando que el líquido preseminal ya se había apuntado a la fiesta. Le pase la lengua de abajo a arriba varias veces, como una gatita a sus crías, mirándole a los ojos. Ya no decía nada, se limitaba a observar. -¿Sabes? – le decía mientras empezaba a darle besitos de abajo hacia arriba -Hum… -¿Sabes? Esta es la segunda que me como en menos de 24 horas… - le dije con un claro tono de viciosilla, sabiendo que esas cosas le daban mucho morbo, tal y como me confesó en una ocasión -Hummmm… -Pero esta es mucho más gordita y dura que la anterior… - abrió lo ojos al mismo tiempo que introduje su glande en mi boca y
comenzaba a succionarlo. -Carla estás hecha toda una zorra, me estás poniendo a mil – sus palabras no hicieron más que animar mis ganas de darle placer, ya que qué me dijeran cosas así me flipaba, pero pocos tíos se lanzaban a decir "más", tal vez por miedo a que me molestase. Me incorporé levemente para comenzar a chupársela sin problemas. Se la agarré de la base y desde arriba comencé a tragármela y a ensalivarla, dejando caer mi saliva hasta el hueco de su pantalón, y sus calzoncillos, desde donde nacía ese tronco tan sabroso. -Está muy dura, me gusta – decía mientras la tenía dentro, a sabiendas de que eso también le iba a dar sensación de poder sobre mí. Tragaba cuanto podía e inicié un movimiento rápido de arriba abajo, usando mi lengua para darle lametazos cuando estaba en la parte más alta, llegando a tragármela entera en alguna que otra ocasión. -Espérate un segundo. – me dijo mientras me eché un poco hacia atrás pero están en mi misma postura. Se puso de pié y se quito el cinturón y se bajó el pantalón con gran rapidez. Acto seguido fueron los calzoncillos los que se fueron volando por la habitación. De pié, como se encontraba, y yo de rodillas no tardó en ofrecérmela para que la volviera a introducir en mi boca y siguiera con lo que estaba haciendo. Abrí la boca y agarrándola con mi mano derecha, volví a tragármela. Esta vez fue él el que me marcó el ritmo. Agarró levemente mi cabeza y comenzó un movimiento de cintura adelante atrás, literalmente aunque sin ser violento, follándome la boca, mientras yo tan solo me limitaba a mirarle a los ojos y hacerlo con la máxima dulzura posible. Entre sus "ah" y los ruiditos que salían de mi boca provocados por su roce y por mi saliva, el salón se había convertido en un escenario porno improvisado. Fue en ese instante cuando se me vino a la cabeza lo que me había contando en internet acerca de un "accidente" que tuvo mientras se beneficiaba a una amiga suya, y en el que había roto la cama. No pude evitar pensar en la posible potencia que podría tener en plena acción o
las ganas que le podía meter a ello. En un momento dado la sacó de mí boca, no sin dejar de mirarme y en un estado mucho mas excitado que antes. Se la agarró y comenzó a pasármela por los labios de un lado a otro, mientras yo me limitaba a sacar la lengua y mojarle el glande. -¿Estás bien? -Quiero estar mejor Dicho eso me incorporó agarrándome desde los brazos. No pude dejar pasar por alto el detalle de su polla. Se encontraba totalmente empalmada hacia arriba, desafiante, con aparentes ganas de mucho ajetreo. Acto seguido me cogió en brazos. -¿Donde me llevas? – dije mientras me agarraba a su cuello, aun con la comisura de mis labios y mi barbilla llenas de saliva. -Voy a follarte cariño, que es para lo que hemos quedado tú y yo.- dijo en un tono muy seguro y morboso Me introdujo en su habitación, tumbándome rápidamente en el colchón que había sobre el suelo. La escena no era lo más romántica del mundo, pero en aquellos momentos poco importaba eso, sobre todo cuando sin pensárselo dos veces se colocó encima de mí, abriéndome de piernas y colocando su polla en la entrada de mi vagina. -Carla, no te puedes imaginar la de pajas que me he hecho pensando en este momento. – Tras lo cual comenzó a introducírmela lentamente, disfrutando del recorrido y haciéndome disfrutar de todo su grosor al abrírmelo poco a poco. -No me lo imaginaba tan estrechito – dijo mientras sus brazos estaban apoyados en el colchón a mi lado abriéndome cada vez más de piernas. -Dame más rápido- no se lo tuve que decir dos veces. Enseguida comenzó a bombear con mucha más fuerza mientras tenía los ojos cerrados, justo encima mía, sin poder ocultar la cara de placer que llevaba y que sin duda me estaba provocando. -¿Te gusta así? –
-Me encanta… – le dije con las mandíbulas apretadas para evitar emitir algún ruido más fuerte de la cuenta. Lo tenía aún demasiado sensible después de la comidita que me había dado y todo lo notaba multiplicado por tres. Su ritmo se volvía frenético. Desde mi postura podía ver como su barriga se le movía de un lado a otro, bastante sudada, mientras seguía flexionándose para facilitar la penetración, y pensaba en que normalmente, cuando tenía a un tío encima de mí follándome, apreciaba los abdominales marcaditos y unos cuerpos más esculturales, pero aún así, el morbo era igual o más que con otros de distinto físico. Le agarré del cuello y me sujeté con fuerza, al tiempo que con mis piernas le abrazaba por la cintura. Con esa posición provoqué que me cogiera del culito y me subiera colocándome sobre él mientras estaba de rodillas sobre el colchón. Como si yo no pesara nada, comenzó a levantarme y bajarme, con gran rapidez. Sus grandes manos plantadas en mis glúteos me hacían moverme y sentir todo su pene entrar y salir de mi ofreciéndome un placer genial. Me sentía como una muñequita fabricada para dar placer, para ser follada, y no podía dejar de imaginarme y pensar en las veces que yo le había contando alguna aventura sexual de las mías, y que ahora era el él que me estaba disfrutando. -No me imaginaba que pesaras tan poquito – me dijo totalmente sudando y en un estado que denotaba su exaltación sexual -Ni yo que follaras de esta manera – le dije mientras yo ayudaba al movimiento de arriba abajo, y que poco a poco fui transformando en un adelante atrás. Pedro se fue tumbando poco a poco, dejándome encima de él, montándolo literalmente. Podía ver su cara de placer, con los ojos cerrados, con las gotas de sudor por la frente, buscando con sus manos mis pechos y apretándolos con fuerza. Comencé a moverme de adelante atrás, rozando mi clítoris contra él, sintiendo su pene supe duro en cada uno de mis vaivenes. Miraba a mi alrededor muerta de gusto, sintiéndome liberada, sabiendo que había
quedado con un tío al que no conocía simplemente por morbo, y que a consecuencia de ello, estaba en esta situación tan beneficiosa y que tanto placer me estaba dando. Así que saqué la zorrita que llevaba dentro y comencé a moverme lo más rápido que pude. Apoye mis brazos en su pecho y le ofrecí los mejores movimientos de cintura que podía dar. Su polla entraba y salía de mí entre mis gemidos y los suyos. No importaban los vecinos, ni nada, puro sexo sin compromiso…
Pedro Si sabiendo que iba a vivir aquello me hubieran dicho que hubiese tenido que pagar, el día antes hubiera pedido un crédito donde fuese. Después de haberme ofrecido una espectacular y morbosa mamada, Carla se había convertido en un bomboncito totalmente sumiso y a mis servicios sexuales. No dudé en llevármela a la cama una vez que me había puesto la polla como hacía tiempo que no la veía, en tumbarla y en follarla como si me fuese la vida en ello. Tras un par de posturas, la típica del misionero, en la que disfruté del movimiento de sus tetas y de la cara de placer que me regalaba tras cada pollazo, y tras haberla sujetado de rodillas disfrutando de sus profundidades más húmedas, esta explosiva rubia estaba sobre mí machacándome con unos movimientos indescriptibles. No iba a tardar mucho en correrme viendo sus voluptuosas tetas botar encima de mí, o su precioso rostro con los ojos cerrados mientras se mordía los labios de gustos. Además, en absoluto me iba a importar irme, sabiendo que tenía toda la noche para disfrutar de ella, ya que no tenía pensado dejarla irse esa noche de mi diminuto apartamento, que había sido testigo de uno de mis mayores logros. -Dame más fuerte, que me corro, no aguanto más. -¿Yaaa? – Me dijo con ansias de querer disfrutar más rato de esta sesión. -No pares no pares!
Me agarre fuerte a su cintura y levanté mis rodillas para atraerla hacía mí mientras aumentaba el ritmo de mis penetraciones para ir descargando, como hacía tiempo que no echaba, mi semen dentro de su pequeño chochito. Su cara de gusto denotaba que lo estaba notando calentito dentro, mientras yo sentía como el líquido resbalaba sobre mi polla e iba saliendo fuera. Pensar que su novio pensaba que estaba con su prima, y que yo la tenía sobre mis brazos, recién rellenada de leche me produjo casi otro orgasmo. -¿Como estas? – Le pregunté mirándola a los ojos. -En la gloria – me dijo completamente despeinada, sudada y con los ojos cerrados poniendo cara de auténtica profesional del sexo. -Solo puedo decir que ha estado increíble. – dije orgulloso. Ella se echó sobre mí y la abracé dulcemente. Mi polla salía de su vagina totalmente mojada, mientras nos acoplábamos para seguir abrazados. -Me ha encantado la cena – me dijo cariñosamente al odio. -Yo he disfrutado más con el postre - le dije mientras la miraba complaciente Comenzamos a reírnos al unísono, sin poder quitarme aún de la cabeza lo vivido. Casi sin querer me venían pensamientos que me turbaban… - ¿sería un sueño? ¿la tendría de verdad encima mía con mi semen en su interior? Estaba viviendo mi mejor fantasía. -¿Te importa si me ducho? – me dijo -Claro que no, recuerda que estás en tu casa – le dije guiñándole. Dicho esto se levantó de la cama y se dirigió a la ducha, pasando antes por el salón para recoger la ropa que había acabado desperdigada por el suelo. La imagen de su precioso cuerpo levantarse y dirigirse al baño me provocaron unas inmensas ganas de volver a tener sexo. De volver a disfrutarla. No aparté la vista de su culo hasta que salió, permaneciendo tumbado, echando mis manos sobre mi nuca y mirando al techo recordando y memorizando imágenes que quedaran en mi mente para siempre.
Carla El cabrón se había corrido dentro sin avisarme ni hacer nada por remediarlo. En aquel momento no me importó, pero estando en la ducha recordé que tenía que volver a casa de mi novio, y que esto no iba a dejar de salir en un buen rato. Así que como pude me limpié y deje salir semen para luego volver a darme con el grifo de la ducha. Fui a vestirme, pero me di cuenta de que no estaba el tanguita. Lo busqué entre la ropa que había puesto encima de la tapadera del wc, pero nada. Abrí la puerta del baño: -¿Pedro, has visto mi tanga? – Pedro estaba ordenando cosas en el salón -No, no lo he visto – algo que dijo en un tono distinto a lo que llevaba acostumbrada toda la noche. -Joder no lo encuentro – pensé en ese momento mientras me ponía el resto de la ropa. Salí de la habitación y Pedro ya se había puesto sus calzoncillos y me esperaba sentado. -Estás preciosa – me dijo. -Gracias… - dije sin saber que decir ni que hacer… -¿Piensas irte ya? -Si… que remedio. Le dije a mi novio que volvería para dormir con él. -Es una lástima. Me hubiera encantado amanecer contigo.- me dijo en un tono bastante sincero. -Ya… - dije avergonzada. -Bueno, no pasa nada, en otra ocasión, si la hay… - dijo como sintiéndose mal – Te voy a acompañar abajo, me voy a poner una camisa y algún pantalón. Salimos del pequeño piso y bajamos las escaleras. Al llegar a la puerta de abajo Pedro me paró. -Un beso de despedida. – se acercó y me metió la lengua de forma
algo forzada, fundiéndonos en un largo morreo, mientras su mano se metía dentro de mi minifalda sin permiso para magrearme mi desprotegido y húmedo chochito y volver a meterme las ganas de sexo. Introdujo un dedito y me dio con fuerza haciéndome gemir sin importar si pudiera pasar alguien o no por allí. A los pocos segundos se paró… -Ni en mis mejores sueños Carla, ni en los mejores… dime la verdad ¿Volveremos a vernos? -Hum… creo que tengo que venir a recoger mi tanga – tras lo cual le guiñé pícaramente, abrí la puerta de su bloque, y me marché sin mi ropa íntima en busca de mi coche… Nunca más volvimos a vernos ni a charlar por MSN, pero sin duda, mereció la pena.
Gran noche Eran las cinco de la tarde de un sábado cualquiera de Julio. Hacía un calor insoportable te pusieras donde te pusieras. Apenas estuve veinte minutos nadando en la piscina cuando me di cuenta de que aquello no iba a sentarme muy bien siendo la hora que era y lo que estaba cayendo…así que lo dejé para más tarde. Aquel día ya había tomado el sol lo suficiente toda la mañana en la playa con mi prima Laura y como siguiera así me iba a acabar dando una insolación. Así que salí de la piscina algo cansada, cogí mi botellín de agua fresquita que había dejado en el porche del jardín y me dirigí a mi habitación a descansar un poco mientras veía la tele o escuchaba música tirada en la cama. Aún me encontraba algo agotada de la noche anterior. Tuve que llevar a mis padres a casa de unos amigos a las dos de la mañana, ya que querían salir pronto para Madrid para estar allí por la mañana. En realidad podrían haberse ido en un taxi para Benalmádena, como acostumbran a hacer cuando van al aeropuerto o a la estación, pero yo misma fui la que se ofreció a llevarlos. De todas formas no iba a salir de marcha anoche, y bueno, debido al gran equipaje que llevaban… sabía que tendríamos que ir en el X5 de mi padre, así que no podía dejar escapar la ocasión de conducirlo, aunque fuese solamente un pequeño viajecito. (un poco convenía que soy, vale, lo acepto) Llegué a mi habitación, coloqué el botellín sobre la mesita de noche situada a la izquierda de mi cama de matrimonio, junto al móvil, puse la toalla sobre la colcha y me tiré encima. Tenía el bikini blanco húmedo y no quería mojar nada. La verdad es que tenía que haberme levantado más tarde ese día para estar más espabilada, pero a mi prima se le metió en la cabeza que las diez de la mañana era buena hora para ir a la playa… así que no dormí ni siete horas…aunque por la parte positiva…había cogido muy buen color, no tanto de morenita, que ya lo estaba a esas alturas de verano, pero si que esas horas de sol le habían dado un bonito brillo a mi piel. En realidad llevaba yendo a la playa desde Marzo prácticamente, y
estaba ya bastante morenita, es decir, totalmente morenita… quiero decir que solamente la labor protectora de mis tanguitas había evitado que me quemara alguna parte sensible de mi cuerpo. Me tumbé boca arriba, con las manos cruzadas sobre mi barriguita, mirando al techo, y me puse a pensar en mis cosas… sobre si saldría esta noche, a qué hora llamaría a Lorena, que tenía en casa para prepararme de cena, o si por el contrario cenaría fuera…hasta que al poco rato de estar ahí tirada, mi cabeza comenzó a girarse poco a poco hacia mi izquierda, como si me pesara más de lo que ya me pesa…y comencé a sentir un leve cosquilleo por todo mi cuerpo…. con tanto calorcito y tan cansada que estaba…caí poco a poco…y sin darme cuenta…
- ¡¡ Y esoooo essss lo que quieeeeeero besossss , todas las mañanas me despieeeerten besosssssssss ¡¡¡¡¡¡ - el tono mp3 de mi móvil comenzó a sonar a mi lado y me llevé un susto de muerte. Pensaba que lo había dejado en modo vibrador, pero en vez de eso, estaba a todo volumen desde esa mañana, para poder escucharlo en la playa. Y con respecto a la melodía del Canto Del Loco que tenía como sonido de llamada…. que mejor manera de levantarse… ¿que con besos? Cogí el teléfono casi por instinto , sin mirar ni el número que me estaba llamando ni nada, estaba un poco aturdida y aun con el bikini húmedo, no sé si por el sudor debido al calor que hacía o porque venía de la piscina….. - ¿Quién eres? – dije con voz algo ronquilla y fatigada. - ¿Alobá perdía…..que haces con esa voz ?....... llevo un rato llamándote a casa y no me has cogido el teléfono……no me digas que te has quedado dormida otra vez…. – Era Lorena, mi mejor amiga, en puro estado de reproche. Yo seguía un poco desorientada. ¿Me habría quedado dormida? ¡Pero si no me he dado ni cuenta! A saber cuánto tiempo había pasado ahí adormilada.
¿Qué hora es nena? - Le pregunté mientras seguía tumbada boca arriba, sujetando el móvil con mi mano izquierda y con mi antebrazo derecho tapándome los ojos de la claridad que entraba en mi habitación… Carla son casi las nueve de la noche… - me respondió en un tono que parecía echarme algo en cara. Sí…..me había quedado dormida…. Y creo que bastante más tiempo del que me pensaba. Pero mirándolo por el lado positivo, me iba a venir bien para estar más descansada para salir por la noche. Aunque no tenía excusas. Joder tía, me eché en la cama sobre las cinco de la tarde y estaba tan cansada que me habré quedado frita sin darme cuenta, y eso que tengo el balcón y la ventana abierta y hay mucha claridad…. Anda que ya te vale, serás vaga ¡! – algo que me recrimina a menudo – Bueno…. ¿Se han ido ya tus padres fea? - apelativo cariñoso que usa mucho. Si, anoche los llevé a Benálmadena a casa de Fede, aunque cuando llegamos aun no estaban listos, así que me vine para Málaga a dormir que estaba muerta. Ya me ha llamado mi madre esta mañana, están en el hotel y han tenido un viaje muy tranquilito. – Le dije aun bastante dormida… Así que ya tienes toda la casa para ti eh putilla…así que ya puedes llevarte a quien tú ya sabes,…… lo pruebas y me cuentas que tal.. y si no es el, candidatos no te van a faltar estos días para que les "enseñes la casa" – dijo irónicamente. La hija…de su madre…llevaba dos semanas con el mismo cachondeo. No paraba de picarme con el tema cada vez que podía. Se refería al portero de una discoteca a la que solemos ir mucho. No llevará ni un par de meses allí trabajando, pero le echa el ojo (y todo lo que puede) a todas las que vamos asiduamente, y en especial a mí. Aunque a mí más que el ojo, ya me ha echado más de una mano, aunque siempre lo he sabido tratar y no he dejado que se pase de la raya…..y no es que esté mal el chaval eh?, tiene un buen cuerpo, es alto, descarado, pícaro…pero aparte de eso…. es……. feillo, y tiene una actitud y un
carácter… que parece sacado del pueblo más perdido de España. Ella sabía perfectamente que no me gustaba nada, y por eso me picaba. Lorena…. Para empezar que si hubiera querido tener algo con él no hace falta que me dejen la casa para mí…. Está mi apartamento vacío…. Y además te recuerdo que vive solo… – le dije con un tono que denotaba mi cansancio al hablar del tema…. Bueno … ya saltó la leona... no te diré nada más… al menos hasta la noche que os vea de nuevo bailar tan pegaditos… jejejeje – me dijo cachondeándose de mi sin contemplaciones. Una cosa es bailar y otra lo que ... Ya ya…lo que tú digas, siempre se empieza bailando fea, y ya ves como acaba la cosa a veces… Las dos comenzamos a reírnos. La verdad que tiene mucha gracia a la hora de decir las cosas, y es difícil que alguien se pueda sentir ofendido con sus comentarios. Además en ese precisamente, las dos sabíamos perfectamente lo que quería decir. Cállate anda, que estas mas mona… - le dije en tono de bromilla - …. ¿Has quedado con alguien para esta noche o algo? - le pregunté, ya para cambiar el tema de conversación. No, no he quedado con nadie, te llamaba para ver si lo habías hecho tú. Tu prima queda esta noche con el chaval ese, Saray lleva desaparecida desde el Jueves, supongo que en Granada en casa de Patri, y Sonia y las demás van con los niños a Drinmer`s…. y tú ya sabes qué plan es cada vez que vamos para allá tía…… yo paso literalmente. – me comentaba Si sí , pero olímpicamente vamos, Javi está últimamente de un enganche total y los demás como tienen tanta personalidad….pues le siguen el juego – Le dije, haciendo referencia a que ahora en veranito, la moda de los sábados era desfasar en Drinmer`s, discoteca de Marbella, pasar unas cuantas veces la nariz por el espejito retrovisor de algún coche, beber todo lo que se pueda y después de todo lo que tenga que pasar
en la noche… volver a Málaga por la mañana echando carreritas en los coches que les compran sus desinformados papis. – Si fuésemos incluso nos podríamos quedar en el dúplex de mis padres a dormir, que tengo las llaves aquí, pero es que ni por esas voy yo a salir en ese plan tan lejos… - le comenté algo indignada y ya mas espabilada, mientras daba vueltas por mi cama. Pues nada tía… hace ya un par de semanitas que no nos pegamos una buena juerga solas, te vienes para mi casa ahora, cenamos algo, nos arreglamos y tiramos para el puerto – Cuando digo puerto, me refiero a Puerto Marina, la zona de marcha de Benalmádena Costa- ¿qué te parece? – dijo. Hoy va a estar todo petado tía, podríamos irnos a Los Álamos, que esta noche trabaja Eva en el "Sol de Playa" y estará la gente de Pedregalejo – Le comenté. Eva es una amiga que trabaja de azafata de promociones y congresos, y esta noche iba al Sol de Playa, a la fiesta JB, y podría estar bien la juerga en la playita… Anda, anda Carla, paso de ver a la pava esa, nos vamos al puerto, si de todas formas hoy en todos lados va a haber mucha gente, nos tomamos algo en el bar de Marcos, nos roneamos un poco y tiramos para el Malú o el Parabas – Me dijo entusiasmada la mu cabrona… En aquellos momentos yo también tenía bastantes ganas de pegarme una buena juerga. Habíamos salido los findes anteriores, pero siempre al centro (otra zona de marcha de Málaga), en plan botellón y luego a la Disco Vía, y ya estábamos muy repetidas. Así que ya iba siendo hora de tirar para la Costa y desfasar a nuestra manera, que suele ser beber muchos chupitos, bailar a saco y dar el canteo todo lo que podíamos jejejeje (y no ir de buscona ni nada por el estilo, aunque nuestras pintas dijeran lo contrario), aunque en realidad, no eran muchas las noches en las que pasábamos de ahí…aunque ahora en veranito…..estábamos más sueltecitas. Tienes tú muchas ganas de tirar para el puerto ¿no?... – le dije con retintín.
Sí, será que me quiero ligar a tu portero,¡¡ no te digo ¡¡ jeje – me dijo de nuevo cachondeándose. Nos empezamos a reír las dos juntas. Sabía que si nos íbamos las dos solas al puerto nos lo pasaríamos de muerte, además que conocemos a muchísima gente allí desde hace un tiempo y teníamos la posibilidad de quedarnos a dormir en el apartamento que tengo en pleno puerto deportivo de Puerto Marina desde hace unos añitos. No tengo la culpa de tener un padre que además de quererme tanto, sea tan generoso. Bueno… me voy a cambiar anda…, cojo algo de ropa y ya en tu casa vemos que nos ponemos… Venga, te espero guarrilla. – y dicho esto me colgó. Me levanté de la camita y me dirigí hacia el vestidor. La verdad que me había animado bastante hablar con la tonta esta. Tonta cariñosamente claro está ¡!! Siempre que salimos las dos solas nos lo pasamos mucho mejor que cuando vamos mucha gente. De hecho es lo que suele pasarle a todo el mundo ¿Y además, por qué no decirlo? Ligamos bastante más ya que estamos a nuestra bola sin depender de la gente, recoger a quien sea, decidir dónde ir, quedar a distintas horas y demás complejidades... Las dos juntas hemos vivido un montón de aventurillas y tenemos bastante complicidad para todo. A pesar de ser las 9 y pico de la noche aun pegaba bien el Sol. Y algún que otro rayito de este astro tan calentito entraba por el balcón de mi habitación, que da a la piscina, cuyo reflejo se estampaba en el techo. Imagen que siempre me ha relajado. Me encontraba con el cuerpo un poco "cortaillo" después de haber estado tanto tiempo dormida, pero eso lo iba a arreglar una buena ducha. Pero antes iba a meter la ropa que me iba a llevar a casa de ésta en una bolsa, así que abrí un armario que hay dentro de mi vestidor, donde tengo bastante organizada la ropita de temporada, cogí un par de minifaldas que aun no había estrenado, una vaquera y otra negra, un top rosa que me llega casi a la altura del ombliguito, en cuya parte delantera pone " Blonde With Brain" ( por cierto, de una firma bastante exclusiva ), dejando ver un sugerente escote que me obligaba a usar sujetador si no quería ser la más "cantosa" de la noche.
Abrí un cajón, donde tengo los tanguitas, y cogí un tanguita muy especial, negro, de hilito, semi-transparente, con el conejito de Play Boy en blanco justo en el triangulito. No lo había estrenado aún porque era un regalo que me hizo un amigo hace tiempo y me daba cosilla, y bueno, tal vez por su pequeño tamaño ( y decir que un tanga es pequeño, es ya decir mucho de él ). Y para ir conjuntada, cogí un sujetador de encaje, que me encanta. Apenas puede abarcar mis pechos y me crea un canalillo que trae a más de uno loquito. Gustar… siempre gusta. Dejando la bolsa con la ropa en la puerta del cuarto de baño que da a mi habitación, cogí para ir a casa de Lorena unos piratas vaqueros D&G, una camisetilla blanca, mis chanclas surferillas y unas braguitastanga blancas que tenia sobre una silla…. y me metí a ducharme. Estuve un ratito para despejarme dejando que el agua calentita recorriera mi cuerpo. Sea el día más frío del año, o el más caluroso… necesito ducharme con agua muy caliente… ya sentía por mi barriguita el cosquilleo típico antes de salir a pegarse una buena juerga….y el no saber nunca como se acaba. Para quién no me conozca personalmente me describiré por encimilla…tengo 23 años, mido 1,64 (algo más si llevo "ayuda"), y peso 53 kilos (menos en navidad, que quizás suba un poquito). Aunque quien me conoce dice que estoy delgada, tampoco niegan que tengo carne donde "debo". Uso una talla 95 (aunque parece más porque tengo una cintura estrecha), y le pese a quien le pese… son naturales, y criadas por mi (gracias genética, gracias mamá). Y lo que es más importante, están donde deben. No es que sean mi mayor atractivo, pero si es verdad que para los tíos resultan una gran arma de atracción (y lo que es más importante para mí… resultan motivo de envidias para alguna que otra)… Mi culito no es el más respingón del mundo (solamente algo)… pero lo tengo bien puesto, redondito, prieto y en esta época… bastante morenito. Y aunque me apunté al gimnasio para ponerlo y ponerme en general, mas durita… sigo notándome igual de blandita ¡¡¡. En cuanto cambie de dueño, me vuelvo a apuntar ¡¡¡ aunque eso es otra historia. Bueno, otro relato. Ahora la media hora de
running por La Malagueta no me la quita nadie al menos tres veces a la semana. De pequeña era mucho más rubia que ahora, pero con los años el pelo se oscurece, algo que tiene fácil arreglo…. No es que me cambie mucho de color, pero sí que a veces me lo aclaro más, me pongo mechas, más claras o más oscuras, me lo rizo, me lo ondulo, o tal y como lo llevo ahora, me hago las planchas, lo dejo liso, con la rayita en medio, dejándome pinta de niña de buena con un largo flequillo sobre mi frente que a veces me tapan la cara y tengo que ponerlos en su sitio con un leve gesto de cuello o con mis manos, y algo degradado por detrás, en lo que considero una bonita cabellera rubia. Mis ojos son azules, aunque dependiendo de la época del año se me ponen más claros, como en verano, o más oscuros en invierno. Tengo los pómulos marcados desde siempre ¡En algo se tenían que transformar esos mofletes que tenía de pequeña!, Mi piel es clarita, suave y tersa, aunque no me cuesta broncearme en veranito (o en primavera…) ni soy la típica rubia que tiene la piel blanquísima. Además, uso todo tipo de cremas hidratantes y me gusta estar siempre radiante. Coqueta que es una. En definitiva, me gusta cuidarme, y que se note. Algo que también exijo…
No sé cuánto tiempo pasé en la ducha, pero creo que se me fue el santo al cielo, así que rápidamente me sequé, me puse la ropa que había dejado preparada, me arreglé el pelo tan rápidamente como pude y me lo estuve secando y peinando hasta dejarlo aceptable, cogí las cosas y salí pitando para casa de Lorena.
"La gitanilla", como la llaman cariñosamente la mayoría de gente de mi urbanización y parte de otras, para distinguirla de otra Lorena que
también es amiga nuestra, vive relativamente cerca de donde vivo yo. Así que en cinco minutos me planté en su casa. Aparqué mi A3 justo debajo de su bloque y subí directamente, ya que su portal siempre está abierto. Ella vive con su madre, "la Mari", separada, y enfermera de profesión… A pesar de vivir las dos solas, se llevan fenomenal, tienen mucha confianza y se lo cuentan todo. O casi todo, claro. Pegué en la puerta y me abrió su madre, que por las pintas que me llevaba estaba a punto de irse a trabajar al hospital. Hola guapisima ¡!!! – tan efusiva como siempre – que bellezón estás hecha Carla – me dijo mientras me daba dos besos…. Y con respecto a lo de guapísima…. viniendo de ella no es mucho piropo, teniendo en cuenta que para ella todas somos "guapísimas" - Lore está terminando de ducharse, os he dejado hechos unos filetes de pollo y una tortilla de patatas – me decía mientras señalaba la puerta de la cocina. Menos mal que se iba, sino nos lo tendríamos que comer y todo jejejej. – Y porque entro a las once, sino me iba de juerga con vosotras… – dijo con mucho arte. ¡¡Tu sí que estás guapa Mari!! a ver si un día te vienes de marcha, ya verás cómo te buscamos novio en un cuarto de hora- le dije – …y muchas gracias, a ver si nos da tiempo a comer, sino ya comeremos algo fuera. Ayyyyyy ¡¡¡¡¡ - ella tan expresiva como siempre jejeje– ¿pero qué prisa tenéis? Si los niños no se os van a ir chiquilla¡¡¡ - ella siempre hacía comentarios de ese tipo, nos tenía como dos ligoncillas o algo así, menos mal que de la misa, no sabía ni la mitad…….- que fuera en los "shoualmas" esos que coméis ahora "na" más que hay porquería. – me encantaba la capacidad de la madre de Lorena para inventarse palabras en el mismo momento de la conversación. Jajajajajajajaja – no puedo evitar reírme, tanto su forma de hablar como de expresarse eran geniales – Si vamos … será por nenes ¡¡¡¡ - le dije sonriendo y mirándola – Lo que pasa que ahora
mientras que nos arreglamos y pasamos por chapa y pintura nos dan las doce y pico, y no es plan de llegar tarde, que luego se forman muchas caravanas. Anda, anda, no tengáis prisa, comeros la tortilla que os la he hecho con mucho cariño y estáis "mu delgas" – me comentaba mientras me miraba de arriba abajo, con sus manos sujetando su bolso. A ver qué hacemos… – le dije mirándola pícaramente, porque no estaba yo muy segura de querer comerme ahora unos filetes empanados, mientras esperábamos a que Lorena saliera para despedirse de ella. A lo que se abrió la puerta del baño, que estaba al fondo del pasillo y salió Lorena con un conjunto de ropa interior en blanco hacia su habitación. Niña, podías haber tardado un poco más – me dijo en tono irónico mientras cruzó el pasillo y se metió en su habitación a buscar alguna cosa. Ella para que va a decir… "¡Hola!"… - Pero si acabas de terminar de ducharte guarrona – le dije mientras caminamos hacía su habitación, tal vez tratando de justificar mi leve retraso. Oyeeee, no le digas eso a mi niñaaaa – dijo en tono cariñoso, mientras me daba un cachete en el culito y seguíamos caminando por el pasillo. Nos asomamos desde el pasillo a su habitación. Lorena estaba buscando un cepillo entre lo que se suponía que era su cama…una mezcla de pantalones, camisetas, toallas de playa y sábanas en las que me daba ganas de saltar como una loca. Lore dame un besito cariño que me voy – le dijo cariñosamente mientras se acercaba a ella y le ponía la cara. – y a ver si mañana te pones a arreglar todo esto… que vaya, vaya… - le recriminó mientras miraba alucinada toda la habitación, que la verdad, era un desastre total. Mañana lo arreglo…. Muakkkkkkk – le dio un fuerte abrazo un
largo beso que dejaban ver lo mucho que la quería - …. Y guapísima, ¿a qué hora llegarás mañana? – le preguntó ella. Espero que lleguéis antes que yo… que os conozco… - nos dijo sonriendo pícaramente, porque, aunque en realidad se fiaba mucho de nosotras, y le parecíamos bastante responsables, sabía que cuando salíamos las dos solas… le dábamos el máximo significado a la palabra juerga y diversión. Carlita un besito guapísima, muak, que me voy cariño, tened cuidadito, que por mucho que se os diga es poco… en la noche hay muchas cosas malas… - Ella para variar. Adiós mamá, ten cuidadito – le dijo Lorena en un tono como diciendo… a estas alturas como que eso sobra, pesada. Hasta mañana Mari – le dije yo mientras veía como salía de la habitación y caminaba el pasillo. El ruido de la puerta y de la campana que tenían encima de ésta nos confirmó que se había marchado. Ay la pobre que pesadita se pone cuando quiere, mira que le he dicho diez veces que no nos hiciera nada de cenar, que ya comeríamos algo fuera….."pos na"… anda vente a ayúdame con el pelo y enséñame que te has traído para ponerte – me dijo mientras salíamos de la habitación y nos dirigíamos a su cuarto de baño.
"La gitanilla" es un año mayor que yo, tiene 24. Nos conocemos desde pequeñas prácticamente, porque nos reuníamos en la misma zona de donde yo vivo e íbamos al mismo colegio y luego instituto, y además, de pequeñas, mi madre y su madre se hicieron muy amigas en el parquecillo y nos veíamos a menudo. También, en nuestro grupito, éramos una pandilla más o menos grande, y comenzamos a salir todo el mundo junto, primero a centros comerciales de la capital, a cines, a tomar alguna cosa, y poco a poco alguna noche al centro, y más tarde
y en ocasiones especiales o cuando nos "fugábamos" o nos dejaban, íbamos a Benálmadena, y bueno… con el tiempo fuimos congeniando y espabilándonos de fiesta en fiesta y conociendo a gente de muchos sitios. Nos metimos en su cuarto de baño; yo me senté en una silla mientras terminaba de secarse y arreglarse el pelo. Ella es prácticamente todo lo contrario a mí. Mide 1.73 (y con tacones se pone a la altura de la mayoría de tíos que pululan por ahí), y pesará unos 55 o 56 kilos aproximadamente, aunque no pondría mi mano en el fuego por afirmar eso, ya que nunca la he visto pesarse y no me fío de lo que me diga jijijiji. Es muy morena de piel, y tiene una larga cabellera ondulada y morena que se cuida mucho, y unos ojos marrones preciosos, de los que más de uno se ha quedado prendado. Yo siempre digo que es mucho más guapa que yo, aunque para gustos colores, obviamente. Tiene unas piernas bronceadas larguísimas, que luce mucho más con la ropa que lleva, y que terminan en un culito respingón que ha hipnotizado a todo el que va detrás. De pecho… bueno…. Digamos que yo gano ¡¡¡ jejejeje ella usa una 90, pero también es porque es más ancha de espalda. Por resumir un poco…. es el estereotipo de andaluza que tiene la gente que viene fuera sobre las nenas de aquí. Y menos mal que esto no lo leerá nunca… si no se pensaría que me he cambiado de acera y que toi enamorá de ella ¡¡¡¡ La verdad que siempre vamos juntas, incluso a veces, amigos comunes ven raro el día que una sale y la otra no. Y bueno… en cuestión de tíos… ninguna liga más que la otra, está ahí la cosa jejejeje aunque la verdad que tenemos gustos muy parecidos, a ella le gustan un poco los más mayores. Pero bueno…. a ese respecto… no nos vamos a quejar, peor sería que no ligáramos… así que en este caso… más vale pasarse que no llegar.
¿Qué te has traído? – me dijo mientras se colocaba de pie frente
al espejo, y comenzaba a cepillarse el pelo. Pues mira, me he traído unas minis que aun no he estrenado, el top este… – mientras iba sacando las cosas de la bolsa y las colocaba en una silla que hay junto a la bañera. Que chulo tía, yo a ver que me pongo ahora… enséñame las faldas – me dijo mientras seguía con su tarea y me veía a través del espejo. Mira, no se cual ponerme de estas dos… – Tenia una negra que iba a quedarme ajustada, tal vez demasiado ceñida, cortita que incluía un cinturón muy chulo blanco, y otra vaquera, más al vuelo, un poquito más larga, pero no mucho, con pequeños brillos, y algo peligrosa. – ¿Cuál te parece mejor para llevarlo con el top? A ver…esa del cinturón, ¿es nueva? – me comentaba mientras la miraba. Si, las dos, tenía varias sin estrenar en el armario, y es la primera que he pillado, algo short, pero bueno, a ver qué tal me queda. – dije mientras me desabrochaba los piratas y ella seguía con su pelo. Me desabroché los piratas y me los quité tranquilamente. Cogí la primera falda y me la puse. Era algo corta y ajustada, como cualquier minifalda, y no me quedaba tan mal. Oye pues te queda muy chula puesta eh – me dijo mientras seguía con su tarea – a ver date la vuelta que te vea. ¿Así? Algo cortita me parece – le pregunté mientras me daba la vuelta para mirarme en el gran espejo de su baño, si me quedaba pequeña es que algún kilo he tenido que pillar desde que me la compré ¡¡¡ ¿Algo? Algo justa nena, deberías acostumbrarte a probarte las cosas antes de comprarlas… el cinturón parece más ancho que la falda en sí… y se te marca mucho el culo y lo que lleves debajo – nos reíamos las dos mientras me miraba en el espejo de espaldas, girando mi cabeza. – pero vamos que entre tanta
oscuridad no se ve va a notar… a menos que tengas a alguien demasiado cerca – ese demasiado ya sabía yo por donde iba. Bueno, me voy a probar la vaquera – dije mientras me quitaba el botón situado a la derecha de la falda y bajaba una pequeña cremallera. Mientras, ella se fue para su habitación a coger la ropa que se iba a poner. Apareció en el cuarto de baño con una minifalda vaquera al estilo de la mía en la mano y una camisetilla blanca sin mangas que ya se lo había visto otras veces y le quedaba muy bien. Mientras yo ya me había puesto la otra minifalda y me encontraba mirándome al espejo. Mira, esta te queda mucho mejor, pero no es mucho más larga que la otra eh…. - me dijo mientras dejaba su ropa sobre el lavabo. – y además parece más peligrosa. – mientras me examinaba. Pues a mí me gusta mucho más esta, me da más sensación de libertad y movimiento, paso de ir enlatá. – le dije mientras me miraba en el espejo desde atrás. Mi culito "algo" respingón la levantaba algo más de atrás en comparación de cómo me quedaba por delante, lógico. Te queda genial tía, pero procura no mover mucho las caderas ni la cintura, o cachete a la vista – me dijo en tono bromeando, aunque con toda la razón, era muy cortita, de tiro bajo, lo que deja más distancia entre su borde y mi top, y si me movía más de la cuenta ya se podría levantar lo mínimo que seguramente estaría mostrando lo que no se debe mostrar a determinadas horas y lugares… ¿Sabes qué? , me pondré esta tía, paso – dije mientras me miraba en el espejo más que contenta con el resultado - a ver qué tal me queda con el top… Me levanté mi camiseta, dejando libres mis pechos, mientras ella se ponía la mini vaquera. Cogí mi sujetador negro – que tanto me gusta, y gusta en general - y me lo puse antes de colocarme el top rosita que me había traído… y me miré al espejo, a ver qué tal el resultado. Oye… yo me veo genial eh – mientras no paraba de ajustarme la
mini, intentando bajarla algo de atrás, y el sujetador que estuviera bien puesto, mientras veía como ella se terminaba de poner la camisetilla. Estas guapísima tía – me dijo – pero te voy a decir una cosa….entre las tetas que te hace el sujetador, el escote que se te forma, que llevas casi toda la espalda al aire, el piercing ese del ombligo y la minifalda…. vaya pinta de putón berbenero que me llevas, para variar…. – me dijo para picarme Anda atontá cállate tu y mírate jajaja, que parece que compras las faldas por la mitad para que te cuesten menos – Y nos empezamos a reír otra vez. La verdad es que nos encantaba vestir algo provocativas y sexy, como a todas, a la vez que cómodas y fresquitas y más en esta época del año. Siempre nos ha gustado que nos miren y nos lancen piropos, aunque algunos sean más subidos que otros. Además que más sufre la persona que ve, que la que enseña. Y entre eso, y que donde salíamos había muchas envidias, más puntos a favor de mostrar mientras se pueda. No, en serio, ¿cómo me ves? – me preguntó. Estaba descalza junto a mí, mirándose al espejo. Llevaba su mini vaquera, bastante mini, pero que le quedaba genial. Le hacía unas piernas larguísimas, que ya quisiera para mí. Su top blanco sin mangas era ceñido, lo que realzaba su figura y busto y dejaba ver su cinturita, y ese fabuloso piercing que yo le regalé para su cumpleaños y que llevaba en el ombligo… una mariposa chulísima color rosa. "Na" tía, estás guapísima. Aunque te digo lo mismo, ni se te ocurra agacharte para nada jejejeje. – Le dije. La verdad que estábamos súper animadas y con muchas ganas de irnos de juerga. Esta rutina nos motivaba mucho más. Por cierto guarrilla, esas braguitas tanga blancas que me traes… como que se te ven por encima de la mini tan baja que llevas… – me dijo mientras me miraba con cara extrañada. Lo sé lo sé… mira lo que me he traído – cogí la bolsa y saque los
tanguitas mostrándoselos. Anda que chulos tía!!! - me decía mientras los cogía y miraba. Mira este qué guapo, me lo regaló Jorge hace ya unos meses – le enseñe el de play boy. Jorge fue un chaval con el que tuve un rollito hace unos meses y para esas cosas era bastante detallista… ¿Carla que vas de patrocinadora del Play Boy o qué? El piercing del ombligo, y ahora esto ¿? …. Además…. está sin estrenar, no es un poco…Pequeño?... de esos para las ocasiones especiales - me comentaba mientras lo sujetaba en la mano y me sonreía. A ver, trae anda – Se lo quité de la mano, lo puse sobre el lavabo y me dispuse a quitarme mis braguitas, las cuales deje caer hasta el suelo mientras tenia la faldita levantada, dejando mi conejito al aire. Hablando con propiedad. ¿Oye cuando te lo depilaste…? – Me preguntó mientras me miraba. Esas cosas entre nosotras eran normales, teníamos confianza para eso y más, habíamos pasado mucho juntas, que no revueltas. Ayer tarde tenía cita con Chiqui – la estilista que hace la cera en la zona donde vivo – le dije mientras me agachaba para introducir mi pierna derecha por el tanga, y después la izquierda, y subirlo a través de ambas. Carla eso te tapa lo justo eh…- me lo dijo mirando cómo me quedaba - como por lo que sea se te levante la falda o te pongas en alguna posición comprometida no se qué vas a dejar a la imaginación… – me dijo mientras yo me miraba al espejo. La verdad es que era pequeño, bueno, más pequeño de lo normal, las cosas como son, un tanguita de hilo negro, que se perdía entre mis cachetes, y un triangulito delante, muy mini y semi transparente, con el conejito de play boy en blanco y que cubría poco más que lo justo. Seguramente si no llego a estar depilada se saldrían pelitos por todos lados. Pero claro… el tamaño del tanguita tiene que ir al compás del tamaño de la mini… – Yo la verdad es que me lo veía genial,
parecía que no llevaba nada, iba súper cómoda y me sentía muy sexy, con una sensación entre una cosa y otra, que parecía que iba desnuda, así que.. es lo que se iba a quedar puesto. Una vez arregladas, me puse mis pendientes y nos dispusimos a la segunda fase…..chapita y la pintura, pero sin pasarnos. Elegimos colores claritos y suaves, ya que el bronceado de nuestra piel nos permitía ir mas despejadas. Perfilador de ojos y eye-line para empezar…me gustan los colores oscuros, en este caso el negro, que realza mis ojos azules, dejándome una pequeña línea que me daba un toque felina… pocos polvos en pómulos, ya que tenía el color que ya quería… sombra de ojos la justa, y para mis labios siempre llevo mi barra labial y el perfilador de Versace en rosa clarito shimmer, que me los hidrata genial, y me hace unos labios muy sensuales, ya que hace de efecto brillante, pero no 3D como la que se estaba poniendo Lorena de Bourjois, y que te hace unos labios algo más voluminosos. Y para terminar nos pusimos brillantina por el escote, por si acaso no saben bien dónde mirar…. -¿Te queda algo del perfume de Escada? – le pregunté -Sí, cógelo de esa estantería- Señalando justo detrás mía. Una vez terminamos de arreglarnos allí estábamos las dos, mirándonos en el espejo y riéndonos, la verdad que nos veíamos bastante bien. Menuda pinta de putones tía... – jajajajjajaa, la verdad que nos partíamos de risa, estábamos con muchísimas ganas de comernos la noche, y Lorena no paraba de decir tonterías… y eso que aun no había empezado a beber nada ¡¡¡ Ya solo quedaba el toque final…. Los zapatos. Cometí el gran error de no llevarme algún par mío, pero Lorena tenía prácticamente una zapatería en su casa y en la mayoría de zapatos teníamos el mismo número. Así que como ella iba a ir con los tacones blancos, yo me puse un par que tenía por allí negros. A pesar de que mis tacones eran algo más altos que los de ella, la diferencia de estatura era notoria, algo que en realidad… para nada me molestaba ni me sentía acomplejada. Somos las zipi y zape, como nos conocen cariñosamente en los pubs y discotecas donde solemos salir.
¿Carla se nos olvida algo? ¿llevas las llaves de tu apartamento? – me dijo mientras cogía su bolso blanco y echaba nuestras llaves y otras cosas que me llevé a su casa. Esa noche pasaba de llevar trastos ¡¡¡¡¡ quería estar a mi aire. Sí, están en mi llavero. – le contesté. Perfecto – me dijo mientras se miraba por última vez en el espejo que hay en la entradita de su casa, y se echaba el pelo hacia atrás con el bolso colgado. Dicho esto nos fuimos directamente para el coche, dejando esa tortilla y los filetes para cuando llegáramos por la mañana… si es que lo hacíamos. Le di al mando a distancia para abrir el A3, nos metimos dentro, me descalcé y arranqué rumbo a Puerto Marina ¡!!
De camino para allá nos entró un poco de hambre. Somos así, tenemos lo que necesitamos delante, y no lo cogemos, y luego cuando menos te lo esperas se echa en falta. Lo que daríamos ahora por un buen trozo de esa tortilla que acabábamos de dejarnos intacta!!. Se me ocurrió que como tenía que echar gasoil de todas formas, podríamos parar en la gasolinera de la Azucarera, dirección Torremolinos y comprarnos un par de sándwich de pollo y algo de beber para tomar donde sea. Llegué a la estación de servicio y paré en el servidor dos, el más alejado de la ventanilla para pagar. ¿Tú qué quieres? – Le pregunté mientras esperaba que sacara dinero del bolso. Tráeme un… - momento dubitativa, tan típico en ella – no sé tía, tráeme uno de pollo y…. – a ver que se le ocurría ahora –… de beber agua, paso de gases. – como si los cubatas que se iba a meter fuesen con coca-cola sin gas. – toma, ya arreglaremos
cuentas luego – me dijo al darme un billete de 20 euros. Me bajé del coche y me dirigí hasta la ventanilla de fuera, ya que a partir de las once, cierran las puertas y no puedes acceder a la estación de servicio en sí. Pasé junto a un par de nenes de unos veintiséis años que iban a repostar también, y aunque solo fue una ligera impresión, parecía que estaban fumando algo que no era tabaco. -Madre mía…. – susurró el que estaba repostando mientras seguía con su mirada mis pasos hacía la ventanilla… Seguí caminando y pude ver a través del reflejo de la cristalera de la gasolinera como ambos me miraban de arriba a abajo sin quitarme la vista de encima. Eso me había puesto un poco nerviosa. Bueno, más bien me había alterado un poco, en el buen sentido de la palabra. Siempre es bueno que te miren así… quiere decir que tanto rato de arreglo previo había merecido la pena y que bueno… el resultado era como mínimo, llamativo. Así que aproveché para darle a ese par de nenes un buen movimiento de caderas al caminar, marcando bien mi culito y haciendo sonar bien mis tacones en el suelo. Cuando llegué a la ventanilla tuve que esperar a que un señor mayor pagara la gasolina que había echado, algo que se demoró un poco ya que lo estaba haciendo con tarjeta, con los trámites que eso llevaba. Entre tanto llegaron estos dos chicos y se situaron detrás de mí en la cola. Dios mío como está esto hoy eh… - le dijo uno a su amigo. Anda que eran poco descarados vaya. Yo, mientras hacían comentarios de ese tipo, seguía a lo mío, hasta que el señor de delante se marchó dejando libre la caja. Así que me subí en un pequeño escalón que había para quedar a la altura de la ventanilla. Hola buenas noches – le dije educadamente al "gasolinero" – échame treinta euros de gasoil en el servidor del fondo, el Audi negro – le dije señalándolo. - Treinta le echaba yo ahora mismo y no te cobraba nada – creí escuchar que comentaban estos chicos tan graciosos en voz baja….
– y dame también… dos sándwich de pollo y…. … pollo es lo que le daba yo… – escuché perfectamente hablar por lo "bajini" a uno de los dos personajes de atrás. … Y… dame una botella de agua grande. – terminé de decirle. … con esas pintas le tiene que gustar todo lo grande…. – Le comentó el otro, pensando que no estaba pendiente a lo que decían. Que más quisieras tú comprobar lo que a mí me gusta – pensé para mí. Mientras el expendedor marcaba en el ordenador la cantidad de gasoil a echar, le hice un gesto a la Lore para que empezara a echar el combustible, mientras esperaba que trajera lo que le había pedido. Toma rubia, aquí tienes. – me dijo cuando llegó con todo. Y dame también unos chicles de esos de menta. – le dije señalando un expositor que tenía él a su izquierda. ¿De cuales quieres? – La verdad que había muchos de cada sabor. A ver… de aquellos sin azúcar – para señalarlos me tuve que poner de puntillas, juntando mis piernas, ya que la altura de la cristalera no me dejaba indicárselo con claridad, lo que provocó que mi falda se le subiera levemente, algo que hice conscientemente y con mis motivos. Jooooooooder…. – exclamó uno de los dos en voz no muy baja, con claras intenciones de que yo lo escuchara. La verdad que si me llego a echar un poco más para delante hubiesen visto perfectamente el fin de mis piernas y el comienzo de lo que tanto deseaban contemplar. Le pagué al buen hombre y me dirigí hacia el coche con la bolsa en la mano, no sin antes regalarles a esos dos la maravillosa imagen de mi trasero respondiendo a mi provocativo movimiento de piernas. Esos te iban a hacer una vestido a medida tía, creo que se han aprendido todas tus tallas jajajaja – me dijo Lorena que había
visto toda la escenita de esos dos, y sacándome una sonrisa nerviosa "pa" variar. Cállate, cállate ¡¡ y la próxima vas tú ¡¡ por cierto que llevaban maría tía, como olía… con las ganas que tengo yo. A ver si pillamos o algo esta semanita – ganas tenía desde hace días - . Toma la bolsa, y nos piramos ya que son las doce y media pasadas. – le dije mientras me ponía el cinturón.
Benalmádena Costa es el centro neurálgico de la marcha en la Costa del Sol. Las zonas de marcha de esta localidad se encuentran divididas en dos, bastante cercanas entre sí. Una es el puerto deportivo, llamado Puerto Marina, una zona bastante animada todo el año, donde se mezclan pubs, discotecas, terrazas, salas de despedidas de solteros y solteras, muchos guiris, yates de lujo, acompañado todo por el mar y la playa. La otra zona, conocida como "la parte de arriba", es la plaza Solymar. Situada a menos de un kilómetro del puerto deportivo, alberga también gran cantidad de pubs y discotecas. Ir en coche un Sábado hasta allí en épocas más frías es pasable, pero llegar en verano, a hora punta de juerga, es una prueba contra la paciencia de cualquier persona. Así que con mucha calma, cogimos la carretera N-340 dirección fiesta. El camino se hizo más o menos ameno entre tanta charla y tantas risas. Es mucho más llevadero aguantar una cola de media hora de coches con Lorena diciendo tonterías y riéndose de la gente, que si fuese sola en esa misma situación. Una vez que llegamos, dejé el coche aparcado en el parking privado del bloque de apartamentos donde tengo el mío, y nos subimos arriba a comer tranquilitas. Total, hasta dentro de un rato la cosa no iba a empezar a animarse, ya que la gente antes hace botellón en la playa.
El apartamento es un "regalo" que mi padre me hizo al cumplir los dieciocho años. Ya lo tenía de antes en régimen de alquiler, o para cuando viniesen mis familiares o sus amigos de fuera, lo puso a mi nombre como una "inversión" que no tardé en rentabilizar a mí manera. La verdad es que es bastante normalito en tamaño, pero tiene excelentes calidades y unas vistas al puerto deportivo que enamoran. Nada más entrar, a la izquierda, tiene una cocina muy chula con su lavadero. En frente, también conforme entras, y con una ventanita que da la cocina, está el salón, de unos treinta y pico metros cuadrados, con una gran ventana corredera que da a una gran terraza que abarca el ancho del apartamento. Justo a la derecha, si miras conforme entras, hay un mueble bar, una silla que no sé muy bien que pinta ahí junto a un espejo enorme. A su lado, un pequeño pasillo, y seguido, un sofá rinconera grande, que empieza justo a la entrada de dicho pasillo, y termina a la entrada del balcón. En el pasillo hay tres puertas, una a la izquierda, una a la derecha y otra al fondo. Las dos laterales dan a los dormitorios. Ambos con sus respectivas camas de matrimonio, y la puerta del fondo es un baño completo, totalmente de mármol y con una gran ducha hidromasaje en la que me habían hecho pasar algún que otro momento más que agradable. (En las camas también, claro está, al igual que en el resto de la casa). Aunque en realidad no acostumbro a llevar rolletes ni ligues de una noche. Prefiero antes estar por ahí aunque sea con menos comodidad que en mi propia casa con un tío con el que no tenga confianza y apenas conozca, aunque resulte algo paradójica la situación. Tía que arreglado esta todo – me dijo Lorena mientras caminaba hasta el servicio. Sip, hace ya un par de semanas que vino mi madre a limpiarlo y arreglarlo. Mis tíos llegarán la primera semana de Agosto con toda seguridad. – Aunque yo lo usaba a menudo, digamos que estaba un poco dejado de la mano de Dios. Solo lo quería para dormir y comer, y a veces……….. ver la tele
Salió del cuarto de baño y nos sentamos en la terraza a comernos los sándwiches. Hacía una noche genial, algo calurosa pero bastante pasable gracias a la brisa que llegaba. Las vistas nos ofrecían un panorama de revista de lo que es el puerto deportivo en sí, gente en sus yates, paseando por las tiendas de los bajos del centro comercial, sentadas en las terrazas de las heladerías y bares, entrando y saliendo, y otras, la mayoría, pasando por los bajos del apartamento para dirigirse a la zona de copas, a escasos cien metros del portal de mi bloque, pero que no podíamos ver porque quedaba justo atrás. Que hambre tenía – me dijo limpiándose la boca con una servilleta. ¿No te has quedado con ganas de más? – le dije mientras la miraba con complicidad y le guiñaba mi ojito derecho. Pues si tía, fíjate tu por donde, así que termínate eso y nos vamos ya que tengo ganas de moverme.
El Puerto estaba saturado de gente, a reventar, y más que estaba llegando, y eso que no sería ni las una y media. Nos dirigimos al pub que tiene un amigo, Marcos, donde siempre vamos antes de meternos en alguna discoteca, saludamos a la gente de allí, nos tomamos alguna copilla, pasan rondas de chupitos y nos animamos bastante entre tanta risa y jaleo. Eso sí, antes hay que sortear a unos cuantos relaciones públicas , que con tanta insistencia te piden que entres a los locales donde trabajan, invitándote a copas, y más copas, algo que en realidad… ya teníamos gratis donde fuéramos. Conocemos bastante gente en la zona. También hay que "esquivar" a toda una serie de fauna nocturna, depredadores en su mayoría, caracterizada por buitres, moscardones y algún que otro lobo al acecho. Pero nada que no sepamos "torear". De camino hacía el pub, las dos agarraditas y juntitas, ya habíamos recibido los primeros piropos ( si es que a veces se pueden llamar así ) de la noche, nada que no hubiéramos escuchado antes, que si lo
nuestro era un cuerpo, y no el de la guardia civil, que si nos iban a meter de todo menos miedo, y originalidades de ese estilo, que en realidad, me daba morbillo escuchar, y no tal vez por lo que digan, si no por el tono en el que te lo sueltan, o por quien sea dicho. También decir que no somos especiales, y que viendo como están las cosas hoy día, esas cosas se las dicen a cualquiera. También algunos que otros nos habían dedicado unos toques de claxon al pasar, y alguna que otra cosa que no llegamos a oír bien, y que contestábamos con alguna que otra sonrisita. La verdad que con esas pintas no desentonábamos con el entorno, si no que íbamos normalitas, pero la percha dice mucho jejejeje. Y aunque para muchos, ir así de frescas era sinónimo de ser algo "ligeritas", nada más lejos de la realidad, nos gustaba ir así, y no salíamos en busca de nada, ni a cazar, ni poníamos el radar cada vez que entrábamos a un sitio como hacen otras. Íbamos a lo nuestro, a pasarlo bien, bailar, beber y reírnos, y lo que tenga que surgir, que surja, pero tampoco somos asiduas a liarnos con uno cada finde ni nada por el estilo. Eso era ya de épocas pasadas, donde primaba más la juerga y los guaperas, que el morbo de disfrutar cada momento Aunque ahora que lo pienso, lo de los guaperas no había cambiado mucho :P . De hecho, la proporción de veces que estamos de juerga y la de veces que nos liamos con alguien es muy, muy baja. Y no por falta de ofertas. Somos bastante selectivas y no nos dejamos llevar por cualquiera, por muchas horas que se machaque en el gimnasio o muy bien que vista o hable. Aunque claro está, no somos de piedra ni quiero dar esa impresión y a veces pecamos de tontas o de inocentes ( o nos metemos en ese papel ), o tal vez que saben usar bien la labia para llevarnos a su terreno. Aunque en general, todo se resume en una frase que decimos mucho: "Si nos ven como presas, seremos nosotras las que escojamos al cazador" Cuando llegamos a la puerta del pub casi no se podía entrar y había una pequeña cola. No era una discoteca en sí, pero tenía buen ambiente y buena música. Aunque demasiado iluminado todo para mi gusto. Al acercarnos, uno de los porteros, que conocíamos de hace tiempo nos abrió la puerta y nos pasó por un lado.
Hola guapetonas – nos dio los dos besos de rigor – menuda noche, esto se va a petar en "na", Marcos está por ahí dentro. – nos decía señalando al fondo mientras íbamos pasando y viendo (más bien viviendo) el agobio que había dentro. Así que tiramos para el fondo del pub. - ¿ves a este? – me pregunto Lorena nada más entrar, elevando la voz debido del volumen de la música. No lo veo tía, vamos hacia la barra que estará allí – eso era fácil de decir, pero la barra estaba al fondo del pub, y llegar hasta allí era tarea casi imposible. Ya me había coscado yo de que más de uno nos había echado el ojillo, como se daban algún que otro codazo, o se guiñaban el ojo mientras pasábamos por su lado para avisar a su/s amigo/os e incluso alguno nos hizo algún comentarios que no llegamos a entender con nitidez, por lo que seguimos entre roce y roce hasta llegar a la barra. Hombre ¡¡¡¡ mira quienes están aquí ¡¡¡ - dijo efusivamente nuestro amiguillo, tan risueño ( y bebido ) como siempre – como se os echaba de menos jejejeje, venid por aquí – señalando la parte izquierda – que nos vamos a pegar unas rondas y me contáis que se os ha perdido esta noche . La verdad que Marcos era buena gente, lo conocí hará dos años, de tanto ir por allí, y poco a poco fuimos intimando algo más, y la verdad que me ha cogido un gran cariño, pero nunca ha pasado la cosa de ahí, colegueo puro y duro ¡¡¡¡ que es un hombre casado ¡!!!! Ejjejeje. Nos acercamos a la parte que se encontraba algo mas despejada y saludamos a los camareros que conocemos mientras Marcos terminaba de poner una ronditas de chupitos a unos clientes. Se nos acercó y estuvimos hablando un rato de cosas sin importancia, mientras iban pasando más chupitos y más risas, y apenas sin habernos movido del sitio. No sé si fueron cinco o seis rondas de chupitos, pero ya estábamos más que animaditas, y todo en menos de media hora ¡¡¡ La música y el ambiente colaboraban, y nos encontrábamos bastante cómodas y sin agobios hasta ese momento. Esto de hacer "botellón" gratuito dentro de un pub tiene sus ventajas…
Venga ahora una rondita de tequila pa´ estas dos señoritas ¡¡¡ - le dijo al camarero. A mí el tequila la verdad es que me mata, es algo que me supera, aunque no sé si me sienta mal el tequila en sí, o tener que chupar sal y morder una rodaja de limón tras el "chute", pero con tal de no hacerle el feo después de tantas rondas…. Joder ahora tequila, con lo que se me está subiendo todo… – me comentó Lorena al oído lamentándose, pero sin protestar demasiado tampoco… Ya se le notaban los ojos brillantes, y parecía con el radar puesto mirando a unos y otros mientras charlábamos. Venga, vamos allá – dijo Marcos mientras servía en la barra los tres chupitos y lo que los acompaña. – a la de una, a la de dos… a la de tres ¡ vámonos ¡ Y para dentro el maldito caldo. La verdad que vaya cosa más mala de Tequila. Al menos para nosotras, además de dejarnos un mal sabor de boca y subirse demasiado rápido, no es un sabor que nos agrade, pero ya estaba hecho. Ahhhhhh, que fuerte está esto ¡¡¡ jajajaja – no pude evitar poner cara de eso mismo, estar chupando un limón, simpre pendiente de que no me viera nadie hacer eso – Anda ya, unas fiesteras como vosotras tenéis que estar acostumbradas a todo esto joder – nos exclamó con su típica voz hueca. – os tienen muy mal enseñadas. Anda calla y ponme un Absolut con limón que me quite el sabor de boca del tequila, y ya de paso… gracias por la ronda de chupitos ¡¡¡¡ - le dije riéndome, como diciéndole que parara ya, que estábamos ya bien y aún no serían ni las dos de la mañana. – ¿y tú, quieres algo? - le pregunté a Lorena. Al camarero ese – me dijo en estado "semi-ausente" señalando a un tipo que trabaja en el pub, pero que no es camarero en realidad, se dedica a recoger vasos con la bandeja, limpiar, encargarse del almacén y demás tareas, y con el que hablábamos de vez en cuando, aunque sin excesiva confianza.
Esta bueno, pero niña deja de mirar que se te cae la baba, ahora hablamos con Marcos para que te lo presente, dime ya con las tonterías, quieres algo de beber antes de irnos? - le dije. Si vaya, en todo caso sería al revés… - apuntilló mientras giraba la cabeza hacía mí como dándoselas de dura - Si, ponme un cacique cola a mí – le dijo a Marcos directamente – pero estas dos copas te las pagamos xiquillo. ¿Qué dices?¡ - dijo como haciéndose el enfadado – como voy a cobraros? ¿Qué va a pensar la clientela si me ven recibiendo dinero de unas bellezas como vosotras? si sois la atracción del local cada vez que entráis ¡¡¡ - dijo en plan broma, pero sabiendo que algo de razón tenía en lo que decía. Y no por nosotras. Sino porque cuantas más tías haya en un pub, más tíos entrarán y consumirán, así funciona la noche jiji. Anda que no veas, te vas a arruinar con nosotras – le dije. Es un placer arruinarse así – dijo riéndose mientras nos ponía las dos copas algo cargaditas. Gratis, por supuesto. Llevábamos ya un rato charlando entre chupito y chupito, así que nos despedimos momentáneamente de nuestro amigo para irnos a beber las copas que habíamos pedido moviéndonos un poco al ritmo de la música junto a una mesa alta que quedaba libre en una esquina . Sitio donde nos acoplamos tranquilamente a bailar un poco e ir calentando. Aunque ya íbamos bien etílicamente hablando, nunca está de más soltarse un poco, ¿verdad? ¿Qué hora es? – le pregunté a Lorena al oído. Las dos y cuarto – me dijo mientras bailábamos tranquilitas a nuestra bola y degustábamos nuestras bebidas "más" favoritas. Es buena hora, en cuanto nos tomemos esta copa nos vamos para el Malú y a ver qué tal está la cosa. – Es una discoteca grandecita, de las que suele cerrar por la mañana y que estaba tres locales más debajo de donde estábamos. Muy bien nena, pero antes tenemos que hacer algo. – Me dijo en
un tono raro. ¿Hacer qué? – le pregunté. Pues nada, rezar para que los dos tipos que se quedaron con tus medidas en la gasolinera se acerquen a otras, o no nos vean, directamente. – algo bastante difícil en un local no muy grande y donde muchas de las miradas masculinas se dirigían a nuestra esquina. ¿A qué te refieres? – le pregunté rayada, pensando que ya se le habían subido los chupitos y el ron que se estaba bebiendo. Pues nada, que acaban de entrar. – Yo estaba desde mi posición dándole la espalda a la entrada principal así que no los veía y ellos me podrían ver de espaldas. No puede ser – dije mientras me giraba levemente para verlos de perfil. – Pues sí, si puede ser… ¿Qué hacemos? – me preguntó Lorena. Me da igual, nada, yo no me voy a mover de aquí, si no son estos, serán otros los que nos dirán cualquier "simpatía". – dije mu chulita Me parece bien, si vienen para acá les seguimos el rollo hasta que nos vayamos o directamente pasamos. Que nos entraran nenes (y no tan nenes) es algo de lo más normal, sobre todo en discotecas, donde la carne es lo que vende, sobre todo la que mejor pinta tenga. Nos han llegado a entrar hasta… (no me atrevo a poner número…) muchos tíos en una sola noche, jejeje. A nosotras y a cualquiera creo yo, tan solo hay que salir un Sábado para comprobarlo, no somos ninguna excepción. Pero nuestro nivel de juergas y salidas nocturnas nos permitía ya distinguir y agrupar a la gente de la noche según varias categorías que no voy a explicar, aunque a veces se generalizara de mala manera, se solía acertar. El caso es que estaba claro que esos dos tipos, fumados que vendrían, como mínimo, iban a lo que iban, algo que en realidad no es nuestro problema, sino de ellos, pero que no podías evitar que te afectara de alguna manera. Además, si ni siquiera los conocíamos, no teníamos
porque preocuparnos, sabiendo lo que nos podría esperar en cualquier otro sitio donde no nos encontráramos tan arropadas. ¿Los ves tía? – le pregunté Si, están en la barra pidiéndose algo, menudo careto de drogaos que llevan madre mía jajaja. Me lo imagino, en el coche iban dándole a un canutillo cuando los vi en la gasolinera, y el olor estaba claro de lo que era… No me extraña nada, pero te digo una cosa, están bastante bien, o desde aquí lo parece… - eran los típicos chulitos de discoteca, que se creen más que el resto o que todas babeamos por ellos. Esa clase de tíos le tiraban a veces a Lorena, y alguna que otra vez he caído yo, pero no era ya esa clase de tipos que nos levanta el ánimo, siempre buscamos algo más que un físico que nos atraiga. Porque guapos los hay en todos sitios, pero tios morbosos a los que les guste jugar y el arte de camelar, muy pocos. La mayoría van a lo que van. Y así les va. Yo particularmente, me califico como morbosa selectiva. Como si no los hubiera mejores juer – le dije. Si si, sin duda nena, pero estos te tienen fichadita… – me dijo guiñándome un ojo y cogiendo su copa para ponerse a bailar entre la gente, a lo que inmediatamente me dispuse yo. La cosa estaba algo agobiante de personal, pero al menos el nivel de tíos-tías estaba bastante igualado y podíamos estar tranquilas, sin pasar de algún que otro roce, alguna inofensiva mirada, y algún que otro tímido que se acercó para pedirnos fuego y a los que no les dimos coba. El alcohol nos había dejado en un punto en el que estábamos a nuestra pompa, a nuestro aire, tranquilamente al ritmo de la música funky que sonaba de fondo, sin estar pasadas, y sin haber llegado. Teníamos el puntillo y estábamos en la gloria. Tanto, que cuando me quise dar cuenta Lorena se había puesto a charlar en un momentito con el muchacho de la bandeja, dejándome en la mesa al cuidado del bolso. Algo normal y corriente, hasta que pasó lo que me temía. Los dos personajillos se percataron de mi presencia desde su
posición y ni mis miradas perdidas a otro lado pudieron evitar que se acercaran. Poco a poco se fueron aproximando por entre la gente a la esquina donde yo estaba, así que no me quedó otra que seguir bailando tranquilita… esperando que llegara Lorena a salvarme. Obviamente, ella estaba demasiado ensimismada como para percatarse de lo que pasaba a su alrededor, así que cuando me quise dar cuenta, tenía al lado a los dos señoritos, y no eran para nada cortados. Hola, ¿de qué me suenas, rubia? – me dijo uno de los dos cuando se acercó a mí, en tono irónico y sonriéndome. Ya no había remedio… Aunque ahora que los tenía al lado, bueno, más concretamente, detrás, podía afirmar que al menos el que se había dirigido a mí estaba bastante bien. Vestía un pantalón vaquero pegadito que le quedaba bastante pegadito, y un polito negro de la marca del anfibio, también pegadito. Se notaba que se cuidaba… No se no se jejeje – le dije sin más remedio y algo cortada. La verdad que estar allí sola me incomodaba un poco. - tengo muy mala memoria para las caras… Jajajaja,¿no será que ya has bebido mucho? – me decía el mismo mientras el otro se limitaba a escuchar y mirarme el escote. No no, en serio, voy muy bien, tan solo bromeaba. – contesté sonriendo. Lo imaginaba… aunque yo tan bien no te veo, deberías estar más animada. Ahora te traigo algo si quieres. Por cierto, ¿Te ha dejado solita tu amiga la morenita por lo que hemos estado observando, no? No, mi amiga "la morenita"– dije con retintín- está hablando con un amigo y ahora mismo viene, y las copas no las pago aquí, pero gracias. Bueno, tranquila, es que como no sabemos vuestros nombres… de alguna manera os teníamos que llamar. Hum ¡¡¡ Me llamo Carla, y mi amiga morenita Lorena. – le dije ya
en un tono más normal y "amigable", sin dejar de mirar a ver si llegaba ya esta. Precioso nombre Carla, yo soy Migue, y este es mi colega Francis, un poco cortado ante semejante belleza, no se lo tengas en cuenta. – Comentario que provocó una tímida risa en su amigo. Les di los dos besos de rigor, sin tener otro remedio, y sintiéndome algo incómoda sin compañía. Ya podría aparecer esta – me dije para mí misma, mientras hablaban (y me miraban) conmigo de cosas típicas, de donde era, que edad tenía, si estudiaba o trabajaba. Es lo que tiene beber, que te pones a hablar de cosas que no te interesan y te parecen un mundo.
Al par de minutos apareció Lorena, bastante animada, se notaba que había estado de lingotazos en la barra con su nuevo amiguito y venía eufórica. Vaya, vaya, te dejo sola y ya estás haciendo de las tuyas eh? – exclamó riéndose ante la situación. Si, ya ves. Anda que avisas guarra. Te voy a presentar a dos amigos – le comenté, guiñándole un ojo ante lo que tenía delante. Estos son Migue y Francis. Migue y Francis, esta es mi amiga "la morenita". – a lo que ambos rieron, no sin antes hacerle un escáner completo de pies a cabeza – Encantados eh? – dijeron y se dieron los besos de rigor. Son pesaditos, y van puestos, te lo digo – le advertí a Lorena mientras cuchicheaban entre ellos. Pues nada, ahora en un plis nos vamos de aquí y fuera. Y Ahora te cuento sobre este… Ya me he fijado. ¿Como ves el tema? Está bien el nene por lo que
parece… No sé, es pronto, habrá que tantearlo e informarnos un poco. Pues ya veremos, pero ahora lo que deberíamos hacer es largarnos de aquí, ¿no te parece? Mejor idea imposible tia, que ganitas de bailar ¡¡¡
A todo esto, nos escucharon los dos acopladillos… Oye ¿donde vais a ir ahora? – Nos preguntaron mientras nos miraban fijamente… Vamos para la Disco Malú – soltó Lorena sin pensárselo. Poco me faltó para darle un pisotón, pero de poco hubiera servido ya. ¿Sí? Ahí teníamos pensado ir ahora, si os parece bien nos vamos para allá los cuatro juntos ¿no? Terminamos esto y … ¿salimos?– no había escapatoria. Bueno… - dijimos no muy convencidas, pero en realidad no podíamos decir que no y luego encontrarnos allí de todas formas con ellos, así que para la discoteca partimos. De camino hacia la discoteca nos pararon un momento. Habían estado hablando entre ellos mientras nosotras íbamos agarraditas delante, sufriendo poco a poco los efectos del alcohol ingerido en ese rato, y seguramente dándoles una buena visión de lo que son movimientos armónicos J Oye guapas, ¿nos acompañáis al coche antes de entrar ? Tenemos una cosita que nos gustaría compartir con vosotras… para pensar mal estábamos ahora mismo vaya. ¿A qué te refieres? – le pregunte A esto, mira – y del bolsillo saco una pequeña bolsita con polvitos blancos Ufff, nosotras que va, nos estamos quitando – dije en plan
irónico con mi cara de pre-borracha. Es bastante buena eh? Hemos fumado y bebido poco y queremos estar a vuestra altura – nos dijo con un guiño de esos raros…. Ya ya, no lo dudamos, pero que va, nos están esperando dentro y es tarde y eso… - le dije Anda, será solamente un momentito – nos insistían – no todas las noches conocemos a dos señoritas como vosotras… Ya.,.– no sabíamos que decirles para que entendieran – pero es que no nos gusta eso, nos puede ver la policía y eso y no es plan, además que es tarde… Si preferís nos vamos a la playita antes de nada y nos ponemos un ratito allí que no nos ve nadie … - eso ya era una declaración de intenciones, que hubiéramos tenido en cuenta tal vez si no fuesen tan puestos como parecían, ni tuvieran tanta gana de droga dura ¡¡¡¡ Bueno, nosotras os esperamos dentro y ya está, así mientras vosotros vais a eso, nosotras vamos tomando algo – dijo Lorena para terminar de dejarles las cosas claras. Venga, pues ahora nos vemos dentro guapas – y se marcharon para los callejones donde se aparcan los coches y la gente usa para muchas cositas más.
Al llegar la cola era impresionante. Pero para eso teníamos nuestras dotes de relaciones públicas y encanto innato, y no tardamos en ponernos a un ladito y esperar que se nos acercara "mi portero". Alguna utilidad le tenía que dar. En cuanto nos vio entre la gente nos hizo un gesto, y muy disimuladamente nos hizo un hueco por donde se supone que es la salida y nos coló dentro. No sin antes recordarme que en cuanto tuviera un momento pasaba para dentro a saludarnos. Estaba llenísimo de gente. Aforo completo. Y la cola que había fuera
hacía presagiar que en un rato estaría peor. Pero a nosotras nos encanta tanto follón. La música house, las luces, la gente bailando, era todo magnifico, y si encima añadimos que íbamos bastante bien a esas alturas… la noche se planteaba perfecta. Ese era nuestro ambiente y lo que nos gusta ¡¡ No tardamos mucho en ponernos a bailar en un ladito, junto a una barra pequeña, momento que aprovechamos para pedir un par de rondas, como no, de vodka con limón, que no tardaron en servirnos. En nuestro mundo estábamos, bailando entre la gente, sintiéndonos observadas, sin ser el centro de atención pero sabiendo que muchos de esos tíos que teníamos a nuestro alrededor se morían por entrarnos y decirnos algo para romper el hielo, mientras charlábamos, nos reíamos y bebíamos, que se nos fue la cabeza… Anda tía, ahora tenemos que aguantar a estos dos pesados cuando lleguen – me dijo Lorena algo ronquilla ya. Puf, ya se me habían olvidado. Ojalá no los dejen entrar jejeje. Que perversa, los pones malos y ahora pasas ehhhh – me comento cada vez gritando más por el ruido y el efecto del alcohol. Anda ya ¡¡¡¡ si ahora la culpa será mía por ser yo misma. – dije sonriendo Tú te pusiste a hablar con ellos, ¿no? ¿Pues el problema quien lo ha buscado? No creo que sea ningún problema, si los vemos nos acoplamos en algún grupito y ya está A saber que va a ser peor Anda, anda, yo paso de dos drogaos Bueno, ya veremos, vamos a bailar ahí arriba – me dijo cambiando de tema y señalando la tarima inferior. Sin mucho corte nos subimos junto a otra gente que bailaba en una tarima de aproximadamente dos metros de altura, que queda justo debajo de
otras más altas sobre la que salen a bailar los y las gogos. Ahí estuvimos moviéndonos un rato, con nuestro puntillo cogido, sin percatarnos de nada a nuestro alrededor, tan solo nosotras, la gente que nos rodeaba y la música. No miraba mucho hacía abajo por quien pudiera estar mirando. Eso sí, algún que otro espabilado debía estar teniendo una gran visión, y eso que no es que hubiera mucha luz. Me coloqué al principio, justo donde terminan las escaleras que dan acceso a ellas, y allí estuve bailando al ritmo que imponía el Dj. Entre las distintas miradas que eché al personal que había dentro del local desde mi posición, me llamaron la atención dos tíos que estaban en la barra, no muy lejos de las escaleras por las que había subido hace un ratito. Tendrían unos 35 años y parecían pegados con cola a la barra. Bebían tranquilamente algo que no sabía que era mientras nos miraban sin decirse nada entre ellos. Casi fijamente. Tampoco alcanzaba a verlos tanto como para hacer una descripción, pero tenían buena presencia. O eso me parecía. De momento no le di mucha importancia, pero cuando podía, volvía a mirarles y allí seguían, apoyados en la barra y mirándonos con descaro. Tampoco era una sensación ajena a nosotras. Miradas en una noche se cruzan muchas. Pero eso tampoco iba a calificarlo como cruce. Ni tampoco me sentía incómoda por ello. Al revés, estaba en uno de esos momentos de trance en los que todo me parece bien, todo es maravilloso, y si esos tíos nos miraban, las razones siempre iban a ser buenas. Me gustaba, me daba morbillo ser el punto de mira de cierto tipo de "nenes". Así que para estar a la altura de las circunstancias, enfaticé mis movimientos, sin llegar a ser exagerada, dejando llevar mis caderas por la sensualidad de la música de aquel momento. Total, no creo que nos conociesen ni nada, y ser mala a veces le sube el ego a una. Oye, mira quienes acaban de entrar – me dijo Lorena señalando los escalones de la entrada, que veíamos bien desde nuestra posición, ya que está iluminada la puerta principal. No puede ser… madre mía, otra vez. La próxima vez me hago la muda. Tampoco es para tanto – me dijo en un tono en el que se notaba
que ya iba contenta – Lo mismo bailando te pueden gustar más – me dijo guiñándome el ojo. Que graciosa estás ¡¡¡ Yo paso, me voy para abajo a ver si veo a alguien – a alguien conocido, me refería. Yo me quedo aquí un ratito Anda venga, vamos abajo y pedimos algo No no… ¿Qué pasa? ¿Te gusta alguno de esos dos o qué? Para nada, pero paso de irme porque estén esos ahí… A ver Lorena, el problema no es que estén ahí, el problema llegará cuando estén aquí – le dije ¿Pero qué más da? Esto es una discoteca, no un parque de atracciones, si no te van a ver aquí arriba, te verán debajo. Media discoteca ya te ha echado el ojo Carla… Dicho eso me lo pensé, sin querer mirar para ningún lado. Pero es que de todas formas pasaba de estar ahí a la vista de esos. Normalmente si me entran paso, y voy a lo mío, pero en este caso el hecho de haberles hablado y haber estado un ratito con ellos me ponía en una especie de compromiso. Y si además ya empezaba a notar síntomas de "alegría", más motivos me entraban para estar a mi aire y pasar de unos tipos que no me gustaban. Bueno, haz lo que quieras, me voy para abajo a pedirme algo Demasiado tarde… creo que nos han visto… - me dijo mirando para otro lado. Jode. Yo paso de que se nos acoplen, ven conmigo – le dije mientras la agarré de la mano Esta vez no se lo pensó y bajo conmigo a la pista. Mientras bajábamos pude ver como los tipos que nos miraban antes, seguían en su mismo sitio, pero esta vez hablando entre ellos. No sé si iba a ser una buena idea, pero no sería la primera vez que para espantar a un par de
moscardones, nos acercábamos a otros que servirían para despedir a los primeros. A falta de gente conocida con la que mezclarnos, podría servir. Realmente parecíamos dos niñas chicas que se escondían, pero la que sale a menudo sabe lo pesada que resultan algunas situaciones. Nos colocamos cerca de estos dos tipos, que en un principio no notaron nuestra presencia. Mientras nos pegábamos a la barra ojeaba por si aparecían los dos pesados, y poco a poco y disimuladamente iba llevando a Lorena hacía donde estaban los observadores. ¿Qué haces tía? – me preguntó Lorena Voy a pedirme algo, ¿tú qué quieres? Hummm, un southern confort con naranja. – me dijo mientras seguía a mi lado bailando y algo ensimismada. En esos momentos ya estábamos casi al lado de los que serían nuestros nuevos amiguitos momentáneos. Tan solo un tipo un tanto raro estaba entre ellos y nosotras dos en la barra, pero a pesar de eso, uno ya se había percatado de nuestra presencia y "disimuladamente" se lo comentó al otro, que nos daba la espalda. Como bien había dicho, rondaban los 35 años. Ambos eran altitos, metro ochenta y cinco, metro noventa calculé, tenían una buena complexión física, ambos morenos, uno lucía un bigote recortadito y con una pequeña perilla, peinado hacia atrás, ojos oscuros y pequeños, y el otro tenía los pelos de punta, bastante engominados, con un aire juvenil, pero sin poder esconder que hacía algunos años que se salió de lo que yo catalogo como tío "joven". Vestían con pantalones chinos claritos y camisas de manga larga a rayas de Burbery remangadas, y para más señas, bebían whisky. Parecían analizar lo que se "ofrecía" allí dentro, buscando algo que les gustara, tranquilos, y esperando su momento. Y todo eso lo supe echando una mirada de unos cinco segundos ¡¡. Menuda práctica tengo para echar el ojillo a la fauna nocturna. Yo no sé cuanto tardan ellos en analizar tantas cosas como analizo yo, pero o me estaban explorando al máximo o eran
lentos: Oye, esos dos quieren montárselo contigo ahora mismo, no veas cómo te miran de reojillo. – me dijo Lorena echándome su alcohólico aliento sobre la cara. ¿Quiénes? ¿Esos dos? – le dije haciéndome la loca y mirándolos descaradamente. A mí también me afecta el alcohol. – no creo. Fue en ese preciso instante cuando el engominado cruzó una mirada conmigo. Una mirada penetrante, pensé en aquel momento. Tenía a mi lado a la persona que me había estado mirando con descaro mientras bailaba, aun sabiendo que yo sabía que estaba allí, y en el fondo no me parecía mal ni grosero ni molesto. Al contrario, noté una sensación extraña, como cuando notas que existe feeling con un tipo al que acabas de conocer y se palpa algo en el ambiente. La diferencia es que aquí no había habido ningún tipo de contacto previo. Me sentía, literalmente hablando, contenta por saber que atraía físicamente a ese desconocido de ojos claros. Simplemente sonreí levemente a su fija mirada, y me giré para echarle la naranja a la copa de Southern Confort que me acababan de servir, para pasar a darle la espalda y empezar a moverme junto a Lorena. En aquellos momentos no me di cuenta, pero estar mezclando bebidas no es lo mejor precisamente para mantenerte sobria, y para la resaca del día después. Poco a poco la zona donde estábamos se empezó a llenar de gente, por lo que perdimos un poco la visual con los dos desconocidos observadores, mientras caí al tanto de que los dos pesados deberían estar buscándonos entre la muchedumbre. Preocupación que iba desapareciendo a medida que iba ingiriendo alcohol y bailando mientras alguno que otra se nos iba acercando. Fue precisamente en ese momento, cuando una mano me agarró ligeramente del brazo desde atrás, hecho que me puso algo furiosa y a la defensiva, por lo que me giré bruscamente sin llegar a poner cara de enfado pero algo
exaltada. Rubita, perdona, ¿tienes fuego? – mi momento de mala leche pasó a un momento de nerviosismo. El muchacho de la perilla, amablemente, sostenía en sus manos un cigarro mientras hacía el gesto de encenderlo. Unas cosquillitas por mi barriga me avisaron de algo, aunque aún no sabía que era. Ehmmm, no no, no fumo – dije sorprendida -, pero mi amiga si tiene en el bolso, espera – le contesté rápida y casi involuntariamente, dirigiéndome hacía Lorena y pidiéndole el mechero que me dio mientras me miraba para lo que lo quería. Toma, aquí tienes- le dije a la vez que se lo ofrecía. Algún pensamiento de triunfo me invadió, como diciéndome a mí misma que había conseguido el propósito que buscaba. Lo que no sabía era el qué precisamente. Muchas gracias pequeña – me dijo antes de encender el cigarrillo. Hecho esto miró y se dirigió a Lorena. Toma – le dijo mientras le ofrecía coger uno en señal de agradecimiento. Y aunque normalmente no fuma, suele hacerlo de vez en cuando le duran los efectos de la bebida. Algo que yo también hago a veces, pero que no me apetecía aquella noche. En esos momentos ella se acercó al muchacho cogiendo uno y al oído le dio las gracias. Acto seguido lo encendió y se lo llevó a la boca sin quitarle la mirada. Mientras esto ocurría, el otro chico permanecía observándonos desde la barra bebiendo tranquilamente. Oye, ¿esto qué bebéis que es? – nos preguntó mirándonos a las dos y de manera curiosa, una vez que le encendió cortésmente el cigarro a Lorena con su propio mechero. Es Southern Confort – le dije alegremente – es más o menos… licor de whisky, pero sin el sabor del whisky. Mucho más dulce y rico. Interesante, si mi cuerpo aguanta alguna copa más, cataré eso
que bebéis. Tiene buena pinta. – nos dijo muy entusiasmado Toma, si quieres un poco bebe – le dijo Lorena amistosamente Oh, me encantaría, pero por ahora sigo con esto, si mezclo que sea más tarde guapa. Muy bien, sin problema jejeje – le dijimos sonriendo. Por cierto, ya que hemos hablado de tabaco, alcohol… ¿pasamos al sexo? – nos dijo en un tono claramente bromista e irónico. – Bah, es broma, por cierto, me llamo Javier, y soy de Granada – nos comentó alegremente. Yo me llamo Carla, y ella Lorena – dije mientras la señalaba Encantadísimo, de verdad – nos dijo mientras nos daba un par de besitos. – ¿Os importa que os presente a un compañero de trabajo o estáis cazadas? No, sin problemas… - dije encantadísima En ese momento le hizo un gesto a su amigo, algo más alto y corpulento que el. Ambos tenían pinta de cuidarse. No llegaban a ser los típicos treintañeros que se pasan horas en el gimnasio, pero se veían atléticos. En un primer momento pensé que podrían ser de algún cuerpo de seguridad, vigilancia, militares, o que en sus ratos libres practicaran algún deporte que los mantuviera más o menos aceptables…
Jesús, te presento a Carla y Lorena, verás que majas son – ese comentario no supe como tomármelo en aquel preciso momento, cuando no nos conocía de nada y yo tampoco sabía el plan que llevaban Encantado de conoceros, de verdad… - dijo mirándonos fijamente. Esta vez de cerca. Su voz era algo ronca, tenía los ojos más grises que azules, se había echado Hugo Boss y tenía unas manos grandes. Detalles en los que se fija una casi siempre. Y en este caso más. Hola – dijimos antes de darle un par de besos de presentación –
igualmente. El es de Almería, pero vive en Granada conmigo. – comentó Javi, el muchacho del bigote y la perilla, mientras le señalaba con la mano- Bueno, vivimos juntos, pero nada más, que conste. Estamos de profesores de educación física en un instituto en Granada capital y las circunstancias de la vida… pues nos han unido hasta acabar así.- comentaba entre otra serie de cosas. Ah vaya vaya, ante nosotras podéis aceptarlo eh? No es nada raro ahora mismo que haya mucha gente que salga del armario y se esconda cuando sale y cosas así jejeje – dijo Lorena sin preocupaciones Noooo, de verdad. Acabamos de terminar el curso hace unos días, y él se va para su casa en Almería y yo me quedo en la mía en Granada… y bueno… hemos decidido celebrarlo viniéndonos de marchita a la Costa esta noche.- comentaba mientras la miraba fijamente. ¿Celebrar que se va de tu casa? Que malo eres ¡¡ - le dijo Lorena a Javi Jajajaja, que mala eres tú ¡¡ celebrar que estamos de vacaciones y que hasta Septiembre… nada de nada, que nos lo merecemos. Las celebraciones siempre las hacemos juntos! – le replicó ¿Os lo merecéis? Será por lo que trabajáis… – seguía pinchando ella No te pases morena ¡¡ que no te imaginas como están los institutos ahora… sería mejor trabajar de funcionario de prisiones – bromeó Javi No será para tanto – dijo ella. Cada vez más centrada en su charla que en otra cosa en aquel momento. Me extrañaba su actitud tan receptiva con el nuevo amiguito. Oye por curiosidad, ¿qué edad tenéis? – preguntó el mismo, mientras el manos grandes nos contemplaba Yo tengo 23 y ella 24 – comenté.- ¿Y vosotros? – no sé si debí preguntarlo tan a la ligera.
Uff – se miraron – es que si os lo decimos llamáis a seguridad o a la policía y acabamos esta noche en el cuartelillo ¡¡ - bromeó entre risas. Anda chiquillo, que exagerado sois, nosotras os echamos unos… 30 o unos 35 como mucho – dijo Lorena sin escrúpulos. No eran de la edad media de los tíos que nos solían entrar, pero no eran ni de lejos los más mayores que habíamos conocido en una discoteca. O en algún otro sitio. Bueno, caliente caliente, eso quiere decir que las edades no os asustan por ahora, así que para que dar rodeos. Yo tengo 34 y el… hum… ¿lo digo?- le preguntó sonriendo pícaramente. Claro, claro jeje – dijo Jesús algo cortao pero sin perder la sonrisa – no hay problema, orgulloso estoy de estar tan bien conservado a mi edad! Bueno, pues este añito nuestro amigo Jesús se despide de los treinta y pasa a rellenar el número 4 – Jamás hubiera acertado que él tuviera casi cuarenta años. Sin duda estaba bien conservado en lo que se veía, además de estar de buen ver. Guau¡¡ - exclamó Lorena – pues sinceramente firmaría llegar tan bien conservada como vosotros a vuestra edad, voy a tener que cambiar de carrera y matricularme en magisterio ¡¡ - como si ella no se cuidara casi obsesivamente… Yo sinceramente hubiera firmado estar tan bien a vuestra edad cuando yo la tenía – dijo por fin Jesús mientras nos miraba de arriba a abajo – porque vaya alegría, estas cosas por Granada son difíciles de ver – bueno, hablaba poco, pero lo que decía me gustaba, tal vez como lo decía, aunque exagerara. Anda, eso se lo dirás a cualquiera que pulule por aquí y a la que le pidáis fuego – dijo Lorena pícaramente esperando alguna contestación Que va, ni mucho menos, hemos estado bebiéndonos una botella de Dyc que tenía en el coche antes de venir aquí y desde que hemos entrado nos hemos quedado aquí planchados bebiendo y viendo al personal. – No me cabía duda de eso.
¿No os gusta bailar o qué? – pregunté mirándolos a los ojos antes de darle un sorbito a mi copa. Bueno… sí, es algo que nos gusta – respondía Javi gesticulando un poco con los brazos y las manos – pero tenemos que entrar en calor, ver el ambiente, mimetizarnos con el… además, en la noche no todo es bailar. Por ejemplo, esta noche creo que visto lo visto, disfrutaría mucho más viendo bailar, que siendo yo el que baila. – creo que yo sabía porque decía eso. Mientras Jesús tan sólo sonreía y nos miraba. Estaba claro que Javi era el más lanzadillo de los dos, y que al otro lo que de verdad le gustaba, era analizar el tema. Que rollo, pensaba que un tío que se acercaba a pedirnos fuego, al menos sabía bailar…- añadió Lorena, que había entrado bien en el juego. Si va normal no dice esas cosas a la primera de cambio, así que deduje que su poco aguante con el alcohol la animaban a ser así de ligerita. Bueno bueno, no me piques que quito el freno ehh – dijo animadamente Javi, mientras iba a la barra que tenía justo a su espalda a dejar la copa. – Ahora verás – y se dirigió a Lorena que sonreía mientras se acercó y la cogió de la mano para demostrar que al menos, sabía moverse al ritmo de la música House en medio de la pista. Sin complejos.
Realmente resultaban bastante simpáticos y extrovertidos. Tanto que hasta había olvidado el porqué nos habíamos acercado a ellos. En mi estado de felicidad no sabía si lo hice para protegernos de algo que no queríamos, o usé esa excusa para buscar algo que me llamaba la atención. Pero el caso era que estábamos con dos cuasi-maduritos que estaban de buen ver y nos lo estábamos pasando genial casi sin querer, sin más preguntas que las necesarias. Me gustaban esas circunstancias. De hecho, siempre me han gustado. Para que luego digan que la experiencia no es un grado.
Permíteme. – me dijo Jesús mientras me cogía prestada la copa y la llevaba a la barra. Me empujó levemente por la espalda y me condujo un poco más al centro de la pista de baile, donde Lorena llevaba unos instantes pegada a Javi, dando vueltas, y bajando y subiendo a un buen ritmo. Y no sé si solamente por la música. En mi caso, tan solo me dejé llevar por la situación. Sin decirnos nada empezamos a bailar. Más bien a dejarme bailar, sin perder la vista de la otra parejita. No era una sensación rara para mí el estar bailando con un desconocido, pero tal vez el hecho de su edad, y el físico que conservaba, que casi no lo conociera aunque acabara de estar un rato hablando con ellos, y que el calor del alcohol me afectara y agudizara los sentidos, me daba algo de morbillo en aquel momento, aunque también me cortara algo más, a pesar de que no suelo ser vergonzosa. No es lo mismo bailar con uno de tu edad, que hacerlo con uno de esa edad, que saben bien lo que quieren. Pero por ahora ese no era mi problema y yo estaba dispuesta a pasármelo bien. En ningún momento en la pista se excedió conmigo, aunque sus ojos más de una vez se pararon en mi escote, y eso me avergonzaba un poco, aunque no era impedimento para seguir frente a él moviéndome. Tal vez lo contrario. En un momento dado se me acercó y casi se pegó a mí, colocando su pierna derecha poco a poco mientras bailaba entre mis piernas, por lo que se tuvo que ir agachando más. Me agarró por la cintura y comenzó a moverme lentamente hacia abajo en un movimiento muy lento y sensual. La oscuridad del sitio, tan solo iluminado en ese momento por rayos laser blancos y verdes acompañados por un leve flash intermitente, y la gran cantidad de gente, era en lo que me escudaba cuando pensaba que tal vez el fuese muy mayor o que yo estaba haciendo algo mal, pero hubo un momento en el que me olvidé del ambiente y tan solo me dejaba llevar por sus manos, y sus movimientos. Lentamente fue bajando sus dedos por mi espalda, hasta llegar al final de mi top, y siguió bajando hasta pararse en el principio de mi mini falda. Fue en ese momento cuando comenzó a bajarme a su ritmo. No tuve más remedio que pegarme a
su pierna, si no quería que la mini fuese dejando al aire mi culito. Me agarro un poco más fuerte y empezó a moverse al ritmo que ahora marcaba la música. Era inevitable que mi tanguita rozara con su muslo derecho, aun sin verse, pero fácil de intuir. Me miró fijamente a los ojos, sin cesar en sus movimientos y me sonrió levemente con algo de malicia a la que en aquel momento no le di importancia. Que yo vengo de vuelta ¡¡ O eso pensé. Ahí arriba ya me parecías lo más sensual de toda la discoteca, pero ahora que te tengo aquí, creo que eres lo más sensual que he bailado. – me dijo al oído sin dejar de moverse, esta vez subiendo lentamente mientras se iba separando de mí. Sus palabras habían acabado por ponerme más que nerviosa. Podría decirse que comenzaba a estar excitada de estar en esa situación, y no sabía cómo iba a continuar a partir de ese momento, viendo alguna de las cartas que me había puesto sobre la mesa. De hecho no sabía ni que decir. Si ya me encontraba en mi punto justo, liberada, a mi aire, disfrutando de la noche, de la música, ahora la compañía era más que idónea para pasármelo bien. Ese tipo casi sin hablarme había conseguido llevarme a su terreno sin ni siquiera darme cuenta, y me encantaba. Fue cuando pensé si en el fondo había sido tan buena idea eso de camuflarnos con ellos. No dije ni hice ningún gesto a sus palabras, tan solo comencé a subir siguiendo la música y a distanciarme levemente de él, sin dejar de bailar entre la gente. El me miraba y yo lo sabía, pero no supe cómo actuar por vergüenza o por falta de iniciatica. Además, tampoco sabía el efecto que había tenido sobre él el roce que acabábamos de tener. Tal vez hubiera salido de dudas si le hubiera mirado cierta parte de su anatomía, pero no lo hice por no parecer descarada en aquel momento. De nuevo se me acercó bailando lentamente. Me sonrió y le sonreí tímidamente. Me sentía totalmente presa de la situación que yo misma provoqué, así que disimuladamente miré para los lados. A escasos metros de mí y entre algunas personas que se movían entre luces
ahora de colores, vi a Lorena y Javi. Cuando tenía delante de mí a Jesús, le hice un gesto girándome hacía el lado, tal vez con el fin de enfriar un poco el momento, señalando hacía donde estaban estos dos. Lorena bailaba de espaldas a él, y este la agarraba por la cintura, bajando hasta las caderas, y pegándola hacía su paquete. Ella con los ojos cerrados y siguiendo el ritmo de la música le puso el culito a la altura de su… cremallera y comenzaba a moverse sensualmente para luego separarse de él mientras se bajaba un poco la minifalda. Javi descaradamente le miraba el culo desde su posición, y volvía a atraerla hacia él. Conociéndola, esas cosas no las hacia con cualquiera, y se le veía demasiado metida en su papel como para estar haciéndolo por gusto. Sinceramente la imagen me dio morbo, más aún cuando un par de muchachos de mi edad no perdía detalle del suculento baile que se estaba pegando mi amiga con el treintañero. Volví a pensar que había bebido demasiado o que se había pasado con su natural simpatía. O eso o ya tenía en mente algún que otro propósito… Al momento sentí unas manos grandes en mi cintura, suavemente, que me invitaban a moverme. Comprendí lo que quería y comencé a moverme lentamente para ir aumentando el ritmo paulatinamente, pero sin hacer lo que había hecho Lorena. Te mueves muy bien Carla – me susurró al oído, a lo que contesté con un giró de cabeza para que viese mi sonrisa. Bueno, este estilo de música tampoco es que sea mi favorito para bailar... – le dije elevando el tono de voz por el ruido de la música. ¿Qué música te gusta más para bailar? – me dijo desde muy cerca y sin perder detalle. Pues la salsita, por ejemplo. Mover bien la cintura – le dije pícaramente. Pues cuando tú quieras bailamos, que a mí también me encanta eso. – dijo sin quitarme las manos de la cintura. - Además, me encantaría aún más verte bailar. Gracias – le dije sonriendo y dejándome llevar sin saber de
verdad si "gracias" era lo más correcto a responder tras su afirmación- Aquí al lado hay un sitio donde ponen toda la noche salsa, podemos salir y echar un vistazo. – le comenté, tal vez también con la intención de enfriarle un poco, o enfriarme yo. Por mi perfecto. Se lo voy a decir a estos dos. – le dije al oído mientras los buscaba. Me acerqué a Lorena y Javi para comunicárselo. Ambos parecían en otro mundo. Bailaban tranquilamente su bola detrás de un gigantesco altavoz y donde había poca gente y menos luz aún, algo que me decía que Lorena ya estaba "en celo". Él le acariciaba las caderas casi llegando más abajo, mientras ella tenía sus brazos echados sobre su cuello, pero sin abrazarlo, sujetando en una mano una copa que no sé de donde había salido y en la otra un cigarro, mientras se reía por algo que le estaba contando al oído. Pegado a Lorena el no parecía tan alto como cuando me hablaba a mí, y más aún cuando ella se ponía de puntillas. De nuevo me dio morbo verlos así, y hasta pensé no decirles nada para no romper su momento, pero quería saber qué es lo que iba a pasar. Oye ¡¡ que pasa aquí?¡ - dije interrumpiendo sus risas Vaya, la rubita está aquí – dijo sonriendo Javi sin soltar a Lorena Hola – dije sonriendo – Jesús y yo vamos a un sitio que hay aquí al lado donde ponen salsa, ¿os venís? – les tuve que decir casi gritando. Carla, son las tres y pico, y eso lo cierran a las cuatro. Y luego otra vez hay que venirse aquí. Nos quedamos y luego si eso vamos a otro lado, ¿no? – sus palabras parecían normales, pero su mirada y sus ojos casi cerrados me confirmaban que estaba pasada. Es que me cansa un poco esta música, me apetece otra cosa, y tal vez un mojito. Por un rato no pasa nada. – comenté tratando de convencerla
Bueno, iros vosotros y si eso te llamo al móvil en un rato si nos decidimos – me dijo Lorena, sin separarse mucho de su amiguito. Vale…pero mi móvil está en tu bolso, así que pásate directamente o espérate aquí por si nos venimos antes… y… tened cuidadito ¿eh? – les dije mientras me iba y le guiñaba un ojo a la gitanilla y ella me respondía sacándome la lengua. Jesús me dio la mano impacientemente y me sacó de allí abriéndose paso por entre la gente. A la salida, estaban allí los dos amiguitos pesados, charlando con unas muchachas con pinta de no ser muy españolas. Cuando pasé por su lado se me quedaron mirando fijamente, dedicándoles una sonrisita maliciosa. Iba a lo mío. La sensación de sus enormes manos sobre las mías me volvió a abrir la puerta de la excitación, agradándome cada vez más su roce. Al salir había de nuevo una cola muy grande para entrar, y no vi a "mi portero", por lo que si no apareciese luego, íbamos a tener difícil entrar cuando volviésemos. Fuera me solté de la mano, y me inundó de nuevo la sensación de estar a solas con un extraño, o conocido de una noche, con el que no sabía qué era lo que iba a pasar, pero que sabía lo que quería y lo que iba a buscar. Y normalmente el que busca, encuentra en estas situaciones. Al salir, y con más luminosidad que la que había dentro, lo vi mejor y me fijé más en los detalles (algo habitual para quien salga mucho). Era bastante atractivo, no tenía aún muchas arrugas de la edad e iba perfectamente afeitado. Sus dientes eran perfectos, tenía una sonrisa más que bonita. También me fije en que llevaba los brazos y el pecho depilados, lo que me hacía presagiar que tal vez estuviera entero sin pelitos. Pensamientos impuros que surgen a veces sin querer jejeje. La camisa le quedaba genial, pegadita, y con los botones desabrochados de arriba, luciendo cuerpo cuidado y un extraño colgante de plata de los que van pegados al cuello. El pantalón, igual, bien pegadito, como debe ser y como me gustan. Me resultaba realmente llamativo y morboso, algo fundamental para que me fije en alguien. Pero más
llamativo me resultaba estar analizando a un tipo con el que apenas había hablado y que usaba técnicas muy viejas de ligue. Y bien, ¿donde está eso? Que te voy a enseñar a bailar salsa rubia – me dijo en tono chulesco y aún sin confianza. Parecía como si el estar a solas conmigo le hubiera cortado algo más y tuviera la necesidad de sacar pecho y mostrarse lanzado. Sígueme. Esta vez yo lo agarré de la mano, y lo guié por un callejón donde hay algunos pequeños pubs y algunos banquitos. Era un pequeño pub, regentado por un ruso hortera, transformado al mundo latino. Había gente, como buen sábado que era, por lo que bailar tampoco iba a ser tarea cómoda. Nos pusimos en un rincón cercano a un biombo que separa la puerta de los servicios del resto y empezamos a bailar algunas canciones de Jerry Ribera. Sinceramente no bailaba mal. Mucho mejor que yo que tan solo me dedicaba a girar y dejarme llevar, pero lo hacía tan bien que él tampoco notaba la diferencia. Esta vez sus movimientos no eran tan cercanos como antes, había más luz y más gente pendiente, por lo que mis ideas de que tal vez se comportara de un modo más cariñoso se desvanecieron. En un momento dado pusieron "devórame otra vez", una canción que me encanta y proseguimos con nuestro baile en la esquinita. Sus manos acariciaban mi cintura, mi espalda, y todo lo que se le preciaba sin pasarse. Una situación que me gustaba, ya que en cierto modo iba teniendo yo el poder, por decirlo así, que en la discoteca había perdido. Fui dejándome querer, simplemente, sabiendo que eso a él le ponía nervioso. Me giré para había él y le pregunte: ¿No tienes sed? – Tenía sed de verdad, que conste. Por supuesto – comentario que dijo en un tono como… "si necesitas alcohol, yo te lo voy a traer ahora mismo" Se fue un momento a la barra y apareció con dos mojitos. Te mueves genial. –me dijo al oído al verme allí bailando a mí aire. – toma, este para ti.
Ojalá pudiera decir yo lo mismo – le dije y le saqué la lengua antes de chupar de la pajita para picarlo. Jejeje, bueno, no negarás que me defiendo. Además, tengo en ti demasiadas distracciones como para concentrarme…- me dijo mientras se sentaba un banco de esos altos de barra y me sonreía. Excusas… - le dije para evitar contestar al respecto. Aunque esos comentarios me estaban encantando. De verdad, es sobre todo tu cintura la que me hipnotiza – me dijo mientras posaba sus manos de nuevo sobre ella, aprovechando que estaba cerca. ¿Qué le pasa a mi cintura? – a lo que me miré extrañada. Pues, pues – no supo que decir durante unos segundos – que están demasiado cerca de tus muslos, Carla. Hum – obviamente sabía por dónde tirar para catar el terreno sin propasarse.- nunca me había dado cuenta de eso, fíjate tú. – y me mire la mini falda. Acto seguido me di la vuelta y me puse dándole la espalda. Mira, ¿ves? No es para tanto – le dije mientras me pegaba la mini al contorno de mi culo. No respondió, tan solo se limitó a mirar con cara de embobado. Cierto, estaba equivocado, está a la distancia perfecta- corrigió, y siguió con su bebida mientras no dejaba de mirarme, tal vez algo cortado por no esperar esa respuesta mía. Había entrado en su juego de nuevo y me empezaba a gustar. Y cuando me terminé el mojito tal vez un poquito más aún. Pero bueno, no es lo único que me hipnotiza de ti, Carla. Es difícil no mirarte, te tiene que resultar difícil no llamar la atención por dónde vas. Me valoras demasiado eh¡, deberías salir más - le dije para quitarle importancia a su comentario. Carla salgo bastante, en serio, estabas en la tarima y había
muchos chicos mirándote. Y al menos había veinte personas allí arriba bailando. Si no fuese tan cortado para algunas cosas me habría acercado para verte mejor. – dijo en un tono que no me creí demasiado. ¿Qué pasa? ¿Que ahora no estoy lo suficientemente cerca?- de nuevo mirada pícara. Hum, si. Pero me refería en aquel momento… Ah vale… entendido… - su sinceridad en aquellos momentos se me escapaba. Estuvimos hablando de cosas varias, no mucho rato, apenas una media hora o algo así, aunque el tema que parecía gustarle siempre volvía a salir. Pero bueno, no te digo nada que no te digan ya en todas partes. Pero en todas partes no me tienen a la misma distancia que tú. – le respondí incluyendo mirada dulce Made In Carla. Cierto… y eso es una gran ventaja ¡ - me dijo cambiando el tono, y levantándose de su banquillo. – ¿Bailamos un rato o nos vamos a buscar a estos dos y ver qué hacemos? Venga, vámonos – estaba claro que allí no iba a pasar nada relevante. Salimos de aquel sitio y nos dirigimos de nuevo a la discoteca. La cola era bastante grande a esa hora. Las discotecas pequeñas y pubs cierran a las cuatro de la mañana, y otras pocas cierran a las siete, que es donde se van concentrando toda la gente que sale de las demás. Así que o aparecía mi amigo o tocaba esperar cola. Oye chica sexy, hay mucha gente aquí esperando entrar, y yo tengo una necesidad que se vuelve urgente – me dijo haciendo un gesto a su paquete. Ya, y yo también, pero en todos los sitios hay cola. Bueno, tú eres la que se conoce esto, llévame a algún sitio menos concurrido, que si me voy solo me pierdo y me lo hago encima. – me dijo tranquilamente. En un primer momento pensé en subir al
apartamento, pero la idea de estar a solas con él me daba algo de sustillo, aunque no sabía de qué tipo Bueno, por donde habéis aparcado hay varias calles sin salida de las entrada de garaje de la gente, vamos allí si no hay nadie. Nos pusimos a caminar unos 100 metros, donde está el Burger Queen, y subimos unas escalerillas que conducían a la primera calle sin salida, y que da acceso directo a la playa donde se sitúa dicha hamburguesería. Fallo mío el subir las escaleras tan empinadas la primera. Vaya, vaya, negro, precioso – algo había visto… Calla, que tú no has visto nada – le dije algo seca y cortada al percatarme de a lo que se refería. Tal vez eso me puso nerviosa porque no lo tenía previsto ni entraba en mi juego. Difícil de olvidar, y malas horas y momentos para ver ese tipo de cosas… Bueno, este callejón de la derecha es, yo entro primera y ahora entras tú¡¡ – le indiqué cambiando de tema. Era un callejón estrecho y donde los coches aparcaban encima de la acera derecha. Me puse detrás del primer coche que estaba a la entrada de dicho callejón. A esa hora no pasaba nadie por esas calles cercanas, y quien pasaba, iba a tope de todo o iba lo mismo y tampoco iba a darle importancia. Me agaché, y deslicé el tanguita hasta mis rodillas. Si que había bebido, pensé en aquel momento. No había pasado ni treinta segundos, cuando Jesús giró la esquina y se colocó al otro lado del coche detrás del cual yo me encontraba agachada. Oye, no salgas ahora, que estoy en la labor!! - me gritó sin percatarse de mi situación. Se bajó la cremallera, se metió su mano derecha en la bragueta, y se la sacó ante mi asombro. No lo pude evitar y se la vi a través de los cristales del coche con disimulo. No quise evitarlo, más bien. Ni el
hecho de mirarla, ni el morderme el labio inferior involuntariamente. Se me pasaron por la cabeza varias cosas, sobre todo tras verme ahí agachada en mi "postura", y un cuasi cuarentón con su herramienta fuera haciendo eso a pocos metros de mí en un callejón oscuro. Ni me moví, aparte la vista sin poder olvidar lo que había visto, que por cierto, no estaba nada, nada mal para el estado que tenía y espere que descargara. Terminó y se la guardó, algo que supe porque escuché la cremallera. Se notó que el también había bebido demasiado. Carla ¡ ya puedes salir ¡ - dijo como si no lo escuchara. Acto seguido me levanté ya "arreglada" y me fui para él. Vaya, estabas ahí ¡ - sinceramente no sé si él lo sabía de ante mano, pero si quería excitarme un poco más, puede que lo hubiera conseguido. Si, no dije nada porque ya estabas a mi lado y… - dije cortada Bueno, tampoco pasa nada, a mi no me iba a importar ni mucho menos… - no me cabía duda… Inmediatamente bajamos por donde habíamos subido y nos dirigimos a la puerta de la discoteca. Seguía la misma cola que antes, pero esta vez sí vi a mi amiguito allí con su walkie en el oído y creyéndose el rey del mambo. Me acerqué a él y le mandé un saludillo. Hola guapa, no veas cómo está esto hoy. ¿Vas a entrar de nuevo? Si, si, que he salido un momento con un amigo para enseñarle una cosa – más bien me la enseñó el a mi. Perfecto, poneros aquí – nos indicó. Y al momento pasamos a disfrutar de esa "magnífica" temperatura que se respiraba dentro. Con mucha más gente que antes, el aire era casi irrespirable y el aire acondicionado no daba a basto. La música House invitaba a toda esa gente a moverse y saltar, a seguir bebiendo y a desfasar, algo que estaría haciendo yo si no hubieran surgido estos planes. Nos colamos entre la gente. El iba delante y yo me agarraba levemente a su cintura para que no se me perdiera.
¿Los ves? – le dije. Me sacaba dos cabezas, así que algo más que yo sería capaz de ver. No, no están donde antes estábamos. Vaya, pues vamos a los asientos, tal vez estén allí – una parte más oscura donde la gente se puede sentar, delante de mesitas, en sofás grandes, a descansar o disfrutar de lo conseguido. Nos dirigimos hacía allí, el abriéndome paso entre tantos cuerpos sudorosos saltando, hasta llegar a la zona deseada. Pero allí no estaban. Algunas parejas metiéndose un poco de mano, algún que otro colocado o pasado de la droga tirado y babeando y poca cosa más. Ojeando entre la gente que se amontonaban entre las barras que veíamos tampoco aparecían. Me dio por mirar alrededor, y junto a una barra pequeña situada junto a estas mesitas, hay un pequeño pasillo oscuro, cerrado hasta la mitad, donde se guardan y sacan las bebidas para cargar las barras. Entre la oscuridad y la gente que nos separaba, dos figuras se apreciaban en el interior. Demasiado juntos como para estar charlando y demasiado escondidos como para estar bailando. Son ellos – me dijo – y parece que han congeniado muy bien… comentaba mientras no perdía detalle de lo que allí pasaba. ¿Son ellos?, ¿que ves? – le dije mientras me acercaba por entre las mesitas y la gente para tener una mejor vista Javi estaba de pié, apoyado en la pared, junto a algunas cajas de refrescos vacías. Lorena estaba abrazándole por el cuello, mientras él le magreaba el culo a placer por encima de la mini, casi levantándosela. Sus bocas estaban tan pegadas que parecía que solo había una cabeza allí dentro. La apretaba contra él, mientras ella se dejaba hacer, moviendo la cabeza de izquierda a derecha siguiendo el ritmo que le marcaba la otra boca. Tanto Jesús como yo los mirábamos, era una escena que sinceramente no esperaba encontrarme, al menos tan pronto. O quizás sí, pero no tan de sopetón. En algún momento alguna lengua salió, pero para volver rápidamente a la fiesta que se estaban pegando. Un par de chicos no perdía detalle de la trasera de mi amiga,
mientras se daban codazos viendo el lote que se estaban dando. Bueno, ¿qué hacemos? Interrumpir estaría mal ahora…- le comenté a Jesús. Si, por ahora nada. Desde luego a mi no me gustaría que me interrumpieran en esa situación… - me dijo, pero sin apartar la vista de la parejita. Ni a mí! - la verdad sea dicha. Bueno, pero tampoco vamos a estar aquí de espectadores, vamos a hacer algo nosotros – me sugirió Mientras Javi seguía a lo suyo con Lorena, esta vez metiéndole la mano por la espalda, por dentro de la camisetilla y acariciándole la espalda de arriba abajo, pero ya sin limitaciones, y agarrándole los cachetes cuando las bajaba. Yo sabía que eso a Lorena le encantaba. Siempre decíamos que nuestros puntos débiles eran cuello, orejitas, y buen magreo del culito. Me agarró de nuevo y me llevó a bailar. Parece que la visión que acabábamos de tener nos hubiera puesto las pilas, pero por otra parte pensaba, que si este me gustara tanto como para liarme con él, tal vez me habría dejado caer antes, o dar pié a alguna situación que él pudiera aprovechar, o que si yo le gustaba bastante, ya me habría metido caña para ver que podía conseguir. Las horas que eran, el calor y los hechos vistos, parece que surtieron su efecto. Ahora bailábamos más desinhibidos. Más a nuestro aire. Se acercaba más a mí y me baila. Adelante atrás y arriba y abajo. Sin llegar a haber magreos, estuvimos un buen rato encendiéndonos ante la mirada de algún que otro envidiosillo y diversos moscones esperando su oportunidad. Y en esos momentos… Hola amigos!! - Lorena apareció por arte de magia y como si no pasara nada. – Os acabo de ver desde allí – señalando donde estaba disfrutando de las "delicias" de Javi. Ya te hemos visto ahora mismo muy ocupada… – le dije riéndome ante la atenta mirada de Jesús
¿Dónde está Javi? – le preguntamos Acaba de sentarse ahora mismo. Te estaba esperando para ir al servicio – a saber si eso era verdad, porque en ningún momento ella supo que yo volvería. Bueno, nosotros acabamos de entrar, ya he ido al servicio hace un ratito – sin dar explicaciones por el momento Ahm, bueno, de todas formas acompáñame al servicio. Javi está sentado junto a la barra chica, vete con el si quieres – le dijo a Jesús mientras se enganchaba a mí brazo y nos poníamos a hacer cola. Así lo hizo, y nos perdimos cada cual por su lado. ¿Tía que tal? - le dije curiosa- ¿cómo ha pasado eso?! Desde que me despedí y os vi tan acaramelados supe que algo estaba pasando… Puf, super bien tía, no veas como estoy, creo que hasta he mojado ya – se le notaba la excitación al hablarme- menuda caña me está dando. Ha pasado sin querer, hablando, bailando y al final sin darnos cuenta estábamos comiéndonos la boca, ya te contaré con detalle… Ya lo he visto, y también como está el – añadí Dímelo a mí que la estoy sintiendo en mis piernas todo el rato jejeje- bromeó Jajajaja, anda que vaya, te estás poniendo morada... – le comentaba mientras seguíamos en la cola para entrar a los servicios. Solamente estamos calentando me parece a mí. Ganitas de más no me faltan – sonó a que la noche iba a ser larga Pues atenta… yo acabo de vérsela a este…- le dije para quedar a su altura. ¿Qué dices? ¿Os habéis liado? Cuenta guarrilla. Que va tía, que hemos ido al callejón donde me lie con el Mark y se la he visto sin querer cuando ha ido a hacer sus cosillas. Si claro, sin querer, JA JA – dijo para picarme.
Pues no te lo creas pero es así, si quisiera vérsela de otra forma lo conseguiría fácilmente – comentario que provocó sus risas Bueno, mira, te voy a decir una cosa pero no digas nada, muy fuerte tía – parecía realmente entusiasmada Dime, ¿qué pasa? Estaba con él en pleno momento hot y le ha llegado un mensaje al móvil… ¿adivinas de quien? ¿Yo como lo voy a saber? – le dije extrañada - … un momento… pensé – no será de… ¿quien yo creo no?, bueno – pensé – sí es de quién yo creo porque no conocemos a más personas en común… Si, el mismo, muy fuerte. Ha sido hace poco, un ratillo, le ha vibrado el bolsillo y como te puedes imaginar lo he notado perfectamente… ¿Has visto lo que le ponía? Digo!! he hecho como si me ponía a mirar a la gente bailando y he mirado de reojillo, pero no sé si te va a gustar… Dímelo joder ¡! - le dije con ansias y bastante interesada. Bueno, ponía algo así como que…" la rubita me está poniendo malo, menudas o menudo algo, me tengo que fo… a esta chica como sea y qué tal le iba él conmigo", más o menos, pero en esencia era eso. ¿Qué dices? ¿En serio? – le pregunté extrañada, ya que no sabía en qué momento se lo podía haber mandado Te lo juro, para que te voy a engañar – en ese momento me invadió una sensación extraña, porque de cualquier persona eso me hubiera molestado, pero simplemente me lo tomé como un piropo demasiado subido que iba directamente dirigido a mí. De nuevo la sensación de gustarle mucho a un tío bastante más mayor que yo… me ponía y me daba que pensar. Joder tía, como me dejas. ¿Ha pasado algo entre vosotros? Que va tía, nada, roces y bailecitos. Pero independientemente de
eso se le nota que esta frito… Como si tu no estuvieras frita también guarrilla…Y por curiosidad, ¿qué tal eso que has visto? De este no sé como andará, pero lo que es efectividad y dureza te aseguro que sí. Pues bastante bien, promete en todas las dimensiones… pero no hagas preguntas de esas ahora, que acabo de ver el arma con el que me quieren acatar esta noche. Joder tía, líate con él, está bastante bien, parece potente, ponlo malo y que te entre, no tienes que hacer nada… podemos pasar una peazo noche. – sin duda que iba alcoholizada, pero no sabía porque ella tanto y yo aunque contenta, no pasaba de estar en un estado de felicidad Ya veremos Lorena – le dije en tono seco pero sin ser seria-, sin agobios y sin prisas que queda noche.- le comenté restándole importancia, pero sin dejar de pensar en él y en lo que había visto momentos antes. Mira lo que podemos hacer es irnos de aquí al apartamento a tomarnos algo, ¿qué te parece? – parecía muy interesa en que nos fuésemos a algún sitio íntimo. Joder, pero si no los conocemos de nada. Te comes la boca con uno y ya a por todas. – le recriminé en tono irónico. Como si tú no lo hicieras a menudo. Si tu apartamento hablara tía. – en parte tenía razón, pero exageraba las cosas. Ejem, bueno, ahora vemos que pasa, que te noto muy lanzadilla esta noche. No es eso, me ha insinuado un par de veces de irnos fuera… Y fuera no es irnos a otra discoteca. Para acabar en la playita o en su coche o vete a saber… ¿Eso te ha dicho? Lo ha insinuado… Jajaja. Anda que vaya. Pero tú quieres… ¿salir fuera? Una noche es una noche Carla – me dijo en un claro tono que quería decir que estaba dispuesta a llegar donde él quisiese.
Pues ve comprando preservativos – le dije irónicamente Tranquila, ya llevo en el bolso – Me contestó en tono serio, pero sin dejar de tener su cara de borracha. Entramos al servicio, me retoque un poco los labios frente al espejo de uno de los lavabos y salimos una vez ella había terminado. Nos dirigimos hacia las mesitas donde estaban esperándonos. El morbo se había apoderado de mí desde que me había enterado, de manera directa, de las intenciones de mi "cuarentón". No es que no las supiera cada vez que conozco a un tipo y me entra, todos van a lo mismo, pero enterarse de esta forma es distinto, mas cuando esa persona te atrae algo y no ha ido aun a saco. El tema era como iba a disimular que lo sabía. O si era necesario hacerlo. Menudo ritmo que lleváis nenas, nosotros estamos ya con dolor de pies y de espalda. – Nos dijeron algo fatigados pero con razón, mientras permanecían sentados en un sofá muy bajo típico de ambientes chill. Poco aguante eh - dijo Lorena mientras ambos la miraban No es eso, necesitamos más gasolina para el cuerpo ¡¡¡ - le dijo Javi a Jesús con un gesto que me pareció de complicidad. Bueno, eso no es problema, estamos en una discoteca, de eso hay mucho – les dije, estando de pié frente a ellos mientras me observaban de arriba abajo. Lorena se sentó al lado de Javi y lo abrazo, mientras él la agarró del culo con su mano derecha. Casi podía cogerle el culo directamente debido a la postura. Yo permanecí estática de pié y comencé a moverme al ritmo de la música, mientras charlaban entre ellos. Parecía que la situación se hubiera enfriado un poco y aguardaran que algo sucediera para decidir qué hacer. Bueno, ¿qué hacemos? – dije algo impaciente Venga, bailamos un rato antes de irnos – dijo Lorena mientras se levantaba dejando a los otros dos casi tumbados en el sofá
blanco. Bueno, nosotros por ahora preferimos descansar, eso sí, observando a este par de bellezas que hemos conocido hoy – dijo Javi sonriendo. Mientras bailábamos frente a ellos, más por la inercia de la música que por complacerlos, ellos charlaban amenamente de cosas que no podíamos escuchar. Estábamos en una zona donde no había mucha gente y la que estaba, no parecían muy pendientes de lo que pasaba a su alrededor. En un momento dado, Javi hizo un gesto a Lorena, que se acercó a ellos. Se agachó levemente y Javi le dijo algo al oído, a lo que ella contestó con una sonrisa. Acto seguido se puso a bailar justo enfrente de ellos y se giró lentamente para darles la espaldabailando. Sin pensárselo dos veces se fue agachando lentamente y sacando su trasero hacía fuera, moviéndolo sensualmente. No podía creerlo. Javi y Jesús la miraban fijamente sin decir nada. Luego volvió a subir y continuó bailando dándoles la espalda. Evidentemente su estado la había convertido en un juguete para nuestros dos amigos, que de nuevo empezaron a cuchichear cosas mientras me miraban. Javi me hizo un gesto con el dedo índice para acercarme a él. Me acerqué y agache poniendo la cabeza en medio de los dos. Carla, ¿Por qué no nos haces un bailecito como los que hacías antes allí arriba? Si sí, enseguida – dije dándole largas, pero sin saber muy bien si en realidad no quería hacerlo Vamos, solo un poquito, para apreciar lo bien que te mueves, además no te cuesta nada y ya nos conoces un poco… - en el fondo me había puesto ver a Lorena haciéndoselo y que la miraran con tanto deseo. Pero es que luego os vais a emocionar y no me gustaría – les dije para picarles Anda Carla, no seas mala – no tenían ni idea de lo que era ser
mala.- que no todos los días se conoce a una muchachita como tú… - no sabía exactamente lo que había querido decir, pero bueno, de todas formas solo quería escucharlos suplicar un poco Lorena ha accedido a bailarnos un poco, quería que Jesús viese el culazo que tiene tu amiga – me dijo tan pancho. A saber que le había dicho a Lorena para que les bailara a la primera. Ahora veremos – les dije sacándoles la lengua Sin decir mucho más me incorporé y comencé a moverme delante de ellos, mientras los tres me miraban y sonreían. Tan sólo era un bailecito antes de irnos y así les alegraría la vista. Además en aquellos momentos tampoco me pareció una mala idea ni nada. Si Lorena lo había hecho, yo también podía. Siguiendo el ritmo de la música les di la espalda y continué bajando lentamente y moviendo el culito de forma sensual ante su mirada, tal y como había hecho Lorena momentos antes. Giré la cabeza y pude ver como no quitaban la vista de mis movimientos, pero dejándome llevar por la situación y el ambiente decidí ir más allá. En un momento dado, hice un movimiento de cintura, de adelante atrás, provocando que la mini se me levantara levemente al poner el culito en pompa, dejando ver perfectamente mi culo y el tanguita que tan poco me tapaba, tras lo cual me fui elevando poco a poco para ir dándome la vuelta… ¿Ya? ¿Contentos? – les dije mientras veía sus caras de asombro, mientras Lorena se partía de risa. Si… contentísimos – dijo Javi Bueno… yo también lo haría, pero tengo más pelo que vosotras y no quedaría bonito bajarme el pantalón aquí en medio – dijo Jesús en tono de broma para romper el silencio del momento. Creo que les había gustado. Buenooo, eso no es problema… que Carla tiene un apartamento aquí al lado y nadie te iba a ver hacer eso excepto nosotras si te animas – dijo Lorena haciéndose la nueva.
¿Qué apartamento? – dijo Javi con cara de asombro y pensativo. Carla tiene un apartamento aquí al lado, en el puerto deportivo. – en ese momento me acordé bien de su madre Bueno mío no es eh, es de mis padres…- dije para excusarme, aunque fuese mío en propiedad realmente. Joder que bien suena eso ¡¡ ¿y hay alcohol? – dijo Javi ya entusiasmado con la idea Si sí, si que hay. De hecho hay de todo… - dijo Lorena ¿Y hay llaves? – preguntó de nuevo Aquí están – dijo Lorena mientras la sacaba de su bolso y me miraba sonriendo. Esta vez no tardaron en levantarse. Javi se acercó a Lorena por detrás, agarrándola por la cintura y posando su cabeza sobre su hombre derecho mientras le daba algún que otro cariñoso beso en el cuello y comenzaban a andar. Jesús se sitúo detrás de mí y los seguimos hasta la salida. Javi no perdía el tiempo y en cada ocasión que podía posaba sus manos sobre el culo de Lorena que se limitaba a abrirse paso por entre la gente. Jesús que iba detrás de mí, se limitó a poner su mano derecha sobre mi cintura y a seguirme. La presencia otra vez de esa manaza sobre mi cuerpo me ponía nerviosa, y se me vino a la mente el mensaje que le había mandado a su amigo. En un momento dado y a pocos metros de la salida, la cosa se saturó de gente y nos paramos un momento. Sin remedio, la cola en la que íbamos, típicas en las discotecas cuando pasas entre la gente, se taponó, con el consiguiente apretujamiento humano, por lo que Javi quedó delante de mí y Jesús se pegó atrás. En esa posición colocó su mano izquierda y a tenerme "sujetada" con ambas manos de la cintura, que involuntariamente y mientras la gente se apartaba, iba bajando a mi cadera. Involuntariamente pensé yo, porque al mismo tiempo, me pegaba contra él mientras yo me dejaba hacer. La situación no me podía resultar más morbosa. Y para más inri, veía como Javi mientras mordía el cuello de Lorena, había introducido una mano debajo de la mini falda de Lorena y le decía cosas al oído. De repente se giró y nos sacó la lengua. El sudor resbalaba por su frente. Le hizo un gesto a Jesús
para que le diera una palmadita a Lorena, que no se enteraba de nada de lo que pasaba detrás de ella. Éste, sin pensárselo, soltó mi cadera y le dio una suave palmadita a Lorena en su cachete, a lo que ésta no le dio la menor importancia. Estaba demasiado pendiente de avanzar algo que de lo que se le posaba atrás. Yo le hice un gesto a Jesús de que eso no se hacía, pegándole una suave palmada en su mano. Esas cosas no se hacen – le dije girando mi cabeza y dejándole ver mi escote desde su perspectiva. Bueno, solo ha sido una bromita entre amigos, ni se ha enterado. No se trata de eso, tienes mi culito pegado a tu pantalón y te fijas más en otro… - dije con tono de malicia. Y quedó algo cortado. Pues tienes razón, no me había dado cuenta de ese detalle – me dijo tratando de parecer sensual mientras ahora sus manos bajaban de mi cintura, a mis caderas, y seguían su recorrido algo más abajo. Venga vámonos ¡¡ - grito Lorena a la gente que tenía delante mientras esta ya por fin avanzaba. No tenía duda de que aquello le había hecho ver las posibilidades que iba teniendo, si es que no las sabía de antes, y de paso, ponerle mis cartas sobre la mesa. La situación cada vez la veía más clara, y sobre todo lo que quería. Como dijo Lorena, una noche es una noche, y esta no estaba ya para desperdiciarla. Nos dirigimos hacia el apartamento andando tranquilamente. Al salir Lorena y yo nos habíamos adelantada a ellos, que nos seguían detrás hablando de lo suyo. Tía no sé cómo se te ha podido pasar por la cabeza esto – le dije ¿Que quieres que hiciera? ¿No son mala gente no? Subimos y nos tomamos algo con ellos, que al menos el aire acondicionado es más eficaz con menos gente… - excusa mala. Si yo no lo veo mal, pero son mucho más mayores que nosotras, un apartamento solo, ni tu ni yo vamos bien, ellos menos, si lo
que tienes es ganas de… - le hice el gesto con el dedo índice que se introduce por un boquetito - dímelo y no me pongas excusas, que luego los vecinos hablan A ver, para eso no me hacen falta excusas, ni tampoco un lugar determinado, solo que vas a ver que nos lo vamos a pasar genial, ¿o es que tú no tienes ganas? Yo no he dicho que no tenga ganas… pero me rallo un poco con estas cosas. Y no te rallas enseñándole el culo a estos dos, no? Jejeje. Jejejeje, tampoco ha sido para tanto Que no? Tu no has visto como te miraban, se han quedado cuajados Mejor ¡¡¡ jejeje Has sido mala, si ahora tu amiguito va lanzado que sepas que es culpa tuya- me recriminó Bueno, el va lanzado desde hace rato pero se contiene Ya lo veo, pero tu dale pié y verás como acabas… Acabaré como deba, pero vamos, que si hablamos de acabar, ¿en que cuarto te vas a meter? Jejejeje Nadie ha dicho que necesite una habitación ¡¡ - dijo riéndose Bueno, encárgate de no manchar nada y no habrá problemas A ver si la que al final va a manchar algo vas a ser tú… A mí no me llevan magreando el culo toda la noche – le guiñe ¿Y quien te ha dicho que solamente ha sido el culo? No me digas que… Sí, pero poco. Si mueve igual de bien su polla que sus manos y dedos… no me hago cargo de destrozos. Este si va lanzado. Menuda guarra estás hecha - bromeé Bueno, si hablamos de guarradas, te podría recordar la que liamos arriba con los de Zaragoza… Jejejeje, ¿qué pasa? ¿Es que piensas en algo parecido esta
noche? No que va, no he dicho eso, pero la situación si se parece Bueno, es distinto porque yo con este no me he liado. Aun. Tu lo has dicho, a ver como se lo monta ¡ Llegamos al portal y Lorena sacó las llaves para abrir la puerta. Menudo lujazo ¿no? – comentó Javi observando el lujo portal del bloque de apartamentos. Menos mal que el portero no trabajaba jamás por la noche, si no pobre hombre. No te quejaras No, estoy muy contenta la verdad, se está muy bien aquí Sin duda, sobre todo en cuando estemos arriba – bromeo Javi Jejejeje que conste que no sé que hay arriba para beber comenté Da igual, a estas horas nos conformamos con cualquier cosa… Con cualquiera ¿de verdad? - dijo Lorena Bueno, de beber si, de otras cosas no, ya sabéis los selectos y exigentes que somos. Llegamos arriba y abrimos la puerta. Lorena soltó el bolso sobre la silla de la entradita y se dirigió de nuevo al baño. Mientras Javi y Jesús examinaban el salón. Estáis en vuestra casa, coged lo que queráis. – comentario que no se tomaron por otro sentido. No sé si porque estaban pasadillos o porque no lo pillaron como yo. Gracias - dijeron mientras ojeaban la cocina y caminaban hacía la terraza. Salieron y les acompañé para enseñarles lo que se veía y tal. Estaban encantados con las vistas de los yates, las luces de la noche, el mar. Y
una cosa más, desde el balcón podías ver otros balcones, pero desde ningún otro se veía el mío al quedar más alto y en la esquina. Menuda choza tienes jodía. – dijo Javi ¿Lo tienes para ti solita? – añadió Jesús, que se había enamorado del TFT del salón. Casi siempre, a veces vienen amigos de mis padres o mis tíos pero esta siempre disponible cuando lo necesito. Menudas juergas te has tenido que montar aquí … - dijo Javi mientras me miraba sonriendo Alguna que otra – le dije en un tono en el que dejé ver lo mucho que había disfrutado hasta la fecha de él. Sentaros si queréis. – les dije invitándolos a una mesa de mimbre que tenemos en la terraza, con un sofá de dos plazas también del mismo material, sobre el cual hay un gran cojín blanco. Javi se sentó en él esperando a Lorena y Jesús en otra silla igual que el sofá, pero de una plaza. Yo cogería algo del salón, ya que la otra que hacía juego con la de una plaza, se rompió misteriosamente en una visita que tuve unos meses antes ¿Qué queréis de beber? - propuse ¿Qué hay? - preguntaron Voy a mirar. – yendo para el salón me crucé con Lorena que venía del baño. Se acopló al lado de Javi, el cual la dirigía a su lado poniéndole la mano en el trasero mientras esta bajaba para colocarse a su lado. En el mueble bar había varias marcas de whisky, una botella de negrita y una botella de Absolut nueva. Pero ahora que caía, no había refrescos en el frigorífico. Así que volví a la terraza para consultar que querían. Cuando llegué Jesús estaba echándole fotos a Lorena y Javi desde su móvil. Sinceramente hacía tiempo que no la veía tan risueña y contenta cuando ha tenido los últimos rolletes. Demasiada caña tal vez. Hay whisky, ron Negrita y vodka, pero no hay refrescos para combinar.
– dije interrumpiendo Pues tráete la de negrita y nos la tomamos a chupitos que es más suave – la idea no me gusto mucho, porque aunque se tomara a pelo estaba demasiado cargada para mi gusto. Pero entre lo que había, era lo mejor. Así que dejé las botellas que no quería y volví a la terraza botella en mano Aquí está, voy por los vasos de chupito y una silla Espera Carla, vamos a hacernos una foto – me dijo Jesús inesperadamente. Vente aquí, señalando su pierna derecha mientras permanecía sentado – algo que me dio mucho corte, pero que no veía mal o fuera de lugar viendo como se lo estaban pasando Así que tranquilamente me senté mientras él abría las piernas, disponiendo una para que me sentara sobre el, juntando las mías sobre mientras me acomodaba y mirando hacía donde estaban los otros dos para que me hicieran la foto. Jesús me echó la mano por la cintura y me pegó un poco más hacía el. Venga, sonriendo – dijo Javi, al que le regalé mi mejor sonrisa. Oh, que parejita más guapa – dijo Lorena. Ambos estaban muy pegaditos y nos miraban fijamente tal vez esperando algo más. Calla ya anda – dije vergonzosa Pero que sosos salís – picó Javi, mientras yo permanecía sobre Jesús. ¿Porque dices eso? – pregunté Bueno, no sé, estás sentada sobre él, un gesto de cariñito o algo – dijo señalándonos y con claras intenciones Anda que estás chalao – dije cuando me iba a levantar Bueno bueno, una más, échale la mano por el cuello y os hago otra – a lo que accedí y volví a colocarme bien ¿Así? – me pegué un poco más, echándole el brazo izquierdo por su cuello, mientras me sujetaba con fuerza con su brazo derecho posando su mano en mi cintura
Sí, así mejor, a ver – y se puso a buscar el mejor enfoque. La situación volvía a agradarme, pero no tenía o excusas para permanecer ahí y me incomodaba un poco. O eso o estaba verdaderamente nerviosa y cortada en esos momentos. A ver, haznos tú una Carla – a lo que me dio el móvil. – Deja el botón lateral pulsado dos segundos hasta que salga el flash. Javi giró su cara hacía Lorena y cerrando los ojos, le sacó la lengua, a lo que Lorena correspondió haciendo el mismo gesto, pero en vez de unir su lengua a la suya, abrió levemente la boca y literalmente hablando se la chupó un par de veces. Me quedé un poco descolocada… ¿Os hago ahora la foto? –pregunté tímidamente mientras seguía siendo sostenida por el maromo. Claro claro – dijo Javi repitiendo la misma operación, a la que Lorena seguía una vez más. Eso es una foto – dijo Javi una vez que se saltó el flash. Seguramente iba con segundas bastante directas que me cortaban más si cabe. Bueno, yo la veo normalita – dije mirando el móvil y contemplando la escena que habían dejado plasmada ¿Ah sí? ¿ Tan normal la ves? ¿Te harías tu una así? – me dijo Javi poniéndome colorada, mientras Jesús sostenía el móvil y veía la foto Hombre, quiero decir normal para dos personas así… como vosotros… Anda Carla… que sosa. Para una vez que conocemos dos tipos majos…- dijo Lorena influenciándome jejeje. La mano de mi sustentador no se despegaba de mi piel. Y por momentos sentía como si sujetara con más fuerza. Mira, te propongo una cosita rubia, dale un piquito a Jesús y os hago la foto. Si no pues… dale un chupetón a esta botella hasta
dejarla por aquí. – dijo mientras cogía la botella y señalaba una buena cantidad ¿Que dices? Estás loco!! - la situación no era grave ni crítica, pero no quería entrar en el juego de beber para lo que no tienes valor de hacer como había hecho alguna vez en el pasado. Además no me apetecía y el ambiente era propicio para jugar sin más. Además, que Jesús no dijera nada dejaba claro las intenciones que se planteaban los tres. Venga, una fotito nada más Carla, para el recuerdo Venga… que gente¡ - dije mientras colorada miraba a Jesús que sonreía ante la situación Dale rubia, un piquito chiquitito – dijo Javi Dicho eso, y bastante cortada pero animada por la situación, giré mi cabeza hacía él, a lo que correspondió poniéndose enfrente de mí a escasos centímetros Venga que va, una dos yyyyyy tres – dijo Javi Acerqué mi boca lentamente a la suya y nuestros labios entraron en un ligero contacto. Me moría del morbo de estar haciendo eso, más cuando su mano lentamente comenzó a bajar por donde mi espalda pierde su nombre y se posaba sobre la parte de mi culo que sobresalía de sus piernas. No os mováis que va otra – dijo Javi. Nuestros labios comenzaron a pegarse más y más, hasta ir dando paso a lo que es un beso en toda regla. Yo le seguí ante el asombro de estos dos. Lo que era un pico, se convirtió en un beso, y ese beso en otro. No quería parar ya. Comenzamos a besarnos suavemente. Su aliento, una mezcla de whisky, mojito, sudor, y olor a noche, me excitaba sobremanera. Nuestros labios se humedecieron y dieron paso a un leve coqueteo de la punta de nuestras lenguas. Había caído en sus redes… ¿o me había tirado? Sea como fuere me encantaba, deseaba que pasara y lo disfruté. Introdujo su lengua en mi boca, al mismo tiempo que me apretaba más con su mano derecha en mi trasero, y comenzó a dar vueltas dentro de mi boca, jugando con mi lengua.
Waaa, menudo pico jajaja – exclamó Lorena mientras nos miraba riéndose- cógele bien el culo, que eso la pone cachonda! – gritó para hacerse la graciosa. Bastante bueno – dijo Javi al hacernos la última foto y volver a sentarse junto a ella. Jesús saco la lengua de mi boca y paró nuestros juegos linguisticos. Nos mirábamos fijamente a los ojos mientras nos íbamos separando. Simplemente, me había encantado y había conseguido romper el hielo. Bueno, ¿está bien así? – dije mirándolos y sonriendo. Como si hubiera tenido yo mucho mérito en lo que acababa de pasar. Genial rubia, habéis salido genial – bromeó Javi, feliz tal vez por haber conseguido su propósito. Aunque más bien el propósito era de Jesús. O tal vez mío. Escuchad, ¿traigo unos vasos de chupito o ya pasáis de beber? – dije viendo el panorama Yo voy a ir al baño, si Lorena me lleva hasta el – dijo Javi mirándola pícaramente- que yo me pierdo mu fácilmente entre tanta puerta. No te vayas a perder ehh – dije irónicamente. El baño sabia donde estaba perfectamente y si no lo sabía tan solo podrían ser tres puertas. Bueno ahora venimos – dijo agarrando a Lorena de la mano y perdiéndose en el salón de camino a lo que supongo que era el baño. Ella por supuesto, haciendo lo que él quería y siguiéndole el juego en todo momento Jesús y yo nos quedamos a solas en la terraza, cuya estructura impedía ver lo que pasaba en ella. En la misma posición desde que me había sentado hace un momento, sentía cosquillitas por el estómago típicas en estos casos que nos sabes que va a pasar aunque te lo imaginas. ¿Nos ponemos cómodos en el sofá? – me sugirió esta vez tímidamente. Claro – dije complacientemente mientras le miraba. Nos echamos en el sofá que acababan de dejar la parejita que a saber
donde había ido. Más bien echados, de lado, uno frente al otro, yo sentada a su izquierda. Me acarició la cara con su mano derecha, mientras me acercaba a él para continuar con lo que habíamos empezado instantes antes. Por instinto cerramos los ojos y abrimos nuestras bocas, invitando a nuestras lenguas a darse un festín. Entre los leves gemidos que emitía sin querer provocados por las caricias que me hacía en la nuca, se escuchaban perfectamente nuestras ansias por seguir besando y jugando, los movimientos de nuestra saliva indicaban las ganas que nos teníamos. Sus manos recorriendo mi brazo izquierdo, bajando lentamente hasta mi cintura. Carla estás buenísima – para ser profesor de instituto el piropo me pareció demasiado vulgar, si es que era un piropo claro. Mientras bajaba por mi cuello y me lo mojaba enteramente entre besos y chupetones. Se iba excitando por momentos, arrastrándome a mí a perder el sentido. Su mano derecha se dirigió hacía mi cachete y me llevó contra él. Un leve pero largo gemido le hacía ver que me gustaba lo que me hacía y lo que me decía, sobre todo referente a mi físico y a que nunca había disfrutado un cuerpo igual. Son en definitiva piropos que no me gusta que me digan en la calle, excepto en momentos así, donde si me motivan realmente. En ese momento un portazo se escuchó en la habitación que daba a la terraza, cuya ventana estaba a nuestro lado. ¿Que ha sido eso? – le pregunté Da igual ahora eso Carla, habrán sido estos dos Si, mira – en ese momento se encendió la luz de esa habitación, que aunque tenía echadas casi totalmente las persianas, dejaba ver si te agachabas lo que dentro ocurría. Vaya, si que se lo van a montar bien – susurró el. Sin duda, ahí tienen aire acondicionado ¡ No se si será suficiente eso para enfriarlos… ¿Tan caliente va tu amigo? O tú amiga- me contestó sonriendo.
¿Miramos un poco? ¿Está abierta la ventana? Si, mira. – dicho esto me levante y me dirigí sigilosamente a la ventana, agachándome. Ven ven – le dije con gestos. Se acerco y se puso a mi lado. Nos pusimos a mirar por entre las cortinas hasta encontrar una zona visible a la derecha. No sé donde habían estado antes de entrar a la habitación, pero sin duda se habían calentado de lo lindo. La imagen era para verla. Desde nuestra perspectiva los teníamos al lado, ya que el cabecero de esa cama pega a la pared que tenemos enfrente. Lorena estaba boca arriba, con la mini falda por la cintura y el tanga por los tobillos, mientras Javi la besaba apasionadamente y con su mano derecha, magreaba su chocho, del que Jesús creo que no quitó ojo. No era la primera vez que yo veía a mi amiga intimar con un rollete de una noche, pero desde luego no de esa edad y de esa manera. Dios ¡ - exclamó en silencio mi compañero de terraza. Yo no quise darle más importancia al asunto y sabía que eso iba a sobre excitarle, y que iba a ser yo la que iba a "pagar" las consecuencias. Bueno, vamos para dentro o se van a coscar que los estamos mirando Venga – Me cogió de la mano y me llevó al salón. Me echó sobre el sofá y se tiró encima de mí. Yo abrí mis piernas para dar paso a ese enorme cuerpo, y que se instalara cómodamente sobre mí, pero sin aplastarme. Comenzó a besarme apasionadamente, a besarme el cuello con más ganas que antes, y sin pedir permiso comenzó a bajar por mi escote y a detenerse
donde el top impedía mas paso. Vaya tetas– dijo mirándolas y muy exaltado Me limité a seguir mirándolo. Mi situación actual era comprometida, pero más lo fue cuando se echó encima mía totalmente, obligándome a abrirme totalmente, quedando su cintura a la altura de mi entre pierna. Como pesas – dije sin ánimo de ofender ¿Quieres venirte encima? – me preguntó casi afirmando. Súbeme tú – le dije dulcemente. Acto seguido se incorporó, dejándome en la misma posición en la que estaba antes de moverme. Madre mía, que vistas. – mientras se desabotonaba la camisa con rapidez y se la quitaba – ¿De verdad quieres ponerte encima?dijo mirándome el conejito ( el de Playboy aun )con una cara de viciosillo que hasta ese momento desconocía Claro, pero yo también quiero estar fresquita – dicho esto me levanté mientras él se sentaba en el sofá y contemplaba como levantaba mis brazos para sacarme el top y tirarlo al suelo. Lo dicho, que pedazo de tetas joder – ese comentario aumento un par de grados mi temperatura, que ya en esos momentos estaba siendo máxima. Pero me parecía insuficiente para lo que podría esperar de él. La situación le podía y eso me gustaba. Me senté sobre él, abriendo mis piernas y poniendo cada una a su lado. Esto provocó que mi mini volviera a levantarse. Mis pechos, de los que no perdía detalle, quedaron casi a la altura de su boca. Acércate – me dijo mientras me agarraba ya directamente del culito y me pegaba a él. Su cuerpo desprendía un olor muy sexual, una mezcla entre su desodorante, su colonia, el sudor, y la esencia a ganas de sexo que se huele en un hombre en esos momentos. Las feromonas, vaya. Empecé a acariciarle el cuello, los hombros, antes de bajar y ofrecerle mi lengua para jugar. Creo que un momento como este era el que imaginaba mientras
te veía bailar. – me decía mientras me besaba Yo prefiero llevarme sorpresas, normalmente la realidad puede superar nuestros sueños… Y que lo digas – dijo dirigiendo sus manos hacía la parte de atrás de mi sujetador. No tardó en soltarlo y cuando iba a quitarlo rápidamente tapé lo que podía de mis pechos con mis manos. Lo tiró al suelo y se quedó observándome mientras se echaba hacia atrás y me agarraba de la cintura, ya desnuda hacía arriba. No te imaginas como estoy rubita – no, ya lo notaba perfectamente. Bueno, imaginármelo sí que me lo puedo imaginar – dije sonriendo mientras ocultaba mis pechos tras mis manos y bajaba la mirada hacía su paquete, muy cercano a mi conejito ( el del tanguita ) Trae – me dijo mientras me volvía a llevar contra él y comenzaba a devorarme el cuello, y comenzaba a bajar buscando lo que tanto rato hacía que deseaba. Agarro suavemente mis manos por las muñecas y las apartó lentamente de mis pechos, que esta vez sí, quedaron al aire para ser catados por el macho que estaba montando. Momento especialmente erótico que me encanta disfrutar observando. Uff – lanzó al aire, mientras las observaba y comenzaba a acariciarlas desde abajo para ir agarrándolas completamente con sus manos que casi no podían abarcarlas. Casi. ¿Te gustan? – pregunta que suelo hacer normalmente. Increíbles – dijo mientras acercaba su cara y comenzaba a lamer mis pezones de una manera increíblemente sensual. Parecía haber dejado de lado ese animal que hace poco llevaba dentro y se dedicaba a disfrutar de cada centímetro de mi piel. Comenzó con suaves lengüetazos y besos, de una a otra y viceversa. Las agarraba y por momentos se sobre excitaba y me daba algun que otro chupetón sin llegar a hacerme daño, pero poniéndome a mil.
Me alegro – dije ya con un tono que denotaba mi excitación, sin dejar de mirar como trabajaba mis pezones. Joder como me ponías las veinteañeras guarrillas de discoteca. – soltó mientras unía mis pechos y comenzaba a lamer los pezones rápidamente. El comentario, al contrario de molestarme, me volvió a subir la temperatura. Evidentemente no era yo la primera de mi edad que caía en sus manazas. Y con respecto a lo de guarrilla, no me lo tomé de ninguna mala forma y lo único que hizo fue motivarme más. Espera – le dije parándolo un momento. Me levanté y de pié mientras me miraba deje caer la mini falda hacía el suelo. – Así voy a estar más cómoda. Hum – gimió mientras me miraba el tanguita y me lucía un poco dándome la vuelta y enseñando como me quedaba – yo también quiero estar más cómodo,¿me ayudas a estarlo carlita? Comprendí perfectamente lo que quería, por lo que no lo iba a hacer esperar. Me arrodillé frente a él, dejando caer mis pechos a la altura de sus muslos. Desde aquí las vistas me parecían fabulosas. Me miraba de una forma que sentía como me deseaba, con su cuerpo sudoroso y su torso marcando los musculitos que tanto me gustan. Me acerqué a la correa de su pantalón y comencé a desabrochársela mientras le miraba fijamente a los ojos. Acto seguido el botón fue el que salió de su orificio. Lentamente le iba bajando la cremallera del pantalón, eso sí, con la forma que marcaba su polla debajo, con un tamaño ya considerable y deseando salir de su prisión. A ver, levántate un poco – le pedí mientras seguía a lo mío. Con suavidad eh… - Fui bajándole el pantalón, tirando de él hacia abajo. Le quité los zapatos de verano que llevaba, sin calcetines, y deje a la vista unos calzoncillos tipo bóxer de color blanco de la marca Doos. Desde luego que lo que escondía no era poca cosa. Ni punto de comparación con lo que unas horas antes había tenido la oportunidad de ver. Se le marcaba perfectamente la erección en los boxer, marcando el camino que seguía sobre su pierna derecha finalizando con el glande. Además parecía de
buen grosor. En esos momentos, y en la postura que me encontraba, lo primero que se me pasó por la cabeza sin duda era bajárselos y disfrutar de la herramienta del "cuarentón", pero no quise dar más pasos allá de los que él iba marcando y me contuve, subiéndome lentamente sobre el de nuevo, pero esta vez con mi tanguita sobre sus calzoncillos abultados. ¿Has visto como estoy? – dijo mientras cogía con sus manos mi cintura y comenzaba a moverme en círculos, haciendo rozar su bóxer con mi tanguita, que en breve iba a dejar trasparentar la humedad que empezaba a despedir de manera notable. Lo veo y lo siento – le dije sacándole la lengua mientras ponía mis manos sobre su pecho echándome levemente hacía delante bajando mis entrepierna a sus muslos. Menudas dos – dijo de nuevo agarrándolas y pellizcando levemente mis pezones.- Yo le sonreí, y comencé a pellizcárselos a él también suavemente. Me agarró de la mano derecha y mojó mis dedos con su saliva, conduciéndome de nuevo a sus pezones. ¿Te gusta?- le pregunte mientras le masajeaba prácticamente. Me encanta, sigue así – mientras yo le acariciaba los pezones con mis dedos ensalivados, el dirigió su mano derecha hacía mi tanguita, para comenzar a jugar con él. Primero con sus dedos sobre el conejito, por los laditos y luego siguiendo el camino que marcaba mi rajita. Movimiento ese que ya me dejó lista totalmente. Cerré los ojos y respiré profundamente. Estas muy mojadita Carla Ya me estoy dando cuenta... – el tanguita estaba ya mojado por la zona que él me estaba acariciando, y cada vez necesitaba más. Y yo cada vez me encontraba más fuera de mí. En esas que en un momento dado se empezó a escuchar ruidos de la habitación de al lado, justo donde daba nuestro sofá. El cabecero de la cama chocaba contra la pared en algunos momentos y se oían gemidos de vez en cuando. No me cabía duda de que Lorena no había hecho uso de los condones que tenía en el bolso, y que estaba en la
silla de la entrada. El morbo de saber que estaban en la habitación de al lado follando a placer fue la gota que colmó el vaso de mi excitación. Esta gente se nos está adelantando bastante Ya se oye – dije inocentemente Creo que hace demasiado calor, échate aquí. – me tumbó sobre el sofá, mientras el permanecía sentado a mi lado. Mi tanguita quedó a disposición de sus manos, que no dudaron en tirar de él a través de mis muslos, siguiendo por mis piernas hasta sacarlo por mis pies suavemente. Para lo cual se puso de pié a mi lado dejándome semi-abierta tumbada en el sofá ofreciéndole unas vistas más que generosas. Joder, lo llevas depiladito, estás tremenda – dicho eso procedió sin más preámbulos a quitarse los bóxer. Su polla, bastante dura desde hace rato, cosa que me sorprendía, salto hacia arriba tras el tirón que se pegó de los calzoncillos, para luego acabar con una erección de algo más de unos noventa grados. Era larguita, de unos dieciocho centímetros más o menos, no lo sé a ciencia cierta porque ni las mido, ni lo pregunto. Pero mi experiencia me permite distinguir tamaños por comparación. Y esa era grande, pero no la más grande que había visto. El grosor estaba bastante bien y el glande lo tenía bastante rojizo e hinchado. La tenía doblada hacía la izquierda. Sin ser monstruosa, el conjunto que formaba la herramienta con el escroto y sus dos bolones colgando la hacía irresistible. Me miró unos segundos mientras se tocaba el pene, suavemente de adelante atrás, de donde no pude apartar la vista esos instantes ya que me encanta, hasta que se inclinó hacia mí. Se dirigió a mi boca, separando mis piernas para acoplarse entre ellas. Pude sentir el calor que emitía su polla al chocar contra la cara interior de mis muslos. Acto seguido me metió la lengua hasta la campanilla casi, y la sacó para seguir recorriendo mi cuerpo hasta donde él quería llegar. Esta vez no se paro en mis pechos. Seguía con sus brazos apoyados a mis lados, sobre el sofá, mientras bajaba por mi barriga, esquivando el piercing
de mi ombligo, y ensalivando mi cuerpo, hasta que llegó a donde quería. Se detuvo antes de empezar con mi rajita, y estuvo besándome el interior de los muslos, las ingles, hasta que comenzó a lamerme los labios superiores con demasiada malicia. Exquisito - susurró Si si, tú prueba - dije mirando al techo y cerrando los ojos, un segundo antes de que empezara a pasear su lengua por mi zona más erógena
Comenzó a deslizar la lengua desde la entradita hasta el clítoris, repetidamente, suavemente y si parar. No podía parar de gemir, por lo que cogí un cojín y me lo puse en la cara. Metió sus manos para levantarme el culito, y ponerse en la posición más cómoda posible para sus menesteres. Abrí mis piernas tanto como me permitía la postura, y comencé lentamente a mover mi cadera de arriba hacia abajo. El placer que me estaba dando no estaba siendo normal. Sin necesidad de apretarme o penetrarme me estaba volviendo loca. Sentía su lengua pararse en mi clítoris, como lo rodeaba, lo besaba y le volvía a pasar la lengua antes de succionar la zona. Conforme más me comía más excitado se ponía, sin llegar a ser violento, pero acelerando el ritmo de su lengua. Que coñito, me encanta. Me encanta. – decía excitado. Mas me encanta a mí – dije en un momento que salí de debajo del cojín para coger aire nuevo. Seguía recorriendo con su lengua todo mi chochito sin pararse. Le agarré de la cabeza, y le dirigí para que lo hiciera con más fuerza y se moviera más rápidamente. Si seguía así iba a hacerme explotar de placer, suficiente me estaba costando no emitir ruidos fuertes. Hacía poco que había empezado a sudar, pero si eso me pasaba a mí, a él le caían los chorros por la frente. Y hablando de chorros, seguramente ya la funda del sofá estaría empapada por mis flujos y su saliva.
¿Cómo estás? – me pregunto mientras me miraba a los ojos. Se mojó el dedo corazón y lo dirigió hacía la entradita de mi vagina y comenzó a introducirlo y a sacarlo lentamente. En un primer momento y debido a lo húmeda que estaba y a la necesidad de algo "más", apenas lo sentí. Algo que arregló cuando empezó a introducir más de un dedo y a aumentar el ritmo mientras miraba mi cara de placer, y como sus dedos se perdían dentro de mí. Mal, estoy mal… Quiero decir bien. Jejejeje, ¿de que tienes ganitas ahora rubita? – si en algún momento dudé de que él tuviera el control, esto me demostraba que estaba confundida. De más. ¿De más? ¿Qué es más? Que quiero algo más gordito dentro de mi – dije demasiado exaltada ¿Algo más gordito? No sé, no sé que puede haber que te guste… - si quería ser malo lo estaba consiguiendo, mientras no cesaba con sus dedos Tengo ganitas de que me folles. – solté bastante acalorada Eso está mejor, porque yo tengo ganitas de eso desde que te he echado el ojo esta noche Pues a que esperas…- dicho esto paró de introducirme los dedos y a darme un poco de calma al calor y la excitación que tenía. Podría haber llegado a irme sin problemas si hubiera seguido con la boca, pero no quería perder mi nivel de excitación y morbo del momento. A ver… - Se incorporó un poco, dejando su rodilla derecha en el suelo, y la subiendo la pierna izquierda sobre el sofá, dejándome abierta perfectamente a la altura de su polla. Me sujetó el tobillo derecho en alto, mientras que mi pierna derecha la apoyé sobre el sofá, abriéndome para buscar la mejor postura Hum – gemido al sentir el contacto de su glande con mi rajita Tienes esto empapado – me dijo cuando situó el glande sobre mi
clítoris. – si antes estaba malísimo ahora ni te imaginas. – comenzó a darme de arriba abajo, pero no solamente con el glande, si no con toda la extensión de su tronco, mojándosela entera. Miraba la escena apoyando mi cabeza sobre el cojín con el que antes me había tapado la boca y creía que moría. Desde esta postura me parecía enorme. Veía como la resfregaba por toda mi rajita, y como me daba golpecitos para excitarse. Su cara le delataba, tenía tantas ganas como yo. Carla no aguanto más. – dicho esto colocó su "cabeza" sobre mi entradita y poco a poco la introdujo sin complicaciones. Notaba cada centímetro de su carne entrando en mí y no pude evitar volver a gemir. Esto está muy calentito – dijo mientras comenzaba a meter y sacar lentamente, sacando mis flujos y mojando su arma. Sentirme penetrada por una polla de un tamaño más o menos gruesa me hace sentirla perfectamente, sentir como se acopla a mi vagina y se frota contra mí. Sentirme follada de esa manera satisfacía todos mis sentidos. Y la que diga que el tamaño no importa es que ha probado pocas cosas. El movimiento cada vez era más fuerte, por lo que tuve que taparme de nuevo la cara con el cojín para que no me escuchara nadie, porque cuando grito, grito. A la vez su excitación se hacía cada vez mayor, y me agarró de la cintura para darme con más fuerza atrayéndome contra él… Ni el cojín podía ya tapar mis gemidos, pero ya poco iba a importar, ya que era él el que aumentó su respiración a un ritmo de vértigo conforme iba aumentando la velocidad de su penetración, soltando algún que otro comentario perceptible desde la otra habitación. Desde luego que si que estaba en forma… Por momentos le miraba la cara sin que se diese cuenta, tapándome con el cojín, y me moría de morbo al ver los gestos que hacía y como me miraba, sobre todo el vaivén de mis pechos ante sus embestidas, y como se le marcaban los
abdominales con sus movimientos. Si en algún momento pensé en que ser disfrutada por un treintañero a placer era un goce, esta era la comprobación. Mientras estábamos a lo nuestro, escuchamos la puerta de la habitación de esta gente. No quise ni mirar, además que me era imposible porque tenía el cojín tapándome y la entrada al pasillo quedaba a mi espalda. Lo que si vi era como Jesús le guiñaba el ojo a alguien que estaba detrás de mí, pero no sabía cuál de los dos acaba de pillarnos en plena escena porno, sin que eso le importara mucho a la persona que estaba dentro de mí, y ciertamente a mí tampoco. Al momento, se volvió a escuchar cerrarse otra. Su penetración se hacía más lenta en esos momentos. Sentía a la perfección como ese trozo de carne se adentraba en mí y salía de nuevo para volver a entrar. Me incliné para verle. Estaba totalmente empapado de sudor y mirándosela, es decir, mirando cómo me follaba. ¿Ya te has cansado? No no, espera. Es que estoy demasiado excitado – dijo secándose el sudor de la frente – pero no quiero correrme Ni de coña eh – le regañé Ven, ponte así. – Me cogió de las piernas y me dio la vuelta, colocándome a cuatro patas sobre el sofá. El se puso de pié justo detrás de mí. Esto te va a gustar. – Colocó de nuevo la puntita y empezó a penetrarme a buen ritmo. Esta postura me encanta desde hace no mucho. Antes la veía más bien como una humillación, pero con el tiempo me di cuenta que era como más sentía entrar el pene en mi vagina. Que ganas de contemplar tu culazo desde esta posición – al decir eso, eché mi cuerpo para abajo, dejando mi culito lo máximo en pompa que podía. El me agarraba de la cadera para profundizar más y poco a poco agilizaba el ritmo entre algún que otro cachete que me pegaba para hacerme sentir más zorrita si cabía. Sus manos amasaban mis caderas, y cuando podía escupía sobre su pene facilitando la entrada de su "tronquito". Aunque
dudo que hiciera falta realmente, así que pensaba que lo hacía por puro morbo. Yo en esa situación estaba más que extasiada. No quería que parara en ningún momento a pesar de que hacía tiempo que no pasaba tanto calor. En cierto momento note como bajaba mucho el ritmo… No te pares ahora – le recriminé Calla, voy a mirar una cosita… Sin preguntar, me escupió sobre el culito, en pleno culito, y comenzó a introducirme levemente un dedo dentro. Luego volvió a repetir con otro dedo. Yo sabía por dónde iba y la idea no me hacía gracia. Por ahí no, que nunca he entrado nada grande. ¿Qué dices? ¿lo tienes virgen aún? Joder, con lo buena que estás no sé cémo no te han dado ya varias veces por detrás, tu relájate. Eh, lo han intentado, pero nunca han podido ni ha habido el material adecuado – le dije pero sin moverme de mi postura, y dejando que siguiera jugando con sus dedos en mi culito Relájate Carla… - cerré los ojos y me dediqué a esperar el momento, aunque estaba segura que con lo que él tenía no iba a entrar – tan solo te lo estoy dilatando un poco Tú verás… - dije desconfiada Al momento de estar con sus dedos mojando y jugando con mi culito, se dispuso a penetrarme. Puso su glande que aun estaba duro sobre mi entradita y empezó a empujar. Podía sentir lo muy excitado que estaba, más cuando hacía comentarios sobre mi virgen boquetito. Parecía que el glande se había hecho hueco dentro de mí, pero comenzó a hacerme daño, por lo que me eché hacía delante de golpe. No! Ya estaba entrado joder – dijo demasiado excitado Que dices! Me estaba haciendo daño… no es la primera vez que lo intentan por ahí… Lo tienes muy estrechito, pero eso se dilata y se moja y entra – si claro, con lubricantes, pensé- deberías tener más paciencia. Parecía que la situación se iba a enfriar, por lo que tuve que actuar de
la mejor de las maneras en aquel momento. Me acerqué a él, que permanecía de pié junto al sofá y me puse de rodillas sin dejar de mirarlo para que no dijera nada al respecto de lo que acababa de pasar. Está perdiendo fuerza, la voy a animar – dije mientras se la agarraba y comenzaba a masturbarle Ufff – exclamó cerrando los ojos y mirando al techo ¿Ves? Así ya se pone de nuevo a tono – le dije mientras seguía dándole con la manualmente. Me pasé la lengua por la palma, humedeciéndola y seguí con más fuerza en su pene, que ya iba teniendo en tamaño de hacía un ratito. Chúpala – dijo directamente.- chúpala Carla. Lentamente acerqué mi boca a su glande y comencé a besarlo y a pasarle la lenguita suavemente. Quería darle el máximo placer. Continué unos instantes hasta que introduje el capullo en mi boca y lo ensalivé entero, aprovechando mi propio liquido para con la mano esparcirlo a lo largo de su polla, que a decir verdad, era bien grande vista desde mi privilegiada vista. Su excitación ya era superior a la de antes y se le apreciaban algunas venas en su tronquito. Sin duda necesitaba tener eso bien provisto de energía. Mi intención no era otra que la de hacer que se corriese, por lo que me introduje lo máximo que podía en mi boca, algo más de la mitad, mientras que el resto era pajeado por mi mano derecha. Le pasaba la lengua por los lados, la mojaba para seguir con la masturbación, sin parar en ningún momento de darle con la boca o introducírmela para succionarla un rato. Qué bien la chupas – dijo con las mandíbulas apretadas y agarrándome suavemente de la cabeza para guiarme en la mamada. Yo no decía ni una sola palabra. En el salón tan solo se escuchaba el ruido que provocaba mi boca, mi saliva y su polla. Abra la boca – me dijo mientras me echaba hacía atrás del cuello – ahora saca la lengua, a lo que obedecí sin problema
Comenzó a darme pollazos en la lengua y a pajearse bastante más bruscamente de lo que yo se lo hacía. Me dio varios golpecitos y me soltó de nuevo para que yo continuara. Así que se la agarre de nuevo, y seguí masturbándolo de la forma en la que él se lo hacía, pero dándole al glande con la lengua cada vez que hacía el movimiento de adelante atrás. Seguido de una mamada en la que derramé saliva al suelo del salón. Empezaba ya a sentir molestias en el cuello de tanto ajetreo cuando me dijo… Me corro joder – cesé en mis movimientos y me volvió a coger de la cabeza para ponerme en posición "receptiva", algo que no me hacía especial gracia pero que no iba a negar a estas alturas Abre la boca, corre – inmediatamente después de cerrar los ojos con fuerza y abrir la boca, comencé a sentir un calor que me invadía el rostro, más concretamente las mejillas, la nariz y la barbilla, que era donde habían caído los "bichitos" que no habían entrado en mi boca calentándola por completo Un gran "ugh" se escuchó en todo el salón. Lo pongo así porque tampoco voy a llenar de onomatopeyas algo que todo el mundo sabe cómo suena a la perfección. Si Javi al correrse hiciera el mismo ruido que Jesús, estoy segura que en aquel momento no se había corrido aún. Yo seguía agachada, pero ya fui abriendo los ojos y viendo como el aún se la sacudía delante de mí pero sin soltar nada ya. Sin duda que lo había pasado bien, aunque a mí me quedó una sensación de que habían faltado cosas y podríamos haber aprovechado mejor sus energías en aquel momento esparcidas por mi cara. Hasta pringada sigues siendo lo más bonito que me he follado – tuvo el detalle de decirme. Voy al cuarto de baño – le contesté Allí me limpie y me di una ducha rápida de cuello para abajo, pensando que había sido mejor eso que el que se hubiera corrido
dentro y hubiera estado toda la noche soltando sus calditos. Que no me suponían un problema ya que llevaba dos años y medio con las anticonceptivas, con las ventajas que conllevaban en el terreno sexual. Por lo demás, pudo ser mejor pero no pasó de un polvo normal, aunque muy morboso. Al salir él estaba tirado en el sofá, sudado y con el pene ya fláccido. Se le notaba muy cansado, pero normal, después del relax que acababa de tener. Salimos un ratito a la terraza a tomar el fresco y estuvimos hablando hasta que amaneció, cuando nos fuimos a dormir a la otra habitación, en la que tengo que decir que caí rendida.
Sobre las dos de la tarde me desveló el ruido de la ducha. No había dormido mucho y la verdad que seguía cansada. Me levanté sin hacer mucho ruido de la cama para no despertar a Jesús que dormía como una roca, y salí a ver si había agua fría, o algo que se le pareciese, aunque fuese del grifo. Cogí una pequeña toalla que apenas me tapaban el chichi y el culito y puse dirección a la cocina. Al pasar por la habitación de los otros dos, vi a Lorena dormida boca abajo en el lado derecho de la cama sí te tumbas boca arriba. Había papel higiénico a su lado, en el suelo, que supuse que usaron para limpiar alguna posible "fuga". Seguramente lo pasaron también bastante bien, pensé. En la ducha estaba Javi, con la puerta cerrada del baño y haciendo un poco de ruido. Yo me dirigí a la cocina y me llevé una botella de agua que estaba por la mitad del frigorífico para la habitación. Al pasar por la habitación de Lorena ésta me siseó. ¿Estabas despierta?- le pregunté mientras me acercaba Sí, me ha despertado el ruido de la ducha – cuyas paredes dan a las dos habitaciones. ¿Cómo estás? – le pregunté mientras me tumbaba a su lado, dejando ligeramente abierta mis piernas De resaca total tía. Pero más relajada que todas las cosas ¿De muerte?
Genial tía, menuda noche. Nos hemos acostado por la mañana – dijo Lorena Casi como nosotros, a las ocho y algo. Ya os escuchamos en el salón. Anda que teniendo una habitación aquí al lado… Bueno nos surgió ahí… ¿Y qué tal? Bueno, digamos que no me importaría despertarlo de una manera de las mías para que me dejase mejor que anoche… ¿Sí? Joder con el tío… pero por lo menos tú no tienes resaca La verdad que estoy bien, pero con ganas de más ¡ Jejeje – se le notaba su cara de cansancio, tal y como debía tenerla yo ¿Cómo ha funcionado tu nene? – le pregunté Sin fallos, bastante armado y potente… tuvimos de todo – cuando Lorena se refería a todo era a todo, incluso las cosas que yo no había hecho la noche anterior. Pues esta noche repetimos… si no se van de Málaga. Pues nos quedamos hoy aquí o nos vamos a la playa o algo… – dijo ella En ese momento entró Javi por la puerta, encontrándose de golpe y porrazo con las vistas panorámicas que le ofrecía mi trasero y lo demás que la postura permitía ver. Hice un gesto rápido para cerrar las piernas y me puse de lado. No había escuchado la puerta del baño, ni cerrarse ni abrirse. Miré al nuevo invitado y cuál fue mi sorpresa que no llevaba nada. ¿Jesús duerme? – Respondí con un gesto arriba y abajo de cabeza… tratando de no mirarle lo que le colgada. ¿Y qué haces aquí rubia? Pues ya ves, de visita, enterándome de cómo fue la cosa anoche…
Espero que te hayan hablado bien de mí… Por supuesto, le respondí con una sonrisita. ¿Carla hay champú y crema suavizante en el baño? – me preguntó Lorena levantándose de la cama Si, ¿porqué? Voy a ducharme, ahora vengo que estoy muerta de calor. Per… - no me dio tiempo a decir nada cuando ya se había metido en el cuarto de baño dejándome sola con Javi en la habitación. Vaya – dijo Javi viendo como había salido Lorena hasta el servicio. – nos ha dejado solos – dijo mientras cerraba la puerta de la habitación, algo que me puso nerviosa. ¿Qué haces? – le dije viendo como se tumbaba en el lugar donde antes estaba Lorena. Tumbarme en la camita ¿no lo ves? – me dijo en un tono algo chulesco. Ya veo… - dije sin moverme y siguiendo tapada como buenamente podía por la pequeña toalla y mis piernas cruzadas sin mostrar nada. Anoche estabas preciosa. Gracias. Bueno, me refiero a un momento puntual de la noche ¿Cómo?- no sabía en ese momento a lo que se refería. A ver cómo te lo digo, tuve que ir al baño… y te vi, en el sofá, también vi a Jesús como disfrutaba contigo… me excite, y eso que ya me había corrido con tu amiguita… Sus malditas palabras acaban de encenderme, y para colmo estaba casi desnuda en la misma cama que el ¡! No quise ni mirarle el tema no vaya ser que descontrolara Bueno, también os vimos nosotros a través de la ventana, y no tiene nada de malo en momentos así. Por supuesto que no… - dijo en un tono muy raro
En ese momento se escuchó la puerta de mi habitación. Jesús se había despertado, y yo estaba en la cama con su amigo sin ropa, mientras Lorena se duchaba. La manivela de la puerta empezó a bajar y la puerta se abrió lentamente. Hola, buenos días – dijo con cara de dormido Hola – le respondí de manera simpática ¿Ni un besito ni nada? – me preguntó Claro!- dije alegremente. Me levanté de la cama, esta vez sin pudor por la otra presencia masculina y le di un piquito. Eso está bien!- exclamó- Oye, voy a ducharme que estoy sudando, ahora vengo. Pero está Lor…- sin terminar de decir la frase se metió en el cuarto de baño y cerró el pestillo. Me quedé asombrada y parada en la puerta de la habitación. Pero lo más grande es que no escuche ningún comentario en contra por parte de Lorena. Inmediatamente sentí los brazos de Javi que me agarraban desde atrás la cintura mientras otra cosa bastante dura pude sentir sobre mi culito… Así que no tuve más remedio que… deshacerme de mi toalla tirándola al suelo… y darme la vuelta hacia él.
Mónica Según todas las personas que me conocen dicen que soy bella, y, por supuesto, yo me abuso de mis encantos. Tengo un aire angelical, soy muy femenina y suave al moverme y al andar, jamás levanto la voz cuando me enojo, para mi entorno familiar todo es paz y amor, aunque tengo una doble personalidad, esa sólo la conocen mis amantes, puedo llegar a ser, una mujer insaciable en la cama, y no paro de tener orgasmos, mientras me sienta cómoda con el partenaire de turno. Si alguien que no está conmigo en la cama, jamás creería lo que puedo llegar a hacer, más bien me tienen catalogada como una muy buena chica, más bien fría y virginal. Soy alta, piernas largas y torneadas, cabello largo, tan largo que pasa mi cintura, mi piel es blanca, rubia de ojos claros, tengo buenas tetas, pero lo mejor, mi tesoro más preciado es mi trasero, redondo, duro y bien respingón. Mis amantes lo llamaban "manzanita" porque les hacía recordar a la forma de una manzana deliciosa. Como toda chica estudiante, tenía mis historias con los chicos de mi edad, también con profesores, directores de establecimientos educativos, en una palabra, me gustaba más follar, que comer, me lié en grande con el sexo opuesto. A los veintitrés años, aún estaba soltera, disfrutaba del sexo y de los hombres, sin límites, había tenido muchísimos amantes, mi debilidad eran los hombres casados, tenían experiencia, sabían como tratar a una mujer como yo, eran discretos, me colmaban de halagos y regalos, y lo más que me atrapaba de ellos era la experiencia en el sexo. Había probado y tragado pollas de todo tamaño y color, pero ya estaba en una edad para pensar en tener una familia, como la mayoría de mis hombres eran casados, ninguno me ofrecía un futuro certero, hasta que conocí a César en una fiesta de cumpleaños. César era primo de una amiga mía que se llamaba Clara, ella, como
todos en general, no sabía de mis andanzas con los hombres, pues yo, siempre que hacía mis guarradas, las hacía en el más absoluto secreto, por eso me buscaba hombres casados, maduritos con cargos importantes que debían cuidar su imagen, ellos no andarían divulgando por ahí, lo que hacía esta mosquita muerta en la cama. Clara me comentó que iba a ir un primo de ella al cumpleaños, que era muy buena persona y soltero, y lo principal era de muy buena familia, con una carrera prominente, Clara pensaba que yo era la chica ideal para su primo César, y había decidido ser la Celestina, me decía que formaríamos una pareja perfecta al ser tan buenos los dos. Me interesó mucho la idea de Clara, pues no quería quedarme para vestir santos, mi imagen era tan impecable, que no tardaría mucho en "cazar" a un soltero importante. Apenas César me vió, se quedó embobado conmigo, a mi no me disgustaba, y había que reconocer que era un muy buen partido, así que decidí ser una chica correcta con él y nos pusimos a noviar, y en tres meses nos casamos. César me respetó siempre, pasaban los días y no me decía nada de llevarme a la cama. César me besaba, pero su mano no bajaba más de la espalda. Un día mientras paseábamos en su automóvil, me preguntó si era virgen, yo le dije que lamentablemente, si, jaja. -¿Por qué lamentablemente Mónica? -Porque quizás a ti te gusten más la mujeres con experiencia. (Ahí saltaba una parte de mi doble personalidad) -Mira Mónica, a mi me encantan las vírgenes, y prometo que de mi parte que llegarás virgen hasta el día de nuestra boda, si tú lo deseas, lo respetaré. Y si amigos, tal cual lo dijo, me respetó. No quería defraudar a César, mi intención era llegar al día de la boda, sin ninguna infidelidad en el medio. Ya que no podía darle una virginidad cierta, por lo menos no estar con otro hombre, hasta el día de mi boda.
Realmente la carencia de sexo con César u otro hombre, me hizo acumular mucha calentura, ya no había vuelta atrás, César quería una virgen y la tendría. Debía seguir adelante con esta farsa, pensaba en como actuaría la primer noche con mi marido César, qué haría para que no sospechara de mi mentira, cuando mi esposo quisiera penetrarme... El jueves por la mañana nos casamos por ceremonia civil, fue un acto muy formal, con un almuerzo para los amigos y familiares más íntimos, el gran acontecimiento, sería el día sábado al mediodía, nos casaría un cura en la casa de campo de mis futuros suegros, sería al aire libre y con muchísimos invitados, por la noche nos íbamos de luna de miel, en un crucero hacia el Caribe, por unos diez días. El viernes después del mediodía, debía ir a ver al modisto, pues quería darle una última probada al vestido de novia, para arreglar los últimos detalles, así que salí de casa, sin horario de vuelta, por suerte en esa época no existían los móviles, así que era medio imposible que me localizaran. Me midieron el vestido, realmente era maravilloso, y yo me veía como una reina, el modisto, me hizo poner los tacos altos y caminar a lo largo del salón, como tenía y tengo aún un cuerpo privilegiado, no necesité ningún retoque, en quince minutos me encontraba en la calle, ya libre y con toda la tarde por delante. Caminé un trecho, y recordé que estaba a la vuelta de la casa de una ex compañera de estudios que hacía un tiempo no veía, ella se llamaba Laura, como me sobraban horas, decidí ir a visitarla y ver como estaba ella y su familia. Al llegar a la casa, toqué el timbre de la puerta, sentí murmullos de un televisor prendido, me alegré porque eso me decía que había gente en la casa. El que abrió la puerta era Mateo, con el cual habíamos tenido una corta historia, de salidas, con mucho sexo, él estaba casado, así que ni lo pensé y tuve sexo del bueno, nos dejamos de ver al poco tiempo, según me contó Laura después, su hermano se había ido a vivir con su
esposa a otra ciudad. Mateo se llevó una gran sorpresa al verme, igual que yo, pues lo hacía en otra ciudad. -Mónica! ¿cómo estás? ¡cuánto tiempo hace que no nos vemos! -Hola Mateo, qué sorpresa verte. -Pasa Mónica, estoy de vuelta en la ciudad, acabo de divorciarme. -¡Oh, qué pena! -Las cosas de la vida, volver a verte después de tantos años. -Vine aquí muy cerca y quise pasar a saludar a Laura y los papás. -Pues mira, Laura y los papás salieron por unos días de viaje, problemas de salud de la abuela, nada grave, pero la fueron a visitar y vuelven el domingo por la noche. -Mira tú lo que son las cosas, yo el domingo estoy ya embarcada en un crucero al Caribe, pues ayer me casé en ceremonia civil, y mañana sábado será el casamiento religioso. -¿Te casas? no puede ser, una belleza como tú debe estarse soltera. Mientras me decía esto abrió la puerta de la casa y me dio paso. -No, está bien Mateo, ya me voy, solo pasaba a saludar. -Pero Mónica, pasa a tomar algo, vamos, estoy con un tío, pasa y toma algo. Sin darme tiempo me tomó del brazo y me hizo entrar a la casa. En la sala, estaban el tío y el primo de Mateo tomando tragos, mientras miraban un partido de basket Los dos hombres al verme se pusieron de pie, sus ojos me recorrieron entera, esas miradas lascivas, me daban un cosquilleo en el bajo vientre. -Este es Luis, mi tío y Juan, el hijo. -Encantado de conocerla señorita, -me dijo Luis, un cincuentón, con barriga prominente, su cabeza era enorme y rapada, llevaba solo un short que no le favorecía en nada, pues su barriga cervecera era bastante pronunciada, tenía todo el cuerpo lleno de vellos, en el pecho, las piernas, el torso, hasta en los brazos, era tan peludo como
un mono, lo que contrastaba con su cabeza rapada. En cambio su hijo, que andaría por los treinta, igual que Mateo, era una belleza de muchacho, alto, fornido como el padre, sin un gramo de grasa, poseía fuertes músculos, y una cara muy varonil, el padre también tenía aspecto muy masculino. Luego de las presentaciones, Mateo fue por una copa que llenó de tequila y ron, tomé un buen trago, que me calentó la garganta y otras partes. Mateo, le contaba a sus parientes que habíamos sido novios, que fue un placer follarme como me folló, que mi cuerpo era maravilloso, y les decía que lo habíamos pasado bomba, el tiempo que estuvimos juntos. -¿Verdad Mónica?, ¡vamos cuéntales lo bien que lo pasamos juntos! Bebí otro trago de tequila, pues la situación no era de la más cómoda, Mateo estaba un poco borracho, por eso estaba tan atrevido y contaba cosas privadas nuestras. Mientras hablaba, me tocaba el cuerpo sin ningún tipo de recato. Empezó a contarles que me había casado el día anterior por civil, y que lo haría por la iglesia mañana. -Pero que bueno, -dijo Luis- tendríamos que hacerle una despedida entre los tres, vamos con Juan a comprar más bebidas y algo de comida, ella debe ser homenajeada como se lo merece, ¿qué te parece Mateo? -Me parece una idea excelente -dijo Mateo- y volvió mirarme con esa cara de deseo que yo ya conocía. Los dos hombres se levantaron y salieron hacia la calle por la compra. Apenas se cerró la puerta Mateo me tomó entre sus brazos, me estrechó muy fuerte, y buscó mi boca, di un paso hacia atrás y le dije: -Mateo, no está bien esto, por favor recuerda que no hace aún veinticuatro horas que me casé civilmente y mañana será la ceremonia religiosa. -Vamos Mónica, esto quedará aquí entre tú y yo, ¡Déjame darte la despedida, mamasa!
nadie lo sabrá.
-Pero tus parientes volverán pronto. Así que pórtate bien. -No, ellos no volverán, que tranquila amor.
fue una excusa para dejarnos solos, así
Los besos de Mateo siempre me pusieron cachonda, y me estaba besando como en los viejos tiempos. -¿Te acuerdas Mónica cómo gozabas con mi polla y mi lengua en tu conchita deliciosa? Mientras me decía esto con sus manos y su lengua me iba recorriendo todo el cuerpo, Mateo me conocía lo suficiente para saber mis debilidades. Me abrazó y me dio un beso en plena boca, mientras a su mano libre la llevó directo a mis piernas y levantó mi falda, con un dedo corrió mi braguita, y me empezó a tocar la rajita, su dedo anular se metió profundamente en mi vagina, mientras que el dedo gordo, lo friccionaba contra mi clítoris. Su lengua salía de mi boca, para pasarla por mis hombros, mi cuello, me lengüeteaba por todas partes, me chupaba el lóbulo, y metía su lengua en mis orejas, mis brazos, su mano seguía acariciando mi vulva que ya empezaba a humedecerse. No puedo negarlo amigos, sus caricias me elevaron a la máxima temperatura, la falta de sexo y lamidas por tanto tiempo, hicieron que me dejara llevar por el encanto de sus arrumacos. Mi respiración estaba entrecortada, y ya no me resistía a sus besos y caricias, me había olvidado de los otros dos, y de César, y recibí con placer todo lo que Mateo me daba. Sin dejar de tocarme y besarme, me quitó el vestido, dejándome totalmente desnuda. Mi única vestimenta eran mis zapatos de alto tacón. Rápidamente se desprendió de sus prendas, me tomó del brazo y me condujo al dormitorio de los padres, cerró totalmente la ventana que daba a la calle, al quedar la habitación oscura, prendió todas las luces del dormitorio, mientras hacía esto, me decía que quería contemplar mi cuerpo desnudo, había al costado de la ventana una gran cama, retiró la colcha, se sentó en la cama y yo quedé parada desnuda y en
tacos altos, entre sus piernas. Extendió ambos brazos hacia arriba y empezó a pellizcarme los pezones, los cuales reaccionaron ante su tacto, se pusieron duros y erectos mientras con su boca abierta y húmeda recorría mis caderas, con su lengua fue bajando, bajando..., hasta llegar a la entrepierna. Abrí mis piernas para darle paso a su lengua, que afanosamente buscaba mi clítoris, cuando lo encontró empezó a darle lengüetazos circulares, apoyé mis manos en sus musculosos hombros, y me dejé llevar por esa sensación libertina que se había apoderado de mi cuerpo y espíritu. Mis suspiros fueron anunciando mi corrida en su boca, la cual quedó empapada de mis fluídos tibios y salados. Me arrodillé en la alfombra y tomé su falo empinado, que apuntaba hacia el techo, no dudé en masturbarlo suavemente, luego lo llevé a mi boca ávida de lujuria y me la tragué llevándola lentamente hasta mi garganta, entraba y salía, la saqué y con mi lengua la recorrí de punta a punta, llegué hasta los huevos, y se los lamí deseosa mientras Mateo, clavó un dedo dentro de mi ano, luego dos, los metía y sacaba rítmicamente. Luego me dijo que quería penetrarme, y me puso en cuatro como una perrita, fue entrando de a poco, mi chochita se fue abriendo para recibir sus estocadas, empezó con un mete y saca lento que fue aumentando gradualmente, hasta llegar al fondo y salir y volver a entrar. A Mateo siempre le gustaron todas las posiciones posibles y variadas.. Luego, antes de correrse se sentó en la cama, los pies le llegaban al piso, me pidió que lo montara, de frente pues mientras me follaba, quería comerme los pechos. Me fui sentando sobre su pene, su lengua licenciosa, comenzó a lamer mis pezones en punta, los besaba en círculo, los mordía con sus labios, tantos deseos acumulados por todo este tiempo sin sexo, me hicieron perder la cabeza y gemir y rogar por polla dura, le pedía más y más.
-¿Quieres más polla, perra? -¡Siiiiiiii, mucho más quiero! -Toma, toma, -Cada vez que decía toma me taladraba con su instrumento maravillosamente duro. Cambiamos de posición nuevamente, él seguía sentado, esta vez lo volví a montar, pero me puse dándole la espalda, de esta manera, Mateo con una mano fregaba mis senos, comencé a cabalgar sobre su polla, pasó su otra mano por delante y empezó a frotarme el clítoris con su dedo, cerré los ojos, y me dediqué a mover mis caderas en círculo, mientras su polla bien dentro mío, me perforaba y me hacía gozar como una golfa, un nuevo y estruendoso orgasmo salía de mi garganta. Sentí como un chorro de semen tibio me inundaba la rajita. Con cara de viciosa, el cabello enmarañado, mojado de transpiración y la saliva de Mateo, abrí mis ojos y encontré parados muy cerca nuestro a Luis y su hijo Juan. Los dos estaban con sus penes duros, tocándose mientras miraban como Mateo y yo nos gozábamos, mi cerebro se llenó de lujuria, y en vez de sentirme avergonzada, me sentí invadida por mi otra personalidad, la puta perversa, fui irrumpida por una corriente de sensualidad. Ver a ese señor barrigudo, mayor que mi padre, feo, con todo el cuerpo peludo, con el pene duro en la mano, y su hermoso hijo en igual condición, me pusieron más cachonda aún. Mateo, levantó su cabeza y saludó a sus parientes. -Hola tío y primo, la carne es débil, pero miren, ¡vean esto!, - me pidió que me levantara de arriba de él, y se puso de pie. -¡Miren que hembra!, ¿ustedes serían indiferentes a semejante mujer? -Pues te envidiamos, y te felicitamos a la vez. Yo seguía parada, desnuda con mis tacos altos, por mis piernas iba cayendo el semen de Mateo. -¡Miren esto! -Me hizo dar una vuelta y quedé de espaldas. -¡Miren este trasero! -Mientras hablaba me manoseaba las nalgas
duras y paradas. Por instinto y al saberme mirada y deseada, saqué hacia afuera mi trasero, me sentía excitada, había aflorado en mi ser, la puta insaciable, que deseaba ser follada hasta quedar agotada, así que me dispuse a jugar con estos hombres. ¿Por qué no pasar un buen momento con los tres?, ya me lo había dicho Mateo, nadie más que nosotros se enteraría de esto. ¿Por qué no hacerme mi propia despedida con una buena follada? ¡Hacía tanto tiempo que lo único que hacía era masturbarme! Mañana por la noche recibiría el sacramento religioso del matrimonio, pero hoy, era otro día. Luis, se acercó y corrió mi cabello hacia atrás, tomó acarició uno de mis senos, al ver que yo no me resistía, lo besó. Abrió su boca enorme, se metió medio seno dentro, mientras con su lengua los lamía, Juan, el hijo, hizo lo mismo con mi otro pecho, cada botoncito tenía una boca y una lengua distinta. Una ola de calor me invadió, los dos hombres me estaban poniendo cada vez más cachonda, los dejé avanzar, sus lenguas se repartieron mi cuerpo, mitad para cada uno. Me tumbaron sobre la alfombra. Luis abrió mis piernas y me empezó a besar desde la cadera hacia abajo, besaba cada uno de los dedos de mis pies, su lengua era rugosa, áspera y muy húmeda, iba serpenteándome, desde la cadera a los pies, iba y volvía, mientras su hijo, se había arrodillado detrás de mi cabeza, me chupaba desde la cadera hacia arriba, no dejó de lamer un solo centímetro de mi cuerpo. Luis llegó a mi entrepierna, las abrió, y comenzó a besarme la rajita, como un enajenado. La lengua de Juan llegó a mi boca, en ese momento, la lengua de Luis rozó mi clítoris, lo aprisionaba con sus gruesos labios, esa lamida me encantaba, estaba ardiendo entera, saqué mi lengua hacia afuera, y le lamí la lengua, a Juan, nuestras lenguas por fuera de las bocas se entrelazaron, me gustó chuparle la lengua a Juan, era una lengua
suave, larga, en cambio la lengua de Luis era más tosca, era una lengua ideal para el clítoris. Mi cuerpo se movía como una serpiente al recibir tantas lamidas, con los talones apoyados en la alfombra, mis caderas subían y bajaban en un ritmo cadencioso y carnal. Tuve otra corrida. Luego cambiaron de posición y Juan se vino hacia abajo, y Luis se dedicó a chuparme los pechos, mientras los apretaba con sus manos grandes y peludas. -Ahora, zorra chúpanos tú a nosotros. -dijo LuisMe arrodillé en la alfombra, empapada de las salivas de Luis y Juan, ellos se pusieron adelante mío de pié, Mateo se unió a sus parientes, viendo como me chupaban entre los dos, y como me corrí, verme gozar así, sin tabúes ni vergüenza, rogando que no pararan, que siguieran adelante, lo excitó tanto que ya estaba empalmado de nuevo. Fui chupando las tres pollas alternativamente, cuando tenía una en mi boca, con las manos libres masturbaba a los otros dos. Era extremadamente excitante, dispuestas solo para mi.
tener tres pollas a la vez, las tres
Fui lamiendo primero a Mateo, su pene era normal, tenía una rigidez absoluta, le pasaba la lengua por fuera, remarcando la lamida en sus venas azules, Mateo suspiraba pletórico. Después pasé a Juan, ¡mmmmmmm!, ¡qué rico era!, tenía el pene más largo que Mateo, lo besé enterito, bordeándole la punta con la lengua, esta chupadita, lo puso rebosante, gemía mientras me tomaba de la cabeza. Luego pasé mi boca al falo de Luis, éste si que tenía una polla de temer, era grande, larga y gruesa, hasta el momento no había podido apreciar tal magnitud, ya que su abdomen tan abultado no dejaba ver más que una pequeña parte de su verga, pasé mi cabeza por debajo de su abdomen peludo, y me quedé extasiada al ver las dimensiones de su verga, este hombre tan feo, pero tan varonil, de los tres era el que más me excitaba, tenía una mirada pervertida, y una lengua exquisita que me hizo gozar sin límites.
Como era el que más me excitaba de los tres, lo chupé insaciablemente, quería brindarle un largo placer, cosa que no se olvidara de mi fácilmente, lo lamí entero, sus testículos, el ano peludo, sus vellos entraban en mi boca, se los mojaba con mi saliva, Luis estaba en las nubes por la terrible mamada que le estaba brindando. Los tres estaban enardecidos por las maravillas que les hacía con mi boca que no paraba de lamerlos. Luego me pusieron en la posición de la perrita, Mateo se extendió cuan largo era sobre la alfombra y puso su cabeza entre mis piernas, comenzó a sobarme la rajita nuevamente, Luis, se agachó y me abrió las nalgas y comenzó a besar mi ano, y Juan de pié me puso su polla en la boca. Mateo seguía chupando mi rajita, Luis metía su lengua en el orificio de mi ano, caricia que me hacía perder la razón, luego me puso un dedo, después otro, poco a poco fue dilatando mi ano, entre las lamidas de Mateo y los juegos de Luis mi ano se fue abriendo, Luis me dijo que me iba a coger bien cogida, como se debe coger a una terrible puta como yo, por el culo. Entre las lamidas, las palabras soeces, las manoseadas de los tres, lograron que tuviera un nuevo orgasmo. Mateo seguía tumbado en la alfombra, como una loba en celo, me acerqué y lo monté, sacando mi trasero bien hacia fuera. Con mis propias manos abrí mis nalgas y le pedí a Luis que me enculara como había dicho. Luis empezó a dilatar mi ano primero con sus lamidas subyugantes, después un dedo y luego dos, cuando consideró que estaba lista, me penetró, lo logró en el tercer intento. De sólo pensar que mi trasero se iba a tragar semejante verga, me excité más aún. Penetró apenas unos centímetros, di una sacudida, Luis se quedó quieto, hasta que me fui adaptando al grosor de su polla, esperó unos instante, y luego arremetió sin pausa, enterrándome toda su verga hasta el fondo.
-¡Ahhhh!!, me duele un poco, pero me gusta a le vez, ¡¡ahhh, qué rico se siente! Juan acercó su polla durísima hasta mis labios, la tomé entre mis manos, y la llevé a mi boca lujuriosa, y comencé a darle besos. En pocos segundos, la sacó, apuntó hacia mi rostro, le dió un par de jaladas, su leche jugosa fue cayendo sobre mi cara perversa, con sus manos la desparramó por mis mejillas, y con un dedo la fue corriendo hasta mi boca, abrí mis labios y saboreándola, tragué algo de su semen. Mientras tanto Luis, seguía tomado de mis caderas, me daba embestidas como un toro salvaje, entraba y salía con un ritmo frenético, cuando llegó su orgasmo, estrelló sus huevos contra mis nalgas, sentí que su esperma me inundaba el trasero dilatado y abierto por su polla hermosa. Mateo, al ver que los dos hombres habían eyaculado, me pidió que se la mamara de nuevo, gustosa, me arrodillé en su entrepierna y tomé su falo rojo y mojado de mis jugos, tenía un sabor acre y salado, lo lamí suave, ya me dolía la mandíbula de tanto chupetear penes, su orgasmo fue calmo, pero contundente. Había sido penetrada por mis tres orificios principales, tres tipos me follaban sin parar, y a la vez, daba y recibía por todas partes . Me sentía plena, llena, rebosante de sexo y lujuria, no se cuántos orgasmos tuve a lo largo de las horas que pasé encerrada en la casa con esos tres hombres. Los cuatro caímos exhaustos en la alfombra. Miré la hora y recién eran las cuatro de la tarde, tenía un par de horas para seguir allí. Después fuimos a la sala a beber y comer algo, estuve sentada en las rodillas de los tres, me iban pasando de uno a otro, más pasaban los minutos, más excitada me sentía pues, ellos me tocaban continuamente, pero el que más me subía la temperatura, era Luis, quedé prendida de sus vellos, su lengua áspera, que me hacía vibrar cada vez que se posaba en mi cuerpo, le dije al oído que quería volver a verlo a solas, cuando volviera de la luna de miel, me dió su teléfono, recuerdo que apenas llegué del Crucero, lo primero que
hice fue llamarlo y concretar una cita para el día siguiente de mi llegada. Llegué a mi casa a las 10 pm, me dí una ducha y me fui a dormir agotada, había tenido una tarde soñada. Y llegó la hora de la boda. Creo que fui una de las novias más bonitas de la ciudad, mi blanco y largo vestido fue el comentario de la gente. Llegué al altar del brazo del padrino, que me entregó al novio, que me creía virgen. Mientras el cura me preguntaba: -Mónica, ¿aceptas por esposo a César para amarlo y respetarlo, hasta que la muerte los separe? Sentía dolores en mis pezones de tanto que me los habían chupado, horas antes, me ardía el trasero de las arremetidas que había recibido, mi vagina estaba inflamada, mis pechos inflados de tanto placer… -Sí, acepto. Y llegó la tan esperada primera noche de boda. Resumiendo les cuento que la fiesta celebrando el matrimonio religioso, estuvo muy buena, mucha gente muy bien vestida, muy buenos regalos. César había elegido y comprado los anillos para la boda, eran dos alianzas gruesas de oro y otro aro, que iría siempre acompañado de la alianza, muy delicado también de oro, con una piedra bastante importante color rosa. Mientras iba introduciendo la alianza en mi dedo anular, yo le acariciaba suavemente el cabello, mi flamante esposo, no sabía a quién había desposado, él, ni nadie del entorno sabía de mi doble personalidad, debía cuidarme mucho de mis cuñadas, suegra y sobrinas, pues aunque aún no las había tratado mucho, creo que ellas veían en mi, lo que realmente era, pero con mis artimañas femeninas, suaves y tímidas, lograría convencer a César que yo era la chiquilla virgen e inocente que él pensaba. Después de las despedidas de los familiares y demás invitados, salimos
para embarcarnos en el crucero y empezar de una buena vez nuestra luna de miel. Ya instalados y acomodados en nuestro camarote, César comenzó a besarme y a decirme que era el momento más soñado y esperado por él. Le pedí que me tuviera un poco de paciencia, que me permitiera darme una ducha antes de acostarnos, César era muy comprensivo y me dijo que me esperaba en la litera. Abrí la ducha, aún sentía las consecuencias en mi cuerpo después de la colosal follada que había recibido el día anterior, por esos tres hombres, mis pezones estaban resentidos aún de las lengüeteadas y mordidas que me habían dado a lo largo de tantas horas. Igual efecto sentía en mi vagina inflamada y atizada por tanta polla, el ano aún me ardía y sentía una pequeña molestia, pues lo habían vapuleado tres pollas distintas, todas casi en el mismo momento, así y todo era una sensación maravillosa, pues me sentía muy satisfecha sexualmente. Había tenido la precaución de llevar conmigo a la ducha un jabón astringente que había comprado, desde el día que César quería que llegara virgen al altar. Tomé el jabón y lo froté por toda mi vagina depiladísima, la espuma empezó a hacer efectos, frotaba y frotaba, este tipo de jabón reseca la piel, luego me enjuagué y volví a enjabonarme, tomé una toalla y fui secando, haciendo fuerza contra mi vagina. Me vestí con un camisolín blanco que me llegaba poco más arriba de las rodillas, apagué la luz y a oscuras, me acosté al lado de mi esposo. César me tomó en sus brazos, me daba besos insípidos, estaba un poco nervioso, levantó mi camisón, y quitó mis bragas, en forma atropellada, me tomó de las manos y las llevó a su polla dura, sin emoción alguna, lo acaricié como acariciaba la cabeza de mi mascota, estaba totalmente concentrada en mi actuación, y no quería que mi mente recordara nada de lo bien que lo había pasado con los tres hombres el día anterior, pues eso me hacía lubricar y en estos momentos lo que menos necesitaba era lubricación. Intentó penetrarme por primera vez, y mi vagina lo rechazó pues
estaba muy seca, a eso hay que agregar que el jabón astringente me había cerrado más aún, también, hay que reconocerlo, César como amante, dejaba mucho que desear, quizás con el tiempo mejorara, cosa que dudaba, pero a mi no me inspiraba la más mínima atracción, no despertaba en mí lujuria, ni deseos, ni nada, sólo me había casado por interés por su buena posición económica, y, para no quedarme soltera, quería formar una familia con un buen hombre, y follar con cualquiera que me excitara. César empujaba y empujaba, yo había apoyado mis talones en el colchón de la cama, y contraía los músculos, se hacía muy difícil la penetración, tanto que César estaba empezando a transpirar. Después de varios intentos, pudo poner apenas dos centímetros, yo me quejaba, le decía que me dolía y juro que no mentía pues, me dolía de verdad, estaba demasiado seca. Lo que César no sabía, era que en cierta manera, el dolor provenía por muchas razones, el jabón astringente, mi aridez vaginal, pero por sobre todo por la gran inflamación que tenía por haberla usado tantas horas seguidas con tres pollas que me habían taladrado incansablemente durante horas, hasta dejarme agotada, y sin fuerzas. César era tan aburrido y estaba tan perturbado por tener una virgen en la cama, que ni siquiera se atrevió a besar mis pechos, su meta era sólo una, desvirgarme como diera lugar. Ni siquiera tuvo la delicadeza de desnudarme, y contemplar mi cuerpo curvilíneo, sólo se dignó a levantar mi camisón hasta la cintura, y lo dejó allí. Mateo, Luis y Juan, se hubieran espantado, al ver como mi flamante esposo me trataba en la cama. Cualquier otro varón, tendría todas las luces prendidas, y me hubiese puesto como Dios me trajo al mundo, para examinar mi cuerpo pecador, no sabía explotar lo que tenía debajo de las sábanas y de lo que era legalmente suyo. Poco a poco me fue penetrando, para hacerla completita, me puse a llorar como una chiquilla, fue tan grande mi actuación, que el pobre César terminó pidiéndome disculpas, pero me rogó que soportara un poquito más que ya faltaba poco.
Al fin pudo penetrarme, dio cuatro o cinco sacudidas y gracias al cielo terminó. Orgulloso de su hazaña y de mi virginidad me dio cálidos besitos en el rostro y me dijo que las cosas mejorarían y que esperaba que yo fuera un poco más expresiva, y volví a pedirle paciencia. Mi meta ya estaba cumplida, César se había tragado el cuento de mi virginidad, y mientras reía para mis adentros por mi muy buena actuación, me terminé de convencer que César sería cornudo por siempre, era de lo más pelma en la cama y no tenía la más mínima imaginación, sentí pena por él, pues yo me conocía y sabía que indefectiblemente, iba a tener que buscar en otros hombres, lo que él no me daba, cosa que no me molestó en lo más mínimo, yo sería una buena esposa, y una madraza, pero mi temperamento no era compatible con un hombre conservador como César. Yo estaba físicamente agotada, me dormí en su hombro y por la mañana antes de ir a desayunar, volvimos a hacerlo, nos costó a los dos el mismo esfuerzo. César me había comprado docenas de diminutas bikinis, de todos colores, y formas, pues quería que en el crucero luciera mi escultural cuerpo y también me dijo que le gustaba que los hombres le envidiaran la mujercita hermosa y virgen que tenía. Casi me largo a reír en su propia cara. Después de desayunar, nos fuimos a recorrer el barco, era como una ciudad, teníamos de todo y a nuestro alcance, había muchísima gente, personas de todas las edades. Luego le pedí que fuéramos a la piscina, ya que quería tomar el sol. Me había puesto una minúscula bikini negra y dorada, había atado mi largo cabello en una cola de caballo. Ese peinado me hacía ver mucho más joven y angelical, me puse grandes anteojos negros. Nos tumbamos en unas hamacas que había al costado de la piscina, me puse a tomar el sol, César se fue a buscar unos refrescos. Al poco rato que me había quedado sola, se acercó un pasajero del barco y me preguntó si tenía idea dónde estaba el casino, le dije que
no, era un hombre de unos treinta y cinco años, con un muy buen cuerpo. Se sentó a mi lado y me preguntó si estaba sola, le dije que no, que estaba con mi marido que había ido por unos refrescos, el señor se presentó, me dijo que se llamaba Eduardo, que estaba de vacaciones con su esposa, tratando de arreglar el matrimonio que venía pasando por una grave crisis, yo le conté que estaba recién casada y que estaba de luna de miel. En ese momento llegó César, y Eduardo se presentó, le dijo que estaba encantado de conocer una pareja joven, que si no nos molestaba iba por su esposa, así podíamos conocernos, ir al casino o a cenar juntos, la idea nos pareció excelente, ya que no conocíamos a nadie allí. César se ofreció a ir con Eduardo a buscar a su esposa, yo me puse de espaldas, y les dije que me quedaba disfrutando del sol. Cuando Eduardo vió mi trasero, a través de mis anteojos, vi como su mirada quedó clavada en el hilito de la tanga, sabiendo que poseía un culo sugerente, sugestivamente me acomodé en la hamaca, para que apreciara cómodamente mis atractivas nalgas. Esto se estaba empezando a poner lindo. Al rato volvieron Eduardo y César, con una mujer bastante agradable, nos presentamos y ella dijo que se llamaba Ángeles. Pasamos buena parte de la mañana en la piscina, hablando de nuestras vidas. Así me enteré que Eduardo y Ángeles tenían treinta y seis años, diez de matrimonio y tres hijos que quedaron al cuidado de los abuelos. Jugamos a las cartas, también nadamos en la piscina, luego fuimos a almorzar los cuatro juntos y después cada pareja se fue a su camarote, quedamos en encontrarnos por la noche, para ir al baile de gala que ofrecía el crucero. Mientras me bañaba recordaba la rugosa y húmeda lengua de Luis, y lo bien que me había hecho sentir, empecé a tener deseos pues mi vagina se estaba humedeciendo, no podía quitarme de la cabeza esa lengua áspera, la cantidad de orgasmos que me había producido, mis pechos se inflamaron, bajé mis manos y comencé a tocarme el clítoris,
pensaba que en vez de mi dedo era la lengua de Luis, recordé como chupé sus testículos peludos, como me cogió por todas partes, mi excitación llegó a tal punto que no tuve más remedio que masturbarme, ni pensaba que César podía calmar mis deseos, pues era demasiado soporífero para mi gusto. Mientras me restregaba el clítoris con mis dedos, con la otra mano me rozaba circularmente los pezones, al instante tuve un riquísimo orgasmo, pero el recuerdo de la follada que había tenido con Luis, Juan y Mateo, me perseguía y me ponía caliente, y César era un inútil para calmarme. Después de mi corrida en el baño, terminé de ducharme, me puse un vestido blanco, lo cual hacía resaltar mi maravillosa piel, que el sol había bronceado, el vestido era largo, muy sencillo, no tenía nada más que un solo tajo en la parte de adelante, no usé ropa interior pues al ser blanco y apretado se notarían las marcas de la ropa interior. El largo y rubio cabello húmedo aún, lo dejé suelto, el cabello por el sol se había aclarado bastante, me miré al espejo y me ví muy sensual, sin ser provocativa. Nos encontramos con Eduardo y Ángeles, los dos también vestidos de gala, Eduardo se veía muy bien, con su traje negro, camisa blanca y una corbata negra, me gustó su estampa, Eduardo al verme se quedó mirándome disimuladamente, me miraba cuando César o su esposa estaban distraídos, en ningún momento, demostré nada provocador, no era mi estilo, ya les dije que soy una mosquita muerta. Antes de sentarnos a cenar, pasamos por el bar y tomamos unos tragos, me senté en un taburete alto, Eduardo estaba parado ante mí, y sin querer el tajo de mi vestido se abrió bastante, los ojos de Eduardo quedaron posados por segundos, ¿me habría visto la conchita?, vaya uno a saber, pero por la expresión de su mirada, me parece que vió más de lo permitido por cualquier señora decente. Eduardo se puso a mi derecha, sin apenas notarlo, con el codo de su brazo, lo rozó por mis pezones, sin percatarse nadie más que yo, su codo subía y bajaba por mis pezones, produciéndome un estremecimiento interno, Eduardo hablaba con César como si nada
pasara, mis pezones ante el roce se pusieron en alerta y quedaron paraditos, yo ni me moví, me quedé quieta, aceptando esa caricia, los dos sabíamos que era un roce intencional. Luego corrió el brazo, tomó la copa entre sus manos y volvió a la carga, empinaba su brazo para beber, pero su codo seguía torturándome suavemente. Los cuatro seguimos hablando como si nada pasara, pero ambos estábamos disfrutando de ese juego secuaz. Me rozó los pezones durante casi todo el tiempo que estuvimos en el bar, yo en ningún momento puse resistencia, al contrario, acepté gustosa la caricia. Luego pasamos a cenar al restaurante, César y Ángeles se sentaron frente a mi, Eduardo lo hizo a mi lado. A los pocos minutos de sentarnos, la mano de Eduardo por debajo de la mesa, se posó en mis muslos, fue un toque breve, pero suficiente para despertar mis más bajas inclinaciones. Abrí un poco mis piernas y el tajo de mi vestido se abrió, dejando a mano mi vagina, que ya estaba húmeda y latía de deseos. La mano de Eduardo se acercó suavemente, él sabía que no llevaba bragas, su dedo rápidamente se fue deslizando a lo largo de mis labios vaginales, volvió a la misma velocidad y acarició mi clítoris, apenas unos segundos, volvió a subir la mano a la mesa, nadie sospecharía de él, daba la impresión que acomodaba la servilleta para no manchar su ropa, lo hacía con una inocencia increíble, si yo me hubiera quejado públicamente, nadie creería en mi, así de hábil era Eduardo. Cada tanto mientras la cena transcurría calma, Eduardo me tocaba el clítoris, cuando más lo disfrutaba, por temor a ser descubierto, sacaba sus dedos, esperando el momento justo para tocarme nuevamente. Era enloquecedor. ¿Quieres jugar Eduardo? –Pensaba silenciosa- Ok, amigo, no sabes a quien tienes a tu lado, ya verás de lo que soy capaz. Todos sus roces, las pasadas disimuladas por mis pezones, tocarme el clítoris, me pusieron muy deseosa, ya les dije amigos, mi otra
personalidad es perversa, y estas situaciones límites me despiertan los más bajos instintos. -Perdón César, pero tu flamante esposa es una tremenda putilla, candorosamente miraba a César y le transmitía esto como mensaje, César, jamás lo pudo captar- mientras en mi carita se dibuja una sonrisa angelical, detrás de esa máscara había un demonio perverso. Ángeles, puso un cigarrito en su boca, Eduardo como buen caballero que era, le dió fuego, yo bajé mi mano, y le rocé los muslos, luego con el mayor de los decoros, fui directamente a buscar su falo, el cual estaba semi erecto, al sentir mi roce empezó a empinarse, ahí retiré mi mano, y apliqué el mismo juego que él hacía conmigo a lo largo de la noche. Era un juego morboso y retorcido que a los dos nos agradaba. Así estuvimos a lo largo de la cena, ya me había resignado a recibir en cuotas su dedo, estas condiciones en la que estábamos, hacía que el juego se tornara cada vez más peligroso, pero era agradable esta complicidad que se había creado entre nosotros. Luego de la "apetitosa" cena, fuimos al casino. A mi me aburría mucho ese lugar. César quería probar suerte con las cartas, al saber que a mi no me gustaba, le pidió a Ángeles y a Eduardo que me acompañaran un rato, Ángeles quería ir a las máquinas tragamonedas, fuimos los tres para allí, y ella se olvidó del mundo, estaba totalmente obsesionada con esa máquina estúpida que largaba cada tanto algunas monedas. Luego de un rato, le dijimos a Ángeles que nos íbamos al bar a esperar hasta que terminara de jugar, Ángeles jugaba compenetrada en lo que hacía, tanto que Eduardo tuvo que tomarla del brazo y pedirle por favor que lo escuchara, ella le dijo que en un rato se reuniría con nosotros. El bar tenía amplios y lujosos sillones, estaban ubicados como en los comedores de los trenes. Un garçon impecablemente vestido de blanco nos trajo la lista de tragos, yo elegí una mezcla de bebidas raras con frutas y Eduardo un
wisky doble con hielo. Cuando el garçon se retiró en busca de nuestros pedidos, Eduardo sentado frente a mi, me dijo que me deseaba mucho, que se había acercado cuando estaba tomando sol en la piscina, sólo para conocerme, me había visto apenas subí al crucero y que desde ese momento siguió todos mis pasos, el encuentro en la piscina había estado planeado por él, porque quería entablar una amistad, también me confesó que yo lo calentaba mucho, desde el primer momento que me vió, y no se iba a quedar con las ganas de tratar de poseerme, como, donde y cuando sea. Semejante revelación, puso mi piel de pollo, el garçón dejó las bebidas y se retiró. Eduardo se levantó y se sentó a mi lado, sin decir una palabra, tomó mi mentón entre sus manos, y con sus cálidos dedos recorrió las facciones de mi cara. Acercó su boca a la mía, y me dio un beso húmedo y caliente, casi interminable. Su boca tibia y abierta se encontró con la mía ya abierta y sedienta por sentir su lengua, pasé mi lengua a su boca, y con mi lengua busqué la suya, cuando se encontraron, se enlazaron y se fueron refregando una con otra. Eduardo bajó su mano, y me abrió el tajo del vestido al máximo, y ahí estaba mi rajita ya empapada con sus roces y este beso eterno. Mientras nos besábamos desmedidamente, su dedo entró en mi vagina caliente, su lengua fue saliendo de mi boca, y emprendió camino hacia mis senos, abrió mi escote y buscó mis pezones salientes y duros, su lengua los recorrió, con sus labios los mordía mansamente. -¡Qué delicia! eres tal cual lo imaginé, un volcán, ya mismo te haría de todo, nena. Sin decir más se puso de pié, y rodeó la mesa, se sentó en su lugar, miró hacia todos lados, y sorpresivamente se fue deslizando por el sillón, se arrodilló debajo de la mesa. En el bar del casino éramos muy pocos los que estábamos, pues era el
horario pico dónde la gente se iba a jugar. Las pocas personas que estaban allí, se encontraban bastante apartados de nosotros, y sumergidos en la bebida y sus charlas, nadie reparaba en nosotros. Por debajo de la mesa, abrió el tajo de mi vestido, yo acomodé mis piernas, las abrí, su cabeza, se enterró entre mis muslos, me corrí hacia delante, para facilitarle lo que ya todos sabemos que me iba a hacer. Dirigí mi rajita ardiente hacia su boca, con ambas manos, abrió mi vulva, su lengua comenzó a recorrerla, besó mis labios internos, luego fue directo y rápido a mi botoncito húmedo e inflado, le pasaba la lengua, con un movimiento rápido pues no teníamos mucho tiempo, en cualquier momento llegaban nuestras parejas, así que con la punta de su lengua en mi clítoris la empezó a mover a una velocidad asombrosa, mis manos se aferraban de la tela del sillón, los espasmos comenzaron a sacudirme, con un placer que subía y subía, en pocos segundos tuve una corrida maravillosa. Eduardo, salió de debajo de la mesa, con la boca húmeda de mis jugos, con absoluta parsimonia se volvió a sentar en su lugar. Me miró a los ojos y me preguntó: -¿Te gustó, verdad putilla? -Mucho. Mi voz era entrecortada, pues aún el corazón me latía fuerte y sentía terribles deseos de follar, esto era nada para mi naturaleza. -¿Quieres más?, fue muy fácil hacerlo, y si quieres puedo repetirlo las veces que quieras. Creo que mi mirada lo decía todo, volvió a arrodillarse, repitió lo mismo que había hecho anteriormente, esta vez no solo me dio lengua, también usó sus dedos, los metía y sacaba como un pene. Logró hacerme correr tres veces, en un completo silencio, sólo se percibían mis gemidos, que eran tapados por la música y los sonidos típicos del bar. Después de mis tres corridas, se levantó, por sobre la mesa pellizcó mis pechos y me dijo que se iba al baño. -Te vas a masturbar? pregunté.
-No, quiero seguir caliente, en algún momento de esta noche te voy a follar. Y se fue al baño dejando mi vagina húmeda de mis flujos y su saliva. Pasaron los minutos y no volvía, llegó César, con un vaso de vodka en la mano. -¿Estás aburrida, mi amor?. -Sí un poco, aquí sola. -Encontré a Eduardo en el baño, ya se iba a buscar a su esposa y me dijo dónde estabas, ahora llegaran ellos. Mi esposo estaba bebiendo más de la cuenta y se lo hice notar, sabíamos ambos que si seguía con el vodka terminaría tirado en cualquier rincón del barco. -Por favor Mónica, estamos de luna de miel, disfrutando de un crucero maravilloso, te pido me dejes de sermonear, me gusta el vodka y beberé la cantidad que quiera. Su respuesta me puso de mal humor, y bueno, si se quiere emborrachar que lo haga, y entendí que cada uno con sus gustos, a él le gustaba el vodka, a mi me gustaba follar. "-Bebe imbécil, bebe todo lo que quieras, más oportunidades de irme con alguno tendré mientras tú duermes la mona". –pensaba indignada y calienteLlegaron Eduardo y su esposa, Ángeles quería ya irse a dormir, Eduardo dijo que la acompañaba hasta el camarote, que lo esperáramos que volvía en un rato. César fue por una botella de vodka y se puso a beber, cuando Eduardo llegó estaba completamente borracho, y le dijo a Eduardo que me llevara un rato a la pista de baile, que yo estaba enojada, que me invitara a bailar, así me entretenía un rato y dejaba de darle sermones. Eduardo me tomó del brazo, y me llevó hacia la pista, en el trayecto le comenté. -Así borracho no se como voy a hacer para llevarlo al camarote. -No te preocupes, yo te ayudaré a cargarlo, ¿si nos vamos a tu camarote en vez de ir a bailar? no se dará cuenta de nada.
-Si, vamos. Mientras bajábamos las escaleras para ir al camarote, noté que la mayoría de la gente estaba borracha, y se lo dije a Eduardo. -¿Es la primera vez que estás en un crucero? -Si, -Pues la vida en los barcos es así, la gente hace lo que no puede en su ciudad. Apenas cerré la puerta del camarote, Eduardo comenzó a besarme. -¡Qué caliente quedé después de chuparte la conchita! Te quiero follar incansablemente. -Pues vamos, no te demores, quiero comerme tu polla. Me arrodillé y comencé a besarlo por sobre la tela del pantalón, abrí la trampilla y sus pantalones cayeron al piso, bajé su boxer hasta las rodillas. Saltó un pene empinado y lo llevé a mi boca, comencé a pasarle la lengua hasta llegar al final, ahí fui bajando y lamí sus testículos llenos, Eduardo tomó mi cabeza, y la empujaba al ritmo de mis lamidas. Tomé su atrayente verga en mis manos, suavemente la llevé a mi boca y la fui introduciendo hasta mi garganta, entraba y salía de mi boca. Eduardo de pié suspiraba y gemía y me pedía que parara que se iba a correr y quería penetrarme. Me desnudé, al ver mi cuerpo armonioso y tentador, soltó un silbido, y me tumbó en el piso, se quitó del todo los pantalones, quedó desnudo de la cintura para abajo. Me tumbé en el piso, Eduardo se puso de rodillas y comenzó a besarme los muslos, mientras con sus manos arteras, acariciaba mis pechos. Su lengua libidinosa volvió a lamerme la rajita, ahora lo hacía con mesura, estábamos solos y tranquilos en el camarote. Hizo que levantara mis caderas, el trayecto de su lengua iba desde el clítoris a mi ano, iba y volvía lentamente. Su recorrido se repetía, regresó a mi clítoris, y puso dos dedos dentro de mi ano, mientras me
lamía mi botoncito, sus dedos entraban y salían de mi ano, ya repuesto de la follada que me habían dado. Mis quejidos entrecortados advirtieron que mi corrida era inminente, al notar eso, su lengua empezó a moverse más rápidamente, y mi orgasmo llegó, sin hacerse esperar. -Dame polla, cabrón, damela ya. Me puso en cuatro patitas, y me penetró por el coño, entró de un solo envión, mi vagina absorvió su polla entera, empezó con un mete y saca que fue aumentando gradualmente, sus huevos se estrellaban contra mis nalgas, su vergota se movía dentro mío de distintas formas, me estaba llenando de placer, con sus manos tocaba todo mi cuerpo, y un nuevo orgasmo salió desde mi garganta. Quitó su polla de mi coño, y comenzó a besarme el ano. -Me quiero comer este culo maravilloso, te voy a perforar el trasero, perra inmunda. Sus palabras ordinarias, me pusieron más ardiente. Comenzó a dilatarme el ano, con sus dedos, puso uno, dos, tres... Abrió mis nalgas, quitó sus dedos, entró apenas su glande, empezó a penetrarme lentamente. Sentía como su polla entraba lentamente, la fue clavando hasta el final, cuando estaba totalmente enculada, pasó una mano por delante y empezó a magrearme los pechos. -¿Tu esposo te encula como yo?, ¿te coje así el carnudo, infeliz, ese? -No, me coje nunca el muy imbécil. -¿Te gusta que te den por el culo? -Si, si, siiii, dame, dame mucho, quiero más y más. Estaba perdida por el placer, quería polla mucha polla. Empezó a moverse, su verga me estaba perforando el ano, pasé mi mano por debajo y mientras me follaba, le frotaba el escroto, esa caricia lo enloqueció, y empezó a entrar y salir de mi ano con más rapidez, luego quitó su polla y me la puso en la boca, la tomé con ambas manos, con mi lengua le recorrí todo el glande, luego la metí
hasta mi garganta, dos o tres lamidas certeras y su lechita empezó a salir a caudales dentro de mi boca, mientras saboreaba su semen, lo iba tragando lentamente. Luego nos acomodamos la ropa, y nos fuimos al bar a buscar a César, por supuesto, lo encontramos completamente borracho, con la botella de vodka casi vacía. Dos marineros que estaban fuera del horario laboral, nos ayudaron a Eduardo y a mi a llevar a César hasta el camarote, y lo acostaron. Agradecí a Eduardo y los marineros, que se despidieron. Eduardo en la puerta me dio un largo beso, yo respondí metiendo mi lengua hasta su garganta, nos abrazamos muy fuerte y Eduardo, me manoseaba las tetas, nuestro beso de despedida, era largo, no queríamos separarnos, pero él debía regresar con su esposa. Se despidió con un hasta mañana, dejándome nuevamente caliente. Eduardo partió en sentido contrario a los marineros, cuando miré hacia el otro costado ví como los dos marineros se quedaron mirándome, los saludé con la mano y entré a mi camarote. César estaba completamente dormido, me dí una ducha. Decidí ponerme una bikini, e ir a la piscina a nadar un rato, eso era lo maravilloso en la estadía del crucero, cada uno hacía lo que quería, en cualquier momento. Me puse una minúscula bikini blanca, até a mi cintura u pareo transparente negro, con manchas blancas, calcé unas chatitas, solté mi largo cabello y me fui a nadar, había tenido una noche bastante agitada y quería relajarme un poco antes de ir a dormir. En la piscina no había nadie más que yo, eso me puso muy contenta, la iba a disfrutar a pleno, me quité el pareo y me zambullí, el agua estaba templada, recorrí la piscina de punta a punta dos veces, cuando estaba subiendo las escalinatas para tumbarme un rato en alguna hamaca, encontré a los dos marineros que me habían ayudado a llevar a mi esposo al camarote. Los saludé y les agradecí lo que hicieron. Los dos me miraban lujuriosamente, cuando me hablaban sus ojos
estaban posados en mis senos, apenas tapados por el sujetador del bikini. Me senté en una tumbona, tenía ese andar felino que a los hombres tanto los calentaba, pero a la vez, no dejaba de ser una chiquilla cándida, con mirada y gestos inocentes, los marineros se sentaron a mi lado y se presentaron. -Yo soy Alberto y mi compañero se llama Ramón, y estamos para servirla a usted. - Alberto, Ramón. Encantada de conocerlos y muchas gracias. –Dije con una sonrisa inocente. Alberto andaba cerca de la cincuentena, creo que los pasaba, sus cabellos eran todos blancos, en cierta manera me hacía recordar a Luis, tenía una barriga prominente, y al parecerse tanto a Luis, me hizo pensar, si su lengua y su polla serían tan exquisitas como la de Luis, estaba llegando a la conclusión de que los hombres maduros y panzudos eran mi perdición. En cambio Ramón era más delgado y un poco más joven, quizás andaría por los cuarenta y cinco años, tenía el cabello rubio y un frondoso bigote, su cuerpo era atlético y con músculos, Alberto era más fofo, pero tenía algo que me atraía, quizás su mirada pervertida, quizás sus canas, quizás su barriga… Ramón me dijo que iba hasta el bar en busca de unos tragos, me preguntó si tenía alguno favorito. -Pues si, mi favorito es el tequila con ron y unas gotitas de limón. Ramón dijo que buscaría encantado ese trago para mí, y unas cervezas para beber con Alberto. Alberto y yo quedamos solos, él seguía recorriendo con su mirada mi cuerpo, en un momento puso una mano sobre mi abdomen, lo hizo suavemente… -Eres una belleza muy tentadora, eres exquisita. -Pero ¿cómo se atreve a tocarme?, quite ya sus manos. En vez de amilanarse ante mi queja, subió su mano y comenzó a tocarme los senos, mientras con la otra mano acariciaba mis piernas,
era una rozada con alto contenido erótico. -¿Pero qué hace?, ¿cómo se atreve? ¿está usted loco? -Vamos perra, no te hagas la santa, que no lo eres, o te crees que no ví cómo se besaban con el fulano ese ¡Estando tu pobre y cornudo a pocos metros!. Eres una reverenda golfa. -No le voy a permitir… -Tú te callas y me escuchas lo que tengo para decirte. -¿Qué le pasa señor Alberto? -¿Qué me pasa?, que mi compañero y yo queremos follarte, queremos gozarte, o le contamos a tu esposo como te besabas en sus narices con ese tipo. -Pero… -El trato es el siguiente, eres complaciente con nosotros dos, y que quede claro, solo esta madrugada, mientras el cornudo de tu marido duerme la mona, tú nos das con el gusto y aquí no ha pasado nada o apenas despierte le contamos lo que vimos, tú eliges. En ese momento llegó Ramón con las cervezas y mi trago. -Le estaba explicando a la señora nuestra propuesta. Ramón se acercó a nosotros, me dio el trago y me miró sonriente. -Nuestra propuesta señora es esa, le aseguramos absoluta reserva, y le haremos pasar un buen momento, no se arrepentirá. Sólo esta madrugada, salvo que usted decida por más. Le haremos cositas ricas, esas que a usted tanto le gusta. Alberto tomó la voz de mando. -Iremos a mi camarote que es más amplio que el de Ramón, la pasarás muy bien te lo certificamos, y te salvarás de una buena paliza, ¿qué dices putita? -No me queda otra más que aceptar su propuesta, mi marido me mataría si se enterara de algo. -Para demostrarte que somos buena gente, no le diremos nada, si te dejas follar, esto queda aquí entre nosotros, nuestro camarote está en el ala izquierda del casino, es la tercer puerta, estará abierta, nosotros
para no comprometerte nos iremos ya, en diez minutos, estarás allí o ya sabes. Sin decir ni una palabra más los dos marineros se levantaron y se fueron hacia su camarote. Mientras los veía marchar, pensé que no me vendría nada mal una buena follada con dos hombres, después de todo Eduardo me había dejado bien caliente, y Alberto me atraía mucho, no se que encanto tenía, pero a mi me calentaba. Era endemoniadamente puta, si, ¿y qué?, mi marido borracho durmiendo y yo buscando consuelo con dos maduros marineros que me habían amenazado. Me dirigí hacia el camarote tal cual me indicaron, encontré la puerta sin cerrojo como me dijeron, tomé el picaporte y abrí la puerta, los dos marineros estaban sentados esperándome completamente desnudos…