La Peste de Tebas Marzo de 1997 Publicación Psicoanalítica PRECIO DEL EJEMPLAR: $4 Año 2 Nº 3
La PESADILLA ―… envueltos en sudarios los difuntos desocupan sus tumbas, dando voces y alaridos…‖
Shakespeare, Hamlet, (acto primero)
PUBLICACIÓN PSICOANALÍTICA TRIMESTRAL Huergo 210, 9º Piso ―A‖
(1426) Capital Federal COORDINACIÓN COORDINACIÓN GENERAL Mario Cóccaro COMITÉ EDITOR Fidias Cesio Mario Cóccaro Liliana Denicola Carlos Isod Alberto Loschi Adriana Sorrentini ILUSTRACIÓN DE TAPA Mariana Di Nardo PRODUCCIÓN GRÁFICA Andrés Mendilaharzu IMPRESIÓN El Taller Las responsabilidades que pudieran derivarse de los artículos firmados corren por cuenta de sus autores. La reproducción total o parcial de un artículo está permitida con la autorización escrita de la Dirección de La Peste y mencionando la fuente. Registro Nacional de la Propiedad Intelectual en trámite. Sumario Acerca de la Pesadilla Fidias Cesio Dialogando sobre la pesadilla Liliana Denicola y Jorge Kazmierski Consideraciones sobre el dormir y las pesadillas Alberto Loschi Sobre las pesadillas, el sonambulismo y otras actividades desarrolladas durante el dormir David Maldavsky Pesadillas en la infancia Felisa Lambersky de Widder La sesión pesadilla Sara Hodara y Carlos Isod Ephialtes: La ‗Peste‘ de la Noche
Félix Giménez Noble Pesadilla-Alptraum-Alpdruck-Íncubo-Nightmare Adriana Sorrentini
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(1426) Capital Federal COORDINACIÓN COORDINACIÓN GENERAL Mario Cóccaro COMITÉ EDITOR Fidias Cesio Mario Cóccaro Liliana Denicola Carlos Isod Alberto Loschi Adriana Sorrentini ILUSTRACIÓN DE TAPA Mariana Di Nardo PRODUCCIÓN GRÁFICA Andrés Mendilaharzu IMPRESIÓN El Taller Las responsabilidades que pudieran derivarse de los artículos firmados corren por cuenta de sus autores. La reproducción total o parcial de un artículo está permitida con la autorización escrita de la Dirección de La Peste y mencionando la fuente. Registro Nacional de la Propiedad Intelectual en trámite. Sumario Acerca de la Pesadilla Fidias Cesio Dialogando sobre la pesadilla Liliana Denicola y Jorge Kazmierski Consideraciones sobre el dormir y las pesadillas Alberto Loschi Sobre las pesadillas, el sonambulismo y otras actividades desarrolladas durante el dormir David Maldavsky Pesadillas en la infancia Felisa Lambersky de Widder La sesión pesadilla Sara Hodara y Carlos Isod Ephialtes: La ‗Peste‘ de la Noche
Félix Giménez Noble Pesadilla-Alptraum-Alpdruck-Íncubo-Nightmare Adriana Sorrentini
Secciones Editorial Mesa Redonda Glosario Co – Respondiendo Respondiendo La Crisis del Psicoanálisis P sicoanálisis
EDITORIAL Los sueños fueron siempre siempre motivo de curiosidad para los hombres, quienes han intentado de distintas formas descifrar su significado. La mitología los ha personificado con alas de águila, que representan ideas de altura, majestad o poder; con alas de mariposa, símbolo de ingravidez y ligereza; con una planta de adormidera y con un cuerno del que surge somnolencia. Intentando avanzar por el camino trazado por Freud cuando, a través del sueño de ―la inyección a Irma‖, en julio de 1895, se le revela el enigma de los sueños y con ello la via regia de acceso a lo inconsciente, proponemos pensar que la pesadilla, misteriosa e inquietante, nos ofrece ofrece a su vez una via importante a lo
sepultado. La pesadilla es el lugar donde el pensamiento se detiene, donde el bagaje intelectual se estrella, donde impera lo ominoso. Un intenso terror impregna al soñante con sensaciones de opresión e impotencia hasta que despierta presa de una horrible visión, con la sospecha de haberse acercado a las puertas del Infierno…
Dante, en La Divina Comedia dice que en la puerta del Infierno, en letras negras, se halla la siguiente inscripción: Por mi se llega a la ciudad del llanto Por mí a los reinos de la eterna pena Y a los que sufren inmortal quebranto Dictó mi autor su fallo justiciero Y me creó con su poder divino Su supremo saber y amor primero Y como no hay en mí fin ni mudanza Nada fue antes que yo, sino lo eterno Renunciad para siempre a la esperanza.
El Infierno es ese más allá, ese estado de máximo goce que la conciencia moral transforma en el lugar de máximo dolor y tortura, pasando de esta manera las más íntimas apetencias por el tamiz de la censura. La pesadilla es el antepórtico del Infierno. Como Como la Peste que azotó a Tebas, durante el dormir, dormir, la ―peste– pesadilla‖es padecida como castigo castigo frente al despertar de inc onfesables impulsos.
La humanidad ha intentado dar explicación a la pesadilla en lo que presenta de inexplicable, de desconocido, de extraño y por lo tanto de ominoso al Yo. Las perturbaciones que la acompañan como alteraciones en la respiración, oleadas de sudor, temblores y estremecimientos, estremecimientos, orientaron las hipótesis hacia causas orgánicas, confundiendo confundiendo de esta manera el efecto con la causa. La intensidad de la angustia que presenta esta experiencia del sueño, la acerca a lo descripto por Freud como neurosis neuro sis actuales y es esta presentación de lo actual lo que hace fracasar al sueño como guardián del dormir. A través de los tiempos la humanidad ha atribuído la aparición de la pesadilla a seres mitológicos, visitantes nocturnos, seres sobrenaturales que pueblan y perturban el dormir del hombre. Como siempre el mito adviene para dar una explicación que alivie la angustia. Estas creencias recrudecen cuando cuando aparecen epidemias o plagas, frente a las cuales el ser humano constata su indefensión. Estas figuraciones llevan en sí el sello de su procedencia. La investigación acerca de seres mitológicos como vampiros, brujas, el diablo, agentes de las pesadillas según la creencia popular, denuncian un elemento común, la referencia sistemática sistemática al incesto y al parricidio. Valga como ejemplo el Nosferat, que con forma de vampiro es el recién nacido ilegítimo, hijo de personas también ilegítimas; remite así a una gestación prohibida y a la maldición consecuente. Nosferat saldrá de su tumba para no regresar más a ella.
Como un oscuro saber, el folklore nos da cuenta una vez más del funcionamiento funcionamiento del aparato psíquico, p síquico, esto es, lo insepulto vaga sin destino, presentándose durante la noche para terror del durmiente. La Ephialtes – pesadilla para los griegos – contiene contiene en su acepción el significado de huracán, y no otra cosa es lo que padece el Yo, cuando un saber sobre el ―más allá‖ se le impone y amenaza arrasarlo.
Un interrogante que se nos abre con esta temática es qué ha pasado con el trabajo del sueño, ya que su función principal como guardián del dormir ha quedado sin efecto. El Yo contrapone a la demanda pulsional un inofensivo inofensivo cumplimiento cumplimiento de deseo para poder seguir seguir durmiendo, pero falla. El Yo del durmiente no puede defenderse con los medios que dispone y debe despertar. En E n el lugar de la figuración se presenta la angustia y tal es el sentimiento de real que experimenta el durmiente, que tampoco puede llegar a decir: ―es sólo un sueño‖. Sólo le queda despertar; la angustia ha ocupado el lugar de la censura. Consideramos la pesadilla como una forma de presentarse ‗lo actual‘*. El Yo vivencia un proceso,
experimenta angustia y transforma en sensaciones dolientes lo que se le presenta como desconocido y extraño al mundo de representaciones que lo constituyen. ¿Qué diferencia hay entre sueño de angustia y pesadilla? ¿Qué angustia es la que se presenta en la pesadilla? ¿Qué es ‗lo actual‘? Cómo Cómo son las pesadillas de los niños? Estos y otros interrogantes interrogantes serán
elaborados por los autores cuyas propuestas incluímos en este tercer número de La Peste de Tebas. *Ver Glosario
Tema del próximo número: La sexualidad
Acerca de la Pesadilla Fidias Cesio En 1966, en un trabajo que presentara en el Congreso Panamericano que tuvo lugar en Bs. As. en ese año, establecí un paralelo entre la sesión psicoanalítica y los sueños, mostrando cómo el análisis de las asociaciones libres nos revela que, en la formación de las mismas, participan mecanismos mecanismos semejantes a los que encon-tramos en el trabajo del sueño. Las imágenes de palabra de la asociación libre son comparables a las de las alucinaciones oníricas, y en su gestación aparece el cumplimiento del deseo, así como el ‗trabajo‘ característico de la formación de los sueños. En el caso de las asociaciones libres la revisión
secundaria que aparece en el relato del sueño alcanza una importancia mucho mucho mayor que en este último. En esta oportunidad analizaremos una sesión en la que encontramos los elementos característicos de la pesadilla: los contenidos incestuosos que se se manifiestan manifiestan en términos trágicos en una producción alucinatoria, semejante a la de los sueños, acompañada de manifestaciones propias de la neurosis actual, sobre todo angustia. Le sigue la exposición y análisis de una pesadilla típica. Concluye con las bases teóricas que la explican. Una sesión-pesadilla. sesión-pesadilla. Se trata de una paciente cuyas manifestaciones manifestaciones dominantes correspondían a una neurosis actual. Previamente al análisis de su ‗sesión pesadilla‘ resumiremos la historia de su neurosis. Cuando María tenía 15 años viví a en el ‗guetto‘ de un pequeño pueblo de Rusia. Por ese entonces (1917)
tuvo lugar la revolución comunista y en la idas y venidas de la misma tenían lugar frecuentes frecuentes pogromos -la soldadesca asaltaba los ‗guettos‘, mataba a los hombres, violaba a las mujeres e incendiaba las casas -. En ese invierno el pueblo estaba cubierto de nieve. Una noche llegaron los soldados. María se refugió junto a su familia en el altillo. En un momento dado el padre bajó del mismo y fue muerto por los soldados. Ella pudo ver el asesinato. A todo esto oía que en la casa vecina violaban a una una amiga íntima. íntima. Terminado el saqueo pusieron fuego a las casas. Ella, paralizada por el terror permaneció en el altillo. El fuego derritió la nieve que por fin lo apagó. Fue así como María sobrevivió. Después de múltiples peripecias llegó a Buenos Aires. Desde muy joven tenía la cabellera absolutamente blanca, así como la nieve que le salvó la
vida y vivía ‗paralizada‘, tal como permaneció en el altillo en aquella noche trágica. La imagen de su
padre muerto y la de la violación de su amiga la atormentaban. Nunca tuvo relaciones sexuales. Muchos años después, en su cincuentena, me consultó por una neurosis actual. Con el transcurrir del tratamiento fue haciéndose evidente en las sesiones el clima letárgico que aparecía impregnando su vida. En oportunidades me sentía atrapado en el mismo, impotente para resolver esa resistencia. La sesión transcurría en una atmósfera ‗tóxica‘, letárgica. Hablaba monótonamente, me resultaba
imposible entender el significado inconsciente de lo que decía y, por ende, interpretarlo. Sus palabras aparecían con una carga ‗actual‘ que concurría a sostener las manifestaciones letárgicas que yo estaba
experimentando, el sufrimiento insoportable que estaba padeciendo. Los síntomas actuales que estaba padeciendo, eran, como en todos los casos, básicamente, la resultante de transferencias inconscientes, las que están ‗Más allá del principio del placer‘, las que Freud nos dice que tienen lu -gar en la persona del analista. En esas c ircunstancias el único recurso técnico que me quedaba era ‗la construcción del acto‘ que estabamos viviendo, la escena dramática en la que estábamos envueltos. Le hablé entonces del insoportable sufrimiento letárgico que yo estaba padeciendo y de que el mismo significaba que entre nosotros estaba ocurriendo algo grave, trágico. La respuesta fue dramática. Aterrorizada saltó del diván tomando fuertemente su cartera con ambas manos y agitada se sentó en una silla que estaba junto a la puerta de salida del consultorio. Por mi parte, alarmado, contemplaba sus movi-mientos sin entender lo que estaba pasando. Un rato después, y cuando ambos nos habíamos tranquilizado, me contó vivamente lo que había tenido lugar. Me dijo que cuando le hablé de mi sufrimiento y mi letargo sintió una angustia horrible, que vio que el cuadro que tenía sobre el diván, uno con un dibujo con la imagen de Freud, estaba envuelto en llamas y aterrorizada es-capó pero no se atrevió a abrir la puerta y se sentó en la silla. Unos minutos después, volvió al diván y, superada la masiva mani-festación ‗actual‘ que habíamos estando padeciendo, la sesión siguió en un clima muy animado. Fue así que pudimos hacer la siguiente construcción-interpretación: que mis palabras, que surgían desde mi letargo -el muerto-, eran las del padre que llegaban de ultratumba, la visión de Freud rodeado por las llamas, la revivencia del momento de la visión del padre rodeado por las llamas cuando el incendio de su casa. Yo era el padre que ‗despertaba‘ del letargo, ‗caliente‘, el del fuego, el de la violencia, el de la
violación, la que aparecía excitada por el recuerdo de la vecina violada. En esta sesión encontramos, dramatizados, contenidos semejantes a los que descubrimos en el análisis de una pesadilla. Aparece la neurosis actual que subyace a las mismas -el letargo y el sufrimiento tóxico que le acompaña- y por fin la ‗pesadilla‘ pr opiamente dicha, definida por el fundamento ‗actual‘ y las alucinaciones resultantes del cumplimiento de deseos características de los sueños -la figura de Freud envuelta en llamas- . Por fin encontramos angustia y ‗actuación‘ -saltar del diván e ir a sentarse en la sillacon las que también termina la pesadilla. La intensidad de la carga de las alucinaciones que encontramos en esta experiencia, que le dieron el carácter de realidad, es característica de la pesadilla. El componente ‗actual‘ que caracteriza a las pesadillas era evidente en mi participación letárgica. Por otra parte las palabras de mi construcción aparecían cargadas con u n ‗afecto‘ trágico. El drama letárgico -
muerte aparente- revelaba sus contenidos incestuosos por la descripción de la escena en la que aparecía el padre muerto entre las llamas y la vecina violada por los soldados, es decir, una escena de incesto, en último término el padre ‗caliente‘ que la viola.
Recapitulemos: En una atmósfera de letargo -en el que tienen lugar las pesadillas- aparecen imágenes alucinatorias -Freud entre las llamas- , intensa angustia, el ‗despertar‘ y la ‗actuación‘. Una Pesadilla. En lo que sigue veremos en una pesadilla típica la presentación de los mis-mos elementos que aparecen en la sesión que acabamos de comentar. Una paciente ocupó el lugar de su madre adoptiva inmediatamente a la muerte de la misma, junto al viudo. Poco tiempo después tuvieron una hija. Una noche tiene una pesadilla: aparece la hija -que lleva el nombre de la madre muerta- y con horror siente que se le aproxima, cuando está muy cerca despierta agitada, empapada en sudor, con palpitaciones, es decir, con un ataque de angustia, del que sale al rato, cuando puede por fin reconocer desde la realidad el carácter de pesadilla -real- de la experiencia. La presencia del ‗muerto‘ -lo inconsciente sepultado- está en el fundamento de la pesadilla, lo encontramos tanto en la que acabamos de presentar, así como en la sesión-pesadilla que comentamos previamente.
En esta pesadilla típica nos encontramos con imágenes alucinadas semejantes a las de los sueños, mas con una carga tal que para el durmiente son ‗realidad‘ y angus tia. Estas imágenes conservan casi directamente al objeto fundamental de sus ansiedades -la madre figurada por la hija con el mismo nombre que la primera- expresión de sus fantasías incestuosas latentes -crimen de la madre- así como en las alucinaciones de María en las que aparecía la imagen del padre envuelto en el fuego-. Como es inevitable para la formación de imágenes oníricas, también en la pesadilla la imagen correspondiente a la situación traumática original aparece con algún enmascaramiento, aunque de todas maneras deja adivi-nar a la primordial. Es así como en la pesadilla aparece la hija en lugar de la ma-dre adoptiva -que tenía el mismo nombre de ésta ultima- y, en el caso de la sesión-pesadilla la imágen de Freud enmascarando la del padre-analista. En ambos casos las imágenes están impregnadas de angustia, propia de la manifestación de la neurosis actual y por fin por una expresión motora, una especie de ‗actuación‘ que se expresa en el ‗despertar‘, agitado en los dos ejemplos que expongo. Tal como encontramos en los sueños de muerte de personas queridas el sueño expresa el ‗deseo‘ de que la persona cuya imagen aparece en el sueño quede sepultada, que sea ‗cadáver‘, esa categoría especial de lo inconsciente en la que están nuestros ‗muertos‘, es decir las resultantes del sepultamiento de las
experiencias traumáticas. Estas experiencias traumáticas sepultadas son las que llegan a la consciencia como síntomas actuales, y a las que abordamos por medio de la ‗construcción‘ tal como aparece en el análisis de la sesión-pesadilla . En las palabras de Freud: ‗Los muertos -los sepultados en nuestro
inconsciente- no lo están como entendemos lo están nuestros difuntos, sino como las sombras de La Odisea, que, tan pronto beben sangre, despiertan a una cierta vida. ‘ En nuestra paciente de la pesadilla aparecía la ‗sombra‘ de la hija -madre que volvía del sepulcro; en el caso de María la ‗sombra‘ del padre. La presencia del analista es la que le da vida a estas sombras y la
posibilidad de interrogarlas. Bases Teóricas. A partir de la obra fundamental de Freud, ‗La Interpretación de los Sueños‘, conocemos los mecanismos que participan en la formación de los mismos. La existencia de los ‗pensamientos latentes‘, reprimidos, el
trabajo del sueño que da lugar a que estos pensamientos se enlacen con las memorias inconscientes, resultantes de la represión y por fin con imágenes preconscientes, las que son cargadas plenamente dando lugar a la alucinación, sobre todo de naturaleza visual. A estas alucinaciones oníricas se enlazan recuerdos de afectos, que pertenecen a las memorias (sentimientos y emociones). En el trabajo del sueño la activación, a partir de los pensamientos latentes, de las memorias reprimidassepultadas excita el deseo y termina cargando plenamente las imágenes que una vez acompañaron la satisfacción de la necesidad. A este proceso, que sustituye la demanda de satisfacción de la necesidad por la carga del deseo y por fin por la de la imagen, lo denominamos ‗cumplimiento de deseo‘. Estas imágenes
son las que constituyen las alucinaciones propias de los sueños, las alucinaciones oníricas. El sueño, el ‗guardián del dormir‘, con su trabajo cuida de que, en lugar de la alucinación propia de la tragedia, cargada de angustia -pesadilla- a la que daría lugar la emergencia de lo ‗sepultado‘ 1, con el
consiguiente despertar del durmiente, apa-rezcan las alucinaciones oníricas -cumplimientos de deseos- 2 cargadas con estas versiones afectivas secundarias (emociones y sentimientos). De esta manera tenemos constituido el sueño que hace posible al soñante la prosecución del dormir. Ya hablamos de los ‗sueños‘ que no alcanzan a sustituir plenamente por la carga de imágenes el ‗afecto‘ que proviene de lo ‗sepultado‘, de ‗más allá‘ de las memorias resultantes de la r epresión, es decir, de un
afecto cuya manifestación es angustia primordial. En estos casos el durmiente despierta, junto con un esbozo de sueño, con todos los signos de naturaleza somática que definen la angustia. En estos ‗sueños incompletos‘, pesadillas pro piamente dichas, el trabajo onírico con su producción de alucinaciones, sólo
parcialmente enmascara al contenido incestuoso sepultado ya que en la misma figuración, en las imágenes oníricas, aparecen los fantasmas y la angustia trágica de naturaleza incestuosa -el padre entre las llamas en el primer caso y la hija-madre muerta en el segundo-. La figuración incestuosa y la angustia ocupan la conciencia y el ‗soñante‘ despierta suplantando con la angustia y la participación motora -que ya en la pesadilla estaba activa- la ineficacia de la ligadura del afecto en la imagen, que protege el dormir. En el caso de la pesadilla la carga de la imagen es tal que expre-sa la naturaleza traumática de la vivencia original sepultada alcanzando así el carácter de realidad plena. El enmascaramiento resultante de la participación del deseo es débil. Las imágenes conservan en gran medida el carácter original, traumático. La naturaleza incestuosa del afecto que se moviliza es de tal magnitud, que la ligadura en las imágenes preconscientes propias del sueño no alcanza para contenerlo y neutralizarlo, y desborda en manifestaciones de angustia.
La excitación incestuosa sepultada da lugar así a imágenes que figuran la fantasía incestuosa de manera más o menos directa, tanto en su vertiente sexual como en la de muerte; por otro lado esa excitación desborda las imágenes en manifestaciones propias de la neurosis actual -angustia- y, por fin se manifiesta en acciones motoras que observamos durante el transcurso de la pesadilla e inmediatamente al despertar junto al recuerdo del ‗sueño‘ y a la angustia. Por decirlo de otra manera: hay una cuota de ‗afecto‘ cuya raíz está en lo sepultado, que en la pesadilla se
manifiesta de estas tres maneras: a) Enlace y carga plena de la imagen visual correspondiente dando lugar a la alucinación que conserva los caracteres primordiales, incestuosos, trágicos 3. b) ‗Enlace‘ con el sistema celulohumoral y muscular involuntario dando lugar a los síntomas actuales, sobre todo angustia. c) ‗Enlace‘ con el s istema muscular voluntario dando lugar a la actuación. 1
Para ahondar en el significado de ‗sepultamiento‘ consultar en el ‗glosario‘ de ‗La Peste de Tebas‘ Nº 2. Recordemos que la ‗necesidad‘, cuya meta es la ‗satisfacción‘, inscrita como expresión fisiológica, tiene una especie de doblaje psicológico en la constitución del ‗deseo‘ y el ‗cumplimiento‘ del mismo, y que el 2
cumplimiento de deseo es la carga plena de la imagen que una vez acompañó a la satisfacción de la necesidad. 3 Los contenidos que consideramos primordiales se manifiestan como incesto, el que puede seguir el camino de la actuación y/o el de la tragedia y/o, por el trabajo del yo, el de la ‗pesadilla‘.
destacados Estas experiencias traumáticas sepultadas son las que llegan a la consciencia como síntomas actuales, y a las que abordamos por medio de la ‗construcción‘ tal como aparece en el análisis de la sesión -pesadilla En el caso de la pesadilla la carga de la imagen es tal que expresa la naturaleza traumática de la vivencia original sepultada alcanzando así el carácter de realidad plena. El enmascaramiento resultante de la participación del deseo es débil. Las imágenes conservan en gran medida el carácter original, traumático ‗sueños incompletos‘, pesadillas propiamente dichas, el trabajo onírico con su producción de
alucinaciones, sólo parcialmente enmascara al contenido incestuoso sepultado ya que en la misma figuración, en las imágenes oníricas, aparecen los fantasmas y la angustia trágica de naturaleza incestuosa
Dialogando sobre la pesadilla Liliana Denicola y Jorge Kazmierski L. D. — Reunirnos a dialogar sobre este tema convoca nuestro común interés sobre él, del cual hemos intercambiado ideas en muchas ocasiones de manera informal. Así que la convocatoria del periódico nos ha dado la oportunidad de ponernos a trabajar. J. K. — Y para continuar, insisto sobre dos interrogantes ya planteados anteriormente: ¿Qué ocurre con la censura onírica cuando se produce una pesadilla? ¿Cuándo un sueño pasa a convertirse en pesadilla? Si la censura onírica interviene en la elaboración del sueño para hacerlo tolerable al Yo, hubo alguna falla para que se produzca esa transformación. L. D. — La función que está en ejercicio en el sueño y que hace de éste el guardián del dormir es la de la conciencia moral que es la que vigila la figurabilidad. La conciencia moral es una función en relación directa con la instancia superyoica. J. K. — Cabría pensar qué pasa en personas que tienen más frecuentemente pesadillas que sueños. Se me ocurre que estas personas cuyo dormir es una pesadilla tienen una falla en la constitución de la conciencia moral, en la función de interdicción para que el papel de la censura onírica sea tan frágil. L. D. — La pesadilla es algo inevitable, pero creo que hace una diferencia la frecuencia con que se presenta. Si la pesadilla la pensamos como la muestra de la insuficiencia de figurar; el aparato psíquico,
aún el mejor constituido se enfrentará con ese ―más allá irrepresentable‖. Continuando con este hilo
asociativo, pienso que la capacidad de figurabilidad es directamente proporcional a la posibilidad de ligadura, al enlace de ese ―más allá‖ a una representación. Y para que haya posibilidad de ligadura, tiene
que haber una interdicción, que funcione a la manera de un tope. De esta manera queda im-pedida la acción y se abre el mundo de las representaciones. J. K. — Escucharte es interesante porque en tu decir queda relacionada la amplitud de representaciones, por lo tanto la capacidad figurativa, con la posibilidad de ligadura, que transforma el proceso primario en secundario. La falla en esta capacidad figurativa, denota la transformación del sueño en pesadilla. Tendríamos que diferenciar una vida de pesadilla y lo que es una pesadilla en el dormir. L. D. —Te acercás con este tema a los caracteres que Freud describe en ―Más allá del principio de placer‖, donde el Yo es arrastrado por la compulsión de repetición. El caballo dirige al jinete. J. K. — En términos de instancias, el Ello arrastra al Yo. Cabe preguntarse si en la pesadilla hay
cumplimiento de deseo y cómo se articula esto con el concepto de neurosis actual. Notamos que junto a las escenas de pesadilla de un sueño, el soñante hace referencia a manifestaciones somáti-cas de pesadez, sudor, temblor, taquicardia, taquipnea, etc. Todo ello puede asociarse fácilmente a la neurosis actual y por ende a la angustia que presenta lo sepultado. Donde hay figurabilidad, por lo tanto cierta simbólica en juego del contenido latente, hablamos de cumplimiento de deseo. Pero cuando empieza a presentarse la angustia estamos ante la neurosis actual sobre la que se edificó la psiconeurosis. La pesadilla, así, es aquello de la neurosis actual no figurado por la psiconeurosis o bien aquello de la psiconeurosis que por regresión en el sueño deja expuesta la neurosis actual. L. D. — No se contradicen ambas afirmaciones. J. K. — De tal forma si la regresión en el sueño es de la palabra a la imagen, en la pesadilla sería del cumplimiento a la amenaza de realización del deseo. Tomando entonces el carácter de real. Sustituyendo el ojalá por el ocurrir. L. D. — Me gustaría pensarlo, más que como una regresión, como la aparición de grietas por donde se filtra lo sepultado y hace que el deseo pierda ese carácter de cumplimiento que lo sostiene como tal. Se presenta en la pesadilla más cercano a la ―realización‖ sin constituir todavía una satisfacción directa.
Pienso que esto sume al Yo en el horror, pues de esta imposibilidad de satisfacción directa es de la que depende su existencia. Creo que esto estaría conectado con la neurosis actual, ya que si ésta presenta el grano de arena sobre el que se ha construido la psiconeurosis y la neurosis actual corresponde a la presentación de lo sepultado, esta presencia convoca la impregnación de las representaciones. Así en la pesadilla habría una irrupción de esto insuficientemente sepultado ( por lo tanto con represión fallida ) que hace que el Yo experimente algo similar a una experiencia traumática. J. K. — La neurosis actual bordea el ombligo del sueño. Del ombligo para acá se puede hablar de figurabilidad psiconeurótica. Podríamos decir que se presenta la pesadilla cuando aquello que está más allá del ombligo entra en el sueño. L. D. — Ese más allá Freud lo denomina unerkannten es decir lo inasible, lo que permanece en las sombras. Cuando las sombras cobran vida, aparece el horror. J. K. — Esto me hace pensar la relación entre la pesadilla y lo siniestro. Freud dice que pasa a tomar carácter siniestro aquello que estaba destinado a permanecer oculto y sale a la luz. Tu afirmación se refiere a que eso que estaba más allá del ombligo, destinado a permanecer oculto (sepultado) entra en el mundo de las significaciones insuficientemente significadas, en el mundo de los sueños y de ahí el horror. Se podría pensar que los sueños-pesadillas son particulares maneras del recuerdo de situaciones traumáticas de la infancia. Habría diferencia entre experiencias de la infancia que quedaron como recuerdos, es decir que alcanzaron representaciones verbales, y aquellos acontecidos que se mantienen inmodificados, sin poder alcanzarlas. Los sueños intentan dar una significación a esos acontecidos de la infancia y se convierten en pesadilla cuando resultan insuficientes para dar significación. Sigue siendo un ocurrir. L. D. — En Crimen y Castigo encontré esta pesadilla que Dostoyesvsky describe magistralmente. Raskolnikov, un joven estudiante se encuentra en la mayor de las miserias y una fantasía a la que se entrega frecuentemente es la de robar y asesinar a una vieja prestamista con la que posee deudas importantes. Lo último que le ha ofrecido para empeñar es el reloj de su padre ya fallecido. Un hecho activa la idea del crimen y lo acerca más a su realización. Su madre le escribe contándole sus penurias económicas por lo que no le puede mandar dinero. Pronto, le dice, esta situación cambiará ya que la hermana se casará con un hombre de buena posición. Raskolnikov no puede aceptar esto y la idea de sacar el dinero a la anciana usurera se hace más apremiante pues considera que el sacrificio de la hermana se asemeja a una prostitución. Sobreviene luego la siguiente pesadilla:
Se ve nuevamente niño paseando con su padre. Pasan por una taberna a la que desde niño tuvo terror. Allí hay borrachos con caras horribles. Por delante de la taberna hay un enorme carretón al que está enganchado un caballito de lastimosa escualidez al que le hacen tirar grandes carretas de madera o heno y al que rinden a fuerza de golpes en los ojos y el hocico. El soñante ha sido testigo de esto varias veces, ha llorado recibiendo el consuelo de su madre. En el sueño se figura la escena donde los borrachos (Raskolnikov se había acostado ebrio) salen de la taberna, se suben al carro y fustigan cruelmente al caballo al grito de ―No tengáis lástima ! ¡A apalearlo!‖ Dice el niño: ―Papá, papá están pegando al pobre caballo. ―Dice el padre: ―Vámonos son unos borrachos que se divierten a los gritos de ¡Pegadle hasta matarlo!‖. Corre el niño al lado del caballo. De pronto el
animal que apenas puede mantenerse sobre sus patas se pone a dar coces y le dan fuertemente sobre los ojos. Una mujer quiere apartar al niño de aquel espectáculo pero él queda cerca. Intentan matar al caballo y con un palanca de hierro lo golpean incesantemente. El niño toma la ensangrentada cabeza del animal y la besa. Quiere matar al asesino y pregunta: ―Papá, ¿Por qué han matado al pobre caballo?‖ El padre contesta: ―Son gracias de borrachos que nada nos importan‖ … Raskolnikov lo oprime entre sus brazos … siente una opresión en el pecho … qui ere respirar, gritar y se despierta con el cuerpo humedecido y empapado de sudor y dice: ―Gracias a Dios que no es más que un sueño‖. Tenía los miembros doloridos y
su alma estaba llena de oscuridad. ¿Es posible que tomase un hacha y fuera a partirle el cráneo a aquella mujer? El recuerdo infantil, sirve de texto para figurar el terror del asesinato próximo a cometerse. J. K. — Lo que me parece interesante es que él va caminando por este sendero con el padre y a pasos de allí bordea el cementerio. (El cadáver presenta lo sepultado a la conciencia). En ese lugar estaba enterrada su abuela muerta y en una pequeña tumba su hermano mayor que murió a los siete meses. Psicoanalíticamente hablando toda muerte figura un asesinato y el asesinato remite al parricidio. La cualidad de pesadilla es el castigo al caballo, al que matan. L. D. — Y la pesadilla es representada como la yegua blanca… J. K. — Recordemos la simbólica del caballo que figura con tanta frecuencia en los materiales clínicos de Freud. Los caballos como presagio de muerte abundan desde la antigüedad griega hasta la Edad Media y se extienden a todo el folklore europeo. Para los helenos ya, en la antigua versión de la llave de los sueños que es obra de Artemidoro, soñar con un caballo era signo de muerte para un enfermo. La mayor parte de los caballos de la muerte son negros aunque también los caballos lívidos, como el d el Apocalipsis, y los blancos, son presagio de muerte para las creencias alemanas e inglesas. Semánticamente, ya sea el caballo negro o lívido, es el caballo siniestro el del inglés night - mare, del alemán mahrt, del checo mura (pesadilla), del lituano maras (muerte-peste). L. D. — Volviendo al tema de la interdicción que en un principio relacionamos con la conciencia moral, la madre retira a Raskolnikov pero no es suficiente. Las mismas palabras del padre nos dan la clave, pues expresan una invitación a la desmentida del asesinato que se está produciendo: ―son gracias de borrachos, que nada nos importan‖. Justificando así cualquier acto. La madre invita a cerrar los ojos (se retira de la
ventana). El caballo es castigado en los ojos y él abre los ojos pues ha fallado el guardián del dormir. La pregunta del niño acerca de la causa del ase-sinato niega y al mismo tiempo denuncia el saber de la causa. J. K. — Tanto la desmentida del padre como la invitación de la madre a cerrar los ojos frente al asesinato, presentan diferentes formas de complicidad, pero en definitiva la unión de ambos, es decir la escena primaria. L. D. — La pesadilla es el niño metido en la escena primaria. El niño metido en la cama unido a la madre y asesinando al padre. El cumplimiento de deseo toma en el sueño-pesadilla un viraje a lo real, tal que lo lleva a despertar. La angustia es la reacción del Yo frente a lo que se está produciendo. J. K. — Claro, hay una vivencia de realidad que queda vinculada a lo posible y por lo tanto que ha escapado a la interdicción. Raskolnikov se asusta de que sea posible el asesinato. Cuando no hay un padre en el deseo de la madre lo deja al niño siendo visto por la madre con el horror que produce el incesto. Me pregunto si la constitución de la pesadilla tiene que ver con este horroroso espejo. La pesadilla sería el resultado de ser mirado con horror por ser el producto del incesto y del asesinato. El Yo observa horrorizado el sueño-pesadilla que le muestra esto. En la imagen del sueño el abrazo con el padre es erótico y asfixiante. L. D. — La asfixia se da por lo incestuosamente excitante. Esto me hace pensar que la opresión que queda asociada a la pesadilla sea la representación, en un lenguaje corporal, de la unión sin límites con el objeto incestuoso. La distancia la establece la función paterna. Entonces la unión sin espacio con el objeto incestuoso quedaría representada por la opresión de la pesadilla. J. K. — O sea que nuestro personaje se despierta para salir del abrazo oprimente. La desmentida del padre lo entrega al impulso homicida. El que puede desarrollar una pesadilla, en el dormir conserva una cierta
capacidad figurativa, puede tener menos manifestación somática de la exigencia y descarga pulsional, porque le aporta una situación de descarga y de engaño al mismo tiempo a la exigencia de la pulsión. La pesadilla sería una conquista del aparato psíquico, no es lo mismo padecer una grave enfermedad que soñarla en una pesadilla. L. D. — Estás expresando el rédito de la pesadilla. Si bien no es un sueño que permite seguir durmiendo, concede no hacer una enfermedad somática o un pasaje al acto. Podemos decir que en la neurosis habría cada tanto una pesadilla, y en otro tipo de patologías más graves cabrían momentos de pesadilla en la vida. En el sueño-pesadilla habría una forma de enfrentarse a lo no representable y que quedaría adquiriendo alguna figuración, ya en el sólo hecho de despertar de un sueño y decir, tuve una pesadilla. J. K. — Se podría pensar que hay un infortunio cotidiano del neurótico y un infortunio cotidiano del trágico. La pesadilla sería el punto de transición de uno a otro. El infortunio del trágico donde lo sepultado impregna su vida, quedará presentado por un pasaje al acto o en la enfermedad somática grave. Mientras que el infortunio del neurótico, entre otras formas, puede quedar expresado en soñar una pesadilla. En ella, la imagen va perdiendo el valor simbólico para llegar a ser casi una identidad de percepción. Teniendo en cuenta que la identidad de pensamiento que se desarrolla sobre la base de la falta y la sustitución, da lugar al cumplimiento de deseo figurado en la imagen. Mientras que en la pesadilla, más cercana a la identidad de percepción, se aproxima el soñante a la realización del deseo con el horror concomitante. El carácter rudimentario de la ley, es la base del horror que lleva al despertar, forma de prohibir la ―realización‖ y en consecuencia el pasaje al acto, conservando así esa realización todavía en una
figuración en imágenes. Mantiene así el Yo aún, el dominio del acceso a la motilidad. El sujeto se despierta como defensa frente a una situación más riesgosa de desestructuración que es el encuentro con la amenaza de realización. L. D. — El soñante despierta como protección. Pero también puede ser que cierre los ojos y se duerma para lograr lo mismo. Busca dormirse como protección. Creo que la pesadilla le abre los ojos. El Yo despierta frente a los ojos que se han abierto. La defensa es del Yo, pues se han abierto los ojos a un real horroroso y del que es necesario volver al sueño de la vida. J. K. — Eso real es cuando el Yo se encuentra con el más allá del ombligo del sueño. L. D. — La prueba de esta visión interior es el horror que lo lleva a despertar. Lo que está a oscuras (ombligo del sueño) se ilumina, trayendo a la percepción lo que está más allá, lo inasible, el vacío de representación psíquica, lo traumático. J. K. — El mismo Yo que hace el trabajo de figurar al sueño o mejor dicho de figurar al deseo inconsciente en imágenes, es como si hiciera un análisis de la imagen que está produciendo. Por eso abre los ojos ante las imágenes horrorosas que está percibiendo y se despierta. Reco rdemos el sueño de Freud la víspera del entierro del padre: ―Se ruega cerrar los ojos‖, ―Se ruega cerrar un ojo‖. Del análisis del sueño concluimos que el deseo parricida se mantiene como cumplimiento y
por ello no se despierta y se hubiera convertido en una pesadilla si los ojos del sueño se hubieran abierto al parricidio, a su amenaza de realización. L. D. — Abrir los ojos como Edipo y tener que arrancárselos porque descubre que él es el asesino.
MESA REDONDA Los Analistas y el dinero El martes 26 de noviembre a las 20. 30 hs tuvo lugar la presentación del segundo número de nuestro periódico. En esta oportunidad, el lugar de reunión fue el agradable salón de la Fundación Banco de Crédito Argentino, ubicado en Barrancas de Belgrano. Acompañados por un entusiasta público, los conferenciantes - Juan C. de Pablo ( economista), Adriana Sorrentini y Alberto Loschi (psicoanalistas) - abordaron el tema: Los Analistas y el Dinero. Comenzó de Pablo, aclarando que se iba a referir al dinero desde el punto de vista estrictamente económico, sin considerar la concepción psicoanalítica del mismo. En una historia lógica, no cronológica, del dinero hay que considerar, como antecedentes del mismo, la escasez, el intercambio, el crédito y recién entonces el dinero. Cuando Dios expulsa la pr imer pareja del
Paraíso y le dice al hombre: ‗ganarás el pan con el sudor de tu frente‘, está creando la escasez, lo que
quiere decir que no hay de todo para todos gratis. Al tener que trabajar para conseguir cosas se ponen en juego habilidades; Adán es más hábil para algunas, Eva para otras. Es un principio económico repartirse las tareas. Allí nace el intercambio, y los términos del intercambio (precios relativos). El desfasaje temporal en el intercambio da luego lugar al crédito, y todavía no hablamos de dinero. Cuando aparece más gente los términos de intercambio se hacen más complicados, recién entonces aparece el dinero, que es un artificio que permite triangular fácilmente las operaciones económicas. En cuanto al objeto que puede usarse como dinero, debe reunir ciertas características que le permitan cumplir mejor con sus funciones. Y las funciones del dinero son básicamente tres: a) Unidad de Cuenta: Algo es dinero cuando el precio del resto de las cosas se miden en términos de lo que vale ese algo. b) Medio de Pago: El dinero es un artificio, que en sí mismo es nada, pero hay aceptación general para cambiarlo por un bien valioso. c) Reserva de Valor: Es la posibilidad de congelar, por un cierto período de tiempo, el valor. En cuanto a qué cosa es dinero, eso es variable y cambia con el tiempo. Se refirió por último a los honorarios. Dijo que si el paciente paga al analista y no es al revés, ello se debe a que el paciente necesita más al analista que el analista al paciente (carcajadas en el auditorio). Agregó entonces, que si el analista necesita más pacientes eso lo llevará a bajar sus honorarios de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, que se regula en base a cuál es la necesidad, cuáles los ingresos, cuánto el costo y cuánto el costo de los sustitutos. Por último se preguntó por qué hay honorarios diferentes?, respondiéndose que la diferencia está dada por cómo percibe el demandante las características del oferente. En segundo lugar, hizo uso de la palabra Adriana Sorrentini. Se refirió a la frase que está en la portada del periódico: ―Qué pueden las leyes, allí donde sólo el dinero es rey?‖. La frase de Petronio impacta, es evidente, por su carácter de actual, y lo ‗actual‘ da cuenta de lo inconsciente. El tener en cuenta en nuestra escucha la multiplicidad de ideas que excita la palabra ‗dinero‘ es esencial en nuestra práctica. Dinero como ‗cosa en sí‘, como palabra de asociación libre, como símbolo de poder,
significante fálico o el dinero con la fuerza de la palabra hipocondríaca, suscitando angustia, vivencia trágica de la que el analista puede rescatarse con la ‗construcción del acto‘, que ofrece ligadura a la libido que desde el núcleo narcisista desorganiza la economía del ‗yo coherente‘. El dinero, represent ante fálico, muestra su raíz en las estructuras narcisistas primordiales ( el ideal, ‘el muerto‘), de las que nace la culpa inconsciente (deuda -culpa-pecado). Su origen en lo sepultado le da al dinero el carácter de ‗real‘, ‗material‘, con que aparece en la relación analítica. Por esta misma causa ‗material‘ los honorarios participan de estas vicisitudes dramáticas, revelando su significado de deuda
imposible de pagar - el parricidio original - culpa que une y separa resistencialmente a analista y paciente en la búsqueda de perdón. La idea de perdonare, trae la idea de castración fálica, instalación de un orden simbólico con la ley que trasciende a analista y analizando. Con el encuadre y los honorarios ambos reconocen la necesidad del otro. El acuerdo en los honorarios se basa en un acuerdo afectivo, transferencia positiva amistosa, necesaria para soportar las vicisitudes trágicas inevitables con el avanzar del análisis. Aludió luego a coincidencias básicas, más allá de los diferentes enfoques, con los otros artículos del periódico. El dinero como significante fálico, equivale, por ello, a cualquier otro significante. De ahí que todo puede ser indemnizado con dinero, es decir, vuelto in-demne, ileso, libre de daño, desmintiendo la castración. Por último habló Alberto Loschi. Expresó su interés de poder pensar psicoanalítica-mente el dinero, más allá de una ‗lógica económica‘. Preguntó si el ‗acto‘ de los honorarios puede reducirse a una ley
económica. En su carácter económico el dinero aparece como equivalente. Tanta cantidad de dinero equivale a tanta cantidad de mercaderías, de oro, de otra moneda, etc. . Es como un comodín, vale por su poder de equivalencia. Fuera de ese poder de equivalencia, en sí mismo, es nada. Pero, qué es esa nada?, qué hace que creamos en ella?, como decía de Pablo. En la teoría psicoanalítica encontramos la misma lógica de equivalencias. El dinero remite a otra cosa: heces, pene, niño, en última instancia el falo, significante de sig-nificantes, supremo valor. Pero a lo largo de toda esa cadena de desplazamientos se conserva la misma idea de valor. Dentro de esta lógica no hay respuesta a la cuestión acerca de qué trata la vivencia de valor que el dinero presenta?. Intentando un salto lógico podría plantearse: el valor del dinero no será una suerte de ‗memoria‘ de lo olvidado del dinero?. Donde eso ‗olvidado‘ (sepultado) corresponde a otra organización lógica del dinero, del mismo modo que el falo aparece como un monumento conmemorativo instalado sobre la sepultura, que ‗sepulta‘ o tra organización. Por eso hablamos de ‗prehistoria‘ del dinero. Prehistoria no significa un corrimiento hacia
atrás en la linea cronológica del tiempo. No es un deslizamiento cronológico. Por prehistoria entendemos
un salto lógico. Prehistoria del dinero, es aquello, que en el plano de la vivencia, corresponde a lo ‗actual‘ del mismo. Esta ‗prehistoria‘ hay que construirla. La respuesta no la encontramos en ninguna verdad
histórica o material, porque toda verdad de ese orden va a estar escrita en la misma lógica que intentamos trascender. Para esta tarea sólo contamos con fragmentos y uno que nos parece particularmente interesante está dado por los mitos y ritos del alma primitiva. Entre los primitivos no circulaba el dinero o la mercancía, circulaba el don. Y aunque retrospectivamente el don puede ser pasible de una interpretación económica, su sentido pimigenio estaba ligado a rituales religiosos de intercambio con los muertos. El don responde a otra lógica, no se puede adquirir a voluntad, tampoco atesorar, retener o acumular. Debe circular. Tampoco guarda equivalencias. No es sustituible ni sustituto, es absolutamente singular. Los ritos de iniciación, la antropofagia de algunas culturas primitivas, la comida totémica, son tal vez los primeros antecedentes del don. Por el don, en el intercambio simbólico se incluye a la muerte y los muertos en la vida del grupo. En la Lógica del intercambio simbólico, vida y muerte no se oponen, se intercambian. La muerte intensifica la vida. La verdadera muerte para el primitivo, no es biológica, es quedar excluido del ciclo de los intercambios, dejar de existir. En cambio la lógica económica, lógica del falo, aparece cuando la muerte y los muertos pasan a sepultarse. En ese momento la muerte es excluida del intercambio y su lugar pasa a ser ocupado por el dinero, que cobra así el sentido de fetiche. Con ese valor fálico adquiere el poder de equivalencia, al ocupar el lugar dejado vacante por la muerte puede cuantificarla. Es el momento lógico donde el dinero deja de ser i ntercambio con el ‗muerto‘ y pasa a ser un medio (fetiche) para resarcir pérdidas, en primera instancia de la vida, sangre o partes del cuerpo. El dinero como conjuro de la muerte. La muerte separada y opuesta a la vida es la operación de lo económico. La muerte devuelta a la vida es la operación del intercambio simbólico. Al abrirse el debate fueron numerosos los asistentes que solicitaron intervenir, evidenciando el interés que había suscitado el tema. En primer lugar hizo uso de la palabra Haydée Kohan. Comenzó recordando un caso relatado por Freud en el que el paciente, que presentaba una conducta perversa manoseando niños, por otro lado le pagaba a Freud con billetes impecables que planchaba previamente para que Freud no se contaminase. Mencionó también a Dostoievsky y su propensión a contraer deudas, que Freud interpretaba como expresión de su culpa inconsciente. Schuldig, el término alemán, designa tanto deuda como culpa. Relató luego el caso de una paciente que durante seis meses no le pagó honorarios. Durante ese lapso la paciente fue robada por una mucama y en otra oportunidad perdió su billetera. Entendiendo esos accidentes como expresión de la culpa, la analista interpretó la deuda de honorarios llevando a que la paciente asumiera pagarlos. Finalmente preguntó a qué se debe que se haya desvirtuado el honorario del analista. De Pablo contestó que ningún economista homologaría baja de precios con desvirtuarse. Es nuevamente la ley de la oferta y la demanda. Por su parte A. Sorrentini dijo que el trabajo del analista con el dinero es analizar lo inconsciente y en ese sentido subrayó la culpa, que en el ejemplo de H. Kohan resulta evidente. A continuación intervino Sara Hodara con un meduloso comentario, que llevó al comité editorial a solicitarle que lo presentase por escrito, y de ese modo figura en la sección Co-respondiendo junto a la respuesta que durante la mesa redonda no pudo desarrollarse en forma más amplia. Habló luego Alejandro Fonzi manifestando su interés por los artículos del periódico. Señaló también que durante la mesa redonda escuchaba a de Pablo hablar de una cosa y a Loschi y Sorrentini hablar de otra, y no porque uno fuera economista y los otros psicoanalistas, sino porque no se acierta a hablar del mismo tema. ―El título del periódico es: Los Analistas y el Dinero. Si se tratara del contenido psicoanalítico del
dinero es una cosa, pero es los analistas frente al dinero, lo que trasciende el contenido emergente de los pacientes. Y eso nos coloca frente a un problema que es particular de este momento. Los contenidos que ustedes (Sorrentini y Loschi) encuentran, son válidos para hoy, el siglo pasado o quince siglos atrás. P ero qué pasa hoy?. Es como si se tratara de describir un virus que existió siempre, pero que hoy hizo epidemia. Una cosa es describir el virus y otra hablar de la epidemia. Por qué el dinero aparece con tanto fervor en nuestro consultorio?. Tengo la impresión que de Pablo intenta introducir este problema y tengo la impresión que ustedes no lo contestan. Otra pregunta particular a A. Loschi, Por qué decís que la característica del intercambio simbólico es el don?‖.
Loschi toma la última parte de la intervención de Fonzi para responderle. Dice que esa aseveración forma parte de una interpretación. Los ritos primitivos, como los de iniciación, responden a un mecanismo de intercambio. Los iniciados son dados a los muertos y devueltos, sólo a partir de allí se los considera ‗vivos‘. El ‗vivo‘ lo es en la medida que da vida a un ‗muerto‘ y el ‗muerto‘ es tal en la medida que anima a un ‗vivo‘. Ese intercambio es fundamental en el alma primitiva. Forma parte de ese intercambio la
incorporación ritual del muerto. Por ejemplo en la antropofagia, ese alimento, primera forma del dinero según algunos, es un intercambio que luego, y esto ya forma parte de nuestra construcción, pasa a
trasmitirse por el don. Y el don adquiere ese carácter, lleva ese ‗maná‘ que habla del intercambio con los muertos. ―En ese sentido digo que el don forma parte del intercambio simbólico. En cuanto a la pr imer parte de tu pregunta no tengo una respuesta. Estamos acá para hablar de eso‖. A. Sorrentini manifiesta que
no está tan de acuerdo en que estamos acá para hablar de la epidemia del dinero. Esta epidemia existió en muchos momentos de la historia. Pero en la sesión el dinero conserva el mismo nivel de análisis. Cuando aparece el dinero con fuerza de concretud, está enfermo de dinero, y eso no se resuelve con un análisis económico. Ese es el material a analizar y eso está desde siempre. Los analistas y el dinero, es tratar de entender el dinero desde el psicoanálisis. Yaco Adissi tomó la pregunta de Fonzi para manifestar si nuestra tarea es dar respuestas o formular preguntas. Las respuestas paralizan, mientras que las preguntas mantienen ese estado de desconcierto fértil. Expresó también no estar tan de acuerdo con de Pablo en cuanto a que lo único que cuenta es la ley de la oferta y la demanda. En esta realidad de multimedia se está perdiendo la capacidad de metaforización. La rapidez de las respuestas nos deja atónitos, sin capacidad d e fantasear y pensar. Esto se ve en los adolescentes de hoy. donde el amor es ‗transar‘, es decir un término económico donde se pierde
cualidad simbólica, de fantasía. En cuanto a los honorarios, estos tienen que ver con el honor, con el reconocimiento que se busca del paciente, ―y en ese sentido entiendo lo del don, como aquello que
conserva esa capacidad simbólica. Y esto tiene que ver con los honorarios, con lo honorable, con lo que nos hace libres y que tiene que ver con la resolución del complejo de Edipo, no tanto con el dinero. El problema es la pérdida, cada vez mayor de la capacidad de metaforización. Esa pérdida de significación afecta los honorarios más que una ley de oferta y demanda‖.
De Pablo contestó que esa pérdida de significación forma parte de la oferta y la demanda. Lo que alguien está dispuesto a pagar por un análisis va a depender de la imagen con que el analista se venda, y esto tiene que ver con esa pérdida de metaforización. Cuál es la imagen que el paciente, o el consumidor, se hace del analista? Puede ocurrir que alguien pague más a un brujo que tira las cartas, que por un análisis serio. Lo único que puede evitar esa distorsión es que un tercero intervenga regulando, pero eso introduce más problemas. Fidias Cesio comentó que hay distintas vertientes por donde abordar la cuestión de los honorarios. Una es pensar que cuando un analista cobra determinados honorarios, esos honorarios son para el paciente una rememoración, una memoria como decía Alberto, de un suceso infantil. El dinero no es más que la manera en que se comprende algo que está ocurriendo en la transferencia. Así, si un analista cobra muchos honorarios, estos pueden ser memorias de situaciones traumáticas, que de este modo se hacen presentes en el análisis. Los honorarios serían una manera de recordar, y como en las situaciones primordiales hay emociones muy intensas, podríamos decir que los que pueden traer las memorias más profundas del paciente cobran más, porque las situaciones fundamentales son las que se expresan en dinero como ‗caras‘, queridas, cosas de las más profundas que aparecen en los honorarios, pero donde el dinero no es
más que una situación que se está recordando. Cuando se establecen los honorarios es algo que el analista ‗hace‘, a su vez puede adquirir un valor metafórico. Son dos distintas expresiones. Una puede contribuir a hacer una construcción sobre la otra. Podría decirse: ‘ yo te cobro tanto expresando así la relación profunda y dramática que hay entre nosotros‘. Se borra así ese valor del dinero per se. Lo que cobra el
analista tiene que ver con lo actual, lo que está pasando. En cambio el valor simbólico, metafórico, sirve para descubrir al primero. ― En cuanto a la historia que hizo J. C. de Pablo, es diacrónica, si la hacemos
sincrónica, actual, podemos decir que Adán y Eva y el paraíso, corresponde a los núcleos más narcisistas y primordiales en lo actual. La historia no es más que un desarrollo temporal de lo actual. Salir del paraíso, entrar en la ley -hablaste de triangulación, que hace pensar en el complejo de Edipo-. Lo que se expresa históricamente facilita hablar de lo actual. Los elementos de la economía cobran otra dimensión cuando se los ve de esa manera‖.
De Pablo contestó que así puede verse desde el lado del paciente, pero desde el analista uno podría preguntarse: por qué un ser humano va a pasarse cincuenta minutos adelante de otro escuchándolo? Por qué alguien acepta que por su tiempo le den rectan- gulitos de diversos colores?. ―Si yo lo entiendo bie n, el caso de un análisis ortodoxo es un ejemplo clásico, de libro de texto, donde es casi imposible introducir cambios tecnológicos. Un analista no puede escuchar cinco pacientes a la vez, o atender cinco minutos en lugar de cincuenta. El impacto tecnológico afecta a este tipo de servicios a lo largo del tiempo haciéndolo subir de precio, no bajar de precio. Lo que les ocurre ahora es, desde mi punto de vista, una transición, donde la gente está probando otras cosas, y entonces la demanda baja. Pero en el largo plazo es un típico caso donde la remuneración va a ir subiendo no bajando. Y esto es así porque los productos tecnológicos van siendo cada vez más baratos. Por esa razón Pavarotti cobra cada vez más, pero si se quiere a Pavarotti enlatado lo regalan. Y habrá quien quiera enlatar el psicoanálisis, y eso será más barato, y estará el que comprará análisis enlatado y el que querrá análisis en vivo. Hay productos para todos‖.
Por su parte Giménez Noble destacó la linea editorial del periódico al abordar temas no sistematizados en psicoanálisis que resultan novedosos y fértiles en ideas. Por ejemplo lo que habla Loschi del don y la prehistoria del dinero le hizo preguntarse: si el dinero trae esa ‗prehistoria‘, no va a ser siempre costoso un análisis?, aunque el mismo costo aplicado a o tras cosas no ‗duela‘ tanto. ― También pensaba, si el paciente
está en condiciones de analizarse pero no tiene dinero, podría ser que inicie el análisis y en el intercambio con el analista, aparezca luego el dinero que triang ule la situación?‖. Loschi comentó que hay una especificidad del dinero que va más allá de las leyes económicas, algo así como un inconciente del dinero. Un paciente puede pagar el 80% de sus ingresos en un análisis o aún más y uno preguntarse cómo es posible. También puede ocurrir que lo interrumpa porque no puede pagarlo, y sin embargo, cómo era que antes podía. Puede querer ahorrar ese dinero, y puede ocurrir que poco después deje de percibir los ingresos con los que pagaba su análisis o pierda una cantidad de dinero equivalente, como se mencionó antes en un ejemplo. Estas ‗rarezas‘ económicas no son tan raras cuando
queremos observarlas, y el uso que hacemos del dinero está plagado de ellas. Las leyes económicas son coherentes y se cumplen cuando omitimos muchos detalles. Es como la geometría euclidiana que se aplica a círculos y triángulos; pero para que haya círculos y triángulos hay que omitir muchos detalles, pasar por alto las rarezas. Sin embargo, cuando observamos las cosas, lo que abundan son eso s detalles y rarezas. Así como ha aparecido una geometría fractal que pretende comprender esas rarezas, sería interesante poder contar con una ‗economía fractal‘. ―Con respecto al paciente que no paga, yo no tengo mucha
experiencia en atender sin cobrar, pero en alguna oportunidad lo he hecho y me ha resultado muy difícil, y no puede explicarse esa dificultad sólo por una cuestión económica. Así como la satisfacción que se experimenta al cobrar los honorarios, tampoco se explica sólo económicamente. Algo ocurre allí, que hace a esa vivencia de satisfacción. Uno podría compararlo a lo que en otro orden de cosas es el orgasmo. El momento del pago de honorarios tiene algo de eso, se cumple un ciclo, el dinero cumple su función, que insisto no es sólo económica. Y que si eso falta es como si faltase el orgasmo. Puede sostenerse un tiempo, pero algo ‗malo‘ pasa, aunque uno no se esté muriendo de hambre‖.
Por su parte, de Pablo comenta que al paciente siempre le parece caro lo que paga. Porque lo considera un mal, no un bien. Aunque lo haga para mejorar, siente que él no tiene la culpa de estar enfermo. A. Sorrentini agrega que allí justamente se ve lo actual del dinero. Los honorarios son altos, el paciente se enoja, él no tiene la culpa. Toda esa escena, muestra cómo se hace presente la deuda-culpa, culpa inc. , a través de los honorarios. Todas las vicisitudes del parrifilicidio, la sexualización del dinero, todo eso va a estar presente en los honorarios. Liliana Denicola retoma la cuestión de la culpa, para asociarla con el don. El don es algo que se da y eso tiene que ver con la vida, nos han dado la vida. Y entonces hay una deuda imposible de resolver, que es la de la vida. En cuanto al tema de los analis-tas y el dinero, algo que a veces no se habla, por narcisismo del analista, es que necesita el dinero del paciente, lo necesita para vivir. A. Sorrentini acuerda en que el analista al cobrar muestra su necesidad, su castración, de estar bajo la ley. No cobrar es algo tan omnipotente, allí no hay falta. Pero además, si no cobra en dinero, en qué cobra?. Seguramente está quedándose con otra cosa del paciente. Es mantener al paciente como falo, sin darle la libertad que da el pagar. Con respecto a la necesidad del analista, dice Loschi, plantearla como necesidad de comer, de vivir, es reducir el acto de los honorarios a una explicación económica que por la fuerza de obviedad que tiene opaca otro carácter de la necesidad, el de la necesidad-vivencia. La necesidad-vivencia habla de la presencia del ‗muerto‘, aquel lo separado, expulsado, que fuerza al reconocimiento, a ser devuelto a la vida. Entendida así, la necesidad adquiere otra fuerza para el psicoanalista. Gustavo Dupuy se refirió a que el dinero aparece de dos maneras: como palabra de la sesión y como realidad, cuando falta. Porque cuando hay dinero no hay problema. Es cuando falta que se ‗realiza‘ en la
sesión. Se transforma en aquello que impide que sea tomado como palabra y aparece como realidad que acosa al analista, impidiendo que pueda dar lo que tiene que dar a cambio de ese dinero, lo que lleva a una situación de culpa en el analista que a su vez lo lleva a perder trabajo. El dinero es también lo que pone coto a la relación amorosa entre paciente y analista. El dinero es como la palabra en el amor de transferencia. El analista cobra por amor y el paciente paga como una forma amorosa de retribución. Respecto a que el analista cobra por amor, señala Loschi, ―estaría de acuerdo si agregamos que también
cobra por odio. Cuando en el trabajo menciono, referido al dinero, el intercambio vida-muerte, no sé si ha quedado suficientemente explicado. Intercambio simbólico es aquella dinámica en la que los términos bivalentes, vida-muerte, amor-odio, masculino-femenino, etc. dejan de aparecer como opuestos y se intercambian en su diferencia. Si amor y odio se separan, seguramente van a aparecer problemas en el pago de honorarios‖.
A. Sorrentini resalta que las significaciones del dinero están más allá del tiempo, las encontramos en toda época. Recuerda un trabajo e scrito por ella hace once años: ‗Los Honorarios. Una Libra de Carne‘, donde desarrolla las significaciones que hoy también encontramos en el dinero. Son esas significaciones las que permiten trascender la actualidad del dinero. Adolfo Benjamín subraya que la práctica analítica se da en la dimensión del amor y que el pago es una forma de intercambio que hace posible la regla de abstinencia. Pero si es una práctica del amor, es algo muy difícil para ser tratado por un economista, porque el amor es dar lo que no se tiene a quien no lo es, como lo plantea Lacan. Otra cosa que hace que sea muy difícil para ser tratado por un economista es que la práctica analítica va más allá de una prestación de servicios. Frente a cada paciente no vale lo que uno ha estudiado o la experiencia previa. Cada paciente es algo nuevo. Y el analista se entrega totalmente a esa experiencia. Cómo se paga eso?. Desde esa perspectiva no hay tratamiento caro. La psicosis o neurosis que puede padecer el paciente es la hipoteca más costosa que tiene un ser humano. De Pablo reaccionó, replicando que los economistas también entienden de amor. En cuanto a lo otro, expresó que la entrega a su trabajo, no es privativo de los analistas sino de todo profesional respetable. En cuanto a que no tiene precio, todo tiene precio, depende de una transacción. Y acá viene lo del dinero como equivalente que antes se criticó. Que sea equivalente no quiere decir que sea lo mismo una cosa que otra, sino que se puede sustituir. La gente no quiere dinero, quiere las cosas que puede conseguir con ese dinero. Finalmente intervino Ernesto Turjanski tomando el último comentario de J. C. de Pablo para expresar que el problema con el que nos encontramos ahora es que la gente quiere dinero, no ‗el algo‘ que puede
conseguir con dinero. El dinero ha adquirido una dimensión, que más allá de la teoría y conceptos con los que lo podamos abordar e incluso resolver cuando el dinero es dinero-síntoma. Pero cuando el dinero aparece como lo hace ahora, encontramos que es una resistencia que va más allá del campo de la interpretación. Hoy el dinero, junto con la información, es lo que más abunda, lo cual también nos plantea interrogantes sobre qué va a pasar con esta abundancia de dinero. Este dinero ya no lo podemos comprender con nuestras teorías. ―Le agradecemos a de Pablo que nos haya hablado de lo más resistido
por nosotros, que es vernos como objetos de mercado, es importante que podamos vernos así, es parte de lo que nos ocurre, pero aparte ocurre todo lo otro de lo que se estuvo hablando esta noche y aparte la gente enferma y su modo de enfermar está vinculado con el dinero, y en ese enfermar, el dinero es un centro prácticamente imposible de tocar. Si no veamos cómo las grandes corporaciones se han apropiado de la salud y el médico pasa a ser un empleado. La gente prefiere pagar a las corporaciones y no al médico. Esto es parte de que el modo de enfermar también ha variado y dentro de ese modo de enfermar el dinero ocupa un lugar central‖.
De Pablo hizo un último comentario sobre el mercado manifestando que el mercado no bastardea al ser humano, sino que es una teoría como puede serlo la del inconciente, que sirve para mostrar cómo se comportan los seres humanos, aunque en ocasiones no nos guste comprobar cómo nos comportamos. En este punto la reunión que estuvo sostenida por el interés de todos los presentes había llegado a su final. Nos despedimos pues hasta la próxima, en la que abordaremos como tema ‗La Pesadilla‘.
INVITAMOS El comité editorial de ―La Peste de Tebas‖ tie ne el agrado de invitar a la Mesa Redonda, que con el tema ―La Pesadilla‖, se llevará a cabo el día Lunes 24 de Marzo a las 20: 30 hs en la Fundación Banco Crédito
Argentino (11 de Septiembre 1990 Capital).
glosario ―ACTUAL‖
Término introducido por Freud en 1895 para discriminar entidades clínicas que tienen su origen en la excitación sexual somática, y manifestación somática. El adjetivo alemán „aktuell‟ , del cual deriva „aktuellneurose‟ (neurosis actual) significa ‗de interés palpitante‘ y ‗estar a la orden del día‘. La acepción temporal – que habitualmente es la que se destaca – no es la esencial. Los significados en los distintos idiomas aluden siempre a lo que es, lo real, verdadero,
existente, efectivo, presente, activo, que produce efectos. En cualquiera de estas acepciones el sentido real queda diluído y puesto en primer plano el sentido de lo que tiene existencia . En el contexto del psicoanálisis, la existencia real y efectiva de la pulsión y la ausencia de la mediación psíquica característica en la formación de síntomas en la psiconeurosis. Las neurosis actuales – neurosis de angustia, neurastenia, hipocondría – fueron excluídas por Freud de todo posible influjo por parte del psicoanálisis, partiendo de una perspectiva centrada en las vicisitudes de las representaciones. Pero reiteradamente advirtió que las neurosis actuales están en la base de las psiconeuro-sis, configurando habitualmente neurosis mixtas. En la evolución de la teoría el concepto de excitación sexual somá-tica – concepto central en la categorización de las neurosis actuales – queda sustituido por el de pulsión – pulsión de muerte – al tiempo que otro concepto, el de libido, queda más asociado al destino de lo representacional en el contexto de la pulsión tramitada, introduciendo el deseo en el ámbito del yo. A su vez, el viraje teórico que implica la inclusión del concepto de pulsión de muerte y del modelo de la segunda tópica del aparato psíquico conllevan la reformulación de lo somático en psicoanálisis. Lo somático – manifestación de lo actual – pasa a ser la manera en que se presentan a la conciencia los contenidos que contruímos como la tragedia edípica primordial. En el plano de la conceptua-lización es una metáfora que alude a lo más extrañado del yo, lo que se presenta a la percepción sin historia ni transferencia, lo que no ha sufrido elaboración psíquica: El narcisismo originario, el autoerotismo, el incesto. Todo aquello que está más allá del principio del placer, la neurosis actual que en otra formulación es la neurosis tra umática, ‗lo actual‘; lo que tiene naturaleza tanática y cualidad real, el sustrato de la transferencia en la persona del analista, accesible a la comprensión a partir de vivencias y actuaciones. La repetición resultante del trauma que, desde las manifestaciones actuales, remite a lo que no alcanza tramitación por parte de la libido, del yo. En síntesis, el término ‗actual‘ es, en referencia a la ciencia psicoanalítica, un término descriptivo de un
suceder en la sesión, coexistente con el plano de la asociación libre y que guarda íntima conexión con los conceptos teóricos de pulsión, trauma, repetición, soma, angustia, tragedia edípica y sepultamiento, fantasías primordiales, narcisismo originario, incesto, parricidio y castración. De la misma forma en que Freud describía a la neurosis actual subyaciendo a lo desiderativo, ‗lo actual‘ subyace en el fundamento de
la sesión psicoanalítica, sosteniendo y manifestando la compulsión repetitiva, derivada del trauma que está en la base de la transferencia en la persona del analista.
Consideraciones sobre el dormir y las pesadillas Alberto Loschi El siguiente artículo contiene, resumido y condensado, un aspecto del trabajo analítico con tres pacientes en los que las pesadillas ocupaban un lugar importante. Además, parte de la sintomatología que presentaban era semejante. Dos de ellos habían consultado por dificultades en el aprendizaje que se manifestaban en la imposibilidad de concentrarse para estudiar. Todos padecían trastornos importantes en el dormir, entre los cuales estaban las pesadillas. Con distintas manifestaciones en cada caso, presentaban también dificultades en la vida sexual. En la sesión, el trastorno aparecía, según el caso, como letargo, actuaciones, o la imposibilidad en determinados momentos de mantenerse recostado en el diván. En lo que sigue, por razones de espacio, no está incluido el material clínico que sustenta las consideraciones teóricas. 1-Desde una descripción metapsicológica puede decirse que el pasaje de la vigilia al dormir implica un repliegue libidinal con una sobrecatexis de los núcleos narcisistas que deben ser sostenidos por la estructura del yo. En condiciones normales esta labor es cumplida por el sueño, guardián del dormir. ‗La megalomanía‘ del sueño es correlativa a esta sobrecatexis del núcleo narcisista -incestuoso original. El yo
megalómano del soñante da muestras así de poder tolerar las catexis narcisistas del yo ideal. Diferenciamos pues, el narcisismo del sueño del narcisismo del dormir. El dormir, como el letargo, corresponde a la identificación con el cadáver, expresión del núcleo narcisista-incestuoso original. Correlativamente, el sueño, corresponde a la actividad que despliega el yo, ‗inflamado‘ secundariamente desde el yo ideal. Podemos comparar a este yo ‗inflado‘ con la madre ‗inflada‘ de orgullo y ensoñada mientras sostiene a su bebé. El yo sueña mientras ‗el bebé‘ duerme. Pero así como la madre también
puede extrañarse y experimentar angustia ante el bebé, del mismo modo el yo puede angustiarse ante la sobrecatexis narcisista. Uno de los pacientes había experimentado pánico en el momento de dormir sintiendo que el edificio alto en que vivía podía derrumbarse si se dormía. Este paciente, una de cuyas manifestaciones era el letargo, presentaba de diversas maneras la ausencia de sostén. Interpretamos la inminencia de derrumbe como ‗memoria‘ de lo traumático, correlativo al incesto -crimen excitado en el ideal, sin la correspondiente tramitación yoica. Resulta coherente pensar que en la base del pasaje de la vigilia al dormir, la sobrecatexis narcisista puede resultar traumática. Empleando otro lenguaje diremos que el núcleo narcisista deviene en un objeto ominoso que presenta el incesto-parricidio-castración. Es el diablo, el íncubo o súcubo, que aparece gozando ante el impotente yo. La angustia es el correlato en la conciencia de este goce incestuoso. 2-Mencionamos así al afecto angustia que es uno de los componentes de la pesadilla; los otros son las imágenes alucinatorias y el despertar con agitación, palpitaciones y otras manifestaciones somáticas. La imagen alucinatoria de la pesadilla no es la que provoca angustia, es la angustia-vivencia que lleva a la imagen alucinatoria. Podemos considerar esta alucinación onírica sostenida desde d os vertientes. Por un lado como un equivalente fallido de las construcciones que hacemos en análisis. Tal como Freud describe en el caso de los recuerdos hiperclaros, la alucinación de la pesadilla es un intento de construir la escena traumática; de allí proviene la sensación de realidad. Pero tal construcción queda centrada en los elementos periféricos del trauma y desplazada en su significación. Recordemos el sueño de Freud de la ‗madre muerta‘, donde la ‗muerte‘ muestra en forma desplazada la significación sexual incestuosa. El otro
sostén de la alucinación-pesadilla y que la diferencia de otras imágenes oníricas es que actúa como renegación de la opacidad del trauma. Una de las pacientes relató la siguiente pesadilla: Una pareja había dejado un bebé a su cuidado, de golpe todo cambia, el bebé empieza a vomitar, sabe que es algo grave. Se despierta angustiada. En el relato que hace la paciente sobresale la palabra-noche- que acompaña a la pesadilla al modo de una glosa del sueño. La imagen de la pesadilla está tomada de una historia que había escuchado un tiempo atrás acerca de un bebé que se había ahogado con un vómito. No surgen otras asociaciones. Pero el analista asocia-bebé- con un comentario que la paciente había hecho en la sesión del día anterior: en el momento de despedirse elogia el color rosa de la camisa que el analista llevaba puesta. El color rosa lleva al analista a asociarlo con el padre de la paciente quien padecía una enfermedad de la piel que requería curaciones diarias. Siendo la paciente una niña, el padre la había elegido para esa tarea porque era ‗más suave‘ que la madre. La imagen del padre excitado sexualmente y su propia excitación
oral incestuosa habían sido borradas, alucinadas negativamente. Tal vez la palabra-noche- que acompaña al sueño, evoque en su oscuridad la opacidad del trauma(alucinación negativa). Sobre ese trasfondo oscuro aparece luego, luminosa, la alucinación-bebé-vómito- que reniega la alucinación negativa. 3-En cuanto al despertar agitado, suele entendérselo en su valor de defensa, como huida frente al estímulo traumático; cabe entenderlo también como ‗actuación‘, como expresión directa de lo traumático. El despertar no protege de la angustia, la angustia deviene ‗actuación‘ en el despertar, como la culpa deviene
crimen en el criminal. Las poluciones, la incontinencia de esfínteres, el sonambulismo tienen un sentido semejante. 4-En la sesión podemos encontrar elementos equivalentes. De no mediar un sostén interpretativo por parte del analista, la regresión narcisista se hace evidente, el discurso pasa a centrarse en ‗el yo‘ y más allá es el
silencio, la angustia, o la actuación. En tales circunstancias puede aparecer como equivalente de la alucinación-pesadilla la transferencia delirante que conlleva un intento de construcción por parte del paciente del núcleo de verdad (traumático) del delirio. Incluso es frecuente observar que la transferencia ‗se hace‘ delirante ante un déficit de construcciones por parte del analista.
5-La regresión narcisista del dormir, como la de la sesión, retrotrae al cuerpo de la madre. Ese lugar, identificado al paraíso, es también el lugar del horror. Es territorio del diablo, el padre sádico primitivo que exige el incesto-castración. Ese objeto, derivado directo del yo ideal y núcleo del primitivo super-yo está presente en las pesadillas, como también participaba, en los casos mencionados en las dificultades sexuales e inhibición en el aprendizaje. 6-También podemos concebir el coito como esa regresión narcisista que sumerge en ‗el cuerpo de la madre‘ y desde la cual ‗se inflaman‘, hipertrofian y excitan, al modo de un yo megalómano, los órganos
genitales. Así como el sueño es guardián del dormir, la sexualidad genital es guardián de esa regresión. La presencia activa de ese núcleo super-yo primitivo que exige el incesto despierta la angustia o las defensas contra la misma llevando a la perturbación sexual. 7-En cuanto al otro síntoma, la inhibición en el aprendizaje, recordemos como el acto de estudiar se asocia frecuentemente al letargo y a la excitación sexual. J. Strachey consideraba la lectura como sublimación de la curiosidad por los contenidos del cuerpo de la madre. Consideramos que para que tal sublimación sea posible, el yo debe pod er contener la excitación que deviene del contacto con ‗el cuerpo
de la madre‘. Para que el yo pueda tener acceso a tal capacidad deben poder atenuarse los efectos del primitivo núcleo superyoico que, recordamos, no es tanto el que prohibe el incesto como el que lo exige. Tal vez a esto se refería Freud al señalar el doble aspecto del super- yo: ‘Así como yo debes ser, así como yo no debes ser‘. La prohibición lleva a la ley y despliega el campo del sentido donde actúa la
interpretación. El imperativo del goce incestuoso tiene que ver con la locura y la pasión, es el campo de ‗lo actual‘* donde encontramos los afectos, las manifestaciones somáticas y la actuación. Allí es donde se
hace importante la construcción que posibilite una tramitación yoica. *Ver Glosario
destacados ―El otro sostén de la alucinación – pesadilla y que la diferencia de otras imágenes oníricas es que actúa como renegación de la
opacidad del trauma‖
Sobre las pesadillas, el sonambulismo y otras actividades desarrolladas durante el dormir David Maldavsky Casimiro El paciente consultó a los 35 años. Se declaró homosexual y dijo que desde hacía 10 era portador de HIV. Trabajaba en una escuela comunitaria como coordinador en el área de deportes. Consultó porque no podía dejar de hablar del ―virus‖ con sus parejas, con lo cual ―se corta la sexualidad, el otro p ierde erotismo‖.
Pese a que afirmaba que tener HIV no lo afectaba, que era algo ya asimilado, y que su problema era psíquico, desde que se había anoticiado de su contagio había resignado la posición activa con sus parejas homosexuales, con las cuales trababa relación en saunas y otros espacios de encuentro. Por su homosexualidad había decidido alejarse de su hogar, en la ciudad de La Plata. Cuando era adolescente, la madre, que tenía gran poder sobre él, había advertido su interés sexual por un conocido y le había hecho jurar que no volvería a verlo. El tomó su propio juramento como si se extendiera a los demás hombres, y ante la imposibilidad de cumplirlo, se alejó de familia y amigos y se trasladó a Mar del Plata. Pese a ello, inexplicablemente tendía a retornar a su ciudad de origen. Casimiro expuso estas cuestiones en la primera entrevista y la primera sesión. En la segunda, agregó otro problema, el sonambulismo, que le hacía daño: se levantaba mal, cansado y malhumorado. Recordaba el sueño y lo que hacía dormido. Lo padecía desde pequeño. Cuando vivía con su familia había llegado inclusive a salir de su casa. Agregó que su padre y su abuelo también eran sonámbulos. Igualmente, lo había sido un hermano mayor de Casimiro. Cuando dormía acompañado el sonambulismo disminuía, según pensaba Casimiro, por vergüenza, aunque en una ocasión trató de pegarle, dormido, a una pareja. Aludió también a sus dificultades de contacto en general: cuando alguien se le acercaba, sobre todo si lo tocaba o abrazaba, se ponía tenso. Lo mismo le ocurría con su familia. Agregó que su sonambulismo era variado, y que dependía de la pesadilla que soñara. Había llegado a escribir y dibujar. ―Lo más reiterativo es que entra gente a casa, y agarro un palo‖. Otro sueño era que
tenía que cuidar a los chicos que iban a la escuela. Un tercer tipo de sueño se relacionaba con su desnudez. ―Muchas veces me visto dormido‖. Su padre había trabajado de viajante durante mucho tiempo. Entonces la madre lo llevaba a su lecho. ―La
única vez que me golpeé fue cuando él no estaba. Yo dormía con mi madre. Un día sentí que la pared se me caía encima. Yo salté por encima de mi madre y me caí al piso y me choqué con la mesita de luz‖.
Además se manifestó como católico creyente y practicante. Comentó también que le gustaría que le gustara alguna mujer. En una sesión dijo que estaba ―desmotivado‖, inclusive con la iglesia, a cuyas reuniones le costaba
concurrir. Relató que estaba haciendo un curso sobre anticoncepción, y que en un cuadernillo que le
entregaron había leído algo sobre SIDA. Comentó que ―es tan terminante el apunte que es una guerra leerlo, porque me enfrentaron a datos, a fechas. Son tan terminantes que me dio bronca‖. Se sentía
susceptible, se enojaba con facilidad. Agregó que al terminar una fiesta, un empleado del colegio, algo bebido, le había dejado entrever que sabía que Casimiro estaba contagiado con HIV. Sentía que se preocupaba por todo y que no podía evitarlo. Se sentía absorbido por su trabajo, exigido por sus responsabilidades. A continuación se quejó de dor mir mal. ―Cuanto más cansado, tengo pesadillas más horribles‖. Poco más adelante narró una: ―yo estaba en casa, desnudo, porque hacía mucho calor. Y
tocaban a la puerta. A mi no me gusta quedarme dormido desnudo. Yo abría la puerta y era una chiquita. No entendí lo que quería pero tenía que ver algo con los armenios. Y en un momento me avisan en el sueño: ‗Casimiro, es una cama, es una cama. Va a venir la policía, te van a ver con la chiquita en esa habitación, vos desnudo‘‖. Tras un silencio p rosiguió: ―yo me ponía muy loco y me vestía. No sé cuándo
me terminé de despertar. Yo siento que hago fuerza en el sueño por convencerme de que eso no es real, que es un sueño‖.
Asoció que había estado preocupado porque los padres de una alumna del colegio habían acusado a un subordinado suyo por abuso sexual. El día previo a la pesadilla había aparecido en la fiesta escolar el abogado de esta familia, cuyos hijos también concurrían a la misma institución. El temió quedar implicado en el caso y resultar acusado. Agregó que su cansancio era directamente proporcional a su sonambulismo. ―El sueño a mí no me cansa, pero todo esto lo vivo moviéndome y levantándome. Ejecuto todo. Yo el
sueño lo hago. Cuando duermo desnudo es como que me predispongo, porque siempre aparece gente en el cuarto‖.
Casi sin transición Casimiro pasó a hablar de la religión. Había habido una misa de su grupo, muy extensa. Pero el paciente no había podido concentrarse en lo que ocurría. Se sentía afectado en su fe. Le propuso a otra gente que pidiera por él, ya que los otros tenían más fe que la propia. En la misa ―me
venían pensamientos que no tenían nada que ver, porque me acordaba de la cama que había tenido con un tipo, de otra cama con otro tipo‖.
El sonambulismo y su conexión con las pesadillas Entre los múltiples aspectos interesantes del presente caso podríamos comenzar prestando atención a la eficacia del mecanismo de desmentida, así como al problema del retorno de lo desmentido. Esta defensa supone la coexistencia de dos corrientes anímicas, una acorde con la realidad y con la ley, y otra, contrapuesta, acorde con el deseo. La primera corresponde al yo realidad definitivo; la segunda, al yo placer purificado. En el paciente la desmentida lo llevaba, por ejemplo, a desconsiderar la importancia de su infección, mientras que el retorno de lo desmentido se hacía evidente en su compulsión a hablar del tema con sus parejas, y también en su práctica sexual. En la sesión recién sintetizada, se advierte además que lo desmentido retornaba como texto escrito, en el folleto que había leído con rabia. Sin embargo, la prevalencia de esta defensa había tenido eficacia desde mucho antes, por ejemplo en torno de la elección homosexual de objeto. En efecto, un modo de desmentir la castración puede consistir en la elección de un doble especular, con lo cual se refuta la realidad de un diferencia sexuada y el horror consiguiente. Freud afirmó que esta defensa y el recurso al doble poseen como meta sostener un narcisismo primario irrestricto. En el paciente tal propuesta abarcaba también al terreno laboral, en el cual tenía importancia la exhibición de cuerpos modelados, semi desnudos, en los cuales se enfatizaba el valor del movimiento, del desplazamiento motriz. Freud describió además diferentes tipos de doble (el espíritu, la sombra, la imagen especular), lógicamente sucesivos. La imagen especular, como doble, parece corresponder a una formación anímica surgida en el esfuerzo por ligar psíquicamente la erogeneidad anal primaria, en la cual prevalecen, según Freud, el goce por perder y aniquilar, y un masoquismo erógeno centrado en el goce en la humillación y la vergüenza, en el sentimiento de injusticia, como lo advertimos en Casimiro. La retracción narcisista en el apego a la imagen especular y la omnipotencia motriz resulta pues una estrategia inherente a la tentativa de defenderse de una realidad y de una ley cuyos voceros despiertan una rebeldía desenfrenada. El hecho de estar contagiado de HIV parecía una de las formas en que se arruinaba su proyecto basado en la autoinfatuación, en la sobreinvestidura de su imagen especular. Pero la otra forma, inclusive anterior a la aparición de la infección, lo habían sido sus pesadillas, como la narrada poco antes, en la cual se veía llevado a vestirse. Su relato durante la sesión, referido a la falta de concentración durante la misa, permite inferir la desautorización de la palabra paterna, con la consiguiente pérdida de la fe. Recordemos que para Freud el dar crédito a una representación o una idea es consecuencia de un proceso de sobreinvestidura; en este caso, en cambio, el énfasis anímico puesto en la ―cama‖ homosexual se contraponía a ello, con el valor de un desafío arrogante hacia los representantes
anímicos de la realidad y de la ley.
Freud destacó que entre los factores determinantes de una posición homosexual en el varón se hallan no solo la disposición a una elección narcisista de objeto y el horror a la castración (que supone el rechazo de los genitales femeninos y también el hacerse a un lado ante al padre) sino también un apego erótico a la madre, a la cual se mantiene una fidelidad inalterada gracias a la predilección del adolescente por objetos exogámicos que no se le contrapongan. Algo de ello se evidencia también en este caso, en el cual la eficacia de la fijación a la madre formaba parte de su sonambulismo. Este último tiene el valor de una aspiración a retornar al lecho materno. La desnudez del paciente parecía hallarse en esa misma orientación. El dormir, a su vez, fue considerado por Freud como expresión de una pulsión que aspira al retorno a la economía anímica fetal, cuando aún la investidura sensorial no aparecía como interferencia en esa reunión del yo con el ello. La pulsión de dormir, como la llamaba Freud, se combinaba en este paciente con la sobreinvestidura narcisista de su imagen especular y con el apego incestuoso, mientras que las pesadillas, como guardianes de la vigilia, cuestionaban estas orientaciones y proponían que se mantuviera la vigencia de otros criterios, voceros de la realidad y de la ley. El colecho con la madre en ausencia del padre debió de haber sido un factor de importancia que mantuvo al paciente adherido a un doble narcisismo (el inherente a la imagen especular y al erotismo anal primario y el propio de la retracción en el dormir). La pesadilla infantil (en la cual una pared se le caía encima) pareció ser la expresión de la crisis de angustia que le despertaba el hecho de ser objeto de la erotización materna y de advertir que tal excitación se volvía desmesurada porque hallaba como respuesta solo la pobreza de sus pulsiones parciales. En consecuencia quedaba desbordado por una pasión de su madre, en la cual, por su parte, parecía prevalecer un componente celotípico, ante la ausencia del marido. Las pesadillas ulteriores tuvieron contenidos relacionados con el retorno de un extraño, sustituto del padre, o inclusive con la convocatoria erótica heterosexual, como la mencionada en la sesión recién sintetizada, con lo cual se veía obligado a vestirse, a rescatarse de su tendencia a la infatuación paralizante ante su propia imagen. En cuando a las pesadillas que expresaban su temor a que fueran dañados sus alumnos, contenía algo de su llamado a la procreación, a la paternidad, y algo de los vestigios de vivencias infantiles de haber sido víctima de abuso sexual, tal vez por sus hermanos mayores, con la tentación consiguiente de realizar un pasaje, en la adultez, de la pasividad a la actividad. Ahora bien, si la pesadilla constituye una exhortación al despertar, cabe preguntarse qué ocurría en el paciente, que pasaba no a la vigilia sino al sonambulismo. La frase ―esto es nada más que un sueño‖,
expresada por la segunda censura, que pretende proteger el dormir amenazado por los contenidos oníricos angustiantes, no tenía total eficacia, como no la posee en las pesadillas. Pero, en la medida en que el paciente la sobreinvestía, cuando se esforzaba por creer que todo era un sueño, el despertar pleno era remplazado por el sonambulismo. S. Alí destacó el valor de las pesadillas infantiles en el intento de tramitar los sentimientos despertados por el reconocimiento del extraño, por el cuestionamiento de que todo resulta familiar, homologable al yo. Tales pesadillas surgen en el mismo momento en que se desarrolla el apego a la imagen especular, ya que en esta se privilegian los rasgos, que son distintivos, y que por lo tanto permiten captar lo diferente (en cambio, la sombra y el espíritu, como dobles, poseen otros criterios, menos sofisticados, de producción, que no dejan lugar al discernimiento de lo no idéntico al yo). La pesadilla refuerza pues la tendencia anímica a la sofisticación y la diferenciación, contrapuesta a una tendencia inversa, favorable al mantenimiento de la monotonía, la descomplejización y el reencuentro con lo idéntico. La pugna entre ambas orientaciones se presenta en lo anímico con anterioridad al desarrollo de pesadillas, en torno del problema del dormir y el despertar. La lucha por mantener la vigilia y no caer en sopor, por conservar la conciencia y la capacidad cualificante, es pues anterior a la aparición de la pesadilla, y luego se combina con ella. También el soñar es un modo de despertar, solo que compatible con el dormir, según lo propuso Freud. En el soñar despierta la conciencia, pero no se accede a una vigilia plena, como la impuesta por la pesadilla. Un paso adicional se da con el sonambulismo, que introduce un despertar más sofisticado que el propio del soñar, pero menos terminante que el de las pesadillas. El despertar engloba también a la motricidad y la percepción del espacio en el cual aquella se despliega (el dormitorio, el baño, inclusive la calle). De hecho, en los pavores nocturnos de los niños la pesadilla es seguida por un semidespertar, en el cual estos continúan viendo en el dormitorios las escenas oníricas angustiantes, mientras al mismo tiempo piden ayuda a sus padres. Una transacción similar se da en el sonambulismo, en lo cual advertimos la vigencia de la disposición originaria al dormir pese a todo. El sonambulismo como resistencia a la eficacia de la pesadilla, a la vez que como admisión de los argumentos que ella aporta, tenían en el caso de Casimiro un valor adicional, dado que remitían al nexo con su hermano mayor, su padre y su abuelo. Del progenitor había tomado tal vez otro recurso, el arrojarse fuera, como lo advertimos en la identificación entre el viajante y el autoexiliado. Tal recurso
apareció tempranamente en el paciente, como permite inferirlo esa pesadilla en que saltó por encima de su madre cuando en la imagen onírica era una pared la que le caía encima. Tal arrojarse estaba también a mitad de camino entre el precipitarse fuera del mundo de la realidad y la ley, y el colocarse fuera del apego incestuoso a la madre. Un arrojarse de este modo anticipa un momento ulterior en que el sonambulismo evidencia la aspiración a retornar al lecho materno. Además, la referencia a la niña armenia evocaba un clima de violencia política y exterminio colectivo (que el paciente mencionó en una sesión), y que remitía también al período de represión política argentina durante el cual su ciudad natal, La Plata, fue profundamente conmocionada. Fue por ese entonces que se alejó de allí y se inició en la homosexualidad, con todo lo cual insistimos en la cuestión de la fijación al trauma. La referencia al golpe en la pesadilla infantil se combina con la alusión al llamado a la puerta de la pesadilla adulta que lo obligó a vestirse. Parece corresponder a la convocatoria pulsional, que en muchas ocasiones es el argumento que conduce al despertar. La frase que hubiera debido despertarlo (―es una cama‖) podría expresar un delirio persecutorio, como salida de una retracción narcisista megalomaníaca
durante el dormir, es decir podría ser el testimonio de un pasaje a la restitución, a la tentativa de curación, como Freud lo destaca respecto de las psicosis. En este contexto la palabra ―cama‖ equivale a trampa, a
celada, pero en la misma sesión el paciente aludió a ella desde otra postura, la de quien con el argumento erótico desautoriza la función paterna y el crédito en su palabra. Con ello volvemos sobre el carácter mixto del sonambulismo y su relación con la pesadilla. Entre los múltiples aspectos que merecen ser considerados en relación con este caso se hallan también un fragmento anímico neurótico, quizá fóbico, en el cual prevalece el goce en el corte y en la evitación de toda definición, así como el valor que pasó a tener el contagio con HIV en su economía pulsional y psíquica. Sin embargo, en esta oportunidad preferimos dejar a un lado dichas cuestiones para prestar atención a un segundo caso, en el cual la combinación entre pesadilla, sonambulismo y alteración somática se da de un modo diverso, al menos en cuanto a las manifestaciones. Con el estudio de este nuevo caso procuraremos complementar las hipótesis desarrolladas hasta este punto. Marcela: pesadillas vigiles, sonambulismo, bruxismo La paciente, para quien buena parte de su existencia vigil era una pesadilla, padecía una severa anorexia, con bruxismo nocturno y actividad sonambúlica. Vivía a menudo en un estado de semiinconciencia, en la cual realizaba acciones que exigían fuerte concentración, como dar clases y conferencias para estudiantes y egre-sados universitarios. De pronto despertaba y advertía que en el piza rrón había escrito fórmulas y definiciones con extrema corrección en un pizarrón ante sus alumnos, pero que no recordaba nada de cómo lo había hecho. Su madre, que padecía un delirio paranoico, la había golpeado con extrema violencia en su infancia. Tenía recuerdos truculentos, como por ejemplo que su progenitora le apretaba la cabeza entre una puerta y la pared del baño. En la actualidad la paciente se había separado de un marido indiferente, y su delgadez era sumamente marcada. Para este caso se cumplía una propuesta, que expuse en otras ocasiones: que la anorexia (y otras adicciones) se da en un contexto en que el paciente se supone a merced de un déspota delirante. En este sentido podríamos decir que la paciente se hallaba inmersa en una pesadilla de la cual no podía despertar porque estaba soñada por otro, de quien ella dependía. La evolución clínica de tal tipo de paciente implica el pasaje por un momento en que delirios y pesadillas dejan de desarrollarse por proyección y se despliegan en cambio en el propio yo, pero en el caso que consideramos ahora no se había llegado hasta este punto. La paciente permanecía en un estado de sopor vigil que la exponía a múltiples accidentes: pasaba de largo en un viaje en tren, o corría el riesgo de ser atropellada por paralizarse en mitad de la calle. Su apego a los golpes parecía similar al que podemos inferir ante los cuadros de Francis Bacon. Este pintor había sido golpeado ferozmente por su padre en la infancia, y luego se volvió cocainómano, con lo cual la incitación violenta pasó de mecánica a química. En sus cuadros se advierten figuras deformadas, con partes que se diluyen viscosamente, y con una disposición de los miembros como la que se da cuando se quiebran las resistencias óseas a la presión exógena. Tustin afirmó que en los autistas es posible inferir una primera configuración formal del mundo sensible basada en la contraposición entre figuras de sensación, centradas en la diferenciación de lo blando respecto de lo duro, como consecuencia de la captación de la propia estructura ósea y la musculatura que la gobierna. La violencia de los golpes puede disolver esta oposición primigenia blando-duro, en la medida en que lo duro, fundado como algo diferente a partir de una blandura primigenia, no llega a constituirse. Con ello quiero decir que el dolor orgánico, por la intrusión de una violencia mecánica, puede tener el valor de un
quebrantahuesos, y por lo tanto fijar a una configuración espacial en la cual prevalecen la viscosidad, la apatía y la ambigüedad carente de forma. Esta evocación resulta útil para pensar el modo en que la paciente organizaba el mundo sensorial, de lo cual resultó expresiva la siguiente anécdota. Advertido el terapeuta del carácter resistencial de los argumentos aducidos por la paciente para concurrir solo dos sesiones semanales, sostuvo que era conveniente agregar una tercera hora de trabajo analítico, propuesta que fue aceptada por Marcela. En la sesión siguiente relató que, luego de cerrado este acuerdo, semidormida había recordado, en la mitad de la noche, el teléfono de un novio anterior y lo había llamado. Se trataba de un hombre violento, que le pegaba a menudo en medio de crisis celotípicas acentuadas por el frecuente consumo de cocaína. La paciente se había separado de él a través de una huida en que no dejó rastros, y ahora lo había citado para que se encontraran a la salida del consultorio, ese mismo día. De este modo ponía en evidencia su anhelo de retorno a un nexo con una figura materna, una resistencia a ser sustraída de un mundo en q ue se conjugaban somnolencia y apego a las situaciones en que era víctima de una intrusión violenta e incestuosa. El sonambulismo de la paciente, como el que la condujo a realizar este llamado, se combinaba con una cerrazón de garganta ante las afrentas e injusticias padecidas, acompañada de la frase ―las cosas que me tengo que tragar‖. Esta resistencia a tragar las injurias que padecía iban junto con el bruxismo, de gran
intensidad. Algunas de las actividades sonambúlicas tenían que ver precisamente con el bruxismo. Como le habían indicado dormir con una plaqueta protectora entre los dientes, a veces despertaba descubriendo que durante la noche la había depositado cuidadosamente en el baño, o la había arrojado en algún rincón. Si el dormir constituye un modo de retorno a la economía pulsional intrauterina, y el sonambulismo contiene una tentativa de volver al lecho materno, el bruxismo de Marcela expresa un ataque a la dentición, que interfiere en el goce por restregarse autoeró-ticamente las encías, como el que recuperan los ancianos desdentados. En la práctica motriz del bruxismo se condensaba sin despliegue un desempeño que incluía actos más sofisticados, como los ejecutados en el sonambulismo. En este caso los pensamientos oníricos no culminaban en una pesadilla acompañante del sonambulismo, sino solo en este, complementado por el bruxismo. En cambio, el mundo pesadillesco quedaba localizado en los delirios de su madre, en cuyo seno se suponía inserta como objeto. Este caso resulta aún más enigmático que el anterior, y exige mayor complejización teórica para establecer nexos entre la vida anímica nocturna y las cuestiones del despertar de la conciencia gracias al soñar, la pesadilla y el sonambulismo. El caso parece poner en evidencia un mayor apego al mundo del sopor antivigil, y en este sentido una mayor oposición a la función y eficacia de la pesadilla y la correspondiente frase delirante, propia de una restitución. Las acciones sonambúlicas estaban más al servicio de la neutralización de toda tendencia a la diferenciación y la complejización, y menos al servicio de un acatamiento de una voz que expresara también los fueros de la realidad y la ley. El despertar de la conciencia durante el dormir abarcaba sobre todo al plano de la motricidad, y tenía como objetivo final el ataque a los dientes como interferencia en un autoerotismo intracorporal. La pesadilla faltante se desarrollaba durante la vigilia, cuando se hallaba fijada a la violencia restitutiva de un delirio materno, luego remplazado por el de su amante, convocado al darse a sí misma mejores condiciones para avanzar en su trabajo analítico. A sabiendas de que en este punto podrían abrirse numerosos interrogantes adicionales, por ejemplo referidos a la relación entre la ausencia de pesadillas, la anorexia y el bruxismo, o a los nexos entre sonambulismo, pesadilla y fijación al trauma, deseo al menos plantear un interrogante que este tipo de casos me despierta. Me refiero a los enigmas correspondientes al problema de la conciencia y sus funciones, no solo las ligadas a las diferentes clases de percepciones, sino también a las más variadas motricidades (la de la respiración, la de la deglusión, la postural, la del despliegue aloplástico, por ejemplo). Solo puedo recordar aquí que la noción de subjetividad es para Freud inseparable de la de conciencia, sobre todo de la de conciencia originaria, anterior a la inscripción de huellas mnémicas, y que esta conciencia, como cualquier otro sector de lo anímico, tiene sus condiciones de producción y de desconstitución, y puede ser objeto de análisis, es decir, de una labor de investigación por el camino de la fragmentación en sus múltiples componentes y determinantes. La tendencia a la retracción narcisista en el dormir, y sobre todo en su prolongación en el sopor vigil, son un testimonio de las fuerzas contrapuestas al desarrollo subjetivante, cualificante, al atentar contra el surgimiento o la persistencia de dicha conciencia originaria, con la consiguiente desconstitución de los matices de la afectividad, remplazados por alteraciones somáticas. destacados
Entonces la madre lo llevaba a su lecho. ―La única vez que me golpeé fue cuando él no estaba. Yo dormía
con mi madre. Un día sentí que la pared se me caía encima. Yo salté por encima de mi madre y me caí al piso y me choqué con la mesita de luz‖
se evidencia también en este caso, en el cual la eficacia de la fijación a la madre formaba parte de su sonambulismo. Este último tiene el valor de una aspiración a retornar al lecho materno. La desnudez del paciente parecía hallarse en esa misma orientación. El dormir, a su vez, fue considerado por Freud como expresión de una pulsión que aspira al retorno a la economía anímica fetal, cuando aún la investidura sensorial no aparecía como interferencia en esa reunión del yo con el ello
Pesadillas en la infancia En-torno del apremio por despertar Felisa Lambersky de Widder ―El valiente guardián nocturno, cuya misión es velar por el r eposo de la pequeña ciudad, no tiene más remedio en ciertas circunstan cias, que armar alboroto y despertar a los ciudadanos que duermen‖. (Freud,
(1940, 1938). Introducción Cuando las pesadillas cubren la noche de la infancia, descubrimos una infancia que es una pesadilla. Dice Jones: ―. . . todas las facultades caen bajo un hechizo paralizante y la desdichada víctima se siente como encerrada viva, dentro de un ataúd o abrumada por una irresistible e inutilizable presión‖.
Imperiosidad violenta de despertar, tan violenta como lo es el poder ejercido por la vivencia de terror, afecto éste que es efecto de la sorpresa ante la masividad de la invasión de cantidades de excitación. Momento del trauma, imposibilidad de ligadura, registro de dolor, emergencia de angustia, condición de repetición. Dice Freud: ―. . . en las características del estado de dormir tiene que estar contenida la alteración de las condiciones de funcionamiento del aparato psíquico‖. (Freud -1900)
Indaguemos siguiendo este recorrido, el de la alteración de las condiciones de funcionamiento del psiquismo, partiendo de algunas vestiduras que adquiere en la infancia el apremio por despertar: la pesadilla y el pavor nocturno. Deseo de dormir. Trabajo del dormir. ¿Deseo de despertar?. En el mecanismo de la formación del sueño reconocemos las causas del trastorno del dormir. ―El sueño es el guardián del dormir‖. Esta frase está p resente como postulado categórico en tanto el sueño
en su misión, alude a la sumisión de los pensamientos latentes a un procesamiento que los torne inocentes, ya que reprimidos durante la vigilia, pulsan por abrirse camino a la conciencia. Los representantes pulsionales, tributarios del complejo dispositivo del soñar, acosan al Yo quien repudia el acatamiento a la necesidad de dormir ante la inquietante demanda del inconciente del develamiento del deseo. En los trastornos del dormir el Yo se opondría a realizar el „trabajo del dormir‟ . Mediante esta labor el sujeto adquiere esa condición psíquica ‗extraordinaria‘ que es la reactivación del estado de permanencia
en el seno materno. ¿En que consiste dicho trabajo?. Consiste en el desinvestimiento de la realidad exterior, la suspensión del acceso a la motilidad voluntaria y la regresión a la etapa del narcisismo primitivo pleno y de la satisfacción alucinatoria del deseo, procesos que denominó Freud regresiones temporales, del Yo y de la libido respectivamente. Libido e interés del Yo se unen. Ello y Yo se aproximan. Porqu e el Yo r egresa a sus or ígenes cada noche.
Dormir es para el ser humano un imperativo del que no puede huir. Condición fundamental es, por un lado, el descenso de la carga endógena y por otro la clausura de los órganos sensoriales que favorece el ―recogimiento de la investidura de atención en la que descansa esa aparente inexcitabilidad sensorial‖
(Freud-1895) El sujeto periódicamente necesita volver a una situación similar a la vida intrauterina. Freud introdujo en el fenómeno del sueño (dormir) un principio activo: el deseo de dormir. Se refirió a él en varios momentos de su obra. Lo anunció en 1899. En la carta 200 dijo: ―. . . el sueño busca cumplir en cada caso un deseo, que se ha mudado en diferentes deseos. Es el deseo de dormir. Se sueña para no tener que despertar porque se quiere dormir. ― Tant de bruit pour une omelette‖. ¿Qué sucede cuando el deseo de dormir es rechazado o el trabajo del dormi r está abolido, razón por la
cual el celoso guardián se ve imposibilitado de ejercer su función y el sueño queda cautivo de los fantasmas que, imaginariamente, intenta velar?. Cuando el deseo de dormir ve frustrado el camino de la satisfacción por ausencia de la modificación psíquica que significa el trabajo del dormi r , los contenidos inconcientes son impulsados a la conciencia, los cuales aparecen en ella en calidad de ataques de angustia. En el soñar se produce un proceso de ligadura del exceso de tensión interna en relación con las situaciones traumáticas o con estados de desvalimiento yoico. ―En términos psicoanalíticos, un adecuado funcionamiento sueño -vigilia, corresponde a un repliegue espontáneo de la libido al estadio del narcisismo primario‖. (Kreisler). Quizás la clave esté dada por el término espontaneidad del repliegue de la libido en el trabajo del dormi r. Freud menciona dos momentos de fractura en la regresión al narcisismo del estado de reposo: la que se refiere a lo refractario de lo reprimido inconciente y a la sobreinvestidura de los pensamientos de vigilia, o bien podríamos hablar de la sobreinvestidura de la percepción. ―Cuanto más fuertes son las investiduras pulsionales, más lábil es el dormir‖.
En cuanto al repliegue espontáneo de la libido al narcisismo del dormir podemos decir que durante el sueño está más libre el intercambio libidinal entre preconciente e inconciente, lo cual difiere de las afecciones narcicistas en las cuales este comercio está bloqueado. Desde el punto de vista de una tópica de la represión (desasimiento libidinal con regresión al Yo) la diferencia con el sueño radicaría en el sistema en el cual recae el retiro de las investiduras. Cuando el dormir es el desenlace significa que todos los sistemas han quedado desinvestidos en igual medida (Cc, Pcc, Icc). En la esquizofrenia la sustracción ocurre más eficazmente en el Icc. (representación-cosa). En la confusión alucinatoria aguda la desinvestidura opera fundamentalmente en el polo percepción-conciencia para desmentir una realidad intolerable y dar cabida a la alucinación. Pero estas afecciones dejan rastros en el Yo. ¿Cuáles serían las causas por las que dicho repliegue espontáneo se ve imposibilitado?. Quizás hablar del dormir implique una pregunta acerca del despertar. ¿Qué ocurre en las pesadillas?. ¿Podemos hablar de un deseo de despertar?. ―Hablar del dormir como hablar del soñar equivale a quitar el velo de la estructura de la fantasía y de lo imaginario infantil‖ (L. Garma), razón por la cual estos procesos anímicos no pueden ser reducidos a una
teoría general, sino a la singularidad. Los estados de angustia en la infancia temprana se muestran como perturbaciones de las funciones básicas tales como el dormir, el comer, etc. Consideramos la pesadilla y el pavor nocturno en la infancia una forma de expresión de dicha alteración. En su manifestación pueden anunciar o acompañar el desarrollo de un estado de desestructuración psíquica o significar la ausencia de dicha estructuración. Pesadilla: del latín pendere, que remite en su etimología a la palabra pesar . Pesar: sentimiento de dolor interior que molesta y fatiga el ánimo. Interrogando al material clínico. 1 Pablito es llevado a la consulta a la edad de 2 años y 3 meses porque presenta trastornos del sueño, se despierta de noche varias veces con ataques de angustia, llora sin consuelo y pega. Busca con frecuencia el contacto corporal. Siempre tuvo dificultades para dormir, lo logra sólo si bebe mamaderas de jugo cada vez que se despierta, también reclama la mamadera de día, aun para ir al jardín al que concurre desde poco antes de cumplir 2 años. Evidencia algunas dificultades en el lenguaje aunque se comunica bien con la maestra y los otros niños. Fue adoptado a los 14 días, los padres suponen que había estado desatendido dado que ellos lo recibieron en cierto grado de desnutrición. La madre temía el encuentro con el bebe razón por la cual su padre asumió la función materna con buena disposición. Se desconoce la historia previa.
Pablito se despierta a los gritos, llama a la madre, muestra gran agitación y llora con mucha congoja sumido en un estado de profunda angustia, a tal punto que le impide anoticiarse del entorno conocido que lo rodea. Se calma con el chupeteo de la mamadera y la voz de la madre. Este perfil sintomático se presenta todas las noches y en algunas ocasiones también ocurre de día. La madre se describe muy dependiente de su padre y de su hogar de origen a donde concurre diariamente al regresar de su trabajo, con su hijo. Poco antes de cumplir el niño 2 años la madre perdió espontáneamente un embarazo de 2 meses. Esta situación, la de la pérdida, no le fue transmitida al niño, aunque sí le habían comunicado el embarazo. Concurren desbordados por la angustia, estado que es habitual en la consulta por este síntoma. Es de considerable importancia también el duelo en la madre. Es llamativo que en la primera hora de juego diagnóstica Pablito se interese por imágenes de un cuadro que hay en el consultorio (para ello, se trepa a una sillita), describiendo figuras donde no las hay, es decir, sobre el fondo del cuadro. Desplegó juegos acordes a su edad, conservando con él su mamadera. Al finalizar la hora se quedó mirando el entorno con mucho detenimiento como si quisiera evitar la situación de pérdida de lo percibido o más bien tratando de aprehenderlo. En esa ocasión concurrió con la madre y se angustió ante la posibilidad de ser separado de ella. Sin embargo se alivió con la intervención de la terapeuta de quien escuchó palabras que nombraban su afecto displacentero. En la segunda hora, a la que concurrió con su padre, también portó su mamadera, si bien en esta ocasión ante la sugerencia de la terapeuta, la dejó en la sala de espera. Pidió a la terapeuta que le dibuje ‗una luna con ojos y boca y un sol‘. Insistió en ‗luna, luna‘, preguntando al mismo tiempo por la madre. Jugó a alimentar un bebé y sobre el final de la sesión Pablo comenzó a llorar con desesperación preguntando por la madre. Al finalizar la hora el padre comentó que desde hacía tres días permanecía más tiempo tranquilo durante el día. Análisis del material clínico. ¿Por qué el niño sobre un fondo de vacío crea imágenes donde no las hay?. ¿Podrá esta escena evidenciar el modo de funcionamiento de su psiquismo?. El crear una imagen en el vacío ¿será la necesidad de proyectar allí la imagen o las palabras faltantes? Su despertar violento en medio de una crisis de angustia quizás esté orientado, como los sueños traumáticos, a recuperar el dominio en este caso no tanto del objeto, sino de su ausencia, morigerando así el afecto displacentero. Dolor psíquico que incita al Yo a su desvanecimiento ya que algunos de los dispositivos con los que cuenta, tales como el examen de realidad, pueden estar anulados en el dormir. La vivencia de terror es el modo fundamental de ligar con Eros (‗el perturbador de la paz‘) la pulsión de
muerte vía musculatura, transformándola en pulsión de destrucción, pulsión de apoderamiento. Recordemos que el niño agita su cuerpo y pega. El despertar violento respondería a la necesidad de generar un espacio (el cuadro) y crear en él una imagen a la manera de un doble, formación perteneciente a las épocas psíquicas primitivas, re-creando por un lado la situación traumática de la ausencia y al mismo tiempo en un intento excesivo por ligar el quantum de excitación, que inundó su psiquismo ante el sentimiento de desamparo. Freud dice que el doble es un reaseguro ante la vivencia de destrucción del Yo ―un enérgico mentís ante la omnipotencia de la muerte‖. Imagen especular cuyo destino es la defensa del sentimiento de aniquilación del Yo, imagen qué aun en su carácter de ‗siniestro‘ conduce a un cierto grado de enlace; percepción que
adquiere un valor identificatorio. El despertar crea un espacio, como está descripto en el juego del fort-dá, (Freud estudió también en el jugar el funcionamiento psíquico). En ese espacio, el niño ubica en un primer momento la imagen ausente (terror, llanto, descarga motriz, agitación) estados anudados al apremio de la vida. La imagen creada es un paso posterior en el cual el niño comienza a establecer ligaduras con la representación-cuerpo de la madre. Creación de una imagen materna para elaborar la angustia derivada de la ausencia del objeto. Comprobamos que en la segunda hora se repite la escena aunque con otro contenido que es el pedido de elementos figurativos en la hoja en blanco. Luna con ojos y boca, exigiendo mirada y voz ¿atributos del objeto primordial?. Un espejo en el cual reflejarse. ―En lo extraño inquietante, el afuera se convierte en el reflejo del adentro y la actividad perceptiva se
modela según la experiencia del espejo, porque el cuerpo, en cuanto sujeto, tiene la particularidad de ser un rostro que no es visible sino para otro y que comienza por ser el rostro del otro (sobre la base de la identificación primaria el lactante tiene el rostro de la madre)‖. (Sami Alí, 1979).
Retomando la pregunta acerca de las causas por las cuales queda inhibido el repliegue de la libido al estadio del narcisismo primitivo. ¿Por qué no puede desinvestir la realidad, tal como se desprende de la escena en la que queda fijado a la percepción de los objetos del consultorio de la terapeuta?. Experiencia de aprehensión de la vivencia desde la mirada. Quizás porque ha faltado un semejante materno a quien investir. Numerosos autores relacionan el dormir del bebé a la fusión con la madre. Un repliegue sobre sí mismo inhibido corresponde a una hendidura en ese vínculo. Se manifiesta en este síntoma una alteración en la constitución del narcisismo primario, alteración que denuncia un malogro en las condiciones del funcionamiento del psiquismo. Habría otras reflexiones respecto del material que no podemos abordar por razones de espacio, tales como la importancia del aborto después de la adopción. Esta situación nos abre un interrogante acerca del deseo inconciente de la madre. También cabría alguna construcción en relación al ataque de angustia de Pablito sobre el final de la segunda hora. En la pesadilla el despertar implica un cierto pasaje del estado de tensión a un precario restablecimiento de su atenuación. En algunos casos el niño puede recordar lo soñado y este proceso sugiere un mayor grado de posibilidad de enlace del afecto a la representación. En otros casos, en los que no se recuerda el contenido de lo alucinado estamos en presencia de los llamados pavores nocturnos que Freud define como ataques de angustia con alucinaciones y la ansiedad, resultado de los impusos sexuales reprimidos y distorsionados. La diferenciación más precisa entre pesadilla y pavor nocturno requiere un estudio más extenso. Quizás sea necesario tener en cuenta que, a la edad del paciente, 2 años 3 meses, el niño se encamina hacia la etapa de la conflictiva edípica que da origen a la histeria de angustia infantil, partiendo de la etapa anal. De acuerdo a lo señalado por los autores que han desarrollado este objeto de estudio, algunos trastornos del dormir pueden ser habituales a partir de los 18 meses. Cabe preguntarse por este entorno temporal aunque excede las posibilidades en esta oportunidad. Sin embargo es necesario notar que en este niño las dificultades en el movimiento sueño-vigilia habían aparecido antes. Esta circunstancia implicaría dirigir la mirada hacia alguna perturbación en las condiciones de funcionamiento de su psiquismo vinculado a la precocidad de la situación traumática. Una talla debida al desencuentro inicial con el semejante materno. Apremio por despertar: Guardián del vivir. En la cita que hacemos referencia en la introducción, Freud dice que en ciertas condiciones el funcionamiento del aparato psíquico se altera y que dichas variaciones pueden reconocerse estudiando también el estado de dormir. Dijimos además que el estudio del dormir promueve la apertura de interrogantes acerca del despertar. Entonces, en función de lo expuesto en este trabajo podríamos considerar tanto la pesadilla como el pavor nocturno y otros despertares apremiantes como guardianes del vi vir . Del material clínico estudiado se desprende la dinámica conflictiva en relación a ciertos trastornos del dormir. En su imperiosidad violenta por despertar el niño se esfuerza por constituir un mundo de percepciones al cual aferrarse (recordar el final de la primera sesión y el inicio de la segunda). Pasaje doloroso por cuanto en él se repite lo padecido; el dormir, en esta circunstancia es vasallo de la pulsión de muerte. El sueño no logra asumir la función de guardián del dormir y el despertar se constituye en estos casos en guar dián del vivi r. Un despertar en búsqueda de sensaciones más allá de la mirada como forzado intento de fundar el objeto. También se revela el apremio por crear una vivencia, vivencia de la presencia del objeto, necesidad que es diferente de lo acontecido con el niño del juego del fort-da, quien provocaba la desaparición del carretel ya que éste simbolizaba un objeto al cual podía perder. En las alteraciones de las condiciones de funcionamiento del psiquismo, tal como se presentan en los síntomas estudiados, el impacto traumático del despertar violento es el requisito posible para ligar otro trauma. Material de la Lic. Nora Koremblit de Vinacur, a quien agradecemos el mismo.
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BIBLIOGRAFÍA: . Freud, S. : Cartas a Fliess. A. E. 1994.
Freud, S. : Obras completas. A. E. 1979. Jones, E. : La Pesadilla. Paidós. 1947 Maldavsky, D. : Pesadillas en vigilia. A. E. 1995. Widder, F. L. de: Desvelos: del trabajo del dormir a sus trastornos. Symposium A. P. A. 1995. destacados Cuando las pesadillas cubren la noche de la infancia, des-cubrimos una infancia que es una pesadilla. Porque el Yo regresa a sus orígenes cada noche. El sueño no logra asumir la función de guardián del dormir y el despertar se constituye en estos casos en guardián del vivir
La sesión pesadilla Sara Hodara y Carlos Isod* La sesión psicoanalítica, en lo que tiene de psiconeurosis -ligaduras, sustituciones, desplazamientos, condensación, simbolización y elaboración- permite ser comprendida a la manera de un sueño; en lo que tiene de neurosis actual, presenta la pesadilla. ― No hay naturaleza para ninguna de las cosas mortales ni hay fin por la muerte funesta, sino únicamente mezcla y desmezcla de las mezclas, que los hombres han llamado naturaleza. ” Empédocles
Cuando en psicoanálisis diferenciamos y en cierto modo oponemos procesos ligados y no ligados, psiconeurosis y neurosis actual, asociación libre y actuaciones, yo y ello, lo hacemos intentando conceptualizar contenidos que en sí mismos no se oponen sino que se coimplican, que sólo adquieren sentido uno en relación con el otro y que, por sus cualidades diferentes, convocan la clasificación. Toda clasificación deviene fatalmente exclusión y limitación. Sin embargo, en nuestra necesidad de representar los procesos psíquicos acudimos a la concep-tualización como recurso. Entendemos que estamos atravesados por la ideología religiosa, social y cultural y que, tratándose del suceder psíquico, las ideas de valor y jerarquía sirven a las resistencias. En el transcurso de este artículo intentamos, como psicoanalistas, liberarnos de prisiones ideológicas y comprender cada suceder en lo que es y como aparece. La tradición psicoanalítica conlleva una fuerte tendencia a privilegiar la palabra -en un enfoque tópico los estratos superiores del aparato psíquico- y la asociación libre sobre las manifestaciones de neurosis actual. Evaluamos la pasión como negativa en relación con el deseo; otorgamos a lo erótico cualidad superior a lo tanático, consideramos que la simbolización es preferible a la repetición. Sin embargo sabemos que la palabra es una vicisitud en la elaboración de lo pulsional; que la simbolización es una dimensión, en otro texto, de la pulsión; que es imposible pensar el erotismo sin la pulsión que lo hace ser y lo constituye. En la práctica clínica logramos medianamente el propósito de no aplicar criterios axiológicos. Sin embargo, cuando especulamos, algo del orden de una valoración transita nuestro decir. Queremos salvar esta limitación aunque admitimos que es dentro de ella que podemos discurrir. Las ideas que denominamos pulsión de vida y pulsión de muerte se coimplican integradas en libre circulación de manera tal que son indistinguibles. Recién cuando con-ceptualizamos adquiere cada una de ellas características e identidad y es en defensa de esta identidad establecida que se presentan como discriminadas y opuestas. Dentro de este contexto encaramos nuestras reflexiones acerca del sueño y la pesadilla.
Nuestro objetivo es destacar las dimensiones características en las que sueño y pesadilla transcurren: la primera del yo -cumplimiento de deseos-, la segunda del ello -descarga y repetición- y revisar las implicancias de este enfoque en la clínica psicoanalítica. Pensamos que en el sueño la pesadilla impreg- na el dormir del mismo modo que la neurosis actual impreg-na la psiconeurosis. La sesión psicoanalítica, en lo que tiene de psiconeurosis -ligadura, sustituciones, desplazamientos, condensación, simbolización y elaboración- permite ser comprendida a la manera de un sueño; en lo que tiene de neurosis actual, presenta la pesadilla. El sueño y más allá Con la palabra sueño nominamos un proceso psíquico particular que sucede durante el dormir -producto de una regresión estimulada por la disminución de la censura, por restos di urnos y pensamientos de la vigilia- cuya fuente son los deseos edípicos reprimidos derivados de contenidos trágico incestuosos tramitados. Los sueños punitorios y los sueños de angustia son cumplimiento de deseos: los primeros cumplen deseos derivados de la necesidad de castigo del yo frente al superyo; los últimos cumplen deseos reprimidos que se alucinan sin enmascaramiento suficiente. El sueño de angustia -una forma particular del cumplimiento de deseos- presenta derivados directos de contenidos trágico in-cestuosos que, por elaboración deficiente, se alucinan sin enmascaramiento. La angustia, en el sueño, proviene de la percepción por el yo de la irrupción de esos derivados de contenidos trágico incestuosos, pulsionales; queda así disminuida la aptitud del sueño como guardián del dormir. Pero en ―Más allá del principio del placer‖ Freud hace un aporte importante y una modificación esencial a
la teoría de los sueños que, hasta entonces, había considerado exclusivamente como cumplimiento de deseos del yo, reprimidos. A partir de la descripción de los sueños de la neurosis traumática dice que “. . . los mencionados sueños de los neuróticos traumáticos ya no pueden verse como cumplimiento de deseo; tampoco los sueños que se presentan en el psicoanálisis y que nos devuelven el recuerdo de los traumas psíquicos de la infancia. Más bien obedecen a la compulsión de repeti- ción”. “. . . Así no sería la función originaria del sueño eliminar, mediante el cumplimiento de deseo de las mociones perturbadoras, unos motivos capaces de interrumpir el dormir; sólo podría apropiarse de esa función después que el conjunto de la vida anímica aceptó el imperio del principio de placer. Si existe un “más allá del principio del placer”, por obligad a consecuencia habrá que admitir que hubo un tiempo anterior también a la tendencia del sueño al cumplimiento de deseo. Esto no contradice la función qu e adoptará más tarde”. De la lectura de este texto concluimos que en todos los sueños el contenido traumático actual
es primordial: se expresa con particular intensidad en los sueños de angustia y configura específicamente el espacio de la pesadilla. Sueño y Pesadilla Discernimos sueños, sueños de angustia y sueños punitorios -todos ellos cumplimiento de deseos- de lo que se presenta como pesadilla. La alucinación onírica caracteriza a los primeros en tanto que la pesadilla es, esencialmente, manifestación somática: palpitaciones, sofocación y opresión en el pecho, sensación de parálisis, sudor frío, vivencia de agonía, a veces eyaculación o secreción vaginal y en ocasiones parálisis de esfínteres. Estas manifestaciones somáticas delatan la pertenencia de la pesadilla a la dimensión de lo actual, de lo no ligado, de la fijación al trauma en el yo. La pesadilla presenta, de manera directa, los contenidos del ello que están en el fundamento de los sueños. Esta es la ilación de pensamientos por la que, en nuestros desarrollos, denominamos sueño a todo lo que tiene que ver con cumplimiento de deseos, ya sean complimiento de deseos con enmascaramiento, sean sueños de angustia, sean sueños punitorios. La metapsicología de los sueños nos lleva a comprender las relaciones entre sueño y pesadilla. Especulamos que en el sueño, por el camino regrediente que toman las catexis en el yo hasta acceder a las huellas de percepción, las huellas que se mantuvieron como traumáticas, es decir las que constituyeron impresiones no tramitadas, son estimuladas al mismo tiempo que las otras, las huellas de percepción que fueron tramitadas y configuraron experiencias. Al ser estas últimas percibidas por la conciencia, dan lugar a la alucinación onírica, con imágenes visuales, cenestésicas o auditivas -generalmente relacionadas con restos diurnos, los menos resistidos y los más aptos por ser los más recientes y menos investidos- a las cuales se aplica la revisión secundaria.
La estimulación de las huellas de percepciones no tramitadas, traumáticas por definición, lleva a la repetición, a la vivencia actual, vivencia de horror, angustia y desvalimiento con manifestaciones somáticas que le son propias; el durmiente se despierta en pánico. Sueño de angustia y pesadilla Sueño de angustia y pesadilla suelen ser confundidos y pensados como pertenecientes, desde la tópica, a un mismo espacio. Ambos tienen un lugar de encuentro: la angustia, paradigma del afecto. Sin embargo denuncian procesos diferentes. En lo que tiene de sueño, el sueño de angustia es cumplimiento de deseos. Casi podríamos decir que, estrictamente hablando, la angustia no pertenece propiamente al sueño; ella deviene de la infiltración, durante el dormir, de contenidos procedentes del ello, de lo trágico incestuoso actual, traumático, y es la percepción de los mismos en el yo. El sueño de angustia es, entonces, un producto mixto que supone el trabajo del sueño y evidencia la capacidad del yo para ligar contenidos y darles representabilidad aunque fracasa en el enmascaramiento. La angustia señala la activación de núcleos traumáticos. Es, en el yo, el punto de encuentro, encuentro adversativo, no conciliador, del deseo y la pulsión; del yo -que se organiza alrededor del principio del placer- con los contenidos trágico incestuosos -pulsión de muerte-. Para decirlo de otra manera, la angustia es del yo, y en el yo, representante afecto de la pulsión. Mientras la angustia mantiene cualidad soportable, el yo instancia alucina y el yo persona puede seguir durmiendo. Sin embargo, cuando contenidos actuales trágico incestuosos invaden directamente al yo y éste no dispone de representaciones ni de capacidad de ligadura, el durmiente despierta aterrorizado y con perturbaciones somáticas. Es el fracaso del sueño: la pesadilla. La pesadilla en sí misma no debe ser confundida con la construcción que el paciente hace de ella, construcción que, con elaboración yoica, da representabilidad a lo traumático; en el relato la pesadilla deviene sueño. La sesión pesadilla Sueño -que equiparamos a asociación libre- y pesadilla -que equiparamos a neurosis actual- designan más dos formas de observación que dos entidades. Son dos puntos de vista que podemos describir como el punto de vista de la interpretación -frente a lo que se presenta ligado y con sentido- y el punto de vista de la construcción -frente a lo que aparece actual. Actual quiere decir aquí sin representaciones en relación con un sentido. Representación y sentido son pertinentes en el espacio de lo ligado pero no en el espacio de la pesadilla. Para que algo aparezca carente de significado es necesario pensar desde un significado. Así considerada la pesadilla, y la sesión pesadilla de la que hablaremos enseguida, se destaca como una urgencia de sentido que convoca las resistencias del analista y, paradójicamente, lo estimula en el trabajo transferencial y en la construcción. La teoría psicoanalítica es una construcción derivada de la clínica que regresa, a su vez, al lugar de partida. Es por ello que cuando discriminamos pesadilla, sueño y sueño de angustia, lo hacemos no desde el afán de conceptualizar e instalar definiciones sino a partir de la clínica y volviendo luego sobre ella con mirada diferente para afiatar el abordaje técnico. La sesión puede presentarse como una pesadilla, más aún, se constituye pesadilla con la ruptura de la regla de abstinencia y la aparición de perturbaciones propias de neurosis actual -presentaciones de cualidad somática y actuaciones- que, en casos extremos, quedan emparentados con la reacción terapéutica negativa y el amor de transferencia. En el transcurso de la cura, la psiconeurosis -análoga al sueño- y la neurosis actual -análoga a la pesadilla- se agitan y circulan en permanente encuentro, se imbrican, conviven. La pesadilla es una idea que nos permite reflexionar acerca de las características de un suceder en la sesión, y abordarlo. No se trata en este caso del relato de una pesadilla que hace el paciente -la pesadilla vivenciada en el dormir es, en sí misma, inaccesible para el analista- sino de capturar la pesadilla en su acontecer en la sesión, en tanto la sesión misma es escena-pesadilla e involucra a paciente y analista. Esta escena-pesadilla produce efecto disruptivo y el analista pierde la atención flotante, padece malestares somáticos y afectivos, puede quedar sumergido en el letargo. Es la invasión de la vivencia. Así, podemos denominar sesión pesadilla, a la irrupción del afecto, representante de pulsión en el yo, proceso de descarga. La sesión, toda sesión, tiene cualidad de sueño -en tanto transcurren en ella representaciones verbales-simbolización- y simultáneamente cualidad de pesadilla -en tanto pregnancia de afecto no ligado-. Las representaciones menos resistidas -como en el sueño- alcanzan la conciencia. A
medida que se desarrolla la sesión, y configurados por la atención flotante del analista, se presentan los pensamientos latentes. Las interpretaciones del analista permiten deshacer falsos enlaces, cegar lagunas mnémicas, hacer consciente lo inconciente; el yo integra entonces aspectos negados, disociados y desalojados, los cuales habían padecido ese destino precisamente por su aptitud para generar displacer; frente a ellos el yo opone resistencias. La angustia, paradigma del afecto, indica en sus diversas manifestaciones la cualidad actual de la sesión pesadilla. La angustia se presenta en el yo cuando en él se infiltran contenidos impregnados por lo trágico incestuoso. La pesadilla implica la invasión de pulsión de muerte no domeñada, ello genuino que se exterioriza. Un corte transversal Señalamos la importancia de pensar la sesión como un aparecer, como una presentación global y plena, imaginando un corte transversal en el que todos los contenidos psíquicos circulan simultáneamente en su compleja dimensión temporal, atemporal y actual. A diferencia de la metáfora clásica imaginada por Freud -las catáfilas de la cebolla que al ser retiradas ofrecen una única superficie nítida y envolvente- proponemos la metáfora de un corte transversal. Todos los contenidos están allí y se ofrecen en un mismo plano con superficies, texturas, bordes y formas diferentes. En ese plano distinguimos la particular manera de adherirse unas a otras las superficies, algunas con levedad, otras como soldadas. En un corte así, donde todo está presente simultáneamente -resistencias, represión, trauma y núcleo pulsional actual- no hay nada por descubrir pues todo es siendo y coexiste. Se hace innecesario retirar las catáfilas exteriores -las cuales ofrecen menor resistencia- hacia el ―descubrimiento‖ del núcleo patógeno. La atención flotante del analista, condición de la asociación libre d el paciente, captura el afecto, sea que venga unido a representaciones, sea que se presente saturando una superficie u ocupando un espacio predominante en la sesión. No es necesario profundizar, ‖ hacer excavaciones‖, criterio éste que se
fundamenta en una categoría témporo espacial. Lo que se presenta en la conciencia como sucesión implica coexistencia. Pensada de esta manera, en un corte transversal, la pesadilla no se encuentra en lo más profundo. Es actual en la sesión, está entramada en ella como está entramada en el sueño. Si, como ya citamos, el sueño en su función originaria es un intento de ligar situaciones traumáticas, pensamos que la presentación pesadilla, tanto en el proceso onírico como en la sesión, es el fracaso del yo en su aptitud para ofrecer representaciones y domeñamiento. Explicitamos que la pesadilla no es exclusiva del dormir. Podemos discernir la pesadilla del dormir, la pesadilla de la vigilia, y la pesadilla en la sesión, siendo la sesión por sí misma un espacio intermedio entre sueño y vigilia. La pesadilla que tiene lugar durante el dormir del paciente es inabordable para el analista; la diferenciamos claramente del relato que hace de ella el paciente y, a su vez, de la pesadilla en la sesión, sesión pesadilla. El suceder de la sesión convoca el relato de una pesadilla que da cuenta de ese suceder. En tanto relato asociación libre, como si fuera un sueño- propicia interpretaciones del analista. En cambio la sesión pesadilla -que no transcurre con la simbolización propia de las palabras de la asociación libre- es actual. Únicamente en el espacio específico de la sesión tenemos la posibilidad de capturar -a partir de manifestaciones afectivas y somáticas que configuran vivencias- sus contenidos genuinos y desde allí, con la construcción del acto, metaforizarlos. La sesión pesadilla, neurosis actual, adviene psiconeurosis en la construcción. La sesión pesadilla muestra con nitidez la vigencia de contenidos traumáticos no tramitados, provenientes del ello y es específicamente en este caso -como señala Freud en Análisis terminable e interminable―donde el psicoanálisis puede hacer aquello de lo que es magistralmente capaz: merced al fortalecimiento del yo, obtener una tramitación adecuada para esos contenidos‖. *Autores del libro “De la Tragedia al Pensamiento” , Ed. Kargieman
destacados En todos los sueños el contenido traumático actual es primordial; se expresa con particular intensidad en los sueños de angustia y configura específicamente el espacio de la pesadilla.
La pesadilla presenta, de manera directa, los contenidos del ello que están en el fundamento de los sueños. La angustia no pertenece propiamente al sueño; ella deviene de la infiltración, durante el dormir, de contenidos procedentes del ello, de lo trágico incestuoso actual, traumático, y es la percepción de los mismos en el yo. La pesadilla en sí misma no debe ser confundida con la construcción que el paciente hace de ella; construcción que, con elaboración yoica, da representabilidad a lo traumático; en el relato la pesadilla deviene sueño. Podemos discernir la pesadilla del dormir, la pesadilla de la vigilia y la sesión pesadilla.
Ephialtes: La ‗Peste‘ de la Noche
Félix Giménez Noble ―-Hay un juego que se llama ‗Mortal Kombat‘, que vos cuando perdés te deja todo mareado. Hay veces que te hacen ‗fatalities‘. ¿Qué es eso? Es muerte, ¿no? Siempre que dicen ‗Fatality‘ te rompen el cuerpo,
te dejan en esqueleto, te cortan la cabeza. Es como las pesadillas. . . Imaginá que tus papás se van a Europa, tenés una pesadilla que un monstruo te atrapa; tenés esa p esadilla porque no están tus papás, te sentís débil. Tiene que haber una razón para tener pesadillas. Por ejemplo, soñás que te cortan la cabeza tal vez porque te duele la cabeza mientras estás durmiendo. ― (Gaspar, 8 años)
Con la noche, la pulsión que hemos engendrado al nacer, vuelve a tomarnos y nos lleva en andas al vientre materno. Los sueños velan la zambullida suave y la inmersión profunda. La libido sacia la sed y la vida se torna eterna, completa, y se sostiene sin fallas. Cuando la carne consiente el reposo, las ansias sexuales se desperezan y retozan en el paraíso protegido. Múltiples escenarios alucinarán las satisfacciones más imposibles. El Guardián del Dormir consiente diversiones disparatadas, inconciliabilidades, lujuria. En general, el ‗bello durmiente‘ transcurre en paz. Aunque. . . Puede ser que. . . En ocasiones. . . Un mi edo mortal despedaza el r eposo y paral iza al du rmi ente opri mi é ndol o ru mbo a la l ocur a . El fantasma ataca e hinca
sus colmillos de angustia en el pecho del durmiente inoculando la pesadilla: una forma de vivir la muerte, la palada de tierra sobre la cara, la asfixia final en la desesperación de estar vivo. El sueño que prometía paz incita al Ángel de la Muerte que cubre con sus alas al durmiente pidiéndole cuentas por sus pecados. “La persona que ha tenido una pesadilla no puede decidirse a dudar de que sea real 3. . . “. La clasificación de los sueños de Macrobio y Artemidoro 2, ubica a la ephialtes o pesadilla como una amplificación en la fantasía de ‗espectros‘ actual es o provenientes del pasado. En relación a la pesadilla, Freud avala la teoría de la excitación de los sueños a partir de un estímulo órganico con la salvedad de reconocerle a dicho estímulo el carácter sexual . “Cuando el conflicto es de tal magnitud como para ser imposible cualquier compromiso, el dormir se interrumpe y el sujeto se hace cargo del peligro que corre3. “ La clase de sueño que Freud llamó ‗de angustia‘ contiene un sentimiento de realidad
que reclama recuerdo de un episodio ocurrido de hecho y no meramente fantaseado. 2 Pero la angustia sólo se pone de parte del soñante y acude en su auxilio si reconoce su origen en un conflicto psíquico relacionado con un deseo incestuoso sometido al circuito de la represión. En el caso de otros destinos pulsionales, la angustia ataca al durmiente desde el „mas allá‟ de la represión . “La pesadilla puede ser considerada simplemente como uno de los síntomas de un gran trastorno nervioso o una que alcanza mórbida intensidad en la pesadilla es la expresión funcional de la hipocondría 3”. El Angst aleación originaria entre la pulsión sexual y el miedo. Dicho Angst contiene la historia del yo, el cual -en su desarrollo- aprendió a temer a la libido 2. El desarrollo mismo le impone al yo „olvidar‟ que deseo sexual |crimen son las partes del mismo symbolon. Si el fundamento incestuoso de la especie decide un ―ajuste de cuentas‖ durante el sueño, dicho ataque es decidido desde la angustia y no desde el sueño 2.
Cualquiera sea el ser (vampiro, íncubo, etc. ) o la situación de pesadilla, configuran casi siempre, el
mismo cerco sin salida, el cual encrucija en la impotencia a la castración y al sufrimiento. La fijeza de la ‗vivencia‘ de pesadilla -caracterizable por el miedo a la muerte, la opresión y la parálisis, agregada a la estereotipia pertinaz de sus figuraciones, suman un punto a favor de considerar que la pesadilla constituye un desenlace diverso a aquel otro sueño que fracasa ya sea por intensidad de los deseos reprimidos como por déficit en la elaboración primaria. La estabilidad e insistencia de sus figuraciones dio origen, en su repetición, a las supersticiones clásicas y acecha desde las lindes mismas de la realidad. Por ejemplo: la metamorfosis, el canibalismo y la libertad nocturna del ‗hombre -lobo‘ representan el deseo de ser independiente del padre y su velocidad de movimiento simboliza el adueñamiento de su elevada potencia, etc. El destino de la vida sexual infantil es irse a los fundamentos. Dicho sepultamiento (Untergang*) de una actividad mental primitiva, un „algo‘ instintivo destronado por la razón de la humanidad, conserva la fuerza suficiente para atraer hacia sí, los procesos anímicos superiores. Los sueños son el relicto de la creencia infantil en la metamorfosis, vuelos nocturnos, ayuntamiento con los dioses, etc. En ellos perviven los „schema filogenéticos‟. Los arquetipos inconcientes ‗mandan‘ , y lo hacen regulando el proceso de represión de las pulsiones. El sueño como sede de la resistencia nocturna, puede fracasar o estar llamado a sostenerse co mo campo de expiación. Es que los ‗demonios‘ acechan desde el interior mismo de las murallas protectoras. En las psiconeurosis históricas, en general el objetivo del sueño se ve cumplido al proteger el reacopio narcisista. En otros casos, el incumplimiento con el ideal, agregado a distintas visicitudes del objeto producen una injuria en el sentimiento-de-sí que persiste almacenada como daño permanente en las huellas mnémicas reprimidas de ese tiempo primordial y en los fundamentos en actividad del Complejo de Edipo incompletamente sepultado, los ‗muertos vivos‘ del alma. Dichas Sachvorstellungen frustradas en su intento de ligadura, insuceptibles de proceso secundario quedan marginadas para siempre de la regulación que el yo ejerce sobre su territorio. Habrán de exterio-rizársele al yo forzosamente, con un carácter demoníaco, al sacar a la luz lo que debía permanecer oculto: los ‗restos‘ del dolor y la angustia temprana de la sexualidad infantil sepultada. La pesadilla se le impondrá al sueño como la especie al sujeto. Los animales, la escena primordial, y otros pocos sobrevientes del hundimiento del pensamiento animista se ofrecen cual restos diurnos para formalizar inicialmente las huellas mnémicas no ligadas; dicha unión apenas es preliminar a una configuración más estable -la fantasía de deseo- la cual alcanzará destino figural en el sueño. En el caso de la pesadilla, la escasa amplitud de las sobredeterminaciones y su repertorio bastante escaso hacen pensar varias cosas. La primera de ellas es que el trabajo del sueño se colije ‗restringido‘. En segundo lugar, que la fuente del sueño revela fácilmente su parentesco directo con los fundamentos trágicos que la especie rápidamente ‗reconoce‘
como proveniente del alma y eleva -sin dilación- a nivel de creencia supersticiosa 3. En cuanto un malestar de la realidad, una ‗actuación‘ en una expresión dramática con las cosas del mundo 1 persiste o se encarniza, deviene fácilmente pesadilla que ‗apesta‘ el entorno. Valga recordar las ‗epidemias‘ de vampirismo en Europa Central y Asia, la Sagrada Inquisición, etc 3. “. . . Los sueños de angustia no corresponden al caso típico de la pesadilla. Las pesadillas han mostrado a veces, incluso, la tendencia tan destacada en las supersticiones, a asumir la forma de epidemia. “ 3 Las figuraciones ‗de pesadilla‘ se encuentran confinadas por aquel estrecho repertorio en que la
indiscriminación sexual o entre las especies contiene siempre el rechazo al orden legal con el que la castración amenaza. La pesadilla “. . . es lo que present a a la conciencia aquello del Yo-ideal mal sepultado - por defecto de corte, falla de función paterna. . . “ 4 La identidad entre los espíritus de los animales con los de los propios antepasados y la posibilidad para los seres humanos de transformarse sexualmente subyace en los fundamentos trágicos, en el ‗más allá‘ del Complejo de Edipo. Las pesadillas
no se observan como fenómeno aislado: la investigación demostrará siempre la existencia de otr as manifestaciones de neurosis de angustia. Cuando el yo se va a dormir, al inhibir el polo motor impide -a la manera de una prohibición- el ‗acto‘, la realización sexual directa. A la vez, el rebajamiento de sus contrainvestiduras, permite -excita, las fantasías incestuoso /trágicas que encuentran en el escenario de la alucinación, actualidad y vigencia. En la “sesión” de la noche, el neurótico asocia con libertad. La abstinencia al ‗acto‘ impuesta por la inhibición del polo motor, impide -estimula las actuaciones ‗virtuales, reales‘ imaginarias. Así, la abstinencia impu esta por el dormir a las ansias sexuales directas y su consecuencia, el reflujo de la excitación sexual vía regresión, sigue dos destinos: o queda resuelta por medio de un deseo figurado como cumplido en el sueño para dar expresión funcional, (formalización), a lo que no la tiene, o se despeña en el horror de un ‗más allá‘ demoníaco que solamente el insomnio
pretende yugular. El sueño normal nos recuerda así su carácter terapéutico, analizando e interpretando las transferencias endopsíquicas al reconocerlas en un idioma figural que las liga para inactivar la pulsión de muerte. El sueño-locura, lo cura al durmiente. En ocasiones, el desfiladero onírico se torna insuficiente. La sustitución de los medios asocia-tivos de los que se vale la elaboración primaria en el trabajo del sueño
-desplazamiento, condensación- por los fundamentos sexuales trágico-incestuosos, transforma al sueño en pesadilla. Las transferencias que el sueño hasta el momento lograba encaminar según los afanes constructivos de Eros, sublimando en el alambique de la desfiguración, procurándole a los contenidos prohibidos un carácter virtual, ‗real‘, “es desbaratado por una realidad que irrumpe súbitamente. . . “ 1. La ‗vivencia‘ que la caracteriza es una combinación de aprensión temerosa, terror pánico y angustia.
Resulta llamativo que la misma clase de miedo sirva para caracterizar situaciones de la vigilia que -en realidad son vividas “como una pesadilla”. La razón teme aquello mismo en lo que no cree. La regresión animista y la pesadilla compar ten el carácter trágico que se se presenta ‗actual‘** por una alteración del destino pulsional sexual - déficit de sepultamiento. La manifestación de dichos ‗restos‘ en actividad latente consiguen, en su inalterada eficacia, hacer pasar al durmiente nuevamente por „eso‟ ; el yacimiento trágico fundamental que constituye al ello. En el fundamento de los sueños se encuentra el ‗amor que mata‘ caracterización que hace Cesio del ‗amor de transferencia‘ 1- ese amor “. . . que encuentra en la „muerte‟ su máxima expresión. “ Las protofantasías edípicas contienen ese amor /muerte y crean las primeras y más importantes identificaciones que contienen las pasiones parricidio-filicidas. Si las transferencias endopsíquicas ‗fallan‘ durante el trabajo del sueño en sus afanes de ‗interpretar‘ y ‗construír‘ para no recordar, destruído el encuadre, rota la abstinencia, los ‗demonios‘ irrumpen en el círculo de tiza. La figuración ‗imaginaria‘ sucumbe a la ‗realidad‘ y el Angst irrumpe como lo más ‗real‘. Cuando el dormir
se enfrenta a esta expresión fundamental de los afectos, la oniromancia cede su lugar a las manifestaciones ‗actuales‘, las cuales, siguiendo la vía directa de las identificaciones primarias presentan a la conciencia lo incestuoso reprimido-sepultado con angustia - en términos de afectos, y como ‗lo muerto‘ en términos de
representación. La „realidad -pesadilla ‟ La pesadilla como fenómeno onírico, podría resultar más indiscernible de la vigilia que los sueños de angustia. Tanto su origen incestuoso, como su vía ‗act ual‘ de acceso a la conciencia durante el dormir, consiguen hacerla más ―creíble‖. A la inversa, impresiones de la r ealidad encuentran fácilmente -en la vivencia ‗de pesadilla‘, interpretación a partir de la resonancia que la
fatalidad despierta en la castración genital. La „Reacción Onírica Negativa‟ Se entiende como pesadilla a la irrupción de la tragedia en el sueño. Herida de muerte su elaboración primaria, frente a la ‗realidad‘ que se le impone, el sueño sucumbe. La
usina de representaciones sufre un brusco empobrecimiento, el cual se detecta resumido, en la estereotipia de figuraciones (o motivos de pesadilla). Ante el ataque de pesadilla, abandonado por sus Dioses-Padre (super yo), el yo consiente desentenderse de sus compromisos con la autoconservación y pierde su vida de sueños. El corazón de la culpa Como resistencia, la pesadilla devela tanto su intensidad, como una cierta ‗escasez‘ en su capacidad de sublimación de la culpa -trágica. El valor terapéutico de ‗tener que pasar por ‘, podría plantearse, en cambio, a partir de un valor ‗excretorio‘ 5. eso L a muerte del sueñ o: un a conmemoraci ón del cr imen En los casos en que la transferencia es poco y mal analizada, el papel de la transferencia primaria pulsional e incestuosa del analista introduce al paciente en la ‗actuación‘ 1 y adviene ‗germen‘ de su pesadilla. Así como la Reacción Terapéutica Negativa promete ‗realización‘ a la relación sexual incestuosa entre paciente y analista y se resuelve en la ‗muerte‘ del
análisis (análisis como sublimación de la tragedia), la pesadilla fractura y reduce a la impotencia a la función analítica del sueño. A cambio consigue la ‗realización‘ de las antítesis que configuran la esencia
de la neurosis: un Angst emisario de la voluptuosidad, la repelencia que presentifica lo atractivo, y el miedo taliónico trasmudado en emisario de la eyaculación incestuosa por el éxtasis triunfal del crimen edípico.
El 15 de junio de 1977, en el teatro Coliseo de Buenos Aires, Jorge Luis Borges se preguntaba: “¿Y si las pesadillas fueran grietas del infierno? ¿Por qué no? Todo es tan raro, que aún eso es posible. “
* Ver Glosario en “La Peste de Tebas” Nº2 ** Ver Glosario
BIBLIOGRAFIA 1- Cesio, Fidias R. : “La tragedia edípica en el tratamiento psicoanalítico. El amor de transferencia”
2- Freud, Sigmund: “La interpretación de los sueños” “De la historia de una neurosis infantil: el Hombre de los Lobos” “Panorama sobre las neurosis de transferencia”
3- Jones, Ernest: “La pesadilla” 4- Rusconi, Julio R. : “Vampiros: consideraciones psicoanalíticas” 5- Rascovsky, Grimberg, Garma y Álvarez de Toledo: “Los sueños en la clínica psicoanalítica contemporánea”
destacados la pesadilla fractura y reduce a la impotencia a la función analítica del sueño la pesadilla constituye un desenlace diverso a aquel otro sueño que fracasa ya sea por intensidad de los deseos reprimidos como por déficit en la elaboración primaria impresiones de la realidad encuentran fácilmente - en la vivencia ‗de pesadilla‘ - interpretación a partir de la resonancia que la fatalidad despierta en la castración genital
Pesadilla-Alptraum-Alpdruck-Íncubo-Nightmare Adriana Sorrentini Desde la más remota antigüedad ha suscitado una especial curiosidad, la actividad onírica. En las culturas más antiguas, donde los dioses y los espíritus hablan a los humanos durante el sueño, pasando por Macrobio y Artemi-doro, no han permanecido ajenos pensadores como Kant, que en 1764 diría que ‗el loco es alguien que sueña despierto‘, o Schopenhauer que en 1851 llamaba al sueño ‗locura breve‘ y a la locura un ‗largo sueño‘. Es un aspecto de nuestra vida psíquica que el Psicoanálisis consideró „vía regia‟ para el descubrimiento de lo inconsciente. Es que el sueño se presenta como algo ajeno, ‗de otro mundo‘ y
realmente contrapuesto a otros contenidos psíquicos. El término „pesadilla‟ deriva, etimológicamente, de „pesada/. . do, del latín „pensàre‟, intensivo de „pendère‟: pesar (como forma sustantivada hacia 1140 en el ‗Cantar de Mío Cid‘), y más tarde, a principios del siglo XVII, ‗pesadilla‘ o ‗mampesadilla‘ (término compuesto con ‗mano‘) y ‗pesadumbre, apesadumbrar, pesaroso‘ etc. , que dan la idea de „opresión‟ con la que el diccionario de la lengua la define: “opresión del corazón y dificultad de respirar durante el sueño. //Ensueño angustioso y tenaz. //fig. preocupación grave y contínua que en el ánimo causa la resolución de un asunto importante o el peligro inminente o el temor de alguna adversidad. ” Freud la describe como „sueño de angustia‟ y, en su denominación alemana “Alptraum” o “Alpdruck”, reaparece la idea de peso o presión: druck , en el sentido de impresión. Drucken: imprimir, Imdruck: en prensa. Esto, acompañado del concepto Alp, equivalente al de Incubo que, entre los Romanos, era el
apelativo de Fauno o la personificación de los sueños angustiosos, a los que se creía provocados por un contrato -que incluía lo sexual- con seres demoníacos, los cuales dan figuración a las mociones pulsionales prohibidas de nuestro Inconsciente. Pero el íncubo pervive en las creencias de todos los pueblos: Es Ephialtes para los griegos, Alu en Babilonia, Alp o Mahr entre los germanos, de allí Alptraum o Alpdruck, términos con los que se denomina la pesadilla en alemán, aludiendo tanto a los seres míticos (Alp), como a su accionar presionante (-druck). El sueño es el cumplimiento disfrazado de un deseo reprimido, y está construido de la misma manera que un síntoma neurótico, es decir, aparece como “una formación de compromiso entre la exigencia de una moción pulsional prohibida y la resistencia de un poder censurador situado en el interior del yo” . Esto es posible merced a un proceso denominado ―trabajo del sueño‖, que consiste en una suma de
mecanismos trasmudadores que permiten transportar los pensamientos oníricos latentes, hasta convertirlos en el contenido manifiesto del sueño, cuyo cometido último es proteger el dormir.
Freud nos dice que el sueño es un acto psíquico provisto de sentido y que sus dos caracteres principales son: cumplimiento de deseo y vivenciar alucinatorio . Ahora bien, estos mismos caracteres están presentes en los sueños de angustia, la pesadilla, donde el sueño fracasa en su misión de tramitar adecuadamente un estímulo psíquico perturbador; se revela incapaz de crear un cumplimiento de deseo suficientemente desfigurado o, en todo caso, fracasa parcialmente al no lograr alterar el sentido de los afectos, mucho más resistentes a esos procedimientos, que los contenidos mismos. Recordemos que cuando hablamos del „contenido‟ del sueño, nos referimos al contenido de los pensamientos preconcientes y de la moción de deseo reprimida, que ‗descubrimos‘ mediante la interpretación.
Es muy importante diferenciar la angustia neurótica, proveniente de la desautorización de un deseo erótico, como no ligada a los contenidos del sueño, ya que hay muchísimos sueños de angustia cuyo contenido no es terrorífico y viceversa. La angustia aparece como una reacción desautorizadora del yo ante las mociones pulsionales prohibidas que han devenido hiperintensas. Freud enfatiza que, cuando la „realidad‟ (Wirklichkeit) del sueño persiste, cuando la „vivencia‟ (Erlebniss) es tan nítida como en la vigilia y al despertar nos cuesta reconocerlo como sueño, podemos considerarlo como un acto psíquico en sí, que algo del contenido del sueño es efectivamente -en la realidad- tal y como fue soñado. Tenemos entonces que “el sueño posee un valor propio como acción psíquica, que un deseo pasa a ser el motivo de su formación y que las vivencias de la víspera proporcionan a su contenido el material más próximo. ” El trabajo onírico debe elaborar como una unidad todos estos estímulos de aparición
contemporánea, como una reacción ante la presencia de lo actual , por lo que el material onírico aparece “como una reunión de restos psíquicos, huellas mnémicas, a que (a causa de la preferencia por el material reciente y el material infantil) debimos atribuir un carácter de realidad”.
De la misma manera sostenemos que, en una sesión, los contenidos psiconeuróticos aportados por la asociación libre se asientan sobre, o coexisten con una neurosis actual; que la unidad de la sesión presenta de manera sincrónica la vida toda del analizado, expresando con ésto que hacemos referencia a la unidad somatopsíquica actual, atemporal, en la que nos encontramos ambos: analizado y analista. Podemos pensar entonces, a la sesión, como un sueño del que da cuenta la asociación libre, pasible de interpretación, y que transcurre paralelamente al material actual del que da cuenta la ‗vivencia‘ (Erlebniss), material ‗actual‘ que exige la construcción del ‗acto‘, so pena de mani -festarse en actuación
desplegando la pesadilla, es decir, la escena trágica que no alcanzó ligadura en la palabra. Con la construcción del ‗acto‘ en la sesión, el analista realiza un trabajo de ligadura, pr oporcionando
figurabilidad y palabra a aquello innominado, a la manera de un sueño, penoso o angustiado si se quiere. Es ante el fracaso de esta tramitación, que sobreviene la tragedia, estalla la angustia y se interrumpe el sueño y/o la sesión. Freud acota que: “La esencia del sueño no varía cuando a las fuentes psíquicas del mismo se agrega un material somático; él sigue siendo cumplimiento de deseo, sin que interese el modo en que su expresión esté regida por el material actual. ” Frecuentemente el elemento somático ‗manda‘ sobre el contenido del sueño, y desde el momento que éste,
sólo configura un deseo en tanto cumplido dentro de una situación, encontrará al deseo que pueda aparecer cumplido dada la sensación actual; si el material actual es doloroso el cumplimiento será displacentero. Al referirse a sueños acerca de la muerte de personas queridas, nos muestra que el deseo reprimido escapa a toda censura porque nos encuentra desprevenidos, al creernos lejos de semejante deseo que ‗ni en sueños‘ admitiríamos. Más, esos deseos reprimidos existen en el alma humana en tanto „sofocados‟ , lo que no quiere decir pasados ni aniquilados; ésto hace posible que, si uno de esos deseos
censurados o desestimados se cumple, experimentemos displacer o angustia. Esta dualidad que nos lleva a censurar y desestimar (verwerfen) aquellos deseos sin embargo existentes, hace comprensible que un cumplimiento de deseo, por una parte, se acompañe de una fuerte descarga de angustia por la otra. Es característico de los sueños de angustia o pesadilla, que su contenido se pre -sente sin desfiguración, como si hubiera podido burlar la censura sin disfraz alguno, obteniendo su cumplimiento el deseo reprobado, y provocando la descarga de angustia que aparece entonces sustituyendo a la censura burlada. El Sueño-Hypnos-, venerado como divinidad entre los griegos, es gemelo de Thánatos, la Muerte, siendo ambos hijos de la Noche; encontramos así, en un campo diferente del psicoanálisis, la concepción del Sueño-Hypnos como un dios benéfico, capaz de proporcionar a los fatigados mortales la dulzura del reposo y el olvido del doliente trajinar cotidiano. Con ese miramiento nos ofrece el cumplimiento de un deseo reprimido recurriendo a un buen disfraz. Entre los nu-merosos hijos del Sueño suele citarse a Morfeo, que preanuncia sucesos verdaderos, encontramos la idea de los sueños premonitorios; Fantàso, que inspira ilu-siones y extravagancias fantásticas, y sería aquel que nos resarce de las frustraciones
mediante el cumplimiento alucinatorio de deseo; Fobètor que, tal como lo indica la palabra griega, aporta el pavor, espanto, cuya manifestación es el despertar angustiado. Y aquí recordamos la fórmula freudiana: “es el cumplimiento fr anco de un deseo reprimido” . Por lo tanto la angustia emerge frente a la fuerza amenazante del deseo que, habitualmente sofrenado (Niederhalten), se presenta hiperintenso provocando el despertar angustiado, que es el último recurso defensivo del yo frente al horror del cumplimiento pleno que amenaza con imponérsele. El despertar angustiado, o el despertar seguido de insomnio, son equivalentes de la pesadilla. Podemos decir que la pesadilla, en cuanto al desarrollo de su componente figurativo, está más cercano al trabajo del sueño; lo que no logra figuración -ligadura, es lo que aparece como despertar angustiado, descarga de afecto. De la misma manera diremos que el insomnio da cuenta del temor que invade al neurótico, ante la posibilidad de la emergencia de mociones pulsionales prohibidas, siempre dispuestas a aprovechar el rebajamiento de la censura para lograr su cumplimiento. La culpa inconsciente es puesta de manifiesto por la sabiduría popular, al asimilar el buen dormir (el sueño del justo) a la tranquilidad de conciencia. Los sueños de angustia y los punitorios son, entonces, cumplimiento de deseo de la conciencia de culpa que reacciona, de esta manera, ante la moción pulsional reprobada. Bibliografía
Freud, Sigmund. - “La Interpretación de los Sueños” T IV y V. AE. -BA Argentina, 1979. “ “. - “El delirio y los sueños en la „Gradiva‟ de W. Jensen” T IX -AE- BA, 1979. “ “. - “Conferencias de introducción al psicoanálisis”: 5ª, 8ª, y 14ª. - T XV- AE- BA, 1978. “ “. - “Esquema del psicoanálisis” (1938) T XXIII. AE. - 1980. “ “. - “Más allá del principio de placer” (1 920). T XVIII. AE. “ “. - “Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto” (1925). T XIX. -AE. BA 1979. “ “ . - “Presentación autobiográfica” (1924). AE. T XX.
Grimal, Pierre. - “Diccionario de mitología griega y romana”. Paidos BA . Morelli, A. - “Dei e Miti, enciclopedia di mitologia universale” Fratelli Melita, Milano, Italia. -1987. destacados ―Es el cumplimiento franco de un deseo reprimido‖.
La sesión es como un sueño. . . que puede mudarse en pesadilla. … esos deseos existen en el alma en tanto ‗sofocados‘, lo que no quiere decir pasados ni aniquilados.
CO-RESPONDIENDO PARA COMUNICARSE CON LA PESTE DE TEBAS • POR FAX: 833-6113 las 24 horas • POR CORREO: Huergo 210, 9º ―A‖ (1426) Capital Una pregunta dirigida a los integrantes de la mesa redonda ―Los Analistas y el Dinero‖
Ante todo quiero felicitar al comité editor de La Peste de Tebas por comprometerse con un tema tan difícil y controvertido como es el del dinero. Antes de comenzar haré un comentario con respecto al epígrafe. El epígrafe es inquietante, porque de algún modo se entiende que todo epígrafe contiene algo de las intenciones del autor o los autores. La reflexión de Petronio -que dicho sea de paso se suicidó abriéndose las venas-: Qué pueden las leyes allí donde sólo el dinero es rey? me resulta, como psicoanalista, un tanto equivoca y más aún cuando
encuentro en las páginas del periódico, reflexiones que la contradicen, por ejemplo en los aportes que hace Alberto Loschi acerca del intercambio simbólico. Justamente el psicoanálisis, cuando funciona adecuadamente, tiende a lograr esa suerte de circulación de contenidos donde el dinero, que es el tema que hoy nos ocupa, pierde el carácter de tal y es exteriorización de contenidos pulsionales trágicoincestuosos. Precisamente Baudrillard se refiere al intercambio simbólico en lo que tiene que ver con vida y muerte, salud y enfermedad, verdad y error, etc. todo lo que alude a conceptualizaciones que separan, discriminan y dividen y donde entonces se hace necesaria la presencia de un mediador, en este caso el analista. La pregunta que quiero plantear es la siguiente: No será que los mismos analistas desde sus resistencias, su propia represión -que es decir división- y desde sus propios contenidos trágico-incestuosos determinan una conceptualización del dinero y lo consideran un símbolo en el sentido que hace de la simbolización una sustitución de una representación por otra, o de un complejo de representaciones por otro? En un sentido más radical la simbolización sería un proceso en el cual el símbolo no se liga a otra representación sino al afecto, contenido no ligado que sin él permanecería flotante. Tomado en el primer sentido de la simbolización, el dinero no se integra como actual, es decir como contenido pulsional y esto conduce a que siga siendo símbolo de otra cosa, o equivalente fálico en las palabras de A. Sorrentini, ‗un pago por la
deuda que -según entiendo expone Fidias Cesio- nunca se paga. En el segundo sentido y en la posición del intercambio simbólico el dinero sería un espacio donde vida y muerte se co -instituyen; no sería el pago por la deuda, porque deuda y don, pagar y ser pagado circulan allí donde el psicoanálisis hace aquello de lo que es magistralmente capaz: lograr una tramitación adecuada de los contenidos actuales. Muchas Gracias. Sara Hodara Comentario a la Intervención de Sara Hodara A partir de tu comentario quiero resaltar dos vertientes en las que podemos pensar el dinero. El dinero dentro de la lógica económica, lógica del falo, tiene que ver con la equivalencia, lo que puede luego dar lugar al mercado y servir para comparar precios y analistas. La equivalencia sustituye la falta y da lugar entonces a todos los juegos del mercado o del significante. Allí el dinero, como el falo, es rey porque es el que marca las equivalencias, el patrón de equivalencias. Pero en otra lógica, que no sé como denominarla, hablar de don e intercambio simbólico me es útil para dar algo de palabra a esa otra lógica, que tiene que ver con lo singular ya no con lo universal de las equivalencias. El dinero en el tratamiento me parece que se reduce si lo pensamos sólo en esa lógica de las equivalencias, que es la lógica del falo. Se puede pensar el dinero como singular?. Me interesó el don justamente por ese carácter. El don, a diferencia de la mercancía o del dinero de la economía, no tiene esa capacidad de equivalencia. El don es único, no puede sustituirse por otra cosa o equivaler a otra cosa. Qué significa esto? Lo equivalente, en tanto ocupa el lugar de la falta, mantiene la falta (la muerte) permanentemente excluida, separada, con su capacidad de generar fantasmas para seguirla conjurando. Pero por lo mismo, lo equivalente sostiene también la angustia de la falta. El don, en el intercambio simbólico, con su carácter singular, no sustituye la falta, incluye la falta (la muerte) sin equivalentes y disuelve la angustia. Esto ya no es la lógica del falo. La inclusión de la falta hace intensa a la vida. La exclusión de la falta la hace extensa. La inclusión hace a la cosa, singular y múltiple, la exclusión la hace universal y equivalente. No debe entenderse que debamos sustituir por esta otra lógica, la lógica económica. Simplemente, aunque no es tan simple, indicamos su presencia y la importancia de saber escucharla. En cuanto a los honorarios creemos que se abre otro panorama al pensarlos desde esta otra lógica. El pago de honorarios, como el don, incluye la falta. Alberto Loschi Buenos Aires, 17 de enero de 1997 De mi consideración Leí con interés el último número de la r evista dedicado al dinero y asistí también a la mesa redonda, ―Los Analistas y el dinero‖, lo que me motivó a formular algunas reflexiones que me interesó compartir con
Uds.
En primer lugar, dudo mucho que, como en algún momento se formuló en la mesa redonda, el dinero sea en la sesión un significante más. Más bien me parece un significante de capital importancia, y cuya importancia bien vale la pena descubrir e investigar, desde la clínica y hacia la teoría. Sabemos que el paciente (porque ya lo dijo el Dr. Cesio) además de hablar de dinero, nos paga o nos adeuda con dinero y que el dinero de nuestros pacientes es nuestro pan y nuestro techo, lo que le da una cualidad de real que lo diferencia de otros significantes, y despierta, por lo tanto, las máximas resistencias. Si en beneficio de la teorización descuidamos este aspecto, corremos el riesgo de prestarle al dinero aquella actitud entre desinteresada y despreciativa que se le achacaba a las pacientes histéricas respecto de sus síntomas y, por extensión, de su sexualidad. Respecto a los distintos puntos de vista sostenidos en la mesa redonda: para el Dr. de Pablo el dinero es importante por los bienes a los cuales nos brinda acceso; mientras que, para otros concurrentes, el dinero es importante por sí mismo, por el valor que su posición conlleva; creo que ambas posturas son válidas aunque tienen diferentes consecuencias clínicas y diferente fundamentación teórica. La tesis del Dr. de Pablo se lleva bien con la educación simbólica de Freud: pene – niño – heces – regalo – dinero, siendo aquí el dinero un bien que puede sustituir a otros, intercambiarse, circular, etc. Aquí el dinero tiene, entonces, una investidura libidinal, coherente con la época en que Freud formuló su educación simbólica. Permite intercambios y sustituciones, triangula las relaciones humanas, a diferencia del trueque, que lo limita, y proporciona un elemento con el cual acceder a los bienes de la sociedad y de la cultura general. Por otra parte, el dinero como importante por sí mismo, por su sola posesión, creo que nos acerca a la idea del fetiche. El dinero es el fetiche que desmiente nuestra castración y encubre las diferencias sexuales, sociales y nuestras faltas. Su carencia nos suma en un estado de dolorosa impotencia. Siguiendo con esta idea, y en relación con el artículo de la Dra. Sorrentini, no creo que el dinero sustituya la pérdida de un miembro, sino más bien intenta, según se lo mire, indemnizar satisfactoriamente la herida narcisista o encubrir ilusoriamente la falta. El dinero se convertiría, entonces, en un significante que nos asegura la posesión de un bien valioso, el dominio, el poder sobre las cosas y los hombres. Poderoso señor don Dinero, como dijera el poeta. Desde el punto de vista teórico, parece recibir aquí un predominio de investiduras pulsionales que nos sitúan más allá del principio del placer, en un territorio donde la posesión y concentración del dinero asegura el goce sobre los bienes y sobre los hombres, más al servicio de la pulsión de muerte que del intercambio libidinoso – genital. En síntesis, según el predominio libidinal o tanático con que esté investido el dinero, para cada sujeto y en cada situación, será el valor de cambio o de fetiche que éste asuma. La falta de dinero, como síntoma generalizado en el común de las gentes, coloca a los sujetos en una dolorosa situación de sometimiento e impotencia que no siempre el analista puede remontar, aún con buenas interpretaciones. Parafraseando a Freud, como antes el factor constitucional, hoy la situación social pone así un límite a nuestro empeño. Les agradezco su atención y los felicito por la calidad de la publicación. Con los mejores deseos para el año que se inicia, los saludo muy cordialmente Lic. Haydeé N. Vázquez Psicóloga
LA CRISIS DEL PSICOANALISIS Claudio Eiziric Claudio Eiziric – Rua Marquès do Pombal 783/307, 90540-001 Porto Alegre RS, Brasil. Analista didáctico de la Sociedad Psicoanalítica de Porto Alegre; Profesor del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Federal de Río Grande do Sul; Coordinador de la Casa de Delegados de la Asociación Psicoanalítica Internacional.
El desafío de la tradición tomando en consideración el abordaje hermenéutico en psicoanálisis.
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Esta es posiblemente una de las más fascinantes áreas de los actuales desafíos que enfrenta el psicoanálisis aunque no nos es posible hacer justicia a la magnitud de este debate en pocas líneas. Como Etchegoyen dice ―el problema del status epistemológico del psicoanálisis es extremadamente actual‖ (1996) ―el interrogante más quemante en nuestra disciplina‖ (1993), fue intensamente discutido en el Congreso de
San Francisco (Grosz, 1996). Tanto si el psicoanálisis pertenece al reino de las ciencias naturales, o si es una disciplina de la hermenéutica, o, si tiene, como cada ciencia, un método que es único, apropiado a sus metas (Klimovsky, 1996), es una pregunta abierta cuya respuesta nos puede enfrentar con la situación descrita por la sentencia frecuentemente citada por Bion: ―La respuesta es la miseria de la pregunta‖.
Pero, a pesar de la imposibilidad de ir más lejos en este punto, contribuciones como las planteadas por Bowlby (1981), Etchegoyen (1993, 1996), Grünbaum (1984), y Klimovsky (1994), entre otros, ilustran este debate. Este debate y el actual pluralismo de las teorías psicoanalíticas pueden ser vistos como un signo de decadencia, como la desintegración de los imperios Romano y Británico, después de una extensa expansión de sus límites. Sin embargo, esta situación provee el estimulante desafío de desarrollar y profundizar la discusión, de comparar diferentes aproximaciones, de formular más claramente sus convergencias y divergencias (Widlöcher, 1996). Dos reciente eventos que ilustran este punto fueron el simposio sobre ―Psicoanálisis como una ciencia‖, que tuvo lugar en el Freud Museum en Viena, en
Noviembre, 1996 (Rouanet, 1996) y la discusión sobre investigación psicoanalítica entre Green y Wallerstein (1996). En ambos la cuestión principal fue el status epistemológico del psicoanálisis, y, como consecuencia, que clase de investigación (si alguna) puede devenir de la misma. Después de seguir los argumentos presentados por Green y Wallerstein que resumen un esfuerzo de toda la vida para conceptualizar y formular dos diferentes posiciones con respecto a la investigación empírica, mi propia conclusión es que nosotros no debemos elegir la una ni la otra. Más bien tenemos que desarrollar las dos, reforzarlas e investir fuertemente hacia su crecimiento. Otro notable logro fue la manera elegida p or el Inter-national Journal para celebrar su 75 aniversario, después de lo cual Tuckett (1995) sugirió el desafío para los próximos 25 años para construir ―una disciplina que no descanse en autoridad sino en una cuya
confianza esté basada en lo que estemos mayormente en un acuerdo, en lo que hemos aprendido realmente o todavía necesitamos aprender‖ (1995). En este campo lo que puede emerger es el cuadro de una
disciplina viva, completamente comprometida a la reflexión de su propia naturaleza y estructura. Ataques al psicoanálisis como una profesión y disciplina elitista. Los ataques públicos al psicoanálisis han estado desafiando a las sociedades psicoanalíticas en muchos países, conduciendo a un creciente conocimiento del aislamiento de nuestras instituciones dentro del medio social, intelectual y científico, como Kernberg (1996) y Sanville (1996) recientemente han señalado. Mientras una primera generación de pioneros estableció nuestra disciplina en muchos países por medio de conferencias, información y participación en la vida de elites culturales, lo que observamos ahora es una vuelta hacia adentro y una falta de aportes sistemáticos en el medio socio-cultural y científico. Para contrarrestar esa tendencia se puede observar que se han realizado esfuerzos en lugares como Michigan, Santiago, Buenos Aires, y Sao Paulo, entre otros (Margolis, 1996; Jimenez, 1996; Nosek, 1996). En los medios universitarios donde el pensamiento psicoanalítico continua creciendo, sobre todo en las de humanidades en general, frecuentemente este interés ha sido fomentado por académicos desconectados de la comunidad psicoanalítica propiamente dicha, o por el movimiento lacaniano, presentado como una alternativa al pensamiento psicoanalítico tradicional, como lo observó Kernberg (1996). En un intento de identificar quien habla de psicoanálisis en la prensa revisé las secciones culturales de dos de los mas importantes diarios brasileños en un período de seis meses. En uno de ellos el 50% de todos los artículos estaban escritos por periodistas estudiantes de filosofía; 40% por miembros de las sociedades lacanianas y el 10% por miembros de las sociedades de La Asociación Psicoanalítica Internacional. En el otro, 50% de los artículos fueron escritos por antiguos miembros de A. P. I. , generalmente con alusiones irónicas hacia el psicoanálisis institucionalizado; 40% por lacanianos y 10% por periodistas. A pesar de las numerosas temas discutidos, la conclusión general, al menos en esta muestra, es que el psicoanálisis es presentado, discutido y entendido por el público general, como algo producido fuera de los límites de A. P. I.
Esto nos lleva al difícil problema de la difusión del psicoanálisis y sus peligros. Ahumada (1996) expresa un abierto escepticismo, considerando que el peligro real descansa en la banalización producida por el camino de una apropiación mimética de los conceptos psicoanalíticos o sus versiones académicas. La misma discusión aparece en Figueira (1994), que sugiere que nosotros debemos darnos cuentas de que estamos siempre listos para aplicar psicoanálisis a cada cosa que vemos y cuan poco estamos dispuestos a aplicarlo a nosotros mismos. También trata de demostrar que, por debajo del ―terreno común‖ compartido
por diferentes tipos de psicoanálisis, hay una base común, que muchas veces es discutida: el hecho de que cada psicoanálisis tiene el potencial de volverse una ―Weltanschaung‖. Etchegoyen (1993) abordando los
muchos problemas de la sociedad contemporánea sostiene que es absolutamente necesario para el psicoanálisis hacer oír su voz, pero para ello lo más importante es el refuerzo de nuestra identidad teórica y profesional. Kernberg (1996) también enfatiza la necesidad de ocuparnos de llegar con el psicoanálisis al medio social, cultural y científico. De todas maneras, en la situación actual nosotros debemos enfrentar la realidad de un cierto aislamiento social, a pesar de las acciones en lo contrario. Un desafío es el de ponernos de acuerdo en lo que es la mejor manera de reaccionar, tanto internamente como externamente a este estado de cosas. Como un todo las instituciones psicoanalíticas parecen reaccionar a los ataques externos muy cuidadosamente, el supuesto dominante es el de que una acción abierta sólo podría traer problemas y que la externa-lización de los asuntos polémicos podría dañar la imagen pública del psicoanálisis. Conectado a esto está el desafío que nos presenta el complejo problema de las luchas dentro de las organizaciones psicoanalíticas, entre otros aspectos de la cultura del psicoanálisis y que sería importante investigar desde sus raíces dado el enorme monto de energía que se gasta en esas numerosas e interminables disputas. Otro campo que debería ser más desarrollado es la aplicación de la teoría psicoanalítica a otros tratamientos, en el sentido de un ―nuevo comienzo‖ de nuestra estrecha relación con la psiquiatría y las
psicoterapias del pasado. Pero donde debemos poner el mayor esfuerzo es en la aplicación del psicoanálisis para la comprensión y mas efectiva intervención en los problemas sociales relevantes, como lo son la violencia, la pobreza y la discriminación contra minorías específicas. El movimiento que nos aleja de las preocupaciones subjetivistas y existenciales y el foco en una relación con una realidad colectivista y pragmática. El cambio de interés en la cultura actual fue bien descrito por Van der Leeuw (1980), Kernberg (1989) y Ahumada(1996). Baladier (1995) habla acerca del ―super modernismo‖, una era de simultaneidad, una
cultura de la imagen y del inmediato cumplimiento de ideas, deseos y propósitos. En esta cultura la relación privada entre dos personas, que caracteriza la situación analítica, puede ser experimentada como ―unheimlich‖, dice Van der Leeuw, preguntándose si el tratamiento psicoanalítico es todavía j ustificable
en nuestra cambiante sociedad. Desde el punto de vista de Ahumada, pensando sobre el ocuparse de si mismo y de la recuperación de la identidad individual -dos instrumentos y objetivos del psicoanálisis pueden volverlo en una e specie de ―enemigo del pueblo‖. Más aún, cuando las drogas, las terapias br eves y los tratamientos alternativos son intensamente ofrecidos e idealizados, el psicoanálisis puede parecer fuera de moda. En un sentido más amplio, de todas maneras, puede ser que el psicoanálisis como un sistema de pensamiento se vuelva irrelevante o incompatible con las actuales necesidades de nuestra cultura? No podemos dar respuestas rápidas, tampoco nuestro forma de operar sigue el ―motto: cito, tuto, jucunde‖. Las tentaciones aquí son buscar una rápida y ansiosa adaptación a nuestra cultura práctica o a embarcarnos ―en una actitud apocalíptica o melancólica, como puede ser el caso en cada campo de la cultura cuando avanzamos hacia el mito del fin de la centuria. ‖ Pereda et. al. , (1996).
Un tercer camino, tan sólo como un ejemplo de los muchos esfuerzos que necesitan un continuo soporte y difusión, está constituido por los estudios actualmente llevados a cabo sobre diferentes modelos de formación psicoa-nalítica (Szecsödy et. al. , (1996). Si observamos más cuidadosamente comenzaremos a discernir un creciente malestar en el presente estado de cosas de nuestra cultura. Por ejemplo una reciente tapa de ―Time‖ alerta contra ―las nuevas guerras‖, y dice: ―Imprimir! Cable! Internet! Estamos siendo bombardeados por información, chismes y comentarios
como nunca antes. Más noticias son buenas noticias? Que puede pasar cuando toda esta excitación y búsqueda por más y más realidades virtuales o por la ilusión de cultura de masa llegue al final del arco iris? Ciertamente el psicoanálisis tendrá algo que decir sobre el futuro de tantas ilusiones. El psicoanálisis puede ser usado como una herramienta efectiva para la comprensión y la crítica de la superficialidad y convencionalidad del presente. Tendríamos que buscar una presencia más efectiva en el medio cultural y nuestra voz debería ser oída más allá de nuestros muros. Al mismo tiempo debemos aumentar nuestra