TRADICION APOSTOLICA
La Tradición Apostólica o Sagrada Tradición (del latín traditio , entregar, de tradere) es, según la definición de la Iglesia Católica, la Palabra revelada por Diosque Diosque ella transmite. Esa transmisión del mensaje de Cristo fue llevada a cabo, desde los comienzos del cristianismo, por la predicación, el testimonio, las instituciones, el culto . Los apóstoles transmitieron a sus sucesores, los obispos y, a través de éstos, a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos todo lo que habían recibido de Cristo y aprendido del Espíritu Santo. Santo .1 La Tradición Cristiana se compone de todas las verdades reveladas por Dios que no están incluidas en la Sagrada Escritura (Biblia) y declaradas por el Magisterio de la Iglesia como tales. Existen los Santos Padres de la Iglesia (entre siglos 3 y 7), como San Agustín de Hipona, y los Teológos(posteriores a la era Patrística), como Santo Tomás de Aquino. La Tradición Apostólica se realiza de dos modos: con la transmisión viva, por las generaciones de fieles, de la Palabra de Dios (también llamada simplemente Tradición); y con la Sagrada Escritura, que es el mismo anuncio de la salvación puesto por escrito. escrito.2 Ambas conjuntamente se denominan el depósito de la fe la fe .
La tradición en sentido cultural La palabra tradición (derivada etimológicamente del verbo latino tradere , entregar) se usa para designar el hecho de la transmisión histórica de doctrinas, instituciones, usos o costumbres (tradición en sentido activo), o también las mismas doctrinas o instituciones que han sido transmitidas (tradición en sentido pasivo). La tradición —entendida en toda su amplitud, es decir, referida a la transmisión de usos o doctrinas de cualquier orden — es un hecho humano universal, por cuanto está ligado a algunas de las características fundamentales del hombre: su sociabilidad, su historicidad, su educabilidad, etc. Desde esta perspectiva amplia, la tradición puede ser definida como el transmitirse del acervo cultural de un pueblo, de una civilización, etc., en virtud del cual el pasado revierte sobre el presente vivificándolo y siendo continuado por él. La positividad de la tradición es clara: el progreso humano, la civilización y la ciencia serían imposibles sin ese transmitirse los conocimientos y las actitudes de generación en generación. Es innegable, sin embargo, que, como todo lo humano, está expuesta a riesgos y deformaciones, ya que, de una parte, pueden ser transmitidos no sólo verdades y valores, sino también errores y deformaciones, y, de otra, la viva
transmisión de un patrimonio cultural puede degenerar en rutina, cerrazón ante la creatividad, apego a lo antiguo por lo antiguo, etc. Todo ello, sin embargo, no autoriza una actitud negativa frente a la tradición, y mucho menos a identificarla con añoranza de lo pasado, oponiéndola, por tanto, al progreso. La polémica contra la tradición llevada a cabo por los pensado resilustrados estaba basada en su pretensión ingenua de reconstruir la entera cultura humana partiendo desde cero; el Romanticismo y los movimientos intelectuales e históricos posteriores pusieron de manifiesto la unilateralidad, más aún, la imposibilidad de una tal pretensión: el hombre puede proceder sólo basándose sobre su pasado. Progreso y tradición no son realidades contrapuestas, sino íntimamente vinculadas entre sí.
La Tradición en su sentido teológico Esa consecuencia de la historicidad humana que es la tradición ha sido asumida por Dios al revelarse. «Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente» (Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium , 9). La Revelación, hecha por Dios en un momento concreto de la historia, debía, según la disposición divina, transmitirse de generación en generación, y para eso quiso Dios mismo disponer de un pueblo que realizara esa transmisión: Israel en el Antiguo Testamento; la Iglesia en elNuevo. Conviene subrayar que, en este caso, aunque encontramos analogías con el fenómeno general humano de la tradición, hay diferencias netas: en primer lugar, porque lo que se transmite no es una simple adquisición humana, sino las verdades y la vida divina comunicadas por Dios; en segundo lugar, porque la transmisión misma no es un acontecimiento meramente humano, sino algo que se realiza bajo una peculiar asistencia divina, que libró a Israel y, de modo especialísimo, libra a la Iglesia de caer en esas deficiencias que antes mencionábamos al hablar de la tradición como hecho humano general. La Iglesia es indefectible: Dios puede permitir —y permite de hecho— que el cristiano singular caiga en el error o en el pecado; pero no permite que la Iglesia pierda la doctrina por Él revelada ni los medios de santificación por Él instituidos, sino que actúa constantemente en ella dándole vida y haciéndole trascender las limitaciones del espacio y del tiempo. Resumiendo lo dicho, podemos definir la Tradición, en sentido teológico, como la transmisión por parte de la Iglesia viva de la entera realidad cristiana. Atendiendo al contenido, la Tradición se divide en dogmática, si tiene por objeto las verdades y las normas sobre las que se funda y por las que se rige el vivir cristiano, y ritual, si versa sobre los ritos y usos propios del culto cristiano. En sentido amplio, por Tradición se entiende la transmisión del mensaje cristiano sea cual sea el medio o vía a
través del cual eso se realiza: predicación oral, conservación e interpretación de la Sagrada Escritura, liturgia, etc.; en sentido restringido se entiende por Tradición la transmisión de la palabra revelada por medio de la predicación oral y la fe de la Iglesia, contra distinguiéndola así de la Sagrada Escritura, a fin de poner de manifiesto cómo ha querido Dios que se estructurara de hecho la transmisión de la verdad revelada. La Tradición en sentido restringido suele dividirse, y precisamente por su relación a la Sagrada Escritura, en constitutiva, si lo que ella transmite no se halla en modo alguno en la Sagrada Escritura; inhesiva, si, por el contrario, la doctrina transmitida está contenida también explícitamente en los libros sagrados; interpretativa, si declara, explica o interpreta lo que, germinalmente, está contenido en la Biblia. Todas las divisiones anteriores se refieren a la Tradición como transmisión de la palabra revelada por Dios y comunicada a la Iglesia por el testimonio apostólico, es decir, lo que suele llamarse Tradición divino-apostólica o Tradición propiamente dicha. Frente a ella cabe hablar de una tradición eclesiástica, para referirse a la transmisión de usos, devociones, etc., surgidas después de la era apostólica. Como es obvio, esta última tiene una autoridad menor que la Tradición divino-apostólica; no debe, sin embargo, ser identificada con una tradición meramente humana: la Iglesia —no lo olvidemos — está asistida por el Espíritu Santo. Por lo demás, no siempre es fácil determinar cuándo estamos ante una Tradición meramente eclesiástica: en muchas ocasiones lo que a primera vista puede parecer tal, es en realidad la declaración o explicitación de una realidad de origen apostólico, y entra, por tanto, en el ámbito de la Tradición en sentido propio. Definida así la Tradición, en lo que sigue analizaremos lo que al respecto nos dicen el propio Cristo y los Apóstoles y lo que luego ha enseñado la Iglesia, a fin de determinar con más detalle su realidad y naturaleza, para concluir con un estudio de los criterios que permiten discernirla.
TRADICION YAVISTA
La Tradición yahvista, de acuerdo a la Hipótesis documentaria, es una de las cuatro fuentes principales a partir de las cuales se escribieron los libros del Tanaj (para los judíos) o Antiguo Testamento (para los cristianos), datada entre los siglos X a. C. y IX a. C. Es la fuente más antigua, y sus relatos representan la mitad del Génesis y la primera mitad del Éxodo, además de fragmentos de Números.
Se denomina yahvista (abreviada Y) porque sus autores suelen designar a Dios con el nombre Yahvé (o más bien YHWH); suelen describir a Dios con reacciones y actitudes humanas, como un Dios familiar y cercano, y tienen un interés especial en el territorio del Reino de Judá y en personas relacionadas con su historia. Redactada ca. 950 a. C., fue más tarde incorporada a la Torá (ca. 400 a. C.)1 TRADICION ELOHISTA
La Tradición elohista es, de acuerdo con la Hipótesis documentaria, una de las cuatro fuentes a partir de las cuales se escribieron los libros del Tanaj (para los judíos) o Antiguo Testamento(según los cristianos). Se data hacia el siglo IX a. C. Se denomina elohista (abreviada E) porque sus redactores suelen denominar a Dios con el nombre de Elohim. Presenta a un Dios poderoso, menos antropomórfico que el YHWH de la anterior Tradición yahvista, la fuente ("J"). Desde finales del siglo XIX, se ha argumentado que la Tradición elohista fue redactada en el norte de Israel (Efraín) ca. 850 a. C., y junto con la Tradición yavista conformó la JE ca. 750 a. C., finalmente incorporadas en la Torá ca. 400 a. C. La Tradición elohista promueve más a Israel que a Judá, y más a los sacerdotes Levitas que a los sacerdotes Aaronitas de Judá. Incluye a Abraham y la misión de sacrificar a Isaac, a Moisés y las plagas de Egipto, a Aarón y el becerro de oro, el Pacto de la Alianza, y a José como un intérprete de sueños. Reconstrucciones recientes sugieren que la Tradición elohista pudo haber sido escrita antes de la Tradición yavista, o bien dejar de lado por completo la Tradición elohista, proponiendo una secuencia de DJP, escrita desde el reinado de Josías en post-exilio .1