sara cosecho. cosecha del maíz
llokje runa
XXX El levante del maíz se había generalizado ya en todas partes, seco el maíz en los tendales. Y la amenaza de nuevas lluvias, apremiaba a hacerlo cuanto antes; era bastante recordado el estrago de otros años, cuando furiosos aguaceros vinieron a empapar los tendales; cuántas cantidades no se habían perdido. En toda la campiña, estos montoncitos de cjello-morocho y paracjay, paro y moro, negro y chullpi, dejarían ya de rebrillar al sol quemante de todos los días y de dormir cubiertos por el común poncho ponc ho obscuro del cielo gélido. Aquí, un tendalito tendalito minúsculo, minúsculo, en una esquina de la chacra poblada aun de toroscos secos, con una cho la de centro de bayeta bayeta color chillón, rodeada de sus sucios críos, escogiendo a la llijlla que se echaba a hombro el marido para vaciarla en el cahuitu mugroso. Allá un amplio tendal, como con parchaduras cuadradas de maíz de todo color, blanco y amarillo, cenizo y rojo, en torno al que se agitaban indios silenciosos o
charladores, extendiendo llijilas y paciencia, para irse luego sucediendo en el recorrido de un trozo de chacra, hasta los pies pie s de la escalera apoyada apoyada a dos manos al lo
de la marca. Acullá, perdida entre las deformidades del terreno lleno de ondas, una casita de derecha gura,
cerca de la cual un tendalito tenda lito regular mostrábase nítido; níti do; a su lado grupo alegre con algún instrumento musical, libaciones; ttincas ceremoniosas, augurios buenos. Por otro lado, algarabía, retumbante retumban te festejo de la colocaci colocación ón del milagroso milagroso tacje, en medio me dio de la propia marca. O, sino sendas cargas enladas en angostos caminitos, al ritmo
del caminar de los resignados caballejos pujadores. El levante del maíz llenaba el campo; pronto todo quedaría desierto... Nada más ya había ahora; tendales que se iban vaciando en medio de la actividad general y chacras chacras puntuadas a lo lejos por los ganados ganados que una vez concluida la cosecha fueron arreados a las chaladas. También en Mosojpampa, Mosojpampa, sólo faltaba levantar levant ar el maíz. maí z. A todos los canchones había penetrado penetrado el ganado a chalear; después de la cosecha quedaban de hecho, como siempre, los cercos inútiles, suprimidos en cierto modo como delimitadores de la propiedad propieda d de cada uno, todo es común para el ganado de todos; es costumbre de hace mucho, una vez levantada sobre los árboles la chala necesaria para alimentar los bueyes de las yuntas en el tiempo tie mpo de la siembra, en el que no se encuentra ni brizna de pasto, el ganado entra a las chacras a devastar el último yerbajo y a no dejar un solo torosco en pie;
el ganado de todos a las chacras de todos; sólo son respetados, a fuerza de espantarlos, los lo s tendales, a los que sin embargo emba rgo no dejan de asolar a veces veces hordas de cabras ca bras y carneros o una que otra vaca rolliza. Y aquí era igual que en cualquier cualquier otra otra parte; levantada la chala, colocada coloca da sobre seguro, entre los dedos nudosos de pisonaes y lisos de capulís, el ganado poblaba las chacras. Al igual que los otros, otros, pues, debían levantar el maíz en Mosojpampa, y esto lo hacían en la medida de su alcance, Huarcayay el Nicolás, Ni colás, poco a poco, con paciencia pacienci a y espíritu de distracción en medio de la sonomía aplastante de
cuanto les rodeaba. Como el tendal no era muy grande, decidieron irlo vaciando paulatinamente, hoy harían un poco, mañana otro tanto; sólo eran el Nicolás, el Adriancha y él. Luciano se ubicó en el tendal a llenar las llijllas llijllas que eran eran trasportadas por los dos muchachos, trabajo dicultoso por cuanto cada cual tenía que trepar
penosamente por la sumaria escalerita, demorándose por lo tanto; por eso, con el n de acelerar, acelerar, dispusieron dispu sieron
que mejor uno de ellos se posesionara en la marca a recibir no más el maíz maí z llevado por el otro. otro. Y nalmente,
al ver que tampoco les daba resultados positivos, Huarcaya abandonó el tendal para ubicarse en la marca y recibir desde allí las llijllas llenadas por cada uno de los mismos muchachos. En esa forma el trabajo se avanzó un poco más, sendas porciones vaciáronse en la marca. En estas estaban cuando el Eusebiucha, ecjo cara sucia, huijsasapa graciosísimo, quiso también acarrear maíz; su ocurrencia no pudo haber sido más desternilladora;
con gran regocijo, admitieron el concurso del nuevo ayudante, con el consiguiente contento de su madre que reía a más no poder. Iba y venía el chiquitín, ya regresando a la carrera con una llijlla viejísima, puesta sobre su cabecita y arrastrándola por el suelo, o ya pujante, agitado, con ella al hombro, con la enorme cantidad de media docena de mazorcas, a alcanzar a Luciano el manojo de las múltiples puntas de la llijlla repleta de desgarraduras, mirándolo apremiante: —Papay —¡Cusa, Osibiucha; cusa, jarisu!... Reía Huaycaya y levantaba la llijlla ngiendo mucho
esfuerzo, entre pujos. Y eso era hacerle hacerle su felicidad. Le arrojaba su llijlla en la cabeza y el cholito, con las manos encima de ella, volvía corriendo a tendal. Sudoroso, cansado, tornaba trayendo su nueva porción de mazorcas. Y concluyó por negarse a entregársela murmurando en tono de reproche: —Tú no poides. Y era de verlo, verlo, encaramándose a la escalera, aferrado con una sola manecita; se tambaleaba, vacilaba vencido por su carga, terminando termin ando por elevar una mirada implorante a Luciano; él se la recibía con los mismos ademanes anteriores y el Osebiucha Osebi ucha bajaba bajaba y se iba contento. contento. Con
Entonces, una violenta crispatura de sus nervios nervios la hizo cogerla con con violencia violenc ia y tratar de arrastrarla al matorral; pero la india parecía pa recía enclavada por los pies en el camino. cami no. —Entonces, si nu queres a boinas, a al ferza pes; vamos aquisito nu más —Nu..., nu ; así nu me vasa poderme nonca; nu... A boinas nu más si queres...; mi voluntar espera...; a la ferza nu... —Vámos pes, entonce…. Pero ella volvió volvió a quedarse parada y dijo pensativa: pensa tiva: —Mánan; nu poido... La rabia demudó a Luciano, le hacía hacía odiarla, violentarse contra ella con ansia de aullar aull ar,, de insultar insulta r, de maltratarla. Y vociferó: vociferó: —¡Claro; cun el que queres nu poides! cun el que nu queres sí, más m ás que sea en medio camino te dejas nu más agarrar! ¡Fregaté, pes! ¡Fregaté! ¡Ve ¡Ve pariendo su hijos hi jos de lu que te brincan en camino, a la ferza! ¡Anda, caraju, párelo su hijo de cachacos! ¿un ves que soy tu cojudo pa’que me -engañas?....; ahura, mañana, carajo; boibas, eh?... Desagradecida, purque ti veo con cariño, con respito... Y esas frases fueron la destrucción más cruenta de la misma vida de la pobre cholita, el aguacero más inhumano matando acaso, la única lumbre que
alumbraba su joven vida. Todo Todo habría habría en efecto esperado la Saturna de él, menos menos verse verse tan brutalmente brutalmente injuriada, tan inclementemen inclementemente te herida. Y ella que lo creía el único que la pensaba inocente en su desgracia. La pobre, agobiada, se quedó muda por un instante. Y lo que sus labios modularon después, ya no eran palabras sino gemidos. —En mi desgracia pes, me socedería eso tamien....; acaso por mi voluntar; ¡jaca maldito, cúmo nu lo carga su trampa!...; a la ferza pes mi ha abosado, esperándome en camino... Y se echó a llorar llorar.. Sus lágrimas aplacaron la agresividad de bestia, que envenenaba el alma del muchacho. Jugo de ternura refrescó su alma, al mismo tiempo que la vergüenza de su propia actitud le l e rebeló contra la oculta, alimaña que le hiciera obrar tan nauseabundamente. La envolvió de nuevo entre sus brazos, le susurró dulces frases de consuelo, de arrepentimiento, de desagravio. La llaga en el alma de la india era sin embargo grande y nada la curaría fácilmente. Mucho rato permanecieron así; y al nal, esa alma arisca y dócil, tierna y juvenil de paloma
silvestre, creyó en su sinceridad. La besó otra vez con largueza. Y ella, cual si pensara en no dejarle el menor rastro de su resentimiento, lo miró con gesto tranquilo y se fue. Y desde el camino le gritó risueña:
—Ahura sí, ya te fregaste Luciacu ahura voya avisar…. Luciano Huarcaya, no obstante la paz que a su alma había vuelto, subió de nuevo ese caminito, agachado, rencoroso consigo mismo, carne vencida por esta naturaleza enervante y ardorosa, prolíca y fecunda;
carne, carne carne no más, palpitadora palpit adora de deseo.
XXXI ¡Esa escurridiza escurridiza cjalayhua de la sexualidad envenenada; ligera, atisbadora, horrible! ¡Esta sexualidad serrana, violenta, impetuosa y voraz, voraz, estiraba estiraba su largo largo escamoso cuerpo de lagartija dentro de las cuencas ófricas de su siquis y se deslizaba deslizaba a su vida exterior, exterior, a erguir su monda mo nda cabeza acechante, cuando la superchería de los rayos rojizos de un incentivo descubrían su or falsa, bella y
sucia, en su cráneo….! Impotencia desgarradora, debilidad espantosa, la de la vida consciente, cuando el espumarajo venenoso venenoso de la sexualidad desenfrenada, se desborda de los forzados cauces en que la ignorancia y el ocultismo ocultismo han hundido los nes y atributos sagrados de una función que la
naturaleza nos deparó, desquiciada desquicia da ycorrompida por una sociedad mentirosa y cruel, hipócrita e irresponsable, que ha convertido el sexo en un tabú y de la función sexual generadora de la vida ha hecho una vergüenza. Desgraciado destino el de la juventud, cuando con su
impetuosidad y apasionamiento, logra romper la burda cadena de prejuicios y prohibiciones, para precipitarse en la erizada pendiente de la libertad ignorada del que tuvo sólo una venda muda sobre los ojos y no la visión plena, el conocimiento cabal de su misión biológica sobre la tierra. La espera era para Luciano, la dilatación más insufrible de los instantes; instantes; sus ojos ya ya no estaban sino nostálgicos, oscilando sobre el pedazo de cerco, a donde por horas esperó en vano, ver asomar la mancha blanca de un sombrero. Y no hay excitante más violento que la inacabable espera sobre la sansa ardentísima del recuerdo de los episodios idos. Debía bajar bajar al pueblo y el caballo cabal lo le esperaba ensillado en el patiecito. Cansado de tanta espera inútil se dispuso a irse. Montó y salió del canchón con dirección al caminito camin ito que bordeaba las chacras de la colina del frente. Una vez vez en el camino su febrilida fe brilidad d ya se había disipado; él mismo no se habría h abría reconocido en el que era rato antes. Recorría la huella por el canto de abajo de la chacra; en vano vio subir una mujer por el camino de la parte alta, la miró distraídamente y cierta nerviosidad lo envolvió en el acto. acto. Era la Satucha. Satuc ha. Espoleó Espoleó al animal y cruzó por media colina hasta ponérsele delante. —Satucha... Ella pareció ofuscarse; guardó silencio. Sus ojos iban del suelo a él y de él al suelo.
—¿Ande’stás yendo? -le preguntó, por n deseosa de
decir algo. Luciano no le contestó, la miraba embelesado. Ese sentimiento sentimi ento anterior había desaparecido en él y se puso a caminar junto jun to a ella. Anduvieron Anduvieron buen trecho, trecho, silenciosos, recatados, recatados, cual si por primera vez se hallaran juntos; pero la conanza
tomó a ellos breves momentos después. Conversaban entre sonrisas; a veces Luciano le hacía una broma y ella se volvía airada, en gracioso giro simulando ofenderse. Estaba hermosa, sus mejillas pintadas de granate, sus ojos afelpados, su talle en suave vaivén del andar. Un puro sentimiento de ternura no más embargaba al muchacho, sentía amarla como en los primeros días. Después, el recuerdo. Recordaba todo; todo; recuerdos: dulces dul ces y cruentos. cruentos. Habían subido ya gran trecho de camino. camino. Verla Verla así, graciosa, sofocada, alegre, era para recordar. recordar. Y sin saber por qué, alguna sacudida de desilusión, mezcla confusa de ternura y agresividad. Una idea se apoderó de su mente, no salía de allí, apretada como una garrapata: “¿Y otros disfrutarían de ella? ¿Otros como ese de la carretera? ¿Y no será mía?...” idea rencorosa, despechada. Aumentado a esa idea, verle las lustrosas pantorrillas, el talle cimbreante. Todo fué una sola sensación. Miró en derredor, iban por uno de esos típicos caminitos, zanja y bóveda de charamusca y árboles, a los lados tupidos montes de
chilca en los que quedaban claros cubiertos de hojas caídas. Miró atrás y adelante, nadie había en el camino; sólo la Satucha, Satucha, a cuatro pasos de él. Súbitamente Súbitam ente saltó del caballo, avanzó sigilosamente sigilosamente por detrás de ella y la abrazó, férvido. fér vido. —Satucha…. Ahura pes... Ella se dió cuenta inmediatamente y se puso a la defensiva. —Nu..., nu...; mánan... Luciano Huarcaya pugnó buen rato por anularle los movimientos; trataba de cogerle las manos pero ella se le escurría, si intentaba intentaba acercársele se alejaba. alejaba. Hasta que nalmente aguijoneado por esa locura que se debatía
dentro de él, se arrojó sobre la chola, la levantó en vilo, asida por la cintura y se internó con ella, a trancos, dentro de los montes de chilcas. La Saturnina resistía, pataleaba pataleaba y trataba de apartarlo con las manos, desasirse desas irse de sus brazos; pero cuando la dejó caer de espaldas en el claro, parecía que la renunciación la hubiera hecho suya. Se quedó quieta, rígida se diría, estática y sólo sus ojos jaban en el hombre una mirada de estupefacción
y abandono. abandono. Detrás del monte, una acequia gargarizaba entre las piedras, deslizándose por debajo de unos cercos; un pichincho hinchaba sus plumitas en la punta de una rama seca y sembraba su alegre gorjeo; a lo lejos, balidos
de ovejas, ovejas, gritos de cholitas pastoras; pastoras; encima de ellos, el susurro leve de hojas sacudidas sacud idas por el viento. Y vivieron. vivieron.
XXXII ¡Ha muerto la cosecha!... Se ha muerto nuestra alegría, nuestro jubileo, nuestra felicidad... Vino como muchos años, alegre e inquieta, a jugar, cantar y bailar entre sus cholos, en sus almas, como la buena pashña amante, a alegrarles por poco tiempo y partir, irse, dejándolo todo nublado con su ausencia triste. Ahora sólo quedaba el silencio en la campiña; hondo sentimiento sentimi ento de desolación de ver allí donde donde se embotaba la mies madura con sus parhuas cobrizas vibrando al aire, solo la tierra seca, rajada por el sol, regada de pedazos resecos de toroscos y chala; allí donde la exuberancia llenaba los cercos, sólo pencas, y cabuyas, entremezclados con enramados quebradizos. Era todo como la imagen escueta, árida y hosca de esta nuestra vida serrana. Vida de indios, de mestizos, hundida en miseria, miseria , ignorancia ignoranci a y abandono; vida amarga e infeliz de hijos del pue pueblo, blo, bestias bestia s de carga, productores incansables, incansables, sostenes de una economía nacional, sin otra compensación compensación que la del olvido; vida monótona y pobre
de serranos que olemos a chivo y llama, para quienes es premio de esfuerzos el desprecio; vida de hombres que también tenemos aspiraciones e ideales, pero sólo para verlos verlos quemarse y morir de renunciación, en medio de mustio abandono abando no y aislamiento. aislami ento. Somos un pueblo olvidado, desgraciado; la gran mayoría campesina y mesocrática, indios y mistis, extranjeros en nuestra propia tierra, nada más que carne de explotación de quienes edicaron un país sobre el sacricio sacrici o mayoritario de los verdaderos peruanos y para el sólo benecio de escasas minorías extranjerizantes.
Producimos la riqueza nacional, sostenemos un Estado que no es el nuestro, pero morimos de inanición, succionadas nuestras energías para un centralismo absorbente. En verdad verdad sólo somos un pueblo sojuzgado, sometido al dominio de los que no sienten nuestras palpitaciones, de los que disputaron el poder a los realistas españoles, e spañoles, para uncirlo como vergonzoso vergonzoso yugo a nuestras frentes, cual si fuera el patrimonio patrimonio hereditario suyo o instrumento de dominación dominació n y predominio. Contemplamos desde hace ciento cuarenta años, encajonados dentro de nuestros Andes, la sangrienta mascarada de los traidores de los ideales de un Bolívar y los sueños de San Martín. Contemplamos, Contemplamos, mordidos mordidos por la impotencia, nuestro país tal como es. Muchas hermanas, después de sacricada lucha de independencia, se unieron y unicaron su economía,
para labrarse la felicidad felicidad común. Una de ellas tiene desde
entonces la plata. Todas trabajan; unas cogen el arado o perforan la mina, otras pastan los rebaños o trabajan en la fábrica. fábrica. Pero la hermana mayor con el dinero, fruto del sudor y esfuerzo de todas, en sus manos, se creyó con el exclusivo derecho de disponer de él; se dio a una vida de disipació disipación n y de lujo; ella ella se dijo: “Y “ Yo soy quien quien represento la familia ante los extraños; debo presentarme mejor”. Y para para ella ella fuero fueron n los vesti vestidos dos de seda seda y terci terciope opelo lo,, para para ella joyas, perfume perfumess y diversiones; diversiones; se pasea en automóvil, ostenta vanidades, vanidades, se embellece; esta es Lima, la Capital, a la que se pretende creer todo el Perú. Sólo más tarde, a gritos y exigencias, algunas de las hermanas también recibieron algo y se quedaron tranquilas; estos son algunos departamentos. Y la hermana mayor, ocupa a en llamar la atención de los extraños y embellecerse, olvidóse, en vil gesto, gesto, denitivamente de las demás, que
siguen junto al arado o tras los rebaños, dentro de las minas o en la fábrica, trabajando siempre, laborando incansables, cubriendo cubriendo sus magros cuerpos con harapos y remiend remiendos os.. Lima se llena llena de monument monumentos os y av avenidas, enidas, de parques y edicios, se hacen “importantes obras de
embellecimiento”, mientras que en otras provincias, los peruanos no tenemos derecho a un hospital, no tenemos agua por falta de dinero para dotarla, los los techos de nuestras escuelas se caen, sufrimos su frimos aislamiento cuando un camino se derrumba o el río se ha llevado un puente. ¡Yacemos abandonados, miserables, relegados! Por eso renegamos de la centralización, queremos nuestros nuest ros derechos. derechos. Somos también peruanos, producimos la riqueza. Y día llegará en que si no puede la razón, tenga la fuerza que imponer
nuestras reivindicaciones, cuando los cholos, los serranos que olemos a chivo y llama, levantemos en último caso el estandarte de la insurrección armada de los hijos del pueblo engrietados entre las tres cordilleras andinas. E impondremos la descentralización; pero no con el estrecho criterio de quienes pretenden hacerla mediante la separación de los departamentos por los límites de su actual división política, sin detenerse en mirar que si bien unos tendrían sucientes medios de subsistencia,
los otros desfallecerían; sino por medio de una nueva demarcación demarcación cientíca, cientíca, hecha hecha con con criterio económico, económico, de
tal suerte suerte que cada zona pueda labrar labrar su propio bienestar bienestar y felicid felicidad, ad, con con sus propi propios os medios medios y esfuerz esfuerzos os.. Hasta mientras, los cholos, los serranos, seguiremos pegados a los pocos retazos de tierra, sin otra esperanza que los aguaceros, ni más fe que en el benéco Inti.
Esperando nuestra nue stra cosecha para alegrarnos y vivir y una vez que se vaya vaya entristecernos entristecernos y esperar. esperar. ... Por eso, ahora que el sara-cosecho se iba, para nosotros la tristeza era real y la pena agarrotante. Verla irse... y quedar ensartados por la incertidumbre incerti dumbre de si al otro año vendría vendría también pródiga pródiga y lozana, lozana, o mezquina y hecha hecha espectro por la sequía... ¡Ha muerto la cosecha!.... Honda pena no más nos quedaba. Una semana pasó desde el último ú ltimo encuentro encuentro de Huarcaya Huarcaya y la Satucha.
Secos y áridos los paisajes, paisaj es, seco y árido el panorama. Huarcaya miraba a lo lejos, parado pa rado al borde del caminito que bordeaba la colina. En eso apareció la Satucha. Ni siquiera siquiera un atisbo de emoción hubo en él, ni ese estremecí estremec í mentó acostumbrado; la dejó no más acercarse, con híbrida expresión, de rubor y superioridad. No hubo ni la algazara suya, ni la timidez de ella. Y se pusieron pusieron a caminar juntos, juntos, ni fríos ni apasionados, hablándose uno al otro vaguedades, largo rato, lentamente, embebidos en vagos pensamientos. Entre ellos un nuevo sentimiento: derecho u obligación. Casi inconscientemente Luciano Huarcaya se detuvo y dijo a la chola: —Satucha... —Satucha... ¿Y?... ¿Cando otra vez? vez? La respuesta respuest a de ella sólo fue un aliento. —Nu... Nu poido —¿Pur qué?... La mestiza guardó breve silencio, y murmuró, como hojita sacudida, mirando el suelo. —Pur tu causa nu más..., mi periodo nu baja... Huarcaya ya no dijo nada. La tomó de una mano, y la condujo, paso a paso, lentamente, lent amente, como a gotas, por entre las chacras devastadas, terrosas y duras, o detuvieron
allá, sobre la colina, al frente de las casas, desde cuya altura, a sus pies, se extendía la campiña llena hasta hacía poco de maizales. La Saturnina se dejó caer sentada, perdiendo sus piececitos dentro de la amplia pollera y se sacó el sombrero blanco. Luciano Lucia no se quedó parado junto a ella. Y ambos se sumieron en la contemplación contemplación de lo que abajo se extendía. La colina muerta, llena de chala reseca, desmenuzada; toroscos pajizos, menudos, salpicados sobre su piel agrietada por el solazo; demacrada, silenciosa, sin vida. Abajo, los campos desolados, agostados agostados y mudos. mudos. El viento jugaba con las nas hilachas de la crespa
cabellera desordenada de la Satucha; en sus pupilas había luz de ensimismamiento. Los ecos de la bufanda de Huarcaya, batíanse
sobre sus espaldas. Ambos seguían embebidos en la contemplación de esta naturaleza, con mezcla extraña de tristeza y felicidad. Los campos estaban muertos... Y, Y, aquí renacía la vida, constante constante y eterna. En el vientre de la Satucha, en la luz de sus ojos, en las ores blancas y rosadas de los duraznos de toda la
campiña.
…………………………………………………………………..................... Esa misma tarde la Saturnina, bajaba por la ancha y tortuosa Alameda, arreando una muía, que cargaba desde CJorhuani, el último último costal de maíz de su cosecha. La noche empezaba lánguidamente. El cielo apenas tocado débilmente débilme nte de un azul palidísimo, palid ísimo, casi blanco,adornadoconlos menudos puntitos brillantes de las estrellas y la na rayadura curva de fúlgido metal
de la luna; luna; el bulto saliente de los cerros del sur y el este, pardo como el dorso trasquilado trasquilado de monstruosas monstruosa s ovejas ovejas dormidas; ceniza, los otros, alejados en la vaguedad del anochecer, al borde de las abras; plomo mortecino los más distantes; azul marino rutilante el cordón del suroeste, parejo parej o como la sombra de una pared de borde sinuoso y quebrado, tendida de canto a canto atajando el horizonte, sobre sob re cuyo cuyo lo nítido nítid o una suave suave coloración coloración
mezclada de achanjaira y retama, aparecía moribunda; y trepando desde un lado de esa tapialera magníca,
hundida más allá de la quebrada, empinándose de bajío a altura, como el anco tortuoso de una pucará
semiderruida, la silueta azul obscura del ramal andino Ampay. Ampay. Fin de “Sara “Sara cosecho” cosecho” Abancay, Abancay, Apurímac, Apurímac, Junio de 1938 1938 Fuente: RUNA, Llokje. Sara cosecho. Cosecha de maíz, agosto de 1940, Cuzco, Perú, pp. 310-326.
runa simi i serranismos La literatura como expresión de la vida del pueblo y de la actividad humana, no debe estar sólo al alcance de escasas escasas minorías privilegiadas privilegiada s por la cultura, sino hecha a la accesibilidad de la gran masa. Así, si hay necesidad del uso de palabras del runa-simi al hacer un trabajo costumbrista, no se debe pues subsanar la falta de escritura escritu ra determinada, determinada , ni mucho menos justa en cuanto a condiciones fonéticas, con signos convencionales y reglas académicas. Debería recurrirse más bien al uso de letras conocidas, de sonidos familiares, que puedan ser leídos por el pueblo, simplemente cual si lo hiciera en el castellano. castellan o. La existencia de sonidos cjeshhuas de imposible representación gráca usando del alfabeto castellano,
obliga a una especial pronunciación de algunas letras, con el n de lograr la exacta vocalización de ciertas
palabras. Por eso la necesidad necesida d de una explicación acerca del sonido especial especia l que se debe dar a las letras y combinac combinaciones iones de letras que siguen:
CJ.— Es un sonido mezclado mezc lado de la c y la j, o mejor dicho, una simple j, pero fuertemente gutural; CJorhuani, CJente, CJapaj, cjesjento, cjepo. CH’. — Es la misma ch castellana, sólo que en algunas palabras la comilla indica que debe duplicarse, duplica rse, es decir, decir, hacerse más fuerte: CH’acu, CH’iqui, ch’inli, ch’imu. H.— Igual que en castellano, es decir muda cuando va antes de u seguida de otra vocal: Huantuna, huanacu, huicuña. huicuña . Pero cuando va antes de vocal sola o de u sola, su sonido es gutural, un poco más suave que de la J , o mejor más apagado: Huminta, Hatun, hato. J.— Se usa en reemplazo de la CJ , para evitar el aglutinamiento aglutinamiento confuso de letras en palabras demasiado largas, pero con la condición de hacerla fuertemente gutural en su pronunciación: Mosojpampa, pajpa. K.— Su sonido es crujiente, algo así como una pequeña crepitación entre el paladar y la garganta: nakacho, kusillo. KC.— Tiene un sonido más ronco que la K sola, y se fusiona con la C por ser esa letra más suave y también para evitar una confusión: KCaya, KCaira, Ninakcara. ’R.—Jamás existe la rr (erre) en runa-simi, mucho menos en principio de palabra; para facilitar, la comilla indica que se la debe pronunciar como la r (ere): ’Riqui, ’riti, ’Raca, ’rurupa, ’rurana.
SH.— Es un sonido parecido a la ch, pero no es tal; es como un ruido de chafalonía sacudida dentro de un saco, más bien igual a la Sh inglesa: Shallán, sháchu. Tt.— Es una T en algunos casos necesariamente más fuerte, linguo-dental: Ttinca, ttipina, ttacarispa. Las palabras en las que no existen estas letras o combinaciones de letras se leen lo mismo que en el castellano.
A ARÍ.— Sí ACAPIAR.— ACAPIAR.— Lit. Hacerdefecar rápiday seguidamente.— Castigar. AMANCJAY AMANCJAY.— Flor semejante al lirio, de un color amarillo amarill o oro, oro, pero de forma de cartucho. car tucho. AT ATACAC ACACHALLÁU HALLÁU.— .— Exc. admirativa, admirativa, pondera pondera lo bello. bello. ACACÁ ACACÁU U.—Interj. .—Interj. de queja, dolor. dolor. ANCA.— Gavilán. Gavilán. ARCO ARCO.— Porción Porción de maíz segado. segado. Especie de parva en que se amontona el maíz en chalas. APASANCA.— APASANCA.— Araña grande, semejante a la tarántula. ACLLA.— ACLLA.— Virgen Virgen del Sol en la época inca. — Escogida. Escogida. APIQUI. — Frase Frase equivalente equivalente a “capaz” “capaz”.. AN.— AN.— Ah... AT ATAR.— Ancha faja que sujeta el aparejo debajo de las nalgas de las bestias. ANCHAT ANCHATA AGRADECIC AGRADECICUY UYQUI. QUI. — Lit. Te agradezco agradezco demasiado. demasiado. Frase de agradecimiento. agradecimi ento. AÑAÑAU AÑAÑAU- — Exp. Exp. que demuestra demuestra antojo. antojo.
ALLJO.— ALLJO.— Perro Perro.. ALALAU ALAL AU.— .— Qué frío frío.. Expresión Expresión quejosa de frío frío.. AY AYA-CJEPE.— A-CJEPE.— Lit. Carga de cadáveres. cadáveres. Una mazorca pequeña que que crece junto a otra grande. grande. APU SUYU.— SUYU.— Semidiós de los cerros cerros y campos. ¡AY ¡AYAYACHALLÁU!.— ACHALL ÁU!.— Ex. de queja queja por un excesivo dolor dolor.. AY AYAYAU.— AU.— Excl. de dolor. dolor. ACA SIQUI.— Mocoso Mocoso.. Cagón. Cagón. AMA.— No. No. ANGASCHAMÉ. — Llévame Llévame al anca. ALCJA MARIA.— Ave de puna, poco menor que el cóndor. ACAT ACATANCJA.— Escarabajo Escarabajo pequeño. pequeño. AT ATACAU ACAU.— .— Expres. Expres. De miedo, pavor pavor,, escarapelamiento escarapelamiento. A’HU A’HUACJ ACJOLLÁ OLLÁY Y.— Gigantón, cacto. cacto. AYJEREY AYJEREY.— .— Lit. Escápate. — Apártate. Apártate. — Retírate. Retírate. ACHANJAIRA.— ACHANJAIRA.— Flor silvestre silvestre de un color rosado tenue. ALCJA.— Con Con manchas de otro color. color. ALMO.— ALMO.— Medida de volumen volumen para los granos, granos, más o menos equivalente a 2 decímetros decíme tros cúbicos.
B BUSCAPIQUE.— Lit. Lit . Que busca las pulgas. Cohete que corre con gran rapidez por el suelo. s uelo.
C CAHUITU.— Tarima. Plataforma más o menos alta, tejida de palos o carrizo. carriz o. COSECHO.— Cosecha. CÁ.— Toma. COLES UYA.— Lit. Cara de coles. — Sinvergüenza. Descarado. CAÑA-CAÑA.— CAÑA-CAÑA.— Plantita Plantita parásita de tallos muy jugosos y muy muy amargos. amargos. CALCHADO.— CALCHADO.— Segado. CURAHUA.— Barda. Cubierta de ramas y tierra para proteger las tapias. CALCHADOR.— El El que calcha. Segador. Segador. CUSA.— Muy bien. Frase que maniesta satisfacción.
CACHAFAZ.— CACHAFAZ.— Satanás. CAPI.— Cabro Cabro..
CAPORAL.— Vaso grande de cosa de un litro de contenido. ¡CAYJAYA! — ¡Aquí está!
CH CHUCU.— Gorro. CHACJO.— CHACJO.— Charamusca. CH’A CH’AYÑA.— YÑA.— Jilguero. Jilguero. CHIHUACO.— Tordo. CHAJRA.— Chacra. CHACHAU.— Inter. De miedo, temor. CHOJLLO.— Choclo. CHAQUIÑAN.— Sendero. Camino Camin o de a pie. CHILLCA.— Arbusto de tallos delgados propenso a formar montes. CHUPE.— Sopa. CHOCHOCJA.— Chochoca. Mote seco. CHUA.— Pucu. Plato de madera. CHACCHABA.— Masticaba.
CHALEAR.— Estar en las chaladas. CHAJTA.— Trago. Aguardiente de caña. CHACLA.— Quincha. Tejido de palos, maguey o carrizo. CHUE.— Frutos de cierto árbol, duros como la nuez, del tamaño t amaño de una uva o menos, de color negro carbón. CHAMPEADO.— CHAMPEADO.— Lleno de champas. CHAMPA.— Trozo de tierra arrancado con los pastos que crecen encima. CHAMARRA.— Blusa muy ceñida que usan las indias, las hay sencillas y grandemente adornadas. CHACHÁU.— CHACHÁU.— Excl. de terror. terror. CHUMPI.— Faja indígena larga. CHUCCHU.— Terciana. Paludismo. CHISPA.— CHISPA.— Borracho, Borracho, beodo, mareado. ma reado. CHANJAR.— Arrojar. Aventar. CHUJLLA.— Choza. CHIUCHE.— Pollo. Pollo. CHUNCA.— Diez. CHINA.— Hembra. CHUPA.— Cola. Rabo.
CHACÁU. — Excl. de queja por un pequeño dolor. CHICCHENCA.— A manchas de puntos de diferente color. CHURI.— El hijo, respecto del padre. CHACHACOMO.— Árbol de madera color guinda. CHIMUYARSE.— Arrugarse, apachurrarse. CH’INLI.— Palabra usada por los indios para reprender reprender o espantar y hacer dejar de ladrar a los perros cuando ladran. CH’ACU.— Perro menudo, chusco. CH’URMI.— Se dice a la invasión de pulgas que a veces veces se sufre sufre sin poder conciliar el sueño y que que se cree cree ser el augurio de la muerte de alguien. Y que no son precisamente precisamen te las pulgas las que no dejan dormir dormi r sino el espíritu mismo de la persona que ha de morir. morir. CHULLPI.— Maíz especial para cancha, un poco dulce y de granos que se han secado a la manera de las pasas.
CJ CJOCHA.— Lago, laguna, poza. CJOCJÁU.— Fiambre. Cocabí.
CJEPE.— Atado. CJOSCJO.— Cuzco. CJANRA.— Sucio, cochino. Adj. de desprecio. CJESHHUA.— Quebrada. CJACHO. CJACHO. — Forraje. Forraje. Yerbas comestibles comestibles por los animales. ani males. CJORONTA.— Mario. CJAYT CJAYTU U, JAYT JAYTU U.— Hilo. CJESCJENTOS.— Ciertos Ciertos insectos cuya característica característi ca es gritar a las doce del día a la hora crepuscular y cuando hace demasiado demasiado calor c alor.. CJEPERINAS.— Llijllas. Llijllas. Mantas Mantas de cargar. cargar. CJOLLA CJOLLA MOTE.— Mote de choclo tierno. CJOHUE CANCA.— Asado Asado de cuye. CJELLA.— Ocioso. Perezoso. CJASA.— De color medio tostado y de lomo más má s oscuro. oscuro. CJAT CJATA.— Loma. Plano. CJQNCHA.— Fogón. CJELLO HUARANGO.— HUARANGO.— Arbusto Arbusto de abundante fronda y ores ores amarillas a racimos. racimos.
CJOLLACHA.— CJOLLACHA.— Verdecito. Verdecito. Tiernecito. Tierne cito.
CJOLLA.— CJOLLA.— Tierno. Tierno. Verde. Verde. CJPU.— Quipo. Nudo. CJOILLOR.— Lucero. Estrella. CJECHINCHA.— Hollín. CJEPA-HIUINAY.— Lit. Que crece después. Muchacha que entra a la pubertad. CJEPO.— CJEPO.— Abrojos de la tuna. Especie de tales que tiene la parte de las hojas hoj as de la caña que recubren el tallo. t allo. CJALAYHUiA.— Lagartija.
D ¡DIJAHUAY ¡DIJAHUAY ALLINTA!.— ¡Déjame ¡Déj ame bien! bi en!
E ENTABLAR.— Empezar un trabajo. ECJO.— Párvulo.
F FAJCHE.— Chorro, Chorro, caída de agua. A manera de pequeña catarata.
H HARAHUI.— Canción. Canto. Poema. HUIRO.— HUIRO.— Caña Caña del maíz. maíz . HANCA.— Cancha. Maíz tostado. HUMINTA.— HUMINTA.— Tama Tamall serrano, serran o, de maíz verde o maíz seco, hecho a la olla. HUECJONTOY.— Planta de terreno árido, idéntica al maguey en cuanto a forma; del tamaño de la sábila, cuya característica característi ca es acumular el agua de las lluvias entre sus hojas. HUERACJOCHA.— Señor. Señor. HACHALLMA.— Objeto para llevar barro o piedras sobre la cabeza, hecho de un aro de palo en el que se tensa un cuero. HUANTUNA.— Parihuela HUEJRO.— Torcido. Adj. con que se insulta a los loros para espantarlos. HTJACATA HTJACATAY.— Verdura Verdura aromáti aromática ca silvestre silvestre usada usada en las comidas. HUAYNU.— Huayno. HUAHUA.— Criatura. Los hijos respecto de la madre. HUANLLA.— Mazorca especialmente hermosa, ya por
su color o limpieza, pero siempre grande, apreciada como especie de amuleto amuleto y adorno. HUARANGO.— Planta espinosa y de madera muy fuerte, abundante en los terrenos cálidos. HUASQUILLA.— HU ASQUILLA.— Soguilla. HACUCHU.— Vamos. HUAPEAR.— Envalentonarse. AMPULLAY AMPULLAYQUI.— Frase Frase usada para llamar llamar a una casa. Sin traducción justa. HAMPTJYQUI.— La misma frase usada con mayor conanza.
HAMPATO HAMPATO — PASTO PASTO.— .— Lit. Lit. Pasto del sapo. sapo. Cierto pasto pasto gigantesco que crece en los cerros cubriendo grandes extensiones. HUANLLEAR.— Arrojar con una huanlla. HUAUCJEY.— Hermano mío. HUANEA.— Maíz que que dura en la marca marca más de un año. HUACA — FERROY.— FERROY.— La La hierra. hierra. Acto de marcar el ganado. HUÑUY.— HUÑUY.— Recolección. HUIÑAY HUIÑAY.— Diferente tamaño. tama ño. Generación. Generación. HIJAJTARSE.— Tirarse. Tomarse.
HACU.— HACU.— Harina. HACUTA.— Lit. (al pedir) Hacuta: La harina. HUACJTEAR.— Lloriquear. HUAPU.— HUAPU.— Valiente, Valiente, atrevido, listo, audaz. audaz . HUAPUSO.— Aumentativo de huapu. HATTUS.— Hato. Choza o conjunto de chozas en los sitios donde pasta el ganado. HATACJO HATACJO.— .— Yerba Yerba comesti comestible ble de época época de choclos. cho clos. HUARMA.— Muchacho, cha. HANUCADO.— Destetado HAY HAYCAJPAS.— Nunca. Nunca . HUARMA.— Y ANA. El amado. amado. Amante. HUICUÑA.— Vicuña. HACUCHIS. HACUCHU.— Vamos. HUIJSASAPA.— Lit. Solo barriga. Chiquillo. Párvulo. ¡HUJU!.— Excl. Admirativa. HUJ.— Uno. HIJRIRACHIHUAY.— Hazme cargar. Ayúdamelo a echarlo al hombro.
I ISHUNA.— Segadera. Hoz INTI.— Sol. IMAYNALLATAJ.— Lit. ¿Y cómo no más? ¿Cómo estás? ¿IMALLAMPAS HAYCALLAMPAS?.— Exp. similar a “Adivina adivinaja” IMATAN CJAHUAMUHU ANQUI.— ¿Qué me miras? IMAMANTA.— ¿De qué? ISHU.— ISHU.— Paja. Paja . ISHCAY.— Dos. ISHCAYNIN.— Los dos. IFU.— Llovizna, garúa. ISMU.— Podrido. ISU.— Adj. Insultativo con que los cholos tratan a los caballejos.
J JIPU.— JIPU.— Nudo. Nudo. CJipu. JESHUASJA.— JESHUASJA.— Retorcido Retorcido
JETEPIAR.— JETEPIAR.— Corcobear Corcobear.. JUCHI.— Chancho. Chancho. Indigno. Indigno. ¿JANRI?.— ¿Y tú? JARISU.— JARISU.— Todo Todo un hombre. hombre.
K KCARU.— Perjudicial, Destructor. KCAY CAYA.— Mañana Mañana en el futuro. futuro. KUSILLO.— Mono.
L LAHUA.— Sopa espesa de maíz, trigo, chuño, y en especial de harinas. LAYAN.— Saúco. Árbol de frutos semejantes a las uvas. LUYCHU.— Venado. LUJSU.— Tonzu Tonzura. ra. LAFISTO.— Semejante al la: Flexible.
LOJLO.— Huero. Tonto.
LL LLAJTA—TAYTA. — El más anciano del pueblo. LLAJLLAR.— Labrar la madera. madera. LLOJLLA.— Avenida. Aluvión. LLIJLLA.— LLIJLL A.— Manta Manta tejida que sirve para cargar especies. Reboza corta usada por las indias india s y que apenas les cubre las espaldas. LAMBRAS.— LAMBRAS.— Aliso. Al iso. Árbol elevado de tronco liso. liso. LAYJAJ.— Brujo. Hechicero. LLULLA.— Mentiroso. LEJLEJAS.— Pájaros bulleros de puna, semejantes a los patillos.
M MILLHUA.— Lana. Lana. Vellón. Vellón. MACHULA.— Abuelo. Vejete. Vejete. MARCA.— Especie Especie de despensa, despensa, que tiene como piso el propio tumbado tejido de maguey ma guey o carrizo. MOTE.— Maíz cocido. MAJTTILLO.— Cholito Chol ito..
MAQUIPURA.— Adelanto de jornal a los indios. Los mismos que lo reciben. MAJTTA.— Cholo. MARCJAY.— Manojo. Porción que se puede abarcar rodeándola con los brazos. MORO.— Color mezclado de negro y blanco. MISTIS.— Los que no son mestizos ni indios. Los pretendidos descendientes directos de los españoles. MAMAY.— MAMAY.— Doña. Doña. MURUCHUCU.— Caballito menudo, corredor. MALAHOJA.— MALAHOJA.— Hoja seca de la caña de azúcar. azúcar. MANAN.— No. MULA — HUATANA.— Para amarrar las mulas, planta silvestre muy fuerte por tener tallo y corteza fibrosos. MANU.— Deuda. MAJTTASO.— MAJTTASO.— Aumentativo Aumentativo de majtta. Valiente. Audaz. MOLLERO.— Bíceps. MAMITAY.— Mamacita. MAMA.— Madre.
MOCJOHUARA.— Prenda de cuero de chivo o tejida que usan los indios indios sobre la parte delantera del pantalón, amarrada a la cintura, ci ntura, para para protegerlo. protegerlo. ¡MARCAT ¡MARCATA!.— ¡La marca! ¿MICHIJNINRI?.— ¿MICHIJNINRI?.— ¿Y sus pastores? MAYU.— Río. MACHU OPA.— Lit. Tamaño tonto. Zonzo tan grande. MAULA.— Flojo. Cobarde. MARAN.— Batán. Batá n. Piedra Piedra plana para moler. moler. “MAÑANA”.— Copa de trago con que se agasaja a los cholos antes de emprender un trabajo trabajo en las mañanas. MAJLLA.— MAJLL A.— Tacaño. Tacaño. MOCJO.— Semilla. MUCHAYCUHUAY.— Bésame.
N NOMASHA.— No más ya. NIGAU.— NIGAU.— Exp. de desprecio o de broma, según se gún como se la use. NIÑUCHA.— Niñito.
NAKACHO.— NAKACHO.— Personaje legendario legendario que se cree degüella a quienes encuentra encuentra solos en los caminos. camin os. Degollador. Degollador. NEGRO MORO.— Moro en el que predomina el negro. NEGRO ALCJA.— Negro con manchas de otro color.
Ñ ÑACHU.— ¿Ya? ÑUÑU.— Pezón.
O OCJE-PAJPA.— Pita. Cabuya de hojas de color plomo. OPA.— OPA.— Idiota, zonzo, zonzo, sordo, mudo. OJLLAR.— Arrullar. Tener en el regazo. OJLLALO OJLL ALO.— .— Arrúllalo. Arrúllalo. OLEJ.— Pájaro negro de clima templado. Guardacaballo. Guardaca ballo.
P PUCARA.— Fortaleza.
PARHUA.— Flor del maíz, penacho. PASHÑAS.— Cholas. PICHJA.— Cinco Cinco.. PAICJO.— Primera media hora en el horario usado con los indígenas, a las 9 de la mañana. Almuerzo a esa misma hora. POCJOY.— TIEMPO. — Tiempo de lluvias. PICHINCO.— PICHINCO.— Gorrión. PUCU.— PUCU.— Chúa. PUSHCA.— Huso. Huso. PARO.— Café claro. PANCJA.— Hojas del choclo. choc lo. PUYÑU.— Cántaro. PATAQUISCA.— Cierta variedad del cacto. PUQUIO.— Manantial. PALTA.— Encima de la carga. Lo que se coloca en esa forma. PPITAR.— Saltar. Brincar. PUJLLAYSIQUI.— PUJLLAYSIQUI.— Juguetón. PICHINCHO.— Pichinco. Gorrión.
PILLPINTO.— PILLPINTO.— Mariposa. PARACJAY.— Maíz blanco, especialmente de granos grandes. PI.— ¿Quién? PAYA.— A.— Vieja Vieja.. PUTUCU.— Calabaza vaciada. PICHJA CHUNCA.— Cincuenta. PERCJA.— Pared. Pirca. PUTU.— PUTU.— Recipiente Recipiente de calabaza. calabaza. PISAR.— Cruzar Cruzar,, Poseer PAGARASUNQUI.— Lit. Te lo pagará. PACHAJ.— ACHAJ.— Cien. Centena. PASACUNAYT A.— Lit. Lo que tengo que pasar.
Q QUILLA.— Mes. QUILLA.— Luna. QUIMSA.— Tres.
’R ’RIQUI.— Claro. ’RACA.— Órgano genital de las hembras. hem bras. ’RUNTU.— Huevo. ’RITI.— Nieve. Hielo. ’RUNA SIMI.— Boca Boca del pueblo. CJESHHUA.— Quechua.
S SARA.— Maíz. SUYSUNA.— Servilleta. Cernidor. ¡SUPAYNIN APANMAN!.— Se lo cargara su diablo! SUYTTU SUYTT U.— Largo, ovoideo, ovoideo, alargado. ala rgado. SILCAHUI.— Planta parasitaria de las chacras, de semillas semillas negras que forman a ma manera nera de borlas y que se pegan mucho mucho a la ropa. SEJSECJA.— Planta P lanta de quebradas y laderas, de penachos blancos a manera de plumajes. SUNCHO.— SUNCHO.— Planta forrajera, forraje ra, áspera y de ores amarillas
naranja.
SONCJO SUA.— Ladrón, Ladrón, na, de corazones. Cautivadora. Fascinante. SHACHU.— Caballejo. Jamelgo. SIMPAS.— Trenzas. SUPINA.— Ano. SUYRURU.— Cierto fruto silvestre. SEGADERA.— Hoz. SUPAY.— Demonio. Diablo. SECJOLLO.— Largo zuriago trenzado, con punta de plomo o cierta disposición especial de los mismos cueros, capaz de desgarrar la piel, usada por los indios para castigarse mutuamente en las pantorrillas, en carnavales. SUYU.— Espécimen. Representativo. Protector y benefactor benefactor dentro del panteismo indio. in dio. SUYU.— Lo SUYU.— L o que es justamente la semilla semil la en el grano de maíz. SARA HUÑUY.— HUÑUY.— Recolección del maíz. SIQUI.— Pie. Trasero. rasero. SIPAS.— SIPAS.— Moza. Chola joven. SUPAYCHU CAIRI.— Será demonio éste.
SANSA.— Brasa. Porción de brasas. SONCJOCHAY.— Corazoncito mío. SAPSA.— Peludo. Hirsuto. SULLA.— Rocío. SAJRATA.— SAJRATA.— ¡Demonio!
T TAYTACU.— Anciano. TUNAS - PINCA.— Penca de tunas. TIUTE.— Pájaro aborigen de color plomo, parecido al jilguero. jilguero. TUYA.— Calandria. TURU-URPI.— Paloma torcaz. TARPUY.— ARPUY.— Sembrío. Sembrío. TUSTUN.— Dos pesetas. TRUJE.— Troje. TABLAY.— Segunda media hora de descanso en el horario usado para los indios, a las dos de la tarde. Almuerzo a esa misma hora
TAYTACHA.— Dios. TANCA.— Poste. Palo. TABLAR.— Descansar a la hora del tablay. Almorzar. TTIPIR.— Deshojar. Deshojar. TONCJOCHI.— Planta parasitaria de tallo hueco y or
celeste en forma de campanillas. campani llas. TENDAL.— Lugar donde el maíz se extiende a secarse. TTIPINA.— Instrumento de madera, hueso o metal, puntiagudo, usado para romper las hojas del choclo en la cosecha. TUTALL TUTALLÁRAJ.— ÁRAJ.— Lit. De noche no más todavía. Muy de madrugada. TTILLPA.— TTILLPA.— Maíz pelado. pelado. TIACHA — Tiita. TAYTA.— Don. PISCA.— Bolso de cuero, para llevar coca, dinero, etc. TOROSCO.— TOROSCO.— Tall Talloo del maíz maíz que queda en tierra tier ra después después de haber sido segado. TACJE.— Una o más mazo mazorcas rcas unidas en forma form a variada, que sirve sirve a manera de amuleto.
TTINCA.— Libaciones ceremoniosas al empezar o concluir un trabajo trabajo o en homenaje homenaje a algo. algo. TAHUA.— Cuatro. TARA.— Árbol de clima cálido, de tallos llenos de abrojos y vainas rojas. TUMPACHALLA.— TUMPACHALLA.— Un poquito. Una nadita. TATAU ATAU.— .— Inter j. de asco, asco, despreci desprecio. o. TOPO.— Fracción de terreno equivalente a una tarea realizada por un solo hombre y en un día, en la siembra del maíz. TIACUSUN.— Lit. Nos sentaremos. maritalmente, cohabitaremos.
Viviremos
TAJLLA.— Herramienta indígena de labranza, consistente en una reja amarrada con tientos a un palo de especial forma, manejada por un solo hombre.
U URHUA.— Maíz que no da choclo. choclo. UPA.— UPA.— Opa. Opa. Zonzo, tonto, idiota. USUPA.— USUPA.— Desperdicio. Desperdicio. Pingajo. Ping ajo. UYA.— Cara.
USUSI.— Hija. UYALAYANDO.— Escuchando indolentemente UYHUA.— Bestia. Se dice al caballo. UCUMARI.— Oso. UPICHO.— Ingenuo, tonto bellaco. URPICHAY.— Palomita. UNO-CJOÑE.— Agua caliente. Desayuno.
Y YANCJAN YANCJAN.— .— Es en vano. vano. Es falso. falso. YAP YAPAMANT AMANTA.— A.— Lit. De aumento. aumento. Nuevamente. Nuevamente. Otra vez. YAPUY YAPUY.—El .—El arado arado de la tierra. YAP YAPA.— A.— Aumento Aumento.. NOTA.— La abreviatura: Lit. signica: Literalmente.
FIN Fuente: RUNA, Llokje. “runa simi i serranismos”, en Sara cosecho. Cosecha de maíz, agosto de 1940, Cuzco, Perú, pp. 1-14.