Capítulo 13 Li Jue y Guo Si se Enfrentan en Duelo en Changan; El Emperador Establece Anyi como la Nueva Capital.
El último capítulo contó la derrota de Lu Bu, y cómo éste reunió a los restos de su ejército en Dingtao. Cuando todos sus generales se hubieron reunido comenzó a sentirse suficientemente fuerte para terminar sus asunto a suntoss con Cao Cao Ca o de una vez por todas. Chen Gong, que se oponía a esta resolución, dijo: — Ahora mismo Cao Cao es demasiado fuerte. Busquemos algún lugar donde reponernos un poco antes de intentarlo. — Supongo que podríamos ir con Yuan Shao — dijo Lu Bu. — Envíe primero para averiguarlo. Lu Bu estuvo de acuerdo. Las noticias de la lucha entre Cao Cao y Lu Bu habían alcanzado Jizhou, y uno de los consejeros de Yuan Shao, Shen Pei, le advirtió, a dvirtió, diciendo: — Lu Bu es una bestia salvaje. Si toma posesión de Yanzhou seguro que también tratará de apropiarse de esta región r egión.. Por su propia seguridad, señor, debería ayudar a aplastarlo. Por lo tanto Yuan Shao envió a Yan Lian con cincuenta mil tropas para destruir a Lu Bu. Los espías se enteraron de esto y se lo comunicaron a Lu Bu, quien estaba tremendamente molesto y llamó a Chen Gong. — Vaya a por Liu Bei, quien recientemente ha ocupado la sucesión en Xuzhou. Y así Lu Bu fue allá. Escuchando esto, Liu Bei dijo: — Lu Bu es un héroe, y le recibiremos con honor. Pero Mi Zhu se oponía encarecidamente a recibirlo, diciendo: — Es una cruel y sanguinaria bestia. Yanzhou? — — ¿Cómo podría haber evitado la desgracia Xuzhou si él no hubiera atacado Yanzhou? respondió Liu Bei — — . No puede ser nuestro enemigo ahora que ha venido buscando asilo. — Hermano, tu corazón es demasiado bueno. Aunque puede ser como dices, es mejor que estemos preparados — dijo Zhang Fei. El Nuevo Protector Imperial, con un gran séquito, se encontró con Lu Bu a diez millas de las puertas de la ciudad, y los dos jefes cabalgaron el uno junto al otro. Procedieron en la residencia y allí, una vez que las elaboradas ceremonias de bienvenida terminaron, se sentaron para conversar. — Después de que Wang Yun y yo conspiráramos para matar a Dong Zhuo, y tras mi desgracia en la sedición de Li Jue y de Guo Si — — dijo Lu Bu — , vagué en busca de algún lugar, y ninguno de los nobles orientales de las Montañas Huashang mostraron interés en recibirme. Cuando Cao Cao con sus malvadas ambiciones invadieron esta región y usted, Señor, vino en su rescate, yo le ayudé atacando Yanzhou y de esta forma dividí parte de su fuerza. Entonces no creí que fuera a ser víctima de un vil complot y que perdiera a mis líderes y a mis soldados. Pero ahora, si lo desea, le ofrezco mis servicios con los que poder cumplir grandes designios. qu e — Cuando el difunto Tao Qian murió no había nadie para administrar Xuzhou, por lo que yo asumí el cargo temporalmente — respondió Liu Bei — — . Ahora que usted está aquí, General, lo más adecuado es que renuncie en su favor. Tras lo cual Liu Bei entregó la insignia y el asiento de la autoridad aut oridad a Lu Bu, el cual estaba a punto de aceptarlo, cuando vio a Guan Yu y a Zhang Fei, quienes se encontraban tras el Protector Imperial, mirándole ferozmente con ojos cargados de furia.
Así que Lu Bu puso una sonrisa y dijo: — Yo no soy más que un hombre de armas, no podría gobernar una gran región como ésta.
Liu Bei repitió su oferta. Pero Chen Gong dijo: — El gran huésped no oprime a su anfitrión. No debe tener miedo, Señor Liu Bei. Entonces Liu Bei desistió. Fueron servidos banquetes y moradas preparadas para el invitado y su séquito. Tan pronto como fue conveniente, Lu Bu volvió a la fiesta. Liu Bei fue con sus dos hermanos. Hacia mitad del banquete Liu Bei pidió a Lu Bu que se retirase a una habitación privada interior, donde Guan Yu y Zhang Fei le siguieron. Allí Lu Bu ofreció ceder a su esposa y su hija a su benefactor. Aquí también Liu Bei se s e mostraba excesivamente modesto. — Buen hermano menor, no debes ser tan modesto — dijo Lu Bu. Zhang Fei escuchó lo que dijo Lu Bu, y sus ojos se encendieron, gritando: — ¿Qué — ¿Qué clase de hombre eres tú para llamar a nuestro hermano „hermano menor‟? Es un miembro de la familia gobernante, una hoja de jade en un broche de oro. Sal fuera, y nos enfrentaremos en un duelo en el que te daré trescientos puñetazos por el insulto. Liu Bei enseguida calmó al impulsivo, y Guan Yu le persuadió de que se retirase. Entonces Liu Bei se disculpó, diciendo: — Mi pobre hermano habla sin pensar cuando bebe. Espero que no le culpe. Lu Bu asintió, pero no dijo nada. Poco después los invitados se fueron. Pero como el anfitrión escoltó a Liu Bei hasta su carruaje pudo ver a Zhang Fei galopando en su dirección armado para la lucha. — ¡Lu Bu, tú y yo lucharemos en el duelo de los trescientos puñetazos! — — bramó Zhang Fei. Liu Bei pidió a Guan Yu que lo mantuviera a raya. Al día siguiente Lu Bu llegó para despedirse de su anfitrión. — Usted, oh Señor, me recibió amablemente, pero tengo miedo de sus hermanos y no congeniamos. Así que buscaré algún otro asilo. — General, si se va la culpa será mía. Mi maleducado hermano le ha ofendido y se merece la mayor de las disculpas. Mientras tanto, ¿qué tal si pasa una temporada en el pueblo donde estuve acampado, en Xiaopei? El lugar es pequeño y humilde, pero está cerca, y me encargaré que se le suministre todo lo que necesite. Lu Bu le dio las gracias y aceptó su oferta. Condujo sus tropas allí y estableció su residencia. Tras su marcha Liu Bei enterró su enfado, y Zhang Fei no volvió a hacer referencia a lo sucedido. Cómo Cao Cao había subyugado el este de las Montañas Huashang había sido relatado antes. Conmemoró el Trono y fue recompensado con el título de General que Exhibe una Virtud Fuerte y como Señor de Feiting. En aquel tiempo el rebelde Li Jue estaba comandando la corte, y se nombró a sí mismo Mariscal Regente, y su colega Guo Si se hizo llamar Gran Comandante. Sus conductas eran abominables, pero nadie se atrevía atr evía a criticarlos. El Guardián Imperial Yang Biao y el Ministro Zhu Jun hablaron en privado con el Emperador Xian y dijeron: — Cao Cao tiene doscientas mil tropas y consejeros y líderes muy capaces. Podría ser beneficioso para el imperio si ofreciera su apoyo a la familia imperial y ayudara a librarse del gobierno de ese grupo de demonios. Su Majestad lloró: — Estoy cansado de los insultos y menosprecios de esos desgraciados y me alegraría mucho si desaparecieran. — Tengo pensado un plan para enajenar a Li Jue y Guo Si y así hacer que se destruyan el uno al otro. Entonces Cao Cao podría venir y limpiar la corte — dijo Yang Biao. — ¿Cómo te encargarás de ello? — preguntó el Emperador. — La esposa de Guo Si, la Señora Qiong, es muy celosa, y podemos hacer uso de su debilidad para hacer que se peleen.
Y así Yang Biao recibió instrucciones para actuar, con un edicto secreto para apoyarle. La esposa de Yang Biao, la Señora Kai, buscó una excusa para visitar a la Señora Qiong en su palacio y, en el transcurso de la conversación, dijo: — Se dice que hay una relación secreta entre el General, su marido, y la esposa del Ministro Li Jue. Es un gran secreto, pero el Ministro Li Jue lo sabe, y está intentando perjudicar a su marido. Creo que debería tener cuidado con esa familia. La Señora Qiong estaba sorprendida, pero dijo: — Me he preguntado por qué ha estado durmiendo fuera últimamente, pero no pensé que hubiera nada vergonzoso relacionado con eso. No me habría enterado nunca de no habérmelo dicho. Tengo que ponerle fin a esto. En cuanto la Señora Kai se marchó, la Señora Qiong pensó entusiastamente en la información que acababa de recibir. Pasaron algunos días, y Guo Si fue a la vivienda de Li Jue a cenar. La Señora Qiong no le apeteció ir y dijo: — Ese Li Jue es una persona muy grave, y nadie puede ir contra sus designios. Ustedes dos no tienen el mismo rango, y si decide deshacerse de usted, ¿qué será de su pobre sierva? Guo Si no le prestó atención, y su mujer no pudo convencerle de que se quedara en casa. Más tarde, casi ya de noche, llegaron varios regalos al palacio de Li Jue, y la Señora Qiong puso veneno a escondidas en las delicadeces antes de que se las entregaran a su señor. Guo Si iba a probar algo pero ella dijo: — Es imprudente que coma cosas que vienen de fuera. Mejor dele primero a probar a un perro. Así hicieron y el perro murió. Este incidente hizo que Guo Si dudara de las bondadosas intenciones de su colega. Un día, tras finalizar las tareas de la corte, Li Jue invitó a Guo Si a su palacio. Tras la llegada de Guo Si por la noche, y tras una gran cantidad de vino, acabó cogiendo un cólico. Su esposa dijo que sospechaba que fuera veneno y enseguida le administró un vomitivo, el cual le alivió el dolor. Guo Si comenzó a enfadarse, diciendo: — Siempre hemos hecho todo juntos y siempre nos hemos ayudado el uno al otro. Si no doy el primer golpe acabaré acabar é seriamente herido. De esta forma Guo Si comenzó a preparar a sus guardias para cualquier cualquier emergencia. Esto se lo dijeron a Li Jue, y su enfado creció mucho, diciendo: — ¡Así que Guo Si está haciendo eso! Entonces Li Jue puso a sus guardias en camino y fue a atacar a Guo Si. Ambas casas tenían a unos diez mil, y la lucha se volvió demasiado seria y se acabó convirtiendo en una auténtica batalla campal dentro de los muros de la ciudad. Cuando todo terminó ambos bandos se lanzaron al saqueo de los ciudadanos. Entonces un sobrino de Li Jue, Li Xian, rindió el Palacio, puso al Emperador y a la Emperatriz en dos carruajes, y asignó a Jia Xu y a Zuo Lin para que se los llevase. La servidumbre de Palacio los siguió a pie. Como salieron por la puerta trasera se encontraron con el ejército de Guo Si, el cual comenzó a disparar con flechas al desfile. Mataron a muchos criados antes de que el ejército de Li Jue apareciera y los obligara a retirarse. Los carruajes lograron salir de Palacio y finalmente llegaron al campamento de Li Jue, mientras que los soldados de Guo Si saquearon el Palacio y se llevaron a todas las mujeres a su campamento. Entonces el Palacio fue prendido en llamas. En cuanto Guo Si escuchó sobre el paradero del Emperador se lanzó a atacar el campamento de Li Jue. El Emperador se encontraba tremendamente alarmado entre esas dos facciones opuestas. De hecho:
Lentamente los Han decayeron pero con Liu Xiu renovaron su vigor, Veinte gobernaron antes que él, y después otros veinte le siguieron. Los dos últimos unos ineptos fueron, rindieron peligrosamente el trono, Aquellos fueron unos días degenerados, con el poder a los l os eunucos dado. Entonces fue He Hin el simple, el inepto, quien comandó el ejército, Llamó a los soldados a la capital, por alimañas permitiendo ser mandado; Aunque expulsó a los leopardos, tigres y lobos enseguida entraron. entrar on. Por la peor escoria de Xizhou todo t odo tipo de vilezas se produjeron. Wang Yun, de corazón honesto, engatusó a ese desgraciado con una mujer, Mucho esperaba de su secuaz, así vio del fruto del desacuerdo la simiente. Se produjeron conflictos, y la paz pa z moró poco tiempo en el imperio. Nadie sospechaba que Li Jue y Guo Si fueran a continuar con su infierno, Mucho del dolor del Reino Medio; para eso todavía se esforzaron más. La necesidad acechaba a Palacio, la tristeza por el entrechocar de las armas; ¿Por qué se esforzaban los guerreros? ¿Por qué se dividió así la tierra? Se habían apartado del camino recto designado por el Cielo a las almas. a lmas. Los reyes deben considerar esas cosas; sobre ellos cayó una pesada carga, Caudillos en todos sus reinos no es un cargo ca rgo común para cualquiera, Si el Rey dudara o cayera, calamidades en toda la población caerían, El imperio se inundaría con su sangre y se llenaría con sus ruinas. Envuelto en pena y pesar te leo lo que dicen los registros históricos; Larga es la historia de los años; mayor aún la historia de los infortunios. Por lo que alguien podría reinar, r einar, principalmente debe ejercitarse para ello. Esto y un puño de acero, a cero, debería ser suficiente para mantenerlo.
Llegó el ejército de Guo Si, y Li Jue salió para presentarle batalla. Las tropas de Guo Si no tuvieron éxito y se retiraron. Entonces Li Jue se s e llevó a los presos imperiales a Meiwo con su sobrino Li Xian como carcelero. Se redujeron las reservas, y la hambruna hacía acto de presencia en los rostros de los eunucos. El Emperador envió a Li Jue para pedir cinco carros de arroz y cinco dotes de carne de buey para sus sirvientes. sirvientes. Li Jue respondió enfadado: — La corte tiene comida día y noche. ¿Por qué piden más? Envió carne podrida y arroz pasado, y el Emperador estaba muy enojado por el nuevo insulto. El Consejero Imperial Yang Qi le aconsejó aconsej ó paciencia, diciendo: — Li Jue es una criatura vil pero, ante las presentes circunstancias, Su Majestad debería ceder. No debe provocarle. pr ovocarle. El Emperador se encorvó guardando silencio, pero cayeron lágrimas sobre sus vestimentas. Entonces alguien llegó con las nuevas de que una fuerza de caballería, con sus sables brillando al sol, se aproximaba para rescatarlo. En aquel momento escucharon el sonido de los gongs y de los tambores. El Emperador mandó que salieran para ver de quién se trataba. Pero era Guo Si, y la tristeza cayó sobre ellos de nuevo. Al rato surgió un gran estrépito. Era Li Jue que había salido para luchar contra Guo Si, quien había insultado su nombre. — Te he tratado bien, ¿y ahora intentas matarme? — dijo Li Jue. — Eres un rebelde, ¿por qué no iba a matarte? — gritó Guo Si. — ¿Osas llamarme rebelde cuando soy el guardián del Emperador? — Lo tienes secuestrado, ¿cómo puedes llamarte guardián? — ¿A qué vienen tanto palabrerío? Procedamos a batallar y resolvamos la situación en un combate individual, el vencedor tomará al Emperador y se irá. Los dos generales lucharon frente a sus ejércitos, pero ninguno lograba imponerse al otro. Entonces vieron acercarse a ellos a Yang Biao al galope, gritando:
— ¡Parad
un momento, oh Comandantes! He organizado una fiesta de oficiales para
alcanzar la paz. De esta forma los dos líderes se retiraron a sus campamentos. Al poco Yang Biao, Zhu Jun y otros seis oficiales salieron y fueron al campamento de Guo Si. Fueron puestos en confinamiento. — Hemos venido con buenas intenciones — protestaron — , y somos tratados así. — Li Jue se ha fugado con el Emperador; tenemos que tener a sus oficiales — dijo Guo Si. — ¿Qué quiere decir? Uno tiene al Emperador, el otro a sus oficiales. ¿Qué es lo que quieren? — dijo Yang Biao. Guo Si perdió la paciencia y sacó su espada, pero el Comandante Yang Mi le persuadió de que no asesinara al que hablaba. Entonces Guo Si soltó a Yang Biao y a Zhu Jun pero retuvo al resto en el campamento. — Nosotros somos dos oficiales del Trono, y no podemos ayudar a nuestro señor. Hemos nacido para nada — dijo Yang Biao a Zhu Jun. Dándose el brazo el uno al otro lloraron y cayeron desmayados sobre la tierra. Zhu Jun se fue a casa, cayendo gravemente enfermo y muriendo. Tras eso, los dos adversarios lucharon cada día durante cerca de tres meses, perdiendo cada uno muchos soldados. En ese momento Li Jue se volvió profano y practicaba magia. Solía llamar a brujas para que redoblaran tambores y convocaran espíritus, incluso en el campamento. Jia Xu solía quejarse a él, pero sin éxito. — El tal Jia Xu, aunque sea un amigo de Li Jue, parece que nunca ha perdido el sentido de la lealtad hacia Su Majestad — dijo Yang Qi al Emperador. E mperador. Poco después Jia Xu se presentó. El Emperador despachó a sus sirvientes y dijo a Jia Xu, todavía lloroso: ¿Puedes apiadarte de los Han y ayudarme? — ¿Puedes — Jia Xu se postró, diciendo: — Ese es mi mayor deseo. Pero, Señor, como se dice: deje a su sirviente idear un plan. El Emperador secó sus lágrimas, y al pronto entró Li Jue. Llevaba una espada consigo y andaba a zancadas hacia el Emperador, cuyo rostro se volvió del color de la arcilla. Entonces dijo Li Jue: — Guo Si ha fallado en su deber y ha apresado a los oficiales de la corte. Él desea matar a Su Majestad, y de no ser por mí podría ser capturado. El Emperador juntó sus manos a modo de saludo y le agradeció a Li Jue, el cual entonces se fue. Mucho después Huangfu Li entró. El Emperador, sabiendo que se trataba de un hombre muy persuasivo y que procedía del mismo condado que Li Jue, le ordenó que fuera e intentara acordar la paz entre ambas a mbas facciones. Huangfu Li aceptó la mission y primero fue a ver a Guo Si, a quien le dijo: — Desearía que liberase a los oficiales si Li Jue devuelve al Emperador su libertad. Entonces Huangfu Li fue al otro bando. A Li Jue le dijo: — Puesto que soy un hombre de Xiliang, el Emperador y los oficiales me han seleccionado para traer la paz entre usted y su adversario. Guo Si ha consentido cesar las hostilidades. ¿Está de acuerdo con la paz? — Yo derroté a Lu Bu; he estado manteniendo el gobierno durante cuatro años y tengo muchos grandes servicios en mi crédito como para que todo el mundo lo sepa. Ese otro tipo, ese ladrón de caballos, se ha atrevido a coger a los oficiales del estado y se ha puesto en mi contra. He jurado que voy a matarlo. Mira a tu alrededor. ¿No crees que mi ejército es lo suficientemente grande como para acabar con él? — Eso no marca la diferencia — dijo Huangfu Li — — . En los días antiguos en Youqiong, Hou Yi, orgulloso y confiado en la habilidad de sus arqueros, no compartió con nadie y gobernó solo, y murió solo. Después usted mismo ha visto cómo el poderoso Dong Zhuo era traicionado por Lu Bu, quien había recibido numerosos beneficios de sus manos. En nada de tiempo la cabeza de Dong Zhuo estaba colgada de la puerta. Así que el tener simplemente fuerza no es
suficiente para asegurarte su seguridad. Ahora es general, con las hachas y los látigos y con todos los símbolos del rango y un gran cargo; sus descendientes y todo su clan ocupa puestos distinguidos. Tiene que confesar que el estado le ha recompensado generosamente. Cierto, Guo Si ha capturado a los oficiales del estado, pero usted ha hecho lo mismo al „Más Venerado‟. ¿Quién es peor de los dos? Li Jue desenfundó su espada lleno de ira y gritó: deshonrarme? — ¿El Hijo del Cielo te ha enviado para mofarte de mí y para deshonrarme? Pero su comandante, Yang Feng, F eng, lo retuvo. — Guo Si todavía está vivo — dijo Yang Feng — , y asesinar al mensajero imperial podría ser una excusa de cara al público para levantar un ejército contra usted. Y todos los nobles formarían parte. Jia Xu también persuadió a Li Jue, y poco a poco su furia se fue calmando. Huangfu Li fue invitado a marcharse. Pero Huangfu Li no estaba satisfecho con su fracaso. En cuanto dejó el campamento gritó en voz alta: — Li Jue no obedecerá las órdenes del Emperador. ¡Matará a su príncipe para ocupar su lugar! El consejero Hu Miao trató de acallar a Huangfu Li, diciendo: — No pronuncie esas palabras. Sólo conseguirá hacer que la muerte caiga sobre usted. Pero Huangfu Li le chilló también, diciendo: — Tú también eres un oficial del estado, y todavía apoyas al rebelde. Cuando el príncipe es avergonzado, el ministro muere. Ese es nuestro código. ¡Si mi destino es morir a manos de Li Jue, que así sea! Y Huangfu Li mantuvo un torrente de insultos. El Emperador escuchó sobre el incidente, llamó a Huangfu Li y le envió a su propio país de Xiliang. En ese momento más de la mitad de las tropas de Li Jue eran de Xiliang, y tenía además el apoyo de los Qiang, la tribu norteña tras la frontera. Cuando Huangfu Li propagó que Li Jue era un rebelde y también aquellos que le habían ayudado, y que ese podría ser un día de gran pesar, esas historias molestaron a los soldados. Li Jue envió a uno de sus oficiales, el General Wang Chan del Ejército del Tigre, a arrestar a Huangfu Li; pero Wang Chan tenía sentido del deber y estimó que Huangfu Li era un hombre honorable. En lugar de ejecutar las órdenes, Wang Chan volvió para decir que Huangfu Li no pudo ser encontrado. Jia Xu intent ganarse el afecto de las tribus bárbaras, a las cuales les les dijo: — El Hijo del Cielo sabe que sois leales a él y que habéis luchado con bravura y que habéis pasado padecimientos. Ha enviado una orden secreta para que vayáis a casa, y entonces os recompensará. Los miembros de las tribus tenían una queja con Li Jue por no pagarles, y así escucharon prestos a las insidiosas persuasiones de Jia Xu y desertaron. Entonces Jia Xu aconsejó al Emperador: — Li Jue es codicioso por naturaleza. Ha desertado y está debilitado. Se le debe conceder un alto cargo para ser llevado por el mal camino. Y así el Emperador nombró oficialmente a Li Jue Mariscal Regente. Esto le complació gratamente, y atribuyó este ascenso a la potencia de las plegarias de sus sabias brujas y a sus indicaciones. Recompensó a esa gente más generosamente. Pero su ejército se había perdido. Por lo que su comandante, Yang Feng, estaba enfadado. enfadado. Yang Feng dijo al General Song Guo: — Hemos tomado todos los riesgos y nos hemos expuesto a las piedras y a las flechas en su servicio, y no nos ha dado ninguna recompensa, atribuyendo todo el mérito a sus brujas. — Quitémosle del medio y rescatemos al Emperador — dijo Song Guo. a tacaré desde fuera. — Explota una bomba como señal, y yo atacaré De esta forma los dos se pusieron de acuerdo para actuar conjuntamente aquella misma noche durante la segunda guardia. Pero habían sido escuchados, y el fisgón se lo dijo a Li Jue. Song Guo fue atrapado y ejecutado. Aquella noche Yang Feng esperó afuera por la señal y
siguió esperando, hasta que salió Li Jue en persona. Entonces comenzó una refriega que duró hasta la cuarta guardia. Pero Yang Feng escapó y huyó a Xian. Pero desde ese momento el ejército de Li Jue comenzó a desmoronarse, y comenzó a notar sensiblemente las bajas causadas por los frecuentes ataques de Guo Si. Entonces llegaron noticias de que Zhang Ji, al frente de un gran ejército, se aproximaba desde Shanxi para traer la paz entre ambas facciones. Zhang Ji prometió que atacaría al que se mostrara recalcitrante. Li Jue trató de ganarse su favor enviando rápidamente a Zhang Ji un mensaje diciendo que estaba preparado para la paz. Y así lo hizo Guo Si. De esta forma los conflictos entre las facciones rivales finalmente terminaron, y Zhang Ji lo conmemoró pidiendo al Emperador ir a Hongnong cerca de Luoyang. El Emperador estaba encantado, diciendo: — Llevo tiempo esperando volver al este. Zhang Ji fue recompensado con el título de Comandante de la Caballería Voladora y fue honrado notoriamente. Zhang Ji vio que el Emperador y la corte estaban bien provistos de provisiones. Guo Si liberó a todos los oficiales cautivos, y Lu Jue preparó transporte para mover mover a la corte al este. Li Jue ordenó compañías de su Guardia Real para escoltar a la caravana. El avance discurrió sin incidentes hasta las inmediaciones de Xinfeng. Cerca del Puente de Baling un viento otoñal del oeste empezó a soplar con gran violencia, y pronto el clamor del vendaval se escuchaba por encima de los pasos del gran cuerpo de la caravana. Se detuvieron en el puente e impidieron el paso. — ¿Quién viene? — gritó una voz. — La Carroza Imperial está de paso, ¿y quién eres tú para detenerla? — dijo Yang Qi, cabalgando al frente. Dos líderes del grupo de los bloqueadores avanzaron hacia Yang Qi, diciendo: dici endo: — El General Guo Si nos ha ordenado que guardemos el puente y detengamos a todos los espías. Dices que el Emperador está aquí: a quí: debemos verle, entonces os permitiremos pasar. Así la Cortina de perlas se corrió y el Emperador dijo: s e retiran para dejarme pasar, caballeros? — Yo, el Emperador, estoy aquí. ¿Por qué no se — ¡Wan shui! ¡Larga vida! ¡Larga vida! — — gritaron todos a una, y se apartaron para permitir a la corte avanar. Pero cuando le informaron que se habían hab ían ido, Guo Si estaba muy enfadado, diciendo: — Pensé en ser más listo que Zhang Ji, coger al Emperador, y mantenerlo en Meiwo. ¿Por qué dejas que se escape? Ejecutó a los dos oficiales, se lanzó en persecución de la caravana, y los alcanzó a la altura del condado de Huaying. El ruido de un gran vocerío surgió tras los viajeros, y una fuerte voz ordenó: — ¡Detened la comitiva! El Emperador rompió en lágrimas. ¡Hemos caído de la madriguera del lobo a las fauces del tigre! — — ¡Hemos — dijo. Nadie sabía qué hacer; todos estaban demasiado asustados. Pero cuando el ejército rebelde se encontraba sobre ellos escucharon el redoble de los tambo ta mbores res y tras unas colinas llegó una cohorte de un millar de soldados precedidos por una gran bandera que portaba el nombre Han del General Yang Feng. Habiendo sido derrotado por Li Jue, Yang Feng huyó a las estribaciones de Xian y vino a ofrecer sus servicios tan pronto como escuchó del viaje del Emperador. Viendo que ahora era necesario luchar, se dispuso en la línea de batalla. El general de Guo Si, Cui Yong, avanzó y comenzó a lanzar un torrente de insultos. Yang Feng se volvió y dijo: — ¿Dónde está Xu Huang? A modo de respuesta llegó un valiente guerrero portando un hacha pesada de batalla. Galopó con su veloz caballo directamente hacia Cui Yong, quien cayó derrotado tras el primer golpe. Tras esto las fuerzas se precipitaron hacia adelante y se dirigieron a Guo Si. El ejército derrotado retrocedió unas siete millas. Yang Feng cabalgó hacia donde se encontraba el Emperador, quien cortésmente dijo: — Es un gran servicio el que has rendido: has salvado mi vida.
Yang Feng hizo una reverencia y se mostró agradecido, y el Emperador pidió ver al actual verdugo del líder rebelde. Así fue conducido hacia la carroza donde hizo reverencias y fue presentado como Xu Huang de Hedong. El Emperador reconoció el mérito del guerrero. Entonces la caravana prosiguió su camino, Yang Feng actuando como escolta hasta las inmediaciones de la ciudad de Huaying, el lugar donde se detendrían durante la noche. El Comandante del lugar, Duan Wei, les suministró ropas y alimentos. Y el Emperador pasó la noche en el campamento de Yang Feng. Al día siguiente Guo Si, tras haber reunido sus tropas, apareció delante del campamento, y Xu Huang llegó para presentar batalla. Pero Guo Si sacó su ejército de forma que rindió completamente el campamento, y el emperador estaba en el medio. La posición era totalmente crítica, cuando la ayuda apareció en la forma de un general galopando desde el sudeste, y los rebeldes desistieron en su asalto. Entonces Xu Huang los castigó y así se anotó la victoria. Cuando tuvieron ocasión de ver a su salvador descubrieron que era Dong Cheng, el tío del Emperador o el “Tío del Estado”. El Emperador lloró mientras le relataba sus penas y
peligros.
— Debe
mostrarse lleno de valor, Señor — dijo Dong Cheng — . El General Yang Feng y yo hemos prometido acabar nosotros mismos con los rebeldes Li Jue y Guo Si y de esta forma purificar el mundo. El Emperador mandó viajar al este tan pronto como fuera posible, y así marcharon día y noche hasta que alcanzaron su destino en Hongnong. Guo Si condujo de vuelta a su derrotado ejército. Al encontrarse con Li Jue le contó el rescate del Emperador y dónde había ido. — Si llegan a las Montañas Huashang y reciben apoyo en el este enviarán sus proclamas por todo el país, llamando a las armas a los nobles contra nosotros, y nosotros y nuestras familias estaremos en peligro — dijo Guo Si. — Zhang Ji está ocupando Changan, y debemos ser cautelosos. No hay previsto un ataque conjunto a Hongnong, por lo que podremos matar al Emperador y dividirnos el imperio entre nosotros — dio Li Jue. Guo Si encontró apropiado el plan, por lo que sus ejércitos se reunieron en un lugar y unidos saquearon los campos. En su camino a Hongnong sembraron la destrucción allá por donde pasaban. Yang Feng y Dong Cheng escucharon sobre la llegada de los rebeldes cuando partían en un largo viaje, por lo que ambos se volvieron y decidieron encontrarse con ellos en Dongjian. Li Jue y Guo Si habían hecho previamente su plan. Como las tropas leales eran pocas en comparación con sus propias hordas, podrían aplastarlas como si fueran hierba. Así, cuando el día de la batalla llegó, se arrojaron cubriendo las colinas y llenando las llanuras. Yang Feng y Dong Cheng se dedicaron únicamente a la protección del Emperador y de la Emperatriz. Los oficiales, los sirvientes, los eruditos y los funcionarios, toda la parafernalia de la corte fue abandonada a su suerte. Los rebeldes hicieron estragos en Hongnong, pero los dos protectores llevaron a salvo al Emperado E mperadorr a Shanbei. Cuando los generales rebeldes mostraron signos de persecución Yang Feng y Dong Cheng empuñaron sus espadas de doble filo. Enviaron para ofrecer discutir los términos de la paz con Li Jue Y con Guo Si; al mismo tiempo enviaron un edicto secreto para conseguir la ayuda de los líderes de los rebeldes de los Olas Blancas, Han Xian, Li Yue y Hu Cai. Los Olas Blancas eran una rama de los Turbantes Tur bantes Amarillos, Amarillos, y Li Yue era un bandido que había inspirado a los rebeldes por todo t odo el país. Pero la necesidad de ayuda a yuda era demasiado desesperada. Esos tres, habiéndoles prometido perdón por sus crímenes y un cargo de oficial, respondieron sin dudar a la llamada, y de esta forma el bando leal fue fortalecido, por lo que Hongnong fue reconquistado. Pero mientras tanto Li Jue y Guo Si arrasaban ar rasaban con cualquier lugar por donde pasaban, matando a ancianos y débiles, y obligando a los fuertes a unirse a sus filas. Cuando marchaban a una lucha enviaba a esos civiles reclutados al frente, y los llamaba los soldados “Que Desafían a la Muerte”. La fuerza de Li Jue y de Guo Si era arrolladora. Cuando Li Yue, el líder de los Olas Blancas, se aproximó con su ejército, Guo Si ordenó a sus soldados dispersar ropas y objetos de
valor por la carretera. Los antiguos ladrones no pudieron resistir la tentación, por lo que una riña comenzó. Entonces los soldados de Guo Si cayeron sobre sus desordenados rivales causando grandes daños. Yang Feng y Dong Chen tuvieron que llevarse al Emperador hacia el norte. nort e. Li Jue y Guo Si les persiguieron. — El peligro es grave — dijo Li Yue — . Le ruego, Su Majestad, que monte un caballo y vaya delante. — No puedo soportar abandonar a mis oficiales — respondió el Emperador. Lloraron y forcejearon lo mejor que pudieron. El líder de los Olas Blancas, Hu Cai, murió en un ataque. El enemigo se acercaba mucho, y el Emperador abandonó su carruaje y continuó a pie. Yang Feng y Dong Cheng le escoltaron hasta la orilla del Río Amarillo. Li Yue buscó un bote para llevarlo a la otra orilla. El tiempo estaba muy frío y el Emperador y la Emperatriz se abrazaron fuertemente tiritando. Llegaron al río pero las orillas eran demasiado altas, y no pudieron bajar al bote. Entonces Yang Feng propuso atar juntas las bridas de los caballos y bajar al Emperador suspendido por el talle. Sin embargo, el hermano de la Emperatriz, Fu De, encontró varios fajos blancos de seda de soldados muertos, y enrollaron en ellos a las dos personalidades imperiales, y de esta forma fueron bajados hasta cerca del bote. Entonces Li Yue tomó su posición en la proa con su espalda inclinada. Du Fe llevó a la Emperatriz en su espalda al bote. El bote era demasiado pequeño para llevarlos a todos, y aquellos que fueron incapaces de permanecer a bordo se agarraron al cable, pero Li Yue lo cortó y se cayeron al agua. Entonces llevaron al Emperador a la otra orilla y luego volvieron a por el resto. Había gran dificultad para abordar el bote, y tuvieron que cortar de un tajo los dedos y las manos de aquellos que persistían en subir a la embarcación. Los lamentos se alzaron a los cielos. Para cuando alcanzaron la otra orilla se perdieron muchos, sólo quedó una docena del séquito del Emperador. Yang Feng encontró un carro tirado por bueyes y transportó al Emperador y a la Emperatriz a Dayang. No tenían comida y por la noche buscaron refugio en una pobre casa sin techo. Los aldeanos les dieron algo de mijo cocido pero era demasiado áspero para poder ser tragado. Al día siguiente el Emperador otorgó títulos a todos aquellos que le brindaron protección. Li Yue fue hecho General Que Conquista el Norte, y Han Xian fue nombrado General Que Conquista el Este. La fuga continuó. Al poco dos oficiales de rango llegaron con el cortejo, y se postraron ante Su Majestad con muchas lágrimas. Eran el Guardia Imperial Yang Biao y el Ministro Han Rong. El Emperador y la Emperatriz alzaron sus voces y lloraron llorar on con ellos. — Los rebeldes han confiado en mis palabras — dijo Han Rong a su colega — . Usted debe permanecer como guardia del Emperador, y yo tomaré mi vida en mis manos y trataré de traer la paz. Después de que Han Rong se fuera, el Emperador descansó durante un tiempo en el campamento de Yang Feng. Pero Yang Biao pidió al Emperador que se dirigiera hacia Anyi y estableciera allí la capital. Cuando la comitiva llegó al pueblo se encontraron que no había ni un solo edificio notable, y la corte vivió en cobertizos de paja desprovistos de puertas. Suplieron estas carencias con unas vallas de espinos como protección, y dentro de estas moradas el Emperador celebró un concilio con sus ministros. Los soldados acamparon aca mparon en torno a las cercas. Ahora Li Yue y los rufianes de sus seguidores mostraron sus verdaderos colores. Manejaron los poderes del Emperador a su antojo, y los oficiales que les ofendían fueron apaleados o insultados incluso en presencia del Emperador. Proporcionaban a propósito vino de la peor calidad y carne áspera para el consumo del Emperador. Luchaba por tragar lo que le enviaban. Li Yue y Han Xian participaban recomendando para el Trono nombres de convictos, soldados rasos, hechiceros, sabandijas y personas de peores calañas, las cuales conseguían cargos oficiales. Así hubo más de doscientas personas. Como los sellos no marcaban su estampa, piezas de metal fueron machacadas con cualquier clase de figura. Los asuntos de la corte nunca fueron degradados hasta tal bajeza. Ahora Han Rong fue a ver a Li Jue y a Guo Si. Tras escuchar sus vigorosas persuasiones, los dos generales rebeldes accedieron a liberar a los oficiales y personal de Palacio. Pa lacio.
Una hambruna sucedió aquel mismo año y la gente se vio rebajada a comer hierba de los bordes de las carreteras. Hambrientos, deambulaban de aquí a allá. Pero la comida y la ropa fue enviada al Emperador de parte del gobernador de Henei, Zhang Yang, y del gobernador de Hedong, Wang Yi, y la corte comenzó a disfrutar de un pequeño reposo. Dong Cheng y Yang Feng enviaron trabajadores a restaurar los palacios en Luoyang con la intención de mover la corte allá. Li Yue se opuso a eso. — Luoyang es la capital original en contra del mísero pueblo de Anyi — — argumentó Dong Cheng — . Trasladarla puede ser cuando menos razonable. ra zonable. Li Yue concluyó, diciendo: — Puede que quieras llevarte la corte, pero yo permaneceré aquí. Pero cuando el consentimiento del Emperador iba a ser dado y se iba a empezar a realizar, Li Yue envió una orden secreta a Li Jue y a Guo Si para capturar al Emperador. Sin embargo, este complot se filtró y la escolta se puso así a prevenir este hecho, y fueron presionados a pasar el puerto de las Montañas Zhiguan tan rápido como les fuera posible. Li Yue escuchó esto, y sin esperar a que sus colegas rebeldes se les unieran actuó por su cuenta. cuenta. Sobre la cuarta guardia, justo cuando la caravana estaba pasando por las Montañas Zhiguan, se escuchó una voz gritando: — ¡Detened esos carruajes! ¡Li Jue y Guo Si están aquí! Eso asustó enormemente al Emperador, y su terror se incrementó cuando vio la falda de la montaña iluminarse. De hecho: El grupo rebelde anteriormente fue fraccionado fra ccionado en dos, Para hacer funcionar sus maldades vuelven a unirse de nuevo.
Cómo escapó el Hijo del Cielo de este peligro se contará en el siguiente capítulo.