TULIO HALPERIN DONGHI (1972) REVOLUCIÓN Y GUERRA PRÓLOGO Este es un libro de historia política y su tema es el surgimiento surgimiento de un centro de poder político autónomo, en un área donde la noción misma de actividad política había permanecido ignorada. El propósito de este estudio es seguir las vicisitudes de una elite política creada, destruida y vuelta a crear por la guerra y la revolución. Esto supone la consideración de un conjunto de problemas: Las relaciones sociales vigentes antes del surgimiento de esa actividad política, que son el seno donde ésta se desarrollará. Las relaciones entre nueva y vieja elite. El uso que del poder se hace como medio de articulación entre los distintos sectores sociales tanto entre las clases dominantes como con los sectores populares a quienes la nueva elite debe su encumbramiento, pero con quien no está dispuesta a compartir su poder!. SEGUNDA PARTE: DEL VIRREINATO A LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RIO DE LA PLATA I.LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL a) LA GUERRA Y EL DEBILITAMIENTO DEL VINCULO IMPERIAL La guerra a escala mundial se instala en la estructura imperial a lo largo del sigl siglo o "#$$ "#$$$. $. La Espa Espa%a %a renac enacie ient nte, e, se &ja &ja obje objeti tivo voss má máss vast vastos os que que las las posibilidades que tiene abiertas. 'i bien el orden imperial en su conjunto su(re pronto las consecuencias de esta política ambiciosa, en el sector rioplatense, ésta és ta co comi mien en)a )a por por co cons nsol olid idar arlo lo.. En es esta ta )ona )ona el es es(u (uer er)o )o de renov enovac ació ión n administrativa, económica, militar, se ejerce con intensidad. 'imultáneamente con co n la crea creaci ción ón del del vir virreina einato to,, ca cae e en manos anos es espa pa%o %ola lass la *o *olo loni nia a del del sacr sa cram amen ento to que que dura durant nte e un sigl siglo o ha sido sido am amen ena) a)a a milit militar ar y elem elemen ento to disgregador del orden mercantil espa%ol. +or todo esto, la crisis del sistema colonial tendrá en el ío de la +lata un curso más abrupto que en otras partes y son las innovaciones introducidas en el sistema mercantil para adaptar al vir virrein reinat ato o a la co coyu yunt ntur ura a de guer guerra ra,, las las que que anti antici cipa pan n es esta ta cris crisis is.. Esto Esto necesariamente provocaría tensiones entre los que se disponían a aprovechar las ventaj ventajas as y los emisa emisario rioss locale localess del del orden orden imperi imperial, al, temer temeros osos os de las consec consecuen uencia ciass que les acarr acarrear earía ía cualqu cualquier ier atenua atenuació ción n de la hegemo hegemonía nía metr me trop opol olit itan ana. a. La noci noción ón de que que -uen -uenos os ir ires es el ce cent ntrro del del mund mundo o comercial, no pone en entredicho la supervivencia del vínculo político, aunque sí va trans(ormando la imagen que de él se tiene en el área colonial. Este orden colonial, no era, luego de tres siglos de dominación, una (uer)a de ocupación. El poder político se presenta como instrumento de tras(ormación de un orden econ ec onóm ómic ico o que que no pare parece ce ca capa pa)) de elab elabor orar ar es espo pont ntán ánea eame ment nte e (uer (uer)a )ass renov renovado adoras ras de su&cie su&ciente nte gravit gravitaci ación ón.. Ese instru instrume mento nto es es,, no obsta obstante nte,, escasamente ine&ca) y comien)a a mostrar que la coyuntura lo debilita cada ve) más. 'i el enriquecimiento enriquecimiento de mercaderes que tra&can al margen margen de la ruta de *ádi) es un hecho políticamente importante, las consecuencias económicas de esta novedad, serán e(ímeras y no habrán de durar más de lo que dure el vínculo con Espa%a. +ara entonces, #ieytes y -elgrano ven avan)ar con aprehensión aprehensión la
monoproducción ganadera y proponen remedios políticos. 'in embargo ambos advierten que si el despla)amiento ganadero avan)a, es porque está inscrito en las cosas mismas. /éli0 de )ara por su parte, postula un porvenir ganadero con todas sus consecuencias: población escasa, sobre todo en las áreas rurales, inestabilidad (amiliar y social. *uando a%os de e0periencia revelen la incapacidad creciente de la corona para cumplir su papel director, cuando el poder monárquico se desvane)ca en la crisis de 1232, la adaptación al nuevo clima político impondrá un acercamiento creciente a las posiciones de un liberalismo económico ortodo0o. Los instrumentos de cambio pasan a ser entonces, los que se insertan en las líneas de intereses de las (uer)as económicamente dominantes. La adopción de criterios para elegir dichos instrumentos, se vincula con el derrumbe de la autoridad monárquica. 4n mejor que en cualquier te0to de -elgrano, la huella de esa nueva situación, se encontrará en la epresentación de los 5acendados de la -anda 6riental de 1237. quí la conversión al liberalismo económico es total, donde la *orona no es sino un (antasma. El primer plano lo ocupan los comitentes de 8ariano 8oreno, hacendados seguros de su derecho, y a4n más seguros de su poder. 'e cierra así un capítulo de la historia económica rioplatense y del pensamiento económico. Es la con&an)a en la posibilidad de un dominio de las (uer)as económicas con medios políticos, la que se debilita progresivamente. /rente a una menor autonomía en cuanto a decisiones en materia económica de los gobiernos revolucionarios, no es de e0tra%ar que la actitud de nuestros economistas ilustrados haya sido hasta el &nal ambiguo. 'e a&an)a e(ímeramente el avance de sectores mercantiles especulativos, (avorecidos por el debilitamiento del la)o colonial debido a la coyuntura guerrera, pero de ning4n modo destinados a bene&ciarse por la ruina total de ese vínculo y su reempla)o por otro. 'ería abusivo ver en #ieytes y sobre todo en -elgrano los voceros de esos mercaderes audaces. La coyuntura guerrera debilitaba el vínculo económico, pero ese debilitamiento no incitaba necesariamente a una crisis más radical de la relación colonial. 'in embargo, e0iste ya antes de su p4blico estallido, una crisis más secreta del orden colonial. 9n aspecto de esa crisis larvada es el que registran nuestros manuales bajo el rubro de las nuevas inuencias ideológicas; a lo largo de la segunda mitad del siglo "#$$$, la curiosidad por las novedades político
73 Espa%a no ha hecho más que comen)ar a su(rir el impacto de la coyuntura revolucionaria; lo que ésta le va a deparar es la alian)a con /rancia, ya republicana. El desprestigio en las áreas coloniales, viene del hecho de ser Espa%a es eslabón más débil de la alian)a y que el vínculo con sus territorios se revelase particularmente vulnerable. ?=e dónde provenía entonces la desa(ección@ 5abría que mencionar en primer lugar la crisis en el equilibrio de las castas, representada por las rebeliones peruanas. En el Litoral, esa desa(ección al régimen colonial era sobre todo alimentada por los contactos con ultramar. El desarrollo de la economía local y la dislocación de las rutas comerciales normales contribuían a intensi&car la
presencia de e0tranjeros en -uenos ires. *on esto se vinculan las primeras organi)aciones masónicas. El poder colonial no tiene no obstante, en lo inmediato, nada que temer de ese sector, ocupado sobre todo en especulaciones que requieren el (avor del poder político; pero apenas el orden colonial se debilite, ese sector podrá acelerar su disolución. A) LAS INVASIONES INGLESAS ABREN LA CRISIS INSTITUCIONAL Espa%a y /rancia habían perdido en Ara(algar hasta la esperan)a de disputar el dominio oceánico a su gran enemiga. En -uenos ires, la escase) de tropas regulares era mal compensada por las milicias locales. La ine&cacia de éstas no era mal vista por las autoridades. +or a%adidura lo más importante de esta escuálida organi)ación militar había sido volcado hacia la (rontera indígena. Aodo eso, bien conocido en 8adrid, lo era menos en el propio ío de la +lata. La pérdida de la ciudad el B> de junio de 123C, se revela como un escándalo que espera ser e0plicado. La (ragilidad del orden colonial se ve bruscamente revelada. Las corporaciones de la ciudad no tienen reparos en avan)ar en la sumisión. =esde que se inventó la pólvora se acabaron los machos y entonces...! El *abildo civil, los altos (uncionarios, las dignidades eclesiásticas, se apresuran a jurar &delidad a $nglaterra, aunque posteriormente su actitud no les será reprochada. =esde junio de 123C las instituciones coloniales han adquirido un poderío que ya no perderán en manos de la *orona. La conquista británica ense%ó además, a magistrados y (uncionarios, un nuevo tipo de relación con la metrópoli en la que ésta debe solicitar adhesión cuando antes ni siquiera era discutida. =esde 123C hasta 1213 la política seguida por la udiencia de -uenos ires se orientaba sobre todo a detener el deterioro del la)o imperial. En la administración civil, es sobre todo el *abildo, el que cree llegada la hora de una reivindicación esperada. 8ientras el es(uer)o de la administración borbónica lo supedita progresivamente al control de los (uncionarios de designación regia, la prosperidad creciente trans(orma a la corporación mendiga del siglo "#$$$ en un cuerpo capa) de apoyar en ciertos respaldos &nancieros sus nada modestas ambiciones políticas. Es la iniciativa de Liniers, pasado a 8ontevideo primero en busca de tropas, la que doblega la resistencia británica en -uenos ires. 9na vasta popularidad rodea desde ese momento a su persona. El *abildo delegará en él el mando militar de la capital y encontrará en la preparación de la -anda 6riental para en(rentar una nueva o(ensiva británica, una tarea alternativa para la cual no está particularmente bien preparado. *ontará con el aval de la udiencia a quien la delegación parcial por parte del #irrey le parece pre(erible al derrocamiento. Los vencedores son los capitulares y Liniers que emprenden la empresa de preparar una nueva resistencia. *uando esta empresa avance bajo la rivalidad entre capitulares y Liniers, se se%alará el comien)o de una suerte de revolución social, provocada por el vencedor de los ingleses, para mejor a&rmar su poder personal. Aodo esto inicia un proceso ampliado de militari)ación, que implica un cambio muy serio en el equilibrio social de -uenos ires. En primer lugar la creación de mil doscientos nuevos puestos militares entre o&ciales y clases, en una sociedad en que el comercio y la administración p4blica son la (uente por e0celencia de las ocupaciones honorables, lo cual acrece el costo local de la administración. 9na redistribución de recursos comen)aba así entre metrópoli y colonia, y dentro de la colonia misma, que será acentuada luego por la revolución.
El modo en que esos o&ciales (ueron designados el je(e de la administración regia en el ío de la +lata. 'u poder no había disminuido con ese cambio pero sí había cambiado de base. El *abildo que ha comen)ado e0celentes relaciones con él, irá en(riándolas hasta llegar a la ruptura violenta; lo mueve a ello el acercamiento creciente del sucesor de 'obremonte. +ara los capitulares Liniers era a la ve) el representante de la legitimidad y un serio rival en el dominio de esas (uer)as nuevas que la militari)ación había introducido en el equilibrio de poder. menos de un a%o de la de(ensa, el *apitán Feneral y el *abildo están en(rentados; uno y otro creen contar con la adhesión de esa (uer)a nueva. Es la crisis metropolitana la que va a dotar de nuevas consecuencias a los cambios comen)ados localmente en 123C. =e ella se alcan)a un anticipo cuando a comien)os de 1232, la corte portuguesa llega a ío de aneiro. La guerra vuelve así a acercarse al ío de la +lata ya que Espa%a ha apoyado la acción (rancesa contra +ortugal. El virrey interino y gobernador de 8ontevideo para entonces, el cargo está ocupado por Elío, designado por Liniers luego de la retirada británica, en reempla)o de ui) 5uidobro! buscaban saber qué preparativos o(ensivos se esconden tras la (rontera brasile%a y el *abildo porte%o cree llegada la hora de volver a la gran política. Go obstante, los acontecimientos europeos, trans(orman al enemigo en aliado, y antes de ello, Liniers decide buscar un modus vivendi con la corte portuguesa para que abra sus puertos al comercio rioplatense. El *abildo tiene mucho que objetar al proyecto y en el nuevo alineamiento político, el origen (rancés de Liniers se
trans(orma en causa de recelos. parece en escena la $n(anta *arlota y el partido de la independencia es cada ve) más (recuentemente mencionado. La in(anta o(rece una solución a la crisis que el derrumbe del poder central ha provocado. Las ventajas que como símbolo de la soberanía vacante tiene sobre las juntas surgidas en la metrópoli nacen no sólo de la precariedad de la situación militar de éstas, sino también de la pretensión de estas juntas a actuar en nombre del rey cautivo. /rente a ellas, la objeción de que los reinos espa%oles no eran en derecho una unidad sino a través de la sumisión a un mismo monarca era demasiado obvia para que no comen)ase a ser esgrimida como argumento para negar el derecho de algunos espa%oles europeos que habían recibido su investidura del pueblo de la península para gobernar los reinos indianos. Ello e0plica que no pocos (uncionarios regios hayan sido atraídos por el carlotismo. E0plica menos coherentemente que también se hayan orientado a él algunos veteranos del partido de la independencia, y otros que sin serlo, no tenían motivo para salvar al absolutismo. Huedaba la posibilidad de creación de una rep4blica, incluso por la (ormación de una junta que podría admitir o no la supremacía de la sevillana; pero esa alternativa no atrae a los que en el pasado se han mostrado abiertos a la posibilidad de utili)ar la crisis y que ahora pro(esan un alarmado legitimismo. Esto es así porque no se ju)gan con (uer)as para dirigir esa empresa y apoderarse del gobierno local. El ío de la +lata, pese a la crisis metropolitana, no está lo bastante aislado para que una abierta ruptura de la legalidad pueda consolidarse con sólo contar con superioridad militar local; +ortugal e $nglaterra, nuevos aliados de Espa%a, son elementos que no podían ignorarse. Go es e0tra%o entonces que los (uturos patriotas se es(uercen en conservar un manto de legitimidad que promueven en la in(anta *arota o que apoyen al virrey $nterino. La militari)ación misma comen)ará por consolidarse dando un sostén imprescindible a una legitimidad tambaleante: salva a Liniers momentáneamente y da un desenlace inesperado a un conicto que desde septiembre de 1232 se ha agudi)ado: (rente a la autoridad de -uenos ires y el virrey interino, se levanta la disidencia de 8ontevideo. Ista, ciudad de guarnición, tiene tras de sí a las tierras ganaderas más ricas del virreinato. Las invasiones han dado nueva oportunidad para actuali)ar sentimientos poco (raternales con -uenos ires, despertados por la prohibición de comerciar con los e(ectos dejados por los británicos. La junta montevideana espera hacerse admitir por las autoridades virreinales, esperan)a (rustrada por los alineamientos políticos en -uenos ires. Elío entonces, entra en inteligencias con Dl)aga y el cabildo porte%o que no entra en el alineamiento virreinal. Aambién el aparato militar, a medida que se agrava la crisis, se trans(orma en árbitro de la situación ya que los comandantes militares tienen un interés pro(esional en el mantenimiento del virrey. El 1> de octubre, cuando algunos rumores hicieron temer la inminencia de un levantamiento en apoyo de la secesión montevideana, un documento &rmado por la mayoría de los comandantes, o(recía al virrey la lucha contra los hipotéticos insurgentes. quí se reejaba el mismo alineamiento que iba a darse el 1 de enero de 1237, (echa en que &nalmente se intentó el derrocamiento del virrey. Ese día es designado el nuevo *abildo, cuyos integrantes son sometidos a la aprobación virreinal, inmediatamente concedida. Ese desenlace pací&co es roto por el estallido de un tumulto en la pla)a mayor. +iden la instalación de una junta, previa remoción del virrey. 8ientras se negocia en la (ortale)a, la pla)a amena)a con convertirse en campo de batalla. Liniers o(rece su dimisión, pero no acepta la (ormación de una junta ya que lo que le preocupa sobre todo es salvar el orden espa%ol. Los patricios y andaluces ocupan la pla)a. 'aavedra
declara que no tolerará la deposición del virrey y éste se retracta. La derrota del *abildo es completa y de inmediato comien)a la represión. Los regimientos subversivos
B) LA REVOLUCIÓN El virrey intenta dosi&car la di(usión de noticias que comien)an a llegar sobre la guerra. -ajo el estímulo de la rivalidad entre peninsulares y la elite criolla, el orden establecido tiene posibilidades muy limitadas de sobrevivir a la tormenta que se avecina. La autoridad de 'evilla ha sucumbido a la derrota militar y la disidencia interna. La que surge en *ádi) para reempla)arla, ya no será reconocida en la capital del virreinato. La hegemonía militar sigue en manos de los mismos que ganaron en enero. El *abildo de 1213 no está animado de la misma clara ambición de poder que el de 1232; los que entonces lo habían dominado no han logrado reconquistar la que había sido su (ortale)a. lgunos de sus seguidores como uan Larrea y asesores como mariano 8oreno, están ahora junto con los je(es militares que les inigieron la derrota de enero de 1237. *isneros ha respetado en lo esencial el equilibrio de poder que encontró a su llegada y ha otorgado además la autori)ación para comerciar con $nglaterra. La (uer)a armada cuyo equilibrio interno *isneros no había osado trans(ormar, es de la que depende el desenlace de la crisis y cuando es desahuciado por ella, el virrey advierte que debe inclinarse ante sus vencedores. 'u destrucción comien)a el 1> de mayo con la publicación o&cial de las malas nuevas de la +enínsula; la resistencia anti(rancesa sólo sobrevive en la bahía de *ádi) y la junta sevillana ha sido trágicamente suprimida. +or medida precautoria, las tropas en -uenos ires son acuarteladas y en nombre de sus o&ciales el virrey es intimado a abandonar su cargo, caduco junto con su autoridad. El B1 una breve muchedumbre, reclutada entre el bajo pueblo por tres e&caces agitadores, se re4ne en la pla)a. El virrey y el *abildo se deciden a en(rentar la situación mediante una junta general de vecinos. El *abildo bierto o(rece a los de(ensores del orden vigente una nueva oportunidad para a&rmarse, pero casi la mitad de los vecinos convocados pre&rió no asistir y entre los que se hicieron presentes, los dispuestos a de(ender el orden estaban en (ranca minoría. La e0istencia de la crisis institucional no (ue puesta en duda y no parece haberse producido discordia sobre las bases jurídicas de cualquier solución ya que la posibilidad de una decisión popular que cubriera interinamente las vacantes del poder soberano estaba sólidamente (undada en te0tos legales. El del BB de mayo no ha sido un debate ideológico sino una querella de abogados que intenta utili)ar un sistema normativo vigente, cuya legitimidad no se discute, para (undar las soluciones que cada bando de&ende. El resultado es la quiebra con el antiguo orden, pero que deja al *abildo la tarea de establecer un nuevo gobierno. La solución está inspirada por la prudencia: el virrey es trans(ormado en el presidente de una junta; de los cuatro vocales que la integran, dos <'aavedra y *astelli< son je(es visibles del movimiento que viene impulsando el cambio institucional; los dos restantes <'olá e $ncháurregui< han apoyado el BB dejar el poder en manos de los capitulares. El mismo día de instaurada la junta el conicto resurge; los o&ciales se resignan mal a dejar el supremo comando militar en manos de *isneros y los que en la junta los representan, se retiran de ella. El BK, una nueva jornada de acción impone un desenlace di(erente; la pla)a es de nuevo teatro de agitación popular, de la que surge un petitorio: una junta más amplia. La preside 'aavedra, que recibe así el supremo poder militar.
*aben algunas dudas sobre el origen preciso de la solución que surge el BK. Los petitorios llevan la huella de haber surgido, por lo menos en parte, de la organi)ación militar urbana. ?Es decir que los acontecimientos que pusieron &n al orden colonial (ueron (ruto de la acción de una reducida elite de militares pro(esionales@ Esto no se deduce de los hechos alegados por los autores que la de&enden. 6tros por su parte hacen demasiado (ácil la tarea al postular como contrapartida una revolución popular que para serlo, hubiera debido contar con el apoyo de la mayor parte de la población. La alternativa entre un origen militar y otro popular, es en sí irrelevante si se recuerda que sólo a través de la militari)ación, se han asegurado a la ve) que una organi)ación institucional, canales también institucionali)ados de comunicación con la plebe urbana. Los dos términos postulados como e0cluyentes, designan aquí dos aspectos de una misma realidad. +roducida la revolución, queda a4n por asegurar a ésta la obediencia de la totalidad del territorio que pretende gobernar. +ara ello se decide el mismo BK el envío de tropas al $nterior. *omo primera instancia, esa elite criolla a la que los acontecimientos hincados en 123C han entregado el poder local, debe crear de sí, una clase política y un aparato militar pro(esional. II. LA REVOLUCION EN BUENOS AIRES. A) NACE UNA VIDA POLÍTICA La jornada del BK ha creado un nuevo (oco de poder, que quiere hacer de su legitimidad, un elemento capital de la ideología revolucionaria. El desli)amiento hacia la guerra civil no podrá ser evitado. La revolución comien)a por ser la aventura estrictamente personal de algunos porte%os. El nuevo orden dispone de medios para conminar la adhesión, pero la disposición a esa obligada adhesión, la hace al mismo tiempo menos signi&cativa. 'erá la e0istencia de un peligro e0terno
indios, es mucho más cautamente empleada para criticar las jerarquías sociales e0istentes que aparecen implícitamente con&rmadas a través del ritual revolucionario. 'e inhibe de innovar (rente a las más signi&cativas de las di(erencias sociales heredadas. La noción de gente decente, que reeja el delicado equilibrio social propio del viejo orden, es recogida desde mayo de 1213 la presencia plebeya se hace sentir como nunca en el pasado, y en ciertos momentos las pre(erencias de esa nueva clientela política no dejan de tener consecuencias en el curso de las crisis internas del régimen. comien)os de abril de 1211 es el inujo de la muchedumbre de los arrabales, movili)ada por sus alcaldes, el que salva a la (acción dominante de su ruina segura. La amena)a de ampliación permanente del sector incorporado a la actividad política es eludida porque la movili)ación de los sectores populares, cuyo carácter masivo la ha hecho impresionante, es a la ve) muy super&cial. un limitada, la politi)ación popular es un hecho rico en consecuencias, siendo la dirección revolucionaria marginal dentro del grupo tradicionalmente dominante, debe buscar apoyo (uera de él. 6tro motivo: la guerra e0igirá una participación creciente de los sectores populares. La compulsión (ue usada aun así, la persuasión se revelaba necesaria el entusiasmo de los marginales por el reclutamiento no parece haber sido universalM. Los motivos patrióticos y militares pasaban a primer plano; los aspectos políticos del cambio revolucionario eran pre(eribles dejarlos a cargo de un sector más restringido. econocidos sus límites no convendría sin embargo ignorar los alcances de la movili)ación popular, sobre todo en la ciudad. Hue la palabra escrita es en -uenos ires un medio de di(usión ideológica no reservado a una minoría: la revolución multiplica las imprentas y el avance del sentimiento igualitario es igualmente atestiguado. 'i bien sería e0cesivo sostener que la (e plebeya en la invencible -uenos ires guió alguna ve) la política que desde la ciudad se hacía, es en cambio indudable que ya no habría en la ciudad ning4n gobierno que pudiera impunemente ignorarla del todo. Esa (e sin des(allecimientos en la +atria es el 4nico sentimiento que acompa%a la limitada movili)ación política de las clases populares. l a&rmarlo se correría el riesgo de ignorar los avances del igualitarismo; los es(uer)os por limitar el alcance de la noción revolucionaria de igualdad muestran que las posibles consecuencias de su di(usión no dejaban de ser advertidas. Las consecuencias de la revolución en el equilibrio interno de la porte%a debían di(undir una imagen menos rígida del ordenamiento social. Es sobre todo el equilibrio interno de la el que es a(ectado. Ese proceso comien)a bajo la (orma de una lucha política de la revolución contra quienes la hostili)an. 5abía un sector en el cual esas disidencias debían abundar: el de los altos (uncionarios de carrera, de origen metropolitano, otro sector más vasto con cuya benevolencia no podía contar: el de los peninsulares. En cuanto al primero, el poder revolucionario lo distinguió desde el comien)o porque, siendo poco numeroso e intensamente impopular, o(recía un blanco admirable para la hostilidad colectiva. =esalojados los no muy numerosos (uncionarios de designación metropolitana,, la revolución pareciera que ya no tiene enemigos. 'in embargo las cosas no están así; la hostilidad hacia los peninsulares no decae. El bando del BC de mayo ordena castigar con rigor a quien Nconcurra a la división entre espa%oles europeos y americanosO. Las e0hortaciones de clérigos, periodistas y corresponsales anónimos no son su&cientes para detener la progresiva separación de peninsulares y nativos. Las consecuencias se hacen sentir pronto; en circular del P de diciembre de 1213 la junta reserva los nuevos empleos a los americanos, al mismo tiempo
conservando en sus cargos a los peninsulares en situación de e0hibir Nbuena conducta, amor al país y adhesión al gobiernoO. +ocos días antes la medida es revocada. Go creer que la junta está convencida de cuanto proclama; es demasiado evidente que la prudencia la guía ante la o(ensiva de sus enemigos. 'in embargo no pone &n a los avances de las discriminaciones. Istos prosiguen por dos ra)ones di(erentes: la primera es que la limitada democrati)ación ha dado vo) a una opinión plebeya cuyos sentimientos antipeninsulares no parecen limitados por ninguna ambivalencia. La conjuración de Dl)aga debía marcar una ruptura completa entre los dos sectores. La conspiración, con sus proyectadas represiones hacia el sector americano y patriota, (ue seguida de una agudi)ación inmediata de las medidas antipeninsulares: prohibición de montar a caballo, o de andar por las calles durante la noche. Los peninsulares son eliminados del comercio al menudeo y se les prohíbe tener pulpería. Aodo ello en medio de una cerrada represión que durante días o(rece el espectáculo de ejecuciones en la pla)a mayor. un ahora, ninguna medida de e0clusión es tomada respecto del comercio al por mayor y aun la importante (ortuna de Dl)aga es salvada para sus hijos, criollos. l a%o siguiente, la creación de la ciudadanía de las +rovincias 9nidas o(rece &nalmente el instrumento legal para di(erenciar el estatus de los metropolitanos (avorables de los hostiles. La carta de ciudadanía es requerida para conservar empleos p4blicos y actuar en el comercio. La situación se hará cada ve) más di(ícil hasta que en 121> los peninsulares sólo podrán casarse con una criolla si previamente obtienen autori)ación del secretario de gobierno. =e este modo la revolución ha en(rentado a un entero grupo, lo ha e0cluido de la sociedad que comien)a a reorgani)arse. hora bien, los peninsulares son especialmente numerosos en ciertos niveles: alta administración y gobierno. La decadencia de las corporaciones y magistraturas civiles y eclesiásticas no es tan sólo consecuencia del nuevo clima económico; es el (ruto de una política deliberada. La acción revolucionaria no se traduce aquí en la e0clusión de un sector de la sociedad colonial, sino en un reajuste del equilibrio entre sectores destinados a sobrevivir a los cambios revolucionarios. B) LA CRISIS DE LA BUROCRACIA La revolución propone una nueva imagen del lugar de las magistraturas y dignidades. La trans(ormación es justi&cada en el decreto de supresión de honores del presidente de la junta, de diciembre de 1213. En adelante el magistrado deberá Nobservar religiosamente el sagrado dogma de la igualdadO y no tendrá, (uera de sus (unciones, derecho a Notras consideracionesO. Esa severa disciplina que la junta se impone a sí misma será aplicada con rigor a4n más vivo a los demás (uncionarios. En tiempos coloniales, la solidaridad entre burócratas no había e0cluido las tensiones internas; la revolución intensi&có éstas mucho más que aquella. un dejando de lado la depuración de desa(ectos, creó un poder supremo que sentía con mucha mayor urgencia la necesidad de a&rmar su supremacía sobre sus instrumentos burocráticos, y que por a%adidura podía vigilarlos mucho mejor que la remota corte. 'ólo (rente a una magistratura se detuvo el poder revolucionario: la del cabildo, que en las jornadas de mayo había sabido reservarse una superintendencia sobre el gobierno creado. 'us integrantes conservan el derecho de elegir a sus sucesores.
*uando en 121K se abolió este sistema en bene&cio de la elección popular, la re(orma no hi)o sino con&rmar al cabildo en su situación de 4nica corporación cuya investidura no derivaba del supremo poder revolucionario. El cabildo o(rece el más sólido de los ne0os de continuidad jurídica entre el régimen revolucionario y el colonial de cuya legitimidad aquél se proclama heredero. La a&rmación del nuevo poder sobre burocracia y magistraturas está todavía estimulada por la reorientación de las &nan)as hacia la guerra. =ebido a ellas, (uncionarios tendrán derechos sobre los ingresos p4blicos menos indiscutidos que en el régimen colonial. Los retrasos en los pagos se harán (recuentes: a &nes de 1211se les a%adirá una rebaja general de los sueldos.; se asigna a la quita carácter de préstamo. =el mismo modo, las corporaciones, dotadas en el pasado de patrimonio propio, lo verán sacri&cado a las necesidades de la guerra revolucionaria. Esa pérdida de rique)a, poder y prestigio pone cada ve) más a (uncionarios y corporaciones en manos del poder supremo que termina por reasumir los signos e0teriores de su supremacía. La concentración del gobierno en una sola persona, el director supremo, va acompa%ada del abandono ya de&nitivo del austero ideal igualitario que la junta se había &jado en 1211. En la iglesia se da una situación especial; el nuevo poder no puede utili)ar con ella los métodos empleados para reducir a obediencia a la administración civil; los enemigos abiertos abundarán en su seno, y el gobierno revolucionario deberá aprender a convivir. La depuración es incompleta y sobre todo gradual. *ualesquiera sean sus sentimientos, los obispos sólo son aceptados en el nuevo orden si prestan a él el prestigio de su investidura. La conciencia por parte de la junta de que la política eclesiástica a(ecta de manera más compleja a sus gobernados, le presta así una mayor ambigJedad: se trata de mediati)ar al cuerpo eclesiástico y de utili)arlo como au0iliar para la a&rmación del poder revolucionario La revolución se traduce en una agudi)ación inmediata de los conictos internos del clero regular. /rente a esos conictos el gobierno evita a menudo de&nirse. =e este modo, aseguran la sumisión de eclesiásticos adictos y desa(ectos. =el poder eclesiástico se de&ne por la pluma del cabildo eclesiástico como una clase más dentro del estado, obligada por lo tanto Ncomo parte de la conservación del todoO. 'ólo a partir de 121C se oirá un lenguaje más altivo en los voceros del clero. La iglesia aislada de oma primero por el cautiverio ponti&cio y luego por la decisión vaticana de no mantener relaciones o&ciales con la 5ispanoamérica revolucionariaM y aislada también de Espa%a por la guerra de independencia. -uenos ires no tendrá nuevo obispo por un cuarto de siglo; las órdenes comen)arán por ser gobernadas por resoluciones del poder civil. Ese avance del poder político no a(ecta directamente el prestigio de la religión en la vida colectiva, el gobierno revolucionario tomó su papel de de(ensor de la (e. 9na iglesia así invadida por las tormentas políticas de&ende muy mal el lugar tenido en la vida rioplatense. Ese lugar no está amena)ado por ataques (rontales, sin embargo su erosión es inevitable. 'ería apresurado deducir una decadencia de la adhesión a la (e recibida; la progresiva seculari)ación de la vida colectiva, que las circunstancias imponían, provocaba en cambio reacciones más limitadas. Esta seculari)ación es el correlativo de la politi)ación revolucionaria. La política del supremo poder revolucionario (ue (rente a la iglesia sustancialmente e0itosa. 'ólo que lo (ue mucho menos para heredar el poder y el prestigio de
sus víctimas. Ese empleo de la coacción obliga al nuevo régimen a crear un aparato de administración de ella, más compleja y poderosa. Q ese aparato, au0iliar del nuevo poder representa un peligro para éste. En el interior las autoridades subalternas son bene&ciarias de un paulatino traspaso del poder, cuya amplitud se percibirá plenamente a partir de 12B3. En la capital, por el contrario, los sucesivos gobiernos mantienen (rente a ese peligroso desli)amiento una vigilancia e&ca). El poder supremo sólo domina parcialmente, y con el cabildo sostendrá conictos intermitentes. La actitud del cabildo en parte puede atribuirse a la prudencia (rente a un poder supremo menos distraído que la corona. La autonomía de los alcaldes de barrio va a ser drásticamente limitada. El reglamento de policía, dictado en diciembre de 121B, coloca a justicias de campa%a y alcaldes de barrio bajo las órdenes del intendente de policía y sus comisarios. =e este modo, la relación entre el nuevo estado y los sectores populares y marginales acent4a sus aspectos autoritarios y represivos. La sustitución paulatina del aparato (ormado por los alcaldes y tenientes por una policía centrali)ada y rentada con (ondos del &sco central es una decisión comprensible. Fracias a ella el poder revolucionario pudo eludir el surgimiento en su propia capital de un n4cleo de rivales potenciales. +ero esa solución, posible en -uenos ires, lo era menos en el $nterior. C) LA DIRECCION REVOLUCIONARIA RENTE AL E!"RCITO Y LO ECONOMÍA# SOCIAL URBANA La legitimidad de ese ejército urbano, sólo a medias sometido a la disciplina de una tropa regular, era constantemente puesta en duda. La revolución, al desencadenar la guerra, puso &n a esa situación. En una proclama del B7 de mayo de 1213, se establece que Nes necesario reconocer un soldado en cada habitanteO, y las derrotas harán a4n más evidente esa necesidad. =espués de 5uaqui, que arrebata el lto +er4, ese programa de militari)ación integral es llevado a sus 4ltimas posibilidades. La tendencia a hacer del ejército el primer estamento del nuevo estado es innegable. Los je(es militares go)aban de una popularidad con la que pocos dirigentes civiles podían rivali)ar. En la nueva liturgia revolucionaria la representación de la (uer)a armada ha adquirido un papel que no había conocido en el pasado. Esa supremacía militar alcan)a corolarios cada ve) más inquietantes para la burocrática. La adecuación del ejército, heredado de 123C, a sus nuevos y más amplios cometidos se llevará adelante bajo el mismo signo que marca a la acción revolucionaria en su conjunto: los progresos del igualitarismo del movimiento serán también aquí mantenidos bajo estrecho control. 'i bien esa parte Ntan numerosaO no se ve ya impedida por la Ndi(erencia del colorO de integrar la tropa veterana, los cargos de o&ciales le seguirán vedados aun en los cuerpos de color. La b4squeda de nuevos reclutas, que en el $nterior creará tensiones a ratos e0tremas entre el ejército y las poblaciones, tiene en -uenos ires consecuencias menos drásticas. El poder limita la obligación de las armas a la población marginal. Los esclavos parecen o(recer una alternativa menos peligrosa que los marginales; desde la revolución, la donación de esclavos a la patria se tras(orma en un signo de adhesión a la causa. 8ás adelante, a comien)os de 121K, son con&scados los esclavos de los espa%oles europeos, para (ormar un nuevo cuerpo militar. Es así como, sin contar con las (uentes rurales de reclutamiento a las que ahora se recurre, la composición de los cuerpos militares ha cambiado pro(undamente; surgidos de un movimiento en que el
elemento voluntario había predominado, están siendo anegados de vagos y esclavos. 5acer de cuerpos así (ormados el principal apoyo del poder revolucionario encierra peligros. La pro(esionali)ación del ejército es la que aleja los peligros. El nuevo orden requiere ejércitos y no milicias. La trans(ormación va acompa%ada de un reajuste en la disciplina. El proceso comien)a sin embargo por ser lento, las disidencias internas al personal revolucionario hacen del apoyo de las milicias a 'aavedra, el je(e de la (acción moderada, un elemento precioso como para que pueda ser arriesgado mediante re(ormas demasiado hondas. un así, los retoques (ormales no (altan. Go estaba en el interés del nuevo orden disminuir la distancia entre o&ciales y tropa. /ueron las crisis políticas de 1211 al dar a la (racción moderada una e(ímera victoriaM las que arrebataron a esa (racción el dominio de la situación política y eliminaron el obstáculo principal a la pro(esionali)ación del ejército. =e diciembre de 1211 data la resistencia abierta del primer regimiento de +atricios cuyos subo&ciales y soldados se sublevaron designando nuevos o&ciales.. La represión comien)a: seis subo&ciales y cuatro soldados son ejecutados, otros veinte son condenados a presidio, compa%ías enteras son disueltas y el cuerpo depurado. El movimiento es sólo de subo&ciales y tropa. 9na nueva línea de clivaje se revela así, se impone una disciplina más estricta. Esta tras(ormación tenía una consecuencia política precisa. hora el cuerpo de o&ciales ejercía su inujo político por derecho propio. +asa a ser el due%o directo de los medios de coacción que tienen entre otras &nalidades la de mantener el poder en manos de esa , limitando la democrati)ación a la que la revolución debe su origen. 5ay aquí un peligro de separación progresiva (rente al personal no militar de la revolución; la primera mención a los peligros del militarismo que contiene la Faceta subraya que entre los o&ciales ha surgido un in(undado sentimiento de superioridad Nsobre sus paisanos. La pro(esionali)ación, a la ve) que da una preeminencia nueva al cuerpo de o&ciales, lo di(erencia del resto del personal político revolucionario. El criterio de reclutamiento y promoción varía. El reconocimiento de ciertas e0igencias técnicas, unido a la escase) de o&ciales disponibles, e0plica que el poder revolucionario haya sido menos estricto en cuanto al pasado político de sus servidores militares que cuando se trataba de elegir au0iliares administrativos, con el tiempo se hará cada ve) más (recuente la incorporación de prisioneros realistas al ejército patriota, no sólo como soldados sino también como o&ciales. En 121B se hace presente en el ío de la +lata un saber militar menos sumario y rutinero que el heredado de tiempos coloniales. 'an 8artín, incorporado al ejército revolucionario como coronel, adapta sistemas organi)ativos y tácticos de inspiración (rancesa. lvear redacta una instrucción de in(antería que sigue la misma escuela. *on ellos, la superioridad del militar ya no es sólo la del combatiente en una comunidad que ha hecho de la guerra su tarea más urgente; es la del técnico que puede llevar adelante esa tarea con pericia e0clusiva. Aodo la (avorece, es la entera sociedad la que reconoce al militar el lugar que ése se asigna dentro de ella. Lo esencial de la vocación militar es el riesgo de la vida y ese riesgo da derecho a todas las compensaciones, no la plani&cación! derecho a vivir de la industria y las privaciones de los civiles. Esa actitud puede ser peligrosa para la suerte militar de la revolución. En la hoguera de la guerra se destruye, junto con la rique)a p4blica y de las corporaciones, la traba)ón jerárquica en que se había apoyado el orden establecido, en el que los promotores del movimiento revolucionario habían
estado lejos de ocupar un lugar completamente marginal. +ero los o&ciales que asumen el primer lugar en el nuevo estado crean tensiones evidentes en el interior, donde act4an a veces como conquistadores. En primer término con esos sectores locales que han dominado la economía y que, ahora se ven amena)ados por la doble presión de la guerra y de la concurrencia mercantil e0tranjera. Aensiones también con quienes tienen la responsabilidad directa del manejo político, y ven agotarse la benevolencia de los grupos de los que ha surgido mientras la costosa revolución se obstina en no rendir los (rutos esperados. El cuerpo de o&ciales puede llegar a ser también un peligroso rival político, peligro tanto más real cuanto su identi&cación con la guerra a ultran)a, que lo separa de la de -uenos ires criollo, coincide con los sentimientos y
ica en (uturo es la inclusión en el sector dirigente de &guras que son incorporadas a él en su condición de integrantes de ciertos sectores sociales: lberti debe su lugar en la unta a su condición eclesiástica; Larrea y 8atheu a su condición de comerciantes. =icha inclusión prueba que desde el comien)o el poder revolucionario ha sido sensible al problema de hallar canales de comunicación con el cuerpo social, sin embargo, no alcan)a a salvar su aislamiento. El bloque revolucionario (ormado desde su origen por dos sectores distintos, tiende a escindirse en dos grupos opuestos. La relación de (uer)as en mayo de 1213 parece asegurar una sólida hegemonía al de base miliciana que reconoce por je(e a 'aavedra; su lenta erosión sólo (renada e(ímeramente por golpes de mano como los de diciembre de 1213
cliques peninsulares que le habían disputado con é0ito el primer lugar en -uenos ires y esa reticencia (rente al compromiso político, tiene sus ventajas: evitaba vientos de (ronda demasiado violentos. Esa clase alta, si no se incorpora como grupo a la revolución es entre otras cosas, porque ya es incapa) de actuar como tal. ?Q al acercarse a ella los dirigentes revolucionarios, no corren el riesgo de hacer suya su capacidad de dividirse en bandos rivales@ 5e aquí una ra)ón adicional para que a los ojos de un grupo dirigente, el problema principal sea el de su disciplina interna. Ese problema pasa a primer plano en la conducción. #ista retrospectivamente la lucha que separó a los morenistas de los saavedristas, parecía o(recer la primera lección sobre los peligros de la división en la dirección revolucionaria; la (ormación en mar)o de 1211 de un club político morenista marcó el comien)o de un nuevo estilo de politi)ación. Go tenía por (unción ampliar el n4mero de los porte%os políticamente activos, sino organi)ar a los que de entre ellos ya se oponían o podían ser llevados a oponerse a la tendencia moderada en el poder. Luego de una breve persecución a manos de sus adversarios, el club es reivindicado: el 1P de enero de 121B, resurge con el nombre de 'ociedad +atriótica. En octubre de 121B alcan)ó su victoria cuando un movimiento del ejército ya pro(esionali)ado barrió a los herederos indirectos y escasamente leales del saavedrismo encabe)ados por ivadavia y uan 8artín de +ueyrredón. +ero esa vindicación de la 'ociedad +atriótica, marcó a la ve) que el punto más alto de su poder, el surgimiento de su rival: la Logia. Go se distinguía ésta de la 'ociedad +atriótica, ni por sus tendencias ni por sus dirigentes, era su (unción en el sistema político la que marcaba una di(erencia. Qa no se trataba de dar mayor &rme)a de opiniones al entero sector políticamente activo; se buscaba más bien dar una unidad táctica a los dirigentes de este sector. Go parece haber dudas sobre los propósitos de la Logia: asegurar la conuencia plena de la revolución en una más vasta revolución hispanoamericana, republicana e independentista. En este aspecto la Logia retoma la tradición morenista pero esa orientación no torna menos complejas las situaciones que el poder revolucionario debe en(rentar, en particular dos: un problema era la disidencia Litoral, (avorecida por el uso de apoyos locales en la lucha contra el baluarte realista de 8ontevideo que había dado a estos apoyos (uer)a su&cientes para resistir las tentativas de subordinarlos al poder central. El otro era la inesperada marea de la restauración, que comen)aba a cubrir a Europa. 'i la (e revolucionaria y republicana tenía muy poco que decir (rente a los problemas de la disidencia Litoral, era directamente puesta en entredicho por los avances antinapoleónicos en Europa; para sobrevivir, debía aprender de nuevo a disimular. La *onstituyente, no dictará *onstitución alguna, no proclamará la independencia, se reunirá cada ve) menos, la transición de la 'ociedad +atriótica a la Logia no había signi&cado sólo un nuevo estrechamiento del poder, sino un cambio de acento. =el esclarecimiento ideológico, que seguía siendo el objetivo declarado de la primera, a la manipulación de inuencias con vistas a e(ectos políticos, que era la &nalidad de la segunda. *on lvear mejor organi)ado que nunca para su primera tarea, la de conservar el poder, el grupo revolucionario, no se halla por eso mejor integrado a la sociedad urbana. La mayor disciplina interna, no bastaba para eludir los peligros implícitos en ese aislamiento. La (acción alvearista no tenía demasiadas ra)ones para temer reacciones en la capital; aun así, tenía la necesidad de buscar alg4n apoyo. =icho apoyo no podía llegar sino del ejército. El alvearismo, sacó a la guarnición de la planta urbana de la capital, la concentró en un campamento de las a(ueras, desde donde esos hombres,
aislados de cualquier agitación ciudadana y comandados por o&ciales de segura lealtad, debían asegurar al gobierno, contra cualquier sorpresa. +ero esa guarnición, no era todo el ejército ni la capital la entera área revolucionaria. En 121S siendo a4n =irector +osadas, lvear, tras de su retorno triun(al de 8ontevideo, parte hacia el Ejército del Gorte para reempla)ar a ondeau. El cuerpo de o&ciales se niega a recibirlo, y el héroe de 8ontevideo debe emprender una poco gloriosa retirada. En *uyo 'an 8artín que se niega a encuadrarse en el mecanismo de control dominante en -uenos ires se ha hecho peligroso; es enviado un reempla)ante e igualmente recha)ado por el *abildo mendocino. En esas condiciones, la elevación de lvear a =irector 'upremo, es una medida de emergencia. Es la activa resistencia litoral la que conduce a la crisis &nal del alvearismo. lo largo de 121S y 121K la disidencia se e0tiende de la -anda 6riental a Entre íos, *orrientes y 'anta /e; las tentativas de detenerla por la (uer)a no son (elices; lvear desde enero de 121K decide emplear a una parte de su guarnición de la capital en en(rentar la avan)ada (ederal que ha vuelto a apoderarse de 'anta /e, es precisamente la vanguardia de esa e0pedición la que se subleva en /onte)uela. ?+or qué cayó el alvearismo@ En parte es consecuencia de la concentración del poder, la (acción podía mantener su hegemonía mientras su política (uese inequívocamente e0itosa. En la ciudad es 8iguel Estanislao 'oler, quien da el golpe de gracia contra el alvearismo; (ue traición si se quiere pero éste sólo act4a cuando el cabildo ha comen)ado ya su reacción o(ensiva contra lvear y la opinión p4blica urbana ha comen)ada a hacer de los capitulares sus paladines contra lo que ya se denomina la tiranía del =irector 'upremo. La caída del alvearismo, se debe sustancialmente a los reveses que en(renta, los una política que es previa al triun(o del alvearismo. +ara lvear y sus adictos, el (racaso de esa política, es sobre todo consecuencia de los avances mundiales de la contrarrevolución. En consecuencia, la (acción dominante estaba dispuesta a abjurar progresivamente de su credo revolucionario que aparecía ahora como una aventura condenada de antemano. l lado del problema e0terior, el interno había revelado toda su gravedad; la revolución había agotado sus posibilidades a lo largo de cinco a%os; utili)ando la (uer)a como el má0imo argumento en política interior. 5abía terminado por hacer del ejército su instrumento político por e0celencia. La caída de lvear bajo los golpes de un ejército destinado a combatir la disidencia litoral, no hace sino subrayar hasta qué punto era en las áreas sometidas a su dominio, no en su capital, donde se decidía la suerte del poder revolucionario. D) IN DE LA REVOLUCIÓN Y PRINCIPIO AL ORDEN El derrumbe de 121K parece imponer en el país, una doble reconciliación con un mundo cada ve) más conservador. +ero al mismo tiempo parece e0igir cambios sustanciales: en el país, sobre todo en el interior, las resistencias parecían brotar sobre todo contra las tentativas de cambiar demasiado radicalmente el orden prerrevolucionario. Go sólo los ataques a la (e heredada, sino también los intentos de romper el equilibrio entre las castas, contaban entre los errores que habían llevado a la catástro(e en que culminó el avance hacia el lto +er4. *uando el restaurado poder nacional promete dar &n a la revolución y principio al orden, espera hacerse grato también a un p4blico menos remoto que el de las chancillerías. Es necesario poner el poder político de los titulares del poder económico. un si la parte de estos en el manejo de la conducción revolucionario, no aumenta, su gravitación es indiscutiblemente mayor que hasta 121K. Esa reorientación política es tanto más impresionante porque no se da acompa%ada de una sustitución demasiado amplia del personal político revolucionario. Los herederos inmediatos del poder durarán
poco; desde el comien)o e0iste tensión entre el cabildo, (ortale)a de los notables de la ciudad y los je(es militares que colaboraron en derribar al alvearismo. +or el momento, la secesión Litoral estaba lejos de agregar problemas: en el nuevo consenso conservador, -uenos ires y el $nterior comen)aban a encontrar un terreno de entendimiento que había (altado. El lento proceso electoral del que surgiría un nuevo *ongreso Feneral *onstituyente, seguía avan)ando. 'e reuniría en Aucumán o(reciendo una prueba de la apertura del poder revolucionario hacia el $nterior. eunido, elegía =irector 'upremo a +ueyrredón. El =irector emprendió viaje hacia su capital a la que halló al borde de una nueva crisis política y su presencia pudo evitarla. Aambién habría que tomar en cuenta la emergencia de nuevas bases de poder político: los ejércitos en campa%a gravitaban ahora. 6tro (actor de disciplinamiento era la cada ve) más poderosa disidencia litoral. 8ientras hasta 121K el gobierno se había identi&cado con el grupo que había impuesto la revolución, ahora quiere presentarse como su primera víctima. En un conte0to ideológico muy distinto, la prioridad de la guerra se mantiene. un así, y dentro del marco estrecho dejado por la guerra, el régimen directorial, busca ir volviendo a sus quicios los elementos de la p4blica (elicidad. *onsidera urgente los problemas que derivan de la carestía de los alimentos. Esa actitud debe muy poco a la noción revolucionaria de igualdad que es ahora cada ve) más abiertamente recusada. Es el temor a la indisciplina el que impone esa medida. El nuevo régimen, rede&nirá también su relación con el ejército. Los de (rontera han tenido inuencia decisiva en su surgimiento, y con ellos guardará relaciones estrechas. +ero los ejércitos de (rontera han variado (undamentalmente: luego que bajo la guía de ondeau el del Gorte (ue derrotado en 'ipe 'ipe, la de(ensa (rente al bloque realista peruano quedará en manos de las (uer)as locales de 'alta. El ejército del Gorte, replegado en Aucumán, es sometido a una reorgani)ación a cargo de -elgrano y no tiene ya la importancia que alcan)ó en el pasado. hora el más importante de los ejércitos de (rontera es el de los ndes. En el Litoral la acción política era pre(erible a la militar; y en -uenos ires y su campa%a, el ejército del que lvear quiso hacer un instrumento de su primacía se ve relevado de sus (unciones de custodio del orden interno. Guevas milicias < batallones cívicos< son organi)adas luego y el cabildo se reserva su je(atura. la ve) que renunciaba a cualquier popularidad muy vasta, el régimen de +ueyrredón, aspiraba al apoyo ree0ivo de sectores más limitados. /rente a la elite criolla, golpeada desde 1213 podría invocar la prudencia &nanciera que buscaba mantener pese a la guerra, pero esa nueva política &nanciera, no iba a ser demasiado e0itosa. La re(orma del arancel aduanero llevó a una agudi)ación del contrabando. El desequilibrio &nanciero subsiste. ntes del retorno a las e0acciones arbitrarias, la tentativa de superarlo (ue la emisión de papeles de Estado que causó más irritación que gratitud entre los supuestos bene&ciarios. La miseria &scal veda al Estado tomar el papel de árbitro entre las (uer)as económicas y sociales del que esperaba obtener adhesión. 6tra circunstancia hace más di(ícil esa tarea: la sociedad se halla en rápida tras(ormación. La administración +ueyrredón no se desinteresa de los problemas de la campa%a, para la cual nombra un comandante general en la persona de -alcarce. La reconstrucción económica que él está ansioso por comen)ar. La ve sobre todo, como una restauración de las hegemonías sociales y económicas prerrevolucionarias. l de&nir así su objetivo, lo torna irreali)able.
La guerra hace imposible el retorno al orden; sólo cuando se le ponga &n, podrá darse por verdaderamente clausurada la etapa revolucionaria. La relación entre la dirección política y la elite social sigue entonces, como antes de 121C, siendo problemática; y el apoyo de los sectores populares se ha en(riado considerablemente. Aulio 5alperin =onghi, evolución y guerra , 'iglo ""$, -uenos ires, 17>B!